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Sinopsis

U

n aumento repentino de violencia y la frecuencia de los ataques de lobos en el bosque circundante a Piera tiene a todos los residentes al límite.

Ruby: Hace tres años, Rafe dejó su pequeño burgo de montaña en Piera, dejando atrás a Ruby Hood reparando su corazón roto. Lidiar con el miedo creado por el poderoso e inteligente lobo sería suficiente para cualquiera, pero ahora Ruby tiene que lidiar con más noticias desgarradoras... Rafe ha vuelto a casa. Lowell: El hermano de Rafe, Lowell, ha hecho amistad con Ruby en su ausencia. Es casi tan atractivo como Rafe, y casi tan encantador, pero el problema es que... él no es Rafe. Rafe:

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Rafe no tuvo más remedio que irse tres años antes, a pesar de compartir un beso desgarrador con Ruby su mejor amiga de toda la vida. Ahora, él está de vuelta... y está dispuesto a luchar por lo que quiere.

Índice Sinopsis ......................................................................................................................2 Índice ..........................................................................................................................3 Parte I .........................................................................................................................4 Regreso a Casa ......................................................................................................... 4 Parte II ..................................................................................................................... 39 El Lobo .................................................................................................................... 39 Parte III .................................................................................................................... 55 En los Bosques ..................................................................................................... 55 Parte IV ................................................................................................................... 76 La casa de la abuela ............................................................................................. 76 Parte V .................................................................................................................... 85 En el Fin ................................................................................................................... 85 Nota del Autor...................................................................................................... 90 Snow White ............................................................................................................ 91 Cindy C. Bennett ................................................................................................... 92 Agradecimientos ................................................................................................... 93

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¡Visítanos! ............................................................................................................... 94

Parte I Regreso a Casa

—O

ye, Roja, espera. Ruby se detuvo, con los dientes y puños apretados ante la voz. Tomando aire y forzando un aspecto apacible en su rostro, se volvió hacia el hablante.

—Hola, Lowell, ¿qué pasa? Lowell siguió corriendo hacia ella. Ruby no lo negaría: Lowell era hermosísimo. Alto, de pelo oscuro, ojos oscuros, mandíbula fuerte, labios gruesos, barba apenas suficiente para exudar un aura sexy... abultado en todos los lugares correctos. Aún cubierto con jeans y una chaqueta en el aire frío, su fuerza era evidente. La mayoría de las chicas de su pequeña montaña burgués de Piera darían cualquier cosa para que Lowell volviera la mirada en su camino. Y él lo había hecho, en muchas de ellas, dejando una cadena de corazones rotos. No es que eso les impidiera a esas mismas chicas continuar su persecución. —Sólo persiguiendo al efusivo zorro —dijo, otorgándole la sonrisa que él utilizaba para derretir los corazones de las chicas. No funcionó con Ruby. Ella puso los ojos en blanco y siguió caminando. Si no fuera por su amistad de por vida con la familia de Lowell, ella no le daría al hombre ni la hora del día—. Vamos, Roja, sólo estoy bromeando. Ruby se detuvo de nuevo en frustración. Lowell, apresurándose por alcanzarla, continuó más allá de su parada abrupta y se volvió hacia ella.

—Es tu nombre, ¿cierto?

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Se encogió de hombros, sin arrepentirse en absoluto.

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—Lowell, te he dicho lo mucho que odio ser llamada Roja. ¿Por qué insistes?

—No, mi nombre es Ruby. —Había sólo una persona que podía llamarla Roja y salirse con la suya. Y ella no necesitaba recordatorios de él. —El cual significa rojo. Y si eso no fuera suficiente, también... —Él levantó un mechón de su cabello largo y rizado. Maldijo a sus padres una vez más por pensar que eran tan inteligentes al nombrar a su pelirroja hija Ruby. Ella suspiró. —Eres tan... —¿Encantador? ¿Dulce? —Los dedos de Lowell pellizcaron ligeramente su barbilla—. ¿Increíblemente guapo? —Él inclinó la cabeza cómicamente de lado a lado. Ruby no pudo evitarlo, se rió—. ¿Ves? Sabía que te gustaba —dijo. —Incorregible —dijo ella—. Eres absolutamente incorregible. Lowell puso una mano sobre su corazón dramáticamente. —¿Por qué herirme? —Estoy apurada, Lowell —dijo con una mueca, y comenzó a caminar de nuevo—. ¿Hay un propósito para este tormento? Lowell se metió las manos en los bolsillos del pantalón. Mientras ella se alejaba, dijo sombríamente—: Pensé que te interesaría saber que mi hermanito está volviendo a casa. Los pies de Ruby prácticamente patinaron hasta detenerse. Su boca cayó abierta. Levantó una mano al pecho como si así pudiera detener su corazón desenfrenado. Calmó su respiración en un patrón normal, cerró su mandíbula abierta de golpe, y dijo—: ¿Rafe está volviendo a casa? — Cuando Lowell no contestó, ella lo miró de vuelta. Él asintió—. ¿Cuándo? —Mañana.

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—Bien. Eso es bueno. Será bueno volver a verlo. Dile que pase por la tienda y salude.

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Ruby se apartó de Lowell una vez más. ¿Mañana? El dolor se coló a través de su corazón, y obligó la indiferencia en su voz.

Sin mirar a Lowell otra vez, ella se alejó. Lo escuchó murmurar—: No estás engañando a nadie. —Pero no le hizo caso, no estando de humor para enfrentarse a él. No sobre esto. Rafe. Volviendo a casa.

—Esos volarán de los estantes por su atractivo. Ruby se sacudió de su ensueño y le sonrió a Marina. Echó un vistazo a los pastelitos que había estado decorando e hizo una mueca. —Uf, lo siento. Marina se acercó y tomó uno de los pastelitos que tenía una flor púrpura muy ladeada hundiéndose en la parte superior. —Podría funcionar para una despedida de soltero, ¿verdad? ¿Todo el mundo estará tan borracho que les va a aparecer derecha? Ruby se lo quitó y raspó el glaseado de la parte superior en el bote de basura. —Voy a arreglarlos. Lo siento mucho. Marina puso su mano sobre el brazo de Ruby y bajó su mano a la mesa. Ruby liberó el bizcocho al mismo tiempo que bajaba la cabeza. —¿Quieres hablar de ello? —preguntó Marina. Ruby miró a su jefa, quien también pasaba a ser su mejor amiga. Marina era mayor que Ruby por seis años. No había sido su amiga durante la secundaria y por lo tanto no había sido parte de la historia de Rafe y Ruby; y del corazón roto de Ruby cuando Rafe la dejó. Pero Marina sabía de todos modos. Todo el mundo en Piera sabía.

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—Rafe va a volver a casa —dijo Ruby, airadamente secándose la lágrima que cayó.

—Oh, cariño —la compadeció Marina, tomando la mano de Ruby y llevándola a su oficina. Puso a Ruby en el pequeño sofá junto a ella—. Está bien. Dime. Ruby dio un suspiro tembloroso, los ojos en sus manos retorciéndose en su regazo. —No quiero ser esa chica. —¿Qué chica? —La chica que languidece por el amor perdido. Si incluso puede llamarse amor perdido. —Ruby se estremeció de nuevo—. Amé a Rafe, no sólo como un amigo, si no... bueno, ya sabes. Fue mi mejor amigo de la infancia. Después ella se había enamorado de él. Pensó que él sentía lo mismo cuando, una semana después de la graduación, la besó. El beso fue más sorprendente de lo que Ruby había soñado. Su mundo entero había cambiado cuando él la besó. Y luego se fue. Sin decir adiós. —Le escribí tantas veces —le dijo a Marina—. No le dije que lo amaba. No le pedí que volviera a casa, ni le pregunté por qué se había ido, o si estaba saliendo con alguien. Hablé con él como siempre lo he hecho. —¿Él no escribió en respuesta? —preguntó Marina. —Sí, lo hizo. Al principio. Luego dejó de escribir en absoluto. Todo lo que sabía de él, lo sabía de Lowell. Ahora, él está volviendo a casa. Sin previo aviso, sin decírmelo. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? Marina se llevó una de las manos de Ruby en la de ella y la apretó. —Bueno, él ha terminado con la escuela por el año, ¿no? Quiero decir, es la primavera. Las clases han terminado. Ruby cerró los ojos. —Ha estado fuera tres años. No ha vuelto a casa ningún otro verano.

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—¿Y?

—Y, ¿por qué ahora? —dijo Ruby, agitada. Se puso de pie y empezó a pasear—. No hay nada para él aquí, ya no. Si él viene a casa, probablemente hay sólo una razón. —¿Y eso sería? —Una chica, ¿cierto? Va a traer una chica a casa para que conozca su familia. —¿Lo hace? —La sorpresa brilló en los ojos de Marina. —Bueno, no lo sé —admitió Ruby—. Simplemente no puedo imaginar ninguna otra razón para la que él regrese. Marina sonrió, pero enseguida la dejó caer antes de que Ruby pudiera hacer comentarios. —Vamos, Ruby. Hay un montón de razones. Tal vez él quiere ver a su hermano. —Ruby le lanzó una mirada asesina. Marina levantó una mano—. Uno nunca sabe. Tal vez han hecho las paces con los años. Sus padres están aquí también, ya sabes. Y tiene amigos aquí. Tal vez sólo echa de menos su casa. O mis bizcochos. —Ruby se hundió en el sofá, enterrando el rostro entre las manos en señal de frustración. Marina le puso una mano en su espalda—. Tal vez él te echa de menos. Ruby se estremeció ante sus palabras. —Si él me extrañara, Marina, habría llamado o escrito. ¿Cómo se supone que voy a tratar con él? Marina colocó una mano bajo la barbilla de Ruby y le instó a levantarla. —Igual que siempre lo has hecho, como la mujer fuerte, segura, increíble que eres. —¿Quieres decir no como la idiota llorona que estoy siendo en este momento? —Ella sonrió trémula.

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—Si hay una cosa que no eres, es una idiota. Yo no contrataría a una idiota para que me ayude a crear mis creaciones de fama mundial.

Marina bromeaba, pero ella decía la verdad. Sus pasteles y bizcochos eran enviados por todo el mundo, y pagados por primas. Sólo aquí en Piera los vendía por el precio casi libre de un dólar el bizcocho, una torta entera por ocho dólares, o los pasteles de boda que siempre se les daba como regalo de Marina a la pareja. —Soy una completa idiota cuando se trata de Rafe —dijo Ruby. Habló con tanta verdad como Marina.

La palabra del regreso a casa de Rafe se extendió rápidamente. El entusiasmo se propagó a lo largo de Piera. Rafe había sido muy querido antes de irse. En los últimos seis meses, lo único digno de mención en Piera fue el repentino aumento de los ataques de lobos en los animales. Reclamaciones salvajes de un lobo de gran tamaño siendo visto había enviado a los ciudadanos al pánico, hasta el punto en que la gente rara vez salía de noche ahora, tenían a sus mascotas encerradas en sus casas o graneros. No es que los graneros detuvieran al lobo que era más inteligente que algunos de los bloqueos que las personas empleaban. Por alguna razón, la gente asumió que Ruby tenía idea del retorno de Rafe. ¿Cómo podían saber que ella no había hablado con él en más de un año? Aún así, cada vez que alguien le preguntó acerca de su regreso, se le hizo un nudo en el estómago y su corazón se retorció. Ruby estaba poniendo algunos pastelitos verde pálido en la ventana que se parecían a conos de helado cuando el auto de Lowell se detuvo frente a la tienda. Se quedó helada con un bizcocho en la mano. Quería correr y esconderse, pero no podía moverse aun si su vida dependiera de ello. Ella sabía exactamente quién estaba en el auto con Lowell.

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Lowell salió del lado del conductor, pero los ojos de Ruby estaban pegados al lado opuesto del vehículo. Se abrió la puerta y salió Rafe, mirando hacia el lado opuesto. El sol se reflejaba en su cabello corto y rubio oscuro. Se dio la vuelta y el corazón de Ruby se detuvo. Habría sido demasiado esperar que él se hubiera convertido en un ogro durante su tiempo fuera, supuso. En cambio, él se veía mejor que nunca.

Unas gafas de sol ocultaban sus ojos, pero ella sabía exactamente cómo se veían. Como si pudiera olvidarlo. De un marrón incluso más oscuro que los de Lowell, bordeados de largas pestañas oscuras. Ojos que sonreían. Su mandíbula tan firme que incluso a la de Lowell daría vergüenza, terminando en una barbilla con la más mínima fisura. Hombros fuertes y anchos, más aún que los de su hermano, con brazos musculosos que daban prueba de su formación en la granja. Sus ojos se posaron en sus labios que… ella rápidamente obligó a sus pensamientos alejarse de eso. Él y Lowell parecían similares, era bastante fácil de decir que eran hermanos, pero Rafe era como Lowell hasta el décimo grado en cuanto a ella se refería. Él miró hacia la tienda, dio un paso hacia delante y… se congeló. Se quitó las gafas de sol y su mirada se clavó en la de ella a través de la ventana. Largos momentos pasaron mientras Ruby trataba de recordar cómo respirar. Entonces una sonrisa apareció en su rostro, y fue como el sol rompiendo a través de meses de oscuridad. Su expresión igualó a la suya y el hechizo se rompió. Ella se dio la vuelta y corrió hacia la puerta principal. Él abrió la puerta justo cuando ella la iba a empujar, y se arrojó a sus brazos. Rafe la aplastó contra él, levantándola con sus gruesos brazos. Ella se aferró a él como una mujer se aferra a una boya en un mar embravecido. —Muy bien, ustedes dos, están bloqueando la puerta —se quejó Lowell. Rafe la soltó, con las manos aún en su cintura, sonriendo felizmente hacia ella. —Te he echado de menos, Roja. Un destello de dolor recorrió a Ruby. —Te he echado de menos también —dijo. Lo que realmente quería decir era: Si me echabas tanto de menos, ¿por qué no contestaste mis cartas? ¿Por qué no me llamaste?

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—Te ves bien... muy bien.

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Rafe parpadeó como si hubiera leído sus pensamientos.

—Sí, bueno, te ves como la gárgola que sabía que te convertirías en Nueva York. Rafe se echó a reír mientras su mirada se arrastraba más allá de ella. —¡Marina! —dijo, dirigiéndose a abrazar a la diminuta mujer. Ruby se volvió para observar celosamente como su atención era robada. —Claro, él te llama “Roja” y no dices nada —dijo Lowell, aunque ella captó una nota de amargura bajo la burla. Ruby no contestó. Caminó en la tienda, siguiendo a Rafe mientras se acercaba a admirar la exhibición detrás de la vitrina de cristal. Marina se colocó detrás del mostrador. —Elije todos los que quieras —dijo—. Es la mejor manera que conozco para darte la bienvenida a casa. —Es la mejor manera de ser recibido a casa —dijo él mientras sus ojos recorrían el contenido—. ¿Cómo se supone que voy a decidir? —Tenemos oportunidad?

algo

nuevo

—dijo

Marina—.

¿Quieres

darle

una

Rafe asintió, su mirada cortando hacia Ruby y apartándola casi tan rápidamente. Marina colocó un terciopelo rojo y una magdalena marmoleada de pastel de queso cubierta de glaseado con puntos azules oscuros de queso crema. Rafe le dio un mordisco grande y gimió. —Eso es fantástico, Marina —murmuró en torno a la boca llena. Tragó—. Creo que te has superado a ti misma con este. En serio. —Tomó otro bocado. —Ruby hizo esos —le dijo Marina—. Es su receta. Los ojos de Rafe fueron hasta Ruby y ella arrastró los pies con timidez.

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—Es posible que tengas cierta competencia, Marina —dijo Rafe, aunque su mirada se mantuvo en Ruby. Ella sonrió.

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—Marina me permite probar cosas nuevas —dijo.

—¿Por qué crees que la mantengo trabajando aquí? —preguntó Marina. Se volvió a Lowell—. Dado que trajiste al hijo pródigo hasta aquí, puedes escoger también. Lowell, quien había estado observando todo el intercambio con tensión alrededor de sus ojos, sonrió encantadoramente a Marina. —¿Cómo puedo resistirme? Me gustaría probar una de las creaciones mágicas de Ruby también. Marina colocó otro en un plato y se lo entregó a Lowell. Él le dio un mordisco. —Mi hermanito tiene razón, Roja. Tienes algo grande aquí. Rafe miró bruscamente a Lowell cuando él usó el apodo cariñoso que Rafe tenía para Ruby. Ella se sintió un poco emocionada. ¿Estaba celoso? No, por supuesto que no. Probablemente sólo sorprendido. Lowell no había empezado a llamarla Roja hasta que Rafe se hubo ido. Bueno, si no contaban cuando ella era joven y Lowell le llamara “roja” de una manera degradante después de que primero había oído a Rafe utilizar el apodo. Él había dejado de hacerlo cuando ella llegó a su adolescencia, y empezó de nuevo después de la partida de Rafe, utilizándolo de una manera completamente diferente. —Gracias —dijo Ruby, mirando a Rafe. Sus ojos se volvieron hacia ella y le guiñó un ojo. Ruby maldijo su debilidad ante lo que ese sencillo guiño hizo a sus rodillas. Realmente, él le guiñaba a Ruby toda su vida. No significaba nada... para él. —¿Quieres venir a nuestra casa para la cena? —le preguntó Rafe.

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—¿Estás bromeando? —intervino Lowell, dando un paso más cerca de Ruby, colocando una mano sobre su hombro. Ruby estaba segura de que ella lo había imaginado, pero habría jurado que Rafe apretó la mandíbula mientras sus ojos seguían el gesto—. Mamá y papá te aman tanto como lo hacen con este perdedor. —Lowell golpeó a Rafe suavemente en el hombro—. Deberías venir.

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Ella quería. Cómo quería. En cambio, dijo—: No, gracias. Estoy segura de que a tu familia le gustaría tenerte sólo para ellos.

—Sí, Roja, definitivamente deberías venir —repitió Rafe. Ruby abrió la boca para rechazarlo de nuevo. ¿Cómo podía sentarse allí con su familia y no llorar por lo que ella percibía como su pérdida?—. Por favor —murmuró, y ella estuvo deshecha. Asintió con la cabeza.

Ruby permaneció fuera de la alquería Wolfe. Las noches eran frías a pesar de los días más cálidos. Incluso en el verano, cuando alcanzarían los treinta y dos grados centígrados por la tarde, las noches todavía serían lo suficientemente frías como para necesitar una chaqueta. Sostenía una caja de pastelitos: los mismos que Rafe y Lowell habían probado hoy. Ella sabía que no era gran cosa, todo lo que tenía que hacer era levantar la mano y tocar a la puerta de madera. Permaneció quieta, enraizada en su lugar. Rafe yéndose hace tres años atrás había estado a punto de matarla. El intenso rechazo y la agonía posterior de tratar de olvidarlo se aferraba aún vívidamente a ella como si hubiera ocurrido la semana pasada. Él no estaba aquí para quedarse. Sólo estaba de visita, ¿no? La apertura de esta lata de sorpresa en particular parecía una idea realmente mala. La puerta se abrió de repente, asustándola. Lowell la agarró por los brazos cuando ella se tambaleó hacia atrás para evitar una colisión. —Vaya, Roja, lo siento. No te había visto allí. Ruby sonrió, avergonzada. —Está bien. —No podía admitir que había estado de pie allí durante quién sabe cuánto tiempo—. Los pastelitos se salvaron, de todos modos. — Ella levantó la caja.

—Oigan, todo el mundo, miren lo que encontré en el porche.

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—¿Me trajiste pastelitos? Impresionante. —Él los tomó de ella, envolviendo un brazo por sus hombros y arrastrándola hacia la casa antes de que ella pudiera protestar.

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Los ojos de Lowell cayeron a la caja y sonrió.

El Sr. Wolfe se volvió desde donde agitaba algo en la estufa. Ruby se sintió aliviada. Ulric Wolfe era un cocinero mucho mejor que su esposa, Otsana. Rafe y su madre levantaron la vista desde sus asientos en el sofá donde sostenían un álbum de fotos de gran tamaño. Se dio cuenta que la mirada de Rafe cayó en el brazo de Lowell alrededor de ella. Ulric llegó hasta ella primero. Él la empujó en un abrazo de oso. —Ruby, amor, mucho tiempo sin verte. ¿Dónde has estado escondiéndote? —Oh, um, he… —Déjala en paz, Ulric. —Otsana Wolfe apartó a su marido del camino; nada difícil para ella dado que él se alzaba sobre su metro setenta y tres de altura, la misma altura que Ruby. Sus hijos definitivamente obtuvieron sus alturas del lado de su madre. Ella llegaba incluso hasta un metro ochenta y dos, pero sus hermanos y su padre eran tan altos como el metro noventa de Lowell. Rafe lo remataba por cinco centímetros. Una vez que Otsana la liberó de su abrazo asfixiante, agarró los hombros de Ruby y le dijo—: Así que, querida, ¿dónde dices que has estado escondiéndote? Ruby miró alrededor de Otsana y sonrió hacia Rafe. Esto se sentía igual que siempre lo había hecho. Sólo Rafe no estaba sonriendo. Él observaba la escena, los ojos entrecerrados sólo una mínima fracción, los labios apretados con fuerza. —Ruby me trajo pastelitos —dijo Lowell. —Dudo que los trajera para ti —dijo Otsana, bofeteando las manos de Lowell cuando las metió en la caja para recuperar uno de los pasteles pequeños—. Puedes tener uno después de la cena. Saca tus patas de allí. —Ella tomó la caja de Lowell mientras él la miraba con la boca abierta. Le echó un vistazo a Ruby.

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—Eso es porque eres un niño —dijo Otsana, entregándole la caja a Ulric—. Pon eso lejos, cariño. —Ella tomó la mano de Ruby y tiró de ella hacia el sofá—. Vamos, Ruby. Rafe y yo estábamos viendo fotos viejas.

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—¿Viste eso? ¿Viste cómo me trata como a un niño?

Al pasar junto a Rafe, él finalmente le dio una pequeña sonrisa, levantando sus enormes hombros en un encogimiento de hombros. No tuvo más remedio que sentarse al lado de Otsana en el sofá. Lowell caminó hacia ellos. Rafe se movió rápidamente para sentarse en el otro lado de Ruby, obligando a Lowell a sentarse en la silla de enfrente. El sofá no era pequeño, pero no podía dar cabida a la corpulencia de los dos muchachos Wolfe junto con Ruby y su madre. Otsana puso el álbum de fotos en el regazo de Ruby. Ella miró hacia abajo y vio que habían estado mirando las fotos de Rafe y Lowell cuando eran unos niños. Rafe parecía tener unos tres años, y Lowell cinco. Ruby sonrió ante la imagen de ellos, flacos como palillos de dientes. Eran altos para su edad, incluso entonces, pero nada daba siquiera un indicio de cuán endurecidos se convertirían sus cuerpos de trabajar en la granja. —Eran tan lindos —dijo Ruby. —¿Eran? —preguntó Lowell con incredulidad. —Muchacho, estoy asombrada que tu cabeza entre por la puerta en la noche con un ego de ese tamaño —dijo Otsana sin levantar la vista de las fotos. Rafe se rió en voz baja. El sonido viajó por la espina dorsal de Ruby, directo en su corazón. Otsana pasó la página. —Oh, mira, ahí estás, Ruby. —¿Dónde? —dijo Rafe, inclinándose hacia delante para mirar. Levantó un brazo y lo colocó en la parte de atrás del sofá detrás de Ruby con el fin de estar más cerca. Él inclinó la cabeza hacia adelante, lo cual puso su cara junto a la de Ruby. Ella logró mantener sus ojos en el libro, pero no tenía ni idea de lo que estaba viendo.

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Rudy respiró profundamente. Ella siempre había amado el olor de Rafe, terroso y limpio, como el mundo olía justo después de una lluvia de limpieza. Incluso antes de que hubiera pensado en él como un chico, y no sólo su mejor amigo, ella había amado su olor. Si se inclinaba sólo un poco a la derecha, su mejilla tocaría su hombro.

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—Aquí —dijo Otsana, señalando.

—Eras muy linda —dijo Rafe, mirando hacia ella. Ella levantó la vista hacia él. Estaba a sólo unos centímetros de ella. Si sólo levantara su cara un poco... —Consigan una habitación —murmuró Lowell, sin rastro de humor evidente. Rafe y Ruby se apartaron de un tirón, el calor inundando la cara de Ruby. Rafe le disparó una mirada a su hermano. Otsana o no lo escuchó o escogió ignorarlo. Ruby se volvió de nuevo hacia la foto, esta vez realmente mirándola. Ruby, Rafe, y Lowell sentados en un banco. Ruby recordaba el día. Ella y Rafe tenían seis o siete años. Sus madres, mejores amigas, los habían llevado a los tres al parque. El recuerdo de su madre le trajo una punzada a Ruby. Ellas les habían comprado a los niños conos de helado. Lowell, siendo el abusador que siempre había sido con Ruby, la había empujado, causando que dejara caer su cono. Justo antes de esta foto, Rafe había venido a ella y ofreció compartir el suyo. En la foto, Rafe y Ruby se sentaban lado a lado, Rafe sosteniendo su cono hacía Ruby quien estaba tomando un bocado mientras Rafe miraba. Lowell se sentaba en el otro extremo del banco, los ojos en el par, viéndose claramente infeliz con la situación. —Recuerdo este día —dijo Ruby. Levantó la vista hacia Lowell—. Tú me hiciste llorar. —No fue la primera vez, o la última —dijo Rafe. Lowell se inclinó hacia delante en su asiento. —Apuesto a que nunca la hice llorar tan fuerte como tú lo hiciste. Rafe dio una mirada hacia Ruby luego la apartó mientras la humillación la inundaba. —Es suficiente, chicos —dijo Otsana, volteando a la siguiente página.

—Ella no es una invitada. Es familia —dijo Ulric, impenitente.

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—¿Qué tal algunos modales? —dijo Otsana exasperada, levantándose y volviéndose para enfrentar a su esposo—. Tenemos una invitada. Seguramente puedes fingir tener modales mientras ella está aquí.

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—Vengan aquí y coman —llamó Ulric desde la cocina.

Rafe se levantó y sostuvo una mano hacia Ruby para ayudarla a levantarse. —Bienvenida a casa, ¿eh? —Sonrió él. Ruby rió, poniendo su mano en la suya. Ruby se sentó junto a Rafe, frente a Lowell. Sus padres se sentaron en cada extremo de la mesa. Ruby podía sentir la tensión entre los hermanos y se preguntó por qué. Lowell parecía tenso e inquieto. El Sr. y la Sra. Wolfe se enfrentaron verbalmente durante toda la comida, como siempre hacían. Ruby solía pensar que se odiaban el uno al otro, hasta un día cuando se dio cuenta que se amaban más que la mayoría de las parejas que nunca discutían. Ahora, había una seguridad en cómo ellos se trataban entre sí. Tan pronto como Otsana se movió para levantarse, Lowell estuvo fuera de su asiento. —Ya vuelvo —dijo. Caminó a zancadas hacia la puerta principal, mirando hacia atrás una vez a Ruby. Ella no pudo descifrar la mirada que le dio antes de azotar la puerta. Echó un vistazo a Otsana, esperando que persiguiera a Lowell y exigiera su regreso, o comentara sobre la salida grosera. En cambio, ella actuó como si no fuera nada inusual. Volvió su mirada hacia Rafe. Su mandíbula estaba apretada, la boca apretada, pero él tampoco hizo ningún comentario. Raro. Más tarde, Rafe ofreció llevarla a casa. Considerando los ataques de lobos, Ruby estuvo de acuerdo. Al menos, esa era su excusa. No tenía nada que ver con querer pasar tiempo a solas con él. Correcto. Se subió al auto de su madre con él. Mientras se alejaban de la granja, pensó que escuchó aullar. Miró por la ventana nerviosamente. —¿Escuchaste eso?

—Gracias, Rafe.

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Cuando llegaron a su casa, se volvió hacia él.

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—Probablemente sólo el viento —dijo Rafe. Ruby podía oír la falsedad de sus palabras. El resto del viaje fue hecho en un silencio incómodo.

Él no contestó, sólo abrió su puerta y salió. Ruby se apuró y empujó hacia su propia puerta. —No tienes que acompañarme a la puerta —dijo rápidamente. —Quiero hacerlo —dijo él. Ruby trató de pensar en una excusa — cualquier excusa— de por qué él no necesitaba hacerlo, pero sus palabras habían revuelto sus pensamientos. Él quería hacerlo. Mientras se acercaban a su puerta principal, la razón por la que había estado tratando de evitar que la acompañara gritó. —¿Quién está ahí? ¿Ereh tú, Rubes? Ruby se preguntó si el arrastrar de las palabras en su voz era tan obvio para Rafe como lo era para ella. —Sí, papá, soy yo. —Se volvió de nuevo hacia Rafe—. Gracias de nuevo. Fue divertido ver a tu familia otra vez. —Hablando de eso —dijo él, sin tomar la pista—. ¿Por qué no has visto mucho de mi familia? Aparte de Lowell, claro. Suena como que él te ve bastante. —Yo no... —¡Rubes! —Un fuerte estruendo siguió al grito. Ruby cerró sus ojos contra el sonido. Antes de que pudiera detenerlo, Rafe abrió la puerta. —Rafe, no... —Se quedó hablando con nada mientras él entraba. Ella gruño y lo siguió. Con horror, vio a Rafe inclinado para ayudar a su padre a levantarse, o mejor dicho, a levantarlo a sus pies mientras no obtenía ayuda del borracho. —Hey, Sr. Hood —dijo Rafe—. Vamos a llevarlo a la cama, ¿eh? Su padre levantó la vista adormiladamente a Rafe.

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—Sí, señor.

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—¿Ereh tú, Rafe?

—¡Rafe! —Su alegre arrastrar de las palabras fue doloroso para Ruby—. Volviste. Yo le dije que lo harías. —Sí, señor. Tenía razón. Las piernas de su padre se desplomaron debajo de él cuando se desmayó. Rafe lo levantó fácilmente en sus brazos, acunándolo como un bebé. Las manos de Ruby sostenían sus mejillas con mortificación a la escena ante ella. Rafe cargó al hombre roncando fuertemente por la estrecha escalera, Ruby a sus talones. Él dejó a su padre en su cama y empezó a quitarle sus zapatos. —Rafe, por favor, no tienes que hacer eso. Yo puedo hacerlo. Él está bien, puedes irte ahora. Estaremos bien. —Sus protestas cayeron en oídos sordos mientras Rafe continuó desvistiendo a su padre hasta que estuvo en nada excepto sus bóxers. Tiró de las mantas hasta su barbilla y luego se volvió hacia Ruby, poniendo un dedo en sus labios como diciéndole a Ruby estar callada, para no molestarlo. Ruby oró por un agujero que se abriera en la tierra y la tragara. Rafe la siguió de vuelta abajo por las escaleras. La vergüenza ató la lengua de Ruby. —Él se ha puesto peor —dijo él en voz baja. Ruby sólo asintió—. ¿Es siempre así de malo? —Ella quería negarlo, decirle que no, esto estaba fuera de lo normal. No pudo formar la mentira. Asintió de nuevo—. Oh, Roja —dijo con simpatía, tirando de ella en un abrazo. Tantas veces como había fantaseado sobre estar en sus brazos de nuevo, nunca había sido siguiéndolo metiendo a su padre borracho en la cama, lágrimas rodando por sus mejillas. Su vida era una vergüenza. Ella era una vergüenza… una vergüenza patética que sufría por el chico que había dejado su corazón en ruinas.

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—Lo siento mucho —dijo, de brazos cruzados, negándose a mirarlo— . No deberías haber hecho eso. No deberías haber tenido que hacer eso.

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Rafe simplemente la sostuvo, meciéndola suavemente, su mejilla apoyada en la cima de su cabeza. Cuando sintió que podía controlar sus emociones, reunió el coraje necesario para alejarse de él. Él la dejo ir fácilmente.

—Roja, él es tu papá. No me importa. Lo he conocido mi vida entera. —Lo sé, pero… él no es el hombre que tú conocías. Él es… diferente, ahora. —Tú cuidas de él. —No era una pregunta. —Alguien tiene que hacerlo —murmuró ella. —Te quedaste en Piera debido a él. —No, Rafe, me quedé porque es mi hogar. Era la verdad. Algo así. Piera era su hogar, y le encantaba. Le encantaba trabajar con Marina, creando nuevas recetas. Estaba contenta. Aparte del enorme agujero dejado cuando Rafe se fue, ella estaba contenta. Por mucho que amaba Piera, ella lo hubiera seguido a cualquier parte, a través de cualquier continente. Si su padre no la necesitara. Si él se lo hubiera pedido. Rafe dio un paso más cerca de ella. Ruby reaccionó dando un paso atrás rápidamente y hacia la puerta. La abrió y dijo—: Gracias, Rafe, por todo. Él suspiró, pero no presionó más. Se movió hacia el porche, volviéndose hacia ella. —¿Puedo llevarte a almorzar mañana? No hemos tenido realmente algo de tiempo para hablar. El estómago de Ruby dio un vuelvo ante el pensamiento de “hablar” con Rafe. ¿De qué tenían que hablar ellos? Ella tenía cientos de preguntas para él, ninguna de las cuales preguntaría realmente. —Tengo que trabajar.

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—Cena entonces —dijo—. Me encontraré contigo en la tienda a las cinco.

Por primera vez, Ruby lamentó la previsibilidad absoluta de Marina en las horas de su tienda. Rafe no esperó una respuesta mientras se dirigía a su auto. Justo antes de entrar, se dio la vuelta. —No tienes idea de lo bueno que es volver a verte, Roja. Mientras él se alejaba, Ruby escuchó el lejano aullido de nuevo y cerró rápidamente la puerta. No sabía cuál sería peor: tirarse a los lobos, o pasar tiempo con Rafe para “hablar”.

El día pasó volando para temor de Ruby. Había quemado un lote de cupcakes por lo cual había esperado que Marina la enviara a casa. No hubo suerte. En cambio, Marina la ubicó poniendo el glaseado base sobre pilas de cupcakes mientras Marina los decoraba. Ella hubiera preferido tener que fregar baños todo el día. No había nada creativo en cualquiera, pero al menos con los baños podía estar sola con sus pensamientos en lugar de escuchando a Marina seguir hablando de lo maravilloso que era tener a Rafe de vuelta. Quince minutos antes de que la tienda cerrara —y quince minutos antes que Ruby tuviera que enfrentar a Rafe de nuevo— Lowell entró. Genial, pensó Ruby, justo lo que necesitaba para completar mi día. —Hola, Marina —dijo encantadoramente a la dueña de la tienda. Ruby mantuvo su espalda girada, esperando que él viniera por algo más que ella—. Hey, Roja. —Cerró sus ojos ante su voz—. ¿Ruby? —llamó, más fuerte. —Hey, Lowell —dijo, agitando su manos sobre su hombro sin darse la vuelta. —¿Puedo ayudarte en algo? —le preguntó Marina.

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Marina regresó a la mesa donde congelaban los cupcakes.

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Hubo unos cuantos latidos de silencio, entonces él dijo—: —Uh, no. En realidad vine a ver a Ruby.

—Es para ti, dijo, meneando sus cejas hacia Ruby. Con los dientes apretados, Ruby se dio la vuelta. —¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó brevemente—. Estoy un poco ocupada. —Ya lo tengo —dijo Marina, y Ruby le disparó una mirada sucia. Se movió hacia el mostrador para estar opuesta a Lowell. —Me preguntaba qué estás haciendo cuando salgas —dijo Lowell. —Oh. Um. Bueno, yo... La campana sobre la puerta sonó mientras Rafe entraba. A la vista de él, el corazón de Ruby dio un vuelco. ¿Qué está mal conmigo? Si el ceño de Lowell era alguna indicación, su reacción a la aparición de Rafe era lo contrario a la de ella. —Hola, Roja, Marina —dijo animadamente—. Lowell, ¿qué estás haciendo aquí? —Yo podría preguntarte lo mismo —refunfuñó Lowell. —Vine por Ruby —dijo Rafe con una sonrisa—. Tenemos una cita. —Oh, ¿en serio? —Sus palabras sonaron cerca de un gruñido. —En serio —dijo Rafe. —No es una cita —intervino Ruby—. Rafe quería ir a cenar. La sonrisa de Rafe cayó a sus palabras, sus ojos cortando entre ella y Lowell. —Suena divertido —dijo Lowell, indicando que sonaba todo lo contrario—. ¿Les importaría si los acompaño?

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—Lo siento, hermano. Quiero un poco de tiempo a solas con mi vieja amiga. Tal vez la próxima vez. —Su tono era final. Para Lowell persistir lo haría parecer un idiota, así que asintió.

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Ruby no quería pasar tiempo con Lowell, pero su presencia la amortiguaría de la incomodidad de estar a solas con Rafe. Abrió su boca para estar de acuerdo al plan, pero Rafe habló primero.

—Tal vez —dijo Lowell, volviéndose a Ruby—. Hablaremos más tarde. —Se volvió y salió a zancadas de la tienda, apenas mirando a su hermano. —¿Lista? —preguntó Rafe, imperturbable. —Sólo tengo que conseguir mis cosas —murmuró, apurándose en el cuarto trasero, Marina caliente en sus talones. —¿Cuál es tu secreto? —siseó Marina. —¿Secreto? —Vamos. Tienes a los dos chicos más calientes en la ciudad luchando por ti. —Sonrió como si Ruby debiera estar disfrutando de la atención. —Ellos no están luchando por mí. No estoy interesada en estar con cualquiera de ellos. —Podrías haberme engañado —dijo Marina con ligereza. —Marina, hablo en serio. Lowell es un imbécil, y Rafe es… Rafe. —Tiró su bolso de su gancho. —De quién tú estabas enamorada —dijo Marina en voz baja. —Estabas siendo la palabra operativa aquí, Marina. —Sus hombros se hundieron—. ¿Qué voy a hacer? Marina la abrazó. —Ojalá pudiera decirte. Rafe se paseaba en frente de la puerta mientras esperaba. Tan pronto como ella apareció, él se detuvo y sonrió. Abrió la puerta para ella y ella dudó un paso antes de salir. Abrir su puerta era algo en lo que Rafe había sido inflexible en toda su vida desde el momento que tuvo edad suficiente para llegar una manija de puerta.

—Está bien. ¿A dónde vamos?

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—Pensé que podríamos caminar —dijo él.

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—¿Qué conduces? —preguntó.

—Ya verás —dijo. Lado a lado, se movieron por la calle. —¿Cómo estuvo el trabajo? —preguntó él cuando el silencio se prolongó. —Quemé un lote —dijo. —Hmm. —Otro largo silencio, entonces—. ¿Cómo está tu papá hoy? Ruby se encogió. —Lo siento mucho acerca de eso, Rafe. —No lo estés —dijo—. No es tu culpa que él beba así, Roja. Su corazón retorció ante el apodo. —Por aquí —dijo, tomando su codo y conduciéndola por un callejón. Levantó la vista hacia él. No había ningún restaurante por este camino. Llegaron a una puerta gris de acero y Rafe llamó. La mirada de Ruby se estrechó y él sonrió, inclinando su cabeza ligeramente hacia ella—. Confía en mí —dijo. La puerta fue empujada hacia fuera en el callejón por Tanemahutu Fa’amasino, un gran hombre Samoa cuya naturaleza apacible contradecía su aspecto feroz. Un tatuaje cubría el lado derecho de su rostro y ambos bíceps masivos. Su cabello negro estaba recogido atrás en un moño apretado. Su tamaño colosal hacía incluso a Rafe parecer diminuto. Una sonrisa de bienvenida iluminó su rostro. —Malo, mi amigo —dijo Hutu en su profunda voz de barítono, poniendo una mano fornida sobre el hombro de Rafe. Rafe hizo una mueca un poco a su apretón—. Bienvenido a casa. Rafe puso una mano sobre la de Hutu.

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—Te has ido por mucho tiempo. —Hutu se rió, tirando a Rafe en un abrazo de osos breve pero asfixiante. Frotó sus nudillos en la cabeza de Rafe, y Ruby rió, atrayendo la atención de Hutu—. Estás tan hermosa como siembre, Mumu.

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—Gracias, mi amigo. Es bueno verte de nuevo.

Hutu la había llamado Mumu por años antes de que Ruby descubriera que era la palabra Samoan para “rojo”. Previamente, ella había pensado que él estaba llamándola regordeta, como el muumuu1 usado por su propia madre bastante grande. —Es bueno verte, Hutu. —¿Por qué ya no vienes por aquí? —preguntó mientras los escoltaba a ambos en la despensa de su restaurante Polinesio. Ruby no estaba segura de por qué habían tenido que entrar por la puerta trasera. Ruby se encogió de hombros. —He estado ocupada. —Ajá. —Hutu no sobaba convencido. Rafe la miró, sus cejas unidas como si tratara de resolver algo. —¿Ya no se nos permite en la puerta frontal de tu restaurante, Hutu? —bromeó ella. —Tu hombre tiene una sorpresa para ti —anunció Hutu. —Él no es... —No quería entrar por el frente —Rafe interrumpió su negación—, porque nunca conseguiríamos algo de privacidad si lo hiciéramos. Donde quiera que vaya, todo el mundo quiere hablar conmigo, preguntarme dónde he estado. Así que Hutu arregló para que tuviéramos un poco de su comida fina sin interrupciones. —Yo no arreglé nada —dijo Hutu—. Tu hombre lo hizo. Yo sólo dije sí cuando él llamó y preguntó. —Hutu se rió como en alguna broma privada. —Él no es mi...

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Muumuu: Es un vestido suelto que suelen usar las mujeres de Hawái.

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—¡Rafe, mi segundo hijo! —La madre de Hutu, Ali’tasi, entró, tirando sus sustanciales brazos alrededor de Rafe—. Estoy tan feliz de que estés en casa. El lugar no es lo mismo sin tu apuesto rostro para iluminar mi puerta. Todo lo que tengo para mirar todo el día es la fea jeta de Tanemahutu.

Hutu gruñó, el sonido manteniendo ningún peso con la sonrisa todavía en su lugar. Ali’tasi se volvió hacia Ruby. —Y tú, niña, ¿dónde has estado? No te vemos ni de cerca lo suficientemente a menudo. Ruby dejó que Ali’tasi la apretara con su dulzura de madre osa. —Es bueno verte, Ali’tasi. —Tanemahutu, consíguele a estos niños su cena, y luego déjalos solos —ordenó, volviéndose hacia su hijo. —Sí, señora —dijo el hombre gigante, guiñándole un ojo a Ruby. Señaló a la derecha—. Lleva a tu dama por allí, mi amigo. —Yo no soy… —Sus palabras murieron mientras fue dejada hablándole al aire vacío. Rafe tocó su codo. —Supongo que mejor hacemos lo que se nos dijo —sonrió. Fueron alrededor de un par de estantes altos apilados con suministros, y Ruby vio la pequeña mesa puesta entre otros dos estantes. Creaba un espacio íntimo y privado que la hizo sentirse nerviosa. La amplia mesa tenía un mantel y dos cubiertos, con dos sillas. Se sentó en la primera y Rafe se sentó frente a ella. —¿Qué es todo esto? —preguntó, agitando una mano para indicar la mesa.

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Fa’alifu fa’i: Platillo hecho de bananas, leche de coco, agua, cebolla y sal.

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Lo miró, perpleja. Antes de que pudiera preguntarle por qué, Hutu regresó, llevando una bandeja sobrecargada con comida polinesia. La boca de Ruby se hizo agua ante el olor. El Fa’amasino’s podía cocinar como el negocio de nadie. Hutu bajó la bandeja y colocó platos de comida sobre la mesa: fa’alifu fa’I2, hecho con plátanos para

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—Una disculpa —dijo él.

complementar el oka3, el único tipo de pescado que a ella le gustaba, supasui4, y su favorito, palusami5 hecho por umu6. Ella esperaba que él planeara darles fausi para el postre, aunque las calabazas no estuvieran bastante en temporada todavía, así que no sería tan sabroso como lo era en el otoño. —Se ve delicioso, Hutu —dijo entusiasmada. —Esto está delicioso, Mumu —afirmo él como si tal cosa. —Tu humildad me sorprende —dijo Rafe con sequedad. Hutu rió, golpeando a Rafe en la espalda. El pecho de Rafe chocó con el borde de la mesa por el movimiento. Ruby dudaba que alguien más pudiera hacer lo mismo por el tamaño de Rafe. —Disfrútalo —dijo Hutu, haciendo una reverencia y dejándolos solos. Ellos colocaron una cucharada de cada alimento en sus platos sin hablar. Una vez que Ruby había probado —y saboreado— varios bocados de cada comida diferente, preguntó—: Dijiste que esto es una disculpa. ¿Por qué? La mirada de Rafe se mantuvo fija en ella mientras él puso su tenedor en el plato, y de pronto ella deseó poder retractarse de sus palabras. —Por irme de la manera en que lo hice. Por haber desaparecido durante tanto tiempo y no contestar tus cartas. Ruby tragó con fuerza. Ella bajó la mirada, empujando la comida en su plato con el tenedor. Apretó los dientes, negándose a ceder el paso a las lágrimas que querían caer, o la ira que hervía debajo de la superficie. —¿Recuerdas la última vez que estuvimos juntos, antes de irme? — preguntó él.

Oka: Proceso en el que los samoanos preparan y sirven el pescado crudo. Los pequeños trozos de peces se dejan marinar en la mezcla de jugo de limón, crema de coco, la sal y cebolla. 4 Sapasui: Es en realidad una especie de chop suey. Carne de res, salsa de soja, jengibre, ajo y cebolla son los ingredientes principales. 5 Palusami: Platillo hecho de crema de coco, cebolla, sal y hojas de taro. 6 Umu: Proceso tradicional para la cocción de alimentos. Plátanos verdes, fruta de pan, taro, peces y Lu'au se cocinan juntos en este proceso.

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3

Por supuesto que Ruby lo recordaba. ¿Cómo iba a olvidarlo? Esa fue la noche en que él la besó. Fue una semana antes de la graduación y estaban caminando por el bosque que se extendía en el lado norte de Piera. Ruby era muy consciente de que su corazón se había perdido por este chico que había sido su mejor amigo siempre. Últimamente, había estado recibiendo vibraciones de que sus sentimientos eran de regreso, aunque ella no estaba del todo segura. Caminaron juntos entre los altos arboles en el húmedo suelo por la nieve derretida. Mientras caminaban, sus manos balanceándose lado a lado, Rafe repentinamente tomó su mano entre las suyas. Una emoción dominó a Ruby por su toque. Ruby le había dicho que Marina la había contratado para trabajar con ella en la panadería. —¿No vas a ir a la escuela? Ruby sacudió la cabeza. Su padre, quien había empezado a beber por la inesperada muerte de su madre seis años antes, había seguido mucho peor. Él estaba perdiendo suficiente trabajo y ella sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que no tuviera trabajo. Ella había estado pagando sus facturas, cuidando de la casa y de él. Sin ella, el no podría hacerlo. —No, creo que voy a trabajar con Marina por un tiempo y ver cómo van las cosas. ¿Tú? Rafe parecía estar considerando su respuesta. Se pasó la mano libre por su cabello mientras se mordía el labio inferior. —Sí, probablemente voy a desaparecer por un tiempo.

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Él se inclinó, y su estomago se apretó con el conocimiento de que estaba a punto de besarla. Él no renunció al control sobre su mano, sólo levantó su mano libre para acariciar su mejilla. Entonces su boca estaba

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Ruby se sentía triste por su respuesta, aunque no sorprendida. Ella lo echaría muchísimo de menos, pero él volvería a casa para las fiestas, sin duda. De repente, Rafe se detuvo, deteniéndola por el agarre de su mano. Ella levantó su mirada hacia él. Se quedó atónita ante la mirada torturada en sus ojos mientras él la miraba fijamente.

sobre la de ella, enviando un calor palpitante desde sus labios a la punta de sus dedos, mientras él ladeó su cabeza, profundizando el contacto. Le soltó la mano, envolvió sus brazos alrededor de su cintura mientras los de ella fueron a sus hombros y él la levantó de sus pies, parándose en toda su estatura. Ahora, sentada frente a él, con él recordando la memoria de ambos, las mejillas de Ruby se sonrojaron. Su beso la había enviado a casa en una nube de aire, sólo para ser arrojada y chocar contra la tierra al día siguiente cuando fue a su casa y encontró que se había ido. —¿Por qué me preguntas eso? —susurró ella, con voz temblorosa por una mezcla de furia y agonía. —Porque necesito que sepas, Roja, que no hice eso a la ligera. Ruby lanzó una mirada hacia él. —Podrías haberme engañado —escupió ella. Rafe se eché hacia atrás en su silla, como si ella lo hubiera empujado. Bajó la mirada y agarró el borde de la mesa. Inhaló profundamente y luego la miró. —Te extrañé más de lo que puedas imaginar —dijo en voz baja—. Si hubiera podido, habría regresado. Ruby parpadeó. Si él hubiera podido. Entonces se le ocurrió. Tal vez no podía darse el lujo de volver. Había pensado que su familia estaba bien con la granja, pero no lo sabía a ciencia cierta. Tal vez ellos no podían pagarle para volar de ida y vuelta. Por supuesto, eso no lo excusaba de todo. Las estampillas eran baratas. Tenía un teléfono celular. Podría haberse asegurado que ella tenía su correo electrónico.

—Te estoy pidiendo que me des una oportunidad —dijo.

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—Lo sé. —No ofreció una excusa, sólo dejó su mirada fija en la de ella. Ella lo intentó, realmente lo hizo, pero una solitaria lágrima escapó en contra de su voluntad. Rafe levantó una mano y la limpió con el pulgar. Tomó su mano y frotó ligeramente sus nudillos.

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—No me escribiste de vuelta —murmuró.

—¿Una oportunidad? —Te he echado de menos, Roja. Eres mi mejor amiga. He vuelto por ti. Ruby apartó la mano de la suya. Se puso de pie y se alejó de la mesa. La atracción de la cocina de Hutu y Ali’tasi era casi lo suficientemente fuerte como para llevarla de vuelta a la mesa, pero su ira contra Rafe era más fuerte. Abrió la puerta de metal al callejón, deseando que fuera más ligera para que pudiera tener la satisfacción de golpearla contra la pared exterior. En su lugar, se abrió a la mitad, cerrándose lentamente. —¡Ruby, espera! Ella era consciente de los pies de Rafe golpeando apresuradamente tras ella. Lo ignoró, sin detenerse. Él la alcanzó fácilmente y dio un paso en su camino, obligándola a detenerse. —¿Es Lowell? —preguntó. La pregunta era tan completamente inesperada que levantó la mirada hacia él. —¿Qué? —Si tú... —Rafe tragó audiblemente, la mandíbula crujiendo una vez antes de dejar escapar un suspiro—. Si quieres estar con él, voy a salir del camino. —¿De qué estás hablando? —Ruby estaba incrédula. La expresión de Rafe se convirtió en confusión—. Tú... y Lowell. —No hay un “yo y Lowell” ¡tú gran... estúpido... idiota! —gritó ella, caminando alrededor de él. Se mantuvo fácilmente a la par con ella.

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—¿Qué está mal con ustedes hermanos Wolfe? —exigió ella, irritada—. No hay un yo y Lowell, y no hay un tú y yo.

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—¿No es así? —No había duda de la feliz nota en su voz, lo que la hizo mirar hacia él. Su sonrisa arrogante sólo la enfureció aún más.

Rafe se puso delante de ella de nuevo y de forma inesperada envolvió sus brazos alrededor de su cintura. Luego, su boca estaba sobre la de ella, y aunque luchó contra su deseo, respondió casi de inmediato, salvajemente, sus manos se enredaron en la nuca de su cabello. Él la besó profundamente, completamente. Levantando su cabeza, él le sonrió. —Voy a hacer todo lo posible para cambiar la ultima parte de eso — dijo. La furia se amplió por la espina dorsal de Ruby y se aparto de él. —Déjame en paz, Rafe. ¿Por qué no puedes apartarte? Ella pasó junto a él, sin esperar una respuesta, sin mirar atrás. Corrió todo el camino a casa, golpeando la puerta principal con la satisfacción que le negó la del callejón, cerrando la puerta firmemente detrás de ella. Su padre, roncando en el sillón, apenas se agitó por la conmoción. El olor a alcohol impregnaba la habitación. Ella subió las escaleras hacia su habitación, cerrando y bloqueando la puerta.

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Ruby se lanzó a su trabajo. Se sentía culpable por haber pasada dos días siendo menos que útil para Marina, por lo que trabajó muy duro el resto de la semana. Se crearon dos nuevos sabores que no habían utilizado antes, naranja-clavo de olor y fresa-manzana, y se aseguró que todos sus diseños fueran exactamente lo que los clientes de Marina esperaban. Ella horneó panecillos y todas las capas de un pastel de bodas que estaban siendo enviadas a Nuevo México, a pesar de que dejó la decoración de este a Marina.

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Se sentó en su tocador y se miró en el espejo. Las lagrimas corrían por sus mejillas desde sus ojos color avellana que se volvieron aqua con la humedad. Su cabello rojo rizado enmarañado de forma amotinada como ella se sentía, sus pecas resaltando contra su rostro pálido y demacrado. Se tocó los labios, el recuerdo de los dos besos con Rafe vívidos en su mente. Se tiró en la cama y dejó las lágrimas venir. Algún tiempo más tarde, después de caer la noche, oyó al lobo aullando en la distancia. Sonaba triste, desconsolado. Aulló como ella quería.

—No es que no aprecie todo el trabajo extra que has hecho esta semana —le dijo Marina el viernes—, pero tal vez deberías hablar de ello y sacarlo del camino. —No hay nada de qué hablar —dijo Ruby, sonriendo con fuerza. Ella había estado evitando a los dos hermanos Wolfe como la peste, lo cual no había sido fácil. Incluso había salido a escondidas por la parte trasera de la tienda para evitarlos esperando afuera en el frente. —Es conmigo con quien estás hablando, Rube. —Lo sé, así que debes creerme cuando te digo que no hay nada de qué hablar. —Ella abrió su bolso sobre su hombro—. Voy a estar temprano mañana. —Tómate el día libre, Ruby. Creo que lo necesitas. —Realmente me gustaría trabajar —dijo Ruby, presa del pánico ante la idea de tratar de encontrar un lugar dónde esconderse todo el día—. Por favor. —Bien —capituló Marina—. Puedes hacer algunas entregas para mí. Pero no vienes hasta las diez. Ruby asintió. —Gracias, Marina. —Abrazó a su amiga, y luego salió por la puerta de atrás, mirando a izquierda y derecha antes de salir. Sólo había ido a media cuadra cuando lo vio. Ella resopló un suspiro de frustración mientras Lowell se apartó de la pared contra la que se apoyaba. Su ropa oscura se había mezclado con el color oscuro del edificio. —Ruby.

—¿Es obvio? —replicó ella.

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—¿Me estás evitando?

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Ella casi se detuvo cuando la llamó por su nombre real, pero sólo se perdió medio paso antes de continuar. Él cayó en el paso con facilidad a su lado.

—Sí —admitió—. Lo que no entiendo es por qué. —Ella no dijo nada, así que el continuó—. ¿Es por Rafe? Ruby patinó hasta detenerse y se dio la vuelta hacia él. —¡Es debido a los dos! Desde que él volvió, me han enfrentado en algún extraño tirón de guerra entre ustedes, y no me gusta. Nunca me habían prestado tanta atención antes. ¿Por qué ahora? No necesito que me usen para lo que sea que sea este juego que están jugando. ¡Quiero que los dos me dejen en paz! Ella pisoteó y siguió. Para su asombro, él siguió caminando con ella, ¿Qué pasaba con estos chicos Wolfe? —Lamento que te sientas así —dijo—. Pero, Roja, ¿Cómo no vas a saber que durante tres años he estado tratando de conseguir que te fijes en mí? Ruby se detuvo de nuevo, mirándolo con incredulidad. —¿De qué estás hablando, Lowell? Él se arrastró nerviosamente, con las manos en los bolsillos, mirando a sus pies. —Sé que antes de que Rafe te dejara tenías… sentimientos por él. Los había visto a ustedes chicos juntos por años. Siempre estuve celoso. —Él la miró para ver su reacción y ella mantuvo su boca cerrada. Sus ojos oscuros, así como los de Rafe, brillaron mientras sonreía—. Pensé que lo sabías. —Ella negó con la cabeza—. Estaba celoso, no sólo porque tenías la atención completa de mi hermano y eras para él el amigo que yo quería ser, pero también porque él tenía tu admiración. Quería que me miraras de la forma en que lo mirabas a él. Ruby sacudió la cabeza. —No tenía idea.

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—Lo sé. Cuando Rafe se fue, pensé que tal vez era mi oportunidad de demostrarte que podía ser tan digno de ti como él. Más incluso. Yo no te dejaría en la forma en que él lo hizo. —Ruby bajó sus ojos, no le quería

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Lowell se encogió de hombros.

dejar ver el dolor que sus palabras recordaban—. No te quería forzar demasiado, Roja, porque sabía que estabas sufriendo. Pensé que tenía más tiempo. No pensé que Rafe iba a venir a casa. Ruby cruzó sus brazos con fuerza, mirando a lo lejos. Había orado diariamente, para que Rafe volviera a casa. Había orada para que él volviera y la quisiera, que barriera bajo sus pies y hacer a un lado el dolor por su partida. En cambio, él volvió a casa sin ninguna explicación de su silencio, y sin ninguna promesa de que se quedaría. La besó, abriendo su corazón a él, una vez más, lo que significaba que cuando se fuera, ella sería dejada con un agujero aún más grande que el que le había creado la última vez. Ahora, aquí estaba Lowell, que siempre había sido una especie de enemigo, diciéndole que la quería para sí. Pero ¿Por qué? No tenían nada en común. ¿Era sólo por Rafe, así el podría tener la única cosa que Rafe no podía? ¿A quién estaba engañando? Ella sabía que si Rafe decía la palabra, ella sería justo tan tonta como para darle la oportunidad de hacerle daño de nuevo. ¿Acaso no había respondido a su beso como si tres años no hubieran pasado? Le había pedido la otra noche que le diera una oportunidad, aunque nunca dijo para qué. ¿Una oportunidad para romper su corazón de nuevo? —Me gustaría tener una oportunidad para demostrarte que estarías mejor conmigo —dijo Lowell. Ella se retorció por su elección de palabras. Ruby decidió que debía ser honesta con Lowell, al menos en algunas cosas. —Lowell, nunca he pensado en ti, ya sabes, de esa manera. Ella vio el endurecimiento en su expresión. —No tiene nada que ver con Rafe. Volviera o no, yo no…

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—Roja...

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Lowell cerró sus ojos como si le doliera, los abrió y dio un paso hacia ella, con los brazos extendidos.

Ella dio un paso atrás, como si picara, las manos en alto para evitar su avance. —¡No! —ordenó, con más dureza de la que había previsto—. Y no… ya no me llames Roja. Ella se dio la vuelta y se alejó, corriendo de vuelta a casa. Entró por la puerta principal y vio a su padre extendido en su sillón viendo un infomercial, una botella de vodka colgaba de una mano. Ella no le hizo caso y se fue a su habitación. Echó la bolsa al otro lado de la habitación con una fuerza impresionante, derribando un estante de la pared. Con un grito, corrió al otro lado de la habitación, agachándose para recoger la hoja de roble. La botella que la guardaba se rompió, pero la hoja estaba todavía intacta. Ella exhaló un suspiro de alivio. La hoja presionada, estriada de amarillo, naranja y rojo, era una de sus posesiones más preciadas. El día en que Rafe se la había dado fue la primera vez que pensó en él como algo más que un amigo. Habían estado en el bosque donde jugaron con frecuencia mientras crecían, al igual que todos los niños de Piera. Eran los quince años de Ruby, lo cual la emocionaba porque ahora Rafe no podría pretender ser mayor que ella, como lo había sido durante los últimos seis meses. Habían subido a un roble, uno de los pocos que creció y prosperó en el bosque entre los arboles de hoja perenne y álamos temblorosos que abundaban. Sentados a horcajadas entre una rama por encima del suelo, vieron como Lowell buscaba por ellos. Finalmente se rindió, yendo a casa. Ruby miró a Rafe sonriendo, y vio que él la miraba con una expresión extraña en el rostro.

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—Nada —dijo. Se deslizó un poco más cerca de ella y alcanzó detrás de ella. A medida que su brazo rozó su hombro y su hombro se acercó a su cara, Ruby sintió algo inusual arrastrarse hasta su vientre. Era una sensación de emoción, una especie de tensión que se producía cuando algo emocionante iba a suceder. Ella respiró el olor familiar de Rafe, y su corazón dio un vuelco. El calor enrojeció sus mejillas al darse cuenta de

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—¿Qué? —le preguntó a la defensiva.

que estaba pensando en Rafe de una manera que definitivamente no debía ser. Él se retiró, sosteniendo una hoja en su mano. —Mira esto —suspiró. Ruby apartó sus ojos de su cara y miró la hoja. Era increíble, los colores no fáciles de encontrar todos juntos en una hoja tan temprano en la temporada. —Guau —dijo ella—. Es hermosa. —Sí, lo es. —Algo en su voz le llamó la atención y lo miró para ver que él la miraba. Sus palabras parecían tener un significado diferente detrás de ellas, aunque no podía imaginar qué. —Debes dársela a tu madre —dijo, tratando de parecer normal, mientras se preguntaba cómo reaccionaría Rafe si se arrojaba sobre él y le plantaba un beso. Los ojos de Rafe cayeron en la hoja. La acarició con el pulgar. La mirada de Ruby siguió el movimiento y se lo imaginó haciendo lo mismo en su mejilla. —Conoces la leyenda de los robles, ¿no? —dijo, sacándola a ella de sus reflexiones. —¿Los robles tienen una leyenda? —preguntó. —Varias en realidad. En muchas culturas, el roble era visto como divino, por lo que se considera un pecado o mala suerte talar uno. —¿En serio? —Sí. ¿Y ves eso? —Señaló un objeto grande y redondo a unos diez metros por encima de sus cabezas unido a una rama—. Eso se llama una manzana roble.

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—No es una mañana que puedas comer. Son creadas por los gusanos. La leyenda dice que si encuentras al gusano, tendrás prosperidad y éxito por el resto de tu vida.

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—Los robles no tienen manzanas.

Ruby levantó una ceja. —Estás inventándolo. —No lo estoy. Si coges una hoja que cae antes de llegar al suelo, no te enfermarás durante todo el invierno. —¿Atrapaste esta? —Señaló la hoja que sostenía. —No. La arranqué. —Mala suerte —bromeo. —Tal vez. Los druidas adoraban realmente los robles. Los usaban en rituales, para la protección, y siempre llevaban una bellota para evitar la vejez. —Uh-huh —dijo ella con incredulidad—. ¿Y sabes de esto porque...? —He leído acerca de ello. —Él se encogió de hombros y sonrió, y su corazón dio un giro de 180 grados—. Ellos son fuertes y poderosos, los más poderosos de todos los árboles. Los robles simbolizan la fuerza y el coraje. — Ruby pensó que Rafe era como un roble de esa forma, fuerte y poderoso. Fue construido para el fuerte trabajo agrícola que hacia todos los días. Sus gruesos brazos, hombros anchos y su duro y musculoso pecho daba fe de eso. Él continuó, sin darse cuenta de su escrutinio—. Los romanos pensaban que los robles atraían claridad a propósito, los cuales conectaban los robles con el dios del cielo Júpiter y su esposa Juno, la diosa del matrimonio. Así que el roble también simboliza la fidelidad. Rafe sostuvo la hoja hacia ella. —Aquí. Quiero que la tengas. De esta manera, tú no me vas a olvidar.

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Rafe se echó a reír y se bajó del árbol. Ruby se guardó la hoja con cuidado en el interior de su chaleco y luego le siguió. Él cogió una bellota y se la entregó a ella.

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Ruby tomó al hoja, y no queriendo demostrarle lo que significaba para ella que le hubiera dado eso, dijo—: Como si yo pudiera incluso olvidarte, gran idiota. ¿Quién mas podría alimentarme con un montón de historias inventadas sobre un árbol?

—Supuestamente, la bellota te mantiene joven y aumenta la potencia sexual y la fertilidad. Es posible que la necesites después. Ruby abrió la boca en shock mientras Rafe se echo a reír. Sabiamente, él empezó a correr. Ella le tiró la bellota. Ésta rebotó en un lado de su cabeza. Ella empezó a perseguirlo, deteniéndose lo suficiente para parar y recoger la bellota, poniéndola en su bolsillo. Recordando la bellota, Ruby se puso de rodillas y recorrió el piso de su dormitorio para encontrarla. Había estado en la botella con la hoja. Puso su mano abajo, justo encima de un pedazo de vidrio roto. Maldiciendo, retiró su mano sangrante justo cuando vio la bellota. La agarró, poniéndola en su bolsillo mientras se levantaba. Ella entró en el baño y pasó la mano por debajo del agua. Su piel tenía un corte lo suficientemente amplio como para tener que vendarla, pero no lo suficientemente profundo para unos puntos de sutura. Una vez que la limpió, la ató firmemente con una envoltura de gasa. Bajó las escaleras e hizo la cena para su padre, a quien tenía que obligar a comer. Luego lo llevó a su habitación, donde él se desplomo en la cama, completamente vestido. Ruby suspiró, mirándolo. —Gran vida tienes, Ruby Hood —murmuró para sus adentros—. Viernes en la noche, veinte años, sentada en casa, e yendo a la cama a, —Miró su reloj—, las diez. ¿Podría la vida ser mejor que esto?

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A la mañana siguiente, la vida de todos en Piera cambió.

Parte II El Lobo

R

uby salió de la casa a las nueve de la mañana. Pensó que Marina no diría mucho sobre ella apareciendo una hora antes. El solitario auto de policía de Piera pasó a toda velocidad, asustándola. Nunca corrió a ningún lugar. La gente corría a pie en la misma dirección. —¿Qué está pasando? —gritó Ruby a uno de sus vecinos mientras se apresuraba. —El lobo. —Fue todo lo que dijo antes de echar a correr. Curiosa, Ruby siguió a la multitud, corriendo junto a ellos hasta que llegaron a la granja Johansen donde una multitud se reunía alrededor del gran granero. Ruby empujó alrededor para salir de la multitud. Cuando llegó a donde podía ver la puerta, se detuvo, temblando del shock a través de ella. El exterior de la gran puerta roja tenía gruesas y violentas rayas profundas a lo largo de la misma. El candado de pesado metal que había asegurado la puerta era ahora un retorcido trozo de acero roto. —¿El lobo hizo eso? —preguntó ella con incredulidad. —Sí. —Ruby no miró para ver quién hablaba. No podía apartar los ojos de la inmensa cantidad de daño, especialmente la cerradura.

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Dos de los que ayudaron a sacar al bovino del granero eran Rafe y Lowell. Lowell parecía sombrío, pero Rafe... Rafe lucía furioso. Y, por

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El alguacil y su comisario salieron del granero, junto con varios de los agricultores locales. Estaban arrastrando a Bradford, el apreciado y muy valioso toro de los Johansen. La mayor parte de su cuerpo había sido destrozado. Ruby se quedó sin aliento, junto con muchos otros en la multitud. Bradford era grande, de casi dos toneladas y media. ¿Qué clase de bestia podría dañar a una criatura tan grande?

extraño que parezca, él también parecía que se sentía culpable por algo. Como si la sintiera, Rafe levantó la mirada, su mira bloqueando la de ella. Sin ni siquiera un gesto de reconocimiento, se volvió de nuevo a la tarea en cuestión. Bradford fue la única pérdida de la ganadería de los Johansen aunque otros caballos y vacas llenaban el granero. Había mucha especulación en cuanto a por qué el lobo decidió atacar al gran toro en lugar de cualquiera de los animales más pequeños y menos valiosos. Una vez que él se movió lo suficientemente lejos del establo, Bradford fue rociado con gasolina y le prendieron fuego. El calor empujó a la multitud, el humo y el miedo causando lágrimas de escozor entre los espectadores. Asqueada, Ruby se dio la vuelta y se dirigió a la tienda, el corazón pesado por la pérdida. Estaba contenta de que Marina mantuvo su palabra y sólo la envió a los envíos locales y a ayudar a preparar y empacar los suministros para ser recogidos esta tarde que salian al mundo. Su mente estaba tan distraída, ella no habría sido de gran ayuda con otra cosa. Incluso Marina estaba en silencio la mayor parte del día. A las tres de la tarde, Ruby terminó. Salió de la tienda, a través de la puerta principal y vio a Rafe apoyado contra un poste de teléfono al otro lado de la calle, mirando distraídamente a lo lejos, con un brazo cruzado, con la otra mano se frotaba la barbilla. Consideró no hacerle caso, pero luego se acordó de su cara mientras ayudaba con la desalentadora tarea de esa mañana y cruzó la calle hacia él. —Oye —dijo. Él se sacudió como si se sorprendiera por su voz. —¿Estás hablando conmigo otra vez? —preguntó, mirándola y alejándose otra vez. —Fue horrible lo de esta mañana —dijo, sin responder a su pregunta. Él asintió con la cabeza.

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—Esa es una dura pérdida para los Johansen —dijo ella en voz baja.

—No tienen seguro —dijo bruscamente él, empujándose a sí mismo lejos del poste. Ella se sorprendió por la respuesta aparentemente insensible—. ¿Caminas conmigo? Desde que se había acercado a él, no sentía que podía decir que no, por lo que asintió. Rafe metió las manos en los bolsillos delanteros, extendiendo su apretada camiseta contra sus brazos y espalda, mostrando claramente cómo se había vuelto mucho más grande de lo que ella siquiera recordaba. —¿Qué te pasó en la mano? Ruby miró la vendada apéndice. —Nada. Se me cayó un vaso. No hay problema. —¿Duele? —No. Me había olvidado de eso —dijo con sinceridad. Él asintió con la cabeza, todavía claramente distraído. Mientras caminaban, él dijo—: Ruby, tienes que salir de la ciudad. —¿Qué? —Era que lo último que había esperado que dijera. —El lobo —comenzó, soplando el aliento—. Se está poniendo peor. Se está poniendo peligroso. Tienes que irte, sólo por un rato. Lágrimas irracionales pincharon los ojos de Ruby. No un, te voy a llevar a un lugar seguro, sino tienes que irte. ¿Y qué, dejar a su padre aquí a merced de una criatura vengativa? ¿O a Rafe? —No. Rafe se detuvo, girando y agarrándola por los hombros. —Por favor, Roja, no lo entiendes. Hay demasiado peligro para ti.

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Rafe la sacudió como si su obstinación le frustrara. Él la dejó ir, caminando lejos de ella, pasándose la mano por el cabello. Se dio la vuelta.

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—¿Para mí? ¿Qué hay de ti? ¿Qué pasa con mi padre? ¿O tus padres, o Lowell, o Marina o cualquier otra persona en la ciudad?

—¿Qué hay de llevar a tu padre a casa de tu abuela? Puedes ir allí por un tiempo. La abuela de Ruby vivía en Anaia en el otro lado del bosque, a unos treinta y dos kilómetros de distancia a pie. También era accesible por vía aérea, o en barcaza. Por supuesto, Ruby tendría que viajar ciento cincuenta kilómetros a la ciudad para llegar a la barcaza para Anaia ya que el río no corría a través de Piera. No había caminos dentro o fuera de Anaia debido a la inclinación de la aldea en la montaña. El riesgo de avalancha, así como la resistencia por ambientalistas, impedía construir vías de acceso. —No, Rafe. Marina me necesita. Mi padre me necesita, y no voy a llevarlo a casa de mi abuela. Ella no necesita verlo como él… como él es. Así que me voy a quedar. —Su mandíbula se apretó, y dijo—: Voy a cerrar mis puertas cada noche. El aliento de Rafe explotó fuera de él. —¿Me estás tomando el pelo? Ya has visto lo que el lobo le hizo a la cerradura en ese granero. —Se inclinó, gritando en su rostro—. ¿Crees que las pequeñas y tontas cerraduras de tu casa lo mantendrán fuera? ¡Vamos, Roja, eres más inteligente que eso! Ella empujó su cara aún más cerca de la suya, lo que la obligaba a ir de puntillas. —¡Y si me conocieras en absoluto, sabrías que yo no voy a huir como una cobarde! Rafe se encogió y retrocedió, volviendo a su altura máxima. Ruby parpadeó, mirando a otro lado. —¿Como yo? —le preguntó en voz baja—. ¿Es eso lo que piensas? Que huí, como un cobarde.

Dio un paso hacia ella, tomando su rostro entre sus manos.

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—No, no como… —Ella lo miró a los ojos—. Sí, Rafe, yo creo eso. Huiste. De mí.

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Ruby tragó.

—Habían… razones por las que tuve que irme, razones que no tenían nada que ver contigo. —Hizo una pausa—. Y todo que ver contigo. —¿Qué razones? —susurró ella. Él la soltó y se apartó, empujando las manos por su cabello otra vez. —No puedo decirte. Ojalá pudiera, Roja. —Él se volvió hacia ella—.Te diría si pudiera. No puedo. El dolor se enredó alrededor de su corazón, constriñéndolo. Ella asintió con la cabeza. —Está bien. De acuerdo. No te preocupes. —Ella se volvió y se alejó. —Roja —la llamó. Ella lo ignoró. Se detuvo en la farmacia, hizo una compra, y se fue directamente a casa. Al llegar, sacó su compra de la bolsa. Puso la caja sobre el mostrador, mirándose a sí misma en el espejo sobre el lavabo del baño. Ya no iba a ser más su Roja.

—¿Rubes? —¿Sí, papá? —preguntó, moviéndose para recoger un plato en el suelo al lado de su silla. Él extendió la mano temblorosa y le tocó el cabello. Levantó la mirada hacia él. —¿Qué le pasó a tu cabello? —Lo teñí.

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—Sí —dijo ella, levantándose y caminando hacia la cocina. Había decidido ir a la iglesia hoy, algo que rara vez hacía. Marina había llamado y le dijo que había varios animales más que fueron abatidos ayer por la noche, todos ellos habían sido encerrados en sus graneros. Los residentes se encontraban en estado de pánico. Ruby no quería enfrentarse a

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—Es negro. —Sus palabras se arrastraron.

miradas de complicidad de Rafe, por lo que se estaba escondiendo en su casa. Limpió la casa de arriba a abajo, cajones y armarios organizados, pagó las facturas que podía con la escasa cantidad de dinero que tenían, re-acomodó su estante en su habitación, y todavía era temprano por la tarde. Se sentó junto a su padre mientras él miraba la televisión, leyendo un libro. Leyó tres capítulos antes de darse cuenta de que no tenía idea de lo que había leído. —Papá, ¿has oído sobre el lobo? —preguntó finalmente. Estaba medio borracho, pero todavía algo coherente. —¿Qué lobo? —preguntó, su curiosidad alcanzó su punto máximo. —Hay un lobo que ha estado matando algunos animales. —Eso no es nada nuevo —dijo él, agarrando la botella de vodka—. Los lobos han estado matando a perros y gatos en Piera desde que el primer granjero se trasladó. —No perros y gatos —dijo—. Ganado. Ayer, mató al toro de los Johansen. Su padre sacó su mano de nuevo de la botella y se sentó erguido. —¿Un lobo mató a Bradford? —Sí. —Su padre lucía aturdido, como debería—. Eso no es todo. —La miró, y ella podría jurar que había un poco de claridad en sus ojos—. Bradford fue encerrado en el granero. El lobo entró, mató al toro, pero dejó solos a los otros animales. Se pasó una mano por su agitado rostro. —¿Por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?

—Sí.

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—¿Todos encerrados en sus graneros?

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—No mucho. Pero cada vez es peor. Esta mañana había varios más.

—Ruby, tenemos que irnos de Piera hasta que este problema se resuelva. Ruby rodó sus ojos. Sonaba como Rafe. —Yo no voy a ninguna parte, papá. Tengo una vida aquí. No puedo simplemente irme. ¿Quién sabe cuánto tiempo va a tomar para que encuentren al lobo? —Tenemos que irnos de todos modos. No lo entiendes. —¡Argh! —refunfuñó Ruby—. Esa parece ser la frase favorita de todos los hombres en estos días. La mirada de su padre cortó con ella. —¿Ruby, está Rafe de regreso? Pensé que lo vi, pero… —Sí, papá, está de vuelta. Estuvo aquí hace unas noches. La cabeza de su padre cayó por la vergüenza. Ruby podía adivinar que sabía exactamente cuándo había sido. —¿Te ha dicho que te vayas? —le preguntó en voz baja, levantando la cabeza. —Sí. —Debes escucharlo, Rubes. Tenemos que irnos. —¿A dónde, papá? ¿A dónde vamos a ir? ¿Con la abuela? Él negó con la cabeza antes de que terminara. —No, no con la abuela. Sabes que no puedo ir allí. —Entonces, ¿dónde? —Cuando él no respondió, Ruby dijo—: Hay un sólo lugar para que vayas, papá. Si no vas allí, no podemos ir a ninguna parte.

Ruby dejó su silla y se agachó en el suelo delante de él.

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—No puedo, Rubes. No lo puedo hacer.

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Dejó caer la cabeza entre las manos.

—¿No crees que ya es hora, papá? Ella se fue hace nueve años. No va a volver. Eso no significa que detengas tu vida, también. ¿Qué hay de mí? Su padre levantó la vista hacia ella. —¿Sabes cómo murió, Rubes? Ella asintió con la cabeza. —Por supuesto que sí. Ella murió en un accidente de auto. Él negó con la cabeza. —No, Rubes, no lo hizo. Eso es lo que te dijeron, porque tenías doce. Alguien te dijo eso, y te permití creerlo porque era más fácil. Ruby cayó de su posición en cuclillas a sentarse en el suelo. —¿No estaba en un accidente de auto? Su padre se inclinó hacia adelante, con urgencia. —Fue el lobo. Eso es lo que mató a tu madre. —¡No! —La palabra fue exhalada en su respiración—. Papá, eso no es cierto. Fue un auto… —Fue el lobo, Rubes. Pero luego se fue. O lo mataron. O algo así. No sé. Sólo sé que después de que la mató, se fue, y yo me quedé sin mi amada esposa. La boca de Ruby tembló mientras miraba a su papá. Ella había sabido que su alcoholismo era malo, pero no tenía idea de que había completamente convertido su cerebro en papilla. —Por favor, papi, por favor busca ayuda.

Ruby tuvo una idea.

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—Rubes, no puedo. Especialmente no ahora.

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Su abuela había prometido pagar la exorbitante cuota para rehabilitación si él iba. Eso fue hace dos años. Ruby había estado tratando de convencerlo desde entonces.

—¿Y si yo también me voy, papá? Sus ojos se centraron en ella. —Si me voy… a ese lugar, ¿te irás? Ruby odiaba mentirle a su padre, pero ella haría lo que fuera para conseguirle la ayuda que él necesitaba. Asintió. —¿Dónde irás? —Iré a casa de la abuela —dijo ella. —Eso es muy cerca. Tienes que irte más lejos, para que no estés en ninguna parte cercana al bosque. Ruby rápidamente asintió. —Sí, bien, lo hare. Hablaré con Rafe y veré si conoce a alguien con quien pueda quedarme en Nueva York por un tiempo. Ella vio el temor y la vacilación en los ojos de su padre. Sabía que estaba aterrorizado de estar sobrio y enfrentar sus demonios personales. Se levantó sobre sus rodillas y envolvió sus brazos alrededor de él. —Va a salir bien, papá. Él la estrechó con fuerza, sus lágrimas calentándole el hombro.

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Ruby empacó mientras su padre lo hacía. Le dijo que se iría al día siguiente. Porque él había pasado toda la noche anterior completamente borracho, y ahora estaba sufriendo las consecuencias, él no la cuestionó. Tan pronto como se fue, ella rápidamente desempacó. Marina le había dado el día libre para que pudiera despedirse de su padre. Se pasó el resto del día tirando todo el alcohol al desagüe y llevando botellas vacías al contenedor de basura de afuera.

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Ulric Wolfe condujo a su padre a rehabilitación. Le tomaría dos días hacer el viaje. Una vez, Ulric y su padre habían sido amigos cercanos, pero tras la muerte de su mamá, su amistad murió. Él le dijo a Ruby que esto era lo menos que podía hacer.

Al día siguiente, cuando salió de la tienda, encontró a un enojado Rafe caminando de un lado a otro esperándola en el frente. Decidida a fingir no haberlo visto, dio la vuelta hacia su casa. Él avanzó hacia ella, interponiéndose en frente para que no pudiera continuar su progreso. Mirándola hacia abajo, su enojo se difuminó momentáneamente por su cabello. Levantó una hebra de su hombro. —¿Qué le hiciste a tu cabello? —Lo teñí. —Pero… ¿por qué? —Estaba cansada del rojo —respondió, rodeándolo para seguir hacia su casa. Como si su acción le recordara a gritos su enojo, la siguió. —Le mentiste a tu padre. Ruby lo fulminó con la mirada. —No es de tu incumbencia, Rafe. —Es de mi incumbencia cuando le dices que estoy haciendo arreglos para que te vayas lejos. Apretó los labios. No podía discutir contra eso. —Eso es lo que estoy haciendo, estoy haciendo arreglos para que te vayas lejos, Roja. Ruby se detuvo y se volvió hacia él, chocando su hombro. Ni siquiera se movió un centímetro. —¡No voy a ninguna parte, Rafe! ¡Y deja de llamarme Roja! Sus ojos se posaron en su cabello una vez más.

—Cambiar el color no cambiará tu temperamento de pelirroja, ¿o sí?

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Ruby se dio la vuelta y se alejó rápidamente de él, deteniendo su discurso y haciéndolo correr para alcanzarla.

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—¿Debería llamarte “Negra”? —gruñó—. Ese es el color de tu alma, testaruda, mentirosa, cabezota…

—Mira, Rafe, habría dicho cualquier cosa para meterlo en rehabilitación. Tú más que nadie debería entenderlo. —Lo entiendo, Roj… Ruby. Lo entiendo completamente. Pero también entiendo que necesitas alejarte de aquí hasta que sea seguro. ¿Qué crees que tu papá va a hacer cuando se dé cuenta de que no cumpliste tu parte del trato? Ruby lo consideró. —Estará sobrio. No importará. —Al menos, rezaba porque no importara. —¡Eres tan testaruda! ¿Cómo se supone que te proteja cuando te niegas a escuchar razones? —No es tu trabajo protegerme. —No pudo evitar la amargura en su voz—. Irte por tres años no es exactamente protegerme, ¿o sí? —Te lo dije, tuve razones… —¿Y esas razones explican por qué no escribiste o llamaste, Rafe? — Se detuvo nuevamente—. Se suponía que eras mi amigo, mi mejor amigo. Independientemente de lo que pasó entre nosotros, es algo que siempre pensé que contaría para algo. —Ruby se mordió el labio. No había querido sonar tan patética. —Lo siento tanto —dijo él, y realmente sonó como si lo dijera en serio—. Nunca quise lastimarte, Roj… Ruby. Parte de la razón por la que me fui fue para evitar lastimarte. Eso no tenía sentido, pero tuvo la sensación que preguntarle lo que quería decir aclararía tanto como hasta ahora había hecho. En cambio, lo miró.

—Bien, Lowell. ¿Aunque puedes cancelar a tu hermano?

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Abrió la boca para decir algo más, luego la cerró de golpe, sus ojos reflejando el dolor que sentía. Ella comenzó a caminar otra vez, y vio a Lowell de pie en la esquina. A medida que se acercaban a él, dijo—: ¿Todo bien, Ruby?

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—Bien hecho, entonces.

Sin esperar una respuesta, dobló la esquina y corrió el resto del camino hacia su casa.

El teléfono sonando en medio de la noche despertó a Ruby de un sueño intranquilo. No tenía teléfono celular. No solamente la recepción en Piera era bastante pobre para desperdiciar dinero en tener uno, sino que no podía permitírselo. Sólo había un teléfono en la casa sin algo tan lujoso como el correo de voz. Rodó soñolienta y agarró el receptor de la base. —¿Hola? —murmuró. —¿Ruby? —¿Abuela? —Se obligó a despertarse. Se sentó, encendiendo la lámpara de la cabecera—. ¿Cuál es el problema? —Te extraño, Ruby. ¿Por qué no has venido a verme? Quiero que vengas a verme. —Bien. Puedo ir. ¿Por qué, abuela? ¿Qué está pasando? —Se frotó los ojos de manera adormilada. —No puedo… no puedo decírtelo por teléfono, Ruby. Sólo quiero que vengas a verme. Te extraño. —Abuela, es el medio de la noche. Iré cuando salga el sol, y estaré allí mañana por la tarde, ¿está bien? Te llevaré algunos cupcakes y muffins.

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Ruby bostezó y colgó, mirando fijamente el teléfono. Fue la llamada más extraña que había recibido alguna vez, de su abuela o de cualquier otro. La preocupó que su abuela quizás estuviera contrayendo Alzheimer o algo así. ¿Por qué sino llamaría en el medio de la noche? Luego se preguntó si su abuela había escuchado sobre la rehabilitación de su padre. Claro que lo escucharía. Probablemente la contactaron para el pago. No es de extrañar que estuviera molesta.

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—Está bien, Ruby. Te veré entonces.

Ruby intentó volver a dormir, pero no fue capaz. Se levantó y se preparó para el viaje. Pensó que estaría a salvo durante el día. Todos los ataques de lobo habían sido durante la noche. Podía conducir hasta la barcaza, pero le tomaría más tiempo que caminar. Había hecho el camino a pie varias veces y sabía que podía lograrlo en ocho horas. Conducir le tomaría todo el día. Además, podía utilizar en la caminata toda la energía nerviosa causada por Rafe y Lowell. Cargó una mochila con agua, una sudadera, linterna, fósforos, un poncho, un par extra de zapatos, un pequeño botiquín y un cuchillo. Cuando era más joven, su padre le había enseñado lo esencial para una corta caminata como él mismo había hecho varias veces. El aire de la mañana estaba lo bastante frío como para que se pusiera la capucha roja antes de salir de la casa. Las sirenas en la distancia llamaron su atención y sus hombros se desplomaron. Estaba dispuesta a apostar a que el lobo había atacado otra vez, y alguien más estaba sufriendo una pérdida debido a ello. A medida que se acercaba a la tienda, una sombra se separó del costado de su casa. Se asustó hasta que reconoció la forma de Rafe. —¿Qué haces aquí, Rafe? —exigió. —Intentando mantenerte a salvo. —¿Dándome un ataque al corazón? Él caminó detrás de ella. —¿Para qué es el paquete, Roja? —No es asunto tuyo, Rafe. La siguió a la panadería donde Marina ya estaba trabajando duro.

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—Nada es tan delicioso como tus horneados, Marina —dijo Rafe, abrazándola.

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—¿Qué te trae tan temprano en tu día libre? —preguntó Marina, abrazándola. Vio a Rafe detrás de ella—. Y trayendo algo de aspecto tan delicioso contigo.

—Y eso consigue que elijas lo que sea que quieras —dijo Marina. —Estaba esperando —sonrió él. Ruby puso sus ojos en blanco. —Necesito algunos cupcakes y muffins para llevarle a mi abuela — dijo en voz baja a Marina mientras Rafe examinaba la vitrina, esperando que él no escuchara—. Y necesito un día libre mañana. —Claro —dijo Marina—. Sabes que amo a tu abuela. ¿Vas a caminar o irás por el río? La cabeza de Rafe se irguió ante las palabras de Marina, y Ruby gruñó. —¿Vas a dirigirte a la casa de tu abuela? —preguntó. —No es asunto tuyo —repitió. Agarró una cesta de entregas, y la llenó con una variedad de pasteles. Llenaría el refrigerador de su abuela para que pudiera disfrutar de ellos por las siguientes semanas. —Te llevaré a la barcaza —dijo. No le estaba preguntando, le estaba diciendo. —No, gracias —dijo ella. —Sabes que el auto de tu papá no va a llegar tan lejos —dijo. Ruby no respondió, simplemente cerró la cesta y caminó hacia Marina. —Gracias. Te veré pasado mañana. Rafe la siguió desde la tienda, comiendo un muffin calentito de arándanos. Cuando ella se dio la vuelta hacia el bosque en vez de a la casa, él la agarró del brazo. —Espera un segundo, Roja. ¿Planeas caminar?

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—De ninguna manera voy a permitírte hacerlo.

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—Otra vez, Rafe, no es asunto…

—La última vez que comprobé, no eras mi padre, o mi guardián. Soy una adulta. Haré lo que quiera. —Vamos, Ruby. Una cosa es ser terca sobre dejar Piera. Pero esto es un plan estúpido. —Es más rápido caminar, Rafe. Estaré en casa de la abuela en la tarde, y pasaré la noche. No ha habido ataques durante el día, ¿verdad? —Porque las personas han estado evitando los bosques. —Tengo un cuchillo —dijo ella, entonces deseó poder retirar sus palabras. —¿Un cuchillo? ¿Crees que un cuchillo te protegerá contra algo que puede romper la cerradura de un granero? —Iré, Rafe. —Por favor, Ruby. Déjame llevarte. —No. —Entonces déjame ir contigo. Ruby pensó en pasar el día entero con Rafe, a solas, escuchando su perorata sobre dejar Piera. Preferiría ser mordida por una serpiente de cascabel. Suspiró. —¿Puedo detenerte? —¿Qué crees? —Bien. Vamos. —Tengo que correr a mi casa y conseguir algunos suministros. —Caminaré lento y puedes alcanzarme —dijo ella.

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—Bien, Rafe. Te esperaré junto al roble, ¿está bien? No iré más lejos de eso.

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Rafe le gruñó y ella se rindió.

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Ruby mantuvo su palabra, y se paró debajo del árbol de roble, esperando. Alzó la mirada al dosel verde por encima de ella. Deseó aquellos días más simples de la niñez cuando las cosas eran fáciles entre ella y Rafe. Sabía que si cedía, las cosas serían sencillas entre ellos nuevamente, por un tiempo. Pero entonces él se iría, y ella quedaría intentando recoger los pedazos de su corazón una vez más.

Parte III En los Bosques

R

afe regresó cargando una mochila mucho más grande que la de ella, así también como un rifle. Ella pensó que era excesivo para un viaje de un día, pero no dijo nada. Caminaron por el sendero que eventualmente los llevaría a la casa de su abuela. —¿Por qué vas a casa de tu abuela, de todos modos? —Rafe rompió el largo silencio. —Me llamó y me pidió que fuera. Rafe la miró. —¿Hace cuánto fue eso? Ruby miró su reloj. —Hace casi cuatro horas. El ceño de Rafe se frunció. —¿Te llamó tan temprano? ¿Hay alguna emergencia? Ruby sacudió la cabeza. —No. Mayormente parecía… confundida, supongo. Sonaba algo rara, estoy preocupada de que quizás se esté poniendo demasiado mayor para vivir sola.

—Bueno, tú no has estado aquí por un tiempo. La gente cambia, ¿sabes?

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Ruby coincidió, pero no pudo pensar en otra explicación.

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—Roja, tu abuela tiene, ¿cuánto, sesenta y cinco o algo así? Es una de las mujeres más listas que conozco. Difícilmente se esté poniendo mayor.

Rafe no dijo nada por unos minutos, luego—: Sólo parece raro. Sospechoso. Como si alguien estuviera tratando de atraerte hacia allí. Ruby rio cínicamente. —Sí, Rafe, mi abuela está de compinche con el lobo, y quería que estuviera en el bosque abierto para que él pudiera atacarme. Rafe la miró. —No dije nada acerca del lobo. Él tenía razón. ¿Por qué había dicho yo? —Lo lamento. Supongo que los delirios de mi papá se pegaron más de lo que había creído. —¿Qué delirios? Ruby podría haberse golpeado. Continuamente se le olvidaba que las cosas eran diferentes ahora con Rafe. Él ya no era el mejor amigo al que pudiera contarle cualquier cosa. —No realmente delirios. Sólo que, el otro día, él insistió con que el lobo estaba detrás de mí. Afirma que mi mamá fue asesinada por un lobo en lugar de un accidente de autos. Sólo desvaríos de borracho. Rafe se quedó en silencio por tanto tiempo que Ruby finalmente lo miró. Su rostro demacrado y tenso tenía una mezcla de ira y culpa. ¿Por qué razón se sentía culpable? O enojado, para el caso. —¿Rafe? —Él la miró, y ella se asustó ante el dolor en sus ojos—. Has visto como es él. No es gran cosa. Él se detuvo y tomó sus brazos apretadamente, con urgencia. —Deberías escucharlo, Roja. Puede sonar como el borracho que desvaría, pero él sabe de qué está hablando.

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Él la soltó y ella se tropezó hacia atrás cuando él se alejó, pasando una mano por su cabello. Ella se frotó los brazos y lo miró con cautela.

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—¿De qué estás hablando tú? —preguntó ella, intentando escaparse de su doloroso asidero—. Déjame ir. Me estás asustando.

—¿Sabes algo que yo no? —preguntó finalmente. Él se volvió para mirara, los ojos cayendo al movimiento de sus manos en los brazos doloridos. El arrepentimiento inundó su expresión. —Lo lamento, Ruby. No quise lastimarte. —Avanzó hacia ella y ella dio un paso atrás que hizo juego con el suyo. Él levantó una mano apaciguadora—. Lo lamento. Nunca te lastimaría a propósito. Lo sabes, ¿verdad? Ella supo eso en algún momento, sin dudas. Pero ahora, después de que él casi la hubiera destruido tres años atrás, no sabía qué creer. —Dime lo que sabes —dijo ella. Él volvió a pasar una mano por su cabello, y comenzó a caminar. Ella lo siguió. —Este lobo… no es un lobo normal —comenzó a decir él. —Creo que eso quedó establecido cuando rompió una cerradura para entrar a un granero. Entonces, ¿qué es? Él metió las manos en los bolsillos frontales y ella apartó los ojos de los efectos del movimiento en su físico. Necesitaba mantener la cabeza limpia. —Hay leyendas… Cuando él dejó de hablar, Ruby lo miró con una pequeña sonrisa. —¿Más leyendas de robles? La mirada de él saltó a la suya ante la mención del roble y sonrió. —Recuerdas ese día, ¿uh? Ella se encogió de hombros.

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—No las inventé. —Ella le sonrió—. Quiero decir, no puedo atestiguar que todas sean completamente verdaderas, pero no inventé las leyendas.

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—Fue divertido, esconderse de Lowell. Y luego oírte inventar historias sobre el roble.

Fueron todas cosas que leí. Además, la mayoría de las leyendas tienen algún tipo de base en la verdad, ¿cierto? Así es como se vuelven leyendas. —Supongo —concedió ella, regresando la mirada al sendero frente a ellos—. ¿Vas a contarme algunas leyendas de lobos? —Sólo una —dijo él vacilante—. ¿Hay oído de los licántropos? Ahora ella se rió abiertamente. —Vamos, Rafe, ¿vas a decirme que hemos estado tratando con un hombre lobo? ¿En serio? —No, no un hombre lobo. —Ruby estuvo aliviada, temerosa de que saltaran a la Dimensión Desconocida—. Un licántropo —dijo él. Lo miró, vio la expresión seria en su rostro. —Por favor dime que estás bromeando. Él inhaló profundamente. —Desearía que fuera así. Ruby se detuvo con un resbalón. —Rafe, ¡esto es ridículo! Los hombres lobos, los licántropos no existen. Excepto en la mente de la gente con imaginaciones demasiado activas, o aquellos que los ponen en libros y películas. Rafe no se había detenido cuando ella lo hizo y tuvo que trotar para alcanzarlo. —Los licántropos no son hombres lobos, son cambiaformas —dijo él, como si ella no acabara de protestar la realidad de su existencia—. Tienen apariencia similar a la de un lobo, y entonces la gente asume que son hombres lobos.

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Él se encogió de hombros, los músculos agitándose bajo su camiseta.

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—De acuerdo, te seguiré el juego —dijo ella, rezando para que él simplemente estuviera jugando con ella—. ¿De dónde vienen los licántropos?

—Nadie sabe con seguridad dónde se originó esta torcedura. Ha sido pasado de generación en generación, aunque hasta recientemente, la familia ha sido capaz de controlar la licantropía. Ahora, uno de los licántropos está fuera de control. Ruby se mordió el labio contra el sarcasmo que quería salir. Rafe parecía creer genuinamente en lo que estaba diciendo. Y ella había pensado que su padre era… —¡Espera! ¿Estás diciendo que mi mama fue asesinada por un licántropo? —Hay evidencia… El estallido de un trueno directamente sobre ellos interrumpió a Rafe. Ambos se encogieron ante el inesperado sonido. Mirando hacia arriba, Ruby vio que nubes negras habían aparecido y ahora manchaban el cielo. ¿Cómo sucedió eso sin que yo me diera cuenta? Una mirada a su acompañante le dijo exactamente cómo eso había escapado de su atención. —Mejor encontramos refugio pronto —dijo Rafe innecesariamente. Ruby había crecido en Piera. Conocía tan bien como cualquiera cuán repentinas y feroces podían ser las tormentas aquí. Se puso la mochila al frente mientras caminaba rápidamente detrás de Rafe, abriéndola y sacando su poncho. Puso la prenda de vinilo rojo con capucha sobre su cabeza, tropezando cuando se puso frente a sus ojos, bloqueándole la visión. Una mano firme la atrapó, evitando que tropezara y cayera a la tierra. —Gracias —dijo, tirando de la prenda hacia abajo, sonriéndole a… Lowell.

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—Sí, hermano, ¿qué estás haciendo aquí? —La voz de Rafe reflejaba su enojo ante la repentina aparición de Lowell.

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—¡Lowell! —Sacó la mano de su asidero de un tirón—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Papá me dijo hacia dónde se dirigían. Me imaginé que los alcanzaría y caminaría con ustedes. —Lowell levantó un mechón del cabello ennegrecido de Ruby—. Te cambiaste el cabello. —Decepción rodeaba su voz. Rafe la miró como si fuera a perder el control, mientras rayos partían el cielo y la primera gota de lluvia caía. —Pueden discutir después. Necesitamos encontrar refugio ahora — dijo Ruby, empujándolos para pasar junto a ellos. Analizó los alrededores. Dándose cuenta repentinamente de dónde estaban, se volvió hacia Rafe—. La caverna. Él entendió inmediatamente a qué se refería, sonriéndole a la vez que le tomaba el codo y trotaba con ella. Él subió la resbalosa colina de tierra que en breve se convertiría en lodo una vez que comenzara el diluvio, tomando su mano y prácticamente arrastrándola hacia arriba detrás de él. Lowell los siguió de cerca. Rafe la guió dentro de una pequeña cueva que fácilmente albergaría a los tres si se encorvaban y luego salieran. —Entra, Lowell. Yo vigilaré —le dijo él a su hermano. —Tú entra, y yo vigilaré —discutió Lowell. Ruby puso los ojos en blanco ante ambos hombres, fulminándose despiadadamente con la mirada mientras la lluvia comenzaba a caer con furia. Truenos y rayos continuaron repicando, sonando como si trataran de rasgar la tierra. —¡Rafe, Lowell! —exclamó. Ambos miraron dentro, donde ella había encendido su linterna para iluminar la oscuridad—. Dejen de ser imbéciles y entren. Los dos. ¿Qué van a vigilar? ¿Que pase un peligroso conejo come hombres?

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—Saben, si ambos hubieran venido desde el principio, no estaría aquí oliendo a dos grandes, mojados y apestosos tipos.

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Se miraron uno al otro, y finalmente Lowell se metió adentro, seguido reticentemente por Rafe. Lowell se sentó a la izquierda de Roja, Rafe a la derecha. Ambos estaban empapados. Ella sacudió la cabeza.

Lowell lució un poco avergonzado, pero Rafe sólo rió y dijo—: Definitivamente necesitas dejar que tu cabello vuelva a su color natural, Roja. —Él bajó la mirada a la cesta que ella sostenía en el regazo—. ¿Tienes algo para almorzar allí? —Siempre pensando con tu estómago —refunfuñó ella, abriendo la cesta y sacando unos pocos de los muffins. Cada uno de los chicos tomó uno, mientras ella masticaba el tercero—. Entonces, ¿quieres continuar con tu historia de los licántropos? —le dijo a Rafe después de que él hubiera terminado su muffin. Lowell comenzó a ahogarse, y Ruby se volvió hacia él, palmeándolo en la espalda con una mano y entregándole una botella de agua con la otra. —Gracias —se las arregló para decir, mientras fulminaba a Rafe con la mirada. De hecho, fulminar con la mirada no era una palabra lo suficientemente fuerte para describir cómo miraba a su hermano. Lucía como si quisiera saltar por el espacio y destrozarlo. Ruby retrocedió ante su expresión. —Quizás más tarde —murmuró Rafe. —No te detengas por mí —estalló Lowell—. Por favor, termina de contarle a Ruby sobre los licántropos. —No me digas que tú también crees en esas historias —dijo ella con incredulidad. Los ojos de Lowell cayeron al rostro de ella. —¿No le crees? —Por supuesto que no. No existe tal cosa como los hombres lobos… perdón, quiero decir, licántropos. Lowell sonrió, pero algo peligroso acechaba debajo de esa sonrisa que incomodó a Ruby. No pudo decir exactamente qué era, pero no le gustaba la sensación ominosa que le daba.

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—Déjalo, Lowell —advirtió Rafe.

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—¿Qué te dijo? —preguntó Lowell.

Algo pasaba entre los dos. Ruby se quedó callada sobre lo que Rafe le había contado exactamente, porque él claramente no quería que ella le contara a Lowell. Se sacó el poncho y lo colgó por la capucha en una pequeña saliente rocosa. Debido a la lluvia y al frío interior de la caverna, decidió ponerse su sudadera. Abrió y se quitó la chaqueta, luego abrió la mochila para sacar su sudadera. Rafe siseó una maldición junto a ella, inclinándose hacia adelante y tomando ligeramente su brazo. Preguntándose si tenía una araña encima, lo cual sería causa para genuina alarma según lo que a ella le concernía, se sobresaltó y dijo—. ¿Qué? ¿Qué es? Ella siguió su mirada y vio qué estaba mirando. Moretones que reflejaban la forma de los dedos de él se destacaban contra la pálida piel de sus brazos. Lo miró, vio el auto castigo grabado en su rostro, y abrió la boca para decirle que no importaba. Antes de que pudiera, Lowell presionó del otro lado. —¿Qué sucedió? ¿Quién te hizo esto? —La furia en su voz asustó a Ruby. Se volvió para mirarlo, vio sus ojos elevarse hacia los de Rafe. Entendimiento de quién había causado los moretones oscureció su rostro— . ¿Tú? —demandó. —No importa —dijo Ruby. Ella se encogió para alejarse de la malicia en los ojos de Lowell. —¿No importa? ¿Te tocó con la suficiente violencia para dejar una marca y no importa? —Volvió una mirada asesina a Rafe. Rafe lucía como su fuera a recibir de buena manera un golpe de su hermano.

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Un sonido bajo como un gruñido vino de Lowell, atrapando la atención de Rafe. Algo que vio en Lowell hizo que su expresión cambiara a una de extrema ansiedad.

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—No me tocó violentamente —dijo Ruby, intentando sentarse lo suficientemente alta para ponerse en la línea de visión de Lowell. Rafe todavía no había levantado la mirada de las tres marcas—. Me estaba diciendo algo urgentemente y me sostuvo de los brazos. Los moretones me aparecen fácilmente. No es gran cosa.

—Lowell, necesitas controlarte —dijo Rafe, hablando en voz baja y calmada. La respiración de Lowell aumentó y Ruby se acercó a Rafe para escapar del caliente aliento de Lowell. Los ojos de él estaban fijos en Rafe—. Lowell, contrólate, ahora. Ruby está entre nosotros. No quieres lastimar a Ruby. Cuando dijo eso, la mirada de Lowell cayó a Ruby. Ella podría haber jurado que sus ojos brillaban. Él cerró los ojos, alejándose de ella, respirando profundamente como si estuviera peleando contra sí mismo. Finalmente, su respiración se emparejó y abrió los ojos. No brillaban. Por supuesto, tonta. Los ojos no brillan. Ruby decidió que toda la charla de Rafe sobre hombres lobos, o mejor dicho licántropos, había confundido su mente. Lowell pareció notar a Ruby apretándose contra Rafe, observándolo con cauteloso miedo. Él cruzó los brazos sobre su sustancial pecho mientras se inclinaba contra la pared de la caverna, una sonrisa rebelde en sus labios. —Estoy calmado, Rafe. Puedes relajarte. —Rafe sí se relajó detrás de ella, y Ruby rápidamente se puso la sudadera, cubriendo las marcas—. Ya que estás contándole secretos a Ruby, quizás deberías contarle el tuyo. —Eso es suficiente. —La voz de Rafe había regresado a su tono de advertencia. —Ruby —dijo Lowell, arrastrando los ojos de Rafe hacia ella—. ¿Rafe te contó cuánto tiempo ha estado en casa? Ruby se detuvo en el acto de ponerse la chaqueta sobre su sudadera y miró a Rafe. Estaba fulminando a Lowell con la mirada, pero sus ojos fueron hacia ella y ella pudo ver la angustia claramente. —Seis meses —dijo Lowell.

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—Regresaré enseguida —dijo, saliendo rápidamente de la caverna antes de que cualquiera de ellos pudiera detenerla, aunque los oyó llamarla.

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La respiración de Ruby se atascó. Esperó que Rafe lo negara. No lo hizo. Tragó por sobre la agonía de la verdad. Sin decir nada, se volvió a poner su poncho, poniéndose la capucha.

Huyó rápidamente, la lluvia cayendo sobre su cabeza. Segura de que uno o ambos vendrían tras ella, giró y medio corrió, medio se deslizó por una colina lodosa. Al final había uno de los otros pocos robles en el bosque. Levantó la mirada, vio una rama baja, y rápidamente se trepó al árbol. Oyó a Rafe llamándola, demasiado cerca para sentirse cómoda. Trepó unas pocas ramas más y luego se acomodó en una ancha y fuerte. Rafe apareció en su vista debajo de ella y ella se quedó quieta, esperando que avanzara. En cambio, él se detuvo y se apoyó contra el tronco, metiendo las manos en los bolsillos frontales de sus jeans. Era su suerte que él eligiera su árbol para apoyarse contra él. Ella se quedó quieta y esperó. El sonido de la lluvia estaba ahogado por los árboles que crecían cerca unos de los otros. Las ramas formaban una especie de baldaquín que permitía que pasara un poco de humedad, sólo que no en las cantidades que caían en las zonas abiertas. Rafe pasó una mano por la parte superior de su cabeza y miró a la distancia. —Nunca quise lastimarte, Roja. —Ella se tambaleó cuando él dijo su nombre. ¿Sabía que estaba ahí, o sólo estaba hablando solo?—. Pero parece que es todo lo que siempre hago. Continuamente digo que lo lamento. Realmente no ayuda, ¿verdad? —Él se alejó del tronco, luego se volvió y lo empujó, como probando su fuerza—. ¿Bajas tú o subo yo? Maldición. Alejó las lágrimas de su rostro. —Bien —dijo él cuando ella no respondió. Saltó y atrapó la primera rama, la misma que ella había usado para subir. Llegó a su rama mucho más rápido de lo que ella lo había hecho. La rama se hundió un poco bajo su peso cuando se acomodó frente a ella. —¿Cómo supiste que estaba aquí? —preguntó ella. Él sonrió.

—Me encontraste —dijo—. ¿Ahora qué?

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Ella se llevó las rodillas al pecho, envolviendo sus piernas con los brazos, dejando caer su mirada.

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—El único roble en la zona. ¿Dónde más ibas a estar?

—Tuve que irme hace tres años porque temía que si no lo hacía, te perdería para siempre. Temía lastimarte. —Flash de noticias. Dolió que me dejaras así. —Lo sé —dijo él—. Irme casi me mató. Quería quedarme más que nada, Roja. Tienes que creer eso. —Ella lo miró—. Estaba enamorado de ti. El corazón de ella resbaló hasta detenerse antes de volver a la vida con un golpeteo. La ira cosquilleó por su columna. —¿Estabas enamorado de mí? —demandó. —Sí. —Ya veo —dijo, espesa con sarcasmo, seriamente considerando empujarlo del árbol—. Me amabas, así que tuviste que irte para protegerme. Él asintió. —Sé que no tiene ningún sentido. Podría decirte las razones, Roja, pero no vas a creerme. Te las diré de todos modos, si lo pides. Pero por favor, si no crees nada más, cree que yo te amaba. Te he amado casi toda nuestra vida… bueno, en realidad toda nuestra vida. Sólo que no me di cuenta hasta que tuve, no sé, tal vez doce o trece años. Ruby parpadeó. Él la había amado incluso por más tiempo del que ella lo había amado. O mejor dicho, se había dado cuenta por más tiempo. —Pero te fuiste sin decirme nada. Luego te mantuviste alejado sin escribir. Y ahora, has estado de vuelta por seis… meses… —Ella trató de controlar el tirón en su voz, pero estaba allí de todos modos, junto con las lágrimas.

qué?

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Cuando no continuó, ella dijo—: ¿Hasta que estuvieras seguro de

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—Roja —susurró él, arrastrándose más cerca, tomando sus manos entre las suyas—. Lo lamento tanto. No quería que supieras que estaba de vuelta. No quería que nadie lo supiera hasta que estuviera seguro…

—De que me podía quedar. Ruby lo miró fijamente, aturdida. —¿Te vas a quedar? —Sí. Ruby no estaba segura de qué hacer con su pronunciamiento. Él se quedaba, pero ¿qué significa eso para ella? Dijo que la había amado, no que la ama. Rafe se echó a reír y ella lo miró. —Cuando piensas sobre algo con tanta fuerza, Roja, bien podrías decirlo en voz alta. Tus pensamientos son tan claros como la nariz en tu rostro. —¿Ah, sí? —Ella sacó sus manos de las de él y cruzó los brazos con petulancia—. ¿Qué estoy pensando entonces? —Te estás preguntando por qué te dije esto. —Ella entrecerró los ojos en lugar de confirmar sus palabras—. Y te estás preguntando si todavía te amo. —No, no lo estoy —negó inmediatamente. Rafe se encogió de hombros, colocando una mano en el tronco detrás de la cabeza de ella para poder acercarse más. Le acarició la mejilla debajo de la capucha con la otra mano. —La respuesta es sí, Roja, yo te amo. Te amo muchísimo. Creí que estar lejos podría cambiar eso. —Él sonrió—. No lo hizo. Ahora te amo incluso más de lo que lo hacía cuando era más joven. Sus ojos hipnotizaron a Ruby. Él se inclinó más cerca, sus ojos cayendo a sus labios. El trueno estalló en lo alto, sacudiendo el árbol mientras un relámpago encendía el cielo. Ruby se sacudió ante el sonido. —Será mejor que volvamos a la cueva —dijo ella.

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—Claro —dijo. Descendió primero, con Ruby siguiéndolo de cerca. Una vez que sus pies tocaron el suelo, Rafe la tomó de la mano y corrieron de regreso hacia la cueva. Rafe estaba empapado una vez más.

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Rafe se enderezó, con decepción en sus ojos.

La cueva estaba vacía. —¿Dónde está Lowell? —preguntó ella. Rafe echó un vistazo preocupadamente hacia la entrada. —Él regresará. —No sonaba como si creyera en sus propias palabras. —¿Él dejó leña? —Señaló una pila de madera en la esquina. —Es demasiado tarde para llegar donde tu abuela antes de que anochezca —dijo. —¿Y? —Y, confía en mí, estaremos más seguros aquí que allá afuera. —Tienes un arma, Rafe. Es sólo un lobo. Rafe suspiró, desplazándose hacia la madera para comenzar a apilarla cerca de la entrada de la cueva. —Aun así, vamos a pasar la noche. Ruby consideró discutir. Sería inútil, en realidad. Sabía que Rafe podría obligarla a quedarse. Además, era lo suficientemente lista como para saber que con o sin lobo, era más inteligente quedarse en la cueva y empezar de nuevo en la mañana. La lluvia todavía caía a cántaros, de todos modos. —Imagino que tendremos panecillos para la cena, también —dijo ella. —Traje estofado enlatado —dijo él, sacándolo de la mochila junto con una pequeña cacerola para calentarlo sobre el fuego.

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—Juro que nunca jamás volveré a hacer nada que deje una marca en ti, Roja —dijo en voz baja, con seriedad—. Lowell, tu padre, mi padre, Marina, Hutu, mi madre… todos ellos pueden azotarme por hacerlo incluso esta vez. Sin embargo, eso no comenzará a compensarlo.

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Mientras esperaban que el guiso se cocinara, Rafe pasó la mano suavemente por el brazo de Ruby, inclinándose para besarla ligeramente en donde estaban los moretones bajo la sudadera.

—Sé que lo sientes. También sé que no lo hice a propósito. —Ella sonrió—. Y el hecho de que dejarías que tu mamá tuviera una oportunidad contigo garantiza que no volverá a suceder. Ella es bastante aterradora. —Sí, lo es —Rafe estuvo de acuerdo, riendo con ella. —Tal vez deberíamos soltar a Ali'tasi sobre ti también. Rafe hizo una mueca. —No voy a sobrevivir a ella y a mi madre. Pero sí, por ti, dejaré que ella tenga un turno también. Más tarde, yaciendo cerca de Rafe, cubierta con una manta que había provisto para ella, miró hacia la entrada. —¿Él va a estar bien? —preguntó. —Él estará bien —dijo Rafe—. Probablemente fue a casa. El agotamiento le estaba cobrando peaje a Ruby. No el agotamiento físico, sino el emocional. Sólo quería dormir. Dejó que sus ojos se cerraran a la deriva. —¿Roja? —susurró Rafe. —¿Sí? —Quería preguntarte —dijo él—, ¿también me amabas? Ella abrió los ojos de golpe. Rafe sonrió. —No estoy preguntando si me amas ahora. Sólo si me amabas entonces. No le cuentes. No digas nada.

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—Con todo mi corazón —dijo ella, apartándose de él y apretando los ojos cerrados.

Ruby se despertó con un sobresalto. Le tomó un momento recordar dónde estaba. La cueva estaba oscura y fría. Una mirada hacia la entrada reveló que el fuego había ardido hasta brasas. Un torturado aullido atravesó la noche. Se sentó, con los ojos pegados a la entrada de la cueva. El lobo sonaba cerca. —Estamos a salvo —dijo Rafe en la oscuridad—. En tanto las brasas estén brillando, él no va a entrar. —No sabes eso —susurró ella, como si hablar más fuerte pudiera llamar la atención sobre su ubicación. Rafe suspiró y se sentó. Se arrastró hasta la entrada de la cueva y colocó los últimos trozos de madera sobre las brasas. Se agachó y sopló hasta que la llama se encendió. Volvió a donde yacía Ruby estremeciéndose. —¿Frío? —preguntó él. —Voy a estar bien —dijo ella. Rafe se deslizó a su lado, envolvió un brazo alrededor de sus hombros y la atrajo a su lado mientras se apoyaba contra la pared. Llevó su otra mano alrededor y le frotó el brazo. Ella podría haberlo aparado excepto que el calor era tan acogedor. Eso, y el hecho de que estaba en los brazos de Rafe, e incluso si era por un fin práctico, ella lo tomaría. Se acurrucó más cerca de él. —Rafe —comenzó. Otro aullido vino, sonando incluso más cerca que antes—. ¿Por qué me contaste esa historia? Acerca de los licántropos, quiero decir. Él se quedó en silencio. Ella creía que se había quedado dormido hasta que habló.

—Mi familia.

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—¿Quién es “nosotros”? —Ruby aún no creía en los licántropos, pero quería saber lo él que estaba tratando de decirle.

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—Pensé que deberías saber la verdad. Se supone que nosotros no le contamos a nadie acerca de los licántropos, pero pensé que merecías saberlo.

—¿Tu familia? —Ruby estaba estupefacta. No esperaba esa respuesta. —Sé que todo esto suena fantástico, pero es la verdad. Por tanto tiempo como cualquiera en nuestra familia recuerda, hemos sabido acerca de los licántropos. —Entonces, ¿qué eres? ¿Algún tipo de protector, o algo así? —Algo así. —Bueno, eso está claro como el barro. La risa de Rafe retumbó debajo de su oreja. —Si quieres toda la verdad te la diré, Roja. Pero va a suceder una de dos cosas. O no me vas a creer, o me vas a creer y luego probablemente me odiarás. No es probable. —Dame una oportunidad —dijo. —Como dije, nadie está seguro de dónde o cómo empezó. En algún lugar a lo largo del tiempo la verdad se perdió y todo lo que tenemos ahora es un montón de teorías. La verdad que permanece es que, en nuestro linaje, todos tenemos el gen. Un temblor recorrió a Ruby. Ella no estaba segura de querer saberlo, pero preguntó de todos modos. —¿Qué gen? —El gen licántropo. Ruby consideró sus palabras. Todos llevaban el… pero entonces, eso significaría…

Sosteniendo su mirada, él asintió.

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—¿Estás diciéndome que tú eres un licántropo?

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Se sentó erguida, mirando directamente a Rafe. Su rostro era sombrío a la luz del fuego.

—¿Y Lowell? —Ella no pudo evitar la incredulidad de su voz. La mirada de Rafe fue a la entrada de la cueva. —Sí. Ruby se deslizó lejos de él. —¿Así que ese aullido…? —Lowell, si tuviera que adivinar —dijo. —¿De verdad esperas que me crea eso? La mirada de Rafe regresó a ella. —No, no planeo que lo hagas, pero tengo la esperanza de que lo harás. —Él empujó hacia arriba sus rodillas, apoyando los brazos sobre ellas. —Entonces, ¿todos los animales… Bradford…? Él sostuvo una mano en alto. —Ese no era yo, Roja. Te lo juro. —Él bajó la mano—. Todos portamos el gen, pero no todos cambiamos. Tres años y medio atrás, comencé a mostrar los síntomas. —¿Síntomas? Él se encogió de hombros y miró de nuevo el fuego.

—Pero dejaste a Lowell aquí.

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Ruby negó con la cabeza.

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—Puede que no recuerdes cuánto más grande me volví en esos últimos seis meses antes de irme. —Ella recordaba, pero no había pensado en nada de eso… al menos, en nada que no tuviera que ver con su deseo por él—. Comencé a tener fiebres regularmente, sólo que no estaba enfermo. No dormía mucho, y estaba inquieto. —Él dejó escapar un suspiro—. Tenía miedo de que si me quedaba, le haría daño a alguien. — Sus ojos se encontraron con los de ella—. Temía que te haría daño. No habría podido vivir con eso, Roja. Así que me fui. Me fui, desgarrando mi alma en dos, porque era mejor que el riesgo si me quedaba.

Rafe entrelazó los dedos. —Lowell no había mostrado ninguno de los síntomas. Supusimos que era un portador, pero no un cambiador. —Rafe se pasó una mano por el cabello—. Hace seis meses, mi mamá llamó para decirme que estaba mostrando los síntomas. Regresé para tratar de ayudarlo a aprender a controlarlo. Esto era una locura. Que Rafe creyera lo que decía era una locura. —¿Así que pensaste que era más seguro para ti en una universidad en Nueva York que aquí? Rafe apoyó la barbilla en una mano, mirándola. —Yo no estaba en Nueva York. Estaba en Alaska. —Pero… tu dirección era en Nueva York. —Mi tía vive allí. Ella me reenviaba el correo. Yo estaba en una parte muy remota de Alaska, muy al norte, por lo que a veces pasaban semanas antes de que me llegara el correo. Huh. Bueno, suponía que eso explicaba el retraso en sus respuestas. Sin embargo, no explicaba su eventual total falta de respuesta. —¿Por qué Alaska? —Mi tío, el hermano de mi padre, vive allí. Él nos enseña a controlar el cambio. En lugar de cambiar a causa de la ira, la ansiedad o el hambre, aprendí a cambiar a voluntad… o no. Aprendí a controlarlo, y no he cambiado desde hace más de dos años. —Entonces ¿por qué no viniste a casa?

Rafe de nuevo se acercó más, colocando una mano sobre la de ella.

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—Podrías haberme llevado contigo —murmuró.

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—Tenía miedo de que regresar a Piera desharía todo lo que había aprendido. Algo sobre Piera nos impulsa más que en ningún otro sitio. Tal vez sea este bosque. No sé. Cuando regresé por Lowell, no sabía si tendría el control aquí. Si no lo tenía, no podría quedarme.

—Si hubiese venido a ti hace tres años y te hubiese dicho que estaba a punto de transformarme en un licántropo, y que quería que me acompañaras a la zona norte de Alaska, mientras aprendía a controlar a la bestia, y que sólo podía esperar no hacerte daño o matarte en el proceso, habrías pensado que estaba loco. —Ahora medio creo que estás loco —dijo en voz baja. Ella bajó la mirada hacia la mano de Rafe en la de ella. La estudió. Se veía como siempre se había visto. Se sentía como siempre se había sentido. Ya sea que él realmente fuese un licántropo, o que simplemente estuviese loco, lo cual parecía más probable, no cambiaba lo que sentía por él. Llevó su mirada hacia la suya. Él la miró, esperando. —¿Por qué dejaste de escribir? —Pensé que sería más fácil si te olvidabas de mí, y seguías adelante con otra persona. —Tenía la mandíbula apretada—. No tenía idea de que Lowell estaba tratando de ser esa otra persona. Siempre pensé que no le gustabas. —Yo, también —dijo—. Según él, todo lo que hizo fue por celos. Rafe sonrió. —Me gustaría poder odiarlo por eso, pero no puedo culpar al chico. Si fuese yo, y tú quisieras a alguien más, también estaría celoso. Y si él se fuera, yo haría todo lo posible para conseguir que me amaras. —¿Cómo podías pensar que alguna vez te olvidaría? —susurró ella. Otro aullido atravesó la oscuridad y Ruby se estremeció. —Todos esos animales, ¿fue Lowell? Rafe pareció considerar responder, pero finalmente dijo—: Sí, lo fue.

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—Estamos tratando de convencerlo de ir a Alaska, pero él no irá siempre y cuando crea…

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Ruby todavía no sabía si se tragaba toda la cosa de los licántropos, pero la idea de Lowell transformándose en una bestia furiosa y masacrando animales —particularmente a Bradford— causó que un escalofrío se extendiera por todo su cuerpo.

—¿Crea qué, Rafe? —presionó ella. —Siempre y cuando él crea que hay una oportunidad contigo. Ruby estaba aturdida. —¿Por qué yo? ¿Qué soy yo para él? Nada, cuando lo comparas con todo lo demás. Rafe sonrió, tomando sus dos manos entre las suyas. —Ruby, has oído que los lobos se aparean de por vida, ¿no? Bueno, nosotros no somos lobos, pero en esa área en particular, somos iguales. Ruby no sabía si reírse por el absurdo, o llorar por todo el ridículo enredo. —Pero Lowell y yo, no nos hemos, ya sabes, apareado. No nos hemos besado o tomado de la mano. Ni siquiera hemos tenido una cita. Rafe estaba sonriendo ahora. —No puedo decirte lo feliz que me hace escuchar eso, Roja. Ruby sacó una de sus manos de las suyas y la empujó contra su hombro. —Esto no es gracioso, Rafe. —Lo sé —dijo, usando su mano ahora libre para acariciarle la mejilla. Se inclinó hacia delante, dudando antes de besarla, como pidiendo permiso. Ruby cerró la distancia.

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Un arrastrar de pies cerca de la entrada de la cueva los sacó de su beso. Detrás del fuego, en la oscuridad, una criatura estaba de pie. Alto, ancho, pelaje oscuro, un largo hocico con afilados dientes al descubierto, ojos brillantes. Ruby dejó escapar un pequeño chillido de sorpresa. Rafe se

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Ella sólo había besado a Rafe dos veces antes. Una vez cuando pensaba que tenía toda una vida con él, y una vez cuando la tomó por sorpresa cuando regresó a casa. Esto era completamente diferente. Esta vez sabía que él la amaba, que se quedaría con ella si se lo pedía. Este beso estaba en un plano totalmente nuevo de los otros dos cuando el calor fluyó entre ellos, su boca suave y urgente a la vez sobre la de ella.

alejó rápidamente de ella, recogiendo su rifle y amartillándolo, tomando como objetivo la criatura cuyos ojos tenían como propósito a Rafe. —¡No! —exclamó Ruby—. No, Rafe. Es Lowell. Él es tu hermano. Los ojos de la criatura se balancearon en su dirección con un gruñido feroz y de repente ya no estaba. Unos segundos más tarde, aulló furiosamente en la noche, el sonido llevado de nuevo hacia ellos. Rafe puso el arma en el suelo, haciéndose a un lado para tomar Ruby en sus brazos. Ella no se dio cuenta de lo mucho que temblaba hasta que él lo hizo. —Yo no te creía —dijo ella con voz temblorosa. —Lo sé. Desearía que no fuese verdad, Roja. La visión de la criatura se quedó al frente y al centro en la mente de Ruby. Ella nunca había visto o imaginado nada parecido. No parecía real. Y Rafe era uno de ellos. —Él no va a volver —dijo Rafe—. Tenemos que dormir un poco si vamos a llegar a donde tu abuela mañana.

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Él tiró ambas mantas sobre ellos, acostándose y colocándola delante de él, con el brazo envuelto protectoramente a su alrededor. Ella enfrentaba la boca de la cueva, con los ojos muy abiertos, vigilando por el regreso de Lowell.

Parte IV La casa de la abuela

R

afe tenía barras de granola de desayuno para ellos. Ruby tenía miedo de salir de la cueva y volver a encontrarse con la criatura, aunque hasta ahora nunca la había visto durante el día. Podría ser Lowell convertido en alguna forma sobrenatural, pero no era un Lowell en el que se pudiera confiar. Empacaron y salieron por la húmeda tierra. Al menos la lluvia se había detenido, y los cielos, aunque estaban grises, no eran lo suficientemente oscuros para indicar una tormenta inminente. Sin embargo, en estas montañas, eso podía cambiar más rápido que el escalofrío que recorrió su piel. No habían caminado la mitad del camino hacia casa de su abuela, así que se apresuraron, sin hablar mucho. Ruby no creyó poder pasar otra noche en el bosque. Apretó los puños, tratando de evitar su nerviosismo. Ahora que sabía qué era Lowell, y que estaba en algún lugar por aquí con ellos, no podía dejar de explorar constantemente su entorno, buscándolo. No estaba segura de cuán enfadado estaba con ella o con Rafe.

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Ellos hicieron su camino por el empinado sendero que conducía hasta el borde de la pequeña ciudad. Ruby se dio cuenta de cuán vulnerable podía ser Anaia si Lowell se decidiera a causar estragos. Si la

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Cuando tuvieron Anaia a la vista, Ruby dejó salir un suspiro de alivio. La ciudad era aún más pequeña que Piera, con sólo un centenar de habitantes, la mayoría de ellos vestigios de la época en que Anaia era un pueblo con minas de plata. La plata se había acabado hacía más de cuarenta años. El abuelo de Ruby había sido un minero de plata, y su abuela se había negado a dejar su casa después de su muerte hacía una década.

barcaza estaba en la ciudad, podría ser evacuada rápidamente. Pero a pie, recorriendo el camino empinado y traicionero, resultaría difícil para muchos de los residentes de mayor edad, por no hablar de la caminata a través del bosque hacia Piera. Sólo esperaba que no estuviera llevando al lobo dentro del gallinero. Cuando se acercaron a la casa de su abuela, Ruby se detuvo y se volvió hacia Rafe. —¿Te importa si entro sola? Quiero hablarle de mi papá. —De todos modos, quiero preguntar en la ciudad. Ver si ha habido algún… avistamiento —dijo. Ruby asintió. —Buena idea. Voy a estar aquí, así que regresa más tarde. Pasaremos la noche y volveremos mañana. —Está bien —estuvo de acuerdo—. Ruby… —Vaciló, como si quisiera decirle algo. En cambio, se limitó a sonreír y dijo—: Dale a tu abuela un abrazo por mí. —Dale uno tú mismo cuando regreses —dijo ella, dándose vuelta y empujando la baja puerta blanca que rodeaba el patio de su abuela. —Nos vemos, Roja —saludó él, bajando la calle. Ruby lo miró antes de volverse a la casa de su abuela. La pequeña y modesta casa marrón parecía sacada de un cuento de hadas. Persianas blancas, techo de paja, buhardillas para permitir que la luz entrase, y un signo dándole la bienvenida a los visitantes junto a la puerta principal eran casi tan familiares como su propia casa. Se acercó a la puerta, abriéndola al mismo tiempo que la golpeó. No había siquiera una duda de si la puerta estaría cerrada, o si era bienvenida a entrar.

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—Abuela, estoy aquí —gritó, mirando hacia el interior. El silencio la saludó—. ¿Abuela?

Ella se quitó la mochila de sus hombros, dejándola caer sobre el piso de la sala. Entró en la cocina, dejando la cesta con productos sobre el mostrador. La casa limpia y ordenada tenía la sensación de estar vacía. Caminó de regreso a través de la sala y por el pasillo echando un vistazo a las dos habitaciones de huéspedes y a la habitación de su abuela. Ella no estaba en ninguna, y las puertas abiertas del baño revelaron que esas dos habitaciones también estaban vacías. Caminó de regreso a la sala de estar, con las manos en las caderas, perpleja. Realmente había esperado que su abuela estuviera en casa, esperándola. Bueno, pucha. Volvió a la cocina y sacó un poco de papel film del armario, envolviendo algunos de los muffins y cupcakes para ponerlos en el congelador. Una vez que terminó, se dirigió a la sala de estar para esperar. Abrió el reproductor de CDs y sonrió al reconocer el “mix para viejas” sin etiquetas de su abuela, como ella lo llamaba, que Ruby había grabado para ella hacía unos años. El mix incluía una ecléctica colección de canciones de una amplia variedad de géneros. Prendió el equipo de música y apretó el botón de reproducción. La canción que empezó fue "Brother Warrior7" de Kate Wolf8. La ironía del nombre del artista no pasó desapercibida para Ruby. Mientras se sentó a escuchar, sus cejas se juntaron por la confusión. Conocía la canción, pero no recordaba haberla puesto en el CD. ¿Había aprendido su abuela a grabar Cds —improbable— o alguien la había ayudado a hacer este nuevo? Ruby se preguntó si su abuela estaba aliviada de que su padre estuviera en rehabilitación, o enojada por el tiempo que le había tomado. Su alcoholismo había sido una gran fuente de discordia entre los dos desde hacía algún tiempo. La canción terminó y ella se rió ante la ironía de que comenzara la "Marcha Turca"9 de Mozart10. ¿Cuáles eran las posibilidades de que ella

Brother Warrior: En español “Hermano Guerrero”. Kate Wolf: Cantante norteamericana de música folk. 9 Marcha Turca: La Macha Turca es el tercer movimiento de la Sonata para piano Nº11 de Mozart. Este movimiento imita el sonido de las bandas turcas de Jenízaros, música que estaba muy de moda en la época.

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hubiera puesto una canción de Kate Wolf seguida por una de Wolfgang Amadeus Mozart una tras la otra? Mientras ella se recostó en la silla para disfrutar la música, algo le llamó en la parte posterior de su mente, algo que sentía que estaba pasando por alto. De repente, ella se sentó derecha. No había estado segura acerca de la canción Kate Wolf, pero estaba segura de que no había puesto ninguna de Mozart en el CD de su abuela. Evidentemente este no era el CD que le había hecho. Así que, ¿quién lo había hecho? Un golpe en la puerta la sacó de sus cavilaciones. Obviamente no iba a ser su abuela, ella no llamaría a su propia puerta. Ruby se levantó y la abrió, esperando que fuera Rafe o uno de los vecinos de su abuela. La sangre desapareció de su rostro ante la persona que golpeó. Un paso instintivo hacia atrás fue leído como una invitación y Lowell entró en la casa. —Hola, Roja. —Él se movió para cerrar la puerta detrás de él cuando ella retrocedió. —Um, hey, Lowell. —Ruby podía oír el temblor en su voz, y Lowell reaccionó con una sonrisa de gato de Cheshire11. —Pensé que teníamos que hablar —dijo. —Oh, bueno. —Lo saludó descuidadamente con la mano—. Ahora no es un buen momento. Mi abuela está camino a casa, y tengo que hablar con ella. En privado. —No, no lo está. —Él continuó avanzando, la misma sonrisa desconcertante estropeando sus rasgos. —¿Qué… qué quieres decir? —Ruby juntó sus manos, tratando de ocultar su temblor. —Tu abuela no regresará, —Amplió su sonrisa—, por un tiempo. Mozart: Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart, fue un compositor y pianista austriaco, maestro del Clasicismo, considerado como uno de los músicos más influyentes y destacados de la historia. 11 Gato de Cheshire: El Gato de Cheshire es un personaje ficticio creado por Lewis Carroll en su conocida obra Alicia en el país de las maravillas. Una de sus características más singulares es que el Gato de Cheshire puede desaparecer gradualmente hasta que no queda nada más que su amplia sonrisa.

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El miedo subió por su columna vertebral mientras su interior se volvió temor líquido. —¿Dónde está, Lowell? ¿Qué hiciste con ella? —ignorando su lengua seca. —No le he hecho nada, Ruby —dijo, tendiendo sus brazos, calmándola—. ¿Por qué creerías que la tengo? —Lowell, esto no es gracioso. Lowell se detuvo y miró a Ruby pasar a su lado hacia la puerta. Ella consideró sus posibilidades de rodearlo y salir. Como si hubiera leído sus pensamientos, Lowell echó un vistazo detrás de él. Levantó un dedo y lo sacudió hacia atrás y hacia adelante, amonestándola. La canción del CD cambió, tocando la canción de Duran Duran12 “Hungry Like the Wolf13”. Lowell señaló hacia el estéreo como si estuviera sorprendido, una ceja levantada, su sonrisa todavía en su lugar. —Excelente canción —dijo. Ruby repentinamente presintió de dónde había venido el CD. —Lowell, por favor, no sé lo que estás haciendo, pero… Su sonrisa desapareció y él le enseñó sus dientes. —¿Qué estoy haciendo? —rugió—. Lo que estoy haciendo es mostrarte, Ruby. —¿Mostrarme qué? —preguntó ella con la voz tan calmada como pudo. Ella avanzó hacia la cocina. —Lo geniales que podríamos ser, Ruby —dijo febrilmente—. Tú y yo Ruby se detuvo.

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Duran Duran: Es un grupo de rock británico que personificó el movimiento del new wave en la década de los años 1980. 13 Hungry like the Wolf: En español “Voraz como el Lobo”. 12

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—Lowell, no hay un tú y yo.

—¿Por Rafe? —escupió—. Rafe es débil. No entiende el poder, la forma de entenderlo y usarlo para llegar a ser un hombre de verdad, la clase de hombre digno de ti, Ruby. El rostro de Lowell brilló y Ruby podía sentir el calor emanando de él. Sabía que tenía que andar con cuidado. —No por Rafe, Lowell. Incluso si Rafe no hubiera vuelto… —Si Rafe no existiera para que tú te languidecieras, las cosas serían diferentes —dijo Lowell con fervor—. Siempre ha estado en el camino. Ruby sacudió la cabeza. —No, Lowell, Rafe no estaba en el camino. —Ella comenzó a moverse de nuevo, lento, gradualmente—. Eres un chico muy atractivo, Lowell. Y cuando quieres, puedes ser muy dulce. Pero nunca estuvimos destinados a ser. Nunca te miré como a alguien que… —¡Eso es por Rafe! No puedes ver más allá de Rafe. —No, Lowell —comenzó ella, luego se apresuró y corrió hacia la cocina y la puerta trasera. Ella sólo llegó hasta la mitad de la cocina antes de que el brazo de Lowell envolviera su cintura, sacudiéndola hasta detenerla. —¿Vas a alguna parte? —preguntó, su aliento caliente contra el oído de ella, su mejilla febril en la suya. —¡Déjame ir, Lowell! —exigió furiosamente mientras luchaba, empujando inútilmente su brazo.

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Ruby se congeló cuando sintió su respiración aumentar y su brazo bajo sus manos empezó a cambiar, endureciéndose, hinchándose, el pelo creciendo bajo sus dedos. Él la arrojó al otro lado de la habitación, y ella se estrelló contra la nevera con un impacto demoledor. Se deslizó hasta el suelo, flácida como una muñeca de trapo, la habitación girando y sus oídos zumbando. Levantó la vista hacia Lowell, el horror y la repugnancia deslizándose por su piel ante la visión que tenía delante de ella.

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—Deja de luchar —gruñó, su voz baja y con un timbre que no había escuchado antes—. Detente ahora, antes...

Lowell había aumentado en altura, su cara se había alargado, sus hombros anchos se ensancharon increíblemente. Sus brazos se alargaron, convirtiéndose en musculosos y fuertes mientras el pelo color negro azulado crecía completamente. Su pecho se expandió, rompiendo su camisa mientras lo hacía. Sus manos con garras… patas, en realidad, se elevaron para apartar la camisa. Sus piernas cambiaron, formándose corvejones, cambiando los pies por patas anchas y acolchadas. Su hocico giró hacia ella, mostrando los dientes, goteando saliva. Sus ojos brillaban dorados y un gruñido bajo retumbó en su pecho. El terror paralizó a Ruby, hasta que él dio un paso en su dirección. Se arrastró contra la nevera, tratando de meterse en ella, a pesar de saber que era imposible. Su respiración jadeando en un ritmo staccato por el pánico. Ella gimió con cada rápida exhalación. —¡Lowell! La voz de Rafe vino de detrás de la bestia, estridente, imponente. Lowell cambió de dirección y Ruby alcanzó a ver a Rafe de pie en la entrada de la cocina, los brazos amenazadoramente a cerca de su lado, puños cerrados, su mirada enojada fija en el licántropo. La bestia gruñó cuando cerró sus mandíbulas. Ruby se paró y se deslizó hacia el lado más alejado de Lowell. —¡Detente ahora, Lowell! ¡Contrólate! —gritó Rafe. —Transfórmate hermano, y pelea conmigo justamente Ruby se estremeció al oír la voz gutural proveniente del licántropo. Era Lowell, y no lo era. —Sabes que no lo haré —respondió Rafe con furia, su mirada se desplazó hacia Ruby por un instante. Sin embargo, fue el tiempo suficiente para que Lowell se diera cuenta.

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Ella gritó, pero antes de que pudiera hacer contacto, Rafe golpeó de costado a Lowell, los brazos alrededor de la gruesa cintura de Lowell,

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—Lo harás… lucharás por ella —dijo Lowell, girándose hacia Ruby y embistiéndola.

derribándolo con violencia. Lowell gritó enojado cuando rodaron por el suelo en una maraña de músculos y pelaje. Ruby inmediatamente se dio vuelta y abrió un cajón, buscando desesperadamente algo —cualquier cosa— que pudiera usar como arma. Sus ojos se encontraron con una tabla de madera en el mostrador, y ella sacó un cuchillo largo, girándose para mirar a Lowell y a Rafe. Lowell tenía a Rafe sujeto en el suelo, las garras clavándose en sus muñecas, extrayendo sangre. Sus dientes estaban a centímetros de la cara de Rafe. —Transfórmate, hermano. Lucha por ella. ¡O muere! —¡No voy a transformarme, Lowell! —tronó Rafe con los dientes apretados. Levantó la cabeza y Ruby vio que sus ojos brillaban mientras él luchó contra la transformación. —¡Lowell! —gritó Ruby, corriendo hacia adelante, hundiendo el cuchillo. Lo clavó en su hombro. Su táctica funcionó. Lowell se volvió hacia ella, aullando de dolor mientras liberó a Rafe, sus garras estirándose hacia atrás, tratando de sacar el cuchillo. Rafe no lo dudó. Apretó las manos sobre su cabeza y las llevó hacia adelante con fuerza, golpeando a Lowell en el centro de su pecho. Lowell aulló cuando cayó hacia atrás por el golpe. Rafe estaba de pie al instante. —Transfórmate, Rafe —chilló ella. —¡No! —¡Transfórmate!

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—Hermano —susurró Lowell—, perdóname.

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Lowell aulló cuando intentó alcanzar de nuevo el cuchillo. Su pata con garras estirándose por el cuchillo comenzó a transformarse en dedos humanos. Se lanzó sobre sus pies, girando su camino. Su aliento escapó lastimosamente cuando su cuerpo comenzó a contraerse, el pelaje replegándose mientras su hocico se convirtió en una boca apretada por el dolor. Cayó de rodillas cuando la transformación se completó, Rafe corriendo hacia adelante para atraparlo.

Sus ojos se cerraron y Ruby se quedó sin aliento al ver la cantidad de sangre que venía del cuchillo que todavía sobresalía de su hombro. Los ojos de Lowell se abrieron y se encontraron con los de ella. Trató de sonreír, aunque era más una mueca.

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—Buen brazo, Roja —dijo antes de que sus ojos se cerraran de nuevo mientras se relajaba en los brazos de Rafe.

Parte V En el Fin

R

uby tocó a la puerta de metal. Se abrió de golpe desde el interior por el masivo Hutu con la fuerza negada a ella en su última visita aquí con Rafe.

—¡Toa! —exclamó él, tirando de ella hacia arriba en un abrazo de oso. Ruby rodó sus ojos. Él había dejado de llamarla “Mumu” desde su encuentro con Lowell y ahora la llamaba “Toa”, lo que significa guerrero. —Hola, Hutu. ¿Todo listo? —Justo como mandaste, mi reina —bromeó. —Deja a la chica y déjala entrar —dijo Ali'tasi, dándole un manotazo a Hutu en el brazo y empujándolo fuera del camino, en donde ella inmediatamente agarró a Ruby y la sofocó. Cuando la soltó, ella levantó un mechón de su pelo negro con la ceja levantada. Era peor que una reprimenda, esa mirada. —Voy a dejarlo volver, no te preocupes. Fue un momento de locura que ya superé. —Bien. Eres una chica buena —dijo Ali'tasi, dándole palmaditas en la espalda dolorosamente. —Vamos, Tin'a. Deja a la chica —bromeó Hutu a su madre, y luego se alejó corriendo con prudencia, riendo. Ali'tasi le frunció el ceño, pero luego sonrió hacia Ruby.

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Ruby fue detrás de los estantes y vio que Hutu había puesto la mesa de forma idéntica a cuando Rafe lo había dispuesto para ella. Ya había dejado la comida en una bandeja lateral con mantas sobre ella. Levantó

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—Diviértete, Ruby —dijo, siguiendo a Hutu.

un par hasta que encontró el fausi que ella había pedido especialmente. Rápidamente robó un bocado antes de colocar la tapa, cerrando los ojos felizmente mientras el sabor rodó por su lengua. —¿Qué es todo esto? Ruby saltó ante la sorpresiva voz y se volvió hacia Rafe. Ella se encogió de hombros y abrió los brazos. —Una disculpa. Rafe se acercó a ella con una pequeña sonrisa en sus labios ante sus palabras. —¿Una disculpa por qué? —preguntó. —Por todo. Por dejarte cuando hiciste esto por mí. Por arrastrarte hacia el bosque. Por no creerte cuando trataste de decirme la verdad. — Ella hizo una mueca—. Por apuñalar a tu hermano. Rafe sonrió. —Esa última parte es algo por lo que definitivamente no tienes que disculparte. —¡Rafe! —lo amonestó ligeramente. Rafe podía bromear sobre el apuñalamiento. Resultó que aunque hiriendo a Lowell le había causado un gran dolor, realmente no le había hecho daño. A los pocos minutos de Rafe sacarle el cuchillo, la laceración sanó. Le había tomado a Lowell un poco más en recuperarse, sin embargo, debido a la pérdida copiosa de sangre. Rafe se detuvo frente a ella, con las manos sobre sus brazos, moviéndolas ligeramente hacia arriba y hacia abajo. —¿Cómo está? —preguntó ella. —Está de acuerdo en ir a Alaska.

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—Espero que lo sea —dijo Rafe—. Todavía está enojado por un montón de cosas, y no precisamente encantado con ninguno de nosotros. No sé si Lowell alguna vez tendrá el tipo de control que necesita.

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—Eso es bueno, ¿no? —Ruby se sintió aliviada y contenta.

Ruby estaba teniendo un momento difícil pensando con claridad con el movimiento de sus manos en sus brazos. —¿Quieres sentarte? —preguntó. Él acercó su silla para ella y se sentó al otro lado de la mesa. —¿Has hablado con tu abuela? Ruby asintió. —Le dije que me había cortado accidentalmente, pero que había limpiado el desorden. Esperemos que hiciéramos un buen trabajo y no sabrá la cantidad de sangre que había en su piso. —Ruby cogió el tenedor y lo retorció perezosamente sobre la mesa—. Tuvo que haber tomado un poco de tiempo por parte de Lowell para planificar todo el asunto. —Sí —estuvo de acuerdo Rafe—. Especialmente conseguir a alguien para hacerse pasar por tu abuela, y hacer el CD. Esa fue una espeluznante adición innecesaria. Luego llegar allí a tiempo para poner a tu abuela en la barcaza para ir a ver a tu padre. ¿Cómo lo está haciendo? —Lo está haciendo bien. Tiene horario de visitas muy limitadas. Mi abuela está hospedándose en un hotel cercano para que pueda verlo cada vez que tienen horas de visita. Ella piensa muy bien de Lowell por ser lo suficiente considerado para presentarse y llevarla hasta mi padre. He hablado con mi padre un par de veces, y suena mejor, más lúcido. —Ella levantó los ojos de ver sus acciones con el tenedor para encontrarse con la mirada de Rafe—. ¿Es verdad, Rafe? ¿Mi madre fue asesinada por un lobo... o un licántropo?

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—Me gustaría poder decir que no, Roja. —Él miró directamente a sus ojos—. Fue un licántropo, pero no Lowell o yo mismo. Otro de nuestros tíos, que siempre ha sido un poco pícaro, vino de visita. Tu madre corrió directo hacia él una noche en el bosque mientras él estaba cazando. Ella lo sorprendió y él se asustó. —Rafe se levantó y fue a sentarse en cuclillas delante de ella. Alzó la mano y secó las lágrimas de sus mejillas—. Lo siento mucho, Roja. Él fue enviado a vivir en las partes remotas de Siberia, de

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Rafe cerró sus ojos y se pellizcó el puente de la nariz.

donde nunca puede irse. Es la única forma de castigo que tenemos unos por otros. Él va a envejecer y morir allí, solo. Ruby extrañaba a su madre todos los días. Ya fuera si ella estuvo en un auto en el lugar equivocado y el momento equivocado, como siempre le habían dicho, o en el bosque en el momento equivocado, ella todavía se habría ido. No había ninguna justicia que la trajera de vuelta. —Ustedes... quiero decir, ¿los licántropos matan a menudo? Rafe suspiró. —Pocas veces. Se ha sabido que sucede, pero sólo muy raramente, y nunca a propósito. Al menos, no en los últimos cincuenta años desde que el castigo fue puesto en acción. Ahora prácticamente todos vamos a Alaska para aprender a controlarnos a nosotros mismos tan pronto como nos damos cuenta de que el cambio está llegando. Tu mamá fue la primera en más de cincuenta años. —Se rió con desdén—. Como si eso lo hiciera mucho mejor. Como si eso te hiciera despreciar menos a los licántropos. —No desprecio a los licántropos —dijo. —¿No lo haces? —Sorpresa se reflejaba en su rostro. —Desprecio al que mató a mi mamá —dijo, con la voz entrecortada—. De hecho, me gustaría ver su piel arrancada de su carne mientras está consciente. —Ella levantó los ojos hacia él, vio la comprensión allí—. Y justo ahora desprecio de alguna manera a Lowell. Un poco. Pero probablemente superaré eso, también, si aprende a controlarse. Pero ¿por qué odiaría una raza entera de personas basada en las acciones de unos pocos? Rafe sacudió la cabeza. —Eres una mejor persona que yo, Roja.

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—Además, resulta que estoy enamorada de uno de los licántropos... tan raro como es oírme decir eso.

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Ruby llevó sus manos a los lados del rostro de Rafe. Su mirada se cruzó con la de ella, aturdida y con preguntas.

Una sonrisa dividió el rostro de Rafe. —¿Ah, sí? ¿Algún licántropo en particular? —Sí —dijo Ruby—. El que ha sido mi mejor amigo durante el tiempo que puedo recordar. El que se fue para que pudiera hacer lo que se necesitaba para volver y estar conmigo. El que es demasiado magnífico para su propio bien. —Rafe se rió—. El que es mi alma gemela, y con el que quiero pasar el resto de mi vida molesta con mi mal humor si me deja. —¿Tantos? Esos son un montón de licántropos que amar —bromeó. Luego se puso serio—. No va a ser fácil, Rubes. Es un montón para asumir, formar parte de una familia que no es exactamente normal. No es una decisión para tomar a la ligera, renunciando a la normalidad y correr el riesgo de tener hijos que podrían convertirse en horribles criaturas en algún momento. —No estoy pidiendo facilidad —dijo Ruby—. Sólo pido que me quieras. —Ella se inclinó hacia él—. ¿Y Rafe? —¿Sí? —dijo, sonriendo feliz ahora. —Llámame Roja.

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—Te amo, Roja —dijo envolviendo sus brazos alrededor de su cintura y tirando de ella desde su asiento hacia abajo sobre su regazo mientras su boca se cerraba sobre la de ella. Ruby suspiró, agradecida de que estaba por fin en casa.

Nota del Autor

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Espero que hayan disfrutado leyendo sobre Roja y sus dos Wolfe. Pasé un poco de tiempo pensando en los nombres de la mayoría de los personajes de esta historia. Ruby Hood parece claramente evidente como sinónimo de “Caperucita Roja”, pero los nombres de la familia Wolfe son un poco más complicados, a excepción de su apellido, por supuesto. Rafe es la forma medieval del Ralph Inglés, que significa “lobo sabio”. Lowell es un apellido Inglés transferido a uso de nombre, derivado del apodo del Antiguo Francés Normando Louvel, que significa “lobo pequeño”. Ulric es la forma de Inglés Medieval del Wulfric Anglosajón, que significa “el poder del lobo”, y por último pero no menos importante, Otsana es un nombre Vasco que significa “loba”. Los nombres son una de las cosas en mis libros que me dan un poco de mayor pesar. Para los personajes secundarios pude no pasar tanto tiempo, pero para los personajes principales pasé gran parte de tiempo considerando qué apodo les colgaría. Para esta historia, estoy bastante orgullosa de los nombres que he dado a cada uno de mis personajes, secundarios incluidos.

Snow White

La muerte del padre de Blanca Nieves la ha dejado a merced de su madrastra Katarina. Katarina se preocupa por una cosa, y sólo una cosa: ella misma. Vanidosa y arrogante, ella envía a Blanca dentro del bosque para ser asesinada. Blanca logra escapar y esconderse a sí misma del asesino Hugo. Después de vagar durante días, perdida y hambrienta, se topa con Fableton, un pueblo encantado creado por Katarina para atrapar al príncipe Philip después que él la rechazó.

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¿Pero Philip está dispuesto a arriesgar la vida de Blanca para ganar su libertad? Blanca hace lo que nadie ha sido capaz de hacer antes: salir del pueblo encantado. Su única esperanza de alcanzar la libertad, no sólo para los residentes de Fableton, sino la suya propia, es derrotar a la malvada y poderosa Katarina.

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Philip no ha sido capaz de dejar Fableton durante medio milenio. Blanca Nieves podría ser de la que se dice que un hada prometió que llegaría el día cuando una chica, pura de corazón, sería capaz de romper la maldición y liberar a los habitantes de Fableton.

Cindy C. Bennett Cindy C. Bennett nació y fue criada en la hermosa ciudad de Salt Lake, creciendo a la sombra de las majestuosas Montañas Rocosas, según ella misma confiesa. “Tengo cuatro niños sorprendentes, dos muchachos, dos chicas. Estoy casada con un hombre que hace posible perseguir este sueño loco. Vivo en Utah, toda mi vida y no puedo imaginar vivir en ningún otro lugar”. Su primera publicación fue Heart on a Chain seguida por GeekGirl, que se animó a publicar a pedido de sus hijas, el manuscrito original se llamaba GeekBoy, luego Geek hasta llegar a la idea final de GeekGirl. Trabaja como voluntaria con adolescentes entre 12 y 18 años, a las que encuentra criaturas hermosas u fascinantes Cuando no está escribiendo, leyendo o respondiendo correos, se le puede encontrar condiciendo si Harley a través de los hermosos cañones cercanos a su casa “Sí, conduzco una Harley y no, ¡nunca lo sabrías al mirarme!” Por favor, visita el sitio web de la autora en:

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www.cindycbennett.com

Agradecimientos Moderadoras LizC y Mari NC

Traductoras LizC Shadowy Diante Lizzie Flochi Simoriah Otravaga Dai Mari NC

Corrección y Recopilación Mari NC

Diseño

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PaulaMayfair

¡Visítanos!

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http://www.bookzingaforo.com/

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