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Un atleta desacreditado. Un alma torturada. Un hombre traicionado. Esta NO es tu típica historia de combate. En este campo donde la fama y la gloria están en juego. Un hombre trata de encontrar la humanidad lo que una vez poseyó. Él no pelea por honor, sino por redención. Él vive por estas reglas.

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Rompe. Sangra. Lucha. Vive. Por el amor.

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Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Epílogo Sobre la autora Créditos

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Sinopsis Índice Prólogo Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12

Dedicado: A mi marido: por amarme. Todo de mí. Para mis lectores: por esperar. Todo el tiempo.

Él es mi Aquiles, También iguala a Aquiles en su rabia.

Avalea trodeau

Ella es una apuesta perfecta. Trasero perfecto, un par de tetas asombrosas. Piernas interminables.

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Milo Tanner

La mañana de navidad - 6 años de edad Traducido por Lola Irina Corregido por beatrix85

B

Milo

ee obtuvo el regalo de Navidad que deseaba otra vez. Lo que sea que deseaba, sólo lo conseguía. Justo había abierto su regalo. Sus ojos azules no podían contener su alegría y chillidos excitados de alegría escaparon de su boca una vez que vio la cocina de la Barbie. —Milo, ¡mira! ¿No es hermosa? —gritó después de que desordenadamente rompiera en pedazos el envoltorio de copo de nieve. ¿No podía haberlo abierto de una mejor forma? Santa debe haber tenido que envolver siempre de forma extraña el juego de Barbie. —Sí, es hermosa, Bee. —Asentí con la cabeza, poniendo los ojos en blanco por quinta vez. La irritante Barbie era hermosa, eso es seguro. ¿Cuántas muñecas necesitaba Bee? Todos tenían el mismo aspecto; simplemente tenía diversos conjuntos de ropa. Ella haría un desastre con ellas y yo tendría que ayudarle a guardarlas de nuevo en el baúl de los juguetes. —Milo, hijo, ven aquí. —La voz de papá era autoritaria aunque amable. Debió de haber visto mis ojos en blanco.

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Los ojos verdes de papá eran de reprimenda.

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Estaba sentado en el suelo junto a Bee, me puse de pie vadeando a través del desorden que ella había hecho con las cintas y el papel de regalo.

—Hijo, no pongas los ojos en blanco. Bellísima está contenta de abrir sus regalos. —Hoy Bee era Bellísima, ayer era Bella, el otro día Bellini. Papá tenía demasiados sobrenombres para mi hermana, Brynn. Fue difícil para mí decir su nombre cuando era más pequeña. Bee era lo más fácil. —No estoy poniendo mis ojos en blanco... —Traté de salir de eso, pero papá me dio esa mirada, la mirada de cuando sabía que estaba mintiendo. —¿Por qué? —¡Porque ella ya tiene demasiados juegos de cocina y hace un desastre con sus juguetes! —Me sentó junto a él en el sofá pequeño. Bee estaba agarrando a la Barbie en sus brazos ahora. Iba a ser su amiga por la próxima semana o dos. —¿Así es como tratas a tu hermana, hijo? ¿Poner los ojos en blanco porque tiene los juguetes que le pidió a Santa y va a hacer un desastre con ellos? —preguntó papá con desaprobación, con los ojos intensos. —No. —contesté. Papá sabía cuánto amaba a Bee. Arreglé sus juguetes, traté de pegar las piezas rotas juntas de nuevo y busqué los utensilios de cocina de plástico perdidos cuando ella los perdió, que era a menudo—. Yo sólo creo que tiene demasiados de los mismos juguetes. Papá sacudió su oscura cabeza. —Tienes los mismos juegos de trenes, muchos legos, y una colección de autos de juguetes... ¿viste a Bellísima poner los ojos en blanco hacia ti? No sé. Quizás Bee lo hiciera. —No, no lo hizo. Colocó una mano fuerte sobre mi hombro.

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—Lo que ella quiera, lo consigue, ¿bien? tú y yo... nosotros estamos aquí para cuidar a tu madre y hermana. —Sabía esto. Protegeré a mi hermana de lo que sea. Nadie le hará daño.

En su pijama rojo de Navidad y calcetines verdes, Bee se acercó a papá y a mí. —Milo, vamos a jugar. Estoy haciendo galletas hoy. Amaba fingir hornear galletas. Me hizo comer esas galletas de plástico, también. Pero por Bee, comería cualquier cosa. Apretó su mano diminuta en la mía antes de sentarse en el regazo de papá. —Papá, ¿piensas que Santa le dará a Milo el nuevo Fewwawwi que quiere? Los ojos de papá se arrugaron en dirección a Bee. —¿Por qué lo preguntas, Bellísima? La diminuta voz de Bee salió: —Porque es justo, papá. — ¿Justo? —Tengo mi deseo. Milo debería recibir el suyo también. Es mi hermano. Santa sabe que es el mejor hermano. Mi padre llegó a mi hombro y besó en la parte superior de mi cabeza. —Correcto, Bellísima. Milo es el mejor hermano. Estoy seguro de que Santa lo tiene en la lista de los buenos. Bee se inclinó para sacar mi camisa. —¿Escuchaste, Milo? Sé que Santa te dará un Fewwawwi. Oré por ti, lo sabes.

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No había abierto ninguno de mis regalos de Navidad aún. Estaba esperando a mamá para salir y unirse a nosotros en la sala de estar. Ella estaba terminando de hornear mis galletas favoritas de chocolate.

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Los ojos de Bee brillaban como el ángel de la Navidad destellando en la parte superior de nuestro árbol. Oró por mí, así podría tener el modelo Ferrari 458 Italia, que estaba en lo alto de mi lista de deseos de Navidad. Ella no era egoísta. Era la hermana más genial que puede existir.

Una vez que mamá estuviera aquí y tuviera mis galletas y leche, los abriría. No como mi hermana. Ella era impaciente. Tan pronto como nos despertábamos, corría hacia el árbol de Navidad, y cuando mamá y papá dieron el pistoletazo de la señal para abrirlos, casi pisó los otros regalos que rodeaba el árbol blanco de Navidad para que pudiera llegar a los regalos con la "B” gigante en ellos. Sabía que todos esos eran de ella. —Está bien, ¡es el momento para los regalos! —Mamá entró con el recién horneado grupo de galletas de chocolate en un plato, junto con un pequeño vaso de leche para mí. Llevaba su pijama de Santa que mi padre le había regalado hace unos años. Sus ojos azules brillaban mientras se acercaba hacia nosotros tres. Cogí una galleta y me entregó el vaso de leche. —¿Cómo están las galletas? —preguntó, sentándose a mi lado, mientras me atraía para un abrazo. —Son las mejores, mamita. —Sonreí. Mamá siempre horneaba mis galletas favoritas. Incluso las había decorado con un copo de nieve de chocolate que acompañaría a las galletas de azúcar que a menudo horneaba para Navidad. —Hijo, ¿quieres abrir tus regalos ahora? —preguntó mi padre. Bee aplaudió y tiró de mi mano. —¡Vamos! ¡Quiero ver tu Fewwawwi! —Estaba bastante segura de que lo tenía.

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Mamá y papá miraban mientras Bee buscaba mis regalos. Después de desenvolver un conjunto de lego de la tía Margie, cuidadosamente procedí a abrir el regalo grande rojo con de rayas blancas. Eché un vistazo encima de mamá y papá, ya que miraban, con sus ojos brillando vibrantes como la estrella gigante de plata en la parte superior de nuestro árbol.

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Mi corazón palpitaba. Realmente quería el único en su tipo rojo. Tenía eje de dirección izquierda y derecha y un tablero con múltiples frecuencias. Tenerlo completaría mi colección de coches clásicos.

Mamá preguntó, con las manos apretadas a las de papá: —¿Lo tienes, hijo? ¿Santa te dio lo que deseabas? Me acordé de las palabras tristes de mi compañero Roy antes de las vacaciones de Navidad. “Eres tan afortunado. Tus padres están juntos. Mi mamá y mi papá ni siquiera pueden soportar estar en la misma habitación dos minutos antes de que ellos empiecen a pelear”.

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Al ver el amor entre mis padres y la sonrisa que iluminaba el rostro de Bee, sabía que Santa me daba siempre lo que yo más quería. Mi deseo invariable. Los Porsches vienen en diferentes colores y tamaños. Los Ferraris vienen y van. Pero lo que yo deseaba cada año estaba aquí mismo en esta habitación. Mi hermana. Mamá. Papá. Todos juntos. Mi familia.

Traducido por Apolineah17, Lola Irina & Tara_annie Corregido por beatrix85

—S

Ava ra. Troudeau, estaremos cuarenta y cinco minutos.

aterrizando

en

Escuché a Kathy, la azafata del vuelo, tratando de despertarme de mi sueño. Había pasado un tiempo desde que había dormido tanto en un vuelo. Estuve despierta durante las primeras cuatro horas y media del vuelo, respondiendo correos electrónicos, sincronizando mi agenda en mi Blackberry y poniéndome al día con Brynn. Lo último me tomó más tiempo y trajo calidez a mi corazón. Mi mejor amiga desde primer grado, Brynn, está ahora felizmente involucrada en un caliente e intenso romance con el nadador más ardiente del mundo. A juzgar por las risas de mi mejor amiga, el talento de Kieran se extiende mucho más allá de la piscina olímpica. Mi Brynnie se lo merece. Había pasado por tantas cosas en la vida que ya era hora de que alguien le diera el amor y el cuidado que legítimamente se merecía. Me enderecé, lentamente desenvolviéndome de la manta azul de cachemira que cubría mi pijama. Una de las mejores cosas de viajar en los aviones de mi padre era que podía vestir, comer y prácticamente hacer lo que quisiera.

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—Kathy, ¿Daria dijo algo sobre lo que se supone que debo vestir esta noche? —pregunté mientras ella levantaba la persiana de la ventana frente a mí. Era la rutina tener las persianas arriba durante el despegue y el aterrizaje, y Kathy sabía que me encantaba ver la vista en todo momento.

Daria era mi asistente, compradora personal, dama repartidora de pizza y, a veces, confidente. Es la mujer que organiza mi armario, me dice qué diseñador vestir para cada evento y se asegura de que tenga suficientes Tic-Tacs1 de naranja en mi bolso a juego para que me duren todo el evento. Kathy se dejó caer en la silla delante de mí. —Mencionó a Lisa Kincade para esta noche, Sra. Troudeau. ¿Lisa Kincade? Oh, el de color oro. Hmm. Esta noche tiene que ser especial. Pensándolo bien, Daria sonaba híper-alerta e incluso me pidió que me pusiera maquillaje extra esta noche cuando hablé con ella antes de abordar el avión. Parecía particularmente mandona, asegurándose de que llegara a tiempo a Las Vegas y casi tuvo un ataque de histeria cuando Jose, el chofer de la limusina, hizo un giro equivocado en el camino hacia el aeropuerto De Gaulle en París. ¿Era porque esta noche es la apertura de la nueva empresa que mi padre había estado tratando de levantar y poner en marcha durante los últimos dos años? Había estado en tantos eventos para papá que la mayoría del tiempo ni siquiera recordaba para qué eran. Por suerte, tenía a Daria a mi disposición para recordármelo y ponerme al tanto de los detalles. Poco a poco me levanté del asiento. Podría haber dormido en el dormitorio privado, pero me gustaba hablar con Kathy. Me entretenía con las historias de sus hijas de diez y dieciséis años. Las había conocido en persona y eran unos amores. Tenían la encantadora personalidad de su madre y sus adorables ojos azules. Kathy era una madre soltera cuyo esposo la abandonó cuando las niñas tenían dos y ocho años respectivamente. Era una mujer muy trabajadora y la respetaba más por criar a dos maravillosas niñas solas.

Tic-Tacs: caramelo fabricado por el confitero italiano Ferrero. Son vendidos en pequeñas cajas transparentes plásticas con una tapa de acción de capirotazo.

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—Sra. Troudeau, ¿le gustaría otra copa de champán? —Kathy caminó por el pasillo para que yo pudiera comenzar a prepararme para el evento de esta noche. Tan pronto como aterrizáramos, tenía

exactamente veinte minutos para subirme a la limosina, ser informada por Daria, y enfrentarme a los paparazzi. —Kathy, ¿cuántas veces te he dicho que me llames Ava? —Dios, ella de verdad tenía que dejar de llamarme Sra. Troudeau. Casi todo el mundo me llamaba así. Era exasperante a veces y me hacía sentir más vieja de mis veinticuatro años. Dejó escapar una risita. —Sabe que sólo tengo buenas intenciones. Usted es la Sra. Troudeau, y debo mantener un semblante de profesionalidad a su alrededor. —Vamos, Kathy, mi padre no está aquí. —Cuando mi padre estaba alrededor, todos actuaban y lucían lo mejor. Era un hombre con el cual no meterse. Exigía, no, obligaba a todos a su alrededor a actuar y lucir su parte. No había lugar para excusas; las disculpas no eran más que ocurrencias tardías. Dándole una última mirada antes de que entrara en uno de los dos dormitorios privados del avión que consideraba como mío, dije entusiastamente: —Gracias por la oferta, pero es mejor no arriesgarse. Necesito mi ingenio completo esta noche antes de que le diga algo inapropiado a la prensa. Ahora, a mitad del camino hacia el interior del dormitorio, grité:

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Una vez, me quedaba una barra de chocolate sin abrir en mi bolso que le ofrecí a Alissa, la hija menos de Kathy, y a ella le había gustado demasiado. Agarré la barra de chocolate de Suiza en el aeropuerto de Zurich, sabiendo que le ocasionaría una obsesión a Alissa. Desde entonces, tenía una entrega rotativa trimestral en la casa de Kathy. Alissa había sido diagnosticada con un extraño trastorno neurológico de origen desconocido, y le causaba graves convulsiones en momentos inoportunos, haciéndola una candidata menos indicada para el

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—Puedes seguir llamándome Sra. Troudeau, Kathy, pero no puedes evitar que le siga enviando a tus hijas sus barras de chocolate favorito de Suiza.

transporte aéreo. Era lo menos que podía hacer por alguien tan dulce como ella y por una madre que, obviamente, cuidaba muy bien de sus hijas. Estaba pensando en preguntarle a Tina, la hermana mayor de Alissa, por su lista de deseos para Navidad. El año pasado, un Santa secreto les regaló un nuevo centro de entretenimiento que resultó noser-tan-secreto después de todo, porque los chicos de la entrega me delataron. Kathy quería devolverme todo porque dijo que era demasiado. Le resté importancia y le informé que se trataba de una venta de último minuto y que, por lo tanto, no era reembolsable. Ella, por supuesto, me lo agradeció efusivamente, a lo cual le tuve que ponerle fin amenazándola con despedirla si seguía dándome las gracias. Sin embargo, nunca la despediría. Era una de las empleadas más leales de mi padre. Se merecía una medalla por soportar sus estándares tan altos y poco razonables. Abriendo mi armario, saqué el vestido dorado de seda de la nueva colección de otoño de Lisa Kincade. Lisa se estaba convirtiendo rápidamente en mi diseñadora favorita. Sus colecciones hablaban con el cuerpo de una mujer, las curvas, el plisado, el tejido, los detalles. Este no era una excepción. La sensación de la seda era celestial, pero los pliegues entrecruzados en el corpiño y la falda añadida le daban un toque místico al conjunto. La apropiada y ligera silueta en línea A era muy interesante. Por lo general, los vestidos como estos eran más ceñidos que una línea A; de ahí mi creciente admiración por Lisa. Era una persona que tomaba riesgos, una nueva fuerza en la industria de la moda. Tenía que asegurarme de mandarle un mensaje de texto después sobre lo que sentía por su vestido.

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—Señorita Troudeau y Kathy, en pocos minutos estaremos aterrizando en el Aeropuerto Internacional de McCarran. La hora local es de las 6:22 p.m., y la temperatura es de 22 grados. Para su seguridad y comodidad, les pido que por favor permanezcan sentadas con el cinturón de seguridad abrochado hasta que se apague la señal de cinturón de seguridad puesto. En nombre de Troudeau Enterprises, me gustaría agradecerles por acompañarnos en este viaje —anunció Peter, el piloto, por los altavoces el avión.

Volví a sentarme en el asiento junto a la ventana y me puse el cinturón de seguridad. Después de años de volar, sabía qué medidas de seguridad tomar durante el aterrizaje. Aun cuando nadie más estaba mirando. —Y, señorita Ava, diviértase esta noche. —Sonreí ante la cariñosa voz de Peter en los altavoces. Era un piloto retirado de la Fuerza Aérea y había sido el piloto personal de mi familia durante varios años. Los copilotos alternaban entre Adam y George, pero Peter era el capitán de la tripulación. Miré por la ventanilla de cristal. No miraba las ventanas durante los despegues. Pero los aterrizajes no me los podía perder. Cuando un avión aterriza, me recuerda que estoy aquí, en mi destino, lista para salir y encontrarme con el mundo de nuevo. Volar nunca había sido mi cosa favorita. ¿Quiénes querrían tener sus vidas a merced de un piloto, un ser humano, una persona que se podría quedar dormida en la cabina de mando o tener una pérdida momentánea del juicio y olvidarse de cómo girar un botón, un mando o las instrucciones sobre cómo aterrizar un avión? Definitivamente, yo no.

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Inclinándome hacia adelante en el asiento, arreglé mi pijama con la mano derecha. Para algunos, Las Vegas era el símbolo de la opulencia, la realización de los deseos y de los placeres ocultos. Es una ciudad en donde los sueños se pueden cumplir y las promesas se pueden romper. Es el lugar donde las luces nunca parecen apagarse y la diversión nunca muere. Las Vegas, con sus 218.55 kilómetros cuadrados de

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Las luces brillantes del horizonte de La Vegas estaban en plena exhibición esta noche. Los altos edificios, la congestión de tráfico, las vallas publicitarias de colores; podía verlas claramente desde el avión mientras flotaba en el aire. Las Vegas era la ciudad del pecado y de las maravillas. Es un lugar en el que uno puede perderse y disfrutar de los placeres que podrían ser desconocidos, pero que habías anhelado. La extravagancia evidente en cada hotel, la abundancia de diversos tipos de comida de muchas cocinas diferentes, la decadencia de los programas de entretenimiento, la idea preconcebida de que todo lo que pasa aquí, se queda aquí, estas son las cosas que Las Vegas representaban.

tierra, era una vista gloriosa de noche. Y un hombre era el responsable de mantener toda esa gloria intacta. Un hombre que tenía a la ciudad en la palma de su mano desde que se había mudado aquí hace treinta y cinco años. Era el dueño de un setenta por ciento de todos los lugares de entretenimiento, casinos y restaurantes. Era conocido por el mundo como Maxwell Troudeau. Yo lo conocía como mi padre. *** —Ava ¡te ves hermosa esta noche! ¿Quién te vistió? —Kelsey Cameron, ex Miss Adolescente EE.UU, ahora corresponsal de noticias de entretenimiento de Hollywood Tonight, planteó la pregunta después de que caminé la corta alfombra roja alineada con las celebridades hacia la entrada de la última aventura empresarial de mi padre. Sonriéndole y mirando a la cámara, respondí: —Este vestido asombroso es de Lisa Kincade. Ella se está convirtiendo en una nueva favorita. Y mis zapatos son de Louboutin. —Siempre le di crédito a los diseñadores que me enviaron la ropa, zapatos y accesorios para usar. Ellos eran lo suficientemente amables para dejarme vestir sus creaciones, y esto era un pequeño favor, mencionar sus nombres delante de la prensa. Los ojos azules de Kelsey brillaron. —Siempre te ves preciosa, Ava. ¿Cómo lo haces? Le di una pequeña sonrisa.

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Lo que ahora estaba viendo era la maquillada Ava, toda glamurosa y lista para llevarse el mundo. Apliqué sombra de ojos con brillo extra y una crema base color crema a mis párpados y bronceador a mis mejillas para complementar el vestido. Mi cabello estaba más allá de mis hombros después de sostenerlos a los lados con los pasadores de

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—Gracias. Eres tan dulce. —Si sólo supiera como me veía más temprano en mi pijama y el pelo desordenado antes de bajarme del avión, podría haber cambiado su opinión acerca de su cumplido.

cabello de diamantes de mi madre. Para los labios, usé un brillo de labios de color rosa tintado para un toque de color.

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El público me amaba, y yo amaba estar en frente de la cámara. Debajo de las lentes de aumento, las luces brillantes, el ajetreo y el bullicio de múltiples entrevistas ocurriendo, estaba en casa. En frente de la cámara, brillaba, florecía y crecía. Me divertía mucho con esto. Amaba estar en el centro de todo esto. Me gustó la sensación de que pudiera hablar y alguien me escucharía, aunque no les respondí directamente. Me enorgullecía de mi misma de conocer que en las entrevistas habituales de quince a treinta minutos, estaba continuando el legado de mi madre. Este era su mundo. Un mundo en el que ella era la más hermosa, en su gloria, hasta que lo conoció. Mi afición por ser fotografiada, mi deseo de sonreír frente a las cámaras y mostrar mi cara y cuerpo, lo saqué todo de ella. Pero había una cosa que me fue trasmitido desde la otra mitad de mi ADN. Los ojos grises únicos que

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Afortunadamente, fui bendecida con los buenos genes de mi madre. Las revistas se han referido a mi cara como esculpida por los mejores pintores; los pómulos altos, las cejas arqueadas, labios suaves y regordetes. No tenía nada que ver con eso. Esos rasgos los heredé de mi madre, la mujer que lanzó mil revistas e impulsó la popularidad de los trajes de baño de dos piezas para el mundo. Mis 178 cm y mis 65 kilos también fueron un generoso regalo de mamá. No tengo que hacer ejercicio para mantenerme toda delgada y firme. Tenía un metabolismo rápido por naturaleza. Sólo amaba hacer ejercicio de todos modos. Mi cara, mi cuerpo, esas fueron las razones por las cuales yo era el representante de los medios para las empresas de mi padre. Desde que cumplí dieciocho años, mi padre requirió mi presencia en Empresas Troudeau patrocinando eventos. Mi padre tenía una reputación de ser un duro, un hombre difícil, muy a disgusto de sus inversores. Desde que me convertí en la cara de la empresa, el público ha visto a su empresa bajo una nueva luz, una que era más accesible y que podía ser confiable. Él ya era un hombre consolidado, pero con menos de un año de mi presencia ante las cámaras, asistiendo a los medios de comunicación y eventos de caridad, el valor de las acciones de la empresa que construyó desde cero se había cuadruplicado en activos.

pueden cambiar desde tener toques de amarillo y azul hasta casi ónix negro, dependiendo de mi estado de ánimo, era la única cosa que me diferenciaba de mamá. Lo obtuve de mi padre. Maxwell Troudeau era el hombre detrás de la empresa Vegas de mil millones de dólares que construyó cuando era un estudiante universitario francés hambriento décadas atrás. Pero Avalea Troudeau, sí, yo, era la cara que trajo a miles de inversores a bordo cuando la empresa se encontraba al borde de la quiebra. Podríamos compartir el mismo ADN y el mismo color de ojos, pero éramos tan diferentes como el día y la noche. Hace años, yo habría dejado su ala, volado del nido, y encontrado mis propios pasos. Sabía que iba a tener éxito en esto, también. Tenía los mismos poderes de persuasión y carisma que él poseía, juzgando por los millones de visitas en las redes sociales cada vez que me ponía una nueva tendencia de la moda. Hace años yo habría estado libre de su agarre. Pero eso fue en ese entonces. Esto era ahora. Ya no tenía el as en las cartas. Él tenía un As, Rey, Reina, Jota y el diez del mismo palo. Una escalera real en el mundo del póker, donde comenzó su carrera, la raíz de donde su imperio creció. Él tenía todo el poder ahora. Él la tenía. *** Antes de entrar a las puertas magníficas del hotel Exclusive, tomé una respiración profunda y lentamente la solté. Este era el hotel más nuevo añadido a las inversiones de mi padre. Después de terminar con más de diez entrevistas y posar para más fotos, era hora del espectáculo. Tiempo para mí para levantar mis barreras y afilar mis entrañas.

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—Está bien, Daria. —Le aseguré—. Por cierto, te ves muy bien esta noche. —Estaba usando un vestido rojo de tafetán que acentuaba su

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—Él ya está aquí. —La voz de Daria me trajo de vuelta al presente—. Te está buscando. Daniel me llamó mientras estabas conversando con el presentador de las noticias de People.

figura voluptuosa y le di un cumplido a su piel tono oliváceo. Su piel tono de Costa Rica era algo que yo mataría por tener, ella nunca tendría que broncearse mientras mi piel clara quemada parecía de un rojo anaranjado irritante cuando estaba al sol durante más de treinta minutos. Me di la vuelta y la miré, apretando su mano izquierda. —Está realmente bien. No es como si no lo hubiera hecho antes. —Lo hacía, pero había sido un tiempo. Él no ha tenido la obligación de asistir a eventos públicos durante casi un año. Este nuevo proyecto de empresa debe ser muy especial para él. —¿De qué va este, de todos modos? —pregunté, manoseando con la solapa de mi cartera adornada con brillo cristalizado. Con los cientos de eventos que asistí en un año, sólo iba con la corriente. No hice más preguntas. Sólo me presenté y me mezclé. Mientras estaba fascinada por estar frente a las cámaras, no tenía ningún deseo de conocer a personas que eran tan falsas como sus pechos de silicona y mejillas implantadas de Botox. Fue difícil conocer individuos genuinos en este mundo, la mayoría de ellos se hizo amigos míos porque era la hija de Maxwell Troudeau. Había aprendido eso después de muchas lecciones. —No estoy segura —respondió Daria, sacudiendo su cabeza mientras presionaba los botones del ascensor—. Daniel fue evasivo en eso. Sólo dijo que tu padre te desea aquí. —Su teléfono sonó de nuevo. Había estado sonando sin parar desde que la encontré en el lado antes de que yo pisara la alfombra roja. Cuando estoy con Daria, no contesto mis llamadas. A menos que sea Brynn o Naomi. Ellas sabían dónde contactarme, y Daria parcharía a través de mí en menos de un latido.

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—¿Llego tarde? —pregunté en voz alta mientras comprobaba mi reflejo en los espejos en frente de mí.

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—¿Daniel está siendo evasivo? Eso no es nuevo. —Puse los ojos en blanco cuando entramos en el ascensor. La mayoría de los invitados debía estar en el piso 55 ya. Por lo general, no habría otras personas con nosotros, deambulando, corriendo hacia los ascensores. ¿Tal vez llegamos tarde?

Daria, que estaba ocupada enviando mensajes de texto en su teléfono, levantó la cabeza, y sus ojos color avellana mostraron desacuerdo. —No, Daniel dijo que estaría aquí a las ocho. Apenas son las 7:50. Llegamos a tiempo. No voy a dejar que llegues tarde. Sé cómo es tu padre. Oh, yo también lo sabía. Odiaba a las personas que no llegaban a la hora señalada. Valoraba su precioso tiempo. Cada segundo contaba y cada minuto que pasaba era una oportunidad perdida si llegabas tarde. Este era uno de sus principios básicos. Junto con los espejos impecables, la combinación única de aromas de nardo y de pera, y la abundancia de logotipos de Empresas Troudeau en cada uno de sus hoteles. Esos eran innegociables. El botón del ascensor se iluminó en el número 55. Daria alcanzó mi hombro y me dio un abrazo de costado, mi bolso interponiéndose en el pequeño espacio entre nosotras. —Está bien, chica2. Eres más fuerte que él. Sólo avísame si me necesitas, ¿de acuerdo? Le regalé una pequeña sonrisa. Cuando me llamaba chica siempre me hacía sonreír. Me hizo recordar que soy una mujer poderosa. Agarré los Tic-Tac de naranja de mi bolso, abrí la pequeña parte superior del envase y metí diez piezas de la calidad naranja en mi boca. El sabor a menta refrescante me tranquilizó. A medida que mis zapatos rojos de siete centímetros golpeaban la parte exterior del ascensor, mostré mis dientes a Daria, a sabiendas de que le dio un poco de alivio cuando mis músculos faciales se pusieron en posición vertical y proclamé:

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Chica: en español original.

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Odiaba ese nombre. Princesa. Era absurdo y cliché. ¿Tenía una tiara flotando alrededor de mi cabeza? ¿Quién me había elegido para ser la

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—Sé que soy fuerte, Daria. Soy más fuerte ahora. Entremos y mostrémosles cómo lo hace la "Princesa de Las Vegas”. —Las comillas en el aire que añadí le dieron enfasis.

Princesa? No me gustaba Barbie cuando era una niña. Odiaba las tiaras, los ponis y a Cenicienta aún más. Simplemente ridículo. Las risas de Daria duraron unos pocos segundos hasta que llegamos a la entrada del salón de baile. Que comience el juego, Ava. Hora del espectáculo. *** El aire de la habitación se jactó de egos y orgullo. El diseñador se superó a sí mismo con la decoración, la sobria elegancia de púrpura, oro y evidentes tonos negros en las paredes de espejos y paredes pintadas trajeron la sensación de lujo y sofisticación sin ser descaradas sobre ello. La habitación cuadrada de 2286 m, la habitación más grande en este hotel, proporcionaba el espacio abierto para un evento de alto perfil como este. Me mezclé con algunas celebridades en ascenso, un miembro de una banda de chicos, un actor recién divorciado y un fundador de un sitio web. Al mirar alrededor, empecé a notar algo extraño en este lugar. Había estado en muchos eventos, pero éste traía una sensación extraña. Me devanaba los sesos tratando de averiguar qué era. Cuando un camarero que sostenía una bandeja de champán pasaba, conté el número de invitados. Fue fácil porque no había tantos. Setenta y dos. La habitación se sentía diez veces más grande de lo que era a causa del pequeño número de invitados. Vi a más mujeres antes, en la planta baja, cuando estaba caminando a través de los medios de comunicación reunidos junto a la entrada del hotel.

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La mayoría de los invitados eran hombres. Eran una combinación de viejos y jóvenes, en sus trajes, relucientes zapatos de vestir y brillantes gemelos. Podía contar el número de mujeres con mis dedos. Conocía a la mayoría de ellas. Con algunas no estaba familiarizada.

Me di cuenta de esto mientras estaba hablando con el senador Joe Civens, cogí el final de nuestra conversación, estaba pidiéndome que planeara un día de golf con su hija, Marie. Asentí con la cabeza y estaba a punto de disculparme cuando, desde mi visión periférica, le vi levantar su dedo índice derecho, una señal clara de que él me estaba esperando para saludarlo. —Voy a llamar a Marie —le contesté al Senador de California. Era un tipo encantador. Era una lástima que su hija fuera una rubia tonta que no podía mantener las piernas cerradas, ni aunque fueran clavadas firmemente con un martillo. La llamaré cuando tenga noventa años y el mundo haya entrado en un auténtico apocalipsis. Él era una cabeza más alto que yo, más alto que la mayoría de los hombres en la asistencia. Mientras me acercaba a él, coloqué dos de mis dedos por mi oído derecho y presioné sobre el pendiente del pequeño diamante que lo adornaba. Llevaba una negra chaqueta de solapa muesca con una camisa negra debajo de ella, todo hecho a medida por su diseñador, Emilio. Sus ojos grises se apuntaron a mí, el lado derecho de su boca se levantó, su voz de mando cuando dijo: —Señores, ¿se acuerdan de mi hija, Ava? —Hola, padre. —Le di una pequeña inclinación de cabeza en señal de reconocimiento. A los dos hombres con los que estaba conversando dije:

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Emmett, el único hijo de Melinda y Bob Powers, era un atractivo espécimen masculino de pelo rubio y ojos azules. Cuando éramos niños, era uno de los chicos con los que me juntaba, especialmente cuando mi mejor amiga, Brynn, fue confinada en el hospital durante un año. Escuché que recientemente se graduó en la Escuela de Derecho de Columbia y estaba decidido a seguir las aspiraciones políticas de su padre.

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—Encantada de verles de nuevo, Emmett... Senador Powers, por favor, dígale a su esposa que todavía estoy embelesada con las piezas de arte que envió para Navidad.

La mirada de Emmett se quedó en mí mientras hablaba, su voz más profunda, como la madurez en sus ojos. —Ha pasado mucho tiempo, Ava. Te ves hermosa. Mis mejillas se calentaron ante el cumplido. Este era el chico con el que jugaba al sudoroso fútbol, intercambié saliva por subir a su nueva moto, y el que limpió mis lágrimas cuando me sentía triste por Brynn. Estaba todo crecido ahora. Y en este momento, me miraba como si yo fuera el helado de fresa en un cono de oblea cubierto de chocolate que había pagado diez dólares de más cada vez que le traje uno. Su madre era extremamente estricta, y los azúcares y los dulces no se permitían en su casa. Fue bueno que fuéramos vecinos, porque yo llevaba las fichas y me convertí en su distribuidor de helados. La voz de mi padre interrumpió mi flashback de la infancia. —Ava, ahora que Emmett está de regreso en la ciudad, tal vez puedas mostrarle los alrededores, ponerle al día sobre lo que ha cambiado desde que se mudaron a Washington DC, y darle un recorrido por nuestros hoteles, ¿tal vez incluso acompañarlo a los nuevos espectáculos? Detecté un atisbo del intento de casamentero de mi padre. Nunca ha hecho esto antes. Por lo menos no de una manera abiertamente descarada como esta. —Por supuesto. —Sonreí, esta vez genuinamente. Emmett era un buen tipo, un amigo de la infancia. Tenía ganas de ponerme al día con él. El Senador Powers tenía una gran sonrisa en su rostro mientras observaba el intercambio entre Emmett y yo. Por el rabillo de mi ojo, vi a Daniel, la haitiana mano derecha/guardaespaldas/asistente de mi padre, acercándose a nosotros.

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—¿Qué has estado haciendo, Ava? —preguntó la profunda voz de Emmett. Sus ojos azules eran de un tono más oscuro. Si me acordé

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—Discúlpenme —dijo mi padre, ya poniéndose a un lado mientras Daniel le susurraba algo al oído.

correctamente, tenía un profundo hoyuelo que aparecía en el lado izquierdo de su boca cuando estaba bromeando. —Oh, ya sabes... sólo ocupada siendo Miss Princesa de la sociedad. — Bromeé, ahora sintiendo el dolor de los altos zapatos de plataforma que llevaba. Ojalá encontrara una silla pronto. Ugh, odiaba cuando eso sucedía. —Odias que te llamen "princesa", por lo que sé que estás mintiendo. — Los lados de su rostro se arrugaron, su hoyuelo ahora por fin haciendo una aparición. Dios mío, estaba desplegando todos sus encantos. El Senador Powers se unió. —No la has visto en años, y sin embargo pareces recordar mucho acerca de ella, hijo. —El pequeño vaso de líquido oscuro que sostenía era ahora bajado a su lado. Emmett levantó una ceja. —Me acuerdo de todo lo relacionado con Ava, papá. Es difícil de olvidar a una hermosa chica. Si pensaba que flirteaba conmigo antes, olvídalo. Ahora sabía que estaba realmente flirteando. —Umm... —Antes de que pudiera pronunciar otra palabra, mi padre apareció a mi lado, diciendo: —Todo está listo. Tenemos que irnos ahora. ¿Ir? —¿Adónde? —pregunté, mis cejas fruncidas. La gran mano de mi padre sujetó mi brazo. —Al evento principal, Ava. La razón por la cual todo el mundo está aquí.

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Emmett respondió de manera casual

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—¿Evento principal? —La confusión perceptible en mi voz.

—Noche de lucha, Ava. ¿No te lo dijo tu padre? El agarre de mi padre se tensó sobre mí mientras me guiaba por el camino a una pequeña entrada, con poca luz. ¿Noche de lucha?

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Voy a vomitar.

Traducido por Lililamour y flochi Corregido por beatrix85

S

Milo e ha dicho que las vidas de todos están predestinadas. Desde el momento de la concepción, tu plan de vida ya ha sido trazado. Se llama destino, suerte.

Bueno, yo digo, a la mierda eso. Pensé que mi destino era ser nadador. Un atleta olímpico. Un atleta de clase mundial. No dije eso sólo porque lo estuviera inventando. Tenía para respaldar eso, cuatro medallas mundiales de oro, ocho medallas mundiales de plata, veintiocho trofeos de natación y medallas conseguidas desde que tenía diez años. Llévame a la piscina y te mostraré cómo se supone que debe hacerse un nado de mariposa, cómo una brazada es complementada por un maestro, y cómo ganar las jodidas competiciones de natación.

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Sea cual sea el destino en el que pensé, cualquier cosa que soñé desde que tenía ocho años hasta ahora, todo se fue por el caño. Nunca se volvió a ver. ¿Mis medallas de natación? Se fueron. ¿Mis resultados de natación? Todos superados. ¿Mis patrocinadores? Fuera. Han pasado seis meses desde que ocurrió. Seis meses de no hablarle. Seis meses de evitar sus llamadas y sus correos. Seis meses de distanciarme de la

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¿Esa cosa de mierda de la predestinación? ¿Esa cosa del destino? Es para esos idiotas idealistas que creen que el mundo estaba hecho de los siete colores del arco iris, que todos en el mundo son amables y de buen corazón; esa mierda, básicamente, no apestaba. O que tu propia familia, tu sangre, nunca podría traicionarte.

única persona en el mundo que podría hacerme cometer un acto tan atroz. Después del escándalo que provocó olas de tsunami en el mundo de la natación, cientos de periodistas y personal de los medios querían preguntarme por qué. Colgué todas las llamadas telefónicas, decliné todas las invitaciones de los medios de comunicación, y le dije no a todo tipo de noticias exclusivas. Podría ser un hombre sin honor, como ella me llamó, pero no iba a mentir. Si tuviera que responder sus preguntas: "¿Por qué lo hiciste?" "¿Qué te hizo hacerlo?" "¿Te arrepientes de hacerlo?" Sabía que mi respuesta sería cada vez: creí que lo estaba haciendo por ella. Mi hermana, el único miembro de la familia que queda, mi propia sangre, la niña, la mujer, la persona a la que estaba atado desde que era sólo un pulso latiendo en el vientre de mi madre. Sí, pensé que lo estaba haciendo por ella. En cambio, ella ahora me veía como la mitad del hombre que era, no el querido hermano con el que creció amando y mirando hacia arriba. Me gustaría poder retractarme. Pero no hay retractos, ni nuevas oportunidades, ni empecemos de nuevo. Es por eso que estoy en esta situación ahora. *** ¿Podría este tipo ser más estúpido? Mierda. Eso dolió. Tal vez no es tan estúpido.

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El misterioso presentador, de quien cuya voz fue la única cosa que oí en este cubo de cristal, presentó antes a éste descomunal hijo de puta

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El golpe a mi lado izquierdo se sintió como si rasgara mi riñón izquierdo. Esta maldita bestia, quien parece empapado en aceite y loción bronceadora, se las arregló para colar un golpe en mi costado mientras yo estaba ocupado tratando de averiguar su próximo movimiento. Ya había echado su cuerpo al suelo dos veces, la última vez sonó como si se hubiera quebrado la espalda, el cuerpo se estrelló contra la pared, pero todavía seguía de pie.

como Igor “El Ruso” Goric. No había visto a los otros peleadores. Nos mantenían lejos los unos de los otros la mayor parte del tiempo desde que firmamos tres meses atrás. Escuché de uno de los entrenadores, cuando estaba entrando al gimnasio hace un mes, que había un total de dieciséis combatientes. Algunas de sus identidades eran un misterio para mí. Sólo sabía una cosa, todos éramos atletas caídos en desgracia en cada uno de nuestros respectivos deportes. Las sesiones de entrenamiento habían sido programadas de manera individual. Yo no sabía si alguno de ellos tenía entrenador. Yo no lo tenía. Ellos, la compañía, ofrecieron contratar un entrenador para mí, pero me negué rotundamente. No necesitaba a nadie diciéndome cómo entrenar, cómo pelear, cómo ponerme de pie después de ser golpeado sin descanso. Pelear no era un deporte. Pelear era cuestión de supervivencia. De los más aptos. De los más fuertes. Del hombre que es el más decidido a no ser mutilado, o morir. Igor se precipitó hacia mí, bailando, golpeteando con los pies como un Rey del Tango. ¿Qué le pasaba a éste tipo? En un minuto me estaba golpeando, al siguiente estaba saltando sobre sus piernas como un concursante en ese jodido show de baile. ¿En serio? ¿Este tipo piensa que puede jugar conmigo? Parece que se está preparando para el éxito, por la forma en que sus cejas están relajadas ahora, cuando antes formaban una sola después de que lo golpeé en el oído izquierdo, haciendo que la piel se rasgara y que la sangre se derramara; la soltura de sus puños envueltos en el material elástico de nylon y algodón blanco untado con un poco de mi sangre; y por la sombra de una sonrisa formándose en su arrogante cara.

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Cuando se abalanzó sobre mí otra vez, giré el cuerpo hacia la izquierda, dejando su golpe en el aire, en el espacio que mi cabeza ocupaba hace sólo un segundo. Levanté mis puños en alto, golpeando, perforando en el objetivo, moviendo todo mi cuerpo, poniendo todo el peso en el golpe a su estómago. Le oí jalar aire mientras le lanzaba otro golpe a su hombro izquierdo. Esta vez usé mi torso tanto como fue posible para hacer girar el golpe desde mis hombros. Mis entrenadores de natación me habían dicho que mis mayores activos eran mis hombros. En

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Este hijo de puta se iba a hundir.

natación, los músculos de mi hombro me permitieron nadar de manera eficiente y minimizar mis brazadas. Ahora, estaba usando esos mismos músculos para entregar los golpes que arrojaron la cabeza de Igor de un lado a otro, casi 180 grados de rotación. Vomitó sangre, pero a menos que pulsara en el botón grande y rojo en su lado del cubo, entonces la pelea no había terminado. Gruñó algo en ruso. Probablemente diciendo en voz alta mi nombre en admiración. Dando un paso adelante, extendí mi puño izquierdo en toda su longitud, levantando mi hombro izquierdo para apuñalarlo con un golpe en la mandíbula derecha y luego rápidamente seguir con un derechazo cruzado hacia el lado izquierdo de la mejilla. Igor ya no sonreía; en lugar de eso parecía que estaba apenas listo para pasar la noche. Antes parecía que se estaba vistiendo con la victoria, y ahora se estaba envolviendo con su fracaso.

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Igor ahora se retorcía, con las manos fuertemente apretadas alrededor de su cintura y apenas podía ponerse de pie sobre el gigantesco logotipo octagonal de Troudeau Enterprises en medio de los relucientes pisos blancos. Si yo fuera él, me quedaría abajo. El aumento de la temperatura caería sobre él pesadamente. Cuando hay un descenso de temperatura, el calor se transfiere por conducción, lo que significa que todas sus reservas de energía se agotarán, y no será capaz de enfriarse por sí mismo, creando escenarios más cabrones para él. Sí, en mi otra vida, soy ingeniero mecánico. Fui un ingeniero mecánico, debería decir. Tras el escándalo, ninguna compañía respetable quería contratarme. Mi antiguo jefe, quien solía ser mi fan número uno, no me despidió directamente, pero mientras que la animosidad y el disgusto por mis acciones hacia el chico de oro del país en natación no podrían haber

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La temperatura en el cubo ahora estaba subiendo. Uno de los principales componentes del cubo, del cual habían sido informados todos los peleadores, era que la temperatura se elevaría y descendería al azar. Cuanto de frío y cuanto de caliente sería determinado por una computadora. Se suponía que era para calcular los extremos de la temperatura que nosotros, los luchadores en el interior, podíamos tolerar sin que nuestros cuerpos se desintegraran y cayeran en pedazos.

sido suficientes para que yo dejara el trabajo, renuncié porque me sentía inútil e innecesario. Escaneando mi entorno actual, vi cómo los estériles y blancos pisos, y los espejos unidireccionales añadían al misterio, la singularidad de esta jaula de pelea, que era técnicamente un cubo. Como si la blancura de los alrededores añadiera pureza e inocencia a la brutalidad y la cruda furia desatada dentro de ella. Sin reglas. El último hombre en pie gana. Cada uno de los rincones de ésta cerrada arena de pelea, era un espejo a la naturaleza salvaje por la que el ser humano pagaría para ver a otras personas lastimándose, dándose una paliza, o incluso asesinándose. Me tomé mi tiempo al acercármele. Él seguía dando tumbos en el suelo, sudando grande gotas teñidas de carmesí. Trató de levantarse por sí mismo del suelo, trató de ponerse de pie, apoyándose pesadamente sobre su lado derecho. Débilmente levantó la mano izquierda a su pecho, un acto de desafío, apretando los puños, listo para atacar de nuevo. No se daba por vencido. Yo tampoco lo haría. El nombre del juego era tres millones de dólares. Mientras el aire girando a nuestro alrededor se hacía más cálido, me incliné más cerca, casi poniéndome de cuclillas sobre él. —Es hora de ondear la bandera blanca. Aprieta tu rendición. No quiero tener que hacerte daño mientras todavía puedas caminar.

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Retrocedí cuatro pasos para permitirle ganar un poco de dignidad. Me quedé en mi terreno, cambiando del pie izquierdo al derecho, rebotando lentamente sobre ellos para prepararme. Cuando lanzaba su cuerpo hacia mí, mientras gritaba, "¡Nyet!", increíblemente sonando como neta, me deslicé hasta el suelo con rapidez, y cuando estaba a centímetros de mí, agarré sus dos piernas, apresando la parte de atrás de sus rodillas lo que provocó que cayera, desplazando su ya debilitado

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No tenía ni idea de si él hablaba inglés. Sus ojos se oscurecieron de furia, su pecho se levantó descubriendo una nueva explosión de energía. Parecía que no le había llegado el memorándum: Yo lo estaría enviando directamente a su madre patria. Justo. En. Este. Momento.

equilibrio y derribándolo al suelo. El cuarto ahora se sentía como con cincuenta grados, y yacía buscando tomar el control debajo de mí. Utilicé la hoja de mi antebrazo contra su garganta y empujé hacia atrás. ¿Nyet, hijo de puta? Creo que la Madre Rusia te va a recibir con los brazos abiertos si puedes respirar a través del estrangulamiento que tengo contra ti. Farfulló, la sangre se fugaba del lado derecho de su cara debido al saludo que mis asaltantes golpes le dieron antes. Sentí su cuerpo sacudirse, darse por vencido poco a poco. Sus ojos luchaban por mantenerse abiertos. La falta de oxígeno en sus pulmones y el calor extremo en el interior de éste cubo, no era una combinación bonita. Esperé. Uno... dos... tres... cuatro. Toda la habitación brilló de verde, anunciando al ganador. Igor estaba ahora desmayado. Estaba vivo. Sólo lo mandé a dormir un rato. Me levanté, ajustando mis shorts azules de kick-boxing, secando el sudor que goteaba de mi frente con mis manos ensangrentadas. Catorce más por venir. Algunos hombres luchan por fama o gloria. Algunos por el honor. Yo tenía fama y gloria. Tenía honor. Y lo perdí. Esas no eran razones suficientes para mí. Mi única razón para luchar era vivir. Por ella.

***

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Siempre por ellos.

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Por ellos.

Encendiendo la ducha a la temperatura más fría, apreté la mano en la parte inferior izquierda de mi estómago. El dolor irradió hacia la espalda. Mierda. A éste le va a salir un moretón. Me quedé durante unos minutos después de que los médicos comprobaron a Igor. De alguna manera él estaba ganando algo de conciencia para cuando fue llevado en una camilla. ¿Me siento mal por haberlo golpeado tan duro como lo hice? De ninguna maldita manera. Me iba a golpear hasta la muerte si fuera a la inversa. La prueba estaba justo aquí, descansando contra mi mano. Él estaba apuntando a mis costillas, pero de alguna manera lo desvié. El golpe que me dio pudo haber perforado un pulmón si yo no hubiera estado alerta y en modo defensivo.

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Chuck había estado a mi lado contra viento y marea. Una de las cosas más difíciles que tuve que hacer fue darle la cara luego de haberle tendido una trampa a Kieran por opiáceos. Vi la decepción en los ojos de Chuck. Al principio, no había creído cuando los funcionarios de la FINA le dijeron que fui el culpable, la mente maestra en la descalificación de Kieran. Pero cuando se lo confirmé, cuando le dije: “Sí, mezclé semillas de amapola en la mezcla de los panqueques de Brynn para que Kieran diera positivo en opiáceos”. Los ojos de Chuck se llenaron de repulsión… y luego tristeza. Tenía sólo cincuenta años, pero pareció haber envejecido veinte luego de mi admisión. Era como una figura paternal para mí. Incluso después de la desgracia por la que lo hice pasar, fue conmigo a hablar con la FINA y el COI y la petición de cuándo podría yo regresar. La prohibición era por tiempo indefinido, pendiente de comentarios y decisiones de los otros funcionarios. Pero Chuck, todavía creyendo en mí, seguía creyendo que había algo bueno en mi interior. Antes de irme esa noche para tomar el vuelo hacia los

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El agua fría ayudó a aliviar el dolor que estaba sintiendo. La temperatura fría cambió el flujo de sangre de mi piel a los órganos vitales, reduciendo la acumulación de ácido láctico, y aumentando el oxígeno por todo el cuerpo. Incluso si estaba a mundos de distancia de la natación, todavía recordaba cada pequeña cosa que mi ex entrenador, Chuck Trevails, me había enseñado.

Estados Unidos, sabiendo muy bien que ya no me quedaría más en Shaghai, me llamó y con una voz cansada, me dijo: —Hijo, encuéntrate a ti mismo. Eres alguien bueno. Quizás en este momento te encuentras perdido. Por lo que sea que estés pasando, estaré aquí. A sólo una llamada de distancia. Esas palabras me laceraron. Llegaron a lacerar el centro de mi maldito corazón. Incluso entonces, era agradable conmigo. No sabía si podía creerle, que yo era una buena persona, sin embargo. Aunque tenía razón respecto a algo, me encontraba perdido. No sé dónde ni cuándo me encontraría otra vez. Cerrando la ducha, salí del cubículo, agarré una toalla azul, y caminé hacia el casillero de metal. Ya que había programada una lucha por mes y probablemente sólo un luchador regresaría a los vestuarios, caminando y respirando por sus propios medios de todas maneras, no tenía problemas en relajarme mientras me preparaba para la fiesta a la que el ganador estaba obligado a asistir. Prefería regresar a casa y recuperar algunas horas de sueño para poder volver a entrenar mañana, pero supongo que había firmado para esto. Prefería estar en una fiesta que en un hospital en cualquier momento del día. Antes de alcanzar el casillero, me sentí repentinamente cansado. Dejé caer la toalla en el banco y me senté. El reloj de la pared decía que ya eran las nueve cuarenta y ocho. Me restaban unos veinte minutos para prepararme y conocer a los idiotas presuntuosos que apostaban por mí y en mi contra. Envolví los brazos alrededor de mi cuello y agaché la cabeza. ¿En qué momento mi vida se vio reducida a esto? ¿Cómo pude haberlo arruinado tanto? ¿Cómo pude hacerle eso a él, a ella, a ellos?

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—Lo siento… —La voz de ella llegó como un susurro sorprendido.

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Perdido entre mis pensamientos, apenas escuché el suspiro proveniente de detrás de mí. Apenas. ¿Quién estaría aquí? Todos aquellos que son alguien se encontrarían ocupados mezclándose y bebiendo sus champañas caras mientras se regodean sobre la pelea. Les di todo un espectáculo. Sabía que estarían hablando de ello.

Giré mi cuerpo, mirando la puerta. En vez de escapar de allí, lentamente caminó hacia donde me encontraba sentado, sus mejillas volviéndose sonrosadas con cada paso, sus ojos dirigidos a mi cabeza. Apuesto a que se dio cuenta de que lo único entre el banco y yo era la toalla, ningún otro artículo de ropa presente. De pie a pocos pasos de distancia, se detuvo en seco, sus manos jugueteando con el pequeño bolso que tenía sobre el hombro derecho, y su rostro casi completamente rojo en este momento. —Hola, chico nadador. Me tomó un segundo o dos responderle. —Princesa Remilgada. Sus mejillas ardieron y volvió la cabeza hacia la derecha, evitando más visuales de mi actual estado de gloria. —Ummm… ummm. Creo que es mejor que me vaya. Te veré arriba. Giró sobre sus talones, el rápido movimiento causando que su zapato derecho quede atrapado con la parte trasera del otro zapato. Salté sobre el banco y atrapé la parte superior de su cuerpo antes de que cayera completamente en el suelo, encerrándola en mis brazos. Justo cuando iba a ayudarla a ponerse de pie, sentí un movimiento debajo. Mierda. Seguía completamente desnudo. Bueno, no era mi culpa que ella estuviera invadiendo las duchas de los hombres. Su cabeza seguía con la mirada hacia abajo, sus manos estaban atrapadas entre mi asidero. Lentamente alzó el rostro hacia mí. Sus ojos grises, el color de las nubes tormentosas, parecían preocupados. —¿Te lastimó?

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—Él es quien está saludando en este momento a los doctores —dije, intentando ordenar mis pensamientos y ponerle algún sentido a lo que estaba sucediendo en este momento. Esta era Ava. La mujer que podía

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Nos obligué a enderezarnos, asegurándome de tener un fuerte asimiento en su cintura.

hacer que mi sangre hirviera y que mis venas se congelaran al mismo tiempo que me bañaba de insultos. Era alta para una mujer, pero con el metro noventa y cinco míos era una cabeza más alta que ella. Bajé la mirada hacia ella, y se mordió el interior de la mejilla, un pequeño ceño formándose en su rostro. —Vi ese brutal puñetazo en tu costado… Tienes que ir por una revisión, podrías tener sangrado interno… el riñón es un órgano sensible. Mi polla era un órgano sensible, pero ahora se estaba poniendo durísima. Retrocedió, obviamente sintiendo mi innegable erección entre nosotros, mis manos sintiendo la pérdida de su piel cerca de la mía. ¿Desde cuándo Ava hacía a mi polla erguirse y seguirla? Desde siempre. Me irritaba un montón. La manera snob en la que levanta las cejas siempre que me ve, la sonrisa de suficiencia que se forma en su rostro cuando le digo “Princesa Remilgada”, y la manera que tenía para contrarrestar todo lo que decía. Es la mujer que quise estrangular y azotar hasta la siguiente luna llena. Pero por una maldita santa ironía, nadie podía hacer que mi polla se parara para atraer la atención tan rápido como ella. Ava. Avalea Troudeau. La mejor amiga de mi hermana. Una vez, Leif Sturgen, mi amigo de origen alemán que nadó por el equipo de Natación de los Estados Unidos, mi compañero de equipo antes de ser suspendido, me preguntó:

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Una imagen se formó en mi mente en el instante que lo preguntó. No fue mi ex-novia, Dia. Ni siquiera esa supermodelo, Adriana, que estaba bastante cerca de la perfección. La imagen que mi cerebro produjo fue la de Ava. Algunas chicas tenían traseros grandes, piernas pasables y un rostro más o menos. Otras tenían piernas fantásticas, pechos

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—¿Si existiera una mujer, una chica, que pudieras describir como la imagen de la perfección, de belleza, quién dirías que sería?

pasables y cara hmm. Un algoritmo podía ser producido como las probabilidades de diferentes combinaciones de activos de belleza. Observé a Ava crecer para convertirse en una mujer impresionante. Podía causar que mis venas estallaran de molestia y enojo, pero no podía negar que Ava es una trifecta. Trasero perfecto, impresionante par de pechos, y unas piernas interminables. —Milo… —Su voz insegura irrumpió en mis pensamientos—. ¿Te encuentras bien? —Ahora se encontraba agachada en el banco en el que estuve antes, recogiendo la toalla azul. Su vestido dorado deslizándose hacia arriba, mostrando su trasero. Se enderezó, tendiéndome la toalla. Noté que ella no dejó que sus ojos vagaran más allá de mi cintura. Tomé la toalla, envolviéndola en mi cintura, asintiendo con la cabeza un gracias. —Estoy bien. Sólo necesito cambiarme. Me dio una sonrisita, su mano derecha colgando contra su costado mientras su mano izquierda jugueteaba con su bolso brillante. —No tardes mucho poniéndote lindo. Podría tomar una eternidad. — Una risita siguió a su afirmación mientras marchaba hacia la puerta.

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Luego del escándalo en natación que yo mismo creé, todos me miraban con desprecio, pena, enojo, o decepción. Pero Ava, incluso con la ligera incomodidad entre nosotros por haberme atrapado desprevenido y sin ropas, me miró con la misma mirada altiva, con un toque de insulto subyacente queriendo ser lanzado a la menor provocación. No supe si fue alivio o temor lo que sentí, pero de alguna manera era una sensación agradable de tener, que ella siguiera viéndome como el mismo Milo, antes de haber comprometido mis valores y mi honor.

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Decir que estaba pasmado por lo sucedido sería un eufemismo. Sabía que su padre era el dueño de Troudeau Enterprises. Diablos, todos aquellos que tenían acceso a internet sabían quién era su padre. Simplemente no esperaba que viniera a verme luego de una brutal pelea, desnudo y que se fuera como si nada hubiera pasado.

En sus obsesivos y penetrantes ojos que me vieron, una pequeña parte de mí pensó que me había perdido. *** —Cariño, ¿puedes por favor conseguirme más champán? —Su voz chillona me estaba molestando demasiado. No debería haberla invitado en primer lugar, para empeorar las cosas, se estaba aferrando a mi brazo derecho como si fuera una cuerda salvavidas. Ella tenía que telefonearle a un jodido amigo o iba a tirarla de culo en frente de la multitud. Otra vez. —Dia, escucha. Deja de llamarme cariño. Te quité ese privilegio cuando te acostaste con otro tipo. Maldición, deja de aferrarte a mi brazo o buscaré un nuevo gestor de cuentas en el segundo que salgamos de esta fiesta —le advertí con un siseo susurrado, retirando mi mano de su camino.

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—Bien. Buscaré mi propio champán. No eres divertido, Milo. —Sus ojos verdes brillaron en partes iguales por la molestia y el rechazo. Hace unos años apenas podía soportar tener esos ojos mirándome con el toque más ligero de irritación. Me inclinaba hacia ella con cada deseo, la seguía como un perrito y me negaba a escuchar cualquier rumor circulando por la Universidad de Connecticut sobre ella. Pensé que era una mujer ardiente y hermosa cuyo temperamento igualaba su cabello rojo en llamas, su distintivo lápiz labial rojo, y brillantes ojos verde esmeralda. Me ayudó a superar la soledad que sentí estando lejos de tía Margie y de Bee al ofrecerme un hombro reconfortante y una mano auxiliadora cuando le conté de mis planes de empezar la fundación.

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Resopló y su brazo garrudo dejó mi costado. Una de las decisiones más estúpidas que he tomado en los últimos meses fue mantenerla como mi gestora de cuentas para la fundación. Pero es la única que podía mantener un secreto como este. Después de todo, me ayudó a empezarlo cuando estuvimos en la universidad. Tanto como odiaba que estuviera involucrada en esto, era estupenda en lo que hacía. Tan fantástica que fue su llamada lo que me despertó de mi estado de estupor hace tres meses.

Durante los cinco meses de nuestra relación, fue la novia ideal, me cocinaba el desayuno, me doblaba la ropa recién lavada, y adoraba mi polla. En el sexto mes, lo recordaba como un mal caso de diarrea, se convirtió en la novia bruja y perra. Empezó a exigirme anillos de compromiso y se volvía loca cuando no la llamaba inmediatamente. Me había dejado un mínimo de treinta mensajes de voz y cientos de mensajes de texto cuando mi teléfono estaba apagado, ella no podía entender el hecho de que yo no podía atender el teléfono mientras estaba tratando de ganar encuentros de natación. Intenté romper con ella tres veces antes de la última gota. Puedo admitir que no soy el tipo más fácil para tener cerca. Mi temperamento probablemente doblaría metales, y cuando estoy enojado no lo oculto. Dejo que todos, el mundo entero, lo sepa. Dia consiguió romper mis defensas desde la noche en que la conocía en una fiesta de fraternidad. Se erguía por encima de todas las mujeres de alrededor. Era preciosa y tenía el fuego y la intensidad que yo ansiaba. Me gustaba estar cerca de ella. Me hacía olvidar las tragedias de mi pasado y me hacía pensar que era un normal chico universitario pasando un buen momento con su novia. Fue la primera mujer, fuera de la familia, que realmente me había gustado.

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Pero, ¿la segunda vez que lo hizo? De ninguna manera iba a volver a mi cama. Se acostó con mi más grande rival, Kieran Stone. Leif fue quien me contó el rumor luego de que otro miembro del equipo de Natación de los Estados Unidos viera a Dia salir de la habitación de hotel de Stone a primeras horas de la mañana. Tomó a Leif, Darnell, y Chuck que me sostuvieran para no golpear en la puerta de Stone e imprimirle mis puños en su rostro. Cuando Dia se encontró conmigo unas horas después yo había escuchado de su traición, quise que me dijera que fue

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Hasta que un día, me pisoteó y rompió mi confianza. Lo admitió, luego de que yo regresara del U.S. Open Aquatics Championships en Irvine, que había cometido un error al besar a otro chico. Me tomó una semana antes de poder hablar de nuevo con ella. ¿Y el chico que la besó? Él lo pasó mal al comer en el costado derecho de su boca por dos semanas. La perdoné porque me importaba. Cometemos errores, perdonamos, y seguimos adelante.

todo una mentira. Pero entonces actuó como si nada pasara y ni siquiera me dijo una palabra sobre ello. Mi madre me enseñó a respetar a las mujeres, y mi padre me inculcó de nunca levantarle una mano a una chica. Pero lo juro, ese día, quise golpearla, sacudirla para que me dijera la verdad. Cuando me traicionas, mejor que te pongas los zapatos, no, olvida los zapatos, y corre por la jodida puerta, porque nunca voy a superarlo. Le di una oportunidad, la perdoné una vez. Pero la segunda que se acostó con él, lo cual admitió luego con ojos llorosos y casi perdiendo la voz rogando mi perdón, firmó su renuncia, sus papeles de sayonara de mí. Porque cuando se acostó con él, rompió cada trozo de respeto que tenía por ella como mi novia. Y eso no puede ser recuperado. Engáñame una vez, qué pena por ti. Engáñame dos, soy una estúpida perra. No va a pasar. —Fue una estupenda pelea, hijo. —Seguía la fuente de la voz de mando. No era su hijo. Era hijo de mi padre. Aunque por ahora, él era mi jefe. De frente a él, estreché la mano que me tendió. —Me alegra que piense eso. Hice mi mayor esfuerzo. Agitó su brazo derecho, sus ojos siguiendo a alguien dentro de la habitación. —Las siguientes podrían no ser tan fáciles.

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Me quedé mirándolo, su rostro arrugado con algo que no podía ubicar. Quizás fue los calculadores ojos grises o la frialdad de su comportamiento. Emanaba poder y sabía cómo usarlo. Maxwell Troudeau era un hombre con el que uno no se metía. No sólo porque básicamente era dueño de las Vegas, sino porque prácticamente tenía a todos a su entera disposición. Me tocó ver cómo los senadores celebridades, y hombres y mujeres adultos en esta habitación reclamaban su atención, incluso si intentaban no parecer obvios al respecto.

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¿Se estaba burlando? ¿Fácil? Esa pelea no fue fácil.

Giré el líquido blanco en el pequeño vaso que estaba sosteniendo en mi mano izquierda y lo llevé a mis labios para tomar unos tragos. Jean Marco XO es uno de los mejores vodkas del mundo. El trigo francés y el carbón vegetal creaban esta obra maestra de agua destilada. Se deslizó suave, con facilidad y sólo una mínima cantidad de ardor dentro de mi garganta. El alcohol no era mi amigo, pero en ocasiones me satisfacía con algunos. En este momento, cualquier cosa me ayudaría a reducir el dolor que recibí por la reciente paliza. Whisky escocés era lo siguiente en mi lista. Lo bueno era que Dia conducía, la única razón por la que la invité esta noche. Sabía que iba a ganar. Incluso si no sabía con quién iba a pelear, no existían dudas en mi mente de que sería el vencedor. Ahora, la condición en que la que estaría y cómo me vería luego de la pelea, eso era algo que no podía responder, así que cuando Dia se ofreció a venir conmigo, estuve de acuerdo. También quería quedarse en mi casa, pero de ninguna manera iba a suceder, así que me dejaría antes de continuar su camino contenta. Mis ojos involuntariamente rastrearon la localización de mi conductor designado cuando inadvertidamente aterrizaron en la figura de una mujer cuyo vestido dorado hacía justicia a su cuerpo. Su cabello, sedoso y brillante, una visión bienvenida en esta habitación llena de rubias, hombres calvos, y postizos. Se encontraba inmersa en una conversación con un sujeto alto que parecía fascinado por su presencia. Estaban parados a unos pocos metros de la barra, pero incluso con la distancia entre nosotros me di cuenta que ese tipo estaba atraído por ella. Era la manera en que él bloqueaba a otras personas de hablar con ella, su mirada nunca dejando la suya, y el asidero posesivo que tenía de su codo derecho. —Cuando ganas, puedes tenerlo todo. —Casi me olvidé de que Maxwell estaba parado a mi lado. Él prosiguió: —¿Recuerdas lo que te pedí cuando firmaste? Le di un asentimiento.

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—Sí.

—Dijiste que ibas a ser el primer ganador del Club de lucha de las Próximas Generaciones. Harás tu trabajo en la arena y aniquilarás a tus oponentes. —Así es. —Sin ninguna duda al respecto. —Asegúrate de que tu trabajo quede en la arena. Mi generosidad no se extiende a mi familia. Ahora tenía toda mi atención. Era más alto que él, este pequeño hecho me dio una cierta satisfacción de que él tuviera que mirar un poco hacia arriba para mirarme a los ojos. Mi ceño se frunció, a la vez que tragaba el resto del líquido de mi vaso. —¿De qué está hablando? —No era tonto, pero si estaba haciendo amenazas vanas, mejor que lo dijera en mi cara. —Mi hija no es parte de sus ganancias, Sr. Tanner. —Su voz fue dura, su mirada condescendiente—. El hecho es, cuando uno posee la ciudad, sabe todo lo que sucede en ella. Incluso en las duchas. Este tipo estaba completamente fuera de lugar. Los músculos de mi mandíbula empezaron a latir y mi mano apretó el vaso, mi mano libre se cerró en un apretado puño. Nadie tomaba decisiones por mí. Nadie. —Escuche, h… —Su mano sujetó mi codo izquierdo, presionando, empujando a un punto de presión que hizo difícil terminar la oración. —Ten cuidado con tus siguientes palabras. —Su agarre se apretó en el punto de presión. Mierda. Continuó, sus palabras árticas, mordazmente frías—. Cuando firmaste con mi compañía, firmaste con sangre. Mi hija, repito, no es parte del juego. Está aquí sólo para servir a un propósito. Eso es todo. Mantén eso en mente. Y la próxima vez, cierra la puerta con llave.

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Exhalé, mi pecho temblando con furia, la necesidad de golpear su rostro rondando mi cabeza.

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Con esas palabras de advertencia, liberó el agarre que tenía sobre mí y se alejó.

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Su amenaza vana era ahora una amenaza completa. Mantente alejado de la Princesa Remilgada. Tanto como quería quitarle la mierda a golpes por las amenazas inoportunas y condescendientes, vi el cabello rojo y el vestido verde de Dia; le estaba hablando a algún sujeto en la barra. Estaba aquí para un propósito. No se trataba de mí solamente. No tenía problemas en derramar mi sangre y salir caminando de aquí si así lo fuera. Esto era por ellos, por sus recuerdos: mamá y papá, tía Margie… y Bee.

Traducido SOS por Otravaga, scarlet_danvers y Itorres Corregido por aniiuus

Ava

—¡B

ueno señoras, aquí vamos! ¡Den la vuelta! —ordenó Karlota, nuestra instructora de Zumba, con sus caderas balanceándose al ritmo de la música latina sonando en el fondo. Me sequé el sudor de la frente mientras bailaba con la música, mi cuerpo sintiendo el ritmo. Extendiendo las manos delante de mí, mientras me medio agachaba, sentí el ardor aumentando en mis abdominales, piernas y muslos. Esta es la parte de la sesión de ejercicios que me encantaba: la sensación de que estoy haciendo algo para quemar las calorías del montón de carbohidratos que consumí la noche anterior. Me encantaba comer tanto como me encantaba ejercitarme. Llámame hipócrita, pero me gusta cuidar de mi cuerpo: lo que meto tiene que ser sacado, en cantidades iguales.

Snickerdoodles: son un tipo de galletas de azúcar hechas con crema tártara y bicarbonato de sodio, rebozadas en azúcar y canela.

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Moviendo mis brazos en pequeños movimientos circulares mientras los mantenía cerca de mis caderas, absorbí la energía en la habitación. Desde niña, siempre he estado fascinado con la danza. Zumba era el tipo de entrenamiento que incorporaba la danza con el mantenimiento físico y he sido una fanática regular desde hace cuatro años. Incluso me las arreglé para sobornar a Brynn para que asistiera a algunas clases conmigo. Brynn era simplemente floja. A ella le encantaba hornear y trabajar. Eso es todo. Disfrutaba el hecho de que a ella le encantara hornear mis Snickerdoodles1 favoritas, pero tengo que mantener mi cuerpo también. Si bien es cierto que había sido bendecida con el metabolismo rápido de mi madre, también creía en ejercitarme para

mantener mi cuerpo en buena forma. El ejercicio me daba energía y me calmaba al mismo tiempo. Karlota cambió la música al éxito de LMFAO “I´m sexy and I´m know it”. Ella gritó mientras su dedo derecho estaba formando un círculo en el aire, indicando el cambio a la salsa. Mi pie derecho se fue a un lado, con el pie izquierdo dando un paso en su lugar, pie derecho hacia atrás y adentro. Entonces mi pie izquierdo dio un paso afuera, el pie derecho dando un paso en su lugar, y el pie izquierdo hacia atrás y adentro. Estos pasos me los sabía de memoria. —If you´re Sexy and you know it, clap your hands2 —cantaba Karlota en voz alta. Su traje de entrenamiento color verde neón era cegador, pero de alguna manera funcionaba en ella. Era una desmesurada fuente de energía que podía animar a la habitación entera llena de quince mujeres en cuestión de minutos. Palmada, palmada, palmada. Demonios sí, me sentía sexy, aplaudiendo las manos al compás, uno, dos, tres. La música cambió de nuevo, esta vez al hip hop. Le eché un vistazo a Frieda, una señora afroamericana que conocí hace dos años en esta clase, imitando sus acciones de pisoteadas y rodillas dobladas. La parte de reggaeton del Zumba. Permaneciendo cerca del suelo, sentí que los músculos de mis piernas se contraían. Gah. Siéntelo. Siente el ardor. —¿Qué tan bajo pueden llegar? —La voz de Karlota ahogó la música—. Vayan más abajo. Más abajo. Si de alguna manera iba más abajo, mi trasero estaría tocando el suelo.

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N de Tr: Si eres sexy y lo sabes, da una palmada.

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Justamente anoche, Emmett me elogió por mi cuerpo tonificado. Bueno, no lo dijo exactamente de esa manera. Lo dijo más en las líneas de “Vaya, te ves increíble, Ava.”

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Tu trabajo duro está dando sus frutos, Ava.

Emmett había sido una cita genial. Habíamos estado en tres citas ya y había seguido siendo un caballero. Me recogía en mi apartamento, abría la puerta del auto para mí, y me sacaba la silla en los restaurantes para poder sentarme antes que él. Ha crecido hasta ser un tipo increíblemente agradable, además con una licenciatura en derecho, y físicamente era muy atractivo: la combinación de cabello rubio con ojos azules era un factor decisivo para muchas mujeres. Pie derecho al frente, pie izquierdo dando un paso en su lugar, pie derecho atrás, pie izquierdo dando un paso en su lugar. El movimiento de balanceo de la parte delantera a la parte trasera entre mis piernas y mi cuerpo era la porción de cumbia del entrenamiento. Vi a Karlota alcanzar su agua embotellada. Hice lo mismo. Esta hora y media de entrenamiento era parte de mi rutina cuando estoy en casa en Las Vegas. La extrañaba cuando estaba de viaje, así que seguía los videos de entrenamientos on-line. Es el único ejercicio al que me he apegado. También hacía un poco de spinning cuando me provocaba, pero soy una fiel estudiante de Zumba.

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Mi vida era un sueño para muchas personas. Yo no tenía que preocuparme por nada, financiera o materialmente hablando. Usaba la ropa y los zapatos más recientes y más de moda. Mi nombre es uno de los nombres más buscados en Google, de acuerdo a People’s Weekly, según me informa Daria. Mis palabras y comentarios tienen peso en el mundo de la moda, el entretenimiento y los negocios. Pero el mundo ve lo que el mundo quiere ver. Lo que no ven, lo que puede que no entiendan, es que a veces las luces más brillantes pueden ocultar las almas más tristes y solitarias. Me escondo detrás de una armadura de pretensión, porque si no pusiera un escudo, me desmoronaría por el miedo. Y eso es algo que no puedo darme el lujo de hacer. No cuando el

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Seguí bailando, mi ánimo levantándose con cada paso que daba. La vida y las responsabilidades se interponían en el camino la mayor parte del tiempo. Pero aquí, en esta habitación, puedo soltarme y ser libre. Podía fingir ser sólo una mujer normal de veinticuatro años que está tratando de encontrarse a sí misma en este mundo, balanceándome al compás de mi propio ritmo. Apreciaba estos momentos porque ahora rara vez los tenía.

destino de la persona que más amaba en el mundo dependía de mi fuerza, y mostrar cualquier tipo de debilidad no es ni puede nunca ser una opción. Bajé la ventanilla del coche, me levanté, con la mitad de mi cuerpo inclinado hacia fuera de la ventana para poder estar cerca del escáner de retina, dejando que la luz infrarroja de baja energía rastree mis ojos para que me conceda el acceso. Al segundo de que las puertas arqueadas de seguridad de color rojizo se abrieron, mi pie derecho presionó el pedal del acelerador. Los cientos de árboles de 15 metros de altura que bordean el camino largo eran por lo general un espectáculo de bienvenida, pero no ahora, y pasar a través de ellos se sintió como una eternidad. Después de recibir la llamada de pánico de Naomi, mi corazón no había dejado de martillear en mi pecho mientras yo juraba en el tráfico de Las Vegas. Alternando entre las carreras y las calles a paso de tortuga de 65 km por hora y con furia golpeando en los frenos, tuve ganas de gritar a todos los conos de color naranja de construcción y correr a través de cada luz roja. Tan pronto como recibí la llamada de pánico de Naomi mientras estaba secándome el pelo en el gimnasio, mi mente estaba enfocada en una cosa: llegar a ella. Todavía estaba hablando con Naomi en mi Bluetooth cuando se cayó la llamada. Había tratado muchas veces contactar con ella de nuevo, pero no estaba respondiendo. Mi mente se llenó de posibles escenarios, cada uno peor que el anterior. Con el coche chillando mientras frenaba, salté sin importarme si todavía estaba en marcha. Al presionar mi mano derecha en el control de seguridad mi cuerpo casi chocó con la enorme puerta, ya que poco a poco se abrió, permitiéndome la entrada.

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Habían pasado quince minutos desde que dejara caer la llamada de Naomi. Muchas cosas pueden pasar en quince minutos. Muchas cosas pueden pasar en un minuto. Como enfermera, sabía lo vital que era

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—¡Naomi! ¿Dónde estás? —grité, el pulso atronador en mi pecho se ampliaba con cada segundo que ella permanecía fuera de mi vista, fuera de mi alcance.

cada segundo, cada minuto cuenta. Un segundo podría significar una vida salvada o una perdida. Corrí a la habitación primero, sólo para ser recibida por una suite vacía. Su cama estaba hecha con esmero, las almohadas de color verde azulado dispuestas contra las hojas de luz de color púrpura, en la forma en que a ella le gustaban; como siempre lo había hecho. Los suaves sonidos de Sinatra llenaban el aire. La música no se detenía, incluso cuando ella estaba dormida. La puerta del baño estaba abierta y ni siquiera me moleste en comprobar. La luz no estaba encendida, lo que significa que ella no estaba allí. Correr alrededor de la casa de mi padre podría ser una lucha, especialmente en tiempos como estos. La enorme extensión del espacio que tenía que cubrir con mis avances en cuestión de minutos se sentía como siempre. Los 10.000 metros cuadrados más de la casa que mi padre construyó tres años después de que yo naciera ahora suponían una pared de ladrillo aterrador para que yo llegara a ella. —¡Naomi! —Volví a llamar, esta vez corriendo frenéticamente al exterior. Debí preguntarle donde se encontraban al comienzo de la llamada, pero no podía pensar con claridad. Naomi trató de calmarme, pero oí que el pánico y el miedo subyacente en su voz cuando dijo: —Ava, ella no está despertando... He intentado muchas veces ya, pero ella no se despierta...

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La quemadura caliente de las lágrimas que fluyen por mi cara era el único calor corriendo por mi cuerpo ahora mismo. Pero incluso las lágrimas sintieron frío. Sentí que me preparaba para el peor de los casos, algo que se me da bien ahora. Me destaqué en preparación, pero

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Lo primero que vi cuando entré en su lugar favorito en la finca era un pañuelo negro atrapado entre las bisagras de la puerta. La sala se hizo más fría, coincidiendo con el terror frío que envolvía mis entrañas. Estaba tranquilo, demasiado tranquilo. El tipo de calma que precede a la fatalidad. Un silencio que era muy familiar para mí, uno que siempre se arraigaba en mi memoria incluso si hubieran pasado años.

si hubiera sucedido en realidad, yo no sabría qué hacer con ella, nunca lo sé. Vi primero la diminuta figura de Naomi. Estaba inclinada, cerniéndose sobre ella. Llegué demasiado tarde. Esta vez, es demasiado tarde. Los ojos marrones de Naomi lentamente se levantaron, juntándose con los míos. Ella es la única que entiende. Este pequeño trozo de una mujer que nació en un pobre pueblo infestado de drogas, mostró inmenso amor y sacrificio para la mujer que lo es todo para mí. Vi la boca de Naomi moverse, pero no podía asimilarlo todavía. Hizo un gesto con la mano izquierda, pidiéndome que me acercara. No estoy lista para aceptarlo. Tal vez después de toda una vida o dos, lo haría. Pero por el momento no. Naomi dejó su lado mientras yo estaba congelada en el sitio. Toda la carrera, la prisa para llegar a ella, y ahora no podía dar los pasos finales para alcanzarla. Naomi aún hablaba, su boca se movía, pero mis pensamientos estaban en otro lugar; atrapados entre una ola de rechazo y pesar. La negación, porque no puedo aceptarlo. Lamento, porque no podía estar aquí. Los dos, porque nunca habrá un momento en que yo pudiera aceptarlo. —Ava. —La voz de Naomi estaba llegando a mis oídos—. Ella está bien, querida. Sonaba como si dijera que ella está bien.

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—Ella está bien —confirmó ella, formando una sonrisa en su rostro. La falta de los dos dientes inferiores, cortesía de su pasado violento, fue evidente ahora, pero era la sonrisa que había llegado a amar a través

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Mis ojos buscaron su cara, y baje mi cuerpo en la pequeña silla de plástico para poder estar al nivel de sus ojos. Ella medía apenas 1,50 metros y yo quería saber a ciencia cierta que lo que me estaba diciendo era la verdad.

de los años. Una sonrisa que me nutre; me hizo creer que no importa lo terrible que sean tus circunstancias, aún hay esperanza. Se puso de pie frente a mí, su piel marrón oro destacaba debido el vestido verde pálido que llevaba. Naomi, a los cuarenta y ocho años de edad, era una imagen de cómo, incluso cuando las personas en tu vida no te han mostrado nada más que crueldad, como es evidente por las largas dentadas cicatrices en el lado derecho de su cara y las marcas de quemaduras de cigarrillos en su brazos; todavía se puede vivir una vida plena, una vida mejor que en la que naciste y creciste. Sus manos extendidas, ofreciendo ayudarme a levantarme. Le di una sonrisa rápida, después un largo suspiro de alivio cuando estreché sus manos mientras que poco a poco me ponía de pie. —Gracias, Naomi —le contesté con gracia y sin aliento—. Gracias por estar aquí por ella... por mí. Traté de devolverte la llamada, pero no cogía línea. —Lo siento mucho. —Sus ojos en disculpa, su mano izquierda rozando su rostro y con preocupación añadió: —No tenía intención de hacerte entrar en pánico. Ella no estaba despertando. La dejé para conseguir algunos aperitivos y luego, cuando volví, no estaba respondiendo a mi voz... Lo siento, mi amor. Te pido Perdón3. —Está bien... —dije, completamente sabiendo que estaba en un estado de verdadera desesperación cuando me llamó—. Sólo estaba tan asustada y preocupada de que ella se hubiera ido. —¿Ava? ¿Eres tú? —La voz de mi madre interrumpió el hilo de mis pensamientos. —Estoy aquí mamá —le contesté, dándole otro sólido abrazo a Naomi antes de enfrentarme a mi madre.

N de Tr: en español en el original.

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Me incliné y besé su suave cabello negro como la tinta. Nardo y pera. Olores tan preciosos, acogedores y familiares.

—¿Te lavaste la cara querida? —Su voz melódica, frívola y alegre—. Tienes que tener cuidado de eso... A los dieciséis años, todos los adolescentes te perseguirán, porque serás la chica más guapa de la escuela. Mirando fijamente a sus ojos en blanco, doblé mis rodillas, bajándome hasta el nivel de la silla de ruedas eléctrica en la que se sentaba. —Lo hice mamá. Me lavé la cara con La Mer y la hidraté con Kinerase, tal como me enseñaste. —Señalé a Naomi con una pequeña inclinación de cabeza, haciéndole saber que estaba bien. Naomi aún parecía compungida, pero negué con la cabeza y dije: —Gracias. —Ella asintió con la cabeza y lentamente salió de la habitación. Sostuve sus dos manos suavemente al principio y luego con fuerza, dándome la seguridad de que ella todavía estaba aquí. —Eres igual que yo, mi querida Ava. Un día, cuando seas mayor, podrás contar los hombres que caigan a tus pies y después van a tener dificultades para levantarse. —Ella se echó a reír, las líneas de la boca elevadas mientras lo hizo, su rostro transformándose maravillosamente. La misma cara exacta que veo todos los días cuando me miro en el espejo, a excepción de los ojos grises. Los suyos eran verdes vibrantes. Solían estar llenos de tanta vida, tanta vivacidad, los colores siempre cambiantes con sus estados de ánimo. Ellos estaban aún verdes, pero ahora solo estaban allí, fijos en su cara, un lienzo en blanco. Le acaricié sus manos, manos que no podían sentir mis caricias. —Mamá, no sé nada acerca de hombres que caen a mis pies. Tal vez se caen porque voy a tropezar con ellos.

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—Oh, Ava, pastelito. Tu padre estará tan molesto cuando los chicos empiecen a llamar a nuestras puertas. —Sus dientes blancos brillaron, sus mejillas encendidas con color—. Estoy contenta de que tengamos

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Se echó a reír de nuevo.

unos cuantos años más contigo antes de empezar a tener ese problema. Sólo tienes diez años, mi amor, eres demasiado joven para pensar en estas cosas. —Tienes razón, mamá —le susurré con solemnidad, mis manos arreglando afanosamente los pliegues en los pantalones de color marrón que llevaba—. Todavía soy muy joven. En su mente, tendré diez años por siempre. Al menos según el último especialista en neurología que había consultado hace unos años. Es una pena no poder permanecer de diez años, atrapada en un momento donde mi única preocupación era cómo conseguir que mis padres se pusieran de acuerdo para dejarme salir con Brynn y cotillear acerca de los últimos rompecorazones adolescentes. Mamá, la vida se ha movido para mí. Pero me alegro de que estés atascada en un momento en el cual todo lo que tienes son recuerdos felices. Hace casi ocho años, un escándalo sacudió la alta jerarquía de Las Vegas. Un escándalo que llegó al radar de sólo unas pocas personas, cuando mi padre llamó a todos sus contactos influyentes en la industria de los medios para contenerlo, eliminando cualquier evidencia de lo que realmente sucedió.

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Síndrome de médula espinal anterior: es una condición médica en la que se interrumpe el suministro de sangre a la porción anterior de la médula espinal y “es la forma más común de infarto de la médula espinal”. 4

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En una fría noche de invierno, Aliana Lea Troudeau, mi querida madre, ex modelo, socialité y filántropa estuvo involucrada en un accidente de tráfico en la I-15. Una colisión que dejó consecuencias de las que cambian la vida, dejándola ciega, con lesión cerebral del lóbulo temporal permanente y síndrome de médula espinal anterior4. Un accidente que aplastó el mundo del hombre al que ella hizo caer a sus pies y que ahora estaba atrapado en su propio infierno. El accidente no fue el escándalo. El escándalo era que ella estaba de viaje con el mejor amigo de mi padre, su mano derecha, Simon Lareaux.

Traducido por nikki leah Corregido por aniiuus

S

Ava

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El árbol en forma de corazón marcado con “A & B Amigas Abejas Por Siempre” era borroso desde mi panorámica, pero sabía que estaba allí. Ha estado allí desde el día en que Brynn y yo hicimos un pacto. Que pasara lo que pasara, siempre estaríamos allí, aquí; en todas partes, la una para la otra. Suspiré y me apoyé en el asidero de metal del columpio, inspeccionando mis alrededores. La casa verde lima de dos pisos cruzando la calle aún estaba ahí: la pintura descolorida, la azotea llena con lo que parecían hojas y excremento de aves, pero aparte de eso se veía más o menos la misma. La casa de al lado debió haber sido renovada. Los tejados de estuco brillaban al sol y el color rojo de la puerta de metal parecía recién aplicado. Me preguntaba dónde estaría ahora la niña rubia que había vivido allí. Brynn y yo solíamos comparar su pelo con el de la niña: cuál de ellos era el más dorado, cuál el más rubio… Creo que su nombre era Karrie. Era agradable y algunas veces jugaba al escondite con nosotras.

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entada en mi oxidado columpio de metal, desaté mi lazo de pelo y tomé una profunda respiración. El aire era seco, los rayos del sol irrumpían a través de los espacios entre las hojas y ramas. Ni siquiera me molesté en usar gafas de sol. Me sentía tan cansada, agotada y débil. Pero necesitaba venir aquí. Después de un turno agotador, sólo quería tener algo de paz por un rato. Mis delgadas batas médicas no pegaban con el áspero asiento del columpio. Sabía que iba a tener algunas manchas en mi uniforme y tal vez marcas en mis manos después de estar sentada aquí pero no me importaba. Sólo quería estar perdida por un tiempo… perdida en mi infancia.

Cómo echaba de menos a mi mejor amiga. Cómo deseaba poder hablar con ella justo ahora. Estaba viajando otra vez con Kieran. Estoy realmente feliz por ella. Pero sólo… ahh, echaba de menos a mi mejor amiga. El suave movimiento de balanceo era arrullador, atrayéndome. Mis ojos revolotearon cerrándose. Tal vez debería ir a casa. La suave brisa, inusual durante los meses de verano, estaba haciendo mis párpados más pesados. Realmente debería comenzar a dirigirme de vuelta a mi apartamento. Mi vista comenzó a volverse borrosa hasta que la oscuridad se apoderó de mí. ¡Boom! El sonido extra fuerte de algo golpeando el suelo me sobresaltó despertándome. Antes de que pudiera rastrear la fuente, oí otro ¡Boom! ¡Oh Dios mío! La casa de la infancia de Brynn estaba siendo atacada. ¿Por qué? Rápidamente saqué mi teléfono del bolsillo. Nadie debería estar aquí. Esto ha estado vacío desde que Brynn y yo vinimos por una visita hace meses. ¡Boom! Estaba asustada, pero también tenía curiosidad. Tal vez esta vez el gatito sería asesinado debido a mi curiosidad, pero realmente no quería causar una alarma innecesaria a la policía si un árbol cayó en el suelo y lo confundí con un dispositivo nuclear. ¡Boom! Otra vez. Sudor frío comenzó en mi cuerpo, la ansiedad picaba mis sentidos. Caminé hacia la parte trasera de la casa, de pie contra la pared, mi teléfono en mi mano derecha listo para llamar. A los pocos segundos estaba avanzando lentamente en mi camino desde el porche frontal a la parte trasera, donde obviamente estaba la fuente del sonido.

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Silencio. Tranquilidad. Quietud.

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El ruido en auge se detuvo, ningún otro sonido impregnaba el aire.

Mi mano estaba temblando, mis nervios bloqueados en pánico. Realmente debería llamar a la policía. ¿Qué pasa si la vieja casa de Brynn era ahora un hervidero de armas de destrucción masiva y estaban probando armas ilegales aquí? Contrólate, Ava. Al doblar la esquina, vi tres extra pesados y extremadamente enormes neumáticos en el suelo, montado uno encima del otro. No había nadie a la vista. ¿Qué…? —Princesa remilgada. —¡Eeekk! —El grito surgió desde la parte superior de mis pulmones, con mi teléfono cayendo de mi mano, mis piernas temblando, sintiéndome ingrávida. Reconocí la voz, pero en algún lugar entre mi curiosidad, el miedo y la anticipación, perdí la habilidad de decirle a mi cerebro que la persona pronunciando mi nombre me era familiar. —¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz era fuerte contra mis oídos, pero mi mente se negaba a hacer la conexión. —¡Eeekk! —Solté otro grito ensordecedor. Una gran mano se cerró alrededor de mi boca. Otra mano envolvió mi cintura. No luché contra ella. No podría. No cuando he esperado y querido esto por tanto tiempo. —Voy a quitar mi mano ahora, así que por favor no grites más. —Su orden ronca rompió mi confuso estado de pánico. Volvió lentamente mi cuerpo hacia él. Estaba tan avergonzada de mí misma, tan fuera de lugar gritando, que mantuve mi cabeza baja.

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Miré primero sus zapatos negros de correr, luego sus fuertes y musculosas piernas, cubiertas por pantalones cortos verde oscuro que

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Podría morirme de vergüenza en este mismo lugar.

iban muy por debajo de sus rodillas y ceñidos en su cintura. Despacio dejé que mi mirada viajara por su cuerpo: seis sólidos, no, más bien como un paquete de ocho, de músculos abdominales que ondulaban en el brillo y el sudor; la piel en la parte superior izquierda de su estómago aún oscurecida y magullada por la lucha, sus bíceps y anchos hombros bien definidos con el espectáculo de músculos impresionantes. Un tatuaje de un nudo celta acordonaba su brazo derecho, su sello de lealtad, su marca de compromiso. Lo reconocería en cualquier lugar. ¿Por qué tiene que estar siempre desnudo? ¿O semidesnudo? Gah, la última vez que lo vi, en la ducha de los hombres después de su pelea, cosa que no debería haber ido en primer lugar, me las arreglé para echar un vistazo a su enorme y abultada erección. Tuve que, físicamente, refrenarme de ir abajo en mis rodillas y adorarla con mi lengua. Nunca lo había hecho, ni siquiera realizado ningún tipo de satisfacción oral a nadie, pero este hombre: él es la encarnación física de mi personaje favorito en la Ilíada, Aquiles. Es también igual a Aquiles en su rabia. Mis ojos se perdieron en el hilo de sudor que humedecía su piel bronceada, mordí mi labio para detener a mi lengua, otra vez, de querer lamerlo. En serio, Ava, necesitas ir a dormir.

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Él estaba diciendo algo, pero todo lo que podía ver era su ancha mandíbula, labios gruesos y nariz prominente. Los dioses griegos no podrían envidiarle nada. Su pelo oscuro estaba más corto, los lados un corte afilado. Era un chico extremadamente guapo. Había conocido a un montón de chicos atractivos, pero Milo, digo a mi traidor corazón y líbido, fue el hombre que causó que mi corazón revoloteara fuera de los gráficos. Es el chico que quería patear en la ingle y acomodar en mi seno al mismo tiempo. ¿He dicho seno? En serio, esta proximidad a él estaba haciendo un daño irreparable a mis neuronas. Es mi Aquiles, mi perfección masculina. Y sus ojos, que estaban perforando agujeros en

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Obviamente la falta de sueño estaba afectando a mis acciones y mis pensamientos.

mí con una indescifrable expresión justo ahora, son la flecha que envenenó mi corazón impidiendo desear a cualquier otro hombre. Cuando me miré en sus impresionantes profundos ojos verdes, el color tan raro como el jade de mi madre, capturé un vistazo del honorable, más cariñoso, sobreprotector hombre que alguna vez he conocido. Siempre lo admiré cuando era una niña pequeña. La forma en que él amaba a su madre, padre, Brynn, y su tía Margie. Cuando tenía quince años, le dio un puñetazo a un chico por insultarme, quien me había llamado puta estirada a mis espaldas. Milo no sabía que yo me había enterado. Mi compañera de clase en Gobierno Americano y Economía, Myra, me dijo durante el almuerzo que Milo se metió en una pelea con Ledger, una pobre excusa para un chico que me seguía alrededor, pretendiendo ser mi amigo, y cuando me negué a besarlo, comenzó a esparcir rumores sobre mí. En ese momento no sólo lo admiré. A una edad tan joven, sabía que si me iba a enamorar, quería que fuera de alguien como él.

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O tal vez de él.

Traducido por nelshia y Lola Irina Corregido por aniiuus

¡M

Milo

enos mal! Mis hombros ardían por culpa de los 270 kg de neumáticos que levanté y cambié una y otra vez.

Las tres últimas veces hicieron un estruendo cuando los apilé uno encima del otro. La pila se veía prolija hasta que el neumático de la parte de arriba se tambaleó y cayó y otro lo siguió. La tensión de dolor y la de los músculos en mi cuello y los hombros era algo a lo que estoy acostumbrado.

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Después de correr durante una hora y tomar un descanso de lanzar los neumáticos, golpear un saco de arena y fibras sintéticas sonó como una brisa. Conocía la fuerza y el poder de mi cuerpo. He empujado mis límites cientos de veces. Cuatrocientas flexiones, doscientas lagartijas, y cuarenta combinaciones de pesas en prensas de banco eran meros ejercicios de calentamiento. Las personas que llamaban gays a los nadadores eran unos nenazas. Podía lanzar un golpe tan bien, o incluso

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Cuando estaba nadando, el Entrenador Trevails incorporó entrenamiento de fuerza en mi régimen de entrenamiento. Me ayudó a mejorar mi fuerza de salto vertical y quitó algunos preciosos segundos de mis tiempos de inicio. Ahora, como un luchador, me hizo dar la vuelta a tipos que eran el doble de mi tamaño fácil y casi sin esfuerzo. Qué tan grande era un tipo no me asustaba. Podrían ser quinientos kilos más pesados que yo, pero no importaba. Lo que importaba era la forma en que luchaban, si podían golpearme, o incluso arreglárselas para atraparme con la guardia baja.

mejor que Manny "Pacman" Pacquiao1. Sin faltar el respeto al hombre, pero su ex sparring fue mi entrenador de fuerza y acondicionamiento físico y fue el que estigmatizó ese pensamiento en mi cabeza. ¿Los luchadores de artes marciales mixtas en la televisión? Mierda. Yo podría haberme convertido en uno de ellos si lo hubiera querido. Era cinturón negro en Taekwondo a la edad de ocho años, gané tantas competiciones de la Asociación Americana de Taekwondo como competiciones de natación en EE.UU. Simplemente me encantaba estar en el agua más que romper losas de hormigón. Un movimiento en el lado de la casa llamó mi atención. Nadie debería estar aquí. Después de dejar caer el último de los neumáticos, rápidamente corrí hacia el lado donde vi que algo se movía. Una figura femenina con el pelo largo y oscuro, vestida con una bata de color azul oscuro, se puso de pie en el lado con un teléfono casi cayendo de su mano. ¿Qué demon… —Princesa remilg… —comencé, de pie detrás de ella. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Por qué llevaba puesta ropa quirúrgica? ¿O ropa? Más de la mitad del tiempo ella estaba vestida con algún vestuario muy ceñido que un mosquito tendría suerte de salir con vida si de alguna manera quedaba atrapado en el interior de uno de sus vestidos. Su cuello giró, sus ojos grises se abrieron en estado de shock, y un grito ensordecedor salió de su boca. —¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté, con la esperanza de dejar que mis oídos se recuperasen de los daños que podría haber causado. —¡Eeekk! —Otro sonido chirriante llenaba el aire. Mierda. Si no estuviera muriendo por mis costillas magulladas, estoy bastante seguro de que mis oídos tendrían una hemorragia por sus gritos estridentes.

Manny «Pac-Man» Pacquiao: boxeador profesional, actor, cantante y político filipino. Es el actual campeón mundial de peso wélter de la Organización Mundial de Boxeo.

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Puse una mano sobre su boca. Una boca que se sentía tan suave contra mi mano áspera, y susurré:

—Voy a quitar mi mano ahora, así que por favor no grites más. Ella asintió con la cabeza y la bajó. Mientras giraba su cuerpo alrededor, mi otra mano sentía la caída de su cintura, e inhalé un floral aroma femenino. Su cabeza estaba todavía abajo. Tal vez estaba tratando de recuperar la compostura. Miré su perfil, tomando nota de los mechones desordenados de pelo salvaje que colgaban alrededor de su rostro; sus oídos color rojo remolacha, los diminutos pendientes de diamantes destellando brillantemente contra el color de su sonrojo. —Ava, princesa remilgada, soy yo... —murmuré. Tal vez la había enviado en estado de coma. Levantó lentamente su cara, y en el segundo que sus ojos grises se encontraron con los míos, joder, yo había visto a las mujeres mirarme. Yo no soy un tipo de mal ver. Nunca fui el tipo de chico obsesionado por la apariencia. Mi cara era sólo eso, una cara; completa, con ojos, oídos, nariz y boca. Pero Ava, la forma en que sus labios se separaron, el ardiente calor en esos ojos por lo general fríos, el rojo tiñendo sus mejillas, ella me estaba mirando con completo deseo sin adulterar. ¿Tal vez ella estaba imaginando un tipo diferente en este momento? Ella nunca me miró de esta manera. Ella lamió sus labios, su lengua rosada rodando alrededor de ellos, el acto inocente enviando un rayo directamente hacia abajo a mis bóxers. Antes de que pudiera pensar dos veces sobre ello, mi mano se desvió de su cintura a su culo, y apreté. —Milo... —susurró. Con mi otra mano aún en su rostro, presioné un dedo en su labio inferior, con su cara apasionadamente roja ahora. Sentí el calor proveniente de su respiración, ella olía a fruta prohibida: naranjilla, mentolado, fresco.

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—¿Qué quieres? —le pregunté, mi cuerpo ardía caliente y mi pene podría martillar clavos en este momento con lo duro que estaba.

Ella cerró los ojos, las largas pestañas descendiendo, y volvió su mentón hacia arriba. Con voz temblorosa, dijo: —Bésame. ¿Besarla? Era una petición tan simple, pero mi cuerpo obedeció como un mandato. Mis labios se posaron en los de ella en un segundo, suavemente al principio, familiarizándose en sus capas suaves. Cuando mi lengua comenzó a hacer su aparición, ella abrió su boca y me invitó a entrar. Succioné la piel y ella respondió con un gemido contenido. Me di cuenta que sus ojos aún estaban cerrados, así que murmuré con fuerza contra sus labios. —Abre los ojos. No quiero que imagines a otro tipo cuando te estoy besando. —Esta fue la única explicación que se me ocurrió para qué ella tuviera los ojos cerrados. Ava y yo nos hemos mantenido un brazo de distancia el uno del otro a lo largo de los años. No demasiado lejos. Y definitivamente tampoco demasiado cerca. Ella nunca dio ninguna indicación, ninguna señal de que ella me querría de esta manera. Sus ojos se abrieron, el lacerante gris penetrando. —Sé que eres tú —dijo ella, su boca dejando la mía, una pérdida contra la que mi cuerpo se rebeló. Y añadió: —Yo siempre he sabido que eras tú. Ella aplanó sus manos en mi pecho, el sudor salía de mí como una fiebre altísima, mientras mi mano exprimía su culo apretado, atrayéndola más cerca de mí, dejándola sentirme, sentir mi deseo inequívoco por ella.

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—Vamos a llevar esto dentro.

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Ella apretó sus caderas contra las mías y yo quería desgarrar la bata que cubría su cuerpo. La insté, mi voz probablemente sonando como el tipo más cachondo en el universo.

El calor entre nosotros probablemente podría provocar un incendio de escala diez. Dejé a mi mano hundirse en su pelo suavemente, las trenzas sintiéndose sedosas, más suave de lo que pensé que serían. Las emociones en su rostro reflejaban la indecisión, confusión, deseo y necesidad. Ella respondió con un nudo en la garganta. —Me tengo que ir. ¿Así que esto es? ¿Ella consiguió una probada de mí y ahora ella quiere irse? Al diablo con eso. Lo siento princesa, no consigues provocarme y dejarme colgado.

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Estábamos en una batalla frenética de lenguas y labios mientras nos llevé a dentro de la casa, sin perder el paso hacia el sofá. Mi espalda golpeando el sofá, sus ojos eran salvajes, sin inhibiciones, mientras se sentaba encima de mí. Su pecho se levantó en respiraciones irregulares mientras su boca convencía a mi lengua para ahondar más profundamente. Ella empujó contra mi pecho, su rostro dejando el mío, exponiendo la extensión cremosa de su cuello. Mi lengua probando el costado de su cuello y orejas. Incluso ahí, su sabor era celestial. Su respiración se relajó contra mi boca, que estaba explorando su cuello hasta la pequeña inmersión poco profunda entre el cuello y la clavícula, mientras yo tiraba de la parte superior de su uniforme azul oscuro a un lado con mis dedos. Seguí besándola, rozando su cuello con mis dientes y mi lengua una y otra vez, hasta que de repente sentí su cuerpo

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Bajando mi otra mano a su trasero, cogí el teléfono que se le cayó a sus pies, la sopesé y la levanté. No tenía más remedio que envolver sus piernas alrededor de mí a menos que quisiera caerse. Puse mi boca contra la de ella, su pelo cayendo sobre mi pecho, sus manos rodeando mi cuello en un abrazo apretado. Seguí lamiendo sus labios, chupando, ordeñando su lengua, su cuerpo volviéndose dócil a mis demandas. No la dejé recuperar el aliento. Podía aguantar la respiración por un largo tiempo. Sólo cuando ella apretó su agarre sobre mis hombros la dejé a tomar aire.

relajarse por completo en mi contra. Sus manos aflojaron su control, y si sus piernas no estuvieran bajo mi culo ella se habría caído. Alcé la cabeza para mirarla, estabilizándola con mis manos en ambos brazos, preguntándome qué demonios estaba pasando. Esta vez, sus ojos estaban completamente cerrados, su rostro tranquilo, y una pequeña sonrisa adornaba su boca. De puta madre, acabo de poner a una mujer a dormir. *** —¿Lo estás haciendo bien? —preguntó Bob, la enfermera que usaba ropa quirúrgica de color gris oscuro, mientras revisaba el flujo de sangre que salía de mi brazo hacia la bolsa en la se estaba filtrando. —Sí, estoy bien —le contesté. Me sentía bien. Había cogido un montón de barras de proteína y empujado un vaso de la mezcla de bebida de proteína por mi garganta antes de salir corriendo hacia aquí. Inclinando mi cabeza sobre la almohada, sabía que el techo de esta unidad móvil sería la única cosa que miraría por la siguiente media hora. La mayoría de las veces sólo tomaba quince minutos, pero en mi cabeza tomaba una eternidad. Una eternidad estaba bien. Mientras sea capaz de hacer esto, siempre y cuando mi cuerpo lo permita, podría hacerlo para siempre. Levanté la cabeza en alto, mirando a Lorraine, la enfermera mayor, que está a cargo aquí, dándole una sonrisa. Llevaba un pequeño cartón de jugo de naranja. La última vez me dio una bebida con sabor a arándano. Sabía a mierda, pero parecía hacerla feliz cuando me lo bebí, así que lo hice. —Aquí está tu regalo por el día, joven.

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—¿Qué? ¿Está segura? Me prometiste champagne la última vez — bromeé, reprimiendo una sonrisa—. Esto es inaceptable. Debes tratar a tus clientes regulares mejor que esto.

Ella soltó una carcajada, Bob y la señora mayor, también un donante de sangre, que se mantuvo echándome miradas a escondidas y ahora estaba leyendo una revista, se unió con ella en la risa. Bob, caminando hacia la máquina que contenía un montón de equipo médico, dijo: —De acuerdo, eres un regular. La próxima vez nos aseguraremos de contar con champagne para ti. Asentí con la cabeza, sonriendo. —Sí, sí... Promesas, promesas. Las promesas no sostenían nada, sin valor para un montón de gente. Pero lo hacían para mí, en gran medida. Antes de que mi hermana fuera diagnosticada con osteosarcoma2, la tía Margie y yo habíamos ido a muchas visitas a urgencias porque ella había tenido estos enormes moretones extraños, en las rodillas, los codos y las piernas, sin nadie poniéndole la mano encima. El diez de marzo, el día en que nuestros padres murieron en un accidente durante un paseo en barco, fue el día en que yo creí que Dios no existía. Ningún Dios sería tan cruel como para dejar dos buenos niños huérfanos y solos en este mundo. El doce de enero, el día en que Bee, después de un médico le había diagnosticado con osteosarcoma, fue aceptada para un ensayo de investigación, fue el día en que yo creí que había un Dios de nuevo. Ningún Dios habría sido tan cruel como para alejar a mi hermana, la única conexión que tenía con mis padres, mi herencia, de mí.

Osteosarcoma: cáncer óseo que aparece por lo general en cualquiera de los extremos de la diáfisis de un hueso largo; también llamado osteoma sarcomatoso.

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¿Bee? Ella es la persona más fuerte, la mujer más resistente que conozco. Incluso cuando ella tuvo que pasar por rigurosas quimioterapias, la infección bacteriana que la marcó de por vida, los interminables canalizaciones intravenosas, se las arregló para consolarme, me decía que ella estaba bien, a pesar de las muchas lágrimas que se habían derramado por su carita. Ella ha tenido muchas transfusiones de sangre de desconocidos que nunca he conocido; extraños que no tenían ni idea de lo mucho que mi hermana significaba para mí. Así que tan pronto como cumplí dieciocho años, el día después

de su cumpleaños, fui al centro de donación de sangre más cercano y no importando en qué ciudad estoy, hago una visita cada dos meses. ¿Que era una bolsa o dos o tres de sangre? Mi cuerpo la repone cada mes más o menos, de acuerdo con una de las enfermeras con la que había hablado antes. Una vez, un hombre de mediana edad, me dijo: —Usted sabe, muchos hombres tienen miedo a las agujas. —También iba a donar sangre en la unidad móvil en la Donación de la Cruz Roja en la Universidad de Connecticut. Me encogí de hombros ante él. —Sí, supongo. ¿Inyecciones? Por supuesto que duelen cuando te tocan la piel. ¿Pero asustado? Asustado es cuando ves a tu hermana convertirse en alguien tan frágil como una maldita muñeca de plástico a la que ni siquiera puedes abrazar porque se lastimaría o sus huesos podrían romperse. Asustado es cuando recibes la noticia de que tu tía, la persona que te tomó después del accidente de tus padres, había tenido un choque frontal con un conductor ebrio. Así que, ¿las agujas? No hay razón para estar asustado por ellas. Ahora, si tuviera que ser honesto, una cosa que probablemente me estremecería y me asustaría es cuando un médico mete un dedo o dos en mi trasero, en uno de esos reconocimientos de salud que Bee dijo que un chico debe hacerse. Mierda. Espero que mi trasero ya no tenga los nervios para sentir si alguna vez necesitaba ese examen o sólo correré fuera de la maldita habitación. —Casi hecho —dijo Bob, comprobando la bolsa de sangre que colgaba en un poste pequeño, el líquido tan precioso, tan vital para la vida.

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Sus ojos marrones sonreían mientras empezaba a contarme sobre su viaje: cómo disfrutaban de la tradicional cocina mexicana, visitó

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—Genial. ¿Cómo fueron tus vacaciones, hombre? —lo interrogué. La última vez que vine, él había mencionado que iba a un viaje a Puerto Vallarta con su esposa y dos hijas.

lugares turísticos y nadó en las playas. En la mención de la natación, mi cuerpo se tensó, lo suficiente tenso para que se mostrase en mi cara y dijese: —Lo siento. Sé lo difícil que debe ser para ti. La señora mayor en la otra cama, levantó la cabeza. —Pensé que te reconocía. —Sus cejas pobladas se arrugaron—. Eres Milo Tanner. El tipo que le tendió una trampa a Kieran Stone por drogas. Tomé un trago en seco, mi cara, una máscara de indiferencia cuando le contesté a Bob. —Está bien. No es tu culpa. —Él probablemente estaba pensando que me descubrió a la mujer o alguna mierda como esas, ni siquiera era verdad. Incluso si lo fuera, no era su culpa. Todo fue mi error. Es mi culpa. Todo mi maldito error. *** —Hola —le dije mientras presionaba el botón de la función Bluetooth de mi auto. El tráfico era ridículo. Incluso las calles secundarias estaban obstruidas con los conductores lentos. Mierda. Quería llegar a casa antes de que ella se fuera. —Ya está en la cuenta ahora —confirmó Dia—. Acabo de comprobar y ciento cincuenta mil dólares fueron depositados. —Bien, bien —le contesté, el alivio evidente en mi voz.

—¡Mierda! —grité, mi pierna empujando duro el freno.

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—Está bien. —Eso es bueno. Seis meses era un largo tiempo. Esto significaría que la tercera parte los trabajadores de tiempo parcial no serían despedidos y que los niños que dependen de la fundación no serán denegados.

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—Es dinero suficiente para mantenernos operacionalmente por seis meses.

—¿Qué? —preguntó Dia preocupada—. ¿Qué está pasando? —Lo siento, sólo un idiota pisó los frenos delante de mí —murmuré. Mi sangre estaba calentándose por los conductores irresponsables que no indican cuando cambian de carril. —Oh, cariño —arrulló ella —. Recuerdo lo enojado que te pones con el tráfico. —Dia, mira, escucha, y métetelo en tu cabeza. —Apreté la mandíbula y golpeé mi mano en la rueda—. He terminado contigo. Hemos terminado. No vamos a volver a estar juntos. Nunca. —Tal vez después de repetírselo por enésima vez, ella lo superaría. Oí su respiración pesada por teléfono. —Milo, lo siento. ¿Cuántas veces tengo que decirte que lo siento? —Dia. Te lo dije, yo te he perdonado. —En una exhalación exasperada, continué—. Es que no puedo sólo olvidarlo, ¿bien? Hemos terminado. En el segundo que se acostó con Kieran, habíamos terminado. En el minuto en que ella me mintió acerca de que Kieran la sedujo, incluso tal vez obligándola a acostarse con él, no había manera en que alguna vez volviera a confiar en ella como una novia. Como contadora, era genial. Me envió un informe semanal sobre lo que la fundación estaba haciendo. Pensó que estando como administradora de la cuenta en la Fundación de Niños me haría regresar con ella de nuevo. No fue así. Ella guardó silencio durante unos segundos, y entonces dijo: —Yo te amaba, lo sabes. —Por un tiempo —estuve de acuerdo cuando aceleré en el carril rápido. Ahora el tráfico se estaba abriendo. ¿Lo qué debería haber tomado veinte minutos estaba ahora tomando el doble de tiempo?

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—No, realmente lo hice, Milo. —La resignación nubló su voz—. Sólo... Sé lo que hice. Yo no pienso que él incluso supiese quién era yo. Pero él es un buen chico. Nunca hizo nada para herirme.

Hay rabia y luego está la rabia. No fue difícil para mí creer que Kieran haría lo que Dia me hizo creer. Durante muchos meses, yo albergué pensamientos desagradables acerca de quemar a Stone sobre un maldito árbol. Pero perteneciendo a la sociedad civilizada en la que vivimos, no podría hacer eso. Pero me aseguré de que él sufriera. Cada vez que lo veía en el vestuario o en la piscina, no oculté mi odio, mi enojo hacia él. Las mujeres tenían el poder de hacer a los hombres creer cualquier cosa. Le di a Dia ese agarre, ese poder sobre mí. Ella me cegó como un maldito ratón y si no fuera por la amenaza de que la fundación que se iría a la bancarrota y la pérdida de su trabajo, ella nunca me hubiera dicho la verdad. No confío en ella. No creo que vuelva a confiar en una mujer de nuevo. —Sigue adelante, Dia —le aconsejé, y las palabras salieron de mi boca de forma casi automática, robótica. Yo le había dicho esto muchas veces ahora—. Nunca voy a regresar contigo. Lo que tenemos ahora es una relación de negocios. Y si cruzas la línea, no tengo ningún problema en darte dos semanas de pre-aviso. El silencio llenó el coche. —Bueno, es sólo que... —Su voz empezó a romperse—. Yo siempre te amaré, Milo. Desearía nunca haber hecho lo que hice. Te veré en tres semanas. Ella vivía en San José ahora. Se mudó allí después de la universidad. Ambos planeamos mudarnos allí después de la universidad. Pero los planes cambiaron. Cuantas cosas habían cambiado. —No tienes que estar aquí para cada pelea. —Traté de disuadirla. Ella no era necesaria aquí. No la necesito aquí—. Ni siquiera estoy seguro de si voy a estar peleando. Depende de a quién escojan.

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Miré el tablero del coche. 130 Km. Yo estaba conduciendo muy rápido. Tal vez ella aún estaba dormida. No quería dejarla, pero tenía una cita con la Cruz Roja.

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—Puede que no me quieras más, pero voy a estar allí, Milo —dijo con firmeza.

—Está bien. Sólo no esperes nada más de mí. —Mis palabras salieron con firmeza. Cuándo rompes el corazón de alguien, los fragmentos, las piezas rotas permanecen tirados en el suelo. Esperas que la persona que te rompió el corazón sea el único que te ayude a poner las piezas todas juntas de nuevo y lo hice por Dia una vez. Ella rompió el mío y rompí el de ella, y juntos tratamos recomponer nuestros corazones. Pero no lo voy a hacer otra vez. No por ella. No por nadie más. Nunca. *** El reluciente blanco Tesla no se veía por ningún lado. Antes de que hubiera dejado la casa, la había llevado a mi dormitorio. Era la única habitación en la casa que estaba limpia y habitable. Ella pesaba prácticamente nada, y mientras dormía era hermosa. ¿Cuándo y dónde diablos empecé a pensar en ella como hermosa? Desde que tu boca tocó la de ella, idiota. El aroma floral de Ava permaneció en el aire y en el lado de la cama donde la había dejado estaba todavía sangrando de su cuerpo yaciendo ahí. Tuve que borrar ese beso, borrarlo de mi memoria, o de lo contrario estaría masturbándome con su olor.

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Me quité el vendaje de compresión en mi brazo derecho y vi que no había sangrado ni nada. Había donado sangre suficientes veces para saber que al cabo de media hora estaba bien para quitarlo. Dejé caer mis llaves en el pequeño escritorio y me desplacé por la pantalla de mi

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La idea de masturbarme con su imagen me puso duro. Mierda. Necesitaba ir a una cita o algo. Ha pasado demasiado tiempo desde que había tenido relaciones sexuales. Conocía a chicos que ahogaron sus penas en un montón de coños sin sentido. ¿Cuál era el punto? Probablemente podría masturbarme mejor que tener sexo sin sentido aleatorio. Añádele las tendencias alarmantes, fotos de enfermedades de transmisión sexual y el video que había visto de la enfermería de Bee fueron suficientes para cubrirme o simplemente dejar de joder con una mujer a la que no he tenido la oportunidad de conocer.

teléfono. No había llamadas. Cuando Ava se quedó dormida llamé a su teléfono desde el mío para que tuviera mi número y le envié mensajes de texto también, en caso de que ella se despertara antes de que yo volviera. ¿Así que esa es la forma en que deseas jugar, princesa? Bien. Me dirigí a la cocina, mi teléfono en mi mano derecha, agarré un plátano de la mesa, y me senté en el sofá. El canal surf sonaba bien ahora mismo. Al detenerme en un viejo canal de películas, dejé que mi mente se fuera a la deriva sobre lo que sucedió hoy. Probablemente era un engaño. Ava estaba tan cansada que estaba soñando con otra persona cuando me besó. Tal vez un maldito príncipe rana o alguna mierda. La mayoría del tiempo, cuando estaba con mi hermana, ella también estaba allí. La he oído hablar de chicos griegos o algunos modelos rusos. Ella iba por ese tipo de chicos con dulces ojos, aunque en realidad nunca he oído hablar de ella saliendo con nadie. No es que me importara. Ahora sólo el pensamiento de presionar sus labios suaves contra otra persona me hizo apretar la mandíbula con tanta fuerza que podría haberme roto un hueso facial. ¿Quién piensa que es? ¿Toda elevada y poderosa? ¿Sólo porque es rica y toda esa mierda? Su padre me había advertido contra estar en cualquier lugar cerca de ella. Él no tiene que advertirme. Seguro como el infierno que no la iba a tocar de nuevo. La idea de no tocarla otra vez, era suficiente para hacer que el dolor de los nudillos me hiciera querer golpear y tirar algo contra la pared. Hombre, me estaba arruinando.

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De alguna manera, viéndola en bata la hizo parecer asequible, accesible y tocable. No, esa no era la razón por la que la besé. La besé, porque no podía detenerme a mí mismo. En sus ojos, vi el deseo... y el anhelo. Como si ella hubiera querido que la besara durante mucho tiempo.

2 Chainz y Wiz Khalifa con We Own It seguido de un movimiento vibratorio me hizo levantar mi teléfono, que había puesto en la pequeña mesa de madera hay delante mía. Era un mensaje de texto. Leif: ¿Estamos en ello? Yo: Sí. ¿Está claro? Leif: Sí. Vamos a reunirnos. Yo: Genial. Leif: ¿Hacemos puenting? Yo: Bien. Suena bien. Leif: ¿Todavía estás vivo? Yo: ¿Qué piensas? Leif: ¿Tú, todo Rocky y la mierda ahora? Yo: ¿Por qué no vienes y lo ves por ti mismo? Leif: Confía en mí, amigo. Sé cómo te sientes. Rocky no tiene nada que envidiarte. Encantado de saber que todavía estás de pie. Yo: Voy a estar de pie hasta el final. Leif: Sí. Lo sé. Oye, tu hermana está preguntando por ti. No le respondí. Leif: La vi en un evento de caridad con Stone. Ella dice que no contestas sus llamadas. Una vez más, no respondí el mensaje de texto. Leif: Ella te extraña amigo.

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Leif: Ella es feliz. Él la está cuidando bien.

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Yo: Sólo estoy ordenando mi mierda.

Su declaración trajo un consuelo inexplicable y paz a mi desordenada cabeza. Sin querer, había visto una parte de la cobertura de los medios acerca de Kieran cuando hojeé los canales deportivos. Durante una entrevista en particular con Camryn Michaels, el dedicó su triunfo a mi hermana. Nunca supe que él hablara sobre sus sentimientos en la televisión, pero vi lo mucho que la amaba. Habló de Bee como si ella fuera su mundo. Y me hizo sentir aún más como un pedazo de mierda de lo que ya era. Y merecía que estuviera expulsado del deporte que amaba, el deporte que yo necesitaba como necesitaba mi próximo aliento. Kieran no merecía la mierda que le hice pasar. Leif: ¿Estás ahí? Yo: Sí. Leif: Habla con ella. Yo: Con el tiempo. Leif: Bien. Yo: Bien. Me tendí en el sofá, doblando el brazo derecho debajo de mi cabeza. Leif tenía razón. Debería hablar con Bee. Sólo necesitaba tiempo. Tiempo para encontrarme a mí mismo, porque a veces ni siquiera sabía quién era. No era el hombre que mis padres me educaron para ser, causando deshonra en el apellido. Mi padre provenía de una familia apreciada en Italia, y me crió para ser un hombre honorable. ¿Dónde está mi honor ahora? ¿Dónde están las costumbres, los valores que Grisella y Amadeo Tanner infundieron en mí desde que era un niño? Un pitido interrumpió mis pensamientos. Era otro mensaje de texto. De Dia, dejándome saber que ya reservó un vuelo para la próxima lucha.

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Demasiado malo que la princesa remilgada no llamó ni me envió un mensaje de texto. Pero, ¿y si ella lo hiciera? ¿Qué pasaría entonces? Ava y yo nunca sucederá. No importa si ella me besó como yo nunca he sido

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Lo ignoré.

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besado. Me miró como si yo nunca hubiera sido visto. Ella tenía un lapsus momentáneo de cordura, de juicio, por lo cual hizo lo que hizo. Y mientras estoy bajo la nómina del su padre, no podía, no debería convertir en oportunidad nada que la relacionara a ella. Había sido advertido por Maxwell, el hombre que sostiene el destino de la fundación que construí para mi hermana, el legado de mi familia en sus manos por alejarme de su hija, la heredera de su imperio.

Traducido por Apolineah17 y Lola Irina Corregido por Helen1

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Ava

urante las últimas tres semanas había estado volando sin parar. Madrid. Alemania. Irlanda. El eje principal del negocio de mi padre podría estar en Las Vegas, pero su poder llegaba a todo el mundo. Y él tenía que mantener ese poder, esa presencia, así podría seguir siendo relevante. Cené con un miembro de la familia real en España, me mezclé con los hombres de negocios de la Bolsa de Frankfurt, y atendí un evento de recaudación de fondos para promover la sustentabilidad de recursos en Dublín. Cada evento era un evento publicitado. Todo ello dirigido, controlado y orquestado por mi padre. Me había divertido en cada uno de ellos. Conocer gente nueva y viajar a diferentes países y localidades era estimulante. Sólo deseaba que mi padre fuera lo suficientemente considerado para preguntar por mi disponibilidad, así no tenía que cancelar mis planes previos de trabajo en el hospital o para pasar tiempo con mi madre. Pero él no se preocupaba por eso. Nunca lo hacía. Para él la educación no era un activo importante. Menos mal que mamá luchó para que fuera a una escuela pública en lugar de ser educada en casa. Sino no habría conocido a Brynn en primer grado.

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—Sí. —Le di una sonrisa desdeñosa, tratando de contener mi bilis retorciéndose dentro de mi estómago.

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—¿Te divertiste en tu viaje? —preguntó Emmett, con sus ojos azules de un tono más oscuro mientras se inclinaba en su silla para acercarse más a mi oído. Él no tenía ni idea de que lo último que quería era combinar los gratos recuerdos de mi viaje con esto.

Odiaba estar aquí. Odiaba ser testigo de esto. Iba en contra de mis principios, de mis códigos morales. Pero no tenía elección. —Le encanta viajar. —Mi padre, que pensé que no estaba escuchando mi conversación con Emmett, se extendió en mi respuesta. Las luces se habían atenuado hacía unos minutos, pero vi el brillo, el brillo inquebrantable del gris de sus ojos. Su voz era modulada, dando la impresión de que era feliz, incluso cuando no era cierto. Él prácticamente me había encadenado para asistir a esto de nuevo. Sabía que estaba furioso. La primera vez que vi algo como esto, tuve mi cabeza agachada la mayor parte de la pelea. No podía soportarlo, no podía soportar ver al hombre que amaba, al único hombre que he amado, ser golpeado, siendo reducido a participar en un deporte tan degradante. Si mi padre no hubiera susurrado con dureza en mi oído izquierdo: “Vas a hacer esto por ella” habría corrido fuera de este estadio en cuestión de minutos, con o sin mis zapatos puestos, pero con toda mi dignidad intacta. El escalofriante estadio hecho de vidrio era una maravilla moderna. Mi padre se había jactado de que al padre de Emmett le había tomado un año construirlo. Con toda la tecnología y todas las complejidades que reunía, fue… fue un proyecto enorme para la empresa de mi padre.

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Mi padre había exclamado a sus amigos, si podía llamarlos amigos: “Este es el inicio de una nueva era en la lucha. Hay reglas mínimas, sin árbitros visibles. Un luchador podría abandonar, renunciar pulsando el botón rojo en su esquina. Hasta entonces, ellos pelearían hasta el final, hasta que sólo haya un ganador. Por supuesto, no podemos dejar que nadie muera, porque eso sería ilegal”. A lo cual se había encogido de

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—Damas y caballeros, bienvenidos al Estadio de lucha la Próxima Generación —anunció una voz computarizada, silenciando los susurros y las charlas sin sentido dentro del estadio. Se suponía que tenía capacidad para más de dos mil espectadores, pero durante el primer año o más o menos, sólo los más ricos, los millonarios que podían prescindir de al menos quinientos mil dólares sin parpadear, eran invitados.

hombros como si no fuera importante. “Sin embargo, la computadora determinará si los signos vitales y las lesiones están bien antes de que el prestillo de seguridad sea abierto. Aparte de eso, el luchador podría durar horas, con las temperaturas en la habitación variando dependiendo de los comandos del ordenador”. ¿Cómo esto incluso no era sancionado? Pero antes de que pudiera preguntarlo, miré alrededor del lugar: senadores, congresistas, gobernadores. Una lista de celebridades, y de gigantes de Wall Street estaban charlando y bebiendo bebidas de su elección, ocupados desplazándose sobre el menú en las pantallas individuales de su ordenador. No era difícil deducir por qué mi padre había alistado su cooperación, su apoyo en esta nueva empresa, sin dificultad alguna. Esta era la humanidad en su más enferma e inferior forma. El menú constaba de combatientes, hombres que eran ex atletas y de alguna manera fueron desacreditados en sus deportes predilectos. Un levantador de pesas ucraniano que fue hallado positivo en drogas para mejorar su rendimiento. Un gimnasta chino que había dicho algunos comentarios racistas a un compañero competidor. Un israelí judío que atacó a un árbitro. Hombres que estaban en su mejor momento, pero que habían cometido errores, a sabiendas o sin saberlo, y se les prohibió competir en su deporte. Mi padre era un hombre cruel y brillante; un genio astuto, sabía que estos hombres se entusiasmarían y babearían por su oferta. Pero, de nuevo, si él podía hacer lo que hacía, lo que le hace a mi propia madre, a la mujer que decía que había amado, entonces ¿qué lo iba a detener de obtener una ganancia de la desesperanza, la codicia y la promesa de gloria de estos atletas deshonrados? —¿Por qué no estás eligiendo a un contendiente? —preguntó Emmett, apuntando a la pantalla en frente de mí, la cual había entrado en reposo.

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—No me he sentido bien del estómago en todo el día. —Quizás esta vez mi padre me dejaría salir. Seguramente no había ninguna razón para que me quedara. Por qué yo era necesitada aquí, me desconcertada. Él

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Tragué saliva.

tenía aquí a todos y cada uno de los que podrían haber firmado y aprobado cada uno de esos desagradables juegos. —Oh, no —murmuró Emmett con simpatía—. ¿Te quieres ir? —Él realmente era un buen tipo. Un día, una chica sería afortunada de tenerlo. —Ella se siente nerviosa, igual que la primera vez. —La voz fría de mi padre nos interrumpió—. Ahora, elige tu opción, Ava, así el espectáculo puede comenzar. —De acuerdo con la pesadumbre de la voz, la computadora, la pelea no comenzaría hasta que todos los miembros de la audiencia hubieran elegido un luchador. Los primeros dos miembros escogidos por el público estarían enfrentándose en el cubo, donde sólo nosotros, fuera del cubo, podríamos verlos. Ellos no tenían forma de saber cuántos y quiénes los estaban viendo pelear. —Si ella no se siente bien, Maxwell, puedo llevarla a su casa —se ofreció Emmett, con su mano izquierda dando suaves golpes sobre mi mano derecha. —Mi padre tiene razón, Emmett —dije, tratando de sonar tan bien como pude. Como apostador, mi padre sabía cómo embaucar; caía por ello cada vez. Si me fuera a casa con Emmett en este momento, no me sería permitido el acceso a mamá por unos cuantos días. Unos cuantos días que significaban una interminable cantidad de preocupación y de no ser capaz de sentir su tacto. Esos días podrían ser más largos si tuviera que volar fuera del país de nuevo. El pensamiento de no poder ver a mamá borraba cualquier resto de ansiedad. Levanté el dedo y seleccioné a alguien al azar, ni siquiera me molesté en mirar la fotografía del contendiente, sus estadísticas, ni el tipo de arte marcial o la forma de pelear que utilizaba. Él era un hombre al que yo estaba enviando a la guillotina, para ser golpeado y pateado una y otra vez.

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Deseé que no fuera demasiado tarde para él cuando llegara ese momento.

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Un día, padre, espero que veas los errores de tus formas de proceder. Ella te amó. Siempre lo hizo. Al igual que yo.

*** La pelea había sido establecida. A mi alrededor la sala se había vuelto completamente oscura. No vivía en una cueva. Había visto videos de gente que peleaba, boxeaba, se pateaba entre sí en el ring. Las multitudes en ese tipo de eventos eran ruidosas, bulliciosas, alentando a un luchador contra el otro. Simplemente no podía encontrar en mí la razón por la que la gente apuesta por ver un aporreamiento contundente que por lo general terminaba en sangre y violencia. Pero ¿quién era yo para juzgar? Estoy aquí ahora. Mirando la misma cosa. En contra de mis propios deseos, pero aun así mirando. Mientras la voz generada por la computadora anunciaba la forma en que la pelea iba a proceder, cubrí totalmente mis pensamientos con los cálidos recuerdos difusos de mamá. En cómo pensaba ella que la cachemira era la sensación más reconfortante en el mundo. En cómo se reía de las cosas más inesperadas y tontas, una nube de forma graciosa, un extraño nombre de calle, una señal de tráfico torcida. Busqué los Tic Tacs sabor naranja dentro de mi bolso de noche. Si puedes probar lo agrio, la sensación refrescante, la ráfaga de sabor y la frescura de la menta golpeando la parte posterior de tu garganta, significa que estás viva, mi querida Ava. Algo tan pequeño, inofensivo e insignificante, pero esos pequeños y duros caramelos en forma alargada. Me llevaban de regreso a misma; mi confianza, mi fuerza, mi armadura. Mientras pudiera saborearlo, estaría viva. —Él es un favorito del público… —El anuncio resonó por el silencioso aire—. ¿Lo quieren de regreso? ¡Élllll está de regreeeeso! ¡En la esquina azul… Milo Tanner!

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Mis manos empezaron a sentirse húmedas, frías, calientes, sudorosas, todo al mismo tiempo. Froté las manos contra los asientos de cuero de lujo. Todos deben amar el verlo pelear. Contra la gigante pantalla de vidrio, sus estadísticas parpadearon; una pantalla que también servía

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OhDiosohDiosohDios.

como una barrera de espejo falso separando a los combatientes de vernos y oírnos. MILO TANNER, Altura: 1.95 m, Peso: 99.79 Kg, Habilidades de lucha: Taekwondo, kickboxing. Probabilidad de ganar: 50% Él estaba de pie en sus pantalones cortos azules de kickboxing. Las cámaras en el interior del cubo hicieron un acercamiento de su rostro, la imagen más grande, emergiendo contra las cuatro esquinas del cubo. Él parecía tranquilo. Mortalmente calmado. Ningún deje de emoción se mostraba en su rostro, ni siquiera un movimiento en su barbilla, su boca era una línea recta y fuerte… pero sus ojos… brillaban de color negro. Cuando Milo estaba feliz, como yo lo había visto varias veces a lo largo de los años, sus ojos eran de color verde hierba contra el cielo de verano. Cuando estaba triste, como el día del funeral de sus padres, eran pálidos, sin brillo, los colores diluidos por sus emociones. Lo había visto irritado conmigo, pero aun así, sus ojos eran intensos de un burlón verde. Ver su rostro transformado de esta manera era una advertencia de la rabia que estaba a punto de lanzar. —Ahora, damas y caballeros, vamos a ver si su ánimo se mantendrá en pie. ¡En la esquina negra, se encuentraaaaa Marco “el Toro Brasileño” Escarcha! El otro luchador se levantó desde debajo del suelo en su propia esquina. El hombre brasileño comenzó a mostrarse en los espejos de vidrio. MARCO ESCARCHA, Altura: 2 m, Peso: 111 Kg, Habilidades de lucha: Capoeira. Probabilidades de ganar: 50% El cubo destelló en negro y azul, seguido de un fuerte sonido. Milo y el otro hombre estaban de pie en el centro del cubo y tan pronto como el sonido se apagó, como señal del inicio de la pelea, el hombre brasileño lanzó el primer puñetazo.

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Milo fácilmente lo esquivó, como si tuviera la capacidad de predecir lo que el otro hombre estaba pensando. Su postura era relajada. Si no

hubiera vislumbrado sus ojos antes, habría sido engañada por el aire de inquietante calma que él estaba emitiendo. El otro chico seguía meciéndose hacia adelante y hacia atrás alrededor de Milo, tratando de guiarlo hacia una esquina. Milo se mantuvo en movimiento, evadiendo al hombre. A diferencia de los otros combates de artes marciales, sólo había un mínimo conjunto de reglas en las peleas de mi padre. Había oído hablar de ello durante la primera vez que estuve aquí. Según las reglas, sin embargo, la pelea tenía que ser observada, desde cualquier punto del ordenador, además de los tres jueces en una habitación oculta, si consideraban que un movimiento iba más allá del punto de seguridad o causaría graves lesiones, la pelea sería detenida atacando al agresor con una corriente eléctrica empotrada en los pisos para interrumpir el control voluntario de los músculos, abriendo la jaula de cristal, o teniendo a uno de los jueces introduciéndose a la jaula como medida de precaución. Una de las reglas que recordaba era que no puedes golpear al oponente en cualquier parte de la ingle, la columna vertebral o en la parte posterior de la cabeza. Milo balanceó su mano izquierda y golpeó al otro chico justo debajo del hombro, el golpe de su puño haciendo que el otro luchador perdiera el equilibrio. No era difícil de creer que Milo tendría éxito en cualquier deporte que eligiera. Como nadador, a veces había parecido fuera de lugar en la piscina. No debido a sus habilidades, pero si a causa de su cuerpo. Normalmente los nadadores eran delgados y tenían miembros largos. Pero Milo siempre había sido corpulento, su musculoso cuerpo ocultando su rapidez y sus rápidos reflejos como relámpago.

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El otro chico hizo estas amplias patadas giratorias y dio un golpe a la pierna izquierda de Milo. Milo cayó, su mano izquierda sosteniendo su

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A hurtadillas le di una rápida mirada a papá y a Emmett; ambos tenían su atención absorta, unida a la pelea, y sobre la lucha. El rostro de Emmett hizo una mueca y volví mi atención de regreso a la plataforma, la moderna arena de combate frente a mí. Yo estaba literalmente a seis metros de distancia. Si no hubiera vidrio entre nosotros, Milo sería capaz de ver que lo estaba viendo. Si le importara.

pierna como si doliera. Tuve el fuerte impulso de insertar una aguja en el cuello del tipo brasileño que lo haría morir lentamente en agonía. Apreté mis puños a mis costados, la preocupación por el bienestar de Milo estaba siendo anulada por la furia que sentía por el otro chico que le había hecho daño. ¿Cómo las madres veían pelear a sus hijos? ¿Cómo las esposas o sus seres queridos podían ver a la gente que amaban recibir un golpe, un puñetazo o patadas? Yo no era nada de Milo, pero así era como me sentía. Nunca había sentido esta rabia abrumadora, esta ira latente hacia alguien, pero ahora la sentía con toda su fuerza hacia el hombre que atacó a Milo, hacia mi padre por permitir que sucediera, y hacia Emmett por disfrutar viendo algo como esto. Emmett murmuró: —Creo que Tanner ha conocido su igual. —Mordí mi mejilla, incapaz de decir nada. Si lo hiciera, probablemente habría dicho: ¿Por qué no te metes ahí en el interior con Milo, y yo estaría feliz de verlo golpeándote? Milo aún estaba sosteniendo su pierna cuando el otro chico continuó atacándole, pegándole, golpeándole. —Haz que pare —susurré, sin saber si alguien me escuchó. Haz que pare, por favor. Haz que pare. Cuando el luchador vestido de negro parecía que iba a lanzar su golpe final, una patada directa al rostro de Milo mientras estaba en cuclillas en el suelo, los brazos de Milo atraparon las piernas del chico y lo derribó. Mi corazón surgió, mi espíritu se levantó, alivio y admiración se extendió a través de mis poros.

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No importaba donde la vida me llevara, con quien terminara, o lo que hiciera por misma para encontrar la felicidad. Cuando el cubo de cristal aislado destelló verde, el hombre que estaba en pantalones cortos azules, su rostro sin emociones y su cuerpo en una postura desafiante, sus brazos levantados en señal de victoria, yo no era nada para él, pero

para mí, él era, siempre será, el hombre que amaba... y el hombre que nunca me vería de la manera en que yo lo veía. *** Buscando mis zapatillas negras, caminé apresuradamente hacia los baños de hombres. Tenía que ver si estaba bien. Parecía que su pierna estaba herida gravemente. Me excusé de la fiesta, diciéndole a papá, Emmett, y algunos hombres que estaban teniendo una pequeña charla sobre el estado de la economía del país, que tenía que hacer una llamada. La verdad, no podía esperar para verificar cómo estaba Milo. Doblando la esquina, mi cabeza casi se estrelló contra el pecho de un hombre. Lo reconocí de inmediato. Estaba vestido con su atuendo normal: traje negro, camisa de vestir negra, zapatos negros. El Hombre En Negro. La mano derecha de mi padre. —No es una buena idea, Srta. Troudeau. —Sus ojos marrones advirtieron, su postura tan rígida como la expresión de su cara. —Tengo que hacer una llamada, Daniel. —Hice un gesto con la mano derecha, deseando que se moviera fuera de mi camino. Él me estaba bloqueando de avanzar más lejos. —No deseo poner mis manos sobre usted, pero tengo órdenes. — Sus ojos café estaban pidiéndome, suplicando que no lo hiciera hacer lo que él estaba diciendo. Incluso si él decía que iba a poner sus manos sobre mí, Yo dudaba que lo hiciera. Él seguía las órdenes de mi padre a la perfección, pero era una buena persona. Lo había visto en innumerables veces en las que había tratado de desviarme, protegiéndome de la ira de mi padre. —¿Por qué, Daniel? —Porque tú no eres para él.

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—Su padre.

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—¿Quién lo dice, Daniel? —Incluso si esperaba la respuesta, yo todavía deseaba oírlo de él, confirmar mis sospechas, que mi padre estaba planeando ahora con quien se supone que tengo que salir.

—¿Desde cuándo él escoge con quien salgo? —Era absurdo, inaceptable. Controlaba mi horario, mi carrera, ¿y ahora mis citas también? —No sé, Srta. Troudeau, pero no veo que nada bueno salga de esto, si usted desobedece sus órdenes. —Rara vez mostraba alguna emoción, la dureza de sus rasgos faciales y su cicatriz en la frente eran recuerdos de su periodo en el ejército. Él se había pegado a mi padre a través de los años, y por alguna razón tenía la sensación de que lo hizo para protegernos a mi madre y a mí. Di un paso atrás, no queriendo que el récord inmaculado de Daniel a los ojos de mi padre se comprometiera. —¿Me haría usted un favor, Daniel? —le pregunté, repentinamente sintiendo la pelea alejarse, los hilos de mi vestido azul claro de Vera Wang sintiéndose extra pesados, el peso de lo que estaba siendo revelado ahora me dejo sin aire. Nunca había sido estúpida. Yo siempre había intentado mantenerme en la delantera del juego. Pero ahora mi padre estaba ejerciendo su influencia sobre todos los aspectos de mi vida. Sus planes ahora extendidos a los hombres con los que salía, y tal vez el hombre con el que me casaría. —Si puedo, Srta. Troudeau. ¿Qué es lo que usted necesita? —Por favor, verifíquelo. Asegúrese de que está bien —le solicite suplicante, esperando que Milo no estuviera sufriendo. Alcance los aretes de diamantes diminutos que no habían salido de mis orejas desde el día en que mi madre me los dio, y los presioné. Daniel me dio una pequeña inclinación de cabeza. Giré sobre mis talones, regresando por donde había venido.

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Por ella, por mi madre, yo haría cualquier cosa. Incluso a costa de ver al hombre que tiene mi corazón desde los quince años, desmoronarse, romperse en pedazos, y tener que ver como mi padre lo convierte en un hombre que ya no reconocería.

Traducido por nelshia Corregido SOS por LadyPandora

S

Milo

i este quiero-ser-Ryan Reynolds tocaba su mano una vez más, iba a tirar este vodka en su traje excesivamente apretado y darle una buena tunda. Es el mismo tipo que vi en la fiesta después de mi primera pelea, el tarado que mantuvo monopolizada su atención. —Me encanta verte a luchar, hombre —dijo Pete, el dueño de una empresa de distribución de agua popular. Maxwell y yo estábamos charlando con él sobre la pelea. Él levantó un pulgar hacia arriba en señal, qué bicho raro y continuó: —Yo siempre apuesto por ti.

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Dean Pope, la estrella de acción en ciernes del cine de Hollywood, se detuvo y me felicitó por mi victoria. Hubo un sinfín de lamidas de culo pasando. Si seguía ganando, estarían sonriendo conmigo. Pero si perdía, no les importaría una mierda. Para ellos no era más que un medio para un fin, sus apuestas dando sus frutos. Ellos no eran más que medios para mi fin también.

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—Gracias. —Asentí con la cabeza, mis ojos parpadeando hacia su espalda, donde Ava y el chico rubio parecían estar riendo y disfrutando de su mutua compañía. Estaban con otras dos personas, pero los ojos del tipo rubio estaban entrenados en ella. No podía culparlo, ella se veía malditamente bien, como siempre. Yo podría haberle dicho a Bee antes que pensaba que Ava parecía una zorra, pero la pura verdad era que ella nunca lo hizo. Incluso aunque llevara ropa que abrazaba su cuerpo como una segunda piel, nunca se vio como una zorra. Ella siempre veía sexy, elegante y caliente.

Gracias a la mierda, Dia estaba fuera de mi vista esa noche. En el momento en que vio mis ojos deslumbrando cuando entré en el salón, sabiamente, se eliminó a sí misma de mi rango de alcance. Realmente no debería haber dado su nombre hace un mes para estar en la lista exclusiva de las personas que podían asistir en mi nombre. Aparte de Leif, ella era la única que sabía por qué estaba luchando. Maxwell y su banda de amigos ricos estaban ahora en el otro lado de la habitación. Maxwell era constantemente acosado y rodeado por casi todo el mundo en la sala. Supongo que eso es cómo iba la vida para un hombre cuyo patrimonio neto lo colocó en la parte superior de los cincuenta hombres más ricos del país, un hecho que había visto en una de esas revistas que simplemente hojeé hace años. La cosa era, que incluso si Ava era su hija, ella siempre se mantuvo igual para mí y mi hermana. Ella nunca nos había mirado por encima del hombro, ni una sola vez. Ella amaba a mi hermana como si fuera su propia hermana. Me trató de la misma manera, como siempre, estaba furiosa, irritada por mí. Hasta hace unas semanas. Atrapé el final de su vestido rojo deslizándose en la esquina. El imbécil rubio ahora estaba hablando con un chico, tal vez un prominente político o alguna mierda. Discretamente, me excusé de una conversación aburrida con Tom, el presidente de alguna compañía financiera y caminé hacia donde Ava había desaparecido.

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Quiero besar esa parte expuesta de su cuello, sentir su aliento caliente contra el mío, presionarme en la suavidad de su cuerpo.

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—Naomi, está bien, voy a hablar con ella. —Ella estaba hablando con alguien por teléfono. El horizonte de Las Vegas era impresionante desde el piso sesenta de este hotel. La mano derecha de Ava estaba perezosamente apoyada en la barandilla de vidrio; obviamente no tenía miedo a las alturas. Desde atrás, su figura era cautivante, piernas largas en esa corta mini-falda roja, tacones negros puntiagudos y su masa de cabello tirado hacia la izquierda, creaba una imagen que alimentaba el deseo, la bruma de lujuria que me cegaba.

Mierda. ¿Cuándo me convertí en semejante perro cachondo a su alrededor? —¿Quieres que te cante? —Su voz era suave y apacible. Quien fuera con quien estaba hablando, sonaba como una persona por la que se preocupaba mucho. No quise escuchar a escondidas. Debería dejarla sola. Estaba esperando a que ella me preguntara acerca de la lucha, había incluso abierto la sala de ducha, sin escuchar las demandas de su padre. Ni siquiera me había hablado durante toda la noche, no siquiera después de la pequeña reunión que estaba en pleno apogeo. Como una cuestión de hecho, parecía que estaba evitándome. Tomando unos pasos hacia atrás, sigilosamente retrocedí en mis pasos. Ella necesitaba privacidad. Justo cuando estaba a punto de dar el último paso para entrar de nuevo, la oí cantar en una voz sensual, —En haut de la rue St-Vincent... ¿Qué demonios estaba cantando? ¿En qué idioma era? Su silencioso canto melódico me hipnotizó. Necesitaba escuchar más. Caminé hacia donde ella estaba de pie, apreciando la armonía, la tristeza, los altos y los mínimos de su voz. —Les escaliers de la butte sont durs miséreux butte sont durs aux Les ailes des moulins protegent les amoureux...

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—Te amo. —Un largo suspiro seguido por el silencio mientras presionaba el botón de fin en su teléfono. Ella levantó su cabeza y dio una larga mirada a la vista delante de ella. Como su padre, ella poseía esta ciudad. Pero en este momento, mientras arrastraba un dedo debajo de su ojo, a menos de un pie de distancia de ella, sentía el tremendo jalón de la tristeza que se derramaba de ella. Su columna vertebral se puso rígida, probablemente obligándose a estar bien y dejó escapar otro largo suspiro.

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Princesa, continuamente me sorprendes.

—Ava, princesa, ¿qué pasa? —pregunté, haciéndome a mí y a mi presencia conocida ante ella. Ella giró su cuerpo hacia la izquierda, y sus ojos se abrieron con sorpresa. —Milo. La urgencia de tocarla, de no hacerla sentir triste, fue abrumadora. De frente a ella, tomé su cara entre las manos. Mis ásperos y callosos pulgares sintieron la suavidad de sus mejillas. —Yo... tú... no deberías estar aquí —dijo, sus cejas juntándose, con el rostro preocupado. La silencié con un dedo presionando su labio inferior. —¿Qué va mal? —Una sola lágrima que atrapé con la mano izquierda cayó de sus ojos grises. En la tenue iluminación sus ojos eran como piscinas de plata; tan hermosos, impresionantes. —No es nada. ¿Cómo está tu pierna? —Intacta. —Ese hijo de puta brasileño tenía algunas grandes habilidades de lucha. Si no hubiera sido capaz de derribarlo, probablemente hubiera perdido mi pierna o mi conciencia antes. —No tienes que decirme lo que va mal. —Obviamente ella estaba siendo evasiva—. ¿Pero vas a estar bien? —Sí. —Asintió con la cabeza, con su mano derecha aún en la barandilla de cristal y su mano izquierda extendiéndose hasta tocar el hematoma reciente en el lado derecho de mi mandíbula. —¿Por qué estás peleando, Milo?

—¿Francés?

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—Touché. Es francés.

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—¿A quién le estabas cantando? ¿En qué idioma ha sido eso? —Mis ojos se posaron en sus labios ligeramente brillantes. Labios que había besado, probado, ansiado.

—Mi padre es mitad francés. ¿Y la otra mitad? Probablemente imbécil. Levanté mis cejas, reprimiendo una sonrisa. —¿Así que cantas en francés? Princesa, eres algo más. Ella se echó a reír. —A veces. —Oye, ¿puedes por favor no decirle nada a Bee sobre esto... la lucha...? —Resoplé—. Sólo mantén esto entre tú y yo, por ahora. Sacudiendo la cabeza a izquierda y derecha, dijo: —No voy a mentirle, Milo. —Lo sé. —Puse un dedo en su barbilla, su piel se sentía tan suave, tan suave—. Sólo necesito tiempo para hacer esto. Sus hombros se levantaron, volviendo su cabeza hacia un lado y, por unos segundos, no habló. Un lapso de uno, dos, tres respiraciones pasó. Frente a mí, inclinó la cabeza sutilmente. —Está bien. Bajé mis manos por los lados de sus brazos, sintiendo la ligera piel de gallina formándose. —¿Quieres volver dentro? —No. Todavía no.

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—Está bien. —Acercándola más a mi pecho, me di cuenta de que Ava estaba dejándome hacer lo que quisiera a su cuerpo. Nunca había sido así conmigo. La mayoría de las veces quería tirarme algo. Sus fiambreras, sus carteras, sus zapatos. Mantuve la esperanza que no tendría nada de tirarme y realmente empezara tirarme la ropa que llevaba puesta.

Mierda. Ella sería un petardo en la cama. Si utilizara la misma cantidad de energía para tirarme cosas cuando estuviera debajo de mí, maldita sea, ella me barrería. —Milo, ¿estás bien? —Su pregunta me hizo volver a la realidad. Desde el momento en que ella me besó, había estado luciendo esta erección indomable por ella. No importaba cuántas veces me masturbara; mi polla quería hundirse en ella. Lo intenté imaginando otras mujeres, pero siempre, justo cuando estaba al borde de mi liberación, los labios carnosos de Ava, su pelo sedoso y curvas pecaminosas venían a mi mente. —¿Tú qué piensas, princesa? —Balanceé mis caderas hacia las de ella, presionando más fuerte en su contra—. ¿Sientes eso? No estoy bien. No lo he estado desde que hiciste un acto de desaparición en mí. En lugar de cerrar las piernas, las abrió un poco más amplias, arqueando su cuerpo hacia atrás. —Odio cuando me llamas princesa. —Su voz era sedosa, áspera. —¿Por qué? —Porque no necesito un príncipe que me rescate. Nunca lo he hecho. —Tú eres una princesa porque actúas tan melindrosa. —No lo hago. —Ella tamborileó sus manos en mi pecho, con fuerza—. Sólo contigo. —¿Qué quieres que te llame? —pregunté, mi voz ronca por el deseo. Esto estaba tan mal. Cualquiera podría venir aquí a la terraza y atraparnos, pero no podía contener mi mano derecha de pasar por debajo de su vestido apretado, serpenteando el camino de su muslo a su trasero.

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—Ava. —Joder, su trasero era firme mientras formaba un círculo alrededor de él, apretando, alternando la presión, fuerte, suave y fuerte—. ¿Lo dejas a él, a alguien, hacerte esto? —Una cantidad insana

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—Llámame Ava —demandó con altivez. Sus ojos se encendieron con lujuria y su aliento era caliente contra el mío.

de celos me recorrió. ¿Acaso otros hombres la tocan así? ¿Era ella así conmigo, porque de alguna manera, de alguna manera loca, yo finalmente atrapé su atención? ¿Por qué no me llamó después de nuestro beso? Ella continuó presionando la mitad inferior de su cuerpo contra el material de mis pantalones de vestir, sus ojos estaban ahora parcialmente cerrados, su pierna derecha estaba enganchada hacia arriba. Sentí el inconfundible calor amenazando con extenderse por sus piernas mientras mis manos poseían su trasero encajonado en una tanga, y luché contra el impulso de desviarme al otro lado. Yo sabía lo que ella quería. Un giro rápido, un frote, mi dedo tocando cualquier parte de la piel frente a mí, presionando sobre mí, causando que ella se viniera. Restringiéndome, dejé que mi mano permaneciera en su trasero mientras mi otra mano masajeaba suavemente el brazo. —Dime, Ava. ¿Dejas que alguien te haga esto? —Ella no era mía, nunca sería mía, pero maldita sea, yo quería marcarla, hacerla sentir lo que ella me estaba haciendo sentir, que no podía sacarla de mis cabezas, la del interior de mi cráneo, y la otra dentro de mis pantalones. —No, Milo. —Ella luchó por responder, su respiración áspera, contenida. Tomó décadas de lecciones de contención, combinadas con la necesidad de descubrir la verdad, lo que permitieron a mis manos quedarse donde estaban y no vagar por toda ella como yo quería.

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—¿Por qué no me llamaste? —Ella sólo salió corriendo, dejó mi casa y fue aire muerto durante más de tres semanas, hasta esta noche. No estaba esperando nada, pero un simple mensaje habría sido justo. Me preocupaba que no llegara a casa con seguridad. Yo no sabía dónde vivía. Pude haber preguntado a mi hermana, pero en primer lugar, no me hablaba con Bee, aún, y en segundo lugar, mi hermana probablemente diría “¿Para qué diablos quieres la dirección de la casa de Ava?”

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Incliné su cabeza, susurrando con dureza contra su oído:

Ella me devolvió la mirada, con sus ojos parpadeando rápidamente. —Yo estaba, umm, avergonzada. —¿Avergonzada? ¿Por besarme? —Lo sabía. Ella estaba delirando cuando me besó. —No. —Ella resopló, su mano comenzó a acariciar el frente de mi pecho cubierto por el traje—. ¿Por qué estaría avergonzada de besarte? Primero te grité y grité, entonces te metí mano como a ningún otro y para colmo me quedé dormida. Ahora dime, niño nadador, ¿cómo no va a ser eso vergonzoso? Cuando ella me llamó niño nadador siempre me hizo crecer los pelos de punta de irritación incomparable, era sólo en la forma en que lo decía. Yo era nadador, pero infiernos, no, no soy ningún niño. Ahora llamándome nadador era una mentira total. Ya no era un nadador. Ella diciéndolo acababa de traer la realidad de por qué estaba aquí, luchando, teniendo mi cuerpo maltrecho, en primer lugar. Poco a poco saqué mi mano de su trasero y traté de enderezar su vestido.

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—No es tu culpa. —De nadie más que mía—. Yo, ah, no te llamé, pero no porque no quisiera. He estado viajando durante las últimas semanas y he pensado en enviarte mensajes de texto o llamarte, pero ni siquiera sé por dónde empezar. No es como si fuéramos amigos cercanos, Milo. Voy allí, a tu antigua casa de vez en cuando para descansar, ya que es el único lugar al que puedo ir a donde me siento como si no me hubiera perdido a mí misma por completo. Me recuerda los momentos felices, yo, tu hermana, tu madre trayéndonos galletas... —Una mirada nostálgica lejana rozó sus ojos—. Pensé que no había nadie allí. Sabía que Brynn no estaría, así que no esperaba a nadie y menos a ti. Y cuando las cosas pasaron entre nosotros, de repente, me sentí como si estuviera viviendo un sueño.

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—Lo siento —afirmó, sintiendo el repentino cambio en mi estado de ánimo, con las manos llegando hasta mi cara—. Se me escapó. —Niño nadador. Una vez lo fui. Ya no. No sabía cuándo la FINA o el COI levantarían la prohibición. Tal vez en un año, tal vez en cinco, tal vez en una década.

—¿Un sueño? —repetí. ¿Qué? ¿Desde cuándo ella sueña conmigo?—. ¿De qué estás hablando? —Su revelación me aturdió. ¿Ava estaba soñando conmigo? —Srta. Troudeau, ¿está ahí? —La voz precedió a un tipo alto y voluminoso que ahora estaba junto a la entrada lateral por donde yo había venido—. Es hora de volver a la fiesta. —Sonaba como si nos estuviera dando una advertencia. Reconocí al tipo, siempre estaba al lado de Maxwell o cerca de sus alrededores. Ella se apartó de mí, encontrando el equilibrio sobre sus pies. Enderezó su vestido en los lados, con sus manos pasando concienzudamente a través de su pelo y su mirada sin pestañear constante, ella respondió: —Siempre has sido mi sueño. Ella giró su espalda, el sonido metálico de sus tacones sonando contra los suelos de mármol coincidiendo con el pulso atronador reverberando dentro de mi pecho. Me quedé allí como una estatua, sin poder moverme de donde estaba parado. Ava, la Princesa melindrosa extraordinaria, la hija de uno de los hombres más ricos del país, la mejor amiga de mi hermana, simplemente me confesó que era su sueño.

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¿Cómo en las jodidas profundidades del infierno un hombre como yo merece eso?

Traducido por Lililamour, SOS por Otravaga y SOS por liebemale Corregido SOS por LadyPandora

Milo

—¡G

racias a Dios que estás aquí! ¡Pensé que me ibas a dejar plantada! —exclamó Dia, sus verdes ojos destellaron con alivio. Sus pechos se derramaban por encima del ridículamente pequeño top blanco con las palabras “¿Quieres lamerlos?” impreso en rosa brillante. He estado ahí. He hecho eso. Jamás quiero regresar. —Te dije que iba a estar aquí —murmuré para mis adentros—. El tráfico era ridículo. ¿Todavía están aquí? Los ojos de Dia se estrecharon. —Sí, ¿por qué? —Bueno, sólo quería asegurarme de que están aquí —contesté caminando hacia el mostrador donde un niño lleno de granos estaba coqueteando con una jovencita. —Yo ya tengo mis zapatos —mencionó Dia señalando sus zapatos de bolos blancos, mientras casualmente se colgaba de mi brazo, por lo cual rápidamente me retiré de su agarre.

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La otra noche, después de volver a la fiesta, Dia estaba mezclándose con Maxwell, el chico rubio que siempre estaba rondando a Ava, el

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—Dia, esto no es una cita. —Negué con la cabeza—. Sólo accedí a esto porque tú ya habías dicho sí por mí frente a Maxwell y otras personas, y yo no quería que cargaras con la vergüenza. Pero la próxima vez que digas sí en mi nombre, piénsalo dos veces, porque no voy a estar haciendo esta mierda otra vez.

Senador Powers y Ava. Me enteré de que el tipo rubio era el hijo del Senador. Fue la conversación más rebuscada e incómoda que he tenido. Mi ex-novia fingiendo con todo mundo que aún estábamos juntos, Ava evitando mis ojos todo el tiempo que Dia estuvo hablando, y Emmett hablando de él y de la infancia de Ava. Quería arrancarle la tonta sonrisa de la cara cada vez que sus ojos caían en los de Ava. Menos mal que ella no dejó que sus manos le tocaran ninguna parte de su cuerpo, o habría arrastrado su rubia cabeza y la habría estrellado en la mesa. Cuando Emmett sugirió que deberíamos pasar el rato, al parecer él y Dia se habían puesto amistosos cuando Ava y yo estábamos afuera del balcón, estuve a punto de decir que no, hasta que el senador mencionó que Ava y Emmett iban a salir en otra cita. Ella no va a ninguna cita con un puto títere. Dia dijo que sí por mí, y yo ni siquiera me molesté en declinar. Claro, estaba haciendo que sonara como si estuviera irritado de que accediera a salir en una cita de grupo por mí, pero en el interior, en realidad estaba algo así como ¡Claro que sí! Mi pierna izquierda todavía palpitaba de dolor cuando me desperté, pero nada me mantendría lejos. Así que después de golpear sacos de boxeo con la cara de Emmett como el objetivo de esta mañana, en realidad me estaba sintiendo un poco mejor. La idea de Emmett sostenido y tocando a Ava fue suficiente para matar el dolor, desensibilizando el recordatorio de esas patadas castigadoras del bastardo brasileño. No había manera de que me perdiera esta cita lame-culos en los bolos. —De acuerdo, voy a hacer equipo contigo. Yo no tengo ni idea de cómo hacer esta cosa de los bolos —dijo Dia con los labios rojos en un puchero. ¿Qué demonios me poseyó para salir con ella? Era un ciego tonto. Su cabello rojo me engañó haciéndome creer que ella sería un gran material como novia. Mañana se iba. Mañana no podía llegar lo suficientemente rápido.

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Strike Zone era una cadena de bolos popular. Ava había solicitado que nos encontráramos con ella ahí, a quince minutos del centro de Las

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—Adelántate. Espérame ahí. —Señalé con mi mano derecha en dirección a las líneas.

Vegas. Había otros lugares más cercanos, pero todos estaban dentro de los hoteles de su viejo. Cuando Emmett preguntó por qué no quería jugar en los hoteles de su padre, ella con conocimiento de causa contestó: —Porque todas las máquinas serían manipuladas para mí, entonces iba a ganar en todas ellas, aunque ni siquiera supiera cómo jugar a los bolos. —Me había dado una breve mirada al pasar, pero imaginé que quería estar fuera de la vista de su padre. Había una animosidad subyacente que flotaba en el aire entre Ava y su padre. No podía precisarlo, pero era como si estuviera asustada de él. La jovencita que estaba coqueteando con el cajero me miró y me guiñó un ojo. Por Dios, ¿empiezan a coquetear así de jóvenes? Me aseguré de que cuando mi hermana tuviera la edad de esta joven, quince o dieciséis años, los tipos en su escuela supieran quién era yo. Así es, el tipo que les patearía el culo si iban a algún lado cerca de mi hermana o si la miraban en una dirección equivocada. Pero Bee es una buena chica. No era salvaje ni nada. Le gustaba quedarse en casa, hornear y chismear con Ava. El tiempo de Bee en el hospital no disminuyó su amistad con Ava. Podría de hecho haberse vuelto más fuerte, y te aseguro que me sorprendió cuando entraron juntas a la escuela de enfermería. Ava podría haber ido a la universidad antes que Bee, pero Bee me dijo que Ava la esperó para que pudieran ir juntas. —¿Cuánto por los de talla 46? —pregunté agarrando mi billetera del bolsillo trasero de mis vaqueros, poniendo las llaves del auto en el mostrador. —Ocho dólares —respondió el chico, tecleando en la registradora. Saqué uno de diez y se lo entregué. —Quédate con el cambio.

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—Camille, ¿puedes pasarle unos del 46, por favor?

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—Gracias, hombre. —Asintiendo hacia mí y luego pasando a la chica coqueta, preguntó:

Ella me dio una repasada de aprobación y desapareció detrás de una puerta cerrada a la derecha de la entrada. —¿Estás con ellos? —preguntó con la cabeza señalando hacia la dirección donde podía ver el cabello rojo de Dia. No podía verlos a todos a causa de la barandilla de madera que actuaba como un divisor. —Sí. —Esa chica ahí… parece una modelo. Caray, es caliente. —Dejó escapar un silbido bajo—. Sin faltarle el respeto a la pelirroja, pero la dama con esos ojos grises, creo que la reconozco... —Sabes —comencé—, si quieres anotar con tu chica de allá… —Mi cabeza se inclinó hacia la chica, Camille, quien ahora estaba caminando hacia nosotros con mis zapatos de bolos en sus manos—, no le digas que encontraste a otra chica caliente. Pero sí, estoy de acuerdo contigo. Yo ni siquiera había visto a Ava, pero vi lo que vio el adolescente. Lo había visto a través de los años. Su belleza sin defectos, su presencia y su gracia innata, todo ahí. ¿Cómo es que nunca hice un movimiento con ella? Porque nunca me dio la hora. Caminando hacia Dia, quien estaba sentada en un banquito charlando con Emmett, alcancé a ver las piernas de Ava envueltas en unos vaqueros oscuros apretados del culo, una camiseta verde sin mangas y unos lindos zapatos dorados de bolos. Su espalda estaba frente a mí; tenía una bola de bolos en la mano, como si probara el peso. —Ava, asegúrate de tener buen agarre de la bola —gritó Emmett antes de que su mirada volviera a Dia.

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—Tienes que poner las piernas ligeramente separadas y doblar las rodillas un poco —la instruí, su cara estaba inclinada hacia un lado y hacia arriba, y sus ojos estaban sorprendidos de verme.

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De seguro Ava tenía un buen agarre de mis bolas, porque ahora se estaban endureciendo mientras se inclinaba para fallar el tiro de la bola. Me apresuré a atar mis zapatos, dejando mis Merrell’s en una silla y me acerqué a donde estaba parada.

Se rió suavemente, con la cara encendida por el calor. —Eso suena tan sucio viniendo de ti. —Tú no has visto nada sucio —declaré. Yo llevaba vaqueros holgados, así podía ocultar cualquier evidencia, pero si se echaba hacia atrás y se movía un poco más cerca, sentiría mi erección empujando su culo. —Tu novia está aquí —dijo volviendo la cara hacia los carriles, así que no pude ver su expresión. —Ex. —De seguro que no lo parece. —¿Por qué? ¿Te molesta, duquesa? —pregunté agarrando una bola más pesada, cogiéndola con mi mano derecha y dejándola que colgara a mi lado. —¿Duquesa? —No te gusta princesa, así que te llamo duquesa. —Si es tu ex, ¿por qué está aquí? ¿Por qué está siempre colgando a tu alrededor? —Su vocecita sonaba irritada mientras levantaba la bola en el aire otra vez. Me puse detrás de ella, sosteniendo la bola más pesada con mi mano derecha, enseñándole a lanzarla. —Confía en mí, ella no tiene importancia. Ya no. —Sentí su cuello tensarse—. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué ese rubio idiota siempre está colgando a tu alrededor? —Es un amigo. —¿Un amigo? —pregunté, colocando la bola que estaba sosteniendo en el regresa-bolas. Cogí otra del otro carril, ésta era más ligera.

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—¿Estás con él? —Haciéndole señas para que dejara la bola que estaba sosteniendo de regreso en el estante, lo cual hizo, coloqué la bola más ligera en su mano derecha.

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—Un amigo de la infancia.

—No —respondió con una voz clara. Rizos de cabello colgaban sueltos de la cola de caballo que llevaba. Menos mal que yo todavía sostenía la bola o si no, hubiera levantado esos mechones caídos y los hubiera metido de nuevo. Ella estaba convirtiendo mi mente y mi polla en sus propios juguetitos para darles órdenes. —Yo me encargo desde aquí —dijo Emmett apareciendo al lado izquierdo de Ava. Sus cejas estaban levantadas, tenía las manos en sus pantalones, y se encogió de hombros—. Ava, pensé que te había enseñado antes cómo lanzarla. —Lo hiciste. —Sus ojos se desviaron a Emmett y de regreso a los carriles, entonces dijo: —Sólo parece que no puedo hacer que las bolas no vayan hacia el chisme ese de los lados. —¿Te refieres a la cuneta? —Dia ahora se unió a nosotros y puso los ojos en blanco ante el comentario de Ava—. Seguramente puedes recordar que así es como se le llama. Estaba a punto de decir algo cuando Ava enderezó la espalda, sin soltar la bola en su mano derecha, se volteó hacia Dia, sus ojos grises se volvieron más oscuros y su ceja derecha se elevó. —Seguramente tú puedes recordar que ya no eres la novia de alguien. Mierda. Los ojos verdes de Dia se abrieron de par en par, el descontento se apostó en su rostro, mientras su boca se comprimía en una sonrisa apretada. Emmett rompió la creciente hostilidad.

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Balanceé la cabeza afirmativamente. Las garras de Ava estaban fuera. No era una fan de Dia. Su cara siempre tenía una nota agria cuando mencionaba a Dia, ya fuera a Bee o Leif cuando los cuatro pasábamos el rato juntos antes. No entendía por qué tenía siquiera alguna opinión de Dia, cuando ellas en realidad nunca se relacionaron. Tal vez obtuvo la

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—Sólo juguemos. Ava y yo, contra Dia y tú. ¿Te parece bien, hombre?

información de Bee. Bee había intentado esconderlo de mí, pero yo tenía la sensación de que tampoco era la mayor fan de Dia. Para cuando estábamos en el sexto cuadro, yo estaba listo para levantar a Emmett y azotar su cuerpo en uno de los carriles, o lanzar su culo a la plataforma de los pinos mientras apuntaba todas las bolas hacia él durante un par de pleno. La forma en que levantaba a Ava en brazos cada vez que lanzaba una chuza, las miserables excusas que tenía para tocar su cintura o sus brazos mientras fingía enseñarle cómo dirigir la bola y cuando, accidentalmente, se topó con el culo de Ava con su cadera cuando ella dobló las rodillas y lanzó la pelota, me tenían apretando los puños con tanta fuerza que debí haber cortado la circulación de mis manos hacia el resto de mi cuerpo. —Te gusta, ¿no? —Las palabras de Dia pasaron a través de la nube de inexplicables celos y posesividad que estaba sintiendo hacia Ava. —¿Qué? —Flexioné mi cabeza hacia la derecha, frotándome el cuello con la mano, tratando de aplacar el desmadre en mis emociones. Estábamos sentados en las bancas laterales con una silla de plástico entre nosotros, esperando nuestro turno. Sus ojos verdes parpadearon. —Te conozco, Milo. —Dirigió su mirada hacia Ava y Emmett, quienes estaban acurrucados muy de cerca, mirando el marcador—. Te gusta. Permanecí quieto. Hablar con mi ex-novia de otra chica nunca estará en la cima de mis cien cosas por hacer antes de estar dos metros bajo tierra.

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—¿Por qué me estás diciendo esto? —Creí que me quería de regreso. Seguramente sonaba como eso. No volvería a suceder, pero si estaba diciendo esto, entonces estaba tramando algo. Había sido un miembro voluntario de sus artimañas durante años, y de hecho ahora le doy gracias a mis estrellas de la suerte por saber qué tan poco confiable podía ser.

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—A ella también le gustas. —Sus ojos verdes eran taciturnos, la desolación pintaba su cara.

—Porque lo lamento y porque te mereces algo mejor. Acomodó su blusa e hizo un gesto con la mano hacia Emmett y Ava, señalando que ahora era su turno. Tomé un profundo respiro y seguí a Ava con mis ojos. Ahora estaba saltando arriba y abajo, porque ella y Emmett estaban en la cima del marcador. Contoneó un poco las caderas, hizo un bailecito y sacudió la cabeza de lado a lado. Desde la corta distancia, sus mejillas estaban sonrojadas, sus ojos brillaban de emoción, y sus dientes blancos como perlas se mostraron, mi corazón podría haber dado un vuelco cuando se dio la vuelta, me dio un guiño y tímidamente me sonrió. Sí, estoy empezando a ver otro lado de ella al que nunca le había prestado atención antes. *** —Un pavo son tres plenos seguidos —explicó Emmett con los codos golpeando la mesa después de actuar como si todavía estuviera sosteniendo una bola de bolos; Ava y Dia eran, o bien su audiencia cautiva o pretendían estar absortas en lo que estaba diciendo.

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Uno pensaría que era el nieto de Earl Anthony por la forma en que hablaba de los bolos. No podía dejar de ladrar sobre los plenos, los medios plenos, y los splits que habían hecho en gran parte atribuido a su victoria y la de Ava. Poco después de tres partidas, las damas comenzaron a quejarse de que tenían hambre. Pensé que, probablemente, estaban inventando excusas porque estaban aburridas hasta la madre con Emmett. Él realmente era el hijo de un senador. Podía hablar demasiado con alguien y adormecerlo. Ya me lo podía imaginar en el Congreso siendo sometido a juicio político por su parloteo innecesario. Pero de nuevo, la política era todo acerca de incesante habladuría, por lo que encajaría perfectamente bien. Sugerí ir a cenar en Antolini’s Pizza, uno de los mejores lugares de pizza en Las Vegas.

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Yo te golpearé tres veces seguidas con mis puños y tal vez eso te detendrá de ser un pavo cacareando.

—Guau —declaró Dia con tanto entusiasmo como un borracho soñoliento. Hizo girar la pajita en su vaso de té helado antes de revisar sus uñas. —Discúlpenme —dijo Ava sacando su teléfono de su bolso—. Tengo que tomar esta llamada. —Debió de haberlo tenido en vibrador, ya que nadie lo escuchó sonar. Se puso de pie, con la mano derecha en su teléfono, y se alejó. —Eso era urgente —señaló Emmett siguiendo con los ojos la figura de Ava mientras caminaba hacia la pequeña y escondida esquina antes de llegar a la zona del bar. —Sí, debe de serlo —concordé. Ella ni siquiera esperó a que cualquiera de nosotros dijera algo, simplemente se fue. ¿Tal vez tenía una emergencia? El camarero vestido con rayas amarillas y blancas y pantalones a juego, se acercó a nuestra mesa. Parecía un árbitro. Todos los camareros estaban vestidos como él. También tenían silbatos para completar sus disfraces. Era genial y raro a la vez. —¿Van a compartir una pizza esta noche? —preguntó parado cerca de la silla que Ava acababa de abandonar. Estábamos en la mesa central de este abarrotado restaurante. Los deliciosos olores de sus pizzas sin igual estaban haciendo a mi estómago retumbar. Sólo tomé una bebida proteínica antes de ir al Strike Zone.

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—Me parece bien —declaró despreocupadamente Dia. Ahora estaba sosteniendo su teléfono en la mano, desplazándose por la pantalla. Ella rara vez comía, así que estaba seguro de que no tendría ningún problema con compartir. Incluso en la universidad rara vez comía algo. A menudo hablaba de ella teniendo exceso de peso cuando niña, así que se ejercitaba de forma obsesiva y vigilaba su dieta como un halcón. Cuando estuvimos juntos yo le había asegurado que estaba bien como era, pero no podía hacer nada para disuadir su lógica.

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—No tengo ningún problema con compartir —respondió Emmett a mi lado. Él y yo estábamos sentados juntos. Yo estaba frente a Ava y Dia sentada frente a Emmett—. Depende de ustedes.

—¿Qué les gustaría pedir? —Él tenía afuera su bolígrafo y su papel, listo para tomar nuestro pedido cuando Ava se hundió lentamente en su silla. Ava levantó la vista y le sonrió al camarero, y vi al sujeto viendo las estrellas por un minuto, con los ojos quedándose en blanco. Emmett se aclaró la garganta, interrumpiendo el deslumbrado momento temporal del camarero. Cuando Ava sonreía podía hacer que un hombre perdiera su tren de pensamiento, haciéndolo indiferente en cuanto a si estaba viniendo, yendo o caminando por el barro. Siempre ha tenido esa cualidad. Incluso cuando estaba irritado con ella, debido a razones que ahora podía atribuir a mi calentura reprimida, lo único que ella tenía que hacer era sonreír y no me importaba si me lanzaba una pelota de fútbol hecha de hormigón. —Lo siento. —El camarero negó con la cabeza a modo de disculpa—. ¿Qué les gustaría ordenar? —Suprema… ¿si les parece bien a todos? —cuestionó Emmett, con los ojos en su teléfono también. Supuse que ahora todos tenían sus teléfonos afuera. Qué gran manera de terminar la noche. Dia asintió. —Genial —dije, mirando el cremoso cuello blanco de Ava, lentamente dejando que mi mirada vagara hasta su escote. Joder, tenía que parar esta mierda o estaría jadeando como un maldito cachorro antes de que nos dieran la pizza. El teléfono de Ava vibró en su mano que había apoyado sobre la mesa de madera, y se dirigió al camarero: —Suprema está bien. ¿Puede por favor sacarle las aceitunas? Toqueteando las teclas, comenzó a enviar mensajes de texto rápidamente, cuando el camarero dijo:

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Yo odiaba las aceitunas.

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—Sí, no hay problema.

—A Milo no le gustan las aceitunas. La cabeza de Dia giró en dirección a Ava. —¿Cómo sabes que a Milo no le gustan las aceitunas? Ava estaba todavía en su teléfono, respondiendo mensajes de textos, luciendo como si estuviese atendiendo un asunto importante o de lo contrario habría dejado de lado su teléfono. Sin mirar a Dia, ella respondió: —Él siempre ha odiado las aceitunas. Las quita de las pizzas, las ensaladas y la pasta. Finalmente bajando su teléfono, levantó el rostro, preguntándose por qué era el repentino silencio en nuestra mesa. —Ni siquiera yo sé que Milo odia las aceitunas —murmuró Dia, con los ojos parpadeando de ida y vuelta entre Ava y yo—. Y soy su ex-novia. —Bien, bien, Milo odia las aceitunas. ¿Podemos continuar? —comentó Emmett, restándole importancia al asunto, tamborileando con los dedos sobre la mesa—. Creo que eso es todo. El camarero asintió y antes de que se diera la vuelta Emmett añadió: —Sin aceitunas. Una burbuja de risa comenzó con Dia, seguida por el resto de nosotros. Me uní a ellos e incluso me las arreglé para dejar que Emmett chocara los cinco conmigo, pero por dentro me estaba regocijando jodidamente. Ava sabía que yo odiaba las aceitunas. Era un antiguo hecho simple y llano acerca de mí. Hace dos noches me dijo que yo era su sueño.

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Toda mi vida ella ha estado allí, apoyando a mi hermana.

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Esta noche ella sabía que yo odiaba las aceitunas.

En lo buenos tiempos, en los malos tiempos, en los tiempos extra difíciles. Nunca se me ocurrió, ni siquiera una vez, que también estaba ahí para mí. Era confusa… la manera en que me siento hacia ella. Es como si ella me conociera, supiera mucho sobre mí. Y yo no tenía ni idea. *** —Gracias por traerme —dijo, abriendo la puerta del pasajero y saliendo antes de que pudiera ir a su lado y abrirla para ella. Durante los veinte minutos de viaje estuvo callada. De vez en cuando hacía comentarios sobre las canciones en la radio: “Gran canción”, “Me gusta su música” y “Escucho esa de vez en cuando”.

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Yo no dudaba en traer a Ava a su apartamento, pero Ava había lucido como si no quisiera estar cerca de mí. Había estado pendiente de su teléfono más de la mitad de la cena y había estado en silencio desde entonces. La cena en la pizzería fue genial. Emmett era un buen tipo. Una vez que dejaba de ser un jugador profesional de bolos, realmente me hizo destornillarme de la risa con sus puntos de vista sobre la economía, las leyes de tránsito y su comentario de que las pelirrojas le parecían un montón de problemas lo cual hizo que las cejas de Dia se dispararan hasta la línea de su cabello, pero él se tomó los insultos de Dia sobre los rubios con calma. Nunca me gustaría el sujeto, pero para el final de la noche yo estaba menos inclinado a golpear su rostro y en su lugar sólo agitar su actitud arrogante de vez en cuando. Mientras

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Emmett tenía que irse de inmediato y no podía llevarla porque su apartamento estaba fuera de su ruta. Él se sentía realmente mal y se ofreció a llamar a un taxi para ella. Dia levantó las cejas cuando me ofrecí a llevar a Ava, pero su opinión no contaba. Ella podría perder todas sus cejas y no me importaba. Su vuelo a San José salía a las nueve y todavía tenía algún lugar al que ir antes de dar por terminada la noche. Yo tenía la fuerte sensación de que ella no estaría persiguiendo nada entre nosotros por más tiempo.

mantuviera sus manos fuera de Ava yo podía pasar el rato con él. Tal vez una vez cada año bisiesto. Salté de mi auto, atrapándola antes de que entrara en el edificio. —Ava, ¿qué está pasando? —pregunté. Creía que estábamos bien. Ella había estado enviándome vibraciones extrañas durante toda la noche. —Me tengo que ir. —Sus ojos dejaron los míos demasiado rápido, sus pulgares se apresuraron a ingresar el código para entrar en el edificio. —Gracias de nuevo. —Ella sonrió, las comisuras de sus labios apretados, con la mano izquierda sosteniendo su pequeño bolso negro y la bolsa de papel en la que había guardado cuidadosamente sus zapatos de bolos. ¿Qué le pasaba? Ella estaba poniendo buena cara. No miró hacia atrás mientras continuaba caminando a través de las puertas de cristal. Antes de que las puertas estuvieran completamente cerradas entré, sin importar que ella no me hubiera invitado. Caminó rápido para entrar en el ascensor. Yo apenas lo hice antes de que la puerta del ascensor se cerrara. Sus ojos se abrieron con sorpresa tan pronto como me vio dentro del cerrado espacio. —No me voy, Ava. No hasta que me digas lo que va mal. —Hablé con determinación, dejando que mis palabras penetrasen en sus pensamientos—. Ahora, presiona el botón. Ella presionó el siete y siguió sin decir nada. Cerré el espacio, la brecha entre nosotros, tirando de ella en un abrazo, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.

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Sentí la vibración de su bolso, que se encontraba entre nosotros. Lo sacó, el nombre de Emmett aparecía en su pantalla y lentamente desprendió la mano derecha de mi cintura. Vi que escribía “casa ahora” y puso su teléfono de vuelta en el bolso.

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Si el silencio era lo que ella necesitaba se lo daría. Pero estaría con ella en silencio.

El ascensor se detuvo en el siete. Ella dio un paso fuera de mi abrazo, pero tan pronto como salimos, la agarré de la cintura, caminando al lado de ella. Poco a poco relajó su cabeza contra mi pecho, caminando por el pasillo y se detuvo frente al número 715. Ella apretó un conjunto de códigos y la puerta se abrió. Así que esta era su casa. Su dominio. Había cajas de zapatos en el sofá de color beige. Un iPad y un ordenador portátil estaban en equilibrio uno arriba del otro en una mesa de café. Tres cajas de galletitas abiertas estaban dispersas en las mesas laterales enfrente del enorme centro de entretenimiento. Caminamos más adentro y vi la zona de mini-bar en el que dos latas de refresco y una revista de recortes se alineaban en la enorme mesa de roble en el comedor y había al menos la mitad de una pila de platos en el fregadero de la cocina. —Este es un lugar hermoso. — Lo era. Las paredes estaban pintadas de amarillo, lámparas artísticas y pinturas adornaban las paredes de la sala de estar y la cocina—. Pero duquesa, que chica desordenada eres. Ella inclinó la cabeza hacia arriba, sus ojos grises se arrugaron, un indicio de que una sonrisa se formaba en sus labios. —Tú eres sólo un maniático del orden. En comparación con ella, lo era.

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Seguí su ejemplo y me senté con ella. Deslicé mis manos sobre mis piernas, agarrando una pequeña almohada del sofá, haciendo un gesto para que se tendiera sobre la almohada. Yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo con ella, pero no iba a mantenerme al margen y no hacerle caso, ignorar los cambios que ocurrían entre nosotros. Ella me traía una sensación de paz, un hilo de calma en medio de toda la culpa contra la rabia y la ira que había estado luchando los últimos meses.

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Sentí que su cuerpo se relajaba contra el mío. Ella dio un paso por delante de mí, se quitó los zapatos y los lanzó a un lado. El sonido fue fuerte contra el suelo de mármol, mientras caminaba hacia el sofá.

Sería un tonto para dejar de lado lo que ella me hacía sentir, incluso si el tonto del culo de su padre no estaba de acuerdo. Ella lo siguió sin dudarlo. Ordenó en voz alta: —Apagar luces. —Y las luces amarillas se fueron atenuando. Ella estaba tranquila. Yo estaba tranquilo. El silencio no era sofocante, era relajante. De alguna manera, en algún momento durante la noche, durante mis últimos encuentros con ella, yo estaba viéndola finalmente de una lente diferente. Ella siempre estaba preocupada por mí. Se mostraba en sus ojos, en su actitud. Cuando me disloqué la pierna izquierda durante los bolos e hice una mueca, ella fue la primera en preguntar si estaba bien. Cuando vio que había terminado mi soda, incluso cuando ella estaba enviando mensajes de texto en el teléfono, había pedido para que el camarero llenara todos los vasos. Recordé estar irritado por ella, molesto con ella muchas veces en el pasado, pero durante el viaje a aquí, cuando me puse a pensar en ella, no hizo ninguna observación hiriente acerca de mí o hacia mí, nuestras burlas eran inofensivas, divertidas y casi una prueba de la rapidez de pensamiento del otro. Seguí con mis dedos su pelo sedoso, sus ojos se estrecharon. Dio la bienvenida a mi tacto. Con Emmett, se habría alejado hasta estar a pocos metros de distancia. Justo cuando pensaba que se estaba quedando dormida, habló, casi demasiado bajito: —Mi padre me advirtió sobre verte.

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—No sé exactamente por qué. —Sus ojos se abrieron, su mirada ardiente.

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—¿Por qué? —pregunté, con plena conciencia de lo que dijo porque él me advirtió que ella era parte del premio.

—¿Qué es lo que quieres hacer? —Maxwell era mi jefe, pero él no me controlaba. Es cierto, tuve que ganar para conseguir el dinero. Pero yo firmé un contrato. Ava no era parte de ese contrato. Alejarse de ella tampoco era una parte del trato. Había oído que era un jugador de póker, esa fue la forma en que obtuvo su primer lugar en la adquisición de sus millones. Podía engañar sobre tener una mano perdedora y burlar a sus oponentes. Pero él se olvidaba de una cosa; soy un luchador. Nací como uno. Había estado luchando contra viento y marea desde el primer día, después de haber nacido un mes y medio antes de lo debido para saludar este planeta. Nadie me amenaza y se sale con la suya. Lo que Ava no sabe es que mis cartas serán una cubierta para ella, si ella lo elige. Ella había dicho que yo era su sueño. Yo había perdido la capacidad de soñar desde el día que tiré mi moral, mi honor en la piscina. Sin saberlo, ella me estaba poco a poco devolviéndome a mí mismo. En lugar de las pesadillas que he tenido durante los últimos seis meses, he soñado con ella. —Lo que yo quiero y lo que tengo que hacer no importa, Milo. —Yo no te pregunté lo que tienes que hacer. Te pregunté qué quieres hacer —reafirmé, quitando mi dedos de su cabello. Tratando de darle la libertad, la libertad de elegir sin que yo la afectara. —Quiero estar contigo.

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—Eso es todo lo que necesitaba oír, duquesa. Eso es todo.

Traducido por nikki leah y flochi Corregido SOS por veroonoel

A

Ava parentemente quiero estar contigo significaba no te voy a tocar.

Desde hace tres semanas, Milo no me ha tocado… con picardía, eso es. Sí, me había dado besos, muy ligeros y apenas tocando mis labios por dos segundos. Me abrazaba y me mantenía cerca de su lado, pero no seguía nada más. Lo había tratado. Cielos, lo había tratado. Llevaba mi vestido extra corto azul claro cuando vimos una película. Sostuvo mi mano todo el tiempo y rozó mis rodillas con sus dedos. Me aseguré de que Jacqueline, mi experta en cera brasileña, había acerado, abrillantado y pulido todos los rincones, grietas, en el medio y todo lo demás. Él no lo había visto todavía. Lo visité dos veces en su gimnasio en casa con mi escasa ropa de entrenamiento; pantalones cortos, sujetador deportivo y mi pelo recogido. Se me quedó mirando por dos minutos, halagándome que estaba sexy, y volvió a levantar pesas. Llevaba mi brillo de labios sensuales y pellizcaba mis mejillas antes de salir de mi auto cada vez que lo veía. Siempre me besaba en los labios, pero no duraba mucho tiempo.

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Sabía que estaba tratando de tomarlo lento conmigo.

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Todo era un esfuerzo inútil.

Su clon, su clon alienígena, su molesto célibe clon alienígena se hizo cargo y no estaba dejándolo libre. En cambio, otro lado de Milo había aparecido. Siempre tenía una chaqueta o abrigo listo para mí para usar cuando salíamos fuera de un edificio. Hacía bromas de que en el pasado usaba la menor cantidad de ropa. Tenía la sensación de que no le gustaban algunas de las ropas que llevo, pero no había hecho ningún comentario sobre ellas. Cuando salía, se aseguraba de que lo llamara tan pronto como entrara a mi apartamento.

Esa fue la primera noche que dormí con él en el teléfono.

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Decir que Milo estaba molesto cuando finalmente hable con él sería como decir que Miami no tenía las mejores playas del mundo. No gritó, no tenía por qué. Todo lo que dijo fue, “¿Estás bien?” en un tono deliberado, preocupación y molestia palpable a través de la línea telefónica. Cuando respondí con un “sí”, precedió a darme un sermón sobre Miami siendo un lugar de fiesta salvaje, que las mujeres podrían ser secuestradas, y que necesitaba comprar un teléfono más nuevo. Esperé a que terminara y antes de colgar, susurré suavemente, “siento no haber llamado de inmediato”. Estuvo callado por unos pocos segundos y pidió que lo llamase cuando me instalara en mi habitación de hotel.

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Cuando había viajado a Miami, me pidió que le enviara mensajes de texto cada tres horas para dejarle saber que estaba bien. Una noche, cuando un evento de caridad había acabado tarde y olvidé enviarle un mensaje, Daria había susurrado en mi oído que Milo estaba tratando de contactarme. Le había dado a Milo el número de teléfono de Daria ya que era mi asistente por si alguna vez necesitaba contactarme y por alguna razón no pudiera comunicarse conmigo, ella sería la mejor opción para llamar. Por supuesto que había informado a Daria que nadie podría saberlo, especialmente mi padre. Ella era su empleada, pero primero era mi amiga. Había pasado por casi cada desafío que mi padre había lanzado hacia mí y, sin importar, nada ella estaba de mi lado.

Hablamos por horas sobre las cosas más casuales, tontas y triviales. Me enteré de su amor por los deportes extremos, su obsesión por los Legos y su pasión por los autos antiguos y los videojuegos. Compartí con él mi amor por la moda, mi obsesión con las bebidas de frutas y mi pasión por conseguir los mejores masajes corporales y faciales. Se rió en su mayoría con su profunda y masculina voz de mis comentarios estrafalarios. Fue agradable ver su cara en mi teléfono mientras estábamos en videollamada; la forma en que sus ojos verdes se volvían más claros cuando estaba divertido y se volvieron de tonos verdes profundos cuando coqueteaba con él. Le había preguntado que estaba usando y fingió no oírme, así que le mostré lo que usaba en la cama. Estaba en mi conjunto de pijama de seda color champagne. Probablemente pensó que usaba camisones, pero por mucho que usara escasa ropa en público, me gustaba llevar la ropa más cómoda en la cama. —Nena, te ves tan linda. —Sus ojos verdes brillaron burlones. Mi corazón se derritió con eso. Fue la primera vez que me llamó nena. Nunca en mis sueños más salvajes pensé que llegaría este día. Las chicas jóvenes superan sus encaprichamientos, sus enamoramientos infantiles. Pero ni una vez pensé que Milo era un flechazo. Tal vez por eso nunca encontré el deseo, la voluntad, el anhelo de acostarme con cualquier chico. Había bromeado con Brynn muchas veces que me uniría a Steve en el club de Virgen a los 40 y por mucho que estaba bromeando, también estaba diciendo la verdad. Una sensación de presentimiento se apoderó de mí cuando la cara de Milo apareció a la vista después de que se excusó para tomar agua de la cocina; él era mi sueño. Le había dado ese poder sobre mí. Y él tenía el poder de romperme, hacerme caer y destruirme.

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—¡No aprendiste ese movimiento de Youtube! —discrepé con vehemencia, sacudiendo mi cabeza de un lado a otro, mientras ponía mis ojos en blanco, mi mano derecha en mi cadera mientras dejaba caer mi bolso en el asiento ajustable de la press de banco.

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***

Estaba mirándolo de pie con su rodilla derecha cerca de su pecho luego giró su pierna y pateó hacia afuera mientras giraba su cuerpo. Si estuviera parada cerca, él estaría golpeando mi abdomen o mi plexo solar con el talón de su pie. Lo hizo tres veces y luego cambio sus piernas, apuntando las patadas más alto. Obvio, era una maravilla de ver. —Búscalo. Acabo de googlearlo y lo aprendí. —Sus hombros vibraron en risa. Los bordes bajos de su camisa azul oscuro se habían levantado, creando una obvia separación de sus shorts azul oscuro y ofreciéndome una vista impresionante de sus estriados abdominales. Me acerqué más a él, alcanzando debajo de su camisa, sintiendo su tensa y musculosa espalda. Deslicé mis manos arriba y abajo por su espalda mientras miraba en su profunda mirada verde esmeralda, sus pupilas emitiendo un matiz azulado bajo las brillantes luces de su gimnasio. Sus manos se ahuecaron bajo mi mejilla y frotó sus dedos contra mis labios. —Ava, nena, no quiero ir demasiado rápido. —¿Demasiado rápido para quién? —Para ti —respondió. Toqué mi mano izquierda sobre la barba formada en su mandíbula. —¿Para mí? —repetí, levantando mis cejas—. ¿Por qué pensarías eso?

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—Milo —empecé, mis manos ahora encontrando su camino al frente de su pecho. Sentí las protuberancias duras y las inmersiones de sus pectorales, el corte magro bien definido de su abdomen y caderas. Lo había visto semidesnudo. Lo había visto desnudo. Su torso en forma de

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—Todo está pasando un poco rápido. —Su boca estaba por un pelo lejos de mi frente, sus manos acariciando mi espalda—. Ni siquiera hablábamos antes. No así. Siempre estabas enojada conmigo. Siempre estaba hablándome bruscamente. Y ahora esto… simplemente no quiero estropearlo.

V debería estar en las carteleras por todas partes. Sus dorsales deberían estar fijados sobre todos los periódicos. Y sus brazos abultados deberían ser tendencia en cada sitio de medios sociales. No era el modelo perfecto. Sentí cicatrices y vi los moretones antes. Milo no era la retocada y chillona imagen limpia de un chico. Era tosco, poderoso y todo masculino. —Sé que quieres esperar. Hasta que hayas terminado con la lucha. — Aún no sé porque luchaba. Me había dicho que esta casa, la casa de sus padres antes de que se metieran en un accidente, fue pagada totalmente, así que no podía ser sobre dinero. Alquiló la casa de su tía Margie en Henderson a una joven pareja agradable antes de mudarse para entrenar a Arizona hace dos años con el consentimiento de Brynn—. Pero no creo que tú, nosotros, estemos moviéndonos demasiado rápido. Creo que, en realidad, estamos yendo en cámara lenta. Ambos acordamos que teníamos que mantener lo que teníamos, lo que estamos tratando de tener, lejos de la mirada indiscreta de mi padre hasta que Milo hubiera terminado con la lucha. Podía decir que no era un chico al que le gustaba esconder cosas, pero sabía que mi padre podría causar un molesto problema para nosotros si nos veía juntos. Milo me había revelado que mi padre le había advertido contra perseguirme. Cómo mi padre tenía la menor idea de que Milo estaría en mi trasero era algo que eludió mi mente porque estaba demasiado ocupada deseando que me besara. —¿Cámara lenta? —Su oscura mirada ardió, su voz ronca, rasposa, articulando en un diminuto hilo de control. Sus manos agarrando mi pelo más fuerte, la acción causando sensaciones de hormigueo que sentí desde las raíces de mi cabello que irradiaban a la parte inferior de mis pies.

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Le estaba poniendo un cebo, agitando una bandera blanca, colgando una manzana del árbol del pecado.

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—Sí. —Tragué, mis labios abiertos, deseando probar de él—. Apenas me tocas. Yo… no sé si todavía me quieres.

Sin ninguna advertencia, plegó mis piernas alrededor de su cintura, sus manos apoyadas en mi trasero, y comenzó a caminar. Casi grité, pero él apretó su boca contra la mía. Su beso era abrumador, su lengua pidiéndome ceder. Sus pasos no titubearon mientras continuó caminando. Envolví mis piernas con fuerza alrededor de él, mis brazos rodeados alrededor de su cuello. No estaba prestando atención a donde me estaba llevando. Mientras que me estuviera llevando. Oh mierda, debería haberme puesto mi ropa interior especial. Realmente no estaba preparada para esto. Literalmente conduje desde la clase de spinning hasta aquí. Me había enviado un mensaje de texto de que me iba a hacer su desayuno especial; tortillas de cualquier manera que me gustara con tostadas y un batido de frutas mezcladas. Había estado haciéndolo para mí cuando estaba en la ciudad y venía en las mañanas antes de salir a visitar a mamá o hacer lo que Daria había planeado para mí. Todavía estaba usando mis shorts rojos de gimnasia y una camisa blanca suelta sobre mi sujetador deportivo. No necesariamente material de seducción. —Milo… —protesté, mis palabras ilegibles contra su boca. Me aferré a su camisa, codeándolo para que me dejara ir por aire. No dejaba mi boca ir, así que tiré de su cabello. Sentí las hebras curvándose alrededor de mis dedos; su cabello estaba haciéndose más largo y necesitaba un corte de pelo. —¿Huh? —Finalmente me dejo ir—. ¿Qué pasa, duquesa? —Me hacía gracia esa tontería cuando me llamaba duquesa. Mucho mejor que princesa. Pero, hasta ahora, nena era mi favorito.

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—Está bien. —Cambió de dirección y ahora nos estaba llevando hacia el baño grande, justo fuera de su habitación. Iba a decir por mí misma

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—Quiero tomar una ducha. —Me asomé a su cara. Sus ojos estaban en mis labios, chasqueé la lengua hacia él e inmediatamente mordió de ella con sus dientes. Creo que pude haber empapado mis bragas sólo un poco más.

cuando lentamente me bajó e hizo un gesto con las manos para que yo levantara mis manos hacia arriba. Había visto mi cuerpo. Desnudo. Muchas, muchas veces. Nunca había sido tímida sobre usar la ropa que uso para diseñadores que quieren y necesitan exhibición. No soy vanidosa ni nada, pero sé que me veía bien. Mis pechos son UNA 95C. Algunas veces siento que deberían ser más pequeños porque es difícil llevarlos a todas partes. Pero justo ahora, en frente de Milo, sentía una inseguridad viajando por mi cuerpo. ¿Y si encuentra un lunar, una peca, un colgajo de piel, una espinilla? No tenía ni idea si tenía de los dos últimas, ¿pero y si aparecieron durante las tres últimas horas cuando me había visto por última vez sin nada de ropa delante del espejo? Estaba esperándome pacientemente. —No tengo ningún champú de chica aquí, así que si quieres tomar una ducha vas a terminar oliendo como yo. ¿Oler como él? Me gustaba mi champú de frutas surtidas, especialmente confeccionado para mí por el perfumista de mamá desde que era una niña. Pero el olor de Milo; toque de almizcle y esencia masculina, podría enjabonar todo sobre mí y estoy segura de que lo amaría.

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—Únete a mí —le pedí, sabiendo que no había tomado una ducha todavía.

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Aún tenía sus manos en alto, esperando a que le diera la señal de seguir para quitar mi camisa. Me puse de puntillas y atraje su cabeza hacia abajo para otro beso. Sus manos agarraron mi trasero de nuevo, deslizando mis pantalones cortos, mi cara llameando con el calor abrazador entre nosotros.

Milo se apegaba a un horario. Se levantaba temprano por las mañanas para comenzar su día. Hacía ejercicio durante 4-5 horas, y normalmente para el momento que lo llamaba o le enviaba un mensaje, él ya estaba haciendo tareas o trabajando en el nuevo proyecto en el que estaba involucrado con su amigo, Jeff, quien era también ingeniero mecánico. Acababa de comenzar la sociedad con Jeff. Cuando Milo hablaba sobre ello, podía decir que estaba emocionado por la sociedad. Le permitía trabajar en cualquier parte del mundo. Aun suponiendo que estaban sólo empezando, pero él vio mucho potencial en hacerlo un flujo constante de ingresos especialmente cuando se ramificara internacionalmente. A veces se me olvidaba que era un chico inteligente. Cuando empezaba a hablar sobre el rendimiento de los materiales, intercambiabilidad, diseño de sistemas y diseño técnico: lo encontraba aún más sexy si eso era posible. Todavía era un rompecabezas para mí por qué tenía que luchar. No había otra razón para ello sino el dinero. Antes de perder lo último de mi resolución, levanté el dobladillo de mi camisa y me la quité. Sus ojos verdes se dilataron, su respiración se detuvo y cuando trazó sus dedos desde la parte superior de mi sujetador deportivo a poco menos de mis costillas, me pregunté si esto era como una supernova se sentía antes de estallar en una explosión de fuego. Incliné mi cabeza, dándole mi aprobación. Metió la mano debajo de la tela de algodón y tocó mis pezones con dos de sus dedos. —Maldición. —Su susurro audible se igualó con el hambre en sus ojos. Sus manos estaban estables, cálidas e insistentes mientras sacaba mi sujetador deportivo por encima de mi cabeza.

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Sus ojos no dejaron los míos en todo el tiempo que me desnudó. Tan pronto como toda la ropa yacía en un pequeño montón desordenado

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En menos de un segundo, me había quitado mis pantaloncitos de gimnasia y tirado de mis bragas amarillas, tanto que pensé podría desgarrarlas.

en las baldosas gris beige, puso sus manos sobre mi cara, mejillas, cuello y lenta y suavemente me frotó, la textura áspera de sus palmas ligeramente abrasivas contra la superficie de la piel que estaba cubriendo. Cuando sus manos moldearon, acariciaron y cubrieron mis pechos, estaba bastante segura de que una parte de mi murió un poco, le petit mort1. Nunca sería la misma mujer después de esto. Era tranquilo, metódico, la evidencia de su deseo sin cesar emanando de sus rápidas ingestas de aliento, el endurecimiento de su mandíbula, la latente, selva verde oscura de su mirada. Su lengua tocó, favoreciendo mi pezón derecho mientras lo tomaba en su boca. —Ahh, Milo… —gemí, mis ojos siguieron su cabeza oscura que estaba prodigando atención a mi pecho. Con su lengua retorciendo los costados, envolvió mi pezón izquierdo con la misma ardiente pasión, sus manos apretando mi trasero. Estaba perdida en las sensaciones que me estaba dando, mis ojos cerrándose. Se estaba apoderando de mi cordura, de mi habilidad de pensar con claridad. En este momento, si me pedía algo, se lo hubiera dado. No supe cuándo se quitó la ropa, estaba abrumada por el placer que me estaba dando. Para el momento en que me levantó dentro de la ducha, estaba a punto de explotar. Dentro, se separó de mí para dejarme mojar en medio del agua caliente. Cuando el calor pinchó en mi pecho, me vio hacer una mueca. —¿Demasiado caliente, nena?

Le petit mort: En francés, también conocida como “La pequeña muerte”, hace referencia al período refractorio que ocurre después del orgasmo sexual.

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Se dio la vuelta para cambiar la temperatura del agua, levantando su mano contra el agua de la ducha como probándola para ver si había cambiado. Tomé la oportunidad de deleitarme con su desnudo y glorioso trasero. Con su piel naturalmente bronceada, con una pequeña cantidad de agua goteando de los músculos de sus glúteos y los

cuádriceps fuertes y apretados, Milo era un hombre cuya fuerza y poder podían ser intimidantes, pero que era muy amable conmigo. —Está mejor —dije, encontrando el agua más fría y rejuvenecedora. Dándose la vuelta de cara a mí, sus ojos brillaron con cruda honestidad y asombro. —Ava, eres… eres preciosa. Lo había escuchado muchas veces; preciosa, hermosa, bonita, adorable; mis padres me habían dado mis rasgos. Había visto la mirada de los hombres cuando querían acostarse conmigo, pero con Milo, era diferente. Vi deseo. Vi pasión. También vi ternura. Y vulnerabilidad. Una sensación de incredulidad de que estaba aquí con él. —Creo que también eres hermoso. —Lo era. Mi idea de la perfección masculina. Rió roncamente. —¿Soy hermoso? —Sí. —Esa tiene que ser la primera mentira que me has dicho. —Su boca se levantó, conteniendo una sonrisa. —No. Lo digo en serio. —Lo decía en serio. No sé por qué nunca me cree cuando le digo que es guapo o algo así. Es como si creyera que era irrelevante, sin importancia. Era un hombre hermoso, no sólo por fuera, sino también en el interior. Llevando mi dedo índice a sus labios, el flujo constante del agua cayendo sobre nosotros, presioné sus labios. —Tienes los mejores labios, podría besarlos todo el día.

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—Eres tan fuerte, me levantaste como si no fuera nada. —Mis manos se extendieron sobre su pecho—. No hay ni una pizca de suavidad en esto, pero sé lo que hay aquí dentro. Milo, eres un hombre hermoso.

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Moví mis manos más abajo hasta sus hombros.

Todavía no sé por qué estás peleando, por qué estás sometiendo tu cuerpo a ese tipo de abuso, pero por la razón que sea, espero que algún día me lo digas. Te he conocido casi toda mi vida. He visto cómo proteges y amas a las mujeres y a las personas que te importan. Probablemente estén molestándote… las cosas que hiciste en el pasado, los errores que has cometido. Todos cometemos errores. Algunos más grandes que otros. Pero aun así, nunca he conocido a un hombre más honorable que tú. Así que sí, eso te hace hermoso para mí. En un parpadeo me estaba besando con fiereza, sus manos rodando encima de mí, mi cuello, mi espalda, mi trasero, sus dedos encontrando un sendero de mi ombligo a mi centro. La yema de un dedo calloso hizo contacto con mi centro y corcoveé, mi espalda cediendo ante la repentina oleada, el calor eléctrico esperando a estallar. —Mierda —gruñó—. Quiero saborearte, nena. Me apoyó contra la pared, mi cuerpo maleable, dispuesto a cada una de sus demandas. Levantando mis piernas, las puso sobre sus hombros a la vez que se arrodillaba entre ellas. Cuando su lengua hizo contacto con el centro de mi placer, juré que si había muerto antes, recién había sido regresada a la vida. Pasó de suave a duro, lamiéndome, succionándome, mientras sus manos permanentemente habían marcado mi trasero como su propiedad. Estoy segura de que una vez que termináramos, si es que alguna vez terminamos, las mejillas de mi trasero tendrían impresas sus grandes manos. Quitó su mano de mi nalga derecha y lo siguiente que sentí fue un pulgar presionándose dentro de mí. La sensación fue extraña, las únicas cosas que habían estado dentro de mí habían sido mis propios dedos y mi pequeño y confiable vibrador rosa. Exhalé y fue capaz de deslizar dentro su dedo con facilidad. Cuando agregó otro, se me escapó un jadeo de sorpresa. Miró hacia arriba, su lengua todavía ocupada chupando mi núcleo, sus ojos preguntándome si estaba bien.

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Arqueó las cejas, haciéndome reír. Volvió su atención a lo que estaba haciendo y unos pocos minutos después sentí mi cuerpo deshacerse por el agua y la liberación abriéndose paso ante sus magistrales toques.

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—Ha pasado mucho tiempo —contesté. Más bien nunca.

Retiró mis piernas de sus hombros y poniéndose de pie, entrelazó mis brazos contra su cuello. —Dijiste antes que no pensabas que todavía te deseara… —Su voz fue áspera, como si fuera incapaz de pronunciar palabra, sus respiraciones saliendo en jadeos dolorosos y desiguales. Sin esperar mi respuesta, tomó su mano derecha y la cerró sobre su polla—. Nena, estoy a punto de reventar cada maldito día sólo de pensar en ti. —Observé mientras bombeaba su puño, su enorme erección construyéndose, la punta llorando un fluido blanco lechoso. Bajé mi mano derecha y la puse sobre la de él, murmurando contra su oído: —Córrete para mí. Contra las paredes beige de azulejos blancos del baño, el vidrio claro separando la ducha del resto del baño, mi mano sobre su puño mientras aceleraba su ritmo, escuché su rugido y lo observé llegar a su placer. A medida que los temblores de su clímax amainaban, presioné mi rostro contra su pecho, escuchando los erráticos sonidos de sus latidos. Depositó un suave beso en la cima de mi cabeza. —Gracias, nena. Ava. Duquesa. Nena. Podía llamarme como quisiera. Incluso Princesa. Para mí, era Milo. Mi amor.

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Después de nuestra abrasadora ducha, Milo me secó con una toalla afelpada verde que había agarrado del gabinete de debajo del lavabo.

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***

Le había dicho que tenía algunas ropas de repuesto en el auto, así que abandonó el baño para buscarlas. Mirando el baño, estaba claro que Milo era un fanático de la limpieza. Tenía todo perfectamente alineado: el jabón, el cepillo de dientes eléctrico, las maquinillas de afeitar, un dentífrico de menta y una toalla de mano. Abrí el botiquín y estaba igual. Ni una sola cosa fuera de lugar. No tenía mucho en ella, sólo un puñado de toallitas impregnadas en alcohol, envolturas de gasa, vendajes, una caja de almohadillas calientes, ibuprofeno, desodorante y condones. Alcancé la caja de condones, estaba cerrada. La cinta plástica sellando la caja estaba envuelta a su alrededor. El pensamiento calentó mis entrañas. No ha tenido sexo… con nadie, ni siquiera su ex-novia que estaba resultando no ser tan mala después de todo. Por no tan mala me refería que en vez de querer cortar todo su cabello pelirrojo, sólo le daría su flequillo en cambio. Se vería completamente bien en ella. No. —No. No he tenido sexo con nadie. —Su voz me asustó terriblemente—. Por un largo tiempo. ¿Cuándo iba a dejar de caminar detrás de mí y atraparme en los momentos más incómodos? Mi rostro ardió con vergüenza. —No quería husmear. Sólo estaba… —¿Curioseando? —Sostuvo la bolsa negra que reconocí como el bolso con mis ropas de repuesto. Dejé la bolsa en mi maletero en caso de que olvidara traer algo del gimnasio. Levantó una ceja, su rostro arqueándose en una sonrisa—. Está bien. Se había cambiado a unos pantalones vaqueros azul oscuro y una camiseta verde oscura. Hizo un gesto con el dedo índice, haciéndome una señal para que me acercara.

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—No tienes que preocuparte por mí, Ava —declaró tranquilizadoramente—. No tengo el hábito de engañar a mi chica.

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Me moví unos pocos pasos hacia adelante.

—¿Lo soy? —El aire en mis pulmones llenándose con incertidumbre. Habían pasado unas pocas semanas para que se hiciera a la idea de querer estar conmigo. Pero yo he tenido esta idea, este sueño, toda mi vida—. ¿Tu chica? —¿Qué crees? —Su brazo envolviéndome en un abrazo, el suave material de la toalla deslizándose del nudo que había formado en el frente. —Creo… —respondí—. Primero tengo que ver con qué me vas a alimentar. Se echó a reír, sus dedos torciéndose en el cabello que había dejado húmedo y sin secar porque Milo, bendito hombre, no tenía su propio secador de cabello. Cuando le había preguntado si tenía uno más temprano, me miró confundido y dijo: —¿Para qué? ¿Para secarme las bolas? —A lo que me tuve que sostener el estómago con las manos porque no podía parar de reír. —Voy a alimentarte con la mejor tortilla que hayas probado. —Lo dudaba sumamente. Su hermana hacía la mejor tortilla del mundo—. Pero sí, duquesa, eres mi chica.

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—Está bien, haces la segunda mejor tortilla del mundo —juzgué, mi estómago claramente aceptando lo que hizo por mí, y me encontraba oficialmente repleta. Me tenía sentada en su regazo alimentándome con la tortilla vegetariana que me había hecho hace unos pocos minutos. Verlo cocinando en la cocina debió haber sido una de las cosas más sexys del mundo. El ritmo rápido con que picaba los vegetales en la tabla de cortar, lo artístico de sus movimientos alrededor de la cocina, y la natural habilidad de medir lo mucho o lo poco de las especies a agregar; era la versión de su hermana en la cocina.

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Después de besarme por unos cuantos minutos más, se fue dándome algo de privacidad y así él podría comenzar a cocinar lo que me había prometido. Entré en su habitación para ponerme mis pantalones de yoga azul y una camiseta corta sin mangas de color blanco.

—¿Quién está primero? —preguntó, tendiéndome un vaso de batido de frutas que mezcló hace unos pocos minutos. Tomé un gran trago del batido. Delicioso. Tenía piña, mango, fresas y otras frutas. Pero lo mejor es que lo hizo para mí. —Tu hermana. —Ah. —Una palabra. Sentí la tensión rodearlo mientras lentamente me levantaba, dejándome a un lado. Se acercó al refrigerador y agarró un bloque de queso. Abrió un cajón y sacó un cuchillo y comenzó a cortar el queso en pequeños trozos. —Bee es la mejor cocinera y pastelera. —La tristeza delineaba su voz. Su mandíbula tensa mientras mordía el queso—. Estoy de acuerdo, hace las mejores cosas. Mamá, nuestra madre, le enseñó… pero Bee, tiene ese don de hacer que tenga buen sabor. Amaba tanto a su hermana. No tenía dudas de ello. Me levanté de la silla y levantó los brazos para que yo pudiera rodear sus caderas con mis brazos. —¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella? —Justo después de Shanghai. Antes de tomar el avión a casa.

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—Eso fue hace casi nueve meses —dije sin censura o acusación. Desearía que le hablara a Brynn. Brynn me había dicho que Milo

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Brynn había llorado sobre mi hombro debido a que su hermano le tendió una trampa a Kieran por drogas. Vi cómo eso la destrozó cuando estaba junto a Kieran, incluso después de que él casi la dejara sólo por ser la hermana de Milo. Pero ella amaba a Milo. Escuchaba la preocupación en su voz cada vez que me preguntaba si había sabido algo de él, sabiendo que estaba en las Vegas. Era difícil decirle que “no” porque yo sabía dónde se encontraba Milo. Al menos, lo sabía cuando aparecía en el club de peleas de mi padre. Pero no podía entrometerme. Era algo entre hermana y hermano. Podía, sin embargo, cerrar la brecha que se había formado durante los pasado nueve meses y contando.

mandaba mensajes pero nunca llamaba. Cuando estábamos en la universidad, él y Brynn hablaban todos los días. —Lo sé. Apoyando mi barbilla contra su pecho, flexioné mi cuello, capturando la mirada lejana en sus ojos. —Me siento perdido, sabes… —Sus palabras tranquilas sostenían tanto valor. Siempre ha sido el tipo más honesto de chico. Cuando estaba contento, lo mostraba. Cuando estaba enojado, no lo ocultaba. A menudo ha sido etiquetado como el malo del mundo de la natación cuando competía porque no dudaba en maldecir en frente de las cámaras luego de haber hecho un mal nado. Estoy segura de que conseguía multas por esto pero eso era todo; no ocultaba sus emociones. Puso el trozo de queso y el cuchillo contra la isla mostrador de granito en el medio de la cocina y continuó: —Siento que la he avergonzado, decepcionado, llevado tanta mierda al nombre de mi familia. No pude decir nada. Este era su demonio personal, el peso muerto que ha estado llevando.

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Lo abracé con más fuerza, negándome a dejarlo ir, su respuesta era dejar caer su barbilla contra la cima de mi cabeza. He cuidado de heridas, heridas superficiales que sanan con el paso del tiempo. Había ayudado a estabilizar huesos rotos, ligamentos rotos, y partes fracturadas de cuerpos. Pero ¿cómo corriges, cómo cuidas y estabilizas

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—¿Cómo arreglo todo, Ava? —Sus ojos se enfocaron en un punto en blanco de la pared, los músculos de sus hombros desplomándose, el peso de sus palabras colgando de una escala invisible, la desesperanza tirando hacia abajo el optimismo. Este era un hombre que podía quebrar los huesos con un golpe de su puño, hacer a otra persona sangrar con el poder de sus patadas, sin embargo sonaba como si estuviera sangrando por dentro, su alma, desconocida para el mundo, se estaba quebrando.

a un sujeto cuyas heridas son auto-infligidas, su conciencia y sus pensamientos destrozándolo, causando lo que podría ser una fractura irreparable? Mis ojos ardieron ante su pregunta. No tenía ninguna respuesta para él. Así que dije lo primero, lo único que me vino a la mente.

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—No lo sé, Milo. Pero puedes empezar hablando con ella.

Traducido por nelshia, Lililamour y tara_annie Corregido por veroonoel

─¿P

Milo

odemos salir mañana en su lugar? ¿Qué demonios?

No la he visto en cuatro días. Estuvo en Tailandia por alguna mierda de inauguración. La última vez que la vi fue después de mi última pelea. Una que gané tan rápido que mi oponente, un boxeador búlgaro, apenas lanzó un puñetazo antes de que lo liquidara con una combinación de un golpe directo, un gancho, unas cuantas patadas frontales y patadas circulares. Yo estaba en el borde mientras luchaba. Sólo quería que la noche terminara. Maxwell y sus amigos ricachones estaban un poco molestos porque terminé la pelea tan rápido, pero no tenía energía para el drama, y quería terminar la pelea rápidamente sabiendo que Ava estaría volando temprano al día siguiente.

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Y ahora esto. Seis palabras que envió a través de un mensaje. Su avión acababa de aterrizar hace veinticinco minutos. Cuando llamé a Daria ayer, le había pedido para la agenda de Ava y parecía que ella estaba sin asuntos en dos semanas. Quería decírselo esta noche, pedirle que me acompañase. Era desconcertante hablar con una asistente sobre el horario de mi novia, sí, ella era mi novia, no pedí su consentimiento u

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Durante los días antes de la pelea, Ava estuvo ocupada con algunas cosas que su padre le había pedido que hiciera, también estaba siempre hablando por teléfono con una mujer llamada Naomi. Me di cuenta de que algo estaba molestándola, pero cada vez que le preguntaba, ella sólo me besaría, me distraería y olvidaría mi pregunta. O yo fingía olvidar mi pregunta. Ella me lo diría cuando estuviera lista.

opinión, pero su coño en mi boca y mi polla en sus manos la hizo oficialmente mía. Por supuesto que no era así con todas las chicas, pero hice mis propias reglas con Ava. Además que se sentía bien, yo llamándola mi chica y ella parecía feliz por eso también. Daria era una chica genial. La vi un par de veces en el apartamento de Ava. Me dio pistas sobre lo que le gustaba a Ava, Tic Tacs y diamantes. Tic Tacs, del tipo de color naranja, que podría comprar en cajas. Los diamantes tendrían que venir más tarde. Golpeé enviar y contestó al segundo timbrazo. —No. O me voy para allá o vas a venir. Esta noche. —Mi mandato claro, ni siquiera la dejé saludar. Ella me estaba enojando. Habíamos hablado todas las noches en el teléfono. Era plenamente consciente de que la echaba de menos y estaba caliente como el infierno por ella. Sólo había un límite para lo que un hombre podría tomar por videollamada con su hermosa y sexy novia. —Hola a ti guapo. —Su voz entrecortada rompió a través de la línea—. ¿Por qué suenas tan molesto? ¿Fue el tráfico? ¿Un conductor se cerró delante de ti? No me estaba engañando. Estaba tratando de distraerme. —No. —Milo, por favor, nene... —Era tan sexy, tan caliente, incluso a través del teléfono.

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—No. ¿A qué hora vas a venir? —cuestioné, haciendo caso omiso de su petición. Era final; la estaría viéndola esta noche—. ¿O quieres que conduzca hacia allá? —Su apartamento estaba a treinta minutos

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Bajé mi pluma, escribiendo en el papel delante de mí. Estaba tratando de encontrar la manera de cambiar la mecánica en el sistema de calefacción que Jeff me había enviado para que H-TEC, la compañía para la que estábamos diseñando, fuera capaz de utilizar el aire fresco desde el exterior, reduciendo así la necesidad de aire acondicionado en todo momento y aumentando su capacidad para ahorrar energía.

conduciendo, pero podría hacerlo en quince. El tráfico era ligero a las siete de la tarde. Suspiró. —Es sólo que estoy cansada. —Está bien, entonces voy a conducir hacia ahí. —¿Por qué estaba poniendo excusas de todos modos? —No. Puedo conducir hasta ahí. Estoy bien. —¿Ahora podía conducir para acá? —Ava, ¿qué diablos está pasando? —dije de golpe, tocando mi pluma contra mi cabeza. A veces realmente me irritaba. No podía ir al grano. Una vez, habló de un par de zapatos durante casi una hora sólo para terminar diciéndome que odiaba a la suela. En otra ocasión, me envió una foto tras otra de bufandas sólo para preguntarme si quería una. ¿Qué tipo de hombre llevaba bufandas con volantes de culo con colores que debería estar colgados en la ventana de alguien? Ni siquiera puedo empezar a trabajar en la forma en que ella no utiliza portavasos, no lava sus platos hasta que están casi en dos pilas, y cómo piensa que se va a quedar sin bolsos. Me hace querer arrancarme los pelos, pero también me hace apreciar las cosas más pequeñas: la forma en que me toca como sin querer dejarme ir, la mirada en sus ojos cuando digo algo gracioso, o la forma sexy en que ella cuenta en francés. —Algo, umm, que me pasó en Tailandia. —Se apresuró mientras dijo las palabras. —¿Algo? —Ya estaba de pie y agarrando las llaves del coche, listo para salir de la casa—. ¿Alguien te lastimó? —Ya estaba volando a Tailandia y dándole una paliza al jodido que le hizo daño. Mi sangre hirvió ante la idea de alguien maltratándola. Hice una pausa.

—Mehiceunfacialyahoramicaraesnaranja.

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Con voz cansada, murmuró; apenas pude distinguir las palabras:

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—Ayer por la noche estabas bien en el teléfono. ¿Cuándo sucedió esto?

—¿Naranja? —Esto era una locura—. ¿Dijiste que tu cara es de color naranja? —No es súper naranja —se defendió—. Tal vez más como un tipo de sorbete de naranja, más ligero que el de color naranja de la calabaza, y un tono más oscuro que el melón. Estaba malditamente loca. ─Bueno, ¿así que tu cara es como un Oompa Loompa1? Dejó escapar un pequeño gemido. No pude contenerme más, rompí a reír. —Joder, nena, estás loca. —¡No es gracioso Milo! —Su voz era severa, ella divagó: —Compré este súper lindo kimono sedoso y un camisón a juego con una tanga de ropa interior con la tira cosida a mano por los mejores de los mejores para ti. Y ahora mi rostro anaranjado te distraerá de eso. ¿Seda? ¿Camisón? ¿Tanga? Me podía importar poco si su rostro era tan naranja como una zanahoria, sólo esas tres cosas lo compensarían para mí. —¿Estás conduciendo hacia aquí o quieres que vaya para allá? Tienes dos segundos para decidir. —Mi voz era brusca, ronca. La echaba de menos. Sentir su cuerpo cerca del mío no era lo mismo que hablar por teléfono, enviar mensajes de texto pervertidos, o enviarle un correo electrónico. —Voy para allá —afirmó al final—. Yo también te extrañé. ***

Oompa Loompa: Los Oompa Loompa (traducidos al castellano como Umpa Lumpa o Umpa Lumpi) son personajes ficticios del libro Charlie y la fábrica de chocolate del autor británico Roald Dahl. En la película de 1971, tenían cabello verde, vistosos trajes y la cara anaranjada.

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Tan pronto como el Tesla blanco se detuvo en el garaje, la cargué a mi dormitorio y me abalancé sobre ella.

Nunca había estado tan encendido, tan tensamente enrollado, tan caliente por cualquier persona, sólo por ella. Ni siquiera me di cuenta lo tan naranja que era su rostro. Claro, se veía de color naranja, pero no tan malo como ella lo hizo sonar. Todo lo que sabía era que ella estaba aquí. Sus ojos grises se llenaron de felicidad y sus labios recibieron mis besos hambrientos. Llevaba un vestido corto color amarillo debajo de una chaqueta y sandalias planas que tenían algunas cuerdas envueltas alrededor de sus largas piernas. —Alguien me echó de menos —dijo en broma mientras se quitaba la chaqueta. Mis manos ya estaban tratando de encontrar una casa debajo de su sujetador. Sentándose en el borde de la cama, tiró de mis pantalones negros holgados y los bajó. Levanté las piernas una a una para salir de ellos. Antes de darme cuenta, ella estaba ahuecando mis bolas y saludando a mi pene con su mano. Mis bóxers negros no estaban ni siquiera a la mitad de mis piernas cuando ella empezó a chupar mi polla. Envolví mis manos alrededor de su cabeza, observando mientras ella lamía, chupaba, y corría sus dientes alrededor de mi erección. —Nena —gruñí, tirando de su cabello—. No voy a durar... Te extrañé tanto. Por mucho que quería que ella continuara, tenía otros planes para esta noche. Saqué mi polla de su boca, sus labios abriéndose, esperando a que yo volviera a ponerla dentro. Metí la cabeza dentro de su boca, provocándola, haciéndola querer más.

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Descarté mis bóxers a un lado y mi camisa siguió poco después.

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Su boca se sentía tan bien, tomaba todo lo que tenía de mí para no hundirme de nuevo en ese calor.

Bajándome a su nivel, desenvolví sus piernas de las correas de las sandalias color marrón que llevaba puestas. La piel de Ava estaba ardiendo, su cuerpo era tan sensible a mi toque. Lanzando sus sandalias a un lado, levanté sus piernas para que pudiera besar la parte de atrás de sus rodillas, y luego trabajé lentamente mi camino hacia arriba. Ahora estaba acostada en la parte superior de mi edredón azul y rojo. La visión de ella, su vestido levantado mostrando su tanga color carne, su coño empapando mis sábanas, con sus manos extendidas sobre su cabeza, su cuerpo arqueándose, anticipando mi toque, y sus ojos pesadamente entrecerrados por el deseo; si esto era el cielo, no quisiera volver nunca a la tierra. Era hermosa. Un ángel envuelto en un cuerpo hecho para la pasión. Toqué su clítoris con un dedo. —Nena, quiero estar dentro de ti esta noche. —Su respuesta fue un gemido prolongado. —Ohhh... La desnudé lentamente, besando cada parte de su cuerpo. Para el momento que desabroché la parte posterior de su sujetador de encaje amarillo, estaba delirando por mi toque. La fricción más pequeña de mi pulgar contra su clítoris la hacía gritar. Desenvolví el paquete de condones con manos temblorosas. Casi lo había perdido antes, cuando mordió mi hombro. —Pónmelo. —Incluso mi voz estaba temblando en mi afán de hundirme en su interior.

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Me extendí hacia abajo, entre nosotros, asegurándome que estaba mojada. Introduje un dedo dentro de ella, observando su expresión volverse más oscura, su respiración entrecortada, su cara estaba caliente, tan caliente. Inserté otro dedo, uniéndose al otro.

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Sus suaves manos apretaron mi polla antes de que tomara el condón de mi mano y me lo pusiera.

—Estás tan apretada. —Ohh, se siente bien. —El olor de su aliento mentolado asaltó mis sentidos. —¿Estás bien, nena? —pregunté, queriendo asegurarme que ella está bien. —Sí —dijo entre dientes, con las piernas abriéndose más amplias, invitándome a entrar. Entré en ella lentamente, dándole tiempo para adaptarse a mi intrusión, empujando mi cuerpo hacia arriba así la mayor parte de mi peso no estaría en ella. Estaba apretada, tan, tan apretada. Fue como hundirse en un guante que tenía que estirar para que pudiera moverme. ¿Era virgen? —Ava, mírame. —Le pedí suavemente, bajando su barbilla para que pudiera enfrentarme, momentáneamente deteniéndola de mordisquear mi oreja. —¿Lo soy? —Su mirada se aclaró, preguntándose lo que estaba cuestionando—. ¿El primero? Ni siquiera me di cuenta de que estaba llorando. Su cara estaba cubierta de una pequeña cantidad de lágrimas. —¿Te estoy lastimando? Asintió levemente con la cabeza, su cabello oscuro se extendió como un ventilador en mi cama. Rocé ligeramente las lágrimas de sus ojos, acariciando su cabello.

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—Está bien. —Estuvo de acuerdo, mi mirada en sus ojos, esperando alguna señal, alguna palabra de ella y me detendría.

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—Creo que sólo duele la primera vez. Si es demasiado, voy a parar, ¿de acuerdo? Sólo dime que pare y me detendré. —Su comodidad, su placer, era lo primero. Tendría que poner hielo en mis bolas azules, pero si decía detente, no dudaría.

Empujé un poco más, joder, se sentía tan bien. Ella exhaló, sus ojos oscureciéndose con necesidad. —Estoy bien. Me sumergí un poco más, comprobé su cara, ni una palabra de ella. Otro poco, todavía estaba bien. Me tomé mi tiempo, incluso si todo lo que quería hacer era simplemente moverme dentro de ella. Mientras deslizaba todo de mí dentro de ella, trajo su cabeza contra mi oreja izquierda. —Soy tuya. Un primario, bullicioso e inexplicable sentimiento se apoderó de mí. Lo tomé como mi entrada, mi señal para moverme y me moví. Poco a poco, suavemente, mis caderas meciéndose contra su apretada vagina, mi dedo en su clítoris, mi boca en su pezón, en su cuello, en sus labios… por sobre toda ella. Aceleré mi ritmo cuando la sentí estremecerse debajo de mí. —Me corro. Me sumergí en ella, adentro, afuera, lento, rápido, afuera, adentro, lento, susurrando, cantando: Te sientes tan jodidamente bien, tan increíble, nena, estás tan apretada, girando las caderas al ritmo que mi cuerpo me exigía. Agarré sus hombros con más fuerza, mordisqueando su clavícula, clavando mis dientes mientras gruñía: —¡Ahh, me estoy corrieeendooo! Me quedé dentro de ella mucho después de que llegara al clímax. Cuando me salí, la miré fijamente y tenía una sonrisita en su rostro. —Supongo que realmente me extrañaste.

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Agarré una toallita de debajo del lavamanos y dejé que el agua tibia la empapara.

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Le sonreí, poniéndome de pie para poder deshacerme del condón en el baño. Noté que había rayas rosa claro en él. No mucho, pero estaba ahí. Prueba de su entrega a un hombre por primera vez.

Cuando volví a la habitación, la encontré acurrucada sobre un costado, con el cuerpo perfectamente desnudo contra las oscuras sábanas. Le pedí que abriera las piernas y la limpié con la toalla caliente. Me sonrió todo el tiempo. Noté que su cara estaba anaranjada, como había dicho, pero el color era insignificante contra el brillo en sus ojos, el rubor caliente de todo su cuerpo; y la enormidad de lo que me acababa de dar se hundía lentamente en las profundidades de mi cerebro. —Gracias, nena. —Tragué saliva, un bulto se estaba formando en mi garganta. Ella tenía veinticuatro años. Podía habérsela dado a cualquiera. La había visto en ropa que obtendría una reacción por parte de cualquier hombre, incluso de esos monjes célibes. Uno no podía dejar de pensar que había tenido poder sobre los hombres por su forma de vestir, por como hablaba. Pero nada podía estar más lejos de la verdad. La virginidad no era una gran cosa en estos días. No lo era para mí tampoco. Hasta ahora. Hasta ella. Me gustaba mucho. También me preocupaba mucho por ella. Aquí y ahora, hice un voto silencioso, una promesa. Me haría digno de ella. En todas las formas posibles. ***

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Estábamos descansando en el sofá, esperando que la comida tailandesa llegara. Ella había querido comida tailandesa, dijo que no había tenido suficiente en su viaje.

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—¿Así que había alguien poniéndote esa mierda en la cara y no sabías cómo ibas a reaccionar a ella? —En este momento me estaba contando cómo consiguió un facial de calabaza y éste tiñó su rostro. Su cabello estaba mojado por la rápida ducha caliente que acabábamos de tomar. Lo sequé con la toalla azul que había colocado entre mi regazo y su cabeza.

—Sentí aguijonazos en la cara durante el facial. Quiero decir, cuando la esteticista untó la máscara en mi rostro, grité porque me dolía mucho. Sentí que mi cara estaba expuesta a un fuego abierto. Suavemente acaricié su frente. —¿Te duele aquí? —Ya no me duele. Sólo es molesto tener este aspecto. —Sus labios rosados hicieron un puchero, sus ojos grises mirándome, esperando mi veredicto. —Nena, eres la más caliente Oompa Loompa ahí fuera. —Contuve mi risa, dándole una pequeña sonrisa en su lugar. Trazando las líneas de su cara, le dije: —No voy a mentir, me recuerdas a Halloween... pero todavía te ves hermosa. —Ella lo era. Siempre lo era. —¿Halloween? —Sus cejas se alzaron. —Debido a lo naranja. Ella golpeó mi mano y trató de alejarla. Bajé mi cabeza, intentando conseguir un beso.

Algo estaba tocando a mi puerta.

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Toc, toc, toc.

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Ella mantuvo la boca cerrada. Lentamente mordisqueé su labio inferior, persuadiéndola a abrirse. Poco a poco lo hizo. Me acarició la boca con su lengua, suavemente, enérgicamente, alternando la presión, mordiendo mi lengua, chupando mis labios, sus manos deslizándose sobre y alrededor de mi cuello, pidiéndome que me inclinara más abajo. Estábamos ocupados con nuestro juego de besos en el que todos salen ganando, que me llevó a reordenar su posición en el sofá. Encima de mí, ella era un espectáculo digno de ver; su cabello ligeramente húmedo y enredado en mis manos, los tonos grises en sus ojos convirtiéndose en intensos, salvajemente negros, y sus manos clavándose, sus uñas detrás de mi cuello, la espalda, el pecho; maldita sea, era una fiera.

Toc, toc. Otra vez. ¿Quién demonios estaría tocando a estas horas? Ava se apartó, su respiración agitada, los ojos vidriosos. —Comida tailandesa. Oh, mierda, sí, la comida tailandesa. Descruzó las piernas de debajo de las mías, se puso de pie, un poco desequilibrada. Sostuve su cintura con mis manos y alcé mi camisa UConn de color gris por los bordes y besé su ombligo. Llevaba mis calzoncillos de color azul oscuro sin nada debajo. Preguntó si podía pedir prestada mi ropa después de la ducha, no era un gran problema. Podría usar mi ropa cuando quisiera. Se veía cien veces mejor, más sexy en ella de todos modos. Sabiendo evidentemente lo que iba a hacer, antes de que pudiera tirar hacia abajo sus pantalones cortos, dijo: —Nene, el pobre tipo ha estado llamando desde hace un tiempo. —No es mi culpa que mi novia me ponga caliente. Sus ojos se abrieron y dio un grito ahogado, casi con incredulidad. —¿Novia? Si el repartidor no estuviera aquí, ella conseguiría nalgadas justo ahora. Por supuesto que ella era mi novia.

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Le di un último beso en su boca todavía abierta y entré en mi habitación, agarrando mis vaqueros del suelo para sacar mi billetera y volví a salir para pagarle al repartidor. Le di una propina del veinte por ciento, teniendo en cuenta que me dijo que había estado tocando durante casi quince minutos. Por lo general, estaba alerta acerca de lo que me rodeaba, de sueño ligero, y oía los pasos a tres metros de mí, que estaba activo tanto en combates como cuando estaba nadando. Me

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—Sí, ¿tienes un problema con eso?

daba cuenta cuando alguien se arrastraba detrás de mí, lo que me permitía reaccionar más rápido, velozmente, hacer mi movimiento antes de que otras personas podían. Pero Ava, a mi alrededor, debajo de mí, prácticamente cada vez que está cerca de mí, ella quitaba todo esto. Todo lo que veía era a ella. Todo lo que oía era a ella. Todo lo que siento es a ella. Mi padre solía decir: “Cuando tu madre está cerca, todo lo que importa es ella”. Nunca lo entendí totalmente, no le di mucha importancia. Era medio italiano. Era el romántico en él. Ava ahora estaba envolviendo los finos fideos Pad Thai2 entre las diminutas ranuras del tenedor. Estábamos sentados en el suelo, nuestras espaldas contra el sofá. Ella levantó su tenedor, animando mi boca a abrirse. Mierda, si Leif o Jeff me vieran hacer esto sería el extremo de infinitas burlas y provocaciones. Dirían que estaba volviéndome suave o convirtiéndome en mariquita. Abrí mi boca y mastiqué la mitad de su ofrecimiento. —¿Te gusta? —preguntó ella, sus dientes blancos haciendo acto de presencia, su cara de color naranja viéndose brillante. Sí, me gustas. Mucho. —Está bueno. —Lo sé, ¿verdad? No puedo creer que no hayas probado fideos con marisco. No he probado un montón de cosas. —Voy a tener que hacerte probar algo de los Quiche Lorraine3 de mi panadería favorita uno de estos días. —Sus ojos grises estaban brillando, como si estuviera teniendo un momento bombilla. La acerqué más a mí, su cabeza apoyada reflexivamente contra el hueco de mi axila. —Voy a probar todo lo que quieras que pruebe.

Pad Thai: Platillo tailandés que consiste en tallarines salteados con langostinos y brotes de soja. Quiche Lorraine: Tarta salada, un clásico de la cocina francesa. Fue creada en torno al siglo XVI en la región de la Lorraine. 3

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Ella jugaba con su tenedor, pescando otro fideo fino.

—¿Incluso con aspecto de calabaza? —Si tú eres la que me lo está dando, sí. Aparte de eso, de ninguna jodida manera. —Aspiré su cabello perfumado de flores—. Y más te vale que estés desnuda al momento de poner esa mierda sobre mí. Rompió a reír. Tendría que agarrarme en un muy buen día antes de que le permitiera poner algo de esa mierda en mi cara. Tal vez después de tres rondas de sexo... tal vez. El programa de cocina que le gustaba mirar estaba encendido, en su teléfono sonaba un poco de música suave, la pequeña ráfaga de la actividad, ella comiendo, yo comiendo, ella alimentándome se sentía natural, familiar, sin esfuerzo. Esta noche ella me había dado algo que nunca había dado a nadie. En la ducha, cuando le había preguntado por qué no, ella se encogió de hombros y dijo que no tenía ganas de dar su virginidad a cualquiera. Cuando le pregunté si le dolió, había dicho que sí, pero sólo por un segundo o dos. Había actuado como si no fuera gran cosa. Pero lo era. Para mí, lo era. Ava me hacía sentir... me daba esperanzas de que tal vez quedaba algo bueno en mí, que yo era digno de algo que nunca había entregado a nadie. Que tal vez cometí errores y que era hora de dejar darle vueltas al asunto y admitirlo. Iba a pedirle que se fuera a Colorado conmigo y tal vez pasar algún tiempo juntos, en kayak y rafting en el río Arkansas en Colorado central. Nunca he estado allí, pero he oído de Jeff que a su novia, Sharon, le encantó el paisaje y la fauna.

—¿Cómo te sientes acerca de tomar un viaje a Arizona conmigo?

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Esta noche estaba siguiendo el liderazgo de Ava, sus instintos, su voz de la razón.

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Sentí que algo cambiaba dentro de mí, no sabía qué hacer con ello. He seguido mis propios instintos toda mi vida, que me han salvado de hacer el tonto de mí mismo, me protegieron a mi hermana y a mí de las duras realidades del mundo tanto como podían, pero también me llevaron a cometer el mayor error de mi vida.

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Traducido por Jane y flochi Corregido SOS por LadyPandora

S

Ava

entí la tensión en él. Había estado muy tranquilo en los últimos días previos al viaje. Este mes, no tenía que luchar. El público eligió un luchador japonés contra uno ucraniano. El japonés daba miedo. Parecía pequeño, pero su tamaño era engañoso. No había visto a nadie moverse tan rápido como lo hacía y me pareció oír el chasquido de los huesos cuando pateó al chico ucraniano. Recé a Dios por que Milo no tuviera que enfrentarse a él. Sin duda mi hombre tenía excelentes habilidades de combate, pero todavía tenía mis dudas. Cada vez que el nombre de Milo era anunciado, quería vomitar. Por supuesto, no me gustaba ver las peleas en absoluto. El club de lucha “Las próximas Generaciones” fue el primero que poseyó mi padre.

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Mamá lo hacía bien. Tenía días mejores, creo que estaba cada vez más fuerte. Todos los días me las arreglaba para almorzar con ella. Mi padre parecía estar bien visitándola con frecuencia. Incluso podía salir con ella ahora si quería. Su aquiescencia era en gran parte debido al hecho de que había estado viendo las peleas y de acuerdo con sus órdenes, me mantuviera alejada de los otros chicos, excepto Emmett. Emmett se encontraba fuera de la ciudad. Él me estuvo enviando mensajes de texto, preguntándome mi disponibilidad y que cuando regresara a la

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Nunca me acostumbraría a ver a Milo sufrir. Cada patada, cada golpe que aterrizaba en su cuerpo impactaba directamente a mi corazón. Él siempre parecía estar bien después de las peleas, lo que podría agradecer a mi buena estrella. La última vez que lo vi realmente salir herido fue cuando el chico brasileño golpeó su pierna, pero aun así, Milo pareció recuperarse fácilmente. Tal vez porque conocía a su cuerpo tan bien después de años de estar en el deporte.

ciudad le encantaría pasar el rato. Tuve que borrar esos mensajes de inmediato tan pronto como los recibí. Todavía tenía que decirle a Milo lo de la reciente intromisión de mi padre sobre con quien salía. Mi padre estaba distraído con una fusión de negocios con una empresa minera de Indonesia, de acuerdo con Daniel, así que no estaría ahí por mucho. Intercambié algunas palabras con él en los pasillos cuando visité a mamá, pero eso fue todo. Él era así; se encerraba en su habitación en la casa o su oficina en el centro de Las Vegas cuando algo grande estaba a punto de suceder. Sin duda Milo, enloquecería cuando le dijera que salía con Emmett o fingía salir con Emmett o mi padre podría reducir mis horas de visita o totalmente me prohibiría visitar a mamá. Tendría que decírselo a Milo uno de estos días, ¿pero era pecado simplemente guardar el secreto en este momento? Nunca había sido más feliz en mi vida. Estando con él, en sus brazos, me sentía segura, protegida y a salvo. Como si él formara una burbuja que podría evitar que algo malo me sucediera. No lo engañaba. Sólo guardaba el secreto por un tiempo. Para siempre, si pudiera.

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—Milo, este será un largo viaje en auto si vas a ver y comentar sobre cada conductor en la carretera. —Suspiré, echando mano a su brazo derecho, acariciándolo con la mano izquierda. Él se molestaba tanto por conductores en la carretera. Apuesto a que si pudiera, pondría a cada conductor en la carretera a encender sus luces de girar a la izquierda en último minuto, cambiando carriles como si sus traseros estuvieran en llamas, y no se detendría durante tres segundos completos en la las señales de alto, dentro de una jaula y los golpearía uno por uno, mientras gritaba normas y reglamentos de tránsito.

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—¡Mierda! ¿Viste eso? Ni siquiera tienen sus señales encendidas y simplemente cambiaron al carril de la izquierda. ¿Qué diablos le pasa a esta gente? ¿Están bebiendo el mismo puto Kool-Aid o qué? ¡No puedo creer esta mierda! —Esas fueron las primeras palabras que dijo desde que lo recogí hace casi una hora, después de besarme por dos minutos completos, y toquetear mi trasero. Él había estado en silencio y si no lo conociera, pensaría que me ignoraba, pero sabía que estaba sumido en sus pensamientos, en su próxima reunión con su hermana.

Conecté la lista de reproducción en mi teléfono al tablero de mandos en su Audi a través del Bluetooth y empecé a reproducir música lenta. Mantuve mi mano en su brazo y él no respondió ante lo que había dicho, pero su ojo derecho tenía un tic y sus músculos de la mandíbula estaban tensos. Hmm... Tenía la sensación de por qué estaba al borde. Más al borde de lo habitual. Tuve mi periodo durante los últimos tres días, así que había estado extra-necesitado. Quería darle la sorpresa de que hoy mi periodo acababa de irse. Él no me obligaba a nada. Se quedaba a mi lado cuando tenía calambres y me llevaba Midol cuando se me acababa. Incluso se ofreció a comprarme tampones, pero le dije que tenía un suministro de tamaño Costco. Cuando dije: —Otros hombres se avergonzarían de comprar productos para la menstruación. Había respondido con: —Bueno, otros hombres no tuvieron que crecer con una hermana más joven, y Bee no tenía a nadie más que comprara para ella. Tía Margie lo hacía, pero a veces se olvidaba, y cuando estaba ocupada era demasiada molestia pedir eso, así que era el que suministraba a Bee con todo lo que necesitaba. Sólo me aseguraba de permanecer lejos en sus días antes porque sus estados de ánimo eran inestables. Me quité la chaqueta de color verde claro que llevaba, dejándome con mi camiseta blanca y sujetador blanco debajo de ella, estirando las piernas en mi minifalda azul oscuro. Hice un espectáculo al tomar mi chaqueta, flexionando mi cuello y empujando mi escote más que de costumbre. —Nena... —Escuché su gemido.

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Desde el interior de mi bolso Chanel de color verde oscuro, saqué mi brillo labial, alcancé el espejo plegable del pasajero sobre mí y apliqué

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Sí. Exactamente la reacción que buscaba. Prefería tenerlo excitado que enfadado por todos los conductores en la carretera o este viaje sería insoportablemente largo.

el brillo lentamente, asegurándome de que mis labios estuvieran cubiertos con brillo inmejorable. Dejé salir mi lengua un poco con cada trazo del pincel. —Mierdaa... —Su voz era fuerte y ronca. Oh, él estaba muy, muy excitado. Recorrí con la mirada la vista delante de nosotros. La I-40 tenía kilómetros y kilómetros alternando terrenos planos y montañosos. Después de haber vivido en Las Vegas durante toda mi vida y visitar a Brynn en Arizona, yo sabía que había ciertos lugares donde podíamos parar y pretender ser turistas observando la vista. No reconocí el hecho de que él viera lo que hacía, pero desde mi visión periférica me di cuenta de que estaba excitado. Tragaba con frecuencia, su nuez subiendo y bajando, el agarre de su mano izquierda en el volante era extra-firme y su mano podría rivalizar con el motor del coche en calor mientras sostenía mi mano libre. Abrí mis piernas un poco más, arqueé mi espalda y mi mano derecha desapareció dentro de mi falda. Tomó el tiempo justo. En cuestión de minutos, nos detuvimos en una parada de descanso. Aparcó el auto en el lado más lejano del estacionamiento casi vacío, y casi me arrancó de mi asiento, mientras él se desabrochaba el cinturón de seguridad. En el momento en que llegamos al asiento trasero, ya tenía sus pantalones abajo y sus boxers abultados con su tensa erección.

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Me subí encima de él, bajé mi camiseta y me desabroché el sujetador por la parte posterior. Milo estaba muy hambriento. Hambriento de mí. Él se aferró a mis pechos, mordiendo mis pezones con una succión suave, sus manos deslizándose por mi espalda. Me había preguntado por qué nunca le di a nadie mi virginidad. No fue por mi falta de

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—Ava, nena, duquesa... no puedo conducir de esta manera. —Sus ojos verdes se oscurecieron, su respiración era entrecortada, sonaba casi suplicante—. Incluso si son sólo tus manos... te necesito.

intentos. Salí con chicos antes, pero no había conectado con ellos. Nunca hubo una química intensa con ninguno de ellos. Con Milo, era innegable que con un simple toque, una simple mirada, podía despertar una emoción en mí, ira, lujuria, pasión, enfado, la frustración. Fue mi primero. Mi primer amor. Mi primera vez. El primer hombre que capturó todo de mí. Podría haber sido virgen, pero no era inocente. No me cerrada a lo que me traía placer. Conocía bien mi cuerpo. Pero Milo, él me enseñó cómo mi cuerpo respondía a su toque. Sentí su sólida erección a través de sus boxers y quise sentir todo de él. —Ponte un condón. Momentáneamente, sus ojos se dirigieron a los míos, interrogantes. En agonizantes, respiraciones rápidas, me respondió: —Está bien, nena. Estamos en el claro. Podrías pensar que él acababa de ganar la lotería cuando me dio su sonrisa más grande de, 'sí, estamos listos'. Él levantó sus caderas hacia arriba, bajando mi cabeza con la mano derecha para que no me golpeara la cabeza en el techo del auto y sacó un paquete de aluminio de sus vaqueros. Me incliné hacia delante para que pudiera adaptarse y una vez que estuvo envuelto, apartó mi tanga a un lado, más como que lo rasgó, probó mi humedad con un dedo, luego dos, luego finalmente se deslizó en casa. —Móntame —dijo, con los ojos taladrando los míos mientras yo mecía las caderas a un ritmo lento. Me sacudí de un lado a otro, sintiéndolo dentro de mí, volviéndose más firme, más fuerte, más grande.

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Tomé mi ritmo, y cuando él tocó mi clítoris, llegué a mi límite y me corrí. Sentí mi cuerpo hacerse astillas en un orgasmo impresionante. Levantó mi seno izquierdo y mordió con fuerza la piel justo debajo de él, haciendo que mi cuerpo se inclinara hacia atrás, mis manos

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—¿Estás bien? —Incluso cuando estaba así de excitado, todavía era consciente de mis sentimientos.

formando una V entre los respaldos de los asientos delanteros y los asientos de conductor. Tenía los ojos entrecerrados con deseo insatisfecho mientras levantaba más mi minifalda y cuando su mirada se posó en el punto donde nos uníamos, empujó hacia arriba y tiró de mí hacia abajo, más duro contra él. Inició un rápido, salvaje y primal, ritmo determinado , que tomó el control de mi cuerpo, haciéndome sentir lo mucho que me necesitaba, que me deseaba, sin embargo, incluso con las manos llenas de callos en mis caderas, él no me apretaba demasiado fuerte al punto de hacerme daño. Sentí la aceleración de sus jadeos, la tensión en su aliento y cuando abrió la boca, me mordí el labio, murmurando: —Te sientes tan bien, tan fuerte dentro de mí... Las venas de su frente eran visibles y el sudor se alineó en su rostro mientras susurraba entre respiraciones entrecortadas: —Voy a correrme por ti, cariño... me corro. El espeso chorro de líquido llenó el condón y yo me quedé sentada encima de él. Después de unos segundos, recorrió con la áspera almohadilla de la yema de su dedo desde mis labios al centro de mi pecho. —Eres todo lo que veo, todo lo que escucho, todo lo que saboreo. Sei mia, Ava. Estaba a punto de preguntarle lo que acaba de decir cuando me besó con rudeza y me abrazó con fuerza.

Se rio suavemente.

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—¿Te sientes mejor? —me burlé, pasando mis manos rudamente entre sus mejillas.

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Me ayudó a arreglar mi top, tocando ligeramente las quemaduras que su barba incipiente había dejado en mis pechos, sus ojos verdes llenos de orgullo, como si estuviera diciendo, “Sí, hice eso…”

—Dame diez de esos… y quizás me sienta mejor. ¿Diez? ¿En serio? —Nunca tendría que asistir a clases de bicicleta o Zumba si me haces ejercitar así diez veces al día. Me palmeó el trasero y sonrió. —Soy todo lo que necesitas para ejercitarte y nunca podrás quejarte. —Apuesto que tú no. —Poniendo mis ojos en blanco, no pude evitar asentarme en mis pensamientos. Él es mi pedacito de cielo. Todo lo que veo. Todo lo que escucho. Lo más cercano que he conocido a amar a un hombre. Y un día, espero que me perdone por lo que tengo que hacer. *** —¿Puedo quitármelo ahora? —rogué. Había estado vendada por más de una hora. Qué bien que acabara de ponerme un polvo ligero en el rostro. Si estuviera usando rímel me vería como un payaso demente después de todos los tirones y pasadas de mano limpiando mis ojos que había estado haciendo. Cuando viajaba odiaba aplicarme maquillaje; me gustaba dejar a mi rostro respirar. —Todavía no —insistió. Sacó un pañuelo negro de seda que había atado alrededor de mis ojos durante la última parada. Se aseguró de que estuviera bien sujeto, pero metió el dedo pulgar entre medio de la tela para asegurarse de que no estuviera demasiado apretado. —Milo, no sabía que fueras así de pervertido —balbuceé, arqueando los labios—. Si lo hubiese sabido, te habría seducido antes. Su risa bramó llenando el auto. —No te la quitarás hasta que te lo diga.

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—Veinte minutos y llegamos.

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—Ohh, ahora eres un dominante. —Me reí, alcanzando la botella de agua en el centro de la guantera. Me tendió la botella a la que le había puesto una pajilla para que no se derramara sobre mí.

—Dijiste eso hace una hora, ¿cuántos veinte minutos hay en media hora? —resoplé, pero estaba realmente emocionada. Era la primera vez que iba a sorprenderme y estaba dejándolo llevar la iniciativa. Pasaron veinte minutos y finalmente el coche se detuvo. Abrió la puerta del pasajero y ordenó: —Espera, ¿está bien? —Doblando mis piernas y llevándome en un estilo nupcial, rodeé su cuello y acerqué mi cabeza a su pecho. Escuché conversaciones alrededor de nosotros mientras él caminaba. Hmm… el lugar sonaba concurrido. Personas caminando, conversando, el sonido de las cámaras haciendo clics era todo lo que escuchaba. Es increíble que cuando estás privada de tu sentido de la vista, tiendes a escucharlo todo, volviéndote completamente consciente de tu entorno. No me extrañaba que mamá pudiera escuchar el más diminuto sonido de un alfiler cayendo en la sala al otro lado del corredor, su sentido de la audición se había intensificado cuando perdió la vista. Lentamente, me puso sobre mis pies y me quitó la venda. Guau. Estaba fascinada, asombrada, sin la respiración ante la impresionante vista frente a nosotros. Frente a mí, a nosotros y a la pequeña cantidad de personas en torno de nosotros, había una pintoresca exhibición de la unión de cañones de tonalidades rojizas, tonalidades de naranja bruñido de la puesta del sol, la interminable expansión del espacio y la increíble belleza de la madre Naturaleza en toda su perfecta maravilla. Miré hacia abajo y sentí como si estuviera flotando, la magnificencia pura de mi entorno era modesta, abrumadora y emocionante.

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—Vaya, es impresionante, Milo. —Había estado en muchos lugares del mundo, viajado a los destinos más exóticos, pero nunca había estado en ninguno de ellos con una persona con la que me gustaría compartir la experiencia.

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Sentí un ardor en mis ojos.

Bajó su cabeza mientras separaba ligeramente mis piernas. Me apoyé instintivamente contra él. —Siempre he querido venir aquí. He vivido en Arizona por más de tres años, pero nunca llegué aquí. Creo que esta es la razón. Me rodeó con fuerza la cintura, depositando besos en mi cabeza, siguió hablando: —No soy un hombre fácil, Ava. Soy temperamental y creo que lo sabes. Tengo mucha ira en mi interior. Mucha porque siempre pensé que la vida había sido injusta para mí, especialmente para mi familia; mis padres nos fueron quitados a mi hermana y a mí sin ni siquiera un adiós, mi hermana tuvo cáncer de muy joven y tuve que verla luchar día tras día… ¿Sabes que no le gustaba llorar frente a mí? —Sus palabras fueron tranquilas, sombrías—. Era como si Bee quisiera ser fuerte para mí. Solía decirme a mí mismo, si existe un Dios, debe ser uno cruel por dejar a mi hermana sufrir como lo hizo; la quimioterapia, las infecciones bacterianas, todo… —Sabía lo que Brynn tuvo que pasar. Me escribía cartas sobre ello cuando no podía visitarla en el hospital porque no lo tenía permitido debido a la quimio que estaba recibiendo o mis padres y yo estábamos fuera del país—. Hubo días cuando me levanté que sólo deseaba estar yo en el lugar de Bee. Odié cada maldito día que la vi con moretones y sintiéndome tan indefenso contra algo invisible. El día que el cáncer estuvo en remisión, volví a creer en Dios.

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—Ella es todo lo que tengo, ¿sabes? De mi familia. Ella es todo lo que tengo. Mi padre es mitad italiano, pero a diferencia de otras familias italianas, mi nonna y nonno sólo tuvieron un hijo. Y por parte de mamá teníamos a tía Margie, pero incluso ella nos fue arrebatada por un maldito conductor ebrio. —Sus puños se apretaron a sus lados e intenté calmarlo con mis manos sobre su pecho cubierto con una camisa azul marino.

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Respiró hondo, el silencio extendiéndose entre nosotros, lágrimas cayendo ahora de mi rostro. Me dio la vuelta y las limpió con sus manos.

Alzando la mirada, vi las emociones conflictivas en su rostro, sus ojos derretidos con tristeza e ira subyacente, su mandíbula grabada en piedra. —Nunca voy a justificar que lo que hice estuvo bien. Kieran no se lo merecía. En aquel momento, estaba operando sólo con celos estúpidos e irracionales. Dia… meses antes de los Campeonatos Mundiales, se acostó con Kieran y dijo que él la sedujo. Ni siquiera sé por qué la creí. Quizás se debió a que estaba intentando encontrar una razón para estar enojado con Kieran. Él era mi mayor rival en la piscina y dolió cuando Dia se acostó con él. Y después… descubrí que estaba con mi hermana, que ella me estaba ocultando su relación. A mí de todas las personas. La he visto atravesar las peores cosas y lo estaba ocultando de mí, esa fue la gota que colmó el vaso. Simplemente no pude soportar ver a Kieran tener todo lo que tengo, ¿sabes? Fue la principal razón por la que lo incriminé. —Incluso Brynn, su hermana, nunca consiguió una explicación por parte de Milo. Ahora aquí estaba él, derramando todo conmigo. Vi la confianza emanar de su mirada de bosque verde. Sentí la magnitud de su revelación. Estaba dejando que le echara un vistazo a lo que lo llevó hacer lo que hizo cuando nadie más pudo. —Milo, lo que hiciste… —comencé, mi voz llena con sentimientos por él. Siempre te amaré, Milo. Lo que sea que pase, siempre tendrás la mayor parte de mí, está todo en el pasado—. Cargaste con las consecuencias, ahora es tiempo de hacer las paces. Brynn te está esperando. Te ha esperado por mucho tiempo. No dudo que ya te ha perdonado una docena de veces y más. Creo… que es hora de perdonarte a ti mismo. Tragó saliva, ahuecando mi barbilla y dijo con suavidad: —Nunca tuve la oportunidad de agradecértelo.

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—Por estar para Bee cuando necesitó una amiga. Por tirar del pelo de esa chica, Lisa, en primer grado cuando molestaba a mi hermana por sus pecas. Por siempre estar para ella. —Su voz bajó una octava—. Gracias, Ava, por todos los años que has estado allí para mi familia.

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—¿Por qué?

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Alcé mi cabeza, indiferente a si había personas pululando a nuestro alrededor y presioné mis labios contra su boca. De pie en el Paso Elevado del Gran Cañón, con una de las siete maravillas naturales del mundo rodeándonos en medio de una de las formaciones rocosas milenarias y los suaves aullidos del viento contra la magnificencia como mis testigos, lo besé con todo el amor que había embotellado por él desde que éramos niños.

Traducido por tara_annie, nikki leah y SOS por scarlet_danvers, Debs y Otravaga Corregido SOS por LadyPandora

L

Milo

as luces encima de la piscina eran cegadoras. Sólo había tres personas en la zona, pero me sentía aislado. El anhelo de quitarme los zapatos estaba allí. La necesidad de ir a dar una vuelta o dos o cien estaba allí. Todo parecía tan familiar, pero extraño al mismo tiempo. —Una vuelta más Kieran. ¡Eso es! —instruyó su entrenador, Mike Smith. Parecía que Kieran quería nadar más vueltas. Yo conocía esa sensación, ese ardiente deseo de ir a por más cuando estás compensando una mala vuelta. Era o hacerlo ahora o castigarte a ti mismo a la mañana siguiente. Mike pitó, pero Kieran no le hizo caso, cubriendo unos 50 metros adicionales, terminando con el estilo espalda. A lo largo de los años que he competido en el circuito de natación, he visto algunas de sus competiciones grabadas para mejorarme a mí mismo como competidor. Él era el estándar con el que mis entrenadores me comparaban. No se podía evitar. Él era el chico de oro de los Estados Unidos, un prodigio de la natación a la edad de diez. Pero yo le di una dura competencia por sus medallas y sus ganancias.

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No había mucha gente en el Centro Acuático de Arizona. En un día normal, habría el máximo de una veintena de personas viendo los nadadores y luego pidiéndoles autógrafos. Estoy acostumbrado a ello. Estaba acostumbrado a ello. Trataba de dar cabida a la petición de todos y firmaba después de terminar mi última vuelta. A menos que

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Kieran saltó fuera del agua, habló con su entrenador durante unos minutos, luego se dirigió a los vestuarios. No había hablado con él desde Shanghai. He visto algunas de sus entrevistas, pero sólo porque estaban en la televisión cuando estaba haciendo zapping. Hasta ahora, no había hecho ningún comentario al público sobre mí.

tuviera una mala natación, entonces yo esperaría hasta que me enfriara antes de hablar con los fans. —Kieran —dije en voz lo suficientemente alta para que él me escuchara mientras corría por el camino de las gradas de metal. Llevaba una bolsa de lona de color rojo con el logo de su patrocinador, Swimfit, estampado en el frente y los lados de la bolsa. Sus ojos marrones se abrieron con sorpresa. —Milo. —Yo sería la última persona a la que él esperaría ver. Yo sería la última persona que yo también esperaría ver. Él sonrió y se acercó para abrazarme. ¿Qué demonios? —Es bueno verte hombre. —Al tocar mi hombro izquierdo, reiteró: —Es tan bueno verte. Brynn te extraña mucho. Si yo fuera él, me habría dado una paliza. No sólo lo incriminé por las drogas, ahora probablemente tenía que pasar por adicionales exámenes de drogas aleatoriamente por culpa de lo que hice. Decir que estaba sorprendido por su reacción era como decir que yo era el niño del cartel para la meditación. —Si... a ti también. —Mi mente todavía andaba aturdida por lo que acaba de suceder. Kieran y yo, antes de lo que pasó con Dia, no éramos amigos. Tampoco éramos enemigos. Después de Dia, convertí su vida en un infierno, lo azuzaba cada vez que estábamos en el vestuario y por lo general él sólo ignoraba lo que le decía, hasta que un día, él azuzó de regreso y nos metimos en una gran pelea. Bee tenía razón. Kieran sólo era reservado. Él era cordial, educado, no un nadador abiertamente como yo.

Dándome una mirada de soslayo, me dijo:

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Ahora estábamos caminando hacia la parte posterior del estacionamiento donde normalmente estacionaban atletas-enentrenamiento. Ni siquiera pensé dos veces sobre el aparcamiento. Aparqué allí por costumbre.

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—Sólo quiero volver a decir que lo siento —le expresé mi pesar, simple y llanamente—. No te merecías la mierda por la que te hice pasar.

—Amo a tu hermana. Ella es muy importante para mí. Haría lo que fuera para hacerla feliz. Hubo muchas veces cuando quería hablarte de ella y yo, pero no resultó de esa manera. Lo siento por eso. —Dejó de caminar, no había nada que pudiera hacer más que escuchar—. Lo que hiciste... no estuvo bien. Se llevó mi creencia en las personas que llevaban a cabo las pruebas de drogas en el deporte que amo, porque nunca he tomado drogas. Me tiraste por lo bajo y como un competidor sabes que no fue justo. Asentí con la cabeza, dejando mis manos colgar de los bolsillos de mis pantalones vaqueros. La vergüenza, la culpa, el arrepentimiento, todo estaba allí, haciendo un agujero en mi mente, desclavando una bomba dentro de mi corazón, perforando un pozo dentro de mis entrañas. Me miró de nuevo, sus ojos parpadeantes. —Sólo para que conste, Dia, yo no sabía que estaba contigo. Si lo hiciera, lo de ella y yo no habría ocurrido. Sacudí mi cabeza afirmativamente. A veces la verdad te libera a última hora, cuando ya es demasiado tarde para que retires lo que has hecho. No había duda de que Dia orquestó el conflicto entre Kieran y yo, y yo era demasiado tonto para no verlo. —Te he perdonado hace mucho tiempo —reflexionó, con las manos agarrando las llaves en su bolsillo—. ¿Vas a ver a Brynn hoy? —Estoy deseándolo —dije, la duda llenando mi semblante—. Si a ella le gustaría verme. —¿Cómo no podría? Tú eres la otra mitad de Brynn, el hermano por el que vivía. Si nuestro padre estaría cerca, estaría de acuerdo conmigo, que yo podía dejar a mi hermana en las manos de Kieran y estaría en paz, sabiendo que iba a ser atendida y amada como se merecía. ***

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Cuando nuestros padres murieron por un accidente de barco, yo apenas tenía diez años. Estaba jugando al frisbee con mi compañero de

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En la vida de una persona, hay momentos que te definen. Definen quién y qué vas a ser. Cómo vas a enfrentarte a una situación, planear tu próximo movimiento, retirarte o seguir adelante.

clase y uno de mis amigos, Nate, en la zona de césped al lado de nuestra escuela mientras veía a Bee y Ava encorvadas cerca una de la otra, riendo y dibujando algunas cosas sobre el papel. Tan pronto como vi la cara de tía Margie, la hermana de mamá, sabía que algo terrible había sucedido. Se suponía que nuestros padres volverían ese día de un viaje de negocios y nos recogieran de la escuela. Tía Margie simplemente me abrazó y dijo: —Se han ido, cielo. —Yo ni siquiera pregunté quién o qué, yo sólo lo sabía. Mi primer instinto siempre ha sido y siempre será por el bienestar de mi hermana. Tía Margie había querido decírselo a Bee de inmediato, pero yo le había pedido que no lo hiciera. Después de que Bee se despidiera de Ava, cuya madre vino a recogerla, y Nate quien ya lo había sabido, porque estaba parado cerca de mí, me había montado en el asiento trasero con Bee. El viaje de diez minutos hacia nuestra casa se sintió eternos. Cuando Bee preguntó: —¿Dónde están mamá y papá? ¿Llegan tarde? —Me quité mi cinturón de seguridad y le dije que algo malo les había pasado y que no iban a regresar. Ella gritó y lloró a moco tendido. Pero yo no lloré. No podría. Yo quería. Quería golpear las bisagras de la puerta del coche. Quería aullar, gritar, romper todo delante de mis ojos, pero no pude. Tuve que ser fuerte para ella. Los tres nos quedamos en el coche durante Dios sabe cuánto tiempo. Tía Margie explicó que el barco en el que estaban mis padres se había estrellado contra un navío grande y se incendió. Nuestros padres trabajaban juntos. Estaban en un viaje de negocios de tres días a Florida con sus clientes. Diez personas murieron en ese extraño accidente. Dos de ellos eran mi familia. Ese día lo iba a recordar para siempre. Siempre estará grabado en mi ser.

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Cuando mi hermana tenía diez años, fue casi tomada por los Servicios de Niños de nuestra tía Margie y de mí porque tenía esos moretones extraños que seguían apareciendo y teníamos que llevarla continuamente a la sala de emergencias. Meses más tarde fue diagnosticada con osteosarcoma. Durante los meses entre los viajes a la sala de emergencias, el diagnóstico y la quimioterapia, había olvidado lo que era ser feliz. Cuando sientes que todo tu mundo te es

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Fue el día que me convertí en un hombre.

arrebatado de nuevo, ¿cómo siquiera puedes encontrar una razón para una maldita sonrisa? Nunca le desearía a nadie el dolor, el miedo, la incertidumbre de no ver a tu ser querido de nuevo. Cada noche que la visitaba en el hospital, esperaba verla al día siguiente. Yo era demasiado joven para quedarme en el hospital y tenía la escuela, pero la tía Margie sabía que no podía irme a dormir si no sabía que Bee estaba bien, así que me llevaba a verla o llamarla antes de irme a la cama. Durante la intensa quimioterapia, la mayor parte de su cabello rubio se le había caído, pero le prometí que sólo tomaría unos meses en volver a crecer. Incluso me afeité la cabeza para hacerle creer. Sus ojos azules lagrimeaban porque sentía dolor en todo su pequeño cuerpo y yo le sostendría sus manos y le prometería que iba a mejorar. Le diría historias sobre mí ganando mi natación y sus ojos azules se iluminarían, así que me aseguré de ganar todas las competiciones. Antes de ir a firmar a nadar por la Universidad de Connecticut, me aseguré de que Bee estaría bien si yo estuviera fuera de estado para la universidad. Casi lo rechacé, pero ella me había convencido de que me ofrecieron la mejor beca y que ella iba a estar bien, ya que Ava y tía Margie estaban cerca. Pero incluso entonces, hablamos todos los días. No importaba lo tarde que era, me aseguraba de que estaba bien antes de irme a dormir. Creo que de alguna forma podría haber molestado a Dia que regularmente llamara a mi hermana más que la llamaba a ella. Bee solía bromear que ya no tenía ocho o diez o dieciséis años. Pero para mí, no importaba la edad que tenía, ella siempre sería mi hermanita, mi sangre, la prueba viviente de que mis padres me dejaron con un pedazo de ellos. Ella nunca me había mentido. Al menos creo que nunca lo hizo. Hasta Kieran Stone.

Ahora, sentado al otro lado de Kieran en este restaurante que Ava había escogido, sabía sin duda que el amor de mi hermana por él no era

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Después de incriminar a Kieran, Bee me había juzgado y me sentí como la más pequeña y más sucia escoria de la tierra. No tenía nada que decirle, excepto lo siento y aun así, ella no podía mirarme para aceptarlo. Fue entonces cuando supe que lo amaba, más que cualquier otra cosa, más que a mí.

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Cualquiera puede juzgarme. O rompería sus malditas mandíbulas o simplemente me iba a importar un carajo.

no devuelto. Habló de cómo habían estado viajando por todo el país, incluso por todo el mundo para asistir a eventos de caridad. Sus ojos y su actitud me dejaron saber, dejaron ver lo que me negué a ver antes, él era el hombre adecuado para ella. Si yo fuera a desaparecer en este momento, no tendría duda de que él se haría cargo de ella, de la forma que la he protegido durante toda mi vida. Incluso se las arregló para enseñar a Bee a nadar. Yo lo he intentado, pero Bee era una estudiante testaruda y cuando estuvo realmente interesada en la natación, fue hospitalizada por un año. Un minuto estaba diciendo cómo Bee había disfrutado nadar con los pingüinos en Boulders Beach en Cape Town y de surf de remo en Cape Cod y al minuto siguiente se quedó en silencio. Me di la vuelta y seguí a su línea de visión y de pie a unos metros detrás de mí estaba Bee. Ella estaba en una blusa blanca y pantalones azules y su cabello rubio ya había crecido, se veía la misma pero diferente al mismo tiempo. Realmente había crecido hasta convertirse en una mujer de la que nuestros padres estarían indudablemente orgullosos. Sus ojos azules, los que había heredado de nuestra madre, se llenaron de lágrimas y su boca temblaba, como si estuviera tratando de decir algo, pero no podía decir las palabras. Me levanté, cerré la pequeña distancia y la abracé. A diferencia de lo que ocurrió después de los Campeonatos del Mundo, esta vez devolvió mi abrazo. —Te extrañé. —Dos palabras sencillas. Fui perdonado. La solté de nuestro abrazo y ella me sonrió. Como solía hacerlo. Como si pudiera colgar las estrellas en el cielo. Como si pudiera hacer sus sueños realidad. Como si pudiera responder a todas sus oraciones. —Lo siento —le dije, ahogándome en mis palabras—. Lo siento por hacerte daño. Por avergonzar el nombre de nuestra familia. Sus ojos brillaron con lágrimas, y se pasó una yema del dedo por su cara. —Lo sé. Sé que lo sientes... —Su cara curvada en una sonrisa—. Me alegro de que hayas vuelto.

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Y así como así, no se necesitaron más palabras. Sabía que ella sinceramente aceptó mis disculpas.

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—Yo también.

Me abrazó una vez más y luego procedió a sentarse junto a Kieran. La besó en la mejilla y ella le echo un largo vistazo, una amplia sonrisa formándose en su rostro. Ella estaba feliz, muy feliz. Hace dieciséis años, en un día aparentemente normal de verano, me convertí en un hombre. Yo era su único hermano, uno de sus amigos más cercanos y también me convertí en una figura paterna para ella. Me aseguré de que tuviera lo mejor de lo mejor. Nuevos zapatos, nuevos suministros, batidora Kitchen Aid, su lista de deseos de Navidad llenada y concedida antes de la mía. Era lo que mi padre hubiera querido. Era lo que mamá hubiera soñado. Y fue lo que siempre he hecho. Protegerla, amarla y alejarla de las lágrimas. Llega un momento en la vida de una persona cuando se inclina la balanza y sabes cuándo es hora de pasar las riendas, extendí mi mano derecha hacia Kieran y le dije: —Cuida bien de ella. Tomó mi mano ofrecida y añadí: —O voy a arrancarte las malditas pelotas. Él se limitó a levantar una ceja y riendo, respondió: —Maldita sea, echo de menos competir contra ti en la piscina. La voz de Ava interrumpió nuestra mini-reunión: —Lo siento mucho, tuve que ir al baño. Oh, Dios mío, me lo perdí todo, ¿verdad? *** La cena iba muy bien. Bee ordenó su camarón primavera favorito, Kieran y yo teníamos bistec y Ava tenía cangrejo con Lingüini Alfredo. La botella de Merlot estaba medio vacía. En realidad estábamos pasándolo muy bien. Realmente debería haber dado a Kieran la oportunidad de explicarse en lugar de limitarme a tomar el lado del Dia. Pero lo que pasó, pasó.

Le respondí:

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—¿Cuándo va la FINA a levantar la prohibición?

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Kieran preguntó:

—Estoy fuera por un año más. Dos años en total. —Había recibido la carta oficial de la FINA hace dos semanas y Ava estuvo allí cuando la abrí. Las damas estaban silenciosas. Ava tomó un sorbo de vino y Bee comió más de su plato. Kieran alcanzó los hombros de Bee para consolarla. Bee sabía cuánto me gustaba nadar. —Está bien. Creo que es un juicio justo. Hubiera sido peor si habrías puesto los cargos —dije, señalando con mi cabeza a Kieran. Él se encogió de hombros. —Sí, bueno, sería bueno tenerte de vuelta. Kieran se inclinó sobre Bee, que parecía que había perdido el apetito, y le susurró algo a su oído izquierdo. Bee dejó escapar una pequeña risita y se puso a comer el resto de su comida. El camarero vino a preguntar si queríamos postre y ambos, Kieran y yo, lo diferimos a las damas. Cuando el soufflé de chocolate y el creme brulée llegaron a nuestra mesa, Bee le preguntó a Ava, cuyas manos me habían tocado debajo de la mesa toda la noche. —Es tan bueno que estés aquí en Arizona y también Milo. ¡Qué gran coincidencia! Echaba de menos salir con los dos. Por cierto, Ava, ¿cómo está Alex? Sentí que la postura de Ava se ponía rígida. —Umm... está bien, creo. —¿Quién es Alex? —¿No lo sabes? —preguntó Bee, sus cejas rubias se arquearon—. Es como tu hombre de caramelo... Kieran Preguntó: —¿Hombre de caramelo? Cariño, eso es extraño.

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—El otro día Ava dijo que ella está saliendo con alguien. Bueno, háblanos acerca de él.

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Bee dijo, sacudiendo la cabeza, sus ojos en Ava cuyas manos se estaban poniendo húmedas bajo las mías:

Bee no tenía ni idea de que vine aquí con Ava. Dejé a Ava con su pequeña bolsa de ropa en la casa de Kieran y Bee y rápidamente salí sin ver a mi hermana para poder hablar con Kieran primero. La noticia de ellos viviendo juntos era algo que yo sabía porque Bee me había enviado mensajes de texto hace meses contándome al respecto pero nunca le respondí. Obviamente, mi duquesa no había divulgado nada acerca de nosotros a mi hermana. —¿El chico con el que estoy saliendo? —preguntó Ava mientras formaba círculos con los dedos sobre su palma. —Sí, —dijo Bee, sus ojos azules inquisitivos—. ¿Es Alex Totikov? ¿El modelo ruso? ¿Quién carajo es Alex? ¿Un modelo ruso? Ya he enviado a un ruso de vuelta a su tierra natal. Tal vez enviare a este Alex por Fed-Ex de nuevo de donde sea que él venga y unirlo a una federación con su golpeado compatriota. —No. —Ava, sólo has estado encantada, umm, encaprichada con Alex durante años... —¿Encantada con este chico, Alex? Detuve el movimiento de remolino en su mano y en su lugar apreté mi agarre en su pierna derecha. Ella llevaba un vestido rojo que mostraba sus curvas, piernas largas y zapatos de tacón alto que le pedí que mantuviera para más adelante. Bee continuó: —¿Y ahora estás saliendo con alguien y no es él? En serio. ¿Quién es este tipo? Quiero decir, ¿qué puede superar a un chico con un cuerpo como Beckham? Las cejas de Kieran dispararon por las nubes en ese comunicado. —¿Un cuerpo como Beckham? ¿Son estas tus palabras, cariño? Exactamente amigo, quienquiera que sea este tipo Alex, voy a patear su culo más duro que Beckham.

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Ava le dio un trago a su copa de vino antes de decir:

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—No, son las de Ava. —Bee puso los ojos en blanco.

—Alex es súper caliente. Quiero decir, es el modelo masculino más hermoso del planeta... Sé que he dicho que obviamente es delicioso. — Es una cosa de Ava decir este tipo de cosas antes, cuando no estábamos juntos. En realidad, ella nunca mencionó chicos o si lo hizo, no lo dijo así. Estaba celoso de que ella se viera todo soñadora por este pedazo de mierda de Alex, irritado de ella siendo toda soñadora por este idiota de Alex y una conducta animal por poseerla, de tenerla sólo viéndome a mí, en vez de suspirar por este chico hijo de puta Alex, corría por mis venas. —Nena, es mejor que dejes esto ahora —le advertí, mi mano derecha golpeando con fuerza sobre la mesa. El líquido en el vaso vibró, rebotando con la fuerza de mi mano. —Un, deux, trois. —Siempre me estaba sobresaltando, ella empezaría a contar en francés. Me gustaba la forma en que las palabras salían sobre la lengua y no me dejaban terminar... nunca. Agarré su cabeza y la besé. Duro. Su respuesta fue besarme tan duro como yo, su lengua hacía estragos en mi boca, su mano tirando de mi hombro. —¿Estás saliendo con mi hermano? —El grito emocionado de Bee embotó nuestro momento caliente, mi lapso momentáneo en los labios de Ava. Ava acarició mi barbilla, pasó un dedo por mi mandíbula y atrapó sus oídos enrojecidos acaloradamente contra sus pequeños pendientes de diamantes. Todavía no le había contestado a Bee. Tal vez era tímida sobre nosotros. No hemos tenido exactamente una gran historia de gustarnos en frente de mi hermana. —No estoy saliendo con ella, Bee —declaré, mi brazo izquierdo cubriendo el hombro de Ava, con la cabeza abatida—. Ella es mi novia.

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—Ava! ¡Avalea! —rechinó Bee, y se puso en pie, llegando a más de la mesa. A menudo utilizaba el nombre completo de Ava cuando quería

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—Ava, mírame —ordenó Bee. Mi hermana y Ava han sido amigas desde que ambas estaban en primer grado. Ava se negaba a mirarla, lo que fue bastante divertido teniendo en cuenta que estaban frente a frente y Ava nunca ha sido del tipo tímido, especialmente hacia Bee.

toda su atención. Kieran tuvo que mover la copa de vino de en medio, moviendo la cabeza y, obviamente, tratando de contener la risa. Le susurré al oído burlonamente: —Nena, ¿estás avergonzada de mí? Ava enderezó la espalda y finalmente salió de su escondite, de mis brazos y me cogió la mano izquierda en la parte superior de la mesa y dando a mi hermana una sonrisa tranquila, dijo: —Sí, Brynnie... Milo y yo estamos juntos. —Esta es la noticia más extraña y la mejor de todas. —Bee suspiró, mirando nuestras manos entrelazadas—. Quiero decir, Ava, que ni siquiera le gusta mi hermano. Y Milo, no puedes soportar a Ava. Quiero decir, ¿cómo? ¿Qué? ¿Cuándo? Los hombros de Kieran ahora estaban vibrando abiertamente, riéndose entre dientes. —Cariño, creo que más o menos han contestado el qué. No estoy seguro de que quieras saber todos los detalles. Ava se apoyó en mi pecho y yo aspire su aroma cítrico-floral. Ella siempre olía tentadora, tan fresca, tan femenina, tan ella. No podía esperar a llegar a ella dentro de la habitación de hotel. Tenía un montón de cosas planeadas para ella esta noche. Me detuve a mí mismo de formar pensamientos calientes porque en primer lugar, mi hermana estaba aquí. En segundo lugar, mi hermana, que era su mejor amiga, pareció sorprendida al vernos juntos. —Resulta que nos gustamos el uno al otro. —Los labios de Ava se alzaron. Tenía esa barra de labios con brillo, o ella lo llamó brillo, bueno, lo que carajo fuese, estaba buenísimo y maldita sea, no veía la hora de sumergirme en esos labios de nuevo—. No esperábamos que sucediera, pero pasó.

—Sí.

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Ava asintió con la cabeza.

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—¿Quieres decir que todas las veces que dijiste que estabas viendo a este súper caliente gran tipo, con increíbles abdominales, que están fuera de este mundo, estabas en realidad hablando de mi hermano?

—Eso es muy raro y asqueroso, pero está bien, supongo. —Bee respiró, tratando de disfrutar de la noticia, golpeó su dedo derecho en la mesa—. Me siento como que estoy en un universo paralelo en estos momentos. Es decir, estoy tan feliz de que finalmente estés hablando conmigo, Milo. —Sus ojos brillaban de alegría—. Tú y Kieran están bien... y ahora esto, Ava, tú y mi hermano... no puedo, no sé qué decir. Kieran tomó una gran porción de crème brulee y yo seguí su ejemplo. Los dos estábamos de acuerdo, dejaríamos que las mujeres hablaran. —Estoy feliz, Brynnie —anunció Ava—. Estoy muy feliz. Los ojos de Bee se suavizaron, sus mejillas se hincharon, sus ojos se nublaron. —Los amo a los dos... mientras sean felices, yo soy feliz. Kieran empujó a Bee en un abrazo, limpiándole la cara con una pequeña servilleta, porque una muestra de lágrimas comenzó a caer de su rostro. Si Ava empezaba a berrear, mierda, este lugar sería un lío hormonal, así que le dije: —¿Bee, sabes lo que Ava dijo? —¿Qué? —Ella dice que yo hago la segunda mejor tortilla en el mundo. Los ojos de Bee estaban tan grandes como los platos de la cena en nuestra mesa. —¿Tú cocinas? ¿Desde cuándo empezaste a cocinar? —Vamos. Tú sabías que yo cocinaba —argumenté, sacudiendo la cabeza. —Nunca cocinaste para mí —replicó ella. Kieran dio otra cucharada de la crème brulee y la levantó a la boca de Bee. Es cierto, yo no cocinaba cuando mi hermana estaba cerca. Era perezoso cuando ella estaba en la cocina.

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—Él lo hace —dijo Ava—. Pero como dijo, el segundo mejor, Brynnie. Sigues siendo la número uno.

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Además, ella hace lo mejor de todo, así que, ¿por qué molestarse?

—Por supuesto que lo es. —Estuvo de acuerdo Kieran—. Es la mejor cocinera. —Milo ni siquiera sabe cómo hervir huevos cuando estoy cerca. —Bee se rió—. Todo lo que hace es limpiar y decir, “Mira dónde pones tu vaso. Asegúrate de que haya un portavaso”. Ava dejó escapar un bufido, casi ahogándose con el vaso de vino que estaba bebiendo en ese momento. Suavemente pasé la mano por su espalda. —¡Oh, dios mío! ¡Eso es tan cierto! También dice: “Seca los platos inmediatamente para que no haya manchas de agua.” Oh, y, "¿Has usado el trapo de lavado o el trapo del polvo para limpiar la mesa?" Bee y Ava se echaron a reír incontrolablemente. Continuaron pasándose historias acerca de mis hábitos, la forma en que conducía, mi obsesión por la separación de mis camisas blancas de camisas de colores, y el neurótico, en palabras de Ava, hábito que tenía de mantener todo limpio y organizado dentro del refrigerador. Lo tomé todo con calma. Para ver como esto, la cara de mi hermana brillando con alegría y las mejillas de mi mujer teñidas de felicidad, no podía pedir nada más. Con Kieran intercambiamos una mirada conocedora. —Estamos bien. Todo el mundo está bien. Por fin. Todo está bien ahora. El resto de la noche pasó en un borrón. Ava y Bee estaban de regreso a su modo mejores amigas, hablando sin parar y actualizándose una a la otra con cotilleos de las bandas de chicos. ¿Las bandas de chicos todavía existían? ¿Quién lo hubiera sabido?

Los Juegos Olímpicos van a ser en Brasil.

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—Está bien. Quiero decir, no puedo hacer nada por mi situación actual. Pero una vez que la prohibición esté levantada, tengo muchas ganas de competir contra ti otra vez.

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Kieran y yo llegamos a hablar de los Juegos Olímpicos del próximo año. Al principio no estaba muy seguro de si estaba bien hablar de ello hasta que me dijo:

—Creo que sería genial si todos nos fuéramos a Brasil —expresé. Ava me acarició el brazo. Sabía que estaba preocupada por mí. Le había dicho que todavía no había estado de nuevo en la piscina desde el día que llegué de Shanghai—. Bee va a estar allí, ya que estás compitiendo, hombre. Probablemente me quede fuera del Centro Acuático sólo para que la prensa no haga una gran cosa de ello, pero aparte de eso, me gustaría ir. Es increíble lo que una sugerencia, un pensamiento, podía hacer a la perspectiva de otra persona. Ava me había sugerido hablarlo con Brynn. Ella no me obligó a hacerlo. Se limitó a darme una opinión honesta. Ahora, aquí estaba. Aquí estábamos. Haciendo planes. Abierto a nuevas posibilidades después del escándalo causado en el deporte que amaba. Todo el mundo comete errores. No todo el mundo puede admitir sus faltas. Me tomó un tiempo, pero he llegado a aceptar el hecho de que poco a poco tengo que perdonarme a mí mismo para seguir adelante. A veces se necesita un momento Eureka, un momento ajá, para conseguir sacar tu cabeza fuera del culo y darse cuenta de algo. Sosteniendo la mano de Ava, miré su perfil mientras le estaba explicando a Bee cómo aplicar algunos tipos de maquillaje, su cara animada, iluminada, sus cejas subían y bajaban durante la conversación, sus ojos cambiantes de gris a plata como lo hicieron cuando estaba excitada.

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Su candor, su belleza, su humor, su inteligencia, estar con ella, todo en ella, era una aventura que no quiero terminar. Podría tener a quién quisiera. Pero estaba aquí conmigo. Ayudándome a encontrar el perdón, purgándome de la culpa que ha estado comiendo conmigo por meses. Ayudándome a alcanzar la aceptación en mi camino en la búsqueda de redención.

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Los hombres tienden a caer a sus pies, las personas claman por las palabras que salen de su boca, tal vez era debido a quién era su padre, quizás era debido al hecho de que era influyente, tan persuasiva, tan convincente como él. Fuera lo que fuese, estaba aquí conmigo, ayudándome a pasar más allá de una de las situaciones más difíciles que he estado en mi vida.

Ella era mi absolución. Mi Duquesa. Mi padre solía decir de mamá, "Lei è mia...io sono lei." Ella es mía. Yo soy suyo. *** Bee y Kieran nos invitaron a quedarnos en su casa, pero decliné gentilmente por dos razones. Primero, porque no quería entrometerme con su tiempo. Tuve la sensación de que Kieran, sin importar lo mucho que trataba de ocultarlo, quería un poco de tiempo a solas con mi hermana. Acababa de regresar de Omaha y Bee había mencionado que ella había estado trabajando sin parar para que pudiera tener algo de tiempo libre para acompañar a Kieran a un evento dado por su patrocinador en Texas. Era más que suficiente que mi hermana y Kieran me perdonaran. Todos hicimos planes para encontrarnos en Las Vegas cuando tuvieran algo de tiempo y antes de que nos fuéramos del restaurante, Bee no quería abandonar mi abrazo. Kieran y Ava se hicieron a un lado mientras esperábamos al aparcacoches y darnos a mi hermana y a mí un tiempo a solas. Ella había llorado otra vez y me dijo: —Estoy feliz, Milo. Kieran me ha hecho muy feliz. Lo amo, pero nadie nunca te reemplazará o podrá reemplazarte. Eres mi hermano. Gracias por venir a verme. Quería verte. Sabía que estabas en nuestra casa... Pero también quería darte tu espacio. Sabía que volverías. Lo que hayas hecho, creo que hiciste lo que pensaste que era mejor para mí incluso si no tuvo el resultado que esperabas. Eres el mejor hermano. Hay una parte de mi corazón que está reservado para ti. Soy la mujer que soy hoy en gran parte gracias a ti.

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Me quedé sin habla, y si Ava no se hubiese acercado a mi lado y apoyado en mí, probablemente habría llorado a gritos por toda la acera. En su lugar, le contesté:

—Te quiero, Bee. Ven a verme cuando tengas tiempo y llámame. —De ahora en adelante, iba a estar respondiendo sus llamadas. Justo de la forma en que solía ser entre nosotros. Segundo, yo también quería un poco de tiempo a solas con Ava. Ella iba a viajar fuera del país en una semana y estaría lejos por casi diez días. —Cariño, ¿en qué estás pensando? —preguntó Ava, su voz todavía soñolienta de la siesta de la que acababa de despertar. Estaba tumbada en la cama tamaño extra grande, los pijamas de seda amarillo claro a las que la había ayudado a cambiarse en porque ella ni siquiera podía mantener los ojos abiertos, se sentía suave contra mis manos. Estaba masajeando suavemente su cuero cabelludo mientras apoyaba la espalda contra el cabecero tapizado marrón. Puse las luces bajas en la habitación para que ella pudiera dormir un poco. —Vete a dormir, nena —le ordené con suavidad sin dejar de ejercer una ligera presión con mis dedos contra su cuero cabelludo. A ella parecía gustarle que le frotara la espalda o le diera suaves masajes. La primera vez que le di un masaje, pensé que mis manos fueron rudas contra su delicada piel, porque vi algunas marcas y hendiduras que mis dedos habían dejado. Le mostré las marcas en frente del espejo y ella sólo se encogió de hombros. “Nah, eso no es nada. Deberías ver las marcas que dejo cuando me rasco yo misma cada vez que entro en contacto con mi piel. Ahora por favor continúa lo que estabas haciendo...” Ella había batido sus largas pestañas hacia mí junto con el malvado brillo suplicante en sus ojos y no pude hacer otra cosa que darle lo que ella quería. Levantó la cabeza, su ceja derecha elevándose, un pequeño mohín formándose en su boca. —Vamos, ¿dime por qué puedo escucharte respirar en mis sueños? —¿Qué? —Estás pensando tan fuerte que tus pensamientos están penetrando en mi subconsciente.

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—Estás loca.

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Me eché a reír.

Se incorporó, con los dedos de los pies empujando contra las sábanas, subiendo para poder situar su cabeza contra mi pecho desnudo. A Ava le gustaba dormir en pijama mientras yo dormía en calzoncillos. La prefería desnuda pero también quería que se sintiera cómoda. —Estoy esperando... Inhalé. Antes de ella, yo interiorizaba mis pensamientos y emociones hasta que ya no podía manejarlos. Luego, estallaba. Con Ava, le gustaba hablar de sus sentimientos y no dudaba en reprocharme cuando me pasaba de la raya. Ella poseía esa innata cualidad persuasiva que hacía que la gente realmente quisiera hablar con ella. O tal vez era sólo conmigo. —Sólo estaba pensando que mi novia es una mujer sexy. Me golpeó justo en el medio de mi estómago. El ruidoso golpe resonó en la habitación. —¡Ay! —gemí en señal de protesta. —Lo que sea. —Ella rió disimuladamente, sacudiendo la cabeza, su oscuro cabello extendiéndose contra mi pecho. Tomé unos mechones y los enrollé alrededor de mi mano derecha. —¡Lo es! —repetí. El aroma floral y único de Ava me alcanzó. Ella siempre olía tan bien. Incluso cuando estaba durmiendo, solía alcanzarla y aspirar su perfume de mujer y empezaba a endurecerme. Su mano izquierda se deslizó por mi estómago y estaba bastante seguro de que podría ver la tienda de campaña sucediendo debajo de mis bóxers. En lugar de deslizarla más abajo, su mano se quedó quieta. —¡Ay! —Me pellizcó. —Si no me lo dices, voy a hacerte cosquillas, pellizcarte y voy a mantener mis piernas cerradas para los negocios… —añadió—, Todo el resto de nuestro viaje.

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Es bastante malo que no pueda hacer nada con sus tres días por el mes cuando tenía su visitante mensual y cuando está fuera de la ciudad.

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De ninguna manera. De ninguna jodida manera.

¿Ahora esto? Podría hacerla cambiar su opinión, pero no quería tomar ningún riesgo. —Ava… —No. —Su voz era firme, seguida por un pequeño bostezo—. ¿Entonces qué está pasando? —Sólo estaba pensando en cómo mi vida ha cambiado. Por muchos años, he soñado con ser un medallista de oro olímpico, ¿sabes? —Mi voz sonaba rasposa, la quemadura en mi pecho se extendía lentamente—. Cuando era un niño, mi padre me hizo elegir, me decía, “Hijo, tienes que dejarnos saber, ¿Cuál te gusta más, la natación, el béisbol, el taekwondo, o el fútbol? Mis padres estaban muy ocupados. No teníamos niñera o algo como eso. Tanto como quería hacer todo, tenía que escoger porque tomaba mucho tiempo ir de una práctica a la siguiente y un evento al otro. Elegí nadar porque era el deporte que más me desafiaba. Su cabeza se movió hacia abajo y sentí su boca presionar un beso en mi caja torácica. —Soy muy bueno para el béisbol, el taekwondo y el fútbol, pero la natación… sólo era bueno en eso. —Ella inclinó su cabeza y vislumbré en sus ojos increíbles, ojos que me hicieron sentir perdido y encontrado al mismo tiempo. Perdido por la manera en que me miraba; cariño, pasión, consideración y deseo, todo en uno. Encontrado porque me guiaba, me ayudaba a tomar mejores decisiones sin forzarme, sin que ella lo supiera.

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—Me estas distrayendo… —murmuró contra mis labios—. Mantener las piernas cerradas. —Cerró sus piernas juntas para demostrar un punto.

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Incliné mi cabeza y le di un largo y lento beso. Un beso que dio la bienvenida a partes iguales con fervor y lánguida ansia. El sexo con Ava estaba fuera de los gráficos. Pero era más que eso. No era sólo sexo. Era la forma en que se entregaba a mí, demandándome y respondiéndome. Cómo su cuerpo estaba hecho para mí. Cada vez que estaba dentro de ella, tendría este sentimiento de que quería ser el único hombre que esté siempre dentro de ella, y jodidamente mataría a cualquier otro quien quisiera ganar la entrada.

Separó su boca de la mía, frotando ligeramente la punta de un dedo contra mis labios. Me senté de nuevo, mi mano vagando por su brazo, frotándola suavemente contra la seda. —Definitivamente cambiaría la forma en que manejé las cosas con Kieran. Amo nadar. Pero no he nadado por meses porque no siento que merezca estar haciendo algo que amaba cuando soy el que lo causó, ah, contaminado el deporte con mis propias acciones. Alcancé el pequeño vaso de agua en la mesa de noche y bebí la mitad del vaso. Ese restaurante debió de haber servido algo de mierda salada porque he estado sediento desde que dejamos el restaurante y nos registramos en el Hotel Movado, uno de los más nuevos hotel/resorts de Arizona. Lo había elegido porque de la información que había recogido de Daria, Ava no había estado aquí todavía. Parecía como si realmente le gustara porque estaba haciendo oooh y aaah por los candelabros de gran culo en el vestíbulo y el tema en conjunto de las mil y una noches del hotel. Si no estuviera tan cansado y no fuera tan tarde, la habría traído al balcón, así podríamos ver el increíble paisaje de la ciudad sobre el que la señora de la recepción estaba babeando. —Seguiré luchando, Ava. Tengo que hacerlo. Pero mi corazón no está en ello. Mi corazón está en el agua. Luchar saca lo peor de mí. También me libera de la ira y el dolor insuperable, sin tener que ir a la cárcel por ello. —¿Por qué luchas entonces? —Porque firmé un contrato —respondí evasivamente. —¿Qué te hizo firmarlo? —pinchó, elevando sus dedos de los pies para estirar.

—¿Tiene algo que ver con Dia? —Su voz era afilada, acerba.

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Sabía que le dolía cuando luchaba. Me había dicho varias veces que cada golpe, cada patada que aterrizaba en mi cuerpo la hería demasiado.

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—Te lo mostraré… un día, te lo mostraré —declaré, sabiendo plenamente que mantendré esa promesa—. Por ahora sólo te estoy pidiendo que lo entiendas.

Vi su espalda tensarse, enderezarse y su cuello inclinarse, acurrucarse más cerca de mi pecho. —Sí… —admití. Me aseguré de que Ava entendiera que no había sentimientos personales o restos de ellos por Dia para retirar la invitación de Dia de futuras noches de pelea y mantener esa relación de negocios con Dia. E-mails, llamadas, mensajes de texto, los estaba manteniendo al mínimo a menos que estuviéramos discutiendo como los fondos adicionales debían ser distribuidos. Después de cinco segundos de silencio, suspiró. —Está bien. Entiendo… trato de entender. Sólo no la quiero alrededor, especialmente si no estoy ahí. —No tenía que decirlo en voz alta, pero sus ojos grises llameaban con fastidio y su nariz hinchada con disgusto las pocas veces que me escuchó hablar en el teléfono con Dia. La última cosa sobre la que tendría que preocuparse era yo pastoreando en otros pastos. Ava era el mejor filete, el tesoro difícil de alcanzar. No me atrevería a joder con mi engañadora ex o cualquier otra mujer para el caso. —No tienes nada sobre qué preocuparte. Ella está en el pasado. El pasado para mí permanece enterrado en el pasado. Dejó escapar un largo suspiro. —Cuando estés listo para decirme por qué, estoy aquí, ¿de acuerdo? Pasé una mano por su suave mejilla. —Lo sé. Escondió su cuerpo más cerca, más apretado contra el mío y en cuestión de minutos, su luz, suaves ronquidos resonaron en la habitación y después de apagar la lámpara de noche, me encontré siguiendo su ejemplo. De nuevo.

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Alrededor de las dos y media de la mañana, cuando el pequeño despertador junto a la cama mostró que acababa de pasar para comprobar son mis ojos borrosos, sentí sus manos vagando más abajo, sus dedos masajeando mi endurecida erección. Sólo me tomó unos pocos segundos responder a su toque.

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***

En la oscuridad suplicó mientras tiraba mis bóxers abajo por mis piernas—Te necesito dentro de mí. Muchas noches cuando Ava se quedaba a dormir, me despertaría, queriendo estar más cerca, ansiando estar unida a mí. Era como si incluso en sueños, ella me deseara. En las mañanas, la encontraría después de haber completado mi entrenamiento matutino y la despertaría con mi lengua. Siempre terminaba conmigo dentro de ella y aún cada vez se sentía como la primera. El resultado final era siempre increíble. Alcancé un condón de la pequeña mesa y se lo di. Tan pronto como me había envuelto completamente, la ayudé a quitarse su pijama y empujé sus bragas de seda a un lado. Ya estaba lisa, mojada, resbaladiza, y extremadamente excitada, todo fue evidente cuando se sentó a horcajadas, llevándome hasta la empuñadura sin ninguna dificultad. Cuando sus jadeos se hicieron más cortos, el enganche en su voz se hizo mayor, y cuando la sensación de mi polla se hizo inaguantable, abrumadora y arrolladora, encendí su clítoris con mi dedo, frotándolo, acariciándolo cuando dejó escapar un prolongado gemido. —Ohhhh… Agarró mi mano izquierda y se la llevó a su pecho. Masajeé sus pezones, prodigando a cada pecho con igual atención y finalmente, la sentí apretarse, sujetando dentro de mí. Llevando mi mano a su boca, la abrí con mi pulgar. —Chúpalo, nena… Chupó mi pulgar lentamente al principio, luego mientras mi apretón en su cadera se hizo más poderoso, feroz, sus dientes mordieron mi pulgar más fuerte. La presión de sus dientes y la succión de su boca enviaron una espiral de felicidad.

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Bajó hacia mí, extendiendo sus manos a través de mi pecho y dio un suspiro de satisfacción.

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—Ahhhh, sí, oh, joder. Nena, eres tan buena. —No pude evitar las palabras que salieron de mí. Sentí contraerse sus paredes internas, moler, y latir contra mi polla y de repente ya no podía aguantar más. Me vacié dentro del condón, su calor envolviéndome todo el tiempo.

Su cabeza justo debajo de mi barbilla, sus manos alrededor de mi pecho, yo aún dentro de ella, no podía pensar en ningún lugar mejor para estar dentro.

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Ella pertenecía aquí. Conmigo.

Traducido por Apolineah17 Corregido por Gabba

C

Ava

uando tu novio es un temerario, un amante de la adrenalina, no tienes más remedio que participar en el asunto.

En realidad, no tenía opción. Nunca me ha obligado a hacer nada, pero cuando había estado extremadamente emocionado de llevarme a nuevas alturas, literal y figurativamente, no pude encontrar algo en mí para decir que no. Nunca le he temido a las alturas. Montañas rusas, caídas libres (en espacios cerrados) y buceo desde acantilados en Australia y Suiza, lo he experimentado todo de frente, con los pies plantados después suavemente sobre la tierra, y no me arrepiento. Pero esto era otro nivel de emoción.

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Dejó el coche en el estacionamiento, abrió mi puerta y tomó mi mano mientras entrabamos al edificio de Thrill Rides.

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—Nena, no tienes que hacer esto —declaró Milo, parpadeando con preocupación sus ojos verdes. Hoy llevaba una camisa de color verde oscuro que hacía que sus ojos se vieran de un verde aún más profundo y vaqueros holgados que fracasaban en esconder su exquisito culo. Cuando salió de la ducha en toda su gloria desnuda, le había dado unas cuantas palmadas. No poseía una pizca de vergüenza en ocultar su cuerpo. No tenía nada que ocultar. Su cuerpo era un tributo a su régimen de entrenamiento, al atletismo supremo y al poder puro que poseía, a años de empujar sus límites físicos, ya fuera en la piscina, en el gimnasio, o ahora en la arena de combate.

Agarré su mano con fuerza y le aseguré: —Quiero hacer esto. Estoy nerviosa, pero en verdad quiero hacerlo. Anoche, después de una maravillosa cena en Clovers Inn, me reveló de golpe la noticia. Le había prometido a Leif que iban a pasar el rato como en los viejos tiempos cuando estuviera en la ciudad. Kiteboarding1, surf, flyboard2, puentismo… paracaidismo. Inicialmente, iban a hacer puentismo, pero al parecer en esta época del año el clima era genial para paracaidismo. Quería que observara o que tal vez le esperara en tierra firme mientras ellos hacían paracaidismo. Me negué a ser dejada fuera de la diversión, así que me había auto invitado y él parecía feliz de ser condescendiente. Técnicamente no se suponía que debía estar involucrado en ninguna actividad de alto riesgo, como el puentismo o el paracaidismo, pero no estábamos en Las Vegas. Mi padre no estaba por allí para supervisar sus actividades. Además, era algo que le encantaba hacer. No le impediría hacer algo que amaba. Desde esta mañana, durante el desayuno, cuando vio que no comí mucho de mi tostada de trigo al que él le había puesto mantequilla por mí, había estado tratando de convencerme de no ir. Milo se había sintonizado con mis estados de ánimo, sabía cuando me estaba sintiendo al borde o cuando estaba pensando dos veces sobre algo. Pero no estaba desistiendo. Si él podía hacerlo, yo también. Claro, puede que mis piernas temblaran y que mis entrañas se agitaran como una licuadora, pero Milo no me recomendaría hacer paracaidismo si no fuera seguro. Al entrar al edificio, caminamos hacia un pequeño escritorio donde una joven rubia estaba parada a un lado. Llevaba una camiseta roja con el logotipo de TR en el frente que era cinco tallas más pequeña que su pecho y unos pantalones cortos blancos que debieron haber pasado demasiado tiempo en la secadora. Sus ojos azules se iluminaron y su

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Kiteboarding: Es un deporte de deslizamiento que consiste en el uso de una cometa de tracción (kite), que tira del deportista (kiter) por cuatro o cinco líneas, dos fijas a la barra, y las dos o tres restantes pasan por el centro de la barra y se sujetan al cuerpo mediante un arnés, permitiendo deslizarse sobre el agua mediante una tabla o un esquí diseñado para tal efecto. 2 Flyboard: Deporte acuático creado en el 2011 por el francés Franky Zapata.

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boca podría haber alojado a todo el Gran Cañón con la sonrisa que le dio a Milo. Hola, no soy invisible. ¡Estoy de pie justo aquí con él! —¡Milo! ¡Ha pasado mucho tiempo! —exclamó ella, su camiseta levantándose más, dejando al descubierto su sujetador apenas existente y, ¡puaj, el por qué incluso llevaba una camiseta era un misterio! Milo no soltó su agarre en mi cintura mientras nos acercábamos a la Señorita Rubia. Le dio una pequeña sonrisa. —Hola, Elle, que gusto verte aquí. —Giró su cabeza hacia mí, ignorando el intento de Elle de mostrar sus atractivos, y tocó mi mejilla con su mano izquierda—. ¿Janine hoy está aquí? Lentamente la sonrisa de Elle se desvaneció. Milo tenía una forma de no ser sutil cuando se trataba de despachar a las mujeres coqueteando con él. Una vez estuvimos en Conelly, la camarera le lanzaba miradas coquetas y Milo le dijo rotundamente: —Creo que deberías guardar eso para otra persona. Es una falta de respeto para mi novia y para tu lugar de trabajo. —No es necesario decir que el rostro de la camarera se volvió blanco, con Milo fuimos dejados al cuidado de camareros amables y no tuvimos encuentros futuros con ella. No se andaba por las ramas. No creía que hiciera o dijera estas cosas porque me encontraba con él. Sólo era su manera de ser, la forma en que nació y fue criado, un hombre de una sola mujer. Su ex novia, Dia, fue una chica muy estúpida al dejarlo ir o incluso al engañarlo.

—Aquí están los formularios de la documentación pre-salto.

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—Sí, está. —Entregándole a Milo un sujetapapeles con unos formularios, instruyó:

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Elle murmuró decepcionada:

Milo soltó mi cintura. —¿Puedo tener dos más? Leif está retrasado, pero estará aquí. Y también necesito uno para mi novia. Por cierto, Elle, esta es Ava. Es su primera vez y en verdad me gustaría que Janine fuera su tándem. La miré con un asentimiento de cabeza y una sonrisa. —Elle, encantada de conocerte. —Hola, Ava. Bienvenida a Thrill Rides. Sí, Janine está aquí hoy y estoy bastante segura de que está disponible. —Agarró una hoja de los papeles en el archivador de la pared y se la entregó a Milo. —Gracias —contestó—. Creo que llegamos temprano. —Un poco. —Tomando dos bolígrafos del organizador rotatorio del escritorio que contenía bolígrafos, lápices, tijeras y clips de colores, le entregó dos bolígrafos a Milo y me dio una sonrisa tensa. —Muy bien, gracias. Él nos llevó hacia un grupo de sillas en lo que parecía una sala de espera y me entregó los formularios de exención para firmar. Leyendo el formulario, un montón de palabras saltaron del papel, el paracaidismo es peligroso; puedes resultar gravemente lesionado. Puedes morir. Milo le echo un vistazo a su propio formulario. Era bastante evidente que había firmado estos muchas veces. No tenía que hacer esto. Podía echarme para atrás. Pero sé que lo que fuera que estas formas me advirtieran, él nunca me pondría intencionalmente en peligro. Nada es seguro en la vida. No había garantías. Pero apostaría un cien por ciento a que si él tuviera alguna duda de que yo no estaría a salvo, no me habría traído aquí.

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Leif era uno de los amigos más cercanos de Milo y compañeros de natación. Era un nadador muy condecorado de ascendencia alemana

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Firmé la parte inferior del formulario y levanté la vista, justo a tiempo para ver a Leif caminando hacia nosotros.

que ahora nadaba para el equipo de EE.UU. desde que había conseguido su nacionalidad estadounidense hace unos años. Dado que con Brynn somos mejores amigas cuando Milo estaba en Arizona entrenando para el Campeonato Mundial, pasamos en rato con ellos. Leif era bullicioso y divertido. A menudo se interpuso entre Milo y yo cuando le lanzaba algún tipo de comentario despectivo o lo insultaba porque Milo hacía comentarios acerca de lo que llevaba puesto. ¡Oh, cómo habían cambiado las cosas! —¡Hola, preciosa! —exclamó Leif cuando estaba a unos pasos enfrente de nosotros. Me puse de pie y me apretó en un brazo de oso. Mis pantalones cortos azul claro se subieron por mis piernas y mis zapatillas de color azul oscuro se levantaron del suelo. Era casi tan alto como Milo, parecía que yo pesaba menos que el algodón por la forma en que Milo y Leif fácilmente me levantaban. Milo golpeó a Leif en el brazo. —Amigo, suéltala. No puedo tener a mi mujer sofocándose por un oso como tú. —Tu mujer, ¿eh? —Las cejas rubias de Leif se levantaron y sus ojos se volvieron de un travieso tono azul. No era deficiente en el departamento del atractivo. Obtenía mucha atención de los miembros de la población femenina. Mientras que Milo era oscuro, moreno, con llamativas y hermosas facciones, Leif era alegre, llamativo, todo un rubio caliente. Milo apretó mi cintura, acercándome más a él mientras le sonreía a su amigo. —Sí.

Me reí.

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—Ava, ¿por qué perderías tu tiempo con él cuando puedes tener a alguien como yo?

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Leif asintió y preguntó perspicazmente:

—Lo sé, ¿verdad? Milo golpeó el hombro de Leif. —Cállate. Llena tu formulario. No puedo copiar tu garabato de firma. Los dos discutieron durante unos minutos cuando una morena, cuya edad suponía que estaba a mediados de los 40, llegó y afablemente interrumpió la diversión. —Muy bien, chicos. Es tiempo de volar. Milo la presentó como Janine, quien iba a ser mi instructora de paracaidismo. Inmediatamente sentí su calidez y me hizo sentir aliviada cuando dijo: —Siempre puedes decir que no, ¿de acuerdo? Incluso cuando estemos allá arriba. Si no te gusta, no tienes que hacerlo. Milo le dio una sonrisa agradecida. Aparentemente sólo había cinco de nosotros hoy. Él y Leif eran saltadores experimentados por lo que iban solos con el hombre mayor, Connor, quien también era un instructor. Vimos un video sobre la seguridad durante las inmersiones, Janine y Connor nos informaron sobre lo que nos esperaba en el avión, cómo mantener nuestros cuerpos durante la caída libre, cómo abrir el paracaídas, cómo aproximarnos al aterrizaje y aterrizar. A lo largo de la clase, Milo sostuvo mi mano. Leif siguió mirándonos a escondidas, continuó levantando la ceja derecha y sonriendo. A nuestra llegada a la zona de salto, estábamos preparados con monos, cascos, gafas y un arnés para mí que me unía al equipo de Janine. Me enteré de que en realidad podía saltar con Milo, pero quería que yo estuviera con un instructor que tuviera más de dos décadas de experiencia. Básicamente él tenía experiencia, pero su objetivo principal era mi seguridad. Había mencionado durante el viaje en el avión que un día le encantaría que saltáramos en conjunto.

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—Déjame ver cómo me siento con este primero y luego hablaremos de ello.

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Le respondí con:

Cuando el avión despegó, mis nervios comenzaron a materializarse conforme avanzaba el tiempo. Mis dientes castañeaban. Oh-santa-madre-de-Jesús-de-los-altos-cielos, ¿por qué me puse en esta posición? Milo que había estado observando mi expresión todo el tiempo, se inclinó hacia mí. Olí su aroma masculino, la crema de afeitar que usó a la mañana era tenue pero estaba allí, sus ojos se detuvieron, en un susurro pensativo y casi ordinario debido a los fuertes sonidos provenientes del motor del avión, dijo: —Está bien, Ava. Di que no. Dios, lo amaba. Me estaba dando una salida. Una oportunidad de mantener mis pies en tierra firme. Una oportunidad para experimentar la vida de la forma que tenía, con los riesgos que estaba dispuesta a tomar cada vez que quisiera, sin embargo quería hacerlo, a mi propio ritmo. Las esquinas de mi boca se levantaron por voluntad propia. —Estoy bien. Tenía miedo, pero el tenerlo aquí reducía mi miedo al tamaño de las pequeñas líneas de las casas de abajo. La puerta del avión se abrió. Leif iba a saltar primero, después Connor, Janine y yo, Milo era el último. La fuerza de gravedad me golpeó tan pronto como la puerta del avión se abrió. Leif me dio un pulgar hacia arriba, llevo las manos a su pecho, apretó sus manos en puños y saltó. Ni siquiera gritaba. Todo lo que escuché fue:

—Te veo allá abajo.

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Mientras Connor estaba en la entrada de la puerta del avión, Milo apretó mi mano con fuerza, alcanzó mi cabeza, y me dio un corto pero intenso beso.

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—¡Sí! ¡Sí!

A Janine, le dijo: —Dale un buen momento. Janine hizo una revisión final de los cuatro puntos de sujeción que me aseguraban a su equipo. Connor saltó y con Janine caminamos hacia la puerta abierta. Tan pronto como miré hacia abajo, todas mis dudas y temores fueron olvidados. Guau, desde aquí arriba, la vista era simplemente… indescriptible. El entusiasmo puro, la adrenalina bombeando por mis venas, la tracción de la fuerza gravitacional, la formaciones rocosas debajo de nosotros, el maravilloso paisaje de tonos rojos y naranjas, contra el azul claro del cielo, no había nada más hermoso que esto. Era embriagador en sí mismo. Mientras saltábamos del avión, estaba bastante segura de que gritaba. Demasiado pronto dejé de hacerlo, porque realmente no tenía otra opción más que admirar la belleza del paisaje debajo de nosotras. Aquí arriba, era una con el viento, dependiente de la habilidad de Janine cuando sentí el retroceder del paracaídas abierto por encima de nosotras, estuve más alto que la bandada de pájaros volando en nuestra misma dirección. Entonces vi a Milo volar, casi al mismo nivel que nosotras. Desde aquí puede verlo sonriendo ampliamente, luciendo como un niño, feliz, libre. Sus brazos estaban extendidos, dándome un pulgar hacia arriba. Lo saludé y le lancé un beso, lo atrapó con su mano derecha y lo colocó en sus labios.

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Desde una caída libre a mil quinientos metros, a una velocidad de 193 kilómetros por hora, la más extraña, desconocida pero oportuna, asombrosa sensación me llenó, era la sensación de la calma, la soledad y la seguridad, todo a la vez.

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Este sentimiento, la libertad de volar, la elevación, y el no tener miedo a caer… él me había dado esto.

No importaba cuán alto volara, ya nunca más tendría miedo de caer. Jamás.

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Porque sabía que él estaría allí para atraparme y evitar mi caída.

Traducción Itorres Corregido SOS por AmpaЯo

D

Ava

espués de nuestro viaje de fin de semana a Arizona, Milo y yo estábamos más cerca que nunca. Había pasado casi todas las noches con él en su casa, en su cama y en sus brazos.

No había lugar en el que prefiriera estar. Las únicas veces que no estuve con él fue cuando fui a América Central para un viaje de diez días. Asistí a las funciones sociales en Belice, Guatemala y Costa Rica, pero esta vez, era demasiado personal. Naomi, el médico de mi madre, estaba en El Salvador.

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Tenía siete años cuando Naomi entró en mi vida. Ella comenzó como ama de llaves y, luego con el tiempo, se convirtió en mi niñera porque mis padres viajaban con frecuencia, ya que a veces no podía ir porque tenía que ir a la escuela. Mi madre se negó a educarme en casa. Cuando se trataba de mi educación, mamá tenía la última palabra. Tal vez fue porque mi padre siempre estaba ocupado adquiriendo sus millones y no tenía tiempo para mí. Mamá era muy firme en que viviera una

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Durante mi parada en San Salvador, me reuní para el almuerzo con Analiza Ayala, fundadora de Para las Mujeres y los Niños, una organización nacional contra la violencia doméstica. Es una de las organizaciones benéficas que he apoyado personalmente. Naomi fue el ángel enviado a mi madre y a mí. Siempre estaría agradecida a Analiza¸ por salvar la vida de Naomi, aunque sus dos hijos no tuvieron tanta suerte en las manos abusivas de su marido que estaba cumpliendo cadena perpetua en la cárcel. Analiza fue quien ayudó a Naomi a colarse en los EE.UU. y, finalmente, Naomi encontró empleo en la casa de mi padre a través de una referencia de una agencia de empleo.

infancia normal, así que he asistido a escuelas públicas en lugar de las escuelas privadas e internados. Por siempre agradeceré a mamá por ese hecho porque conocí a mi mejor amiga en la escuela. Naomi, sin embargo, no era sólo una niñera para mí. Era mi amiga, mi compañera de juegos, mi guardián de secretos. Comencé a enseñarle Inglés lo mejor que podía cuando la atrapé tratando de leer el dorso de un cartón de leche. No quería insultarla, por lo que había pretendido que quería leer libros para niños cuando en realidad quería que ella consiguiera leer conmigo la misma historia una y otra vez cada noche hasta que ella de alguna manera aprendió a reconocer las letras. No era una maestra, pero creo que fui capaz de darle algunas lecciones dignas. Mamá me daba un subsidio de 20 dólares para comprar alimentos en la escuela. El noventa y nueve por ciento de las veces la comida de la cafetería no era aceptable para mí, así que Brynn compartía sus almuerzos conmigo. Realmente no comíamos mucho de todos modos. Guardé un montón de dinero durante ese tiempo, y un día sorprendí a Naomi con casi 840 dólares. Ella no quería tomar el dinero, pero cuando le había revelado que yo quería que usara el dinero para inscribirse en una clase de inglés, tenías lágrimas de alegría y afecto en sus ojos. No tenía duda de que mis padres le pagaban bien, pero también sentí que estaba enviando dinero a sus padres y hermanos en San Salvador por lo que no tenía mucho para gastar.

Pupusas: Es una tortilla de maíz gruesa hecha a mano (hecha usando masa de maíz, una masa de harina de maíz usada en la cocina americana) que está rellena con uno o más de los siguientes ingredientes: queso, chicharrón, ayote, frijoles refritos o queso con loroco. También está la pupusa revuelta con ingredientes mezclados.

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He aprendido algunas palabras en español por ella. Aprendió algo de inglés y palabras francesas de mí. Ella me enseñó a coser. Le enseñé a cómo utilizar un rizador de pelo. Le encantaba hacer pupusas1. Me encantaba comprarle mini-croissants. Aparte de mamá y Brynn, ella es la única mujer en la que confiaba. Le pedí a mamá que despidiera a un ex empleado, un jardinero, porque lo vi insultar a Naomi muchas veces. Naomi no sabía que yo lo sabía. Mi español puede que no sea extenso, pero hay palabras que se destacan y los gestos faciales no pueden mentir. Además, me di cuenta de que Naomi se ponía muy tensa cuando el tipo estaba cerca de la vecindad. Cuando mamá me preguntó

por qué quería despedir al jardinero, simplemente expliqué que lo vi regando demasiado su amada Orquídea de Oro de Kinabalu, una variedad extremadamente rara e inestimable que había recibido como regalo de la esposa del primer ministro de Malasia. Ella había llamado a los servicios de jardinería y paisajismo en ese justo minuto y pidió que ese tipo nunca fuera visto en nuestra propiedad de nuevo. Ella debió haber estado pensando en otra cosa, ya que no se pudo meterse en su cabeza que su atesorada orquídea estuviera en un invernadero cerrado y sólo cinco personas tuvieran acceso a ella. O si tenía la menor idea, confiaba en mí para no preguntarme porque despedir a un empleado era una razón trivial. El día que Naomi pasó la prueba de aptitud de inglés para poder obtener un título de asociado fue un día de celebraciones. Fue uno de los mejores días de mi vida. Esa misma mañana, Brynn me había llamado para informarme de que su cáncer estaba en remisión. Mis padres estaban en los Países Bajos en ese momento, así que le pedí a Brynn y a la tía de Milo que me recogieran en mi casa. Podría habérselo pedido a nuestro chófer, pero tenía una tía Margie que no dudaría y querría unirse a la familia de Brynn en esta feliz ocasión.

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Tía Margie estaba emocionada de ver a Brynn y le pregunté si estaría bien para Brynn tener bizcochos porque había traído unos pocos en mi

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Cuando llegaron, querían ir al hospital de inmediato porque el oncólogo de Brynn había llamado para entregar la buena noticia, pero él se estaba yendo a otra cita de inmediato. Tan pronto como la tía Margie me abrazó y me preguntó si me parecía bien ir en el asiento de atrás, apretó el acelerador y nos pusimos en camino. Antes de salir de mi casa, Milo había salido del asiento del acompañante y sin decir nada, se montó en la parte de atrás conmigo. Tía Margie no debió haber pensado que era extraño porque acababa de dar vuelta a la radio y cantó junto con la música country tocando en el coche. Milo y yo no intercambiamos palabras. Nunca habíamos estado muy unidos. Las únicas veces que conseguí verlo o pasar un rato con él era cuando Brynn estaba alrededor de él y sus amigos así que básicamente, lo colamos. Él me había dado un movimiento de cabeza y una extraña sonrisa se formó en su rostro.

bolsa de almuerzo amarilla. Ella había dicho que sí. Milo estuvo tranquilo durante todo el viaje, pero poco antes de llegar al hospital, su mano se desvió hacia la mía. Pensé que lo estaba imaginando, pero cuando miré, su bronceada mano, la cual aún a su edad ya era grande y callosa debido a que él practicaba un montón de deportes, la sostuvo abierta para mí. Estreché mi mano derecha con la suya y lo sostuve. Él miró hacia otro lado, pero yo sentía sus emociones contenidas. Había sido tan fuerte a lo largo de todo el trayecto y el amor que sentía por su hermana era evidente. Ocupó la mía con fuerza durante unos minutos y luego finalmente la soltó, sin darme siquiera un vistazo. Pensé que él estaba tratando de darme las gracias. Fue tan extraño que lo saqué de mi sistema. Tan pronto como llegamos a la habitación de Brynn, estaba pensativo y cuando él la había abrazado, vi que trataba de contener las lágrimas de felicidad de caer por su rostro. A diferencia de él, tía Margie y yo lloramos nuestros corazones en la euforia. Quería pasar todo el día con ellos, pero también quería hacer algo especial para Naomi. Milo se quedó con Brynn cuando la tía Margie me dejó en mi casa. Naomi y yo fuimos a un restaurante especial de bistec esa noche con Emil, el chófer de mi padre, que nos condujo por la ciudad. Yo tenía acceso ilimitado a las cuentas de mis padres. Todo lo que tenía que hacer era dejar que el gerente del restaurante supiera quién era mi padre y ellos le enviarían la factura a él. Sin embargo, esta vez, tenía suficiente dinero ahorrado para esta ocasión especial. Naomi realmente quería pagar, pero la tranquilicé y ligeramente la amenacé con que no hablaría con ella durante una semana si insistía en pagar. Naomi había leído todo el menú y ordenado para nosotras dos. En inglés. Sí, ese fue un buen día. Un gran día. Las dos mujeres que significaban más para mí, las dos habían logrado algo especial, a Brynn le fue dada una segunda oportunidad en la vida y Naomi, dio un paso más cerca de sus sueños.

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—¿Cómo está hoy? —pregunté mientras estaba sentada en la silla de mimbre blanco. Naomi había llevado a mamá al aire libre para sentarse en la piscina después del desayuno.

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***

Naomi tomó un bocado de su galleta. —Tuvo algunas pesadillas anoche. No creo que durmiera bien. El Sr. Troudeau dijo que podría estar tomando más de sus siestas habituales hoy en día. Asentí, mordiendo las rebanadas de sandía que le había pedido a Darcy, el chef. —Está teniendo pesadillas porque él está cerca. —Ava... —dijo con una voz suave, sus ojos revoloteando a mamá que ahora estaba durmiendo la siesta, como adivinó mi padre. —Si tan sólo, Naomi... —Exhalé—. Yo podría llevarla a un chequeo con los mejores neurocirujanos. Tomó mi mano sobre la mesa, accedí a su deseo de sostener mi mano, evitando el vaso medio lleno de jugo de naranja en la parte superior derecha de mi plato. —Ava, un día verá que lo que está haciendo está mal. Pero no te metas en más problemas. ¿Bueno, mija2? —No puedo darme el lujo de tener problemas, Naomi —estuve de acuerdo, apretando mis dientes al pensar en mi padre. Su crueldad. Su indiferencia. Su conducta irreprensible. En mis ojos, ante eso. Añadí en voz baja: —Si me meto en problemas, no voy a conseguir verla. Los ojos marrones de Naomi reflejaron lástima.

2

Mija: en el original en español.

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—Si él la amaba tanto, ¿por qué la está haciendo sufrir? —Quité mi mano de su agarre. El cabello de mi madre estaba envuelto en una pañoleta de color verde claro; ella amaba usar sombreros de colores, pañoletas y joyería en el cabello—. Realmente no me importa lo que él me exija. Sólo quiero lo mejor para ella. ¿Por qué no puede ver eso?

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—Él es un hombre duro, mija. Su confianza estaba rota. Él la amaba, ¿sabes?

¿Por qué está lleno de odio? —Las lágrimas empezaron a llenar mis ojos y Naomi me entregó una pequeña servilleta de la mesa. —Porque, mija, cuando un hombre ama profundamente, la traición cala hasta la médula. —Sus palabras eran la de una mujer sabia. Una mujer que ha tenido años de experiencia por delante de mí. Era casi de la misma edad que mi madre, apenas cerca de cincuenta, pero la vida que había vivido, el dolor que había pasado, era diez veces más de lo que alguien debería tener que experimentar. —No estoy de acuerdo, Naomi. —Ella podría haber dejado el empleo de mi madre, ahora tenía un título universitario, e hizo el trabajo como consultor de negocios online, pero se quedó con mamá en el día a día. Mi padre iba a despedirla después del accidente, pero no lo hizo por consejo de los médicos, para que mamá estuviera rodeada de personas y cosas familiares tanto como fuera posible. Ella era la única persona a la que mi madre conocía, con la que mi madre estaba cómoda, porque Naomi había estado en su vida casi tanto como yo. —Creo que el amor puede superar la traición. —Levanté el vaso de jugo de naranja a mis labios—. Si estás dispuesto a perdonar, para ver más allá de los errores, las indiscreciones, creo que si estás dispuesto a darle una oportunidad, puede florecer en algo más, algo que nunca has esperado. —Ah, Ava. —Su sonrisa era tímida—. Has amado a un muchacho en toda tu vida... Si estuvieras con él y te traicionara con otra chica, ¿serías capaz de perdonarlo?

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Pero ahora tenía otro secreto. Ella no tenía ni idea de que Milo y yo estábamos juntos ahora. Por mucho que quería decírselo, no podía.

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Naomi conocía mi secreto más profundo. Después de todo, cuando era una adolescente, no podía decirle a Brynn que pensaba que estaba enamorada de su hermano. Había tenido un montón de enamoramientos, toneladas de chicos que competían por mi atención, pero aunque Naomi no había conocido a Milo, le mostré docenas de fotos de él. Fotos que había tomado con Brynn cuando éramos más jóvenes.

Todavía no. No cuando todos los rincones de la casa de mi padre estaban monitoreados con cámaras de seguridad. Su pregunta quedó en el aire. Imágenes de Milo con su ex-novia y con mujeres sin rostro bombardearon mis pensamientos. Dios, el dolor, la herida, la agonía que sentiría si él me engañara. El calor dejó mi cara, seguido por estridentes heladas lentas, que rebelaban la disonancia en mi pecho y mis pensamientos. —No sé si le podría perdonar. —Una verdad inequívoca—. Pero sé que no lo haría sufrir. —¿Por qué? —¿Que por qué no iba a hacerlo sufrir? —Levanté una ceja, tapando los lados de mi boca con una pequeña servilleta. Su mirada era intensa sin disculpa y maternal a la vez. Ella me podía leer como un libro agrietado abierto. —Naomi, sólo porque alguien te traicione no significa que el amor desaparece al instante. —Con voz firme, dije: —No sé lo que haría. Tal vez es fácil para mí decir esto porque nadie me ha engañado. Tal vez estoy diciendo esto porque estoy defendiendo a mamá. Pero, ¿no lo crees, Naomi? Mi línea de visión aterrizó en mi madre, que seguía durmiendo la siesta, su vestido púrpura se veía tan bonito contra su tez impecable. Incluso con el accidente, su belleza se mantuvo ilesa. —¿No crees que ya ha sufrido lo suficiente?

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—Sí, lo ha hecho. —Ella puso el tenedor en el plato y se ajustó un pliegue invisible en su brillante blusa amarilla que complementaba su piel maravillosamente—. Pero no ha sufrido bastante a los ojos de tu padre.

Traducido por Jadasa Youngblood, LeiiBach y Brendy Eris Corregido por aniiuus

—N

Ava

o estás comiendo mucho... —observó con sus ojos azules parpadeando, cuestionando.

—Aún estoy llena. —Tomé un sorbo de Perrier1 en mi vaso Kiriko2 que tenía una flor estampada. —Pero no has tocado el edamame3 y apenas tomaste un bocado de la tempura4 de camarón que dijiste que querías probar —observó, su mirada perforándome. —Emmett, lo siento. —Dejé caer la servilleta que estaba agarrando con fuerza sobre el suelo—. Simplemente no tengo apetito en este momento. —Ava, deberías haber dicho algo. —El vaso de sake que se encontraba sosteniendo estaba a medio camino entre la mesa y su boca antes de que lo bajara—. En vez de eso, nos hubiéramos quedado en tu casa o en la mía. No, no podríamos. No podemos. O mi novio te golpearía hasta matarte. —Emmett, vamos terminar por esta noche —dije con firmeza—. Ha sido un día largo...

1

Perrier: marca de agua embotellada. Kiriko: Popular técnica japonesa de corte de vidrio. 3 Adámame: Preparación culinaria de las vainas de soja verdes hervidas con agua y sal y servidas enteras. 4 Tempura: Se refiere a la fritura rápida japonesa, en especial a los mariscos y verduras. Cada trozo de comida debe tener el tamaño de un bocado. Se fríe a 180˚ durante 2 a 3 minutos.

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2

Estaba muriéndome de ganas de echarle un vistazo a mi teléfono. Había estado zumbando sin parar durante los últimos quince minutos. —Ava, acabo de llegar a la ciudad. —Se echó hacia atrás en la silla de estilo japonés, una extensión de cómo se representaba mágicamente, exquisitamente todo el ambiente de Sushi Noru—. Pensé que me extrañaste, aunque sea un poco. Le di una pequeña sonrisa. Era un buen chico. No merecía ningún tipo de hostilidad o un comportamiento grosero de mi parte. Las líneas bajo sus ojos mostraban agotamiento. Había llegado desde Washington DC hoy y en el momento en que fue capaz de hacerlo, me llamó para pedirme que fuera a cenar con él. Estuvo hablando de una ley de energía en la que su padre estaba trabajando. Era un tipo concienzudo, un realista, y parecía estar dedicado en lo que el país necesitaba. Un día sería un gran político. —Lo siento —hablé sinceramente—. Mi agenda ha sido una locura. No estoy tratando de ser miserable. No es una excusa, pero es la razón principal de por qué estoy un poco distraída. —Está bien, puedo entenderlo. —Sus ojos azules relajados, un hoyuelo haciendo acto de presencia en el borde de su boca. —Prueba este. —Señalando la tempura de camarón en el centro de la mesa, dijo—: Realmente está bueno. Asentí y probé uno. —Oh yum, está bueno. Sonrió y bebió un sorbo de su sake. —Ava, creo que si le das a las cosas una oportunidad, algunas resultan ser realmente buenas. A veces, incluso muy buenas.

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—¿Cómo está tu madre? —Obviamente, estaba cambiando el tema. Por mucho que me gustara, sólo podía gustarme como amigo. Nunca haría aletear mi corazón, nunca haría que mi cuerpo ardiera de deseo y

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Un doble significado. Una doble interpretación.

necesidad, nunca sería capaz de igualar el fuego que Milo avivaba en mí. —Está bien. Ha estado preguntando por ti. Quizás algún día tú y ella podrían tener un almuerzo cuando regrese de sus viajes de negocios. —Su madre fue la primera mujer en convertirse en jefe de operaciones de un gigantesco medio de comunicación social. Su tamaño diminuto escondía su naturaleza barracuda, podía hundir a los hombres con un lifting de cejas y lanzar sus egos con su lengua afilada. —La próxima vez que esté en la ciudad le haré una llamada —contesté mientras el camarero volvía a llenar mi vaso con agua. Había conducido. Emmett quiso recogerme, pero a menos de que quisiera que ser cortado en pedazos por mi posesivo novio, decidí que el mejor curso de acción era ir a la cita por la no muy sutil orden de mi padre, ponerme al día con un tipo a quién consideraba como un amigo, y al final de la noche, dormir en los brazos de mi hombre. Luego pasó a compartir historias acerca de su viaje y cómo sus padres estaban llevándolo bien. Cuando éramos más jóvenes, su madre casi se divorció de su padre porque siempre estaban separados. Momentos así, charlando como en los viejos tiempos, después de estar separados por un período largo y cuando Emmett habló de su madre, me hicieron extrañar a la mía, su antigua personalidad, su vitalidad. Su madre y la mía solían salir mucho. Los Powers no eran sólo los vecinos, sino que también eran amigos. —¿Tu madre está disfrutando de Francia? —preguntó mientras estudiaba atentamente la carta de vinos.

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—Sí. Gracias por preguntar. —Sólo había pronunciado la mentira tantas veces que la respuesta salía automáticamente. A lo largo de los años, mi padre evadió las preguntas acerca de la desaparición de mi madre desde el centro de atención al decir que después del accidente, decidió quedarse en nuestra casa en Francia y recorrer el mundo. Una breve declaración a la prensa de todos los principales medios de

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Sólo un puñado de personas sabía lo de la condición de mi madre. Mi padre era, después de todo, el rey guardando secretos.

noticias y después de eso, no se formularon preguntas acerca de mi madre. Ni siquiera a mí. Era aterrador el grado de influencia y el poder que el dinero podía comprar. Un camarero se acercó a nuestra mesa para preguntar si nos gustaría pedir vino. Negué con mi cabeza en respuesta. —Como la dama desee. —Emmett miró a nuestro camarero—. Gracias, pero no esta noche. —Discúlpame. —Sacando mi teléfono de mi cartera negra Fendi, me desplacé a través de los mensajes—. Estoy esperando una llamada. 8:35 PM. Milo: ¿A qué hora vuelves? Podría haberme detenido esta noche en tu casa en vez de que conduzcas hasta aquí. 8:47 PM. Milo: ¿Tienes hambre? ¿Quieres pedir comida japonesa? 8:49 PM. Daria: Sólo habla con Milo. Te está buscando. Le dije que estabas poniéndote al día con viejos amigos. 9:05 PM. Milo: ¿Dónde estás? ¿Perdí el memo de hoy? 9:12 PM. Milo: ¿Estás bien? ¿Dónde estás? ***

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Milo era un hombre posesivo. Extremadamente posesivo a veces. Desde que habíamos estado juntos, las pocas veces que salimos, los chicos me miraban y todo lo que tenía que hacer era levantar una ceja o darles una mirada penetrante y sabiamente giraban sus cabezas lejos. No se me escapó notar que siempre me pedía que llevara una chaqueta adicional o un ligero chal para cubrir mi escote cuando otra gente se encontraba cerca. Sé que no quería que cambiara. Después de todo, me vestía de la forma en que me vestía antes de involucrarnos, pero para su paz mental, cubría mis bienes para no ser objeto de muchas miradas. Una vez comentó: “Sólo la visión de tus labios hace

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Oh Dios mío. Se me olvidó por completo hacerle saber que iba a salir esta noche. Por supuesto, no podía decirle que iba a una cita planificada con Emmett. El infierno se desataría y desintegraría todo a la vista si tenía alguna idea de con quién estaba esta noche.

que los hombres se vuelven locos, así que, ¿puedes al menos reservar todas las cosas buenas sólo para mí?” Le di una mirada de: “¿Estás burlándote?” y él sólo encogió sus hombros. Lo que no decía con palabras, lo estaba reforzando manteniéndome cerca de su lado todo el tiempo, apoyando sus grandes manos arriba de mis piernas cuando llevaba pantalones cortos, mini faldas y vestidos diminutos y, básicamente, disparando dagas con los ojos a cualquier tipo a nuestro alrededor. Sólo podía imaginar lo que está pensando ahora mismo. Si pudiera, probablemente recorrería por completo Las Vegas buscándome. Era la salida cobarde, pero no tuve elección. Rápidamente le envié un mensaje. Yo: Nene, cenando con viejos amigos. Llegaré a tu casa tan pronto como pueda. Te extraño. Apenas pasó un segundo antes de mi teléfono vibrara. Milo: ¿Dónde estás? Mierda. Probablemente nos emboscaría si le dijera dónde exactamente me encontraba. Eso y Emmett acabaría en una camilla de hospital. —Ava, ¿está todo bien? —preguntó Emmett, su voz sonaba preocupado. —Umm... sí. —Levanté mis ojos de la pantalla de mi teléfono—. Sólo un mensaje de Daria. Asintió mientras agarraba otro bocado de tempura de camarón. Realmente debe gustarle, había comido casi todo. O realmente debía estar con hambre. Volví a enviarle un mensaje de texto a Milo.

Yo: Sí, de la secundaria.

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Milo: ¿Stacey?

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Yo: En casa de Stacey.

Milo: ¿La chica rubia? Yo: Sí. Milo: La molesta chica rubia. Yo: Ja ja ja ja. Milo: Sí, siempre siguiéndome, alrededor de mi culo. Yo: Yo seguí a tu culo. Milo: Ja ja ja ja. Yo: Tienes un buen trasero. Milo: Ven a casa. Pronto. ¿Casa? Un calor se extendió a través de mis entrañas. Hace un mes, empecé a dejar ropa en su casa. Él me había traído cepillos de dientes e incluso me dio mi propio juego de toallas. Tenía que aceptar el hecho de que Milo era un fanático de la limpieza. Un sexy fanático de la limpieza. Incluso su hermana se burlaba de la pulcritud y los hábitos a veces obsesivos de mantenimiento de la limpieza de Milo. Yo: Voy a estar allí. Espérame. Milo: Sí.

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Volví para terminar de cenar con Emmett. Pedí el especial de mariscos del chef y Emmett tenía el gigantesco rollo de sushi de langosta. Pasé del postre porque se estaba haciendo muy tarde. Estaba cómoda con Emmett. Es uno de esos chicos con el que una chica no podía ser más afortunada de tener como amigo. No era pomposo, aunque llevaba esa seguridad innata en sí mismo. Tenía fuertes opiniones sobre el estado de la política, pero de alguna manera no era tan condescendiente. Al

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Era cierto. Me esperaría. No importaba lo tarde que llegara, tendría una luz encendida para mí en su sala de estar. No se iba a dormir hasta que estuviera seguro de que yo estaba a salvo en mi casa o estaba de vuelta en el hotel de cualquier país en el que me encontrara. La mayoría de las veces lo encontraba jugando videojuegos o trabajando en su ordenador.

final de la noche podría haber deseado sentirme un poquito atraída por él. Quizás. Muy dentro de mí, sabía que eso no sucedería. Durante la cena, Emmett preguntó: —¿Estas saliendo conmigo a causa de nuestros padres? Quería dolorosamente, tan dolorosamente decirle, "sí ", pero no pude. Aunque mi padre me tenía acorralada en un callejón sin salida, no podía decirle la verdad a Emmett. Ni siquiera podía decírselo a Milo. Supongo que debería considerarme afortunada de que Emmett, aunque no estuviera atraída por él, era un buen chico, un alma gentil. Mi padre podría haber elegido a alguien peor. Al final de la noche, mientras esperábamos en el exterior del edificio a que el aparcacoches trajera nuestros autos, le di un beso en la mejilla a Emmett y le di las gracias por una noche maravillosa. Sentí que él quería más, que estaba pidiendo por una copa, pero mi engaño tenía límites. Mientras Milo y yo estuviéramos juntos, no iba a dejar que cualquier otro hombre, no importa lo mucho que mi padre dicte mi mundo, intimara conmigo. No podría soportarlo. Estaba haciendo esto por mi madre, pero me reservé un pedazo muy pequeño, una rebanada de dignidad para mí misma. —¿Cuando voy a verte de nuevo? —preguntó Emmett, abriendo la puerta del coche para mí. —¿Te puedo llamar para eso? Tengo que revisar mi agenda. —Manteniendo la puerta del coche abierta, presioné el botón de encendido, presioné el freno con mi pie derecho y las luces dentro y fuera de mi coche se encendieron. —Está bien. —Concordó dando un paso lejos de mi coche—. Déjame saber que llegaste bien a casa. —Lo haré. —Agitando la mano derecha, concluí:

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Su sonrisa con hoyuelos era brillante contra la iluminación exterior, con ojos de esperanza, de que quizá, lo que sea que tuviéramos, podría ser algo más que una amistad.

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—Me lo pasé muy bien esta noche, Emmett.

Oh Emmett, eres un chico dulce, pero mira, mi corazón late por un hombre que te podría aplastar en una masa sangrienta si alguna vez se entera de lo que estoy haciendo esta noche. Añadí por si acaso, con la esperanza de que mi explicación se hundiera en sus pensamientos sobre mí, sobre nosotros. —Me gusta mucho salir contigo como amigo. Su sonrisa vaciló y se acercó, apoyándose en la ventana de mi coche. —Danos una oportunidad, Ava. Su mano izquierda cogió mi brazo izquierdo descansando en el volante. Antes de que pudiera decir algo, murmuró: —Nuestros padres parecen pensar que haríamos una gran pareja. Tu padre incluso ha hablado con mi padre acerca de cenar en nuestra casa la próxima vez que él esté libre. A la sola mención de mi padre, las palabras que estaban a punto de salir de mi boca quedaron atascadas. —Será agradable salir contigo otra vez. —Forcé una sonrisa, escondiendo la persistente incertidumbre, la creciente inquietud en cuanto a lo que podría sucedernos a Milo y a mí si continuaba esta farsa con Emmett. Sólo tendría que hacer todo lo posible para que mi padre, Emmett, y Milo nunca se enteraran acerca del otro. El zumbido de mi teléfono interrumpió lo que podría ser la despedida más larga nunca jamás vista. —Tuve un momento maravilloso, Emmett. Gracias de nuevo por la cena. Buenas noches. Movió la cabeza afirmativamente y dio un paso atrás. Un hombre de mediana edad vestido con uniforme de color azul oscuro se acercó a él.

—Llámame.

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Emmett asintió e hizo un gesto con su mano derecha.

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—Señor, su coche está esperando.

Le eché un último vistazo y murmuré: —Gracias. Pulsando el botón para subir las ventanas de mi coche, cogí el teléfono de mi bolso y lo sincronicé con la función Bluetooth del coche. El texto de Milo llegó a las 10:52, mientras Emmett y yo salíamos de Sushi Noru. Milo: Conduce con cuidado. Le envié un mensaje rápidamente diciéndole que estaba de camino antes de poner un pie en el acelerador. Un emoticón de pulgares arriba surgió en mi pantalla. Tan pronto como salí a la calle llamé a Daria, y respondió al cuarto timbrazo. —De nada. —Su voz se oyó por los altavoces de mi coche—. Llamó dos veces, preguntando dónde estabas, chica. Estoy en el gimnasio así que no pude contestar su primera llamada. De todas formas, le hice saber que hoy te estabas reuniendo con unos viejos conocidos. —Gracias. —Cambié de velocidad, el sonido del motor eléctrico acelerando resonó en el fondo—. ¿Se escuchó molesto? —Está preocupado, no molesto. —Los bajos tonos de los shows de crimen que a ella le gustaba ver en la televisión zumbaron en el otro extremo de la línea—. Ava, no puedes estar escondiendo esto de él. Todo va a terminar mal si no le dices por qué tienes cenas con Emmett. Ese hombre tuyo es un posesivo hijo de puta. Si quieres que el bonito rostro de Emmett permanezca intacto, es mejor que se lo digas antes de que se entere por alguien más.

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Ella suspiró suavemente.

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—Lo sé. —Realmente no lo sé—. Sólo quiero tiempo con él, Daria. Me encanta estar con él. Me hace feliz. No estoy segura de si va a ser lo mismo una vez que ponga a Emmett de nuevo en el cuadro.

—Milo ha estado aceptando el hecho de que tu padre te haya prohibido salir con él. Ha sido comprensivo contigo. ¿Insiste en decirle a tu padre acerca de ustedes? Ava, es un chico inteligente. Creo que sólo deberías hacerle ver lo que está pasando y hacerle entender. Tu padre tiene este poder sobre ti. ¿Quieres que arruine lo que tienes con un hombre que obviamente se preocupa por ti? Milo no ha sido insistente en decírselo a mi padre ni siquiera insinuar cerca de los alrededores de mi padre que estamos juntos. Ha sido tolerante y comprensivo. Cuando salimos, vamos a lugares con los que mi padre no tenga vínculos comerciales, que eran muy pocos y distantes entre sí en Las Vegas. En público, después de sus peleas, Milo se alejaba de mí para que nadie sospechara que estábamos involucrados. Por lo que sabía Milo, Emmett no era de importancia, no era más que mi amigo, que Emmett y yo salimos pero no pasó nada. Y nada pasará. Ahora que Milo y yo estábamos juntos, a pesar de que no es oficial a ojos de mi padre, un hecho que realmente no sé cuándo se hará oficial, Milo no lo tomará muy bien si me ve detrás de Emmett. —Ava, sabes que siempre estoy a tu lado. —Su voz era consoladora, honesta—. Tengo la suerte de trabajar contigo, alguien que me inspira a hacer cosas buenas. Cualquier cosa que te propongas, puedes lograrlo. Lo he visto Ava. Te has graduado en enfermería, incluso cuando tu padre hacía casi imposible que te graduaras en la universidad con tus compromisos con los medios y aún más difícil cuando trabajabas como enfermera.

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Ella se perdió en el estilo de vida, pero trató de hacer lo correcto por mí. Elegí enfermería porque mi mejor amiga eligió enfermería. Aquellos años en la universidad fueron los momentos más difíciles de

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Mi padre no creía en la importancia de una educación universitaria. Él había abandonado los estudios y si no fuera por la influencia de mi madre, probablemente no tendría ninguna aspiración universitaria en absoluto. Me había arraigado el valor de la educación. Tal vez fue porque sus sueños de ir a la universidad fueron cortados cuando se convirtió en modelo a una edad tan joven, se casó y me tuvo.

mi vida: mi madre tuvo un accidente, mi padre se convirtió en un tirano exigente y la presión de demostrarme a mi misma que podía hacerme enorme. La escuela de enfermería fue dura, pero no a causa de la carga de estudio; para mí, fue a causa de las muchas veces que tuve que compensar horas porque todavía tenía que cumplir con mis responsabilidades con el negocio de mi padre, incluso cuando estaba en la escuela. Había un par de veces que casi me suspendieron por varias ausencias y excusas. Pero seguía penosamente e hice trabajar mi trasero para compensar esas horas. Yo era capaz de hacerlo debido a Brynn. Ella era mi roca. Ella salvó todas sus notas y me ayudó a estudiar para los exámenes, incluso cuando tuve que pasar pocos días en otro país. Lo llamamos nuestro grupo de estudio de larga distancia. Mi ventaja fue que pude procesar la información rápidamente. Hasta este día, ella todavía no sabe la verdad de la condición de mi madre. Como todo el mundo, todo lo que sabía es que mi madre había dado un paso de distancia del centro de atención y ahora está viviendo en nuestro castillo junto al mar, en Normandía. Fue el segundo secreto que escondí de ella. Lo hice para protegerla. Cuanto menos supiera sobre mi madre, menos sabría de mi padre. —Se lo diré, Daria —le contesté. El palacio de Milo apareció a la vista. Podía ver las tenues luces encendidas en su sala de estar—. Gracias por encubrirme. —Sean buenos el uno con el otro, Ava. Confía en él lo suficiente como para que tome la decisión correcta por sí mismo. Él no puede hacer eso si no lo vas a dejar entrar. —Su consejo resonó en mi oído—. Buenas noches.

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Estacioné detrás de su coche, subí los escalones y abrí la puerta lateral. Por lo general la dejaba abierta para mí, así que sólo podía entrar.

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Al pulsar el botón de finalizar del teléfono, respiré, reuní toda la energía que tenía, así podía decirle la verdad. Daria tenía razón. Tengo que dejarlo entrar, darle el beneficio de tomar una decisión, al igual que yo le había dicho que mi padre no querría verlo, por razones que sólo podía atribuir a él queriendo que saliera con el amigo del hijo del senador, Milo sabría qué hacer.

Entré en la casa, dejando mis zapatos en el estante de los zapatos que había ayudado a elegir a Milo hace un mes en Home Inc. Alcancé a ver la cocina, la antigua habitación de huéspedes hoy día era una extensión del gimnasio y la pequeña zona del rincón llena con una vitrina de sus trofeos y medallas de natación. Milo se ha hecho cargo de cinco habitaciones de sus padres, de una casa de dos niveles. Brynn considera a Arizona su casa ahora, ya que Kieran estaba entrenando allí a tiempo completo. Lo encontré tirado sobre su espalda, con una pequeña almohada encajada entre el brazo derecho y el cuello. Sus piernas colgando sobre el brazo del sofá debido a su altura. La tenue iluminación de la lámpara de la mesita auxiliar revelando la puerilidad de su rostro, que lo hace lucir relajado, más joven que sus veintiséis años, el teléfono en su mano izquierda, obviamente esperando por mí. Sus pantalones de chándal gris oscuro viajaban bajo en sus caderas, y me daba una visión totalmente descarada de su cruda masculinidad; los abdominales, el pecho, los hombros esculpidos por décadas para mantener su cuerpo en una forma atlética superior. Tiene un sueño ligero, así que debió haber estado realmente cansado para no haberse movido hasta ahora. Mi punto de vista sin obstáculos de él en su estado más tranquilo, me permitió simplemente admirarlo.

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Caminé ligeramente, mientras caminaba cerca de él, al ver sus ojos abrirse, cambiaban de color verde mate a un más vivo jade, más

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Es tan fuerte. No sólo físicamente, sino emocional y mentalmente también. Yo tenía amigos en la escuela que se envolvieron en las drogas, las mujeres y el comportamiento imprudente cuando las cosas iban mal en sus vidas. No Milo. Tragedia tras tragedia, él las ha sobrevivido. Con las piernas bien plantadas y su espíritu nunca doblegándose. Cuando él hizo lo que le hizo a Kieran, nunca me creí una vez que lo hizo a pesar de Brynn. Siempre me aferré a la imagen de él, ese chico joven que me cogió la mano con fuerza cuando se enteró que su hermana estaba libre de cáncer, el hombre que golpeó a un hombre por llamarme zorra a mis espaldas en la escuela y el atleta que nunca se dio por vencido, incluso cuando los medios de comunicación lo etiquetaban como el segundo mejor.

profundo. Quitando lentamente la mano derecha de debajo de la almohada pequeña, su boca girando ligeramente. —¿Te divertiste esta noche? Agachándome para poder besar la parte superior de su oscura cabeza, le dije: —Lo hice. —Olía a agua del océano, almizcle y todo él en uno. Tiró de mis pantalones al tobillo de color verde oscuro, indicando que él quería que me acercara. Me puse derecha y caminé hacia él. —Vamos a la cama. Ahora sentado, me agarró las piernas y me acercó más a él, con las manos a la deriva dentro de mi blusa de manga larga color crema de encaje, sus dedos esperando en mi sujetador de encaje. —¿Me extrañaste? Bajé mis manos sobre sus hombros, amasando, masajeando, aflojando los músculos tensos, duros. —Por supuesto. —¿Cuánto? —Me había desabrochado hábilmente mi sujetador y ahora se burlaba de mis pezones con las yemas de sus dedos ásperos, con su boca haciendo un camino alrededor de mi ombligo. —Llévame a la habitación y te voy a mostrar cuánto.

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Cuando él entró en mí después de ponerse un condón, yo ya estaba resbaladiza y húmeda. Esta noche era suave, muy amable conmigo.

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Sin más preámbulos, me levantó en sus brazos al estilo nupcial plantando firmemente besos en mi boca ya que entramos en su habitación. Le tomó menos de un minuto para vestirme como a él le gustaba, lo cual era desnuda, y luego en unos rápidos segundos se despojó de sus pantalones y bóxers. Dentro de la casa, Milo apenas llevaba nada, que me parecía bien, más que bien. Él estaba más cómodo cuando estaba sin camisa y bueno, yo estaba más cómoda de verlo sin camisa.

Milo fue mi primero. Todas las experiencias que he tenido en relaciones sexuales, las he tenido con él. Sólo él. Yo no era tímida en torno a él. Desde la primera vez que me tenía con los dedos o en la boca, no me ha empujado a hacer algo en lo que no esté cómoda. Él estaba interesado en las señales de mi cuerpo, siempre me miraba, se detenía cuando veía una pequeña mueca, un destello de dolor o duda. Tuve que tranquilizarlo muchas veces de que yo estaba bien y disfrutara de sí mismo. Hacerlo todo con él, experimentar nuevos niveles de pasión con él, descubriendo cómo mi cuerpo puede quemar, encender y explotar en sus trazos magistrales era todo para mí. Desde entonces, no se contuvo. Me mordí el labio y gemí cuando llegué a mi pico y él dejó escapar un gruñido mientras se hinchó y llegó a su clímax dentro de mí. Se quitó lentamente de mi interior para deshacerse del preservativo y volvió con una pequeña toalla para limpiarme. Era un amante consumado, dándose a mí, tomando de mí, pero nunca me dolía. Hay una delgada línea entre el placer y el dolor. He leído libros y he visto las películas que describe la producción de dolor, como el uso de la fuerza cegadora de placer, puede estimular orgasmos. Yo no nací en el siglo XVII, pero por mucho que yo sepa cómo el dolor aumenta la experiencia sexual, sé que nunca quiero eso para mí. La testosterona de Milo era, sin duda fuera de serie. En los deportes, él deja todo hacia fuera; la energía, el poder, la agresión. En el dormitorio, sin embargo, está en sintonía con todas mis necesidades: mi deseo de ser saboreada, acariciada, cuidada, como mujer, amante, pareja sexual, una igual. Es una dicotomía. Buena apariencia, irreverente, respetuoso hacia las mujeres. Dolor en el trasero, un gran hermano. Hombre fuerte, amante gentil.

Daria, como siempre, tenía razón.

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Confío en él lo suficiente como para tomar esa decisión por sí mismo.

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Luchador, protector.

Hablamos durante unos minutos sobre cómo fue su día y antes de que pudiera preguntar más sobre el mío, me encontré bostezando. Saciada y totalmente relajada, él me metió en sus brazos, manteniéndome a salvo en su fortaleza, y poco a poco estaba a la deriva durmiendo.

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Mañana se lo diré.

Traducción Itorres y tara_annie Corregido por AmpaЯo

P

Milo or Dios, ¿qué hora es? Con la visión borrosa, entrecerré mis ojos al reloj contra mi pared. 07:30. Joder, me quedé dormido.

Ya debería haber completado dos kilómetros. Culpo a mi mujer. Me agotó ayer por la noche. Nah. ¿Dónde diablos estaba ella de todos modos?

Per diem job: Significa que trabajas cuando lo necesitas. No tienes los días y horas establecidos.

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Me gustó mucho tener a Ava en mi casa. No he tenido problemas pasando el rato en su casa, pero me gustaba mi gimnasio aquí. Así que cuando me quedé dormido, me fui antes de que saliera el sol y nos encontraríamos más tarde en el día. Su horario variaba. A veces estaba muy ocupada. A veces era capaz de pasar tiempo conmigo todo el día. Ella había dicho que era mucho mejor ahora desde que dejó su trabajo parcial de enfermería1. Me había revelado que el día en que entró en mi casa, el día que ella gritó en mi oreja, la primera vez que nos besamos, fue el día en que puso su carta de renuncia al Centro médico de Nevada State. Había trabajado allí durante casi dos años, pero con todas las mayores responsabilidades que tenía para la compañía de su padre, decidió que lo mejor era dejar la enfermería por ahora.

Ava no tenía que trabajar. En absoluto. Nació en un mundo de lujo. Sus pañales habían sido probablemente cubiertos de diamantes. Recordé haber visto a su madre cuando era más joven; ella era una bella dama, que de pies a cabeza parecía que venía del dinero. Obviamente Ava llevaba los genes de su madre y los gustos caros, pero ella nunca ha sido franca sobre cuánto cuestan las cosas. Cuando le di una caja de Tic Tac como sorpresa, me abrazó y me besó como si le hubiera dado un reloj Cartier o unos pendientes de Tiffany. No soy pobre. He ahorrado suficiente dinero para vivir cómodamente, con o sin mis patrocinadores de natación. Mi coche estaba totalmente pagado. Era el único lujo con el que me recompensé a mí mismo después de conseguir un bono de mi anterior patrocinador, WaterTech. Había invertido sabiamente, con el asesoramiento de Leif. Podría hablar mierdas sobre cosas innecesarias, pero era un genio loco en todo lo relacionado a los negocios. Lo llamé mi WB alemán, la abreviatura de Warren Buffet, obviamente, con un mejor aspecto, y más joven y menos intimidante versión, pero Leif nunca me ha guiado mal en las inversiones. Su visión para los negocios era digna de respeto. Sus locuras dentro y fuera de la piscina, no tanto. La avalancha de mensajes de vídeo y de texto llevó mis pensamientos al presente. Aproximándome a la mesa de noche, me senté contra la cabecera. Haciendo caso omiso de mi estado de ánimo mañanero, un total desperdicio, ya que no tenía idea de que mi mujer se iría corriendo, me desplacé por los mensajes. 06:52 AM Leif: Tú, maldito viejo. ¿Estás levantado? Probablemente no. Babeando la almohada de tu abue. ¡Feliz cumpleaños!

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Sonreí. Qué idiotas.

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06:55 AM Jeff: He oído tu espalda rompiéndose todo el camino hasta aquí. Oh, espera, ese es tu culo... incapaz de controlar la liberación de gases. ¡Feliz cumpleaños tío! Tu regalo está en el correo. Lo tendrás en algún momento del próximo año.

7:10 AM, un mensaje de vídeo de mi hermana, lo abrí y allí estaba ella, con una camisa de color azul claro que hacía juego con sus ojos, su sonrisa era grande cuando dijo: —¡Feliz cumpleaños al mejor hermano del mundo entero! Lo siento por no estar allí para darte la felicitación en persona. Como puedes ver… —Trasladó el teléfono mostrando el fondo; los ondulados verdes, los edificios altos, paneles de vidrio, el sol brillando, reflejándose sobre Harbour Coal, había estado allí una vez para el encuentra del Pan Pacific—, hemos llegado a salvo a Vancouver. Kieran competirá en un par de horas por lo que está con su entrenador en estos momentos. Él quería que te dijera feliz cumpleaños. —Moviendo la cámara del teléfono para centrar su cara, ella continuó: —Te amo Milo. Te deseo todo lo mejor en tu cumpleaños. Espero que tengas mi regalo. Prometo hornear tu pastel de cumpleaños de chocolate y chips favorito cuando vengas de visita. Disfruta de tu día. —Levantó un vaso pequeño que contenía algo burbujeante—. Salud por ti, y dile hola a Ava por mí. Tenía unos cuantos mensajes de amigos de la universidad, Dia, incluso Daria, la asistente de Ava, todos deseándome un feliz cumpleaños. Después de enviar respuestas de vuelta, fui al baño a lavarme los dientes y tomé una camisa de mi cajón antes de salir de la habitación. Ahora, ¿dónde podría estar Ava? No tengo ninguna duda de que ella sabía que hoy es mi cumpleaños. No lo había mencionado en absoluto, lo cual me hacía sospechar aún más que estaba planeando algo para mí. La cosa con Ava es, cuando está emocionada por algo, habla sin parar sobre eso. Así que ella no diciendo nada acerca de mi cumpleaños, estaba poniendo una cortina de humo y tratando de fingir que no sabía nada de eso.

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Está bien.

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Espera, ¿y si lo había olvidado?

Mientras pasara el día conmigo, yo sería feliz. No necesitaba que me comprara un regalo. Pasar tiempo con ella era más que suficiente para mí. En menos de tres meses, seré coronado como el primer campeón de lucha de La Próxima Generación. Junto con tres millones de dólares. Tan pronto como consiguiera ese campeonato, iría directamente a su padre y le diré que aunque le guste o no, estoy con su hija. La razón principal por la que no estaba del todo convencido de decírselo ahora era a causa de que todavía estaba bajo sus garras; mientras estuviera luchando, él tendría algo a lo que aferrarse de mí. Caminé hacia el garaje, mirando afuera, vi que su coche estaba aquí. Ella estaba en algún lugar de la casa. Entré a la sala de estar, a la cocina, al interior de la habitación de invitados, al gimnasio, a la pequeña oficina; ella no estaba en ninguna parte. Mi niña estaba jugando a las escondidas conmigo hoy. Bien por mí.

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Subiendo las escaleras, me aseguré de que mis pisadas fueran pesadas, con la esperanza de que ella supiera que estaba yendo.

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—Ava... duquesa... —Le había cambiado el nombre a duquesa porque odiaba princesa. Había buscado en Google esa mierda. Al parecer, duquesa tenía una mejor connotación que princesa. Claro, podría haberme quedado con princesa, ¿pero qué caso tenía llamarla de una forma que no le gustaba? Además, ahora que habíamos tenido la oportunidad de llegar a conocernos el uno al otro, profunda e íntimamente, sabía que Ava era aficionada a las cosas bonitas, pero nunca se lo mencionaba a la gente. No era como cualquiera de esos pretenciosos miembros, pomposos de la sociedad de Maxwell. A su asistente Daria realmente le agradaba Ava. Y ese tipo de respeto, admiración, sólo podía proceder de autenticidad. Ava era amable con todos. Trataba a los camareros de la misma manera que trataba a la realeza de Hollywood.

Las habitaciones de arriba estaban principalmente desocupadas. La habitación de Bee se mantuvo como estaba. Cuando nos habíamos mudado a la casa de la tía Margie, a veces pasamos el fin de semana aquí en la casa de mis padres. Tía Margie tenía su propio lugar. Podría haber vendido la casa de nuestros padres, pero nos había preguntado a Bee y a mí si estábamos de acuerdo. En el momento en que mis padres murieron, tía Margie nos había informado, después de reunirse con los abogados para obtener la custodia como madre adoptiva, que la casa sólo tenía tres años por pagar de hipoteca. Con la cantidad del seguro de vida, los activos y dinero de la jubilación que tenían, nos dijo que si queríamos mantenerla, podríamos. Mi hermana era demasiado joven para tomar esa decisión, por lo que había decidido por nosotros dos, sí, quería conservarla. En retrospectiva, si hubiera sabido que mi hermana iba a ser diagnosticada con osteosarcoma, probablemente hubiera dicho que no. Los tratamientos de Bee cuestan mucho dinero, incluso con seguro de salud. Fue gracias a la generosidad y la caridad de ambos proveedores de fondos, privados y públicos, que mi hermana fue capaz de obtener el mejor tratamiento que tenía. Escuché pequeños pasos en la habitación de invitados en el final del pasillo.

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En el centro de la sala, frente a los pisos de madera, una alfombra de color rojo brillante en el piso. En medio en unos 100 por 300 centímetros estaba una pista de carreras negra. Dos miniaturas, de coches robóticos, en línea de partida. El azul se llamaba TANNER RACING de un lado, el rojo no tenía ninguna palabra o logos en el mismo, pero se veía tan genial. Era el último invento de juego japonés, una mezcla de carreras, juegos en línea e inteligencia artificial. Lo había querido desde hace meses. Nunca se lo mencioné a Ava. Leif, mi amigo de juegos, era el único que lo sabía. Al parecer, él se lo había dicho y

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—Está bien, voy a bajar. Creo que estoy desayunando sólo hoy... — Hablé en voz alta, cambiando el avance, pretendiendo volver a bajar, pero me detuve en la parte superior de las escaleras. Manteniendo los pies juntos, caminé en modo sigilo. Al llegar al final del pasillo, abrí la puerta, observé lo que me preparó... una locura impresionante... jodidamente una locura impresionante.

ahora estaba sentado aquí frente a mí. Incluso ella lo había personalizado. Maldita sea. —¿Feliz cumpleaños, niño? —Saliendo del armario pequeñito, Ava aún estaba en pijama de seda roja. Sus ojos grises se iluminaron con picardía y su boca se curvó en una sonrisa. Llegando a mi lado, inclinó la cabeza. Bajé mis labios a los de ella, besándola, demorándome en sus labios, saboreando su calor, su olor. No podía conseguir suficiente de ella. Antes se me olvidó lo que iba a decirle, toqué su mejilla derecha con el pulgar, murmurando: —Tan feliz. Ella bajó la mirada al suelo, donde había colocado su regalo para mí. —No tengo idea de cómo conectar estas cosas... me tomó un poco de tiempo. Iba a llamar a Leif, pero es demasiado temprano. —Hey. —La agarré por la cintura, atrayéndola más cerca de mí—. Esta es la mejor cosa que alguien alguna vez me ha dado. —No sé nada de eso... —dijo, con la boca sonriendo—. No has visto lo que tengo para ti esta noche. Y vas a tener que esperar hasta la noche... Bueno, mi erección mañanera ahora estaba alzándose para ser domada. Me ajusté mis bóxers, obligándome a pasar con suerte todo el día. ¿Me podrían culpar? Mi novia era la mujer más sexy del mundo. Sólo la visión de los dedos de sus pies me dio una erección. Y después de meses de celibato autoimpuesto, ¿puede alguien realmente culparme por no querer estar dentro de ella cada minuto del día? —¿Por qué no puedo disfrutarlo ahora? —Negué, sonando como un niño al que acaba de serle negado el último pedazo de pastel.

Encontrando mis manos en su pelo, le respondí alegremente:

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—Debido a que es para esta noche, tonto. —Sus largos, oscuros mechones enmarcan su rostro, sus cejas meneándose, ella parecía firme en esto—. ¿Te gusta tu regalo?

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Sí. Soy un jodido nenaza.

—¡Estoy feliz! Estoy seguro de que puedo vencer el lamentable culo de Leif en esto. —Me agaché para tocar el coche de carreras azul—. ¿Cómo se las arreglaron para tener de este tamaño? Riendo, ella se sentó en el suelo. —Me reuní con el diseñador del juego en Japón hace unos meses. No recuerdo haber recibido su información de contacto, pero le había seguido la pista después de que Leif me diera una idea de lo que querías. —Gracias Leif—. Lo llamé hace un mes y él estaba más que feliz de hacerlo para mí. Por supuesto, le dije que me encantaría conocerlo para tomar el té cuando vuelva allá para darle las gracias personalmente. Me incliné y besé sus labios de nuevo. —Gracias, esto es increíble. Ni siquiera está en el mercado todavía. Iba a poner al perezoso culo de Leif en línea por mí cuando saliera... —Leif disfrutaba de acampar días antes para un juego de video muy esperado que estaba disponible en las tiendas. Muchas veces en la universidad, me llamó para que pudiera comer, hacer sus necesidades y tomar una muy necesaria ducha y no perder su lugar en la fila. —De nada. Jugué con los coches de carreras, admirando el trabajo artesanal, el brillo detrás del juego. Hay una gran cantidad de trabajo y creatividad en el diseño de juegos. Tengo el mayor respeto por estos pensadores creativos. Los videojuegos permiten que me quede como un niño y hacen el trabajo de mi mente como un adulto. Me permitió pensar en formas estratégicas de ganar, a estar por delante de mis rivales, veo las cosas desde diferentes ángulos.

Antes de salir de la habitación, recordé sus palabras.

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—Vamos a tomar el desayuno y luego quiero mostrarte algo. — Ayudándola a ponerse de pie, mis manos podrían haberse demorado en su culo por más de unos pocos segundos.

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Finalmente, después de charlar ociosamente sobre el juego, oí retumbar el estómago de Ava. Tengo que alimentar a mi mujer.

—Aunque estoy muy feliz de recibir este regalo hecho a medida de ti... de ninguna manera te vas a reunir con Gabe Kobayashi para el té. Sola. —Había visto fotografías del tipo. No sólo era un joven genio, también tiene una reputación de ser el jugador número uno de Japón, no sólo en los juegos. A los veintiún años, y después de estar encerrado la mayor parte de su vida en una sala de ordenadores para crear estos juegos, no hay duda en mi mente que él tenía una erección por Ava. Ella dejó escapar un par de pequeñas risitas antes de decir: —Necesito comida. Me muero de hambre. Vamos, cumpleañero. ***

Ava escuchó mientras le explicaba lo que hacían los empleados. Tina estaba en la recepción. Joe, un estudiante universitario y el sobrino de

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—Así que esta es la recepción, Tina se encarga de todas las llamadas del número 800. Al principio no obtuvimos muchas peticiones, pero a través de los años las peticiones se han triplicado. Hay una gran necesidad. —Señalé el pequeño escritorio con un montón de papeles en la parte superior. Yo había comprado todos los muebles en este lugar. Abriendo esas cuentas de crédito con Staples, Home Depot e Ikea hicieron de este proyecto una realidad. Tomó casi dos años pagarles porque yo quería que la mayor parte de los fondos fuera a los destinatarios y los empleados. De alguna manera Dia había logrado hacer que todo funcionara. Con todas las cosas que ha hecho, Dia invirtió en la vida de los niños también. Viniendo de una familia de clase media, había visto lo difícil que fue para sus propios padres obtener la ayuda que su hermano menor con autismo necesitaba. Puede que ya no estemos juntos, pero ella entiende de donde yo venía. Sostuve la mano de Ava mientras caminábamos dentro de los 205 metros cuadrados, el espacio de oficinas que había estado alquilando durante casi cuatro años. No era mucho. Todo el interior era sencillo, pero siempre y cuando los empleados y los voluntarios estuvieran cómodos, era todo lo que importaba. El alquiler se había disparado en el último año debido al nuevo centro comercial que se ha estado construyendo en la Sahara Avenue.

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Ya que era el fin de semana, nadie estaría aquí.

Tina, ayudaba con la página web y Jill era quien se comunicaba con Dia sobre los beneficiarios y gastos. Llevaba gafas de sol, ya que afuera estaba brillante y soleado, y ella no se los había quitado desde que entramos dentro del edificio. No podía decir lo que estaba pensando. Pensé que si seguía hablando, ella me preguntaría si no entendía. A pocos pasos del baño, guie a Ava a una gran sala. Esta habitación hizo que todo valiera la pena para mí. Ella entró y se acercó a la pared. Una pared que Tina había calificado como BEBÉS DE MILO hace dos años. Tina era una madre cuya niña fue una de los pocos primeros a los que la Fundación de los Niños había ayudado. A los trece años, Jaynie fue diagnosticada con leucemia. Yo volvía de Arizona en ese momento y quería comprobar la casa de mis padres en Nevada antes de salir para los Nacionales, cuando había recibido la llamada de Dia. Tina había enviado una carta a nuestra fundación y estaba pidiendo toda la ayuda y apoyo que le podíamos dar. Me había reunido con Tina, y aunque la fundación no tenía el dinero para financiar el tratamiento, hemos sido capaces de ayudarla con sus comestibles mensuales y sus facturas de servicios públicos porque tenía que tomar un montón de tiempo libre para estar con Jaynie en el hospital. Cuando un miembro de la familia está enfermo, hay cosas que pasan a segundo plano y se quedan en un punto muerto. El objetivo de la Fundación de los Niños era proporcionar asistencia para hacer la vida un poco más fácil para los padres y los hermanos de pequeños modos, impactantes. Jaynie está ahora en remisión. Ella está en la escuela de nuevo y desde entonces Tina ha estado trabajando para mí por gratitud. La teníamos como voluntaria a tiempo parcial y en un principio se había negado a recibir el pago porque también tenía un trabajo de tiempo completo. Después de hablar con ella de que sus habilidades administrativas eran muy necesarias y que no podía aceptarla como voluntaria, había aceptado ser una empleada a tiempo parcial.

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Los hombros de Ava empezaron a temblar mientras leía las cartas que Tina pegó a la pared. Lo que comenzó como una, ahora ya eran casi un centenar. Yo había leído todas y cada una de ellas.

—¿Sabe Brynn lo de esto? —Ella seguía mirando a la pared, su pulgar deslizándose por los papeles de colores en los que las cartas de agradecimiento fueron escritas. —No —admití, dejándome caer de golpe en la pequeña silla cerca de la puerta. —¿Por qué no? —Porque esto es algo que he querido hacer por ella, por mis padres, por la tía Margie —le contesté, jugando con las llaves del coche que estaban entre mis manos. —¿No crees que ella debería saberlo? —Todavía estaba de espaldas, sin dejar de leer algunas cartas, haciendo una pausa de vez en cuando en los dibujos. —Ava, ya conoces a mi hermana —empecé—. Si se lo dijera, ella querrá poner todo su dinero en esto. Sólo quiero que disfrute su vida. Que viaje. Que se divierta. Que compre todos los suministros para cocinar y para hornear que quiera. Que viva su vida. Se perdió muchas cosas. Girando su cuerpo hacia mí, ella se quitó sus gafas de sol, sus ojos grises mirándome directamente. —¿Es por eso que luchas? Me puse de pie, caminé hacia la pared, arrancando lentamente la pequeña hoja de papel amarillo de donde estuvo pegada a la pared. —Esta es de Elvie. Tenía doce años cuando escribió esto... para darnos las gracias por haber comprado para ella y su hermano los juguetes para la Navidad... Ella no sobrevivió al Día de los Caídos. Su madre nos informó que la enfermedad hepática había progresado y que ella había perdido la pelea.

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Agarrando un papel blanco con dibujos de coches justo encima de la cabeza de Ava.

—Esto es de Justin, estaba emocionado cuando una mascota de Disney hizo una visita a su habitación del hospital después de haber completado con éxito la cirugía. Miré una bicicleta de color rosa en el borde inferior izquierdo, un poco más allá de las caderas de Ava. —Esa es de Maxine, es la niña más linda, a la que enviamos sets de hadas y princesas cada trimestre. —Poniendo mis manos dentro de los bolsillos, tomé una respiración profunda—. Dos meses después de que la tía Margie muriera, recibí una llamada de un abogado. Me dijo que la tía Margie me había dejado acciones de casi 124.000 dólares, libres de impuestos. Era su seguro de vida, ahorros y tenía algunos bonos en los que había invertido. Dejó a Brynn todas sus joyas y las joyas de nuestra madre y su casa en Henderson. La primera cosa que hice con el dinero fue asegurarme de que los préstamos de la escuela de mi hermana estaban pagados. Le había dicho a Brynn al respecto y ella estuvo de acuerdo. El resto del dinero, Brynn dijo que era mío, la tía Margie lo había dejado para mí, así que debía decidir sobre qué hacer con él. Lo pensé larga y duramente hasta que decidí que la construcción de algo como esto, esta fundación, era algo que yo quería hacer. Dia me ayudó a empezarla.

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—La única relación que tengo con ella es esta, Ava. Nada más que esto. Ella fue quien me llamó un mes antes de que firmara con tu padre para decirme que la fundación no contaba con suficientes activos líquidos para seguir adelante. —Hice una pausa y toqué su cara—. Es fácil de conseguir dinero cuando eres un atleta, especialmente uno popular. Yo estaba recaudando mucho cuando estaba nadando. Pero perdí un montón de patrocinadores corporativos cuando el escándalo con Kieran pasó. Mi mayor patrocinador, WaterTech, retiró mi contrato. Esta, la fundación, la que empecé en honor de mi familia, la idea de perder esto me sacó de mi estado de coma. Cuando la compañía de tu padre se puso en contacto conmigo acerca de La Próxima Generación y me informó sobre el dinero, no lo pensé dos veces. Yo podría hacer

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Sus ojos se volvieron más oscuros ante la mención del nombre de mi ex-novia.

dinero como ingeniero, pero no equivaldría a lo que mis patrocinadores anteriores o lo que tu padre me estaba ofreciendo. —Puedo ayudarte Milo —dijo en voz baja, sus manos rozando mis bíceps—. Tengo fondos. Conozco a gente. Sacudiendo mi cabeza, le dije: —Ava, esto es parte de mí, de mi familia... —Señalando a la pared—, para ellos. Y para el resto de los niños y las familias que no tienen a quien ir en los tiempos desesperados. Sólo porque sea un atleta acabado no significa que la ayuda para ellos sea cortada. —Tú no eres un atleta acabado. —Su voz era firme, sus labios frunciéndose—. Vas a robarle a mi padre sus millones y vas a volver a nadar. —¿Robar a tu padre? —Me reí. Ella no era una niña de papá por lo que podía ver. A menudo cambiaba el tema cuando su padre era mencionado. —Sí. Estirándose detrás de mi espalda, tomó un pequeño pedazo de papel de la pared. —¿Sabes? Me gustaría hacer una donación... —No. —Cuidadosamente le quité el papel. Se puso de puntillas, bendijo mi mandíbula con unos cuantos besos y luego dando a mi boca un beso ardiente que me tenía rechinando mis dientes por el deseo. Maldita sea. Ella sabía besar.

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En el camino de vuelta a mi casa, sostuve su mano y mientras esperaba que el semáforo se pusiera en verde, le dije:

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Quiso leer más de las notas y cartas, así que me paré detrás de su espalda, con su cabeza apoyada en mi pecho mientras ella las leía. Con cada carta, sus ojos se volvían llorosos y después de leerlas a todas, había empapado unos cuantos pañuelos que agarré de su bolso negro.

—Este es uno de los mejores cumpleaños que he tenido. Una sensación de calma, alegría, y emociones totalmente fuera de mi elemento se apoderaron de mí. Ava... Ella es la primera mujer que no estaba unida a la fundación, con la cual la había compartido de buen grado. No se me escapó que ella nunca tuvo que sacar la información de mí. Voluntariamente se la había dado. No tenía planeado mantenerla en secreto de mi hermana para siempre. Sólo quería que Brynn viviera su vida. Un día, se lo diría. Tal vez después de ganar, después de que termine con La Próxima Generación. Con mis victorias, podría mantener a la Fundación de los Niños y en funcionamiento durante al menos diez años y podría incluso ser capaz de dar más ayuda y llegar a más personas de las que tenemos. Ava me sonrió. —El día todavía no ha terminado. Oh, el día definitivamente no había terminado. Alrededor de las once de la noche, tenía que retractarme de mi declaración de antes. Ava acababa de darme la danza más sensual de Zumba conocida por el hombre. No tenía ni idea de lo que era Zumba. Más le vale que hubiera modificado el baile para mí, sólo para mis ojos, porque de ninguna jodida manera iba de nuevo a esa clase, si incluía sacudir sus tetas delante de la cara de otra persona, mover su firme, magnífico culo, y mover su cintura a un ritmo que me tenía jadeando y casi ahogándome en mi propia baba. Maldita sea.

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Ella era... el mejor regalo de cumpleaños que jamás había desenvuelto en un tiempo récord.

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El cuerpo de mi mujer envuelto en satén, seda y encaje, sus piernas kilométricas encerradas en un pequeño liguero de seda, que contrastaba con el lazo unido a las negras, transparentes medias.

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Traducido por Jadasa Youngblood y Brendy Eris Corregido por Gabba

E

Ava ran casi las tres y media. No podía esperar a que fueran las cinco. Este evento estaba durando para siempre.

Hoy fui invitada a asistir al lanzamiento de Doggies and Diamonds, la línea de joyería para mascotas de celebridades de Megan Jeanne. Megan era ahora una empresaria exitosa. Había comenzado su negocio desde cero. Troudeau Enterprises le dio el capital para iniciar su colección de zapatos, que ahora se vendía exclusivamente en tiendas minoristas de calidad superior en todo Estados Unidos. No tenía nada malo que decir de Megan. Era una mujer de negocios muy trabajadora. Pero la idea de tener casetas para perros cubiertas de diamantes y tazones para perros forrados de platino, simplemente era demasiado. Daria tenía que detenerme de hacer rodar mis ojos cuando vi el hueso de perro hecho de perlas. ¿Qué cachorro tendría el estado de ánimo adecuado para masticar eso? Nací en este mundo. El brillo, glamour, lujo. Conocía mi camino alrededor de ello. También sabía cómo no perderme en él.

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Las personas más cercanas a mí hacían que mi vida valiera la pena más que cualquiera de las cuentas bancarias combinadas, de todos los aquí presentes.

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Mi mejor amiga me mantiene conectada a tierra.

Tanzy Pines, la rubia más falsa que jamás conocí, me detuvo mientras trataba de dirigirme hacia el baño de mujeres. Creo que sus labios habían conseguido hincharse tres veces más desde la última vez que la vi. Realmente debe detener el relleno de la billetera de su cirujano plástico. Algunas mujeres simplemente no saben cuándo parar. —¡Ava! ¡Oh, Dios mío! —Era difícil entender sus palabras, porque sonaba como si todo el tiempo inhalara helio—. ¿Sabes lo que escuché? Kristy y Laura, ávidas miembros del Club de Cirugía Plástica del Dr. Moore de Beverly Hills, se unieron a nosotras. —Ava. —El escote de Kristy me estaba mareando. No sabía si debería mirar sus pechos del tamaño del baloncesto o sus pezones del tamaño de un melón claramente delineados en su vestido rojo transparente. Su estilista debería ser despedido. Se veía como una muñeca inflable desquiciada delante de la cámara a la cual era muy aficionada. —Espera un minuto. —Tanzy sostenía su teléfono cubierto de diamantes falsos, sus uñas excesivamente largas tipo francesitas, probablemente podría arrancar los ojos de alguien—. ¿Eso es cierto? —¿Qué es verdad? —¿Era un rumor acerca de mí? Estas mujeres deben estar muy aburridas si están hablando de mi corriente vida. Llevo una vida bastante aburrida en comparación con la de ellas. Kristy miró el teléfono de Tanzy, riendo de un modo completamente molesto. —Ava, querida, es muy guapo. ¿Eh? —¿Quién es guapo? —Mi excusa para ir al baño ahora necesitaba esperar.

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—Está en People News, ¡por lo que es verdad! —Laura agitaba sus manos y sonreía ampliamente, viéndose como si acabara de descubrir que el bótox era una vitamina.

Saqué mi teléfono de mi bolso de mano vintage color magenta. Obviamente, no estaban dispuestas a divulgar los rumores sobre mí, estaban ocupadas sobre el teléfono de Tanzy. Laura gritó: —¡Ava, vas a ser una primera dama! —Está bien, me equivoqué, el Dr. Moore podría haberlo conseguido. Esos labios no se movían de manera normal cuando hablaba. Escribiendo en el sitio web de People News en mi teléfono, me desplacé hacia abajo, revisando rápidamente las noticias. Ahí estaba. Según las últimas noticias, la noticia en un enlace con el siguiente titular: Ava Troudeau en una cita con Emmett Powers. Fotos parados con Emmett uno junto al otro, caminando hacia el coche, él besando mi mejilla, sosteniendo mi mano, sentados en la mesa, parecíamos íntimos y cercanos. Ava Troudeau, miembro de la alta sociedad de Las Vegas, está saliendo tranquilamente con Emmett Powers, hijo único del estimado senador Powers. —En este momento estoy muy feliz —dijo Ava, la hermosa hija del multimillonario de Las Vegas, Maxwell Troudeau; en una entrevista reciente. El artículo pasaba a describir cómo Emmett se sentía por mí e incluso había una cita directa de mi padre. Terminaba con: “Si no nos crees, ¡echa un vistazo a las adorables fotos de Ava y Emmett juntos!

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Ya se dirigía hacia mí. Nos paramos a un costado, tratando de ser lo más discretas posible, lo cual era un poco difícil ya que las damas que concurrieron comenzaron a saludarme como si me hubiera tocado la lotería en citas. Supongo que Emmett tenía su propio club de fans. Por supuesto que sí, era el hijo de un senador, rubio, ojos bondadosos y tenía el pedigrí de la realeza estadounidense.

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Balanceé mis pies sobre mis talones, me excusé abruptamente del Club de Chicas Chismosas Reconstruidas, y busqué a Daria.

Por dentro, temblaba violentamente, Daria debió sentirlo. —Ava, inhala profundamente. Estoy contactando con Paul Johnson de People News para que se retracte. —Comprueba la fuente —pedí. No quería ser cortante, pero estaba furiosa con quienquiera que había filtrado las imágenes. Habló con alguien por teléfono y escuché un montón de no lo es a su lado de la conversación. Suspirando, desconecto la llamada. —Paul no va a retractarse. Dijo que viene de una fuente muy confiable. —¿Quién? —Apretando mis dientes con rabia. Me miró resignadamente. —Tu padre. *** Saltando fuera de mi coche, el aparcacoches apenas agarró la llave que entregué en su mano derecha. —¿Está aquí? —le pregunté a May, la secretaria de mi padre, al llegar al piso 20 de La Carta Magna, donde se encontraba su oficina en el centro de Las Vegas. May, una dulce señora asiática, la secretaria de mi padre desde hace quince años y contando, asintió. Sin esperar a que le avisase de mi llegada, me dirigí directamente a su oficina.

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Levantó la vista tan pronto como entré, muy probablemente anticipando mi visita.

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Su oficina era un reflejo directo de su personalidad. Minimalista. Sillas negras. Paredes blancas. Algo de gris salpicando aquí y allá. El único cuadro que colgaba en la pared era una vista del castillo en Francia.

—Hola padre —comencé, sentándome en la silla frente a la mesa importada de Italia. Todos los artículos en su oficina originalmente eran de lugares de Europa. Mi padre creía en la alta calidad de productos europeos. Incluso sus bolígrafos fueron hechos a mano y producidos por la más fina marca europea de bolígrafos. —Mi querida, me alegra que me visites. —Su voz tenía la picadura de costumbre, calculadora, indiferente, fría. Manteniendo mis piernas rectas y talones firmemente plantados en el suelo, los años me enseñaron que lidiar con mi padre requería dureza, fortaleza mental, franqueza y paredes emocionales impenetrables. —En People News van a estar a muy decepcionados cuando salga al aire mañana contándole a todo el mundo que mi padre es un mentiroso. Golpeteó su sien derecha con su bolígrafo. —Sabes que no vas a hacer eso. —Pruébame —respondí, mi voz envolviendo la inquietud que crecía en mi interior. ¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Sabía lo mío con Milo? ¿Lo descubrió? De repente, estaba lanzando una declaración a la prensa acerca de mi cita con Emmett. Ojos grises acerados imitaron los míos, sacó una carpeta de debajo de su escritorio. —¿Recuerdas esto? No tenía que leer su contenido, lo sabía de memoria.

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Podía visitar a mi madre tanto como quisiera, salir con ella cada vez que me daba la gana, pasar mucho tiempo juntas, pero no podía moverla a cualquier otro lugar. Como su esposo, mi padre tenía el

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Fue el papel que firmé, renunciando a todo mí poder sobre mamá. Lo firmé después de que descubriera que la llevé a tres especialistas neurólogos sin su consentimiento. Los documentos indicaban claramente que era capaz de visitar a mamá si seguía sus órdenes.

poder notarial y cada decisión sobre su cuidado tenía que pasar por debajo de su aprobación. Tanto como quería regresar a mi casa de la infancia para poder estar con mamá, mi padre se aseguró de que la puerta estuviera cerrada a esa posibilidad cuando fui en contra de sus deseos. Era su forma de gobernarme, asegurar su control sobre mi futuro, apretar el tornillo en el papel que jugaba en su mundo. Desde que era una niña, nunca ha sido la clase de papá genial que pasa todo su tiempo conmigo. Estaba ahí, pero siempre se encontraba trabajando, acumulando edificios y negocios de la forma en que algunas personas recogen botellas y latas para el reciclaje. Reinventaba empresas en apuros para hacerlas rentables para él. No tenía una educación formal en los negocios, pero tenía los encantos intrínsecos de un político, el carisma de una estrella de Hollywood y la habilidad de un jugador. Mamá me contaba historias de cómo mi padre podía encantar al jubilado más tacaño para que invirtiera millones en un potencial restaurante. Era la forma en que llevaba a cabo sus negocios. Lo había visto de primera mano. Podía hacerte creer que la tierra era el centro del universo y los seres humanos se originaron a partir de los patos si se lo proponía. Su gran carisma le otorgaba un aspecto oscuro, incluso a su edad, todavía podía causar palpitaciones en el corazón de los miembros de las especies femeninas. A menudo oía a ambos, hombres y mujeres decir que es uno de los tipos más guapos con el que se habían cruzado. No era difícil de creer. Se mantenía en forma, contrató a una chef francesa, quién fue formada en Le Cordon Bleu y practicaba artes marciales japonesa/estilo de lucha, Aikido, religiosamente. —¿También esperas que me case con él? ¿Citas, compromiso, matrimonio, hijos? ¿Todo el trabajo? —Mi intestino removía la bilis, disminuyendo mi resolución al comprender de lo lejos que mi padre iría en usarme para su ventaja.

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—No soy un juego. Mi vida no es un juego —expresé mi desacuerdo—. ¿Por qué me odias tanto?

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—Si es necesario. —Su boca formo una línea firme—. Mi querida hija, todo es un juego.

—Ava, no te odio —dijo tranquilamente, casi apaciguando—. Lo creas o no, quiero lo mejor para ti. —¿Lo mejor para mí? —La falsedad de mi sarcasmo se insertó en una risa forzada—. Lo mejor para mi es ser capaz de tomar mis propias decisiones. Para mí y mamá. Apartando su mirada, su mandíbula ligeramente retorcida, noté un poco de canas en sus patillas. Nunca había tenido de esas anteriormente. Tal vez se pusiera viejo más rápido y gris con todo el estrés que está poniendo sobre mí. Ava, iluso optimismo. Es más sano que un buey. —Ava, no te doy a elegir —declaró, limpiando la pelusa invisible de su traje gris carbón. Nunca atraparías a mi padre llevando nada menos que un traje—. Tu madre tomó eso. Tus opciones. Tus decisiones... en el momento en que se fue con... A menos que tengas algo importante que decirme, te sugiero que vuelvas a tu clase de spinning o cita en la peluquería o lo que hagas para pasar el tiempo porque tengo asuntos importantes que atender. Un despido flagrante. Tiene que tener la última palabra. Para el mundo, ahora estoy saliendo oficialmente con Emmett. Poniéndome de pie, le di una última mirada. —Padre, su nombre era Simon. Probablemente se fue con él, porque era un mejor hombre de lo que podrías ser tú. Adiós. Al llegar al vestíbulo, mis rodillas casi cedieron, me senté en la silla más cercana a recuperar mi equilibrio. ¿Cómo iba a explicarle esto a Milo? ***

Di mis pasos ligeramente.

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Era probable que aún no se hubiera enterado de la noticia. O me estaba esperando.

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Dejó la puerta de enfrente abierta.

Ava, es como arrancar una tirita. Cuanto más rápido lo hagas, menos doloroso. El golpeteo fuerte viniendo del gimnasio debería haberme advertido. Me advirtió de no ir. Quizás debería esperar a que se calmara. Dejar que se enfriara, descongelar un poco. —¿Sólo vas a estar ahí? —Su voz sonaba tan fría, el dolor filtrándose, descorazonando mis ya desgastados nervios. No tenía miedo de él. Milo nunca me haría daño físicamente. Esa es una cosa que sabía de la cual estaba segura. Sin embargo, no estaba segura de cómo iba a tomar la noticia de que ahora estaba saliendo con Emmett mientras era su novia. En increíble lío me metí. Cada paso que daba se acopló con temor, incertidumbre, agravado por el golpe furioso de sus puños contra el saco de boxeo. Estaba de espaldas a mí, una copiosa cantidad de sudor le corría por la espalda casi empapando el oscuro pantalón azul de gimnasia que llevaba puesto. Ha estado en eso por un tiempo. Puño derecho. Puño izquierdo. Derecha. Derecha. Izquierda. Seguí a los músculos de su espalda, doblar, girar, doblar con cada golpe, cada golpe, potencia bruta se libera cuando sus puños conectan con la bolsa. ¡Thud! ¡Pop! ¡Pop! ¡Thud!

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Me senté en el banco de prensa de palanca, hundiendo mis uñas en el tapizado negro, mis piernas metidas debajo de la máquina. Observando, esperando, esperando en silencio que él entendiera, que

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Si hubiera alguna duda de que Milo estuviera enojado, la respuesta estaba allí mismo. Era en los sonidos de su furia, el paquete de sus golpes, el estruendo de los golpes que lanzaba una y otra vez.

me diera la oportunidad de explicarle, y tal vez, sólo tal vez, quedarse conmigo. Minutos, media hora debió haber pasado. Hubo un tiempo en el que no tenía importancia. Me gustaría esperar por él. No importa cuánto tiempo le tomará dar rienda suelta a su ira, me gustaría esperar. Me senté en silencio, mirándolo castigar el objeto delante de él, dejando que exorcizara la conmoción e incluso el dolor de saber lo que había hecho. Seguiría esperando. Realmente lo haría. Si no fuera por el líquido rojo goteando en el suelo. Me levanté y cerré la brecha entre nosotros, estando de pie a un brazo de distancia, me quedé sin aliento al verlo. Sus nudillos, libres de cualquier guante que se supone deberían proteger sus huesos y tendones. Tenía las manos en carne viva, descuartizadas, piel aleteando débilmente, luciendo como si estuvieran abiertas en rodajas, sometidas a un procesador de alimentos. Sin importarme que estuviera cubierto de sudor, envolví mis brazos alrededor de sus hombros, suplicando: —Detente... Por favor, deja de...

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Lentamente bajó sus brazos, la sangre goteando de sus manos. Quité las manos de sus hombros y me puse delante de él. Quitándome la chaqueta de color azul claro que llevaba puesta, utilice las mangas como gasas para sus puños, envolviéndolos, poniendo presión sobre ellos para detener la hemorragia. Sus zapatillas de deporte habían capturado algo de la sangre, tal como evidenciaban las oscuras manchas húmedas sobre sus zapatillas favoritas para correr. Trató de

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Trató de levantar el hombro derecho para otro golpe en la bolsa, pero puse toda la fuerza que tenía para detenerlo, sujetando mi mano sobre sus hombros para que no pudiera lanzar el golpe. La única manera de que sería capaz de salir de mi agarre es si quitaba mis manos a la fuerza o si él lanzaba un puñetazo mientras dislocaba mis propios brazos.

sacar sus manos de inmediato, pero mi tenacidad, mi determinación de prevenir cualquier daño adicional a su cuerpo era más fuerte. Después de envolver completamente sus puños en las vendas modificadas, levanté mis ojos para mirarlo. Sus ojos estaban abatidos, su mandíbula se encontraba en una línea fuerte, dura, la tensión que emanaba de él era nuclear. —Lo siento. —Fueron las únicas palabras que importaban. Su respuesta fue un apriete, un tic en el lado izquierdo de su mandíbula. Aún no me había mirado. Un espacio de un instante, una vida, un latido del corazón, hasta que encontró su voz: —Ava, me has jodido. Mi garganta se secaba, el aire dentro de mis pulmones se apretó, el calor en mis manos se fue. —Nunca quise hacerte daño. Sus ojos, enrojecidos de ira, quemaron a través de mí. —Para que sea herido, en realidad tendría que preocuparme acerca de ti en primer lugar. Mi respiración se tambaleó en su éxito evidente.

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Mis dedos se arrastraron a la dureza de su mandíbula, el cuello, el pecho, cubierto de sudor. Él se empujó a sí mismo demasiado duro, como en cualquier deporte en el que ha estado, pero esto, en este momento, no se trataba de cualquier deporte... Se trataba de empujarse para exorcizar el dolor que estaba sintiendo, los supuestos que flotaban en su mente, las acciones inexcusables que mantenía responsabilizándome.

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Hace esto porque está sufriendo, tratando de hacerme sentir mal proyectando sus emociones.

Por unos momentos, nos quedamos allí. Sin decir nada. Si me iba ahora, asumiría lo peor. No se alejaría de mí, no me empujaría fuera de la puerta, era algo que me estaba dando un margen de maniobra, la oportunidad de explicar. Tiré de su brazo, tratando de sacarlo del gimnasio. Las arrugas de su rostro no se habían relajado, sus hombros estaban agrupados arriba, envueltos en la ira, pero siguió mis pasos mientras nos llevaba a la cocina. Sentado en la silla de montar negro-marrón del comedor, bajó su cabeza, estirando sus piernas separadas, completamente consciente de cada cosa que hacía. Saqué una pequeña cuenca de metal de abajo del fregadero, girando la llave de agua bastante despacio para llenarlo poco a poco, me dirigí al cuarto de baño conectado a su dormitorio. Agarré el botiquín de primeros auxilios y volví a la cocina. Empapé dos pequeñas toallas en el agua fría, y deje el cuenco a sus pies. Mi vestido se levantó y una parte del agua salpicó sobre el vestido Estelle color crema acanelada. Diseñado por Swanson, pero no me importaba. Milo estaba inclinado hacia abajo, con sus manos cayendo entre sus piernas; bajándome hacia el suelo, me desplacé en el espacio entre nosotros y lentamente desenvolví sus manos de mi chaquetagasa, colocando el cuenco sobre mi regazo. Atendí sus heridas, me encogí al ver la piel abierta, la sangre apelmazada entre sus nudillos. Lave la sangre lentamente, enjuagándolo con el paquete de gasa fresca del botiquín de primeros auxilios. No se inmutó ni hizo ruido mientras limpiaba las heridas.

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—Leif me dijo... En realidad estaba en la tienda cuando llegó su mensaje. Al principio pensé que era como una de esas bromas. Quiero decir, que estás conmigo casi todos los días. Pero cuando vi las fotos de ti y él... —Apretó los puños, mojando sus vendas recién aplicadas con

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A mitad de la aplicación de la pomada antibiótica, su voz salió silenciosa:

sangre. Miré fijamente dentro del negro de sus ojos verdes mientras el continuaba: —Ava, no espero mucho. Sé que tenemos que mantener esto entre nosotros en secreto a causa de tu viejo. Por alguna razón, no quiere que te involucres conmigo. Pero ¿está bien con el niño bonito de Emmett? ¿Es debido a su linaje, porque es el hijo de un senador? ¿Por qué es un jugador en una universidad de mayor prestigio? ¿Por qué es rico? Su mierda sale de la misma manera que la mía. Bajó la cabeza, temblando; su voz era de un dolor todavía reticente: —En pocos meses, habré terminado con la lucha. Tu padre no va a tener una soga colgando alrededor de mi cuello y quiero decirle al mundo que eres mi chica. Bueno, tal vez no al mundo. Pero ya que su cara está en todas partes y todo eso, bien podría ser. Ava, ¿sabes lo que se siente? —Sin esperar respuesta, continuó ya que me alojé en el lugar, sin atreverme a hacer un movimiento, escuchándolo derramar sus pensamientos—. ¿Sabes lo que se siente? Cuando vi esas fotos tuyas y de Emmett, lo único que podía pensar era en golpearle la cabeza y reventarlo. Eres mi mujer. Jodidamente mía. Pero nadie sabe que eres mía, excepto unos pocos.

Me puse de pie con las piernas temblorosas, la enormidad de mi respuesta, lo que nuestro futuro iba a ser… Me estaba dando todo.

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—Me han traicionado una vez, dos veces, he hecho el ridículo por Dia. Mi propia hermana me ocultó su relación con mi rival. La traición no es mi punto más fuerte, me puede desgastar. —Apretó su mandíbula, levantando sus hombros, enderezando la espalda—. No me importa lo que tu padre piense de mí. Me importa un carajo lo que va a decir. Lo que me importa eres tú. Ava, contrariamente a lo que dije antes, me da igual. Me importa lo que eres, lo que haces, con quién estás y quien va a dormir contigo en la noche. Nunca te dejaré. Aquí mismo, en este momento, es mejor decidir. ¿Vas a seguir saliendo con el futuro Kennedy en público o estás conmigo?

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Levantando sus manos, frotó torpemente sus palmas contra mi cabello, sus manos sujetas por la gaza de las vendas que puse sobre y alrededor de sus nudillos.

,

Haciéndome elegir, me dio la última palabra, ir o no ir, aye o naye1 oui, aucun2. Con él o sin él. —Si esto te toma tanto tiempo para decidir… —Su voz dura, sus ojos entornados, sus hermosos rasgos torciéndose en un gruñido—, es mejor que te vayas ahora. Las lágrimas comenzaron a llegar de mis ojos, el líquido ardiendo mientras hacia su camino hasta mi boca, mis palabras enredadas en una batalla de decirle la verdad, pero también con ganas de protegerlo. Si mi padre se enterara de mi relación con Milo, ¿quién puede decir que no va a arruinar las oportunidades de ganar las futuras luchas? Mi padre jugaba sucio. Después de todo, se crio en los suburbios de París. Él puede estar vestido con la lana más fina, pero su pasado siempre lo seguirá, especialmente si pensaba que estaba perdiendo el control. No podía arrastrar a Milo en mi guerra con mi padre y, desde luego, no pude participar en una batalla cuando la única garantía era que mi padre tendría su camino. —No puedo... —Lancé, la parte superior de mi vestido totalmente empapado por la caída libre de las lágrimas, el camino de mi corazón de luto por la pérdida—. Simplemente no puedo. De pie en toda su estatura, arrancó las vendas que envolví cuidadosamente alrededor de sus nudillos magullados fuera y caminó más cerca, su boca estuvo a un pelo de distancia de la mía. Todo fue demasiado rápido agarró mi cabeza y fundió mi boca con la suya. Su lengua se arremolinó alrededor de mis labios, su aliento caliente, embriagador, la fuerza de su beso era fascinante, desesperado, enojado, contundente. Milo... es mi amor.

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Aye o naye: interjección que quiere decir sí o no. Oui, aucun: Sí o no, en francés.

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Pero mamá... es mi vida.

En su beso, derramó toda emoción, todo lo que estaba sintiendo… la desesperación, el anhelo, la necesidad, la ira. Sentí el impacto, las paredes de furia de su control desmoronándose. Pasó un brazo alrededor de mi cintura, tirando de mí más cerca, más difícil para su alma maltrecha. Y lo dejé hacerse cargo de mí. De cada célula de mi cuerpo. En otro tiempo, en otro mundo, me gustaría ser libre de amarlo; no estaría causándole dolor, pero llevándole la dicha esquiva que tanto merecía. En la amplia extensión del espacio que nos rodea, el único sonido que se oía era la unión de nuestras bocas, nuestros cuerpos moldeándose en el otro, el pasado y el presente colisionando. Sin decir otra palabra, nos había condenado antes de nuestra relación, incluso podría tener una oportunidad justa y yo nos había dejado rotos, desiguales, los restos más sangrientos que las toallas con las que había limpiado sus heridas. Confié en Milo con todo mi corazón, mi alma, lo habría protegido hasta el último aliento de mi cuerpo. En el momento en que quitó sus labios de los míos, una palabra solitaria escapó de ellos, labios que he llegado a conocer como los míos. —Adiós. Sin escatimar otra mirada hacia mí, giró su cuerpo alrededor y se alejó. Pequeñas gotas de sangre se arrastraron sobre sus pasos mientras se abría camino a su dormitorio. Cerrando la puerta con fuerza, oí un rugido desgarrador, el sonido de un herido, animal maltratado, desde la habitación en la que solo había entrado.

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Es el sonido exacto de mi corazón roto, rompiéndose en mil pedazos, que nunca estará sano de nuevo.

Traducido SOS por Apolineah17, SOS por Fanny y por LeiiBach Corregido por Jut

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Milo

as primeras noches que dormí sin ella en mi cama no dormí en absoluto.

La mente es una cosa hermosa, pero también puede encerrar horribles, desordenados y malditamente pensamientos locos. ¿Qué agarre tenía su padre sobre ella? ¿Yo no era suficiente? ¿Era demasiado enérgico? ¿Demasiado duro? Ella es una caza fortunas. Está con Emmett debido al dinero. No, no puede ser cierto. Ella tenía de alguna manera mucho más dinero que ese imbécil. Quería fama. No, ella también la tenía. Incluso antes de que nos involucráramos, el rostro de Ava era reconocido, una marca propia. No necesitaba a ese rubio estúpido para eso. ¿Todo fue una mentira?

No había sido llamado para pelear. Era irónico, porque estos eran los momentos en los que había querido golpear a alguien tan

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Una semana de dar vueltas en la cama y de pasar horas en el gimnasio, fuera de la casa, lanzando neumáticos, trotando, corriendo, he hecho crecer diez conjuntos de bíceps y triplicado mis tríceps, pero el dolor, el vacío enorme que su presencia llenaba no puede ser ignorado, reemplazado.

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Yo era su sueño y ahora que consiguió follarme, sólo quería olvidarme.

desesperadamente contra la pared, sentir dolor físico insoportable para que pudiera noquearme a mí mismo toda la noche. Mis nudillos ahora eran de un negro púrpura, y había empezado a usar guantes de nuevo después de la segunda vez que derrame un cóctel de whisky y bourbon sobre mis manos. Medio vaciaba las botellas primero, vertiéndolas por mi garganta antes de hace mi propia marca de desinfectante. Esa mierda ardía como un hijo de puta. Sin embargo, eso todavía no era nada comparado con el ardiente, hueca y sombría mirada en sus ojos cuando dijo que no podía elegirme a mí. En momentos como estos, deseaba que pudiera perderme en los brazos de otras mujeres. Tal vez los chicos que se perdieron sin sentido entre coños eran genios. Einstein no tenía nada con ellas. Follas una, después otra y luego otra, sin preocuparte, sin segundos pensamientos hasta que todas ellas se vuelven no identificables de la anterior y de la siguiente. Leif, Bee y Jeff habían tratado de contactarse conmigo. Terminaba las llamadas al segundo en que el timbre sonaba. No quería que se preocuparan o que vinieran a mi rescate, así que sólo les enviaba un mensaje de texto: Estoy bien; Estoy bien; Te hablaré más tarde. A ninguno de ellos les convencieron mis mensajes pero por alguna razón, respetaron mi necesidad de estar solo. Así lo hacía. Pasaba mi tiempo a solas. Trabajando de sol a sol. Lo único por lo que sentía pena era por mis saco de boxeo y las pesas de banco en mi gimnasio. Nunca habían trabajado tanto como ahora. Por la noche, iba a la tienda de licores más cercana y conseguía mis entradas para el olvido, whisky y un paquete de seis cervezas.

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Arranqué las sábanas y las cargué en la lavadora para que su olor ya no prevaleciera, pero cada vez que me sentaba en el sofá, cada vez que iba al baño y a la cocina veía pequeñas piezas de ella, recordatorios,

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Cada noche mientras bebía mi botella de Jack, brindaba por mi dolor patético por las mujeres. Mujeres que se metían con tu cabeza y te jodían tanto que ya ni siquiera sabes lo que es bueno. Mujeres… una mujer… cuyos ojos brillaban traviesamente de plateado, cuyos labios sabían como promesas del mañana que cobrarían vida, y cuyo olor envolvía cada maldita almohada en mi dormitorio.

recuerdos de que ella alguna vez fue real, y no una ilusión pasajera. Su cepillo de dientes color rojo, su secador, sus conjuntos de pijamas, sus diminutas tangas y bragas que sólo ella podía vestir con justicia. Para el momento en que acababa el fuerte licor con la última botella del paquete de seis, estaba apenas lúcido y en esas pocas horas, me encontraba en un limbo entre los vivos y los muertos. Me despertaba en diferentes áreas de la casa. Ayer fue al pie de las escaleras. Creo que estaba tratando de subir para ocupar una de las habitaciones de invitados, un cuarto en el que ella no había dormido, hasta que mis piernas se dieron por vencidas tratando de llegar a la parte superior. Me las arreglé para dar el primer paso antes de que me resbalara y cayera de espaldas. El suelo de mármol lo hizo bien de almohada y cama, pero las torceduras en mi cuello probaron que mi cuerpo no lo apreció.

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A medida que los días pasaban, me encontré dependiendo menos de la bebida y alimentándome de la rabia que sentía hacia ella y su padre. Ella era una gigante y enorme mentirosa. Me había dejado entrar en su coño, pero no me dejaría entrar en su vida. Su vida estaba reservada para los propietarios del club de campo como Emmett Jodido Powers. Y yo sólo sería su pequeño y sucio secreto. Qué desperdicio de tiempo. No debería haberme metido con ella en primer lugar. Había una razón por la que nunca cedí a mi atracción por ella durante tantos años. Por

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Independientemente de si tenía una resaca, pasaba tiempo en el gimnasio, toneladas de él, porque la próxima vez que fuera llamado a esa jaula que su padre construyó, iba a hacerlo pagar. ¿Ese imbécil quería una buena pelea? Iba a darle una. Noquearía a todos los hijos de puta que él pusiera en el cuadrilátero en menos de un minuto. ¿Por qué querría darle el placer de una pelea más larga, para hacer drama, para darle a los espectadores, sus amigos millonarios, la satisfacción de disfrutar de la lucha? Mi vida giraba en torno al gimnasio, mis amigos Jack y Coors, a veces Budweiser, una vez Heineken. Mis músculos y mis riñones estaban trabajando horas extras. Los entrenamientos y el alcohol no se mezclan. Ni decir adiós a la mujer que impulsó cierto indicio de felicidad en mi vida.

qué incluso crucé esa línea era una estupidez de la que no me podía retractar. Estoy avanzando. Hacia una vida sin ella. Todo va a estar bien. Todo va a salir bien. Entonces, ¿por qué se sentía como si me estuviera diciendo la más grande y enorme mentira? *** Después de pagar la tarifa de entrada, le había estado dando vueltas al aparcamiento tratando de encontrar estacionamiento. Cada niño dentro de un radio de diez millas debía haber querido estar en el lago Mead hoy. Eso o estaban ofreciendo viajes escolares de campo con grandes descuentos debido al gran número de autobuses escolares amarillos esparcidos alrededor del estacionamiento. Ella había dicho a las 11:30. Eran casi las 11:45. Hasta alrededor de las ocho, todavía estaba en un 70-30. Un setenta por ciento de no venir en absoluto. Un treinta, quizá. Un cien por ciento queriendo tirar todo en mi línea de visión. Su mensaje de texto llegó tarde anoche. 10: 55 PM. Por favor, encuéntrate conmigo mañana. Debería haber bloqueado su número. Eso le habría enseñado una lección. Pero entonces no sabía si llamaba o enviaba mensajes de texto. Mierda, era un estúpido lamentable. Débil. Un tipo con agallas de gelatina Jell-O. Cuando se trataba de ella. En cambio, respondí:

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No por qué, sino dónde.

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¿Dónde?

Estúpido hijo de puta. Lago Mead, 11:30. No le contesté inmediatamente. Mi teléfono sonó con un: Por favor. ¿Por favor? Al diablo contigo. Ni siquiera puedes luchar por nosotros y ahora estás diciendo por favor. Antes de pensarlo más, envié una rápida respuesta: Bien. Y apagué mi teléfono por el resto de la noche. De camino allí, tuve el impulso de detenerme en uno de los casinos abiertos las 24 horas, recoger a algunas mujeres y llevarlas conmigo como refuerzos. ¿Refuerzos? De verdad estaba arruinado. ¿Desde cuándo necesito refuerzos para encontrarme con mi novia? Está bien, ex novia. Una ex novia secreta. Una vez que estacioné, salté del auto, sin importarme si había aparcado entre las líneas. —Mierda —murmuré, alcanzando los lentes de sol a tiempo antes de que cayeran al suelo mientras luchaba con mi teléfono y las llaves del auto. Mi teléfono sonó con un mensaje de texto dejándome saber dónde estaba y apresuré mis pasos mientras me dirigía a encontrarla.

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Ella llevaba uno de esos pares de vaqueros ajustados y una blusa de color amarillo que no hacía nada para ocultar las despampanantes curvas de su cuerpo. Sus brazos estaban metidos a sus costados. Flexionó su cuello y levantó un brazo para masajearse la parte posterior del éste. Un cuello que había besado demasiadas veces. Había

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Caminando a través de la multitud de niños que estaban disfrutando de un paseo por los jardines, me detuve en seco en el momento en que alcancé a vislumbrar su espalda frente a la tranquila y fresca vista del lago que se extendía por la zona.

llegado a estar bastante familiarizado con lo suave que su piel se sentía, con cómo se enrojecían sus orejas cuando besaba la línea desde su hombro hasta su clavícula y de ésta hasta el lóbulo de su oreja, y cómo la ligera piel de gallina se formaba a lo largo de su cuello cuando le murmuraba algo sucio. Su postura rígida indicaba que estaba nerviosa, vacilante, insegura. Aún de frente a la pacífica vista de la apacible cascada de agua en el lago, que era bastante contraria a los conflictivos pensamientos pasando por mi mente, cerré la distancia entre nosotros. —Estoy aquí. —Salió brusco, duro, las pasadas dos semanas de dolor saliendo a borbotones en cada sílaba. Cómo quería lastimarla. Lanzar cada carga de mierda que su padre había inventado sobre su precioso Emmett que la hizo elegirlo a él, en su cara y hacer que lamiera mi escupitajo. Sus suaves manos se aferraron al borde de su blusa formando apretados puños mientras lentamente se daba la vuelta para mirarme. Cada palabra condenatoria, cada acusación, cada insulto que pensé en lanzarle se disipó en el viento en el segundo en que vi sus ojos. Esas hermosas y conmovedoras esferas grises plateadas se iluminaron al instante en que me vio y en unos segundos la luz disminuyó tan pronto como vislumbró mi triste semblante. Nunca podría hacerle daño. Nunca le haría daño. —Milo. —Su mano izquierda instintivamente se levantó hacia mi rostro desalineado. No me había molestado en afeitarme en más de una semana; estaba seguro de que en pocos días más, un oso pardo vendría buscando su bigote en mi cara.

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—¿Por qué querías verme? Pensé que habíamos terminado. — Sacudiendo mi hombro izquierdo, donde algunas hojas amarillas

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Me encogí de hombros, tratando de hacer todo lo posible para no parecer afectado.

habían aterrizado, continué—: Tengo que estar en un lugar en dos horas. —Te… te extraño. —La ruptura en su voz apenas llegó a mis oídos debido a los pájaros piando en los árboles circundantes. Me mordí la lengua. De lo contrario, ella conseguiría un bocado de cada maldita palabrota que había en el diccionario inglés e italiano. —¿Por qué estoy aquí? —Me quejé, golpeteando mi pie derecho, escaneando su rostro, buscando cualquier evidencia de que ella estaba sufriendo tanto como yo. Nada. Tenía el mismo aspecto. Preciosa. Hermosa. Con ningún cabello fuera de lugar. Su mano bajó hasta mi hombro y por mucho que quería quitármelo de encima, mi cuerpo era como un maldito imán desesperado por su toque. Sí, soy oficialmente un Tonto-Pelele-Cobarde. Tan pronto como saliera de aquí me dirigiría a la sede del TPC1 por su programa de recuperación de doce pasos. O simplemente iría al gimnasio para golpear la arena, nylon y lona de los sacos de boxeo. Mis manos picaban por agarrarla, tirar de ella en mis brazos y perderme en su cuerpo. Dejé mis manos en mis bolsillos o la próxima cosa que estaría haciendo sería despojándola de su blusa amarilla que se aferraba a su cuerpo como una segunda piel. Pero esa sería una exhibición pública de los dotes de Ava. Y las dotes de Ava no eran para el consumo público. En realidad, tampoco lo eran para el mío. Ya no más. Mierda. El pensamiento de Emmett sosteniéndola, tocándola, besándola, me hacía querer poner a ese estúpido rubio como reemplazo para los sacos de boxeo que había arruinado y romper todos los miembros de su miserable cuerpo.

1

TPC: hace referencia a lo antes dicho, Tonto, Pelele y Cobarde

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Tal vez esa era la razón por la que estaba usando extra maquillaje hoy. Usualmente, Ava usaba el mínimo de maquillaje, ella lo llamaba base

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—Te he extrañado tanto —expresó. El sol golpeó su rostro y lo que fallé en ver antes, estaba claro ahora, sus ojos estaban entrecerrados, con ojeras, la tensión en su rostro era algo que su maquillaje cuidadosamente aplicado no podía esconder.

ligera o algo así. Ava no necesitaba mucho o nada de maquillaje. Su cara recién lavada en la mañana era su aspecto más sexy. Es cuando sus mejillas están naturalmente rosadas, suaves, sus ojos gris claro, y sus labios húmedos y siempre besables. —Ava, ¿por qué me pediste estar aquí? —Si estaba pidiendo un encuentro ilícito, no iba a obtenerlo de mí. No importaba lo mucho que quería. Estoy cansado de secretos. Los secretos eran como el moho… Crecían en la oscuridad, prosperaban con deshonestidad, y tenían una manera de ser revelados en los momentos más bajos. En cierto modo, había accedido a estar juntos lejos de la mirada de su padre porque había un tiempo límite. Tan pronto como la última campana en la arena sonaba para mí, estaría yendo a la oficina de su padre y anunciándole que Ava y yo estábamos juntos. No pedir permiso, porque ambos éramos adultos, sino sólo por respeto al hombre que era su familia. De nuevo, ya no. Suspiré pesadamente. —Tengo que salir en un rato. El tráfico tal vez esté pesado de regreso. Debiste sólo llamarme. —Tal vez hubiese contestado. Tal vez no. Dependiendo en qué estado hubiese estado. Si hubiese estado en mi estado de despotricar contra Ava, probablemente no hubiese contestado sus llamadas. Ella bajó sus pestañas, sus labios temblaron y metió un mechón de cabello detrás de su oreja derecha, exponiendo el pequeño arete de diamantes que nunca se quitaba. —Sólo serán unos minutos. —Dudó por un segundo, luego dijo: —Me gustaría que conocieras a alguien. Asentí con la cabeza, tratando de absorber lo que estaba pasando. ¿Salimos hasta aquí para eso?

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Su mano se alejó de mi rostro y se apretó sobre mi mano izquierda. Sentí el helado temblor en su agarre. Estaba ansiosa. Extremadamente ansiosa. Nunca había estado de esta manera conmigo.

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¿Conocer a alguien? ¿A quién?

Antes de que sus pies calzados con sandalias dieran un paso más, apreté mi agarre sobre su mano, dejándole saber, comunicándole que estaba aquí. Ella quizá había pisoteado mi culo por alguna jodida razón desconocida, escogiendo estar con Emmett, pero estaba vulnerable justo ahora. Lastimarla no conformaría algún puntaje entre nosotros. La única cosa que haría todo mejor, es si ella sale de aquí en mis brazos. Mi concentración estaba en ella en todo momento, ha mordido su labio inferior más de unas cuantas veces y sus ojos brillan con duda y determinación mientras nos acercamos a un enorme árbol que ofrecía sombra y una privilegiada vista de las aguas color turquesa y las duras montañas que rodeaban el lago. Cuando Bee y yo éramos niños, nuestro padre amaba traernos aquí a acampar, excursiones y picnics. Aquí es donde aprendí a usar un gancho, hilo y una barra para atraer robalo, bagre y mojarras. Mi introducción al agua no fue en la piscina o el océano, fue aquí. Las tranquilas y predecibles aguas azules de la decimosexta estructura más grande hecha por el hombre en el hemisferio occidental, fue donde mi apego de la infancia hacía el agua se originó. He nadado en las penínsulas escénicas en Son Marroig, Mallorca e incluso sentí las aguas golpeantes de Cape Leeuwin en Australia, todas trajeron alegría y asombro, pero aquí, el Lago Mead que aún fluía, era mi hogar. Es la calma a mi tempestuosa y salvaje naturaleza. Un lugar que resonaba con mi afán de aprender a construir estructuras tan geniales como esta y apaciguar mi lado salvaje. Justo como la mujer frente a mí. Calmada pero feroz. Suave pero impenetrable.

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Ava besó la cima de la cabeza de la mujer, se inclinó más cerca, y vi sus labios moverse, susurrándole algo a la mujer.

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Mi atención fue llevada a la escena que se desarrollaba frente a mí. Ava se estaba doblando al nivel de una mujer en silla de ruedas con el rostro oculto de mi vista con una bufanda azul.

Una mujer de mediana edad con piel oliva y cicatrices sobre su rostro, su rostro de alguna manera familiar para mí, estaba de pie detrás de ruedas y me sonrió un poco. Asentí con la cabeza y dije: —Hola. Ava me hizo señas para que me acercara, así que lo hice. La mujer en la silla de ruedas de metal giró su cabeza, su voz salió clara. —¿Milo? ¿Cómo están tus padres? El shock y la incredulidad me plantaron en ese lugar. Todos los sonidos y actividades a mi alrededor se quedaron en punto muerto. Inhalé bruscamente, pero nada salió de mi boca. Nada pudo haberme preparado para esto. Ava se enderezó de su posición, alcanzó mi mano derecha y entrelazó su mano con la mía. Apoyó su cabeza contra mi pecho cubierto por mi camisa azul marina, una que había escogido al azar esta mañana, e inconscientemente quité mi mano de su agarre para envolver mi brazo alrededor de su cintura.

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La madre de Ava estaba en Francia, al menos eso es lo que Bee me había dicho antes, era modelo, una mujer de sociedad, una generosa mujer que había invitado a mis padres a comer cuando recogía a Ava de la escuela. Mis padres nunca tomaron su oferta de las cenas. Siempre manejaba los autos más geniales, autos con los que estoy familiarizado sólo porque eran parte de mi colección de coches retro, Bugati Veyron, Maserati Ghibli y un Rolls Royce Corniche. Se vestía impecable y su perfecta belleza usualmente convertía a los hombre a su alrededor a balbucientes idiotas. Lo había visto muchas veces. Maestros, niños de la secundaria, incluso mi padre había mencionado que la mamá de Ava era de una belleza rara, a lo cual mi madre había estado de acuerdo. El mejor juez de como lucirá una mujer cuando envejeciera es a través de su madre. Incluso a una edad joven, tuve un vistazo del futuro de Ava, su extraordinario aspecto debido a su mamá.

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—Mis padres… —La amplitud de la realidad frente a mí fue sorprendente, tambaleante, para arrodillarme.

—Los padres de Milo no están aquí, mamá —respondió Ava por mí. Su madre dejó escapar una risita. —Esos tortolitos... nunca están separados. —No pensé que mis padres y la madre de Ava fueran cercanos. Creo que eran simples conocidos que estaban alrededor del otro, debido a la amistad de mi hermana con la hija de ellos. Mi madre no odiaba a la madre de Ava, pero a menudo comentaba acerca de cómo Ava no se debía dejar sola con una niñera. Ahora que recuerdo, esa mujer que estaba detrás de la madre de Ava era, su niñera. —¿Sientes la brisa, mamá? —preguntó Ava y una sonrisa que dejaba al descubierto sus dientes apareció. —Se siente bien, Ava. Me encanta este lugar. Por primera vez desde que llegué aquí, puse mis labios sobre el cabello de Ava y dejé que mi mano descansara en su cintura, frotando con suavidad, lentamente, con dulzura. Era obvio que la madre de Ava no era la misma mujer que había conocido antes. Llevaba gafas de sol por lo que no podía ver sus ojos. Pero pude ver completamente que ella era incapaz de mover sus manos y piernas porque permanecieron donde estaban en el poco tiempo que hemos estado aquí. Los rayos de luz asomaban entre las hojas y la niñera de Ava, dijo: —Mi amor, deberíamos movernos hacia allí. —Señalando hacia el otro lado del árbol donde la luz solar no podía pasar. Ava asintió.

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En cuestión de minutos, nos habíamos trasladado a la zona sombreada. La niñera de Ava o ex niñera, sacó una manta verde grande y acolchada y la puso en la pequeña parcela de césped al lado de la silla de ruedas. Su mamá estaba siendo arrullada por la suave brisa al igual que Naomi, cuando Ava hizo notar nuestra presencia y se excusó para explorar la zona.

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—Sí.

—Ella es todo lo que tengo, Milo —habló Ava, sus ojos cubiertos de lágrimas no derramadas. Acababa de terminar de contarme la historia del accidente de su madre y cómo estaba viajando con el mejor amigo de su padre, Simon, en el momento del accidente. Por lo que ella me reveló, sonaba como que la madre de Ava y Simon tenían una aventura amorosa y su padre se enteró. Pregunté por qué Ava no estaba con ellos cuando estaban huyendo de su padre a lo que ella se quedó pensando unos minutos y respondió: —No creo que estuvieran huyendo. Ella me habría llevado con ellos, si lo hubiera estado haciendo. —¿Es por eso que eres una marioneta de tu padre? ¿Por eso estás saliendo con ese estúpido rubio en público? —le pregunté, dándome cuenta de que mientras Ava mantenía una fachada de niña rica y mimada en público, lo que era importante para ella no era de tipo material. Era la forma en que miraba a Naomi, como si todo lo que saliera de la boca de la mujer fuera la biblia. Era en los toques tiernos que le daba a su madre, el amor fluyendo de sus poros.

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—Ya sabes, él tiene todas las cartas. Con un movimiento de su dedo, me puede prohibir volver a verla. Me odia, Milo. Creo que es porque le recuerdo mucho a mi madre. Nunca he sido una hija obediente. Hice mis propias cosas y mamá me dejó ser yo. La primera vez que la llevé a ver a un especialista neurológico en Nueva York cuando él se encontraba en Hong Kong, estaba lívido. La segunda vez que me la llevé a otro aquí en Nevada, redactó documentos afirmando que yo nunca podría llevarla a nadie más que a sus propios médicos. Es como si no quisiera que ella recuerde —continuó, con la mano izquierda jugando con el pequeño arete de diamante—, el Dr. McGrath, el neurocirujano en Nueva York, dijo que ella podría tener una oportunidad de recuperar sus recuerdos. Pero ni siquiera sé si eso es posible ahora. Hace años... Y lo que la escuela de enfermería me enseñó es que si no utilizas el músculo, lo pierdes. Ella no ha utilizado esa parte de su

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Ahora que le estaba acunando la cabeza en mi regazo, ella levantó la cabeza, sus ojos se cubrieron de melancolía.

cerebro durante años, por lo que su capacidad y función para recordar podría haber disminuido dramáticamente para ahora. —¿Por qué no me lo dijiste antes? —Sabía todo sobre mí, y esto era algo integral que tenía que revelar si quería darnos una oportunidad—. ¿No confías en mí? Levantó una mano hasta mi boca y la presionó. —Shh... Confío en ti con mi vida, Milo. —Entonces, ¿por qué? —No sabía si podía confiar en ti con la de ella —admitió, sus ojos cambiando a un gris más opaco. Los ojos de Ava me fascinaban, siempre ha sido así, incluso cuando me burlaba de ella cuando éramos más jóvenes. Se vuelven de plata casi brillante cuando está feliz, de color gris oscuro a negro cuando estaba malhumorada o enfadada y en un gris opaco cuando estaba triste. Colocando un dedo suave justo debajo de mi barbilla, añadió: —Lo que quise decir es que, si mi padre se enteraba de que le había dicho a alguien más acerca de la situación de mamá, probablemente la habría trasladado a otro lugar donde no sería capaz de llegar a ella. Yo... yo no sé si pueda manejarlo y simplemente no quiero que pase nada con ella sin mi conocimiento. Ya es bastante malo que sólo se me permite hacer ciertas cosas con ella, simplemente no puedo imaginar no estar con ella durante largos períodos de tiempo. Cuando viajo, me aseguro de chatear por video con Naomi para saber cómo esta. La toqué con mi pulgar a lo largo de su clavícula, su piel se erizó a mi toque. —¿Qué necesitas que haga, Ava? Pídemelo ahora. Dime. ¿Por qué me dices lo de tu madre?

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—¿Egoísta? —Mis cejas se levantaron, acomodé su cabeza para que su cuello no le estuviera doliendo más tarde, mis piernas no eran tan

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—Porque soy egoísta.

suaves como las mullidas almohadas que a ella le favorecían—. ¿Por qué dices eso? Lentamente, se incorporó y se sentó a horcajadas en mi regazo, con las piernas cruzadas a mi espalda, su mirada suave y abierta. —Las últimas semanas han sido muy duras para mí. Eres todo en lo que puedo pensar. Te extraño... mucho. Sé que probablemente hay una buena probabilidad de que no va a terminar bien con mi padre y yo, cuando se entere de lo que he hecho hoy aquí. No quería que te involucraras. Pero eres mi talón de Aquiles, Milo. —¿Aquiles? —A Ava le gusta leer acerca de esos dioses griegos. Más de un par de noches se quedaba dormida con un libro de tapa dura sobe su pecho. Eran los tiempos cuando yo estaba tratando de terminar un proyecto con Jeff. A veces me compartía historias sobre héroes de la guerra de Troya.

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—He oído hablar de Aquiles. ¿Es el tipo que una flecha lo alcanzó en el pie derecho? —Comprobé, trazando mi dedo índice derecho sobre sus labios. Estoy bastante seguro de que Brad Pitt fue Aquiles en una película en la que llevaba una falda de cuero y cabalgó un montón de

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En una ocasión, le dije en broma que los únicos troyanos que yo conocía eran Magnums y traer un montón de éxtasis. Esa fue la noche en que me prohibió estar cerca de alguno de sus puntos de placer. Había puesto una línea de defensa con cinco almohadas a su alrededor y para empeorar las cosas, se había puesto un sujetador para dormir para hacerme saber que estaba completamente fuera de los límites. Después de eso me propuse no volver a bromear sobre sus preciosos héroes. Las relaciones significaban respeto, dar y recibir y aprender a valorar lo que a la otra persona le gusta. Ella entendía mi fascinación por los coches y los videos juegos; Traté de escuchar su charla sobre Heracles, Agamenón y un tipo llamado Zeus. La mayor parte del tiempo, me quedaba dormido en el momento en que ella estaba en la cúspide de hablar de algún triángulo amoroso, pero me redimía a mí mismo diciendo: “Esa fue una hermosa historia de amor", o, "¡guau, qué héroe patea-traseros!" ella probablemente sabía que estaba fingiendo, pero me daba una sonrisa por pretender escuchar.

caballos. Infiernos, tendría que congelarme el doble antes de montar un caballo con una falda. —No sé lo que quieres decir —le dije, acomodándole la blusa que se había arrugado por estar recostada sobre la manta—. ¿Quieres dispararme con una flecha? Inhaló una bocanada grande y me miró fijamente. —La flecha lo alcanzó en el talón y se cree que murió a causa de ella. Era el más grande guerrero en la Ilíada y murió a causa de una flecha. Cuando digo que eres mi Aquiles, significa que eres mi debilidad, Milo. Sacudiendo la cabeza, dije: —No quiero ser tu debilidad. Quiero que saques fuerzas de mí. De nosotros. Tu padre no me puede usar en tu contra, Ava. Su dominio sobre mí tiene fecha de caducidad. Lo que sea que pienses, que sientas, recuerda esto; entiendo cómo te sientes. Protejo a mi familia de cualquier daño. No quiero que salgas con Emmett. Se trate de una relación falsa o no, apesta como la mierda y lo odio. Pero estoy dispuesto a hacer un compromiso, porque ahora sé que tienes una gran razón de por qué lo estás haciendo. —Eché un vistazo a su madre que estaba durmiendo la siesta pacíficamente contra una pequeña almohada que Ava había colocado alrededor de su cuello antes de unirse a mí en la manta de picnic. Agarrando sus manos con fuerza contra mi pecho, murmuré contra sus labios: —Él no consigue nada como esto. —Tocando con mis manos todo su cuerpo—. Él no te toca ningún lugar que la ropa cubre, Ava. Así que cuando estés fuera de casa con él… —Apreté la mandíbula con tanta fuerza que podría haberla mantenido inmóvil permanentemente—, te pones un maldito abrigo si tienes que hacerlo.

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—Emmett es sólo un amigo. Continuaré con esta farsa con él porque tengo que hacerlo. La razón por la que te pedí que vinieras a verme hoy aquí es porque quiero que sepas y entiendas que eres muy importante

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Colocando pequeños y tiernos besos en mi rostro, respondió:

para mí. No quiero perderte. Estoy compartiendo contigo la única persona que es más importante para mí que tú. Nunca haría elegir a Ava entre su madre y yo. Si eso fuera una elección que tuviera que hacer, siempre le diría que eligiera a su madre. Comprendía la fuerza de la unión entre las familias. Nunca sería capaz de vivir conmigo mismo a sabiendas de que me había elegido por encima de ella. Lo suyo era un vínculo que trascendía el tiempo, el espacio, el significado; no me debía ninguna explicación. Todo lo que Ava tenía que hacer era decírmelo. Todo lo que había pedido era honestidad. —Entiendo, cariño. Tienes que hacer lo que tienes que hacer. Estaré aquí para ti. Pero hay una cosa que quiero pedirte... —Abrazándola hasta que no quedó espacio entre nosotros, dije: —Ven. A casa. Conmigo. Asintió y me besó como si hubiera estado muriendo de hambre por mí como lo había estado por ella. La atracción por Ava para mí iba más allá de física. Me preocupaba por ella más allá de los límites del vasto lago delante de nosotros. Es lo que hace que el dolor, la rabia de lo que había pasado las últimas semanas desparezca y se esfume. Nunca voy a llegar a un acuerdo con Emmett saliendo con ella en público, incluso para beneficio de su padre. Pero lo superé por ella, porque la mujer sentada inmóvil en la silla a mi izquierda era la mujer que Ava valoraba más que a mí, más que su propia felicidad y sería menos hombre si alguna vez le negara eso a Ava.

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Ava trataba a Naomi como a una madre. Para un desconocido sentencioso, el rostro lleno de cicatrices de Naomi podría ser un elemento de disuasión; al principio distraen porque te preguntas cómo en el mundo sobrevivió a esas marcas evidentes de quemaduras. Tendría que preguntarle a Ava sobre ellas en otro momento, cuando estuviéramos los dos solos. Pero la personalidad de Naomi, su

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Para el momento en que los rayos del sol formaron un patrón de tonos naranjas violáceos a lo largo de las cimas de las montañas, Ava, su madre, Naomi y yo pasamos el día hablando de la infancia de Ava.

entusiasmo por la vida, eclipsaba un pasado oscuro y yo creía que Ava tenía que ver mucho con eso. Cuando Naomi hablaba, Ava escuchaba con gran atención. Mi mujer, tan bella como era ella, se preocupaba por las cosas y las personas, donde la belleza se ocultaba a los ojos exigentes. Claro, a Ava le gustaba sentirse bien y verse bien. Pero le había ofrecido gustosamente su suéter a Naomi cuando vio que temblaba por la brisa fresca. Cuando Naomi estaba a punto de darle el almuerzo a la madre de Ava, ésta le dijo que se sentara conmigo y que simplemente se relajara. Fue cuando Naomi me contó cómo Ava la defendió contra un empleado de su padre que la estaba acosando sexualmente lo que me hizo dar un giro con respecto a todas mis dudas que tenía sobre que Ava fuera una buena mujer. —Ella ha sufrido mucho, sabes. —El acento de Naomi era evidente, pero podía entenderla—. A veces, las cicatrices pueden no ser tan obvias como lo son las mías, pero esa chica… —Su cabeza se inclinó hacia Ava que estaba describiéndole el paisaje del lago a su madre—, ha pasado por muchas cosas. —¿Alguna vez le ha puesto la mano encima a ella? —Sólo haciendo la pregunta me hizo querer gritar con ira o tirar un puño a través de una pared de ladrillos.

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—Lo sé. —No podía negar eso—. Ha sido la mejor amiga de mi hermana desde hace más de una década. Incluso cuando mi hermana estuvo en el hospital, Ava nunca la abandonó.

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—No. —Su mano izquierda visiblemente sacudiéndose en temblores leves, cortésmente tomé la pequeña cesta de naranjas que tenía en la mano—. El Sr. Troudeau es un hombre muy difícil. Puede ser muy frío. Y se volvió cruel tras el accidente de la señora Troudeau. No con su esposa. Sino con su hija. Hijo, Ava se lo aguanta todo porque ama a su madre muchísimo. —Sentándose en el pequeño banco de cemento, se dio unos golpecitos en el pecho—. Cuando esa chica ama, no hay nada que la detenga. Es leal hasta la muerte.

—Imagina eso... —Su voz fue reflexiva mientras lentamente pelaba una naranja. Habíamos compartido los sándwiches de pollo y carne asada que habían traído por lo que resultó ser un día de picnic junto al lago— . ¿Por qué crees que ella quiere que sepas sobre la Sra. Troudeau? ¿Cuándo esto es algo que no le ha dicho a su amiga? El tintineo de las risas de Ava coincidió con las risitas de su madre, sus cabezas oscuras estrechamente unidas que no se podía decir dónde terminaba el cabello de Ava y donde comenzaba el de su madre. Me encontré a mí mismo sonriendo a la escena que se desarrollaba a pocos metros de distancia. —Quiere que lo sepa, porque no quiere perderme. —Sí. ¿Por qué es eso? —preguntó Naomi, giró la cabeza para admirar la hermosa puesta de sol desarrollándose frente a nosotros—. ¿Por qué no quiere perderte? Digerí sus palabras durante unos minutos y respondí: —Porque se preocupa por mí. —Ah. —Un atisbo de sonrisa transformó su rostro. Si no tuviera las visibles cicatrices, Naomi sería atractiva, incluso a su edad—. Incluso cuando era niña, Ava sabía a quién amaba. Ya ves, hijo. —Levantando su dedos índice y medio a los labios, terminó—, cuando esa chica ama... ama para siempre. Recuerda eso. ¿Ava me ama?

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Naomi caminó lentamente para unirse a Ava y su madre. Caminé para unirme al grupo de mujeres que se habían convertido en algo muy importante para mí en un lapso de horas. Atrapé a Naomi dándome una sonrisa significativa mientras Ava limpiaba el lado inferior izquierdo de mi boca de lo que podría haber sido un residuo del batido de chocolate que había comprado para nosotros en el bar antes. No sabría la diferencia de si Ava me amaba o no. Siempre me miraba de la misma manera. Incluso cuando éramos más jóvenes.

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Nunca lo dijo.

Me incliné por un pequeño beso, que ella había pedido. —¿Estás bien? —Si. ¿Por qué no habría de estarlo? —Hmm... No lo sé. —Metió sus manos dentro de los bolsillos delanteros de mis vaqueros y levantó la cabeza—. Es posible que hayas cambiado de opinión después de haber escuchado todas mis aventuras infantiles. —Duquesa... —Duquesa era ahora una especie de broma entre nosotros—. Haría falta mucho más que pegar goma de mascar en todo el preciado florero de tu madre, diagnosticar a tu cachorro con problemas de digestión y alimentarlo con Tums y rapar a todas tus muñecas para hacerme correr para otro lado. Su rostro se calentó y una tímida sonrisa apareció en las comisuras de su boca. —Ah. Sujetando su barbilla con mi pulgar, fingí reflexionar. —Creo que el factor decisivo fue cuando le dijiste a Bee que le habías pedido a tu madre Chia Pets para que se parecieran a tus dioses griegos. Qué manera de profanar los símbolos icónicos del... estudio. Conteniendo la risa, ella me dio un codazo en mi caja torácica. —Muy bien, muy bien. No vas a salir corriendo. Incluso si lo hicieras, sabes que te perseguiría, ¿verdad? Lo dijo alegremente, pero las palabras de Naomi colgaron en mi cabeza: “Incluso cuando era niña, ella sabía a quién amaba…" ¿Podría ser verdad?

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Nah.

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¿Ava me ha amado por tanto tiempo?

Habría dicho algo a estas alturas si así fuera. Además no hay manera de que así fuera. La mayoría de las veces, no podía esperar a salir de una habitación si yo estaba allí cuando éramos niños. Sólo le gustaba Bee y apenas me toleraba la mitad del tiempo. Naomi estaba equivocada. Ava podría preocuparse mucho por mí ahora, pero no hay manera de que podría haber estado enamorada de mí durante tanto tiempo. Cuando nuestros cuerpos se moldearon dentro de sí esa noche, sentí la diferencia entre simplemente sexo y hacer el amor. Estar con ella, dentro de ella, siempre ha sido diferente. Pero había una conexión más profunda entre nosotros ahora. Traída por desnudar completamente nuestros secretos y temores el uno al otro. Ahora hemos llegado a una conexión superior y extremadamente satisfactoria. Al revelarme lo que más valora, ella me ha dado el poder de romperla si tuviera alguna inclinación a hacerlo. Mientras ella ponía sus suaves y pequeñas manos sobre mi pecho, alcancé a vislumbrar una muestra de la satisfacción de Ava, sus mejillas rojas y sonrojadas de nuestros sudorosos esfuerzos, su respiración asentándose en un ritmo uniforme, y sus pestañas gruesas y excesivamente largas descansando plácidamente en su rostro. Llevé su mano derecha a mis labios, besando las hendiduras entre sus nudillos con ternura, con cuidado de no despertarla. Me gustaría protegerla de cualquier cosa, cualquiera.

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De alguna manera, esta mandona y valiente mujer ha desprendido las paredes que he construido alrededor de mi corazón, galvanizando lentamente su dominio sobre él, y por alguna extraña razón, no estaba tan asustado ante la idea de que ella lo tenga en su custodia.

Traducido por Brenda Eris y Itorres Corregido por LadyPandora

—A

Ava

va, pareces distraída esta noche. —Emmett se inclinó a mi oído, frunciendo sus cejas, su mirada azul me sondeó, observando. Durante los últimos veinte minutos había estado tratando de involucrarme en la conversación con su padre y dos de los amigos del senador. Yo había estado asintiendo con la cabeza, dándoles pequeñas sonrisas, asintiendo con la cabeza, y haciendo "hmm" a lo que estaban diciendo. Emmett debió notar mi distracción. Miré mi teléfono y contesté: —Lo siento, Daria me envió algunos detalles de última hora con respecto a mi viaje a Hong Kong. Afortunadamente, el senador y sus amigos estaban discutiendo ahora algún tipo de proyecto de ley que los mantenía a cada uno absorto.

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Esta noche era todo acerca de la siguiente generación del club de la lucha. Esa era la revelación oficial para el público. Un grupo selecto de medios de comunicación fueron invitados y se entregaron guiones

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—¿Está todo bien con tu viaje? —me preguntó con curiosidad, sus anchos hombros frunciéndose en su traje azul marino, se quitó fácilmente. Se inclinó de nuevo y esta vez levante la cabeza con un movimiento y gire el cuello para otro lado. El otro lado era el lugar en el que mi novio estaba de pie. Incluso con los pocos centímetros de distancia entre nosotros, yo sabía que Milo me estaba mirando, mirando a Emmett y a mí, y sentí las vibraciones de irritación y la ira que estaba enviándome.

sobre cómo se realizó la inauguración para el público. Daria había mencionado que una de sus amigas, que también era reportera, casi se desmayó de toda la emoción y la acumulación que la opinión pública revelaba de que iba a traer a su compañía de noticias. Cuando mi padre jugaba su mano, iba por todo. En cuestión de horas, una vez que las palabras salieron, el club de la lucha se había construido, no tenía ninguna duda de que las acciones de Troudeau Empresas se dispararían. Con el respaldo de los legisladores más importantes y famosos del país, esta última empresa sería más grande aún. No invitar al público en el principio era parte de su genial convivencia, se ganó la confianza y las acciones de todos en esta sala, así que los susurros de fracaso no eran ni siquiera una opción. —Señoras, messieurs, gracias por estar aquí esta noche —dijo mi padre de forma imponente de pie, en medio de la sala de entretenimiento con más de 500 invitados. Se aclaró la garganta y le indicó a Daniel que le diera un vaso de Perrier. Todos en la sala se quedaron en silencio. No necesitaba un micrófono. Sólo la visión de él de pie en medio de la habitación era suficiente para acallar el ruido y detener todo movimiento y charla. Era el poder que los billones compran. —Estoy muy contento de que todos ustedes hayan asistido. —Su acento francés, el único que podía imitar sin ninguna dificultad, estaba en pleno espectáculo. Cuando se presentó, significaba que él estaba en su mejor forma, su arrogancia extremadamente confiada en su lugar. A lo largo de los años, el acento de mi padre adaptó un enfoque más americano, pero cuando estaba en casa, en su ser invulnerable, al lado de él, la mujer que amaba, la parte francesa, salía. La otra mitad de él, la que había tratado de encubrir a causa de cómo su madre alemana lo dejó cuando tenía siete años, había un lado que nunca había reconocido.

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—Esto no habría sido posible sin la gracia de Dios. —Me detuve de poner los ojos en blanco. Qué hipócrita.

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Él levantó una mano y señaló hacia el techo.

Para el público, mostraba lo piadoso que era y muchas obras de caridad que asociaba a Empresas Troudeau con organizaciones religiosas. Dudaba que el dios en el que creía alguna vez fuera susceptible a la crueldad que tenía con su esposa, negándole la oportunidad de recuperar sus recuerdos, y manteniéndola como un secreto vergonzoso. Mi padre levantó su copa con la mano derecha y saludó a la audiencia. Describió sus esperanzas para la siguiente generación del club de lucha, que sería el estreno del club de lucha en el mundo; que otros probablemente imitarían, pero este club sería el único en su tipo. Cuando proclamó: —Esta es la forma en la que la alta sociedad hace un club de lucha. El público rugió en aplausos y vítores. Un puñado de psicópatas. Miré hacia atrás al hombre que lucía encantador con un traje negro, sus ojos verdes complementaban su piel bronceada natural que muchas de las personas que tenían bronceados falsos en esta sala envidiarían. Él me dio una mirada oscura antes de que viera la luz en mi teléfono con un texto entrante. Milo: Voy a cortarle las manos y lo voy a alimentar con sus bolas. Quita sus manos de tu silla ahora mismo.

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Yo había salido con Emmett tres veces desde ese día que Milo conoció a mi madre, y cada vez me aseguraba de usar mi ropa más conservadora y quitármela tan pronto como entrara en la casa de Milo. El carácter de

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Un escalofrío de entusiasmo y emoción de posesión me hizo apretar mi teléfono con más fuerza. Estaba bastante segura de que tendría que pagar por ello en la cama esta noche. El último mes y medio había sido a la vez un momento difícil y revelador para nuestra relación. Después de que había revelado la condición de mi madre a Milo, que había estado bien en el sentido más vago de la palabra, sobre salir con Emmett en público. Milo sabía que no tenía ningún deseo de estar con Emmett y que yo sólo estaba tratando de complacer a mi padre.

mi hombre no tenía igual. Probablemente era la razón por la cual con el último hombre que luchó, un tipo casi del doble de su tamaño, un experto en artes marciales de Samoa de peso pesado, fue derribado en menos de cinco minutos. Su impulso sexual, su necesidad por mí, parecía haber aumentado diez veces. Me había tenido en casi todas las superficies de su casa y, de hecho, había tenido que lavar un par de cargas porque yo estaba demasiado avergonzada como para tener la visita de Brynn y que averiguara que había ensuciado hasta sus sábanas. Yo sólo estaba tratando de buscar un viejo anuario cuando Milo me encontró en la habitación de Brynn y bueno, el anuario quedó en el olvido al segundo en que tocó mi trasero. Escribí como respuesta. Cálmate, manos provocadoras. TÚ eres el único que me tiene. Milo: Será mejor que así sea. Yo: Dios mío, nene, como si fueras a permitir que alguien más me tuviera.

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Me moví en mi silla disimuladamente lejos de Emmett, que estaba embelesado con el discurso de mi padre. Aunque me gustaba la sensación de que Milo fuera posesivo y celoso, no me gustaba seguir y seguir sobre el tema. Yo nunca había sido del tipo de chica que necesita que un hombre demuestre que me quiere en público o en privado. Querer a alguien debe estar libre de todos los enredos de los celos innecesarios. Aunque yo tendría que decir que Dia, la ex de Milo, gerente de cuentas corrientes de su fundación, la puta pelirroja que tenía las tetas derramándose de su vestido verde sin tirantes que llevaba esta noche, era la única mujer que podría hacer que mi sangre hirviera en celos. Ahora estaba sentada con Milo, y aunque había otras cinco personas en su mesa, su presencia me irritaba como ninguna otra. Me consideraba una mujer estable, pragmática, pero apenas tenía a la vista esas hebras color jengibre me daban ganas de ir amazónica sobre su trasero. Grr, odio a esa perra. Milo me aseguró que no volvería con ella. De eso no cabía la menor duda. Pero el mero hecho de que ella estuviera cerca de él o tuviera relación con él me daban ganas de verter el vino tinto de mi vaso, tal vez toda la botella, en la parte superior de

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Milo: Claro que sí.

su cabeza, tirar del pelo rizado de su cabeza, o simplemente arrancar sus cejas, una por una hasta que no quedase nada. Ella se metió entre Kieran y Milo. Cualquier mujer en su sano juicio no se metería, pero ella era una persona vengativa, vil. Esta fue la primera vez que la había visto desde la noche de los bolos, y esperaba que la última. Mis oídos captaron mientras escuchaba el final del discurso de mi padre: —También me gustaría dar las gracias a mi hija por estar aquí esta noche. —Sus ojos se cruzaron con los míos y si bien pudiera parecer un gesto de amor para todo el mundo que miraba, fue en gran medida un comando para mí—. Ava, cherie, ¿por qué no vienes conmigo hasta aquí? Poco a poco me levanté, Morgan Morelli, diseñador número uno de zapatos de Italia, hacía que mis pies exhibieran unos Specchio en un cuero retro-oro y los once centímetros que añadían a mi altura reforzaron mi interior, una rápida mirada a mi teléfono mostraba el mensaje de Milo: Estoy aquí nena. Él sabía lo difícil que era para mí fingir ser feliz en cualquier momento que mi padre estuviera cerca, pero como muchas veces antes, yo era sólo un títere siguiendo el tirón de las cuerdas de mi amo.

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—Quiero aprovechar este momento para hacer otro anuncio. —Mi padre llegó a alrededor del hombro de mi vibrante vestido de tul de dos tonos de color púrpura de Tim Wong de manga larga y me dio un beso en la mejilla—. Estoy muy feliz de como Ava ha representado a Troudeau Enterprises. Ella me ha hecho a mí y a su madre muy orgullosos. —Este fue un nuevo nivel de bajeza. Ahora él estaba incluyendo a mamá en su discurso—. También estoy muy emocionado de anunciar que estará acompañada por otra persona que tiene mis

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Llegué a lado de mi padre, sonreí de una manera que se extendía hasta mis encías, inclinando mi cabeza cuando reconocí a los magnates de negocios y celebridades que estaban absortos enamorados de la unión padre-hija que nadie podía fingir como los Troudeau.

intereses en el corazón. —Él miró a la audiencia y guiñó un ojo—. Y por corazón, me gustaría ser muy específico, que tiene el corazón de mi hija. Mi corazón literalmente corrió en su declaración y mis ojos se movieron hacia la parte de atrás, donde mi corazón pertenecía. Milo había dejado su asiento y ahora estaba de pie en el fondo de la sala. No podía ver sus ojos, pero su cuerpo parecía tan fuerte como el aire coagulado que sólo había llenado la habitación. —Senador Powers, mi querido amigo, te has levantado como un gran hombre y estoy feliz de hacerte saber que yo lo apruebo. Todo el mundo, me gustaría dar la bienvenida al nuevo miembro de Troudeau Enterprises quien formará parte de la conexión de Ava en algunos de sus viajes y se asegurarán de que Troudeau Enterprises tenga un atractivo global e internacional. Acaba de aprobar el prestigioso examen de reválida para ejercer la abogacía, y estoy seguro de que va a educar a mi hija en el derecho internacional y tal vez dentro de unos meses, ellos podrían... —Se aclaró la garganta, continuó: —Unirse a los ojos de la ley y de Dios. ¡Salud! El público aplaudió a mi padre mientras yo quería ir a la mesa más cercana y tirar cada vaso a su cara. De repente, me encontré a Emmett a mi lado y estaba levantando mi barbilla a sus labios. Difundí su acercamiento al decir: —Disculpa. Tengo que ir al baño. —La cara de Emmett se puso roja en mi obvio despido. El que le dio la idea de que yo quería que fuera mi marido tenía que estar alucinando por los medicamentos que tomara. Me negué a mirar a mi padre. Esto era demasiado. Caminó sobre la línea.

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Miré a Milo cuyos pasos había alcanzado a Tammie Jacobs y la mesa de sus amigos reporteros en cuestión de segundos. Quería detener el

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Él estaba realmente pensando en que me casase con Emmett, tal vez dándole un par de nietos en el camino, mientras que estaría dando fragmentos de la compañía de mi madre como un premio.

tiempo. Bloqueando en ese continuo donde sólo éramos yo, él y la gente que queríamos a nuestro alrededor, junto a nosotros, con nosotros. Después de eso, no había manera de que Milo fuera a estar bien conmigo saliendo con Emmett en público. Mi padre acababa de hacer una declaración de que él quería que yo y Emmett fuéramos más allá de las citas. Emmett estaba obviamente recibiendo la impresión equivocada de lo que esperaba de él. No podía culparlo por todo esto, ya que él se estaba jugando tanto como yo. Pero para Emmett estar bien con la promesa de matrimonio estaba más allá de mis imaginaciones más salvajes a menos que tuviera motivos ocultos escondidos detrás de esa rubia bondad. En vez de girar los talones en dirección del baño, me moví hacia adelante, lejos de mi padre y Emmett y vi como Milo cerraba la brecha entre nosotros. En un segundo tenía mi cintura metida en sus brazos de acero, bloqueando de un apoyo sólido mi cuerpo. Su boca era una línea sombría, y sus ojos se oscurecieron de obsidiana, iba a estar desquiciado en pocos segundos y yo no tenía ninguna duda de que este lugar se convertiría en una carnicería. —De ninguna manera. —Con su mandíbula sobre apretada y sus fosas nasales dilatadas de rabia, reiteró:

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Yo era muy consciente del drama de fondo detrás de él. Si el número de mandíbulas que cayeron al piso reflectantes fueran pocas, los numerosos destellos de luz con sonidos alternos de click fueron suficientes para convencerme de que ninguno de los lacayos de los medios de mi padre sería capaz de detener la propagación de lo que estaba sucediendo en este momento, durante una de las noches más importantes de su empresa. Daniel probablemente estaba haciendo control de daños. Pero toda la actividad detrás de Milo no era nada en comparación con el hombre que estaba haciendo todo lo posible para mantener su temperamento bajo, probablemente, no, sin duda debido a mí.

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—No vas a casarte con el rubio idiota.

Llegué alrededor de su cuello y encontré el lugar justo debajo del músculo trapecio y froté suavemente, era su lugar favorito, lo que lo hacía mi lugar favorito. Su pecho estaba vibrando con furia apenas controlada, sus ojos se habían desplazado al lugar donde mi padre y Emmett estaban, y yo necesitaba cambiar el curso de la noche. Tendría que pagar un precio alto por terminar en los brazos de Milo y yo ni siquiera podía empezar a imaginar lo que sucedería si el puño de Milo aterrizara cerca de mi padre o de Emmett. —Milo, cariño... —Nos alejé de la habitación, en las afueras de la conmoción, sin lucha, porque Milo apenas se movió cuando me movía, se movía. Si había una cosa que podría superar el temperamento de Milo, sería su sentido innato de la actitud protectora. Él sabía que yo lo necesitaba. Por mucho que él quisiera moler a palos a mi padre o a Emmett, yo llegué primero. Ahora estábamos parados en un pequeño balcón, con las ocupadas luces de la ciudad por debajo de nosotros sin importarle toda la agitación que había en el piso 35 del hotel Executive. Quitándose la chaqueta del traje, Milo envolvió mi piel temblando en su interior. Protegiéndome primero. Siempre. —Milo, mírame. Escúchame. —Inclinando mi cabeza en alto, presioné un beso en su boca, que estaba grabado con la tensión palpable—. No me voy a casar con Emmett. No importa lo que diga mi padre, no lo haré. Se abrieron las puertas del balcón, por lo que ambos escuchamos la voz de disculpa de Daniel sobre el micrófono: —Por favor, disfruten del resto de la noche. El Sr. Troudeau envía sus disculpas, él tiene que salir para una reunión de emergencia.

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—Te amo.

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Los ojos de Milo aún estaban vidriosos de ira, ninguna cantidad de pacificación sería moderadamente baja, así que le dije las únicas palabras que pensaba podrían penetrar a través de su ferocidad.

No era el mejor momento y lugar para mi revelación, pero a quién le importaba. Milo y yo nunca habíamos sido convencionales. Nuestras vidas estaban lejos de lo que estaban hechos los cuentos de hadas, nuestro pasado estaba lleno de tristeza y tragedias, por lo que si éste era el momento en que mejor me sentía diciéndole esas tres palabras, nadie tendría derecho a juzgarme. —¿Qué dijiste? —Sus ojos en mis labios, sus ojos aclarándose, el verde en su iris mirando hacia atrás—. Dilo de nuevo. —Ava, tenemos que hablar. —La voz de Emmett interrumpió nuestro momento afectuoso y si yo no estaba en frente de Milo, Emmett probablemente sería aplastado en el suelo por ahora. El debió de habernos seguido aquí. —No, tú no —escupió Milo, sentí sus puños apretados alrededor de mi cintura—. Vete. Mantente jodidamente lejos de mi mujer. Milo me mantenía inmovilizada en su lugar, ni siquiera podía dar la vuelta para hacer frente a Emmett, así que hice mi mejor esfuerzo para transmitir lo que pensaba con la espalda frente a él. —Lo siento, Emmett. —Me empujé con mis codos hacia Milo, así al menos quedaría frente a Emmett, pero Milo se negó a dejarme girar. Él se encontraba en uno de sus estados de ánimo, o simplemente había tenido bastante de mi drama con Emmett que finalmente fue poniendo su pie en el suelo.

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La mano izquierda de Milo salió de mi cintura y se posó en el hombro de Emmett en un fuerte empujón. Emmett se tambaleó hacia atrás un pie antes de recuperar el equilibrio.

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—¿Tú estás con él? —Emmett subió la voz y se movía hacia adelante para que por fin pudiera ver su rostro. Emmett no era una cosita insignificante. Pero Milo ya estaba en el borde y estaba preparado para una pelea—. Ava, él es un caballo desbocado que lucha por su dinero. ¿Por qué lo elijes…? —Arrugaba la nariz como si estuviera oliendo algo podrido—, ¿…por encima de mí?

¿Podría esta noche ir a peor? Emmett, entre dientes, resopló entre respiraciones enojadas. —Todavía puedes cambiar de opinión, Ava. Míralo. —Corrigiéndose a sí mismo, se irguió, completamente ignorando el peligro que enfrentaba—. Es un ególatra despiadado que piensa que puede derrotar a todo el mundo. —Emmett, déjalo por favor —le dije con desesperación antes de que Milo aterrizara un golpe en cualquier lugar cerca de él. Oí una pequeña conmoción detrás de mí, detrás de nosotros. Daniel, la mano derecha de mi padre, obviamente estaba tratando de desviar la atención de todos a otro lugar y pude oírle decir: —Vamos a mover este evento al Salón Azul. El hijo de puta sanguinario quería el lugar central al drama. Lo que pasa con la gente de mi círculo social era que sus vidas eran tan aburridas, el chisme era un afrodisíaco y lo obtenían cuando la vida de alguien era más miserable que la suya. Emmett se adelantó y yo sólo podía mover la cabeza. Movimiento equivocado. La mano izquierda de Milo agarró la parte delantera del traje de Emmett. Mi hombre quería sangre y quería la sangre de este tipo en particular, el tipo que todo el mundo vio como mío en público. Milo no era un chico inseguro; él no tenía ninguna razón de serlo. Pero si había un hombre que llenaba su mente con dudas acerca de mis sentimientos hacia él y la razón por la que cada vez que hicimos el amor, quiso calificar mi cuerpo como el suyo, ese sería Emmett. Sólo por el simple hecho de que mi padre lo quería para mí.

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—¿Recuerdas cuando éramos niños y jugábamos a Verdad o Desafío? Yo estaba describiendo a Milo cuando la botella me señaló. Él siempre ha tenido mi corazón.

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—Emmett, amo a Milo. Siempre lo he amado. —Intentando lo mejor para meterme entre ellos, continué:

Milo aflojó el agarre de la ropa de Emmett y Emmett dejó escapar un largo suspiro de alivio. Mientras Emmett era un hombre en forma, no era rival para la fuerza y el poder de Milo. Di un paso delante de Emmett. —Eres un buen tipo, Emmett. Encontrarás una buena mujer al minuto que se diga que eres soltero y estás disponible. Yo simplemente no soy para ti. Lamento haber tenido que llegar a esto. Es completamente mi culpa. —Desviando cualquier culpa a Milo y con el conocimiento completo de que Emmett era abogado y el hijo de un hombre poderoso, continué: —Estoy apelando a nuestra amistad, y que debido a ello respetes mi decisión y consideres las acciones de Milo como... Bueno, él es simplemente muy protector conmigo. Durante unos segundos no dijo nada. Entonces, finalmente, apartó sus manos de su traje. —Espero que sepas lo que estás haciendo, Ava. Puedes hacerlo mejor. Mucho mejor. El gruñido de Milo detrás de mí estaba cada vez más fuerte, seguido de un: —Vete a la mierda, rubio. Emmett tomó mi mano libre, Milo me agarró de la cintura, pero él estaba dejándome hacerme cargo de la situación, por todo el tiempo que podía permitirlo, que a juzgar por su gruñido por detrás de mí, no estaba durando más tiempo. Emmett tenía que salir de allí.

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—Siempre te he querido más de lo que nunca me ha gustado. Te debo mis recuerdos de infancia feliz a ti. Me gustaría que me lo hubieras dicho antes. —Rascándose con su mano debajo de su mandíbula, continuó:

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Emmett tomó una larga mirada a mí cara y, finalmente, en una voz exasperada dijo:

—Yo nunca te forzaría a que te gustara o incluso a casarte conmigo. Sólo pensé que era que lo quería demasiado. Les deseo felicidad, Ava. —Retrocediendo, añadió solemnemente: —Si las cosas no salen bien entre tú y él, llámame. Milo murmuró un montón de palabras en un idioma que no entendí, lo cual era probablemente lo mejor. Tan pronto como Emmett desapareció, Milo sostuvo mi mano y me susurró al oído: —¿Qué has dicho antes? —No voy a casarme con Emmett. Sus manos en mi cintura se aflojaron y roté mi cuerpo para enfrentarme a él. Él negó con la cabeza. —La otra cosa que dijiste. —Oh. —Me tragué la creciente duda dentro de mi garganta. Ahora que el drama se estaba apagando, empecé a darme cuenta de que este no era el mejor momento para decirle que lo amaba. No por la presión de mi padre o de la situación que se desarrolló antes. —Sí. —Sus ojos verdes guiñando de alegría desenfadada, con el rostro cambiante, enderezando los pliegues de la tensión y la ira, haciéndolo lucir más joven, más feliz. Este era el aspecto que tenía cuando las cámaras se estampaban en su cara después de una medalla de oro de natación; eufórico, libre. —¿Lo decías en serio? —¿Quiere que lo diga en serio? —La timidez se apoderaba de mí. Lo he amado desde siempre, lo mantuve en mi corazón por mucho tiempo, pero nunca he dicho las palabras en voz alta, no esperaba decir alguna vez las palabras para él.

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Agarrando valor del brillo eufórico que reflejaba en sus ojos, le dije:

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—Dilo de nuevo.

—Te amo. —Una vez más. —Te amo, Milo. Él me trajo más cerca de su pecho, su chaqueta cubriéndome del aire frío nocturno. Presionando mis manos sobre su pecho, él besó la parte superior de mi cabeza: —Sei mia, Ava. Sonreí ante sus palabras—. ¿Es eso un gracias? —No. —Él inclinó su dura boca sobre mis labios. Tendría que limpiarle la boca con una servilleta, porque la profunda sombra de color beige no se vería demasiado bien en él. Hizo girar su lengua dentro de mí y todo lo que podía sentir era lo mucho que me quería, devorándome con un hambre que nunca estuvo satisfecha, acariciando mi necesidad, mi deseo, la alimentación de oxígeno a un incendio forestal indómito ardiendo. Antes de poner un freno a nuestros besos, dijo con determinación contra mi boca: —Significa que eres mía, Ava. Asentí, él no me podría amarme de la manera en que lo amaba, pero está bien. Tengo suficiente amor para los dos. Levantó mi barbilla y dado que llevaba tacones altísimos, sólo había una ligera diferencia entre nuestras alturas. Con un espectáculo poco habitual de la vulnerabilidad en su rostro, su rostro esbozando ternura que nunca antes había vislumbrado, más o menos dijo: —También significa que soy tuyo. Completamente. Mis ojos comenzaron gotear ante el calor de sus palabras.

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Ahora, como una mujer adulta, mi corazón lo amaba por el hombre que era.

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Mi corazón de niña lo amaba, lo adoraba como un héroe.

Lo había llevado en mi corazón durante tanto tiempo. Él no es perfecto. Ha hecho muchas cosas malas. Pero también ha hecho un montón de cosas para la gente que le importaba. Cuando dice que es mío, completamente, lo entendí, lo que él estaba tratando de decir, era su Te amo. No pensé que lo podía aceptar si fuera la mitad del hombre que era ahora. Él me decía que me estaba entregando todo de él, lo bueno, lo feo, lo roto, las partes remendadas de él. Puestos a elegir, entre un futuro de ensueño con Emmett, me complace dar pulgares arriba a los altibajos de la vida con Milo. —¿Estás seguro de que quieres estar conmigo? —Una sombra de incertidumbre empañó sus endurecidos rasgos cincelados en bruto. —Sí —le expresé, regresándole el beso con hambre de nuevo y presionando la parte inferior de mi cuerpo más cerca, sintiendo el aumento de la dureza saliendo de sus pantalones—. Je t'aime, Milo. —Vete a la mierda, eso es caliente. Y allí estaba. El regreso de mi malhablado hombre. Le encantaba cuando hablaba en francés. A veces decía un par de lindas palabras en español que había aprendido y él podría responder en italiano. Nunca creí en princesas. Mi vida no gira alrededor de la ostentación y el glamour que la gente de afuera mirando hacia adentro creía que prosperaron en mí. Había permanecido virgen hasta hace poco. Había amado a un hombre que resultaba ser el hermano de la mujer a quien yo consideraba mi mejor amiga, más cercana a mí que una hermana.

Por supuesto.

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Sí, lo tomo todos los días. Sobre cualquier hombre. Todas las piezas imperfectas y piezas irregulares de él.

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No soy perfecta. No aspiro a serlo. Tomé mis propias decisiones e incluso cuando él no me eligió, cuando él no tenía ningún conocimiento de la magnitud de mis sentimientos por él, lo elegí.

*** Estamos en esto juntos. Las palabras de Milo rumiaban en mi cabeza mientras me levantaba del inodoro. Había estado aguantando la vejiga durante tanto tiempo que era una maravilla que las costuras de mi vestido no se abrieran. Desenganchando mi bolso de la parte posterior de la puerta, salí del cubículo gigante. Todos los hoteles de mi padre tenían suntuosos baños, eso era una de sus marcas registradas. Obvio, mis labios parecían como si hubieran sido golpeados. ¿Por qué Milo no dijo algo? Yo sabía por qué. A él podría importarle menos. Su única pista en mente tenía una cosa, besarme sin ninguna preocupación por mi maquillaje o lápiz labial o simplemente nada. Después de lavar mis manos, una asistenta colocó una servilleta gruesa para que secara mis manos. —Gracias, Adelaide —le dije, al ver la tarjeta de identificación en su uniforme blanco y azul. Ella me dio una rápida sonrisa y luego procedió a pararse en el medio de la habitación.

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Golpeé mis labios sobre un pañuelo de papel y estaba a punto de aplicar mi brillo de labios cuando una figura familiar, una que me

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Comprobando mi cara una última vez, hice una nota de agradecimiento a Daria por el nuevo tono de delineador que llevaba puesto. Ella realmente tenía buenos instintos en lo que se vería bien en mi cara. Una vez que se había comentado que nada se vería bien en mi cara. Ella estaba fuera de la ciudad cuando tuve la desastrosa secuela de una calabaza facial. Tomó tres días antes de que mi piel volviera a la normalidad. Las expertas habilidades de hacer el amor de Milo fueron en gran parte responsables del retorno de mis mejillas rosadas. Fueron tres días de pura felicidad y se gastó gran parte llegando a conocer el cuerpo del otro, ya que me había extrañado tanto después de mi viaje a Tailandia.

gustaría enviar a la próxima misión del transbordador espacial y dejarla allí, entró en el cuarto de baño. La conocía a ella desde que Brynn y yo estábamos en la universidad. Ella fue la primera novia oficial de Milo. Él salió con un montón de chicas en la escuela secundaria y no es que estuviera siguiéndolo, pero vamos a decir, él ha tenido su parte de las mujeres y las mujeres hablaban de él. Él era, después de todo, un chico atractivo que jugó y se destacó en muchos deportes. Los hombres tenían que sembrar su avena. Yo me mantuve ocupada de no oír hablar de esos dichos de avena, tratando de mantenerme fuera de su camino y si estábamos dentro de un radio de unos a otros, desviaba mi atracción por él con comentarios sarcásticos y saludos con desdén. —Oh, hey, Ava. —Las cejas de Dia se elevaron y sus ojos verdes brillaron amenazadoramente—. Estaba buscando a Milo. Me imaginé que habría cambiado de opinión acerca de ti a estas alturas. Acabando con mi brillo, lo metí dentro de mi bolso. El hecho de que esta mujer había tenido relaciones íntimas en un momento o muchas veces en el pasado con mi hombre era razón suficiente para que no me agradara. La verdad adicional de que ella todavía estuviera en su vida después de que lo engañara dos veces fue razón suficiente para que la odiara. No le exigiría a Milo despedirla de su fundación, porque eso sería mezquino por mi parte. Ella había ayudado a construirla desde el principio y siempre mantuvo sus manos en sí misma y sus distancias de cientos de kilómetros de distancia, estoy un poco de acuerdo con eso.

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—Es posible que sepas que Milo odia las aceitunas, pero esto podría haber escapado de ti... no le gustan los mentirosos, y de lo que he visto de todo este pequeño drama… —Sus uñas francesas puntiagudas arañando, agitándose en el aire—, no estaba demasiado contento con la noticia de que ataste el nudo con Emmett.

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Haciendo clic en los dientes con la lengua, se puso a mi izquierda y giró su mano derecha en su pelo rizado.

Tenía que salir de aquí antes de que hiciera algo que lamentaría más tarde. Hay algunas personas que no valen la pena mi tiempo. Dia sólo pasa a estar en la parte superior de la lista. Giré sobre mis talones y la dejé de pie frente al espejo. ¿La mejor defensa contra una ex novia despechada? No responder a sus provocaciones. Su voz alta y escandalosa en el interior del cuarto de baño, me dijo burlonamente: —Oh, cariño, yo he estado allí. Milo ha torcido a todos, pero se cansará de ti con el tiempo. Una vez que haya vuelto a la natación, serás la última de sus prioridades. Empezarás a tener conversaciones con su teléfono y nunca tendrá tiempo para ti. Seguí caminando, ella obviamente estaba llena de mezquindad. Pensé que estaba bien después de la noche de bolos, supuse que ella realmente no estaba de acuerdo con Milo y conmigo, pero eso no su asunto y nunca lo será. —Y cuando te canses de él, confía en mí, estarás pensando en formas para tratar de llamar su atención y sólo podrás terminar como yo. Caminé hacia Adelaide y le pregunté suavemente: —¿Nos puedes dejar aquí un minuto? Adelaide parecía vacilante, así que le aseguré: —Soy Ava. Estoy segura que has oído hablar de mi padre, ¿Maxwell Troudeau? —Había momentos en que dejar caer el nombre de mi padre era útil. Adelaide levantó la cabeza oscura en una sacudida y respondió:

Ella asintió y salió del baño.

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—Soy su hija. —Para que sus ojos marrones se abrieran—. Está bien, Adelaide. No te meterás en problemas. Todo lo que pido es un par de minutos. Si tu supervisor te pregunta acerca de ello... —Alcancé mi bolso y le entregué una tarjeta de presentación—, pídele que me llame.

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—Sí.

Una vez que estuve segura de que Adelaida estaba fuera, cerré la puerta y me dirigí hacia donde estaba parada Dia. Era el momento de dejar que los gusanos salieran. Esta perra estaba consiguiendo una probada de mí esta noche. Ella arqueó una ceja en punta cuando puse mi bolso en la parte superior de las toallas y servilletas que Adelaide entregaba a los invitados. —¿Cuál es tu problema? —le pregunté retóricamente, porque no quería oír ni una palabra de su irritante boca que estaba pintada con un tono muy brillante de color rojo—. Lo has engañado. No una, sino dos veces. Tus mentiras le rechazaron para hacer lo que le hizo a Kieran. Lo hiciste parecer como un tonto. Te mantienes aferrada a él cuando claramente todo lo que él ve es a alguien que le ayuda a manejar la fundación. —Sus ojos sobresalían ante mi declaración—. Sí, él me lo contó. Me ha dicho un montón de cosas sobre su pasado contigo. ¿Sabes por qué? Porque es sincero conmigo. Supongo que era honesto contigo también, porque esa es la clase de hombre que es. ¿Sabes qué más sé? Sé que él nunca irá de nuevo a ti. Con su respiración hinchándose con desprecio, sus hombros tan rígidos al igual que su mandíbula, dijo con ligereza: —Lo que sea. Él encontrará su camino de regreso a mí. —De eso se trata, Dia. Él nunca encontró su camino contigo, porque estabas demasiado ocupada acostándote con otros chicos. — Golpeando mi dedo índice derecho en un lado de mi mejilla, admití: —Estoy realmente agradecida de que seas una perra, porque si no lo fueras, tal vez él y yo no estaríamos juntos ahora.

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—La última cosa que querría es que esperases algo de mí —me burlé, ya había tenido suficiente drama para que me durara un siglo esta noche y ni siquiera he oído a mi padre, pero me hizo sentir en la punta

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—Para ser la cara de la empresa de tu padre, tienes una boca muy sucia —replicó ella, con el rostro ardiendo en completa molestia—. Nunca esperé esto de ti.

e irritable—. Yo no te debo nada, pero Milo sí. Te lo debe por ayudarle a iniciar su sueño de construir algo en memoria de las personas que ama. Pero por mucho que él se sienta de esa manera, ten esto en cuenta, soy la mujer por la que él se preocupa profundamente por este momento. Y quiere hacerme feliz. Todo el tiempo. Si yo digo que tu colaboración en su fundación no me hace feliz de ninguna manera, nunca te gustaría saber lo que él haría. Veo todos los mensajes que le envías. No me los oculta. Sé lo que pasa con su vida. Enfatizó este para que sepas acerca de él porque lo amo. Mientras que él te ha dado la oportunidad de hacer tu trabajo, lo que sé acerca de estar cerca de los hombres de negocios el tiempo suficiente es que todo el mundo es prescindible. Puedes ser reemplazada. —¿Cuánto tiempo crees que su fascinación por ti va a durar? No eres más que un nuevo juguete con el que puede jugar. —Ahora ella estaba simplemente agarrando el hilo más pequeño de tonterías para conseguir una reacción de mi parte. —Una vez más, él no es de tu preocupación ahora —repetí, agarrando mi bolso de donde me lo puse y saqué un billete de veinte dólares de mi cartera y lo dejé caer en el bote de propinas para Adelaide—. ¿Sabes lo que Milo piensa de ti y de él? Sin esperar su respuesta, le dije. —Finito. No tenía ningún deseo de mirar hacia atrás y ver su expresión. Ya había dicho mi parte. Fue la primera y última vez que me rebajaba a su nivel. A menos que una situación llamara por ello. Al pasar a Adelaide afuera, le di la señal de que podía volver y le di las gracias. Cuando llegué al vestíbulo, Milo estaba de pie y hablando con uno de los guardias de seguridad. Me acerqué más a él y cuando vio mi cara, él se excusó de la conversación y preguntó:

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—Sí —le respondí con alivio—. Sólo estoy cansada. No puedo esperar para estar en casa.

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—¿Estás bien?

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En una noche llena de drama extraordinario de una intromisión, controlando a un público novio despechado, a una siempre presente ex-novia, sí, yo sólo quería estar en casa, en sus brazos, donde el mundo dejara de existir, y las únicas cosas que importaban fueran él y yo.

Traducido por LeiiBach Corregido por LadyPandora

Ava

—¿T

e das cuenta de que has arruinado lo que he planeado para el hijo del senador y tú? —Sus ojos brillaban con ira y su voz destilaba furia—. Te he dado todo, Ava. ¡Todo! Golpeó su mesa de roble con el puño y con el rostro contraído en una mueca enojada. —¿Y así es como me pagas? ¡Has socavado mi autoridad en todo momento, me avergonzaste delante de mis colegas y casi acabas mi amistad con David! Había estado hablando, alternando con gritos de por medio, durante los últimos quince minutos. Cuando llegué a la casa de mis padres, inmediatamente fui a ver a mi madre y la encontré tomando una siesta dentro del invernadero, rodeada de sus flores favoritas antes de reunirme con mi padre en su oficina.

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—¡No piensas dos veces acerca de tus acciones! ¿Sabes cuánto control de daños he tenido que hacer en los últimos días? —continuó despotricando, tirando de su corbata como si le estuviera oprimiendo la respiración—. ¡He tenido que emitir otra declaración a la prensa que ha decidido centrarse en los esfuerzos caritativos de nuestra empresa

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Había estado esperando su llamada. Mi padre no me llamaba personalmente. Oh no, tenía a su ayudante para hacer eso por él. Así que cuando me llamó con sus propias manos y oí su voz por el teléfono, suspendí mi día de compras para el cumpleaños de Daria y conduje directamente aquí.

en vez de tu vida personal! Me has tomado por un tonto, Ava. Un tonto. De verdad pasaste la línea esta vez. Altamente lo dudé. Mi padre tenía otras personas haciendo el control de daños. ¿Un tonto? Nunca quise salir con Emmett, mi padre era el que hacía un tonto de sí mismo. Incluso cuando estaba desatando su ira contra mí, me sentía aliviada. No había mencionado el restringirme ver a mi madre. Podría seguir y seguir sobre esto todo el día y estaría bien para mí, podía bloquearlo todo. En realidad era mejor para mí que estuviera mostrando su ira en lugar de preparar planes tortuosos sobre la manera de hacer mi vida miserable. Exhaló, golpeando con la mano izquierda el escritorio, enviando una hoja de papel al suelo. Sin escatimar un pensamiento a los pedazos caídos, comenzó a tamborilear con los dedos. —¿Qué tienes que decir en tu defensa? Nada. Juzgué que era mejor no enfurecerlo más. Sus emociones estaban pesadas, fluyendo fuego, un acontecimiento singular ya que mi padre rara vez perdía los estribos. De hecho, apenas mostraba alguna emoción en absoluto. Así que hoy era una rareza y no tenía inclinación a causar más conflictos entre nosotros.

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Mi rostro se mantuvo impasible. Me habían educado en el arte de no mostrar mis verdaderos sentimientos a menos que los solicitaran. Mi

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—Cuando eras pequeña, tu madre solía decir, “Ella tiene tus ojos Maxwell. Ojos que podían ver a través de tu alma”. —Sus palabras salieron de forma inesperada, la admisión me confundió. ¿A qué estaba tratando de llegar? Era un maestro en ser astuto, un experto en el campo de la batalla mental y podía engañar a su manera con tal de salir de cualquier situación. Maxwell Troudeau no ganó ocho series mundiales de campeonato de coronas de póker sin tener una capacidad inherente para leer a la gente y calcular las probabilidades a su favor.

madre, la mujer vibrante que era, me enseñó que le mostrara a la gente lo que querían ver. Al ser una supermodelo, aprendió un montón de trucos en su profesión. Cuando era pequeña, me llevaba a sus sesiones de fotos y todo el mundo la felicitaba por cómo era su rostro de camaleónico. Podía pasar de feliz, a coqueta y a sensual en un instante. Interioricé sus lecciones en la vida, "no todo el mundo es agradable, muéstrales lo que quieres que ellos vean, pero guárdate para la gente real en tu vida". Tal vez por eso, incluso Milo no podía decir que había estado enamorada de él a lo largo de los años. A mis padres les habían ofrecido numerosos contratos de modelaje para mí cuando era más joven, pero mi madre se negó a todos ellos. Ella quería que yo tuviera una vida libre de las presiones en las que ella vivió. Me preguntaba qué diría ahora si realmente supiera que mi padre fue el que puso toda esa presión sobre mí. Por otra parte, si ella no estuviera en el estado en el que estaba ahora, nuestras vidas serían diferentes. —Puedo ver que lo quieres, Ava. —Su rostro alineando con desdén, el color gris oscuro del traje que llevaba puesto hoy coincidía con el rostro sombrío que estaba retratando. Después de gritar, estaba de regreso en su elemento. Ahora bien, esto es lo que había estado temiendo. —Él es un buen amigo —respondí, mis manos agarrando las agarraderas dobles de mi bolso Hobo, blanco y negro—. Hemos sido amigos desde que éramos niños. —Nunca podría saber cuánto valoraba a Milo. —Ah, claro. —Girándose en su silla, dijo con incredulidad:

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Mis entrañas comenzaron a disolverse en un punzante frío cuando el destello del castigo se iluminó en su oscuro y bronceado rostro.

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—Tendrías que convencerme de que me desobedeciste delante de toda esa gente, ¿sólo porque él es un amigo? Tu madre tiene razón, cherie. Puedo ver a través de tu alma, porque tienes mis ojos. El Sr. Tanner no sólo es un amigo para ti. Tiene todo de ti. Tiene tu amor y tu lealtad. Y por lo que vi la otra noche, es obvio que goza de tus sentimientos.

—También es mi luchador número uno. Bueno, uno de los dos, porque la semana que viene se decidirá quién será el luchador número uno. —Es un buen amigo —insistí, hundiendo los talones en la alfombra afelpada color crema que había instalado directamente desde Francia—. Hemos estado pasando el rato. Eso es todo. —Bueno, entonces va a ser más fácil que se lo digas ya que él es un "buen" amigo. —Su énfasis en "buen" era despectivo y burlón, goteando desprecio—. En este momento las probabilidades son de 5545, a favor del señor Tanner. Obviamente la mayoría del público cree que puede ganar. También creo que puede hacerlo. Hizo una pausa, su pulgar jugueteando alrededor de un lápiz. —Quiero que cambies las probabilidades, Ava. ¿Ves? Cuando tuviste tu pequeño acto de rebeldía frente a todo el mundo, pude ver lo mucho que significabas para Tanner. Si le pides que abandone la pelea, no tengo dudas de que lo haría por ti. Abandonaría toda la cosa por ti. Me puse de pie, no queriendo escuchar ni una sola palabra de su pomposa boca. Si pensaba que iba a pedirle a Milo que hiciera eso, estaba terriblemente equivocado. Milo era un atleta, un competidor. No importaba que deporte jugara, vertía su corazón y alma en ello. Pedirle que abandonara una pelea sería una bofetada a su ego ya magullado y andrajoso, y dañar la autoestima que estaba tratando de ganar. Nunca le pediría a mi hombre que renunciara a una lucha por mí. Nunca. —Haces eso, o esta es la última vez que verás a tu madre —pronunció con una decisión que sabía que no tenía forma de titubear.

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—Este es tu castigo, Ava. —Caminando hacia la ventana, dándome la espalda, giró la cabeza a la dirección del invernadero donde estaba mi madre—. Eres terca como tu madre, y mira donde la ha llevado. Esto es

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—¿Por qué haces esto, padre? No necesitas el dinero que esta lucha va a traer. Ya les has demostrado a tus colegas y a las personas que llamas tus amigos que estás por encima de todos ellos. ¿Qué es lo que te queda por ganar? —Mi padre tenía bastantes miles de millones que le durarán toda una vida o dos. No se trataba de dinero. En absoluto.

por tu futuro. Quiero asegurarme de que el legado que deje atrás esté según mis reglas. —Gesticulando con ambas manos en el aire, dijo: —Construí todo esto de la nada. No quiero dejar todo esto en la nada si gobiernas con tu corazón. Eres voluble. Muy emocional. Estás gobernada por tus deseos. Para llegar a ser como yo, tienes que elegir lo que es mejor para ti. Lamentablemente, has elegido mal. El Sr. Tanner no es el hombre con el que deseo que te asocies. Elegí que fuera uno de mis luchadores porque está plagado de un escándalo y es la excusa patética para un hombre que no podía estar de pie para ganar por su propia fuerza, así que tuvo que darle drogas en su oponente para que pudiera ganar. Si le pides que renuncie a la lucha, entonces sabré que todavía tienes la capacidad de seguir mis reglas. —No lo conoces —defendí, colgando mi bolso sobre mi hombro derecho—. No tienes derecho a juzgarlo. —Oh, pero lo hago —gimoteó, sus rasgos contemplativos—. Sé que no tiene honor. Si le pides que deje la pelea, estoy seguro de que lo hará sin dudarlo. —Moviendo su mano derecha, hizo una señal de que esta conversación estaba llegando a su fin—. Puedes decirle que en lugar de un millón y medio de dólares recibirá como segundo premio, dos millones. Me siento muy generoso. Después de todo, nos dio un gran espectáculo. Giró la cabeza para mirarme y dijo: —Perder el campeonato, cherie. O decirle adiós a tu madre. Me alejé de su escritorio. Antes de llegar a la puerta, añadió:

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Mientras me alejaba de la oficina de mi padre, miré a mi alrededor. Crecí en esta casa. Era la casa más grande del barrio. Mi padre no construía pequeños edificios en miniatura. Todo en su vida tenía que ser lo más grande, lo mejor, los aviones más grandes, las mayores cadenas hoteleras, los casinos más grandes, el imponente club de lucha, y ahora quería quitarme las personas más importantes en mi vida. Tenía que elegir uno o el otro.

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—Au revoir. Trata de comportarte. Nos vemos la semana que viene.

Sé que no puedo tener ambas cosas. Lo vi en sus deslumbrantes ojos calculadores. Milo perdía el campeonato o nunca podría ver a mamá otra vez. Mis pasos vacilantes encontraron su camino hacia el invernadero. En los brazos de la mujer que me había traído a este mundo pasé mi tarde reviviendo mis recuerdos de infancia con ella, vertiendo todas las lágrimas y temores que había contenido dentro de mí, saboreando cada momento, haciendo durar todo un poquito más. Naomi nos dejó a mamá y a mí a solas cuando llegó el momento para que mi madre fuera a dormir. Canté las canciones infantiles francesas que ella solía cantarme cuando era una niña. A diferencia de mi padre, mi madre abrazó sus costumbres americanas completamente, pero cuando se casó con él, también acogió las culturas francesas, incluyendo el aprendizaje de todo lo relacionado con la lengua y la cultura. Llegó a ser tan fluida en francés que cada vez que íbamos a nuestra casa en Francia, nadie podía detectar que era americana con su manera de hablar. —À bientôt maman. —Hasta pronto mamá.

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Llega un momento en la vida en el que tienes que elegir a quien valoras más. No es porque ames menos a la otra persona. Pero cuando te enfrentas con una finalidad forzada sobre ti, eliges lo que se sienta bien en tu corazón y tal vez un día, tu alma te perdonará.

Traducido SOS por Jadasa Youngblood Corregido por LadyPandora

C

Milo

uando le preguntaba a Ava lo que estaba molestándola últimamente, sólo me daba una mirada hosca y lloraba silenciosamente.

Había regresado muy tarde la noche del martes y se fue directamente a la cama. Ava no se iba directamente a la cama. Pasaba su tiempo hablando o simplemente relajándose conmigo.

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No doy por sentado que mis habilidades por sí solas me hacen un ganador. Si todo el mundo compitiera sólo con sus habilidades, habría cientos de ganadores. Exigía fortaleza mental junto con disciplina para ser un ganador, los cuales apliqué en todos los aspectos de mi vida. Así que cuando veía a mi mujer sufriendo por la razón que fuera y cada vez que le preguntaba sobre eso, no me daba una respuesta directa, me tomaba un montón de fuerza de voluntad no ir directamente a la fuente, lo cual muy probablemente fuera su padre.

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Le di un respiro los últimos días porque probablemente tenía algo que ver con su madre. Pasaba mucho tiempo observándome al hacer ejercicio, preparándome para la gran pelea. Se reducía a mí y a un luchador japonés. Nunca lo había visto pelear, pero Ava dijo que era pequeño. Lo que le faltaba en tamaño, lo compensaba con velocidad y agilidad. Si llegó hasta aquí, debe ser realmente bueno. Los hombres que hemos luchado no nos reímos de nadie. Eran geniales en lo que hacían y cada uno sacaba provecho de su propia fuerza. Todos podríamos haber sido atletas deshonrados de una u otra forma, pero todos sabíamos lo que era entrenar y competir.

Antes de Ava, estaba luchando por el futuro de mi fundación, en memoria de la gente que amaba. Con Ava, aún estaba luchando por ellos, pero ahora había una pieza añadida a ellos. De alguna manera, también estaba luchando por nosotros. Su padre no me dijo ni una palabra. No era algo inusual, ya que Maxwell y yo sólo hablábamos después de las peleas y lo mínimo indispensable, para guardar las apariencias. Pero quería demostrarle a él, delante de todo el mundo en ese espacio que construyó para las peleas, que podía ganar contra cualquier cosa, cualquier cosa que me lanzaran. Daniel, su asistente, ya había estado ofreciendo algo como incentivo, una posibilidad de que volviera el próximo año si ganaba este torneo. No tenía deseos de volver. Esto no era para mí. Tan pronto como consiguiera los fondos, iba a volver a la piscina. Ava... hizo eso por mí. Me hizo querer regresar al deporte que una vez avergoncé. Me mostró las segundas y terceras oportunidades, si era necesario. Nunca me juzgó. En el momento en que pensé que nadie creía en mí, se las arregló para abrirse paso en mi pecho y tener una buena mirada del interior y a pesar de todo, creyó en mí y me amaba de la manera que era.

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—Ava, ¿estás bien? —pregunté por tercera vez desde que habíamos estado en el interior del gimnasio. Estaba acostado sobre el piso,

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Hace años, si me hubieran preguntado si me iba a enamorar de la mejor amiga de mi hermana de ojos grises, habría dicho “Joder, no”. No porque no creyera que valiera la pena enamorarme, es sólo que nunca pensé que habría una posibilidad entre ella y yo. Todo el mundo puede decir te amo y no decirlo en serio. Diciendo que no fue la gran cosa, pero demostrando que lo era. Mi padre le demostró a mamá todos los días que la amaba, haciendo pequeñas cosas por ella, preparándole el desayuno, abriéndole las puertas y dándole masajes de hombros. No puedo exactamente precisar cuando me enamoré de Ava. Quizás estuvo ahí a lo largo de los años. Puede que no hayamos tenido un pasado lleno de bastones de caramelo el uno con el otro, pero creía que cuando no estaba mirando, ella había plantado semillas diminutas de amor en mi corazón y cuando llegó el momento adecuado, se convirtió en lo que teníamos ahora.

usando mis abdominales para levantar mis omóplatos mientras completaba mi abdominal número cuatrocientos. Hoy estaba cambiando mi rutina, haciéndolo sobre el suelo en vez de colgando de las barras. Haciendo esto fortalecía mi cuerpo, permitiéndome levantar y girar de manera más eficaz. Me estaba mirando de nuevo, pero su mente se encontraba a kilómetros y kilómetros de distancia, reflejándose en la desolada mirada en sus apagados ojos grises. Le hice señas para que se sentara arriba de mi estómago mientras continuaba recostado sobre el suelo. Lentamente se acercó. Sus pantalones cortos de algodón rojo rodaron hacia arriba y aprecié la vista encima de mí, en su camiseta blanca y debajo un sostén deportivo blanco, nadie puede culparme si tenía una furiosa erección por mi mujer las veinticuatro horas. —¿Qué está mal? —pregunté de nuevo, masajeando ligeramente la suave piel sobre sus muslos—. Nena, cuéntamelo por favor. Anoche hicimos el amor cuatro veces. No me estaba quejando, pero sentía que estaba casi loca de necesidad y mientras no tenía ningún reparo en pedirme lo que quería, se sentía diferente, era como si estuviera asustada de dejarme ir. Su expresión se volvió sombría, trató de sonreír, pero las comisuras de su boca no se levantaron lo suficiente como para darme una sonrisa de verdad, algo estaba muy mal. —Ava, no puedo ayudarte si no me lo cuentas. Recuerda, estamos juntos en esto. Respiró profundamente y dijo: —Tengo que pedirte algo.

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Tocó mi frente con dos dedos, arrastrándolos por mi cuello y apoyando su mano derecha sobre mi pecho desnudo, dijo:

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—Está bien.

—Te amo. Asentí. —Lo sé. —Quiero estar contigo. Agarrando suavemente su muñeca, dije: —Estás conmigo. Nena, estamos juntos. —Lo que te voy a pedir es sobre tu pelea de mañana por la noche. — Bajando su cabeza para que su boca estuviera a tan sólo una pulgada de distancia de la mía, su cuerpo por completo sonrojado contra el mío, miró directamente a mis ojos—. Mañana por la noche... —¿Sí? ¿Qué hay de mañana? —Saqué mi brazo derecho desde donde había estado descansando bajo mi cuello y levante mi mano para pasar mis dedos por su pelo—. Sé que estás aterrorizada por mí. —Lo estoy. No quiero que te lastimes. —Mordió su labio inferior y la luz en sus ojos se volvió borrosa con sus lágrimas formándose. —Haré mi mejor esfuerzo para no lastimarme. —Tuve suerte de que sin importar cómo de hábiles fueran los otros luchadores, casi siempre salí ileso. Ileso de una manera que las bolsas de hielo y un montón de analgésicos ayudaban con las consecuencias de la pelea. No era superman, pero años conociendo y preparando mi cuerpo para que estuviera en forma al máximo, tenía ventajas. Eso y saber qué hacer cuando tus huesos y músculos se rebelaban después de ser golpeados, pateados, y estrellados contra otro cuerpo en numerosas ocasiones. —Milo, no. —Sacudiendo su cabeza, con sus cejas fruncidas con preocupación, dijo: —No quiero que te lastimes nada.

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—Mañana por la noche, cuando estés dentro de esa jaula de vidrio... — Tomando una respiración profunda, dijo:

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—Nena, podría lastimarme un poco y está bien. —Me reí. Había visto mis peleas, sabía que podía ser sangrienta y brutal.

Quiero que luches por ellos, tu madre, padre, tu tía Margie, Brynn y todos los niños y familias por los que has estado luchando a través de los años. —Siempre lo hago. —Era la única cosa que hacía que esto valiera la pena para mí. Con nuestros labios a pocas pulgadas entre el uno del otro, susurró: —Quiero que luches por mí también. —¿Por ti? —Milo, mañana por la noche, pelea por mí. Por todo lo que mi padre me ha hecho pasar, quiero que uses toda la fuerza que tienes para demostrarle a él y a sus amigos que estás alejándote de esto como el primer campeón de lucha de La próxima Generación. —Con sus ojos brillando intensamente apasionados, del modo que he extrañado estos últimos días, exigió: —Eres mi hombre. Muéstrales lo que puedes hacer. Pelea como nunca has peleado antes. Y sé que cuando lo termines, fuera de la jaula, ese lugar, estaré esperándote. Coloqué mis manos alrededor de su cabeza y la estiré hacia abajo para besarla. Mi mujer me exigió que ganara una pelea. Mañana por la noche, eso es exactamente lo que haré. ***

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Tan pronto como se hizo el anuncio por los altavoces presentándonos a mí y a Hiroshi “El samurai japonés” Ohayashi, evadió mis patadas, y mis golpes fueron todos lanzamientos en el aire. Era rápido como un rayo y si no estuviera en esta jaula con él, probablemente apreciaría el control y el arte de sus habilidades de lucha.

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Ava tenía razón, este tipo era un luchador sumamente habilidoso. Me había inmovilizado dos veces. Los próximos días, mi espalda iba a pagar por eso.

Escupí sangre de mi boca, cuando la fuerza de su pie derecho se encontró con mi mejilla izquierda. Mis rodillas querían desplomarse en un acto de rendición, pero me las arreglé para mantenerme de pie. Golpeó mi hombro izquierdo con un poderoso puñetazo y casi gritó de dolor. Joder, este hombre era implacable. Si no reaccionaba, estaría en el suelo como un desastre sangriento. Retrocedió, probablemente para darme un momento para mí mismo. Era un luchador honorable. Podría terminar rápidamente ahora, pero me estaba dando la oportunidad de levantarme y luchar. La lucha puede no ser un deporte para mí. Pero los hombres dentro de cualquier campo de lucha, cuadrilátero, o jaula, determinan el grado de brutalidad que iban a dar y tolerar. Encontrando mi equilibrio, me quedé de rodillas en mi lugar, junté mis manos y di una pequeña reverencia. En Taekwondo, nos inclinamos para mostrar respeto en las artes marciales y lo que la otra persona representaba. No tenía ni idea de por qué estaba ahí. No tenía ni idea por lo que estaba luchando. O lo que le hacía un atleta deshonrado en el principio. Pero ahora mismo, le estaba dando el respeto que le es debido. Como un luchador.

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Mantuvo sus manos y pies en una postura amplia, gritó un “jaiyyahh”, y en un movimiento borroso se movió a mi espacio, esta vez había reunido la suficiente energía para contrarrestar su próximo movimiento. Me metí debajo y agarré su pierna izquierda que podría haber terminado fácilmente con mi trabajo aquí. Bloqueando su pierna con mi mano, fui capaz de derribarlo al suelo. Se revolvió contra mi agarre, tratando de soltarse. Giré mi cuerpo para que pudiera sostenerlo con una llave de brazo. No sé cuánto tiempo había pasado, pero podía sentir que mi cuerpo estaba cansándose por la paliza que estaba recibiendo.

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Con una expresión seria en su rostro, devolvió la reverencia. Era pequeño, probablemente poco más de metro y medio, pero las alturas a las que sus patadas podrían llegar probablemente eran muy por encima de mi cabeza.

La temperatura de la habitación comenzó a bajar. Habiendo luchado muchas veces, aprendí que el frío podía llegar a ser extremo y uno de los luchadores que golpee, en realidad tenía su mano pegada en el suelo porque la habitación estaba muy fría. Mi cuerpo era capaz de aclimatarse a la temperatura fría, porque en natación, después de cientos de vueltas, el frío se convertía en mi mejor amigo. El Samurai Japonés tenía la fuerza de diez hombres mientras era capaz de conseguir salir poco a poco de mi llave de brazo. Antes de que pudiera soltarse completamente, utilicé la parte superior de mi cuerpo como una palanca para asegurar un bloqueo sobre su brazo izquierdo, impidiéndole escapar. Con su brazo izquierdo completamente comprimido en una llave, presioné sobre su hombro izquierdo, apretando la extremidad sobre un punto de apoyo y observé en su rostro una mueca de dolor. Mientras lo observaba pateando sus piernas para protestar por el dolor que le estaba infligiendo, las palabras de Ava impregnaron mi agotado cerebro: Milo, pelea por mí. Ella es mi Aquiles. Le declararía la guerra a cualquier persona, quién la lastimara. Rompería los huesos de cualquier hombre, quién le tocara de manera equivocada. Derramaría hasta la última jodida gota de mi sangre por ella. Pelearía con todo lo que tenía hasta que ya no pudiera soportarlo. Porque Ava, mi princesa remilgada, duquesa maldita de mi corazón me mostró el camino para vivir de nuevo.

Cinco.

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Hombres entraron con todos los miembros en su lugar y pueden salir con algo grave, roto.

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Cerró sus ojos mientras el dolor se hacía insoportable para él. Su articulación podría estar dislocada. Pero era propenso a ello en esta jaula que no perdona.

Cuatro. Tres. Dos. Uno. Poco a poco me encontré de pie. Levantando mi mano derecha para el tiempo final, las luces dentro de la jaula brillaban alternando con los colores verde, oro y azul. No podía abrir mi ojo izquierdo. Este era mi recuerdo, junto con moretones sobre mis mejillas y en la parte superior de mi cuerpo. Mientras la jaula de vidrio se abría hacia los costados, los médicos llegaron para revisar al otro luchador. No tardarían en revisarme mí después de él, era rutina. Atrapé la figura de una mujer vestida con una minifalda negra corriendo hacia mí, deteniéndose a menos de diez centímetros de distancia, hizo una revisión de mi cuerpo maltratado y con sus propias manos limpió la sangre que goteaba de mi cara. Sus ojos grises vidriosos con lágrimas, su maquillaje era un desastre, pero su sonrisa alcanzó sus ojos. —Nena, vamos a casa. Por ella, caería. Por ella, lucharía.

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Por ella, viviría.

Traducido por Jadasa Youngblood Corregido por Jut

—M

Milo uy bien, gracias, Dia —Colgué el teléfono cuando Dia me confirmó que los tres millones de dólares fueron depositados en la cuenta.

Habían pasado cinco días desde la gran pelea. Cuatro días atrás cumplí con mis obligaciones con la Próxima Generación, sacándome un montón de fotos con Maxwell, fui felicitado por sus amigos y les anuncié a todos que el próximo año no estaría defendiendo mi título. Habían pospuesto la fiesta para el día siguiente porque no fui liberado por los médicos. Tuve una fractura de mandíbula, y hasta hoy apenas podía masticar con el lado izquierdo de mi boca. Ava se había quedado junto a Daria todo el tiempo. Sólo cuando le pedí un beso vino a mi lado. Tenía la sensación de que me estaba dejando disfrutar de la gloria, pero prefiero tenerla a mi lado cuando me mezclo con su multitud. Cuanto más hablaba con ellos, se volvía más corta mi tolerancia hacia ellos.

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Tanto como estaba feliz por eso, sabía que algo más estaba ocurriendo. La atrapé en una llamada telefónica con Naomi, Ava estaba llorando, y la dejé mojar mi camisa con sus lágrimas. Su padre llevó a su madre a Francia. Probablemente era la manera en que su padre demostraba su

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Ayer, Ava me reveló que dejó su trabajo designado como portavoz de su padre. Tenía planes de comenzar una empresa de relaciones públicas con la ayuda de Daria. No tenía ninguna duda de que serían exitosas en ello. Cuando le pregunté sobre cómo su padre tomó el que esté conmigo, se limitó a responder con: “Nuestros lazos están rotos. Ya no trabajo para él”.

desagrado hacia mí, porque estoy con Ava, pero lo que mi mujer no sabía era que nos compré unos pasajes para visitar a su madre en Francia. No tenía ni idea de dónde estaba su castillo, pero imaginé que todos los caminos llevan a París, así que podríamos comenzar a partir de ahí. Parecía que todo estaba bien con Ava viendo a su madre, así que quizás Maxwell finalmente se daría cuenta de los errores de su manera de actuar. Aparte de la madre de Ava siendo llevada a Francia, no escuché a Ava mencionar nada acerca de no ser capaz de verla. Una visita al país donde nació Ava sería genial y también sería una excusa genial para pasar unas vacaciones. —¡Ava! ¿Dónde estás? —O estaba en nuestra habitación, sí, mi habitación se había convertido en nuestra habitación, leyendo acerca de esos tipos griegos o estaba en el gimnasio corriendo en la cinta. Apenas usaba la cinta de correr. En vez de eso, me gustaba correr al aire libre. No pude encontrarla en nuestra habitación, así que fui arriba. —Tengo algo para ti... —Mi voz resonó en el pasillo. Además del viaje a París, Ava estaría feliz de saber que Dia entregó su renuncia. Dia decidió aceptar la oferta de una gran firma de consultoría financiera. Me dio el tiempo suficiente para buscar un reemplazo y ya estaba considerando ofrecérselo a uno de los empleados a tiempo parcial que recientemente se graduaron de la universidad con un titulo de contabilidad. A Ava nunca le gustó Dia. No importaba cuántas veces le asegurase que no guardaba sentimientos hacia mi ex, el hecho de que era mi ex amargaba a Ava. Últimamente, en realidad estaba pensando en pedirle a Dia que buscara otro trabajo, porque simplemente quería aclarar las cosas entre ella y yo, y darle a Ava la paz que ni siquiera estaba pidiendo, pero Dia se me adelantó.

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Decidí regresar a mi habitación para cambiarme antes de volver a buscarla. Quizás sólo quería paz y tranquilidad. A veces, iba a un rincón de la casa, su imaginación la lleva a esas mitologías griegas, y la encontraría dormida con auriculares en sus orejas.

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Su auto se encontraba estacionado en el garaje, así que, sin duda estaba adentro.

La luz de mi baño estaba encendida. Ahora sabía dónde estaba. —Deberías enviarme un mensaje de que estabas en la ducha. —Me saqué mi camisa y pantalones vaqueros—. Y estaría feliz de unirme a ti. —Cada vez que mi mujer estaba desnuda, estaba más que feliz de estar cerca. Agarré la cortina de baño azul oscuro y la estiré a un costado. Lo que me recibió fue un espectáculo que hizo que mi cabeza girara, mi pecho se contrajera y las venas saltaran fuera de mi piel. El agua de la ducha estaba muy caliente. Ava no tomaba duchas muy calientes. Sabía esto porque ajustaba la temperatura a su gusto cada vez que nos duchábamos juntos, lo cual era a menudo. Con su cabeza metida entre sus piernas, el cuerpo de Ava se balanceaba hacia atrás y hacia adelante, la piel expuesta por la blusa que llevaba se veía color rojo remolacha. Cerré la ducha de inmediato y la llevé de la bañera a la cama, cubriéndola con una toalla verde que agarre de la estantería. No protestó cuando la desnudé y lo único que deje era su sujetador verde claro y bragas. Su cuerpo se estremecía mientras la secaba con la toalla, cuidando no presionar demasiado sobre su piel porque parecía como que sufrió leves quemaduras sobre sus brazos. —¿Qué pasó? —pregunté, cubriendo su rostro con mis manos mientras se quedaba sentada en la cama. Me miró y todo lo que obtuve a cambio fue una mirada atontada. —Ava, soy yo. —Presioné ligeramente su mejilla—. ¿Qué pasó? ¿Por qué estabas llorando en la ducha? Sosteniendo su cara con mi mano izquierda, dije:

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Su mirada ligeramente limpia, sacudiendo su cabeza, y sus ojos llenos de lágrimas, dijo en voz baja:

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—Nena, soy yo. Ahora estoy aquí. Dime lo que pasó.

—Milo, se ha ido. —¿Quién? —Mamá, se ha ido. —Su voz era áspera, cruda, derramando dolor—. Demarchelier, nuestro mayordomo en Francia, me llamó. Su silla de ruedas se volcó y cayó desde los escalones del porche y golpeó su cabeza con la barandilla de hormigón. Para el momento en que llegó la ayuda, no respondía, y ni siquiera llegó al hospital. Me senté en la cama y levanté su cuerpo para que se sentara en mi regazo y la abracé, sosteniendo su barbilla arriba de mi hombro izquierdo. La sentí sollozar mientras su cuerpo se estremecía con el dolor que estaba sintiendo. Masajeé su espalda, sin decir una palabra, porque en ese momento, lo único que necesitaba de mí, era a mí. Ninguna frase. Ni mis palabras. Sólo yo. Después de lo que pareció una hora más o menos, dije: —¿Cuándo quieres irte? Susurró: —Tan pronto como podamos. Asentí. —Lo tendré todo listo. Descansa un poco. Presionó su frente hacia mis labios y con voz angustiada, confesó: —No me permitió volver a verla. La última vez que la vi fue un par de horas antes de tu última pelea. La llevó a Francia y tenía instrucciones específicas para todos de que no podía estar en contacto con ella, de ninguna manera. La apartó de todo el mundo aquí. Lejos de mí y de Naomi. Lejos de todo lo familiar para ella porque te elegí.

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¿Ava me eligió a mí?

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¿Quién cojones hacía eso? ¿Llevar a su esposa lejos de su propia hija, porque puede tomar sus propias decisiones y no ser un títere ante sus exigencias?

Mientras la comprensión se instalaba en mí, dije: —No deberías haber tenido que elegir. Nunca. Nadie en su sano juicio haría la mitad de las cosas que hizo. —Con una furia profunda corriendo intensamente por mis venas, lentamente exhalé—. Ese hijo de puta va a pagar. No me importa si es tu padre o el hijo de Satanás, va a pagar. *** El funeral de Aliana Troudeau fue un evento solemne. Diez personas asistieron al evento, incluyendo a Naomi, Brynn y Kieran. Sabía que Ava necesitaría de todo el apoyo que pudiera conseguir en estos momentos, así que antes de hacer los arreglos del viaje a Francia, llamé a mi hermana, quién se encontraba en Omaha con Kieran para las pruebas olímpicas. Las pruebas fueron los últimos días por lo que Brynn se reunió con nosotros en Francia y Kieran llegó un día más tarde. Adonde Ava iba, iba con ella. Al hospital donde el cuerpo de su madre esperaba. Al castillo de su familia donde habló con el mayordomo y la señora que cuidó de su madre durante sus últimos días. Al jardín, donde su madre pasó la mayor parte de sus días. Y por la noche, me iba a la cama con ella, donde la dejaba usar mi cuerpo para darle consuelo y aquietar la agonía que estaba sintiendo. Brynn tenía un montón de preguntas sobre la madre de Ava. Mi hermana, como todo el mundo, pensaba que la madre de Ava se retiró a Francia, ni siquiera sabía lo del accidente. Fue una experiencia liberadora para Ava contarle a Brynn todo lo que pasó. Había escuchado la historia, pero escucharla de nuevo hacía que mi sangre ardiera por la necesidad de infligir escandalosas cantidades de dolor.

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Maxwell ya nos estaba esperando en el castillo la mañana antes del funeral. Estaba sentado en la sala de estar, sosteniendo un álbum digital de fotos, obviamente, desplazándose por las fotografías de la familia. Sus ojos se veían atormentados, su carácter muy lejos del hombre orgulloso que había visto, y cuando se puso de pie y dio un

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Así que lo hice.

paso adelante para decirle: “Cherie” a Ava, Ava levantó su mano derecha para detenerlo, dijo: “No”, y se alejó. A diferencia de Ava, no tenía ganas de alejarme. En lugar de eso, lo agarré por las solapas del costoso traje que estaba vistiendo, balanceé mi puño derecho y su mandíbula absorbió el impacto. Sangre goteaba de su cara arrogante y seguí golpeándolo, cada vez más fuerte que el anterior. Escuché sus costillas y uno de sus omóplatos romperse. No iba a parar hasta que me di cuenta de que Maxwell no estaba peleando. La expresión de su rostro me hizo detener mi ataque. Parecía como si me estuviera animando a ponerle fin a su penosa vida. Sus ojos estaban cerrados, pero lágrimas caían de su rostro. Demasiado tarde para eso hijo de puta. La parte de atrás de sus rodillas colapsó detrás del gran sofá negro, y cuando se sentó, dijo: —Cuida de mi hija. Completa repugnancia me envolvió. —No tenías derecho de alejarla de su madre. Eres un pésimo padre. Todos estos años que trataste de controlar su vida, hacerla pagar por... ¿por qué? ¿Los pecados de su madre? Si hubieras abierto tus ojos. — Indiqué con mi pulgar y dedo índice—, sólo un poquito. Jodidamente poco. Hubieras visto la mujer increíble, dadivosa y maravillosa que es tu hija. En vez de eso, querías controlarla, chantajearla por querer estar con la mujer, que es su propia madre, quién más la necesitaba, e intentaste rebajarla a que se convirtiera en algo como tú, insensible, cruel, sediento de poder. Pero mi mujer es demasiado fuerte para eso. Nunca será como tú.

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—A partir de ahora, Ava decide. Si no quiere tener nada que ver contigo, le darás eso. Si quiere hacer algo, no tendrás ni voz ni voto en

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Maxwell frotó por debajo de su mandíbula con su mano, donde un moretón negro comenzaba a formarse, abrió su boca, pero sabiamente se mantuvo callado.

ello. No vas a sabotear nada de lo que comience y no tendrás nada que ver con ella a menos que eso sea lo que quiere. Si dice que no va a hablarte por los próximos diez, treinta, cincuenta años, le darás eso. ¿Sabes por qué le darás eso? Reconoció mis palabras levantando una ceja. Esta fue la única vez que estaba perdiendo un aliento más en su compañía y quería asegurarme de que mi mensaje era taladrado en su arrugado corazón de azufre, si es que tenía un corazón. —Le darás a Ava todas esas cosas porque le negaste la oportunidad de despedirse de su madre. Siempre llevará ese vacío dentro de ella porque no fue capaz de despedirse. Y espero que te pudras en el infierno por eso. Su rostro perdió todo color, su respiración se dificulto y juro que temblaban sus manos. —Maxwell, ¿entiendes lo que te estoy diciendo? —Exigí, apretando mis puños a mis costados mientras luchaba contra la tentación de darle más golpes. Sólo el pensamiento de Ava llorando en sueños me hacía desear dejar lisiado a este hijo de puta. No dijo una palabra. —¿Fui claro? —repetí. Con una leve inclinación de cabeza, endureció su mandíbula y respondió: —Sí. Era la última vez que estaba sólo en una habitación con Maxwell.

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Después del funeral, podía decir que quería compartir algunas palabras con Ava, pero me quité las gafas de sol y lo miré. En ese

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La última vez que lo vi fue en el funeral de la madre de Ava. Se puso de pie a un lado, apartado de todos los demás. Su rostro mostraba las repercusiones de mi paliza. Los ojos de Ava se ensancharon cuando vio cómo de desastrosa estaba la cara de su padre, pero no dijo una palabra.

momento, era evidente que Ava no quería tener nada que ver con él. Lo había ignorado durante toda la ceremonia, y mientras las cenizas de su madre eran esparcidas en el lago de Ginebra como su madre había querido años antes del accidente, Ava casi se desmayó de la desesperación. Atrapé su cuerpo sin peso en mis brazos, en cuestión de días perdió mucho peso, apenas había comido y un par de veces, tuve que obligarla a que se alimentase, así podía tener algo en su estómago. Llevaría tiempo, mucho tiempo, que saliera de esto, pero una cosa de la que nunca tendrá que preocuparse es sobre mí.

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Estaré aquí para atraparla cada vez que caiga y estaré de pie con ella luchando a través de cada cosa que se cruce en nuestro camino.

Traducido por Martinafab y SOS por Fanny Corregido por Jut

Ava Alrededor de un año y medio después...

—M

ilo ¿cómo te sientes acerca de volver a las piscinas? — le preguntó a Milo Jillian Fredericks, corresponsal de deportes del People's Weekly y mi amiga más cercana en la prensa. Estaban sentados en los sofás del Estudio 29 para la primera entrevista en vivo con Milo desde que fue expulsado de la natación. En unos pocos meses, estaría haciendo su regreso a las piscinas y todo el mundo estaba entusiasmado con ello, sobre todo yo. —Me siento bastante bien al respecto. No he estado entrenando, así que va a ser un montón de trabajo, pero todo saldrá de la forma en que debería. —Sonrió a la cámara mientras me guiñaba un ojo.

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Yo estaba de pie al lado de Cam, el camarógrafo, viendo la entrevista. Él no iba a hacer una, pero cuando se lo pedí, no dudó. Me imaginé que esta sería la mejor manera de anunciar su regreso al deporte que tanto amaba. Jillian era una de las personales de medios más agradables de por ahí y yo la conocía desde hace muchos años, así que fue un ganarganar. Numerosas emisoras de televisión habían ofrecido dinero por la primera entrevista con el chico malo de la natación, pero el dinero no fue un factor para que Milo aceptara la oferta de Jillian. Estaba haciéndolo todo gratis porque yo se lo pedí.

Ninguno de nosotros había visto las preguntas de Jillian, pero confiaba en mi amiga para que diera una gran entrevista, sin dañar más lejos la reputación de mi hombre. —¿Por qué lo hiciste? —Los ojos marrones de Jillian se perfeccionaron en Milo—. Todo el mundo quiere saberlo: ¿por qué le tendiste una trampa a Kieran Stone? Milo miró a Jillian por un segundo y respondió: —Lo hice por mis propias razones egoístas y puras. Kieran no tenía nada que ver con ello. Todo está sobre mí. —Sus ojos verdes brillaron con remordimiento y se acomodó la parte delantera de su traje multiraya que le ayudé a escoger para él esta mañana. Quería que se pusiera corbata, pero después de tres intentos de tratar perfeccionar un nudo Windsor, me di por vencida. Me di por vencida porque cuando llevé el extremo ancho a través del lazo entre el collar y el nudo, Milo desabrochó un botón en mi blusa de lavanda pura. Para el momento en que casi había acabado con el nudo, tenía sus manos llenas con mis pechos y terminamos en la cama una vez más. —Algunas personas dicen que el castigo que la FINA y el COI te dieron fue injustificado, que fue demasiado riguroso y demasiado largo por una infracción de ese tipo. ¿Qué dices a esto? —Creo que hicieron lo que tenían que hacer y entiendo su decisión — respondió con voz firme. —No es ningún secreto que ahora Kieran está saliendo con tu hermana. ¿Tienes algún comentario sobre esto?

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—Nah. Es asunto de ellos. Mientras sean felices, eso es todo lo que importa. —Milo sacudió la cabeza, sus anchos hombros apoyados en la parte posterior del sillón. Parecía relajado, sereno, como un hombre que sabía lo que representaba y no hacía ningún reparo en dejar que el mundo lo supiera. Llevaba su traje sin esfuerzo. Él podría usar cualquier cosa y destacaría. Era inconcebible lo indiferente que era a su apariencia. Esta mañana se afeitó porque simplemente le dio la gana.

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Jillian sonrió mostrando sus hoyuelos.

No se afeitó por la entrevista, sino porque habían pasado cuatro días y sentía una picazón por el pelo que le crecía en el rostro. Jillian se presionó un dedo en los labios. —Ahora, Milo, te haré esta pregunta como regalo, lo que significa que puedes optar por responder o simplemente decir que no. —Él siempre podía decir que no, pero Jillian en realidad estaba dejándole saber al público que estaba bien para él hacerlo. —Ahora eso me asusta. —Milo sonrió, sus ojos verdes encontrándome y dándome una mirada que me decía que se estaba divirtiendo—. Pero sigue adelante. —¿Es cierto que te hiciste luchador en Las Vegas? —La voz de Jillian estaba llena de asombro. Milo se inclinó hacia delante, apoyando los codos en las piernas, y dijo: —Sí. Tenía que hacer algo para ocupar mi tiempo, ¿sabes? Jillian se rió de eso y procedió a hacer preguntas acerca de los planes de futuro de Milo con respecto a su carrera de natación.

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Naomi, Daria y yo habíamos comenzado una compañía de relaciones públicas, Aliana Incorporated, en memoria de mamá. No sabemos nada de negocios, pero tengo cientos de contactos en todo el mundo a los

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Me apoyé la mano derecha sobre el pecho. Si la gente sólo supiera por qué lo hizo, nunca se preguntarían lo bueno que era mi hombre. Pero tan explosivo como era como atleta y tan dedicado a cualquier cosa relacionada con la natación, mantenía la boca cerrada cuando se trataba de la organización que construyó en honor a su familia. Ahora que yo lo estaba ayudando, junto con otras organizaciones de caridad, para ganar más exposición al público, yo respetaba su decisión en cuanto a cuánto quería que el público supiera de su participación en ello. Cuando Brynn se enteró de lo que hizo su hermano, lloró durante días porque estaba muy orgullosa de él, y al mismo tiempo, deseó haberlo sabido antes así podría haberle ayudado. Milo puso todas sus ganancias a la fundación, por lo que no hay duda de que seguiría floreciendo.

que puedo llamar para pedir ayuda. El objetivo de nuestra empresa era ayudar a que las organizaciones de caridad ganasen más terreno en el ojo público con el uso de los medios sociales para que así pudieran obtener la financiación y el apoyo que necesitaban para las operaciones del día a día y a largo plazo. El título en negocios de Naomi, sin duda, iba a ser puesto en uso. Había sido difícil, pero estábamos aprendiendo cada día. A medida que la entrevista uno-a-uno se acercaba a su fin, Jillian inquirió: —Oh, aquí hay algo de los rumores. Tienes que responder a esta. Has sido, después de todo, votado como uno de los deportistas más sexys por la revista People Weekly tres años seguidos. Simplemente hay algo en ti que hace que las rodillas de las mujeres se debiliten. De hecho, hay una encuesta en curso que dice que desde que has sido expulsado de la natación, la asistencia de la población femenina a los mundiales ha disminuido. Milo se rió sonoramente entre dientes. —Lo dudo mucho. —Él encontraba este dato gracioso. En cierto modo lo era, pero yo era una de las mujeres que veían la natación porque él estaba en ella. Así que tal vez había algo de verdad en lo que Jillian mencionó. —¿Estás comprometido con una cierta hermosa mujer? ¿Con una que es conocida para el todo el mundo como la reina de Las Vegas? Mi mandíbula cayó al suelo. Esta vez la pregunta de Jillian no tenía relación con la verdad. Realmente iba a tener una charla con ella después de ésta. Los ojos de Milo brillaron misteriosamente y me miró directamente a los ojos con una mano sobre la parte frontal izquierda de su traje cuando respondió:

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—Ha sido vista llevando un anillo en su mano izquierda y tengo un par de miembros del personal preguntándose si es un anillo de

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—¿Te refieres a Ava? ¿Por qué lo preguntas?

compromiso. No es un secreto que ustedes dos están saliendo, así que supongo que sólo tenemos curiosidad —explicó Jillian sucintamente. Milo había sido mi roca a través de mi proceso de duelo. Desde el momento en que regresamos de Francia, no había dejado mi lado. Habían días en los que ni siquiera quería hacer nada, ducharse a sí misma era una tarea, y si él no me obligara a comer, habría terminado sólo en piel y huesos. Brynn, Naomi y Daria también estaban ahí para mí, y sin ellos ni siquiera sabría qué hacer conmigo misma. En uno de mis días más oscuros, Milo me llevó al Lago Mead. Nos quedamos ahí desde el amanecer hasta el atardecer, debajo del árbol donde conoció a mamá y donde mamá y yo habíamos pasado mucho tiempo hablando sobre mi niñez. Cuando el sol besó el cielo en el horizonte, él sacó una pequeña caja de sus vaqueros y dijo: —Un día será mejor. Veré la sonrisa en tu rostro de nuevo, justo como antes. No serás la misma. Pero creo que reirás y serás feliz de nuevo. Ella está allá arriba, ¿sabes? Está con mi madre, mi padre y la tía Margie. Todos están mirando hacia abajo y probablemente tengan la esperanza de que sigamos y vivamos nuestras vidas de la forma en la que debe ser. Te amo, Ava. Haces que todo lo demás se desvanezca. — Abrió la caja y un anillo de diamante triangular con una piedra cortada a la mitad que parecía un nudillo me hizo reír y llorar al mismo tiempo, continuó: —Esto significa que estoy contigo. Milo le respondió a Jillian con una sonrisa de esas que te detienen el corazón. —No. No estamos comprometidos. Probablemente Ava escogió ese anillo en una joyería y se lo puso.

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Él podría no estar preocupado por su apariencia, pero seguro sabía cuándo encender su encanto. Lo había colocado en mi dedo anular y yo no me lo había quitado desde entonces.

Cuando me sentía triste, recordaba sus palabras y tocaba el anillo. Junto con los aretes de diamantes de mi madre, el anillo que Milo me dio era otra pieza de joyería que no iba a dejar mi cuerpo. Las cejas de Jillian se alzaron, claramente sin creer la explicación de Milo. —Está bien. Antes de Jillian pudiera comenzar con la siguiente pregunta, Milo levantó su mano para interrumpirla. —Cuando digo que no estamos comprometidos, me refiero a que no todavía, sólo quiero dejarlo claro en caso de que algún hombre de ahí fuera piense que tiene una oportunidad con mi mujer. No pude evitar reír. Incluso el equipo de filmación se unió a la risa por el descaro de Milo. No, él no era penoso. Para nada. *** —Mierda, nena, te sientes tal malditamente bien. Cada vez. —Milo meció sus caderas mientras empujaba dentro de mí una vez más. Tuve que tragarme mi grito de satisfacción o nuestros amigos se enterarían de nuestro escondite y sufriríamos de burlas sin fin. Estaba tranquila yaciendo sobre mi estómago encima de la toalla de playa para emparejar mi bronceado cuando de repente, unos brazos musculares me levantaron y plantaron mis piernas sobre sus hombros mientras nadaba a un montón de formaciones rocosas.

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Uno pensaría que después de las tantas rondas de anoche y después de remar y nadar en el océano con Leif esta mañana, me daría una tregua.

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Lentamente se retiró y mientras recuperaba el aliento, sofocó mi boca con sus ardientes besos. Esto era una cosa a la que tenía que acostumbrarme, la energía de Milo era inagotable.

Debí haber sabido que mi bikini de top color coral neón con un torcido sexy en la espalda causaría que su temperatura subiera. Este era uno de mis bikinis más conservadores. Era lindo, coqueto, no demasiado excesivo, y probablemente ahora los lados estaban desgarrados porque ásperamente los había bajado por mis piernas para que yo pudiera envolverlas alrededor de su cintura. Amo a mi hombre, y si yo fuera cualquier chica, me quejaría sobre la forma en la que su sed por mí nunca se apaga. Por supuesto, no lo haría, no podría, porque me sentía igual por él. Cuando estaba corriendo más temprano con Leif, me ahogué, literalmente, con mi margarita y la pequeña sombrilla encima del vaso casi me atraviesa el ojo cada vez que sus músculos, anchos hombros y sus abdominales llegaban a mi vista, lo que era a menudo porque corrió alrededor, la mayoría del tiempo en pantalones cortos, mis niveles de estrógenos subían y a menudo tenía que limpiarme porque comenzaba a sudar por el deseo hacia él. Tuve que pedirle a mi doctor el método anticonceptivo más fuerte, a lo cual él me dio píldoras, porque si no teníamos cuidado, pequeños mini yo y mini Milo estarían corriendo por ahí muy pronto. Le había comunicado esto a Milo y sólo me sonrió disimuladamente y dijo: —No sería tan malo. De ninguna manera. No voy a embarazarme pronto. No es que no quisiera.

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Después de un año y medio de subidas y bajadas, estábamos tan ocupados como nunca. El entrenamiento había comenzado, ya que la FINA levantó la prohibición. Su agenda estaba muy agitada y yo viajaba muchísimo con Daria, algunas veces con Naomi, porque quería conocer personalmente a los jefes de las organizaciones de caridad que estábamos tratando de ayudar. Creía en un enfoque cara y acara y de esa manera, también podía hacer una conexión personal con ellos. Un bebé cambiaría todo justo ahora.

Además, no voy a embarazarme hasta que primero nos casemos. He suspirado toda mi vida por él. Si había algo que de verdad quería antes de comenzar una familia, sería su apellido. Milo levantó mi pecho a su cara y gentilmente arremolinó su lengua sobre mi pezón antes de amarrar las tiras de mi top alrededor de mi cuello. Sus ojos verdes brillaban con satisfacción mientras habló con voz ronca. —Mmm, no podemos estar separados por tanto tiempo. Maldición, odio cuando estás lejos de mí. —Sólo son seis días —razoné. Seis días demasiados largos. Él había estado entrenando en Arizona y yo justo estaba regresando de un viaje a Londres. Nos la habíamos arreglados para hacer este viaje de fin de semana largo a Antigua después de que él dijera la última palabra y había visto que tan cansada estaba de nuestras conversaciones por video. No había duda de que mi hombre me amaba. Podía leerme antes de que pudiera mencionar una palabra. Estaba a punto de decir “no” a estas vacaciones, pero ya había hecho los arreglos con Daria para que yo no pudiera poner excusas. —Ava. —Puso su mirada en mí, sus ojos verdes suavizándose—. No importa si son seis horas o seis días. Cuando no estás a mi alcance, no puedo evitar preocuparme.

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Apreté mis piernas alrededor de su sólida cintura y froté mis manos sobre su pecho.

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—Lo sé. —Pasaba lo mismo conmigo. Iba a acortar los viajes tan pronto como el entrenamiento de Milo estuviera en pleno apogeo. Daria era más que capaz de manejar las reuniones con la gente y yo podía manejar muchas cosas a través de nuestras redes sociales. También estaba pensando en ir al Centro Médico del Estado de Arizona donde trabajaba Brynn. Dejé la enfermería porque todo se convirtió en demasiado para mí cuando mi padre tenía una soga alrededor de mi cuello. Tal vez ahora era el momento para regresar.

—Voy a recortar los viajes. Yo también te extraño, bebé. Además, necesito mantener a esas conejitas nadadoras lejos de ti. Echó la cabeza hacia atrás y rió. —¿Conejitas nadadoras? —Ya sabes… las chicas que pasan el tiempo alrededor de la piscina después de la practica esperando atrapar tu corazón. Su mirada se volvió seria y su voz bajó, dijo: —No tienen nada que atrapar porque mi corazón está bajo tu llave y candado. Besándolo con pasión suficiente como para que definitivamente necesitara otra ronda, respondí:

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—Eso es correcto. Tiré la llave al océano para que nunca la recuperases.

Traducido SOS por flochi y SOS por Fanny Corregido por Jut

Milo Otro año después…

—E

res la novia más impresionante —declaré, en mi garganta formándose un nudo, y para cuando camináramos por el pasillo, sería un puto desastre lloriqueante, pero no me importaba. Bee levantó su velo corto, el cual le caía hasta la barbilla y me echó los brazos al cuello. —Se supone que no tienes que hacerme llorar. Ava se molestará si tiene que rehacer mi maquillaje. —Te ves perfecta, Bee. —En unos minutos, estaría entregándola en manos de su novio esperando. Sus ojos azules brillaron, recordándome demasiado a nuestra madre cuando estaba contenta—. Kieran tiene mucha suerte de tenerte. Y sólo recuerda, si no te trata bien, me llamas o me mandas un mensaje y lo moleré a golpes.

—Todos quieren ver a la novia.

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La canción nupcial se escuchó desde donde estábamos parados. Teena, la planificadora de bodas, se asomó por la puerta y dijo:

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Sus brazos se aflojaron del abrazo y sus hombros se sacudieron con la risa. La ayudé a arreglarse el cabello que se había soltado cuando se levantó el velo.

La puerta se abrió, y antes de que pudiéramos dar un paso hacia adelante, Bee, que estaba usando unos tacones que la hacían sólo unos centímetros más baja que yo, se apoyó contra mi costado. —Eres el mejor hermano, Milo. Te debo muchas cosas. Gracias por siempre estar para mí. Nadie jamás te reemplazará. Eres mi familia. Ti amo. Sí. Un maldito y estúpido desastre lloriqueante. Caminando por el pasillo de la pequeña capilla, el brazo derecho de Bee se enlazó alrededor de mi brazo izquierdo. Parecía que sólo hubiese sido ayer cuando caminamos de esta manera, ayudándola a encontrar sus pasos cuando apenas empezaba a caminar. Estuve ahí para ayudarla a alzarse cada vez que se caía para que no llorara. Nadie nunca la reemplazará. Es mi hermana. Mi familia. Al igual que el tatuaje celta en mi bíceps derecho y en su tobillo derecho, MYBCEM, Milo Y Brynn Contra El Mundo. Pero ahora, las personas asistiendo a este evento, los hermanos hilarantes de Kieran y sus padres, ellos ahora pertenecían a nuestra familia. Pertenecíamos a la de ellos también. Por un segundo, mis ojos se desviaron a las ventanas de vidrio con una vista increíble de la Costa de Coral de Fiji y las aguas azules. Papá, papá, la he protegido a través de los años. Estarías orgulloso. Su pronto a convertirse en marido es un gran hombre.

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Cuando puse las manos de Bee sobre las de Kieran, no pude conseguir decir nada. Estaba conteniendo todo en mi interior porque odiaría terminar en algún video en Youtube con las palabras de búsqueda “horrendo llanto”.

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Kieran era realmente un buen tipo. Y un consumado atleta olímpico. Poco después de ganar siete medallas olímpicas de oro en Brasil, me había pedido la mano de mi hermana. Evidentemente, pudo habérselo preguntado a ella porque incluso si yo le decía que no, ¿él realmente iba a anular su oferta? Me lo preguntó porque me respetaba. Eso era más de lo que pude haber pedido, especialmente con nuestra historia.

Parado junto a mi silla al lado de Jen y Steve, los padres de Kieran, mis ojos se encontraron con los de Ava, de pie al lado de Bee como su dama de honor. Mi mujer siempre había sido hermosa. Pero en este momento se veía francamente angelical. Sus ojos grises estaban brumosos y sus mejillas tenían un brillo extra. Levantó la mano derecha hasta sus ojos para tocar las lágrimas que amenazaban con caer, los rayos del sol asomándose a través del vidrio, reflejando el brillo en el anillo de diamantes que le había dado antes. Lo que ella no sabía era que ese iba a ser reemplazado pronto. Muy pronto. Todos empezaron a aplaudir y vitorear cuando la novia y el novio caminaron por el pasillo, indicando el final de la ceremonia. Sostuve la cintura de Ava tan pronto como salió por las puertas de la capilla. El amigo de Kieran, Duncan, también un nadador, era un buen chico, pero seguía lanzándole a hurtadillas miradas a mi mujer. Está bien, él no fue el único sujeto mirándola al salir. Los otros estaban intentando parecer indiferentes, pero soy un chico, sabía lo que pensaron cuando vieron su radiante sonrisa, la generosa cantidad de escote que mostraba su vestido, y esas piernas que detienen el tráfico en esos sexys tacones negros. Mejor que dejaran esa mierda o tenedores volarían durante la recepción. —Cálmate, chico grande —susurró Ava, su aliento a menta, anaranjado. A ella le encantaba chupar tic tacs naranjas. Había otra cosa que a ella le encantaba chupar… maldición, mejor me abstengo de abalanzarme sobre ella hasta después de este evento. —¿Qué? —pregunté inocentemente—. No voy a hacer nada.

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—¿No? —Una ceja alzada alcanzó el nacimiento de su pelo—. Hmm. Me pregunto por qué Duncan me dejó, como si sus pantalones estuvieran en llamas. —Hoy ella llevaba algunos mechones de cabello sujeto en lo alto, mientras que el resto caía suelto. Me había rogado anoche que no le dejara marcas visibles en el cuello porque podrían verse. Concedí un poco. En vez de dejarle un chupón completo, dejé uno diminuto en su omóplato derecho.

—¿Qué? —Había visto a Duncan correr lejos de Ava luego que la dama de honor y el padrino marcharan. Lo había fulminado con la mirada el tiempo suficiente. —¿Cuándo vas a dejar de ser celoso? —resopló, su tono de reprimenda, sus pasos apresurándose para poder alcanzar al resto de la multitud, quienes ahora se encontraban entrando al edificio donde la recepción iba a tener lugar. —¿Cuándo vas a dejar ser tan sexy? —contrarresté, envolviendo mis brazos sobre sus hombros expuestos por el vestido sin tirantes. Poniendo sus ojos en blanco, sumado a su cabeza negra negando, se detuvo en seco y frotó su mano sobre su lugar favorito, la parte inferior izquierda de mi caja torácica, donde una “A” estaba prominentemente expuesta y tatuada sobre ese trozo de piel. —Cuando tenga ochenta, pregúntamelo de nuevo. Lo haré. Porque cuando tenga ochenta, seguirá siendo la más sexy de ochenta años que exista. Echándole una mirada a la espectacular vista de la playa de arenas blancas frente a nosotros, empecé a planear cómo demonios iba a proponerme. Probablemente debería hacerlo después de ganar medallas olímpicas de oro. Demonios, no quiero ser un imitador de Kieran. Probablemente debería hacerlo en nuestro aniversario. Mierda. Entonces ese día estaría saturado con celebraciones.

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—¿En qué estás pensando? —Su voz suave irrumpió en mis pensamientos, sus manos dándole a mis dedos una ligera caricia, sus penetrantes ojos grises mirándome con suficiente amor para toda la eternidad.

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Probablemente debería hacerlo en…

—Sólo en cuánto te amo —contesté. No ha sido fácil, pero llegamos hasta acá. Ella no era perfecta, pero yo tampoco. Nos peleamos entre sí y nos reconciliamos. Nos molestamos, irritamos y ella a veces solía arrojarme una almohada o un objeto al azar cuando se enojaba conmigo. Pero también reíamos mucho, bromeábamos el doble y, genuinamente, disfrutábamos la compañía del otro. La vida no está hecha de dulzura, arco iris y amaneceres todo el tiempo. La vida está llena de amargura, recuerdos tristes y puestas de sol también. Siempre y cuando encuentres a la persona que haga que todas las porquerías mejoren y que atraviese el fuego contigo, te das cuenta de que todo vale la pena. Ella lo valía todo.

Maxwell Troudeau —¿Ya está hecho? La respuesta inmediata de Daniel a mi mensaje pestañeó en mi teléfono. —Sí. Después de dos semanas de ir y venir, cambiar el discurso, firmar documentos, finalmente estaba hecho.

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Sosteniendo del rojizo y solitarios árbol de forma ovalada que era su favorito, mis ojos encontraron el espejismo de colores reflejando el hermoso atardecer.

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Mirando el agua, el sol bajó en el cielo y la brisa de verano soplaba serenamente. Atrapé una hoja en mi mano izquierda y sentí el flujo constante del pacifico aire. No había suficiente ráfaga como para que las hojas cayeran.

Aliana Je suis désolé.1 Por todas mis agresiones, por mi crueldad hacia ti, mon amour2, por lo que te hice pasar, estoy verdadera y terriblemente arrepentido. Cada tarde caminaría cinco kilómetros para pararme y mirar el atardecer en nuestro lugar favorito. Ella solía señalar el horizonte y decir: —Un día, quiero ser la estrella más brillante ahí arriba. Y la reuniría en mis brazos y diría: —Lo eres, mon amour. Eres la estrella más deslumbrante. Apostaría todas mis fichas en esa declaración porque era la verdad. Ella es la elusiva cinco en un millón. El río, la captura perfecta, el centro en el mundo sombrío que mi mejor amigo Simon y yo gobernamos por muchos años. Tal vez hayamos crecido en las partes pocos glamorosa de Francia, pero estar en ese mundo nos equipó con la confianza y las habilidades para confiar en nuestras lecturas, subir la apuesta, y como jugar a fondo. Simon y yo éramos espíritus similares, él perdiendo a su padre a una edad temprana y yo creciendo por mi cuenta cuando mi madre dejó a mi padre alcohólico, nos hicimos más cercanos que hermanos de sangre ese día que él se ofreció a compartir su almuerzo cuando me vio escarbando su basura por algo de comida. Sabía que lo hacía cambiar e instintivamente sabía cuándo necesitaba ayuda en los juegos de cartas y en la vida.

2

Je suis désolé: Lo siento, en francés. Mon amour: Mi amor, en francés.

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El día que aterrizamos en Las Vegas, prometimos que cambiaríamos el destino provocado por nuestros padres. Y lo hicimos. Construimos Troudeau Enterprises desde cero, carta tras carta, mano en mano, apuesta tras apuesta. Yo era el encantador, él era el pensador. Éramos apodados el imparable Tour de France en cada juego de cartas porque así era, éramos imparables.

Hasta el día que la conocimos. Yo la vi primero, pero ella lo amó a él primero. Ella estaba en los asientos de primera fila con sus amigos, viendo las últimas rondas del torneo de póker. Simon había sido eliminado en las rondas anteriores, así que éramos sólo Gary y yo, el maestro irlandés de póker. Había mirado a la audiencia porque había escuchado una maravillosa risa femenina que en verdad me sacó de concentración. Y ahí estaba ella. Mi río. La carta que había estado esperando del repartidor. En el minuto en el que fui anunciado ganador, encanté mi camino a su corazón. Pensé que ella se sentía de igual manera hasta que vi las largas miradas que le daba a Simon cada vez que salimos. Siendo mi mejor amigo, dejó libre el camino para mí a pesar de que probablemente sintió su atracción por él. Pero por primera vez en mi vida, la reclamé como mía y sólo mía, y cuando ella dijo sí, fue el día más feliz de mi vida. Sabía que me amaba. A través de los años que estuvimos juntos, Aliana me amó, me convertí en el centro de su mundo, hasta que se embarazó. Ava fue una bendición. Y una maldición. No la planeamos. Ni siquiera hablamos sobre niños, y cuando ella dijo que estaba embarazada, estuve feliz, pero también aprensivo. No quería ser padre. La vida era más que genial. Mi negocio estaba floreciendo y viajábamos a cualquier lugar que quisiéramos ir. Había renunciado a su trabajo como modelo porque yo no podía soportar la idea de que otros hombros la miraran con lujuria. Como dije, era un encantador persuasivo.

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Sólo estaba ahí porque era un buen amigo. Era la única persona a la que le confiaba mi vida.

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El día que Ava nació, yo estaba en China por una reunión con un importante inversionista. Aliana no podía viajar con tantos meses de embarazo. Simon estuvo ahí para el nacimiento. Ni siquiera tuve que pedírselo.

El día que Ava cumplió un año, Simon estuvo ahí porque yo estaba en Hong Kong. Cada ocasión transcendental, Simon estuvo ahí porque me consumí haciéndole un nombre internacional a Troudeau Enterprises. Amaba a Aliana, pero mi ausencia la hizo más cercana a Simon. No estaba seguro de si tuvieron una aventura. A día de hoy, tengo mis dudas, Simon no habría hecho eso, era un muy buen hombre para hacer eso. Pero de nuevo, Aliana era una mujer hermosa. Algunas veces, la belleza corrompía la amistad. Una noche, meses antes de la graduación de Ava, Aliana vino a mi oficina llevando un montón de papeles, pidiendo el divorcio. Estaba aturdido y furioso. Ella dijo que ya lo había pensado desde hace mucho, y le respondí: —Sobre mi cadáver. —Se había ido de la casa y nunca volvió. La había perdido. En mi búsqueda del poder, y mi hambre de ambición, había renunciado a la única carta que significaba todo para mí. Para el momento en el que me di cuenta, era demasiado tarde. Perdí a mi mejor amigo en ese accidente. También a mi esposa. Mi cordura. Cuando los doctores dijeron que Aliana tenía una lesión cerebral y no podría recordar, de repente encontré que me habían dado una segunda oportunidad. Quería que viviera en el momento antes de que me dejara, antes de que planeara dejarme. Ava tenía otras ideas. Ella quería que su mamá recordara y como su madre, su voluntad de hacerlo evocó mi poder. Nunca le diste la oportunidad de despedirse de su madre. Las palabras de Milo Tanner me perseguían. Era un hombre obstinado que desafió mis reglas y desafió mis advertencias.

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Pronto, alguien estaría preguntando por mi declaración y ya había instruido a Daniel para que dijera: “Les deseo felicidad infinita.”

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Las noticias de su propuesta a mi hija estaban por todo el internet hoy e incluso en la televisión de Francia.

En cada oportunidad, mi hija había peleado conmigo por su madre y el hombre que amaba. Espero que un día pueda perdonarme. No odié a Ava. Sólo no estaba listo para ella. No estaba listo para ser padre, no estaba listo para una hija que compartiera la atención y amor de una mujer que tal vez ni siquiera me amó de la manera que yo esperaba. El aroma de nardo y pera se infiltró en el quieto aire. El aroma de mi amada. Aliana. Estaba hecho. Daniel lo había confirmado. El setenta por ciento de mi fortuna había sido transferido al nombre de Ava. Y cuando ya no esté, lo tendrá todo. Todo. Recibirá las noticias pronto con una simple llamada de mi abogado. Un día, me perdonará. Espero que lo haga.

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Hasta que ese día llegue, estaré esperando y observando desde lejos.

“Escribo porque me encanta y no por otra razón. En el momento en que deje de disfrutar será el momento exacto en que dejaré de escribir”. Anne Leigh es una mujer de 30 y tantos, quien se niega a que el calendario dicte su edad. Tiene una licenciatura en Biología y una Maestría en Enfermería. Le gusta escribir sobre mujeres fuertes y hombres igualmente fuertes que lidian con sus emociones cuando se enfrentan con algo tan intangible como el amor. Vive en Los Angeles con su marido. Con su horario de locos, se frustra con el tráfico de Los Angeles y necesita una vía de escape para mantener la cordura, que afortunadamente sus personajes le proporcionan. No pensó en publicar sus historias y, cuando finalmente lo hizo, se lo agradeció verdaderamente a todas y cada una de las personas que encontraron el tiempo para dejar que sus personajes se convirtieran en parte de su mundo. Es la autora de la saga Unexpected. El primero es Love Unexpected. El segundo, Love Unmatched. Y el tercero Love Untouched. Agradece a todos los lectores que dejan comentarios y reseñas de donde compraron el libro, porque sin ellos, todas sus historias permanecerían encerradas en una cosa llamada "computadora". Siempre está dispuesta a encontrar nuevos amigos y le encantaría saber de vosotros a través de: Facebook: http://www.facebook.com/anne.leigh.963. E-mail: [email protected]

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Nota:

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Goodreads

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Tengo una cuenta Twitter: anneleighauthor. No twiteo mucho y me disculpo porque realmente estoy muy ocupada, pero os daré las notificaciones y actualizaciones sobre los próximos libros si queréis ser mis amigos en Twitter.

MODERADORAS

STAFF DE TRADUCCIÓN

STAFF DE CORRECCIÓN

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DISEÑO

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RECOPILACIÓN Y REVISIÓN

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