5.03. Babini, Pablo, “Cuba, en la caída de Frondizi”, en Revista Todo es Historia, Bs. As., marzo de 1992, Nº 297.

De riguroso verde oliva, una delegación oficial de revohlcionarios cubanos, encabezada por el capit4n Jorge . Mendoza, departe con el ministro del Interior Alfredo Vftolo y con el subsecretario Nicolás Babini, en la Casa de Gobierno en Buenos Aires, a dos meses y medio del triunfo del Movimiento 26 de Julio.

CUBA



EN LA CAlDA DEFRONDIZI

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1J por Pablo Babini • as primeras sombras de la noche del domingo 18 de marzo de 1962 caían sobre Buenos Aires. En su despacho de la Casa Rosada, el ministro del Interior, Alfredo Vítolo, lucía demacrado. Con aceptable normalidad acababa de cerrarse el comicio en 17 provincias y pronto comenzarían a llegar los primeros resultados. Una pesada parte de su trabajo había concluido, doce horas de guardia supervisando el desarrollo de la jornada electoral. Pero su ánimo no acompañaba estos pensamientqs. Só-

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lo el cansancio le recordaba la larga vigilia. Su intuición, en cambio, le vaticinaba que llegarían a partir de ahora tiempos peores, que el peronismo le ganaría la partida al gobierno y que mañana, muy temprano, estarían parados frente a él y al Presidente los jefes militares, · que les dirían, con su característica parquedad: «¿Y ahora... ?», y ellos tendrían que intervenir las provincias para impedir la asunción de los candidatos electos y él, particularmente, tendría que irse a su casa.

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Sobre todo por esa maldita acta que se había visto obligado a frrmar tras su reunión con los tres secretarios militares, a raíz de que Perón se había mandado la jugarreta de anotar su propio nombreen las listas de candidatos de Buenos Aires y de la Capital Federal. Entonces el gobierno, a través de Vítolo, había tenido que comprometerse a impedir cualquier reaparición política de Perón, así como todo intento de retomo al régimen que la Revolución Libertadora había desalojado en setiembre del año 55. Vítolo había sostenido ante el general Rosendo Fraga, el almirante Gastón Clement y el brigadier Jorge Rojas Silveyra que la legalidad vigente, que el gobierno defendería «en toda cir.. constancia y sin hesitar», era consecuencia de ese hecho revolucionario y que a quienes fueron «partidarios del dictador>> se les permitiría la posibilidad de organizarse en la legalidad, «sumándose a la convivencia nacional con objetivos pacíficos y democráticos»1. Es decir, renegando de su relación con «el Hombre» en el exilio. Y era obvio que esto último no había ocurrido. Ahora, frente a la inminencia de los resultados electorales, temía lo peor y recordaba en especial las seguridades

que el gobierno le había dado a los militares acerca del triunfo de sus propios candidatos (los de la UCRI), por lo menos en los distritos más importantes. En especial en la provincia de Buenos Aires, donde el dirigente textil Andrés Framini, postulado a la gobernación por la neoperonista Unión Popular, debía ser cómodamente derrotado por el intransigente Guillermo Acuíia Anzorena, cuyo slogan era: «No malogre el esfuerzo ya realizado». Y eso quería decir la excelente gestión del gobernador saliente, Osear Alende, que había llenado de centros de salud las barriadas humildes del Gran Buenos Aires. Teóricamente sonaba bien, pero ahora, que faltaban pocas horas para enterarse de la verdad de las umas,las cuentas no le cerraban2 • El ministro sabía, además, una cosa muy importante, Que los golpes de Estado no se improvisan: como los partos, llevan meses de gestación y una circunstancia crítica puede precipitarlos. Y este golpe de Estado -que su olfato de político avezado y hombre de gabinete gubernamental le anticipaba-, se había concebido exactamente ocho meses atrás, la noche del18 de agosto de 1961, cuando los factores de poder se enteraron que Frondizi había sido visitado secretamente por el Che Guevara (ver recuadro). El ministro de Industrias de Cuba voló luego a Brasil, donde otro mandatario sentenciado, Janio Quadros, se jugaba sus últimos cartuchos recibiéndolo con honores ... y cuatro días más tarde era obligado a renun-

ciaf3. Guevara había sido en este caso el detonanté, mientras que el tiempo de la concepción golpista había que ubicarlo tal vez cuatro meses antes, cuando Quadros y Frondizi tomaron en Uruguayana la decisión histórica de encarar una política internacional común, liberándose de su antigua dependencia de Estados Unidos y Gran Bretaíia, suprimir las rivalidades sin sentido y facilitar un punto de partida sólido a una nueva política exterior sudamericana, que favoreciera el destino nacional de potencia mundial de ambos países (ver recuadro).

Noticias de Cochinos Mientras esperaba los resultados de las primeras mesas del Gran Buenos aires, que dirían a ciencia cierta si Perón

había logrado una vez más salirse con la suya o si • por el contrario, el gobierno conservaba todavía algún resto de aire, Vítolo recordaba otros sucesos, ocurridos menos de dos meses atrás, durante la Conferencia de Cancilleres que se había hecho a fmes de enero en Punta del Este. La delegación argentina había recibido firmes instrucciones presidenciales de abstenerse de condenar a Cuba a abandonar el sistema interamericano. Su voto neutro -junto al de Brasil, Chile, Bolivia, Ecuador y México-, había hecho araíiar la derrota a Estados Unidos, que necesitó de todo su poder de «persuasión» para dar vuelta una séptima abstención -la de Haití-, y sancionar la expulsión de la representación cubana de la Organización de Estados Americanos ·(ver recuadro).

La actitud argentina había disgustado a los militares, en particular al secretario de Marina Clement, un hombre peligroso que ya se había encocorado un año antes con motivo de la oferta gubernamental de «buenos oficios» a Washington y La Habana4 , que el almirante consideró en carta oficial a Frondizi «equivocada e inoportuna» y «en desacuerdo con la línea política internacional que viene sosteniendo el acblal gobierno», porque colocaba al país «en una situación de absurda neutralidad ante la penetración comunista en América o de la tercera posición de una época superada»5• Clement-después se sospechó-, estaba ya en conocimiento de la decisión norteamericana de apoyar una invasión a territorio cubano, con la intención «de mínima» de establecer allí un foco insurrecciona! y el objetivo «de máxima» de arrebatarle el poder a Castro, si la población los recibía como pretendían los contingentes de cubanos exiliados que desembarcaron en mayo de 1961 en Bahía de los Cochinos. Pero no sólo había ocurrido todo lo contrario, sino que el fracaso estrepitoso de la intentona fortaleció considerablemente al gobierno fidelista y cohesionóa la población contra el «agresor yanqui», haciéndola olvidar por un tiempo de las penurias de las compras con libreta de racionamiento, cosa que ya pertenecía al folklore de la revolución. Además,Fidel Castro aprendió des- · pués de Cochinos qué fibra debía pulsar Tooo ES

HisToRIA

9

Las ideas de Frondizi

El momento de la entrada de Fidel Castro a La Habana, en enero de 1959, documentado por el fotógrafo cubano Alberto Korda.

para neutralizar eventuales arrestos de disconformidad o caídas colectivas en la apatía. Allí estaba el «imperialismo yanqui» para alimentar sus fogosos y kilométricos discursos, y para justificar cada dolorosa medida económica que se tomara en la isla. Si bien era el bloque comercial lo que atenazaba las finanzas cubanas -pese al giro anual de unos 3.000 millones de dólares en todo tipo de asistencia efectuada por la Unión Soviéti-

1OTono ES HisTORIA

ca-, Fidel mantenía a los cubanos en pie de guerra, preparados día y noche para rechazar una nueva invasión que ya los propios norteamericanos habían descartado definitivamente. Kennedy, que había heredado el plan de desembarco de la administración Eisenhower, se arrepentiría a posteriori, tanto como de no haber escuchado el consejo de De Gaulle acerca de retirarse a tiempo y elegantemente de Vietnam6.

Un muchacho pálido y ojeroso se acercaba con un papel garabateado -seguramente los primeros cómputos, tan aguardados-, pero Vítolo tuvo tiempo de esbozar una sonrisa mientras sopesaba la figura política de su presidente. El Flaco era un fenómeno. Pasaría a la historia como un hombre propenso a ceder ante las presiones militares, sacrificando colaboradores y programas, especialmente en temas que no interesaban en lo más mínimo, pero que no le tocaran esas pocas ideas básicas, de fondo, que lo identificaban como estadista y como intelectual. El «desarrollio» (acentuando la «elle») era la principal de esas premisas, la idea-fuerza que aplicaba tanto a la economía nacional como a lapolítica regional. Era la bisagra para el rescate de cada una de las naciones latinoamericanas, el proyecto alternativo a la revolución socialista-campesina de Castro y a la condicionada y apenas caritativa Alianza para el Progreso, que ofrecía inicialmente la dádiva de escasos 500 millones de dólares para paliar los déficit infraestructurales del continente. La solución de Frondizi era obtener un fmanciamiento para el desarrollo y el crecimiento industrial, como ya lo había hecho Estados Unidos con los países derrotados -en la segunda guerra-Alemania, Italia y Japón-, mientras controlaba el marco democrático de sus instituciones e impedía su evolución militar. Sobre el problema cubano, Frondizi también tenía ideas claras. Era consciente del dolor <\,e cabeza que su sola presencia provocaba a los vecinos continentales, alimentando situaciones internas delicadas y en varios casos «exportando» --al mejor estilo soviético- la revolución. Pero además no tenía dudas acerca de que Cuba representaría un problema aún mucho mayor si quedara afuera de la OEA. Por otra parte, ¿qué reglamento determinaba la expulsión del régimen castrista y no, para poner un ejemplo de los tantos posibles, la de la sangrienta tiranía de Papá Doc Duvalier en Haití o la de otros gobiernos constituidos a espaldas del pueblo pero cuyos representantes levantaban la mano disciplinadamente con Estados Unidos en las votaciones en los organismos internacionales?

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Finalmente, el «fantasma» cubano permitiría exprimir en mayor medida una cooperación financiera que se vinculaba -exclusivamente-- con el temor a la propagación del modelo fidelista. Frondizi confiaba en recuperar a Cuba para el sistema interamericano, obviamente con la anuencia y la colaboración norteamericana y con el eje Buenos Aires, Rio de Janeiro y -q_uizás también- México y Santiago, como garantes de un acuerdo que alejaría de la región la amenazante presencia de la «guerra fría». Convencido de la bondad de estas ideas, las discutía con Kennedy o con el Che Guevara, con Adlai Stevenson, embajador de Estados Unidos en la ONU o con el presidente brasileño J uscelino Kubitschek y con su sucesor Janio Quadros. Algunos le atribuían la secreta ambición de convertirse un día en secretario general de las Naciones Unidas, lo que para ellos explicaba el interés especial de Frondizi en las gestiones con jerarcas mundiales y los viajes que efectuaba mientras su gobierno se desmoronaba bajo la acción concertada -o por lo menos coincidente-de los grupos de presión. Muy pocos, en cambio, sospechaban que sus ideas sobrevivirían a su eclipse político y que alguna vez los foros económicos internacionales comprenderían que el desarrollo era la condición de supervivencia para los países del Tercer Mundo. Incluso un papa llegaría a decir que «el desarrollo es el nombre de la paz» 7 •

Tiempo de calumnias Vítoloobservólospap elesconamargura pero no se mostró muy sorprendido. Ni un milagropodríareverti resacatástrofe electoral en el conurbano. Las diferencias en La Matanza eran abrumadoras, pero en menor o mayor medida estaba pasando lo mismo en casi todos los rincones de la provincia. En pocas horas Framini-Anglada, la fórmula de la Unión Popular, expresión del proscripto voto peronista, se consagraría abrumadoramente para la gobernación de Buenos Aires. Si se pudiera razonar con ellos sensatamente -pensaba Vítolo en relación con los militares- se les podría hacer entender que la derrota es amplia en Buenos Aires y tal vez lo sea también en Tucumán y Río Ne-

personalmente a Fidel Castro una noche de 1959 en Buenos Aires, en una recepción en el Hotel Alvear. Castro se movía seguido de una cohorte de jóvenes uniformados e ingenuamente fanatizados por su revolución -que todavía no se había autoproclamado comunista, y era apoyada por mucha gente democrática-. Recuerdo a Fidel expresando su admiración y su sorpresa por Buenos Aires: el tamaño de esta ciudad, su imponencia, su fachada moderna y progresista. «Uno se da cuenta que podemos hacer estas ciudades en América>>, dijo. Lo acompañaba casi siempre el canciller Florit A Castro le encantaron los carritos de la Costanera -que entonces eran, realmente, carritos- al punto que Florit, rompiendo el protocolo, lo llevó más veces de lo previsto acomerde pie en ellos, y le regaló algunas cajas de vino de mesa compradas allí mismo. En aquel tiempo, la Revolución cubana producía fascinación, esperanza y algunos temores. Cuando, poco después de su visita a la Argentina, Castro declaró marxista asurégimen y se alineó con el bloque comunista, los temores crecieron, pero no tanto como para aniquilar por entero la fascinación y la esperanza. Yo era muy joven y no estaba al corriente de las razones de Estado. Analizabala política con mis compañeros de estudio y mis profesores -algunos de ellos inolvidables, como Gino Germani, lrving Horowitz, Kalman y Frida Silvert, Peter Heintz, Johan Galtung y Lucien Brams-. Cuba fue el tema de más de una clase y de innumerables charlas de café. Todavía en esos años la democracia exaltaba los ánimos, no se había dejado de creer en ella; y el gobierno de Frondizi, odiado por unos y amado por otros, representaba la expresión de nuestra democracia posible. La Revolución cubana representaba, por su parte, una alternativa entre las opciones abiertas en nuestra América. El elemento de esperanza incluía, por cierto, la ilusión de un socialismo

compatible con valores humanos y con los sistemas democráticos. Para muchos de nosotros, en aquel tiempo, era posible justificar a la vez la legitimidad del gobierno de Fro~dizi originada en los votos populares, sus políticas ortodoxas y la presencia de Alsogaray en él, su política exterior y su audazinexplicable, y a la vez asombrosocomportamiento hacia Cuba, su actuación en la conferencia de Punta del Este, su encuentro secreto con el Che Guevara. No hay duda de que la mayor parte de la sociedad -desde los militares no dispuestos a ceder el espacio de la conducción política del Estado, hasta gran parte del pueblo, pasando por muchos de los aliados tácticos o estratégicos del gobierno- no confiaba en Frondizi ni admiraba su estilo sutil y multifácetico, su visión de la complejidad de los problemas, su vocación de elegir a menudo el camino del fllo de la cornisa para buscar sus objetivos manteniendo la iniciativa política. Frente a la explosiva situación que se consolidt~ha en Cuba y a su relevancia prioritaria para el gobierno de Kennedy en los Estados Unidos, tal vez Frondizi debió jugar a blanco o negro. Ese no era su estilo, y prefiriópor lo que se ve retrospectivamentemanejar las relaciones de la Argentina con el sistema inter:americano desde una perspectiva propia, desde una estrategia definida a partir de sus premisas y su propio diagnóstico del mundo de su tiempo. Frondizi cayó poco después de su encuentro con el Che. Fidel Castro se entregó a Moscú e hizo trizas aquellas ilusiones, contribuyendo quizás más que nadie a consolidar el sistema bipolar de la Guerra Fría. El mundo y nuestro país fueron lo que sabemos. Se necesitaron varios años para asimilar los golpes de la realidad, y para adecuar progresivamente las ideas a ella, para entenderla con nuevos y más aptos paradigmas. La lección que nos quedó es que ningún gobierno debe sobreestimar sus márgenes de libertad de acción. A la larga, todos serán juzgados por sus logros y no por sus intenciones o sus ideales.

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gro, pero les estamos ganando a Perón guerra revolucionaria. Y las pruebas y a los radicales del Pueblo la Capital -decían- estaban a la vista. Con Federal y triunfamos con seguridad en suprema audacia, Frondizi había agasajado en Olivos al personero del régivarios otros distritos. Por su mente seguía desfilando ese men de Castro y había instruido luego a gobierno que lo había tenido -aún lo los delegados argentinos en Punta del tenía- como un protagonista principa- Este para salvar a la Cuba fidelista de lísimo y cuyo destino -el del gobier- todo tipo de sanciones. Un «aparato frondizista-comunisno, que era también el de él- parecía sin embargo haberse jugado «allá lejos ta»8 operaba para la constitución inmey hace tiempo», fuera de la jurisdicción diata de un castro-comunismo en el del Ministerio del Interior que, al fin y país y la implantación a mediano plazo al cabo, se decía que tan mal no había del comunismo propiamente dicho. Endesempeñado. La cosa venía de afuera, tre los miembros del «aparato» figurade allí donde los intereses eran otros y ban, además de los hermanos de Fronestaban especializados en encontrar alia- dizi -uno de los cuales, Silvia, era dos locales. El destino de la Argentina verdaderamente un intelectual marxisse había jugado siempre afuera. Y aho- ta-, todos los apellidos judíos del enra, para colmo, hasta Perón dirigía el tomo presidencial y nombres como el partido desde afuera, digitando el cro- del jurista Julio Oyhanarte o el perionómetro con los tiempos que debería dista Bernardo Neustadt. El estigma de durar -a su gusto y necesidad- cada las acusaciones podía alcanzar indiscriacto político en el país, con él en el pa- minadamente a hombres como el demoprogresista Horacio Thedy o el ecopel del «Gran Arbitro». Recordó los golpes bajos de los nomista de derecha liberal Alvaro Alprimeros tiempos y los que habían sogaray (si bien se los ubicaba en el plaacompañado sin descanso a toda la no menos comprometido de los «idiogestión presidencial. El «maquiavélico tas útiles») junto a figuras destacadas y nefasto» Frondizi, cuya caída abor- de las Fuerzas Armadas que se identifitaría un siniestro plan castro-comunis- caban globalmente con el proyecto de ta que incluía, entre una variedad de Frondizi. Lo verdaderamente grave era la acciones subversivas, la izquierdización de la masa peronista. Capitales penetración de estas falacias en los ruso-judíos que operaban desde la ban- medios de prensa, donde la filosa pluca moscovita en París y desde otros ma del ex jefe de la Casa Militar de centros fmancieros -sostenía el mo- Aramburu, Francisco Manrique, desde nótono discurso de los golpistas- no Co"eo de la Tarde, y los primeros sicesaban de agitar las aguas militares, logismos del joven y promisorio abosindicales y civiles en general. El ob- gado Mariano Grandona en las páginas jetivo era claro: precipitar al país en la de La Naci6n, contribuían a fabricar

una imagen de Frondizi que, en esencia, representaba la húsqueda consciente de la «dictadura del proletariado», a través del fortalecimiento de la concentración obrera en grandes industrias --que no otra cosa era para esta gente el objetivo «desarrollista»-, en un sofisticado plan materialista que conduciría, inevitablemente, a la lucha de clases. Como Frondizi había accedido al gobierno en 1958luego de un pacto con Perón9 que le permitió contar con electorado justicialista, única forma de vencer a la más estructurada y tradicional UCRP, se dijo que uno de sus propósitos era «convertir» a la masa peronista, excitándola hacia las formas violentas de lucha popular. Y más que nada, acercarle un nuevo contenido ideológico a esas masas, en cuyas manos quedaría la construcción del comunismo. Con el tiempo -tal como habían vaticinado los agoreros- se daría parcialmente una «Cruza» entre ese peronismo en estado «salvaje», expectante de las órdenes de Perón desde el exilio, y el marxismo, pero el catalizador no seríaFrondizi sino la Revolución cubana, y no precisamente por su componente comunista sino por su carácter «nacional», por su profunda veta nacionalista y <
Los duros comienzos

Vista del Archivo Nacional de Cuba, en La Habana vieja. Año 1960.

12 Tooo ES HisTORIA

Lo peor, lo más difícil, era el compromiso de ir consolándolos, uno a uno, a los colaboradores que trataban de expresar de ese modo su solidaridad con el ministro. Pronto, sin embargo, se acostumbró a eso tanto como a seguir tolerando· los resultados que ahora le · transmitían sin solución de continuidad. Puso cara de póquer, dejó su rostro allá, un rato en la planta baja y otro en el primer piso de la Casa de Gobierno,

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mientras sus piernas subían o bajaban escaleras con la premura con que los equilibristas colocan la red antes de iniciar su salto mortal. Pero lo hacía todo automáticamente, por inercia, la mente puesta en otra cosa. Vítolo siguió recordando ... Esas elecciones del 23 de febrero del 58 fueron exactamente lo contrario a lo que estaba sucediendo ahora. Fron-

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dizi las había ganado de punta a punta, casi un año antes de la entrada a la historia de los «barbudos» -como les decían entonces cariñosa y admirativamente los lectores locales de la revista norteamericana Life y de sus versiones vernáculas, como Vea y Lea-. De modo que la imagen «marxista» deFrondizi era no sólo anterior a la «conversión» de Fidel Castro al comunismo sino an-

teriorincluso a la Revolución cubana y, más aún, independiente de la aparición durante los ai'los cincuenta de caudillos populistas con tendencias revolucionarias, como Jacobo Arbenz y Paz Estenssoro. A Frondizi se lo «veía» de izquierda y, todavía peor, de izquierda «peligrosa>>, en parte por su aspecto de intelectual, sus anteojos ostensibles y su nariz prominente y aguda. Aparente librepensador, independiente de la línea doctrinaria de la Iglesia, «fubista» y rodeado de jóvenes recién llegados de la izquierda, algunos de ellos del socialismo radicalizado o del trotsquismo, cualquier sensato agente de algún servicio de informaciones -incluso de la soviética KGB- encontraba motivos para catalogarlo de revoltoso en potencia y desconfiar de él. Los comicios del 58 estaban «servidos» para la Unión Cívica Radical del Pueblo, nombre de la UCR tradicional frente a la UCR Intransigente que lide~ raba Frondizi, tras la división partidaria. El peronismo estaba proscripto por el célebre decreto 4161, que prohibía toda mención al nombre del eufemísticamente llamado «tirano prófugo» o «dictador depuesto», y limitaba a cero la actuación de sus simpatizantes, a los que se les decía sus «adictos». La Revolución Libertadora acentuaba su represión al peronismo, «fuente de todos los males argentinos», pero inteligentemente permitía el desarrollo de los partidos políticos, aun los de izquierda, en la medida en que estuviera clara su vocación «democrática», es decir, antiperonista. Esto posibilitó un renacer de la Universidad de Buenos Aires y de otras de todo el país, ámbitos de los cuales Perón había excluido a su turno a destacados intelectuales y académicos, por no profesar la fe justicialista. Ni Aramburu ni ninguno de los integrantes de su gobierno hubieran aceptado tampoco un predominio de la izquierda que, por entonces, como casi siempre a lo largo de la historia política argentina, era virtualmente insignificante. En 1955 la «guerra fría» no había llegado a los extremos de 1961, afio de la invasión a Cuba, el levantamiento de un muro en la división de Berlín y el avance acelerado de la descolonización en Africa, a mallOs de movimientos armados con dirigentes foimados en uní-

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versidades parisinas y londinenses como estadistas y en Moscú y Pequin como revolucionados. En la época del triunfo de Frondizi, es decir antes de la Revolución cubana, el comunismo sonaba más a argumentos del macartismo norteamericano que a peligro real. Bolivia, con su revolución minera y campesina era, sí, un país vecino, pero demasiado «latinoamericano» para encontrarle semejanzas con la Argentina, tan europea a sus propios ojos como los inmigrantes que la poblaron. Los argentinos miraban a Italia salir democráticamente de la miseria de la posguerra, y entonces les preocupaba la posibilidad del crecimiento del electorado comunista, como estaba ocurriendo en la península, pero luego reflexionaban con razón que las huestes nacionales del PC, comandadas por don Vittorio Codovila, hacían esfuerzos infinitos para araflar un centenar de miles de votos en tiempos de legalidad. En la Argentina, antes de Castro, el verdadero peligro estaba encamado por Perón, a quien la «clase dirigente» veía como el corruptor del Ejército, de los sindicatos y de la sociedad. El riesgo estaba representado por el populismo, con su impredictibilidad y en los valores subvertidos~ tanto en los campos del norte, donde ya no era tan fácil pagar con vales, como en las ciudades, donde los «cabecitas» venidos del interior se habían tomado en serio aquello de la dignificación del trabajo . . La Revolución Libertadora estaba para no volver jamás a eso, pero también -había que reconocerlo- para construir un país más serio, parecerse todavía un poco más al espejo europeo, asentar una democracia aséptica y sin sobresaltos, bajo la mirada atenta -claro- del salvador militar.

Los contrincantes Los resultados de la UCRP en la Capital Federal, milagrosamente debajo del frondizismo, le pintaron otra tenue sonrisa al rostro de Vítolo, cuya mente navegaba en el recuerdo de otras épocas vividas por los mismos contrincantes. En 1958, Frondizi prr;metía a los menores de 40 años un país h \... ..;VO, moderno, desprejuiciado y sin tutelas intemas ni externas. Su modelo no encajaba en la cultura política de fines de los cincuenta, por

EL HISTORICO ACUERDO DE URUGUAYANA Entre el20 y el22 de abril de 1961, Frondizi y su colega brasilefto Janio Quadros, flamante en el ejercicio del cargo que le había traspasado Kubitschek, se reunieron en la localidad de Uruguayana para intentar acordar un ideario común de política regional y continental. A Frondizi lo movían los mismos intereses que lo habían llevado a un acercamiento significativo con el predecesor de Quadros, la posibilidad de establecer una plataforma independiente en América latina, desde la cual lanzarse decididamente al desarrollo de los programas de crecimiento industrial y autoabastecimiento. Un prolijo y meticuloso trabajo realizado por el embajador argentino en Rio, Carlos Muñiz, había sentado las bases y creado las condiciones apropiadas para el acuerdo, cuya trascendencia no escapaba tampoco a los enemigos de Frondizi en el frente interno, como el almirante Clement, quien desaconsejó al presidente su víaadvirtiéndole que < para el Progreso y replantear el intercambio argentino-brasileflo incorporando el proyecto de la industrialización. En la Declaración de Uruguayana, Frondizi y Quadros ampliaban el concepto sosteniendo que «la colaboración económica externa sólo puede rendir frutos mediante un vigoroso esfuerzo nacional» y comprometían todas las acciones tendientes a «aumentar los recursos nacionales, defendiendo el valor internacional de los productos básicos, luchando por la eliminación de Ias restricciones que cercenan las exportaciones latinoamericanas y promoviendo e intensificando el comercio cor , ..odas las naciones». Durante el encuentro, Quadros propuso a Frondizi el aprovechamiento co.•junto del salto de Sete Quedas, que aftos después se transformaría en la presa de Itaipú, pero sin la participación argentina y, peor aún, conviertiéndose en motivo de tensiones bilaterales cuando ya ambas naciones estaban gobernadas por los militares.

Tono ES HISTORIA 15

lo que se asemejaba ligeramente a un extraterrestre seguramente enviado por algún extrafio y lejano planeta donde la vida asumía otras características. Ese sitio misterioso podría, por qué no, corresp~n~er a pna secta masónica en plena acuvtdad·o a un poder sinárquico interesado en conquistar el país de losarg~ntinos en base a astucia e inteligenCia.

Recién dividido el radicalismo, la UCRI se diferenciaba de la UCRP -:-en~ otras cosas- por un grado significauvamente menor de «gorilismo». Los radicales «del Pueblo» conservaban el rencor nacido del castigo constante que en todos los órdenes, legales e ilegales, le había infligido el peronismo que, además, le había ganado en forma aplastante y sistemática las elecciones nacionales. Pero sobre todo había boicoteado su libre actividad política y había limitado, con una polémica reforma constitucional y de la ley elecEl joven canciller argentino Carws A. Fwrit regresa a Nueva York tras participar de toral, la composición opositora del Parla Asamblea de la ONU, en octubre de 1958, en la primera etapa del gobierno de en tiempos de Perón. lamento, · Frondizi. Como Ricardo Balbín, líder y presidente de la UCRP, Frondizi había pertenecido al «viejo tronco» radical en esos afios de lucha, pero ya entonces estaba en otra cosa. Redondeaba un proyecto político que esperaba poder aplicar desde el gobierno, para dejar al término de su gestión un país distinto. No miraba el pasado de gloria del yrigoyenismo ni se preocupaba por romperse antes que doblarse, como Leandro Alem. Frondizi creía que podía gobernar bien y eso también lo diferenciaba Balbín tenía historia y convicciones morales. Perón, un caudal impresionante de votos «cautivos», disciplinadamente a la espera del disco con las instrucciones para votar0; Aramburu, la decisión de entregar el poder limpiamente y el deseo íntim'Q de que el beneficiario fuera Balbín. Lo que teníaFrondizi, en cambio, era unas ganas locas de gobernar. Movido por ambición de poder o bien por una reflexiva conclusión acerca de la necesidad de haeer concesiones a los factores de poder que, al unísono, habían repudiado su candidatura y más tarde su consagración en las urnas, Frondizi comenzaría a efectuar algunos sutiles y no tan ~Ótiles golpes de timón q~e. lejos de tranquilizardoctrinarios Rogelio Frigerio en la época en que era secremrio de A;~ntotEcon6micos y Sociales aún más a quienes lo seazuzaron los, y «eminencia gris» del gobierno desarrollism. ñalaban con dedos acusadores como a un Judas o un nuevo Kerensky entrega-

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dor de la esencia «occidental y cristiana» de la República. Sus posiciones originales sobre el tema petrolero, expresadas en su libro Petróleo y política, sufrieron pronto una modificación sustancial, al conceder el camino del autoabastecimiento a las grandes compañías internacionales, en particular norteamericanas, en vez de mantenerlo en manos de una YPF soberana y monopólica. Para contestar a la Iglesia, Frondizi abandonó sus banderas laicistas y las reemplazó por el famoso artículo 28 redactado por Horacio Domingorena, que garantizaba el sostén a las escuelas confesionales en el marco de la denominada «enseñanza libre». Antes de todo eso, había pactado con Perón, asociándose de este modo con un hombre enormemente desprestigiado entre la clase media argentina. Muchos no le perdonaron esta «traición» a Frondizi, pero La incorporación del ingeniero Alvaro Alsogaray al gabinete de Frondizi, como otros prefirieron creer que las noticias ministro de Economfa e interino de Trabajo, caus6 conmoción entre los seguidores sobre el pacto, divulgadas oportuna y «hist6ricos» del jefe de la UCRI. En la fotografía, junto a los ministros Vftolo y Luis malévolamente por el propio Perón, Mac Kay, este último de Educación y JusticÜl. eran otra patraña de la acción psicológica contra el gobierno. Con el correr del tiempo,la intransigencia se convertiría en desarrollismo y los dirigentes de extracción radical serían sustituidos, en los puestos claves de la conducción, por equipos ligados al individuo más cercano aFrondizi y que mayor influencia ejercía sobre él: Rogelio Frigerio. Su creciente poder -basado, según los que siguieron de cerca su actuación, en su claridad y precisión conceptual, que despertaban la admiración deFrondizi- alarmó más aún a los militares, convencidos de su papel histórico de garantes morales de la Nación. Para ello, Frigerio era peor que Frondizi, con un pasado más solapadamente marxista, peores compañías y, fmalmente, una-relación téte a téte con el Presidente quepoco menos que le sonaba equívoca. Richelieu susurrándole al oído a Luis XIII. Banquete en honor a Adlai Stevenson, embajador estadounidense ante la ONU, en Mac Kay, canciUer Diógenes La influencia fuera de control, irrefre- marzo de 1960. De izquierda a derecha: ministro Monjard{n, el agasajado, Vítolo y el Federico Diputados de presidente Taboada, natle. Además, cerraba el círculo de embajador de Estados Unidos en Buenos Aires, WiUiam Beaulao. Un buen intento sospechas sobre el comunismo deFron- de diálogo respetuoso e independiente. dizi.

Y en eso llegó Fidel El despacho del Ministerio del Interior era un pandemonium, pero Vítolo, con su reconocida intuición de sabueso político, hacía rato que no necesitaba confmnar sus peores sospechas. El rostro oscuro de Framini se le

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aparecía cada vez que entornaba los ojos para frotarse el humo del tabaco que de tan espeso se podía cortar, igual que el aire tenso de ese lugar de funcionarios. Para salir de la dramática inmediatez de los votos en el Gran Buenos Aires, volvió al ejercicio que lo sedaba

-recordar- y que lo preparaba mejor para las horas que se avecinaban. Frondizi había cumplido ocho meses en el gobierno cuando Fidel Castro entró en La Habana al frente de las fuerzas guerrilleras que ya habían hecho huir aBatista.

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Vestidos de verde oliva, sus hombres-aunque también había unas cuantas mujeres- llevaban como símbolo de su larga estancia en la ladera de la Sierra Maestra, negras y enroladas barhas que comenzarían a cotizarse muy alto en América latina, incluso en las universidades y círculos políticos de Washington, donde se los veía héroes de un gran western que, partiendo de la nada, habían destituido a un tiranuelo corrupto. Poco antes de bajar de la Sierra, Pidel Castro -mimado por los corresponsalesdeguerranorteamericanosque «vendían» al mundo la gesta libertaria del Movimiento 26 deJ ulio-- había advertido que no aspiraría a ninguno de los principales puestos políticos del gobierno, que su objetivo era únicamente restablecer la legalidad republicana y democrática, en el marco de la Constitución de 1940, que dicho sea de paso le impedía, por no alcanzar el límite mínimo de edad de 40 años, aspirar a la presidencia de la república11 • Pidel decía que tampoco quería ser primer ministro, que estaría bien y cómodo como secretario general del Movimiento 26 de Julio y comandante del ejército rebelde. Pero la luna de miel duró poco, apenas esas semanas que Castro pasó en el Hotel Habana Hilton mirando casi desde afuera a un gobierno provisional que finalmente estallaría el 12 de febrero, bajo la presión de las reformas exigidas por los «duros» de la Sierra. Políticos potables para el exterior resultaban incompatibles con los verdaderos dírigentes, surgidos de la lucha armada y que, como dijera en una oportunidad Gandhi, solían resultar menos preferibles que .los que genera una revolución sin sangre. «Y en eso llegó Pidel... Y se acabó la diversión ... Llegó el Comandante y mandó a parar ... », cantaba el músico popular Carlos Puebla y comenzaban a repetir extaSiadas las juventudes de izquierda en colegios y universidades. Las niñas bien que esperaban a Pidel y a «los barbudos» de Life en la Plaza San Martín durante su visita a Buenos Aires 12, iniciaron un retirada pudorosa, mientras la reemplazaba una nueva claque que vociferaba, con entonación de tribuna futbolera: «Sí, sí señores, yo soy de Cuba; sí, sí señores, de corazón; porque en la Cuba de Pidel Castro, todos los yanquis se van al paredón».

LA CONFERENCIA DE CANCILLERES DE PUNTA DEL ESTE La Argentina se había opuesto, al debatirse el tema en la OEA, a la convocatoria a una reunión de consulta de los cancilleres americanos para tratar el caso Cuba. El tema había sido traído al ruedo por primera vez por el peruano Juan Bautista de Lavalle, en el marco del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (fiAR) y, aunque impulsado obviamente por Estados Unidos, tomó la forma de reclamo oficial en la voz del representante colombiano Alberto Zuleta Angel. Las aguas estaban claramente divididas. Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México se resistían a embarcarse en un proyecto que conduciría casi con seguridad a la expulsión de Cuba del sistema interamericano, cosa que los gobiernos de estos países creían altamente inconveniente. V arios de ellos, además, enfrentaban graves problemas internos y presiones intolerables que se incrementarían inevitablemente al zamarrear un tema tan delicado. En realidad, el que agravó las cosas al extremo fue el propio líder cubano Fidel Castro, cuando sorprendió al Consejo de la OEA declarando: «Soy un marxista-leninista y seré un marxista-leninista hasta el último día de mi vida». Esto había ocurrido el 2 de diciembre de 1961 y el22 de enero de 1962, cincuenta días más tarde, estaban reunidos en Punta del Este los cancilleres americanos y, por el país interesado, su presidente Osvaldo Dorticós, cuyo presencia no tenía el atractivo no seis discursos el efecto que cinco meses antes en el mismo lugar, pero en una Conferencia económica, había logrado el Che Guevara. Por Estados Unidos participaba su secretario de Estado Dean Rusk, un hombre considerablemente menos apto que el inteligente jefe del área durante la gestión republicana de Eisenhower, Foster Dulles, quien a juicio de diplomáticos argentinos que lo frecuentaron, estuvo «mucho más cerca de entender el problema cubano». Un hermano de Foster, Allen Dulles, dirigía laCIA desdehacíaquince años, lo que otorgaba una singular solidez al funcionario del Departamento de Estado. No ocurría lo mismo con Rusk. La delegación argentina estaba presidida por el ahora canciller Cárcano, quien en su intervención alegó por la democracia y la libertad, valores a los que identificó con América y señaló que el comunismo había llegado al continente. «Aceptamos --dijo-- el desafío.» Se debía, como respuesta, reafirmar la vigencia de aquellos valores y producir a la parte «un intenso y acelerado proceso de desarrollo económico y social en todos los países que necesiten elevar el nivel de vida de su pueblo», y también «distribuir con mayor equidad y extensión la riqueza», pues «el comurlismo es una forma de vida a la que debe oponerse otra forma de vida». También había que salvar el sistema americano evitando «aplicar la aritmética de las mayorías como si se tratara de un comicio». A la hora de la decisión, los mismos países que se habían pronunciado contra la convocatoria a la reunión de consulta votaron en abstención. Cuba lo hizo en contra y todos los demás á favor. Tras la expulsión de Cuba de la OEA a través de una resolución de cuatro puntos en la que se declaraba al marxismo-leninismo incompatible con el sistema interamericano, Frondizi y Carcano debieron brindar explicaciones inmediatas a los mandos de las Fuerzas Armadas. El presidente volvía a actuar con su conocida debilidad ante los planteos militares. Pero, sorpresivamente, aprovechando la inauguración del túnel subfluvial entre Santa Fe y Paraná, Frondizi dijo en esta última ciudad uno de sus discursos más célebres y de mayor coraje, que recordaron fugazmente al político que había sabido ser en tiempos mejores: « ... nos cabe a nosotros, los argentinos, dejar claramente establecido que lo que se está discutiendo en América no es la suerte de un caudillo extremista que se expresa a favor de un orden político que nada tiene que ver con la realidad de nuestros pueblos, sino el futuro de un grupo de naciones subdesarrolladas que han decidido libremente ascender a niveles más altos de desenvolvimiento económico y social. Si esta soberana decisión no es respetada; si se la pretende ocultar o distorsionar con el juego ideológico de los extremismos, entonces sí que el mar será difícil de conjurar: un continente entero se convulsionará política y socialmente». Cincuenta y cuatro días más tarde, Frondizi era derrocado.

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El ministro Vftolo y el secretario de Marina, Gastón Clement, comparlen unfrlo diálogo de circunstancÜJs, durante un alto de la continua presión militar sobre el gobierno frondizista. Aliado, Taboada, canciller, y el ministro de Defensa, Villar.

Frondizi con el primer ministro Nehru, durante su visita a la lndÜJ con el objetivo de reforzar la posición internacional independiente que intentaba mantener la Argentina.

Precisamente el paredón -a donde cayeron miles de ciudadanos acusados de conspirar contra la revolución, y la expropiación de empresas y propiedades norteamericanas en 1960 por un

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valor estimado por los propios cubanos en 965 millones de dólares13- justificó a los halcones de Estados Unidos que argumentaban que ese movimiento nacionalista desenmascararía rápidamen-

te sus verdaderas intenciones comunistas. Otras personas, como el sociólogo Wright Millsr4, habían pedido a su gobierno y al Congreso paciencia y comprensión respecto del fenómeno cubano. El debate estaba abierto, en realidad, en todo el continente. La reforma agraria, el desparpajo, la informalidad, la juventud y la autodeterminación de los «barbudos» conmovían a quienes soñaban con importar para distintos rincones de Latinoamérica esa revolución romántica y desafiante en su incr~le audacia. El asalto a la propiedad privada, los fusilamientos de opositores, el inmediato abandono de la promesa de recuperación democrático-constitucional, alejaban defmitivamente a la opinión pública moderada. Los acuerdos comerciales con la URSS espantaban a los anticomunistas y preocupaban a los más politizados, que lamentaban la inevitable introducción de la «guerra fría» en el continente, hasta ahora razonablemente bien controlado por los norteamericanos. Para Centroamérica, C:uba era un volcán en ebullición, así como para la mayoría de los países americanos del Pacífico, con una base popular más propensa a dejarse seducir por este nuevo éxito del socialismo teórico, cuyos efec, tos eran mil veces más importantes, por sus reflejos locales y la cercanía del epi. centro, que la revolución bolchevique de 1917. En las costas del Atlántico, Brasil y la Argentina recibían por su mayor envergadura, un impacto punzante en sus pieles políticas, pero aparentemente incapaz de modificar las estructuras del poder en cualquiera de ambos países. Una guerrilla en Tucumán -por ejemplo, como llegó a intentar sin éxito un grupo de extracción peronista muy poco después del triunfo de la Revolución cubana--, a lo sumo representaría la alteración de una parte minúscula del territorio nacional. En Argentina «no se podía» hacer una revolución como en Cuba, concluían los intelectuales del café La Paz en Corrientes y Montevideo, aunque en secreto acariciaban la fantasía de subirse a alguna montaña y retomar unos meses más tarde, como Fidel Castro, el Che GuevaraoCamiloCien fuegos, desfilando su triunfo heroico por esa mis-

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ARAMBURU, EL MEDIADOR

La fracasada invasión a Cuba, organizada con el apóyo de la CIA, logró, por el contrario, consolidar la adhesión popular al régimen de Fidel Castro y levantar un nuevo sfmbolo antiimperialista: Playa Girón.

ma calle Corrientes, entre el Obelisco y Callao o tal vez llegando hasta J unín, a la sede del Centro de Estudiantes de Medicina.

El país del Che Ahora Vítolo transpiraba debajo de su traje de alto funcionario, en parte debido a la humedad de marzo y un poco por el amontinamiento, las corridas, los choques involuntarios con toda esta gente a la que parecía que se le acababa el mundo con la victoria de Perón a manos de Framini. Decidió ignorarlos, abstraído en sus pensamientos que le iban permitiendo esbozar un balance. En relación con la Revolución cubana, la Argentina tenía dos datos de singular importancia. Uno, la excepcional condi<:ión de poseer una izquierda reducida y acotada por el apoyo incondicional de las «masas» al peronismo. Fuera de determinados reductos universitarios, la izquierda era minúscula en el país. Claro que el peronismo, proscripto y golpeado, podía llegar a adquirir el mismo reflejo izquierdoso -a contra pelo de su origen-, y sin duda en eso estaban varios dirigentes de su segunda línea de agrupaciones socialistas y trotsquistas que practicaban el «entrismo» a la zona caliente de influencia so-

bre las masas populares seguidoras de Perón. El segundo dato era la presencia en el centro de la revolución de Ernesto Guevara, tan argentino como su apodo de Che el que firmaba los billetes que emitía el Banco Nacional cubano. Médico devenido economista, su llegada etérea, casi mágica, a la Sierra Maéstra como consecuencia de un viaje bohemio de búsqueda personal, y su figura legendaria venciendo al asma en el corazón de la montafla, su «pinta>> de héroe frágil de novela de Gálvez, que en 1959 podría haber interpretado Gérard Philippe, todo en él conducía al mito, mucho antes aun de su muerte--que sería sin duda, trágica- para terminar de bordar su estampa. Guevara era el «tiro al aire» que se había vuelto santo o sabio, tan repentinamente como nace una tarde cualquiera, luego de una maniobra afortunada frente al arco, el ídolo popular. Era el argentino que llegó, que pudo, el que reivindicaba a todos los demás, sumergidos en su frustración personal y política tan común en la Argentina decadente de comienzos de los sesenta. Mientras en Buenos Aires todo se había detenido en el pasado y las discusiones se orientaban hacia atrás: Rosas, Sarmiento, el cada vez más lejano gobierno de Perón, Cuba irrumpía

En los últimos instantes del gobierno de Frondizi, el teniente general Pedro Eugenio Aramburu, el hombre que, a disgusto, le había entregado el poder el primero de mayo de 1958, intentó una mediación ante los mandos militares que concluyó rápidamente, cuando el propio componedor exhortó al presidente de la República a dar un patriótico paso al costado. La presencia de Aramburu sirvió, sin embargo, para atenuar la tensión militar, tan aguda que un hombre de naturaleza moderada, como era el secretario de Guerra Rosendo Fraga, había salido a reclamar públicamente la «expulsión de funcionarios y elementos frigeristas y comunistas del gobierno nacional». También brindó la oportunidad de efectuar un recambio de gabinete, colocando figuras de confianza del gestor de la conciliación, si bien esto no hizo más que postergar por unas horas esa «muerte anunciada». Meses antes de verse ubicado en el papeldemediador,Aramburuhabíaconvocado, a través de su amigo y colaborador el general Bernardino Labayru, a un grupo de personas que se constituían en su equipo asesor. Esos nombres eran, además del de Labayru, los del abogado Rodolfo Motedo, el economista Adalbert Krieger Vassena; Adolfo Lanús, vinculado al diario La Prensa, el político conservador Julio Cueto Rúa y Osear Puiggrós, que un afio antes había renunciado a la democracia cristiana. Puiggrós fue el último ministro de Trabajo de Frondizi, designado cinco días antes de su caída, y a través de él ingresó al gabinete nacional su socio en el estudio de abogados,RodolfoRo/o Martinez, a quien Frondizi quería designar en Educación pero, a sugerencia de Puiggrós, ubicó finalmente al frente de la cartera de Defensa Esta última estaba destinada a Adolfo Lanús, quien declinó el ofrecimiento. Cada vez estaba más claro que el tiempo se agotaba. La mediación cambiaba ahora deángulo y apuntaba inexorablemente al sillón presidencial de Frondizi.

Tooo ES HISTORIA 21

HECHOS QUE ENMARCARON LA ALIANZA PARA EL PROGRESO Marzo de 1958.- El vicepresidente norteamericano Richard Nixon efectúa una agitada gira por América latina, cuyos negativos resultados obligan algobierno de Estados Unidos a revisar supolítica continental. Junio de 1958.- Es suscripto el tratado del Mercado Común Centramericano. Agosto de 1958.- El presidente brasileño J uscelino Kubitschekimpulsa la Operación Panamericana, una propuesta de programa multilateral de estímulo al desarrollo económico. El subsecretario de estado de Estados Unidos, Douglas Dillon, anuncia el apoyo de su país para la creación de un Banco Interamericano. Setiembre de 1958.- Una reunión informal de cancilleres, en Washington, establece el «comité de los 21» para discutir las recomendaciones de Kubitschek. Enero de 1959.- Triunfa la Revolución cubana. Abril de 1959.- En una reunión del Comité de los 21, Estados Unidos manifiesta su apoyo a la idea de un mercado común latinoamericano y se planifica la creación de un Banco Interamericano de Desarrollo para el30-12-59. Febrero de 1960.- Un grupo de siete países sudamericanos, entre ellos la Argentina, suscribe el Tratado de Montevideo, creando la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). Se crea una nueva agencia del Banco Mundial, la International Development Associasion, destinada a extender créditos blandos. Julio de 1960.- Eisenhower anuncia el apoyo norteamericano a eventuales medidas de reforma social en Latinoamérica. Setiembre de 1960.- El tema es recogido por los países signatarios del Acta de Bogotá. Estados Unidos compromete fondos especiales para tales propósitos. Octubre de 1960.- En un discurso de campaña electoral, en Tampa, Florida, el candidato demócrata John F. Kennedy menciona por primera vez la idea de una «alliance for progress» para ayudar al desarrollo de América latina.

22 TODO ES HISTORIA

Enero de 1961 .- En Estados Unidos, un grupo de trabajo presidido por Adolph Berlerecomiendacom o urgente la necesidad de volcar ayuda a Latinoamérica sobre la base de un plan económico de largo alcance. Marzo de 1961.-ElpresidenteK ennedy, hablando ante embajadores latinoamericanos, bosqueja una propuesta formal de Alianza para el Progreso. Cuba rechaza una invasión de cúbanos exiliados apoyada por Estado Unidos. Mayo de 1961.- El senado norteamericano vota una ayuda de 500 millones de dólares para América latina, pero líderes de ese cuerpo recomiendan su implementación sólo después de que los países beneficiarios efectúen determinadas reformas. Junio de 1961.- Se acuerda que el Banco Interamericano de Desarrollo será el administrador de un fondo destinado al progreso social, por un monto de 394 millones de dólares. Agosto de 1961 .- Los países miembros de la OEA, con excepción de Cuba, firman la Declaración de Punta del Este y carta de intención del programa de la Alianza. Renuncia el presiden ~e brasilefto Janio Quadros, sumergiendo a su país en una prolongada crisis política Noviembre de 1961.- Teodoro Moscoso es designado administrador ásistente para América latina de la Agency for Intemational Development (AID) y coordinador por Estados Unidos de la Alianza para el Progresp. Se reforma y jerarquiza dentro de la OEA el consejo Interamericano Económico y Social (IAECOSOC) y se designa a un grupo de expertos (Comité de los Nueve) para revisar los planes de largo plazo sobre desarrollo y reforma económica en Latinoamérica. Enero-Febrero de 1962.- Cuba es expulsada de la OEA, por decisión de la mayoría de los países representados en la Conferencia de Cancilleres de Punta del Este. Marzo de 1962.- Es derrocado Arturo Frondizi.

«Con OEA o sin OEA ganaremos la pelea», dice el cartel que porto esta señora cubana, en manifestación de apoyo a su gobierno fretúe a la expuLsión de Cuba del sistema interamericano. Fow de Mario Garcfa Joya.

con un proyecto descarado, irrespetuoso, apabullantemente nuevo y aún no contaminado. Para los jóvenes que se habían acercado con entusiasmo a Frondizi durante la campana electoral, el socialismo a la cubana tenía el encanto de la estudiantina, de la «farra» sin adultos invitados, en contraste con esa aburrida y árida supervivencia desarrollista. Frondizi era el que se doblegaba ante las presiones militares locales, mientras Fidel y el Che dirigían encendidos desafíos nada menos que al imperialismo yanqui desde una isla diminuta a 60 millas de las costas norteamericanas. Isla, por añadidura, paradisíaca, cuyas mansiones abandonadas por los jerarcas del juego, la trata de personas, la droga y el alcohol y por los dueftos de los ingenios, habían sido convertidas en escuelas donde el pueblo había sido «alfabetizado». Esta visión lírica ignoraba que de algún modo el país entero se había convertido en un cuartel y sus ciudadanos vivían permanentemente movilizados. Excluía además cualquier análisis res-

Frondizi y Kennedy, flanqueados por los cancilleres C6rcano y Dean Rusk, dan testimonio de su cordwl y respetuosa relación, momentos antes de un flmuerzo en la ciudad de Nueva York, en septiembre de 1961.

pecto de la eventual pérdida de soberanía y autOdeterminación que significaría para Cuba su total adhesión a la Unión Soviética, ocurrida en el segundo afio de la revolución y poco después del deterioro irreversible de sus relaciones con Estados Unidos. Tímidamente, porque era un paso muy peligroso y no calculado dentro del statu quo de la «guerra fría», la URSS había comenzado canjeando los cupos de azúcar de la isla -uno de los escasos productos de su economía, primaria-por petróleo y máquinas. Moscú sabía que estaba operando sobre «territorio norteamericano», tan grave como si Estados Unidos hubiera intentado montar una cabeza de playa en Yugoslavia o, todavía peor, en Hungría o Checoslovaquia. Los tres modelos Vítolo pensaba ahora que era preferible soportar las tensiones de la «gue-

24 ToDO ES HISTORIA

rra fría» que verse cara a cara, maflana, mar partido por alguno de los modelos conFraga,RojasSilveyray-especial- en pugna, todos ellos con grandes immente- Clement. plicancias políticas y económicas: a) Precios que se cobraba la política. La «revolución» estudiantil campesina El gobierno cubano también la había que accediera al poder por la vía armapagado cuando perdió gradualmente da, para instalar una utopía (ya Cuba no acceso al crédito, a partir del bloqueo era la de los primeros y románticos moeconómico, aunque ese cerco tenía sus mentos sino un controlado y hermético fisuras, por ejemplo el pragmatismo de aparato acotado cada vez máS por los Franco y de los británicos que seguían intereses políticos y militares soviétivendiéndole y comprándole a la isla co- cos). b) La alianza para el Progreso, una mo si tal cosa. expresión de la «doctrina Kennedy» a Otros países americanos, sin bloque nivel continental, promovida y auspimediante,entraríanalgúndíaenelcírcu- ciada por los mandatarios latinoamerilo vicioso del ajuste económico, cuya canos moderados, cercanos a Washingprincipal finalidad es saldar una parte ton. Proponía ayuda controlada para de las deudas para que no se les impida mejorar las condiciones de la infraescontraer otras, destinadas fundamen- tructura. e) El «desarrollismo», propitalmenteba amortizar las anteriores, co- ciado por Argentina y Brasil durante la mo condición para no perder el derecho gestión de Quadros -con ése u otro al crédito internacional, único acceso a nombre- ypuesto en práctica con algún bienes que no producen ni elaboran. éxito en países como Venezuela, cuyo Frente a sus penurias ancestrales y a crecimiento como exportador de petrósus crecientes dificultades fina."lcieras, leo marchó paralelo a su consolidación América latina se veía compelida a to- democrática, a partir de un acuerdo en-

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tre los partidos que puso fin al fantasma del «cinturón rojo» de Caracas, que había sido por largo tiempo epicentro de la violencia política regional. Gradualmente, Cuba empezó a «exportar» su modelo, sosteniendo logísticamente y sobre todo entrenando a integrantes de organizaciones que practicaban el terrorismo en distintos puntos de Latinoamérica. La Alianza para el Progreso se discutía, en cambio, formalmente en los palacios gubernamentales y en la OEA, aunque nadie esperaba razonablemente significativos beneficios de esta propuesta que sería, no obstante, el origen de diversas entidades y mecanismos financieros interamericanos llamados a desempefiar un papel protagónico en la distribución del crédito en la región. Buenos Aires y Rio de Janeiro se habían involucrado en la búsqueda de una suerte de neutralizada política dentro del continente para impulsar el desarrollo. De los tres modelos, la «revolución» y la Alianza tenían dos ventajas sustanciales sobre el «desarrollismo»: expresaban el criterio mayoritario de la dirigencia de los países que respectivamente ,lo impulsaban -Cuba y Estados Unidos~ y aun de amplios sectores de la opinión pública de ambos. Tanto Frondizi como Quadros, en cambio, enfrentaban una oposición descamada. Posiblemente muy pocos en-

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Durante su visita a los Estados Unidos, en 1961, Frondizi pudo comprobar que la soledad del poder era unfen6meno que también afectaba a John Kennedy, con quien alcanz6 a desarrollar un interesante diálogo. Otra coincidencia: ninguno pudo terminar su mandato.

tendieran en la Argentina el planteo de fondo .de la política exterior gubernamental, distraídos como estaban en discutir los detalles. Sospechado y vilipendiado por la derecha, que veía en su búsqueda de crecimiento de la concentración industrial una expresión de su oculto materialismo, y abandonado y despreciado por la izquierda, que se había quedado

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EL PACTO CON PERÓN A principios de 1958, Rogelio Frigerio, John William Cooke y Perón iniciaron las conversaciones que conducirían a un pacto de nueve puntos, por el cual, a cambio del apoyo electoral de Perón, Frondizi se comprometía, <
Frondizi habla ante la Asamblea de la ONU, el27 de septiembre de 1961.

Tooo ES HISTORIA 25

LA ENTREVISTA FRONDIZI-GUEVARA A las 10 y media de la mañana del 18 de agosto de 1961, a bordo del taxi aéreo Bonanza matríCula CX-AKP• Enresto Guevara, ministro de Industrias de Cuba que acababa de tener un p~l protagónioo en las sesiones del Consejo lnteramerleano Económico y Social, reunido. en Punta del .Este, am'bó al ~ro'Püerto tie Don Toreuato, en las afueras de Bue- . nos Aires. Lo acompafiaball Jorge Carretoni, un asesor del Consejo Federal de Inversiones a quien Frondizi lc'hab:ía encomendado la misión de traerlo secreramente, y un colaborador del Che, Ramón Aja Castro. Un contacto extraoficial entre Guevara y el delegado n~o al cónclave económico del Uruguay, Richard· Goodwin, y las intencionesnegociadorasconCuba que el presidente Kennedy parecía tener según infOfllles que Dardo Cúneo enviaba a Frond.izi desde la embajada en WashingtOn, habían alentado al presidente argentino a encarar, en conjunto con B1'8Sil y tal vez cotí Cbile y M6*<>. una acción negociadora del tipo de la que Argentina, Brasil y Chile -,el gro.. · po ABC- habían efectuado ante Estados Unidos a raíz de la ocupación de Monterrey en México, medio siglo atrás. ~Don Torcuato, Guecvara se dirigió por tierra a la residencia de Olivos, escoltatlo por dos tenientes de fragata de la custodia presidencia. Emilio Filipieh y Femando García Parra, quienes traían precisas instrucciones de Frondizi de recoger en la estación aérea a un visitante que «teconocerían» y al que debiap trasladar, fuertemente protegido y sin escalas ni detenciones de ningún tipo, a la ante~ del presidente. . Las distintas versiones sobre lo conversado entre Frondizi y el Che coinciden en que se trató de un .encuentro cordial entre personalidades que serespetabán, donde ambos expusieron sus puntos de vista sobre la situación continental. Se asegura que el primero le seftalo la inconveniencia de fomentar la violencia en la región, así como de integrar a Cuba al Pacto de Varsovia, a lo cual el Che habría respondido que no existía otro camino para los países pobres de Latinoatn.ériea. tJn Guevara insólito. habría concordado en cambio con Frondizi en una suertetle condena a los fusilamientos, que «ge~ . neran dos tipos de héroes: los muertos y los delatores». · Tiempo después, Frondizi diría al periodista .Hugo.Gambini que Guevara lo impresionó como «Un temperamento_idealista, decidido y apasionado, peto profundamente equivocado en su análisis de·la situación latinoamericana» y -sostendría que en el momento de la entrevista «era posible el arreglo entre Estados ·unidos y Cuba»,luego frustrado por «las enormes presiones que se ejercieron contra esta solución, sobre Kennedy y sobre los países latinoamericanos que propiciaban tal arreglo». . Cinco días más tarde. en un programa especial de la televisión cubana, el Che inforoió al público sobre los.resultados de la Conferencia económica de Punta del Este y otros aspectos de su viaje, destacando la «decidida actuación» del Brasil que impidió que «se tomara otro tipo de acuerdos que podrían ser lesivos para la delegación cubana». Guevara no incluyó a la Argentina, su país natal, entre los más solidarios. si bien seftalo que otros :países «muy grandes» habían ase.gurado que no se plegarían a una condena a Cuba y agregó: «Argentina también ayer, por boca de su presidente (alusión a un discurso de Frondizi do'nde explicó a la Nación su posición frente al proble"ltUl cubano},.ha adoptádo una actitúd parecida». · A continuación respondió a preguntas de un panel de periodistas, confinnandq las versiones sobre su encuentro con Goodwin, «a títtilo personal» y sin representar a sus respectivos gobiernos, en la casa de un diplomático brasilefto,(el delegado permanente, Brasil ante la Asociación Latinoamericana de Libre ComerciO~ GeJ:SOD Augusto daS1;1~~ que táin~ién ofició de intérprete. Y en presencia. aunque eso no lo infonnó el Cht, del embajador b.rasiletlo Edmundó Barbosa da .Silva y el delegado argentino Horacio Rodríguez Larreta. · Guevara dijo que el asesor de Kennedy se comprometió a transmitirle «algunas observaciones» a su gobierno; y que «Cuba se limil6 a decir por mi boca la conocida posición cubana» de>. · ¿A eso vino el Che? Los testigos más calific~os para la interpretación de las relaciones internacionales, coinciden ~n encontrar una explicación emocional: Guevara cruzó el Río de la Plata ~taba en Punta del Este-- más que nada para visitar a una tía muy querida, María Luisa Guevara de Márquez Castro, ·gravemente enferma y a la cual vería poi' última vez, previa autorización de Frondizi. en un alto entre la residencia de Olivos y el aeropuerto de Don Torouato. antes de dejar el país del mismo modo en que había arribado. Sin embargo. parece poco creíble que un hombre duro como Guevara, que se de$pidi6de su familia para iniciar un periplo latinoamericano que lo alejaría para siempre del país, y que hizo más tarde lo mismo con su mujer y sus hijos_movido por su fiebre revolucionaria, actuara como·so'brino antes q~ como hombre de Estado. Además, ¿a qué lo trajo Frondizi? Una interpretación psicologista y nada descabellada es que él, tanto como el Cite Ouevara. amaba caminar por el filo de la navaja. ------~~~--------~------~--~~~-----~----------~--------~--~

26 ToDO ES HISTORIA

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detenida en el rechazo a la ensefianza «libre» y a los contratos petroleros, Frondizi estaba solo frente a las presiones institucionales de los grupos de poder. Tal vez la mayor expresión de esta paradoja la constituyó el momento en el que arreciaban los planteos militares por su supuesta «connivencia» con el castrismo y simultáneamente el canciller de La Habana, Raúl Roa, calificaba publicamente a Frondizi de «concreción viscosa de las peores excrecencias humanas». Autor, o por lo menos coautor, del diseño del más «nacionalista» de los tres modelos, porque apuntaba al fortalecimiento soberano de los países, y el más «latinoamericanista», porque consideraba a la región como un fin en sí mismo y no como una estación del expreso a Washington ni un espacio sujeto a las veleidades de Moscú, Frondizi debía enfrentar sin embargo las iras del nacionalismo vernáculo que lo hostigaba y detractaba en forma permanente. Se denunciaba como «peligrosos marxistas» a hombres como el canciller Carlos Florit o el asesor Arnaldo Musich, quienes no sólo no habían pasado jamás por la izquierda sino que provenían de la misma vertiente que sus acusadores, e incluso habían integrado ambos los grupos de debate de la extrema derecha católica inspirados por el padre Julio Menvielle.

Un momento de descanso para Frondizi, en el recinto de la ONU, el dfa en que pronunció su discurso.

Alimentando odios Vítolo estaba ahora, cada vez más convencido de que no le vendría mal el descanso obligado al que lo estaban conduciendo las circunstancias. Recordó otra paradoja: los nacionalistas que tanto combatían a Frondizi, hablaban por «boca de ganso», repitiendo los conceptos que tomaban como ciertos, aparecidos en presuntos «documentos», acerca del carácter marxista, masón, semita o lo que fuera, del presidente argentino y de sus principales colaboradores. Con eso no hacían otra cosa que obedecer a su inveterada costumbre de consumir literatura barata y pseudoanónima sobre siempre recurrentes planes sinárquicos. Lo que no sabía esta gente era que lo profundo de su discurso respecto de Frondizi estaba elaborado mayormente en usinas que hubieran calificado de

El Che y el premier soviitico NikitJJ ]ruschov, en Moscú, en 1964. Tres años antes, una visita de Guevara a Frondizi enfureció a las fuerzas armadas y contribuyó a provocar, poco más tarde, la caída del gobierno.

Tooo ES

HisTORIA

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EL DERROCAMIENTO Dos días antes de su caída, Frondizi envió una carta al presidente del Comité Nacional de la UCRI, Alfredo García, en la que le sefialaba que tenía «la firme decisión de enfrentar todo lo que pueda sobrevenir>>. En secuencia dramática por su innegable realismo, expresaba: «No me suicidaré, no me iré del país ni cederé», y agregaba que «quienes se atreven a sacarme del gobierno por la fuerza o a eliminarme físicamente, deberían asumir ante la historia la responsabilidad de haber desatado en la Argentina la represión popular y su inevitable consecuencia, la guerra social. Ellos , si logran sus designios, abrirán las puertas al comunismo que con tantá vehemencia dicen combatir». Unos días antes se habían reunido los secretarios militares Fraga, Clement y Rojas Silveyra; los comandantes Poggi (Ejército), Penas (Marina) y Cayo Alsina (Aeronáutica) y otros mandos superiores, quienes suscribieron un acta en la que dejaban asentada la posición de cada una de las fuerzas. El Ejército y la Aeronáutica abogaban por la permanencia de Frondizi, condicionada a la instalación de una gabinete de coalición propuesto por las Fuerzas Armadas, mientras que la Marina reclamaba la renuncia de Frondizi o, en caso contrario, su sustitución. Ya en las horas fmales, el general Rosendo Fraga le ofreció a Frondizi poner en operaciones a fuerzas leales, lo que le valió su detención por orden del general Poggi, quien controlaba la situación en el Ejército. Poco después se difundía un comunicado de los tres comandantes militares exigiendo el alejamiento de Frondizi «atento a la gravísima situación imperante» y a fin de «agotar los medios para salvar la organización constitucional». La negativa del presidente condujo a su destitución y su traslado a la base naval ubicada en la isla Martín García. En la proclama golpista se sefiala que «encerrado entre los términos de su propio dilema, el gobierno enfrentaba, por una parte, el resurgimiento de fuerzas extremistas infiltradas en la democracia; por la otra, la inminente posibilidad de disturbios sociales de magnitud», pero «carecía de fuerza, de autoridad moral y política para resolver la situación». Un testigo muy cercano de los acontecimientos y muy amigo del presidente derrocado, brinda una explicación más sencilla: «A Frondizi lo volteó el país en su totalidad, y sobre todo los que no supieron o no se atrevieron a defenderlo. Los que lo dejaron solo o contribuyeron a opacar su imagen para ponerse a tono con ot.\1S sectores de la sociedad>>. Era el 29 de marzo de 1962 y nadie pareció darse cuenta.

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«liberales», conectadas a los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas -el de la Aeronáutica, cabe aclararlo, tenía poco de liberal y mucho de la influencia de otro intelectual de la ultraderecha, Jordán Bruno Genta- y a la propiaSIDEqueelgobiernodelaUCRI, desde luego, no controlaba. Pero los centros especializados en este tipo de campafias psicológicas, y que nutrían a los «espías» locales, estaban ubicados en el exterior. Uno de ellos era, sin duda, el de los cubanos exiliados en Miami, coordinado por De Varona y sostenido por grupos afines norteamericanos. De este tipo de fuentes salían periódicamente infundios como el de los «documentos cubanos» 1\ que puso en jaque durante varios días al Poder Ejecutivo, bajo el fuego cruzado de un sector de la prensa, legisladores de la oposición e indignados militares, hasta que se comprobó su evidente falsedad. Si Frondizi había sido desde el principio una víctima propiciatoria de quienes utilizaban tales bajos recursos, a partir de la histórica entrevista con Quadros en Uruguayana (ver recuadro), la molestia y la preocupación que el presidente les causaba había llegado a su apogeo. En la guerra, los contendientes no admiten neutrales, y para los anticomunistas ser neutral frente al problema cubano equivalía a una forma encubierta de castrismo. Esa línea de ataque al gobierno argentino era también recogida por los sectores «gorilas», que creían seriamente que la intención de Frondizi era favorecer el giro a la izquierda del peronismo, si bien esta expresión perteneció con más exactitud a Vittorio Codovila, quien sofiaba con recuperar las bases obreras que habían fugado del Partido Comunista en gremios poderosos comoeldelacame,paraunirseen 1945 aPerón. Los «gorilas» del campo -léase la Sociedad Rural- y de la ciudad -las entidades respetables formadoras de la opinión «bien» del país- que unos afios antes habían decidido dejar de frrmarle cheques en blanco a Juan Perón, ahora temían que partiera desde el exilio del jefe del peronismo la orden de votar «por izquierda», cosa que Perón estaba decidido a hacer sólo en forma esporádica y para épater a sus enemigos, mostrándoles los alcances de su

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poder como efectivamente hizo cuando sus directivas consagraron al socialista Alfredo L. Palacios senador por la Capital Federal y dieron otro insólito triunfo a la vertiente más izquierdista del socialismo en la comuna santiagueña de Añatuya_ La preocupación del oficialismo era doble: por un lado, el achicamiento de las posibilidades electorales de la UCRI, que había sido en los comienzos el primer gran beneficiario de los votos de Perón, y por otro el impacto negativo de esos episodios en la epidermis militar, que parecía disfrutar -detrás de su visible enojo- la lenta pero insistente tortura a la que sometía al gobierno frondizista, al que se había propuesto «dejar que llegue al final de su mandato, pero con la lengua afuera»Is.

Frondizi, Balbín y Perón Vítolo sumaba y restaba los cómputos que le llegaban desde 17 distritos, y pensaba que los protagonistas de estos años habían sido los .mismos: Frondizi, Balbín y Perón. El juego de la UCRI había sido contradictorio: pretendió «heredar», poco menos que definitivamente, el voto peronista que se le había ofrecido, apenas en forma circunstancial, para «subirlo» a Frondizi al gobierno y consagrar a la opción menos visceralmente «gorila». Y al mismo tiempo quiso reemplazar a la UCR del Pueblo como principal fuerza «democrática» en la contienda electoral. El resultado estaba a la vista, una mélange del tipo «perinola»: todos ganan, todos pierden, pierde todo. Por razones inherentes a la lucha política en un país cívicamente inmaduro, sumado a los rencores y enemistades personales que separaban a los conductores de los partidos populares, tanto el «comando estratégico» del peronismo -es decir el propio Perón- y su «comando táctico» -la máxima dirigencia del Movimiento-, como el Comité Nacional de la UCRP y su líder Ricardo Balbín, se dedicaron a boicotear a Frondizi con un entusiasmo de colegiales, en un juego destructivo que no podía conducir a otro lado que al golpe de Estado 16• Perón consumó por esos años otra jugada que la historia próxima revelaría en toda su descarnada insensibilidad. Alimentó, por una parte, a la «re-

RELACIONES ENTRE KENNEDY Y FRONDIZI Muchas circunstancias unían a Arturo Frondizi y John Kennedy, sin considerar el hecho de que ninguno de ambos pudo concluir su mandato. Si Frondizi no parecía un genuino «occidental y cristiano» para los factores de poder en la Argentina, Kennedy tampoco era un típico W .A. S .P. (blanco, anglo-sajón y protestante) para los grupos censores norteamericanos. Ambos tenían amigos en común, como el canciller argentino Miguel Angel Cárcano, que había sido amigo de Joseph Kennedy, el padre de JFK, a quien conoció en un destino diplomático compartido. También Roberto Alemann desarrolló un cierto grado de amistad con Kennedy cuando intervino en aspectos económicos de las relaciones bilaterales. Frondizi conversó en distintas oportunidades con el embajador norteamericano en la ONU, Adlai Stevenson, sobre la necesidad de que la proyectada Alianza para el Progreso enfatizara en el «desarrollo de base» y también le señaló que resultaría, a su juicio, «muy peligroso para el prestigio norteamericano» intentar la «maniobra» de excluir a Cuba de la OEA. Distintos funcionarios de Frondizi, como en ese momento el canciller Mujica, el ex canciller Florit, el subsecretario de Relaciones Exteriores Osear Camilión, el propio Frigerio, el asesor Amaldo Musich y el experto en economía argentino radicado en Washington -y que luego «bajó» a Buenos Aires llamado por Frondizi-, Cecilia Morales, fueron pilares de los contactos bilaterales. Por el lado norteamericano los interlocutores eran Stevenson, Dean Rusk, el embajador estadounidense en Buenos Aires, Ro y Rubotton, (Kennedy tuvo que echarlo a raíz de sus conflictivas actitudes en Argentina) y el asistente especial de Kennedy, Schlesinger, un buen amigo de Musich. A fmes de setiembre de 196l,luego de una visita de Frondizi a las Naciones Unidas, el mandatario argentino se reunió a solas con Kennedy, con quien analizó el problema cubano, encuentro al cual se incorporaron más tarde Rusk y Cárcano. Según transcribe Juan Archibaldo Lanús en De Chapultepec al Beagle, Kennedy le manifestó a Frondizi que no temía ni la propaganda comunista ni una eventual agresión militar desde Cuba a Estados Unidos, pero «lo que no podremos permitir es que Cuba pretenda propagar la revolución a América latina», tras lo cual le pidió su .opinión al presidente argentino. «La solución -le respondió Frondizi- consiste en poner en marcha con toda urgencia y efectividad los planes de la Alianza para el Progreso», para dar a los pueblos de la región «la prueba concreta de que el régimen democrático y la cooperación interamericana pueden crear condiciones para el rápido desarrollo económico que les está ofreciendo la propaganda comunista». Meses más tarde, al regresar de su viaje a la India, Frondizi volvió a reunirse con Kennedy en Florida. Le dijo esta vez que una negociación con Cuba no podía hacerse de otro modo que no fuera a través de los grandes países de América latina o de la Unión Soviética. Kennedy se mostró interesado en ese punto de vista y le pidió un nuevo contacto a través de personas de la más entera confianza de ambos. Frondizi designó a Donato del Carril y abandonó Estados Unidos con la sensación de que Kennedy padecía problemas internos muy similares a los suyos y que, como él, estaba jaqueado aun dentro de su propio Departamento de Estado.

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nadares y renovación parlamentaria de 1962, donde sí tuvieron la posibilidad de presentar listas bajo distintos rótulos neoperonistas-- y como represalia por los fusilamientos de civiles y militares horas después de la intentona del general Valle, el9 de junio de 1956, durante el primer afio de la Revolución Libertadora. De la «resistencia» peronista no salieron precisamente los mejores dirigentes del Movimiento ni los métodos más saludables que el peronismo ensayó en lo sucesivo para hacer política dentro y fuera de sus partidarias. Perón alentó a la gente de «los cai'ios», pero también designó «delegado personal» a J ohn Willii;Ull Cooke, cabeza del denominado «peronismo revolucionario», único sector de la agrupación que coincidía explícitamente con la Revolución cubana18• De sus filas, en una extraña óno tan extraña mezcla con ex militantes de la filonazi Alianza LibertadoraNacionalista, también formada a la sombra de Perón, pero en sus ai'ios de gobierno, nació un intento de guerrilla rural protagonizado por un grupo comandado por Enrique Manuel Mena, el «comandante Uturunco», que se instaló en el cerro tucumano Cochuna exigiendo la renuncia de Frondizi, la anulación de los contratos petroleros, devolución de la CGT intervenida y el retomo dePerón 19 • Todo tetminó unos meses más tarde y de un modo considerablemente más manso que acciones posteriores de similares orígenes y semejantes avales. Frondizi era un «traidor>) para el peronismo, porque había incumplido el «pacto)) con su líder, emancipando su rumbo político del marco de condicionamiento impuesto por el leonino contrato. A Perón, en realidad, le interesaba esencialment({ mantener su liderazgo y continuar desempei'iando el papel de «interlocutor fuerte)) en el debate político argentino, pero no le importaba mayormente llegar a ese objetivo de la mano del gobierno o encaramado en la más enconada oposición, cosas que hizo alternativamente en más de una oportunidad. Su poder se centraba en la incondicional adhesión de ese 20 % de «descamisados)) que poblaban los suburbios humildes y fabriles de las grande~ ciudades, como Buenos Aires y Rosario, y las regiones empobrecidas del interior, y se articulaba por medio de la semi-intacta estructura sindical, «co-

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El dirigente gremial Andrés Framini, gobernador electo por amplio margen en la provincia de Buenos Aires en los comicios de marzo de 1962, comenta el decreto presidencial de intervenci6n a ws distritos en los que habla triunfado el neoperonismo.

sistencia» peronista, grupos de choque barriales y sindicales que bautizaron sus acciones de aquellos años como la época de «los caños», es decir los explosivos caseros que se utilizaron en los atentados que llevaron a la aplicación, por decreto 2628/60, del Plan Conintes, de conmoción interna del Estado, a partir de la hora cero del14 de marzo de 196017 • Desde la asunción de Frondizi hasta diciembre de ese afio se habían cometido más de 1.400 atentados, entre detonación de bombas, incendios y otros actos de sabotaje, uno de los más graves de los cuales había sido la voladura de un sector de la planta de almacenaje de combustible de la compañía Shell, en el camino de Córdoba a Alta Gracia, con un saldo de 9 muertos y 30 heridos, además de los cuantiosos daños materiales. Estos grupos violentos se sentían justificados por la represión de que había sido objeto el justicialismo desde la caída de Perón, la cerrada negativa a permitírseles una expresión electoral propia -antes del recambio de gober-

30 ToDO ES HiSTORIA

1

lumna vertebral)) pero más aún brazo orgánico y financiero del Movimiento. Los sindicatos podían, además, paralizar el país, crear las condiciones necesarias para el frecuente chantaje algobierno practicado por los militares golpistas, que se escandalizaban públicamente del caos que planificadamente contribuían, desde las sombras, a crear. Para Balbín, Frondizi también era un «traidor>), un detractor del ideario de Alem y de Yrigoyen, un desertor del «viejo tronco)) partidario. Tan grande era su rencor, que llegó a retacearle al gobierno de la UCRI el mínimo auxilio de acceder al diálogo político con el ministro del Interior, en horas cruciales. . Otro prestigioso dirigente del radicalismo, el caudillo de Avellaneda Crisólogo Larralde, en quien alguna vez los antiperonistas depositaron sus mejores expectativas electorales, mantuvo, en cambio, con la independencia de criterio que lo caracterizaba, contactos personales y públicos con Frondizi contrariando la «línell)) partidaria. Finalmente, el sabatinista Santiago del Castillo -a cuya mujer se la acusaba de haberlo «comunizado)>-- simpa- ' tizaba abiertamente desde las filas radicales con el régimen de Castro, lo que lo ubicaba a la izquierda de Frondizi y, por lo tanto, en una cerrada oposición. Virtualmente solo, sin interlocutores representativos con quienes dialogar, Arturo Frondizi había quedado expuesto al intenso poder de fuego del frente militar, fuerza pe choque de la clase dirigente que no le perdonaría jamás Uruguayana, ni el «desarrollo)) independiente, ni la visita del ehe, ni la neutralidad frente al enemigo cubano. Solamente se necesitaba un pretexto, una gota más en ese vaso que ya se rebalsaba Entonces, el peronisnio obtuvo 1.171.757 votosenlaprovinciadeBuenos Aires, 440.000 más que el gobierno, medio millón más que los radicales del Pueblo. Y Frondizi debió anular las elecciones, como un mes antes, con tirabuzón, le habían sacado la ruptura de relaciones con La Habana. Vítolo,elministrodellnterior,firm6 su renuncia. Odiaba hacerlo, porque hubiera querido acompai'iar al Flaco hasta sus últimos momentos. En realidad «eran» sus últimos momentos. Diez días más tarde lo destituían y lo alojaban en la isla Martín García, otra isla que se interponía en su vida.

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rón,lo que se deduce rápidamente de las di- ¡ l. Historia polttica argentina, MARiA ferencias establecidas entre la UCRI ¡ (44,79%) y la UCRP (28,90 %), apenas su- ¡ LAURA SAN MAR TINO DE DROMI. periores al 15%. En el comicio del 7-7-63, 1 2. En 1962los datos no se procesaban en donde Perón ordenó votar en blanco, un , computadora, sino a mano, por lo cual los ¡ 19,42% del electorado siguió sus instruc- . febriles cálculos y proyecciones que efecciones, por lo que no resulta nada descabetuaban los interesados, duraban horas. llado suponer que cinco años antes la pro3. El Che Guevara, Huoo ÜAMBINI. porción de fieles seguidores de Perón fuera, ' 4. De Chapultepec al Beagle, JuAN AR- incluso, todavía mayor . cHmALDO LANús. 10. Las famosas «instrucciones» de Pe5./dem. rón desde el exilio se transmitían boca abo6. DeGaullerevelae nsusMemoriasqu e ca, clandestinamente, entre la militancia y aconsejó a Kennedy no involucrarse en la los simpatizantes justicialistas. En muchos guerra de Vietnam, vaticinándole que los casos el dirigente barrial tenía en su poder norteamericanos serían derrotados, como un disco con la voz grabada por Perón indiles había ocurrido a los franceses. cando la conducta que se debía seguir en la 7. Muchos años después de Frondizi, un jornada comicial. presidenteradical del"viejo tronco", adver11.Los guerrilleros en el poder, K.S .KAsario de toda la vida -Raúl Alfonsín-, ROL.

16. Esto no debe ser interpretado como un regocijo golpista por parte de Balbín, cuyo compromiso con la democracia nadie puede poner en duda. 17. El Plan Conintes fue levantado el 28-61, por haber «desaparecido las causas que determinaron su implantación». Continuó, encambio,la vigencia del estado de sitio, decretado por Frondizi elll-11-58 y suspendido mucho después de su derrocamiento. 18. Leer la Correspondencia Perón-Cooke, editada por Papiro. 19. Todo o Nada, MARÍA SEOANE. BIBLIOGRAFÍA

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Babini, Pablo (1992) - Cuba, en la caída de Frondizi.pdf ...

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