Querida Estrella: No estoy seguro de cuándo leerás esta carta, pero de lo que si estoy seguro es que ya no estaré contigo cuando lo hagas. Sé perfectamente a quien le pertenece tu corazón aunque no lo quieras aceptar o estés confundida. Siempre lo he sabido. Desde el primer día que te vi, ese día que llegaste a Inglaterra con tu mamá, desde ese día algo de ti me enamoró, pero hubo algo que desde ese momento me pude dar cuenta. Tus ojos estaban tristes, brillaban, y mucho, pero no eran felices. Conforme te fui conociendo algo me gustaba cada vez mas de ti, y no sabía qué era, lo que a veces me aterraba porque jamás me había pasado. Recuerdo que cuando te di el recorrido por el campus tu mirada volaba por todas partes, en ese momento, cuando tus ojos sonrieron sabía que estaba perdido. Cada que hablabas no podía dejar de mirar tus labios, era como si me hipnotizaran. A veces me aterraba que te fueras a dar cuenta de que admiraba por demasiado tiempo tus hermosos labios y que creyeras que era un pervertido. Cuando me hablaste por primera vez de Hugo supe que siempre serias de él, por la forma en la que tus ojos brillaban a través de tus lágrimas. Tus lágrimas eran dolor puro, llenas de sufrimiento y decepción. Yo no lograba entender cómo era posible que un hombre podría ser tan idiota para lastimarte, pero más idiota por perderte. Cada que te veía con esa chamarra que era de él no sabía ni qué sentía. Si había celos, claro que los había, pero había algo más, algo que nunca he podido descifrar. Pero te puedo asegurar que no me agradaba.
Nunca me gustó verte llorar, jamás me ha gustado ver esa mirada triste, por lo que una vez hice algo que nunca te conté. Y espero que cuando leas esto no te enojes con Diego. Pero cuando nos presentaste y él y yo nos fuimos conociendo se me ocurrió hacer algo que tal vez a mí no me convenía. Un día que te quedaste dormida, después de tanto llorar, tomé tu laptop y me puse en contacto con Diego. Recuerdo perfectamente que cuando le pregunté sobre el estado de Hugo se puso completamente serio, y también palideció un poco. Pero en cuanto me dijo que Hugo se estaba volviendo loco porque no sabía qué había pasado contigo supe que él no sería tan idiota como para hacerte lo que te hizo. Si no, no hubiera tenido esa reacción ante tu desaparición. Claro que no te lo podía decir porque me dejarías de hablar de por vida, porque me dirías que le estaría dando la razón. (Dime si no te conozco) Así que mi primera misión fue sanar tus heridas, ayudarte a sonreír de nuevo, de verdad. De la misma manera en que sonríes cuando encuentras una toma perfecta, o cuando tomas tu cámara. Ojala pudieras verte cuando lo haces… te ves hermosa. Con el tiempo lo conseguí, volviste a sonreír. Volviste a vivir. El dolor de esa tradición jamás desapareció, obvio, pero volvieron tus ganas de vivir y con eso se hinchaba mi corazón… Y te amaba más. ¿Recuerdas nuestro primer beso? Ese día morí un poco. Sabía que deseaba probar esos labios tan hipnotizastes, pero no tenía idea de que me harían caer de rodillas. Ese día, ese momento, jamás lo olvidare. Fue mágico. Te había acompañado a un bosque a que tomaras fotos, ese día hacia frio y aun así tú parecías no sentirlo, estabas muy emocionada buscando mil tomas. Cuando te mostré el final de unas montañas escondidas entre las nubes y la neblina… Me abrazaste y brincaste agradeciéndome por habértelo enseñado. Pero el abrazo se prolongó un poco.
Recuero haber notado el latido de tu corazón a través de la ropa. Eso fue lo que me rindió. Y no ayudó en nada que el aire me enviara una ráfaga de tu aroma. Fue por eso que empecé a recorrer tu mejilla con mi nariz, hasta que llegué al punto exacto, donde nuestras bocas estaban a milímetros y respirábamos el mismo aire. Tú no te moviste. Tus labios esa vez ganaron la batalla y los besé. Juré que no te haría sufrir, pero creo que no pude cumplir con eso. Algo de lo que no creo que estés consciente fue que yo implanté en tu cabeza la idea de regresar a tu casa. La idea de regresar a Hugo. Tú no querías regresar, pero yo me aproveche de que tu mejor amigo estaba muy lejos de ti para que así te animaras a volver. Tenías que arreglar las cosas. Te amaba tanto, y lo sigo haciendo, que por eso es que te hice regresar. Sabía que te gustaba estar conmigo y sí eras feliz… pero nunca me amaste. O no de la misma manera en que amaste y amas a Hugo. Tal vez es estúpido lo que hice, pero de verdad, cuando digo que jamás me había pasado esto era cierto. Jamás había deseado tanto la felicidad de alguien más a costa de la mía. Yo hubiera deseado que las cosas hubieran sido diferentes, que te hubiera conocido antes, y haber sido yo al que amaras. Pero las cosas no son así y lo acepto. Sé que ahora eres completamente feliz y eso me hace feliz. Te extraño, no lo niego, pero estas en donde perteneces. La idea de que en algún momento te iba a perder siempre fue desgarradora, pero al menos agradezco haberte conocido, haber tenido el privilegio de ser una de las pocas personas que saben lo que es amar, y
sobre todo, agradezco el haber podido ser, en algún momento, tuyo. Haberte besado y probado las delicias de tu piel. Con eso yo soy feliz. Perdón si con hacerte regresar, te hice sufrir más de lo que deberías. Jamás te olvidaré. Gracias por todo. Te ama. Adam.