Dime dónde cuentas La construcción de un espacio de narración en la escuela

MERCEDES PUGLIESE

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L RELATO ORAL TIENE LA PARTICULARIDAD DE PONERSE EN MARCHA AL MISMO TIEMPO QUE SE LO ESCUCHA. SIEMPRE HACEN FALTA DOS, EL ENCUENTRO ENTRE PERSONAS ES SU HUELLA DIGITAL. NOS CRUZAMOS EN LA MIRADA Y EN LAS IMÁGENES QUE SE PROYECTAN. ESTAMOS JUNTOS EN LA AVENTURA Y NOS DEJAMOS CONMOVER AL MISMO TIEMPO.

«...toda lectura tiene raíz en el oído», dice Aidan Chambers1 y cuenta de su abuelo minero capaz de contar leyendas como si fueran ciertas, de la maestra de primer grado que relataba historias de la Biblia, de su mamá que, al ver que el hijo tardaba en aprender, leía en voz alta los textos. Tres voces distintas que salían sopladas de labios distintos y que sonaban de manera distinta. Que se organizaban en torno a ritmos distintos y que tenían volúmenes distintos. Grave, agudo, soprano, soprano, grave, tres maneras de entibiar la palabra para que llegara a punto a los oídos de ese niño que no sabía todavía que no iba a poder abandonarla nunca. Los relatos no empiezan nunca en la escuela. Tampoco cuando se aprende a leer. Arrancan con las historias cotidianas de las casas y con los arrullos de la noche. Desde que nacemos escuchamos relatos en forma de anéc-

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dotas y de canción infantil. Aunque no sepamos todavía lo que dicen las palabras, sentimos las emociones con todo el cuerpo. Entendemos de qué viene el relato y nos dejamos tocar por cada frase. Los cuentos nos vienen de lejos y tienen sabor a abrazo. Como si fueran en sí mismo un fuego, los cuentos tienen que ver con el calor y la calma del final del día. Cada vez que escuchamos un relato dejamos afuera los problemas y nos abrigamos con los mundos lejanos, somos campesinos sentados cerca del hogar después de las faenas del día... Nos dejamos atravesar por la palabra para que nos proteja y nos transforme, nos devuelva la temperatura y nos anime a ser diferentes.

Nos contamos historias para saber que no estamos solos Te cuento un cuento porque te quiero dice la narradora Valeria Pardini cuando trata de explicar lo que es para ella el momento de contar. Es cierto, dice, que no suele conocer a los que la vienen a escuchar, pero en ese instante las palabras se vuelven lazo y se traza una corriente de afecto. Es un tiempo en donde la entrega se vuelve amorosa y es capaz de abrazar al que se sienta a escuchar. Ella ofrece una historia bordada con delicadeza, el público agradece con los ojos subidos a la maravilla. La voz suena en presente y el oído percibe en presente. Las frases se convierten en únicas porque nunca se repiten iguales. Las palabras aparecen por un instante. El que escucha tiene el desafío de atraparlas y tejer sentidos en el aire. Contar al otro es convertir el tiempo en regalo.

NOS DEJAMOS ATRAVESAR POR LA PALABRA PARA QUE NOS PROTEJA Y NOS TRANSFORME, NOS DEVUELVA LA TEMPERATURA Y NOS ANIME A SER DIFERENTES.

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Una escuela para perder el tiempo Contar en voz alta parece ir en contra de la escuela actual. Tan ocupada en llenar cuadernos y en completar planificaciones, en corregir y en enseñar, en tomar exámenes y terminar el currículum. Pareciera que no coincide con un tiempo en donde los resultados inmediatos y tangibles creen tener la razón. Confiamos en un estilo educativo que promete solucionar todos los males de tiempos pasados y atiborramos a los chicos de conceptos y tareas creyendo que ahora sí sabemos lo que es bueno. Que el «más» es garantía

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PRÁCTICAS DEL LENGUAJE

de aprendizaje y que todo lo que nos aleje de la acumulación de contenidos «útiles» y «cuantificables» es una pérdida. Y nos olvidamos que ni Cervantes, ni Platón, ni Juana Manso fueron a la escuela que conocemos hoy... La narración oral es la continuación de una práctica ancestral intransferible. Cuando contamos también compartimos las maneras y los estilos que conocimos en nuestra vida. Los tonos y los personajes que inventamos siempre tienen herencia de los que escuchamos en boca de abuelos, niñeras, padres o maestros. Tenemos en nuestra voz algo con una identidad particular. Compartirlo con nuestros alumnos es conectarlos con un río que fluye desde el pasado. Con un río que es capaz de aumentar las raíces y asociarnos a los saberes de los que estuvieron antes. Contar en voz alta es también una metáfora de lo infinito que se puede volver el mundo y de la capacidad de transformar lo que tenemos. Con nuestra voz podemos mojar el aula con el mar de Simbad o volverla bosque que nos esconda de lobos feroces. Pupitres y pizarrones pueden colorearse cada día de una manera nueva para hacernos entender que en nosotros está la fuerza para inventar el futuro.

Dar el salto El maestro que cuenta se anima a ser vulnerable, involucra su historia y expone sus gestos. Tiene que ser capaz de asumir riesgos para compartir la aventura de la historia.

Hay diferentes estilos y no hace falta ser gracioso, ni histriónico ni experto en literatura. Basta con tener ganas de compartir el momento y de generar el espacio para eso. Habrá quienes elijan relatos populares; otros, cuentos de autores argentinos; quienes prefieran ficcionalizar anécdotas de su propia vida… En la variedad está el gusto, pero lo importante es empezar y dar el salto. Decidirse a narrar es dedicar tiempo a elegir las historias más adecuadas para el grupo y para la manera de contar de cada uno. Es encontrar el momento para que eso suceda y pueda volverse hábito. Es preparar el escenario para el que viene a escuchar.

Dime dónde cuentas... El lugar donde se cuenta una historia es parte de la experiencia. No es lo mismo una cocina con olores a especias que un bosque donde sopla el aire. Tampoco una calle de pueblo ni un rincón de la casa. Pensar y diseñar el espacio en donde van a suceder los encuentros de narración es parecido a preparar la mesa para los invitados. Es esperar al otro con ganas y estar atentos a los detalles. El entorno nos envuelve, dice el arquitecto finlandés Juhani Pallasmaa, y es bueno saber desenfocar para percibir lo que nos genera cada ambiente. La geometría en la que nos movemos influye en nuestra percepción y un espacio circular genera algo diferente a uno rectangular. Mientras el primero favorece lo comunitario y el cruce de miradas, el otro se relaciona más con lo sagrado y lo espectacular. No es lo mismo un circo que un teatro, una cancha de fútbol que una iglesia... Elegir la forma del lugar es ser conscientes de lo que queremos lograr. Los colores, las luces y los objetos del espacio también son parte de la escena. Hay paletas de colores que pueden generar armonía o vitalidad, ruido o aburrimiento. Las luces de arriba no provocan lo mismo que la que viene de afuera o la que sale de una lámpara pequeña. Los muebles también ocupan el espacio con sus diseños y materiales. La manera en que están organizados completa la escena generando ambientes atiborrados o despojados, ordenados o desprolijos, serenos o vitales… Las escuelas en las que trabajamos suelen tener aulas rectangulares y una distribución de muebles, colores y luces muy similares: los pupitres son móviles pero suelen mirar al frente. Los pizarrones son negros o verdes y están en el frente. Los patios muchas veces son de baldosas y pueden tener algún árbol. Hay estantes con material didáctico, carteleras de papel afiche, bibliotecas con estantes color madera, laboratorios blancos y llenos de frascos. Las luces suelen venir de afuera o de lámparas de techo con tubos de luz fría. La estética escolar lleva más de cien años sin grandes cambios y nos olvidamos muchas veces que es solo una manera de pensar la educación y que tenemos en nuestras manos la posibilidad de transformarla.

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Pescando ideas alrededor del mundo Las bibliotecas, librerías y museos suelen dedicar tiempo al armado de los lugares donde se cuentan o leen historias. Sabemos que son pensados por equipos de arquitectos y decoradores, pero hay ideas que se pueden replicar en la escuela de manera simple. A veces basta con cambiar un objeto de lugar; cuando se sabe el clima que se quiere lograr no es difícil encontrar la manera de conseguirlo. Les propongo un recorrido por diferentes estilos para que puedan guardarlos como banco de propuestas.

En el museo de la Biblia «Bibelhaus» de Frankfurt hay una tienda donde las familias se sientan o acuestan a escuchar cuentos «del desierto». Las telas y las alfombras generan una sensación de intimidad y de lugar especial. Algo tiene de protección y abrigo. Algo de aventura y lejanía. En la escuela podemos armar tiendas con sábanas o telas sostenidas por sillas. Con llevar linternas o una lámpara ya tenemos el resto.

En esta escalera muchos chicos están sentados en diferentes niveles mirando hacia un frente que queda más abajo. Como en los teatros independientes, el escenario es cercano y no está elevado por sobre el resto. También tiene memoria de los anfiteatros griegos en donde cada uno podía ver desde donde estaba y no perderse los detalles. Las escaleras son lugares de paso que pueden aprovecharse para crear butacas y recrear la sensación de teatro. El escenario puede tener una mesa o una silla que delimite el espacio o simplemente al maestro de pie contando una historia.

En una librería de Besalú (un pueblito medieval cercano a Barcelona) se pintó el techo de color celeste claro y se pusieron luces direccionadas para crear un clima cálido y armonioso. Mezcla de casa de campo y noche estrellada, los cuentos ahí tenían olor a torta de almendras. En la biblioteca de la escuela se puede armar un sector especial para cuentos. Pintar el techo de un color diferente y agregar luces pequeñas para crear ambiente es algo que alguien habilidoso puede hacer con poco esfuerzo. Es importante pensar en la sensación que se quiere generar antes de decidirse por los tonos y la distribución de las luces.

En el programa «Leamos por siempre» de Puerto Rico tienen como objetivo promover la lectura generando encuentros al aire libre. En un parque o en la playa extienden mantas de colores y llevan canastos con libros. Los chicos escuchan con sus juguetes o tomando un jugo. La escena recuerda a las hermanas Cossettini enseñando al borde del río en Rosario, en donde la brisa y la suavidad del pasto eran parte del momento. Se pueden hacer paseos a las plazas cercanas para contar historias. Es buena idea tener preparado un bolso con mantas y objetos que usemos para narrar. Los chicos pueden traer algo para compartir al terminar.

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En la Biblioteca de Turku, Finlandia, hay sillones circulares para invitar a la gente a contarse historias en grupo. Tienen colores vivos y almohadones tejidos. En medio del invierno oscuro de estas tierras, las voces de los que entran llenan al lugar de vida y movimiento. Lo circular se puede generar con un almohadón «serpiente» (un cilindro largo relleno) o con cintas de colores. También con llantas de tractor pintadas o forradas con telas elásticas. Los colores intensos pueden llenar de vitalidad un lugar oscuro o avejentado. Para combinar bien los tonos es recomendable «copiar» la paleta de color de algún libro ilustrado o dibujito animado que nos guste para no generar ruido visual.

RECOMENDADOS DE LA WEB Fernando Salem, el creador del dibujo animado Zamba, cuenta en esta charla TED cómo los relatos de su maestro de quinto grado influyeron decisivamente en la invención de su personaje http://www.tedxriodelaplata.org/videos/zamba En el proyecto de la asociación l Los chicos sordos tienen otra manera de «escuchar» los relatos. «Canales», gente mayor sorda visita escuelas especiales con un repertorio de cuentos contados en lenguaje de señas http://cuentoslsa.org.ar/ muy particul La escuela «Vittra Telefoplan» de Suecia tiene un diseño del espacio colores de y s conectada aulas lar. La arquitectura y el mobiliario proponen vivos https://www.youtube.com/watch?v=78_8xPxOdi0 l

Puerta de salida Los cuentos orales nos encuentran y nos acercan a través de los tiempos. Nos abrigan de los problemas del mundo y nos vuelven parte de una corriente de afecto en donde le decimos al otro que nos importa y que lo estábamos esperando. Nos dicen que somos importantes y que valemos la pausa en medio del fragor del día, que valemos la espera y la entrega, que valemos la palabra suave y los relatos al oído. Armar el lugar es preparar la cuna para el niño que está por nacer. Es el primer paso para empezar a soñar al que está por venir. Es abrir la ventana para dejar que, como dice Jorge Larrosa, lo imposible se vuelva verdadero.l

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Nota 1 Aidan Chambers es un escritor británico de literatura infantil y juvenil que ganó el premio Hans Christian Andersen. En la es-

cuela era considerado «lento» y aprendió a leer recién a los nueve años.

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