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Grupo Leyendas Oscuras Traductores y Correctores Lobrizever - Madri – Hecate - Roux Maro - Elena - Kabapa – Pandeche Ishtarwicca

Corrección Final y Diseño Madri

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Uno

El Área Vacía

Cada par de meses mi padre y yo subíamos en el coche y él conducía a través de los suburbios, fuera, más allá de las ciudades pequeñas, más allá de las granjas y ranchos, hasta que llegamos a lo que llamé el Área Vacía. Vi un especial de la BBC una vez, pensé que ellos le dijeron Ruby Kallie, pero ahora sé que decían Rub-al-Khali, el "cuarto del vacío." Es el mar de arena que conforman una quinta parte de la Península Arábiga, pero para nosotros podría significar Valle de la Muerte, o el desierto de Gila, o los Pirineos Españoles, y una vez, era una isla en el Golfo de Siam teníamos que navegar en un barco pequeño. Pero tenía que estar vacío, tenía que estar sin gente. Ese fue el único lugar seguro donde pudiera hacerlo, en el que podría practicar. -Solo no podemos arriesgarnos, Griff. Tú quieres hacer esto, esta es la única manera.Estábamos viviendo en los Estados Unidos, entonces, a cinco mil kilómetros de Inglaterra, en San Diego, en un apartamento al final del norte del Parque de Balboa, pero cuando papá dijo que, estábamos a cien millas al este del apartamento. Habíamos tomado el corte de Yuma, EE.UU. la carretera 98 de la interestatal 8, y los vientos de la carretera eran calientes y hacía calor. Yo sólo tenía nueve años entonces, para no saber nada, siempre preguntando, siempre empujando. -Entonces, ¿por qué hacerlo en absoluto?, ¿por qué deberíamos siquiera aprovechar esta oportunidad?Me miró de reojo y suspiró, luego de vuelta a la carretera, desviándose ligeramente para evitar una planta rodadora del tamaño de un Volkswagen.

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-Todo se reduce a... ¿pudiste hacer eso? ¿Podrías caminar lejos de ella? Quiero decir, para mí, sería como pasar el resto de mi vida en una silla de ruedas, a pesar de que aún podía caminar. Yo fingiría que no puedo hacer nada, ya sabes, haciéndome todo de la manera difícil, cuando con sólo ponerme de pie y dar unos pasos podía llegar a eso de la rampa para sillas de ruedas, las cosas en el estante superior.Él aceleró un poco cuando llegamos a un tramo rocoso, donde no había absolutamente tanto soplar de arena. -Y, maldita sea, ¡es un regalo! ¿Por qué diablos no debería ser capaz de hacerlo? Solo porque ellos… - Él cerró la boca y miró hacia atrás en el camino. Por una vez no lo presioné. Había algunas cosas que mis padres simplemente no hablan, y lo que pasó en Oxford era uno de ellos. Cuando salté la primera vez, a los cinco, desde los escalones del Martyr's Memorial en frente de un autobús lleno de turistas. Bien, no entonces, exactamente, pero después, lo que nos hizo abandonar el Reino Unido y mantenernos en movimiento. Papá empezó a mirar el cuentakilómetros de cerca, comprobando el mapa. Él no había estado allí antes, nuestros Cuartos Vacíos eran siempre diferentes. Él pasó por delante de la carretera, sólo reconocí el cambio después de pasar por una maraña de plantas rodadoras que ocultó la rejilla de marca para el ganado. Fuimos los únicos en la carretera, él solo regresó y dio vuelta, cambiando el Range Rover en cuatro ruedas tan pronto como él estaba en la arena suelta al otro lado de la rejilla. -Dime las reglas-, él dijo. -¡Vamos, papá!- Yo conocía las reglas. Las conozco desde que tenía seis años. -Así que, ¿de vuelta al piso? Son dos horas, pero lo haré.Levanté mi mano. -Está bien, ¡está bien!- Me levantó cuatro dedos y empezó a retirar uno a uno. -Nunca ir donde alguien me puede ver. Nunca ir cerca de casa. Nunca saltar desde o hacia el mismo lugar dos veces. Y nunca, nunca, nunca debo ir a menos que yo deba o a menos que tú o mamá me digan.-

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-¿Y qué significa eso que “Tú debas”?-Si voy a salir herido o capturado.-¿Muertos o capturados por quién?-Cualquiera-. Ellos. Eso es todo lo que sabía. Los desconocidos de Oxford. -Y ¿qué significa si rompes las reglas?-Tienen que moverse. Cada vez más.-Sí. Una vez más.Nos dirigimos a otros cuarenta y cinco minutos, aunque era lento. -Esto tendrá que ser. Más lejos y vamos a estar muy cerca de la frontera. No quiero atraer a los INS-. Se volvió en un lavado en seco y continuó hasta que no podía ver la carretera y los cerros de la quebrada se alzaron en ambos lados. Nos tomó diez minutos para subir a la cima de la cresta más alta, por lo que pudimos ver por todas partes. Papá tomó sus binoculares, teniéndolos para siempre. Finalmente dijo -Está bien. ¿Solo en el barranco, de acuerdo?Bailé en su lugar. -¿Ahora?Él dijo, -ahora.Miré hacia abajo en el Rover, tamaño juguete, en el fondo del barranco, y luego yo estaba allí, la arena sintiéndola a mi alrededor cuando busqué la puerta. Cuando papá había ido de excursión yo me había cambiado en los monos de trabajo y los anteojos de protección y tuve la mascarilla colgando alrededor de mi cuello. Cuando él vino andando con dificultad a través de la arena y grava, yo presentaba el arma de paintball y el saltador lleno de rondas y los cartuchos Co2. Tomó un trago de la botella de agua y me lo ofreció. Mientras bebía se ponía sus propias gafas y cargaba el arma.

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-No esperes por mí para disparar. Esto es muy rápido, tal vez sesenta metros por segundo, pero todavía podrías saltar antes bastante lejos. Pero las balas viajan miles de pies por segundo. Espera hasta que ellos disparen, y tú estarás muerto.-No dejes que nadie siquiera te apunte un arma.Yo estaba asentando la mascarilla cuando me tiró a quemarropa, en el muslo. -¡A la mierda!- Le grité, agarrándome la pierna. La pintura era roja y le puse una de mis manos justo en la misma. -¿Qué has dicho?- Papá miró medio loco, medio divertido. Podría jurar que no estaba tratando de reír. Parpadeé, mirando hacia abajo en la pintura roja en la mano. Mi pierna herida. Me dolió mucho, pero yo no iba a usar esa palabra. Abrí la boca para responder, pero Papá dijo -No importa-, y levantó el arma de nuevo. Si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos veces... El paintball salpicó a través de la grava, pero estaba seis metros a un lado. Papá se retorció y tuvo un tiro rápido, pero la razón por la que no me golpeó fue que falló, no es que yo había saltado a tiempo. Sentí el viento del proyectil ir más allá de mi cabeza, pero entonces yo estaba al otro lado de la camioneta y el segundo disparo pasó por el vacío, antes de caer a través de las ramas de un arbusto de la creosota. -De acuerdo- gritó. -Escóndete y busca, sin límites.Me di la vuelta y comencé a contar en voz alta. Oí el crujido de sus pies a través de la grava y luego nada. El segundo que conté treinta, me lancé hacia los lados, de treinta pies, esperando oír el poooof de la pistola de paintball, pero papá no estaba a la vista.

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Hubo varios tramos de arena en el lavado y uno de éstos tenía un juego fresco de pistas extensamente espaciadas que conducen a través de ello. Salté a la franja de arena sin cruzar la grava y los seguí. Tuve que encontrarlo sin recibir un disparo. Pero yo podría saltar tanto como yo quería. Alrededor de una curva en el barranco, las pistas estaban más cerca, pero fueron otros cincuenta pies y me detuve en medio del lavado. Papá no estaba allí, bien, y no había nada cerca que podría haber pisado. Por tan sólo un segundo, pensé, quizá... tal vez papá podría… El paintball me cogió en el culo. No me dolió mucho más cerca que el anterior, pero me dolió mi orgullo. Giré y me lancé al mismo tiempo, de lado, diez pies, descuidado, debió haber sido diez libras de polvo en la distancia de mí y salto de la descomposición en el aire donde había estado. Giré, la descomposición iba desapareciendo. Papá estaba saliendo de detrás de unos matorrales. La pistola colgaba a su lado. Señalé en la línea de huellas en la arena. -¿Saltaste?Él se rió, casi un ladrido. -¡No, ya quisiera! Solo di media vuelta y regresé por mis marcas.Señaló algunas rocas cerca de su escondite. -Bajo la arena allí y Bob es tu tío.Señaló con el dedo en el suelo y le dio vueltas como si estuviera revolvie ndo una bebida. -Una vez más.Me di la vuelta y comencé a contar en voz alta. A medida que corrió, gritó por encima del hombro -¡Mira más allá de las huellas en la arena!Y ese es el tipo de cosas que hicimos durante la siguiente hora. Hicimos ocultar y buscar, limitado donde no podía saltar hasta que lo viera, y etiquetar, donde tenía que ir lo suficientemente cerca como para tocarlo y salir de allí sin recibir un disparo, y la habitación cerrada, donde se ha diseñado un gran cuadro en la arena y podía ir en cualquier lugar de ello, pero no salir de ella, mientras él daba disparo, disparo, tras disparo.

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Una vez que alcanzó un parche de la descomposición del salto donde había estado y el paintball estalló, volviendo a cabo como piezas de plástico de alta velocidad de las películas y una niebla de pintura en aerosol. En otra ocasión, salté tarde y el paintball vino conmigo, cayendo a través del cepillo en ángulo recto a su ruta original, pero falló. Papá se quedó perplejo. -Wow, no creo jamás haberte visto hacer eso antes.Papá tenía esta teoría de que la descomposición del salto era como, bueno, como la estela de un barco, la interrupción del agua cuando pasa a través de un buque. Es como la turbulencia o incluso un agujero que dejó atrás. Cuando voy de prisa, descuidadamente, hay más de ella y llevo más mierda conmigo. Cuando estoy concentrado, si hay descomposición al saltar, es pequeña, y desaparece casi al instante. Continuamos. Cuando papá dijo -Basta ya-, tenía una marca más de pintura en mi hombro derecho, pero él había pasado a través de setenta rondas de paintball. Me dejó rodar una docena de rondas en una roca, lo suficiente para acabar con el último de los cartuchos de CO2, y luego nos fuimos a casa. Él nunca dijo nada acerca de mi lenguaje sucio y yo nunca dije nada del tiro en la pierna. Llámalo aún. El martes por la tarde y el jueves tuve clase de karate. Mamá tenía un doctorado en literatura francesa, pero no trabajaba. Ella fue mi educación en el hogar. Ella dijo que sólo se aburría demasiado en el sistema de educación pública, pero oí hablar una vez, cuando pensaba que estaba dormido. Papá dijo -¿Qué podemos hacer al respecto? Es demasiado joven para mantener un secreto tan grande todo el tiempo. No es justo para él y es muy peligroso. Tal vez más adelante, cuando sea mayor.Mamá dijo -No es un niño. Ningún niño jamás habla así, él es un adulto en miniatura. Tiene que chocar con la lógica de niño y la piel de sus rodillas donde no debemos recogerlo. Él tiene que hacer amigos.-

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El compromiso fue la clase de karate. El currículo de educación en el hogar requiere un equivalente de la educación física, así que tenía que hacer algo. Creo que papá pensó que fue para disciplina y porque, de la clase que observó, nunca los niños hablaban entre sí. Bueno, no se debe hablar durante la clase, pero se trataba de un programa después de clases en la escuela primaria a dos cuadras, todas las formas de un niño. Por supuesto que estaba hablando. Me gustó nuestro instructor, Sensei Torres. No jugó a los favoritos y fue muy amable y fue muy cuidadoso para mantener a Paully MacLand bajo control. Paully estaba en quinto grado por segunda vez y era casi tan alto como el Sensei Torres. Él había estado haciendo el programa de karate desde el primer grado y tenía un cinturón verde. Y él era malo. Estábamos haciendo kumite en dos fases prácticas asociadas. Una persona que ataque con un puñetazo y el otro bloquea y da un contragolpe. Yo estaba trabajando con Paully y él no estaba interesado en el ejercicio. Él estaba interesado en lastimar. Había una regla definida de no-contacto. Si das patadas o puñetazos tienes que detenerte antes de golpearlo. Era una regla firme y cualquier persona que la rompía tenía que sentarse y podría quedar fuera de la clase si seguía haciéndolo. Paully lo sabía. Uno de los chicos me dijo que Paully fue expulsado de la clase de nuevo en el cuarto grado por reincidencia en los delitos y sólo se le permitió de nuevo el próximo año. Lo qué hizo Paully en cambio fue cambiar su bloqueo en golpes. Él bl oqueaba tan duro, me dolió, me dejó moretones. Al igual que, tal vez, una ronda de paintball en el muslo, a quemarropa. No juré en esta ocasión, sin embargo. Apreté los dientes en su lugar y seguí mi camino. Para golpearlo tan duro, Paully fue retrocediendo, antes de armar el bloqueo, exigía empezar casi antes de que efectivamente fuese golpeado. La

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próxima vez era mi turno, rompí mi ritmo, interviniendo, pero retrasando el golpe un poco. Él bloqueó y perdió el brazo por completo. Mi golpe se detuvo justo antes de su nariz. El Sensei Torres se rió y todo el mundo cambió parejas. Más tarde me dijo en privado, -Buenos ojos, Griff. Es mal karate. En una pelea real, no se puede bloquear un ataque que ni siquiera ha comenzado.Pero Paully estaba esperándome cuando terminé de cambiarme para caminar a casa, justo en el vestuario, el bloqueó la puerta. -Así que, tu idiota lame culo, ¿piensas que eres algo con ese golpe tartamudo? ¿Crees que puedes hacerme quedar mal delante del Sensei?Tal vez papá tenía razón acerca de mí teniendo problemas para mantener la boca cerrada. Solo Salió, espontáneamente. -Cojones. No me necesitas para verte mal. Lo haces por ti mismo.- De inmediato me arrepentí de lo dicho, asustado, de hecho, pero ¿cómo tomas algo por el estilo, especialmente cuando lo quieres decir? Él solo atacó, la rabia pintada en el rostro como la pintura roja, su puño cerrado hacia atrás y buscando, se ve más grande que cualquiera paintball. No pude evitarlo. Realmente, yo no tenía intención de hacerlo, yo no tení a la intención de romper la regla, pero en un segundo su puño se dirigía hacia mi rostro como una piedra arrojada y al siguiente estaba en una nube de polvo en un barranco, junto a una roca de paintball salpicado, en el Área Vacía. Había roto las reglas sólo la número uno y dos, no ir cerca de la casa y no ir donde alguien me puede ver, y tal vez incluso la regla cuatro, no ir a menos que deba, si me voy a morir o ser capturado. Yo estaba en tantos problemas. Así que mentí. Salté a la escuela, en las afueras, en el hueco entre las escaleras y un seto, donde a veces me espero antes de karate, antes de que la última campana sonara. Yo solía sentarme allí y ver, invisible, forastero, el estudiado

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en casa y ver todos los niños corriendo, reuniéndose con sus padres o jugar con ellos en el patio. Esperé hasta que vi a Paully salir, caminando extraño, mirando hacia atrás en la escuela con los ojos muy abiertos. Yo exhalé. Se veía bien. Mi preocupación era que él hubiese entrado corriendo a la descomposición del salto antes de que se hubiese difuminado. Sólo se necesitan cinco minutos para caminar hasta casa. Lo hice en dos. -¿Cómo te fue en la clase?- preguntó Mamá cuando golpeé los pasos en la cocina. Miró el reloj. -¿Corriste?-Uh, sí. Estoy sediento-. Enterré mi cara en la nevera. Yo podía sentir mis oídos quemar. Yo nunca le mentí a mamá. Bueno, técnicamente no estaba mintiendo, pero siempre había sido claro sobre la mentira por omisión. Salí con el Gatorade. Mamá había retirado ya un vaso del lava platos. Ella me dio un rápido apretón alrededor de los hombros entonces colocó el vaso sobre el mostrador. -Pastel de carne de cerdo para la cena. ¿Patatas o arroz?-Arroz.-¿Brócoli o judías verdes?Hice una mueca. -Brócoli, si tenemos que hacerlo.Ella se echó a reír. -Bueno, hay postre después.Asentí con la cabeza y me dirigí a mi habitación, pero ella me enganchó por el cuello. -¿Estás bien?- Puso la palma de su mano contra mi frente. -¿Qué?-Tú no preguntaste qué tipo de postre. Estoy pensando en alguna enfermedad terminal, tal vez Ebola.-Ja, ja. Bueno, ¿qué tipo?-

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-Tarta de frambuesa.Le dije -¡Brillante!- a su favor, pero la verdad era que el pensamiento de alimento hizo mi nudo en el estómago un poco difícil. -Creo que voy a ir a probar otra unidad de las matemáticas, ¿de acuerdo?Ella dio un paso atrás exagerado. –Oh, podría ser la peste bubónica. Anda, pues, yo no debería preguntarte porqué. Esto no puede durar, puede ser una casualidad, una aberración temporal. No hay que meterse con él.Mientras caminaba de regreso a mi cuarto la oí decir -Y a lo mejor tal vez hagas una unidad de ciencias y una unidad de historia y tal vez un ensayo francés o dos. Si tan sólo pudiéramos encontrar este germen, el germen “yo haré la tarea escolar”, podríamos promoverlo. Las madres vendrían de todas partes a adorarme a mis pies. ¿Me atrevo a decir santidad? Podría ocu… Cerré la puerta de mi dormitorio fuerte. Paully probablemente nunca dijo nada. Quiero decir, ¿qué podía decir? Él era el tipo de chico que no le gustaba parecer estúpido, probablemente porque era estúpido. ¿Sería tan estúpido como para contar esta historia? Si él acaba diciendo que me escabullí como un bebé iba a estar bien. No me importa. Hice una unidad larga de división desde que dije que lo haría. En realidad, no me gustaban las matemáticas. Todo funciona o no. No hay nada gris sobre ella. Y cada vez que dejé de trabajar en los problemas de matemáticas, comencé a pensar en Paully y mi salto. Incluso el dibujo, mi escape habitual, no funcionó. Hice tres unidades de matemáticas. Mamá y papá estaban hablando de un próximo viaje de negocios en la cena, así que no tuve que decir mucho. Sabía que si no comía, realmente empezaban a sospechar algo. Me comí todo lo que podía, pero se sintió en el estómago como plomo. -¿Qué estás pensando, Griff?-

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-¿Qué? Uh, nada, papá.-Has estado mirando a la pared durante cinco minutos. Sin mover los dedos, ¿verdad? Mene Mene Tekel upharsin y todo eso.Papá es un poco extraño a veces. -Matemáticas, supongo. Y estaba pensando en la clase de karate de hoy. Y cuando hicimos paintball en el desierto.- Todo esto es cierto. Todo es mentira. Él asintió con la cabeza. Ambos me miraban y se sentía como si la verdad estuviese escrita en mi frente. Yo podía sentir mis oídos calentándose. -No entiendo por qué las cosas a veces se repiten hasta el infinito.Fue mi mejor distracción. En caso de duda, siempre hacía una pregunta de matemáticas o una pregunta acerca de “Le Petit Prince”. Cualquiera de ellas podrían ocuparles por horas, evitando todo lo que había estado alrededor. La desventaja era, bueno, podría ocuparlos durante horas. -¿Qué quieres decir?-Al igual que diez entre tres. Tú sabes, la respuesta es de tres punto tres, tres, tres, tres, tres, tres, tres, y así sucesivamente. Por siempre, supongo. Pero, ¿para siempre? ¿Cómo lo saben? ¿Tal vez después de bastantes veces se convierte en dos? ¿O cuatro? Lo llaman un número racional, pero en realidad ¿Qué es racional al respecto?Así que mamá bajó un bloc de papel y papá sacó un viejo libro de texto y cuando me escapé a mi cuarto, una hora y media más tarde, ellos mostraban el uno al otro que esto era realmente una función de una base de diez sistema de enumeración. -Sí, si se divide diez por tres en la base nueve, tú consigues tres.Cerré la puerta de mi habitación y me dejé caer boca abajo en mi cama. Yo debería decirles. Yo quería decirles. Pero no quería moverme de nuevo.

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Me cambié para ir a la cama temprano, y traté de perderme en la lectura, el dibujo, incluso en las matemáticas. Después me lavé los dientes sin que me lo pidieran, causando más comentarios de mamá. Ella entró y me dio un beso de buenas noches. Papá estaba en la puerta, dijo, -Buenos sueños, Griff.Mamá me preguntó: -¿Quieres cerrar la puerta?-Sí.-Bonne nuit, mon cher.Normalmente estoy dormido en cuestión de minutos, pero esta vez no pude salir de mi cabeza. Había mentido al respecto. Había roto las reglas. Ellos nunca lo sabrán. Sólo Paully vio y ¿Quien le iba a creer, incluso si hablaba? Enterré mi cabeza debajo de mi almohada, pero no sirvió de nada. Yo lo sabía. No importa si papá y mamá se enteran. Yo siempre lo sabría. Me levanté. Yo los oía, bueno, yo podía escuchar la televisión. Siempre veían las noticias finales juntos y bebían una taza de té de hierbas. Era parte de su rutina, lo último antes de acostarse. A veces me iba furtivamente por el pasillo y observaba desde la esquina. La mitad del tiempo mamá se queda dormida durante el deporte y papá se burla de ella. Me alivió abrir mi puerta. Tenía que decirles. Pasara lo que pasara, tenía que decirles. Di un paso hacia fuera en el pasillo y tocaron el timbre. Sentí una sacudida en el estómago. ¿Paully? ¿Sus padres? ¿Una persona de la escuela? Papá apagó la televisión antes de ir a la puerta, seguido de mamá, bostezando. Ella no se había dormido aún daban la noticia del tiempo. Ella me vio en la puerta y parpadeó, empezó a fruncir el ceño. Oí a Papá abrir la puerta, estaba alrededor de la esquina más allá de la cocina, así que no podía ver desde el pasillo.

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-¿El Sr. O'Connor?- Era la voz de una mujer. -Lo siento mucho por pasar tan tarde, pero me gustaría hablar con usted acerca de Griffin. Yo soy del Departamento de Administración de Educación en el hogar SDSD.La cabeza de mamá trabajó rápido. -No, no lo eres.-¿Cómo dice?-. Dijo la voz de la mujer. -Tú no eres. No es la SDSD. Es en el Distrito Escolar Unificado de San Diego o las Escuelas de Ciudad de San Diego. Y no hay un departamento de educación en el hogar. Se hace a través de las Cartas a las escuelas.-Muy bien. Hagámoslo a tu manera -, dijo la mujer. Su voz, previamente caliente y apologética, fue duro como el granito. Mamá dio un paso lejos de la puerta y vi sus ojos realmente grandes. Su mano hacia abajo a su lado bruscamente hacia mí y señaló de nuevo, una clara indicación para regresar a mi habitación. Di un paso atrás, pero dejé la puerta abierta para poder oír, pero lo que escuché fue papá diciendo -Deja el cuchillo. No estamos armados. ¿Qué quieres?Hubo un choque en la habitación de mis padres, en el otro extremo de la sala. De vuelta en la puerta una voz de hombre, un británico de Bristol por el acento, dijo -¿Dónde está tu hijo?Papá le gritó, -Griff… - Hubo un ruido sordo y su voz se cortó. Mamá gritaba y salté en la sala de estar, páginas de revistas volaban por el aire, los libros caían de la estantería. Papá estaba de rodillas, con una mano en la cabeza. Había dos hombres extraños y la mujer en la sala de estar y todos ellos giraron cuando aparecí, mucho más rápido de lo que papá nunca logró, armas de fuego de forma irregular aparecieron. Me estremecí lejos, en la cocina, platos y tazas se hicieron añicos contra la pared y el fregadero, y oí el fuego de las armas, sordo, no a diferencia de la pistola de pintura, pero no había un ruido extraño de azotes, y

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se volvían de nuevo, directo a mí por el refrigerador. Mamá gritaba -¡Vete!- y empujó a uno de los hombres sobre el otro, pero la mujer siguió disparando y quemó mi cuello y yo estaba de pie junto a la roca, la luz de la luna, la piedra salpicadas de pintura a 200 millas de distancia. Salté hacia atrás, pero no a la cocina. Me presenté en el garaje oscuro abajo y trepé a la mesa de trabajo, para alcanzar el estante de arriba, donde papá dejaba la pistola de pintura. Pasos golpearon por la escalera exterior y entonces alguien pateó la puerta, forzándola a abrirse, pero había unas barras. Puse un cartucho de C02 en la pistola. La parte superior de la puerta se astilló pero se sostuvo. Busqué un cargador hueco de bolas de pintura lo puse en la pistola cuando un trozo de la puerta cayó en la habitación. El gordo con el arma de fuego extraña apareció en el hueco y salté, esta vez a mi cuarto. Los pasos golpearon por el pasillo y salté de nuevo, de vuelta a la sala de estar. Un hombre puso un cuchillo en la garganta de mamá y papá estaba en el suelo, inmóvil. Yo le disparé al hombre en los ojos, a quemarropa. Él gritó y cayó hacia atrás, arañando sus ojos. Un arma se disparó y rompió algo en mi cadera y salté de lado otra vez, pegando un tiro al hombre que se acercaba por el pasillo en la frente. Una mano se fue a su cara, pero disparó su arma y múltiples proyectiles con cables entre ellos atravesó el aire sobre mi cabeza. Salté detrás de él y él giró y yo le disparé en los testículos, dos veces. Se dobló en dos y mientras lo hacía, vi a mamá. Ella yacía en el suelo, se desplomó a un lado, y la sangre estaba por todas partes. El yeso explotó al lado de mi cabeza cuando un trío de proyectiles se clavaron en la pared, con cables, azotando en la pintura. Yo caí de rodillas, mitad estremecido, mitad adormecido.

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El charco de sangre de Papá era aún mayor y había un cuchillo sobresaliendo de su espalda baja. El hombre que había disparado en los cojones se retorcía alrededor, trayendo su arma hacia arriba. Yo le disparó en la cara otra vez, golpeando el pómulo. Él disparó su arma, pero los cables volaron por el pasillo, por encima de mi cabeza, rasgando los cuadros de las paredes. Le pegué con el cañón de la pistola de paintball, lo golpeé duro, y otra vez, y otra vez. Dejó caer su arma y sus ojos rodaron hacia atrás. Me volví hacia papá y mamá y a la puerta. Oí pasos en la escalera. Levanté la pistola de paintball, pero hubo un destello y un proyectil cogió la pistola, azotó en mi frente. Me caí hacia atrás, mi visión se oscureció, dejándome caer en un lugar oscuro y vago, pero en vez de golpear la pared, caí todo en arena y grava. El Área Vacía. Mamá. Papá. Vacío. Traté de levantar la cabeza y la luna se atenuó y parpadeé. Vacío.

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Dos Perdido y encontrado Alguien goteaba agua en mi boca y, sorprendido, lo inhalé. Produciéndome tos y un dolor punzante en la cabeza y a un lado, pero no podía parar. El sol estaba alto y brillante. Apreté los ojos cerrados, continuaba con tos. Había algo mal con mi frente y el lado de mi cuello y mi cadera derecha. Unas manos me levantaron, me ayudaron a sentarme. Me las arreglé para hacer una respiración sibilante sin toser y abrí mis ojos. Arena. Grava. El Área Vacía. Me toqué la frente, había un corte irregular, con costra, por encima de mi ceja derecha. Me seguí tocando y sentía más del lado de mi cuello. Había una costra, como una alfombra quemada. Eso tiró cuando volví la cabeza para ver quién me ayudaba a sentarme. -¿Estás cómodo?- preguntó una voz áspera, dientes blancos brillaron en una barba de sal y pimienta. Cambié un poco hacia atrás. Llevaba un sombrero de paja y una camisa blanca de botón, usaba pantalones cortos de color caqui. Sus ojos estaban ocultos detrás de lentes de aviador. Su piel era morena, pero que no parecía hispano. Bronceado. -¿Discúlpeme?- Me las arreglé para preguntar. -Oh-, dijo. ¿Más agua?-. Me ofreció la botella de plástico. La acepté y bebí con cuidado, tratando de no respirar de nuevo. -¿Qué pasó, muchacho? Parpadeé. ¿Qué había sucedido? Algo en casa, la mujer que dijo que es del distrito escolar... Creo que grité entonces. Me levanté y mi visión se atenuó.

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No estoy seguro de cuánto tiempo pasó, pero estaba acostado de nuevo, en mi espalda. Alguien sostenía algo sobre mí, tenía una sombra del sol sobre mi rostro. Fue un paraguas negro y yo podía ver el sol brillando a través de la tela negra y los radios, manchados de óxido. La mano que lo sostenía es delgada y arrugada. Seguí el brazo a una mujer con el pelo negro azabache, piel arrugada marrón, y ojos oscuros, como piscinas de la noche. Ella me vio mirándola y dijo algo en español, a un lado. Empecé a sentarme de nuevo y una mano, no de ella, me presionó hacia abajo. -Déjenos y diremos que no lo hicimos-. Era el hombre de la barba de antes. -A menos que quiera pasar otra vez. Hay un charco de sangre seca aquí. No he visto antes que yacía en ella, pero es mejor acostarse, ¿de acuerdo? Los sollozos vinieron entonces. Yo lo recordaba todo, cada poco, mostrando una y otra, de mamá gritando, corre la sangre y los ojos inmóviles mirando hacia la nada. Creo que me desmayé de nuevo. La luz era diferente, el sol se había desplazado a medio camino entre el cielo y el viento había recogido. En lugar de un paraguas, una lona de plástico azul sombreaba todo mi cuerpo, agitando suavemente en la pequeña brisa. Una media bolsa de plástico transparente llena de líquido trenzado y rebotó con el movimiento de la lona. Una manguera se dejaba caer de la bolsa y miré durante varios minutos antes de darme cuenta que estaba conectada en mi brazo. Crujido de pasos sobre la grava se acercaron y entonces la luz cambió de nuevo cuando alguien metió la cabeza en el refugio. -¿Estás despierto?-. Era la mujer de antes, con el paraguas. Ella miraba mi cara en busca de alguna señal de comprensión, a continuación, lo intentó de nuevo, ¿Estás bien? -¿Está bien? Sí, eh, si. No hablo español.

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-Está bien. Bueno. Está bien-. Señaló una botella de plástico que se extiende a mi lado, sobre todo lleno de agua. Ella hizo pantomimas inclinando la botella a la boca. -¿Está bien? -Así es. Uh, está bien. Traté de sentarse, pero ella negó con la cabeza. -No descansa. Estate quitecito. Me volví atrás. La cabeza me daba vueltas desde el pequeño esfuerzo de sentarse. Exploré mi lado y encontré una masa de gasa y cinta adhesiva en la cadera. Me encontré con un pequeño vendaje en la frente, corriendo en el pelo, la cinta tirando dolorosamente cuando me toqué. Yo no estaba en el suelo, me di cuenta, pero estaba acostado en una camilla, una de esas cosas de lona con dos polos. Volví la cabeza sin levantarla, me di cuenta de que ya no estaba en mi barranco, pero en algunas laderas planteadas. Podría ver kilómetros a través del desierto, en barrancos y colinas bajas. Ellos me habían movido. ¿Manejando? ¿Caminando? Pensé en la noche anterior y era como si estuviera atrapado, congelado. Mi mente sólo se detuvo. No me desmayé, pero me quedé allí mirando el techo tratando de pensar, pero también era que mi mente huía de ello. Yo sabía que había sucedido. Fue la gasa en mi cabeza. Mi cerebro estaba envuelto en gasa blanca, difusa gasa y era difícil sentir cosas a través de ella. He oído a alguien gritar desde muy lejos, -¡Hey, Consuelo! ¡Ayuda Un Poco!-. La mujer sentada a mi lado me dio unas palmaditas en el hombro de nuevo y se agachó a cabo bajo el borde de la lona. Tan pronto como ella estaba de pie en posición vertical, oí sus pasos que van desde un paseo a una carrera para trotar. Después de un minuto los pasos regresaron, más de dos, pero había un sonido de arrastre, también, y entonces el hombre de la barba y Consuelo estaban de vuelta, un hombre apoyado entre

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ellos. Tenía la cara ensangrentada e hinchado y, aunque sus miembros temblaban como para ayudarse, estaba indefenso como un bebé. El hombre de la barba me echó un vistazo y dijo: -Oye, compañero, creo que puedes salir de la camilla. Tienes aquí a alguien que lo necesita. Parpadeé, luego me senté con cuidado. Los vendajes en mi cadera tiraron y mi cabeza nadaba un poco, pero mi visión no se apagó como antes. Me moví de la camilla lejos de los recién llegados, a continuación, deslicé la camilla hacia ellos, manteniéndolo constante, ya que puso el recién llegado abajo. Hubo un intercambio rápido en español de los cuales la única palabra que entendí fue "bandidos" y estaban trabajando mientras hablaban. Consuelo limpiaba la sangre de la cara del hombre y el otro hombre de la barba colgaba otra bolsa de líquido de la misma línea que apoya la mía. Limpió un lugar en la parte interior del codo del hombre con una toallita de un paquete abierto y luego deslizó una aguja en la piel. Hice una mueca y miré hacia otro lado. Cuando me di la vuelta, la aguja se conecta al tubo que colgaba abajo de la bolsa. El viento murió por un momento, luego cambiaron de lugar y podía olerlo. Olía fatal, como uno de los chicos más sucio sin hogar en el Parque Balboa, sudor rancio y un olor de orina. -Uh, necesitan un baño... Cuarto de baño-. Mi voz era un graznido ronco, pero comprensible. El barbudo colocó un collar de espuma alrededor del cuello del hombre en la camilla. Él me miró. -¿En serio? Eso es una buena señal-. Se acercó y me pellizcó la palma de mi mano. Lo aparté. -¡Hey! Sacudió la cabeza, riendo entre dientes. -Pellizqué la piel en el dorso de la mano y déjalo ir. Dónde puedo ver.

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-¿Por qué? -Deshidratación. Cuanto más tiempo la piel se mantiene tendida, más deshidratado estás. -Oh-. Sostuve mi mano, la palma hacia abajo, e hice lo que pidió. La piel se retiró muy plana en cuanto la deje ir. -No te muevas-, dijo. Me quedé helado y él quitaba la tira de cinta seguridad en mi aguja por goteo, a continuación, lo sacó, un movimiento rápido y suave. Sentí un tirón y luego hubo un punto rojo que brotó. Me entregó una toallita antiséptica. -Ejerce presión sobre el mismo y mantén el brazo en alto. Mientras que estás orinando puedes cerrar el codo-. Puso su propio dedo en el interior de su codo y dobló el brazo hacia arriba. -¿Dónde está el baño, eh, ir al baño? Se echó a reír. -Elije una roca. Me agaché con cautela debajo de la lona. Mi cabeza se giró y me incliné por un momento, me apoyé con mis manos en mis muslos. Después de otro momento las cosas se establecieron y me enderecé con cuidado. Había una camioneta maltratada de doble tracción estacionada entre dos piedras, tan polvorienta que no podía decir el color de la pintura. Un par grandes de binoculares y un azotado anaranjado y pecho blanco se sentaron en la puerta trasera. Dos sillas de campamento estaban en la sombra parcial de un mezquite. La presión en la vejiga me recordó por qué yo estaba de pie. Tomé cojeando pasos en la dirección de la roca más grande cuesta abajo y oriné detrás de ella. Me tomó más tiempo para caminar hasta la colina de abajo. No era sólo la gravedad. Sin la vejiga llena y no teniendo la motivación, la necesidad, la grava dañó mis pies descalzos. Fue difícil no acostarse sólo en el suelo y acurrucarme en una pelota.

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El hombre de la barba se agachó sobre la lona y me miró.-¿Estás bien? ¡No! Pensé, pero asentí con la cabeza y reanudé mi cojera dolorosa sobre la colina. Hizo un gesto hacia la silla de campamento. -Yo soy Sam-, dijo. -¿Tienes un nombre? -Grif- me detuve. Luego continué. -John Grifvado. Me llaman Griff-. La mujer que decía ser del distrito escolar había preguntado por mí, por Griffin O'Conner. -¿Qué pasó con él?-señalé en la lona azul. -Bandidos. Él es un mexicano que hace la travesía en busca de trabajo. Bastante pobre, pero con un poco de dinero, por lo general todo lo que su familia puede juntar en dólares de los EE.UU. para que pueda viajar a una ciudad con puestos de trabajo una vez que pasa el borde. Los hay en ambos lados de la frontera que se aprovechan de ellos. Y después de que ocurre, no creo que se pueda presentar una queja ante la policía de este lado, y en el otro lado, la mitad del tiempo es la policía-. Sam hizo una pausa mientras dolorosamente me bajaba en la silla. -Ahora, una vez te oí hablar, sabía que no eras mexicano, pero tu historia podría ser la suya, ¿quién te atacó? Miré hacia otro lado y puse mi mano a mi boca. El algodón de gasa amenazó con destruirse. Añadió la pregunta insoportable: -¿Dónde están tus padres? Estuve a punto de saltar. Fue como un golpe. Sabía que no estaba en peligro, pero todavía quería flaquear lejos, quería huir, correr, pero sabía que no importa lo lejos que iría no iba a cambiar los hechos. -¡Están m... m... MUERTOS!- Allí. Lo dije. Dije algo que no podía ni siquiera pensar.

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-¿Dónde?-, los ojos de Sam se abrieron un poco y temblaron en los lados. ¿Cuándo? Él cree que sucedió cuando me encontraron, que la gente que me atacó podría estar alrededor. -San Diego la noche pasada. Ah, cabrón. ¿Cuál fue el punto de darle un nombre falso? Ahora él sería capaz de leer los periódicos y averiguar quién era yo realmente. Algo que mi padre solía decir que pasó por mi cabeza: Es mejor mantener la boca cerrada y ser un idiota que hablar y confirmarlo. Sam dejó caer los hombros hacia abajo. -¿Cómo has conseguido todo el camino hasta aquí? ¿Te descargaron? ¿Podrían estar alrededor? Negué con la cabeza. –Salí corriendo. He venido aquí porque era... seguro-. Miré a la lona azul. -Bueno, yo pensaba que era seguro. -¿Cómo? Negué con la cabeza. -No te puedo decir. Pero para ser honesto, los que mata… Me mordí el labio y apreté los ojos por un segundo. -Lo último que vi de ellos fue en San Diego. No aquí. Me miró por un momento. -Bueno, Pablo, allí, necesita un poco de bastante atención médica. Vamos a ponerlo en el camión y luego voy a la radio del condado de EMS, y encontrarlos en la carretera. La policía y la patrulla fronteriza se involucran bastante rápido, así que sólo harán una pregunta. ¿Debemos mencionar algo? Quiero decir, que no fuiste a la policía en San Diego, ¿verdad? Lo miré. -¿Qué clase de adulto eres? Por supuesto que vas a decirle a la policía, no importa lo que diga. Soy sólo un niño. No importa lo que yo quiero. Soy menor de edad. Él parpadeó, y luego se echó a reír sin hacer ruido, como si hubiera dicho algo gracioso.

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-Entonces, ¿por qué preguntar siquiera?-. Fue demasiado estridente. Me quedé con la boca cerrada, decidido a no decir cualquier otra cosa. Me miró fijamente, con la frente arrugada. -Jovencito, algo muy malo te ha pasado a ti y los tuyos, pero todo lo que realmente sé es que estás en problemas. Conozco a gente en problemas todo el tiempo. Son los trabajadores indocumentados, cruzando. No estoy aquí para ser juez de ellos, tampoco. ¿Qué Consuelo y yo tratemos de evitar que mueran? A veces es sólo un poco de agua, a veces de evacuación médica mayor. Sin embargo, no juzgamos y no tiene que ver con la INS, a menos que tenga que hacerlo. No sé qué es lo mejor para ti. No sé lo suficiente sobre lo que pasó ni por qué. No estás muerto, no tengo la participación del condado y la policía. No sé si la policía te lleve de vuelta a algún lugar donde la gente que hizo esto podría llegar a ti de nuevo o si es que querrían llegar a ti. Por lo tanto, lo que pido y lo digo en serio: ¿Debo decirle a la policía acerca de ti? Sacudí la cabeza de lado a lado, duro, y la costra en el cuello rompió. -Pues bien, entonces. No lo haré-. Sam comenzó a levantarse. A pesar de mis mejores intenciones, le dije, -¿Por qué haces esto, ayudar a los ilegales, quiero decir? -Alguien Tiene que hacerlo. Lo he estado haciendo desde hace seis años, ya que encontré tres hombres muertos en el borde de mi propiedad. Consuelo, ella perdió a su marido y su hijo adolescente al este de aquí. Su coyote se paró a medio camino entre lo peor de ello y le exigió más dinero antes de dejarlos en el camión, aún en medio de la nada. Ella consiguió la historia de una mujer que no tenía que pasar y que no murieron en la cuenca. Me humedecí los labios. -¿Ella tenía el dinero? -Ella ofreció una forma de pago distinta. Lo miré, perplejo.

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Sam dijo: -Dios, eres joven. Hablas como si fueras mayor, así que sigue olvidando. Ofreció sexo para su aprobación. Sentí mis oídos calentarse. -¿Cuántos años tienes, muchacho? ¿Once, doce? -Nueve. Sam se le cayó la mandíbula. -Voy a tener diez el mes que viene-, añadí. Se pellizcó el puente de la nariz. -Debo hablar con la policía. -¡Me prometiste! -No, no exactamente lo prometo-. Él negó con la cabeza. -Pero yo te dije que no. No, supongo-. Él se puso de pie. -¡Consuelo! ¡Debemos ir!-. Abrió la puerta del pasajero en el camión. -Tú viaja aquí. Consuelo se va a montar atrás y atenderá a Pablo. -¿No puedo esperar aquí? -No volveremos aquí. Después de tener a Pablo en una ambulancia, me dirijo a mi casa. Hizo un gesto hacia el sol poniente. -Hecho para el día. Me tomó casi todo el tiempo para entrar en el camión como lo fue para Consuelo y Sam para mover a Pablo y la camilla en la parte trasera de la camioneta, doble lona, y guardar las sillas del campamento. Condujo bastante lento, porque el camino, bueno, llamándolo un camino fue largo. A veces desaparecía por completo y sentía como si estuviera solo conduciendo ciegamente a través del desierto, pero entonces el surco doble volvía a aparecer. Otros lugares, subiendo un grado o bajando, el agua había

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tallado profundamente los surcos, y no importa la lentitud que llevó que fui arrojado con fuerza contra el cinturón de seguridad o reboté frente a la puerta. Miré a mi alrededor y vi a Consuelo prepararse en la esquina de la cabina, a la sombra de su sombrilla. La camilla y Pablo fueron asegurados con correas, pero Consuelo mantuvo una mano en la frente, reforzando su cuello, supongo. Después de una hora y media superó el aumento y se detuvo el camión. Sam tuvo una radio escucha en su soporte y conectó la unidad. -No te tienes rango hasta aquí-. El oprimió el botón de transmisión. –Tom, es Sam Coulton. Tienes un hombre hispano, deshidratado, algún trauma. Tiene golpes y fue robado después de cruzar al sur de Bankhead Springs. Estuvo dos días sin agua. La voz que respondió fue con estática, apenas reconocible. -¿Se necesita evacuación de aire? Sam respondió: -No. Él estaba consciente cuando lo encontré. Lo tengo en líquidos por vía intravenosa y estamos menos de quince millas de Old Eighty. Puedo llegar con la ambulancia en Texaco cerca de Desert Rose Ranch Road en unos treinta minutos. -Voy a llamar a la oficina del alguacil. ¿Es legal? -Lo dudo. Sheriff para el asalto y el INS, si quieren, pero pueden enviar a alguien que cumpliera con la ambulancia a nivel regional en El Centro. -De acuerdo; probablemente enviará una unidad a la que se reúnen en Texaco. ¿Algo más? -No. Tengo que ir si voy a cumplir con la ambulancia. Gracias. Amor para Maribel. Colgó el micrófono de vuelta en el tablero y se concentró en su condu cción. No vi cómo esperó hacer quince millas en treinta minutos. Estábamos haciendo mucho menos de diez millas por hora a causa de los baches y rocas, pero llegamos a la llanura, después de más cinco minutos incómodos y se volvió en

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un camino de tierra que fue una carretera en comparación. Sam aceleró a cincuenta y nos levantamos a la autopista en quince minutos. -¿Son pijamas?-, preguntó. Llevaba pantalones de sudadera y una camiseta, lo que normalmente se usa para dormir.- Uh, sí. -¿Así que estabas en la cama? ¿Cuándo sucedió? Me di la vuelta y miré por la ventana. Estaba a menos de una milla de una estación de gasolina. A mi espalda, me dijo: -Está bien. No voy a presionarte, pero si quieres evitar a la policía, vete a escasos metros mientras me ocupo del oficial, ¿de acuerdo?-.Se puso bajo la sombra de un toldo de la bomba y comenzó a arraigar en el asiento. Después de un momento subió con un balanceo plástico tipo flip-flop, pero tuvo que salir del coche y agacharse antes de que finalmente serpenteara a su compañero fuera. Tomó un par de dólares de su cartera y me los entregó. -Ve a lavarte, entonces, tómate un refresco, ¿de acuerdo? Hasta que haya terminado con el SME. Me daba vergüenza. -Uh, muchas gracias. Realmente. -Me darás las gracias más tarde. El oficial viene-. Él hizo un gesto con la barbilla y vi un coche que venía distante por la por carretera. El techo brillaba y me podía creer que fuera un coche de policía. Me dejé caer en la pista y puse mis pies en ellas. Eran demasiado grandes pero arrastrando los pies camino a la tienda y, evitando los ojos de la mujer en el mostrador, me volví lejos de la lucha contra al baño. Apestaba el baño de hombres y me vi horrible en el espejo. Tenía el pelo enmarañado y había círculos debajo de mis ojos. Cuando miré alrededor, dolorosamente, el borde inferior de mi camiseta era de color marrón manchada con una mezcla de tierra y sangre seca. Afortunadamente, la suciedad hace que

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se vea más como un barro rojizo en vez de sangre, de lo contrario, sospecho que el empleado hubiera dicho algo, o incluso llamó al 911. Traté de aclarar la sangre en el fregadero, pero se extendió más la mancha a lo largo de la camisa. He probado el dispensador de jabón, pero estaba vacío, y todo lo que necesitaba, no pude ponerme la camisa de nuevo. Estaba mojado y sucio, y aunque no había gasa y cinta adhesiva sobre la estría en mi lado, no quería la cosa cerca de mí. La dejé caer en el borde de la pileta y salté. Pensé que era un salto muy descuidado en un principio, todos los cajones estaban fuera y la cama tenía el colchón volteado. La ropa en perchas estaba en el piso del armario. Pero, no estaban dispersas. Alguien más había causado el desorden. Se quedó inmóvil, escuchando. Yo quería escuchar algo. Quería oír a mi padre hablar con mamá. El silencio era opresivo, con un peso sobre mí como un día caluroso. Luego hubo un clic y un ruido sordo y un zumbido y mi corazón latía como un martillo. Oh. Fue el ciclo de la corriente alterna. Miré hacia el vestíbulo. Más cosas cubrían el suelo, libros, platos. Empecé a notar los polvos negros, casi en todas partes. Toma de huellas dactilares. Había agujeros en las paredes, grandes, irregulares, los bordes salientes, como algo que había sido sacado de la sala. No había cinta adhesiva en el piso en la sala de estar, al igual que en la televisión, dos líneas grabadas en el suelo. Y sangre seca. Me di la vuelta, me estremecí, pero, de verdad. Echando un vistazo a los paneles de vidrio junto a la puerta vi una cinta plástica amarilla estirada en la parte superior de la escalera impreso con la escena del crimen: NO ENTRAR. Un coche de policía se paró en la acera, también, las ventanas estaban abajo. No pude ver si había alguien en el asiento del conductor pero hubo un crujido y luego un poco del sonido de alguien hablando, áspera, como una radio.

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Mierda. Un refuerzo en la puerta, caminé rápidamente a mi habitación, la cinta de la cadera tirando dolorosamente. Cogí una camiseta, un par de jeans, ropa interior, mis zapatos, y los calcetines. Habían barrido la mayor parte de los libros de mi biblioteca, pero he encontrado mi pasaporte y mis reservas, la asignación de tres meses y medio, donde las había dejado, relleno entre la Isla del Tesoro y Little Big en el estante inferior. Me volví hacia la pared para ver mis bocetos, pero ya no estaban. No estaban en el suelo, tampoco. Hubo un sonido desde el frente, como pasos en la escalera, y agarré mis cosas a mi pecho y salté. Estaba de vuelta en el Área Vacía, por la roca de paintball, salpicado de arena y hierba seca que gira alrededor de mí. Oí ruido de zumbido, moscas que regresan a la sangre seca que había agrupado en el suelo. Pensé en los bandidos que habían atacado a Pablo, pero no parece haber a nadie alrededor. Podía ver los pasos de donde Sam y Consuelo cuando me habían llevado. Me subí en una roca para ponerme la ropa limpia, facilitando los pantalones en los vendajes de mi cadera y limpiar la arena de los pies para ponerme los calcetines y los zapatos. Me tomó un momento para visualizar el cuarto de baño de la gasolinera es suficiente para saltar de nuevo a él. Fue el recuerdo del olor que por fin lo hizo. Metí la ropa ensangrentada a la basura, debajo de las toallas de papel utilizado. Cuando salí, había un tipo esperando que me miró. -Sacudí la puerta lo suficiente. ¿Qué asunto hacías, que no podía abrirla? ¿Es por eso que tomó tanto tiempo de mierda?-. El hombre pasó junto a mí en el cuarto de baño sin reconocer mi débil, y avergonzado -Lo siento.

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La ambulancia y la policía estaban afuera. Los médicos bajaban a Pablo de la camilla de lienzo a la camilla de lujo de la ambulancia. Consuelo estaba viendo a los paramédicos mientras que Sam estaba en las afueras, por la puerta de la tienda, hablando con un oficial uniformado. Volví a los gabinetes refrigerados y cogí una botella grande de Gatorade, y luego algunas patatas fritas de América. Eso es lo que extraño de Inglaterra, todos los diferentes sabores de patatas a la inglesa, carne asada y el rábano picante era mi favorito. He pagado, con mi dinero, y fui al frente, lejos de Sam y el oficial, donde había un banco a la sombra. El Gatorade era bueno, pero las patatas fritas fueron increíbles, como si mi cuerpo deseara la sal. Casi me fui y compré otra bolsa, pero a pesar de que mi boca dijo que sí mi estómago dijo que no. Me acomodé y tomé un sorbo de la botella. El oficial volvió a su vehículo y trajo un mapa. Sam y él se trasladaron hasta el porche que se extendió en la parte superior de una basura. Sam señaló alguna ubicación específica para él y le oí decir: -... Dijo que había tres hombres. Hablaban español para él y los demás. Podría ser un rival de pandillas coyote, he visto que eso suceda. -¿Usted vio algún vehículo? Sam negó con la cabeza. -Sólo el polvo. Ya sabes, una patada, a millas de distancia. Normal. Nada suficiente para una identificación. Y estaba mirando, también. No deseaba encontrarme con los gilipollas que hicieron esto a Pablo. -Mmm-. El oficial inclinó hacia atrás el sombrero y le preguntó: ¿Encontrar a alguien por ahí que no iba en un vehículo? ¿Alguien que sólo necesitaba un poco más de agua, pero se mantuvo caminando? Sam se echó a reír. -Hoy no, Ken. Los que lo hacen bien lo cruzan en la noche y se meten en un agujero durante el calor del día. Es posible que me han visto y a Consuelo. Por lo general no los veo en absoluto a menos que están en una mala manera-. Él hizo un gesto con la barbilla hacia la ambulancia.

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-Muy bien, entonces. ¿Vas allí? -Hoy no. Me voy a casa. -Hmmm. Bueno. Voy a poner la voz a la policía estatal y la patrulla fronteriza. Si ves algo sospechoso, háganoslo saber, ¿no? -Bien. Se estrecharon la mano y el oficial volvió a su coche y empezó a hablar en la radio. Sam me miró y empezó a ir a la tienda y luego se detuvo. -Huh. Ya está. ¿De dónde sacaste esa ropa? Abrí la boca para decirle, pero ¿qué podía decir? ¿En serio? -No los robé-. Me puse de pie y le entregué los dos dólares que me había dado anteriormente. A medida que me levantaba me caí de nuevo en el banquillo, duro, sorprendido. Mis rodillas me habían fallado y me pareció que la bomba de gasolina se mecía en el viento. –Whoa-. -Mareado, ¿eh?-. Me miró un momento más. -Voy a por gas. No realmente lo necesito, pero voy a dar el tiempo al oficial a alejarse. Te sientas aquí, ¿verdad? Ojalá, ¡oh, bueno!. Sólo siéntate. Descansa. Te sientes débil, pon la cabeza entre las rodillas. Asentí con la cabeza. Regresó a la camioneta. Habían terminado de poner a Pablo en la parte trasera de la ambulancia y Sam intercambió unas palabras con el paramédico antes de que cerrara y se fue por la carretera, luces intermitentes, pero sin sirena. Cerré los ojos por unos segundos, pensé, entonces el camión estaba allí, justo en frente de mí. -¿Por qué no te acuestas, Griff?

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Me pregunté si debía ir con ellos, pero no sabía qué más hacer. La idea de ir acostado era buena, muy buena. Asentí y él me ayudó a saltar por encima de la puerta trasera y caí en la camilla de lona. Él me dio una manta doblada para utilizar como una almohada. -Nos dirigimos al oeste en la cabina debe darte sombra, tienes unos cuarenta y cinco minutos ¿de acuerdo? -Muy bien-dije-. Él guardó el Gatorade entre mi brazo y mi lado. Pensé en volver a beber, pero fue demasiado esfuerzo. Ni siquiera me acuerdo de él saliendo de la estación de gasolina.

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Tres Bodas ardientes

Consuelo vivía con Sam, pero era una relación extraña, casi como si fuera su chica-para-todo- el trabajo y él fuera su niño. Quiero decir, que limpiaba, cocinaba y lavaba la ropa. Pero también lo regañaba constantemente, largas ráfagas de fuego español a la que casi siempre respondía: -¡Clam que si! -Al principio pensé que estaban casados, pero ella tenía su propia pequeña habitación en la parte posterior con un muro de iconos religiosos, santos, la Virgen María y Jesús. Se quedaron en casa el día después de encontrarme, pero los siguientes cuatro días después de eso, cargaron el camión con la camilla, suministros médicos y agua embotellada, y salieron fuera. Consuelo me hizo el almuerzo y me lo mostró antes de salir. -Ahí te deje listo to lonche (almorzar)-. Entonces ella diría: -Descansa, bebe y mucha agua. -Y me daría de beber de una botella. Y yo diría, - ¡Clam que si! Y Sam se reiría y ella comenzaría a regañarle. Hice reposo y bebí mucha agua el primer día. Y dormí. Fue muy fácil dormir. Estaba cansado pero no pensé en nada bueno, sobre papá y mamá, me había agotado. Era llorar o dormir y a veces ambos. El segundo día camine por el exterior. Era una vieja casa de adobe en medio del desierto, con dependencias para el ganado y caballos, pero los había muchos caballos. La única forma remota de animales domésticos en la propiedad eran unos pocos gatos callejeros. - Siguen teniendo gatitos, pero los coyotes mantienen baja su población – me dijo Sam

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-Mi papá vendió la mayor parte de la tierra en los años cincuenta, cuando dejó el rancho para ir a la cooperativa en la ciudad, pero ha estado en la familia desde antes del Tratado de Guadalupe Hidalgo. No podría ser, si no estuvieran casados Anglos en la familia, sin embargo, les concedieron la tierra estancada. No duele que realmente nadie quiera esta mierda desierto. Dijo que había vecinos a una milla de distancia, pero más cerca nadie. –El agua es escasa. Tengo un manantial, pero en la mayoría de los lugares de por aquí tienes que perforar doscientos metros para conseguir agua. Pasé la mayor parte del tiempo fuera en la cisterna que capturaba el manantial. La segunda vuelta se vertía sobre una muesca pequeña en el borde y salía corriendo hacia abajo a un barranco, supongo que se llamaría arroyo. El arroyo no duraba mucho antes de que se hundiera en el fondo de la arena, pero esta sección mojada del arroyo era un derroche de color verde. Tres grandes álamos daban sombra al tanque la mayor parte del día y si me sentaba aún podía contar con ver aves, liebres, ciervos, y una vez Sam señaló una pista en la arena mojada y dijo: -cimarrón del desierto. Muy raro. El tercer día salté a Balboa Park, en el extremo sur, cerca del museo aeronáutico, y cruce el puente 1-5 en el Parque Boulevard hasta llegar al centro y a la biblioteca pública en la calle E. Estaba mucho más fresco en la ciudad, cerca del mar y todo eso, pero todavía tenía que descansar con frecuencia. Fuera de la biblioteca, en la ventana de plástico de una máquina expendedora de periódicos, me quedé mirando mi cara, como me habían puesto en esa caja de metal. CHICO SIGUE DESAPARECIDO DESPUES DE MATAR SOSPECHA DE DROGAS. ¿Drogas, asesinato? Metí la mano en el bolsillo para sacar dinero para comprar el periódico, pero sentí de repente como cada persona en la calle me miraba

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fijamente. En lugar de eso me volví y entré en la biblioteca, regresé al baño de hombres, y me encerré en un vater/cabina. ¿Drogas asesinato? Eso no tenía sentido. Treinta minutos más tarde me asomé a la puerta del baño pero no había el enjambre de policías que esperaba. Nadie parecía interesado en mí en absoluto, así que hice mi camino de regreso a las publicaciones periódicas y cogí el Union Tribune, que encontré en una silla frente a la esquina. Habían utilizado una foto del escritorio de mamá que ella tomó en el zoológico hace tres meses. La policía aún busca desaparecido de nueve años de edad, Griffin O'Conner (ver foto) después de encontrar a sus padres asesinados en su apartamento de la calle de Texas la noche del jueves. Las pruebas de ADN de la sangre encontrada en el lugar hacen creer que es del muchacho y se teme que haya muerto, pero no ha habido ninguna señal del niño vivo o muerto desde que fue visto por última vez en su clase de karate, el jueves por la tarde. A las personas que tengan información se les recomienda contactar a la policía o Crime Stoppers al (888) 580-TIPS. Grandes cantidades de cocaína encontradas en las instalaciones por la policía llevan a creer que Robert y Hannah O'Conner, ciudadanos del Reino Unido, estuvieron involucrados en el contrabando y la venta de drogas, y que el asesinato fue o bien el trabajo de una banda rival o un asunto de drogas que salió mal. Absoluta basura. A mamá ni siquiera le gustaba que papá bebiera más de una pinta en un pub porque había alcohólicos en su familia. ¿Por qué iba la policía a pensarlo?, bueno, porque encontraron la cocaína. Y la cocaína no estaba allí antes, ¿verdad? Sentí ese momento de duda, un momento de alienación del mundo-torsión, luego sacudí la cabeza. Si no había cocaína en el apartamento, entonces alguien la trajo con él, y no importa cuántas veces ves ese tipo de cosas en la televisión, dudaba que hubiera sido la policía. Así que fueron a los asesinos, pero ¿por qué? Porque a nadie le importa lo que sucede con los traficantes de drogas.

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Debido a que no sería un escándalo averiguar quién lo hizo si las víctimas eran delincuentes ellos mismos. Y la policía estaría buscando en la dirección equivocada, hacia los otros contrabandistas de drogas de la ciudad, no hacia la gente que nos había estado siguiendo desde que había vivido en Inglaterra. Puse de nuevo el papel, entre dos estantes, y salté a la escuela primaria, entre el seto y las escaleras, cerca del llano. Yo no quería ir directamente allí. Tenía miedo de que todavía estuvieran vigilando el lugar. Si me quisieran, podrían estar esperando en el interior a que apareciera de nuevo. Y me iban a matar. Muerto. Al igual que mamá. Al igual que papá. Yo no lo entendía. Yo no les había hecho nada. Estaba bastante seguro de que papá y mamá no lo habían hecho, tampoco. Pero con bastante claridad querían verme muerto. Caminé hacia el piso y casi de inmediato con una mujer empujando un cochecito de bebé se detuvo y dijo: -¿No eres tú ese chico cuyos padres eran ingleses? -No, señora. -El acento único estadounidense, yo podría hacer con cualquier tipo de convicción era del Profundo Sur. -Ah debo parecerme a él. Usted es la segunda persona que lo dice hoy. -Oh. -Yo sonreí y seguí caminando, pero cuando volví la esquina, estaba hablando por su teléfono celular. Hijos de putas todos. Entre a un callejón y cuando las vallas altas me escondieron, salté. Área Vacía de nuevo. O yo estaba haciéndolo mejor o había trasladado ya gran parte de la suciedad estaban ahora suelta aquí que no era tanto para barrer en el aire. Las manchas de sangre, estaban desapareciendo, pero las hormigas ahora extraían la oscura suciedad. Todavía recordaba las manchas de sangre en la

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alfombra. Le di una patada a la grava y a la arena sobre el terreno, a las hormigas y a todo. Me tomó un momento calmarme lo suficiente para saltar hacia atrás a donde Sam, antes del manantial. Salpiqué agua sobre mi cara y me senté a la sombra. Después de un poco, entré de nuevo a la casa y saqué el almuerzo que Consuelo me había dejado, tamales con carne de cerdo. El olor me hizo querer nachos y salsa. Crujiente, saladas y un medio de salsa, no podía manejar las cosas más calientes. ¿Por qué no? Salté de nuevo a la escuela primaria. Había un mercado Safeway una cuadra al este de los terrenos de la escuela y compré nachos, la salsa y varias botellas grandes de Gatorade, y luego salté de nuevo al manantial. Empecé a poner el extra Gatorade en la nevera, había un montón de sitio, pero luego pensé en Sam y en Consuelo al verlo allí, así que guardé las botellas debajo de mi cama en su lugar. Los nachos y la salsa sabían bien, muy bien, y comí hasta que la bolsa estuvo vacía y yo estuve incómodamente lleno. Enterré la bolsa enterré en el fondo del cubo de la basura, pero el frasco de salsa estaba medio lleno, así que lo puse en el parte trasera de la nevera, detrás de los pepinillos y la mayonesa. Yo quería tener otra carrera en el piso, para tratar de llegar sin llamar la atención, pero estaba cansado y con sueño, por caminar y el estómago lleno. Yo todavía estaba débil, supongo, de la pérdida de sangre. Pensé en saltar directamente a mi habitación, pero me acordé de los pasos en la escalera. ¿Tal vez se había plantado errores? ¿Tal vez estaban viendo? Me senté en la cama. La almohada tiró de mí y me dejé caer otra vez. Estaba dormido casi inmediatamente después de poner mi cabeza en la almohada. Sam trajo a casa el San Diego Daily News y me lo entregó en la sala de estar. Ellos tienen esto -dijo.

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Habían utilizado la misma foto. CHICO DESAPARECIDO DESPUÉS DEL ASESINATO DE SUS PADRES. La historia era un poco diferente pero tenía más o menos los mismos hechos, entre ellos lo de las drogas y la implicación de que papá y mamá eran criminales. Apreté los dientes mientras lo leía. Es basura, ya sabes, lo de las drogas. No en nuestra casa, nunca. Mamá tenía un tío. Era un alcohólico y murió de ello. No estábamos muy bien, mamá no trabajaba porque me educaba en casa, y papá no podía conseguir trabajo adecuado, ya que supone contrataban a los estadounidenses primero en su especialidad. Para pagar el alquiler extendían hasta el último centavo del salario de papá. Si hubieran estado vendiendo drogas, ¿hubiéramos vivido así? Él inclinó la cabeza hacia un lado. -Sólo sé lo que he leído y lo que me has dicho. Y no me has dicho mucho. Y que tienes que decir, bien ¿cuál es tu nombre? Mis oídos se calentaron y aparté la mirada. -Lo siento. El periódico tiene razón. Es sólo que era por mi por quien preguntaron cuando llegaron a la puerta. Mi nombre. -Miré a la pared y apreté los ojos cerrados. -No iban detrás de papá y mamá. Iban detrás de mí. Nunca salte si alguien me podía ver y no iba cerca de casa. Yo había hecho ambos y mamá y papá estaban muertos. -¿De verdad ellos querían matarte? -Él arqueó las cejas. -¿Has visto algo que se supone no debías ver? ¿O hay dinero en juego? ¿Esperas heredar algo? -Cogió una silla de madera de la pared y se sentó a horcajadas hacia atrás, los brazos apoyados en la espalda. Él señaló el papel. -Esta no fue su psicópata caza promedio, ¿verdad? El diario dijo que los vecinos vieron salir varios asaltantes, así que había más de un atacante, ¿verdad? Asentí, sin confiar en mí para hablar. -¿Llegaron a la puerta preguntando por ti? ¿No por tu papá o tu mamá?

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-¿No acabo de decir eso? No por una herencia, sin embargo. Y no viene detrás de mí porque vi algo que no debía. -Entonces, ¿por qué? Esto no es Sudán. La gente no mata a los niños sin ninguna razón. Incluso los psicópatas tienen una razón. -Es algo que hice. -Apenas salió de mi boca, sin pensar. Mi corazón se aceleró por un momento, pero tomé una respiración profunda y dije: -Es algo que puedo hacer. Consuelo, que estaba trabajando en la cena en la cocina, entró en la sala y levantó una bolsa de plástico con unos pocos frijoles pintos en la parte inferior. -¡Sam! necesitamos habas. ¿De acuerdo? Miró por encima del hombro y le dijo: -Okey, mañana compro. -¡Tempranito en la mañana! -Okey lo primero. -Se encogió de hombros y se volvió hacia mí. -¿Qué quieres decir, algo que hiciste? ¿Mataste a su perro o algo así? ¿Hiciste pis en la piscina? ¿Y vas a hacerlo de nuevo? Iba contra las reglas. Él nunca me creería sin una demostración. Entonces, ¿por qué importa si él lo creía? Se hizo solo. Y las normas eran de papá y mamá y estaban muertos. -¿Recuerdas en la parada de la gasolinera, cuando me preguntaste de dónde había conseguido esto? -Señalé mi camisa y los pantalones. Sus ojos se estrecharon. -Sí. Pensé que tal vez las había escondido cerca de la estación anterior. Negué con la cabeza y me levanté. -Consuelo necesita habas. -Sí, las conseguiré en la mañana.

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Salté a la parte posterior del Safeway en San Diego, donde había conseguido los nachos y la salsa antes. Cogí la bolsa de arpillera de veinte libras de frijoles pintos y la pagué en la línea rápida de verificación. Cuatro minutos después de haber desaparecido de la sala de Sam volví a aparecer. La silla en la que había estaba sentado estaba en el suelo, a su lado. Él estaba en la esquina, vertiendo algo de una botella en un vaso, pero superó el aire alrededor de la habitación al llegar y le tembló la mano, derramando el líquido. -¡Maldita sea! Le eché la bolsa. -Los frijoles. Se quedó mirando un momento y luego tomó un sorbo de la copa. Llevó los frijoles a la cocina y los puso sobre el mostrador. Consuelo se sorprendió, entonces agradecida. ¡Bueno! Ella recitó una frase en español hacia la sala de estar y la voz de Sam, más ronca de lo habitual, contestó: -Si. Yo sé. Volví y me senté en el sofá. Después de un momento, Sam dejó la botella y se llevó la copa a través del cuarto. Cogió la silla y se sentó sobre ella, se dejó caer un poco. -¿Qué fue eso?-preguntó en voz baja, con la voz todavía ronca. El olor del whisky me llegó con su aliento, me recordó al whisky semanal de papá. -Fui a un Safeway, en San Diego, compré los frijoles, y regresé. -Me dieron el papel de frijoles. ¿Los compró? -La línea de expres estaba vacía. -Bueno, sí, creo que lo veo. Lo que no entiendo es la parte del viaje a San Diego. Asentí con la cabeza. -Es lo que puedo hacer. Salté. Tele transporte. Lo que tú quieras llamarlo.

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-¿Es así como has conseguido esa ropa? Asentí con la cabeza. -Sí, volví a mi casa y obtuve mi asignación y mi pasaporte. Mi voz se rompió y convulsivamente dije: - la cinta todavía estaba allí, y la sangre. Y alguien empezó a subir por las escaleras y salté. -Respira profundo, chico. Despacio. Asentí con la cabeza y traté de hacerlo, hasta que mi corazón no estuvo corriendo. Después de un poco me preguntó: -¿Cuánto tiempo has sido capaz de hacer esta cosa? -Lo hice por primera vez cuando tenía cinco años, de vuelta en Oxford. En público. Delante de testigos. Hemos estado moviéndonos desde entonces. -¿Moviéndoos? ¿Por qué? -Papá y mamá dijeron que la gente empezó a aparecer, haciendo preguntas en su trabajo. Luego hubo una llamada cerca de la carretera. Pensé que era un conductor descuidado. De todos modos, salté detrás de una caja de correos y me extrañó pero él siguió conduciendo. No pasa nada, pensé. Pero mamá lo vio desde arriba. La oí decir a papá que había estado esperando a que cruzara. Se chupó los dientes. -¿Puedes ir a cualquier parte? -Donde quiera que haya estado antes que yo recuerde lo suficientemente bien. Tragó el último de su whisky. -Puedo ver por qué lo querrían, podría ser útil. Pero ¿por qué quieren matarte? Si pudiera hacer lo que haces, si yo fuera ese tipo de hombre... Me gustaría capturarte, para usar lo que haces. -Bueno, papá habló de eso, también. Leímos un libro de Stephen King sobre la chica que era secuestrada por el gobierno. -Firestarter -dijo Sam. -No lo leí, pero vi la película.

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-Sí, con Drew Barrymore. La alquilé después de leer el libro. -Pero ¿por qué no algo así? ¿Por qué quieren matarte en su lugar? Mi corazón empezó a correr y yo estaba respirando rápidamente de nuevo. Antes de que Sam dijera algo deliberadamente hice respiraciones profundas, respiraciones lentas. El luto pudo haber sido una de las cosas que me estaba ahogando, pero reconocí la otra cosa ahora. Miedo. Ellos me iban a matar. Nos siguieron por más de cinco años hasta que nos encontraron y, a continuación trataron de matarme. Me dieron ganas de esconderme debajo de una cama. Me dieron ganas de acurrucarme en una pelota y tirar tierra sobre mí. Volví solo a respirar. La pregunta de Sam todavía flotaba en el aire, aunque, al igual que un vaso de leche cayendo. No se puede agarrar a tiempo, basta ve r como se cae, anticipando la propagación de cristal del charco líquido blanco y dentado. -Yo no sé por qué me quieren matar-. Más tarde, después de la cena, después del atardecer, le dije a Sam que iba a regresar al piso. -¿Por qué? -Bueno, para empezar, mi ropa está empezando a apestar. Quiero mis cosas. -¿Y no crees que van a estar esperando? -¡Por supuesto! -Mi voz era chillona y yo sujeté mi boca cerrada y me concentré en mi respiración de nuevo. Me pregunté si me estaba dando asma o algo así. Después de un poco le dije: -No voy directamente allí. Voy a saltar primero al barrio y comprobarlo. -La ropa se puede comprar, chico.

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-Saqué mi tesoro y lo extendí sobre la mesa del café. Había sesenta y tres dólares y algún cambio, quince francos, libras y siete, ocho chelines -En realidad no va a durar tanto tiempo, ¿verdad? Además, es mi cumpleaños. Cumplo diez años. Yo debería ser capaz de conseguir mis propias cosas. -Realmente no creo que debas. No escuché el resto, pero mientras caminaba hacia el apartamento desde mi sitio de salto detrás del seto de la escuela, me sentía culpable. Esperaba no haber desordenado el salón demasiado. Sam no había hecho otra cosa que ayudarme ¿y que había hecho yo por él, además de la bolsa de granos? El piso solía ser solamente el almacenaje sobre el garaje de una pequeña casa en Texas Street, pero ahora la casa en sí era una propiedad separada alquilada con un camino de entrada y el patio se había dividido con vallas. Había un camino estrecho a lo largo de la valla de nuevo al piso pero había un coche de la policía en la calle, más o menos donde había estado antes. El policía estaba leyendo en el interior con la luz del techo. Volví sobre mis pasos y fui al callejón, me adherí a las sombras a medida que me acercaba a la casa y evité los patios con los perros. Afortunadamente, la mayoría de los perros estaban dentro y el que no lo estaba, un gran labrador llamado Lucky, vivía en la casa de alquiler enfrente y me conocía. Había una brecha en la cerca, en la esquina de su patio trasero, me agaché y serpentee mi mano para rascarle la cabeza. Jadeaba y cambió, poniendo más de su cuerpo a mi alcance. Trabajaba en la parte superior de su cuello cuando sentí sus orejas subir y la cabeza se desplazó hacia la derecha, bajando por el callejón. Me dio un poco entusiasta "¡Guau!" pero luego empujó la cabeza hacia atrás en mi mano. Después de unos cuantos segundos más rascando, oí en la distancia pies raspando sobre tierra. Lucky me puso en profunda sombra y ocultándome también en esa dirección por un hibisco superdesarrollado que crecía en el callejón de la esquina de nuestro patio. Asomándome por el hibisco al nivel de la rodilla vi la silueta de tres hombres que caminaban por el callejón, retroiluminados por la farola

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distante. Uno de ellos llevaba una bolsa colgada del hombro y todos caminaban curiosamente, elevando cada pie desde el suelo y luego poniendo en el suelo el talón primero antes de rodar el pie hacia delante a los dedos. Saqué la cabeza hacia atrás rápidamente, con miedo de que me hubieran visto, y, de hecho, oí a alguien decir: -¿Qué eso? Entonces Lucky empezó a ladrar una tormenta, al lado de mi cabeza. Casi retrocedí al callejón, pero me di cuenta de quién era la voz a la que ladraba. El propietario de Lucky, el Sr. Mayhew, llegó a la puerta de atrás. –¡Lucky, mueve tu culo aquí ruidoso! Lucky fue saltando a la puerta de atrás. -¿Qué has oído? –le dijo en voz baja. Metió al perro, pero se quedó en el porche trasero por un momento, escuchando. Me pregunté si Lucky había estado ladrando la noche que mataron a papá y mamá. Después de un momento escuché crujir la puerta de nuevo y vi la silueta de Mayhew cuando pisó de nuevo en su cocina. Me incliné hacia adelante un poco, mirando a través de las ramas de los hibiscos. Los tres hombres se habían aplanado a sí mismos contra la puerta del garaje en respuesta al ladrido de Lucky , pero cuando el señor Mayhew volvió a entrar se movieron de nuevo, trabajando rápidamente. La escalera del piso descendía hacia la calle, y al nivel del suelo se podía ver el coche patrulla aparcado enfrente. En vez de ir por ese camino, el que tenía la bolsa se estableció en el costado, a continuación, se interpuso entre los otros dos. Ambos cayeron de rodillas y le agarraron de los tobillos, luego se levantaron bruscamente, lanzándolo hacia arriba. Se agarró a la barandilla por encima y puso un pie en el rellano sin el más mínimo ruido, saltó la barandilla y cayó en cuclillas delante de la puerta. Supuse que la puerta estaba cerrada, pero la había abierto casi de inmediato. Se levantó de nuevo y se inclinó sobre la barandilla.

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Los hombres a continuación le lanzaron la bolsa que llevaba colgando, pero casi la perdió, enganchándola por la correa en el último minuto. Uno de los hombres exclamó: -¡Cuidado, hermano! -¡Shhh! -los otros silbaron. -Shhh tu mismo. Los detonadores han hecho un ruido mucho más que yo.Reconocí la voz. Era el hombre con acento de Bristol. En el rellano más arriba, el hombre desapareció en el apartamento. Los dos hombres de abajo dieron un paso hacia atrás en la sombra de la puerta del garaje. -¿Qué le impide la voladura por algún otro, la policía, o el propietario? -El sensor de la puerta. Las personas que entren normalmente, bueno, no van a hacerla estallar. Pero si él aparece dentro, cuando el sensor de movimiento de viajes, o el sensor la puerta no lo vea. Esto será un regalo. ¿Así fue como lo hizo con mis padres? Busqué una piedra, una roca grande, que pudiera lanzar o golpear con ella. Había una línea de ladrillos bajo el borde de la cerca, para mantener a Lucky fuera. Tuve la oportunidad de tirar una de la esquina, había un ladrillo escondido en medio irregular para completar la fila. Quería lanzársela a ellos y saltar lejos. O tal vez saltar a la derecha, al lado de ellos y golpearlos en la cara con ella. Me temblaban las manos y no sabía si era miedo o rabia, pero no confiaba en mí mismo para lanzar el ladrillo y golpear a alguno. El chico de arriba, salió y dejó caer el bolso vacío encima de la barandilla, a continuación, se balanceó, se sentó hasta que colgó el brazo extendido y se dejó caer. ¡Maldita sea! Salté a la mitad de la calle y me acerqué al coche de policía. -Oye -le susurré.

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El policía retrocedió, sorprendido, dejando caer su libro y bajando una mano por la cintura a la pistola. -¿No eres tú...? -¡Sí! ¡Pero los hombres que mataron a mis padres están ahí! – Dirigí mi dedo hacia abajo de la ruta de ladrillo de acceso a la escalera. -Detrás del garaje. Sólo que ellos no estaban detrás del garaje. Los proyectiles destrozaron las ventanas de los pasajeros y redujeron drásticamente los lados y luego el policía se inclinó más, su cabeza a mitad de camino por la ventana, agarrando lo que asoma de su cuello, una cosa con un cable conectado a éste, y yo estaba en el Cuarto Vació en un torbellino de polvo y maleza. Oh Dios, Oh Dios, Oh, Dios mío. ¿Habían visto mi salto? ¿Cuando me presenté en la patrulla? Pero yo estaba en el otro lado, lejos de ellos. Soy corto, el coche debería de haberme bloqueado. Todavía tenía el ladrillo en la mano. Había sangre en mi camisa. La sangre del policía. Di un salto atrás al callejón y me asomé por el sendero. Los tres fueron por el auto, las armas apuntando, cada uno mirando en una dirección diferente, pero todos ellos se volvieron hacia mí, el instante que yo aparecí. Ellos supieron cuando yo salté. Corrieron hacia el piso y yo salté de nuevo, pero sólo por el callejón, debajo de la ventana de mi dormitorio. Oí sus pasos por las escaleras y lancé la piedra hacía arriba, todo lo que pude, a través de mi ventana. Fuego, luz, sonido y lluvia de cristales. Yo no podría haberme quedado ahí, si lo intenté, pero volví a la final del bloque casi tan pronto como di un respingo hacia el Área Vacía.

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Todavía estaba lloviendo escombros y el techo del apartamento había desaparecido y cada alarma de coche en la ciudad parecía que se iba a marchar. Me acerqué con cuidado por la acera vi como decenas de personas salieron de sus casas para mirar con los ojos muy abiertos la calle. Volví sobre mis pasos y miré hacia abajo en la boca del callejón, de donde los hombres habían venido de la primera vez que los vi. Después de un minuto, dos de ellos aparecieron, arrastrando el tercero con los brazos sobre sus hombros. Al pasar bajo el farol vi sangre en sus rostros, los cristales rotos decidí, y uno de ellos ardía, literalmente, bocanadas de humo salían de su pelo y del hombro. Un coche se acercó por la calle y se detuvo bruscamente. Empujaron el hombre que no podía entrar por la espalda y subieron a ambos lados, entonces el coche se dirigió hacia mí. Di un paso detrás de un árbol y lo vi pasar. En el siguiente bloque giró a la derecha. A lo lejos, el estruendo de las alarmas de automóviles fue sustituido por el sonido de alerta de las sirenas de servicio de emergencia. Por un momento pensé en caminar de nuevo a la fiduciaria, para ver si había algo dejado, algo que me pudiera llevar, pero el barrio estaba bien y verdaderamente despierto y muchos conocían mi cara. Salté.

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Cuatro Saltamontes y Carbón

Cuando el autobús se detuvo en La Crucecita, pensé que era sólo otra parada en el viaje. Habíamos pasado cinco días en autobuses de segunda clase y rutas compartidas con minibuses en donde otros pasajeros podían llevar pollos y donde yo había acabado con un bebé o niño pequeño en mi regazo más de una vez. Habíamos dormido una noche en un hotel en Ciudad de México, porque solo dormíamos la siesta en autobuses repletos. Consuelo dijo:- Hemos llegado, -y tras cinco días de solo escuchar nada más que español, yo en realidad, le entendí a ella. Habíamos llegado. No podía oler el mar. Yo no lo podía ver. Solo sentía el olor de los humos del autobús diesel. Olí a ganado y a cebollas cocinadas. Mi estómago rugía. No había comido nada a excepción de unas patatas fritas en el autobús, que había comido por última vez en Oaxaca, medio día antes. La mayoría de los pasajeros que se habían bajado en La Crucecita , se fueron por la calle hacia el centro, pero Consuelo me llevó detrás de la estación y hasta una colina boscosa medio invadida por el banano, árboles y arbustos. Estaba húmedo pero no demasiado caliente, no como algunos de los lugares de nuestro viaje, donde empleaba toda mi fuerza de voluntad para no entrar en algún centro comercial con aire acondicionado. Llegamos a la cima de la colina en menos de diez minutos y percibí que la brisa olía a mar. Mirando entre los árboles vi destellos de azul zafiro. Consuelo se volvió en la cima, lejos del agua, pero por suerte, todavía se olía en la brisa. Después de

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otros cinco minutos señaló cuesta abajo a un tejado de tejas de arcilla roja visible entre los árboles. -¡Al fin hemos llegado! Me moví hasta que pude ver más, a través de los árboles. Era una construcción con un patio de adoquines. Estaba rodeada por un muro bajo, pero también había construcciones adicionales en ambas alas que se extendían en forma de rectángulo. Consuelo se persignó y luego se volvió hacia mí. -Wal-Mart. ¿Bien, Greeefin? Habíamos estado trabajando en mi español todo el viaje. - No, me llamo Guillermo. Acuérdate . -Muy bien. Lo recordaré. ¿Wal-Mart, de acuerdo, Guillermo? - Si -Dije. -Un momento. La primera vez que salte en frente de Consuelo, había vuelto al altar en su habitación y regresó con un frasco de líquido claro. Lo había salpicado a través de mi cara y pecho y comenzó una larga retahíla latina que comenzaba "Exorcizo te", pero eso es todo lo que pude entender, en realidad. Siguió una discusión muy larga .La discusión entre Sam y Consuelo en que empleaban palabras como el Diablo y demonio, y él usó de la palabra milagro , muchas veces. Por último, para que se tranquilizara, tuve que ir al centro con ella y arrodillarme en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, santiguarme con agua bendita y comulgar en la misa, que fue probablemente un pecado, ya que no era católico, pero ella no estaba preocupada por el pecado en sí, sino por los poderes demoníacos.

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Ella decidió que yo no era un demonio o que estaba poseído, pero ella nunca estaba completamente cómoda con ello. Sam no estaba en casa, pero las cosas estaban , donde las había dejado, en dos carros viejos estables y dos carretillas con un gran montón de ropa, zapatos, juguetes, pañales, para un bebé que había nacido recientemente. También había herramientas. Empecé con los carros, salte cada vez con uno, y luego seguí con el resto. Consuelo lo recogía y lo apilaba en los carros, en montones que eran más altos que ella. No todo fue comprado en Wal-Mart. Sólo la mayoría. Había muchos baches en la bajada hacia la casa había que ir reteniendo los carros en vez de empujarlos. A la madre de Consuelo, la matriarca de la familia, fue a la primera que vimos. Hubo lágrimas y abrazos. Consuelo no había estado en casa desde el funeral de su marido y su hijo ,hace tres años . Los niños y algunos adultos salieron rápidamente, la mayoría de los adultos estaban en el trabajo y la mayoría de los niños en la Escuela. Me presentaron como Guillermo, el huérfano. La Crucecita era un pueblo en la costa su r de Oaxaca, era parte de una zona turística ,más grande, llamada Bahías de Huatulco, a cien kilómetros al sureste de la Ciudad de México, y a un par de cientos de Guatemala al oeste de la frontera. El azul del agua del Pacífico me recordó a la bahía de Siam, como zafiros brillaban con el sol. No es que estuviera lleno de gente, en comparación con Acapulco o Puerto Vallarta, pero al ser un gringo, yo no llamaría la atención en gran parte, a causa de los turistas. Esa era la teoría, explicada por Consuelo a Sam. Su familia trabajaba para los complejos hoteleros como empleadas domésticas, jardineros, chóferes y cocineros.

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Los que no trabajan en los hoteles se encontraban en los EE.UU., les enviaban dinero, pero esto fue cambiando a medida que fue más difícil entrar en los EE.UU. Hubo una fiesta de bienvenida en casa esa noche y Consuelo entregó regalos a todos. Yo estaba algo perdido con el idioma. Alejandra, una de las muchas sobrinas de Consuelo. Además del español, hablaba inglés, francés y alemán, tenía veinticinco y era guapa. Ella había estado trabajando en el sector turístico desde que tenía dieciséis años y había asistido al Instituto de Idiomas en Ciudad de México. Tenía una agencia de servicios de traducción y daba clases de español, en colaboración con los hoteles. -Visita la hermosa Huatulco, disfruta de la playa, y aprende español -Dijo. Sus ojos eran risueños pero cuando sonrió ,fue asombroso. Me llevó cinco minutos enamorarme de ella. Hablamos en francés, no porque su inglés no era excelente, pero porque había menos oportunidad de practicar el francés. Eso era un poco difícil para mí. Mamá y yo hablábamos en francés. Ella me presentó a todo el mundo, a la señora Monjarraz Romera, a la abuela de Alejandra y madre de Consuelo, a los hijos de sus muchos primos. Decían el apellido después del nombre, pero me enteré de unos pocos. La comida era a la vez familiar y extraña. Me comí una tortilla rellena con guacamole y alguna cosa deliciosa, crujiente y especiada. -¿Qué es? ¿Uh, c'est Que Qu'est-ce? -, los ojos de Alejandra se abrieron más. -Chapulines... Saltamontes. Sauterelles. Me llevó un minuto. -¿Saltamontes? ¿Estoy comiendo saltamontes? Yo desenrollé la tortilla y vi claramente que lo que ella estaba diciendo era verdad . Allí estaban las patas , el tronco... fritos.

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Ella se echó a reír. -Si no los quieres, no los comas. Alargó la mano. Obstinadamente, enrolle la tortilla y comí el resto. Crunch, crunch, crunch. Era deliciosa pero sabía ... Que no los comería nunca más. Al día siguiente me sentí muy mal, con fiebre y calambres , tuve que ir al baño una y otra vez. Yo no quería culpar a los saltamontes, pero que otra cosa podía haber sido , a lo mejor no estaban bien cocidos. Consuelo me trajo un té con sabor amargo. Cuando le pregunté qué era, me dijo algo en español y agregó: -Para la diarrea. Té de saltamontes , sin duda. Más tarde, ella trajo un trozo de madera y lo quemó junto a la ventana en una cacerola de metal. Cuando el carbón vegetal se había enfriado , me dijo: Comete el carbono vegetal. -Por supuesto que no ¡Qué asco!. Alejandra se acercó y me convenció para que comiera. -Absorbe las toxinas y es la forma más rápida para detener la diarrea. Solo tienes que comerlo una vez. No más veces porque podría perjudicarte. -Yo no quiero hacerlo. Fue por los saltamontes. Yo apreté los dientes y me acurruqué, dispuesto a resistir hasta la muerte. Pero no jugaron limpio. -Ceci Faites pour moi, mon cher. (Haz esto para mí, querido) Maldita sea, hablaba en francés. -Para.

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Trague la mitad del carbón con un poco de agua salada hervida. -Para los electrolitos. Y dejaron de molestarme. La diarrea se detuvo después de eso y yo fui capaz de comer arroz con caldo de pollo por la noche. Dos días más tarde, después de mi primera comida completamente sólida, Alejandra y Consuelo me sacaron al patio y nos sentamos a la sombra de los plataneros que crecían alrededor de la pared. -Mi tía me dice que no sólo eres un huérfano, pero que los que mataron a tus padres anda detrás tuyo. De mala gana, asentí con la cabeza. Sabía que tenía que decírselo. No tenía derecho a pedirle ayuda sin conocerme. Pero me gustaba. Yo no quería que ella me rechazara, y no quisiera tener nada que ver conmigo. -Y ella te trajo aquí para despistarlos. Te matarían si pudieran encontrarte. -Sí. -Ella no me dijo por qué quieren matarte. Dice que sólo tú me puedes decir. -Ah. -Me humedecí los labios y asentí con la cabeza a Consuelo. -Gra-cias. Alejandra me dijo: -Eso, la tranquilizará. Consuelo estaba manteniendo mi secreto. Consuelo dijo algo, entonces, y hubo un breve tira y afloja entre ella y Alejandra pero hablaban demasiado rápido y no les entendí. Alejandra se volvió hacia mí, un poco confundida. -Dice que está dispuesto a probar esa cosa. Lo que ella dijo que no querías hacer más.

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Levanté las cejas a Consuelo. Yo sabía de lo que estaba hablando. Lo había sugerido en la sala de Sam, donde podría traducir, pero sabía que tenía miedo. Supongo que la idea de cinco días más en los autobuses era muy desalentador. Y sin duda respondería a la pregunta de Alejandra. -¿Cuando quieres marcharte? En comparación con las cosas que trajimos la maleta de Consuelo es pequeña, pero ella estaba haciendo un paquete de alimentos regionales que no podía comprar en California. -¿Saltamontes? ¿Chapulines?- Le pregunté. Alejandra se echó a reír y Consuela dijo: -No. A Sam no le gustan. Aún así, caminar cuesta arriba en el bosque con el equipaje pesado, de Consuelo me hizo sudar. Llegué al mismo sitio donde habíamos cargado los regalos que Consuelo había traído. Podría haber saltado desde el patio pero no quise. Yo había decidido que las normas tenían algún mérito. Entonces, ¿qué es la regla de los cuatro? ¿Quién te dice cuando está bien saltar? -¿Sabes guardar un secreto? ¿Al igual que tu tía?- Yo se lo dije en inglés. Yo no confiaba en mi francés y tenía que quedar perfectamente claro. Alejandra inclinó la cabeza hacia un lado. ¿Me hará daño a mí? ¿Le hará daño a mi familia? Tragué saliva. -No, mantener el secreto no podrá dañar a tu familia. -Yo nunca los lastimaría, pero los que están detrás de mí podían hacerles daño, si me encuentran.

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-Muy bien. Puedo guardar un secreto. - Se inclinó un poco más cerca, hacia mí, y a su tía y susurró: -¿Y quién le dijo a sus padres todo? -Ay. -Muy bien. Vamos a empezar con este paquete. Salté a la sala de Sam. Él no estaba allí, pero oí movimiento en la cocina. -Sam, soy Griffin. -¡Jesús!- Oí un ruido de plato en la parte inferior del fregadero. Apareció en la puerta, limpiándose las manos con un trapo de cocina. -¿Todo bien? -Está bien. Es de Consuelo-, le dije, levantando un poco el paquete. Lo puse sobre la mesa. –Ella cambió de opinión sobre la causa del viaje. -¿Tenéis algún sitio privado? -¿Alguna vez has estado allí? -En el funeral. Me quedé mirándolo. -Yo no sabía que la conocías de aquello. Se encogió de hombros. Yo fui quien encontró sus cuerpos. -Oh. Bueno, en el bosque, al lado de la casa. Él asintió con la cabeza. -Muy bien, entonces vuelve. Alejandra estaba sentada en la maleta de Consuelo, con la cabeza entre las rodillas. Consuelo estaba abanicándola con un sombrero.

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Me arrodillé a su lado. -¿Estás bien? -¡Jesús! -Ella se sentó. -Mi tía dice que acabas de viajar a California. -Verdad-. En la semana la había conocido, nunca la había visto perder la noción de la lengua en que estaba hablando. -¿Estás bien? -Sí. -¿Cómo? -No tengo idea. ¿Puedo coger la maleta? -Señalé. Se levantó bruscamente y Consuelo la sostuvo. Cogí la maleta y salté. Sam estaba sentado con los brazos cruzados. Puse la maleta en el suelo contra la pared. -¿Por qué tardaste tanto? - Alejandra . Frunció el ceño y dijo: -¿La sobrina de Consuelo? ¿Está ahí? - -Sí. Sólo ella, pero no le dije todo. Sólo preguntó por el secreto. Ella está un poco asustada. Sus cejas se levantaron. -Bueno, le va llevar algún tiempo acostumbrarse. Salté hacia atrás. Alejandra se estremeció, pero no parecía ser miedo. Sólo la repentina aparición de algo inesperado, que vio de reojo. -¿Entonces, te vas a llevar a mi tía ahora?

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-Ese es el plan. -¿Alguna vez has hecho eso antes, con una persona? Negué con la cabeza. -Cuando estábamos discutiendo, de vuelta a casa de Sam, yo lo probé con un gatito. Fue bien. -Mi tía es más grande que un gatito. ¿Cómo sabes que no va dejar parte de su trasero? -Eso es grave -Le dije. Pero me preocupaba un poco. La cosa más pesada que había llevado eran los carros. Solo pesaban treinta y cinco kilos pero eran grandes. Alejandra dijo: -Haz la prueba conmigo primero. -¿Qué? Consuelo, nos miró a los dos ,cuidadosamente, dijo: -¿Que habláis? Alejandra apretó los labios y me di cuenta de que no quería decírselo a su tía, que Consuelo se opondría. Me acerqué a Alejandra por la espalda y puse mis brazos alrededor de ella. Sobre los omóplatos; mi mejilla presionada contra su espina dorsal a través del fino algodón de su vestido de verano. Ella olía maravillosamente. Consuelo dijo algo bruscamente y dio un paso hacia nosotros. Salté. Me tambaleé un poco, pero los dos estábamos en la sala de Sam. Alejandra quedó sin aliento y se tambaleó, también, y la sostuve para que no se cayera. Después de un momento ella dijo :-Uh, Guillermo, puedes soltarme.

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-Ah-. Me alejé un poco de ella, luego la cogí de nuevo. Sam y yo le ayudamos a sentarse en el sofá. -¿Dónde está Consuelo? -Dijo Sam. -¿Está todo bien? -Explícaselo- Le dije a Alejandra, y salté. Consuelo estaba hablando rápido y furiosa con una gran cantidad de gestos y no pude conseguir entender nada . Bueno, yo no entendía las frases, pero estoy seguro que entendí el sentimiento. Seguí tratando de calmarla, pero finalmente acabe por saltar a su espalda, como jugando al escondite con mi padre en nuestros ejercicios, puse mis brazos alrededor de ella, y salté. Los dos aparecimos tambaleándonos en la sala de Sam, Sam agarró a Consuelo y Alejandra me agarró del brazo. Todo el mundo estaba un poco sorprendido, incluso yo. Las respiraciones eran profundas. -Ya sabes-Le dije .-¡Tengo hambre! Consuelo no podía soportar que alguien tuviera hambre. Ni siquiera necesitaba traducción. Comimos fuera porque era primavera y Alejandra estaba maravillada ante la sequedad del aire, los árboles y las colinas rocosas marrones. -No hay verde -Le preguntó a su tía. -¿Dónde está el verde? Consuelo tenía una mirada congelada. No hay humedad ni hierba verde. Me di cuenta de lo que estaba pensando en su esposo e hijo. No hay humedad, no verde.

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Alejandra se dio cuenta, también. -¡Oh, perdóname! No pensé. No pensé. Consuelo agitó la mano. Ella dijo algo que yo no podía entender. Alejandra lo tradujo. -Ella está contenta de no tener que pasar todo ese tiempo en los autobuses. Fue aterrador. -Travel Air Griffin. Cuando se necesita llegar en el mismo día. -¿Griffin? ¿Por qué Griffin? -Ese es mi nombre. Mi nombre real. Consuelo eligió Guillermo porque saben mi verdadero nombre, las personas que mataron a mis padres. Y Griffin es inusual. Por lo tanto, Guillermo, ¿de acuerdo? Es decir, puedes llamarme Griffin en privado, supongo. -No-Dijo Sam-. Has empezado una nueva vida, hay que seguir adelante , no debes mezclar las cosas. Si ella utiliza solo un nombre no es probable que delante de alguien se equivoque. Alejandra asintió con la cabeza. -Es verdad. Sam cambió al español, pidiendo algo a Consuelo, y empezaron a hablar entre los tres pero yo no los entendía. Estaba mirando a Alejandra. Esperando. Al fin, se volvió hacia mí y dijo: -Bueno, Grif...Guillermo. ¿Quieres vivir conmigo en La Crucecita? Tengo una pequeña casa detrás del Hotel Villa Blanca, justo enfrente del Chaue Beach. Hay una pequeña habitación en el desván ,con telas de araña. -Ella se estremeció.- Pero podría limpiarse. Asentí con la cabeza solemnemente. -Tendrías que estudiar mucho y aprender español porque le diríamos a todos que eres un primo lejano por parte de mi madre, los Losadas. Ella es de la

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Ciudad de México, no del lado de mi Familia de La Crucecita. Y tendrías que broncearte en la playa a menudo , para que la gente no te llamara gringo. Asentí con la cabeza con más vigor. -Muy bien. Voy a trabajar duro y voy a mantener mi educación en el hogar. Y voy a aprender español. Y puedo comprar para tí, en los Estados Unidos, o Tailandia, o Lechlade, en Inglaterra. -¡Guau, muchacho!-Dijo Sam-.-Vas a Oaxaca a desaparecer, no a llamar más la atención. Mis orejas se pusieron rojas y miré fijamente la mesa. -De acuerdo. Alejandra se acercó y me tocó el brazo. -Estoy segura de que serás una gran ayuda para mí. Ya que hablas francés e inglés. Cuando aprendas español te puedo poner a trabajar en mi agencia. O encontrarte un trabajo como guía . No te preocupes. Aprender español será ahora tu trabajo principal. Guillermo Losada ¿Comprendes? -¡Claro Que Si! -Excelente- Ella volvió a sonreír. -Tengo una cita esta tarde. Hay que volver. Y así fue. Alejandra, tenía miedo a las arañas . Cuando limpió todas las telarañas se lanzó a limpiar con agua caliente y detergente con olor a limón. A finales de la semana había una cama, una cómoda, y una pequeña mesa ,con estanterías debajo , valía como escritorio. Una silla plegable de metal completaba la decoración. No había aire acondicionado, pero la brisa del mar la hacía muy cómoda. Yo tenía muy poco para poner en el aparador, había viajado mucho .Realmente, en el clima cálido de Las Bahías de Huatulco, no necesitaba mucho.

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Alejandra me ayudó a seguir adelante, me llamaba Guillermo, y nunca se refiere a mí por mi nombre real, pero también me dejó de hablar en cualquier cosa que no fuera español, conjugando los verbos, señalando los objetos y nombrándolos. Muy rara vez la conjunción de un verbo complicado lo comparaba con el uso del francés. Fui también a las clases que ella daba para los hoteles. Me llevó tres meses aprender el español suficiente como para que ella comenzara a hablarme en francés y en inglés de nuevo. Tres meses después, ella consideró que ya tenía bastante fluidez y después tres meses más ,dejé de hablar como un extranjero. Al final de mi segundo año, la mayoría de los lugareños pensaban que yo había nacido en Oaxaca. Podía tener pinta de europeo , pero eso también le pasaba a muchos mexicanos que no tenían antepasados indios. Trabajaba durante media jornada en la agencia , para pagar los libros. Tres horas al día las empleaba en las tareas escolares, en el inglés , francés y español. Los problemas matemáticos en español. La historia de Europa en francés. Ciencias en todos ellos. Y dibujaba, en todas partes. Yo era "ese chico que dibuja" a todo el mundo. En el parque frente a la iglesia, en los puertos deportivos, en el playa. La mayor parte se quedaba en mis cuadernos de bocetos, pero la pared de mi habitación lentamente acumulaba los dibujos que hacía. Las pesadillas eran malas al principio, pero poco a poco disminuyeron en frecuencia. En dos ocasiones, en los primeros meses, me desperté con mi corazón palpitante, recordando el lugar en el desierto de Sonora, donde Sam me había encontrado, con sangre e inconsciente. El estudio español ha ayudado. Por lo menos había algo que hacer cuando me despertaba. Había terminado el Don Quijote y estaba leyendo los libros de Arturo Pérez-Reverte sobre el capitán Diego Alatriste. Las matemáticas eran siempre buenas.

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Pero tarde probablemente un año antes de poder dormir del tirón toda la noche. En mi segundo año allí, me compré un bote, un bote de fibra de vidrio pequeño con remos, con un pequeño mástil, con una vela latina. Cuando lo compré, tenía un agujero en la proa del tamaño de mi cabeza y la vela estaba tirada en el fondo y no tenía remos, ni timón ,ni orza y ni chalecos salvavidas. Pasé una semana haciendo mandados a Marina de Santa Cruz, la traducción, corriendo a la tienda, y actuando como un guía local. Al final tenía los remos, dos chalecos salvavidas y una manchada vela Sunfish intacta, fibra de vidrio y resina suficiente para reparar la proa. Hice un orza y un timón de madera barata y fibra de vidrio, rescatados de las obras de construcción. Alejandra tenía dudas. -Te puedes ahogar. Levanté las cejas. -Supongo que si me quedo inconsciente. Pero no de un calambre o de sentirme cansado, no importa cuán lejos estuviera la orilla . -Piensa en ello. Después de un rato agregué: -Mi padre y yo íbamos a la mar, en el Golfo de Siam. Era un barco más grande. Ella lo registró a su nombre pero era realmente mío. Hay nueve bahías y treinta y seis playas en las Bahías de Huatulco, muchas de ellas inaccesibles por carretera. Exploré todas ellas: natación, pesca, buceo, así como los bordes de la selva. Más de una vez me vi atrapado en la resaca, fue muy fuerte , pero no volqué, menos mal que nunca se rompió el mástil, y yo fui capaz de recuperar los remos y la vida; los chalecos y la orza. Más tarde, aprendí cosas, a montar las olas sin que entrara mucha agua en la embarcación. Rodrigo, uno de los muchos primos de Alejandra, me tomaba el pelo con la vela y los remos. Él quería que me comprara un motor fuera borda, pero yo

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odiaba el olor y el ruido. Cada vez que lo mencionaba, frotaba los dedos contra mi pulgar. -¿Y el dinero para la gasolina? Siempre se callaba por lo que no tenía respuesta. Había llegado a la edad mágica de catorce y el poco dinero que tenía se lo gastaba con las niñas . A veces iba conmigo a pescar y a bucear. Alejandra a veces me prohibía prestarle el barco, para impresionar a las chicas. -Es posible que no se ahogue, sé que Rodrigo puede nadar como un pez, pero ¿sus novias? -Que consiga su propio barco. Yo no quiero que navegues frente a las playas remotas. Puedes ahogarte o peor. Yo no acababa de ver lo que era peor que ahogarse, pero me di cuenta de lo que quería decir, con el tiempo. Parecía extraño ya que ella había tenido varios novios y algunos pasaron la noche en casa. Ella se sonrojó cuando me lo explicó, ella dijo: -Yo no tengo catorce o trece años. Esa es la diferencia . Rodrigo en respuesta a esa prohibición fue tratar de llevarlo a cabo y su filles du jour, pero el sórdido era demasiado pequeño. Me ofrecí a llevar a las niñas en los paseos ,sin que se pasara. Cada tres meses subía a la colina ,saltaba a casa de Sam en California. Por lo general, traía regalos de Consuelo .Una vez vino Sam y lo llevé de pesca. Cumplía las normas. Yo no podía hacerlo cerca de la casa de Alejandra o en cualquier lugar cerca de gente. Si yo quería practicar, me iba en mi bote al salir el sol y navegaba a la Isla la Montosa, una rocosa isla al este del cabo, desde la

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Bahía de Tangolunda. Por lo general tenía una hora antes de que los barcos aparecieran con los turistas. Tenía cuidado. Así que realmente me molestaba para que no me encontraran.

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Cinco Escondiéndose

Tenía un aviso de diez minutos -una barbaridad de tiempo, en realidad. Ni siquiera tenía que saltar. No inmediatamente. Estaba en la agencia de traducción, Significado Claro, contestando al teléfono por Alejandra mientras ella atendía una verdadera adquisición de propiedades en la oficina del abogado en la parte baja del edificio. Una pareja americana estaba comprando una casa para su jubilación. Sabían algo de español, pero querían tener absolutamente claro todo lo que estaban firmando. Nuestro dentista, el anciano Dr. Andrés Ortega, llamó preguntando por Alejandra. Le expliqué que estaba fuera y me ofrecí para dejarle un mensaje. Preguntó por mí, es decir, Guillermo Losada. -Soy yo, doctor-. Me habló rápidamente en español. -Han estado aquí algunos extranjeros, con un agente de la AFI. Tenían unas fichas dentales. Tus fichas dentales-. La AFI era la Agencia Federal de Investigación – el equivalente mexicano al americano FBI. -Esas fichas eran americanas y tenían un nombre diferente en ellas...Guillermo-. Hizo una pausa. -Tuve que darles tu dirección. Acaban de irse de aquí. Mi corazón comenzó a retumbar como las olas contra la orilla antes de una tormenta. Ka-poum.Ka-poum. Dientes traidores. Me había hecho dos empastes hace ocho meses. ¿Ves lo que puede hacer no usar hilo dental?

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-¿Tenían la dirección de la agencia de Alejandra?-. -No, no figuraba en tu ficha. Y no les mostré la suya-. -Gracias, doctor, muchísimas gracias-. Colgué. Mi primer impulso fue saltar lejos, donde Sam, pero la consulta del Dr. Ortega estaba en Santa Cruz, el pueblo siguiente. Les llevaría un mínimo de diez minutos llegar a La Crucecita y entonces estarían llegando a la casa. Así que salté primero a la casa. Guardaba mi dinero en una caja hexagonal de cerámica negra de Oaxacan, con la tapa decorada con triángulos recortados. Creo que prefería la caja al dinero. La puse en el centro de la cama, sobre la ligera colcha. Luego, el contenido de mi cómoda, cogiendo los cajones, volcándolos en la colcha y volviéndolos a colocar en la cómoda. Me llevó tres brazadas sacar los libros de mis dos estanterías. Cogí las esquinas de las mantas y tiré de ellas juntándolas. El fardo era casi tan grande como yo, pero aún estaba conmigo cuando salté al destartalado establo de Sam en California. Salté de regreso y agarré las sábanas y el impermeable colgado tras la puerta, y el corcho que colgaban algunos dibujos, broches de Alejandra, una foto de Rodrigo con una de sus novias, y otra mía navegando en mi barco. Todo esto fue también al establo de Sam. Entonces volví, saqué los bocetos de las paredes y arranqué las chinchetas con las que habían estado fijados. Con cuidado, los puse en el establo de Sam, sobre el montón. Ellos habían cogido todas mis fotos la última vez, cuando asesinaron a mi padre y a mi madre. Cuando salté de vuelta, la habitación parecía extrañamente inhabitada. Deseé poder poner polvo sobre todo, ya que así ellos pensarían que había sido abandonada meses atrás, pero no sabía cómo lograr eso. Usé el teléfono de la casa para llamar a Alejandra a la oficina del abogado.

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-¿Bueno?-, dijo cuando la llamaron al teléfono. -Te amo-. Nunca lo había dicho antes, pero lo hice. Como si ella fuera mi madre o una hermana. -¿¡Guillermo, que estás loco!?-. -No estoy loco. Vinieron y debo irme-. Cambió al inglés. Ella no me entendía, pero no eran las palabras, era l a situación. -¿Quién ha venido? ¿Por qué tienes que...?...oh. ¡Oh, no!-. Lo había cogido. -¡Vete rápido!-. -No vayas a casa. Estarán vigilando-. Colgué el teléfono y salí por la puerta de atrás. Cinco minutos después estaba en el patio del Hotel Villa Blanca cuando ellos subieron. Yo tenía un periódico tapándome el rostro, y había pedido una limonada para justificar mi presencia. El papel temblaba en mis manos y tuve que afirmar los codos en la mesa para detener el movimiento. Ellos pasaron en dos coches, uno tras otro, ojeando la casa con calma. Un coche aparcó calle arriba, el otro se acercó por la entrada del hotel, a menos de cuarenta pies de donde yo estaba sentado. Era todo lo que podía hacer sin saltar, pero me di cuenta de que ellos estaban ahí por la misma razón que yo: la casa se podía vigilar desde aquí. Sus matrículas eran de Oaxaca y no eran de alquiler. El conductor, un hombre con un arrugado traje blanco, parecía mexicano. Su pasajero no. Le había visto por última vez en San Diego, la noche en la que explotó el apartamento. Mis manos, por alguna extraña razón, dejaron de temblar.

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Me levanté un poco en la silla, con lo que pude ver perfectamente la arcada hasta el mostrador de recepción. No podía oírles, pero Martin, el recepcionista, estaba negando con la cabeza. El hombre del traje blanco sacó su billetera de la chaqueta y la desplegó, mostrándole algo al recepcionista. Vi los ojos de Martin abrirse de par en par, entonces descolgó el teléfono y habló por él. El señor Heras, el director, se reunió con ellos desde la oficina. Tras otro momento de discusión, Vidal, el botones, fue llamado. Descargaron el maletero, con sólo tres piezas de equipaje, pero el hombre de San Diego cogió una cuando Vidal se dirigía a ella. -Me quedaré con ésta-, dijo, lo suficientemente alto como para que yo lo oyera a través del vestíbulo. –Frágil-. Aún tenía aquel acento de Bristol. Quise saltar, lejos, lo máximo, pero recordé la noche en que ellos mataron al oficial de policía en la calle desde el apartamento. Había parecido que sabían cuando yo saltaba sin mirarme. Los vi subir las escaleras mientras Vidal llevaba su carro al ascensor de carga. Cuando estuvieron fuera de la vista caminé con calma hasta la fachada del hotel. De pie justo dentro de la puerta, pude ver el otro coche calle abajo, aparcado al otro lado, desde donde podían vigilar el frente de la casa de Alejandra. Vidal regresó después de un minuto. -¿Qué tal la propina?-, pregunté en español, frotando la yema de los dedos. Hizo una mueca. -Los mezquinos-. Agarrados. -¿En qué lado están?-. Dirigió su pulgar a la izquierda, hacia la casa de Alejandra. -En la planta tercera, al fondo-. Apuntó hacia el oeste. -¿Por qué lo preguntas?-. -Porque me están buscando-. Mientras lo decía, sentí que mi rostro se contraía y supe que estaba al borde de las lágrimas. Respiré hondo y me tranquilicé. -Así que tú no me conoces ¿vale? Yo voy a irme, pero no quiero que ellos le hagan daño a Alejandra, ¿de acuerdo?-.

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-¡Claro que sí!-. Todo el que la conocía tenía un gran aprecio por Alejandra. -Te la debo-. Levantó la barbilla y sonrió de oreja a oreja. -Claro que sí-. Al borde del parque de la playa, los vendedores tenían mesas vendiendo recuerdos de Oaxaca a los turistas – cerámica negra, ropas de Guatemala, tallas de madera pintada hechas con duras maderas tropicales. Encontré un pequeño espejo de mano de madera de copal pintada por veinte dólares americanos. Los pagué sin regatear. Vidal abrió para mí las escaleras traseras del hotel, para acceder al tejado. Era un lugar popular entre los empleados cuando los centros turísticos sobre Tangolunda Bay lanzaban fuegos artificiales, por eso yo había estado allí antes, pero no salté. No quería saltar con ellos por allí – no hasta que me fuera con algo bueno. El tejado estaba cubierto con gravilla sobre el alquitrán, y me llevó un tiempo cruzarlo. No creía que fueran capaces de oírme a través del techo, pero todas las habitaciones tenían balcones y si ellos estaban ahí fuera, o tenían la puerta abierta, quizás pudieran. Mientras me acercaba al parapeto de cemento que bordeaba el tejado les oí hablar. Por el sonido, no estaban en el balcón pero debían haber abierto la puerta. Mi amigo del “acento de Bristol” hablaba: -El no será el propietario. Sólo es un crío. Debemos averiguar a quién pertenece la casa, y todos los que viven en ella. Gruñó, sorprendiéndome. -¿Todavía tu estómago? Les sucede a veces a los extranjeros. Diferentes bacterias, dicen-. Inglés con acento mexicano. Probablemente el hombre de la Agencia Federal de Investigación. -Puñetera bacteria...

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-Preguntaré abajo a quién pertenece la casa-. -¡No! Hay vecinos. Si tú preguntas, puede que respondan, pero también puede que cojan el teléfono, ¿comprende? Tiene que haber grabaciones que pueda revisar discretamente. El agente de la AFI dijo: -Sí, hay grabaciones. Por teléfono no es tan efectivo, sin embargo. Con mi placa en sus caras, los resultados son mejores. ¿No me necesitará directamente? -No. Ahora es el juego de la espera. Llámeme. Oí como se abría la puerta, pero antes de que se cerrara le escuché añadir. -Y, por favor, consígame Pepto-Bismol-. Había tensión. Claramente, este hombre no estaba acostumbrado a decir “por favor”. -Por supuesto, señor Kemp. ¿Y algunas botellas de agua más?. -Buena idea. La puerta se cerró. -“¡Mierda!-. Le oí-¿Kemp?- gruñó de nuevo y luego moverse. Sus pisadas cambiaron, con eco. Estaba en el baño. Oí sus pantalones, con el cinturón, caer al suelo y el inconfundible sonido de las dificultades gástricas. Impulsivamente, metí el espejo en mi bolsillo trasero y me colgué del parapeto. No era para nada una escalada dura. En las divisiones entre los balcones había intrincados ladrillos que proporcionaban un buen agarre para manos y pies. Las alturas no me preocupaban desde que podía “saltar” a la seguridad. Estaba en el balcón antes de que él tirara de la cadena. Me arrodillé en la esquina y, silenciosamente, acerqué una de las sillas para esconderme parcialmente.

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Sonaron pasos y él llegó hasta el marco de la entrada, con unos binoculares e n su rostro. Estaba estudiando la casa, la casa de Alejandra, mi casa. No. Mi casa no, mi hogar no. Nunca más. Quizás pudiera empujarle por el balcón. El examinaba la calle; examinaba las ventanas de la casa. Sacó algo del bolsillo y, todavía mirando por los binoculares, le habló. -¿Algo?-. Una voz respondió, crepitando por la estática, a bajo volumen. -No. No desde antes, cuando conducíamos hacia aquí desde el dentista. Sentí unos siete saltos en un minuto-. -Tienes más alcance que yo- yo sólo sentí dos, al borde de la ciudad. He enviado fuera a Ortiz, a averiguara a quién pertenece la casa. Mantén los ojos abiertos, ¿de acuerdo? Yo no puedo vigilar continuamente-. La respuesta fue demasiado baja para poder oírla, pero esta parte de la conversación fue alta y clara. -Porque el maldito cuarto de baño no está en la línea de visión del objetivo, ¿estamos?-. Devolvió la radio a su bolsillo y, gruñendo, regresó al cuarto de baño. Había hecho bien en bajar. Alcance. Alcance variable. Uno de ellos pudo sentirme desde, la consulta del doctor Ortega, a cinco kilómetros, pero Kemp no pudo. Sin embargo, él sintió mis últimos dos saltos justo antes de llamar a Alejandra; no podían haber estado en La Crucecita, a uno o dos kilómetros, sino que aún les llevaría cinco minutos encontrar el camino. Él ciertamente lo hubiese sentido si yo saltaba mientras estaba en el balcón. Entonces lo entendí todo. Alcance. Ellos podían sentir saltos, pero no podían haber estado practicando sólo conmigo. Tenían experiencia sintiendo saltos. Otros saltos. No los míos.

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¡Mon Dieu, había otros saltadores! Kemp gruñó otra vez, el sonido haciendo eco en los azulejos del baño. Recordé cuando yo estuve enfermo poco después de llegar a Oaxaca y deseaba poder morirme y acabar con aquello. Esperaba que él sufriera durante semanas. Entonces usé el espejo; cuando estuvo enfocado, él estaba aún en el baño. Lo bajé hasta el borde de la entrada; lo incliné para inspeccionar la habitación. Sus maletas estaban en el armario, sobresaliendo, pero aquél maletín que no había dejado llevar a Vidal estaba sobre la cama. Me pregunté qué contendría. Bueno, ¿por qué no averiguarlo? Estaba apenas un paso dentro, en la alfombra, silencioso, pero creo que la luz estaba debilitándose levemente mientras pasaba por la puerta. Incluso enfermo como estaba, Kemp se dió cuenta. Le oí pelearse con sus pantalones pero yo tenía ya la mano en el maletín antes de que él traspasara la puerta del baño. Estaba intentando apuntarme con algo, algo más grande que una pistola, levantándolo, pero yo salté. La voz de mi padre – No dejes que nadie ni siquiera te apunte con un arma. No, papá. Hago lo que puedo. No fui muy lejos. No pude. Si no me hubieran cogido, hubieran centrado su atención en Alejandra. Así que quería que me atraparan. Fui a la isla en la siguiente bahía, la isla La Montosa, un pedazo de roca de apenas trescientos metros, a sólo unos pocos cientos de metros de la cara este del cabo de Tagolunda Bay. Tenía una pequeña lengua de tierra extendiéndose hacia la península que resguardaba una pequeña playa de menos de cincuenta metros de largo. El resto de la isla eran grandes ondulaciones rocosas con una elevación con maleza en el interior.

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Estaba a sólo a cuatro kilómetros del hotel. Ellos tenían que sentirlo. Sentirlo, pero ¿podían rastrearlo? ¿Sentían la dirección? ¿Vendrían? El maletín tenía dos cerraduras de combinación de tres dígitos y estaban bloqueadas. Dos series de mil posibles combinaciones: solucionable, supongo, con suficiente tiempo y paciencia. Sólo empezar por 000 e ir probando hasta 999. Me senté en la pequeña playa y golpeé las cerraduras con una roca, lo que no sólo las abrió finalmente, sino que también alivió en gran parte la tensión mientras esperaba, especialmente cuando grité al lograrlo. Cada pocos minutos, tomaba aire y saltaba a los cuatro puntos cardinales, las orillas este , oeste, norte y sur de la isla, para ver si estaban viniendo ya y, con los saltos, les dejaba saber que aún seguía allí. De pronto, el maletín se abrió con un estallido, pero la explosión fue brillante y caliente y tuve que arrojarlo lejos de mí. Estaba sorprendido de no haberlo activado antes, con todos los golpes, pero eso sólo significaba que era autodestructivo, no diseñado para matar o, evidentemente, yo estaría muerto. El contenido eran cenizas, plástico fundido y metal ennegrecido. Había la esquina carbonizada de un pasaporte, pero fue lo más reconocible que encontré. La explosión había sido realmente brillante y rastros de luz flotaban en mi campo de visión. Magnesio, quizá. Había sido uno de los más memorables experimentos de ciencia caseros – la fina cinta de metal que continúo ardiendo hasta que mi madre la hundió en agua. Legaron en dos lanchas – una fue directamente a la playa, evitando las rocas que salpicaban la boca de la caleta, y la otra intentó hacer algo en el lado

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orientado al mar. Podían haber desembarcado a un nadador pero eso hubiera significado destrozar la lancha por acercarse demasiado a la lava irregular. Las olas la habrían aplastado contra el acantilado. Al final, esa lancha rodeó la isla y también atracó en la playa. Estaban sólo tres de ellos – Ortiz, de la AFI, Kemp, de Bristol y un hombre con barba, que sobrepasaba a los otros dos. Este no había estado en San Diego, hubiera recordado a un hombre tan alto. Eso significaba que habían dejado a alguien en la casa. Quizás más de uno. No supongas que los has visto a todos. Pensé en Alejandra y en el resto de la familia Monjarraz. Quise ir a inspeccionar, pero nada llevaría a aquellos bastardos a ella – a todos ellos – más deprisa que si yo saltaba hacia allí. Telefonear, pensé. Más tarde. Mientras tanto, yo tenía dudas. Tenían ganchos de pesca y un arcón de hielo. Sentí que mis orejas enrojecían y mi garganta se estrechaba. ¡Pensaban que yo era idiota! No sé por qué eso me cabreó tanto. Demonios, probablemente eso hubiera sido de gran ayuda si ellos creían que yo era un crío bobo. Les observaba desde la parte alta de la isla, donde comenzaba la maleza, tie rra adentro desde donde la punta que formaba la cala se unía a la parte princi pal de la isla. Estaba sentado en la sombra, ya que había encontrado una roca plana donde aparcar el culo. Excepto la playa de arena, cualquier otro lugar en toda la isla parecía estar compuesto de pequeños fragmentos de lava.

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Me pregunté si ellos sabrían la diferencia entre alguien saltando a un lugar y saltar lejos o si para ellos era lo mismo. No parecía que me sintieran cuando no estaba saltando, o nunca hubiera podido alcanzar ese balcón. Dejaron a Ortiz con las lanchas, con una de las barras, y se di rigieron por la playa hacia mí. También tenían cañas de pescar en su mano izquierda, pero la derecha permanecía cerca de las bolsas que colgaban de su hombro derecho. Salté diez pies a la derecha, sin quitarles ojo. Ambos reaccionaron, mirando justo donde ahora mi cabeza sobresalía de la maleza...pero Ortiz ni se había inmutado. Seguía fingiendo pescar desde la playa, junto a las lanchas. Ajá: él no lo sentía, ellos sí. Me di la vuelta salí corriendo, derecho al centro de la isla. Bueno, todo lo derecho que la maleza y las rocas me permitían. Los arbustos rasgaban mi camiseta y acabé con arañazos en mis antebrazos desnudos, pero probablemente lo estaba haciendo mejor que ellos. Eran más grandes y tendrían que forzar su camino, e iban vestidos de turistas. Bermudas, por amor de Dios. Estuve fuera de su línea de visión en treinta segundos. Ellos aún estaban luchando por abrirse camino hacia la roca elevada al final de la playa – no llegaba a acantilado, pero tampoco podía subirse sin agarrarse con las manos acá y allá. Yo empujé hasta estar en el extremo más alejado, justo al borde de un verdadero acantilado. Había una roca encajada un poco por encima del resto y trepé por su parte trasera para atisbar. Necesitaba una pista visual – las olas golpeando el acantilado debajo ahogaban cualquier posibilidad de oírles moverse a través de la maleza. Llegaron, Kemp por el centro, como había hecho yo, pero el otro hombre, el grande, vino por el borde del acantilado, desde la derecha. Había llegado con rapidez y supuse que no había tanta maleza contra la que luchar.

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Salté justo allí, tras él, y se tambaleó sobre el borde. No había tenido que tocarle pero casi me atrapa, pasando sobre el borde; era mucho más alto, sus manos como garras rozando mi pelo mientras yo retrocedía. No aterrizó en las rocas, a pesar de que eso fue sólo una cuestión de suerte. Una ola lo golpeó justo antes de estrellarse, y fue golpeado y salpicado, mayormente con la cabeza fuera del agua, mientras se arrastraba de vuelta sobre los charcos de la marea en la base del acantilado. Uno. Si yo hubiese dudado, Ortiz habría sido avisado. Su radio estaba chirriando cuando derribé la roca desde atrás, y la voz de Kemp dijo: ¡Ortiz, cuidado!-, mientras Ortiz caía de rodillas. Estoy seguro de que es un crimen fe deral golpear a un agente de la AFI. No conseguí noquearle y dejarle completamente inconsciente, pero le puse sus propias esposas en las muñecas antes de que pudiera hacer algo más que gemir. Remolqué la segunda lancha desde la orilla con la primera, haciendo una chapuza al sacarla entre las rocas. Mi bote se salvó, pero el oleaje estrelló el segundo contra las rocas y raspó la pintura y la fibra de vidrio del costado. Muy mal. Puede que perdieran su depósito. Eché el ancla a sotavento de la isla, a medio camino entre ella y el cabo. Allí había bastante profundidad, unos cuarenta metros, pero usando el cable del ancla de ambas lanchas, pude alcanzar el fondo con algo de cable sobrante. Se hundiría, pensé, si había algún cambio en el viento. Qué lástima. Incluso en el abrigado sotavento de la isla, las cabezadas de la lancha, especialmente fuertes por el cable del ancla, estaban poniéndome enfermo. Salté a la orilla opuesta donde una playa de doscientos metros llamada Playa de Mixteca estaba metida en el lado este del cabo. Su extremo norte estaba bordeado por un pabellón de playa, pero yo fui al otro extremo y miré hacia la

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isla, a sólo doscientos metros, unos dos campos de fútbol. Podría cruzar de vuelta al instante, pero Kemp estaría ahí un rato si intentaba cogerme. Tendría que nadar al menos tan lejos como las lanchas. Hablé por la radio de Ortiz. -Sr. Kemp-, dije, -¿Está ahí? -¿Quién es?-. No conocía mi voz y no estaba seguro, pero probablemente sospechaba. -Soy el huérfano-. Realmente, eso lo decía todo. Ellos probablemente tenían mi nombre. Nombres. Pero no les iba a regalar nada. Sólo necesitaba saber por qué. -¿Qué tal las tripas? ¿Todavía le chorrean? -Un grifo, dijo, -Estás complicando las cosas. -Ortiz estaba consciente cuando le dejé-. -Un poco de conmoción. Podría tener una hemorragia. -Mala suerte. ¿Y el grandulón?. -Cabreado. -¿Y mojado?. -Oh, sí-. Una pausa. -¿Qué quieres, chico?. Ahí estaba. -Quiero saber por qué. ¿Qué le hicieron mis padres? ¿Por qué los mató? ¿Por qué está intentando matarme?. Silencio. Entonces dijo -No sabes de lo que estás hablando-. La comunicación se cortó con un siseo de estática. -¿Kemp?.

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No hubo respuesta. Lo intenté algunas veces más, entonces solté un taco y empecé a cambiar los canales. La voz de Kemp: -...en el mapa, es la playa Mixteca, ¿lo tienes?. -Estoy moviéndome. -Bien, vamos a desmenuzar la isla. Podría tener una base. O un almacén de suministros. Tiene que tener alguna razón para haber estado aquí. Hubiera querido transmitir: -Para atraer tu crédulo culo lejos de la gente que me importa-. Pero eso sólo les llevaría a ir tras Alejandra. En su lugar apreté el botón y dije: -Toda la suerte con eso, gilipollas. Yo me voy de esta ciudad. Volveré a ver a alguno de vosotros de nuevo. Y haré algo más que golpearle con una piedra. Arrojé la radio al agua. Quería asegurarme sobre Alejandra, pero salté al rancho de Sam, me senté junto a la fuente y apreté la base de la palma de mis manos contra los ojos. Consuelo se aseguró sobre Alejandra por mí, a larga distancia. Ella iba a llamarla directamente pero le dije que ellos podían rastrear la llamada, así que lo hizo a través de una de sus sobrinas. Alejandra había cerrado la agencia y, en la oscuridad de la noche, se reunió con su novio actual en el puerto deportivo de Santa Cruz. Un velero de dieciséis metros, que descansaba de un viaje de California a Florida a través del canal de Panamá, partió esa noche, habiendo adquirido la necesaria pericia en las aguas de la zona y el idioma. -Bien-, dije. -Muy bien. Todavía estaba furioso. Dos hogares desaparecidos. Pero ella estaba segura por ahora y eso me quitaba un gran peso de los hombros.

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-¿Qué vas a hacer?-, preguntó Sam. -Parece que saltar es lo que les está haciendo caer sobre ti. -Y si no salto, también vienen tras de mí. No me encontraron por saltar. Fueron mis dientes. Mis placas dentales. Puedo saltar sin problemas, mientras no haya gente a mí alrededor cuando lo hago. Es decir, cuando salto a un lugar. No duele saltar lejos rodeado de gente. No me importa que ellos sepan dónde estaba, sino donde estoy – donde me quedo, donde vivo. Sam pensó en ello durante un rato. -De acuerdo. Conozco algunos lugares donde la gente no va. Lugares demasiado duros, demasiado cálidos, sin agua. Asentí con la cabeza. -Esa es la idea. Pero no un lugar que tú conozcas. Es mejor que puedas ser capaz de decir: yo no sé dónde está-. Pateé el suelo. -Ellos aún podrían rastrear a Consuelo desde su familia. Si lo intentan en serio. Demasiada gente para mantener un secreto. Torció el gesto ante esto y miró hacia la cocina, donde Consuelo estaba cocinando la cena. -Me parece justo. Piensa en ello, de todas formas. Hay lugares a los que puedes ir donde nadie más puede ¿no? Quiero decir, una vez que tú has estado allí. Piensa en eso. La INS vino a por Consuelo dos días después de que yo marchara de Oaxaca. Su visado estaba bien – era evidente que estaba empleada por Sam por más del 125 por ciento del límite de pobreza exigido – pero alguien dijo que estaba activamente implicada en el tráfico de inmigrantes ilegales hacia el país. Yo lo veía desde el viejo establo, apretando y aflojando los puños. Se me ocurría saltar al polvoriento camino y agarrarla de vuelta a Oaxaca, pero probablemente eso no fuese más seguro. Sam, sabiendo donde estaba yo, sostenía una mano tras su espalda y la movía de lado a lado. Más tarde, cuando se hubieron marchado, él paseó hasta el establo, pero no entró. Le habló al aire. -Conocía al agente de uniforme, pero ¿esos dos de traje? Nunca les había visto antes, y me he encontrado con la mayoría de los muchachos de aquí. Creo que tú podrías querer dar un paseo, después de que

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oscurezca, al lavadero de la fuente. Hay una vieja mochila arriba en el almiar. Llevaré algo de comida y una cantimplora a la fuente. Camina un largo rato antes de saltar ,¿de acuerdo?. -¿Qué pasa con Consuelo?. Escupió en el polvo. -Ellos pueden deportarla o no. La verdad es que creo que ellos están intentando hacerte salir, ¿sabes?. -Podría sacar a Consuelo. -Y entonces ellos lo sabrían, ¿no?. Conocemos a bastantes abogados inmigración poderosos. Les pondré con ello.

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-¡Mierda! Escupió de nuevo. -Sí. Mierda y más mierda. Pero tú sólo lo empeorarías. Pasé la tarde empacando mi ropa, mi dinero y un cuaderno de bocetos. Escondí el resto de las cosas bajo un viejo comedero. Caminé tres horas, a buen paso, hacia el sur. Estaba bastante seguro de haberme alejado al menos seis millas, pero de todas maneras seguí andando. ¿Adónde estaba yendo? Ellos debían tener gente en Huatulco. Debían aún tener gente alrededor de la casa de Sam. Probablemente, alguien en San Diego, pero yo tenía un montón de lugares a los que saltar desde allí. Ellos no podían estar en todas partes, ¿no?. ¿Cuántos había por ahí, en cualquier caso? Me refería a aquéllos que podían de hecho sentir cuando yo saltaba. No tenía ni idea. Una organización secreta sólo puede ser tan grande hasta que deja de ser secreta, ¿cierto? Dormí sobre un trozo de suelo arenoso entre dos rocas orientadas al sur. Usé el fondo de la mochila, la parte donde estaba mi ropa, como almohada, y las rocas aún estaban templadas del sol del día.

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Por la mañana, después de comer, beber y orinar contra una roca, me sentí mejor. Caminé otras tres millas antes de decidir que ya estaba suficientemente lejos. Salté al este, de vuelta al Área Vacía, un lugar del que estaba bastante seguro que estaría limpio. Había una grieta protegida arriba de la cresta, no suficiente para mí, pero sí para esconder el paquete. Fue fácil llegar – no estaba demasiado alto – pero había desagradables chollas saltando por todas partes. Podría saltar pasando las espinas a una cornisa por debajo de la grieta, y empujar el paquete dentro, donde era casi invisible. Salté al interior de San Diego, mi antiguo lugar bajo el seto de la Escuela Elemental. Calculé que había cierto riesgo de que ellos tuvieran a alguien en la zona que pudiera sentirme llegar, pero las posibilidades de que acertaran me parecieron bastante escasas. Pensé que estaba seguro, sobre todo si me escapaba del vecindario rápidamente. Me llevó media hora atravesar el parque Balboa hacia el centro, a la biblioteca. Encontré lo que quería en un libro de historia de la minería. Estaba en el desierto al este de las Montañas de San Diego: el Parque Estatal del Desierto Anza-Borrego. Llegar allí me llevó dos días. Comencé por saltar dentro de un autobuses Greyhound mientras el conductor estaba aún examinando los tickets de los pasajeros. Me senté en la fila anterior al baño, encorvado, haciéndome más pequeño de lo que soy normalmente. Afortunadamente, el autobús iba sólo medio lleno y nadie quiso sentarse cerca del váter. El autobús se dirigía al oeste por Tucson y El Paso, pero lo dejé en la salida por Plaster City, justo al oeste de El Centro. El autobús no paró allí, pero aminoró en una pequeña colina y yo me fui. Consideré hacer auto-stop desde allí, pero no quería dejar ningún rastro de mi presencia en el vecindario – nadie podría recordar mi cara. Hice el camino a la

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pequeña ciudad saltar una vez de vuelta a San Diego por Gatorade. Me llevó dos horas caminar las siete millas. Plaster City tomaba su nombre de la planta de U.S.Gypsum de allí. Fabricaban placas para tabiques y las enviaban al este y al oeste en trenes regulares, pero lo interesante era el ferrocarril de vía estrecha de veintisiete millas de largo que funcionaba para alcanzar la cantera en las montañas Fish Creek. Y era donde yo quería ir. Monté en uno de los transportadores de yeso vacíos de la cadena y me envolví la cara con la camiseta para evitar respirar el polvo. La trituradora estaba en lo alto de la cantera e incluso aunque habían descargado en Plaster City, el polvo arremolinado era aún espantoso y yo no podía dejar de pensar que las puertas del suelo del vehículo se abrirían y me arrojarían bajo las ruedas. Cuando llegué allí, caminé alejándome de la cantera, subí por un barranco, salté entonces a la casa de Sam y me di una larga ducha, y, aún así, estuve estornudando polvo toda la tarde. La mañana siguiente volví a San Diego y cambié todos mis pesos por dólares en Seguros & Cambio de Moneda Baja Mex. Después, cogí el autobús que cruzaba la ciudad hasta un Almacén para el Hogar y compré cuerda, linternas, pilas y un sombrero resistente. Luego volví a las montañas Fish Creek. Había muchas viejas minas más lejos, arriba de las montañas, la mayoría con señales de peligro y bloqueadas por rejas de acero soldado colocadas por el servicio de parques. Obviamente, las rejas no eran problema para mí, pero la mayoría de las minas profundizaban sólo un poco, lo que no me servía, o se habían hundido después de unos veinte pies. La única que me servía era la más extensa, una mina de cobre y oro abandonada hacía tiempo, pero mucho más desarrollada. Tenía un pozo vertical, aunque la plataforma que sostenía el ascensor a vapor se había podrido

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hacía tiempo. Sin embargo, una vieja escalerilla de hierro todavía descendía, y, una vez que hube saltado a la reja, me arriesgué. Pero estaba preparado para saltar, por si se rompía. A cien pies de profundidad pozos horizontales seguían vetas agotadas. Uno de ellos había atravesado una caverna natural, de unos sesenta pies, y el aire llegaba de la caverna al pozo. En el extremo más alejado de la cámara, un arroyo manaba de la superficie de la roca, caía a través de una serie de cuencas del tamaño de un lavabo, y luego manaba de nuevo a través de una grieta en la base de una pared. Era un paso natural que acababa en una pequeña cámara, pero el aire fluía desde grietas como puños cerca de de la pared de agua. Esto era bueno. Sería esto. Aún no estaba mal de dinero - habría sido estupendo comprar todo el material – pero no hubo manera de que la tienda de armas vendiera a un crío pólvora sin humo. Demonios, ellos ni siquiera me querían en la tienda. Nada más verme, me preguntaron: -¿Dónde está tu padre, hijo? ¿Estás aquí con algún adulto? Pude elegir entre enfurecerme o deprimirme. -Me equivoqué de puerta-, dije, y salí. Me cabreé. Me ayudó enojarme con ellos. Hizo que fuera más fácil hacer lo que necesitaba hacer. Tenían enormes cerrojos y barreras descendentes para cerrar la tienda. Y ¿eso me afectaba a mí? Arramblé con los suministros de pólvora sin humo, cincuenta y tres latas de metal. La dinamita habría sido más efectiva, pero requería detonadores y todo eso, y no sabía dónde conseguirlo, mucho menos cómo usarlo. Apilé las latas en la galería horizontal que llevaba a la caverna, pero en su principio, junto al viejo ascensor. Las concentré en cuatro de los pilares que sostenían las vigas del techo. Usé un abrelatas, abriendo un agujero en cada una

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de ellas. La penúltima lata la puse junto al montón, y la última la usé, con mi mejor estilo de película de piratas, en verter un reguero de pólvora que corría desde la boca de la lata en este lado a treinta pies dentro del túnel. No sabía que ardería tan rápido. Mi intención había sido saltar a la superficie para escuchar la explosión, pero en lugar de eso fui lanzado lejos, al Área Vacía, y me lo perdí. El aire estaba lleno de polvo y olor a químico cuando salté de vuelta a la caverna, peor que mi viaje en el transportador de yeso, así que me marché y no volví hasta el día siguiente. Examiné la galería horizontal desde los dos extremos. La mayoría de los escombros caídos habían llenado el fondo del hueco del ascensor. Mi túnel estaba repleto y los demás prácticamente bloqueados. En el otro extremo, el túnel se había colapsado tras la siguiente viga, unos quince pies de relleno. No estaba totalmente bloqueado, pues una brisa corría en esa dirección, pero ciertamente estaba a prueba de que alguien se colara a hurtadillas por él. Algo anda muy mal cuando una caverna bajo tierra y sin salida es el lugar más seguro en el que estar.

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Seis Antiguos caminos

Lo intenté a lo largo de varios días, pero no funcionó. Finalmente, volví a la biblioteca de San Diego y encontré la imagen que necesitaba en una guía turística del Reino Unido. Memorial de los Mártires en Oxford muestra donde la calle Broad se encuentra con la San Gil. La guía me recordó lo que era, pero mamá nunca me dijo los horripilantes detalles. Los mártires fueron tres protestantes de la Iglesia de Inglaterra, los quemaron durante el sangriento reinado de María. Quemados... en bruto. ¿Cómo podía la gente hacer algo así? La imagen, sin embargo, me trajo de vuelta, literalmente. Me recordó lo suficiente del lugar. Horripilante recuerdo, la verdad. Un segundo estaba allí con mamá, esperando a papá para sacarle la foto, después un coche salía de manera amplia de la calle demasiado rápido y se estrellaba contra un taxi, apenas a tres metros de distancia. Bocinazos, vidrio, llantas chillando, pandeo de metal y plástico plegable. Ruido. Me asustó todo el camino de regreso a nuestro piso en Lechlade. Instantáneamente. Pero no tenía ningún recuerdo de ese plano. Uno pensaría que lo haría, pero no podía recordar siquiera cómo era mi habitación. Llovía en Oxford y estaba frío, y los peatones caminaban ocultos bajo sus paraguas o encogidos en sus Macks de color amarillo brillante como tortugas.

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Crucé la calle y caminé, llevado por la corriente. Estaba mojado y frío, pero no me importaba. Había noventa y dos grados Fahrenheit en Sam's y apreciaba el frío. Al menos por un tiempo. Cuando llegué a tener demasiado frío y a estar demasiado húmedo, tomé un sitio cerca de la Librería Blackwell en Broad Street, pero caminé varias cuadras más. Era mi nueva regla. No llegar desde donde me dejaban. No sabía quién podría estar esperando. Di vuelta a una esquina mientras encontraba ladrillo, y apartamentos y un supermercado pequeño, y salté. Fue algo que aprendí de experimentos recientes. Si saltas al girar una esquina, y alguien te ve, está bien. Si te miraban desde atrás, pensarán que sólo continuarás dando vuelta a la esquina. Si te ven del otro lado, pensarán que darás un paso atrás. La gente llama a nuestra vista todo el tiempo, a través de las puertas, alrededor de las esquinas, en el metro, pero los vemos a dónde van. Sabemos que el cuerpo todavía está allí fuera de la vista, en el otro lado de la puerta, en el metro en retroceso, a la vuelta de la esquina. Pero Kemp y su gente – lo sabían mejor. Me tuve que calentar un poco en Sam. Mi nuevo lugar era húmedo y oscuro, un poco demasiado Oxford en una lluviosa noche, pero Sam a las siete de la hora de Greenwich estaba caliente, brillante y árido. Una media hora de sol me secaría. Llamé a la caverna del agujero, menos como un agujero hobbit y más como una guarida de tejón, a donde los perros me habían perseguido, se había derrumbado. Era confortable, ligeramente húmeda, ligeramente fresca, el tipo de lugar donde querría usar tenis y una chaqueta de punto o tal vez un traje de vestir difuso para mantener el frío. La cámara estaba encendida en todos los bordes con las luces de jardinería de bajo voltaje. Tenía una pequeña luz más brillante,

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también de baja tensión, cerca de la cama y del escritorio, yo sólo encendía esos cuando los necesitaba, pero las luces de jardinería se quedaban todo el tiempo, no había ventanas, ni la luz del sol tocaba el agujero. Lo último que quería hacer era un balón suelto alrededor de un interruptor de la luz al despertarme en la noche. Claro que no quería estar en esa oscuridad. Todo el lote corría por un banco de baterías de navegación que se encontraban en un estante de la antigua explotación minera. Durante el día, cuando la luz solar golpeaba la boca de la mina y calentaba todo el entorno de la roca, una corriente ascendente de aire salía a través de los escombros en el túnel derrumbado, causando una palpable brisa en el agujero. En ese momento el generador podía funcionar con la gasolina como combustible para recargar las baterías, ya que el humo del escape maloliente fluía a través de los huecos y grietas. Sólo tenía que correrlo una vez a la semana o así - en realidad funcionaba con las baterías. Pero las había robado. Yo había robado el generador. Había robado las luces, también. Infierno, robaba todo en esos días. Odiaba pensar en lo que mamá diría. La pólvora que había utilizado para volar el túnel de la mina había sido el comienzo, por supuesto. Yo me justificaba - nunca me lo hubieran vendido, pero no pasó mucho tiempo para quedarme sin dinero. Las baterías sola había borrado mi cuenta de ahorros. Las baterías venían de un lugar suministro de la marina en San Diego, hasta donde los chorros de jet sobrecargados de trueno en el aeropuerto es taban y podías contar remaches cuando hubieras terminado de bajarlos. No sé cómo me veía. Tal vez un poco sucio, un poco furtivo, pero uno de los empleados de

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planta me siguió alrededor y marcó cosas en mi lista. Las baterías, ácido profundo de gel, cables de la batería, un cargador de tres banco de baterías automático, y el generador. Lo tenía todo, no había sacado nada de la estantería, pero tuve cuidado de no rezagarme frente a cualquiera de las cosas que estaba viendo. Le pregunté un montón de cosas sobre su equipo de vela de proa auto-enrollable y luego compré una pequeña ancla para mi sucio bote. Yo no había dejado el sucio en Oaxaca. Pensé que podía recoger el casco si por primera vez quitaba el mástil y el timón y el motor y remaba. Estaba en el agujero, al revés, con todos sus accesorios apilados ordenadamente alrededor, los chalecos salvavidas se ponían encima. Mi barco en una cueva sin salida, en medio del desierto. Tenían un monitor en la caja, una de esas cosas con una división de cuatro direcciones, dejando ver el mostrador, la puerta, la salida de emergencia, y el contador donde los electrónicos marítimos estaban. No parecía que hubiera que controlar las baterías o cualquiera de las otras cosas en mi lista. Las baterías eran pesadas. Había tomado doce esa noche y, debido a que las había vaciado, tomé su pantalla resistente y útil también con el resto de las cosas de mi lista. Me puse los guantes. Los muebles eran de Ikea. La cama, el escritorio, los estantes. Eso había sido fácil. Montarlas había sido fácil. ¿Lograría nivelarlas? Estúpida cueva. Home Depot había "donado" concreto y un nivel y una tina de mezcla de mortero y las cosas que tenía en secciones a nivel del piso. Tenían un montón de cámaras, pero su estantería sobrecargada las bloqueaban. Si y se agachara

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debajo de uno de sus bastidores, podría pasar inadvertido, incluso durante las horas de oficina. Las baterías eran pesadas, pero el concreto listo para la mezcla era pesada, también. Apenas podía mover los sacos de ochenta kilos, pero salté bien, y cuando estaba mezclando los abrí y utilicé una vieja lata de café para sacar la mezcla. Estaba fea cuando terminé, áspero, tosco, pero era un nivel. Mi cama sería el nivel. El escritorio estaba al nivel. Las tres estanterías estarían al nivel. La mesa del comedor estaba al nivel, pero se veía rara. Se podrían sentar cuatro, pero había tomado una sola silla. Quiero decir, después de todo, ¿por qué necesitaría más que una silla? Pero me molestó y me molestó y, por último, una noche, salté de nuevo al Ikea y completé el conjunto. Por supuesto que me molestó, también, pero por lo menos cuando mis ojos pasaban sobre la mesa no me inmutaba más. Era el número correcto si alguna vez querría llevar a Sam, Consuelo, y a Alejandra allí. A Sam le tomó cinco días conseguir que Consuelo saliera de detención. Al final, un supervisor de la patrulla fronteriza se enfrentaba a una investigadora oficial. No pudo dar cuenta del gran depósito en su cuenta bancaria en el tiempo en que había ordenado su arresto. -Uno de sus propios hombres se lo dijo al abogado-, le explicó Sam. -No estoy seguro de si estaba enojado porque su jefe recibió un soborno o porque no lo dividió. Nos encontramos en la gasolinera Texaco en la que había encontrado la ambulancia. Salté ahí cuatro horas antes, incluso antes de su apertura, y esperé en un cepillo, con un libro. Consuelo me dijo que era un botones nuevo en el Hotel Villa Blanca, un extranjero - es decir, un Mexicano del norte, no un oaxaqueño - que había

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tomado su descanso donde podía ver la de casa Alejandra y en su tiempo libre caminar a las colinas sobre el complejo de la familia, con los prismáticos. Alejandra había encontrado a un viejo compañero del Instituto de Idiomas que querían un cambio y estaba dispuesto a hacerse cargo de la agencia de traducción. Alejandra tomó un trabajo en la Isla Saona en República Dominicana, traduciendo en inglés y francés para los turistas, y estudió el local caribeño español. Consuelo chasqueó la lengua - chasqueó la lengua al novio que regresaba de Huatulco "como su amigo". Demasiada cercanía había terminado la relación y me alegré hasta que ella me dijo que Alejandra había ido a ver a otra persona, a un dominicano local. C'est la vie. Me dejaron en El Centro y regresé a casa. Salté de nuevo a la Agujero desde allí, una buena hora después de que se fueron. Había un campo en Oxfordshire en alguna parte cerca del Támesis o en unos cerros o ruinas históricas, pero estaban a pocos kilómetros de una estación de tren del pueblo en la línea de Oxford marcada como Redding y Londres. Había un toro también, pero estaba con sus vacas, así que estaba bastante tranquilo, excepto cuando me aparecí haciendo aire justo al lado de él. Incluso entonces, por lo general sólo resoplaba y se alejaba. Sobre todo en la lluvia. Por lo menos me pareció así. Abriéndome paso entre las empanadas de la vaca a través de la hierba húmeda, salí por la puerta, y luego penosamente a lo largo del asfalto de la estación que era una buena caminata, pero estaba un poco húmedo. Más de una vez, me presenté en la lluvia y salté a la estación telefónica. Pero realmente era desagradable para mí hacer eso. Sólo hizo falta que uno de ellos pasara a través de las 9:52 a la estación Paddington y esperara por mí en el campo de un día con niebla.

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Suficiente para darme pesadillas. No es que no fuera a ir a Londres o Oxford adecuadamente, de vez en cuando, pero si lo hacía, me apresuraba lejos de ese lugar tan rápido como podía. Quería huir del lugar. Quería al mundo. Phuket fue más fácil que Oxford. Mis recuerdos eran más fuertes, los olores, los colores increíbles de la costa, los portugueses con influencia en la arquitectura. Compré chorizo, arroz pegajoso mezclado con plátano y coco rallado o frijoles rojos envueltos en hojas de plátano de los vendedores que llevaban sus productos en cestas de mimbre. O satay que se vendía en carros de acero inoxidable tirados por motos. Me estaba quedando sin dinero. Podría haberlo ganado, supongo. Traduciendo, tal vez en España o Francia, pero era sólo un niño, y un niño no corta con eso. Sin alguien como Alejandra para dirigir el trabajo de mi camino, bueno, lo que hubiera sido un duro scrabble. Pero aún así me tomó un tiempo conseguir el coraje. Mi primer intento hubiera sido un fracaso si no hubiera sido por el hecho que ni siquiera supieron que había estado allí. Vi a los guardias de los automóviles blindados, uno de ellos conduciendo, dejar la llave del vehículo fuera del camino seguro y entrar con sus bolsas de tela. Caminé hasta el otro lado, me asomé por la ventana blindada gruesa, regresé entre dos furgonetas, y salté. El camión estaba vacío. Esa era su primera entrega. Tomé una bicicleta de Wal-Mart esa tarde y llené los neumáticos. Al día siguiente, seguí al vehículo blindado que serpenteaba a través de ese barrio hasta tres supermercados, dos tiendas de joyas, y luego al centro comercial Horton Plaza. Les tomó varios viajes al centro comercial, de ida y vuelta.

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Hice mi movimiento, cuando hizo su siguiente parada, en el servicio de un cajero automático en un mercado de Henry. No tuve que moverme cerca – había visto el interior de la camioneta antes de esa fecha. Menos mal que había estado moviendo pilas y bolsas de cemento. Aclaré la parte de atrás del camión en menos de cinco minutos, saltando hacia atrás y adelante en el agujero. Tuve que cortar las bolsas para abrirlas. Trescientos mil dólares. Más o menos veinte mil. Era una de las grandes empresas de seguridad. ¿Seguramente tenía un seguro? Mamá no estaría feliz. Ni papá. Bueno, no estaban allí, ¿verdad? Los turistas me sacaron de Oxford - ellos y sus autobuses. Los autobuses eran la cosa más rara. Las empresas los manejaban y los turistas los utilizaban para ir de un lugar a otro, pero eran más como autobuses de ciudad, corriendo todo el tiempo, y sobre todo vacíos. Odio los gases de diesel. Encontré un dojo de karate en la corrida del puente Knights, junto con un gimnasio de lujo. Era caro y yo tenía la firma falsa de mi padre en un comunicado, pero tenía unos vestidores muy bonitos con duchas. Pagué un año. Era mi regalo de cumpleaños para mí mismo - tenía trece años. Tuve un baño con esponja fría en el agujero, pero la solución local llamaba por más construcción, tal vez un calentador de propano, y dejar correr el agua jabonosa lejos con la limpieza del marco de la pared, pero odiaba la idea. Me imaginaba alguna fuente en el desierto donde el borrego cimarrón vendría a

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beber, haciendo espuma con agua jabonosa. Era la razón por la que usaba un baño con balde odorizado con nuevo desinfectante con olor a pino en la cámara más pequeña y, cuando lo necesitaba, era objeto de brincos a un área de picnic del parque a cielo abierto tarde en la noche. Todavía era cuidadoso. Ciertamente no iría a cualquier lugar cerca del dojo. Usaba el Metro mucho, saltando a un montón de diferentes estaciones, siempre tratando de elegir un lugar, antes de irme, del que nunca he saltado antes. También en alguna parte donde las vídeo-cámaras no grabaran - en cabinas de teléfono o bajo anuncios de información que hacían un lugar en blanco. Yéndome, regresé al agujero, y sólo salté del metro en movimiento, cualquiera que fuera el tren que llegara. Elegía uno casi vacío y saltaba cuando nadie estaba mirando, o me movía al vagón que seguía, saltando cuando estaba entre las puertas del ruido, haciendo sonar el espacio. Pero tener que ir a clases era bueno, significaba que tenía un horario, una estructura que no tenía antes. Significaba que tenía que ser vigilado. Fue en uno de esos husos horarios, que mostraba la hora en dos lugares diferentes a la vez. Lo guardaba en el de EE.UU., en la hora del Pacífico, menos siete, y en Londres, y en los cero de Greenwich. Si le tocaba un botón me mostraría el tiempo en Phuket-Greenwich más siete. Desayuno, cereal, tendía a comer en el agujero. Tenía una pequeña nevera de doce voltios para mantener la leche. A las ocho de la mañana era el momento de la clase, por la tarde a las cuatro clases para adolescentes en el dojo. Yo era el más joven ahí, y también el más pequeño. Pero compensaba la falta de tamaño. -Feroz el uno, ¿eh,?- Eso era lo que el instructor, Sensei Patel, le decía a Martín, el instructor junior que tenía nuestro grupo, después de ver mi potencial. Estaba

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envuelto en almohadillas y lo general recogiéndome, una vez más, pero estaba de vuelta allí, dando puñetazos y patadas. -No está bien, uno-, Martin diría con una gran sonrisa en su rostro. Él sabía que yo podía oír. Estaba bromeando. -¡Oh! Menos bloqueo con la cabeza, ahí. Después de clase dejaba mi ropa, hecha por libras, por lo general la ropa de ayer y el día de práctica y la ropa de cama cada semana o algo así. El almuerzo era lo que fuera, por lo general en Londres, sin saltar. Claro que pasaba la noche allí, pero si deseabas un tipo de comida y no se podía encontrar en Londres, no lo estabas intentado muy duro. Bueno, excepto Mexicana, tal vez. Comí Paki, India, China, y el ocasional mordisco de pescado y patatas fritas. Había una sucursal de la biblioteca no demasiado lejos del dojo donde hacía mi tarea en los cuadernos de trabajo. Todavía estaba trabajando en una serie de ciencia en francés y matemáticas españolas por lo que las mujeres que trabajaban allí, se mantenían acercándose a probar sus "Bonjour, mon ami" y "¿Como está?". Se decepcionaban un poco cuando descubrían que no era tan extranjero, pero siempre eran buenas para un puntero o dos cuando me quedaba atrapado en un poco en matemáticas o un poco en química. Las bibliotecarias de referencia, explicaron, vivían para responder preguntas. Y yo era un buen cambio de los chicos que les quería contar "dónde los informes se guardaban" o llegaban para besarse en la escalera o conseguir algo de marihuana por el inodoro. La cena podía ser en cualquier lugar. En la mañana en Phuket, algo en San Diego. Nada en Londres, sin embargo, llegar pasada la medianoche a Londres. A veces me gustaba ir a mi sórdido lugar en la Bahía de Cha-cacual, una bahía de veinte millas al oeste de La Crucecita, y buceaba mi cena, langosta o pescado, cocinados en la playa con limas y pimientos.

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Después a mi casa en el Agujero y dormir y otra vez arriba, recoger mi ropa sucia y repetirlo según fuera necesario. Después de seis meses, el Sensei Patel dijo que podía venir a clases nocturnas para adultos. Me hicieron pruebas de nikkyu, el cinturón marrón bajo, después pasé, a duras penas. No me gustaban mucho las formas, el kata. No veía el objeto, así que no las practicaba tanto como debía. -Bien, entonces-, dijo Sensei Patel cuando expresé esa opinión, -eres un imbécil, ¿verdad? Me sentó en el suelo y dijo: -Mira. Hizo los dos primeros pasos del Heian Shodan, un bloque bajo y un golpe de nivel medio paso a paso. Hizo una pausa entre el bloqueo y el golpe. -Así es como lo debes hacer. Ahora, ven aquí y atácame. Con una patada frontal. Me levanté e hice mi mejor tiro. Él lo bloqueó a un lado con el bloque bajo y los nudillos de su puño rozaron mi nariz y caí hacia atrás, perdiendo el equilibrio. Ni siquiera lo había dar el paso, pero lo había hecho. Para el siguiente segundo, me pregunté si había saltado. -¿Cómo crees que aprendí eso? ¿Cómo crees que lo hice mío? No fue por combate. Ahora – mira-. Hizo el kata entero, pero esta vez a un ritmo e intensidad diferentes en él. Bloqueo-golpe-bloqueo-bloqueo-golpe. Ni siquiera se movía tan rápido, pero todo fluía de un lugar al otro. -Tienes que pegar mejor, sigue adelante con tus katas, ¿eh?- Me golpeó en la frente. -Usa un poco de imaginación. Crees que estás aquí por ti mismo, pero eso no es lo que se trata. Los enemigos te rodean. Empieza a actuar como ellos. Ouch. Cada par de meses le daba una llamada a Sam, usando un teléfono público. Le hablaba en español y le preguntaba por Carlota o Rosa o cualquiera de un

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montón de nombres diferentes. Si él decía que tenía el número incorrecto, colgaba, y nos encontrábamos al día siguiente por el camino de la Texaco, al amanecer cuando se podía ver a millas. Si él decía, "No la Conozco", tendría que posponerlo - no podría llegar al día siguiente o sentía que no era seguro. Pero esta vez estuvo bien y Consuelo y él se sentaron en sus sillas plegables y yo me senté en la puerta trasera y nos comimos un buen curry y hablamos en español. -Alejandra volverá a casa-, dijo Consuelo. -Me dijo que te dijera que no vio a los chupulines-. Ella sonrió brevemente, pero estaba preocupada claramente. -¿El capitán de la Villa Blanca está todavía por ahí? -Oh, sí. Mateo compra las bebidas en los bares de mis parientes. Ha estado dejando que Rodrigo utilice su vehículo por la tarde para llevar a las chicas. -¡Estúpido! ¿Nadie se lo dijo?-. Yo quería darle una bofetada a Rodrigo. Está picado. Pensaba era mi amigo. Sam se encogió de hombros. -¿Decirle qué? Cualquier cosa que Rodrigo sabe Mateo puede averiguar de cualquiera. Alguien le dice a Rodrigo que no hable con Mateo y de repente Rodrigo tiene un secreto. Deja las cosas como están. No van a durar. La madre de Rodrigo se lo ha prohibido - no tiene licencia - y ella le dijo que haría que su primo Paco lo arrestara si no escuchaba. -Él nunca escucha-, dije. -¿Qué pasa con Alejandra? Estoy preocupado. Consuelo suspiró. -Extraña a su familia. Y rompió con su novio de República Dominicana. -Podría -¿Qué? - Dijo Sam -. -¿Podrías venir y darle una razón para que la moleste? Se me cayó de la puerta trasera y pateé una roca. Voló sobre el borde de la cima de una colina, después se estrelló a través del mezquite y una cholla. Mi dedo

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gordo del pie latió y traté de no cojear mientras daba un paso atrás a la puerta trasera. - Así es. ¿Qué pasa con ustedes? ¿Creen que esto es seguro?-. Yo moví la mano en torno a la vacía ladera. La carretera estaba a siete millas al sur de nosotros y el sucio camino de tierra que corría a la cima era claramente visible y estaba vacío, una línea recta delgada que no se doblaba hasta que golpeaba la parte inferior del camellón. Sam se encogió de hombros. -Tan seguro como se pone sin ningún contacto. Consuelo movió su dedo hacia mí. -No eres un jaguar para vivir solo y solitario. Es poco saludable-. Alargó la mano y tiró de un agujero en mis pantalones vaqueros. -Más como un coyote. Pero incluso los coyotes se mantienen juntos, ¿eh? -Está bien. Iré a aullar a la luna. Tal vez revisaré los botes de basura. Sam golpeó su tenedor de plástico contra el contenedor de espuma de poliestireno. -Esto no viene de la basura . ¿De dónde viene? -¿Eh? Oh, del Café Naz en el East End-. Con su mirada en blanco agregué, Londres-. -Ah-. Su boca trabajó por un momento, pero no salió nada. Finalmente dijo: -No está mal. No está mal en absoluto-. Metió un dedo hacia mi torso superior.-Te ves sano. ¿Qué haces para ejercitarte? -Karate. En un dojo - bueno, tal vez no debería decir dónde. - Así es. No, si vas allí regularmente. ¿Y los ingresos? ¿Tienes suficiente dinero? Aparté la mirada. -No se preocupen. No tengo que preocuparme por el alquiler. Digo mis oraciones y me lavo detrás de las orejas y me cepillo los dientes, papá. Los dientes. No quería más rayos X si podía evitarlo. -Incluso estoy haciendo mis lecciones. Estoy en el segundo formulario, eh, décimo grado en ciencias y estoy empezando pre-cálculo.

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-¿Qué es eso, cuatro grados por delante? Me encogí de hombros. -Lo que sea-. Traté de ser indiferente, pero era bueno tener a alguien haciendo un escándalo. Muy agradable. Me hizo temer por ellos. Esperé treinta minutos después que se fueron, mirando la estela de polvo de la camioneta hasta el final de la carretera antes de saltar lejos del agujero. Salté a la estación Embankment en la parte subterránea sin curvas, no a la plataforma sobre la tierra, en un rincón, detrás de una multitud de turistas, y alguien empezó a gritar. Alguien estaba gritando, -¡MUÉVANSE! ¡MUEVA, SU HORRIBLE TRASERO! Las dos mujeres turistas frente a mí sostuvieron sus manos encima de su cabeza, con las cámaras colgando, y una de ellas gritaba. Sobre su hombro vi a alguien corriendo hacia la plataforma sosteniendo una gran, extraña forma de pistola - que había visto antes. Disparó y algo chocó contra la pared a ambos lados de mi rincón y de repente las dos turistas mujeres estaban arrojadas sobre mí. Oí la respiración abandonar sus pulmones y que se detuvieron a gritar, pero sólo dijeron espasmos y olí a ozono. No me estaba fijando, aunque las mujeres se habían atascado en la apertura del rincón donde había un espacio detrás de mí y me lancé. -¡Esperen!-. Grité. No sé por qué ni a quién, pero el sonido se hizo eco en el lavado de los vacíos cuarteles. Salté de inmediato a la plataforma de Charing Cross y subí al tren del norte que partía hacia la Estación y al Embarcadero del río Támesis. Nadie gritó y nadie me disparó, pero mis ojos estaban muy abiertos.

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Me tomó unos tres minutos para que el tren llegara a la otra estación, pero él se había ido. Había transporte de policías en la plataforma. Habían sacado a las mujeres del rincón y estaban sentadas sobre un banco. El cable todavía estaba allí, tenso entre dos áreas de azulejo azul, así que supongo que no se movieron de nuevo al rincón y se metieron debajo de él. No bajé del tren y mientras salía, pasamos al transporte de la policía en el túnel, agitando linternas mientras buscaban. Me bajé en Waterloo y tomé la línea Jubilee de nuevo a Green Park, después tomé la línea de Piccadilly hasta el puente Knights. Ni siquiera iba tarde a clase, a pesar de que parecía como si debería. El siguiente estuvo más cerca. Elefante y Castle se detuvieron, y él fue más cuidadoso que el último tipo. Me siguió y no me atacó hasta que estuvimos en la escalera sinuosa en el nivel de la calle. Estaba disparando a las escaleras y escuché algo haciendo un click mecánico antes de disparar, así que me incliné y miré hacia atrás. El cable corría arriba y estaba enredado en la barandilla encima de mí y yo estaba de pie en la arena del desierto antes de que el siguiente llegara. Bien, entonces. El primero evidentemente no sólo había sido una coincidencia. Estaban vigilando las estaciones del metro. Salté de nuevo en Londres, en el otro lado del Támesis, en la estación de South Kensington. Estaba a sólo una parada del puente Knights, pero no subí al tren. Caminé entre plataformas, hay tres líneas diferentes en esa estación y mantuve mis ojos en todo el mundo. Estaba lleno, pero para cuando me quedé en la plataforma de Piccadilly a través de tres llegadas de trenes diferentes, todas las caras se habían reciclado. Tomé las escaleras hasta la plataforma hacia el este después tomé el paso en Cromwell Road al Museo de Historia Natural. Pasé una hora allí, vagando de ida y vuelta entre las ballenas y los dinosaurios, comprobando a todas las

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personas que se acercaban. Todas las caras eran al azar. Por último, me acerqué a la Avenida Brompton del puente Knights, recogí mi ropa y le di una mordida a mi falafel, y salté a una cruz de autobús de ciudad hacia el oeste. El falafel era dulce, caliente, fresco, y se asentó en mi estómago como peso muerto. ¿Cuántas estaciones podían vigilar? ¿Cuántos serían? ¿Me forzarían a dejar Londres, como me habían forzado a dejar San Diego y Huatulco? ¿Qué diablos era lo que querían? En algún lugar pasando Ealing Common, cuando el autobús estaba casi vacío, salté de nuevo a mi agujero. Decoloré mi cabello. Compré una chaqueta reversible y tres sombreros. Compré lentes enmarcados oscuros. Todavía utilizaría el metro, pero era muy, muy cuidadoso. Nunca brincaba a una estación. Nunca salía de una estación. Trataba de elegir un punto de llegada nuevo todos los días, pero nunca cerca de mi punto de partida de ese día. Definitivamente, dejé de saltar a las salas de cine sin pagar. Pasé mi Ikkyu, mi prueba de cinturón marrón superior. Sensei Patel dijo que mi kata no era tan malo ahora. En realidad pateé a Sensei Martin en las costillas con una patada frontal durante la prueba de combate. E hice un amigo.

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Siete Punzones y espinillas

Henry Langsford era un imbécil de la clase alta con sentido del humor. Habíamos probado el Ikkyu juntos y siempre se burlaba por los americanismos que utilizaba y mi acento. Su padre era un segundo secretario de la embajada británica en Amman . Henry estaba en un internado en Londres. -Pero todo lo que tienen es la escuela es el boxeo. Lo práctico, también, pero he recibido la dispensa para esto. Era alto y delgado, tenía mi edad. Podía darme antes de que pudiera golpearlo, pero yo era más rápido. Sin embargo, el boxeo era algo. Traté de mantenerme alejado de sus manos. Le podía dar en un riñón o barrer con el pie . Henry sugirió una taza de té. -No estaré en problemas hasta las nueve y media y solo siete paradas hasta la línea Piccadilly . Tenía una docena de excusas en mi lengua. En lugar de eso, dije:-¿Por qué no? Llegamos al Expresso Bar en la parte norte de Beauchamp Place. Se pidió un té, y me pedí un doble latte cargado con azúcar. -No es de extrañar que seas tan bajo. Has atrofiado tu crecimiento, con la cafeína. ¿Puedes dormir? En realidad, era mediodía todavía, para mí, pero le dije: -Tal vez por eso soy más rápido que tú. Volvimos a Brompton Road y en Hyde Park paseamos un poco, hacia el este. Hablamos de viajes, lugares a los que habíamos vivido. Ambos habíamos estado en Tailandia, en España, pero él en el sur, Cádiz y Sevilla, y yo en el

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norte, Barcelona y Zaragoza. Hablé acerca de las "colonias" y México. Habló de Kenya y Noruega, y vacaciones familiares en Normandía. Eso me llevó a hablar en francés y mi acento fue superior, mi Condado de Durham corrompió la pureza de mi pronunciación, pero mi vocabulario era más grande. -¿Et oíl est votre maison, mon petit ami ? -¿Pequeño? No tengo que esquivar puertas. -¿Qué? ¿Al igual que un hobbit? -Estoy como un hobbit . -¿Un piso en un sótano? -Se puede decir que en el lado oeste. De América. -Tus pies son un poco peludos. -Por lo tanto, tu casa estaría en Rivendel, ¿eh? -¿Eh? Ah, cierto. Como los Elfos-. Él se rió entre dientes y miró su reloj. -Uy voy de cabeza si no me espabilo. Estábamos cerca de Hyde Park Corner Station y se lanzó por ella, con sus largas piernas a toda prisa. -Te patearé en clase -Gritó por encima del hombro. -En tus sueños La taza de té después se convirtió en una cosa regular, y cuando cumplí dieciséis años el se acercó a Birmingham a participar en un torneo. Henry y yo luchábamos juntos, bajo la supervisión de Patel Sensei. -¿Nunca hablas de tu gente?-Preguntó Henry

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Salió de la nada y me sorprendió. Desgraciado, que ven mis ojos. Después de una respiración profunda le dije:- ¿Qué quieres saber? Mi padre es informático y mi madre enseña a niños Voltaire y Diderot, Beaumarchais . Es terriblemente aburrido si me lo preguntas , pero está bien. Estaba cansado, me desperté y dormí en la costa del Pacífico , aquí serían las 09 a.m., según el paralelo Greenwich cero. Parecían las dos de la madrugada. -Parece que eres bastante listo -Dijo Henry. -Papá siempre está pendiente de las tarifas en el dojo, está orgulloso a su manera. Eso es bueno para mí, sabes. No pareces tener ningún problema. Negué con la cabeza. -Bueno, no es su dinero. -¿Una abuela rica? -Un tío. Camiones blindados T. Truck Fue eliminado en la segunda ronda de kumite cinturón marrón por un cinturón marrón universitario de Coventry, a continuación, Sensei Patel y el instructor . -¿Qué?- Me dijo, cuando el Sensei pasó junto a mí hacia la mesa de los jueces. Él me golpeó -Justo y cabal. Me había dado en la cara con una patada giratoria veloz. Los jueces escucharon a Sensei Patel, entonces llamaron a mi oponente . Hubo algunas palabras y después el árbitro volvió al suelo y anunció que había ganado, por incomparecencia. Mi oponente me lanzó una mirada asesina y se fue. Sensei Patel explicó.

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-Vimos al señor Wickes, allí, había hecho su prueba de shodan hace cinco años. Lo he visto antes en otros torneos regionales . La gente pierde un nivel de cinturón para que tengan una mejor oportunidad de colocar. Como un estudiante universitario de tercer año baja de nivel. ¿Qué sentido tiene? Seguí dos rondas más y luego fui eliminado por un chico de Paddington que ni siquiera sabía bloquear los ataques. Acababa de golpear al mismo tiempo, inclinarse o evitar la mano o el pie. Tres puntos rápidos y fuera. -Podrías aprender mucho en la ONU -Dijo Henry. El no había logrado superar la primera ronda. Vimos al karateka de Paddington coger en primer lugar, por lo que no podía sentirme muy inferior. Sensei Patel requirió a todos a participar en la competición de katas y me sorprendió quedar en segundo en la categoría de cinturón marrón. -¿Ves?-Dijo Sensei . -Mira lo que sucede si te aplicas un poco. Él agitó la cabeza. El trofeo era la mitad de alto que yo. Sería como un oso en el tren. -Un monumento. Eso es lo que es -Dijo Henry. -Un monumento a tu grandeza. -Por la perseverancia -Sugirió Sensei. Después, Sensei se comunicó con nosotros antes de salir a comer con algunos de los jueces y su Sensei, de Okinawa. -¿Se podrán arreglar por su cuenta? -Por supuesto, Sensei. -Nos vemos después en el hotel. A las diez, ¿no? Hay un baile, si queréis ir, o está el cine en Broad Street, ¿no? -Correcto, Sensei.

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Nos fuimos a cambiar, y el "monumento" se quedó en el hotel. Henry lo llamaba "Monumento a la perversidad". Encontramos un bar donde la comida no era demasiado saludable. -Henry haz tu elección. -Quiero una ensalada, pescado frito y patatas . -Esta comida grasienta me va a dar granos , ya sabes -Se quejó después Henry, sin dejar una miga en el plato. -¿Y eso iba a cambiar las cosas exactamente de qué manera? Yo tenía un poco de problemas con las espinillas pero Henry era un caso espectacular, un mosaico de puntos conflictivos que se parecía a su mapa de África. -De todos modos -Me dijo -Si todavía hay problemas con unas verduras te voy a ir pateando hasta la sala del hotel. Henry me robo mi última patata. -Mira quién está ahogando sus penas -Dijo, señalando con la cabeza hacia el bar contiguo. Era Wickes, el cinturón negro descalificado de Coventry. Estaba sentado en la barra con una pinta medio llena y dos jarras vacías. Levantó la vista y nuestros ojos se encontraron. Lo miré y luego volví a mirar a Henry. -Supongo que Wickes tiene dieciocho años, entonces. -¿Por qué hacer eso? Rebajar su rango .¿Qué consigue con ello? Me encogí de hombros. -A lo mejor tiene un estante de trofeos para impresionar .-Miré hacia los lados brevemente, con un movimiento de ojos. -Él todavía está mirándonos.

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- Bueno, va a pasar algún tiempo antes de que yo esté listo para el pudin. Vamos a ver lo que está pasando en el cine. Habíamos pagado ya, pero Henry dejó una propina a la camarera, diciendo: Para que te compres algo-. Ella se rió de él y yo estaba bromeando con Henry mientras atravesábamos el parque hacia la calle Broad. Wickes estaba allí antes que nosotros. -Creo que fue divertido, ¿verdad? Me detuve en seco. El verde de las luces de la galería eran bastante brillante, pero había alguien cerca de nosotros. -No estábamos riéndonos de ti, compañero. -Yo no soy tu compañero. -Bien-Dijo Henry. -No es nuestra pareja. Ni siquiera nos conoces.- Henry tiró de mi brazo y me apartó. -Vámonos- Se dio la vuelta y me fui con él, sentí un hormigueo, fue Henry quien pateó primero y juro que escuché romperse algo. Quería ver a Henry, pero Wickes estaba volviéndose hacia mí, y yo ya sabía lo rápido que el cabrón era. Yo bloqueé y bloqueé, pero era muy fuerte y me dolían los brazos y solo absorbían parcialmente los golpes Lo empuje hacia atrás. -Bueno, eso es mejor que lo que hiciste en el torneo-Dijo. Su sonrisa era desagradable. -Supongo que no se llevará a cabo Di un paso atrás en zenkutsudachi y ejecuté un gedan-barai, un bloqueo de baja. Se rió de mí. Todavía estaba a tres metros, pero empezó a levantar sus manos con un paso adelante dando puñetazos, con la cara alta. Salté el intervalo y el puño se estrelló contra su boca.

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Voló hacia atrás y no se levantó. Henry estaba sentado agarrándose un costado , con los ojos muy abiertos. Revisé a Wickes tenía pulso, respira, estaba sangrando de la boca, y sus ojos parpadeaban. Le pellizcó el muslo, y él gritó. -Sienta bien, ¿verdad? Esto es suficiente para mí-. Volví a Henry y le ayudé a levantarse. - ¿Estás bien? -No. Creo que me rompió una costilla. Y tal vez tengo una conmoción. Lo miré. -¿Por qué piensas eso? -Perdí el conocimiento un momento , vi como empezaba y , vi como acababa -¿Cuál es mi nombre? ¿Qué día es? ¿Quién es el primer ministro? -Griff. Es sábado . Tony Blair . -Bueno, tal vez parpadeaste. Deberíamos encontrar un policía para denunciar a Wickes Henry miró la sangre esparcida en el mentón Wickes. -No. Creo que él tiene lo suyo. Yo lo sostuve de regreso al hotel y busqué al Dr. Kolnick. El médico era uno de los mayores miembros del dojo, tercer grado de cinturón negro. Creo que su especialidad era la cardiología, pero había pasado tanto tiempo con las artes marciales que él era bueno para los esguinces y diversas contusiones. Dr. Kolnick chasqueó la lengua y se fue con Henry al hospital local para que le hicieran una radiografía para asegurarse de que no tiene una costilla rota a punto de perforarse en el pulmón. El resultado del diagnóstico fue una pequeña fisura. También desinfectaron mi mano. Tenía una cuchillada por debajo de los nudillos y no me había dado cuenta.

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-De dientes, probablemente -Dijo el médico. Dientes. Cogimos el tren de regreso por simpático , cansado y cabreado.

la mañana. Henry estaba rígido , estaba

-Yo creo que no deberíamos haberle dado la espalda a él. -Mierda-Dijo Henry. Se sentía extraño, en este viaje. Menos por el puñetazo, y lo que es un golpe que era. No salté. Llegue a Birmingham en tren, di la vuelta, y cogí el tren de regreso a Londres. Se sentía ... raro. Se sintió. . . normal. Tal vez lo normal era lo que necesitaba. Tal vez sólo necesitaba estar en un lugar, donde sólo se moviera por los alrededores como los demás. Mmm. Pensé que podía alquilar un lugar. ¿Cuántos años tienes, muchacho? ¿Dónde están tus padres? Dime otra. Hubo una queja de los padres de Henry sobre la costilla rota, pero tanto ellos como el director de Henry creyeron que había sido en el torneo. -Mejor para todos-Dijo Henry Sensei Patel quería hablar con mis padres acerca de la lucha, como avanzado.

había

Terminé llevando una nota, al parecer de mi padre. Griff discutió el asunto con nosotros y agradezco el ejemplo que le está inculcando. Estoy preocupado por el incidente, pero creo que es mucho menos grave que lo que los gamberros del fútbol están haciendo hoy en día. Y Griff ha aprendido algo de ello. Lo escribí en el ciber de Kinko's en San Diego y la firmé con la mano izquierda.

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Sensei Patel dijo: -¿Qué has aprendido? -A no dar la espalda. -¿Chico donde están tus padres ? -Me preguntaba en voz alta por qué mi padre nunca venía a las clases o porque no vino a ver alguna de las pruebas como los otros padres. -Él está ocupado. Realmente ocupado. En diciembre, Henry se fue a Amman para las fiestas, y el dojo cerró una semana. Hacía frío ese año en Londres, me refiero a la nieve y esas cosas, así que me fui al sur Chacacual Bahía. Se fueron conmigo Consuelo y Sam , y con el bote navegamos al oeste, lejos de La Crucecita, a la aldea de pescadores de San Agustín. Eran sólo nueve millas desde el complejo familiar en línea recta, pero treinta millas por carretera. Fueron a las Bahías de Huatulco desde el Aeropuerto Internacional y de allí podría coger un autobús a la ciudad. Yo no los llamaría en una semana, en el mismo lugar, si el tiempo lo permite. Ese fue el plan. Me puse de nuevo a la mar y navegué hacia el este, bordeando la costa, más allá de Chacacual, más allá del pueblo pesquero de Bahía Maguey, y después de estudiar cuidadosamente la línea de costa con mis prismáticos, llegue a la Bahía de Santa Cruz con la puesta del sol. Había una docena de botes amarrados en el muelle público. Salí del bote y lo até debajo del muelle , no era un lugar muy protegido pero quedaba cerca de la escalera. Cogí los prismáticos. Quería ver a Alejandra. Me llevó una hora caminar hacia las colinas de La Crucecita . Yo podría haberlo hecho en treinta minutos si no hubiera estado evitando a las personas y a los coches, muchos de aquí conocían mi cara.

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Yo había cambiado un poco. Ya habían pasado casi tres años desde que me había ido y yo era más alto. Llevaba una gorra de béisbol y una chaqueta ligera con el cuello levantado. Hacía viento y hacia el frío suficiente como para ponerse una chaqueta. El aire marino había sido bueno en el agua para la vela , fuerte brisa que ahora sacudía los árboles y me hizo fácil imaginar todos los sonidos de un enemigo. El compuesto estaba iluminado para una fiesta, un fuego en el extremo abierto del patio y las luces ensartadas en el recinto. Podía escuchar la música y la comida olía fantástico. Mi estómago rugía. Yo incluso sería capaz de comer chapulines ahora. Me acerqué, entre la maleza, a continuación, cuando el edificio bloqueó el camino, subí a un árbol de ahuehuete viejo. Tenía un tronco grueso que valía para proteger mi cuerpo, tuve una buena vista del patio con los prismáticos. Vi a Consuelo, a Sam y a su madre, la señora Romera y Monjarraz, y a la madre de Alejandra. Entonces vi a Rodrigo y a una chica, me acordé de que los perseguían hace un par de veranos, y luego vi a Alejandra fuera de la casa con una bandeja de comida, con su prima Marianna que llevaba otro. Dejé de respirar por un momento. Alejandra estaba tan hermosa como siempre. Y ella estaba bien. Yo había tenido informes, a través de Consuelo, pero algo dentro de mí estaba todavía en dudas , porque yo casi me atraganté con un sollozo. Yo parpadeé con fuerza durante un minuto, entonces yo podía ver bien otra vez. Más coches y más gente estaban llegando por el camino de tierra. Familiares y amigos seguían llegando. A la mayoría los conocía pero no recordaba todos sus nombres. Había un hombre que llevaba una bolsa que ponía Sabor de Huatulco , yo no lo conocía.

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Rodrigo le saludó como si hace tiempo que no lo veía . Rodrigo le presentó a Sam y a Consuelo. Vi los ojos de Sam como se estrechaban a pesar de que él sonrió y estrechó la mano, y mientras miraba a Consuelo fue amable, había visto saludar a extraños con más emoción. Yo apuesto a que este era el botones nuevo del Hotel Villa Blanca, él lo había visto en casa de Alejandra, mientras ella estaba fuera. Quería darle un puñetazo, como a Wickes en Birmingham. O saltar con él a la Isla Montosa. O a ese campo con el toro en Oxfordshire. Un trozo de corteza se soltó de donde estaba agarrándome y casi me caigo del árbol, casi se me caen los prismáticos. Me acerqué de nuevo a Santa Cruz y corrí el riesgo de comprar comida en uno de los lugares turísticos, sólo de habla Inglesa. En el momento en que había terminado, una luna llena se levantaba, y me daba suficiente luz para navegar de regreso a Bahía Chacacual, aunque después de la medianoche cuando llegué allí salté desde el bote de vuelta al agujero. Ellos no estaban de regreso en San Agustín a la siguiente semana así que encontré un teléfono público y llame a la casa familiar , según lo acordado, y pregunté por la señora Consuelo. Por un momento pensé que había sucedido algo terrible, pero entonces ella estaba allí. -¿Bueno? -Hola, tía. ¿Podemos quedar mañana para tomar el sol? Yo no sabía si estaban escuchando. Consuelo tenía varios sobrinos. Sería, por lo menos lo deja en duda. Y a ella le gustaba tomar el sol en la playa, o subir y bajar a la orilla con el agua por los tobillos. -No puedo ir. Volamos mañana a casa. Por lo tanto, estábamos siendo observados. Los bastardos podrían haber revisar los listados de vuelo a Huatulco y no encontrar a Sam y a Consuelo.

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De todas formas, iban a volar a casa y no se arriesgaban a reunirse conmigo otra vez. No en Oaxaca. -Qué lástima. Vaya con Dios. -Ten cuidado. -Tú también. -Sí, todos tendríamos que tener cuidado. Henry regresó de los días festivos y me trajo un caballito de madera, de seis pulgadas de alto. -Feliz Navidad y todo eso. Es de madera de olivo. Realmente no sabía lo que deseabas. Me conmovió, pero por supuesto no podía demostrarlo. -Gracias. No tenías que haberte molestado. Tengo algo para tí. Te lo traeré a la clase del jueves. Fui a clase casi todos los días, pero Henry iba los martes, jueves y sábados impares. Yo no tenía realmente algo para él. Yo había comprado algo para Sam y Consuelo, y para a Alejandra, enviado a Consuelo, pero la temporada me deprimía y me gustaba evitar las compras, las multitudes, las decoraciones, y las canciones. En Tailandia, en su mayoría. En Phuket, hacía lo mismo que hice en Huatulco .Yo había elegido un sitio de salto a distancia, en este caso a una pequeña isla llamada Ko Bon fuera de Rawai. Un resort en Phuket se considera adecuado para estar en privado en la isla, estaba en el extremo sur, lejos de sus salas y tumbonas y el Honeymoon

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Suite . Puse mi bote a navegar y en media hora llegue a Chalong, evitando los complejos turísticos. Para Henry adquirí una cabeza de un Buda tailandés , tallada en madera del árbol de la lluvia, la hoja de oro en el tocado, lóbulos de las orejas colgantes y los ojos entornados con una boca sonriente. Era la sonrisa que me hizo comprarlo. A diferencia de los demás, era prácticamente alegre. Él parpadeó cuando lo abrió. -Muy bueno. ¿Cómo lo sabes? -¿Saber qué? -Tengo un altar en mi habitación. No soy muy budista, pero es como salir de la capilla del domingo. -Eres un hipócrita Yo me reí. Se encogió de hombros y sonrió. -Sí, bueno, no has tenido que escuchar los sermones en esos malditos bancos duros e incómodos , ¿verdad? Te muele los huesos. Negué con la cabeza. Teníamos nuestra taza de té regular después, pero en vez de sentarnos fuera porque llovía en el exterior. Nos sentamos en una mesa cerca de la barra. Abrió su mochila para meter la cabeza del buda . Sacó un libro para hacerle sitio y lo hojeó. -Ugh. Exponentes y polinomios. Mal rollo. Estoy en matemáticas avanzadas. -Uh. ¿Sabías que el año pasado?. Era educado en casa, ¿sabes? Trabajaba a mí propio ritmo. No estoy bien con las matemáticas. Estoy hasta el cuello.

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-Oh, muy divertido.- Se lamió los labios. -Necesitas ayuda ¿verdad?. -Iba a aplicarme en las vacaciones y mis ratos libres. -Dijo ruborizándose. Me senté. -Oh, eso tiene que ser bueno. Vamos a adivinar hay una chica en cuestión. Apretó el brazo. -Bueno, no es un muchacho, eso es seguro. -¿Jordania? -No. Tricia Peterson, la conozco desde hace muchos años. Su madre es la oficial de protocolo en la embajada, vieja amiga de mis padres. -Así que no te aplicabas con las matemáticas, ya que te estabas besando entre los arbustos. Él se ruborizó más . -Dando vueltas para ver lugares de interés. Ella no vive allí, tampoco. Va los días festivos. Su escuela está en la selva de Oxfordshire, el infierno de las niñas, dice ella. Asentí con la cabeza. Él tenía una novia. Estaba pensando en Alejandra y podía simpatizar y hasta ser un poco celoso. -Enséñame en lo que estas teniendo problemas. Y no me refiero a lo de besar. Hicimos la simplificación de fracciones con exponentes hasta que tuvo que irse Le dije : -Ten cuidado no resbales hay hielo en la calle. -Gracias por la ayuda. Tal vez me podrías ayudar de nuevo el sábado .Yo podría pedir permiso. Podíamos hacerlo en tu casa.

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-Eso es una idea ... -Dije estancándome -Vamos a tardar una eternidad en llegar, sin embargo ¿Puedes tener invitados en el colegio?. Nunca he visto un internado a no ser en las películas. Me miró como si estuviera loco. -Bueno, si esa es tu idea de diversión. Claro. Vamos allí. -Bien. Cogí un tren hacia el oeste y me trasladé hacia el sur en Earl's Court. En algún lugar entre Southfield y Wimbledon Park y salté fuera del agujero. Nevaba de nuevo la noche del viernes, muy raro para Londres. Caminé hacia la estación de metro después de clase. Henry dijo: -Cuando los hombres estaban todos durmiendo la nieve llegó volando, en grandes copos blancos cayendo sobre la ciudad marrón. Lo miré sin comprender. -Robert Bridges. Londres nieve. -Él comenzó de la nieve en la acera. -Ya sabes...poesía -Ah. A mí me gusta más St. Ives . La sangre más de lo bello. Aunque me gusta mucho de Coleridge. Y Green Day. -Pero mira la nieve Cogí un puñado. -Mira -Le dije, y se lo arrojé a la cara. Violencia helada siguió y tuvimos que sacudirnos la nieve fuera de la ropa y el pelo mientras esperábamos en la plataforma. La Academia de San Bartolomé se encontraba en una antigua mansión georgiana al sur de Russell Square.

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-Pero, por supuesto, desde aquí salió el prisionero de Azkaban , lo llamamos Saint Brutus. Lo miré sin comprender. El libro acababa de salir. Henry explicó: -Su tío pretende que Harry asistas Saint Brutus Centro de chicos , tipo un reformatorio. Yo me reí. -Ah. Muy bueno. Sólo he leído el primero hasta ahora. -Voy a prestarte el dos y tres, ¿de acuerdo? Asentí con la cabeza. Tuve sentimientos raros. Harry era un huérfano, después de todo, cuyos padres fueron asesinados y alguien quería matarme como a Harry. Un poco demasiado cerca de casa. Tuvimos que iniciar sesión con el portero de la escuela, un hombre amable con una chaqueta de punto, en una habitación frente al pasillo principal. El interior de Saint Bart era todo de madera pulida y mohosa con viejos retratos con mirada de desaprobación. Las habitaciones de los estudiantes eran un poco mejor y tenían más probabilidades de ver posters del Manchester United o carteles de grupos de música en su lugar. Henry me llevó a la sala comedor y cogió un poco de fruta de la cocina. Los bocadillos de aquí son tan saludables como para que estires la pata. Luego me presentó a algunas personas de su planta: -Este es Griff, de mi clase de karate. Viene ayudarme con mi álgebra . Su compañero de cuarto, estaba con su familia en Ipswich, así que nos sentamos allí, con la puerta abierta. Vi su santuario, un estante con un cojín de meditación de algodón, y algunos recuerdos de todo el mundo.

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Hicimos una hora de polinomios, entonces nos tomamos un descanso. Me mostró el gimnasio en el sótano, con ring de boxeo y algunos equipos de gimnasia , pelotas y raquetas y palos de cricket. -Cuando el tiempo lo permite, practicamos en Brunswick Square el fútbol y el cricket. Y el profesor de Educación Física es un bastardo que te hace correr sin importarle el tiempo que hace. Hicimos otra media hora de matemáticas, entonces él me prestó su copia de la Cámara de los Secretos y el Preso de Askaban. En las escaleras pregunte: ¿Quién es tu novia, Henry? Había una amplia sala con muchos jóvenes Henry siguió caminando. Cuando estábamos en el pasillo principal y fuera del alcance de los oídos indiscretos dijo: -Ese bastardo es la razón por la que comencé hacer karate. -Le distes la espalda Henry inclinó la cabeza. -Watters es el tipo que da por la espalda, también, pero no delante de testigos. La última vez le di un golpe y terminó sangrando por la nariz. Me metí en problemas. Él hace las cosas de poca monta como pellizcar un trabajo de clase o de poner porno en su habitación y presentación de informes. -Es por eso que cierras tu habitación. -Sí, tenía que haber empezado el año pasado. Honor entre caballeros, una mierda. -¿Tus padres lo saben? -Mi padre asistió a esta escuela. En su tiempo, era un poco extraño la sodomía involuntaria , por lo que piensa que todo esto es bueno, para la formación del carácter. Quiero decir, no hay peligro de hemorroides, después de todo. Henry vio mi cara.

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-Hey, no es tan malo. Mi compañero de habitación es bastante decente aunque sus matemáticas son peor que la mías, te lo puedes imaginar. Negué con la cabeza. Yo nunca hablaré pestes de la educación en casa. Me pasé el domingo en Hogwarts. Bueno, leyendo en la playa en Oaxaca, en realidad los libros me venían bien. Traté de hablar con Sam y Consuelo, pero la frase clave: no lo Conozco Supe que todavía pensaban que estaban siendo observados. Así que me fui a leer. Yo había terminado los dos libros para la noche del lunes, por lo que, había descuidado mis deberes escolares. Hice un ensayo comparando la evolución en el uso de la magia en los tres libros, en francés. Eso es lo que hago cuando me acuerdo de mi madre. Trabajo en francés. Henry me dio su opinión del ensayo cuando le devolví los libros en clase el martes. -Bueno, tienes razón acerca de mi vocabulario. Tengo que golpear el Dictionnaire Francais-Anglais para esto. Probablemente sea bueno para mí. ¡Qué asco!. Lo dobló cuidadosamente y lo guardó en uno de los libros antes de guardarlos en su mochila. Fuimos a tomar una taza de té después y me dijo: -Sabes, tengo vacaciones en febrero . Iré al campo, a casa de mi primo en Normandía. ¿Crees que podrías venir conmigo? -¿Normandía? ¿Dónde? ¿Cherbourg? Él negó con la cabeza. -A Pontorson a menos de diez kilómetros de Mont-Saint-Michel . Yo había visto fotos de Mont-Saint-Michel. -¿Cómo es?

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-Fabuloso. -¿Cómo vas? -Tren hasta Portsmouth. Ferry nocturno de Saint-Malo. Mi primo me recoge del ferry en su Citroen y me lleva a su casa. -¿No hay ningún problema debido a su edad? ¿De viaje, quiero decir? Mi primo nos espera en el control de pasaportes , luego hacemos unas compras y nos vamos. -¿Qué es lo que haces, con tu primo? -Realmente es primo de mi abuela. A él le gusta el vino. Le gusta la jardinería. Era un funcionario público antes. De transporte, creo. -¿Claro que estaría bien ? -No le importa ,cuando voy él me deja a mi aire .A no ser que necesite ayuda con algo. Hay bosques y un río y hay un autobús cada diez minutos a la costa, te deja a unos 2 km de la arena . -Bueno, suena genial. Ya te diré si puedo ir. -Puedo llamar a tu madre, si eso te va a ayudar. -Tomo nota, ya te diré si es necesario -Le dije. Debería haber dicho que no.

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Ocho Incursiones El olor me despertó, carroña podrida, me provocaban arcadas. Lo seguí por la cueva por el estante de baterías, sentía una pequeña brisa en mi cara. Algo muy extraño ya que el flujo de aire va hacia el lado contrario, pasando a través de los escombros y de la pequeña ramita en la parte de arriba. Son una de dos, o es el agua que trae un poco de aire y la red de grietas. O es que el sol recalienta las rocas alrededor del extremo superior del centro, aspirando el aire desde abajo. Pero hoy, algo más estaba pasando y realmente apestaba. Hacía tanto tiempo desde que no estaba en la boca de la mina que no la recordaba tan bien como para saltar hacia allá. Al final tuve que saltar al pequeño hoyo del baño en el área de picnic. Estaba nublado y sorprendentemente frío, algo inusual para este lugar. Eso explicaba el problema del flujo de aire. El aire frío flotaba hacia abajo por el centro. Salte atrás para buscar una chaqueta antes de comenzar la caminata de 3 Millas desde el área de picnic hasta el centro de la mina. Cuando llegué me percaté que la puerta de la reja estaba completamente abierta, faltaba el candado, el cerrojo destrozado y manchado de cobre. Miré detalladamente una de las hendiduras y me di cuenta de que alguien le había disparado al candado y que las rayas de metal eran de balas de camisa de cobre. Pero el hedor se sentía aquí también. Pensé que eran perros, pero me di cuenta luego de un momento de que eran coyotes. Alguien les disparó a ellos y al candado de la reja, y los dejó tirados. Era ilegal cazar en el parque, estaba muy seguro de eso. Aún si un guardabosques mata a un coyote por alguna razón, aún por control de un coyote con rabia, no habría disparado al candado ni hubiese dejado a los coyotes tirados en el centro. Bastardos.

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Aún tenía unos guantes de goma por hacer el trabajo de concreto en el Hueco, pero salte a San Diego y visité el “Home Depot” por una máscara y algunas bolsas plásticas resistentes. Los tres coyotes estaban podridos con gusanos y se despedazaban mientras los metía en las bolsas. Probablemente estuvieron allí por días, pero el cambio en el clima atrajo el olor. No sé como lo hubiese hecho sin la máscara. Dejé una nota bajo la puerta de la estación de guardabosques diciéndoles acerca del candado. Eran ya más de las siete y el parque estaba oficialmente cerrado. Era mejor, en lo que a mí me concierne, que la nota fuese anónima. Si hablaba directamente con los guardabosques podrían preguntarme donde vivo. El parque tiene una residencia para los guardabosques, pero sus habitaciones estaban por la entrada del parque, a unas buenas diez millas de distancia. Tiré las bolsas en el basurero. Había un grifo de agua fuera de la estación, enjuagué y limpié los guantes, me preparaba para saltar de nuevo al hoyo cuando escuché un disparo. No fue cerca, no salté ni nada pero venía de arriba de la cordillera hacia atrás de la mina. Salté al centro de la mina, donde me sentí frío y expuesto. El sol estaba cayendo y el viento estaba arreciando. Caminé hacia uno de los edificios de la superficie vieja, un depósito de roca y cemento sin techo, una pared desplomada hacia una pila de las rocas que la componían, y protegido por el viento Luego de unos momentos, escuché otro disparo, fuerte, pero aún no tan fuerte que me puso nervioso. Un motor se puso en marcha a la distancia, y luego otro. Sonaba como motocicletas. Salí del viejo edificio, tratando de encontrar un punto de ventaja donde los pudiese ver, cuando me di cuenta que el sonido se hacía más fuerte. No eran motocicletas, eran todo terreno de cuatro ruedas, dos de ellos pintados con camuflaje.

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Hacían rugir el cañón dispersando roca, suciedad y la poca hierba que había, y me pregunté por qué no había visto sus huellas antes. Cada uno tenía un coyote en la parrilla trasera y rifles telescópicos en la parrilla delantera. Los guantes en mi mano aún estaban mojados por lavarlos, muy limpios, pero el olor o el recuerdo del olor aún estaba en mi nariz. Se fueron hacia la reja, pasaron la puerta y se bajaron, solo así, sin siquiera mirar alrededor. -¡Hora Miller!-, le dijo uno al otro. -¡Hora Miller-, el otro acertó. Pensé en llevarlos hacia el centro, pero volvieron a sus todo terreno rugiendo hacia la parte baja del cañón. Ese tipo de vehículos también son ilegales en el parque. Salté al hoyo y tomé unos binoculares del equipo de botes. Salté al tope del cañón, usando los binoculares para elegir el destino. Ellos eran fáciles de encontrar ya que estaban en la larga sombra del las montañas Fish Creek con las luces de los todoterreno encendidas. Tuve que moverme porque se fueron tras una cresta, por debajo de la colina, pero los seguí todo el camino por el ojo del parque por la luz que se mostraba en la obscuridad del anochecer. Salté al basurero por la estación de los guardabosques y recuperé las bolsas plásticas llenas de coyote podrido, y las dejé, por el momento, en el viejo edificio en el que me había protegido antes, cerca de la mina. Le dije sí, a Henry por lo del viaje a Francia. Mejor dicho, dije que todo estaba bien con mis padres. -¿No tienen que hablar con Harold? ¿O con mi mamá? Sacudí mi cabeza. -Ellos aceptaron, te digo la verdad, sospeché que no se enojarían.

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Puso una cara, como si comprendiera pero luego dijo, -Es un alivio, todo esto de los permisos implican faxes y llamadas internacionales, ¿por cierto?-., recalcando todas las “r”, -¿tu pasaporte está en orden? Asentí. -Claro, bueno con una vieja foto que odio pero no expira hasta dentro de tres años. -Bien, yo arreglaré los pasajes. -¿Cuánto necesitas? -No, tratamiento de papá. Creo que es bueno tener un amigo fuera de Saint Brutus. Pero creo, también, que quiere que el primo Harold te lleve ya que no pueden ellos mismos, no hasta el verano. -¿Ellos vienen a casa? -July cuando termine el verano. Tres semanas. ¿Vas a algún lugar? -Muy lejos a futuro, amigo. De todos modos, no pongo mucha atención a los finales de vacaciones, que hay con el estudio en casa. Mejor es viajar cuando nadie más puede-. O eso he escuchado. Durante el día, he usado los binoculares y salté, de punta a punta hasta las afueras el borde del parque. Había una cerca, no la que se extiende alrededor de los límites del parque de alambre de púas. Eran cadáveres de coyotes, unos viejos, otros frescos, colgados cada treinta pies a lo largo de la cerca. Algunos eran jirones de piel atrapados en las púas con los huesos abajo. Del otro lado de la cerca el suelo estaba desnudo, sin vegetación, nada, pero había ovejas. Muchas ovejas. Me fui por la cerca, hacia el norte, en la misma dirección que los todoterreno parecía que habían tomado la noche anterior. La cerca da vuelta en una esquina y había una pequeña parte de tierra que se parecía a la del parque y no se había rozado para nada, pero había huellas de neumáticos, diseñados para el agarre en lodo y arena. Volteé y empecé a seguirlos.

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Las huellas llegaban hasta el extremo de una carretera del condado, luego se dirigió al sur, de vuelta a lo largo de otra cerca. Los cadáveres de coyote continuaban alrededor de la propiedad. La casa estaba en la parte de atrás del camino, el único punto de vegetación en todo el rancho. Un buzón de correo en el camino tenía pintado toscamente “Keyhoe”. Los todoterreno estaban estacionados cerca de una construcción y habían cuatro perros echados en el porche que vinieron por mí, corriendo por el terreno hacia la cerca, gruñendo y ladrando. Estos no eran perros amigables. Di un paso al otro lado de la carretera, puse una mezquita de arbustos entre la casa y yo, y salté. Tome un taxi en la “Crucesita de San Agustin”. Yo vestía de turista y un gran sombrero para el sol. Le di la dirección en Español y cuando el taxista me cobró de más no lo corregí. Fui a “Significado Claro” como cualquier otro cliente. Alejandra estaba al teléfono y no la miré mientras hablaba, yo veía los posters en la pared. Ella miró mi ropa y dijo en Español -Estaré contigo en un momento-. Moví mis manos para darle a entender que la escuché. Ella estaba arreglando los detalles de uno de sus cursos de inmersión en el resort Sheraton y yo escuchaba, realmente no presté mucha atención a lo que decía, pero hambriento por su voz. Finalmente, detalles organizados, colgó el teléfono y dijo -¿Cómo puedo ayudarte?-. Me quité el sombrero y puse los dedos en mis labios. Podría ser molesto en la oficina. Sus ojos se abrieron y sin decir nada rodeó el escritorio y me envolvió en sus brazos. Empecé a llorar. –Shhhh-. Sus brazos me apretaban y empecé a llorar más fuerte; momentos después, me calmé y me soltó. Tomé un taco de papel y escribí en Inglés, -¿Dónde podemos hablar?- Ella tomó el taco y escribió donde y cuando. Media hora después nos encontramos en la ladera boscosa detrás de la iglesia, rodeada de árboles y con una buena vista.

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-Nadie estaba conmigo cuando fui a la iglesia. Dije diez Ave Marías-, me dijo y tomó un bolso, -y traje chapulines. Ella bromeaba acerca de los saltamontes. -No sé que me pasó-, le dije, sobre el pollo enmolado. -Estoy bien, realmente. -También te extrañé-, dijo Alejandra. Estaba muy ocupado comiendo por un momento, casi me atraganto. Se cubrió diciendo las noticias, los nuevos bebés, dos matrimonios, lo que estaba pasando en la agencia. Yo sabía algo de esto por Consuelo pero no le dije nada. Solo escuchaba y miraba. Un momento después cuando terminé de comer ella dijo, Te ves muy musculoso ¿Ejercicio? -Sip, Karate. -¿Y tu trabajo escolar? -Si mamá. Todos los días. Ella inclinó su cabeza. -Tu acento ha cambiado, es menos americano. -Sip, he estado alrededor de Londres. -No me digas donde-, me advirtió. -Es una gran ciudad, Londres, doce millones de almas pero no vivo allí . -¿Et votre frangais ? ¿Y tu francés? Cambiamos a francés. -Aún hago trabajo escrito. Iré a Normandía el próximo mes. Trabajo en mi acento. -¡Estoy celosa! Estuve en Quebec y su francés es… diferente pero Martinica al oeste de Francia fue de lo mejor pero nunca en Francia.

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-Después de la semana que viene, te puedo llevar al instante. Se veía tentada. -No, tal vez algún día, cuando nuestros amigos de Villa Blanca se vayan, cuando dejen de buscarte. La última vez fui fuera del pueblo, a Ciudad de México, ellos estaban allí, viendo con quien me encontraba. Pude sentir que mi cara cambió. -No te sientas mal. Hago todo lo que puedo de otra manera, menos verte. Yo solo los ignoro. -Consuelo dijo que buscaron en la casa. Vi un pequeño tono de rabia en su cara pero luego sonrió. -Pero ellos no tomaron nada. ¿Ves? Como ladrones. -Ellos roban tu privacidad. Se encogió y tocó su frente. -Esto aún es privado-. Hizo un gesto entre nosotros. -Esto aún es privado. Enrolló el papel del almuerzo, lo retorcía y apretaba y apretaba, luego lo puso en mi mano. -¿Podrías botar esto?. Yo voy a la iglesia a rezar. ¿Cómo te irás? Suspiré. -Voy a tomar el autobús a Oxaca, pero no terminaré el viaje. Veinte kilómetros deben ser seguros-. Coloqué el sombrero de nuevo sobre mis ojos. ¿Ves? Invisible. -Nos podemos encontrar aquí alguna vez. Haz que Consuelo me llame el día anterior, exactamente 24 horas antes y ella puede decir “el gato saliseo”. Y te encontraré el día siguiente. -Bien, si el gato sale, los coyotes se lo pueden comer. Muy bien, si esto es seguro-, añadí un poco estridente. Me haló hacia ella otra vez. -Si es seguro.

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Los perros no estaban en ningún lugar donde pudiese verlos cuando aparecí detrás de los arbustos al otro lado de la carretera por el rancho. Estaba oscuro pero la luna estaba llena a tres cuartos y mis ojos se aclimataron. Salté al porche, desgarré las bolsas y eché los cuerpos podridos de los coyotes frente a la puerta. Los perros comenzaron a ladrar y venían como una tormenta, pero yo ya estaba detrás de los arbustos antes de que la primera luz se encendiera. -Oh, mierda. ¡Tasha, Jack, Lucy, dejen eso!-, escuché un ensordecedor aullido de perro. -¡Trey, toma tu rifle! Alguien se está metiendo con nosotros!-, reconocí la voz de cuando habían tirado el último coyote. Me fui antes de que empezaran a disparar al azar en la noche. Con esperanzas de que los perros se enrollaran en esto. -¿Por qué estoy haciendo esto? Henry se acercó y ajustó mi corbata de lazo. Era un traje de cena de chaqueta blanca de una tienda de alquiler en Lewisham. Me hicieron darles un mortal y gigantesco depósito ya que no poseo tarjeta de crédito. -Ve a conocer chicas, diviértete, conoce a Tricia. Me avisó solo con dos días de anticipación. -Me pregunto si tu escuela es una Mansión Georgiana y ya que ellos tienen un gran salón de baile, ocasionalmente puedes tener un honesto baile. El baile de Bartolomé de mitad de verano, para ser específico. -Fui una vez, cuando comencé en Saint-Malo, pero pasé todo mi tiempo contra la pared. Pero Tricia se fue a atender a su compañero de cuarto y las chicas de San Margaret vienen. Será divertido. Fuimos a esperar a Tricia en la estación Paddington cerca de la estatua de bronce del reino de Isambard. Mi cabello estaba pegado hacia arriba en la parte de atrás. Podía sentirlo. Yo seguía tratando de empujarlo hacia abajo pero Henry dijo -déjalo quieto. La gente va a pensar que tienes liendras.

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-Idiota. -Imbécil. Se hicieron las 5:29 y Henry volteó al reloj. Si él tuviese mi altura, no tendría que estirar su cuello y estar de puntillas, pero él no tenía porque hacerlo. Me di cuenta de que yo estaba allí como soporte moral. ¿Por qué demonios, por qué no? Tricia era realmente impresionante, alta, rubia, de ojos verdes y si tenía algún problema como el de las espinillas de Henry los escondía muy bien con maquillaje. Su compañera de cuarto era más baja, gracias a Dios, probablemente sin tacones, pero un poco más alta con ellos. Tenía su cabello oscuro brillante a mitad de la cara, ojos marrones, nariz respingada. -Griffin O‟Conner, Martha Petersham. -Encantada-, dijo ella. -Encantado-, dije, sonó ensayado, falso y estúpido. Tomamos el metro hacia Russell Square, niebla y llovizna no se mezclan bien con ropa rentada. Tricia y Martha se presentaron con el Director como les fue requerido y el hizo una llamada tranquilizadora a San Margaret. Ellas debían llamar de nuevo a la Tía de Martha en Kensington Garden luego del baile. Henry y yo las escoltamos hasta el salón de baile. No sé que esperaba, algo como una producción de Ivory Merchant con un anunciador de llegadas. Eran niños de buen vestir bailando junto a una buena banda punk. Cada seis canciones, más o menos, la banda toma un descanso, colocan música suave y algunos estudiantes, pero más que todo los chaperones iban a echar un pie. -No sé bailar-, le dije a Martha temprano, -pero acepto instrucciones.

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Eso, aparentemente, era lo correcto que decir. Solo pensé en eso como si fuese Kata, o una patada de 2 pasos, y tomé sus instrucciones. Ella se relajó mucho y me mangoneaba sin piedad. Esto fue para risas y bromas porque Henry y Tricia hacían todos los bailes lentos. Henry y yo veníamos de la mesa de bocadillos con unas bebidas cuando vimos a Watters, el némesis de la escuela de Henry, tratando de sacar a Tricia a bailar. Le miré la cara a Henry y dije casi gritando ¿Por qué el director viene hacia acá?-. Watters le soltó el brazo como si hubiese sido rechazado y se volteó. Henry puso cara de asesino serial así que di un paso adelante, colocándome entre él y Watters, con las bebidas delante. -!Cuidado bebidas en camino!-, hice movimientos rápidos por lo que Watters dio un paso atrás, evadiendo las bebidas y aún mirando alrededor por si el director en verdad estaba por allí. Tricia, también percatándose de la expresión de Henry, se movió rápidamente, tomó a Henry de la mano y dijo, -amo esta canción-. Lo llevó a la pista de baile y se siguió moviendo hasta que quedó del otro lado donde estaban cerca dos chaperones sentados comiendo torta. Giré con cautela y le di a Martha su agua gasificada. -Aquí tienes querida-. Volteé hacia Watters y le ofrecí otra. -¿Sediento, amigo?-. Su respuesta fue ininteligible. Giró sobre sus talones y se fue. No volteé hasta no percatarme de que estaba bien lejos así que me sorprendí cuando Martha me estampó un beso en la mejilla. Sentí como mis orejas se calentaban. -¿Y eso por qué? -Por ser inteligente-, me dijo. -Ser brillante cuando fue necesario-. Estaba algo ruborizada también. -Vamos a bailar. Tomamos un taxi más tarde, Henry y yo las vimos todo el camino hacia el piso de la Tía en Kensington Gardens. Henry y Tricia se besuquearon todo el camino, y mientras caminábamos, antes de que Martha presionara el timbre me tocó un beso también. Y no en la mejilla.

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Escanearon nuestros pasaportes, y junto con mil quinientas almas , abordamos el MV Bretagne. El folleto dice que podría manejar más de dos mil, pero estábamos fuera de temporada. Los vehículos fueron cargados hace más de una hora. -Mi papá en realidad apartó una cabina. Normalmente hago el viaje en una de las sillas reclinables, que es mucho más barato, pero supongo que hay cierta economía con dos. No está pagando por dos cabinas después de todo. Asentí. Vagamente recordé cuando tomaba el ferri hacia Calais desde Dover cuando era niño y mi madre insistía que no habláramos ni un ápice de inglés hasta regresar a UK. Creo que ambos estaban en la universidad y tenían tres semanas libres. Ella estaba muy seria acerca de eso y aprendí las palabras para mi comida favorita muy rápido. Pommesfrites, Maman, s'il te plait? (papas fritas mamá, por favor?) Tenían un cine abordo, bares, tiendas, varios restaurantes. Podríamos comer en la elegante Les Abers, pero llegábamos al sitio de autoservicio La Baule, en su lugar. -¿Pescado y papas fritas otra vez no? -Come lo que quieras. Tenía panecillos con queso, tomate y albahaca, y torta a modo de pudin. Como íbamos saliendo del canal, el barco comenzaba a tambalearse y yo empezaba a arrepentirme de haber comido pastel. Pensamos en pasar por el cine pero era algo que ya habíamos visto los dos, así que regresamos a nuestra pequeña cabina y nos acostamos. Henry cayó dormido rápidamente pero yo no podía dormir, aún era muy temprano en mi reloj. Comencé a levantarme, pero el barco aun se balanceaba y mi estómago se sacudía.

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Me recosté y dormité, más o menos, al anochecer. El barco estaba más tranquilo cuando me levanté, abrigado por los vientos del norte por la península de Contetin. Tomamos nuestras cosas, nos fuimos al café La Gerbe de Locronan para tomar té y bollos. La isla de Jersey estaba bañada en niebla por el sur. Atracamos en Saint-Malo a las ocho pero nos tomó un poco salir. El primo Harold nos esperaba al otro lado del punto de control de pasaportes. -¿Sin problemas? -No esta vez-, dijo Henry. -Sr. Harold Langsford, Griffin O‟Conner. Nos dimos un apretón de manos y pregunté. -¿Hay problemas algunas veces? Harold sonrió. -A veces se preocupan por jóvenes viajando solos. He tenido que subir más de una vez para demostrar que es buena gente. Pero-, miró la cara de Henry, -desde que Henry se disparó, esperaba que no prestaran mucha atención-. Él observó a las personas que estaban a nuestro alrededor. -Vamos a darle una propina al del estacionamiento, ¿por qué no? Quisiera estar listo antes de que comiencen a descargar los autos. Nos tomó menos de quince minutos llegar donde el hijo de Pontsor . Íbamos por la carretera de la costa pero llegamos a la carretera continental antes de que viéramos el Monte Saint Michel. –Tarde-, dijo el primo Harold. -No queríamos ir hoy de todos modos, hay menos turistas entre semana. -Tendremos 4 días. La piedra gris del primo Harold “La casa de campo” tiene cuatro cuartos, un jardín amurallado, y un gran techo. Todo el jardín estaba gris y marchito pero ordenado, las camas bien cubiertas con mantas. Había niebla Portsmouth pero al momento de estacionar su

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Citroen, el sol había quemado la niebla y el cielo era azul como los ojos de mamá. Su casa no estaba cerca del pueblo; estaba a cincuenta minutos a pié. -Debimos almorzar en el café. En el camino. Tú recién cruzas Normandía. -¿No está por el río?. El puente aun esta adelante. -No, antes era así pero ahora está al Oeste del río. Hay un dicho: „La locura de Couesnon poner el Monte Saint Michel en Normandía. Pero la Francia moderna no depende de los caprichos de los ríos‟. Nos dio de comer sopa de pescado y papas y ensalada y puré y nos sirvió medio vaso de Muscadet blanco. -Bien entonces, amigos voy a tomar una siesta, ¿té a las cinco? Caminamos por el pueblo y Henry señaló una casa de tres pisos con ventanas de claraboya que sobresalen del tejado y protegido por una pared de hierro forjado y piedra. -Está embrujada, sabes. -Dime otra. -Pues, ¿no se ve como si estuviese embrujada? -O, seh. Embrujada tipo set de película. Como la casa embrujada en Disneyland. ¿Tienen en Euro Disney? -Le llaman la “Phanton Manor, creo. Caminamos alrededor del Hotel Montgomery y luego río abajo, el Couesnon, y la pasarela que corre todo el camino hasta el Monte Saint Michel. El sol hacía que todo se viera más hermoso, el aire caliente, me quité la chaqueta y me la amarré alrededor de la cintura. De regreso por la estación del tren había un montón de pequeños modelos de la montaña y le pregunté a la encargada, una

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joven mujer con cara de aburrida, cual debería comprar, para probar mi francés. Me miró como si estuviera loco pero entró en la conversación con bastante facilidad. Comencé a decir cosas como, -Bueno si quisiera pegarle a alguien, ¿Cuál sería el mejor? ¿Y cuál recomendarías para lanzar? ¿Para alimentar familiares desagradables? ¿Para tapar el inodoro? En esto pasé treinta minutos y pude sentir que mi acento mejoraba. Ella pregunto qué de donde éramos y, afortunadamente, no quiso probar su inglés cuando lo supo. Entonces un gran autobús llegaba de la montaña abarrotado de turistas y llenaron la tienda y matando el tiempo antes de ir al tren. Compré una montaña mediana y una tarjeta postal y huimos de la muchedumbre. -Bueno, tu acento sigue siendo atroz-. Dijo Henry. -Ella no parecía tener ningún problema para entenderme. -Triunfó el contenido ante el estilo atroz. Tu vocabulario aún es grande. No pude entenderlo todo. -Pensé que lo estudiabas en la escuela. -Lo hacía. Este año es Árabe. -Oh. -Porque parece que mis padres están haciendo una especialización del Medio Este. Y, … -¿Y? -Tricia, también. Lo habla fluido. Me reí y me reí, hasta que se puso colorado y me golpeó en el brazo. -Nous devrions parler seulementfrangais tandis que nous sommes ici. (deberíamos hablar solo en francés mientras estemos aquí) Tuvo que decírmelo más lento hasta que le entendí.

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Así lo hicimos, solo francés el resto del viaje. El primo Harold estuvo de acuerdo. Él lo habla fluido desde hace años. Henry no habla tanto como él pero trabajamos duro para arrastrarlo a la conversación. Al día siguiente, Henry y yo caminamos todos los diez quilómetros hacia la montaña y pasamos el día vagueando en la Torre de Gabriel en Gautier, luego pasamos algo de tiempo alrededor de los bancos de barro, creo que estábamos fuera de las áreas marcadas como ¡SABLES MOUVANTS! Lo discutí con Henry, en francés por supuesto. El tomó una roca y la lanzó a l a arena movediza y bum, se hundió completamente. Una arena muy rápida por cierto. Yo sólo molestaba a Henry que estaba tomando fotos con su cámara, pero logró una buena toma de la escalera y de la estatua de Saint Michel matando al dragón. Me estaba apurando pero no le hice caso y fui por aperitivos y bebidas. Decidimos que ya habíamos caminado suficiente, tomamos el autobús de la estación de trenes de regreso a Pontorson. Nos relajamos al día siguiente, ayudamos al primo Harold a limpiar las canales de su techo. Encontré y vimos un partido del Manchester United en la tele. Aún nos manteníamos solo hablando francés. Al momento de que la MV Bretaña llegó a Portsmouth, el primo Harold volvió, para llevarnos a través del chequeo de pasaportes y para hacer algunas compras, mi acento ya era mucho mejor y habíamos logrado mejorar el vocabulario de Henry en unas cincuenta palabras. -Visítame este verano y haremos un avance real para que hables como Griff-. Dijo el primo Harold, finalmente volviendo al ingles mientras esperábamos en la frontera de la ciudad Británica en inmigración. Estaban escaneando los código de barras de los pasaportes y observando las fotos, y dijeron, -Bienvenidos, Bienvenidos, Bienvenidos-. La terminal hizo un Beep cuando escanearon mi pasaporte y dos guardias con cara de perezosos que estaban apoyados en la pared me bloquearon la salida hacia el estacionamiento.

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-Sr. O‟conner, temo que necesitamos que vaya con estos oficiales. ¡Mierda! -¿Qué pasa?-. Pregunté. -¿Mi pasaporte expiró? Moviendo la cabeza dijo. -No. El primo Harold y Henry pasaron antes que yo y ya estaban lejos pero Henry tiró del codo a Harold y regresaron. -¿Cuál es el problema, Oficial? -¿Viaja usted con este muchacho, Señor? -De hecho sí. In loco parentis (en lugar de sus padres) por así decirlo. ¿Le preocupa que sea un menor sin compañía? -No señor. Se activó una alerta. Es buscado para interrogarlo. -¿Interrogarlo? ¿Por qué? Entonces, debo llamar a sus padres. -Me sorprendería si pudiera, señor. De acuerdo con la alerta, fueron asesinados hace seis años. Este muchacho está perdido desde entonces. Henry tenía el ceño fruncido pero cuando escuchó esto sus ojos se agrandaron. Tonterías. El papá de Griff enseña computación y su mamá enseña francés avanzado. El oficial de control de inmigración entrecerró los ojos y miró a Henry interesadamente -¿Te lo ha dicho, verdad? -Basta-. Le dije a Henry. -Eso es lo que ellos hicieron, de acuerdo. Antes-. Mi voz se quebró y cerré la boca. El primo Harold frunció el ceño y me miró. -De seguro oficial. No creerá usted que este chico tiene algo que ver con el crimen, ¿verdad? El oficial se encogió de hombros. -Solo dice „detener para interrogar.‟ Hasta hace cuatro días se presumía que estaba muerto-. Le sonó el teléfono y contestó.

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- Sí señor. Lo tenemos. ¿Su oficina?. Sí, Señor-. Colgó el teléfono y habló con los dos guardias. -El jefe lo quiere-. Le dio mi pasaporte a uno de los guardias. Fueron los ojos de Henry los que me hicieron daño. -Vinieron por nosotros en California-, dije. -Me fui pero papá y mamá…- Tomé otro respiro. -De todos modos, es lo único en lo que no fui honesto, por si te lo preguntabas. -Dame eso, muchacho, déjame llevar eso por ti-, dijo uno de los guardias al tomar mi equipaje. El que tenía mi pasaporte me tomó del antebrazo fuertemente. Tal como el otro tomó mi maleta. -Si es tan amable venga por aquí, señor-. Le dijo al primo Harold. Henry dijo, -¿Alguien mató a tus padres? ¿Quién lo hizo? Negué con la cabeza. -Es complicado. Nos llevaron tras una puerta con cerradura de combinación de botones, luego por un pasillo hasta un banco por los ascensores. Adelante a la derecha había unas puertas dobles con el logotipo universal característico. Señalé. -Necesito usar el 100, Urgente. Se miraron entre sí y el que me tenía agarrado dijo no muy contento. -Está bien. Abrió la puerta y dijo, -Quítate el abrigo y sácate los bolsillos-. El primo Harold y Henry se quedaron en el pasillo con el otro oficial de inmigración. -¿Qué? -Vamos, si quieres usar el baño, haz lo que te digo. Me quité el abrigo, que era mi chaqueta favorita de cuero, y se lo dí en la mano, puse la cartera en el mostrador y un montón de monedas francesas. -Listo, ¿Por qué? -Rutina, no queremos que te hagas daño. Muéstrame tus tobillos-. Me subí los pantalones. -No hay cuchillos ni armas-. Dije. Hice un gesto a mi cartera y las monedas. -¿Todo bien?

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Asintió y apuntó hacia un puesto. -Sírvase usted mismo. Apenas sentí la puerta del puesto tras de mí, salté. Fue un salto muy descuidado, sin concentración, tenía agua y pedazos de porcelana en mis zapatos y en el piso de mi Agujero. Odiaría pensar en cómo quedó el puesto. Apuesto a que oyeron mucho ruido. Me imagino sus pasos fuertes… no … chapoteando por el piso y abriendo la puerta para ver un inodoro roto, y tal vez papel toilette regado por todas partes. Y no a mí.

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Nueve Azulejos Destrozados

Por lo tanto, tenía que ser el pasaporte. Lo habían mirado en mi camino a Francia. Alguien se había dado cuenta y la alerta se puso en el sistema. Podría haber sido sólo las autoridades normales. Seguramente las consulares o la gente que me seguía desde que mis padres murieron. Después de todo, yo había desaparecido. Nunca debí haber pasado por la aduana. O haber saltado antes o directamente en el barco en la noche. En el camino de regreso, yo no debería haber utilizado el barco. Iría a ver a Henry al gimnasio donde hacía karate. ¿Cuándo aprenderás, imbécil? Yo estuve alrededor del agujero durante unos días, y luego salté de nuevo a Londres. Tendría mucho cuidado cuando apareciera en el condado de Oxford y haría el resto en tren. No debía saltar. Hacía muy mal tiempo, por fortuna no me iba a congelar tenía un anorax con capucha. Henry salió del gimnasio después de las clases de la tarde y se di rigió a la estación de Knights Bridge. Iba con la cabeza baja y los hombros caídos. Nada de taza de té después de clase. Lo seguí de lejos. Había varias personas más en la calle, hacia la estación y decidí ir en contra, los taxis eran escasos, debido a la lluvia fría, pero tuve suerte en la parada de Harrods, quería que me llevara hasta Russell Square. Henry salió diez minutos después, al igual que otros. Dos hombres con idénticas chaquetas de color verde oscuro le seguían, todo el camino, de regreso a St. Bartolomé. Uno de ellos era Kemp, el hombre de Bristol, el hombre que había estado allí la noche que mis padres murieron.

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Estuve a punto de saltar. Guau, muchacho. ¿Puedes confiar que nadie se diera cuenta? Me dirigí en otra dirección, hacia la estación de Holborn, y diez minutos después me subí a un tren hacia el este , de la línea Epping. Salí del aparcamiento mojado por la lluvia y vacilé. Por no haber saltado a dieciséis kilómetros de distancias de la escuela de Henry. No hay nada que me ate a Henry, aunque podía sentirlo. Y yo estaba harto de la lluvia. Me regodeé en la playa en Phuket a la mañana siguiente. Yo estaba helado pero pensé que era la humedad de la cueva, pero hasta en la playa, bajo el ardiente sol, sentía frío. El agua parecía poco atractiva, pero en última instancia, era la cura. Me vino bien el baño después de una lluvia torrencial de Londres. No estaba caliente, pero bastante caliente por cierto. Más tarde compré el desayuno a un vendedor ambulante, piña fresca y embutidos a la parrilla con ajo y arroz , me lo comí a la sombra de un mango. En Kinko, en San Diego, escribí: Hola Henry Siento que estés atrapado en mis cosas. Lo hice al mentirte acerca de que mis padres estaban vivos, pero tenía que encontrar al Dojo. Las personas que los mataron todavía están detrás de mí. Puede que te suene ridículo o que estoy paranoico, pero no por ello es menos cierto. Fui a visitarte por si necesitabas algo, y vi que te están siguiendo. Por lo que no puede saludarte . Ten cuidado. Tu amigo, Griffin

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Salí del maldito condado de Buckingham , la eché en el correo de Chesham. Yo tenía mis dudas al respecto. Yo esperaba que lo entendería , no podría ver a Henry de nuevo. Estuve a punto de escribir Despídeme de Tricia y Martha. Entonces lo modifique por: Di adiós a las chicas. Pensé en que Kemp los andaba siguiendo. Como he dicho, yo esperaba que Henry lo entendiera. Obviamente, dejé de ir al karate. Y me despedí de Londres por un tiempo. Esto no significa que dejara de hacer karate. Trabajé en mi katas y me compré una docena de makiwaris, para practicar en superficies acolchadas, repartí cuerdas arriba y abajo del barranco a la altura del hombro. Empecé los ataques, mientras yo seguía a metros de distancia .Fue así hace tiempo en Birmingham, cuando le di un puñetazo al tramposo del torneo. Empecé a golpear, salté y conecté. Me raspé la espinilla y el antebrazo, tenía un corte en los nudillos, y mi propia nariz ensangrentada. Salté demasiado cerca, partiendo el tablero con el puño, golpeó mi cara. Casi lo dejé en ese mismo momento, pero seguí al día siguiente, con la nariz hinchada y todo. Compré una de esas duchas solares, de las plástico para acampar, y la puse al sur al lado de un árbol de ahuehuete, en la selva de detrás de la Bahía Chacacual. Dependiendo de si estaba nublado o no, me duchaba en algún momento entre el mediodía y la tarde. Si estaba despejado, se calentaba demasiado y tenía que añadir agua fría. Con excepción de los días lluviosos, todo salió bien, y si yo estaba desesperado, me lavaba con la lluvia. No tenía que preocuparme por las personas, nadie venia por aquí y podía ver el brillante Pacífico a través de los árboles. A veces no estaba cómodo , porque los mosquitos se ponían muy pesados, sobre todo al atardecer.

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Cogí un tren a Saint-Malo, salté al aparcamiento de coches del ferry, cambié en algunos países de América , efectivo por moneda francesa. Además del dinero en efectivo y una capa de gran tamaño, lo único que llevaba era mi cuaderno y lápices . Las calles estaban llenas de turistas y yo odiaba llevar una bolsa. Fui golpeado en varias ocasiones por el equipaje de los demás. No había agentes de aduanas, ni pasaportes digitalizados, ni puestos de control. Me puse nervioso, pensando en si habían notado algo. Pensé que en el pueblo del primo Harold , Pontorson ,tenía más probabilidades de ser observado, pero me senté en la esquina de un coche y busque caras conocidas, chaquetas verdes. Nadie me miraba, las únicas personas que me prestaron atención fueron el conductor y sus compañeros de asiento, una vieja pareja de franceses y un español nervioso . Como yo, iba a París y le preocupaba que estar en el tren equivocado. Mientras hablaba pensé en mi castellano, no tenía problemas para entender lo que me pidió de inmediato y a todo tipo de preguntas a las que yo no sabía las respuestas. Pasé el viaje actuando como intérprete entre él y la pareja francesa de edad avanzada, ya que tenía las respuestas y eran muy felices por contarle lo de su traslado en tren desde Rennes y la parada de metro cerca de uno de lo s mejores hoteles en París. Mostraron fotos de sus hijos y nietos. El español mostró una foto de sus padres y sus hermanas y los hijos de sus hermanas. Al finalizar el viaje a Rennes tenía la garganta seca y mi español se estaba convirtiendo en ethpanol. La pareja se despidió en Rennes y yo ayudé a mi amigo español con su tren. Su traslado era inminente, pero el tren no salía hasta dentro de dos horas eso era por no haber reservado con antelación. Me dio las gracias efusivamente al subir al autobús. Me saludó y al irse me sentí aliviado y triste. Yo comí el menú del día en una crepería en el edificio de al lado de la estación de tren. Después, caminé un poco a dibujar. Abordé mi tren a su debido tiempo, estuve en mi asiento, y después de tener mi ticket perforado, dormí dos horas en París.

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La Gare Montparnasse era todo de vidrio y la gente al final de su día laboral pululaban para tomar trenes a París. Todavía estaba medio dormido, encontré un baño y con mucho cuidado, salté a casa. Esta vez no se rompió el inodoro. No es difícil que te sirvan en París si piensas que eres francés, pero es increíble lo difícil que es cuando es de otra manera. Mi acento aparentemente mejoró lo suficiente. Dibujé mucho, los puentes sobre el Sena, en su mayoría, y rostros interesantes cuando se sentaban enfrente de mí. Un día, en un café, empecé a dibujar una cara al azar, sin pensar en nadie , en el contorno de la cabeza había un giro brusco entre la frente y la parte superior, me pareció familiar. Seguí haciendo garabatos, más rápido y más rápido, hice una caricatura impresionista de mi estilo habitual, pero capturé una sensación familiar. Sólo entonces me di cuenta de que era Kemp, el bastardo con acento de Bristol, el que había estado en San Diego, en Oaxaca y Londres. Lo arranqué de la libreta de bocetos, lo iba hacer una bola, pero me contuve. -¿C'est bon. Votre pere? El camarero, que pasaba, me sorprendió. Estaba enojado. El dibujo no se parece en nada a mí. -Non. Un mauvais homme. Un hombre muy malo. Definitivamente no es mi padre. El camarero se encogió de hombros. -Est mauvais Monpere Me levanté antes de decir nada. Tal vez si mi padre había sido un hombre malo, yo no le echaría tanto de menos.

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Cuando me fui, puse cuidadosamente el dibujo suelto, en la parte poste rior de mi cuaderno de bocetos. Conseguí algunos paneles de madera contrachapada en una obra de construcción, seis hojas, de cuatro por ocho, los incliné contra la pared de la cueva. No había ningún lugar que no estuviera ocupado por mis dibujos. La piedra caliza a menudo estaba húmeda y nunca plana, y mi refrigerador, era uno pequeño de doce voltios. Los paneles los puse donde las superficies irregulares me lo permitieron. Decidí poner los bocetos de los villanos en los paneles ,tan lejos de mi cama como fuera posible. Empecé con Kemp. Trate de recordar a otros, la mujer que había estado allí la noche que mis padres murieron. El hombre que había disparado entre los ojos con el arma del paintball. El hombre que lo había pateado varias veces y a continuación, le disparé. Pero a pesar de que podía recordar la voz de la mujer, no recordaba su cara. Lo había intentado pero era como el dibujo de un personaje de cómics no existía una base en la realidad. El tipo grande, de Oaxaca, el que había asustado en el precipicio . Se sorprendió cuando me vio y él hizo una mueca de pánico sobre el borde. También logré recordar al señor Ortiz de la Agencia Federal de Investigaciones, aunque en realidad no creo que sea uno de ellos. Más bien parecía un subalterno de apoyo personal. Y dibujé la cara de Mateo , el hombre de la campana, como lo había visto la noche de la fiesta de navidad. Podía sentirlo cuando salté. Eran peligrosos. Querían verme muerto. Tal vez Ortiz también , pero él no era del mismo nivel de riesgo. Puse al hombre grande ,a Mateo con Kemp. Ortiz lo puse a continuación. Yo escribía cosas en los bordes: dónde, cuándo y quién, si yo lo sabía.

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Después añadí un mapa del mundo bastante grande. Coloque Post-its para señalar los lugares. Con el nombre de Kemp puse uno en Oaxaca ,en San Diego y en Londres. Ortiz, el hombre grande, y Mateo en Oaxaca. Entonces poner dos chinchetas en Londres para los chicos que me había encontrado en el metro. No podía recordar lo suficiente como para dibujarlos. Otras chinchetas en San Diego para la mujer y el otro dos hombres que habían estado allí con Kemp. Eso hizo que fueran siete, sin contar a Ortiz. Sin embargo, me habían detectado en Londres, así que al menos había uno en el país, o estaba de paso, pero tenía sentido que tuvieran bases sensibles en las principales ciudades. Escribí "sensibles" en un pedazo grande de papel de dibujo y cubrí, por encima , los dibujos de Kemp, el hombre grande, y el capitán, Mateo. En otro papel escribí : Esbirros y lo prendí por debajo y por encima de Ortiz. Luego volví a la biblioteca de San Diego y obtuve copias impresas de la colección de microfilm de los periódicos, el Daily News y la Unión Tribune de las noticias sobre esa noche, el asesinato de mis padres. En el Centro Ranch Market, había un mural de mujeres lavando la ropa en el río. Una de ellas solo llevaba ropa interior ,era exactamente explícito. Desde el teléfono público de enfrente de la tienda, llamé a Sam , su voz era ronca y en lugar de utilizar cualquiera de las frases en código. Número Incorrecto o no te Conozco -Dijo: -Griffin, te necesito aquí ahora. Está con Consuelo. Cogí aire. -¿Quién?- Y otra voz se puso al aparato. -Vamos, Griffin. No me hagas hacerles daño. -El fuerte acento de Bristol era inconfundible. -Marcharos-Le dije.- Déjalos en paz. -No pierdas tu tiempo, muchacho. -Colgó el teléfono.

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Di un paso hacia la izquierda y arremetí, pateando el contenedor de basura más violentamente; mi pie dio de lleno y se derramó la basura a mi alrededor . Sentí ganas de vomitar. Salté a la gasolinera Texaco y utilicé el teléfono de allí, marcando el 911. -Hay hombres armados amenazando a Sam Coulton en su casa. Los están torturando, quieren saber sus números de cuenta para robarles. No, no voy a darle mi nombre. Colgué. Sabrían de donde procedía la llamada, por supuesto, pero la gasolinera estaba algo apartada. El número siguiente tuve que buscarlo en la guía telefónica. Cuando me contestaron me hablaron en español. -Hay coyotes con armas de fuego en el rancho de Sam Coulton. Son treinta ilegales esperando un transporte, dense prisa. Me colgaron, sin esperar siquiera para hacerme preguntas. Salté al desvío, el lugar de la vieja carretera 80, donde la tierra del condado se unía a las carreteras y comencé a caminar. Era más de siete kilómetros hasta el rancho pero no quería que sintieran mi llegada y mis llamadas habían hecho efecto. Un helicóptero del Servicio de Inmigración se alejaba hacia el este, probablemente procedente de El Centro. Descendieron un poco y observaron la carretera, pensé por un momento que estarían inspeccionando haber si encontraban algún coche sospechoso. Era la única carretera de salida. Me agaché entre los arbustos. Me alegré al verlos. Empecé a correr, pero eso no duró mucho. Faltaban todavía más de cinco kilómetros, hacía calor y el sol era como un martillo. El camino tenía varias cuestas y yo no podía ver ni oír nada. Oí algo, me escondí en el momento justo que paso un coche del sheriff y detrás una camioneta del INS en blanco y verde y, a continuación un coche del INS en persecución de mis extranjeros ilegales imaginarios.

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Ellos se agruparon lentamente en un terreno próximo en la carretera que subía al siguiente pueblo. Yo estaba en el camino paralelo, me agaché, tratando de ponerme detrás de la furgoneta antes de que me vieran por el espejo retrovisor. Yo no tenía que preocuparme del coche patrulla, que iba en la cabeza, debería preocuparme del que cerraba la marcha. Tres agentes del INS salieron del todo terreno y el coche patrulla fue hacia otro lado. Pensé en meterme en el todo terreno, pero descubrí que podía agacharme en parrilla de la rueda de repuesto. No quería que me viera Kemp y su gente solo quería ver si Sam y Consuelo estaban bien. Me caí del todo terreno, cuando pasó por un gran bache. Rodé por el suelo. Me quedé atrapado en un arbusto de hierba marrón, pero el todo terreno no se detuvo, así que supongo que no se dio cuenta. Yo salí de entre la maleza, y me dirigí a la parte de atrás del establo. Lo primero que vi fue a uno de los agentes del INS con un rifle de asalto M-16. Me agaché de nuevo en la maleza. La segunda cosa que vi fue a otro agente del INS. Estaba muerto. Tenía la cabeza destrozada y llena de sangre, era peor que aquella noche. Me moví con cautela hacia el monte intentando evitar las nauseas respirando por la nariz, pero al final, no pude evitarlo, vomite en la arena. Había un todo terreno verde que no conocía, no era de Sam y ciertamente no era un vehículo oficial. Tampoco había pasado cuando estaba en la carretera, debía de ser de Kemp y su gente. ¿Todavía están aquí? Me acerqué por detrás el coche del departamento del sheriff del condado. Había un oficial hablando por radio, pero él no estaba sentado. Estaba agachado en el suelo, protegido por la puerta abierta.

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-Forense ..., y el cuerpo…. bolsas... dos para los residentes y había seis chicos del INS un helicóptero y cinco agentes y el piloto. -Joe -Crepitaba la radio. -Tenemos nuestro helicóptero, ten cuidado. El Sheriff dijo que iba a asegurar la escena del crimen. Yo no pude evitarlo. Salté a la casa. Sam estaba en la alfombra, delante del sofá, con las manos atadas detrás de él con una brida de plástico. Consuelo estaba en la puerta de la cocina. La alfombra había absorbido la mayor parte de la sangre de Sam, pero en la cocina se propagaba a través del linóleo hacia la nevera y la mesa. Metí el puño en la boca para no gritar. Se oyeron pasos en el porche exterior, tal vez agentes del Sheriff o uno de los agentes del INS regresaban para comprobar las dependencias. En el Área Vacía quité la mano de la boca y grité. Salté a La Crucecita, en la oficina de Alejandra, pero ella no estaba allí. Yo miré el reloj, hacía malabares entre diferentes zonas horarias con dificultad. Salté a su casa. No estaba, tampoco. Miré por la ventana, hacia el hotel. Mateo, el botones, se paseaba por la acera, con un bolso en su mano, como si lo hubiera arrebatado. En la otra mano tenía un teléfono móvil por el que estaba hablando. Salté a la siguiente ventana y lo vi con la cabeza vuelta, mirando a la casa. Él era definitivamente uno de los sensitivos. Empecé en la sala de estar, dos pasos rápidos hacia delante, y salte en el aire.

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La planta de mi pie se estrelló contra el pecho de Mateo con fuerza suficiente como para mandarlo volando hacia atrás, cayó de bruces, se estrelló contra la acera. Vi como se golpeaba la cabeza y se quedaba inconsciente. Me incliné para comprobar el pulso y se volvió hacia mí, con voz débil. Le di una patada en el costado, a continuación, lo agarré por la camisa y salté cinco millas al este, a la playa en la Isla de la Montosa, y lo tumbé en la arena. Saqué la billetera. Él había dejado caer el teléfono y la bolsa, por lo que volví a por ellos, antes de regresar a la oficina de Alejandra. Ella aún no estaba allí y yo tenía mucho miedo de que la hubieran cogido. Ella no estaba en ninguno de los lugares a los que solía ir y nadie la había visto. Me escocía la parte posterior de la nariz y tenía dificultad para ver. La tienen. Entonces la vi , cruzando la Plaza Principal , dirección a la iglesia, y mis rodillas flaquearon. Ella me miró y su rostro se puso blanco. -¿Qué pasa? Subí a su casa, sin preguntar, sin previo aviso. Me deje caer al suelo. -Ahora sé que es malo. -Hay que hacer las maletas -Dije. -Todo lo que importa. Ella parpadeó. -Dime ¿Qué pasa? -Ellos mataron a Consuelo y a Sam. -¿Muertos? ¡No!-. Se cubrió la cara con ambas manos y su respiración se convirtió en jadeos y sollozos. Y eso me rompió, también.

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Caí de rodillas y envolví mis brazos alrededor de ella y empezó a sollozar más fuerte. Lo aparté. -¡No! ¡Ellos vendrán! Es necesario hacer las maletas. Ella cogió un paño de cocina y se sonó la nariz . -¿Dónde?-Logró decir después de un momento. Abrí la boca para hablar y parpadeó entonces. -Nueva York -Dije en voz alta, pero después sacudí la cabeza con fuerza y apunté a mi oído y después a la habitación. Había una pizarra autoborrable colgada en una de las puertas de los armarios. Cogí la pizarra y escribí: Francia, asegurándome de que ella lo viera, cogió el paño de cocina con el que se había limpiado la nariz y borró la pizarra . -¿Qué pasa? -Preguntó, señalando hacia el Hotel Villa Blanca. -Mateo. Lo llevé a un viaje. Tenemos tiempo, pero no sé cuánto.- No tenía ni idea de si Mateo había llamado a los demás o no. -¿Cómo te han encontrado? -Me llevó hacia su cuarto. Saque el teléfono de Mateo del bolsillo y lo revisé. Había varios números programados, pero la mayoría de ellos eran internacionales. Dos de ellos eran locales, sin embargo. Uno ponía TIO, que significa tío. -Detonar. ¿Dee-tóner? -Estaba confundido, entonces me di cuenta que TIO estaba en español, así que me sonaba a Día-Toe-Nar. -¿Alejandra, como se dice detonar en inglés? Ella levantó la vista. -¿Detonar? ¿Explotar? Oh, mierda.

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La agarré y salte. Se tambaleó lejos de mí en el Área Vacía, el polvo y ropa interior girando alrededor de nosotros. -¿Qué? -gritó ella. Parecía enfadada y asustada. Levanté el teléfono. -Yo se lo cogí a Mateo. Mira. Pulse en la entrada de marcación rápida: Detonar. Ella lo leyó y se mordió el labio. -No sabemos a lo que se refiere. Dijo comenzando a recoger su ropa interior. Puede ser cualquier cosa. Podría significar una cosa muy concreta. Ella negó con la cabeza en señal de frustración. -Tienes el teléfono. -Es sólo un teléfono. ¿Quién más tiene ese número? -Quiero mis cosas Salté a la cueva y puse la bolsa de la ropa sobre la mesa. Ella abrió la boca para preguntar, pero le dije: -Este es mi lugar. Es una antigua mina. Derrumbé la entrada porque es la única manera de entrar y salir a mi manera. -Mis cosas Me humedecí los labios. -Vamos ¿de acuerdo? Me llevó un minuto, pero finalmente decidí que la azotea del hotel estaba lo suficientemente bien como para saltar. Ya había estado allí y no para escapar de Kemp, sino para ver los fuegos artificiales.

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Me agaché en el parapeto con Alejandra y miré por encima del patio la piscina y las pistas de tenis hacia su casa. -Eres demasiado prudente. Casi me caigo. -No, nunca se es demasiado prudente mira a Sam y Consuelo Ella estuvo a punto de perder la calma. -¡Está bien! -¿Cuál es tu prioridad? -Dije, señalando hacia la casa. -¿Qué es lo más importante de allí? -Las joyas de mi madre, están en un estante del armario. En una caja de palo de rosa. -¿Y después? -Los álbumes de fotos, ya sabes, en la sala de estar. Respiré profundamente y salté a su habitación. La puerta del armario estaba abierta, y me puse de puntillas y enganche la caja. Cuando la tenía en mi mano, salté hacia atrás. Me imaginé la sala de estar y luego me estremecí ante los dos flash de luz y el temblor que me sacudió, luego el tejado de tejas de la casa se levantó y se esparció como confeti en el aire. Di un brinco y salté lejos cuando los primeros fragmentos comenzaron a caer a mí alrededor.

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Diez Al doblar la esquina

Yo los maté. Alejandra había estado llorando durante aproximadamente una media hora, acostada en mi cama. Traté de tocarle la espalda, pero no podía quedarme quieto. Entonces salté, a la makiwara en el Cuarto Oscuro, y golpeé hasta que mis nudillos sangraron y el dolor era finalmente insoportable. Yo estaba sentado junto en la cueva, empapando mi mano en el agua helada, cuando le hablé. Alejandra, en de cúbito lateral, con la mirada fija en el oscuro rincón de la cueva, levantó la cabeza. -¿Qué? -Maté a Sam y a Consuelo. Yo le había contado lo del INS y el helicóptero y las llamadas telefónicas. La forma en que los había encontrado. Una mirada de comprensión surcó su cara y era más doloroso que cualquier cosa. -Yo los maté como maté a mis padres. Al igual que yo maté a ese policía en San Diego.- Mi voz era débil, mi respiración cortó a través de la cueva como un tosco diente de sierra. -Está bien, yo no tenía el cuchillo. La miré a lo lejos. -¡Cállate!-Dijo. -¡Ya basta!. Respiré profundamente y la sostuvo. Se levantó y se acercó. -¡Hay Caramba! ¿Qué te has hecho en la mano? -Ella la sacó del agua. La hemorragia casi había parado . -¿Te ha golpeado alguien?¿ Mateo?

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-¿Mateo? ¡Oh, Cristo! Salté. Mateo no estaba en la isla. Podría haber nadado a tierra firme, o podría haber marcado en uno de los barcos de buceo . Yo le había pateado bastante fuerte, sin embargo y le había dado con la cabeza contra la acera. Así que tal vez se ahogó en el estrecho. Yo lo sentía ,de cualquier manera, realmente no quería golpear a alguien. Cuando me presenté de nuevo en la cueva , Alejandra dijo: -Nunca hagas eso otra vez - Su voz era estridente y me dio un respingo. -¿Hacer qué? Hizo un gesto señalando los alrededores. -Dijiste que no hay salida. ¿Qué debo hacer si te matan? -Lo siento- Le dije. Pero esa frase era como un abrelatas. -Lo siento. Oh, Dios, lo siento mucho. Ella me puso en la cama y me abrazó mientras los sollozos me sacudían una y otra vez. Se quedó conmigo cinco días. En mi caso, nunca la dejé en la cueva, si yo no estaba allí, incluso si iba a buscar comida a Phuket o al West End. Nos gustaba hacer turnos en la ducha solar en la selva, cerca de Bahía Chacacual, en la zona baja de la colina. Dormía en mi lado, lejos de ella, consciente de cada movimiento. En el sexto día, fuimos a comprar a Harrods en Knightsbridge, ropa y equipaje. De vuelta en la cueva quitamos las etiquetas de la tienda y las tiramos a la basura y la metimos en las dos bolsas. Puso cincuenta mil dólares en el fondo

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sin antes hablar con ella. En Londres yo ya había cambiado mil dólares en francos en el Barclays. -No explotes-Dije. -No soy demasiado estúpida.-Dijo riéndose -Solo estaba bromeando. Me besó en la frente. Saltamos a Rennes y espere por ellos, pero al parecer no era el tipo de lugar donde nos seguirían. Me dirigí a comprar el billete para ella, pero me detuvo. -Tranquilo puedo hacerlo yo sola. El empleado estuvo encantado de ayudarla con la operación y salió de su cabina para dirigirla a su plataforma para el expreso de París . He comprado un billete hacia el sur de Saint-Nazaire, en el Golfo de Vizcaya. Tenía esta imagen de mí de pie sobre la plataforma, observando a su tren alejarse, pero yo no estaba prestando suficiente atención cuando compré el billete. Ella me acompañó a mi plataforma, me abrazó por un momento, como para grabar en su memoria mi recuerdo. Entonces ella me besó, en la boca, un beso adulto que subió mi tensión. -Ten cuidado, se prudente -Dijo mientras ella se alejaba, con su bolso colgado del hombro, y sus grandes maletas rodando por el suelo. Monté en el tren, hacia el sur, hasta Redon y salté, desde el espacio que había entre dos coches. Los periódicos dijeron que el helicóptero fue abandonado en México, justo al lado de la frontera cerca de la Carretera 2, en la ruta a Tijuana.

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No había informes de coches robados y no había ni rastro de los fugitivos. Al parecer, la teoría de la policía era la droga. Los traficantes de drogas mataron a los agentes del INS , a Sam y a Consuelo. Y huyeron de regreso a México. El funeral de Sam fue en El Centro, y el de Consuelo en La Crucecita. Yo no fui a ninguno. ¿Qué podría hacer yo si ya estaban muertos? Traté de ir a Phuket, no a mi lugar de siempre en la isla de Ko Bon, a un callejón cerca del mercado en Chalong, que no podía recordar lo suficientemente bien. Salté de mi bote a la isla, y, cuando llegué allí, me pasé quince minutos dibujando el terreno. Mis bocetos comenzaron a tener otro propósito. Si yo quisiera regresar co n regularidad a un lugar, me gustaría grabarlo. Tal vez hubiera sido mejor hacer fotografías pero dibujé en su lugar. Y traté de esbozar a mamá. Entonces a papá. No pude. En mi memoria sus caras no eran tan claras como el día en que, bueno, eran claras. Pero yo no podía verlas a través de las lágrimas y apreté mis manos oprimiendo los puños. Fue lo mismo con Sam y Consuelo, aunque conseguí un retrato de cabeza y hombros de Alejandra. Traté hacer otro de Mateo, como lo había visto por última vez , en medio del agua, en la playa de la Isla la Montosa. Me las arreglé para ser preciso. Tenía su permiso de conducir. También tenía la bolsa, había una extraña arma de fuego.

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La dejé en el desierto, en un afloramiento de piedra caliza, y puse dos clavos en la piedra con un cable tenso entre ellos. Cuando toque el cable se resintió mi brazo. Había cinco cartuchos más en la bolsa, todos idénticos. El cañón estaba doblado, como una escopeta a la antigua. Disparé una vez y salió disparado el cable y las dos puntas. Yo no toqué esta vez. Puse la bolsa de nuevo en mi agujero. Traté de descansar, no hacer nada, pero cuando lo hice, me encontré vagando hasta el final de la cueva, y miré mi galería de villanos. Sólo había cuatro bocetos. Yo pensé que debería haber más. Yo sabía que ellos estaban en Londres habían intentado dos veces cogerme allí , así que me imaginé que era el lugar para el experimento. Compré dos cámaras de video baratas y las puse sobre ramas de los árboles en la esquina de Hyde Park, cerca de la estación de metro. Yo los empecé a grabar, y salté a la cueva. Volví en cinco minutos y nuevamente a la izquierda. A los diez minutos volví, y me quedé. Había dos de ellos, el coche llegó y aparcó en el carril del bus en Kensington Road. Ellos salieron y caminaron hacia el camino principal, a la Puerta de la Reina Isabel , más allá del Niño de la Fuente . No me habían visto todavía. Yo estaba de pie al lado del Jardín de las Rosas, por lo que no fue tan obvio cuando salté. Esperé hasta que habían pasado por delante de mis cámaras, y luego salté, al oeste, hacia el parque Knightsbridge Station. Yo esperaba que me hubieran sentido. Crucé la calle hacia la estación. Después de cinco minutos, un tren hacia el Oeste llegó y me subí a bordo, me bajé en la siguiente parada, de vuelta a Hyde Park. Di un paseo de nuevo por casualidad, con los ojos abiertos buscando a los dos chicos con abrigos verdes, pero yo no los vi.

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Cogí la cámara y luego salté, desde el mismo lugar que había utilizado antes, en el jardín de las rosas. Uno de ellos era rubio con escaso pelo. Él casi no tenía cejas y me resultaba familiar, pero sólo vagamente, y pensé que tal vez él era el que me había atacado en las escaleras de la paradas de metro del Elefante y el Castillo . Yo congelé la imagen en la pantalla y la observé. Su compañero tenía la cabeza afeitada , pero tenía barba oscura y espesa cejas oscuras y papada. Cualquiera de ellos podría haber sido el que le había atacado en la estación de Embankment. Ambos fueron Sensitivos. Había visto sus cabezas en todo momento mientras que había saltado. Se podía ver claramente en la cinta. Debe ser un trabajo ingrato cuando tu presa puede irse lejos en un instante. Entonces me acordé de las circunstancias de mi primer encuentro. A lo mejor no es tan difícil, cuando era un niño inexperto. Tal vez no cazaban adultos. Tal vez pasaban el tiempo matando a niños de nueve años. O más jóvenes. Ahora sería más fácil. Yo no tenía alegría. Yo estaba irritado con la policía de Londres y un poco conmigo mismo, también. Me debería haber quedado más tiempo, la cinta mostraba cuando salté, los dos chicos, se habían lanzado de nuevo a su coche a toda velocidad por Kensington detrás de mí. Puse los dibujos en el tablero como Londres Rubio y Baldy Londres, junto con Post-its de la ciudad y notas acerca de donde los había visto. Era extraño, pero después de que había hecho esto, fui capaz de dibujar un breve boceto de Sam, inclinándose hacia adelante, como lo hizo en el borde de su sofá de la sala.

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Huh. Quería ver a Alejandra, pero había insistido en que desapareciera, por su cuenta. Así que no podía traicionarla accidentalmente. Espero que ella hubiera encontrado el dinero para comprar una nueva identidad, era mi esperanza. Yo le había advertido sobre el uso de su propio pasaporte, le conté lo que me pasó en Portsmouth. Ella dijo que lo entendía. Ella dijo que no me preocupara. Saqué la pistola grande. Yo le dije: -Consuelo estaría muy enojada conmigo si te pasara algo. Cogí un tren al sur de Rennes, en primer lugar a Bayona, y luego a Hendaya, al otro lado del río Bidasoa hacia España en Hondarribia. En la frontera, utilicé mis prismáticos para ver a través del río, a continuación, salté en una pasarela a la orilla opuesta. Bienvenido a España. A los lugareños no le importaría mi viaje, consideraban ambos lados Vascos, seguro que probablemente no estaban de acuerdo con el mensaje de Bienvenido a España. Me senté en el casco antiguo a dibujar el muro y el castillo. Cuando el lugar se había filtrado en mis huesos, me dirigí hacia la estación de tren y compré un billete para Madrid para el día siguiente. Salté a la cueva desde uno de los callejones estrechos. Estaba agotado, pero no pude dormir. Estaba pensando en Alejandra. Después de dar vueltas, me levanté y tomé un cuaderno de bocetos ,de la mesa, encendí las luces. La imaginé desnuda, como yo la había visto bajo la ducha ,en la selva por encima de Bahía Chacacual. Yo dibujé durante dos horas. La memoria fue mejor que el boceto, pero seguía siendo el mejor dibujo que había hecho nunca. Entonces yo era capaz de dormir.

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Al día siguiente no hablé mucho en el tren, encontré interesantes variaciones en el acento y no quise meterme en problemas usando tacos, que aparentemente significa "mala palabra" en España. Debido a un problema de servicio del tren , tarde seis horas en llegar a Madrid. Cuando miré el mapa, me di cuenta que España era más pequeño que el estado de Texas. Estaba agotado todavía, sin embargo, los viajes y la conversación y la sonrisa, fue lo más agotador. Salté tan pronto como me había hecho un boceto rápido de la propia plataforma, con el horizonte de la ciudad próxima. A quien pueda interesar: Mi nombre es Griffin O'Conner. Yo soy el hijo de Robert y Hannah O'Conner, asesinados el tres de Octubre, de 19..., en San Diego. En el asesinato participaron tres hombres y una mujer. Uno de ellos también fue visto en La Crucecita, Oaxca, México, el 13 de noviembre, 19..., y cerca de la parada de metro Russell Square, en Londres, Inglaterra, el tres de marzo de 200.. -.El 16 de marzo, 200.. , se vio involucrado en el asesinato de Sam Coulton y Consuelo de Lajarraz Romera y seis agentes , en el centrosur del Condado de San Diego, California. Su nombre es Kemp y habla inglés con acento de la zona de Bristol . Atentamente, Griffin O'Conner, 29 de marzo, 200 CC: Departamento de Policía de San Diego FBI, la Oficina de Campo de San Diego San Diego Departamento del Sheriff del Condado Scotland Yard

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He reducido a la mitad el croquis y puse una huella dactilar del pulg ar manchado de tinta al lado de mi firma, por lo que serían capaces de probar que era realmente yo. Hice cinco copias, cuatro las envié, una la puse en el tablero, y las llevé a la oficina de correos del Centro de Horton Plaza en San Diego y otra a un buzón situado fuera de Epping en la estación de metro, la última parada en la línea Central. Volví a Mont-Saint-Michel y en la salida del sol, salté a la calzada, luego me senté y esperé. Si estaban vigilando al primo Harold podía ver si estaban allí estacionados. Sólo quería saber. Yo no estaba cansado; había estado cambiando mi tiempo según el paralelo de Greenwich .Cuando te despiertas en una cueva sellada, no importa que luz solar este haciendo. A lo mejor importaba al ir a comprar pero si utilizaba Kinko's, en San Diego, en realidad no importa, la mayoría de ellos estaban abiertos veinticuatro horas. Los autobuses turísticos no habían comenzado a llegar y los lugareños estaban cómodos en sus camas. Recibí una mirada extraña o dos de los pocos lugareños que estaban fuera, pero ellos respondieron con movimientos de cabeza o sonrisas diciendo "bonjour". Yo quería algo caliente para beber, prefería café , pero los cafés turísticos no estaban abiertos, al mismo tiempo encontré un rincón y salté a San Diego, y compré un panecillo y un café con leche muy grande en un Starbucks que estaba a punto de cerrar, y después regresé. Las sombras del sol de la mañana aparecieron sobre la torre de la abadía. Me paré cuando una voz dijo en mal acento francés, -¡No! Retorner, vous plait sí.-Entonces, inmediatamente, en inglés Americano ¿De dónde sacaste algo de Starbucks?

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Me volví. Una niña pelirroja adolescente con un enorme abrigo negro cruzaba las piernas en las piedras a unos tres metros cerca de la entrada del patio, con un cuaderno de dibujo de gran formato apoyado en su regazo. Llevaba guantes sin dedos y gafas negras, tipo Elvis Costello. Era mayor que yo, pero todavía era estudiante, me pareció sospechosa. Ella no había terminado de formar su cuerpo como Alejandra . -¿Por qué no me debo mover?- Le pregunté, haciendo caso omiso a la pregunta sobre el café. -Porque formas parte de la escena. Es decir, yo no iba a incluirte pero como llevas parado ahí los últimos veinte minutos, decidí que debería de incluirte y me gusta mucho la manera en que estas sentado y la forma de tu pelo así como te queda el abrigo.-Dijo ella muy enfáticamente, con un pico al final y una punzada de su dedo índice en el banco donde estaba. Levanté las cejas y sonrió nerviosa de repente: -Por favor. -Muy bien, a vuestro servicio señorita. - Me senté de nuevo y cogí el cuaderno nuevo. -¿Cómo está eso? -Lo giré un poco más a la izquierda .- Eso es todo. ¿Has acabado dibujando? Quiero decir, puedes continuar dibujando, pero te estoy dibujando a medida que se asomaba a la aguja, con el cuaderno en el regazo, ¿no? -Voy a mirar hacia arriba, para que quede bien. Podría haber trabajado en él más, pero las sombras se desvanecían cuando el sol se elevaba, y parte del dibujo debía hacerlo cuando el sol estuviera en lo alto. Yo estaba un poco enfadado conmigo mismo. Había estado dibujando durante dos horas, al menos, y no me había dado cuenta, casi de la gente yendo y viniendo, yo no había estado prestando atención. ¿Y si hubiera aparecido Kemp? Bueno, no era así. Bebí del café con leche fría y regresé a la pose. -No me has dicho de dónde has sacado lo de Starbucks- Dijo. -Pensé que no había en Francia.

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Yo sabía que había estado en Londres durante un año o dos, pero realmente no sabía nada de Francia. -No sé. Este es de San Diego. -Empecé a mirar alrededor para ver cómo se lo iba a tomar, pero me detuve. -¿Eres de los Estados Unidos? Hablas como un británico. Largo camino para traer un vaso de papel. ¿Por qué molestarse? -Mis padres se trasladaron -Dije, contestando a la primera cuestión. Decidí en ese momento obtener una taza de viaje, para evitar este problema en el futuro. -Tus orejas son extrañas -Dijo. Me sonrojé. -Ellas sobresalen como las asas de un azucarero. La niña se echó a reír. -Eso es... Dulce. - Muy gracioso. -No se puede decir que por ti. Esté bien hecho. Yo te enseño lo mío si me muestras el tuyo. Levanté las cejas de nuevo y se ruborizó. -Show Nos sentamos en el banco. Mi primera impresión de su abrigo estaba en lo cierto, rozaba la parte superior de sus zapatos y las mangas eran demasiado largas parecían que se iban a tragar su mano. Le entregué mi libreta de bocetos, abierta en la labor de la mañana. Ella pareció sorprendida, y luego me acercó la suya hacia mí. Supongo que ella lo había querido decir cuando dijo "show"

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Ella estaba trabajando con lápices de carbón y un borrador en un papel grueso . Más impresionista que un estudio, pero fue ella con sólo unos pocos trazos que había capturado el camino ,mi cabello en la espalda y la forma en que mi campera estaba apoyada en el borde del banco. La torre y los muros del patio estaban muy bien también, las proporciones eran buenas y el sombreado de la luz de la mañana golpeando la torre por la parte superior era muy agradable. En cuanto a la mía me dijo: -¿Cuántos días has estado trabajando en esto? -Desde esta mañana.-Lo miré. El mío era un estudio más detallado, menos subrealista. -Yo llevo aquí desde el amanecer. Ella señaló a los arcos entre la torre baja y almenas donde estaba el tejado de pizarra y se reunía con el granito. -Es una ilustración de calidad, quiero decir, yo no me sorprendería en absoluto en encontrarla en una revista de arquitectura o en The New Yorker . -Mis orejas como asas de azucarero te llevaran un tiempo. -Sí, unas dos horas y media. - ¿Cómo te llamas? Quiero ser capaz de decir que te conocí un día. -Ah, bueno, Griffin. Ese es mi nombre. -¿Griffin? -Ella le tendió la mano, con la palma hacia arriba, como un animal tímido -Griffin O'Conner. -Maldita sea, lo he dicho. No es como si tuviera la Interpol detrás de mí, ¿verdad? Ella extendió la mano más allá, cogiendo la mía.

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-Elaine Vera Kelson, me llaman EV, ¿de acuerdo? -Ella le sujetó la mano con un movimiento firme, luego la dejó caer. -Entonces, ¿dónde vives? -Estamos en el Auberge Saint-Pierre. Ella no había cerrado mi cuaderno de bocetos y ahora lo estaba sosteniendo con el brazo extendido, comparando la misma aguja. -Me estoy quedando con el primo de un amigo en Pontorson, pero me voy hoy. En última instancia una mentira. -Nosotros después de París nos vamos cinco días a Londres .¿Y tú? -Voy a casa. Uh, ¿que es 'nosotros'?- Me miró fijamente y me aclaró: -El 'nosotros' se hospeda en el Auberge Saint-Pierre .El Club Francés. Trenton Central High School, Nueva Jersey. Hay ocho niñas, dos niños, nuestro maestro, y cuatro acompañantes de los padres. -Ah. ¿Y saben dónde estás? Me miró de reojo . -¿Por qué? ¿Estás planeando secuestrarme? Incliné la cabeza hacia un lado como si lo estuviera considerando, luego sacudí la cabeza con pesar. -Tengo una comida a las dos y media . Podrías venir. -Bueno, sí, algo así, saben dónde estoy, es decir, en el Mont, dibujando. Se supone que debo volver a las once.-Ella miró su reloj.- Dentro de dos horas. Si no se pierden .-Se puso de pie rápidamente. -El café. Sé dónde sirven café con leche y medialunas. Lo encontré por accidente, entonces podemos caminar un poco, estoy tieso de estar sentado. Ella echó un último vistazo a mi dibujo, e intercambiamos los cuadernos.

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Ev odiaba Nueva Jersey, se trasladó allí el verano anterior desde Nueva York. Su padre era un ingeniero químico, su madre maestra de escuela de arte cuyo puesto de trabajo no era siempre estable debido a que siempre era el recorte que se hacía cuando había problemas de financiación en los centros docentes. Ev Tenía un hermano mayor, Patrick, era un estudiante de primer año en Princeton y tenía un gran perro de raza indeterminada llamado Booger. Ella quería ir a la School of Visual Arts de Nueva York cuando se graduaría en dos años. Su actual novio le había pedido no ir en este viaje, simplemente porque la necesitaba para ir a una fiesta y ahora era su ex-novio. Aunque, a decir verdad, ya tenía pensado dejarlo antes de eso. Él pensaba que mis caricaturas estaban bien . Todo esto lo supe en los diez minutos que tardamos en llegar a la cafetería. Durante el café me engatusó y le conté que viajaba solo y que mis padres estaban muertos. -Oh.- Su boca se abrió y se cerró como si estuviera tratando de encontrar algo apropiado que decir. Levanté una mano. -Señorita. Han pasado seis o siete años. Prefiero no hablar del tema si no te importa. Dime lo que viste en París. Mejor aún, deja que vea tu cuaderno de bocetos. Eso funcionó. Tenía los mismos dibujos que yo en París, fueron incluso capaces de comparar bocetos de los mismos temas. Vi una imagen del Sena desde el Pont Neuf y dije: -Me encanta la forma del agua aquí, cerca de la Cité. Está vivo, el mío es más como el asfalto que como el agua. -Entonces, ¿con qué frecuencia te sale así el agua? -No me ocurre con frecuencia.

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-Práctica. Eso es todo. Haz los diez siguientes dibujos de agua y apuesto a que lo pillas.-Dijo ella, extendiendo su dedo meñique. - ¿Qué quieres decir? -Que agitemos los meñiques para sellar el trato. -¿Un acuerdo? ¿Qué vas a hacer por tu parte? Ella me miró, sorprendida. -Oh. Supongo que es justo. Yo te digo lo que hay que hacer. Pensé en ello. -De acuerdo, señalo diez imágenes de agua y dejas que te empate en Londres. ¿El domingo vas a estar en Londres? -Si puedo estar. -Dibujarme ¿cómo?- .Dijo ella, entrecerrando los ojos, y me di cuenta que estaba pensando en su ex-novio. -Completamente vestida, en público. En el exterior, por ejemplo, en un parque. -Nos vamos a quedar en la cabaña suiza Best Western pero no tengo ni idea de dónde está. -Es probable que cerca de la Cabaña Suiza Tube en uno de los linderos de Camden . Eso está cerca de Regent's Park. Te llamo el Sábado por la tarde. -De acuerdo pero no lo dejes para muy tarde. Creo que tenemos entradas para el teatro -Dijo. Se quitó un guante sin dedos y extendió su dedo meñique, conectado alrededor del mío, y lo sacudió de arriba a abajo con firmeza. Me soltó y dijo: -Ahora haz un boom. -¿Qué? -Haz un puño.

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Lo hice y ella estrelló el suyo en la mío y dijo: -Boom. -Estás loca. Ella asintió enfáticamente. -Sí. Hice mi primer boceto de la isla de Ko Bon, el traslado desde el lado de sotavento de las olas más activo. Yo trabaje con lápices de colores . Yo rara vez utilizaba el color, pero no podía soportar la idea de tratar la transición de aguas más profundas y someras con fondo de arena con solo grafito. A continuación, traté con el Támesis, pero era aburrido , la ciudad ,hilera tras hilera de apartamentos con agua. Volví a Oxford y esquivé a los turistas hasta que encontré un buen lugar, cerca de Magdalena. En el puente vi a personas navegando a través de los arcos redondos. Acabé por regresar a Oaxaca, pero fue muy doloroso por lo que pasó hace algún tiempo . En la Playa de La Jolla dibujé lobos marinos próximos a la arena o las olas golpeando contra el otro lado del dique . Era un día gris, nublado, y el océano era así, también. El lápiz de grafito iría bien para este tipo de agua monocromática. Justo antes de irme, me fui a un teléfono público y llame al FBI de San Diego a la Oficina de Campo. -Me gustaría hablar con quien está al cargo del asesinato del marzo, de los seis agentes del INS.

dieciséis de

La mujer que contestó el teléfono dijo: -¿Y su nombre? -Griffin O'Conner. Envié la información la semana pasada. Por correo. -¡Ah!. Un momento, por favor.

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Me pusieron una música durante unos veinte segundos. Yo iba a colgar cuando escuche a un hombre en la línea. El ruido de fondo era diferente. -¿Hola? ¿Griffin O'Conner? -Sí. -Ah, bueno. Soy el Agente Especial Proctor. Dame un momento debo cargar la batería del móvil no quiero que se apague en mitad de la conversación. El ruido de fondo reducido. - ¿Dónde estás? -En mi oficina ya te lo dije el número de teléfono y ubicación. Proctor se quedó en silencio durante unos segundos y luego se echó a reír. -Bueno, sí, lo hicieron. Recibí tu carta. Muy interesante la lectura. -¿Ha dado resultados? -Tal vez. Un montón de preguntas. Una cosa. ¿Crees que este personaje, Kemp estuvo involucrado en los asesinatos en el rancho de Sam Coulton ? Pensé en qué contar y qué no. La verdad, he decidido, o la mayor parte de ella. A la única que la verdad podía hacer daño ya estaban muertos. O la gente que quería estaban muertos. -Kemp me habló desde allí. Por teléfono. Él me dijo que fuera allí o que mataría a Sam y a Consuelo. Tenía miedo, así que llamé al INS y al Sheriff. Y sí, mentí al INS sobre la existencia de un grupo de ilegales allí, porque pensé que cuanta más gente, mejor -Respiré profundamente. -¿Y Kemp estaba allí cuando tus padres fueron asesinados?

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-Definitivamente. -¿Cuál es el elemento común aquí, Griffin? ¿Qué quiere Kemp? -Yo. Yo soy el elemento común. Kemp quiere verme muerto. -¿Por qué? Él podría haberte matado cuando lo hizo con tus padres, ¿no? -Lo intentó. Llego lejos. Tengo las cicatrices. -Una vez más, ¿por qué? ¿Cuál es el motivo? Negué con la cabeza. Todavía no lo sabía, tenía que tener algo que ver con el salto. -No sé muy bien por qué. -Una verdad parcial. Proctor continuó: -¿Y qué pintan Sam y Consuelo en esto? ¿Eran amigos de tu familia? Porque yo no he encontrando ningún registro de eso. -No. Ellos me encontraron en el desierto después de que me escapara. Yo era un desastre y me cuidaron hasta que mejore. Más tarde, me fui y me quedé con la sobrina de Consuelo en México, en el estado de Oaxaca. Su casa fue destruida hace dos semanas. -Hice una pausa.- Sabías eso, ¿verdad? Proctor exhalo. -Sí. Eso lo sé. No encontramos ningún cuerpo. -Ellos huyeron. Estaban cerca. -¿Estabas allí? No hubo ninguna llamada de México ese día. -Ah, registros telefónicos. La mía sería la llamada desde un teléfono público en El Central.-Le dije una verdad a medias. -Alejandra casi fue asesinada en la explosión. -¿Esa es la sobrina? -Sí. Alejandra Losada.

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-¿Dónde está ahora? -En la clandestinidad.- Tenía la esperanza. Fruncí el ceño. -No me preguntaste ni una vez si voy a ir a hablar contigo . Tú enviaste la gente, ¿no? Proctor hizo una pausa y luego dijo: -Es para tu protección Colgué. Fuera de la Costa Boulevard, dos coches SDPD negro y blanco se detuvieron detrás de todo los autos estacionados y cuatro oficiales fueron saliendo. Bajé las escaleras más allá de la plataforma de observación , moviéndo me rápidamente, esquivando a los turistas, y dirigiéndome hacia el rompeolas. Hacía viento frío y sólo había unas pocas personas desafiando la espuma del mar al lado de la barandilla. La policía siguió despacio. Era un callejón sin salida, después de todo. Llegué al final, puse una mano en la barandilla, y me lancé. A unos doce metros más abajo y oí a alguien gritar desde atrás, y entonces yo estaba temblando en el agujero. La Casa Rural Best Western Suiza fue, curiosamente, estaba cerca de la estación de Casa Línea Jubilee, a sólo una milla al noroeste del parque zoológico. Quedé con Ev media hora antes de que su grupo fuera a cenar y una nueva puesta en escena de Cándido. Yo llamé a su casa desde el teléfono del vestíbulo. -Por lo tanto, es una promesa de juntar meñiques, ¿verdad? ¿Estamos? -¿Griffin? ¡Ja! Les dije que tenía una cita y me dijo que estaba sólo tomándole el pelo. ¿Vas a mantener tu parte del trato? -Tú decides. Te dejé un paquete en la recepción antes de llamarte por teléfono. Ella contuvo la respiración. -¿Estás aquí?¿ En el hotel?

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-Dentro de un minuto. Me voy a una comida paquistaní en el West End. ¿A las diez está bien? -Sí, pero tengo que traer un acompañante . -Lo dijo como si fuera una enfermedad mortal, como si tuviera leucemia. -Bueno, eso es sensato. No puedes esperar que te dejen ir con extraños al azar. Quiero decir, ¿Qué le dirías a tus padres? .Se ha ido con un extraño muchacho y ella no regresó. -Lo siento mucho. Ella se echó a reír. -Yo podría ir a abajo estamos en el tercero, no, segundo piso, ¿verdad? Baja, primera, segundo . -¿No deberías estar preparándote para la cena? -Bueno, espera por mí. Mi mamá compró este vestido especialmente para el viaje. Sonreí. -Muy bien, entonces. Espero aquí. Todo el grupo, los quince, bajaron por las escaleras y los ascensores. E.v llevaba su gigantesco abrigo negro, pero desabrochado de par en par para mostrar un vestido terciopelo negro de cuello cuadrado que más o menos se ajustaba a ella. Tuve que controlarme para no inspeccionar el cuerpo de Ev ella era más, eh, madura que... Me había dado cuenta, a pesar de ese abrigo negro. Todavía llevaba sus gafas, pero su pelo rojo corto estaba recogido en trenzas.

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Yo fui amable con los adultos y felicité a las mujeres, jóvenes y mayores, por sus vestidos. En el último minuto, el maestro de Ev, dijo: -Tenemos una reserva para cenar en quince minutos, tu acompañante puede venir. -Es muy amable -Dije -Pero yo no estoy vestido para la ocasión. Tal vez en otro momento. Le ofrecí mi mano a Ev -Echa un vistazo a los bocetos. Espero que mañana tengas una crítica mordaz. ¿A las diez, en el vestíbulo? Ella sonrió y se veía que estaba a punto de decir algo, pero luego, sus ojos se precipitaron hacia los lados en dirección a las chicas de su alrededor, y ella se limitó a asentir con firmeza. Todavía era hora comercial en San Diego y decidí darle otra oportunidad a Proctor, esta vez desde los teléfonos públicos del centro comercial de la Plaza Horton. -Por favor, deme el número del teléfono móvil del agente de Proctor -Le dije, cuando la recepcionista contestó. La mujer dijo: -Está en la oficina esta mañana, ¿puedo pasarle? -Está bien. Proctor contestó a la tercera. -La última vez que respondí a tus preguntas. Ahora es tu turno. -¿Griffin? ¿Estás bien? No hice caso de eso. -¿Has encontrado algún rastro de Kemp? -Tal vez.- Proctor se detuvo. -¿Qué pasa si tú estás trabajando con él? -Dame un descanso . ¿Quién te dio las primeras pistas sobre él ?

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-Nosotros no revelamos los detalles de nuestras investigaciones. -Adiós, entonces. -No, espera -Dame una razón. -Podemos protegerte. -Eso me asusta más de lo que te puedas imaginar. Dame una razón real. ¿Ha ayudado mi dibujo? -Ya te dije... Colgué y me alejé de los teléfonos, me acerqué a los puestos de comidas y compré un sándwich , a continuación, salté, fuera de los baños. Lavé la ropa, me puse desodorante, y me lavé los dientes a fondo. Dos veces. Respiré profundamente e intenté calmarme. No es como si fuera a estar solo. Vi a todo el grupo, a la entrada de Regent's Park, pero resultó que la mayoría se iba al zoológico y sólo la señora Breskin se quedaría con nosotros, -No camines demasiado rápido. Dos semanas de gira y mis pies están muy hinchados. La cogí del brazo. -Tenía pensado que nos sentáramos. Cuando llegamos al parque, el resto del grupo se dirigió hacia el oeste , hacia el zoológico. Terminamos en el borde del lago, con los primeros remeros y los patos, un banco para la señora Breskin, y nosotros en el verde, más cerca del agua.

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La crítica fue profunda, pero no mordaz, con ejemplos sobre el terreno, a lápiz, utilizando el lago navegable y los reflejos de los árboles. A ella le gustaba mi trabajo. -No esperaba que tuvieras tan buena memoria. Es realmente bueno que hayas estado en todos estos lugares y te acuerdas de ellos muy bien. ¿Qué podía decir? Después de una pausa incómoda toqué los dibujos de Oxford. -Yo lo hice estando allí no de memoria -Bueno, realmente me encantan estos lápices que utilizaste en las Bahamas. -Uh, no, eso es de Tailandia, cerca de Phuket. Supongo que son un poco similares, pero nunca he estado en la Bahamas. Pero sí el Dr. Thunderball, supongo que es similar. -Bueno, ¿me vas a dibujar? -Sí-. Yo me moví buscando un fondo bueno. -Aquí. -Me senté y cogí mi cuaderno nuevo. -Con el oro de la cúpula de la mezquita en la distancia. ¿Por qué no te sientas en tu abrigo? El día había comenzado gris, con el asfalto mojado, y yo había tenido miedo que lloviera, pero el sol y los londinenses ahora inundaban el parque. Ella se quitó el abrigo de los hombros, revelando un suéter ceñido verde con mangas tres cuartos y escote. Sentí que mis mejillas se calentaron. Y dije que no debía mirar. Bueno, no particularmente. -¿Cómoda? Ella cruzó las piernas y se inclinó hacia un lado, apoyándose en un codo. -Cómoda.

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La señora Breskin nos observó un momento, vio que la obra estaba todavía en curso, y se fue a buscar chocolate caliente. Las nubes volvieron otra vez cuando Ev dijo: -Ahora hace frío. Yo cerré el cuaderno y empecé a ponerme de pie, para ayudarla a levantarse, pero mi pierna estaba dormida desde la cadera hacia abajo y me caí encima. Cuando la sangre comenzó de nuevo, casi grité. Apareció sobre mí, alarmada. -¿Estás bien? -Se me durmió la pierna -Dije con los dientes apretados. -¿Por qué no vamos almorzar con tu profesora? En el momento en que regresó la señora Breskin, yo estaba de pie, cojeando alrededor de un círculo. Los tres nos fuimos a un pequeño lugar en la India Maryle, aunque tenía la promesa de la señora Breskin que íbamos a volver al hotel en taxi. En un stand, ella y Ev me hicieron mostrarles el dibujo. Hice una mueca y les acerqué el cuaderno y vi como entornaban sus ojos a la vez. -Oh -Dijo Ev Una mano se extendió a la línea del cuello de su suéter y tiró hacia arriba. -Eres. . . Adulador . -Yo... -Dijo la señora Breskin. -Pensé que estabas tomándote tu tiempo, pero lograste mucho más de lo que esperaba. Casi convulsivamente, Ev dijo: -Mira lo que has hecho. Nunca me habían visto así nunca . Esta chica es...sensual. Ella se tapó la boca y los ojos y miró de reojo a su maestra.

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La señora Breskin ladeó la cabeza. -Sí, supongo. Todos lo somos, a veces. Es más idealista que objetivo. A veces no nos vemos como los demás. . . . -¿Señora? -Dijo Ev , preocupada, sin dejar de mirar el dibujo. Ev parecía confundida, pero el camarero se acercó en ese momento y me sentí aliviado y Ev también se tranquilizó y la señora Breskin se divertía con claridad. Más tarde, en el vestíbulo del hotel, Ev preguntó en voz baja, -¿Podrías darme una copia? -Cuando lo haya terminado. Acabo de empezar. No estoy satisfecho del todo con la luz en la mezquita y los patos, y el agua, es evidente. Ella entró en pánico. -Nos vamos por la mañana. No hay tiempo. -Quiero decir, cuando vuelvas a Trenton. -Busqué una hoja en blanco del cuaderno de bocetos -Dirección y número de teléfono. -Puse un lápiz de dibujo en su mano. -¿Por favor? Y el email -Por supuesto. -Ella escribió con esmero, con elegancia. Me encogí de hombros. Ella dijo: -¿Y tu dirección? -Es muy difícil localizarme en casa y el teléfono . Pero estaré en contacto. La señora Breskin nos dio un poco de espacio. Se sentó en una silla elegante cerca de los ascensores fingiendo leer un libro. Me puse el cuaderno de bocetos bajo el brazo y le tendí la mano. -Buen viaje, señorita Kelson.

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Estrechó mi mano y dijo: -¿Un apretón de manos? -Ella me soltó y me acerqué. El suéter era tan suave como lo había dibujado, pero los labios, eran más suaves. -¡Oh! -Dijo. -Si puedes sonreír. Tuve que coger el cuaderno de dibujo, después, y el portero me condujo suavemente hasta la acera mas allá de la puerta después de que me había chocado con él una vez. Estaba lloviendo, y el frío era desagradable, pero no me importaba en realidad.

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Once A por el riñón

Estuve tentado realmente a presentarme en el aeropuerto al día siguiente y sorprenderla, pero no sabía si volaba desde Gatwick o Heathrow o incluso la línea aérea. Debo admitir que la frase "quedar con ganas de más" pasó por mi cabeza , hubiera ido en un instante si yo supiera el aeropuerto o el avión. Yo quería algo más. Pasé dos horas más en el Regent's Park, terminando el boceto. Toqué poco la figura de ella e hice algunas mezclas y le di sombras al fondo para destacarlo. El borde de un sostén de encaje se veía desde el escote drapeado, debid o a la gravedad, y yo lo había dibujado fielmente, pero ahora me atrajo, volver a mirar sus ojos, los labios. Cogí el dibujo y fui a Kinko's para hacer una copia de doble tamaño. Luego fui a una tienda de arte especializada para enmarcarla. -¿Es suyo?-Dijo el empleado, manejando con cuidado los bordes. -No lo has firmado. ¿Quieres hacerlo? Auto-consciente, lo firmé, con mi nombre de pila. A continuación puse: "Regent's Park" y la fecha en que se había hecho. Entonces él le dio la vuelta y lo rocío con Lascaux. -¿Lo quieres en caja, también? -Sí, por favor. -¿Para envío o para llevar? -Para llevar; voy a entregarlo.

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El problema era que yo realmente no conocía bien la costa este. Habíamos estado allí cuando yo era muy joven, pero no lo recordaba. Compré un billete de tren Amtrak dejando Los Ángeles en tres días y llegando a Chicago en cuarenta y dos horas más tarde. -Tenemos algunas habitaciones disponibles -Dijo el empleado. Asentí con la cabeza. -Claro que suena bien. Me miró, la edad adolescente, y dijo: -Es caro. Quiero decir, el billete. Empezó a contar los billetes y me dijo: -Muy bien. ¿Room o roomette? Los roomettes no tienen sus propios aseos y duchas, pero no son tan caros. Al final pagué una prima por la habitación y luego de nuevo, en el límite de las orillas del lago, en Chicago-Nueva York , con una brecha de veinticuatro horas del día en el medio. Yo no iba a ninguna parte cerca de los aeropuertos, los lugares donde requerían identificación. El nombre que había utilizado en el billete era Paul MacLand, ese hijo de puta de Paul era de mi clase de karate . Le di al Agente Especial Proctor una oportunidad más, volvió a coger en su despacho. -Una última oportunidad -Le dije desde un teléfono público cerca de Balboa Park. -¿Quieres mi cooperación o no? -Voy a responder a tus preguntas cara a cara. No por teléfono. -¿Dónde?- Pensé seriamente en ello. Después de todo, él no podía detenerme. -Aquí en mi oficina. -Yo podría considerar algún otro lugar. Balboa Park, ¿tal vez? Podrías estar allí en diez minutos, ¿no?

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-Tal vez. -Tendrías que venir solo. -¿Qué, sólo y sin armas? -Trae las armas que quieras. Simplemente ven solo.- Pausa. -Tengo una llamada programada. ¿Qué tal en cuarenta y cinco minutos? -Él estaba haciendo tiempo. -Es el subdirector no puedo... Te mencioné que esta es tu última oportunidad, ¿no? - Pero realmente no puedo. Tal vez podrías... Yo lo interrumpí.- No voy a volver a llamar. Y colgué. A la mañana siguiente me lancé a Universal Studios en Los Ángeles, un lugar que había estado con papá y mamá. Vi el tiburón. Salí de inmediato, abrumado por los recuerdos. ¿Por qué buenos recuerdos duelen más que las imágenes en mi cabeza desde aquella noche? Cogí el nuevo Red de extensión de línea en Hollywood y fui a la Unión Station. Mi tren no salía hasta la noche siguiente, pero yo no quería ir de un sitio a otro. Dibujé el reloj de la Torre Misión desde el exterior. De vuelta en San Diego llamé al departamento del sheriff desde un teléfono de la oficina del Palacio de Justicia del condado. La oficina estaba vacía por el almuerzo y la puerta estaba cerrada con llave, pero yo podía ver través del cristal. La Central de la División de Investigaciones su oficina principal. Marqu é un número de teléfono. -Detective Vigil coordinador de las pronunciación del español.

autoridades

Después de cinco tonos una voz dijo: -Bob Vigil.

federales-.

Usé una

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-Mi nombre es Griffin O'Conner, detective. Envié un boceto a su departamento. Hubo una brusca respiración. -En serio. Eso es raro. Los federales piensan que estás en Europa . -Huh. ¿El Servicio de Inmigración del Reino Unido estaba hablando con el FBI? ¿Tal vez a través de Scotland Yard? -¿Tienes identificador de llamadas? -Sí. Veo que es una llamada local. -¿Ha habido suerte con el dibujo? ¿Fue útil? -Mierda, ¡sí! La compañía de alquiler de coches, él había dado su identificación para alquilar luego de que le habían robado en México. El empleado de Aerolíneas Azteca en Rodríguez . -¿Rodríguez? ¿Dónde está eso? -Tijuana -Dijo internacional.

Vigil.

-General

Abelardo

L.

Rodríguez el

aeropuerto

-¿Adónde fue ? -No lo sé. No lo recuerda y la identificación no era de Kemp . El nombre no figura en ninguna de sus listas. Hay varios vuelos en varias ciudades dentro y fuera de México. El FBI está visionando los vídeos de seguridad de los vuelos con salida y llegada a Tijuana. -¿El agente Proctor de la oficina del FBI de San Diego lo sabe? -Eso es lo que me dijo. Bastardo.

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Vigil continuó: -Suponemos que Sam no tiene un número de teléfono de ti, acamparon allí, ¿verdad? -¿Acamparon? ¿Donde Sam? -Sí, llevaban una semana. Lo sabemos por el alquiler de coches y la cantidad de basura que acumulaban. ¿Puedo considerar que Sam no podía llamar?. Hice una mueca. -Uh, no. Lo llamaba regularmente Dios-. Habían estado esperando una semana a que llamara a Sam y a Consuelo Sentí ganas de vomitar. Quería correr a París y buscar a Alejandra, para protegerla. Pero podía llevarlos hasta ella. Vigil interpretó mi silencio. -Lo ves, ¿eh? Mi respiración se hizo profunda. -¡Sí! Fue con mucho tacto en silencio por un momento. Después de mi respiración me tranquilicé, dijo, -¿Alguien más? ¿Has calculado cuántos eran? -Paolo vio a cuatro. Es el tipo que robó en la autopista Dos. Tenemos algunas fotos de ellos, desde la cámara en el lugar de alquiler. Podrías echarles un vistazo y mirar a ver si reconoces alguno. -¿Esta Kemp en esas imágenes?

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-No. De acuerdo con la agencia de alquiler se quedó fuera. Uno de estos otros chicos se hicieron cargo del papeleo. Supongo que podría ser uno de los chicos que habías conocido en el metro de Londres, o el gran hombre de Oaxaca. Supongo que podrías venir y mirar. ¿Dónde estás? -Estoy en el Lemon Grove. -Su número parece del centro, ¿no? -Estoy en la frontera del condado. Voy a la oficina principal. Puedo encontrarme contigo en algún lugar cercano al centro. Bueno, él había respondido a mis preguntas, a diferencia de Proctor, y yo quería ver las fotos, las otras caras. -Muy bien. La biblioteca principal de E Street . -Eso es. En veinticinco minutos, ¿de acuerdo? ¿Justo dentro? -Claro que sí. ¿Llevas uniforme? -No, voy a llevar una carpeta roja con las imágenes. Soy hispano, unas doscientos libras, y tengo un traje marrón, sin corbata. Afeitado. Bueno, estaba esta mañana. -Bien. Salté al estacionamiento de personal, detrás de la biblioteca central y caminé alrededor. Por un momento me paré en la puerta de entrada en la acera, mirando al alrededor, era un día normal de la semana de San Diego. Entré y encontré un lugar donde podía ver la puerta desde detrás de un estante para libros y me apoyé contra una pared. Mucha gente entró y salió por las puertas en los treinta minutos siguientes. Por último, un hombre con un traje marrón entró, con una gruesa carpeta de archivo de color rojo en la mano. Él la llevaba contra el pecho.

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Me separé de la pared y fui a su encuentro. Al pasar por una estantería de libros oí unos pasos a mi izquierda vi a un hombre entre los estantes. Algo brillaba en su mano y sentí una presión en las costillas, a continuación, un dolor insoportable. Su mano, y el metal, regresó con otro movimiento, hacia mi estómago, y yo no estaba. Me tambaleé por el suelo desigual y caí sobre una rodilla. Cuando traté de levantar mi mano izquierda lo sentí de nuevo allí, grité, y me dejé caer de nuevo. Cuando apoyé el brazo en mi pierna, sentí la tela empapada. Ni siquiera podía mirar hacia abajo, pero mire mi mano y vi sangre en los dedos. Necesitaba un médico, con urgencia, antes de que me desangrara, pero también necesitaba evitar los lugares frecuentados. El ir a un hospital de Londres podría ser fatal. Definitivamente en San Diego, también, o la clínica que conocí en La Crucecita. Me encontré mirando a mis bocetos, clavados en las hojas de madera contrachapada. Era tarde en Hondarribia, pero el casco antiguo estaba bien iluminado, y me extendí boca abajo en el pavimento, el lío de color rojo en la parte posterior de la camisa al parecer se destacó muy bien, pues lo último que oí fue una mujer gritando y una voz de un hombre diciendo: -¡ Por la Sangre de Cristo! De hecho. Me desperté acostado sobre mi vientre, con la cabeza inclinada hacia un lado. Mi espalda no me dolió mucho, pero noté como alguien estaba tirando de ella. Empecé a girarme y una mano sostuvo mi hombro. Una voz de hombre dijo: -No te muevas. ¿Entiendes? Me acomodé. –Entiendo-. Después de un minuto le pregunté dónde estaba. -¿Dónde estoy ? -En una Clínica. Soy El doctor Uriarte.

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La policía te trajo. La policía me trajo, ¿eh? Pensé en lo que tenía en los bolsillos. Sólo dinero inglés libras, unos francos, algunos dólares de EE.UU. Tal vez una goma de borrar. No hay huellas, no tenía mi pasaporte, había sido confiscado por la inmigración en el Reino Unido. -Treinta y nueve puntos- Anuncio el Dr. Uriarte. Treinta y nueve puntos de sutura. Había, obviamente, pero mi imaginación adormecida sintió algún pinchazo. Me ayudó a sentarme. Estaba desnudo. Mi camisa, pantalones, ropa interior, zapatos, calcetines, todos están en una esquina, con un montón de sangre, incluso los zapatos tenían sangre . Tenía una sonda intravenosa en el brazo izquierdo, algún líquido claro corría por el tubo. Era la sala de sutura. Mantuvo sus manos sobre mis hombros hasta que dijo: -Bien. Colocó un apósito y lo sujetó con cinta adhesiva hasta el final de mis costillas, mirándome atentamente para asegurarse de que no cayera . -¿Recuerdas como fuiste atacado? Bueno, sí, yo me acordaba, pero negué con la cabeza. -No. Sucedió Muy rápido. Sucedió muy rápido. Cogió una bolsa de plástico del mostrador y me la acercó. -Ten tu Dinero ¿Eres estadounidenses? -Él se había dado cuenta de los dólares. Su fuerte acento Inglés era coloquial. -Británico -Le dije. -Su español suena como mexicano. Asentí con la cabeza. -Sí, es donde yo lo aprendí. -Fui a la escuela en Texas -Dije.-He vivido en California. Tengo un poco de frío, doctor.

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-Perdona. - Sacó de un armario una bata . -Soy pediatra. Mi clínica está cerca de donde fuiste asaltado y yo vivo al lado-. Me quitó el tubo y me ayudó a poner la bata-¿En qué hotel estas? -Ninguno. Acabo de llegar. -Por lo que se te robaron el pasaporte. Tenía la esperanza de que estaba en tu hotel.Negué con la cabeza.- El cónsul británico más cercano esta en Bilbao. Creo que pueden emitir pasaportes de emergencia.-Asentí con la cabeza.-Hay que tener mucho cuidado te traspasaron tres capas de músculo. No hagas ejercicios en cuatro semanas y, a continuación haz algunos de fisioterapia. -Él frunció los labios.- Podría haber sido mucho peor. Yo creo que iban por el riñón. Hubieras muerto en cuestión de minutos. Me acordé de la torsión del movimiento. Sí, se perdió. Pero importó la rapidez con que había saltado. -¿Me hubiera desangrado hasta la muerte? -Oh, sí. La arteria renal es muy grande. Sólo una atención inmediata en un centro de trauma podría haberte salvado. Tu atacante debe haber sido un hombre muy desesperado. Parpadeé. -No me siento muy bien. -Necesitas algo para el dolor. Te voy a dar una receta. -¿Y los puntos? -Diez días. Los internos se disuelven, no te preocupes por ellos. -Está bien. -Si hay enrojecimiento o hinchazón o secreción, vete a un hospital. -Muy bien. ¿Cuánto te debo?

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-¿No tienes seguro? -No Me dijo lo que hubiera cargado a la compañía de seguros y le di eso en dólares . -La policía está esperando para hablar contigo. -Por supuesto-Le dije. Le pregunté para usar su baño. Al principio, dormí bien, pero cuando pasó el efecto de la lidocaína, el dolor me hizo despertar, un grito de dolor rebotó en las paredes del agujero. Fue una agonía ponerme una camiseta. Salté a una farmacia en La Crucecita. No me importaba si los bastardos detectaban el salto. No se necesitaban recetas para comprar medicación para el dolor en México. Le expliqué mi problema al farmacéutico, incluso empecé a levantarme la camisa para mostrar el vendaje. El farmacéutico pareció alarmado por mi expresión e hizo gestos para que me bajara la camiseta. -¿Treinta nueve puntos?- El número de puntos de sutura realmente lo impresionó. -Verdad. Me vendió una botella de Tylenol con codeína. Salté de nuevo al agujero antes de que traspasara la puerta. No pude volver a dormir tenía un dolor constante. Me vestí con cuidado y compré unos zapatos nuevos, por primera vez en San Diego, a continuación, en Rennes. El dependiente tuvo que atarlos por mí. A las seis de la tarde me abordó cuidadosamente el Jefe del suroeste en la Unión de Los Ángeles, en la estación, para mostrarme mi habitación exclusiva , y, con la ayuda de las pastillas, dormí a ratos sobre mi lado derecho.

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Mi plan era dibujar en cada parada en el camino, pero las drogas no me dejaron y mi plan se fue al traste. Me las arreglé para hacer unos dibujos por la ventana del vagón, en las estaciones de Kingman, Flagstaff, y Winslow. En Nuevo México Alburquerque, Lamy, y el Ratón, pero tomé doble las píldoras después de eso y dormí todo el camino a través de Colorado y la mayoría de Kansas, desperté a tiempo para esbozar Lawrence y Kansas City. Sólo una parada de Missouri, La Plata, y sólo uno en la esquina de Iowa antes de que empezaran a cruzar Illinois. Me dolía demasiado y las píldoras me estaban haciendo estragos. En las últimas cinco horas en Chicago estuve en una niebla de drogas difusa. Yo no había confiado en mi capacidad para mantener las puntadas secas y sólo me lavaba las axilas, era sorprendentemente difícil. Había sido golpeado por los otros pasajeros en varias ocasiones cuando me tambaleaba por el pasillo hacia el coche comedor. Y yo había estado pensando. Él se lo había dicho. El Investigador Vigil le había dicho que estaría en la biblioteca. Habían estado esperando. Habían llegado antes que yo hubiera entrado por una entrada diferente, que pudieran eludir las alarmas de salida de emergencia. Pero Vigil se lo había dicho. Bastardo. Me registré en un hotel cerca de la estación, pagando por adelantado. Le expliqué que había sido asaltado y por eso yo no tenía ninguna identificación. Mirando mi rostro en el espejo después, parecía más viejo de lo que yo recordaba. El cambio real se debía al dolor. Tal vez pensó que yo era mayor de dieciocho años o tal vez simplemente se compadeció de mí. Usé la bañera, con gratitud, dejando el brazo izquierdo hacia abajo, el agua era poco profunda. Me las arreglé para deshacerme del olor y hasta lavarme el pelo un poco. La cama era más suave que la mía en el agujero, pero incluso con las

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drogas, cada ruido me hizo despertar con un subidón de adrenalina. Por último, encendí las luces eché un buen vistazo a la habitación y salté de nuevo al agujero, donde dormí durante seis horas. Me dolía a la mañana siguiente, pero era más llevadero. No tomé una pastilla, y desayuné en el hotel de Chicago, la niebla inducida por los fármacos se disipaba. Llegué a la orilla del lago a las 7:55 pm y media hora más tarde a la estación de Penn . Había dormido mejor desde el ataque y tan pronto como me bajé del tren compré un nuevo billete para Trenton. Mientras esperaba el tren de las 5:01, dibujé en un rincón de la Séptima Avenida. El tren estaba lleno, era la hora punta. Me dolía cuando me senté, de todos modos, encontré un rincón donde me podía sostener sin apoyarme en los puntos de sutura. El viaje duró un poco más de una hora. En Trenton llovía. Conseguí un mapa de Trenton. Trenton Central High School, era donde estudiaba Ev. Estaba a unos dos kilómetros aproximadamente , de la estación y su dirección, en la avenida Euclid, estaba aún más cerca. Pero llovía y una hora de pie en el tren me había borrado como una pizarra. Dibujé un lugar de la plataforma, con los viajeros corriendo, y salte de nuevo al agujero. Diez días después del ataque, volví al doctor Uriarte, esperando con las madres y sus hijos enfermos en la sala de espera del pediatra. Parpadeó cuando me vio, sorprendido, y entonces se acordó. -Eres tú ¿dónde fuiste?

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Miró a su alrededor y me llevó a la sala de reconocimiento. Varias mujeres que habían estado allí antes me miraban mal. Cuando hubo cerrado la puerta de la sala de reconocimiento, dijo: -La policía estaba muy molesta conmigo. Me dijeron que estaba mintiendo cuando les dije que te habías ido, desnudo. -Lo lamento mucho. No era mi intención causarte problemas. Necesito que revises mis puntos de sutura, pero si te puedo dar problemas, puedo encontrar en otro lugar. Voy a pagar en efectivo. Lo consideró. -Por supuesto que vamos a sacar los puntos de sutura. No dijeron que tenía que llamarles si volvías. -¡Ah!. Muchas gracias. Él llamó a una de sus enfermeras para que se los quitara mientras se ocupaba de algunos de los otros pacientes y sus madres enojadas, pero él se volvió y examinó el corte. -Excelente. No siempre queda una cicatriz. Una línea, pero creo que no tendrás ningún daño funcional. Le pagué el doble de lo que me pidió. La llamé la noche del viernes, desde Penn Station. Ella no estaba en casa pero su madre me dijo que volvería sobre las diez, volví a llamar a las 10:05 pm -¿Hola? -Hola, Ev. ¿Eres tú?. Ella interrumpió. -He estado esperando casi una hora-. No se dio cuenta que tenía que ser una llamada de larga distancia. -Bueno, no realmente no. Estoy en la ciudad de Nueva York .

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Ella guardó silencio durante un segundo y dijo: -¿En serio? -En serio. Me preguntaba si estabas libre mañana y podíamos vernos. Ella se echó a reír. -Sí, no tengo citas en la agenda, estoy libre. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Debo tomar un tren a la ciudad? Me gustó esa idea mucho, pero le dije: -No. No creo que tus padres te dejaran ir, sería mejor que yo me acerque. ¿Está bien alrededor de las diez? En Euclid Avenue, ¿verdad? -Parece que es poca distancia a pie desde la estación. -¿Cómo lo sabes? -Mapas, querida. -Oh. Bueno, eso estaría bien. ¿Qué estás haciendo en Nueva York? -Hablando contigo. Salté a la estación de Trenton a la mañana siguiente y me uní a la multitud al bajar de un tren de Philadelfia . Caminé, estirando las piernas. El corte s eguía dándome problemas pero estaba recuperando mi energía. Ya no me mareé, y yo era capaz de llevar el boceto de la caja debajo de mi brazo derecho. Por primera vez en dos semanas, me sentía limpio, me había duchado sin preocuparme de que se mojaran los puntos. Estaban empezado a salir los brotes de los árboles y la hierba verde brotando entre el marrón del año pasado. Su casa era una de ladrillo amarillo de dos plantas con un porche cerrado. Ella la había llamado Colonia por teléfono. Ella estaba en la escalera cuando me volví hacia el bloque, aunque esperó hasta que estaba en su patio antes de avanzar a mi encuentro. Me di cuenta de que iba a tratar de abrazarme, así que tendí la caja, con rapidez, y detuve su avance al recoger el paquete.

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-Adelante, pasa. Sus padres estaban esperando en el salón. Su madre estaba junto a la ventana y su padre estaba sentado, con un libro, pero yo tenía la sensación de que ambos habían estado esperando. Utilicé mis mejores modales al presentarme. -Es un placer conocerte. Charmed. La señora Kelson era pelirroja, pero lo tenía bastante canoso. El Sr. Kelson tenía el pelo oscuro. No se había tornado gris. No me gustó su sonrisa, cuando me miró. Puede haber sido un :¿quién eres y qué estás haciendo con mi hija?. La sonrisa de su madre era auténtica, sin embargo. A la señora Kelson le encantó el boceto. El padre de Ev Dijo: -Muy bonito - Pero con su ceño fruncido, miró a su hija y al boceto. -¿Has hecho una copia?-Preguntó Ev. -Sí, tengo una fotocopia decente. Yo no le dije que era el doble del original y que lo tenía colgado al lado de mi cama. -¿Qué estás haciendo en Nueva York, Griffin? -Preguntó el señor Kelson. -De camino a casa desde Europa. Vivo en el sur de California. -¿En serio? ¿Inglaterra? -Miró a su hija. -Nosotros realmente no hablamos de ello, papá. Lo vi en Londres y pensé que era británico. ¿Qué se suponía que tenía que pensar? -Sí-Añadí. -Estuvimos hablando de arte. -¿Donde, en el sur de California?

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-En el desierto, en el oeste del Condado de San Diego. La ciudad más cercana se llama Borrego Springs. Esta era la verdad, después de todo, pero luego mentí. -Paso la mitad del tiempo con mi tío en California, la otra mitad en Lechlade, o en Oxfordshire, con mis abuelos. Yo estaba de visita en casa de un primo de un amigo cuando conocí a Ev en Francia . -Su educación debe ser complicada -Dijo la señora Keslon. -Estoy en el auto-estudio. Estudio en casa. Es la única manera de que esto funciona. Cuando vaya a la universidad, será diferente. Ev se volvió hacia sus padres. Dijo Ella dijo: -Estoy pensando en ir a tomar un café con Griffin . -Tenemos aquí café. El surco entre las cejas del Sr. Kelson estaba de vuelta pero la señora Kelson lo cortó, diciendo rápidamente -Por supuesto. ¿Vas a almorzar fuera, o quieres comer con nosotros? Patricio viene de Princeton en tren. Ev me miró y dijo:-Mi hermano. Lo vamos a recoger después de comer, ¿de acuerdo? -Está bien-Dijo la señora Kelson. -Estate de vuelta a las cuatro así llegaré a tiempo. -De acuerdo-Dijo Ev Cogió su abrigo grande de color negro que había traído desde Europa, se encogió de hombros y salieron por la puerta. -¿Paseamos?- Le pregunté.

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-Sí, está cerca. Más en State Street, cerca de la estación de tren, pero en el otro lado. Agarró mi brazo izquierdo y me puse tenso y me dejé llevar. -¿Qué pasa? ¿Estás bien? Su rostro había caído como si me hubiera golpeado con ella y me apresuré a tranquilizarla. -Lo siento- Un dolor surgió en mi espalda. -Me encantaría que me agarraras del otro brazo, sin embargo. El alivio era palpable. -Pensé que te movías así por el frió. -Sí. Tardó diez minutos en llegar a Laveta, donde cogimos café para llevar. Detrás de la tienda de café se extendía el cementerio entre State Street y la estación de tren. -¿Tienes frió? -Le preguntó. Había comenzado parcialmente nublado pero ahora estaba completamente nublado y el viento era racheado y algo húmedo. -Tal vez si me dejaras compartir tu abrigo. Ella sonrió. -Me gusta tu forma de pensar. Me mostró un banco de la esquina trasera del cementerio. -Aquí. Vengo aquí a dibujar.

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Ella abrió su abrigo, en el banco y me invitó a sentarme junto ella. Cuando lo hice, ella lo envolvió en torno a los dos. -Huh -Dijo. Apenas se atrevió -¿Qué? -Trabajamos bien. Pensé que eras más grande. Ocupas más espacio en mi mente. -Lo siento. Siempre puedo callarme. Ella me besó. Cerré los ojos y me apoye en ella. Después de un momento se echó hacia atrás y dije: -Acabas de decir que puedes callar. -¿Te estás quejando? Quiero decir...- Esta vez yo le bese. Esta vez las manos eran itinerantes, la mía, la suya, ella guiaba la mía. Me dolía pero no tanto como en las últimas dos semanas. Su mano, se metió por debajo de mi camisa, encontró el corte y casi me gritó al oído. -Lo siento. Me quitaron los puntos ayer y todavía esta tierno. -¿Puntos? ¿Qué pasó? Nos separamos. Ella me dio la vuelta y levantó el borde de mi chaqueta y la camisa, para verlo. -¡Jesucristo! ¿Qué pasó? Mi boca se movía, pero no salió nada. -¿Griffin? ¿Qué paso? ¿Quién te hizo esto? .Te lo hicieron con un cuchillo, ¿no? -Sí. El objetivo era mi riñón.- Me puse de pie y dejé la chaqueta y la camisa caer.

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Ella cerró el abrigo. -¿Quién hizo eso? -Mentí a tus padres. Ella parecía confundida. -¿Qué? ¿No puedes responder a una pregunta directa? ¿Qué quieres decir con que mentiste a mis padres? -Yo no vivo con mi tío o mis abuelos. No tengo abuelos. No tengo un tío. Después de que mis padres murieran yo vivía con un amigo en México, más tarde, busqué mi propio lugar. El lugar en el desierto, ya hablamos sobre esa parte, eso es real. -¿Qué tiene que ver eso con el corte? Le di una patada a un montón de hojas del otoño pasado, agrupadas y en descomposición. Fue un error. -¡Ay!- Yo cojeé en torno a un pequeño círculo, inclinándome del lado izquierdo. -Lo que estoy tratando de decirte es que yo no quiero mentirte. Pero yo no quiero que pienses que estoy loco. Y después de algunas cosas que te voy a contar podrías pensarlo. Subió las piernas sobre el banco, bajo el abrigo, y se abrazó a ellas. -¿Qué clase de loco? -La gente que mató a mis padres todavía están tratando de matarme. Ellos estaban tratando de matarme cuando los mataron. Parecía que estaba a punto de llorar. Ella no me cree. Ella piensa que estoy loco. Sostuve mi mano como un guardia de cruce para detener el tráfico en sentido contrario. -Espera. Te voy a dar pruebas. Y salté.

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Ella se puso a correr gritando, pensé, mientras arrancaba los listados de microfilm del periódico clavados en el contrachapado de mi cueva. Salté hacia atrás. Estaba de pie, con el puño contra su boca. Ella se estremeció de nuevo y se sentó en el banco de hormigón . Ella comenzó a jadear. Di un paso más cerca y abrió mucho los ojos y ella se apartó. Bueno, ahora yo sabía que había sentido cuando me aparté de ella en frente de su casa, cuando ella agarró mi brazo izquierdo y tocó mi herida. Me moví muy lentamente y con los documentos bien agarrados, el viento amenazaba con enviarlos volando. -Deberías mirar esto.- Me acerque más, con cuidado. Acercó la mano para coger los documentos. -¿Qué fue eso?- No se suprimió la histeria en su voz. -¿Cómo hiciste eso? Me hizo un gesto hacia los periódicos. -Anda, mira. Cuando los había cogido le dije: -Tengo cicatrices de otros cortes mayores -Dije en voz baja. -Los dos primeros reportajes son de que mis padres estaban vivos. Sé que dice que estaban involucrados en el negocio de la droga, pero eso era una patraña. - Señalé a mi cadera derecha, -la herida es de esa noche, casi me matan. Leyó las páginas, mirándome a menudo por si me movía. -Realmente te llamas Griffin O'Conner. Cuando llegó a la tercera página me dijo: -¿Quién es Sam Coulton y Consuelo? -Sam y Consuelo me encontraron en el desierto después de esa noche .... Me ayudaron. Más tarde, Consuelo me llevó a Oaxaca y viví con su sobrina durante casi dos años, hasta que me encontraron otra vez y tuve que marcharme. Después de eso, viví por mí mismo.

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-Cogieron a Sam y a Consuelo, tratando de llegar a mí. Envié el INS en... bueno, ya verás qué pasaba. Siguió leyendo. Dejó de seguir mirándome cada poco cuando empezó a ver la cantidad de gente muerta. Crucé mi brazo derecho por encima de mi estómago, y dejando el izquierdo a mi lado. Estaba como el acusado en el banquillo a la espera del veredicto del jurado. -Entonces, ¿por qué quieren matarte? Negué con la cabeza. -No lo sé a ciencia cierta. -Es algo que tiene que ver con, eh, lo que has hecho, ¿no? -Sí, creo. -Y lo que acabas de hacer...- Se humedeció los labios. -Quiero decir, te vi desaparecer, ¿pero adónde vas? - A un lugar en el sur de California. En el desierto. -¿Me estás tomando el pelo?. Negué con la cabeza. -No. ¿Quieres verlo? Di un paso hacia adelante. Ella levantó las manos. -¡Guau muchacho! Di un paso atrás de nuevo, las esquinas de mi boca tirando hacia abajo. Por favor, por favor, por favor. Ella señaló en el otro extremo del cementerio.

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-¿Ves la esquina de la clínica de control de natalidad? Son a unos doscientos metros de distancia. Muéstramelo, vete allí. Yo lo hice. ¿Cuántos sensibles puede haber? Esperemos que no hubiera uno por aquí. Me quedé allí, a unos doscientos metros de distancia, y la saludé con la mano. Después de un momento, levantó el brazo e hizo un gesto. Volví por el camino. -Supongo que podrían ser drogas. ¿Qué pusiste en mi café? Negué con la cabeza. -¿Cómo haces eso? -Acabo de hacerlo. La primera vez tenía cinco años. -La taza de Starbucks, en Mont Saint Michel dijiste que lo habías comprado en San Diego. Fue esa mañana, ¿no?. Asentí con la cabeza. Empezó a llover. -¡Mierda! -Dijo Ev -Estoy tan cansada del invierno. Quiero que haga calor.Sonaba molesta y no creía que fuera por el tiempo. -No puedo hacer que haga calor aquí -Dije. -Pero yo puedo llevarte a un lugar que lo haga. Ella no dijo que no. Sus ojos seguían cautelosos, pero su frente ya no estaba fruncida. -¿Te gusta la comida tailandesa?

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Doce Ritos de paso Estábamos caminando por Kensington High Street, en nuestra tercera cita cuando Ev dijo: -Vamos allí . Pensé que quería decir a la zapatería pero ella me empujó hacia un lado, hacia la tienda de la esquina. -¿Qué? ¿A la farmacia? -Sí, a la farmacia. La seguí a través de la puerta era por la tarde en Nueva Jersey y cerca de las diez de la noche en Londres y estaban a punto de cerrar. -¿Qué necesitas? Ella miró por encima del hombro y dijo -¿Qué necesitamos?. Entonces ella se sonrojó. Ella compró preservativos, marca Durex, lubricados, pagué yo porque ella solo tenía dinero norteamericano. La dependienta me miró, parecía aburrida, mis orejas ardieron. De vuelta en la calle, ella dijo: -Tenemos dos horas más. Me ofrecí a mostrarle mi lugar, el agujero, pero ella se negó. Hasta ahora había dejado que la llevara a nadar a México, a París para tomar café, a Madrid de tapas, y a Phuket a comer satay. Pero no a mi cueva. -Uh, yo nunca lo he hecho. Ella asintió con la cabeza. -Lo sé. Me di cuenta.- Se acercó a mí y me abrazó. -¿No quieres?

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Asentí con la cabeza en silencio. -Bueno, entonces. Fue después, cuando estábamos acostados en la cama cuando finalmente descubrí que era trece meses más joven que ella . -¡Oh, Cristo! ¡Estoy cometiendo abuso infantil! Moví mi mano hacia un lado y ella arqueó la espalda. -Bueno, es más divertido que hacer auto-abuso -Le dije. -Piensa en ello como si estuvieras haciendo caridad a un niño pobre huérfano. -¿Un niño huérfano? -Un niño huérfano. Cantó, -¡Oh, los hombres del destino oscuro y triste, renuncian a su empleo cruel. Ten piedad de mí he estado solo, me siento un niño huérfano! -¿Eh?- Yo estaba confundido por completo. -Y tú un inglés Piratas Penzance. Gilbert y Sullivan. -Oh. Nunca lo vi. Moderno Mayor General, Bueno, ten piedad de mi soledad ... - ¿Qué hora es? ¡Oh, mierda! -Apartó las manos -Tengo tiempo de volver o me castigaran. Salté a la esquina de su bloque, en función de la creciente oscuridad para ocultar nuestra súbita apariencia. Me besó y salió corriendo por la calle, llevando su mochila en el hombro. Caminé entre dos coches aparcados en la calle y salté. El padre de Ev tardaba unos cuarenta y cinco minutos desde el trabajo, por lo que rara vez llegaba a casa antes de las seis. Su madre trabajaba en una escuela

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secundaria en el distrito escolar de Neshaminy en Pensilvania al lado del río. Rara vez llegaba a casa antes de las cinco y media. Así que teníamos ese momento entre las tres quince y las cinco treinta, la mayoría de los días de la semana. -No nos vamos a ver todos los días- Dijo ella -Tres veces a la semana, como mucho. Tuve que comprar más condones. Ella me retrató desnudo en un bloc de dibujo. Nos bañábamos desnudos en la luz de la luna en Phuket. Y comimos en los pequeños cafés con vista al Sena, mientras hacía sus tareas de clase. Le ayudé con su francés y ella me ayudó con el álgebra. -La señora Breskin dice que mi acento está mejorando notablemente. -Lefrangais est la langue de Vamour. Volvamos a casa. Ella se echó a reír. -No, apenas he tenido tiempo para terminar este ensayo. Mi suspiro fue elocuente. -Mañana. Tarea o no - prometió. Pero al día siguiente ella no estaba allí. Habíamos quedado en la estación de servicio Shell, en la Avenida Greenwood cerca de la escuela secundaria, y sólo a pocas calles de su casa. Pensé en llamarla pero me dijo que sus padres tenían identificador de llamadas, así que si iba a llamar, desde donde lo podía hacer. Salté hasta Balboa de San Diego Park, y desde un teléfono público marqué el número. Ella respondió.

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-Hola -Le dije. -¿Desde donde me estás llamando? -San Diego. ¿Cómo estás?-. Lo que realmente quería decir es, ¿puedes hablar? -Estoy enfadada. Mi padre revisó mi mesita de noche. Encontró el dibujo que hice de ti, desnudo. -Ese fue un boceto muy bueno. Uh, ¿qué dijo? ¿Qué le has dicho? -Le dije que lo había sacado de mi imaginación. También que no era asunto suyo y si alguna vez registraba mis cosas de nuevo, me iría de casa. -Ella se aclaró la garganta.- Hubo algunos gritos entre los dos. -¿Cuando pasó esto? -Hoy. Se presentó y me sacó de la escuela a última hora. Lo siento. Estoy castigada por un mes. Él sospecha algo, tengo que volver a casa inmediatamente después de la escuela y llamarlo por teléfono al trabajo. No puedo ir a ninguna parte. Probablemente compruebe in situ las llamadas telefónicas. -¿Qué vas a hacer? -Voy a aguantar. Mi madre, está un poco mas enfada que él, creo. Es una hipócrita. Ella es la que me compró condones cuando entré en el instituto. -¿Ah, sí? Yo sabía que me gustaba-. Traté de mantener mi voz serena, pero me dieron ganas de llorar. Yo no podía estar un mes entero sin verla. -Sí. Luchamos como fieras, hemos llegado a una tregua. Pero no me hablo con mi padre. Predigo que estaré así dos semanas, entonces él se relajará. Tal vez incluso antes. -Eso no era tan malo. ¿Podré llamarte?

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-Hmmm. No veo por qué no. Tenemos llamada en espera. Sabrá que has llamado, a veces comprueba los números cuando llega a casa, así que asegúrate de que es desde San Diego, ¿vale? -Bien. Oí un ruido de fondo. -Me están llamando para la cena. Tengo que irme. -Muy bien. Je t'aime . -Maldita sea -Dijo. Lavé la ropa. Necesitaba cambiar las sabanas. Compré más sábanas, un edredón más agradable, más almohadas. Se había quejado de no tener música, así que compré un equipo de sonido portátil, uno que podría montar en mi sistema de energía de doce voltios, y una selección de CDs. Me abastecí con su cola preferida y algunos bocadillos y otras cosas. Le gustaban las tortas de arroz de las que son como espuma de poliestireno, así que compré un paquete. Compré un baño portátil para mejorar mi cuarto de baño, uno que utilizaba productos químicos para mantener el olor a raya. Yo podía volcar el baño en el mismo pozo, en el área de picnic del parque y tenía un agradable asiento. Añadí dos calentadores solares de agua para la ducha de Oaxaca. Me llevó tres días. Mi costado estaba mejorando. Empecé a hacer algunos estiramientos. Me compré un saco de boxeo y un soporte para ello, pero no se mantuvo estable en el suelo desigual de la cueva, así que termine por ponerlo en cemento. Después de unos días de golpearlo, volví a la makiwara en el Área Vacía. Uno de ellos había sido tomado, tal vez para leña, y tuve que atar un par de los otros que se habían caído al suelo.

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Mi lado izquierdo estaba débil, sentía el tirón de la cicatriz profunda. Me doblé y me estiré en ese lado y hubo alguna mejora. Hablé con Ev todas las tardes entre semana. -Ahora esta más desconfiado. Él se pregunta por qué no llamabas antes y ahora sí. -Oh, genial. ¿Debería dejarlo? -¡Claro que no! Pero si esto sigue así, estoy pensando en que vengas por las tardes. Quiero decir, tengo una cama. -Nunca he estado en tu habitación. De hecho, sólo había estado en tu casa el día del boceto y cuando más tarde conocí a Patrick y Booger . -¿Sí? ¿Qué significa eso? -No puedo saltar a un sitio que no tengo memorizado. Quiero decir, puedo ir a algún lugar que puedo ver, realmente necesito estar familiarizado con él. Es por eso que tengo todos los bocetos. -Hmm. Bueno, estoy realmente desesperada, sabes lo que quiero decir. -Créeme, lo sé. A las tres semanas, su padre cedió. Quedé en el lugar de siempre y nos fuimos directamente al agujero. Ella aprobó las almohadas, el edredón y el inodoro, pero no creo que se diera cuenta hasta después de la segunda vez. -Oh, Dios. Lo necesitaba. Cuánto lo necesitaba. Has estado haciendo ejercicio. -Sí. Especialmente con mi brazo derecho. Nos duchamos juntos en Oaxaca, nos lavamos uno al otro lentamente. La temperatura era perfecta.

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Después de que estábamos vestidos, nos sentamos al sol en la playa, yo en una roca y ella en la arena a mis pies. Le cepille el cabello hasta que se secó. La dejé en nuestro rincón del cementerio de Mercer. Yo quería acompañarla hasta su casa pero ella me besó y dijo: -No. No cuando se supone que debes estar en San Diego. Hasta el jueves. Ella estaba allí el jueves, pero pálida. -¿Qué pasa? -Oh, tengo dolor de cabeza -Dijo. -Pero también tengo buenas noticias. Les dije que estaría fuera hasta las nueve. Unos amigos míos están jugando en el Teen Club. Vamos a prestarles apoyo moral. No son tan buenos como una banda, pero juegan muy fuerte. Yo estaba aturdido por la buena fortuna. -Eso son casi seis horas. -Bueno, tenemos que ir realmente al club, pero no tengo la intención de llegar hasta las siete. Parecía ansiosa. -¿Estás bien? ¿Estás preocupada porque alguien nos vea y se lo diga a tus padres? -Quiero bailar contigo. -¿Me has visto bailar? De todas formas, podemos encontrar lugares para bailar lejos de Trenton. Ella negó con la cabeza. -Quiero que vayamos. -Claro que sí. A sus órdenes. ¿Y qué es lo que hacemos antes?

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-Yo no sé tú, pero quiero hacerlo. Algo no andaba bien. Ella se aferraba a mí mucho, casi con desesperación. -¿Estás bien? -¡No pares! Hundió la cara en mi pecho y me empujó con fuerza contra ella. Las luces estaban tenues, pero parecía que sus ojos estaban húmedos. Ella clavó las uñas en mi espalda y se me olvidó todo, pero en movimiento. Cuando llegó era fuerte, casi angustiado, jadeos con gran estremecimiento, y lo poco que puede controlar se fue con él. Estaba soñolienta y puso la cabeza sobre mi hombro. -Duerme. Esta vez, tenemos tiempo. Pensé que aún podría estar disgustada por lo de sus padres. Debe ser duro tener que mentir a tus padres. Me preocupé por un momento en que podía hacer por ella, la abracé y le acaricié la espalda. Me desperté más tarde e hicimos el amor una vez más, largo y persistente. Luego miró su reloj y dijo: -Mierda. Ducha rápida. El sol estaba bajo en Oaxaca, pero el agua todavía estaba caliente y "rápido" era la palabra, ya que los mosquitos ya estaban en activo. El Teen Club estaba cerca del río Delaware, pero todavía había que caminar, y aunque hacía frío en Trenton, no tanto como la semana anterior. Yo llevaba mi anorax, pero en el momento que entramos en el club me lo quité ya que la calefacción estaba demasiado alta o por los ocupantes, era como un horno, peor que Oaxaca. Muchos de estos chicos claramente no usaban desodorante.

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La banda estaba bien, eran tres chicos .Un batería, una guitarra y un bajo, y tres chicas en las voces. Ellos tendían hacia el punk. O bien el club tenía una plena configuración de luz o los del grupo tenían demasiado dinero. Había luces espectroscópicas y un seguimiento motorizado de luces , rayos láser y una máquina de humo. La conversación era apenas posible si no se gritaba o si interpretaba las frases entrecortadas. Se podía tomar bebidas sin alcohol. La mayoría de los clientes eran menores de veintiuno, pero algunos no lo eran, y había acompañantes, apoyados en las paredes, con los ojos en movimiento sin descanso. Uno de ellos tenía sus dedos tapando firmemente sus oídos. Había mesas alrededor, en los rincones pero las que no tenían gente, tenían montañas de abrigos. Grité en el oído de Ev, -¿Por qué no llevo los abrigos a la cueva? -¿Qué? Se necesitaron dos esfuerzos más para hacerle comprender. -Oh, bien. Ella cogió su bolso y algo más de los bolsillos de su abrigo antes de depositarlo en mis brazos. Caminé hacia el baño, en busca de un rincón desocupado, no había chicos en el oscuro pasillo. El cuarto de baño, estaba vacío, y yo salté con cuidado. Para volver salté de nuevo a un terreno baldío que tenía que cruzar a pie . Había una farola, que había sido destrozada y me recordó haberme sentido un poco incómodo llevando a Ev por esa ruta, abriéndome paso por el suelo sembrado de basura.

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A mi solo, no me importaba, ni siquiera cuando vi a tres chicos en movimiento desde el borde de la parcela, para bloquear mi camino. Seguí caminando hacia ellos, uno de ellos levantó un tubo en su mano y dijo -Stop. Salté por delante de ellos, a la acera en la esquina. Uno de ellos gritó y otro decía :-¡Qué mierda! Una y otra vez. Miré hacia atrás y vieron que había vuelto, tal vez después de haber oído mis pasos en la acera, pero no hicieron movimiento para seguirme. Todavía estaba sonriendo cuando le mostré al hombre en la puerta el sello de la mano. Ev estaba de pie, cerca de la barra de refrescos haciendo malabares con dos bebidas y su bolsillo. El baile se había separado y estaba teniendo problemas para mantener las bebidas a salvo de los brazos y los cuerpos saltando. Ella estaba mirando hacia los baños, la dirección que yo había tomado, y su rostro estaba ansioso, como si temiera que yo no volviera o algo así. Le toqué el hombro y ella saltó. Yo juraría que ella gritó, pero la música era tan fuerte, que apenas oí un jadeo. Ambas bebidas se cayeron al suelo, salpicaron mis piernas y las suyas. Yo la escuché decir: Mierda, con toda claridad, en una las pausas de la música. -Lo siento, lo siento. Empezó a inclinarse, la cogí del hombro y la detuve. El suelo estaba lleno de vasos de papel aplastados por los bailarines. La banda llegó al final de su número y el batería y las vocalistas hablaron de algo fuera de micrófono. En el momento de silencio me dijo: -¿Qué te pido? -Un Sprite.

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Me las arreglé para hacer el pedido justo antes de que la banda empezara otra vez a tocar. Pagué y con las consumiciones en la mano a ella le di el Sprite y para mí un café. Estaba en una taza térmica, demasiado caliente para beber y, en este entorno, podría ser catastrófico. En primer lugar quemaduras de segundo grado, pensé, y me volví de repente hacia la barra para conseguir un poco de crema o hielo para que se enfriara. Era mayor que los chicos de alrededor , con ropa grunge, cuando dio un paso adelante lo vi, su mano izquierda sostenía algo, a la altura del pecho, la otra mano la llevaba pegada a la pierna. Él se lanzó como las luces espectroscópicas con el cuchillo alzado. Di un paso atrás, choqué con la gente que estaba bailando, y le tire el café .Se echó hacia atrás, tocando su cara y camisa. Hubo otro movimiento, no repentino, la reacción de perplejidad de los espectadores, me volví. E v estaba buscando a tientas algo, pero le agarré y salté. La corriente eléctrica, la quema, la contracción de todo mi cuerpo. Mis manos rebuscaron entre la grava y la arena. Ev gritó : -¡No! ¡No! NOOOOOOOOO Parpadeé tratando de conseguir enfocar mi vista. Estábamos solos, en el Área Vacía. Pensé que había sido atacada. Ella estaba de rodillas, en el suelo, encorvada, con los brazos extendidos. Su bolso se había abierto mostrando un teléfono móvil, dinero y una botella sin etiqueta pequeña y un cilindro negro de unas siete pulgadas de largo, que agarró con la otra mano. -Estoy bien-Le dije. No estaba muy tranquilizarla.

seguro,

pero

estaba

molesta

horriblemente.

Quería

-Volvamos .Ahora De pronto se inclino sobre mí, con una mano agarrando mi suéter, y en la otra el tubo negro.

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-¿Qué? Mis músculos estaban comenzando a trabajar de nuevo y traté de incorporarme, pero ella me empujó de nuevo. Ella estaba llorando y el la me miró desesperadamente con miedo. -Volvamos Me roció con el liquido del cilindro, sentí como me escocía la cara. Caí de rodilla y con la cabeza golpeé el suelo. El sol estaba cayendo en el horizonte cuando llegué hasta. Ev bajaba por la loma, tropezando con las rocas. Ella estaba llorando, con los ojos tan llenos de lágrimas que no podía ver nada a penas. Me senté. Mis músculos se sentían como si hubieran corrido una maratón, y tenía una quemadura en un costado y otra en la espalda, pero yo sentía que podía saltar si tenía que hacerlo. Tenía el teléfono móvil en una mano. No vi el tubo negro. -Yo no sabía que tuvieras móvil -Le dije. -Estás loca. Seguramente esto es un brote psicótico o ¿qué? Se detuvo y luego tiró el teléfono a la arena entre nosotros. -No es mío. Es de ellos. Oh, mierda. Sacó el tubo negro de su bolsillo trasero y se puso tensa. -Y eso. Y las pastillas. -Ella hizo un gesto a su bolso, donde todavía quedaban. -Te las puse en la bebida pero se me cayó. Miré de nuevo el bolso y el frasco de pastillas.

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-¿Qué tipo de pastillas son? Ella apartó la mirada. -Dijeron que te noquearían. Así te podían atrapar. Ella me miró e hizo una mueca.-Sí, lo sé. Si hubieras saltado en ese momento y te hubieras desmayado después no serviría de nada. Será veneno. -¿Lo sabías?- Sentí como si mi cara se fuera a romper. -Sabías eso y ... por eso lo dejaste caer.Encajó todo - Tienen a tus padres. -Yo no lo pregunté, lo afirmé. Ella se dejó caer de rodillas. -Mataron a mi padre. Le cortaron la garganta delante mí y luego pusieron el cuchillo en el cuello de mi madre. -Oh, Dios. Lo siento mucho. Me levanté y me acerqué a ella, pero ella me empujó. Ella me dio un puntapié, di un paso atrás, luego se sentó sobre los talones. -¿Cómo te encontraron? ¿Fue por mi culpa? ¿Acaso la pista de alguno de mis saltos en Trenton? Ella estaba tumbada de lado, acurrucada -Lo hizo él. Él lo hizo. Quería comprobar tus antecedentes. Después de encontrar tu dibujo, llamó a un amigo para realizar una verificación penal. Aparecieron con placas de policía y él respondió a todas sus preguntas. Él te entregó en bandeja de plata y luego le cortaron la garganta. Papá que idiota .El maldito teléfono no tiene cobertura ¡Oh, Dios. Van a matarlos! -Ellos tienen a tu hermano, también.-Gritó otra vez y golpeó el suelo con los puños.

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Entonces lo comprendí. -Subiste a la cima para conseguir cobertura. ¿Y luego bajarías y terminarías conmigo y esperarías a que llegaran para que confirmaran mi muerte? Ella se levantó y corrió por el arroyo, al norte. Ella seguía sollozando. Guardé el teléfono y, con cautela, el tubo negro, y después cogí su bolso. La dejé obtener unos cincuenta metros de ventaja y tropecé con ella cuando aparecí a su lado en el camino. Ella se cayó, la enganché por la cintura de los vaqueros y salté al agujero. Miró la cama y se desplomó en el suelo, sollozando. No pude soportarlo y salté, a la estación de gasolina Shell en Greenwood frente a la escuela secundaria. Allí, bajo la luz de los fluorescentes, miré el tubo. Tenía cuatro electrodos y un interruptor deslizante como una linterna eléctrica. Yo lo encendí, pero no hizo chispa, por lo que sospeché que era accionado de otro modo. Saqué el teléfono y llamé, utilizando el único número que había en la agenda. -Habla. Era la voz de Kemp. -Está muerta. Te culpo a ti. Colgué. Yo no quería escuchar sus amenazas contra la señora Kelson o el hermano de Ev, Patrick. Yo quería bajar el listón, eliminar cualquier motivo para que los bastardos los mataran. El teléfono sonó en mi mano, y pensé en tirarlo. En lugar lo mantuve encendido pero cerrado. Salté de nuevo al agujero. -¿Dónde los tienen?

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Ella dio un respingo con mi voz y miró hacia mí. -¿Qué? -¿Dónde tienen a tu madre y a tu hermano? -Dijeron que los moverían que no te molestaras con un rescate, ya que no estarían allí. Miré al techo y cerré los ojos. -Eso es lo que dijeron. ¿Dónde estaban cuando mataron a tu padre y amenazaron a tu madre? -En el sótano. Estaban todos en el sótano. -¿Cuántos estaban allí? ¿Qué vistes? -No lo sé. Ninguno de los hombres en el club eran los mismos que los de casa. Había cuatro en la casa. Salté. La casa estaba a oscuras. Había caminado desde la estación de servicio, esperando que se presentaran en coche o a pie. Pero no vi a nadie. Me acordé de la bomba cuando Alejandra y yo me preguntaba si eso es lo que tenían en mente. Salté a una cierta distancia. Y luego de vuelta otra vez. Nada. Le di una patada en la puerta delantera y salté, a la acera. El perro empezó a ladrar desde el patio trasero. Fui por un lado. Había unas escaleras hacia el sótano, apenas por debajo de la valla.

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Booger bailaba de un lado a otro, ladrando y meneando la cola, al mismo tiempo. Yo tiré de la palanca y se abrió pero salté de nuevo a la acera antes de que hubiera efectos secundarios. Nada. Me acordé de la bomba en San Diego, la que se activaba con el movimiento, en la casa. Se había utilizado como detonador un móvil en México. ¿Qué hay aquí? Seguro que ellos sabían que yo estaba aquí. Incluso en el Club debieron sentir mis saltos. Estarían esperando en el interior. De pie junto a la puerta delantera, encendí la luz y salté de nuevo a la acera. La luz se encendió. Nada explotó. Nadie saltó del armario de los abrigos con un cuchillo o una pistola eléctrica. Salté a la casa, al final del pasillo, donde estaba la cocina, luego volví a saltar. Nada. Volví y encendí la luz en la cocina y salté. En el exterior, bajé hasta el sótano. La puerta estaba cerrada pero tenía un cuadrado de vidrio en el centro. Me asomé y salté. Nada. No había nada que ver, las luces estaban apagadas y era todo negro en su interior. Descubrí en el interior una escalera al sótano desde la cocina. Había un interruptor de luz en la parte superior. Yo lo encendí y salté. Unos minutos más tarde miré hacia atrás en el recuadro de vidrio de la puerta del sótano exterior. El Sr. Kelson estaba en el suelo, boca abajo, con las manos atadas con un cable a sus espaldas. Estaba al lado del desagüe en el suelo así que no había tanta sangre como yo había visto en la cocina de Consuelo. En la pared del fondo,

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había un montón de cajas desmontadas de cartón, la Sra. Kelson y Patrick estaban en sillas de madera, con las piernas atadas a las patas, los brazos atados en el respaldo. La cinta adhesiva les cubría la boca, alrededor de la cara y también tenían cinta adhesiva en los ojos . Yo no sabía si estaban vivos o muertos. No pude ver a nadie por la puerta pero eso no significa que no estuvieran allí. Salté en el centro de la habitación y lejos, tan rápido como pude, tan seguro de que había un sensor de movimiento me entró el pánico, y regresé al Área Vacía con pedazos de cartón a mí alrededor. Chico, no lo hemos hecho en mucho tiempo. Salté de nuevo a la acera, en las afueras. La casa todavía estaba allí. Los hombres con cuchillos no salieron de los arbustos o cayeron del cielo. Ya en el sótano pude ver la respiración dificultosa. Me preguntaba cuánto tiempo había estado sin agua. Fui hacia la señora Kelson y cogí la cinta de los ojos y paré a continuación. Mi salto descuidado había tirado la fila de cajas de cartón detrás de ellos. Y ahí es donde la bomba estaba. Era una cosa militar, una bolsa de nylon gris oliva, abierta, exponiendo el artilugio de metal verde oliva con terminales de tornillos abajo y dos cables multiconductores diferentes, cada uno iba por el suelo hacia cada una de las sillas. Los cables subían por la patas de la silla debajo de cinta adhesiva hasta la parte trasera de sus rodillas. ¿Interruptor de presión? Si los liberaba levantando sus cuerpos de las sillas ¿Explotaría o se rompería el circuito? Y puede que los bastardos pudieran detonar de forma remota. Eran la cuadrilla bomba ¡Al carajo!

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Yo agarré la parte de atrás de cada silla y salté. Me dolían los brazos y no podía mantener la silla de Patrick , pero reduje la velocidad de su caída y estaban allí, en el Área Vacía. Vivos. Los cables se había roto parte de ellos aun estaban en las sillas. Era un poco de hilo de cobre, me pregunté si la bomba había explotado o no. Tal vez hubiera habido un retardo ajustado. En primer lugar les quité la cinta de la boca, y eso les facilitó la respiración. La cinta sobre los ojos era más complicado, sentía que podía dañarles los párpados, así que lo dejé. La señora Kelson se quejaba. Patrick se movió. -¿Quién es? ¿Qué está pasando? Yo pensaba en tranquilizarlo, luego sacudí la cabeza. Con ellos en las sillas salté, con uno de cada vez, hasta la acera de enfrente del San Francis Medical Center de Trenton, justo enfrente de la zona estaba la escuela secundaria de Ev. Alguien gritó y oí pasos, pero yo ni siquiera me di la vuelta antes de saltar de nuevo a La avenida Euclid en Trenton. La casa no había explotado. Escuché que el perro ladraba aún, desde el patio trasero, y me alegré. -911. -Dijo un operador- ¿Cuál es la naturaleza de su emergencia? -Hay un hombre muerto y una bomba sin explotar en el sótano de una casa en la avenida Euclid. Yo no di la dirección.

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Yo había usado el teléfono móvil para realizar la llamada y colgué cuando empezaron las preguntas del operador del 911, sentí vibrar el teléfono, me pregunté si el operador estaba llamando de nuevo. Era Kemp. -Vamos a matar a su madre y a su hermano, lo sabes. ¿Esperaba que yo me entregara a ellos? ¿O tiene alguna manera de seguimiento el teléfono? -Si los matan se lo merecen-Dije -Se lo merecen. Volví al sótano, rápidamente, antes de que la brigada de explosivos llegara hasta allí. Limpié el teléfono y lo puse junto el cuerpo del señor Kelson. Estaba a punto de saltar de nuevo, cuando vi un bate de béisbol apoyado en la esquina. No era grande, sería de las ligas infantiles. Me pregunté si sería de Patrick o de Ev. Miré hacia abajo. Podría cogerlo prestado. Oí las sirenas en la distancia y salté.

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Trece

Fines y Principios

Ev fue a la mesa con una de las sodas dietética y la botella de píldoras. Dejó caer el bate y saltó por la habitación, cogiendo la botella de la mesa. Ella se estremeció. Con una voz plana, dijo, - Yo no iba a hacerlo. Pensaba en ello, realmente lo hice.Tiré las píldoras del frasco a través de la cueva y en el viejo eje de entrada. –¿Por qué? - le pregunté. - Los bastardos ya están haciendo lo suficiente. ¿Quieres hacer el trabajo por ellos? Ella sólo miró a la mesa. No miraría hacia arriba. - Ámame. Llévame a la cama y haz el amor conmigo. Hazlo como si nada hubiera pasado -. -Lo siento-le dije. -Siento lo de tu padre.-¡Maldita sea! ¿No podrías haber mentido? ¿Por qué tenías que decirme tu verdadero nombre? ¿Por qué no me has mentido? Me mentiste sobre las otras cosas. Yo tenía el mismo pensamiento. Su padre probablemente seguiría vivo si hubiera inventando un nombre. Caray, yo podría haber sido Paully MacLand, el bastardo. La tomé por el codo, para acercarla, ella arremetió contra mí. La bloqueé automáticamente. Años de karate servían para algo, resultó que realmente sirven para impedir que tu novia te dé una paliza. Algo está mal aquí.

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La empujé hacia una silla y mientras luchaba por conseguir el equilibrio, tratando de no irse hacia atrás con la silla, la abracé y salté a la acera frente de su escuela secundaria. Se retorcía para alejarse, encorvada sobre sí misma, entonces miró a su alrededor. -¿Qué?, ¿Por qué aquí?-. Ella miraba al oeste, hacia la escuela secundaria. Le hice un gesto, que mirara a su espalda, hacia el centro médico, justo mirando la gran cruz de color rojo con el interior iluminando con las palabras „sala de emergencias‟. -Tu hermano y tu madre están ahí. Están bien, probablemente deshidratadas, pero físicamente bien-. Me encogí de hombros. La ira, la rabia, el miedo, el terror, el dolor, ella había logrado manejarlos y esconderlos muy adentro, pero esta esperanza, era demasiado pedir. Tuve que caminar con ella el resto del camino, apoyándola a través de la puerta de la sala de espera, a la primera fila de asientos. No estaba llena. Una enfermera se acercó, se le notaba algo preocupada, el dolor de Ev, era demasiado extravagante y sin atenuantes. Cuando la vi bien sentada me dirigí a la enfermera. -Su madre y su hermano fueron dejados justo al aquí al lado. Emm, tenían cinta adhesiva. Los ojos de la enfermera se abrieron. -La policía está… Levanté mi mano y algo en mi rostro la hizo retroceder y dejar de hablar, en mitad de la frase. Puse a Ev en mi regazo, le toqué el pelo y le dije: -Espero que nunca tengas que mentir acerca de quién eres, Ev-. Tomé una respiración profunda y temblorosa y sentí como se llenaron mis ojos de lágrimas. Ya no me importaba quien me viera. -Adiós.

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Salté. Todavía podía oler a Ev, en las sábanas. Maldición, su abrigo estaba todavía allí, junto al mío, en la parte superior del tocador. Me lo llevé conmigo a la cama y hundí mi cara en él. Todo se mezcló, las cosas de papá y mamá, cosas de Sam y Consuelo, Henry. El dolor de Ev por su padre, un hombre que en realidad sólo quería asegurarse de que su hija estaba a salvo. Desearía que él hubiese dejado las cosas como estaban. Cada uno habría estado más feliz o, por lo menos, vivo. Quise estar enfadado con él, pero por más que intentara, todo me lo guardé muy adentro. Después de todo, ¿Cuál era el común denominador? ¿Sería yo? Fue la peor noche, la noche más larga. Salté ese día, accidentalmente, cuando Paully me acusó. Mamá y papá estaban muertos. Cuando fui a vivir con Alejandra había condenado a Sam y a Consuelo. ¿Si yo no hubiera enviado a los del INS, aún estarían vivos? Si no hubiera usado mi nombre real con Ev, o los detalles reales de donde yo vivía. Yo, yo, yo, todo era mi culpa. Me odié a mí mismo. Llegué a pensar en las píldoras que estaban en el túnel. Me quedé dormido y tuve pesadillas. Me desperté y la realidad igual de mala. El olor de Ev era un tormento y una comodidad y pensé en envolverme en su abrigo, pasando por el viejo túnel, y tomando las píldoras. Me embobé en esto un buen rato – realmente me revolcaba – pero de pronto otro común denominador gradualmente apareció. Ellos!!!.

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Me llevé al Shreriff del Departamento de Investigación de San Diego, Bob Vigil, del estacionamiento de la sub-estación Lemon Grove. Apenas cerraba la puerta de su coche, volteó hacia el edificio y aparecí, lo agarré del cuello y salté. Cayó de espaldas, bastante fuerte, en el área vacía, pero su mano salió rápidamente debajo de su abrigo con su arma de servicio. Ya yo no estaba allí. Lo observé durante unos minutos, sentado a la sombra arriba en el borde. Trató de marcar su teléfono celular pero no tenía señal. Guardó el arma después de unos minutos salté, lo golpeé en el brazo derecho con el cilindro negro. Cayó de una manera muy satisfactoria y tomé su arma, su porra, sus cartuchos adicionales, su teléfono celular, su billetera, y sus esposas antes de que fuera capaz de sentarse y mucho menos levantarse. Cuando le agarré, en el estacionamiento, sentí el borde rígido de su chaleco de Kevlar. Yo había planeado golpearlo en la espalda, pero preferí hacerlo en el brazo. No me molesté en amenazarle con la pistola. De hecho, tiré el cargador y apunté a un lado, a ver si había una bala en la recámara. Sí había. Los dos nos estremecimos al oír el ruido. -¿Cómo está tu hombro, Bob? Él me miró. Me saqué la camisa del lado izquierdo, y la enrollé para que viera mi cicatriz. -Ves eso, Bob? Ahí ves como tus amigos trataron a mi riñón. Bonita, ¿verdad? Su expresión pasó de enojo a desconfianza. -No estoy contento por eso, Bob. Creo que es bastante comprensible-. Salté unos seis metros, justo detrás de él y le dije: -¿Entiendes, Bob? Giró tan rápido que sus pies se enredaron y se tambaleó hacia un lado. -¿Qué eres?- preguntó con voz ronca.

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-¿No te dijeron, Bob? ¿No te dan alguna justificación?- Salté de nuevo, seis metros a su izquierda, y retrocedió de nuevo. -Me tendiste una trampa. ¿Qué creías que iba a pasar? -Dijeron que eras una amenaza para, emmm, la seguridad nacional. -¿Un chico de dieciséis años de edad? ¿Una amenaza para la seguridad nacional?- Abrí su cartera. Tenía tres de veinte y algunas tarjetas de crédito, pero había un compartimiento con cremallera detrás del dinero. Abrí la cremallera, se abrió de par en par. Me encontré un grueso fajo de billetes de cien dólares. -¿Qué tan bueno es el pago del servicio en el departamento del sheriff? -Vete al carajo-, dijo. -!Yo no tengo que decirte nada! -Oh-, dije en voz baja a mí mismo: -Yo realmente creo que sí-. Esta vez le di en la nalga derecha con el bastón descarga. Cayó a un lado y gritó. Me agaché a unos dos metros distancia. -Yo no soy policía. No estoy limitado por las evidencias ni por reglas de tratamiento de prisioneros-. Él me estaba mirando con espasmos, me seguía con la mirada de un lado a otro. -Por supuesto, parece que tú tampoco estas limitado por las normas. Estuve a punto de creerte acerca de lo de la seguridad nacional. Él gruñó. -Ni siquiera me preocupo por usted. No sé si te dijeron que estarían tratando de acuchillarme o no. Pero quiero saber ¿Qué te dijeron?. ¿Cómo te contactaron?. Si no ¿Cómo te contactarías con ellos si yo aparecía otra vez? Jugué con el cilindro negro, pasándolo de mano en mano. -¿Por qué no simplemente me lo dices? Lo verifico y te dejaré ir. Me juró en español, así que me cambié a español. -Este es tu Momento de la Verdad, Roberto. Literalmente. Tu momento de la verdad. Ellos no me atraparon, pero mataron a alguien hace más de dos días y

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no estoy contento por eso. Probablemente ya habrás pensado que no solo puedo hacer lo que ya viste que hago. Le hice una finta hacia la pierna con el cilindro y gritó: -¡Alto! Me balanceé sobre los talones. -Pero también puedo dar información al FBI sobre su participación en ese asesinato. Le cortaron la garganta, mientras que sus manos estaban atadas a la espalda. Y luego está el INS probablemente ellos quieren saber que usted ha estado recibiendo sobornos de la gente que mató a seis de ellos. En cierto modo sonreí, pero sentí que estaba mal hacerlo. -No estoy seguro de que irías a juicio. Ahora bien, aunque el daño físico no debería ser útil, en realidad parecía funcionar. -Está en mi teléfono. En mis contactos. Hay un número con el nombre de „saltador‟ Pero eso es todo lo que sé, lo juro! Me reí en voz alta. „Saltador‟ es el español para „jumper‟. Lo dejé allí mientras buscaba señal. Apenas encontré señal en una estación de gasolina Texaco de los 80. Salté al filo donde solía encontrarme con Sam y Consuelo que era más cerca de la torre celular, tres barras en el indicador de intensidad de señal. Vigil estaba de pie cuando volví, pero mirando a su alrededor, confundido. El sol estaba en lo alto y él no estaba seguro de qué dirección era cuál. Le lancé la cartera, bastante alto por lo que tuvo que brincar para agarrarla, salté con el dejándolo justo en el filo. -¡Hey! -gritó. – ¡Ya te dije lo que querías saber! Le dije suavemente: -Sí, lo hiciste. Pero, ¿Quieres que te golpee otra vez, para traerte hasta aquí? Esa fue la alternativa.

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Saqué el bastón de mi bolsillo. -Ahora. Lo único que quiero que hagas es decirles que me convenciste de que ellos te estaban siguiendo a ti y que estabas de mi lado, y que había accedido a reunirme contigo en la casa de Sam Coulton. emmm, nadie se encuentra allí, ¿verdad? -Por supuesto que no. Ocho personas murieron allí. El primo que terminó con la casa quiere vender, pero nadie está interesado. -Está bien. Diles que nos reuniríamos a las tres. Miró su reloj. -Eso sólo les dará una hora para llegar allí. -Así será.- Abrí su teléfono encontré el nombre y marqué. Lo hizo como le había dicho y, después de que les dijo cuándo y dónde, dijo, Entonces, te veré… -Miró el teléfono y me dijo. -Se cortó la comunicación. Estiré mi mano para que me diera el teléfono. Sus dedos se cerraron alrededor de él y levanté el bastón. -Oye, es mi teléfono. -Claro-. dije. Se relajó y salté, sólo medio metro a su lado, y pateé el teléfono de su mano. Realmente voló, alto, más alto, y cayó en la maleza a diez metros de distancia. Se puso la mano en el pecho maldiciendo. Me acerqué, recogí una piedra del tamaño del puño, y golpee el teléfono tres veces. Agarré el arma y municiones y el mazo y las esposas y los fragmentos de plástico y la tarjeta de circuitos del teléfono. -¿Ves la carretera?- Le dije señalando a una línea gris muy lejos. Levantó la mano sana señalando la distancia tan larga. -Apuesto a que puedes llegar en aproximadamente dos horas.

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Salté. Yo estaba de espaldas, bajo un sofá de Sam, mi nariz rozaba el listón de algodón y los resortes de acero. Si hubiera sido una pulgada más grueso, no habría funcionado. Oí sus pasos, pero apenas se oían. No escuché un coche así que supuse que habían estacionado su vehículo en alguna parte lejos de la carretera, fuera del alcance del oído. Ellos llegaron antes de lo que yo esperaba, pero yo había estado allí durante treinta minutos y estaba razonablemente seguro de que no habían sentido que llegué. No, a menos que hubiesen estado acampando en las cercanías. La puerta estaba cerrada con seguro pero la abrieron. No sabía si tenían una llave o si habían encontrado una, pero no forzaron la puerta. Revisaron la casa con cuidado, abrieron armarios, gabinetes, chequearon el acceso al ático. Yo planeaba esperarlos allí, pero era como un horno de caluroso, pero comprobé el sofá y pensé que no revisarían aquí abajo. Afortunadamente, no lo hicieron. -¿Y en el jardín? Podría estar allí-. la voz era joven, Inglés Americano, nervioso, al parecer. –Relájate-, dijo el otro, más viejo, más confiado. Había algo vagamente Europeo en su acento. Un rastro de escandinavo, como un joven Max Von Sydow. -Si él ya está aquí todavía tiene que mostrarse cuando llegue Vigil. -Kemp debería estar aquí. -Nosotros matamos saltadores. ¿No somos nosotros saltadores también? ¿Cómo se supone que llegué hasta aquí desde Nueva Jersey a tiempo? -Yo sólo me sentiría mejor. Él tiene más experiencia con saltadores expertos, ¿No es así? Todos con los que he tratado son niños.

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-Bueno, sí, sólo los del grupo de Roland tienen más experiencia. -¡Cristo! Roland. Eso sí que es un paladín de miedo. El anciano exhaló bruscamente, un sonido de exasperación. -Echa un vistazo a la parte de atrás, pero ten cuidado. No te muestres. No le asustes. Él podría acercarse a pie, pero no te olvides que él conoce esta casa. Podría saltar. Esta vez... si lo atrapamos, pues ello hablaría bien sobre nosotros. Roland ha estado leyendo los informes y él no está contento. Apenas oí los pasos del otro hombre se alejaba. Puedo asegurar, que eran unos bastardos cautelosos. Sólo dos de ellos. Sólo dos de ellos en el área, entonces. Ellos habrían enviado más si hubieran sido más. Tenía esa sensación. Todo con lo que he tratado son niños. Huh. Recordé al hombre en el coche, de vuelta en Lechlade, cuando yo tenía cinco años. Me acordé de la noche, cuando yo tenía nueve años. Ir tras ellos cuando son suficientemente jóvenes y son fáciles. Muy bien, hijos de puta, hora de lidiar con alguien de su propio tamaño. Haciendo rodar la cabeza a un lado pude ver debajo del zócalo en la base del mueble. A través de la alfombra tan sólo podía ver una pequeña parte de sus botas, marrones, con suela blanda, estaba en la parte de atrás cerca del pasillo, donde él podía ver las ventanas delanteras y podría dar un paso atrás fuera de la vista cuando alguien se acercara. No cambié la postura cuando salté, permanecí en el suelo, tocando con el bastón eléctrico en la parte posterior de su muslo. Hizo un intento de atraparme, pero no pudo apuntar, y los cables y las puntas rompieron una de las ventanas de la fachada mientras se caía. Por suerte le golpeé otra vez de lado, y luego, al oír pasos, salté, al viejo establo pasando por la grava del patio delantero.

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Él no hizo uso de la puerta, saltó a través de la ventana rota, y luego rodó hacia un lado a través del pórtico a sus pies. Pasó a través del patio como un corredor de fútbol americano, cambiando de dirección al azar para evitar a los jugadores contrarios. Tenía una de esas armas, proyectiles de picos con cables y electricidad, una mano en el mango y la otra sosteniendo el cañón. Como justo pensé que pasaría, en su próximo cambio de dirección, salté, golpeándolo con el bastón. Su pie me dio en el estómago y seguía en el aire cuando salté. Llegué al área vacía, aturdido, incapaz de moverme. Yo estaba tratando de respirar, pero no fue fácil. Sobé mi diafragma con los dedos y un momento después estaba funcionando, como un motor, y mi primera bocanada de aire se convirtió en una tos seca furiosa. Maldita sea, él es rápido. Él me recordó la primera vez que enfrenté a un cinturón marrón en Birmingham. Miré a mi alrededor buscando el bastón pero no estaba, probablemente estaría en el suelo en la casa de Sam. Salté al agujero, aun tosiendo, tratando de conseguir el arma de picos, la que le había quitado a Mateo en La Crucecita, pero vi el bate de béisbol. ¡Excelente!. Salté de nuevo a la sala de estar. El primer hombre aún estaba abajo, pero estaba buscando a tientas con el arma, la había abierto para retirar el cartucho gastado. Uno sin usar yacía en su estómago, listo para ser insertado. Di un paso hacia un lado y rompí el arma con el bate, balanceándose hacia arriba, solapada. El arma se estrelló contra la pared del fondo, pero él nunca dejó de moverse y de repente tenía un cuchillo en la mano, como si hubiera surgido allí.

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Cuando retornaba el swing del bateo del arma me fui hacia abajo golpeándolo en su mano extendida. El cuchillo se clavó en el suelo, temblando, gritó. El grito me hizo recordar. Yo había oído aquel grito antes. Él había estado allí, esa noche. Yo le disparé con la pistola de paintball en los cojones dos veces y le di varias veces en la cara con el cañón de la pistola. Pude verle algunas cicatrices. Le di un revés en la cara con el bate. Junior estaba en la puerta, apenas sacando la pistola. Me acordé de lo que papá me había dicho hace mucho tiempo: no dejes que nadie te apunte con un arma. Salté al porche, detrás de él, pero esta vez yo estaba esperando la patada por lo que me hice a un lado y le di con el bate en la parte posterior de su rodilla extendida. Escuché un sonido como un pop en la articulación cuando lo golpeé y gritó, él todavía intentaba pasar el arma través de la puerta, pero el bate llegó primero, rompiendo el cañón hacia arriba y hacia atrás y ... se fue. Ambos picos pasaron a través de su mandíbula, una parte a través de la carótida en el lado izquierdo, rociando sangre al caer hacia atrás. Sus piernas tuvieron espasmos una vez, dos veces, y luego ya ni se movía. Sentí en mi estómago un tirón y sabía que me iba a sentir enfermo, pero luego, a medio camino del porche, encorvado, me detuve. Me enderecé y tomé dos respiraciones profundas por la nariz, me di vuelta y me obligué a mirar. Sangró mucho. El primo lejano de Sam, había puesto una alfombra nueva. Él no iba a estar muy feliz. Salté pasado el cuerpo y la mancha se extendía.

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El hombre mayor, el que había estado allí esa noche, ya no estaba respirando. Un hilo de sangre salió corriendo de una oreja. Sus ojos estaban muy abiertos y su mirada fija y una pupila era notablemente más grande que la otra. -Bien. Lo dije en voz alta y se hizo eco en la sala, más fuerte y más duro de lo que esperaba. Yo nadé en la playa de Oaxaca, Bahía Chacacual, había un oleaje muy alto. Seguro hay una tormenta más al sur, por el camino de Guatemala, para enviar a estos hinchas del norte. Me encontré frotando la cara bajo el agua y me di cuenta que aún trataba de quitarme la sangre. Si no se ha quitado ya, no se quitará. Supéralo. Iba camino a la orilla y salté a la selva donde hacía mis duchas. Era demasiado fácil de recordar a Ev aquí de pie, resbaladiza, cálida y desnuda, y me duché rápido. Su abrigo aún estaba a los pies de la cama. Salté a Nueva York en hora pico y tomé el tren hasta Trenton, caminando a través de las calles con todos los viajeros. El cuerpo del Sr. Kelson estaría en la Funeraria Casa Gruerio hasta los servicios del sábado. Mi plan dejar la chaqueta y que ella la encontrara, pero cuando el asistente me hizo pasar a la capilla, ella estaba sentada allí. La asistente se fue y me fui hasta la primera fila y me senté en el extremo más alejado del banco. El ataúd estaba abierto, pero no tenía ganas de verlo. -Te traje el abrigo. Ella me miraba, sus ojos bien abiertos, las comisuras de la boca hacia abajo. -¿No volverán? ¿No saben que estás aquí?

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Me encogí de hombros. -Tomé el tren. Me iré en el tren. No voy a saltar desde cualquier lugar cerca de aquí. A menos que tenga que hacerlo. Ella se volvió y se cubrió el rostro con ambas manos. Me quedé esperando que dijera algo, pero no lo hizo. -Pudiste haber confiado en mí-, dije finalmente. -El resultado hubiera sido casi exactamente el mismo. Sólo nosotros. Ella no respondió. Después de un momento me levanté y caminé hacia la puerta. Fue entonces cuando ella dijo: -Me alegro que trajeras el abrigo. Era de él-. Ella sacudió la cabeza hacia el ataúd. -Él nunca me lo dio, pero empecé a usarlo cuando lo vi tirado en el piso. Y nunca dijo una palabra. Tomé un camino errante de vuelta a la estación, dando vueltas hacia el este, lejos de su casa, y tomé el tren a Filadelfia. Cuando pasaba por Croydon, salté al agujero. En el tren, la gente me empujaba hacia adelante, me estaba entumecido. Ahora, ni siquiera podía moverme. Yo estaba encorvado, entre la mesa y la cama, mi boca medio abierta. Yo estaba de espaldas a la galería de madera contrachapada. ¡Oh!. Me obligué a ir hacia adelante, y sentarme en el borde de la cama. La luz me dejaba ver muy bien el esbozo de la cara de Ev que había tomado en el parque Regent, se veía tan tranquila, inocente, sin marcas por la tragedia o por el horror. La forma de la clavícula, la inmersión del suéter en su cuello, el encaje en el borde de su sostén, el contorno de sus pechos. Y sus ojos.

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Esos ojos que no me mirarían así de nuevo. La rompí en pedazos y luego esos pedazos los rompí en más pedazos. Terminé con una pila de desechos de tamaño de monedas sobre la mesa, rastros apenas de una obra de arte. Mis manos traidoras comenzaron a acomodarlas, en busca de fragmentos que coincidan, como un rompecabezas. En el área vacía hice una fogata, ponía más y más madera hasta que fue como una hoguera. Cuando las llamas eran más altas que yo, tiré los fragmentos del dibujo en el fuego y los vi desaparecer casi de inmediato en las llamas, la ceniza, y luego chispas a la deriva en el cielo. Triangulación. La honestidad es la mejor política, es lo que dicen, pero fue un desastre para mí. Nunca debí mencionar Borrego Springs. Pero yo tenía un montón de advertencias. Ellos estaban alrededor escuchando. Esperando para poder averiguar dónde estaba mi guarida. Los ganaderos de ovejas habían tirado coyotes abajo de mi árbol de nuevo y me estaba preparando para hacer otra visita, aunque esta vez yo estaba pensando en tomar el bate de béisbol. Salté a un cerro cerca de Camping Creek con mis binoculares, tratando de alcanzar los hermanos Keyhoe en sus vehículos todo terreno, cuando un camión levantó una estela de polvo, de repente se desvió y frenó. Di un paso detrás de una roca y eché un vistazo con los prismáticos. Tres hombres. Kemp y el hombre grande de Oaxaca y alguien a quien no conocía. Ellos habían sentido el salto. Buscaban el rastro. Me alejé, por el otro lado de la cordillera hacia la mina de yeso. Yo estaba considerando alejarme caminando ya que estaban por lo menos a ocho millas de distancia, pero yo no sabía en qué dirección iban con su camión.

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Y de todos modos, si estaban así de cerca, ya me habrían sentido saltar desde el agujero varias veces. Ellos seguramente solo estaban haciendo una búsqueda al azar. Salté, en la sede del parque, luego a la hacienda de Key-hoe, donde rompí una ventana y molesté a los perros, y luego salté a Nueva York y me comí un perro caliente en Battery Park. Después de treinta minutos suspiré profundamente. Es hora de moverse. En las afueras de Rennes me encontré con un agricultor con un cobertizo para alquilar. Era seco con un buen techo y un suelo de piedra bien lejos de la tierra húmeda y tomó un año de alquiler en efectivo sin pedir una Identificación de ningún tipo. ¿Dmuges? -Bien sur Que nonl (por supuesto que no) ¡Drogas en verdad! Salté de nuevo al agujero y transferí la pared de bocetos, mi tocador, y las armas que había tomado de ellos hasta ahora. Miré todo lo demás, las baterías, el generador, las luces, la cama, y muebles y decidí no hacerlo. Dudé sobre los materiales de auto estudio y negué con la cabeza. Salté a San Diego y robé seis botes de gas propano para barbacoa de un distribuidor de gas. Luego me pasé tres horas haciendo nada más que saltar de un extremo del agujero hasta el otro extremo. Si los hijos de puta no sentían eso, entonces ¿qué tan buenos eran?

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Cada hora saltaba a la superficie, justo encima del agujero. No se sentiría muy diferente, a menos que ya estuvieran allí, pero no estaban. Los oí llegar. Me alejé, hacia las piedras, y me dirigí a la colina. Yo tenía mis binoculares y el bate de béisbol, listo para jugar. Habían seis de ellos en dos camionetas todo terreno, cuando salieron de los vehículos se desplegaron en dos grupos de tres. Miraron hacia adentro, uno hacia el otro, y me di cuenta era una manera de guardarse la espalda, porque si tu enemigo podría materializarse en medio de ti, debes buscar por todas partes. Esperé hasta que los dos grupos estaban bien separados y me le fui encima a uno que estaba en el grupo de Kemp, rompiendo su rodilla, aprovechando sus reflejos rápidos y golpeándolo justo cuando me atacó. Kemp y su compañero dispararon sus puntas hacia mí, pero fallaron porque salté, y perdieron a su compañero de equipo, porque había caído de culo. Agarré a Kemp por el cuello mientras estaba recargando, y lo dejé caer en el agujero. Cuando volteó y me disparó, me lancé al otro extremo de la cueva donde había dejado mi propio equipo. Mi disparo lo agarró justo en el pecho y lo aplastó contra la pared de madera contrachapada. Fue irónico. Esa era la hoja que decía "sensibles", aunque los era en Francés. Él estaba luchando por salir de debajo de los cables y me preguntaba si ya no tenía carga. O si solo estaba planeando algo. Disparé otra, más abajo, a través de sus muslos, y le dio un espasmo. Puse otra sobre el pecho y los brazos, y luego otra, a la altura del hombro. Llevaba el cuchillo en una funda en la manga, una cosa mecánica que hace que aparezca en su mano. Él tenía un bastón en su bolsillo trasero y seis cartuchos para el arma en los lazos de su cinturón. Tomé su teléfono celular y su billetera, y los puse sobre la mesa.

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Habían tres identificaciones diferentes. Ninguna de las tres decía Kemp. Supongo que se la había puesto muy difícil para seguir usando ese nombre. Di un gran salto hacia la superficie, y luego a la escalera metálica que conduce a la mina. Se olían los coyotes muertos que seguían allí, pero no me importaba de ninguna manera. Volví a Kemp y le di una descarga con el bastón. Oh, qué bien. Yo pensaba que ya estarías inmune. El contrachapado, de tres cuartos de pulgada, se doblaba como cartulina. Mientras duraba el espasmo, acerqué una silla y me senté de piernas abiertas con los brazos en la espalda. Su contracción disminuyo y le dije: -Paladín. Hijo de mil putas. Eso es un nombre extraño para alguien que va por ahí matando a niños. Tenía su atención. Él no entendía porque yo sabía esto. -¿No se supone que yo debería saber esto verdad?- Pregunté con inocencia. ¿Qué parte se supone que no debo saber? ¿Que ustedes son paladines? ¿O que gastan la mayor parte de su tiempo acosando niños pequeños? Él me miraba como si hubiera cometido un error, como si pensara que era una cosa, y había descubierto que yo era otra cosa. -Escucha, muchacho… Le di en el estómago con el bastón, saltando hacia adelante más allá de la silla. Al entrar en otra serie de convulsiones, caminé atrás de la silla. -Nos conocimos con el pie izquierdo, creo. Probablemente, cuando mataste a mis padres. Tal vez pensaste que no me gustaban mis padres, pero tengo que decirte, te has equivocado en eso. Luego fueron Sam y Consuelo ... ahora estoy confundido. ¿Por qué los matan? ¿No hubiera sido mejor dejarlos con vida, y esperar si me contactaban otra vez? ¿No lo habría hecho Roland de esa manera?

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Empezó a golpear de nuevo, pero no era el bastón. Estaba tratando de salir, de soltarse de los cables. ¿Fue la mención del nombre de Roland? Esta vez le di una patada en los cojones. -Por Dios, ¿Te quedarías quieto? -Grité. Estaba teniendo problemas para respirar y hacía sonidos de gemidos. Señalé a su ingle. -Y claro. ¡Tenía que ir a meterse con mi vida amorosa! Eso fue realmente el colmo. Miré por encima de mis libros, el trabajo escolar, las novelas que yo amaba. -Yo solía ser un buen chico. Es probable que el tipo de chico s al que está acostumbrado a acosar, el tipo de chico que muere cuando se aparecen con sus cuchillos y pistolas de punta y los cables y bastones y golpes. Salté, al otro lado de la cueva, justo en el eje vertical. Habían roto la reja y yo los oía bajando la escalera. Volví a Kemp y comencé a apilar los tanques de gas propano en la parte superior de la mesa, dos filas de tres. Cuando terminé, me fui al otro extremo de la habitación, a mi pequeño refrigerador de doce voltios y saqué un paquete de velas. Me los compré con Ev, para una cena romántica. Encendí dos de las velas, la cera goteaba encima de la nevera, y las dejé allí, se veían brillantes. Romántico. -Entonces, ¿usted tiene una sede secreta, Kemp? Quiero decir, un lugar donde pasan el rato, lanzan dardos, toman unos tragos, comen pasteles de paladín, y practican como matar a los niños pequeños? Se lamió los labios. –Alejandra-, dijo. Lo pateé otra vez. En el mismo lugar. -¡Ni siquiera digas su nombre!

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Él estaba acabado. Yo esperaba que él estuviera acabado, porque no importa qué, yo no iba a jugar sus juegos jamás. -¿Por qué ustedes lo hacen? ¿Por qué están detrás de mí? ¿Por qué van por ahí matándonos? Me miró, vi odio y terror, pero no dijo nada y yo estaba harto de pegarle. Abrí tres de las seis válvulas de los tanques de propano y salté, a la cima de la colina. Conté hasta diez. Por un momento, pensé que las velas se habían apagado. Entonces lo sentí en mis pies, el golpe, seguido por el estruendo, haciendo eco en la colina. Abajo, la apertura del pozo de extracción escupió polvo y humo y, curiosamente, un anillo de humo perfecto que se propagaba a medida que se elevaba hasta que fue más de un centenar de metros de diámetro. A sus camiones se les habían agrietado las ventanas, pero el hombre que había herido primero todavía estaba vivo, sacudido y mirando alrededor. Pensé en llevármelo y jugar con él, tal vez extraer algo de información sobre este tipo Roland, pero yo estaba cansado. Dejé que explicara esto a los guarda parques. Yo tenía una pista de tres paladines que operaban alrededor de la estación de trenes Gare de Lyon y yo les estaba atrayendo con una serie de saltos, para averiguar cuáles eran los sensitivos. Identifiqué a uno que trabaja en el quiosco de prensa y otro, un camarero en Le Train Bleu, pero no había tenido suerte con el tercero y no quise moverme hasta que supiera quién era. Yo estaba comiendo pain au chocolat y entre la corteza escamosa y el chocolate en mi cara y los dedos, estaba haciendo un verdadero desastre cuando un

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grupo de turistas Españoles seguían a su guía. Ella contaba la historia de la estación en perfecto castellano, pero la voz resonó en mi cabeza y amplié mis ojos. Se había teñido el pelo de rubio y corto, pero era ella, un poco más delgada, tan hermosa como nunca. Cuando Alejandra se acercó me di la vuelta, tomando servilletas de mi bolsa de papel y secándome el chocolate de mi cara. Me empapé en cada palabra, cada pedacito de la voz cálida y musical. Quería correr tras ella, tomarla en mis brazos. Quería que me sostuviera. No me di vuelta hasta que ella se había ido. La gente me rodeaba, moviéndose a través de la estación, como los bancos de peces en un arrecife. Reuniéndose entre ellos, hablando, besándose, apresurándose para alcanzar el tren, sus pensamientos sobre su destino o puntos de origen o la cena. Pero no yo. No tienes que conducir o caminar o saltar para llegar al área vacía. A veces el viene a ti. El camarero que había identificado habló brevemente a un cliente fuera del restaurante. Este deambuló por la estación de tren por cinco minutos, viendo los horarios, entonces abruptamente fue al quiosco de prensa. Allí compró un periódico, y habló brevemente con el encargado, el otro identificado, muy pocas palabras, pero más que las necesarias para comprar un periódico. Hola, muchachos. Salté.

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