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Sinopsis Glosario Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18

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Capítulo 20

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Capítulo 19

Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

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n beso podría ser el último. A sus diecisiete años, Layla sólo quiere ser normal. Pero uno de sus letales besos mata a todo aquel que posea un alma, ella es todo menos ordinaria. Mitad demonio, mitad gárgola, Layla tiene habilidades que nadie más posee. Criada entre los Guardianes, una raza de gárgolas cuya obligación es cazar demonios y mantener a la humanidad a salvo, Layla intenta encajar, lo cual significa que tiene que ocultar su propio lado oscuro de los que más ama. Especialmente a Zayne, el Guardián digno de desmayo, increíblemente apuesto y fuera de sus límites del que ha tenido un flechazo desde siempre. Entonces conoce a Roth, un tatuado, pecaminosamente atractivo demonio que afirma saber todos sus secretos. Layla sabe que debe mantenerse alejada pero no está muy segura, especialmente cuando todo ese tema del no besar es un problema, teniendo en cuenta que Roth no tiene alma.

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Pero cuando Layla descubre que ella es la razón del violento levantamiento demoníaco, confiar en Roth no sólo podría arruinar sus posibilidades con Zayne, también podrían señalarla como la traidora de su familia. Y por si no fuera poco, eso la llevaría a convertirse en un boleto sin retorno al fin del mundo.

Alphas: Ángeles superiores. Poser: Se caracterizan por su gran apetito. Son mordedores cuyo veneno infecta al humano mortalmente. Pueden transformarse en lo que quieran. Seeker: Son capaces de localizar cualquier cosa.

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Fiends: Demonios comunes que se caracterizan por ser escandalosos y llamar la atención.

Él no podía estar aquí. Pero lo estaba y yo no podía apartar la mirada, repentinamente deseé poder dibujar, porque mis dedos picaban por dibujar las líneas de su rostro, por tratar de capturar la inclinación exacta de su labio superior sobre el ligeramente más lleno labio inferior. El demonio sonrióy se inclinó, colocando sus manos sobre mi escritorio, con olor a algo dulce y almizclado.

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—He estado pensando en ti toda la noche…

Traducido por Otravaga

Había un demonio en McDonald’s. Y estaba poderosamente hambriento de Big Macs. La mayoría de los días, me encantaba mi trabajo después de la escuela. Etiquetar a los desalmados y a los condenados por lo general me daba un desenfrenado caso de satisfacción y relajamiento. Incluso me había impuesto un límite por aburrimiento, pero esta noche era diferente. Tenía que esquematizar un informe para Inglés Avanzado. —¿Te vas a comer esas papas fritas? —preguntó Sam mientras tomaba un puñado de mi bandeja. Su rizado cabello castaño cayó sobre sus gafas de montura de alambre—. Gracias. —Sólo no te tomes su té dulce. —Stacey le dio un manotazo al brazo de Sam y varias papas cayeron al suelo—. Perderás todo el brazo. Dejé de dar golpecitos con mi pie, pero mantuve los ojos puestos en el intruso. No sé qué había con los demonios y los Arcos Dorados1, pero caramba, les encantaba el lugar.

—¿Qué? —Sam también se volteó—. Ay Dios, vamos, Stacey. ¿A quién le importa? No todo el mundo viste imitaciones de Prada como tú. Para ellos, el demonio parecía una inofensiva mujer de mediana edad con muy mal sentido de la moda. Su opaco cabello marrón estaba recogido con uno de esos anticuados ganchos tipo mariposa color púrpura. Llevaba pantalones de chándal de terciopelo verde junto con zapatillas color rosa, pero su suéter era lo épico. Alguien 1

Los Arcos Dorados: es el logotipo de la cadena de restaurantes multinacional de comida rápida denominada McDonald's.

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—¿A quién sigues mirando fijamente, Layla? —Stacey se retorció en la cabina, mirando alrededor del atestado antro de comida rápida—. ¿Es un chico sexy? Si es así, es mejor que... Oh. Vaya. ¿Quién sale en público vestido de esa manera?

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—Ja, ja.

había tejido un Basset Hound2 en el frente, sus grandes ojos atontados hechos de hilo marrón. Pero a pesar de su apariencia monótona, la señora no era humana. No es que yo tuviese mucho de qué hablar. Ella era un demonio Poser. Su astronómico apetito era lo que delataba la raza. Los Posers podían comerse el equivalente a los alimentos de una pequeña nación de una sola sentada. Los Posers podrían verse y actuar como un humano, pero yo sabía que ésta podía arrancarle la cabeza a la persona en la cabina de al lado con poco esfuerzo. Sin embargo su fuerza inhumana no era la amenaza. El verdadero peligro eran los dientes y la saliva infecciosa de los Posers. Eran mordedores. Un pequeño mordisco y la versión demoníaca de la rabia era transmitida al humano. Totalmente incurable, y en tres días, el juguete para morder del Poser se parecería a algo salido de una película de George Romero3, con tendencias caníbales incluidas. Obviamente, los Posers eran un verdadero problema a menos que consideraras un apocalipsis zombie como algo divertido. Lo único bueno era que los Posers eran raros, y cada vez que uno mordía a alguien, su vida útil se acortaba. Por lo general tenían cerca de siete mordiscos en ellos antes de hacer “puf”. Algo así como una abeja y su aguijón, pero más estúpido.

—Eso es asqueroso. —Stacey se dio la vuelta de nuevo. —Creo que el suéter es sexy. —Sam sonrió otro bocado de mis patatas fritas—. Oye, Layla, ¿crees que Zayne me dejará entrevistarlo para el periódico de la escuela? Mis cejas se levantaron.

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Basset Hound: raza de perro de caza de baja altura de cruz, cuerpo largo, patas cortas y fuertes, largas orejas y un sentido del olfato extremadamente desarrollado. 3 George Romero: director, escritor y actor de cine estadounidense. Es famoso por sus películas de terror que involucran muertos vivientes.

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Stacey hizo una mueca cuando la Poser continuó con su tercera hamburguesa. No era consciente de que la observábamos. Los Posers no eran conocidos por sus agudos poderes de observación, sobre todo cuando estaban ensimismados en el principal factor secreto de su grandiosidad.

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Los Posers podían parecerse a lo que quisieran. Por qué ésta usaba un atuendo como ese estaba más allá de mi comprensión.

—¿Por qué quieres entrevistarlo? Él me dio una mirada de complicidad. —Para preguntarle cómo es ser un Guardián en Washington, cazando a los malos y llevándolos ante la justicia y todo eso. Stacey soltó una risita. —Haces que los Guardianes parezcan superhéroes. Sam encogió sus huesudos hombros. —Bueno, en cierto modo lo son. Quiero decir, vamos, tú los has visto. —No son superhéroes —dije, cayendo en el discurso estándar que había estado dando desde que los Guardianes se hicieron públicos hace diez años. Tras el elevadísimo aumento de la criminalidad que no tenía nada que ver con la crisis económica que enfrentaba el mundo, sino que era más como una señal del Infierno diciendo que ya no querían seguir las reglas, los Alfas les habían ordenado a los Guardianes que salieran de las sombras. Para los seres humanos, los Guardianes habían salido de sus caparazones de piedra. Después de todo, las gárgolas que adornaban muchas iglesias y edificios habían sido talladas para asemejar a un Guardián en su verdadera piel. Más o menos. Había demasiados demonios en la superficie para que los Guardianes continuaran operando sin exponerse. —Son personas. Igual que tú, pero...

—No sé, Sam. No creo que ningún tipo de prensa los haga sentirse cómodos. Se veía alicaído. —¿Le preguntarás al menos? —Por supuesto. —Jugueteé con mi pajilla—. Pero no te hagas ilusiones. Sam volvió a reclinarse en el duro asiento, satisfecho.

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Me moví incómodamente. Vivir con los Guardianes a menudo me convertía en una de dos cosas: una puerta trasera para acceder a ellos, o un bicho raro. Porque todo el mundo, incluyendo mis dos mejores amigos, creía que yo era como ellos. Humana.

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—Lo sé. —Sam levantó las manos—. Mira, sabes que no soy como esos fanáticos que piensan que ellos son malvados o algo estúpido como eso. Sólo creo que es genial y sería un gran artículo en el periódico. Entonces, ¿qué piensas? ¿Zayne lo haría?

—Entonces, ¿adivinen qué? —¿Qué? —Stacey suspiró, intercambiando una afligida mirada conmigo—. ¿Con qué pieza de conocimiento al azar vas a impresionarnos? —¿Sabían que pueden congelar una banana hasta que esté tan dura que en realidad pueden clavar algo con ella? Bajé mi té dulce. —¿Cómo sabes estas cosas? Sam se terminó mis patatas fritas. —Sólo lo hago. —Se pasa toda la vida metido en la computadora. —Stacey se apartó los gruesos flequillos negros del rostro. No sé por qué no se los cortaba. Siempre estaba jugando con ellos—. Probablemente busque basura al azar sólo por el gusto de hacerlo. —Eso es exactamente lo que hago cuando estoy en casa. —Sam enrolló su servilleta—. Busco hechos poco conocidos. Así de genial soy. —Le tiró la servilleta a Stacey en el rostro. —Retiro lo dicho —dijo Stacey descaradamente—. Es porno lo que te pasas toda la noche buscando. Los hoyos de las mejillas de Sam se pusieron rojo brillante mientras enderezaba sus gafas. —Lo que sea. ¿Están listas? Tenemos algo de esquematización que hacer para Inglés.

Me reí, olvidando momentáneamente el trabajo que tenía que hacer. —Crepúsculo no es un clásico, Stacey. —Edward sin duda es un clásico en mi opinión. —Sacó una liga para el cabello de su bolsillo, recogiéndose su cabello largo hasta los hombros—. Y Crepúsculo es mucho más interesante que Sin Novedad En El Frente4. 4

Sin Novedad En El Frente: novela de Erich Maria Remarque, que muestra los horrores de la guerra desde el punto de vista de un joven soldado. La obra suele categorizarse como de literatura antibelicista, aunque el mismo Remarque la calificó de apolítica.

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—No puedo creer que el Sr. Leto no nos dejara hacer nuestro informe de clásicos sobre Crepúsculo. Es un clásico.

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Stacey gimió.

Sam negó con la cabeza. —No puedo creer que hayas usado Crepúsculo y Sin Novedad En El Frente en la misma frase. Ignorándolo, su mirada saltó de mi rostro a mi comida. —Layla, ni siquiera has tocado tu hamburguesa. Quizás de alguna manera había sabido instintivamente que iba a necesitar una razón para quedarme. Suspiré. —Adelántense. Me reuniré con ustedes en unos pocos minutos. —¿En serio? —Sam se puso de pie. —Sí. —Levanté mi hamburguesa—. Llegaré dentro de poco. Stacey me miró con suspicacia. —¿No vas a dejarnos plantados como siempre haces? Me sonrojé por la culpa. Había perdido la cuenta de cuántas veces había tenido que dejarlos plantados. —No. Lo juro. Sólo voy a comerme mi comida y estaré ahí. —Vamos. —Sam pasó un brazo alrededor de los hombros de Stacey, guiándola hacia el contenedor de basura—. Para este momento Layla habría terminado de comer si no hubieses hablado con ella todo el tiempo.

Doña Poser finalmente completó su festín de grasa, y agarré mi bolso mientras ella salía sin prisas por la puerta. Se estrelló contra un anciano, atropellándolo justo cuando él trataba de entrar. Vaya. Ésta era una verdadera joya. Su carcajada podía ser escuchada en el interior del ruidoso restaurante, sonando extremadamente tenue. Afortunadamente algún sujeto ayudó al hombre a levantarse mientras él sacudía su puño hacia el demonio en retirada.

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Volví a dejar la hamburguesa, observando impacientemente a Doña Poser. Los pedazos de pan y de carne caían de su boca, salpicando en la bandeja marrón. Mi apetito había sido masacrado eficazmente en cuestión de segundos. No es que realmente importara. La comida sólo aliviaba el dolor carcomiendo mis entrañas, nunca lo detenía.

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—Oh, échame la culpa. —Stacey tiró su basura, despidiéndose con la mano mientras salían.

Suspirando, me deshice de mi comida y la seguí afuera a la brisa de finales de septiembre. Diferentes tonos de almas estaban en todas partes, zumbando alrededor de los cuerpos como un campo eléctrico. Rastros de color rosa pálido y azul turquesa iban tras una pareja caminando de la mano. Ellos tenían almas inocentes, pero no puras. Todos los seres humanos tenían un alma —una esencia— buena o mala, pero los demonios no portaban tal cosa. Dado que la mayoría de los demonios en la superficie parecían humanos a primera vista, la falta de alma a su alrededor hacía sencillo mi trabajo de encontrarlos y etiquetarlos. Aparte del factor de no tener alma, la única diferencia entre ellos y los seres humanos era la extraña forma en que sus ojos reflejaban la luz como los de un gato. Doña Poser bajó por la calle arrastrando los pies, cojeando ligeramente. Afuera a la luz natural, ella no lucía bien. Probablemente ya había mordido a unos cuantos humanos, lo que significaba que tenía que ser etiquetada y manejada lo antes posible. Un panfleto en un poste de luz verde me llamó la atención. Un feroz ceño fruncido y un sentido de actitud protectora me llenaron mientras leía la cosa. Advertencia. Los Guardianes No Son Hijos De Dios. Arrepiéntanse Ahora. El Fin Está Cerca. Debajo de las palabras estaba una imagen burdamente elaborada de lo que suponía era un coyote rabioso mezclado con un chupacabras. —Patrocinado por la Iglesia de los Hijos de Dios —dije, rodando mis ojos. Genial. Odiaba a los fanáticos.

Doña Poser dobló una esquina y miró por encima del hombro, sus ojos vidriosos yendo a la deriva sobre mí, desestimándome en el acto. El demonio en ella no sentía nada anormal en mí. El demonio en mí tenía prisa por terminar con esto. Sobre todo después de que mi celular sonó, vibrando contra mi muslo. Probablemente era Stacey preguntando dónde demonios estaba. Sólo quería acabar con esto y volver a ser normal durante el resto de la noche. Sin pensarlo, extendí la mano y halé la cadena

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La ira se extendió a través de mí como un incendio fuera de control. Estos idiotas no tenían ni idea de todo lo que los Guardianes sacrificaban por ellos. Respiré hondo, dejando salir el aire lentamente. Tenía que concentrarme en mi Poser en lugar de patear en silencio mis pies mentales en mi pedestal de mentira.

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Una cafetería más abajo tenía los panfletos pegados en todas sus ventanas y un cartel proclamando que se negaban a servirles a los Guardianes.

alrededor de mi cuello. El antiguo anillo colgando de la cadena de plata se sentía caliente y pesado en mi mano. Al pasar junto a un grupo de chicos de mi edad, sus miradas me recorrieron, se detuvieron y enseguida volvieron a voltear. Por supuesto que se quedaban mirando. Todo el mundo lo hacía. Mi cabello era largo. Gran cosa eso, pero era de un rubio tan pálido que casi parecía blanco. Odiaba cuando la gente se quedaba mirando. Me hacían sentir como una albina. Pero eran mis ojos los que realmente llamaban la atención de la gente. Eran de un gris claro, casi faltos de color. Zayne decía que me parecía a la hermana perdida del elfo en El Señor de los Anillos. Eso te levantaba mucho la confianza. Suspiro. El anochecer había comenzado a instalarse en la capital del país cuando crucé en la Avenida Rhode Island y me detuve por completo. Todo y todos a mí alrededor desaparecieron en un instante. Allí, en el suave parpadeo de las farolas, vi el alma. Parecía como si alguien hubiese sumergido un pincel en pintura roja y luego lo hubiese pasado rápidamente sobre un tenue lienzo negro. Este hombre tenía un alma mala. Él no estaba bajo la influencia de un demonio, sino que sencillamente era malo por su cuenta. El dolor sordo en mis entrañas volvió a la vida. Las personas me empujaban para pasar, lanzando miradas molestas en mi dirección. Algunos incluso murmuraban. No me importaba. Ni siquiera me preocupaba por sus almas rosa claro, un color que por lo general encontraba tan bonito. Finalmente me enfoqué en la figura detrás del alma: un hombre mayor vestido con un traje de negocios genérico y corbata, el asa del maletín agarrada en una mano carnosa. Nada de lo que huir, nada que temer, pero yo sabía que no era así.

El hombre se volteó ligeramente, sus ojos recorriendo mi rostro, mi cuerpo. Su alma se arremolinó violentamente, volviéndose más roja que negra. Él tenía la edad suficiente para ser mi padre y eso era asqueroso, realmente asqueroso. Me sonrió, sonriendo de una manera que debería haberme enviado huyendo en la dirección opuesta. Tenía que ir en esa dirección, además, porque sin importar cuán despreciable fuese este hombre —sin importar cuántas chicas allá afuera me darían una medalla de oro por eliminarlo— Abbot me había criado para negar al demonio en mi interior. Me había criado para ser una Guardiana, para actuar como una Guardiana.

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Mis piernas se movieron hacia adelante incluso mientras mi cerebro me gritaba que me detuviera, que diera la vuelta, incluso que llamara a Zayne. Sólo escuchar su voz me haría detenerme. Me impediría hacer lo que cada célula de mi cuerpo me exigía: hacer lo que era casi natural para mí.

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Él había pecado a lo grande.

Pero Abbot no estaba aquí. Encontré la mirada del hombre, la sostuve y sentí mis labios curvarse en una sonrisa. Mi corazón se aceleró, mi piel se estremeció y se sonrojó. Quería su alma... tan desesperadamente que mi piel quería arrancarse a sí misma de mis huesos. Se sentía como la espera por un beso, cuando tus labios estaban a instantes de la unión, esos emocionantes segundos de anticipación. Pero yo nunca antes había sido besada. Todo lo que tenía era esto. El alma de este hombre me llamaba como el canto de una sirena. Me enfermaba estar tan tentada por el mal en su espíritu, pero un alma oscura era tan buena como una pura. Él sonrió mientras me miraba, sus nudillos volviéndose blancos alrededor del asa del maletín. Y esa sonrisa me hizo pensar en todas las cosas horribles que podía haber hecho para ganarse ese turbulento vacío a su alrededor. Un codo se clavó en la parte baja de mi espalda. El pequeño punto de dolor no era nada en comparación con la exquisita anticipación. Sólo unos pasos más y su alma estaría tan cerca... justo ahí. Sabía que la primera probada desataría el más dulce fuego imaginable: un subidón para el que no había equivalente. No duraba mucho tiempo, pero los breves momentos de puro éxtasis perduraban como un potente atractivo. Sus labios ni siquiera tendrían que tocar los míos. Sólo un par de centímetros más o menos, y probaría su alma... nunca tomarla toda. Tomar su alma lo mataría y eso estaba mal, y yo no era...

La seguí a un estrecho callejón entre una tienda de todo a mil y un lugar de cambio de cheques. Todo lo que tenía que hacer era tocarla, lo cual debería haber hecho allá en McDonald’s. Me detuve a mitad de camino, miré a mi alrededor y luego maldije. El callejón estaba vacío. Las bolsas de basura negras bordeaban las paredes de ladrillo cubiertas con moho. Los contenedores de basura se desbordaban con más basura y las criaturas iban corriendo por la grava. Me estremecí, mirando las bolsas con cautela. Lo más probable es que

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Retrocedí de golpe, rompiendo el contacto visual. El dolor explotó en mi estómago, atravesando rápidamente mis extremidades. Alejarme de ese hombre era como negarle el oxígeno a mis pulmones. Mi piel ardía y mi garganta se sentía en carne viva mientras obligaba a una pierna a moverse delante de la otra. Fue una lucha seguir caminando, no pensar en el hombre y encontrar de nuevo a la Poser, pero cuando finalmente la divisé, dejé escapar el aliento que estaba conteniendo. Concentrarme en el demonio al menos servía como una distracción.

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Esto estaba mal.

fuesen ratas, pero otras cosas se ocultaban en las sombras: cosas que eran peores que las ratas. Y condenadamente mucho más espeluznantes. Me acerqué más, escudriñando el oscurecido callejón mientras distraídamente retorcía el collar entre mis dedos. Ojalá hubiese tenido la previsión de empacar una linterna en mi mochila, pero eso no habría tenido demasiado sentido. En vez de eso esta mañana había metido un nuevo tubo de brillo de labios y una bolsita llena de galletas. Cosas verdaderamente útiles. Un repentino malestar recorrió mi espina dorsal. Dejé caer el anillo, permitiendo que rebotara contra mi camisa. Algo no estaba bien. Deslicé la mano en el bolsillo delantero de mis pantalones vaqueros, sacando mi destartalado celular mientras me daba la vuelta. La Poser se encontraba a unos metros de distancia. Cuando sonrió, las arrugas en su rostro agrietaron su piel. Finos trozos de lechuga colgaban de sus dientes amarillos. Tomé aire e inmediatamente deseé no haberlo hecho. Ella olía a azufre y carne podrida. La Poser ladeó la cabeza hacia un lado, con los ojos entrecerrados. Ningún demonio podía sentirme, porque no tenía suficiente sangre demoníaca fluyendo en mis venas para que pudieran darse cuenta, pero estaba mirándome como si realmente estuviese viendo lo que escondía en mi interior. Su mirada cayó a mi pecho y luego sus ojos se movieron rápidamente hacia arriba, encontrando los míos. Dejé escapar un grito ahogado de asombro. Sus descoloridos iris azules comenzaron a agitarse como un remolino en torno a pupilas que se retractaban en un punto fino.

La grandísima mierda del doble tamaño que mi trasero. Era un demonio Seeker. Sólo había visto uno en los antiguos libros que Abbot guardaba en su estudio. Los Seekers eran como los Indiana Jones del mundo de los demonios, capaces de localizar y recuperar casi cualquier cosa tras la cual los enviara su encargado. A diferencia de Indy, sin embargo, los Seekers eran malos y agresivos.

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Su forma onduló y luego se revolvió, como un televisor tratando de reconstruir digitalmente una imagen. El gancho y el cabello opaco desaparecieron. La piel arrugada se alisó y se tornó del color de la cera. El cuerpo se estiró y se amplió. Los pantalones de chándal y el horrible suéter desaparecieron y fueron reemplazados por pantalones de cuero y un pecho ancho y musculoso. Los ojos eran de forma ovalada y se agitaban como un mar infinito: sin pupilas. La nariz era plana, en realidad sólo dos agujeros por encima de una ancha boca cruel.

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La gran mierda. Esta señora no era para nada una Poser.

El Seeker sonrió, dejando al descubierto una boca llena de afilados dientes retorcidos. —Te tengo. ¿Te tengo? ¿Tengo qué? ¿A mí? Se abalanzó hacia mí y me lancé a un lado, el miedo elevándose tan rápido que mis palmas se salpicaron de sudor cuando le toqué el brazo. Explosiones de luz de neón brillaron alrededor del cuerpo del Seeker, convirtiéndolo en nada más que un borrón de color rosa. Él no reaccionó a la etiqueta. Nunca lo hacían. Sólo los Guardianes podían ver la marca que yo dejaba atrás. El Seeker agarró un puñado de mi cabello, torciendo mi cabeza hacia un lado mientras agarraba el frente de mi camisa. Mi celular resbaló de mi mano, golpeando en el suelo. Una sensación punzante se disparó por mi cuello, sobre los hombros. El pánico me inundó como si una presa se hubiese reventado, pero el instinto me impulsó a la acción. Me había pasado todas las noches entrenando con Zayne cómo patear. Etiquetar demonios podía ponerse peliagudo de vez en cuando, y aunque yo no tenía sigilosas habilidades ninja, no había manera en el jodido infierno que fuese a perder sin luchar. Irguiéndome, llevé mi pierna hacia arriba y planté mi rodilla derecha donde contaba. Gracias a Dios los demonios eran anatómicamente correctos. El Seeker gruñó y se echó hacia atrás, arrancándome varios mechones de cabello. Un abrasador hormigueo ardió a través de mi cuero cabelludo. A diferencia de otros Guardianes, no podía mudar mi piel humana y patear traseros a lo grande, pero los tirones de pelo encendían mi interruptor de cabrona rápidamente.

—Me gustó eso. Hazlo de nuevo. Mis ojos se ensancharon. Eso me abrumó, y supe que iba a morir. Sería desgarrada por un demonio o, peor aún, sacada a través de uno de los muchos portales escondidos por toda la ciudad y llevada abajo. Cuando la gente inexplicablemente desaparecía en el aire, por lo general era porque tenían un nuevo código postal. Algo así como 666, y la muerte sería una bendición en comparación con ese tipo de viaje. Me preparé para el impacto. —Basta.

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Lentamente, el demonio volteó la cabeza hacia mí.

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La agonía explotó a lo largo de mis nudillos mientras la cabeza del Seeker se sacudía hacia un lado cuando mi puño cerrado lo golpeó en la mandíbula. No fue un golpe afeminado. Zayne estaría muy orgulloso.

Ambos nos congelamos en respuesta a la profunda voz desconocida exudando autoridad. El Seeker respondió primero, dando un paso a un lado. Dándome la vuelta, lo vi a él. El recién llegado medía más de un metro ochenta, tan alto como cualquier Guardián. Tenía el cabello oscuro, del color de la obsidiana, y tendía a azul en la luz tenue. Perezosos mechones se deslizaban sobre su frente y se curvaban justo por debajo de sus orejas. Sus cejas se arqueaban sobre ojos dorados y sus pómulos eran anchos y altos. Él era atractivo. Muy atractivo. Alucinantemente hermoso, en realidad, pero la irónica mueca en sus labios carnosos enfriaba su belleza. La camiseta negra se extendía a través de su pecho y su vientre plano. Un enorme tatuaje de una serpiente se enroscaba alrededor de su antebrazo, la cola desapareciendo bajo la manga y la cabeza en forma de diamante se apoyaba en la parte superior de su mano. Parecía de mi edad. Completo material de enamoramiento... si no fuese por el hecho de que no tenía alma. Trastabillé un paso hacia atrás. ¿Qué era peor que un demonio? Dos demonios. Mis rodillas temblaban tanto que pensé que podría caer de bruces en el callejón. Un etiquetado nunca antes había salido tan horriblemente mal. Estaba tan jodida que ni siquiera era gracioso. —No deberías intervenir en esto —dijo el demonio Seeker, y sus manos se cerraron en puños. El chico nuevo dio un paso hacia adelante sin hacer ruido. —Y tú deberías besarme el culo. ¿Qué te parece?

Dos pasos a la derecha y podría... La mirada del chico se estrelló contra mí. Inspiré de golpe, pasmada por la intensidad de su mirada. La correa de mi mochila cayó de entre mis débiles dedos. Sus ojos bajaron, sus gruesas pestañas abanicando sus mejillas. Una pequeña sonrisa tiró de sus labios, y cuando habló, su voz fue suave, pero profunda y poderosa. —En qué aprieto te has metido tú misma.

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El Seeker se quedó muy quieto, con la respiración agitada. La tensión se convirtió en una cuarta entidad en el callejón. Di otro paso atrás, con la esperanza de hacer una escapada sin problemas. Estos dos estaban tan obviamente en desacuerdo el uno con el otro y no quería quedar atrapada en el medio de esto. Cuando dos demonios se atacaban, eran conocidos por derribar edificios enteros. ¿Cimientos defectuosos o material para techado deficiente? Sí, claro. Más como un épico combate demoniaco a muerte.

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Uh...

No sabía qué raza de demonio era, pero por la forma en que él permanecía allí parado como si hubiese creado la palabra poder, supuse que no era un demonio menor como el Seeker o un Poser. Oh, no, lo más probable es que fuese un demonio de Nivel Superior: un Duque o un Regente Infernal. Sólo los Guardianes lidiaban con ellos, y eso por lo general terminaba en un lío sangriento. Mi corazón se lanzó contra mi caja torácica. Tenía que salir de aquí y rápido. De ninguna manera iba a meterme en un mano a mano con un demonio de Nivel Superior. Mis míseras habilidades me asegurarían una patada de trasero para recordar. Y el demonio Seeker se enojaba más a cada segundo, abriendo y cerrando sus carnosos puños. Las cosas estaban a punto de explotar y explotar con fuerza. Agarrando mi mochila, la sostuve frente a mí como el escudo más patético de la historia. Por otra parte, no había una cosa en este mundo aparte de un Guardián que pudiera detener a un demonio de Nivel Superior. —Espera —dijo—. No salgas corriendo todavía. —No pienses en acercarte más —le advertí. —No se me ocurriría hacer nada que no quieras que haga. Ignorando lo que eso significaba, continué rodeando lentamente al demonio Seeker y alejándome hacia la boca del callejón que parecía tan increíblemente lejos. —De todas maneras estás huyendo. —El demonio Nivel Superior suspiró—. Incluso después de que te pedí que no lo hicieras, y creo que fui realmente amable al respecto. —Miró al Seeker, frunciendo el ceño—. ¿No fui amable? El Seeker gruñó.

—Ya sabes lo que dicen —respondió el otro demonio—. Palos y piedras pueden romper tus huesos, pero yo voy a derribarte. Al diablo con esto. Si regresaba a la calle principal, podría perderlos a ambos. No podían atacar en frente de los humanos: reglas y demás. Bueno, si es que estos dos iban a seguir las reglas, lo que parecía dudoso. Me di media vuelta, corriendo hacia la entrada del callejón. No llegué muy lejos. El Seeker me impactó como un jodido defensa de fútbol americano, golpeándome contra un contenedor de basura. Manchas negras oscurecieron mi visión. Algo

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Trastabillé con el insulto. Aparte del hecho de que el Seeker le estaba hablando a un demonio de Nivel Superior de esa manera, era una cosa tan... humana que decir.

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—Sin ofender, pero no me importa lo amable que seas. Estás interrumpiendo mi trabajo, pedazo de imbécil.

chirriante y peludo cayó sobre mi cabeza. Chillando como una banshee5, extendí la mano y agarré el cuerpo que se retorcía. Pequeñas garras se enredaron en mi cabello. A dos segundos de una apoplejía, arranqué la rata de mi cabello y la arrojé sobre las bolsas de basura. Ésta chirrió al rebotar, luego se ocultó en una grieta en la pared. Con un gruñido bajo, el demonio de Nivel Superior apareció detrás del Seeker, agarrándolo por el cuello. Un segundo más tarde, tenía al Seeker colgando a varios metros del suelo. —Ahora, eso no fue muy amable —dijo en voz baja y amenazadora. Dando la vuelta, lanzó al Seeker como un saquito de granos. El Seeker se estrelló contra la pared de enfrente, golpeando el suelo de rodillas. El demonio de Nivel Superior levantó el brazo... y el tatuaje de serpiente se levantó de su piel, rompiéndose en mil puntos negros. Flotaron en el aire entre él y el Seeker, colgaron por un segundo, y luego cayeron al suelo. Los puntos rezumaban entre sí, formando una gruesa masa negra. No... no una masa, sino una jodida serpiente enorme de por lo menos unos tres metros de largo y tan ancha como yo. Me puse en pie de un salto, ignorando la ola de vértigo. La cosa giró hacia mí, levantándose a media altura. Sus ojos ardían de un rojo profano. Un grito quedó atrapado en mi garganta. —No tengas miedo de Bambi —dijo el demonio—. Ella sólo tiene curiosidad y quizá un poco de hambre. ¿La cosa se llamaba Bambi?

—Bueno —murmuró el demonio, sonriendo con suficiencia—. Tal vez está muy hambrienta. Lo tomé como mi señal para abandonar el callejón. —¡Espera! —gritó el demonio, y cuando no me detuve sino que corrí más rápido de lo que nunca antes lo había hecho, su maldición hizo eco en mi cabeza. 5

Banshees: Forman parte del folclor irlandés desde el siglo VIII. Son espíritus femeninos que, según la leyenda, se aparecen a una persona para anunciar con sus gemidos la muerte de un pariente cercano. Son consideradas hadas y mensajeras del otro mundo.

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La... la serpiente gigante no trató de hacerme su merienda. Cuando se volteó de nuevo hacia el Seeker, casi me caí de alivio. Pero luego salió disparada a través del pequeño espacio, elevándose hasta que su monstruosa cabeza se cernía sobre el petrificado demonio menor. La serpiente abrió su boca, revelando dos colmillos del tamaño de mi mano y, más allá de ellos, un ancho agujero negro.

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Oh, Dios mío, la cosa me mira fijamente como si quisiera comerme.

Crucé las avenidas bordeando Dupont Circle, pasando la tienda en la que había planeado reunirme con Stacey y Sam. Sólo cuando llegué al lugar donde Morris, nuestro chofer y cerca de una docena de otras cosas, me recogería me detuve para respirar. Las almas suavemente coloreadas palpitaban a mí alrededor, pero no les presté atención. Entumecida hasta la médula, me senté en un banco junto a la acera. Me sentía mal, rara. ¿Qué demonios acababa de pasar? Todo lo que había querido hacer era esquematizar Sin Novedad En El Frente esta noche. No casi devorar un alma, por poco ser asesinada, conocer a mi primer demonio de Nivel Superior o ver a un tatuaje convertido en una anaconda por el amor de Dios. Le eché un vistazo a mi mano vacía. O perder mi teléfono.

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Mierda.

Traducido por MaryJane♥

Morris no habló en el camino a la casa en Dunmore Lane. No era una gran sorpresa. Morris nunca hablaba. Tal vez fue lo que vio dentro de nuestra casa lo que lo dejó sin habla. Realmente no sé. Inquieta al décimo nivel por sentarme en el banquillo alrededor de una hora esperando por Morris, reboté mi pie en el tablero todo el camino a casa. Eran sólo seis kilómetros, pero seis kilómetros en Washington igualaban a un billón de kilómetros en otros lugares. La única parte del viaje que fue rápida, fue el tramo privado de la carretera que conducía hasta la monstruosa casa de Abbot. Con cuatro pisos, un sinnúmero de habitaciones e incluso una piscina cubierta, era más como un hotel que casa hogar. Realmente era un complejo, un lugar donde los Guardianes solteros del clan vivían y operaban como el comando central. A medida que nos acercábamos, parpadeé y dejé escapar una maldición entre dientes que me valió una mirada de desaprobación de Morris.

Bajé mis pies del tablero y agarré mi bolsa del suelo. Incluso con sus alas plegadas y rostros hacia abajo, las formas encorvadas eran una vista formidable contra la noche estrellada. En su forma de descanso, los Guardianes eran casi indestructibles. El fuego no les podía hacer daño. Ni cinceles y martillos podían romper su armazón. La gente había probado cada forma de armas desde que los Guardianes se hicieron públicos. Entonces teníamos a los demonios, desde, siempre, pero los Guardianes eran sólo débiles cuando parecían humanos.

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Visitantes. Genial.

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Seis gárgolas de piedra que no habían estado allí esta mañana se encontraban en el borde de nuestra azotea.

El momento en que el auto se desvió hacia una parada en frente del extenso porche, salté y recorrí los escalones, deslizándome hasta detenerme delante de la puerta. En la esquina superior izquierda del porche, una pequeña cámara se movió hacia donde yo estaba. La luz parpadeó en rojo. En algún lugar de las habitaciones enormes y túneles debajo de la mansión, Geoff estaba en la sala de control y detrás de la cámara. Sin duda ganándose una patada por hacerme esperar. Saqué la lengua. La luz se puso verde un segundo después. Rodando los ojos cuando escuché la puerta desbloquearse, la abrí y dejé caer mi bolso en el vestíbulo. Inmediatamente, me dirigí hacia las escaleras. Después de pensarlo dos veces, giré y corrí hacia la cocina. Encontrando la habitación felizmente vacía, saqué un rollo de pasta de galletas de azúcar de la nevera. Rompí un pedazo y luego me dirigí escaleras arriba. La casa estaba tranquila como un cementerio. En este momento del día, la mayoría estaría en el centro de entrenamiento bajo tierra o ya se habían ido a cazar. Todos excepto Zayne. Durante el tiempo que podía recordar, Zayne nunca había salido a cazar sin verme primero.

A veces... a veces no pensaba pertenecer con ellos… con Zayne. Un sentimiento de vergüenza se asentó en mi estómago, pero antes de que pudiera extenderse como humos nocivos, el alma de Zayne se desvaneció, y yo no pensaba en nada. Recién salido de la ducha, Zayne tiró una camiseta llana color negro por su cabeza. No lo suficientemente rápido para perderme un tentador vistazo de sus abdominales. La rigurosa formación mantenía su cuerpo cincelado y duro. Arrastré mi mirada cuando el

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Vi su resplandor luminoso blanco perla primero, un alma pura. A diferencia de un alma humana, la esencia de un Guardián era pura, un producto de lo que eran. Muy pocos seres humanos conservaban un alma pura, una vez que comenzaban a ejercer todo el asunto llamado libre albedrío. Debido a la mancha de la sangre demoníaca que llevaba, yo sabía que no tenía un alma pura. No estaba segura de tener un alma en absoluto. Nunca podía ver la mía.

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Tomé los escalones de tres a la vez, comiendo la masa. Limpiando mis dedos pegajosos sobre mi falda vaquera, di un golpazo a su puerta con mi cadera y me congelé. En serio tenía que aprender a golpear.

tramo de piel desapareció. Pelo color arena húmeda se aferraba a su cuello y mejillas esculpidas. Sus características serían demasiado perfectas si no fuera por esos ojos azules agua que todos Guardianes tenían. Me arrastré hasta el borde de su cama y me senté. No debería pensar en Zayne como lo hacía. Él era lo más parecido que tenía a un hermano. Su padre, Abott, nos había criado juntos y Zayne me veía como la hermana pequeña con la que de alguna manera terminó cargando. —¿Qué pasa, Layla-bug6? —preguntó. Una parte de mí amaba que él utilizara mi apodo de la infancia. La otra parte, la parte que no era una niña más, lo detestaba. Lo espié a través de mis pestañas. Él estaba completamente vestido ahora. Qué vergüenza. —¿Quién está en el techo? Se sentó a mi lado. —Unos viajeros de fuera de la ciudad necesitaban un lugar para descansar. Abbot les ofreció camas, pero prefirieron el techo. Ellos no… —Se detuvo de repente, inclinándose hacia adelante, agarrando mi pierna—. ¿Por qué están tus rodillas raspadas?

Zayne se acercó, mirándome como si pudiera ver a través de mis mentiras. Tenía una extraña habilidad para hacerlo. Pero si le contaba todo, como la parte del demonio de Nivel Superior, nunca me permitirían dejar la casa sola. Me gustaba mi libertad. Era lo único que tenía. Suspiré. —Pensé que estaba siguiendo un Poser. 6

Bug: Insecto, bicho.

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—Layla, ¿en qué te metiste en esta noche? —Dejó mi pierna. Negué con la cabeza, disipando esos sueños sin esperanza. —Um... bueno, nada.

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Mi cerebro hizo una especie de cortocircuito el momento en que su mano tocó mi pierna desnuda. Un sofoco se apoderó de mis mejillas, esparciéndose muy, muy abajo. Miré a sus altos pómulos y labios… oh, Dios, esos labios eran perfectos. Mil fantasías florecieron. Todas ellas lo involucraban, yo y la capacidad de darle un beso sin succionar su alma.

—¿Y no lo estabas? —Pues no. —Me hubiera gustado que él tocara mi pierna de nuevo—. Resultó ser un Seeker pretendiendo ser un Poser. Es increíble lo rápido que pasó de chico super-caliente a todo un Guardián de rostro serio. —¿Qué quiere decir con que el Seeker fingía? Forcé un casual encogimiento de hombros. —Realmente no lo sé. Lo vi en McDonalds. Tenía el apetito de un Poser y se comportaba como uno, así que lo seguí. Resultó que no era una Poser, pero lo marqué. —Eso no tiene sentido. —Su frente se arrugó, una expresión común cada vez que estaba resolviendo algo en su cabeza—. Los demonios Seeker son recaderos, o son convocados por algún idiota para encontrar algo estúpido como ojos de rana o sangre de un águila calva de un hechizo que inevitablemente será contraproducente. Pretender ser un Poser no es típico. Recordé lo que el Seeker había dicho. Te tengo. Como si hubiera estado buscándome. Sabía que tenía que decirle a Zayne eso, pero su padre ya era un loco cuando se trataba de a dónde iba y con quién estaba. Y Zayne estaba prácticamente obligado a decirle a su padre todo dado que Abbot era el jefe del clan de Guardianes de Washington. Además, tenía que haber escuchado mal al Seeker, y los demonios rara vez tenían una razón para hacer cosas extrañas o inesperadas. Eran demonios. Explicación suficiente.

Se echó a reír, y oh hombre, amaba el sonido de su risa. Profunda. Rica. —Jesús, Layla, ¿cuántos son lo que va del año? —Cinco. —Miré sus estanterías densamente pobladas, con un suspiro—. Abbot no va a conseguirme otro. Él piensa que los pierdo a propósito. No lo hago. Simplemente... no les agrado. Zayne se rio de nuevo, empujándome con su rodilla revestida de mezclilla. —¿Cuántos marcaste esta noche?

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—Sí, estoy bien. —Hice una pausa—. Sin embargo, perdí mi teléfono.

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—¿Estás bien? —preguntó Zayne.

Pensé en las pocas horas después de la escuela, antes de que me encontrara con Stacey y Sam. —Nueve. Dos eran Posers y el resto eran Fiends, a excepción del Seeker. —El cual Zayne probablemente nunca encontraría ya que había una buena probabilidad de que Bambi se lo hubiera comido. Zayne dio un silbido. —Lindo. Voy a tener una noche muy concurrida. Y eso era lo que hacían los Guardianes. Generación tras generación, habían estado observando a la población demonio desde mucho antes de que fueran públicos. Sólo tenía siete cuando sucedió, así que no me recuerdo cómo respondió el público. Estoy segura que la gran revelación incluyó un montón de enloquecimiento. Por extraño que parezca, fui a vivir con ellos en la misma época.

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Sólo unos pocos humanos conocían la verdad. Además de Morris, había algunos dentro de los departamentos de policía, el gobierno y seguramente el personal militar de todo el mundo que sabía que existían demonios. Aquellos humanos tenían sus propias razones para mantener a la población en general en la ignorancia, razones que no tenían nada que ver con la fe. El mundo descendería en caos si los humanos supieran que los demonios pedían su café de la mañana justo al lado de ellos. Pero esa era la manera en que funcionaba. Los Guardianes ayudaban a los departamentos de policía con la captura de los delincuentes, y algunos de esos criminales perseguidos eran demonios, quienes podrían haber tenido un pase para salir de la cárcel, sino que fueran directamente de regreso al infierno y no se quedaron. Si los demonios alguna vez se exponían al mundo, los Alfas destruirían a

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Los Alfas, los chicos angelicales que dirigían el espectáculo, entendieron que era necesario lo bueno y lo malo en el mundo, la Ley del Equilibrio. Pero algo sucedió hace diez años. Los demonios comenzaron a llegar a través de los portales de la inmensidad, creando caos a medida que causaban estragos con lo que entraban en contacto. La posesión de los seres humanos se convirtió en un gran problema, y las cosas se salieron de control en ese punto. Las bellezas del infierno ya no querían permanecer en las sombras y los Alfas no podían permitir que la humanidad supiera que los demonios eran reales. Abbot, una vez me dijo que tenía que ver con el libre albedrío y la fe. El hombre necesitaba creer en Dios sin saber que el infierno realmente existía. Dispuestos a todo para mantener a la humanidad en la oscuridad acerca de los demonios, los Alfas habían emitido su mandato. Parecía un gran riesgo y esos humanos eventualmente sumarían uno más uno y obtendrían demonios, pero ¿qué sé yo?

todos los demonios que estuvieran en la parte superior, incluyendo a mi feliz medio demoniaco trasero. —Las cosas están un poco locas —dijo, más para sí mismo—. Hay muchísima más actividad Poser. Algunos Guardianes en diferentes distritos, incluso se han topado con Hellions. Mis ojos se abrieron. —¿Hellions? Cuando Zayne asintió, una imagen de cosas grandes, cosas bestiales se formó en mis pensamientos. No se suponía que los Hellions estuvieran en la parte superior. Eran como simios mutantes y pitbulls mezclados en uno. Zayne se inclinó por la cintura, hurgando debajo de su cama. Mechones de pelo cayeron hacia delante, ocultando su rostro. Podía mirarlo boquiabierta abiertamente ahora. Zayne sólo tenía cuatro años más que yo, pero al ser un Guardián, era mucho más maduro que la mayoría de los chicos humanos de su edad. Sabía todo acerca de él, salvo lo como realmente se veía.

Zayne se sentó, un bulto de peluche en su mano. —Mira a quién encontré. Lo dejaste aquí hace un par de noches. —¡Señor Snotty! —Agarré el harapiento oso de peluche, sonriendo—. Me preguntaba dónde estaba. Sus labios se curvaron en una sonrisa. —No puedo creer que todavía tengas ese oso.

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Y como yo era sólo la mitad Guardián, no podría cambiar como uno normal podía. Estaba atrapada permanentemente en forma humana, irrevocablemente defectuosa. Los Guardianes normalmente no aceptaban bien los defectos. Si no fuera por mi capacidad única de ver las almas y marcar a aquellos a quienes les faltaba, yo sería muy muy inútil en el gran esquema de las cosas.

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Eso era lo que pasaba con las gárgolas. La piel que llevaban durante el día no era lo que eran. Por enésima vez, me pregunté acerca de la apariencia real de Zayne. Su piel humana era caliente, pero a diferencia de los demás nunca me permitía ver su verdadera forma.

Me dejé caer sobre mi espalda, agarrando al señor Snotty contra mi pecho. —Tú me lo diste. —Eso fue hace mucho tiempo. —Él es mi animal de peluche favorito. —Él es tu único animal de peluche. —Zayne se tendió a mi lado, mirando hacia el techo—. Viniste a casa más temprano de lo que esperaba. ¿Pensé que estabas estudiando con tus amigos? Me encogí de hombros. Zayne tamborileó con los dedos sobre su estómago. —Eso es extraño. Normalmente estás lloriqueando por tener un toque de queda más largo, pero ni siquiera son las nueve todavía. Me mordí el labio. —¿Y? Te dije lo que pasó. —Aun así, sé que no me estás diciendo todo. —Algo en la forma en que dijo me hizo girar la cabeza hacia él—. ¿Por qué mentirías?

—Dime la verdad, Layla-bug. Podría fácilmente recordar la primera vez que él me llamó así. Fue la noche en que me habían traído a esta casa. A los siete años, había estado aterrorizada de las criaturas aladas con dientes afilados y ojos rojos que me habían tomado de la casa de acogida. En el momento en que me habían dejado en el vestíbulo de esta misma casa, había corrido a través de la casa y metido en una pequeña bola en la parte posterior del primer armario que había encontrado. Horas más tarde, Zayne me había engatusado para salir de mi escondite, sosteniendo un prístino oso de

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Zayne se inclinó sobre el pequeño espacio entre nosotros, poniendo su mano sobre la mía. Mi corazón dio un vuelco.

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Nuestros rostros estaban cerca, pero no tan cerca para poder ser peligroso. Y Zayne confiaba en mí, creía que era más Guardián que demonio. Pensé en la serpiente... y el chico que realmente no era un chico, sino un demonio de alto rango. Me estremecí.

peluche y llamándome Layla-bug. Incluso a los once, él había parecido más grande que la vida para mí, y desde ese momento había estado apegada a su cadera. Algo con que los mayores Guardianes disfrutaban molestándolo. —¿Layla? —murmuró, apretando su agarre en mi mano. Las palabras salieron. —¿Crees que soy mala? Sus cejas se fruncieron. —¿Por qué lo preguntas? Me quedé mirándolo fijamente. —Zayne, soy medio demonio… —Eres un Guardián, Layla. —Y siempre dices eso, pero no es la verdad. Soy más como un... como una mula. —¿Una mula? —repitió lentamente, frunciendo el ceño. —Sí, una mula. Ya sabes, mitad caballo, mitad burro… —Sé lo que es una mula, Layla. Y realmente espero que no estés comparándote con una.

—Sólo porque tu madre era así no te convierte en una mala persona, y te aseguro que no te convierte en una mula. Girando la cabeza, volví a mirar hacia el espacio. El ventilador giraba vertiginosamente, creando extrañas sombras a través del techo. Una madre demoníaca que nunca había conocido y un padre que no recordaba. Y Stacey pensaba que su hogar monoparental era un desastre. Me agaché, jugueteando nerviosamente con el anillo. —Lo sabes, ¿verdad? —continuó Zayne con seriedad—. Sabes que no eres una mala persona, Layla. Eres una buena, inteligente y… —Se detuvo, sentándose y cerniéndose

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Zayne suspiró.

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No dije nada, porque lo era. Igual que una mula, era una extraña híbrida mitad demonio y mitad Guardián. Y debido a eso, nunca me emparejaría con otro Guardián. Incluso los demonios, si sabían lo que era, no me reclamarían. Entonces, sí, pensaba que la comparación era exacta.

sobre mí como un ángel de la guarda—. Tú... ¿no tomaste un alma esta noche? Layla, si lo hiciste tienes que decirme ahora. Ya se nos ocurrirá algo. Nunca dejaría que mi padre lo supiera, pero tienes que decirme. Por supuesto que Abbot nunca podría saber si hiciera algo como eso, ni siquiera por accidente. Por mucho que se preocupaba por mí, todavía me había voltee hacia afuera. Tomando un alma estaba prohibido por un montón de razones morales. —No. No tomé un alma. Me miró fijamente y luego sus hombros se cuadraron. —No me asustes así, Layla-bug. De repente quería sostener al señor Snotty más cerca. —Lo siento. Zayne se agachó, quitando mi mano del oso. —Has cometido errores, pero has aprendido de ellos. No eres mala. Eso es lo que necesitas recordar. Y lo que es pasado está en el pasado.

Sabes por qué, susurró una voz fea en mi cabeza, y cerré los ojos. Mi capacidad de ver las almas y la falta de la misma, un producto de mi sangre demoníaca, era una herramienta valiosa en la lucha contra el mal, pero los Guardianes podrían sentir a los demonios cuando se acercaban lo suficiente a ellos. Sin mí, su trabajo sería más difícil, pero no imposible. Al menos eso fue lo que me dije.

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Al día de hoy, no entendía por qué Abbot me había mantenido. Los demonios eran una cuestión de blanco y negro para los Guardianes. No había tal cosa como un demonio bueno o inocente. Ser parte demonio significaba que debería haber caído bajo el viejo adagio —el único buen demonio es un demonio muerto—, pero por alguna razón, había sido diferente a ellos.

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Me mordisqueé mi labio inferior, pensando en esos errores. Hubo más de uno. El primer incidente había sido lo que llevó a los Guardianes a la casa de acogida. Había tomado accidentalmente un alma de una de las cuidadoras, no toda, pero suficiente como para que la mujer tuviera que ser hospitalizada. De alguna manera los Guardianes habían aprendido al respecto a través de sus conexiones y me habían rastreado.

Zayne giró mi mano otra vez, deslizando sus dedos entre los míos. —Has tomado la masa para galletas de nuevo. ¿Ha guardado alguna para mí esta vez? El verdadero amor significaba compartir los antojos de alimentos extraños. Así lo creía. Abrí los ojos. —Queda medio paquete. Él sonrió, recostándose de nuevo esta vez en su costado, manteniendo su mano alrededor de la mía. El cabello le caía sobre la mejilla. Quería apartarlo de su cara, pero no tenía el coraje. —Te daré un teléfono nuevo mañana —dijo finalmente. Le sonreí si fuera mi propio fabricante de teléfonos personal. —Por favor, consígueme uno con pantalla táctil esta vez. Todos en la escuela tienen uno. Zayne arqueó una ceja. —Lo destruirías en cuestión de segundos. Necesitas uno de esos teléfonos satelitales gigantes. —Eso va a hacerme realmente genial. —Arrugué la nariz mientras miraba el reloj de pared. Tendría que irse pronto—. Supongo que debería ir a estudiar o algo así. La piel dorada se arrugó mientras sonreía.

Desenredó sus dedos de los míos y recolocó un mechón de mi cabello. —Tu pelo siempre está enredado. ¿Sabes cómo utilizar un cepillo? Golpeé su mano, temblando ante el recuerdo de la rata. —Sí, sé cómo usar un cepillo, idiota.

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Nada en este mundo podría detener el calor construyéndose en mi pecho. Eché un vistazo al reloj de cabecera una vez más. Tenía un par de horas antes de irse a cazar a los demonios que había marcado antes. Agradecida, me puse de lado. El señor Snotty yacía entre nosotros.

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—No te vayas todavía.

Zayne rio, volviendo a mi cabello con nudos. —Lenguaje, Layla, lenguaje. Me tranquilicé mientras desenredaba con cuidado algunos de los nudos. Esto de tocar mi cabello era nuevo y no me importó. Él sostuvo las pálidas hebras entre nosotros, con los ojos entrecerrados en la concentración. —Necesito un corte de pelo —murmuré después de unos momentos. —No. —Él apartó el pelo sobre mi hombro—. Es... muy hermoso. Y te queda. Mi corazón casi se volvió papilla. —¿Quieres oír de la escuela hoy? Su mirada se iluminó. Todos los Guardianes excepto yo habían sido educados en casa, y la mayoría de clases de la universidad de Zayne habían sido en línea. Escuchó mientras le decía sobre el reporte en el que había conseguido una B, la pelea en la cafetería entre dos chicas por un chico y cómo Stacey se encerró accidentalmente a sí misma en la oficina del consejero después de la escuela. —Oh. Casi se me olvida. —Hice una pausa, bostezando desagradablemente—. Sam quiere hacerte una entrevista para el periódico de la escuela. Algo acerca de que eres un Guardián . Zayne hizo una mueca.

—Bueno. Mi padre enloquecería si pensara que hablé con la prensa. Me reí. —Sam no es la prensa, pero lo entiendo. Él me mantuvo despierta durante un rato más, haciendo pregunta tras pregunta. En contra de mi voluntad, mis ojos se cerraron. Se habría ido antes de que me despertara; fuera, cazando demonios. Tal vez incluso unos pocos de nivel superior. Tal vez incluso el chico demonio con la serpiente llamada Bambi.

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—Lo sé. Le dije que no lo esperara.

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—No estoy seguro de eso. No estamos autorizados a dar entrevistas. Los Alfas lo verían como ser orgulloso.

Con cara de sueño, saqué mi libro de biología. Tuve tres segundos para mí antes de que un alma verde suave destellara en mi línea de visión. Levanté la cabeza, inhalando profundamente. Me gustaba estar cerca de almas inocentes. Eran bastante normal y no tan tentador como… Un puño se estrelló contra mi brazo. —¡No viniste a nuestro grupo de estudio, Layla! Tropecé a un lado, agarrándome en la puerta del armario. —Por Dios, Stacey, eso dejará moretones. —Nos dejaste plantados. Una vez más. Cerrando de golpe mi puerta del armario, me enfrenté a mi mejor amiga. Stacey tenía un poco de empuje detrás de sus golpes. —Lo siento. Tuve que correr a casa. Surgió algo. —Siempre surge algo. —Ella me miró—. Es ridículo. ¿Sabes cómo tuve que sentarme y escuchar a Sam hablar de la cantidad de personas que mató en Assassins Creed por toda una hora? Metí mis libros en mi mochila, riendo.

Stacey siempre me perdonaba por llegar tarde o no presentarme. Realmente no entendía por qué. Podía ser una amiga terrible a veces, y no es como si Stacey no fuera popular. Tenía un montón de otros amigos, pero desde el primer año, yo parecía agradarle. Entramos en la multitud de estudiantes. Los olores mezclados de perfume y olor corporal me revolvieron el estómago. Mis sentidos se agudizaron ligeramente. Nada muy extraordinario como un demonio de sangre pura o Guardián, pero por desgracia, podía oler lo que la mayoría de los seres humanos no.

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—Sí, lo fue. —Quitó una liga de pelo de su muñeca y reciogió su cabello en una cola de caballo—. Pero te perdono.

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—Eso es una mierda.

—Realmente lamento lo de anoche. Ni siquiera pude estudiar para nuestro examen de biología. Me miró fijamente, con sus ojos en forma de almendra estrechándose. —Todavía te ves medio dormida. —Estaba tan aburrida en el aula que me quedé dormida y casi caí de la silla. —Eché un vistazo a un grupo de deportistas encorvados cerca de la vitrina de trofeos vacía. Nuestro equipo de fútbol era malísimo. Sus almas eran un arco iris de tonos azul claro—. El señor Brown me gritó. Ella soltó una risita. —El señor Brown le grita a todo el mundo. ¿Así que no estudiaste en absoluto? Me llamaron la atención almas rosadas rodeando un grupo de estudiantes de segundo año riendo. —¿Qué? Dejando escapar un largo suspiro, dijo: —¿Biología, como, la ciencia de la vida? Vamos camino a clase. Tenemos un examen. Quité mi mirada de las huellas bonitas, con el ceño fruncido. —Oh. Duh. No, como dije, yo no estudié en absoluto.

—No lo sé. La señora Cleo me dio una B en el último examen y realmente no tengo idea de que es este. —Fruncí el ceño, dándome cuenta de lo cierto que era—. Hombre, realmente debería haber estudiado ayer por la noche. —¿Todavía tienes las notas de Sam? —Ella me agarró del brazo, dirigiéndome fuera de la trayectoria de otro estudiante. Capté el extremo final de un alma de color rosa oscuro borrosa con vetas de color rojo—. Wow, totalmente está observándote. —¿Eh? —Miré a Stacey—. ¿Quién?

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—Te odio. Ni siquiera abres un libro y es probable que aun así obtengas una A. —Se apartó el flequillo de los ojos y sacudió la cabeza—. Tan injusto.

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Stacey cambió sus libros a su otro brazo.

Ella miró por encima de su hombro mientras me acercaba más. —El hombre que casi se estrelló contra Gareth Richmond. Él todavía está observándote. ¡No! —siseó en mi oído—. No mires. Eso es demasiado obvio. Luché contra el impulso natural de dar la vuelta. Stacey se rio. —En realidad, está observando tu trasero. —Ella soltó mi brazo, enderezándose—. Es un hermoso trasero. —Gracias —murmuré, mi mirada siguiendo el alma azul rodeando un chico delante de nosotros. —Gareth observando tu trasero es algo bueno —continuó Stacey—. Su padre es dueño de la mitad del centro y sus fiestas son jodidamente impresionantes. Me volví hacia el estrecho pasillo que conducía a biología. —Creo que estás imaginando cosas. Ella negó con la cabeza. —No te hagas la despistada. Eres linda… más caliente que esa zorra de allá.

Las muy, muy malas y las muy, muy buenas eran las más atractivas, lo que hacía a Eva muy interesante para mí, pero tomar el alma que pertenecía a la chica más popular de la escuela sería trágico. Eva se apoyó en un casillero, rodeada de lo que Stacey se refería como el paquete de putas. Eva sacudió a Stacey una uña azul perfectamente pintada y luego me miró. —¡Oh, mira! Es la gárgola puta. Su grupo de seguidoras descerebradas se echó a reír.

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Lo que significaba que ella era algo más que una chica mala alejándose de caer en el estado de alma cuestionable. Mi garganta se contrajo repentinamente. Cuanto más oscura y más pura era el alma, más fuerte era la atracción.

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Mi mirada fue directamente a donde Stacey señaló. Un aura púrpura tenue rodeaba a Eva Hasher.

Rodé los ojos. —Ouch. Uno nuevo. Stacey le devolvió el gesto con ambas manos. —¡Qué perra estúpida! —Lo que sea. —Me encogí de hombros. Ser llamada una puta por Eva a sabiendas de la condición de su alma era demasiado irónico como para enojarme. —Sabes que ella y Gareth rompieron, ¿verdad? —¿En serio? —No podía seguir el ritmo de esos dos. Stacey asintió. —Sip. Él la recortó de todas sus fotos en Facebook. Un recortado realmente horrible, también, porque puedes ver el brazo o pierna en medio de ellos. De todos modos, deberías ir con él sólo para enojarla. —¿Cómo observar mi trasero termina conmigo saliendo con un chico que ni siquiera sabe mi nombre? —Oh, estoy segura de que él sabe tu nombre y, probablemente, tu talla de sujetador, también. —Me rodeó, empujando la puerta de biología—. Sí, hay estudiantes de sexto grado más altas que tú. Pero tipos como él. Quieren recogerte y ponerte en sus bolsillos. Cuidar de ti.

Ella me siguió hasta nuestros asientos en la parte trasera del salón de clases. —Eres como una pequeña muñeca con esos grandes ojos grises y labios sensuales. Le lancé una mirada mordaz mientras me dejaba caer en mi asiento. La mayoría de los días yo parecía a un personaje de anime espeluznante. —¿Te gusto o algo así? Stacey sonrió maliciosamente.

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—Esa es la cosa más estúpida que has dicho.

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Pasé a su lado, sonriendo.

—Me volvería gay por ti. Rebuscando las notas de Sam, me reí. —No me volvería gay por ti. ¿Eva Hasher? Quizás. Ella jadeó, agarrando la parte delantera de su camiseta. —Eso dolió. De todos modos, te envié mensajes por lo menos una docena de veces ayer por la noche y no respondiste una vez. —Lo siento. Perdí mi teléfono. —Pasé una página, preguntándome en qué idioma Sam había escrito esta mierda—. Se supone que Zayne me consiga uno nuevo hoy. Espero que sea una pantalla táctil como el tuyo. Esta vez Stacey suspiró. —Dios, ¿puede Abbot adoptarme, también? En serio. Quiero un hermano adoptado supercaliente. En cambio tengo un hermano quejica. Así que quiero un Zayne. Traté de ignorar la sacudida de posesividad al rojo vivo recorriendo mis venas. —Zayne no es mi hermano. —Gracias a Dios por eso. De lo contrario, estarías plagada de sentimientos incestuosos todo el tiempo y eso es sencillamente asqueroso. —¡No pienso en Zayne de esa manera!

Lo era, y no tenía una cintura blandita, pero concordaba con Stacey en ese momento. Realmente tenía que estudiar para esta prueba y tampoco quería que mis fantasías implicando a Zayne ocuparan mi mente en estos momentos. Especialmente después de haberme despertado esta mañana, cuidadosamente escondida bajo las sábanas. La cama olía como él: sándalo y sábanas frescas. —Oh, dulce niño Jesús en un pesebre —murmuró Stacey. Apreté la mandíbula, ahuecando las manos sobre mis orejas.

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—¿Qué mujer en este mundo no piensa de Zayne de esa manera? Apenas puedo seguir respirando cuando lo veo. Todos los chicos en la escuela tienen cinturas blandas. Puedo decir que Zayne no. Es la salsa impresionante con salsa extra.

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Ella se echó a reír.

Ella me clavó su codo en el costado. A este paso estaría cubierta de moretones antes de la hora del almuerzo. —Nuestra clase de biología acaba de volverse un billón de veces más interesante. Y más caliente, mucho, mucho más caliente. Santa madre, quiero tener a sus bebés. Ahora no, por supuesto, pero sin duda después. Pero me gustaría empezar a practicar pronto. La pared celular es una capa gruesa y rígida que cubre el plasma algo, algo que las células de la planta... Stacey se puso rígida de repente. —Oh, Dios mío, viene… Compuesto de grasa y azúcar… Algo delgado y brillante cayó de quién sabe dónde, aterrizando en medio de las notas de Sam. Parpadeando con fuerza, me llevó un par de segundos reconocer la etiqueta desvanecida y medio pelada de Las Tortugas Ninja cubriendo la parte posterior del teléfono de plata. Mi corazón se estrelló contra mis costillas. Agarre los bordes del cuaderno, poco a poco levanté la mirada. Excepcionales hermosos ojos dorados encontraron los míos.

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—Olvidaste esto anoche.

Traducido por Pandora Rosso Él no podía estar aquí. Pero lo estaba y yo no podía apartar la mirada, repentinamente deseé poder dibujar, porque mis dedos picaban por dibujar las líneas de su rostro, por tratar de capturar la inclinación exacta de su labio superior sobre el ligeramente más lleno labio inferior. No exactamente una línea útil de pensamientos. El demonio sonrió. —Corriste tan rápido que no tuve oportunidad de devolvértelo. Mi corazón se detuvo, esto no estaba pasando, un demonio de nivel superior no devuelve celulares perdidos y ellos, seguro como que el infierno existe, que no van a la escuela. Tenía que estar alucinando.

Se inclinó apoyando sus palmas en mi escritorio, oliendo a algo dulce y almizclado. —Estuve pensando en ti toda la noche. Stacey sonó como si se hubiera ahogado. La puerta de nuestra clase se abrió y la Señora Cleo entró con sus rechonchos brazos cargados de papeles. —Muy bien, todo el mundo a sus asientos.

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Su mirada tenía un hipnótico efecto paralizante, o simplemente yo era así de estúpida, podía sentir a Stacey saliéndose de su piel junto a mí.

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—Tú, pequeña elfa guarda secretos —susurró Stacey en mi oído—. ¿Por esto no apareciste en nuestro grupo de estudio anoche?

Aun sonriendo, el demonio se enderezó y se giró. Él se sentó en el escritorio justo frente a nosotras, no pasó un segundo hasta que inclinó la silla hacia atrás sobre dos patas, manteniéndola allí completamente a gusto. —¿Que rayos, Layla? —Stacey agarró mi brazo—. ¿Cuándo lo pillaste anoche? ¿En algún momento entre el Big Mac y las papas fritas? ¿Y por qué no recibí una orden de él? Los dedos de Stacey siguieron clavándose en mi brazo pero yo estaba muda del asombro. La señora Cleo sostenía los exámenes contra su pecho como si fueran un recién nacido. —Muy bien, tiempo de silencio, todos mirando al frente… ¡oh! Tenemos un nuevo estudiante —Recogió una pequeña hoja rosa frunciendo el ceño mientras miraba al chico demonio—. Bueno, la calificación no estará en tu registro pero me dará una idea de dónde estás. —Layla —susurró Stacey—, la mirada en tu rostro está empezando a asustarme ¿Estás bien? La señora Cleo dejó los exámenes sobre nuestros escritorios chasqueando los dedos. —Sin hablar, hora de examen señorita Shaw y señorita Boyd. Las preguntas en la hoja estaban borrosas, no podía hacerlo… sentarme ahí y hacer un examen con un maldito demonio sentado frente a mí. —No me siento bien —susurré a Stacey.

—Señorita Shaw, ¿A dónde cree que va? —dijo poniéndose de pie—. ¡No puede simplemente dejar la clase en medio de un examen! Señorita Shaw… La puerta de la clase se cerró silenciando cualquier cosa más que ella dijera, no sabía a donde estaba yendo, pero sabía que tenía que llamar a Zayne, incluso tal vez a Abbot. Las taquillas grises en el pasillo fueron un borrón mientras abría la puerta del baño de

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Sin otra palabra agarré mis cosas, mis piernas temblando mientras me paraba y caminaba hacia el frente de la clase, la señora Cleo alzó la mirada mientras la pasaba, mi celular resbaladizo en mi mano.

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—Me doy cuenta.

chicas y el permanente olor a cigarrillos y desinfectante me cubrió. Los rallados en las paredes eran completamente ilegibles. Abriendo el teléfono, capte un vistazo de mis ojos en el espejo, eran más grandes de lo normal, tomando toda mi cara, mi estómago revolviéndose mientras pasaba la lista de contactos. La puerta del baño se abrió. Miré alrededor pero no había nadie, lentamente la puerta se cerró con un suave click. Un escalofrió bajó por mi piel, mis dedos temblaron mientras presionaba el nombre de Zayne, había una oportunidad de que todavía estuviera despierto y no completamente convertido en piedra, una pequeña, improbable… Chico demonio estaba de pronto de pie frente a mí, cubrió mi mano con la suya cerrando el teléfono. Un grito sobresaltado se me escapó. Sus labios apretados. —Ahora, ¿A quién estás llamando? Mi pulso se aceleró a una velocidad vertiginosa. —¿Cómo… cómo hiciste eso? —Hacer qué, ¿dejar la clase tan fácilmente? —Se inclinó hacia abajo como si estuviera a punto de contar un secreto—. Puedo ser muy persuasivo, es un don mío.

—Lo sé, bastante genial, ¿huh? —Arrebató el celular de mis manos, no le costó mucho desde que mis dedos estaban como deshuesados. Miró alrededor del baño alzando sus cejas oscuras—. Es solo uno de muchos talentos. —Echándome un vistazo sobre el hombro me guiñó—. Y tengo muchos talentos. Avancé sobre el lavabo hacia la puerta. —Y realmente no me importan tus muchos talentos.

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—No me importa la clase ¡eras malditamente invisible!

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Sabía que los demonios de nivel superior tenían poderes de persuasión, algunos podían simplemente susurrar dos o tres palabras a una persona y lo que quisiera el demonio, el humano lo haría, pero eso también era contra las reglas… libre albedrío y todo.

..Quédate quieta. —Pateo un cubículo abriéndolo con su bota negra y manteniendo un ojo en mi—. Tenemos que hablar, tu y yo, y esa puerta no se abrirá por nadie más que yo. —Espera, ¿qué estás haciendo? No… Mi celular voló por el aire y aterrizó en el excusado, me enfrentó encogiéndose de hombros. —Lo siento, esperaba que el celular fuera una bandera blanca de amistad, pero no puedo dejarte llamar a esas criaturas tuyas. —Ese es mi teléfono, tu hijo de… —Ya no es tu celular. —Se encogió divertido—. Ahora pertenece al departamento de alcantarillado. Me alejé de él, encerrándome exitosamente entre el lavandero y la pared de cemento donde un corazón había sido tallado bajo una ventana. —No te acerques a mí. —¿O qué? Recuerda lo lejos que llegaste peleando con el Seeker anoche, ni siquiera llegarás así de lejos conmigo.

Mordí su mano. Dejó escapar un siseo bajo envolviendo su mano en mi garganta y presionando sus dedos forzando mi cabeza hacia atrás. —Morder puede ser muy divertido, pero solo cuando es apropiado y eso no fue apropiado. Liberé un brazo y agarré el suyo. —Voy a hacerte algo peor que morderte si no me sueltas.

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—No voy a lastimarte. —Su aliento agitó el aire junto a mi sien—. Solo quiero hablar.

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Abrí mi boca para, no sé, gritar, pero él avanzó poniendo su mano sobre mis labios. Actuando instintivamente golpeé su estómago con mis puños, él agarró mi muñeca con su mano libre y presionó contra mí atrapando mi otro brazo entre mi suave estómago y el suyo mucho, mucho más duro. Traté de escurrirme lejos pero me mantuvo en mi lugar.

El demonio parpadeó y luego se rio. —Puede que esté interesado en ver que más puedes hacer, placer, dolor, casi la misma cosa, pero no tenemos tiempo para eso ahora. Respiré profundamente, tratando de calmar mi acelerado corazón. Mi mirada se dirigió a la puerta, la realidad de la situación asentándose. Había escapado al demonio Seeker y a este la noche pasada, solo para morir en el baño de mi secundaria. La vida es malditamente cruel. No había lugar a donde ir, cada movimiento que hacía nos atraía más juntos y ya estábamos demasiado cerca. La palabra se deslizó entre mis labios. —Por favor… —Bien, bien. —Para mi sorpresa su voz bajó volviéndose tranquilizadora y su agarre se relajó—. Te asusté, tal vez debería haber elegido una mejor manera de aparecer, pero la mirada en tu rostro no tiene precio. Si supieras mi nombre, ¿te haría sentir mejor? —No realmente. Él sonrió. —Puedes llamarme Roth. Nop, saber su nombre no me hizo sentir mejor.

Roth miró al techo suspirando. —Eres mitad demonio Layla, puedes ver almas, eso es el por qué estabas en ese callejón anoche. Abrí mi boca para mentir otra vez ¿pero cuál era el punto? Tomando un respiro profundo luché por mantener mi voz pareja. —¿Qué quieres?

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—Tienes a la persona equivocada. —Clavé mis uñas en su brazo, debió doler pero ni siquiera lo demostró.

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—Y yo te llamaré Layla. —Su cabeza se inclinó enviando varios mechones de pelo oscuro hacia adelante—. Se lo que puedes hacer, así que cortemos la mierda, Layla, sabes lo que soy y yo sé lo que eres.

Él inclinó su cabeza a un lado. —¿En este momento? Quiero entender cómo los Guardianes te lavaron el cerebro para cazar a tu propia especie. Cómo puedes trabajar para ellos. —¡No me lavaron el cerebro! —Empujé contra su estómago, él no se movió. Y wow, su estómago no era nada blandito tampoco, era ridículamente duro y esculpido y yo estaba como palpándolo. Retiré mis manos—. No soy para nada como tú, soy una Guardiana… —Eres mitad Guardiana mitad demonio, lo que estás haciendo es… es sacrilegio — anunció con una mirada de disgusto. Me burlé. —Viniendo de ti, un demonio? Eso es casi gracioso. —¿Y qué crees que eres? Solo porque hayas elegido ignorar tu sangre de demonio no cambia su existencia. —Se inclinó tan cerca que su nariz rozó la mía mientras su mano alzaba mi mentón para obligarme a hacer contacto visual—. ¿Nunca te has preguntado por qué los Guardianes no te mataron? Eres parte demonio ¿Así que por qué te conservaron? ¿Tal vez es porque tu habilidad para ver almas es valiosa para ellos? ¿O algo más? Mis ojos se estrecharon mientras la rabia reemplazaba al miedo. —Ellos no me usan, ellos son mi familia.

—Lo que sea, la sangre de Guardián en ti no es tan fuerte como tu lado demonio. Nosotros somos tu familia… tu especie. Oír eso era poner voz a mi versión personal del Infierno. Alejé su mano. —No. —¿De verdad? Pienso que estás mintiendo, ver almas no es la única cosa que puedes hacer ¿lo es? ¿La última que podía? –susurró capturando mi mentón de nuevo con la

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Calor quemó mi cara, maldición, hasta un demonio sabía que yo era defectuosa.

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—¿Familia? —Era su tiempo de burlarse—. Tú obviamente no puedes cambiar o lo habrías hecho la noche pasada.

punta de sus delgados dedos—. Ella podía hacer mucho más que eso, solo digamos que ella tenía un apetito único. Comencé a temblar. —¿De quién estás hablando? Roth sonrió como el gato que se comió una jaula entera de canarios y que se movió hacia los loros. —Sé lo que querías antes de entrar al callejón. El piso parecía temblar bajo mis pies. —No sé qué quieres decir. —¿No lo sabes? Estaba siguiéndote. —Oh, ¿así que eres un demonio y un acosador? —Tragué—. Porque eso no es para nada espeluznante. Se rio suavemente. —Desviar el tema no funciona en los demonios. —Entonces supongo que tendré que intentar mordiendo otra vez. Algo resplandeció en sus ojos dorados, haciéndolos brillar.

—No tengo objeciones con ninguno de esos títulos. —Un lado de sus labios se curvó mientras retrocedía un poco—. Querías el alma de ese hombre ¿el que viste en la calle? Estoy dispuesto a apostar un círculo entero del infierno a que era todo lo que querías, todo en lo que piensas a veces. Lo había necesitado, a veces me estremecía pensando cómo se sentiría un alma deslizándose por mi garganta. Y hablar de eso lo hacía incluso peor, incluso ahora, cuando no había almas cerca de mí, podía sentir el anhelo, la necesidad, cómo un

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—¡Para! —Moví mi cabeza a un lado—. Ahora puedo agregar pervertido a acosador y demonio.

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—¿Quieres probar? —Se inclinó otra vez, sus labios rozando la curva de mi mejilla—. Déjame sugerir lugares más apropiados, tengo este piercing…

drogadicto después de una dosis. Mis músculos se tensaron calentándose. Empujé contra su pecho. —No, no quiero eso. —La anterior a ti nunca negó lo que era. —Su voz tomó esa suave y tranquilizadora cualidad otra vez—. ¿Sabes algo sobre ella… sobre tu herencia, Layla? —dijo él y luego sus brazos rodearon mi cintura, atrayendo mi cuerpo contra el suyp—. ¿Sabes algo sobre lo que eres? —¿Sabes algo sobre espacio personal? —espeté. —No. —Sonrió y luego sus ojos parecieron volverse luminosos—. Pero yo sé que realmente no te importa que esté en tu espacio personal. —Sigue intentado convencerte a ti mismo de eso. —Inhalé fuerte forzándome a encontrar su mirada —. Estar tan cerca de ti me hace querer cortar tiras enteras de mi piel. Roth se rio suavemente inclinando su cabeza y de pronto nuestros labios estaban a milímetros. Si él hubiese tenido alma, estaríamos completamente en territorio peligroso. —No necesito convencerme, soy un demonio. —Duh. —Murmuré fijando mi mirada en su boca. —Entonces sabes que los demonios podemos oler las emociones humanas.

—El miedo es una afilada y amarga esencia, puedo olerlo en ti, la rabia es como ají, es caliente y quema y puedo oler eso también. —Roth se detuvo y de alguna manera se acercó incluso más, tan cerca que cuando volvió a hablar sus labios rozaron la comisura de los míos—. Ah, si… y entonces ahí está la atracción, dulce, picante y pesada… es mi favorita de todas ¿y adivina qué? Me enderecé contra la pared. —No hueles eso en mí colega.

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Las comisuras de sus labios se alzaron.

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Ellos podían, me olvidé de esa habilidad, yo podía oler comida quemada a kilómetros, tan útil como era.

Él reclamó esa distancia con poco esfuerzo. —Eso es lo divertido sobre la negación, la hace un arma realmente mala, puedes decir que no estás atraída por mí todo lo que quieras e incluso ni siquiera lo sabes aún, pero yo sé algo diferente. Mi boca se abrió. —Necesitas que te revisen tu nariz de demonio, porque está seriamente rota. Roth se enderezó, tocando mi nariz con un largo dedo. —Esto nunca ha mentido antes. —Pero él retrocedió aunque la sonrisa arrogante permaneció en su cara como si sus labios hubiesen sido hechos para eso, sus próximas palabras estaban cargadas de seriedad—. Debes dejar de etiquetar. Agradecida por la ventilada habitación, dejé escapar un profundo suspiro y me aferré a las esquinas del lavandero, ahora tenía sentido este demonio de nivel superior mostrando interés en mí. —¿Qué? ¿He etiquetado a muchos de tus amigos? Una oscura ceja se arqueó. —Francamente no me importa cuántos demonios etiquetes o cuantos los Guardianes manden al infierno. Cómo puedes ver, tu toque de brillo en la oscuridad no funciona conmigo.

Di una risa corta. —Si ¿y por qué en el mundo haría yo eso? Una mirada aburrida cruzó sus llamativas facciones. —Puedo darte una muy buena razón, el Seeker de anoche te estaba buscando.

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—No funciona en ningún Demonio de nivel superior, somos demasiado geniales para eso. —Roth cruzó sus musculosos brazos sobre su pecho—. De vuelta a toda la cosa del etiquetado, necesitas parar.

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Fruncí el ceño mientras lo miraba. Mierda, él tenía razón, y ni siquiera me había dado cuenta hasta ahora, lindo.

Mi boca se abrió porque estaba preparando otra risa despectiva, pero el sonido se atoró en mi garganta, el miedo estaba de regreso, y con razón. ¿Había escuchado al demonio correctamente? Una afilada luz se reflejó en sus ojos. —El Infierno te está buscando, Layla, y ellos te encontrarán, no salgas a etiquetar. Mi corazón se aceleró y lo miré. —Estás mintiendo. Se rio bajo su aliento. —Déjame hacerte una pregunta ¿Estuviste de cumpleaños? ¿Cumpliste diecisiete? Digamos, ¿en los pasados días? Solo podía mirarlo, mi cumpleaños había sido exactamente hace tres días, un sábado, había salido a cenar con Stacey y Sam. Zayne incluso se nos unió, durante el postre Stacey trató que Zayne atara un palito de cereza con la lengua. La sonrisa estaba de vuelta. —Y ayer fue el primer día que etiquetaste desde entonces, ¿cierto? Hmm… y un Seeker te encontró, interesante. —No veo la conexión —manejé decir—. Probablemente estas mintiendo de todas maneras. ¡eres un demonio! ¿Esperas que creas cualquier cosa que me digas?

Sus ojos se estrecharon. —No tienes ningún motivo para pensar que no te digo la verdad, también tengo cientos de razones para mentirte, ¿pero toda la cosa del etiquetado? No estoy bromeando, no es seguro. La campana sonó sobresaltándome, lo miré fijamente, deseando que el infierno se abriera y lo recibiera con los brazos abiertos.

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—La mitad —susurré.

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—Y tú eres un demonio. No… no me interrumpas con tu negación, tú eres un demonio Layla.

Roth miro a la puerta frunciendo el ceño, se volvió hacia mí, sus labios curvándose en una extraña sonrisa. —Lo digo en serio, no etiquetes después de la escuela. Se movió alrededor, hacia la puerta, se detuvo y miró sobre su hombro. Sus ojos encontrando los míos . —A propósito, yo no le contaría a tu familia sobre mí, temo que te enteres de cuánto se preocupan realmente por ti.

Mi cerebro estaba teniendo un momento difícil procesando la aparición de Roth. ¿Diciéndome que estaba atraída por él? ¿Ordenándome que dejara de etiquetar? ¿Quién en el infierno se cree que es? Primero, él era un demonio, un demonio caliente, pero eeww. No había razón para que creyera algo de lo que dijo. Segundo, él no era cualquier demonio, era uno de nivel superior, doble razón para no confiar en él.

Si el otro demonio que él había mencionado “la anterior a mí” fue mi madre y ella aún estaba viva… incluso no podía finalizar ese pensamiento sin que mi pecho se contrajera, porque incluso sabiendo que mi querida mami era un demonio, el hecho de que ella no me quisiera aún dolía. El único bien que podía venir de descubrir quién era ella seria aprender que clase de demonio era, y quien sabía si eso sería algo bueno. Al almuerzo me las arreglé para convencer a Stacey de que había fingido mi enfermedad como una solución de último minuto para saltarme el examen de biología. Ella me bombardeó con preguntas, queriendo saber cómo conocí a Roth.

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El malestar que sentí al oír las palabras de Roth se triplicó.

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Él puede haber tenido razón cuando dijo que no se mucho sobre mi herencia, pero conozco mis demonios. Hace cientos de años, había habido una raza de ellos que podían absorber almas solo tocando a un humano. Se llamaban Los Lilin, y habían sido arrasados del planeta por los Guardianes. Seguro, aún había súcubos e íncubos que se alimentaban de la energía de humanos, pero en estos días y era, la habilidad para tomar un alma completamente era rara. Las habilidades y características en el mundo de los demonios son hereditarias, igual que en el mundo humano.

—¿Conocer a quién? —preguntó Sam sacándose la mochila y sentándose junto a nosotras. —Nadie —espeté. —Lo que sea, Layla nos botó anoche para poder escaparse con este súper caliente chico nuevo—. Stacey apuntó su puntiagudo pedazo de pizza hacia mí—. Tú sucia, estoy tan envidiosa. —¿Layla enrollándose con alguien? —Sam se rio mientras abría su soda—. ¿Era un Guardián? Guao. Volviendo al presente fruncí el ceño. — No. No era un Guardián, ¿y qué demonios se supone que significa eso? Sam se encogió de hombros. —No lo sé, simplemente no puedo imaginarte enrollándote con alguien. —Se sacó sus lentes usando su camiseta para limpiarlos—. .Y asumí que sería un Guardián o algo. ¿Quién más deja a Stacey toda loca? Stacey tomó un bocado de su pizza. —Él era… guao. —Espera un segundo ¿Por qué no puedes imaginarme enrollándome con alguien? — Me enderecé en la silla, tenía esta ridícula urgencia de probar que yo era material para enrollarse.

—No, no lo sé, por favor elabora, SamuelStacey suspiró sintiendo lástima por él. —Lo que Sam quiere decir es que no podemos imaginarte enrollándote con alguien porque tu realmente no le prestas atención a los chicos de esa manera. Comencé a negarlo, porque totalmente le prestó atención a los chicos, pero yo siempre estaba de espectadora, lo que probablemente me hacía parecer desinteresada. La

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—No es que la gente no quiera enrollarse contigo… es eso, bien ya sabes…

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Sam se movió incómodo.

verdad era que estaba muy interesada, era solo que yo no podía tener una relación con alguien que tuviera alma, y eso realmente limitaba toda la piscina de citas. —Los odio a los dos —gruñí atacando mi pizza como venganza. —Muy bien, con lo mucho que disfruto hablando sobre chicos calientes ¿podemos cambiar el tema? —Sam acomodo su rebanada en el plato y miró a Stacey bajo sus pestañas—. Adivinen que aprendí anoche. —¿Que el número de horas que juegas videojuegos por día equivale al número de más años que serás virgen? —respondió ella. —¡Ja! No, ¿sabían chicas que Mel Blanc, el tipo que dobla a Bugs Bunny, era alérgico a las zanahorias? Lo quedamos mirando. Sus mejillas se sonrojaron. —¿Qué? Es verdad y también irónico, quiero decir, Bugs Bunny corre todo el tiempo con una maldita zanahoria en la mano. —Eres toda una fuente de conocimiento al azar —murmuró Stacey—. ¿Dónde lo guardas todo? Sam pasó una mano por su cabello.

Después de la última clase del día guardé mis libros en el casillero y corrí afuera. ¿No etiquetar? ¡Ja! Iba a ser una etiquetadora maniática. Simplemente iba a ser un poquito más cuidadosa al respecto. Prestando atención a los demonios recorrí las calles de Washington, esperé de cerca hasta estar segura de que las sanguijuelas no fueran a mutar en Seekers sin alma. En otras palabras, estaba siendo una total acosadora, en una hora ya había etiquetado a un Poser y tres Fiends.

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Los dos siguieron peleando y después de almuerzo pasé todo el día esperando que Roth apareciera y rebanara mi cuello, pero no lo vi en absoluto, solo podía esperar que estuviera corriendo sobre algo o alguien.

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—En mi cerebro, tú tienes uno también, creo.

Los Fiends eran los demonios más comunes arriba y siempre parecían ser jóvenes, aunque no menos peligrosos que los Posers o Seekers, ellos estaban más en lo de crear alboroto donde quiera que pelearan. Sus habilidades eran una gama de alborotosidad. Algunos eran pequeños pirómanos, capaces de crear fuego con el chasquido de sus dedos. Otros estaban en las cosas mecánicas, bueno, ellos estaban en romper cosas mecánicas, lo que podían hacer con solo un toque. Usualmente podía encontrarlos pululando cerca de las construcciones o redes eléctricas. Los iluminé, a cada uno con el que me crucé, sabiendo muy bien que los guardianes los encontrarían más tarde esa noche. A veces, pero no a menudo, me preguntaba si era injusto que los demonios no tuvieran idea de que después de “accidentalmente” yo chocara con ellos, tuvieran un blanco en sus cabezas. Pero eso no me detenía. Los Demonios eran malos, sin importar lo normales que parecieran. Yo simplemente no sabía en qué categoría caía yo. Etiquetando tres Fiends más, decidí que era hora de llamar y encontrar un teléfono público. Morris contestó con su normal silencio y le pedí que me recogiera, él golpeó el comunicador dos veces, señalando un sí. Mi total para la noche no era astronómico pero me sentía bien acerca de ello y mientras esperaba en mi banca usual, el alivio relajó los músculos de mi cuello. Nada diferente a lo normal había pasado. Etiquetar había sido pan comido.

Yo no podía permitir eso. La escuela era mi único vínculo real con la normalidad. La escuela secundaria era el infierno en la Tierra para la mayoría, pero me encantaba. Podía fingir ser normal allí. Y me negué a dejar que un demonio, o incluso el propio Abbot, me lo quitaran. Mientras esperaba a Morris, deseaba que mi celular no estuviera flotando en algún lugar de las alcantarillas. Maldito Roth. Sin mi celular, ni siquiera podía jugar solitario. En lugar de ello lo único que podía hacer era observar a la gente, y había estado haciendo eso desde que salí de la escuela.

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Pero si le decía a Abbot sobre Roth, me iba a sacar de la escuela.

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Puesto que nadie trató de jugar atrapadas con mi cabeza, demostró que Roth estaba tonteando. Ahora sólo tenía que averiguar qué hacer con el estúpido demonio. Desde el primer momento en que había empezado a etiquetar, me ordenaron no interactuar con los demonios de nivel superior y me obligaron a informar de cualquier posible avistamiento. Roth era el primero que había visto jamás.

Suspirando, me senté en mi banco y daba pataditas. Ignorando las miradas que recibía de una anciana sentada en el otro lado. El primer cosquilleo que bajó a lo largo de mi nuca y cuello en realidad no levantó ninguna alarma, pero como la sensación aumentó, también lo hizo la sensación de inquietud. Girando alrededor, examiné la multitud de personas que corrían por la acera. Un bonito desfile de almas pululaba, pero en la mezcla, parado bajo el portal de una tienda de segunda mano, había un vacío donde no había color. Me senté con la espalda recta y di la vuelta tan rápido que la anciana se quedó sin aliento, alcancé a ver un traje oscuro, piel y pelo pálido, que parecía estar elevado. Definitivamente era un demonio, pero no Roth. La altura y el ancho del hombre era más grande, pero había un destello de ojos dorados. Un demonio de nivel superior. Mi ritmo cardíaco se triplicó y luego un claxon sonó, haciéndome saltar. Aparté la vista sólo por un segundo, lo suficiente para ver que Morris había llegado, pero cuando me di la vuelta para ver donde el demonio había estado de pie, él se había ido.

Esperé a que Morris aparcara el auto antes de saltar esta vez. Al entrar en la cocina a través del garaje escuché risitas infantiles y chillidos. Curioso, me volví de nuevo a Morris.

—Espera ¿Esta Jasmine aquí con los gemelos? Él asintió, que era la mejor respuesta que tendría de él. Una gran sonrisa tiró de mis labios. Me olvidé del lío que había sido hoy. Jasmine vivía en Nueva York con su pareja, y desde que había tenido a los gemelos, había viajado raramente. Las Gárgolas mujeres eran una rareza. La mayoría de ellas moría dando a luz, al igual que la madre de Zayne. Y a los demonios les encantaba secuestrarlas. Debido a eso, las mujeres eran fuertemente vigiladas y bien cuidadas.

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Morris se escabulló a mi lado, sonriendo.

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—¿Nos convertimos en una guardería desde esta mañana?

Algo así como vivir en una prisión enjoyada, incluso si ellas no lo ven así. Por otro lado, entendía la perspectiva de los machos. Sin las mujeres, nuestra raza no podría sobrevivir. Y sin las gárgolas en calidad de Vigilantes y manteniendo a los demonios a raya, ¿qué pasaría? Los demonios se harían cargo, así de simple. O los Alfas destruirían todo. Tiempos felices. Por suerte yo no estaba en ningún tipo de orden de protección. Por eso tuve la oportunidad de asistir a la escuela pública cuando ninguna de las otras gárgolas podía. Siendo sólo una medio Guardiana significaba que no era material de emparejamiento. Mi propósito en la vida no era perpetuar la especie. E incluso si pudiera emparejarme con un Guardián, sin tomar su alma accidentalmente, la sangre demoníaca que llevaba se transmitiría, al igual que el ADN Guardián. Y nadie quería ese lío en su línea de sangre. Yo estaba más que feliz de poder ir y venir a mí antojo para ayudar a la causa de cualquier manera que pudiera, pero era... bueno, era difícil. Yo nunca sería realmente parte de los Guardianes. Y no importaba lo mucho que lo quisiera, yo nunca sería su familia. Otra cosa en la que Roth había acertado. Mi pecho se apretó cuando puse mi bolso en la mesa de la cocina y seguí el sonido de la risa a la sala de estar. Entré en la habitación justo cuando una mancha en miniatura de color blanco y gris pasaba por delante de mi cara.

El Alma de la pequeña se desvaneció lo suficiente para que yo viera su cuerpo real. Isabelle se había colgado del ventilador del techo. Un ala aleteaba mientras que la otra se inclinaba hacia un lado mientras el ventilador daba la vuelta. Su pelo rojo rizado parecía fuera de lugar en su rostro gris regordete. Lo mismo para los colmillos y cuernos. —Uh ... Jasmine se detuvo y me miró sin aliento. —Oh, Layla ¿Cómo te va?

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—¡Isabelle! —gritó Jasmine—. ¡Bájate de ahí ahora mismo!

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Saltando hacia atrás, sentí mi boca caer abierta mientras una mujer joven de pelo negro pasaba junto a mí, su espíritu luminiscente detrás de ella.

Apagué el interruptor para el ventilador del techo. —Bien ¿y a ti? Isabelle se rió cuando el ventilador se desaceleró, todavía aleteando una de las alas. Jasmine dio un paso por debajo de ella. —Oh, ya sabes. Los gemelos son dos y están aprendiendo a cambiar. Ha sido un verdadero placer. —Cogió una de las piernas rechonchas de Isabelle—. ¡Suéltalo Izzy, suéltalo en este instante! Sí, de dos años de edad podían cambiar y yo no podía. Vergonzoso. —¿Ustedes llegaron ayer? —le pregunté pensando en las gárgolas en el techo. Ella se enredó en Isabelle, sentándose con ella en el suelo. —No, acabamos de llegar. Dez tuvo que salir de la ciudad, así que le preguntó a Abbot si podíamos quedarnos aquí hasta que el clan volviera a Nueva York. —Oh. —Eché un vistazo detrás del sofá, viendo al otro gemelo. Al principio, no era más que un poco de masa de bondad de color perlado. Entonces vi más allá de su alma. Dormía en su forma humana, acurrucado encima de una manta gruesa. Tenía el pulgar en la boca. —Por lo menos éste está durmiendo. Jasmine se rió en voz baja.

Grité, luchando contra el impulso de despejar al pequeño monstruo de la habitación. —Izzy —gritó Jasmine corriendo hacia nosotros. Ella la agarró, pero la maldita cosa tenía un firme control sobre mi dedo—. ¡Izzy! ¡No muerdas! ¿Qué te he dicho? Hice una mueca cuando Jasmine quitó manualmente los colmillos de su hija de mi pie. Al momento que Jasmine puso a la niña riendo abajo, Isabelle se lanzó al aire, directamente hacia mí. —Izzy !No lo hagas! —gritó su madre.

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Isabelle medio saltó medio cayó del sofá y corrió hacia mí. Antes de que pudiera moverme, bajó a cuatro patas y me hundió esos pequeños dientes afilados en mi pie, mordiéndome el dedo del pie.

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—Drake duerme con cualquier cosa. A esta… —recogió Isabelle y la sentó en el sofá—, no le gusta dormir. ¿No es cierto, Izzy?

La agarré, teniendo un ala en la cara. Ella era sorprendentemente pesada para una niña de dos años de edad. La sujeté con el brazo extendido. —Está bien Ella no me molesta. —Ahora. —Lo sé. —Jasmine flotó a mi lado, retorciendo sus manos delgadas—. Es sólo que... Cuando la comprensión se asentó en mí, quería meterme en un agujero. Jasmine estaba preocupada de que absorbiera el alma de su bebé. Yo había pensado que Jasmine había llegado a confiar en mí después de que nos conocimos, pero cuando se trataba de sus hijos, la confianza había saltado por la ventana. Una parte de mí no podía culparla, pero... suspirando, le entregue Isabelle a Jasmine y di un paso atrás. Sintiéndome mal, forcé una sonrisa. —¿Cuánto tiempo se quedarán aquí? Jasmine acunó a la niña retorciéndose contra su pecho. Isabelle mantuvo su inclinación hacia mí. —Un par de semanas, un mes como mucho, y luego nos dirigiremos de regreso a casa. Entonces se me ocurrió. Si Jasmine estaba aquí, entonces eso significaba que su hermana menor y totalmente disponible estaba aquí. Y que estaría aquí durante semanas. Mi estómago cayó.

La risa gutural de Danika se repitió, seguido de una risa profunda. Podía imaginarla lanzando su largo cabello negro sobre su hombro, sonriendo de la forma que todas las chicas le sonreían a Zayne, y abría la puerta. Estaban tan cerca que sus almas se tocaban.

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El suave sonido de la risa ronca flotó fuera de la biblioteca que por lo general ocupaba en mi abundante tiempo libre. Un impulso territorial e irracional me asaltó. Al cruzar la sala que estaba escasamente decorada que nadie usaba, mis manos se convirtieron en puños. Los celos eran un ácido amargo barriendo a través de mis venas cuando me detuve ante las puertas cerradas. No tenía derecho a interrumpirlos, pero yo ya no estaba en control de mí misma.

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Sin decir una palabra más, rodeé la habitación para ir a una cacería humana, o una caza gárgola. Lo que sea. Danika era diferente a cualquier chica humana con que Zayne podría ocasionalmente “salir”. MUY diferente.

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Traducido por Aяia Zayne se apoyaba contra la mesa, polvorienta por el desuso, sus brazos musculados doblados a través de su pecho. Tenía una ligera sonrisa en su rostro, una agradable. Y Danika tenía una mano en su hombro, su rostro tan brillante y alegre que quería vomitar sobre los dos. Eran de la misma altura, ambos alrededor de la misma edad. La verdad, harían una buena pareja y tendrían montones de preciosos bebés que cambiarían y no tendrían sangre contaminada. Le odiaba. Zayne levantó la vista, poniéndose rígido cuando sus ojos se encontraron con los míos. —¿Layla? ¿Eres tú? —Danika se apartó de Zayne, sonriendo cuando su mano vagó hacia abajo por su pecho. Un suave y rosado sonrojo cubrió sus altos pómulos—. Tu pelo ha crecido mucho. Mi pelo no había crecido tanto desde la última vez que la había visto, lo cual fue hace tres meses.

—¿Cómo has estado? ¿Qué tal es la escuela? El hecho de que a Danika realmente le gustaba lo hacía todo más intolerable. —Es genial. Zayne se apartó de la mesa. —¿Necesitabas algo Layla-bug? Me sentí como la idiota más grande.

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Ella cruzó la biblioteca, deteniéndose en seco de abrazarme porque desde luego no estábamos en términos de abrazarnos.

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—Hola. —Sonaba como si me hubiera tragado una cama de clavos.

—Yo… solo quería decir hola. —Me volví hacia Danika, con mi rostro ardiendo—. Hola. Su sonrisa vaciló un poco mientras miraba a Zayne. —Justo estábamos hablando sobre ti, en realidad. ¿Zayne me estaba diciendo que estás pensando en solicitar admisión en Columbia? Pensé en la solicitud de universidad medio completada. —Fue una idea estúpida. Zayne frunció el ceño. —Pensé que dijiste que ibas a hacerlo. Me encogí de hombros. —¿Para qué? Ya tengo un trabajo. —Todavía tiene sentido. No tienes que… —No es nada de lo que tengamos que hablar. Perdón por interrumpir —corto a Zayne—. Los veré más tarde.

—Layla. Cerrando los ojos, dejé el cartón en el mostrador. —¿Zayne? —Ella solo va a estar aquí un par de semanas. Al menos podrías intentar ser amable con ella. Me di la vuelta, concentrándome en su hombro.

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Sacando un cartón de zumo de naranja, también cogí el rollo de masa de galleta dulce. El primer trago de zumo era el mejor. Me encantaba el ardor ácido. El azúcar ayudaba cuando el anhelo de tomar un alma me golpeaba fuerte. Era una necesidad mortificante, que me recordaba a los adictos a las drogas.

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Me alejo de prisa antes de que hiciera todavía más el tonto, aguantando calientes y humillantes lágrimas. Mi piel estaba empezando a arrugarse para cuando llegué a la nevera. No debería haber ido a buscarlos, porque sabía lo que iba a encontrar. Pero al parecer me gustaba torturarme.

—Estaba siendo amable con ella. Se rio. —Sonabas como si quisieras arrancarle la cabeza de un mordisco. O tomar su alma. —Lo que sea. —Cogí un trozo de masa y me le metí en la boca—. No deberías hacerla esperar. Zayne estiró la mano, cogiendo la masa de mis manos—. Se ha ido a ayudar a Jasmine con los gemelos. —Oh. —Me di la vuelta, cogiendo un vaso del armario, llenándolo hasta arriba. —Layla-bug. —Su aliento alborotó mi cabello—. Por favor no actúes así. Contuve el aliento, queriendo apoyarme en él, pero sabiendo que nunca podría. —No estoy actuando de ninguna forma. Deberías ir a pasar el rato con Danika. Suspirando, puso una mano en mi hombro, dándome la vuelta. Sus ojos cayeron al vaso que sostenía. —¿Un día duro en la escuela, eh? Retrocedí, chocando contra el mostrador. La imagen de Roth arrinconándome en el baño inmediatamente vino a mi mente.

—¿Ha pasado algo interesante? ¿Lo sabía? No, no había forma. Siempre preguntaba sobre la escuela. —Um… una chica me llamó puta de gárgola. —¿Qué? Me encogí de hombros. —Suele pasar. No es gran cosa.

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Zayne dio un paso hacia delante, dejando caer el rollo de masa en el mostrador.

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—N…no diferente de cualquier otro día.

Su mirada se puso más seria. —¿Quién te dijo eso? —No importa… —Me detuve cuando cogió mi vaso y miré cómo trabajaban los músculos de su garganta. Vació la mitad del vaso antes de devolvérmelo—. Solo es algo estúpido que dicen. —Tienes razón. No importa siempre y cuando no dejes que te moleste. Temblé, irremediablemente arrastrada a sus ojos pálidos. —Lo sé. —¿Frío? —murmuró—. Alguien encendió el aire mientras dormíamos. —Es septiembre. No hace el suficiente calor para poner el aire. Zayne se rio mientras apartaba el pelo detrás de mi hombro. —Layla, nuestras temperaturas corporales funcionan diferente a la tuya. Veintiún grados es mucho calor para nosotros. —Mmm. Por eso me gustas. Eres cálido. Cogió mi vaso otra vez, pero esta vez lo puso en el mostrador. Luego tomó mi mano, empujándome hacia él. —¿Por eso te gusto? ¿Porque soy cálido?

Mi irritación anterior se desvaneció. Me encontré sonriéndole. Zayne siempre tenía ese efecto en mí. —Bueno, me ayudas con mis deberes. Sus cejas se elevaron. —¿Eso es todo? —Mmm. —Pretendí que lo pensaba—. Eres agradable a la vista. ¿Eso hace que te sientas mejor?

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—Estaba seguro de que había otras razones —bromeó.

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—Supongo.

Zayne abrió la boca. —¿Soy agradable a la vista? Me reí. —Sí. Stacey también dijo que eres la salsa asombrosa con una parte extra de salsa. —¿En serio? —Me empujó a su lado y tiró su brazo sobre mi hombro. Era como una llave de cabeza, solo que mi cuerpo cosquilleaba por todas partes—. ¿Tú crees que soy la salsa asombrosa? —Claro —jadeé. —¿Y con extra de salsa? Mis mejillas se sonrojaron. Igual que otras partes de mi cuerpo. —Yo… supongo. —¿Supones? —Se inclinó hacia atrás, poniendo tal vez cinco centímetros entre nosotros—. Pienso que sí lo crees. Para mi alivio, mi rostro no se sentía como si estuviera ardiendo. Se rio suavemente, apartando mi mano de mi rostro. —¿Ya has terminado de etiquetar?

—Hola, viejo. Me di la vuelta. Abbot estaba en la entrada, mirando a su hijo con suavidad. Siempre me había recordado a un león. Su pelo era más claro que el de Zayne, pero igual de largo. Me imaginaba que compartía muchas de las mismas características que su hijo, pero la mitad de su rostro siempre estaba cubierto por una gruesa barba. Si buscaba la definición de intimidante, aparecería una foto de Abbot. Como el líder del clan, tenía que ser feroz, severo, y a veces, mortal. Representaba al clan, era el que se reunía con oficiales humanos, y si alguno de los Guardianes la fastidiaba, era Abbot el

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La puerta de la cocina se abrió detrás de nosotros. Zayne soltó mi mano mientras miraba por encima de su hombro, pero su brazo permaneció. Sonrió.

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Parpadeé lentamente. ¿De qué estaba hablando?

que cargaba con la culpa. Mucho peso descansaba sobre sus hombros, pero su espalda nunca se encorvaba bajo la presión. La mirada de Abbot se deslizó a mí. Sus ojos normalmente cálidos eran como virutas de hielo azul pálido. —Layla, han llamado de la escuela esta tarde. Apreté los labios. —Uh… —He podido contactar con una Sra. Cleo antes de que se fuera por la tarde. —Dobló sus gruesos brazos en su pecho—. Ella ha afirmado que saliste corriendo de clase durante un examen. ¿Te importa explicar por qué? Mi cerebro se vació. La cabeza de Zayne se sacudió hacia arriba, y sin mirar, sabía que estaba frunciendo el ceño. —¿Por qué saliste corriendo de clase? —preguntó. —Yo… no me sentía bien. —Agarré el borde de la isla—. No comí esta mañana y me dieron ganas de vomitar. —¿Te sientes bien ahora? —presionó. Le miré. La preocupación tocando su expresión.

—Le he dicho a esta Sra. Cleo que estaba seguro de que tenías una buena razón para irte de clase —continuó Abbot—. Ella estuvo de acuerdo en que ese tipo de comportamiento no es normal y ha decidido dejarte hacer el examen después de la escuela el viernes. Típicamente me habría quejado por tener que pasar más tiempo en la escuela, pero sabiamente mantuve la boca cerrada. —Lo siento mucho.

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Miró a mi olvidado vaso de zumo de naranja. Una extraña expresión pasó por su rostro. Sin decir una palabra, dejó caer su brazo y se dirigió alrededor del mostrador.

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—Sí, estoy mejor.

Los ojos de Abbot se suavizaron. —La próxima vez asegúrate de hacerle saber a la profesora que estás enferma. Y llama a Morris para que puedas venir a casa y descansar. Ahora realmente me sentía mal. Cambié mi peso hacia atrás y hacia delante. —Está bien. Zayne volvió a mi lado. Con zumo de naranja en una mano. Había una demacrada y melancólica expresión en sus facciones. Me entregó el vaso, observando hasta que lo terminé. Me sentó todavía peor. Abbot descansó los brazos contra el mostrador. —¿Has estado pasando tiempo con Danika, Zayne? —¿Hmm? —Los ojos de Zayne todavía estaban en mí. —Ya sabes —dije yo, dejando el vaso—, la chica que estaba casi encima de ti en la biblioteca. Los labios llenos de Zayne se hicieron más finos. Abbot se rio. —Es bueno verlos a los dos llevándose bien. Sabes que ella está en la edad de emparejarse, Zayne, y es hora de que pienses en asentarte.

—Padre, acabo de cumplir veintiuno. Dame un respiro. Abbot arqueó una ceja. —Me emparejé con tu madre cuando tenía tu edad. Así que eso está fuera de cuestión. Hice una mueca. —¿No podemos decir “casarse”? Decir “emparejarse” en alto suena asqueroso. —Este no es tu mundo, Layla. No espero que lo entiendas.

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Zayne gimió.

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Intenté mantener mi expresión en blanco mientras miraba al vaso vacío. ¿Zayne asentándose? Quería tirar algo.

Ouch. Me estremecí. Zayne exhaló rudamente. —Padre, este es su mundo. También es una Guardiana. Abbot se movió del mostrador, echándose el cabello hacia atrás. —Si lo entendiera, el uso de la palabra emparejarse no le perturbaría. Los lazos del matrimonio son rompibles. Emparejarse es de por vida. Algo que tú… —Miró a Zayne con intención—, tienes que empezar a pensar seriamente. Nuestro clan está disminuyendo. Zayne echó la cabeza hacia atrás y suspiró. —¿Qué estás sugiriendo? ¿Qué debería ir ahí ahora y consagrar mi vida a Danika? ¿Ella tiene algo que decir en esto? —Dudo que Danika estaría disgustada. —Abbot sonrió a sabiendas—. Y sí, estoy sugiriendo que te emparejes muy pronto. No estás volviéndote más joven, y yo tampoco. Puede que no la ames ahora, pero llegarás a hacerlo. —¿Qué? —Zayne rio.

Y estaba claro que no importaba lo que yo quería.

La solicitud a la Universidad de Columbia me miraba desde el suelo. Esparcidos a su alrededor había solicitudes para más universidades. El dinero no era un problema. Tampoco lo eran mis notas. Ya que no podía servirle al clan para producir más

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Zayne no parecía afectado por todo el intercambio, pero yo me sentía cerca de las lágrimas. Murmuré algo sobre deberes antes de abandonar la cocina. No necesitaba esperar para ver cómo se desenvolvía la conversación. Lo que sea que Zayne pensaba o quería no importaba. No importó para Abbot o la madre de Zayne.

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—Sentí… un cariño hacia tu madre cuando me emparejé con ella por primera vez. —Se frotó la barbilla cubierta de barba—. Llegué a amarla. Si solo hubiéramos tenido más tiempo juntos…

Guardianes, mi futuro era mío. Esas solicitudes tenían que llenarme de emoción y alegría. Pero la idea de mudarme, de convertirme en alguien nuevo y diferente, era tan aterrador como lo era fascinante. Y ahora, cuando finalmente tenía la oportunidad de irme, no quería. No tenía ningún sentido. Me eché el pelo hacia atrás y me levanté. Mis deberes estaban en la cama olvidados. Si fuera sincera conmigo misma durante dos segundos, admito que sabía por qué no quería irme. Era Zayne, y eso era estúpido. Abbot había tenido razón antes. No importaba cuánta sangre de Guardián compartía, este no era mi mundo. Era como una especie de invitada que nunca se fue. Miré alrededor de mi habitación. Tenía todo lo que una chica podría querer. Mi propio ordenador de mesa y portátil, televisión y sistema de estéreo, más ropa de la que alguna vez me iba a poner y suficientes libros para perderme en ellos. Pero todo eran solo cosas… vacías. Incapaz de quedarme en mi habitación, me fui sin un plan real en mente. Solo necesitaba salir de la habitación, de la casa. Abajo, podía escuchar a Jasmine y Danika en la cocina preparando la cena. El aroma de patatas asadas y el sonido de risas llenaban el aire. ¿Estaba Zayne con ellas, cocinando junto a Danika? Qué dulce.

Cuando éramos más jóvenes, la caminata de 15 minutos se sentía como si nos las hubiéramos arreglado para desaparecer a un mundo diferente lleno de cerezos y arces. Había sido nuestro sitio. En aquel entonces, no podía imaginar una vida que no le incluyera a él.

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Crucé el césped bien cuidado, más allá del muro de piedra que separaba la propiedad de Abbot de los bosques que rodeaban el complejo. Zayne y yo habíamos hecho este paseo tantas veces de niños que un camino había sido tallado en el césped y en el suelo rocoso. Escapábamos aquí juntos, yo huyendo de la soledad y Zayne evitando los rigurosos entrenamientos y todas las expectaciones.

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Pasé a Morrison en el porche delantero. Levantó la vista de su periódico con una mirada interrogante, pero eso fue todo. Metí mis manos en los bolsillos de mis vaqueros e inhalé la esencia de hojas marchitas y el débil rastro de polución de la ciudad.

Me detuve bajo la casa del árbol que Abbot había construido para Zayne mucho antes de que yo viniera. No había nada especial sobre ello. Parecido a una cabaña en los árboles, pero tenía esta genial plataforma de observación de ocho por ocho. Escalar un árbol era mucho más fácil cuando era una niña pequeña. Hicieron falta varios intentos para llegar a la parte principal. Desde ahí, me arrastré por una puerta tallada en la madera tratada. Me acerqué a través de la plataforma con cautela, esperando que no se cayera. Muerta por una casa de árbol no sonaba como una forma interesante para irse. Tumbándome, me pregunté por qué había venido aquí. ¿Era alguna forma retorcida de querer estar más cerca de Zayne, o simplemente quería ser una niña otra vez? Volver a una época en la que no sabía que ver colores brillando alrededor de la gente significaba que no era como los otros Guardianes… antes de que supiera que tenía sangre contaminada. Las cosas eran más fáciles entonces. No pensaba en Zayne en la forma en que lo hacía ahora o me pasaba las tardes tocando a extraños aleatorios. Tampoco tenía a un demonio de Nivel Superior en mi clase de biología. Una brisa fresca levantó unos pocos mechones de mi cabello, lanzándolos en mi rostro. Me estremecí y me encogí en mi suéter. Por alguna razón, recordé lo que Roth había dicho sobre que Abbot me usaba por mi habilidad.

Supuestamente el anillo había pertenecido a mi madre. Mis recuerdos anteriores a la noche en que Abbot me encontró no eran nada más que un vacío en blanco. Este anillo era la única cosa que me unía a mi verdadera familia. Familia era una palabra tan extraña. Ni siquiera estaba segura de si tenía una familia para empezar. ¿Había estado con mi padre en algún momento, antes de la casa de acogida? ¿Quién lo sabía? Y si Abbot lo sabía, no me lo estaba diciendo. Mi vida empezó cuando Abbot me encontró.

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Saqué mi collar de debajo de mi suéter. La cadena era vieja y gruesa. Tenía una serie de bucles que me sabía de memoria. En la luz menguante, no podía ver los grabados en el anillo de plata. Nudos interminables habían sido tallados en la banda de metal por alguien que obviamente tenía demasiado tiempo en sus manos. Le di la vuelta al anillo. Nunca había visto nada como la piedra preciosa colocada en el centro. Era rojo profundo, casi como un rubí, pero el color estaba apagado en lagunas áreas, más oscuro en otras. A veces, dependiendo de cómo sostenía el anillo, parecía como si hubiera líquido dentro de la piedra ovalada.

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No es verdad.

Cerré los ojos inhalando despacio y profundamente. Ahora no era el momento para la auto-reflexión o una fiesta de compasión. Volví a meter el anillo bajo mi suéter, pensando que tenía que concentrarme en lo que iba a hacer con Roth. Estaba sola en esto. ¿Ignorarle? Sonaba como una buena idea, pero dudaba que funcionara. Parte de mí esperaba que él solo desapareciera después de advertirme de no etiquetar. Debí haberme quedado dormida en algún momento durante mi conspiración, porque cuando abrí los ojos, el cielo estaba oscuro, mi nariz estaba fría y alguien estaba tumbado junto a mí. Mi corazón saltó en mi garganta, luego dio un vuelvo cuando volví la cabeza y un cabello suave me hizo cosquillas en la mejilla. —¿Zayne? Abrió un ojo. —Qué sitio más extraño para quedarte dormida cuando tienes está cosa genial llamada cama. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté. —No bajaste para cenar. —Levantó la mano y apartó un mechón de mi cabello que había vagado a su rostro—. Después de un tiempo, decidí comprobar si estabas bien. No estabas en tu habitación, y cuando le pregunté a Morris si te había visto, señaló hacia el bosque. Me froté los ojos, aclarando los restos de mi siesta improvisada.

Le miré durante un momento, luego recordé la extraña mirada en su rostro cuando había visto el vaso de zumo de naranja. —No estaba a punto de chupar un alma, si eso es lo que estás pensando. Frunció el ceño. —Cuando anhelas algo dulce… —Lo sé. —Volví mi mirada al cielo. Las estrellas se asomaban por detrás de las gruesas ramas—. No ha pasado nada en la escuela hoy, lo juro.

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—Casi las nueve y media. —Hizo una pausa—. Estaba preocupado por ti.

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—¿Qué hora es?

Estuvo callado por un momento. —Está bien. Esa no era la única razón por la que estaba preocupado. Suspiré. —No voy a matar a Danika mientras duerme. Zayne dejó salir una risa profunda. —Espero que no. Papá estaría enfadado si matases a mi pareja. Escuchando eso, decidí que podía haber una buena probabilidad de que la matara. —¿Así que ahora estás de acuerdo con todo el asunto del emparejamiento? ¿Vas a empezar a hacer pequeños bebés gárgolas pronto? Eso sería divertido. Se rio otra vez, lo cual me cabreó. —Layla-bug, ¿qué sabes tú sobre hacer bebés? Le di un puñetazo en el estómago mientras me sentaba. Su risita se convirtió en un gruñido. —No soy una maldita niña, idiota. Sé lo que es el sexo. Zayne estiró la mano y pellizco mi mejilla. —Eres como esta pequeña…

—Deja de ser tan violenta —murmuró perezosamente. —Entonces deja de ser tan idiota. —Me mordí el labio inferior. —Sé que ya no eres una niña. Un calor increíble me barrió, extraño para una noche tan fresca. —Lo que sea. Me tratas como si tuviera diez años. Pasó un momento y su manó se apretó alrededor de mi brazo.

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Atrapó mi brazo, arrastrándome contra su pecho.

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Le pegué en el estómago otra vez.

—¿Cómo se supone que te debo tratar? Deseé tener algo sexy y coqueto para decir. En su lugar murmuré: —No lo sé. Una esquina de su boca se curvó hacia arriba. —Danika no es mi pareja, de todas formas. Solo estaba bromeando. Intenté que pareciera que no me afectaba. —Es lo que quiere tu padre. Apartó la mirada, suspirando. —De todas formas, ¿de qué estábamos hablando? Oh, sí. Estaba preocupado por dónde estabas porque Elijah está aquí. Me puse rígida, olvidándome de Danika. —¿Qué? Cerró los ojos. —Sí, él era uno del grupo que vino anoche. Pensaba que se iban a ir hoy, pero se van a quedar un poco. Elijah Faustin pertenecía al clan que supervisaba la actividad demoniaca a lo largo de la mayor parte de la costa del sur. Él y su hijo actuaban como si yo fuera el anticristo.

Mi cabeza cayó. Petr era el peor tipo de chico. —¿Por qué están aquí? —Está siendo reubicado al noroeste junto con su hijo y otros cuatro más. —¿Así que se va a quedar aquí hasta que vuelva Dez? Zayne se encontró con mi mirada, su expresión se endureció de repente.

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—Sí.

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—¿Petr está con él?

—Petr no se acercará a ti. Te prometo eso. Mi estómago se llenó de nudos. Liberándome, rodé sobre mi espalda. Respiré superficialmente. —Pensé que Abbot les había dicho que no eran bienvenidos aquí. —Lo hizo, Layla. Padre no está contento de que estén aquí, pero no puede echarles. — Zayne se movió a su costado, dándome la cara—. ¿Recuerdas cuando solíamos fingir que esto era una plataforma de observación de la NASA? —Recuerdo que tú me colgaste del borde un par de veces. Zayne me dio un codazo. —Te encantaba. Siempre estabas celosa porque yo podía volar y tú no. Sonreí. —¿Quién no estaría celosa de eso? Sonrió mientras miraba por encima de su hombro. —Dios, han pasado años desde que hemos estado aquí arriba. —Lo sé. —Estiré mis piernas, retorciendo los dedos de mis pies dentro de mis playeras—. Como que lo echo de menos.

—Por supuesto. —Oh. Casi se me olvida. —Se sentó, metiendo la mano en el bolsillo de sus pantalones. Sostenía un delgado objeto rectangular en la mano—. He cogido esto hoy para ti. Cogí el teléfono móvil de sus manos, gritando. —¡Es con pantalla táctil! Oh, Dios mío, prometo que no lo romperé ni lo perderé. ¡Gracias!

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Durante años, hemos visitado una cafetería diferente cada sábado por la mañana. Él se mantenía despierto, prolongando el momento cuando volvería a su habitación para asumir su forma real, la que le permitía dormir. El único verdadero descanso que obtenía una gárgola era cuando se volvía de piedra.

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—Lo mismo aquí. —Zayne tiró de la manga de mi suéter—. ¿Sigue en pie lo del sábado?

Zayne se puso de pie. —He ido y lo he cargado. Todo lo que tienes que hacer es programar tus números ahí. —Me sonrió—. Me he tomado la libertad de programar mi número como tu primer contacto. Me levanté y le abracé. —Gracias. Eres la salsa asombrosa. Él se rio, puso sus brazos alrededor de mí. —Ah, tengo que comprar tu amor. Ya veo. —¡No! Para nada. Yo… —Me detuve antes de que dijera algo que no pudiera retirar, y levanté la mirada. La mitad de su rostro estaba en sombras, pero había una mirada extraña en su rostro—. Quiero decir, todavía serías genial incluso si no me hubieras comprado el teléfono. Zayne puso mi pelo detrás de mí oreja, su mano permaneciendo en mi mejilla. Doblándose por la cintura, presionó su frente contra la mía. Le sentí respirar profundamente, y su mano se aplanó contra la parte baja de mi espalda. —Asegúrate de mantener las puertas del balcón en tu habitación cerradas —dijo finalmente, su voz más profunda de lo normal—. E intenta no merodear alrededor de la casa en mitad de la noche. ¿Vale?

Zayne dejó caer sus manos, retrocediendo. —¿Estás bien? Una oleada de mortificación caliente me abrasó. Dando un paso atrás, sostuve el teléfono entre nosotros.

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No se movió. Un lento ardor comenzó a deslizarse bajo mi piel, diferente de mi cuerpo reaccionando a él. Me forcé a respirar, a concentrarme en Zayne, pero mis ojos se cerraron. Intenté detenerlo, pero mi imaginación tomó el control y se volvió salvaje. Me imaginé su alma —su propio espíritu— calentando los fríos y vacíos sitios dentro de mí. Se sentiría mejor que un beso, mejor que cualquier cosa. Me balanceé, mi cuerpo inclinándose hacia el suyo, atraído por dos deseos muy distintos.

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—Está bien.

—Sí, estoy bien. Nosotros… deberíamos volver. Me estudió por un momento, luego asintió. Le vi darse la vuelta y arrastrarse de vuelta a la casa del árbol. Contuve el aliento, esperando hasta que le oí caer al suelo abajo. No podía seguir viviendo así. ¿Pero qué opción tenía? ¿Volverme un demonio completo? Eso nunca sería una opción. —¿Layla? —me llamó. —Voy. —Levanté la cabeza, y cuando empecé a avanzar, algo me llamó la atención. Frunciendo el ceño, miré a la rama de un árbol encima de la cubierta de observación. Algo no estaba bien con ella. La rama parecía más gruesa, más brillante. Entonces lo vi. Curvado alrededor de la rama había una serpiente anormalmente gorda y larga. Su cabeza con forma de diamante bajó, y desde donde estaba, podía ver el brillo rojizo de los ojos de la serpiente. Salté hacia atrás, jadeando. —¿Qué está pasando ahí? —preguntó Zayne.

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Miré abajo durante tal vez dos segundos —eso fue todo— pero cuando levanté la vista, la serpiente se había ido.

Traducido por carmen170796

Para cuando seguí a Stacey a biología, quería golpearla. Ella no dejaba de hablar sobre Roth Como si necesitara ayuda para preguntarme si realmente aparecería hoy. Me había quedado despierta toda la noche pensando sobre esa maldita serpiente en el árbol. ¿Había estado ahí todo el tiempo, observándome mientras dormía y escuchando mi conversación con Zayne? Aterrador. Todo eso empeoró por el recuerdo de como Roth se había presionado contra mí en el baño. Porque cuando pensaba en él, pensaba en cómo se había sentido. Nadie se acercaba tanto a mí. Ni siquiera Zayne. Quería arrastrarme dentro de mi propia cabeza, remover quirúrgicamente el recuerdo y después mojar mi cerebro con cloro.

Ellla me dio una pícara sonrisa. —Quiero que él piensa en mí toda la noche. Saqué mi libro, dejándolo caer en el escritorio. —No, no quieres. —Eso lo decidiré yo. —Ella se movió, bajando su falda—. De todas formas, no puedo creer que no lo encuentres sexy. Hay algo mal contigo

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—Sin duda. —Observé su corta falda y después su escote—. No quisiéramos que tus bubis se desperdiciaran.

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—Será mejor que esté —estaba diciendo Stacey mientras se tiraba en su asiento—, no me escabullí fuera de casa vestida así por ninguna buena razón.

—No hay nada malo conmigo. —La miré, pero sus ojos estaban pegados a la puerta. Suspiré. —Stacey, él no es un buen chico. —Mmm. Incluso mejor. —Estoy hablando en serio. Él es… él es peligroso. Así que no te metas ideas pervertidas en tu cabeza. —Demasiado tarde. —Ella se detuvo, frunciendo el ceño—. ¿Te hizo algo? —Solo es una sensación que tengo. —Tengo un montón de sensaciones cuando pienso en él. —Ella se inclinó, plantando sus codos en la mesa y ahuecando su barbilla con sus manos—. Montones de sensaciones. Rodé mis ojos. —¿Qué hay de Sam? Él está totalmente enamorado de ti. Él sería una mejor opción. —¿Qué?—Ella arrugó su nariz—. No lo sería. —En serio, sí. —Empecé a garabatear en el libro, manteniendo mi atención fuera de la puerta—. Siempre te está mirando. Stacey se rio.

—Exactamente. Ahora, si usara un código binario en mis piernas, entonces si me notaría. La Sra. Cleo entró arrastrando los pies, terminando nuestra conversación. Casi me desplomé, así de poderoso era el alivio. Ni siquiera me importaba que la Sra. Cleo me estuviera mirándome extrañamente. Roth no estaba, pensé, dibujando gigantes caras felices sobre un diagrama. Tal vez su estúpida serpiente se lo comió. El brazo de Stacey golpeó el pupitre con un ruido sordo.

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—O falta de ella.

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—Él ni siquiera parpadeo cuando vio mi falda…

—Supongo que este día va a apestar. —Lo siento —canturreé, girando mi lapicero entre mis dedos—. Quieres agarrar… La puerta se abrió justo cuando la Sra. Cleo bajó el proyector. Roth entró a la clase, con un libro de bilogía en mano y una sonrisa arrogante cubriendo su cara. El lapicero se deslizó fuera de mi agarre, volando hacia adelante, y golpeando la cabeza de una chica sentada dos asiento delante de mí. Ella se dio la vuelta, lanzando sus brazos al aire, mientras me lanzaba una fea mirada. Stacey se levantó disparada de su asiento, emitiendo un bajo chillido Guiñándole a la Sra. Cleo, él caminó pasándola. Ella solo sacudió su cabeza y jugueteó con sus notas. Todos los ojos estaban sobre Roth mientras se paseaba por el centro del pasillo. Las personas se quedaron boquiabiertas y las chicas se voltearon en sus asientos. Algunos de los chicos, también. —Hola ahí —le murmuró a Stacey. —Hola. —Sus codos se deslizaron a través del pupitre. Después volteó esos ojos dorados a mí. —Buenos días. —Mi día acaba de mejorar —susurró Stacey, sonriendo a Roth mientras dejaba caer su libro y se sentaba.

—Todavía no he corregido los exámenes, dado que algunos van a compensar eso exámenes el viernes. Esperen que les entregue sus notas y tareas extra curriculares el lunes. Varios estudiantes gimieron mientras yo imaginaba apuñalar con mi lapicera la parte trasera de la cabeza de Roth. ¿Qué había planeado anoche? Ni una maldita cosa, porque me quedé dormida mientras conspiraba en el mirador. Después de diez minutos de la sosa lectura de la Sra Cleo sobre la respiración celular, Stacey dejó de brincar en su asiento. Todavía no le había quitado mis ojos a Roth. Ni

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La Sra Cleo apagó las luces.

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—Bien por ti —contesté bruscamente, sacando otro lapicero de mi mochila.

siquiera se molestaba en pretender tomar notas. Al menos yo sostenía un lapicero en mi mano. Él inclinó su silla hacia atrás hasta que descansó contra nuestro pupitre, plantando sus codos en mi libro para mantener su precaria posición. Una vez más, olí algo dulce, como vino dulce o chocolate oscuro. Consideré mover sus hombros, pero eso requeriría que lo tocara. Podía empujar su brazo con mi lapicero, fuerte. Sus mangas se remangaron, revelando brazos realmente lindos. Piel tersa estirada sobre bíceps bien definidos. Y ahí estaba Bambi, rodeando su brazo. Me incline hacia adelante, de alguna manera fascinada por el detalle. Cada onda en la piel de la serpiente había sido sombreada de modo que realmente parecía tridimensional. El vientre era gris y de apariencia suave, pero dudaba que la piel de Roth fuera así de suave. Parecía tan dura como la piel de un Guardián. El tatuaje parecía tan real. Porque es real, idiota. Justo entonces, la cola se retorció y deslizó sobre su codo. Jadeando, me lanzó hacia atrás en mi asiento. Stacey me lanzó una mirada rara. Roth volteó su cabeza. —¿Qué estás haciendo ahí atrás? Lo miré con mis ojos entrecerrados. —¿Me estabas mirando fijando?

Stacey se inclinó, sonriendo—. Lo estaba. Le lancé una mirada de odio—. No lo estaba. Roth miró a Stacey con renovado interés. —¿Lo estaba?¿Y qué estaba mirando fijamente? —Realmente no lo sé —le respondió Stacey en voz baja—. Estaba demasiado ocupada mirando fijamente tu cara para notarlo.

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Él bajó la silla, dándola a la Sra. Cleo una breve ojeada antes de voltearse de lado en su asiento—. Creo que lo estás haciendo.

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—¡No!—susurré, mintiendo a través de mis dientes.

Una sonrisa complacida apareció—. Stacey¿ Cierto? Ella se inclinó hacia mí—. Esa soy yo. La empujé de vuelta en su sitio, rodando mis ojos. —Date la vuelta —ordené. Sus ojos encontraron los míos. —Lo haré cuando me digas que estabas mirando. —No a ti—Miré al frente del salón. La Sra. Cleo volteó sus notas—. Date la vuelta antes de que nos metas en problemas. Roth bajó su cabeza. —Oh, amarían el tipo de problemas en el que yo las metería. Apreté el lapicero. —No. No. Lo. Haríamos. —Habla por ti, hermana. —Stacey puso el filo de su lapicero en su boca. Él le sonrió con suficiencia—. Me agrada tu amiga El lapicero se rompió en mi mano—. Bueno, tú no me agradas.

Cuando la campana sonó, ya había guardado mis cosas, lista para hacer una rápida salida, necesitaba aire, preferiblemente aire que Roth no estuviera compartiendo. Sorprendentemente, él ya estaba fuera de la puerta para cuando me puse de pie, caminando tan rápido que parecía que estaba en alguna clase de misión. ¿Tal vez el Infierno lo había llamado de regreso a casa? Solo podía esperar —¿Cuál es tu problema?—preguntó Stacey.

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Stacey solo parpadeó, pareciendo como si estuviera saliendo de alguna clase de raro trance. Garabateé puta en sus apuntes. Ella se rio y escribió princesa de hielo virgen en los mías.

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Roth se rio mientras finalmente se volteaba. El resto de la clase fue así. Cada cierto tiempo él nos miraría y sonreiría o susurraría algo totalmente exasperante. Cuando la Sra. Cleo finalmente encendió las luces, estaba lista para gritar.

La pasé rozando, sacando largos mechones de cabello de debajo de las tiras de mi mochila. —¿Qué? ¿Tengo un problema porque no estoy en celo? Ella puso una cara—. Bueno, eso suena asqueroso. —Tú eres asquerosa— Lancé sobre mi hombro. Stacey me alcanzó. —Honestamente, tienes que explicarme cuál es tu problema con él. No lo entiendo. ¿Te pidió que fueras la mamá de su bebé? —¿Qué?—Hice una mueca— Ya te dije. Él es malas noticias. —Mi tipo favorito de noticias —dijo ella mientras salíamos en fila por la puerta—, son chicos de malas noticias. Agarré mi mochila más fuerte mientras el océano de almas azules y rosadas llenaba el pasillo. Un banner colgaba muy bajo interrumpiendo el flujo del pastel arcoíris. —¿Desde cuándo te empezaron a gustar los chicos malos? Tus ex novios calificaban para ser santos. —Desde ayer —bromeó ella. —Bueno, eso es realmente… —Me detuvo en la fila de casilleros, arrugando mi nariz—. ¿Hueles eso?

Otros estudiantes estaban empezando a pillar el olor de huevos podridos y carne rancia. Hubo risitas, unos cuantos jadeos. El reconocimiento despertó en mi pecho. El olor era repugnante— demasiado repugnante— y no podía creer que fuera todo lo estaba oliendo ahora. Iba a culpar a Roth por eso, también. —Uno pensaría que cancelarían las clases con un olor como ese. —Stay empezó a levantar su blusa como escudo, pero debe haberse dado cuenta que no había suficiente

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—Dios, huele a aguas residuales. Probablemente el maldito baño se atoró.

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Stacey olió el aire, después gimió inmediatamente.

material ahí. Puso su mano sobre su boca, amortiguando su voz—. Esto no puede ser seguro. Un maestro estaba parado fuera de su clase, moviendo su mano frente a su cara. Mis ojos quemaban mientras me alejaba de él, siguiendo a Stacey. En la escalera, el olor era más fuerte. Stacey me lanzó una mirada en el rellano—. ¿Te veo en el almuerzo? —Sí— Contesté apartándome del camino de varios de varios chicos de último año más altos y grandes. Parecía una de primer año parada en su camino. Ella tiró del borde su falda de nuevo con su mano libre. —Con suerte el olor habrá desaparecido para entonces. Si no, voy a empezar una protesta. Antes de que pudiera responde, ella estaba subiendo a saltos las escaleras. Bajé los escalones al primer piso, tratando de no tener arcadas —¿Qué diablos es ese olor? —preguntó una pequeña chica con una alma de color lila. Su cabello era rubio y corto. —No lo sé —murmuré distraídamente—. ¿Nuestro almuerzo? La chica se rio.

Sus ojos marrones se abrieron como platos. —Eva Hasher dijo que tú y el viejo tío negro que siempre te recoge de la escuela son sus sirvientes humanos. Me quedé boquiabierta—. ¿Qué? Ella asintió energéticamente. —Eso es lo que me dijo Eva en clase de historia.

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Suspiré, deseando que la masa de cuerpos en los escalones frente a mí se moviera más rápido—. Sí.

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—Eso no me sorprendería. —Después frunció el ceño, entrecerrando los ojos—. Oye. ¿No eres la chica que vive con los Guardianes?

—Ni yo ni Morris somos sirvientes —exclamé—. Soy adoptada. Y Morris es parte de la familia. Gran diferencia. —Lo que sea —dijo, dando la vuelta y empujándome. ¿Una sirvienta? Como sí nada. Un alma rosada más oscura con rayas rojas entró en mi visión, Gareth Richmond. El chico que tal vez miró fijamente mi trasero —Este lugar apesta. —Sostenía su cuaderno sobre su boca—. Sé que el gimnasio va a oler peor. ¿Crees que cancelarán la clase, Layla? Huh, él sí sabía mi nombre. Bajó su cuaderno, revelando una sonrisa muy potente. El tipo que imaginaba que usaba con muchas chicas. —No pueden esperar que corramos respirando esta mierda. Eres una muy buena corredora, por cierto. ¿Por qué nunca sales a la pista? —Tú… ¿me observas correr en clase? —Quería golpearme después de decir eso. Sonaba como si lo acusara de ser un pervertido—. Quiero decir, no sabía que prestabas atención. No es que prestaras atención. Solo que no sabía que sabías que podía correr. Él bajó la mirada a los escalones, riendo. Necesitaba callarme,

Hablando de ideas raras. —¿Así que vas a hacer después de la escuela? —preguntó, caminando a mi lado. Etiquetar a demonios. —Um… tengo unos cuantos recados de los que tengo que ocuparme.

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No podía decir si estaba burlándose o flirteando. O si solo pensaba que era una idiota. Honestamente ni siquiera me importaba porque todo en lo que podía pensar era Stacey sugiriendo que ligara con Gareth para empezar una guerra con Eva.

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—Sí, te he visto correr. —Gareth atrapó la puerta antes de que nos golpeara, sosteniéndola—. También te he visto caminar.

—Oh— Él golpeó su cuaderno contra su muslo—. Tengo práctica de futbol después de clases. Nunca te he visto en alguno de los juegos. Miré el vacío estante de trofeos cerca a las puertas dobles que llevaban al gimnasio. —El fútbol realmente no es mi cosa. —Que fiasco. Siempre doy una fiesta en la casa de mis padres después de los juegos. Lo sabrías si… Alguien alto, usando solo negro, apareció entre nosotros. —Ella lo sabría si le importara, pero dudo que lo haga. Retrocedí rápidamente, sorprendida por la repentina aparición de Roth. Gareth tuvo la misma respuesta. Él era un chico alto, grande y musculo, pero Roth rezumaba un aire pateatraseros. El chico humano cerró su boca. Sin otra palabra, él se movió con lentitud alrededor de nosotros y se apresuró a entrar al gimnasio, las puertas cerrándose. Me quedé parada ahí, perpleja mientras la primera campana sonaba. Se escuchaba tan lejos. —¿Fue algo que dije? —murmuró Roth—. Solo estaba señalando lo obvio Lentamente, levanté mi cabeza y lo miré.

—Sí, ya sabes. Perdiendo esa cosa incómoda llamada virginidad. El fuego se extendió mi piel. Me giré, dirigiéndome hacia las puertas del gimnasio. No era como si no supiera lo que significaba desflorada. Solo no podía creer que realmente había usado esa palabra en pleno siglo veintiuno. O que siquiera estuviera teniendo una conversación sobre virginidad con él. Roth atrapó mi brazo.

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—¿Desflorada?

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—¿Qué?—Él sonrió pícaramente—. Vamos. No pareces el tipo de chica que mira futbol, sale con los populares y termina desflorada por el tonto chico de último año en la parte de atrás del Beamer de su papi.

—Oye. Ese es un cumplido. Confía en mí. Él está en vía rápida al infierno de todas formas. Como su papá. —Que bueno saberlo. —Me las arreglé para responder con tranquilidad—. ¿Pero soltarías mi brazo? Tengo que llegar a clase. —Tengo una mejor idea. —Roth se inclinó. Mechones oscuros de cabello cayeron sobre esos dorados ojos—. Tú y yo nos vamos a divertir. Mis dientes dolían por cuan fuerte los estaba apretando. —No en esta vida, amigo. Él parecía ofendido. —¿Qué crees que estoy sugiriendo? No estaba planeando emborracharte y echar un polvo contigo en la parte de atrás de un Beamer como Gareth. Entonces de nuevo, supongo que podría ser peor. Él podría estar planeándolo en la parte de atrás de un Kia. Parpadeé. —¿Qué? Roth se encogió de hombros, soltando mi brazo. —Una chica llamada Eva lo ha convencido de que te abres de piernas después de una cerveza.

Los Porsches eran calientes, pero ese no era el punto. ¿Esa perra le dijo que me abría de piernas después de una cerveza? —Miau. —Roth arañó el aire, lo cual se veía tan ridículo como sonaba—. De todas formas, esa no es la diversión que tenía en mente. Todavía estaba atrapada en lo de “abrirse de piernas”.

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—Personalmente no lo creo —continuó despreocupadamente—, y yo tengo un Porsche. No hay tanto espacio para las piernas como un Beamer, pero me han dicho que es mucho más caliente.

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—¿Qué? —Mi voz era tan chillona como la campana de tardanza sonando.

—Le dijo a otra chica que era una sirvienta. Supongo que soy una sirvienta que se abre de piernas. ¡Oh! Y supongo que también me emborracho fácilmente. Voy a matar… Roth chasqueó sus dedos en mi cara. —Concéntrate. Olvídate de Eva y el chico de un minuto. Tenemos algo que debemos hacer. —No me chasquees los dedos —gruñí—. No soy un perro. —No —Sonrió un poco—. Eres una mitad demonio que vive con un montón de raros de piedra que matan demonios. —Tú eres el raro, y voy a tarde a clase. —Empecé a alejarme de él, pero me acordé de anoche—. Oh. Y mantén a tu estúpida serpiente atada. —Bambi va y viene como le plazca. No puedo evitarlo si le gusta pasar el rato en tu casa del árbol. Hice puños. —No te acerques a mi casa de nuevo. Los Guardianes te matarán. Roth inclinó su cabeza hacía atrás, riéndose profundamente. Era una buena risa, oscura y ronca, la cual hacía todo más exasperante. —Oh, sería una matanza, pero no sería el único que muriera.

Cerrando mi boca, lo miré furiosamente. —¿Qué? Es solo la alcantarilla o… Él me miró como si fuera tres diferentes tipos de estúpida, y mis sospechas iniciales referentes al olor resurgieron. —No puede ser… —Oh, lo es.

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—No —Él atrapó mi mano esta vez, extendiendo mis dedos y después uniéndolos con los de él—. De todas formas, no puedes decirme que no has olido ese hedor que hay en la escuela ahora mismo.

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Tragué—. ¿Estás amenazando a mi familia?

—Hay un zombi en la escuela —Una ceja levantada—. Suena como el inicio de una película de terror muy mala. Ignoré la última oración—. No puede ser. ¿Cómo entraría aquí sin ser visto? Roth se encogió de hombros. —¿Quién sabe? Cualquier cosa es posible estos días. Mis sentidos rápidos de demonio me están diciendo que está en uno de los cuarto de calderas abajo. Y dado que tus amigos Guardianes probablemente están durmiendo. Pensé que lo revisaríamos antes de que suba y comienza a comer estudiantes. Clavé mis pies mientras él se adelantaba. —No voy a revisar nada contigo. —Pero hay un zombi en el colegio —dijo lentamente—. Y probablemente está hambriento. —Y sí, sé esto, pero tú y yo no vamos a hacer nada. Su sonrisa desapareció. —¿No tienes curiosidad de porqué un zombi estaría en tu escuela y que van a pensar las personas cuando vean algo salido de Noche de los Muertos Vivientes? Encontré su mirada.

Abrí mi boca para protestar, pero me detuve. Maldita sea. Él tenía razón. Si esa cosa subía las escaleras, Abbot estaría en muchos problemas. Aun así me quede quieta. —¿Cómo sé que no vas a lanzarme a él? Roth levantó una ceja. —Oye, no te dejé a manos del Seeker, ¿cierto?

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—No lo es. —Roth ladeó su cabeza, ojos entrecerrados—. Pero será el problema del líder de los Guardianes cuando suba tropezándose y empiece a rezumar fluidos corporales sobre todos mientras mastica partes humanas. Sabes que esos Alfas esperan que los Guardianes mantengan toda la cosa demoniaca fuera del ojo público.

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—No es mi problema

—Eso no me calma. Rodos sus ojos, suspirando. —Vas a tener que confiar en mí. Me reí. Su cabeza se movió rápidamente en mi dirección, ojos ligeramente como platos. —¿Confiar en ti? ¿Un demonio? ¿Fumaste crack o algo así? Sus ojos brillaron con… ¿qué? ¿Enojo o diversión? —El crack es malo. Presioné mis labios fuertemente, deteniendo la sonrisa ante de que se extendiera por mi cara y le diera la idea equivocaba. —No puedo creer que acabas de decir eso. Él levantó su cabeza. — Es cierto. Nada de drogas en el trabajo. Incluso el infierno tiene sus normas. —¿Cuál es tu trabajo exactamente?—pregunté. —Deflorarte en la parte de atrás del carro más caro jamás hecho. Traté de tirar de mi mano, pero él la sostuvo. —Suéltame.

—Suelta mi mano. Roth suspiró. —Mira. Yo lo si… yo lo si…— Él respiró profundo, tratando de nuevo— Yo lo si… Volteé mi cabeza hacia él, esperando. —¿Tú qué? ¿Lo sientes?

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Ahora me sonrojé de nuevo, porque sí me sentía como una puritana. Una sensación natural cuando nunca antes has besado a un chico.

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—Cristo en muletas. —Se rio—. Solo estaba bromeando, puritana.

Él parecía disgustado, labio fruncidos. —Lo… sientaa. —Oh, dame un respiro. ¿No puedes decir que lo sientes? —No. —Me miró directamente, serio—. No está en el vocabulario del demonio. —Eso es profundo. —Rodé mis ojos—. Ni siquiera te molestes en intentarlo si no lo dices en serio. Roth pareció considerarlo—. Trato hecho. Una puerta al otro lado del gimnasio se abrió. El vicedirector Mckenzie entró al pasillo, su apagado traje marrón al menos dos tallas demasiado pequeño para su barriga. Él inmediatamente frunció el ceño y le salieron dos papadas cuando nos miró. —¿No se supone que debe estar en el gimnasio, Srta. Shaw, y no en el pasillo? —dijo, soltando el estirado cinturón alrededor de sus pantalones—. Pueda que esté mezclada con esas cosas, pero eso no le da privilegios extras. ¿Mezclada con esas cosas? No eran cosas. Eran Guardianes, y mantenían a salvo a desagradecidos imbéciles como MacKenzie. Mis dedos reflexivamente apretaron los de Roth mientras el enojo y un poco de tristeza me inundaban. Estas personas no tenían ni idea. Roth me miró, después al vicedirector. Él bajó su cabeza, sonriendo recatadamente. Justo entonces, supe que estaba a punto de hacer algo realmente algo.

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Y todo lo que podía hacer era soportarlo.

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Como malo nivel demonio.

Traducido por carmen170796

—¿Y tú? —continuó el vicedirector McKenzie mientras andaba hacia nosotros, recorriéndonos con la mirada, con una actitud desagradable—. Cualquier clase en la que deberías estar, tienes que irte. Ahora. Roth dejó caer mi mano y dobló sus brazos sobre su pecho. Le devolvió la mirada, pero incluso una rara luz irradiaba de sus pupilas. —¿Director McKenzie? ¿Cómo Willy McKenzie, nacido y criado en Winchester, Virginia? ¿Graduado de Commonwealth y casado con la chica más dulce del Sur? Al hombre obviamente lo atraparon con la guardia baja. —No sé…

McKenzie tuvo una reacción totalmente diferente. Su cara tomó un tono manchado de rojo mientras su quijada temblaba. —Cómo te atreves. ¿Quién eres? Tú… Roth levantó un dedo, su dedo medio, silenciándolo.

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Mi estómago se agrió. El vicedirector McKenzie tiene un cuestionable estatus de alma, no tan obvio como el hombre en la calle la noche que conocí a Roth, pero siempre había existido algo sobre él que me mantenía cautelosa.

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—¿El mismo Willy McKenzie que no ha dormido con esa dulce chica desde la creación del DVD, y quien tiene una reserva oculta de pornografía en su estante en casa? Y no cualquier pornografía. —Roth dio un paso adelante, bajando su voz hasta que no era más que un susurro—. Sabes de qué estoy hablando.

—Sabes, podría hacerte ir a casa y terminar tu miserable vida. O mejor aún, salir y lanzarte frente a un camión que recolecta basura como tú. Después de todo, el Infierno ha tenido sus ojos sobre ti por un tiempo. Experimenté un conflicto moral en ese momento. Podía dejar a Roth manipular al pedófila para que se matara o lo detenía, porque pervertido o no, Roth le quitaría al hombre su libre albedrío. Esta era una difícil decisión. —No voy a hacer ninguna de esas cosas —dijo Roth, sorprendiéndome—. Pero te voy a castigar. Complemente. Mi alivio fue corto. —Voy a quitarte la cosa que más amas en este mundo, la comida —Roth sonrió beatíficamente. En ese momento, él parecía más un ángel que un demonio, una belleza con el poder de aturdir no podía ser de confianza—. Cada dona que veas parecerá que está espolvoreada con una gran dosis de gusanos. Cada pizza te recordará a la cara de tu padre muerto. ¿Hamburguesas? Olvídate de ella. Sabrán a carne podrida. ¿Y batidos de leche? Rancio ¿Y esos frascos de glaseado de torta de chocolate que le escondes a tu esposa? Llenos con cucarachas. Una estrecha línea de baba escapó de la boca abierta de McKenzie, bajando por su barbilla.

—Solo que la comida es su peor pesadilla ahora. Parecía adecuado, ¿No crees? Levanté una ceja. —¿Cómo sabías todo eso? Roth se encogió de hombros, la luz desvaneciéndose de sus ojos. —Todos estamos al tanto de las cosas malas. —Esa no es una gran explicación.

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—Uh… ¿va a recordar algo de eso? —Me alejé de Roth, acercando mi mochila a mi cuerpo. Dios, estas habilidades de demonio eran astronómicas. No sabía si estaba más asustada o impresionada.

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—Ahora vete antes de que cambie de opinión. —Roth movió su mano, despidiendo al hombre. Rígidamente, McKenzie se dio la vuelta y volvió a su oficina, un extraño punto mojado esparciéndose por su pierna

—No intenté que lo fuera. —Tomó mi mano de nuevo—. Ahora volvamos al trabajo. Tenemos un zombi que revisar. Mordí mi labio, considerando mis opciones. Ya iba muy tarde para entrar a clase y había un zombi en mi escuela, el cual debería revisar por el bien de Abbot. Pero Roth era un demonio, un demonio que me siguió a la escuela. Roth suspiró a mi lado. —Mira. Si te das cuenta que realmente no te puedo obligar a hacer nada que no quieras, ¿cierto? Le eché un vistazo—. ¿A qué te refieres? Su mirada se volvió incrédula. —¿Sabes algo sobre lo que eres?— Examinó mi cara, ganando una respuesta para su pregunta—. No eres susceptible a la persuasión demoníaca. Al igual que no puedo influir a un demonio o Guardián para hacer algo que no quieran. —Oh. —Cómo se suponía que supiera eso estaba más allá de mi alcance. No era como si hubiera un manual de funcionamiento demoníaco o algo así—. ¿Entonces por qué quieres que revise al zombi? ¿La idea de un zombi corriendo fuera de control en una escuela no es una buena cosa para ti? Roth se encogió de hombros—. Estoy aburrido Irritada, traté de librar mi mano—. ¿Alguna vez das una respuesta directa?

Mi ritmo cardíaco se cuadriplicó. —¿Por qué… por qué estás aquí por mí?

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—Está bien. ¿Quieres la verdad? Estoy aquí por ti. Sí, escuchaste bien. Y no me preguntes porqué, porque no tenemos tiempo ahora y no me creerías de todas formas. Eres parte Guardián y si un zombi te muerde, entonces te infectarás. Tal vez no completamente loco como los humanos, pero lo suficiente loco para hacer mi trabajo más difícil.

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Algo pasó rápidamente por sus ojos.

—Por el amor de todas las cosas profanas, ¿Por qué tienes que ser tan difícil? Me disculpo por llamarte puritana. Incluso me disculparé por ayer. Te asusté. Tiré tu celular al retrete. Ves, fui criado en el Infierno. Podrías decir que soy socialmente torpe. Torpe no era una de las descripciones que venían a mi mente para él. Tenía una fluida gracia que era de otro mundo y depredadora. —Esto es raro, incluso para mí —admití. —Pero mejor que las clases de gimnasia, ¿cierto? La mayoría de las cosas eran mejor que la clase de gimnasia. —Quiero saber por qué el que estés aquí tiene algo que ver conmigo. —Como dije, no me creerías. —Cuando me mantuve firme, él dijo algo demasiado bajo y lento para que entendiera. Ni siquiera estaba segura de que fuera inglés, sonaba como una maldición. —No estoy aquí para lastimarte, ¿bien? Soy la última cosa por preocuparte.

la que deberías

Sorprendida por eso, solo podía mirar mientras la comprensión me golpeaba al costado de la cabeza. Por alguna razón— no sabía por qué— yo…yo le creía. Tal vez tenía que ver con el hecho de que si Roth quisiera herirme, ya lo podría haber hecho. O tal vez solo era increíblemente estúpida y quería morir. Y la idea de ir a clase sí apestaba. Suspiré—. Está bien, pero tienes que decirme porqué estás aquí cuando terminemos

—Y no tienes que coger mi mano. —¿Pero qué pasa si me asusto? —¿En serio? Varios segundos pasaron y después soltó mi mano. Rascando su barbilla, él se encogió de hombros. —Está bien. Es un trato, pero si quieres coger mi mano después, se te acabó la suerte

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Mi mirada cayó a nuestras manos entrelazadas. El calor había subido por mi brazo, y realmente no confiaba en esa sensación.

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Roth asintió.

—No creo que eso vaya a ser un problema. Roth deslizó sus manos dentro de los bolsillos de sus jeans negros mientras se mecían en sus talones. —¿Estás feliz ahora? ¿Podemos irnos? —Está bien —dije—. Bien. Él me lanzó una gran sonrisa, mostrando rápidamente dos hoyuelos perfectamente localizados que no había visto antes. Él casi parecía normal cuando sonreía así, pero la perfección de su cara aun parecía irreal. Alejé mi mirada de él, caminando. —¿Dónde es, de nuevo? —El cuarto de calderas en el sótano. Y probablemente va a oler peor ahí abajo. De alguna manera me había olvidado del olor. —¿Entonces mantienen controlados a otros demonios y esas cosas? Roth asintió mientras abría las puertas dobles con su hombro—. Sí. Atrapé la puerta antes de que se cerrara de golpe, cerrándola suavemente. —¿Y los dejan infectar a humanos aun cuando va contra las reglas?

—Los Alfas prohíben eso. Solo pueden… —Lo sé. Solo podemos alentar a los humanos, pero de ninguna manera manipular, infectar y/o matar, y blah, blah. El libre albedrío es una mierda. —Se rio y saltó bajando un escalón, aterrizando ágilmente en el concreto—. Somos demonios. Las reglas se aplican a nosotros cuando lo queremos. —El libre albedrío no es mierda, Roth.

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Lo seguí, agarrando el riel con mis húmedos dedos. Algo se sentía como si estuviera anidando en mi estómago.

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Bajando los escalones, él miró hacia atrás. Estaba tarareando en voz baja, una canción que era vagamente familiar—. Si.

Él se detuvo de repente, frente a mí nuestras miradas trabadas. —Dilo de nuevo. Fruncí el ceño—. ¿Decir qué? —Mi nombre. —¿Roth…? Los hoyuelos aparecieron de nuevo. —¿Sabías que es la primera vez que has usado mi nombre? He decidido que gusta escucharte decirlo. Pero de nuevo a mi punto, el libre albedrío es una mierda. Realmente nadie tiene libre albedrío. No podía apartar la mirada. —Eso no es verdad. Todo lo tenemos. Roth subió un escalón, destacando sobre mí. Quería retroceder, pero me obligué a quedarme quieta. —No tienes idea —dijo, ojos brillando como esquirlas de joyas de ámbar oscuro—. Ninguno de nosotros lo tiene. Especialmente no los Guardianes o demonios. Todos tenemos órdenes, las que debemos seguir. Al final, hacemos lo que nos dicen. La idea de libre albedrío es una broma.

—¿Qué clase de propósito tiene un demonio? ¿Hmm?— Él le dio golpecitos a su barbilla con la punta de su dedo. —¿Debería coaccionar a un político para que se vuelva corrupto o salvar un gatito de un árbol hoy? Espera. Soy un demonio. Voy a… —No tienes que ser sarcástico. —No lo soy. Solo te estoy dando un ejemplo de cómo somos quienes somos, lo que hemos nacido para ser. Nuestros caminos están claramente trazados frente a nosotros. No hay nada que lo cambie. Ningún libre albedrio.

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—Tomo decisiones todos los días, mis decisiones. Si no tienes libre albedrío, ¿Entonces qué clase de propósito tienes en tu vida?

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Sentía pena por él si era eso lo que realmente creía.

—Esa es tu opinión. Sostuvo mi mirada por unos segundos más y después sonrió. —Vamos. —Se dio la vuelta, bajando rápidamente otro de escaleras. Me tomó unos segundos hacer que mis piernas se movieran. —No soy para nada como tú. Roth se rio de esa profunda y ronca manera de nuevo. Una breve y satisfactoria imagen de mí pateándolo por las escaleras apareció rápidamente ante mí. Él estaba tarareando de nuevo, y estaba demasiada enojada con él para preguntarle que canción era. La escuela era antigua y de varios pisos de alto, pero había sido remodelada hace unos años. Los huecos de las escaleras eran un signo de su verdadera edad. Las viejas paredes de ladrillos desmoronadas en polvo rojo y blanco que cubría los escalones. Nos detuvimos frente a la oxidada puerta gris que decía Solo Empleados. El olor fue suficiente para matar mi apetito por el resto del día. Roth me lanzó una mirada, pareciendo inafectado por el mal olor. —Entonces… ¿realmente puedes decir si alguien va al Infierno? —pregunté, ahogándome. Podría vomitar si él abría la puerta.

—La mayoría de clichés son ciertos. —Sacudió el pomo de la puerta—. Con seguro. —Oh. Maldición. —Tiré de la cadena y jugueteé con el anillo—. Supongo que nosotros… —Escuché engranajes girando y metal cediendo. Bajé la mirada a la mano de Roth mientras abría la puerta. —Guao.

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—Que cliché. —Arrugué mi nariz mientras el hedor incrementaba mientras nos acercábamos.

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—Más que nada —respondió—. Usualmente corre en la familia. La manzana no cae lejos del árbol.

—Te dije que tenías muchos talentos —dijo, bajando la mirada al anillo—. Que joya para más interesante tienes ahí. Lo dejé caer bajo mi cárdigan, pasando mis manos sobre mis jeans. —Sí, supongo que es cierto. Luces parpadeantes y el peor olor del norte del Infierno nos recibieron. Puse mi mano sobre mi nariz y boca, la mezcla de descomposición y sulfuro desencadenando mis ganas de vomitar. Preferiría tomar una ducha en las mohosas casetas de la escuela que entrar en este lugar. Roth entró primero, sosteniendo la puerta con su bota. —No te acobardes. Dejé que la puerta se cerrara de golpe esta vez, porque la idea de tocar algo ahí abajo me repugnaba. —¿Cómo entró aquí? —No lo sé. —¿Por qué crees que está aquí? —No lo sé.

—Creo que esta es una mala idea —susurré, peleando la urgencia de coger la parte de atrás de la camisa de Roth. —¿Y tu punto es? —Roth empujó otra puerta abriéndola la cual guiaba a otro cuarto oscuro con maquinaria pesada zumbando. La puerta chocó contra un montón de cajas de cartón. Fuera de la oscuridad, un esqueleto cayó al otro lado de la entrada, brazos y piernas sacudiéndose en el aire húmedo y mohoso. Las cuencas de los ojos estaban vacías y

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Largos gabinetes de metal llenos de Dios sabe que limitaban el pasadizo en que el caminábamos y el calor humedeció mi frente con una fina capa de sudor. La luz encima se mecía en el cuarto sin brisa, ensombreciendo las mesas de trabajo vacías y herramientas dispersadas por todo el piso. Nos apretamos pasando una pila de pizarras, más blancas que verdes.

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—Muy útil —murmuré.

ciegos, la quijada colgando en un grito silencioso. Dejé salir un chillido ronco, saltando hacia atrás. —No es real —Roth recogió el esqueleto y lo examinó—. Es lo que usan en tu clase de biología. Ves. —Él movió un brazo óseo blanquecino en mi dirección—. Totalmente falso. Mi corazón no estaba de acuerdo, pero podía ver los tornillos de metal sosteniendo juntos los huesos del brazo. —Oh, dulce niño Jesús… Sonriendo, Roth tiró a un lado el esqueleto. Me estremecí mientras rebotaba, los huesos retumbando cuando golpeó lo que sea que había donde Roth lo había lanzado. Y después algo gruñó. Me congelé. Roth encendió la luz. —Whoops —murmuró.

Roth dejó salir un bajo silbido. Los ojos del zombie se movieron hacia Roth y continuaron moviéndose, al menos uno de ellos lo hizo. Estaba fuera de la cuenca del ojo, volando por el aire, salpicando contra el piso cubierto de barro. —¡Oh! Oh, no. No. ¡No me anoté para esto! —Puse mi mano sobre mi boca, teniendo arcadas—. No me voy a acercar a esa cosa. Roth dio un paso adelante, observando el desastre en el piso como si le fascinara.

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Detrás de la caldera, la única ventana en el cuarto estaba rota. Eso explicaba cómo había entrado en la escuela, pero no nos daba una pista de porqué estaba aquí.

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Parado frente a la caldera, un falso hueso de brazo, su mano ennegrecida y el resto del esqueleto yacían a sus pies. Finas volutas de aire se escurrían de la irregular piel como gusanos marrones. Le faltaba carne a partes de su cara. Una tira en la mejilla ondeaba contra sus labios fruncidos, y lo que quedaba de piel colgaba de los huesos, muy arrugado y pareciendo cecina de res. También usaba un traje que definitivamente había visto mejores días, días que no involucraban filtrar fluidos corporales.

—Eso fue bastante asqueroso. Me sentía desprotegida parada en la entrada sola. Acercándome poco a poco a Roth, mantuve mi mirada en el zombi. Nunca había visto uno en tan mala condición. Dios sabe que tuvo que haber masticado a personas para ese momento, pero los Guardianes habrían sido notificados por sus contactos. Mi movimiento atrajo el buen ojo del zombi. —Tú —balbuceó. Me detuvo. ¿Podían hablar? Supongo que George Romero se olvidó de eso. —¿Yo? —Oye. No la mires. Mírame —ordenó Roth, su voz grave con autoridad. Luchó por hacer que su boca funcionara. —Tú… debes… —Um… ¿Por qué me está mirando fijamente? —Agarré la tira en mi espalda hasta que mis nudillos dolían. —Tal vez piensa que eres bonita —bromeó Roth, retrocediendo mientras una rata corría frente a él. Le lancé una mirada de odio.

Con lentos y decididos movimientos, el zombi lanzó el brazo del esqueleto a la cabeza de Roth. Los huesos en el cuerpo del zombi se agrietaron y astillaron. Pus goteaba del rasgón en su chaqueta. Roth golpeó el brazo en el aire, su cara incrédula. —¿Acabas de tirar esto a mi cabeza? ¿Mi cabeza? ¿Estás loco? Se movió con pesadez hacia mí, gruñendo palabras incoherentes

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—¿Roth...?

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El zombi se tambaleó, su pie izquierdo deslizando hacia adelante. Di un paso hacia atrás, chocando contra más cajas.

—¡Roth! —chillé, golpeando el apestoso brazo—. ¡Esta fue una terrible idea! —¿Tienes que sacármelo en cara? Estiré mi brazo por detrás, agarrando una caja. Se la lancé al zombi, golpeando un lado de su cara. Una oreja se desprendió, aterrizando en su hombro. —¡Sí!¡Haz algo! Roth trepó detrás de él, usando el miembro del esqueleto como un bate de béisbol. —Lo estoy intentando. —¿Qué estás haciendo? —corrí a toda velocidad a un lado mientras trataba de alcanzarme— ¿No tienes malvados poderes de la oscuridad o algo así? —¿Malvados poderes de la oscuridad? No puedo usar ninguno de ellos sin traer a toda la escuela aquí abajo. Eso parecía ridículo—. ¿No se te puede ocurrir un mejor plan? Roth se mofó—. ¿Cómo qué? —No lo sé. ¡Haz que Bambi se la coma o algo así! —¿Qué? —Roth bajó su brazo, su expresión comiendo algo tan podrido.

perpleja—. Bambi se indigestaría

Mi cabeza se alzó de golpe mientras balanceaba el arma improvisada. Me lancé hacia atrás, siendo detenida por mi mochila. El brazo del esqueleto golpeó la cabeza del zombi y después la atravesó. Manchas de sangre y carne volaron por el aire, cayendo en el piso… y en mis jeans. Piel, músculos y huesos se sumieron en él. La cosa como que explotó, colapsando hasta que no quedaba nada excepto un charco en el piso y la ropa sucia que había usado. Roth lanzó el brazo, el enojo endureciendo su expresión.

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—¡Salte del camino!—gritó Roth.

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—¡Roth! Lo juro por Dios, yo… —Mi zapatilla se deslizó sobre la mugre y mi pierna salió disparada. Golpeé el sucio y mojado cemento con un fuerte oof. Tumbada sobre el piso, levanté mis manos lodosas—. Voy a vomitar. En serio

—Eso fue ligeramente irritante. Él se dio la vuelta, mirándome. Sus ojos ámbar tenían un brillo de diversión. —Oh, estás hecha un desastre. Me quedé mirando mis pantalones cubiertos en porquería y manos antes de clavar a Roth con una mirada furiosa. —Te odio. —Odiar es una palabra muy fuerte. —Él se movió a mi lado pavoneándose, agachándose—. Déjame ayudarte. Pateé, golpeándolo en la barbilla. —No me toques. Se echó para atrás, maldiciendo y sacudiendo la pierna de su pantalón. —Hiciste que cayeran sesos en mis jeans. Gracias. Murmurando en voz baja, me puse de pie y agarré mi mochila. Afortunadamente, no hubo ningún puaj en eso, ¿pero yo? Ni siquiera quería mirarme, estaba así de asquerosa. —Bueno eso fue realmente divertido. —¡Oye! No estés enojada. Ya nos ocupamos del problema del zombi.

Una lenta sonrisa se extendió por su cara. —Puedo llevarte a mi casa. Tengo una ducha que puedes usar. Entonces tal vez podamos beber algo y mirar mi Porsche. Mis palmas picaban por hacerse amigas de los lados de su cara. —Eres repugnante.

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—Mírame. Estoy totalmente cubierta de vomito de zombi, gracias a ti. Y tengo clases por el resto del día.

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Me señalé con ambas manos. En ese momento, no me importaba una mierda por qué me estaba siguiendo.

Él se rio, volteando hacia el cadáver. —¿Qué diablos estabas haciendo aquí? —dijo, principalmente para sí mismo—. ¿Y qué...? —Él miró sobre su hombro, su mirada cayendo a mi pecho. Sus ojos se entrecerraron. —Oh, genial. —¡Oye! ¡Dios, eres un canalla! Roth levantó una ceja. —Me han llamado peor. Ve a limpiarte. Me encargaré de esto. Respirando profundamente, me di la vuelta. Llegué a la puerta antes de que me detuviera. Él dijo algo como “crédula” en voz baja. Sacudiendo su cabeza, lo dejé en el cuarto de calderas, oliendo a zombi podrido.

Pasé el resto del día en mi ropa de gimnasio con mi pelo mojado. Odiaba a Roth.

La última vez que lo había despertado, había tenido ocho y solo al Sr. Snooty como compañía. Quería que alguien jugara conmigo, así que toqué el casco de metal mientras dormía. Eso no había salido bien. Esta vez era diferente. Él tenía que entender, pero al menos podía calmar su temperamento con una taza de café. Me tomó un par de minutos encontrar los malditos

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Caminé a través del recibidor, poniendo mi cabello mojado en un moño despeinado. Necesitaba decirle a Abbot sobre el zombi en la escuela. Aparte del asunto de Roth, el zombi era algo serio. Había una buena oportunidad de que Abbot todavía durmiera, sin embargo.

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Morris parecía sorprendido cuando me deslicé en el asiento del pasajero. Típicamente etiquetaba todos los días después de la escuela, pero hoy no tenía ganas. A diferencia de ayer, el silencio me recibió mientras entraba a la casa y dejé caer mi mochila dentro de la puerta.

granos de café y el filtro, después otros cinco minutos tratando de resolver si debía usar la máquina de café o de capuchino. La cosa requería un grado en ingeniería para entenderlo. Tiré de la palanca de acero inoxidable, frunciendo el ceño cómo diablo funciona esto? —Realmente no es complicado. Cada músculo en mi cuerpo se inmovilizó y aun así me las arreglé para dejar caer la pequeña cuchara de medir. Repiqueteó en el piso de azulejos. Me agaché y cogí la cuchara, tratando de calmar el repentino manojo de nervios en mi estómago. Mis piernas se sentían débiles mientras me enderezaba. Petr estaba parado en la entrada. Sus fuertes brazos cruzados sobre su pecho tamaño barril . —Veo que no has ganado nada de gracia desde la última vez que te vi. Viniendo de alguien más, esa indirecta podría haberme herido. Puse la cuchara en el mostrado. Maldita sea el café. Me detuve a unos pies frente a él. —Permiso. Él no se movió. —Y sigues igual de maliciosa. Mi barbilla se levantó. Petr era solo un año o dos mayor que yo, pero la oscura barba incipiente en su mentón y quijada lo hacía ver mayor.

Estaba todo menos feliz con la idea de cuerpo estando en el mismo código postal que el suyo. Pasé apretándome lejos de él, estremeciéndome cuando mi cadera rozó su pierna. —¿Pensé que estabas haciendo café? —Me siguió—. Podría ayudarte. Ignorándolo, me apresuré. No caería en su tono adulador de nuevo. No en esta vida o en la otra. Petr me rodeó, bloqueando mi camino hacia arriba, a la seguridad. Él suspiró.

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Petr se hizo a un lado, dejando solo un pie para pasar—. ¿Feliz?

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—¿Por favor puedes moverte?

—¿Entonces para quién estabas haciendo café? Un atisbo de miedo enrolló mi corazón. —¿Puedes moverte? Necesito ir arriba. —¿No puedes hablarme por cinco minutos? Fuera de hábito, busqué el objeto circular debajo de mi camiseta, sujetándolo con mi mano. Traté de pasarlo. Él siguió mis movimientos. —Petr, por favor déjame pasar. Débil luz solar de la ventana cercana se reflejó en el pequeño tachón perforado en su nariz aguileña. —Puedo recordar una época cuando te gustaba hablar conmigo. Cuando esperabas ansiosa la visita de mi clan. Un leve sonrojo se desplazó por mi cara mientras mi agarre se apretaba en mi blusa. El anillo se sentía a través de la ropa, presionándose contra mi palma. Solía gustarme el idiota. —Eso fue antes de que me diera cuenta de cuan raro eras. Las líneas de su quijada se endurecieron. —No hice nada malo.

Tomé airé. —Soy una Guardiana. Él rodó sus ojos, riéndose. —Oh, lo siento. Solo eres mitad demonio. Como si eso hiciera una diferencia. ¿Sabes qué les hacemos a los engendros de demonios y humanos?

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—Estás provocándome. —Su voz bajó—. ¿Y desde cuando los demonios tienen voz en algo?

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—¿No hiciste nada malo? Te dije que pararas y tú no…

—¿Amarlos y abrazarlos? —Traté de pasar deslizándome, pero él golpeó su palma contra la pared frente a mí. —Los matamos, Layla. Como Abbot debía hacer contigo, pero eres tan malditamente especial. Mordí mi labio. Él estaba demasiado cerca. Si respiraba muy profundamente, podía saborear su alma. —Necesito ir a ver a Zayne. —Zayne todavía está descansando. —Se detuvo—. Se quedó despierto hasta muy tarde esta mañana hablando con Danika. Celos irracionales inundaron mi sistema, lo cual era muy estúpido considerando mi situación actual. —Entonces voy a ver a… —¿Jasmine y los gemelos? —preguntó—. Sí, están tomando una siesta. Nadie está despierto, Layla, solo somos tú y yo. Tragué. —Morris está aquí. Geoff está despierto, también. Petr se rio.

Su pesada mano aterrizó en mi hombro, forzándome a girarme. Petr sonrió. —Estás en tantos problema, tú pequeña perra medio demonio. El enojo me inundó y traté de sacudirme su mano. Dejando el anillo, me preparé para romper la regla Guardiana de no pelear. —¿Me estás amenazando? —No. Para nada. —Movió su mano a mi garganta, apretando sus dedos más fuerte de lo que Roth había hecho.

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Un lento fuego empezó bajo mi piel. Contuve la respiración. Si había alguien en este mundo a quien quería quitarle la vida, era Petr. De todos, él era el que más lo merecía.

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—No tienes ni idea.

Irónico que un demonio tuviera manos más suave que un Guardián. —Quieres pelear conmigo, ¿cierto? Hazlo. Nos hará todo más fácil. Mi estómago cayó. Petr sabía que me metería en problema, y había más que un atisbo de crueldad en sus pálidos ojos. Peor aún, sabía que no veía nada malo con lo que estaba haciendo. Sus acciones nunca corromperían su alma, porque era pura, sin importar lo que hiciera. Era como un pase libre para él. Petr se inclinó, su respiración demasiado caliente contra mi mejilla. —Vas a desear que Abbot hubiera apagado tu miserable pequeña vida cuando eras una bebé. A la mierda las reglas. Levanté mi rodilla, golpeando donde duele. Petr dejó salir un bajo gruñido y me soltó, ahuecándose. Dándome la vuelta, subí volando las escaleras sin mirar atrás. En el pasillo, me encontré cara a cara con el padre de Petr. Traté de no reaccionar pero la cicatriz en zigzag que atravesaba su labio superior e inferior era difícil de no notar. Una vez Abbot me había dicho que el rey Demonio le había hecho esa cicatriz a Elijah.

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Elijah me observó con un mirada de repulsión, pero no dijo nada mientras corría alrededor de él y entraba a mi cuarto, cerrando con cerrojo la puerta detrás de mí. No es que esto detuviera a alguno de ellos si decidieran atravesar la puerta.

Traducido por Otravaga

Abbot estaba sentado detrás del escritorio, con la pierna apoyada sobre su rodilla. —No comiste mucho en la cena. ¿Todavía te sientes mal? Me tiré en la silla. Me las había arreglado para comer sólo un bocado o dos durante la tensa cena. Petr clavó su mirada en mí todo el tiempo. —No los quiero aquí. Abbot frotó sus dedos por su barbuda barbilla. Su cabello rubio estaba recogido como de costumbre. —Layla, entiendo que te sientas incómoda. Elijah me ha asegurado que no tendrás ningún problema con Petr. —¿En serio? Eso es gracioso, porque Petr me arrinconó más temprano.

—No fue como... la última vez. —Me moví incómoda, sintiendo mi rostro arder. Él dejó escapar un largo y bajo suspiro. —¿Puedes simplemente permanecer lejos de él durante la próxima semana o algo así? Me quedé anonadada. —Estoy permaneciendo lejos de él. ¡Él no va a quedarse lejos de mí! Si se me acerca de nuevo, te juro por Dios que tomaré su... Abbot golpeó su mano contra el escritorio, haciéndome saltar en la silla.

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—¿Él hizo algo?

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Sus dedos se detuvieron, sus ojos claros agudizándose.

—¡Tú no vas a hacer tal cosa, Layla! Mi corazón dio un vuelco. —No estaba hablando en serio. Yo... yo lo siento. —Eso no es nada para bromear. —Sacudió la cabeza, hablando como si yo fuese una niña mala conducta—. Estoy muy decepcionado de que siquiera hayas considerado decir algo como eso. Si alguno de nuestros visitantes te escuchara, incluyendo el padre de Petr, el daño sería irreversible. Un asqueroso y desagradable bulto se formó en mi pecho. Detestaba decepcionar a Abbot. Le debía mucho: un hogar, seguridad, una vida. Bajé la mirada, girando el anillo entre mis dedos. —Lo lamento... de verdad lo hago. Abbot suspiró, y lo oí reclinarse en su asiento. Miré hacia arriba, sin querer incrementar su larga lista de preocupaciones. Pasó los dedos por su frente, con los ojos cerrados. —¿De qué querías hablar conmigo, Layla? Repentinamente todo el asunto con el zombie no parecía muy importante. Tampoco lo hacía la presencia de Roth. Sólo quería ir a esconderme en mi dormitorio. —¿Layla? —preguntó, sacando un grueso cigarro de una caja de madera sobre el escritorio. Nunca los fumaba, pero le gustaba juguetear con ellos de todos modos.

—¿Querías hablar conmigo sobre la escuela? Sé que Zayne ha estado ocupado con la llegada y el entrenamiento de Danika, pero tengo mucho que hacer en este momento. ¿Quizás Jasmine estaría interesada en charlar contigo? Mi rostro se sentía como si pudiera freír huevos sobre él. —No quiero hablar de chicos o de mis calificaciones. Rodó el cigarro entre los dedos.

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Sus pálidas cejas se elevaron unos centímetros.

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—No es nada —dije finalmente—. Es sólo algo que ocurrió hoy en la escuela.

—¿Cómo están tus calificaciones? ¿Asumo que tu profesora va a permitirte recuperar el examen mañana? Dejé caer el anillo, aferrando los brazos de mi silla en señal de frustración. —Mis calificaciones están bien. Y tengo la recupera... —¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? Me di la vuelta. Zayne estaba en la puerta, con el cabello cayendo alrededor de su rostro como cortinas de arena. —Estoy tratando de decirle Abbot lo que pasó hoy en la escuela. Su mirada pasó de perezosa a sorprendida. Le echó un vistazo a su padre mientras una lenta sonrisa torcía sus labios. —¿Cómo va eso? Abbot suspiró profundamente, poniendo el cigarro de nuevo en la caja. —Layla, tengo que salir en breve para reunirme con el comisario general de policía y el alcalde. —Hoy había un zombie en mi escuela —solté. —¿Eh? —Zayne se detuvo detrás de mi silla, dándole un sopetón a la parte posterior de mi oreja. Alejé su mano de un manotazo—. ¿De qué estás hablando? —preguntó.

—¿Cómo supiste que estaba allí? —exigió Abbot, descruzando las piernas mientras se inclinaba hacia adelante. No podía decirles sobre Roth. De ninguna manera iba a abrir esa puerta. —Yo... yo lo olí. Zayne se dejó caer en el asiento de al lado. —¿Alguien lo vio? Me encogí.

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—Él estaba en la sala de calderas y...

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Encontré la mirada súbitamente alerta de Abbot.

—Confía en mí, si así fuese, eso habría estado en el noticiero de la noche. Él estaba así de arruinado. —¿Todavía está allí? —Abbot se puso de pie, bajándose las mangas de la camisa. —Eh... sí, pero no creo que vaya a ser un problema. No es más que un montón de ropa y viscosidad. —Espera un minuto —dijo Zayne, frunciendo el ceño mientras me miraba—. Oliste un zombie, y sabiendo lo peligrosos que pueden ser, ¿decidiste ir a una sala de calderas y echarle un vistazo? Lo miré. ¿A dónde iba con esto? —Bueno, sí, lo hice. —¿Y te enfrentaste al zombie? ¿Matándolo? Bueno... —Sí. Él le lanzó a su padre una significativa mirada. —Padre. —¿Qué? —Mis ojos saltaron entre los dos. Abbot caminó alrededor del escritorio, dejando escapar otro largo suspiro.

—No me meto con las cosas peligrosas, pero... —Zayne me dijo que seguiste a un Poser a un callejón la otra noche —interrumpió Abbot, en total modo de padre. Modo de padre decepcionado—. Y resultó ser un Seeker. —Yo... —cerré la boca, fulminando con la mirada a Zayne. Él evitó mis ojos, mirando a su padre—. No es gran cosa. —Seguir a un Poser o a cualquier demonio a un callejón es gran cosa, Layla. —Abbot se cruzó de brazos, inmovilizándome con una mirada disgustada—. Lo sabes bien.

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La inquietud acalambró los músculos de mi estómago.

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—¿Cuáles son las reglas, Layla?

Nadie puede ver tus etiquetas aparte de nosotros. No hay ninguna razón por la que deberías estar siguiendo a uno a una zona aislada. Y en lugar de buscar al zombie hoy, deberías haber llamado a Morris y él nos habría despertado. Cristo. Me hundí en mi asiento. —Pero... —Sin peros, Layla. ¿Qué habría pasado si el zombie era visto por alguien? Estamos encargados de mantener el secreto de la verdad. La humanidad tiene que tener fe de que existe el Cielo y el Infierno sin pruebas. —Tal vez deberíamos reducir su tiempo de etiquetado —sugirió Zayne—. No necesitamos que lo haga. Honestamente, todo esto de depender de su etiquetado en lugar de buscarlos activamente es mucha flojera por parte de nosotros. Me quedé mirándolo, viendo mi libertad marchitarse frente a mí en lugar de sus miradas piadosas. —¡Nadie se enteró del zombie hoy! —Ese no es el punto —espetó Abbot—. Lo sabes bien, Layla. Te arriesgaste a graves consecuencias al no decirnos, por no hablar de poner en riesgo tu propia seguridad. Su decepción sonó alta y clara. Me moví incómoda en mi asiento, sintiéndome de unos treinta centímetros de altura.

Me indigné. —¿Así que ya no estoy autorizada a etiquetar? —Eso es algo que tengo que pensar —respondió Abbot. Eso no sonaba bien para mí. Odiaba la idea de no ser capaz de etiquetar. Era lo único que compensaba la sangre demoníaca en mí, o al menos me hacía sentir mejor. Quitarme eso era como una bofetada en la cara. También me permitía salir de la casa,

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—Bien pensado. —Le dio a su hijo una sonrisa de orgullo.

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—Deberíamos revisar la escuela esta noche —dijo Zayne—. Hacer que el comisionado se ponga en contacto con el superintendente... decir que es algo rutinario para que no haya sospecha.

y con Petr aquí eso era todavía más importante. Pedí disculpas una vez más y salí del estudio. Me sentía como si estuviera a punto de llorar y gritar... o golpear a alguien. Zayne me siguió hasta el pasillo. —Oye. Me detuve cerca de las escaleras, una oleada de ira golpeando mis entrañas. Esperé hasta que se paró a mi lado. —Tenías que decirle sobre el Seeker en el callejón. Gracias. Él frunció el ceño. —Él necesitaba saber, Layla. No estabas siendo cautelosa y podrías haber sido herida. —¿Entonces por qué no me dijiste algo a mí en lugar de correr con tu papi? Su mandíbula se tensó inmediatamente. —No corrí con mi papi. Crucé los brazos. —Eso no es lo que parece. Zayne me dio un suspiro con el que estaba familiarizada. Decía estás siendo infantil y me estás sacando de quicio.

—Tu seguridad es más importante. Sabes que nunca he estado de acuerdo con que te permitan andar por Washington tú sola, persiguiendo demonios. Es peligroso. —He estado etiquetando desde que tenía trece años, Zayne. Nunca he tenido ningún problema... —Hasta hace un par de noches —me interrumpió, las mejillas ruborizadas por la ira. Era tan raro que Zayne alguna vez perdiera la calma conmigo, pero cuando lo hacía, era épico—. Y es más que eso. Eres joven y bonita. Quién sabe qué clase de atención estás atrayendo allá afuera.

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—¿Por qué sugeriste siquiera que dejara de etiquetar? Sabes lo importante que es para mí.

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Lo ignoré.

En cualquier otro momento habría estado encantada de escucharlo decir que era bonita, pero en este momento, quería tomar esa palabra y empujarla en su rostro. —Puedo cuidar de mí misma. Me miró sin parpadear. —Lo que te he enseñado no te salvará de todo. La irritación y la necesidad de demostrar que no era alguna cerebrito indefensa provocaron lo que dije después. —Y sé cómo eliminar a alguien. Zayne entendió lo que estaba diciendo. Una mirada de absoluta incredulidad pasó rápidamente por su rostro. —¿Esa es la forma en que la que te protegerás? ¿Tomando el alma de alguien? Lindo. Inmediatamente, me di cuenta de mi error. Bajé un escalón. —De verdad no lo decía en serio, Zayne. Lo sabes. No parecía muy seguro. —Lo que sea. Tengo cosas que debo hacer. —¿Cosas como Danika? —dije antes de que pudiera detenerme.

La caliente avalancha de lágrimas nubló mi visión mientras lo veía partir. Yo estaba haciendo un lío de todo sin siquiera intentarlo. Hacía falta talento para eso. Me di la vuelta y vi a Petr de pie justo dentro de la sala de estar. La sonrisa de suficiencia en su rostro me dijo que había escuchado todo nuestro intercambio... y lo disfrutó.

Me desperté, con el corazón palpitando y la garganta ardiendo. Las sábanas se retorcían alrededor de mis piernas, irritando mi piel. Dándome la vuelta, miré fijamente la luz verde neón del reloj despertador.

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—Muy maduro. Buenas noches, Layla.

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Sus ojos se cerraron, y cuando se volvieron a abrir, eran de un blindado azul helado.

2:52 a.m. Necesitaba algo dulce. Quitándome rápidamente las sábanas, me levanté. Mi camisón se aferraba a mi piel húmeda. No había ni una sola luz encendida en el pasillo fuera de mi habitación, pero me sabía el camino de memoria. Había habido tantas noches cuando inesperadamente el ansia golpeaba con fuerza, llevando a viajes oscuros y silenciosos hacia la cocina. Bajé silenciosamente las escaleras y pasé por las sombrías habitaciones en un apuro. Mis piernas estaban empezando a sentirse flojas, mi pulso al máximo. No puedo vivir así. Mi brazo tembló cuando abrí la puerta del refrigerador. La luz amarilla bañó mis piernas desnudas y el suelo. Me agaché, buscando impacientemente la caja de jugo de naranja entre las botellas de agua y leche. Molesta y lista para patear algo, encontré el jugo de naranja detrás de los huevos. La caja resbaló de mis dedos temblorosos, estrellándose contra el suelo y derramando jugo pegajoso por todos mis pies. Las lágrimas brotaron y rodaron por mis mejillas. Estaba llorando por el jugo de naranja derramado, por el amor de Dios. Tenía que ser uno de mis momentos más patéticos de todos los tiempos.

Danika era tan impresionante en su verdadera forma como lo era en su forma humana. Se dejó caer a mi lado, las garras golpeando en el suelo de baldosas mientras se acercaba a la isla de la cocina y agarraba un rollo de toallas de papel. —¿Necesitas ayuda?

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Entonces oí el suave aleteo de alas, haciéndose cada vez más fuerte a medida que avanzaban hacia la cocina. Me puse rígida, mi propia respiración paralizándose en mi garganta. El aire se agitó a mi alrededor. Miré hacia arriba, para ver ojos amarillos y colmillos rodeados de piel del color y la textura del granito pulido. La nariz era plana, las fosas nasales meras hendiduras delgadas. Separando la cascada de cabello oscuro había dos cuernos que se curvaban hacia adentro.

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Sentándome al lado del charco pegajoso, ignoré el frío aire del refrigerador. Dios sabe cuánto tiempo me quedé allí antes de que cerrara la puerta de un golpe. De inmediato la cocina quedó sumida en la oscuridad. En cierto modo me gustaba así. Sólo éramos yo, siendo ridículamente estúpida, y la oscuridad. Nadie podía presenciar mi histeria.

Era extraño ver a una gárgola de más de metro ochenta ofreciéndote toallas de papel. Danika me miró fijamente, con sus labios gris oscuro curvándose en una sonrisa tentativa. Apresuradamente me pasé las palmas bajo los ojos y luego tomé el fajo de toallas. —Gracias. Danika plegó las alas cuando se agachó, limpiando la mayor parte del desorden en un zarpazo. —¿Te sientes mal? —Estoy bien. —Levanté la caja de cartón. Estaba vacía. Genial. Hizo una bola con las toallas de papel, sus dedos largos y elegantes, pero esas garras podían cortar a través de la piel, los músculos, incluso el metal. —No parece que estés bien —dijo con cautela—. Zayne me dijo que a veces... te enfermas. Mi cabeza se levantó de golpe. Una ráfaga de caliente traición me recorrió. Ni siquiera podía formar palabras. El rostro de Danika se demacró más. —Él sólo está preocupado por ti, Layla. Se preocupa profundamente por ti.

Lentamente se enderezó. —Sólo dijo algo para que pudiera ayudar en caso de que necesitaras alguna cosa. Ella retrocedió, al ver la expresión de mi rostro. —Layla, no te juzgo. De hecho, creo que eres muy fuerte.

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—Oh. —Me reí con dureza—. ¿Lo hace? ¿Es por eso que te dijo acerca de mi enfermedad?

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Agarré las toallas empapadas y la caja vacía, poniéndome de pie sobre piernas temblorosas.

Más lágrimas, más calientes que aquellas que ya habían caído, quemaron en la parte posterior de mi garganta. El por qué siempre me estaba comiendo algo dulce no era ningún secreto, pero sólo Zayne sabía lo desesperadamente que batallaba con ello... hasta ahora. No podía creer que le hubiese contado a Danika. ¿Y le pidió que estuviese pendiente de mí? Humillante parecía una palabra débil para describir cómo me sentía. —Layla, ¿necesita algo más? Puedo ir a la tienda y conseguir un poco más de jugo. Tiré las cosas en el cubo de la basura, con los hombros rígidos. —No voy a saltar sobre ti y chupar tu alma, si eso es lo que te preocupa. Danika jadeó. —Eso no es lo que quise decir... en absoluto. Es que te ves como si necesitaras algo y quiero ayudar. Me di la vuelta. Todavía estaba junto al refrigerador, con las alas desplegadas, llegando por lo menos a un metro veinte a cada lado de ella. —Estoy bien. No tienes que estar pendiente de mí. —Me aparté, pero me detuve en la puerta, respirando superficialmente—. Dile a Zayne que dije gracias. Antes de que Danika pudiera responder, salí de la cocina y volví a mi habitación. Me metí en la cama, tirando las mantas sobre mi cabeza. De vez en cuando, un espasmo recorría mis músculos y mis piernas se sacudían. Una y otra vez, las palabras atravesaban mi cabeza.

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No puedo vivir así.

Traducido por Pandora Rosso

—¿Te sientes bien hoy? —me preguntó Stacey al momento en que se sentó a mi lado en biología—. Te ves de la mierda. Ni siquiera me molesté en mirar hacia arriba. —Gracias, amiga. —Bueno, lo siento pero es verdad. Te ves como si hubieras estado despierta toda la noche llorando. —Es alergia. —Me moví hacia adelante para que mi pelo bloqueara la mayor parte de mi cara—. Tú, en cambio, suenas terriblemente animada esta mañana. —¿Si verdad? —Stacey suspiró soñadora—.Mamá no metió la pata con mi café como siempre lo hace. Ya sabes cómo me pongo cuando lo hace, que es casi cada maldita mañana, pero no hoy. No. Hoy era el día de avellanas y mi mundo es brillante y luminoso. De todos modos, ¿qué hizo Zayne?

—Zayne es la única persona que te hace llorar. —No estaba llorando. Se apartó el flequillo hacia atrás. —Lo que sea. Tienes que superarlo e involucrarte con un bombón. —Ella hizo una pausa señalando con la cabeza hacia la puerta—. Como él, por ejemplo. Él te dejaría llorando por una razón completamente diferente. —No estaba llorando sobre… —me callé cuando me di cuenta de que estaba señalando hacia Roth—. Espera, ¿cómo iba a hacerme llorar él?

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Su mirada era simpática.

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—¿Qué? —Levanté la cabeza y fruncí el ceño.

Los ojos de Stacey se agrandaron. —¿Hablas en serio? ¿Tengo que explicarlo? Miré hacia atrás a Roth. Como Stacey, mis compañeras habían detenido lo que estaban haciendo simplemente para observarlo. Había una arrogancia natural en la forma en que caminaba. De repente me llegó lo que quería decir Stacey. Volviéndome roja como remolacha, me volví hacia mi libro. Ella se rio. Fue un día de laboratorio. Nos asociamos con Roth, para deleite de Stacey. Sorprendentemente, no me hizo caso durante la mayoría de la clase y conversó con Stacey. Ella se lo contó todo a excepción de su talla de sujetador, y yo creía sinceramente que si la campana no hubiese sonado, le habría dicho eso también. Mi humor de mierda me siguió por el resto del día. En el almuerzo, empujé mi comida en mi plato mientras Stacey dedicaba a Eva una mirada épica de odio. Sam me pinchó con el tenedor de plástico—. Hey. —¿Mmm? —¿Sabías que todos los estados del norte tienen una Springfield como ciudad? Sentí una sonrisa en mis labios. —No, no lo sabía. A veces me gustaría tener la mitad de memoria que tú.

—Puedo oírte —respondió Stacey—. Ha estado propagando rumores desagradables. Creo que voy a entrar en su casa más tarde y cortarle el pelo. Después tal vez lo pegue en su cara. Sam sonrió—. Eso es una extraña forma de represalia. —Sí, eso es raro. —Me tomé un sorbo de mi agua. Stacey rodó los ojos. —Si has oído la mierda que ha estado diciendo, te inscribirías para pegárselo en la cara.

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—¿Cuánto tiempo crees que Stacey le va a dar a Eva la mirada apestosa?

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Sus ojos brillaban detrás de sus gafas.

—Oh, ¿Es eso de abrirme de piernas después de una cerveza o de ser una sirvienta en mi propia casa? —Giré la tapa en la botella de agua, considerando brevemente arruinar la cara de Eva. Sam se quitó las gafas—. Yo no había oído hablar de esto. —Eso se debe a que no oyes nada, Sam. Eva ha estado diciendo algunas cosas viciosas sobre Layla. No estoy de acuerdo con eso. Un temblor fino recorrió mi espalda cortando mi respuesta. Miré a mi izquierda, sorprendida de encontrar Roth allí de pie. Esta era la primera vez que lo había visto en la cafetería. Por alguna razón, yo no creía que él comiera. Stacey ni siquiera trató de ocultar su sorpresa. —¡Roth! ¡Has venido! —¿Qué? —Me sentí tan confundido como se veía Sam. Roth se dejó caer en el asiento vacío a mi lado con una sonrisa satisfecha en su rostro. —Stacey me invitó a almorzar durante biología. ¿No estabas prestando atención? Disparé Stacey una mirada de incredulidad. Ella se limitó a sonreír —Qué amable de tu parte —dije lentamente. La mirada de Sam rebotó entre Stacey y yo antes de decidirse por Roth. Extendió la mano torpemente. Quería golpearlo.

—Puedes llamarme Roth. —¿Roth como en la cuenta de retiro7? —preguntó Sam—. ¿Por eso te nombraron así? Las cejas oscuras se alzaron en la frente de Roth mientras miraba a Sam. —Lo siento. —Stacey suspiró—. Sam no tiene absolutamente ninguna habilidad social. Debería haberte advertido.

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Roth IRA(Individual Retirement Account): Es un tipo de plan de jubilación en virtud de la ley de EE.UU. que generalmente no se grava, siempre que se cumplan ciertas condiciones.

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Roth le estrechó la mano.

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—Yo soy Sam. Encantado de conocerte.

Los ojos de Sam se estrecharon sobre Stacey. – —¿Qué? Es que las cuentas de jubilación se llaman Roth IRA. ¿Cómo puedes no saber eso? —Estoy en la escuela secundaria. ¿Por qué debería preocuparme por la jubilación? Además, ¿quién lo sabría sino tú? —replicó Stacey mientras cogía un tenedor de plástico agitándolo en su cara—. Con lo siguiente que nos vas a impresionarnos es con tu conocimiento sobre utensilios de plástico y la forma en que fueron creados. —Lo siento si tu falta de conocimiento te hace sentir incómoda. —Sam golpeó el tenedor sonriendo—. Debe ser difícil vivir con ese diminuto cerebro que tienes. Roth me dio un codazo. Casi salté de mi asiento. —¿Son siempre así? Consideré no hacerle caso, pero cuando miré a su cara, me encontré con que no podía apartar la mirada. Verlo en la cafetería de la escuela era más allá de enervante. Me imaginaba que él solo venía a Biología y luego desaparecía. ¿Estaba realmente asistiendo todo el día? —Siempre —murmuré. Él sonrió cuando su mirada cayó sobre la mesa—. Entonces, ¿De qué estaban hablando antes de las cuentas de jubilación y la creación de utensilios? —Nada —le dije rápidamente.

—He oído de eso —respondió Roth—. ¿Así que estabas planeando algún tipo de venganza? —Definitivamente —respondió ella. —Bueno, siempre puedes… —No. —Lo detuve—. No, la venganza no es necesaria, Roth. —Yo estaba bastante segura de que sus ideas me iban a comprar un billete de ida al infierno. Sacó un mechón de pelo de su cara. No estaba puntiagudo hoy y me gustaba así. Hacía su cara más suave. No es que me gustara su pelo o su cara, o cualquier cosa sobre él.

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—Gracias. —Miré las puertas que conducen fuera de la cafetería con desesperación.

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—Eva Hasher, la perra que está por ahí. —Stacey hizo un gesto con la mano—. Ella ha estado hablando mierda sobre Layla.

—Eso no es divertido. Sam miró a Roth, deslizando sus gafas. —No conoces a Stacey. La última vez que planeó una venganza incluyó el robo de una lata de maza y un carro. Los ojos de Roth se agrandaron. —Wow. Dura. Stacey se estiró en la silla sonriendo de oreja a oreja. —¿Qué puedo decir? Si voy a ser mala, voy con todo. Esto pareció despertar al demonio, lo cual no era de extrañar. Salté antes de que pudiera decir nada. —Así que... ¿qué es lo que todo el mundo está haciendo este fin de semana? Sam se encogió de hombros. —Estaba pensando en ir a ver una obra en el antiguo teatro de ópera. Desde que alguien no me ha conseguido la entrevista del siglo, estoy haciendo un artículo sobre arte popular en su lugar. Que Dios me ayude. Me froté la frente con cansancio.

Quería golpearla. —¿Asustarme? —Roth sonrió—. No, creo que es... épico. Poco a poco, lo miré—. ¿Lo crees? Su sonrisa se convirtió en una malditamente cercana sonrisa angelical. —Oh, sí. Admiro a los Guardianes. ¿Dónde estaría cualquiera de nosotros sin ellos?

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—Roth, ¿sabías que Layla fue adoptada por los Guardianes? —Stacey me empujó debajo de la mesa—. ¿Eso te asusta?

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—Lo siento. Te dije que no aguantaras la respiración. Los Guardianes son bastante tímidos con las cámaras, como recordarás.

Casi me reí. Sonaba tan ridículo viniendo de un demonio. Pero a pesar de que me las arreglé para ahogar la risa, mi sonrisa apareció antes de que pudiera hacer nada al respecto. Sus ojos se encontraron con los míos de nuevo, pero esta vez la cafetería se desvaneció. Yo sabía que el mundo continuaba a nuestro alrededor y podía oír Stacey y Sam peleando de nuevo, pero se sentía como que éramos solo nosotros dos. Un aleteo extraño comenzó en mi pecho, extendiéndose a través de mi cuerpo. Se movió sin darme cuenta, su cálido aliento bailando sobre mis mejillas y mis labios. El aire atorado en mis pulmones. Sus labios se separaron y me pregunté cómo sería recorrer mis dedos a través de ellos, sentirlos. —¿Qué estás pensando? —murmuró, sus ojos revoloteando. Salí de mi bruma, recordando a quién y lo que estaba mirando. Pensando en él de una manera que nunca debía considerar. Se suponía que debía estar enfadada con él por lo de ayer y las innumerables otras cosas que había hecho en el poco tiempo que lo conocía. Sintiéndome mareada, me mordí el labio y me concentré en lo que mis amigos estaban discutiendo. Algo que ver con piña y cerezas, pero unos segundos más tarde, robé otra mirada a Roth. Su sonrisa era presumida, incluso un poco atrevida.

—¿Qué estás haciendo? —Por Dios. —Tropecé hacia atrás—. Casi me dio un derrame cerebral. Uno de los lados de sus labios se curvó hacia arriba—. Vaya.

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Después de terminar mi examen de biología recuperativo, me deshice de mis libros en mi casillero. Abbot probablemente no quería que etiquetara esta noche, pero eso era lo que había planeado. Arriesgarme a su ira era mucho mejor que encerrarme en mi cuarto o ser forzada a estar alrededor de Petr. Cuando cerré la puerta, sentí una agitación artificial del aire a mí alrededor. Al levantar la mirada, mi corazón tartamudeó en un alto. Roth se apoyaba en el casillero junto al mío con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones vaqueros.

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Y tuve la sensación de que estaba en problemas.

Tiré mi bolso sobre mi hombro y pasé junto a él, pero él fácilmente me alcanzó. Abrí las pesadas puertas de metal dando la bienvenida al aire fresco de la noche. —¿Qué quieres? —Pensé que te gustaría saber que he limpiado el desastre de ayer. Me lo había imaginado ya que se suponía que Abbot y Zayne lo irían a revisar anoche y no me habían arrancado de la cama para gritarme sobre el cadáver. —Bien por ti. —Y tú estás etiquetado, ¿verdad? A pesar de que te pedí amablemente que no. No puedo dejar que lo hagas sola. —No ¿Por qué? —Ya te dije por qué. No es seguro para ti. Contuve las ganas de gritar. —¿Y por qué no es seguro para mí? Él no dijo nada. Más allá de molesta, empecé a caminar hacia delante. Las calles estaban cubiertas de peatones corriendo a los vagones del metro. Tal vez podría perderme entre la multitud. Una cuadra más tarde, Roth seguía a mi lado.

Él se rio entre dientes. —Me gusta que trates de ser honesta. Le miré con recelo. —No estoy tratando. Estoy siendo honesta. Roth sonrió ampliamente, mostrando los dientes sorprendentemente afilados. —Eso es una mentira. A una parte de ti le gusto.

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—Supongo que se puede decir eso. Realmente no me gustas.

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—Estás enojada conmigo —dijo casualmente.

Me bajé de la acera irritada. —Yo no soy la que miente en estos momentos. Sin inmutarse, él extendió la mano y agarró mi brazo, tirando de mí hacia atrás mientras un taxi pasaba zumbando tan rápido que azotaba mi pelo. El taxista tocó la bocina gritando algo obsceno hacia mí. —Ten cuidado —murmuró Roth—. Dudo que tus interiores sean tan bonitos como el exterior. Estaba instantáneamente consciente de cómo se sentía mi pecho apretado contra él. Una calidez inexplicable me inundó, como si estuviera tomando el sol del verano. Nuestros ojos se encontraron. Tan cerca como estábamos, pude ver que sus ojos no eran absolutamente dorados, había manchas de color ámbar profundo en ellos. Pestañeó ahogándome en ellos. Ese aroma salvaje suyo nos envolvió. Mi mano se cerró sobre su pecho. ¿Cuándo había aterrizado mi mano en su pecho? no sé, pero mi mirada se había dejado caer en su boca. Esos labios... tan cerca. La sonrisa torcida de Roth creció. Retorciéndome, me liberé. La risa de Roth levantó mis pelos de punta. Me las arreglé para cruzar la calle sin ser atropellada. Mi cuerpo todavía se estremecía del breve contacto.

Estaba merodeando fuera de un hotel que estaba en construcción, de pie junto a los andamios de color rojo que subía la parte delantera del edificio. El Demonio se parecía a cualquiera del montón de niños punk-rock que se puede encontrar en las calles de Washington. —Ya sabes, podrías haber dicho gracias por salvar tu vida. —Roth estaba de repente a mi lado. Gemí, manteniendo un ojo en el Demonio—. No has salvado mi vida.

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Por suerte, encontré algo que me distrajo. De pie en la esquina opuesta había un Fiend.

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Y eso estaba mal.

—Casi te aplasta un taxi. Y si deseas conseguir que te pasen por encima, con mucho gusto ofrezco mis servicios. Te prometo que voy a ser muy… —Ni siquiera termines la frase. —Fue sólo una oferta. —Lo que sea. —Vi al demonio mirando a un trabajador de la construcción que estaba empezando a bajar del andamio—. Si digo gracias, ¿Te irás? —Sí. —Gracias —le dije con impaciencia. —Mentí. —¿Qué? —Levanté la vista hacia él con el ceño fruncido—. Eso está muy jodido. Roth se inclinó para que nuestros rostros estuvieran a pulgadas. Dios, olía maravilloso. Cerré los ojos un instante y me juré que podía sentir su sonrisa. —Yo soy un demonio. Tiendo a mentir de vez en cuando. Sentí mis labios torcerse en una sonrisa. Rápidamente me di la vuelta para ocultarlo. —Tengo cosas que hacer, Roth. Ve a molestar al alguien más. —¿Vas a marcar ese demonio de ahí? —preguntó. Nos habíamos detenido fuera de una tienda de juegos a algunas tiendas abajo del emplazamiento de la obra.

—Antes de etiquetar al niño y condenarlo a muerte, ¿por qué no ves lo que realmente va a hacer? Mis ojos se estrecharon —¿Por qué iba yo a dejar que haga algo que sé que va a conseguir lastimar a alguien? —¿Cómo sabes que alguien va a salir herido? —Roth ladeó la cabeza hacia un lado, enviando hebras de cabello negro como un cuervo sobre su frente lisa—. Nunca has esperado a ver lo que uno va a hacer, ¿verdad?

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Roth se apoyó contra el edificio de ladrillo rojo.

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No dije nada.

Empecé a mentir, pero me di la vuelta, centrándome en el Fiend. El demonio con el pelo verde de punta se pasó una mano por la mandíbula mientras observaba al trabajador de la construcción saltar hacia abajo y dirigirse a otra sección bloqueada por la cuerda de malla naranja. El hombre cogió una especie de sierra, agitándola alrededor mientras se reía de algo que su compañero dijo. —Sólo espera y ve qué pasa antes de juzgarlo. —Roth se encogió de hombros—. No te hará daño. Le envié una mirada de soslayo—. No lo estoy juzgando. Roth echó la cabeza hacia un lado. —¿Quieres que finja que no tengo idea de qué cosas ruines haces después de la escuela? —¿Ruines? —Puse los ojos—. Sólo los estoy etiquetado. —Lo que los ilumina para que los Guardianes se encarguen de ellos más tarde – concluyó—. Así que no tengo ni idea de cómo puedes pensar que no estás jugando a juez y jurado. —Esto es una estupidez. ¿Quieres que lo deje hacer algo malo? Yo no lo creo. Él pareció considerar eso—. ¿Sabes cuál creo que es tu problema?

Mi boca se abrió, pero mi estómago también se tambaleó ante sus palabras. Si lo que decía era cierto, sería poner mi mundo al revés. Pero no podía ser cierto. Los demonios eran malos. —Bien —le espeté—. Voy a esperar. Roth me dirigió una sonrisa descarada—. Bueno. Murmurando entre dientes, me centré en el Fiend de nuevo. Yo tendría que dar algunas explicaciones cuando se llevara por delante una acera entera de peatones. Considerar

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—Bueno, sí lo haré. No quieres ver lo que hace el Fiend porque estás asustada de que no sea algo nefasto y luego tendrás que lidiar con el hecho de que tus Guardianes son asesinos y no salvadores.

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—No, pero apuesto a que vas a iluminarme.

cualquier otra opción era imposible. Mi vida entera estaba construida alrededor de una simple creencia: los demonios merecían ser castigados sin ninguna duda. El Demonio apartó la piedra marmoleada y extendió la mano, rozó casualmente sus dedos a lo largo de la parte inferior del andamio, a continuación siguió caminando. Un segundo después, un fuerte gemido atravesó el ruido del tráfico y el andamiaje comenzó a temblar. Las cabezas de los trabajadores se volvieron. El hombre dejó caer la sierra y gritó. Varios otros trabajadores corrieron desde el lado del edificio agarrando sus cascos amarillos cuando todo el andamiaje se desplomó, derrumbándose como un acordeón detrás de la cuerda de color naranja. A medida que la nube de polvo se asentaba y las maldiciones explotaban por el lugar, los peatones se detenían en las aceras, algunos tomando fotos con sus teléfonos de la confusión. Y Dios, era un desastre. ¿Quién sabía cuánto tiempo tomaría reordenar los andamios y herramientas que había unidas a ellos? pero probablemente se rompieron cuando el andamio se derrumbó sobre ellas. Me quedé mirando. —Mmm —Roth arrastró las palabras lentamente—. Eso será sin duda un revés en el proyecto y un poco de dinero perdido, ¿pero pura, atemorizante maldad? No, yo no lo creo. —Eso... Él probablemente pretendía que cayera sobre la acera. —Sigue diciéndote eso.

Me encogí de hombros saliendo de su abrazo mientras caminábamos por la acera. Roth estaba tarareando esa maldita canción de nuevo. —¿Qué es eso? Se detuvo—. ¿Qué es qué? —La canción que sigues tarareando. —Oh. —Sonrió—. Paradise City.

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Roth pasó el brazo sobre mis hombros—. Vamos, vamos a encontrar otro.

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Nadie había sido herido. Casi como si el Fiend hubiera esperado a que el último hombre bajara del andamio antes de que él lo tocara. Yo no podía procesar lo que había visto.

Me tomó unos segundos descubrirlo. —¿Guns N 'Roses? —Una cosa buena —contestó. Encontramos otro Fiend metiéndose con los controladores conectados a los semáforos. Los cuatro lados de la intersección se volvieron verde a la vez. Un derrape épico se produjo, pero de nuevo, nadie resultó herido. El demonio podría haberse metido con la señal de peatones, lo que habría sido realmente malo, pero no lo había hecho. Todo el asunto era más desastroso que siniestro. —¿Quieres ir a la tercera va la vencida? —No —dije en voz baja, desconcertada y confundida. Eran sólo dos demonios. No podía significar gran cosa. Roth arqueó una ceja —¿Quieres etiquetar, no? Yo no lo creo. ¿Qué tal si hacemos algo más? Al detenernos en un cruce de peatones le lancé una mirada.

—Entonces, ¿qué? No respondió hasta que cruzamos la calle caminando sobre la acera. —¿Tienes hambre? Mi estómago gruñó en respuesta. Yo siempre tenía hambre. —Roth... —Voy a endulzar el trato para ti. Comes conmigo y voy a contarte acerca de la otra persona que era como tú. Amarías saber ¿no es cierto? —Me dirigió una sonrisa

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—Sé que los Fiends son inofensivos. No todos los demonios lo son. Algunos de nosotros somos muy malos ¿pero los que estás condenando a muerte? Nop. —Hizo una pausa mientras mi estómago se hundía—. Pero no. Mi petición realmente no tiene nada que ver con eso.

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—¿Es por esto que me pediste que dejara de etiquetar? ¿Debido a que piensas que los Fiends son inofensivos?

ganadora—. Pasa el rato conmigo y te diré lo que sé, al final de nuestra pequeña aventura, no antes. Di un paso en torno a un grupo de turistas. Mi curiosidad estaba quemando un agujero a través de mí y era más fácil centrarse en eso que en la posibilidad de estar condenando Fiends relativamente inofensivos a la muerte. Pero un trato con un demonio era hacer, literalmente, un pacto con el diablo. —¿Cuál es la trampa? Roth parecía terriblemente inocente. —Déjame pasar el rato contigo. Te lo prometo, eso es todo. —Ya me has mentido. —Crucé los brazos—. ¿Cómo sé que no estás mintiendo ahora? —Supongo que ese es un riesgo que debes tomar. Una pareja de ancianos pasó y nos sonrió. Roth les dio una de sus sonrisas más encantadoras mientras me debatía en qué hacer. Dudaba que Abbot esperara ninguna etiqueta esta noche ya que no estaba siquiera segura de que todavía se me permitía estar haciéndolo. Respirando profundamente, asentí con rigidez. —Está bien. Su pequeña sonrisa se convirtió en una sonrisa enorme. —Genial. Conozco el lugar perfecto.

Me sonrojé, ocupándome en ajustar la correa de mi mochila. Luego se inclinó, soltando mis dedos de la correa. Sentí que mi corazón se saltaba un latido y mi cara ardió incluso más caliente. —¿Siempre eres así? —preguntó Roth, envolviendo mi mano sobre la suya. —¿Así cómo? —Poniéndote nerviosa fácilmente, siempre sonrojándote y apartando la mirada.

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—Tú me excitas.

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—Eso me preocupa —le respondí con suavidad.

Pasó la punta de sus dedos sobre mi palma. La caricia envió una sacudida a través de mí, siguiendo el curso de mis nervios todo el camino hasta la punta de los dedos de mis pies. —Como ahora. Estás sonrojándote de nuevo. Solté mi mano de la suya. —Y tú siempre eres molesto y espeluznante. Él se rio entre dientes. No era una risa falsa. Roth estaba realmente divertido por mis insultos. Retorcido. —Hay un pequeño restaurante en el Verizon Center que tiene los mejores muffins en el mundo. —¿Comes muffins? —me sorprendió—. Pensaba que bebías sangre de virgen y comías corazones de vaca. —¿Qué? —Roth volvió a reír y el sonido era profundo y agradable—. ¿Qué te han enseñado los Guardianes? Amo los muffins ¿Quieres tomar el metro o caminar? —Caminar —dije—. No me gusta el metro. Nos dirigimos a la calle F, nos llevaría algún tiempo a pie. Mantuve la mirada centrada en las almas que brillaban frente a mí, consciente de Roth en cada nivel. Lo más raro era que cuando miraba y no veía un alma, sentía alivio en lugar de terror. Estar cerca de almas todo el día me atormentaba. El vacío era un indulto.

—No me gusta ir bajo tierra tampoco —dijo Roth después de unos momentos. —¿Por qué? Debe ser como ir a casa para ti. —Exactamente.

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Estar cerca de Roth era una especie de liberación. Además de Zayne y los Guardianes, él era el único que sabía lo que era. Incluso mis mejores amigos no tenían idea acerca de mí. Roth sabía, y no le importaba. A Zayne y los Guardianes les preocupaba. Concedido, Roth era un demonio de sangre pura de Dios sabe qué, pero yo no tenía que fingir con él.

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Pero era algo más que eso.

Levanté la vista hacia él. Con las manos metidas en los bolsillos y la expresión seria en su rostro se veía extrañamente vulnerable. Pero cuando él bajó la mirada hacia mí, sus ojos denotaban la mirada de un depredador. Temblando, miré de reojo al sol brillante. —¿Cómo se siente ahí abajo? —Caluroso. Rodé los ojos. —Me lo figuraba bastante. Roth sacó un volante anti-Guardianes de la parte posterior de un banco que pasamos y me lo entregó. —Es un poco como aquí, pero más oscuro. Creo que trata de reflejar todo lo de arriba, pero se vuelve retorcido. No es un lugar muy pintoresco. Muchos de los acantilados y ríos no tienen fin y hay terrenos baldíos donde ciudades se han derrumbado. No creo que te guste. El volante tenía la misma imagen burdamente elaborada que la mayoría. Lo tiré en un cubo de basura cercano. —¿Te gusta?

—Yo diría que sí. Ya sea que te guste o no. Apretó los labios. —Me gusta más estar aquí. Traté de mantener mi expresión en blanco mientras nos deteníamos en otro cruce muy concurrido —¿Vienes aquí a menudo? —Más de lo que debería. —¿Qué significa eso? —Eché la cabeza hacia atrás, encontrando su mirada intensa.

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—preguntó fríamente. Podía sentir sus ojos en mí

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—¿Tengo alguna opción? estudiando mi reacción.

—Es... real aquí. —Puso su mano en la parte baja de mi espalda, y el peso quemó a través de mi suéter delgado de la manera más... inusualmente deliciosa, mientras me guiaba a través de la calle—. Así que, ¿cuándo empezaste a etiquetar? Me mordí el labio, sin saber cuánto debía decirle. —Tenía trece años cuando empecé. Sus cejas se fruncieron. —¿Les tomó tanto tiempo darse cuenta de que podías hacerlo? —No, después de que ellos... me encontraron, ellos sabían que yo podía ver almas. Supongo que balbuceé acerca de ver sus alma o algo así. Fue un accidente que alguien siquiera se enterara de que podía etiquetar demonios. —¿Qué pasó? —preguntó dejando caer su mano. — Creo que tenía diez años o algo así y estaba con uno de los Guardianes —le dije—. Estábamos comprando algo para comer. Vi a una persona que no tenía un aura y rocé contra ella en la fila. Fue como encender un interruptor. Nadie más pareció darse cuenta, excepto por el Guardián. —¿Y el resto es historia? —Roth sonaba petulante—. Los Guardianes encontraron una medio demonio que puede ver almas y etiquetar demonios. Suena un poco conveniente para mí.

—No me puedes decir que nunca consideraste seriamente que la razón por la que te mantienen alrededor es a causa de lo que puedes hacer. —¿Y la razón de que estés interesado en mí no tiene nada que ver con lo que puedo hacer? —Escupí sintiéndome bastante audaz y orgullosa. —Claro que estoy interesado en ti por lo que haces —respondió casualmente—. Nunca he pretendido lo contrario. Esquivé un grupo de chicos de mi edad. Las chicas vestidas con faldas cortas y medias de encaje.

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Me miró.

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—No sé qué quieres decir con que sea conveniente. Soy una Guardiana, también, ya sabes.

Se voltearon hacia Roth. —Ellos no sabían lo que podía hacer cuando me encontraron, Roth. Así que deja de tratar de hacer que suene como si fueran los malos. —Me gusta cuando la gente trata de clasificar las cosas en buenos y malos como si todo fuera así de claro. —Es así de claro. Tu especie es mala. Los Guardianes son buenos. —Mi respuesta sonó plana—. Ellos son buenos. Se pasó una mano por el pelo haciendo que caiga al azar por su frente. —¿Y por qué crees que los Guardianes son tan buenos? —Sus almas son puras, Roth. Y ellos protegen a la gente de cosas como tú. —Las personas con las almas puras son capaces de los mayores males. Nadie es perfecto, no importa lo que son o de qué lado luchan. —Roth cogió mi mano tirando de mí en torno a un grupo de turistas con mochilas a la cintura. —Uno de estos días voy a comprarme uno de esos. La risa salió antes de que pudiera evitarlo. —Te verías muy sexy en una mochila de esas. Su sonrisa iluminó su rostro. —Me vería sexy en casi cualquier cosa.

Roth hizo un guiño. —La modestia pertenece a los perdedores. Algo que yo no soy. Negué con la cabeza sonriendo —Yo diría que probablemente te estás ganando un boleto al infierno, pero ya sabes... Roth echó la cabeza hacia un lado, riendo entre dientes —Sí. Sí ¿Sabes cuántas veces la gente me ha dicho que me vaya al infierno?

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—Eres tan modesto.

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Me reí de nuevo, sacudiendo la cabeza.

—Sólo puedo imaginarlo. —Vi a la parte superior del Verizon Center.

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—Nunca pasa de moda —dijo Roth sonriendo suavemente.

Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ(SOS), Jo(SOS) y Fanny(SOS)

Giramos en la Calle F y caminé más cerca de él, señalando al otro lado de la carretera. —Cuando era pequeña, solía sentarme al frente del centro de artes escénicas y veía a través de las ventanas. Me gustaría tener una pizca de su gracia y talento. Deberías verme bailar. ¿Era común para un demonio torcer cada comentario en algo torcido con insinuaciones sexuales? La multitud se hizo más densa cerca del centro de arte, un signo seguro de que había un concierto después. Mi mirada se posó en una pareja apoyada en la esquina del edificio. Estaban apretados juntos, ajenos al mundo que les rodeaba. Casi no podía decir dónde terminaba uno y empezaba el otro. La envidia alzó su cabeza, obligándome a mirar hacia otro lado. Roth me estaba viendo observar al chico y la chica. Sonrió socarronamente.

Roth se rio—. Es justo. ¿Puedo preguntarte algo más? Le eché un vistazo. Estaba mirando al frente ahora, los labios fruncidos. —Por supuesto. —Sí. Estoy haciendo algo bueno. ¿Cuántas personas pueden decir eso? —Añadí rápidamente—: Me gusta. —¿No te molesta tu familia voluntariamente te pone en peligro para servir a sus propios fines?

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—¿No puedes verla? —Sonreí—. Bueno, no te diré.

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—¿Entonces como luce una etiqueta?

Irritación brilló como un resplandor del sol de invierno. —Ellos realmente no quieren que etiquete más, así que no me ponen en peligro voluntariamente. Me alegro de que puedo ayudar. ¿Se puede decir lo mismo acerca de lo que haces? Eres el mal. Arruinas las vidas de las personas. —No estamos hablando de mí —respondió él suavemente—. ¿Y qué quieres decir con que no quieren que marques más? Creo que estos Vigilantes y yo tenemos algo en común. Agarré la correa alrededor de mi hombro, mentalmente dándome patadas en la cara. —No es nada. Estoy cansada de hablar de mí. Nos detuvimos en el café del que Roth había hablado más temprano. Las galletas frescas y los muffins en la ventana me cantaban. —¿Hambrienta? —susurró Roth en mi oído. Su cercanía me hacía difícil respirar. Podía ver los bordes de la cola de la serpiente saliendo de su cuello. Alcé mi cabeza, tragando. —Tu tatuaje se mueve. —Bambi se aburre. —Su aliento agitó mi cabello alrededor de la oreja. —Oh —suspiré—. Entonces… ¿vive en ti o algo así?

—Supongo que sé por qué te gusta este lugar. Su risa fue la confirmación de mis sospechas. —Eso es simplemente suntuoso. —Lo encaré—. No sirven a Guardianes, pero sirven a los de tu clase. —Lo sé. Se llama ironía. Lo amo. Sacudiendo la cabeza, me dirigí a la cafetería. Esas galletas parecía demasiado buena para dejarlas pasar. Era un poco más cálido en el interior del restaurante ocupado. El

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Fue entonces cuando noté la señal de No Servimos a Guardianes Aquí. El disgusto me llenó.

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—O algo así. ¿Hambrienta o no?

olor del pan recién horneado llenaba el aire como lo hacía la charla suave de gente sentada en las mesas de estilo bistró. Pedí un pan con jamón y dos galletas de azúcar. Roth consiguió un café y un muffin de arándanos, el muffin todavía me sorprendía. Encontramos una mesa cerca de la parte posterior, y traté de no sentirme extraña por el hecho de que estaba comiendo la cena con un demonio. Busqué una pregunta normal que hacer mientras me comía mi sándwich. —¿Cuántos años tienes? La mirada de Roth se movió de donde estaba destrozando estratégicamente su muffin en varios trozos pequeños. —No me creerías si te lo dijera. —Probablemente no. —Sonreí—.Pero pruébame. Se metió un trozo de muffin en la boca, masticando lentamente. —Dieciocho. —Espera. ¿Estás tratando de decirme que sólo tienes dieciocho años? —Sí. Mi boca se abrió—. ¿Te refieres a dieciocho años perrunos, verdad? Roth se rio.

Asintió, cepillándose las migas de las manos—. Te ves tan sorprendida. —No lo entiendo. —Cogí una de las galletas. —Bueno, técnicamente, no estamos realmente vivos. No tengo alma. Fruncí el ceño—. ¿Naciste del azufre o algo así? Roth echó la cabeza hacia atrás, riendo.

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—Un demonio bebé —repetí suavemente. Cuando pensaba en bebés, la imagen de algo suave y tierno se venía a la mente. Nada acerca de Roth era añiñado—. Estás hablando en serio.

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—No. Me refiero a que nací hace dieciocho años. Soy un demonio bebé, básicamente.

—No. Fui concebido como tú, pero nuestro crecimiento es muy diferente. No debería estar curiosa, pero no podía evitarlo. —¿Cómo es diferente? Se inclinó hacia delante, sonriendo mientras sus ojos brillaban. —Bueno, hemos nacido como bebés, pero dentro de un par de horas maduramos. Esto —hizo un gesto hacia él—, es sólo una forma humana que elegí para llevar. Todos nos parecemos, para ser honesto. —Justo como los Guardianes, entonces. Estás usando una piel humana. ¿Entonces como luces realmente? —Tan guapo como ahora, pero una piel muy diferente. Suspiré—. ¿Dé que color? Roth tomó su taza mientras metía la barbilla. Me miró a través de espesas pestañas. —Un chico debe tener algunos secretos. Se mantiene vivo el misterio. Rodé los ojos—. Lo que sea. —Tal vez algún día te enseñaré.

Reí—. Pura basura. ¿Estás diciendo que naces todo sabio? Roth sonrió con picardía. —Más o menos. Pasé de este tamaño —levantó las manos cerca de veinte centímetros de distancia—, a lo que soy ahora en unas veinticuatro horas. El cerebro creció junto con ello. —Eso es extraño. Tomó su café, tomando un sorbo.

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—Somos omniscientes.

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—No estaré interesada en ese entonces. Lo siento. —Me fui por mi segunda galleta—. Entonces, regresando a lo de los dieciocho años de nuevo. Pareces mucho más maduro que un chico normal. ¿Es una cosa de los demonios?

—Entonces, ¿qué sabes de tu otra mitad? Y él estaba de nuevo en mí. Suspiré. —No mucho. Me dijeron que mi madre era un demonio, y eso es prácticamente todo. —¿Qué? —Roth se acomodó en su asiento—. Eres realmente inocente de tu herencia. Es lindo, pero curiosamente indignante. Mordisqueé mi galleta—. Ellos piensan que es mejor de esa manera. —¿Y tú crees que está bien de ellos mantenerte completamente en la oscuridad cuando se trata de la otra parte de ti? Tomé otro bocado, encogiéndome de hombros. —No es como que reclame la otra mitad. Rodó sus ojos—. Sabes, me recuerda a una dictadura. La manera en como los Guardianes te tratan, eso es. —¿Cómo es eso?

—No diría que hablo con ellos. —Sus labios fruncidos, pensativo—. Más bien como que les aguijoneo con atizadores calientes a través de ellos cuando me aburro. Me encogí—. ¿En serio? El infierno no es bastante para aquellos que han ganado su camino. Pensé en eso por un momento. —Bueno, ellos como que merecen una eternidad de tortura. —Eché un vistazo alrededor de la cafetería, sobre las almas brillantes y retratos enmarcados en las paredes. Eran imágenes de los antiguos propietarios, cada uno viejo y canoso. Y entonces la vi.

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—Ellos no me controlan. —Rompí la galleta rudamente, brevemente considerado tirársela a la cara. Pero eso sería una pérdida de una galleta perfecta—. Y supongo que estás en términos de hablar con algunos de los más infames dictadores del mundo.

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—Mantener a la gente en la oscuridad, lejos de la verdad. Los hace más fácil controlarlos. —Tomó un sorbo de su café, observándome por el borde—. Es lo mismo contigo. —Se encogió de hombros—. No es que parezca importarte.

O vi primero su alma. Alerta de Pecador. La esencia que la rodeaba estaba contaminada, un caleidoscopio de tonos oscuros. Me preguntaba lo que había hecho. Una vez que su alma se desvaneció, vi que parecía una mujer de treinta algo normal. Vestía muy bien, llevaba zapatos de tacón muy lindos y llevaba un bolso de morir. Su pelo rubio era un poco estridente, pero con un corte de moda. Parecía normal. Nada que temer o por lo cual correr, pero yo sabía que no erá así. La maldad se cocinaba bajo una fachada normal. —¿Qué pasa? —Roth sonaba muy lejano. Tragué—. Su alma… es mala. Él pareció entender. Me preguntaba lo que veía: ¿una mujer en ropa bonita, o la mujer que había pecado tan gravemente que su alma ahora estaba contaminada? —¿Qué ves? —preguntó, como si compartiéramos el mismo pensamiento. —Es oscura. Marrón. Como si alguien tomó un pincel, la mojó en pintura roja y lo lanzó a su alrededor. —Me incliné hacia adelante, sin aliento, con la necesidad—. Es hermosa. Vil, pero hermosa. —¿Layla? Mis uñas se clavaron en la mesa—. ¿Sí? —¿Por qué no me cuentas sobre el collar?

Él sonrió. —Lo usas siempre, ¿no? Toqué alrededor hasta que mis dedos tocaron el suave metal de la banda. —Sí, no me gustan mucho las joyas. Como si hubiera sido llamada, me giro hacia la mujer. Ella estaba en la encimera, pidiendo comida.

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—¿Qué… qué quieres saber?

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La voz de Roth me trajo de vuelta a la realidad. Alejando mi mirada de la mujer, aspiré profundamente. Bajé la mirada a mi galleta, con mi estómago llenándose de lava.

—Pero uso este todo el tiempo. —Layla, mírame. No quieres irte por allí. Con un esfuerzo, me fijé en él. —Lo siento. Es solo que es tan difícil. Frunció el ceño. —No necesitas disculparte por algo que es tan natural para ti, pero tomar el alma de un humano… No puedes regresar después de eso. Tantas emociones me atravesaron. Primero la sorpresa. ¿Por qué Roth, siendo lo que era, no quería que saltara de esta silla y aspirara algo de alma? Pero entonces vino el latigazo de amarga tristeza. —¿Por qué te importa? Roth no dijo nada. Suspiré. —No es natural —lo que quiero de ella, o de cualquier persona, en ese sentido. Ni siquiera puedo acercarme a un chico, Roth. Esta es mi vida. —Recogí una galleta, moviéndola en frente de mi cabeza—. Esto es todo lo que tengo. Azúcar. Soy un comercial andante de una futura diabetes.

Reí, sacudiendo mi cabeza. —Ni siquiera me conoces. —Te conozco más de lo que te das cuenta. —Bueno, eso es raro y eres un demonio dándome un sermón acerca de la vida. Hay algo intrínsecamente mal en eso. —No estaba sermoneándote.

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—Tu vida es mucho más de lo que no puedes hacer. ¿Qué hay acerca de todo lo que puedes hacer?

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Una profunda arruga en su ceño llamativo rostro.

Miré la encimera. Ella se había ido. Me hundí en mi silla, el alivio era tan dulce como las galletas. —De todas formas, el collar le pertenecía a mi madre. Siempre lo he tenido. Ni siquiera sé por qué. Me refiero a que es estúpido ya que ella era un demonio y ni siquiera me quiso. Y aquí estoy, yendo alrededor usando su anillo. Qué patética. —No eres patética. Sonreí un poco, insegura de por qué había admitido eso. Ni siquiera era algo que le había dicho a Zayne. Le di otro mordisco a la galleta y la dejé caer en la servilleta. Moviéndose tan rápido como Bambi, Roth se estiró en la mesa, tomó mi mano y trajo mis dedos a su boca. Antes de que pudiera reaccionar, lamió los pequeños trozos de azúcar que la galleta había dejado. Jadeé, pero el aire se atascó en mi garganta. Agudas cosquillas se esparcieron por mi brazo y a través de mi pecho, y más abajo, mucho más abajo. Un peso se apoyó justo debajo de mis pechos, diferente e intenso, pero placentero. —Eso… eso me pone incómoda. Roth me miró a través de sus gruesas pestañas. —Eso es porque te gusta. A una enorme parte de mí le gustaba, pero deslicé mi mano soltándola, mirando alrededor de la pequeña panadería. Me sentí innaturalmente caliente.

—Pero eres tan deliciosa. Limpié mis dedos en la servilleta. —Creo que hemos terminado. Atrapó mi mano de nuevo. —No… no huyas todavía. Solo estamos empezando. Mis ojos fueron a los suyos y me sentí… me sentí como cayendo.

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Él sonrió.

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—No hagas eso de nuevo.

—¿Empezando con qué? Sus dedos se deslizaron entre los míos. —Haciéndonos amigos. Pestañeé con fuerza. —No podemos ser amigos. —¿Por qué no? —Roth entrelazó sus dedos con los míos—. ¿Hay alguna regla de la que no estoy enterado? De pronto, ya no estaba realmente segura. Se levantó para ocuparse de nuestra cuenta mientras yo intentaba descifrar qué estaba pasando entre nosotros. ¿Podía ser su amiga? ¿Quería siquiera intentarlo? Probablemente debería haber huido mientras esperaba en la fila, pero no lo hice. Una mesera mayor se acercó a nuestra mesa. Su alma era de un leve rosa, un completo contraste al aspecto demacrado en su rostro y el brillo conocedor en sus ojos. Recogió las servilletas y platos vacíos mientras miraba donde Roth estaba de pie. —Ese chico se ve como problemas. Me sonrojé, de repente muy interesada en el dobladillo de mi camiseta. —Se podría decir eso. La mesera resopló y se fue a otra mesa.

—Lo es, ¿no? —Mantuvo la puerta abierta para mí. En la leve luz del sol, todos los edificios en el distrito se veían viejos y poco amigables. Nos detuvimos cerca de un pequeño y bien mantenido parque. Lo miré, esperando. —Sé qué quieres saber, pero tengo una pregunta que hacer primero. Luchando con mi impaciencia, le di un pequeño asentimiento.

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—No hay razón. —Tomé mi bolso, poniéndome de pie—. Prometiste contarme acerca de la que podía hacer lo que yo. Creo que ahora es el momento.

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—¿Por qué tienes el rostro tan rojo?

Hundió su barbilla de nuevo, viéndose terriblemente inocente. —Nunca has sido besada antes, ¿no? —Eso no es para nada asunto tuyo. —Doblé mis brazos mientras Roth esperaba una respuesta—. Creo que es obvio. No puedo besar a nadie. Ya sabes, la cosa de succionar almas lo pone difícil. —No si estás besando a alguien que no tiene alma. Hice una mueca. —¿Y por qué besaría a alguien que no tiene…? Se movió increíblemente rápido. Ni siquiera tuve una oportunidad de reaccionar. En un segundo él estaba de pie a un buen metro de mí y al siguiente sus manos estaban suavemente sujetando mis mejillas. Hubo un instante en que me pregunté cómo algo tan fuerte y mortal podía sostener algo con tanto cuidado, pero entonces él inclinó mi cabeza hacia atrás y bajó la suya. Mi corazón comenzó a acelerar. No iba a besarme. De ninguna manera…

—Ves —murmuró con voz ronca, y luego me dejó ir, sus dedos trazando mis mejillas—. Tu vida no es acerca de todo lo que no puedes hacer. Es acerca de lo que puedes hacer. —Tienes un aro en la lengua —dije confundida. Un brillo travieso llenó su mirada. —No es lo único perforado.

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El roce de sus labios fue tentativo al principio, un lento movimiento de su boca contra la mía. Cada músculo en mi cuerpo se tensó, pero no me alejé como debería, y Roth hizo un sonido bajo en su garganta que envió estremecimientos por mi columna. Sus labios acariciaron los míos de nuevo, mordisqueando y tirando de ellos hasta que se separaron en un jadeo. Él profundizó el beso con una embestida de su lengua. Mis sentidos se sobrecargaron, disparándose en todas las direcciones. El beso, fue todo lo que podría haber imaginado que un beso fuera y luego algo más. Sublime. Explosivo. Mi corazón revoloteó salvajemente, con un anhelo tan profundo, dardos de miedo atravesaron mis venas.

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Roth me besó.

No asimilé sus palabras realmente. De pronto, estaba tan enojada que pensé que mi cabeza iba a hacer algo como en el Exorcista. Se atrevió a besarme. ¿Y a mí me gustó en serio? No sé con quién estar más enojada—con él, o mi cuerpo traidor, pero espera— ¿dónde más estaba perforado? El último pensamiento provocó que mi cerebro jugara alegremente en la alcantarilla, y eso me molestó todavía más. Roth inclinó su cabeza a un lado. —Ahora has sido besada. Una cosa menos en la lista de cosas que hacer antes de morir. Lo golpeé. Incliné mi brazo hacia atrás y lo golpeé en el estómago como si fuera un boxeador de pesos pesados. Gruñó una risa ahogada. —Auch. Eso como que dolió. —¡No hagas eso de nuevo! Aún después de que lo golpeé, se veía complacido consigo mismo. —Sabes lo que dicen acerca de los primeros besos. —¿Te arrepientes de ellos? Su sonrisa se desvaneció.

—Dime acerca de la que era como yo, o me iré de aquí. —Eres tan dramática. —Metió sus manos en sus bolsillos—. ¿Estás segura que quieres saber acerca de ella? Estaba segura de tres cosas: Nunca iba a olvidar ese beso, necesitaba saber acerca de este demonio y realmente me estaba poniendo enferma toda su actitud sabelotodo. —Sí. Estoy segura.

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Luchando con no golpearlo de nuevo—o reír—respiré profundamente.

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—No. Iba a decir que “nunca los olvidas”.

—La que podía hacer lo que tú, estaba un poco más… dedicada a su habilidad —dijo, inclinándose contra la parte trasera de una banca. Presioné mis labios. Sin necesitar más explicaciones. La que era como yo disfrutaba quitar almas. —Ella también era muy buena en lo que hacía, tan buena que era uno de los más poderosos demonios en caminar en la superficie. Había otras cosas que ella podía hacer además de tomar almas. Un nudo de nervios se formó en mi estómago. —¿Qué más podía hacer? Roth se encogió de hombros, su mirada sobre mi cabeza. —Cosas de las que probablemente no quieres saber. Mi respiración se atascó mientras la incomodidad se esparcía a través de mí como una hierba afixiante. —¿Quién era ella, Roth? Sus ojos se encontraron con los míos, y parte de mí ya sospechaba cuál iba a ser la respuesta.

No estaba segura si necesitara saber su nombre, porque la haría más real para mí, pero no podía retractar la pregunta. Roth soltó un suspiro. —Tu madre era conocida por muchos nombres, pero la mayoría la conocía como Lilith. Y por eso, tú estás en la Lista del Infierno de Los Más Buscados.

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—Bien. —Tragué. Con fuerza. Y me alejé un paso—. Así que eso explica lo que puedo hacer. Tiene sentido, ¿cierto? La mayoría de las personas obtienen los ojos de su mamá. Yo obtuve su habilidad demoniaca de atrapar almas. Y su anillo. ¿Cuál era su nombre, de todas formas?

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—El demonio era tu madre —dijo, su mirada nunca dejando la mía.

Sentándome en el banco, esperando por Morris, miré hacia delante, realmente no veía o escuchaba nada. Bien, así que mi madre era un demonio que succionaba almas. Eso no tomaba mucho de inteligencia para darse cuenta, pero no había esperado quien era. ¿Lilith? ¿Cómo la maldita Lilith? ¿La madre de todas las cosas que asustan en la noche? No era posible. Tenía que haber otra Lilith porque ese demonio no había caminado arriba en un milenio. La historia clamaba que Lilith fue la primera esposa de Adán y que había sido creada como él, pero se rehusó a ser una subordinada de Adán. Esto causó épicas batallas entre ellos, eventualmente Dios la desterró del Edén y luego creó a Eva. No hace falta decir que Lilith no estaba del todo feliz. Para vengarse de Adán y de Dios, ella fue y sedujo al arcángel Samuel. Las cosas fueron cuesta abajo desde ahí. Solo eso era cierto, pero el resto era nada más que tonterías que había recolectado de los viejos y empolvados textos religiosos que Abbot tenía en su oficina. Toda la cosa de comer bebés eran completamente patrañas. Lilith nunca durmió con Satanás. Nunca durmió con ningún demonio. Solo durmió con un ángel, y el resto eran solo asociaciones humanas. Pero los Alfas no estaban muy contentos con ella en primer lugar, y después de que se acostó con Samuel, la castigaron.

Como muchas cosas que hicieron los Alfas, eso simplemente no tenía sentido para mí. A través del nacimiento de tantos demonios, Lilith se convirtió en uno—y porque los Alfas la castigaron, ellos accidentalmente crearon a los Lilin, una legión de demonios tan temida y poderosa que podría garantizar que ningún humano pasara las puertas del cielo. Los humanos que morían sin alma, no importa lo buenos que habían sido en su vida, existían solo entre el Cielo y el Infierno, atorados en el medio por toda la eternidad. Plagados con hambre y sed sin fin, se volvían violentos, tan vengativos que incluso los

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Se las arreglaron para acabar con los Lilin y capturar a Lilith. Los textos decían que Lilith había sido atada al Infierno por uno de los Guardianes, encadenada ahí junto con él por toda la eternidad.

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Cada niño que generara desde ese punto en adelante, fue un monstruo—súcubos, íncubos y cualquier otro tipo de criatura demoniaca en la que pudieras pensar. Lo peor de todo, ella había dado a luz a los Lilin, una raza de demonios que podían robar almas con un simple toque. Fueron los primeros y más poderosos niños. En ese tiempo fue cuando la primera generación de Guardianes apareció, creada por los Alfas para combatir a los Lilin.

demonios eran cautos con ellos. Espectros que podían interactuar con el mundo de los vivos, y cuando lo hacían, usualmente terminaba en un desastre sangriento. Metiendo mi cabello hacia atrás, vi un alma de un brillo azul detrás de un hombre en jeans rasgados. Mi madre no podía ser esa Lilith. Porque si lo era, ¿qué decía eso realmente de mí? ¿Cómo iba a superar una línea de sangre como esa? Y si Lilith en verdad era mi madre entonces Abbot hubiera tenido que saber y no había manera que alguien dejara que un hijo de Lilith anduviera por ahí. Además, estaba todo el problema de ella estando encadenada en el Infierno. No era como si alguien la hubiera dejado salir para embarazarse y dar a luz a un niño. ¿La Lista de los Más Buscados del Infierno? Me estremecí. ¿Era por eso que un Buscador y un zombi…? corté ese pensamiento. Nada de lo que Roth me dijo podría ser verdad. ¿Qué hacía yo siquiera considerando eso? Confiar en él era como golpear en la cara a los Guardianes. Los demonios mentían. Incluso yo mentía. Bueno, mi mentira no tenía mucho que ver con ser un demonio, pero aun así. Roth solo estaba jugando conmigo, tratando de evitar etiquetara. Y si el Infierno estaba detrás de mí, entonces esa no podría ser la única verdadera razón. Apretando mis dedos alrededor del anillo, evite que un gruñido saliera. Había besado a un demonio. O él me había besado. La semántica probablemente no importaba. De cualquier manera, mis labios habían estado en los de un demonio.

Me volteé, escaneando a los peatones de la acera. Manchas de un tenue rosa y azul y unas cuantas auras oscuras, pero a ninguna le faltaba alma. Estirando mi cuello, me estiré en la punta de los dedos de mi pie y traté ver a la vuelta de la esquina, pasando la flota de taxis alineados. No parecía haber nada demoniaco ahí, pero aun así, la sensación era familiar. Morris tocó la bocina, llamando mi atención. Sacudiendo la cabeza, me lancé entre dos taxis y abrí la puerta de pasajero. La sensación me golpeó de nuevo, como si una mano viajara alrededor de mi cuello.

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Casi grité cuando vi el Yukon negro, en verdad necesitaba una distracción de mis molestos pensamientos. Me paré y puse mi bolsa sobre mi hombro. Un extraño escalofrío me recorrió el cuello, levantando los pequeños cabellos en mi cuerpo. No era como lo que sentí mientras esperaba a Morris. Este fue diferente.

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Mi primer beso. Dios querido …

Estremeciéndome, subí en el asiento delantero y cerré la puerta, mis ojos en la línea de taxis. Algo… algo no estaba bien. —¿Sientes eso? —pregunté, volteándome hacia Morris. Alzó las cejas, y como usualmente, no dijo nada. A veces pretendía que conversábamos. Incluso había actuado una o dos veces como si fuera Morris. Me gustaba pensar que lo entretenía. —Bueno, siento algo raro. —Me incliné hacia adelante mientras él metía la SUV a las congestionadas calles. Tres taxis se retiraron también, bloqueando la mayoría de los escaparates y acera—. Es como si hubiera un demonio cerca, pero no veo ninguno. Tres cuadras adelante y la sensación no había aligerado, sino que había crecido como una ominosa nube. Malicia y mal llenaron las calles, filtrándose en el Yukon, su presencia ahogándose. Gotas de sudor aparecieron en la arrugada frente de Morris. —Lo sientes, ¿verdad? —Agarré los bordes del asiento—. ¿Morris? Asintió, su mirada afilada mientras viraba alrededor de un camión y luego paró frente a él, golpeando la rampa de salida. Dos taxis iban justo detrás de nosotros, además, un montón de carros también estaban entrando a la circulación.

Él ya estaba en eso, su pie se estrelló en el acelerador mientras se abría paso dentro y fuera del congestionado tráfico. Volteándome en mi asiento, me asomé por la ventana trasera—y mi corazón se disparó. Detrás de nosotros, un taxi estaba tan cerca que podía ver su cruz de plata colgando en el espejo retrovisor. El hecho de que el taxi estuviera a centímetros de besar la parte de atrás de nuestras orejas no era gran cosa; los taxistas manejaban como locos en la ciudad. No, era el conductor detrás del volante que envió un disparó de miedo directo hacia mí. Ahora sabía de donde estaba viniendo la mala sensación.

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—Morris. Creo que necesitamos apurarnos y llegar a casa.

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La sensación maliciosa colgaba espesa y turbia. Tan potente que se sentía como si el que fuera que estuviera provocando la sofocante sensación estuviera en el asiento de atrás, respirando sobre nuestros cuellos. Eso era la sensación de una cruda maldad, algo que nunca había sentido alrededor de un Fiend.

El espacio alrededor del encorvado conductor era más negro que cualquier sombra, espeso como el aceite. Astillas finas de plata, pequeñas motas de humanidad, se asomaban a través de la oscuridad de su alma, apenas ahí. Su alma se derramó fuera de él, filtrándose a través de la parte delantera del taxi, deslizándose sobre el salpicadero, y arrastrándose sobre la ventana. —Oh, Dios mío —susurré, sintiendo la sangre drenarse de mi cara—. ¡El conductor está poseído! Tan pronto como las palabras dejaron mi boca, Morris giró el volante a la derecha. Un claxon sonó. Los neumáticos chirriaron. Pisó los frenos, azotándome alrededor, mientras evadía la parte trasera de un camión de entregas. Una serie de maniobras después, varios coches estaban entre nosotros y el conductor del taxi poseído. Miré a Morris—. Maldición. Para ser un hombre viejo, seguro que sabes cómo manejar. Morris mantuvo un apretado agarre sobre el volante, pero sonrió en reconocimiento. Un segundo después, estábamos en un rampa de salida, volando hacia la carretera. El Yukon patinó mientras volteaba a la derecha, y grité, agarrándome de la palanca. Luego el pesado vehículo se tambaleó hacia adelante mientras pisaba el acelerador con toda su fuerza. Llegamos al estrecho tramo de los carriles de la carretera privada a velocidades vertiginosas. Y no estábamos solos.

¿Roth? Parecía probable, ya que él era el único demonio de Nivel Superior que había visto, con la excepción del que se había movido muy rápido como para estar segura. El terror llenó mi estómago como plomo. ¿Había poseído Roth a este hombre porque me había rehusado a dejar de etiquetar? Si era así, acabo de poner en peligro la vida de

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La oscuridad del alma del hombre se desvaneció, revelando una pálida y vacía cara. El humano estaba en piloto automático, completamente bajo el pulgar del demonio que lo tenía poseído. Posesión, seguida del asesinato, era uno de los peores crímenes, y era prohibido de acuerdo a la Ley de Balance. Los humanos pierden todo libre albedrío una vez que los demonios les respiran la esencia, posesionándolos. Solo los demonios de Nivel Superior podían poseer humanos.

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El taxista estaba ganándonos, y luego estaba en el otro carril, yendo en dirección contraria, avanzando poco a poco hacia nosotros. Mi corazón saltó a mi garganta mientras miraba dentro del taxi.

Morris. Ira y culpa se arremolinaron dentro de mí, causando que mis manos se apretaran hasta que mis uñas estuvieron en mis palmas. De repente el taxi igualaba nuestra velocidad. Como un profesional, Morris continuó con la mirada hacia delante, pero un grito se construyó en mi garganta. Mis músculos se sentaron, como si mi cuerpo supiera qué esperar. Morris se desvió. Dos llantas salieron de la carretera, crujiendo sobre la tierra. Pero— oh, Dios—ya era demasiado tarde. Cerré mis ojos apretadamente, el terror tenía un férreo control en mí.

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El taxi se estrelló contra nosotros.

Traducido por Corazón de Tinta.

El impacto fue ensordecedor.

Cuando por fin dejamos de movernos, estaba segura de que tenía a un paro cardíaco. —¡Morris!. ¡Morris! —Empujé la bolsa de aire para que se desinflara, tosiendo cuando esparció polvo blanco—. ¿Estás bien? Se echó hacia atrás, parpadeando varias veces mientras asentía. Polvo blanco apelmazaba sus mejillas, pero aparte de un hilo de sangre debajo de la nariz, se veía bien. Volviendo la atención al otro coche, me desabroché el cinturón de seguridad con dedos temblorosos. Todo el frente de la cabina era una masa de torcido metal crujiente. Un agujero del tamaño de un cuerpo estaba en el parabrisas.

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Dios bendiga a Morris, porque de alguna manera, incluso con una bolsa de aire en la cara, dio vuelta a ese volante, logrando girar el vehículo de tal forma que fue la parte de atrás en lugar de la parte delantera la que se estrelló contra el grueso tronco de un antiguo árbol. Pero el impacto no fue menos brutal, lanzándonos hacia atrás.

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El metal crujió y dio paso a una explosión de color blanco que me envió hacia un lado y luego me lanzó de espaldas. Un segundo antes de que la bolsa de aire se estrellara contra mi cara, vi una mancha de árboles avanzando hacia el frente del carro.

Manchas de una sustancia de color rojo oscuro recubriendo los bordes de los cristales rotos y salpicaba el capó. —Oh, Dios —dije, dejando que el cinturón de seguridad golpeara de vuelta—. Creo que el otro conductor fue lanzado fuera del taxi.

Revolviendo mi bolsa para conseguir mi celular, di un golpe en la maldita bolsa de aire. Lo necesitaba para pedir ayuda, algo. A pesar de que el taxista nos había golpeado, estaba poseído y totalmente no responsable de su acciones. Él era un ser humano inocente, y tenía que hacer algo. Tráfico no bajaba a esta carretera a menudo… Un rostro ensangrentado, mutilado apareció fuera de la ventanilla del copiloto. Tiré hacia atrás, tragándome un grito. Náuseas aumentaron rápidamente. La cara, oh, Dios, el rostro era una ruina. Los pedazos de vidrio estaban incrustados en sus mejillas. La carne estaba rasgada. Riachuelos de sangre corrían por su rostro como la lluvia. Uno ojo se veía casi salido. Su labio inferior... apenas podía sostenerse y su cabeza se inclinaba en un ángulo antinatural. El tipo debería estar muerto, o al menos en estado de coma. Pero él todavía estaba de pie y caminando.

Uno de los brazos de Morris llegó alrededor de mis hombros mientras me arrastraba fuera del asiento, pero el maldito poseído seguía llegando. Recostada contra Morris, llevé a mis rodillas hacia atrás y cerré de golpe ambos pies en la camisa harapienta, golpeando hacia atrás al hombre. El poseído se mantuvo de pie, regresando determinado y con una sola idea. Su mano se envolvió alrededor de mi tobillo cuando golpee de nuevo, y tiró, jalándome fuera del carro. La sangre burbujeó en su boca saliendo del espeluznante agujero en su garganta.

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Agarró la manija y tiró, desgarrando la puerta del Yukon de sus goznes. La arrojó a un lado y luego avanzó, con las manos ensangrentadas disparándose directamente hacia mí.

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No era bueno.

Grité y golpeé mis manos violentamente, envolviéndolas alrededor de la palanca de cambios. Por un segundo, mi cuerpo se mantuvo arriba en el aire, la mitad fuera del Yukon con el poseído tirado como si estuviera claramente dispuesto a rasgarme en dos. Morris se lanzó hacia delante, tirando de la guantera abierta. Hubo un destello de brillante metal negro y luego una explosión resonó en el interior del carro. El poseído se sacudió y me dejó ir. Golpeé el asiento y la consola central de lado. Dolor sordo disparado a través de mi cuerpo. El humo acre quemó mis ojos. El poseído se detuvo, con los ojos vidriosos, con un agujero de bala mortal en la frente. Entonces inclinó la cabeza hacia atrás y la boca abierta. Un grito inhumano escapó de él, un cruce entre un grito de bebé y gemido de un perro. Humo rojo se derramó de su boca abierta, llenando el aire con su suciedad y hedor. Se mantenía hasta que el último tentáculo serpenteó hacia fuera y una nube de humo lo envolvió. El poseído se derrumbó, pero la nube siguió expandiéndose. Formando formas en su interior. Dedos y manos apretadas, como si algo estuviera buscando una forma de escapar. La masa de repente se echó hacia atrás, y una forma de óvalo alargado se formó, casi como una cabeza. Se giró hacia nosotros, y el pánico abrió un agujero a través de mi pecho. Esta cosa no iba a morir.

Luego, a lo largo del borde del bosque tembloroso apretando la carretera, el sol desvanecido capturó y reflejó sobre una gruesa y brillante cola ónix, deslizándose por el suelo cubierto de hojas. Me cortó la respiración. Bambi. La masa palpitaba y se torcía, pero esa maldita serpiente era rápida. Se disparó a través del suelo, formó un arco en el aire, para tragar la esencia del mal en un segundo. Y entonces no había nada, ninguna esencia o serpiente gigante. El olor horrible de azufre se demoró, pero ya no era potente, y el sentimiento malicioso se había

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Algo grande estaba por llegar.

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Más allá de la masa, las copas de los árboles empezaron a temblar como si Godzilla estuviera a punto de hacer una aparición. En este punto, todo era posible. Las ramas se agitaban hacia atrás y adelante, sacudiendo las últimas hojas que se habían aferrado. Cayeron como la lluvia, nublando el cielo en marrones apagados y verdes.

desvanecido. Había sólo el sonido de la respiración pesada de Morris y mi corazón latiendo con fuerza. — ¿Viste eso? —Miré hacia arriba la cara de Morris. Su expresión decía "¿ver qué?" Y yo no estaba segura de sí había visto a Bambi, ella se movió tan rápido.

—Jesús —murmuré. Morris sonrió.

Fue un caos en la mansión. Desde el momento en que Morris y yo explicamos lo que había pasado, la ira y la tensión se filtraron en cada habitación de la casa descontrolada. Un ser humano poseído viniendo detrás de alguien, no era bueno. Y la idea de que haya sucedido tan cerca de la casa tenía a todos los Guardianes en un manojo de nervios. Todos excepto Zayne, porque no tenía idea de dónde estaba.

No tenía ni idea de cómo empecé mi día libre un tanto normal, al menos normal para mí, y terminé con mi sistema de creencias siendo cuestionando, compartiendo mi primer beso con un demonio, descubriendo que mi madre, posiblemente, podría ser la Lilith y siendo perseguida por un humano poseído. ¿Cómo en el mundo habían ido las cosas tan mal? Nicolai, un guarda de unos veinticinco años que habían perdido a su compañera y su hijo el año pasado durante el parto, como muchos de ellos lo hacían, se detuvo por donde yo estaba, en camino a deshacerse del cuerpo y los restos de los dos coches.

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Mi presencia activaba los hechizos protectores. Probablemente no tanto como un demonio de pura sangre o un poseído haría, pero los Guardianes debían que tener cuidado que no me sacaran accidentalmente.

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Incluso con toda la seguridad y los encantos cubriendo los acres de tierra sobre los que la casa descansaba, muy poco podía ser hecho. Debido a... bueno, por mi culpa.

—¿Estás bien, Layla? —preguntó, colocando una mano sobre mi hombro. Aunque Nicolai rara vez sonreía y era más reservado que los otros, siempre había sido amable conmigo cuando alguno de los Guardianes, incluso algunos en el clan, me trataban como si no fuera digno de la tierra en sus botas debido a mi sangre. Estaba magullada y sacudida, y más que un poco asustada, pero asentí. —Estoy bien. —Me apretó el hombro y salió, dejándome en una habitación llena de Guardianes molestos. Cansada, me senté en el sofá. En el centro de los seis Guardianes, Abbot se puso de pie en la postura de un guerrero puro. Las piernas abiertas, la espalda recta y los brazos cruzados. Ni que decir tiene, que no estaba contento. Hablaban en voz baja, y Elijah y su hijo estaban allí, intercambiando miradas oscuras que se dirigían a mí de vez en cuando. No dudaba que Elijah y Petr me culpaban. Yo ya había sido interrogada. No preguntada o confrontada, sino interrogada sobre los hechos. No era una gran cosa. Un ser humano poseído era una crisis. Mis habilidades haciendo frente no eran una prioridad. Después de decirle a Abbot y al clan todo lo que podía recordar, desde el primer indicio de que algo estar fuera hasta cuando me di cuenta de que pobre conductor había sido poseído, volvió su atención a los hombres.

Uno de los Guardianes sonrió. Se intercambiaron varias mirada, todos diciendo que estaban esperando la actividad de su noche. Una sensación incómoda se retorció en la boca de mi estómago. Morir sería un más agradable resultado para un demonio. Si fueran capturados para ser interrogados... Mis entrañas se retorcieron. Había un almacén en la ciudad donde los Guardianes detenían demonios. Nunca había estado allí, pero había oído hablar a los Guardianes de lo que pasó allí y cómo hicieron hablar a los demonios.

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—Detengan a cualquier demonio para ser interrogado. Si un demonio está poseyendo seres humanos, entonces algo se está elaborando. Incluso un demonio podría saber lo que está pasando abajo. Hagan que se hable.

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—Investiguen la ciudad por actividad demoníaca de nivel superior —ordenó, y varias cabezas asintieron en acuerdo.

No le había dicho al clan sobre Bambi, ya que Morris parecía no haberla visto. La culpa mordió mi piel, pero Bambi había venido en nuestra ayuda. No había forma de saber lo que la esencia del mal habría hecho si la serpiente no se la hubiera tragado. Tocando ligeramente mi pie, envolví mis brazos a mí alrededor y mordí mi labio. No decirle a Abbot estaba mal. Vidas Guardianes podrían estar en peligro. Los seres humanos podrían estar en peligro. Pero había estado guardando toda la situación de Roth para mí misma tanto que no estaba segura de incluso cómo empezar. Y si Abbot sabía de él, me sacaría de la escuela. Y odiaba la parte de mí que era demonio, porque estaba más preocupado con lo que tengo y lo que iba a perder que cómo las cosas podrían afectar a otras personas. Pero ese era el problema. A veces la sangre demoníaca ganaba. Yo sabía que estaba mal. Totalmente entendía eso, pero no significaba nada al final. —Sabíamos que esto iba a pasar con el tiempo —gruñó Elijah. — Que este día era… Abbot le lanzó una mirada que decía " cállate ", y me pregunté qué en el infierno estaba hablando el otro Guardián. No había duda de que iba a culpar de todo esto a mi sangre demoníaca. Cerré los ojos y tomé una respiración larga. Inmediatamente, vi el rostro destrozado del pobre que había sido poseído. Mientras viva, nunca olvidaré lo que el hombre parecía. Temblando, obligué a mis ojos a abrirse y mi mirada buscaba un rostro en particular.

Geoff, a quien nunca vi moverse alrededor de la casa ya que parecía vivir en el cuarto de control, se volvió hacia mí. Su cabello castaño largo hasta los hombros estaba recogido, revelando características regulares. Cuándo sonreía, se producía un hoyuelo en su barbilla. Pero él ahora no sonreía. —Ha salido con Danika y Jasmine. Se llevaron a los gemelos al parque con otro hombre. La amarga quemadura de los celos se apresuró a subir, y así de incorrecto, pero se apoderó de mi piel de todos modos.

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—¿Dónde está Zayne?

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Me aclaré la garganta.

Ojos agudos de Geoff no se perdieron nada. —Les hemos llamado, y van a volver de inmediato. Fundí mi mirada a la alfombra, sólo podía preguntarme y estremecerme con lo que Geoff captó en sus cámaras. Si alguien lo sabía todo, era él. — ¿Layla? —La voz de Abbot llamó mi atención, y levanté la vista para encontrarlo de pie delante de mí. —¿Estás segura de que el poseído no te dijo nada? Negué con la cabeza mientras veía al clan irse para encontrar e interrogar a los demonios. Petr se detuvo brevemente, estrechando sus ojos en mí, y luego salió por la puerta, detrás de su padre. Sólo Geoff se quedó. De pie junto a la puerta, con los brazos cruzados. —No, creo que no era capaz de hablar. Tenía una... —Me callé, estremeciéndome al recordar el agujero irregular en su garganta—. No podía hablar. Se arrodilló, su mirada excepcionalmente nítida. —Y este Seeker que se hizo pasar por Poser, ¿te dijo algo? Mi cabeza se sacudió. —No. Quiero decir, creo que dijo " te pillé ", pero no puedo estar segura. ¿Por qué? Abbot miró a Geoff, que murmuró algo entre dientes.

—Creo que es hora de que dejes de etiquetar. Comencé a protestar, pero Geoff inclinó su cabeza en alto y habló sobre mí. —Obviamente ya no es seguro para ti o el clan, Layla. El déjà vu se estrelló contra mí, y mi corazón tartamudeó. —Yo no hago daño... no se lo hice a Morris, no realmente. Él no tiene que recogerme ya. Puedo…

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Se pellizcó el puente de la nariz y se puso de pie.

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— ¿Qué? —le dije, apretando mis manos entre las rodillas—. ¿Qué está pasando?

—En unos pocos días, has tenido un Buscador, un zombie y un poseído acercándose a ti. No hay tal cosa como una coincidencia cuando se trata de demonios. Uno de ellos casi llegó a nuestro complejo, Layla. Una imagen de Roth me vino a la cabeza. —¿Por qué... por qué crees que los demonios están llegando mí? Hubo un momento de silencio y Abbot dijo: —Parece que pueden haber descubierto tu capacidad. Hizo una pausa, mirando a otro lado. Un músculo apareció en su mandíbula. —No puede haber ninguna otra razón. Realmente no podía ubicarla, y tal vez era sólo un mal caso de paranoia, pero me costaba creer que era lo único que Abbot sabía. Había sin duda más que no estaba dispuesto a decir. —No es seguro para ti en este momento. —Geoff se acercó, deteniéndose junto a Abbot—. Si los demonios se han percatado de lo que puedes hacer, no puedes etiquetar. Es demasiado peligroso. —Yo sé cómo defenderme. Zayne me enseñó.

Quería discutir, pero maldita sea, tenía un punto. Conocía mis límites, pero no hacía que nada de esto apestara menos. Me dejé caer hacia atrás contra el cuero flexible del sofá. —Vamos a averiguar lo que está pasando, Layla. —La voz de Abbot se suavizó un grado—. Yo sé cuán importante es para ti ayudarnos en esta guerra, pero ahora mismo, no puedo darme el lujo de estar preocupado por tu de seguridad. Honestamente, debo sacarte de la escuela. El miedo se apoderó de mí, y me puse de pie, dispuesta a rogar y suplicar. —Por favor, Abbot, no hagas eso. Todo está bien en la escuela. Estoy segura allí y…

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—Cualquier cosa que mi hijo te haya enseñado, no es suficiente para hacer frente a un demonio empeñado en llevarte, niña. Ya no tienes el factor sorpresa, que es todo lo que tenías. Y tú lo sabes.

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Abbot se burló.

—No he dicho que fuera a hacerlo. Al menos no en este momento, pero no quiero que Morris te lleve más. Uno de los miembros del clan voluntario. Y eso fue todo. Podía considerarme bajo llave a menos que estuviera en la escuela o que uno de los Guardianes estuviera conmigo. Que era una especie de ironía teniendo en cuenta que había un demonio de Nivel Superior en mi clase de biología, pero ahora sabía más allá de toda duda de que si compartía esa pequeña tonadita, iba a terminar educada en el hogar. Una parte de mí entiende la precaución. Subí las escaleras, dejando a Geoff y Abbot para hacer más de la silenciosa conversación. Apenas abrí de una patada la puerta de mi habitación, oí el graznido excitado de los gemelos que venía del vestíbulo. Girando alrededor, me preparé para el sonido de pasos subiendo, para que Zayne se apresurase y comprobara las lesiones que no tenía. Para que tirara de mí en uno de esos abrazos gigantescos que hacían que todo se sintiera mejor. Las voces masculinas se dispararon desde abajo, una de ellas de Zayne. La ira profundizó su voz, y la de su padre haciendo juego con la suya. Ellos no estaban discutiendo, pero oí entrometerse el tono suave de Danika, y luego sus voces bajaron. Esperé. No había pasos que subieran las escaleras, y las voces se apagaron mientras se movían más en la casa, lo más probable bajo tierra.

A la mañana siguiente, me levanté temprano como lo hacía todos los sábados. Claro, todavía estaba molesta por todo con Zayne, pero era sábado por la mañana. Tenía que haber una razón por la que nunca me fue a buscar anoche. Lo más probable era que Abbot lo hiciera dejar la mansión de inmediato para ayudar al resto de los Guardianes.

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Un suspiro escapó de mis labios mientras estaba allí, a la espera de Zayne, pero nunca llegó a subir las escaleras. Él nunca llegó.

Teníamos planes… siempre teníamos planes la mañana del sábado. Incluso con la posibilidad de que los demonios fueran a buscarme, estaría bien, porque estaría con Zayne. Era el tipo de niñera que podría conseguir detrás. Y quería preguntarle a Zayne sobre mi madre. Pensé que podía hacerlo sin levantar sospechas y sabía que él me diría la verdad. Toda mi vida, Zayne nunca me había mentido. Confiaba en él y sabía que él me diría que no tenía nada de qué preocuparme, que mi madre no era la Lilith. Esperé hasta las ocho y fui a la puerta de su dormitorio como siempre lo hacía. Por entonces ya estaría cambiando de nuevo en su piel humana, abriendo la puerta en cualquier momento. Pero la puerta no se abrió a las ocho. Diez minutos pasaron. Después de treinta minutos, me senté. Cuando el reloj dio las nueve, empecé a sentirme mal. ¿Qué si algo había pasado con él? ¿Y si estaba herido o algo peor? Incapaz de esperar más, me puse de pie y corrí a la primera planta. Abbot aún no estaba en reposo. Estaba con Elijah y algunos otros hombres del clan. Patiné hasta detenerme frente a su estudio, sin aliento. Abbot levantó la cabeza, con una expresión débil de diversión que cruzaba su rostro cuando me vio en la puerta. — ¿Layla?

Abbot se quedó perplejo por un momento mientras se acariciaba la barba. —Oh, hoy es sábado, ¿no es así? Asentí con la cabeza. —Creo que Zayne puede haberlo olvidado—dijo Nicolai en su manera tranquila. Elijah se apoyó contra la puerta, bostezando ruidosamente.

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—¿Ha vuelto Zayne? —No podía preguntarle si había sido herido. Las palabras no se formarían en mis labios.

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Cada uno de los hombres se volvieron para mirarme. El calor inundó mis mejillas cuando crucé los brazos sobre mi pecho.

—Zayne está con Danika. Ella se reunió con nosotros sólo antes del amanecer. Les oí mencionar algo sobre el desayuno. Mi mirada se precipitó al Abbot. Él parecía satisfecho por el desarrollo. Por supuesto, él quería que Zayne se apareara con la chica, por lo que probablemente estaba mentalmente animando y ya imaginaba esbozando bebés, pero yo no podía respirar.

Caminando alrededor de la silla, los ojos de Nicolai se posaron en mí. Simpatía brillaba en su rostro, y mi corazón se sacudió de la peor manera. —¿Quieres desayunar? ¿O café? Elijah y sus hombres se rieron, lo que Nicolai ignoró. —Eso no será necesario —dijo Abbot—. Necesitas descansar, Nicolai, y Layla realmente no debería salir después de lo que pasó anoche. —Yo puedo prescindir de una o dos horas por la chica. — La expresión de Nicolai se agudizó—. No hará ningún daño a nadie, y vamos a estar bien. —Cuanta caridad —murmuró Elijah. La humillación trajo lágrimas que picaban mis ojos. De regreso a la entrada del estudio, Negué cabeza. —No eso es... está bien.

Pero lo hacía ahora. Empecé a dirigirme hacia la puerta principal, pero me detuve en el vestíbulo. La luz del sol entraba a raudales por las ventanas. ¿Dónde podía ir? ¿Pasar el rato en la casa del árbol de nuevo, como una boba? Estaba atascada en esta casa. De vuelta en mi habitación, me cambié de nuevo a mi pijama y me metí en la cama. Yo no quiero llorar. Era débil y estúpido derramar lágrimas por algo como esto, pero mis

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Me di la vuelta, corriendo lejos antes de que Nicolai pudiera terminar. Zayne me había olvidado. Yo no podía creerlo. Nunca olvidó nuestros sábados. Tal vez no lo había hecho. Tal vez sólo me había reemplazado con Danika, una compañera mucho más adecuada. No entendía, sin embargo. Él nunca le había prestado tanta atención antes.

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—Pero…

mejillas terminaron sintiéndose húmedas de todos modos y el pecho me dolía. Me acurruqué en mi lado, haciendo un puño el anillo en mi mano hasta que me dejé llevar de nuevo al sueño.

Un golpe en la puerta de mi habitación me despertó horas después. Abrí mis ojos para ver que el sol se ponía fuera de mi ventana del dormitorio. Había dormido todo el día. El golpe vino de nuevo. Subí el edredón espeso por encima de mi cabeza. La puerta se abrió. — ¿Layla–bug? Me agaché, con la esperanza de terminar desapareciendo. Unos momentos más tarde, la cama se movió bajo el peso de Zayne. Tanteó hasta que su mano se posó en mi cabeza. —¿Dónde estás bajo estas mantas? —palmeó la cama un par de veces—. No puedo encontrarte. Lo odiaba por bromear. Hubo un momento de silencio. —Estás enojada conmigo.

Otro momento de silencio. —No quise olvidarte, Layla. Después de todo lo que pasó anoche con el humano poseído y todos nosotros estuvimos fuera hasta tarde. Es sólo... que paso. Una sensación de vacío extraño se abrió en mi pecho. —En todos los años que nos conocemos, nunca me habías olvidado. —Un bulto seco se formó en mi garganta—. Esperé por ti, ¿sabes? Entonces, como una idiota, pensé que algo te había sucedido. Así que me avergoncé a mí misma frente a todo el clan.

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—Me olvidaste.

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Apreté mis ojos cerrados hasta que vi la luz blanca.

—He oído que Nicolai se ofreció a llevarte. Recordar eso me hizo sentir mucho mejor. —Sólo vete. Zayne tomó el borde de la manta, tirándolas de mi agarre. Yo luchaba desesperadamente por el control de la manta, pero Zayne la mantuvo lejos de mí. Me di por vencida, caí sobre mi espalda. —Tú apestas. — Lo siento. —Parecía agotado. Sombras tenues florecieron bajo sus ojos, su pelo era un desastre, más ondulado de lo normal, y su camisa estaba arrugada—. Layla, lo siento mucho. Tenía toda la intención de volver aquí a tiempo. Y quería verte… estaba preocupado por ti. Perdí la noción de las cosas. —Tienes un aspecto terrible —le dije—. Supuse que te quedaste hasta más tarde de lo normal, ¿no? Los ojos de Zayne se estrecharon. —No más de lo que normalmente haría si hubiera estado contigo. Pero él no había estado conmigo. —¿Por qué le dijiste a Danika que mantenga un ojo en mí?

—Estoy enojada porque me dejaste colgando esta mañana, y sí, estoy enojada porque le dijiste acerca mi problema. — Layla, aquí todo el mundo sabe lo que puedes hacer. No es un secreto. Me senté, empujando la maraña de pelo de mi cara. —¡No todo el mundo sabe lo mucho que me esfuerzo con ello! Y lo sabes. Pero se lo dijiste a Danika. Confusión ondulaba las facciones de Zayne.

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—¿Así que eso es de lo que esto… —hizo un gesto hacia mí— … se trata? ¿Estás enojada porque le pedí que te ayudara si necesitabas algo?

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Él parpadeó.

—No entiendo lo que es el gran problema. No es como si estuviéramos hablando mal de ti. —¿No sabes cuál es el gran problema? —Salí de la cama, haciendo caso omiso de las cobijas que se derramaban hacia el suelo. Todo vertiéndose fuera de mí. Toda la ira, la frustración y la confusión se apresuraron a la superficie. Y ahí estaba la pena haciendo su camino hacia fuera, también, porque se sentía como que lo estaba perdiendo—. ¿Sabes cuan vergonzoso… lo humillante que es que la gente piense que estoy así de estropeada? Jesús. Jazmín ya piensa que voy a chupar las almas de sus hijos y ahora Danika me sigue alrededor en el medio de la noche. Es decir, cuando no está siguiéndote. —Jasmine no cree eso, Layla. —Se torció por la cintura, empujando su mano por el pelo—. Has estado tan alterada últimamente. Pensé que sería una buena idea en caso de... Me estremecí—. ¿En caso de que, Zayne? —Layla, no quise decir nada con eso. —Se puso de pie, levantó las manos sin poder hacer nada.

Fruncí el ceño, me volví hacia él. —¿Y por qué si no iba a estar enojada? —Estás enojada porque Danika está aquí. Te pones así cada vez que viene de visita, pero está más allá de ser evidente esta vez. Mi boca se abrió, y el raro y repulsivo sentimiento de vacío se propagó. —¿Realmente crees que eso es todo? Eso es ridículo. Me hiciste sentir como una mierda en cuatro ocasiones, Zayne.

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—Sabes, yo ni siquiera creo que esta mañana o mi solicitud a Danika para ayudarte, tiene nada que ver con qué te comportes de esta manera —dijo a Zayne, su voz mezclada con frustración.

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Por alguna razón, mi mirada se posó en una vieja casa de muñecas en la esquina de mi dormitorio. Después de todos estos años, nunca había tenido el corazón para almacenarla en el ático. Recuerdos de forzar a Zayne a jugar a las muñecas conmigo parecían hace tanto tiempo. ¿Por qué me aferraba a ellos— a él— cuando todo era tan inútil?

— ¿Cuatro? ¿De que en el infierno estás hablando? Levanté la mano, marcándolos con mis dedos. —Me arrojaste debajo del autobús con todo el etiquetado, lo que debe hacerte feliz otra vez, ya que después de la noche anterior, no voy a etiquetar ya. Le dijiste a Danika que cuidar de mí por si acaso voy toda demonio sobre el culo de todos. — Sabía lo loco todo esto sonaba, pero no podía detenerme—. Ni siquiera me comprobaste anoche. ¡Y me olvidaste esta mañana para pasar tiempo con alguien más! Cruzó la habitación, deteniéndose frente a mí. —Le sugerí que dejaras de etiquetar porque es peligroso para ti, lo que resultó ser cierto, ¿no lo hizo? Le dije a Danika que mantuviera un ojo en ti porque me preocupo por ti. Extraño concepto, ¿eh? —Sus pálidos ojos rompieron el fuego, para prenderse a los míos y sostenerlos—. No he venido verte anoche porque me imaginé que estabas descansando y me fui inmediatamente a cazar. Y siento lo de esta mañana. No voy a reemplazarte, Layla. Fue un honesto error. —Pero me estás reemplazando. —Al darme cuenta de lo que había dicho, junté las manos sobre la boca y di marcha atrás. Peor aún, se construían las lágrimas en mis ojos. Su expresión se suavizó al instante. Alargó la mano hacia mí, pero di un paso atrás. Algo parecido al dolor parpadeaba sobre su cara. —Ese no es el caso.

—Sólo han pasado un par de días. Ella va a dejarnos en un par de semanas. —Zayne arrastró sus dedos por el pelo otra vez—. Por favor, no seas así, Layla. Nuestros ojos se encontraron, y yo sabía que él estaba esperando que le dijera que estaba bien. Que estaba bien con las cosas ahora, y no estaría molesta por Danika. No dije nada, sin embargo, porque no estaba de acuerdo con esto y los celos y la amargura eran como píldoras amargas que estallaban en mi estómago. Esto era más que un flechazo no devuelto. Él era mi amigo, el único amigo que realmente sabía sobre mí, y lo estaba perdiendo.

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—Pero estás gastando mucho tiempo con ella. Apenas te he visto desde que está aquí. Está haciendo todo lo que yo... —Me detuve, mordiéndome el interior de la mejilla hasta que probé sangre. Tonta, chica tonta.

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Bajé mis manos a mis costados.

Sacudiendo la cabeza, Zayne se encogió de hombros. Luego se fue hacia la puerta de mi dormitorio, deteniéndose para mirarme por encima del su hombro. —Lo siento. —Lo siento no me hace sentir mejor —dije simplemente porque quería ser una perra. Un músculo palpitó en su mandíbula. Pasaron varios segundos antes de que hablara. —Tú sabes, estás constantemente quejándote de que todo el mundo te trata como a una niña. Es un poco difícil tratarte como a un adulto cuando actúas así. Ouch. Podía haberme golpeado y habría herido menos. Por un momento parecía que se arrepintió de decirlo, pero la expresión se perdió mientras se frotaba la mano por la cara. Abrió la puerta. —Por cierto, padre habló con los Alfas anoche. Mi corazón se quebró en mi pecho. —¿Los Alfas? Él me dio una breve inclinación de cabeza. —Ellos vienen aquí mañana. Todo lo demás quedó en el olvido en un instante, cosas como Lilith, aun el fuerte dolor de su palabras quedaron atrás.

Asentí con la cabeza lentamente. —¿Así que no debería estar aquí? — No. No debes estar aquí.

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— No. Sólo quieren hablar con Padre.

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—¿Estás reuniéndote con ellos?

Traducido por Jessy

Los Alfas realmente eran como el hombre del saco para cualquier cosa con un rastro de sangre demoniaca en su cuerpo. Incluso los Guardianes no estaban totalmente cómodos a su alrededor. Mantuve un ojo en el reloj, sabiendo que llegarían antes del anochecer. Ya debería haber dejado la casa, pero en realidad no tenía un lugar donde ir…y quería verlos de nuevo. Pase el tiempo alrededor de la cocina mientras Jasmine intentaba que los gemelos tomaran un refrigerio antes de que los acomodara para la noche. Izzy y Drake estaban en la mesa, en completo modo gárgola. Sus pequeños cuernos negros se balanceaban de arriba abajo mientras reían. Jasmine estaba parada entre ellos, poniéndose rígida de repente.

—Todavía no —se pasó las manos sobre la parte delantera de su blusa de manga corta—. Pero los hombres se están preparando para su llegada. Era extraño como todos estaban conectados. Segundos después, los oí moviéndose arriba. No había visto a Zayne en todo el día. Era oficial. Me estaba evitando. Necesitaba verlo, porque después de mirar el techo toda la noche, supe que debía disculparme. Estaba poniendo demasiado sobre él, esperando cosas que no debería. Él se preocupaba, pero la deformación estaba de mi lado, porque lo que sentía por él era más de lo que debería.

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—¿Están aquí?

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Su reacción provocó un aleteo de nerviosismo en mi pecho. Puse abajo mi vaso de jugo.

—¿Dónde vas a ir? —pregunto Jasmine, limpiando rápidamente las cajas de jugo de manzana y galletas de animales. Metí mi cabello hacia atrás. —No lo sé. Espero poder encontrar a Zayne antes de que lleguen aquí. Si no, supongo que voy a pasar el rato en la casa del árbol. —Como una fracasada… Una mirada dura contrajo sus facciones. —¿Cómo sabrás cuando se vayan? —No lo sé. No puedo ponerme en contacto con Zayne, supongo que alguien me llamará —al menos eso era lo que esperaba—. ¿Cuánto tiempo… Un fuerte estruendo interrumpió mis palabras. Los vasos se sacudieron en el gabinete. Las ollas de acero inoxidable sonaron una con otra. Me aparté del mostrador, juntando mis manos. En un instante, todo el aire fue directamente succionado de la casa. La estática impregno la habitación. No me atreví a moverme. Incluso los gemelos parecían sentir su llegada, mirando con los ojos muy abiertos a su madre. Los Alfas de seguro amaban sus extravagantes entradas.

Era la luz que las personas veían momentos antes de morir. Y era hermosa. Celestial. Para algunos, no había nada que temer en la muerte. No cuando esto esperaba por ellos.

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Jasmine me miró, pero ya me estaba moviendo por el mostrador. El instinto me decía que estaban en la biblioteca. Me deslice por el pasillo, deteniéndome a varios metros de distancia. Suave y luminosa luz se filtraba por debajo de la puerta, deslizándose por los pisos de arce, trepando por las paredes de color de la crema de mantequilla. La luz pulsaba, convirtiéndose cada vez más en una entidad viviente mientras tentáculos cruzaban el techo, goteando pedacitos de luz brillante en relucientes charcos en la alfombra.

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Una explosión de energía levantó los minúsculos vellos en mi cuerpo. El ruido se detuvo y el aire olía a algo almizclado y dulce. No olería así para todos. El cielo olía como tú quisieras, como lo que desearas. ¿Rosas? ¿Panquecas con jarabe de arce? Goma quemada. Lo que sea. La última vez que había estado aquí, había olido como a menta fresca para mí.

Esto era lo más lejos que podía ir. Ya sabían que estaba aquí, en algún lugar de la casa, pero no podía alejarme. Mi garganta comenzó a arder, y mi piel se estremeció. Era una autentica tortura estar cerca de algo tan puro y no querer…bueno, devorar su esencia. Sabía que tenía que irme, pero extendí la mano, corriendo las puntas de mis dedos por la luz. Jadeando, moví hacia atrás mi mano de un tirón. Era caliente—quemadora. Las puntas de mis dedos estaban rosadas y palpitaban. Finas volutas de humo flotaban de mi mano. Dando un paso atrás, sostuve mi mano herida contra mi pecho y, bueno, mi pecho dolía por una razón totalmente diferente. Me quede mirando la luz mientras esta continuaba propagándose por toda la casa, tomando todo en su calor. No podía ir hacia la luz. No ahora, y probablemente, nunca. Duras lágrimas escocían mis ojos. Me di la vuelta entonces, cogiendo mi bolso de libros de la cocina, ahora vacía, y deje la casa antes de que los Alfas se cansaran de mi presencia y me quitaran la elección de irme.

Extendí la mano alrededor de mi cuello y tiré de la cadena de manera que la extraña piedra colgara justo debajo de mis dedos. Pasando suavemente mi pulgar sobre la joya, no fui capaz de evitar el estremecimiento de repulsión. Quería arrancar el anillo de la cadena y lanzarlo hacia los arbustos. Casi lo hice, pero cuando mis dedos se cerraron a su alrededor, yo…no pude hacerlo. Incluso si mi madre era la Lilith, incluso si no me había querido, no podía tirar lo único que tenía de ella. Empujando mi mochila a un lado, me moví a través de la apertura y descendí las tablas clavadas en el tronco del árbol.

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Mirando hacia mi mano, le fruncí el ceño a la piel de un brillante rosa en mis dedos. Solamente yo sería lo suficientemente tonta para intentar tocar luz celestial.

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Sentada en el estúpido mirador, me quedé mirando la pantalla de mi celular y deje salir una jugosa maldición que quemaría enseguida las orejas de los Alfas. El crepúsculo había descendido y estaban empezando a asomarse pequeñas estrellas. Zayne no había contestado las primeras dos veces que había llamado hace una media hora.

Después de llamar a Stacey y no recibir respuesta, recibí un texto rápido de ella diciendo que estaba en el cine. Envidiosa, pateé una raíz gruesa que brotaba de la tierra y lo hice otra vez, llamé a Zayne. El teléfono continúo sonando varias veces y Zayne todavía no contestaba. Corté la llamada cuando paso por el buzón de voz. Mi ritmo cardiaco se alborotó, como lo hacía cada vez que no contestaba. Tal vez era un poco del tipo acosadora psicópata, pero incluso tan enfadado como estaba conmigo, él tenía que saber que estaba básicamente acampando en una maldita casa del árbol hasta que alguien recordara llamarme. Pasaron cinco minutos e intente llamar otra vez, odiándome por ello. Porque, en serio, estaba cayendo en esa tierra de desesperación nuevamente, en la que habitaban chicas que hacían el ridículo por chicos, chicos que no las querían o no podían tenerlas. Mi estómago estaba desplomándose por todo el lugar, como si fuera anoche, justo antes de decir todas esas estúpidas, estúpidas cosas. Después del segundo timbre, la llamada fue directamente al buzón de voz. ¿Qué demo…? Mi estómago se quedó inmóvil, yo me quede inmóvil.

Petr se rio, se rio disimuladamente en verdad. —Esto es realmente muy fácil. —¿Qué es? —di un paso atrás, pero mantuve mis ojos fijos en los suyos. Una sonrisa afilada cortó en sus labios. —¿Estás aquí afuera? ¿Pasando el rato en la casa del árbol? ¿Qué increíblemente patético es eso?

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Quien sabe cuánto tiempo estuve parada ahí. Probablemente habría sido mucho más si no hubiera oído el chasquido de una rama detrás de mí. Dando rápidamente la vuelta, sentí mi corazón caer a mis zapatillas. Petr estaba parado en frente de mí, con sus manos metidas en los bolsillos de sus pantalones. El aire se había vuelto frio, pero él usaba únicamente una fina camiseta. No podía divisar el diseño en la invasora oscuridad.

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Todo a mí alrededor pareció silenciarse mientras escuchaba el contestador automático contestar. Entumecida, presione el botón para finalizar la llamada y lentamente baje la mano. Me había enviado al buzón de voz. En realidad me había enviado al buzón de voz.

La inquietud se volteó rápidamente a molestia. —¿Qué estás haciendo aquí? Petr miró alrededor deliberadamente. —¿Qué te parece? Siendo testigo de tu patética existencia por última vez. Una bola de hielo se formó en mi pecho. —Te dijeron que me dejaras en paz. —Sí, veras, eso es lo curioso. Me dicen un montón de cosas —caminó a mí alrededor lentamente, con la cabeza baja, al igual que el depredador que era un Guardián—. ¿Cómo se siente ser dejada afuera como un perro sarnoso? ¿Indeseada? Incluso Zayne parece haberse aburrido de ti. Sus palabras cortaron profundamente, porque en cierto modo, eran de alguna forma verdad, con la excepción que era más como una mula no deseada que un perro sarnoso. Pero me rehusé a mostrar algo de dolor. —¿Cómo se siente ser una pervertida excusa de hombre? Los ojos de Petr se estrecharon en delgadas hendiduras mientras hacia otro gran círculo. —¿Sabes que es lo divertido de todo esto? —No. Pero ¿supongo que vas a decirme?

Enrosque el celular, sintiendo mi pulso aumentar de golpe. —¿Y tú vas a decirme? Se lanzó hacia adelante tan rápido, que ni siquiera lo vi moverse. Envolviendo un largo dedo alrededor de la cadena de mi collar, tiró de él lo suficientemente fuerte para que corroyera mi piel. Su mirada cayó hacia donde colgaba el anillo. —Ni siquiera sabes qué es esto.

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—Ni siquiera sabes porque los Alfas están aquí. Ni siquiera sabes la verdadera razón por la cual los demonios andan olfateando tras de ti.

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Sonrió con suficiencia.

Retirando el collar de su agarre, di un paso atrás. Algo en sus palabras golpeó una fibra sensible. ¿Sabía sobre Lilith? En verdad no importaba. Que los Alfas en la casa sean condenados, empecé a caminar a su alrededor. Agarró mi mano. —¿Dónde crees que vas? Baje la vista hacia su mano, bajando la repentina oleada de terror. Mostrar miedo nunca era una buena idea. —Suéltame. Petr se mofó, y advertencias se dispararon hacia la izquierda y derecha. Demasiado lejos de la mansión para que me oyeran si gritaba, también sabía que cualquiera que viniera en mi ayuda estaba por lo demás ocupado. Cuadré los hombros. —¿Recuerdas lo que sucedió la última vez? Inconscientemente, su mano fue a la pequeña cicatriz a lo largo de su mandíbula. Zayne le había dado eso. —Voy a hacerte algo peor que romperte la mandíbula si no me sueltas.

En un frío momento de sorprendente claridad, me di cuenta que Petr no estaba aquí solo para hablar mierda. Estaba aquí para matarme. Con ese conocimiento, inhalé bruscamente, pero el pánico noqueó el aire de mis pulmones. —No te vas a salir con la tuya. —Ah, creo que estaré bien. El instinto me golpeó. Sacudiéndome hacia el lado, lo sorprendí y su agarre se aflojó. De alguna manera recordé que sostenía el celular en mi mano. Marque en la pantalla a ciegas, rezando para que marcara a alguien, cualquiera. Antes de que pudiera recuperarse, levanté la rodilla y lo golpeé en el estómago.

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—Esto debería haberse hecho hace mucho tiempo, pero me alegro que no lo fuera. Voy a divertirme arreglándolo.

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La fría risa de Petr llegó como un puñetazo en el estómago, y una sensación de hundimiento y ahogo amenazo con tragarme.

Zafándome, me di la vuelta, pero él cogió un puñado de mi cabello, tirando mi cabeza hacia atrás. Petr fue por el teléfono, torciendo mis muñecas hasta que perdí mi agarre en él. Lo tiró en los arbustos de los alrededores. El terror corrió a través de mí, así como también rabia pura. Me giré hacia él, enterrándole las uñas en sus mejillas. Petr gritó y me soltó. Lo aventé, cortando su pierna. Petr se abalanzó a mí alrededor, golpeando su puño contra mí y tirándome al suelo. El nuevo estallido de dolor me aturdió, pero me arrastré hacia adelante. Atrapó mi hombro, lanzándome de espaldas. A nuestra izquierda, los arbustos de pronto se sacudieron violentamente, llamando la atención de Petr. Se irguió, mientras yo giraba y algo, algo negro que brillaba con grandes colmillos, salió disparado del follaje. ¿Bambi? Ni siquiera me pregunte porque la serpiente estaba aquí, pero oré porque se comiera a Petr. Bambi se lanzó por el claro, con la boca abierta y los colmillos relucientes. Con un gruñido profundo en su garganta, Petr se dio la vuelta, atrapando a la serpiente justo por debajo de su cabeza. Ella siseo y se sacudió, pero con una ruda maldición, lanzó la serpiente contra un árbol cercano. Bambi golpeó el tronco con un desagradable y nauseabundo ruido sordo y cayó al suelo en un inmóvil y desordenado bulto. Terror real extendió su camino a través de mí como un virus. Me balanceé, apuntando a cualquier parte de él con la que pudiera hacer contacto.

—Detente. Solo detente —dijo Petr, empujando mi cabeza hacia atrás—. Esto irá mucho más fácil si tu no peleas. Un distinto tipo de instinto luchaba por levantarse en mi interior, no Guardián, pero una parte de mí que era más poderosa que la voluntad de sobrevivir. ¿Petr pensó que me tenía indefensa debajo de él? Deja que crea eso. Todo lo que necesitaba era que bajara la cabeza solo otro centímetro o dos. El demonio en mi interior rugió en aprobación.

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Un grito quedó atrapado en mi garganta cuando le di un rodillazo en el estómago. Petr gruñó y luego su puño serpenteó, estrellándose en mi cara. El zumbido en mis oídos bloqueo todo el sonido. Aspiré el aire y la sangre, despedazándome bajo su peso. Quede reducida a luchar como un animal salvaje.

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—Pequeña estúpida perra demonio —espetó Petr, cogiendo mi brazo—. ¿Un familiar… tienes a un familiar merodeándote? Incluso Abbot me agradecerá por esto.

—Eso es —los arañazos en su mejilla se estiraron, goteando sangre—. Esto se tiene que hacer. Todo el mundo estará mejor si estás muerta. La confusión y la colonia picante que llevaba me asfixiaban. Mi piel se sentía como si se hubiera estirado hasta el límite. El demonio dentro de mí arañaba por salir. —Vas a suplicar —su mirada se movió rápidamente, ojos claros intensos—. Todos lo hacen. Ruegan justo antes de enviarlos de vuelta al infierno —sus mano se movieron más abajo, agresivas—. Sin orgullo. Y esa es la forma en que debería ser. Mírate ahora. Lágrimas de frustración y miedo corrieron por mis mejillas, mezclándose con suciedad y sangre, pero no tenían efecto en Petr. No podía hacer esto, no podía simplemente quedarme aquí y esperar. Me alcé, aferrando el pelo corto en la parte posterior de su cabeza y forzando su cabeza hacia la mía. Petr pego una mano sobre mi boca, forzando mi cabeza hacia abajo. —Oh, no, no vas a hacer eso. Un completo estallido de pánico se instaló. Su mano aplasto mi labio partido, y no pude respirar. Golpeé mis puños contra su brazo, su pecho. El fino material de mi camisola se rasgó, y luego sus dedos estuvieron envueltos alrededor de mi garganta. Sentí cada gravilla clavarse en mi espalda, y fuera de la masa de pensamientos revueltos, recordé lo que Roth había dicho. Las personas con las almas más puras son capaces de los mayores males. Nadie es perfecto, sin importar lo que sean o de qué lado luchan.

El desafío irrumpió a través de mí. Estiré el cuello, sus manos resbalaron y mordí tan fuerte como pude. Su piel se reventó entre mis dientes y brotó sangre caliente. Petr se echó hacia atrás, aullando. El golpe que me encajó quebró mi cabeza en el suelo duro. Explosiones de color nublaron mi visión. No te desmayes. No te desmayes. Forcé a mis ojos a abrirse y picaron de una forma poco natural. Algo dentro de mí se rompió. Tal vez, finalmente era el demonio. No me importaba lo que fuera. Me alcé del

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La desesperación nubló mis sentidos. Enterré las uñas en su cabeza, pero no importaba cuanto lo intentará, no podía respirar. Mis miembros se sentían pesados, mientras me ahogaba en mis propias lágrimas. Con sus dedos magullados intentaba abrir a la fuerza mis piernas, pero las apreté más y más fuerte. Me quede mirando el cielo oscuro, la luna una pálida sombra distante.

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Nunca se han dicho palabras más verdaderas.

suelo, apretando los lados de su cara. Mi movimiento lo sorprendió, dándome suficiente tiempo para pegar mi boca a la suya. Inhalé profundamente, sintiendo la primera voluta de su alma. Respiré otra vez, y él se volvió loco, golpeando mis brazos, mi pecho. Resistí, arrastrando su alma poco a poco dentro de mí mientras él gemía. No sabía cómo pensé que lo haría un alma pura. Se sentía espesa, pesada con sangre y odio. Petr estaba cambiando, sus dedos se clavaron en mi cuello, envolviéndose alrededor de la cadena de plata. Lo último de su alma luchaba contra mí, pero la persuadí y entro en mí. Petr se apartó bruscamente, y en el momento en que su boca dejo la mía, un sollozo desigual se me escapó. Espalda inclinada y con los brazos echados a un lado, la piel de Petr se volvió amarillenta. Las venas se hincharon a lo largo de su garganta y luego se oscurecieron, como si hubiera sido inyectada tinta en su sangre. Vasos sanguíneos oscurecidos viajaron por sus mejillas y por la piel desnuda de su brazo. Se estremeció una vez, y luego se elevó sobre la punta de sus pies como si no fuera nada más que una marioneta. Sintiéndome demasiado caliente y más que un poco fuera de balance, traté de levantarme, pero mis piernas no cooperarían a pesar de que apagados instintos estallaban a la vida. Aléjate. Aléjate. Lo que sea que estuviera pasando con Petr no era normal, pero el alma—ah—probar un alma era como tomar una calada de la droga más pura que hay. La calidez zumbada por mis venas, opacando los numerosos dolores y borrando el miedo. Había probado un alma antes, pero nunca tomado una por completo.

Su cuerpo se contorsionó y tiró la cabeza hacia atrás, con la boca abierta en un grito silencioso. Los colmillos perforaron entre sus pálidos labios grises. La ropa se estiro y se rompió. Petr estaba cambiando. Quizás no me había llevado su alma. Quizás estaba alucinando. Aparecieron huesos y se rasgó piel. Las alas de Petr se desplegaron desde su espalda, abarcando dos metros a cada lado de él. Su cuerpo se sacudió en las últimas etapas de la transformación. Se quedó quieto por un momento y luego su barbilla chasqueó.

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Obligué a mis músculos a trabajar, arreglándomelas para sentarme. Mareada, luché por enfocar a través de la rápida corriente de calor. Los músculos se relajaron y se aflojaron. El mundo de arriba giró, pero Petr…

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Los humanos se consumían a minutos de perder sus almas, convirtiéndose en espectros. Aparentemente, los Guardianes hacían algo completamente diferente.

Los ojos de Petr estaban de color rojo sangre. Y eso…bueno, eso no estaba bien. Mis palmas se deslizaron por el suelo y termine tendida de espaldas. Una pequeña risita escapo de mis labios flojos. Con la sangre martillando, intente incorporarme de nuevo. En el fondo sabía que debería haber tenido miedo, pero nada podría dañarme ahora. Podía besar el cielo si quisiera. El suelo tembló cuando Petr dio un paso adelante, un gruñido retumbo a través de él. Extendió un muy musculoso brazo, y sus manos formaron garras mortales. Los labios retrocedieron en un gruñido, se agazapó. Algo más grande y más rápido se apartó de las sombras, dirigiéndose directamente hacia nosotros. En mi confusa cabeza, me pregunte si era otro Guardián viniendo a ayudar a Petr a terminar lo que había comenzado. Petr se irguió, dándose vuelta hacia la sobra acercándose rápidamente, pero lo hizo demasiado tarde. El borrón se solidificó en un instante. Los rasgos faciales eran familiares, pero más agudos, como si la piel se hubiera reducido sobre el hueso. Las pupilas se extendían de forma vertical y los irises brillaban de un color amarillo.

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—Eso es por ser un bastardo —dijo Roth, y luego tiro el brazo hacia atrás. Una larga estructura espinosa colgaba de su mano, una columna—. Y eso es por lanzar a Bambi.

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El cuerpo de Petr sufrió un espasmo y dejó salir un grito ronco. Calidez, caliente y húmeda roció el aire, salpicando mis jeans y mi estómago. Una esencia metálica inundó el aire.

Traducido por Fanny

Demasiado aturdida y fuera de mí para decir algo, observé a Roth tirar la columna vertebral en el suelo. Su labio estaba curvado en disgusto mientras caminaba sobre el cuerpo de Petr y se arrodillaba delante de mí. —¿Estás bien? —preguntó, y cuando no respondí, se inclinó hacia delante con una mano ensangrentada. Su mirada cayó a ella y murmuró algo entre dientes. Alejando su mano, la limpió en sus jeans—. ¿Layla? Su rostro no lucía tan afilado ahora, pero esos ojos aun brillaran de color amarillo. La fuerza había subido y había comenzado a alejarse como una tenue brisa. Agudos estallidos de dolor fueron apareciendo por todo mi cuerpo. Abrí mi boca, pero solo salió aire. Mi mirada viajó hacia el cuerpo. —No mires —dijo, poniendo una mano sobre mi pierna.

Regresó su mirada a mí, silbando bajo, y la serpiente se levantó y viajo hacia Roth antes de convertirse en una nube negra. El humo viajó sobre su brazo y se estableció sobre su piel, la cola del tatuaje envolviéndose alrededor de su codo. Roth mantuvo sus fijos en mí. —Layla, di algo. Pestañee lentamente. —Graci…as

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—Bien —dijo Roth, mirando hacia donde estaba Bambi agitándose para vivir.

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Me aparté, comenzando a recuperar mi respiración.

Un músculo saltó en su mandíbula mientras su mirada permanecía más tiempo en la mía, y luego se volteó hacia el cuerpo. —Necesito encargarme de esto y luego me… me encargaré de ti. Roth recogió el cuerpo y las otras partes, rápidamente desapareciendo dentro de los espesos arbustos del bosque. Rodando sobre mi lado, me incliné contra el tronco de un árbol para poder levantarme. Distorsionados pensamientos viajaron sin fin a través de mi cabeza. Había tomado un alma, un alma pura. Mi estómago se acalambró. El suave brillo que me rodeaba desapareció y me estremecí incontrolablemente. Había tomado un alma. Roth se materializó de la nada, la parte delantera de sus jeans húmeda y sus manos libres de sangre. Las debió de haber lavado en el arroyo que estaba cerca. Sin decir una palabra, se aproximó a mí lentamente, como si tuviera miedo de espantarme. Deslizó un brazo debajo de mis rodillas y me levantó, y se me ocurrió que probablemente debería preguntar a donde me llevaba. Pero solo quería estar lejos de aquí, tan lejos como fuera posible.

Pero yo era parte demonio y Petr…Pert había sido un Guardián, y él había querido matarme. Las cosas ya no eran blanco y negro para mí. Levanté mi mirada a la cara de Roth. Ojos dorados se encontraron con los míos, y fue como si supiera lo que estaba pensando.

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Me alejé un poco y aspiré una afilada bocanada de aire. Su piel era del color del ónix pulido, más esqueleto que piel. A diferencia de los Guardianes, no había cuernos en el cráneo. Solo piel negra y suave. Una punzada de miedo me atravesó el corazón. Ver a Roth es su forma verdadera era un fuerte recordatorio de lo que en realidad era, un demonio.

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Su cuerpo cambió contra mí, se endureció como lo hubiera hecho un Guardián. El calor irradiaba de su piel y ahí estaba el familiar sonido de la piel separándose. Alas tan oscuras que casi se mezclaban con la noche salieron de su cuerpo, arqueándose con gracia. En los bordes habían cuernos curvados y afilados en una fina punta. Las alas tenían que ser de tres metros de longitud. Las más grandes que haya visto.

—Es divertido lo mucho que los demonios y los Guardianes se parecen, ¿eh? No respondí, pero un lado de sus labios se levantó al total estilo de Roth. —Cierra tus ojos, Layla. Esto va a ser rápido. No me dio oportunidad para protestar. Con su mano libre, empujó mi cabeza contra el espacio entre su garganta y su hombro. Se agachó y un poderoso temblor sacudió su cuerpo un momentos antes de se lanzara hacia el cielo. Con el pulso acelerado, apreté mis ojos y los fruncí. Solo Zayne había hecho esto, llevarme al cielo. Se requirió bastante confianza de mi parte. Si Roth decidía tirarme, no era como si sacara unas alas y me salvara de caer estrellada. Y a pesar de que dudaba de que eso fuera parte de su plan maestro, mi nivel de ansiedad se disparó y empujó mí ya acelerado corazón a toda marcha. Roth apretó su agarre y murmuró algo que se perdió en el viento. El vuelo hacia donde sea que Roth me llevara fue un borrón, pero mató el zumbido restante. Cuando finalmente aterrizó, mi cuerpo entero vibraba con dolor. Estaba temblando tanto que ni siquiera me di cuenta que había cambiado a su forma humana hasta que se inclinó hacia atrás y pude ver su cara. —¿Estás aguantando? —preguntó. Las pupilas de sus ojos color miel aún estaban estrechadas verticalmente.

—En mi casa. ¿Su casa? Roth no dio más detalles ya que comenzó a caminar. Me tomó unos pocos segundos darme cuenta que estábamos en un estrecho callejón detrás de un edificio bastante largo. La puerta delante de nosotros se abrió, y un hombre apareció en la oscuridad. Lucía como si estuviera en a la mitad de los veintes. Frío cabello rubio estaba estirado en una cola de baja sobre su cuello, pero las cejas fijamente arqueadas eran oscuras. Sus ojos eran como los de Roth, del color de la rica miel. Definidamente era un demonio, pero sostenía la puerta abierta.

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—¿Dónde esta…mos? —Hice una mueca mientras el dolor se disparaba sobre mi mandíbula.

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Asentí, o al menos creo que lo hice. Sobre su hombro, no pude ver nada más que edificios de departamento, iluminados como una tabla de ajedrez.

—Esto es una sorpresa —dijo. —Cállate, Cayman. Los pasos de Cayman igualaron los de Roth. Estábamos en la escalera, subiendo. —¿Debería estar preocupado? Porque si eso es lo que creo que es, y ella luce así por algo que hiciste, en verdad necesito saber antes de que tenga una flota de Guardianes destrozando mi edificio. Me pregunté qué tan mal lucía y como este chico sabía quién era. —Él no hizo esto. —De alguna manera eso es un alivio, pero… Roth rodeó un nivel. —Los Guardianes no son ninguna preocupación en este momento. El otro demonio arqueó una ceja. —Esa sería tu opinión, y una opinión invalida. Los Guardianes… —¿No te dije ya que te callaras? Cayman sonrió mientras se deslizaba alrededor de nosotros, abriendo la puerta del quinceavo piso.

Se hizo a un lado, la mano sobre la puerta. —¿Puedo conseguirles algo? —No en este momento. —Pero Roth se adelantó y miró al otro demonio—. Al rato bajaré para verte. No te preocupes. Te informaré. Humor brilló en los ojos del demonio. —Genial. Estoy necesitado de un buen chisme.

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Roth gruñó—. Buen punto.

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—¿Y desde cuando te hago caso?

Y luego se había ido, como si se hubiera esfumado del pasillo. Roth comenzó a caminar sobre el pasillo. —Pu... Puedo… caminar. —Preferiría que no lo hicieras en este momento, y además ya estamos aquí. Aquí era una puerta pintada de negro. Se abrió por sí sola, y tan pronto como entramos, una luz del techo se encendió y una brillante luz se esparció a través del cuarto. Pestañeé hasta que mis ojos se acostumbraron. Su casa lejos del Infierno era bastante agradable. Un gran piso para un rey, para ser exactos. Las paredes estaban pintadas de blanco, y estaban desnudas a excepción de unas cuantas macabras y abstractas pinturas. Había una cama en el medio, cubierta con sábanas blancas y rojas. Una TV estaba montada en la pared, y debajo de ella, había varios montones de DVD’s y libros. Había un piano en la esquina junto a la puerta. En algún otro momento, hubiera ido directo hacia los libros y DVD’s, pero cuando gentilmente me sentó en la cama, me quede ahí, sintiéndome entumecida y vacía. —¿Por qué hizo esto? —La voz de Roth estaba extremadamente calmada. —¿Bam.. Bambi está bien? —pregunté en lugar de contestar. Roth frunció el ceño. —Bambi está bien.

—Como dije, parece que le gustas a Bambi. Ella mantiene un ojo sobre ti… Cuando yo no puedo parecía la parte de la frase que no dijo. Bajé mi mirada, muy confundida sobre malditamente todo. ¿Todos los demonios en realidad eran malos? ¿Cómo podrían serlo cuando uno me rescató de lo que se supone que debía protegerme? —Responde mi pregunta, Layla. Dudé. Porque… porque no estaba segura de poder decir por qué Petr hizo lo que hizo. No estaba lista para decir esas palabras porque hacían todo dolorosamente real. Y en ese momento no creí que pudiera soportarlas.

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—Ella me ayudó dos veces. —Levanté mi mirada—. Tú me ayudaste dos veces.

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Era extraño sentir alivio por una serpiente demonio.

Me miró un momento y luego caminó hacia una silla baja. Jaló una gruesa manta del respaldo. —Toma. —La tiro cuidadosamente sobre mis hombros—. Parece que tienes frío. Lentamente me quite mi ropa rasgada, enterrando mis dedos en el rica suavidad, jalándola a mí alrededor. No sabía qué tipo de material era. ¿Tal vez cashimir? Era negra, le quedaba. Roth se quedó de nuevo, sin hablar, y luego se dio la vuelta. Miré el intricado juego de músculos mientras alcanzaba el dobladillo de su cabeza y la sacaba sobre su cabeza. Los músculos en su brazo se flexionaron mientras la tiraba al piso. Había un gran tatuaje a lo largo de un lado de su cuerpo: cuatro líneas de locuaz escritura en una lengua que nunca había visto antes. Incluso en el humor en el que estaba, no pude evitar apreciar todo lo que Roth tenía. Cuando se volteó para agarrar una camisa de una pila de ropa cuidadosamente apilada, tuve una vista completa de frente. También era delgado, musculoso y cincelado. Agraciado. Sus pantalones colgaban bajos, y parecía como si alguien hubiera presionado sus dedos en la piel juntos a sus caderas, dejando unas hendiduras. Las inmersiones y planos de su estómago parecían irreales.

Roth se puso una camisa limpia y exhaló. Se movió hacia una pequeña cocina y abrió un gabinete. Regresó a mi lado, desenroscado una botella. —Deberías beber algo de esto. Ayudará. Lo acepté, tomando un largo trago. El licor quemó mis labios y dentro de mi boca mientras él desaparecía dentro de lo que asumí era un baño, pero calentó mi interior maravillosamente. Escuché el agua abrirse unos momentos después. Cuando apareció, miré la toalla en su mano. —¿Qué haces?

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Necesitaba mirar a otra parte, pero mis ojos estaban pegados a donde la cola debería estar.

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Bambi estaba enrollada sobre su bíceps, y había un raro tatuaje circular sobre su pectoral derecho. Pero otro tatuaje estaba tallado sobre su estómago. Parecía ser un dragón, con su cabeza echada para atrás y su mandíbula abierta. Sus alas estaban metidas en su escamosa espalda y la cola desaparecía debajo de la cintura de sus pantalones.

—Limpiando tu cara. —Roth se puso de cuclillas, sus ojos vagando sobre mí—. ¿Te duele hablar? Dolía no hablar. —Un poco. —Tomé otro trago, jadeando mientras el líquido goteaba por mi desgarrada piel. Roth me quitó la botella, colocándola lejos de mi alcance. Suspiré. —¿Cómo sanas normalmente? —preguntó. —Más rápido que un humano, pero no como los Guardianes o… como tú —respondí. Con suerte los moretones habrán desaparecido a mitad de semana. No es que mis lesiones fueran un problema. Tenía cosas más importarme por las que preocuparme. Pasó la toalla debajo de mis labios con una sorpresiva gentileza. —Quiero saber por qué hizo esto, Layla. Necesito saber. Alejando la mirada, apreté mis ojos. Dolor crudo atravesó mi pecho como una herida real. Sabía… Dios, lo sabía, que no era solo Petr el que me quería muerta. Toda la cosa parecía una organización, los Alfas, los miembros del clan no estando cerca, incluso Zayne no contestando su teléfono. La traición me cortó profundo, astillando mi centro. Gentiles dedos se presionaron bajo mi barbilla, volteando mi cabeza de lado. —Habla conmigo, Layla.

Un musculó tembló a lo largo de la mandíbula de Roth y sus ojos brillaron con un color rojizo, pero su toque permanecía tan suave que no parecía que estuviera sosteniendo mi barbilla. —¿Dijo por qué? —Dijo que debí haber sido asesinada cuando los Guardianes me encontraron por primera vez. Petr siempre me odió, pero esto… esto era más. —Le dije a Roth todo lo que había sucedido, deteniéndome cada pocos momentos para descansar mi mandíbula adolorida—. No tuve opción.

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—Él quería… quería matarme. Dijo que el mundo estaría mejor sin mí.

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Abrí mis ojos y pestañeé para alejar las lágrimas.

—¿Opción sobre qué? —preguntó— Tú no lo mataste. Yo lo hice. Y me gustaría hacerlo de nuevo. Sacudí mi cabeza. —Tomé su alma, Roth. No entiendo lo que pasó. No lo hizo consumirse como un humano. Se convirtió y sus ojos eran rojos. Se tensó, mirándome directamente a los ojos. —¿Tomaste su alma? Las lágrimas picaban en mis ojos. —Layla —dijo gentilmente—. ¿Tomaste por completo su alma? —Eso creo. —Mi voz se rompió—. Sí. Sí la tomé. El color de sus ojos se oscureció. —Hiciste lo que tenías que hacer. No hay culpa en lo que pasó. ¿Me entiendes? Él estaba… lastimándote. El bastardo se merecía morir. No dije nada a eso, y Roth alisó el trapo sobre mi ceño. Era silencioso y meticuloso mientras trabajaba. Vi el músculo de su mandíbula saltar, sus pupilas regresaron a la normalidad lentamente para cuando se fue y regresó con una toalla nueva. —¿Qué tan malo es? —pregunté cuando ya no pude soportar el silencio.

Debería sentirme aliviada, pero no podía. Todo lo que podía sentir era las manos de Petr sobre mí y la forma en la que lucía después de que tomé su alma. Roth gentilmente comenzó a tomar la manta y mi agarre se apretó —¿Qué estás haciendo? —Me aseguro de que estés bien.

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—No está tan mal como podría estarlo. Tu labio está partido y va a haber un moretón del tamaño del Infierno en tu mandíbula —rozó sus dedos sobre mi ceja,— y aquí. Eres más resistente de lo que pareces.

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Roth sonrió por primera vez desde que me encontró.

—No. —Me alejé de él, sintiendo las paredes comenzar a cerrarse a mi alrededor—. Estoy bien. —No voy a lastimarte. —Roth puso su mano sobre mi hombro cuidadosamente pero aún me estremecí por el dolor viajando por mi brazo. Sus ojos se endurecieron—. Vas a dejarme checarte. No voy a lastimarte, ¿sí? lo prometo. Lo miré por lo que pareció una eternidad, luego asentí y solté la manta. Roth no esperó a que yo cambiara de parecer. Deslizó la manta de mis hombros y cuando escuché su afilada respiración, quería tomarla de nuevo. Lo sentí mover la tela debajo de mi cuello, enterrada entre las desgarradas mitades de mi camiseta. —Te rasguñó —explicó Roth después de unos momentos—. ¿Estaba en su verdadera forma cuando te hizo esto? —No. —Abrí mis ojos—. Comenzó a cambiar cuando tomé un poco de su alma y después de eso, cambió completamente. Antes de que Roth pudiera responder, sentí algo suave y cálido restregarse contra mi tobillo. Miré hacia abajo con sorpresa. Un pequeñito gatito me miró, ojos tan azules como el cielo. —¿Un gatito?

—¿Dos? Él sacudió su cabeza, señalando a la cabecera de la cama. —Tres. Un tercero se asomó sobre la esquina de una almohada, era una mezcla de blanco y negro. Corrió hacia mí, yendo a mis dedos con garras sorprendentemente afiladas. —No… puedo creer que tengas gatitos. —Moví mis dedos y el pequeño chico se estiró para alcanzarlos—. ¿Cómo se llaman?

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Sorprendida de que Roth tuviera algo tan lindo, ignoré la ola de mareo y me incliné sobre él, alcanzando a la diminuta bola de pelo. Su suave ronroneo era como una maquina diminuta. Otro salió de debajo de la cama. Negro, esponjoso y del mismo tamaño que el otro gatito, se movió y empujo sobre su espalda al blanco. Rodaron en el piso, silbando y golpeándose con fuerza entre sí. Miré hacia Roth.

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—Sí, es un gatito.

Roth resopló. —Ese es Fury. El blanco es Nitro y el negro se llama Thor. —¿Qué? ¿Llamas a estas linduras de ese modo tan rudo, pero le pones Bambi a una serpiente gigante? Se inclinó hacia adelante, depositando un beso sobre mi hombro. Fue tan rápido que no estaba segura si de verdad lo había hecho. —Hay dulzura en lo malvado —dijo—. Y recuerda, las apariencias engañan. Bajé mis dedos, acariciando la cabecita del gatito. —Yo no haría eso si fue… Fury enterró sus garras y dientes en mi mano. Grité, alejando mi mano. Se mantuvo aferrado, retorciéndose como un gatito vampiro peludo. Roth agarró a la pelusa, removiéndolo gentilmente de mi mano. —Gatito malo —dijo, dejándolo a lado de sus hermanos. Miré a la demoniaca bola de pelos mientras lamía sus garras con sangre y luego cambié mi mirada a Roth. —No entiendo.

Roth tomó mi mano y llevó el dedo que el gatito había lastimando a sus labios. Presionó un beso en la manchada piel, sorprendiéndome una vez más. —Vas a estar bien. Pude sentir las lágrimas en mis ojos de nuevo. —¿Qué… qué voy a hacer? Tomé un alma, un alma pura.

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El blanco saltó sobre la cama, estirando su pequeña patita y bostezando. Me miró como si no estuviera seguro de por qué estaba aquí.

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—Digamos que no siempre se han visto tan lindos y tiernos. Pueden ponerse bastantes grandes cuando los provocan, pero incluso en esta forma, los perros del infierno les temen —dijo Roth.

Roth se sentó a mi lado. —Estará bien. Una risa estrangulada se me escapó. —No entiendes. No tengo permitido… tomar almas. Bajo ninguna situación. —No es algo por lo que preocuparse en este momento —dijo firmemente—. Me encargaré de eso. Quería tanto creerle, pero no podía ver cómo podría encargarse de algo. Lo que estaba hecho no podía revertirse. Roth se acercó, ahuecando el lado de mi mandíbula que no estaba ardiendo. —Todo se va a solucionar. Lo hará. —Hubo una pausa—. Mira, tienes un pequeño visitante. Miré hacia abajo. El gatito blanco se restregada contra mí, mirándome con rasgados ojos azules. Quería levantarlo y sostenerlo cerca, pero valoraba mis dedos. Siguió restregándose contra mi cadera, como si me retara a acariciarlo. Una emoción obstruyó mi garganta mientras me daba cuenta de que no le había agradecido como se debía.

—Soy muchas cosas, Layla. Pero incluso yo tengo límites. Silencio cayó entre nosotros, y Roth continuó limpiando el resto de mis heridas. Era bueno en esto, en cuidar de alguien. Dudaba que fuera algo que aprendió en el Infierno. Cuando terminó, me dio un par de pantalones y una camisa para que usara. De caminó a su baño, me dolió y me sentí incómoda. En su muy iluminado cuarto de baño, miré mi reflejo. Mis ojos parecían más grandes de lo normal, de un gris brillante que rayaba en lo salvaje. El lado derecho de mi mandíbula ya se estaba poniendo morado. Combinaba con los moretones justo debajo de mi línea de cabello. La piel se había rotó ahí, pero no

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Se encogió de hombros, dejando caer su mano.

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—¿Por qué estás ayudándome? O sea, gracias, no puedo agradecerte lo suficiente por venir cuando lo hiciste. Yo solo… —Solo no entendía como un demonio sería el que me salvara de un Guardián.

lucía como si fuera a necesitar puntos. Mis labios parecía como si me hubiera inyectado Botox y todo hubiera salido mal. Me quité la ropa, encogiéndome no solo de dolor sino por ver las manchas azules y violetas cubriendo mis hombros y pechos. Las marcas de las garras de Petr comenzaban debajo de mi garganta, tres profundas líneas cerca de cuatro pulgadas de largo. Me cambié rápidamente, incapaz de mirarme por más tiempo. Roth estaba en la ventana cuando regresé. Se volteó e intentó una sonrisa lobuna. —Siempre supe que lucirías bien en mis pants. No pensé que reiría de nuevo, pero lo hice. Sonó débil. —Eso es bastante original. Se alejó de la pared e hizo señas hacia la puerta cerrada que vía antes. —Quiero enseñarte algo. ¿Crees que te sientes bien para verlo? Intrigada a pesar de mí misma, asentí. Abrió la puerta e hizo señas para que caminara. Lo seguí en las estrechas escaleras. Se detuvo en la puerta y miró sobre su hombro. —Prométeme que no bajaras de la cornisa. Hubiera rodado los ojos si no estuviera adolorida. —Lo prometo.

Carpas blancas y suaves se ondulaban bajo la brisa perfumada. Debajo de ellas había varias sillas y pequeñas mesas, pero fue el jardín de flores perfectamente cuidado lo que llamó mi atención. Jarrones de varios tamaños y formas estaban alienados en la azotea. No conocía la mayoría de las flores, pero vi rosas y lirios por todas partes. —¿Esto es tuyo? —pregunté. —Todo esto es mío.

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—No te bajes de la azotea, por favor. —Me siguió justo detrás—. No me gustaría tener que recoger tus restos del pavimento.

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Como que no parecía que me creía, pero abrió la puerta. El aire frío me empujó hacia adelante. Pasé por delante de él, cojeando.

Me detuve junto a una maceta grande, pasando mis dedos sobre los pesados pétalos. En la oscuridad, no pude distinguir si la rosa era morada o roja. Pero olía dulce y amargo. —¿Trabajas en el jardín? —Me aburro. —Su respiración bailaba sobre mi mejilla—. Me parece una forma viable de pasar el tiempo. No lo había escuchado venir directamente detrás de mí. Me di media vuelta a mitad del camino, inclinando mi cabeza. —¿Un demonio que trabaja en el jardín? Una de las comisuras de sus labios se curvó. —He visto cosas más locas. —¿En serio? Roth inclinó su cabeza a un lado. —Te sorprendería. Conozco a algunos cuantos de mi especie que trabajan con los impuestos cuando están arriba, algunos que son instructores de gimnasio. Nosotros los demonios amamos un buen juego de dodgeball8. Hice un débil intento de una risa. —Sabía… que había algo mal con mi instructor del gimnasio.

Estaba tan cerca, pero no lo había escuchado moverse. —Deberías sentarte. No dio muchas opciones, guiándome sobre uno de las sillas. En cuestión de segundos, terminé con mi espalda abrazada por las gruesas almohadas. La fuerza se había ido. La

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Dodgeball: Juego entre dos equipos que consiste en pegarle al equipo oponente con una pelota, mejor conocido (por mí) como "quemados",

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Me alejé de él, concentrándome en el deslumbrante despliegue de luces de los cientos de edificios a nuestro alrededor. En la distancia, pude ver la torre del Nancy Hanks Center. Me estremecí mientras me giraba hacia Roth.

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—Si no lo supiera mejor, pensaría que la Sra. Cleo era un perro del infierno encubierta.

adrenalina de había deslizado, y todo lo que quedó fueron profundos dolores de hueso y demasiadas preguntas. Roth se sentó a mi lado, su cadera presionando contra mi pierna. —¿Cómo te sientes? Que pregunta tan abierta. —Todo está… tan jodido. —Lo está. Cambiando mi mirada hacía él, casi me rio de nuevo. Su brutal honestidad era algo más. Bajo el dosel blanco, la luna reflejó su llamativa cara. Nuestras miradas se encontraron. —No sé qué voy a hacer ahora. Su mirada era inquebrantable. —¿Has sabido alguna vez lo que supone que vas a hacer? Buena pregunta. Rompí el contacto visual. —Eres un demonio extraño. —Tomaré eso como un cumplido. Sonreí un poco.

Su toque era arrullador, confortante. Bostecé. —¿Serías miembro de mi club de fans de demonios? Roth rió suavemente.

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—¿Es eso cierto? —Pasó la punta de sus dedos en mi brazo, sobre la inclinación de mi clavícula, deteniéndose donde la piel estaba partida. —Lo encuentro difícil de imaginar. Todos los demonios somos iguales. Codiciamos cosas bonitas, corrompemos lo puro y entero, tomamos lo que nunca podemos tener. Deberías tener un enorme club de fan formado por demonios.

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—En realidad no eres nada como los demonios que conozco.

—Oh, creo que sería el presidente. —Se acomodó mi lado, sobre su lado—. ¿Te gustaría eso? Sabía lo que estaba haciendo. Distrayéndome. Estaba funcionando. —¿Puedo ser seria por un momento? Su mano saltó a mi otro hombre. —Puedes ser lo que sea que quieras. —En verdad no eres tan malo… para ser un demonio, ya sabes. —Yo no iría tan lejos. —Se estiró a mi lado, levantándose sobre su codo—. No vienen más malos que yo. —Lo que sea —murmuré. Varios minutos pasaron—. Yo… —Lo sé. En serio. Probablemente no hay una pregunta para la que no tenga una respuesta. Y sí, necesitamos hablar. Lo que sabes hora no es nada sino una gota en el jodido bote. Y lo que estas a punto de saber va a poner tu mundo de cabeza. —Pausó y mi corazón brincó—. Pero no necesitamos hacer esto ahora mismo. Necesitas dormir. Estaré aquí cuando despiertes.

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Así que asentí y cerré los ojos. Roth comenzó a tarareas “Paradise City” de nuevo y lo encontré extrañamente reconfortante. En los momentos previos a quedarme dormida, juró que sentí su mano acariciar mi mejilla.

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Mientras lo veía con los ojos entrecerrados, me di cuenta que no sabía nada. No tenía idea de si iba a ser capaz de ir a casa. Si en realidad tuviera una casa. No sabía que tan lejos había ido la traición, si incluía a otros quienes me habían visto crecer. Ni siquiera sabía que iba a traer el mañana. Pero sabía que, tan improbable como era, estaba segura en estos momentos, y confiaba en Roth, un demonio.

Traducido por Fanny

Cuando desperté, casi estaba amaneciendo y el cielo, más allá de las ondulantes capas, aún se aferraba a la noche. Los eventos del día previo rodaron por mi mente con una sorprendente claridad. Mi ritmo cardíaco se aceleró, pero no me moví. Mi cuerpo no era el problema, los dolores habían decaído, e incluso los latidos en mi cara no eran nada comparados a hace unas horas. Era solo que sabía que para este momento los Guardianes ya se habían dado cuenta de que habíamos desaparecido. Comenzarían a buscar a Petr y a mí. Zayne… no podía ni pensar en él en este momento.

Pensé en el beso que compartimos, mi primer beso. Estaba sin aliento como si hubiera estado practicando técnicas evasivas. Considerando todo lo que estaba pasando y lo que ya había pasado, parecía como la última cosa en la que debería estar pensando. Pero era tan automático como respirar. Mis labios cosquillearon por el recuerdo. Dudaba que Roth siquiera pensara en eso, pero yo lo había hecho unas cuantas veces desde el viernes. Volví la cabeza ligeramente y tomé una suave respiración. Roth estaba sobre su lado, a como había estado antes de que se durmiera. Su rostro estaba relajado, con los labios abiertos. Quería tocar la línea de su mandíbula, la curva de su ceja, y no tenía idea por

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El calor del delgado y duro cuerpo presionado junto a mí era un duro recordatorio de ese hecho. El pecho de Roth subía y bajaba constantemente contra mi lado. Nuestras piernas estaban enredadas juntas. Sus brazos sobre mi cintura. La cercanía, tan loco como sonaba, alejó todo lo que era importante. Nunca había despertado en los brazos de un chico antes. Cuando Zayne y yo éramos niños dormíamos en literas, pero esto… esto era tan diferente. Una lánguida calidez comenzó en los dedos de mis pies y viajó por mi cuerpo a una alarmante velocidad, quemando con fuerza cada punto en el que nuestros cuerpos se tocaban.

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Nada nunca sería lo mismo.

qué. Pero mis dedos cosquillearon con el deseo de hacerlo. A como estaba descansando, el borde afilado de su belleza estaba ausente. En ese momento, se veía como creía que los ángeles lucían. Luego abrió su boca. —No deberías mirarme de esa manera —murmuró. Un diferente tipo de calor inundó mis mejillas y me aclaré la garganta. —No te estoy mirando de ninguna manera. Puso su consumada sonrisa torcida. —Sé lo que estás pensando. —¿En serio? Un ojo se abrió. Las pupilas estaban estiradas verticalmente, y me estremecí, no por miedo, sino por algo completamente distinto. Su mano me alcanzó, removiendo algunas tiras de mi cabello de mi cara. Su mano se quedó en mi mejilla, sorprendentemente gentil comparado con lo que a continuación salió de su boca. —Solo para que sepas, tu virtud no está a salvo conmigo. Así que cuando luces como si quisieras que devorara cada centímetro de tu boca, lo haré sin una onza de arrepentimiento. Sin embargo, dudó que sientas lo mismo después.

Ambos ojos de Roth se abrieron y me observaron. Luego se movió increíblemente rápido. Estando encima de mí, me miró con ojos que eran un mosaico de todos los matices imaginables de dorado. —Sé muchas cosas. —Apenas me conoces. —Te he observado por mucho tiempo, siempre a unos pasos detrás de ti. No estaba tratando de ser espeluznante cuando te lo dije antes. —Pasó un dedo por el dobladillo

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En el momento en el que esas palabras salieron de mi boca, sabía que probablemente debí de haber guardado el comentario para mí.

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—¿Cómo sabes de lo que me arrepentiré?

de la camisa prestada, sus nudillos acariciando la hinchazón de mi pecho—. ¿Sabes lo que vi? Pestañeé lentamente—. ¿Qué? Dejó de jugar con el dobladillo y deslizó su mano a lo largo de la curva de mis costillas mientras inclinaba su cabeza hacia abajo. Sus labios se movieron contra mi oreja. —Vi algo en ti que tratas de esconder desesperadamente de los demás. Algo que me recuerda a mí mismo. Tomé una profunda respiración, mi boca estaba seca. Roth presionó sus labios contra mi sien, deslizando su mano bajo el borde de la camiseta. Salté cuando sus dedos tocaron mi abdomen. —Siempre parecías solitaria. Incluso cuando estabas con tus amigos, estabas sola. Mi pecho se asentó. —¿Y tú… estás solo? —¿Tú qué crees? —Cambió de un modo en el que una pierna estaba entre las mías—. Pero en realidad no importa. Ya no estoy solo. Tampoco tú.

Roth se presionó contra mí y mi corazón latió locamente. Nuestros cuerpos estaban casi al mismo nivel, posicionados juntos, y su almizclado y salvaje aroma me envolvió. Hubo un breve momento cuando la parte baja de su cuerpo se meció contra el mío, y cada nervio saltó a la vida, pero luego suspiró un sonido de arrepentimiento y se bajó de encima de mí. Se bajó de mi sin más.

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La mirada de Roth aterrizó en mi boca, y sentí su pecho elevarse bruscamente contra el mío. Una suave brisa entró, agitando las marquesinas. Rodaron sin hacer ruido, revelando el cielo. Sabía que él iba a besarme. La intención estaba en su mirada, en la manera en la que bajó su cabeza y abrió sus labios. Lo alcancé, colocando una mano sobre su mejilla. Su piel estaba cálida, más caliente que la mía.

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Quería seguir con la conversación, pero su mano viajó sobre mi estómago, deteniéndose en el borde de mi sostén. Mi cuerpo tenía mente propia y se arqueó contra su mano, queriendo más de él aún si saber por qué. Sus ojos encontraron los míos. Había algo caliente y calculador sobre su mirada—salvaje y depredador.

Parado a lado de la sala de estar, estiró sus brazos sobre su cabeza, mostrando una tentadora vista de sus abdominales y del tatuaje de dragón. —Traeré algo de café para nosotros. Necesitamos hablar. No tuve oportunidad de responder. Él solo se fue. Desapareció como Cayman lo había hecho la noche anterior. ¿Qué Demonios? Sentándome, presione mi palma contra mi frente y gruñí. Utilicé su ausencia para reunir mi ingenio y calmar mi caótico pulso. Cinco minutos después regresó con dos vasos de humeante café. Pestañeé. —Eso fue rápido. —Ser un demonio tiene sus beneficios. Nunca he tenido que preocuparme por atascos de tráfico. —Quitó la tapa y me lo entregó—. Ten cuidado. Está caliente. Murmuré un agradecimiento. —¿Qué hora es? —Un poco después de las cinco de la mañana —dijo—. Estoy pensando en saltarme la escuela hoy. Tú deberías. Sonreí cansadamente. —Sí. No creo que eso vaya a suceder.

Se sentó a mi lado, estirando sus largas piernas. —Hablando en serio, ¿Cómo te sientes? —Mucho mejor. Mi cara ya no duele tanto. —Miré hacia arriba, preguntándome si él había sentido algo antes de bajarse de mí y desaparecer en el aire, o si solo había estado jugando conmigo—. ¿Cómo se ve? La mirada de Roth se deslizó sobre mí, y tuve el presentimiento de que no estaba prestándole atención a los moretones.

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Sin decir algo a eso, tome un sorbo del café. ¿Vainilla francés? Mi favorito. ¿Qué tan cerca había estado observando Roth?

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—Rebelde.

—Se ve mucho mejor. Hubo otro espacio de silencio, y alcancé mi collar por costumbre. No estaba allí. —¿Mi collar? —La consternación me golpeó—. Petr me lo arrancó. Tengo que… —Lo olvide. —Roth se inclinó y llegó a su bolsillo—. Lo vi en el piso y lo agarré. La cadena está rota. Lo tomé de su palma. Apretando mi mano alrededor del anillo, quería llorar como un enojado y gordo bebé. —Gracias —susurré—. Este anillo… —Significa mucho. Mire hacia arriba—. Sí. Roth sacudió su cabeza. —No sabes en realidad lo importante que es. El anillo parecía arder contra mi palma, miré hacia abajo, abriendo lentamente mi mano. En la luz del sol, la piedra lucia como si estuviera llena de líquido negro. Pensé en lo que Roth me había dicho sobre mi anillo y luego en lo que Petr había dicho.

—¿Regresamos a eso? Frunció el ceño. —Vives con cada criatura obligada a matarte cuando te ven. ¿Uno de ellos ya lo intentó y quien sabe cuántos más quieren ese destino para ti? Probablemente has pasado tu vida entera queriendo ser como ellos, sabiendo que nunca podrás. Y la única cosa que tienes para recordar a tu verdadera familia es un anillo que pertenece a la única parte de ti que te reúsas a reclamar. Nada más, ¿verdad? Sin recuerdos. Ni siquiera que se siente que tu padre te abrace, o un recuerdo de cómo suena su voz.

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—Debes estar tan sola.

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Miré hacia arriba y encontré a Roth observándome. Un minuto completo pasó antes de que hablara.

Me senté de nuevo, un con un nudo seco en la garganta. El sonido del tráfico abajo en la calle amortiguó el jadeo que escapó de mis apretados labios. Roth asintió sin mirarme. —He tratado de imaginar cómo es para ti, querer pertenecer tan desesperadamente y sin embargo saber que nunca podrás. —Vaya —susurré, alejando la mirada—. Gracias por la revisión de la realidad. ¿Eres el demonio de los tranquilizantes? Entonces mi miró. —¿Por qué estabas en el bosque anoche? El cambio de tema me agarró con la guardia baja. —Los Alfas estaban en la casa. No es bueno para mí estar cerca cuando están de visita. —Ah, los Serafín, guerreros de la justicia y blah, blah, es pura mierda. —Roth sacudió su cabeza, sonriendo con pesar—. Que montón de asquerosos bastardos, si me preguntas. —-Estoy segura de que dirían lo mismo sobre ti.

—Pero todos ellos tienen algo en común. Tú. —Ya me lo figuraba, pero no entiendo por qué. ¿Qué tiene que ver con el anillo de mi madre? —El Infierno te está buscando —dijo, algo casual. —Dijiste eso antes y yo… —¿No me creíste? —Cuando asentí, él cerró sus ojos—. No estaba mintiendo. El Infierno solo busca a alguien cuando esa persona tiene algo que les interesa. Nos gusta codiciar cosas. Ya te había dicho eso.

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Lo hacía.

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—Claro que lo harían. —Dejó ir mi mano y tomó un sorbo de su café. Pasó un momento mientras miraba una frondosa planta mecerse con la brisa. Lucía como una Venus atrapamoscas—. El Seeker, el zombi y el poseído… eso suena como el comienzo de una muy mala broma, ¿verdad?

—Pero no tengo nada que ellos podrían querer. —Lo tienes. Me moví sobre donde estaba sentada, empujando la urgencia de levantarme y correr. —¿Y tú? ¿Es la misma razón por la que comenzaste a buscarme? —Sí. —¿Por qué? —Puse el vaso medio bebido de café sobre el techo y sostuve el anillo cerca de mi pecho. Me dio otra sonrisa rápida. —Te lo he dicho. Te he estado observando por meses, años en realidad. ¿Años? Mi cerebro no podría hacerse a la idea. Regresó a mirar a la planta. —Te encontré hace mucho tiempo, muchísimo antes de tu cumpleaños más reciente, antes de que otros demonios se dieran cuenta de ti. Supongo que la verdadera pregunta es, ¿qué te hace tan especial que el Infierno te está buscando? Eres mitad demonio. ¿Y qué? Por alguna razón, comencé a sentirme más floja de lo normal.

Apreté mis labios. —No creo ser especial. Roth me miró de nuevo. —Pero lo eres. Tú eres un mitad demonio que también es mitad Guardián. ¿Siquiera sabes lo que en realidad son?

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— Pero —sostuvo sus mano en alto—, los mitad demonio en realidad no tienen ningún poder demoniaco. Ellos solo están malditamente locos. Ya sabes, ¿los niños que sacan las alas de las mariposas e incendian sus casas por diversión? Usualmente, mientras están dentro de la casa ardiendo. No son los más inteligentes, pero bueno, pasa. No todo mundo es creado de la misma manera.

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—Bueno.

—Bueno, la gente los llama gárgolas, pero… —No como son etiquetados, sino, ¿cómo fueron creados? Pasé mis dedos sobre la curva de la banda. —Fueron creados para combatir a los Lilin. Soltó una profunda y divertida carcajada. La vergüenza me inundó. —¿Entonces por qué fueron creados, sabelotodo? —Nunca dejes que te hagan sentir como si fueran mejor que tú. —Roth sacudió su cabeza, aun sonriendo. —No lo son. No son mejores que ninguno de nosotros. —Rio de nuevo, sonando menos divertido—. Ellos son Su enorme error, y Él les dio un alma pura para compensarlo. —Nada de eso tiene sentido. —Y no es mi deber explicártelo. Hay tantas reglas. Sabes eso. Pregúntale a tu estúpido padre adoptivo. Dudo que te diga la verdad, o que alguna vez te la haya dicho, si eso importa.

—Espera. El Jefe—¿te refieres a…? —¿El Jefe? —repitió—. Sí. El grande allá abajo. —¿Tu… trabajas para él? Lanzó otra sonrisa recatada. —Por qué, sí, trabajo para él. Buen Dios, ¿qué estaba haciendo hace rato cuando quería que me besara?

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—No es mi naturaleza hacerlo. —Poniendo su vaso abajo, se inclinó sobre sus codos y me miró a través de sus oscuras pestañas—. Lo creas o no, hay reglas que incluso el Jefe sigue. No todos los niños del Infierno las siguen, pero hay cosas que no puedo y no haré.

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—Tampoco es como si tu estuvieras haciendo un buen trabajo en decirme la verdad.

Roth suspiró como si supiera lo que estaba pensando. —¿Dijiste que tienes algo que yo quiero? No puedo solo tomarlo de ti. Sacudí mi cabeza, confundida. —¿Por qué no? Un súcubos toma energía sin que la persona sepa. —Eso es diferente. El súcubo no mata al humano. Solo prueba su esencia, y en su mayoría, al humano no le importa. —Guiñó—. Pero yo soy anticuado. Justo como el Jefe. Los humanos tienen su libre albedrío y todas esas tonterías. —¿Pensé que no creías en el libre albedrío? —No lo hago, pero no significa que el Jefe no crea. —Sacudió su cabeza—. Mira, nos hemos desviado del tema aquí. Sabes que trabajo para el Jefe y que estoy aquí en un trabajo, por así decirlo. A pesar de que sabía que había una razón por la que Roth salió de la nada y comenzó a seguirme, una amarga decepción aún se curvaba en mi estómago. ¿Qué estaba pensando? ¿Qué me vio masticando una Big Mac y tenía que conocerme? —¿Soy tu trabajo? Su oscura mirada se movió a la mía y se quedó ahí. —Sí. Asintiendo lentamente, exhale.

Lo miré por tanto tiempo que pensé que mis ojos se cruzaron, y luego me eché a reír. Tan duro, que las lágrimas bajaban por mis mejillas, haciendo borroso su ceño. —¿Por qué te ríes? —demandó—. Es mejor que no sea porque dudas de mi habilidad para mantenerte tu trasero, uno muy lindo, por cierto, a salvo. Porque creo que he probado que puedo. —No es eso. Es solo que eres un demonio.

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—Estoy aquí para mantenerte a salvo de esos que te están buscando. Y por esos, me refiero a demonios mucho más grandes y mucho más malos de lo que normalmente conoces.

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—¿Por qué?

Su expresión se tornó aburrida. —Sí. Sé que soy un demonio. Gracias por la aclaración. —Los demonios no protegen nada o nadie. —Agité mi mano con desdén, aun riendo. —Bueno, obviamente lo hacen, porque te he salvado varias veces. Limpiando algunas lágrimas de mi cara, me tranquilicé. —Lo sé. Y lo apreció. Gracias. Pero es tan… tan contradictorio. La impaciencia brilló en sus ojos, oscureciéndolos hasta que las manchas marrones casi desaparecieron. —Los demonios protegerán casi todo si es de su interés. O mejor dicho, del interés del Infierno. —¿Y por qué protegerme sería interés del Infierno? Los ojos de Roth se estrecharon. —Iba a tratar de decirte eso con calma, pero a la chingada. Te dije lo que tu madre podía hacer. Incluso te dije su nombre. Mi humor se secó en ese momento mientras lo miraba. Un poco de engreimiento se filtró en su rostro.

—No. Me refiero a la demonio llamada Lilith —corrigió—-. Ella es tu mami. —Eso no es posible. —Sacudí la cabeza—. ¡Ella está encadenada al Infierno! Ahora fue el turno de Roth de reírse con un sello demente. —¿Y quién comenzó esos rumores? ¿Los Guardianes? Lilith estaba en el Infierno, pero se escapó hace diecisiete años y nueve meses, dale o quítale una semana o dos, lo cual, por cierto, ¿corresponde directamente con qué?

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—¿Te refieres a una demonio llamado Lilith? —Todavía me rehusaba a creer algo más. Era solo un demonio cualquiera con un desafortunado nombre.

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—Y apuesto a que pasaste cada etapa de la negación, y luego algunos, pero Lilith es tu madre.

Hice rápido el cálculo, lo cual puso esa fecha justo alrededor de mi cumpleaños. Mi estómago se revolvió. —Vino de este lado, participó en una pequeña acción traviesa, se embarazó y tuvo a una linda bebecita que se parecía mucho a ella. —¿Me parezco a ella? —Mi cabeza quedó atascada en el tema equivocado. Roth se acercó, tomando un mechón de mi cabello, retorciendo el pelo sobre sus largos dedos. —Por lo que recuerdo, tiene tu color. Solo la vi una vez antes de estar bajo cuidado. —¿Bajo cuidado? —susurré, ya sabiendo la respuesta. —Cuando se escapó, el Jefe tenía una buena idea de lo que estaba haciendo. No se va a escapar de donde la tiene ahora. Un dolor sordo atravesó mis sienes. Las acaricié, nunca más confundida en mi vida. ¿Debería sentirme mejor de que Lilith no estuviera muerta, ya que ella es mi madre? Pero estar atrapada en el infierno con el mismísimo Satanás tenía que apestar y mi mamá… era Lilith. No estaba segura de como sentirme, y sabía que estaba a punto de ponerse mucho peor. —¿Has escuchado de La llave menor de Salomón? —preguntó. Levantando la mirada, sacudí la cabeza.

Mi cabeza se sentía como si estuviera a punto de explotar—. ¿Los Lilin? Cuando asintió, mi estómago se desplomó como mi estatus de popularidad. —Pero todo tiene un punto ciego, y hay uno verdaderamente grande relacionado con los Lilin —continuó—. En La llave menor original se describe como uno puedo crear un Lilin. Es como un sello que necesita ser roto, un encantamiento.

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—Es el verdadero asunto, un libro catalogando todos los demonios. Tiene encantamientos, como convocarlos, como distinguirlos, maneras de atrapar a un demonio y todo tipo de cosas divertidas. Lilith no puede ser convocada. —Pausó, mirándome detenidamente—. Tampoco sus hijos originales.

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—No.

—Oh, Dios mío… Roth estaba todo serio en este punto. —El encantamiento tiene estas etapas, como la mayoría. Sabemos que involucra derramar la sangre de un hijo de Lilith, y la… bueno, la sangre muerta de la mismísima Lilith. Hay más, una tercera o cuarta cosa, pero no estamos seguros. Cualquier cosa que sean, si están todas completas, entonces los Lilin nacerán de nuevo en la Tierra. Mis manos cayeron a mi regazo. Varios minutos pasaron. —Y el hijo. ¿Soy yo? ¿No hay nadie más? El asintió de nuevo. —Y toda la cosa de derramar la sangre de, bueno, no quiero que sea una decepción, y ya que el Jefe no sabe si significa un pinchazo de tu sangre o tu muerte, no está dispuesto a arriesgarse. —Vaya, agradécele de mi parte. Una sonrisa adornó sus labios. —La sangre muerta… —Se inclinó hacia mí, sus agiles dedos saltaron a mi muñeca, provocando un escalofrío. Abrió mi mano, y el raro anillo color rubí estaba expuesto—. Esta piedra no es una gema. Contiene la sangre muerta de Lilith.

—¿Y dónde está la Llave? —Buena pregunta. —Roth se inclinó hacia atrás, cerrando sus ojos—-. No sabemos. Y el Jefe no sabe que son la tercera y cuarta cosa, pero está preocupado de que otros demonios— Duques y Príncipes —lo sepan ya que Lilith era amiga de varios de ellos. Salir del infierno y tenerte fue a propósito, su último y grande “jódete” para el Cielo y el Infierno.

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—Porque Lilith solía usar este anillo, y solo el hijo de Lilith puede llevar su sangre sin experimentar algunos efectos seriamente infortunados —dijo, cerrando mis dedos gentilmente alrededor del anillo—-. Así que sabemos dónde están dos de las cosas, pero el resto… está en la Llave.

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—¿Qué? ¡Qué asco! ¿Cómo lo sabes?

Wow. Eso hizo maravillas por la autoestima de una chica. —No lo entiendo —dije, curvando mis manos hacia el interior hasta que mis uñas estaban presionadas en la carne de mi palma—. Los Lilin son… ellos están completamente locos, ¿pero no querría tu Jefe eso? Básicamente sería como el Infierno en la Tierra. Roth ahogó una carcajada. —Nadie gana en este caso. Cuando los humanos son despojados de su alma, se consumen y se convierten en fantasmas. No van al Cielo o al Infierno. Y el Jefe sabe que no puede controlar a los Lilin. Apenas y puede controlar a Lilith. —Los hermosos labios de Roth se torcieron en una mueca irónica—. Y créeme, no has sido testigo de un concurso de meadas si no has visto a Lilith y al Jefe ponerse al tú por tú. Traté de hacerme la idea. —¿Entonces…

—¿Por qué ahora? —pregunté. —Es la sincronización de tu nacimiento. Supuestamente el encantamiento solo puede funcionar después de que cumplas diecisiete. —Pausó—. El Jefe no estaba seguro si Lilith había tenido éxito en el sentido de que tu… Lo miré, horrorizada cuando me di cuenta de a donde quería llegar. —Cuando no fui asesinada una vez que… —Tragué, pensando en lo que Petr había dicho—. ¿Una vez que los Guardianes me encontraran?

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Mi boca funcionaba, pero ninguna palabra salió. Nos sentamos ahí por varios minutos, el único sonido era el golpeteo de sus dedos y los carros debajo. Impresionante. Mi madre era la Lilith. Estaba muy cansada de negar la verdad. Mi querida madre aparentemente me concibió como una manera de enseñarles el dedo de en medio a todos. Derramamiento de sangre no sonaba divertido, no importaba de qué manera lo miraras.

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—La última cosa que el Infierno quiere es que los Lilin corran sin control por la Tierra. —Golpeó sus dedos sobre su rodilla, su ceño fruncido—. Y aquí estoy, asegurándome de que tu sangre no se derrame y tampoco la sangre en el anillo mientras trato de averiguar que son las otras cosas antes de que eso suceda. Oh, y está toda la cuestión de descubrir exactamente quien quiere que los Lilin renazcan. Soy un demonio ocupado.

Roth asintió. —Nadie sabía a donde había ido Lilith o donde naciste. El mundo es un lugar bastante grande. Te había encontrado antes, pero faltaba mucho para tu cumpleaños. Cuando el Jefe supo que faltaban unos cuantos meses para tu cumpleaños, me mandó arriba de nuevo para ver si seguías… uh, bueno, sí. —Viva —susurré. Él siguió adelante. —Cuando me reporté, el Jefe me ordenó vigilarte. Veras, el Jefe y los demonios con los que Lilith pasaba el tiempo no son los únicos que han escuchado del encantamiento. Otros también lo han hecho, y te ven como un riesgo. Saben que los Guardianes borraran a cada demonio que esté de este lado si los Lilin renacen. Te quieren eliminar, el Seeker, el zombi y el humano poseído. —Entonces algunos demonios tal vez quieren que cree a los Lilin y otros quieren matarme porque… —Y entonces me golpeó, con la fuerza de un ladrillo de cemento. Hielo congelo mis venas al igual que una ráfaga caliente de traición se extendió a través de mi como una marea creciente—. Abbot tiene que saber esto. Roth no dijo nada. Tragué, pero el bulto en mi garganta se negó a ceder.

—Layla… Roth dijo mi nombre tan suavemente que tuve que mirarlo, y cuando lo hice, nuestras miradas se trabaron. Una parte de mí se preguntaba qué es lo que veía cuando me miraba así, como si no estuviera totalmente seguro que estábamos siquiera haciendo aquí. Y esto tenía que ser confuso para él. Después de todo, era un demonio. También me pregunté por qué me importaba, pero la última cosa como quería ser vista, era como una chica al borde de las lágrimas. Lo que ya era.

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En el silencio, lágrimas ardían en mis ojos. Apreté mis puños hasta que mis nudillos dolieron, negándome a soltarlos. En ningún punto Abbot había creído que merecía saber la verdad sobre lo que era, de lo que podría llegar a ser parte. Y si Zayne sabía, no creí que alguna vez podría superar esto.

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—Debió de haber sabido todo este tiempo. O sea, no hay manera. Los Alfas… y por eso Petr trató de matarme. Probablemente por eso él y su padre siempre me han odiado, por con quien estoy vinculada.

Respirando estridentemente, abrí mis dedos, y el anillo rebotó sobre mi puño suelto. Ya que no tenía otro lugar donde ponerlo, lo deslicé en mi dedo anular derecho. Una parte de mi esperó la acción que despertara el Armagedón, pero nada sucedió. Ni siquiera una rara sensación de estremecimiento. Que decepcionante. Lento pero seguro, mi cerebro comenzó a meditar todo. Probablemente tomó más tiempo del necesario, pero estaba orgullosa de que mis ojos estuvieran secos incluso aunque mi garganta se sentía en carne viva. —Necesitamos encontrar esa Llave. —Sí. Saber lo que se necesita para el encantamiento nos da una algún tipo de ventaja. Tengo algunas pistas. —Pausó, y pude sentir su mirada en mí de nuevo—. No puedes decirles nada de esto a los Guardianes. Solté una breve carcajada. —Ni siquiera sé cómo se supone que regrese a casa. Una vez que se enteren lo que le hice a Petr… —Nunca lo sabrán. —Roth tomó el borde de mi barbilla, forzándome a mirarlo. Sus ojos era una furiosa sombra de color ámbar—. Porque no vas a decirles lo que en realidad pasó. —Pero…

—Pero vendrán detrás de ti. Roth rió profundamente. —Deja que lo intenten. Me alejé de él y me puse de pie, incapaz de permanecer sentada por más tiempo. Suavizando mis manos sobre lo que estaba segura era un enredado y desastroso cabello, comencé a pasearme entre un árbol de manzana en una maceta y algo que parecía a un arbusto lila que no había florecido.

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Aturdida, lo miré.

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—Les dirás la verdad a medias —dijo—. Petr te atacó. Te defendiste, pero fui yo quien lo mató. No mencionarás haber tomado su alma.

—No voy a decirle a los Guardianes que tú mataste a Petr. Sus labios se fruncieron. —Puedo cuidar de mí mismo. Soy difícil de encontrar cuando no quiero que lo hagan y aún más difícil de matar. —Lo entiendo, pero no. Les diré que fue un demonio, pero no tú. No voy a darles tu nombre. —Una vez que esas palabras dejaron mi lengua, mi convicción fue cementada. Roth se me quedó viendo, obviamente desconcertado. —Sé que te estoy diciendo que mientas sobre todo la cosa del alma, pero eso tiene sentido. Te matarán. ¿Pero estás dispuesta a mentir sobre mí? ¿Te das cuenta de lo que eso significa? —Por supuesto —espeté, metiendo mi cabello hacia atrás. No decirles sobre Roth era traición. Incluso podría verse como si estuviera eligiendo un bando, y si los Guardianes descubrían que yo sabía quién había matado a Petr y escondí la verdad, estaba bastante muerta. —Creo que te gusto —dijo Roth de repente. Detuve el paseo y mi corazón hizo un divertido saltito. —¿Qué? No. Inclinó su cabeza a un lado, sus labios expandiéndose en una juguetona sonrisa.

—Mmmm… —Se puso de pie, sus ojos brillando con alegría—. Querías besarme hace rato. El calor inundó mis mejillas. —No. No quería. —Tienes razón. Querías hacer mucho, mucho más. Ahora el calor se estaba expendiendo a otra parte.

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—No estoy mintiendo.

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—La manera en la que te mientes es algo linda.

—Estás demente. No quiero eso….tú… —las palabras sonaron poco convincentes en mis propios oídos—. Tú salvaste mi vida. Mandar a los Guardianes tras de ti no es una manera de pagar eso. —Ahí. Eso sonó mejor. Roth sonrió. —Bueno. —No me vengas con eso de bueno. —Tomé una profunda respiración. —Bueno. Le disparé una mirada. —¿Qué? —dijo inocentemente. Luego se puso todo serio de nuevo—. ¿Qué vas a hacer? Mirando hacia el cielo nublado, sacudí la cabeza. Además de lo obvio, que era descubrir donde estaba la Llave y alejarme del demonio que quería usarme como parte de un encantamiento bizarro, asumí que se refería a todo la situación. —No sé qué quiero hacer —admití, mi voz era un pequeño susurro—. No puedo esconderme de ellos por siempre. Y mientras no sepan lo de la cosa del alma, debería estar bien. Zayne… —¿Zayne? —dijo Roth frunciendo el ceño de nuevo—. ¿El gran patán rubio?

—No puedo creerlo —dije y cuando me miró, sacudí la cabeza—. Zayne, el no pudo haber sabido. Él… —Es un Guardián, Layla. Su lealtad… —No. No lo entiendes. No soy ingenua o estúpida, pero sé que Zayne no me hubiera ocultado algo así. —¿Por qué? ¿Por qué te importa?

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—No puedes confiar en ellos. Tal vez seas cercana a Piedrota y su grupo, pero tienen que saber lo que eres. No estás segura ahí. —Pasó la punta de sus dedos a lo largo del colchón a su lado, llamando mi atención. ¿No me había tocado así anoche? Me estremecí y alejé la mirada—. Si vas a casa, Layla, tendrás que pretender que no sabes nada.

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—No creo que pueda ser categorizado como un patán —dije secamente—. ¿Cómo sabes de…olvídalo. Observándome. Lo entiendo.

Estaba a punto de preguntar como sabía eso, pero luego recordé que Bambi había estado paseando por la casa del árbol. —Claro que me importa Zayne. Él es el único que me conoce de verdad. Puedo ser yo misma a su alrededor… —Me callé, porque la falsedad de lo que estaba diciendo me golpeó. Tampoco podía ser lo que en realidad era con Zayne—. De cualquier manera, él me hubiera dicho la verdad. Inclinó su cabeza hacia un lado. —¿Por qué también a él le importas? —Le importo, pero no en la manera en la que seguro estás insinuando. —En realidad, si le gustas. —Cuando fruncí el ceño, se rio—. Y me refiero a gustar, gustar. Me burlé. —¿Cómo sabrías eso? Tú… —¿No conoces a Piedrota? Tienes razón, pero olvidas que te observe por algún tiempo. Te he visto a su alrededor, y he visto la manera en que te mira. Seguro, una relación entre ustedes es tan desesperanzadora como el problema de la deuda enfrentando… —Dios, basta. Lo sé. —Suspiré

—¿Layla? Asentí—. No voy a decirles. —Bien —dijo, poniéndose de pie. Sonrió, pero no me atreví a regresarle el gesto. No podía alejar la sensación de que acababa de sellar mi destino.

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Una enorme y pesada pelota de miedo se asentó en mi estómago.

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—Pero no detiene a alguien de querer a otra persona que no puede tener. —Su mirada se volvió aguda—. Incluso si Piedrota no sabe la verdad, y confías en él con tu vida y blah, blah, no puedes decirle nada.

Traducido por flochi

Dejar el loft de Roth no fue sencillo. Por un segundo o dos, no pensé que fuera a dejarme ir. No había expresado directamente una oposición con ir a mi casa, pero pude notar que no era un gran fan de la idea. Pero si me quedaba con él sería cuestión de tiempo que los Guardianes me encontraran. Matarían a Roth, y aunque no tenía idea de lo que sentía por él, no quería que muriese. Roth quiso llevarme tan cerca de casa como pudiera, pero yo no estaba lista para ir allí. No estaba segura de a dónde quería ir, pero necesitaba estar sola. Él me había seguido afuera y descubrí que estábamos en uno de los nuevos rascacielos afuera de Paliades. Junto al Río Potomac, era una de las secciones más ricas en Washington. Me imaginé que ser un demonio pagaba bien.

Me mantuve cabizbaja, dejando que mi cabello me protegiera la mayor parte del rostro, y nadie se acercó a mí. Perfecto. Era una mañana fría y me arrebujé en la camisa de Roth, cansada hasta al alma. En cuestión de horas, todo había cambiado. Mis pensamientos se dispersaron; mi mundo completo se sintió roto. Roth probablemente se había sorprendido de que no me haya asustado luego de que me lo contó todo, pero ahora estaba inmersa en el pánico.

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Dos horas después, me senté en uno de los bancos afuera de la Institución Smithsonian. Incluso a tan tempranas horas de la mañana, el césped estaba lleno de corredores y turistas. Las primeras personas que pasaron junto a mí lanzaron miradas preocupadas en mi dirección. Con la cara lastimada y la ropa prestada, probablemente me veía como el cartel de un niño que resulta cuando los chicos huyen.

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Empecé a caminar y no me detuve o miré detrás de mí para ver si Roth me seguía. Supe que no lo vería, pero también supe que se encontraba allí. Y mientras caminaba, mi cerebro reprodujo todo hasta que mi estómago se revolvió cruelmente. El café pudo no haber sido una buena idea.

¿Cómo se suponía que hallara un libro antiguo cuando nadie más sabía dónde estaba? ¿Cómo podía permanecer a salvo de un demonio cuando nadie sabía que demonio era? Y lo mejor de todo, ¿cómo podía ir alguna vez a casa? Ir a casa era el plan. Esa era la razón por la que dejé el loft de Roth. Bueno, no fue la única razón. Necesitaba poner espacio entre nosotros, también, porque las cosas eran diferentes entre él y yo. Como si un acuerdo haya sido hecho, un trato. Pero era más que eso. Todo lo que había surgido entre nosotros esta mañana seguía haciéndome sentir como si me estuviera saliendo de mi piel, y Roth había estado en lo cierto. Había querido que me besara. Dios, no podía pensar en ello ahora mismo. Lo que quería hacer era enojarme. Quería lanzar algo, patear a alguien, llamado Abbot, y romper algo valioso. Muchas cosas valiosas. Quería pararme en la playa y gritar hasta que mi voz doliera. El enojo rugió a través de mí como un perro rabioso y quise desatarlo, pero debajo de toda esa furia, algo amargo y frío se removió. Había algo más que un retorcijón en mi estómago que sólo un manojo de nervios. Supe lo que llegaría en cuestión de unas horas. Necesitaba algo dulce, como el jugo, pero eso requeriría dinero.

El bajo retumbar de un motor afinado me obligó a abrir los ojos. Extraño que en una ciudad bulliciosa con el bajo zumbar de las charlas, los zumbidos de los carros al pasar y las bocinas sonando, reconozca el sonido de la 196 Chevy Impala de Zayne en cualquier parte. Me asomé a través de un mechón de pelo rubio blanquecino justo cuando Zayne se bajaba del asiento del conductor. El aura alrededor de él era tan pura que parecía un halo. Cerró la puerta de un portazo y se dio la vuelta, su mirada inmediatamente encontrando el banco donde estaba sentada yo.

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Inhalé el aire fresco de la mañana y cerré los ojos. No podía permitirme derrumbarme. Lo que podía suceder era mucho más grande que mis sentimientos de traición o ira. Si este demonio tenía éxito, el apocalipsis parecería en comparación la fiesta de los dulce dieciséis. Necesitaba ser fuerte, más fuerte de lo que podía ser con entrenamientos rigurosos.

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En un par de horas, un profundo dolor se asentaría en mis huesos. Mi piel se sentiría como hielo, pero mis entrañas se prenderían fuego. Tan retorcido como sonaba, le di la bienvenida a la enfermedad que llegó luego de probar un alma. Era una forma de castigo, pero una que merecía.

Mi aliento salió en un suspiro como si el aire fuese succionado por un puñetazo. Miles de pensamientos pasaron por mi mente mientras Zayne rodeaba el Impala. Se detuvo por completo cuando me vio, su cuerpo poniéndose rígido, y luego avanzó nuevamente, su paso acelerándose hasta que estalló en una corrida enérgica. Zayne estuvo junto al banco en un instante, indiferente de todos los ojos puestos en nosotros, y luego sus brazos me rodearon, apretando con tanta fuerza que me mordí el labio para evitar que un chillido de dolor escapara. —Oh, Dios mío —dijo, su voz ronca en mi oído—. No puedo… —Un fino temblor atravesó su largo cuerpo, y su mano se presionó contra mi espalda, luego se deslizó hacia arriba, enterrándose profundamente en mi cabello. Por encima del hombro de Zayne, finalmente vi a Roth. Estaba cerca de uno de los árboles desnudos de cerezo, simplemente de pie allí. Nuestros ojos se encontraron por un breve momento, y luego se dio la vuelta, cruzando el césped y dirigiéndose al este por la acerca, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones vaqueros. Para que Zayne no haya detectado la presencia del demonio fue una declaración de su estado, y odié que estuviera tan preocupado. Un extraño impulso me golpeó entonces. Quise ir tras de Roth, pero eso no tenía sentido. Sabía que había estado observándome y eso era todo lo que hacía, pero…

—¿Dónde has estado? ¿Qué pasó? Sin tener idea de dónde comenzar, mantuve mi barbilla abajo. —Layla —dijo, poniendo sus manos a cada lado de mi rostro. Hice un gesto de dolor cuando sus dedos se presionaron contra mi sien, pero no me retiré. Zayne levantó mi cabeza y sus ojos se agrandaron con la sorpresa. Un torrente de emoción salvaje cortó su rostro. Ira fue lo más aparente, volviendo sus ojos de un azul eléctrico. La tensión se formó alrededor de su boca. Un músculo saltó mientras apretaba la mandíbula. Deslizó sus manos lejos de mi rostro, manteniendo mi cabello hacia atrás—. ¿Petr hizo esto?

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Pero entonces él se retiró, sus manos arrastrándose por mis hombros.

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Zayne me acercó más, metiéndome bajo el recodo de su cuello, y aferrándose. Lentamente, levanté mis brazos, puse mis manos en su espalda y agarré con los puños su camiseta. Otro temblor sacudió su cuerpo. No sé cuánto tiempo permanecimos así. Pudieron haber sido segundos o minutos, pero su calidez alivio algo del frío, y por un momento, pude fingir que esto sucedió hace una semana y este era Zayne, mi Zayne, y todo iba a estar bien.

Mi pecho se apretó con miedo y consternación. —¿Cómo… cómo lo supiste? Su pecho se elevó con dureza. —No ha llegado desde anoche. No desde que Morris dijo que lo vio dirigiéndose al bosque. Encontré tu bolso en la casa del árbol y tu teléfono estaba yaciendo en el suelo. Había… había sangre sobre él, tu sangre. Hemos estado rasgando la ciudad buscándote. Dios, pensé lo peor. Pensé… —Tragó saliva—. Jesús, Layla… Abrí la boca, pero nada salió. La mirada en los ojos de Zayne era aterradora. —¿Estás bien? —preguntó, y luego maldijo—. Qué pregunta estúpida. Obviamente, no estás bien. ¿Cuánto te lastimó? ¿Tienes que ir al hospital? ¿Has estado afuera toda la noche? ¿Debería…? —Estoy bien. —Mi voz se quebró a la vez que envolvía mis dedos alrededor de sus muñecas. Nunca lo había visto así—. Estoy bien. Me miró fijamente, y de repente reconocí la emoción arremolinándose en sus ojos. Horror. —Dios, Layla, él… te lastimó. No había caso en negarlo cuando mi cara seguía pareciendo como si me hubiera chocado una pared.

—Zayne. —Puse mi mano en su brazo tembloroso—. Estás empezando a cambiar. —¡Respóndeme! —gritó, haciendo que saltara. Unas cuantas personas lanzaron sus miradas en nuestra dirección, juró y bajó la voz—. Lo siento. ¿él…? —No. —Fui rápida en responder—. Intentó matarme, pero él… Zayne, estás cambiando. Zayne estaba a punto de perder completamente el control y entrar en pleno modo de gárgola. Su piel había tomado un tinte gris. Mientras que los humanos estaban

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—No estás nada bien. Te golpeó. —Y entonces su mirada bajó, y supe que vio los tres fieros tajos. Succionó el aire en una respiración entrecortada y un violento espasmo se lanzó a través de él. Un gruñido bajo retumbó en su pecho—. ¿En qué forma estaba él?

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—Estoy bien.

acostumbrados a verlos por la noche, dudaba que esperaran una frente a Smithsonian un lunes a la mañana. —¿Cómo me encontraste? —pregunté, esperando distraerlo. Su mirada salvaje aterrizó en mí. —¿Qué? Apreté su brazo con tanta fuerza como pude. Su piel ya se estaba endureciendo. —¿Cómo supiste que yo estaba aquí? Unos pocos segundos pasaron. —Fue un intento de último momento. Revisé por todas partes y luego recordé cuánto te gustaba este lugar. —Parpadeó y sus ojos regresaron a la normalidad, la piel volviéndose más dorada por un segundo—. Diablos, Layla-bug, he perdido la cabeza. —Lo siento. —Entrelacé mis dedos con los suyos—. No podía ir a casa y no tenía teléfono. Sólo… —No te disculpes. —Extendió la mano, trazando con sus dedos la comisura de mi labio y luego acariciando l herida de mi mandíbula—. Voy a matar a ese hijo de perra. Bajé las manos a mi regazo. —No será necesario.

Silencio. Tanto silencio que tuve que mirarlo y mi estómago dio un vuelco. Tenía esa mirada salvaje en sus ojos otra vez. —No lo maté —dije apurada—. Vino tras de mí mientras los Alfas estaban allí. Fue como si fue enviado a matarme, Zayne. No fue que estuviese solamente molestándome y se le saliera de las manos. —Le conté todo lo que Petr me dijo, apenas tomando un respiro—. Y habría muerto, pero… Zayne tomó mi mano, la del anillo, y me sobresalté.

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—Está muerto, Zayne. —Retorcí mis dedos—. Petr está muerto.

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—¡Diablos, que no lo será! —La furia agudizó su voz—. No está bien. Romper su mandíbula no hará que mejore. Su padre…

—Pero ¿qué, Layla? —No lo maté. —Eso era cierto—. Un demonio apareció. Llegó de la nada y mató a Petr. Se quedó inmóvil. Mentirle a Zayne apestaba. Hizo sentir mi pecho en carne viva y adolorido. —No sé por qué. No sé quién era. Ni siquiera sé lo que le hizo al cuerpo de Petr. —El miedo se elevó en un instante en el frío aire. Muy real considerando lo que los Guardianes harían si sabían que yo había tomado el alma de Petr y lo que le harían a Roth—. Y después, estuve tan confundida y supe lo que los Guardianes pensarían, lo que Abbot pensaría. Sería culpada, porque Petr es un guardián. Así que yo sólo… —Detente —dijo Zayne, apretando mi mano suavemente—. No vas a ser culpada por lo que Petr provocó. No voy a dejar que nada te pase. Deberías venir conmigo. No tienes que estar aquí afuera, lidiando con todo esto tú sola. Debería… —Se interrumpió con un gemido bajo. —Lo siento —dije, porque no sabía qué más decir. —Dios, Layla, no te disculpes. —Una mirada torturada se arrastró en sus ojos justo antes de apartar la mirada. Se recostó hacia atrás, metiendo los dedos a tras de su cabello. Parecía que él hacía eso muchas veces—. ¿Intentaste llamarme luego? Supe inmediatamente a dónde quería llegar y mi corazón dolió. —No. Te estaba llamando antes… antes de lo que sucedió.

—No —rogué. Negó con la cabeza, el ceño fruncido como si estuviera sufriendo algún dolor. —Si hubiera respondido el teléfono, esto no habría sucedido. Sabía que no tenías ningún lugar a dónde ir, pero seguía tan enojado contigo. ¡Mierda! No me extraña que no vinieras a casa. Debes haber estado muy asustada. Layla, yo…

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—Si hubiera respondido…

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Zayne maldijo con rapidez.

—No pudiste haber hecho nada. —Me moví más cerca. Quién sabe lo que habría pasado si Zayne hubiera respondido la llamada. Petr podría no haberme encontrado sola, pero tendría otras oportunidades—. Habría sucedido sin importar qué. Quería matarme. Necesitaba matarme. No es tu culpa. Zayne no respondió de inmediato, y cuando habló, su voz fue ronca. —Le diré a mi padre lo que me has contado así que no tienes que pasar por esto nuevamente, pero va a querer hablar contigo. Va a querer saber exactamente lo que Petr te dijo y cómo se veía el demonio. La inquietud floreció en la espesa aprehensión. —Lo sé. Suspiró y me miró. Sombras oscuras se extendieron debajo de sus ojos. —Todos han estado preocupados. Padre ha estado fuera de sí, todo el clan lo ha estado. Déjame llevarte a casa. —Extendió el brazo a la vez que se levantaba—. ¿Layla?

La mayor parte del clan se agitaba cerca de la casa cuando Zayne me llevó, y fue difícil mirarlos y preguntarme si alguno de ellos estaba decepcionado que yo continuara en pie. Ni que decir que Elijah y los miembros de su clan habían desocupado el complejo en el momento en que Zayne había llamado a su padre y le había contado que me había encontrado y lo que había sucedido. Dos de los miembros del clan estaban actualmente buscándolos, pero dudaba de que Elijah fuera encontrado, o que algo le pasara a él.

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Me levanté sobre unas piernas temblorosas y fui al refugio de su cuerpo. Zayne me sostuvo cerca mientras regresábamos a su carro. Cundo alcé la mirada, sonrió, pero la mirada torturada seguía allí y supe que no importaba cuántas veces le asegurara que no pudo evitar esto, no haría ninguna diferencia. Al igual que Zayne podía llamar a la casa en la que yo había pasado los últimos diez años viviendo un “hogar”, nunca significaría para mí eso otra vez.

Intentar matar a un medio demonio, incluso no sancionado, probablemente sólo obtendría al Guardián una palmada en la espalda. Además de Morris, que me había apretado hasta la muerte cando salí del carro de Zayne, Nicolai fue el primero en romper las filas. Con una genuina sonrisa de alivio, me abrazó. —Me alegra de que regresaras a nosotros. Le creí. Incluso Geoff parecía aliviado, junto con Abbot. El resto… eh, no tanto. Por otra parte, no era realmente cercana a los otros. Éramos como barcos pasando la noche. Zayne había estado en lo cierto sobre su padre queriéndome interrogarme. La mayoría de lo que sucedió provino de Zayne, pero Abbot quería escuchar los detalles de la intervención del demonio por mí. Mentirle a Zayne hizo a mi piel sentir dolorida y extraña, pero con Abbot, hizo que mi paranoia golpeara un nuevo nivel. Afortunadamente, sólo éramos tres, así que no se sentía completamente como una inquisición —¿Y nunca antes has visto a este demonio? —preguntó Abbot. Sentado junto a mí en el sofá, no parecía convencido mientras acariciaba su barba. Decidí soltar un poco más de la verdad. Partes que no causarían daño. —El demonio no parecía normal. El ceño de Zayne se profundizó.

—Un demonio de Nivel Superior —dijo Zayne, mirando a su padre. —Entonces quizás lo he visto antes, pero no en esa forma. Abbot me miró fijamente por un largo momento. —¿Por qué no vas arriba? Enviaré a Jasmine a mirarte, a asegurarse de que todo está bien. Dulce alivio se disparó a través de mí aunque supe que no era el fin de la conversación. Era libre por el momento.

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—Cómo que se veía parecido a los Guardianes. —Realmente esperaba que hubiera algo de jugo de naranja en el refrigerador.

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—¿A qué te refieres?

—Lamento cualquier problema que esto… —Deja de disculparte —dijo Zayne, los ojos llameando en ese profundo turquesa otra vez—. Nada de esto es tu culpa. Abbot puso su mano en mi hombro y apretó suavemente. No era un sujeto de abrazar, así que eso era lo más cercano a un abrazo que recibiría. La emoción cerró mi garganta, una mezcla vil de culpa, ira y traición. Estaba mintiendo, pero también Abbot. Mirándolo ahora, mi mirada vagando sobre su rostro avejentado pero apuesto, tuve que preguntarme su alguna vez había sido honesto conmigo. Y lo que tenía que ganar al mantener al hijo de Lilith con vida. —Lamento que hayamos permitido a Petr entrar a esta casa —dijo Abbot mientras yo me levantaba, sus pálidos ojos azules afilados. —Esta casa ha sido un refugio seguro, y él ha violado eso. —Y su clan —agregó Zayne, la voz gruesa por el enojo—. Es muy conveniente que hayan huido en el momento que se dieron cuenta que Layla estaba viva. —Lo es. —Abbot también se puso de pie—. Llegaremos al fondo de esto. Asentí y me di la vuelta para marcharme, dudando que Elijah sufriría alguna consecuencia extrema si él o alguno de su clan estaba de acuerdo en el plan de matarme. Supe que ellas tenían que estarlo, porque mientras que Petr odiaba mi existencia, no habría ido tras de mí sin el apoyo de su padre.

—Está bien. Abbot sonrió tirantemente. —¿Dónde conseguiste la ropa que estás usando?

Horas más tarde, mi estómago seguía revuelto. Entre la enfermedad que se fraguaba luego de saborear un alma y el hecho de que sabía que estaba pillada, no me aventuré más lejos que del baño.

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Mi estómago dio un vuelco.

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—Layla —dijo Abbot, y me detuve en la puerta—. Sólo una última cosa.

La ropa, mierda, ¿cómo pude haberme olvidado de eso? ¿Cómo pudo Roth no haberse dado cuenta de eso? Los pantalones demasiado grandes y la camiseta con alguna banda de los ochenta impresa en el frente obviamente no eran míos. ¿Y qué le había dicho a Abbot? ¿Qué eran ropas viejas de gimnasia que tenía en mi mochila? ¿Qué mentira patética fue esa? ¿Por qué tendría ropas de hombre en mi mochila, y por qué me habría cambiado de ropa, pero dejé mi bolso en la casa del árbol? Quise abofetearme. Espero que Abbot atribuya eso a estar traumatizada, pero lo dudaba. No era estúpido. La manera en que había sonreído y el brillo conocedor en sus ojos me dijo que lo sabía. Así que, ¿por qué no me delató? Esperar que lo hiciera era aún peor. Diez minutos más tarde, me estaba sujetando a los lados del retrete y vaciando lo que Jasmine había conseguido que comiera luego de comprobarme. —Jesús —jadeé mientras otro espasmo me atravesaba. Arcadas secas atormentaron mi cuerpo hasta que mis ojos se llenaron de lágrimas. Entonces el alma llegó.

—Lo siento —susurré con voz ronca, llevando mis rodillas al pecho. Tanto como odiaba a Petr, no quise esto para él. En lo que se había convertido luego de que tomara su alma era algo sacado de las pesadillas, y sin su alma allí no había ninguna posibilidad de que alguna vez encontrara descanso en el Paraíso. Los seres humanos se convertían en espectros. No tenía idea lo que le sucedía a los Guardianes que morían sin sus almas. Empapada en sudor, descargué el retrete y me puse de pie sobre unas piernas débiles. Agachándome, abrí la ducha. El vapor llenó la habitación del baño, rompiendo la masa negra. Se evaporó en la niebla caliente, como si nunca hubiese estado allí. Me quité la

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El alma de Petr flotó en el aire por encima de mí, una cosa triste y retorcida. Como una nube negra antes de una violenta tormenta, se arremolinaba y giraba. Pude ver toallas amarillas prolijamente apiladas detrás de él, las pequeñas canastas en las que guardaba mi maquillaje. La mera presencia del alma había manchado las paredes.

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Deslizándose hacia arriba por mi garganta, se clavó dentro con pequeños ganchos, negándose a irse. Mi estómago se apretó, doblándose por la mitad. Finalmente, humo blanco salió expulsado de mi boca. Cuando lo último del alma de Petr abandonó mi cuerpo, me estremecí, desplomándome contra la pared del baño.

ropa y tomé la segunda ducha en el día. Mirando hacia abajo, vi el anillo en mi dedo. Una parte de mí todavía quería deshacerse de la cosa, lanzarlo lejos o esconderlo. Con los dedos mojados, intenté quitarme el anillo. No se movió. Moverlo no funcionó, tampoco. Mantenerlo en el flujo constante no hizo nada. Nada quitaría el anillo de mi dedo. Era extraño, porque no parecía muy apretado. Podía darlo vueltas, pero simplemente no podía quitarlo. Fantástico. De alguna manera probablemente había puesto el encantamiento en marcha al ponerme el maldito anillo, y ahora mi dedo tendría que ser cortado. Me quedé en la ducha hasta que mi piel se arrugó, pero la mancha seguía persistiendo. Los escalofríos serían lo siguiente. Había acabado de ponerme mis pijamas cuando llamaron a la puerta de mi habitación. Tirando de mi cabello mojado debajo de mi camiseta, me senté en la cama. —Entre. Zayne entró, un borrón blanco al principio. Cuando su esencia se desvaneció, vi las hebras de su cabello rubio proteger su rostro mientras cerraba la puerta detrás de él. un sueter celeste se estiraba en su pecho, casi del mismo color que sus ojos. Cuando alzó la vista y me miró, se quedó inmóvil. —Te ves horrible.

—Ten tu teléfono. Funciona bien y… lo limpié —dijo, poniéndolo en la mesita de noche. Se sentó junto a mí en la cama. Me mantuve alejada, poniendo algo de distancia entre nosotros. Él vio mi movimiento, sus hombros se pusieron rígidos. —Layla —rogó. —Sólo estoy cansada después de todo. —Me mantuve ocupada metiendo mis piernas bajo las mantas—. Quizás me estoy enfermando o… Zayne agarró mi mano. —Layla, no lo hiciste. Por favor, dime que no lo hiciste.

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—Gracias.

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Me reí, el sonido ronco.

Tiré mi mano libre. —¡No! No. Sólo me estoy sintiendo mal por algo y me siento cansada. Ha sido una noche y un día largos. Se presionó hacia adelante, atrapándome entre su cuerpo y la cabecera. —Tienes que decirme lo que hiciste, Layla. Si tomaste el alma de alguien anoche, aunque sea la de Petr, tengo que saberlo. —No —susurré, curvando mis dedos en la manta. Sus ojos buscaron los míos con intensidad y luego bajó la cabeza. Un suave suspiro escapó de sus labios apretados. —Me dirías la verdad, ¿no? Me estremecí. —Sí. Zayne levantó la cabeza, su seria mirada encontrándose con la mía una vez más. —¿Y confías en mí? Sabes que nunca te entregaría a los Alfas, que nunca te haría eso. Entonces por favor, no me mientas ahora. Por favor, prométeme que no me estás mintiendo.

—¿Necesitas algo? Negando, me moví hacia abajo sobre mi espalda y temblé. —Estaré bien. Zayne se quedó en silencio por varios minutos. Cuando habló pude sentir sus ojos sobre mí. —Hablé con Jasmine.

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Dejó escapar un suspiro a la vez que miraba fijamente su mano, hecha un puño sobre el edredón.

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—Lo prometo. —La mentira se sintió amarga en mi boca. Aparté la mirada, incapaz de sostener la de él. Reconocí que había una gran posibilidad de que Zayne supiera, al igual que supo cuando lo había hecho antes.

Me estremecí. Tragó saliva. —Dijo que estabas bastante magullada. Jasmine había jadeado y murmurado algo ininteligible luego que me había ayudado a quitarme la ropa y visto la gran variedad de golpes. —Me dijo que las marcas de garra no deberían dejar cicatrices. —Su voz llevaba una corriente de ira—. Me alegra que Petr esté muerto. Sólo deseo haber sido el que lo mató. Lo miré fijamente. —No quieres decir eso realmente. —Sí, lo hago. —Sus ojos ardieron de un llamativo color verde azulado—. Lo único que deseo más es que nunca hayas tenido que experimentar lo que experimentaste. Sin tener idea de cuál era la respuesta apropiada a eso, me recosté y no dije nada mientras quería contarlo todo. El silencio se estiró y luego dijo: —Lamento lo del sábado a la mañana.

—No voy a hacer más el etiquetado. —El humano poseído prácticamente selló ese trato. —Eso no importa. Sé cuánto significa eso para ti. Rodé de costado, empujándolo con mi codo cubierto. —Sí, pero estaba siendo una completa perra. Estabas preocupado de que fuera asesinada o algo.

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—No, déjame terminar. Fue un terrible movimiento de mi parte. Pude haberte llamado, debería haber respondido el teléfono cuando llamaste ayer… y no fue apropiado que te sugiriera que dejaras el etiquetado.

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—Zayne, tú no…

Zayne se pasó una mano por el cabello, sujetándose la nuca. Los músculos se flexionaron y rodaron bajo su camisa. Entonces se acercó, apartando mechones de cabello húmedo de mis mejillas. —¿Estás segura de que no necesitas nada? ¿Jugo o alguna fruta? —No. —Era tarde para eso. Me acurruqué, congelada hasta los huesos. No podía recordar cuánto tiempo había durado la última vez. ¿Dos días? ¿Más? Apreté los ojos cerrados, rogando que sea sólo un día más o menos. Quise hablarle sobre el Infierno y Lilith, pero no pude descubrir una manera de hacerlo que no sea equivalente a arrojarme frente a un autobús lleno. —¿Tienes… tienes que irte? —pregunté, aunque no podía decirle nada. Sonrió por primera vez desde que entró en la habitación. —Muévete. Me moví, dándole espacio. Zayne mantuvo bastante espacio entre nosotros, pero tiré del borde de las mantas hacia arriba, ocultando mi boca. Me dio una sonrisa ladeada y recordé lo que había dicho Roth. Que le gustaba a Zayne. Por un segundo, no sentí como si estuviera ardiendo y congelándome al mismo tiempo. —Entonces, ¿qué querían los Alfas? Zayne se estiró sobre su costado, apoyando la cabeza sobre su brazo.

—No es nada de lo que debas preocuparte realmente —aseguró rápidamente, mal juzgando mi reacción—. Es nuestro problema, uno del que nos ocuparemos. —Pero… ¿por qué estarían llegando del nivel superior? ¿Por qué tantos? —Un tipo diferente de frío se filtró por mis venas. Zayne rodó sobre su costado, enfrentándome. —Los Alfas creen que están planeando algo. Probablemente otra rebelión, pero nadie está seguro. Todos nosotros estamos atentos a ellos. Como mi padre ordenó después de

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Dejé de jugar con las mantas. Podría haber dejado de respirar por unos segundos.

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—Al parecer ha habido un incremento de los demonios de Nivel Superior en Washington y las ciudades circundantes. —Se frotó el puente de la nariz, arrugando el rostro—. Más de lo que los Alfas hayan visto en siglos.

que el humano poseído los atacó a ti y a Morris, nos han ordenado que los interroguemos antes de enviarlos de regreso al Infierno. Mi garganta se secó. ¿Y si atrapaban a Roth? Quité mi mano de debajo de la manta, pasándola por mi frente. La humedad se aferraba a mi piel. Abbot me había dicho que la última rebelión sucedió cuando yo era pequeña. Ocurrió durante la Influenza española. Nadie realmente sabía cuántas personas habían muerto por la gripe o la posesión demoníaca. ¿Era esto lo que algunos demonios querían? ¿Para qué Lilith renaciera y otra rebelión ocurriera? —Hey —dijo Zayne, acercándose—. Está bien. No tienes que preocuparte por ello. —¿Huh? —Estás muy pálida, Layla. —Estiró las manos, tirando de las mantas alrededor de mis hombros. —Oh. Te dije que estoy cansada. —Rodé sobre mi espalda, estirando los repentinos calambres en mis piernas. —Quizás deberías quedarte en casa en vez de la escuela mañana —sugirió. Sonaba como un plan. —Quizás. No respondió por un rato.

—¿Sipis? —Sé que hay más que sólo cansancio o lo que hizo Petr. El aire huyó de mis pulmones. Apoyándose en su codo, puso su mano en mi mejilla. —Sé que lo que hiciste probablemente se debió porque estabas defendiéndote. O quizás fue después por todo lo que hizo Petr. Y ni siquiera puedo empezar a imaginar lo

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Volví mi cabeza, encontrándome con su mirada. Intenté sonreír, pero salió más como una mueca.

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—¿Layla?

duro que es para ti, pero sé que eres más fuerte que esto. Y sé que no quiero que vivas así. No eres un demonio, Layla. Eres una Guardiana. Eres mejor que esto. Sentí mi labio inferior empezar a temblar. No llores. No llores. Mi voz salió quebrada y pequeña. —Lo siento tanto. No quise hacerlo. Sólo quise que se detuviera y… —Shhh… Zayne cerró los ojos y un músculo saltó en su mandíbula—. Lo sé. Está bien. Las lágrimas ardieron en mis ojos. —No lo haré otra vez. Lo prometo. Lo siento tanto. Zayne presionó sus labios contra mi frente. —Lo sé. —Se retiró, apagando la lámpara de la mesa de luz y regresando—. Descansa un poco. Me quedaré aquí hasta que tenga que irme. Me acurruqué sobre mi costado otra vez, buscando a ciegas su mano. Él la tomó, entrelazando sus dedos con los míos.

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—Lo siento —volví a susurrar. Lamento haberle gritado, lamento haber tomado el alma de Petr, y por sobre todo, lamento todas las mentiras.

Traducido por flochi

El martes me quedé en casa, pasando la mayor parte del día en la cama. Para cuando la escuela comenzó el miércoles, lo peor de los magullones de mi rostro se había ido y la parte más difícil de la enfermedad había pasado. Stacey estaba esperándome junto a mi casillero. Su boca quedó abierta cuando me vio. —Está bien. Sé que dijiste que estuviste en un accidente de carro el viernes, pero parece que necesitaras ver un doctor. Al parecer seguía viéndome horrible.

En el almuerzo, los pensamientos de Stacey reflejaron los míos. —Me pregunto dónde ha estado Roth. No ha venido a la escuela desde el viernes, tampoco. No dije nada. —Al principio, pensé que quizás cediste a la salvaje lujuria entre ustedes y te fuiste con él y se fugaron.

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Razoné que mi preocupación sólo se debía al hecho de que él era el único que sabía que el Infierno estaba tras de mí y por qué. Necesitaba a Roth sano y salvo. Esa era la única razón por la que estaba preocupada. Sí. Correcto.

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Pateé la puerta de mi casillero para cerrarla y la seguía a biología. Roth no apareció, y cuando llegó la hora del almuerzo, seguía sin aparecer. Entre la sensación como si me estuviera arrastrando fuera de mi piel y la preocupación por dónde se encontraba Roth, todo lo que quería hacer era regresar a ocultarme en mi cama. Los Guardianes tenían órdenes de cazar a los demonios de Nivel Superior invadiendo la ciudad. ¿Habían atrapado a Roth? Mi respiración se detenía cada vez que consideraba eso.

Casi me ahogué con mi pizza medio congelada. —Estás loca. Stacey se encogió de hombros. —¿Qué? No puedes decirme que si no te encontraras a solas con él no le saltarías a los huesos. —Estuve a solas con él y no lo hice. —Mis ojos se abrieron de golpe por un segundo luego de que esas palabras abandonaran mi boca—. Mierda —murmuré. Ella sujetó mi brazo. —Oh, Dios, detalles, necesito detalles ahora mismo. Nada menos que un zombie masticando su cabeza distraería a Stacey en este momento, e incluso entonces no estaba segura si ella lo dejaría pasar. Inventando una excusa rápida, la enfrenté. —Me encontré con él el fin de semana y pasamos un rato. —¿En público o en su casa? —En su casa, pero no fue nada importante. —Me retorcí. De ninguna manera en el Infierno iba a decirle que me había besado. Nunca terminaría de hablar de ello—. ¿Vas a ir a Wick It esta noche? —pregunté, esperando cambiar de tema.

—No seas celoso —dijo Stacey—, porque no te invité. Y volvamos a Layla. —¿Qué hay con Layla? —Sam miró el resto de mi pizza. Deslicé mi plato hacia él. —Nada. —Nada —jadeó Stacey—. Pasó tiempo a solas con Roth, tiempo en su casa. ¿Fue en su habitación? ¿Viste su cama? Espera. Déjame empezar con la pregunta más urgente: ¿perdiste tu virginidad finalmente?

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—¿Quién querría? Es noche de poesía, lo que quiere decir que todo aquel que piense que puede formar una rima estará allí.

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Sentándose, Sam puso sus ojos en blanco.

—Jesús, Stacey, ¿por qué estás tan interesada en su estado de virginidad? —preguntó Sam. —Sí, me estoy preguntando lo mismo. —Tiré mi cabello hacia atrás—. Pero responder tu pregunta, no, no me acosté. No fue para nada así. —Mira, eres mi mejor amiga. Me siento obligada a tomar interés en tu actividad sexual. —Hizo una pausa, sonriendo—. O la falta de la misma. Puse mis ojos en blanco. —Eso es perturbador. —Sam le dio un codazo a Stacey a la vez que agarraba un puñado de sus Tater Tots. —Espera. ¿Ese “no fue para nada así” cuando nos estamos refiriendo al sujeto más caliente que camina por estos pasillos? —Stacey se echó hacia atrás en su asiento, lanzando las manos hacia arriba—. Eres increíble. —Otra mirada sorprendida cruzó su rostro antes de que yo pueda responder—. ¿Viste su cama? Santa María, madre de Jesús, ¿estuviste en su cama? Me volví de unas mil tonalidades de rojo. —Stacey. —Tu rostro me dice que viste su cama, probablemente incluso te sentaste en ella. ¿Cómo es? —Se inclinó hacia adelante, ojos ávidos—. ¿Huele a él? ¿Cómo a sexo? ¿Tienes sábanas de seda? Vamos, tiene que tener satén o seda.

—No olía a sexo —murmuré, rascando un costado de mi cara. Stacey se mofó. —Ni siquiera sabes cómo huele el sexo. Quise estrangularla. —¿Podemos sólo…?

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—A mí —exclamó Stacey, con los ojos bien abiertos.

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—¿En serio? —Sam bajó su bebida, frunciéndole el ceño—. ¿Acabas de preguntarle si su cama olía a sexo? ¿A quién le importa como huele su cama?

—¿Sabes qué? Estás actuando exactamente igual que el resto de chicas estúpidas de por aquí. —Sam agarró su bolso, se puso de pie, y lo colgó en su hombro—. Él es apuesto. Impresionante. No tienes que ser toda acosadora con él. La boca de Stacey colgó abierta. Miré fijamente a Sam, de repente sintiendo pena por él. Empecé a ponerme de pie. —Sam… Con las mejillas rojas, negó con la cabeza. —Las veré en inglés. Paz. Lo vimos volcar su almuerzo, luego dirigirse a las puertas dobles. Me di la vuelta hacia Stacey, mordiéndome el labio. Ella observaba las puertas como si esperara que regresara y gritara “¡Simplemente estoy bromeando!” y se riera. Cuando no lo hizo, cayó de regreso en la silla, arrastrando los dedos a través de su cabello. —¿Qué demonios fue eso? —Stacey, Sam ha estado colado por ti desde primer año. Es obvio. Ella resopló. —¿Cómo algo como eso puede ser tan obvio para ti y no para mí? Hasta Roth, tú ni siquiera pensabas que los chicos tenían pulso.

Pensé en Zayne. —Sólo porque hayan sido amigos no quiere decir que no piensen en ti como algo más. Sam es lindo, Stacey. Y es listo. —Sí —dijo ella lentamente—. Pero es Sam. —Como sea.

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—Tienes que estar equivocada. —Sacudió la cabeza mientras lanzaba un Tater Tot en su bandeja—. Sam ni siquiera piensa en mí de esa manera. No puede. Hemos sido amigos por años.

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—Esto no es sobre mí, idiota.

Arqueó una ceja. —Olvida el asunto de Sam por el momento. ¿Te gusta Roth? O sea, no sales con otros chicos además de Sam y Zayne. Esto es como épico. —No es épico. —Me bebí el resto de mi bebida, todavía sedienta. —Entonces, ¿te gusta? Miré su bebida. —No… no lo sé. ¿Vas a beberte eso? Stacey me entregó la botella de agua. —¿A qué te refieres con que no sabes? —Es difícil explicarlo. —Me limpié la boca con el dorso de la mano—. Roth no es como otros chicos. —Me lo dices —dijo ella secamente. Me reí, pero rápidamente se acabó. Quise contarle a Stacey sobre Roth, sobre todo. Lo que era él. Lo que era yo. No sería difícil que lo creyera, no luego de que los Guardianes se hicieron públicos. Las personas probablemente ya esperaban la verdad. La necesidad de implemente hablar, ser honesta por una sola vez, me golpeó con fuerza. —¿Layla? ¿Te sientes bien? —La preocupación arrugaba su frente—. Sé que fue un accidente de auto, pero te ves enferma.

Entonces noté el sonrojo arrastrándose a través de la cara de Stacey. Nunca se sonrojaba. Jamás. —¿Qué pasa? —pregunté. Se puso a juguetear con la correa de su bolso, exhalando. El soplo de aire levantó su flequillo por un momento.

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El timbre sonó, obligando a que nuestra conversación y mi necesidad de decirle la verdad terminara. Recogimos nuestra basura, y nos dirigimos afuera, Stacey deteniéndome afuera de la cafetería. Tragué saliva rápidamente. Almas, había almas por todas partes.

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—Sí, creo que me estoy por enfermar con algo. —Forcé una sonrisa—. No es nada.

—¿En serio crees que le gusto a Sam? A pesar de todo, sonreí. —Sí, lo creo. Stacey asintió, enfocándose en la corriente de estudiantes. —No se ve mal. —No. —Y no es un idiota —continuó—. No es como Gareth o cualquier otro chico que sólo quiere meterse en los pantalones de una chica. —Es mucho mejor que Gareth —acepté. —Lo es —dijo, haciendo una pausa. Una mirada preocupada apareció en sus rasgos—. Layla, ¿crees que hería sus sentimientos? No quise hacerlo. Agarré su mano, apretándola. —Lo sé. Y creo que Sam lo sabe también. Ella apretó la mía y luego la liberó. Dándose la vuelta, sonrió a la vez que se dirigía hacia atrás por el pasillo. —Bueno. Este es un desarrollo interesante.

Stacey se encogió de hombros, pero sus ojos estaban brillando. —¿Quién sabe? Te llamaré más tarde, ¿está bien? Nos separamos luego de eso, dirigiéndonos en direcciones diferentes. Pasé le resto del día mirando por encima del hombro, esperando que Roth apareciera. Nunca lo hizo, y el agujero en mi estómago se agrandó hasta que apenas pude concentrarme en clase, o más tarde ese día en la conversación durante la cena. Ninguno de los Guardianes habló de capturar un demonio de Nivel Superior, pero normalmente no me dejaban saber ese tipo de cosas.

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—Lo es. ¿Qué vas a hacer al respecto?

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Sonreí.

Abbot no abordó el tema de la ropa o siquiera el tema del ataque de Petr y las posterior participación demoníaca. Esperar a que él dijera algo, confrontara mis mentiras, me estaba volviendo loca. En mi propia casa, con todos esos secretos construyéndose entre nosotros, me sentí como una intrusa e incómoda en mi propia piel. Por no mencionar el hecho de que estaba intentando no perder la cabeza. Saber que había demonios allá afuera que querían usarme en alguna especie de bizarro encantamiento o matarme me asustaba. Lo que tampoco ayudaba era el hecho de que Elijah siguiera allá afuera. Cuando todo estaba tranquilo, mi imaginación se desenfrenaba.

El jueves a la mañana, había decidido oficialmente que lo más loco que sucedió en el último par de semanas no tenía nada que ver con saber que yo era la hija de Lilith o que de alguna manera podría levantar una horda de demonios devoradores de almas. O que había más de una tonelada de demonios que querían verme muerta. Nop. Lo más loco era Stacey. Estaba actuando de manera extraña y sorprendentemente hundida. No habló de sexo o de chicos en los primeros cinco segundo de conversación. El miércoles en inglés, después de las secuelas del almuerzo con Sam, había reído de todo lo que él había dicho, lo que fue algo raro de observar. Sam siguió lanzándome miradas, e intenté ignorarlas. Tenía la sensación de que tenía que ver el conocimiento recién descubierto de su enamoramiento por ella. No es que ella fuera a admitirlo.

Puse mis ojos en blanco. —No cambies de tema. Has estado actuando raro desde el almuerzo ayer. Stacey se dio la vuelta apoyándose contra el casillero mientras me miraba con las cejas levantadas. —Eres extraña todos los días. Desapareces cuando se supone que te tienes que encontrar con nosotros. Pasas tiempo con el chico más hot del planeta y dices que “no es de esa manera”. Hola. Tú eres la amiga rara aquí.

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—Sigues viéndote enferma. Deberías ir a ver un médico, Layla.

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Agarrando su libro de biología, pateó su casillero para cerrarlo.

Hice una mueca. Todo eso era cierto. —Como sea. Se empujó del casillero, entrelazando su brazo con el mio. —Sólo no quiero que Sam siga pensando que soy… una de esas chicas. —Pero eres una de esas chicas —dije lentamente. El flujo incesante de las brillantes almas exigía mi atención, pero me concentré—. Y a Sam le gustas como eres. —Obviamente no. La golpeé con la cadera. —Eres una exagerada. Abrió la boca, pero se detuvo cuando un cuerpo alto se cruzó en nuestro camino. Supe antes de mirar que se trataba de Roth. Ese aroma dulce y almizclado no podía pertenecer a nadie más. —Hola —dijo Stacey, recobrándose—. Pensamos que habías muerto o algo así. Levanté la cabeza, sintiéndome incómoda cuando nuestros ojos se encontraron. Su mirada me recorrió. Hoy me veía bastante desaliñada, usando pantalones sueltos y una sudadera con capucha que había visto días mejores. Un leve fruncido apareció en sus labios llenos.

Roth se encogió de hombros. —Tuve cosas de las que encargarme. Hablando de eso… —Se volvió hacia Stacey—, me gustaría robármela de ti si no te molesta. —Intento decirle a mi mamá todo el tiempo que tengo cosas que hacer, pero tengo que seguir viniendo a la escuela. —Stacey deslizó su brazo del mío, frunciendo los labios—. Desearía tener a tus padres. Que sólo me dejen venir a la escuela cuando tenga ganas. Pero de todas formas, ¿están planeando no aparecer en biología?

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—¿Dónde has estado? —Las palabras salieron antes de poder detenerlas y, Dios, me sentí como una idiota.

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—¿Tanto extrañaron mi cara ustedes dos? —bromeó Roth, sus ojos fijos en mí.

—No. —Guiñó un ojo a la vez que bajaba la voz—. Voy a ser un rebelde y saltarme la clase otra vez. —Ooh —chilló Stacey—. ¿Y quieres corromper a mi pura y honesta amiga? Con los brazos colgando a mis costados, suspiré. Su mirada dorada se calentó. —Corrupción es mi segundo nombre. —Bueno, sólo puedes robar y corromper a mi amiga si ella quiere ser robada y corrompida. Ya era suficiente. —Ey, chicos, me encuentro aquí, ¿recuerdan? ¿No tendría algo que decir en esta decisión? Él arqueó una ceja hacia mí. —¿Quieres ser robada y corrompida? Tuve la sensación de que ya estaba corrompida por su mera presencia. —Por qué no.

No pude detener el estremecimiento que me atravesó. La manera en que la mano de Roth se apretó en mis hombros me dijo que lo había notado, también. —Como sea. —Stacey nos saludó con la mano y salió corriendo a biología. La mano de Roth se deslizó de mi hombro, agarrando mi mano. —Te ves terrible.

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—No lo sé. —Roth me rodeó, dejando caer su brazo sobre mis hombros—. Podría robarla permanentemente.

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—¡Fantástico! —chilló Stacey, retrocediendo y señalando violentamente detrás de Roth. Estaba haciendo algo con su mano y boca que supe que Roth estaría muy dispuesto. Intenté ignorarla—. Pero prometes regresarla, ¿sí?

No pude saber si mis mejillas estaban ardiendo. Ya me sentía extrañamente caliente por un montón de razones equivocadas. —Gracias. Todos se lo pasan diciéndomelo. Tiró de mi coleta desordenada con su mano libre. —¿Te has bañado aunque sea esta mañana? —Sí. Dios. ¿Dónde has estado, Roth? —¿Por qué estás enferma? —preguntó en cambio—. Parece como si no hubieses dormido desde la última vez que te vi. No pudiste extrañarme tanto. —Hombre, qué egocéntrico eres. No tiene nada que ver contigo. Me pongo enferma luego de… —¿Luego de qué? —Se inclinó, esperando. Aparté la mirada, bajando la voz. —Si saboreo un alma, me hace enfermar después. Sólo por un día más o menos, pero tomar un alma parece durar más tiempo. Roth soltó mi mano. —¿Por qué?

—Nada. En serio estoy planeando no ir a bio. —Ya lo había pensado. —Respirando hondo, decidí corromperme—. ¿A dónde estás planeando ir? Me mostró una sonrisa rápida, la que me hizo pensar que estaba a punto de decir algo pervertido, peor me sorprendió. —Vamos a averiguarlo. Lo que he estado haciendo en los últimos días tiene que ser hecho contigo.

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Parpadeó.

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—Es como el síndrome de abstinencia o algo así —dije. Roth estaba extrañamente callado mientras me observaba, con expresión pensativa—. ¿Qué?

—Encantador. Roth tomó mi mano, su piel agradablemente caliente contra la mía, y no lancé un ataque sobre el asunto de agarrarnos de la mano. Me llevó a una escalera cercana y luego bajamos un tramo de escalones, en la parte vieja de la escuela donde había un par de oficinas vacías y un gimnasio decrépito que olía a moho. Afortunadamente las calderas se encontraban del otro lado de la escuela. Con todos los armarios en la parte inferior de la escuela, era un lugar concurrido para los adictos a marihuana. No me sorprendió que Roth supiera a dónde ir en la escuela si no quieres ser hallado. Se detuvo en la parte inferior de la escalera. Una cinta naranja rasgada colgaba de las puertas dobles del gimnasio, colgando contra el metal gris opaco. Una de las ventanas estaba cubierta con tanta suciedad que parecía un vidrio tintado. A las paredes de la escalera no les iba mucho mejor. Secciones enteras estaban sin pintura, exponiendo las paredes de cemento. Roth se detuvo y tomó mis manos en las de él. —Te he extrañado. Mi corazón pegó un raro brinco. Estúpido corazón. Tenía que concentrarme. Con los tres días que había pasado en cama, me dio tiempo para pensar en todo lo que él había revelado. —Roth, tenemos que hablar de lo que me contaste. —Estamos hablando. —Bajó la cabeza, acariciando su mejilla contra la mía.

Me estremecí contra él, mis dedos curvándose en el frente de su camiseta. No lo creía, pero estaba dispuesta a intentarlo. —¿Dónde has estado? —¿Dónde has estado tú? —Sus manos bajaron a a mis caderas, su asidero apretándose deliciosamente—. No viniste a la escuela el martes.

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—Entonces pregunta. Puedo hacer varias cosas a la vez. —Me tiró hacia adelante, rodeándome con un brazo alrededor de la cintura, bajando su cabeza a la pendiente de mi cuello, inhaló profundamente—. ¿Tú no puedes?

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—Esto no es hablar. —No es que no lo disfrutara—. Y en serio tengo preguntas.

—¿Cómo lo sabes? —Sé un montón de cosas. Suspiré. —Me quedé en casa. Pensé que estando enferma y con los… moretones, era lo mejor tomarme un día libre. —Buena idea. —Un leve fruncimiento apareció en sus labios a la vez que levantaba una mano, arrastrando un dedo a lo largo de mi sien—. Es apenas perceptible. —Su mirada bajó a mi boca, y sentí mis labios separarse—. Y tu labio parece… —¿Qué? El fruncimiento se convirtió en una lenta y seductora sonrisa. —Bueno, se ve lo bastante bien como para mordisquearlo. Aspiré una bocana inestable, intentando calmar el salvaje latido de mi pecho. —Roth, vamos. —¿Qué? —Me dio una mirada inocente—. Sólo estoy diciendo que puedo hacer todo tipo de… —Entendido. De todas maneras, regresa a mi pregunta.

—Estuvo… bien, pero olvidé cambiarme a mi ropa antes de dejar tu casa. —Con sus cejas levantadas, le recordé sobre la ropa prestada y cómo Abbot me preguntó por ellas—. No creo que me creyera lo que le dije, pero no ha seguido presionando. Roth no pareció preocupado. —Estoy seguro de que sabe la verdad, sobre todo. Pero, ¿qué puede decir sin exponer todas las mentiras con las que te ha alimentado? —Sus manos se deslizaron hacia arriba unos centímetros, descansando debajo de mi caja torácica—. Y además, no va a matarte o algo así.

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Distraída una vez más, respondí su pregunta.

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—Hmmm… —Roth movió sus manos a mi cintura. Calidez estallando donde sus dedos se presionaban a través de mi sudadera—. ¿Cómo estuvo todo cuando regresaste?

Arrugué la nariz. —Espero que no. Se rio suavemente. —No creo que tu intrépido líder haga algo para molestar a Piedrota. Hablando de eso, Piedrota parecía aliviado de verte el lunes. —Él estaba… —Sacudí la cabeza—. Te lo dije. He conocido a Zayne por casi toda mi vida. Somos cercanos. —Pareció realmente aliviado de verte el lunes. —Sus pulgares se movieron en círculos lentos y perezosos que hicieron dificultoso que me concentrara—. Creo que sólo he visto a un Guardián correr así de rápido si estaba persiguiendo un demonio. Sentí el calor arrastrarse de regreso a mi rostro mientras agarraba sus muñecas. —Roth, no quiero hablar de Zayne. —¿Por qué no quieres hablar de Stony? Irritación ardió acaloradamente. —No lo sé, ¿porque hay cosas más importante de las que hablar? Roth bajó la cabeza otra vez, y cuando habló, su aliento cálido estuvo contra mi oído.

—Sí. Como dije… —Lo has conocido toda tu vida. Entendí eso. —Sus labios rozaron el espacio debajo de mi oreja, y jadeé—. Pero nunca ha sido… ¿así? Antes de que siquiera pueda responder “así qué”, los labios de Roth trazaron mi pómulo. Pequeños y ardientes temblores se lanzaron a lo largo de mis nervios. Sus labios rozaron la comisura de la mía, y mi pulso palpitó violentamente. Estaba tan fuera de mi liga con él que no resultaba gracioso. —¿Es así, Layla?

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Mi asidero sobre sus muñecas se apretó.

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—Pero quiero hablar de Piedrota. ¿Recuerdas cuando dije que él se preocupa por ti, Layla?

¿Así? Ah, el tacto… los casi besos. —No. —Apenas reconocí mi propia voz—. No puedo… —¿No puedes qué? —Las puntas de sus dientes bajaron a mi labio inferior. Un pequeño mordisco, como había mencionado antes, y todo mi cuerpo se arqueó contra el de él—. ¿No puedes qué, Layla? —No puedo estar así de cerca de él —admití con la voz entrecortada. Los labios de Roth se curvaron en una sonrisa contra los míos. —Qué lástima. La falta de sinceridad fue épica. —Estoy segura de que realmente lo sientes de esa manera. Se echó a reír, y esta vez, cuando se apartó y volvió a agachar la cabeza, sus labios estaban contra mi pulso. Esto era ridículo. Teníamos que hablar de cosas. Cosas importantes. No estaba faltando a clases para hacer… bueno, lo que sea que era esto con Roth. Pero diablos, lo que estaba haciendo era todo nuevo para mí.

Carraspeando, aparté la mirada. —Bien. De vuelta a mi pregunta. —¿Qué querías saber? —La diversión se aferraba a sus palabras—. Lo olvidé. —Estoy segura que sí. —Suspiré, preguntándome si alguna vez iba a conseguir que Roth permaneciera en el objetivo—. ¿Dónde has estado? Se recostó contra la pared, cruzándose de brazos.

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Con un esfuerzo que no sabía que tenía, me separé. Roth arqueó una ceja mientras bajaba las manos a sus costados. Sus ojos eran de un intenso color leonado, consumiéndome en su intensidad y asustándome con su capacidad de atraerme, haciéndome olvidar todo lo realmente importante.

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Y se sentía tan increíblemente bien, esta salvaje anticipación que él estaba cimentando, una promesa de que en realidad podría ir a alguna parte. El feroz anhelo fue como una tempestad en mi interior, girando y arremolinándose tan alto que supe que la caída rompería algo valioso. Porque esto era diferente, esto no estaba construido en fantasías sin esperanzas. Darme cuenta de eso fue tan emocionante como aterrador.

—Tuve que ir a casa. —¿Casa como en el…? —Bajé la voz a pesar de que no había nadie más cerca—. ¿Infierno? Roth asintió. —Tenía que anunciarme y pensé que sería una buena oportunidad para preguntar por ahí, ver si alguien sabe qué demonio está moviendo los hilos. Moví mi bolso al otro brazo. —¿Descubriste algo? —Todo el mundo está siendo muy reservado al respecto. Nadie está dispuesto a decir quién es, lo que me dice que es alguien con muchos recursos. —¿Obviamente un demonio de Nivel Superior como tú? —Pero definitivamente no tan impresionante como yo. —Me guiñó un ojo, y, Dios me ayude, realmente se veía bien haciéndolo—. Pero no regresé con las manos vacías. Tenía razón sobre todo el asunto de la Llave menor. El encantamiento exacto para elevar a los Lilin está en la Llave, y muchos demonios están buscándola, en ambos lados. Junté las piezas. —¿Esa es la razón por la que hay tantos demonios de Nivel Superior por aquí.

—Eso es lo que escuché. —¿Y dónde lo escuchaste? —Cuando no dije nada, Roth se empujó lejos de la pared. Sus lentos y precisos pasos me obligaron a retroceder, hasta que estuve al ras de la pared. Pequeñas motas de pintura flotaban en el aire—. Compartir está bien, Layla. Decirle a Roth lo que los Guardianes sabían no era sencillo. La culpa se asentó en mi estómago como bloques de cemento, pero confiaba en él. Además de salvarme de Petr y Dios sabe cuántas otras veces, nunca me había pedido que confiara en él. Ni una sola vez. Quizás por esa simple razón, confiaba en él.

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Asentí.

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—¿Te dijeron?

—¿Estamos en esto juntos, cierto? —dije, mirándolo—. O sea, ¿vamos a descubrir qué demonio está detrás de esto y detenerlo? Los ojos de Roth se encontraron con los míos. —Tú y yo somos como la mantequilla de maní y la jalea cuando se trata de esto. Mis labios se retorcieron. —Está bien porque no me siento bien diciéndote esto, pero yo… confío en ti. — Haciendo una pausa, tomé una gran bocanada de aire—. Los Alfas han dicho que hay mucho movimiento de demonios de Nivel Superior en la ciudad. Los Guardianes están intentando capturarlos y retenerlos. Pensé… bueno, de todas maneras, lo que está pasando está bajo el radar de los Alfas. Giró la cabeza, una sonrisa torcida jugando en sus labios. —¿Pensaste que me atraparon? ¿A mí? —Dejó escapar una sonora risa—. Me siento halagado por tu preocupación, pero no tenías nada de qué preocuparte. Estaba segura de que mi rostro estaba ardiendo, así que me concentré en la hoja de marihuana que alguien había tallado en la pared detrás de él. —No estaba preocupada por ti, fanfarrón. —Uh-uh. Sigue diciéndote eso. Mi paciencia empezó a desvanecerse.

—Cierto —murmuró. Su mano se curvó alrededor de mi hombro, e inhalé profundamente. Un instante pasó entre nosotros, y mi cuerpo se tensó—. Eso no es lo único que he aprendido. —¿En serio? Asintió. —Tenemos que encontrar la Llave antes que nadie más. Y encontrar un antiguo libro que probablemente está bien protegido y no será fácil. Pero tengo una pista.

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Roth estuvo una vez más en mi espacio personal. ¿Por qué siempre tenía que llegar tan malditamente cerca? ¿Y debería quejarme?

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—Entonces es obvio que los demonios están buscando la Llave, ¿cierto?

—¿Bien? ¿Cuál es la pista? Extendiendo la mano, atrapó un mechón de cabello que se había escapado y lo retorció alrededor de su dedo. La palidez destacada en marcado contraste al oscuro tono de su piel. —Hay una vidente cerca. Metí mi cabello hacia atrás. —¿Una psíquica? Roth resopló. --No una psíquica con el tipo de conexiones de los psíquicos. Una vidente que tiene una conexión unidireccional hacia arriba y abajo. Si alguien sabe quién es el demonio o dónde se encuentra la Llave, la vidente lo sabrá. Seguía dudosa. —Los videntes están protegidos por los Alfas. ¿Cómo un demonio sabría donde se localiza uno? —Dije que tengo una pista. No dije que sería fácil. —Roth dio un paso hacia atrás, metiendo las manos en los bolsillos. Abrí la boca, pero me interrumpió—. Y antes de que preguntes, no quieres saber lo que tuve que hacer para conseguir esta pista. Maldición. Quería preguntar.

—Entonces no está muy lejos. —Una burbuja de nerviosismo se elevó—. Podemos ir ahora. —Vaya. —Roth levantó las manos—. Soy de faltar a la escuela y cometer actos de caos general. Soy un demonio, después de todo, pero “nosotros” no haremos nada. —¿Nosotros no? —No podía creerlo—. ¿Por qué? La mirada en su rostro decía que quería darme una palmada en la cabeza.

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—Afuera de Manassas —respondió.

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—Entonces, ¿dónde está la vidente?

—Porque probablemente no soy el único demonio que ha hecho cosas indecibles para conseguir la localización de la vidente. Podría ser peligroso. Doblé mis brazos, no dando el brazo a torcer. —Todo puede ser potencialmente peligroso en este momento. ¿Ir a la escuela? Un zombie podría aparecerse e intentar llevarme de regreso a su malvado líder. Un demonio podría poseer a un profesor. Yo podría tomar una siesta camino a casa de la escuela hoy. Un ceño fruncido apareció. —Bueno, eso provoca cariño. Puse mis ojos en blanco. —Mira, no voy a quedarme al margen y dejar que todos los demás arriesguen sus vidas por mí y hagan todo el trabajo duro mientras me siento en clase de historia. —Bueno, si estás en contra de sentarte en la escuela, podría ir a mi apartamento y mantener acompañada mi cama hasta que regrese. Había una buena posibilidad de que fuera a golpearlo. —Esto tiene que ver conmigo, mi vida. Estamos en esto juntos. Eso significa que vamos a la vidente juntos. —Layla…

—No sabía que tenías eso en ti. —¿Qué? Golpeteó la punta de mi nariz. —Eres una luchadora debajo de todo ese peluche. —No estoy segura si debería estar ofendida o no —me quejé.

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Roth se me quedó mirando, pareciendo sorprendido.

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—Lo siento, pero no voy a aceptar un no por respuesta. Voy contigo. Así que supéralo.

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—No. —Dio algo más en voz baja en un idioma diferente y luego extendió la mano—. Entonces vamos. Hagamos esto. Juntos.

Traducido por Martinafab

Saltarse las clases por, bueno, por primera vez para ver a un vidente tenía problemas escrito por todas partes. También lo era la forma en que Roth conducía su Porsche, como si él fuera la única persona que tenía derecho a estar en la carretera. Naturalmente, "Paradise City" estaba saliendo a todo volumen por los altavoces. —Puede que tú seas un demonio inmortal —le dije, aferrándome a la correa del pecho del cinturón de seguridad—, pero yo no. Esbozó una especie de sonrisa salvaje que me hizo pensar en cosas realmente estúpidas. —Estarás bien.

—Necesitas provisiones, como ¿en este momento? Roth me lanzó una mirada, pero no contestó. Suspirando, me bajé del carro y lo seguí hacia el supermercado. Casi esperaba que alguien saltara hacia nosotros y nos exigiera por qué no estábamos en la escuela, pero una vez dentro de la tienda, vi a otros seis adolescentes y me imaginé que nos mezclaríamos bien. Se detuvo en la pollería, frunciendo el ceño. —¿Qué estás buscando? —le pregunté, curiosa.

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Cuando entramos en Manassas, Roth hizo lo inesperado y entró en el aparcamiento del primer supermercado con el que nos topamos. Me quedé mirándolo cuando apagó el motor.

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A parte de la posibilidad de morir en un accidente masivo de carro, esto era mucho mejor que sentarse alrededor fingiendo que no pasaba nada. Estaba siendo activa. En cierto modo, estaba cuidando de esto yo misma con la ayuda de Roth y eso alivió las inquietudes de pánico que se habían estado acumulando en mi interior.

—Un pollo —dijo, hurgando entre los estantes—. Preferiblemente un pollo vivo, pero no parece que eso vaya a pasar. Me incliné más cerca de él. —¿Quiero saber por qué quieres un pollo vivo en ahora mismo? —Pensé que sería un buen compañero de viaje. —Él sonrió cuando mis ojos se estrecharon—. Siempre se debe llevar una muestra de agradecimiento cuando visitas a un vidente. He oído que las gallinas son un buen regalo. —Cogió un pollo entero envuelto que afirmaba haber sido criado en una granja—. A todo el mundo le encanta Perdue, ¿verdad? —Esto es tan raro. Una sonrisa torcida apareció. —No has visto nada todavía.

La puerta se abrió antes de Roth siquiera pudiera levantar la mano para llamar. Apareció una mujer. Una vez que el tono azul pálido de su alma se desvaneció, tuve un buen vistazo de ella. Su cabello rubio estaba recogido en un recogido elegante. Líneas finas rodeaban ojos grises afilados. Su maquillaje era impecable. Su chaqueta rosa claro y sus pantalones de lino estaban libres de arrugas. Ella incluso estaba luciendo un collar de perlas. Totalmente lo que no esperaba. Ella barrió una mirada fría sobre nosotros y luego se posó en Roth. Sus labios se hicieron una línea fina.

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Roth se dirigió por delante de mí, sus ojos escaneando los arbustos cuidadosamente podados recubriendo la pasarela como si esperara que un gnomo de jardín nos atacara. Entramos en el porche. Un columpio a lo lejos se movió en la ligera brisa. Había un espantapájaros de madera apoyado en una calabaza que pendía de la puerta.

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Diez minutos más tarde, estábamos de nuevo en la carretera, en dirección hacia el campo de batalla de Manassas con nuestro pollo Perdue. No estaba segura de qué esperar, pero cuando pasamos por las viejas cercas de madera y paredes de piedra, y llegamos a la entrada de una casa que parecía que probablemente tenía agujeros de bala de la Guerra Civil, traté de prepararme para la extrañeza que estaba a punto de pasar.

—No estoy contenta con esto. Él arqueó una ceja. —Diría que lo lamento, pero no lo diría en serio. Abrí la boca para disculparme, porque ese tipo de actitud no nos iba a llevar a ninguna parte, pero sin embargo, la mujer se hizo a un lado. —En el estudio —dijo, señalando a su derecha. Llevando el pollo en una bolsa de plástico, Roth fue por un pasillo estrecho primero. La casa olía bien, como a manzana asada. Sonidos de un videojuego irradiaban desde el estudio, y cuando entramos en la gran habitación, mi mirada se dirigió directamente al televisor. Assassin’s Creed. A Sam le chiflaría este lugar. —Aprecio el pollo, pero no es exactamente lo que le traerías a un vidente. Mi mandíbula cayó al suelo.

Roth cambió su peso de pie. —Lo siento, pero te sorprendería lo difícil que es conseguir un pollo vivo en tan poco tiempo. El juego en la TV se pausó, y el niño se volvió hacia nosotros. Varios rizos dorados le caían sobre la frente. Tenía la cara de un angelito. Con hoyuelo en la barbilla y todo. —Es bueno que esté deseando pollo asado de todos modos.

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Sentado con las piernas cruzadas delante de la TV había un niño de unos nueve o diez años, el mando de la consola en la mano. No podía ser...

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Al principio era sólo una mancha de virtuoso blanco perla—un alma pura. Ver a un humano con un alma pura era como ganar la lotería; eso era lo raro de verlos fuera de la raza Warden. Mi boca se secó y mi garganta se apretó. Un anhelo hasta los huesos me pateó justo en el estómago, uno que no desapareció cuando el alma se desvaneció, revelando a la vidente. Roth puso su mano en la parte baja de mi espalda, y no me había dado cuenta de que había dado un paso hacia delante hasta entonces. La expresión de su rostro decía "no te comas el alma de la vidente", pero honestamente, la única cosa que alivió la ansiedad fue el shock que me recorrió cuando me giré hacia la vidente.

—¿Tú eres el vidente? —Le pregunté, estupefacta—. ¿Por qué no estás en el colegio? —Soy un vidente. ¿Realmente crees que necesito ir al colegio? —No —dije entre dientes—. Supongo que no. —Pareces sorprendida. —Ojos azules brillantes se posaron en mí, y di un paso hacia atrás, golpeando el brazo del sofá a cuadros. El centro de sus pupilas era blanco—. No deberías estarlo, hija de Lilith. Si algo es verdaderamente impactante en esta sala, es el hecho de que tú estés aquí. Con un demonio. Mi boca estaba abierta como la de un pez fuera del agua. No tenía ni idea de qué decir. El vidente era un niño. Su madre se aclaró la garganta mientras salía detrás de nosotros y tomó el pollo de Roth. —Ofrecería algo de beber, pero no espero que ustedes dos estén aquí mucho tiempo. —Ella hizo una pausa—. Tony, ¿qué te dije sobre estar tan cerca de la pantalla? Vas a arruinar tus ojos. Me volví hacia Roth lentamente, y sus labios temblaron. La carita de Tony se arrugó. —Mis ojos van a estar bien. Lo he visto.

Los ojos de Roth se estrecharon. —¿Cómo es que un vidente no sabe quién quiere subir al Lilin? —¿Cómo es que un demonio de tu talla no lo sabe? Si tu no lo sabes, ¿por qué esperarías que yo sí? Veo cosas que quiero ver y cosas que me afectan. Como que sabía que iban a venir hoy aquí con un pollo Perdue, así que le dije a mamá que no se molestara en preparar nada. También sé que si echo un vistazo al demonio detrás de

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—Sé por qué están aquí —dijo, cruzando los brazos regordetes—. Quieres saber quién quiere subir al Lilin. Cosa que no sé. Y si lo hiciera, no te lo diría. Me gustaría llegar a una edad en la que me creciera vello facial.

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Bueno, eso terminó esa parte de la conversación. Su mamá nos dejó a solas con el vidente, y cuando se puso de pie, sólo llegó hasta la cadera de Roth. Esto era más allá de raro.

esto, mis ojos estarían yaciendo en un jarrón en la chimenea de alguien como un trofeo. Y yo prefiero mantenerlos intactos. Fue algo inquietante escuchar a un niño hablar así. Tony inclinó la cabeza hacia un lado mientras él me miraba. —Y tú deberías tener mucho cuidado. Todo el pelo de mi cuerpo se me puso de punta. —¿Por qué? —¿Además de lo obvio? —preguntó—. Todo el tiempo luchas contra lo que verdaderamente eres. Debe ser agotador. Tanto es así que cuando llegue el momento de pelear de verdad, estarás demasiado desgastada por nada. Jadeé en una respiración suave. —Yo... —¿No has venido aquí por mi consejo? Lo sé. Quieres saber dónde está La llave menor de Salomón. —Tony dio un suspiro como si estuviera cansado del mundo que sonaba demasiado extraño viniendo de un niño—. ¿Sabías que un Guardián y un demonio escondieron la Llave? Es la única vez que han trabajado juntos. Las dos razas van a trabajar de nuevo juntos en el futuro. La impaciencia irradiaba de Roth y le dio a su voz un borde de acero.

—Déjame hacerte una pregunta. ¿Quién crees que tiene mucho que ganar con subir los Lilin? Eché un vistazo a Roth y le dije: —No veo que alguien tenga algo que ganar. Los Lilin no se puede controlar. —Eso no es exactamente cierto —respondió el vidente—. Los Lilin puede ser controlado por Lilith, pero no está ni aquí ni allá. Si los Lilin es liberado, nadie va a detenerlos. Y tienes razón. Nadie será capaz de detenerlo una vez desatado.

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Las pupilas de Tony se encendieron.

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—¿Sabes dónde está la Llave, vidente?

—¿Y? —Roth cruzó de brazos—. Tú ya sabes la respuesta a esa pregunta. ¿Por qué preguntar? El niño sonrió, mostrando dientes pequeños y rectos. —Porque yo planteé la cuestión para que pensaras, pero al parecer intentar que un demonio piense es pedir demasiado. Los ojos de Roth se estrecharon y dio un paso adelante. Sabía que él no estaba por encima de coger a un diminuto vidente y lanzarlo al otro lado de la habitación. Intervine. —¿Por qué crees que un demonio está tratando de hacer esto? El vidente no le quitaba los ojos de encima a Roth. —Sólo una cosa puede ser el resultado de esto, y eso significa el comienzo del apocalipsis. —Sonaba como si estuviera hablando de un dibujo animado. Como si no fuera una gran cosa—. Si los Lilin se pasea por la Tierra de nuevo, los Alfas entrarán. Ellos tratarán de sacar a cada demonio de la superficie, lo que iniciará una guerra. Y una guerra entre los Alfas y los demonios suena familiar, ¿no es así? Armageddon no está programado para dar inicio hasta otro par de cientos de años, pero los Lilin será la vía rápida para esa pequeña fiesta con los Cuatro Jinetes. Se me cayó el estómago.

Los nudos en mi estómago se triplicaron, magnificado por el hecho de que Roth no negó lo que dijo el vidente. ¿Él realmente arriesgaría el mundo? ¿A quién estaba engañando? Roth lo haría, porque él era un demonio y los demonios operaban en una

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—Eso es lo que acabo de decir. —El chico dio la espalda y cogió el mando de la consola—. Lo siento, amigos, pero los demonios no hacen funcionar las cosas en la superficie y la única manera en la que pueden es iniciando el apocalipsis y tener la esperanza de ganar. Es una apuesta arriesgada para tomar, pero... —Él miró por encima del hombro a Roth—. Ya sabes cuánto apesta el infierno. Los demonios quieren salir. Y algunos están dispuestos a destruir el mundo entero para salir. No puedes decirme que no has pensado en cómo sería ser capaz de llegar a la superficie cuando quieras y no tener que preocuparte por los Vigilantes cazándote. Libertad… eso es todo lo que cualquier criatura viviente quiere.

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—¿Los demonios quieren empezar el apocalipsis?

especie de fundamento egoísta. Pero el infierno tenía que apestar a un nivel masivo, así que, ¿quién era yo para juzgar? —Todo lo que tengo que decir es que si este demonio tiene éxito, será mejor que la humanidad tenga la esperanza de que Dios sea más Nuevo Testamento que Antiguo Testamento, porque la mierda está a punto de volverse real. —¡Tony! —La voz de su madre resonó desde algún lugar de la casa—. ¡Cuida tu lenguaje! Roth sonrió. —Sí, cuida tu boca, chico. Sus mejillas se encendieron, y tuve la sensación de que él estaba a punto de echarnos antes de llegar a cualquier información. —¿Puedes decirnos donde está la Llave Menor? Tony respiró hondo y exhaló ruidosamente por la nariz. —¿Por qué debería decirles algo? Él no ha sido muy agradable. —No soy agradable con nadie —Roth respondió casualmente. —Eres agradable con ella —señaló el chico. Roth bajó la voz.

En lugar de reírse de ello o tratar de señalar el sarcasmo del niño de diez años, Roth palideció y se irguió como si alguien hubiera puesto acero en su columna vertebral. Una emoción cruzó su rostro, algo así como terror, y mi inquietud se multiplicó. Fue breve, se fue antes de que pudiera decir si él realmente tuvo ese momento de vulnerabilidad. Una tensa sonrisa apareció en el rostro de Tony.

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—Un día, vas a encontrarte encadenado a las fosas de fuego del infierno, y yo voy a estar riendo —replicó Tony.

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—Esto se debe a que es bonita. Un día, cuando crezcas, vas a entender por qué.

—Encuentren dónde está el monolito durante la luna llena y encontrarán la entrada al lugar dónde está la verdadera Llave Menor. Ahora bien, como pueden ver, tengo algunos culos que patear... —Espera. Eso no tuvo sentido en absoluto —le interrumpí. No tenía idea de lo que era un monolito. Hasta aquí todo el tiempo que pasé en la biblioteca. —Tiene mucho sentido —Agitó el mando de la consola—. Y yo estoy ocupado. ¿En qué planeta tenía esa misteriosa frase algún significado? —¿No puedes decirnos simplemente dónde se encuentra? —¿Y también dibujarles un mapa? —Eso sería genial —le contesté secamente. Tony hizo un sonido exasperado y apretó el mando de la consola. —No puedo decirles dónde se encuentra la llave exactamente. —Porque eso sería demasiado fácil —murmuró Roth en voz baja.

—Entonces será mejor que les vaya bien. —Tony reinició el juego. Una flecha se agrandó a través de la pantalla grande, golpeando en el espacio entre la armadura de un caballero—. No dejen que la puerta les golpee donde el buen Dios les dividió.

—Bueno, eso fue alrededor de siete formas diferentes de raro —dije , mirando por la ventana. Paredes grises separaban la carretera de circunvalación de las subdivisiones vecinas borrosas—. ¿Tienes idea de lo que estaba hablando? ¿El monolito? —Miré mi teléfono, a los resultados de la búsqueda de monolito en la Web—. Un monolito es una roca masiva. ¿Alguna idea de donde podría estar roca masiva cerca?

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—Pero hay una buena probabilidad de que el otro demonio sepa lo que se necesita para subir al Lilin —protesté.

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—No. Porque esas son las reglas —dijo el vidente—. Si les digo dónde se encuentra la Llave exactamente, entonces tengo que darle la misma información al siguiente demonio que se paseé por las puertas. No puedo tomar partido o siquiera soltar prenda como lo he hecho. Ya les he dicho lo suficiente para que lo descifren—. Se dejó caer en frente de la puerta—. Así que averígüenlo. Como ahora.

—No. Lo miré. Desde que hubimos dejado la casa del vidente, él no había dicho nada de nada. —¿Estás bien? Su mirada se desvió hasta el espejo retrovisor. —Tan bien como puedo estarlo. Mordiéndome el labio, me recosté. —¿Le crees? —¿Qué parte? —La parte donde dijo que estarías encadenado a las fosas de fuego del infierno? — Sentí frío diciendo esas palabras. —No. —Roth se rio, pero algo en el sonido me hizo tener más frío—. De todos modos, tenemos que averiguar lo que quiso decir sobre el monolito y dónde está. Necesitamos la Llave.

—¿Estás seguro de que no puedes leer la mente? —Colocó el Porsche alrededor de un carro en frente de nosotros, y mis ojos se ampliaron cuando por poco esquivamos golpearnos con la parte delantera—. O conducir —añadí en voz baja. Roth sonrió. —Estoy seguro. Aunque tengo curiosidad de saber lo que pasa en tu cabeza. En este momento me preguntaba si volveríamos a la ciudad con vida. —No. No quiero volver a la escuela —admití.

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—¿Quieres volver a clase? —preguntó Roth.

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Asentí con la cabeza, volviendo la atención de nuevo a la carretera cuando Roth paró en frente de un taxi. Un rápido vistazo al reloj en el salpicadero me dijo que si nos dirigíamos de vuelta a la escuela ahora, llegaríamos allí justo antes del almuerzo. Volver a clase como si no hubiera conocido a un vidente de diez años, y haber sido un enigma que no tenía esperanza de descifrar. Y no habíamos hecho ningún progreso en descubrir del demonio detrás de esto.

—Mira cómo ha caído la santa —Su voz cayó, convirtiéndose en burlona—. Estaba planeando totalmente presentarme a tiempo para mates. —Claro que lo estabas. Golpeando la salida a velocidades de vértigo, se rio en voz baja. —Podemos ir a mi casa. Mi estómago se desplomó, y no porque él había pisado el freno. —No sé sobre eso. Roth me lanzó una mirada de soslayo. —¿Qué? ¿Te preocupa que te vaya a llevar a mi guarida para aprovecharme de ti? El calor floreció a través de mis mejillas. —No. —Maldita sea. Ese era mi plan maestro. —Giró a la derecha—. Vagar por la ciudad no es muy inteligente teniendo en cuenta que hay un demonio detrás de ti. Así que o la escuela o mi casa. Sintiéndome como una preadolescente inepta, me encogí de hombros con rigidez. —Tu casa está bien.

Roth deslizó el Porsche en un garaje oscuro. Curiosa, lo miré. —Esta no es tu casa. —Lo sé, pero esta sólo unas pocas cuadras de distancia. —Él apagó el motor—. Este bebé no se estaciona en la calle. Alguien podría tocarlo. Su amor por su auto lo hacía tan humano en ese momento que era difícil no sonreír. Se bajó del auto y abrió mi puerta antes de que pudiera siquiera parpadear.

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Sonaba como un buen plan, pero excitación nerviosa zumbó a través de mí como un colibrí por todas las razones equivocadas.

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—Pensé que podíamos usar el tiempo para averiguar lo que dijo el vidente acerca de dónde estaba guardada la Llave.

Haciendo una reverencia, extendió su brazo. —¿Puedo acompañarla? No pude ocultar mi sonrisa entonces. Poner mi mano en la suya, dejé que me sacara del carro. Él enroscó sus dedos con los míos, y me sentí como si estuviera en una montaña rusa. —Entonces, ¿qué haces con tu auto cuando estás... uh, abajo? —¿Te acuerdas de Cayman? Es un buen amigo. Mantiene un ojo en él. Al mirar hacia abajo en nuestras manos unidas, casi me tropecé con una grieta en el pavimento. —¿Tienes amigos? —Ouch. Sonreí. —¿Qué? Es una pregunta honesta. —Hay algunos como yo que viven en mi edificio. Confío en ellos. —¿En serio?

—Cayman parece un nombre extraño para un demonio. Él se rio profundamente. —Cayman es un Regente Infernal que sigue siendo que permanece en la superficie. Él, como la mayoría de los Regentes Infernales, es un gerente de demonios. Los mantiene bajo control e informa de vuelta con actualizaciones semanales y mensuales. Es también como un asistente para mí. Así que la gerencia media existía incluso en el infierno.

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—Así que, sí, Cayman se hace cargo de mi bebé mientras estoy en el centro.

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Él asintió con la cabeza, tirando de mí por la pendiente que llevaba a los niveles más bajos del garaje del estacionamiento. Habían luces del techo espaciadas cada pocos metros lanzando manchas de luz a lo largo de los pasillos, reflejándose en los capós de los autos.

Agité la cabeza cuando doblamos el segundo nivel y, como si hubiéramos estado de acuerdo sin hablarlo, ambos nos detuvimos por completo. Un temor hasta los huesos se asentó en mi estómago como piedras. Mis pies se sentían clavados en el cemento. Roth me soltó la mano y dio un paso hacia adelante, con los ojos entrecerrados. Antes de que pudiera preguntar qué estaba pasando, las luces del techo empezaron a parpadear. Entonces, en rápida sucesión, se apagaron una tras otra, regando chispas como gotas de lluvia. Cada explosión fue como un disparo. Sólo una luz quedó, oscilando rápidamente. Sombras gruesas se filtraron por entre los carros, disparándose por las paredes. Un chasquido llenó el aire mientras las sombras se arrastraban hacia arriba, tragando la señal de salida de color rojo y cubriendo la mitad del techo. Las sombras ondulaban y vibraban, y por un latido tartamudo del corazón, se hincharon como una baya muy madura y luego se detuvieron. Roth maldijo. Como si una cadena se hubiera cortado, las sombras cayeron, cubriendo el suelo delante de nosotros en una gruesa capa de aceite hirviendo. De la nada, las columnas se dispararon al aire, más de una docena de ellas tomaron forma en un nanosegundo. Sus cuerpos se encorvaron, bultos sobresaliendo de su piel y de sus espaldas huesudas. Los dedos doblados y afilados como garras. Orejas puntiagudas y cuernos aplanados rompieron el cuero cabelludo sin pelo. Su piel era de un color gris pálido y arrugado en capas pesadas, casi superando los ojos rojos pequeños y brillantes. Colas gruesas como de ratas dieron una palmada en el suelo.

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Los demonios Rack eran de las entrañas interiores del Infierno, de esos que pasaban una eternidad torturando almas. Y estábamos completamente rodeados.

Traducido por Otravaga(SOS),soñadora(SOS) y Fanny (SOS)

Había una razón por la cual este tipo de demonios nunca estaba en la superficie, y no era su buena apariencia. Los Rack se alimentaban del dolor de los demás, y si no tenían almas que torturar, no se sentaban a esperar. Roth gimió. —Está bien. ¿Quién de ustedes se alimentó después de la medianoche? Porque son peores que un mogwai9. —Los mogwai son lindos —no pude evitar protestar—. Estas cosas no lo son. —Pero los mogwai se convierten en gremlin encrestados, así que... Le lancé una mirada mientras daba un paso hacia atrás, casi atragantándome con el nauseabundo olor a azufre.

Uno de los Rack abrió su boca, revelando una boca llena de dientes aserrados como los de un tiburón. Hizo una serie de chasquidos rastreros, y cualquiera que fuese el idioma que hablaba estaba completamente fuera de mi alcance, pero las cejas de Roth se arquearon de repente. —Creo que quieren llevarte a alguna parte. ¿Tal vez a un retiro de luna de miel? —Él sacudió sus manos—. Sí, no lo creo. Hagámoslo.

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Mogwai: palabra cantonesa que significa “espíritu maligno”, es el nombre que se le da a la criatura de aspecto adorable e inocente que representa la fase inmadura de un Gremlin (monstruos de aspecto reptiliano). Es una especie omnívora. Tiene orejas y ojos grandes, su nariz y mandíbulas son achatadas, es un animal erguido inteligente con manos articuladas de tres dedos, cubierto de pelo.

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—Sabes, en este punto, no estoy seguro de que importe. —La voz de Roth era sombría.

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—Uh, ¿crees que quieren capturarme o matarme?

Y eso fue como tocar la campana de la cena para algunos perros de un almacén de chatarras realmente hambrientos. Como uno, los demonios se lanzaron hacia Roth. Empecé a avanzar, pero la áspera voz de Roth sonó. —¡No te metas en esto, Layla! Luego se agachó y pateó, pegándole al primer demonio y golpeando sus piernas dobladas justo por debajo del mismo. Moviéndose rápido como un rayo, se levantó de un salto mientras el demonio se tambaleaba sobre sus pies. Roth extendió la mano, evitando las chasqueantes mandíbulas de la cosa, y se la puso en la frente. Un destello de luz roja provino de la palma de Roth, sumergiendo la cabeza del Rack. Lo que sea que estuviese en contacto con Roth o con la luz, era como gasolina. El fuego encendió al demonio, brillando desde las cuencas de sus ojos y su boca abierta. Medio segundo después, el Rack era un montón de cenizas. —Cristo —susurré. Lanzándome un guiño sobre su hombro, Roth salió disparado hacia delante, liquidando a tres demonios Rack con un golpe de su brazo. El fuego se arremolinó alrededor de ellos, incinerando sus cuerpos. Tres más se adelantaron, agachándose y siseando. Avanzaron sobre Roth. Él permaneció allí, con la cabeza inclinada hacia un lado, y luego levantó su brazo derecho. De la manga de su suéter, una sinuosa entidad oscura se derramó en el espacio frente a él.

En un santiamén, la enorme serpiente estaba enrollada entre los demonios Rack y Roth, levantando en alto su cabeza diamantada, hasta que estaba ubicada directamente sobre los demonios Rack. Los Rack que se aproximaban retrocedieron un paso. —Es hora de cenar, nena —dijo Roth—. Y papá te trajo a un buffet de “todo lo que puedas comer”.

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—Bambi —susurré.

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La sombra se rompió en miles de puntos del tamaño de canicas y luego golpeó el suelo, juntándose más rápido de lo que el ojo podía rastrear.

Bambi se lanzó hacia delante, golpeando al demonio Rack más cercano. La cosa gritó cuando los colmillos de Bambi atravesaron la piel y la carne. Tragué con fuerza, queriendo apartar la mirada de la perturbadora visión, pero incapaz de hacerlo. Mi estómago se revolvió cuando una sustancia negra como la tinta voló por el aire, salpicando la calzada. Acechando a los demonios restantes, Roth dejó escapar una risa baja que produjo escalofríos en mi piel. Jugaba con ellos, haciendo que dos de los Rack fueran hacia él y luego golpeándolos, claramente disfrutándolo. El enorme cuerpo de Bambi estaba serpenteando por la deteriorada acera mientras seguía a otro Rack que se atrevió a avanzar. Pero Roth —oh, Dios— estaba rodeado ahora. No había manera de que pudiera eliminar a seis Rack por su cuenta, sin importar cuán impresionante fuese su abrasador toque de la muerte. Inhalando una bocanada, ignoré la orden de Roth y empujé el miedo. No había manera de que pudiera permanecer aquí y no hacer nada. —Oye —dije en voz alta—. ¿Y yo qué? Tres de los Rack se giraron hacia mí, con las bocas cayendo abiertas en un grito silencioso. —¡No! —gritó Roth. Corrieron hacia mí de inmediato.

El primero me alcanzó y el instinto finalmente se hizo cargo. Salté hacia atrás, girando a medio camino mientras pateaba, pegándole al Rack en el estómago. Éste cayó sobre una rodilla. No había tiempo para celebrar esa pequeña victoria. Girando alrededor, lancé mi brazo en un amplio movimiento circular, golpeando al siguiente demonio Rack en la garganta. El frágil hueso crujió mientras éste retrocedía un paso y luego salía disparado hacia mí. Echando hacia atrás el brazo, cerré mi mano y golpeé fuerte e inesperadamente al feo bastardo en la mandíbula.

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Los músculos se tensaron en mi estómago y mis piernas mientras trataba de recordar todas las aburridas lecciones de autodefensa de Zayne. Él solía predicar sobre prepararse mentalmente o algo patético como eso, anticipando el próximo movimiento del enemigo. El cual estaba bastante segura involucraba a uno o más demonios Rack comiéndose mi pierna.

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—Mierda —murmuré, con el corazón rodando sobre sí mismo.

El demonio Rack cayó, inconsciente como un hijo de puta. Miré hacia arriba, encontrando la mirada atónita de Roth. —¿Qué? Puedo lanzar un puñetazo. El orgullo y algo más llenaba sus ojos: algo así como la atracción se agitaba en las leonadas profundidades. Como si verme golpeando a un demonio fuese equivalente a verme en un bikini de tirantes, y eso era un poco raro. Pero entonces esa mirada se desvaneció y el miedo se filtró, ampliando sus pupilas. —¡Layla! Un espantoso aliento caliente silbó a lo largo del lado de mi mejilla. Dando la vuelta bruscamente, me encontré cara a cara con un demonio Rack. Haciendo ese desesperante ruido de chasquido, se lanzó hacia mí, extendiendo el brazo con una mano con garras. Oh, diablos no. Girando alrededor, empecé a agacharme como Zayne me había enseñado. Sentí al Rack agarrar el aire vacío por encima de mí. Lanzándome bajo su brazo, empecé a levantar mi rodilla, pero el demonio cambió de lado. Antes de que las palabras “Oh, mierda” pudieran formarse, un hormigueo de dolor explotó a lo largo de mi columna vertebral.

Y entonces me soltó tan rápido que mi cabeza dio un tirón hacia adelante. Voló por el aire y golpeó algo detrás de mí, ¿tal vez un auto? Volteándome, vi a Bambi moverse como una bala sobre la acera, golpeando al Rack antes de que éste pudiera recuperar su equilibrio. Examiné el estacionamiento, viendo algunos montones de cenizas y algunas porquerías de aspecto asqueroso, pero no más demonios. Roth se arrodilló frente a mí, agarrando mis muñecas. —¿Qué diablos estabas pensando, Layla?

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El pánico puro y desenfrenado arañó mi garganta cuando el Rack asió un puñado de mi cabello y luego agarró la mano que llevaba el anillo de Lilith.

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El fuego atravesó mis manos y mis jeans se rasgaron por mis rodillas cuando golpeé el frío cemento. Un grito salió expulsado un segundo antes de que el peso me golpeara una vez más. Lanzando la cabeza hacia atrás, acabé a un segundo de comerme la calzada.

—¿Qué? —Traté de liberarme, pero él volteó mis manos, inspeccionando mis palmas arañadas—. No iba sólo a quedarme allí. Sé cómo luchar. Sus ojos se estrecharon en la piel color rosa y luego saltaron a los míos. —¿Quién te enseñó todo eso? ¿Piedrota, la gárgola? Hice una mueca. —Su nombre es Zayne, y sí. Roth negó con la cabeza mientras su pulgar pasaba suavemente alrededor de mis palmas. —Verte patearles el trasero fue increíblemente sexy… como real, realmente sexy. Pero si alguna vez vuelves a hacer algo así de nuevo, te lanzaré sobre mis hombros y nalguearé tú… —Terminas esa frase y voy a mostrarle mi rodilla a una cierta parte de tu anatomía. Su mirada bajó y se estremeció. —Está bien. Tú ganas. He visto tus patadas. Empecé a responder, pero Bambi serpenteó y puso su cabeza del tamaño de la de un caballo en mi hombro. Cada músculo de mi cuerpo se inmovilizó y apreté los ojos con fuerza. Hubo un soplo de aire, agitando el cabello a lo largo de mi sien. La lengua bífida de Bambi salió disparada, haciéndome cosquillas en un lado de mi cuello.

—¿Y si no? —Oh, lo sabrías, porque para este momento ya te habría comido.

Mis palmas dolían un poco, pero después de todo, podría haber sido peor. Ambos estábamos vivos y Bambi estaba de vuelta a donde pertenecía, en la piel de Roth.

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Me obligué a abrir un ojo.

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—Oye, mira, le gustas a Bambi.

Alguien estaba aumentando sus esfuerzos, y al agregar demonios Rack a la mezcla, las cosas sólo podían empeorar desde aquí. —¿Crees que este lugar es seguro? —Ningún demonio se atrevería a acercarse a mi casa. Y antes de que me acuses de tener un ego innecesario, hay demasiados demonios aquí que se enojarían si su sitio fuera invadido. Esperé que ese fuera el caso. Realmente no quería un round dos con Racks. La adrenalina aún corría por mis venas, golpeando mi corazón contra mis costillas. Si hubiera estado sola etiquetando y encontrando demonios… ni siquiera quería pensar en ello. Usualmente los demonios eran nocturnos porque les era más fácil mezclarse entre los humanos después de la puesta del sol. ¿Qué los Rack estuvieran fuera así? Para nada bueno. Mis ojos estaban amplios mientras entrabamos por la puerta principal del edificio a un brillante recibidor. La última vez que había estado aquí, había entrado por un lado, así que todo esto era nuevo para mí. Un enorme candelabro dorado colgaba del centro del techo pintado con murales. La pintura era…uh, ¿interesante? Ángeles cubrían el amplio techo, retratados en escenas violentas de batallas. Luchaban el uno contra el otro con espadas salvajes. Algunos caían entre las nubes blancas. Se había pasado tiempo en sus expresiones. Los rasgos de dolor y el brillo en sus ojos se veían demasiado reales. Iugh.

Había demonios por todos lados, desparramados en los sillones, hablando por celular, acurrucados en sillas, leyendo libros, algunos reunidos en pequeños grupos. Roth ubicó su mano en mi espalda, guiándome a las escaleras. —¿No hay ascensor? —pregunté. —Ninguno al que quisieras subirte. —Ante la mirada en mi rostro, sonrió—. Los ascensores aquí sólo bajan.

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Todo tenía un aire de hotel de Hollywood. Casi esperaba que el fantasma de Marilyn Monroe apareciera de la nada. El recibidor no estaba vacío, pero estaba segura de que nadie aquí llevaba ADN humano.

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Antiguos sillones y sillas de cuero estaban distribuidos bajo la luz. El aire llevaba un ligero y no desagradable olor a café y tabaco, y se veía como si hubiera una cafetería o algo detrás de las puertas oscuras al otro lado del recibidor.

Whoa. Sabía que había… portales por la ciudad y el mundo. El sentido común decía que debían haberlos, sino, ¿de qué otra manera irían y vendrían los demonios? Pero nadie, especialmente no los Guardianes, sabían dónde estaban, y definitivamente nunca había visto uno. El hecho de que Roth me trajera aquí y me dijera que había un portar era astronómicamente estúpido. En la escalera, me dio una mirada conocedora. —Confió en que no le dirás a Piedrota sobre nuestro sistema de ascensores. La cosa era, no estaba planeando hacerlo. Seguía pensando en los Fiends y esos en el recibidor. Todos se veían tan… tan normales. —¿Layla? —preguntó. —No lo haré. —Lo dije en serio—. Además, he mantenido mi boca cerrada sobre todo lo demás y se supone que estoy en la escuela ahora. Asintió y subimos. Viendo su departamento de nuevo, su cama, me dejó sintiéndome sin recursos. Mientras Roth iba a su piano, murmuré algo sobre ir al baño y me metí en él. Mi cara se sentía caliente, mi pulso fuera de control.

Dios, mi monólogo interno sonaba como una locura. Cuando abrí la puerta, estaba en el piano, tocando juguetonamente al gato negro con una mano y un vaso de —¿era eso vino?—en la otra. La luz de la mañana tardía desde una ventaba generaba un aura a su alrededor. Ningún chico debería verse tan bien como él, especialmente no un demonio. Me ocupé mirando alrededor de su habitación, repentinamente tímida. Había algo íntimo estando de nuevo en su loft. Roth miró arriba, observándome sobre el borde de su vaso. —Hay una copa para ti si quieres. Me acerqué un centímetro a él.

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Estoy aquí para hablar de dónde podría estar la Llave Menor. Eso es todo. El hecho de que quisiera que me besara no tenía nada que ver con la visita. Para nada —y realmente no quiero que me bese.

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Su baño era lindo, sorpresivamente ordenado y espacioso. No había notado eso la última vez. Toallas negras a juego colgaban al lado de la bañera y ducha. La cañería era dorada. Tuve el presentimiento de que era oro real, también. Me tomé mi tiempo, tratando de calmar el golpe en mi pecho.

—No, gracias. Tu… departamento es lindo. No sé si te lo dije la última vez. Él rio y se paró. —Supuse que no lo harías. —Se detuvo frente a mí, corriendo mi mano de mi pelo—. Deja de evadir. No voy a devorarte. Sintiendo ponerme tres tonos de rojo, me giré a las filas de libros apilados en estantes. Un segundo después, él estaba junto a mí. Esta vez sólo salté un poco. La media sonrisa de Roth era a la vez suave y maligna. Murmurando bajo su aliento, deslizó un dedo por los lomos de varios libros de un modo lánguido que me hizo pensar en él tocándome así. Solté un respiro rápido, agradecida de que no estuviera mirándome. Cuando Roth se detuvo en uno, sacó un volumen delgado. Mientras caminaba más allá de mí, me guiñó. —¿Qué tienes? —pregunté, sentándome en la silla de su escritorio. Sin mirarme, Roth llevó el libro a su cama, donde lo dejó sobre un costado. La novela delgada colgaba de sus dos dedos. —Esta es una copia comercial de La Llave Menor de Solomón. ¿Quieres echarle un vistazo? Me deslicé más cerca de la cama—. ¿Una copia comercial? Él asintió.

—Déjame ver. —Úneteme. Lo miré un momento, luego giré mis ojos. Parándome, cautelosamente me acerqué adonde estaba. —¿De acuerdo? —No-no. —Él retiró el libro de nuevo—. Siéntate conmigo.

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Alcanzando el borde de la cama, estiré mi mano.

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—Si, para todos los que quieren ser Satanistas allí afuera. Está incompleta, por supuesto. Pero pasa por los mayores jugadores. Lo he visto una docena de veces. Quizás estoy pasando algo por alto.

Lo miré—. ¿Por qué? —Porque me siento solitario. —Eso es ridículo. Estoy justo aquí. Sus pestañas bajaron. —Pero eso es demasiado lejos, Layla. Mis manos se apretaron en puños mientras una sonrisa juguetona aparecía en sus labios. Él no iba a negociar. Mascullando bajo mi aliento, me senté junto a él. —Gracias. —Lo que sea. ¿Puedo ver el libro ahora? Roth me lo entregó. El libro era angosto y no podía tener más de cien páginas. Un círculo y estrella estaban dibujados en la portada. —El real tiene el símbolo grabado y la portada luce como carne antigua —explicó—. Encuadernado en piel humana. Hice todo lo posible por no soltar la réplica en mi mano. —Iugh.

Estaba estudiando un dibujo hecho a mano de un medio humano, medio cuervo. La frase debajo proclamaba que su nombre era Caym, el gran Presidente del Infierno, jefe de las treinta legiones. —Maestro de la lógica y hechos —leí—. Se ve como un fenómeno. —Deberías verlo en persona. En la página opuesta había un encanto a medias para convocar y desvaneces demonios de vuelta al infierno. Caí en silencio mientras Roth se acercaba y movía las páginas, oyéndolo hacer comentarios aquí o allí.

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Abrí el libro y solté un silbido—. Lindo.

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—Sip. Así eran las cosas en otra época.

Me detuve en un demonio llamado Paimon. —El primero y principal Rey del Infierno, reina sobre el Oeste. Comanda doscientas legiones. Guau —dije. —Esa así, pero es, o era, de alto rango. Básicamente el asistente del Jefe. Era el más leal. —¿Era? —No pude dejar de mirar el dibujo. Era un hombre con una especia de sombrero oscuro montando un camello. O un caballo con problemas de espalda. Uno u otro. —Él y el Jefe tuvieron un desacuerdo hace unos siglos. Mis pequeños y viejos oídos se levantaron de inmediato. —¿Uno tan grande como para que pudiera estar detrás de esto? —La mitad de los demonios han estado en desacuerdo con el Jefe una o dos veces — Roth se enderezó fluidamente, su hombro contra el mío—. ¿Ves el estúpido hechizo para desaparecer en la página siguiente que sin duda fue robado de un episodio de Supernatural? Sonreí. —El verdadero libro tiene un hechizo real, que incluye ¿puedes adivinarlo?, una trampa de demonio real. Por eso este libro es tan poderoso. Si el equipo de los piedrafría, tus Guardianes, tuvieran acceso a esto, realmente podrían deshacerse de los demonios.

—¿De mí? —Roth me dio un largo encogimiento de hombros—. Podrían intentarlo. Arreglé mi cabello detrás de mí oreja. —¿Y estás bien con eso? Soltó una risa. —Soy difícil de atrapar.

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—¿Qué hay de..?

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El quejido salió de mí antes de que pudiera evitarlo.

Mirándolo por un momento, me volteé hacia el libro y cambie el tema. Pensar en Roth siendo desterrado me espantó más de lo que debería. —Sigue sorprendiéndome que incluso el infierno siga las reglas, ¿sabes? Solo parece que no es lo que harían. —Cualquiera que sea el trato que el Jefe tiene con Él, ha perdurado por más de dos mil años. Tratamos de jugar de acuerdo a las reglas, y los Alfas no nos sacuden del planeta. —Volteó la página, poniendo una lista de demonios menores que podrían ser convocados para favores—. Tiene que haber bien y mal en este planeta. Tiene que haber una decisión. Y aparte tú eres mitad demonio. Lo creas o no, al Jefe no le gusta que peleemos contras nosotros mismos. Está convencido de que es una pérdida de tiempo y de propósito. Pero cuando uno de nuestra especie comienza a romper las reglas, no es un campista feliz. Me reí. —Sí, ¿porque en lugar de eso deberían gastar el tiempo corrompiendo las almas de los humanos? —Estás en lo correcto —contesta Roth cambiando las páginas constantemente—. ¿Cómo te sientes? ¿Estás lastimada por hacer movimientos de kung-fu con los demonios? Sacudo mi cabeza.

—Te debo una disculpa. Alzó la mirada, la mano asomándose sobe el libro. —No tengo necesidad de disculpas. He descubierto que son dadas a menudo y la mayoría del tiempo no significa nada. —Lo siento —digo de todas maneras—. No debí haber sido una mierda contigo en el principio. Roth se quedó callado y me hice cargo de voltear las páginas. Demonios y más demonios, y luego uno captó mi atención.

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Roth asiente mientras pasa las páginas, pero yo ya no estaba viendo el libro. Lo estaba mirando a él, en realidad estaba estudiándolo.

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—No. Todo ha sanado desde… bueno, ya sabes desde que. Y mis manos se sienten bien.

—¡Oye! —grité mientras Roth intento agarras el delgado libro—. ¡No! ¡No lo hagas! — Planté mis manos sobre el libro. Roth jaló el borde. —Layla. —Si sigues jalando vas a romperlo. —Presioné más fuerte—. Déjame verlo. Me miró por lo que pareció una eternidad, sus ojos quemaban. —Bien. —Soltó el libro, sentándose en cuclillas. Hice una cara, abriendo el libro. El dibujo era de un hombre joven usando una sencilla corona de plata. Tenía alas que eran casi tan largas como su cuerpo. Alas tan dramáticas como las que vi sobre Roth. Sobre un brazo, una serpiente negra se curveaba, y había un perro infernal estacionado junto a sus pies. También estaba desnudo y anatómicamente dibujado. Mis mejillas se sonrojaron. —Astaroth, el Coronado… ¿Príncipe del Infierno? Roth no dijo nada.

—No. —Reí, leyendo el encantamiento para invocarlo. Se trataba de desnudarse y la sangre de una virgen. Nada sorprendente. No había ningún hechizo de destierro. Aunque había un sello que parecía como un compás desordenado—. ¿Cómo me deshago de ti? —Todos los demonios de la Primera Jerarquía no tienen encantamiento de destierro conocido. Tendrías que usas una trampa para demonio en luna llena, lo cual es explicado en la Llave Menor. Pero la trampa para demonio no destierra a un demonio. Los manda a los pozos ardientes. Eso es como la muerte para nosotros.

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Roth suspiró—. ¿Terminaste?

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—‘Astaroth es un muy poderoso demonio de la Primera Jerarquía, el cual seduce por medio de la pereza, vanidad y filosofías racionalizadas’. —Resoplé—. Suena como tú. ‘También tiene el poder de hacer invisible a los mortales y puede dar poder sobre serpientes a los mortales’.

Lo miré, mi alegría decayendo lentamente. Un musculo brincó en su mandíbula mientras miraba a través del cuarto, fuera de las ventanas—. ¿Qué? Me reí un poco. —En realidad este no eres tú. No puede ser. Volteó su cabeza hacia mí, sus cejas fruncidas. —¿Cuál crees que es mi nombre completo? —Lo que sea. Tú solo tienes dieciocho y… —Me callé mientras miraba de nuevo la imagen. El Roth sentado frente a mí no podía ser el Coronado Príncipe del Infierno. Luego me golpeó y quería patear el libro justo a su cara—. Me has estado mintiendo. —No. Nací hace dieciocho años. —Roth sacudió su cabeza—. No lo entiendes. —Tienes razón. No entiendo. Tal vez esto sea falso, pero el Lesser Key es más viejo que el polvo. ¿Cómo podrías estar en él? —Solo soy uno de muchos —dijo, su voz plana y fría—. Aquellos que vinieron antes que yo, conocieron su final o ya no sirvieron para su propósito. —Sonrió, pero carecía de todo lo que lo hacía humano—. Soy el más reciente Príncipe Coronado. Me senté hacia atrás.

—¿Es así con los otros demonios? Roth pasó los dedos por su cabello. —No. Los demonios en realidad no pueden morir, los pozos ardientes son lo equivalente a la muerte. Todos los antiguos Príncipes están ahí, sufriendo en maneras que ni siquiera podrías imaginar. Puedo escucharlos gritar. Como que sirve como recordatorio para comportarme. —Se encogió casualmente, pero sabía que toda esta cosa lo molestaba—. Así que verás, he mentido un poquito. Prácticamente ni soy real. Cerré el libro, queriendo empujarlo de la cama. Roth seguía sentado a mi lado, rígido como una piedra. Él era un remplazo, creado porque el que estaba antes de él falló en

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—Un remplazo idéntico. —Rio sin humor—. Cada Roth antes de mí lucía exactamente como yo, hablaban como yo y probablemente eran tan encantadores como yo. Así que, sí, soy un remplazo.

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—Entonces… ¿eres un remplazo?

algo o había sido víctima de una trampa del diablo. No podía ni comenzar a imaginar lo que se debe sentir. ¿Era siquiera su propia persona o una acumulación de las docenas, sino hasta cientos, que llegaron antes de él? Me sentía terrible por él. Cuando yo apenas había rascado la superficie de mi herencia, Roth sabía demasiado sobre la suya. El silencio se extendió. Podía escuchar a los gatitos bajo la cama, ronroneando como pequeños trenes de carga. Me atreví a mirarlo y lo encontré mirándome fijamente. Nuestras miradas se encontraron. Tomó una respiración profunda—. ¿Qué? —Yo solo… lo siento. Roth abrió su boca y luego la cerró. Varios segundos pasaron antes de que hablara. —No deberías sentir lástima por mí. Yo no lo hago. No podía creerle. De repente tantas cosas tuvieron sentido. —Eso es mentira. Sus ojos se agrandaron. —Es por eso que te gusta tanto aquí arriba. No quieres estar allá abajo. Quieres estar aquí arriba, donde todo es real. —Me incliné hacia adelante, manteniendo su mirada—. Porque cuando estás aquí eres real, y no otro Roth.

—Eres un demonio. Lo sé. —Me puse se rodillas, encarándolo—. Siempre dices eso. Como si trataras de convencerte a ti mismo que eso es lo único que eres, y sé que ese no es el caso. Eres más que eso, más que solo otro Roth. —Oh, ya vas a empezar. —Se dejó caer sobre su espalda—. Lo siguiente que vas a decirme es que tengo conciencia. Rodé mis ojos. —No iría tan lejos, pero…

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—Tal vez sería el caso si al menos me importaran ese tipo de cosas. Soy lo que soy. Soy un…

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Pestañeó y luego rio.

Su risa me cortó. —No tienes idea. Solo porque me gusta aquí arriba no significa nada más que el hecho de que me gustan los lugares que no huelen como a huevo podrido y no están a millones de grados. —Eres tan mentiroso. Se levantó en sus codos, su risa desvaneciéndose en una sonrisa. —Y tú eres increíblemente ingenua. No puedo creer que te sientas mal por mí. Ni siquiera tengo un corazón. Empujé sus hombros, cayó hacia atrás no porque ejercí fuerza, sino por la sorpresa. Estaba por toda su cara. —Eres un gran imbécil. Estoy lista para irme. Roth se disparó y alcanzó mis brazos, presionándome hacia abajo en medio segundo. Se cernía sobre mí. —¿Por qué te enojas cuando te digo la verdad? —¡No es la verdad! —Traté de levantarme de nuevo, pero me tenía anclada—. No entiendo por qué tienes que mentir. No eres tan malo. —Tengo razones para hacer lo que hago. —Su mirada viajó sobre mi cara, hacia mi cuerpo—. Ninguna de ellas es angelical. Todas son egoístas.

—Solo soy el siguiente Príncipe Coronado. Eso lo que soy, todo lo que soy. —No es cierto. Roth no respondió mientras suavizaba su agarre y pasaba sus dedos por mi brazo. Su mano fue a mi cintura, luego a mi cadera. Calor seguía a su toque, provocando una aguda punzada de anhelo e incluso miedo. Subió su mirada, y la intensidad de ella tenía una atracción magnética. Esa tensión embriagadora estaba aquí, uniéndonos. Estaba cansada de ignorarlo, cansada de creer que estaba mal cuando quera lo que quería, lo que necesitaba.

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Se inclinó hacia abajo y estábamos pecho a pecho. Su rostro estaba a casi dos milímetros del mío. El aire se enganchó en mi garganta.

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—No —susurré. Sabía que no era verdad—. Eres más que solo el siguiente Príncipe.

Ya que Roth era más que sólo demonio y yo era más que solo una chica atrapada entre dos razas. Lentamente, levanté mi mano y la puse contra su mejilla. Solo su pecho se movía, elevándose vacilante. Fue entonces cuando me di cuenta que él estaba tan afectado como yo por lo que sea que hubiera entre nosotros. No era solo un juego o un trabajo. Era más que bromas y coqueteo. —Eres más que solo otro Roth. Eres más que eso. Eres… Los labios de Roth rozaron los míos. Sorprendida, aspiré una bocanada de aire, congelándome debajo de él. No era un beso, solo una caricia, sorpresivamente suave y gentil. No presionó o profundizó el contacto. Solo flotaba sobre mí, el beso mariposa haciendo más de lo que algo lo había hecho.

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Y querías más, mucho más.

Traducido por Aяia Roth levantó la cabeza y me miró. No había tanto una pregunta en su mirada como la promesa salvaje de cosas que probablemente ni siquiera podía empezar a comprender. Puse mis manos temblorosas en su pecho. Para apartarlo o atraerlo, no lo sabía. Tantos pensamientos se mezclaban juntos. Quería esto, pero no sabía lo que era esto. El día en el parque con Roth había sido mi primer beso, y ni siquiera estaba segura si eso contaba como un beso real. Oh, había sido bueno —realmente bueno— ¿pero había surgido de la pasión? No lo creía. En todo caso, me besó solo para probar que podía. Pero ahora realmente me había besado. Lo sabía en lo más profundo de mí ser. Moví mis manos temblorosas a su hombro. No empujé fuerte, pero Roth me liberó inmediatamente, los músculos en sus brazos abultándose mientras respiraba entrecortadamente.

—Creo… que no sé sobre esto. Roth estuvo muy quieto por un momento, y luego asintió. Me mordí el labio mientras él rodaba sobre su costado. Esperaba que se levantara o que estuviera molesto porque yo había frenado antes de que empezara algo. Diablos, una gran parte de mí estaba molesta. ¿Por qué le había detenido? —Lo siento —susurré mientras me sentaba y tiraba de mi camisa—. Es solo que yo nunca he… —Está bien. —La cama se hundió cuando Roth me recogió en sus brazos y me llevó de vuelta a la cama. Se estiró, manteniéndome presionada cerca de su costado—. De verdad que está bien.

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Con el corazón martilleando, llevé mis manos hacia atrás, cruzándolos sobre mi pecho. Mi camisa estaba doblada hacia arriba, nuestras piernas todavía enredadas juntas. Sus ojos… parecían brillar con un brillo dorado.

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—¿Qué? —Su voz era profunda e interminable.

El gatito blanco y negro saltó al borde de la cama, frotándose contra el pie de Roth y luego la mía, atrayendo nuestra atención. La distracción fue algo bueno, porque se sentía como si un enjambre de mariposas hubiera explotado en mi estómago. El gatito se quedó quieto, mirándome con ojos azules brillantes. Esperé a que me mordiera el pie o hundiera su garra en mi piel, peor pareció aburrirse conmigo. Se acurrucó en una pequeña bola a los pies de la cama, unido rápidamente por los otros dos gatitos. Varios minutos pasaron en silencio mientras intentaba mantener mi corazón bajo control y dar sentido a los grados en conflicto de decepción y alivio. Luego Roth empezó a hablar de cosas aleatorias y mundanas. Como la serie de televisión que se perdía cuando estaba abajo. —No tenemos cable ahí abajo —dijo—. Solo satélite, y tan pronto como alguien manda una bola de fuego, lo cual es todo el maldito tiempo, se apaga. Me contó cómo terminaron siendo amigos él y Cayman. Cayman aparentemente supervisaba el portal y el edificio de apartamentos. Había intentado ligar con Roth, y Roth terminó con un loft sobre el bar después de explicar que le gustaban las chicas. No estoy segura de cómo funcionaba eso, pero ni siquiera le pregunté. Y luego me contó sobre su madre. —¿Tienes una madre? —pregunté, riendo, porque me parecía gracioso. Todavía me lo imaginaba saliendo de un huevo completamente crecido. —Sí, tengo una madre y un padre. ¿Sabes cómo se hacen los bebés? Como que quería enseñarle que sabía exactamente cómo se hacían los bebés. —¿Cuál es su nombre?

—Pero yo le llamo Lucy —añadió. —¿No mamá? —Diablos no. Si alguna vez conoces a esa mujer, y créeme, no quieres conocerla nunca, entenderás por qué. Ella es muy… de la vieja escuela. Y controladora. —¿Cómo Abbot? —Estaba demasiado contenida para mover y quitar mi pelo de mi cara. Intenté soplándolo, pero eso no funcionó. —Sí, como Abbot. —Me apartó el pelo, sus dedos deteniéndose en mi mejilla—. Pero creo que Abbot realmente se preocupa por ti.

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Fruncí el ceño. ¿Por qué eso sonaba familiar?

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—Oh, tiene muchos nombres, y ha estado alrededor mucho, mucho tiempo.

Fruncí el ceño contra su pecho. —Si me quisiera, no me habría mentido. —Miente para protegerte. —Un suave suspiro hizo que su cuerpo temblara—. Eso es diferente. Parte de mí quería preguntar por qué de repente era del Equipo Abbot, pero lo dejé pasar. —¿Cómo es ella? Roth inclinó mi cabeza hacia arriba, su pulgar arrastrándose por mi labio inferior. —Ella es… algo. Estuvimos callados durante unos minutos. —Tengo que volver pronto. —¿Piedrota te va a recoger en la escuela? —Ya no es seguro que Morris me recoja. —No sé por qué, pero sentí como si tuviera que dar una razón, una razón válida—. Así que, sí, Zayne me va a recoger. Su brazo se apretó alrededor de mi cintura. —Tal vez debería presentarme. —Sí, no creo que esa sea una buena idea. Sonrió.

—Estás hermosa así, tus mejillas sonrojadas y los ojos muy abiertos. Mi corazón hizo un pequeño baile tonto. —Engatusarme para conocer y saludar a Zayne no va a funcionar. Dejó caer su mano y se apartó. —Maldita sea. Necesito un nuevo plan. Me levanté de la cama y retrocedí.

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Desenredándome, me senté y enderecé mi camisa. Medio segundo más tarde, la mano de Roth estaba curvada sobre mi mejilla. Ni siquiera le había visto moverse.

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—Creo que es una idea brillante.

—Realmente tenemos que volver. Roth suspiro profunda y pesadamente y luego se levantó, estirando sus brazos sobre su cabeza. Sus pantalones colgaban bajo, revelando más de la cola del dragón y las hendiduras de un dedo de ancho al lado de sus caderas. Me atrapó mirando. —¿Ves algo que te guste? Le lancé una mirada sosa, y luego, bueno, nos miramos el uno al otro incómodamente. Todo había cambiado entre nosotros, aunque no podía precisar el momento exacto de cuándo o estar segura de lo que significaba. Peor más tarde, cuando estaba pretendiendo salir de la escuela y me dirigía hacia el Impala de Zayne, me di cuenta de dos cosas. El extraño espasmo en mi pecho que ocurría cuando pensaba que Roth probablemente no iba a pronto. Y toda la razón de ir al loft Roth se me había olvidado el momento en que sus labios habían tocado con tanto cuidado los míos. Si continuábamos de esta forma, estábamos muy jodidos.

En el almuerzo el jueves, Sam puso un periódico delante de mí. El titular decía: ‘¿GUARDIANES? ¿DEBEN QUEDARSE O IRSE? La Iglesia de los Hijos de Dios interviene.’

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Aparte de todo el problema demoniaco, era una buena cosa que Zayne me estuviera haciendo de chofer para ir y venir a la escuela. Nadie había averiguado o escuchado nada de Elijah y los miembros de su clan. No habían vuelto a su distrito, y Zayne creía que todavía estaban en algún sitio cerca de la ciudad. En el fondo sabía que no habíamos visto lo último de Elijah, pero él no era el problema más grande. Con cada día que pasaba, sentía como si nos estuviéramos quedando sin tiempo. No pasaría mucho antes de que apareciera otro demonio. Estaba constantemente mirando sobre mi hombro.

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Las cosas fueron de alguna forma normales la siguiente semana. Si normal ahora significaba tener un demonio en clase y pasar cualquier tiempo libre que tuviera intentando averiguar dónde se guardaba un libro demoniaco. Ambos Roth y yo o bien estábamos pasando por alto lo obvio o no éramos las estrellas más brillantes en el cielo, porque no conseguíamos nada.

Cogí el periódico con un suspiro de disgusto y examiné la página. De vez en cuando la Iglesia de los Hijos de Dios llevaba a cabo una manifestación contra los Guardianes y luego llegaba a los titulares. Lo habían estado haciendo desde que el público había descubierto la existencia de los Guardianes. Roth prácticamente irradiaba felicidad mientras miraba por encima de mi hombro. Había estado comiendo el almuerzo con nosotros cuando no nos escapábamos para hacer algo de investigación sobre lo que quiso decir el adivino o quién era el demonio. —Tienen que empezar a hacer entrevistas —dijo Sam—. O idiotas como estos van a hacer que se quemen en cruces. —¿Qué hay de malo con una buena fogata? —preguntó Roth, golpeándome con su rodilla bajo la mesa. Le pegué en la pierna. Estirando la mano a través de la mesa, Sam agarró un puñado de patatas. —¿Has leído esta mierda? —Realmente no le he prestado tanta atención. —Dejé el periódico sobre la mesa. Stacey se inclinó, mirando al periódico entre nosotros.

Sam bufó. —Voy a enfadarme si hay un apocalipsis y no hay ni un solo zombi. Roth abrió su boca mientras quitaba su brazo de alrededor de mi cintura, pero le corté: —Los fanáticos están locos. Sam miró a Stacey.

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—Mira. —Roth señaló al tercer párrafo mientras deslizaba un brazo alrededor de mi cintura. Por todo el toqueteo, la mitad de la escuela creía que Roth y yo estábamos juntos. Yo no estaba segura de qué éramos. No se había puesto ninguna etiqueta—. La Iglesia dice que los Guardianes son una señal del apocalipsis. Genial.

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—¿Qué demonios? Dice y cito, ‘Los Guardianes se parecen a las mismas criaturas que han sido desterradas del cielo y enviadas al infierno. Son pecadores ocultados como santos.’ Está bien. ¿Qué drogas toma esta gente, y dónde puedo conseguirlas?

—¿Vas a comerte esas patatas? —¿Desde cuándo preguntas antes de coger? —Agarré la mano de Roth, que estaba subiendo por mi pierna—. Acabas de coger lo que querías de mi plato. El rosa se arrastró por las mejillas de Sam. —¿Sabías que un adulto normal quema doscientas calorías en treinta minutos de sexo? —El rosa se volvió rojo mientras sus ojos se ampliaban detrás de sus gafas—. No sé por qué acabo de decir eso. Intenté ahogar mis risas con la mano, pero no pude. La mandíbula de Stacey tocó el suelo. Las cejas de Roth se levantaron. —¿Sexo en el cerebro, amigo? Sam murmuró algo y se aclaró la garganta. —De todas formas, ¿sabías que los plátanos son radioactivos?

El interés brilló en los ojos de Sam. —Dime. —Está bien. Creo que se refiere a algún sitio en la ciudad, un sitio donde un monolito está al revés. —Prácticamente estaba saltando en mi asiento una vez que Roth lo entendió—. ¿Alguna idea de lo que podría ser? Sam me miró un momento, y luego se rio, golpeando su mano en la mesa blanca. —¿Lo dices en serio?

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—Sí, la cosa de los plátanos es realmente… —Me puse recta, la espalda rígida. Roth me dio una mirada extraña, pero la ignoré. Sam realmente era una fuente de conocimiento al azar. ¿Cómo es que no había pensado en esto antes? La emoción me atravesó como una flecha—. Hey, escuché este acertijo en la radio el otro día y me ha estado molestando desde entonces.

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—Wow. —Stacey negó con la cabeza, pero estaba sonriendo—. Estás lleno de cosas al azar.

No entendí qué era tan divertido. —Sí, lo digo en serio. Roth cogió un tenedor de plástico. —¿Asumo que sabes dónde está este sitio? —¡Por supuesto! ¿Cómo pueden no saberlo? Es tan obvio. Sol un… —Sam fue callándose cuando pareció que Roth iba a convertir el tenedor en un proyectil—. Está bien, tal vez no es tan obvio. —Sam —dije volviéndome impaciente. Empujó sus gafas arriba en su nariz. —Mira, el acertijo está redactado de forma oblicua para hacer que te desvíes. Así que claramente la clave está en descifrar significados más comunes para alguna de sus pistas. Por ejemplo, ¿cuál es otra palabra para monolito? Un monumento. ¿Y un sinónimo para al revés? Reflejado. Así que lo que realmente te están pidiendo es que encuentres un sitio donde se refleja un monumento. Y todos sabemos dónde es eso. —Chico. —Stacey le miró con mal humor—. No todos nosotros. Sam suspiró. —¿Tengo que deletrearlo todo? Es el Monumento a Whashington. Y su reflejo está en… la piscina que lo refleja. ¿Ven? Bastante obvio, ¿no?

Quería abrazar a Sam. —¡Eres asombroso! Muchas gracias. —Soy asombroso. —Sam sonrió—. Lo sé. Mirando a Roth, agarré mi bandeja. —Hey, chicos, ¿los veo en inglés? —Claro —murmuró Stacey, todavía mirando a Sam.

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—Obviamente no.

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Roth murmuró:

Apostaría veinte dólares que volvía a pensar en quemar doscientas calorías. Roth y yo tiramos nuestra comida y nos escapamos a nuestras escaleras junto al antiguo gimnasio. Manchas de pintura estaban pelándose alrededor de la oxidada barandilla. —Espero que quieras probar esa cosa de las doscientas calorías. Le di una mirada en blanco. —No, Roth. Buen intento. —Ah, un demonio puede tener esperanza, ¿no? —Sabemos dónde está ahora la Llave Menor. —Me eché el pelo hacia atrás—. Dios, no puedo creerme que no lo averiguáramos. ¡Hola! Estas son buenas noticias. —Lo sé. —Cogió el mechón de pelo con el que estaba jugando y lo envolvió alrededor de sus dedos—. Pero estoy realmente atrapado en la idea de las doscientas calorías. Le golpeé la mano. —¡Roth! —Está bien. Está bien. —Roth atrapó el salvaje mechón de pelo otra vez—. Quién sabía que toda esa información inútil que Sam tiene en su cabeza realmente sería… útil. —Lo sé. —Me reí—. Ahora solo necesitamos una luna llena. —Tenemos suerte. Hay una el sábado por la noche.

Roth me atrajo hacia delante. —Los demonios y las lunas llenas van juntos como los guisantes y las zanahorias. Puse mis manos en su pecho para mantener algo de espacio entre nosotros. —Esa es la cosa más estúpida que alguna vez haya escuchado. Sonrió. —¿Quieres escuchar lo mejor?

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—¿Cómo diablos sabes eso de memoria?

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Mis labios se doblaron hacia abajo.

Solo Dios sabía lo que iba a salir de su boca. Levanté la vista, mirándole. —¿Qué? —¿Hmm? —Se presionó hacia delante y yo me aparté un poco—. ¿Recuerdas de qué estuviste intentando convencerme ese día en mi casa? Mi espalda golpeó la antigua pared de cemento. —¿Sobre ti no siendo solo otro Roth? Roth dejó caer mi pelo solo para poner las puntas de sus dedos en mi mejilla. Una chispa de electricidad hizo su camino hasta los dedos de mis pies. Inclinando mi cabeza hacia atrás, me miró con una sonrisa maliciosa. —¿Cuando dije que no era un chico real? —Sí. Sonrió mientras se inclinaba hacia delante. Intenté cerrar mis piernas, pero su muslo se deslizó entre los míos. —Creo que definitivamente me estoy convirtiendo en un chico real. Oh, dulce Jesús… El timbre sonó, señalando el final del almuerzo. Sonaba muy lejos.

Roth me dejó ir y dio un paso hacia atrás—. Deja de distraerme. Abrí la boca. —¿Qué? no estoy haciendo nada. Eres tú…

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—¿Qué? —Bajó la cabeza, frotando su nariz contra la mía. Sus labios se cernían solo a centímetros de mi boca. Nuestros cuerpos estaban al ras, tocándose en cada punto que freía mis sentidos. Bajó la cabeza, rozando sus labios por mi pómulo y por encima del lóbulo de mi oreja. Lo mordisqueó, agarrando la piel sensible. Jadeé, mis dedos curvándose en la parte delantera de su camisa.

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—Roth…

—Simplemente eres demasiado irresistible. —Su sonrisa se elevó un nivel—. Pero de vuelta a las cosas importantes. Estuve muy tentada de pegarle. Crucé los brazos. —Sí, de vuelta a las cosas importantes. —Puedo ir a por la Llave el sábado. —Voy contigo —dije. Roth suspiró. —Sabía que ibas a decir eso, pero hay un pequeño problema contigo queriendo hacer eso. ¿Cómo vas a salir del fuerte de los Guardianes en mitad de la noche para hacer esto? —Puedo escabullirme. —Ante su mirada mordaz, gemí—. Está bien. Probablemente no puedo escabullirme, pero puedo intentar que me dejen pasar la noche con Stacey. —¿Y realmente van a permitir eso? —¿Y realmente van a permitir eso? —No lo sé. —Reajusté la correa a de mi bolso—. Pero al menos quiero intentarlo. Roth exhaló fuertemente.

—Mis rodillas no están débiles. Y tienes un gran ego. —Eso no es lo único que es gran… —¡Cállate! Demasiado información Roth, demasiada información —Levanté la mano—. Te haré saber. Roth se volvió a la multitud de estudiantes mientras yo me dirigía a clase. Había mentido. Mis rodillas estaban totalmente débiles.

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Entrecerré los ojos, pasando por delante de él.

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—Está bien. Inténtalo. Mándame un mensaje y házmelo saber. —Acercó su cabeza, manteniendo la puerta abierta—. ¿Crees que puedes caminar a clase, o tus rodillas están demasiado débiles?

Traducido por liebemale

Hice mi decimo paso quedando delante del estudio cerrado de Abbot. Conseguir que estuviera de acuerdo en dejarme quedarme con Stacey un sábado requerirá un pequeño milagro. A pesar de que no haya habido ningún ataque de demonios desde los demonios Rack y los Guardianes ni siquiera sabían de eso, seriamente dudaba de que me permita esto. Pero tenía que intentarlo. Zayne dobló en una esquina y se detuvo cuando me vio. De vuelta después del trabajo, su camisa gris estaba húmeda y aferrada a su cintura afilada. Sonrió. —¿Qué estás haciendo, Layla-bug?

—Desde que terminó la cena. —Me deslicé, dando lugar a su masivo cuerpo—. Tu padre ha estado teniendo muchas reuniones privadas los últimos tiempos. Zayne se sentó, dejando caer los codos en sus rodillas dobladas. —Sí. —¿No sabes nada sobre eso? —le eché un vistazo. —No. —Se rio entre dientes—. Padre está tramando algo, pero no sé qué.

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—¿Hace cuanto que están allí dentro?

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—Esperando a que Abbot termine de hablar con Nicolai y Geoff. —Eché un vistazo a la puerta de roble, deseando que se abriera. Cuando no pasó nada, me dejé caer en el último escalón—. Se está tomando una eternidad.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Esperemos que lo que sea que esté haciendo su padre no tenga nada que ver conmigo. —¿Estas bien? —me preguntó, golpeando mi pierna con la suya. —Fenomenal. —Sonriendo, aparte mi pelo de mi cara y lo puse detrás de mi hombro—. ¿Y tú? Sus cejas se fruncieron—. Estoy bien. Mirándolo a los ojos por un momento, asentí y me reenfoqué en la puerta de su padre. Desde el ataque de Petr, las cosas han estado diferentes entre Zayne y yo. Parecía estar siempre mirándome, esperando que tuviera el inevitable colapso nervioso o... que me caiga del vagón y empiece a chupar el alma hasta de los de los camiones. Tal vez no era justa. Zayne simplemente estaba preocupado. —Eres diferente. Mi estómago se anudó ante el inesperado comentario—. ¿Eh? Zayne inclinó la cabeza hacia un lado. —Te ves diferente...para mí. El nudo se apretó más y sentí como si alguien hubiera atado una cuerda alrededor de mi pecho.

De repente imágenes de Roth desfilaron en mi mente, del beso en el parque y casi todos los demás besos que le siguieron. Porque, a pesar de los secretos que había estado guardando, lo único diferente en mí era el hecho de que yo había...había sido besada. Pero no podría ser eso. No había ninguna manera de que Zayne sepa eso. No era como si estuviera escrito por toda mi cara. Oh, por Dios, ¿y si había alguna manera de que lo supiera? Zayne parecía saberlo todo.

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—Es difícil de explicar. —Se rio de vuelta, sonando inseguro—. Y no puedo poner mi dedo en la llaga. —Su mano encontró el mechón de pelo que descansaba sobre mi hombro. No tiro de él o envolvió los dedos alrededor de él como normalmente haría. Él enrosco los dedos alrededor del mechón, sintiéndolo y me sentí gigante—. Tal vez soy yo.

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—¿Qué quieres decir?

Negué con la cabeza, lo que provocó que su mano resbalara de mi hombro. —Soy la misma defectuosa... —No eres defectuosa. —Su mano se curvó sobre mi hombro—. Nunca has sido defectuosa. Le sonreí, tratando de aligerar el ambiente. —Bueno, actualmente soy una especie de defectuosa como... —No. —Zayne negó con la cabeza de atrás hacia delante—. Odio cuando dices cosas como esas. Y lo que odio más es que las creas. Abrí mi boca, pero mis negaciones se marchitaron en mi boca como una flor muerta. Había tantas cosas que nos diferenciaban a mí de Zayne. A veces parecíamos totalmente opuestos. Las inseguridades volvieron como si fueran viejos amigos a los que no querías ver. No era como Zayne. Nunca podría ser como él, no importa cuánto me esfuerce. Izzy y Drake podian transformarse a la cuenta de dos y aquí estaba yo, con diecisiete años, y no podía hacerlo. Mire hacia otro lado, haciendo una lista mental de mis defectos más alta que la torre Eiffel. Lo extraño era que, cuando estaba con Roth, no tenía estos pensamientos preocupantes.

Abbot nos miró a su hijo y a mí. —¿Supongo que uno o ambos de ustedes están esperando por mí? —Yo. —Di un paso adelante, torciendo los dedos detrás de la espalda, más nerviosa que un pavo en Navidad—. Tenía la esperanza de pedirte un favor. Se cruzó de brazos.

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Apartándome de Zayne, ignoré la repentina corriente que atravesó mi cuerpo y me levanté. Nicolai y Geoff salieron primero, guiñándome un ojo mientras se dirigían hacia las puertas bajo el hueco de la escalera que conducían a los niveles subterráneos.

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Zayne murmuró algo y puso su brazo alrededor de mis caídos hombros. Tirando de mí, me acercó a él y puso la barbilla sobre mi cabeza. Cerré los ojos, inhalando el fresco aroma de menta de invierno de él. Nos quedamos así hasta que escuché pasos pesados que se acercaban a la puerta cerrada.

—Bueno, no es un favor en realidad. Es más como una petición. —Una calidez se arrastró sobre mis mejillas. Había algo en este hombre que me hacía siempre convertirme en un idiota balbuceante. Mirando por encima de mi hombro, vi que Zayne escuchaba con interés desde su posición reclinada en los escalones. Suspiré—. Hay una gran examen de bio el lunes. —Mentira—. Y puesto que no ha habido ningún ataque de demonios últimamente... —Mentira—. Tenía la esperanza de que pudiera pasar la noche en casa de Stacey el sábado para estudiar. Mentira. Mentira. Mentira. Antes de que Abbot pudiera responder, Zayne se abalanzó. —No ha habido ningún ataque porque no has estado en ningún lugar en que ellos puedan atraparte. Bueno... Envié Zayne una mirada penetrante de cállate-o-muere. —Si Zayne me lleva a su casa y me deja, puede explorar totalmente fuera del barrio. —Oh , espera un segundo . —Zayne estaba de pie en un nanosegundo—. No me metas como voluntario en esta locura. No hay manera de que te vayas a quedar toda la noche después de todo lo que pasó. Fruncí el ceño. —No me di cuenta que te estaba pidiendo permiso.

Tomando una respiración profunda, me volví hacia Abbot. —Por favor . Realmente tengo que estudiar y… —Puedo ayudarte a estudiar —dijo Zayne—, plantando las manos en las caderas. —No. No puedes. No estás en mi clase. Zayne ladeó la cabeza.

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—No deberías siquiera estar sugiriendo algo como esto en este momento.

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Su mirada igualó la mía.

—Pero he tomado biología, y fue probablemente mucho más difícil de lo que estás estudiando en la escuela. Mi posición imitaba la de él. —Bueno, gracias por la actualización, pero tengo que estudiar lo que los pobres de la escuela pública me está enseñando con Stacey . —Dando mis mejores ojos de cachorro, estaba a segundos de suplicar—. Prometo que el momento que algo parezca sombrío o sospechoso, voy a llamar a todo el clan. No voy a… —¿No estas nada preocupada acerca de poner a un amigo en peligro? —preguntó Zayne , y maldita sea , yo quería saltar sobre su espalda como un mono—. Layla , se razonable. —¿Qué tal si tú eres razonable ? ¡No puedo quedarme en la casa para siempre y sólo ir a la escuela! ¿Quieres que repruebe? —Sí, eso fue un poco bajo, pero estaba desesperada—. Porque voy a reprobar si no estudio. —Nadie quiere que falles —dijo Abbot con un suspiro. Se pellizcó el puente de su nariz, un gesto que hace cuando Zayne y yo nos metemos en discusiones pequeñas en frente de él, pero había una astucia en su mirada—. No creo que ir a la casa de su amiga el sábado sea una idea tan mala. — ¿En serio? —Chillé al mismo tiempo que Zayne gritó—: ¿Qué?

Sorpresa aleteó a través de mí. Abbot había sido secuestrado por extraterrestres. Esto era demasiado fácil, pero yo sabía que no debía parecer malagradecida. —Gracias —le dije rápidamente, deteniéndome de correr y abrazar a Abbot . —No creo que esto sea una buena idea. —El shock engrosó la voz de Zayne . —Bueno, yo creo que sería una buena idea para ti que la lleves a lo de Stacey y luego la traigas ya que eres tan atento cuando se trata de Layla . —Abbot tiró un pedazo de pelusa de su pantalón—. Si algo sucede, Layla sabrá ponerse en contacto con nosotros inmediatamente.

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—Sí. Creo que va a estar bien. Tienes que ser capaz de estudiar y probablemente te gustaría un tiempo a solas con tu amiga. —Su mirada se volvió afilada—. Especialmente después de todo lo que ha sucedido.

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Abbot frunció el ceño ante su hijo.

Asentí con la cabeza con impaciencia, pero una gran parte de mí se sentía mal por haber mentido, especialmente desde la preocupación que llevaba escrita la cara de Zayne mientras cuadraba los hombros hacia atrás contra las paredes color manteca. Mi único consuelo era el hecho de que yo estaba mintiendo por un bien mayor. Eso tenía que compensar por ello. Abbot nos dejó en el pasillo, y me volví para hacer una salida limpia. Zayne me cogió del brazo antes de que pudiera dar el primer paso. —Sigo pensando que esto es una muy mala jugada —dijo . —Todo va a estar bien. Lo prometo. —No me gusta esto. —Pero tú me vas a dejar y recogerme. —Me liberé—.Y tú te aseguraras de que todo esté bien. Los ojos de Zayne se estrecharon. —Estás tramando algo. Mi estómago se desplomó mientras me movía un paso. —Me gustaría estar tramando algo. Ay, mi vida no es tan emocionante.

—Bueno, eso es por lo que estoy estudiando con ella. Al ayudar a ella, yo me estoy ayudando. Zayne resopló. —Estás tan llena de eso. —¡No lo estoy! —Le di un codazo en el pecho—. ¿Qué otra cosa podría estar haciendo que no sea estudiar con Stacey? No es que podrían haberme invitado a una fiesta. — Jugar con la simpatía de Zayne era una cosa muy desgraciada que hacer—. Y, obviamente, no voy a escabullirme a conocer a un chico .

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Maldita sea. Todas esas veces que le había dicho historias de Stacey y la escuela estaban regresando a atormentarme, pero me mantuve firme.

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—¿No es así? —Tomó el último escalón y se alzaba sobre mí—. ¿Stacey alguna vez ha realmente estudiado para un examen?

— Layla… —Yo sólo voy a estudiar con Stacey . Eso es todo. Una mirada de fastidio cruzó su rostro, como él ya estaba planeando lamentar esto. —Eres una mocosa. Disparándole una sonrisa, corrí por las escaleras para mandarle un texto a Roth y hacerle saber que el sábado por la noche era un hecho.

Stacey estaba más que bien conmigo usándola para “pasar el rato con Roth”, y como que se sintió mal después. No porque yo estaba usándola a ella como un señuelo, sino porque estaba demasiado entusiasmada con la idea de mi yendo a una "cita" durante la noche con Roth. A pesar de que no era una cita y yo realmente no tenía intención de que sea una cosa durante la noche, la idea de pasar la noche con Roth me daba ganas de reír y urticaria. A veces pensaba Stacey estaba más entusiasmada con la idea de que yo tenga un novio que yo.

—Está siendo sobreprotector. —Y muy, muy molesto—. Pero creo que ya terminó. Stacey arqueó una ceja mientras puso a su hermano en el mullido sofá. —Así que... ¿estarás usando eso? Al alejarme de la ventana, me volví y me miré. —¿Qué tiene de malo los pantalones vaqueros y un suéter ? —¿En serio? —Suspiró mientras tomaba un pequeño elefante —. Si yo fuera tú, me gustaría estar usando la menor cantidad de ropa que fuese legal.

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—¿Estás segura de que no sabe lo que estás haciendo? —preguntó Stacey, apoyando a su hermano pequeño en la cadera. Su madre había salido con su novio, noche de cita, aparentemente, lo que funcionaba perfectamente—. ¿O es que es noctámbulo como un acosador?

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Cuando Zayne me dejó en lo de Stacey un poco antes de las siete de la noche del sábado, lo vi hacer un par de recorridos de la ventana de la sala en la casa de piedra rojiza de Stacey. Después del quinto, rodé mis ojos.

—Esto está bien. —No pensé que llevar una falda y mis tetas saliéndose, mientras iba a Dios sabe dónde a recuperar la Llave sería lo correcto. Por otra parte, Roth, probablemente pensaría que era una gran cosa—. Es lindo. —Es aburrido . —Agitó el juguete en el rostro de su hermano, lo que le hizo reír—. Como muy aburrido. ¿Lo era? Tiré de la orla de mi suéter y luego rodé mis ojos. Aburrido o no, no importaba. Caminando hacia el lugar donde había dejado mi bolso, saqué mi teléfono. En algún momento, Roth se había apoderado de mi cel y sustituyó el nombre de Zayne por Piedrota y puso su propio número bajo Bestia Sexy. Que tonto. Sonreí. Después de enviarle un texto rápido diciéndole que estaba lista, me di la vuelta hacia Stacey. Estaba sosteniendo el juguete fuera del alcance del bebé. Finalmente se lo entregó. —Estoy realmente orgullosa de ti. Saliendo a hurtadillas con un chico como una adolescente normal lo haría. Hice una mueca. —Solamente tú te sentirías orgullosa de algo así. Stacey se acercó a mí y me alisó los lados de mi cabello. Las olas eran un desastre hoy.

—Claro que sí —dijo. Una bocina sonó fuera de la casa de piedra rojiza, y sus ojos se abrieron. Tiró hacia arriba el dobladillo de mi suéter, exponiendo una sección delgada de mi vientre, y luego me empujó hacia la puerta. Yo estaba dejando mi bolsa aquí con ella. No era como si estuviera a punto de hacer algún estudio—. No voy a hacerlo esperar. Tirando de mi suéter hacia abajo, le envié una mirada. —Será mejor que me dejes entrar más tarde esta noche.

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—Voy a volver esta noche. —Toqué sus manos.

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—Es como un rito de paso. Prométeme que me llamarás en la mañana y me dirás todo. Todos los detalles y mejor que haya un montón de detalles sexy.

Me guiñó un ojo mientras abría la puerta. El Porsche plateado de Roth ronroneó lo largo de la acera. Cuando la ventana tintada bajó y Roth apareció, Stacey le dio una señal. —Ahora ve. Haz a mamá orgullosa. —¿Orgullosa de qué manera? —puse la bolsa en el hombro. Stacey arqueó una ceja. —Usa tu imaginación. Sólo recuerda, sólo se puede ser joven y tonto una vez. Y ese es un hermoso ejemplar por la cual ser joven y tonta. —Eres una pervertida. —Le di un abrazo y me fui antes de que ella comenzara a hablar con Roth sobre hacerla sentir orgullosa, también. Corriendo por los escalones de la entrada, me detuve en la acera y me aseguré de que no sentía la presencia de Guardianes. Cuando no lo hice, exhalé un suspiro de alivio. Lo último que necesitaba era que Zayne me viera ahora. Roth sonrió mientras me deslizaba en el asiento delantero. —¿Por qué tu cara está tan roja? Odiaba a Stacey a veces .

—Pensé que nos dirigiríamos a mi casa después de agarrar algo de comer. Eso debería matar un par de horas. Agarre los bordes del asiento de cuero, asentí mientras se me retorcía el estómago. Terminamos en Chan, un par de cuadras del apartamento de Roth. Vi un par de Fiends e incluso un Poser. Tomó todo en mí no etiquetar el demonio Poser. Si lo hiciera, llamaría la atención sobre mí tanto de los demonios y los Guardianes. Una vez de vuelta en el desván de Roth , puso las pequeñas cajas de sobras de arroz en su nevera y luego se quitó los zapatos . Sin saber qué hacer, me senté en el borde de la cama. Los gatitos fueron apiñados en una pequeña bola en lo alto del piano.

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Para hacer que parezca que Roth y yo estábamos realmente teniendo una cita, dimos horas antes de que la luna estaría fuera y sería lo suficientemente tarde como para revisar el reflejo del agua.

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—No hay razón —murmuré —. ¿A dónde vamos?

Roth se apoyó contra la pared, una pequeña sonrisa en su rostro. —Estás nerviosa. —No, no lo estoy. Él se rio. —Puedo oler tu nerviosismo, Layla. No se puede mentir acerca de eso. Bien, entonces. Tiré mis rodillas hasta el pecho y enrollé mis brazos alrededor de las piernas. —¿No tienes nada de nervios? ¿Y si la Llave no está ahí? ¿Qué pasa si está y está custodiada? Dudo que sólo vayamos a ser capaces de entrar y apoderarnos de ella. —Yo no estaba hablando de eso. —Él se apartó de la pared y merodeaba hacia donde yo estaba. Sentado a mi lado, puso las manos a ambos lados de mis pies descalzos—. Pero para responder a tu pregunta, no, no estoy nervioso. No importa lo que nos tiren, voy a ser capaz de manejar la situación. —Bueno, ¿no eres especial?. ¿Demasiado confiado? —Soy en todas formas especial, pero ya lo sabias. —Inclinándose, puso su barbilla en una de mis rodillas—. Estás nerviosa porque estás aquí conmigo. Con él tan cerca, era difícil pensar en una buena mentira.

—Deberías estar nerviosa. —Eso es tranquilizador. —Quería inclinarme hacia atrás, pero me mantuve en mi lugar. Roth se rio entre dientes y luego se puso de pie. Paseando por los estantes, sacó un DVD y luego miró por encima del hombro. —¿Película? Nerviosa, asentí.

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Esa lenta sonrisa se propagó a través de sus gruesos labios mientras se levantaba, dejando poco de distancia entre nuestras bocas.

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—Me pones nerviosa.

Después de empezar la película, él se sentó en la cama junto a mí, se estiró como un gato perezoso de bañarse en el sol. Alrededor de un minuto en la película, lo reconocí. —¿El abogado del diablo? Sonrió. —Buena elección. —Suspiré , sacudiendo la cabeza. —Sólo ve y disfruta. Trate de hacerlo, pero apenas podía concentrarse en la película. Entre mirando el reloj junto a la cama y tratar de ignorar a Roth , me sentía muy inquieta . Mi cerebro seguía volviendo a lo que Stacey había dicho. Cosas de verdad inútiles, pero de alguna manera tenía un punto. Sólo podía ser joven y tonta una vez. Y había una distancia muy limitada de cómo podría ser joven y tonta. Echando un furtivo vistazo a Ruth, mi mirada se quedó colgada de esas imposiblemente largas pestañas. Con los ojos abiertos en rendijas delgadas, sus pestañas rozaban la piel debajo de los ojos. La amplia extensión de sus mejillas suaves rogaban para que yo las tocara. Sus labios estaban ligeramente separados. Sólo un pequeño destello en el perno en su lengua brilló. Recordando el frescor resbaladizo del perno, apreté mis ojos cerrándolos.

Abrí los ojos y me concentré en el televisor. Keanu acababa de comprar un nuevo apartamento en la ciudad de Nueva York. Las cosas estaban a punto de ir cuesta abajo rápidamente. Mi capacidad para prestar atención a la película duró aproximadamente un minuto, para dar paso a la construcción de un anhelo fuerte dentro de mí. Me moví más cerca, de modo que mi muslo tocaba el suyo. Roth había estado respirando normalmente hasta ese momento, pero ahora parecía dejar de respirar por completo. Una ceja oscura se levantó.

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Un apretado haz de nervios subió en espiral, y mi ritmo cardíaco se aceleró. Sin tener idea de lo que estaba pensando o a punto de hacer, tomé una respiración profunda y me moví hacia abajo hasta que estaba al lado de Roth. Había un poco de espacio entre nosotros, pero toda la parte frontal de mi cuerpo se estremecía como si nos estuviéramos tocando.

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Realmente era un buen ejemplar, también.

Todavía realmente no sabía lo que estaba haciendo ni por qué. ¿Era porque yo sólo quería ser como una adolescente normal, por una vez? ¿Ser joven y tonta? ¿O estaba buscando una manera de olvidarme de lo que íbamos a hacer y un futuro muy incierto? ¿O era porque simplemente quería a Roth? En el momento en que trataba de formar mis pensamientos no podía negar la verdad detrás de él. Un escalofrío comenzó en medio de la espalda y se extendió a las piernas y los brazos. Era algo más que sólo ser capaz de darle un beso. Había algo en Roth que me habló, toda a mí. Algo que no estaba segura de que había sentido antes. Mi mano se movía antes de que supiera lo que estaba haciendo. La coloqué en su estómago, justo por debajo de su pecho. Era yo todavía. Roth se quedó inmóvil. Ambos estábamos mirando la película, y yo sabía que él como yo en ese momento , no le prestaba atención. — Layla... El gruñido en su voz envió escalofríos a través de mí. Empecé a tirar de mi mano, pero él la atrapó con un agarre que era firme, pero suave. —¿Qué estás haciendo? —me preguntó.

—Soy un demonio, Layla . Lo que veo en tus ojos y lo que yo percibo de tu cuerpo es algo que voy a tomar. No te equivoques. Te voy a dar una oportunidad. Cierra tus ojos, y te dejaré pasar esto. Me sentía débil bajo su mirada consumidora, pero no cerré los ojos. —Layla. —Dijo mi nombre como si le doliera. Y entonces él me besó. No como la primera vez en el parque. No como la otra vez en esta misma cama. Él capturó mis labios en un beso. Gemí en el primer gusto de él,

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Sus ojos se estrellaron contra los míos, y eran como dos citrinas. Leyó algo en mi mirada. Tenía que hacerlo, porque un estremecimiento rodó a través de su cuerpo.

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El aire quedó atrapado en mi garganta y no pude contestar, no podía poner adelante las palabras para explicar lo que estaba haciendo, lo que yo quería . Otro sonido profundo vino de Roth y luego se trasladó rápido como un rayo. Un segundo más tarde, estaba en mi espalda y estaba por encima de mí , con los músculos que doblándose bajo la camisa que llevaba , mientras se sostenía a sí mismo .

dulce como el chocolate. Los pequeños escalofríos de placer y el pánico me recorrieron cuando él profundizó el beso y sentí la frialdad del perno en la lengua. Mi cuerpo se despertó a la vida, mi corazón se hinchó y tronó. El torrente de sensaciones que se arrastraban a través de mi cuerpo era enloquecedor, hermoso y aterrador. Hundí mis manos en su pelo, en absoluto sorprendida de encontrar que era suave al tacto. Roth me tenía apretada, enganchando mi pierna alrededor de su cintura. Di un grito ahogado contra su boca. Su mano se deslizó bajo mi camisa, sus dedos deslizándose sobre mi piel, enviando una oleada de sangre a cada parte de mí. Quería tocarle la forma en que me tocaba. Roth gimió cuando me moví, deslizando mis manos por debajo de su camisa. Tenía el estómago duro, y ondeado en todos los lugares correctos. Él se separó lo suficiente para tirar de la camisa por la cabeza. Él se cernía sobre mí por un momento, potente y fuerte. No era la primera vez que lo había visto sin camisa, pero todavía me maravillaba de su belleza. Incluso Bambi, que cubría su brazo, y el dragón que subía a través de su estómago era precioso para mí. Me pregunté qué pensaba de mí, pero estábamos besando otra vez mientras me echó hacia atrás, dejando caer un beso en mi mejilla, y luego mis párpados mientras trataban de recuperar el control de mi corazón que latía con fuerza.

Sus brazos se apretaron a mí alrededor, me aplastaba contra su pecho mientras sus caderas se sacudieron contra la mía. Estábamos piel contra piel en algunas zonas, enredados juntos, y cada respiración que tomamos, el otro parecía inhalar. Nuestros pechos se elevaron; nuestros corazones golpeaban. Su piel era dura y suave bajo mis dedos que apretaban. Él agarró mis caderas, inclinándome y nos acercó más. Cuando él me besó otra vez, era de ese tipo de abrasador beso que me empujó hasta el borde del acantilado. Yo estaba dispuesto a saltar de cabeza, para finalmente sentir todo lo que yo había creído que siempre estaría negado para mí. Mis dedos se hundieron en la suave piel de sus bíceps mientras su mano libre se arrastró por mi estómago, los dedos rodeando mi ombligo y luego más abajo, debajo

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Por un breve momento, Roth se quedó inmóvil por encima de mí. Sus ojos fuertemente apretados y la cabezahacia atrás hacia el techo. No me di cuenta que él estaba ejerciendo ningún tipo de control hasta que se rompió.

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Roth acunó mi cara entonces, nuestros labios apenas tocándose una y otra vez. Mi suéter salió en un tira y afloja vertiginoso. Pasé los dedos desde su pecho al botón de sus jeans. Tenía la misma cosa en mente, porque estaba entre mis piernas, y yo estaba nadando en sensaciones crudas. El placer y la incertidumbre se dispararon juntos. No tenía experiencia en nada de esto.

de la banda de mis jeans. Cada músculo de mi cuerpo encerrado en una extraña manera. No es una mala manera, pero era intenso, demasiado y no lo suficiente. —Roth, yo... no sé... —Está bien —susurró contra la esquina de mi labio—. Esto se trata de ti. Sí, esto es totalmente sobre ti. —Parecía sorprendido por sus propias palabras, y cuando volvió a hablar , su voz era ronca mientras presionaba su frente contra la mía—. Me deshaces. No tienes idea de cómo me deshaces. Antes de que pudiera procesar qué significaba eso, su mano comenzó a moverse y su muñeca se flexionó y las células de mi cuerpo se tensaron hasta un punto casi doloroso. No podía controlarlo. Mi cuerpo se movió por su propia voluntad, mi espalda arqueada. Un torrente de sensaciones me golpearon todas a la vez. ¿Y ese borde en el que había estado tambaleándome? Caí justo por el mientras esas células parecían escarbar en todas direcciones. Roth supo el momento de darme un beso, sus labios silenciando los sonidos que me darían vergüenza más tarde. Él me sostuvo hacia él. Pasaron las horas, mientras que poco a poco me separe de mi misma. Tal vez fue sólo unos minutos. No importaba. Mi corazón tronó. Me sentía gloriosa. Viva. Mejor que después de probar un alma. Nuestros ojos se encontraron y yo sonreí un poco. Algo estaba fracturado en su mirada mientras sus dedos se arrastraron sobre mi mejilla.

Roth levantó una mano, su pecho subiendo y bajando rápidamente. —Necesito un minuto. Abrí la boca y luego la cerré. Sonrojada, empecé a retroceder, pero su brazo se deslizó alrededor de mi cintura, sosteniéndome en mi lugar. —Está bien. Tal vez necesito más de un minuto. —Su voz era firme y tensa, espesa. Puedo haber no tenido experiencia, pero no era completamente ingenua.

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Roth no terminó el pensamiento, y mi cerebro estaba aún demasiado difuso para averiguar su significado. Presionó sus labios en mi frente enrojecida y lentamente se dio la vuelta sobre su espalda. Lo seguí, no tan elegante. Mi pierna terminó enredada con la suya.

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—Lo que yo daría...

—¿Por qué... por qué paraste? —No lo sé. —Él soltó una breve carcajada—. Realmente no lo sé, pero todo está bien. Sí, va a estar bien. Cerré los ojos por un momento y luego me relaje a su lado , encontrando comodidad en la constante elevación y caída de su pecho. Sentí su mano suave sobre mi mejilla, metiendo mi cabello detrás de mí oreja. Mi respiración se detuvo en mi garganta, y cuando abrí los ojos, me miraba. No pudiendo sostenerle la mirada, la mía revoloteo abajo sobre su pecho desnudo y estómago. El detalle en el dragón era tan increíble como Bambi. Escamas azules y verdes iridiscentes brillaban transmitiendo luz natural a través de la ventana, su cuerpo ondeando sobre las caídas y los planos duros de su estómago. Mientras Roth respiraba, parecía que el dragón también lo hacía. Los ojos del dragón iguales a los de Roth, un bello tono dorado que brillaba en su interior. —Si mantienes la mirada fija hacia abajo de esa manera, no va a estar bien. Me sonrojé y rápidamente desvié mi mirada, pero no por mucho tiempo. Alzándome con el codo, se llevó todo de mí no tocarlo. —¿El tatuaje… sale de ti como Bambi? —Sólo cuando estoy muy, muy alterado. —Roth levantó los brazos por encima de su cabeza y su espalda encorvada, haciendo que el tatuaje de dragón se estirara con él—. Y aun así, no le permito salir a menos que no haya otra opción. —¿Tiene un nombre?

Me reí a carcajadas. —¿Qué pasa contigo y los nombres de Disney? —Me gusta el nombre. —Se sentó rápidamente y me dio un beso en mi hombro, y luego se echó hacia atrás, curvando un brazo alrededor de mi cintura. Su mano se posó en mi cadera con una facilidad asombrosa—. Puedes tocarlo si quieres. Lo hice. 10

Thumper: es un personaje ficticio del conejo películas animadas de Disney Bambi y Bambi II. Él es conocido y llamado así por su costumbre de golpeándose izquierda pata trasera.

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—Thumper10.

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Roth arqueó una ceja.

Siguiendo el contorno del ala, pensé que iba a ser áspero, o al menos elevada la piel, pero era tan suave como el resto de Roth. Lo rocé sobre el vientre del dragón y hacia abajo, donde la cola desapareció bajo la cintura de los pantalones vaqueros de Roth. Él respiró hondo. —Está bien , tal vez lo físico es una mala idea. Moví mi mano hacia atrás y miré fijamente. Estaba mirando al techo, un musculo palpitando en su mandíbula. —Lo siento. Un lado de los labios se alzó hacia arriba. —Tú... tú me has sorprendido. Me imaginé que estarías llevando algo blanco. —¿Qué? —Entonces me vino a la mente. Mi sujetador era rojo. Yo le di un golpe en el pecho—. No soy una princesa pura , por amor de Dios. —No. No, definitivamente no lo eres. —Él rodó sobre su costado, frente a mí. Una sonrisa divertida se dibujó en sus labios. Roth de repente parecía joven y... completamente a gusto—. Eres actualmente una pequeña cosita salvaje.

Luego se levantó y toda la pereza sensual había desaparecido de su rostro hermoso. Mi pulso dio un salto y un escalofrío serpenteó por mi espina dorsal. Roth tomó una respiración profunda. —Ya es hora.

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—No tienes ni idea. —Su voz era áspera y me tiró hacia abajo de manera que estaba sobre una parte de su pecho. Envolvió sus dedos alrededor de mi barbilla y trajo mis labios a los suyos. La respuesta estaba en un profundo beso de combustión lenta que alborotó mi corazón. Su mano se deslizó de mi barbilla hasta la nuca, me sostenía hacia él mientras los besos me dejaban sin aliento y aturdida.

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Negué con la cabeza—. No estoy segura de eso.

Traducido por MaryJane♥

Habíamos salido un poco antes de la medianoche, estacionándonos a varias manzanas de distancia del monumento. Un Porsche como el de Roth llamaría demasiado la atención, y ya me preocupaba de que nos tropezáramos con un Guardián. Estarían cazando demonios... demonios como Roth. Comenzando en la Avenida Constitución, no estaba sorprendida por la cantidad de transeúntes a esta hora de la noche. La mayoría eran seres humanos de bar en bar, pero mezclados en medio de ellos se encontraban unos pocos, sin almas. Un demonio, su cabello color vino recogido en una coleta alta, llamaba un taxi, lo que me pareció extraño. Junto a ella había un hombre humano, y me pregunté si sabía junto a que se encontraba. Cuando nos acercamos al National Mall, la luna llena se hallaba alta en el cielo, gorda e inflada. Roth tomó mi mano entre las suyas y me miró.

—¿Qué? —Me miré, esperando ver a través de mi pierna—. No me siento invisible. —¿Y cómo se siente la invisibilidad, Layla? —La diversión coloreó su tono. Hice una mueca. Roth sonrió. —El National Mall se cerró hace una media hora. La última cosa que necesitamos es un guarda parques metido en nuestros asuntos. Tenía un buen punto.

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—Ja. En realidad, estoy haciéndonos invisibles.

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—¿Qué? ¿Tienes miedo de nuevo?

—¿Somos invisible ahora? Dándome una rápida sonrisa, me empujó justo en frente de dos jóvenes que merodeaban junto a la calle. Bajo las luces de la calle, los extremos de los cigarrillos se encendieron rojos a medida que inhalaban. Caminamos justo en frente de ellos, tan cerca que pude ver la pequeña protuberancia en la nariz de unos de los chicos. Ni siquiera parpadearon cuando Roth les enseñó el dedo. Sin reacción alguna. Para ellos, no nos encontrábamos allí. Más abajo en la calle, finalmente encontré mi voz. —Eso es genial. —Lo es. Cruzamos la ancha calle y las cimas de los museos de arenisca se asomaban a través del estrellado cielo nocturno. —¿Te haces invisible a menudo? —¿Lo harías si pudieras hacerlo? —preguntó. —Probablemente —admití, tratando de ignorar cuan caliente se sentía su mano en la mía.

Esperé hasta que un guarda parque pasó antes de hablar. —¿Y ahora qué? Roth levantó la mirada. —Esperamos hasta que la luna vuelva a salir. Un minuto y diez mil años más tarde, la nube rodó y la luz plateada de la luna se reveló centímetro a centímetro. Tragué saliva y miré el agua, preguntándome si realmente teníamos el lugar correcto.

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Cuando llegamos al Monumento a Lincoln, la luna estaba detrás de una nube espesa y el estanque era enorme y oscuro, inmóvil como siempre. Los árboles se alineaban en el estanque, y el húmedo olor a humedad del Potomac se burlaba de mi nariz.

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Nudos apretados se formaron en mi estómago cuando el Monumento a Washington se hizo visible. Al no tener idea de lo que iba a pasar, esperaba algún tipo de trampas explosivas Indiana Jones al acecho.

A la pálida luz de la luna llena, el reflejo del Monumento a Washington apareció en el centro más alejado del estanque desde donde nos encontrábamos en frente del Monumento a Lincoln. El pilar se aceleraba a través del estanque mientras el reflejo crecía, hasta que el extremo puntiagudo alcanzó el borde de donde nos encontrábamos. Contuve la respiración. Y no pasó nada. Ningún umbral apareció de repente. Las trompetas no resonaron. Indiana Jones no apareció de la nada. Nada. Miré a Roth. —Está bien. Esto es realmente decepcionante. Él frunció el ceño mientras examinaba la zona. —Tiene que faltarnos algo. —Tal vez Sam se equivocaba o el vidente jugaba con nosotros. —El nivel de la decepción era tanta que me sentí absorbida—. Porque todo parece igual.... Espera. — Di un paso hacia adelante, todavía aferrándome a la mano de Roth mientras me arrodillaba en el borde del estanque—. ¿Soy yo o el agua donde el Monumento se refleja se ve un poco ... brillante? —¿Brillante?

Tenía los ojos entrecerrados. —Lo hago, pero eso sólo podía ser el agua. Con la mano libre, me agaché y metí mis dedos en el agua y tiré de mi mano. —¿Qué demonios? —¿Qué? —Roth estaba arrodillado en un segundo, sus ojos brillando en la oscuridad—. ¿Qué?

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—¿No lo ves? —Miré hacia él.

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—Sí —respondí. Era débil, pero parecía como si alguien hubiera arrojado cubos de brillo en el agua.

Era demasiado difícil de explicar. El agua... no había agua en absoluto. Mis dedos la habían atravesado completamente y estaban secas como el desierto. —Pon tus dedos en él. La expresión de su rostro dijo que tenía un comentario muy desagradable para esto, pero sabiamente mantuvo la boca cerrada. Usando su otra mano, metió los dedos en el estanque. Roth se echó a reír. —Santo cielo, el agua... —¡No está allí! —Asombrada, sacudí la cabeza—. ¿Crees que todo esto es una ilusión óptica? —No puede ser. Hay idiotas que saltan en esta cosa todo el tiempo. Tiene que haber algún tipo de encantamiento que está reaccionando a nosotros. —Él movió su mano a lo largo del agua falsa, cubriendo aproximadamente un espacio de dos metros hasta debió de haber golpeado algo, porque una pequeña ondulación se movió a través del estanque. —Es en este espacio. —Su mirada siguió el centro del estanque y luego se levantó—. Es toda la longitud del reflejo. Tenía la esperanza de que sí, porque estaba bastante segura de que el estanque tenía por lo menos dieciocho metros de profundidad y ahogarse no sonaba muy divertido.

Sonrió. —Hay un escalón, y no está mojado. —Se movió más hacia abajo hasta que la oscuridad se lo tragó hasta el muslo y nuestros brazos se extendía hasta donde estas fueran. —Está bien. Sea lo que sea, no es realmente aquí. Tomando una respiración profunda, di el primer paso. El agua no penetró a través de mis zapatos o mis vaqueros, y luego di otro paso y estuve a centímetros de Roth. —Esto es tan jodidamente raro.

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En realidad no, pero asentí mientras me levantaba. Roth fue primero, probando la teoría de que el agua no era realmente agua. Su bota y luego la pierna revestida por vaqueros desapareció. No hubo onda o movimiento.

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—¿Estás lista para hacer esto?

—He visto cosas más raras. Una parte de mí quería más de una explicación que eso, pero entonces solo estaría retrasando lo inevitable, lo cual era mi cabeza dirigiéndose a donde sea que esto fuera. Cuando la oscuridad llegó a mis hombros, me estremecí. Era como entrar a través de la espesa niebla que tenía sustancia, podías sentir, pero no agarrarla. Mi mirada se desvió hacia arriba, encontrando a Roth, y él sonrió de modo tranquilizador. Por costumbre, contuve la respiración mientras me deslizaba hacia abajo. El peso de miles de galones de agua estrellándose no vino sobre mí. Mi pelo todavía era un desastre ondulado seco que caía sobre mis hombros y mi espalda. Aspiré por la nariz y no me ahogué en el agua. Había un olor a mojado, a humedad que hacía cosquillas en la parte posterior de mi garganta. —Abre los ojos, Layla. —La voz de Roth se hallaba cerca de mi oreja. Abrí un ojo y me quedé boquiabierta. —Mierda en galletas... Él rio entre dientes mientras me soltaba la mano. —Elegante definición.

—Voy a aventurar una respuesta y decir que estamos en el camino correcto —le dije, suavizando mis palmas húmedas a lo largo de mis vaqueros—. O nos ahogamos y estamos alucinando. La risa de Roth era tan oscura como el túnel. —Vamos. Vamos a terminar con esto. Caminamos por el túnel, nuestros pasos haciendo eco en las paredes de cemento. Roth tarareaba lo que ahora consideraba su canción. Caminando lo que pareció una

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Antorchas encendidas flanqueaban el túnel cada pocos metros a ambos lados, lanzando parpadeantes sombras sobre la vía húmeda. El techo por encima de nosotros en realidad no era un techo, justo al final de lo que sea que fuera la sustancia por la que habíamos atravesado.

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Estábamos en el interior del espejo de agua, o al menos eso fue lo que supuse, pero era como estar en un mundo diferente.

eternidad, teníamos que estar llegando a los museos cuando llegamos a un lugar donde el túnel se bifurcaba en dos secciones. —Es una lástima que no hubiera un mapa que pudiéramos haber traído para esto — bromeó Roth mientras se dirigía hacia la derecha. Unos seis metros más abajo, se detuvo y dio marcha atrás—. Esta puerta está cementada. Así que voy a esperar que no sea hacia donde nos dirigimos. Al no tener otra opción, elegimos el túnel hacia la derecha. Envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho, me estremecí en el aire frío y húmedo. Otro bloque más o menos por el pasillo, se curvaba hacia la derecha. Más adelante se encontraba una antigua puerta de madera. Con sus anchos tablones de madera y uniones de acero, parecía algo salido de la época medieval. —En cualquier momento, un Caballero Templario saldrá disparado por esa puerta — le dije. Los labios de Roth se curvaron en la esquina. —Eso sería en realidad algo entretenido. —¿Si? Y entonces nos pedirá que elijamos… Una ráfaga de viento azotó el túnel, levantando mi pelo y haciendo que las antorchas parpadearan en una danza loca. Todos los finos vellos de mi cuerpo se elevaron cuando me di la vuelta.

—LUDs —dijo Roth, las manos encrespándose en puños. —¿Qué? —Pequeños demonios feos—explicó—. Has visto La Princesa Prometida, ¿verdad? —Uh, sí. Roth hizo una mueca. —¿Recuerdas esas ratas realmente grandes en la oscuridad del bosque?

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El sonido de algo haciendo clic sobre el cemento se elevó en un crescendo, como una ola de bailarines de claqué súper rápidos. Di un paso atrás, mi estómago hundiéndose a mis pies. El chasquido creció, ahogando el sonido de mi corazón latía con fuerza.

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—Roth...

Mis ojos se ampliaron. —Oh, Dios mío. —Sí, así que trata de abrir la puerta abierta. Como realmente rápido. Girando alrededor, me precipité hacia la puerta y dejé escapar una maldición. La cosa no estaba cerrada con llave, pero tenía una barra de acero en la parte delantera. Envolviendo mis manos alrededor de la parte inferior, traté de levantarla. Incluso con la fuerza demonio y Guardián en mí, la cosa no se movió. —Uh, Roth, esto no es… —Las palabras se desvanecieron cuando el chasquido dio paso a parloteos. Me volví, viendo formas apresurándose por el túnel. Un grito se quedó atascado en la garganta cuando Roth maldijo. Elevándose cerca de un metro en el aire, los LUDs eran como ratas que caminaban en dos patas. Sus largos hocicos se abrían ampliamente, revelando una boca llena de dientes de tiburón. Pequeños y malvados ojos rojos brillaban en la penumbra. Manos con garras se extendían mientras sus colas azotaban la tierra. —Dios mío —susurré, retrocediendo. —Esto se pondrá muy feo —dijo Roth, toda Capitán Obvio.

Roth envió un LUD volando a la pared cercana con un crujido repugnante. Otro aterrizó sobre su espalda. Se agachó, lo arrojó de vuelta a un grupo de otros LUD. Había docenas de ellos, golpeando las piernas y brazos de Roth mientras él daba vueltas, echándolos. Uno hizo una rasgadura irregular a través de sus jeans. No había manera de que pudiéramos apartarlos a todos. No con la espalda a un callejón sin salida en forma de la puerta más pesada del mundo. Estábamos atrapados.

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Bien. Es obvio que no eran las criaturas más inteligentes, pero lo que no entendía era por qué nos atacaban. Eran del infierno, y ¿el infierno no quería que encontráramos la Llave Menor? E incluso si eran controlados por el demonio responsable, ¿por qué iban a querer detenernos en este punto? Si él no sabía lo que era el encantamiento, la información se encontraba en la Llave Menor. No tenía sentido, pero no era como si pudiera pulsar pausa y hacer cualquier pregunta.

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Un LUD saltó en el aire, lanzándose directamente a Roth. Él se lanzó hacia la derecha y la criatura peluda golpeó contra la pared. Golpeó el suelo, sus pequeñas piernas y brazos fallando mientras trataba de volver a ponerse de pie.

Mi mirada se giró hacia las antorchas. Alejándome de la puerta, corrí hacia la pared y me estiré hacia arriba, agarrando la base viscosa de la antorcha. Un pequeño LUD agarró mi pierna, subiendo. Dejando escapar un grito agudo, sacudí la pierna hasta que la maldita cosa perdió su agarre y cayó sobre su vientre. Esto se levantó y se volvió hacia mí, silbando como una cobra. Levanté la antorcha, haciendo una mueca cuando la primera de las llamas lamió el peludo cuerpo de la criatura. Era como sostener un fosforo ante la gasolina. Las llamas cubrieron al LUD. El amargo olor a pelo quemado se levantó rápidamente. El LUD dejó escapar un grito y corrió como un cerdo en pequeños círculos hasta que se estrelló contra la pared y cayó al suelo, colapsando en cenizas teñidas de rojizo. Roth tomó al LUD lanzándose hacia su garganta y lo estrelló contra otro saltando en el aire. Lo rodeaban, mordían y agarraban su ropa con sus garras. Dos se hallaban en su espalda. Corriendo a su lado, sostuve la antorcha hacia atrás mientras agarraba uno de los monstruos peludos por la piel del cuello y se lo quitaba. La cosa se retorció y voló por el aire. Me tiré a un lado y cogí el otro antes de que llegara a su cabeza. Arrojándolo al suelo, me estremecí y necesitaba desesperadamente alguna solución antibacteriana y terapia intensa. Roth me envió una sonrisa de agradecimiento, mientras me quitana la antorcha.

Se volvió hacia la puerta. —Mantén esta y mantenlos atrás mientras trato de abrirla. —Lo tengo. —Lo seguí hasta la puerta, manteniendo un ojo en la masa chillando de cuerpos peludos y cenizas. Mi mirada se disparó a Roth, comprobándole rápidamente las lesiones. La sangre salpicada su camisa blanca. Mi estómago se retorció. —Estás herido.

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Agachándose, empujó la antorcha. Las llamas saltaron al LUD más cercano. Chillando, el LUD se agitó y golpeó a otro. Desde allí, fue una reacción en cadena. Siguieron corriendo hacia otro, difundiendo las llamas como un virus.

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—Gracias.

—Estaré bien. —Él agarró la barra de acero. Los músculos de su espalda se juntaron al levantar la barra—. Solo mantén esos pequeños bastardos atrás. Balanceándome hacia atrás, hice una mueca. —No creo que vayan a ser un problema. Están todos muertos. —Hasta que vengan más. —Él gruñó mientras levantaba la barra de la cerradura—. Jesús. ¿De qué está hecha esta cosa? Di un paso atrás, dándole espacio mientras dejaba caer la barra en el suelo. El impacto resonó a través del túnel, agrietando el suelo. Un momento después, el sonido de chasqueos comenzó de nuevo. —Ugh —murmuré. —Vamos. —Roth me agarró la mano libre mientras tiraba de la puerta. Una ola de aire helado nos azotó cuando entramos. Dejándome ir, él cerró de golpe la puerta un segundo antes de que los cuerpos llegaran al otro lado—. Dios, sólo siguen llegando. Tragando saliva, me di la vuelta para ver otro maldito túnel. Al final había otra puerta. Corrimos hacia él, y seguí mirando por encima de mi hombro, esperando que los LUD derribaran la puerta detrás de nosotros. Roth levantó otra barra de acero macizo y la dejó caer, causando que saltara cuando el sonido atravesó el túnel. Él abrió la puerta.

Él asintió. —Hay un montón de murciélagos. Chillaban y sus alas se agitaban como un coro inquietante que envió escalofríos por mi espina dorsal. Los sonidos se prolongaron durante lo que pareció una eternidad, pero finalmente me di cuenta de algo más. El cuerpo de Roth se presionaba contra el mío con tanta fuerza que no podía decir dónde terminaba él y comenzaba yo.

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—Murciélagos —susurré contra su pecho, apretando sus costados.

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Sombras pululaban por la puerta. No, no sombras. Alas golpeaban el aire. Roth dio la vuelta y me agarró del brazo. Sorprendida, se me cayó la antorcha mientras tiraba de mí dentro de un pequeño enclave, presionándome contra la pared con su cuerpo.

Sus manos cayeron a mis caderas, los dedos deslizándose bajo el dobladillo de mi suéter. Su pulgar trazó círculos ociosos contra mi piel mientras el aleteo continuaba en la sala y yo guardaba aire en mi pecho. Él hizo un sonido profundo de su garganta. —Olvida la Llave. Vamos a quedarnos donde estamos. —Eres tan malo —le dije. Su profunda risa retumbó a través de mí. —No has visto nada todavía. Eché la cabeza hacia arriba y su boca aterrizó en la mía. No estaba preparada para la intensidad en el beso, pero rápidamente me puse al corriente. Mis labios entreabiertos mientras el piercing se deslizaba dentro, arrastrándose a través de mi labio inferior. Un estrangulado sonido necesitado se levantó para romper el silencio. Eso significaba... Roth levantó la cabeza, respirando profundamente. La sala se había calmado. Cuando dio un paso atrás, obligué a mi corazón a calmarse y lo seguí fuera del hueco. Me tomó unos segundos formar palabras. —¿A dónde han ido los murciélagos?

Lo seguí a través de la abertura. Era una pequeña cámara circular tenuemente iluminada por antorchas. Hacia la parte posterior de la cámara se encontraba un arco que conducía a otro túnel. Roth sostuvo la antorcha cerca de la pared, echando luz sobre extrañas esculturas grabadas en el cemento. —¿Qué es? —pregunté. —El lenguaje antiguo —dijo, moviendo más la antorcha. —¿Latín? —Las palabras cubrían toda la cámara, desde el techo hasta el suelo. Roth resopló.

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—Mi conjetura es que fueron a través de la grieta en el techo. — Recogiendo la antorcha olvidada, se movió hacia la puerta abierta.

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Roth levantó la barbilla.

—No. Esto es latín antiguo. La Llave tiene que estar aquí. —Él se volvió hacia el centro de la habitación y se arrodilló—. ¿Qué tenemos aquí? Miré sobre su hombro. Un cuadrado de unos tres metros de diámetro se encontraba en el suelo. En el centro de la plaza había dos huellas de manos. De tanto o menos del mismo tamaño, y algo sobre las impresiones me recordaba a las manos de un Guardián. Los dedos eran largos y delgados, con palmas anchas. Al igual que las manos de Roth en su verdadera forma. Roth colocó la antorcha en el suelo y levantó la vista hacia mí. —Pon tu mano en una de las huellas. Me puse de rodillas junto a él y lo vi estirarse y colocar su mano en la de la izquierda. Pensé en lo que el vidente había dicho acerca de un demonio y Guardián trabajando juntos para esconder la Llave. Puse mi mano en la huella. La mía era mucho más pequeña. Un ruido sordo comenzó debajo de la cámara, y empecé a retroceder, pero Roth dijo: —No lo hagas. Está funcionando. Rocas diminutas cayeron al suelo de la cámara. Una grieta estalló en el techo. Polvo se esparció, capturando las llamas, convirtiéndose en pequeñas chispas que se deslizaron por el aire. Hombre, esperaba que esta cámara no se cerrara.

En el centro del bloque de cemento se encontraba un cubículo, y en ese cubículo se hallaba lo que sólo podría ser la Llave Menor de Salomón. Roth sacudió la antorcha y se la acercó. La cubierta era como él había dicho antes. Se veía como carne seca antigua. Encuadernado en piel humana, piel humano muy vieja. Yo ya quería vomitar.

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—Bingo —dijo Roth.

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El cuadrado se estremeció y empezó a subir. Saqué mi mano, entonces, como lo hizo Roth. Levantando juntos, dimos un paso atrás cuando el trozo de cemento estalló el suelo en un fuerte gemido de cemento pulverizándose.

Tallado en la cubierta se encontraba el mismo símbolo que había estado en la réplica que Roth tenía. Un círculo con una estrella en el medio esbozado en oro. La estrella se torcía ligeramente hacia la derecha, saliéndose del centro. Los números y letras minúsculas estaban talladas cerca de los cuatro puntos. Roth me entregó la antorcha, la que tomé con gusto. De ninguna manera quería tocar esa cosa. Lo vi buscar dentro y colocar con cuidado las manos a cada lado del libro. Apestaría totalmente si la cosa se volvía polvo, y casi me reí de la imagen, a excepción de que en realidad no sería tan divertido. Roth dio un paso atrás con la Llave Menor en la mano. La grieta en el techo de repente explotó. Trozos de techo cayeron al suelo. Roth saltó hacia adelante, agarrando mi brazo y tirando de mí fuera del camino de una gran sección. Golpeó donde yo acababa de estar parada. Otra pieza bajó, bloqueando el camino por el que habíamos venido. El horror me recorrió, tan grueso como el polvo llenando la caverna. —¡Roth! Me agarró la mano y me llevó alrededor al cuadrado elevado. Nos lanzó bajo el arco. —¿Sabes dónde va esto? —grité. Había una especie silvestre de risa.

Con los corazones golpeando, corrimos por el túnel, tomando el camino derecho, cuando llegamos a un cruce. Una columna de polvo y rocas nos persiguió por el laberinto de túneles, pisándonos los talones. Me encontré una vez, casi cayendo de cara contra el piso, pero Roth me agarró en el último minuto, arrastrándome sobre mis pies.

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Algún lugar era mejor que donde estábamos. Recorrimos el túnel a la carrera. Toda la cámara cayó detrás de nosotros, lo que provocó una especie de costura defectuosa en la artesanía. O tal vez había sido diseñada de esta manera. Que una vez que se trasladara la Llave Menor, todo se vendría abajo, atrapando a la llave y al que se la llevara.

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—No. Pero tiene que ir a alguna parte.

Cuando por fin pasamos bajo un pasaje grande, hubo una caída. Aterrizamos bruscamente, tropezando con las vías. Recuperando mi equilibrio, me giré justo cuando la última sección del túnel cayó, sellándolo. Dejé escapar un suspiro áspero. —Bueno, no devolveremos el libro, ¿verdad? —No. —Roth dio un paso fuera de la pista y se colocó el libro sobre una cornisa. Me agarró de la cintura y me levantó—. Eso es. Luchando por agarrar la cornisa, me levanté y me di cuenta que estábamos en el sistema del metro. A lo lejos, había una luz intermitente. —Dios mío, tenemos que encontrarnos a kilómetros del monumento. Roth estuvo a mi lado en una cantidad indecente de tiempo, Llave Menor en mano. Le eché un vistazo. Regocijo iluminaba sus ojos. —Eso fue divertido, ¿no? —dijo—. Que mi corazón bombeara. —¡Eso no fue divertido! Había ratas caminando en dos patas. ¡Murciélagos! Y entonces todo se vino... Él se movió tan rápido que no tuve oportunidad para prepararme. Un segundo se encontraba allí, y luego curvaba una mano alrededor de mi nuca.

—Necesita de mis besos. Me eché a reír, pero sus labios encontraron los míos, como si estuvieran hechos específicamente para ello. Mi boca se abrió en un grito ahogado y el beso se profundizó, robándome el aliento. Sus dedos se clavaron en mi cuello en un firme control. El tiempo se ralentizó a paso de tortuga y su boca no dejó la mía, sus labios tomaron mis respuestas como si estuvieran sedientos. El beso se sentía bien, muy bien, y me hizo pensar en lo que habíamos hecho de nuevo en su desván. Pero la realidad se interpuso en el camino. Cuando retrocedió en lo más mínimo, apoyó su frente contra la mía. Esos hermosos ojos estaban cerrados.

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—¿Mi cara?

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—Necesitas algo —dijo, y cuando yo lo miré, agregó—. Tu rostro.

—Tenemos que salir de aquí y revisar el libro. —Boo —murmuré, pero me desenredé y caminé hacia adelante, dando tiempo a mi corazón para disminuir su ritmo, junto con mi cuerpo. Había cosas mucho más importantes que en las teníamos que enfocarnos. No me sorprendió cuando Roth me alcanzó con facilidad—. No puedo creer que en realidad obtuviéramos el libro, ¿no? —No lo dudé ni por un segundo. —Él se puso delante de mí, cuando entramos en un túnel estrecho que se abría en una parada de la estación de metro. —Hacemos un buen equipo. Hubo ese estúpido aleteo en mi pecho de nuevo. Un equipo, como si estuviéramos juntos. Y, querido Señor, la parte femenina de mi hacía un baile muy feliz, lo que era ridículo, porque un futuro juntos estaba plagado de problemas. Allí estaba el problema que yo era parte Guardián y todo eso —de que mi clase estaba destinada a matar a su clase—, pero era más que eso. Roth no podía quedarse aquí para siempre. Él sólo hacía un trabajo. Y estábamos más cerca de completar su trabajo. Una vez que salimos de la estación de metro, me di cuenta de que nos encontrábamos a un par de manzanas de Union Station. El olor almizclado del túnel seguía en nosotros, y respiré profundamente el aire un poco fresco mientras miraba hacia las estrellas asomándose desde detrás de las nubes. Entrecerré los ojos.

Era un Guardián.

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El temor se formó como una bala de cañón en mi estómago y luego explotó un segundo demasiado tarde. No era una estrella fugaz.

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Una de las estrellas estaba cayendo.

Traducido por rihano

Él cayó del cielo, aterrizando con gracia delante de nosotros. El impacto sacudió los carros aparcados en las inmediaciones, añadió otro bache en la calle y envió a los pocos humanos que estaban en la calle en busca de amparo. Sus alas se desplegaron, abarcando dos metros o más. El amplio pecho, del color del granito, estaba fuertemente marcado, pero la cara era lisa y guapa. Nicolai. Sus ojos amarillos, las pupilas afiladas como las de un gato, se deslizaron hacia Roth. Él dejó escapar un gruñido que sacudió el interior de mi pecho. — Demonio. — Felicidades —dijo Roth con fuerza—. Conoces a tus especies. ¿Quieres una galleta?

El cambio a Estoniano, el idioma nativo de Nicolai, me tomó por sorpresa. Y, honestamente, con todo, no tenía ni idea de por qué lo hacía. Mi cerebro tardó en procesar lo que estaba pasando, y antes de que pudiera ponerse al día, una sombra cayó. —Layla —dijo él, levantándose del suelo y flotando alrededor como un ángel retorcido. Sus alas no hicieron ningún sonido mientras se movían a través del aire. Todo lo que dijo fue mi nombre, pero había mucho peso detrás de esa única palabra que él tenía que saber. Absolutamente todo.

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— ¿Cómo te atreves a hablarme, demonio alandlik?

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Los ojos del Guardián se estrecharon y una voz que nunca había oído salió de Nicolai.

El miedo me golpeó en el estómago, pero no por mí. Nicolai se volvió hacia Roth, mostrando los colmillos. Hubo un segundo, un resquicio de tiempo, cuando mis ojos se clavaron en Roth y el aire salió de mis pulmones. Roth se me quedó mirándome como si no pudiera creerlo. La traición corría profunda en su mirada, cortando a través de mí. — No —susurré con voz ronca. Roth se volvió en el último segundo, desviando el ataque de Nicolai con un solo golpe de su brazo. —Realmente no quieres hacer eso —gruñó. Sus pupilas dilatadas, mientras él empujaba a Nicolai hacia atrás—. En serio. — No tienes ni idea de con quién te estás metiendo —gruñó el Guardián. Roth se rio con frialdad. —Ay, odio decirte esto, pero tú no eres un copo de nieve especial. Sólo él podía ser un imbécil en una situación tan extrema. Los dos se lanzaron. No tenía ni idea de cómo Roth se aferró a la Llave Menor mientras iba mano a mano con Nicolai. La pelea fue brutal. Los golpes volaron. Las garras rasgaron la ropa y la piel. Sangre, del mismo color y textura, voló de los dos.

—¿Un demonio? —dijo Abbot con voz ronca en mi oído—. ¿Has olvidado la sangre que corre a través de ti? Enterré mis dedos en los brazos de Abbot, lo que no le hizo nada. Su piel era como de piedra. Di un pisotón y él maldijo en voz alta. Su agarre se aflojó y me liberé, corriendo hacia el lugar donde el demonio y el Guardián luchaban. No lo logré.

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—¡Alto! ¡Por favor! —Me lancé hacia adelante, pero de la nada, Abbot me agarró por detrás. Él debe haber llegado cuando yo no estaba mirando—. Tienes que parar. Él no es…

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No podía permitir que esto sucediera.

Abbot estaba sobre mí en un segundo. Atrapándome por el brazo, me arrojó alejándome de los dos. Desprevenida para la fuerza, perdí pie y golpeé la acera con un crujido. El dolor irradió sobre mis rodillas y yo dejé escapar un jadeo agudo. Roth se volvió con un rugido. Sus ojos brillaban con ese amarillo iridiscente. La distracción le costó. Otro Guardián cayó junto a él, tirando la Llave Menor de sus manos. A Roth no pareció importarle. Cargando hacia adelante, él se estrelló contra Abbot en su forma humana; tumbando al Guardián en una ráfaga de mandíbulas chasqueando y alas. Me tambaleé sobre mis pies, mi corazón hundiéndose. Roth estaba rodeado. Incluso tan poderoso como era, no había manera de que pudiera derrotar a todos los guardianes. No, a menos que desatara a Bambi o al dragón, pero entonces, yo no podía soportar ver a nadie de mi familia herido, tampoco. El aire se agitó a mí alrededor y el calor explotó a lo largo de mi espalda. Sabía sin mirar que Zayne había llegado. —Sácala de aquí —ordenó Abbot, sin apartar los ojos de Roth. Roth saltó sobre sus pies y retrocedió, jadeando fuertemente mientras tres Guardianes lo rodeaban. Sangre corría de su nariz y boca.

Mis manos temblando, las metí debajo de los brazos y pasee por la longitud de mi dormitorio. ¿Cómo habían sabido dónde estaríamos? Era demasiado conveniente que todos ellos aparecieran a la vez, especialmente Abbot. No podríamos haber sido seguidos. Los habría sentido.

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Zayne no me había hablado. Ni una sola vez desde que habíamos aterrizado en el balcón, fuera de mi dormitorio. Ni siquiera cuando me dejó en mi habitación y cerró la puerta desde el exterior.

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Vete, articulé cuando Zayne pasó un brazo alrededor de mi cintura, y rogué en silencio para que él escuchara. Detrás de mí, Zayne se tensó y luego se lanzó al aire. Justo antes de que la noche se tragara todo debajo, vi a Roth desaparecer de la existencia.

Dios, estaba tan jodida. El único alivio que sentía era que Roth había logrado escapar, pero había visto la expresión en sus ojos. Creía que lo había traicionado. Lo cual no era una conclusión difícil a la que saltar. Cerrando los ojos cuando una puerta se cerró de golpe en algún lugar de la casa, yo sabía que no era él por lo que necesitaba preocuparme en este momento. Podía decirles cómo Roth había estado ahí para ayudarme, ayudarnos. Podría convencerlos. ¿Pero yo? Oh, cielos, esto no iba a ser bueno. Les había mentido. Había protegido a un demonio. No habría límites para su ira. Y Zayne... Mi pecho se estremecía mientras pensaba en él, en la forma rígida en que él me había traído hasta aquí y me dejó, la rigidez poco natural de su espina dorsal mientras salía de la habitación. Sentada en el borde de la cama, dejé caer mi cabeza en mis manos. Nunca quise herir a Zayne o que él estuviera decepcionado de mí. Incluso con toda la historia, yo sabía que no cambiaría mucho. Nunca antes le había guardado secretos. Pero ¿él había estado guardando secretos de mí? Mi corazón dolía de pensar que sabía desde el principio quien era mi madre y lo que eso significaba. Había tantas mentiras entre todos nosotros que la verdad estaba cubierta por una red. Cuando llamaron a mi puerta, mi corazón dio un vuelco. Me puse de pie con las piernas temblorosas y me dirigí hacia esta. Nicolai esperaba en el otro lado en su forma humana. Un moretón rojo claro sombreaba su mandíbula. Su ojo izquierdo estaba hinchado y parecía doloroso.

—No hay nada que puedas decir ahora, pequeña. Me quedé en silencio, llena de vergüenza, a pesar del hecho de que yo no había estado conspirando contra ellos. Que lo que sucedió no era nada de eso. Entré en el estudio de Abbot en silencio, me di cuenta de que odiaba la forma en que me miraba, como si yo fuera una extraña junto a él. Peor aún, un enemigo a tener cuidado.

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Él levantó la mano.

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—Nicolai…

Abbot apareció unos minutos más tarde, y él no estaba solo. Zayne estaba con él, y por el aspecto pálido y afligido en su rostro, sabía que lo que fuera que Abbot sospechaba, él lo había puesto al corriente de ello. Zayne ni siquiera me miraba. Ni una sola vez desde que Abbot cerró la puerta y cruzó la habitación, deteniéndose frente a mí. Zayne ni siquiera parpadeó cuando salté. Todo lo que hizo fue pararse detrás del escritorio, con la mirada fija en la pared en algún lugar detrás de mí. Fuera de todo lo que pasó esa noche, estoy bastante segura de que era lo peor. —Todo lo que puedo confiar en mí mismo para decir en este momento, es que eres muy afortunada de que fuéramos capaces de recuperar la Llave Menor de Salomón. Abbot se cernía sobre mí, su mera presencia sofocante. Estaba golpeado, también. No tan mal como Nicolai, pero el enrojecimiento empañaba su frente—. Si no lo hubiéramos hecho, no habría forma de impedir que los Alfas se involucraran. Mis dedos todavía temblaban mientras ponía mi pelo hacia atrás. —Tú no entiendes. —Tienes razón. No lo hago. No puedo entender lo que estabas pensando al ayudar a un demonio a recuperar la Llave Menor de Salomón. —Él me estaba ayudando. Él no es como… —Ni siquiera termines la frase. —La rabia profundizó su voz—. Porque si dices que no es como los demás demonios, puede que no sea capaz de controlarme.

—Estoy muy decepcionado, estoy asqueado por ello —él hervía—. ¿Cómo pudiste, Layla? Yo te crie mejor que esto, como si fueras una niña de mi propia sangre, y ¿así es como me pagas? Me estremecí.

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Abad se lanzó hacia delante, agarrando los brazos de la silla en la que estaba sentada. Retrocedí de la ira salpicando su rostro. Por encima de su hombro, vi a ambos, a Nicolai y a Zayne dar un paso al frente y yo no estaba segura de sí estaban viniendo en mi ayuda o estaban a punto de ayudar a Abbot a ahogarme.

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— Pero no lo es. No entiendes. Déjame explicar…

—Por favor, déjame explicarte, Abbot. No es lo que piensas.- Mi mirada se precipitó hacia Zayne, pero él miró hacia otro lado—. Por favor. Abbot me miró por un momento y luego retrocedió, cruzando los brazos. Tomé su silencio como un reticente sí. —Yo no estaba trabajando con un demonio para conspirar contra ti. Soy parte demonio, ¿no? Pero no soy como otros demonios. —Eso es lo que yo siempre había creído —respondió con frialdad. Inspiré sorprendida. Eso dolió. —Él me ayudaba, salvándome del Seeker que me encontré. Tomando una respiración profunda, le dije casi todo, dejando de lado las cosas más personales que seguramente enviarían a los Guardianes a través del techo. —Él fue enviado desde el infierno para asegurarse que un demonio no levante… —¿Levante a Lilin?- —dijo—. ¿Y él te dijo lo que eres? ¿Qué tan importante es el conjuro en la Llave Menor? ¿Te dijo que por eso la llave estuvo oculta todo ese tiempo? ¿Para asegurarse de que nadie nunca sería capaz de traer los Lilin de nuevo a esta tierra? —Sí. Él me lo contó todo. Necesitábamos la Llave para ver lo que había en el encantamiento. No estaba usándolo para levantar los Lilin.

—Porque él no me ha mentido, y ha venido en mi ayu… —¿Fue el demonio que mató a Petr? La habitación estaba tan silenciosa que se podía oír a un saltamontes estornudar. — Sí. — ¿Acaso Petr te atacó o eso fue una mentira? Di un grito ahogado de indignación.

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Un nudo se alojó en mi garganta.

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—¿Y tú le creíste? —Abbot se arrodilló frente a mí, forzando su mirada en la mía—. ¿Por qué confiarías en un demonio, Layla?

—¡Sí! Petr me atacó. ¿Por qué mentiría sobre eso? Los ojos de Abbot llamearon en un azul brillante. —¡Tú no has estado haciendo otra cosa que mentir desde que conociste a este demonio! ¿Por qué yo asumiría que había una verdad mezclada en medio de las mentiras? No sé si lo que dijo lo logró, o tal vez fue una combinación de miedo y frustración porque no podía conseguir una sola frase, pero mi control saltó. Me levanté tan rápido que Abbot se puso de pie y retrocedió, en realidad se alejó de mí. La ira se precipitó sobre mi piel como estática. — ¡Tú saltas a mi garganta cuando has estado mintiendo desde el principio! Las fosas nasales de Abbot se encendieron. — ¿Qué? ¿No tienes nada que decir sobre eso? —Di un paso adelante, sobrecogida por la ira. Había tanta furia, que era como una segunda alma dentro de mí. —¡Has sabido todo el tiempo quien era mi madre y lo que podría suceder! ¡Has dicho tantas mentiras como yo lo he hecho! —Eché una mirada sombría alrededor de la habitación. El dolor era insoportable cuando mis ojos se posaron en Zayne—. ¡Todos ustedes han estado mintiéndome!

— Pensé que mantenerte lejos de la verdad era mejor a que tú supieras la mancha que llevas en tu sangre —dijo Abbot. Me estremecí. —¿La mancha en mi sangre? —Tú eres la hija de Lilith. —¡Yo también soy un Guardián!

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—¿Cómo mantenerme en la oscuridad iba a protegerme? ¡Hay demonios por ahí fuera buscándome! ¡Y no el que te atacó esta noche! Si no fuera por él, probablemente tendríamos a Lilin corriendo por el mundo ahora mismo, o yo estaría muerta.

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— Estábamos tratando de protegerte —dijo Nicolai.

La ira saltó de los ojos de Abbot. —¡Un Guardián nunca habría trabajado con un demonio! — Padre —gruñó Zayne. Yo estaba demasiado atrapada en mi cólera para reconocer que Zayne ahora estaba hablando. —¡Obviamente un Guardián ha hecho más que sólo trabajar con un demonio antes! ¿Hola? ¿Cómo más sino estoy yo aquí? —¿Dormiste con el demonio? —exigió Abbot. Yo estaba tan sorprendida por esa pregunta que la mayoría de la ira desapareció de mí. —¿Qué? — ¿Aún eres virgen? Vaya. El nivel de incomodidad en la sala reflejaba la tensión y la rabia. —¿Qué tiene eso que ver con algo? — ¡Respóndeme! —rugió Abbot.

El cuerpo de Zayne estaba tenso. —Sí, me gustaría saber cuál es el problema para mí mismo. Su padre se burló. —¿Por qué más un demonio de su edad estaría moviéndose a su alrededor? Su inocencia o la pérdida de esta es una parte del encantamiento.

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—No dormí con él ni con nadie. Jesús. —Los hombros de Abbot se desplomaron con alivio, tanto así que mi sospecha se fue por las nubes—. ¿Por qué? ¿Cuál es el problema?-

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Palidecí y luego me sonrojé.

—¿Qué? —Mi voz golpeó un tono alto totalmente nuevo—. ¿Tengo que permanecer como una maldita virgen? —Y entonces la imagen más grande se formó—. ¿Tú sabes lo que hay en el encantamiento? Los tres hombres en la habitación estaban ahora definitivamente evitando mirarme mientras Abbot hablaba. —Sí. Teníamos que saberlo para que pudiéramos evitar que se llevara a cabo. Me pregunté cómo en el mundo ellos esperaban hacer eso cuando nunca sintieron la necesidad de decirme nada. —¿Qué es? Abbot arqueó una ceja. —¿Tu demonio no te lo dijo? La irritación me pinchó. —Mi demonio no sabía lo que había en el encantamiento. Es por eso que estábamos buscando el libro, así sabríamos cómo detenerlo. —Y yo estaba bastante segura de que si Roth hubiera sabido esa parte, él habría dicho algo. Hubo una pausa.

—¿Un alma? Abbot asintió. —Además de las implicaciones morales de ti tomando un alma, es por eso que es tan importante que nunca te rebajes a ti misma. Yo no estaba segura de si él estaba hablando de la cosa del sexo o de la parte de tomar un alma. Me lancé en la silla, adormecida. Oh, Dios mío, yo había tomado un alma, lo que significaba que tres de las cuatro cosas necesarias para que el encantamiento trabajara ya estaban puestas en marcha.

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Mi boca se secó.

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—El encantamiento requiere la sangre de Lilith muerta, y la pérdida de tu inocencia. No sólo el estado de tu... bueno, hemos establecido eso, pero tu inocencia también está ligada a tus habilidad demoníacas. Su pérdida es total si has tomado un alma.

—Creo que necesitamos tomarnos unos segundos —dijo Zayne, centrándose en su padre—. Layla nunca habría hecho nada de esto si no fuera por ese demonio. Ella es una guardián, pero es joven e… —¿Ingenua? —contraatacó Abbot, las manos vueltas puños—. Ella sabe bien que no debe permitir que un demonio la use. No está libre de culpa. —No tiene toda la culpa, tampoco —argumentó Zayne, y mientras yo quería señalar que no era ingenua, mantuve la boca cerrada—. Ella nunca ha... —No me miró, pero lo vi tragar—. Ella nunca ha tenido... Se me ocurrió entonces lo que estaba tratando de decir. —¿Nunca tuve a nadie prestándome atención antes? Zayne no respondió, pero yo sabía que era lo que estaba tratando de decir, y mi pecho se apretó dolorosamente. Maldita sea, eso era insultante, y no intencionalmente hiriente. — De todos modos, ella lo sabe muy bien. —Abbot dejó escapar un suspiro de disgusto—. Deberías haber venido a nosotros desde el comienzo. Miré hacia arriba.

— ¿Cómo lo supiste? —le pregunté en voz baja. Inclinó la cabeza hacia un lado. —Yo sabía que estabas haciendo algo en el momento en que llegaste a casa esa mañana con esa ropa. No sabía qué exactamente, pero sabía que era sólo cuestión de tiempo antes de que ocurriera esto —dijo—. Es por eso que te dejé ir a la casa de Stacey esta noche.

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Estábamos en un punto muerto. Los dos habíamos mentido. Ambos deberíamos haber acudido el uno al otro. Un conjunto completo de debimos, pudimos, tuvimos. El silencio se extendió, y yo no sabía qué más decir. Le había dicho a Abbot todo, bueno, casi todo, y él no me creyó. Mi convicción anterior de que yo podría convencerlo se volvió nada.

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—Tú debiste haberme dicho la verdad.

Maldita sea. Sabía que Abbot había cedido con demasiada facilidad en eso. —Si tú sabías que estaba planeando esto, entonces ¿por qué dejaste que esto pasara? —¿Dejar que pasara? —La risa de Abbot fue dura—. Teníamos la Llave Menor, y está a salvo ahora. Queríamos al demonio, también, pero lo encontraremos. Le eché un vistazo a Zayne. Parado estoicamente en la esquina, él podría tratar de defenderme, pero aún no me miraba. —¿Cuál es su nombre, Layla? —preguntó Abbot. Mi mirada se precipitó hacia él y tragué saliva. —¿Por qué? Tú no me crees. Pensarías que él está fuera para… —¡Él es un demonio! Él te utiliza, Layla, como un demonio lo haría. ¿No entiendes? Sólo un demonio y un Guardián trabajando juntos podrían recuperar la Llave Menor. Necesitaba un Guardián y tú estabas demasiado feliz de hacerlo. —El gran cuerpo de Abbot se estremeció con la siguiente respiración que tomó—. Había suficiente sangre en ti para que esto funcione. —Se eso —me hundí—. Pero él está… —No puedes ser así de ingenua, Layla. ¿Cómo sabes que él no estaba trabajando en contra de nosotros? ¿Que no era el demonio tratando de recuperar la llave? Tal vez necesitaba saber el conjuro y te utilizó para conseguirlo.

— Él te usó. Era sólo cuestión de tiempo antes de que te manipulara para tomar un alma y perder tu inocencia. —Tú no sabes eso. —Cerré los ojos—. Él tuvo... —Negué con la cabeza. Roth había tenido un montón de oportunidades para insistir sobre el tema del sexo. Diablos, mira lo que había ocurrido justo antes de que hubiéramos salido a conseguir la llave. Teniendo en cuenta cuan hermosa y sorprendente me había sentido, probablemente le habría dado luz verde para llegar hasta el final.

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Lo que no ayudaba era el hecho de que yo nunca había visto a este otro demonio. La única vez que incluso había visto a otro demonio de Nivel Superior había sido aquel breve vistazo mientras esperaba a que Morris me recogiera.

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Quería detener sus palabras, porque en el momento en que ellas golpeaban el aire entre nosotros, el daño estaba hecho.

—¿Él tuvo qué? —preguntó Abbot. —Nada. —Cuadré mis hombros. Había poder en saber el nombre de un demonio. Con algunas velas negras y malas intenciones, uno podría invocar a un demonio por su nombre. No había manera de que yo me arriesgara a eso—. Yo no voy a decirte su nombre. Eso fue como esperaba. Las voces se alzaron. Abbot parecía como que iba a estrangularme violentamente. Pero mantuve mi posición. No traicionaría a Roth aunque pareciera que estaba traicionando a los Guardianes. —No importa —dije, exhausta. Eran cerca de las 4:00 de la mañana y parecía no haber final a la vista para algo de esto—. Lo que importa es el demonio que quiere levantar los Lilin. ¿Qué vamos a hacer nosotros acerca de él? —¿Nosotros? —dijo burlón Abbot—. No hay un “nosotros” en nada de esto. Y no hay necesidad de preocuparse. Tenemos la Llave Menor, y mientras que tú eres demasiado increíblemente ingenua para creer que ya estabas con el demonio responsable, nosotros lo sabemos bien. Lo miré fijamente, estupefacta. —No es él. ¡Dios! ¿Por qué ninguno de ustedes me escucha? No es él, y el verdadero culpable ya podría saber lo que se necesitaba.

Zayne salió disparado hacia adelante, llegando a nuestro lado. —Padre, estás lastimándola. Lo estaba. Cuando su mirada se desvió hacia sus manos, sus cejas se juntaron, y entonces me soltó. Él retrocedió, tomando una respiración profunda. —No hace falta decir, que estás castigada.

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—Tú vas a decirme su nombre. Tal vez no esta noche, pero lo harás. —Agarrando mis muñecas, me sacó de la silla.

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Abbot negó con la cabeza mientras sus ojos se estrechaban.

Por alguna razón, en cierto modo quería reírme de eso. Menos mal que no lo hice, porque yo dudaba que Abbot encontraría el humor en el hecho de que me había castigado. —De por vida —agregó. Oh. Zayne envolvió su mano alrededor de la parte superior de mi brazo en un apretón mucho más suave. Tendría moretones en mis muñecas más tarde. —Llévala a su cuarto —dijo Abbot, enviándome una última mirada oscura—. Y ruega porque no cambie de opinión y haga uso de las celdas en la ciudad. Me estremecí. Tan enojado como estaba Abbot, esperaba que sólo fuera una amenaza vana. Entregada a Zayne, lo dejé que me llevara fuera de la habitación. En el pasillo, me atreví a darle un vistazo. Las cosas no se veían bien. —¿Él realmente me pondría en una de las celdas? Él no respondió hasta que estábamos a mitad de camino por las escaleras alfombradas de color burdeos.

—Zayne… —Sé lo que estás pensando —dijo él. Un músculo saltó en su mandíbula—. Que yo sabía sobre la maldita cosa de Lilith. No lo sabía. Si lo hubiera hecho, te habría dicho tan pronto como tú pudieras haber comprendido lo que significaba. Tropecé con mis pies, en parte por el alivio de que él no lo hubiera sabido. ¿Y la otra parte? Una oleada de culpabilidad se estrelló contra mí como una bala dirigiéndose directamente hacia el corazón. En ese momento, creía que Zayne me habría dicho si hubiera sabido. Él habría confiado en mí y me hubiera puesto por delante de su padre.

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No era muy tranquilizador. Aflojé mis pasos. Estaba cansada, pero yo no tenía muchas ganas de estar encerrada en mi habitación hasta que tuviera noventa.

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—No lo sé.

Yo no lo había puesto por delante de Roth. Zayne se detuvo por mi puerta. Cerró los ojos por un momento y luego se volvió hacia mí. —Parte de mí puede entender por qué no fuiste a mi padre, pero podrías haber venido a mí. Yo habría... —¿Tú habrías qué? —Mantuve mi voz baja—. ¿Me habrías creído? ¿O le habrías dicho a Abbot? Su pálida mirada se encontró con la mía. —No lo sé. Supongo que nunca lo sabremos. Apreté mis labios mientras el arrepentimiento aumentaba, amenazando con asfixiarme. Zayne en realidad nunca me había defraudado en el pasado. Sí, había intervenido cuando yo no lo quería, a veces, y había el asunto con Danika, pero nunca había hecho nada que me hiciera pensar que no podía confiar en él. Apretando mis ojos contra la quemadura de las lágrimas, tomé una respiración inestable. —Cometí un error, Zayne. La jodí tanto contigo. Lo siento.

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— Sí —dijo él, en una voz baja y ronca—. Sí, lo hiciste.

Traducido por Martin afab

Todas las comidas las sirvieron en mi habitación el domingo. Mi mochila fue recuperada de la casa de Stacey por Zayne. Mi teléfono fue confiscado, pero no antes de que pudiera eliminar a Roth de entre mis contactos. También mi portátil y mi televisor. Esperaba a que Nicolai eliminara mis libros, pero me habrá tenido piedad porque los dejó atrás. Traté de hablar con él, pero no estaba a la labor. Además de los breves momentos en los que él había estado allí, la única visitante que tenía era Danika cuando me traía la comida. Ella no hablaba conmigo, y me pregunté si le habrían ordenado no hacerlo. Abbot se presentó para otra ronda de "cuál es su nombre." Cuando no se lo dije, él cerró la puerta con tanta fuerza que las ventanas en mi habitación traquetearon.

—¿Abbot me va dejar ir a la escuela? —Aturdida, me quedé mirándolo. —Creo que él está examinando la opción de educarte en casa, pero por ahora figura que la escuela es suficiente castigo. Gracias a Dios que no les había dicho que Roth estaba allí. Saliendo de la cama, establecí un récord al ducharme y vestirme. La esperanza se despertó, y traté de mantener mi emoción al mínimo. Zayne no me habló de camino a la escuela, a excepción de un último comentario de despedida.

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—Prepárate para la escuela —dijo, mirando al suelo.

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No vi a Zayne de nuevo hasta la mañana del lunes. Llamó una vez antes de abrir la puerta. Así era como sabía que era él.

—Ni se te ocurra escabullirte de la escuela tampoco. Abbot va a estar controlándote durante todo el día. Se marchó antes de que pudiera decir una palabra. Suspirando, me di la vuelta y me apresuré hacia el edificio. Stacey estaba en mi casillero cuando llegué. —Está bien. Me tienes que contar todo. Empezando con por qué Zayne apareció para cogerte la mochila y por qué ayer nunca me llamaste. —Me atraparon. —Saqué mi libro de biología—. Y estoy castigada de por vida. —¿Cómo? —Se quedó sin aliento. —Uno de los Guardianes nos vio. —Cerré mi casillero, odiando que todavía estuviera diciendo otra mentira después de todo lo que había pasado a este fin de semana—. El resto es historia. —Qué injusto. Nunca haces nada malo y la única vez que lo haces, te pillan. —Ella negó con la cabeza—. Dios te odia. —Ni que lo digas. Enlazando su brazo con el mío, ella hizo un mohín.

Excepto que una vez que estuvo sentada en biología y sonó el último timbre, Roth no apareció. La ansiedad se deslizó sobre mí como una segunda piel, empeorando cuando el almuerzo llegó y todavía no había señales de Roth. —Espero que Abbot no lo haya matado y escondido su cuerpo —comentó Stacey—. Porque los Vigilantes pueden dar un poco de miedo, ya sabes. Mi apetito fue oficialmente sacrificado. —¿Qué pasó? —preguntó Sam, enderezándose las gafas.

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—Un poco, pero no pasó... no pasó nada. Nos pillaron con bastante rapidez. —Cambié de tema rápidamente, demasiado nerviosa para hablar de Roth cuando debería estar por verlo en un minuto más o menos.

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—Entonces pasa a las mejores cosas. ¿Al menos tuviste la oportunidad de pasar el rato con Roth un poco?

Cuando Stacey se lanzó a una rápida recapitulación de cómo había sido atrapada el fin de semana, yo seguía mirando las puertas dobles al frente de la cafetería. Con las palmas sudorosas y el estómago retorcido en nudos, esperé. Esperé a Roth, pero él nunca apareció.

A medida de que los días se convertían en semanas y no todavía no había ninguna señal de Roth y ningún cambio en casa, ya no estaba segura de qué creer. Las propias palabras de Roth volvieron a atormentarme una y otra vez. Soy un demonio. Todo lo que hago es mentir. ¿Podría haber estado mintiéndome desde el principio, usándome para conseguir la Llave así podría levantar al Lilin? ¿Era por eso que no lo había visto ni sabido nada de él? No, de ninguna manera. Roth no me había manipulado. No había manera de que todo hubiera sido una estratagema. No podía creerlo. O tal vez simplemente no podía dejarme a mí misma creerlo. Dolía demasiado como para siquiera considerarlo. Pero en los momentos oscuros, esas preguntas tomaban lo mejor de mí.

Los antojos golpeaban fuerte durante la noche. Probablemente tenían que ver con la ansiedad y el estrés de todo, pero mi puerta siempre estaba cerrada con llave. También el balcón, y las ventanas había sido cerradas con clavos desde el exterior, como si temieran que pudiera saltar por la ventana o algo así. Sin acceso a zumo o algo dulce, las noches apestaban. Extrañamente, la necesidad de antojar a mi lado demoníaco apenas había sido motivo de preocupación mientras Roth había estado alrededor. El anhelo siempre había

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Las cosas no se habían animado entre Zayne y yo. Aparte de cuando fui básicamente obligada a ser responsabilidad suya, él no estaba interesado en toda la idea de hablarme. Todavía estaba secuestrada en mi habitación, pero las pocas veces que se me permitía salir, él estaba con Danika o los demás Guardianes.

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Algunos días pensaba que olía ese único aroma, salvaje suyo. En los pasillos entre clases, o afuera mientras me dirigía al lugar donde estaba aparcado Zayne. Miraba por todas partes buscándolo, pero nunca lo vi. Nunca le oí tararear "Paradise City".

estado allí, pero había sido débil y fácilmente manejable. Como si su presencia ayudara a controlarlo. O tal vez era algo otra cosa. De verdad no lo sabía. Después de una noche particularmente agotadora cuando terminé paseándome hasta el agotamiento, Zayne rompió el silencio entre nosotros en el camino hacia la escuela por la mañana. —Te ves como una mierda. Me encogí de hombros, toqueteando una cadena de mis jeans. —Una larga noche. Él no dijo nada de inmediato, pero podía sentir sus ojos en mí cuando nos detuvimos en frente de la cara de grandes ladrillos de la escuela. —¿Has estado teniendo un montón de largas noches? —Cuando no respondí, él respiró profundamente—. ¿Qué tan malas, Layla? —No es nada. —Abrí la puerta y salí, entrecerrando los ojos ante el estridente brillo de la mañana del sol de noviembre—. Te veré más tarde. Sólo porque mi suerte era extraordinaria, la primera persona que encontré fue a Eva, con su cabello perfectamente peinado. Saber que ni siquiera me había tomado la molestia de lavar mi pelo esta mañana junto con el hecho de que su alma parecía más oscura, más rayas rojas que rosas, significaba que era la última persona a la que tenía que estar cerca.

Eva miró a su alrededor y luego chasqueó los dedos en mi cara. —¿En serio? ¿Estás aquí por alguna razón? Grueso y peligroso, el oscuro deseo creció desde lo más profundo. Me volví, contando mis respiraciones hasta que lo peor de él desapareció, y luego puse un pie delante del otro. El día iba arrastrándose, yo iba arrastrándome. Día ocho sin Roth.

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Mis pies estaban cementados al suelo. Todo lo que podía ver era su alma y la oscuridad. Un ardor subió hasta mi garganta y estómago, como si fuera ácido.

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—Fuera de mi camino, fenómeno.

Más tarde esa noche, cuando la necesidad me golpeó en mi sueño y me despertó, me apoyé de lado, manteniendo los ojos cerrados. Otra vez no. Por favor, otra vez no. Mi interior se apretó en nudos. El fuego comenzó en mi piel. Un escalofrío estalló. Abrí los ojos y parpadeé para contener las lágrimas. Saltar por la ventana estaba empezando a sonar mejor al empezar el día. Incorporándome, miré alrededor de la habitación. Mi mirada pasó sobre una forma extraña en mi escritorio y luego me moví. Fruncí el ceño, sin reconocer lo que sea que hubiera ahí. Lanzando la sábana, me levanté y me tropecé hacia el escritorio. Tan pronto como mis ojos reconocieron lo que era, me apreté la mano sobre la boca. Había una jarra de jugo de naranja yaciendo al lado de un vaso y un paquete de galletas sin abrir. Zayne había estado aquí mientras yo dormía. Era la única explicación.

Pero no estaba cerca.

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Él se había ido.

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No podía detener la lágrimas. Ellas corrían por mis mejillas, empapando el dobladillo de mi camisa. No sé por qué estaba llorando tan fuerte, pero era el tipo feo de sollozos. Tal vez era porque este pequeño gesto de amabilidad de Zayn al final decía que no me odiaba. No del todo. Y tal vez era más que eso. Algunas de las lágrimas eran por Abbot, el único padre que había conocido jamás. En este momento, estaba segura de que lamentaba haberme traído a casa ese día, hace muchos años. Tal vez algunas de esas lágrimas eran por Roth, porque cuanto más tiempo pasaba sin él, más peso era añadido a las palabras de Abbot. Si realmente había otro demonio por ahí con ganas de levantar los Lilin, ¿no estaría todavía Roth cerca, asegurándose de que yo no terminara colgando de una cruz al revés?

El martes se sentía como si un batería drogado hubiese tomado residencia en mi cabeza. Toda mi cara le dolía por el llanto. Casi no podía prestar atención a nada de lo que decía Stacey en biología. Por algún pequeño milagro, ella no había preguntado por Roth todavía hoy.

Stacey podía estar loca por los chicos, pero no era estúpida. Ella pensaba que era extraño que después de haber sido atrapada con él, él hubiese desaparecido. Apuesto a que ahora no creía que su comentario sobre los Guardianes matando a Roth era tan gracioso. No podía concentrarme en las notas en el retroproyector. En cambio, dibujé un Pie Grande en el margen en mi cuaderno. A mitad de la clase, capturé ese olor de nuevo, el olor de Roth, el dulce y salvaje sabor que me recordaba a sus besos. Apoyando mi lápiz, eché un vistazo alrededor de la clase. No había ningún Roth, pero el olor estaba todavía allí. Genial. Por encima de todo lo demás, estaba perdiendo oficialmente la cabeza. La Sra. Cleo pasó otra pantalla en el proyector y luego se encaminó de vuelta a su taburete. Terminé mirando sin ganas la pizarra hasta que la campana sonó. En el descanso de entre clases, me dirigí al cuarto de baño. No sé por qué me senté en el baño hasta que todos se fueron y la campana tardía sonó. Simplemente no podía sentarme en otra clase. Una vez que estaba segura de que el cuarto de baño estaba vacío, abrí la puerta del cubículo. Dejando caer mi mochila en el suelo, me agarré al borde del lavabo y me quedé mirando mis propios ojos muy abiertos en el espejo. Mechones de pelo rubio se curvaban alrededor de mis mejillas excesivamente pálidas, y pensé que parecía un poco desquiciado, de pie como un idiota.

Un jadeo de sorpresa quedó atrapado en mi garganta. Encaramado en la cima de la segunda puerta del baño había un cuervo, un cuervo muy grande y negro. Su pico amarillo tenía que ser la mitad del tamaño de mi mano. Mi escuela de alguna manera tenía una política de seguridad que apestaba, ya que no tenían muchos problemas, pero no podía imaginar a un cuervo tan grande entrando en el edificio... o cómo había sido capaz de abrir la puerta del baño.

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La puerta del baño se abrió mientras cogía varias toallas de papel marrón. Me di la vuelta, pero nadie estaba en frente de la puerta que se estaba cerrando con tranquilidad. Frunciendo el ceño por la sensación de déjà vu, mi mirada se apartó de la puerta y se fue a los cubículos del baño vacíos.

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Giré la llave, sumergiendo mis manos debajo de la corriente de agua fría. Me lavé la cara, con la esperanza de enfriar el fuego quemando a través de mí. Me ayudó un poco.

—¿Qué...? —Dio un paso atrás, golpeando el borde del lavabo. El cuervo graznó en voz alta, el sonido tan inquietante como fascinante. Lanzándose al aire, sus alas negras se extendieron mientras se deslizaba al espacio entre yo y el cubículo del baño. Mis ojos se abrieron cuando el cuervo revoloteó delante de mí por un segundo y luego... se extendió. Realmente, realmente extendiéndose. El vientre oscuro se alargó y las alas tomaron la forma de unos brazos. El pico se hundió y los dedos sustituyeron las garras afiladas. ¿Roth? Llena de esperanza, di un paso hacia adelante, listo para correr y abrazarlo. Me paré en seco cuando el hombre apareció, vestido con pantalones de cuero y una camiseta floja y fluida. Mezclados entre los hombros cubiertos de pelo negro habían plumas. Parpadeé lentamente. Así que no era Roth. El hombre sonrió. —Mi nombre es Caym. Yo gobierno a treinta demonios, leales al único infierno. —Oh, mierda —susurré. ¿Qué demonios pasaba con los demonios y el baño de chicas? Los ojos opacos de Caym estaban fijos en los míos.

Cogió un puñado de mi pelo, retorciendo las hebras alrededor de su grueso puño mientras tiraba. Un grito se construyó en mi garganta, potente y seguro para llamar la atención. Abrí la boca, dispuesto a dejarlo suelta cuando la mano de Caym estuviera alrededor de mi garganta, cortando el grito apagado. —No luches contra él —engatusó, soltándome el pelo—. Va a ser más fácil de esa manera.

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Reaccionando por instinto, lancé mi brazo, capturándolo por la garganta. El demonio hizo un sonido ahogado, pero no esperé a ver si le había hecho daño de verdad. Por enésima vez en mi vida, maldije mi incapacidad de organizarme mientras me precipitaba hacia la puerta.

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—No tengas miedo. Esto sólo va a doler por unos momentos. —Entonces se me acercó.

Arañé la mano alrededor de mi cuello, hundiendo las uñas profundamente en su piel cuando Caym me levantó hasta que mis pies colgaban en el aire. Agarré sus manos, tratando de apartarla mientras me atragantaba. ¡No hay aire! No podía respirar, no podía sacar los dedos de mi cuello. —Ahora —dijo, moviendo su mano libre a mi frente. Las campanas de advertencia se apagaron—. Sólo relájate y... Le pateé violentamente, alcanzando al demonio en el estómago lo suficientemente fuerte para sorprenderlo. Me soltó y caí hacia atrás. Mi cadera chocó contra el borde del lavabo y un lado de mi cabeza golpeó contra la cerámica. Un nuevo estallido de dolor al rojo vivo se disparó a través de mí, eliminando el poco aire que tenía en los pulmones. Golpeé el azulejo sucio del baño con fuerza. Jadeando en busca de aire, me apoyé en el codo y llegué con una mano el lado de mi cabeza palpitante aturdida. Mi mano apareció roja. ¿Roja? Me abrí paso entre el dolor y la confusión, luchando bajo el fregadero antes de que Caym pudiera agarrarme de nuevo. No era el mejor escondrijo, pero era todo el que tenía. —No deberías haber hecho eso —siseó, arrodillándose y agarrando mis agitadas piernas—. Ahora me has cabreado. —¿No estabas cabreado cuando intentaste estrangularme? —Agarré el metal debajo del fregadero.

—Caym, no esperaba encontrarte en el baño de chicas.

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Roth estaba en la puerta, sus ojos dorados moviéndose lentamente de mí al demonio.

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La puerta del baño se abrió antes de que Caym pudiera responder a eso, y capté de inmediato el olor familiar de un almizcle dulce. Mi corazón se tropezó. Esperanza, junto con algo mucho más poderoso, se levantó como una marea.

Traducido por Jessy

Casi no podía creer lo estaba viendo. —Momentos extremos requieren medidas extremas —respondió Caym con una sonrisa extraña mientras tironeaba mi pierna de nuevo y me empujaba otro centímetro fuera de debajo del lavadero. Lo aventé con mi pierna libre, alcanzándolo en la rodilla. Caym me dejo ir, se tambaleó hacia atrás y se enderezó. La ira estalló de él en oleadas de calor. —Eso no se ve como si estuviera funcionando —comentó Roth, con las cejas alzadas. Caym suspiró. —Ha sido uno de esos siglos, hermano. No puedo tomarme un maldito respiro.

—¿Qué? —demandó Caym—. ¡Sabes cuál es el riesgo! Ella debe ser tratada o todos nosotros moriremos si los Lilin resucitan. No puedes detenerme. Roth se encogió de hombros. —Pero no puedo. Sus cejas se fruncieron mientras lo miraba, y luego la comprensión apareció en su rostro. El aire a su alrededor comenzó a brillar, pero era demasiado tarde. Roth se

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—Puedo ver eso —su mirada bajo y espesas pestañas abanicaron sus mejillas. Una gran sonrisa tiro de sus labios, y cuando habló, su voz fue suave, pero profunda y poderosa—. Sabes que no puedo dejar que te la lleves.

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—Roth —dije, su nombre saliendo como un graznido. Él no apartó los ojos del otro demonio. Estaba demasiado ocupado charlando con él. Cualquier esperanza se había desinflado como un globo.

lanzó hacia adelante, y era tan condenadamente rápido. Sus manos estaban alrededor del cuello del otro demonio en segundos. Lo torció. El chasquido fue ensordecedor, tragándose el grito de Caym. Una espesa niebla negra explotó, picándome los ojos. Y apestaba, realmente apestaba. Me cubrí la boca, con arcadas mientras los vapores expelidos del demonio, o lo que quedaba del demonio, salían por la ventana en la parte trasera del baño. Fragmentos de vidrio traqueteaban en el suelo y luego las alarmas de incendio se encendieron, un chillido ensordecedor. El humo lleno el baño, volviendo todo negro. Fuera de la oscuridad, sentí cálidas manos tocar mis mejillas. Me eche hacia atrás de un tirón, incapaz de ver más allá del fuego en mis ojos. —Todo está bien. Soy yo —dijo Roth, deslizando sus manos hacia mis hombros—. ¿Estás bien? Tosí. —No puedo ver… nada. Roth se inclinó, recogiendo algo del suelo, y luego deslizo un brazo alrededor de mi cintura. —Estás sangrando. —Me golpeé en la cabeza.

—Sí, bueno, las cosas no iban demasiado bien aquí —lo deje guiarme fuera del pesado humo y hasta el pasillo. Respiré profundamente y absorbí el aire limpio, pero el humo se elevaba hacia el pasillo. Estaba teniendo problemas dándole sentido a las formas en frente de mí—. Roth, ¿dónde has estado? He estado muy preocupada. —He estado por ahí —fue todo lo que dijo. Los niños salían corriendo de las salas, medio histéricos. Pensé escuchar a alguien gritar “¡Bomba!” en el caos apenas controlado. Sentí a Roth soltarme y mis manos se extendieron a ciegas.

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—¿En el lavadero en el que estabas escondida?

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Me puso de pie.

—¿Roth…? No puedo ver. —Estoy aquí —Roth envolvió un brazo alrededor de mi cintura, medio llevándome por el pasillo. Tropecé junto a él, atónita por su repentina reaparición y todavía aturdida por mi encuentro con el demonio. El martilleo en mi cabeza estaba disminuyendo, pero el escozor en mis ojos hacia imposible ver. Su agarre se intensifico. —Espera. Casi estamos afuera. Una explosión de luz brillante me hizo hacer una mueca cuando las puertas dobles se abrieron. Los profesores llamaban, ordenándoles a los estudiantes cruzar la calle y quedarse en el parque. Aire frio acariciaba mis mejillas y calmaba un poco la quemadura. Roth me guio hacia la tierra. —¿Cómo te sientes? Todo a mi alrededor, podía escuchar chicos tosiendo, algunos llamando a sus padres y otros llorando. Supuse que estaba llevando mejor que ellos. —Me arden los ojos. ¿Cómo puedes ver todavía?

—Nah. Solo esperaba que pasara. Tu no. Sigue pestañeando —ordenó suavemente Roth, bajando mis manos y sosteniendo mi cintura en una mano—. Debería desaparecer en unos cuantos minutos si puedes mantener tus dedos fuera de ellos por tres segundos. Mis ojos todavía disolvían algo feroz. —Roth… —No quiero hablar sobre eso en este momento —dijo. Tragué saliva.

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—Vaya —murmuré, frotando las palmas de mis manos contra mis ojos—. Supongo que eres más inteligente que yo.

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—Cerré mis ojos.

—No te traicione. Lo juro. No tenía idea de que ellos iban a estar allí. Hubo una pausa. —Eres parte Guardián. No habría esperado menos de ti. La presión se cerró en mi pecho. —También soy parte demonio. —¿Qué? ¿Es esa parte de ti ahora tan importante como la parte Guardián? No respondí, porque no estaba segura. —¿Les dijiste mi nombre? —pregunto, con una voz sorprendentemente suave—. Al menos, ponme sobre aviso antes de que me sorprenda un hechizo de invocación. —No, no les dije tu nombre —manteniendo mi cabeza abajo para evitar el brillante resplandor del sol, respiré profundo y obligué al dolor a irse—. Ya lo sabrías si lo hubiera hecho. —Cierto —se movió para que pudiera sentirlo detrás de mí. Todavía sostenía mis muñecas, como si esperara que fuera a comenzar arañar mis ojos inmediatamente—. Es una lástima que te estés perdiendo esto. Todo el mundo se está volviendo loco. La policía y los bomberos están adentro. Deseé poder ver algo. —¿Alguien se ve herido? Stacey y Sam estaban ahí adentro.

Mi visión se estaba empezando a aclarar. Girando alrededor, miré a Roth, y en vez de ver una imagen borrosa, vi unos ojos color miel y pestañas negras. Me sorprendió entonces. Todas las veces que pensé que captaba su esencia no había sido mi imaginación. —Has estado aquí todo este tiempo. Roth no respondió.

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—Todos están bien. Te lo prometo. Era solo humo. No matará a nadie. Y también cogí tu mochila del baño. Esta justo al lado tuyo.

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Roth suspiró.

—Simplemente has sido invisible —mantuve mi voz baja—. Pero has estado aquí. Una pequeña sonrisa divertida levantó sus labios, y empecé a presionar en el tema, porque quería que lo admitiera, necesitaba que lo admitiera, pero sus dedos se deslizaron sobre mi mejilla. Su toque provocó un centenar de deliciosos cosquilleos que comenzaron en mi vientre y se extendieron. Nuestros ojos se encontraron, y de repente encontré difícil respirar o incluso recordar lo que estábamos hablando. Su mirada se alejó rápidamente de la mía y suspiró. —Aquí viene la caballería, cien años demasiado tarde. Perdida en Roth, no había sentido la presencia de otro Guardián hasta que estuvo justo encima de nosotros. —Déjala ir —llego la voz de Zayne. No hubo una oportunidad para que me sorprendiera a cerca de Zayne estando aquí, porque el agarre de Roth se intensifico. —¿O qué? —dijo él—. ¿Vas a volverte todo de piedrota conmigo y me obligarás a ponerme demonio sobre tu culo? ¿Dónde nos deja eso? Estoy seguro que los Alfas no apreciaran un enfrentamiento en frente de un montón de jóvenes impresionables. Zayne gruño bajo en su garganta. —Estoy dispuesto a arriesgarlo.

Se veía furioso y la emoción subió a un nivel superior cuando tuvo la imagen del huevo creciendo en mi cabeza. Roth nos miraba desde bajo la sombra de los árboles, sus labios se torcieron en una sonrisa mientras Zayne me alisaba el pelo hacia atrás y revisaba el nódulo bajo este. —Su cabeza va estar bien —dijo Roth—. El brazo que casi torciste es otra historia. El agarre de Zayne se relajó.

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Pero Roth soltó mis muñecas y fuertes manos agarraron mis brazos, arrastrándome de pie. Grité con sorpresa y un poco de dolor cuando sus dedos se hundieron profundamente. Capte el aroma de menta fresca justo antes de que Zayne me hiciera girar en sus brazos.

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—Estoy seguro de que lo estás.

—Cállate. Roth se puso de pie de manera fluida. —No creo que me guste tu tono. —Y a mí no me gusta tu cara —le regresó Zayne. —Mi cabeza…mi brazo está bien. Estoy bien. —Me meneé para liberarme, ignorando la ola de vértigo—. Mis ojos todavía arden un poco, pero ahora puedo ver. Zayne agarró mis hombros. —¿Por qué no podías ver? ¿Qué sucedió? —El azufre —respondió Roth, dando un paso más cerca y hablando en voz baja. No le tenía miedo a Zayne. En lo absoluto, y no sabía si debería estar orgullosa de él por eso o enojada—. Había un demonio dentro de la escuela. Y no, no yo. Él quería matarla, así que deberían mantener una mejor vigilancia sobre ella. Entonces no tendría que meterme. Zayne gruñó, dando un paso hacia él. La media sonrisa en el rostro de Roth se extendió cuando estuvieron cara a cara. Eran casi de la misma altura, pero Roth era unos centímetros más alto mientras que Zayne era más fornido. Mire alrededor, dándome cuenta que algunos chicos estaban empezando a mirar.

Roth se rió entre dientes. —Y él obviamente no puede mantenerte alejada de los problemas. Había una gran posibilidad de que Zayne fuera a sofocar de un golpe a Roth. —Voy a disfrutar arrancarte la garganta. —Sí, sí —Roth dio un paso atrás, con su mirada vagando hacia mí—. Necesitas protegerla o los espectros ni siquiera tendrán la posibilidad de arrancarte la garganta. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?

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—Contrario a la creencia popular, ustedes dos no son los enemigos aquí.

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La cantidad de testosterona que los dos estaban arrojando era ridícula. Me metí entre ellos.

Abrí la boca para decirles que no necesitaba que me protegieran, pero Roth había girado y desparecido en la multitud de estudiantes. Me quede mirando el lugar donde había estado hasta que Zayne me atrajo hacia él. Dejé salir un chillido ahogado. —Mierda. ¿Estás segura de que estás bien? —Sí —empujé su pecho para tomar algo de aire, pero no hubo movimiento de parte de él. Razonando que él solo podría aplastarme durante poco tiempo, deje caer mis brazos y esperé que me soltara. Cuando finalmente lo hizo, Zayne cogió mi bolsa del suelo y tomó mi mano. Un musculo palpitaba por su mandíbula mientras miraba fijamente al frente. —Te voy a llevar a casa. hijo de un hijo de un —Él no me lastimó, Zayne. No fue él —cuando no hubo respuesta, apreté su mano. —Zayne… —No importa en este momento —dijo—. Lo que importa, es que el bastardo tenía razón. No hemos estado manteniéndote a salvo. Y si él es el único que lo ha hecho, entonces hay algo fallando en ello.

Imagine que no podía escocer más de lo que mis ojos lo hacían. Incluso ahora seguían sensibles mientras localizaba los acortados movimientos de Abbot, en la cocina de donde estaba sentada en la terraza acristalada. Colocó el paño contra mi sien e hice una mueca. —Lo siento —susurró con una sonrisa comprensiva. Asintiendo, me mantuve quieta mientras ella limpiaba con el material sobre el nódulo. Las cosas podrían ser peores, considerando que Caym quería matarme. Zayne se mantuvo al lado, con los brazos cruzados.

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—Esto puede escocer un poco.

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Jasmine sostenía un paño que olía a antiséptico a un centímetro de mi rostro.

—Padre, va en contra de todo lo que se decir esto, pero debemos tomar en consideración lo que Layla no ha estado diciendo. Este demon.. —Lo sé —espetó Abbot. Intenté esconder mi sonrisa y fallé. Los ojos de Jasmine se estrecharon sobre mí. Cualquier satisfacción fue breve. —Ella no puede volver a esa escuela o ir a alguna parte sin un Guardián acompañándola hasta que lleguemos al fondo de esto —Abbot me encaró, frotándose la barba—. Y ni siquiera pienses discutir conmigo sobre esto. Me marchité bajo su mirada. —Pero ¿Qué dirás en la escuela? —Que tienes un resfriado o alguna otra enfermedad humana. Realmente, no importa. Tu trabajo escolar será enviado aquí mientras tanto —se dio vuelta hacia donde estaba Geoff—. ¿Has oído algo del jefe de policía? Geoff asintió. —Nadie sabe que paso realmente en la escuela. Están llenando un reporte que se trató de una broma que salió mal, una bomba de humo. Pero fue por los pelos. Si el demonio la hubiera sacado… —O si mi amigo no hubiera aparecido —lo dije solo por diversión.

—De todos modos —dijo secamente Geoff—. La exposición habría sido más allá de lo perjudicial. Jasmine me acarició el cabello hacia atrás y continuó dando toques en mi sien mientras miraba a la puerta. Danika entró, trayendo a Izzy, cuya cabecita se apoyaba en su hombro. —¿Drake? —preguntó Jasmine. —Sigue durmiendo —Danika levantó a Izzy un poco más alto—. Esta no dormirá a menos que la sostengan, y no quiero perderme esta conversación.

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—Incluso si por alguna extraña casualidad este demonio no está afuera para el levantamiento los Lilin, él no es y nunca será tu amigo.

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La mirada de Abbot se estrelló contra mí.

Tomó todo de mí no poner los ojos en blanco. Se movió para estar al lado de Zayne, y no pude evitar pensar que ya parecían una familia, especialmente con Izzy en los brazos de Danika. Como que deseé que hubiera humo negro de demonio en mis ojos otra vez. —Lo que no entiendo es como no hemos sido capaces de capturar a cualquier demonio de nivel superior —dijo ella, pasando una mano por los rizos de la niña. —Los demonios saben cómo esconderse —se quejó Abbot. —Tiene sentido —Zayne me miró y luego apartó la mirada rápidamente—. Todo el movimiento de Nivel Superior por la ciudad, quiero decir. Un demonio intentando el levantamiento de los Lilin está unido a atraer a otros de las masas. —Cierto, pero tonto de ellos. Están más seguros en el infierno, donde los Guardianes no pueden atraparlos —Geoff se sentó en una de las sillas y estiró sus largas piernas. Escuchar discutir esto seriamente era extraño para mí, pero intervine. —Quieren empezar el Apocalipsis. Abbot murmuró en voz baja. —Hija, el apocalipsis…

—Cuando un Lilin toma un alma, el humano se convierte en un fantasma. Ni el cielo ni el infierno consiguen al humano. Y es por eso que ni siquiera el Infierno quiere que los Lilin renazcan —había intentado explicar esto anteriormente, pero todos habían estado tan enojados conmigo que estaba segura que nadie había escuchado—. Pero algunos de los demonios quieren salir del infierno. Quieren poder llegar a la parte superior y no tener que seguir las reglas o preocuparse por los Guardianes. Ellos saben que si los Lilin renacen, los Alfas se meterán e irán detrás de cada demonio. No se van ir abajo sin una pelea. La humanidad se va enterar de los demonios. Habrá una guerra, que lo más probable es que mueva el apocalipsis antes de lo programado.

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Escabulléndome de su agarre, me puse de pie y me moví detrás de la silla de mimbre en la que había estado sentada.

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—No se supone que suceda ahora, o solo Dios sabe cuándo será. Sí, lo sé. Pero he aquí el asunto. Nadie se beneficia del renacimiento de los Lilin, ¿cierto? —ahora con todos las miradas en mí, me sentí expuesta sentada allí teniendo a Jasmine preocupándose sobre mi cabeza como si fuera una inválida.

Nadie hablo durante unos momentos. Luego Geoff rompió el silencio. —Es arriesgado, pero los demonios nunca se han preocupado por arriesgarse antes. Danika le pasó a la durmiente infante a Jasmine. —Algo así como un novio loco, ¿verdad? Si no puedo tener la Tierra, entonces nadie puede. Casi sonreí ante esa comparación. —¿Cuándo se puede completar el encantamiento? —preguntó Zayne. —No hay un tiempo establecido —Abbot recogió una hoja florecida de una de las plantas cercanas—. Solo puede ocurrir después de que Layla cumpla diecisiete. O al menos así es como ha sido traducido el texto. —No puedo quedarme encerrada para siempre. Me volveré loca. —No tienes otra opción —contestó Abbot. La irritación recubrió mi piel y espeté—: ¿Ahora me crees? —No sé qué creer a estas alturas —desprendió una hoja muerta y cerró el puño alrededor de ella—. Son todas solo teorías. Nada de esto está respaldado por evidencia o la verdad. Levanté las manos.

—Me gusta la idea —cruce los brazos para evitar golpear algo. —Esa es una buena idea, pero el problema es que hay hordas de demonios allá afuera —Geoff se pellizco el puente de la nariz—. Podríamos empezar convocándolos desde la Llave Menor, pero eso nos llevaría años. —El demonio… —Zayne respiró hondo—. ¿Tu amigo no sabe quién es el demonio?

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—Hay otra manera —dijo Zayne antes de que su padre pudiera dar rienda suelta a lo que, sin duda, era un azote verbal del tipo que nunca he visto antes—. Encontramos al demonio responsable y lo enviamos de vuelta al infierno.

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—Es la verdad. Es lo que he estado diciéndote desde el principio.

Sabía lo mucho que debió haberle costado a Zayne llamar a Roth mi amigo, y lo apreciaba. —No. Eso es algo que está tratando de averiguar, pero nadie está hablando. O hay un montón de demonios que apoyan esto, o están asustados de quien está detrás de ello. —Eso no es tranquilizador —dijo Danika. Las cejas de Zayne se arquearon en acuerdo. —Podríamos ver si hizo algún progreso desde… —¡Absolutamente no! —tronó su padre—. No vamos a trabajar con un demonio. —Padre… —No, Zayne —Abbot merodeó hasta la puerta y se detuvo. La ira moteaba sus mejillas—. Ese es un camino que no estoy dispuesto a seguir por ninguna razón. La historia ha demostrado que hacer eso termina en traición. Supe entonces que sin importar lo que Roth pudiera hacer, o cualquier demonio, para el caso, la opinión de Abbot nunca cambiaría. Estaba muy profundamente arraigada en él, hasta el punto del fanatismo ciego. Nada menos que un milagro cambiaría sus creencias. La mayoría de los Guardianes era así, especialmente los más viejos. Mi mirada cayó en Zayne. Él no estaba listo para dejarlo ir.

—No va a suceder —Geoff se levantó, colocando las manos en sus caderas—. Hemos visto de primera mano lo que hará confiar en un demonio. —Lo hemos hecho —Abbot me miró sobre su hombro, con una expresión indescifrable—. Después de todo, Elijah confió tontamente en un demonio una vez antes. —¿Qué? —me reí—. Elijah se mataría antes de confiar en un demonio.

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—¿Cómo si yo no supiera eso? —Abbot cruzó la habitación en un instante, parando en frente de su hijo—. ¿Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas? Ya hemos estado aquí antes, al borde de que el mundo caiga a pedazos. Esto no es nada nuevo. Y confiar en un demonio solo ayudara a esa destrucción.

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—La vida de Layla está en peligro. Así también la vida de miles, sino millones, de seres humanos.

Abbot me miró completamente. —Ahora lo haría, y tiene una buena razón para su precaución. Hace un poco más de diecisiete años cometió el error de confiar en uno, un demonio que afirmó que ella preferiría estar muerta que ser lo que era. Nadie más que Elijah conoce toda la historia, pero una cosa es cierta. Se acostó con ella, y al final, el demonio obtuvo lo que quería. Abrí la boca, luego la cerré. Un viento frío recorrió mi columna. Negaciones se formaron en la punta de mi lengua, pero ninguna palabra salió.

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—El demonio en el que él confió era Lilith —dijo Abbot—. Y porque Elijah confió en ella, él ayudo a crear lo único que podría destruir al mundo. A ti.

Traducido por Corazón de Tinta

Nunca había sido de la clase que se desmaya antes, pero casi besé el suelo después de que esa pequeña bomba cayó. Sacudida y totalmente perturbada, me senté de nuevo. —¿Elijah es su padre? — El tono de Zayne bordeaba el shock—. Tienes que estar bromeando. —No lo estoy. —Abbot tomó una respiración cansada—. No sabía que el demonio era Lilith hasta que encontramos a Layla en la casa de acogida años más tarde. Parpadeé lentamente, pero la habitación no iba a entrar en foco. —¿Él sabía que yo era su hija? —Así es. —Pero él... él me odia. —Me hundí en los cojines florales—. Él siempre me ha odiado.

—¿Su falta de juicio? —Abbot vino a mi lado, su voz baja—. Nunca pudo conciliar la parte tuya que era de él. La cabeza me daba vueltas. —¿No quiso matarme cuando me encontraste? Abbot miró hacia otro lado. Inhalé una respiración inestable.

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—Dios, debo de haberle recordado...

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En el momento en que las palabras salieron de mi boca, finalmente entendí por qué.

—Así fue. Guao. Yo ni siquiera... —Mis ojos buscaban el rostro de Abbot para una respuesta—. ¿Tú no le dejaste que me matara y sabías que era mi padre? Una vez más, Abbot no dijo nada. Fue Geoff quien dio un paso adelante. —La cicatriz que Elijah lleva no es de un demonio. Abbot lo detuvo esa noche y te llevó. Después de todo, llevas la sangre de un Guardián en ti. —Oh, Dios mío... —Negué con la cabeza—. Esto es... Demasiado. Todos los ojos estaban puestos en mí, una mezcla de sorpresa y compasión. Era demasiado, conocer todo esto y no tener un momento para realmente dejar que se hunda en mí sin público. Me levanté y me dirigí a ciegas alrededor de Abbot. Alguien dijo mi nombre, pero no me detuve hasta que estuve en mi dormitorio. Sentada en mi cama, me quedé mirando la mancha en la pared. Nada más parecía importar en ese momento. Elijah era mi padre, el Guardián que me aborrecía con el poder de mil soles, el mismo Guardián que me quería muerta. Probablemente él ordenó a Petr matarme. Oh, Dios mío... Las náuseas aumentaron considerablemente. Petr había sido mi medio hermano. Ese repugnante hijo de...

¿Cómo se tratan con algo como esto? Dudaba que hubiera habilidades de afrontamiento que no había aprendido todavía. No sabía lo que me enfermaba más. Que mi propio padre me quisiera matar o que me había tomado el alma de mi hermano.

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Acostada sobre mi lado, me acurruqué en una bola y apreté los ojos contra el incendio que no tenía nada que ver con lo que había sucedido en la escuela. Un temblor comenzó en mi pierna, trabajando su camino hasta mis dedos. Los presioné en mi pecho.

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Había tomado el alma de mi propio hermano.

Durante el próximo par de días, realmente no tuve una gran comprensión de todo lo que me había sido revelado. No podía comprenderlo. La única cosa que podía hacer era no pensar en ello. Eso no funcionó tan fácilmente. Era como tratar de no respirar. En los momentos más extraños, entraría todo en mi cabeza y no podía sacarlo. Mi propio padre me quería muerta. Ese conocimiento eclipsó todo, dejándome aturdida desde la columna. Una parte de mí podía entender el odio de Elijah por lo que le recordaba, pero todavía era su hija. Todos estos años que había construido esa fantasía que rodeaba a mi padre, convenciéndome de que a pesar de que yo era parte demonio, mi padre todavía me amaba. Que algo desafortunado le había pasado y había conseguido perderlo en la tragedia. Ahora ese sueño había volado en pedazos. Todo el asunto con Petr también pesaba sobre mí. El hecho de que era mi medio hermano no cambió mi opinión sobre el monstruo, pero me preguntaba si yo hubiera sabido quien era para mí, habría hecho lo mismo. No estaba segura.

No sé qué me pasó la noche del viernes. Estaba de pie delante de esa maldita casa de muñecas y la odiaba. Envolviendo mis dedos a lo largo de la última planta, jalé lo suficiente para desgarrar el piso directamente de la casa. No fue suficiente. La parte de atrás de mi cuello se estremecía cuando agarré el techo y lo arranqué. Sosteniéndolo, consideré brevemente balancearlo como un bate, sacando las paredes. —¿Qué estás haciendo? —Grité y di la vuelta. Zayne estaba en la puerta, con las cejas levantadas. Tenía el pelo mojado de la ducha. Me sonrojé. —Um, no estoy haciendo nada. —Miré el techo de juguete—. Bueno...

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Quería ser más fuerte que todo esto, pero nunca en mi vida había deseado tanto como lo hacía entonces que pudiera ser algo o alguien más.

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Zayne había colado mi ordenador portátil al día siguiente en que todo había pasado en la terraza acristalada. Supuse que todavía me encontraba encerrada, pero se sentía mal por mí. Después de enviar un correo electrónico rápido a Stacey haciéndole saber que estaba enferma, y no sabía cuándo podría volver a la escuela, perdí todo interés en internet.

Su mirada siguió la mía. —Si no querías la casa de juguete en tu dormitorio, hubiera podido llevarmela por ti. Suavemente, puse el techo en el suelo—. No lo sé. Inclinó la cabeza hacia un lado. Suspiré—. No sé lo que estoy haciendo. Zayne me miró fijamente durante lo que pareció una eternidad. —Bien. —¿Bien? —El hecho de que él había entrado cuando iba toda realmente loca sobre mi casa de juguete no parecía como una buena cosa. —Tengo algo para que te dediques. Se trata de un helado. Mis ojos se abrieron como platos. —¿Helado? Una pequeña sonrisa apareció. —Sí, pensé que podríamos ir a buscar un poco.

—Él está bien con ello siempre que todo el tiempo esté contigo. —¿Crees que va a estar bien?— le pregunté, demasiado temerosa de ser feliz de nuevo—. ¿Y si pasa algo? —Ningún demonio va a ir a por ti mientras estoy contigo. —La confianza en su voz borró cualquier inquietud. Zayne estaba en lo cierto. Sería suicidio si uno lo hacía—. Parece del tipo helado nocturno. ¿Estás dentro? —preguntó. Cuando se trataba de un helado, siempre estaba dentro.

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—Abbot nunca me lo permitiría.

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La emoción corrió a través de mí como una tormenta de verano. Era como el día de Navidad. Yo podía salir de la casa y participar del helado. Pero la alegría se desvaneció rápidamente.

Me encantaba montar en el Impala vintage de Zayne. El estruendo que hacía, el aspecto que tenía. En un mar de Mercedes y BMWs, nada destaca más que un Impala color rojo cereza de 1969. Dejaría que lo condujera una vez, en mi decimosexto cumpleaños. Conducir demostraba ser demasiado con todas las almas trémulas sirviendo como una épica distracción. Yo había chocado por detrás un carro patrulla. No me había metido detrás de un volante desde entonces. Nos detuvimos en una tienda de paso para recoger un paquete de Twizzlers. Vomité un poco en mi boca cuando Zayne los llevó a la heladería. —Eso es tan repugnante —murmuré. Él me dio una mirada inocente. —No lo descartes hasta que lo pruebes. —Nunca voy a mojar Twizzlers en el helado de chocolate.

Se sentía como un hogar. Observé a Zayne sumergir alegremente el palillo viscoso en su chocolate. Llamó mi atención y me hizo un guiño. —¿Segura que no quieres un poco? Hice una mueca. — No, gracias.

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Temperaturas agradables para noviembre habían llevado a la gente a la tienda en tropel. Verano indio como Zayne lo llamaba. Tuvimos la suerte de encontrar un pequeño stand para meternos. Esta tienda era uno de mis lugares favoritos para ir a la ciudad, un negocio que mamá-papá meterían en el medio de un moderno centro, y se sentía bien estar aquí. Las plantas estaban a cuadros blanco y negro, las cabinas y mesas eran de color rojo y las fotos de familia adornan las paredes. ¿No era adorable?

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Zayne me empujó juguetonamente y robó mi lugar en la fila. Lo empujé hacia atrás, pero él no se movió un centímetro. Las almas que nos rodean son diversos grados de colores pastel, suaves y, por suerte, poco interesantes para mí. Y no había demonios a la vista. Anotación. Zayne pidió un tazón de helado de chocolate y yo compré una banana split, la misma cosa que siempre pedía.

Ofreció los dulces para mí, un grueso pegote de goteante jarabe de chocolate salió del final. Se salpicó contra la mesa. —Es posible que quieras de esto. Tomé un bocado de mi banana Split en su lugar. Encogiéndose de hombros, Zayne se lo metió en la boca y suspiró. Lo estudié. —¿Crees que voy a estar en arresto domiciliario más o menos hasta que cumpla dieciocho años? —Me temo que sí —respondió—. Padre no está considerando otra cosa. — Eso es lo que me temía. Metió mi mano por un Twizzler que él no había tragado todavía. —Te voy a liberar tan a menudo como me sea posible. —Gracias. — Forcé una sonrisa. — Así que... ¿cómo van las cosas contigo y Danika? Su ceño se frunció mientras se concentraba en su tazón de helado como si contuviera las respuestas a la vida. —Bien. Ella es una gran chica... —Ella está volviéndose locamente caliente. Mataría por tener su cuerpo—. Miré mi comida.

— Tú eres... perfecta tal como eres. Puse los ojos en blanco. —¿Has estado viendo El Diario de Bridget Jones? Me observó unos segundos más y luego volvió a su postre. Había una rigidez en sus hombros que no había estado allí antes, como si de repente lleva un peso invisible. Como una idiota, no dejé de hablar.

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Los ojos de Zayne se movieron hacia arriba. Ellos parecían más brillantes que de costumbre.

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—Ahora que pienso en ello, ¿Cuántas calorías hay en esta cosa?

—Escuché por casualidad a Jasmine y Danika hablando. Dijo que ustedes dos no habían hablado de su futuro... juntos. Parecía que sus hombros se tensaban aún más. —No, no lo hemos hecho. Empujé una cereza alrededor. —Entonces, ¿sigues pensando en ir contra la corriente? Zayne se pasó una mano por la cabeza, entrecerrando los ojos. —Yo no lo veo de esa manera. Si yo voy a empa… si voy a casarme, quiero hacerlo a mi manera. —¿Y qué tiene Abbot que decir acerca de eso? — Le ofrecí la cereza, que él tomó—. ¿O es que estás atascado? Él se encogió de hombros mientras estudiaba el tallo de la cereza. —Sólo he estado evitándolo. — Pero no has estado evitando a Danika —señalé—. Te gusta. Entonces, ¿cuál es el trato?

Me lanzó una mirada de complicidad. —Te preguntaría cómo lo estas llevando, pero creo que la respuesta está en la casa de muñecas. Suspiré. —Estoy tratando de no pensar en ello. No está funcionando. Quiero decir... —¿Es materia pesada?

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— Oh. —Más o menos sabía dónde esto se dirigía.

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— No se trata de gustarme o no. —Se sentó en la cabina, con las manos rebotando sin descanso fuera de la mesa mientras miraba a las tinas de helado detrás del vidrio—. Ella es una gran chica. Me divierto con ella, pero realmente no quiero hablar de ella en este momento.

Di una sonrisa. —Sí, es bastante pesada. —Empuje una rodaja de banana alrededor, sacudí la cabeza. —Zayne, yo... —¿Qué? —preguntó después de unos segundos. Mirando hacia arriba, me encontré con su mirada antes de perder los nervios. —No he sido completamente honesta. —¿En serio? —dijo secamente—. Podrías haberme engañado. Me sonrojé. —Lo siento, Zayne. No porque me pillaron, sino porque sé que te duele y está mal. Debería haber confiado en ti. — Lo sé. — Su mano se posó en la mía y la apretó suavemente—. Yo estaba enojado, parte de mí todavía está enojado, pero es lo que es. Con la esperanza de que él todavía quisiera respirar el mismo aire que yo después de que él se enterara de lo que había hecho, eché mi mano hacia atrás y bajé mis ojos a mi helado ahora caldoso. Decidí acercarme a ello como arrancar un curita. —Tomé el alma de Petr.

—Layla, —dijo en voz baja. Agarró la mano que apretaba la cuchara y suavizó desenredó los dedos alrededor del mango—. Sé que lo hiciste para defenderte y no era algo que tuvieras la intención de hacer. —Pero la mirada en tu cara —le susurré.

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—Yo sé que lo adivinaste cuando llegué a casa y estuve enferma. —Mis dedos se retorcieron en torno a la cuchara—. Me estaba defendiendo. Él iba a matarme. Yo no quería. Dios, era lo último que quería hacer, pero él seguía llegando detrás de mí y yo no sabía qué otra cosa hacer. Le hizo algo, Zayne. No se convirtió en un fantasma, como lo haría un humano. Él se transformó, pero sus ojos eran de color rojo. Lo siento mucho. Por favor, no…

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Zayne se inclinó hacia delante, frunciendo el ceño como si no entendiera muy bien lo que había dicho, y luego se sentó de nuevo. Sus manos se deslizaron fuera de la mesa mientras su garganta se movió. El silencio cayó como una bomba.

Él sonrió, pero era tensa. —Me quedé muy sorprendido. Como has dicho, sospechaba algo, pero pensaba que probablemente habías probado su alma. No sé qué había pasado… completamente. La vergüenza era como tragar un cubo de clavos oxidados. Yo no podía dejar de sentir que, a pesar de que sabía que lo más probable es que estaría muerta si no me hubiera llevado su alma, y me dio un respiro hasta que Roth había aparecido. —Estás decepcionado, ¿no es así? — Oh, Layla, no tiene nada que ver con que esté decepcionado. Te defendiste, y me hubiera gustado que no lo hubieras necesitado. No por lo que eres. — Mantuvo la voz baja—. Sino porque sé cuán enferma te pone. Odio verte así. Odio verte de esa forma. Usando mi mano libre, limpié bajo mi ojo. Dios, estaba llorando. —¿Ves? Estás culpándote por lo que hiciste. Y odio que estés haciéndote eso a ti misma. —Pero dijiste que era mejor que eso. Él se estremeció. —Dios, desearía nunca haber dicho eso. Y ya sabes, la forma en que te miras a ti misma, en parte es culpa nuestra. Fruncí el ceño—. ¿Qué quieres decir?

Una carcajada se quedó atragantada cuando parpadeé más lágrimas. — Divertido. Su sonrisa era un poco más real. —¿Estás lista para salir de aquí?

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—Te enseñamos a odiar esa parte de ti. Tal vez esa no era lo que había que hacer. No estoy seguro de nada. No estoy seguro de nada. —Empujó sus dedos a través de su pelo—. Sé que no estoy decepcionado de ti. Yo no te odio. Nunca podría odiarte. Incluso si no ves el verdadero placer de Twizzlers bañadas en chocolate.

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Se sentó atrás, levantando sus manos.

Sollozando, asentí. Recogimos nuestra basura, y una vez fuera, Zayne pasó el brazo por encima de mis hombros mientras caminábamos hacia donde estaba aparcado. Era bueno estar así con él, tener una conexión de nuevo. Hizo maravillas, calentando ese frío lugar en el pecho. Zayne se aseguró de que estaba a buen recaudo en el lado del pasajero antes de que él se deslizara por la parte delantera del vehículo y entrara. Me hizo sonreír. Escuchando la música en el camino de regreso a casa, me reí cuando Zayne cantó junto a una canción pop en la radio. Él era un montón de cosas, pero cantante no era uno de ellos. Al llegar a la playa privada de la carretera principal hacia el complejo, él me miró. Algo extraño se reflejó en sus ojos, una cualidad que había visto antes, pero nunca había entendido lo que significaba hasta que... hasta que Roth había aparecido. Había una sensación de hinchazón en mi estómago cuando volvió su mirada de nuevo a la carretera. —¡Jesús! —gritó, golpeando el freno. Algo cayó sobre el capó de Impala de Zayne, rompiendo el parabrisas. Al principio pensé que un gorila se había escapado del zoo y salió de uno de los muchos árboles cercanos. Entonces vi los dientes serrados y olí el azufre. Grité, realmente grité. Era un Hellion.

El Hellion rugió. Era como tener un T- rex gritando en tu cara. —¡Zayne! —grité cuando sus garras delanteras gruesas brillaron a centímetros de mi cara. —¡Zayne!

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Enmarañado, pelo grueso cubriendo su cuerpo masivo. Los enormes cuernos de carnero eran lo que había hecho añicos el parabrisas. Pero yo tenía que estar viendo cosas. A los Hellions no se les permitía subir por razones obvias. Zayne estiró su brazo, presionándome la espalda contra el asiento mientras el Hellion trataba de llegar al interior del carro. Sus cuernos estaban quedando atrapados en el metal y parecía demasiado estúpido para darse cuenta de que sólo era necesario bajar su cabeza para pasar a través.

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Una gran peludo Hellion, apestoso que acababa de hacer algo de daño importante al precioso Impala de Zayne.

—Layla, necesito que me escuches. —Él se desabrochó el cinturón de seguridad con una sola mano—. Necesito que estés calmada. Las garras del Hellion rallaron el antebrazo de Zayne, extrayendo sangre. Zayne ni siquiera se inmutó. —Oh, Dios mío —dije en voz baja, mirando los riachuelos del goteo de sangre de su brazo sobre mi regazo—. Zayne, tu brazo. —Layla, vas a tener que hacer una carrera cuando yo te lo diga. ¿De acuerdo? —dijo con urgencia. Él alcanzó el botón en el cinturón de seguridad, soltándolo—. Cuando te diga que corras, corre y no mires hacia atrás y no intentes combatir. No puedes luchar contra esto. No quería dejarlo, no con esa cosa atacando. Los Hellions eran asesinos notorios. Podrían rasgar Guardianes miembro a miembro utilizando su fuerza bruta. —Pero puedo ayu… Otra amplia extensión de los dedos con garras casi me alcanzó. Zayne me atrajo hacia él y hacia abajo, presionando mi mejilla contra su muslo.

Se echó a reír, un sonido gutural. Sabía que debía haberme quedado quieta en el asiento, pero me incorporé cuando el Hellion saltó del carro. Pensé que Zayne dudaría, sabiendo que estaba cerca. Pero no lo hizo. Zayne se transformó. Las alas fueron las primeras en brotar, formando un arco en el cielo detrás de él y se desenrollarse poco a poco alrededor de su cuerpo.

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Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Asentí con la cabeza lo mejor que pude. La mano de Zayne deslizó sobre mi mejilla y por el pelo. Apreté los ojos mientras el Hellion aulló una vez más. Entonces Zayne estaba abriendo la puerta y estaba cayendo de su asiento. El carro se sacudió cuando el Hellion cambió de objetivo, al ver a Zayne fuera del carro.

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—Sigue agachada — ordenó—. Mantente atenta a mi comando. Conoces estos bosques. Llega a casa y consigue a mi padre. No te detengas. Eso es como me puedes ayudar.

Yo sólo podía ver un lado de su cara, pero eso solo era lo suficientemente dramático. Su piel se volvió de un color gris oscuro y su mandíbula se ensanchó como la nariz achatada. Dos cuernos crecieron, al igual que los cuernos del Hellion, pero los de Zayne eran negros como la noche y hermosos de un modo extraño. Ellos se cerraron detrás de la cabeza, un espectáculo feroz. Como para recordarme que todavía era Zayne, una brisa jugaba con su pelo rubio, que soplaba alrededor de sus cuernos. Aspiré el aire, un grito que no debería haber sido escuchado, pero Zayne volvió una fracción de una pulgada hacia mí. El dolor cruzó su rostro cuando nuestros ojos se encontraron por un segundo. Por el rabillo de mis ojos, vio el movimiento del Hellion. —¡Zayne! —grité, agarrando el salpicadero. Miró de nuevo a la Hellion, agarrando la mano carnosa antes de poder obtener un control sobre él. Todavía sosteniendo a la bestia, Zayne se echó hacia atrás y plantó su pie en la zona intermedia del Hellion. El Hellion voló varios metros hacia atrás, gruñendo. Se recogió de regreso y corrió hacia Zayne. Chocaron con suficiente fuerza para sacudir la tierra y el carro. Doblando las rodillas, Zayne se empujó en el aire, con lo que el Hellion fue hacia él. Desde la altura de los robles, Zayne se arqueó en el cielo y se disparó de nuevo hacia el suelo. Cayeron al suelo, su impacto devorando varios metros de la carretera. Zayne se paró, envolviendo un brazo musculoso alrededor del cuello de la bestia. —Ve —gritó con una voz que era suyo, pero no lo era—. ¡Corre! ¡Ve!

—Ve —Zayne ordenó—. Por favor. El Hellion se aferró al brazo de Zayne. Lo último que vi fue a Zayne lanzado por el aire. Con un grito atrapado en mi garganta, me di la vuelta y eché a correr . Traté de decirme a mí misma que no estaba huyendo y que iba a pedir ayuda, pero cada paso que me llevaba más lejos de Zayne sentía como un puñetazo en el pecho. ¿Que si queda gravemente herido? ¿Y si él moría?

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El Hellion luchó contra su agarre, chasqueó mandíbulas.

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Abrí la puerta, medio cayendo fuera de ella. Girando alrededor, vi a Zayne. Había algo obscuro… ¿sangre? escapando de su nariz, una zona irregular de la piel en la mejilla parecía de un gris más oscuro.

No podía permitirme pensar en eso. Corrí, a sabiendas de que lo mejor que podía hacer era advertir al clan. Las ramas se rompían en mi cara, tirado de mi ropa. Varias veces me tropecé con una piedra o una raíz, deteniéndome a mí misma con mis manos y luego empujándome hacia arriba. Era como una película de terror cursi, excepto que lo que estaba detrás de mí no era un tío muerto con una máscara de hockey. Yo realmente prefiero a ese tipo que al Hellion, con machetes, alto números de muertos y todo. Seguí adelante, la garganta apretada y los músculos ardiendo. Una parte de mí se dio cuenta de que debería haber tomado a Zayne en su oferta de correr con él. Estaba terriblemente fuera de forma. Viento caliente se levantaba, esparciendo las hojas caídas en el aire. Cayeron, un coro de rojos oscuros y marrones. Un chasquido rompió a través de la noche, seguido de otro y otro.

Y me di cuenta de que lo había visto brevemente antes. El día que había esperado a que Morris me recogiera, había sido el demonio que me miraba. — Mi nombre es Paimon. Soy un gran y poderoso rey, gobernante de doscientas legiones —dijo en un acento distintivo del Sur. Me encontré preguntándome cosas muy raras en ese momento. ¿Tenía el Infierno norte y sur? Debido a que este tipo era del sur. Se inclinó por la cintura, una parodia de elegancia—. Y tú eres Layla, hija del

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Se puso encima de mí, un segundo después, ocupando un espacio que había estado vacío. No había alma —nada— y yo sabía que era un demonio de nivel superior. Su pelo oscuro era un mohicano, las puntas de color rojo sangre. Se veía como si estuviera en sus veintitantos años y llevaba un traje a rayas, que, además del hecho de que parecía ridículo en la oscuridad del bosque, era algo salido de las películas de mafiosos antiguas. Incluso tenía una corbata y pañuelo a juego de satén rojo. Una breve carcajada histérica se me escapó.

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Sentí algo latiguear en el aire un segundo antes de que se envolviera alrededor de mi pierna, arrastrándome. Golpeé el codo en el suelo duro primero. Haciendo una mueca, rodé sobre mi espalda. Las raíces de los árboles gruesos subieron por mis dos piernas, apretando hasta que estuve segura de que romperían mishuesos a la mitad. Frenética, agarré el final de una raíz gruesa y comencé a desenrollarla con manos temblorosas. Me dio un tirón hacia adelante, golpeándome de espaldas. Pequeñas rocas se clavaron en mi espalda cuando me arrastraron por el suelo. Agitando los brazos, traté de agarrar algunos pequeños arbustos. Cuando finalmente llegué a un alto, el olor a azufre era sofocante.

Guardián Elijah y el demonio Lilith. Finalmente, después de tanto tiempo, estoy encantado de conocerte. Paimon. Lo reconocí por la Llave Menor, el que está en el camello/caballo. No me tomó ningún esfuerzo imaginar que estaba ahora cara a cara con el demonio que buscaba elevar a los Lilin. —Mierda. —Me sacudí, tratando desesperadamente de desenredar mis piernas. Levantó una mano y me cubrió de nuevo, mirando hacia el cielo despejado por la noche. —No vamos a hacer esto difícil, cariño. Tragué saliva en el aire, moviendo las manos sobre el suelo. Agarré una roca, apretándola hasta que los bordes ásperos mordieron mi palma. —Siento un poco de gracia, así que voy a darte una oportunidad que nunca he dado a nadie. Vienes conmigo sin ser demasiado un inconveniente —destelló un conjunto perfecto de blancos dientes—, y no voy a hacer una corona de los huesos de todo el mundo que amas. Te puedo prometer riquezas más allá de tu imaginación, la libertad de ser lo que quieras ser y una vida envidiada por todos. La roca se sentía pesada en mi mano y casi me rio de nuevo. —¿Quieres elevar a los Lilin?

—¿Y después de úsame para elevar a los Lilin, de verdad vas a dejarme vivir? —Tal vez —respondió. — Depende de lo feliz que me hagas. —Sí, te puedes ir al infierno. Paimon volvió la cabeza y luego me miró de nuevo. Su piel se desvaneció, dejando al descubierto un cráneo rojo y cuencas de los ojos llenos de llamas. Su boca abierta, larga y distorsionada. El aullido que vino de él volvió mi alma fría. Grité hasta que mi voz me dejó, incapaz de moverme más de una pulgadas hacia atrás.

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Miedo anudó mi estómago, pero obligué a tanta bravuconería en mi voz como fuera posible.

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—Ah, me alegro de que no tenga que explicar mi deseo. A pesar de que tenía todo este discurso planeado. —Él guiñó un ojo carmesí—. Siempre hay tiempo más tarde, cariño.

Entonces él era el hombre apuesto de nuevo, sonriendo. —Cariño, eres un medio para alcanzar un fin… fin que funciona de maravilla en mi favor—. Paimon se agachó a mi lado, inclinando la cabeza hacia un lado—. Ahora, puedes hacer esto fácil o muy, muy difícil. Tomé una respiración profunda, pero no era capaz de obtener suficiente aire en mis pulmones. Estaba preocupada por Zayne y sabía que si dejaba a Paimon capturarme, que nunca tendría la oportunidad de ayudarle. —Está bien. ¿Puedes… puedes quitar estas espeluznantes raíces de mis piernas? Otra breve sonrisa y Paimon agitó la mano. Las raíces temblaron, se marchitaron y se convirtieron en nada más que cenizas en cuestión de segundos. —Estoy tan contento de que… Levanté mi brazo alrededor con todas mis fuerzas, golpeando la roca en su sien. Su cabeza se fue en la otra dirección, pero un segundo después, me miraba y se reía. Riendo. Las llamas lamían la herida donde la sangre debía haber fluido. Paimon me agarró del brazo en un apretón. —Ahora, eso no fue muy amable, querida. — Me quedé mirando la cabeza en llamas. —Jesús.

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Abrí la boca, pero antes de que pudiera hacer un sonido, mi mundo se volvió oscuro.

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—No del todo. —Él me tiró a mis pies—. Da las buenas noches.

Traducido por rihano Las cosas se unieron de nuevo por sí mismas lentamente. La sensación abrió marcha, lo que fue la primera indicación de que algo estaba muy mal. Yo no podía mover los brazos o las piernas. Estaban atados al suelo frío, la cuerda apretada y cortando mis muñecas mientras me estiraba hacia adelante. Oh, mierda. El olor vino después. El aroma a moho era familiar, hurgando en mi cabeza, pero no podía extraer un recuerdo exacto. Cuando fui capaz de atisbar con mis ojos abiertos, estaba mirando hacia las vigas metálicas expuestas. Las velas no arrojaban mucha luz, pero en la danza parpadeante de sombras pude distinguir un aro de baloncesto sin tablero. Mi mirada cayó y siguió las marcas de rayones visibles hasta que desaparecían en una línea blanca dibujada con tiza, un círculo. Líneas rectas dibujadas, encontrando el círculo. Volví mi cabeza, haciendo una mueca por el dolor sordo en mis sienes. Más líneas en el otro lado de mí.

En las sombras, habían cosas en movimiento. Sus suaves parloteos y chillidos porcinos volvieron frías mis entrañas. Demonios torturadores. —Estás despierta. Bien. —Un profundo acento sureño salió de las sombras—. Vamos a poner este espectáculo en movimiento. Mi barbilla bajó bruscamente, a mis pies. Paimon se había quitado la chaqueta y desabrochado la camisa roja. Él llegó hasta el borde del círculo, se detuvo y miró hacia abajo. Dio un paso atrás, y mi sospecha se disparó. —¿No vas a venir aquí?- Le pregunté.

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Yo estaba en el viejo gimnasio en el nivel más bajo de mi escuela, atada en el medio de un pentagrama y ¿eso era un canto? Dios. Estirando el cuello, traté de ver más allá de las cientos de velas blancas siguiendo la circunferencia del círculo.

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Una estrella de cinco puntas ligeramente torcida. Oh, esto era malo.

Paimon echó la cabeza hacia atrás y soltó una risita. —Ese bonito, pequeño y desequilibrado pentagrama puede ser fácilmente convertido en una trampa para el diablo, y mis mocasines Hermès no van más allá de unos centímetros de esa tiza. Mis manos se cerraron en puños y pude sentir el anillo mordiendo en la piel. —Eso va a lograr que hacer este conjuro sea difícil, ¿no? — No, en absoluto, querida —dijo él, arrodillándose. Ese mohicano suyo tenía que ser por lo menos de sesenta centímetros de alto. — Para eso es que son los lacayos. ¡Oh, lacayo! A mi izquierda, otra forma se liberó de las sombras. Yo no lo había visto antes, pero su sonrisa era más allá de espeluznante. Tragué saliva mientras mis ojos se movían entre los dos demonios. Nadie iba a aparecer y salvar el día. Yo no sabía si Zayne había sobrevivido al Hellion. Roth, probablemente ni siquiera sabía que había sido llevada. Y a menos que pudiera soltarme de estas cuerdas, no iba a ser capaz de hacer mucho para defenderme. En ese momento yo sabía tres cosas. Estaba jodida. La humanidad estaba jodida. El universo entero estaba jodido. —Confieso que he estado decepcionado con Naberius. Él debería haber sido capaz de recuperarte sin mí pisándole los talones. Muéstrale cuan disgustado estaba. El lacayo saludó con la mano izquierda. Cuatro de sus dedos estaban desaparecidos. Sólo el del medio permanecía.

Como una pequeña herramienta obediente, Naberius pasó con cuidado sobre el círculo y se arrodilló. Mi corazón cayó. —Espera. —Naberius agarró mi mano con ese único dedo. El metal brilló en su otra mano—. ¡Espera, dije!

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—Dolorosamente —añadió Paimon con una sonrisa alegre. Él se levantó de manera fluida—. De todos modos, Naberius, derrama la sangre de Lilith. No tengo toda la noche.

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—Van a volver a crecer. Poco a poco.

Paimon suspiró. —¿Vas a rogar ahora? ¿Venir al lado oscuro? Ya tuviste tu oportunidad, querida. Cuando haya terminado, voy a matarte. Bueno, probablemente voy a tener un poco de diversión contigo primero, pero te voy a matar. El pánico arañó su camino hasta mi garganta, pero yo sabía que si cedía a esto, eso sería el final. Con el corazón golpeando, traté de tirar del brazo más cercano a Naberius, pero la cuerda no daba ninguna holgura. —¿Por qué? —¿Por qué? —Él imitó mi voz. —¿Por qué quieres hacer esto? —Mi boca estaba seca—. ¿De verdad quieres iniciar el Apocalipsis? ¿De verdad crees que esto va a funcionar? Paimon inclinó su cabeza hacia un lado. —¿El Apocalipsis?- Su risa era profunda e hizo eco a través del gimnasio. —Oh, querida, ¿eso es lo que piensan los Guardianes? —Eso es lo que piensa el infierno, también. —¿El Jefe piensa eso? Fabuloso. Mientras que el Apocalipsis suena como un buen momento, me podría importar menos eso. La sorpresa se disparó a través de mí.

— Yo… yo no lo entiendo. —Realmente no lo hacía. Sus labios, anchos y expresivos, se torcieron en una sonrisa. —Es bastante irónico que no lo hagas. Un poco triste, también.

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—Oh, ¿qué demonio no quiere salir del infierno? Tómame a mí, por ejemplo. He servido al Jefe durante más de dos mil años. Nada me gustaría más que decir au revoir a esa vida, pero yo no estoy aquí por lo que quiero. Estoy aquí por lo que necesito. Al igual que tú, otro medio para alcanzar un fin.

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—¿Tú... tú no quieres salir del infierno?

—¿Lo es? —Naberius estaba jugando con mi mano, tratando de girar el anillo—. Entonces ¿me lo explicas? Si voy a morir, me gustaría saber la verdadera razón detrás de esto. Paimon miró sobre su hombro y luego su mirada se deslizó de nuevo a mí. —¿Alguna vez has estado enamorada? —¿Qué? —No estaba esperando esa pregunta. —Dije, ¿alguna vez has estado enamorada? —Yo… —no sabía. Amaba a Zayne, pero no sabía qué clase de amor era ese, y Roth... Pensaba que podría estar enamorada de él, si se daba el tiempo. O tal vez ya lo estaba, de alguna forma—. Yo no sé. — Interesante,- respondió el demonio. — Cuando estás enamorado, te arriesgarías a cualquier cosa para asegurarte la felicidad de tu ser querido. Hasta el fin del mundo—. Se encogió de hombros—. Cuando estás separado del que tú amas, harías cualquier cosa para poder reencontrarte con esa persona. Cualquier cosa. ¿Qué? Te ves tan conmocionada. ¿Creías que los demonios no podían enamorarse? Podemos. Nuestro amor es un poco oscuro y retorcido. Amamos hasta la muerte. La mayoría no querría estar en el extremo receptor de nuestros afectos, pero sentimos lo que sentimos de todos modos. No tenía ni idea de que él estando enamorado tenía que ver con el levantamiento de los Lilin, a menos que pensara que su amante sería reencarnada en uno.

—¿Lilith? —chillé. —¿No puedes llamarla madre? Estoy seguro de que calentaría su frío corazón. — No. No, no puedo. Él paseó a lo largo del círculo de tiza. —Tu madre está siendo retenida en los pozos de fuego, exactamente a donde una trampa del diablo enviará a un demonio. Con el jefe en el Infierno, nadie se acerca a los

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—Puedo decirte que todavía no te has dado cuenta. Es tu madre, cariño. Es por eso que es irónico.

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Sus ojos rodaron.

pozos o sale. Y la única manera en que puedo sacarla es atraer a la parte superior al jefe. Apocalipsis ahora o después, el jefe se aventurará a la parte superior si los Lilin están ahí. Y un minuto con mi amada vale la pena el riesgo de una eternidad sin ella. —Lo que deja a los pozos sin protección —terminé. Cuando Paimon aplaudió su aprobación, me quedé de piedra. ¿Todo esto había sido para liberar a Lilith porque la amaba? Eso era tan retorcido y... — ¿Naberius? — ¡Espera!- El terror estaba empezando a superar al pánico, lo que era mucho peor. —¿Cómo sabes que el encantamiento funcionará? Ni siquiera tienes la Llave Menor. Paimon frunció el ceño. —Como si necesitara la Llave Menor. Tenía a Lilith, la ayudé a liberarse para que ella pudiera tenerte. —Tú la amas, ¿así que la ayudabas a entregarse a alguien más? —Es la única manera en que podemos realmente estar juntos. —Él se encogió de hombros—. Y estás lista. Puedo ver la mancha de tu alma.

Yo no sabía que pecado carnal estaba oliendo, pero no era ese. Empecé a señalárselo, porque eso significaba un tropiezo importante en sus planes. Mi estatus estaba intacto, y si él lo descubría, nada lo iba a detener de remediar el problema por sí mismo. Estaba jodida, pero la humanidad y la Tierra no lo estaban si lo dejaba creer esto. El encantamiento no funcionaría. Los Lilin no volverían a nacer y no liberaría a Lilith. El

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—Cuando me enteré de que el Jefe estaba enviando a Astaroth a la parte superior, estaba seguro de que era mi cumpleaños. Obviamente el Jefe pensó que yo necesitaba la Llave Menor y lo envió para ayudarme a conseguirla. —Arrojó su cabeza hacia atrás y se rió en voz alta—. ¿Puede haber algo más fácil para mí? Todo lo que necesitaba era tiempo para que Roth se metiera en tus pantalones. Y realmente era sólo cuestión de tiempo. Él es un demonio, después de todo. Puedo oler tu pecado carnal, Layla.

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No sabía lo que me sorprendía más: que el demonio podía ver mi alma, que yo tuviera un alma o que él pensara que esta estaba contaminada. Sólo lo miré fijamente mientras yo seguía torciendo la muñeca de mi mano izquierda, con la esperanza de liberarla.

entumecimiento se instaló en mis huesos mientras miraba fijamente al demonio. Muy probablemente iba a morir, pero había una perspectiva más amplia. Tal vez era la sangre de Guardián en mí, la que hizo mi destino más fácil de aceptar, porque no estaba lista para morir. Había tanto de la vida que no había experimentado. No era justo. O tal vez era la humanidad que había recogido de Stacey y Sam. Dejando caer mi cabeza hacia atrás contra el frío suelo, miré hacia las vigas oscuras. A mi lado, Naberius finalmente consiguió colocar en la forma correcta la parte enjoyada del anillo. Él trajo el borde romo del cuchillo abajo, rompiendo su superficie. Me mordí mientras el dolor explotaba a lo largo de mi mano y luego fresca y pegajosa humedad se derramó a través de mis dedos. En el momento en que el líquido goteó sobre el suelo en el interior del círculo, las velas parpadearon. El parloteo y el canto se detuvieron. —La sangre muerta de Lilith —dijo Paimon—. La sangre viva de la hija de Lilith. Un movimiento rápido de la mano de Naberius, y un ardor se deslizo sobre mi muñeca. El corte no era profundo en absoluto. Realmente sólo un pinchazo, mientras pequeñas gotas de sangre fluyeron. Un chorro fino corría abajo por mi brazo, empozándose en la parte carnosa de mi codo.

Paimon gritó algo en un lenguaje profundo y vulgar. El movimiento siguió, y me esforcé para ver detrás de mí. Las sombras se liberaron, y a medida que se acercaban a la luz de las velas, grité. No. No. No. Esto no podía estar sucediendo. Luché violentamente contra las cuerdas. Cuatro demonios Rack se acercaban, cada par llevando un cuerpo encorvado. Un par sostenía a Zayne y el otro llevaba a Roth. Ambos chicos parecían como si ellos hubieran jugado con su cara con una picadora de carne. Sus ropas estaban desgarradas. Sangre manchaba sus cuellos y pechos.

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¿Él no sabía que ya había pasado? Abrí los ojos mientras una nueva ansiedad irrumpió a través de mí.

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—Ahora —dijo Paimon—. Sólo hay el asunto de ti tomando un alma.

Paimon sonrió como un padre contento. —¿Te estás preguntando cómo conseguí que los demonios Racks aceptaran mi oferta? —No —le dije con voz ronca. —Piensa en todo el sufrimiento del que ellos serán capaces de alimentarse una vez que los Lilin convierta a la Tierra en una zona de juegos —dijo él de todos modos—. ¿Naberius? Parándose, el demonio salió del círculo, con cuidado de no interrumpir la tiza o las velas. En su mano, ese cuchillo... Las velas parpadearon de nuevo, y mi mirada se clavó en mi brazo. Una gota de mi sangre había golpeado el suelo y quemado a través de este como si fuera ácido. No había tiempo para preguntarse por qué. —Volvamos a mi pregunta sobre el amor —dijo Paimon, viniendo a pararse detrás de los demonios Racks que sostenían a Roth y Zayne—. ¿Los amas? ¿Qué pasa si yo quisiera que tú tomaras el alma del Guardián? Un zumbido bajo fue recogido por mis oídos cuando encontré la crueldad descarada en los ojos de Paimon.

Tiré de las cuerdas hasta que mi piel y músculos quemaban. —Déjalos irse. —Oh, planeo hacerlo. —Sonrió Paimon—.Si tú no tomas el alma del Guardián, entonces Naberius aquí con mucho gusto cortará la cabeza del príncipe heredero. —Y yo realmente, realmente quiero hacer eso —agregó Naberius. Un corazón palpitante se unió al zumbido en mis oídos. El horror se vertió en mí.

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—Yo no creí que estarías de acuerdo tan fácilmente. —Paimon observó a Naberius caminar rodeando a Roth. Su oscura cabeza inclinada y sus hombros apenas moviéndose. Ni siquiera hubo una reacción cuando Naberius deslizó el cuchillo debajo de la rígida barbilla de Roth—. Ellos lo atraparon viniendo al rescate del Guardián. ¿Qué terriblemente ridículo es eso? ¿Un demonio ayudando a un Guardián? Por otra parte, probablemente estaba viniendo a salvarte.

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—No.

—No. Tú no puedes… no puedes hacer esto. Paimon rio. —Puedo y lo haré. O tomas el alma del Guardián o yo mato a Roth. Ahora, sé cuan increíblemente ingenuas y estúpidos son las adolescentes. Pero de seguro que no vas a querer ver a tu primera vez conseguir ser decapitado, ¿verdad? Roth no era mi primero, nadie era mi primero, pero eso no quería decir que podía permitir que esto sucediera. Poderosa e impotente furia rodó a través de mí, estirando mi apretada piel. —Y no solo va a morir —continuó Paimon—. Oh, él lo va a sentir. —Moviéndose rápido como un rayo, él tomó un puñado de pelo de Roth y tiró de su cabeza hacia atrás—. ¿No será así, su Alteza? Un estremecimiento rodó por el cuerpo de Roth y sus ojos se abrieron. —Jódete —espetó. —Qué terriblemente aburrido. —Paimon soltó la cabeza de Roth, pero esta no cayó hacia atrás. Sus ojos se encontraron con los míos. Ellos estaban sorprendentemente alertas para alguien que parecía que estaba en tan mal estado. Paimon Miró a Zayne.

—¿Cuál es tu respuesta, Layla? Un bajo y horrible ruido sordo salió del pecho de Roth. —Layla... Mi mirada se volvió de nuevo hacia él. Sus ojos estaban dilatados, brillando intensamente. —No puedo.

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El terror formó nudos dolorosos en mi estómago. No podía tomar el alma de Zayne y verlo convertirse en el monstruo en el que Petr se había convertido. Y yo no podía dejar que ellos mataran a Roth.

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—Roth terminará en las fosas de fuego, lo que es peor que la muerte.

—No —gruñó él—. No lo hagas… —El cuchillo se movió, presionando contra su cuello hasta que sangre fresca brotó. —¡Alto! —grité. Mis manos trataron de apretarse en puños, pero no podía hacerlas moverse—. ¡Solo para! Paimon levantó una mano y Naberius retrocedió. —¿Sí? —¡Layla, no digas ni una palabra más! Tú… —El puño de Naberius silenció a Roth. —Yo no necesito tomar su alma —jadeé—. Ya he tomado un alma… un alma pura. Paimon me miró por un momento y luego soltó una carcajada. —Bueno, bueno. Este es un desarrollo interesante. —Sí. ¡Sí! Fue un Guardián. Tomé su alma. —Mi respiración estaba saliendo demasiado rápido y en un extraño patrón. Una inspiración. Dos expiraciones. —Ah. No vi venir eso. —Él parecía perplejo, y me pregunté si esa era la mancha que había percibido y confundido con toda la cosa de la actividad carnal. No importaba, sin embargo. Él tronó sus dedos.

Naberius agitó la daga de aspecto malvado, colocando el filo mortal en la garganta de Zayne. —Es uno muerto —el otro demonio terminó. —¡No! —grité, y mi espalda se arqueó. Los ojos inyectados en sangre de Zayne se abrieron en ranuras finas. Tiré mi cabeza hacia atrás y mi propio grito me ensordeció. Tantas imágenes parpadeaban a través de mi mente como un álbum de fotos, uniéndose y estrellándose

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—Bueno, ¿a pesar de todo lo que se dijo e hizo, ya sabes lo que dicen de los Guardianes? —La lenta sonrisa de Paimon se extendió por su cara—. El único bueno...

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Los demonios Rack soltaron a Zayne en el suelo y estaba allí, un bulto inmóvil de carne y hueso. Un segundo después, Naberius estaba detrás de él y había agarrado un puñado de pelo rubio y jalado la cabeza de Zayne hacia atrás, exponiendo su garganta.

gloriosamente en el momento del crudo dolor más grande que cualquiera que yo hubiera sabido. La rabia desbloqueó al demonio dentro de mí. Mientras me retorcía hacia adelante, las cuerdas alrededor de mis brazos se estiraron. El tejido desenredándose, dividiéndose en los extremos, y luego la cuerda se rompió. Mis piernas estaban liberadas después. Segundos más tarde, yo estaba de pie. El aire no pasaba a través de mi garganta. El fuego hizo, quemando mi interior y derramándose a través de mis venas. Estaba ardiendo de adentro hacia afuera. Los músculos apretados. Las manos curvadas en garras. Mi visión afilada y teñía al mundo en color rojo. Huesos rotos en un estallido de dolor y luego fusionados de nuevo juntos. La estática se aferró a la piel que sentía estirada demasiado delgada. Piezas de ropa desgarradas mientras mi cuerpo cambió, expandiéndose con músculos nudosos y crecidos. Mis zapatillas de deportes se separaron de par en par y cayeron a un lado. Hebras diminutas de pelo se levantaron alrededor de mi cabeza. El dolor explotó a lo largo de mi espalda, pero era del tipo bueno de dolor, del tipo que trajo alivio dulce mientras mis alas se desplegaban, formando un arco en el aire por encima de mí. Cuando levanté mis manos, la sorpresa revoloteó a través de mí. Mi piel era negra y gris, marmoleada en una mezcla cambiante de ambas especies. Una hermosa mezcla del Guardián y el demonio hace mucho tiempo enterrado muy dentro de mí.

En piloto automático, controlada por algo innato y vinculante, yo ni siquiera pensaba. Levantando la cabeza, desnudé mis dientes y siseé. Atrapé al primer demonio Rack por la garganta, clavando mis garras. Hubo un chasquido satisfactorio y lo dejé caer. Con el segundo demonio jugué, cogiéndolo por el cuello y levantándolo en el aire. El ronco chirrido porcino trajo una sonrisa colmilluda a mi cara. Girando alrededor, me lancé a través de la pared por encima de las gradas. Al pasar sobre las velas, extendí mis alas.

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Los demonios Racks que habían estado sosteniendo a Zayne se dispararon hacia mí justo cuando Roth se echaba hacia atrás, liberándose de los demonios que lo sujetaban.

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—¡Agárrala! —gritó Paimon.

Ensangrentado y golpeando como si no hubiera mañana, Roth me sonrió mientras soltaba a uno de los demonios Racks —Todavía eres caliente como un monstruo de piedra. —Su mirada cayó—. Tal vez aún más caliente. Maldita sea. —¡Vamos por ellos! —rugió Paimon—. ¡Mátenlos! ¡Hagan algo! Mi cabeza se volvió hacia donde él estaba parado al lado de Zayne. Lanzándome hacia el piso, aterricé frente al demonio. Balanceando mi brazo alrededor, lo golpeé de revés, lanzándolo al aire y haciéndolo girar. Me arrodillé junto a Zayne, cautelosamente haciéndolo rodar sobre su espalda. —¿Zayne? Sus ojos estaban abiertos, parpadeando furiosamente. —Estoy bien. El corte no es profundo en absoluto. —Envolvió su mano alrededor de la mía, su mano humana sobre la mía. El contraste era aún más sorprendente a causa de la reversión de nuestro papel. Su mirada recorrió mi brazo, donde las mangas de mi suéter se habían separado en las costuras. Sus labios se separaron conseguía un buen vistazo—. Tú eres... —Layla —gritó Roth.

— Estoy bien. —Zayne se puso en pie—. Puedo pelear. —Eso espero. —Roth levantó su brazo y Bambi salió de su piel, enrollándose en el suelo entre nosotros—. Porque si solo vas a sentarte ahí y sangrar, apestas. Entonces Roth cambió. Su piel se puso del color de la obsidiana, lisa y brillante. Era más grande que ambos Zayne, quien ahora estaba en modo completo de gárgola, y yo. El tono de piel era diferente y no estaba balanceando ningunos cuernos, pero el parecido entre nosotros seguía siendo misterioso. Los tres nos volvimos al unísono.

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Hellions.

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Torciéndome por la cintura, barrí al demonio Rack persiguiéndome. La cosa cayó, pero habían docenas, si no cientos, más. Todo el gimnasio estaba lleno de ellos. Y detrás de ellos, las criaturas más grandes y peludas rugieron.

Más allá de Paimon y Naberius, toda una horda de demonios esperaba. Ellos cargaron. Un desorden caótico de cuerpos, y no había tiempo para pensar como los cuerpos chocaban uno en el otro. Derribando a un demonio Rack, me salí fuera del camino de un Hellion, despejando el camino para Bambi, que saltó por el aire y hundió sus colmillos en el cuello de la bestia. La serpiente se enroscó alrededor del Hellion, apretando hasta que el Hellion arqueó su espalda y rugió. Humo negro se derramó de su boca abierta y luego el Hellion implosionó. Roth fue tras Paimon, mientras Zayne tenía un obvio asunto que arreglar con Naberius después de todo el incidente de acuchillando-la-garganta. Lo qué apestaba, porque me habría gustado realmente golpear a ese idiota en lugar de recoger a los demonios Rack. —Has sido un dolor en mi culo —dijo Roth, rodeando a Paimon—. El jefe va a tener mucha diversión empujando atizadores calientes donde el sol nunca te brilla. —Bueno, si no es más que el cachorro inofensivo de la familia. —Paimon hervía—. El Príncipe favorito y la pequeña mascota del Jefe. —No seas odioso. —Roth se bajó al suelo. Este se estremeció bajo su peso—. Solo estás celoso porque no se te ha concedido permiso para regresar a la parte superior desde la Inquisición. Siempre haces un lío de las cosas.

Las puertas del gimnasio se abrieron de golpe. Guardianes invadieron la habitación, irrumpiendo a través de los demonios Racks como si fueran nada más que papel.

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Roth rugió, cargando contra Paimon. Él encontró a Roth a mitad de camino, su colisión una explosión de llamas y luego oscuridad. Me puse de pie de nuevo cuando Paimon lanzó a Roth a través del aire y lo estrelló contra una fila de Hellions. Roth voló de regreso, llegando a las llamas y agarrando a Paimon. Roth se dio la vuelta, lanzando el Rey, a un grupo de demonios Racks.

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—Mientras tú eres un buen chico. —Paimon sacudió sus hombros. El material rasgándose. Oscuras y retorcidas alas sobresalían de su espalda. El fuego se extendió sobre la piel de Paimon hasta que no era más que una llama en un traje de Armani—. Voy a disfrutar rompiéndola. Quemándola de adentro hacia afuera. Vas a oír sus gritos desde las entrañas del infierno.

Reconocí a Abbot y Nicolai liderando el ataque. Se dirigieron directamente a donde Bambi tenía a un Hellion acorralado. El enorme monstruo se tambaleó hacia delante, agarrando a Bambi antes de que pudiera envolver su poderoso cuerpo alrededor de la bestia. Bambi estaba volando hacia las gradas, estrellándose a través de ellas. La preocupación por la serpiente se alimentó a través de mí, mientras yo pateaba a un Rack hacia el poste de baloncesto y me dirigía hacia adelante. —¿Layla? —La voz de Abbot sonó ruidosamente por la habitación. Me detuve y me volví hacia él. La sorpresa en su voz, reflejaba su expresión, hubiera sido divertido ningún otro momento. —Supongo que no soy una mula, no en realidad. Él podría haber respondido, pero había un montón de demonios por matar, y por primera vez en mi vida, me lancé a la batalla. La fuerza de un Guardián me recorrió, tan embriagador y potente como lo era la degustación de un alma. Las garras del demonio Rack ni siquiera quebraron mi piel. Yo era más fuerte y más rápida de lo que nunca podría haber imaginado.

—No. Le debo esto. Iba en contra de mis instintos, pero me mantuve atrás mientras Zayne pasaba por debajo del brazo de Paimon y lo agarraba desde atrás. Los tres se tambalearon hacia atrás. Me di cuenta de que ellos lo estaban arrastrando de regreso hacia la estrella de cinco puntas. —Padre —gritó Zayne, y Abbot giró. ¡Iban a atrapar a Paimon!

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No hubo tiempo para celebrar la victoria. Roth luchaba con Paimon, quien sin duda había visto sus sueños estrellarse y quemarse a estas alturas y estaba tratando de hacer un escape. Comencé a caminar hacia ellos, pero Zayne me detuvo.

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Me encontré con Zayne, agarrando a Naberius desde atrás. El demonio luchó salvajemente, pero yo lo sostuve en el lugar mientras Zayne se balanceaba, arrancando la cabeza del demonio.

A medida que los guardianes terminaban con el resto de los demonios, Zayne y Roth fijaron a Paimon en el pentagrama, sujetándolo boca abajo. Juntos, ataron a Paimon como yo había estado minutos antes. —Dile al jefe que le mando saludos —dijo Roth, forzando la rodilla en la espalda de Paimon mientras apretaba lo último de la cuerda—. Oh, espera. Tú no vas a estar hablando mucho. Más como gritando un montón. Roth se levantó y tanto él como Zayne se volvieron para salir de la trampa mientras Abbot se acercaba a la estrella de cinco puntas. Había terminado, me di cuenta. Finalmente todo estaba terminado. Mis ojos se movieron de Zayne a Roth. Ambos en sus verdaderas formas, que eran tan espantosas como eran extrañamente hermosas. En su forma de demonio, Roth me hizo un guiño. Mis labios se torcieron en una sonrisa. Dejé escapar un suspiro y fue como despojarse de una piel. Los músculos se aflojaron y encogieron. Unos segundos más tarde, era yo de nuevo, parada en la ropa destrozada, estirada y descalza. Y entonces todo se fue al infierno. Paimon dejó escapar un rugido inhumano y su cuerpo se contrajo. Las cuerdas estallaron y se soltaron. El demonio se levantó alto y agarró el objetivo más cercano, arrastrando a Zayne de nuevo hacia el círculo. Mi corazón se desplomó y un grito se quedó atascado en mi garganta.

Él horror se apoderó de mí. —¡No! Roth dio vuelta, y en una ráfaga de movimiento, agarró a Zayne y lo liberó del agarre de Paimon. Empujándolo fuera del círculo, Roth entonces envolvió sus brazos alrededor de Paimon. Una nueva comprensión se profundizó. No había manera de que Paimon sólo se sentara dócilmente y se quedara en la trampa.

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El hielo empapó mis venas. Cualquier cosa en la trampa del diablo estaría atrapada, hombre, guardián o demonio. Zayne iría a los pozos junto con Paimon.

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—Hazlo —gritó Zayne, abriendo mucho los ojos hacia su padre—. ¡Hazlo ahora!

Las cuerdas no lo sostendrían. Alguien tenía que hacerlo, y Roth acababa de hacer esa elección. ¡Sujétala! —gritó Roth, manteniendo a Paimon en la trampa—. ¡Zayne, hazlo! —¡No! ¡No! —corrí hacia adelante, los pies descalzos deslizándose a través de la sangre y mugre, mientras Abbot tiraba la sal negra hacia la trampa—. ¡Roth! ¡No! En ese pequeño instante de tiempo, sólo un parpadeo de un segundo, sus ojos dorados se encontraron con los míos. —Libre albedrío, ¿eh? Maldita sea. Es una perra. —Y luego sonrió, él sonrió, a mí, una verdadera sonrisa, revelando esos profundos hoyuelos. — Me perdí en el momento en que te encontré. Mi voz se quebró, y mi corazón... Los brazos de Zayne se envolvieron a mí alrededor y él se volvió, obligándome a arrodillarme. Sus alas extendidas y luego cubriéndome mientras su cuerpo se inclinaba, refugiándome. La luz roja brilló, tan brillante e intensa que me cegó desde debajo de Zayne. Un viento aullante rugió a través del gimnasio. Grité. Grité porque sabía que Roth no haría ningún sonido mientras las fosas de fuego le daban la bienvenida. Y no dejé de gritar. No cuando el olor a azufre me atragantó. No cuando el calor abrasador nos golpeó, causando que pequeños puntos de sudor rompieran a través de mi piel. No hasta que el viento, el calor y el olor a azufre se retiraron.

Me liberé, dando unos pocos pasos hacia el círculo quemado antes de que mis piernas cedieran. Caí a mis rodillas. El espacio donde Roth había estado parado con Paimon estaba quemado, el suelo carbonizado a través. Alguien me dijo algo. Tal vez Abbot o Nicolai. No importaba. No había nada que pudieran decir en este momento. Roth se había sacrificado por mí, por Zayne. Un demonio había elegido una eternidad de sufrir por alguien más. No podía soportarlo.

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—Lo siento —susurró Zayne, y luego aflojó su agarre.

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Luego hubo silencio.

Lágrimas bajaron por mis mejillas, mezclándose con la sangre y el hollín. Bajé la cabeza hasta que mi frente descansó contra el suelo y yo hice algo que no había hecho en mucho tiempo. Oré. Oré por Roth. Oré porque los Alfas dieran un paso. Que lo que él había hecho debería haberle ganado la intervención divina. Recé para que los ángeles descendieran a los infiernos y lo levantaran. Oré hasta que quise gritar de nuevo. Pero las oraciones de este tipo no eran contestadas. Algo frío y resbaladizo empujó mi mano, y yo lentamente levanté la cabeza. Parpadeé una vez y luego dos veces antes de creer lo que estaba viendo. —¿Bambi? La gran serpiente se enroscaba alrededor de mi brazo, levantando su cabeza hasta que la apoyó en mi hombro. Una fresca ola de lágrimas nubló mis ojos, pero no lo suficiente para impedirme que viera a un Guardián viniendo hacia nosotras con una mirada asesina en sus ojos, mientras ellos aterrizaban en Bambi. —Hazlo y va a ser la última cosa que hagas —le advertí con una voz que apenas reconocí.

Me perdí en el momento en que te encontré. Miré a ese lugar. Roth se había ido.

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Mi mirada giró de regreso al círculo. Cerca de la hoguera a la derecha, un pequeño agujero se había quemado a través del piso. Lo más probable es que fuera un retorno del infierno y nada como ese lugar carbonizado en el centro, en el que Astaroth, el Príncipe Heredero del Infierno, había mantenido una postura muy poco demoníaca.

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El Guardián se detuvo y luego dio marcha atrás. Nadie más se acercó a nosotras.

Traducido por Fanny (SOS) y soñadora (SOS)

Metiendo las tiras rubias de cabello en un moño desordenado sobre la nuca de mi cuello, tomé mi camiseta sin mangas. El material se sentía ingrávido en mis manos. Algunas veces, yo me sentía ingrávida. En unos días estaría de regreso en la escuela, recuperándome milagrosamente de mono, para deleite de Stacey y Sam. Las clases habían sido canceladas por tres días después de que una pequeña pieza del Infierno había visitado la escuela. Abbot y el comisario de la policía habían convencido a las autoridades de la escuela que habían frustrado un ataque terrorista doméstico.

Quizá nunca lo haga de nuevo, y Abbot no ha presionado el problema. Ya no era una mula, pero tampoco era como los otros Guardianes. En todo caso, ahora que sabía cómo lucía, me sentía más diferente que antes. También trataba de no pensar en Petr y mi padre, sabiendo que Elijah seguía suelto y probablemente planeando mi muerte. Nada de eso importaba justo ahora. Me ocuparía de él cuando llegara el día. Pero en este momento, habían cosas más importantes de las que ocuparme.

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No había cambiado desde esa noche no muy lejana.

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La población en general no tenía conocimiento de que los demonios caminaban entre ellos y del verdadero propósito de los Guardianes. La amenaza de los Lilin había terminado, más o menos. Al menos mientras no hubiera más demonios que estuvieran enamorados de Lilith o quisieran comenzar el fin del mundo. Las cosas estaban a punto de volver a la normalidad. Como si octubre y noviembre no hubieran pasado. Así que todo estaba bien, al menos para los Alfas y los Guardianes.

Mis ojos se movieron al espejo, y como cada día desde el enfrentamiento en el viejo gimnasio, estaba sorprendida. Probablemente pasarían años antes de que me acostumbrara a lo que veía. Me giré frente al espejo, extrañamente aliviada y confortada por lo que veían en mi reflejo. Mi nuevo e inesperado tatuaje servía como un agridulce recuerdo. Bajando la mirada, exhale una inestable respiración mientras las lágrimas picaban en mis ojos. Bambi se había fusionado con el único demonio que había quedado de pie. Yo. Ella era muy grande para mi cuerpo, pero estábamos tratando de trabajar en ello. Ahora mismo, la parte baja de su cuerpo estaba envuelta alrededor de mi torso, su grueso y brillante cuello ónix se estiraba entre mis pechos y bajaba sobre mi cuello. La cabeza en forma de diamante descansaba en la parte de atrás de mi hombro. De alguna manera los detalles aún me sorprendían. Cada escala perfectamente replicada; la línea más oscura corriendo por el centro de su cuerpo y el suave bajo vientre. Pasé mi dedo por mi estómago y su cola se retorció. El movimiento me sorprendió, incluso cosquilleó un poco. —Tienes que dejar de haces eso —le dije.

O cuando cambió sobre mi piel para poder ser visible cuando Zayne estaba cerca, justo como imaginé que Roth lo hubiese hecho si él… Poniéndome la blusa, reprimí el pensamiento, pero mi garganta ardió. Cerré mis ojos y tomé varias respiraciones, enfocándome de nuevo en Bambi. Ayer se había movido a un lado de mi rostro cuando Zayne había estado viendo una película conmigo, y no se había ido sin importar lo que hiciera. Zayne trató de ignorarla, pero todo lo que hizo fue provocar a Bambi a salir de mi piel y dejando su cabeza justo sobre su muslo.

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Solo esperaba que no fueran animales pequeños… o niños.

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Bambi movió la cabeza y me estremecí, el sentimiento dándome escalofríos. La serpiente compartía algo de la personalidad de Roth. En el corto tiempo que había estado conmigo, en verdad pensaba que Bambi encontraba nuevas maneras de atormentarme. Como en el medio de la noche cuando quería salir y cazar. Estaba asustada de enterarme de que iba a cazar.

Así que, sí, la serpiente era como Roth. Hubo un golpe en mi puerta, llamando mi atención—: ¿Sí? Zayne entró, su cabello jalado hacia atrás en una coleta. Lo espera hoy, y no solo porque había estado pasando mucho tiempo conmigo. Realmente no hablamos de lo que había pasado, o de lo que Roth había hecho por él, por nosotros. Pero sabía que lo molestaba no saber que decir. Yo tampoco lo sabía. Así que solo pasábamos mucho tiempo juntos desde entonces, y no habían suficientes palabras en este mundo que pudieran mostrar mi gratitud. La presencia de Zayne había hecho lo que Roth sabía que haría. Mantuvo los duros y oscuros bordes del dolor a raya. Nuestro vínculo desde la niñez era como un tampón, bloqueando la dura realidad de que había perdido una parte de mí antes de haber tenido la oportunidad de darme cuenta. —¿Estás seguro que quieres ir conmigo? —pregunté. —Sí. —Su mirada bajó al dobladillo de mi blusa—. Hombre, odio como esa cosa se mueve sobre todo tú… —¿Cuerpo? Un rosa pálido se apoderó de sus mejillas. —Sí, eso.

—No lo hace mejor —gruñó mientras recogió mi sudadera y me la pasaba. La tomé. —Creo que le gustas. —Me puse la sudadera y luego subí la cremallera del frente—. Creo que por eso te molesta. —Creo que lo hace porque me odia. —Se estiró y jaló las cuerdas para que quedara parejo—. La serpiente es… La cola de Bambi se deslizó hasta mi cintura, me jalé a un lado, riendo.

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—Oye, Bambi es una chica.

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Me reí suavemente.

Zayne bajo sus manos—. ¿Qué? —Bambi —jadeé—. Se está moviendo; me da cosquillas. Sus ojos se estrecharon mientras las comisuras de su boca bajaban. —Esa cara malvada no funciona. La provoca. —Sonreí cuando los ojos de Zayne se viraron, pero la sonrisa se desvaneció cuando pensé en lo que había que hacer—. ¿Estás listo? —¿Lo estás tú? —No —susurré y luego sacudí la cabeza—. Sí. Zayne esperó. —Está bien. Tomate el tiempo que necesites. Estoy aquí contigo. Justo como Roth sabía que estaría.

Miró arriba, me vio, y luego volvió a su pantalla. De acuerdo. Caminé a las escaleras, pero mi mirada fue al ascensor cercano, el portal al Infierno. —Sé en qué estás pensando. —Me giré. —Cayman. —El jefe infernal inclinó su cabeza en reconocimiento. —No hay manera de que puedas bajar y encontrar a Roth. —Abrí mi boca, pero el continuó—. Si no eres devorada por la primer docena de demonios que te encuentras

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Tomando una profunda respiración, abrí las puertas y entré al opulento lobby, mirando alrededor. Los demonios eran bastante escasos. Había un Fiend sentado en un sillón, tomando una taza de café mientras jugueteaba con su teléfono.

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Estacionamos a varias cuadras del departamento de Roth, y Zayne esperó en un pequeño parque a una cuadra. No pensé que los demonios fueran a emocionarse con la presencia de un Guardián aunque Zayne no intentaría nada hoy. No estaba segura de qué tan bienvenida seria con mi sangre guardiana, pero no iba a detenerme.

y realmente llegas al final, el Jefe no te dejará entrar. —Exhalando duramente, miré las puertas del elevador. —No soy tan estúpida como para probarlo. —No. No lo eres. Pero un momento de desesperación podría llevarte a tomar una decisión muy poco sabia. No es lo que Roth hubiese querido. Cerré mis ojos. —Odio que hables de él como si estuviese muerto. —¿No es así como piensas tú en él? La aguda pinchazón de agonía en mi pecho me dijo que sí. —Sólo quiero ir a su departamento. Eso es todo. Tenía estos gatitos… —Oh, ¿los tres pequeños monstruos? —preguntó—. Eran tatuajes. Mis ojos se abrieron. —¿Lo eran? Nunca los vi en él. Cayman pasó a mi lado y abrió la puerta de las escaleras. —Raramente los usaba. No sé si lo hizo esa noche. No había pensado en revisar su habitación.

En silencio fuimos al nivel de arriba, los músculos en mis piernas quemando para el momento en que llegó a la puerta de Roth. Cuando entré, Cayman se mantuvo afuera. No sé qué esperaba sentir al entrar aquí, pero nada podría haberme preparado para el doloroso vacío que se abrió en mi corazón ante el olor a musgo. Las cosas estaban del modo en que Roth las había dejado, supuse. Había un libro en su escritorio, boca abajo. Lo levanté y vi que eran las Historias de Poe. Sonriendo sombríamente, lo puse como lo había encontrado. No sé por qué, pero no quería desordenar sus cosas.

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Él hizo un gesto hacia las escaleras—. Después de ti.

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—¿Vas a dejarme?

Me senté en su cama y esperé que las bolas de pelos se materializaran y se unieran a cualquier piel expuesta, pero nunca lo hicieron. Y aún me senté allí, mi mirada pasando por las paredes, los libros, la televisión y todas las cosas que hacían a Roth real, lo hacía más que sólo otro Príncipe. Tragando duro, me arrodillé y levanté las colchas. Ningún gatito. Miré detrás del piano. Nada. Lo mismo en el baño. El armario estaba sorpresivamente vacío. Me pregunté donde Roth tenía su ropa. Miré en todos los rincones y puertas del loft. Los gatitos no estaban. Miré en el corredor más allá de la puerta. Cayman esperó. —Debe haberlos estado usando. Asentí. No sabía si debía ser un alivio o no. A menos no habían estado aquí para morir de hambre. De nuevo, no sabía que comían. Probablemente sangre. —Sólo necesito otro segundo —dije. Cayman sonrío sutilmente y me giré, abriendo la puerta al techo. Subí por las escaleras una última vez. El jardín floreció y el nudo en mi garganta se apretó. ¿Un demonio que hacía jardinería? Roth… Dios, Roth era puras sorpresas. Tomando las ramas y moviendo brotes, suspiré y llegué al borde del techo. El dolor dentro mío se sentía demasiado real, y realmente no podía imaginar que fuera a irse. La lógica me decía que un día se iría, pero…

Era mi cadena, la que Petr había roto. Pero los eslabones habían sido reparados, el metal limpiado hasta verse brillante y nuevo. Sabía que era mía porque nunca había visto una cadena tan compleja antes, como si hiciera juego con el anillo. De un modo, creo que lo hacía. Lágrimas se atraparon en mi garganta mientras lentamente me giraba. No podría haber… pero, ¿de dónde había salido el collar? —¿Roth? —Susurré, mi voz quebrándose en la mitad de su nombre—. ¿Estás aquí?

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—¿Roth? —No había nadie allí, pero su olor danzaba mientras mi mirada giraba al recibidor. Algo metálico llamó mi atención. Caminando a él, encontré una cadena plateada atrapada en la pequeña mesa a su lado. No había estado allí segundos antes. La levanté, la sorpresa atrapó mi aliento.

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El dulce, mohoso olor salía de ningún lugar, abrumadores olores de flores rodeándome. Mis vellos se pararon mientras un escalofrío de reconocimiento danzaba sobre mi piel. Giré, mi corazón golpeando contra mis costillas.

No sé qué esperaba. ¿Que apareciera de la nada, como normalmente lo hacía? No lo hizo. Miré el collar. No había estado allí. Una brisa cálida, más como un suave aliento de aire, acarició mi mejilla, causando que mi corazón saltara, y entonces… entonces el olor a moho se desvaneció, como si nunca hubiera estado. Cerrando mis dedos en la cadena, la presione contra mi pecho y cerré mis ojos. El dolor creció hasta que sentí que me hundiría abajo. Dios, por mucho que odiara llorar, respeté las lágrimas que se escaparon de mis firmemente cerrados párpados. Significaban algo. Significaban todo. Eran el único modo del que podía pagar a Roth por su sacrificio. Cayman aún esperaba en el pasillo cuando volví. —Cuidaré el jardín. Parpadeé lentamente—. Gracias. No hablamos mientras bajamos las escaleras y me acerqué a la puerta, mi corazón y pensamientos extremadamente pesados. No sabía lo que realmente significaba el collar, si simplemente no lo había visto al principio o si su olor simplemente fue producto de mi imaginación esperanzada. No estaba segura, pero la mano que sostenía el collar temblaba. —¿Layla? Me giré a Cayman—. ¿Sí?

Aguanté la respiración, demasiado al límite para dejar crecer esa pequeña esperanza. —¿Qué estás diciendo? —Con mi mano aun temblando, elevé el collar para que lo viera—. Encontré esto en el techo. No estaba la primera vez que subí, y luego estaba.”

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—Sabes, los demonios no mueren cuando van a los pozos. Roth hizo su trabajo, Layla. Vino aquí para evitar que se levantara los Lilin. Su mirada se enlazó con la mía—. Los pozos son solo entrada, pero el Jefe es de la vieja escuela, y Roth ha sido el Príncipe Favorito del Jefe de todos los tiempos.

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Él sonrió un poco. Más una mueca, pero creo que siendo un demonio eso contaba.

La sonrisa de Cayman se estiró un poco y luego se encogió de hombros mientras deslizaba sus manos a sus bolsillos. Se giró, yendo al lobby. A medio camino entre los sillones y sillas, miró sobre su hombro hacia mí y guiñó su ojo. Luego desapareció. Esperanza y escepticismo batallaban dentro de mí. Quería, necesitaba, creer que Roth no estaba en esos pozos. Que estaba bien, que fue él quien me dejó el collar. Hacía el enfrentarse a mañana un poco más fácil, pensar que quizás habría una posibilidad de verlo de nuevo. Un día. No sé cuánto estuve allí parada, pero finalmente me forcé a moverme. Zayne debía estar sintiendo picazón allí afuera. Saliendo del edificio, inhalé el aire fresco. Zayne esperaba donde lo había dejado, como dijo que haría. Sintiéndome, levantó su cabeza dorada. No sonrió. Diciendo o no lo que sospechaba de mis sentimientos por Roth y si estaba o no de acuerdo, aún sabia como me sentía. En el momento, sentí mi anillo. Vino fácilmente, la superficie rota buscando la luz. Sin la sangre de Lilith, el anillo se veía más como piedra normal. No había motivo para que lo conservara, pero no podía deshacerme. No aún. Cuando le di la cadena y el anillo a Zayne, parecía saber qué hacer con ellos. El lugar donde Bambi se había tatuado en mi brazo picaba como loco. Resistí la urgencia de rascarme mientras Zayne pasaba el anillo por la cadena.

Zayne movió sus dedos y yo me giré, forzándome a tomar otra respiración. Mientras atoraba la cadena detrás de mí cuello, mi mirada viajó al loft de Roth. Las ventanas estaban demasiado oscuras como para mirar dentro. No es que alguien fuera a estar allí, pero nunca podría decirlo. —¿Estás lista? —preguntó Zayne. El dolor en mi pecho se alivió un poco cuando miré los ojos azules de Zayne. Traté de sonreír para él, y creo que el pequeño esfuerzo lo alivió. Él sabía que no iba a acurrucarme a sollozar por haber perdido a Roth. Como sea, había momentos en que eso era lo único que quería hacer.

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—Creo que sí.

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—¿Tú… tú te ocupaste de lo que necesitabas hacer? —preguntó, moviendo un mechón de cabello rubio que había escapado de su coleta. Aclaré mi garganta, pero el nudo seguía allí.

Oculté el collar bajo mi sweater, palmeando donde descansaba entre mis pechos. Él me ofreció su mano. Y la tomé, enlazando mis dedos con los suyos. Caminamos por la calle en silencio. Mi corazón corría con cada paso que me alejaba de todo lo que me recordaba a Roth. No podía parar aunque quería girar y correr de vuelta a su departamento, acampar hasta… hasta que el para siempre pasara. Cada tanto, miraba sobre mi hombro, buscando una cabeza llena de cabello negro con una sonrisa que me excitaba y enojaba. Me enderecé al oír el tarareo de la canción “Paradise City.” De todas las caras llenando la calle, no vi la única que buscaba. Pero pensé en el collar y en el guiño de Cayman y me pregunté si algún día la encontraría de nuevo.

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¡Y lee una escena extra de Roth!

Cada toque tiene su precio. Layla Shaw está tratando de recoger los pedazos de su destrozada vida, no es tarea fácil para una muchacha de diecisiete años de edad, que está bastante segura de que las cosas no pueden empeorar. Su imposiblemente hermoso mejor amigo, Zayne, está para siempre fuera de los límites gracias a los misteriosos poderes de su beso roba-almas. El clan de los Guardianes que siempre la ha protegido de repente está manteniendo secretos peligrosos. Y apenas puede pensar en Roth, el sexy príncipe de los demonios perverso que la entendía en una forma que nadie más podía.

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Pero a veces tocar fondo es sólo el comienzo. Porque de repente los poderes de Layla comienzan a evolucionar, y le ofrecen un sabor tentador de lo que siempre ha sido prohibido. Entonces, cuando menos lo espera, Roth regresa, trayendo noticias que podría cambiar su mundo para siempre. Ella finalmente está consiguiendo lo que siempre quiso, pero con el infierno literalmente errante y el número de muertos acrecentándose, el precio puede ser más alto de lo que Layla está dispuesto a pagar ...

Jennifer L. Armentrout es una escritora estadounidense. Publica también bajo el seudónimo de J. Lynn. Vive en Virginia Occidental (EEUU). Todos los rumores que hayas podido escuchar de este estado son ciertos. Bueno, en su mayoría. Cuando no está trabajando duro en la escritura, pasa su tiempo leyendo, saliendo, viendo películas de zombis y haciendo como que que escribe. Vive con su marido, el perro de éste, llamado Diesel y Loki, su perrita Jack Russell.

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385

Su sueño de convertirse en escritora empezó en clases de álgebra, en la cual pasaba el tiempo escribiendo historias cortas… lo que explica sus pésimas notas en matemáticas. Jennifer escribe fantasía urbana y romántica para adultos y jóvenes.

Moderadoras Aяia ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

Recopilación, Revisión y Diseño ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

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SOS ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ Jo Fanny otravaga Soñadora

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Traductores otravaga MaryJane♥ Pandora Rosso Aяia carmen170796 Corazón de Tinta Jessy Fanny flochi martinafab liebemale rihano

387 Página

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