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Agradecimientos: A todas las personas invlucradas en este proyecto, moderadoras, traductoras, correctoras, diseñadoras, asi como a todos y cada uno de nuestros maravillosos lectores.

Moderadora: CyeLy DiviNNa

Traductoras: masi

CyeLy DiviNNa

andre27xl

†DaRk BASS†

Xhessii

Makilith Vivaldi

LizC

Mery Shaw

flochi

Susanauribe

rihano

loveliilara

Sofia G

alexiia☮♪

Correctoras: Marina012

LizC

KaThErIn

CyeLy DiviNNa

Loo!*

Marce Doyle*

Recopilación y Revisión: CyeLy DiviNNa

Diseño: CyeLy DiviNNa

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*ƸӜƷYosbeƸӜƷ* Abrilnya

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Indice: Sinopsis

Pág. 5

Capítulo 12

Pág. 123

Capítulo 1

Pág. 6

Capítulo 13

Pág. 141

Capítulo 2

Pág. 19

Capítulo 14

Pág. 163

Capítulo 3

Pág. 29

Capítulo 15

Pág. 170

Capítulo 4

Pág. 37

Capítulo 16

Pág. 176

Capítulo 5

Pág. 46

Capítulo 17

Pág. 186

Capítulo 6

Pág. 62

Capítulo 18

Pág. 193

Capítulo 7

Pág. 79

Capítulo 19

Pág. 203

Capítulo 8

Pág. 88

Capítulo 20

Pág. 216

Capítulo 9

Pág. 99

Capítulo 21

Pág. 229

Capítulo 10

Pág. 109

Capítulo 22

Pág. 236

Capítulo 11

Pág. 115

Sobre la Autora

Pág. 257

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Sinopsis: Ashlyn: Una solitaria princesa de Sociedad viviendo en Nueva York. Papá te contrató para ser mi guardaespaldas. Colin: Enemigo de la infancia, ahora su protector. Papi pensó que estaría segura. Él pensó que nunca caería enamorada. Él pensó que podría mantenerme para siempre. Charles: Obsesionado con mantenerla segura, mantenerla junto a él, él contrata a la única persona de la que él sabe ella nunca se enamoraría: Colin. Papi estaba equivocado. 5 Foro Purple Rose

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Capítulo 1 Traducido por andre27xl Corregido por CyeLy DiviNNa

L

o vi y mi corazón empezó a acelerarse. Su cabello oscuro brillaba en el grupo de gente en la intersección de la calle Lexington y la calle 89. Su cabeza estaba inclinada, mirando la calle. Tenía que ver su cara. Mira hacia arriba. Parpadeé dos veces, segura de estar viendo un loco sueño. Muchos chicos tenían el cabello oscuro. La luz cambió a verde. Quería darme la vuelta y caminar hacia otra dirección, pero no podía. Estaría en graves problemas si no estaba en casa dentro de diez minutos, y mi casa estaba a unos buenos doce minutos corriendo. Nunca lo había logrado a tiempo. El sudor se esparció por mi piel. Mi celular vibró en las profundidades de mi abrigo de Burberry. Stuart. Esperaba que no hubiera descubierto que no estaba en la casa de la ciudad. Me mataría cuando pasara la puerta. No saqué mi celular. Podría perderme el ver la cara del extraño. Empecé a cruzar la calle. También lo hizo la gente pasando al lado del extraño. Mira hacia arriba. Quiero ver tu cara. Sus grandes zancadas creídas y su confiada postura causaron que mi corazón se hundiera. Tenía que ser él. Siempre había caminado con una confianza que gritaba que él era el dueño del momento y de todos en él. Más cerca. Mi pulso saltó. A veinte metros. Mira hacia arriba. La curiosidad se enredó con un viejo miedo, una aparición flotando como hielo a través de mi sangre. Su cabeza se alzó. Sus ojos oscuros se concentraron en algo al frente, algo a mi izquierda. Mi corazón saltó hasta mi garganta y se quedó allí. Mira hacia otro lado antes de que te vea. Pero no podía. Como si no hubiera pasado el tiempo, su magnetismo agarró mi atención. Su mirada lobuna miró por los alrededores y se quedó prendada a mi mirada.

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Diez metros de distancia. Seis. La mirada en sus ojos se tornó a una de curiosidad. Intriga. ¿Te conozco? ¿Nos hemos encontrado antes? Preguntas cruzaron sus ojos marrones y su cara angular como el viento cambiando los tensos planos de una vela en busca de dirección. Levanté mi mirada, rehusándome a mirar hacia otro lado. Mis rodillas se sacudieron pero sostuve su mirada inquisidora y continué caminando. Tres metros. Murciélagos volaron por mi estómago. Un metro. Mientras pasamos uno al lado del otro, nuestros hombros se rozaron. Las esquinas de sus labios se levantaron en una sonrisa, como si no pudiera ubicarme, incluso aunque buscara mi rostro. Sus profundos hoyuelos aparecieron. La sonrisa de Colin. Miré hacia otro lado. Cerré mis ojos, tragué. Abrí mis ojos, y caminé hacia la curva, y continué por Park Avenue, la curiosidad corroyendo mis huesos. ¿Me había reconocido? Probablemente yo era solamente otra chica. Alguien a quién sonreírle, con quien coquetear. No podría acordarse. No nos habíamos visto en aproximadamente cinco años. Miré de vuelta sobre mi hombro. Mi corazón se congeló. Colin estaba parado en la esquina de Lexington, la gente pasando a su alrededor, mirando. Su sonrisa se había ido. Tragué el nudo en mi garganta, aparté mi mirada de la suya y comencé a medio trotar hacia mi casa. Había perdido dos, quizás tres minutos que no podía desperdiciar. El miedo cambió del encuentro con Colin a lo que me esperaba cuando llegara a la casa de la ciudad. En las profundidades de mi abrigo de lana, mi celular vibraba una y otra vez.

*****

Tecleé el código de seguridad en el panel al lado de nuestra puerta doble frontal, la respiración acelerándose con mi corazón. Tres minutos tarde. La luz verde brilló y el cerrojo se abrió. Empujé las puertas y entré a la casa. Sin hacer ruido, cerré la puerta, mirando hacia arriba por las escaleras curvas de mármol a mi izquierda, luego a través del pasillo arqueado frente a mí buscando algún signo de vida. Mamá estaba afuera con amigos. Papi estaba en la firma.

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Gavin o estaba en el supermercado o cocinando en la cocina en la parte de atrás de la casa. Aspiré. Ninguna esencia perfumaba el aire. Eso dejaba a Stuart. Cuando me había ido, había estado tomando su “siesta” de siempre, algo que hacía todos los días entre las tres y las cuatro de la tarde, mientras se suponía yo debía estar trabajando en la tarea. Por los quejidos y gruñidos que escuché venir de la parte de atrás de la puerta cerrada de su habitación, dudaba que estuviera durmiendo. El pensamiento incrustó un escalofrío abajo por mi espina dorsal. Busqué por el bolsillo de mi abrigo mi celular. Veinte mensajes de texto, de Stuart. Abrí un mensaje. Luego otro.

¿DÓNDE ESTÁS?????

SABES LO QUE SIGNIFICA ESTO.

¡LLÁMAME!!!!!

El sudor bañó mi piel. Probablemente había ido a mi habitación una vez que había descubierto que no estaba allí, mi habitación no tenía límites para él, quién sabe lo que habrá hecho adentro. Con las manos temblando, me quité mi bufanda, guantes y abrigo, envolviéndolos alrededor de mi brazo. Caminé sobre la punta de mis pies a través de la entrada de mármol, mi corazón golpeando contra mis costillas tan violentamente, estaba segura de que los ruidos sacarían a Stuart de su escondite. Ojos invisibles me traspasaron desde todas las direcciones. Estaba en algún lugar. Quizás podría lograr llegar a mi habitación antes de que me viera, cerraría la puerta y… —¿Estás loca? —Su aliento caliente silbó en mi oído. Me di la vuelta. La presencia de su imponente corpulencia me presionó contra la entrada del pasillo. Mi pulso se tambaleó. Sus ojos verdes me miraron. —¿Qué demonios piensas que estás haciendo escapando de esa manera sin mí? Conoces las reglas. —Su saliva se esparció por mi cara y parpadeé. La furia se

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emitía desde sus músculos, sus tendones se agrupaban como bolas de boliche listas para rodar y golpear fuera de su suéter azul y jeans. —No es seguro allá fuera. No es seguro aquí. —Sólo salí a caminar —farfullé, odiando que mi voz temblara. Se inclinó más cerca. —Nada de caminatas, Ashlyn. Nada de abrir esa puerta, respirar o sacudir tu maldita nariz sin mí. —Aléjate de mí. —Me moví hacia mi izquierda, hacia la seguridad y libertad de las escaleras. Su pesada mano se envolvió alrededor de mi brazo, manteniéndome en mi lugar. —¿Entendido? —gruñó. Me arranqué liberándome, no contesté. Le disparé una mirada de despedida y volé hacia arriba, con las lágrimas levantándose por mi garganta. Lo odiaba. Odiaba mi vida. Después de entrar a mi habitación, tiré la puerta. Las lágrimas corrieron libres. Mis hombros temblaron con un sollozo. Crucé la habitación, ignorando la tentación de disolverme en un charco emocional sobre mi cama y fui en su lugar a la ventana que daba hacia Park Avenue, dándome una vista de la calle abajo y los edificios de apartamentos. Mi secreta caminata de escape se había vuelto otro golpe humillante creado para mantenerme sobre mis rodillas tras ladrillos y morteros y vidrio. Protegida con seguridad. Abajo, la gente vestida de negro, gris y con abrigos simples caminaba libremente como nubes de tormenta pasando a través del cielo. Ningún guardaespaldas perro de caza los seguía, respirando tras sus cuellos, viéndolos moverse. Incluso Colin Brennen disfrutaba la libertad. Suspirando, me sequé las lágrimas. Qué injusto que un imbécil como él caminara por las calles haciendo lo que sea que quisiera mientras yo vivía bajo una lupa. La puerta se abrió. Me di la vuelta, con el corazón acelerándose. Con la distracción, había olvidado cerrarla. Stuart se apoyó en la jamba. —No está permitido que estés aquí —grité. —No he cruzado la línea. Pero tú lo hiciste, escabulléndote como un maldito perro fuera de su correa. No vuelvas a hacer eso otra vez o le diré a tu padre.

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—Adelante. —Mis huesos temblaron sólo con la idea. Pero sabía lo que quería Stuart, y nunca le diría a mi padre acerca de mi salida. Stuart quería demasiado este trabajo. Cruzó sus brazos sobre su pecho. —Si esta fuera la primera vez, consideraría darte un descanso. Pero no puede suceder de nuevo. Su fría mirada me asustó. Le dio la espalda a la habitación, cerrando la puerta. Dejé salir el aliento temblando. El sudor en mi piel empezó a enfriarse. Dos tormentas rugieron a través de mí, miedo y desesperación combinándose, ambos molestos por la liberación. Me di la vuelta, mirando por fuera de la ventana hacia la calmada ola de libertad abajo de mí, y me incliné para hacer un cambio. Por ahora, estaba en casa, en la casa de la ciudad con las mismas opciones familiares con las que había crecido: libre para hacer cualquier cosa que quisiera en la casa, leer, estudiar, tocar el piano y hablar con mi amiga Felicity. Me dirigí hacia la puerta de mi habitación, por el oscuro pasillo hacia la luz derramándose de la sala de música. En la esquina de la vacía sala de música estaba nuestro gran piano negro bebé. Caminé hasta él y me senté. Mis dedos bailaron sobre las teclas de marfil. Cerré mis ojos, la vigorosa melodía de la Séptima Sinfonía de Beethoven en G llenando la habitación, mi cabeza, y mis sentidos. El estrés estirando mi cuello y hombros gradualmente desapareció. Siempre lo hacía cuando tocaba. Cuando el desesperado agarre de mi padre se apretaba a mí alrededor, el piano tomó el golpeteo que sufría mientras buscaba la respuesta a mi más desesperada pregunta: ¿por qué? Nunca entendí lo que lo había llevado a protegerme de la forma en que lo hacía, y la pregunta me dejó incómoda, perdida en el oscuro bosque sin ninguna luz que me mostrara la forma de salir. El eco de los tacones de mi madre en el suelo de madera me alertó. El almuerzo del día se había terminado. Un segundo grupo de pisadas me indicó que Stuart estaba justo tras ella, y un destello de pánico corrió a través de mí. ¿Le había contado lo de esta tarde? No paré de tocar. Nunca me detenía hasta que una pieza estuviera terminada; todo el mundo entendía eso. Una de las pocas cosas que controlaba. Cuando terminé, me di la vuelta y los miré a ambos. —¿Cómo estuvo la fiesta? —pregunté.

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Mi madre sacudió una mano de despedida hacia Stuart, quien asintió hacia ella, luego procedió a dispararme una mirada cortante de advertencia. —Ashlyn, Sra. Adair —dejó la habitación y yo respiré profundamente. Plegando un abrigo de piel bajo su brazo, mi madre se sentó a mi lado en el banco del piano. Innumerables cuentas de esmeralda y piedras brillantes relucían como una lluvia de estrellas a través del cuerpo de su vestido de diseñador. —Un almuerzo aburridísimo, cariño. No te perdiste de nada —acarició un puñado de mi cabello que colgaba a un lado de mi cara—. Hubiera sido igual de afortunada quedándome en casa. Hubiera salvado mis oídos de escuchar a la Sra. Jacobsen balando sin final acerca de su hijo, Adam. Honestamente, ¿realmente pensó que me importaba? Debí haber bostezado, discretamente por supuesto, diez veces. ¿Eso la detuvo? Absolutamente no. Mis ojos se concentraron en el teclado, me mantuve quieta. —Lamento que no haya sido lo que esperabas. —Oh fue precisamente lo que esperaba, una sesión de fanfarronadas. —Mi madre se levantó, inclinándose brevemente para colocar un beso sobre mi cabeza—. Bueno, estoy completamente exhausta. Te veré en la cena, ¿uhm? La vi pasearse a través de la expansión de oscura madera pulida, el abrigo de piel arrastrándose tras ella. La frustración hincó sus dientes a través de mi alma. Me volví hacia el piano y toqué Beethoven. De nuevo. Como siempre, el día era de mi madre: envuelta en compras, excursiones para almorzar, viajes al spa mientras que mi libertad estaba cuidadosamente arreglada, momento a momento. Terminé la pieza, luego me puse a golpear abusivamente el rango de algunos acordes en el aire. Incluso con el abuso infligido, el piano estaría allí en la mañana, como siempre lo había estado desde que tenía ocho años. Siempre en el mismo lugar, justo como yo. Alerta, me levanté y crucé el gran piso de madera antes de abrirme camino hacia mi habitación. Me paré ante mi gran espejo para mi ritual habitual. Aunque casi tenía dieciocho, me veía demasiado joven para mi gusto. Mi madre repetidamente prometía que ser pequeña era lo que los hombres preferían, pero nunca supe si eso aplicaba a mí porque raramente veía hombres. Los únicos hombres en mi vida eran “acompañantes”. Así era como los habían llamado mis padres cuando era más joven. Mis guardaespaldas siempre eran hombres adultos que cargaban armas.

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Siempre me preguntaba por qué papi no llamaba a los guardaespaldas “guardaespaldas”. Supongo que esa elección de palabras hacía que el confinamiento fuera más fácil de vivir, para él. Me habían dicho una y otra vez que vivía como un personaje en un cuento de hadas. “La Bella Durmiente” Nada era más irónico. Mi vida consistía en nuestra casa de ciudad de cinco mil pies, mi piano, y mi música. No había Príncipe Azul, ni siquiera un perro o un gato u un sapo por compañía. Allí, frente al espejo me paré. Y allí, en el espejo me quedé. La preocupación de mi papi por mi seguridad empezó luego de que mi niñera, Melissa, me secuestró cuando tenía cinco años. Ella estaba enamorada de mi papi. No fue hasta años después cuando pasé horas buscando en Google el incidente que me enteré de lo que realmente había sucedido. Mi niñera no había estado para nada enamorada, se había vuelto una acosadora. Cuando papi la amenazó con despedirla, ella me agarró, y amenazó con matarme a menos de que papi “viera la luz” y dejara a mi madre por él. Papi nos mudó de nuestra hermosa casa en Carolina del Sur a la casa de ciudad en Nueva York después de eso. Mis padres hablaron en rápidos susurros que dejaron a mi madre llorando. Supe que la vida nunca sería la misma. Allí fue cuando Kent vino a vivir con nosotros. Ha habido numerosos “acompañantes” desde entonces. Cuando había preguntado acerca de eso, papi me dijo que yo era su princesa especial, que había gente mala en el mundo que podría herirme. Pero él nunca dejaría que eso sucediera, nunca. La promesa hizo que mi espina dorsal se estirara en todas las direcciones. ¿Por qué no había hecho nada acerca de Colin Brennen cuando era más joven? Me había herido muchas veces. Por supuesto, había estado demasiado aterrorizada como para contarle a mi madre o a papi o incluso a mis compañeros, acerca del fastidio brutal de Colin, con miedo de que Colin pudiera descubrir que me había quejado y hacer mi vida más miserable. Até mi largo cabello rubio en un nudo sobre mi cabeza y esparcí rubor sobre mis mejillas. Unos círculos se oscurecían bajo mis ojos azules. Antes de que pudiera detenerme, las lágrimas se deslizaron abajo por mis mejillas. El momento, la sensación, eran muy similares. Las pestañeé de vuelta, sequé los restos de mi cara y respiré profundamente. Había más lágrimas estos días, algo muy dentro de mí se estiró con una necesidad que no podría ser ignorada o suprimida por más tiempo.

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Quería cosas, ansiaba experiencias. Mi propio apartamento. Un trabajo al que pudiera entregar mi corazón. Libertad para ir y venir como quisiera. Algún día querría a un hombre. Todo eso y más. Me vestí para la cena con unos pantalones sueltos negros y una blusa blanca. No podía permitir que mis padres me controlaran por más tiempo, no importaba el costo. Tomé las escaleras abajo hacia el primer piso, frías por el mármol blanco y negro que se extendía por mis piernas, enfriándome a pesar de las sandalias diseñadas de terciopelo en mis pies. La majestuosa y curveada escalera desde el piso principal hasta arriba, llegaba a una habitación en un semicírculo con forma de cilindro donde mi madre colgaba su colección de tapices de alrededor del mundo. En el primer piso, colgaba un portarretrato de mí que mi madre había pedido el año pasado. Odiaba la pretenciosa presentación. En mi vestido negro, perlas y mi cabello peinado parecía que estuviera lista para el baile de graduación. Qué risa. Nunca iría al baile de graduación. Stuart estaba parado al frente jadeando ante el retrato. Esta no era la primera vez que lo veía babeando por la gran imagen. Se dio la vuelta cuando me escuchó bajando, y sus labios se deslizaron en una sonrisa. Aplaudió tras su espalda y sus ojos me revisaron de la cabeza a los pies. —Impresionante, como siempre —dijo Stuart. Mi estómago dio vueltas. Estuve a punto de pasarlo en mi camino hacia el comedor cuando se atravesó frente a mí. Me detuve. Su cara inclinada hacia mí. —Tu escapada es nuestro pequeño secreto. —Su mirada como un halcón viajó sobre mi cara, cuello y más abajo, disparando miedo caliente por mi piel. Sin contestar, le di la vuelta y abrí las puertas francesas hacia el comedor. Mi madre estaba sentada en su lugar de siempre al pie de la mesa de oscura caoba, papi en la cabecera. Ambos miraron hacia arriba cuando la puerta se balanceó abierta. —Aquí está. —Papi dejó a un lado los papeles que estaba leyendo y me miró. Estaba utilizando un traje de diseñador oscuro como el carbón. Tenía docenas hechos para él, hechos a la medida para demostrar otra de sus obsesiones: su inmaculado cuerpo. Tan frustrada como estuviera por mis circunstancias, sus ojos color azul cielo derritieron mi corazón. La adoración me golpeó. En el momento en que él y yo estábamos en la misma habitación juntos, el humor estaba como si nada ni nadie fuera más importante que yo.

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Papi se levantó, una de sus manos levantadas. Caminé hasta él y le di un abrazo, su familiar y fuerte colonia; la sensación de su liso traje de firma, frío e inflexible contra mi cuerpo. —¿Cómo está mi chica? —Me estudió, su mirada dura de abogado buscando cualquier cosa fuera de la alineación perfecta de mi vida. —Estoy bien. ¿Cómo estás tú? Dio un paso hacia la silla a su derecha y la sacó para mí. Me senté. —Largo día. Me alegra estar en casa. —Eso es lo que mi madre dijo —deshice mi intrincadamente doblada servilleta de tela del lado izquierdo de mi lugar la coloqué y esparcí sobre mi regazo. Mi madre miró por encima de su BlackBerry. —Agatha no me dejará en paz con respecto a Adam. Insiste en que se lo presentemos a Ashlyn. Está por los treinta años. Y calvo. Había fotos del hombre en revistas de sociedad que mi madre ocasionalmente compartía conmigo. La descifrante mirada de papi me revisaba. ¿Veía que estaba molesta con Stuart? ¿Qué había desobedecido, escapándome para una caminata esta tarde? Comí mi ensalada de salmón con mi mirada baja. —La diferencia de edad no me molesta tanto como su pasado. —Mi madre continuó parloteando—. Tiene treinta y algo y está soltero por una razón, en su caso, infinitas razones, todas ellas por un hambre grande y esbelta por el dinero. —No es lo suficientemente bueno para Ashlyn. —El duro tono de papi aterrizó como su voluntad: vestida de hierro y definitiva, sobre la habitación. —Sólo tengo diecisiete —dije. Aunque tendría dieciocho en unos meses, emparejarme con alguien de treinta y tantos era ridículo. ¿Y arreglar mi matrimonio? No hay manera en que fuera a dejarlos hacer eso. El silenció siguió. Mi estómago se encogió. Habíamos tenido esta conversación antes, con mi madre y mi padre organizando todo desde a dónde iría a la universidad (algún lugar cerca para que así pudieran mantenerme vigilada) hasta adónde iba a hacer las compras, siempre con mi madre o Stuart, generalmente con ambos. Dejé a un lado mi servilleta y aclaré mi garganta. —Creo que Stuart necesita ser despedido.

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El tenedor de mi madre se congeló en medio camino hacia sus labios. La firme mandíbula de papi se detuvo a medio masticar. Ambos me miraron. Tragué—. Ha estado por tres años aquí. Se ha vuelto demasiado confiado a mí alrededor. La mandíbula de papi rotó una sola vez. Tragó, se movió y sus ojos azules se congelaron. —Define demasiado confiado. —Él… —Miedo y alivio se apresuraron a través de mí al mismo tiempo. Condenar a Stuart era el primer paso hacia mi libertad. Estaba segura. —Él… me tocó hoy. Mi madre jadeó. Los ojos de mi padre se volvieron saltones. —No de esa manera —aclaré—. Agarró mi brazo… porque estaba molesto conmigo. El fuego se esparció por el semblante de mi padre, enrojeciendo su blanca piel. Por un momento, deseé no haber dicho nada, con miedo de que explotara como hacía algunas veces cuando alguno de sus empleados lo decepcionaba. —¿Por qué se molestaría Stuart contigo? —susurró mi madre, sus cejas color castaño rojizo dibujándose estiradas sobre sus ojos verdes. No podían descubrir que había salido por una caminata, no sólo Stuart sería despedido, sino que la tumba en la que vivía se haría más profunda. —Creo… que está enamorado de mí. La mano de mi madre fue hasta sus labios. Se apoyó hacia atrás sobre su silla como soplada allí por una ráfaga de incredulidad. Papi colocó a un lado su servilleta, agarró su bolsillo de pecho y sacó su celular. Tragué. Y marcó un número, su mirada encontró la mía. —Ashlyn, quisiera que dejaras el comedor, por favor. Necesito hablar con Stuart a solas. Las puertas dobles se balancearon abiertas y Stuart sonrió. Deslizó su celular en el bolsillo frontal de sus pantalones. —¿Sí, Sr. Adair? Yo me levanté, coloqué mi servilleta sobre mi salmón y me excusé, pasando a Stuart con una mirada engreída bajo mis pestañas. La confusión destelló en su cara. Las puertas se cerraron tras de mí. En el pasillo vacío, presioné mi espalda contra la pared y dejé salir un suspiro. Casi estaba terminado. Stuart sería despedido, estaba segura de eso, y aunque estaba bastante segura de que papi querría contratar otro guardaespaldas, mi plan era convencerlo de que era capaz de cuidarme por mí misma.

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Voces levantadas escaparon del comedor, haciendo eco por el suelo marmoteado del pasillo vacío. Papi, gritándole a Stuart. Los ruegos de Stuart, primero desesperados, fueron finalmente ahogados por las órdenes explosivas de papi. Las puertas volaron abiertas. Stuart salió. Me escondí en la oscuridad del camino de la puerta. —Ashlyn, entra por favor. El miedo llenó mi corazón. Esperó en la puerta abierta y lo pasé, su mirada penetrante abriendo con fuerza mi espalda, siguiéndome hasta mi silla. Me senté. Él se sentó. La mirada sobria de mi madre estaba tensa con la decepción y la acusación. —Saliste sola hoy. —Papi colocó su servilleta de vuelta sobre su regazo. Mi garganta se cerró. Stuart había entregado su propio golpe final. Yo sabía que él estaba enamorado de mí. Me imaginé que mentiría para salvarse, para así poder mantener su trabajo, no que le diría a papi la verdad. Silencio desafiante. Mi pulsante corazón repicó a través de mis oídos. Levanté mi quijada. —Sí, salí a caminar. —Me encontré con la mirada directa de Papi—. Necesitaba estar sola y ya no me sentía cómoda con Stuart. Te lo dije. No… me he sentido…segura… a su alrededor por meses. Papi se levantó. Su puño golpeó la superficie de la mesa del comedor, sacudiendo la vajilla y tazas. Me incliné hacia atrás en mi silla. —¿Y ahora es que me estás diciendo? —Furia roja manchaba sus mejillas. Buscó en el bolsillo de su pecho, sacó un cigarro delgado y le sacó la tapa. Luego lo metió entre sus labios. Buscó un encendedor, sus manos temblando, encendió el cigarro y dejó salir un banco de humo. Mi pulso se aceleró. A través de la mesa, mi madre se sentó derecha como una reja en su silla, compuesta, sin una onza de sorpresa en su cara o cuerpo. —Charles, cálmate. Papi silbó con una respiración, su mente parecía rodar como una rueda suelta abajo por la estepa de una montaña. No podía tragar, mi garganta estaba atrapada con un puño invisible. Finalmente, me miró. —Lo despedí. Hasta que encuentre un sustituto adecuado, no dejarás la propiedad sin tu madre o yo. ¿Entendido? —Papi, yo puedo… —Este tema está cerrado —golpeó su medio fumado cigarro contra el borde del plato de su ensalada, y el plato se tambaleó. Se sentó, colocó la servilleta en su regazo y continuó comiendo.

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—Siéntate —ordenó papi sin mucho más que una pausa en masticar. —He perdido el apetito. —Me di la vuelta y me dirigí hacia la puerta, queriendo que me llamaran de vuelta a la mesa. El sudor mojó mi piel. Estaba cansada de ser controlada. A dos pasos de distancia de la puerta, y todavía nada. Pasé a través del umbral, mi aliento se congeló en mi pecho. —Ashlyn. —Papi. Me detuve. —No fuiste excusada, jovencita. Me di la vuelta, incline mi cabeza. —¿En serio necesito ser excusada de la mesa a mi edad? Los ojos de mi madre se abrieron por un momento. —¿De dónde viene esta actitud? —Casi tengo dieciocho. Ustedes me tratan como si tuviera doce. —Ser excusada de la mesa a la hora de cenar son buenos modales a cualquier edad. —Las cejas de mi madre se arquearon. Papi golpeó sus manos contra su boca, sus duros ojos azules de abogado cortando mi conciencia. Sentí como si todos mis pensamientos fueran desnudados. —Déjala ir —dijo él. Mi madre se dio la vuelta hacia él con un indignado tsk tks. Aunque las palabras de papi pudieron haberme devuelto algo de dignidad, no compré su repentino cambio de naturaleza. Y no se lo agradecí. Sostuve su mirada y luego salí por la puerta. Mi piel empezó a enfriarse mientras subía las escaleras. Desde el tercer piso se escuchaban murmullos y golpes, Stuart sin duda empacando. Una vez que estuve en el segundo piso, fui hasta mi habitación y cerré la puerta. Los nervios saltaron bajo mi piel. La necesidad de huir aceleró mi pulso, fiero, determinado y frustrado. Caminé hasta la ventana. Autos de ciudad negros, limusinas, sedanes y taxis pasaban. El ocasional hombre de negocios pasaba vestido de negro y con una bufanda simple. Deportistas trotando. Paseadores de perros. Y aquí estaba yo. La puerta se balanceó abriéndose y jadeé. Stuart. Sus músculos tensos bajo su suéter y jeans. Entró y cerró la puerta tras él, su cuerpo llenando el marco. —No tienes permitido… —No pensé que tuvieras las agallas, Ash.

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Una tensa pausa se estiró entre nosotros. —Todavía tienes que respetar las reglas de Papi. Si te encontrara aquí él… —Ya no tengo que seguir las reglas. —Su voz baja crepitó a lo largo de mi piel temblando—. No trabajo aquí. Gracias a ti. Empezó a caminar hacia mí. —Tenías que saber que no me iba a ir sin joder tu pequeño intento de libertad. Especialmente cuando hiciste que me despidieran. Nunca vas a tener tu propia vida, no mientras Charles siga vivo. —¡Eso no es cierto! —La verdad duele, ¿cierto? —Se escabulló, acercándose. Él pánico subió por mi garganta—. La princesita de papi no va ir a ningún lado. —Se estiró para alcanzar mi mejilla y yo golpeé su mano. —¿Por qué lo hiciste? —silbó—. Te he dado tres años de mi vida. Haría cualquier cosa por ti. ¿Por qué? —Dolor y rabia cruzaron su cara. —Sal. La derrota llenó sus ojos. —No quise herir tus sentimientos. Ash, estoy tan… —Sólo vete. —Lágrimas de rabia llenaron mis ojos. —Quería ayudarte —sacudió su cabeza, inclinado contra la puerta hasta que su cuerpo finalmente golpeó el marco. Su mano alrededor de la manija, sus ojos prendados a los míos como si se estuviera aferrando a cada segundo—. Ven conmigo. Mi expresión debió haber mostrado mi incredulidad. —Ahora. Ven conmigo. Puedo sacarte de esta locura. Vamos, Ash. Es la única manera en la que… —¡Sal, Stuart! —Era ingenuo de mi parte pensar que cualquiera viviendo bajo el mismo techo que papi, madre y yo no veía la profunda obsesión de papi con mi seguridad. Aún así, me humillaba. Me di la vuelta hacia la ventana, forzando mi cuerpo a no dejarse llevar por las lágrimas en su presencia. Los minutos pasaron. Finalmente, la puerta se cerró suavemente.

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Capítulo 2 Traducido por flochi Corregido por CyeLy DiviNNa

E

l fuerte golpeteo en mi puerta era de papi, su característica forma de golpear, exigente e inflexible. En la mitad de una novela estaba segura que él no lo vería con bueno ojos, un romance. Cerré el libro y me posicioné en la cama para que pareciera que estaba tomando una siesta. —Entra. La puerta se abrió. Papá todavía vestía su traje, aunque se había aflojado la corbata. El tenue olor de su colonia desvanecida flotaba en el aire. Sonrió. —Princesa. ¿Estoy interrumpiendo? —No, solo estaba descansando. Cerró la puerta silenciosamente, luego me apuntó con sus penetrantes ojos. —Algo ha sucedido hoy. Y no estoy hablando sobre Stuart tocándote, aunque eso fue desafortunado. ¿Te lastimó? —No —sacudí la cabeza. —¿Qué pasó entonces? Mi garganta se tensó. —¿Qué…qué quieres decir? —Lo vi en tu rostro —avanzó en mi dirección y mis nervios se estremecieron—. ¿Qué pasó? Seguramente mi encuentro accidental con Colin Brennen no se haría notorio en mi rostro. Tragué saliva, sentándome derecha. La mirada aguda de papi cambió, enfocándose en mi novela romántica ahora expuesta.

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Mi corazón latió con fuerza. Extendió su mano, recogió el libro y lo examinó. Sus ojos gris plata se deslizaron a los míos. —¿Qué ha pasado en tu caminata de hoy, Ashlyn? Ocultar algo de él era tan inútil como ocultar un queso de un ratón. Mi día no podía empeorar, yo ya era prisionera de su miedo obsesivo. Quizás si le decía la verdad, me dejaría conservar el libro. —Me encontré a Colin Brennen. Sus ojos se agrandaron por un nanosegundo. Respiró profundamente, miró hacia otro lado por un largo y tenso momento antes de que su mirada se encontrara nuevamente con la mía. —¿Cómo está él? Mi palpitante corazón se aceleró. —Lo pasé en la calle. No creo que me haya reconocido. Sus dientes brillaron en una sonrisa. —¿Cómo podría olvidar un rostro como el tuyo? —Me devolvió el libro. Lo tomé, mi cara ardiendo, mis dedos temblando—. Colin era, ¿qué? ¿Tres o cuatro años mayor que tú? Tres. El matón me había restregado los años en la cara. Me encogí de hombros, manteniendo mi atención sobre el libro. Al menos papi me lo dejaría quedar. —¿Cómo luce? —Mayor. Papi sonrió y se sentó en la cama junto a mí. —La última vez que lo vi, tú tenías doce si tengo los datos correctos. Él siempre tenía los datos correctos. —No recuerdo. —No importa. —Su tono fue grave—. Desearía que hubieras venido a mí cuando empezaste a sentirte incómoda con Stuart. ¿Hizo algo, incluso te tocó de alguna manera que fue inapropiada o…? —No, papi —toqué el libro en un esfuerzo por ocultar mis manos temblorosas—. Simplemente no me gustaba… —Explícame lo que pasó…

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—Se enojó, por lo que… fue agresivo. La mirada de papi quemó una línea a través de mi pecho, como si tratara de abrir mi corazón y atisbar el interior. Dejó salir un suspiro de desagrado. —Eso es inexcusable, pero su admisión de que se ha enamorado de ti fue bastante para que lo despidiera. El disgusto retumbó por mi sistema ante la admisión de Stuart. Papi estiró el brazo y me palmeó la cabeza. —No quise que te molestaras, Princesa. —No me llames así. —Una pausa larga y tensa—. Por favor. Los dedos de papi levantaron mi barbilla, obligándome a encontrar su mirada. —Perdonaré tu excursión del día de hoy, Ashlyn, y asumo que estás demasiado molesta por lo que pasó con Stuart para darme detalles, pero faltarle el respeto a tu madre o a mi no está permitido. ¿Entiendes? Asentí. Se levantó, sonriente. —Soy mayor para el Princesa, papi. —Todavía eres mi pequeña. —Voy a cumplir pronto los dieciocho. Su mirada permaneció, una sombra que parecía como melancolía en su rostro. —¿Desde cuándo te gusta leer romance? Un nudo se formó en mi garganta. —Oh, no mucho. —Tu madre solía disfrutar de esos. —Se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. Ahí, se detuvo, sus ojos mirándome por encima de su sonrisa de Tribunal—. Si quieres, podemos salir a caminar mas tarde. —Tal vez. —Déjame saber —abrió la puerta, salió, volviéndose una última vez—. Te amo, Princesa. La frustración burbujeó debajo de mi piel. Mi teléfono celular vibró desde la cima de mi mesita junto a mi cama. Me arrastré sobre la cama y lo abrí. Solo una

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persona que me mandaba mensajes de texto me llamaba: mi amiga Felicity Gordon. Nos conocimos en la Academia Chatham cuando ambas éramos novatas. Con el paso de los años mientras otros amigos se habían distanciado, mis padres escogían a quienes eran una buena elección, Felicity lo había soportado. Sus padres conservadores y, como yo, su condición de hija única resonó con mamá y papá. Y Felicity no era lo que mis padres consideraban una amenaza social. Pocos chicos miraban mas allá de su figura llena y a través de sus gafas para ver cuán amable y divertida era ella. Sin embargo, papi comprobaba mi factura del teléfono celular por aquellos números que no reconocía. Si quería mantener mi línea con el mundo exterior, tenía que ocultar cuidadosamente con quien me conectaba.

Hola

¿Vas a salir?

Me encantaría, pero dudo que sea posible papi despidió a Stuart

Que??????

Larga historia

Llamando

Mi teléfono sonó. —¿El perro vigilante se ha ido? —Felicity sonó tan conmocionada como yo lo había estado más temprano—. ¿Qué llevó a que eso pasara? Miré la foto dispuesta en la mesa junto a mi cama, tomada en una de las pocas noches que se me había permitido que ella viniera a dormir. Felicity había traído libros románticos. ¿Papi sabría eso? Sonreí. Probablemente no, o Felicity podría no tener permitido volver a venir. —Le dije a papi que había querido hacer avances conmigo. Felicity jadeó, después rió.

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—Oh, cielos, debió haber estado realmente enfadado. Estoy sorprendida que no le disparara al sujeto. —Lo despidió al instante. Pero escucha esto, Stuart admitió estar enamorado de mí. Enfermo. —¡Lo sabía! Ewwww. Eso está mal. —Estoy tan aliviada. Quizás papi finalmente entre en razón acerca de todo esto. Felicity resopló. —Como si eso fuera a pasar. Aunque ella había querido mantener el humor ligero, sus honestas palabras me sumieron en el miedo. —Tiene que —dije—. Casi tengo dieciocho. Pudo irme si quiero en ese momento. —Sí, lo sé. Felicity y yo habíamos tenido esta discusión innumerables veces cuando yo había estado tan abrumada que estaba segura que no iba a aguantar otro segundo más de la sofocante protección de papi. Mientras tanto, había observado las primeras experiencias de mis compañeros desde los laterales, años pasaron marcados por acontecimientos importantes en los que no participé, desde romances a trabajos y finalmente conducir. Nunca había estado tras un volante. Papi insistió en ser llevada por chofer como la realeza. Felicity y yo soñamos y conversamos con respecto a nuestros futuros, universidad, compañeros, pero el mío estaba tan fuera de alcance como la luna. Dejé escapar un suspiro. Aun si me fuera, ¿adónde iría? No tenía un trabajo, ni una manera de sustentarme. Papi se negó a dejarme trabajar, renuente a exponerme a cualquier situación fuera de su control. Una vez, le propuse trabajar en su oficina. Él solamente reflexionó la idea por un tiempo como de dos segundos antes de decirme que prefería que me quedara en casa y trabajara en mi música. Tenía la esperanza de componer para un teatro musical o una película, algún día. Mi primera profesora de piano, Madame Stefan, fue quien me dijo que yo tenía un inusualmente exquisito don para la música. —Suena como si necesitaras que fuera —dijo Felicity—. Pregunta. —Te mandaré un mensaje de texto si está bien. —Bien. Nos vemos en un rato.

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Ojalá. Apagué mi teléfono, me puse de pie y fui a las escaleras, pasando a Stuart llevando las cajas de sus pertenencias a la planta principal. El tenso aire entre nosotros envió un escalofrío a mi espalda. Me permitió bajar las escaleras antes que él, y lo hice, dando un pequeño salto para evitar estar cerca de él. Continué hacia el fondo de la casa y lo escuché soltar las cajas sobre el piso de mármol junto a la entrada principal. Las puertas de la oficina de papi estaban cerradas, por lo que golpeé. El bajo estruendo de su voz, mezclado con su calurosa risa, continuó. Estaba en el teléfono y probablemente no me había escuchado. Abrí la puerta y entré. El aroma del cuero de las sillas y los sillones de piel llenaban la habitación revestida con madera de nogal. Libros alineados en las paredes, mezclados con fotos enmarcadas de él mismo, mamá y yo y unas cuantas pinturas selectas de la vida salvaje del león africano que él coleccionaba. Antigüedades y otras posesiones se alineaba en estanterías y permanecían en vitrinas. —Ven con apetito. Si. Eso es correcto. Nos vemos el sábado. Apagó su teléfono celular y lo deslizó en el bolsillo de su camisa. Había cambiado a unos pantalones casuales color beige y un suéter liviano. —Princesa. —Por favor, no me llames así. —¿Cuánto tiempo has estado aquí? —Se movió alrededor del costado de su imponente escritorio cabeza de león. La pieza me había asustado cuando era una niña, enorme como era con las garras de los rugientes leones talladas en las patas. —No mucho. —¿Quieres ir a dar un paseo? No está tan frío afuera. —Me preguntaba si Felicity podría venir. Se detuvo en frente de mí, considerándolo, pareciendo alargar el momento. —¿Luego de que dejaste la casa hoy? No. Estoy trabajando en un reemplazo para Stuart. Mi corazón se desplomó a mis pies. —No necesito otro guardaespaldas. Yo…

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—Este tema no está abierto a discusión. —Sus palabras golpearon contra las paredes revestidas rodeándonos—. Hemos terminado con esto. La frustración me hizo hervir la sangre. —Estoy cansada de tener a alguien respirándome en el cuello todo el tiempo. Papi se dio la vuelta y regresó a su escritorio, su postura rígida, su conducta fría. Abrió un cajón, y sacó un cigarro delgado. Deslizó el cigarro entre sus labios y encendió la punta. Una bocanada de humo se deslizó en el aire alrededor de su cabeza. Mis manos se cerraron en puños a mis costados. Reconocí el patrón: silencio. Escuchando, pero ignorando mis plegarias. Me di la vuelta y salí por la puerta. Stuart todavía estaba bajando cajas del piso superior, amontonándolas en la entrada. Su mirada se trabó en la mía cuando entré en el vestíbulo pero continuó hasta la escalera curva hasta que finalmente estuvo fuera de vista. En las profundidades de mi bolsillo, mi teléfono celular vibró. Me detuve en la entrada, temblando, mirando fijamente las puertas principales cerradas. Sentí como las paredes de mármol se estaban cerrando. Corre. Mi corazón se aceleró. Crucé hacia la puerta principal. —¿Vas a dar otro paseo? —La voz de Stuart resonó detrás de mí. Coloqué mi mano sobre el ornamentado pomo de latón, le di la vuelta—. Vamos. No tienes las agallas de liberarte a ti misma. Abrí la puerta tres pulgadas antes de que la fornida palma de Stuart la cerrara con un retumbante sonido. Sus palmas sujetaron mis hombros y me forzó a darle la cara. —Quita tus manos de mi hija. —La voz de papi rasgó la tensión atándonos a Stuart y a mí. Estaba de pie debajo del arco que conducía a la parte trasera de la casa, su rostro tenso. Stuart me soltó y metió las manos en sus bolsillos delanteros. —Estaba tratando de irse, pensé… sabía que usted no querría que saliera sola. Los pasos de papi fueron lentos mientras venía hacia nosotros. Una mano estaba en el bolsillo delantero de sus pantalones, la otra sostenía un cigarrillo humeante. —Es muy tarde para redimirte.

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La mandíbula de Stuart se volvió de piedra. Colgando a sus costados, sus dedos se abrían y cerraban. Cruzó a la pila de cajas que esperaba. Papi abrió la puerta delantera y la sostuvo abierta. En el frente, un taxi estaba detenido junto a la acera. Por los siguientes tres minutos, papi y yo miramos silenciosamente como Stuart sacaba sus cajas por la puerta y las dejaba en el taxi amarillo. Nadie habló. Sonidos de autos corriendo, bocinas, y los ocasionales retumbes de música del radio de un auto se distanciaban de la casa. Cuando la última caja estuvo fuera, papi cerró la puerta con un último sonio sordo. Me miró a los ojos, llevó el cigarro a sus labios, inhaló y sostuvo, su mirada nunca dejando la mía. Un escalofrío se envolvió en mi espalda. No había comprendido su manifiesta demostración de poder. Podría ser su hija, pero estaba cansada de ser su propiedad. —¿Tiempo para un paseo, Princesa? —No. —Me di la vuelta y subí las escaleras. Antinaturalmente encantadora la voz de mamá se deslizó debajo de la puerta de mi dormitorio el sábado por la noche como el olor artificial de la colonia de farmacia, atrayendo mi atención de la novela romántica que estaba leyendo. Un suave tono masculino, no de papi, la siguió. ¿Quién estaba allí? Después la voz de mando de papá. Di la vuelta al libro para guardar el lugar, me puse de pie, y abrí la puerta una rendija. Sus voces venían del vestíbulo. —Luce absolutamente maravilloso —dijo mamá. —Gracias Sra. Adair. —Me alegra que pudieras venir. Ciertamente ha pasado mucho tiempo —dijo papi—. Entra. Llamaré a Ashlyn. Mi corazón saltó a mi garganta y me atragante. ¿El nuevo guardaespaldas? Cerré la puerta, presioné mi espalda contra la madera y cerré los ojos. Segundos después, el firme golpe de papá me provocó un sobresalto. Me giré y abrí la puerta. Sus ojos azul-grisáceos sonrieron a los míos. —Ashlyn, ¿puedes venir a mi oficina, por favor? Puse mis ojos en blanco y la sonrisa de papá se desvaneció. —¿Hay algún problema? —preguntó él. —No quiero otro guardaespaldas.

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Papá se movió al pasillo poco iluminado, indicando que debería salir de mi cuarto. No me moví. —Nuestro invitado está aquí. Lo estás haciendo esperar. Mis rodillas se trabaron. —No iré. Los ojos de papá se ampliaron con la sorpresa por un segundo. Crucé mis brazos. Papi me estudió, después sonrió, un movimiento practicado que estaba segura que había usado incontables veces con incontables jurados. Palmeó mi hombro. —Bien. Lo traeré aquí. Se dio la vuelta y desapareció en las escaleras. ¿Un hombre en mi cuarto? Papi nunca permitió que los guardaespaldas entraran en mi dormitorio. Lo último que quería era un extraño caminando en mi santuario, el único lugar en el que me sentía verdaderamente sola y protegida. Cerré la puerta y medio salté bajando las escaleras de mármol detrás de papá. Miró sobre su hombro. Supo que no querría a un extraño en mi cuarto. Su amenaza era una manipulación, estaba segura de eso, y la frustración aceleró mis pasos. La voz de mamá bailaba con el timbre masculino del invitado, el intrigante sonido melódico proveniente de las puertas abiertas de la oficina de papá. Papá deslizó su brazo alrededor de mí una vez que mis pies golpearon el suelo del pasillo de la entrada. Me detuvo con un abrazo gentil. —Gracias por complacer a tu padre. —Me llevó a su costado y besó la cima de mi cabeza. Mi corazón se suavizó un poco—. Sé que no estás contenta acerca de tener otro acompañante, Ashlyn. Pero esto es tanto para mi paz mental como para tu seguridad. —Me sostuvo entre sus palmas y me miró a los ojos—. Prometo que este será el último. ¿El último? No me atrevía a concebir la esperanza de que sus palabras fueran ciertas. —No necesito… Sus dedos ahuecaron mi barbilla. —Si realmente te sientes tan firme con respecto a esto, podemos hablarlo más tarde. No podía negar que me amara. Esa era la razón por la que hacía lo que hacía. —Tienes que confiar en mí, papi. Puedo cuidar de mi misma.

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Él asintió. —No es que me preocupe de ti. Es de las otras personas. Agarré sus muñecas. —No haré nada sin consultarlo contigo y mamá primero, lo prometo, solo… —Sé que no lo harás —asintió—. Tú y yo podemos tener una conversación más profunda después. Quiero que conozcas a tu nuevo acompañante. Mis pies se clavaron en el mármol debajo de ellos. —¿Ya lo has contratado? ¿Sin dejarme conocerlo primero? —Hemos hablado brevemente acerca de la situación. Está muy interesado. Vamos a conocerlo.

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Capítulo 3 Traducido por CyeLy DiviNNa Corregido por Abrilnya

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i madre nos enfrentó, su piel de marfil brillando contra el suéter y pantalones de color verde esmeralda. La espalda del desconocido estaba hacia nosotros. Vestía jeans y un suéter negro. Era alto, delgado y en forma, su alborotado pelo negro provocó un recuerdo en mi cabeza. Cuando los coquetos ojos de mi madre pasaron a papi y a mí, el desconocido se volvió. Mi respiración se estancó. Colin Brennen. Hoyuelos aparecieron cuando sonrió, disparando un blanco brillante a la habitación. Su carisma rebotó en las paredes de la habitación como una estrella capturada. Mi madre se movió a su lado, poniendo su brazo través de él. —Ashlyn, te acuerdas de Colin, ¿no? Papi colocó la palma de su mano en mi hombro, instándome a acercarme. —Por supuesto, ella lo recuerda. Colin extendió la mano y dio un paso hacia mí. —Hey, Ashlyn. Me alegro de verte de nuevo. Yo abrí mi boca, pero no salió nada. —Dejemos todo esto. Vamos ahora. Los amigos se abrazan al verse unos a otros. —La mano de mi madre se movió, haciendo un gesto de que Colin y yo nos acercáramos. De pronto se fue a ras contra mí, su calidez me calentó de pies a cabeza. La colonia de cítricos condujo una punzada a través de mi cuerpo. Los brazos de Colin me envolvieron. Me quedé helada, mi estómago era un revoltijo de nudos apretándose. Su cuerpo era sólido como un roble en contra del mío. Mi corazón golpeó fuera de ritmo, mis pies me picaban a alejarme.

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La mirada de papi era afilada, pero su ensayada sonrisa se mantuvo en su lugar. Colin me soltó y dio un paso atrás. Había sin duda abrazado a millones y millones de chicas, un encuentro como este no lo perturbaba en absoluto. Tragué saliva, con la esperanza de que la obstrucción en la garganta se fuera, pero sus ojos, infinitamente negros y centrados en los míos, me paralizaron. —¿No es simplemente maravilloso, que ustedes dos se reúnan? —brotó mi madre— . Vamos a ponernos al día durante la cena ¿sí? Hay tanto de qué hablar. Vamos a empezar por ti, Colin. —Con eso, mi madre tomó el brazo de Colin, apretando su agarre—. Espero que tengas hambre. Nuestro chef Gavin es de clase mundial.

*** Mi estómago, aún con nudos, no me permitía digerir la cena. Mi madre sugirió que me sentara enfrente de Colin, un movimiento estratégico que no me ha gustado. Cada vez que levantó la mirada, para acariciar mi servilleta de lino en los labios o doy un sorbo de agua, siento los intensos ojos de Colin clavándome en mi asiento. Los nervios me ataron los músculos de manera que no responden. Yo ni siquiera sabía lo que decía, sólo capturaba frases dispersas: que Colin estaba asistiendo a Universidad de Nueva York, estaba estudiando contabilidad y había tenido dificultades para encontrar un trabajo. Entonces, Colin dejó su tenedor. —Ashlyn, ¿qué has estado haciendo? —preguntó. Me encontré con su penetrante mirada. —No mucho. —Oh, vamos cariño. —La cara de mi madre brillaba—. Colin, es demasiado modesta para decirlo, pero ella es una compositora muy talentosa. Ella se va a graduar como la primera de su clase en Chatham y ya ha sido galardonada con el premio a la excelencia Confianza Dorada. Ella tiene a Julliard llamando a su puerta. —Sí. Ashlyn es excepcional —agregó papi—. Ella va a tocar más tarde, ¿verdad, princesa? Un silencio denso siguió. Yo estaba segura de que mi corazón latiendo con fuerza podía hacerse oír por encima de la tensión de espesamiento. Mi madre y papi habitualmente se jactaban de mí frente a sus amigos, pero con Colin, un viejo vecino de al lado que me utilizaba para intimidarme y atormentarme, me sentí como si estuviera extendida sobre la mesa de vivisección. Mantuve la mirada en el

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plato, la cuchara desgarrando las delicadas nubes de merengue hasta que no eran más que papilla. —Por supuesto que lo hará —dijo mi madre—. ¿Qué piensas de nuestra Ashlyn, Colin? ¿No es maravillosa? Mis ojos giraron hacía mi madre. Calor ardiente quemó mi cuello y mejillas. ¿Por qué le pregunta una pregunta tan escandalosa? —Sí, ella lo es, Fiona —dijo Colin. Mi madre empujaba apenas el plato del postre un lado. —Es maravilloso tenerte aquí. Me trae muchos recuerdos. ¿Recuerdas todos esos juegos de imaginación que utilizabas para jugar cuando eran niños? Yo casi no los consideraba juegos. —Yo nunca había oído hablar de esos escenarios, como piratas o esclavos en castillos encantados. ¿Recuerdas esos, mi amor? —Mi madre miraba hacia mí, esperando una respuesta. —Sí. —Mi voz fue un susurro vergonzosamente débil—. Recuerdo. —Yo había sido el esclavo. Papi levanto una caja dorada sentada junto a su lugar, la abrió y extendió la gama de cigarros a Colin, quien negó con la cabeza. Entonces, se armó un cigarro, se lo puso en su boca y lo encendió. —¿Todavía corres? Papi cerró la caja y la puso sobre la mesa. —Cuando puedo. —La curiosa mirada de Colin saltó de papi a mi madre y a mí—. ¿Cómo lo sabía? —Me parece recordar que corrías en la pista en la secundaria. Suena como que podrías usar más tiempo personal para ti mismo. No me sorprendió que papá hubiera comprobado a fondo a Colin. Lo que yo no podía creer era que estaba considerando la posibilidad de contratar a alguien que sabía que yo despreciaba como mi guardaespaldas. Había llegado a odiar a Stuart. ¿Ahora Colin? —¿Cuánto tiempo pasa Phil en el campo de golf, ahora que está retirado de la Infantería de Marina? —Papi le preguntó. Colin sonrió. —Tanto tiempo como le sea posible. —Esperamos que te unas a nuestra familia, Colin. —Siguió charlando mi madre.

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—Ashlyn es simplemente una muñeca alrededor. Tener un amigo aquí será simplemente maravilloso. Tú nos conoces y nosotros te conocemos. No habrá momentos difíciles entre nosotros. ¿No es una cosa fabulosa? —Princesa. —Papi se adelanto, los ojos clavado en los míos—. Llévate a Colin y muéstrale la vista desde el techo. ¿Sola? ¿Con Colin? Mis nervios se retorcieron. —¿Estás seguro que no quieres venir? Papi inhalo un cigarro, entonces lo agarró, permitiéndose el momento de fumar. — Llévalo —dijo, plumas blancas silbando con sus palabras. Los ojos oscuros de Colin estaban esperando por mí. La idea de que él me enviara una observación exterior revoloteaba por todo mi cuerpo. —Sí, señor. —Me paré, tire la servilleta y en silencio me volví para llevarme a Colin de la habitación. Colin me siguió hasta la escalera de caracol, haciéndose el eco de sus zapatos contra el frío mármol. ¿Qué decirle a alguien que no te gusta? Yo me quedé en silencio, nerviosa, su presencia presionándome en la espalda. —Este lugar es enorme —murmuró—. Me recuerda a la Mansión Encantada de Disneylandia. Habíamos ido a Disneylandia juntos una vez. Colin y yo compartimos la mayoría de todos los viajes, siendo los únicos niños. Los recuerdos se agolpaban en mi cabeza como una montaña rusa. Él me había instado a montar el Matterhorn hasta que finalmente cedí, y se sentó conmigo en la parte delantera. —Yo me ocuparé de ella —le había dicho a nuestros padres que nos esperaban a la salida del paseo. Una vez que fuimos atados en el trineo, él procedió a contarme historias de horror de niños cayendo a su muerte, riéndose de mis reacciones de terror. Él había gritado junto a mí en las curvas rápidas y su cabeza había goteado en la carrera. Y cuando todo había terminado, me atreví a montar de nuevo, incluso mientras luchaba por contener las gorgoteantes náuseas. Finalmente, llegamos a la última planta de la casa. El largo pasillo, alineado con las puertas cerradas, se extendía al ancho del edificio. Me detuve en la puerta del medio y la abrí. Una escalera pequeña y estrecha nos esperaba. —Wow —dijo. Todos estaban impresionados con los primeros detalles que adornan la arquitectura gótica de la casa. El edificio, ubicado entre los edificios de apartamentos modernos, estaba en la Lista Histórica de Nueva York. Subí la estrecha escalera primero y él me siguió. El espacio parecía apretarnos.

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En la parte superior de la escalera toque el código de seguridad y se abrió la puerta. Salimos al plano tejado de ladrillo, cercado por el desplazamiento de hierro negro forjado que superaba la línea del techo en un patrón de encaje, cada puesto cubierto con púas. Árboles en macetas y silenciosas plantas de invierno estaban dispersas aquí y allá, y un gran patio desplazado en conjunto se sentaba cerca de la orilla para ver la ciudad. Colin fue a la baranda y miró hacia afuera. A pesar de mis nervios crispados, el aire frío, y el punto de vista de echar a pique los coches en Park Avenue, era emocionante. Él se volvió hacia mí, y di un paso atrás. —Esto es increíble. ¿Vienes mucho aquí? —Sí. —¿Estás bien? —Sus oscuras cejas se unieron sobre sus concentrados ojos. Escuche la sinceridad en su pregunta, pero no confiaba en ella. —Estoy bien. — Había aprendido a decir eso, a pesar de lo que realmente sentía. Mi jaula se cerraba con más fuerza. Apoyando su espalda contra la barandilla, Colin me miró en lugar de la vista. Yo me quedé fija en la puerta. La luz de la luna lo mostraba en los extremos oscuro y blanco azulado. Me acordé de la noche en que me encerró en la piscina de la casa de los Brennen, perseguida por el espíritu que tomo posesión del claustral edificio y el alma de los residentes anteriores que supuestamente había ahorcado en el interior del lugar. Me estremecí al recordar eso. Sus ojos afilados. —Yo podría haber jurado que te encontré en el centro de la ciudad esta semana. —Casi nunca estoy en el centro —miré lejos. Un largo momento, el frío pasaba. —Háblame de ti —dijo—. ¿Tú eres que, una Senior este año? Me volví, fingiendo examinar las paredes de ladrillo de la casa para que no pudiera ver mi rostro enrojecido. Rascaba con la punta de mis dedos, los fríos bloques en bruto. —Sí. —¿Cuáles son tus planes para después? ¿Tienes el ojo en alguna universidad? ¿La universidad? Julliard era la primera opción de mi madre y papi. En secreto, había querido volver a California, el lugar donde nací, y muy lejos de Nueva York, pero papi había aprobado sólo mi envío de solicitudes a las universidades en la ciudad. —Sí, lo he hecho. —¿Cuáles?

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Le lancé una mirada. Sus profundos ojos marrones abrazaban los míos sin ninguna excusa para investigar. Silencioso y frío azotó el aire entre nosotros. Él empezó a ir en mi dirección, y mi corazón tartamudeaba. Di un paso atrás, sintiendo la fría prensa de ladrillo dentro de mi columna vertebral. Se detuvo muy cerca, el aroma cítrico de su colonia flotaba por mi cabeza. La sangre se estremeció en mis venas. No pude contestarle o alejarle aunque quisiera, demasiado aturdida, aún tenía un paralizante poder sobre mí. —¿Ashlyn? —Su voz reventó a través de mi parálisis. Tragué. Abrí la boca. Yo quería abofetearme por no tener más serenidad. Las heroínas de mis libros tenían compostura. ¿Por qué no voy a decir algo descarado? Cerré los ojos un momento, con la esperanza de que por no mirar a sus ojos se me ocurriera alguna sarcástica observación. Cuando por fin me miró, sus cejas estaban apretadas en la frente. —¿No iras a la escuela? Fiona ha mencionado Julliard. —Sí. Por supuesto —escupí—. Todo el mundo va a la universidad. —No me había decidido porque en mi corazón de corazones, sólo me había concentrado en un siguiente paso, la libertad. —¿Vas a ser una grande de la música? Su cercanía era casi insoportable, haciendo que mis rodillas se adormecieran. —Sí, probablemente. Tal vez. Él se rió, echando la cabeza hacia atrás. —Suenas como el típico y ansioso Senior con el mundo a sus pies. —Él se metió las manos en los bolsillos delanteros y caminó hasta el borde del patio para disfrutar de la vista de nuevo—. No se debe pasar por alto ninguna posibilidad. Tragué saliva en un soplo, robando el momento de su estudio. Sólo escasos restos de semejanzas del muchacho que había conocido. Sus ojos ya no parecían bailar con picardía, su sonrisa malvada era sólo una sonrisa. Era más alto y delgado bajo sus ropas suburbanas. Cómo mi madre había pasado por alto que su mega conjunto era para morirse de risa, excepto que puedo decir que ella estaba dispuesta a ignorar su mal gusto en la ropa, por el momento. Recorriendo la barra negra con los dedos, avancé en su dirección, el metal frío me hizo temblar, mi respiración soplando plumas en el aire.

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Con cada paso más cerca de él, respiré profundo, preguntándome si su aura se hundiría en mí. Probando mi corazón por una nueva reacción para él. —Tómate tu tiempo para averiguar a dónde quieres ir y lo que quieres hacer. Eso es de lo que se trata este tiempo de vida —miró en mi camino, y sus ojos permanecían sujetos a los míos—. ¿Segura que no estabas en el centro esta semana? Negué con la cabeza. El placer corría a través de mí. Se había dado cuenta. —Hace frío —dijo, avanzando hacia mí—. Vamos a entrar. Nos aventuramos a bajar la escalera cónica y una vez más estábamos en la oscura sala de la planta superior. —Aquí es donde la ayuda se queda —le dije. Donde tú te quedaras. La idea de relegarlo a la categoría de ayuda envió un chorrito de delicioso poder a través de mí. Lo hice a mitad de la escalera antes de que él se detuviera en frente de mí gran portarretratos viviente. Stuart había babeado sobre la pintura, la mirada en sus ojos era causa de que mi estómago rodara. Colin inclino la cabeza y su mirada recorrió la pintura, pero yo no vi ningún deseo en sus ojos. Más bien estudio. Una sensación de calor me inundó de pies a cabeza, casi como si yo estuviera bajo su control, en lugar de una imagen de pintura de aceite. Me aclaré la garganta. —Esto es hermoso —dijo—. ¿Cuando se hizo? ¿Por qué me estremezco por dentro cuando me mira? Tomé una respiración profunda. —Hace dos años —comencé a bajar las escaleras. Él no se movió. Seguí adelante, aclarando mi garganta otra vez. Cuando finalmente me alcanzó, estábamos en la planta principal, de regreso al comedor. Sus dedos rozaron mi codo. —¿Cómo te sientes acerca de mi trabajando para tu padre? Mi codo quemaba como si se hubiera quemado. Traté de estabilizar mi frenético corazón. —Bueno, yo... tú... es tu decisión. Es tu vida. —Me volví. En ese momento, me sentí aliviada de que mi madre y papi estaban a sólo unos metros de distancia.

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Capítulo 4 Traducido por Makilith Vivaldi Corregido por Abrilnya

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is dedos golpeaban las escalas de las teclas del piano arriba y abajo, un habitual ejercicio en el que me ocupaba por razones terapéuticas, así como para afinar mi oficio. Dejé escapar un lento suspiro. Cuando me hube agotado, levanté mi mirada de las teclas marfil y negras. Papi estaba de pie en silencio por la puerta. Golpeé el resto del ejercicio, demasiado enojada para reconocerlo. Se acercó a mí, con un cigarro en una de sus manos, y la otra escondida en el bolsillo delantero de su pantalón. —¿Fue esa presentación tu manera de decirme que no quieres a Colin aquí? Se quedó de pie, disparando su mirada hacia mí. Aspirando un poco de humo, y lo mantuvo. —Él siempre ha sido inofensivo —sopló una pluma gris por un lado de sus labios. Mis dedos jugaron con las teclas, creando una suave, ligera melodía. Le dije lo que quería oír. —Por supuesto, papi. Escuchando las partituras en mi cabeza, sintiendo las oleadas de emoción acariciando ligeramente mi corazón, dejo que la melodía me lleve a otro lugar, un lugar de consuelo y privacidad, de alivio de la dominante atención enfocada en mí. La canción era romántica y dulce, a pesar de que el rostro de Colin flotaba a la deriva a través de mi mente. —El hecho es que deberías haber dejado atrás tu disgusto por Colin hace mucho tiempo. —Por supuesto. —¿Trabajarás en eso? —papi dio un paso más cerca. Asentí con la cabeza, mis dedos continuaron deslizándose a lo largo de las teclas, la melodía profundizándose con tonos inquietantes. —Lo he contratado. Es perfecto para el trabajo.

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¿Perfecto? Lo detestaba. ¿Y cómo es que era perfecto para el trabajo? Él era un estudiante interesado en el FBI. Si discutía con papá acerca de su decisión, pensaría que no era lo suficientemente madura para seguir adelante y manejar la situación. Para calmar la tormenta dentro de mí, seguí tocando la melodía burlándose en mi cabeza. Papá observaba mis manos moverse sobre las teclas marfil, yo hablaba un idioma que nunca podría entender. Lo ignoré. Finalmente, salió de la habitación y cerró la puerta detrás de él. Dispersé el amargo humo fuera de mi alcance y continué tocando. La melodía tomó el control, fue creciendo e hinchándose dentro de mí. Escuché notas aun no tocadas tan bien como aquellas que simultáneamente venían desde la punta de mis dedos. En mi mente vi a Colin, la forma en que me había mirado a través del cuarto cuando entró por primera vez. Sus ojos, del color del rico café, sonriendo y brillando al mismo tiempo. Con dedos anhelantes, la canción alcanzó lo más profundo de mi alma. Pensé en cuando sus brazos se habían envuelto alrededor de mí. El recuerdo envió una agradable, aunque desconocida agitación a través de mí, causando que la melodía tomara un giro dramático. Alejé mis manos de las teclas. Irritada con ésta agitación, me aparté del piano. ¿Cómo podía crear una pieza tan hermosa con pensamientos de alguien que había sido fuente de tanta miseria? Me puse de pie de un tirón, frotando mis brazos para quitarme un escalofrío. Pero el frío no era real. Debajo de la piel de gallina que cubría mi carne, fluía el calor. La ventana me llamaba, y me acerqué a ella. A menudo, la vista de la ciudad me calmaba y me consolaba. Vivo, incluso a altas horas, el vecindario corría con personas cuyas vidas podía observar y desear por su libertad. Colin estaba ahí afuera. Se convertiría en parte de mi vida de nuevo. Con un dedo tracé el contorno de un panel. A pesar de los temores, la melodía hacía eco en mi interior, llorando dentro desde lo más recóndito de mi alma. Ondulando, ola tras ola, se convertía en una fuerza que no podría ignorar. Caminé al lado del piano hasta que mi lado creativo se impuso, y temerosa de perder la melodía, me senté y escribí las notas y los acordes en papel. No había estado tan entusiasmada acerca de una pieza en un largo tiempo. Cada célula burbujeaba y estallaba. La carrera de instrumentos comenzó, mezclándose y alcanzando su punto máximo en mi cabeza, la melodía viajando a través de cada célula de mi cuerpo antes de disparar mis dedos en una armónica tensión.

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En cualquier cosa que se convirtiera la noche, lo que sea que deparaba el futuro, a pesar que el pasado que compartimos fue tumultuoso, la oposición creaba las obras maestras más hermosas. Desde el momento en que Colin entró a la casa, el aire, el ambiente, la esencia de la casa se vieron infundidas por su magnética aura. Como si una de las señales luminosas del Times Square hubiera sido abandonada en nuestra vivienda, con su luz penetrando e iluminando cada pasillo y habitación con colores entusiastas que no podría ignorar. Una parte de mi estaba molesta por su carisma. Otra parte de mi estaba celosa de que yo no era de la misma manera, atrayendo a la gente hacia mí por razones que no entendían. La tarde siguiente, escuché cerrarse la puerta del frente, seguida por el tono encantador de papi, y luego la voz de crema derretida de Colin. El sonido subió por las escaleras, pasó por debajo de mi puerta cerrada, y se arremolinó alrededor de mi cuerpo, provocando una hormigueante sensación que brillaba desde mi cabeza hasta los dedos de mis pies. Tomé un último vistazo al espejo. Mi pálida piel se había vuelto rosa al sonido de su voz. Una sonrisa trató de hacerse camino en mi boca, torciendo mis labios hacia arriba. ¿Por qué estás reaccionando así con él? El traje de entrenamiento de terciopelo negro que llevaba sólo me hacía verme más pálida, pero no me importó. Quería tomar algo de sol. Tomé mi novela romántica y abrí la puerta de mi dormitorio, dirigiéndome al patio de la azotea. La voz de papi y la extraña presencia de Colin, invisible aunque fuerte como una ráfaga seductora de colonia, me saludó en el pasillo. Papi estaba vestido con un casual pantalón caqui y una camisa a cuadros con diseños verdes de Navidad. Colin vestía unos jeans y una camiseta azul claro y tenía una chaqueta bajo el brazo. Sus brazos no eran tan velludos como los de Stuart. No me gustaba el exceso de vello corporal en los hombres, siempre se lo dije a papi. —Colin está aquí, Princesa —dijo papi. Los ojos marrones de Colin brillaron. —Hey, Ashlyn. La mirada de papi brilló con placer. Se inclinó y besó mi mejilla. —A Ashlyn no le gusta mi insistencia de protegerla —le explicó. Las manos de Colin se apretaron alrededor de las dos maletas que sostenía.

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—Puedo entender eso —se sacudió sobre sus talones—. No te preocupes, Ash, no te abrumaré. Calor brilló en mis mejillas —Oh. —Mi mirada se fue a mis pies. Mi cerebro se tropezaba con las palabras cuando estaba en presencia de Colin. —Ashlyn, ¿por qué no le muestras los alrededores? Les dará a ustedes dos la oportunidad de conocerse de nuevo. —Uh... —tragué—. Estaba en camino al patio para leer. —Hace frío afuera. —La mirada de papi le dio una ojeada a mi ropa—. Apreciaría si le pudieras mostrar la casa a Colin. —En otras palabras, permanece adentro. Mi mirada se endureció. —Está bien. Pero lo haré después, iré a leer al patio. —¿Es Colin al que escucho? —Madre bramó a través del pasillo de su dormitorio. Con su traje de correr Chanel hacía que su lisa contextura se emocionara acerca de la seda contra su cabello rojizo. —Fiona. Encantado de verte de nuevo. —Encantador, ¿no lo es? —retrocedió, con sus manos permaneciendo en los brazos de Colin—. Ese color luce fabuloso en ti, querido. —Su análisis lo barrió lentamente en una evaluación que dejó a Colin cambiando de pies—. Puede que tengamos que hacer un poco de compras de ropa. Colin tragó. Me miró como si quisiera verificar el comentario de mi madre. Mantuve mi rostro vacío de confirmación. —Ashlyn va a mostrarle la casa a Colin —papá sacó un cigarro, rompió la punta y mantuvo el puro listo en sus labios—. Estaré en la biblioteca. Colin, después de haber desempacado, baja y hablaremos. Colin asintió con la cabeza. Papi se excusó y se dirigió hacia las escaleras. —Si hay algo que necesites, házmelo saber. —La mano derecha de madre se mantuvo pegada en el bíceps de Colin, la otra flotaba expresivamente en el aire alrededor de ella mientras hablaba—. He tenido la habitación limpia y todo está como nuevo. Siéntete como en casa. La contagiosa sonrisa de Colin se iluminó. —Lo haré, gracias. La mano de madre se deslizó lentamente hacia abajo por el brazo de Colin y permaneció en su muñeca. —Y estaría feliz de que Gavin recoja algunos alimentos básicos para ti. Cualquier cosa que te guste comer, sólo dame una lista ¿está bien?

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—Genial. Gracias. Por qué una punzada de molestia se presentó en mi estómago, no lo sabía. Madre había sido amistosa con Stuart al principio, pero con los años había llegado prácticamente a ignorarlo. Colin aceptó su cordial bienvenida y Madre se excusó. La brillante sonrisa de Colin encontró mi mirada. —Así que, ¿a dónde vamos desde aquí? Me di la vuelta, aliviada de que su aura magnética estaba fuera de mi línea de visión, aún si sólo era temporalmente, y lo llevé hacia el siguiente tramo de escaleras. ¿Estaba él observándome? ¿Examinando mí cabello? ¿Mi trasero? ¿Cuán cerca estaba? Mis nervios se pusieron de punta. Lo acompañé hasta la antigua habitación de Stuart, en la que Madre había tenido a nuestro servicio de limpieza recorriendo desde el suelo hasta el techo. La habitación tenía una única ventana que mantenía el espacio en continua sombra, pero ¿qué esperaba? Aún tenía una buena vista al Park Avenue. La habitación estaba amueblada con una cama matrimonial, un armario, una silla de gran tamaño, y lámparas de buen gusto. Unas pocas plantas de seda y un televisor de pantalla ancha que hacían de la habitación acogedora. Di un paso dentro. —Esto es todo. Se acercó a la cama, y un olor suave y limpio llegó hacia mí. Dejó caer las maletas y su chaqueta en el colchón y fue hacia la ventana, el marco en forma de A de la buhardilla apenas era lo suficientemente alto para que él se para en el. —Otra gran vista. Se dio la vuelta, su mirada encontrando la mía. —Esto es bueno. —Con sus manos en sus caderas, se movió hacia el centro de la habitación, inspeccionándola—. Así que, ¿el otro tipo se quedaba aquí? ¿Cuál era su nombre? ¿Stuart? Asentí con la cabeza, evitando temblar. —¿Estabas contenta de verlo irse, lo capto? —¿Por qué dices eso? —Por la expresión en tu rostro en este momento. ¿Ustedes dos no se llevaban bien? Tomé una respiración profunda. —No realmente. Su penetrante mirada era tan fuerte sobre mi rostro que tuve que mirar hacia otro lado.

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—De todos modos, esta es la habitación —le dije—. El cuarto de baño está en el pasillo. Si me sigues. Se rió entre dientes. Mire afuera por la puerta, con el cabello en la parte trasera de mi cuello en punta porque estaba demasiado cerca. —¿No echas de menos California en absoluto? —preguntó. —Difícilmente lo recuerdo —mentí. —Palos Verdes sigue siendo el mismo. Hombre, extraño la playa. Las vistas aquí son grandiosas, no me malinterpretes. Pero las vistas de la costa... extraño no poder aparcar en la Vía del Monte y sólo sentarme y mirar la costa, todo el camino hasta Malibú. ¿Sabes? Lo recordaba. Temprano en la tarde, cuando la niebla se escabullía finalmente de nuevo al mar y la vista desde nuestra casa en Malaga Cove se extendía por millas, mostrando la línea curva de la playa, el Océano Pacífico y la ciudad sin fin, la visión de eso causaba tomar una profunda respiración y mantenerla, esperando que la vista durara más de un día. —¿Alguno de los otros empleados vive aquí? —miró las puertas cerradas que se alineaban en el pasillo. —No. Nuestro servicio de limpieza viene tres veces a la semana. Gavin vive en Brooklyn, Eddy nuestro chofer vive en Queens. —Ya veo. —Hay un estudio aquí —hice una pausa en otra puerta abierta y le dejé dar un vistazo dentro de la habitación donde Stuart solía pasar el rato. Un televisor de plasma colgaba de una pared, con completas opciones de juego. Los sofás estaban en una acogedora forma en L, con una mesa de nuez de café entre ellos. Esta habitación tenía también una buhardilla, pero la vista daba a unos edificios de apartamentos detrás de la casa. —Tu padre está obviamente haciéndolo muy bien —Colin se rascó la cabeza y soltó una risita—. Este lugar es... realmente espectacular. Me encogí de hombros. Estaba acostumbrada a que los visitantes fueran acogidos por una opulencia que ahora yo tomaba como segunda naturaleza. Incómodos con nosotros compartiendo un espacio cerrado, salí del estudio al pasillo para un respiro. Colin me siguió, su análisis tomando en cada puerta. Se detuvo ante una que conducía a la azotea y tocó el teclado de seguridad. —¿Cada salida tiene el mismo código?

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Asentí con la cabeza. —Papi te hará cambiarlo una vez al mes por seguridad. Colin continuó por el pasillo, mirando a las ventanas y las cubiertas. —¿Es esa la única manera de subir por aquí? —Sí. —¿Te importa si echo un vistazo a la luz del día? —Seguro —le recité el código. Él continuó hacia la salida de la terraza, ingresó el código de seguridad y abrió la puerta. Esta vez, lo seguí hasta el pie de la escalera. Él tenía un buen cuerpo, pero me sentí avergonzada observándolo. ¿Y qué?, probablemente te miró fijamente a ti. Supéralo. A diferencia de mí, él no parecía darse cuenta de que estaba detrás de él y que podría estar tomándome mi tiempo para verificarlo, como lo sentí hacerlo. Estaba probablemente acostumbrado a que las chicas lo mirasen fijamente. El pensamiento trajo un ceño fruncido a mi rostro, un ceño que rápidamente se disolvió, sin gustarme siquiera haber tenido ese pensamiento. En el patio, puso sus manos sobre sus caderas mientras su mirada barría el área de la azotea. Una suave brisa siempre cantaba entre los altos edificios, y la corriente levantó el oscuro cabello de su rostro. Se acercó a las esquinas, miró por encima del borde y después hacia arriba a los altos apartamentos que nos flanqueaban. —¿La escalera de emergencia se mantiene en condiciones de trabajo? Me encogí de hombros. No tenía idea, la seguridad había sido el trabajo de Stuart. Su mirada finalmente se fijó en mí. Sus ojos de medianoche enviaron una agitación a través de mi sistema. ¿Podría alguna vez no tener una reacción ante ellos? —¿Lo están? ¿O lo sabes? —Se dirigió hacia mí, con su modo de andar tan confiado como lo había sido cuando éramos niños y había tenido la intención de hacer mi día miserable si le daba la gana. Por un segundo, no pude hablar. Se detuvo a centímetros, esperando por mi respuesta. —Uh... —Suenas como una idiota. No le dejes pensar que aún te tiene—. Estoy bastante segura que lo están. Pero tendrás que preguntarle a papi. Me di la vuelta y bajé por las escaleras, aliviada cuando mis pies golpearon la madera dura en el interior. Me acerqué a su habitación y lo escuché cerrar la puerta de la azotea un momento después. Estudió el pasillo una vez más en su camino.

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Me alcanzó en el marco de la puerta, con sus labios curvándose un poco cuando rozamos. —Las otras habitaciones aquí arriba, ¿puedo verlas alguna vez? —Claro, no están bloqueadas. Abrió sus maletas y dejó escapar un suspiro. —Supongo que debería desempacar. Se oyó un golpe en la puerta abierta. Con un crujido de tela y una ola de perfume, Madre desfiló dentro de la habitación. —Toc, toc... Inspeccionó el área con una sonrisa. —Sólo quería asegurarme que todo fuera satisfactorio. —Está bien, gracias —Colin dijo. Flotando directamente hacia su maleta, sus largos dedos peinaron a través de su guardarropa. —Esto nunca funcionará. Ashlyn no puede ser vista con nada menos que un hombre completamente en conjunto. Si la Socialité consigue una foto de esto… bueno. Iremos de compras esta tarde. Nos vemos a las tres en la puerta principal — rozó junto a él, su hombro cepillando su brazo mientras se giraba hacia la puerta. Unos hilos de incomodidad y vergüenza me picaron por su comportamiento. Hizo una pausa y sonrió—. Estoy contenta de que estés aquí. Es justo como en los viejos tiempos ¿no? Con algunas importantes excepciones, como el hecho de que Colin y yo ya no éramos unos niños. Madre se giró hacia la puerta. Las mejillas de Colin se volvieron rosas por la visita de Madre. Se rascó la parte trasera de su cabeza, algo que le había visto hacer antes cuando parecía incómodo. —¿Habla en serio acerca de llevarme a comprar ropa? —Su voz chilló. Reprimí una sonrisa. ¿Por qué su molestia me causaba sentirme reivindicada de alguna manera? —Me temo que lo hace. Colin le dio una mirada a sus jeans y al suéter azul que vestía. —Me han dicho que tengo gustos lamentables en ropa. —Madre es muy exigente. —Era más que exigente. Era una snob descarada acerca de lo que ella, papá y yo vestíamos. Cualquiera que fuera visto con nosotros, a quienes podía controlar, no podían ser vistos en nada menos que con un perfecto diseño.

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—Wow. —Colin se encogió de hombros—. Está bien entonces. —Su sonrisa brillaba como un sol naciente—. Vas a venir ¿verdad?

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Capítulo 5 Traducido por Makilith Vivaldi Corregido por LizC

L

a melodía se reproducía por sí sola en mi mente.

Después de ponerme mi bata rosa, aseguré mi cabello en una pinza en la parte posterior de mi cabeza. Era pasada da medianoche, el reloj del abuelo marcaba las dos. Pero tenía que tocar. La sala de música me dio la bienvenida, sus puertas dobles se extendieron como brazos abiertos. Después de entrar, las cerré, a pesar de que la música las atravesaría. La necesidad de tocar pulsaba a través de mis venas, y abandoné la preocupación por la satisfacción. Los pensamientos del día divagaban a través de mi mente parpadeando imágenes de Colin, de estar fuera en la ciudad. No podía recordar cuándo había tenido tanta diversión al ir de compras. Ningún rastro del antiguo Colin parecía existir. A pesar de que Madre se pavoneó, se acicaló y revoloteó a su alrededor como un pavo real, había soportado pacientemente sus horas de insistencia de que se probara docenas de trajes. Él había sido atento, encantador y agradable. Lo observé con estupefacta admiración. Mis dedos tocaron las teclas color marfil. La música llenaba la sala ahora: una lenta y delicada melodía que me obligó a cerrar los ojos y entregarme completamente a cualquier lugar al que la música me llevara. Imágenes de Colin llenaron mis pensamientos, giraron alrededor de mi corazón y fluyeron a través de la punta de mis dedos, una melodía tan abrumadora que rechacé cualquier pensamiento negativo que intentara entrar en mi mente. Mi corazón me atrajo hacia una misteriosa dirección, y Colin se encontraba en el centro. Esta noche, yo estaba dispuesta a ir allí. Así que envuelta por la dulzura de la creación, me sobresalté por un movimiento cuando al final abrí mis ojos. Mis dedos se atascaron. Colin.

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Vestía un pantaloncillo negro y una camiseta negra de manga larga, un color electrizante. Con el sigilo de una pantera silenciosa, se acercó al piano. —Eso fue increíble —susurró. Aturdida, rápidamente toqué las partituras de Para Elisa. —Oh, lo siento. Pensé que habías terminado. —He… he terminado. —Me sentía expuesta… desnuda. Él había sido testigo de algo tan profundamente personal, algo de lo que él había sido inspiración. ¿Podría ver eso? La idea me hizo enrojecer con vergüenza. Se acercó, como queriendo ver por sí mismo las teclas que utilicé para crear la música. —Sigue tocando. Por favor. Tomé una profunda respiración. Busqué algunas partituras para tomar notas, deseando que se fuera pero contenta de que estuviera aquí al mismo tiempo. —¿Cómo puedes hacer eso… crearla sólo así? —Sólo la escucho. —Nunca podría escucharla y mucho menos crearla de alguna manera organizada. Estoy impresionado. Acepté el cumplido con un asentimiento de cabeza, y los tensos músculos comenzaron a relajarse. —Gracias —presioné de nuevo mis dedos en las teclas. —Sentí la música. —Sus ojos seguían mis dedos—. Creo que estuve expuesto a otro lado de ella. Traté de lidiar con las emociones inundando mi sistema. Atrayéndolo de manera espontánea mientras la melodía menguaba mi alma llevaba a mi corazón a un lugar peligrosamente vulnerable. —Me gusta la música contemporánea, también. La favorita de Madre es la música disco. Él se río. —No puedo ver a tu madre gustándole la música disco. El sonido de su risa relajó los tensos músculos de mi espalda. Dejé que la música continuara fluyendo, incluso mientras robaba miradas a su rostro. Los acordes de la música cambiaron. La amable expresión en sus ojos marrones consoló a mis expuestos nervios, y causaron que mis dedos encontraran los acordes menores en una atractiva armonía. —Papi tolera mi música —dije, mis dedos persiguiéndose unos a otros moviéndose por el teclado—. Él escuchará mi música porque quiere apoyarme, pero lo atrapo

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consultando su correo electrónico en su teléfono todo el tiempo —repetí la melodía aún fresca en mi cabeza… la canción de Colin. Él escuchó, y cuando terminé, nuestros ojos se encontraron. El silencio se hizo eco después de la música. Mi corazón latía tan fuerte, que pensé que podría ser visible a través de mi bata. Mi bata… olvidé lo que llevaba puesto. Mi cabello. Sin maquillaje. Me estaba preparando para ir a la cama cuando me sentí obligada a crear. Horrorizada, mis mejillas ardieron. Me puse de pie. ¿Había él venido a propósito para verme así, para atraparme con la guardia baja? —Justo en este momento, me recordaste a cuando eras pequeña —dijo él, uniéndose a mí—. Con tu cabello recogido de esa manera. Reuní mis notas y rodeé el piano para evitarlo. Él me alcanzó, rozando mi brazo con sus gentiles dedos. —¿Sucede algo malo? —Es tarde. Me voy a la cama. —Rozando junto a él, salí por la puerta antes de que pudiera decir algo más. —Ashlyn —susurró en el vestíbulo a oscuras, permaneciendo justo a mi lado. Cuando no respondí, alcanzó mi brazo. Me congelé y él dejó caer su mano—. ¿Qué? ¿Qué fue lo que hice? Tragué. La tenue iluminación del vestíbulo fundía la mitad de su rostro en una suave luz. ¿Ha olvidado realmente cómo me había tratado? ¿Creía que yo lo había olvidado? Continúe hacia mi habitación, lista para echar el cerrojo por dentro, lista para cerrarle la puerta en las narices, pero él dio un paso en la entrada. —No lo entiendo. ¿Dije algo malo acerca de tu música? Lo siento. —Su expresión se retorció en confusión. Los latidos de mi corazón no reducían la velocidad. Su presencia resonaba con cada una de sus respiraciones, cada destello de sus ojos. Había leído escenas como esta en mis novelas de romance. La heroína siendo acorralada por el héroe, ambos encerrados en un acalorado encuentro de amor y odio. Las manos de Colin se elevaron, y las mantuvo en el marco de la puerta. —Lo que sea que hice —dijo en voz baja—, me disculpo. De verdad disfruté tu música. Yo… —No se trata de mi música —le espeté. Él se encogió, mirando alrededor como si me señalara que mi voz era demasiado alta y podrían escucharme. Su expresión cambió de confundido a serio, y sus ojos

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marrones miraron fijamente a los míos. No podía sentir los latidos de mi corazón. No estaba segura siquiera de que estuviera respirando. —¿Qué sucede? —Su susurro se deslizó en mi alma, justo como la infinidad de veces en que lo había hecho antes, y se envolvió alrededor de mi tierno corazón. —¿Realmente no lo sabes? —forcé el sarcasmo en el tono de mi voz. Él negó con la cabeza. Finalmente tenía la oportunidad de lastimarlo, o tratar de hacerlo, como él me había lastimado tantas veces antes. Pero cuando pensé en mencionar la manera en que solía molestarme, me di cuenta de cuán infantil sonaría. Él esperó, apretando sus manos sobre la madera. No tenía idea del daño que me había causado cuando éramos niños. Ninguna idea. Estaba desconcertada. ¿Cómo alguien puede caminar penosamente a través de una vida tan narcisista haciendo a un lado a las personas y sus sentimientos sin ningún cuidado o consideración o merecimiento? ¿O estaba siendo demasiado sensible, tomando sus bromas de buen humor demasiado en serio? —Olvídalo. Tienes que irte —dije, con burbujeante frustración. —Pero no sé qué fue lo que… Ash, por favor, habla acerca de esto. —No puedes estar aquí. Es una regla. La regla de papi. Te despedirá. La sorpresa cruzó a través del rostro de Colin. —¿Charles hablaba en serio? Asentí con la cabeza. —Entonces llevemos esto de vuelta a la sala de música. —Me voy a la cama —crucé la puerta y envolví mi mano alrededor de la perilla. Colin no se movió. Sus ojos se estrecharon. Trabé mis rodillas, negándome a ser la primera en ceder. Varios acalorados segundos pasaron. La elevación de su pecho poco a poco se hizo más rápida por debajo de su camiseta negra. El tragó. —Así que, ¿estamos bien entonces? Asentí con la cabeza. Alcanzó la perilla, sus cálidos dedos envolviendo los míos, sus ojos nunca dejándome, y cerró la puerta. Me quedé mirando fijamente a la puerta. Una punzada de placer hizo eco dentro de mí.

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*** Soñé con él esa noche. En lugar de alejarse de la puerta de mi habitación, él me presionaba contra ella, y me besaba. Su cuerpo era fuerte, cálido. Sus manos, esos largos dedos, tocaban mi rostro, rozaron mi cuello luego los envolvió a mí alrededor. Tan fuerte. Desperté con un anhelo que permanecía en mi cuerpo en un inalcanzable y delicioso malestar. Cuando salí de la cama, me sentí ligera. Mire a mi tonta sonrisa en el espejo y cubrí mis mejillas sonrojadas con mis manos. Eres de verdad patética. El sueño del beso de Colin se reproducía una y otra vez en mi cabeza, como su melodía. Me duché rápidamente, me puse el uniforme tan rápido que casi olvido un botón de la falda a cuadros azul y verde a la rodilla después de cerrar la cremallera. Rasgué la bolsa de lavado en seco que cubría mi blusa blanca y me deslicé en la impecable camisa. Planché mi rubio cabello, puse algo de rubor color rosa tulipán en mis mejillas y me rocié con mi perfume favorito en la nuca y en mis muñecas. Arriba, escuché movimiento. La habitación de Colin estaba directamente encima de la mía, y el pensamiento envió un estremecimiento a través de mí, agitando el insaciable apetito que el sueño había dejado atrás. ¿Se estaba vistiendo? Después de la excursión de compras, mi imaginación lo evocaba fácilmente deslizándose dentro—y especialmente fuera—de las ropas. Tomé las escaleras hacia la entrada, mirando hacia arriba para ver si Colin saldría. No lo hizo. Madre dormía, así que desayuné sola. Stuart había esperado por mí en la cocina. Últimamente, había ido tan lejos como para tostar un panecillo para mí o servirme un vaso de leche de soya con chocolate. Había crecido odiando las mañanas y el desayuno, sintiéndome obligada a comer lo que sea que preparaba, tanto si quería comer o no. ¿Qué comería Colin en el desayuno? La emoción deriva a través de mí y entré en la despensa en busca de una caja de cereal Kashi. —Fanática de la salud, ¿eh? —La alegre voz de Colin vino detrás de mí, haciéndome saltar. —Uh, sí. —¿Cómo había entrado en el pequeño espacio sin que yo lo escuchara? Él no se movió, sólo sonrío.

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Unos cuantos segundos después, su mirada recorrió los estantes de la despensa, pero su cuerpo permaneció bloqueando la entrada. Las deliciosas fantasías de su beso contra la puerta de mi habitación se dispersaron en mi cabeza, haciendo arder mis mejillas. —Disculpa. —Me oprimí al pasar junto a él, su hombro presionando brevemente mi pecho mientras me di la vuelta y me deslicé. Afuera en la puerta de la cocina, dejé escapar un suspiro y recogí mis pensamientos. Tazón. Leche de soya. Cuchara. Reuní esos tres y me senté en el mostrador de granito negro. —Wow. Esta despensa se parece a la de Dean and deLuca.1 Impresionante. Sonreí mientras masticaba. —Tal vez me prepararé caviar en una tostada, o… Uhm… ¿avena escocesa? O uno de esos panecillos. Apuesto a que hay queso crema en ese enorme refrigerador, ¿verdad? —Se dio la vuelta, con su sonrisa de hoyuelos iluminando la blanca cocina con incluso más brillo. Llevaba un par de pantalones negros y un suéter negro, y el indicio de una camisa azul claro rozando el cuello del suéter alrededor de su cuello. —¿Qué? ¿Es demasiado elegante? —hizo un gesto a su ropa—. Tu mamá las escogió. Él lucía… caliente todo de negro. —No. Te das cuenta de que sólo me escoltarás a la escuela. No vendrás a mis clases. —¿Repetir la preparatoria? La odié la primera vez que fui. Esperaré en un rincón oscuro en alguna parte. A través de los años, Papi había insistido que mis guardaespaldas se quedaran en cualquier escuela a la que estuviera asistiendo, y todos ellos lo habían hecho, sentándose en el vestíbulo con el periódico o una computadora portátil hasta que terminaba. Otra chica había tenido un padre tan paranoico como el mío: Sophie Caruletta, cuyo padre estaba vinculado supuestamente con el crimen organizado. En séptimo grado, nuestros guardaespaldas permanecían como centinelas fuera en el exterior de piedra gris de la Escuela para Chicas Nuestra Señora de los Santos hasta que salíamos al final de cada día, y ambas éramos llevadas lejos en nuestros autos de ciudad negros.

1

Dean and deLuca: es una cadena de tiendas de lujo de comestibles.

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Al igual que yo, Sophie fue etiquetada como extraña. A pesar de que todos respetaban o temían a su padre en silencio, nadie se atrevía a molestar o burlarse de Sophie por sus extraños esfuerzos de protegerla. De todos modos, mi padre era simplemente un abogado, aunque uno muy exitoso. Muchos de los padres de mis compañeros eran abogados y ninguno de ellos tenía guardaespaldas siguiendo todos los movimientos de sus hijos como yo, lo que me dejaba como el centro del “bizarro” objetivo. Stuart, siendo más joven que los anteriores guardaespaldas “de edad paternal”, me había llevado de ser extraña a interesante porque muchas de las chicas en Chatham pensaban que era atractivo. Alguna de las chicas más agresivas lo habían puesto como cebo a diario, saliendo del edificio, arrancando sus abrigos, doblando sus blusas en un nudo a mitad de sus estómagos, y desabotonándolas hasta que sus coloridos sujetadores se mostraban. ¿Serían así de descaradas con Colin? Había puesto encima una caja de Cereal de Trigo Triturado, el alimento ritual matutino de Papi, y luego apuntó a varios gabinetes, mirándome para confirmarle en cuál de ellos estaba los tazones. Cuando finalmente señaló al correcto, escondí una sonrisa detrás de mi boca llena de cereal. Sacó un tazón, mirándolo. Y silbó. —Lindo. Uniéndose a mí en el mostrador, bajó cuidadosamente el tazón. —¿Estás segura de que podemos comer en esto? Asentí con la cabeza. —Es nuestra porcelana china del diario. —Es cierto —vertió el cereal de trigo en el tazón—. Me hace recordar los platos de oro en el comedor —sonrió, vertiendo la leche. —A Madre le gusta todo de esa manera. Llevó una cucharada de cereal a su boca, y asintió. —Puedo ver eso. El sonido de un crujido atrajo mi atención a la puerta. Madre, totalmente maquillada y vestida con un exuberante traje de entrenamiento de terciopelo color albaricoque revoloteó al entrar. Con sus ojos color esmeralda prendidos en Colin. —Buenos días. Madre nunca se levantaba antes de las once. Gavin no llegaba a la casa hasta las nueve, y el servicio de limpieza no llegaba hasta después del mediodía para permitirle a Madre el tiempo que necesitaba para tener privacidad.

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Colin tragó. —Buenos días. —Luces magnífico. —Madre rodeó a Colin. No podía creer que lo estuviera mirando tan críticamente, tan descaradamente. Le dio unos golpecitos en los hombros, alisando su suéter bajando por sus brazos y su espalda. Los ojos de Colin se abrieron ampliamente, pero ella no los vio. Parecía que iba a ahogarse con el cereal en su boca, pero lo tragó. —Muy lindo. —Madre dio un paso hacia atrás, evaluándolo—. ¿Cómo dormiste? —Dormí bien, gracias. —Bien. —Su mirada se deslizó hacia mí—. Cariño, tienes ojeras en tus ojos. —Ella vino hacia mí y se acercó para presionar sus manos en mis mejillas, pero me puse de pie, tomando mi tazón y dirigiéndome al lavabo de la cocina. —¿Te sientes bien? —preguntó Madre—. No quiero que vayas a la escuela si estás bajo este clima, no con la gripe en los alrededores. Estoy segura que no desinfectan las perillas y las superficies como deberían hacerlo en ese lugar. —Madre se estremeció. Deslicé el resto de mi cereal en el triturador de basura. —Estoy bien. —¿Charles te dio tus instrucciones acerca de Ashlyn y la escuela? —La atención de Madre cambió de nuevo hacia Colin y una ola de alivio me recorrió. Atrapado en medio de su masticar, asintió con la cabeza. —La señora Harrington es la directora de Chatham. Es muy complaciente acerca de nuestros deseos por la seguridad de Ashlyn. Me estremecí. —Madre. —Un ligero ardor de rabia comenzó a subir por mis piernas a través mi cuerpo—. Es ridículo que llegues a estos extremos. Es vergonzoso. Madre se quedó inmóvil, observándome a través de una fría mirada. Colin dejó de masticar. Miró de Madre a mí. —Tu seguridad no es un tema abierto a discusión, jovencita. ¿Jovencita? Quería gritar. Mis puños se abrían y cerraban en mis costados. La fulminé con la mirada. —Estaré esperando en la puerta principal —gruñí, saliendo furiosa de la habitación. La humillación me inundaba. Quería atravesar la puerta principal y no volver nunca. Abrí el armario de los abrigos y saqué mi mochila, tirándola por encima de mi cabeza y pasando la banda a través de mi pecho.

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Después pasé mi cabello sobre mis hombros y dejé escapar otro gruñido de frustración. —Es tan vergonzoso —murmuré, ajustando mi falda. Saqué mi polvo compacto, lo abrí y di toques ligeros en mi barbilla y mi frente—. No tienen idea. —¿Estás lista? Me di la vuelta. Colin estaba de pie con sus manos en sus bolsillos delanteros. ¿Había escuchado mis refunfuños? Esto no podría ponerse peor. —Sí —murmuré— . Comes rápido. —Cuando necesito hacerlo, sí —dijo él. —Adiós cariño. —Madre danzó hacia la entrada, su sonrisa dirigida a Colin—. Que tengas un grandioso día. Oh. Dios. ¿Tenía una idea de cuán ridícula lucía? Colin asintió en reconocimiento, su ajustada sonrisa en una obvia expresión de este momento tan incómodo. Ingresó el código de seguridad en el teclado junto a la puerta y sonó un timbre. Abrió la puerta y la sostuvo para que pudiera pasar. —¡Adiós a los dos! La puerta se cerró de un giro y yo bajé por el pórtico hacia la calle donde Eddy, el conductor de Papi, esperaba en nuestro auto. Colin abre la puerta para mí y me deslizo dentro. Él me sigue. —Buenos días, señorita Adair. —El acento de Eddy siempre me animaba hasta el fondo. Vestía unos típicos pantalones azul marino a juego con un suéter y una camisa con una corbata escondida debajo, como la mayoría de los conductores llevaban. —Buenos días, Eddy. —Me hundí en el asiento de cuero, incapaz de librarme de la total humillación que sentía. —Hey. —Colin se deslizó hacia delante, extendiendo su mano sobre el asiento del conductor—. Colin Brennen. —Es un placer conocerte —dijo Eddy. Se puso en circulación—. El Sr. Adair me informó acerca de ti esta mañana en su camino al trabajo. ¿Informó? ¿Papi salía en algún momento de su modo abogado? ¿Era simplemente otro caso más para él? Crucé los brazos sobre mi pecho, en parte para calmar la frustración hirviendo dentro de mí, y en parte para mostrar mi disgusto. Colin me miró desde el otro lado del asiento trasero. Me sentía infantil, actuando como una mocosa. Casualmente, me senté y apreté mis manos en mi regazo.

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—¿Así que eres un viejo amigo de la familia? —preguntó Eddy. —Sip, lo soy. —La pierna derecha de Colin se balanceaba incesantemente. ¿Estaba nervioso? Sería la primera vez. Amargada por la falta de sensibilidad de Madre, saqué mi teléfono para mandarle un mensaje, pero luego lo pensé mejor. No me extrañaría que me llamara y me sermoneara en el acto. Seguro que llamaría a Papi, y tendríamos la conversación de “tu seguridad es importante” una vez más. Podría incluso llamar a Colin y decirle cosas personales que no le gustaban sobre mí, lo había hecho con Stuart, diciéndole que yo no era capaz de tomar una simple decisión, y él había usado eso en mi contra. —¿Por cuánto tiempo has estado aquí en Nueva York? —preguntó Eddy. —Cerca de un año ahora —dijo Colin. —¿Te gusta? Colin se encogió de hombros. Su mirada estaba fija fuera de la ventana polarizada. —Ahora que he vivido aquí, veo la ciudad de otra manera. Eddy se rió entre dientes. —Sí, eso es Nueva York para ti. Conducimos a lo largo de Park Avenue a Freemont Street en silencio. Estuve tentada a sacar mi iPod de mi mochila, y lo hubiera hecho si Stuart hubiese estado conmigo. Así es como me lo había quitado de encima en el camino a la escuela. Vi a Colin con el rabillo de mi ojo, incapaz de quitar mi atención de él. Su energía era pura, como al tener un poderoso cable de electricidad expuesto, con los extremos pelados y vulnerables. Su pierna continuó moviéndose nerviosamente. Parecía estar a punto de saltar del auto para qué, no estoy segura. ¿Se lamentaba ya de su trabajo? ¿La atención de Madre le había traído dudas? Me atrapó observándolo. Permaneció en silencio, pero sus ojos marrones se quedaron puestos en los míos con, ¿qué? ¿Curiosidad? La escuela era fácil para mí, porque a través de los años, mi limitada vida me hizo aprender algo por lo que esperar del futuro. A parte de la música, Inglés e Historia eran mis materias favoritas. Me encantaba soñar con la vida fuera de mi mundo, y ambas materias facilitaban mis fantasías. Sabiendo que Colin esperaba por mí en la escuela en algún lugar hizo mi mente divagar. El sueño de él presionándome contra la puerta, besándome, fluyó a través de mi cerebro como la banda sonora de su dolorosa melodía. Tres de mis profesores hablaron conmigo después de clases y me preguntaron si me sentía bien, diciéndome que me veía distraída.

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Mis mejillas ardieron al siquiera pensar lo que mis maestros deben pensar de mí por notar distracción en su pequeña perfecta estudiante. No podía esperar hasta el almuerzo. La mayoría de las otras chicas de último año dejan el campus para el almuerzo, escogiendo ir a Joe’s Deli calle abajo o Indian Palace en la esquina. A mí no se me permitía salir, y Felicity amablemente se quedaba conmigo. —Es tan aburrido tener que quedarnos aquí a comer —murmuró ella. Una punzada de miedo tembló dentro de mí. ¿Se estaba cansando de vivir con mis limitaciones? Si ella escogía salir sin mí, estaría sola. El pensamiento hizo que mi estómago se encogiera, aunque, difícilmente podía culparla. —Es ridículo —dije—. Lo que me fastidia es que todos creen que soy una conforme estudiante perfecta. “Ella tiene un día de distracción y la alarma «llama a sus padres» se activa”. El olor a comida frita y condimentos italianos llenaban los antiguos pasillos con paneles de madera de Chatham, mientras Felicity y yo nos dirigíamos a la cafetería. Un cosquilleo de travesura se disparó a través de mi sangre. —Vámonos. Felicity se detuvo a mi lado. —Tu padre te matará. —Él despedirá a Colin por no hacer su trabajo y finalmente seré libre de todos esos guardaespaldas. —Tiré de su manga hacia al final del pasillo y giramos a la derecha, tomando un corredor vacío que nos llevaba a la puerta exterior de Chatham. Felicity resopló. —Como si eso llegara a pasar. No sé, Ash, te quiero y todo, pero si tu padre se entera que yo estaba de acuerdo con el paseo, probablemente nos prohibirá vernos. Piensa en eso. Tenía razón, Papi haría exactamente eso. Me detuve en la puerta de cristal y miré hacia el patio de cemento de Chatham, donde montones de chicas estaban agrupadas comiendo su almuerzo. Algunas colgaban de la cadena de la valla, burlándose de los ocasionales chicos de preparatoria que pasaban a asistir a la escuela privada para chicos a dos cuadras de distancia. El perder mis privilegios con Felicity cortaría las minúsculas venas que habían estado alimentando mi vida social. Sin embargo, el impulso de seguir intentando buscar mi libertad, no me dejaría dejar de intentarlo.

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Madre, con su extraño interés en Colin probablemente me daría el tratamiento de silencio por semanas. Papi sólo encontraría a alguien más que trabaje para él. Si Colin perdía su trabajo por mi culpa—no quería llevar ese peso sobre mis hombros. Antes había pensado en huir, pero sabía cuán estúpida e irracional era esa elección. No tenía manera de mantenerme a mí misma. La imagen de yo regresando porque había fallado era peor que estar atrapada. —Tienes razón —suspiré. Estaba rodeada por las vallas, las puertas y las ventanas por las que perpetuamente observaba la vida de afuera. —Pero entonces, ¿qué? —se burló Felicity. —Simplemente nos aseguraremos de no ser atrapadas. —Le dediqué una sonrisa y tiré de ella a través de la puerta. Nos colamos a lo largo de los pasillos exteriores de ladrillos y piedras de Chatham, dando vistazos en las esquinas, agachándonos debajo de las ventajas como fugitivas. El periodo del almuerzo de cuarenta y cinco minutos se escapaba, pero no me importó. Finalmente llegamos a la parte delantera del edificio. —¿Estás segura de que quieres hacer esto? —Felicity se reía tontamente detrás de mí. La adrenalina bombeaba en mi sangre. —Totalmente. —El gélido aire de invierno pasó a través de mi chaqueta y agitó mi falda—. Deberíamos haber traído nuestros abrigos —castañeé. —Nos congelaremos antes de que estemos a mitad de cuadra —bromeó Felicity—. Pero al menos estaremos congeladas y libres, ¿cierto? No vi a Colin en ningún lugar, e imaginé que estaba dentro del edificio con este frío aire de Noviembre. Fuimos en línea recta hasta la abertura en la valla de alambre y comenzamos a trotar calle abajo. Me eché a reír, disfrutando del aire frío pasando junto a mí, alimentando el entusiasmo que brotaba de adentro hacia afuera. A mi lado, Felicity reía conmigo, las dos corriendo como niñas saltándose la escuela. No es que lo haya hecho antes. Llegamos a una parada en la segunda esquina que pasamos. Nuestra respiración subía y bajaba, lanzando blancas nubes de humo en el aire. Los restaurantes estaban en la otra dirección. En nuestra prisa no habíamos guiado nuestro escape con comida en la mente, sólo libertad. —Aquí estamos. — Felicity suspiró dando una mirada superficial a nuestro alrededor—. Bien elegantes y sin ningún lugar a donde ir.

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—No me importa si comemos. Esto es genial. —Ashlyn. La voz masculina me sorprendió, y Felicity y yo nos dimos la vuelta. Colin estaba de pie a cinco pies de distancia, en la esquina. ¿Nos había seguido? Ni siquiera estaba sin aliento. —¿Cómo nos encontraste? —jadeé. Se dirigió hacia mí, con su mirada penetrante. —Es mi trabajo el protegerte, ¿recuerdas? Un escalofrío corrió por mi piel cuando dijo las palabras protegerte. Al mismo tiempo, la palabra “niñera” brilló en mi cabeza. Colin sostuvo mi mirada el tiempo suficiente para atraparme como a una mariposa en una caja de sombras, antes de mirar a Felicity y asentir con la cabeza. —Colin Brennen. —Felicity. —Ella inclinó la cabeza hacia mí—. La mejor amiga para siempre de Ashlyn. —Ellos estrecharon las manos y las mejillas de Felicity se ruborizaron—. Para siempre, o hasta que su Papi se entere de esto. Fruncí el ceño, pasé rápidamente a Colin y me dirigí en la dirección por la que habíamos venido. Miré hacia atrás. Felicity estaba a unos cuantos metros atrás, y Colin me estaba alcanzando. Los fuertes vientos que abrasaban las calles y edificios me helaron hasta los huesos y envolví mis brazos a mí alrededor. Segundos después, la presencia de Colin se presionó a mi lado. Tuvo la decencia de no interrogarme en frente de Felicity y eso era bueno, porque la ira se apoderaba de mi cuerpo. Si lo hubiera hecho, lo habría golpeado en el rostro, o al menos fantaseado con hacerlo. Cuando llegamos a Chatham, Colin me tomó del codo. Su agarre mandó una ola de electricidad a través de mí. Felicity se detuvo a mi lado, mirando la mano de Colin y luego a mí. —Felicity, nos darías un minuto, ¿por favor? —dijo. Felicity asintió. Ya que el almuerzo había terminado, multitudes de chicas de primer y último año desfilaban dentro de la escuela, regresando de sus comidas fuera del campus. Algunos grupos anduvieron más despacio para observar. Susurros flotaron en el aire. Un escalofrío correteó por mi columna vertebral. La mirada penetrante de Colin permaneció en mí. Estaba segura que él sentía las miradas y escuchaba los susurros.

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Deslizó su brazo alrededor de mí, su mano presionaba la parte baja de mi espalda, y me escoltó a una privada esquina del patio de Chatham. Ahí, su brazo se disparó hacia la pared de piedra, enjaulándome parcialmente. Por el rabillo de mi ojo, las chicas se congregaban, curiosas. —¿Quieres decirme a qué se debió eso? —mantuvo su voz baja, lo que aprecié; aún si era humillada por ser atrapada haciendo algo que cada una de las otras chicas tenían la libertad de hacer. —Tratábamos de salir a almorzar. Muchas chicas lo hacen. ¿Ves? Barrí con mi mano en dirección a las estudiantes que estaban detrás de él. Él las ignoró. —No tienes permitido salir del campus. Me encogí de hombros, y forcé indiferencia en mi rostro. Su colonia, desvanecida ahora, llenaba ligeramente mi cabeza y causaba que mi estómago gruñera con deseo. La campana sonó. Me mantuvo anclada a la pared, haciéndome sentir frustrantemente vulnerable. El sueño de él besándome flotaba en mi cerebro, dejándome hipnotizada con su poder para deshacerme. —Está bien —miré hacia otro lado, incapaz de mirarlo a los ojos—. Lo sé. —No lo vuelvas a hacer. —Se movió hacia mi línea de visión—. ¿Entendido? Sonaba como Papi. Me esforcé para controlar mi frustración. —Sí, entiendo. —Mi voz se atascó—. Así que, ¿estamos bien, entonces? Él dio un paso atrás asintiendo. —Sí. Lo pasé sin mirar hacia atrás, mezclándome con las chicas que estaban de pie observándonos. Maliciosos, y curiosos susurros me siguieron a clases. Robaba miradas tras de mí, en mi cara cuando fui a mi casillero, cuando fui al baño y cuando me arrastré al sonar la campana indicando que la escuela había terminado. Felicity me alcanzó en mi casillero. —Todo el mundo quiere saber quién es el chico ardiente —susurró, sus ojos verdes siguiendo a las chicas caminando cerca de nosotras y mirándonos fijamente—. Es maravilloso, Ash. ¡Papi lo hizo bien esta vez! —¡Fel! —Sé que lo odias, pero si tienes que odiarlo, te podría gustar también el odiarlo, ¿cierto? —Se encogió de hombros.

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Cerré mi casillero de golpe. —¿Y qué si es bien parecido? Es un sabueso. Un perro Rottweiler. —Mis mejillas se encendieron con la mentira, y rápidamente me di la vuelta y me dirigí al pasillo esperando poder esconder la verdad de Felicity. Pero me conocía mejor que nadie más… mejor que mis padres, quienes sólo conocían a su princesa de Park Avenue. Una fachada. —Oh, ya veo. —El tono de Felicity contenía broma. —Ash. —Danicka Fiore, una alta modelo adolescente de piernas largas, cubierta con accesorios de diseño, me detuvo en el pasillo—. ¿Quién es el bombón con el que estabas en el almuerzo? —arqueó una ceja—. ¿Tu novio? —Uh, no. Un amigo de la familia. —Oh, genial. ¿Es soltero? Tal vez podrías presentarme con él. —Sus subordinadas modelos que la acompañaban asintieron en acuerdo. —Tal vez —murmuré, abriéndome paso entre el grupo de chicas de mal gusto. Felicity se mantuvo a mi lado. Una vez que estuvimos libres de Danicka y sus subordinadas, me giré hacia Felicity—. Qué molesta. Nunca había hablado conmigo antes. ¿Qué hubiera hecho si le hubiese dicho: “Sí, es mi novio”? —Probablemente te pediría hacer un trío —resopló Felicity—. He escuchado algunas escandalosas historias acerca de esa chica. Salí por las puertas principales de Chatham, hombro con hombro con las hordas de chicas ansiosas por salir. Me detuve en la entrada, buscando nuestro auto de ciudad negro, alineado con una docena de autos estacionados ahí para recoger a las estudiantes. Eddy estaba de pie en el capó del auto charlando con otro conductor. ¿Dónde estaba Colin? Mi estómago se llenó con colibríes. ¿Le diría a Papi acerca de lo del almuerzo? Si Papi se enteraba, me desconectaría de Felicity. Saqué mi teléfono. Tal vez podría convencerlo de no decir nada. Su silueta vestida de negro llegó a través de la multitud de chicas uniformadas en la acera, como si fuera una celebridad abriéndose paso a través de una masa de fanáticas, algunas de las cuales andaban más lento y lo veían mientras pasaba. Con gesto gatuno atravesando el aire, seguido de un “hey tú” y un silbido. Colin dio rápidas zancadas sin vacilar. A través del laberinto de cuerpos, su mirada encontró la mía. —¿Lista? —me preguntó una vez que estuvo a mi lado. Las chicas andaban más despacio a nuestro alrededor, mirándolo. Todas conocían a Stuart.

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Probablemente se preguntaban qué le había sucedido y quién era el chico nuevo. Contemplé el mentir y decirles a todas que era mi novio, pero ya había desechado la posibilidad por ser estúpida frente a Danicka. Hizo correr la noticia acerca de Colin más rápido que un incendio en un bosque seco. —Sí —comencé a bajar el resto de las escaleras hacia la acera. Colin permaneció a mi lado, ambos esquivando a los peatones que se acercaban a medida que pasábamos a través de los estudiantes de Chatham en nuestro camino al auto. Afortunadamente, no me preguntó cómo estuvo mi día, como si estuviera en el Jardín de Niños. Traté de mantenerme a un par de metros delante de él, caminando rápido, pero era más alto y sus piernas más largas, pronto lo tuve caminando a mi lado. Con mi visión periférica lo atrapé mirándome. Eddy terminó su conversación con el otro conductor y llegó a la parte trasera del auto, listo para abrir mi puerta. —Señorita Adair —abrió mi puerta y el olor a cuero y café flotó hacia mi nariz. Me deslicé dentro del auto. Colin entró después de mí y Eddy cerró la puerta. Mantuve mi mirada en la ventana, avergonzada de tratar de hacer algo tan simple como salir del campus para almorzar y tener que dar explicaciones. Por supuesto, no era culpa de Colin. La insistencia de Papi de mantener ridículas reglas era el problema. Sin embargo, no sabía qué decirle a Colin después de tal falta. No lo lamentaba, así que no me disculparía. Lo haría de nuevo si se me presentara la oportunidad. ¿Pero qué si Papi ajustaba sus riendas aún más? Me derrumbé por dentro. No debiste haber roto las reglas. Debiste haber continuado soportando. Cuando mi cumpleaños llegue, la vida cambiará tanto como si mis padres quieren aceptar que cumpla dieciocho años o no. Eddy rara vez charlaba conmigo en el camino a casa. Hoy, permaneció en silencio, bebiendo de su Starbucks. ¿Colin había discutido con él lo que pasó? ¿Colin le diría a Papi?

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Capítulo 6 Traducido por Xhessii

M

Corregido por LizC i celular vibró mientras lo sacaba de mi mochila. Felicity.

Déjame saber lo que diga tu padre

Colin estaba viéndome, su mirada se veía entre curiosa e irritada. —¿Qué? —solté. —Nada —giró su mirada fuera de la ventana. En ése momento, quería entrar en su mente y leer sus pensamientos. Ocultando lo que me importaba, y molesta de que no sabía lo que estaba pensando, agarré mi iPod desde el fondo de mi bolso, metí los audífonos en mis oídos y le subí a la música. Eddy nos dejó a Colin y a mí en frente de la mansión2 y se mezcló entre el tráfico para ir a buscar a Papi. Me giré hacia Colin, me paré en la puerta, y marqué el código en el tablero de seguridad. La puerta pitó y Colin me rodeó, su pecho rozó mi brazo cuando se apresuró por la puerta abierta. Me estremecí. Sin encontrarme con su mirada, entré en la mansión. Subí por las escaleras de mármol de dos peldaños a la vez. ¿Me estaba imaginando que su mirada intimidante me seguía? ¿O la culpa me hacía paranoica? No tenía el valor para verificar con un vistazo. Azoté la puerta de mi habitación. Luego sentí vergüenza. Él va a creer que eres una bebé, al azotar la puerta y actuando como una prima donna3.

2

Son mejor conocidos como petit hôtel, y más bien se refiere a la casa principal de una familia aristocrática, ya que en épocas antiguas tenían dos casas: la de la ciudad, que era de visita en la temporada social y la de campo la cual es donde vivían el resto del año conocidas como chalet; refiriéndose Ashlyn al primer tipo de casa.

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Dejé mi bolso en mi cama, abriéndolo y sacando la tarea que me esperaba. Me puse boca abajo, abrí las carpetas y miré mi tarea. Y suspiré. Colin. Presionándome contra la puerta. Besándome. La voz de Madre flotó desde abajo. Me enderecé. Ella nunca estaba cuando llegaba a casa, siempre salía con sus amigas, salía de compras o iba a algún evento. La voz de Colin estaba mezclada con la de ella. Me puse de pie, corrí a la puerta y la abrí. —¿Se portó bien Ashlyn? Cubrí mi boca para apagar un jadeo mientras me acercaba sigilosamente a las escaleras para oír mejor. —Estuvo bien, Fiona. —Bien. No apruebo el comportamiento vivaz. Simplemente no lo permitimos. Permanecí con aplomo en la esquina del corredor, donde me asomé por las escaleras curvas y miré la espalda de Madre y el rostro de Colin. Colin se movió, aparentando comezón. Cruzó sus brazos sobre el pecho. Su mirada fue más allá del rostro de Madre y me atrapó. Me eché hacia atrás. Oh no. Apreté mis puños. Este día no podría ser más humillante. Sólo una única cosa realmente calmaría todas las emociones que me hostigaban. Rápidamente me dirigí a la sala de música y azoté las puertas dobles. Me senté en el piano y dejé salir un suspiro. Cuando mis dedos tocaron las teclas, mis ojos se cerraron y la frustración menguó al contacto con el instrumento. Incluso la repetición familiar de las escalas me calmó. Una y otra vez mis dedos tocaban arriba y abajo del teclado. Cuánto tiempo toqué, no lo sé, pero cuando mire de nuevo al ventanal que va desde el techo hasta el piso de frente a Park Avenue, el cielo estaba oscuro y las luces brillaban en los edificios. Mi celular vibró en mi bolsillo. ¿Qué hizo tu padre? No estoy en casa aún Comiendo comida china, ahora voy a vomitar. Nos vemos Me reí. Los padres de Felicity comen comida china tres veces a la semana.

3

Prima donna en éste contexto se refiere a que es una persona que se cree una diva, una persona caprichosa, altanera y de reacciones impredecibles.

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Felicity incluso bromea con que su cabello está creciendo como fideos de arroz. —¿Ashlyn? —Madre estaba de pie junto a las puertas dobles del salón de música. Hoy tenía un traje color canela de Dior; uno de sus diseñadores favoritos—.Baja a cenar, por favor. —Esta noche la tomaré en mi habitación. Ella ladeó su cabeza. —¿Por qué? —Tengo toneladas de tarea que hacer. Estaré despierta toda la noche. —¿Y por eso estás tocando? Me puse rígida. —Es para relajarme. —Cena. —La mandíbula de Madre es firme—. En cinco minutos. En el comedor. —Se gira y desaparece, dejando las puertas abiertas. ¿Comerá Colin con nosotros? Madre rara vez permitía a Stuart ese lujo. Mi estómago vacío gruñó, pero no por comida. Madre y Papi insistían en tres cosas: costumbres, respeto y cumplimiento. Obediencia era mi segundo nombre. Mientras crecía, entendí porqué Madre y Papi sólo tuvieron un hijo: ir por el proceso de criar a otro ser humano consumiría más tiempo y energía de lo que esperaban. Un hijo graduándose a través de los grados significa que lo pudieron hacer bien la primera vez, la única vez, y estaría hecho. Si hubiera decidido no bajar al comedor para cenar, Papi hubiera conseguido un sermón de Madre, luego subiría y, en modo de abogado, me explicaría que había hecho un esfuerzo para llegar a casa a cenar, lo que no siempre era una tarea fácil, y que debería mostrar mi amor y respeto a sus esfuerzos cenando con ellos. Tuvimos esa discusión cuando era más pequeña. Me detuve en la cima de las escaleras, a punto de estallar por la frustración, el coraje y las lágrimas. El frío mármol color blanco y negro de las escaleras curveadas en una suave espiral hacia abajo me conducía a la entrada. Probablemente Colin no comería con nosotros, porque Stuart no lo había hecho. Al menos podría comer sin preocuparme que la comida se convirtiera en una conferencia sobre mi seguridad. La voz cantarina de Madre rebotó en las paredes de la entrada y volando por las puertas abiertas de cristal del comedor. ¿Con quién parloteaba en su celular? Me acerqué a la esquina y me detuve en la entrada. Colin estaba en la mesa.

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—Gavin cocina un montón de comida francesa porque absolutamente la adoramos. El pato es sensacional, Colin. Confía en mí. Oh, Ashlyn querida. La sonrisa de Madre brilló a través de la habitación. Si Colin no estuviera sentado ahí, ella me estaría dando el tratamiento silencioso. La presencia de Colin me empujó. No podía dejar de mirarlo. Todavía tenía puesta la ropa negra que usaba más temprano. El contraste causaba que su cabello negro brillara contra su suave piel. Sus ojos se encontraron con los míos como alfileres de disección. —Hablé con Ashlyn para que cenara con nosotros. —Madre se sentó en frente de Colin. Las cejas de Colin se alzaron un poco. —¿En serio? Me dirigí a mi silla, a la derecha de Madre, también en frente de Colin, y me senté. —Aparentemente tiene mucha tarea. —Madre se sirvió un poco de agua de una jarra de cristal—. Pero las cenas familiares no son una opción en nuestra casa, ¿o sí señorita? La humillación enrojeció mis mejillas y oídos. No me atreví a encontrarme con la mirada de Colin. ¿Qué pensaba de Madre llamándome “señorita”? —Creo que es genial. —Colin alcanzó la jarra, sus largos dedos se enrollaron alrededor del delicado mango. Alcé mi mirada. Sus ojos cafés me miraron intensamente—. El tiempo con la familia se está extinguiendo. No dejes que te intimide. Esta es tu casa. Puedes hacer la cena. Me senté derecha y alcé mi mano, indicando que quería la jarra cuando él hubiera acabado. —Ash… lyn. —El tono de Madre rompió el aire—. Pide el agua apropiadamente. Otro destello de furia ruborizó mis mejillas. Podía jurar que había lástima en la expresión de Colin mientras me alcanzaba la jarra. ¿O era desprecio? —¿Me puedes dar el agua, por favor? —pregunté oprimiendo las palabras entre los dientes. —¿Qué te pasa? —dijo Madre sentándose derecha, con sus antebrazos en el borde de la mesa. Me serví el agua en mi copa, y el sonido del tintineo del hielo contra el cristal rompió el aire tenso. —Nada.

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—Bueno. —La ceja de Madre se alzó en la manera de “no lo apruebo”—. Pierde esa actitud antes de que tu padre llegue a la mesa. Dejé salir un suspiro suave y controlado. ¿En verdad esperaba que Madre cambiara su manera de tratarme… incluso delante de un viejo amigo de la familia como Colin? Bien, pasaré el resto de la comida en el modo Perfecto. —Buenas noches. —Papi entró a la habitación en una caminata rápida. Nunca lo había visto en la sala de justicia pero me lo había imaginando entrando, captando la atención de todo el mundo en la sala con magnetismo, de una manera poderosa como lo hace un líder. Sus ojos azules sonrieron mientras evaluaba la situación en el comedor con un eficiente barrido. No se quitó su chaqueta gris hielo, simplemente se desabrochó los botones cuando se inclinó y le tendió la mano a Colin. —Colin. —Charles. Papi vino hacia mí y me besó en la parte superior de la cabeza. —Princesa. Luego, se sentó en la cabecera de la mesa. Con un movimiento suave de la muñeca se puso su servilleta de tela en el regazo. Miré a Madre… Papi todavía no la había saludado. Su atención estaba fija en Colin. Las especias llenaron el ambiente con un aroma agradable. No había visto la comida acomodada artísticamente en el centro de la mesa, estaba demasiado distraída con Colin y la inevitabilidad de que lanzara la bomba de lo que había sucedido en el almuerzo hoy. Mientras la comida era pasada y servida, con los nervios mis puños se apretaron aún más. ¿Por qué simplemente no le dice a Papi y acabamos con esto? Miré a Colin, mi mirada quedó atrapada sin poder hacer nada en la forma en que masticaba, profundizando sus hoyuelos. Las cenas por lo general eran silenciosas con la excepción de Papi preguntándome cómo me fue en el día. Esta noche, Madre habló más de lo que comía. —¿Cómo te gusta la comida? —le preguntó Madre a Colin. —Es la primera comida casera que he tenido desde que me mudé aquí. Madre se aclaró la garganta cuando escuchó “comida casera”. —¿Has pasado mucho tiempo en el Upper East Side4? —preguntó.

4

Es un barrio en Manhattan, uno de los de mayor prestigio en Nueva York, que recoge a los neoyorquinos más adinerados.

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Colin tragó. —No en realidad. La escuela me ha mantenido muy ocupado. —¿Vivías ahí? Él asintió. —Algunas de ésas áreas son encantadoras. ¿Dónde estaba tu departamento? — Parecía que Madre no tenía interés en la comida. Sus codos se plantaron en la mesa y sus ojos miraban fijamente a los de Colin. Miré a Papi, comiendo en silencio, como yo. De vez en cuando sus ojos azules claros se posaban en Colin con interés. —Tengo un lugar en la Calle Charles. —¿Tienes? —Las cejas de Madre se arquearon—. ¿Estás manteniendo tu apartamento? Como si se sentara en brazas, Colin se movió. —Una decisión inteligente —dijo Papi—. La señal de alguien que está preparado. —Sí, pero es empleado de aquí. Siempre y cuando no tenga nada que ver con su nivel de compromiso —dijo Madre. Rodé mis ojos. —Estoy comprometido, Fiona. —Colin alcanzó su copa de agua. Se veía nervioso, como había estado antes en el coche. ¿Se sentía incómodo por ser el centro de atención? Una sonrisa se deslizó en mis labios mientras sus ojos se encontraban con los míos. Mi sonrisa se desvaneció, pero le sostuve la mirada hasta que su atención cambió hacia su plato a medio comer. —¿Estás saliendo con alguien, Colin? —preguntó Madre. Su tenedor se detuvo antes de cortar la carne de pato. —Fiona, no necesitamos interrogar al chico —se rió Papi. —No lo estoy interrogando —Madre finalmente levantó su tenedor—. Sólo estoy poniéndome al día con un viejo amigo de la familia. —Son sus problemas, no los nuestros. —El tono de Papi era afilado a pesar de que sonreía. Sabía lo que el silencio significaba: tema terminado. —¿Cómo te fue hoy? —Papi esperó la respuesta de Colin. Mis nervios se erizaron.

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—Todo salió bien —dijo Colin sin dificultad. —Ya lo esperaba. Ashlyn es una chica obediente. No necesitas reportarme nada a menos de que pase algo. —El tono firme de Papi era para recordarles a Madre y a Colin sobre el trabajo de Colin… a pesar de que compartiera una comida con nosotros y fuera un viejo amigo de la familia. Colin asintió. —Sí, señor. La rebeldía subió por mi espalda. ¿Una chica obediente? Y, ¿por qué Colin se refirió a Papi como señor? Stuart lo hacía, pero Colin había llamado a Papi como Charles. ¿Cuándo había cambiado eso? Y por alguna razón, no me gustaba que Colin usara ese término. —¿Señor? —bromeé, alcanzando mi agua. La cabeza de Papi se giró a mi dirección. El silencio llenó la habitación. —Te llamó Charles cuando llegaste. Y Charles cuando te dio la mano. —Ashlyn. —El tono nervioso de Madre me advirtió a través del cristal de su copa. Sostuve la mirada curiosa y sorprendida de Papi. —¿No te gusta que me llame así, Princesa? —Es un término de respeto —intervino Colin, mirándose avergonzado de que sacara el tema. —Lo que insisto en mis empleados —me recordó Papi. —Ah, y también en tu hija —le solté—. También le digo así. Es difícil de creer, ¿verdad? Es mi padre después de todo. Pero insiste en ello. —Me puse de pie y lancé mi servilleta en la mesa—. Discúlpeme. Señor. Los ojos de Madre relampaguearon. —¡Ashlyn! —Pedí que me disculparan —dejé la habitación, medio esperando que Madre murmurara con indignación que ataría mis tobillos y me regresaría a la mesa. Subí las escaleras, moviendo furiosamente las piernas. La puerta de mi habitación se azotó detrás de mí, y me estremecí, sabiendo muy bien que el sonido resonaría en toda la casa. Unos cuantos minutos después siguió un golpe firme, y la puerta se abrió. Papi estaba de pie en la entrada, su cara parecía de piedra. Se metió en la habitación y cerró la puerta detrás de él. —¿Puedes decirme qué es lo que te molesta, Princesa? —Te dije que no me llamaras así.

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La tirante piel de su rostro se suavizó y se acercó. —Mi error. Lo siento. ¿Qué está mal? Un montón de emociones pasaban: confusión por mis sentimientos hacia Colin, frustración por mi vida llena de protección, y el más fuerte deseo que me lleva hacia… ¿qué? La libertad, sí, pero también algo más… —¿Es Colin? —Papi se acercó, lo sentí; poderoso y dominante e inmóvil como una secuoya, a mi lado. Sí, era Colin. Por una parte. Pero no podía admitir por qué era Colin. —Sé que los dos no se llevaban bien, pero está en el pasado, Ashlyn. Trata de dejarlo atrás. Cerré mis ojos. Lo había dejado atrás. Pero no podía evitarlo. Su rostro, su sonrisa, la manera en que sus ojos me retaban… agitando ese anhelo profundo. —¿Lo odias tanto? —La gentil mano de Papi agarró mi barbilla y giró mi cabeza hacia su mirada aguda de abogado. ¿Qué quería escuchar? Estaba acostumbrada a decirle lo que lo haría feliz, y busqué en sus ojos la respuesta. Asentí. ¿Fue alivio lo que vi pasar por su iris? Un temblor divagó por mis huesos. Sus labios brillaron en una sonrisa. Me envolvió en un abrazo para consolarme, pero estaba demasiado asombrada con la mirada que había visto en sus ojos para consolarme. —Sé que te molestaba cuando eran niños, y sé que no te agradaba. Que incluso lo odiabas. Pero esto funcionará por sí solo —murmuró, su mano en suaves caricias contra mi cabeza—. ¿Por qué no vas al salón de música y tocas un rato? —Se apartó, con sus manos en mis hombros—. Han pasado años desde que te oí tocar mi canción. Con los ojos cerrados, liberé mi angustia y mi temor con el piano. Después de que Papi se fue, toqué Beethoven, pero la melodía que ahora tocaba a lo largo de las teclas era ligera, etérea, y misteriosa. La canción de Colin. Incluso mientras la canción resonaba entre las paredes, cada nota me envolvía y monopolizaba con belleza. No podía parar. La canción se impulsaba sola desde mi alma, se envolvía en mi corazón y salía por mis dedos. La toqué una y otra vez. Abrí los ojos, y me estremecí. Colin. Junto al piano. —Sigo haciendo eso, lo siento. —Sus mejillas brillaron con rosa, sus hoyuelos se profundizaron.

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—Está bien —solté—. Usualmente estoy sola aquí. —Esa canción… es… —¿Qué? —pregunté. —Me gusta. Tomé un suspiro profundo, y revoloteando. Estaba agradecida porque Colin no le había dicho a Papi lo del almuerzo de hoy. Y, después de que tocara para Papi, gaste una buena parte de la noche diciéndome que podía estar en la misma habitación con Colin sin permitir que su carisma pusiera mis rodillas débiles y empezara a tartamudear. —Charles me pidió que te llevara a caminar —dijo Colin—. ¿Quieres ir? —¿Llevarme? —apreté los dientes, me puse de pie—. ¿Cómo si fuera un perro? Colin movió la cabeza. —Lo siento. No debí haberlo dicho así. —No eres tú —dije—. Es… —Con suerte, Colin no vería como Madre y Papi me trataban como si fuera una niña incapaz—. Seguro. Sería genial. —Tal vez podría huir cuando estuviéramos afuera, Colin sería atrapado y despedido y Papi podría… fruncí el ceño. Papi contrataría un gorila… un viejo, y feo gorila. Colin miró mi rostro de cerca. —¿Estás bien? —Sí. —Me empujé a su alrededor y me dirigí a las puertas dobles—. Tomaré mi abrigo y te veré en la entrada —murmuré. Caminamos al oeste hacia Central Park, el viento golpeaba nuestras mejillas y narices. Estaba contenta de que hubiera traído un gorro de lana y guantes. El abrigo blanco que traía mantenía mi cuerpo caliente. Colin usaba un saco de lana negra y gorro de punto negro. Se veía sexy de negro. Madre insistió en que él usara una de las bufandas Ferrigamo que ella tenía a mano en el armario de los abrigos, el cual Colin había aceptado de mala gana. —Siento lo de Madre —dije. —Es una mamá. —Se encogió de hombros—. Es lo que las mamás hacen. —Las mamás tal vez. Ella es una madre. Colin se rió. El sonido causó que se sacudiera mi estómago. Central Park, con sus laberintos de caminos, piedras, árboles, y arbustos era un abismo sin fin en la noche. No quería caminar dentro del parque. No lo tenía

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permitido después de que anocheciera. Cada advertencia que escuchaba de Papi sobre la seguridad salía y me decía que me alejara de lugares oscuros. A mi lado, el paso de Colin era seguro y firme. Mientras nos aproximábamos a los límites del parque, el estudió las oscuras profundidades. —Quedémonos por aquí. Continuamos al oeste, pasando a indigentes que estaban acomodados a lo largo de un muro de piedra que rodeaba el parque. Algunos dormían, algunos pedían una limosna. Más adelante, vimos a hombres que cargaban grandes bolsas de basura verdes llenas de imitaciones de bolsos, carteras, sombreros y otros accesorios. Colin sacudía su cabeza con cada intento de detenernos. Cuando un hombre me molestó de frente, Colin puso su mano en mi espalda. Una ola de calor me atravesó. Hizo que el hombre se hiciera a un lado y me alejó de los buitres, nuestro paso se hizo más rápido, y continuamos. Su mandíbula estaba tensa. El vapor salía entre sus labios apretados. —¿Qué? —pregunté—. ¿Es por esos hombres ahí atrás? Asintió pesadamente. —No saben cuando detenerse. —Su mano se alejó de mi espalda, y la vacuidad se estremeció por mí dejándome con un vacío frío. —¿Qué hay de una librería? —preguntó, su mirada cayó sobre el Barnes & Noble que estaba adelante. —Sí, amo las librerías. —Yo también. Los compradores aglomeraban el edificio de la esquina de la 66th y Broadway. El olor de café fresco y del papel de los libros nos inundaba a medida de que entrábamos. Los dedos enguantados de Colin agarraron mi codo. —¿Qué quieres ver? —preguntó. —No te preocupes por mí. —Lo último que quería era que me siguiera como si fuera una niñera—. Estaré bien. En serio. No me alejaré, lo prometo. —Sus cejas se alzaron por un momento. Se miraba satisfecho, pero esperó hasta que me fui en dirección del romance femenino. No podía soportar estar en un solo lugar, mucho menos hojear. Mi mente derivaba constantemente en Colin. Decidí ver dónde estaba. Lo miré leyendo un libro de psicología. No tuve el corazón para interrumpirlo, así que me mantuve medio escondida, en un pasillo, con los ojos sobre él. Apoyó un hombro contra la repisa, con su cadera ladeada. La forma en que sus dedos largos acunaban el libro, y una mano suavemente pasando las páginas, hizo

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que la fantasía de él presionándome contra la puerta de mi habitación, besándome, ésos dedos tocando mi rostro se reprodujera en mi mente. Su boca… De repente, su rostro se alzó. Sus ojos se encontraron con los míos. Mi corazón latía con fuerza. Empezó de nuevo. —¿Todo está bien? —preguntó, estudiándome. —Uh. Sí —sacudí mi cabeza, ruborizada desde la cabeza hasta los pies—. Sólo estaba… mirando por ahí. —Estabas mirándolo, idiota. Sonaste tan estúpida. Agarré el primer libro que pude, luego mis ojos se agrandaron cuando leí el título: “Hombres: ¿Son un misterio?”. La mirada de Colin derivó hasta el libro. Sonrió abiertamente. —Bien, bueno, si estás bien, yo sólo… —Sí, estoy bien. Genial. Gracias. —Me giré y regresé el libro al estante en un vano esfuerzo por aparentar preocupación. Él hizo una pausa. Finalmente, se encaminó de nuevo hacia el libro que estaba leyendo. Otro libro atrapó mi atención: “Chicos: Edición Interna”. Lo que sabía de los chicos, primero lo escuché de Madre, su versión siempre estaba revestida con sacarina y envuelta de diamantes. Ideales que ella esperaba que existieran para mí pero, por lo que había escuchado en la escuela y por lo que Felicity me compartía, creía que su versión de los hombres era tan irreal como el “felices para siempre”. Mis novelas de romance habían sido libros de texto encubiertos. Algunos hombres preferían a las mujeres dominantes. Mientras que otros preferían a una mujer más sumisa. El besar era una exploración, una extensión de los sentimientos más profundos. Como el sexo. Miré alrededor, mi rostro se ruborizaba. Los detalles que sabía del sexo los había leído en revistas, novelas románticas y lo que Madre había apenas, y con mucho malestar, compartido conmigo, y de las breve charlas que tenía con Felicity sobre el tema. Estos capítulos eran técnicos, fascinantes, y con ilustraciones que dejaron mis ojos de par en par. El rostro de Colin me vino a la mente; su sonrisa, sus ojos, la forma en que sus labios se mueven cuando habla. Me imaginaba esos labios contra los míos. Cálidos temblores se arremolinaron de mi boca hacia mi centro. No cabe duda de que todos en esta sala habían experimentado estos sentimientos antes. La mujer del abrigo rojo a rayas y con la bufanda de pie junto a mí… ¿había sentido esta emoción? ¿La adolescente que llevaba el sombrero de gamuza y lentes negros redondos, había sentido estas sensaciones excitantes?

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El fortalecimiento se convirtió en desilusión, envolviéndose fuertemente alrededor de mi corazón. ¿Cómo sería la vida si se me fuera permitido explorarlos? Colin no me vería como una niña que necesita una niñera. Me imaginé admirada, querida y besada. Amada—Amando, sería una experiencia gratificante, sin igual. Podría usar ese libro. Deslicé el libro bajo mi brazo para cuidarlo hasta que pudiera pagarlo. Escuché la risa de Colin, y lo miré. Estaba de pie junto a un chico alto con suéter, del tipo universitario. El chico bromeaba con él. —Sí, salgamos a beber algún día. —El extraño hizo una pausa cuando me paré junto a ellos—. Nos vemos. —El chico se fue. —¿Quién era? —pregunté. —Un amigo de la escuela. ¿Vas a comprar algo? —miró el libro que tenía bajo mi brazo. —¿Qué? Oh, sólo esto. Él trato de mirar el libro y lo escondí aún más. Cuando fuimos a la caja, me estremecí cuando agarró el libro y se lo dio a la mujer detrás del mostrador para poderlo escanear, pagar y empaquetar. Colin sostuvo la puerta mientras abandonábamos la tienda y regresábamos al aire frío. Una pequeña sonrisa estaba en sus labios. —¿Qué? —No necesitas esas cosas. Giramos en la esquina y esperamos a que cambiara la luz. —¿Y qué si lo necesito? Sus ojos oscuros me estudiaron por un momento. —Todo lo que necesitas saber del amor ya está en tu interior, Ashlyn —sostuvo mi mirada hasta que la luz cambió. Luego su mano tibia regresó a mi espalda mientras cruzábamos la calle. ¿Tendría razón? Había leído un montón de revistas y libros en un esfuerzo de saber más acerca de la intimidad, pero aquí estaba él diciéndome que mis instintos, sin importar cuán inocentes, eran todo lo que necesitaba. Caminamos en silencio por un momento. Saboreé a cada persona que pasamos mirándonos, pensando que éramos una pareja. Una estúpida fantasía, pero era indulgente de todas maneras. Él disfrutaba viendo a un grupo de bailarines

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callejeros que hacían trucos en una caja en la plaza que estaba justo afuera de Central Park. Yo estaba entretenida con la manera en que movía su mandíbula cuando se reía, de la piel fuerte pero frágil que cubría cada hueso. ¿Cómo se sentiría tocar esa piel? Tenía un perfil bonito. Me gustaba la punta recta de su nariz, ahora tornándose rosa por el frío. —Esos chicos son buenos. —No me miró. Estaba contenta… mirarlo mantenía el calor vivo dentro de mí. Una sombra se estaba formando en su mandíbula donde se había rasurado. El contraste de lo áspero sobre su fino rostro anguloso hacía que temblara de deseo. La brisa levantaba las puntas de su cabello, moviendo las oscuras ondas como si dedos invisibles jugaran en él. Mis dedos se frotaban entre sí en el fondo de los bolsillos de mi abrigo. —¿Te gusta bailar? —Me miró entonces, sorprendiéndome. Volví la mirada hacia los adolescentes bailarines. —Sí. Me atrajo en un rápido abrazo lateral. —Ash, vamos. Somos amigos. Inundada con la frustración, salí de su abrazo y me fui. Estando sola, cuando mi costado o mi espalda no sentían el calor de la compañía, fue desconcertante. No iba lento. No quería ser su amiga. Los amigos no se hacen sentir de esta manera entre sí… como si no pudiera esperar levantarme cada mañana para verlo. —Oye —dijo. Había leído escenas como estas en los libros, amantes en desacuerdo. Pero no éramos amantes. No éramos amigos, de todas maneras, no todavía, y él estaba ahí sólo por una razón. Era mi acompañante, nada más. Tan romántico como se miraba el momento, tan excitante como se sentía, no era real. Cuando me agarró del codo y gentilmente me giró para mirarlo de frente, desestimé la rápida agitación interior como una ridícula reacción exagerada. —Yo… —Él miró a su mano en mi codo antes de que metiera de nuevo sus dedos en su bolsillo—. ¿Dije algo malo? El viento nos azotaba. —No. Fui yo. Yo soy… —Soy una solitaria, reprimida, y patética aspirante que no sabe nada sobre el amor, los hombres o las relaciones. La sangre dejó mi rostro. Y me alejé de su mirada penetrante. Colin bajó su cabeza y me miró a la altura de mis ojos. —¿Estás bien? —Todos me tratan como si fuera un bebé.

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—Esa no era mi intención. Pero eres mi responsabilidad. —No soy un bebé. —El coraje me forzó a seguir caminando. —No, pero tú eres… —Se quedó a un paso detrás de mí—. Hay algo sobre ti que es… —¿Qué? Dime. Sacudió su cabeza. —Aquí voy de nuevo, diciendo cosas que me meterán en problemas —dijo a la ligera. —Creo que es un poco tarde para eso, Colin. —Sí, supongo que lo es. Caminamos en silencio por una cuadra. ¿Por qué estás actuando como ua bebé si quieres ser tratada como una adulta? No perdería este valioso momento que teníamos juntos por el orgullo. —¿Te puedo hacer una pregunta personal? —Adelante. —¿Cómo es que no estás con alguien? —Estoy contigo. —Me disparó una centellante sonrisa. —Sabes a lo que me refiero. Se movía constantemente para mantener el calor mientras esperábamos la luz verde. Luego ahuecó sus manos sobre su boca y sopló en ellas. —Rompí con una chica hace unos pocos meses. Una punzada de celos corrió a través de mí. ¿Quién era ella? Cruzamos la calle y nos dirigimos por la 78th hacia la Park. Una sensación de abatimiento se apoderó de mí. En unos cuantos minutos, vería las luces de la mansión. Y esta noche terminaría. —Por qué… qué… oh, no es de mi incumbencia —tartamudeé. —Fue otra persona una vez que la conocí —dijo—. Y no podía abrir mi boca sin decir algo estúpido. Antes el pasado de ninguno de los dos había importado. Ahora, su pasado punzaba como una picadura que tiene que ser rascada. Giramos la esquina y estuvimos en Park. La casa se asomaba en la distancia. Reduje mi paso. —¿Qué hay de ti? —preguntó.

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—¿Yo qué? ¿Y los chicos? —No puedo creer que Charles no tenga un palo de golf en la puerta para golpear a las masas. —No salgo mucho. —¿Por qué? ¿O Charles no te deja salir? Esperamos en otra esquina con una pequeña multitud. La casa estaba en la siguiente esquina. —Él… bueno, Papi quiere que espere. —¿Esperar? —Su tono sonaba incrédulo—. ¿Qué? Agravada por mis circunstancias, enojada porque estaba a punto de revolver el rompecabezas de mi vida, suspiré. — Él sólo quiere que sea más… adulta, supongo. —¿Y qué hay de lo que tú quieres? Estoy trabajando en eso. Me encogí de hombros, sin saber cómo responder. Quería cambiar de tema. —De todas maneras, no he encontrado a alguien que valga la pena para pasar el tiempo con él. —Ya lo harás —dijo. Cuando llegamos a la casa me detuve en la parte inferior de las escaleras. Él se detuvo. —¿Qué pasa? ¿No te estás congelando? No había tenido frío en toda la noche.

*** Yacía en mi cama como una botella de refresco, agitada y lista para explotar. La sonrisa en mi rostro no se iba, sin importar cuánto intentara recordarme lo horrible que Colin había sido. Una vez. Eso fue hace una eternidad. La voz de Madre resonó por las escaleras. También la de Colin. Su dormitorio estaba encima del mío, por lo que escuché sus movimientos en suaves, y burlones desplazamientos arriba, sonidos tenues atrayentes para mí. Me levanté y abrí la puerta de mi habitación. —Cariño, no te tienes que esconder de mí. Somos como familia.

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¿Qué estaba haciendo Madre? Salí al pasillo para oír mejor. —Mmm… me gustaría verte en esto. ¿Por qué no lo has usado? —Lo haré. Uno de estos días. —Eso sería apropiado. No quieres lastimar mis sentimientos ahora, después de todo el trabajo que me costó reemplazar tu guardarropa. Me estremecí. Madre de alguna manera creía que cualquier cosa que dijera era lo correcto por decir, ahora la compañía estaba maldita. —Sólo tengo que agradecerte el maravilloso trabajo que has hecho con Ash hoy. Nunca la había visto así de feliz en años. Oh no. Me acerqué a la pared. —Me alegro de que se divirtiera. —Oh, ella se divirtió. Eres maravilloso con ella. ¿Con ella? Como si fuera una niña de dos años que necesita entretenimiento. Me metí en mi cuarto y azoté la puerta. Luego me encogí. No debería haber hecho eso. Conociendo a Madre, ella estaría tocando a mi puerta para ver qué está mal. Cuando el golpe nunca llegó, abrí la puerta y escuché. Nada. Y no había ningún ruido arriba. Envolviéndome en mi bata rosa, até el cinturón y me dirigí al salón de música. Mi cuerpo temblaba con la rabia que sólo me abandonaría al tocar la melodía en el piano. Cerré las puertas dobles y crucé el piso de madera hacia mi elegante amigo, que me esperaba cerca de la ventana. Sonreí, los nervios agrupados se desenrollaron mientras me acercaba. Me senté, y mis dedos descansaron sobre las teclas, la ira se convirtió en anticipación mientras empezaba a tocar. La melodía de Colin. Los sentimientos chocaban en mi interior, las preguntas salían a la superficie. Las fantasías bailaban con la realidad. El final de la canción estaba a punto de llegar, y no quería hacerlo… mientras tocara la canción, su rostro, sus ojos, su sonrisa estarían presentes en mi mente, mientras que lo conflictivo se mezclaba con imágenes placenteras. Toqué la canción una y otra vez, en octavas más altas, y luego más bajas para más drama. Finalmente, mis dedos se detuvieron a descansar en los acordes finales.

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—Eso fue asombroso. —Era la voz de Colin. Mis ojos brillaron. Mi respiración acelerada hacía eco en las paredes de caoba. La melodía todavía sonaba en mi cabeza, mezclándose con el sonido de su propia respiración acelerada, agitándome. Se movió alrededor del piano. —Sufres cuando tocas esa canción. —Sí. —¿Por qué? —Pienso en cosas que nunca serán. —Puedes tener lo que quieras, Ashlyn. Sacudí mi cabeza, presionando mis ojos cerrados. —No. —Eso no puede ser posible. Más que nada, quería que alguien entendiera lo que estaba en mi interior. El banco se sacudió. El calor se presionó a mi lado. Él estaba sentado junto a mí. Sentí como sus ojos me rogaban que lo mirara. Lo hice. Temerosa de que mi rostro renunciara a mi corazón, mis manos apenas se movieron de las teclas. Su mano se adelantó y me detuvo. —Toca de nuevo. Miré su mano, envolviendo mi muñeca derecha, él la soltó. Puse mis manos de nuevo en las teclas. Cuando toqué la primera nota, él cerro sus ojos. Mi brazo rozó el suyo cuando lo hice, mi cuerpo se movió al ritmo de la música, la melodía inundando mi interior. Cada nota, cada acorde y progresión atravesaba profundamente, abriendo lugares que no habían parpadeado antes con una sensación tan abrumadora. Por el rabillo de mi ojo, vi que su cabeza se giró. Me miraba tocar. ¿Sabría que esta canción era suya? Mi cuerpo se retorcía, los dedos exigían, combatían el mensaje de la melodía. Pequeñas gotas de sudor brotaron de mi cuero cabelludo, y en el hueco de mi garganta donde sentía latir mi corazón. Tocar esta canción era amargo. Era dulce. Era una tortura. Colin envolvió sus manos alrededor de las mías. Las apretó. Mi respiración se detuvo. Saboreé la sensación del fuerte agarre de sus manos esposando las mías. Sus ojos se dirigieron a mi boca, y luego a mis ojos. Su cuerpo se acercó al mío. Luego una tos nos sorprendió.

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Capítulo 7 Traducido por masi Corregido por CyeLy DiviNNa

C

olin se dio vuelta. Madre estaba en la puerta vestida con un traje negro con una túnica pura apenas atada a la cintura. Los restos de la sorpresa se desvanecieron de su rostro, sustituida por una cuidadosa diversión.

Cruzó hacia el piano, entrecerrando los ojos aunque una leve sonrisa transformó sus labios. —Eso fue maravilloso, querida. Pero ¿por qué paraste? Sus ojos se deslizaron hacia abajo a las teclas, a las manos de Colin sosteniendo las mías. —Ya veo. Liberé mis manos del agarre de Colin y me quedé quieta. —¿No te gustó su música, Colin? Colin se unió a mí. —Creo que es excelente. Es sólo… que no parecía muy contenta cuando ella estaba tocando. —Su atenta mirada barrió mi cara—. Como si doliera. Me preguntaba… —Sin embargo, le pediste que lo tocara otra vez. Colin tragó fuertemente. —Sí. —Él me miró, una disculpa en sus ojos. —Lo siento. No debería haber hecho eso si ello… —Eso es una tontería, ¿no es así Ashlyn? —Madre continuó—. Ella es una compositora. Sus piezas son sus creaciones. Como un actor que interpreta la obra. No es ella. Cómo de poco Madre me conocía. Alcancé a ver la confusión, tal vez la irritación, en el rostro de Colin ante el comentario de Madre.

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—De todos modos —Madre restó importancia al tópico—. Yo podría usar tu ayuda por un momento si no me importa. —Claro —dijo Colin. Pasé a mi madre y percibí su perfume, recién aplicado. ¿A esta hora de la noche? En mi habitación, cerré la puerta, pero tenía curiosidad por lo que mi madre estaba haciendo, lo que ella necesitaba de Colin. Cuando sus voces se hicieron lo suficientemente suaves para que estuviera segura de que estaban muy lejos, abrí la puerta y me deslicé hacia fuera. Oí la voz de madre en su habitación por el pasillo. Papi y Madre habían tenido sus propios dormitorios desde que podía recordar. Nunca pensé en nada ello hasta que se lo había comentado a Felicity y ella me dijo que era extraño. ¿Qué pensaría Colin? De puntillas, seguí su discusión hasta que estaba a fuera del dormitorio de mamá. —¿Te gusta la pintura? —le preguntó Madre. Cuando ella había encargado mi pintura, también había hecho una de ella. La había colgado en la entrada principal hasta el año pasado. Entonces ella la había trasladado a su habitación. Ahora, colgaba sobre su enorme cama con dosel. —Es bonita. —Colin sonaba respetuosamente neutral. —Gracias. Estoy terriblemente cansada. Pero quiero que me ayudes a mover el escritorio. Me gustaría estar justo debajo de la ventana para que cuando esté sentada aquí, pueda mirar hacia fuera. ¿Puedes ayudarme con eso, querido joven? Por lo general, Charles me ayuda. Pero es tarde esta noche y yo no tengo la energía para esperar por él. Lo quiero listo para mañana por la mañana. Madre le había pedido en ocasiones a Stuart que la ayudara con trabajos esporádicos como este. Sin embargo, habían pasado años desde que se había acercado a Stuart vestida sólo con su bata. La incertidumbre retorció mi estómago. Escuche golpes, deslizamiento y, finalmente, un ruido sordo. —Gracias. —No hay problema. —¿A dónde vas? —La voz de Madre terminó con un ronroneo bajo. Yo quería echar un vistazo alrededor de la esquina y ver lo que estaba pasando. Asustada de que Colin viniera y me descubriera, me apresuré en silencio a mi habitación y me puso detrás de la puerta parcialmente cerrada.

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—Supongo que esto es un buenas noches. —El tono de Madre se había agudizado. —Sí, lo es —dijo Colin—. Buenas noches. Sus pasos sonaron en la escalera hacia arriba. No podía creer lo que mi madre había hecho para llegar a él. ¿Pensaba que iba a responder a su avance? La idea retorció mi estómago sintiendo disgusto. La puerta de Madre se cerró con un portazo.

*** Cuando Eddy nos dejó a Colin y a mí en Chatham al día siguiente, me sorprendí al encontrar a Danicka Fiore y sus esqueléticas seguidoras aferrándose a la acera. En el momento en que nuestro coche se detuvo, se quedó atenta, haciendo poses. Sus amigas imitaban su postura de plástico. ¿Le gustaban a Colin las chicas súper delgadas? Cuidadosamente, lo observé con el rabillo de mi ojo y mi estómago dio un tirón, cuando su mirada se iluminó con el frágil y delicado grupo. Dejé escapar un resoplido, poniendo su atención sobre mí. Una ola de estupidez casi me ahogó. Yo no estaba haciendo mucho para ganarme su respeto. Sus ojos se entrecerraron, estudiándome brevemente, antes de que Eddy abriera la puerta. Colin esperó a que yo saliera. Al segundo en que mis pies golpearon la acera, Danicka se paseó otra vez, moviendo su largo y liso en un movimiento practicado y suave. —Hey, Ash. ¿Qué pasa? Los intentos de Danicka para charlar honraban mi autoestima. Yo la ignoré, algo que nunca había hecho antes, considerando su atención como de una diosa hasta ahora. Ella continuó hablando tras de mí y me volví. —Soy Danicka. Ella y sus amigas, rodearon a Colin como gatos muertos de hambre en torno a un plato de crema. Lo que es una broma. Pero en el fondo, pensé que era como cualquier otro hombre. ¿Por qué la visión de chicas hermosas de la escuela preparatoria en uniforme no le emocionaría?

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Él sonrió, mostrando sus hoyuelos, y le dirigió un guiño a Danicka. Nada de hola. Sólo un movimiento de cabeza, antes de que él dijera: —Discúlpenme —pasó a través de ellas, con sus ojos en mí. Mis mejillas enrojecidas por el calor y, por dentro, me animé. ¿Cómo se siente con eso, Danicka? Colin pronto subió las escaleras junto a mí. Me sentí reconfortada, teniéndole junto a mí, a pesar de que no debería hacerlo. Abrió una de las pesadas puertas de madera de la escuela y pasé al interior con las otras chicas. Colin se quedó atascado con la puerta abierta, una sonrisa en su rostro para cada mujer batiendo sus pestañas que le pasaba por delante. Felicity se unió a mí en la entrada principal de la escuela. —Wow, ¿está sosteniendo la puerta abierta? —Sí —solté una risita—, él es un príncipe azul real. Él ha totalmente encandilando a Danicka y los esqueletos sin embargo. —Tonterías para él —continuó Felicity echando un vistazo por encima del hombro. —Ella no se está dando por vencida. Me detuve, y fui arrollada, empujada y casi atropellada por las chicas en su camino a clase. Efectivamente, Danicka estaba posicionada en la puerta abierta, una pierna ingeniosamente doblada en la rodilla, las manos detrás de la espalda arqueada, mientras coqueteaba con Colin. Una llamarada de fuego se disparó por mi columna vertebral. Apreté las correas de mi bolsa de libros hasta que no pude sentir más mis dedos y me dirigí hacia mi primera clase. Otro día de no ser capaz de concentrarme. Otro día de la sonrisa con hoyuelos de Colin como un faro intermitente en mi cabeza, una y otra vez tomando control de mis pensamientos sobre los académicos por él y su canción. Otro día de garabatear notas de su canción en mis márgenes. El almuerzo llegó y Felicity y yo nos alojamos en el comedor. Mantuve mis ojos sobre la apertura, preguntándose si Colin vendría a buscarme, pero permaneció estacionado en la entrada principal de la escuela. Confirmé con una mirada. —Tengo que dejar de espiarle —resoplé hacia fuera, después de echar un vistazo a la vuelta de la esquina, verle que estaba sentado leyendo el New York Times en una de las sillas de la sala principal.

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Felicity se rió junto a mí, y luego echó un vistazo por sí misma. —No sé, Ash. Él es muy sexy. Puedo ver por qué estás encandilada de él. Con los ojos amplios, la miré fijamente. —No tengo un flechazo. Él es molesto, al igual que el resto de ellos. —Molesto como un picor delicioso que tiene que ser rascado —Felicity se calló poco a poco—. Mierda, él está mirando. Oh, no. Creo que me ha visto. Justo lo que no necesitaba. Comencé a recorrer el pasillo medio desplazándome, Felicity se rió tras mis talones. Doblamos una esquina, cerca de chocar con Danicka y los esqueletos. —He estado buscándote —dijo Danicka. —¿A mí? —¿Cuál es tu número de móvil? Quiero invitarte a una fiesta que voy a tener este fin de semana en el Noventa y Nueve. Has oído hablar de ello, ¿verdad? ¿Quién no? Para ser visto por cualquier persona que era alguien importante, el Noventa y Nueve era el lugar actual de cinco estrellas para salir. O eso es lo que había oído. —Claro. —Va a ser lo más. ¿Cuál es tu número? —Ella sostuvo en alto su teléfono móvil revestido de diamantes. Si yo le daba mi número a mi papá le saltaría un fusible. Me haría borrarla más tarde, después de una verificación detallada de antecedentes, y él se preguntaría qué estaba haciendo, incluso hablando con alguien tan célebre como Danicka. Recité mi número de teléfono. —De acuerdo. Genial. Te escribiré más tarde. —Se alejó, contoneándose al unísono con sus fugitivas amigas mientras caminaban por el pasillo. —Ella nunca se queda aquí para el almuerzo —murmuré. Felicity se encogió de hombros. —Supongo que ella ha decidido tener a Colin para el almuerzo. Una imagen de Danicka seduciendo a Colin relampagueó en mi cabeza, causando que aleadas de celos vibraran a través de mí. Yo quería abofetearme a mi misma por preocuparme, por estar celosa, por tenerle de repente en mi vida, una

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distracción tan abrumadora, no pasaban ni cinco minutos sin que su nombre se susurrara en mi conciencia. —Tu papá se va a hacer pis en los pantalones —susurró Felicity, se echó a reír. —Sí. —Haría más que eso si se enteraba de la fiesta de Danicka. Pero ir sería la cosa más valiente que nunca había hecho.

*** Danicka me envió un mensaje de camino a casa. Yo angulé la pantalla de mi teléfono móvil por Colin, si él estaba mirando, y estaba segura de que no lo estaba haciendo, no sería capaz de leerlo.

Así que sábado, 99 @10 [NT. Se sustituiría en la misma jerga por At, por lo tanto a las 10, en este caso] ¿sabes dónde está?

Genial. ¿Vendrá Colin?

La verdadera razón por la que me invitaba.

um siii.

Geniiiaaal es taaaan sexy.

Sonreí. No podía esperar a ver su cara cuando entrara en su fiesta… sola.

Dejaré tu nombre a Carlos, el portero. ¿Ok? Genial entonces.

Borré la conversación. Papá me pide periódicamente ver mi teléfono, una irritación que envió injusticia gritando en mi cabeza.

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Suspiré. Los días antes del viernes pasaron lentamente. Yo no podía dejar de pensar en lo divertido que iba a ser ir sola al Noventa y Nueve. Me imaginaba bailando con chicos calientes, siendo el centro de atención en el centro de la pista de baile. Dejé de hablar a Felicity sobre ello, porque no dejaba de recordarme que a papá le estallaría una arteria. No me importaba. Me preguntaba si estaba celosa, y me sentí mal. Las dos sabíamos que Danicka nunca la invitaría a una de sus fiestas, y Felicity no tenía a Colin como cebo. Yo sí. Si eso era suficiente para abrir una puerta, la tomaría. La excursión no era tanto sobre la fiesta sino más sobre hacer algo por mi cuenta. Yo iba a gobernar toda la noche por mí misma. Me perdería en la librería, y de Colin, iría a la fiesta y regresaría a la librería antes de su cierre. Cuando finalmente llegó la noche del viernes, puse mi plan en acción. Después de la cena, me puse unas mayas, un suéter negro de cuello redondo y un par de botas negras y una falda con volantes a cuadros franceses. Me rocíe un poco de perfume y fui en busca de Colin. La música alta señaló que estaba en su dormitorio. Tomé las escaleras hacia arriba y llamé a su puerta. —Un momento. —Segundos después, la puerta se abrió y Colin, vestido con jeans y una sudadera azul claro muy desgastada por el uso con restos de California serigrafiados en el pecho, me saludó—. Hey. Su mirada me barrió de las botas a la cabeza. —¿Vamos a ir a alguna parte? —Sí. Barnes & Noble. Tengo que buscar algo. Pareció reflexionar sobre mis palabras. —Por supuesto. Dame un minuto. —¿Nos encontramos escaleras abajo? Él asintió con la cabeza y cerró la puerta. La emoción aceleró mis pasos hasta la entrada principal, donde me puse a esperar. Paso uno: hecho. La casa estaba como de costumbre en sepulcral silencio. El viernes por la noche significaba que Madre y Papi estaban juntos en un restaurante o en una fiesta para cenar.

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Esta noche era mi noche. Tuve una reacción tardía cuando Colin bajó las escaleras. Vestía pantalón negro elegante que abrazaba sus piernas tonificadas, una camisa con botones, ajustada. Él estaba poniéndose la chaqueta de cuero negro que Madre había elegido para él mientras sus pies tocaban el suelo de mármol. —No tenías que arreglarte —dije, mi garganta atragantándose. Se encogió de hombros y se acercó a la puerta principal. Tecleó el código de seguridad en el panel y los pernos muertos se deslizaron sobre sus rieles. Él abrió la puerta y la sostuvo para mí. —Charles y Fiona se llevan a Eddy por la noche. ¿Quieres caminar o tomar un taxi? Revisé mi teléfono móvil por el momento. Casi las nueve en punto. Yo no podía aparecer en el Noventa y Nueve antes de tiempo. Un frío viento de enero rozó mis mejillas a medida que bajaba las escaleras hacia la acera. Yo no quería ser arrastrada por el viento antes de la fiesta, pero sólo tenía dinero para dos viajes en taxi, no tres. —Tienes dinero, ¿verdad? —pregunté. Él asintió con la cabeza. —Tomemos un taxi. Yo esperé bajo la protección de nuestro pequeño vestíbulo mientras que él salía a la calle, su mano alzándose a los labios. Él lanzó un penetrante silbido. Cuatro zumbaron antes de que uno se detuviera. Colin abrió la puerta trasera e hizo un gesto para que entrara. —Barnes & Noble en la 66 y Broadway —dijo al conductor. Nos llevó entre al tráfico en un pulso rápido a lo largo de Park Avenue. Casualmente, él levantó la mirada. Mis manos se agarraron a cada lado de mi regazo. Seguramente él no podía ver que todo esto era falso. No hablamos en el corto trayecto en coche. En la librería se bajó de un salto, rodeó el coche y abrió la puerta. La culpa me pellizcaba. Era tan caballeroso. Conciencia. Mi plan para salir y volver después de estar en el Noventa y Nueve durante sólo media hora era para asegurar que ni mamá y papá sabían nada acerca de mi juerga en libertad.

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Colin pagó al taxista y entramos en la librería. Él se detuvo. —Entonces… —dijo. —Entonces —mi voz gorjeó. Control, control—. Estaré en la sección de jóvenes adultos —dije, luego me moví y me dirigí hasta la escalera mecánica para subir al primer piso. No me atrevía a mirar a ver si me seguía. No había prisa. Muy pronto me escaparía. Unos vertiginosos escalofríos me estremecieron, atravesando mis brazos y piernas. Después de quince minutos de pasear por la tienda, volví a bajar las escaleras, explorando la primera planta sin encontrar la forma de altura de Colin en ningún lugar. Salí del edificio. El viento frío quemó mis mejillas. Llamé un taxi, le dijo al chófer a donde llevarme y nos fuimos. Comprobé por encima del hombro impresionada, emocionada y sorprendida de que estuviera de camino. Y Colin aún estaba en la librería. Noventa y nueve vibraba a una cuadra de distancia. El edificio de aspecto de acero inoxidable brillaba en contra de la luces de la ciudad. Filas de fiesteros esperaban al frente sobre una alfombra púrpura y roja que se extendía por la cuadra. Las cadenas de luces de bombilla gigantes se balanceaban ligeramente en la brisa helada, iluminando la alfombra roja llamativa que conducía a la entrada. —Al frente de la fila, por favor —le dije al taxista, mi estómago un ramo de burbujas explotando.

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Capítulo 8 Traducido por DaRk Bass Corregido por CyeLy DiviNNa

F

ormas se movieron entre las sombras coloreadas por fuertes luces en la pista de baile. Nunca había estado en un club, solo los había visto en películas o leído de ellos en mis novelas de romance. Música estridente hacía temblar las paredes de cristal color rojo y morado. El aire sudoroso se dirigió forzosamente a mis pulmones, casi obligándome a vomitar. La combinación de perfumes, huno y cuerpos me abrumó. Tuve que recordarme porque quería hacer esto. Carlos me dijo que lo siguiera pero camine hacia un banco de niebla, de sudor y perfume. Una pared de cuerpos girando pereció repentinamente acercarse a mí. Me sentí sofocada, no me podía mover. Algunas cabezas se giraron y otros se quedaron mirando. Solo un tipo se acerco y comenzó a frotarse contra mí. Presa del pánico, me aleje, solo para estrellarme con una chica que usaba un vestido transparente. Ella sonrió y movió sus caderas en mi dirección en un baile que causo que mi sangre temblara. Carlos debió haberse dado cuenta que me había perdido, porque de repente estaba ahí, con el ceño fruncido. Sacudió la cabeza indicándome que me apurara y lo siguiera. Me llevo a una zona elevada con velos rojos y naranjas soplando con una suave brisa. Sofás grandes de terciopelo color morado y rojo estaban puestos en círculo, en el área con cortinas. Tendidas en los sofás había docenas de chicas esqueléticas, algunas de la escuela, otras que no reconocí, con Danicka en el centro. Humo flotaba por la combustión de los cigarrillos y los desordenados ceniceros lo hacían lucir como cofres de tesoros de las Indias orientales. Carlos me dejo cerca de la ondulante entrada. Danicka estaba compartiendo un cigarrillo con una de sus anoréxicas amigas cuando otra chica le dio un golpecito con el codo y apunto hacia mí. Danicka se estiro y miro aturdida a mi alrededor como si buscara a alguien más. Luego se levanto, tambaleándose un segundo en sus brillantes plataformas.

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Su apretado mini vestido color zafiro dejaba ver su ropa interior. Brillo adornaba sus hombros desnudos, sus brazos de pájaro y su cuello. Pasó por encima de sus aturdidos amigos y se dirigió hacia mí. Mi corazón palpito rápidamente. Danicka dividió el velo purpura y entro. Yo di un paso hacia la plataforma roja y sentí calor a mi espalda. —¿Donde está Colin? —su aliento olía a menta agria—, pensé que venía contigo. Nunca la había visto tan apática, tampoco a sus amigas. Sus ojos no expresaban emoción alguna. Sorprendida, difícilmente busque decir. —Él estará aquí —mentí. —Bien, toma uno —hizo un gesto a la mesa donde los cofres, donde cigarrillos ardían como incienso. Había líneas de polvo blanco en una mesa de cristal negro. Mi codo fue tomado en un duro agarre. —Ashlyn. —La voz de Colin cortó la neblina del club como una trompeta. No había ningún rastro de humor en su rostro. Sus ojos profundos ojos negros entraron en mí, buscaron en mi alma y se aferraron a ella. Inclino su cabeza en la dirección opuesta de la carpa de fiesta de Danicka. —Aquí estas. —El aliento agrio de Danicka floto a un lado de mi cara. Se inclino hacia Colin para equilibrarse, pero él apenas la miró—. Estaba esperando que vinieras. Sus largos brazos rodearon su cuello y se levanto para besar su mejilla. En un tirón rápido se libro de ella, y me alejo de ella y sus secuaces. No apreciaba ser arrastrada. Intente soltarme pero él se dio la vuelta y me miró. Alguien choco contra él empujando su cuerpo contra él mío. Antes que cayéramos en la multitud que bailaba, se apodero de mis brazos y nos estabilizo. A mi derecha un sudoroso hombre calvo comenzó a mover sus caderas contra las mías. Colin lo empujo, y el hombre calvo lo miro pero después comenzó a moverse contra el siguiente cuerpo disponible. La frustración llenó el rostro de Colin. —¿Por qué no me dijiste que te ibas? —gritó él sobre la música. —Quería venir sola. Sus ojos recorrieron la multitud, con la postura lista para golpear. —Se supone que te debes quedar conmigo ¿tus padres saben sobre esto?

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Aparte la mirada por un segundo. El pecho de Colin se elevo en un suspiro exasperado que no pude oír sobre la música. —Salgamos de aquí. Colin me tomo del brazo con un agarre de acero. —No me voy —grité sobre el irritante ritmo. —Ash, si tus padres no saben sobre esto, entonces no vamos a quedarnos aquí. —Esta vez tomo mi mano. No pude evitar el fuego que corrió por mi brazo. Se abrió de paso de nuevo entre la multitud sus dedos se apretaron a mi alrededor. Más miradas curiosas, pero esta vez de mujeres, observándolo. Los celos se clavaron en mi corazón. Él está conmigo. Una mentira, pero lucíamos como una pareja ¿cierto? Lance una mirada por encima de mi hombro a Danicka para ver si ella estaba observando. Ella y sus amigas estaba tras del velo, ahora muy interesadas en nosotros. Probablemente les diría a todos en la escuela sobre Colin arrastrándome fuera del lugar. Lagrimas de humillación amenazaron con quemar mis ojos y tiré de la mano de Colin, atrayendo su atención. Luces moradas y doradas brillaron sobre su cara. —Colin, por favor, no me puedo ir así —dije. Él inclino la cabeza más cerca para poder oírme sin que yo tuviera que gritar. Su colonia se mezclo con el denso aire del lugar, el olor dio vueltas en mi cabeza. Me estudio un momento, luego su mirada siguió por encima de mi hombro. ¿A Danicka? No estaba segura, pero me dio un asentimiento. Miro su reloj, luego su atención estuvo de nuevo en mí. De nuevo, una sensación deliciosa de propiedad, aunque falsa, temporal y producida por la fantasía me llenó. —¿Cómo supiste que estaba aquí? —pregunté. —Tu amiga Danicka me conto sobre la fiesta el otro día en la escuela. —Ella no es mi amiga. —Y ella me frunció el ceño a través de la pista de baile. —Eso lo puedo ver. ¿Era ella tan obvia? ¿O lo era yo? me estremecí por dentro, preguntándome lo que realmente él pensaba sobre mí. —¿Puedo traerles algo? —Una sonriente camarera rubia se acerco a nosotros.

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La bandeja en su mano se balanceaba perfectamente con ocho vasos vacios incluso mientras bailaba. Colin sacudió su cabeza. —Tomare un Whisky —le dije. Los ojos de Colin se abrieron por un momento. —Pasamos gracias. Tomó mi codo. Yo me liberé. Se apretó fuertemente contra mi pecho, y susurró con su cálido aliento en mi oído. —Nada de beber. —Todo el mundo lo hace. Nadie revisa las identificaciones aquí. —Ash —pasó una mano por su cabello—. ¿Qué pasa contigo? —Solo quiero divertirme. —De acuerdo, lo entiendo pero beber siendo menor de edad no debería estar en tu agenda. Es contra la ley. —¿Nunca bebiste siendo menor de edad? —lo provoqué—. ¿Nunca? Él cambio. Me miró y entonces miró a otro lado. ¿A dónde? ¿A las parejas que bailaban? No sabía lo que estaba pensando, pero él era tan hermoso bajo el carnaval de luces coloridas. Un zumbido me atravesó. —Sí, lo hice —dijo finalmente—. No estoy orgulloso de ello. Mira este lugar es… no es la clase de lugar donde deberías estar. —¿Qué significa eso? ¿Crees que debo estar en un patio de recreo o en algún lugar de Pizza, con un parque para niños en su lugar? —No, Ash, no. Eres demasiado buena para este lugar —Sus manos parecían picar mientras las sostenía a sus lados. Como si no estuviera seguro de que hacer con ellas. —Vámonos. —Te lo dije. Quiero bailar. —¿Con estos idiotas? De ninguna manera. —Hay un montón de buenos chicos aquí. —crucé mis brazos sobre el pecho. —¿Como el calvo? Vamos —trató de alcanzar mi codo pero me aleje. —No me voy. Vine a divertirme y voy a bailar. —Esos tipos te comerán viva. No sabes de lo que son capaces. —Estoy hablando de un baile, no sexo —protesté.

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¿Cuán ingenua pensaba que era? Su mano pasó nerviosamente por su pelo. Dejándolo revuelto. Sus ojos negros se entrecerraron con desafío enviando calor a través de mi torrente sanguíneo. Tomó mi mano. Y en media docena de zancadas estábamos en el centro de la pista de baile. Luces blancas, moradas y rojas brillaron hacia nosotros desde el brillante suelo. No podía creer que iba a bailar con él. Colin. Un violento tono se deslizo en el aire, atravesando las capas de ropa. La canción se apoderó de mi cuerpo y no la deje ir. Él bailaba a menos de un pie de distancia, mientras su mirada protectora saltaba alrededor de los cuerpos alrededor, buscando entre las caras de dos mujeres y un hombre con sospecha. Por primera vez desde que podía recordarlo, estaba agradecida de tener un guardaespaldas. La mirada de algunos hombres de edad envió una sensación de fastidio por mi piel. Y por la mujer que observaba, sentía como si Colin y yo estuviéramos bailando en un foso con leones en lugar de uno de los clubs más elegantes de Nueva York. Danicka frunció el ceño desde la tienda. La canción terminó, pero otra más sensual comenzó. Lenta como un latido preparándose para descansar. Colin se detuvo. Un incontrolable impulso se apodero de mí, y di un paso más cerca. Sus ojos negros se profundizaron. Mis brazos temblaron cuando los deslice alrededor de su cuello. —No avisarme no estuvo bien, Ash. —Su mandíbula se apretó. No se movió. Un segundo paso, tres, luego sus brazos rodearon mi cintura. Vi un millón de preguntas en sus ojos. O al menos pensé que lo había hecho. ¿Qué significa esto? este baile lento. Su mirada penetrante se redujo, y se dirigió a mí inflexiblemente como si no estuviera complacido. Avergonzada de haberlo manipulado para mi propia diversión, no podía mirarlo a los ojos. Sus brazos me apretaron, fugazmente pero aun así innegablemente. Sentí su mirada sobre mi rostro y mis mejillas se sonrojaron. El momento era oscuro y tormentoso. Nos balanceamos lentamente. Sus muslos rozaron los míos, la hebilla de su cinturón rozo mi estomago. El calor de su cuello y su suave cabello rozo mis muñecas cruzadas en la parte posterior de su cabeza. Levanté la mirada.

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Sus brazos me jalaron más cerca. Sensaciones conflictivas ambas tentativas y aterradoras se apoderaron de mi cuerpo. Por favor que no se acabe la canción, por favor. Había leído sobre heroínas en mis novelas románticas que dejaban que sus dedos jugaran con el cabello del cuello del héroe. Permití que mis dedos exploraran el grueso cabello de Colin. Él entrecerró los ojos, y su lengua rozó sus labios. En mi cintura, sus dedos se apretaron, se acercó de nuevo, sumergida en la confusión, me libere de su abrazo, parpadeando para contener las lagrimas. Sus palmas se cerraron alrededor de mis brazos. Mi corazón parpadeo rápidamente y casi se detiene. El calor se apodero de mis mejillas. Traté de alejarme, pero sus manos me sostuvieron firmemente. Él no dijo una palabra, simplemente se quedó mirándome, causando que un temblor desconocido me atravesara. En un rápido movimiento, me tenía por la cintura y atravesamos a las parejas en la pista de baile, dirigiéndonos hacia la salida. Mantuve mi cabeza baja, asegurándoles a todos los asistentes que pudieran ver que yo no pertenecía aquí. Carlos abrió la puerta para nosotros, y el aire helado quemo mi piel caliente cuando hizo contacto. Trat de seguir las largas zancadas de Colin, pero apenas me mantuve cerca prácticamente corriendo. La desgracia empezó a hervir en mi interior, tiré del brazo, pero él se dio la vuelta, y me jaló hacia su pecho. Sus ojos se dispararon. La fila de espera, donde los clientes conversaban se quedó en silencio. Susurros y silbidos llenaron el aire. El ceño de acero de Colin se disparó a esos en la fila. Las dagas de advertencia en sus ojos los dejaron en silencio. Mi celular vibro en mi bolsillo. No me podía mover. A penas me atrevía a respirar. Colin terminó de ver a esos que esperaban en la fila y con mi muñeca aun cautiva en su mano, me jaló hacia la acera donde un portero fornido llamó un taxi para nosotros. Colin abrió la puerta y firmemente me insto a que me subiera. La puerta golpeó detrás de mí. Estaba tan enojada que abrí la boca y le dije al conductor que condujera, pero la puerta de Colin se abrió y él se subió la puerta golpeo tras de él. Sus ojos brillaron como fuego negro. —Veinte-veintinueve Park. —Colin le dijo al conductor. Sin alejar su mirada de la mía. Fue un momento incomodo cuando su pierna se sacudió como si estuviera listo para saltar. O golpear a alguien. Mordí mi labio inferior, el pánico envió un escalofrió por mi piel. Sus ojos se ampliaron y bajaron hacia mi boca por un momento que casi pierdo si no hubiera sido tan deslumbrante.

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—¿Vas a decirle? —demande. Apenas pude soportar su mirada. —Te escapaste de nuevo no tengo opción. Mi estomago se hundió. Quería rogarle que no lo hiciera, no quería enfrentar lo que sabía que venía, si papi descubría que había roto sus reglas. La mirada en Colin me preocupaba. Él no tenía idea de lo que realmente significaba decirle a papi. No pude dormir. Esperé en mi habitación para que Papi y Madre vinieran así yo podría hablar con ellos. No estaba buscando los fuegos artificiales que inevitablemente siguieron, y mientras las horas trabajaban en mi coraje comencé a dudar. No había escuchado ningún ruido arriba y me preguntaba donde estaba Colin. Salí al pasillo y miré por encima de las escaleras, a punto de subir para buscarlo cuando vi sus largas piernas extendidas en la silla que Madre mantenía junto a la mesa de entrada. ¿Él estaba esperando por ellos? Mi corazón se hundió. Me había comportado como una diva y probablemente había perdido cualquier clase de respeto que podía haber crecido entre nosotros hasta este punto. Mi comportamiento de hoy era la excusa que él había estado esperando para liberarse de este trabajo. Finalmente, escuche el eco de voces. —Colin, cariño, no tenias que quedarte despierto, por lo que sea que fuera. Estoy segura que podemos hablar en la mañana. —La voz de Madre era increíblemente animado para la hora. —Charles necesitamos hablar —Colin dijo. Una corta pausa siguió. Tal vez papi estaba demasiado cansado, si posponían la discusión podría hablar con Colin sobre lo que había pasado. —Por supuesto en mi oficina. Madre les dio las buenas noches y yo cerré la puerta de mi habitación, apagué la luz para que pensara que estaba dormida. Después que supe que estaba en su habitación, baje las escaleras, me acerqué a la puerta cerrada de la oficina de papi tan cerca como pude. —Ashlyh y yo fuimos a una fiesta hoy. —La voz de Colin comenzó fuerte pero, tuvo un momento de duda.

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Mi estomago se sacudió de miedo, el silencio lo siguió. —¿Qué clase de fiesta? —Una fiesta en un club. Una de sus amigas la estaba organizando. —¿Una fiesta en un club? ¿Dónde? —Noventa y nueve. —¿Noventa y nueve? —papi dijo rápidamente—. ¿Quién la invito a tan horrible establecimiento? Su rugido de león vibro con la potencia de un volcán antes de su erupción. —No puedo imaginar a Ashlyn en ese lugar inmundo. —Lo sient… —¿Dices que una amiga de ella la invito? ¿Qué amiga? La única amiga con la que le permito asociarse es Felicity ¿Fue ella? —No. Otra… —¿Quién? —Danicka Fiore. Una pausa siguió, Mi estomago se rasgo en dos. —Charles. Nosotros no empezamos en la fiesta. Fuimos a la librería. —Veo. —El tono de papa cambio. El sudor cubriendo mi piel se volvió helado—. Así que acompañaste a Ashlyn a la librería ¿y después qué? ¿Los dos decidieron que necesitaban ir a un club de mala muerte? —No eso no… —¿Qué, maldita sea? —Nosotros… comenzamos en la librería y ella se fue de allí. —¿Se fue? ¿Sola? —Sí, Señor. —Ashlyn tomo un taxi al Noventa y nueve. Sola. ¿Dónde estabas tú cuando esto pasó? —Ella estaba en una sección de la librería y yo estaba en…

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—Ese fue tu primer error, dejarla sola. Pensé que había sido claro cuando te contrate que no la quería desprotegida en público. Nunca. ¿Qué parte de eso no entendiste? —Lo siento, usted tiene razón. Tomo toda la responsabilidad. —Por supuesto que tomas toda la responsabilidad. No la dejes sola. Ella no tiene permitido asistir a esas funciones. —¿Ella no puede…? ¿Nunca? Mi corazón latía con fuerza. Un silencio asfixiante se filtro por las puertas cerradas. —Lo que más me molesta de esto es que ella se escapo de ti ¿no te dijo que tenía intención de ir al Noventay nueve? Oh, no. La verdad nos castigaría a ambos. —No, señor, de nuevo me disculpo. El silencio siguió, y mis nervios se tensaron preguntando qué estaba pasando. Quería abrir la puerta pero el miedo me paralizo. —Después que descubriste que se había ido ¿Cómo supiste donde encontrarla? —Danicka me había invitado a la fiesta. Me negué. Pero mencionó que también había invitado a Ashlyn. Me cubrí la boca con los dedos. —¿Cuánto tiempo pasó ahí antes que llegaras? —papi preguntó. —Llegue justo cuando estaba siendo escoltada al edificio. —Veo. —La voz de papi sonó más calmada ahora. Di un respiro profundo. Tal vez esto no sería un gran problema después de todo. —Así que —el tono crítico de papi volvió—. ¿Ashlyn solo había entrado al edificio cuando la encontraste? —Sí. —Gracias a Dios por eso. Uno de mis socios se encarga de los propietarios. Del Noventa y nueve y puede ser suficientemente decente para el idiota promedio de Nueva York, pero el lugar es demasiado vil para Ashlyn. —Colin no respondió. —No quiero que nada de esto pase de nuevo —papi ordenó—. Francamente estoy sorprendido por tu falta de profesionalismo. —Lo entiendo. De nuevo. Me disculpo.

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—Su comportamiento, escaparse, es inexcusable por no decir más. Voy a hablar con ella. Un bulto se atragantó en mi garganta. No me demoraría mucho en ver a papi. Rápidamente subí las escaleras y cerré la puerta de mi cuarto con seguro. Aunque la idea era inútil. Cada vez que papi golpeaba en mi puerta la abría. Después de apagar la luz me metí en la cama. Mi corazón se aceleró en mi pecho. El temor corrió de la mano con el pánico. Momentos después, el golpe llego. Fingir que había estado durmiendo no era algo que pudiera hacer. Papi podía ver a través de mi actuación. Encendí la lámpara junto a mi mesa de noche, me levanté y abrí la puerta. La expresión de piedra de papi envió un escalofrió a través de mis huesos. Él no pidió entrar, pasó por el umbral y cerró la puerta. —¿Qué pasó hoy? —permanecí en silencio. —Ashlyn. —Fui a la fiesta de una amiga. —Los ojos de papi se ampliaron como si no pudiera creer que le había dicho la verdad. O que había tenido el coraje de desafiarlo e ir a una fiesta. —¿Dónde era? —En el Noventa y nueve. Es un club. —Sé malditamente bien lo que es —papi dejó salir. Su piel comenzó a enrojecerse en la base de de su cuello—. Dame tu teléfono. Levante la barbilla, me di la vuelta y tomé el celular que estaba al lado de mi cama y lo dejé caer en su mano abierta. Sus ojos flamearon. —Aparentemente Felicity no es la amiga que pensé que era. Si te invitó a esa clase de eventos. Él sabía que Felicity no me había invitado. Dolor y rabia quemaron la parte de atrás de mí cuello. ¿Estaba determinado a alejarme de cada amiga que tenia? —Felicity no me invitó. —Oh, ¿entonces quién? No respondí, estaba demasiado furiosa. —¿Estas enojada? —pregunto él—. ¿Estabas huyendo de Colin? Se cuanto lo odias. ¿Eso era lo que él quería? Lo miré.

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—¿Lo despediste? —pregunté. —¿Eso es lo que quieres? —Quiero que me dejes hacer cosas que todas las chicas de mi edad hacen. —Tienes lo mejor que este mundo tiene para ofrecer. —No libertad. Su expresión se mantuvo sin cambios. Por lo tanto controlada. Otra ronda de ira corrió a través de mi sangre, pero observé su comportamiento controlado. Él parecía reflexionar sobre mis palabras por unos incómodos y silenciosos segundos, luego metió mi teléfono en su bolsillo. —Terminaremos esta conversación en la mañana. Él se fue.

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Capítulo 9 Traducido por rihano Corregido por Loo!*

Y

o quería quedarme enterrada debajo de mis sábanas a la mañana siguiente. La luz gris claro fluyendo a través de las pequeñas rendijas de las enormes persianas cubriendo mis ventanas.

Instintivamente, alcancé el lado de la cama y busqué mi teléfono, pero el lugar en la mesita de noche estaba vacío. Tenía la esperanza de que Felicity fuera lo suficientemente inteligente como para no enviarme ningún texto que mi madre y mi papi consiguieran. Pero seguro que papi leería lo que fuera que llegara a mi teléfono. Los suaves sonidos de arriba atrajeron mis pensamientos hacia Colin. A pesar del hecho de que yo sabía que iba a enfrentar algún tipo de justo castigo por la excursión de la noche anterior, bailando con Colin... su cercanía... la música... su atención tan centrada en mí... un calor se agitó y se extendió por todo mi cuerpo. Cerré los ojos, llegando a la sensación de tenerlo a mi lado. De sus brazos alrededor mío. Una sonrisa iluminó mis labios. Escaleras arriba, un ruido sordo. Otro. Aparté las mantas, me paré y envolví mi bata a mí alrededor. En el reloj de mi cabecera brillaban las 8 a.m. Madre y papi no se despertarían hasta dentro de unas horas. La puerta apenas abierta, me acerqué a las escaleras y miré hacia arriba. La puerta del dormitorio de Colin estaba cerrada, pero oí otro golpe. ¿Qué está haciendo? Subí las escaleras, llegué al descanso y pensé mejor lo de quedarme, curiosa o no. Yo era la última persona que él quería ver después de anoche. Si me sorprendía espiándolo, realmente pensaría que yo era rara. Me di vuelta, lista para regresar por las escaleras y al piano cuando su puerta se abrió. Me quedé helada.

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—¿Ashlyn? Oh, no. Esto no puede estar pasando. Me volví antes de darme cuenta de que no me había lavado la cara aún. Ah. Estaba vestido con un chándal gris y una camiseta empapada. Las puntas de su cabello húmedo colgando en un desorden alrededor de su rostro como un halo de oscuro. Él sostenía una sudadera corta en sus manos, a punto de tirar la prenda sobre su cabeza. —Uhm. Hola. —¿Todo bien? —susurró, mirando hacia abajo por las escaleras. Salió al pasillo, y atrape su olor almizclado. —Sí, por supuesto. —Voy a correr —hizo una pausa de un segundo, y pensé que un ligero recelo, tal vez por mi comportamiento de la noche anterior, brilló en sus ojos—. ¿Quieres venir? Lo último que quería era que él me preguntara porque se sentía obligado, o porque no confiaba en mí. Negué con la cabeza. Él levantó la sudadera sobre su cabeza y su camiseta levantada, dejó al descubierto sus abdominales inferiores. Me mordí el labio. La camiseta cayó en su lugar, su cabello oscuro emergiendo, los ojos brillando en una sonrisa que envió mi pulso saltando. —Entonces, ¿entrenas? —Cielos. ¿No acaba de decir eso? —Sí, aquí y allá... Oye, acerca de lo de anoche. —Su olor me inundó: húmedo y masculino. Se acercó más, para mantener nuestra conversación del viaje. —Sí, yo… yo lo siento si te... metí en problemas —le dije. —Ash. —Su tono cortó a través de mí como una cuchara caliente a través de la crema—. Estoy aquí para protegerte. Eso es lo que tu padre quiere. Te largaste así anoche… —Realmente siento que quedaras atrapado en medio de papi y yo. Él no entiende cómo me siento. —Inútil. Enjaulada. Miré hacia otro lado. —Él está preocupado por tu seguridad. —Él está más que preocupado —murmuré. Él me miró. Pareció dudar un momento, como si quisiera decir algo más. —Los clubes tienen el límite de edad de 21 años por una razón. —Lo sé. —Mi mirada cayó a mis pies, temerosa de lo que habría visto en sus ojos.

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Cuando el silencio entre nosotros se hizo pesado, lo miré. La curiosidad cubrió su rostro. Se metió las manos en el bolsillo delantero de la sudadera con capucha. —¿Conoces algo de defensa personal? —Un poco. Dieron una clase en educación física una vez. Él asintió con la cabeza. —Cuando regrese, voy a enseñarte algunos movimientos. ¿Estás bien con eso? Tragué. Está hablando de defensa personal, de conseguir un agarre. —Seguro. —¿En verdad no quieres correr? ¿Creía que mi vida era triste y patética ahora? ¿Es por eso que ofrecía una oportunidad de libertad de nuevo? —No, gracias. —Te vas a quedar aquí, ¿verdad? —Sus hoyuelos brillaron en una sonrisa burlona. Pero la escasa y cautelosa confianza que había visto en su expresión hace unos segundos resurgió. Me sentí culpable por todo el incidente. Sus ojos oscuros me penetraron. Yo apenas podía soportar su escrutinio, merecedora como yo era de este. Corrió por las escaleras. Dejé escapar un suspiro cuando salió, la escalera haciendo eco con su ausencia. ¿Qué había hecho? Me había convertido en esta completa idiota, corriendo a esa estúpida fiesta. Me hundí en la escalera y enterré mi cara entre mis manos. Ahora, Colin no confiaba en mí. Quién sabía lo que vendría de Madre y papi. Quería la libertad, sí, pero ahora que Colin estaba aquí, yo quería que él me viera como... ¿qué? No un bebé. No una niña. No una adolescente ensimismada. No sé lo que había esperado de la fiesta de Danicka, pero verla a ella y a sus secuaces modelos arriba, rodeadas de drogas y bebidas, y siendo abordadas por chicos mayores girando no era lo que había imaginado cuando me había visto a mi misma en un club. Mi fantasía era más como yo en el centro de atención, bailando y coqueteando.

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Me di una ducha y vestí unos pantalones vaqueros y una sudadera con capucha a rayas de color rosa, decidí pasar el día en el patio con un libro. Tal vez mi madre y mi papi, cuando me buscaran para dictar el castigo, no se volverían locos con cientos de ojos mirando desde los apartamentos de los alrededores. La puerta del dormitorio de Colin estaba abierta, y cuando tomé las escaleras atrapé su fragancia escapándose, como si se burlara de mí. Respiré hondo, sonreí y continué por las estrechas escaleras hasta el patio. Incapaz de concentrarme en mi novela, puse mi libro a un lado y me acerqué a la barandilla. Miré hacia la calle con la esperanza de ver un atisbo de Colin en su camino de regreso. Los domingos eran un poco más tranquilos en Park Avenue. El tráfico fluía a un ritmo menos apresurado. En vez de trajes oscuros y camisas de vestir caminando por las aceras, corredores sudorosos corrían y la ocasional pequeña señora de pelo blanco caminaba a su blanco y perfectamente peinado Maltés. Una suave brisa corría entre los edificios. El aire invernal me levantó el pelo y lo tiró alrededor de mi cara así que me amarré las hebras largas y de color miel en un nudo. Miré a la izquierda y no vi a Colin. Derecha. A lo lejos vi su forma desgarbada en una carrera eficiente y rítmica, esquivando peatones al azar mientras se dirigía hacia la casa. Un escalofrío se deslizó por mi piel. Él redujo la velocidad y se detuvo frente a la casa, su mirada observando, atrapándome. Saludé con la mano, tratando de parecer casual. Él devolvió el saludo. Sí, estoy vigilando todos tus movimientos. Me encogí de hombros, agarré mi libro y me dejé caer de nuevo en la silla. La puerta del patio se abrió y mi corazón dio un salto mortal en el pecho. Tiré todo. Papi, vestido con un par de pantalones casuales y un suéter, se dirigió hacia mí. —¿Ya estás listo? —le pregunté. —Sí, lo estoy. —Era mucho más alto que yo. Mantuve mis ojos en mi libro. —Tu madre no sabe nada de lo que pasó anoche. Te estoy dando la responsabilidad de decirle. Tengo una cita, así que voy a hablar de esto con ella más tarde. ¿Entendido? —Sí, señor.

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—La parte más preocupante de esto es que hubieras ido a un establecimiento de los bajos fondos. La parte de atrás de mi cuello empezó a arder. Sólo asentí con la cabeza. Su mano se acercó y me eché hacia atrás, pensando que podría arrancar el libro de mis manos. Su mano extendida permaneció suspendida entre nosotros, la mirada de sus ojos conmocionada y adolorida. —Yo sólo iba a tocar tu cabeza, princesa. —Su tono de voz herido. —Oh —tragué. Su mano cayó lentamente a su lado y él me estudió un momento antes de inclinarse y besar suavemente la parte superior de mi cabeza. Luego se fue. Una punzada de culpa me golpeó el corazón. Había herido sus sentimientos, reaccionando así. Pero, ojo por ojo, ¿no? ¿Eso me hacía una mala persona? La puerta se abrió y mi madre se tambaleó. Ella tenía sus enormes y negras gafas de Prada, un traje de seda blanco de correr, con el cabello revuelto como si acabara de levantarse de la cama. —Uf —se quejó, cayendo en el sillón en el que acababa de fantasear viéndonos a Colin y a mí—. Necesito un Rockstar. Mi cabeza está palpitando. Me reí. Madre guardaba un alijo de Rockstars en la cocina. —¿Por qué no consigues uno? Se reclinó en el asiento con un profundo suspiro y yo estaba segura de que sus ojos se cerraron detrás de sus gafas de sol. —Ve a buscar uno para mí, ¿quieres cariño? Tenemos que hablar de la fiesta de Navidad y necesito mi cerebro claro. Ve. Ve. —Madre. —Ash-lyn —ordenó. Ella no quería buscar la bebida porque no quería que Colin la viera hecha un desastre. Dejé escapar un suspiro alto y claro, bajé mi libro y me levanté. —Ahórrate la actitud, señorita. —Tal vez cuando dejes de llamarme así —tiré de la puerta para abrirla, me aseguré de que se cerrara tras de mí. En el tercer piso, no pude resistirme a una mirada hacia el dormitorio de Colin. La puerta estaba abierta, y el fresco aroma de jabón me hacía cosquillas en la nariz, atrayéndome.

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Seguí bajando las escaleras, con una sonrisa en mi cara mientras me imaginaba a Colin, acabando de salir de la ducha. Gavin estaba en la cocina, su gruesa presencia ocupando el espacio, hacía que la zona pareciera más pequeña. —Buenos días Señorita Adair. —Buenos días. Abrí la nevera y enganché un Rockstar frío Mara madre, volteé y golpeé el pecho de Colin. La humedad de su piel fresca y limpia envió una ola de burbujas a través de mi estómago. —Hola. —Sus ojos se burlaron—. Esos son malos para ti, ya sabes. —Es por eso que son irresistibles —bromee, batiendo mis pestañas. Su sonrisa se desvaneció lentamente, y sus ojos se volvieron penetrantes. Dio un paso atrás, tragando. ¿Había dicho algo incorrecto? Gavin se aclaró la garganta, llamando nuestra atención sobre él. —Los artículos que solicitaste están en el tercer estante, al lado izquierdo de la despensa —dijo Gavin rotundamente, levantando su ceja a Colin—. En el futuro, te pido que me dejes uno de estos —señaló Gavin a una pila de Post-it amarillos sobre el mostrador—, en el frente del refrigerador todos los lunes. Colin asintió con la cabeza. —Por supuesto. Gracias, Gav. —Él cruzó hacia la alacena y desapareció en el interior. Gavin rodó los ojos ante el acortamiento de Colin de su nombre, pero me gustó que Colin se sintiera lo suficientemente cómodo para dar un paso adelante con el apodo. El Rockstar frío provocó escalofríos por mi brazo, pero yo no quería salir. Ve, o pensará que eres una perdedora con nada más que hacer. —Gracias. —Madre abrió la lata y el chisporroteo salió hacia la atmósfera fría y ventosa—. Ah —tomó un largo trago—. El néctar de los dioses. Solté un bufido. Ella me dio la lata y tomé un sorbo. —Ahora. —Ella se instaló en la silla como una mujer seductora en una manta—. ¿Qué vas a llevar a la fiesta? Y si dices que el Betsey Jonson negro que tienes colgado en tu armario te encerraré en tu habitación esa noche. Te quiero en algo clásico. —Algo que me haga ver de cuarenta, quieres decir. —Ashlyn, tenemos invitados muy influyentes...

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Bla, bla, bla. Yo había oído el discurso de los invitados influyentes, cuidadosamente seleccionados, antes. Madre me quería vestir y mostrarme, otra vez. Pero ella quería desfilarme sólo si usaba lo que ella consideraba clásico y elegante sin tener en cuenta que yo era una adolescente. —Voy a tener que recordar a tu padre que hable con Colin sobre la seguridad. Estoy segura de que Colin puede manejar las cosas. Él es muy hábil. Se verá maravilloso con un esmoquin, también, ¿no crees? Voy a conseguir a mi contacto en Prada para ordenar uno para él. —Tal vez tenga uno —sugerí, solo para molestarla. Yo podría fácilmente imaginar a Colin en un esmoquin. Madre se rió y tomó un sorbo. —Incluso si lo tiene, estoy segura de que es una cosa barata, de mal gusto. Yo no podría tener eso en mi fiesta. —Eres una snob —bromeé, tratando de alcanzar el Rockstar. La cara de Madre se congeló. Yo no podía ver más allá de las gafas oscuras que cubrían sus ojos, pero estaba segura de que me estaba mirando. Sostuvo el Rockstar en un puño. —¿Discúlpame? —Es verdad, y te encanta —moví mi mano hacia el Rockstar, que finalmente me entregó. —Está en los genes, querida. Ten cuidado donde tiras esas piedras. Ellas tienen una manera de aterrizar cerca de casa. Tirar piedras me recordó que papi me había dejado la alegre responsabilidad de decirle a Madre lo que había sucedido la noche anterior. Mi estómago se dio la vuelta, anticipando la entrada. Pero, si yo no le decía, ella lo oiría de papi y eso sería mucho peor. —Fui a una fiesta anoche —le dije, fortaleciendo mi voz. La cabeza de Madre se volteó hacia mí. —¿Una fiesta? ¿Con quién? —Ah. Esta chica de la escuela me invitó. Danicka. Madre deslizó las gafas Prada por su nariz así sus ojos podían centrarse en los míos en esa forma de tú-hiciste-que. —Supongo que tu padre no sabe nada de esto. —Él lo sabe. Su ceja derecha arqueada. —Yo… Estoy sorprendida de que él no volara el techo de la casa.

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—Estuvo bastante tranquilo al respecto —estiré la verdad con la esperanza de que ella tuviera demasiada resaca para ocuparse. —¿Lo estará ahora? —Se puso las gafas en su sitio, cubriéndose los ojos—. Y todos viviremos felices para siempre en Nunca Jamás. —Madre dejó escapar un resoplido—. Sin embargo, no pediste permiso para ir, por lo menos no me pediste permiso. —No, pensé que ya que era la fiesta de una amiga y tengo casi dieciocho no sería una gran cosa. Madre se echó a reír. —Es cierto. Millones de chicas van a fiestas. ¿Por qué no habría de hacerlo? —Porque no eres como millones de chicas. ¿Colin estaba contigo? —Por supuesto. —¿Y no habló con tu padre o conmigo primero acerca de esto? Qué extraño. —Como dije, millones de chicas van a fiestas. Estoy segura de que pensó que no era nada fuera de lo normal. Madre movió su dedo hacia mí como un lento metrónomo. —Tu nariz va a empezar a crecerte, jovencita. —Para con lo de “jovencita”. Bueno, tal vez papi no había tenido la oportunidad de decirle a Colin lo ridículos que son ustedes acerca de mi seguridad. —¿Así que te aprovechaste de eso? —preguntó Madre—. Ashlyn. Estoy decepcionada. —Le pedí disculpas a papi. Lo superó. ¿Tú puedes? —Todavía estoy digiriendo el hecho de que fuiste a una fiesta sin nuestro permiso, ¿te importa? Me siento como si acabara de comer un frasco de caviar barato. —Madre. —¿Dónde fue esta fiesta, de todos modos? —Noventa y Nueve. Madre se rió y apretó su abrigo alrededor de su pecho. —Oh, apuesto que eso hizo arrugar los interiores de tu padre. ¿Qué hizo? ¿Tomar tu teléfono? —Sí —murmuré.

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Ella asintió con la cabeza. —Eso fue muy generoso de su parte. El castigo podría haber sido mucho peor. La puerta se abrió y Colin salió al patio. —Buenos días, Fiona. —Él asintió hacia mí. —Colin, querido. —Madre se sentó derecha y prestó atención a su cabello. —Me estás viendo muy descuidada, me temo. Colin juntó las manos en la espalda. Vestía jeans y un suéter negro. El sencillo atuendo le ajustaba con la perfección que Madre había previsto. —Estás encantadora, Fiona —dijo. Las mejillas de Madre se pusieron rosas. —Es muy amable de tu parte decir eso. —Yo casi esperaba que ella extendiera su mano hacia él por un beso real—. Ashlyn y yo hemos estado hablando de su aventura de anoche. Colin y yo intercambiamos miradas. —No te preocupes, hijo mío. ¿Ese es el por qué nos estabas esperando en la entrada anoche? ¿Eh? —Sí. —Bien. —La mirada de admiración de Madre lo barrió de la cabeza a los pies—. Muy admirable. No voy a preguntarte lo que Charles tuvo que decir sobre el tema, eso lo puedo averiguar por mi cuenta. Colin, quiero decirte acerca de nuestra tradicional fiesta de Navidad. Invitamos a alrededor de 200 de nuestros amigos más cercanos, así, necesitarás contratar alguna seguridad adicional, pero voy a dejar que Charles discuta eso contigo. Mi única pregunta para ti es, ¿tienes un esmoquin? —Ah, no, no tengo. Madre se paró. Ella le dio un golpecito a los hombros de Colin, sus manos moviéndose despacio para acariciar suavemente mientras corría por sus brazos. —Voy a pedir uno para ti. Este se ajustará a tu físico... perfectamente. Robé un trago de Rockstar para ahogar una risa avergonzada. Colin se movió. —De acuerdo. —¿Vas a estar aquí para Navidad? ¿O en casa? —Finalmente intervine, molestando a Madre que asumió que él se estaría quedando. La expresión jubilosa de Madre vaciló.

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—Por supuesto que él va a estar aquí. Trabaja para nosotros. —Ella se volvió hacia Colin—. Te necesito aquí. Un silencio difícil se extendió entre nosotros. —Le agradezco que haya pensado en mí. —Él me lanzó una mirada y luego volvió su atención a Madre—. Yo, yo no estoy seguro de dónde voy a estar. —¿Qué? —Madre casi gritó. —Madre, la gente, incluso los empleados, van a casa por Navidad. Es lo justo. —Aunque pensar en la ausencia de Colin en la casa me dejó con un agujero en el interior. —No los empleados que son parte integral de nuestra casa —replicó Madre. Colin se aclaró la garganta. —Probablemente pueda quedarme, si… —Insisto. Charles también lo hará. ¿Qué haríamos con Ashlyn? Me entraron ganas de reír. Dios no lo quiera que pasen algún tiempo conmigo. Madre continuó. —Me doy cuenta de que la Navidad es un tiempo del año para la familia, pero Barb entenderá. Yo la llamaré —enganchando el Rockstar, Madre le dio un sorbo—. Ahora, necesito que lleves a Ashlyn esta noche al Christmas Spectacular. Tenemos boletos, regalos de uno de los clientes de Charles, pero tengo demasiado que hacer para ir. Además, lo he visto un millón de veces. Colin asintió con la cabeza. —Por supuesto. —Maravilloso. Ashlyn. No más fiestas, ¿eh? Casi puse los ojos, pero Colin me miró. Sus labios curvados un poco, con los ojos entrecerrados con… ¿qué? ¿Advertencia? ¿Desafío? Una chispa de asombro tembló a través de mí. —No olvides nuestra lección —dijo Colin. Las cejas de Madre se levantaron desde detrás de sus gafas oscuras—. Lección de defensa personal. Antes del Spectacular —aclaró con una sonrisa—. Encuéntrame en la sala de música en diez minutos. Usa algo cómodo.

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Capítulo 10 Traducción por alexiia☮♪ Corregido por Loo!*

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on mi palma empapada de sudor, agarré la perilla lista para atender a Colin en la sala de música. Colin. Tocándome. Abrí la puerta, miré adentro. Él estaba solo, mirando por la ventana. Me metí de puntillas, cerré la puerta y me apreté contra ella, mi corazón latiendo como un colibrí. —¿Qué vas a hacer conmigo? —pregunté, con una voz chillona. Se dio la vuelta. Sus hoyuelos apareciendo. —¿Hacerte? —caminó hacia mí y mis nervios se crisparon—. Voy a mostrarte cómo defenderte. —Se detuvo cerca. Su olor me inundó con un aleteo nervioso—. En primer lugar, siempre debes estar consciente de tus alrededores. Saber dónde están las salidas. Mantén tus ojos abiertos para cualquier persona fuera de lo común. —¿Todo el tiempo? —Cuando estás en público. Dondequiera. —Nunca he tenido que hacer eso antes. —Bueno, es hora de empezar. No siempre vas a tener un guarda-espaldas mirando por ti. Lindo sueño, pero dudaba de que fuera independiente en corto plazo. —Sí, tienes razón —asentí. —Además de estar consciente de tus alrededores, tienes que conocer algunos conceptos básicos de defensa. —Se puso detrás de mí, su cercanía chupaba la fuerza de mis músculos—. Si eres agarrada por detrás. —Sus manos se aferraron a mis hombros y mis rodillas casi se doblaron. Recupérate. Muestra un poco de dignidad—, hay un par de opciones. Su cuerpo pegado al mío. Sus brazos alrededor y cubriéndome. Presa del pánico, me pregunté si sería capaz de seguir respirando. Era tan fuerte.

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Espera, esto se siente bien. Incliné mi cabeza hacia atrás. —De acuerdo. —Mi respuesta raspando mi garganta. Su risa me hacía cosquillas en mi cuello caliente. —Se supone que debes resistirte. ¿Resistir? Puse mi cabeza en posición vertical. —Oh, sí. De acuerdo. —Golpea con tu pie mi empeine —dijo. Toqué el talón de su pie. Se echó a reír. —Vamos, más fuerte. Mi sangre estaba tan caliente bombeando sin control por mis venas. Empecé a sudar. Levanté el pie y lo deje caer. —Bien —dijo—. Usa toda la fuerza que puedas. Una vez más. Golpeé su empeine hasta que lo aprobó. Sus brazos permanecían en un agarre vicioso a mí alrededor. —Otra forma es recurrir a tu trasero. Saboreaba el grado de tensión con el que me sostenía, lo cerca que estaba. La forma en que sus labios se movían al lado de mi mejilla. —Tira la cabeza hacia atrás tan fuerte como puedas. —Pero yo… —No te preocupes por mí —dijo, el posicionamiento de mi cuerpo hacía que mis hombros se presionaran en su pecho y que mi trasero nadara en su pelvis—. Hazlo. Envié a mi cabeza hacia atrás una vez. Dos veces. Otros tres golpes con mi cabeza y sus brazos me soltaron. —No te detengas. —Se apartó, frotó su mandíbula. Estando sola, tenía frío. —No hemos terminado, ¿verdad? —pregunté. —Ve a los ojos, Ash. —En un instante estaba envuelto alrededor de mí de nuevo, extrayendo el aire de mis pulmones, nuestros rostros a pulgadas de distancia—. Incapacitación. —No puedo. —Sus ojos brillaban con determinación. Mi mirada cayó a su boca. Bésame. —Si te agarran así, ve a sus ojos —mandó. Asentí con la cabeza, derritiéndose mis músculos en sus brazos. Yo nunca podría hacerle daño. Por un momento me estudiaba, y arrugado el entrecejo. Sentí la disminución de rigidez en su cuerpo, hasta el más mínimo ajuste de sus brazos alrededor de mí. Me soltó y dio un paso atrás. Un escalofrío arruinando mis huesos.

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—Esos son algunos puntos básicos —dijo. —De acuerdo. —Yo no sé tú —deslizó su mirada a mis labios—, pero tengo hambre. Sí. —Estoy muerta de hambre. Pan caliente y especias aromáticas en el aire por los delis y restaurantes a lo largo de la calle 57. A pesar de que hacía frío afuera, bajé la ventana trasera del coche para que pudiera respirar los aromas de la ciudad. Mirando a Colin se fue el gruñido de mi estómago, sustituyéndolo por un profundo deseo de mordisquear que no tenía nada que ver con la comida. —¿Te gusta la India? —Sí, me gusta. —La Casa de Bombay en la 49 es bastante bueno —nos informó Eddy, agitando sus ojos a nosotros en su espejo retrovisor—. Ahí le propuse matrimonio a mi mujer. Tienen cosas buenas. —Ah, ¿sí? —Colin cambió su mirada a Eddy. Eddy nos llevó al pequeño hueco-en-la-pared restaurante, paró el coche y abrí la puerta. Esperé a Colin en la acera. Se inclinó hacia Eddy, le susurró algo al oído, le palmeó el brazo y Eddy asintió con la cabeza antes de que se diera vuelta en el coche y se marchara. Colin se rió entre dientes. —¿Por qué te ríes? —pregunté. El brillo en sus ojos no era malicioso, era fascinante. —No tienes que ser de Park Avenue cuando estamos juntos. —Yo no lo soy. —Pero, Park Avenue era la única manera que sabía ser. Echó un brazo por mis hombros y lo mantuvo allí por un momento mientras caminábamos a la puerta del restaurante. Mi cuerpo se tensó, pero mis rodillas se fundían en mantequilla. —Puedes relajarte a mí alrededor, ¿de acuerdo? —Cuando su brazo se deslizó, el vacío me hundió. Escondí la vacancia detrás de un cabeceo. La Cámara de Bombay estaba escondida arriba de una angosta y oscura escalera al lado de la calle 49. Unas lámparas de papel rojo y dorado iluminaban el cuarto

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oscuro, pintado con murales de elefantes llevando a hermosas mujeres y niños en sus espaldas. De altavoces ocultos, una voz de mujer cantaba. Una mezcla de canela y curry perfumaban el almizclado aire. Nos sentamos en una mesa con una ventana que daba la vista de la calle y su centro de operaciones. Cómo de ordinarios nos vemos juntos, si la gente supiera. Pero estaba contenta de que nadie lo hiciera, incluyéndolo. Esta era mi primera cita. Realmente no era una cita, y la culpa me pellizcó por categorizarla como una. Papi me había permitido ir a un baile con uno de los hijos de sus asociados de leyes, una vez. Mi entonces guardaespaldas nos había acompañado, un detalle que el muchacho no había planeado y lo encontró bastante extraño que puso fin a la brevedad. Esta calificado como una cita por dos razones: mis padres no estaban cerca, y Colin lo había planeado, por lo menos la parte de la cena. Yo había elegido mi suéter favorito azul baya de seda, pantalones de estaño y tacones Jimmy Choo para la ocasión, aunque Colin no había hecho nada más que darme un vistazo, cuando me encontré con él en la entrada de la casa. No estaba mirando ahora. Sus ojos me miraban fijamente. —Ahí está otra vez esa mirada tuya. Nunca había visto la luz como en cualquiera de los ojos de estrellas como el parpadeo de un cielo de medianoche. En contraste con su suéter negro, su cabello oscuro y los dientes blancos se veían aún más brillantes. —¿Qué quieres decir? —Te veías de la misma manera que la otra noche cuando estabas tocando el piano. ¿Qué piensas cuando tocas? —Muchas cosas. —¿Qué te inspira? —Cosas. —Me encogí ante mi respuesta sencilla. Puede parecerme normal, pero ahí es donde la similitud termina. Una mujer con la piel color miel se acercó a la mesa. En su frente estaba presionado un bindi rojo. Un colorido sari envuelto alrededor de su cuerpo. Después de darnos la bienvenida y los menús, se excusó. —He estado aquí antes, creo. —Hace mucho tiempo, cuando apenas nos habíamos mudado a Nueva York, antes de que mi vida se hiciera tan protegida, incluso cuando las comidas no se imponían. —Me gusta el pollo Tikka Masala —dijo Colin—. ¿Alguna vez lo has probado?

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Había sido hace demasiados años para que recordara, pero no lo admití, tenía mucho miedo de lo que él pensara, cuando por fin se diera cuenta de los extremos que papi tuvo que hacer para mantenerme a salvo. —Voy a probarlo —cerré el menú y lo puse a un lado. —¿Estás segura? Puede escoger lo que quieras, no tienes que tomar mi palabra para decidir. Aprecio sus esfuerzos para animarme a expandir mis horizontes, pero él no tenía ni idea de que había flotado en un iceberg en la Antártida durante mucho tiempo, y era insensible a ciertas cosas, como opciones. Parecía desconcertado por mi falta de respuesta, y después de que pedimos, se inclinó hacia delante, las manos entrelazadas sobre la mesa, sus nudillos casi tocando los míos. —Ashlyn. —Su tono me dijo que algo muy pesado se avecinaba—. Tengo que confesar que, cuando Charles me contó sobre el trabajo, yo estaba... bueno, yo sabía que él estaba... en serio con tu seguridad. Pero, ¿cómo lidias con su sobreprotección...? Agarré mi vaso de agua, manteniendo el cristal con hielo entre mis dedos. Mi reflejo en la ventana me llamó la atención. Normal. —Amo a papi —dije—. Pero, siendo sincera, su énfasis en mi seguridad es difícil de sobrellevar. Me estudió con una mirada intolerablemente intensa. —Pero él te permite salir y esas cosas, ¿verdad? Tragué. Si él sabía la profunda sobreprotección de papi, había oportunidad. Yo no quiero un guardaespaldas, Felicity tenía razón: si iba a tener que tener uno, por lo menos tenía que gustarme. Y Colin me gustaba. —¿Ash? —Bueno, yo no tengo novio. —Me temblaban las manos, así que agarré la servilleta y la puse en mi regazo, asegurando mis puños. Eché un vistazo a su cara por una reacción. ¿Por qué estaba viendo todos mis movimientos? —¿Cómo ha funcionado en el pasado? ¿Tus guardaespaldas iban contigo a tus citas? Me mordí el labio, asentí con la cabeza. Su mirada se deslizó a mi boca por un segundo. Se movió, agarró su vaso de agua, bebió, dio marcha atrás. —Eso es interesante —murmuró.

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—Como he dicho, no hay nadie en mi vida. Así que no puedo esperar estar fuera... para ir a la universidad. ¿Cómo conseguiste hacerla tan rápido? —Tomé clases de AP. Al igual que tú, yo estaba listo para pasar a la siguiente fase de mi vida. —¿Te arrepientes de hacer todo... rápido? —Nop. Yo estaba listo. —¿Sigues con el plan en el FBI? Él sonrió. —Sí. —Se inclinó hacia delante, apoyando los antebrazos en el borde de la mesa—. Me intriga. Pero, tengo que trabajar un poco, en primer lugar. Lo que me trajo hasta aquí. Me mordí el labio inferior, sonriendo. Una vez más, la mirada de Colin se deslizó brevemente a mi boca. Tragó saliva y sacudió la cabeza. —¿Qué? —pregunté. —No puedo creer que no tengas novio. El calor se subió a mis mejillas. Aparté mis ojos tras un aleteo de mis pestañas, sorprendida por lo que estaba diciéndome. Algo en su mirada cambió entonces, no estaba segura de lo que vi. Muchos pensamientos corrían por mi cabeza: que se alegraba de que no tenía un novio, feliz de estar trabajando para papi, pero al mismo tiempo, sin saber qué hacer desde aquí. Fantasías, Ashlyn. Has leído muchas novelas románticas. —Los hombres son unos idiotas —dijo entre dientes.

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Capítulo 11 Traducido por LizC Corregido por Marina012

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uando bajé el lunes por la mañana para el desayuno, Colin ya estaba en la cocina, sentado en el mesón del centro. Vestía un pantalón gris oscuro y un suéter negro con cuello en V y una camisa azul debajo de ella. Atractivo.

Su fresca mirada se alzó a la mía. —Hey. —Amaba la cadencia de su voz áspera por la mañana, el sonido envió un zumbido a través de mí. —Hey. Rápidamente me serví un poco de Kashi5, leche de soya y me quedé mirando la silla vacía a su lado. Él captó mi evaluación acerca de dónde sentarme, así que no pude ir a la mesa en la ventana… me parecía grosero. Me senté junto a él. Su mandíbula rotaba cada vez que masticaba, y el crepitar de él comiendo su Capitán Crunch me hizo reír. —¿Qué? —Sus ojos se iluminaron con burla—. ¿Podrías masticar el Capitán y no hacer ruido? Asentí con la cabeza. —¿Ah, sí? —Me tendió su cuchara, un montón de cuadritos amarillentos goteaban con leche, suspendidos hacia mis labios. Su cuchara. En mi boca. Mis mejillas se calentaron. Suavemente, guió la cuchara dentro y vio cómo cerraba mis labios alrededor de la genuina plata fría. —Mastica.

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Marca de cereal.

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Le hice señas para que retirara la cuchara, tratando de no derramar el contenido por encima de nosotros en una carcajada. Tiró de la cuchara, la quitó y yo mastiqué. Poco a poco. —Lento es hacer trampa. —No lo es —tragué saliva. —El Capitán es crujiente. Eso es todo lo que voy a decir —dijo. —¿Cómo te las arreglaste para conseguir Capitán Crunch en nuestra despensa? Mi madre nunca me permitiría comprar esas cosas. —Me quiere más que a ti. —Él movió sus cejas. —Sin duda. —Me reí, y empecé a comer. Nuestro masticar, el de él ruidoso, el mío pequeño, rompió el silencio incómodo pero veraz que quedó después de su comentario. Cuando ambos terminamos, llevó nuestros cuencos hacia el fregadero, los enjuagó y me los tendió. Yo los metí en el lavavajillas. El camino a Chatham fue tranquilo a excepción de la charla que había llegado a esperar entre Colin y Eddy acerca de las noticias locales y la continua mala suerte de Eddy en la lotería. Con Stuart, me ponía los auriculares y listo. Eso era imposible con Colin. Él demandaba mi atención por simplemente estar allí. Me encantaba la cadencia de su voz, su manera de moverse, su confianza, su fuerza, su certeza se coló en el vacío de mi vida. Ya no me sentía tan vacía. Nos detuvimos junto a la acera en la escuela y Eddy abrió la puerta. Colin se deslizó en sus gafas oscuras, esperó mientras yo alzaba mi mochila al hombro, y luego me escoltó por las escaleras a través de la colmena de chicas en uniforme fluyendo en el edificio. Después del fin de semana, estaba a gusto con sus gestos de protección. De hecho, disfrutaba de las miradas y los vistazos de mis compañeras, levantando mi barbilla, con la esperanza de enviar un mensaje… él es mío. Danicka y sus amigas modelos se encontraban justo en el interior de las puertas. ¿Habían estado esperando por nosotros? Miré a Colin, quien escatimó un vistazo rápido al grupo vestido de diseñador antes de que su mirada volviera a mí. —Nos vemos —dijo. —Nos vemos. —Yo no quería ir. Quería estar con él todo el día.

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Hacer nada. Todo. Simplemente estar con él. Me dirigí hacia la sala principal, pasando a Danicka quien salió del círculo de sus amigas y me miró. —¿Qué pasó el sábado? —No fui capaz de quedarme —dije. Luego agregué—: Colin tenía otros planes para nosotros. —Con una sonrisa de satisfacción en mis labios, me giré y me dirigí a mi casillero dejando a Danicka con los ojos desorbitados. ¿Qué piensas de eso, Danicka? Abrí la puerta de mi armario y metí en el interior los libros que no necesitaba para mi primera clase. Mi reflejo en el espejo colgado en la puerta del armario estaba muy pálido para mi gusto. Rápidamente me salpiqué un poco de rubor MAC y luego salté. La cara de Felicity apareció detrás de mí. —¿Qué? ¿Qué? He estado en modo de suspenso todo el fin de semana. Torturada. ¡TIENES que decirme! ¿Fuiste a la fiesta de Danicka? —Fue increíble. No ella. El Noventa y Nueve estaba súper lleno y, medio patético con todos aquellos hombres mayores. Pero lo que pasó fue increíble. Nunca vas a creerlo, Fel, nunca. Felicity saltó de arriba hacia abajo, chillando de alegría. —¿Qué? ¿Y por qué tu papá contestó tu teléfono? —Se lo llevó. Pero olvida eso. El sábado fue como una escena de una novela romántica. En serio. —O.M.D. —Felicity abanicó las manos en su cara—. Lo sabía. Lo sabía. —Bailamos. Felicity se aplastó contra mi casillero en un gesto dramático de un medio desmayo. —Pero eso no fue todo. No puedo decirte cada… cosa... ahora no. Te lo diré en el almuerzo. La campana chilló. —Cruel. —Felicity se alejó de mí, dirigiéndose por el pasillo en dirección a su primera clase—. Eres cruel, sabes eso. Me reí, y asentí con la cabeza.

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La crueldad, como el snobismo, estaba en mis genes. ¿Estaba mal de mi parte querer comer con Colin? Después de todo, era por mí que se encontraba en Chatham. Jugué con esta idea desde el primer periodo hasta que la campana del almuerzo sonó. Las clases fueron borrosas. Los profesores de nuevo preguntaron si estaba enferma. Felicity me encontró en nuestro rincón habitual en la parte superior de la escalera principal, quinto escalón, luego bajamos. Pasamos por el vestíbulo principal, y no vi a Colin. Tomé prestado el teléfono celular de Felicity. —Acabas de pasar un fin de semana de ensueño con él —dijo Felicity estirando su cuello en busca de él—. Toda esa cosa de defensa personal fue tan caliente y sexy, empecé a sudar sólo al oír hablar de ello. Va a hundirte por escribirle. —Un sueño para mí. Trabajo para él. —Tan divertido como el escape del fin de semana había sido, incluso con el castigo de mis padres, él probablemente no veía lo de Noventa y Nueve, o nuestro baile, como yo lo hacía. Pero habíamos tenido una explosión en Spectacular. ¿O no? —Invítalo a comer con nosotras. Tal vez sea una de esas personas extrañas que ama la comida de la cafetería. Mi mamá lo hace. Eso y la comida China. Ugh. Me mordí el labio inferior. El miedo al rechazo finalmente me convenció de no enviarle un mensaje sobre el almuerzo o cualquier otra cosa. Me arrastré a través de la cola de la cafetería con mi bandeja, despedazando una ensalada de pollo mandarín y una Vitamin Water. Felicity se quedó con su panini vegetariano, papas fritas, y Pepsi. Nos sentamos en una mesa junto a los grandes ventanales que daban al patio de cemento de la parte delantera de Chatham. Danicka, por lo flaca que estaba, era fácil de detectar, ella y su manada, rodeando a… Colin. Mi corazón se hundió. Su alta figura, rodeada por chaquetas azules, faldas escocesas, y desnudas piernas sin fin, me hizo perder cerca de los tres primeros bocados del pollo mandarín. —Esa zorra. —Felicity, al ver mi mirada fija fuera, quedó sin aliento—. Está haciendo el movimiento. ¿Qué pasaría si Danicka le preguntaba a Colin su versión de lo sucedido el sábado? Un lodo negro asqueroso llenó mis entrañas. Danicka se paró junto a Colin, quien tenía sus gafas oscuras puestas, por lo que no pude ver en dónde estaban sus ojos. Pero entonces, Danicka tampoco podía. Volcó su soberano recto cabello rubio

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sobre sus hombros cada cinco segundos, como si estuviera en un comercial de champú. Los encantadores hoyuelos de Colin, se mostraban tímidamente. ¿De qué estaban hablando? —Ella ha hecho esto millones de veces y sabe qué hacer y cómo hacerlo —dijo Felicity. El peso de mi falta de experiencia romántica me aplastó un poco. Deslicé mi bolso sobre mi hombro, llevé mi bandeja a la cinta transportadora, y salí de la cafetería. Felicity me pisó los talones, con su panini en una mano, la Pepsi en la otra, y las papas metidas bajo el brazo. —Woohoo —chilló—. La jefa está yendo por su hombre. —Yo no soy su jefa, Fel. —A pesar de que, técnicamente, Colin si trabajaba para mí—. Y no es mi hombre. —Pero estaba trabajando en ello. Había un gran espejo del piso al techo puesto en un extremo de la sala principal. Me comprobé mientras pasábamos por él. Me veía tan bien como Danicka en este uniforme. Puede que no escurriera joyas jugosas, pero el uniforme halagaba mi figura y mi piel era clara. Afuera, el aire helado dolía con cada respiración. ¿Por qué Colin estaba aquí afuera? Lo encontré en el patio, todavía rodeado por Danicka y sus amigas. —Tengo mucho frío —decía Danicka, abrazándose a sí misma cuando Felicity y yo nos acercamos a él—. ¿Puedo usar tu abrigo? Colin me vio. Rompí el círculo de chicas y enganché mi brazo en el suyo. —Ven, vamos a salir para el almuerzo. Inclinó su cabeza cerca de la mía mientras nos alejábamos. —Gracias. Te lo debo. —¿Has comido? —le pregunté. Por encima de su hombro, vi a Danicka y sus amigas esperando. Buitres. Miró su reloj. —¿Tenemos tiempo? —Quince minutos —chilló Felicity con una sonrisa.

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—Deli Joe está cerca —tiré de su brazo y los tres salimos por la acera en dirección al restaurante. —Podría comer. —Sus labios se curvaron hacia arriba.

***

Dado que me debía, hice que llevara a la librería de nuevo esa noche. En mi corazón, esperaba que pasáramos más tiempo bebiendo café con leche y hablando que hojeando los libros en los estantes, pero no quería que pensara que tenía un plan para el día. —Charles quiere que me quede contigo —dijo después de que entramos en el edificio. Se sacudió una ligera capa de nieve que cubría su chaqueta. ¿De niñera otra vez? —No me voy a escapar —le dije—. Te lo prometo. Él se quitó su sombrero de punto y lo amontonó entre sus manos mientras trataba de descifrar si yo le estaba diciendo la verdad. —Me crees, ¿verdad? —Sí, te creo. No eres del tipo fiestera. Y no te pierdes de nada, créeme. —¿Eres del tipo fiestero? —No. —Pero tienes veintiuno. —Como he dicho, lugares como esos, las personas que se la pasan allí, están sobrevalorados. Me gustaba imaginarlo como una persona con clase que conocía lo mejor. Si yo no iba a otro club de nuevo, con un sudoroso hombre calvo bailando, no lo echaría de menos. De ninguna manera iba a hojear romances con él de pie encima de mi hombro. Opté por la sección de adultos jóvenes en su lugar. Después de unos minutos siguiéndome, empezó a recoger los libros de las estanterías y hojear a través de ellos.

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Me moví de un pasillo al otro y continué hojeando. —Hey Ashlyn. —Me congelé. Era la voz de Stuart. Me di la vuelta. Había perdido algo de peso desde la última vez que lo había visto. Huellas del color de los hematomas tatuados debajo de sus ojos hablaban de su falta de sueño. El gris ensombrecía sus mejillas. Eché una mirada a Colin, a una fila abajo, con su cabeza baja. —Te ves… hermosa. —Los ojos verdes de Stuart avanzaron desde mi cara hacia mi cuerpo como un hombre muerto de hambre. —¿Me... seguiste hasta aquí? —le pregunté, mi mirada iba de Stuart a Colin, su cabeza todavía baja… leyendo. —Por supuesto que no —dijo él—. Vivimos en la misma ciudad, estamos obligados a encontrarnos. Stuart y yo habíamos venido aquí con mucha frecuencia. No podía librarme de la tensión nerviosa arrastrándose sobre mi piel. Sin embargo, él había sido mi guardaespaldas por tres años… podía hablar con él y ser cordial. Pero la desesperación en sus ojos era difícil de ver. —¿Estás... bien? —pregunté. Sus manos se movían en las profundidades de su abrigo. Parpadeó fuertemente. —Sí. Gracias… por preguntar. ¿Sigues leyendo novelas de romance? —hizo un gesto hacia una fila de libros con una mano temblorosa—. ¿Recuerdas como los contrabandeaba para ti? ¿El chico nuevo lo hace? Mi garganta no se relajaba. Negué con la cabeza. —¿Sabes lo que solía hacer cuando veníamos aquí? —preguntó. Se acercó—. Me paraba por allí. —Él asintió con la cabeza hacia algún lugar a mi izquierda. No vi— . Y te miraba. No podía quitar mis ojos de ti, ni siquiera para mirar libros. Eres tan hermosa, Ashlyn. Tragué. Lo había sorprendido observándome en más de una ocasión, y me había asustado. —¿Has tenido noticias de alguna escuela? —preguntó con urgencia—. Todavía estás pensando en ir a la universidad, ¿no?

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—Sí, lo hago. Mira, me tengo que ir —dejé a Stuart, rodeé la esquina del pasillo y me uní a Colin, que estaba absorto en la lectura. Miró hacia arriba. El aspecto relajado en su rostro se tensó. —¿Qué pasó? —deslizó el libro en el estante y se acercó a mí, tocándome el brazo. No podía creer que él pudiera saber, con sólo una mirada, que algo andaba mal. —Yo… uh… me encontré con alguien de la escuela. Alguien que no me gusta mucho. Su mirada afilada se saltó alrededor de la tienda por un segundo. —¿Pasó algo? —No. ¿Por qué? —Te ves un poco pálida. ¿Quieres tomar algo? La sonrisa trabajando su camino en mis labios me ayudó a olvidar temporalmente mi encuentro con Stuart. Asentí con la cabeza. Tomamos la escalera mecánica que subía, su brazo frotaba el mío mientras se hizo a un lado para que un vendedor pudiera pasar con prisa por delante de nosotros. Las preocupaciones acerca del encuentro con Stuart me invadieron. Había crecido como mano derecha de la sospecha. Papi me había dicho que estadísticamente, estás en peligro si ves al mismo extraño más de tres veces. Stuart no era un extraño, pero él no era un amigo tampoco. Madre y Papi se alterarían si se enteraban de que lo había visto. Nunca me dejarían venir a la librería de nuevo. La escalera mecánica continuaba subiendo, y yo escaneé el segundo piso. Mi corazón se sacudió. Stuart estaba cerca de la salida, sus ojos fijos en mí mientras caminaba hacia la puerta.

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Capítulo 12 Traducido por Susanauribe Corregido por Marina012

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a casa estaba llena con proveedores de comida y decoradores preparando la fiesta de Navidad. Dos camiones blancos estaban aparcados afuera, causando que el tráfico de Park Avenue se hiciera más lento, conductores mirando la mansión. Montones de manjares y decoraciones navideñas para la fiesta estaban siendo llevados dentro. Colin permanecía estacionado en la puerta principal para frustrar cualquier alteración de la seguridad. Trabajadores descargaban docenas de pinos envueltos de todas las formas y tamaños. Luego cada árbol era desenvuelto, adornado con luces blancas, moños, bombillas y ornamentos, cada uno con su propio tema. Frescas guirnaldas verdes, ricas en esencia de pino y bellotas, eran colgadas encima de las puertas, esparcidas por tres pisos de escaleras, y caían desde los candelabros a lo largo de los pasillos. Cada año, los grupos de decoración trabajaban más rápido que el anterior. Al final del día, la casa estaba lista para la inspección final de Madre antes de que los decoradores fueran liberados. Ya que el almuerzo había pasado, tomé una manzana para Colin. Él tenía un iPad en una mano, con la otra mantenía la puerta abierta para que los trabajadores tuvieran la libertad de salir y entrar. —Hey, gracias. —La sonrisa de Colin hizo que mi corazón se moviera de arriba a abajo. Sonreí. Manos ocupadas, él sonrió. Levanté la manzana a su boca y sus dientes se clavaron dentro. Compartimos una risa. Luego, su mirada se quedó en algo detrás de mí. Dejó de masticar. Miré por encima del hombro. Papi estaba de pie en la entrada, sus ojos pegados a nosotros. Oscuridad ensombreció su rostro, y pánico se lanzó sobre mí. —Papi. —Me acerqué a él. Su dura mirada permanecía en Colin.

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Me puse de puntillas y lo besé en su mejilla. Su afilada mirada concentrada en Colin se rompió, como si finalmente se diera cuenta que yo estaba ahí, y me miró. —Princesa. —Casi está lista la casa. —Eso hará feliz a tu madre —murmuró él. —Luce fantástica —dije. Él siguió mirando de reojo a Colin, que permanecía de pie en la puerta. Finalmente, él asintió, se dio vuelta y desapareció en su oficina. Lo seguí, cerrando las puertas con un suave golpe. —¿Algún problema? —Me acerqué hacia su escritorio donde estaba de pie buscando un puro. —¿Qué te hace pensar que hay algún problema? —Pareces… preocupado. ¿Es por Colin? Su mirada me perforó. —Ustedes dos parecen llevarse bien. Él no movió ni un músculo, esperando mi respuesta. Todavía insegura sobre porqué lo de Colin importaba, me encogí de hombros. —¿Tus sentimientos por él han cambiado? —Sus ojos se iluminaron, sus irises se ensancharon, exponiendo misteriosas profundidades negras. —Lo he superado, justo como tú me lo pediste. —Su aguda mirada de abogado me descuartizó: corazón, cabeza, cuerpo y alma, buscando discrepancias. Él dejó salir una profunda respiración—. Él es tu empleado, Papi. Sus hombros se relajaron cuando llamé a Colin empleado. Se acercó hacia mí. —No quiero que lo de Stuart suceda de nuevo. Me estremecí para su beneficio. —Yo tampoco. ¿Puedo invitar a Felicity a la fiesta? —Supongo está bien que tengas una amiga. Lancé mis brazos alrededor de su cuello.

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—Gracias. Sus dedos acariciaron mi mejilla. —Adviértele a tu madre. Asentí. —Supongo que necesitarás tu celular para llamarla. —No fue Felicity quién que me invitó al Noventa y Nueve, Papi. Fue Danicka Fiore. —Sí, bueno, aléjate de la Srta. Fiore. —Papi rodeó el borde de su escritorio y le quitó el seguro a uno de los cajones. Miré a la rugiente cabeza de león tallada en la madera encima de una de las patas. A menudo me preguntaba porque Papi se rodeaba de imágenes aterradoras. Como la pintura de leones en la planicie africana, desgarrando las presas. Sacó mi celular y me lo extendió. —Es sobre todo para mi tranquilidad. Y Colin puede estar en comunicación constante contigo, si es necesario. ¿Comunicación constante con Colin? Una necesidad absoluta. Madre permitió que Felicity fuese mí invitada con una condición: que Madre escogiera lo que Felicity usara. Felicity era una persona amable con el esnobismo de Madre, y no tuvo problema con que ella le prestara un vestido de un amigo diseñador. —Creo que me gusta tu mamá. —Felicity se examinó en el espejo de mi baño. Para la fiesta peiné su corto cabello castaño hacia atrás y sujeté las puntas rebeldes en una recogido brillante. El peinado lucía bien con el vestido sin tirantes negro que Madre había conseguido para ella. Estaba sorprendida de cuán bien le quedaba, ya que Felicity no le había realizado ningún arreglo. Madre realmente sabía sobre cuerpos y ropa. Ella había escogido un vestido marfil sin tirantes con aspecto retro para mí, revestido en encaje delicado y cuentas. Un chal transparente aclarado-por-el-sol color cáscara cubría mis hombros. Los bordes colgantes del chal lucían como si hubieran goteado cuentas que brillaban y se encendían con cada movimiento. —Luces como un ángel. —Madre había dicho en la primera prueba. —¿No es el color incorrecto para una fiesta de Navidad?

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—Es perfecto. —¿Luzco bien? —preguntó Felicity entonces, poniéndose más rubor en las mejillas. Tenía suficiente color para hacerla lucir como si hubiera pasado todo el día en el circo, así que secretamente tomé el envase antes de que pudiera hacerse más daño, y lo puse a un lado. —Luces hermosa. —Estoy tan emocionada. —Felicity rebotaba como un niño pequeño en un trampolín—. Me visto y comemos algo que no sea comida china. Todavía no había visto a Colin, pero me lo imaginaba en un traje a la medida. Prada había diseñado su última apariencia con cortes limpios, diseños de los años sesenta. Colin luciría atractivo en ese estilo. Luciría atractivo en cualquier estilo. El cuarteto de cuerdas que Madre había contratado para la fiesta estaba tocando, y sus interpretaciones clásicas de villancicos navideños empezaron a flotar alrededor de la casa como un perfume navideño en el aire. La fiesta llevaba en pie alrededor de una hora y la tentación de hacer una entrada era tan fuerte… sólo para ver cómo reaccionaría Colin al verme arreglada. Madre y Papi habían estado hasta ahora ocupados entreteniendo a los invitados para notar dónde Felicity y yo gastábamos nuestro tiempo. Contaba con eso. Me miré una última vez en el espejo. Mi cabello rubio colgaba en rulos sueltos en mis hombros, pequeños destellos al azar brillando desde las profundidades vainilla pálida. Alrededor de mi cuello había una gargantilla de lazo negra con una simple piedra en el centro. —Wow, Ash —susurró Felicity—. Él no va a ser capaz de ayudarse a sí mismo. Me volteé en el espejo, asegurándome de que cada ángulo era perfecto. —Esperemos, ¿cierto? Enganchamos nuestros brazos y bajamos las escaleras. La entrada estaba llena de trajes negros y un tapiz de brillantes vestidos diseñados. Una sobrecarga de colonias y perfumes, mezclada con los cientos de velas con aromas arbóreos alrededor de la casa, flotaba, perfumando el espeso aire. Colin había contratado chicos extra de seguridad para la noche. Todos parecían ser mayores que él, uno incluso con canas grises. El hombre de canas grises estaba de

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pie en la puerta principal revisando a los invitados en la lista del iPad de Colin. Había visto a los otros chicos puestos en las salidas: uno en la cocina, en la puerta de atrás. Otro estaba en el patio de arriba… lo cual me hizo reír ya que, ¿quién vendría o iría tres pisos arriba en un traje o un costoso vestido de diseñador? Colin no estaba en ningún lugar. —Esperaba que Colin viera mi gran entrada —susurré con una risa a Felicity mientras nuestros tacones golpeaban el piso principal. —Los hombres nunca están dónde los necesitas cuando los necesitas. —Ella estiró su cabeza para mirar alrededor—. Excepto mi papá las noches del miércoles y jueves. La comida china tiene prioridad sobre todo lo demás. Entonces, es confiable. Me presioné contra ella, riendo por lo bajo. Estaba tan agradecida que estuviera conmigo. Las fiestas anuales usualmente significaban que yo paseaba sola, como un perro perfectamente arreglado. Algunas veces tenía la sensación de que Madre me quería allí para mostrarme, y nada más. Y Papi siempre insistía en que tocara el piano. Me encogí. Ese momento vendría lo suficientemente pronto, no necesitaba arruinar la fiesta de la casa con la presentación y poniéndome excesivamente nerviosa. El aire se llenó con música proveniente del cuarteto. Quería posar los ojos en Colin. El alto grado de chismes y risas perforaba el aire con lo afilado de una flecha, lanzadas desde arcos estrechamente sociales. Ojos me observaban con gran interés. Madre y Papi puede que pensaran que nadie se preguntaba por qué su única hija era tan elusiva, pero veía curiosidad y críticas en los ojos de sus amigos. Año tras año. Brazo-con-brazo, Felicity y yo hicimos un barrido del piso principal como gatitos curioso. Encontramos a Papi en su oficina. La brumosa esencia de colonia y hombres llenaba la habitación de paneles de nogal. Suave plumas de humo de puros y cigarrillos giraban en la atmósfera como tenues fantasmas. En el momento que entré a la habitación, Papi me miró. Su sonrisa se ensanchó. Conversaciones y risas se detuvieron. Cada cabeza en la habitación se volteó en mi dirección. —Incómodo —susurró Felicity bajo su aliento.

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—Lo sé, ¿cierto? —susurré de vuelta. Papi me saludó. —Ahí está mi hermosa niña. —Él movió sus brazos y me abrazó ligeramente, siendo cuidadoso con mi delicado vestido—. Princesa, luces impresionante. Le presenté a Felicity quien recibió una sonrisa, un asentimiento de Papi y una ronda de obligatorios y semi aburridos saludos de sus asociados. —Ashlyn va a tocar para nosotros una de sus piezas después, ¿o no, princesa? —Por supuesto —apreté mis manos y asentí, como la perfecta Princesa que había sido enseñada a ser: complaciente, cordial, interesada y refinada. —Ustedes dos diviértanse, ahora. —El tono de Papi hablaba de despido por razones de negocios, así que tomé la pista y puse mi brazo en el de Felicity y continuamos nuestra búsqueda de Colin. Mamá había contratado un DJ para que tocara música de edad apropiada para esos invitados que les importaba bailar descargando un poco del licor servido en el bar de la oficina de Papi. Planeaba bailar con Colin si podía colarlo dentro sin que Madre o Papi nos vieran. La risa de Madre flotó en el aire como copos cayendo en la nieve. Esquivamos un mesero vestido con un uniforme blanco, y nos dirigimos a la habitación de música donde la voz de Michael Bublé salía de los parlantes. En una esquina, el DJ había puesto su mesa y sus controles. En el centro de la habitación, rodeada por una manada de mujeres, Madre tenía su brazo en el de Colin. Me detuve dentro de la puerta. —¿Qué demo…? —El tono de Felicity le hizo eco a mi impacto. La mano de Madre paseaba por el brazo de Colin como una boa constrictor. La espalda de Colin estaba hacia mí, pero ambos estaban en una pequeña reunión de mujeres, amigas de Madre, cada una encendida como una luz roja del distrito. La escena de asalto de mi Madre con Colin mostraba ser más emocionante que mi entrada. En pocos segundos, cabezas se voltearon de nuevo a Madre. Una latente llama de ira se avivó dentro de mi piel. Me liberé de Felicity y me acerqué hacia mi Madre.

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Su vestido rubí era con cuentas y lentejuelas de la cabeza a los pies, disparando sus ojos a esmeraldas eléctricas. Ella mantenía una mano posesivamente en el brazo de Colin mientras la otra alcanzaba a sus amigas. —Ashlyn, querida. Los ojos de Colin brillaron a los míos con la esperanza de rescate. Las amigas de Madre hicieron sus plásticos saludos, pero claramente estaban más interesadas en babear sobre el dulce brazo de Madre que en mí. No me importa lo que ellas pensaran de mí, me importaba más el ridículo que Madre estaba haciendo mostrando a Colin como si él fuera su última compra. —Eres necesitado en la azotea —le dije a Colin. Él inmediatamente deslizó su brazo del de Madre y tocó su auricular, listo para hablar con el hombre colocado en el patio de arriba. —Grandes problemas en la azotea —añadió Felicity, asintiendo. La sonrisa brillante de Madre disminuyó con un destello de pánico. —¿Debería estar preocupada? —No —dije, escoltando a Colin lejos—. Colin sabe lo que está haciendo. Disfruta edtus invitados, Madre. —Apresúrate, Colin —dijo Madre. —Él está trabajando —le recordé. Su cadencia de risa desapareció como si yo la hubiera pisado frente a sus amigas. Ella me miró con los ojos entrecerrados, y abrió su boca para hablar pero le di la espalda, y guié a Colin a través de los curiosos invitados hacia la puerta. Él me miró. —No tuve reporte de ningún problema en… —No hay ninguno —dije, vacilante una vez que estábamos en el pasillo—. Perdón por lo de Madre. Eso fue… vergonzoso. Sus mejillas se enrojecieron un poco. Él tomó una profunda respiración y la dejó salir. —Gracias. Te debo de nuevo. Te ves… increíble —murmuró él. Sentí cosquillas bajo su evaluación.

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—Y tú también. —Justo como mi fértil imaginación había evocado, el traje entallado realzaba a la perfección el punto de caída de su mandíbula. Mi sangre hormigueaba danzando por mis venas buscando una forma de romper los confines de mi cuerpo. —Sólo para estar seguros, deberías mirar arriba. —Felicity sugirió naturalmente. Asentí. —Buena idea. Colin sonrió. Tan caballeroso como era, permitió que Felicity y yo subiéramos las escaleras primero. Arriba en la azotea el invernal viento soplaba con más fuerza que la brisa de la calle. El hombre en traje de la esquina estaba de pie solo, mirando sobre la brillante ciudad invadida de edificios de acero de derecha a izquierda. Madre había adornado la azotea con luces centelleantes y árboles. Música puesta en el salón de música sonaba a través de los parlantes estratégicamente escondidos en los árboles que decoraban el área. —Hey. —Colin asintió al guardia de seguridad. El hombre asintió de vuelta. —Dudo que alguien vaya a pasar mucho tiempo aquí. Está bastante frío. —Toma cinco. Lo vigilaré hasta que vuelvas. El hombre asintió, nos pasó y cerró la puerta detrás de nosotros. Felicity fue a la baranda de acero y miró. —Hay como paparazzis afuera. —Ella se derritió. Colin se acercó al borde, y yo también, y compartimos un momento mirando hacia la abarrotada acera. La calle estaba forrada con docenas de limosinas negras y carros ociosos, esperando que sus dueños regresaran. —Eso es de locos —dijo Colin—. No tenía idea que sería así de… épico. —Épico está bien. —Me reí de su asombro ya que yo lo encontraba común. Una fría brisa alborotó su cabello. El cosquilleo en mi cuerpo ahora nadaba… con necesidad. Sus labios lucían suaves… una amable grabada extensión de su esculpida mandíbula y mejillas. Una fantasía bailaba en mi cabeza: explorar su cabello. Y después más descubrimientos: su boca.

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—Uhm, voy a visitar a las damas —dijo Felicity. Unos segundos después la puerta de la azotea se cerró. Un silencio incómodo era llenado por una bocina ocasional, sonando. —No es navidad en Palos Verdes, eso es seguro —dije—. ¿Extrañas tu casa? Él levantó un hombro. —Claro que la extraño. —¿Recuerdas ese año que agarramos maíz real? —Sí. —Él sonrió, negó con su cabeza—. Mamá lo guardo por años. —Mi madre lo botó, se puso oloroso. Él se rió. —Recuerdo que yo lo hice. Mamá no era capaz de deshacerse de eso… ella es de ese tipo. —Eso es lindo —dije—. Mejor que tener todo nuevo cada año. Nada significa nada porque no lo tienes el tiempo suficiente para que sea parte de ti. ¿Era admiración lo que veía mientras me estudiaba? Su mirada me barrió. —Te vas a congelar aquí en eso. —¿No te gusta mi vestido? —Es deslumbrante. —Él se quitó su chaqueta y la puso sobre mis hombros. Su calor. Su esencia. Tomé una profunda respiración y luego me di cuenta de cuan ridícula debía verme. Los ojos de Colin brillaban con interés. La música del patio lentamente cambió a través de los parlantes a una balada romántica. Estábamos solos. Extendí mi mano. —¿Bailarías conmigo? Vacilación era obvia en su rostro, causando que las comisuras de sus labios se volvieran hacia abajo. —Ash, estoy trabajando. La luz blanca de la luna de invierno lo capturó con un irresistible y angelical matiz. Me acerqué y la nube blanca de su aliento abanicó mi rostro. El ritmo errático me

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provocaba. Lentamente puse mis manos en el frente de su camisa, mis dedos extendiéndose para sentir tanto de él como pudiera. —Tendrás frío sin tu chaqueta —dije. —Ash… —Su voz era ronca. Miré hacia arriba con mis ojos bajos. —Un baile. Él parecía luchar con las palabras. Lo que fuera que estaba sintiendo dentro evitaba que se moviera un centímetro. Él permaneció cerca… ¿le gustaba tentarse también? Había leído en mis novelas de romance que las manos de las mujeres a menudo viajaban por el pecho del héroe. ¿A él le gustaba eso? Permití que mis manos se movieran lentamente hacia arriba. Debajo de mis palmas, la seda de la camisa blanca era pulida sobre su cálida piel. Él agarró mis muñecas. —No podemos —dijo. Sonrisas que habíamos compartido de repente se congelaron con el helado aire, dejándome con la duda de si alguna vez habían sucedido. ¿Dónde había guardado él nuestros momentos? La presión de sus dedos dolía, pero junto con el dolor punzante a través de los brazos un exquisito placer hería mi sangre apretada. Nos quedamos en silencio. Segundos se convirtieron en minutos. —Oh, si… —La alta y poco normal voz de Felicity, como si ella nos estuviera alertando, sonó en el otro lado de la puerta. La puerta se abrió. Un camino de luz brilló de la puerta abierta y hacia nosotros dos. Colin me liberó. —Y, claro, sí, la comida china es bastante buena en Chan’s, pero… —Felicity se detuvo, y el guardia de seguridad rebotó con su espalda. Una disculpa arrugó su rostro. Vergüenza me azotó. Él te está rechazando, Ashlyn. Mantén tu orgullo y ve a ahogar tu ego herido en algún ponche envenenado 6. Me acerqué hacia la puerta, pasando al guardia de seguridad y casi tropiezo bajando por la empinada escalera. 6

Original en inglés: Spiked punch. Se refiere a cuando al ponche tradicional se le adiciona algún tipo de licor.

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—Oh, hombre. —Felicity me pisaba los tobillos—. Traté de detener que fuera a allí, pero él no estaba comprando mis habilidades conversacionales. Lo siento. ¿Qué sucedió? —Me siento como una idiota. —Oh, demonios —dijo Felicity—. ¿Detalles? —Ash. —Colin. Me detuve fuera de la puerta de mi habitación, me volteé y lo encontré a él a setenta centímetros de distancia. Oh, no. ¿Me había escuchado? —Necesitamos hablar —dijo él—. Después de la fiesta. Tragué el nudo en mi garganta, aterrorizada de que nos hubiera escuchado por casualidad a Felicity y a mí, pero fui capaz de asentir. El calor de su chaqueta se había ido, y deslicé fuera la prenda de mis hombros y lo sostuve para él. Él dudó un momento, luego lo tomó, sosteniendo una mordaz mirada por un segundo más antes de que se apresurara escaleras abajo, poniéndoselo de nuevo. Fui a mi habitación y Felicity me siguió, cerrando la puerta detrás de ella. Estaba lista para lanzarme en un sollozo, pero expulsé una profunda respiración en cambio. —Yo… le pedí que bailara conmigo y él… se rehusó. —Oh, rayos. Eso es duro. —Me puse en ridículo —dije—. Él me ve como un trabajo. Eso es todo. —No necesariamente. Si a él no le importara, no te hubiera detenido y te hubiera dicho que quería hablar después. —¿Qué si él nos escuchó? —caí en la cama—. Qué humillante. Mi vida desde que llegó aquí ha sido una humillación tras otra. —Tu vida siempre ha sido humillante. Nada ha cambiado excepto que él está aquí, siendo testigo. —Gracias. —Levántate. —Ella me haló hacia arriba—. Necesitas esta deslumbrante. No te puedes esconder aquí, deprimiéndote. Como dicen, “no hay nada más irresistible para un hombre que una mujer que no puede tener”.

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—Pero él puede tenerme. Quiero que me tenga. —Estoy hablando de aquí y ahora mismo. Ve abajo y diviértete. Se irresistible. Ella tenía un punto. —Pero todos son demasiado viejos. —Tal vez nueva carne haya llegado. Vamos. —Felicity me puso de pie. —Carne anciana. —Carne seca —bufó Felicity. Compartimos una risa. —Juro que Madre y Papi no invitan a nadie joven a la casa para asegurarse de que no tenga oportunidad de conocer a nadie. —Eso tiene una clase de lógica retorcida donde tu papá está involucrado —comentó Felicity. —No importa. Colin está aquí. Él es el lo que quiero. Felicity y yo nos aventuramos a la habitación de música. Papi estaba en un extremo, Madre en el otro, entreteniendo invitados. Cuando nosotras entramos, Papi miró. A veces me preguntaba si él tenía un sexto sentido respecto a mí; su habilidad de sentir mi presencia siempre había sido muy buena. Extraña. Él se excusó de sus invitados y cruzó el suelo de madera con la gracia confiada de un hombre en completo control. —Princesa, ¿dónde has estado? Quiero que toques ahora. Dejé a Felicity y acompañé a Papi al brillante piano de cola negro. Él movió una mano hacia el DJ y la habitación se volvió silenciosa. —Atención todo el mundo. —La voz de Papi silenció la habitación—. Ashlyn va a compartir una de sus composiciones con nosotros. Susurros hicieron su camino hacia donde me sentaba, lista. Forcé una sonrisa, apenas notando el silencio… mis pensamientos en Colin. ¿Estaba él en algún lugar de la habitación?

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Mis manos temblaron. Cerré mis ojos, forzando a que la decepción desapareciera. Una vez que mis dedos tocaron las frías teclas de marfil, suspiré y empecé a tocar la canción de Colin. La dulce melodía llenó las esquinas de la habitación, susurros acalladores. En mi mente, lo vi inclinado contra el piano, viéndome, su sonrisa encendida con admiración. La forma que sus labios se movían cuando decía mi nombre. La noche después del Noventa y Nueve cuando sus brazos me habían envuelto… sentía su abrazo de nuevo, fuerte y cálido como si hubiera acabado de suceder. La melodía fluyó de mi mente y llenó la habitación. Evocadora, poderosa, dejando su eco disminuir contra las paredes. Estridentes aplausos rompieron en el aire. Miré sobre las teclas hacia los rostros a mí alrededor. La multitud sonreía graciosamente. Busqué a Colin, vi su cabeza de cabello oscuro cerca a la parte trasera, dónde estaba de pie, su expresión indescifrable. No estaba sonriendo. Solamente observando. Su expresión seria envió en estremecimiento desconocido a través de mí. Me puse de pie e hice una reverencia. Papi me abrazó… reclamando propiedad de todo lo que yo era. Invitados clamaron. —Maravilloso. —¡Cuán talentosa es, Charles! —Ella floreció desde el año pasado. Papi me miró y luego me sostuvo, como si estuviera contemplando el comentario de “florecer”, buscando por sí mismo lo que su colega había notado. Mi cara se calentó. ¿Había cambiado? El pensamiento de que alguien lo hubiese notado me encantó. —Estoy tan orgullosa de ti, querida. —Madre besó mi mejilla y me abrazó. Amaba ver su genuina satisfacción y orgullo por mí. Luego de que ella se jactara con descarada adoración con los invitados cercanos, tomó mi mano. —¿Están tú y Felicity divirtiéndose? Asentí.

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—Es una hermosa fiesta, Madre. —¿Tú crees? —Ella miró alrededor, su mirada deteniéndose en Colin—. Perdóname, cariño. —Luego ella se había ido, llevando sus amigas hacia Colin. El DJ comenzó de nuevo, y Madre sacó a Colin a la pista de baile. Una apretada incomodidad se plantó en la atmósfera, pasó de una fiesta a un espectáculo. Junto a mí, Papi se puso tenso, su mirada de acero puesta en Madre, persuadiendo a Colin obviamente reacio y con el rostro rojo para que bailara con ella. —Vamos, baila conmigo. —Madre susurró por encima de la música. Nadie se atrevía a pararse en el puesto del centro, el cual claramente, estaba haciendo espacio para ellos, ¿o estaban manteniéndome lejos de ellos? No estaba segura. Pero el rostro de Papi estaba rígido con disgusto. Colin miró hacia Papi, luego a mí, y su incomodidad era palpable, me dolía. Posé mi mano en el brazo de Papi y estaba impactada de encontrar que su biceps era duro como una roca. Felicity robó mi otro lado y se acercó. —Uhm, ¿qué está haciendo tu mamá? —No lo sé —susurré. —Tal vez deberías hacer algo. ¿Me atrevería con mi rechazo de antes? Aunque era claro que Madre era completamente ignorante de que sus acciones estaban causando que cejas se alzaran y chismes fueran intercambiados en susurros alrededor de la habitación. Eso o ella adoraba tanto hacer alarde de Colin que no le importaba cuan estúpida se veía o como su compartimiento se reflejaba en Papi. Tomé una respiración, y crucé la pista vacía a donde Madre ejercía dominio sobre un muy rígido Colin. La radiación de la sonrisa de Madre se oscureció cuando me vio. En el momento que estuve cerca, ella lo liberó. —Madre, Papi quiere un baile —dije. Madre vio el tenso comportamiento de Papi y rápidamente se excusó con la honorable gracia de años de práctica. —¿Puedes bailar con mi Madre y no conmigo? —susurré.

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—Respecto a eso —dijo Colin—. Lo siento. No pensé que estaría bailando toda la noche. Colin me tomó en la tradicional posición de baile: un brazo extendido, el otro alrededor de mi espalda. Sudor dibujaba una suave película en su tensa mandíbula. Su mano era fría y húmeda. La incomodidad se evaporó de la habitación y la pista de baile se llenó con los habladores invitados. El DJ tocó un animado ritmo. No me atrevía a mirar a Madre, pero el comportamiento de mármol de Papi seguía siendo invernal, su atención en ella mientras susurraban de ida y vuelta. Los dedos de Colin se apretaron más en mi cintura y alrededor de mi mano. —Y, no es que no quisiera bailar contigo, trabajo para tu padre. Nunca mezclo negocios con placer. ¿Entonces nunca seríamos nada mientras él trabajara para Papi? ¿Eso era lo que estaba forzada a aceptar? Un ardor excavó en mi corazón. Continuamos danzando, pero él me acercó, su pecho contra mí desde mis pechos hasta mis rodillas. Traté de entender lo que yo pensaba que veía: un silencioso mensaje que parecía decir que este movimiento, este momento, significaba más de lo que las palabras podían verbalizar. La casa estaba como la parte interior de un globo de nieve agitado: llena de confeti de sobras de una fiesta exitosa. Papi le pagó a un taxi para que llevara a Felicity a casa. Ella se fue después del último de los invitados. Cambié mi vestido, lo colgué detrás de la puerta de mi armario, y luego me metí en el baño, muy preparada para deleitarme con las burbujas, el calor y la fragancia. No podía sacar el rostro de Colin de mi mente, o la manera como él me presionó contra él. ¿Realmente había tratado de decirme algo? ¿Algo real? Odiaba que mi repertorio de experiencias fuera ficticio y podía ser encontrado en las hojas de un romance. Me reí. Correcto. Él trabajaba para Papi. Nunca seríamos amantes, o algo más si él seguía esa regla de “no mezclar placer con negocios”. Estaba complacida de que hubiera escogido vivir un estándar que no estaba siquiera segura de que mi propio padre mantuviera. A Madre, claramente, no le importaba. Deslicé mi bata sobre mi pijama. En el pasillo, escuché el ruido de las voces de mis padres desde el piso principal. Bajé las escaleras. Estaban discutiendo en la oficina de Papi, las puertas sonaron. Me detuve cerca del final de la escalera.

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—Nunca vuelvas a hacerme eso —dijo Papi. —Me estás haciendo daño —gimoteó Madre. —Bien. ¿Bien? El frío comentario de Papi apuñaló un carámbano en mi corazón. Un repiqueteo seguido por un ruido sordo. Subí las escaleras, estaba a punto de cruzar el pasillo hacia la seguridad de mi habitación para digerir la discusión, pero vi a Colin parado en la parte superior de las escaleras del tercer piso. Su formal expresión indicaba que él, también, había escuchado por casualidad a Madre y Papi. La compasión en su rostro parecía invitarme hacia él, así que tomé una última vuelta hacia arriba. Madre resopló, y sus tacones en las escaleras de mármol causaron que Colin y yo nos agacháramos en las sombras del pasillo del tercer piso. Mi corazón golpeteó. ¿Qué si Madre no iba directamente a su habitación? ¿Qué si ella descubría que yo estaba con Colin? Las puertas de la oficina de Papi se cerraron. Un tenso silencio se enterró en la casa. Colin volteó y sus ojos cargaban un sesgo de tristeza. —¿Estás bien? Asentí. Ésta podría ser la primera vez que él los escuchara discutir, pero su matrimonio había estado lleno de feas peleas, creciendo recientemente, como un cuerpo consumido con células de cáncer. Las puertas de la oficina de Papi clamaron abiertas y correteé sin tener adonde ir. Las fuertes pisadas de Papi sonaban en las escaleras. Colin me metió a su habitación. Él señaló el armario. Yo entré como una flecha agachándome entre la ropa colgando y cerré la puerta. —Charles. —¿Puedo hablar contigo? —El agitado tono de Papi se volvió un suave gruñido. —Sí, por supuesto. Podía notar que se movieron hacia la habitación de Colin. La proximidad de sus voces cerca. Nervios se deslizaron debajo de mi piel. Subí mis manos y me agarré de una de las mangas del abrigo de Colin para no perder el equilibrio. —Me disculpo por el comportamiento de Fiona esta noche. Ella tomó demasiado. Me di cuenta de que sus acciones te pusieron en una situación comprometedora. No te culparía si encontraras que mi empleo ya no es aceptable.

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—No, está bien. Una pausa siguió. La respuesta de Colin me calmó. —¿Deseas tiempo para considerarlo? —Charles, no hubo ningún daño. —Me voy de la ciudad por unos días. Tienes mi celular. —Sí, Señor. La puerta se cerró y me di cuenta que había estado aguantando la respiración. La dejé salir, y con una profunda respiración tomé la esencia de Colin de las telas de las ropas que me rodeaban. Colin abrió la puerta y extendió su mano. La tomé y él gentilmente me puso de pie. Mis nervios me fastidiaron. —¿Estás seguro de que no quieres renunciar? —pregunté. Quería ver sus ojos cuando me diera esa respuesta. —No voy a renunciar, Ash. —Él me miró por un largo momento, con cierta gravedad, que hizo que mi estómago se volteara como si necesitara vomitar. —¿Sucede algo? —pregunté. Él bajó su cabeza un momento y no podía ver su rostro. Cuando sus ojos encontraron los míos, sus estaban cejas fijas. —Es tarde. Deberías dormir. Yo no estaba cansada. No cuando estaba con él. Él, por otro lado, se había marchitado. Oscuridad manchó la superficie de su mirada. Algo, tal vez el bizarro suceso en la pista de baile con Madre, lo abrumaba. Quería tocar sus ojos irritados, besarlos. Me acerqué y sus ojos se volvieron más brillantes. Mis brazos se deslizaron alrededor de él y lo abracé. —Buenas noches. Uno de sus brazos se entrelazó alrededor de mi cintura. Esperé a sentir sus músculos alejándome con el mensaje de eso es todo, pero la firmeza en su abrazo no cambió en absoluto. Él me mantuvo cerca. Cerré mis ojos. Podía dormir en sus

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brazos. Podía despertar en sus brazos. Su abrazo no era amenazante, sino seguro. No como una jaula, sino poderoso. Cuando su cuerpo finalmente se movió, lo apreté más fuerte en un instante de impulso. Sus manos siguieron en mis hombros por dos minutos antes de que él retrocediera. Se alejó, como si finalmente se estuviera dando cuenta de que me estaba tocando. —Buenas noches —susurró.

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Capítulo 13 Traducido por CyeLy DiviNNa Corregido por Marce Doyle*

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na espesa niebla colgaba dentro de la casa al día siguiente, como si los desagradables rumores de la noche anterior todavía se escabulleran por los pasillos y habitaciones, como vampiros. Incluso la luz del día entrando por las ventanas no podía romper los malsanos vapores. Un equipo de limpieza llegó temprano para ocuparse de las consecuencias. Escuché una aspiradora en alguna parte. Me vestí con jeans y una blusa antes de aventurarme por las escaleras a la cocina, me iba a encontrar la casa llena de extraños. Colin estaba en la entrada. Mi corazón se levantó unas pocas octavas en mi pecho. Él estaba hablando en español a un trabajador, pero su voz calmada se detuvo cuando su mirada me encontró a mí. Luego terminó sus instrucciones al sirviente asintiendo con la cabeza y él siguió su camino. Él me recibió en el último escalón. Sus jeans y una camisa de manga larga acentuaban su paso casual. —Hey —le dije. —Buenos días. —Te levantaste temprano —comenté. —¿Temprano? —miró su reloj—. Son las once. Estoy a cargo de la cuadrilla de limpieza. —¿Dónde está mi madre? —No la he visto todavía. Charles me llamó esta mañana y me dio instrucciones para el personal de limpieza —él hizo un gesto con la mano, lo que indicaba el gas en la casa. El olor de naranja impregnaba el aire.

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Madre estaba probablemente estancada en su habitación, o durmiendo su año después de la resaca de la fiesta de Navidad. —Lo siento. —¿Por qué? —Ayer por la noche. Hoy. —¿Ellos aún no han terminado? —sonó la voz de Madre como un motor de un coche viejo apenas capaz de cambiar a la primera marcha. Navegando por las escaleras con el cuidado de las personas ciegas a través de un campo de minas. Por lo general, ella dormía fuera de su resaca post fiesta. Ella vestía de negro de la cabeza a los pies con seda sudada y chaqueta de correr. Su cabello castaño asomaba en punta. Sus gafas de sol negras cubrían sus ojos. —Ashlyn. Rockstar —replicó mi madre. Me ericé, pero no me moví. Madre continuó su cauteloso descenso. —Ash-lyn. Soplando una respiración silenciosa, acercándome a la cocina. Todavía podía oír su conversación. —Ashlyn, consigue uno para Colin —gritó Madre. —No —llamó Colin. Luego más fuerte—: No, gracias. Tomé un Rockstar del almacén de Madre y corrí de vuelta a la entrada. —¿No vicios, querido chico? —Madre inclinó su cabeza en él. Empuje todo el frío que podía hacía Madre. —Deja de venir hacia él como un puma. —¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera tan vulgar? —susurró Madre. —¿Desde cuándo la verdad es vulgar? —Tu padre va a oír acerca de esto, Señorita. —Madre movió su dedo en mi cara. Lo golpeé de nuevo como si fuera un mosquito molesto. Ella levantó su brazo para golpearme. Me agaché. La mano de Colin agarró la muñeca, a medio movimiento. —Fiona.

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Madre se tambaleó. Su expresión era plana, sin emociones, pero sacudió su cuerpo. Su boca se abrió, como si quisiera detener la protesta de Colin con la fuerza física, pero ella parecía sin habla y asombrada por la fuerza en la mano. Cuando su furia parecía haber disminuido, Colin la dejó ir. Su brazo se hundió como un miembro muerto a su lado. Señaló con el dedo a Colin. —Trabajas para mí, recuerda eso. Luego se volvió y salió adelante y atrás a unos metros de distancia, resoplando en la bebida. —Lo siento tanto —le dije. Borrar la molestia de lo que había sucedido era imposible. Él mismo me llevó cerca, su mirada llena de preocupación. —¿Te ha pegado antes? —He tenido mi parte en sus golpes —murmuré. Colin pasó con una evidente incomodidad. ¿Alguna vez había recibido una bofetada? Imaginando a Barb y Phil y su amable paciencia me acordé de que cuando yo era pequeña, dudaba de que Colin hubiera sido golpeado.

Uno de los equipos de limpieza apareció en silencio. ¿El chico estaba esperando a que los fuegos artificiales se detuvieran? Yo no podía dejar de preguntarme si la imagen del trabajador de la familia en Park Avenue, ahora era una de asco por gente como nosotros, luchando por cosas tan estúpidas. Él habló con Colin en español. Colin asintió con la cabeza, le estrechó la mano y el joven sacó un teléfono celular e hizo una llamada. En cuestión de minutos, tres doncellas aparecieron y dejó el grupo con ellas. —Bueno como nuevo. —La mirada de Colin barrió la entrada. Madre sería el juez de eso y en su estado de ánimo, no me extrañaría que ella se deslizara con un guante blanco y dos bifocales para su inspección. Por supuesto, no era el trabajo de Colin ver que la casa estuviera de nuevo en orden. —¿Es así todos los años? —preguntó con una mirada a Madre, todavía merodeando a pocos metros. —¿Cómo qué? ¿Madre con resaca y papi fuera?

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Él dudó, pero asintió con la cabeza. —Feliz Navidad, ¿no? Yo no te culpo por querer ir a casa para las fiestas. No es muy... no hay mucho espíritu de la Navidad aquí. Madre paseaba otra vez. Se detuvo cerca. Su respiración era amarga y rancia, mezclada con el perfume rancio aplicado la noche anterior. —¿No han Barb y Phil discutido alguna vez? —Su tono cortaba con sarcasmo—. ¿O están todavía felizmente casados? —No ataques a la familia de Colin, Madre. —Es cierto. Siempre fueron muy felices —dijo con un dejo de envidia. —Fiona, yo no quiero ser la causa de una discusión. —Tú no eres la razón, querido —Madre dijo—. Charles y yo hemos sido así durante años. Estoy segura de que Ashlyn te va a rellenar con cada pequeño y sucio secreto de los Adair, ¿no es así, Ash-lyn? Voy a mantener el aliento. Dormitorios separados pueden hacer más problemas geográficos. Apuesto a que Barb y Phil aún duermen en la misma cama, ¿verdad? —¡Madre! —¿Soy yo? —Madre miró a Colin. La mandíbula de Colin se contrajo. —La casa está limpia. Me disculpo por el tiempo. Me voy a llevar a Ashlyn a comer. —Me tomó del codo con los dedos y me dio vuelta hacia la puerta. —Oh, adorable. Muy. Adorable. —Madre estaba en equilibrio sobre una cuerda floja entre la frustración y los celos. Colin agarro las chaquetas del armario de los abrigos, metió el código de seguridad en el teclado y abrió la puerta. Llegó a mí alrededor, abrió la puerta y me hizo pasar a la tarde luminosa y fría. La puerta se cerró detrás de nosotros. Colin me miró un momento, no estando seguro de cómo responder. No tenía miedo, no estaba enojada incluso. Esta era mi vida. Me quedé rodeada de todo, pero en realidad, había muy poco. Papi y Madre apenas se toleraban entre sí y yo rebotaba en un punto intermedio. Él pasó un brazo alrededor de mis hombros y me mantuvo a su lado durante unos segundos. Una mirada sobre su hombro a la casa y me soltó, probablemente porque no estaba seguro de si Madre estaba viendo.

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Paró un taxi y en cuestión de segundos un coche se detuvo y nos deslizamos en el asiento trasero. Música del Medio Oriente vibraba de las bocinas. Los ojos negros del conductor miraban a Colin a través del espejo retrovisor, como si en silencio esperaran el siguiente comando. —Rendezvous en la 8va. y Broadway. El conductor se detuvo en el tráfico. Colin me miró a través de la cabina, luego sus dedos se estiraron y me tocó la mejilla de nuevo. —Lo siento —le dije. —Deja de pedir perdón por tus padres. —¿Cómo vas a lidiar con Madre? ¿Por qué querrías hacerlo? —Stuart había tenido razón cuando me dijo que me fuera lejos. Me quedé escondida detrás de “toda familia tiene problemas”, la respuesta de rutina. Pero el escondite fue expuesto hoy. Vulnerable. —Yo puedo cuidar de mí mismo —dijo, en voz baja. Su brazo extendido a lo largo del asiento trasero, cerca de mi hombro. —Ahora ya lo sabes —murmuré. El alivio trataba de calmarme, pero al mismo tiempo me invadió el temor de que se iría. —Todas las familias tienen problemas. ¿Me atrevería a girar y abrir la lata? ¿La miseria de la obsesión de papá y el insoportable hedor que finalmente llevó a Colin a dejar de fumar? —No estoy seguro de que estoy capacitado para tener una opinión. Pero puedo escuchar, si quieres hablar. Mantuve la mirada en mis manos, agarrando mi falda. Papi no aprobaría que compartiera mis sentimientos con nadie fuera de la familia. Tenía que saber que había hablado con Felicity, pero él confiaba en mí de forma implícita, y dolería en lo más profundo, incluso teniendo en cuenta que compartiera los problemas de mi vida con Colin. Sin embargo, en la mirada de Colin vi la invitación y la confianza.

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Llegamos a Rendezvous y Colin pagó al conductor. Se bajó y alzó la mano extendida para que pudiera deslizarme por el asiento de atrás y salir a la seguridad de la acera en lugar de salir por el otro lado, en la concurrida calle. Ramos de mezcladas especias de flores exóticas llenaban mi cabeza cuando entramos en el pequeño lugar, decorado con colores vivos. Esquileos gigantes colgaban del techo, ondeando suavemente a partir de una corriente creada por los aficionados de piedras preciosas con costra. Nos llevaron a la parte de atrás, donde nos sentamos en mullidas almohadas alrededor de una mesa decorada con velas de vainilla y manteles individuales de cuentas. Un hombre de panza redonda con un turbante y barba nos dejó dos menús antes de atender a otros clientes. —¿Cómo encontraste este lugar? —Un día, cuando yo me había perdido. —Se echó a reír y el relajante sonido recorrió mi sangre. Mi apetito volvió lentamente con el paso del tiempo. Nunca había disfrutado de ver tanto a una persona. Sus pestañas, la forma en que casi rozaban sus mejillas cuando sus ojos estaban hacían abajo, como ahora mientras miraba en el menú. La insinuante danza de sus hoyuelos cuando habló, comió, se echó a reír. —Ahí esta una sonrisa de nuevo —dijo. Fruncí el ceño y sonrió—. Nunca me dijiste que es lo que te inspira. —¿Quieres decir cuando escribo música? Él asintió con la cabeza, dejando su menú a un lado. —Los acontecimientos, sobre todo, las cosas que suceden en mi vida, las personas que conozco. —Esa canción que tocaste ayer por la noche. La he escuchado mucho desde que he estado en la casa. ¿Cómo se llama? Agarré mi vaso de agua, escondiendo un encogimiento. ¿Me atrevo? —No tengo un nombre para ella. Es nueva. —Me gusta. —Debería —le dije, y luego tomé un sorbo. Inclinó la cabeza, curioso. —¿Por qué dices eso?

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—Es tu canción. —Yo no podía creer que las palabras salieron de mi boca, pero el alivio que sentí fue creciendo. Sus ojos marrones bajaron a mi boca y se mantuvieron por medio segundo, antes de que él me mirara a los ojos de nuevo. —¿Mi canción? —dijo con voz ronca. Dejé el vaso y junté las manos sobre la mesa, sujetándolo con una mirada que había leído en mis novelas de romance: una intención de comunicar algo. De lo qué, no estaba segura era de que había un molino de viento de las emociones dando vueltas en mi cabeza. —Wow. Eso es... halagador. —Empecé a escribirla la primera noche que llegaste a la casa. —¿En serio? —Profundizó sus hoyuelos—. Creí que me odiabas esa noche. Yo estaba seguro de ello. —Lo hice. Su sonrisa desapareció lentamente. Nos miramos el uno al otro. Nunca había tenido una conversación en la que yo llevara el tema a través de terrenos difíciles. —¿Por qué? —preguntó. —No importa. —Si me odiabas, ¿por qué es la canción tan hermosa...? Mi fortaleza se tambaleó. En lo profundo de mi vientre, la resistencia se derrumbó, se estremeció y se volvió suave cuando me miró con ojos curiosos. —Porque... —¿Puedo tomar su orden? —El hombre con cabeza de turbante volvió con una sonrisa. La tensión construida entre Colin y yo se partió como una rama de canela. Colin me dirigió una broma, con una sonrisa que yo había reflejado. —Esta conversación no ha terminado —dijo. Me mordí el labio inferior. Pedimos, el camarero tomó los menús y se fue. Colin se inclinó hacia adelante, como si no pudiera permanecer en su asiento ni un segundo más. Sus ojos oscuros brillaban con la luz.

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—¿Por qué? —Porque mis sentimientos por ti... han cambiado. —Me sorprendí con mis palabras, sin embargo, ya que cada espesa capa de la protección que cubre mis sentimientos se desprendió, me sentí más ligera, más fuerte y más capaz de lo que yo he sido. Sus mejillas tuvieron un color de un tono fucsia profundo, como los pañuelos que colgaban del techo. —Me siento honrado —dijo. —¿Nunca has sido una musa? —romeé. Sacudió la cabeza, como un chico lindo. —No que yo sepa. —Bueno, yo estoy feliz de ser la primera para ti. Su sonrisa se arrastraba lentamente, y una mirada profunda y maravillada la sustituyo. Largos segundos pasaron. —Realmente eres muy... única, Ashlyn —dijo—. Eres una novedad para mí. No puedo recordar la última vez que me encontré con una persona tan... realmente inocente. —No me gusta ser inocente —me quejé. —No lo hagas. A mí me gusta. Aunque yo preferiría ser refrescante y especial de alguna otra manera, sonreí. —Gracias, creo. —¿Eras tú a quién me encontré en la calle ese día, ¿no? —Sí. —Entonces, ¿por qué la historia? Espera, estabas sola, ¿no? Asentí con la cabeza. —Y tarde. Uno de los numerosos intentos de libertad, frustrada. Sus cejas fruncidas sobre los penetrantes ojos. —Háblame de eso.

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Tuve un nudo en la garganta. Tomé mi vaso, bebí, pero seguí sintiendo el nudo. —Te lo dije, yo no salgo mucho. —Estoy consiguiendo eso. ¿Por qué? Quiero decir, la preocupación de Charles por tu seguridad es tan profunda. ¿Está atada a lo que sucedió años atrás? —¿Te acuerdas? —¿Estás bromeando? Mis padres hablaban de eso por semanas. Yo tenía sólo ocho años, pero lo recuerdo como me acuerdo del día que la princesa Diana murió. ¿Se puede hablar o prefieres que no? —No, en serio, yo tenía cinco años. Mi memoria está fragmentada, en lo mejor. —Sin embargo, debe haber sido traumático. —Para Madre y papi. Insistieron en que fuera a terapia. Pero, honestamente, lo único que recuerdo es la tarde, por la forma en que estaba la puesta de sol. Yo estaba corriendo hacia la calle y había muchos coches de policía, luces intermitentes y millones de personas. —El día que te encontraron —Colin asintió—. Mamá y papá estaban con tus padres no se detuvieron hasta que te encontraron. —Melissa no me hizo daño. Ella siempre fue amable conmigo. —¿Alguna vez has sabido de ella? —A papi... no le gusta traer nada de eso. —Papi había estado mortificado y profundamente preocupado por las consecuencias del enamoramiento obsesivo de la joven niñera con él. Tanto fue así que se movió y se trasladó desde California a Nueva York en un intento por estar tan lejos de la pesadilla como fuera posible—. Sabes, nunca he pensado en ello antes de ahora, pero no es tan inusual que se hubiera vuelto enferma de amor por papi. Puedo ver cómo podría suceder. —A menudo me había preguntado si había otras mujeres en la vida de papi, además de Madre. Felicity había sido la primero en llevar la sugerencia a mi atención cuando me enteré de que mis padres dormían en habitaciones diferentes. —Tu padre es como una estrella de cine —había dicho después de reunirse con él— . No me extraña que las mujeres lo miren. Nunca me había dado cuenta porque cada vez que papá y yo estábamos juntos, su atención había estado siempre completamente enfocada en mí.

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—Si no recuerdo mal —Colin empezó—, te secuestro y amenazó con matarte si no abandonaba a tu madre por ella. —Pero nunca me hizo daño. No es que le importara a papi. La idea misma de que lo perseguía. Cambió su vida para siempre. —Y la mía. Se recostó contra la pared de estuco. —Creo que entiendo por qué está preocupado por tu seguridad. Obsesionado es una palabra más precisa. —Sin embargo, eso fue hace años. Me gustaría descansar de eso ahora. —Cuando él me contrató, le pregunté si había habido amenazas recientemente. Fue evasivo al respecto. Me encogí de hombros. —Me ha dicho que hay gente por ahí que quiere hacerle daño, y me van a usar para hacerlo. —Interesante. Nuestra comida llegó, humeante y aromática, a nuestra mesa. Mi estómago se quejó en respuesta a los olores celestiales. Empezamos a comer el cordero y las verduras en salsa picante más confeti de arroz. Después de unos momentos, Colin dijo: —Me alegro de que me hablaras de eso. —Papi se niega a explicar detalladamente el incidente. Sin embargo, la tecnología me hizo saber al respecto, fácil. Todo lo que tenía que hacer era estar en línea y leer los informes de noticias viejas. Era extraño porque, como he dicho, sólo tengo eso en mi memoria. Y ni siquiera estoy segura de que la memoria no se haya contaminado por el material de prensa que solía ver una y otra vez. —Fue una gran noticia. —Pero se acabó —reitere. Y yo quería hablar de él—. ¿Echas de menos a tus padres? —le pregunté. Se limpió la boca con la servilleta, la puso sobre su regazo. —Lo hago. Me encanta Nueva York, la escuela.

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Su mirada sostuvo la mía durante un largo rato. —Pero me gusta lo que estoy haciendo ahora, aquí... contigo. Me mordí el labio. Calor lavando mi cara. ¿Podría verlo? Contenta de que él estaba feliz, mis miedos acerca de él comenzaron a disminuir. Me aclaré la garganta. —Recuerdo que fui a Redondo Beach Pier y comí cangrejo agrietado con tu familia. Se echó a reír. —Todos los domingos. —Una vez me perseguiste con un cangrejo vivo. —¿Lo hice? Asentí con la cabeza, recordando lo aterrada que había estado. Lo tonta que parecía ahora. Había tenido tal vez once años. —Yo estaba... —tengo la garganta cerrada. Tragué. Colin dejó de masticar, esperando a que yo continuara—. Tenía miedo de ti. Lo que estaba en su boca bajó de un trago. Con una sombra de la grave realidad miró hacia otro lado por un momento, luego a mí. Sacudió la cabeza, puso la servilleta a un lado. —En aquel entonces yo no era muy agradable contigo. Especialmente a la luz de lo ocurrido. Lo siento. Me sorprendió que añadiera a su memoria la verdad, la validación de sentimientos que a menudo había cuestionado. Pero me gustaría poner todo eso detrás de mí. —Yo no sé por qué lo mencioné, yo… —Estoy feliz de que lo hayas hecho. Eso estuvo mal. ¿Me perdonas? —Ya lo he hecho. Después del almuerzo, nos quedamos fuera de Rendezvous, los dos mirando hacia arriba y hacia debajo de la 8va, como no estábamos seguros de a dónde ir después. —¿Y ahora qué? —le pregunté.

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Las nubes de tormenta cubrieron el cielo. Rara vez miro hacia arriba, rara vez tomo nota de las condiciones meteorológicas, ya que era transportada, ya sea en el coche donde yo tenía que ir, o dentro de edificios. —¿Hasta cuándo... —Colin se rascó la cabeza. Me di cuenta de que no estaba seguro de cómo proceder, y yo tampoco estaba segura de lo que iba a decir. —¿Estará Madre en su estado actual? —Sí. —Varía. Me quedo en mi habitación o en la sala de música hasta que las cosas se calman. El teléfono de Colin sonó y él lo sacó de su bolsillo delantero. —Hablando de. —Nuestras miradas se mantuvieron unidas mientras hace clic en el teléfono—. ¿Fiona? Los sollozos de Madre traspasan el dispositivo de plástico y el ruido de la ciudad. —¿Dónde estás? Te necesito aquí. —¿Qué pasa? —Las cejas de Colin se unen. —No me gusta estar aquí sola. —Clic. Con urgencia en su agarre, Colin me guió a la acera, explorando en busca de un taxi. —¿Está Madre bien? —le pregunté. —No sé. —Su mandíbula tiesa—. Tenemos que volver. ¿Qué pasa si Madre lo está manipulando a él, a nosotros, para volver a casa? ¿Qué tan malo sería, como retorcido? ¿Cómo podría Colin poner un pie un día más en casa con su comportamiento? Un temor muy real, profundamente arraigado dentro de mí. Yo estaba enamorándome de él. Yo abrí mi corazón y fui dejando abierta la esperanza de que por algún milagro él me viera como algo más que un trabajo algún día. Un taxi finalmente se acerco a la calle. Una vez dentro, lo miré fijamente, viendo la forma en que su pierna se movía. Su pensativa mirada dirigida a la ventana.

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Después de unos minutos, miró por encima. En el momento en que sus ojos encontraron con los míos, su pierna se quedó inmóvil. En casa, la puerta se hizo eco a nuestras espaldas, cuando Colin cerró y el cerrojo se deslizó en su lugar. Nos quedamos en la entrada. Segundos pasando. —¿Madre? —empecé a subir las escaleras. Colin se dirigió hacia la cocina. —¿Fiona? Un choque de cristal resonó por toda la planta principal. Tomé las escaleras hacia abajo. Colin corrió hacia fuera de la sala y se detuvo a escuchar. Los sollozos Madre se filtraban por debajo de las puertas cerradas de la oficina de papi. Mi pulso se aceleró a través de mis venas. Sacando una pistola que no estaba con él, una mirada de frustración brilló en el rostro de Colin. Murmuró una maldición y abrió cautelosamente la puerta, mirando en su interior. Sus ojos se agrandaron y se precipitó por las puertas abiertas. Me acerqué más, el temor pinchando mi corazón. Madre se situaba junto al estuche de armas de papi, su brazo mutilado en una de las puertas de vidrio. Salpicado de sangre, como el vino tinto expulsado por una botella rota, empapándola. Mi corazón se desplomó a mis pies. —Tráeme una sabana —dijo Colin—. Rápido. Corrí escaleras arriba hasta el armario de la ropa, tomé una sabana y la rompí por las escaleras. Colin estaba terminando una llamada al 911. Metí la sabana en él y la rompió en pequeños pañuelos para el cuello, sacudiendo el exceso en el suelo. Él se movió detrás de Madre, la envolvió con sus brazos y sus gritos quemaron el aire. —Cuidado —dijo. Envolvió un torniquete en el brazo, justo por encima del codo. Madre trató de extraer su brazo de afilados dientes del cristal —No te muevas —ordenó a Colin—. La ambulancia va a estar aquí en cualquier momento.

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Temblando, me quedé con las manos tapándome la boca. Cada centímetro de su piel era del color del cemento, muerta y plana. Sus ojos estaban vidriosos. Su cabeza balanceándose, su mirada se abalanzó con pesadez de mí a Colin. A lo lejos, el aullido lejano de las sirenas de emergencia giró en el aire exterior. —No puedo sentir mis dedos —murmuró Madre, la cabeza caída hacia delante. —Es natural ahora. —Colin la mantenía perfectamente inmóvil en contra del marco. Madre se quejó. —Me haces daño. —Lo siento —susurró Colin—. Pero tienes que quedarte quieta. —Siempre me haces daño —murmuró—. No te importo más. Los ojos de Colin pasaron a los míos. Yo iba en la ambulancia con Madre. Me quedé pegada al singular asiento del acompañante, atada, viendo la presión de Madre en el monitor de sangre como dos técnicos de emergencias médicas que reemplazaron el improvisado torniquete de Colin por uno correcto. Sangre cubría a Madre como una pintura abstracta de la sangre derramada. La miré con mis entrañas raspadas por la pregunta recurrente: ¿por qué? Mi mente seguía siendo una caverna no vacía de respuestas lógicas dando forma al crudo borde, desigual del rompecabezas. Colin montó detrás de nosotros en un coche de policía. ¿Había llamado a papi? Yo no lo había pensado hasta ahora. Saqué mi teléfono celular. Me temblaban las manos con tanta fuerza, que no podía leer las palabras en la pantalla. Yo tenía un mensaje, pero no pude descifrar que era. Madre gemía y gemía. Me mordí el labio. Otra ronda de por qué surgió en mi cabeza. En el hospital, Madre fue introducida en el interior y me llevaron con ella a un espacio con cortinas en la sala de emergencias. Colin apareció más tarde, su rostro demacrado por la preocupación. Su mirada trabada brevemente en Madre, rodeada por un equipo de médicos y enfermeras vestidos de color verde pálido y otras de color pastel matorral. Entonces él me miró. Un sollozo se levantó en mi garganta. En dos rápidas zancadas estaba a mi lado y me envolvió. El suave golpe de su mano contra mi cabeza envió el confort que necesitaba por todos los lugares con miedo dentro de mí.

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—¿Papi? —le pregunté. Sentí que asentía. —Lo llamé. Aliviada, cerré los ojos. Voces a mi alrededor eran borrosas. No estaba segura de si había perdido la conciencia de manera temporal o qué, pero lo siguiente que supe, fue el timbre de la poderosa voz de mando de papi rondando en la zona. Los brazos de Colin cayeron, dejando al aire fresco perseguir mi piel. La presencia de papi llenó el área de cortinas con autoridad absoluta. Sus ojos estaban pegados a Madre, pero por haber hablado con el médico. Finalmente, mi propia cabeza se despejo lo suficiente que yo era capaz de escuchar los intercambios de papi con el médico. —Es una buena noticia, entonces. —El tono de papi era artificial, prematuramente optimista. —Voy a hablar con usted después de la cirugía. —Con esto, el cirujano se fue. El comportamiento controlado de papi cambió como un velo negro, el cierre de la etapa después de una actuación. Sus ojos azules se mantuvieron en Madre en una mirada fija que hizo que un extraño escalofrío surgiera en mi espalda. ¿Sigue amando a Madre, a pesar de todo? Madre estaba enganchada ahora a una vía intravenosa e inconsciente. Las enfermeras se escabullían a su alrededor, preparándose para dejarla lista. La mirada de piedra de papi siguió a Madre hasta que ella se perdió de vista, y luego deslizó un vistazo a Colin. Pocas enfermeras aún persistían al alcance del oído, así que se acercó, cerrando los puños. —¿Qué diablos pasó? —La encontré en su oficina. Había pasado su puño a través del cristal de su gabinete de armas. La compostura de papá se mantuvo incluso, de manera controlada, la única diferencia visible era que su pecho subía y bajaba con más exigencia por debajo de su camisa casual, suéter y saco. Él movió su cabeza hacia la derecha, lo que indicaba a Colin que quería hablar con él lejos de mí, eso me dolió. Ella era mi madre, después de todo.

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Colin siguió a papá una docena de pasos a un rincón privado de la zona de cortinas, y yo me arrastré hasta que papi me sorprendió detrás de él y se volvió. —Princesa, tengo que hablar con Colin a solas —puso sus manos sobre mis hombros y le restó importancia. —Ella es mi madre. Yo estaba allí, papá. El blanco cubrió su pálida piel. Al principio, no registré su reacción como algo significativo, pero más tarde me daría cuenta de que, con mi llamado a papá, él había medido un cambio trascendental en el camino a nuestra relación. Parecía acorralado por la realidad de mi estado de cuenta y dirigió su mirada acerada ahora a Colin. —¿Qué provocó el incidente? —exigió. —Creo que es obvio —le dije. Un destello de advertencia brilló en sus ojos. —Ashlyn, puedo ver que este desafortunado incidente te ha molestado. Te recomiendo descanses en la sala de espera. La ira hervía bajo la superficie de mi piel. Con el rabillo de mi ojo, me di cuenta de un par de enfermeras mirando por encima. El comportamiento practicado de papá se tensó. Se acercó a mí. —No estoy cansada —le espeté—. Mi madre quiere tu atención. Es por eso que ella… —Basta. —Él tomó mi codo en su agarre fuerte y me dio vuelta para que mi voz y mi cara estuvieran fuera del alcance de cualquiera que estuviera cerca. Traté de liberarme, pero sus dedos excavaban en mi brazo. Colin se acercó a mi lado, con una dura mirada fija en papá, sus manos listas para frenar a papá. —Charles. Papá me soltó el brazo. —No voy a discutir esto aquí —susurró por fin—. Lleva a Ashlyn a casa. —Quiero saber lo que está pasando con Madre —protesté. —Ella va a estar bien, pero los médicos tienen que reparar el daño —dijo.

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Como si el daño pudiera ser "reparado" con una cirugía. —Quiero quedarme hasta que sepa que está bien. —Eso no es una opción. —¿Por qué? —susurré—. Es demasiado tarde para que esto sea anónimo. —Lleva a Ashlyn de vuelta a casa —dijo a Colin. Luego se volvió y cruzó fuera de la sala de emergencias. —Lo hizo, ¿realmente acaba de salir? —murmuré, la incredulidad montó el tono ascendente de mi voz. Colin me volvió hacia él—. Se fue. ¡Se fue! —Casi le grité. Las manos de Colin ahuecaron mis hombros en la garantía de apretarlo. —Vamos a lidiar con esto, Ashlyn. Él está en estado de shock. —Él es abogado. Nunca en estado de shock —caminé—. Siempre en control. Tiene miedo de que esto salga, que sus amigos se enteren de que su esposa hizo algo desesperada sólo por su atención. Eso es de lo que le tiene miedo. O tal vez fue todo un acto. Colin se inclinó por lo que estaba al nivel de mis ojos. Las calientes palmas de sus manos enmarcando mis mejillas. —Tal vez eso es cierto, pero es primero su esposa, segundo tu madre. Estaba en lo cierto. Sin embargo, ¿cómo podría pedirme papá que me fuera? Colin y yo tomamos un taxi de regreso a casa. Ninguno de los dos habló. Había visto gran parte de nuestra familia ahora, cada capa desprendió una exposición más fea, más del podrido corazón de la fruta. Cerré los ojos y apoyé la cabeza hacia atrás. Cuando el coche se detuvo, abrí los ojos. Colin me miraba desde el otro lado del asiento. En el interior, me estremecí ante el silencio sepulcral en la casa. Gavin no estaba aquí. Colin y yo estábamos solos. Se puso de pie a mi lado y me hice muy consciente de su humanidad contra el frío mármol en el suelo, las escaleras, todo el decorado original de Madre congelado como un museo. Madre. No me habría imaginado que iba a recurrir a un acto tan desesperado.

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La fría mirada en los ojos de papá asaltó mi sentido de la decencia de la familia. ¿Quién era ese hombre? Preguntas obstruían mi cabeza en un lodo negro, indescifrable. Mis hombros abrochados en un sollozo. Me cubrí la cara y lloré en la protección de mis manos como siempre. El fuerte abrazo de Colin me rodeo al instante y luego me volvió contra su pecho, su expresión de silencio un suave susurro sobre mi pelo. ¿Qué le estaba pasando a mi familia? ¿Cómo habían llegado tan lejos las cosas? ¿Tan frágiles? Mis manos en puños alrededor de su espalda, aferrándose a su camisa. Lloré hasta que me dolía la cabeza. Mis ojos se adormecieron. Mi cuerpo se debilitó. Caía aún más contra él, sentí su fuerza manteniéndome en posición vertical hasta que la siguiente cosa que supe, es que me acunaba en sus brazos. Apreté las lágrimas en el hueco de su cuello, fusionadas con el olor de su piel, el suave balanceo de su cuerpo cuando me llevó con tanto cuidado, el movimiento de persuasión del luto de mi alma. No anduvo muy lejos, y me di cuenta que estábamos en la sala de estar. Él me puso en el sofá y se sentó a mi lado, con un brazo en la parte trasera del mueble, mientras que el otro seguía acariciando mi pelo. —Lo siento —murmuré—. Yo no quiero estar tan fuera de control. —Está bien. Me sequé las lágrimas. La debilidad de mi cuerpo cansado después de la purga emocional creó una apertura en mi alma que no podía cerrar. Era vulnerable, incapaz de ocultar la verdad. —Madre y sus... problemas. Papá y sus problemas. ¿Por qué te quedas? —Yo no voy a ninguna parte. Un silencio denso cayó. Idiota. Yo quería que me abrazara. La herida se desvaneció en la sensación de tenerlo. Yo quería está adicción como anestesia. Su expresión cambió de bondad suave a algo no identificable por mi corazón sin experiencia, pero no antinatural. De hecho, una curiosa invitación en difusión a través de mi alma empezando por los dedos.

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Mi corazón dio unas palmaditas en contra de mis costillas. Me acerqué a Colin. Parecía incapaz de moverse. Tenía la intención de envolver simplemente mis brazos alrededor de él, pero mi boca se acercó a la suya. El aliento de mi boca revoloteaba contra el suyo. Mis ojos se cerraron. Sus dedos en mi mejilla, me agarró la barbilla y la mandíbula, y detuvo mi avance. Abrí los ojos. Los suyos estaban inmóviles. Negros. Su corazón latía con fuerza contra el mío. Se lamió los labios. —Ash... —Por favor. Cerró los ojos, como si le doliera, y meneó la cabeza. —¿Por qué? Tragó saliva y sus ojos miraron los míos, como si lo que yo le había pedido fuera demasiado difícil de soportar. —Tu madre está en el hospital. Estás en estado de shock. —Eso no significa que no puedas darme un beso. —Yo trabajo para tu padre. —Fue su ronca respuesta. Su rostro estaba tenso como una cometa de papel en un huracán. Sus dedos trazaron mi mejilla y su mirada siguió su camino, deteniéndose en mi boca, tan cerca que respiré su aliento. Él puso su mano sobre el lado de mi frente y me apretó la cabeza contra su pecho, sus brazos envolviéndome alrededor. Mis sueños dispersos a través de la realidad y la fantasía: la sangre. Los fríos ojos de papá. Cristales rotos. Colin me presionó contra la puerta de mi dormitorio, me besaba. Me desperté en el sofá del salón. Colin se sentó cerca de la entrada de la sala en una de las sillas de brocado Luis XV de Madre. Los codos en las rodillas, los dedos entrelazados en la boca pensativa, los ojos oscuros en mí. Al principio pensé que estaba soñando. Miré a mi alrededor, me senté en posición vertical.

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—¿Está papá en casa ya? —Mi voz rallada de dormir a la intemperie. —Todavía no. Él llamó, dijo que la cirugía salió bien. Alivio se vertió sobre mis nervios como el agua sobre la hierba reseca. —Oh. Bien. ¿Dijo algo más? Colin parpadeó en gran medida y se echó hacia atrás, por primera vez me di cuenta de las barras oscuras de agotamiento por debajo de sus ojos. —No. Saqué mi celular de mi bolsillo, pero estaba muerto, así que me deslicé hacia atrás. —¿Qué hora es? —Seis de la mañana. —¿Has dormido algo? ¿Había pasado la noche cuidándome? Traje mis piernas hasta el pecho, me había quitado los zapatos, que estaban al lado del sofá, y mis calcetines se hundieron en la suavidad de la almohada. —No —dijo. Él se frotó la cara. —Deberías haber dormido —protesté. —Yo no podría. —Me nivelo con una mirada que puso fin a la conversación. Me toqué las mejillas, sentía la fiebre de calor en las mejillas. Me paré, me estiré, y cuando mi mirada se volvió de nuevo a él, sus ojos no me habían dejado. —Me voy a desayunar —me acerqué a él, su mirada como una sombra siguiéndome como un halcón—. ¿Quieres un poco? Él asintió con la cabeza. Salí de la sala de estar con su mirada haciendo cosquillas en mi espalda. ¿Me seguiría? Yo estaba demasiado avergonzada para ver por encima del hombro. Yo no tenía necesidad de su presencia ya que me es familiar y cercano como mi sombra. —Gavin se volverá loco —le dije al entrar en la cocina—. Él y la madre son como Regis y Kelly.

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—Charles me pidió que lo llamara ayer por la noche. Estaba bastante nervioso. ¿Cuánto tiempo ha trabajado para ustedes? —Desde que nos mudamos aquí —abrí el refrigerador. Todas las superficies de acero inoxidable brillaron. Los productos se alinearon, apilados y organizados a la perfección por orden alfabético. Saqué la leche. —¿Tú cocinas? —Colin sacó un taburete de la barra y se dejó caer, el obvio cansancio hizo difusión a través de sus miembros. —Yo hago cereales —sonreí. Un alivio inexpresable residía en mi sistema porque el brazo de Madre se iba a curar. —¿Mía o tuya? —traje dos cajas: Kashi y Crunch Capn. Me mordí el labio inferior, pensando en Madre asegurando que tenía sus objetos favoritos almacenados en nuestra despensa. Bostezó. —No hay duda. El Capn lo consigue sin duda alguna. Tomé dos recipientes, la leche de soya y la leche de vaca, y lo puse todo en el mostrador. Durante todo este tiempo la atención de Colin nunca me dejó. Placer se revolvía debajo de mi piel. ¿Por qué era tan intenso después de todos mis movimientos? —¿Te he dicho que atrapé a Charles comer un plato de Capn el otro día? —sonrió. —¿En serio? —Habían pasado años desde que había visto a papá comer cualquier cosa, pero algo saludable antes de salir por la puerta en la mañana. Colin asintió con la cabeza. —Él me hizo jurar mantener el secreto. Yo sonreí. —¿Quién sabía? Papá y comida chatarra. Supongo que no es del todo sorprendente, teniendo en cuenta la forma en que ama a sus puros cubanos —comenté. Ser doméstica para Colin se sentía increíblemente bien. Yo tenía una ridícula fantasía de mí, poniéndome un coqueto delantal, dándole las comidas, como su esposa. —Entonces —despedí la imagen de mi cabeza—. ¿Los Brennen comen de todo? Eso está bien. Es difícil vivir con padres exigentes. Él no respondió, y mis ojos lo encontraron. La atención que había tenido centrada en mí desde que me había despertado no había disminuido. Me preguntaba, ¿si me había untado el maquillaje de ojos en la cara? ¿Se me cae la baba?

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Me senté a su lado y tomé la caja de Kashi, un secreto para suavizar una mano sobre mis mejillas con la esperanza de que no dijera nada ofensivo. —Creo que es todo a lo que estamos acostumbrados. —Colin vertió Capn en un tazón—. Sin embargo, la rigidez de todos con los que vives, hombre, eso me empujaría fuera de sus narices ¿Han sido siempre así de estrictos? —Sí. —Tiene sentido después de lo ocurrido, supongo —observó Colin. Quería decir algo más, me di cuenta de un millón de pensamientos lanzándose en su mente, como la ropa en la secadora. En su mente, las arrugas en la familia que no deberían ser difíciles de limar. —¿Por qué piensas que tu madre se puso la mano en el pecho con el arma de fuego de tu papá? El silencio dio un vuelco en el aire entre nosotros. Me sentí aliviada y sorprendida de que hubiera hecho la pregunta no formulada. Eché Kashi en mi plato. Sus ojos se centraron en los míos sin romper, en espera de mi respuesta. Tragué. —Prefiero saber lo que piensas que la llevó a hacerlo —le dije. Su estudio de mi fue más profundo, alargado y ensanchado hasta los momentos se extendían insoportablemente largos y tensos. —Creo que tenías razón. Ella quiere la atención de tu padre. —¿Viste eso? Él dudó, luego asintió con la cabeza. Su mirada bajó a la comida pero no recogió la cuchara. Durante mucho tiempo se limitó a mirar el plato de cereal. Yo dudaba que él estuviera pensando en comer. Finalmente tomó la cuchara, pero sólo la metió en su desayuno. Una astilla de interés excavo en mí. —¿Qué pasa? —le pregunté. Pero yo lo sabía. Él se acercaba a la cueva, y el oscuro abismo era desconcertante. Un puñado de sonidos procedía de la parte delantera de la casa. Mis padres estaban en casa.

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Capítulo 14 Traducción por alexiia☮♪ Corregido por Marce Doyle*

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ápidamente me dirigí hacia la entrada, el sonido de las pisadas de Colin detrás de mí me ofrecieron alivio porque me seguía, yo no estaba sola.

Papá tenía su brazo alrededor de Madre, quién estaba tan marchita como una rosa a punto de morir. Se dirigieron a las escaleras. Corrí más. La cabeza de madre se balanceaba con los ojos medio abiertos. —Ashlyn, cariño. Papá me miró brevemente y a Colin, antes de volver su atención a madre y a maniobrar por las escaleras. Su aspecto perfecto para los tribunales se había desvanecido como un cartel de teatro que había estado en contacto excesivo del sol. —¿Necesita ayuda? —preguntó Colin. —Puedo manejarlo, gracias —replicó papá. —¿Ella está bien? —pregunté. Colin y yo los seguimos después de su casi-arrastre por las frías escaleras de mármol. —Ella necesita dormir —dijo papá, una afirmación definitiva. Sus movimientos eran robóticos, sin emociones. Me sorprendió lo poco que vi, o lo nada, marital o incluso devoción en sus acciones. La realidad de que el matrimonio de mis padres estaba muerto me cortaba con mucha fuerza una parte de mi corazón y la empujaba lejos. Me detuve. Colin se detuvo junto a mí, y sentí su mirada curiosa buscando en mi cara. Papá no se dio cuenta, aunque yo esperaba que diera media vuelta y me preguntara qué me pasaba. Él había pasado todos los días de mi vida reprendiéndome, desde una mentira fracasada a una A ganada. El entumecimiento que se extendió dentro de mí me

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impedía sentir algo en absoluto, incluso la verdad sobre el estado del matrimonio de mis padres. El breve toque de Colin en mi hombro me aseguró. ¿Qué sabía él de mi vida falsa, de la que no había sido más que una moneda, un peón de marfil? Su vida había sido auténtica, con padres a los que no le importaba si llevaba jeans y camisetas arrugadas no combinables, que le permitían escoger a sus amigos, confiaban en que cuando él se cayera, se levantara, sacudiera el polvo y siguiera adelante. Madre y papá desaparecieron en su dormitorio y él cerró la puerta. Me quedé quieta en las escaleras. El entumecimiento se mantuvo. Me preguntaba que sentiría a continuación. Me arrastré a mi dormitorio, con miedo a desmoronarme frente a Colin, y cerré la puerta con un solo golpe de mi mano. Pero oí el ruido que hacía la mano de Colin cuando la golpeaba contra la puerta. Crucé a mi cama, me detuve para sumergirme en ella, dispuesta a desmoronarme en el edredón en un río de emoción que no podía contener. Llorando porque no cambiaría nada. —¿Ashlyn? —Su tono era cuidadoso, tentativo. Yo había hablado con Stuart suficientes veces desde la distancia de la puerta, y sabía que Colin mantendría la regla de papá y se quedaría en el umbral. Negué con la cabeza. No estaba segura de que pudiera hablar. Entendí que las obras en la ciudad de Nueva York no sólo existían en Broadway, con actores que representaban los papeles. Las experiencias teatrales más dramáticas, inolvidables y espeluznantes ocurrían dentro de las paredes de las casas. —Ash. —El tono suave de la voz de Colin estaba en la habitación para mí. Me volví y me encontré con su mirada compasiva. Él estaba en el límite de la puerta. Deseaba que rompiera la regla de mi padre, para probarme que yo le importaba más que papá, el trabajo y la regla. Colin tragó. Cuando se apoderó del marco de la puerta para su estabilidad, con los dedos tensos contra la madera. Un movimiento repentino detrás de él me llamó la atención. Papá. Al ver mi cambio de mirada, Colin miró por encima de su hombro. Cuando vio a papá, se quitó del camino de la puerta. —Charles. El rostro agotado de papá se afiló ante Colin. Él lo miró un momento y luego miró más allá de él hacia mí.

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—¿Está todo bien, princesa? —Sí, por supuesto —dije, llegando a él y secándome las lágrimas de los ojos. —¿Cómo está? ¿Qué ha dicho el médico? Papá entró en la habitación y vino hacia mí, con los brazos extendidos. Su abrazo cortaba a mi alrededor, y le devolví el abrazo, acostumbrada a la respuesta de memoria. Por debajo de mis pestañas, mi mirada se quedó con Colin en la puerta. Sus cejas se juntaron más en una expresión que no podía descifrar. —Ella va a estar bien, princesa. Me tuve que presionar contra el bloqueo de sus brazos para aliviar la espalda y la resistencia Sentí el envió de un destello de enojo dentro de mí. —¿Qué ha dicho el médico? Papá agarró mi rostro, su modo habitual, y una gran sonrisa practicada en sus labios. —No te preocupes por nada de esto, ella está… —Ella es mi madre. No me digas que no me preocupe por ella. ¿Estás avergonzado? ¿Te avergüenza? Sus manos se helaron en mis mejillas. La sonrisa en sus labios expertos se evaporó como agua bajo las llamas. Las manos de papá bajaron lentamente a sus costados. —Colin, ¿te importaría cerrar la puerta al salir? Colin asintió con la cabeza, y la mano llevó la puerta a su fin. —Me doy cuenta de que estás en estado de shock por lo ocurrido a tu madre, pero no te permitiré que me hables así. —Prefieres no hablar de todo esto, ¿no? —espeté—. Madre cerrando la mano en la caja de armas no va a desaparecer lo que pasó, y todos sabemos que lo sabrán. La mandíbula de papá hizo una mueca. —Tu madre tuvo un desgraciado accidente como consecuencia de la embriaguez.

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—Embriaguez para ahogar sus problemas contigo. —¿Crees que tu madre se hizo daño a propósito? —Su tono arrogante en sentido de que él era el inteligente. —Lo sé. Ninguno de los dos dijo nada. Papá era un experto en la creación, la conservación y la orquestación de silencio, tiempo y otras herramientas de manipulación para su beneficio. Hasta ese momento no me había dado el crédito para la comprensión de su experiencia. ¿Realmente he pasado casi dieciocho años de mi vida con un dominio tal que no crearía un estudiante? —Tu madre nunca haría nada para dañar su persona. Ella es demasiado vanidosa. —Ella está desesperada. —¿Me estás culpando por su estupidez? —Este es el hablar de la vanidad. Yo no creo ni por un segundo que no sabes lo que está pasando entre tú y madre. Eso es una estupidez. Los ojos de papá se desorbitaron. La piel de su rostro se extendía sobre su mandíbula. —¿Es este comportamiento en el que influyen tus amigos? Si es así, voy a sugerir que Colin siga todos tus movimientos en Chatham, si tengo que hacerlo, para asegurar que tus asociaciones siguen siendo como las de una dama. Dejé escapar un suspiro exasperado. Papá estaba más confundido. —¿Ashlyn? —Esta soy yo, creciendo Comprendiendo la realidad.

—levanté

mi

barbilla—.

Viendo

las

cosas.

—La realidad es que tu madre se emborrachó. —Su tono era suave y resbaladizo como el petróleo—. Perdió el control, al igual que todas las personas intoxicadas hacen, y actuó sin pensar. —No, papá. La realidad es que tú y madre se ignoran mutuamente. Pretenden. Su relación es horrible. Él me dio una bofetada. La fuerza del golpe movió mi cabeza, dolor ardiente fragmentaba a través de mi mandíbula y cráneo. Extendí mi mano para tocar la quemadura y mi mano picaba desde mi muñeca.

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—No uses la calle para hablar conmigo Ashlyn. Mi mente quedó en blanco. Aturdida, me quedé paralizada. Sus ojos se abrieron y pensé que fui testigo de dolor intermitente a través de su rostro. Sus hombros caídos ligeramente y apartó la cara. Nunca me había golpeado antes. Obligué a mi cuerpo a girar y dirigirse a la puerta de la habitación, en mi cabeza una tormenta de creciente emoción. —¿Ashlyn? —Papá exigió. Crucé el umbral y me encontré en la sala. La lluvia golpeaba contra el exterior de los ladrillos de la casa, el sonido como el cristal de la cabina de mi padre, haciendo añicos. ¿Él me sigue? ¿Insistirá en que formalmente le pida que me disculpe? ¿Pedir que me disculpe con él? No miré hacia atrás. Entumecimiento se extendió de mis huesos a los músculos temblando. La bofetada resonaba aún en mi mejilla, como un platillo golpeado. Un solo lugar podría calmar la enorme tormenta furiosa dentro de mí. Cerré las puertas de la sala de música. Un enjambre de abejas negras enojadas estaban sueltas en mi sangre. Mis músculos se aliviaron y estiraron en el instante en que mis dedos tocaron las teclas del piano. La primera melodía de mi cerebro fue puesta en libertad de papá. La canción había sido una alegría al tocarla, pero ahora, nuevos acordes en octavas bajas, al mando bombardeado las teclas del piano, violencia rompiendo el aire con una furia de ruido. Cerré los ojos. Las lágrimas escaparon y corrieron por mis mejillas. La melodía de papá empujó las paredes tratando de mantener las furiosas llamas de dolor dentro. No había lugar para la melodía capturada deseando correr, para mi corazón herido, y me quemaba con la hostilidad de un incendio forestal. Él me golpeó. El aguijón penetró en la mejilla y la mandíbula de nuevo. Una presencia. Mis manos se calmaron en las teclas. La melodía saltó las paredes vacías en llamas enfurecidas. Colin se sentó junto a mí. La preocupación dio a sus rasgos una expresión preocupada. Cuando el último vestigio de la canción quemó, él habló.

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—¿Estás bien? —Mi padre... —sacudí la cabeza, sobre las teclas del piano recargué tranquilamente mis dedos para descansar. Su brazo se deslizó por mis hombros y me atrajo hacia sí. —Ash. Saltaron las lágrimas, arrastrando los restos de ira, el miedo, la tristeza y luto de mi familia de mi corazón abierto. Me desmoroné junto a Colin, con las manos presionando las teclas de marfil en un acorde tumultuoso que sonaba como las notas finales de una canción de muerte, colgada de la soga de una nota única. —Todo irá bien. —Su susurro me reconfortó con calma y tranquilidad. Había vivido con el falso matrimonio de mis padres mucho tiempo, incluso si algunos de esos años de vida había vivido en la felicidad inocente, no sabiendo que el final era inevitable, pero que la farsa sin duda, y lamentablemente seguiría. Conmigo para siempre atrapada en medio. —Estoy cansada —murmuré en su contra—. Cansada de todo el asunto. La falsedad de todo. No puedo creer que él no asuma alguna responsabilidad por esto —bajé de nuevo, mi mirada llorosa en la suya—. ¿Puedes creerlo? Los ojos de Colin se oscurecieron. —Lo siento. —Eso es más de lo que él dijo. —Ira fresca hervía por mis venas. —Me golpeó —murmuré. El cuerpo de Colin se volvió pedregoso y duro. —Nunca me golpeaba —susurré—. Las personas que se aman no se golpean entre sí. Colin parecía llenarse como un globo repleto de agua hirviendo. —Espera aquí. —Su tono con problemas de control. Movió sus pies, sus pasos largos y rápidos a través de la madera dura hacia las puertas. Minutos más tarde, oí la voz de papá y de Colin, las dos voces frígidas como espadas. Rápidamente me dirigí a la puerta, salí al oscuro pasillo. Sus agudas voces cortando el aire desde el piso principal.

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—No voy a dejar que mis empleados sobrepasen sus limites. —La voz de mi padre en su tono de sala de audiencias. —Usted le pegó, Charles. —Ella es mi hija, y tenía que ser reprendida. —Abra los ojos. Ella no es una niña, ella es una mujer, una adulta. No pasará mucho tiempo antes de que usted no sea capaz de mantenerla aquí como un… —Eso es suficiente —disparó papá, haciéndome temblar—. Esta conversación ha terminado. Las puertas del estudio de mi padre se estrellaron. Mi corazón vibraba. Colin marchaba por las escaleras. Me metí en la sombra pensando que no me iba a ver, pero su mirada feroz enclavada en la mía como si me sintiera. En el rellano se detuvo mirando, apenas capaz de contener la rabia. Luego continuó hasta el tercer piso y cerró la puerta de su dormitorio.

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Capítulo 15 Traducción por loveliilara y Susanauribe Corregido por *ƸӜƷYosbeƸӜƷ*

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adre yacía en su cama con la ensangrentada, rígida ropa que vestía cuando ella dejó la casa. ¿Papá no tuvo la decencia de ayudarla a cambiarse?

Crucé hacia su cama y observe su pálida y dormida figura. Ella lucía como la rama de un álamo caído. La tristeza me cubre. Me siento en la cama, y el hoyo en el colchón ocasiona que ella se agite. Sus ojos parpadean pesadamente. —Cariño. —Ella se extendió hacia mí con su brazo bueno, e hizo una mueca de dolor. Tomé su mano fría en la mía. —¿Cómo te sientes? La conciencia de Madre se afanó por aclararse, como si estuviese parpadeando para ver a través del barro. Ella se enfocó en mí y parecía recordar todo lo que había pasado, sus ojos se engancharon en los míos como si los eventos de la noche pasada pasasen bajo sus irises y dentro de su conciencia. Ella suspiró y cerró sus ojos, su cabeza rodó hacia el costado. Entonces miró por primera vez a su brazo vendado, en un cabestrillo, cerca de su pecho. Una lágrima se escapó de la esquina de su ojo y corrió abajo por su mejilla. Yo apreté su mano. —Mi mano está… está… estoy yo… —Sí, estás bien. No te preocupes por eso ahora. Duerme. La compasión hizo un agujero en mi corazón. Me acerqué a ella y se agitó, quebrada abrió sus ojos y ellos sostuvieron los míos por un momento. Entornó su rostro para verme.

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La acurruqué más cerca, como hacía cuando era pequeña, en las ocasiones en que papá se iba y ella me dejaba dormir en su cama con ella, cuando ellos compartían una cama. Mi mente se empapó de tristeza. Por Madre. Por papá. Por nuestra desmoronada familia. ¿Hacia dónde vamos desde aquí? Cierro mis ojos. Madre comenzó a llorar despertándome. No estoy segura de cuánto estuve echada allí a su lado, pero la luz afuera de la ventana era como un moretón negro y morado. Me incorporé, toque el lado de mi cara que papá había abofeteado, pero la quemazón se había ido. La indignación por el ataque permaneció, y yo cerré mis ojos nuevamente por una nueva oleada de lágrimas. No lágrimas. No por él. No por esto. —¿Ashlyn? —La voz de Madre estaba débil. —Estoy aquí. Ella asintió con la cabeza. —Lo sé. Cariño, no tienes que quedarte conmigo. Alcánzame un pañuelito, ¿puedes? Arranqué una blanca hoja de una caja ubicada en la mesa cercana a su cabecera y se la alcancé a ella. Con su mano libre, ella tocó suavemente sus ojos. —Debo lucir terrible. —Madre, acabas de regresar del hospital. —Ayúdame a sentarme, por favor. Me deslicé fuera de la cama y rodeé el pie de ella. Una vez al lado de Madre, posé cuatro almohadas de plumas detrás de su espalda y cuello y la ayudé a sentarse derecha. —Mucho mejor. —Ella acomodó las mantas y sabanas alrededor de su cintura, haciendo uno por uno los movimientos que comprometían su brazo. Pasé hacia su baño, mojé una toallita hasta que se empapó y se la llevé. Una cansada sonrisa tembló en sus labios.

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—Gracias. Esto es justo lo que necesito. —Ella tomó la toallita con su mano libre y despacio con pequeños toques la pasó sobre su rostro. Luego me la extendió y yo la llevé de vuelta al lavabo. — ¿Necesitas algo de agua u otra cosa? —pregunté, advirtiendo la copa de cristal que mantenía permanentemente en el baño. Una pequeña gota de vino se asentaba en el fondo, como sangre. —Tomaré un Rockstar —dijo ella. Sonreí y fui de nuevo hacia la cama. Su sonrisa era un poco más fuerte y genuina entonces: con lágrimas brillando en sus ojos. No la sonrisa sintética a la que estaba acostumbrada a tener, esa que usa a lo largo de la mañana con su maquillaje Christian Dior. —Vuelvo en un segundo —dije—. ¿Tienes hambre? Ella pestañea, traga saliva, como si ella no pudiese hablar. Sacude la cabeza. Entonces ella pasa el pañuelito por sus ojos, y me despide en la distancia. Me fui con una sonrisa. Años atrás, las emociones de Madre habían sido maniobradas junto con el cotillón, el amor de mamá, los juegos de grupo, y visitas al parque. Mientras el tiempo pasaba, sus amigos y la vida social habían salido de detrás de la cortina y se habían puesto más cerca del centro del escenario, la muestra de emociones se había convertido poco a poco en drama por la buena interpretación, en lugar de sacar las emociones a la superficie por amor. Yo, por primera vez, me alegré de ver que esta cualidad no había muerto por completo en Madre. Tal vez pueda volver. Elevadas voces llamaron mi atención a la oficina de papá. Las puertas estaban entreabiertas y reconocí la suave cadencia de la voz de Colin contrastando con el tono fuerte de papá. —¿Es esto un juicio de valor lo que escucho? —preguntó papá—. Tú trabajas para mí. Tú haces lo que yo digo. Ese es el final de tu responsabilidad. —Hablo como un amigo, Charles. —No necesito a alguien de veintiún años diciéndome cómo criar a mi hija. Estás excusado —dijo papá.

Una bomba de silencio ensordeció el área. Continué hacia la cocina, agarré un Rockstar para Madre y me apresuré escaleras abajo.

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Pasé la oficina de Papá en el camino, y la puerta se abrió y Colin, con ojos salvajes, cuerpo nervioso, salió al pasillo. Él se detuvo cuando me vio. La injusticia ardió dentro de mí. —Él no tiene derecho. No dejes que él… —Está bien —cerró la puerta a su espalda—. ¿Cómo está ella? —Su expresión frustrada se suavizó. Él tomó mi hombro en sus manos y me guió a la cocina. —Ella quiere un Rockstar, así que se debe estar sintiendo mejor, ¿cierto? —forcé una sonrisa en mis labios—. Pero en serio, no aceptes su sesuda basura. Él puso sus manos en mis hombros. —Puedo cuidarme por mí mismo. Una débil sonrisa trató de formarse en su boca, apenas plegando sus hoyuelos. Agarré el Rockstar. —Déjame llevarle esto a Madre y luego… necesito salir de aquí. ¿Quieres? Él asintió. —Seguro. Arriba, entré a la oscura habitación de Madre. Su llanto separaba el negro y frío aire. Mi madre odiaba la iluminación encima de su cabeza, así que me dirigí a la lámpara más cercana la cual estaba en un escritorio y la encendí. Luz dorada y rosada se derramó sobre el piso, en la superficie de los muebles. El llanto de Madre se detuvo. —Estoy aquí —dije, acurrucándome junto a ella en la cama. Le extendí la lata pero ella mantenía su rostro medio enterrado en la montaña de almohadas que la soportaban—. ¿Madre? —ella no respondió por largos minutos. Ni siquiera se movió. Finalmente, ella extendió su mano buena hacia la bebida. Cuidadosamente puse el Rockstar en su empuñadura. La lata tembló. La tomé de nuevo. Ella lloró de nuevo. Poniendo la bebida en la mesa redonda junto a la cama, gentilmente envolví mis brazos alrededor de sus hombros. Su cuerpo estaba frío, así que me bajé de la cama e intenté subir las sábanas y cobijas más arriba para que estuviera más caliente, pero ella negó con su cabeza.

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—Necesito bañarme —dijo ella ahogadamente—. Mírame. Soy un desastre. —Déjame ayudarte —retiré las sábanas y la ayude a pararse. —Puedo hacer esto —ella murmuró—. No estoy lisiada. Es solo mi brazo. Ella caminó por sí misma, yo tomándola por el codo, hacia el baño. Llené la bañera porque ella no podría ducharse, mientras el recubrimiento del brazo se mojara. Ella mantenía una variedad de esencias de baño, y escogí una muy floral y vertí el contenido en el caliente vapor. Ella se sacó lentamente su rígido traje arruinado lleno de sangre. Cuando ella no pudo liberarse en la parte de arriba, maldijo. Su rostro apaleado-de-emoción se contrajo de rabia. —Demonios. Consigue unas tijeras, ¿sí? En el estante de arriba. ¡Allí! Agarré unas tijeras con mango de nácar y empecé a cortar la prenda. Tiras y pedazos de terciopelo cayeron a las baldosas del suelo. Madre miraba la carnicería, con su rostro fruncido. Habían retirado su sostén en el hospital. Ella se quitó sus bragas y se metió a la bañera tipo jacuzzi. Cerré la llave del agua. Descansando su cabeza en la suave almohada, Madre se sumergió tanto como podía en las blancas burbujas efervescentes, su brazo arriba de su cabeza. Agarré una toalla, la enrollé y la puse en el borde de la bañera así ella podría descansar allí. Un largo silencio se posó entre nosotras. Su rostro estaba hinchado y demacrado, distorsionado por la confusión emocional. Ella estaba coherente y yo quería algunas respuestas. —¿Por qué lo hiciste? Ella suspiró. —No quiero hablar sobre esto ahora. —¿Para tener la atención de papá? Los ojos de Madre se abrieron por un segundo cuando use el término papá. Las esquinas de su boca se levantaron. —Dije, no quiero hablar sobre esto. Pero su usual fortaleza no estaba al mando.

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—Que mal. Tú y papá necesitaban hablar sobre lo que sucedió. Tal vez ir a terapia. Una débil risa surgió. —Tú padre no iría ni muerto a terapia. Gracias por tu preocupación, querida, pero he terminado de hablar… —Bueno yo no —me acerqué a la bañera. Ella abrió sus ojos y me miró—. ¿Estabas tratando de agarrar un arma? ¿Ibas a matarte? —Por supuesto que no. — ¿Entonces por qué lo hiciste? —La frustración y la rabia en mi voz se aceleraron—. Quiero saber. Quiero la verdad. —Ashlyn. —La voz de papá cortó la conversación. Él se paró en la habitación, justo afuera de la puerta del baño, en la oscuridad. ¿Hace cuanto estaba allí?

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Capítulo 16 Traducido por flochi Corregido por *ƸӜƷYosbeƸӜƷ*

P

apá salió a la luz. Madre le lanzó una mirada irritada y se hundió bajo la manta de burbujas. Él se metió en el baño.

—Tu madre no quiere hablar de esto en este momento. —Es el momento de que aparecieras —espeté—. ¿Vas a venir en su defensa? ¿Por qué, para que puedas preparar al testigo? Los hombros de papá se pusieron tensos. —¿Qué? —incité—. ¿Vas a golpearme de nuevo? Madre jadeó. Sus ojos se agradaron en horror y giró de papá a mí. —¿La golpeaste? —Si —papá habló con la confianza de la justificación—. Su comportamiento justificaba una acción severa. —¿Mi comportamiento? —espeté—. Te dije la verdad. Que madre se cortó para llamar tu atención. —No me corté. —Madre estiró una mano por una toalla y se esforzó por ponerse de pie, pero su equilibrio estaba mal y titubeó. Papá y yo nos lanzamos hacia ella, pero me detuve. ¿Hasta dónde iría él por ayudarla? Papá equilibró a Madre con una mano y tironeó la toalla fuera de la barra con la otra, colgándola alrededor de ella. Él envolvió sus brazos alrededor de su forma húmeda y jabonosa. Mamá se congeló. Buscando sus ojos. Él miró sus ojos. La incomodidad espesó el bochornoso aire. Todo en lo que podía pensar era que este momento pudo haber sido unificador.

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En cambio, su desconcertado abrazo era como extraños chocando entre sí en la esquina de una calle. Disgustada, me revolví. —No vayas más allá de lo que es absolutamente necesario, papá. Puedo ocuparme yo a partir de aquí —di un paso hacia delante, excusando su patético intento de ser un marido. —Ashlyn —susurró madre. Papá me miró fijamente por unos cuantos segundos, luego, su porte sereno y práctico había regresado. Retrocedió un poco, manteniendo la toalla envuelta alrededor de Madre. —Ashlyn tiene razón —dijo. Las palabras me conmocionaron, pero me preparé para la continuación de una actuación—. Me disculpo por eludir mi responsabilidad. —La mirada persuasiva de papá sostuvo la de Madre. ¿Ella le estaba creyendo su disculpa? El aguijón de su traición fresco en mi mejilla, dudé de su sinceridad demasiado pronto. Me acerqué un paso, mirándolo a los ojos de la manera en que miraba los míos a veces: como si sostuviera un cuchillo, y estaba preparada para clavarlo profundamente cuando tuviera que hacerlo para conseguir la verdad. Papá parpadeó. El brillo de estar nervioso que vi en sus ojos me envalentonó. Nunca permitió que cualquier debilidad permaneciera, y cualquier intimidación de la que fui testigo se desvaneció al siguiente parpadeo. Lo apunté con una mirada de no-estoy-creyendo-esto, luego me volví hacia Madre. —¿Qué quieres Madre? Madre empalideció, pero sobre sus labios, y en sus ojos, una sonrisa vaciló. —Tu padre puede ayudarme, cariño. Gracias. — ¿A dónde crees que vas? —demandó papá —A donde sea que se me dé la gana —lancé sobre mi hombro. —No vas a irte de esta casa sin… —Colin —mascullé, interrumpiéndolo—. Lo sé, lo sé. —No pude mirarlo, la simple visión de su arrogancia crispándome. No voy a soportar más esto, papá. Agarré un abrigo, sombrero, y guantes y tomé las escaleras dos a la vez hasta la habitación de Colin. Golpeé la puerta. Su expresión sorprendida se desvaneció

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cuando abrió la puerta y se dio cuenta que era yo quien golpeaba. Miró a ambos lados del pasillo. —¿Estás bien? —Sí. —Mi cuerpo se estremeció—. Vamos. Él asintió, alcanzó su abrigo y cerró la puerta de la habitación a su espalda. Estaba a punto de explotar. Dirigiendo el camino, salté las escaleras. Los acontecimientos de las últimas veinticuatro horas me empujaron a la puerta principal. —¡Ashlyn! — La voz de papá se escuchó estrepitosamente desde el balcón del segundo piso. Esperé hasta que mis pies golpearon el frío mármol del suelo en la entrada antes de obligarme a dar la vuelta. Colin, todavía en las escaleras, volvía su atención entre papá y yo. —Ven aquí —ordenó papá. Debería haber sabido que no toleraría actitud alguna. Mis rodillas permanecieron fijas. —Voy a salir. Las manos de papá se envolvieron alrededor de la barandilla de hierro negro forjado, sus nudillos blancos. —Sí, dejaste eso claro. Antes de que salgas, intento hablar contigo. Rechiné los dientes. ¿Quería hablar conmigo? —Bien. —No me moví del lugar. La esquina de la mandíbula de papá se tensó. Sus dedos se aflojaron en la barandilla y se deslizó por las escaleras curvas como si estuviera en camino a saludar al Presidente de los Estados Unidos, no a dar lecciones a su hija. Colin se unió a mí, permaneciendo de pie lo bastante cerca para que nuestros hombros se rozaran. Lo miré, pero su mirada fija permanecía sobre papá. Papá se dirigió hacia nosotros, tan frío y arrogante que el enojo arremolinándose en mi sistema llameó más caliente. —Colin, espera afuera. —El suave tono de papá hizo que mi corazón diera un latido asustado. Colin no se movió. La cabeza de papá giró hacia Colin. La indignación apretando sus cejas y labios.

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—¿Me escuchaste? —Sí, señor. —El tono de Colin fue firme. —Entonces, ¿qué parte de mi instrucción no entendiste? —Estoy aquí para proteger a Ashlyn, Charles. Mi corazón pegó un salto hacia mi garganta. La mirada de papá envió una sacudida de miedo a través de mí. —Está haciendo lo que lo contrataste para que haga —dije. Necesito protección de ti. La mínima rendija en los ojos de papá era la única pista que tenía de que estaba realmente enfadado. Me sentí desnuda bajo su mirada, y lo agredí silenciosamente con cada segundo que sus ojos perforaban los míos. Liberé el miedo de mi corriente sanguínea y me concentré en el borde azul alrededor de sus irises, un truco que me había enseñado, diciéndome que podía mirar a quien sea si elegía uno de los colores que moteaban el color de los ojos para concentrarme en él. Papá se inclinó más cerca. Me eché hacia atrás. Colin se interpuso entre nosotros. Papá se quedó de pie pecho a pecho con Colin, la palpable lucha rebotando entre ellos. —Voy a darle un beso de despedida a mi hija —siseó. Colin mantuvo su posición por dos, cuatro, siete segundos. Con el corazón martilleando, puse mi mano sobre su brazo. —Está bien —dije. Colin dio un paso al costado pero su mirada de advertencia nunca dejó la mirada de papá. Una vez que sentí mi mano soltar el brazo de Colin y caer a un lado, los ojos de papá se movieron hacia mí. Me besó en la mejilla. —Que tengas un buen paseo, Princesa. Ni siquiera el aire glacial podía enfriar mi piel. La temperatura se había desplomado, volviendo la lluvia en remolinantes copos de nieve. Veinte pies bajando la calle desde la casa, Colin llamó a un taxi. Entramos, y un golpe de calor derritió la nieve que nos cubría de la cabeza a los pies. Colin frotó sus manos desnudas hacia atrás y adelante. Me sentí mal por no haberle dado tiempo de agarrar un par de guantes.

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—¿A dónde? —El conductor de piel oscura, vestido con un turbante en la cabeza nos preguntó a través del reflejo del espejo retrovisor. Colin me miró. —Solo conduzca —dije. Ser espontánea no era algo que tenía permitido hacer. Papá insistió en saber mi paradero las veinticuatro horas del día. Colin sacó el celular timbrando de su bolsillo. El nombre de la pantalla: Charles. Colin hizo clic en el teléfono. —Sí, Charles...estamos en un taxi, rumbo al oeste. No estoy seguro. Si. Si. Por supuesto. Te lo dejaré saber. Sí, Señor —cerró el teléfono y su pierna comenzó a golpetear. —Quiere saber a dónde vamos. —La mirada de Colin ojeaba la calle, los edificios y a cuanta persona pasábamos mientras conducíamos. Mi piel hormigueó. —Déjalo con la intriga. Sus ojos oscuros se encontraron con los míos a través de la cabina del asiento trasero. —Es justificado sentirte enojada ahora mismo. Pero tengo que mantenerlo al tanto de a dónde vamos, ese es mi trabajo. Su expresión fue amable, el tono me suavizó. No me atrevía a decir nada, por lo que miré por la ventana. —¿A dónde quieres que vayamos? —preguntó. Su teléfono celular vibró nuevamente. —Europa. París. California. Tomemos un avión y vayamos a la playa. —Tan imposible como era la idea, la emoción corrió a través de mi sangre por la oportunidad de irme y marcharme—. Podemos visitar el viejo vecindario. Me encantaría ver nuestra casa. Colin sonrió. Su teléfono zumbó y lo sacó. Esta vez, mantuvo la pantalla inclinada de manera tal que no pudiera verla. —¿A dónde quieres ir que no haga que me metan en la cárcel? Crucé mis brazos sobre mi pecho y me apoyé en el desgastado asiento. —Eso es exactamente lo que papá haría —murmuré—. Incluso algún estúpido cargo de secuestro aunque sea mi idea. Ugh.

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Metió de vuelta el celular en el bolsillo de su abrigo y estiró su mano, y sus dedos rozaron mi hombro en un gesto que significaba consuelo. La emoción rodó a través de mi cuerpo como una docena de bolas desbocadas cuesta abajo. Su mano lentamente se quedó quieta. Tragó saliva, y se retiró. —A Central Park —dije. El conductor se detuvo en la esquina la Calle 59 y la Quinta Avenida. Alcancé a abrir la puerta y la mano de Colin me golpeó suavemente la muñeca. —No olvides pagarle al conductor —sonreí, empujé para abrir, y salí. Colin, todavía en el asiento trasero, buscó desesperadamente dinero, tiró algunos billetes sobre el separador y saltó detrás de mí. Permaneció junto a mí, su mirada nerviosa. La nieve revoloteaba desde enormes nubes grises sobre nuestras cabezas. Empecé a avanzar hacia una abertura en la baja pared de roca bordeando esta sección del parque. Di tres pasos hacia el parque antes de que Colin me tomara del brazo en un firme agarre que me detuvo. —No vas a entrar. —Sí, voy a entrar —tiré para liberarme y me dirigí al parque. Mantuvo su paso junto a mí, su cabeza en constante movimiento, sus ojos moviéndose rápidamente, brazos ansiosos a sus costados. —Ash, el parque es peligroso por la noche, todos saben eso. —No me importa. Agarró mis brazos y me hizo girar. Sus ojos oscuros brillaron. —A mi sí. —Estás conmigo —dije, contoneándome para liberarme. Claramente incómodo manteniéndome prisionera, me liberó, pero tembló como si su sangre picara. Se pasó una mano a través del cabello. —¿Quieres ponerte en peligro? Empecé a correr. —No estaré en peligro junto a ti —chillé hacia él. Sin esfuerzo, se quedó a mi lado, acoplándose a mi ritmo. Había leído escenas como esta: el héroe persiguiendo a la heroína, los dos terminan cayendo seguido por un beso caliente. Pero las persecuciones de amor por lo general sucedían a la luz del día, sin nieve, y en un ambiente cálido y tropical.

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Reí y aumenté la velocidad. Las pasarelas estaban resbaladizas, el hielo cubría algunos lugares. Las pocas lámparas que iluminaban el área casi negra estaban cubiertas en un velo blanco, y la pálida iluminación a través del vidrio no hacía mucho para derretir el hielo. Los senderos estaban vacíos. La oscuridad aparecía desde la compilación de arbustos, rocas gigantes, árboles, y el ocasional puente que aparecía. Mis pulmones comenzaron a doler con cada respiración. Plumas congeladas flotaban frente a mi rostro, dejando un rastro detrás de mí. Un paraguas de árboles evitaba que los copos húmedos nos empamparan. Colin permaneció un pie detrás, su mirada alerta como un reflector. —Ash —dijo—. Tenemos que regresar. Las entrañas del parque se hacían más densas, retorcidas y oscuras. Nadie inteligente se aventuraba tan profundo en el parque a la noche. Las luces llegaban cada vez menos y más espaciadas entre sí. El aura de Coli estaba tensa, consciente y feroz. Reduje la velocidad, conteniendo la respiración elevé la mirada al cielo, mis ojos cerrados, saboreando la libertad. Papá no sabía dónde estábamos. Nadie lo sabía, a excepción de Colin y yo. Estábamos solos. Solos. Di vueltas, reí, y saqué la lengua, probando los copos a medio derretir que caían. Podríamos no haber estado en una playa en los trópicos, y podríamos no haber terminado en un beso mientras rodábamos, pero estábamos solos. Lo miré. Con el pecho elevándose. Los ojos puestos sobre mí, tan infinitamente oscuros, imposibles de leer. Avancé hacia él, el corazón latiendo en mi garganta, y me acerqué lo suficiente para que mi pecho rozara el vaivén del suyo. Deslicé mi brazos hacia arriba rodeando su cuello y sus labios apretados se separaron, ¿Conmoción? ¿Asombro? Lo saborearía y lo descubriría por mí misma. Las manos se juntaron detrás de su cuello. Mantuve su mirada hasta que mis labios se presionaron contra los suyos. Cerré los ojos. Una fiebre soñadora ondeó desde mi boca hacia la punta de mis dedos y de los pies. Mis labios se movieron de propio deseo por explorar la boca que me había fascinado, atormentado, seducido desde que recordaba el primer latido que me expresó que, este latido, este sentimiento que él evocaba, era diferente. Esperé que sus labios respondieran, el brote abierto de mi boca anhelante. Él permaneció quieto. ¿Estaba respirando? Su pecho había dejado de moverse. La fiebre soñadora que me inundaba se evaporó. Abrí mis ojos.

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Los suyos estaban cerrados, las oscuras pestañas aleteando apretadas contra sus mejillas como si estuviera usando cada onza de fuerza que le quedara para resistir. Mis brazos se deslizaron de vuelta a mis costados. Me ruboricé de vergüenza. Sus ojos se abrieron con una depredadora mirada que me obligó a retroceder un paso. Avergonzada de que me hubiera rechazado, no pude soportar el silencio. La soledad. Me lancé alrededor de él y empecé a correr de vuelta por el camino por el que habíamos venido. Colin agarró mi brazo. Tiré para zafarme, tropecé. Me alcanzó para estabilizarme y ambos caímos a la hierba llena de nieve y barro, y nos deslizamos hasta detenernos. —Déjame sola —dije. —Ashlyn. Traté de retorcerme para liberarme, asustada de haberlo besado. No me quería, y esa comprensión me aturdió tanto como la bofetada de papá. Tratando de evitar que viera mi rostro, me revolví, pero él era más grande, más fuerte y su cuerpo cubría el mío, sujetándome al suelo mojado y congelado. Agarró mis manos temblorosas en las suyas, sosteniéndome en el lugar debajo de él. —Lo siento. Por favor, déjame ir —giré mi rostro tan lejos como pude, la humillación insoportable. Colin se levantó, sus manos todavía sujetando las mías, y gentilmente me levantó. Mis piernas, espalda, y costados estaban congelados por ser aprisionados en el encharcado césped. Las manos sobre mis hombros, me sostuvo firmemente frente a él pero mantuve mi mirada hacia abajo, negándome a mirarlo. —Mírame. Sacudí la cabeza. Mi mirada gacha vio el lodo que cubría todo su frente como si acabara de salir de una lucha de barro. —Deberíamos volver —murmuré. —No hasta que me mires. —Su dedo tocó mi barbilla, instándome a levantar el rostro. Mi corazón tembló. Demasiadas sombras cruzaron su rostro para que leyera lo que estaba pensando. —Nunca había hecho algo así —dije—. No sé qué… estoy tan avergonzada.

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Sus manos se deslizaron a lo largo de mis omóplatos, hacia mi cuello, finalmente ahuecando mis mejillas. El aire alrededor nuestro parecía inusualmente caliente, pero era imposible. Nuestras respiraciones largaban vapor al unísono. Sus cejas se apretaron sobre sus determinados, feroces ojos. Sacudió la cabeza. Ojos cerrados, volvió su rostro. Sus manos presionaron mis mejillas como si pudiera aplastar mis huesos. El miedo luchó con la curiosidad, desencadenando en mi sangre un giro de deseo. ¿Qué lucha tenía lugar dentro de él? —¿Colin? Una lenta, controlada respiración tranquilizó su pecho. Tragó saliva. —Di mi nombre otra vez. —Colin. Bajó su cabeza. La coronilla de su cabello oscuro reflejaba un remanente de la luz de la luna, recordándome ese primer día que lo había visto en la calle. Había sabido, con solo una mirada, que era él. Levantó su confundida mirada hacia la mía. Retrocedió. —Sabes que no puedo… Extendí mi mano. Sacudió la cabeza. El quiebre de una rama crujió detrás de él y se dio la vuelta, bloqueándome con su cuerpo. Sus espalda frente a mí y debajo de su chaquetón sus músculos tensos en el lugar. Su cabeza se sacudió a la derecha, luego a la izquierda. Escuché su respiración golpeando. Mi ritmo cardíaco acelerándose. ¿Quién o qué había hecho ese ruido? Arbustos y árboles crujían, y una sombra oscura emergió. Colin retrocedió, sus brazos en sus costados para protegerme. El pánico congeló mi sangre. —¿Tienes un dólar? —preguntó una voz bien marcada. Me asomé sobre el hombro de Colin. Un vagabundo vestido con capas de ropas negras y grises surgió. Avanzó hacia nosotros, una mochila lanzada sobre su hombro. —Tomaré lo que sea —rogó. —Lo siento. —Colin me tomó por el brazo y empezamos un vigoroso trote hacia la entrada. El extraño nos siguió.

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—¡Necesito dinero! —tropezó hasta detenerse. Colin ignoró al hombre, y su mirada alerta barrió las zonas oscuras que pasamos. La culpa golpeó mi conciencia. Si no nos hubiera traído al parque, esto no hubiera pasado. Una vez que la luz de la calle se filtró en el parque, y estuvimos cerca de la entrada, el nerviosismo empezó a dejarme. No hablamos, y el movimiento de los autos pasando, el ocasional grupo de turistas charlando mientras paseaban ayudó a llenar la torpeza incómoda que mi comportamiento que se había interpuesto entre nosotros. Su teléfono vibró una y otra vez, el repetitivo zumbido audible sobre el ruido de la ciudad. Sin duda alguna era papá. No podía mantener su gran ritmo frenético y tomó una ventaja de dos pies por delante de mí, soltando mi brazo. Parte de mi estaba aliviada de no tenerlo arrastrándome como un padre arrastrando a un niño lento. Otra parte de mí disfrutaba cualquier contacto físico que tuviéramos, incitado o forzado. Cruzamos la acera y nos quedamos de pie sobre el borde, su mirada sobre el tráfico. Le hizo señas a cada taxi que pasaba. ¿Qué estás haciendo, Ashlyn? Realmente deberías acabar con el drama de esta noche. Finalmente, un taxi se detuvo. Colin abrió la puerta trasera y ambos entramos. Su teléfono continuó vibrando, el sonido un suave zumbido en la estrecha parte trasera del taxi. Papá. Impaciente, furioso, y mi demandante papá. ¿Cómo le explicaríamos nuestras ropas sucias? Temblores asolaron mi piel, la fría humedad filtrándose hasta mis huesos. Peor, imaginé a papá echándome un vistazo y despidiendo a Colin sin escuchar una explicación. Colin agarró su teléfono celular. Desde donde estaba sentada, pude ver que la pantalla decía: Charles.

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Capítulo 17 Traducido por Susanauribe Corregido por KaThErIn

L

a casa estaba en silencio cuando Colin y yo entramos unos minutos después. Tomé las escaleras esperando cambiar mi ropa antes de que Papá me viera y evitar cualquier pregunta. Colin me siguió. ¿Estaba él pensando lo que yo estaba pensando? Mis pies golpearon el rellano de la segunda planta y sentí acercarse la presencia de Colin, como si yo me hubiera movido en la sombra protectora de un árbol. —Ashlyn. Lo miré. Papá se aclaró su garganta. Colin se volteó. Papá estaba de pie congelado a una docena de pies lejos, justo fuera de la puerta del dormitorio de Madre. Pasé alrededor de Colin así Papá estaba en mi línea de visión. La mirada de Papá con los ojos muy abiertos nos observó de pies a cabeza. Él cruzó hacia nosotros. —¿Qué sucedió? Colin y yo lucíamos como gatos que habían estado jugando en la alcantarilla. El controlado rostro de Papá se contorsionó cuidadosamente con preocupación, sus afilados ojos examinando mi ropa. —¿Estás bien? —Sí, Papá. No pasó nada. Nos atrapó la tormenta, eso es todo. —¿No tuviste el instinto para mantenerla seca? —La pregunta de Papá perforó el aire cuando movió su cabeza hacia Colin. —Es mi culpa. —Me paré en frente de Colin, forzando a Papá a mirarme—. Yo quería dar un paseo. —Y mira dónde te llevó eso. —Papá arqueó las cejas. —Estamos mojados, ¿y qué? —dije.

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La mandíbula de Papá se movió. —Ashlyn, discúlpanos. El pánico agarró mi corazón. Había escuchado ese tono antes, cuando Papá había despedido a Stuart. —Esto no es su culpa. Fue mi idea. —¿Y tu ropa? Explica eso. —Papá demandó. —Caí. Colin trató de ayudarme cuando un anticuado taxi aceleró, esparciendo nieve y lodo encima de nosotros. Los ojos de Papá se entrecerraron, luego se movieron hacia Colin el cual tenía el rostro estirado tensamente como un cuerpo en una máquina de tortura. En un profundo respiro, los músculos de la mandíbula de Papá se aflojaron. —Límpiate, Princesa. Debes tener frío. —No lo vas a despedir por mí, esto no es su culpa. Más silencio pasó. La mirada de papá se deslizó a Colin. —Ve a secarte, Ashlyn. —Papá demandó. Estaba asustada de dejar a Colin, no porque él no pudiera manejar a Papá por su cuenta, él podía, sino porque mis piernas se volvieron fideos debajo de mi con el pensamiento de Colin no estando aquí. Pero había dicho lo que podía para arreglar el desastre que había hecho, y había hecho un desastre. Mordí mi labio inferior, insegura de qué más podía hacer para convencer a Papá de que nada ilícito había pasado entre Colin y yo. —Colin —Papá deslizó una mano en uno de los bolsillos de su pantalón—. Tómate el resto de la noche libre. ¿Qué está planeando Papá? El sobresalto era claro en el rostro de Colin. —Sí Señor. Con una rápida mirada hacía mí, Colin se disculpó. ¿A dónde iría él? ¿Qué haría? Mi mirada lo siguió sobre las escaleras hasta que desapareció. Encontré a Papá mirándome, sus ojos entrecerrados. Volteándome, entré a mi habitación y cerré la puerta.

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Usualmente, yo tomaba un largo y caliente baño en una bañera llena de burbujas con esencia a flor de cerezo. No ésta noche. Tomé una rápida y tibia ducha, me puse mi pijama, arreglé mi pelo en una cola de caballo y me dirigí a la habitación de música. En mi camino, mi mirada se desplazó hacia el tercer piso. El suave siseo del líquido a través de las tuberías respondió mi pregunta. Alejé la imagen de su carne debajo de una avalancha de agua. No has hecho nada más que causarle problemas. Eres sólo un trabajo. Él probablemente irá a algún club y… Pero él había dicho que no le gustaba ir a clubes. ¿A dónde iría? Una puerta cerrada arriba. El suave andar de pies pasaron por encima. Me dirigí hacia la escalera, secretamente me recosté sobre el pasamanos y miré a hurtadillas al tercer piso a tiempo para percibir los firmes músculos de su espalda. Una toalla blanca se balanceaba en la parte baja alrededor de sus caderas. Su cabello era una mezcla de mojadas oscuras puntas y picos. Él desapareció en su habitación y cerró la puerta. Tragué, tratando de humedecer mi garganta seca. Música. Música. Música. Entre la imagen de la hermosa y esculpida espalda, y el movimiento de su cuerpo debajo de esa toalla y sus piernas largas, su canción se torcía en mi cabeza como una pulsante necesidad de liberarla. No cerré las puertas de la habitación de música, demasiado ansiosa por que mis dedos liberaran la melodía dentro de mí. Me senté, y en el momento que las puntas de mis dedos hicieron contacto con las teclas del piano cada sensación brotó y recorrió mis brazos. La habitación de música llena con el aura de Colin, como si su alma estuviera en la habitación conmigo. Martillear su melodía en el piano solo servía para crear más frustración construida, llenándome con un deseo que nunca había conocido. La única cosa que si sabía era que lo quería a él todo para mí. Papá entró, pero no paré, no podía, a petan irresistibles eran mis ansias, e insatisfacción. Él se detuvo junto al piano y esperó a que terminara. —He escuchado mucho esa canción últimamente, ¿a quién pertenece? Mis nervios de punta. Encontré su mirada, y vi desafío allí. —Me pertenece a mí —dije. Sus cejas se alzaron ligeramente, pero el resto de rostro permaneció curioso. Papá se inclinó y besó la parte superior de mi cabeza.

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—¿Sintiéndote mejor? —Me siento bien —espeté. ¿Iba él a disculparse conmigo?—. ¿Por qué preguntas eso? —Estabas fría y mojada. Mis dedos permanecieron posicionados para tocar. Necesitaba tocar. —Charles. —La voz de Colin llegó a mí desde donde él estaba de pie en las puertas abiertas. Vestido en un planificador negro de pies a cabeza, era obvio que iba a algún lugar. Mi corazón cayó en picada hacía mi estomago. Papá se volteó. —¿Sí? —Ya me voy. —Los ojos cafés de Colin se movieron rápidamente hacia los míos por un segundo y los sostuvieron, luego él estaba todo negocios de nuevo con Papi. Papá asintió. —Muy bien. Gracias por dejármelo saber. Alejé mis ojos heridos y enojados de Colin y miré las teclas del piano, ahora nubladas a través de mis lágrimas. Silenciosos segundos pasaron. —Él necesitaba una noche libre —Papá dijo. Cerré mis ojos. ¿Necesitaba? Me podía relacionar con esa necesidad. Sintiéndote como si fueras a explotar, querías libertad desesperadamente. Pero tú tenías libertad, y la perdiste. —Él es un hombre vigoroso. —El tono de Papá era divertido—. Estoy seguro de que tiene un número de mujeres que ve. Abrí mis ojos pero mantuve mí mirada baja para ocultar las lágrimas. —Toca mi canción para mí, Princesa. No la he escuchado en mucho tiempo. La suya era la última canción que quería tocar. Pero cuando se recostó contra el piano, entendí que él iba a plantarse junto a mí hasta que tocara la canción. La melodía retorció cada onza de auto control que tenía. Mis retorcidos sentimientos sobre Papá en el momento hacían difícil para mí que tocara con gracia. Peleé golpeando las teclas. Mientras el odio se construía, mi aliento pesado saliendo y entrando, y mis manos demandando la verdad. Azoté el teclado. La melodía

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rastrillando contra las paredes vacías, aplastando en octavas mayores hasta que forcé a mis manos a bajar en suaves registros donde la canción finalmente finalizaba. Gruñí. El sudor manchaba mi rostro. Mire a Papá, su cara tensa con el pálido impacto. Me estudió como si yo fuera un testigo que acababa de soltar una bomba en la corte. Sin una palabra, se volteó y dejó la habitación. Mis manos arrugadas en las teclas, enviando una distorsionada mezcla de acordes haciendo eco en el aire. Me puse de pie, fui a la ventana y miré hacia afuera. Colin estaba ahí afuera en algún lugar. No quería pensar sobre lo que estaba haciendo. Me encerré en mi habitación. Incluso mis libros favoritos no podían mantener mi mente ocupada. Los únicos pensamientos bramando en mi cabeza eran carnosas imágenes de Colin y alguna Barbie, haciéndolo. Una imagen que la suposición de Papi había plantado en mi cabeza. Las horas avanzando muy lentamente. Yo permanecía sola. La discusión de Madre y Papá golpeando detrás de la habitación de Madre, o de papá, no estaba segura de cual. Consumida por dónde estaba Colin y qué estaba haciendo, ignoré su pelea. Una puerta se azotó, asustándome. Las pisadas enojadas de Papá se deslizaron por la casa. Miré a mi puerta cerrada. ¿Era yo la siguiente? Mi móvil zumbó, y sentí mi primera oleada de alivio en horas viendo el número de la casa de Felicity. —Hey —dije—. ¿Qué le pasó a tu móvil? —No puedo encontrarlo. Lo he buscado en todas partes. ¡Uf! ¿Dónde has estado? He tratado de llamarte por horas. Me di cuenta que con el accidente de Madre, ni siquiera había comprobado mi móvil por mensajes, mucho menos pensé llamarla. —Lo siento. No creerás lo que sucedió. —Le conté sobre Madre. Sobre Papá abofeteándome. Sobre Colin viniendo a defenderme, y nuestra vuelta en el parque. —¡Oh Dios mío! Vaya, Ash. Hablando sobre drama. ¿Tú mamá está bien? —Eso creo. Solamente desearía que ellos dejaran de pelear. No entiendo porque no pueden discutir y seguir adelante. —Han sido así siempre —Felicity dijo, luego rápidamente añadió—, es decir, no quise decir eso, Ash, yo…

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—No…tienes razón. —Sin embargo, saber que Felicity había visto más allá de la actuación de Town & Country7 de mis padres me sorprendió, aunque no debería haberlo hecho. Pero si ella lo había visto, no había esperanza de que sus amigos no. ¿Sí sabían que la farsa era transparente, por qué la seguían? —No puedo creerlo —Felicity murmuró—. ¿Estaba ella tratando de tomar las armas? —Ella dijo que no lo estaba. —Lágrimas llenaron mis ojos. Madre, tan desesperada por Papá que se hubiera herido a sí misma. La idea desintegró mis fantasías y sueños de que nuestra familia fuera feliz. Lloré. —Oh, cariño. —El tono de Felicity se suavizó—. Lo siento mucho. Desearía que pudiera ir. Como si Papá permitiría eso ahora. —Sí, yo también. —Nunca adivinarías con quien me encontré hoy. Estaba agradecida de que ella cambiara el tema. —¿Con quién? —Stuart. —¿En serio? —Nueva York era, en millas, un lugar pequeño, pero un extraño rasguño seguía corriendo bajando por mi columna con esa coincidencia. —Fuera de mi edificio. Dijo que vivía a la vuelta de la esquina de mí ahora. ¿En el Upper West Side? ¿Podía él costear eso? —¿En serio? —Sí. Él lucía terrible… como si acabara de regresar de un mes en Guantánamo8. —¿Entonces él te habló? —Yo estaba volviendo de la tienda, y él estaba caminando por el edificio. Paramos por un segundo. Estaba sorprendida de que él no preguntara por ti. —Estoy agradecida de que no lo haya hecho. ¿Te dije que me tropecé con él en una librería tiempo atrás? Él dijo que me había seguido allí, que sabía mi rutina. —¡Ew! Apuesto a que tu papá enloqueció. 7 8

Town & Country revista estadounidense que habla de estilos de vida y posee varios tipos de ediciones. Guantánamo: ciudad en Cuba donde USA posee una base militar.

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—Él no lo sabe. El sonido de las pisadas de Papá movió las paredes de mi habitación como un terremoto. La puerta se abrió y golpeó contra la pared. Él llenó el bastidor, furia cuadrando su rostro. Mi mano, sosteniendo el móvil, lo alejó de mi oído con un anonadado miedo. La voz de Felicity escurriéndose en el aire. —¿Ash? ¿Estás bien? ¿Ash? Le colgué. La voz de Madre chilló por detrás de Papá. —Sí, ve a ella, Charles. Miéntele. —Ashlyn. —La voz de papá se contuvo en el aire—. Empaca. Tú y yo nos vamos. —¿Qué? Para este momento, Madre finalmente había avanzado hacia Papá, pero permanecía a unos pies detrás de él. —¡No puedes llevártela de mí! Madre se acercó y tiró débilmente de la manga de él. Papá sacudió su mano haciendo que ella tropezara hacia atrás. Sus ojos llamearon con furia. Papá dio una vuelta y se elevó sobre ella. La respiración se bloqueó en mi garganta. Nadie se movió. Me puse de pie, mis rodillas temblando. —No me iré. —Haz lo que digo —gritó. Crucé hacia ellos. —Mi vida está aquí y no me iré —crucé mis brazos sobre mi pecho. Papá giró hacia mí. Agarró mis brazos, y tiró de mí. El dolor atravesó mis hombros y quemó bajo mis muñecas. —¿Vas a golpearme de nuevo? —espeté. —Empaca. —Me lanzó con tanta fuerza, que tropecé con la pata de mi cama en un traspié.

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Capítulo 18 Traducido por Xhessii Corregido por KaThErIn

E

ra medianoche y Eddy tenía la noche libre, así que Papá pidió un taxi. Con manos temblorosas metí un poco de ropa en la maleta.

Madre y Papá continuaron peleando, las amenazas de Madre eran como flechas, y Papá respondía al ataque como balas de cañón. Las lágrimas se apresuraban por mis mejillas. ¿Sabría Colin sobre esto? ¿Qué haría él? Papá me escoltó para bajar las escaleras, pasando junto a Madre quien permaneció junto al árbol de Navidad9 que ella había decorado con bulbos cloisonné importados de Francia. Sus hombros temblaban, y sus ojos estaban rojos. Papá jaló la puerta principal y la corona de flores que colgaba por dentro cayó al suelo, rodó y giró, rompiendo los adornos de cristal que tenía en su interior. Con mi brazo en su puño, Papá me llevó hacia el taxi que nos esperaba. Abrió la puerta y yo entré. La puerta principal hacia la carretera estaba abierta y podía ver a Madre junto al árbol, su mano buena sobre sus labios, y sus ojos llenos de lágrimas. —Al Ritz Carlton —dijo Papá. Se sentó y suspiró. —Te odio —susurré. Sus ojos aturdidos permanecieron fuera de la ventana como si no me hubiera escuchado. Fuimos conducidos al Ritz Carlton de Central Park por un grupo de porteros uniformados. Papá hablaba con ellos como si los conociera, y me di cuenta luego que él probablemente venía aquí con quien sea que gastara su tiempo cuando no estaba en casa.

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En original pencil Christmas tree que son los árboles de Navidad artificiales populares por su diámetro pequeño en la base y que pueden caber en cualquier lugar.

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El asco revolvió mi estómago, y di un paso para alejarme de él, no queriendo estar en cualquier lugar cercano a él. Papá pasó por alto el proceso de registro, avanzando directamente hacia mí, mientras dos botones cargaban nuestro equipaje y lo subían a un carrito de bronce. La mirada aturdida que había visto pasar por sus ojos se había ido. Ahora estaba alerta. —¿Es aquí a donde traes a tu amante? —escupí, mirando a los indicadores de piso del ascensor. Papá miró alrededor para asegurarse que nadie hubiera oído. Sus dedos pellizcaron mi codo. Las puertas del elevador se abrieron lentamente y me condujo adentro. Me liberé y me alejé de él. Él me inmovilizó con una de sus miradas de abogado asesino. —Sí. Las puertas se cerraron. Una parte de mí estaba en shock porque él admitió la verdad, otra parte de mí estaba molesta de que él admitiera algo que ya sospechaba, pero esperaba que no fuera verdad. Tragué saliva. Saberlo debería haberme dado coraje, pero él era demasiado inteligente para admitir algo si no quería que eso saliera en público o a espaldas de Madre, me golpeé con la comprensión de que era la última en saber. El elevador se detuvo en el piso treinta, y las puertas se abrieron. Me condujo a una suite, y jadeé cuando entré a todo el lujo del blanco sobre blanco, cada superficie prístina, limpia y elegante con colores neutros. Como si hubiera entrado en casa, Papá tiró sus llaves en la mesita de espera. Caminó hacia la sala y fue directamente al mini bar. Yo permanecí en la entrada. Se sirvió un whisky escocés (sin hielo) y lo bebió con una mordaz inclinación de la cabeza. La copa fue depositada en el bar con un tintineo, y se sirvió otro. Mis ojos se ampliaron. Repitió el movimiento, y luego se apoyó pesadamente sobre sus hombros, mirando los bastidores de licor. Un golpe en la puerta me hizo temblar. Papá cruzó hacia la puerta y observó por la mirilla, y luego abrió la puerta. El portero le asintió, flirteando conmigo con una sonrisa y entró con nuestro equipaje. Papá le dio un billete y el chico me dio una última sonrisa antes de decir: —Gracias, Sr. Aldair.

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La familiaridad flotó en el aire como una colonia de mal gusto. —Él probablemente piense que soy una de tus amantes —me burlé. Puse mis ojos en blanco cuando Papá se giró y me miró. —Tu habitación está por allí. —Y con un movimiento de cabeza, hizo un gesto detrás de mí. Tomé la oportunidad para revisar el lugar. Justo tan elegante y tan cinco estrellas como era la sala con cada accesorio que un viajero rico pudiera desear: teléfonos en cada mesa, una televisión de plasma de cuarenta pulgadas dondequiera que giraras, bares, frigoríficos, arreglos florales gigantes en floreros de cristal. Papá dejó mi equipaje en la cama, se giró y se fue, cerrando la puerta detrás de él. Estaba vencida por el cansancio y la conmoción. Me dejé caer en el colchón con un suspiro. Mi teléfono vibró y lo saqué. Madre.

¿Estás bien?

Papá no me escucharía y me daría un sermón, así que le contesté.

Sí, ¿y tú?

Te extraño

También te extraño. ¿Qué va a pasar?

No te preocupes, cariño, tu papá y yo resolveremos esto, eso espero

¿Estás en el Ritz?

¿Cómo lo sabes?

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Unos cuantos momentos pasaron, y ella no respondió. ¿Hace cuánto sabría ella sobre lo de Papá y el hotel? Me ponía enferma, esperaba que ella no estuviera llorando. Me hería por dentro por ella. Ella nunca contestó, así que dejé mi teléfono en una de las mesitas cercanas a la cama. Escuché la voz de Papá, pero también una más. ¿Colin? Me levanté y fui a la puerta, abriéndola lo suficiente para ver la silueta de Colin. Él usaba la misma ropa que tenía cuando lo vi marcharse para su noche libre. Un pequeño equipaje estaba junto a él. Mi corazón bajó en picada. —Tengo que estar en la oficina a primera hora de la mañana, así que me retiro —dijo Papá. Aunque me daba la espalda, el lenguaje corporal de Colin decía que se sentía incómodo y en desacuerdo con la situación. —Puedes estar en el sofá —Papá no se disculpó por las molestias que daba, ni dio disculpas por cambiar nuestra dirección—. Ocúpate como siempre. Escuela. Luego aquí. No puedes regresar a la casa. Si Ashlyn necesita traer sus cosas, puedes contratar a alguien para que las recupere. ¿Entendido? Colin dudó. —Sí, Señor. —Su voz sonaba tranquila. Papá se giró y desapareció hacia su cuarto, azotando la puerta con un golpe sordo. La mirada de Colin vagó por los alrededores, y abrí la puerta de mi cuarto así que cuando su curiosa mirada llegó por ahí, me vio. Sus ojos sujetaron los míos y una racha de preguntas pasaba por su rostro. —¿Ash, qué pasó? —empezó a caminar hacia mí. Tragué. Se miraba sinceramente interesado… en mí. —Ellos tuvieron una pelea. Él siguió mi dirección. ¿Todavía seguía molesto por lo del parque? No podía leer su rostro, y los eventos del día me pasaron factura. Me dirigí a mi habitación, incluso mientras él se acercaba a mí, y me deslicé al interior, cerré la puerta y presioné mi frente contra ella. Mi corazón martilleaba. Tenía la fantasía fugaz de que él la rompía, me sujetaba y me besaba. Ridículo. Tomé un largo y caliente baño, me vestí en mi albornoz blanco y agarré una revista de la docena que estaba ahí para entretenerme, pero ninguna me interesaba. Un puñado de libros de suspenso estaba en el estante, pero no podía pensar en leer. No con Colin afuera. Me paseé de un lado al otro. Casi le mandé un mensaje a Felicity, pero era demasiado tarde para eso.

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Saber que Colin estaba más cerca de lo que había estado en la casa, me llenaba la sangre con familiares mariposas de curiosidad y me pregunté si su cercanía siempre las provocaría. Tomé un respiro hondo y abrí la puerta. Estaba totalmente oscuro. Mis ojos parpadearon, intentado ajustarse. Cualquier agotamiento se había ido con el baño, porque estaba sorprendentemente alerta para ser las cuatro de la mañana. Me dirigí a la sala de estar, mi visión distorsionada apuntó sobre uno de los dos sofás. Una luz brilló al prenderse. Parpadee, cubrí mis ojos mientras se acostumbraban. Colín acostado, medio sentado en uno de los sofás. Las sábanas de cama blancas y una cobija estaban enrolladas alrededor de su cintura, sus hombros desnudos y la parte superior de su cuerpo estaban entre esponjosas almohadas blancas. Su rostro se arrugó por la luz. —¿Estás bien? —murmuró. Asentí, y dudé antes de ir de puntillas hacia él. Su impecable piel se miraba como terciopelo contra la ropa de cama blanca. —Siento si te desperté —mantuve mi voz un poco más arriba de un susurro, mi mirada se dirigía a la puerta del cuarto de Papá, hacia el siniestro espacio negro entre la alfombra y la parte inferior de la puerta cerrada. —No lo hiciste. —Colin se rascó su sedoso cabello. Quería tocarlo—. ¿Qué pasó? —preguntó entre bostezos. —Papá exigió que él y yo dejáramos la casa —busqué un lugar para sentarme. Collin arrimó las cobijas al lado opuesto del sofá, haciéndome lugar. Me apreté en el espacio, pero mi muslo todavía tocaba sus pies. —Entendí eso cuando fui a recoger mis cosas —dijo Colin. —¿Viste a Madre? Él asintió. —Ella era un manojo de nervios —me estudió a través de unos ojos bondadosos—. Dios, lo siento Ash —sacudió su cabeza. —Está bien —mentí y por la mirada de compasión de sus ojos pude ver que él se dio cuenta de eso. Una nueva ronda de lágrimas nubló mis ojos. Oculté mi rostro en mis manos, avergonzada de que estuviera llorando de nuevo.

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El sofá se movió debajo de mí, luego su cálida piel me rodeó. Escondí mi rostro en su cuello. Mis brazos rodearon su espalda. Él absorbió mis lágrimas, mis lágrimas vagaban por su piel. Besó la punta de mi cabeza y la sensación de su boca ahí hizo que subiera mi cara. Sus ojos oscuros me penetraron, enviando deseo por mis células, necesidad a través de mí sangre. Él tragó. Contra mi pecho, el tenso pecho desnudo se movía con un ritmo errático. Su cabeza se inclinó más cerca, y mi corazón casi explotaba esperando sentir sus labios. Su boca se encontró con la mía con una presión suave y dulce. Su piel, entre mis dedos era firme. Suave. Mis manos se extendieron para sentir los bordes de sus costillas, los músculos de su espalda, la fuerte curva de su espina dorsal. Moviéndose hacia mí, me recostó entre los cojines del sofá. Las sábanas y las cobijas cayeron, desnudando más piel aterciopelada, cubierta sólo por un par de bóxers negros. Él se agachó sobre mí, como si quisiera cubrirme y consumirme. Presionada entre los cojines, me sentí como una delicada cáscara de huevo entre suaves almohadas. La mano de Colin se deslizó por mi cuello, se ancló a un lado de mi cabeza, y la otra hizo lo mismo. Se mantuvo estable sobre mí, sus brazos terminando en fuertes hombros, su cabeza cernida sobre la mía, sus ojos estaban oscuros. Los segundos se convirtieron en calientes minutos. Él parecía decidir qué hacer después. Mi cuerpo se levantó hacia el suyo, como un imán. Ligeramente, las puntas de mis dedos acariciaron sus hombros, la parte posterior de su cuello y lo apretaron. Él cerró sus ojos como si pasara por un terrible dolor. Luego sus ojos oscuros se volvieron a abrir. —Ash. —Su voz era un gemido. —Bésame de nuevo. Bajó hacia mí, los músculos en sus brazos cambiaban y se atenuaban en la suave luz de la lámpara hasta que su boca se encontró con la mía. Este beso era como los pétalos de una flor que dulcemente se conectaba con otra para abrirse y florecer. Después, se sentó de nuevo y tocó mi rostro. —Voy a odiarme por hacer eso.

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—Yo no. Quería que me besaras. Quería que lo hicieras desde hace mucho. ¿A quién le importa que trabajes para Papá? Él me ha mentido. Él le ha mentido a Madre. Él no merece tu lealtad. —No debí haberte besado, no aquí, no cuando tú estás tan vulnerable. —¿No querías besarme? —Sí. —Sus manos liberaron las mías y se dejó caer a los suaves cojines, sus manos se movieron hacia su cabello—. Sí, quería hacerlo. —Yo también quería. El conflicto contra el que él luchaba con fuerzas lo hacía ver como si sufriera con una fiebre que lo consumía, y sentí el primer remordimiento de mi parte por hacerlo ir en contra de algo que él consideraba importante. —Lo siento. —Apenas podía respirar, sumergida en la culpabilidad. Me paré. Él me alcanzó y agarró mi mano. —Ashlyn. La gentileza con la que dijo mi nombre me derretía mientras se filtraba en mi alma. Nunca sería capaz de insensibilizarme del deseo que tenía por él, y viendo su cuerpo enredado entre sábanas y cobijas, su rostro se volvió hacia mí, la urgencia en su mirada, era una imagen que nunca podría olvidar. Lo quería todo para mí. Desperté horas después en una habitación oscura. La luz se colaba por donde las cortinas se juntaban con la ventana. La extraña esencia de las sábanas donde estaba recostada me recordó que no estaba en casa, en la mansión, sino en un hotel. El aire olía a café. Encontré el reloj, eran las diez. Me enderecé rápidamente. ¿Por qué Papá no me había levantado para ir a la escuela? Moví a un lado las sábanas y me puse de pie. La noche anterior, escuché a Papá decirle a Colin que tenía que estar temprano en la oficina, así que Papá no estaba. Lo que significaba que Colin y yo estábamos solos. El pensamiento liquidaba mis huesos. Quería verlo, pero, ¿querría él verme después de lo que pasó anoche? Vístete, Ashlyn. Vístete para ir a clases. Pero había olvidado empacar mi uniforme.

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Corrí precipitadamente hacia la maleta abierta, aunque sabía que el uniforme no estaba ahí. Había estado tan distraída por la pelea de Madre y Papá, que la escuela no había entrado en mis pensamientos en absoluto. Me lavé la cara, cepillé mi cabello y me pellizqué las mejillas antes de abrir la puerta. El aroma del café me calmó, pero dudé si mirar a Colin. ¿Es así como es la mañana siguiente? Me pregunté. Una risa contenida me erizó la piel. Así es. El movimiento en la cocina me llamó la atención, así que crucé la sala y entré al área blanca y azul. Colin usaba jeans y un suéter de cuello “V” color gris claro, las mangas estaban subidas en sus antebrazos. Él estaba de pie en el fregadero, lavando una taza de cristal. Cuando entré, se giró. Sus manos se quedaron quietas. —Hola. El usual brillo en sus ojos no estaba ahí, y mi corazón se hundió. Permanecí en la puerta. —Hola. —¿Café? —hizo un gesto hacia la tetera que había puesto a un lado. —Gracias —entré en la habitación y tomé una taza—. ¿Por qué Papá no me despertó? Ya se me hizo tarde para la escuela. —Charles dijo que no irías. Se imaginó que necesitabas dormir. —No puedo decir que no estoy contenta —tomé un sorbo del líquido caliente—. Olvidé mi uniforme. Colin enjuagó la tetera y la puso sobre una toalla para que se secara. Luego se giró, cruzó sus brazos y dejó que sus caderas se apoyaran contra el fregadero. —Tengo que traerte tus cosas. Fruncí el ceño. ¿Cuánto tiempo planeaba Papá que nos quedáramos aquí? Mi tripa se hundió. Madre dijo que ellos arreglarían esto. Colin se acercó a mí, sus manos cubrieron las mías. Fue cuando me di cuenta que mis manos temblaban, el café en la taza se movía como olas en el océano. Su toque detuvo el temblor al entrar en contacto. El fusible de conexión que tejimos anoche se encendió de nuevo. El brillo de deseo que había visto en sus ojos antes estaba de nuevo ahí. —¿Qué va a pasar?

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Él tomó una respiración honda, sacudió su cabeza. —No lo sé. —No puedo dejar de ver a Madre. —Lo siento. —Esto no es tu culpa. Pero gracias por escuchar. Y por estar aquí. Siento lo de anoche. Nunca te haría hacer algo que tú… —Ash, tú no me hiciste hacer nada. Esto no es fácil para mí. —Tampoco es fácil para mí. Él se acercó. —¿Cómo voy a resistirte? Nada vino a mi cabeza. El fuego que corría en mí había completado su circuito y había quemado las palabras las cuales cayeron en el olvido. Colin. Y yo. Solos. —Si yo no voy a ir a la escuela hoy, ¿entonces qué? —dije con voz áspera. La imagen de él en el sofá me hizo regresar a la escena del beso de anoche. Las paredes de la cocina de repente parecían acercarnos. La temperatura subió. Él tragó. —Deberíamos salir de aquí —dijo él. Tragué y luego asentí. —Deja que me vista. Me di una ducha, me puse la ropa interior y me puse la suave y acojinada toga que estaba en el baño. Peinando mi cabello con los dedos hacia atrás, alcancé el secador de pelo, pero me congelé cuando las fuertes voces de Papá y de Colin tronaban en el aire como un relámpago inesperado. Amarré la banda en mi cintura y abrí la puerta del dormitorio. Papá y Colin estaban parados frente a frente en la sala. Papá usaba uno de sus trajes impecables, su piel estaba del color de su corbata color escarlata. Se detuvo a media frase cuando entré. Crucé mis brazos sobre el pecho. —¿Qué sucede?

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Nos quedamos en silencio. Papá se deslizó hacia mí, pasando por alto el momento. —¿Cómo dormiste? —Necesitas hablar con Madre —dije. —Estoy en la hora del almuerzo y quería ver como estabas. Colin va a ordenar que te traigan tus cosas… —Espera. ¿En verdad vamos a mudarnos aquí? ¿Por cuánto tiempo, Papá? No podemos vivir aquí. Tenemos un hogar. —No voy a discutir eso contigo. —Papá puso sus manos en mis hombros y me alejé de su agarre. —¿Cuándo vas a dejar de tratarme como a una niña? Ve a casa y habla con Madre. Soluciona esto. La esquina de la mandíbula de Papá se tensó. —Lo que ha pasado entre tu madre y yo no te incumbe. Ese es el final. —Me quemó con una mirada larga y luego se giró y salió por la puerta. Dejé salir un gruñido. —Él es tan exasperante. —Has dejado claros tus sentimientos, Ash. Este es su problema que ellos deben resolver, no tuyo. —Ya lo sé. —Paseé de un lado a otro. Y eso era lo que me frustraba… que no pudiera forzarlos a que se preocuparan el uno del otro lo suficiente como para hacer que todo funcionara.

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Capítulo 19 Traducido por LizC Corregido por CyeLy DiviNNa

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a falta de voluntad de Papá para tratar de resolver las cosas con Madre me arruinó el resto del día, y me dejó emocionalmente destrozada. Tuve un tiempo difícil incluso persuadiéndome en ir a la ciénaga para disfrutar de estar con Colin. Debería haber estado eufórica. A medida que caminábamos sin rumbo, él mantuvo un ojo vigilante sobre mí. Al cruzar una calle, sentí la suave presión de su mano en mi espalda. Por dentro, mi preocupación por mis padres se erigía; la presión hizo que mi corazón ardiera. Nos detuvimos en una esquina y Colin hizo su escaneo general de la multitud que nos rodeaba cuando su cabeza se detuvo un instante, su mirada detrás de sus gafas negras dirigida a algo a nuestra derecha. Seguí su afilada atención pero no vi nada en el denso tráfico de los peatones a las cinco en punto. Siempre oscurecía más rápido en la ciudad, los edificios colosales y sus sombras añadiendo un profundo abismo para el crepúsculo. —¿Qué? —le pregunté. —Nada. La luz de la calle cambió y él me guió entre la multitud de personas. Mi teléfono celular vibró en mi bolsillo. Yo esperaba que fuera Madre, no había oído hablar de ella desde temprano, y me pregunté cómo lo estaba soportando. El número de teléfono de la madre de Felicity apareció. —¿Hola? —¿Dónde estabas hoy? —preguntó Felicity—. ¿Estás enferma? —¿Todavía no has encontrado tu teléfono? —No. He buscado por todas partes.

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—Oh, no. —Lo sé. Apesta. Así que, ¿qué pasa? Le conté lo que había sucedido. Felicity, jadeó. —Oh, no. Lo siento, Ash. Eso apesta a lo grande. —Sí. —¿Ellos van a tratar de arreglarlo? ¿O qué? —No sé. ¿Qué me perdí? —le pregunté. El sonido de las bocinas y el ruido de los coches de la ciudad se filtraron en el teléfono en el extremo de Felicity. —Danicka preguntó dónde estabas. Le dije que tú y Colin estaban tomando un largo almuerzo comiendo… algo que ella y sus amigas puede ser que deseen tomar dado que, claramente, Colin es un hombre, así como los hombres a la carne, los perros a los huesos. Él está allí, ¿verdad? ¿Están teniendo un tiempo fabuloso? Eché un vistazo a Colin, con la esperanza de que no pudiera oír a Felicity. — Bueno, algo así. —No debería haber preguntado. Estás preocupada acerca de tu mamá y papá. Lo siento. Te echo de menos. —También te echo de menos. —Nos dirigimos a Chow. Sorpresa. Ugh. Espero que le des un gran golpe a ese muchacho, mientras ceno un chop suey. ¿Entendido? Quiero un informe completo más tarde. Me reí y miré a Colin, con la esperanza de que no hubiera escuchado. —Oh, por supuesto, seguro. Adiós. —¿Felicity? —preguntó Colin. Asentí con la cabeza. —¿Cómo se conocieron? —En Chatham. Ella hace que ese lugar sea soportable. Él asintió con la cabeza. —Tengo que conseguir amigos así. El Ritz estaba en la cuadra siguiente. Colin sacó su teléfono sonando fuera del bolsillo de su chaqueta. —¿Sí, señor? Estamos fuera del edificio, en realidad. Sí. Podemos hacer eso. —La ligereza en su expresión se desvaneció.

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—¿Pasa algo? —Charles quiere que nos reunamos con él para cenar en el Solange en diez minutos. —¿Dónde está eso? —En el hotel. Nos acercamos al hotel con sus toldos a rayas doradas y rojas, y jardineras llenas de enormes árboles de Navidad decorados con bombillas en forma de rubies brillantes. Colin me condujo más allá del portero que sostenía las puertas de bronce gigantes abiertas para nosotros. —Tengo que lavarme las manos —dije. Caminar por la ciudad exigía un lavado a fondo antes de comer, algo que Madre me había enseñado. Colin se quedó fuera de la puerta del baño y me esperó. Los baños eran de mármol italiano del piso al techo. Me lavé las manos y me aseguré que mi cabello no estuviera despeinado por el viento, retoqué mi maquillaje y esparcí un spray de uno de los cinco perfumes de cortesía colocados en una bandeja de cristal ornamentado. —¿Lista? —preguntó él cuando salí del baño de damas. Asentí con la cabeza. Él me acompañó por un pasillo y de vuelta a través del gran vestíbulo, lleno de viajeros, botones, y otros empleados del hotel. Invitados descansaban en cómodos sillones de estilo esmoquin. Algunas personas leían, otros conversaban. Cruzamos el vestíbulo hacia otra amplia sala y nos aventuramos por el largo vestal cubierto de espejos, hasta que el olor a ajo, cebolla y hierbas aromáticas llenó el aire. Solange estaba lleno de hombres en traje y corbata, un puñado de mujeres vestidas con vestidos, trajes o ropa de diseño elegante. Colin y yo nos miramos, los dos parecíamos pensar lo mismo: estábamos fuera de lugar en nuestros pantalones vaqueros y suéteres casuales.

El maître nos acompañó a la parte de atrás de Solange, donde encontramos a Papá todavía en su traje, con su teléfono celular a su oído. Él sonrió y nos saludó con la mano. Papá me llevó contra él en un abrazo de lado y me quedé rígida.

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Tanto Colin como Papá alcanzaron mi silla para empujarla. Un bochornoso calor de medio segundo sostuvo las miradas de Papá y Colin juntas. Fue Colin, quien terminó el gesto caballeroso, y me senté, con las mejillas calientes. —Te llamo después —dijo Papá. Terminado la conversación, y deslizó su teléfono en el bolsillo delantero de su chaqueta. Se sentó frente a mí, Colin a mi lado. Una baja y sosa luz, brillaba de una lámpara en miniatura centrada en el mantel dorado. —¿Hambrienta, Princesa? Suspiré. —Te he pedido que no me llames así. Abrió su menú, pero sus ojos grises sostuvieron los míos. —Me disculpo. Papá divagaba sobre las opciones de cena pero en todo lo que podía pensar era que su familiaridad con el menú estaba directamente vinculada a su familiaridad con el hotel debido a su infidelidad a mi madre. A nuestra familia. Mi apetito murió. —Eso suena bien. —Colin cerró su menú cuando sintonicé de nuevo en la conversación. —¿Y tú, Ashlyn? —Papá, ni se inmutó cuando dijo mi nombre. —Lo que sea —dejé el menú sobre la mesa y apoyé mis codos en el borde de la mesa… un paso en falso en el comedor por el que Madre me había castigado cuando había sido más joven. Los labios de Papá se curvaron hacia arriba, una leve diversión parpadeaba en sus ojos. —Así que, faltaste a la escuela hoy —dijo Papá—. ¿Qué hiciste? —Pasé mucho tiempo preguntándome qué demonios estás haciendo —le dije. Papá se puso rígido. A mi lado, Colin cambió de posición. La falsa actitud alegre de Papá se endureció como el mármol. Juntó las manos sobre la mesa, pero no apartó su mirada de la mía. —Entiendo tu confusión. —Intenta con desprecio —arrojé mi servilleta. —Vamos a ordenar antes de discutir el asunto y así iniciar el proceso de indigestión —dijo Papá con una sonrisa forzada. No me gustaba su intento de burla, por lo que crucé los brazos sobre mi pecho. Colin me envió una mirada. Maneja esto como un

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adulto, pensé y me descrucé de brazos y los puse en mi regazo, como me habían enseñado. El camarero volvió a la mesa con un asentimiento hacia Papá. —¿Las bebidas, Señor? —Tráeme un whisky… seco. El camarero se dirigió a Colin. —¿Y para usted, Señor? Colin negó con la cabeza. —Agua, gracias. —¿La señorita? Papá reclamó. —Ella no va… —Voy a tomar un daiquiri de fresa virgen, por favor —le dirigí una sonrisa. Con una inclinación de cabeza, el camarero desapareció. —Ahora bien, para responder a tu pregunta —comenzó Papá—. Tu madre y yo nos vamos a separar. El sonido confuso de decenas de conversaciones cercanas, y el ruido lejano de los platos llenaron el silencio ahora asentado entre nosotros. —¿Quieres que los deje a los dos hablar a solas? —preguntó Colin. Papá hizo un gesto con la mano, luego se aflojó la corbata de una muesca. —Está bien. Lamento que esto haya salido así, Ashlyn. —La voz de Papá era suave. Sus ojos parecían sinceramente arrepentidos y se quedaron enganchados a los míos. —A veces, las relaciones son irreparables. Mi corazón se hundió. —Ya veo. —No sé lo que tu madre te ha dicho, o lo que ella te dirá, pero siempre hay dos lados de una historia. Sin palabras, asentí con la cabeza. Alargó una mano y la puso encima de la mía por un breve momento, el contacto disparando innumerables recuerdos de él sosteniéndome, calmándome, cuidando de mí a través de los años. La decepción surgió con la tristeza y tragué una oleada de emoción corriendo por mi garganta.

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—¿Estás seguro de que no puedes resolver las cosas? —pregunté, mi voz apenas un susurro. Papá me apretó la mano. —Seguro. La tristeza veló su rostro por primera vez desde que el tema se abrió, pero no estaba segura si estaba triste por el fracaso o porque yo lo sabía. —¿En realidad ya no la quieres más? —le pregunté. En mi visión periférica, Colin se movió y bajó la cabeza. Papá sostuvo mi mirada sin pestañear. —Como he dicho, hay un punto en el que una relación está más allá de la reparación. Estaba vacía por dentro, mi apetito había desaparecido junto con todas las emociones, excepto el choque de especulación. No importa lo que había dicho, esta desintegración había comenzado mucho antes de que mi voz tuviera el peso suficiente para influir en el resultado. Papá puso una mano con la intención de confortarme en el hombro. —Esto es lo mejor, ya lo verás. —¿Por qué no trataste de arreglar las cosas antes de que fuera demasiado tarde? El camarero, llevando una bandeja, llegó a la mesa y entregó el whisky a mi Papá y mi daiquiri. Papá le dio las gracias e inclinó hasta el fondo la bebida. El vaso estaba vacío, lo puso sobre la mesa, mirándolo. —Hemos esperado demasiado tiempo. Las emociones amenazaban con inundar mi garganta y ojos. —¿Puedo ser excusada? —bajé mi servilleta. Colin se puso de pie. —Sólo voy al baño de damas —dije. La mirada de Colin se mantuvo en Papá por instrucción. La atención de Papá se lanzó de mí, a Colin, y de nuevo en mí. Él asintió con la cabeza. Poco a poco, Colin se sentó de nuevo en la silla. El dolor se hizo eco en lo profundo de mi corazón por Papá. Por Madre. Por nosotros. Sola, me paseé por el comedor. Por primera vez estaba sola en público… con la bendición de Papá, y no podía disfrutar de ello, no con el matrimonio de mis padres desmoronándose.

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Siendo realistas, me imaginé que serían más felices yendo en direcciones diferentes, en lugar de seguir viviendo una farsa juntos. Sin embargo, en el fondo esperaba que pudieran vivir felices para siempre. Felices para siempre era la farsa. Aunque pensé que Papá enviaría a Colin a seguirme, quise tomar una respiración profunda y volver a la mesa en el momento oportuno para que Papá pudiera ver que él me podía permitir la libertad y creer que todo iba a estar bien. Una vez que entré en el vestíbulo, mi celular vibró. Yo casi esperaba que fuera Papá. Pero se trataba de un mensaje de Felicity.

Encontraste tu teléfono, yupi. ¿Por qué me escribía en mayúsculas?

DONDE ESTÁS. NECESITO HABLAR AHORA.

¿Qué pasó?

COSAS. ¿PUEDO VERTE?

Bien. Estoy en el Ritz.

ENCUENTRAME EN EL LOBBY EN 5 MINUTOS.

Lancé una mirada por la habitación, no la vi entre los cuerpos que van y vienen.

En camino.

HAZME SABER CUANDO ESTES AQUÍ.

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Me dirigí al mismo cuarto de baño que había utilizado en mi camino antes. La verdad es que no necesitaba ir al baño, yo sólo quería tomar un respiro. Ahora, miraba a mi reflexión, contenta de que me mantuve en mis cabales. Aventurándome de nuevo por el pasillo, me puse contra la pared, discretamente, para que pudiera ver la salida por Felicity. ¿Qué había ocurrido? Poco menos de una hora había estado en su camino a la cena con sus padres. Felicity era brillante y animada, como un globo suelto en el cielo. Tenía la esperanza de que lo que estaba pasando no fuera tan malo. Me mordí el labio inferior, mis nervios marcando el tiempo que había estado fuera de la mesa. Papá o Colin vendrían tras de mí en cualquier momento. Tenía las manos húmedas. Estaba nerviosa por alguna razón. Estaba en el interior del hotel. Papá y Colin estaban a sólo unos pocos metros. Había mucha gente alrededor. Relájate. Mi teléfono celular vibró de nuevo.

NO PUEDO ENTRAR.

¿Por qué no?

ME VEO HORRIBLE. ENCUÉNTRAME AFUERA BIEN.

Mis nervios se elevaron a un nivel superior.

¿En dónde estás?

POR EL LADO DE LA ENTRADA NORTE.

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Miré hacia el norte en el vestíbulo y vi un pasillo. Pensando que debe ser el área del que ella hablaba, me acerqué a ella, sonriendo al botones que había llevado nuestro equipaje a nuestras habitaciones el día anterior. La sala era grande, larga y tenía un par de sillas dispersas a lo largo de las paredes para la lectura o espera. La sala terminaba en una formación en forma de T: una dirección regresaba al hotel, y por la otra había una salida que dejaba salir a una calle lateral. No había ningún portero estacionado en esta entrada, ya que tenías que tener una tarjeta de habitación para entrar. Con el corazón saltando, abrí la puerta. El crepúsculo se había sometido ante la completa oscuridad, y la única luz en el área inmediata era aquella bajo el dosel de rayas colgando sobre mi cabeza. Asomé la cabeza y miré a la izquierda. Coches se alineaban en la calle. El más cercano tenía las luces de estacionamiento en el misterioso resplandor. —¿Fel? Mantuve abierta la puerta, porque no tenía mi bolso; lo dejé en la silla, de vuelta en el comedor, cuando mi teléfono vibró de nuevo. Felicity.

¿DÓNDE ESTÁS?

En la entrada, ¿dónde estás?

Me acerqué a la acera, con la mano aún en la puerta y una palma enguantada se envolvió alrededor de mi boca, el olor de cuero llenó mi nariz. Otra mano me arrebató y me encerró en contra de un cuerpo masculino sólido y fuerte. Un paño empapado con un hedor enfermizo fue empujado por encima de mi nariz y boca. Todo se volvió negro.

***

Mis párpados se abrieron pesadamente en la oscuridad cercana. El golpeteo a través de mi cabeza se sentía como un martillo neumático. Traté de moverme, pero mis manos y mis pies no se movían. El pánico tartamudeó a través de mis extremidades.

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Parpadeé y estiré los ojos todo lo que pude. Paredes con paneles de madera. Un olor a humedad. Una lámpara coloreada con setas. Stuart. Mi corazón se sacudió. Estaba sentado en una silla, al lado de la cama en la que estaba atada, con los brazos sobre mi cabeza, las piernas abiertas, unida a los pies de la cama de hierro. Sus ojos eran feroces. Su rostro demacrado retorcido con preocupación y terror. Yo abrí mi boca, pero el único sonido fue un ruido desapacible. Él se acercó lentamente a tocarme. Traté de alejarme, pero no pude. Vinculando mis manos tenía yardas de cintas de grueso satén rosa, serpenteando y anudándose alrededor de cada muñeca. En los tobillos: lo mismo. Tenía las manos frías, los dedos hormigueaban por la pérdida de circulación. Yacía sobre un colchón rígido cubierto con un suave edredón, y tenía un fuerte olor corporal. El pánico corrió por mis venas. Estaba segura de que mi corazón iba a explotar en mi pecho. —¿Me secuestraste? —Finalmente logré preguntar. —Yo te rescaté. —Stuart se puso en pie, y caminó de ida y vuelta. Sus manos inquietas frotaban su cara una y otra vez—. No soy un secuestrador. ¿Por qué hizo esto? ¿Qué está planeando hacerme? El pensamiento de lo que él quería sacó el aire de mis pulmones. Cálmate, cálmate. Tienes la ropa puesta. Tal vez no te hará daño. Cerré los ojos. Las lágrimas corrían por los lados de mi cara. Papá me había dicho que si alguna vez me encontraba en una situación como ésta debía mantener la calma. También Colin. El miedo mata el sentido común y la capacidad. Piensa. Actúa. Odiaba que estuviera impotente. Yo grité. Empujando hasta la última gota de aire de mis pulmones, grité tan fuerte como pude. Stuart se lanzó, apretando las dos manos sobre mi boca. Nuestras miradas se apoderaron la una de la otra. —Deja de gritar —gruñó. Si había alguna manera en este mundo que cualquiera en cualquier lugar me escuchara, tenía que darle una oportunidad. Estar gritando había destrozado mi voz hasta un tenue llanto. Los músculos de mi estómago se plegaban y estrechaban. —¿Vas a permanecer en silencio? —exigió. Asentí con la cabeza. Él quitó la palma de su mano de mi boca.

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—Déjame ir. Se puso de pie, inquieto. —Déjame ir, Stuart. Su mirada salvaje no se inmutó. —Tranquila. —De nuevo él caminó de ida y vuelta, murmurando por lo bajo palabras que no pude entender. Convéncelo de que estás de su lado. Puedes hacer esto. Tú puedes. Se detuvo, me miró como si él todavía no podía creer que yo estaba allí. —Vi que Charles te llevó al hotel y… yo no podía dejar que te mantuviera en ese lugar tan sucio. —¿Sabías de eso? —Todo el mundo lo sabe, excepto tú. —Su respiración empezó a saltar. Con el rostro enrojecido de color escarlata—. ¿Qué clase de hombre retiene lejos a su hija? Te habrías enamorado de mí si no me hubiera contratado para trabajar para ti. Nunca. Se acercó al borde de la cama. Con el corazón acelerado, los puños apretados, tuve que soportarlo acariciar mi cabeza. Cerré los ojos, trabajando para detener el sollozo arrastrándose en mi pecho. Las lágrimas continuaron corriendo por los lados de mi cara, pero mi respiración poco a poco pasó de ser una carrera a un jadeo. La mano de Stuart dejó mi cabeza y mis ojos destellaron abiertos. Se dirigió hacia la puerta abierta. Llevaba unos pantalones caqui, y un suéter azul marino, ropa que reconocí de cuando había vivido con nosotros. Aproveché el momento para mirar alrededor. Yo estaba en un dormitorio. Una ventana, medio cubierta con unas cortinas blancas de ojal, bajadas. Paneles, del tipo barato que la gente tira para cubrir paredes viejas. Fotos colgadas demasiado altas en la madera, una decoración falsa que Madre detestaría. Casi me reí al darme cuenta de tal cosa cuando estaba atada a una cama, y mi futuro incierto. Mis manos comenzaron a ponerse púrpuras y frías. Lo mismo con mis pies. Que alguien me ayude. Mis ojos se cerraron contra una nueva ronda de lágrimas. No hay nadie quien te ayude. Tienes que salir de esta por ti misma.

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Stuart regresó con un paño húmedo. Lo tendió, señalando que él iba a usarlo en mi cara. Esperó a mi aprobación. Finalmente asentí con la cabeza. Se sentó y acarició suavemente el paño caliente sobre mis mejillas, frente, barbilla. —No llores. No te haré daño. Te amo. Mi barbilla empezó a temblar. Más lágrimas amenazaban con estallar de mis ojos, pero parpadeé con fuerza, rápido, y estabilicé mis emociones. ¿Amar? —Si nos hubiéramos conocido como personas normales, te habrías enamorado de mí. Retiró el paño frío y se sentó, estudiándome. Nunca lo he encontrado atractivo. Odiaba a los hombres peludos, grandes. Papá sabía eso. Papá. Sabía. Un bulto creció en mi garganta. —No te culpo por odiar a tus guardaespaldas, no podías ver más allá de ellos. Papá. Sabía. La urgencia saltaba de su voz y ojos. Él se acercó. —Estando juntos, lejos de ese agujero infernal, podrás ver tus verdaderos sentimientos por mí. —Los ojos de Stuart me miraban con una bruma de ensueño. Su mirada se intensificó en mi boca, los dedos como plumas revoloteaban sobre los cantos exteriores de mi labio superior, luego a lo largo de mi labio inferior. El sudor se filtraba por mis poros—. Eres tan hermosa. Quiero darte un beso. —Su gutural deseo envió un escalofrío de repulsión a través de mi piel. Oh, no. No. Pero si lo rechazo, haría lo que él quisiera de todos modos. No podía detenerlo. —No me gusta estar atada, Stuart. Sus dedos se detuvieron en mis labios. —Te he deseado durante tanto tiempo —continuó moviendo sus dedos sobre mis labios, y luego sobre mi cabeza, a través de mi cabello, rozando la base de mi cuello. El pánico se estremecía a través de mí—. No tengas miedo —murmuró. Su rostro se acercaba, su aliento con olor a cebolla, y la cercanía hizo que mi cuerpo temblara. Sus dientes tomaron el lóbulo de mi oreja y mordisqueó suavemente. Volví mi cabeza, tragando los vómitos crecientes en mi garganta. Un miedo paralizante se apoderó de cada uno de mis músculos. Me concentré en estabilizar mi respiración, en relajarla para no darle al devastador miedo ninguna posibilidad de manifestarse.

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—Hermosa, hermosa Ash. —Sus manos ahora hicieron un lento ascenso hasta mis brazos, a mis muñecas atadas. —Desá… tame —mi voz se quebró. Mi cuerpo se sacudía con tanta violencia, que estaba segura de que había leído la reacción de disgusto en ello. Demasiado distraído por su propio deseo, era sordo a mi súplica. Apreté mis ojos cerrados. La astuta, rigidez de su boca cubrió la mía, babosa, muerta de hambre, como un perro devorando la comida. Me retorcí y me resistí.

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Capítulo 20 Traducido por Mery Shaw y Sofia G Corregido por LizC

Y

vomité. Stuart saltó, aturdido. Él bajó la mirada a su ropa, a mí, a su cama; ahora cubierta con mi vómito.

—¿Qué diablos hiciste? —escupió asqueado. Su reflejo nauseoso se hizo presente y se precipitó a alejarse de la habitación. Mi piel resplandecía con sudor. ¿Qué haría ahora? Él regresó, murmurando maldiciones y limpiándose a sí mismo con una toalla. — ¿Por qué hiciste eso? —No lo hice a propósito. —Mi garganta ardía por la bilis. Quería limpiarme. —Vomitaste en mi boca. —Su piel enrojeció. Él desabrochó su camisa, se la quitó, la apretó entre sus puños, sus bíceps se abultaron. La visión de su cuerpo duro como una piedra envió escalofríos de miedo a través de mí. Él era tan grande, mucho más fuerte que yo. Me miró por un momento, luego se dio la vuelta y salió de la habitación. Me quedé allí, luchando contra el efecto de réplica a continuar vomitando, el hedor era tan miserable. Un par de minutos más tarde regresó en ropas nuevas. Se detuvo en la puerta, parecía meditar sobre su próximo movimiento, luego se acercó a la cama y bajó la mirada hacia mí. —Debería dejarte en tu vómito. —Necesito limpiarme —dije—. Desátame. Sus ojos me recorrieron desde el pecho hasta los pies, luego escaneó el colchón y el suelo. Finalmente, se subió a la cama y se inclinó sobre mí. Su camisa desabrochada colgaba en mi cara, y desde donde estaba acostada, vi su ombligo y un sendero de vello rizado rubio desaparecer debajo de la cintura de sus jeans. Otra ronda de bilis subió por mi garganta, pero la tragué.

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Con las manos libres, cuidadosamente llevó mis brazos hasta descansar en mi pecho. Sus ojos nunca se apartaron de los míos, él se movió hasta los pies de la cama, sus manos trabajaban para aflojar las gruesas cintas rosadas. Cuando mi pie estuvo libre, agarró mis tobillos con sus puños y me sostuvo de las piernas. Mi corazón gritaba dentro de mi pecho. —No corras. Presa del pánico, no pude responder. Sostuvo mis piernas el tiempo suficiente como para probar su punto, luego las bajó de la cama. Llegado a esa parte, apenas parpadeó, tan empeñado en seguir cada uno de mis movimientos. —Levántate. El baño está por aquí. Me tomó algo de esfuerzo levantarme. Me tambaleé. Sus manos se apoyaron en mis hombros. —¿Por qué me has traído aquí si vas a ser tan malvado? Le desprecio. Su fuerte agarré sobre mis hombros se suavizó un poco. —Vomitaste sobre mí. Salimos del dormitorio y entramos en una sala de estar; una pequeña área pintada de azul claro con pinturas de paisajes marinos y viejos retratos familiares dispersos en las paredes. Las cortinas estaban cerradas, por lo que no pude ver hacia afuera. La luz de la lámpara mantenía el espacio en una neblina gris. La puerta principal tenía un candado y una cadena. Mi mirada saltó sobre todas las superficies, en cada esquina, en busca de cualquier cosa que pudiera ayudarme a escapar. Elegir el momento adecuado resultó más difícil de lo que pensaba. ¿Qué pasa si lo intentó y falló? Me lastimaría de seguro. Me guió a través de un corto pasillo donde sus fotografías escolares colgaban; desde el jardín de niños hasta la preparatoria. Tan normal. ¿Qué le había impulsado a secuestrarme? Ahora su vida nunca sería normal otra vez. Pero la mía podía. Mi mente recordó un puñado de técnicas de defensa personal que Colin me había enseñado. Todo lo que necesitaba era el momento oportuno. Stuart señaló hacia una puerta abierta. Nos detuvimos en el umbral y él encendió la luz. La habitación era un pequeño baño de azulejos de color amarillo y blanco con cortinas de color limón.

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Di un paso dentro, y un olor a pólvora llenó mi cabeza. Stuart se plantó en la puerta, cruzando los brazos sobre su pecho. Mis ojos se agrandaron. —Toma una ducha. —¿Contigo allí de pie? —No voy a perderte de mi vista. —Entonces, no me bañaré. Él descruzó sus brazos y movió su corpulento cuerpo dentro del pequeño espacio conmigo. Mi corazón golpeó. —Quítate la ropa. El miedo aplastó mi voz. Negué con la cabeza. Sus ojos brillaron con malicia. —Entonces, tendré que desvestirte yo mismo. Salté dentro de la bañera y abrí la perilla del agua. El agua fría golpeó mi piel y me estremecí, ajustando la perrilla a la caliente. —¿Vas a bañarte con la ropa puesta? —se rió. —No vas a tocarme. La ira hirvió en sus músculos, tensándolos y agolpándolos por debajo de su ropa. Se abalanzó, y trató de arrancar mi ropa empapada. Lo empujé por el pecho. Era como luchar con un oso pardo. Me estremecí. Mi espalda estaba contra él. Él continuó arrancando mi ropa. Las gotas de agua caliente quemaban a través de la tela de mi ropa. Eché la cabeza hacia atrás para darle un cabezazo y sentí el impacto de su nariz vibrando a través de mi cráneo. Él maldijo. Su agarré magullaba mis costillas. Alcancé a ver una barra de jabón cerca. Lo embestí con mi cabeza de nuevo. Él movió su cabeza a un lado. La palma de su mano se envolvió alrededor de mi mandíbula, bloqueando mi rostro en un fuerte agarre. Llevé mi codo hasta su estómago. Hizo una mueca, pero no se movió. Había capturado mi cabeza entre su cuello y su mandíbula. Mordí su oreja. Él gruñó. Sus brazos me soltaron lo suficiente para romper su agarre. Tomé el jabón, recubrí mis dedos con espuma, giré y enganché sus ojos con mis dedos. Él gritó. Llevando sus manos a sus ojos. Lo empujé para pasar junto a él, y corrí, chapoteando y deslizándome fuera del baño. Volé a través de la sala de estar hasta la puerta principal. Detrás de mí, los

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gritos de Stuart se incrementaron. Con las manos temblando, quité la cadena, abrí la puerta y salté hacia la oscuridad. Mis ojos tardaron una eternidad en ajustarse… o eso parecía. Me lancé a través de un pequeño patio delantero, el aire frío congelaba mi ropa mojada. Era una calle, bordeada con casas y autos. Huí por el medio, vi a dos sujetos más adelante; uno en una bicicleta, y el otro corriendo junto a él, ambos viniendo hacia mí. Grité, agitando los brazos. La calle parecía extenderse delante de mí. Estar a salvo parecía tan lejos. Finalmente, estaba allí. No podía hablar. No podía respirar. Detrás de mí, no había sonido. —¿Estás bien? —La mirada del hombre mayor se deslizó desde mis empapados pies a la cabeza. Los ojos del joven se ensancharon. —Oye, esa es la chica de las noticias. El ruido de las sirenas cortaba en el aire como la espada de un samurái en plena marcha. Parecía que había parpadeado y ya estaba rodeada de autos de policía, con sus luces rojas y blancas girando, y oficiales uniformados de negro. Murmuré mi nombre, la adrenalina ahogaba mis sentidos. Una manta fue envuelta alrededor de mí. El peso adicional sólo se sumaba a la extraña asfixia que mi fría ropa empapada estaba imponiendo sobre mí. Estaba escondida en el asiento trasero de uno de los autos y siendo llevada lejos. Miré por la ventana. Pasamos rápido por las casas. Por los bajos vecindarios. Dos oficiales estaban sentados en los asientos delanteros, una mujer estaba sentada en la parte de atrás conmigo. Ella se presentó, pero su nombre se deslizó fuera de mi cerebro entumecido. —¿Estás lo suficientemente caliente? Tengo más mantas de donde vino esa — preguntó la oficial. Su placa decía Ahearn. Negué con la cabeza. Deseé que dejara de estremecerme. —¿Quieres un poco de agua? —preguntó ella. —No, gracias. —¿Café? Con los ojos en la ventana, negué con la cabeza. Mi estómago estaba inquieto. —Tómalo con calma —dijo—. Conseguiremos algo de ropa seca en el hospital.

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El cansancio me sobrepasaba e incliné mi cabeza hacia atrás. La adrenalina que había surgido en mí se fue agotando lentamente, y mis músculos, los párpados, se volvieron pesados. La patrulla entró en un túnel iluminado con luz amarilla. El interior del vehículo vibraba con el sonido de las ruedas a exceso de velocidad y los motores agitándose a toda carrera a través del cilindro. Cerré mis ojos. Mi cerebro se apagó; no sé por cuánto tiempo, pero cuando abrí los ojos ya era de noche oscura. Estábamos en la isla. La voz de un policía por la radio se escuchó en el aire. —Un hombre, de un metro noventa, ciento nueve kilogramos, cabello rubio y ojos verdes ha sido detenido y está en custodia policial. Tragué saliva. —Parece que atraparon a Reed. —La detective Ahearn atrajo mi atención, su voz era suave y tranquila mientras me miraba a través de la oscuridad. —¿Cómo sabes que es él? —pregunté. —Cuando interrogamos a tu padre, Stuart estaba en la cima de la lista de sospechosos. Papá. Madre. Cerré mis ojos, suprimiendo las lágrimas. Colin. —¿Cómo me encontraron tan rápido? —pregunté, mirándola de nuevo. —El dispositivo de rastreo nos dijo que estabas en el área. —¿Disculpa? —El dispositivo de rastreo dentro de ti. Mi estómago vacío se revolvió. Su expresión se tambaleó. Ella debe haberse dado cuenta por mi silencio aturdido que no tenía ni idea de que tenía un dispositivo de rastreo dentro de mí. Un dispositivo de rastreo. ¿Cuándo? Nunca he estado en el hospital, nunca he ido a excepción de un pequeño trabajo dental. Toqué la pequeña línea blanca en mi brazo, ¿era esto? ¿Se suponía que era una “pequeña cicatriz”? Me sentí tanto sorprendida como aliviada de que Papá hubiera ido a esos extremos para garantizar mi seguridad. Estaba a salvo, después de todo. ¿O no lo estaba? Nada de esto habría sucedido si Papá no hubiera contratado a Stuart.

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Nos detuvimos en el Hospital Sr. Mary, y nos adentramos en un laberinto subterráneo de un estacionamiento. El coche patrulla se detuvo en un ascensor abierto. El ascensor olía a rancio, como cigarrillos viejos. Cargado. Cerrado. Las puertas se abrieron en el piso onceavo, hacia un pasillo antiséptico. La Detective Ahearn me acompañó hasta una pequeña habitación de exanimación donde una doctora con una larga bata blanca me sonrió, y extendió una mano hacia mí. Se presentó, pero parecía que cada palabra flotaba a través de mi consciencia. La Detective Ahearn se fue y la sedosa voz de la doctora me tranquilizó para acostarme en la cama mientras ella revisaba mi presión arterial, buscaba huesos rotos y me preguntaba qué había ocurrido. Exhausta, las respuestas salieron de mi boca en una sola palabra. Ella cruzó la habitación hacia un armario y sacó un conjunto azul oscuro. —Cámbiate a estos. Necesitan tus prendas y ropa interior para hacer algunas pruebas. Esperaré fuera de la puerta. Me senté un momento, sosteniendo la ligera ropa cuidadosamente doblada en mis manos, mi mirada estaba en ellas, pero mis ojos no estaban enfocados. Me llevaron a una gran habitación privada; paredes blancas, luces blancas, cama blanca. Colin estaba de pie en el centro. Mi corazón saltó a mi garganta. Él se giró cuando la puerta se abrió, y nuestros ojos se encontraron. Su pantalón y suéter negro resaltaban contra tanta blancura. Salté de la silla de ruedas y volé a sus brazos. Los que estaban en la habitación se quedaron en silencio. Su abrazo me aplastó. Lloré en su contra. Él me acarició la cabeza, murmurando mi nombre. Me apretó con tanta ferocidad, que pensé que mis costillas se romperían. Nos quedamos unidos hasta que mi llanto se disipó. Su mano acarició mi mejilla. Era vagamente consciente de la oficial charlando con alguien en voz baja. Luego, sacó a todos de la habitación y la puerta se cerró detrás de ella. —¿Ashlyn? —susurró Madre. Colin gentilmente me instó a girarme para que pudiera verla.

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El rostro pálido de Madre lucía hundido, las cuencas de sus ojos como cañones, como si le hubieran dado dos puñetazos en el rostro. Me acerqué a ella. Su brazo libre se deslizó alrededor de mi espalda y se aferró a mi ropa húmeda. Lloró en mi hombro. —¿Dónde está Papá? —pregunté. Se echó hacia atrás, las lágrimas caían por su rostro devastado. —Antes de hablar de él, quiero saber qué pasó. ¿Te encuentras bien? —Sí, Madre, estoy bien. La visión de Colin y Madre provocó una tranquilidad que se envolvió a mí alrededor. Esta prueba había terminado. Mis músculos se relajaron. Tuve que luchar para resistirme al deseo irresistible de colapsar dormida. Comencé a partir del momento en el que dejé la mesa. El sudor se aferró a mi piel mientras me acercaba al momento que me desperté, y me encontré atada a una cama. Madre jadeó. El pecho de Colin se elevó por debajo de sus brazos, cruzados fuertemente. —Me tenía atada con una cinta rosa —dije. Madre inhaló aire. —¿Y? —El tono agudo de Colin cortó a través de la histeria de Madre, silenciándola. Su mano se agitaba por su esternón como si acabara de tragar algo y podría ahogarse. —Él seguía diciendo que no era un secuestrador, que no tenía la intención de secuestrarme… —Eso es ridículo —infundió Madre—. Obviamente es un psicótico… —Fiona —replicó Colin. Los ojos de Madre sobresalieron hacia él, pero apretó sus labios. —¿Qué paso después? —preguntó él. Yo tragué. —Me dijo que me había secuestrado porque Papá me había llevado hasta el hotel donde él llevaba a su amante —eché un vistazo hacia el rostro de Madre que palidecía rápidamente—. A Stuart no le gustaba eso. —Bueno —la ceja de madre se elevó—. No es el único.

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—Fiona, por favor. —Colin le envió una mirada que significaba silencio—. ¿Entonces? —pidió él. —Él… —tragué—… me besó. —Qué horrible. —Madre se cubrió la boca con las manos. —Vomité sobre él. Era un desastre, así que me desató y me llevó a la ducha. Le di un cabezazo, metí jabón en sus ojos y me escapé. Madre me envolvió de nuevo. —Cariño. Estás a salvo ahora. Me dejó ir. Colin permaneció impasible ante mi admisión, descifrando, pero un borde de emoción hizo que su actitud estable cambiara. Madre secó sus ojos llenos de lágrimas con un pañuelo que sacó de un bolsillo. —¿Cuándo implantaron Papá y tú el dispositivo de rastreo en mí? —pregunté. Madre parpadeó pero no respondió por un largo momento. Los ojos de Colin se profundizaron con… ¿qué? ¿Había sabido sobre el dispositivo? —Al momento en que tu padre fue capaz de poner sus manos en uno —explicó Madre—. Tenías ocho años. Estaba demente por la preocupación de que algo como esto podría pasar alguna vez. No estaba de acuerdo con ello, pero él hace lo que quiere. —Ella inclinó su cabeza, y extendió su brazo bueno, su mano cubriendo la mía—. Lo siento… estoy segura de que estabas… —Estoy conmocionada. Y disgustada. Indignada. ¿Por qué nunca me lo dijiste? —Funcionó, que es lo importante. —Sí. —Una llama quemó dentro de mí—. Pero lo hizo sin mi consentimiento. —Eras muy pequeña. —Deberían haberme dicho. —Fuiste secuestrada, Ashlyn. Ninguno de nosotros quería que eso pasara otra vez. —¡Pero sí pasó otra vez! —La frustración quemaba en mi voz. El cuerpo de Colin se tensó como un conejo en una jaula. La mirada de Madre viajó hacia él, y luego de vuelta a mí. —¿Lo sabías? —le pregunté. —No hasta hace unas horas.

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—Debes pensar que somos unos depravados —dije para mis adentros, segura de que ahora él estaba al límite de su cuerda de resistencia. —¡Él no piensa tal cosa! —La piel de Madre se puso roja—. Teníamos todo el derecho de tomar cualquier precaución que vimos necesaria para tú seguridad. Unos pocos meses viviendo bajo el mismo techo no le da a nadie el derecho de juzgar… —Madre, cálmate. Madre echaba humo, y se levantó. —No estoy juzgando —disparó Colin. El silencio se hizo eco en la habitación. Los tensos hombros de Madre se erigieron. —Ha sido un largo día para todos —dijo Colin, con voz suave. —Necesito una bebida. —Madre cruzó la puerta. Esperó un momento, y luego cedió—. ¿Quieres algo, cariño? Negué con la cabeza. Se volvió con una ceja levantada hacia Colin. —¿Colin? —No, gracias —dijo él. —Será mejor que tengan una Rockstar en este maldito lugar. —En el momento que Madre se fue, el silencio vacío de repente se puso tenso. Colin se acerco a mí. —¿Qué paso realmente con Stuart? —Te lo dije… —He estudiado a víctimas de crímenes violentos, suprimen las cosas, es el primer… —No estoy suprimiendo nada —respondí—. Te dije lo que sucedió, exactamente cómo pasó. —El noventa y ocho por ciento de las víctimas secuestradas son asaltadas sexualmente por sus secuestradores. Tienes que ser examinada, para asegurarnos de que estás saludable y de que él no… —Él no me tocó. Me besó, eso fue todo. Los ojos oscuros de Colin se deslizaron hacia mi boca y se mantuvieron allí un momento. Con la mandíbula tensa, deslizó una mano por su cabello. Dio un paso y su rostro estuvo a pulgadas del mío. —¿Me estás diciendo que te ató a una cama y no tomó ventaja de eso?

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Mi boca colgó abierta por unos largos momentos de incredulidad. —No fui violada. —Sólo el pensamiento de Stuart besándome disparó la piel de gallina en todo mi cuerpo y la bilis surgiendo en mi garganta. Nunca había visto a Colin furioso. Incluso sabiendo que estaba molesto con Stuart; no conmigo, alojó el pánico en mis nervios y huesos en un temblor que no cesaría. El canal de las noticias estaba puesto en la televisión, y el anuncio de mi nombre hizo que miráramos la pantalla. Una foto de mi apareció. —Ashlyn Adair fue encontrada poco después de la media noche en un suburbio de New Jersey, en la casa de su ex guardaespaldas, Stuart Reed. El informe término con la promesa de más novedades al volver. Ver mi cara en la pantalla causó un estremecimiento de incomodidad por mi espalda. Mi vida había ido de ser tan anónima, a tener mi fotografía extendida para que el mundo la viera; la única razón por la que Papá debió haber estado de acuerdo en permitir tal exhibición era para ayudar a encontrarme. —¿Dónde está Papá, de todos modos? —No disfracé la lividez rugiendo a través de mis venas. Quería hablar con él. Ahora—. ¿Se está escondiendo? Colin cambió de posición. Tragó. Un hoyo se abrió en mi estómago. —¿Le pasó algo? —Tú madre debería hablar contigo. El hoyo en mi estómago se ensanchó aún más. —¿Dónde está? Madre entró con una lata dorada y plateada. —No puedo creer que ellos no tuvieran Rockstar. —El cansancio en su expresión se había animado un poco, como una flor después de la lluvia. Una breve sonrisa iluminó sus labios. —Pero un joven de lo más gentil se ofreció a correr calle abajo a la tienda de comestibles y traer uno para mí. —Madre —la miré fijamente—. ¿Dónde está Papá? Su paso disminuyó ante mi pregunta, pero continuó hasta que se nos unió a Colin y a mí en el centro de la habitación. —Está tomando un tiempo de descanso, cariño. Nada serio. —Luego sostuvo en alto la lata hacia Colin con su mano buena—. ¿Te importaría, querido? Colin abrió la lata y se la devolvió. Madre me ofreció el primer trago. Alejé la lata de mí. —¿Nada serio? Suena serio para mí.

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—Tuvo un ataque al corazón. —Madre dijo las palabras de manera casual, bebiendo el Rockstar como si la enfermedad fuera algo común. —Oh, no. —Me abracé a mí misma, y luego sentí la cálida comodidad del brazo de Colin deslizándose alrededor de mis hombros. Madre se encogió de hombros. —Va a estar bien. —¿Cuándo paso? —Como una hora después de que te secuestraran —dijo ella. —¿Fue por mí? —pregunté—. ¿Por lo que pasó? —Su ataque al corazón no fue tu culpa. —El tono Madre fue brusco. Colin tomó una respiración profunda. —Los doctores sólo dijeron que tenía que entrar a cirugía de inmediato. Cerré mis ojos. —Él todavía no sabe que me encontraron. —No lo sabe. —Madre caminó hasta el sofá, y se sentó—. Pero eso es algo bueno. Querer asegurarse de que estás bien le dará ganas de vivir. Eso, y su mujer. Cuando se determinó que estaba bien, me dieron de alta. Madre, Colin y yo fuimos escoltados a una sala de espera. Madre se estableció en el sofá. Colin se acercó a las ventanas del piso al techo y miró hacia la ciudad. Mi mirada permaneció fija en el reloj: 1:30 3:15 3:47 —¿Sra. Adair? —una suave voz nos sorprendió. Un doctor estaba en la puerta, esperando por nuestra atención. Con el rostro tenso de anticipación, Madre se levantó del sofá. Me le uní, y envolví mi brazo alrededor de su cintura. Colin se acercó desde la ventana donde había estado mirando fijamente las luces de la ciudad, titilando como si fueran árboles de navidad de acero adornados. Papá yacía en una cama, su forma inmóvil vestida con una bata de hospital azul y blanco. Sus ojos estaban cerrados. La visión era como un golpe en el estómago, sacándome el aire. La enfermera que lo atendía estaba ajustando su vía intravenosa.

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Madre me soltó y se movió al lado de la cama de Papá. Sus rasgos no demostraban beneficio alguno, no con los oscuros vestigios de su matrimonio persistiendo en su mirada. —Estará cansado cuando despierte —dijo la enfermera—. Debería ser como en una hora. —Se volteó y se fue. Mis piernas se movieron hacia la cama de Papá como si estuvieran fundidas con cemento. Con la noticia de una hora de espera antes que despertara de la anestesia, mi cuerpo anhelaba el sueño. Me instalé para estar de pie enfrente de Madre junto a la cama de Papá. Colin mostró signos de agotamiento al tomar la única silla que había en la habitación dejándose caer en ella. Madre se quedó mirando a la cara de Papá. ¿Qué es lo que estaba pensando? De alguna manera, dudaba que su mente estuviera llena de buenos recuerdos en ese momento, y eso me entristeció. Papá, el poderoso, que nunca falla Papá, yacía en una para nada comodidad fácil y natural de ensueño, sino en una angustia latente. Un ruidoso y cansado suspiro de concesión escapó de los pulmones de Madre. Dejó el lado de Papá y Colin desocupó la silla para ella. Se sentó en ella con un cansado esfuerzo. Nadie hablaba. Me senté suavemente a los pies de la cama de Papá, mis nervios se extendían. La condición de Papá era precaria. Mi mundo se estaba derrumbando, mientras Madre empapaba pañuelos usados. Colin ahora estaba apoyado contra la pared. Sus ojos se colgaban de los míos sin pestañear. 6:20 am. Madre se quedó dormida en la silla. Su cabeza estaba inclinada hacia atrás, con la boca abierta, y un fuerte ronquido zigzagueando de sus pulmones. Su mano colgaba a un lado, con la lata vacía de Rockstar en el piso. Mi mirada giraba continuamente hacia Colin para ver si me estaba mirando. Finalmente, ya no pude más. Me bajé de la cama y me acerqué a él, deteniéndome justo enfrente de él. La preocupación que unía sus cejas se suavizó un poco. Extendió la mano y rozó mi mejilla con el dorso de sus dedos. —Lo siento mucho, Ash. Asentí. —Estoy bien ahora —tomé sus manos en las mías y las sostuve con fuerza—. Todos los que alguna vez me han hecho algo han sido personas que Papá ha traído a mi vida… Melissa. Stuart. Colin negó con la cabeza. —Qué ironía.

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Un bajo gemido surgió de Papá y sus pies se movieron por debajo de la sábana blanca y la manta. Me apresuré a su lado. Sus párpados se levantaron trabajosamente, su mirada abriéndose directamente en mí. Sus ojos de color blanco lechoso se ampliaron, y luego los cerró. Las lágrimas salieron desde debajo de sus pestañas y corrieron por sus mejillas. —Papá, estoy aquí. —Aferré su mano, sorprendida por su débil agarre. —¿Te hizo daño? —preguntó. Negué con la cabeza. La incredulidad luchaba por dejar los ojos de Papá mientras inspeccionaban los míos. Sus ojos decayeron. —Lo siento mucho. Mis preguntas tendrían que esperar.

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Capítulo 21 Traducido por rihano Corregido por Marina012

H

oras más tarde, Colin, Madre y yo fuimos escoltados hacia el estacionamiento y dentro de un vehículo policial sin marca que estaba esperando. Por difícil que fuera dejar a Papá, me sentía como si me aferrara a la rama de un árbol mientras que un tornado daba vueltas a

mí alrededor.

Mi mirada fue entre los edificios que pasábamos y Colin. En un momento, atrapé a Madre mirándome y me obligué a hacer a un lado el deseo que tenía dentro de mí de seguir mirando a Colin y mantuve mi mirada en la ventana. —¿No vamos al Ritz? —pregunté, al ver que el coche se dirigía a la casa. —Por supuesto que no —se burló Madre—. Vuelves a casa. Pude ver por qué Madre estaba ejerciendo el control, pero, al mismo tiempo, odiaba ser un peón. En frente de la casa, furgonetas de noticieros aparcaban en la calle, algunas estacionados en doble fila, con las puertas abiertas, los reporteros y camarógrafos se bajaron y corrieron. Las palmas de mis manos estaban húmedas. Los flashes destellaron en el momento en que nos detuvimos junto a la acera. Voces gritaron preguntas. Colin examinó los alrededores con una concentración de halcón. —La Policía de Nueva York ha ubicado oficiales afuera —miró a Madre. —Gracias a Dios. No podía hacer frente a esto sola. —Ella también parecía impresionada y asustada de la multitud concentrada delante de la casa. —¿Qué quieren? —Mi voz sonó demasiado aguda. Los ojos oscuros de Colin se deslizaron hacia los míos. —A ti. Se inclinó hacia delante, para darle instrucciones al conductor.

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—Llévenos al ochenta y dieciséis en la Calle Charles. El oficial asintió y se alejó de las fauces de la multitud que dejábamos atrás. —¿Adónde vamos? —La mano libre de Madre agarró la manija de la puerta mientras el coche se lanzaba hacia delante. —A mi casa. —Colin dio la información con autoridad. Madre parpadeó, como sorprendida de que él hubiera tomado las riendas en sus manos. —Necesito mis artículos de aseo. Ropa limpia. Mi propia cama. —Esta noche no. No podrías dormir con esa muchedumbre afuera. —La policía me aseguró que se haría cargo de las cosas. —Su presencia ayudará, pero ¿honestamente sientes que podrías quedarte dormida con una manada de lobos afuera de tu puerta principal? —No —dije yo. La idea causó que más sudor hiciera brillar mi piel—. No quiero estar aquí. La rigidez de Madre se relajó mientras parecía considerar la sugerencia. —Está bien. Quiero que hagas una declaración en nombre de la familia mañana. Colin asintió. Fuimos a través del tráfico hacia la parte baja de Manhattan. No dijimos nada más hasta que llegamos al edificio del apartamento de Colin, de ladrillo y de diez pisos, con escalones de cemento que se estaban desmoronando enfrente. Colin abrió la puerta principal. Una ráfaga de aire húmedo bombardeó mis sentidos. Nos llevó por un conjunto de escaleras al segundo piso y metió la llave en una puerta marcada como 202 A. —Es pequeño, pero está lejos de los medios de comunicación. —Su mirada se desplazó a Madre—. Ustedes pueden tener mi habitación. Yo dormiré en el sofá. —Estoy segura estará bien —respondió ella. En el momento en que crucé el umbral, el cansancio hizo pesados mis miembros. Él encendió la lámpara de techo y un opaco y cálido color dorado llenó la habitación. El lugar de Colin. Las paredes blancas estaban vacías, el piso era de madera, pero limpio, y la pequeña habitación estaba desnuda, excepto por un sofá a cuadros azules y negros y una caja de madera que usaba como mesa de café. Una foto de sus padres estaba sobre la caja. Colin sostuvo la puerta abierta y mi madre me siguió al interior, observó el lugar con alarma en sus ojos.

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—Bueno. Le di un codazo suave en las costillas. Colin cerró, pasó llave y bloqueó la puerta. —Como dije, no es mucho. Pero nadie sabe que estamos aquí. La habitación y el baño están en la parte posterior, a través de la cocina. —Él se dirigió hacia la cocina, era casi del tamaño de uno de los corredores de la casa, amueblada con lo necesario: estufa, fregadero, y mini nevera. Otra puerta en la cocina llevaba a una habitación lo suficientemente grande como para una cama tamaño queen, estaba cubierta con una colcha de color negro con almohadas azules. Madre estaba parada en la puerta, su mano acariciaba su esternón. —Cielos. —Ella miró la pequeña ventana del tamaño de una mini mesa de cartas. —¿Cómo consiguieron meter una cama aquí? —Con cuidado —bromeó Colin—. El baño está aquí. —Él dio un paso rodeando a Madre y abrió otra puerta. Cuando jaló una cadena colgando, una bombilla que guindaba del techo iluminó una pequeña habitación de baldosas color crema, que parecía el interior de una cáscara de huevo. —Las sábanas están limpias. Y sé que es un hecho que la dueña fumigó por las cucarachas el mes pasado. Un chillido escapó de Madre. Ella tomó mi mano y la apretó contra su pecho. Me di cuenta del pánico relampagueando en sus ojos y le palmeé el brazo. Los labios de Colin se levantaron con diversión. Él entró en el cuarto de baño y sacó dos toallas de un pequeño armario. Las colgó sobre el toallero. —Siéntanse libres de tomar un baño. Puedo traer un poco de jabón de lavaplatos si quieren… —Estoy demasiado cansada para hacer otra cosa que dormir. —Con los ojos muy abiertos Madre barrió la habitación. —¿Puedo conseguirles algo más? ¿Algunas franelas para dormir? Madre y yo intercambiamos miradas. Su ceja se arqueó con una sonrisa juguetona. —Estoy bien, querido. Pero gracias por la oferta. —Yo tomaré una de tus camisas —respondí. Los hoyuelos de Colin centellearon. —Seguro. —Él abrió su armario y sacó una camiseta negra muy grande de la Universidad de Nueva York y la extendió hacia mí. Nuestros dedos se rozaron cuando la agarré.

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—Buenas noches —dijo. —Buenas noches. —Madre y yo respondimos al unísono. Colin se despidió de nosotras y cerró la puerta del dormitorio. Madre, alerta por insectos, se estremeció y estuvo en las puntas de sus pies alrededor de la habitación, con su nariz arrugada mientras su mirada buscaba. —Madre, estoy segura de que vamos a estar bien. Distraída, no respondió, pero levantó la colcha y la arrojó de nuevo al instante, segura de haberse expuesto a una infestación de chinches. Nada más que limpias y blancas sábanas cubrían el colchón de Colin. Ella suspiró y sus hombros se inclinaron hacia adelante. Se dejó caer sobre la cama. —Este ha sido el día más largo de mi vida. —Me miró y suavizó su expresión. Ella le dio unas palmaditas al lado de la cama próximo a ella. Me senté, mi cuerpo fundiéndose en el colchón. El colchón de Colin. Yacería donde él dormía, respirando su aroma toda la noche y durmiendo con total seguridad. Madre se apartó el pelo de la cara, tocó los vendajes, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Ella me apretó con su brazo libre. —Te quiero, cariño. —Yo también te quiero, Madre. Me cubrí con las sábanas de Colin, su camisa contra mi piel. Junto a mí, Madre dormía profundamente, un suave zumbido ronco entraba y salía de sus labios. La luz de la luna se deslizaba a través de las cortinas de plástico Levelor. Colin estaba en lo cierto, la habitación era tranquila. No tenía miedo de dormir, no acostada en la cama de Colin, rodeada de sus cosas… las pocas que tenía. Él estaba a unos tres y medio metros de distancia, en el sofá. La puerta principal estaba cerrada con llave y bloqueada. No tenía nada que temer. Nadie iba a venir detrás de mí. No había pensado en Stuart ni una vez desde que había sido encontrada, excepto cuando había vuelto a contar lo que había sucedido. Incluso entonces su rostro no había llegado totalmente a mi mente, más bien, en las horas siguientes, su imagen se había evaporado de mis pensamientos. Toda la experiencia se había desvanecido, o tal vez estaba escogiendo bloquearla de alguna manera. No me importaba. Mi seguridad no era más un problema. El conocimiento fue liberador.

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Estiré cada músculo y ralenticé mi respiración. Cerré los ojos y me dormí. El aroma del café deslizándose al cuarto por debajo de la puerta cerrada me despertó a la mañana siguiente. Madre se agitó a mi lado. El leve movimiento al otro lado de la puerta significaba que Colin estaba levantado. Disfruté cada momento que pude entre sus sábanas, sonriendo ante lo insinuante… yo estaba muy lejos de hacer algo más que dormir en su cama, pero estaba de acuerdo con eso. Una imagen de ensueño de su pelo oscuro revuelto como púas de puercoespín y la suave curva de su espalda desapareciendo bajo la colcha envió calidez a los dedos de mis pies. No quería despertar a Madre, así que me deslicé de la cama tan cuidadosamente como pude y crucé el piso hacia el cuarto de baño. Los rasguños y moretones en mi cara habían florecido a un color azul-gris, como una berenjena podrida. Los toqué ligeramente y me encogí. Mi mente saltó al momento en que Stuart había luchado conmigo en la ducha. Me estremecí. Afortunadamente, escapé. No tenía sentido divagar en lo que podría haber ocurrido si no hubiera tenido esa oportunidad, aunque brillaron imágenes en mi cabeza de él rasgando mi ropa, de su aliento asfixiando mis pulmones mientras machacaba su boca sobre la mía. Pero yo estaba aquí, y él estaba en custodia. Cautelosamente eché agua en mi cara, me peiné con los dedos y fruncí el ceño a mi reflejo. —Te ves hermosa. —Madre se acercó por detrás, su corto pelo castaño rojizo enmarañado y sobresaliendo como un erizo. Su boca se levantó en una sonrisa. Puso su mano libre sobre mi hombro. —¿Dormiste bien? —preguntó, alisando mi cabello. —Sí. ¿Y tú? —Como un tronco. —Su mirada se desplazó hacia el espejo y sus ojos se desorbitaron. —Ahora eso es verdaderamente preocupante. —Madre, detente. —Me di vuelta y la miré. Ella tocó mi cara, las frescas puntas de sus dedos rozando mis arañazos. —¿Segura de que todo está bien? —preguntó. —Sí. No te preocupes por mí, por favor. —¿Pesadillas?

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—No —dije. —Es posible que las tengas, Ashlyn. Podríamos tener que llevarte a ver al Dr. Schwartzman de nuevo por un tiempo. —Madre, aprecio tu preocupación. —Sus ojos se desbordaron con tanto amor que no pude herirla desvalorizando su preocupación por mí—. Estoy bien. Pero si quieres que lo vea, lo haré. Por ti. Ella dejó escapar un suspiro. —Bueno, hablaremos después de eso. Ahora, tengo que trabajar en el control de daños. — Ella me dejó, buscó en su bolso asentado en la esquina de la habitación de Colin, y revisó su teléfono celular—. Espero que ninguna de esas pequeñas criaturas se arrastrara en mi bolso ayer por la noche. Ellos hacen eso, sabes, se esconden en tu bolso y luego infectan todo lo que tocan. —Ella se estremeció visiblemente. Me reí y ella se unió, mi mirada cambió a la cama desordenada. La visión de un Colin sin camisa tumbado en las sábanas de repente se coló en mis pensamientos. Me aclaré la garganta y ayudé a Madre a hacer la cama. Cuando estuvo como una caja perfectamente envuelta, Madre tomó su bolso en una mano, deslizó la otra alrededor de mi cintura y me guió al pequeño cuarto de baño con ella. —Gracias a Dios que cargo lo necesario. ¿Quieres compartir? No es que necesites algo, siendo joven y hermosa. —Oh. Gracias. Me pregunto cómo está Papá. Ella pasó sus dedos por debajo de sus ojos. —Estoy segura de que está bien. —¿No deberíamos llamar al hospital y averiguar? Madre retrocedió, estudiando su reflejo en el espejo, volviendo su cara de izquierda a derecha. —Vamos. Incliné mi cabeza y ella suspiró y extendió la mano con un gesto. —Está bien, voy a llamar. Tráeme mi teléfono. Saqué el teléfono de su bolso y se lo entregué. Ella marcó. Madre sostuvo su teléfono celular en su oído y preguntó por la habitación de mi padre.

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—Sí, está llamando Fiona Adair. ¿Cómo está él esta mañana? Oh, muy bien. No, lo llamaré más tarde. Gracias. —Ella colgó—. Bueno, tu padre aún está vivo. —Su tono petulante llenó el aire con sarcasmo. Le importaba, pero estaba herida. Yo lo entendía. —Me alegro de que llegara a verme anoche. Así sabe que estoy bien —le dije—. Deberíamos ir tan pronto como podamos. —Voy a tratar de hacer algo con esta cara mía, para verme razonablemente aceptable. ¿Te importaría traerme una taza de ese café que Colin está preparando? Me despertó de un sueño profundo, es tan Folgers10. —¡Madre! —Me reí—. ¿Una vez snob, siempre una snob? Madre se encogió de hombros. —Sí.

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Marca de café de Estados Unidos.

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Capítulo 22 Traducido por DaRk Bass Corregido por Marce Doyle*

A

lisé la camiseta del FBI. Aun usaba los pantalones de cirugía del hospital. La combinación era graciosamente fea, pero no me importaba. A la luz de todo lo que había pasado, ¿a quién le importa?

Colin llevaba jeans y camiseta blanca, su suéter negro de la noche anterior estaba sobre la única silla de la cocina, su espalda me enfrentaba mientras limpiaba el mostrador con un trapo negro. Mi corazón salto. Amaba la forma en que sus músculos cambiaban cuando estiraba sus brazos para limpiar la encimera. Sus hombros rectos, cintura estrecha, la parte posterior de sus muslos presionando a través de sus jeans. Se dio la vuelta mostrando sus hoyuelos. —Hey, ¿cómo dormiste? —Genial, gracias —entré en la cocina y vi dos tazas de café sobre la mesa. —Tu cama es realmente cómoda. Sus ojos se oscurecieron —¿Café? —señaló las tazas. Tomé una. —Es para Madre. Ya vuelvo. Me acerqué a la habitación y encontré a Madre en el baño con la nariz presionada contra el espejo. —Ugh —se quejó, pasando los dedos bajo sus ojos—. Me pregunto si tiene algo de jugo de raíz de Jazmín y jengibre fresco.

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—De alguna manera lo dudo —le entregué la taza caliente. Lo tomó y probó un poco. Su rostro se contorsiono—. Eso esta horrible. ¿No probaste un poco? —El mío está en la cocina. —Ve… disfruta. —Se dio la vuelta de nuevo a su reflejo y gimió de nuevo. La dejé y me reuní de nuevo con Colin en la cocina. Él se inclinó contra la mesa, con las piernas cruzadas en los tobillos y los brazos cruzados sobre su pecho. Una sonrisa deslumbrante después, me entregó una taza. —Puedo calentarla si no está lo suficientemente caliente. Estaba lo suficientemente caliente. Sacó el celular de su bolsillo y me lo entregó. —Felicity, le prometí que le llamarías. —¿Cómo consiguió Stuart su teléfono? —le pregunté. —El oficial Ahearn dijo que se lo robo ayer. Felicity me había dicho que había chocado con Stuart. Un horrible escalofrió subió por mi espalda. Marqué el número de la casa de Felicity. Colin tomó un sorbo de su taza y me miró sobre el borde de la taza. —¿Fel? —Oh, mi Dios, Ash —lloró en el teléfono. —Estoy bien. Su llanto se convirtió en un sorbido. —¿Hay algo que pueda hacer? Me siento tan estúpida. No sé qué decir. —Está bien no tienes que decir nada, quiero verte. —Si —Felicity sorbió—. Cuando te sientas lista. No te sientas presionada. Le aseguré que estaba bien, pero me tomó un poco de tiempo convencerla. —Estoy tan feliz que estés bien —su voz tembló. —Te llamo después, ¿de acuerdo?

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—Está bien. Cerré el teléfono y se lo entregué a Colin. —Es una buena amiga —dije. Metió el teléfono dentro de su bolsillo, su mirada aun fija en la mía. Tomé un sorbo de la tibia bebida observando cómo sus ojos se fijaban en mi cuerpo. —¿Cómo te sientes hoy? —tocó mi mejilla indicando mis heridas. Me encogí de hombros, sosteniendo la taza en mis labios, porque solo mirarlo me hacia querer sonreír. Su mirada bajo a mis labios y rápidamente desvió la mirada. —Gracias a ti, pude escapar de él —dije. Su ligera expresión se oscureció. —¿Qué quieres decir? —Hice lo que me dijiste que hiciera. Lo golpeé con la cabeza, lo hurgue en los ojos con jabón. Funcionó. El sacudió la cabeza con una sonrisa de orgullo en los labios. —Eres algo más. Te salvaste a ti misma. —Sí, pero tú me enseñaste. Él bajó la cabeza. —Nah, fuiste tú. ¿Cómo está Fiona esta mañana? —Bien. —Imagino que quiere ir al hospital tan pronto como sea posible. —Probablemente a casa primero, para cambiarse. Descruzó los brazos, descansando las palmas de las manos sobre el borde de la mesa. ¿Estaba nervioso? Tomé otro sorbo de nuevo. El café estaba ahora a temperatura ambiente, pero el aire en la pequeña cocina ardía. El pie de Colin tembló. Lucia listo para escapar de su estado casual… ¿a dónde?

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La manera en que sus ojos brillaban con picardía me recordó cuando éramos chicos. Tenía la misma expresión cuando me arrinconaba y se burlaba de mí sin piedad. Mis entrañas zumbaban. —Papá está bien, esta mañana llamamos. Colin cambió su pie. —Eso está bien. —La ligera sonrisa rápidamente se desvaneció. Sus ojos se intensificaron como fuego negro, las llamas saltando a través del pequeño espacio hacia mí, lamiendo la superficie de mi piel con un tentador calor. Tragué saliva. ¿Esto es lo que se siente desear? Querer tanto a alguien que hablar parecía irrelevante. Apenas podía respirar, mi pecho estaba tan apretado. ¿Se sentía el igual? Iba a acercarme al lavaplatos para botar el café restante, pero cuando comencé el corto viaje, el deseo me llevo a él. Me detuve cuando mi cuerpo estuvo lo suficientemente cerca al suyo para tocarlo. Te deseo. El pensamiento giro una y otra vez en mi cabeza. Esperaba que viera en mis ojos que no iba a alejarme. —Gracias por todo —lo abracé. Tenía que entender cuán importante era para mí. Él dudo un segundo antes que sus brazos me rodearan. Su palma se poso sobre mi espalda y mis omoplatos. —Por favor, no me agradezcas. —Tengo que hacerlo. Sé que estás haciendo tu trabajo, pero… —Es más que eso. —Sus manos se movieron a mis hombros, me alejó un poco para poder mirarme. Su dedo levantó mi barbilla y su mirada se fijó en mi boca. Un escalofrió corrió bajo mis labios. Su cabeza bajó hasta que nuestros labios se rozaron. —Te amo —susurró las palabras y me besó.

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La alegría llegó hasta mi alma. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, enterrando lágrimas de alegría contra el latido de su corazón. —Yo también te amo. Colin arregló que Eddy nos recogiera y nos llevara a la ciudad. Eddy y Madre hablaron sobre papá en voz baja. Colin se sentó atrás conmigo. Eddy robó miradas a través del espejo retrovisor, como si no pudiera creer que estaba ahí. Él trabajaba para papá desde que nos habíamos mudado a Nueva York. Siempre había sido agradable cuando me llevaba y traía de la escuela, ocasionalmente compartiendo historias sobre su hijo e hijas, su esposa y sus sueños de viajar por el mundo algún día. —Es bueno verla Señorita Adair —finalmente dijo, una vez que la conversación con Madre había terminado. —Gracias Eddy. Sus ojos sonrientes parecían querer decirme algo más, pero no lo hizo. Mientras nos acercábamos a la casa de seguridad, mi pulso saltó. Furgonetas de noticieros, con antenas parabólicas en el techo se alineaban frente a la calle. Una pequeña reunión de medios de comunicación, vestidos con abrigos oscuros, sombreros y bufandas, esperaban por nosotros. —¿Aún están ahí? —susurré. —Po supuesto —Colin murmuró, mirándolos a través del vidrio. —¿Cuántas personas pueden decir que fueron secuestradas dos veces en su vida por separados individuos que trabajaban para su padre? —Sus ojos encontraron los míos. —Aquí vamos. —La mirada de Madre se aferró a la multitud. Colin se inclinó hacia mí. —Yo me encargo de esto. Le dio a Eddie instrucciones. Mientras nos acercábamos, noté dos carros de policía. Colin sacó su teléfono, hizo una llamada y hablo con alguien en la fuerza policial. Madre y yo nos pusimos nuestros lentes de sol.

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Cuando el carro se detuvo, dos oficiales sostuvieron a los medios de comunicación creando una entrada desde la curva de la puerta. Los fotógrafos y reporteros dirigieron su atención hacia nosotros, flotaron cerca con cámaras y micrófonos. Colin se deslizó en sus lentes de sol y abrió la puerta. Con precisión fluida nos ayudo a Madre y a mí a salir del carro y nos hizo pasar a través de la avalancha de gritos y clics de cámaras hasta llegar a la puerta de la casa sin incidentes. Madre estaba abrumada. Con temor blanqueando su rostro. Colin digitó el código y la puerta se abrió. Nos hizo entrar y después cerró la puerta. Solos en el vacio silencio de la casa de seguridad, Madre y yo nos quedamos juntas, respirando rápidamente. Escuché la voz apagada de Colin a través de la puerta, pero no pude entender lo que estaba diciendo, a pesar que el rugido de la prensa decayó a medida que hablaba. El olor familiar de casa mezclado con algunos aromas especiados de la cocina. Gavin llego aleteando desde la parte trasera de la casa, agitando sus manos y con la cara torcida como un Pretzel. —Señora Adair, estaba desesperado. ¡Frenético Ashlyn! Oh, cielos ¿Cómo está el Señor Adair? ¿Está bien? —Se apresuró hacia Madre y se abrazaron. —El Señor Adair está bien, Gavin. —Pero nuestra pequeña Ashlyn. —Enseguida me abrazo rápidamente, su cuerpo pastoso cedió cuando el mío se presiono contra él, luego dio una palmada contra su pecho—. Es inimaginable. Increíble. ¿Cómo estás cariño? —Estoy bien, gracias. —Estoy haciendo Linguini —Gavin dijo sin aliento, su mirada errática saltó de mi Madre a mí—. No estaba seguro si alguna de las dos tendría hambre, pero estará listo esta noche si tienen apetito. Madre tocó el codo de Gavin. —Huele delicioso. —Distraída, miró hacia la puerta principal—. ¿Crees que está bien? —me preguntó. —Él está bien —dije completamente confiada en la habilidad de Colin para manejar cualquier cosa.

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—¿Colin? —Gavin se dirigió a la sala y miró a través de las persianas—. Han estado ahí toda la noche. Traté de irme y fui acosado por algún fotógrafo encaramado en la pared del fondo. Madre jadeó. —La policía debió haber estado aquí. —Lo estaban. Necesité uno que me escoltara hasta el carro. Gavin sacudió la cabeza, sus ojos estaban llenos de entusiasmo. —Los paparazzi me ofrecieron dinero por información. —Sus dedos cubrieron su boca. —No. —Madre susurró. —Si —Gavin asintió—. Pero no acepté ni un centavo, por supuesto. El teléfono no ha dejado de sonar. Incesantemente, te lo digo. Una ola de gritos y voces surgió repentinamente a través de la puerta principal, cuando esta se abrió, las preguntas siguieron a Colin como verbales pelotas de beisbol mientras entraba. Cerró la puerta y sus ojos encontraron los míos. Tomó un respiro profundo. —¿Hiciste la declaración? —La voz de Madre era tentativa. Colin se acercó con un afectado asentimiento. —Oh, gracias querido. —Madre levantó su mano libre y el la tomó. Ella lo sujetó como a un salvavidas y sus ojos se humedecieron. —Voy a ir a refrescarme —su voz se quebró y Gavin la estudió. Madre subió las escaleras. Gavin se excusó y volvió a la cocina. —Ve. —La mano de Colin presionó con urgencia la parte baja de mi espalda. —¿Qué hay de ti? —No te preocupes por mí. —El teléfono timbro a través de la casa, el sonido provenía de la oficina de papá. Arriba, de la cocina. —Yo me encargaré —Colin dijo. Se inclinó y besó mi mejilla. Su mirada parecía decir que todo iba a estar bien.

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Subí las escaleras y la mirada de Colin me siguió con cada paso. Él no se movió. Me detuve frente a la puerta de mi habitación mirándolo. Te deseo, pensé. Sé realista, necesitas una ducha y vestirte. Necesitas hablar con papá. Mi reflexión había cambiado. No veía a la Princesa devolviéndome la mirada a través del espejo. El fuerte marco todavía me encerraba, pero ahora había algo diferente en mis ojos. La inocencia que había visto en mí, y que había llegado a odiar porque la asociaba con ingenuidad, ya no era tan obvia. No estaba empañada por lo que había experimentado sino que se había vuelto más madura. Agradecida, dejé el espejo con una sonrisa en los labios. Me bañé y me puse jeans con pedrería en los bolsillos y una camiseta negra. Eché un vistazo fuera de la ventana a la prensa que se reunía abajo. Tomé una profunda respiración. Si hablaba con ellos, tal vez nos dejaran en paz. Madre apareció en la puerta, luciendo refrescante en sus suaves pantalones color ciruela y un suéter de carbón. —Cariño. —Ella brillaba mientras se unía a mí en la ventana, su mirada se dirigió a la gente de abajo. La sonrisa de ella vaciló. —Voy a hablar con ellos —dije. —Por supuesto que no. —Sí, Madre, lo voy a hacer. —No voy a permitir que revivas el horror de lo que paso para que el mundo pueda satisfacer su necesidad de voyerismo —dijo ella. —No les voy a hablar para el mundo, les voy a hablar por nosotros, para que nos dejen en paz. No quiero a esta gente alrededor, haciendo preguntas, ¿tú sí? Si digo lo que quiero decir se calmarán. Madre tomó una respiración profunda, me estudió y sonrió. —Supongo que tienes razón. Eres brillante mi cielo. Mis labios se curvaron hacia arriba.

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—El ser brillante está en mis genes. Madre y yo encontramos a Colin en la cocina con Gavin. Gavin estaba de pie frente a una olla de salsa, la esencia sazonó el aire de ajo y albahaca. Colin estaba en el teléfono. Sostenía un palito de pan de sésamo a medio comer en una mano. —Sí, gracias —colgó el teléfono de la casa y lo desconectó de la pared—. He organizado que un servicio tome las llamadas por los próximos días —él miró a Madre—. El contestador está lleno, la mayoría de la prensa pidiendo entrevistas. Ese era The Today Show, esperando tener a Ashlyn mañana por la mañana. Gavin rodó los ojos. —Pirañas. —Es no va a pasar —dije—, pero haré una declaración. Quiero que me dejen en paz y la única manera en que van a hacer eso es si lo oyen de mi. —Tal vez The Today Show es la mejor opción. —Madre golpeó el mentón con su dedo—. Por lo menos estarías en un lugar seguro y protegido. —No. —Me di la vuelta, una oleada de audacia barrió a través de mí, y me dirigí a la puerta principal. Escuché el movimiento detrás de mí—. No estoy en peligro. —Ashlyn —Colin tomó mi codo y me detuvo. Madre estaba tras de él con Gavin a sus talones—. Estoy de acuerdo. Ellos quieren oírlo de ti y es bueno que lo quieras hacer. Te van a hacer preguntas. Van a ir profundo. Sin piedad. ¿Estás preparada para eso? El miedo trató de frenar mi valentía, pero tomé voluntad de la tranquilidad subyacente en sus ojos. —¿Estarás conmigo? Su agarre en mi brazo se suavizo. Él asintió. En el momento que abrió la puerta principal las voces y el ruido de las cámaras saltaron sobre mí como un enjambre de abejas asesinas. Dos policías aquietaron la multitud. Colin y yo estábamos lado a lado. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho, con los lentes de sol puestos, con la mirada fija en la conmoción como si en cualquier momento, si surgía la necesidad, pudiera jalarme a su abrazo protector y llevarme a un lugar seguro. Mis nervios saltaron. Tomé una respiración profunda, esperando que hicieran silencio.

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—Estoy agradecida de estar en casa. Espero que nos concedan a mi familia y a mí la privacidad que necesitamos en este momento. —Tras de mí, Colin permanecía estoico. —Gracias. Las preguntas llenaron el aire. —¿Por cuánto tiempo el Señor Reed trabajó como su guardaespaldas? —¿Es verdad que su padre tuvo un infarto después que fue secuestrada? —¿Sabe su padre que está bien? —¿Cuáles son sus planes ahora? —¿Si es necesario testificará en contra del señor Reed? —¿Ha habido más amenazas en contra suya? Colin dio un paso al frente. —La Señorita Adair ha terminado. Gracias —dio un paso frente a mí, su cuerpo creó una barrera entre la prensa y yo, las preguntas continuaron llenando el aire como balas. Dejé salir una inestable respiración una vez que estuvimos dentro y la puerta se cerró. Colin sacó su celular, digitó un número y se alejó de mí. Habló en voz baja pero no pude oír lo que estaba diciendo. Madre y Gavin se apresuraron hacia la sala cuando al parecer me habían visto dar la declaración detrás de las ventanas cerradas. —¿Estás bien? —preguntó con el ceño fruncido. —Sí. —Mis manos estaban húmedas y el temblor en ellas no había disminuido—. Deberíamos ir a ver a Papá ahora. La expresión preocupada de Madre se volvió tensa. —Colin puede llevarte. Yo no voy a ver a tu padre. La boca de Gavin se abrió. El silencio en el aire fue roto por la charla descuidada por al otro lado de la puerta principal. Sostuve la mirada fría de Madre con incredulidad. Su matrimonio realmente había acabado.

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—Respeto tu decisión, pero no estoy de acuerdo con ella —dije. —Tanto como tu padre —besó mi mejilla y se las arregló para ofrecerme una sonrisa—. Eres a la única que quiere ver de todos modos. Sus ojos permanecieron fríos, sin ningún rastro de emoción en sus profundidades. Parecía extrañamente natural que Madre no estuviera en el hospital, y aún más necesario que hablara con Papá a solas. Tenía mucho que decir y preguntas que necesitaban respuestas. Colin y yo tomamos el ascensor, de pie uno frente al otro. —¿Estás bien? —preguntó él. Asentí, sorprendida de cuán ligera me sentía, debía haber tenido un nudo en el estomago, ante la anticipación de ver a Papá, pero no lo tenía. Estaba preparada para encararlo. Las puertas de elevador se abrieron y un aire medicinal me golpeó en la cara. El olor me llevó de nuevo a la noche anterior, siendo llevada, rodeada, observada, cuestionada. Un escalofrió me atravesó. Colin puso su mano en mi hombro. Una enfermera nos escoltó al cuarto de papá. Aún estaba en el ala cardiaca, después de haber sido trasladado de cuidados intensivos después que me fui. Tomé eso como una buena señal. Papá reposaba bajo una manta blanca. La visión de sus débiles brazos, una vez tan fuertes y vibrantes, conectados a vías intravenosas y varios monitores. Me dejaron sin respiración. Caminé lentamente dentro de la habitación. ¿Me sentiría como siempre lo hacía? El agotamiento por la lucha que lucía en su rostro me impresionó. Si no hubiera escuchado el bep del monitor cardiaco, hubiera pensado que estaba muerto. Giró su cabeza, abrió los ojos. Estos estaban inyectados en sangre, como si también estuviera batallando una infección emocional. Crucé y me detuve a su lado. Las temblorosas manos de Papá me alcanzaron. Él quería que lo abrazara. Me incliné y lo abracé con cuidado. El primer encorvamiento de su pecho envió el pánico a través de mí. ¿Se permitiría molestarse en esta condición? Sus sollozos se derramaron pesada y ruidosamente, una reserva rota, susurré que estaba bien, pero el sonido de mi voz envió otra oleada de desgarradores sollozos de su garganta.

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Con las manos temblando él me alejó, tomó mi rostro entre sus manos, sus ojos horrorizados me absorbieron con un apetito insaciable. Finalmente me soltó, sus manos cayeron a los lados de la cama, su cabeza estaba baja y los ojos cerrados mientras jadeaba para respirar. Mi corazón saltó. Colin se movió más cerca, claramente alarmado como yo. —¿Papá? —Pañuelo —jadeó—. Por favor. Colin buscó y sacó un pañuelo de una caja utilitaria junto al lavamanos. Me lo entregó y yo lo metí entre los dedos de papá. Papá levantó la cabeza y tajo el pañuelo a sus ojos y nariz. Cuando terminó, tomé el pañuelo y lo boté a la basura. Sus ojos llorosos se fijaron en mí. —Dijiste que no te hirió. ¿Es verdad? Tragué saliva. Mis ojos se dirigieron a Colin por un segundo. —Sí. —Quiero saber que fue lo que paso en realidad —No quiero que te molestes. Sus manos formaron puños con las sábanas. —Dime. Lleve a Papá a través de cada momento y detalle sabiendo que nunca me perdonaría si descubría después que no le había contado algo. Él estaba pendiente, con ojos atentos, llenos de lágrimas. Su pecho se levantó y cayó. —¿Por qué no me dijiste sobre el dispositivo de seguimiento? —pregunté cuando finalicé. Un frio silencio llenó la habitación. El monitor cardiaco se acelero. Él cerró los ojos y respiró profundo. Sus puños se abrieron y cerraron alrededor de la manta. El monitor finalmente descendió.

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—Hice lo que tenía que hacer para protegerte. La ira se agito a través de mí. —Y mira donde me trajo. Miró fijamente a la nada y no dijo una palabra. —Colin. —Finalmente habló, su voz era ronca. —¿Sí, Charles? —Déjanos por un momento por favor. Colin me miró, asegurándose que estaba de acuerdo y se fue. Papá giro la cabeza y me miró. —No culpo a nadie más que a mí por esto. —Bien. Sus ojos inyectados en sangre se agrandaron. —No me voy a disculpar por protegerte Ashlyn. Estaba sin palabras porque él aún se aferraba a la ridícula idea que estaba en peligro. —¿Incluso cuando la gente a la que contrataste fueron los que trataron de hacerme daño? —¿Colin ha tratado de hacerte daño? —¿Por qué preguntas? —Veo la manera en que lo miras. Se cuán difícil ha sido para ti dejar su crueldad atrás… Papá sabía. —¿No es por eso que lo contrataste? El bep del monitor cardiaco se alteró. Él respiró profundo. —Lo contraté porque estaba capacitado para el trabajo.

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—Capacitado porque lo odiaba, y tú lo sabías. Como odiaba a Stuart. Así no habría ninguna oportunidad de que me sintiera atraída por ninguno de ellos. —¿Es mucho pedir? ¿Qué mi hija no encuentre a los empleados atractivos? —Tú no quieres que encuentre a nadie atractivo, Papá. Quieres que me quede contigo y nunca me vaya. El pitido aumento aun más. Miré el monitor, observé la línea verde subir y bajar. El control de Papá era impresionante. No reaccionó o parpadeó, ni mostró de alguna manera la verdad. No habló. Tampoco se defendió. Sólo el pitido del monitor lo traicionó. —Quiero lo que es mejor para ti. —Finalmente dijo. Mi paciencia se desvaneció —Define. ¿Qué es lo mejor? —Tu seguridad viene primero. —Sus ojos se oscurecieron, pero la amenaza había perdido su impacto. Estaba conectado a tubos y cables, su corazón casi le había fallado, y su relación con su esposa e hija estaba a punto de cambiar radicalmente por sus decisiones. —El único daño que he sufrido ha sido por la gente que has contratado —dije. Un largo momento pasó, nuestras miradas hirviendo permanecieron en el otro. —Una desafortunada ironía debo admitirlo —afirmó— Sin embargo, no estoy preparado para ceder en el asunto, Ashlyn. Eres demasiado… demasiado… Mi sangre hervía. Me acerqué más para dejar claro mi punto. —¿A que le tienes miedo? Por primera vez desde la noche de la cena, vi honesta urgencia en sus ojos. —No es en ti en quien no confió, son los extraños los que no son confiables. Papá realmente creía que tenía que pasar el resto de su vida protegiéndome. ¿Qué era lo que necesitaba para entender que su posición estaba mal? Esperaba que no llegara hasta el punto de tener que vivir mi vida sin él. Miré sus manos entrelazadas apretadamente alrededor de las mías. —Voy a vivir con Madre —dije en voz baja.

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Él liberó su mano, sus ojos ardían. —Tú vivirás conmigo. No habrá más discusión al respecto. Me puse de pie y lo miré fijamente. Estaba atrapado. En cama. No había nada que pudiera hacer en este momento, o en cualquier momento en un futuro próximo hasta que recuperara sus fuerzas. —Adiós Papá, espero que te sientas mejor. Colin hecho un vistazo a mi rostro mientras salía de la habitación de Papá y me cruzaba con él, dejando la puerta abierta. Él desapareció adentro. Las voces apagadas aumentaron su tono, en un combate al otro lado de la puerta cerrada. Me mordí el labio. —Me quedaré hasta que vuelvas a casa —escuché como Colin levantaba la voz—. Pero considera esta mi renuncia oficial. Segundos después, emergió con la mandíbula apretada. Miró alrededor como un Halcón. Con su mano en mi espalda me guió hacía el elevador. —¿Renunciaste? —Mi corazón se estremeció. —Tenía que hacerlo. —La mirada de Colin barrió el área continuamente hasta que las puertas del elevador se abrieron y me escolto adentro. Una astilla de incertidumbre se clavó bajo mi piel—. No puedo ser parte de algo en lo que no estoy de acuerdo. Lo que te está haciendo está mal. Se lo dije. Lo siento, Ash. — Sus ojos se pusieron a mi nivel—. Le dije la verdad. Tragué saliva. —¿La verdad? —Que te amo. Cada nervio de mi cuerpo se agitó con emoción. Me abracé a él y lo miré a los ojos. —Espero que le hayas dicho que también te amo. Colin suspiró y sacudió la cabeza. —No, puedes decirle cuando esté afuera de aquí —tocó mi mejilla. Hubo un irregular latido entre nosotros—. Me dijo que hay otra amenaza contra tu vida.

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—¿Qué? —En mi estómago se formó un hueco. —Está mintiendo. —¿Cómo lo sabes? —Apostaría el trabajo a ello. El movimiento del ascensor dejó mis ya débiles piernas aun más inestables. —Él no quiere que lo deje —murmuré—. Nunca. Sabía lo que tenía que hacer. —No puedes estar aquí cuando vuelva —dije. Colin asintió. —Tienes razón. —Se dará cuenta que puedo estar por mi cuenta. Que debo estar por mi cuenta. No tendré ninguna manera de detenerlo. El ascensor desaceleró. Era fácil pretender que todo funcionaría. Con Papá en el hospital y Madre renunciado a mudarse, la casa era un lugar más ligero. Luché con la sensación de alivio porque papá no estaba ahí. No es que lo quisiera fuera de mi vida para siempre, pero no tenerlo en casa, incluso temporalmente hacia evidente que podía vivir por mi cuenta. Madre pareció sentir que las cosas entre Papá y yo habían cambiado. No lo discutimos, se ponía nerviosa cuando hablaba de Papá, aunque había aceptado el fracaso en su matrimonio. La amaba suficiente para no ir ahí. La noche antes que Papá fuera a ser dado de alta, ella, Colin y yo estuvimos sentados en el comedor, cenando. Gavin trajo Brownies. —¿Brownies? —La frente de Madre se frunció. Gavin se sonrojó y lanzó una mirada a Colin. —Pensé que estábamos celebrando. —¿Cuándo fue la última vez que celebró con Brownies? —Madre dejó salir despectivamente—. Y con helado, nada menos.

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—Los hizo para mí —Colin dijo. Yo me mordí el labio—. He renunciado Fiona, me iré mañana. Los ojos de Madre se ampliaron. Su boca se abrió y un millón de demandas aparecieron en su rostro, luego lentamente su expresión cambio. Una suave sonrisa ilumino sus labios. —No estoy sorprendida —dijo—. No podíamos tenerte para siempre. Colin bajó la cabeza y tomó su cuchara. —Esto luce genial Gav, gracias. Gavin, dio una palmada contra su pecho. —No he hecho Brownies desde que tenía diez. Estoy un poco oxidado. Madre miró el Brownie con helado y salsa con la nariz arrugada. Tomé una cuchara. —Está delicioso Gavin. Gavin movió la cabeza hacia atrás ya adelante. —No es claufoits con cereza. —Mmm. —Los hoyuelos de Colin brillaron mientras masticaba. Lindo. Gavin se excusó y Madre tomó un poco de postre. Un largo silencio creció. Colin y yo nos miramos entre sí. Mis mejillas ardían cada vez que me miraba. Encontré a Madre mirándonos, tragó y dejó de lado la cuchara. —¿Volverás a California Colin? —preguntó. —Para Navidad, sí. —Se estiró para tomar su copa de agua, tomó un sorbo con sus ojos aún en mí—. Pero luego volveré a la escuela. —Eso hará a Bar y Phil muy felices. —Madre alejó su Brownie y puso las manos sobre la mesa—. Te extrañaremos. —Su tono era tranquilo—. ¿Le has dicho a Charles? —Sí —Colin puso su copa sobre la mesa—. Ha sido genial estar aquí. Pero me verán de nuevo. Madre me miró rápidamente.

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—¿Oh? Mis nervios empeoraron. Miré a Colin. La mirada de Colin permaneció firme en mi Madre. —Amo a Ashlyn, quiero seguir viéndola. Madre pareció reflexionar en el gran silencio. Su mirada se dirigió a mí, luego de vuelta a Colin. Tomó de nuevo el plato de su postre, tomó su cuchara y sonrió. —Esas son las mejores noticias que he oído en mucho tiempo.

Primavera.

Los rayos de sol se colaban entre los grandes edificios de la Avenida Lexington. El aire era denso, cercano a la opresión. Los gases de escape flotaban en la pesada atmosfera, pero eso solo significa gente yendo a lugares, haciendo cosas. Viendo amigos. Como yo. Una sonrisa llenbaa mis labios. Caminaba sola. La falda floral color pastel que llevaba coqueteaba alrededor de mis rodillas a cada paso que daba. Subí las mangas de la blusa color limón para que las manillas en mis muñecas brillaran como gruesos brazaletes. Mantuve el bolso bajo mi brazo. Estaba acostumbrada a la presencia de ojos observándome, de susurros siguiéndome a donde fuera. Aprendí a ignorar las miradas de curiosidad, los señalamientos con el dedo y el ocasional sonido del clic de las cámaras. Aún estaba tratando de sentirme cómoda sin tener un guardaespaldas. La vacante se había llenado lentamente con confianza.

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Felicity y yo habíamos tomado clases de defensa personal, y la lata de spray de pimienta que Colin me había dado había sido muy especial cuando un paparazzi particularmente molesto no había entendido el mensaje de mantener su distancia. No estaba segura cuanto tiempo tomaría para que mi anonimato volviera, o si alguna vez lo haría, pero no dejé que la extraña celebridad me detuviera. Me gradué de Chatham, fui aceptada en Julliard y le permití a mi corazón la libertad que merecía. No estaba segura si el tipo que me estaba siguiendo era alguien quien Papá había contratado para mantener un ojo en mi a la distancia. Papá había negado cualquier implicación, pero había sido lo suficientemente honesto para decirme que no podía prometerme que no mantendría un ojo en mí de alguna manera. Colin había tenido que mudarse. Entendía eso. El que Colin se fuera era importante para mi libertad al igual que el sostenerme contra Papá. No lo había visto desde que había dejado la casa, aunque hablábamos por teléfono. Tan duro como era para mí no verlo, él dijo que necesitaba aclarar su mente. Ambos necesitábamos tiempo para pensar. Dijo que no me vería hasta que Papá estuviera bien en el camino de la recuperación No lo culpaba. Después de mudarnos de la casa con Madre a su nuevo pent-house, sentí como si la última cadena había sido cortada finalmente de mi tobillo. Estar en el nuevo lugar de Madre aliviaba algo de mi anhelo. No quería caminar hacia el cuarto vacío de Colin y desear poder verlo desde el libro que estaba leyendo. O encontrarlo justo después de salir de la ducha. O verlo en el cuarto de música, con sus hombros contra la pared mientras me escuchaba tocar. El lugar de Madre no tenía imágenes de Colin, sin recuerdos. Un nuevo comienzo. Ella me compró un piano de cola blanco. Papá había insistido que el piano negro se quedaba con él. Se resignó al hecho que vivir con Madre había sido mi elección. Todo lo que pidió fue que tomara sus llamadas y aceptara las invitaciones a almorzar y cenar. Y que considerara quedarme con él durante el fin de semana de vez en cuando. Pensé que era un buen lugar para empezar. Llegando a la esquina de la Quinta Avenida con la calle 59, me detuve con un pequeño grupo; una mezcla entre peatones y turistas. Crucé la calle y la multitud de turistas se agrando mientras me acercaba a Central Park. Alcancé a ver el verde vibrante de los arboles a distancia. El parque era uno de mis lugares favoritos en la ciudad. Amaba los puentes, los caminos sinuosos, los nichos privados donde los amantes se podían encontrar.

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O reunir. Di un vistazo sobre mi hombro para ver si el hombre de traje aun me seguía. Si lo hacía. Lo saludé con la mano. Su cabeza se giró en el segundo que hice contacto visual. Mientras el tipo con traje mantuviera su distancia, estábamos bien. Tenía cosas más importantes en la cabeza. Al acercarme a la entrada del parque, lo vi, observándome. Su brillante cabello negro y hombros rectos. La inolvidable presencia de Colin Brennen. Mi pulso se aceleró. Se puso de pie en la misma entrada a la que había corrido meses antes, la noche que lo hice perseguirme. Mis nervios crecieron mientras me acercaba. Caminó a través de los peatones y turistas como si su vida dependiera de romper la barrera hasta que finalmente estuvo a diez pies de distancia. No sabía si aún tenía la ropa de diseñador que Madre le había dado. De alguna manera dudaba que importara. Llevaba un par de pantalones color kaki y una camiseta negra de manga corta. Sus hoyuelos se profundizaron. —Ash —envolvió sus brazos a mí alrededor y mi cuerpo revoloteó, anhelo al fin satisfecho. —Te he extrañado —dijo con sus labios en mi sien. Cuerpos nos rodeaban. —Yo también te he extrañado. Nos abrazamos. Con los ojos cerrados. Luché contra el impulso de reír y llorar, la alegría surgía a través de mí inconteniblemente. Su agarre se aflojó, y sus suaves manos, corrieron de mis brazos a mis hombros. Se echó hacia atrás y su mirada parecía decir lo que sentía: “Mirarte alivia todo en mí”. Con un dedo bajo mi barbilla, levantó mi rostro y me besó. Su boca dejó la mía y sus ojos observaron mi rostro, mi piel hormigueó cuando él me tocaba. Su mirada atrapó a alguien tras de mí. Asintió al hombre que me seguía.

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—¿El nuevo yo? —Nadie puede reemplazarte —deslizando mi mano en la suya, sonreí—. Vamos a deshacernos de él.

Fin.

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Biografía Jennifer Laurens Madre de seis hijos, tiene cinco gatos, un perro doberman y un gran danés. Tiene más de veinticinco años de casada y un hijo especial, con problemas de autismo, aunque eso no ha disminuido la felicidad en su vida. En cada historia hay parte de ella, todas sus novelas llevan alguna experiencia de vida. Ha escrito desde la Escuela Secundaria, también con el pseudónimo JM Warwick. Entre sus obras se encuentran Nailed, Magic Hands, Falling for Romeo, la Serie Heavenly compuesta por: Heavenly, Penitence y Ansolution. Es originaria de Palos Verdes California y actualmente vive en Pleasant Grove, Utah.

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