Staff de Traducción: Moderadora: flochi

Traductores: Adrammelek Akanet Ale Grigori carmen170796 clau12345 dark&rose Dham-Love Emii_Gregori

flochi flor_debelikov99 Jo konyxita Little Rose LizC Mari NC Paaau

Panchys PokeR r0r0_05♥ Simoriah Susanauribe vettina xAVEr Ximeyrami

Staff de Corrección: Akanet Angeles Rangel Cat..

Caamille Dessy.! Emii_Gregori majo2340

Mona Naty° ★MoNt$3★

Revisión y Recopilación: Caamille

Diseño: Emii_Gregori

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Índice Sinopsis…………………………………………………………….……………...P{g. 5 Capítulo 1…………………………………………………………………………P{g.‖6 Capítulo 2…………………………………………………………………………P{g. 18 Capítulo 3…………………………………………………………………………P{g. 33 Capítulo 4…………………………………………………………………………P{g. 44 Capítulo 5…………………………………………………………………………P{g. 53 Capítulo 6…………………………………………………………………………P{g. 63 Capítulo 7…………………………………………………………………………P{g. 83 Capítulo 8…………………………………………………………………………P{g. 98 Capítulo 9…………………………………………………………………………P{g. 111 Capítulo 10………………………………………………………………………..P{g. 129 Capítulo 11………………………………………………………………………..P{g. 143 Capítulo 12………………………………………………………………………..P{g. 158 Capítulo 13………………………………………………………………………..P{g. 174 Capítulo 14………………………………………………………………………..P{g. 188 Capítulo 15………………………………………………………………………..P{g. 194 Capítulo 16………………………………………………………………………..P{g. 204 Capítulo 17………………………………………………………………………..P{g. 215 Capítulo 18………………………………………………………………………..P{g. 224 Capítulo 19………………………………………………………………………..P{g. 241 Capítulo 20………………………………………………………………………..P{g. 254 Capítulo 21………………………………………………………………………..P{g. 269 Capítulo 22………………………………………………………………………..P{g. 276 Capítulo 23………………………………………………………………………..P{g. 291 Capítulo 24………………………………………………………………………..P{g. 302 Capítulo 25………………………………………………………………………..P{g. 313 Capítulo 26………………………………………………………………………..P{g. 326 Capítulo 27………………………………………………………………………..P{g. 357 Capítulo 28………………………………………………………………………..P{g. 364 Capítulo 29………………………………………………………………………..P{g. 376 Adelanto de Absolution…………………………………………………………P{g. 396

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Sinopsis Traducida por Paaau Corregida por Caamille

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er espíritus buenos y malos es un regalo que Zoe protege con su vida. A pesar de la desaparición de su ángel guardián, Zoe se obliga a

creer que aún tiene un propósito, pero, ¿cómo cargar con el peso del abuso de drogas de su hermano, la dificultad de vivir con una hermana autista, y una mejor amiga que está obsesionada con un chico que sólo quiere a Zoe? Nunca se sintió tan sola. Cuando un espíritu misterioso aparece, Zoe piensa que tiene un nuevo ángel guardián. En cambio, la adicción de su hermano empeora, sus padres están a punto de separarse, y su mejor amiga trata de matarla. El espíritu que ella cree es un nuevo guardián, no está ahí para protegerla: ha llegado para destruir a su familia, y tomar el alma‖de‖Zoe…‖para‖el‖infierno. ¿Significará el regreso de Matthias que él es nuevamente el ángel guardián de Zoe? ¿O es su amor la razón por la que las fauces del infierno estén abiertas? Segundo libro de la saga Heavenly

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Capítulo 1 Traducido por xAVEr Corregido por Caamille

E

staba despierta. Pero estaba muerta.

¿Este dolor inmenso y desgarrador se sentía en mi corazón o en mi alma? Ya no importaba. Me retorcía en agonía tratando de escapar, dispuesta a hacer cualquier cosa, incluso arrojarme desde un acantilado rocoso, o hacia un mar turbulento para librarme del temor que se estaba propagando por todo mi ser. Momentos antes había estado acurrucada en los brazos del hombre que amaba. Cómoda y protegida. Sentía alegría, paz y seguridad. Ahora todos esos regalos se me escapaban. Ahora, un voraz fuego corría por mis venas. Mis músculos lastimados gritaban. Mi corazón latía frenéticamente con cada difícil respiración. Imágenes intermitentes del accidente rondaban en mi mente, eran más vibrantes y reales que cualquier recuerdo de alguna situación en la que hubiese estado cuando seguía viva. Di un grito ahogado. Mi corazón se aceleró. Busqué a Matthias. La preocupación se reflejó en su rostro. —¿Zoe? —Yo…‖ —Tragué saliva con dificultad. La noche. La lluvia torrencial. El camión amarillo y negro. El raspón de acero. Las luces cegadoras—. Veo el accidente. —Mírame. —Sus manos me tomaron con fuerza, pero él fue desapareciendo, como si lo succionaran—. Zoe. Mírame. ¡Lo estoy intentando! A través de la explosión de imágenes, me esforcé por mantener mi mirada fija en él. Apenas podía ver su rostro a través del collage del accidente dando vueltas en mi mente. Mi cuerpo se sentía agobiado, como si hubiera tomado una bocanada de aire pesado. Las sensaciones irrumpieron como un tornado,

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destruyendo la imagen del rostro de Matthias, arrancándomelo y enviándolo más y más lejos de mi vista hasta que se redujo, siendo devorado en el vórtice. Me esforcé, intenté alcanzarlo. Grité por él. Pateé y arañé como si me hubieran dejado caer en un abismo oscuro de una tumba abierta. ¡Por favor! No quiero ir. ¡Quiero quedarme contigo! El caer en el peso de la agonía que me empapaba era como trabajar en un traje de dos toneladas. Un ruido chirriante llenaba mi cabeza. ¿Por qué la mortalidad era tan…‖ruidosa? Tal como había sido incapaz de detener mi muerte, ya no podía evitar deslizarme de regreso a mi cuerpo. Volver a la vida. Una vida miserable y frágil. Una vida sin él. Matthias. Pronunciar su nombre no me serenaba. La paz no me otorgaba la tranquilidad sobre el sufrimiento. ¿Estaba siendo castigada? ¿Dónde estaba él? ¿Por qué era imposible que me ayudara? Incluso a través de esta exhaustiva lucha, el dolor y la miseria, sabía lo fuerte que era Matthias, pero había Uno más fuerte que él. Uno contra lo que no se podía luchar. En ese momento, supe que quería regresar con mi familia. Que había cosas que tenía que hacer. Poco a poco comencé a entenderlo, los ruidos de arañazos en mi cabeza se empezaron a desvanecer. Desde mi interior, la cálida calma reverberó y se extendió lentamente hacia mis extremidades maltratadas. Al mismo tiempo, las lágrimas surgieron detrás de mis ardientes ojos. Matthias. Oh, Dios, ¿tengo que dejarlo? ¿Volveré a verlo otra vez? Por favor, por favor, no lo alejes de mí. Llorando, en el mismo acto en sí, con los violentos gemidos desgarrando mi cuerpo, fui perdiendo poco a poco la conciencia. Abrí los ojos. A través de un velo de lágrimas vi el color blanco. Un techo punteado.

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Pálido, con iluminación artificial. No se parecía en nada a la belleza del sol de aquel vibrante paraíso que acababa de dejar. El paraíso. ¿Cuánto había estado allí con él? No lo sabía. ¿Horas? ¿Segundos? El tiempo no se media como era aquí. Y no había tenido el tiempo suficiente para hacerle esa pregunta a Matthias. Sentí otra ola de dolor en mi corazón, estrellándose con implacable violencia contra mis extremidades. Cerré los ojos, y lloré efusivamente. Por favor, déjame ir. Déjame morir, no puedo seguir con este dolor destrozándome el corazón. Continúe llorando. Un muy humano bautizo para regresar a la vida. Estaba aquí. Viva. Mortal. Quería a Matthias conmigo. Él era mi guardián, enviado para protegerme. ¿No estábamos destinados a estar juntos? Él había vivido su vida, casi un centenar de años antes que yo. Y ahora estaba viviendo otra vida, sin mí. La realidad me hundió en una profunda desesperación. Una capa tan espesa, impenetrable e inmensa, no podría enfrentar el pensamiento de mi vida sin él durante más segundos de conciencia. Perdí el conocimiento. Sentí una suave y urgente presión en mi brazo. Una mano. Mamá. Sabía que me tocaba, como si ella hubiera dicho mi nombre en medio de una multitud y abrí los ojos. Se puso de pie sobre mí. Mamá. Es tan bueno verte. La alegría estalló en mi corazón. Mamá. Mi mamá. Traté de sonreír. Supongo que sí, porque me devolvió la sonrisa, y me apretó el brazo con suavidad. Encima de su cabeza estaba el techo blanco y punteado. Todavía seguía en el hospital. Los dolores en mi cuerpo confirmaron que no había ido a ninguna parte. —Está despierta. —Era la voz de papá. Él vino al lado de mamá, se asomó por encima del hombro con una sonrisa. Con lágrimas. La alegría se derramó en su rostro como una cascada de amor extendiéndose sobre mí. Estaba feliz de que ellos estuvieran felices. Feliz de haber regresado. De estar en casa. Con vida.

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Cerré los ojos. Matthias. —No hables, aún estás demasiado débil. —La voz de mamá me alcanzó a través de mi deseo por él. Abrí los ojos, y la busqué. Concéntrate en mamá, no puedes pensar en él. Pero no funcionó. Mi corazón anhelaba lo que no podía tener. —Hey. —Era mi voz. El sonido no era claro y nítido como lo había sido en el Paraíso. Ahora era áspero, gracias a la mortalidad. Mamá y papá no parecían darse cuenta de la diferencia. Ambos sonrieron mucho más al escucharme. Lágrimas brotaban por los ojos azules de mi mamá. —Ay, cariño. —Ella se inclinó otra vez. Su perfume se desvaneció, mezclándose con el olor mortal de carne y hueso, despertando mis sentidos. Me presionó suavemente en un abrazo, como si estuviera abrazando a una frágil escultura de cristal en lugar de mi cuerpo. —Te quiero tanto. —Yo también —dije. Ella estaba de pie, se volteó y lloró en los brazos de papá. Su amor era tan puro. Expresaban su amor entre ellos, por encima de cualquier persona o cualquier otra cosa. Siempre supe que no estaría celosa debido a que el compromiso de mis padres iba a ser así. Así es como el amor sobrevivió. El amor. El dolor en mi corazón que intentaba ignorar se hizo más fuerte, golpeando a través de dos vidas diferentes que nunca se unirían. Un amor separado por un poder más fuerte que ninguno de nosotros puede influir. Cerré los ojos al sentir la frescura causada por mis lágrimas. —¿Dónde te duele, Zoe? Es más que dolor. Quería que se desvaneciera. Morir. Por favor, llévame lejos de aquí. ¿No puedo regresar? Por favor. Con mis ojos cerrados busqué el torbellino de mi vida para avanzar de nuevo. Busqué la luz. El sonido continuo del monitor perturbó mi estado semiconsciente. La muerte, ese ser que una vez había temido como la mayoría de los seres humanos, no iba a venir por mí.

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No iba a ir a ninguna parte. El molesto sonido del monitor me despertó nuevamente. Abrí los ojos. En la misma habitación blanca, con la luz tenue y el techo punteado. Estaba respirando. Mi corazón estaba bombeando sangre a través de mi sistema, y el dolor había disminuido de un fuerte fragor a uno bajo, constantes gemidos salían y entraban de mi cuerpo. —Despertaste. —La voz de mamá. Volví la cabeza para verla, encontrándola junto a mí, extendiendo su mano. Se había cambiado la camisa, ahora usaba una de color blanco en lugar de la camiseta negra con la que la vi la última vez. Tenía una amplia sonrisa. Envolvió su mano alrededor de la mía—. Oh, cariño. Es un milagro. No estaban seguros de que ibas a lograrlo. Oh, cariño. —Apretó suavemente mi mano izquierda entre las suyas. —¿Dónde están todos? —Mi voz sonó más como la de siempre. Debo estar mejorando. Una punzada de dolor se disparó a mi corazón. Debería estar contenta. Sanar significaba que podía salir de este lugar deprimente. Ver a todo el mundo. Volver a casa. —Papá tuvo que quedarse en la oficina. Abria está en la escuela al igual que Luke. —¿Cuánto tiempo he estado aquí? —Dos semanas. —¡¿Dos semanas?! —Quedé atónita. El tiempo que había pasado se sentía como si fueran minutos a lo mucho. —No estaban seguros de que lo lograrías, Zoe. —Una vez más, me apretó la mano. Desesperada. Con miedo, como si no pudiera creer que yo estaba allí—. Estoy tan contenta de que estés despierta. —Estoy despierta —murmuré. Había tratado de volver al Paraíso y había fracasado. Recorrí la habitación buscando a Matthias. Flores de colores llenaban los espacios vacíos, colores brillantes que no me animaban. Querido Dios, ¿dónde está él? Cerré los ojos—. Voy a estar bien mamá. —Sí…‖—dijo, pero no parecía muy convencida.

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—Estoy aquí, ¿no? —le dije secamente. Había viajado de la muerte a la vida. Nunca volvería a ver a Matthias. La expresión de preocupación de mamá destelló en sorpresa. —Lo siento —dije, y volví la cabeza. Cerré los ojos. Despertar era como volver a dormir, regresar a un mal sueño, uno que se repetía. Uno del cual no se podía escapar. —Tienes que recuperar tus fuerzas —dijo mamá suavemente. Me dio un último apretón y se fue. Me quedé allí en un estado de total impotencia. Antes de tomar otro aliento, quería algunas respuestas. ¿Dónde estaba Matthias? ¿Por qué ahora no venía a mí? ¿Era porque no estaba en peligro? Por favor, que ésa sea la razón por la cual él no está aquí. El temor se apoderó de mí hasta lo más profundo de mis huesos. No podía quitarme esta sensación. ¿Por qué se me permitió estar con él en el Paraíso, acompañarlo, besarlo, creer que finalmente estaríamos juntos, sólo para ser cruelmente separados? Dios no era tan cruel. ¿Y si hice algo malo? ¿O Matthias había roto una regla del cielo? Mi mente, seguía débil y decaía, cansada de sumirse en estos pensamientos. —Tienes que descansar. —Era mamá otra vez. —¿Y no lo he hecho durante las últimas dos semanas? —La frustración aún se notaba en mi debilitada voz. —Entiendo que estés desanimada. —Mamá parecía como si estuviera tratando de averiguar por qué su hija de dieciocho años de edad que casi había muerto en un accidente de automóvil, no parecía feliz de estar viva. Ella no tenía idea de que hace unos meses me enamoré de un ángel. Y no de cualquier ángel, del ángel guardián de mi hermanita Abria. Mamá nunca creería que también se había convertido en mi ángel guardián. Nunca, en sus sueños más locos, creería que me había muerto y pasado los momentos más preciados de mi vida con Matthias, en la muerte.

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—¿Te duele? —No mucho, no. —Eso es bueno. Hablabas mucho —dijo mamá—. Lo hacías mientras estabas inconsciente. Sacudí mi cabeza en su dirección totalmente sorprendida. —¿Qué dije? —Bueno, un montón de cosas que no se entendían, pero repetiste un nombre, Matthias. Solté un leve grito de asombro. —¿Quién es Matthias? —preguntó—. ¿Es el joven del zoológico? No podía creer que mamá recordara haber visto a Matthias en el zoológico. Habíamos‖llevado‖ese‖s{bado‖a‖Abria‖por‖“el‖día‖familiar”‖como‖había‖insistido‖mi‖ papá, y Abria hizo lo que comúnmente hacia cuando estábamos en público, salir corriendo. Afortunadamente, Matthias había estado allí, la encontró y la llevó de nuevo con nosotros envuelta en los brazos del cielo. Mi mamá debe haberse impresionado por lo fuerte y calmado que era Matthias, ya que se acordaba de su nombre. —¿Por qué me acordaría de un trabajador del zoológico? —le pregunté. —Eso es lo que me confunde. Nunca mencionaste a ningún amigo llamado Matthias,‖así‖que… —Estoy segura de que era mi subconsciente haciendo tonterías, mamá. —No era el momento de admitir la verdad: que el chico que la había impresionado en el zoológico a las dos de la tarde, el del cabello como un halo color caramelo y los ojos del color del cielo, no era un trabajador del zoológico. Era el guardián de sus hijas. El hombre que amaba. El hombre que nunca tendría porque yo estaba viva y él estaba muerto.

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—Dos semanas —murmuré, con ganas de cambiar de tema. Lancé un suspiro—. Dos semanas. No me pareció tanto tiempo. Mamá puso su mano cálida y amorosa en mi brazo de nuevo. —Lo fue para nosotros. Sus ojos brillaban. Al ver el dolor reflejado en su cara, empezó a dolerme el corazón. Le cubrí la mano con la mía. Sus ojos se abrieron. —¡Zoe! ¡Moviste tu brazo! —Sí —dije levantando mi brazo vendado—. ¿Qué pasa de todos modos? —Que se emocionara porque moví el brazo, hizo que me preguntara en qué condiciones físicas había quedado después del accidente. La tristeza aumentó en mamá y el pánico creció dentro de mí. ¿Estaba desfigurada? Moví los dedos de los pies. Los sentí, lo cual fue un alivio. Cada dedo de mi mano estaba su lugar; los levanté con cansancio delante de mi rostro. Pero mis brazos estaban vendados como si fuera una momia, con tubos intravenosos conectados en alguna parte debajo de la gasa. Traté de incorporarme, y un dolor agudo se disparó en mi pecho. Mamá puso su mano en mi hombro para detenerme. —Tienes algunas costillas rotas. Tu pulmón derecho quedó perforado, y tuviste una conmoción cerebral. Tomó cuatro horas el extraerte los fragmentos del cuerpo. Fue un milagro que ningún trozo de vidrio o de metal fuera profundo.‖Uno‖rozo…‖ —Hizo una pausa, tragó saliva y extendió la mano acariciando mi cabeza—. Uno rozo tu pecho derecho. —¿Qué? —Sentía mi corazón palpitar, levanté mi mano para sentir mi pecho, pero sólo sentía el grosor de un vendaje por debajo de la delgada bata de hospital. —Te‖salvaron,‖Zoe.‖El‖cirujano‖pl{stico‖hizo‖un‖maravilloso… —Mamá, quiero verlo, déjame verlo. —Mi pulso vibraba. ¿Cirujano plástico? El sudor brotaba por todos mis poros. Traté de quitarme las sábanas que me cubrían, pero el esfuerzo era agotador.

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—Zoe, estás viva, eso es lo importante. —¡Quiero verlo! —¿Cómo luciría? ¿Parecería como si fuera un bicho raro? Cerré los ojos, tenía visiones de cortes púrpuras sobre mi piel blanca, de mi pecho deforme colgando de mi cuerpo y otras imágenes grotescas. Mamá me levantó de la cama con sólo pulsar un botón hasta que estuve sentada en posición vertical. Mi corazón se aceleraba cada vez más. De hecho, mientras el momento se acercaba, una oleada de nauseas subió por mi garganta. —Voy a vomitar —susurré. —Hagámoslo en otro momento. —¡No, no! Quiero verlo ahora. Mamá, por favor. Mi mamá estaba pálida, y mi pánico se precipitó. Cautelosamente, me ayudó a sentarme. Sentía dolor como si me hubieran golpeado al igual que un tambor en cada parte de mi cuerpo. Por mucho que quería ver cómo lucía mi pecho, me sentí exhausta con el simple movimiento de sentarme. Nunca me había sentido tan débil. Me recosté hacia atrás contra el colchón levantado, respirando como si acabara de correr una maratón. La puerta se abrió y entró un hombre de piel oscura y cabello negro, andaba vestido con el blanco uniforme médico. Sus dientes relucían frente al brillo de su chaqueta. —¡Zoe! Bajo el brazo llevaba un archivador, que casualmente tiró sobre la mesa al lado de la cama. —Soy el Dr. Semolitis. Despertaste. ¿Cómo te sientes? —Como si me hubiera atropellado un camión —murmuré entre quejidos. Se empezó a reír entre dientes. —Eres afortunada de seguir con vida. —Se inclinó, sacó una minúscula linterna, y me iluminó con ella, primero en el ojo derecho, luego en el izquierdo—. Tengo que decir que te ves mucho mejor. Estabas en muy mal estado cuando ingresaste, tu

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madre está feliz el día de hoy, ¿verdad? —dijo brindándole a mamá una sonrisa resplandeciente. Ella sonrió. —Mucho más feliz el día de hoy, sí, gracias. —Eres un milagro niña, ¿lo sabías? —Levantó mi muñeca, se detuvo y me tomó el pulso. Mi corazón finalmente disminuyó un poco la velocidad. ¿Fue este médico el que me había suturado? ¿Él tocó mi pecho? Me estremecí de pensarlo. —¿Estás nerviosa? —Sus ojos negros trataban de descifrar los míos. Me soltó la muñeca, colocándola suavemente de nuevo a mi lado. —Un poco. —Es que le hablé sobre su pecho —dijo mamá—. Ella quería saber. —Por supuesto que quería saber. Es una adolescente, ¿no? —dijo sonriendo—. Zoe, cuando llegaste, estabas toda cubierta de trozos de vidrio. Nos tomó cuatro horas poder sacar todos los pedazos. Tienes ciento sesenta y cinco puntos de sutura. La mayoría son pequeños y no los verás cuando sanen. La mayoría de los trozos estaban incrustados en tus brazos, ya que debes haberte cubierto el rostro con ellos. Tu ropa estaba totalmente destrozada. Eres una chica muy afortunada. Él no dijo nada sobre mi pecho, quizás estaba sacando conclusiones precipitadas, entrando en pánico por nada. Probablemente lucía bien. —Uno de los fragmentos más grandes se incrustó en el pecho, y el seno derecho fue comprometido. Pero tuve la oportunidad de hacer una incisión en la parte inferior y volví a colocar el tejido, igual a lo que hago en el aumento de senos. Tienes una cicatriz en forma de T en todo el lado derecho, donde el fragmento ingresó, pero la cicatriz se tornara blanca a medida que vaya sanando. —Quiero verlo. —Por supuesto. —Con la ayuda del Dr. Semolitis me senté en mejor posición, y deslizó la bata azul y blanca que me cubría hacia mis hombros, descubriendo mi costado derecho. Un vendaje grueso me envolvía la cintura. —Este vendaje sirve de soporte para las costillas. No tiene nada que ver con tu pecho. Sra. Dodd, ¿podría ayudar a Zoe a sostener sus brazos en alto?

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Esto era muy embarazoso. Me sentí vulnerable, con los brazos levantados, cerca de un hombre extraño, desenvolviendo una gasa gruesa y blanca, con sus ojos, su rostro, a escasos centímetros de mi pecho. Con cada capa retirada sentía más frio y miedo. Pronto mis senos colgarían hacia afuera como si fuese una desnudista. Ridículo, lo sé, pero ya no tenía tantos deseos de verme a mí misma. Mamá me tomó de las manos, lo cual se sintió aún más extraño. Pero mis brazos se estremecieron y comenzaron a bajar de nuevo a mis lados. —Ya está casi hecho, Zoe. Cuando sentí el aire golpear mi pecho, miré hacia abajo. El Dr. Semolitis me proporcionó un espejo y lo sostuvo en ángulo para que pudiese ver. Mi corazón se detuvo. —Por supuesto, todavía hay un poco de hinchazón. Este color berenjena desaparecerá por completo aproximadamente en un mes. Pero puedes ver —Con su dedo me trazó el lado derecho—, que aquí es donde realicé la incisión. No será visible en traje de baño o sostén. —Sus palabras eran confusas y no salían de mi cabeza. Mi pecho que una vez estuvo en perfecto estado ahora parecía una torta de arándanos, como un grano de café con una abertura en el costado. No pude con las nauseas y escupí un liquido espeso sobre el espejo. Alejo el espejo de mi vista y la expresión de mamá se puso ansiosa, sus manos temblaban. Me recosté hacia atrás, contra el colchón, con los ojos cerrados, y con las manos temblando mientras alcanzaba a ciegas las sábanas para cubrirme. Nunca luciría normal de nuevo. ¿Qué iba a hacer? Me veía como una adolescente víctima del cáncer de mama. —Estoy confiado de que tu pecho sanará bien —dijo el Dr. Semolitis—. La cicatriz blanca no cambia la forma natural. Las palabras de consuelo no me quitaron de la mente la imagen de una mancha púrpura en mi pecho. Luego el Dr. Semolitis habló con mamá, pero no escuchaba lo que estaban diciendo. No quería abrir los ojos, luché por contener las lágrimas. No funcionó. Ya corrían por mis mejillas.

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Escuché abrirse la puerta y sentí pisadas por todas partes, luego me pusieron en posición vertical. Abrí los ojos. Dos enfermeras. Mis brazos se posicionaron alrededor de mi cabeza. Sentí un dolor agudo en las costillas que causó que hiciera una mueca de dolor. Me estaban vendando nuevamente. Cuando ya estaba vendada en la parte superior, la habitación quedó vacía y todo lo que oí fue a mamá hablar en voz baja con el médico, la conversación no podía escucharse por el pitido incesante del monitor de frecuencia cardíaca. Abrumada por el accidente, por no saber dónde estaba Matthias, por ver el hematoma color púrpura, negro y verde que devoraba mi pecho, quise quedarme dormida y despertar para descubrir que todo, incluso reunirme con Matthias, el conocerlo, el caer perdidamente enamorada de él, sólo había sido un sueño muy largo y detallado. Pero eso era imposible. Cada respiración que tomaba, cada momento que pasaba, cada hora que yo vivía, significaba que estaba mucho más cerca de envejecer, morir y ver a Matthias de nuevo.

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Capítulo 2 Traducido SOS por Ximeyrami y SOS por dark&rose Corregido por Caamille

D

espués de que el Dr. Semolitis se fue, vino mamá, puso una silla en la habitación al lado de la cama y se sentó. Sus labios se curvaron en una sonrisa. He visto esa mirada antes, la de no puedo creer que esto

le esté pasando a alguien que amo. Pero la he visto mirar de esa manera principalmente a Abria. —Va a sanar y se verá bien, Zoe. Estoy segura de eso. El Dr. Semolitis me lo aseguró. Cerré mis ojos y asentí. —Sí. —Pero por dentro, no podía imaginar otra cosa que no fueran las líneas y el aspecto deformado donde estaba mi seno. Mamá, en su esfuerzo por alegrarme, me dijo como Britt llamaba todos los días, preguntando cómo estaba. Al igual que Chase y la escuela. Todos habían oído del accidente, el incidente que el periódico local había publicado, y mis profesores estaban esperando ayudar en cualquier forma que pudieran, mandando tarea o de cualquier otra manera. Incluso aunque era de último año, y el año escolar estaba ya la mitad hecho, la escuela era la última cosa en mi mente. Sin embargo, la concesión de tiempo extra o cualquier cosa que mis profesores pudieran garantizarme, era un alivio. —¿Quién es Chase, de cualquier manera? ¿Un amigo de Matthias? Contuve una sonrisa. —Algo así. Está en el diario conmigo. —Bueno, ha venido a la casa y al hospital como una media docena de veces. Se ve un chico agradable. Muy bien educado. —Ella levantó la ceja derecha con una sonrisa.

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—Mamá, sólo somos amigos. —Oh, puedo decir que él te ve como‖“sólo‖ amigos”.‖Estaba‖muy‖ preocupado.‖ Le‖ dije que lo llamaría cuando pudieras recibir visitas. —Quiero ver ese espejo otra vez —dije. Antes de que alguien que conociera metiera un pie en esta depresiva habitación de hospital, iba a bañarme y lavarme el pelo. Mamá se levantó, buscó un espejo, lo encontró en el estante del pequeño armario, luego me lo trajo. Lo sostuvo delante de mi cara. Mi piel era un moteado desastre, una extensión de los hematomas que coloreaban mi pecho y el resto de mi cuerpo, sólo salpicado por pequeñas tiras de cinta adhesiva blanca de sutura. —Me veo horrible. —Estuviste en un accidente de automóvil. ¿Qué esperabas? —Necesito lavar mi cabello. Míralo. Apesta. —Cabellos pegados en el exceso de grasa adolescente, colgando como muertas enredaderas marrones alrededor de mi cara. Mamá se echó a reír y el sonido me hizo reír también, y se sintió maravilloso. Compartimos una larga y traviesa sonrisa. No podía quejarme. Mi cara estaba intacta. Era realmente un milagro que estuviera viva, incluso si mi corazón estaba en algún otro lugar. Le entregué el espejo y descansé mi cabeza contra la almohada. —¿Y qué le pasó al conductor? —¿Sabía Luke que el chico era alguien de la Casa de los Troncos? —Tiene heridas menores, por supuesto. —Su tono era duro—. Pero está en una celda por DUI1. Le servirá. ¿Qué persona puede ser tan irresponsable? —Al menos está en la cárcel. DUI: Abreviatura de driving under the influence (of alcohol/ drugs). En español; conducir bajo la influencia (de alcohol/o drogas). 1

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—Espero que esté asustado. Si no lo hubieras logrado, habría tenido que esperar por un cargo de homicidio. No mencioné la conexión de Luke con el conductor. Le preguntaría cuando lo viera. Curiosamente, no sentía ningún rencor hacia el conductor del camión avispa. Tal vez estaba muy cansada. El agotamiento me afectó como una gran fiebre. Había estado despierta, cuánto, ¿quince minutos? Cerré los ojos y el sueño me llevó. Papá vino más tarde, con Abria y Luke. Ver sus caras era como luchar por aire después de estar bajo agua, al punto de casi pasar a la falta de oxígeno, no pude aspirar suficiente de ellos. Por unos momentos, experimenté la verdadera alegría y salí del dolor que todavía residía en mi cuerpo y de los perturbadores pensamientos sobre el paradero de Matthias. La sonrisa de Luke era alegre, con sincera felicidad en sus ojos al verme. Me gustaba la conexión como si cada una de las discusiones pasadas y las feas palabras hubieran sido desechadas. Papá lloró en mi hombre cuando me aferró contra él en un gentil abrazo. No dijo nada, sólo me sostuvo lo suficiente para saber que necesitaba sentirme, viva y respirando. Papá finalmente me soltó, sonriendo a través de sus lágrimas mientras su mirada se posaba en la mía. —Los traje a todos aquí tan pronto como mamá me dijo que estabas despierta. Estoy feliz de que te sientas mejor. Te ves mucho mejor. ¿Cómo te sientes? —Cansada y adolorida, pero aparte de eso, bastante bien. —Todo el mundo preguntó por ti —dijo Luke. —¿Sí? —Me detuvieron al menos diez veces en un día. No importa dónde estoy, en la escuela, en la Tortuga Púrpura, en la gasolinera. Hombre, conoces a un montón de personas. Sonreí.

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—Sí. Y todos te conocen, amigo. —Uh-oh. —Se puso a reír. Su cálida y tierna sonrisa envolvió mi corazón. —Un montón de profesores preguntaron cómo lo estás llevando, también —añadió Luke. —Como dije, están deseando trabajar contigo, cariño. —El tono de mamá me lo reaseguró—. Nadie quiere que te estreses sobre asignaciones ni nada. —No pienses en eso ahora. —Papá me apretó la mano. Oí la cantarina voz de Abria y la busqué con la mirada. Mamá la agarró, y la levantó para ponerla a un lado de la cama. —Mira, Abria. Zoe está de regreso. Zoe está despierta. —Hey bebé. —Estiré la mano para alcanzarla. Abria puso sus dedos dentro de su boca, me miró por un momento antes de dirigir su mirada a la dirección opuesta, hacia la cortina de la ventana con un gritito. Mamá la bajó para que sus pies tocaran el piso. Era tan bueno ver a Abria. Sonreí. Pero tan pronto como la alegría pasó a través de mí, ésta se fue cuando mis pensamientos giraron hacia Matthias. Mi garganta se apretó. Una cascada de lágrimas se formó detrás de mis ojos, y parpadeé, rápido, para alejarlas. —¿Estás bien? —Papá me miró. Asentí. —Sólo que es tan bueno verlos. —Sí, lo es —murmuró Luke. —Abria no, no. —El tono de mamá no era filoso, sólo un poco alto. Cruzó hasta donde Abria estaba parada, mirando hacia la ventana del piso al techo, y se quedó al lado de ella. —Tuve que cerrar las ventanas de su habitación —dijo papá.

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—¿Trató de salir? —pregunté. ¿Matthias había estado ahí? ¿O eso había pasado mientras estaba conmigo? —Luke la atrapó parada en la ventana un día —dijo papá. —Sólo estaba ahí parada. —Los ojos de Luke se unieron a los míos en una indicación secreta del día en que él y yo habíamos visto a Abria hacer lo mismo—. Estaba mirando hacia afuera pero no había nada. —Oh Dios mío—murmuré—. ¿Tuviste que cerrar las ventanas de toda la casa? Mamá sacudió la cabeza. —Por suerte, no. Le dije a papá que cerrara las suyas. Estaba muy preocupada por lo que te estaba pasando a ti como para encontrar otras soluciones. Y sabes cómo es con Abria, el estrés que genera. —Sí. —¿Había estado Matthias ahí? Sin saber el tiempo, no tenía idea si Abria había estado siendo protegida por él o si estuvo a salvo por el brillante y fortuito momento de Luke. Por la ventana, ahora Abria trataba de treparse por el largo marco. —Gracias al cielo que esas ventanas no se abren. —Mamá observó—. NO te trepes en la ventana, señorita. —Cada momento en que Abria levantaba su pierna y se apoderaba del alféizar, mamá la alzaba y la sentaba en el piso. —Esto puede seguir toda la noche —suspiró mamá. Papá cruzó hasta la ventana y recogió a Abria. —La levantaré por un momento. Quizás pierda el interés. —Como si eso fuera a suceder —bromeé. —Seriamente —añadió Luke. —Pensábamos cenar aquí, contigo, si eso está bien —dijo mamá—. El doctor dijo que puedes comer sólidos, si empiezas con algo simple. Creo que te ordenó sopa o algo así.

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No estaba hambrienta, sin duda gracias al claro fluido que corría por mis venas desde la intravenosa. Odiaba los tubos y agujas. —Chicos continúen. —Genial. —Luke sonrió y le mostró su palma a papá. Todos reímos. —¿A dónde piensas que vas? —preguntó papá. —Por comida. —No sin mí. —Papá le meneó sus cejas a mamá, a mí y a él, Abria y Luke salieron por la puerta. El aire estaba liviano, el humor divertido, hacienda que estar viva fuera más fácil para enfocarse en cualquiera de las preguntas sobre Matthias rondando en mi cabeza. —No he visto a Luke así de feliz en meses —murmuró mamá. Una sonrisa tensa cruzó su cara. —Se ve sobrio —dije—. ¿Qué hizo con todo eso? —¿Se habría drogado? ¿Dejó la casa y salió con sus amigos? ¿O había estado ahí con mamá y papá para ayudarlos? No quería saber, con temor de que el buen humor se fuera. —Los‖ primeros‖ días‖ no‖ salía‖ de‖ su‖ habitación.‖ Sus‖ ojos…‖ podría‖ decir‖ que‖ lloró.‖ Por supuesto que ponía una cara casual, pero eso no ocultaba nada. Estábamos todos muy asustados, Zoe. Tenía a todos los que conocía pidiendo por ti. Incluso el Pastor Perrigan dio una misa para orar. Aleccionadoras noticias. Mientras había estado saboreando una segura existencia con Matthias en el Paraíso, todos los que conocía y muchos que no, estaban orando por mi recuperación. Suspiré y cerré mis ojos. Mamá puso su mano en mi brazo. —Es un milagro. Eso es lo que es. La puerta se abrió, cambió la presión de la habitación como un susurro gigante.

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Una enfermera con matorrales de puntos rosas, cualquier cosa menos un uniforme. Con su pelo rojo hacia atrás en una cola de caballo, su cara arrugada en una sonrisa. Traía un carrito, con platos cubiertos con calentadores plateados para comida. —Zoe. ¿Cómo te sientes? —Puso una mesa para cama sobre mí y bajó la bandeja. El olor a pollo llenó mi nariz. —Me siento mucho mejor. —El Dr. Semolitis ordenó para ti algo de sopa y gelatina. Yum, ¿eh? —sonrió—. Pero primero voy a tomar tus signos vitales. En un rugido eficiente de la presión por la sangre bombeada, metió un termómetro en mi oído y un juego completo de cu-cu en varios de mis vendajes, que se consideraban lo suficientemente buenos como para comer. La enfermera deslizó la mesa de cama sobre mi regazo, luego sacó las tapas de plata. —Voila. Un tazón con un líquido dorado, un recipiente con gelatina roja. —¿Quieres algo de ayuda? —preguntó la enfermera. —No. Yo puedo. —Ajustó la cama para que así pudiera sentarme derecha. —Tómatelo con calma al principio. Es fácil pensar que no estás llena cuando no has tomado nada sólido, pero va de a poco para un largo camino. —Bien. Salió de la habitación y miré al dorado y humeante tazón de sopa. —De verdad no estoy hambrienta. —Pero debes comer, cariño. Necesitas fuerzas. Tenía fuerza. Hace poco en el Paraíso, fuerza fresca, pulsante y libre. Mi cuerpo nunca se había sentido tan rejuvenecido.

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Mi apetito danzó precipitándose en una nausea. Cerré mis ojos de nuevo. Por favor, donde sea que estés, escúchame. Háblame. Por favor, dime que estás bien. Silencio. —¿Cariño? Abrí mis ojos. Las cejas de mamá estaban juntas en preocupación. Me forcé a levantar la cuchara, mi mano temblando. Comería para que así no se preocupara. Una cucharada. Un rico y tibio sabor se deslizó por mi garganta. Dos. Tres. Mi mano no paraba de temblar. Bajé la cuchara, y solté el aliento. —Quizá un poco de gelatina. Mamá asintió, mirando cada movimiento con amor maternal. —¿Quieres algo de ayuda? Sacudí mi cabeza. Levanté el recipiente, tomé una cucharada de gelatina en mi boca. Fría, roja y dulce cereza. Eso era suficiente. Luego de bajar el recipiente y la cuchara, recosté mi cabeza hacia atrás, dejé salir una pesada respiración. —Nada más. Mamá se paró y alejó la bandeja de comida hasta un rincón. —Va a tomar un poco de tiempo. —Su voz era como si cruzara de un lado a otro de la cama. Quería llorar. Sola. —Mamá. —Mi voz se quebró, como una presa que no puede contener el agua después de un terremoto. Quería contarle todo con la esperanza de que entre sus hombros y los míos, podríamos llevar tanto mi mundo como el de Matthias.

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Se sentó en el borde de la cama y alcanzó mi mano, tomándola con un apoyo amoroso. —Está bien. Las lágrimas quemaban y caían sobre mis mejillas. Mis hombros se sacudieron bajo la presión. Mi mundo. El suyo. Tan grande. Tan lejos. Imposible. Perdida en el dolor que me consumía, casi no sentía a mamá acariciando mi cabeza. El silbido de la puerta no penetró en el dolor que me envolvía. Papá, Luke, Abria y la pizza. Silencio. Susurros. Los pasos de Abria. La voz aguda de mamá. La puerta se abrió de nuevo. Se cerró. La mano de mamá en mi espalda. La de papá dándome una palmada. Mis sollozos ahogados llenaban los espacios vacíos entre nosotros. Por favor, déjenme en paz. Ahora no puedo estar aquí para ustedes. Estoy perdida, a pesar de que estoy en casa. Necesito encontrarme a mí misma. Floté a la deriva en los siguientes días. Una parte de mí quería estar viva y estaba alegre de ver a mi familia. Mi cuerpo: la carne desgarrada estaba curándose, la piel magullada mejorando, los dolores musculares calmándose, mi cuerpo estaba feliz de tener a mi alma bombeando vida en él. Otra parte se enfrentaba cada mañana con el corazón roto. A medida que cada día avanzaba, los minutos convirtiéndose en horas, las horas pasando hacia la noche sin ver a Matthias, la llegada de la mañana rompía mi corazón ya roto en pedazos sin esperanza. El entusiasmo de mamá, papá y Luke iba creciendo con cada visita. Abria seguía siendo constantemente Abria, distraída con la ventana sin parar de decir palabras sin sentido. No había ninguna posibilidad de encontrarme con Matthias aquí en el hospital. Demasiados procedimientos de seguridad en el lugar. Si iba a ir a verlo,

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tampoco tenía que saltar por una ventana, caer por el hueco del ascensor o robar algunos narcóticos. Ninguna de esas opciones me emocionaba. Estaba con vida por una razón. Debería estar feliz. Y lo estaba, sólo quería saber dónde estaba él. Si iba a manipular mi seguridad para volver a verlo, tendría que esperar a que estuviera en casa. La idea desesperada me dio la más mínima gota de esperanza en mi alma muerta y desamparada. Retomé la curación con nuevo interés. Incluso si no tenía apetito, me obligaba a comer. Cuando el personal de enfermería me ofrecía pastillas para dormir, las tomaba, para descansar más y mejor. Acepté de buen grado la recomendación de mi doctor de tres caminatas alrededor de la quinta planta, todos los días. Fue en una de mis rondas de la planta que vi un espíritu. Al principio pensé que la imagen transparente era una invención de mi mente drogada, de mi cuerpo cansado. Mi segunda pista fue que la mujer no era una invención. Sus pies no tocaban el suelo. Ella se cernía casi medio metro en el aire, mirando a una habitación. Me arrastré más cerca de la mujer, arrastrando la vía intravenosa a mi lado. Mi corazón se aceleró. Era mayor, con su pelo de plata en un moño en la parte posterior de la cabeza. Llevaba una larga túnica de algún tipo, ceñida a la cintura. Esponjosas zapatillas blancas adornaban sus pies. A medida que me acercaba, vi que no era como Matthias. Él tenía un cuerpo. Ella tenía la sombra de un cuerpo, una forma transparente y detallada por completo en todos los sentidos, excepto que podía ver todos y cada uno de los ángulo y los laterales de ella en tres dimensiones. Dejé un metro y medio de distancia, mirándola fijamente, preguntándome si me notaría. Estaba de pie en la puerta abierta, con la mirada perdida en otra de las habitaciones privadas de la planta. Oí murmullos desde el interior de la habitación, a alguien llorando. La mujer inclinó la cabeza ante el sonido, su rostro agradable, pacífico y tranquilo, no muy diferente de la apariencia que Matthias llevaba. —Hola —dije.

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Me miró. Sus ojos se abrieron por un momento. —¿Me puedes ver? Asentí, acercándome más. Ella sonrió. —Eso es maravilloso. Había oído hablar de los mortales viendo espíritus, pero no pensé que me fuera a ocurrir mi primera vez fuera. Eché un vistazo a la puerta abierta. —¿Es alguien que conoces? Su mirada se trasladó a la habitación, ella asintió con la cabeza. —Mi esposo. —Juntó las manos en su regazo, y una luz surgió detrás de su cara, y luego irradió en todas direcciones. Fascinada, me moví a su alrededor en un círculo lento, la luz reflejándose en mi piel con un brillo suave y marfil. —He estado esperándolo durante diez años —murmuró, la mirada fija en el hombre en la habitación. Seguí su mirada. Alcancé a ver un destello de él cuando pasé por la puerta. La figura calva y esquelética estaba enredada en sábanas blancas y tubos transparentes. Una enfermera parada a un lado de la cama, una mujer más joven en el otro lado. La mujer más joven estaba llorando. —Lo siento, él‖ se‖ est{…‖ —¿Muriendo? No podía decirlo debido a que había probado la alegría que la muerte podría traer. Obviamente, esta señora estaba ansiosa por ver a su marido. —Oh, no lo lamentes —dijo—. Ha llegado el momento. Sólo que no está cooperando. Míralo, apestoso viejo terco. Me quedé a su lado, y miré a su marido, acostado en la cama, con una gran cantidad de cables y tubos manteniéndole con vida, encerrándole como pistas de una montaña rusa. Una corriente baja y suave irradiando de la mujer a mi lado. Mi corazón golpeó por Matthias. —¿Conoces a Matthias?

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Su mirada se quedó en su marido. —¿Matthias? No. —Él es como tú. —Las palabras salieron tropezándose de mis labios, esperanza, urgencia, necesidad por sacarlas. Me miró. —¿Cómo yo? —Está muerto. —Bueno, hay un montón de gente como yo, cariño. —Ella volvió a concentrarse en su marido—. Él no quiere marcharse. Tiene miedo de dejar a Cissy. Ésa es nuestra hija. Se ve maravillosa, ¿verdad? Asentí con la cabeza, sin hablar. —Vamos, Frank. Muévete. Estoy aquí. La corriente baja que la rodeaba se movió, como un automóvil cambiando las marchas, aumentando gradualmente la velocidad. El sonido se hizo más fuerte, extendiendo y entrando en la habitación como una mano invisible. A continuación, al espíritu renovado del hombre y todo, al igual que su cuerpo, mientras que en la misma estructura espiritual la mujer se elevó y fue hacia el aire por encima de él. Un sonido estridente del monitor del corazón llenó el aire. La mujer mayor le tendió los brazos. —¡Frankie! Él se acercó a ella, sonriendo, el alivio y la alegría en su rostro y su aspecto traslúcido. —He oído tu voz, Martha. En realidad eres tú. —Ellos se abrazaron, sus espíritus disolviéndose el uno en el otro, y luego, tras un destello de luz brillante y deslumbrante se habían ido. Me quedé sin aliento, aferrada a mi puesto de la vía intravenosa. A mi alrededor, la sala bullía con la normalidad ininterrumpida del hospital. Impresionada, no me

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podía mover. Estaba tan feliz por ellos. Estaban juntos, ¿Qué gran final puede haber más que eso? Un suave llanto llevó mi atención de nuevo a la mujer joven en la habitación. Se había caído sobre el cuerpo del hombre, y ahora estaba de duelo. Quería decirle que todo estaría bien, que su papá estaba bien y que estaba con su mamá. Pero ella pensaría que estaba loca. Dejé escapar un suspiro, me giré y me dirigí a mi habitación. La visión me infundió esperanza. No había perdido la sensibilidad para ver espíritus, lo que era la mejor noticia que había oído desde que había vuelto. Tenía una real esperanza de ver de nuevo a Matthias, de alguna manera. Finalmente, tuve la oportunidad de lavarme el pelo con mamá y la enfermera como ayuda. Me quedé parada en el lavabo, mi cabeza inclinada y mi mamá restregándomela. Había tenido unos cuantos cortes en el cuero cabelludo, pero ningún punto. Mamá trajo un cable extensible y me senté en la silla de la habitación, mientras secaba mi pelo. Cuando me miré en el espejo, mi pelo oscuro y brillante estaba tan abultado que me eché a reír. —Me veo como una estrella del pop de los años ochenta. —Te ves hermosa. —La voz de mamá era suave. El Dr. Semolitis entró despreocupadamente mostrando una sonrisa. —Zoe, ¡mírate! Te ves muy bien hoy. —Gracias. —Algo es diferente. —Me lavé el pelo. —¡Sí! Eso lo hará mejor cada vez, ¿no? Tengo buenas noticias. Eres libre de ir a casa. —¿Lo soy? —Mi corazón retumbó.

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—Lo eres. Instruiré a tu madre para tu cuidado y te devolveré a tu ocupada vida de adolescente. ¿Suena justo? Ya estaba de vuelta a mi vida de adolescente. Justo donde había sido dejada en el momento en que fui sacada del Paraíso. —Supongo que sí. Él inclinó su cabeza. —¿Qué? ¿Quieres quedarte aquí en el hospital? Podría ponerte a trabajar, si lo deseas. —No. No, gracias. —Tu novio estará feliz, ¿verdad? —No tengo novio. —¿Una chica tan guapa como tú? —Se acercó a mamá y juntos miraron el portapapeles que había traído con él. A casa. Me apoyé en la cama alzada, todavía cansada, pero con bastante entusiasmo pulsando a través de mí, porque estaba lista para el siguiente paso de la curación: salir de la seguridad protegida del hospital y entrar en el mundo en el que mis preguntas, las cuales habían sido desechadas durante las últimas semanas, por fin despertarían y exigirían respuestas. ¿Obtendría esas respuestas? Me despedí de las enfermeras con las que me había familiarizado más estos últimos días, di al Dr. Semolitis un abrazo, ante su insistencia, y fui transportada en una silla de ruedas, en una silla de ruedas llena de mis pertenencias, hasta las puertas del alta hospitalaria. Otra silla de ruedas sostenía docenas de vasijas y jarrones de flores, tarjetas y peluches. Mamá detuvo el automóvil y entré. Mis regalos fueron cargados en el asiento trasero. Hecho. A seguir.

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Vivir. Volver a empezar.

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Capítulo 3 Traducido por Emii_Gregori Corregido por Akanet

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is ojos dolían con la apremiante luz del sol sobre ellos. Los mantuve cerrados durante el viaje. Mamá balbuceaba sobre las noticas del vecindario, el trabajo y con esa información entrando en mi cerebro,

hice una media vuelta y desapareció. No pude recordar lo que había dicho, sólo el tono optimista de su voz, cuando finalmente nos detuvimos en la entrada. La casa era gloriosa. La vista me movió a través de un torrente de recuerdos y lloré, secándome las lágrimas con rapidez antes de que alguien pudiera verlas. En el interior, los olores familiares me envolvieron. Las velas de vainilla. El descolorido perfume de mi mamá. El detergente para la ropa. Papá salió y nos ayudó a mamá y a mí a llevar todo al interior. Luke apareció en la entrada y se llevó mi bolso de hospital escaleras arriba a mi dormitorio. Mamá me condujo a la sala de estar donde envió rápidamente a papá por algunas sábanas y mantas, e hizo un lugar de descanso en el sofá para mí. El corto paseo me cansó, y me relajé en el sofá con un profundo suspiro. Abria corrió de un lado a otro frente a mí, riéndose. Supongo que estaba feliz de tenerme en casa. Le sonreí. —Hola, chica bonita. Se detuvo, se agitó, y se subió rápidamente a la mesa de café. —Te traje tus almohadas. —Papá llegó, cargando mis almohadas mullidas. Las apoyo a mi alrededor. —Gracias, papá. Huele bien aquí dentro. Levantó a Abria en sus brazos.

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—No escales, señorita. —Abria se retorció. Mamá estaba en la cocina, abriendo el horno. —Papá se detuvo y consiguió comida china para llevar. ¿Suena bien para ti? Mi apetito aún no había regresado, pero no quería herir sus sentimientos. —Suena muy bien. —Todo parecía tan limpio y colorido en comparación con la insipidez antiséptica del hospital. Las cortinas estaban abiertas de modo que podía ver los álamos y pinos en nuestro patio trasero, las imponentes montañas. Qué hermoso era todo lo relacionado con mi vida. Luke bajó las escaleras. Con sus manos metidas en sus bolsillos delanteros, cruzó hasta donde yo estaba en el sofá. Di unas palmaditas en un lugar junto a mí. Ribeteó un momento, luego se sentó. Atrapé la mirada de mi mamá. Ella sonrió, luego llamó a mi papá para que le ayudara a poner la mesa. Llevó a Abria hasta una silla y la dejó caer en ella. —Puedo ayudar —dijo Luke. —Está bien. —Mamá brilló, viéndonos a ambos juntos. En la moda de típico-padre-despistado, papá buscó en todos los gabinetes antes de encontrar dónde estaban guardados los manteles. Encontró los platos más rápido. —Entonces, ¿consumes Lortabs o algo así? —preguntó Luke. —De ninguna manera, esas cosas me dan asco. —Le miré. Seguramente no estaba siendo amistoso para poder anotar mi receta. Él asintió, mirando a su alrededor. —¿Quieres que encienda la televisión? —Claro, está bien. Agarró el control y encendió la televisión. Un viejo episodio de Dr. Quinn: Medicine Woman estaba en marcha. —Oh, todo menos esto —se quejó.

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—No, déjalo. ¿Recuerdas cuando tú y yo solíamos verlo? Reí. —Estábamos obsesionados. Yo con Jane Seymour y su largo cabello, y tú con Sully en sus trajes orlados de cuero. —Sí. —Una sonrisita levantó sus labios—. Traje, singular. —Así es, sólo llevaba uno. Ambos nos reímos. —Ustedes solían disfrazarse y jugar a Dr. Quinn todo el tiempo —dijo papá, colocando los platos sobre el mantel, con la mirada moviéndose hacia Abria ahora que estaba de pie en su silla, agitándose. —¿Recuerdas el traje de gamuza falso que hice para Luke? —Mamá rió entre dientes. Luke se sonrojó. —Ni me lo recuerdes. —Me parece recordar el comprarte una peluca, Zoe —agregó mamá con un guiño. Sostuvo un plato de ensalada, sacudiendo los vegetales. —Sí, una encantadora pesadilla acrílica. —Me alegré cuando Luke terminó queriendo rapar a las personas. —Papá dio un evidente estremecimiento mientras colocaba los vasos en su lugar correspondiente de la mesa. Escuchar a mi familia reír junta era como música suave para mi alma. Un dulce silencio llenó el aire después, y busqué alrededor a Abria. —¿Dónde está Abria? Todo se detuvo. —Déjenme ir a buscarla. —Luché por levantarme. —No, tú quédate. —Papá colocó el último tenedor—. ¿Abria? ¿Abria?

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—No, papá, permíteme. Necesito ejercitarme. —Sigues débil —dijo papá. —Él tiene razón, Zoe —dijo mamá—. No te excedas. Si había alguna posibilidad de ver a Matthias, la tomaría, sin importar el costo. Me acerqué a la escalera. —Estoy bien. Lo haré. —Papá se detuvo, mirando a mamá. Sentí sus ojos en mí, pero no me importó. Mi corazón se aceleró. Matthias. Por favor, por favor, espero que estés aquí. —¿Abria? —Subí las escaleras, mis músculos temblaron a mitad de camino. Debería haberme quedado en el sofá. Decidida, agarré la barandilla y me impulsé, ignorando el sudor estallando en mi cuero cabelludo y a lo largo de mi espalda. Finalmente, en el rellano, jadeé. No podía creer lo agotador que podían ser unas cuantas escaleras. Con mi corazón golpeando duramente, caminé hasta la habitación de Abria. La puerta estaba cerrada. —¿Abria? —Agarré la perilla, la giré y entré. Mi corazón se hundió. Abria estaba sentada en el suelo, girando un trompo. Las lágrimas subieron por mi garganta, casi ahogándome. —La encontré —grité, estabilizando mi voz para que nadie sospechara cuán devastada estaba de que Matthias no estuviera con ella. Debería estar feliz de que estuviera bien, que no necesitaba un guardián en ese momento. Entré en su habitación y cerré la puerta, apoyando mi espalda contra ella. Cerré mis ojos. ¿Dónde estás? ¿Qué ha pasado? Invadida con el deseo, las lágrimas que había luchado por contener se abrieron camino por mis pestañas y corrieron por mis mejillas. El dolor que sentí en el hospital cuando me desperté y me encontré sin él, regresó. Más poderoso, más profundo y desgarrándome cada vez más. Quería sollozar. Abria alzó la vista hacia mí por un momento, luego volvió a girar el trompo, ajena a mi angustia. Me acerqué a la cama y caí sobre ella, vencida por el cansancio y el

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dolor. Las lágrimas continuaron saliendo de mis ojos y mi cuerpo se estremeció, con una combinación de agotamiento y dolor arruinando mis miembros. —Ah, Zippy, no llores. La agria voz se abrió camino a través de mi tristeza. Abrí mis ojos. Al pie de la cama estaba una mujer mayor con cabello rubio. Me recordó a una gitana. Llevaba un brillante vestido rosa, parecido al que había usado brevemente mientras había estado en el Paraíso, pero el de ella tenía un chaleco lujosamente bordado sobre él. Sus ojos azules eran como los de mamá, centellantes y hermosos. La reconocí de docenas de fotos. Me levanté. —¿Tía Janis? Ella asintió. —Luces miserable. —Yo… est{s‖aquí.‖¿Qué…?‖Pensé‖que‖estabas‖en‖la‖admisión. —Lo estaba, hasta que me fue necesario volver aquí. —¿Conoces a Matthias? —Por supuesto que sí. Un gran joven. Mi corazón daba vueltas. Sentí como si estuviera a punto de estallar en ese mismo momento. —¿Sabes dónde está? Ella se acercó. —No lo he visto, Zippy. Pero sé‖ que‖ se‖ encontró‖ con‖ algunos‖ obst{culos…‖ temporales. —Obstáculos. ¿Qué pasó? Tienes que decirme, por favor. —Ay, cariño. —Ella inclinó su cabeza, con una mirada de entendimiento en su rostro—. No pienses en eso ahora. Tienes que mejorar.

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—No quiero mejorar, quiero a morir para poder estar con Matthias. —Ahora estás hablando como una loca. —Miró con atención hacia Abria, quien seguía girando el trompo. —Mi pequeña ha crecido, ¿no? —Por favor, si sabes algo, dime. He estado preocupada por él. ¿Por qué no está aquí? ¿Hizo algo malo? ¿Es mi culpa? ¿Fue algo que hice? Al ver que Abria estaba ocupada, la tía Janis se sentó a mi lado en la cama. —La verdad es, que no sé dónde está Matthias. Sólo me pidieron distanciarme y ver a Abria por el momento. Mi corazón se hundió. —¿No sabes nada? —Lo siento. —Ella extendió su mano para acariciar la mía y se detuvo, retirándose. Sus dos manos cruzadas sobre su regazo—. Algunas cosas son confidenciales. —Entonces, ¿no eres mi guardián, tampoco? Negó con su cabeza. —No te preocupes. Todo se arreglará. —Odio que digas eso. Mamá me la dice todo el tiempo y me vuelve loca. ¿Cómo puede resolverse algo por sí mismo? Tenemos que resolverlo, ésa es la forma en que funciona. —Lo más importante, Zippy, es que sigas adelante. —¿Por qué sigues llamándome Zippy? —¿No es tu nombre? —Es Zoe.

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—Ohhh. Mucho mejor. Por un minuto, pensé que tu madre tenía una gallina suelta allí en el establo. ¿Cómo está, de todos modos? Dime. Quiero un informe completo. ¿Alguna vez vendió la casa Bryman? Todavía estaba ajustándome a la noticia de que nadie sabía nada sobre Matthias. ¿Eso significaba que tenía que vivir el resto de mi vida sin saber qué fue de él? Cerré los ojos, luchando contra una ola de depresión. —Tal vez ahora no es un buen momento. Todavía estás recuperándote. ¿Qué estaba pensando? Además, Abria está bien. Podemos ponernos al corriente más tarde. —No. Estoy bien, de verdad. —Abrí mis ojos—. Sólo decepcionada. Ella ladeó la cabeza. —¿No has aprendido nada de todo esto? —¿Qué quieres decir? —¿Has tenido experiencias que no muchos mortales llegan a tener y te quejas? Debes ser como Joe, porque la rama familiar de tu madre nunca fue tan corta de vista. —Papá no es corto de vista. —Está bien, perdóname. No conocí muy bien a tu padre. Creo que tus padres se casaron el año en que crucé. —Papá es perfecto —dije. Ella sonrió. —¿Lo es? Bueno, parece que me he perdido algo maravilloso. Háblame de él. Oh, extraño tanto a tu madre. Se merecía lo mejor, siempre le decía lo mismo. —Ella habla sobre ti todo el tiempo. Y aún tiene esa foto del tío Jerry y tú en el fregadero de la cocina. Juntó las manos en su pecho.

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—Qué hermoso. Tendré que decirle a Jerry, estará tan complacido. Debbie fue la chica más feliz. Era un deleite estar con ella. Siempre tenía una sonrisa en su rostro, y una sonrisa que podría derretir un iceberg. —¿Enserio? —Había visto a mamá agobiada por tanto tiempo que casi había enterrado la imagen de su alegría. Pero era feliz cuando Luke y yo éramos niños. —¿Ella no es feliz? —Has sido el guardián de Abria. ¿No la has visto? —Cuando estoy aquí para Abria, todo lo demás se apaga. —¿Es así como sucede con todos los guardianes? —Tal vez Matthias estaba en problemas. Él definitivamente no me había apagado cuando había estado aquí por Abria—. ¿Es ésa la forma en que se supone que es? —No sé de ningún otro guardián que se entremezcle como lo hace tu Matthias. Tragué un nudo. —No vayas a preocuparte por esto. No hay nada que puedas hacer, de todos modos. Es lo que es, ahora que lo es. —Su rostro se ajustó por un segundo, luego juntó sus manos y soltó una carcajada—. Volviendo a tu madre. ¿Qué ha pasado con ustedes? ¿Se han acobardado? Mi boca se abrió pero nada salió. —Necesitas endurecerte. —¿Crees que es fácil tener a Abria aquí? —Es mejor que la alternativa, ¿no? Estaba discutiendo con un ángel. Esto no tenía sentido. —Por supuesto, es lo mejor. —Además, es preciosa. Mírala. Mi cuerpo se quejó cuando me incliné unos cuantos centímetros para poder ver a Abria: yaciendo dormida en el suelo, el trompo en sus manos.

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—Bueno, desde luego, está dormida —murmuré—. Ustedes realmente tienen una forma de hacerle eso. La ceja de la tía Janis se arqueó sobre una sonrisa encantadora. —Lo‖admito,‖ella‖se‖vuelve…‖muy‖relajada‖cuando‖estoy‖aquí. —Lo diré —resoplé—. ¿Podrías extender un poco de aquel polvo del sueño en torno al resto de nosotros? ¿O tal vez dejar un poco de él en un frasco en algún lugar en caso de emergencia? Ella rió, con un tono cantarín que ribeteaba, sonando como un ave de éxtasis. —Tienes el humor de tu madre. Maravilloso. Esperaba que ella transmitiera eso. De repente la puerta se abrió. Mamá estaba de pie, mirándome fijamente. —¿Zoe? Me moví de un tirón, y luego me estremecí por el dolor que causó aquel rápido movimiento. Mamá se acercó a la cama. —¿Estás bien? Necesitas tomarlo con calma. Mis músculos dolían como si acabara de caer por las escaleras. Asentí. —Sí. Bien. —¿Con quién hablas? Eché un vistazo hacia la tía Janis que estaba de pie mirando a mamá de pies a cabeza, con una sonrisa en gigante en sus labios. —Um. Abria. Mamá miró por encima de la cama. —Abria está dormida. —No lo estaba hace unos minutos. —Odiaba mentir. Me levanté.

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Mamá extendió su brazo para que me apoyara. —Gracias. No creo que pueda meterla en la cama. —No esperaría que lo hagas. Tienes ciertamente un efecto en ella. Mírala, está hecha polvo. —Ah, querida Deborah. Qué bueno es verte. —La tía Janis brilló—. Está bien, déjale pensar que tienes el toque mágico, Zoe. —Gracias, lo haré. —Me congelé. —¿Qué harás? —preguntó mamá—. ¿Puedes bajar las escaleras? —Sí, por supuesto. —Caminé hacia la puerta. El olor de comida china se burló de mi estómago vacío. La tía Janis se quedó en la habitación, observando atentamente a mamá, tirando ahora de las sábanas sobre la cama de Abria. —Deborah parece haber perdido peso. Dile que coma más. ¿Alguna vez hizo mis Sunset Rolls? Negué con la cabeza, asegurándome de detenerme cuando mamá se movió a un lado de la cama y tomó a Abria en sus brazos. —Ella solía amar esos rollos —continuó la tía Janis—, se comió un lote completo sola una vez, cuando se quedó conmigo y Jerry. Se enfermó, fue una cosa muy graciosa. Coloqué mi dedo sobre mis labios para indicarle que tenía que dejar de hablar antes de que lo arruinara y le contestara sin querer. La tía Janis agitó una mano, despidiéndose. —Dile que necesita cuidarse mejor. Su familia la necesita. —Se acercó a mamá y la siguió en secreto, lo suficientemente cerca que contuve la respiración, segura de que mamá sentiría la presencia de la tía Janis. Pero mamá simplemente continuó meciendo a Abria en la cama, acariciándole el cabello con cariño, mirando fijamente el pacífico rostro de mi hermana. —La amo tanto —murmuró mamá.

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—Sé que lo haces. Mamá levantó su mirada hacia la mía. —¿Cómo se siente mi otra dulce chica? —Ella caminó hacia mí, y mi corazón se disparó. El tiempo puede hacer que los niños se conviertan en adultos, pero no hay nada que el tiempo pudiera hacer para cambiar el amor de un niño por su madre. En ese momento, quería estar metida en la cama, justo como Abria. Con la seguridad de que todo iba a resultar con una simple pero degastada frase. —Cansada —suspiré. Mamá enroscó su brazo con el mío y salimos por la puerta. Eché un vistazo por encima de mi hombro hacia la tía Janis, que estaba junto a la cabecera de Abria, viéndonos, con sus manos entrelazadas en su pecho. Su sonrisa iluminó la habitación.

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Capítulo 4 Traducido por LizC Corregido por Naty°

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ermanecí en la cama sin poder dormir, a pesar de que mamá me había metido y había disfrutado el paso de regreso a la infancia con el gesto. Sin embargo, mi hogar era donde veía más a menudo a Matthias y

sabiendo que no podría verlo de nuevo era un pensamiento triste que se mantuvo en la vanguardia de mi mente sin importar las pastillas para dormir y el confort familiar. Cada sonido que escuchaba me dejaba sacudiéndome para ver si él estaba allí, mirándome. A medida que la noche pasó, me vi obligada a aceptar el verdadero hecho de que ya no era mi guardián y que no lo volvería a ver, o de lo contrario, ¿por qué no estaba conmigo ahora? Claro, estaba en casa y a salvo. Pero, podría tener repentinamente un ataque al corazón, ¿verdad? Un coágulo de sangre o algo así. ¿Cualquier cosa? Permanecí en la cama a la mañana siguiente devastada, escuchando los sonidos familiares de papá en la ducha, mamá alistando a Abria para el autobús y un puñado de frases de la voz de bajo de Luke. Una sinfonía matutina. Me las arreglé para sonreír. La puerta de mi habitación se abrió y papá, vestido con elegantes pantalones grises y una camisa blanca, asomó la cabeza por la puerta. Estaba anudando su corbata. —¿Te sientes bien? —Bastante bien, gracias. —Es bueno verte en tu propia cama. —Oh, gracias.

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Hizo el intento de cerrar la puerta pero Abria irrumpió delante de él y corrió en mi habitación. Se reía histéricamente, y tenía un paquete de galletas Oreo en su mano. Y estaba desnuda. —¡Agárrala! ¡Tomó las Oreos! —gritó la voz de mamá desde el pasillo. Papá dejó su corbata deshecha y saltó detrás de Abria, pero ella se liberó como un cochinillo engrasado. Me eché a reír. —¿Papá estás perdiendo el toque? —Simplemente acaba de salir de la bañera. —Mamá se apresuró a entrar—. Ella debe haber tenido la Oreos escondidas en su habitación. —Mirando a los dos arrinconarla era como ver una película de comedia antigua en blanco y negro. Finalmente, se encontraron con ella en mi armario. A través de decenas de golpes oí chillar a Abria. Mamá la sacó cargando, besándole el cuello. Papá las siguió, con el rostro enrojecido por el esfuerzo. Detrás de ellos un rastro de galletas de chocolate y vainilla trituradas ensuciaba el piso de mi dormitorio. Papá volvió a anudar su corbata, mientras caminaba hacia la puerta. —¿Cómo dormiste, cariño? —Mamá se detuvo al pie de mi cama, mojada, con Abria retorciéndose en sus brazos. —Bastante bien. —Empujé a un lado mis sábanas, moviendo cada parte adolorida de mí en cámara lenta, y extendí los pies en el suelo—. ¡Uff, estoy adolorida! —¿Vas a estar bien hoy aquí sola? —Mamá salió de la habitación, Abria retorciéndose y gruñendo en su agarre. —Por supuesto. Probablemente voy a dormir. —No te sorprendas si tienes visitas. He recibido llamadas desde que llegaste a casa ayer por la noche. —¿En serio? Y entonces mamá se había ido, sopesando a Abria como un saco de patatas por encima de su hombro, por la puerta y el pasillo.

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Me paré, tambaleé y respiré hondo. Todavía no podía sumergirme en el agua, así que fui a mi cuarto de baño y utilicé una toalla, por lo cual me tomó cerca de media hora secar cuidadosamente la tela húmeda en torno a las vendas. En el momento en que terminé, todo el mundo se había ido y la casa estaba en silencio. Me tomó unos minutos en arrastrarme por las escaleras. Mi estómago gruñó. Por primera vez desde el accidente, tenía hambre. Me preparé un plato de cereal, algunas tostadas y me senté en la mesa de la cocina, sin aliento, asombrada por la fatiga filtrándose en mis huesos. Terminé el cereal y no tenía la fuerza para poner el plato en el fregadero. Me acerqué al sofá y caí sobre él en un ovillo jadeante. Sonó‖el‖teléfono.‖Lo‖miré‖a… kilómetros de distancia en el mostrador de la cocina. ¿Dónde está mi teléfono celular? Me hubiera gustado haberle preguntado a mamá. Era extraño como no había pensado en ello hasta ahora, su importancia era cero en mi lista de prioridades. Matthias era la número uno. El timbre finalmente se detuvo y yo cerré los ojos, imaginando a Matthias en la cocina, su ligereza etérea llenando la habitación con bienestar y amor. En el fondo, me dolía. Lo anhelaba. Lo necesitaba. Lo quería. Lo extrañaba. No había extrañado a nadie así de intensamente desde que era pequeña y mamá y papá se habían ido de viaje, dejándonos a Luke y a mí atrás. Era la primera vez que extrañaba a alguien desde entonces, y la ruptura había cortado directo a través de mi corazón. Debo haberme dormido, porque escuché el timbre de la puerta y abrí los ojos. Me levanté y tomé el largo camino hacia la puerta, mirando afuera a las luces de costado para ver quién era. Britt. Abrí la puerta. Su sonrisa floreció, y entonces vaciló mientras conseguía una mejor mirada de mí. Ella tendió sus brazos. —¿Cariño?

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Nos dimos un abrazo. —Vaya,‖te‖ves… —Lo sé, ¿verdad? Me retiré para que ella pudiera entrar y lo hizo, sus ojos nunca dejando mi rostro mientras cerraba la puerta. —¿Me veo tan terrible? —Ni siquiera había pensado en revisar mi aspecto antes de venir abajo. No me importaba. —No terrible, simplemente agotada. Pero aún así. Es tan bueno verte. —Se envolvió suavemente a mi alrededor una vez más, su aroma a baya llenando mi nariz—. No sabía qué pensar, Zoe. Todo el mundo estaba muy asustado por ti. Tu mamá. Ella retrocedió, mantuvo sus manos sobre mis hombros. —Era una ruina. Asentí con la cabeza. —Sí, lo sé. —Sintiéndome débil me arrastré en el suelo, me dirigí hasta el sofá de la sala familiar. Britt me siguió. —Así que, ¿cómo estás? —preguntó. Britt y yo nos dejamos caer sobre el sofá. —Adolorida. Cansada. —Has perdido peso. —¿Sí? Bueno, eso es siempre una buena cosa, ¿verdad? —Como si lo necesitaras, Zoe. —Britt trató de reír, pero le salió falsa—. Estás muy pálida. —No he visto mucho el sol las últimas tres semanas, Britt.

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—Sí.‖Así‖que… —Britt, la que nunca se quedaba sin palabras, parecía buscar qué decir—. Por lo menos el sujeto está en la cárcel. Qué perdedor. —Sí. —¿Estás enojada con él? —Sobreviví, ¿cierto? —Y gracias a él, había tenido los momentos más maravillosos de mi existencia. Con Matthias. ¿Cómo podría estar enojada? Sólo que, a causa de él, ya no sabía dónde estaba Matthias, tampoco. Él estaría todavía en mi vida si el accidente nunca hubiera ocurrido. —¿Qué pasa? —preguntó Britt. —Nada. ¿Qué ha estado pasando? Me siento tan fuera de todo. ¿Weston y tú todavía están juntos? Acurrucó sus piernas por debajo de ella y se quedó en blanco por un momento. —Weston… Una oleada de pánico me abrumó. —¿Qué? —¿Le había hecho daño? Matthias me había asegurado que ni Weston ni Brady repetirían su intento de asalto después de su intervención, poniendo mis preocupaciones en descanso. Ella tomó un hilo flojo del tejido del sofá. —No es el mismo. —¿Quieres decir que quedó marcado? Lo último que me dijiste, es que se veía muy mal. —No es eso. Esas pequeñitas cosas finalmente se fueron. Pero tuvieron que pasar semanas. Y todavía tiene algunas manchas rojas. Pero ya la mayoría se han desvanecido. —Eso debería hacerlo feliz. —De eso se trata. Está totalmente cambiado.

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—¿Qué quieres decir? —Es diferente. Solitario. Y no quiere hablar conmigo. —¿Por qué no? Se encogió de hombros. —No sé. —¿Qué dice Brady acerca de todo esto? —Él no dice mucho. Ninguno de los dos habla sobre lo que pasó. Supongo que es bastante humillante, todo el mundo enterándose sobre sus forúnculos y esas cosas. —Así que, ¿seguiste adelante con tu plan y difundiste la palabra? ¿Llegaste a Weston y le tomaste una fotografía? Eso podría explicar por qué no quiere hablar contigo. —No hice eso —espetó ella—. ¿De verdad crees que haría eso? —Dijiste que eso era lo que ibas a hacer. Estabas muy enojada con él la última vez que te vi. —Sí, bueno, no haría eso, sin importar cuán enojada estaba. Lo amo. Ella oscilaba fría y caliente como un grifo. —Está bien. Entonces, ¿cómo todo el mundo en realidad averiguó lo que pasó? — Una astilla de miedo excavó en mí. ¿Alguien me relaciona con la fiesta y el extraño brote de Brady y Weston? —Nadie sabe nada, excepto que ambos, Brady y Weston, bajaron con furúnculos al mismo tiempo. —Así que, ¿Weston nunca llevó a cabo la venganza, como dijo que iba a hacer? Ella negó con la cabeza, viéndose triste. —Eso es lo que no entiendo. Podría haberlo hecho, me lo merecía. Él es muy dulce. Supongo que simplemente no podía decidirse a hacerlo. Odio que ya no me hable más. No tiene sentido.

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¿Weston dulce? Me estremecí, pensando en su complot entre él y Brady para violarme. Si Matthias no hubiera intervenido‖y‖me‖hubiera‖salvado… me estremecí de nuevo. —¿Tienes frío? —preguntó Britt. —No. —Indignada, estaba mejor. Ambos chicos habían obtenido lo que se merecían cuando habían bajado con el caso más atrozmente crudo de acné que he visto. Todavía no estaba segura de que era cortesía de Matthias, pero cuando él me había dicho sobriamente que se había encargado de ellos, tuve la sensación de que las pústulas fueron de su creación. Hablar de Weston y Brady me cansaba. Me apoyé en el respaldo del sofá, envolviendo mis brazos alrededor de uno de los cojines decorativos y sosteniéndolo contra mi pecho. Cerré los ojos, con lágrimas detrás de ellos. Matthias, te echo de menos. —Entonces, ¿qué debo hacer? —preguntó Britt. Manteniendo los ojos cerrados, tomé una respiración profunda. —Él no vale la pena, Britt. Es una escoria. Un pervertido. Un perdedor. Encuentra a alguien más. —Miré hacia ella. Su boca colgaba abierta y sus ojos ardían. —Es fácil para ti decirlo. Nunca has tenido a nadie como él, Zoe. Estaba tan fuera de sí, que no me molesté en defender mi explicación. Britt no reconocería el amor verdadero si incluso éste envolviera sus brazos alrededor de ella. —Bien. Entonces moléstalo hasta que se rinda. —¿Por qué eres tan perra sobre esto? —Caramba, no lo sé —le espeté—. Tal vez porque todavía estoy recuperándome de ser golpeada por un auto aproximándose a ochenta kilómetros por hora y pasar tres semanas en el hospital.

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El aire entre nosotras chisporroteaba. Britt se tensó, miró, y luego dejó escapar un suspiro. —Sí. Probablemente sea eso. Podría haber puesto en blanco mis ojos, pero no lo hice. Estaba demasiado cansada. —Estoy realmente destrozada. —Oh, sí. ¿Quieres que me ponga en algo? Podemos ver si hay alguna película en Lifetime, hacer un día sólo de chicas, pedir una pizza. ¿Acaso ve que parecía estar recuperándome de un atropellamiento? —¿Qué hay de la escuela? —Nah. No tengo que ir. Además, veré a Weston y eso será insoportable. —Se dio cuenta de que apretaba un cojín contra mi pecho y tomó uno para ella, sosteniéndolo con fuerza—. Lo quiero mucho, Zoe. ¡Estas últimas semanas han sido una maldita tortura! Así que de este modo era como iba a ser: yo soportándola y ella soportando a Weston. —Lo sé. —Tengo que llegar a él. —Sí. —Tengo que hacerle ver que sigo siendo la única para él. —¿La única para qué? Britt, ni siquiera te has graduado de la secundaria. —Pero lo haremos en unos pocos meses. Él es el único, Zoe. Lo sé. Nunca me he sentido así antes con ninguna otra persona. Nunca. Éste tiene que ser. —Sus ojos se clavaron en los míos—. No puedo esperar que entiendas lo que siento. Es amor, Zoe. Amor. La palabra se clavó en mi corazón. Mis brazos se apretaron alrededor del cojín contra mi pecho. Era una hipócrita. Sabía lo que era el amor, amaba a Matthias.

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Sin embargo, Britt‖y‖Weston,‖y‖Matthias‖y‖yo… la comparación era como comparar arena con piedra. Uno de ellos era sólido, algo que puedes sostenerse firme, construir sobre él, algo que duraría para siempre. La otra volaba con el capricho de la brisa y se desvanecía en la distancia. Aunque, si tuviera la oportunidad de ver otra vez a Matthias, sabía lo que haría. —Entonces, tienes que ir tras él.

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Capítulo 5 Traducido por flor_debelikov99 Corregido por Emii_Gregori

B

ritt‖se‖quedó‖y‖miramos‖Danielle’s‖Steeles Jewels, una vieja mini serie que no paramos de ver durante 6 horas. Mal elección para ella, porque se la pasó gritando todo el programa. Me quedé dormida de

rato en rato, pero me despertaba con sus ocasionales grititos. Ni siquiera cuando mis padres llegaron, hicieron la cena y comimos, Britt se levantó de su puesto en el sofá, el usado, con pañuelos descartables rodeándola como un vestido de novia. Luke se la cruzó en su camino a la cocina para ayudar con la cena, y le echó una mirada interrogativa. Mi papá andaba en puntillas. Y mi mamá seguía ofreciéndole algo para comer, pero Britt se negaba y seguía pegada a la pantalla. Finalmente, el programa terminó, y me abrazó en la entrada. —Gracias por dejarme quedarme aquí, lo necesitaba. Estaba tan cansada, apenas podía mantener mis ojos abiertos. —No hay problema. —¿Te veré en la escuela mañana? Ella realmente estaba ciega. —No por unos días. —De acuerdo, bueno, llámame. ¿Ya? Asentí. Se despidió con la mano y caminó hacia su automóvil, justo cuando otro auto, lo reconocía pero no sabía de dónde, estacionó en la vereda. Chase salió del Ford Taurus beige. Mis ojos se abrieron enormemente. Mierda. Cerré de golpe la puerta.

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Corrí, tan rápido como alguien herido podía, hasta el espejo que estaba en el semibaño para poder verme. Estaba tan pálida, parecía un vampiro, con ojeras azules y mejillas pálidas. Necesitaba un bronceado urgente. Y cambiarme de ropa. —Mamá, hay alguien en la puerta por mí. Necesito cambiarme. —Está bien, lo haré esperar en la sala. —Su voz venía de la cocina. Subí las escaleras. —Gracias —jadié al llegar arriba. ¿Por qué me estoy matando? Sólo es Chase. Me giré y bajé las escaleras, encontrándome con mi mamá en la puerta. Me dio una mirada. —¿Estás segura de que no quieres que le diga que no aceptas visitas? —Mamá, eso me hace sonar como una diva. —Te hace sonar como una chica recuperándose. Honestamente, no puedo creer que Brittany se haya quedado hasta tan tarde. —Sí, bueno, puedo hacerlo. Mamá tocó mi mejilla y sonrió. Cuando el golpe en la puerta llegó, ella se detuvo. —¿Estás segura? Asentí. Además, iba a ser bueno ver a Chase. Él, de todas las personas, sería el que menos se preocupara de cómo me veía. Mamá abrió la puerta, los ojos marrones de Chase se encontraron con los míos, y se abrieron un cuarto más debajo de sus anteojos dorados. Usaba caquis y unos mocasines rosados tipo Oxford de rayas diplomáticas. —Wow, Zoe, estás de vuelta. —Hola. Su cara se tornó de un suave color rosado, como las rayas en su camisa. Estrechó su mano con la de mamá. —Chase.

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—La mamá de Zoe. —Sacudieron sus manos. —Un placer conocerla, mamá de Zoe. Mamá se apartó para que Chase pudiera entrar. Después de que lo hizo, cerró la puerta y fue hacia la cocina donde pude escuchar la televisión y a Abria divagando con voz monótona. Señalé la sala y Chase y yo fuimos al lugar limpio y ordenado lugar que mamá había logrado, llenándolo de antiguas pinturas, tranquilizantes colores pasteles de verano y cuadros panorámicos. —Deberías sentarte —insistió Chase. Prácticamente me desmayé en el sillón. —Sí, estoy muy agotada. —Capaz que ahora no es un buen momento para que esté aquí. —No, no, siéntate. —Golpeé el sofá. Chase se sentó lentamente. Sus ojos no me dejaron nunca. Me estremecí bajo su intensa mirada mientras se deslizaba por mis pantuflas, a mis piernas cubiertas por el pijama, hasta mi pecho, capaz que escuchara sobre él y quería comprobarlo por sí mismo, y rápidamente hacia mi cara. —Entonces, ¿cómo estás? —Se sentó como una regla sostenida en el sofá. Sonreí, y me sentí mejor por llenar el hueco en mi pecho. —Lo estoy llevando bien —dije poniéndolo a gusto. —He intentado hablar contigo. No puedo creer lo que te pasó. Quiero decir, fue tan sobrenatural. Un momento estabas conmigo en‖ Starbucks,‖ y‖ en‖ un‖ segundo…‖ yo estaba‖muy…‖fue…‖fue‖muy‖malo. No había pensado en el impacto que había tenido en él. Palideció solamente al recordar lo que pasó. Lo detuve, y palmeé su rodilla, y pasó su mirada a mi mano. —Está bien. Su mirada pasó de mi mano a mis ojos. —Estoy aliviado de‖que…‖estés‖bien.

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Sin mover mi mano, me senté al revés, y suspiré. —Fue muy raro. Chase vaciló antes de acercarse. —Pero, ¿qué paso? Matthias estaba contigo. —No sabía que iba a haber un accidente. —¿No lo sabía? Sacudí mi cabeza. —Sólo sabía que lo necesitaba. Después sucedió. Sus ojos se ampliaron. —Para mí que tenía un presentimiento. —Lo que entendí es que tenía dudas, pero que los detalles son tan claros para él como para todos. —Eso no puede estar bien, Zoe. ¿Cómo es que los guardianes pueden estar al instante en un lugar, e intervenir como quieran? —Porque solamente tienen que pensar en un lugar y ahí estarán. ¿Recuerdas? —Bueno el punto es que intervino. Salvó tu vida. Pero, morí. Eso me hace querer saber que pasó exactamente —Sí. —Entonces, ¿esto es difícil de hablar? —No en realidad. —Me sentía agradecida de tener a Chase para conversar, honestamente. —Me gusta hablar contigo sobre esto. Sus mejillas se tornaron rojas. Bajó sus ojos antes de que me volviese a mirar. —¡Eso es genial! —Sus manos jugueteaban—. Todos en el periódico escolar me preguntaron por ti. Creo que pensaron que sabía algo.

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—¿Y? Se encogió de hombros. —¿Eso no te molesta? —Claro que no. ¿Por qué tendría que molestarme? —Después entendí a lo que se refería. Las personas del periódico pensaban que estábamos juntos. Sus mejillas seguían tornándose rosadas, como una bailarina de striptease en las Vegas. El look tímido era lindo. No tuve corazón para recordarle que mi corazón seguía siendo de Matthias. Pero después, él había sido el que me dijo que estaba enamorada de Matthias. De alguna forma silenciosa, introspectiva e inteligente, Chase había visto la verdad. Más chocante que verla, Chase me había ayudado a hacerle frente a mis sentimientos. Me miró durante un largo rato. Por alguna razón, la oscuridad, imposible de leer en su mirada me hizo sentir nerviosa. No en una mala forma. Solamente no estaba segura de lo que estaba pensando. —Te ves bien. —Su voz sonó ronca. —¿Lo hago? —Me reí—. Para una chica que fue golpeada por un camión, ¿no? Sacudió su cabeza. —Te vez linda. Aún con moretones. Un incómodo silencio nos separó. —Bueno, gracias, creo. —En ese momento quería contarle todo lo que había pasado, pero no estaba segura de tener energía para preguntas que sabía que iba a tener. —Weston y Brady volvieron a la escuela —dijo. —Eso fue lo que escuché. —¿Por Brittany? ¿Sigue saliendo con él? —¿Ahora eres chismoso o esto es extraoficial?

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El lado derecho de su boca se levantó. —Extraoficial. —Ya no están saliendo. No es que a alguien le interese. A nadie le tendría que interesar, digo. Es tan estúpido seguir quién sale con quién en la secundaria. —Quizás para ti —dijo Chase—. Pero hay un montón de chicos que quieren saber si Brittany está libre. Casi puse mis ojos en blanco. —Claro. —Sin mencionar las chicas que están detrás de Weston. Pero, él es diferente. No lo sé,‖capaz‖que‖es‖la‖plaga…‖como‖la‖cosa‖que‖le‖golpeó‖a‖él‖y‖a‖Brady,‖pero‖el‖tipo‖ no es más el mismo. —Eso es lo que Britt dijo. ¿En qué es diferente? —¿Sabes cómo bajaba las escaleras rodeado por personas? Ya no sucede. Va él solo. No lo había visto así desde que el equipo de fútbol americano perdió contra los Lone Park. Y además, le lanzaron un pase asesino, la intercepción no fue su culpa. —Tienes una buena memoria. Chase asintió y se subió los anteojos hasta la nariz. —Y nunca lo vi solo en el almuerzo. Sólo los perdedores hacen eso. Pero, últimamente, lo veo pasear por los pasillos. Solo. —Hombre —suspiré—. Eso es raro. —Y‖Brady‖era‖como‖un…‖matón.‖Ahora‖es‖detestable. —¿A qué te refieres? —Está en mi clase de cálculo y el tipo se convirtió en un perdedor. —Eso no me sorprende. —Había visto lo que les pasó directamente. Pero en lo que a mí me concierne, los dos eran perdedores desde antes.

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—Está en sus ojos. Algo malo. Weston me detuvo un día y me preguntó si sabía algo de ti. —Se encogió ruborizándose—. Quizás piensa que nosotros somos, tú sabes… —¿Entonces qué le dijiste? —Sólo lo que sabía en ese momento, que seguías en el hospital en cuidado intensivo. Sigo sin poder creer todo lo que pasó. Casi mueres, Zoe. Respiré profundamente. Me detuve. —Sí morí, Chase. Su boca se abrió. —¡Lo sabía! ¡Lo sabía! —Se acercó—. Tenía un presentimiento sobre eso. Nadie dijo nada, pero cuando fui al hospital y vi que estabas en cuidados intensivos, pensé que era algo malo. ¿Recuerdas algo? Cerré mis ojos. ¿Se lo podría decir sin llorar? El tiempo no aliviaba o amortiguaba el dolor que aún sentía por Matthias por más que lo necesitara. —Sí, recuerdo. —Apenas podía escuchar mi propia voz, tan suave y distante. Mantuve mi mirada y mis dedos retorciéndose, agarrados a mis rodillas, mientras compartía con Chase todo lo que había pasado desde el choque hasta que me desperté. Amplió sus ojos marrones detrás de sus anteojos. Cuando terminé, un gran incómodo silencio llegó. —Wow. Zoe, eso fue intenso. Asentí, manteniendo las emociones que temblaban en mis mejillas. —Sí. —¿Y no viste a Matthias desde ese momento? —No. Me he estado preguntando por qué. ¿Hice algo malo? ¿Él hizo algo malo? Se sentía tan bien, estar juntos, no había ninguna oscuridad ni malos sentimientos en lo más mínimo cuando estaba pasando.

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—Un minuto, él es tu guardián, pero vuelves y no aparece en ningún lugar. Un agujero apareció en mi interior. —Sí. —¿Quién puede saber la respuesta a eso? Tal vez otros guardianes. Pero, ¿cuándo vas a tener la oportunidad de preguntarles sobre esto? —Vi a mi tía ayer. —¡¿Qué?! Zoe estás anotando más puntos que Babe Ruth en aquel desempate. ¿Qué pasó? ¿Puedes contarme? Miré alrededor, asegurándome de que seguíamos solos. Lo estábamos, así que continué. —Fui arriba a chequear a Abria. Había estado callada por un largo rato así que pensé‖ que…‖ Matthias‖ iba‖ a‖ aparecer…‖ pero‖ mi‖ tía‖ estaba‖ ahí‖ en‖ su‖ lugar.‖ — Cuando le expliqué que la tía Janis no tenía idea de dónde estaba Matthias, sólo que no iba a aparecer en un rato, una mirada de rompecabezas resuelto apareció en su rostro. Suspiró. —Puedes ver porque estoy un poco confundida —dije. —Puedo‖verlo,‖pero‖Zoe,‖tu‖tía…‖aún‖sigues‖viendo‖espíritus.‖Eres‖increíblemente suertuda.‖ Wow.‖ Esto‖ es…‖ un‖ destapador‖ de‖ mentes‖ que‖ supera‖ a‖ todos‖ los‖ destapadores de mentes. —Se detuvo, lentamente—. Piensa en lo que has visto, dónde has ido. Has ido a lugares donde nadie puede ir. En realidad sí pueden ir, pero pocos pueden volver y decirte cómo fue. Es asombroso. —Estoy segura de que más personas que yo han ido al Paraíso y han vuelto Chase. Lo último en lo que quería pensar era que era superior que alguien más por experiencia. —Pero ese tipo de experiencia es personal. ¿Cuántas personas han vuelto y han difundido lo que les pasó? No muchas, puedo decirte. —Leí mucho sobre todo allí afuera, sobre la vida y la muerte, pero sé que nadie ha llegado tan lejos como tú.

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—Como dije antes, hubo otros. Solamente no dijeron nada. —Una ola de pánico me atravesó—. Tú tampoco vas a decir algo de esto. ¿Lo prometes? Sus ojos marrones encerraron hacia los míos. —¿No le vas a decir a nadie? Con esfuerzo forcejeé con mi pie para hacer mi punto claro. —Esto es mi experiencia Chase, no la tuya. ¿Entiendes? Y no, no le voy a decir a nadie. Ni siquiera mis padres lo saben. Eres el único. —¿Lo soy? —Sus ojos se ensancharon—. Wow. —Y necesito confiar en ti. ¿Lo prometes? —Sí, lo prometo. Es un honor que me lo hayas contado. —¿Quién más entendería? —Cansada, me tiré en el sofá. Chase se sentó detrás de mí. —¿Estás bien? —Cansada. —Tendría que irme. —Perdón, no quiero ser una estúpida. —Deberías irte a la cama. ¿Puedo decirle a los que me pregunten si estás bien? Asentí, sonriendo. —Sí, eso estaría bien. Gracias por preguntar. —¿Quieres que te ayude a subir las escaleras? —Hum. No, gracias, creo que puedo hacerlo sola. —Me levanté, y Chase me siguió con las manos en los bolsillos. —¿Estás segura? No sería un problema. —Sus ojos siguieron el camino hasta las escaleras—. Llevé en brazos a mi mamá cuando se rompió el tobillo.

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Me reí. —¿Ibas a llevarme en brazos? —Me miró herido porque me había reído. Borré al instante la sonrisa en mi cara—. Eso suena realmente dulce Chase. Quizás la próxima. Pero, mis padres están aquí y se preguntaran qué estamos haciendo. —Oh, oh cierto. Sí. Caminamos hasta la puerta de entrada y la abrí. Paró en el marco y se volvió. —¿Te puedo abrazar? —Sí, claro. Tentativamente, Chase me envolvió como a una figurita de cristal. Se sentía muy fuerte para un tipo de oficina. Y olía como Zest. Su cabeza se acercó más a mi cuello por un segundo y una sensación de cosquillas se extendió por mi cuerpo con calidez. Después se alejó, sus labios formaban una mueca rara. Sus mejillas presentaban un leve rubor. —Gracias Zoe. ¿Gracias? Casi le hago una llave en el brazo. —Claro, no hay problema. Gracias por venir. Salió de la puerta. Lo observé irse por la pasarela, con postura derecha. Se dio la vuelta, despidiéndose una, dos veces. Después se tropezó, se regañó a sí mismo y no se volvió a dar la vuelta.

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Capítulo 6 Traducido por Simoriah y Little Rose Corregido por Caamille

D

ormí mucho esos primeros días en casa. Como un viajero que regresa de un largo viaje, seducida por la sensación de mi colchón bajo las sábanas de franela, el aroma y el crujido de mi suave

almohada bajo mi cabeza. Y, al pasar los días, despertar se me hacía más fácil. Las horas se arrastraban, incluso navegaba por Internet, leía y veía una ocasional repetición de una mini serie en Lifetime por la que Britt dejaba la escuela para unírseme. Luke trajo a casa algunos de mis trabajos y notas de los profesores, muchos de los cuales‖todavía‖tenían‖una‖predisposición‖al‖estilo‖de‖“tómatelo‖con‖calma”.‖En‖las‖ noches, mamá y papá intentaban estar conmigo tanto como les era posible después de compartir las tareas de Abria. Incluso Luke se ofreció a meter a Abria a la cama en lugar de mamá por dos noches seguidas. Los días se reciclaban. Pero de cualquier manera, mi primer pensamiento al levantarme era Matthias, como también era lo último en lo que pensaba antes de ir dormir cada noche. Después de otra semana de convalecencia, estaba lista para volver a la escuela. Una combinación de fuerza agregada, aburrimiento y curiosidad alimentaron mi decisión. Mientras me vestía para el día del regreso, me paré frente al espejo y me di cuenta de que había cambiado. No físicamente, aunque había perdido algunos kilos que todavía no habían vuelto y mi piel estaba tan pálida, que las venas azules lucían como finos mapas de carreteras. Aún estando en recuperación, lucía ligera. Feliz. Mi alma había hecho un viaje que ahora brillaba en mi semblante.

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No me había mirado realmente por un largo tiempo y a pesar del hecho de que debajo de mi camiseta roja de mangas largas había un pecho con cicatrices, estaba más complacida con la forma en que me veía de lo que jamás había estado. Llevaba mi cabello oscuro algo fino, suelto y lacio. El estrés había dejado su marca en él, eso era seguro. Mis jeans estaban un poco sueltos para mi gusto, pero eran todo lo que tenía. Porque estaba prevista una nevada, usaba botas de gamuza que lucían como pantuflas de esquimales. Encontré a Luke en su Samurai, el motor tosiendo y ahogándose para arrancar. Di la vuelta hacia el lado del pasajero, abrí la puerta y la cerré con un sonido metálico. ―Hombre,‖extraño‖mi‖automóvil. ―Oye,‖este‖bebé‖no‖es‖tan‖malo.‖―Él‖sacó‖el‖automóvil hacia la calle, el vehículo tabaleándose y deteniéndose como un hombre de ochenta años muriéndose de c{ncer‖de‖pulmón―.‖¿Mam{‖y‖pap{‖dijeron‖algo‖acerca‖de‖comprarte‖otro? ―No‖hemos‖hablado‖al‖respecto.‖―Ni‖siquiera‖lo‖había‖pensado. ―Sabes…‖ conozco‖ al‖ tipo‖ que‖ te‖ golpeó.‖ ―Luke‖ sostuvo‖ mi‖ mirada‖ por‖ un‖ segundo. ―El‖tipo‖de‖la‖Casa de los Troncos, ¿verdad? Asintió. ―Lo‖sacaron‖de‖la‖calle.‖La‖casa‖est{‖cerrada. Eso era bueno. ―¿Te‖has‖mantenido‖limpio? La mirada de Luke fue al camino. Se encogió de hombros. ―Aquí‖y‖allí.‖Sólo‖porque‖la‖casa‖no‖funcione‖no‖significa‖que‖no‖pueda‖conseguir‖ cosas. He intentado mantenerme limpio, pero, tengo que admitir, justo después del accidente, fumé como cincuenta dosis en tres días. ―Luke,‖eso‖es‖una‖locura. ―Sí,‖bueno…

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Miré por la ventana pasar las casas. La adicción a las drogas de Luke no me había atormentado desde el accidente. Por mi espalda y sobre mis hombros, presionando dentro de mi corazón, la pesada preocupación por él que había acarreado antes de morir estaba ahí de nuevo. Cerré mis ojos, dejé salir un suspiro silencioso. Así es la vida. Preocuparse por las personas, amarlas tanto que voluntariamente tomabas sus dolores y tristezas con esperanzas de que al compartir la carga, las suyas se hicieran más livianas. Antes de haber conocido a Matthias y ver su genuino amor por Abria, por mí y por mi familia, sin excluir a la humanidad en general, hubiera dicho que podía sacarme las preocupaciones‖ de‖ encima‖ con‖ un‖ “como‖ sea”.‖ Pero‖ eso‖no‖funcionaba‖ahora.‖El‖“como‖sea”‖era‖una‖mentira‖endeble‖a‖través‖de‖la‖cual‖ podía verme. ―¿Hay‖algo‖que‖pueda‖hacer‖para‖ayudarte?‖―pregunté. La mano derecha de Luke se apretó en el volante. Lo atrapé con la guardia baja con la pregunta; parecía costarle pensar en qué decir. ―Estoy‖bien. Eso esperaba. ―¿Cómo‖va‖la‖escuela,‖amigo? ―Bien.‖Estoy‖haciendo‖algunos‖trabajos.‖No‖me‖va‖genial‖en‖ninguno,‖pero,‖tienes‖ que empezar en algún momento, ¿verdad? ―Sí.‖Est{ bien como vas. ―Es‖difícil.‖Veo‖personas‖allí,‖¿sabes?‖Personas‖con‖la‖que‖he‖consumido.‖Personas‖ a las que les he comprado cosas. ―¿Realmente‖ van‖ a‖ clases?‖ ―bromeé.‖ Dejó‖salir‖ un‖ resoplido―.‖ Bueno,‖ estoy‖ de‖ vuelta ahora, así que puedes pasar el tiempo conmigo si quieres. ―Quiz{s. Nunca hemos pasado tiempo juntos en la escuela, no desde los días de primaria cuando el pequeño y tímido Luke nos había seguido a mis amigas y a mí por todos lados, su cabello rubio enmarcando su rostro como un halo sobre sus redondos ojos azules. Siempre había sido la quinta (y masculina) pata, pero a nadie le

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importaba. Mis amigas pensaban que era dulce, lindo y adorable, un hecho que él parecía disfrutar cuando éramos más jóvenes. Habría hecho lo imposible para incluirlo, y me aseguraría de estar allí, sin importar lo que fuera. Había sido enviada de vuelta por una razón. La vida era mía de nuevo, y no desperdiciaría un segundo haciendo algo inútil cuando podía hacer algo para ayudar a alguien. Luke entró al atareado estacionamiento y esquivó cuerpos pastoreando entre los carriles, hacia los edificios. Todos a los que pasábamos nos miraban dos veces al verme. ―Dios.‖ Me‖ siento‖ como‖ si‖ fuera‖ una‖ celebridad‖ ―masculló‖ Luke,‖ buscando‖ un‖ lugar. Nunca había tenido la sensación de que él estaba celoso de mi popularidad. ¿Lo estaba? Me encogí por dentro. La popularidad era frágil y fugaz. Estacionó y salimos. Los estudiantes que caminaban más cerca hicieron sus movimientos más lentos y nos miraron. ¿Todos habían oído acerca de mi seno y estaban revisando mi figura? Llevaba mi mochila apretada contra mi pecho. Luke y yo nos mezclamos con los otros estudiantes. El calor sonrojó mi rostro, al sentir ojos analizándome de pies a cabeza. ―Zoe,‖ es‖ bueno‖ tenerte‖ de‖ vuelta.‖ ―Oí‖ decir‖ a‖ una‖ voz‖ masculina‖ desde‖ mi‖ derecha y me volví. Un chico de una de mis clases me saludó con la mano. Asentí, sonriendo. ―Gracias.‖ Es‖ bueno‖ estar‖ de‖ vuelta.‖ ―A‖ mi‖ lado,‖ Luke‖ pareció‖ tensarse‖ bajo‖ la‖ atención. ―Hola, Zoe. ―Zoe,‖¿cómo‖est{s? ―Zoe,‖bienvenida‖de‖vuelta.

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Saludé con la mano, sonreí y dije hola a todos los que me hablaron, avergonzada, complacida y confundida. Tanta gente que ni sabía que me conocía. ―Dios‖ ―dijo‖ Luke‖ y‖ vagabundeó‖ en‖ la‖ dirección‖ opuesta cuando llegamos a la bifurcación del corredor. Saqué mi teléfono y le mandé un mensaje de texto. ¿Te veo para el almuerzo? Me detuve, mirando su cabeza rubia moverse en la multitud. Él metió la mano en su bolsillo, sacó su celular, leyó, y lo metió de vuelta con fuerza. Con tristeza, continué hacia mi clase. Luke no estaba equivocado. Donde andaba la gente me miraba como si fuera una celebridad. O un fenómeno. No tenía idea de lo que la gente había oído. Mamá no le había contado a nadie lo de la herida en mi seno, dijo que ésa era mi noticia para compartir y sólo mía. ¿Luke lo había hecho? En uno de sus momentos drogado, ¿había contado que su hermana ahora estaba desfigurada? Ni siquiera le había contado a Britt. Britt me encontró en la clase de historia y fue efusiva, su atención fue como una fuerte tormenta, con agua que caía con fuerza empapándome hasta la piel. Con Britt, siempre que la atención era tan grande, ella se aseguraba de estar de pie bajo esa lluvia garantizando que se mojaría también. Su voz se hizo más fuerte, sus movimientos más exagerados y su conocimiento se hizo tan obvio como un payaso de circo. ¿Alguna vez yo había actuado así? Estaba tan mortificada por su actuación, que mis respuestas fueron reservadas, sorprendidas, como si fuera una niña mirando ese payaso en el circo. Nuestro profesor, el Sr. Brinkerhoff respetuosamente me permitió algunos minutos para aclimatarme, me preguntó cómo me sentía y soportó quince minutos de la actuación de Britt cortando su tiempo, pero finalmente le dijo a Britt que era momento de empezar la clase. Britt me mandó mensajes durante toda la clase, primero quejándose sobre cuán aburrida era la clase, pero eso no duró mucho. Weston pronto se convirtió en su tema de interés.

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Busquémoslo en el almuerzo. Voy a comer con Luke. Qué!?!? Bien, él puede buscar a Weston con nosotras. Lol lo dudo. No, en serio. Tengo que encontrarlo, por favor???? Y yo tenía que asegurarme de que mi hermanito estuviera bien durante el almuerzo. Más tarde, ok? Tengo que ponerme al día. Está bien pero lo planearé. Después de historia, Britt fue a su siguiente clase sólo después de que le prometí reunirme con ella en el almuerzo. Pensar en pasar quince minutos con Britt, el petardo viviente, en su persecución de Weston, me dejaba exhausta. No. No iba a suceder. Le mandé un mensaje a Luke: ¿Almuerzo? Esperé por su respuesta. Nada. En el corredor, rozada por estudiantes desolados en su camino a clase, me moví más lentamente, cada músculo drenado de energía por el esfuerzo de esta mañana. Me paré frente a mi casillero jadeando. Sudando. Quizás venir a clase por un día completo fue una mala idea. Giré la perilla, abrí la puerta y cerré mis ojos, metiendo mi cabeza dentro lo suficiente para que nadie pudiera ver mi exhausto rostro. ―Zoe. Me di vuelta de un brinco. Krissy. Vestía su usual jumper azul, del tipo que las mujeres embarazadas o polígamas visten, sobre una camiseta blanca de mangas largas.

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Pero, la sonrisa que llevaba brillaba más que su error de moda. De todos modos no me importaba lo que vistiera. Lo que me importaba era que todavía estaba allí, viva y sonriendo después de que yo había visto a su abuelo, su guardián, cuando estaba empeñada en lastimarse por razones de las que todavía no estaba muy segura. ―Hola,‖Krissy.‖¿Cómo estás? ―Bien.‖Oí‖lo‖que‖sucedió.‖¿Est{s‖bien? Cansada, me apoyé contra la puerta abierta de mi casillero. ―Estoy‖ bien,‖ gracias.‖ Lamento‖ no‖ haber‖ estado‖ disponible‖ para‖ pasar‖ tiempo‖ contigo. Ella lució desconcertada. ―Estuviste en un accidente de automóviles. No esperaba nada de ti. ―Lo‖sé.‖Pero…‖¿todo‖est{‖bien‖contigo? Levantó un hombro, miró alrededor. Sus ojos se fijaron en algo y seguí su mirada por el corredor hasta el siguiente bloque de casilleros. Weston. Estaba de pie mirándonos, su postura firme como piedra, su rostro pálido. Sus oscuros ojos estaban agrandados, ilegibles desde la distancia. La campana chilló, asustándonos a Krissy a mí, pero ella no apartó su mirada de Weston. Finalmente, se volteó y me miró. ―De‖cualquier‖manera,‖estoy‖feliz‖de que estés bien. ―Gracias. Lentamente, retrocedió, sus ojos yendo de Weston hacia mí mientras el corredor se vaciaba de cuerpos. ¿Sabía lo que había pasado en la fiesta? La miré a ella, y a Weston, quien estaba de pie como una estatua junto a su casillero, su mirada disparándose a través de la extensión del corredor, dirigida a mí. ―¿Puedo‖llamarte?‖―le‖pregunté‖a‖Krissy.

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Se detuvo, pestañeó, como si estuviera sorprendida, luego asintió. ―Seguro. Luego se fue, cada tanto arrojando miradas sobre su hombro a Weston, quien no lo notó. Me miraba a mí. Un temblor sacudió mi cuerpo. La última vez que había visto a Weston, tenía sus brazos a mi alrededor en su casa, durante una ruidosa fiesta que había dado. Él y Brady habían puesto algo en mi Coca Cola dietética porque yo había renunciado a beber alcohol y ellos planeaban vengarse de Britt violándome. Los dos se habían reído, me habían dicho que necesitaba soltarme, todo mientras malvados espíritus negros se arrastraban como voraces murciélagos sobre sus cuerpos. Recordar la aterradora imagen hacía que mi sangre se helara. Temblé. No veía ningún espíritu negro ahora, y eso era bueno. Las escalofriantemente traslucidas criaturas me aterraban. Levanté el mentón hacia Weston determinada a enviarle el mensaje de que no me iba a afectar a mí ni a Britt ni a cualquier otra chica mientras estuviera viva. Segura de que mi fría forma de hacer caso omiso de él lo intimidaría para que se acobardara, me sorprendí cuando no movió un músculo. Psicópata. Me volví y tomé los libros que necesitaba de mi casillero. Mis manos temblaban. Toma tus libros y sal de aquí. Cerré mi casillero y di un salto. Weston. Su rostro de piedra y su postura de mármol estaban junto a mí. El miedo tenía mi garganta en un puño. Abrí la boca pero nada salió. Sus ojos marrones estaban ilegibles, su lenguaje corporal indescifrable. Más cerca de él, vi ligeras manchas rojas donde las pústulas habían estado. Ahora, las sombras rojas lucían mayormente como un rubor manchado. Estábamos solos en el corredor; todos los demás se habían ido a clase. Quería correr pero mis piernas no se movían.

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Él no dijo nada, sólo me miró. Sus ojos brillaron intensamente con algo; ¿miedo? ¿Pero por qué me temería? El tiempo pasaba. Mi garganta se aflojó con los minutos que pasaban y mi corazón galopante se hizo más lento. ―¿Qué‖ quieres?‖ ―pregunté‖ asegur{ndome‖ de‖ que‖ mi‖ tono‖ fuera‖ fuerte.‖ Mi‖ voz‖ rompió el extraño hechizo entre nosotros; él respiró, y pestañeó. No dijo nada. Está bien, no necesito estar de pie aquí y aceptar esta clase de manipulación pseudo psico emocional. Giré y me alejé. Pero en mi espalda sentí como si mil cuchillos calientes estuvieran incrustados en mi piel. Miré sobre mi hombro. Weston no se había movido. No podía dejar de pensar en lo raro que Weston había actuado. No era una sorpresa que la gente pensara que estaba loco. Quizás Matthias había arrugado el globo social en su cerebro cuando le había infligido la enfermedad de los granos. Sonreí burlonamente. Te lo merecerías, pervertido, por lo que casi hiciste. Cada vez que me imaginaba inconsciente e indefensa ante el ataque de Weston y Brady temblaba. Qué cerca había estado. Matthias, gracias. ¿Dónde estás? Mi celular vibró. En forma encubierta, lo saqué de mi bolso y lo puse en mi escritorio. Almuerzo, okay? Todavía no había oído de Luke. No podía forzarlo a pasar tiempo conmigo, pero esperaba que quisiera hacerlo. Estaba arrojándole una soga en el mar tormentoso en el que él elegía nadar. Bien, te veo en tu auto. No hay auto, Weston se queda aquí ahora.

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¿Podía ser su cómplice y rastrear a Weston después de toda esta rareza? ¿Qué le diría a Britt? Por otro lado, quizás si veía por sí misma qué tan raro él actuaba alrededor mío, lo vería por el perdedor que era y lo superaría. Mi estómago era un desorden que me atormentaba para cuando llegó la hora del almuerzo. No podía decir si estaba forzándome a quedarme en la escuela o si mis débiles rodillas y brazos temblorosos eran resultado de la anticipación de ver a Weston una vez más. Britt burbujeaba como un refresco sacudido. ―Es‖ tan‖ extraño‖ que‖ se‖ quede‖ para‖ el‖ almuerzo.‖ Al‖ principio,‖ pensé‖ que‖ era‖ porque no quería ser visto con sus granos rojos. Pero todavía se queda aquí solo. Aún con los granos. Ve tú a saber. ―No‖ sé‖ que‖ qué‖ decir.‖ ―Ella‖ me‖ arrastró‖ por‖ un‖ corredor‖ tras‖ otro, sus ojos buscándolo en cada grieta, por cada puerta y cada casillero. Se me hacía difícil creer que se esforzaría tanto para esconderse. ―Desearía‖ que‖ al‖ menos‖ me‖ hablara.‖ Si‖ lo‖ hiciera,‖ no‖ andaría‖ escabulléndome‖ como algún tipo de rechazada al estilo Carrie al acecho por una cita. Odio que me esté haciendo esto. ―Tú‖ est{s‖ eligiendo‖ hacer‖ esto,‖ Britt.‖ No‖tienes que hacerlo y no deberías. No lo vale.‖―Me‖detuve‖cuando‖llegamos‖a‖un‖gran‖grupo‖de‖escaleras‖que‖nos‖llevarían‖ al segundo piso de la escuela. Lucían tan abrumadoras como Chichén Itzá. ―No‖puedo‖subir.‖Estoy‖agotada. Britt tiró de mí en cada paso. —Quizás está aquí arriba. Tenemos que chequear y ver. ¿Qué le diré cuando lo vea? Quizás no me ignore si estás aquí. Quizás te vea y quiera saber cómo estás, después del accidente y todo. Entonces, ¿hablarás con él? ¿Por favor? En el rellano me detuve, jadeando. —Britt, ya lo vi. —Tragué saliva con el olor del almuerzo en el aire escapándose de la cafetería cercana. Sus ojos se abrieron de par en par con la noticia. Asentí—. En el pasillo entre clases.

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—¿Qué ocurrió? —Nada. —¿Nada de nada? —Vino hacia mí, pero no dijo nada. Britt, es un rarito. Olvídalo. Britt enganchó su brazo con el mío y me tiró al otro tramo de escaleras. —No entiendes. Lo amo. No puedo olvidarlo. Es imposible. —No es imposible. —Sí lo es. —Más despacio. —Tienes algo contra él, eso es todo. ¿Y qué es, de todas maneras? Cinco escalones. Tres. Uno. Finalmente habíamos subido. Me solté de Britt y me sostuve de la baranda. Entró en el salón y miró a la izquierda y a la derecha. Se congeló. Mi corazón se aceleró, uniéndose al ritmo de mi respiración agitada. —Está aquí —susurró. —Ve por él —le dije en un suspiro, y me volví escaleras abajo. Realmente no quería volver a ver a Weston y su actitud fría otra vez. Britt me alcanzó, tirando de mí hacia atrás. —Está aquí —siseó. —Entonces, ve y háblale —le siseé de regreso—. Necesito descansar. —Me senté en la parte superior de las escaleras y me negué a ceder. —Por favor ven conmigo. Pensó que eras amable. Querrá saludarte, lo sé. ¿Pensó que era amable? Seguro. —Ya nos vimos, ¿recuerdas? No me dijo ninguna palabra. Es que está enganchado de ti.

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—Tienes razón —dijo acomodándose la ropa con la vista en un punto del salón que no me importaba—. Estamos enganchados. Y nos vemos malditamente bien juntos. Debería corresponderme. Si no lo hace, lo haré corresponderme. —Y entonces, se fue. Qué ejercicio. Agitada, saqué mi celular esperando que Luke me hubiera enviado un mensaje. No lo había hecho. Le envié uno yo de todas maneras: Estás en la escuela? Quieres almorzar? Un segundo más tarde, mi teléfono vibró en mi mano. Ya comí, gracias. Ok. Necesitas que te lleve a algún lado? Lol no, te veo después de clase. Ok. Me aliviaba oír de él. Me puse de pie y sentí una presencia detrás de mí que me hizo congelar. Me volví. Weston. Britt. ¿Por qué seguía apareciendo como un loco psicópata de Alfred Hitchcock? Britt estaba‖de‖pie‖detr{s‖de‖él‖a‖una‖distancia‖de‖“me‖rechazó”.‖Weston‖estaba‖a‖unos‖ pasos, mirándome mientras me interponía en su camino. El rostro de Britt estaba retorcido como una toalla mojada, y tenía lágrimas en toda la cara. —¿Qué quieres? —le pregunté. No dijo nada. Britt fue a su lado, con unos sollozos molestos y patéticos. Weston no quitó su mirada de mí. —Quiero hablar contigo. A solas. —Pero‖Wes…‖—le rogó Britt. —A solas. —Su tono la silenció. Sus quejidos cesaron. Pasó su mirada vidriosa de Weston a mí y otra vez a él antes de bajar sola.

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—¿Te vas? —le pregunté. ¿Qué era, su mascota? Parecía temerle a Weston tanto como le obsesionaba. Se detuvo, esperando alguna mirada de Weston, pero nada. Era como si Weston y yo fuéramos los únicos en la escuela. No quería hablar con él. Lo que sea que quisiera decirme, no quería oírlo. Confrontar a mi casi atacante no era parte de mi agenda para curar. Pero que se joda. Los pasos de Britt finalmente se detuvieron, dejando sólo el murmullo de las charlas pasajeras, las risas ocasionales y los golpes de los casilleros. Tragué. Físicamente, el día me había dejado molida. Me sostuve de la baranda para que no me temblaran las piernas, pero no ayudó. —¿Qué quieres? —escupí. Weston Larson, playboy, lindo, jugador de fútbol come mujeres, me miró con los ojos ausentes. Me había mirado antes con la mirada de decisión rápida: sí o no. Esa mirada que los machos pasan de una hembra a la otra con su estúpida masculinidad. Ahora, no tenía nada de esa mierda de la testosterona del macho alfa. Este‖Weston‖era…‖diferente. —Oí del accidente. —¿Y? —¿Estás bien? —Estoy aquí de pie, ¿cierto? Miró en otra dirección, y volvió a mirarme. Tenía la intensidad de Christian Bale en su mirada. —Quería‖saber‖si‖tú…‖—Bajó la cabeza—.‖Es‖que…‖necesito‖hablar‖contigo. —Es lo que estás haciendo.

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Luchó, como si hubiera algo dentro de él intentando salir. Me incomodaba, y tenía miedo porque el accidente no me permitía ver espíritus oscuros. ¿Estarían detrás de Weston ahora mismo? —Esto es difícil para mí. —¿Y crees que para mí es fácil? —Te he estado esperando —dijo. Me estremecí. Casi salgo corriendo, sin importarme si me rompía el cuello. Mi mano se tensó en la baranda. —¿Para qué? ¿Para terminar lo que comenzaron con Brady la noche de la fiesta? Los ojos de Weston se abrieron de par en par. Palideció, y se metió las manos en las profundidades de sus bolsillos. —¿Cómo supiste eso? Mi sangre, que había estado sensible desde el accidente, comenzó a hervirse como hacía normalmente cuando estaba molesta o frustrada. Me acerqué. —¿Creíste que no lo sabría? —Yo… —¿Creíste que podrías intentar secuestrar a una chica y salirte con la tuya? —Sus ojos se abrieron mucho, como si lo hubiera abofeteado—. Ustedes dan asco, pervertidos. PERDEDORES. La adrenalina despertó a mis músculos débiles. Me volví y bajé lentamente, esperando que me dejara en paz y nunca volviera a hablarme. Fui al final del pasillo y Britt me tomó de la manga y tiró de mí a un lado, con el rostro aún lleno de lágrimas. —¿Qué te dijo? —Nada —continúo con mi camino a clases. Necesito sentarme, cerrar los ojos y dormir.

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Britt me siguió. —Oí sus voces. Vamos Zoe. —No es nada Britt. Se perdió, gran cosa. ¿Por qué no lo olvidas? —¿Por qué quería hablar contigo a solas? —Como te dije —suspiro—. No lo sé. —Quizás le gustas. —Britt se detuvo para ir a mi lado. Mi corazón saltó ante lo ridículo de la idea. Seguí caminando. No podía ver a Britt. Pronto, volvió a mi lado. Silencio. —¿Qué dices de eso? —preguntó, mordazmente. La miré. —Digo que es la sugerencia más estúpida que te he oído hacer. Como dijiste, no soy lo suficientemente intensa para él. ¿Sabes qué? Voy a terminar con esta conversación. Estoy agotada. No es que lo notes, sólo te interesan por ti y por Weston. —No debería haber dicho eso, y me odié después de haberlo hecho—. Lo siento.‖No‖quería… —¿Es demasiado pedir algo de apoyo? Sabes cómo me siento. He querido hablar con él por semanas. Suspiré. —Sé que lo amas. Perdona si parece que sus sentimientos han cambiado. ¿Honestamente? No sé por qué habrían de hacerlo. Como dijiste, tienen potencial. Quiz{s‖ simplemente‖ se‖ ha‖ enfocado‖ en‖ otras‖ cosas…‖ —Aunque dudaba que Weston hubiera cambiado, esperaba que la idea al menos consolara a Britt. Su paso se aceleró. —Sí. Sí, quizás sea eso. Probablemente sea eso, Zoe. Nos detuvimos fuera del aula de periodismo. Me abrazó. —¿Estás bien? Te ves pálida.

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Acababa de decir que estaba cansada. —Estaré bien. —No debería haberte llenado la cabeza así. Lo siento. ¿Hacemos algo esta noche? Puedo ir a tu casa. Y así pasaremos la noche hablando de Weston. —No esta noche. Sólo quiero ir a cada y dormir. —De acuerdo. No puedo esperar a que mejores. ¡Necesito hacer algo divertido enserio! Nos vemos, cariño. —Con otro abrazo se fue, desapareciendo en el pasillo atiborrado de gente. Sonó la campana. Me tomé un momento apoyada contra la pared de casilleros afuera del salón del Sr. Brewer. Cerré los ojos, respirando lentamente. Cuando los abrí, visualicé a un hombre de cabello canoso vestido completamente de negro de pie al final del pasillo. Sus manos estaban en los bolsillos de su abrigo y tenía su mirada en mí. Miré alrededor, pensando que debía estar mirando a alguien más, pero el pasillo se había vaciado. Cuando volví a mirar, ya no estaba. ¿Pero‖qué…? Debo estar realmente cansada. Presioné mi rostro con mis manos, refrescándome las mejillas, todavía viendo al hombre de traje. Seguramente era un profesor nuevo, perdido. La producción se detuvo cuando entré a periodismo. Como las abejas al panal, mis compañeros me rodearon de abrazos, preguntas y saludos. Incluso el Sr. Brewer se acercó a recibirme. Chase se acercó, inconfundible con su camiseta polo azul y blanca, y sus pantalones caquis en la marea de remeras sueltas y vaqueros azules. Sonrió, saludó, y yo crucé a mi escritorio, decorado con papelitos y notas. Inspiré hondo el aire a papel y tinta, mezclado con el olor de diferentes perfumes y aromas

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corporales‖ y‖ leí‖ las‖ cartas‖ de‖ “que‖ te‖ mejores”‖ de‖ mis‖ amigos.‖ Luego‖ comencé‖ a‖ trabajar. El Sr. Brewer quería que hiciera una nota sobre conducción bajo la influencia del alcohol: algo de primera mano de una víctima. No paraba de decirme que no tenía que escribir el artículo, si me costaba hablar de ello. Pero vi el escribirlo como la posibilidad de cerrar un camino. Acepté la tarea. —Una verdadera profesional. —La voz profunda de Chase en mi oído envió un cosquilleo inesperado a todo mi cuerpo. Tenía una mano en el respaldo de la silla, la otra en mi escritorio—. Genial que te comprometas a darle a la población malcriada, ignorante y narcisista que tenemos en Preparatoria Pleasant Grove una idea sobre la situación que sufrimos todos. —No creo que ninguno de los que mencionaste siquiera lea mi nota. —Ése es el asunto. —Se acercó—. Como tu editor en jefe, te digo que creo que deberías tomar esta oportunidad para compartir con todos tu don de ver espíritus y guardianes en esta nota. —De ninguna manera escribiré sobre eso. —Sí, no están preparados para esa información espiritual. Y sólo les preocupa lo que ocurrirá el fin de semana. —¿Huelo amargura, Chase? —Arqueó una ceja. Se enderezó. —Soy lo suficientemente hombre para admitir que he estado celoso. Acercó una silla y se sentó, con su postura tensa. —¿Quién no querría pasar su último año en lo que podría ser el mejor show de la tierra? Tienes a todas estas personas hermosas haciendo todo lo que quieran y te sientas en casa con un tablero de ajedrez. Apesta. Sólo por una vez, me gustaría ir a una de estas fiestas de Weston Larson, para ver de qué se trata esto. Luego podría escribir sobre ello.

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—¿Así que sólo querrás escribir sobre ello? —pregunté escéptica. Se ruborizó. —No todos ellos son lo que‖parecen.‖Mira‖lo‖ que‖me‖pasó‖a‖mí…‖ —Me detengo. Nadie sabía lo de Weston y Brady y lo que pasó antes de la fiesta, excepto Matthias y Luke. Ni siquiera mis padres. El radar de editor de Chase se encendió. —¿Qué? Algo ocurrió. ¿Qué fue? Nunca diste detalles. —Y no voy a hacerlo. Hazte un favor y abandona tu fascinación por las fiestas del circo. —Enciendo mi computadora, indicando que quiero ponerme a trabajar. —Es fácil para ti. Has sido parte de esto por años. Nunca he ido al circo. —Pero es sólo un circo. Todo deslumbra pero nada tiene sustancia. —¿Y? ¿No la pasas bien igual? —La gente va a emborracharse —le espeté—. Pierden el control. Hacen cosas que normalmente no harían, cosas que ni si quiera sueñan con hacer a la luz del día. ¡A veces ni siquiera recuerdan lo que hacen! Y luego algunas de esas personas se suben a los automóviles y conducen. Poniendo a la gente, como yo, como tú, en peligro. En mi opinión, el circo de las fiestas debería cerrar. Pero para siempre. No lo vale. —Gran análisis. —Chase asiente entusiasmado. ¿Es que no oyó nada de lo que le dije?—. Deberías ponerlo en tu artículo. Te dejo volver al trabajo. Se fue. ¿Lo habían seducido tanto los colores brillantes, las caras bonitas y lo que parecía ser diversión para todos, que no podía ver detrás del telón llamativo lo que era este tipo de gente? Pongo mis manos en el teclado, miro el documento en blanco en la pantalla y me bloqueo. Cierro los ojos. Todo lo que puedo ver es a Weston en el pasillo, como me había mirado, como si fuera yo el monstruo y no él. Un escalofrío recorrió mi espalda.

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Comienzo a escribir: Imagina tu cuerpo tirado en alguna parte. En algún lugar adonde no fuiste. En algún lugar donde nunca querrías estar. Pero ahí estás. Perdido. Incapaz de defenderte. Vulnerable. Una víctima. Trago con fuerza. Mis manos tiemblan. Tomas una bebida de quien crees es tu amigo, y minutos más tarde, tu cuerpo no es tuyo. Sientes que el control se va como la arena entre tus dedos. No puedes aferrarte a eso. Se ha ido. Al igual que tú. Mientras te has ido, no tienes idea de lo que han hecho contigo. Ni idea. Imagina lo peor. Piénsalo. Ser desnudado. Abierto. Tocado. Probado. Vencido. Herido. Usado. Lo que sea que más te asuste, piénsalo. Las atrocidades que te infligen mientras estás ahí. Pero no lo estás. Está mal. Abusar de alguien está mal. Y quienes abusan deberían ser castigados. Pagar el precio. Vuelvo a cerrar los ojos. ¿Qué había visto Matthias? Aún tenía mi ropa cuando me desperté en ese maldito motel. Me habían arrancado la camiseta. ¿Había sido en ese preciso momento que Matthias vio lo suficiente? ¿La gota que derramó el vaso? ¿Y cómo había detenido a Brady y a Weston? ¿Lo habían visto? ¿Matthias había hecho algo en el cuarto? Cuando pregunté, simplemente dijo que se encargaría.

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¿Matthias? ¿Dónde estás? Miré mi experiencia en la pantalla. Blanco y negro. Confesión. Revelación. Presioné la tecla borrar.

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Capítulo 7 Traducido por vettina Corregido por Cat..

Q

uizás era el completo cansancio de la escuela, Britt, Weston, o revivir el recuerdo de la fiesta de Weston mientras la escribía, pero cuando mi cuerpo golpeó mi cama después esa tarde, no desperté hasta la mañana

siguiente. Estaba acostada en mis sábanas y mantas confortantes, contenta de que fuera sábado. No había escuela. No podía‖enfrentar‖las‖caras‖furiosas,‖las‖sonrisas‖de…‖ ¿Lástima? ¿Curiosidad? Estaba segura de que algunos de los menos populares de la población de la Preparatoria Pleasant Grove había pasado en los pasillos con una mirada

de

uno-de-los-fiesteros-finalmente-obtuvo-lo-que-merecía.

Como

si

hubiera causado que esa camioneta descolorida con su conductor drogado viniera a mí. Definitivamente no quería ver a Weston otra vez. Sujeté mis brazos alrededor de mi almohada y la abracé. Cinco semanas y un día habían pasado desde que había visto a Matthias. Cinco semanas, un día y ocho horas. Cerré mis ojos. La tenue fragancia de panqueques, y la necesidad humana de comer, me hizo levantarme. Tengo que seguir adelante. Ser feliz. Vivir. Sonreí. La idea era bastante graciosa, en realidad. Me paré, mirando mi reflejo en el espejo, y reí. Había vuelto al Dr. Semolitis, todas las vendas restantes fueron removidas y ahora podía ducharme. La inmersión total en agua era subestimada cuando se refería a bañarse, decidí. Las líneas púrpuras en mi pecho hacían mi estomago contraerse, así que evadí mirarlos y me vestí con pantalones de franela a cuadros y una suave, y de gran tamaño sudadera. Sujeté mi cabello en una pinza, y me dirigí abajo por algunos de los panqueques de trigo de mamá. Uno de mis desayunos favoritos.

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Sonreí. Los estaba haciendo sólo para mí.

***

Sábado en casa, sola. No sabía qué hacer conmigo misma. Mi siesta estuvo bien, reviviéndome un poco. No sueños con Matthias. Ahora medio adicta a las películas de mala calidad de Lifetime, me planté en el sillón con una bolsa de Doritos y asentándome por otro drama, sobre personas locas atascadas en una isla santuario. Sorprendí a mamá e hice una tanda de los Rolls Sunset de la tía Janis. La canela y vainilla perfumaban la casa como una panadería. No podía esperar a que mamá los viera. Tía Janis, estarías orgullosa, pensé, sonriendo a mi marrón-dorado, blanco y helado esfuerzo. Mamá, papá, Luke y Abria se habían ido por un par de horas. Solía disfrutar la soledad cuando todos se iban. Incluso cuando había sido asignada a ser niñera de Abria mientras mamá ayudaba en la venta de una casa, era tan bueno como estar sola. Plantaba a Abria enfrente de uno de sus DVDs favoritos y hacía lo mío. Me avergonzaba ahora, pensando en cuán negligente, imprudente y egoísta había sido. No podía mentirme a mí misma y decir que habría pasado cada hora haciendo algo constructivo con Abria ahora, si tuviera la oportunidad. Eso era imposible. Estando tan “dentro”, sería como actuar en Broadway 24/7, la energía necesaria para captar su enormidad. Pero podía poner más atención a ella. Ser menos impaciente. Amarla mejor. Pensé en cuán maravillosa era su vida: una segura, alegre, rodeada por personas que la aman y la cuidan. Perfecta. La película estaba en pleno desarrollo pero no tenía idea de la historia, distraída como estaba. Entonces, el timbre sonó.

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No había escuchado de Britt, pero probablemente todavía estaba dormida a la una de la tarde. Puse a un lado mis Doritos y caminé a la puerta del frente. Miré por la ventana lateral. Weston. Detrás de él, el cielo era gris, hojas perenne lanzados en el Cielo, verde brillante en contraste al cielo tormentoso. Mi corazón se golpeó violentamente contra mis costillas. De ninguna manera iba abrir la puerta. Pero él me había visto. No podía fingir que no estaba en casa. Con mi mano temblando, agarré la perilla, entonces, el miedo tomó mis rodillas tan mal que no me atrevía a abrir la puerta. Me moví a su punto de vista y sus ojos se clavaron en los míos a través de los paneles de vidrio. Sus ojos marrones muy abiertos. Debajo de sus pantalones y su camiseta azul de manga larga, su postura era ansiosa. Me quedé mirando, sin poder moverme. Se metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros. —Zoe. ¿Podemos hablar? —Su voz era ahogada por el cristal. —¿Por qué? Se movió. —Porque tengo que hablar contigo. —Hemos hablado en la escuela. —Yo…‖no,‖no‖lo‖hicimos.‖¿Por favor? Arrepentimiento cruzó por sus ojos. Extendió la mano y me hice hacia atrás, pero él sólo puso la mano en la madera de la ventana, su penetrante mirada fija en mí, con desesperación, estaba segura de que rompería la puerta si yo no la abría. —Zoe, por favor, déjame entrar. —No. —Bueno, ¿por qué no vienes aquí fuera y podemos hablar entonces? —Estoy en recuperación, para tu información.

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Me miró por encima, de pies a cabeza en una mirada pensativa y dolorosa. Luego inclinó la cabeza por un momento, el viento de invierno moviendo las largas ondas castañas contra su cara. Cambió nuevamente de pie, luego encontró mi mirada. —Sé que no confías en mí. Pero no voy a hacer nada más que hablar. Te lo prometo. Hombre, era bueno. Sus ojos eran tan grandes y redondos y su rostro tenía calidad de un niño pequeño, el tipo que borra una sospecha con una sola mirada. Si no lo conociera mejor, pensaría que era sincero. —Tus promesas no valen mucho, Weston. Se mordió el labio inferior. Por un minuto, pensé que lo había hecho callar y este momento absurdo y aterrador habría terminado. Captaría el mensaje de que nunca iba a hablar con él de nuevo. Pero estas hablando con él, idiota. La súplica de sus ojos me desconcertaba. Como si realmente tuviera algo importante que decirme. ¿Qué podía decirme acerca de esa noche? ¿Acerca de cómo Matthias lo había detenido a él y a Brady de agredirme? Tal vez finalmente entendería por qué Matthias ya no estaba aquí. Mi pulso se disparó. Tenía mi celular contra mi cuerpo, como siempre lo había hecho. Lo agarré, lo sostuve en la mano con el dedo presionado en el botón del 911. Abrí la puerta. Nos quedamos mirando el uno al otro. Un viento brusco recorrió a través de las ramas de árboles y arbustos en una carrera apresurada, el sonido cubriendo mi respiración frenética. A los pies de Weston, caídas agujas de pino y hojas de los álamos se deslizaron en una danza frenética. —La puerta es para mí, papá —llamé por encima del hombro, a pesar de que estaba sola en casa—. Di lo que tengas que decir y luego deja de acosarme. —El aire exterior era frío, me estremecí. De ninguna manera podría estar en el umbral

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demasiado tiempo, no quería correr el riesgo de enfermarme, además de todo lo demás. —Tienes frío. —Él tenía frio, también, sus manos se metieron más en las profundidades de sus pantalones, y encogió sus anchos hombros. Debía invitarlo a pasar, pero estaba renuente. Sola. Con Weston. ¿Era eso estúpido o qué? Como un gato atraído a través de una autopista por un hermoso pájaro. —Te invitaré a entrar, pero mi papá está arriba. Tengo mi teléfono listo para el 911 en caso de que seas un idiota. —Me aparté para que pudiera entrar. Vaciló, luego entró y cerró la puerta. —Huele bien aquí —dijo mirando alrededor. —Um… sí. —Nunca me di cuenta de cuán alto era Weston. Tal vez porque cada vez que lo veía, estaba con Britt y estábamos vestidas y tenía los zapatos puestos. Descalza, me sentí muy pequeña, vulnerable y terriblemente incómoda en su presencia. No podía dejar de temblar. Necesitas calmarte, no puedes mostrar miedo. —Gracias —dijo, con las manos todavía en las profundidades de sus bolsillos. Mis dedos se mantuvieron en equilibrio sobre los botones de mi celular. —No me lo agradezcas. Me estoy congelando. Y necesito sentarme. Voy a entrar en la sala de estar. Weston asintió con la cabeza, y sus ojos oscuros escanearon el pasillo superior de nuestra casa, luego me siguió mientras caminaba hacia la sala y se sentó en el sofá. Se quedó en la entrada. —Zoe,‖yo… hombre, esto es difícil. Silencio. Déjalo sufrir. Espero que sus venas ardan con la culpa. Pero incluso cuando estos pensamientos se arrojaban, la culpa me invadía. Él está tratando de decir algo. Estás a salvo, o la tía Janis estaría aquí. Pero la tía Janis no era mi guardián, era la de Abria.

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Quería que dijera lo que tenía que decir y sólo se fuera. Crucé mis brazos. —¿Qué? Una mirada de tormento se dibujó en su rostro tenso. Cerró sus ojos. Una ola de dolor rodó a través de mi cuerpo. ¿Por qué? ¿Qué? Por fin, abrió los ojos, nivelándose a mí con una mirada firme. —Lo siento. —Tenía mi atención, esperando, buscando, dolor en él—. Vine aquí porque‖yo… quería decir eso. —¿Estás hablando sobre el accidente? Negó con la cabeza. —Acerca‖de‖la… esa noche. La fiesta. —Bajó la cabeza, golpeando el suelo con el pie—. Estuvo mal. Todo ello. Un nudo surgió en mi garganta que no podía tragar. Ningún pensamiento vino a mi cabeza. Ninguna palabra vino a mi boca. —Lo siento. Me mordí los labios juntos. ¿Se suponía que tenía que perdonarlo? ¿Acabar con él? Obviamente, le molestaba lo que había hecho. Pero aún así. Intento de violación. Lo único que se interponía entre él y una celda de la cárcel, era yo. —Entiendo que piensas que lo sientes —comencé—. Pero podrías ir a la cárcel por intento de violación, sabes. Todo color desapareció de su rostro. Él asintió. —Lo sé. Y estoy dispuesto a hacer eso, si presentas un reporte. Pero, Zoe, ¿cómo lo supiste? Mi sangre empezó a hervir a fuego lento.

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—¿De qué se trata esto realmente, Weston? ¿Limpiar tu conciencia o mantener tu trasero fuera de la cárcel? Levantó ambas manos. —Dije que estaba dispuesto a ir si presentabas un reporte, ¿cierto? —Entró en la sala de estar—.‖Pero,‖yo… yo lo siento. Por favor. Tienes que creerme. —Puedo ver que piensas que lo sientes. —No pienso que lo siento, Zoe. Lo siento. Me puse de pie. —¿Por qué? ¿Por qué te atraparon? Ustedes dos conspiraron todo el asqueroso plan. —No,‖eso‖no‖es‖cierto.‖Brady‖quer… —Oh, por supuesto vas a culpar a Brady. ¡Qué tonta! Ya he oído bastante de tu estúpida disculpa, Weston. Tú‖me‖invitaste‖a‖la‖fiesta‖así… —¡Por favor! —Su súplica angustiosa me hizo callar. Su rostro estaba destrozado en una expresión intolerable, como una fuerza invisible tuviera sus pies, otra tenía sus brazos, y otra alcanzaba su pecho y torcía su corazón—. Déjame explicar. Por favor. —Sudor caía por su rostro. Me recosté de nuevo en el sofá, hechizada. —Estaba enojado con Britt por dormir con Brady. Lo admito. Admito que quería vengarme de ella. —Le dijiste que lo harías —dije. Asintió. —Pero nunca‖habría‖pensado‖en‖algo‖como…‖como… —¿Violación? —le espeté—. Di la palabra, Weston. Pruébelo en tu lengua. ¡Dilo! Cerró los ojos, tragó. Una lágrima escapó de su ojo, descendiendo por su mejilla. —Violación —susurró.

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Sorprendida, parpadeé, asegurándome de que no estuviera imaginando la demostración de emoción. Mi corazón se apretó. No podía mirarlo, era como ver a alguien siendo torturado. —Nunca hubiera violado a nadie —continuó, su voz ronca—. Tengo una madre. Nunca haría eso. Ésa no era mi intención esa‖noche.‖Sí,‖pensé‖que‖sería… no lo sé, genial, embriagarte. Pero la idea de ir al motel fue de Brady. —¿Pero tú le seguiste la corriente? —Sí. —Inclinó la cabeza. —¿Has oído de culpabilidad por asociación? ¿Qué crees que pasaría? ¿Que verías a Brady violándome? ¿Eh? Estás enfermo. Sus angustiados ojos se levantaron a los míos. —Estaba borracho, también. No estaba pensando con claridad. —Pero ambos pensaron bastante claro cuando me llevaron al automóvil, metiéndome en el asiento trasero, ¿o fue en el maletero? ¿Cuál fue? ¿O hubo más chicos en esto? Sus ojos brillaron con algo oscuro. —¿Me estás preguntando? —Elevó su voz rozando al borde de la curiosidad—. ¿Pensaba que sabías lo que pasó, Zoe? Tienes algo así como un sexto sentido que te permite saber lo que pasó, así que ¿por qué me lo preguntas? ¿O te gusta verme sufrir? Me puse de pie. Entonces, giré bruscamente, mi cabeza nadando. Weston saltó hacia mí, alcanzándome para estabilizarme. Mi corazón latiendo con fuerza, lo golpeé. —¡No me toques! Tragó y se apartó. El aire crujía entre nosotros. —¿Tú sufrir? —Siseé. —No te violamos.

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—Iban a hacerlo. —¡Pero no lo hicimos! ¡No hubo delito, Zoe! —¿Así que lo hace correcto? Hizo una pausa, mirándome. —No. —Los ásperos bordes alrededor de su rostro se suavizaron—. Mira. —Su voz era tranquila, paciente—. Vine aquí para pedirte que me perdones. No sé si eso es posible. Veo que estás realmente molesta y no te culpo. Tal vez no debería haber venido. Era probablemente una mala idea. —¿Qué más pasó esa noche? —¿Qué quieres decir? —Quiero decir, escuchemos esto desde el principio. —Realmente no quiero hablar sobre eso de nuevo. —Realmente quiero que lo hagas. Me miró largo y duramente, luego tomó una respiración profunda. —He hecho lo que vine a hacer. —Salvo que no has recibido mi perdón. Otro silencio crujió entre nosotros. Esperó, sosteniendo mi mirada por un largo y tenso momento luego se giró y se dirigió a la puerta. Puso su mano en el pomo, lo miró, luego miró por encima. —Realmente lo siento. —Entonces, él abrió la puerta. —Espera un minuto. —Me acerqué a él—. No vas a ninguna parte hasta que escuche lo que pasó esa noche. —¿Podría decirme algo acerca de Matthias? Buscó mis ojos, desesperado. —¿Cómo lo supiste? —susurró.

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Estaba claro que quería respuestas, igual que yo. Tomé una respiración profunda. A pesar de que no había sido coherente durante el ataque, él tenía razón, ninguna agresión había tenido lugar realmente, pero no podía ir más allá del hecho de que los dos habrían cometido un terrible, irreversible crimen esa noche si Matthias no hubiera intervenido. —Un amigo me lo dijo —dije. Confusión destelló en sus ojos. —Nadie lo‖sabía.‖¿Fue… fue Brady? —¿Estás bromeando? ¿Ese tonto? No, tu compañero de crimen es tan culpable como tú. Pasó una mano por su cabello y cerró la puerta, mirándome. —Él no es mi amigo. Ya no somos amigos. —¿Y esta noticia se supone que me apacigüe? Realmente vives en otro mundo, Weston. ¡El mundo de Weston donde todo gira alrededor de mí, obtengo lo que quiero, incluyendo la absolución! Bueno, no lo obtendrás de mí. —Si te hace sentir mejor aferrarte a la ira, entonces, hazlo. —Su mandíbula se apretó—. No puedo esperar que me perdones, sólo puedo pedirlo. —Puedes pasar el resto de su vida en tus rodillas. No te voy a perdonar y nunca lo olvidaré. —Llegué junto a él, estando junto a él y abrí la puerta—. Todo lo que quería hacer era que me dijeras lo que pasó esa noche, con tus propias palabras. ¿Y no puedes atreverte a hacer eso? No sé, suena como una disculpa tonta para mí. Sus oscuros ojos se entrecerraron. Levantó los brazos, tomó el borde de la puerta en una de sus grandes palmas y lo golpeó. —Bien. Mi cuerpo temblaba, el miedo deslizándose como ratones sueltos dentro de mí. Levanté la barbilla. —Está bien. ¿Entonces?

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—Te desmayaste. Te llevé a nuestra habitación de huéspedes y te puse en la cama. Brady quería ir hacia ti justo ahí, pero yo le dije que lo olvidara. Desde el principio, no me gustaba‖la‖idea.‖Quiero‖decir…‖es‖tan… tan malo. —Caminó, con las manos metidas en su pelo, como si su cabeza le doliera—. Brady no lo dejó. Seguía molestándome. Le dije que debíamos volver a la fiesta, que tendrías una resaca y podríamos jugar con tu cabeza, tú sabes, diciéndote que había pasado algo y esas cosas, pero en realidad no lo haríamos. Tenía miedo de dejarlo allí contigo, él era tan… él quería arruinarte. Se detuvo, arrastró sus dedos por su cara. —¿Tienes un baño? Su rostro palideció. Había visto esa mirada, y señalé la puerta del baño. Corrió. Lo oí vomitar violentamente y cubrí mi boca, mi cuerpo haciendo espasmos en respuesta a sus sonidos. Finalmente, salió, el dorso de su mano en sus labios. —Lo siento. No dije nada, sólo cruce mis brazos sobre mi pecho. —¿Y? —Y… le dije que no en mi casa. Su tío dirige este motel en el centro. Me negué a ir. Dijo que iba a llevarte allí el mismo, pero estaba‖borracho,‖así‖que… —¿Pensaste que dos borrachos son mejor que uno? —Esta historia se volvía más horrible cada minuto—. Podríamos haber muerto todos en un accidente de automóvil. —Sí, lo sé. —Entonces, ¿qué? —Mis nervios se estremecieron con anticipación. —Manejamos al motel. No puedo creer que manejáramos hasta ahí y lo lográramos. Pero lo hicimos. Brady fue a la oficina mientras yo me quedé en el automóvil.‖ Te‖ llevé‖ a‖ la‖ habitación‖ y… te puse en la cama. —Su cuerpo se

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contrajo—. En el momento en que te acosté,‖ Brady‖ fue‖ por‖ ello.‖ Pero‖ él… él literalmente te tocó una‖vez‖y… no me vas a creer. Mi estómago se volvió un manojo. —Pruébame. —Él voló de regreso. No estoy bromeando. Voló en el aire y golpeó la pared. Nunca había visto nada como eso. Me espantó. Brady se mojó a sí mismo, estaba muy asustado. Dijo que estabas poseída. Y salió corriendo. El aire de esa habitación… estaba cargado con algo que nunca había sentido antes. Como una tormenta eléctrica. El pelo de mi cuerpo estaba erizado. Te lo juro. Mi corazón se aceleró tan rápido, pensé que iba a explotar. Pensé que iba a morir. Ser herido a muerte o algo así. Así que, corrí. Ellos sintieron la ira de Matthias, aunque no lo hayan visto. Gracias, Matthias. Cerré mis ojos. —¿Por qué estás sonriendo? —La voz de Weston era curiosa y provisoria. Mis ojos brillaron. Estaba sonriendo. No la disolví por completo, cualquier reacción en respuesta a Matthias valía la pena aferrarse y saborearla. Incluso si hacía a Weston sentirse incómodo. O curioso. —Estaba pensando en alguien. —¿El tipo que te lo dijo? —¿Cómo…‖qué‖te‖hace‖pensar que se trataba de un chico? —Porque ninguno de tus amigos más cercanos estaba en la fiesta. Britt no estaba allí. Alcancé la puerta de enfrente y la abrí. —Lo siento, Zoe —dijo otra vez—. Lamento que‖ te‖ dej{ramos‖ allí.‖ Eso‖ fue… estúpido. Irresponsable. —Lo fue. —Cómo…

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—¿Cómo llegué a casa? —Él asintió—. Un amigo —dije. Me estudió. —Suena como un buen amigo. —El mejor. Escuché conmoción desde afuera. La minivan de mamá entró en el camino de entrada. Unos segundos más tarde, una puerta del automóvil se abrió, luego Abria navegó más allá de mí y de Weston, sin mirar a ninguno de nosotros. Detrás de ella, Luke deambulaba. Él hizo una doble toma a Weston, luego me lanzó una mirada. Mientras pasaba, susurró: —Perdedora —en voz baja. El cuerpo de Weston se movía como si picara. Mamá vino después. Papá siguió. Weston me lanzó una mirada de creí-que-tupapá-estaba-en-casa. Papá se detuvo y se encorvó, evaluó el panorama de su hija en recuperación hablando con un extraño. —Joe Dodd. —Le tendió una mano a Weston, quien volvió a saludarlo con un movimiento genial. —Weston Larson. —Debbie. —Mamá se presentó a Weston, luego levantó las cejas hacia mí, mientras nos pasaba en su camino para encontrar a Abria. Papá continúo en el interior, dejándonos solos. —Me iré ahora —dijo. Sostuvo mi mirada. Le dio el crédito por un buen contacto visual, especialmente a la vista de las circunstancias. Por lo menos no era un cobarde. Finalmente, se giró y se dirigió a grandes pasos por el pasillo a su camioneta plateada. Cerré la puerta, apoyé mi espalda contra ella y dejé escapar un suspiro. La cabeza de la mamá se asomó alrededor de la esquina.

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—¿No era ese el novio de Britt? Asentí. Y me dirigió a la cocina. Mamá se detuvo en el mostrador, y contempló los Rolls Sunset. —¿Son Rolls Sunset? —Su rostro resplandecía. Me encogí de hombros y disfrute del orgullo surgiendo de mí. —Sí. —¡Me encantan esos! —Ella me abrazó—. ¡Qué sorpresa! ¿Quieres uno? Mi apetito se había ido después de la visita de Weston. Negué con la cabeza y me senté en un taburete en el mostrador. —No, gracias. Que los disfruten. Mamá ansiosamente corto los rollos. —¿Están Britt y Weston de nuevo juntos? —No. —Mi cabeza era un revoltijo. Los intentos de Weston por hacer enmiendas no me dejarían, él parecía tan desesperado. ¿Pero realmente creía que las palabras harían el trabajo? Mamá sacó un tenedor y comenzó a cortar los rollos. —Estos lucen perfectos. No puedo creer que los hicieras. Son mis favoritos. —Le dio un mordisco—. ¡Oh! ¡El paraíso! Me reí por lo bajo. —Um. Sí. —Weston es un chico guapo. —Mamá masticó—. Britt siempre ha tenido novios guapos, ¿no es así? —Sí, los ha tenido. —Bueno, esperemos que los dos puedan resolver las cosas. Britt estaba tan molesta la otra noche. ¿Sabe él cómo se siente?

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—No sé. —Dibujé círculos invisibles en la encimera—. Britt está enamorada de él. —Oh, ¿otra vez? —Mamá se rió, el tenedor una vez más excavando en el pegajoso rollo. —No, en serio. —Mi tono cortante hizo que mamá me mirara—. No es broma. Ella está enamorada de él. Ella dejó de masticar, su mirada interrogante. Tragó. —¿Sabe ella que él estuvo aquí hace un momento? —Sacudí mi cabeza—. Suena como si algo pasara. —Sí. —En el fondo, me preocupaba lo que podría ser.

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Capítulo 8 Traducido por Akanet Corregido por Dessy.!

E

l domingo fue nevoso, con copos diluidos cayendo en gotas medio derretidas cubriendo completamente el suelo, como si el Cielo llorara. Con el inicio de cada nuevo día traté de ser positiva, pero el

clima invernal lloroso arrojó un velo sobre mi corazón. Ya que todos en la iglesia habían estado preocupados por mi recuperación, mi papá me animó a unirme a la congregación, y así lo hice. Quería estar allí, de todos modos. De alguna manera, esperaba estar más cerca de Matthias. Los amigos estaban contentos de verme, y se reunieron alrededor de mí con preguntas, abrazos y buenos deseos. Con la energía volviendo poco a poco, casi todos los dolores se han ido, opté por vigilar a Abria afuera en el vestíbulo, donde ella tenía cierta libertad para correr y trepar sin interrumpir los oficios religiosos. En general, mi espíritu se levantaba al estar allí, aún sin ver a Matthias. Y a medida que nuestra familia vagaba a través de la sucia nieve hacia nuestros automóviles, me alegré de haber aceptado el viaje. Volví a casa con Luke en su Samurai. El monstruo de hojalata se abría paso a través de la nieve como un arado de juguete. Luke parecía más feliz desde que yo había estado en casa. No había visto esa mirada vidriosa, y de párpados pesados en sus ojos en mucho tiempo, comencé a pensar que quizás había decidido continuar limpio definitivamente. Hablar de su adicción a las drogas por lo general estropeaba el humor, así que no toqué el tema. Mantuve la alegría que tenía dentro y esperaba que su cambio fuera permanente. Pero también sabía que la mayoría de los adictos vivían en una montaña rusa y arrastraban a sus seres queridos a lo largo del paseo. —Hombre, está malo aquí afuera. —Luke sujetó el volante con ambas manos, atravesando el largo camino que conducía cuesta arriba a nuestra casa. Miré por

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encima del hombro a mamá y papá y Abria conduciendo detrás de nosotros en la camioneta. —¿Ahora pierdes el control estando en esta carretera? —preguntó Luke. —¿Debido al accidente? Él asintió con la cabeza. —¿Recuerdas algo? Sus ojos azules se encuentran con los míos por un minuto. —Lo recuerdo todo. —Hombre. Me sentí movida a hablarle sobre la experiencia. Tal vez, en su estado sobrio, reflexionaría sobre lo que dije y, con optimismo, ampliaría su visión estrecha de la vida un poco. Pero siempre existía la posibilidad de que pensaría que me había golpeado la cabeza muy fuerte durante el accidente y sufría los efectos secundarios de la locura. —Vamos a conducir un poco. Me lanzó una mirada ajustada. —¿En este clima? —Sólo un poco. —Saqué mi celular y le mandé un mensaje de texto a mi mamá—. Les diré que estaremos en casa pronto. —Oh, hombre, me muero de hambre. —Te invitaré a una hamburguesa. En cualquier lugar. —¿En serio? Estupendo. Está bien. —Da la vuelta el automóvil y nos dirigimos de nuevo hacia abajo por el camino cubierto de nieve. Mamá y papá nos saludan cuando nos cruzamos. En el asiento trasero de la camioneta, Abria miraba fijamente hacia afuera por la ventana, una mirada en blanco en su cara. —Quiero decirte algo —le dije.

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Luke me examinó, pareciendo sentir algo importante en el aire. —¿Qué? —La noche del accidente, algo sucedió. Vi a alguien en el automóvil conmigo. Sus ojos se amplían, como lo hacían cuando había sido pequeño y le había contado una historia en la oscura comodidad de nuestra habitación compartida, cuando el momento decisivo se acercaba y había amplificado la energía en mi voz para que sintiera la emoción. —Sé que‖ suena‖ extravagante,‖ pero… vi a un ser en el automóvil justo antes del impacto. —¿Cómo un extraterrestre? Medio sonreí. —No. Un ser real. Del Cielo. Tan real como tú y yo. Lucía como tú y yo. Pelo, piel, huesos. Carne y sangre, Luke. Me dijo que no tuviera miedo. —¿Habló contigo? Asentí con la cabeza. Impresionado, Luke frotó su barbilla y condujo con una sola mano. —¿Estás segura? Le dijiste a mamá y papá que no habías estado bebiendo, pero, Z, eso suena como una alucinación para mí. —Luke, era real. Lo vi. Se sentó en el asiento del copiloto de mi automóvil. —¿Qué…‖est{s‖segura‖de‖que‖esto‖no‖sucedió‖después de haber sido golpeada? ¿El resultado de un trauma cerebral o algo así? —Positivo. —¡Vaya! —En la parte baja de nuestro vecindario, cerca de la ciudad, los caminos estaban menos cubiertos de nieve y fango, el desplazamiento de automóviles aumentó cortando sendas en a través de la suciedad. Luke condujo con cautela a lo largo de State Street. —Sé que suena por ahí, pero realmente sucedió. Él me habló.

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—¿Sabía que ibas a ser golpeada? —Sólo dijo lo de no tener miedo. Miré hacia afuera de la ventana, vi el camión negro y amarillo, y entonces sucedió. —¡Vaya! ¿Crees que era, algo así como, un ángel guardián o algo así? A pesar de la inmersión de Luke en el mundo de las drogas y las clases bajas, todavía era sorprendentemente inocente y rápido para creer algunas cosas. Como un niño pequeño, estaba dispuesto a escucharme. Amaba eso de él. Por supuesto, esa misma voluntad fue probablemente la que le abrió las puertas que lo llevaron a la práctica de la manipulación. —Era un guardián. —¿Él te dijo eso? Asentí con la cabeza, observando los leves cambios en su rostro pasando de la creencia a la incredulidad, pero la luz de puro convencimiento se mantuvo. —Eso es tan estupendo. Oye, pero ¿por qué ocurrió el accidente, entonces? ¿Si era un guardián? ¿No debería haberlo detenido o algo así? —No sé. No estoy segura de que él supiera. —Tragué un nudo, sin estar segura de que tanto debería compartir. Anhelaba la cercanía infantil que alguna vez habíamos tenido, la fe inocente, y fluida que habíamos intercambiado alguna vez— . Luke, algo más sucedió. Entró con el automóvil al estacionamiento del McDonalds. —¿Qué? —Detuvo el automóvil en un espacio libre y el motor quedó inactivo. —El‖guardi{n… el que estaba‖en‖el‖automóvil‖conmigo… lo había visto antes. Silencio. Luke me miró fijamente, tratando de descifrar si aún estaba siendo honesta o si simplemente había descargado la más grande carga de tonterías en su regazo. —¿Antes? —Lo vi con Abria.

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—¿Es por eso que estabas hablando contigo misma en su habitación esa vez? Asentí con la cabeza. Detrás de sus ojos azules, estaba procesando la información. —No estás burlándote de mí, ¿verdad? —No. Más silencio. —La primera vez que lo vi fue en el parque hace unos meses, cuando perdí a Abria. Cuando la encontré, estaba con ella. —¿Es este el chico en el estacionamiento de la iglesia? ¿Cuando me preguntaste si conocía a un Matthias? —¿Lo recuerdas? —Sí, lo recuerdo. —Lo siento,‖nunca‖sabía‖cuando‖estabas… drogado o no. —No siempre estaba drogado —Se rió disimuladamente—. Sólo la mayoría del tiempo. —¿Tiempo pasado? Se encogió de hombros. —No estás jugando conmigo, ¿realmente has visto a alguien? —Realmente lo hice. Luke, he hablado con él. Ha sido la cosa más importante que me ha pasado. —¿Estás segura de que has visto a alguien y no estabas…‖ soñando,‖ o‖ en‖ modo‖ resaca? —Estoy segura. Lo he tocado. —Los ojos de Luke se abrieron de pronto—. Después del accidente, morí. Fui a un lugar donde él se encontraba. Sé que esto suena completamente‖descabellado,‖y‖no‖te‖culpo‖por‖dudar,‖pero… —¿Mamá y papá lo saben?

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—No. —¿Me lo contaste, antes de contarles a ellos? —No estoy segura de vaya a contarles. —¿Por qué decidiste contarme? Tomé una respiración profunda. —Pensé que me creerías. Los ojos azules de Luke penetraban los míos, luego miró hacia afuera por la ventana delantera, y el tiempo pasó en la medida de un pensamiento. Aguanté mi respiración. Había tomado un riesgo, contarle. Él podría contarle a mamá, papá, alguno de sus amigos drogadictos, y yo podría tener la reputación de estar en el manicomio. —Te creo. Alivio ahuecó mi corazón. Extendí mi mano y la puse sobre su hombro. —Bien. Porque es cierto. —Tiene sentido. —¿Qué quieres decir? —Tiene sentido que gente además de nosotros exista. Este universo es enorme. Qué desperdicio sería si fuéramos los únicos en él. —Matthias me dijo que Dios no desperdicia nada. Luke agarró el volante con ambas manos. Miraba fijamente hacia delante, pero a nada en particular, sonrió y sacudió su cabeza. —¡Vaya! Esto me abruma. —Bastante estupendo, ¿verdad? Se echó a reír. —Entonces, ¿este chico está aquí? —Miró alrededor—. ¿En este momento?

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—No. No lo he visto desde el accidente. —¿Por qué no? —Ojalá lo supiera. Antes del accidente, era el guardián de Abria y mío. Desde entonces…‖no sé qué pasó con él. —Tal vez simplemente‖est{… ocupado. —No, vi a la tía Janis. Es la guardiana de Abria ahora. —Espera un momento. La tía Janis, ¿La tía de mamá? —Sí. —Dios. Estás bromeando. —No —sonreí—. Ella es realmente genial. Te gustaría. —¡Esto es descabellado! —Sí. —Me incliné hacia atrás, suspiré. La nieve cayó excesivamente desde el cielo de la tarde y el Samurai de Luke ahora lucía como el interior de un globo de nieve, azul cubierto de blanco—. Todo lo que sé es que los guardianes son cercanos a la familia. Matthias me lo dijo. Luke echó un vistazo. —Eso tiene sentido. ¿Quién más podrían ser? Entonces, ¿cómo encaja Matthias? ¿Es algún primo o algo así? —Nunca lo dijo exactamente.‖Sólo‖que‖él‖y‖yo‖est{bamos…‖—Conectados. Me ama. Lo amo. Mi corazón zumbó con un destello cálido. Miré hacia afuera por la ventana para ocultar el calor corriendo bajo mi piel. —¿Tú y él estaban qué? Giré mi cara alejándola bastante, pero oí el viejo asiento de Luke crujir cuando se inclinó. —¿Qué, Z? ¿Están ustedes chicos, en algo así como, un romance?

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Me reí. —¿Cómo podemos estar en un romance? Él está muerto. Bueno, no muerto. Pero vive allí, y yo vivo aquí. —Mi corazón dolía. Miré mis manos, fuertemente apretadas en mi regazo, y suspiré. —Sí, supongo que tienes razón. Pero haces que suene como si fuera algo. El amor nunca se había sentido más real. O más imposible. —No lo es. —Hombre, todavía me estoy acostumbrando a todo esto. Quiero ver a uno de estos chicos. ¿Cómo hago eso? —No es algo que simplemente puedes hacer. No sé cómo los he visto. Simplemente los veo. —Entonces, ¿has visto a mi guardián? —Luke miró alrededor del interior del pequeño automóvil. Mi corazón se hundió. No estaba segura de qué decirle. ¿Qué pensaría de no tener un guardián? ¿Se sentiría abandonado? ¿Que nadie lo quiere? ¿Insignificante? Matthias había dicho que los guardianes vienen a aquellos que los necesitan singularmente o conjuntamente, según sea necesario en función de si la persona a cargo elige ayuda angelical. Mi pregunta era: ¿quién no querría ayuda del cielo? —No todas las personas los tienen, Luke. Según entiendo sólo las personas que están abiertos a la ayuda, lo tienen. O, como en el caso de Abria, que son inocentes. —Eso tiene sentido. No creo que me gustaría alguien dirigiendo mi vida. —Un guardián no dirige tu vida. Están allí para advertir u ofrecer comodidad. —Bastante bien te hizo. Casi mueres. —Habló de forma realista, sin sarcasmo. —Pero no lo hice. —Mi voz se desvaneció. Me quedé mirando hacia afuera por la ventana—.‖Y‖tener‖a‖Matthias‖allí…‖ayudó. —¿Te arrepientes de estar viva?

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Me encogí de hombros. —Mi vida ha cambiado mucho desde que Matthias entró en ella. Es diferente a cualquier persona que he conocido alguna vez. Cada vez que está cerca, es como si estuviera inmersa en la plenitud. Es en serio la persona más tranquila, más controlada, y pacífica que conozco. —Uh, sí. Es un ángel. ¿Qué otra cosa podría ser? Lo miré, sorprendida de que en realidad hubiera meditado estos temas en algún momento o que no tuviera nada que decir. —Así que crees en la vida después de la muerte. —Claro. Apestaría si no. Me reí. —Sí. Silencio. Él sonrió. —Creo que ahora estoy listo para esa hamburguesa. Hacía demasiado frío para comer en el automóvil, así que parqueamos en el estacionamiento medio lleno del McDonalds y caminamos a través de las cortinas de nieve cayendo en capas, hacia el interior. Luke mantuvo la puerta abierta para mí. Parecía más viejo, más maduro en su pantalón gris, camisa azul y corbata. De ningún modo el alma errante que usualmente aparentaba. —Te ves bien, por cierto. —Lo pasé con una sonrisa burlona. Sus mejillas contorneadas como manzanas bañadas por el sol. Caminamos por el vestíbulo y fuimos asaltados por el olor grasiento de papas fritas calientes y carne a la brasa. Nos unimos a la pequeña multitud de pie en la fila del mostrador. —¿Qué quieres? —le pregunté. —Una comida de dos hamburguesas. Vas a comer, ¿cierto?

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El aroma familiar de comida de McDonalds tentó a mi estómago en un gruñido, como un domador de leones molestando a una bestia. —Sí, podría comer. Frente a nosotros había un chico alto de tipo deportista al que no le había prestado mucha atención hasta que tomó su bandeja y giró. Brady. Se quedó paralizado. Sus ojos se agrandaron, su boca se abrió. Mi garganta se apretó. Una vez que su sobresalto inicial se evaporó, sus ojos se entrecerraron. La bandeja en sus manos tembló por un momento antes de quedarse quieta. —Oí que estabas levantada y moviéndote de un lado a otro. Su tono tenía la intención de lastimar, pero lo ignoré. —Síp. Brady inclinó levemente la cabeza hacia Luke, quien le regresó la mirada. Los brazos de Luke se movieron. Luego mirada oscura de Brady bloqueada de nuevo sobre mí. Me examinó de pies a cabeza, provocando un estremecimiento de asco por mi cuerpo. Me empujé más allá de él hasta el mostrador donde un camarero se quedó esperando que ordenáramos. Mis entrañas se estremecieron. Weston ayer, ¿Brady hoy? Apestaba vivir en una comunidad pequeña. Ordené, sintiendo la peligrosa presencia de Brady detrás de nosotros, pero hice mi mejor esfuerzo para ignorarlo. ¿Qué quería? ¿Regodearse? Su actitud de no puedes tocarme me disgustó. Luke seguía con cara de desprecio sobre su hombro. Después de que nuestra comida estaba en nuestra bandeja, dimos la vuelta. Brady se había ido, pero sabía que lo vería en la zona de alimentación. —¿Quieres comer en el automóvil? —Luke susurró—. Odio a ese chico. —Él no va a llegar a mí. Comeremos aquí. —Me había enfrentado a Weston y le había mostrado que no iba a dejarme intimidar. Podía hacer lo mismo con el

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traidor de Brady. De hecho, mis nervios tamborileaban anticipando la oportunidad. Entramos en la zona de alimentación. Brady se sentaba solo en una banca. Su hamburguesa estaba en su boca y la bajó lo suficiente como para mostrarme una sonrisa sórdida. Incliné mi cabeza y arqueé una ceja hacía él. Guié a Luke hacia una tabla a una mesa de distancia y me senté frente a Brady. Luke se sentó frente a mí. Brady parecía divertirse con nuestra elección de asientos. Mostró su sonrisa de gato de Cheshire, tratando de alcanzar una dorada papa frita. Levanté mi Filet-O-Fish2, le di un mordisco a mi sándwich y mastiqué, sosteniendo su mirada arrogante, disfrutando que lo había sorprendido al quedarme y comer adentro. Brady tomó otra papa frita, inclinó su cabeza hacia atrás, abrió su boca y muy lentamente introdujo la papa a la francesa. Luke volteó la mirada con los ojos muy abiertos hacia mí. Puse los ojos en blanco. Mi estómago se agitó, pero contuve la ola nauseabunda. Me sentí estúpida, participando en una batalla silenciosa de la escuela primaria en silencio con el peón. Por otro lado, ahora que me había sentado, si tuviera que levantarme e irme, Brady pensaría que me había intimidado. Me concentré en mi comida y en Luke. Luke saboreaba al comer, cada bocado un trozo de perfección culinaria ya sea que se tratara de comida rápida o arte culinario. Había saboreado la comida desde la silla alta3. No es un gran conversador en las comidas. Mi estómago se mantuvo apretado. Tratar de empujar comida dentro de él no era una buena idea, pero no había manera de que me iba a dejar que Brady creyera que podría conseguir la ventaja. Nos sentamos, nosotros tres disparando balas silenciosas. Afortunadamente, Brady no sólo era un pervertido, sino que era un comilón rápido. Tal vez era un comilón 2 3

Filet-O-Fish: Es‖un‖s{ndwich‖de‖pescado‖vendido‖por‖la‖cadena‖de‖comida‖r{pida‖McDonald’s. Silla alta: Silla que se utiliza para que coman los niños pequeños.

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rápido porque era un pervertido, no lo sé. Pero pronto aplastó sus envolturas naranjas y amarillas entre las carnosas palmas de sus manos, sonrió y se levantó. Dejó su basura sobre la mesa y se acercó. Se elevó sobre mí, y me miró a los ojos. Diez segundos. Veinte. Mi corazón golpeó con fuerza contra mis costillas. —Sigue adelante, amigo —le advirtió Luke. Brady se rió con disimulo y salió andando despacio. Como un neumático desinflado, me hundí en el asiento, mi rugiente corazón desacelerándose. Traté de alcanzar mi bebida y tragué la Coca-Cola dietética. —¿Puedes entender a ese tipo? —La mano de Luke tembló mientras trataba de alcanzar un puñado de papas fritas—. Debería haber incrustado mi puño en su cara. Estoy realmente enojado. —Puedo ver eso. Introdujo papas fritas en su boca. —Hombre —estalló—. ¿Cuál es su problema, de todos modos? —Es un perdedor y que no puede vivir consigo mismo. —Él método de Kevin es más frío que el de Brady. Mi celular vibró y lo desenterré. Un número con el que no estaba familiarizada. Eres una psicópata. El pánico se desató dentro de mi pecho. Hice una búsqueda del número en mi teléfono. ¿Quién eres? Brady. Bueno tú eres un pervertido violador. No violé a nadie y nunca te he tocado. Me besaste en la casa de Weston, idiota.

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Eso lo hizo callar. Qué perdedor. Sin embargo, no pude deshacerme del miedo dentro de mí. ¿Qué era esa actitud vengativa que sentía de Brady? ¿De dónde salió? Mi almuerzo borboteaba en mi estómago, listo para llegar a mi garganta y hacerme vomitar. Tomé una respiración profunda. —Tengo que ir al baño. —Ya casi termino —dijo Luke. Pero aún tenía otra hamburguesa y la mitad de sus papas fritas. Le di unas palmaditas en el hombro, me levanté y fui al baño, cerrando la puerta de acero a mi espalda.

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Capítulo 9 Traducido por carmen170796 y konyxita Corregido por Mona y ★MoNt$3★

E

n sintonía con el cielo gris, había nieve cayendo y días con temperaturas que carcomían los huesos, éstos fueron y vinieron sin algún cambio significativo en el implacable invierno.

El paso del tiempo no aliviaba mi deseo de ver a Matthias. Aún lo amaba. Deseaba saber qué le había pasado. No ver a la tía Janis regularmente no ayudaba. Supongo que estábamos llevando demasiado bien el cuidado de Abria nosotros mismos, porque los días pasaban sin ella, al menos, yo no la había visto. Me empezaba a preguntar si había perdido mi don. No lo pondría a prueba, a pesar de que tenía curiosidad. Sólo un ingrato no tendría respeto por los poderes que no comprendía, y sobre los que, absolutamente, no tenía ningún control. Tres cosas me molestaban: la pregunta de nunca acabar que tenía sobre el paradero de Matthias, Brady ridiculizándome y Weston. Sólo sabría de Matthias por la gracia de Dios, y mientras las semanas se alargaban interminablemente, mi voluntad de hierro no se mantenía muy firme, vacilando desde el enojo hacia la rendición, luego de nuevo a la frustración. Mortalidad significaba que podía controlar lo que se encontraba en mi vida, y lo que tenía, pero no lo que la vida me deparaba. Cada vez que veía a Brady en el corredor de la escuela, conduciendo o donde sea, me frenaba como un oso sobre un conejo. La peor parte de los rumores que comenzó a difundir fueron acerca de mí siendo poseída. Britt se esmeró por aplastarlos, golpeando a cualquiera con el que se encontrara esparciendo maliciosas historias. Incluso Chad me contó que había amenazado a un par de novatos que había logrado oír chismoseando. Pero la influencia de Brady no era algo para ser fácilmente ignorado. No había jugado en la primera serie de fútbol y se hizo amigo de Weston sin acumular algo de fama y posición para sí mismo.

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Weston era todo un misterio. Cada vez que me daba la vuelta en la escuela estaba allí, observándome con esa penetrante mirada con mensajes diversos. ¿Qué quería? Britt estaba segura de que él la estaba mirando, pero sentía su mirada penetrar bajo mi piel y sabía en dónde sus ojos realmente estaban, en mi alma. No tenía el corazón para decirle eso a Britt. Cada encuentro con Weston la dejaba más y más emocionada sobre que él iba a volver con ella. En periodismo, tuve problemas con la escritura del artículo. Tenía dos días hasta la fecha límite y estallaba en sudor cada vez que me sentaba frente a la computadora. Chase sobresalía por encima de mi hombro, y su presencia no ayudaba. ―¿Teniendo‖un‖tiempo‖difícil?‖‖―preguntó‖finalmente. ―Pensé‖que‖esto‖sería‖f{cil de escribir, pero no lo es. ―Pregúntate,‖si‖abrieras‖el‖periódico‖y‖vieras‖el‖encabezado‖qué‖tendría:‖palabras‖ de una víctima. O, una víctima que se pronuncia. O, un yo sobreviví. O lo que sea, ¿qué demandaría tu curiosa mente? Lo miré encolerizada. Se encogió de hombros, dando un paso hacia atrás. ―Sólo‖estoy‖sugiriendo.‖Est{s‖muy‖cerca‖a‖la‖fecha‖límite‖de‖entrega,‖Zoe. ―Lo‖sé,‖lo‖sé. Puse mis dedos en el teclado. Podía tomar una posición vengativa, ¿pero cuántos artículos como éstos habían sido escritos ya? Y no tenía ningún rencor hacia el conductor. Las personas obtienen lo que se merece con el tiempo. Empecé a escribir. Estimado conductor: Hace pocas semanas, me golpeó con su automóvil. ¿Recuerda? ¿Sentarse en una austera celda ha limpiado su mente, permitiéndole pensar sobre lo que pasó esa noche? Espero que sí, por su bien. Y por el bien de los otros conductores a los que pudo poner en peligro al estar en la carretera, conduciendo bajo la influencia del alcohol/drogas.

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No sé si piense en mí o no, pero logré superarlo. Estoy segura de que está aliviado. Ahora, no tendrá un cargo de homicidio en sus manos. No estoy enojada. No sé si eso le importe. Lo que espero es que piense en lo que pasó, aun si sólo lo hace desde un punto de vista egoísta, así no conduce bajo la influencia del alcohol/drogas nunca más. Esa noche, vi luces brillantes, escuché sus frenos chillar con los míos, y sentí pedazos de vidrio cortar mi piel. Esa noche, aun cuando lo vi viniendo hacia mí y sabía que iba a suceder un accidente, no tenía miedo. Estaba tranquila, porque estaba emprendiendo mi vida, haciendo lo que se suponía que tenía que hacer. Si mi vida hubiera terminado como resultado de ese accidente, no me habría preocupado o sentido miedo. ¿Qué sintió? He llegado a darme cuenta que nuestras acciones nos traen paz o miedo. Estaba pensando en mis propios asuntos siendo respetuosa de la ley, así que no sentí miedo. Usted, por otro lado, se metió en su automóvil y condujo cuando su cabeza no estaba atornillada de la manera correcta. Tal vez no sintió nada esa noche. Tal vez el miedo llegó después, a medida que la sobriedad se hundía y la realidad sujetaba cadenas alrededor de su alma. Tal vez aún no ha sentido miedo o pesar por su decisión de conducir bajo la influencia del alcohol/drogas. No lo sé y dudo que alguna vez lo sepa. No importa. Lo perdono de todas maneras. La paz es más importante para mí que la venganza. Me quedé mirando mis palabras. Guardé el documento y se lo envié a Chase vía email. Mi estómago se revolvió, esperando. Lo miré por el rabillo del ojo. Se inclinó cerca de la pantalla, jugó con el mouse, después me examinó. Asentí. Su mirada volvió a la pantalla y leyó. Finalmente me echó un vistazo y me dio dos entusiasmados pulgares arriba.

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Me recorrió un suspiro de alivio. Le envié una copia al Sr. Brewer y saqué mi celular. Britt. Vamos a bailar esta noche necesito un hombre. Cuando pensé acerca de cazar en la oscuridad, música vibrante de clubes apestando a cerveza y cuerpos, me estremecí. Mi mente volvió a la casa de Weston, a los espíritus negros que había visto arrastrándose sobre todo el mundo como ratas buscando en la basura muertos. Hablamos más tarde. Okey. ―¿Zoe?‖―Levanté‖mi‖mirada‖y‖miré‖hacia‖mi‖derecha.‖Chase‖me‖miraba fijamente desde detrás de sus lentes. Cerré mi teléfono de un golpe. ¿Cuánto tiempo había estado parado ahí? ¿Leyó mi mensaje a Britt? ―¿Sí? Se movió. Se veía como si hubiera grillos en sus bóxers. ―Uh.‖Te…‖si‖no‖tienes‖planes‖esta‖noche,‖¿quieres‖ir‖a jugar bolos? ¿Bolos? ―No‖ soy‖ una‖ jugadora‖ de‖ bolos,‖ Chase.‖ ―Nunca‖ había‖ estado‖ en‖ uno‖ y‖ no‖ me‖ importaba pararme en algún almacén, lanzando bolas de treinta y seis kilos aproximadamente. ―Oh.‖Es‖divertido.‖Deberías‖intentarlo.‖―Lamió‖sus‖labios,‖empujando sus lentes hacia arriba de su nariz. Se veía tan poco juvenil, no podía decir que no. Además, Chase sería una segura actividad social. Ningún espíritu negro. ―Seguro. La sorpresa blanqueó sus mejillas y su boca cayó abierta por un minuto antes de que dejara salir un gran respiro.

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―Genial.‖ Bien.‖ Est{‖ bien.‖ ―Retrocedió‖ a‖ su‖ escritorio—. Te llamaré acerca de la hora y esas cosas. Asentí, aplastando una risa ahogada bajo mi respiración. Mi decisión de pasar la noche con Chase no tendría éxito con Britt, pero sabía lo que ella estaría haciendo en mi ausencia. Asechar a Weston. No iba a pasar la noche sentada afuera de su casa en el automóvil de ella, mirando la ventana de su habitación. Después de periodismo, le envié un mensaje a Britt mientras caminaba hacia mi casillero, diciéndole que tenía un cambio de planes. Estaba a la espera de que llorara. Mientras tanto, cambié de libros, luego me dirigí hacia afuera, y busqué en el estacionamiento el Samurai azul de Luke. Esa mañana, había estacionado en su usual lugar cerca al campo de fútbol, pero su automóvil no estaba en ninguna parte a la vista ahora. ¿Se habían escapado él y un montón de sus amigos de drogas? No me sorprendería si me hubiera olvidado, aunque estaría decepcionada. Pensé que nos habíamos conectado en un nivel más profundo desde el accidente, y tenía la frágil esperanza de que hubiera parado de usarlas. Mi teléfono vibro: Britt Realmente quiero salir esta noche. Chase me invitó a salir. ¿Qué mierda? ¿Quién? Chase del periódico. ¿Chase Dallin? Sí. ¿Has perdido la cabeza? Es genial. Una larga pausa. Examiné el estacionamiento de nuevo. Nada de Luke. ¿Dónde estaba? Realmente te necesito esta noche por favoooor.

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Odiaba cuando Britt rogaba. Es impostergable. Otra larga pausa. ¿Puedo ir? Levanté mis cejas. ¿Britt como una compinche? ¿Estaba tratando de hacer de la primera página del periódico de la escuela un periódico de lástima? ¿O un periódico patético? Si estaba intentando manipular al editor en jefe del colegio, había caído a un nuevo punto bajo. Tal vez no obraba con segunda intención. Tal vez sólo estaba buscando pasar un buen rato. Pero quería ir a bailar. Estar con un chico de tipo escritorio como Chase y hacer una cosa loca en un club estaban en extremos opuestos del espectro de la fiesta. Aun así, estaba segura de que Chase estaría fascinado de salir con Britt. Sonreí burlonamente. Debí preguntarle, antes de darle a Britt el sí, pero las escenas de Britt y Chase flotando en mi cabeza eran demasiado divertidas para resistir. Eso, probablemente, estará bien. Genial. Te recogeremos. Está bien. No podía entender por qué me entretenían las visiones de la Boa-Britt totalmente encima del torpe-Chase, pero disfrutaba con la idea. Dejé salir un suspiro. ¿Dónde está Luke? Le envié un mensaje de nuevo. Nada. Levanté la mirada, examiné el estacionamiento y mi mirada se detuvo. El tipo en el traje negro que había visto días antes en el corredor estaba caminando hacia mi dirección.

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Se deslizaba como un bailarín, su sonrisa brillando. Su cabello rubio oscuro relucía. Si era un nuevo profesor, no había escuchado alguien tan sensual se hubiera unido recientemente a la facultad de la Secundaria Pleasant Grove. Lancé una mirada alrededor mío, sólo para asegurarme de que su sonrisa de celebridad no estuviera dirigida a alguien más. Estaba sola. ―Bueno,‖hola.‖―Su‖voz‖clara‖tenía un ritmo familiar y entró en mí sin duda. ―Um,‖hola.‖‖―No‖sólo‖su‖voz‖era‖familiar,‖sino‖sus‖ojos‖azules‖tenían‖esa‖cualidad‖ magnética que no había visto desde que puse mis ojos en Matthias. Aunque su pelo era rubio, cerca al gris, no se veía como un adulto mayor y su traje negro era totalmente moderno, y sus labios delgados. Su camisa gris perla reflejaba el color de sus penetrantes ojos. —¿Te conozco? —Igual de hermosa como Matthias dijo que eras. —¿Matthias? —Mi corazón se agitó—. ¿Lo conoces? Echó su cabeza hacia atrás y rió. Sí, conocía a Matthias, lo reconocí por la manera en que se reía, justo como Matthias. Y había visto esos ojos azules antes, en los recuerdos de Matthias. Mi corazón empezó a acelerarse. —Conozco a Matthias muy bien. Soy su padre. Albert. Las preguntas saltaban por atención en mi cabeza. Matthias había dicho muy poco sobre su padre. Aun así el hombre estaba parado allí. Bueno, no el hombre, sino el difunto guardián. Sonreí. ―Wow.‖Sí,‖lo‖vi‖el‖otro día en el corredor. ―Sí,‖ése era yo. ―Es‖tan‖genial‖finalmente conocerlo. Matthias me ha hablado tanto sobre usted. ―¿Lo‖ hace‖ ahora?‖ ―La‖ mirada‖ de‖ Albert‖ se‖ movió‖ de‖ mí‖ hacia‖ afuera‖ a‖ la‖ nada‖ por algunos momentos. Parecía meditar mis palabras. Después sus ojos se trabaron en‖los‖míos‖de‖nuevo―.‖Es‖un‖chico‖sentimental,‖¿verdad?

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¿Era eso sarcasmo o una tierna divagación en su tono? No pude descifrarlo. ―Matthias‖estaba‖en‖lo‖correcto.‖No‖podía‖encontrar‖las‖palabras‖para‖describir‖tu‖ delicada belleza. Me calenté de la cabeza a los pies. ―¿De‖verdad?‖―¿Matthias‖pensaba‖que‖era‖delicada? Lindo. Albert asintió y estrechó sus manos detrás de su espalda. El parecido entre ellos era espectacular, el color de ojos azules, los ángulos definidos y sensacionales en sus rostros, un aire de confianza rebotaba como una energía invencible en el aire entre ellos dos. Debe ser mi nuevo guardián, eso tendría sentido. ―¿Entonces‖Matthias‖te‖envió? ―Soy‖un‖pobre‖sustituto. Tendrás que disculparme. Compartía la humildad de Matthias. Genial. Busqué los sentimientos de seguridad y confort que había sentido bajo la protección de Matthias pero no pude encontrarlos. Por supuesto, Albert tenía que tocarme primero. ―¿Dónde‖est{‖él?‖¿Puedes…‖tienes‖permitido‖decirme‖dónde‖est{?‖La‖tía‖Janis no pudo decir mucho. Inclinó su cabeza. ―No‖sé‖m{s‖que‖la‖tía‖Janis,‖me‖temo. La decepción trató de pinchar mi corazón, pero lo ignoré. Su padre estaba aquí, y ése era un regalo. ―Lo‖extrañas,‖lo‖puedo‖ver.‖Me‖aseguraré‖de‖que‖lo‖sepa. ―Gracias.‖Entonces,‖¿eres‖mi‖nuevo‖guardi{n?‖―El‖traje‖negro‖era‖en‖cierto‖modo‖ genial, definitivamente más chic que las etéreas pálidas ropas que Matthias usaba. Asintió, sonrió, la familiaridad de su cara llenaba las vacías esquinas de mi ansia. ―Si‖eso‖est{‖bien‖contigo, querida Zoe ¿Me permitirías entrar?

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Algo en su pregunta envió un flujo de ansiedad a través de mí. ―Seguro.‖Sí,‖sin‖duda. Por qué no me sentía aliviada de tener otro guardián, el padre de Matthias no obstante, me desconcertaba. De hecho, el silencio que siguió crepitó con nerviosismo. Un golpeado LeSabre marrón pasó el obstáculo donde los estudiantes estacionaban. Miré con atención al conductor y dejé salir un respiro de alivio. Krissy. Sonrió y se detuvo. ―¿Necesitas‖un‖aventón?‖―preguntó‖a‖través‖de‖la ventana del lado del pasajero. Asentí con la cabeza, luego miré a Albert cuyos ojos azul grisáceos estaban fijos en Krissy con tal intensidad que me sorprendió. Probablemente sabe de su guardián, entendía su historia pasada y esas cosas. El hecho de que no había visto al guardián de Krissy hace un tiempo me hizo sentir mejor. La última vez que la había visto, había estado en una misión de auto lastimarse. Estaba satisfecha de que ella parecía estar más contenta. Me parecía una estupidez hablar con Albert, al aire, así que incliné la cabeza en dirección a Krissy, indicándole que no podía hablar. Sacudió la cabeza en señal de asentimiento, mostrando otra sonrisa. ―No‖te‖preocupes,‖Zoe.‖Te‖veré‖otra‖vez. ―Est{‖bien‖―dije‖sin pensar. Abrí la puerta del automóvil, conseguí entrar. Krissy no pareció darse cuenta de mi desliz, diciéndole adiós a Albert. Cerré la puerta para que el calor en el interior no se escapara. ―Gracias, Krissy. Mi hermano se está retrasando. ―Oh,‖Luke.‖Así‖que,‖es‖tu‖hermano. ―¿Lo‖conoces? Lentamente salió del estacionamiento.

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―Tuvimos‖algunas‖clases‖juntos. ―Por‖lo‖tanto,‖¿eres‖una‖estudiante‖de‖segundo‖año? Asintió con la cabeza. Mientras conducía, me miró el tiempo suficiente como para ponerme nerviosa acerca de lo poco que observaba la carretera. Cerré mi cinturón de seguridad, me volví a mirar por la ventana, con la uña del pulgar entre los dientes. Matthias había enviado a su padre en su lugar. Debería estar en éxtasis. Por alguna razón, no lo estaba. Qué ingrata, Zoe. Me prometí estar agradecida por cualquier parte de Matthias que pudiera obtener. Albert era su padre, después de todo, lo más cercano que llegaba a ser carne y de sangre de Matthias. Fuera, la nieve cubría todos los techos, árboles y el camino, pero los bordes blancos fueron retrocediendo, derritiéndose gota a gota sin fin. ―¿Cómo‖has‖estado‖de‖todos‖modos?‖―preguntó‖Krissy. ―Mucho‖mejor‖en‖estos‖días. ―Cuando‖me‖enteré‖del‖accidente, estaba tan sorprendida.‖¿Debes‖haber‖sentido…‖ fue… miedo? ―Todo‖sucedió‖muy‖r{pido.‖Honestamente,‖no‖tenía‖tiempo‖para‖pensar‖en‖lo‖que‖ estaba pasando. ―Tienes‖suerte‖de‖estar‖viva. Tragué saliva. ―Sí. ―Lo‖siento‖―balbuceó―.‖No‖debería‖hablar‖de‖ello. Abrí los ojos. ―No,‖est{‖bien. ―No,‖no‖lo‖est{.‖Soy‖estúpida,‖eso‖es‖todo. La miré. ―No,‖no‖lo eres. No te preocupes por eso.

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Tuve que seguir adelante y dejar de pensar en él. Olvidar que me dijo que me amaba. De alguna manera, lograr desestimar mi propia declaración de amor por él de mi cabeza y de mi corazón. Por doloroso que fuera tenía que borrarlo de mi memoria. ―¿Qué‖has‖estado‖haciendo‖últimamente?‖―le‖pregunté. Pareció sorprendida por la pregunta. ―Oh,‖no‖mucho.‖Estudiando.‖Y…‖cosas‖―dijo‖sintiéndose‖acorralada―.‖Entonces,‖ ¿eres amiga de Weston Larson? Dejé escapar un resoplido. ―No.‖¿Por‖qué? ―Sólo… no sé. Recordé la manera en que se me quedó viendo en la sala en la escuela. ―¿Te‖gusta? Sacudió la cabeza, con los ojos muy abiertos. ―Oh,‖no.‖No,‖en absoluto. ―Es‖genial‖si‖te‖gusta‖alguien,‖Krissy.‖Aunque te sugiero que mires a tu alrededor. Hay chicos mucho más agradables‖que‖Weston.‖Él‖es… un idiota. ―¿En‖serio?‖―Miró‖de‖frente‖a‖la‖ventana. ―Gira‖ en‖ la‖ siguiente‖ a‖ la‖ derecha‖ ―le‖ dije,‖ casi‖ olvidando que no tenía idea de dónde vivía. Asintió con la cabeza. ―Parece‖ser‖un‖tipo‖agradable‖―manifestó. Me pellizqué mi cara, luego vi la imperturbable, mirada enamorada en ella. No había manera en que pudiera mantenerme al margen y dejar que Krissy la chica de la pradera paleta.

pensara que el playboy Weston era su tipo. Él aplastaría su

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―Krissy,‖¿Qué‖sabes‖tú‖sobre‖Weston? Conducía con la mano derecha. Con la izquierda, tomó un mechón de cabello que colgaba a un lado de su rostro y comenzó a girarlo. Su hombro levantado. ―No‖ mucho.‖ Quiero‖ decir,‖ lo‖ he‖ visto‖ jugar‖ fútbol.‖ Lo‖ he‖ visto‖ juntarse‖ con‖ tu‖ amiga, Britt. Pero he oído que terminaron. ―Sí,‖lo‖hicieron.‖No‖porque‖Britt‖tuviera‖un momento de genialidad tampoco. ¿Qué tenía Weston que cegaba a las mujeres? No lo podía ver. ―Entonces‖ ―continuó‖ Krissy‖ delicadamente,‖ como‖ si‖ c{scaras‖ de‖ huevos‖ estuvieran‖bajo‖sus‖pies―.‖Ellos‖rompieron,‖¿no? ―Síp. ―Creo‖que‖es‖lindo.‖Y‖agradable. ―Sí,‖ Weston‖ es‖ caliente.‖ Pero‖ confía‖ en‖ mí,‖ est{s‖ mirando‖ en‖ un paquete bellamente envuelto. En‖el‖interior,‖la‖caja‖est{… vacía. Puedo decirte que eres una chica‖ auténtica.‖ ―Me‖ miró‖ por‖ encima‖ con‖ los‖ ojos‖ abiertos―.‖ Piensas‖ las‖ cosas.‖ Eres‖seria‖acerca‖de‖la‖vida‖y… ―Pero‖ya‖no‖quiero‖ser‖así.‖‖No‖me‖estoy‖divirtiendo. No voy a ninguna parte. Me pellizqué el rostro nuevamente. ―Krissy,‖probablemente‖vas‖a‖graduarte‖primera‖ en tu clase, obtener una beca y volar a Princeton. ―Sí,‖voy‖a‖hacer‖todo‖eso,‖pero‖lo‖voy‖a‖hacer‖sin‖haber‖tenido‖jam{s‖un‖novio.‖¡Es‖ una mierda! No quiero ser más inteligente. Estoy harta de eso. Me eché hacia atrás y solté una carcajada. Me miró, sus ojos redondos. ―Lo‖siento.‖―No‖tenía‖idea‖de‖lo‖afortunada‖y‖segura‖que‖era‖su‖vida―.‖Krissy,‖sé‖ que la hierba parece más verde, pero hay hierba mala, bichos desagradables y serpientes de este lado, al igual que de tu lado. No es diferente. Salvo que eres más inteligente que todos los demás, así que tienes esa ventaja. Su boca se abrió, colgando por un segundo. Sus mejillas se sonrosaron.

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―Para‖ti‖es fácil decir eso. Has tenido novios, vas a fiestas. Cuando Brittany y tú aparecen en los partidos de fútbol, cada cabeza en las gradas se vuelve. ¿Cómo sabrías qué se siente al ser ignorado? Mi sonrisa aplanada. El aire en el automóvil estaba pesado. ―Lo‖ siento.‖ Nadie‖ debería‖ sentirse‖ ignorado.‖ ―Parpadeó‖ r{pidamente,‖ en‖ un‖ intento vano de ocultar las lágrimas que coronaron sus pestañas. ―Estoy‖tan‖sola‖―balbuceó. Estiré mi brazo y lo coloqué sobre su brazo. Como si me hubiera conectado a un grifo ella sollozó, lágrimas caían por sus mejillas. Detuvo el automóvil bruscamente en una parada, cruzó los brazos sobre el volante y hundió su cabeza en sus antebrazos. Sus hombros temblaban. Le di unas palmadas en el brazo. ―Krissy… ―Es‖verdad‖―balbuceó―.‖Nadie‖lo‖sabe. Nadie lo sabe. ¿Nadie lo sabe? ―Todos nos hemos sentido así en algún momento. Lo prometo. Tú sabes, estas últimas semanas, la gente ha estado difundiendo rumores acerca de mí estando poseída‖y‖esas‖cosas.‖Sé‖lo‖que‖es… ―¿Un‖ par‖ de‖ semanas?‖ ―dijo,‖ poniéndose rápidamente en posición vertical, su cara‖ roja―.‖ ¡He‖ vivido‖ en‖ el‖ anonimato‖ toda‖ mi‖ vida!‖ ¡Un‖ par‖ de‖ semanas‖ no‖ es‖ nada! ―Bueno,‖tal‖vez‖tienes‖razón.‖Mi‖punto‖es‖que‖cada‖persona‖en‖el‖planeta‖pasa‖por‖ eso.‖Es‖lo‖que‖sucede‖a‖nuestra‖edad…‖uno‖ de‖nuestros pasos en la adolescencia. No es divertido para ninguno de nosotros. ―¿Esperas‖que‖crea‖que‖mi‖invisibilidad es tan difícil cómo la tuya? ¿Cuándo no fuiste popular? Me acuerdo de ti desde la escuela primaria. Siempre has sido el centro de atención. Tragué un nudo. ¿Había estado en mi escuela primaria?

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―En‖ la‖ escuela‖ secundaria,‖ siempre‖ habían‖ chicas‖ a‖ tu‖ alrededor.‖ ¡Me‖ comía‖ mi‖ almuerzo en el baño! ¡Sentada en el inodoro! No podía decir nada para confortarla. Lo había tenido peor que yo, eso era evidente. Aparté la mirada por un momento dándole un segundo para controlar sus sentimientos. Cuando me encontré con su mirada de nuevo, no se había movido, todavía estaba mirándome como si me hubieran crecido cuernos arriba de mi cabeza. ―Soy‖tu‖amiga‖―dije‖en voz baja. La furia que endurecía su rostro se fundió en una suave incredulidad. Volvió la mirada hacia sus antebrazos cruzados. ―Gracias.‖Nunca‖he‖tenido‖un‖amigo‖popular‖antes. ―La‖popularidad‖es‖en‖gran‖parte‖temporal.‖Al‖igual‖que‖emborracharse.‖Se‖siente liberación, mientras que lo estás haciendo, pero la resaca te deja enfermo y vacío. ―Todavía‖ me‖ gustaría‖ probarlo.‖ ―Miró‖ por‖ encima‖ de‖ su‖ hombro‖ hacia‖ la‖ carretera, y luego dejó escapar un suspiro, se volvió, encendió la luz intermitente y cuando el tráfico se despejó, arrancó. ―Me‖ emborraché‖ una‖ vez.‖ Quería‖ ver‖ por‖ qué‖ tanto‖ alboroto.‖ Mi‖ mam{‖ guarda‖ alcohol para cocinar en la casa, y una noche cuando se fue me bebí una botella. ―¿De‖alcohol‖para‖cocinar? Se estremeció. ―Eso‖fue‖enfermo. Me eché a reír. ―Uh,‖sí. ―¿No‖sigo‖por‖Canyon Road?‖―preguntó. ―Sí.‖Gira‖a‖la‖derecha‖Twelve Hundred North. La cabeza de la colina. Asintió con la cabeza.

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―¿Qué‖es‖lo‖que‖bebes‖cuando‖vas‖de‖fiesta? ―No‖bebo‖m{s.‖Tampoco‖voy‖a‖fiestas. ―Est{s‖mintiendo.‖―Sus‖ojos‖se‖abrieron, me miró fijamente. ―Ya‖no‖bebo‖o‖voy‖a‖fiestas,‖Krissy. Dejó escapar un suspiro alto y claro. ―Entonces,‖¿cómo‖voy‖a‖entrar‖en‖una‖de‖esas‖fiestas? ―¿Qué‖ pasa‖ con‖ todos‖ los‖ que‖ quieren‖ ir‖ de‖ fiesta?‖ ―Chase‖ me‖ había‖ dicho‖ lo‖ mismo‖en‖clases―.‖Como‖he‖dicho, hay mejores cosas que hacer. ―¿Cómo‖qué?‖He‖estudiado‖y‖leído‖todo lo que mi cerebro aguanta. Dejé escapar un suspiro. Por suerte estábamos llegando a casa. Cuando pasamos por el lugar donde ocurrió el accidente, mi corazón se disparó. En mi cabeza vi a Matthias en el coche, al igual que lo había visto esa noche, su cuerpo y su rostro iluminados por la esencia brillante de su serenidad, sentado a mi lado, con la espalda contra la puerta, sus claros ojos azules como los diamantes y enganchados en los míos en una retención reconfortante que no me dejaría ir. Matthias… ―¿Doy‖la‖vuelta?‖―La‖voz‖de‖Krissy‖me‖obligó‖a‖abrir‖los‖ojos.‖Pasado‖el‖punto‖de‖ impacto. Asentí con la cabeza. Giró a la izquierda y llegó a nuestra calle. Se estacionó en la entrada y se detuvo. ―Gracias‖por‖el‖viaje‖―dije. ―Por‖supuesto.‖En‖cualquier‖momento. ―Puede‖ser‖que‖tome‖eso‖en‖serio.‖―Abrí‖la‖puerta,‖salí‖y‖me‖apoyé‖en‖ella―.‖Si‖ Luke no se compromete. ―Est{‖bien,‖Zoe.

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Cerré la puerta y observé el automóvil por la carretera mojada. El automóvil de Luke no estaba en ninguna parte, lo que significa que estaría sola en casa hasta que el autobús de Abria llegara y la dejara en la entrada. Abrí la puerta, entré y la cerré a mis espaldas. Presioné mi espalda contra la madera dura y cerré los ojos. Había estado, como qué, diez minutos sin pensar en Matthias hasta que llegamos al punto del impacto cuando su imagen se transmitió en mi conciencia. Tan vivo. Tan real. ¿Dónde estás? Te extraño. El dolor en mi corazón causó que mis rodillas temblaran. Me volví, frente a la puerta e intenté ocultar las lágrimas cerrado mis ojos. Nadie estaba allí para verlo, pero quería retroceder ante mi propia incapacidad de dejarlo en el pasado y dar la cara a mi futuro. Ansiaba su serenidad. Me sentía abandonada, lloraba abiertamente ahora, mis rodillas desmoronándose con los sollozos. Por cuánto tiempo lloré, no lo sé, pero la depuración me hizo sentir algo de alivio, aunque que el alivio era temporal. Me sequé los ojos, miré a mi alrededor, a la madera y a la escalera de hierro, sobre la lámpara de araña de bronce y a las pinturas de pastorales en las paredes, estaba agradecida por mi casa. Si no podía estar con Matthias en el Cielo, en casa con mi familia era el siguiente mejor lugar para curar mi corazón herido. Incluso si la curación llevaba toda una vida. Mírate, berreando como un bebé en el suelo. A Matthias no le agradaría esto. Levántate y logra poner tus piezas juntas. Me levanté y respiré hondo. Fui a la cocina, enganché mi mochila en el mostrador y me acerqué a la nevera. Comer algo. Comer es anestesiar. Pero nada parecía apetecible. Cerré la puerta. Los forcejeos en la puerta llamaron mi atención hacia la dirección de la entrada. La alarma sonó, lo que indicaba que la puerta estaba abierta. Entonces, oí el mecanismo en marcha. Abria me pasó como un bólido. La puerta se cerró. Pasos pesados.

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Luke apareció, tambaleándose. Sus aturdidos ojos se trasladaron en cámara lenta de Abria, que corría en círculos alrededor del sofá de la sala de la familia, hacia mí. ―La‖ escuela‖ llamó.‖ El‖ autobús‖ se‖ descompuso.‖ ―Su‖ lengua‖ parecía‖ tan‖ gruesa‖ como una serpiente atrapada en su boca. Se acercó al sofá de dos plazas y se dejó caer. ―¿La‖recogiste‖estando‖drogado?‖―Mis‖venas‖burbujeaban‖con‖el‖shock. Había estado limpio. ¿Por qué había recaído? Quería tomar su mata de pelo rubio desaliñado en mis puños y sacudirlo. ―Me‖llamaron,‖¿qué‖es‖lo‖que‖se‖suponía‖que‖debía‖hacer? ―Pedirles‖que‖me‖llamen,‖o‖mam{‖o‖pap{. ―Trataron‖eso.‖―Sus‖ojos‖inyectados‖en‖sangre,‖y‖con‖la‖capucha‖puesta evitaban los‖míos―.‖Nadie‖contestó‖el‖teléfono. Saqué mi teléfono del bolsillo. No había llamadas perdidas. No podía creer que hubieran dejado que se fuera con él. ¿No habían visto que estaba cargado? Pero entonces no todo el mundo veía las señales. Para un novato, Luke simplemente podría parecer cansado. Aun así, no podía creer que hubiera conducido así a casa. ―Tendrías‖que‖haberme‖llamado.‖Podría‖haber… ―¿Haber‖ qué?‖ ―gritó―.‖ Tu‖ automóvil est{‖ hecho‖ polvo,‖ Zoe.‖ ¿Recuerdas?‖ ―Se‖ levantó del sofá y salió‖de‖la‖habitación―.‖No‖es‖como‖si‖hubiera‖querido‖manejar así. ¿Crees que soy estúpido? ―Lo‖siento,‖tienes‖razón. Abria se echó a reír como una hiena. Eran los argumentos más fuertes que tenía, el tono de su risa aumentó. ―¡Basta!‖―Apreté‖mis‖puños‖en‖mis oídos. Cerré los ojos. Oh, no, por favor, no dejes que esto suceda de nuevo: la lucha, la ira, el horror. ―Zoe. Mi corazón se detuvo. Silencio.

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Mantuve mis ojos cerrados y apretados. Si había imaginado la hermosa voz, no haría nada para detenerme de oírlo nuevamente, aunque sólo fuera en mi imaginación. ―Zoe. Mis ojos se abrieron. Me di la vuelta.

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Capítulo 10 Traducido SOS por Susanauribe, LizC y PokeR Corregido por Angeles Rangel

M

atthias se quedó de pie bajo el arco que conducía a la entrada. Sus manos colgaban a los lados ligeramente extendidas como si quisiera alcanzarme, pero se estaba agarrando a sí mismo para

asegurarse. Sus ojos azul cristal brillaban bajo una expresión tentativa de alegría y algo que no podía señalar, pero revolvía mi corazón en un lago atemorizante. Estás aquí. Finalmente estás aquí. Mis entrañas se llenaron con alegría, a punto de estallar. Sin embargo, no me moví. Si lo hacía, ¿desaparecería? Esa idea me aplastaba. No quitaría mis ojos de él nunca más. Bajó la cabeza, metió ambas manos en los bolsillos delanteros y luego me miró. ¿Dónde has estado? He estado muy mal pensando en ti, preguntándome. Por favor, dime dónde has estado. ―¿Est{s‖bien?―pregunté. Asintió. ―Estoy‖ bien.‖ ―Su‖ tranquilizadora‖ voz‖ llegó‖ hacia‖ mí y cerré los ojos, saboreándola. Gracias, Dios. La gratitud llenó mis ojos con lágrimas, y se escaparon bajando por mis mejillas. La alegría surgió de cada célula, rebosando como una marea fuera de control de mis miembros entumidos. Quería reír y llorar. Abrí los ojos. Como si una fuerza invisible me arrastrara en su dirección, lentamente crucé la habitación hacia él. ―Pensé‖que‖nunca‖te‖volvería‖a‖ver.‖Albert… ―¿Albert? ―Su‖expresión‖se‖volvió‖glacial―.‖¿Él‖estuvo‖aquí?

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Asentí, acercándome. ―En‖la‖escuela.‖Me‖dijo‖que‖lo‖habías‖enviado‖para… ―Yo‖no‖lo‖envíe,‖Zoe.‖―Matthias‖pasó‖la‖mano‖por‖su‖cabello,‖su‖expresión‖grave‖ congelando‖mi‖pulso―.‖¿Qué‖sucedió? ―¿Hay‖algo‖mal? ―No‖lo‖envié‖a‖ti.‖Lo‖que‖sea‖que‖te‖dijo‖no‖fue‖verdad.‖―Las‖manos‖de‖Matthias‖ se deslizaron por su rostro y cayeron en nudosos puños‖ a‖ sus‖ costados―.‖ Dime‖ qué sucedió. ―Él…‖él‖ha estado paseando en la escuela. ―¿Paseando? ―Pensé…‖él‖dijo‖que‖fue enviado para tomar tu lugar. Los ojos de Matthias se cerraron y su cabeza se inclinó hacia atrás. El aire alrededor de nosotros creció frío. ―¿Qué?―susurré. Su mirada se encontró con la mía. ―Mi‖ padre‖ no‖ es‖ un‖ guardi{n,‖ Zoe.‖ Él‖ es…‖ ―Sus mejillas se sonrojaron en un profundo‖ escarlata―.‖ Él‖ es‖ muy‖ peligroso.‖ No‖ debes‖ hablarle‖ de‖ nuevo.‖ ¿Entiendes? Asentí. No quería desperdiciar momentos preciosos discutiendo respecto a Albert. Quería saber dónde había estado, qué estaba sucediendo. Quería tocarlo. Sus ojos azules se endurecieron. Continué hacia él, pero la confusión saltó en el momento con mi corazón palpitante. No me detuve hasta que las puntas de mis zapatos casi tocaron las de él. Hasta que respiré profundo y su olor único tan limpio me llenó por completo, me hizo cerrar los ojos de felicidad que me atreví a disfrutar. Levanté las manos, cada nervio en mí tensionado por tocarlo de nuevo. Él dio un paso hacia atrás. Mi corazón se estrelló en un alto en mi pecho. No.

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Angustia cruzó sus facciones. Bajó la cabeza, como si estuviera reuniendo fuerza y coraje para decirme algo grave. No podía moverme, asombrada de que estuviera rehusando mi contacto. ¿Qué significaba esto? ¿Que habíamos regresado al principio? ¿Qué? ¿Qué? ¡Dímelo! Después de un largo y pesado silencio, sus ojos se alzaron hacia los míos. ―No‖puedo‖ser‖tu‖guardi{n.‖No‖por‖un tiempo, de todos modos. ―¿Por‖qué? ―Tienes‖una‖vida‖que‖vivir.‖―Su‖tono‖era‖gentil‖y‖penetrante,‖pero‖la‖confortante convicción de la verdad que ofrecía‖saltó‖como‖piedras‖a‖través‖de‖mi‖alma―.‖No‖ puedo detener eso. Sin importar cuánto te amo. Sus palabras se hundieron como pesado plomo abajo, abajo, abajo llevando mi corazón a un abismo de desesperanza. ―Tú…‖me amas… ―Sí.‖Y‖eso‖nunca‖cambiar{.‖Pero‖quebranté‖una‖regla cuando te salvé esa noche. ―Me‖salvaste.‖Pensé que eso es lo que hacías. Él asintió. ―Sí.‖Pero‖yo‖les‖fallé‖cuando… ―…impediste‖que‖ellos‖me‖violaran.‖Hiciste‖lo‖que‖tenías‖que‖hacer.‖Tú… ―Infringí‖ una‖ regla.‖ Impuse‖ mi‖ voluntad.‖ Y‖ por‖ un‖ tiempo,‖ soy‖ incapaz‖ de‖ ser‖ asignado‖ a‖ ti.‖ Lo‖ siento.‖ ―Sus‖ ojos‖ azules‖ brillaron con arrepentimiento y advertencia: no debería cuestionarlo más. Pero estaba herida profundamente como las hélices de un helicóptero listas para estrellarse. Di un paso hacia adelante. Él se alejó. Mi corazón se apretó. El silencio entre nosotros era insoportable. Mi sueño de verlo y estar con él se estaba convirtiendo en una infernal pesadilla. ―Perdóname.

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―¿Por‖qué‖me‖est{s‖pidiendo‖que‖te‖perdone?‖―susurré,‖todavía‖incapaz‖de‖creer lo que me estaba diciendo. ―Porque‖cambié el curso de tu vida al amarte. Cerré los ojos, incapaz de mirar más a su honesta y pura verdad. Más lágrimas bajaron por mis mejillas. Desde la sala, los refunfuños ligeros de Abria me recordaron que estaba en casa. Me había olvidado completamente de ella. En un flojo intento de distraerme, me volteé para ver dónde estaba. Mi cuerpo tembló. Mi respiración se escapó en superficiales respiraciones. Aunque la miré parada en la mesa de la cocina, sonriendo, tan consciente estaba de Matthias de pie detrás de mí, que apenas estaba recordando ser. Abria tenía una bolsa de Fritos sin abrir en las manos. Abre la bolsa. Vamos, Zoe. Me dirigí hacia ella, mis mejillas mojadas con lágrimas, enfriándose contra el aire. Las limpié. Luego agarré la bolsa de las manos de Abria y la rompí, causando que se esparcieran por la mesa. Ella se rió, agachándose y comenzando a meterse puñados en su boca. Me agarré de la mesa para equilibrar mi cuerpo temblante. ¿Cómo puedes hacerme esto? ¿Venir aquí y romper mi corazón de esta manera? Negué con la cabeza, cubrí mi boca con el dorso de mi mano, mordiendo la carne hasta que probé sangre. Esto no podía estar bien. Está jugando una broma muy cruel. No puede ser real. Pensamientos desesperados de racionalización, pero la verdad dominó las pobres excusas. Detente. Detén esto. No es su culpa. ―Zoe.‖― Su calidez pulsaba en mi espalda. Había llegado más cerca. La cercanía de su voz se coló en mi alma y me envolvió en un abrazo que no podía darme. Sujétame. No me importa si está mal. Por favor. Un sollozo se ahogó en mi garganta. Me volteé y lo miré. ―¿Por‖qué‖viniste?‖¿A‖atormentarme‖con‖algo‖que‖no‖puedo‖tener?‖¿Cómo‖puedes‖ retenerme en el Paraíso de esa manera y luego venir aquí y decirme que se terminó?

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Mantuvo mi mirada sin pestañear hasta que mis rodillas temblaron por su presencia poderosa y penetrante. Mi pregunta estaba fuera de lugar. Una falta de respeto. Pero estaba frustrada y enojada. Mi alma estaba a sus pies. ―Perdóname. ―Entonces…‖―Mi‖voz‖estaba‖destrozada.‖Traté‖de‖navegar‖mi‖camino‖a‖través‖del‖ incierto odio, pero perdí mi equilibrio orgulloso con su petición. Las lágrimas se apresuraron detrás de mis ojos y pestañeé para retenerlas, rehusándome a mostrarle cuán profundamente herida‖estaba―.‖¿Cu{nto‖tiempo? ―No‖sé. ―¿Cómo‖no‖ puedes‖saberlo? Pensé que lo sabías todo. ¿No debería ser eso parte de ello? ¿Saber todo? ―No‖lo‖sé‖todo,‖te‖lo‖he‖dicho‖antes.‖Mi‖situación,‖como‖la‖tuya,‖tiene‖sus‖límites.‖ Pero incluso esto no es el final así que no cuestiono, obedezco. Odio esa palabra. Largos momentos de silencio doloroso pasaron, interrumpido sólo por el ruido de Abria en alguna parte detrás de mí. Las lágrimas corrían por mis mejillas a pesar de mis vanos esfuerzos por detenerlas. Su mirada siguió las lágrimas, el dolor trazando sus rasgos cincelados y tensos. Se acercó, se detuvo a sí mismo y la lanza que había empujado en mi corazón con su declaración fue más profunda. Mi corazón ya lo había perdonado. Cuando cerré los ojos y vi su sonrisa y busqué en mi memoria los momentos que habíamos compartidos en el Paraíso, la serenidad me envolvió. Pero al momento en que puse los ojos en su cuerpo físico y miré a la pureza de sus ojos, mi cabeza no podía perdonarlo por lo que ahora se me negaba. Me tragué el nudo que se había alojado en mi garganta. ―¿Sigues‖ siendo‖ el‖ guardi{n‖ de‖ Abria?‖ ―El‖ m{s‖ fino hilo de esperanza se desenrolló dentro de mí. Por lo menos lo podía ver.

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Él asintió con la cabeza. ―Sí.‖ Aunque‖ la‖ tía‖ Janis‖ tuvo‖ la‖ amabilidad‖ de‖ hacerlo‖ por‖ mí‖ durante‖ mi‖ ausencia. Alivio. Asentí con la cabeza. ―Ha‖ sido‖ muy‖ interesante‖ verla.‖ ―Pero te extrañaba―.‖ Creo‖ que‖ es‖ mejor‖ que‖ nada. Él no dijo nada, sólo me abrazó con los ojos. Rompí mi mirada y miré a Abria, ahora sentada con las piernas abiertas sobre la mesa, con los Fritos en todas partes como trozos de confeti amarillo. Como una muñeca de cuerda, recogió un puñado de las frituras crujientes y las llevó a su boca, una y otra vez. ―Te‖vas‖a‖enfermar‖por‖comerte‖todo‖eso.‖―Me‖acerqué‖a‖ella‖y‖la‖tomé‖en‖brazos.‖ Ella gimió, llegó a la mesa y derramó los Fritos por lo que la dejé en el suelo. Sobre todo porque necesitaba hacer algo con mis manos, para sofocar el deseo que tenía por tocar a Matthias. Vi continuar por el rabillo del ojo a su suave forma brillante blanca. Me dolía el corazón. Él está aquí. Zoe, disfruta de este momento y cada momento que tengas con él. Ahora que no era mi guardián, podía pensar lo que quisiera, y no me escucharía, ¿verdad? Todavía puedo escuchar tus pensamientos, Zoe. Una vez que una conexión como la nuestra se hace, siempre queda en su lugar. ―Oh… bueno…‖eso‖es… Asintió con la cabeza y se acercó. ―Eso‖es‖compasivo,‖¿cierto?‖―preguntó. Asentí con la cabeza. Cualquiera que fuera la porquería de intimidad que pudiera compartir conmigo, lo tomaría.

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―Eso‖ es… bueno.‖ Me‖ alegro‖ ―murmuré,‖ incapaz‖ de‖ apartar mis ojos de él. ¿Cuánto tiempo tenemos? Me gustaría pasar cada segundo mirándolo, encerrada en un destino de mirar pero no tocar y querer por siempre. ―Si‖quieres‖que‖te‖traiga‖de‖vuelta‖a‖la‖tía‖Janis,‖yo… ―No.‖ Verte…‖ con‖ Abria… es mejor que no verte en absoluto. ¿Estamos siendo castigados? ―No estamos‖ siendo‖ castigados.‖ ―Avanzó‖ m{s―.‖ Este‖ universo‖ funciona‖ armónicamente, porque hay leyes. Cuando esas leyes se rompen, hay consecuencias. Mi garganta se espesó. ―No‖me‖gusta‖esa‖ley.‖Es‖una‖mierda. A él no le hizo gracia, no aprobaba mi falta de respeto en relación a los asuntos que él consideraba respetuosos, pero no iba a poner excusas para mí. ―¿Por‖qué‖no‖me‖quedé‖contigo‖en‖el‖Paraíso‖para‖empezar?‖―solté. ―Por‖el‖momento,‖no‖era‖tu‖tiempo‖de‖seguir. ―¿Sabías‖ eso?‖ Esa‖ noche‖ en‖ el‖ automóvil, antes del accidente, ¿sabías que iba a estar en un accidente? ―Te‖ lo‖ dije,‖ he‖ sido‖ enviado‖ como‖ un‖ protector‖ y‖ alentador.‖ No‖ se‖ me‖ dan‖ los‖ detalles. ―Así‖que…‖en‖el‖Paraíso…‖tus‖sentimientos… las cosas que me dijiste… Mis sentimientos no han cambiado, Zoe. Él extendió su mano, la sostuvo en el espacio entre nosotros, sus ojos estaban serios, su cuerpo y su aura de repente me inundaron con un torrente cálido y completo de amor tan acogedor, que me estremeció y me despertó de pies a cabeza. Una respiración involuntaria se precipitó a través de mis pulmones, limpia y pura, fundiéndome con él. Miré su mano extendida y poco a poco llegué a ella, mi propia mano temblaba de deseo. No voy a tocarte, pensé, con ganas de darle seguridad.

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Nuestros dedos flotaban en paralelo, dos mariposas frágiles deseosas de unirse en una sola. Mis ojos se elevaron a los suyos. Sin desviarse, miró en mi corazón. Sea lo que sea que la vida tiene para ti, tendrás los sentimientos de mi corazón en el tuyo. Mi visión se tornó borrosa a través de una repentina acometida de lágrimas. Asentí con la cabeza. Lo sé. Pero, ¿cómo puedo vivir contigo fuera de mi alcance? No creo que pueda hacerlo. No quiero hacerlo. ―Tú‖puedes.‖―El‖calor‖de‖su‖mano‖se‖agitó‖hacia‖arriba‖en‖mi‖mano,‖y‖luego‖hacia‖ fuera‖como‖dedos‖sedosos‖de‖confianza―.‖El‖corazón‖no‖se‖limita‖a‖un‖solo‖amor. ―El‖mío‖sí.‖―‖La‖emoción‖rompió‖mi‖voz. Él sonrió. ―Te‖sientes‖así‖ahora,‖pero‖habr{‖muchos‖capítulos‖que‖vendr{n‖a‖tu‖vida‖y… ―No.‖―Lancé‖mi‖mano‖de‖nuevo‖a‖mi‖lado―.‖No‖digas‖eso.‖No‖lo‖sabemos.‖No‖ puedes saber. Nunca habrá nadie como tú. ¿Cómo puedes pensar que me conformaría con un patético sustituto después de haberte conocido? Su sonrisa se suavizó. Metió las manos en las profundidades de sus bolsillos delanteros. ―Me‖siento‖muy‖halagado.‖Pero‖eres‖mortal,‖Zoe. ―Así‖ que,‖ ¿eso‖ me‖ hace‖ alguna‖ hembra‖ de‖ corazón‖ débil?‖ ¿Es‖ eso‖ lo‖ que‖ est{s‖ diciendo? ―Estoy‖ diciendo‖ que‖ podrías‖ tener‖ muchos‖ años‖ de‖ vida para vivir aquí en la Tierra. No te ves a ti misma viviendo sola, ¿verdad? ―Pero‖me‖gustaría‖que‖tú‖estuvieras. ―Soy‖el‖guardi{n‖de‖Abria.‖No‖tu‖interés‖rom{ntico‖fallecido,‖flotando‖alrededor‖ de tu armario. Una sonrisa rompió la apretada tensión en mi cara. Él también sonrió, y una bonita sombra del color de un tulipán rosa coloreó sus mejillas.

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―No‖tendrías‖que‖permanecer‖en‖mi‖armario. ―Ahí‖est{‖mi‖guerrera.‖―Llegó‖de‖nuevo,‖y‖sus‖dedos‖se‖acercaron‖tanto‖rozando‖ mi brazo, que me estremecí. Él retiró su mano. ―¿Cu{nto‖tiempo‖pasar{‖antes‖de‖que‖no‖quieras‖tocarme?‖―susurré. Dejó escapar un suspiro, como si la pregunta le causara dolor. ―Todo‖el‖tiempo‖que‖me‖lleve‖dejar‖de‖quererte. Eso nunca sucederá…‖su‖pensamiento‖se‖fundió‖en‖el‖mío. ―Est{s‖ hablando‖ con‖ uno,‖ ahora‖ mismo.‖ ―La‖ voz‖ de‖ Luke‖ rompió‖ las‖ cuerdas‖ invisibles y apretadas entre Matthias y yo. Me di media vuelta. Estaba de pie cerca de la mesa, pero no estaba mirando a Abria, quien ahora estaba postrada en el resto de los Fritos, meneando los brazos y piernas como si estuviera en la nieve haciendo un ángel de nieve. Sus ojos se clavaron en Matthias. Miré de Matthias a Luke, a Matthias, y de vuelta a Luke otra vez. Los ojos de Luke estaban alertas y rotundos. ―Lo‖veo.‖―Apuntó‖con un dedo tembloroso―.‖Está de pie justo allí. ―No‖ estoy‖ segura‖ de‖ lo‖ qué‖ est{s‖ viendo‖ ―le‖ dije,‖ sin‖ saber‖ qué‖ pensar,‖ decir‖ o‖ hacer en este momento. Luke era agudo. ¿Cómo podría ver algo divino bajo la influencia? ¿No desafiaba eso la Divinidad? Matthias se mantuvo calmado, su postura erguida, segura, poderosa. A nuestro alrededor, el aire cambió con una fuerza como sólo lo había sentido de él algunos minutos antes cuando espantó la vida del cuerpo de Paul Bunyan; ése no era su nombre en realidad, su nombre era Hank, pero se parecía a Paul Bunyan. En realidad. Era un traficante, era el dueño de la cabaña de los troncos donde tropas de drogadictos incluyendo a Luke, se reunían. La otra vez que había sentido la poderosa aura de Matthias había sido la primera vez que lo toque. ―¿Qué‖ves?‖―le‖pregunté‖a‖Luke.

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―Es‖él,‖¿cierto? Ese tipo Matthias del que me estabas contando. Matthias asintió hacia mí, señalando que estaba bien contarle a Luke. ―Sí,‖es‖él. Los ojos de Luke se marcaron más amplios, luego echó hacia atrás la cabeza. Su piel palideció y se desmoronó hacia el suelo en un montón, me lancé hacia él. ―Pobre‖tipo.‖―Matthias‖se‖paró‖a‖mi‖derecha.‖Se‖había‖movido‖a‖través‖del‖cuarto‖ sin producir sonido. Sonreí hacia él. Sus dientes brillaron. Abria eructó, puñados de migas amarillas revolotearon a través del aire, cayendo todas sobre el rostro de Luke y mi cabello. ―Zoe, tengo que irme. ―Matthias‖se‖arrodilló‖a‖mi‖lado―.‖Recuerda lo que te dije sobre mi padre. Bajo ninguna circunstancia vas a hablar con él. Si lo ves de nuevo, si lo ves regresa tan pronto como puedas a casa y asegúrate de que Abria está contigo. ¿Entiendes? ¿Abria? ―De‖acuerdo. ―Prométemelo. ―Lo‖prometo. Matthias miró a Abria. ―Abria‖est{‖totalmente‖segura‖con‖tu‖cuidado.‖Y‖también‖lo‖est{‖Luke‖―miró‖con‖ una amistosa sonrisa a Luke, aún inconsciente en el piso en mis rodillas. ―Por‖favor‖no‖te‖vayas. Las esquinas de sus labios se levantaron. ―Desearía‖eso‖m{s‖que‖nada.‖Pero‖tengo‖otro‖trabajo‖que‖hacer. ―¿Algo‖m{s‖importante‖que‖estar‖conmigo‖veinte-cuatro-siete?

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Su risita de sorpresa suavizó mis temores. Lo vería de nuevo, eso era un hecho, tendría que aceptar los tiempos intermedios, no importaba qué tan largos los periodos pudieran ser. Su risa paró. ―Fuerte,‖descarada‖y‖totalmente‖capaz,‖Zoe‖Dodd.‖Vas‖a‖estar más que bien. ―Suena‖muy‖definitivo.‖No‖digas‖eso. ―Un‖ cumplido,‖ nada‖ m{s.‖ ―Se puso de pie. Manos metidas en sus bolsillos del frente, su mirada dirigiéndose a Luke. Seguí su mirada hasta el rostro pacífico y angelical de mi hermano. ―¿Qué‖ le‖ diré‖ cuando‖ se levante? ¿Que imaginó verte? ¿Resultados de estar drogado o algo? ―Cree‖en‖lo‖que‖est{‖en‖tu‖corazón. No quiero que te vayas, por favor. Mi frágil mente humana pensó que lo podría mantener ahí con deseos, pero la mirada seria que me regresó me dijo que esos deseos no podrían ser cumplidos. Cuando nuestras miradas fijas se encontraron, un destello de luz brillante lo envolvió en una explosión de gran alcance, y luego se fue. La sala quedó extrañamente quieta. Me quedé mirando el lugar donde acababa de estar parado. Un inmenso vacío viajó a través de mí, pero no tenía tiempo para revolcarme en la pena. Luke se movió. En la mesa detrás de nosotros, Abria yacía sobre su estómago, nadaba en migajas como si estuviera en la piscina, moviendo un lío amarillento por el aire. ―Abria,‖para‖por‖favor. Ella se rió y se puso de pie, saltando arriba y abajo. Me levanté de un salto, agarrándola y la dejé sobre el suelo. ―Ve‖a‖limpiar.‖―Como‖si‖eso‖fuera‖a‖suceder. Siguió la creación de los ángeles de las migajas de los Fritos que había tirado al suelo. Suspiré. Luke dejó escapar un gemido y me puse sobre él. Sus ojos azules se

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abrieron con el trabajo de una puerta de garaje en su última gota de vida. Con las manos se limpió la cara. ―Hombre.‖¿Qué‖pasó?‖―Se relajó hasta los codos, y luego sacudió la cabeza. De repente, los pesados parpados de sus ojos se abrieron de golpe Señaló con una mirada por la habitación―.‖Ese‖tipo.‖¿Dónde‖est{? ―¿Matthias? Sus ojos alerta se encontraron con los míos. Se puso de pie. ―Sabía que no estaba alucinando. Te he oído hablar de él, vino y lo vi. ¡Lo vi por mí mismo! Asentí con la cabeza, no estoy segura si estaba molesta o contenta de que Luke hubiera visto Matthias y ya no había razón para dudarlo. Protegía a Matthias con mi vida, y no iba a poner su existencia negociable alrededor como en un sitio para consumo. ―Sí,‖lo‖viste.‖Te‖va‖a‖lastimar‖si‖se lo dices a alguien, también. Los ojos de Luke se abrieron completos y tuve que morderme los labios para no reír. ―Mierd… ―Las malas palabras son contrarias a las leyes de los Cielos ―bromeé,‖disfrutando‖ del poder moment{neo―.‖ No‖ se‖ puede‖ ser‖ un‖ tonto‖ alrededor‖ de‖ los‖ seres‖ Celestiales. Luke miró a su alrededor. ―Sí,‖pero‖no está aquí ahora mismo. Recogí a Abria y el desorden crujiente bajo nuestros pies y a los lados de la mesa. Ella soltó otro eructo. Su aliento apestaba a Fritos de maíz. ―Hombre…‖oh…‖hombre. Es mejor que mantenga los Fritos‖abajo,‖señorita.‖―La‖ llevé al fregadero de la cocina para poder lavarle las manos. Luke me siguió. ―¿Qué‖estaba‖haciendo aquí? ¿El tipo del Cielo?

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―Protegiendo‖ a‖ Abria‖ de‖ tu‖ forma‖ de conducir bajo los efectos de la mariguana. ―Abrí‖el‖grifo‖de‖agua‖y‖sujeté‖sus‖dos‖manos‖retorciéndose‖bajo‖el‖agua‖corriente.‖ Le encantaba el agua, y se quedó inmóvil un instante. ―¿Estaba‖ en‖ el‖ automóvil conmigo?‖ Me‖ pregunto‖ por‖ qué‖ yo‖ no‖ lo‖ vi.‖ ―Luke‖ apareció‖ por‖ encima‖ de‖ mi‖ hombro,‖ mirando―.‖ ¿Cu{ntas‖ veces‖ lo‖ has‖ visto?‖ Ustedes dos estaban como, metidos en esa intensa conversación. Mi corazón latió con fuerza. No lo miré a los ojos, mis mejillas estaban calientes y tenía miedo de que ello hubiera revelado mis más profundos sentimientos. ―Te‖ lo‖ dije,‖ lo‖ he‖ conocido‖ por‖ mucho‖ tiempo.‖ ―Las‖ dos‖ manos‖ de‖ Abria‖ ya‖ estaban sin grasa, así que la senté en el suelo y cogí la escoba. ―Ustedes‖dos‖estaban más que conectados, Z. Lo‖vi.‖―Se‖quedó‖a‖mi‖lado―.‖Lo‖ sentí. Me detuve, lo miré. Silencio. No podía negar lo que había entre Matthias y yo. Eso sería como salir a la calle y negar la existencia del sol. ¿Por qué me sentía a la defensiva? ―Somos‖amigos.‖―Crucé‖el‖desorden‖en‖el‖suelo‖y‖me‖puse‖a‖barrer. ―¿Amigos? ―Luke dejó‖ escapar‖ un‖ resoplido―.‖ Los‖ amigos‖ se‖ reúnen.‖ Los amigos comparten sus platos. ―Tus‖amigos,‖tal‖vez. ―Lo que sea. Tú y este chico Matthias estaban prácticamente enganchados aquí en el… ―¡No‖hables‖así‖de‖él!‖Nunca,‖nunca‖hables‖de‖él‖así‖de‖nuevo. No es como tú ni como yo. Él es inmortal. Perfecto. Es la persona más perfecta que he conocido. Y estoy… Luke quedó inmóvil como una estatua, mirándome. Aún cuando no dije las palabras: “estoy enamorada de él”, tuve la fuerte certeza de que Luke fácilmente llenó el espacio en blanco. Él cambió.

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―Est{‖bien.‖―Su‖voz‖era‖tranquila―.‖Lo‖entiendo. Verdad. Verdad. Verdad. Confianza en la verdad, Zoe. Sin embargo, la verdad podría seguir siendo privada. ―Bueno.‖Entonces‖estamos‖bien. Luke asintió con la cabeza. ―No‖vayas‖a‖parlotear‖acerca‖de‖él‖con‖tus‖compañeros‖de‖drogas,‖¿de‖acuerdo? ―¿Por‖ qué‖ clase‖ de‖ idiota‖ me‖ tomas?‖ ―dijo‖ entre‖ dientes―.‖ Por‖ Dios,‖ Zoe.‖ No‖ haría algo tan‖estúpido.‖―Me miró y luego salió de la cocina. Continué barriendo, pero segundos después, oí el portazo del frente y el rumor lejano de su motor arrancando. Suspiré, mirando hacia Abria. Ella estaba en cuclillas, lamiendo las migajas de Fritos en el piso de baldosas.

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Capítulo 11 Traducido por r0r0_05♥ Corregido por Akanet

E

l Old Spice de Chase me inundó en el momento que abrí la puerta principal. Se veía adorablemente nerd en sus caquis y su suéter cuello redondo color verde, el indicio de un botón de la camisa en su

garganta, su cabello tan ordenado que quería desordenarlo un poco con mis dedos. Estaba de pie en el porche, mirándome a través de la puerta abierta como si fuera Venus, viniendo a seducirlo. —Te‖ves… genial. —Su voz se quebró. Todo lo que tenía eran bonitos pantalones vaqueros y un suéter blanco. Rubor. Rímel. Sin perfume. —Gracias —grité sobre mi hombro—, ¡mamá, me voy! —Oí a Abria riendo en tono alto, miré hacia el pasillo y la vi pasar corriendo usando uno de los camisones de encaje de mamá de color rojo canela. —Está bien, cariño, diviértete. Abria, vuelve aquí en este mismo‖momento,‖vas‖a… Tropezar. Efectivamente, las piernas diminutas de Abria se enredaron en la larga y sedosa tela de color rojo y cayó contra la madera dura. Jadeé. Por lo general, tomaba unos segundos para que cualquier dolor se registrara en la cabeza de Abria. Miró hacia arriba, pestañeó, entonces, se puso de pie. Mamá apareció en una carrera completa, y la tomó en sus brazos, entonces, Abria dejó escapar el llanto. —¿Está bien? —pregunté. Mamá comprobó la cabeza de mi hermana y asintió con la cabeza, viniendo hacia la puerta con una sollozante, e inconsolable Abria en sus brazos. Abria odia ser sostenida cuando está dolorida, una reacción que ninguno de nosotros jamás se acostumbraba, como si el toque humano sólo se añadiera a su agonía. Nosotros odiábamos que sufriera sola. Mamá ojeó curiosamente a Chase, a pesar de la breve caída de Abria.

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—¿Chase, cierto? Mamá gritó sobre los gritos de Abria. —Sí. Hola, Sra. Dodd. —Chase extendió su mano. Abria se liberó deslizándose, corrió fuera de vista, sus sollozos elevándose como un viento feroz desgarrándose a través de la casa. Mamá retrocedió. —Lo siento, tengo que irme. Fue agradable verte de nuevo. —Mamá salió disparada. —¿Tu hermana estará bien? —Las oscuras cejas de Chase bastante juntas. —Sí. —Cerré la puerta y nos dirigimos a su Sedan de cuatro puertas de un indescriptible gris pardo. Si algo grave iba a sucederle a Abria, Matthias habría estado allí. Se me escapó un suspiro silencioso. Chase abrió la puerta de pasajero para mí y me subí, el aroma de su colonia maderada llenando mi nariz con el impacto de un banco de niebla espesa. —Estás vestido para los bolos —dije, una vez que se encontraba dentro y había cerrado la puerta. —Oh, sí. —Los bordes de sus orejas se tornaron carmesí. Puso en marcha el motor. —Oye, espero que esté bien si Britt viene después. El automóvil de repente se detuvo en el medio de nuestra calle. Sus dedos se cerraron alrededor del volante y echó un vistazo, con unos inmensos ojos detrás de sus gafas. —¿Brittany? ¿Vendrá con nosotros? ¿Está noche? —Tragó saliva. Enrollé mis labios para evitar sonreír. —¿Eso está bien? —Uh. Si. Supongo que sí.

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—Ella quería pasar el rato afuera esta noche, pero le dije que iba contigo, y, medio que se invito. —El sudor apareció como diminutos granos claros en toda su piel. Comencé a preocuparme por que se orinara en los pantalones—. Puedo decirle que la dejo libre si lo prefieres. —No. No. —El automóvil comenzó a moverse, así que supuse que se estaba relajando un poco. Su manzana de adán se mantuvo rodando por su garganta. —Vaya. Supongo que estoy un poco sorprendido. Ella nunca me ha dicho ni una palabra‖a‖mí.‖Jam{s.‖¿Est{s… estás segura que sabe que te estoy acompañando? —Chase, es la única acompañante, no tú. Tú y yo estamos saliendo. Recuerda eso. —Le di unas palmaditas en el brazo. Su bíceps eran muy duro. Echó un vistazo a donde hicimos contacto, luego devolvió su mirada sorprendida a la carretera. —¿Nosotros la vamos a recoger? —preguntó. Asentí con la cabeza, saqué mi celular y le envié un mensaje de texto diciendo que estábamos en camino. Entonces, le di a Chase la dirección de su casa. El ambiente en el automóvil saltó y saltó como un tren dispuesto a desviarse del camino. —Vaya. —Se ajustó las gafas sobre el puente de la nariz—. Ésta es la única casa en la que nunca pensé que me encontraría. —Se quedó mirando con asombro a la casa de ladrillo rojo de Britt. Aparcó en la calle, centrando el automóvil donde la vía de ladrillo comenzaba a llevar a la puerta—. Diseño de principios de la América Colonial. Apuesto a que la casa es de unos tres mil veinticinco metros cuadrados con molduras y madera a medida por todas partes. Cubrí un bufido. —¿Puedes decir todo eso con sólo mirarlo desde afuera? Él asintió. —He estudiado arquitectura. —¿Por qué no estoy sorprendida? —Levanté una ceja hacia él. Sonrió. Alcancé la manija de la puerta, pero la mano de Chase se envolvió alrededor de mi brazo

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izquierdo. Fui sorprendida por la fuerza en su agarre, y era mi turno para mirar donde entró en contacto conmigo. —¿Puedo? —preguntó. —Porque no. Él estaba fuera del automóvil y enderezando su ropa antes de darme una respuesta. Con mi mirada, seguí su paso alegre por la vía de ladrillo hacia la puerta. Él golpeó, miro hacia mí, entonces a la puerta de nuevo. Las luces del porche arrojaban un suave resplandor dorado sobre él. La puerta se abrió de golpe con una Britt arreglada a la moda. Había estado lista para saltar y abrazarme, podía decirlo por la sonrisa efervescente en su cara. Su sonrisa tartamudeó cuando vio a Chase en mi lugar, pero no fue obvia su languidez. Bajé la ventanilla para poder oírlos. Vestía de negro desde la punta de sus tacones hasta su jeans negro y su cómodo suéter. —Hola. ¿Chase, cierto? —Cerró la puerta y presionó su espalda contra ella, como Marilyn Monroe saliendo de su camerino, saludando a un fan. Chase no se movió. Ni siquiera respondió a su pregunta. Pobre chico. Britt se inclinó lentamente para verme, y me arrojó una mirada, entonces se enfocó en Chase otra vez. —Gracias por dejarme entrar sin ser invitada a la fiesta. —Ella cuidadosamente caminó a su alrededor. Él siguió sus movimientos como un cachorro jadeando por una galleta. —Seguro —dijo—. Pero no vamos a una fiesta. Vamos a los bolos. Britt me hizo seña con su mano. —Hola nena. —Hola.

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Chase se le adelantó hasta la puerta trasera del automóvil, y ansiosamente la abrió de par en par para ella. —Gracias —dijo antes de sumergirse en el asiento trasero. Él cerró la puerta. —Ansioso, ¿cierto? —susurró, entonces rió. —Sé agradable —le dije. Ella ladeó su cabeza. —¿No lo soy siempre? Chase entró al automóvil, trayendo una fresca bocanada de su colonia junto con él. Cerró la puerta, me sonrió primero a mí, luego a Britt, de vuelta a mí. Su expresión no tenia precio. Como si hubiera anotado. —Ahora esto es lo que llamo una cita. —Te gustan estas probabilidades, ¿cierto? —bromeé. Las cejas de Britt se curvaron en un despliegue‖ obvio‖ de,‖ “ni‖ hablar”‖ esperé que Chase no lo captara. Él encendió el motor y condujo cuidadosamente con la precaución impuesta de un señor mayor. Esperé que Britt hiciera algunos comentarios sarcásticos. Su nivel de tolerancia para cualquier persona socialmente de menor compresión era menos cero. Me acerqué al reproductor de CD. —¿Puedo? Los ojos marrones de Chase se ampliaron. —Éste es el automóvil de mi mamá —dijo—. No sé lo que haya ahí. Sólo te advierto. Y a ti, Brittany. —La miró por el espejo retrovisor. —Oh, no hay problema —mintió. Arrugas de irritación en las comisuras de su falsa sonrisa. ¿Barry Manilow?

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Chase apagó la canción. —Mamá ama a este tipo. —Se encogió de hombros. —La mayoría de las madres lo hacen —murmuró Britt—. ¿No tienes tu iPod Zoe? —Lo siento. No lo tengo. —Sólo me lo preguntaba. —Los ojos de Britt se desorbitaron hacia mí—. Oye, Chase, ¿te importaría tomar un desvío de camino a la película? —Nosotros vamos a los bolos. —Chase tragó fuerte. Como si tuviera que aclarar sus planes con Britt. Mi sangre empezó a hervir. —No vamos a ir a la casa de Weston, Britt —dije. —A Chase no le importa, ¿verdad, Chase? —Su tono de voz era dulce, como la sacarina. —Uh. —Chase, me miró. Negué con la cabeza. Luego miró por el espejo a Britt—. Seguro. No programamos nuestro carril hasta dentro de otros quince minutos. Britt me enseñó sus dientes. Puse los ojos en blanco. Britt le indicó el camino hacia la casa de Weston y atravesamos las calles de Pleasant Grove en silencio. No podía creer que Britt lo estaba usando. ¿Pero entonces que había esperado? La obsesión de Britt con Weston era sin precedentes. Saqué mi celular y le envié un mensaje de texto. No puedo creer que lo estés haciendo conducir hasta donde Weston. A él que no le importa. Chase me dio una mirada pero no dijo nada. Aparté mi celular, porque no quería ser grosera. —Es lindo de tu parte ir a donde Weston —chilló Britt desde la parte de atrás, su voz limosa y dulce como la crema de malvaviscos, la voz que usaba para seducir a chicos ingenuos, e inocentes como Chase. Me ericé, arrepintiéndome por haberla dejado venir.

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—No hay problema. —Chase, se enderezó—. ¿Ustedes dos siguen juntos? —Más o menos. —Britt‖ me‖ lanzó‖ una‖ mirada‖ de‖ advertencia.‖ Ella‖ dijo‖ “más o menos”‖ por‖ dos‖ razones:‖ quería‖ que‖ fuera‖ verdad‖ y‖ quería‖ aislarse‖ de‖ que‖ Chase‖ pensara que estaba disponible. —Le está haciendo un reconocimiento —dije—. Las chicas lo hacen. —Es mío. —El tono de Britt tenía un costado defensivo—. Mataré a cualquier otra chica que se le acerque. El aire en el automóvil explotó. Chase, se veía listo para saltar de su piel. Un escalofrío me golpeó en la columna vertebral por alguna razón que no podía explicar. No me importa lo que dijo Britt. Pero el destello de intensidad que había visto en los ojos de Weston cuando había venido a mi casa se marcó en mi cerebro. —Tú… vaya. —La voz de Chase se estremeció—. Te sientes apasionada acerca de esto. —No tienes que conducir hasta su casa —le dije. —No, está bien. No me importa. —No dejaba de mirar hacia atrás a Britt para su aprobación. Chase giró sobre la calle de Weston. Britt parecía que estaba lista para saltar del automóvil, y aterrizar exactamente en su puerta principal. Las luces estaban encendidas en el porche, el garaje y en de un lado a otro del camino de entrada. Me encogí. El acoso siempre presenta el riesgo de ser visto. Britt estaba en el asiento trasero, detrás de las ventanas oscuras y yo estaba expuesta en el frente. Con Chase. Me veía como una psicópata. Chase, sin experiencia en el hábito obsesivo del acoso, condujo directo a la acera y se estacionó, trayendo risas de parte de Britt. Me deslicé más abajo en el asiento. —Perfecto. Gracias, Chase. —¿Así que aquí es donde vive? —Esto es el cielo —murmuró Britt como un bicho raro enfermo de amor.

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No, éste no es el Cielo. Nada remotamente asociado con Weston Larson nunca podría ser considerado divino. No es el Cielo que había visto. Un par de luces delanteras brillaron en nuestros rostros. —¡Es Wes! —Britt rebotó en el asiento trasero. Me hundí debajo del tablero, mi corazón golpeteaba. Chase lanzó una mirada alrededor. —¿Se supone que me ubique aquí? ¿Debería conducir? ¿Qué? —Déjame verlo —jadeó Britt. —¡VAMOS! ¡VAMOS! —susurré. Chase estaba bajo el hechizo invisible de Britt y no me escuchaba—. ¿Sabes cómo se ve esto? —le susurré a Britt. —No me importa. Lo amo. Él necesita saber que no lo dejaré sin luchar. Escuché el motor del camión afuera parar. Los rayos reflejados de los faros del camión se fueron, regresando el interior de la cabina de Chase a la oscuridad. No podía creer que Chase se sentara allí como un espectador en una película. Y no podía creer que Britt engañó a su manera a Chase y ahora nos veíamos como psicópatas. —¡Él está viniendo! —Britt se meneó. —¿Es en serio? —susurré un grito. Mi corazón golpeaba contra mis costillas—. ¡Chase, conduce! —Yo…‖yo‖no‖puedo.‖Est{…‖justo…‖—Chase bajó la ventanilla. Cerré mis ojos, me tapé la cara y traté de desaparecer bajo el tablero, pero era imposible ocultarme. —¿Puedo ayudarte? —la voz crema y café de Weston fluyó dentro del automóvil. Mi pulso se arremolinó con vergüenza. No me atrevía a abrir mis ojos. Podría fingir que estaba enferma, ¿no? ¿Vomitar? Sentí náuseas. —Wes —oí a Britt salir a gatas del automóvil. ¿Qué tan desesperada se puede estar? Miré a través de mis dedos. Weston tenía las manos en el borde de la ventana abierta y su intensa mirada marrón en mí.

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—¿Zoe? Me retorcí en el asiento y dejé escapar un suspiro. Mi piel enrojecida por el calor. —Wes, ¿podemos hablar? —Britt unió completamente su cuerpo con el hombro de Weston. Él la ignoró. —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Weston claramente dirigido a mí. Chase me miró, luego a Weston, luego de regreso a mí. Britt tenía una expresión de sorprendido fastidio en su rostro. —Britt quería venir —chasqueé. Weston se desplazó. Debajo de su ajustada camiseta de manga larga, los músculos de sus brazos atados y apretados mientras se aferraba a la puerta de Chase. Deslizó una mirada de condena hacia Britt, que echó hacia atrás un paso. Luego, sus ojos oscuros se fijaron en mí otra vez. Chase, se aclaró la garganta. —Estamos yendo a los bolos. —¿Es eso cierto? —La mandíbula de Weston se contrajo—. Suena bien. ¿Te importa si voy con ustedes? Mis ojos se abrieron ampliamente. Britt cruzó sus brazos sobre el pecho. —¿Tú? ¿Bolos? —se rió, siguiendo su tensa conexión hacia mí. Él la miró. —No tan ridículo como tú en los bolos. —Zoe es mi mejor amiga. ¿Cuál es tu excusa? —demandó. Weston movió su intensa mirada sobre mí otra vez. ¿Por qué me estaba mirando? —Eres Chase, ¿cierto? —Asintió con la cabeza hacia Chase.

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—Sí. Sí, lo soy. Si está bien con las chicas, puedes venir. He reservado el carril quince en Jack y Jill. ¿Alguna vez has estado allí? Weston asintió con la cabeza. Empujó con el hombro a un lado a Britt, abrió la puerta trasera y ocupó el asiento trasero, trayendo con él una energía de tensión que astillaba como un látigo. Mi corazón se estremeció. No tanto por miedo, sino por lo desconocido. Britt dejó escapar un suspiro y se quedó fuera, observándolo. —Quiero saber por qué vas a ir. No me has hablado en semanas. ¿Ahora, me presento en tu puerta con Zoe y un tipo que nunca has visto y destrozas todo para ir a los bolos? —No voy a ir por ti. Britt dejó escapar un suspiro. —Si crees que voy a dejarte ir a los bolos con ella, entonces tu cerebro está estropeado. Weston se acercó, agarró la manija y cerró la puerta con un golpe. —Conduce. Con los ojos abiertos, Chase me miró. Britt pisoteó fuera del automóvil como un niño pequeño con un berrinche. —¡Cerdo! —Sus puños golpearon la ventana de atrás. Ella tiró de la manija, pero Weston bloqueó la puerta y miró al frente. Britt llegó a la ventana del frente, moviendo su puño hacia mí. —¡Sal del automóvil, Zoe! ¡Él es mío! —¡Estoy con Chase, retardada! Chase empezó a sudar. —¿Qué debería hacer? —Conduce —repitió Weston.

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—Pero… no puedo dejarla aquí. —Ella tiene un teléfono celular y un establo de chicos, hombre. Conduce. —Va a romper la ventana —me susurró Chase. —Está fuera de control —dije. Una parte de mí me preguntaba si sería mejor unirse a ella. La otra parte estaba irritada ya que nos había usado a Chase y a mí, estaba actuando como una niña mimada, y ahora el escenario se había encendido en todos nosotros. De repente, el automóvil se precipitó hacia delante y estábamos moviéndonos. Weston se pasó las manos por su cara. No sabía qué decir, a ninguno de los chicos. ¿Cuán extraña era esta noche? Miré hacia adelante, tratando de lidiar con el hecho de que Britt se había ido y ahora Weston estaba sentado en su lugar. Mi celular vibró. Lo saqué. Britt. Si te vas con él nunca volveré a hablarte otra vez. Lo que sea. ¡Él se entrometió después de que insististe en que fuéramos a su casa! ¡Vuelve y recógeme! De ninguna manera ustedes se van a matar el uno al otro. ¡Está muerto de todos modos! Oí los dedos de Weston escribiendo furiosamente en su teléfono celular. Entonces lo cerró automáticamente y me miró. —Esto debería servir para que se callara. —Ustedes necesitan librar sus batallas en privado —espeté. —Lo he intentado. Ella no toma un no por respuesta. Britt se iba por la borda cuando se trataba de Weston. Sin embargo, que se sentara en el automóvil con Chase y yo mientras ella estaba parada en su casa quemándome por una razón que no podría identificar excepto decir que estaba molesta.

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Di vuelta en el asiento y lo miré. —¿Realmente vas a seguir con todo esto? Weston se encogió de hombros. —Sí. —Está bien —dijo Chase. Parecía incapaz de percibir las vibraciones irregulares en el aire—. A nosotros no nos importa, ¿verdad, Zoe? ¿Nosotros? ¿Nosotros? ¿Cómo nosotros y el asunto? Grrrr. —Es sólo que, si Britt venía, tendríamos lo suficiente para jugar dobles. ¿Cierto? Hay tal cosa como dobles en los bolos, ¿No es así? —Técnicamente no —dijo Chase con total naturalidad—.‖Aunque,‖Britt… —Y ninguno de nosotros somos parejas —dijo Weston, con su expresión seria.

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—Eso es lo bello de esto.

***

Nosotros jugamos bolos. Chase estaba entusiasta acerca del deporte y la efervescencia de que estaba con dos de la elite de la Secundaria de Pleasant Grove. El huésped genial para ambos Weston y yo, nos mostró sus lugares favoritos en la bolera, ofreciéndonos Pepsi, que él pagaría. Weston fue sorprendentemente agradable con Chase. Pero entonces Weston conocía el juego, y no me refiero a los bolos. Weston era hábil en el arte de los pinos sociales, la forma de establecerlos, como evitar ser derribado y, si es necesario, cómo anotar y aniquilar. Sin embargo, a medida que la noche avanzaba me di cuenta de que Weston no iba a aniquilar lo suaves modales de Chase. Chase logró 220 puntos. Weston 185. Ellos dos en un empate cerca del final de nuestro último juego. Logré un 70 con el cual Chase simplemente empujó sus gafas, sonrió y dijo.

—Lo hiciste muy bien para ser una principiante. Weston arrojó una bola de color rojo oscuro de una fuerte palma de la mano a la otra, lentamente acercándose a mí. —No sabes cómo lanzar, Zoe. —Llegó a un punto muerto cuando el balón de mármol frío chocó entre nuestros pechos. Mi corazón crepitaba. —Déjame mostrarte. Se deslizó a mi alrededor, envolvió un brazo sólido y de acero alrededor de mi brazo izquierdo, el otro sostenía la bola de mármol a la altura del pecho como si no fuera más que un pom-pom esponjoso. Su cara estaba muy cerca de la mía, incliné mi cabeza hacia un lado, segura de que su quijada entraría en contacto con mi mejilla. Frente a nosotros, bloqueando mi tiro, estaba Chase, con una expresión confundida que causó que cruzara los brazos y mordiera su labio inferior. —No, ésa no es la mejor manera. —Se unió a nosotros, de pie junto a mí, dejando claro a Weston que él era el mejor jugador, él debería estar demostrando los movimientos. El cuerpo cálido de Weston se cernía sobre el mío como una pantera lista para aparearse. Cualquiera que sea la colonia que llevaba anulaba el sentido común, flotaba en lugares secretos en mi cerebro y cuerpo, engañando y burlando a los deseos vivos de las mujeres. Cerré mis rodillas, tratando de bloquear los aleteos que venían a la vida en mi sistema. Se trata de Weston, retardada. El ex de Britt. Los dedos expertos de Weston se envolvían con cuidado alrededor de mis manos mientras me enseñaba cómo agarrar la bola. Tragué un nudo. —Debes acunarla así. —Su voz baja se coló en mi oído y trató de acariciarlo. —Gracias, lo tengo. —Me liberé, di unos pasos hacia el carril y me preparé para rodar el balón.

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Me temblaban las manos. Lo sentí detrás de mí otra vez. —Ahora,‖lleva‖el‖brazo‖hacia‖atr{s‖bien‖y‖fuertemente‖en‖un‖movimiento… —Puedo hacerlo. —Me moví hacia atrás y aterricé en su empeine. Él gruñó. Le lancé una sonrisa de satisfacción por encima del hombro e hice el tiro. La bola salió a la cuneta y aceleró por la pista y fuera de la vista sin chocar con nada, excepto la cortina de listones que colgaba detrás de los pinos en pie. Bueno, apesto en los bolos. Por lo menos Weston seguía detrás de mí. —Gran intento —aplaudió Chase detrás de mí. Me di vuelta y tropecé con Weston, sus ojos oscuros me sostenían todavía. Mi corazón rebotó en mi pecho. —Sólo necesitas un poco de trabajo en el brazo —dijo. Necesitaba alejarme de él. —Voy a dejarles el siguiente juego y me sentaré. —Me acerqué a la mesa de fórmica de color rojo y me senté. —¿Segura? —Weston me siguió. —Sí, vamos, Zoe. Mi brazo derecho se está cansando, estoy seguro que tendré un mal juego. Sonreí. —Tú no, Chase. Eres una máquina. Nunca he visto a nadie como tú. Weston cambió de posición, viéndose más bien molesto por mi comentario. Disfruté pellizcando su ego. Tal vez fue porque él me había estado incursionando con su masculinidad y ahora se lo estaba devolviendo con mi lengua. De repente, me di cuenta de lo tranquilo que estaba en el lugar. Miré hacia abajo a los carriles. El resto de los clientes se habían ido. Miré el reloj grande en la pared. Cinco minutos para las once. Habíamos estado jugando durante dos horas. El lugar estaba a punto de cerrar.

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La conmoción atrajo mi atención a la puerta donde tres chicos acababan de entrar en la bolera. Mi corazón se desplomó. Espíritus negros se arrastraban por sus cuerpos como una serpiente retorciéndose, manos acariciando, dientes rechinando, cuerpos frotándose en un frenesí del mal que se extendió en todo el edificio hasta donde permanecíamos en las pistas de bolos.

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Capítulo 12 Traducido SOS por Emii_Gregori, Nii y PokeR Corregido por Naty°

M

e levanté, agarré la camisa de Weston, y la manga de Chase. —Tenemos que irnos. Ahora.

Ambos siguieron mi mirada hacia el mostrador de facturación adonde se dirigía la banda. —¿Qué es esto? —murmuró Chase. —Tenemos que salir de aquí. —No tuve que arrastrarlos, ambos dejaron sus bolas de boliche, nos quitamos nuestros zapatos y Weston tomó la delantera. —Manténganse detrás de mí —ordenó. Su rostro se puso tenso. ¿Pudo ver los espíritus negros? Chase y yo lo seguimos hasta el escritorio donde colocamos nuestros zapatos. Weston mantuvo su mirada sobre los tres chicos. Cuando sus ojos arrojadizos se encontraron con los suyos, les dio una cabezada casual. Sólo uno asintió de regreso, un tipo alto con un pañuelo envuelto alrededor de su cabeza. Los tres miraron nuevamente a su alrededor. Sus ropas holgadas estaban cubiertas con cadenas. Había tatuajes decorando aquella piel desnuda. Uno tenía una gorra al revés. Ellos no lucían como típicos jugadores de bolos, y el joven y la chica trabajando detrás del mostrador se pusieron nerviosos. Traté de apartar mis ojos de los reptiles, pero eran tan horribles y su maldad tan amenazante, que estaba atrapada en la emboscada del miedo. Nunca había visto espíritus negros fluir poco a poco de las órbitas de los ojos. Cada vez que uno de los chicos abría la boca, una criatura se escapaba en un frenesí con colmillos, luego se unía a los otros quienes ya infestaban a los hombres, envolviéndolos, retorciéndolos e incitándolos en un silencio perverso que se sentía como un campo magnético, tratando de succionarnos más cerca.

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Las criaturas eran hombres y mujeres, y, como cuando las había visto antes, eran ajenas a cualquier cosa que excitara a sus anfitriones. Cada hombre tenía dos encaramadas sobre sus hombros, con sus bocas susurrando en los oídos de ellos mientras las garras en sus manos acariciaban sin esfuerzo sus cuerpos. Me estremecí. ¿Qué podrían estar diciendo? Quería salir de allí lo más pronto posible y noté que me había acercado más a Weston. Tomó mi mano, llevándome a su lado y miró a Chase. Con un tirón de su cabeza, indicó la salida. Con Weston a mi derecha y Chase a mi izquierda, nos dirigimos a la puerta. Mi corazón se aceleró. No me atreví a mirar atrás, demasiado temerosa de que los tres hombres sintieran que algo estaba pasando, que estábamos sobre ellos o algo así, aún cuando no tenía idea de lo que iban a hacer en absoluto. Por lo que sabía, podría ser tres tipos tratando de conseguir un último juego antes del cierre. Tres chicos que resultaban estar infectados con el peor caso de espíritus negros que había visto. Mientras más lejos estuviéramos de ellos, menos succión sentía del mal magnético que llevaban. Saqué mi celular una vez que salimos por la puerta. Marqué nueve-uno-uno. —Eso estuvo feo allí dentro —dijo Chase—. ¿Has visto a esos tipos? —Sigue caminando. —Weston no rompe el agarre protector que tiene sobre mí, conduciéndome al automóvil de Chase. Él mira sobre su hombro, luego ve que tengo mi teléfono fuera—. ¿Qué estás haciendo? —Llamando al nueve-uno-uno. —¿Crees que pasará algo? —Chace presiona el botón en su llave remota y el automóvil emite un bip. Weston abrió la puerta trasera e hizo un gesto para que yo entrara. Lo hice. Cuando el expedidor entra en la línea, trago saliva. —Um, acabamos de dejar el Bowling Jack y Jill y tres hombres sospechosos entraron en el lugar. —¿Puede describirlos?

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—Tenían pañuelos, cadenas, tatuajes y cosas así. ¿Tal vez como miembros de una banda? Pero era más que la forma en que estaban vestidos. Era como si estuvieran comprobando el lugar. —¿Puedo tener su nombre, por favor? —Zoe Dodd. —Ella tomó mi número de celular y me dio las gracias por informar comportamientos sospechosos. Espero que la policía aparezca. —Salgamos de aquí —dije. Weston se deslizó a mi lado. Chace se lanzó al frente y encendió el motor. Condujimos en silencio por un minuto, y miré por la ventana hacia las vecindades oscuras que pasamos. Espero que los empleados de Jack y Jill estén a salvo. Espero que tuvieran guardianes. No había visto ninguno. Puede que nada malo fuera a suceder, es por eso que no había visto ninguno. El pensamiento no alivió mi temor. Cerré mis ojos, nada cómoda con la negra noche que me rodea. ¿Por qué suceden cosas malas cuando anochecía? ¿Para camuflar fácilmente la maldad? ¿La oscuridad sacaba lo peor de una mente ya llevada a esa dirección? —¿Estás bien? —preguntó Weston. Eché un vistazo y lo encontré estudiándome. Su mano estaba cerca de la mía mientras yacía sobre el asiento trasero, la punta de los dedos casi tocándose. Sus ojos cafés brillaron en la reflejante luz ocasional a nuestro paso. No había espíritus oscuros aquí. —Sí. Eso estuvo…‖algo‖feo‖allí‖dentro,‖¿sabes?‖Lo‖sentí. Él asintió. —Yo también lo sentí. —Somos tres —enturbió Chase. No dejaba de mirarnos a través del espejo retrovisor—. ¿Alguien quiere un Starbucks? —Sólo quiero volver a casa —dije.

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—Sí, hombre. Sin embargo, gracias por la oferta. —Weston dio unas palmaditas en el respaldo del asiento de Chase—. Esta noche fue genial. —Sí, lo fue. —Asintió Chase—. Me pregunto si escucharemos algo en las noticias de mañana sobre Jack y Jill. —Por su bien, espero que no —dije. —Sólo estoy feliz de que hayamos salido en ese momento. —Weston mantuvo su mirada en mí. Inquietante, porque todavía descifraba quién era y qué buscaba. —Britt habría enloquecido —dije, viendo su reacción ante la mención de su nombre. El cansancio se apoderó de su rostro. Miró por la ventana durante un momento, luego deslizó su mirada hacia mí otra vez. —Probablemente no lo habría notado. —No sé nada de eso —aportó Chase—. Ella parece bastante intuitiva. Weston sacudió su cabeza. —¿Intuitiva? No capta muchas de mis señales. Ya he terminado con ella… —La haces sonar convenientemente desechable —dije, asqueada. —Eso no es lo que quiero decir, sé que encuentras esto difícil de creer, pero ya no es mi tipo. —¿Y cuándo cambió eso? Sólo hace un par de meses atrás estabas completamente contento de estar buceando en las profundas aguas de su boca. Los ojos de Weston se agrandaron. Tragó con dificultad, miró a Chase. —Ya terminamos. Pensé que lo sabías. —Tu vida amorosa no es algo a lo que le siga el ritmo. —¿Qué les parece si pongo algo de música? —sugirió Chase, claramente intentando aligerar la tensión. Barry Manilow nos dio una serenata de cómo estar listos para intentarlo otra vez.

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Los ojos de Weston parecían fieros y heridos, su cuerpo tenso. Hice un mohín con mis labios. Cállate, Zoe. Estás atacando a este chico y ha sido civilizado toda la noche. —Tal vez debería ir a dejarte a ti primero, Weston —dijo Chase. —Deja a Zoe primero. Weston y yo nos miramos, mi corazón latiendo fuertemente con temor. ¿De qué iba todo esto? Pronto nos encontrábamos frente a mi casa. Chase estacionó el automóvil y saltó fuera. También lo hizo Weston. Ambos se acercaron a mi puerta. Weston la abrió. Yo salí. Weston se posicionó a mi lado, presionando su mano ligeramente en la parte baja de mi espalda, reclamando el deber de acompañarme hasta la puerta. Para asegurarle que no estaba cediendo ni una pulgada con él, avancé y abracé a Chase. —Gracias. Esto fue muy divertido. Chase me devolvió el abrazo. Se enfrentó a Weston, y le disparó una sonrisa victoriosa. Comencé a avanzar por la calzada. Weston se quedó a mi izquierda, Chase a mi derecha, los dos mirando hacia abajo conmigo en el centro. Cuando alcanzamos la puerta principal, Weston se interpuso entre Chase y yo. —Necesito hablar con Zoe, amigo. Caminaré a casa desde aquí. La boca de Chase cayó abierta. Weston se giró, quedando de frente a mí, indicándole a Chase que se había cansado de todo lo de la conducción a casa, y que la velada, por lo que a Chase le concernía, se había acabado. —Tú y yo necesitamos hablar. —Son las once y media. —Lo‖ sé.‖ Pero…‖ —Extendió la mano y la presionó contra la pared de ladrillo del porche, como si estuviera frustrado—. Necesitamos hablar.

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—No estoy seguro de que Zoe quiera que te quedes —farfulló Chase, parpadeando detrás de sus gafas. —Hombre, ella está bien. —¿Zoe? —Um. —Tragué—. Está bien, Chase. Gracias otra vez por la noche tan divertida. Chace vaciló, dejó escapar un suspiro fuerte y molesto, luego se inclinó hacia adelante, con su mano agarrando mi codo, y me besó en la mejilla. Le envió otra mirada a Weston y se fue, el sonido de él encendiendo el automóvil fue seguido por el suave ruido de su motor desvaneciéndose en la fría noche de invierno. Una brisa ligera agitó los árboles. Los arbustos temblaron. Yo también. Weston mantuvo su mano anclada a la pared y me miró a los ojos. Únicamente para estar segura, saqué el seguro de la puerta y la abrí. —¿Qué pasó esta noche? —¿A qué te refieres? —Me refiero a que, algo pasó cuando viste a esos hombres en Jack y Jill. Lo vi en tu cara. Viste algo más que sólo tres matones dispuestos a destrozar el lugar. Un nudo se formó en mi garganta. Intenté tragar, pero no pude. Su mano se deslizó lejos de la pared. Se movió más cerca de mí casi rozando mi pecho. —Eres diferente, Zoe.‖ Especial.‖ Supe‖ eso‖ la‖ noche‖ cuando…‖ cuando…‖ —Dolor enmarcó su rostro. Desvió la mirada—.‖Cuando‖Brady‖y‖yo…‖—Cerró sus ojos—. Algo pasó esa noche. —Abrió sus ojos e indagó en los míos las respuestas que buscaba—. ¿Qué ocurrió? —preguntó. —Yo…‖no‖sé‖qué decir. —¿Eres clarividente? —No.

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—¿Entonces cómo supiste que todos esos hombres en el callejón del boliche eran malos? —¿Además de por su ropa y su actitud, quieres decir? No lo sé. Ellos podían haber estado… —¿Qué? ¿Ahí para jugar? —se burló él—. No creo eso y tampoco lo haces tú. Vamos. —No tengo nada que decirte. Los miré y tuve un mal presentimiento, al igual que tú, al igual que Chase. Negó con la cabeza, metió sus manos en sus bolsillos delanteros. —No creo que eso haya sido todo. —Vas a tener que hacerlo. —No había forma de que fuera a decirle a Weston cualquier cosa espiritual. —No eres una mentirosa, Zoe. El aire se crispaba con la verdad. Y en ese momento me di cuenta de que había una posibilidad real de que Weston Larson hubiera cambiado. Yo lo había hecho, ¿por qué él no? Parecía sentir que me estaba debatiendo si realmente debía creerle. Alivio se extendió desde su intensa mirada, aflojando las tensas esquinas de su mandíbula en una esperanzadora sonrisa. —Muy bien, no soy una mentirosa. —Al menos estamos de acuerdo en eso. Me gustaría que estuvieras de acuerdo en que ya no soy el mismo. Incliné mi cabeza a un lado. —¿Qué te cambió? Frotó su pelo con sus dos manos, dejó escapar un suspiro, y su piel se sonrojó de un pálido rosado. —Tú.

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Mis ojos se abrieron con sorpresa. Él asintió. —Esa noche. Había algo en el aire a tu alrededor. Esta fuerza invisible. Esta vibra. No puedo explicarlo, excepto que lo sentí construirse en el momento en que te sostuve en mis brazos. Como si estuviera sosteniendo a‖alguien… —¿Qué? —lo urgí, curiosa. —Como si estuviera sosteniendo a alguien importante. No lo sé. —Caminó, sus manos pasando errantes a través de su cabello, y luego por su rostro en una expresión de exasperación e intriga—. Brady seguía y seguía insistiendo en que me enrollara contigo, pero sabía, profundo en mi interior, que no debía hacer eso. Que si‖lo‖hiciera,‖estaría…‖que‖estaría…‖estaría‖en‖serios‖problemas. Respiré profundamente, tratando de asimilar su vivencia. —Había mucho pasando dentro de mí, no podía negar los sentimientos. —Sus manos cayeron a sus lados. Se acercó—. Usarte de esa manera estuvo mal. Pero era más, algo más. Lo sentí, como si alguna clase de fuerza invisible te estuviera protegiendo. Un escalofrío tenso bajó por mi columna. —Tal vez tu conciencia estaba sacando lo mejor de ti. Él agitó su cabeza. —Más que eso, como dije, hubo poder en ello. Una fuerza. —Creo que has visto muchas películas de Star wars, Weston. —Alcancé el pomo de la puerta. Sus dedos envolvieron mi muñeca. —Zoe. Me esforcé por controlar el golpeteo de mis rodillas. Preguntas seguían angustiando sus ojos, penetrando profundamente en los míos. Algunos momentos de silencio pasaron como si estuviera tomando un último intento esperanzado en que le dijera algo. Soltó mi muñeca.

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—Olvídalo. Entré a la seguridad de mi casa, girándome para verlo una última vez antes de que cerrara la puerta. Weston Larson, en las escaleras de mi casa, ¿podrían ser las cosas más extrañas?

***

Cerré la puerta y presioné mi espalda contra ella. Cerré mis ojos, dejé salir un suspiro. La casa estaba en silencio, oscura excepto por el suave brillo de la luz de la noche en el largo pasillo desde la entrada y la cocina, el área del cuarto de la familia. Qué noche extraña. Empecé a subir las escaleras, mi teléfono vibró en mi bolsillo y lo saqué de ahí. La pantalla resplandeció azul eléctrico en el negro pasillo. Britt. ¿Dónde está él? En casa supongo. Estoy en su casa, ¡¡¡él no esta aquí!!! Olvidé que Weston estaba caminando a casa. Vivía a unas buenas cuatro millas más lejos. Estaba frío afuera. Me golpeé la frente con mi mano. Probablemente llamó a uno de sus amigos para que lo recogiera. El reloj en mi teléfono daba la media noche. Tipos como Weston tenían un montón de amigos a quienes podría pedir un aventón. La culpa me carcomía. ¿Qué tal si él no había llamado a alguien? Miré el mensaje de Britt. Podría decirle que lo encontrara. Ella estallaría si le decía que él estaba caminando a casa desde la mía. Mierda. Bajé por las escaleras, sintiendo la cercana oscuridad en cada paso que daba, y una vez estuve en la luz de la noche de la sala principal, me dirigí hasta el

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llavero en la cocina donde mamá y papá colgaban sus llaves. Tomé las de papá y salí hacia la puerta del garaje. —Debes estar loca yendo tras Weston —mascullé. La puerta del garaje gimió al abrir, despertaría a toda la casa con la caritativa escapada. Tomé el jeep de papá y arranqué el motor, luego cerré la puerta del garaje, mejor prevenir que lamentar, mamá siempre decía, incluso con la puerta gimiendo. Y luego de haber visto esos desagradables gamberros en Jack y Jills no quería inducir ningún robo a la casa con un garaje abierto. Manejé despacio, manteniendo mis ojos afuera por Weston, mi aliento se elevó en frente de mi cara y encendí el calentador. Las carreteras estaban vacías, iluminadas ocasionalmente por el alumbrado público, mi teléfono continuaba vibrando. Britt, obsesiva Britt. Consigue una vida. Vete a la cama. Finalmente, lo vi, hombros inclinados, paso largo y rápido, echó un vistazo al automóvil y se salió del camino hacia un lado. Reduje la velocidad y bajé la ventana del asiento del pasajero. Sus ojos se ensancharon cuando me reconoció. —¿Zoe? —¿Necesitas que te lleven? Él sonrió y corrió, abrió la puerta y trajo consigo una ráfaga de aire helado. Estaba blanco, azul y temblando. Retrocedí hacia el camino. —¿Por qué no dijiste nada? —Imaginé que había dicho suficiente —farfulló, encorvándose. —Britt, te está buscando. —Si tengo setenta y cinco mensajes de ella. —Alargó el brazo y puso el marcador del calentador en alto—. Hombre me alegro de que hayas venido. —Casi envío a Britt por ti —bromeé.

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Sus ojos oscuros brillaban a través del automóvil. —Qué va, no podrías haber hecho eso. —No te lo mereces. —Oye, he tratado de decirle, amablemente, podría agregar, unas cincuenta veces, que hemos terminado. Ella simplemente no lo acepta. —Frotó sus manos una contra la otra, entonces, las ahuecó contra su boca y sopló. La lisa piel de sus mejillas se tensó en forma redondeada mientras lo hacía. Sus manos se veían fuertes. Manos que habían agarrado y lanzado el balón de la Secundaria Pleasant Grove millones y millones de veces en infinidad de juegos como mariscal de campo. Manos que me habían cargado cuando había estado inconsciente. Un escalofrió hizo cosquillas en mi vientre. El captó mi apreciación y poco a poco sus manos se aflojaron de su rostro. Aclaré mi garganta y miré el camino, su mirada se mantenía en mí, inquietante como solía ser. —¿Qué estas viendo? —¿Qué estabas tú viendo? —preguntó. No me importaba lo que pensaba de mí, así que no importaba lo que dijera. —Estaba viendo tu mandíbula y tus manos. —Esa clase de honestidad no había sido parte de las relaciones femeninas de Weston, eso era obvio. Sus ojos se dilataron, revelando la sorpresa—. ¿Qué estabas tú viendo? —Tus labios. —Pum, mi corazón retumbo—. Tienes los labios más carnosos que jamás he visto. —Carnosos —resoplé—. ¿Cómo si pareciera malcriada? —Como si te vieras besable. ¡Bang! Nudo en la garganta de nuevo. —Menos mal, ya estamos casi en tu casa. —¿Por qué es eso, Zoe? ¿No puedes aceptar la verdad?

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—No puedo aceptar las sandeces es más acertado. —Giré a la izquierda sobre su casa. Él soltó una suave risa. —Nadie está hablando sandeces aquí, siempre he pensado que eres preciosa. —Está bien, detente. Mi amiga, mi mejor amiga, está enamorada de ti. O al menos piensa que lo está. Estoy apenas acostumbrándome a la idea de que no eres el mismo mujeriego que solías ser. Esto, lo que sea que esto sea, está haciéndome empezar a retomar mi opinión sobre ti. Él dejó salir un suspiro y se recostó contra la puerta. —Lo siento, a veces el desagradable mujeriego trata de resurgir. Odio a ese tipo. Con franqueza. Traté de estudiarlo. La oscuridad no me permitió ver nada más que las inhóspitas sombras. ¿Estaba diciendo la verdad? Conducíamos callados, chasqueando y chisporroteando con su carisma, como gotas de agua en una sartén caliente. Paré en la entrada de automóviles circular, sonriendo cuando recordé la noche en la que yo valientemente parqueé mi VW en su césped. El motor del automóvil de papá marchó en relente. —Me habría congelado hasta la muerte si no hubieras venido a recogerme —dijo. —No exageremos. Extendió su mano y tentativamente tomó mi mano derecha que estaba en el volante. Su mirada no abandonaba la mía y no parecía que alguno de los dos estuviera respirando. —Voy a seguir diciendo esto hasta que sepa que me has perdonado. Lo siento. — Sus dedos estaban cálidos ahora, y ellos ligeramente acariciaron los míos. Traté de liberar mi mano, incómoda con los enredados sentimientos dentro de mi cuerpo. Sin embargo, él se aferró. Su mirada cayó en mis labios. Su rostro mitad oscurecido y la otra mitad intensa y expuesta se agitaba de deseo. No es de extrañar que Britt estuviera enamorada de él. Era hermoso y el

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apasionado remordimiento en sus ojos lo hacia parecer vulnerable y muy indefenso. Cualquier señal de que estaba interesada por él y estaría sobre mí. Pero pensar acerca de permitir al deseo naciente dentro de mí hacia él completamente en crecimiento se siente mal. Aún tenía un momento difícil creyendo que estaba cambiado. También me sentía culpable. Amaba a Matthias. Él ocupaba totalmente mi corazón. Nadie tomaría jamás su lugar. Amablemente liberé mi mano de la de Weston y agarré el volante de nuevo. —Es tarde. Él asintió. Sus ojos se mantuvieron en los míos mientras abría la puerta. —Gracias, Zoe. Salió y el acogedor calor que había estado en el automóvil se esfumó. Una ráfaga de aire congelado se coló, temblé. Cerró la puerta. Se puso en marcha por el sendero hacia su casa. Britt estaba encaramada en el pórtico. Se puso de pie, su abrigo de invierno malvavisco estallando en la oscuridad de la noche como una bombilla. Se tambaleó hacia él. Uh-oh. No quería molestar quedándome, regresé el automóvil a la calle, pero atrapé a Weston viéndome por encima de su hombro. Realmente me sentía apenada por él, pero luego, estaba segura de que enfrentaría la furia de Britt por mí misma. En casa, traté de relajarme, pero me mantuve pensando en cuán extraña esa noche había sido. Me desvestí, tomé un baño y continúe revisando mi celular, esperando por el castigo de Britt. No es que quisiera alguna mierda de ella. Yo podría no estar interesada en Weston, pero ella necesitaba conseguirse una vida y dejarle a él la suya. Me sequé, me puse uno de mis pijamas de franela y el celular sonó. Britt. Me dejé caer en la cama.

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—Hola. —Sucia. —¿Disculpa? La escuché tragar saliva, sin duda se estaba bebiendo una botella de Vodka. —Tú me dejaste, y me lo robaste. Nunca te perdonaré. —No hice nada. —¡Fuiste a los bolos con él! —Y con Chase, a quien convenientemente has olvidado, Chase y yo estábamos en una cita, a la cual te invitaste, ¿lo recuerdas? Luego de alguna manera Weston terminó involucrado, no le hice nada. —Lo abrumaste con tu inocencia. —¿Yo? ¿Con mi inocencia? —resoplé. —Eso fue lo que le dije —farfulló—. Que eras una zorra. Pero no me creyó. —Mi estómago se revolvió. —No voy a escuchar esto. —Es mejor que escuches, te odio por alejarlo de mí, y voy a hacerte pagar, Zoeeee. Realmente lo haré. Colgué el celular, sonó de nuevo. Britt. Lo abrí bruscamente. —No me amenaces, perdedora ebria. Él me contó que ya no esta más contigo. Supéralo. —¿Por‖qué?‖¿Así‖tú‖puedes‖seguir‖adelante‖con‖él?‖Nunca‖tú…‖tú...‖—Escuché un sollozo, luego el teléfono cayó y oí sus fuertes lamentos a través del celular. Colgué. Mi estómago estaba alterado. Lo sabía, no me relajaría lo suficiente para dormirme ahora. Mi celular vibró. Weston. Genial.

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—¿Hola? —Zoe, ¿estás bien? —Sí, claro. ¿Por qué? Él soltó un suspiro. —Britt se fue y estaba maldiciéndote. No está ahí, ¿cierto? —No, me acaba de llamar desde su casa. —¿Cómo sabes que estaba en su casa? —Porque se estaba emborrachando, mantiene un escondite ahí. Sin embargo, tú podrías ya saber eso. —Sí, se está volviendo loca, hombre. Te lo estoy diciendo, esa chica está fuera de control. —Te lo dije, ella te ama. —No me ama, está, como, obsesionada. Pero ya no es más sobre mí. Su ego está herido y está jugando alguna clase de juego psicópata. —Ella no va a jugar conmigo, no voy a tomar su basura. —Si te dice, o hace algo cualquier cosa, me lo dices. ¿Entiendes? ¿Ahora tenía otro ángel guardián? Forcé una sonrisa. —Puedo cuidarme sola, pero gracias. —Hablo enserio, es una chiflada. —Una chiflada de la que estabas enamorado no hace mucho. Silencio. Debí haberme quedado callada. Golpeé mi frente con la palma de mi mano. —Lo siento, eso no estuvo bien. —No pasa nada.

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Mi teléfono vibró, otra llamada. —Apuesto a que es Britt, mejor veo si está bien. No quiero que haga nada drástico. —Promete que me llamarás si se vuelve más loca. Weston. Viniendo a mi rescate. Qué pensamiento. Cosas más extrañas habían pasado. Cuando contesté la línea de Britt, ya había colgado.

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Capítulo 13 Traducción SOS por PokeR ♠ y flochi Corregido por Emii_Gregori

L

a mañana siguiente, difícilmente pude ver mi camino a través del bosque de ropa en mi closet para ponerme unos jeans y una sudadera con capucha azul real de los Vikingos de SPG4.

Mi cabello estaba sujetado con un gancho, y me puse algo de rubor. Eso fue todo. ¿A quién le importaba que luciera como muerta del cansancio? Sentí que estaba cerca de verme linda. Bajé las escaleras para desayunar. No había dormido lo suficiente, cinco horas no lo son, no después de la confusa noche que tuve. Mamá siempre veía las noticias por la mañana y tenía la televisión encendida de fondo, ya que nunca tuvo tiempo para leer el periódico. Un bostezo como de león rezumbó en mi cabeza y miré hacia la pantalla en mi camino a la cocina. Un‖joven‖reportero‖estaba‖de‖pie‖afuera‖de‖Jack‖and‖Jill’s,‖la‖cinta‖amarilla‖detr{s‖ de él se agitaba en la suave brisa de invierno. Policías de uniforme negro corrían como hormigas, entrando y saliendo del edificio. —Dos trabajadores estaban en el local cuando el robo ocurrió. Ambos fueron encontrados inmovilizados en la oficina. Tres hombres están en custodia, gracias a una llamada telefónica. La policía llego justo cuando los ladrones abandonaban la escena con más de setecientos dólares en efectivo. La sangre de mi cabeza bajó hasta mis pies. Mamá me estaba hablando, su voz giraba en mi cabeza, pero no oía las palabras. —Zoe. —La mirada de mamá encontró la mía a través de la habitación—. ¿Te sientes bien?

Vikingos azules reales de SPG: Nombre del equipo de fútbol americano de la Secundaria Pleasant Grove (SPG) es una escuela secundaria pública ubicada en Pleasant Grove, Utah. 4

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—S… sí. —Una pequeña conmoción se presentó en mi garganta. Mamá deja a Abria en la mesa y se dirige hacia mí. —¿Cariño? —¿Está Luke? —Mi voz se rasgó. Acarició mi mejilla muy cariñosamente. —¿Estas segura que estás bien? Asentí. —Hambrienta. —Evitando su desciframiento, entré en la cocina, pretendiendo buscar algo para comer. Agarré un Yogurt Yoplait de limón. Enloquecería si supiera que había estado en la bolera de anoche, así de cerca de otra experiencia que amenaza la vida, incluso cuando había estado en casa a media noche por mi toque de queda. Era mejor si no lo sabía. —Lo vi hace unos minutos. Mejor tratas de atraparlo si estás buscando un aventón a la escuela. —Regresó con Abria, quien estaba jugando en su crema de cereal de arroz. —De acuerdo. —Saqué mi teléfono y le escribí, pidiéndole que me llevara. Estoy afuera en el auto, apúrate. —¡Adiós, mamá! —Troté hacia la puerta trasera, salgo y veo el auto azul de Luke en ralentí en la acera. Entré en el auto pero no pude pensar en decir algo diferente un gruñido. —Hola. — Mi mente recuerda los rostros de los empleados amarrados en la oficina. Qué cerca habíamos estado de algo peligroso. ¿Sabía Matthias lo que había pasado? Estaba decepcionada de que no se hubiese presentado. No debería estarlo. Ya no era mi guardián. Esos chicos no habían tenido guardianes, pero entonces, Weston, Chase y yo habíamos estado ahí.

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***

Estaba en mitad de clase cuando mi celular vibró. Deslicé mi mano en mi bolso y lo saqué para echarle una mirada. Weston. Las mariposas revolotearon en mi estómago. Sus ojos vinieron a mi mente. Me recordé a mí misma que Britt lo amaba, un sentimiento que jamás sentiría por él, e incluso aunque ella y yo no estamos en el mejor momento, tenía que respetar su deseo más-allá-del-límite de volver a ganar. Hola. Hola. ¿Estás bien? Sí, ¿y tú? ¿Te enteraste? Sí. Qué raro, ¿verdad? ¿Quieres almorzar conmigo? Uh-oh. Miré las palabras que estaban en la pantalla de mi teléfono. Resolví que no había ningún problema en comer juntos, desde que Britt ya nos quería matar a ambos en este momento. No la había visto en la escuela hoy, probablemente estaba en casa con una terrible resaca. Seguro. Te veo entonces. Encuéntrame en mi camioneta. De acuerdo. Mi estómago estuvo lleno de mariposas el resto de la mañana. Estaba tan distraída por lo que había pasado la noche anterior y por la invitación de Weston a almorzar que no había notado a Krissy hasta que tocó mi brazo en el pasillo. Estaba en mi

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casillero, descargando mis libros, con la esencia de los tacos de la cafetería filtrándose en los pasillos. —Krissy, hola. Ella sonrió. Tenía puesto su usual jersey azul y su camiseta de manga larga y botines. —Hola, ¿cómo estás? —Bien, ¿y tú? —Cerré la puerta de mi casillero. A nuestro alrededor, el pasillo zumbaba con cuerpos en movimiento y murmullos de voces. —Bien, me preguntaba si querrías ir a almorzar conmigo. —Oh, diablos me encantaría pero ya tengo planes. —Su expresión esperanzada se marchitó. —¿Qué tal mañana? —Creo que trabajaré. —Lo siento pero debo apresurarme. Espera. ¿Por qué no vienes conmigo? Voy a almorzar con Weston. —Ésta es la manera perfecta de estar con Weston sin que él se haga la idea de que algo más que amistad surgirá entre nosotros. La cara de Krissy floreció como una margarita bajo el sol naciente. —¿En serio? —Vamos. —Me siguió a través del gentío de estudiantes y salimos del edificio. —Diablos, estoy nerviosa. ¿Estás segura de que no le importará? —Está muy de acuerdo con colarse, lo hace mucho él mismo. —¿En serio? Habría pensado que tenía citas reservadas con meses de antelación y que no necesitaba colarse. —Es un chico como cualquier otro. —No, no lo es.

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Lo que sea. Las fantasías de las chicas las enceguecen. Weston se apoyó contra su camioneta plateada. Cuando me vio, se paró derecho. Metió sus manos en sus bolsillos posteriores, las esquinas de su mentón cambiaron. Su mirada se alternó entre Krissy y yo, luego de regreso. Su sonrisa desfalleció un poco. —Hola —dijo. Dio un guiño fuerte. Krissy tembló de miedo a mi lado. —¿Ella viene? —preguntó. —Sabía que no te importaría. —Hice una mueca, preguntándome si Krissy captó la inclinación de su cabeza, el fastidio en sus ojos o si estaba demasiado aturdida para notarlo. Como cualquier otro chico que había tenido que compartir su experiencia social, Weston le restó importancia con una elegante sonrisa. Abrió la puerta trasera e hizo un ademan hacia ella. —¿Zoe, por qué no te sientas en la parte de atrás? ¿Krissy por qué no vienes adelante conmigo? Levanté una ceja por encima de una sonrisa burlona. Después que Krissy entró y él cerró a puerta, empecé a rodear el automóvil hasta la parte trasera, pero me bloqueó con su cuerpo. Me miró a los ojos. Sus labios se curvaron en una sonrisita. —¿Tienes miedo de estar sola conmigo? Mi corazón golpeteó fuera de control. —No. Weston bajó su voz. —Quería hablar contigo sobre lo que sucedió anoche. A solas. —Lo siento. —¿Cómo te sientes con respecto a eso? —Nos salvamos milagrosamente, ¿sabes?

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Hizo una cabezada. —Sí. Entré y él cerró la puerta. Mi pulso saltante empezó a tranquilizarse un poco. —Esto es emocionante —susurró Krissy—. Las personas están mirando. No lo había notado hasta este momento. Tragué saliva. Britt escuchará de esto, pero tener a Krissy en la escena la dejará desconcertada. La masculinidad de Weston llenaba el automóvil: el aroma desvaneciéndose a colonia, detergente para la ropa y testosterona. Mi cabeza dio vueltas. Krissy, ruborizada en el asiento delantero, no le quitaba los ojos de encima. Arrancó el motor. —¿En dónde te gustaría comer? —le preguntó a Krissy. —En cualquier parte —suspiró Krissy. La sonrisa de Weston se dirigió hacia mí. —¿Y tú, Zoe? —En Purple Turtle. —El sitio donde los rumores nacían; no me pude resistir a sugerir el lugar. ¿Weston era lo bastante valiente para ir? Encendió algo en su reproductor de CD y condujo hacia el lugar de la hamburguesería. Al parecer, no estaba preocupado por ser visto con Krissy o conmigo. Estacionó la camioneta, salió y le abrió la puerta a Krissy. Ella salió de un brinco como las palomitas de maíz saltando. —Gracias. —Ella se ruborizó. —No hay problema. —Me miró a través del vidrio, su mirada se quedó en la mía mientras rodeaba el automóvil, y abría mi puerta—. Zoe.

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Salí. Sostuvo la puerta abierta, pero una vez que me puse de pie, bloqueó la apertura del tamaño de una pizza con su cuerpo. Su cabello oscuro se desordenó en una brisa con olor a patatas fritas. Entonces, dio un paso atrás y respiré profundamente. Me acerqué a Krissy, que se había quedado mirándonos con los ojos ampliamente abiertos con fascinación. El latido de mi corazón saltó en mi garganta y causó que mi voz temblara. —Estoy hambrienta. ¿Tú?

***

Comimos en una mesa que daba a la ventana, la que eligió Weston, en un movimiento descarado para desafiar mi elección de comer allí, supongo. Krissy ordenó una canasta de pollo y papas fritas. Yo ordené un batido de chocolate y papas fritas. Weston eligió una hamburguesa con queso triple, papas fritas y una Pepsi. Pagó por la comida, lo que impresionó a Krissy pero a mí no. —Fui a tus juegos —admitió Krissy—. A todos. Sólo para verte. —¿Oh, sí? —Las bravatas practicadas de Weston fueron admirables. Sólo porque yo había salido con Britt había visto el rendimiento donde la realidad luchaba con la pretensión—. ¿Te gusta el fútbol? Krissy mordisqueó una papa frita. —Me gusta observarlo. Um… sí. Me acerqué y le robé la Pepsi a Weston para esconder la sonrisa que florecía en mis labios. Sus ojos marrones se quedaron fijos en mi boca, envueltos alrededor del pitillo. Krissy siguió cada movimiento de Weston como un gato mirando un ave. —¿Cuánto se conocen?

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—Somos amigos —solté al mismo tiempo que Weston decía: —Bastante. Weston extendió su mano, sus dedos cálidos cubrieron mi mano sobre su copa, y con facilidad aflojó la Pepsi, llevando con prontitud el pitillo rojo a sus labios. —Zoe es la primera chica real que he conocido. —Su boca envolvió el pitillo. Un sudor caliente goteaba de mí. La mirada fija de Krissy cambió de Weston a mí y volvió a Weston. No dijo nada por unos segundos. —¿Vas a tener otra fiesta pronto? Weston pareció inquieto por un minuto. —No es probable. ¿Por qué? —Me gustaría ir a una. Suena divertido. Weston se sentó hacia delante, cruzando sus brazos sobre la mesa. Agarró otra papa frita y retorció el largo y dorado bastón de papa, sus ojos marrones mirando los míos. —Las fiestas están sobrevaloradas, Krissy. —Comió la papa, su mandíbula anudándose y desanudándose. —Bueno. —El tono de Krissy sonó defensivo—. Me gustaría ir. Nunca he estado en una. ¿Crees que tendrás una, Zoe? —¿Yo? De ninguna manera. Mi casa no es una casa para fiestas. —¿Por qué? —Mi hermana tiene autismo. Mi familia no se va a ninguna parte o hace nada a menos que lo hagan con ella. —Puedo hacer una —señaló Krissy. Weston y yo nos miramos a hurtadillas. Weston tragó otra papa. —¿En tu casa?

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—Mis padres nunca están en casa. —Krissy, las personas hacen cosas en las fiestas. —El tono de Weston fue instructivo y disgustado a la vez—. Bebida. Drogas. Sexo casual. Robo de objetos. Destrucción de cosas. —Suena como una aventura. —Krissy se encogió de hombros y sonrió. Alcanzó la Pepsi de Weston, sonrió con sus ojos abiertos, y llevó el pitillo rojo a sus labios.

***

Weston nos acompañó a Krissy y a mí hasta el estacionamiento. Sentí sus ojos curiosos seguir nuestros movimientos y pensé: chicos, ¿no tienen nada para hacer más que especular? Krissy sonrió en el centro de la atención temporal de la popularidad, absorbiendo los momentos de ser observada y estudiada. Afuera en el frío aire invernal, Krissy llegó primero a la camioneta, asegurándose de conseguir el asiento delantero para el viaje de regreso a la escuela parándose junto a la puerta del asiento de pasajeros. El rostro de niño encantador de Weston escondió su diversión ante su entusiasmo. Ni siquiera me envió una sonrisa de ahbien. Felicitaciones para él. Le abrió la puerta a Krissy y ella entró. Luego rodeó el lado del conductor donde yo estaba en la parte trasera. Con la presión sobre un control remoto destrabó mi puerta. —¿Ligando con las endemoniadas niñitas ahora? Hermano, eso es valiente. — Brady, rodeado por un pequeño grupo de otros jugadores, llegó detrás de nosotros. Le palmeó la espalda a Weston y se rió por lo bajo. Weston se quitó la palma de Brady. —Vete a la mierda.

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—Cuidado. —Brady se inclinó más cerca, y un espíritu negro se levantó de su espalda. La hembra estaba a horcajadas sobre sus hombros, sus garras estimulando su cuero cabelludo, bajando por su cuello y más abajo por su pecho. Su enorme boca rechinó sus dientes en una silenciosa risa—. Escuché que su cabeza da vueltas cuando consigues tener sexo con ella. La derecha de Weston salió disparada, dando contra la nariz de Brady, enviándolo a tropezones de vuelta con sus amigos. El rostro de Brady se retorció con furia. La criatura negra sobre sus hombros saltaba hacia arriba y abajo como un mono enloquecido. Brady se abalanzó. El puño de Weston se envolvió en la parte delantera de la camisa de Brady y lo acercó de un tirón, con sus narices casi tocándose. Luego empujó a Brady hacia atrás. Brady pierde su equilibrio y cae como una ficha de domino sobre sus amigos. Weston se volteó, abriendo mi puerta. —Entra. Lo hago, detrás de él, Brady y sus amigos están parados como un grupo de lobos inquietos. Brady limpió la sangre que salía bajo su nariz. Weston los ignoró, abrió la puerta del conductor, entró, la cerró e inicio el arranque. Brady se dirigió al capó y lo golpeó con su puño, haciendo que el frente de la camioneta se moviera. Su furiosa mirada chasqueó hacia Weston. —¡Esto no ha terminado! Weston aceleró lo suficiente para enviar a Brady hacia atrás saltando, luego la camioneta chirrió saliendo del estacionamiento. Condujimos hasta la escuela en silencio, la corta milla que toma llegar allí. En el asiento delantero, la cara de Krissy palideció. Mantuvo su mirada en sus manos, retorcidas en su regazo.

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Luego de que Weston aparcó, salió y abrió mi puerta primero, con su expresión de disculpa en sus brillantes ojos marrones. Luego trotó hacia el lado de Krissy donde ella esperó pacientemente. Mi mirada captó el samurái azul de Luke aparcada algunas filas más allá, un puñado de sus amigos saliendo de ella. —Tengo que irme —le dije a Weston y a Krissy, y arranqué hacia donde estaba Luke. —Adiós Zoe. —La voz de Krissy tembló, sin duda por la conmoción. Los ojos de Weston estaban completamente abiertos como: ¿me vas a dejar aquí solo? Casi rompo a reír. Uno de los amigos peludos y de cabello largo de Luke me vio y le dio un codazo a Luke quien batió su cabello rubio. Sus amigos se dispersaron convenientemente. —Hola —dije. —Hola. —¿Estás bien? —Estoy bien. Empezó a caminar hacia el edificio y me mantuve a su lado. Olía humo de cigarrillo, pero tenía su mochila, lo que significaba que al menos estaba intentando ir a clase. —Quería asegurarme de que estuvieras bien. Llegaste ayer muy tarde. Sus ojos azules se encontraron con los míos. —¿Estabas despierta? Ninguna luz estaba encendida. —Fue‖una‖noche‖loca,‖fui‖a‖Jack‖and‖Jill’s. —¿No fue allí donde hubo un robo la noche pasada? —Sí, mis amigos y yo nos escapamos. —¿En serio?

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Asentí. —Hombre, tienen mala suerte. —Abrió la puerta de vidrio del edificio principal y entramos desfilando con otros estudiantes. —No es mala suerte. Estaba allí en una cita. —¿Viste algo? —Algo, el lugar estaba cerrado. Luego estos tres hombres entraron, justo cuando salíamos. Silbó. —¡Hombre! —Sí, raro al menos diría yo. Mi punto es no que no podía dormir. Es por eso que te oí llegar. —¿Así que me estás investigando? —No. Bueno, tal vez. Ésta soy yo diciendo lo siento por haber llegado tarde ayer. Me miró, como si tuviera que ver por sí mismo que en realidad estaba arrepentida. No dijo nada por unos minutos. Lo seguí hasta su clase. No tenía idea de cuál era pero estaba segura de que estaría tarde para la mía, pero sentía la necesidad de hablar con él. —¿Por qué has recaído? Miró a su alrededor para asegurase de que nadie más estaba viendo. Por supuesto, nadie lo hacía, me fastidiaba que a nadie le importante. —Suele pasar, ahora deja de molestarme por eso. Agarré su manga y él detuvo su paso. —Viste a Matthias. ¿No significó eso nada para ti? —¿Cómo qué? ¿Se supone que debo arrodillarme y rezar? —Se liberó y me miró ferozmente.

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—Eso es cruel. Se inclinó cerca. —Eso me asusta, ¿está bien? —susurró—. Es todo lo que voy a decir al respecto. La campana sonó, estaba a 3 metros de la puerta de su salón y se volteó. —Lo siento —dije de nuevo. Se detuvo en la puerta pero no me miró, antes de que entrara. Tuve que trotar a través del campus para llegar a mi clase a través de pasillos vacíos con el eco de mis pasos de retraso.

***

Encontré a Chase en la clase de Periodismo. Estaba sentado en su escritorio hasta que entré, entonces se puso de pie y vino directamente hacia mí. —Zoe, ¿puedes creer lo que pasó? Arrojé mi mochila en mi escritorio. —Raro, ¿eh? —Estuvo bien que llamaras. —Sí. Un escalofrió pasó a través de mí, me forcé a sentarme, y de repente me sentí débil. Chase se inclinó cerca. —¿Estás bien? Te ves pálida. Asentí. —No tuve la oportunidad de decírtelo la noche pasada porque estaba Weston — empecé—. Pero esos chicos tienen el peor caso de espíritus malignos que jamás he visto.

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Chase se sentó en una silla a mi lado. —¿En serio? —Como gusanos en un cuerpo muerto. Estaban en todas partes. Saliendo por sus ojos, bocas, era asqueroso. —Me estremecí. —Wow, desearía haberlos visto. —No, no lo hagas. —Sí, Zoe, lo deseo. Quiero ver todos los espíritus, tanto buenos como malos. —¿Por qué? Yo estaba muy aterrada, no pude dormir en la noche. —Porque sería la cosa más genial verlos, ése es el por qué. ¿Viste guardianes con los empleados? —No. —Eso es extraño. —Estábamos allí, éramos los guardianes —dije. Chase se levantó, viendo que el Sr. Brewer empezaba a explicar. Se dirigió hacia su mesa. Luego de clases, Chase estaba ocupado hablando con el Sr. Brewer. Quería pedirle un aventón, ya que le envié un mensaje a Weston pero no obtuve respuesta, sin duda estaba cabreado conmigo. Cambié los libros en mi casillero, los sonidos familiares de risas, conversaciones y del metal cerrándose y fluyendo era extrañamente reconfortante. Chase, Weston y yo hemos hecho nuestra parte previniendo algo la noche anterior. Una confirmación cálida se difundía a través de mi alma, trajo una sonrisa a mi cara y cerré la puerta de mi casillero. La sala se había vaciado excepto por un puñado de niños que estaban en el asunto de salir de la escuela tan pronto como fuera humanamente posible. Albert estaba a tres metros.

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Capítulo 14 Traducido por LizC Corregido por majo2340

¿C

ómo no me fije en él? Un escalofrío de lo desconocido embistió a través de mi sistema. La advertencia de Matthias destelló en mi cabeza: no hables con él.

Hoy, iba vestido de forma severa en un par de elegante pantalones negros, la misma camisa gris, corbata rojo sangre y equipado con una chaqueta de traje negro que culminaba sobre sus caderas estrechas. Su cabello rubio oscuro estaba peinado perfectamente hacia atrás. Sonrió y se dirigió en mi dirección. La sala estaba vacía ahora, haciéndose eco de mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Llevaba brillantes zapatos color negro. Su andar suave lo hacía parecer flotar por encima de las baldosas sin ningún sonido. Su mirada me sostuvo en una intensidad tensa que envió hielo por mi espalda. ―Buenas‖tarde,‖Zoe.‖―Se‖detuvo‖a‖centímetros‖de‖mí. Me recordaba tanto a Matthias; sus hermosos ojos azules, el rostro anguloso y su boca expresiva. Las palabras de advertencia de Matthias se mezclaban confusas en mi cabeza. ―Um,‖hola. Su mirada recorrió la sala. ―Las‖escuelas‖sin‖duda‖han‖cambiado‖desde que estuve en la universidad. ―Bueno,‖esta‖no‖es‖una‖universidad, es una escuela secundaria. ―Sí.‖ Lo‖ sé.‖ Asistí‖ a‖ la‖ Universidad‖ Brighton‖ Beach.‖ Un‖ lugar‖ encantador,‖ si‖ no‖ administrativamente un desafío. No creo que todavía esté en existencia. ―Yo… yo no lo sé.

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Albert cruzó las manos detrás de su espalda. Comenzó a caminar hacia la salida, inclinando la cabeza en esa dirección, sus dientes blancos reluciendo en una invitación amistosa. ―¿Vamos? No quería ser grosera. Era encantador, magnético y carismático como Matthias, el parecido con su hijo era un señuelo atractivo que limpiaba cualquier recelo que llevara. ―Sí,‖claro.‖―Caminé‖con‖él. Cuando llegamos a las puertas de cristal, esperó por mí para abrirlas. Se rió cuando me di cuenta de que para que ambos pudiéramos salir, tendría que hacerlo yo. Abrí la puerta y nos adentramos en el aire frío del invierno. Comencé a caminar hacia el estacionamiento y saqué mi teléfono. ―Necesito‖encontrar‖un‖aventón.‖Mi‖hermano, Luke, está siendo un retardado. ―Mm, sí. La familia puede ser así. Albert miró mi celular y me vio enviando mensajes de texto con interés. ―¿Nunca‖has‖visto‖un‖teléfono celular?‖―le‖pregunté. Su cabello peinado hacia atrás brillaba bajo el sol de invierno brumoso. Él negó con la cabeza. ―He‖ oído‖ que‖ hay‖ maravillosos‖ transmisores.‖ Imagina‖ ser‖ capaz‖ de‖ transmitir‖ cualquier cosa que tu corazón desea a alguien en el mundo con sólo pulsar un botón. Algo en su voz envió un hilo de inquietud a través de mí. Las advertencias de Matthias jamás se habían equivocado. No debería ignorar esta sensación durante un segundo más. ―Um,‖tengo‖que‖irme.‖―Me‖di‖vuelta‖y‖me‖dirigí‖hacia‖la‖sección‖medio‖circular‖ del estacionamiento donde los estudiantes eran dejados frente a la secundaria. Oré por alguien, cualquiera, con quien pudiera tomar un aventón a casa.

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Marqué a Weston. ―Hola,‖Zoe. ―¿Todavía‖est{s‖aquí? ―Sí,‖¿necesitas un aventón? ¿Dónde estás? ―En‖la‖marquesina. ―Ya‖voy. Cerré mi teléfono de golpe y traté de calmar la inquietud difundiéndose dentro de mí. Traté de no ser obvia, pero la fuerte presencia de Albert se mantuvo presionando a mis espaldas. Tenía miedo de confirmar con un vistazo que seguía conmigo. Me acerqué a la marquesina de la Secundaria Pleasant Grove y me senté en la base de piedra blanca con función de banco. Algunos estudiantes permanecían tranquilos en espera por aventones. Albert se sentó a mi lado, extendiéndose como un hombre rico en un sillón, mirando a los adolescentes pasar. ¿Por qué no me deja en paz? Los ojos azules de Albert tenían una calidad extraña que enviaba un hilo frío de miedo a través de mi sangre. Con la misma intensidad que Matthias tenía cuando me miraba, pero diferente; perforando el alma, hambrienta de ella. Hambrienta con un impulso que amenazaba devorarla. ―Tal‖vez‖yo‖podría‖darte‖un‖aventón‖a‖casa.‖―Su‖voz‖era‖suave,‖peligrosa,‖como‖ alquitrán negro. ―¿Tú… conduces? Echó la cabeza hacia atrás en una risa. Me recordó tanto a Matthias, mis nervios se asentaron por un segundo. ―No,‖ya‖no‖conduzco.‖Tengo‖otra‖forma de transportarte. ¿Matthias no te enseñó a cerrar los ojos y usar tus pensamientos para que estés en cualquier lugar que tu

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corazón‖ desee?‖ ―Él‖ chasqueó‖ le‖ lengua,‖ negó‖ lentamente‖ con‖ la‖ cabeza,‖ sus‖ ojos‖ azules helados enviando un murmullo de congelante temor a lo largo de mi piel. Desconcertada, miré hacia otro lado, mi corazón acelerándose como un cohete. ―Mírame,‖Zoe. No podía dejar de no mirar; su aura me envolvió en un repentino estallido de energía, golpeando como los tentáculos de un pulpo detrás de su presa. No podía mantener la atención apartada de él. Sus labios se elevaron, dejando al descubierto blancos y brillantes dientes. ―Sí,‖así.‖Tus‖ojos‖son‖tan‖adorables.‖Tan‖expresivos.‖Esto va a ser fácil, ya lo verás. Ese mismo temor empapado que sentía cada vez que veía espíritus negros hundidos en cada rincón de mi cuerpo, me llenó, cerrándose en torno a mi corazón, impidiendo que mis pulmones tomaran otra respiración. ―Zoe.‖No tienes miedo de mí, ¿verdad? Abrí la boca. No pasó nada. Corre. Huye. ¡VE! Mi cuerpo no se movía. Me sentí clavada a la piedra sobre la que estaba. Ahogándome en el miedo. Albert se acercó. Mi corazón golpeaba, como un puño temeroso a través de mis costillas. ¡Muévete! ¡Corre! ―¿Sabes‖lo‖que‖soy?‖―susurró. Cada vello de mi cuerpo se erizó. Todavía no podía hacer que mi voz funcionara. ―No‖eres‖bienvenido‖aquí. La voz de Matthias cortó el aire como una espada en pleno apogeo. Tiré mi cabeza a la izquierda. Estaba de pie con la mano extendida, los dedos extendidos, como si en cualquier momento golpearía a su padre con una fuerza invisible desde sus dedos. El miedo me paralizó. No respiraba. No parpadeaba. Mi cuerpo se sentía como si el aura que abarca Albert succionaría hasta la última gota de energía y oxígeno que había dejado en el olvido. Matthias estaba rodeado por luz y una corriente

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invisible que rebotaba y golpeaba, enojada y contundente, una lírica susurrada de poder angelical. Albert lentamente se puso de pie. En torno a él estacaba una energía oscura, una que comenzaba en sus zapatos negro brillante como profundo humo negro y avanzaba alrededor de él en un tornado voraz. Me senté entre las dos energías. Ambos luchaban por mí, extendiéndose en un remolino de poder. Albert me agarró con dientes feroces, desgarrándome en dos. Matthias estaba tirando del todo. ―Sabía‖que‖vendrías.‖―La‖voz‖de‖Albert se deslizó a través de mí. A medida que cada uno hablaba, sus palabras viajaron directamente a través de mí. ¿Me romperían en dos? Mi cuerpo gritaba. No me sentía en control de mí misma. Sólo era consciente de su conversación, del paso silbante de las palabras viajando en mi sistema. Era incapaz de exorcizarlas. ―No‖eres‖bienvenido‖aquí‖―repitió‖Matthias. Albert se echó a reír. ―No‖puedes‖evitar‖que‖me‖la‖lleve.‖No puedes tocarla. Ella es mía. ―Vete. ―Trata‖de‖detenerme, Matthias. Trata. Saborearé la experiencia. Una violenta sacudida me desgarró desde la cabeza a la ingle, y jadeé. Miré a Matthias, con el rostro tenso y de piedra al llevar una mano hacia mí. ―Sí.‖ ―La‖ voz‖ de‖ Albert‖ estaba‖ en‖ mi‖ oído,‖ girando‖ por‖ mi‖ cuello, una serpiente caliente, codiciosa que corría por mi cuerpo, justo debajo de mi piel, ondulando mis piernas en convulsiones―.‖Ven‖y‖alc{nzala. Los ojos de Matthias estaban coloreados con brillantes llamas; como si pudiera estallar en un incendio forestal en ese mismo momento y consumir todo a su paso. Su mirada estaba fija en mí, siguiendo el rastro de la serpiente que había invadido mi cuerpo. Mi respiración se detuvo. No podía moverme, pero sentía el movimiento sobrenatural de otra cosa dentro de mí girando alrededor de mis

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huesos, enrollándose en mis pulmones y pasando por encima de mi corazón latiendo con fuerza. Como si lanzara una pelota invisible, los dedos de la mano derecha de Matthias llegaron a mi dirección, formó una pinza y echó hacia atrás su brazo. Al mismo tiempo, sentí la criatura succionada de mi cuerpo, un torbellino de gritos tan agudos y frenéticos, que tapé mis oídos con las manos y respingué mientras Matthias retiraba a Albert de mí y lo descartaba con un fuerte impulso hacia el cielo. Un lamento chirriante llenó el aire, tan desconcertante que mis rodillas se doblaron. Dejé escapar un grito. El rostro tenso de Matthias se volvió hacia mí y se suavizó. ―Zoe. En el momento en que pronunció mi nombre, brazos invisibles de comodidad y seguridad me rodearon y me levantaron a mis pies. ¿Debería tocarlo? Él me dijo que no podía tocarlo. Segundos pasaron. No puedo… Sin ningún tipo de contacto, su mano tendida me atrajo más a él, fuera del ámbito del voraz tornado aún dando vueltas en oscura aflicción donde alguna vez estuvo Albert de pie y hacia la seguridad cálida de la potencia protectora de Matthias. Quería sentir su cálida y viva carne; extrañaba la sensación de él, y anhelaba por él. Mi deseo era mi perdición. Me derrumbé. Todo a mi alrededor se volvió negro.

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Capítulo 15 Traducido por Emii_Gregori Corregido por Cat..

—¿Z

oe? —dijo una voz familiar—. ¿Zoe? Dedos calientes tocaron mis mejillas. Matthias. Mis ojos se abrieron de golpe, mi borrosa mirada se aguzó, trayendo a

Weston dentro de mi foco. Sus cejas estaban unidas sobre unos preocupados ojos marrones. Me sostuvo contra él, en su regazo. Detrás de él había cuatro estudiantes esporádicos que nunca había visto antes. —¿Dónde está Matthias? —articulé mal. —¿Estás bien? —Weston tenía un brazo a mi alrededor, acunándome contra su pecho, mientras su otra mano acariciaba mi rostro—. Te desmayaste justo cuando estaba entrando en el estacionamiento. Te golpeaste la cabeza. Extendí mis brazos y sentí un pequeño chichón en la parte posterior de mi cráneo. —Ow. —Ow, sí. —Me sentó en posición vertical. Consciente de que estábamos bajo el escrutinio de aquellos que siguen esperando ir a casa por aventones, me deslicé de su regazo y estiré mis piernas de modo que pudiera levantarme. Se levantó y me ayudó a ponerme de pie, sus manos estabilizándome en mis brazos. —¿Segura que quieres levantarte? Asentí. Weston se acercó más, extendiendo su mano como si fuera a abrazarme, luego lució como asustado, como si yo fuera demasiado frágil, y estaba inseguro de lo que podría suceder después.

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Miré a mi alrededor por Matthias. Por Albert. Ninguno estaba a la vista ni a las vibraciones, y la batalla que ambos habían traído también se había ido. —¿Qué pasó? —susurró Weston. —Yo… perdí el conocimiento. —Mi análisis rápido de los curiosos pares de ojos viéndonos envió a los estudiantes merodeando en su camino. Me froté la parte de atrás de mi cabeza. Las palmas de Weston frotaron mis brazos. Su mirada rayó mi rostro, sus ojos oscuros con preocupación. Me puso contra su pecho y me envolvió. —Me asustaste —susurró contra mi cabello. Un miedo residual me hizo temblar. Estaba mortificada, aferrándome a él como si fuera mi salvador, pero demasiado temerosa para dejarlo ir. Sentir a alguien, teniendo la fuerza para retenerme, incluso la fuerza de alguien más, me consoló. Dejé que el momento se anidara y se celebrara, aunque podría lamentar la decisión más adelante. Con su brazo alrededor de mí, me llevó con cuidado a su camioneta, inerte en la acera, la puerta de su lado del conductor abierta, como si hubiera saltado del automóvil. Abrió mi puerta y me ayudó en el asiento como si fuera un cristal frágil. Condujimos en silencio. Sin música. Mi respiración estática, la suya pesada y masculina. Apoyé mi dolorosa cabeza contra el reposacabezas, consciente de sus miradas frecuentes. —¿Est{s…‖ crees haberte desmayado por lo que te pasó en el accidente automovilístico? —No. —Sacudí mi cabeza—. No. —Vi los ojos vacíos de Albert, su astuta sonrisa y un‖ profundo‖ estremecimiento‖ sacudió‖ mi‖ cuerpo.‖ Oí‖ su‖ declaración‖ de‖ “ella‖ es‖ mía”,‖ y‖ quise‖ disolverme‖ en‖ el‖ asiento,‖ bastante‖ asustada‖ de‖ que‖ el‖ eco‖ de‖ sus‖ palabras en mi cabeza me esclavizara a una fuerza que la mera mortalidad no era lo suficientemente fuerte como para rechazar. —¿Tienes frío? —Weston se inclinó hacia adelante y encendió la calefacción.

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—No. Sí. —Me abrigué con mis propios brazos. Matthias. Él había estado allí. Su presencia celestial había estado conmigo por un minuto, tal vez menos, mi contabilidad del tiempo se distorsionó en el miedo rodeando el momento, pero lo había visto. Él me salvó. Por favor, por favor, espero que su intervención no nos condene más de alguna manera. Cerré mis ojos, con una lágrima escapándose por mi mejilla. Los dedos de Weston tocaron las lágrimas, y lo miré. La preocupación arruinó sus rasgos. —¿Estás segura de que nada sucedió? ¿Uno de esos perdedores allí te tocó? —No. —Aún estás temblando. ¿Qué pasó, Zoe? Puedes decirme. Giré mi rostro hacia la ventana. Nubes negras y grises surgieron en el cielo de la tarde, espeso y denso, sellando el cielo lejos de mí. ¿Así es como será, Matthias? ¿Sólo soy capaz de verte cuando mi alma está en juego? Nunca había sentido tal mal abismático como el que había sentido de Albert. Albert. El padre de Matthias. La forma en que sus penetrantes ojos habían mirado los míos, el recuerdo picó cada nervio de mi cuerpo y me tiró en un ataque de temblor que sacudió mis dientes. Lo que sea que fuera, era más grande que cualquier cosa que pudiera medir con mi capacidad mortal. Lo que estaba pasando entre ellos dos era feroz. Mortal. Y yo me había metido en medio de ello. Albert estaba muerto. Y sin embargo, parecía tan vivo y tan real como Matthias. Yo estaba abrumada por la confusión y las preguntas. ¿Por qué había venido Albert a mí? ¿Cómo había sido capaz de entrar en mí de esa manera? Recordando su posesión de mi cuerpo, me lancé a un ataque de náuseas. Tapé mi boca y contuve las ganas de vomitar.

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Weston aparcó la camioneta, empujó los engranajes al detenerse y extendió su brazo sobre mi hombro. Sus dedos se presionaron en mi piel. —Zoe. Las lágrimas bordearon la cúspide de mis ojos. Mis hinchadas emociones a punto de estallar. Tenía ganas de hablar con alguien. Compartir mi confusión. Obtener algunas respuestas. Buscó mi cara, con sus cejas apretadas y sus dedos excavando dentro de mí, impulsándome más cerca de él. —¿Qué? Dime. —No puedo hablar de ello. —Algo pasó allí en la marquesina, ¿qué fue? —Su mano apretó con más fuerza mi hombro—. ¿Quién? Dime. Los mataré. —Nadie hizo nada, Weston. No era eso. —¿Britt? ¿Te amenazaron? —No. Realmente no puedo dar detalles. —¿Por qué? —Nuestras miradas se mantuvieron. Lo segundos se arrastraron—. Porque… todavía no confías en mí, ¿verdad? —No es‖eso.‖Lo‖que‖sucedió‖fue‖muy… personal. La confusión sombreó sus ojos. —Trataré de entender si lo intentas y confías en mí. —No puedo compartir esto con nadie. Lo siento. —Mi agonía era mi propia cruz para soportar. Sólo una persona podría responder mis preguntas y calmar los temores desenfrenados sobre la maldad abismática en la que me había acercado lo suficiente de modo que si me hubiera movido un centímetro, me habría caído y perdido para siempre.

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Me estremecí de nuevo, convulsiones de miedo. La cara de Albert se incrustó en mi cerebro y cada vez que sus ojos vacíos venían a mi mente, mi cuerpo se sacudía por el terror. Weston se deslizó más cerca, envolviendo sus brazos premiosos a mi alrededor. Su fuerte palma se ahuecó en mi mejilla y apretó mi cabeza contra su pecho. No era una debilidad la que me permitía deslizar mis brazos alrededor de él y sostenerlo con fuerza. Necesidad. Miedo. Conveniencia. Weston estaba allí y yo necesitaba a alguien. Su cuerpo era caliente, fuerte y el consuelo que buscaba poco a poco se filtró en mi cuerpo tenso y aterrorizado. Me desenrollé de su abrazo, con lágrimas en mis ojos. El latido de su corazón cayó pesadamente contra mi cara, enterrada en su pecho. Constante y relajante. Cerré los ojos y lloré. La siguiente cosa que supe es que abrí mis ojos y el automóvil estaba rodeado por oscuridad. Me puse recta de un tirón, con mi cara y mi cuerpo enfriándose cuando me separé de la calidez de Weston. Sus oscuras pestañas se abrieron. Estaba apoyado contra la puerta, como si me hubiera mecido por horas y por todo lo que sabía, pudo haberlo hecho. Eché un vistazo al tablero de mandos por un reloj, pero el motor se había apagado por un tiempo, el frío en el automóvil nos delató el tiempo que debimos haber estado durmiendo juntos. Pasó las manos por su cara, agarró el volante y se sentó. —Hombre. Debimos quedarnos dormidos. —¿Qué hora es? —Mis venas pulsaron con urgencia por saber la hora. Giró la muñeca y miró su reloj. —Las seis. —Uf. —Me senté hacia atrás, dejando escapar un suspiro. Al menos podría explicar el lapso de tres horas con mis padres. De alguna manera. —¿Quieres algo de cenar? —Uh. Tal vez en otro momento. Gracias. Creo que será mejor llegar a casa.

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A través de la cabina oscura de su camioneta, sus ojos brillantes sostuvieron los míos. Me había quedado dormida en sus brazos. Él había estado allí para mí cuando necesitaba a Matthias y pensaba que nadie más lo haría. —Gracias‖por…‖todo. —No hay problema. —Encendió el motor. Mamá y papá estaban viendo un partido de baloncesto cuando entré por la puerta principal y ambos saltaron de sus puestos sobre los sofás de la habitación familiar. Rastros de miedo, sin duda recordando el accidente, se anotaron en sus pálidos rasgos fantasmales, a la espera de malas noticias. —Zoe. —La voz de mamá era frágil. —Siento llegar tarde. —Y no llamaste —agregó papá mientras se acercaban, necesitando comprobarme por sí mismos. Ellos se cernieron mientras entré en la cocina, con mi estómago gruñendo. Weston me había ofrecido comer algo, pero necesitaba poner fin a este día extraño tan pronto como fuera posible, y terminarlo en la comodidad y seguridad de mi casa. Abracé a mamá, luego a papá, para ellos tanto como para mí, era mucho que una chica llegara a casa de un día difícil y en la necesidad de seguridad. Mamá, al ver que estaba en una sola pieza, suspiró con alivio. Papá se mantuvo nervioso a su lado. —Estaba con Weston. Empezamos a hablar y el tiempo se nos escapó. —¿El novio de Britt? —Las cejas de mamá se alzaron. Asentí y me dirigí a la estufa, levantando la tapa de una olla humeante. —¿Qué hay para cenar? Mamá me siguió. —Sopa de pescado con almejas. Todavía queda algo. Luke no ha regresado a casa tampoco, así que adivinarás el tipo de noche que hemos tenido.

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Miré hacia mamá, luego a papá de pie en la periferia de la cocina, con su mente atrapada en qué hacer sobre cómo decidí manejar la noche. —Debería haber llamado. —Esperaba aliviar sus preocupaciones. Tenían que estarse preguntando cuánto tiempo tomaría antes de que captara el mensaje para chequear cómo lo habían pedido. —Lo siento. —Colé la cremosa sopa blanca en un recipiente pesado, y me acerqué a la mesa de la cocina, disfrutando del acto mundano de comer la cena después de la horrible experiencia de estar en la presencia de un espíritu maligno, como Albert. —Traté de alcanzar a Luke en la escuela y nunca consigo agarrarlo. —Saqué una silla y me senté—. ¿Has oído hablar de él? Mamá sacudió la cabeza. —Fue una suerte para mí que Weston llegara. Me senté en la mesa de la cocina, y mi mamá me trajo una cuchara, servilleta y algunas galletas de ostra. La cena olía maravilloso. Metí la cuchara y quité el vapor antes de comer. Mi mano temblaba. Parpadeé, mirándola. Mi brazo entero tembló. Para no atraer más atención hacia mí, apoyé mis codos sobre la mesa, un paso en falso despreciable para mi mamá, pero a la luz de mi temblor, opté por romper la regla de los buenos modales. —¿Dónde está Abria? —pregunté. La casa estaba tan silenciosa. Mi papá me miró con ojos de halcón. —En algún lugar. —Mamá caminó hasta el fregadero y comenzó a enjuagar los platos—. Estoy tratando de no ser tan obsesiva con verla. Tiene que tener un poco de libertad, y yo también. La casa es tan a prueba de niños como puedo hacerlo. Estoy tratando de tener fe en que ella estará bien. —Mamá, eso es genial. Tienes razón. Y ya verás, ella estará bien. Lo sé. —Me gustaría tener tu fe. Sorbí otra cucharada de sopa.

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—La tienes. Ella sonrió, pero no dijo nada más. Papá se acercó y mi estómago se sujetó con fuerza de la sopa chapoteando en mi tripa. Su mirada fija era aguda. —Tienes dieciocho años, Zoe. No puedo balancearte sobre mi regazo para darte nalgadas‖o‖castigarte,‖y‖no‖debería‖tener‖que… —Lo sé, papá. Lo siento. Si sucede otra vez, con mucho gusto me pongo bajo arresto domiciliario durante el tiempo que creas necesario, ¿de acuerdo? Lo siento mucho. —Estoy seguro de que no será necesario —suspiró—. Pero agradezco la oferta. Una llamada telefónica al menos. Es sencillo. —Esperó hasta que asintiera antes de caminar hacia el sofá y sentarse, sumergiéndose en el juego de baloncesto. Comí, entonces me limpié, sintiéndome muy cansada. Subí las escaleras para tomar un baño. Me detuve en la habitación de Abria y la encontré escribiendo en las paredes con un marcador permanente negro. Demasiado cansada para gritarle, rodé mis ojos y suspiré, tomando la pluma y dejándola con un animal de peluche en su mano. Ella miró hacia el elefante durante unos cinco segundos y luego lo tiró y fue en busca de más plumas de tinta, estaba segura de eso. No tengo corazón para decirle a mamá sobre el grafiti, tendría que verlo por sí misma cuando colocara a Abria en la cama. Fui a mi dormitorio, cerré la puerta y me desnudé para bañarme. En el aire húmedo del baño, burbujas calientes de fresa llenaron el aire, tan embriagadoras y relajantes, que tenía que mantener mis ojos abiertos mientras me empapaba. Mis músculos pesaban, mi mente se cargaba con preguntas a la espera de respuestas, me sequé, me vestí con un pijama y agarré mi teléfono, comprobando por mensajes antes estallar. Weston. La más pequeña ráfaga de entusiasmo brilló a través de mí.

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Sólo me aseguro de que estás bien, ¿de acuerdo? Lo estoy. Gracias por estar allí. Mi placer, Zoe. Krissy también me había dejado algunos mensajes. ¿Fiesta en mi casa este sábado? ¿Zoe? ¿Puedes responderme? ¿Hoooola? Fiesta. Sábado. ¿A qué hora crees? ¿Les dirías a todos los que conoces? ¡RESPÓNDEME! Oh, hermano. Le escribí de regreso. Lo siento estaba ocupada. ¿Segura que quieres festejar? ¿Dónde estabas? Ocupada. ¿Qué haces? Dios. ¿Iba a ser entrometida, pegajosa y todo lo que las chicas detestamos en un amigo? Tuve un destello de ella estando un poco loca. La imagen no ayudó ya que yo había visto a su pariente difunto como su guardián, tratando de protegerla de sí misma. Hablando con alguien. ¿O ayúdame a difundirlo, sí? Ok. Será divertido.

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Sí, te veo mañana. La idea de Krissy ratonera y Krissy tímida teniendo una fiesta donde deportistas y fiesteros se colgarían como piratas saqueando una ciudad inocente, me envió en un suspiro inundado. De ninguna manera, su fantasía fiestera no iba a suceder. Nadie sabía quién era, por una cosa. Por otra parte, no podía verla sacando alcohol y abriendo la casa de sus padres ausentes para niños ansiosos en anotar una línea o un plato o dos. O desgarrar la conexión de las hojas familiares. No tenía idea de lo que se estaba metiendo. Volví a caer en la suavidad esponjosa de mi almohada y me dormí. Mis ojos se abrieron un poco más tarde y estaba bajo las sábanas, con las luces apagadas. Pero algo me había despertado, y me quedé quieta, escuchando. Un golpe lejano. ¿Luke finalmente se metió a la fuerza? ¿Abria? Mi cuerpo gimió de fatiga cuando salí del calor de la cama. Me puse mis zapatillas y en silencio me arrastré por el pasillo hacia la habitación oscura de Abria. Sí, la luz brillaba bajo su puerta. La puerta de la habitación de mamá chilló. Le hice un gesto que me encargaría de Abria. Bostezó, asintió y desapareció, cerrando la puerta detrás de ella. Mi corazón se aceleró. Tal vez Matthias estaba aquí. Abrí la puerta de Abria y la encontré de pie en la cabecera de su cama de hierro forjado, tratando de alcanzar el techo con otro marcador permanente negro. Matthias se levantó, listo para capturarla.

203

Capítulo 16 Traducido por Ale Grigori Corregido por ★ MoNt$3★

C

ada trozo de pesadez en mi cuerpo desapareció, y en su lugar, pulsaba la emoción. Una sonrisa se desbordó de mis labios. Cerré la puerta detrás de mí. Él se dio la vuelta.

Sus ojos se encontraron con los míos. La esquina de su mandíbula se tensó formando un cuadrado y sus ojos fijos a los míos no parpadearon ni una vez. ―Zoe, tenemos que hablar sobre lo que sucedió hoy. Su calma y seguridad me envolvieron y entendí que todo estaría bien, pero esta discusión tenía que tener lugar y no importaba lo terrible que era para mí revivir el encuentro con Albert, Matthias estaba allí para ofrecerme consuelo. Acunó a Abria en sus brazos y ella al instante apoyó la cabeza en el hueco de su cuello, fusionándose contra su pecho como una muñeca de trapo. Los celos encendieron mis nervios. Me imaginé a mí misma en su posición, acunada. ―Intenté no hablar con él. Me quedé varada. No tenía un camino. Lo siento mucho. Matthias apretó el agarre de Abria. ―Siento que te haya asustado. —Nunca he estado más asustada. ―Mi voz se quebró, los sentimientos de miedo que había sentido en la presencia de Albert se volvieron frescos, como si estuviera afuera de la puerta cerrada de la habitación de Abria, esperando para entrar―. ¿Qué quiere conmigo? Siguió una larga pausa. ―A mí. Él quiere destruirme.

204

Dejé de respirar. Angustia cruzó las facciones de Matthias. Llevó a Abria a su cama, la acostó y con ambas manos trazó ligeramente los dedos sobre sus ojos, cerrándolos. Se inclinó, dándole un gentil beso en la cara, y cuando se levantó, ella estaba tranquilamente dormida. Aturdida, miré la expresión serena en la cara de Abria, recordando sus poderes celestiales. Matthias tomó una respiración profunda y se volvió hacia mí, el aire que nos rodeaba, de repente, estaba denso. Cerró sus ojos. Una oleada de sus emociones se arremolinaron a mi alrededor como si estuviera de pie en medio de un tornado. Intente agarrarlas, confusión, dolor, decepción, fueron las más importantes que se quedaron en mi conciencia. Su rostro sereno y relajado, sus ojos se abrieron de nuevo. ―Sentí eso. No siento ningún enojo viniendo de ti. Ninguno. Asintió. ―Nosotros no éramos cercanos, mi padre y yo. Quería que lo fuéramos, por supuesto. Los niños siempre lo quieren. Sus claros ojos azules me arrastraron a sus recuerdos, los cuales se abrieron y se reprodujeron como en una pantalla gigante, a la cual yo de repente había dado un paso adentro. Miré a los sonrientes ojos de Albert. Yo, Matthias, soy más joven, más pequeño. Un niño vulnerable, anhelando algo, el anhelo presionando mi interior, la necesidad tan corpórea, que casi estalla a través de mi piel. Las palabras pasaron rápidamente en mi cabeza: no me dejes, por favor quédate. ¿A dónde vas? ¿Puedo ir? Tengo miedo. No me gusta estar solo. ―Saldré sólo por poco tiempo. ―Albert y yo estamos en una pequeña habitación, con paneles oscuros, una pequeña ventana en lo alto al nivel de la calle, enrejada con hierro y cerrada, y tan sucia que no podías ver hacia afuera. Un escritorio, lleno de papel. En la esquina, una imponente bóveda con una puerta que se abría sólo si sabías la combinación y colocabas tus manos en la grande rueda de acero. Una sola bombilla colgaba del despedazado techo.

205

―Quiero que me esperes aquí. Stephano, Julius y Martin están trabajando en el lugar pero no los molestes. Tienes tu libro. Léelo. ¿Entendiste? Asentí. Dulce perfume llena el aire. Me doy la vuelta, veo un vestido amarillo con flores y botones de oro, flecos, un velo flotante de ensueño. Una mujer de cabello oscuro inclina su cara hacia mí. Sus mejillas eran rosadas, sus labios rojos. Perlas colgando de su cuello. Sonríe, agarra mi barbilla suavemente entre sus dedos y dice. —Qué dulce pastel. Veo la parte de atrás del traje gris hielo de mi padre. Él desliza su brazo alrededor de la cintura del vestido con botones de oro y me pregunto si la tela es tan suave como parece. Él la puede sentir. Yo quiero hacerlo. Sin mirar atrás, cierra la pesada puerta de madera con un sonido sordo. La miró fijamente. Más allá de la puerta cerrada venía el débil sonido de la risa, música en vivo mezclado con el grito ocasional o histérico de una mujer. A través de la ventana enrejada y cubierta, en el techo de la habitación, escucho los automóviles pasar. El claxon. Una sirena. Mis dedos se apretaron alrededor de la Biblia negra en mis manos. La soledad se extendía a través de cada parte de mi cuerpo, viviendo los recuerdos de Matthias. En mi vida nunca he sido abandonada, dejada de lado sólo con el anhelo y preguntas sin respuestas, dejado como compañía enormes cantidades de tiempo, no podía decir por qué los niños no son capaces de deducir el abandono. El abuso no tiene lugar en una mente inocente. Y, aunque sólo había visto un recuerdo, había traído consigo el entendimiento de que el abandono fue un hermano que había vivido con Matthias. Un velo de tristeza ondeaba detrás de los ojos de Matthias pero la tristeza no permaneció mucho. Su pecho subió en una respiración profunda y las esquinas de sus labios se elevaron un poco. ―Lo siento ―susurré, su dolor pasado todavía palpitando dentro de mí. ―Zoe, no pienso en esas cosas.

206

―Pero él te hirió. ―Y eso me hiere. Tu compasión es una de las cualidades que amo de ti. ―Esos días han quedado atrás. No pienso demasiado en la forma en que fue. Mi barbilla se levantó. ―Me alegro de que la justicia fuera servida. Un destello de luz oscura brilló en sus ojos. Se acercó. ―Disfrutar de las consecuencias de los que toman malas decisiones, está mal Zoe. ―Sólo estoy diciendo ―Tragué un nudo en mi garganta―, que se hizo justicia. ¿No? ―Todavía es mi padre. Y, por duro que ha sido para mí verlo escoger el mal camino‖ yo…‖ ―Presionó su mano sobre su corazón, los ojos brillantes―. Tengo más esperanza. El asombro por él creciendo en mi pecho, no podía creer que no estuviera enojado, pensando en las injusticias que experimentó en su vida. ¿Por qué todavía le importaba cuando su padre estuvo tan lejos? De hecho el hombre, en mi opinión, parecía irremediablemente malo. Perdido. Sacudió su cabeza. ―Nadie está perdido para siempre. No mientras la batalla aún continúe. ―¿Qué quieres decir? Matthias, el hombre olía a maldad. Quiero decir, cuando estaba con él me preguntaba, ¿Por qué no me sentía como me siento contigo? ―Tomé una respiración profunda—. Lo siento. Es sólo que me quema pensar que tu propio padre quiera destruirte. Asintió. ―Ésa es la intención de todos los malos, hacer a otros tan miserables como lo son ellos. ―La miseria ama la compañía ―murmuré.

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―La persecución es incesante. ―Se acercó, su semblante sobrio, enviando un destello de pánico a través de mí―. Y mi padre es uno de los líderes de Satanás. Mi cuerpo se estremeció. Matthias, viendo el temblor subiendo por mis piernas, instintivamente se acercó para relajarme, pero sus manos se detuvieron a pulgadas de mis hombros. Poco a poco se rindió y sujeto sus manos en la espalda. ―Está determinado a obtenerme, y te va a utilizar para hacerlo. ―Pero tú eres perfecto. ―Mi voz temblaba―. Si tú eres perfecto. ¿Cómo todavía puede llegar a ti? ―Todavía tomo decisiones. Elegí infligir mi voluntad sobre esos muchachos ¿no? Mi amor por ti nubló mi habilidad de seguir por la manera en que debería. Una decisión que ahora debo pagar. ―Entonces, ¿soy tu‖ debilidad?‖ Tu‖ padre…‖ él‖ est{…‖ ¿enfoc{ndose‖ en‖ tus‖ debilidades? ―La impresión apretó mis huesos. Matthias asintió. ―Tienes que saber Zoe, que haré todo lo posible para protegerte, pero tú sigues siendo humana. ―¿Y qué significa eso? ¿Crees que en realidad seré una estúpida y conscientemente elegiré hacer algo malo? ―La mayoría de los mortales no comienzan de esa manera, y no, no creo que decidieras a propósito seguir el mal, pero nunca puedes subestimar el poder de los espíritus oscuros. Ése, Zoe, es el primer error mortal. Un escalofrió rompió a través de la tranquilidad que usualmente me envolvía en presencia de Matthias, estaba diciéndome la verdad, no podía negarlo, y entendía la gravedad en mi corazón. ―Nunca lo seguiré, Matthias, por favor créeme. ―Nunca me había sentido más segura de nada. De nuevo se estiró como si fuera a sostener mis manos y ofrecerme una caricia reconfortante. Anhelando tocarlo, me encontré con él a mitad de camino, nuestras manos en el aire entre nuestros cuerpos congelados en el deseo inalcanzable.

208

Caminó tan cerca de mí como se atrevió, sus ropas casi cepillando las mías, el olor de su piel extendiéndose en mí, en una invisible y cruel atracción que no podía agarrar para satisfacer mi deseo creciente de tocarlo, con la excepción de tomar una respiración profunda. ―Zoe. ―Su mirada rozó mi cara donde sus dedos no podían, viajando por mis mejillas, los labios y finalmente cerré mis ojos con anhelo―. No puedo permitir que te haga caer. ―Él no lo hará ―susurré. Moriré antes de permitir que él te destruya. Protegeré tu alma con todo el poder que hay dentro de mí. ―¿A pesar de que no nos podamos tocar? Sus ojos se cerraron, asintió. Eso será más difícil para mí que resistirme a cualquier cosa que tu padre me pueda lanzar en el camino. Para mí, también. Abrió sus ojos y su mirada azul cristalina taladró en mí. Necesitábamos un cambio de tema. ―¿Cuál es la diferencia entre tu padre y los espíritus negros que he visto? ―Mi padre toma la apariencia de tener un cuerpo físico porque él vivió. Los espíritus negros nunca vivirán, y nunca tendrán un cuerpo mortal, una posición que los deja obligados a controlar e influir en quienes lo hacen. ―¿Qué quieres decir con…‖apariencia?‖Albert‖parecía‖bastante‖real‖para‖mí. ―Una ilusión. El aire que nos rodeaba fue perforado por unos dedos invisibles, largos y codiciosos inyectando una sensación mala, tratando de romper el capullo de tranquilidad y seguridad que Mathias llevaba con él. ―¿Son…‖ellos?‖―Mi corazón giró en mi pecho. ―Te lo dije, incluso hablar sobre el mal, lo invita.

209

―Me estás asustando. ―Te estoy preparando. Éste no es un mal sueño del que vas a despertar. La maldad está en todos lados y te guste o no, tú eres parte de ella. Siempre has sido parte de esto. Robar las almas de los hombres ha sido el propósito de Satanás desde el comienzo de la Tierra. ―Su mirada se movió distraídamente a Abria, donde se quedó por un momento, luego volvió a mí enfocándose agudamente―. Ahora que mi padre se ha orientado en ti, tendrás que ser más perspicaz con cada persona que conozcas. Tragué un nudo en mi garganta. ―¿Por siempre? Sus manos se elevaron a mis mejillas como si acunara mi cara. ―Tanto tiempo como seas mortal. Lo siento. ―Las lágrimas bordeaban sus ojos azules. Se dio la vuelta, y caminó a la ventana, miró hacia afuera. Permanecí con él. ―Esto no es tu culpa. ―Si no hubiera entrado en tu vida, no tendrías que enfrentarte a esto. ―Me acabas de decir que siempre he sido una parte del bien y del mal, Matthias. ¿No lo somos todos? ―Sí, pero debí haber mantenido mi corazón fuera de esto. ―Cerró sus ojos y una lágrima descendió por su mejilla. Me estiré, el instinto, el amor y la necesidad urgente de consolarlo. Sus ojos se abrieron de golpe y miraron mi mano extendida. Me congelé. ―No debí haberme enamorado de ti. Estoy contenta de que lo hayas hecho. Nunca te arrepientas de eso. Por favor. Sus labios oscilaron en una cautelosa sonrisa. —¿Estás lista para ser valiente, Zoe? Por ti puedo ser cualquier cosa.

210

―No por mí. ―Su voz fue un crudo susurro―. Por ti.

***

Me desperté la mañana siguiente con un sobresalto. Mis sábanas y cobijas estaban enredadas a mi alrededor, como si hubiera luchado cada hora mientras dormía. ¿Había soñado lo de ver a Matthias anoche? No recuerdo haber llegado a la cama. Mi último recuerdo era estar de pie en la habitación de Abria, ella dormida, Matthias explicándome el hecho real de que su padre se estaba concentrando en mí para destruirlo. Dejé escapar un gemido, estremeciéndome y cubriéndome con las suaves cobijas para combatir el frío raspando mis huesos. ¿Podría no tener miedo? Miré la sombría luz gris a través de las persianas de mi habitación. Una vez más, el sol y su calor se escondían detrás de una gruesa pared de nubes de invierno. Jueves. Dos días más de escuela. ¿Albert estaría allí? Otro escalofrío me sacudió. No podía tener a Matthias como mi guardián, pero me dijo que estaría cerca porque estaba observando los movimientos de su padre cuidadosamente. Quizás lo vería más a él, lo único positivo con lo que podía contar. Mi celular saltó, era la alarma para despertarme a las seis. Estiré mi mano y lo recuperé de mi mesa de noche y lo apagué. En la noche, había tenido seis mensajes de textos de Krissy. La chica estaba obsesionada con la fiesta. Leeré los otros después. Me aparté de las cobijas, me levanté y me preparé para la escuela. La ausencia de Britt en mi vida dejaba un hueco social, tenía dificultades para adaptarme. Por lo general, llamaba o cualquiera de las dos enviaba un mensaje al despertar. Estaba más que enojada conmigo.

211

Me duché, reflexionando sobre si debía o no decirle a Chase acerca de la visita de Matthias. Mis nervios se erizaron. ¿En quién podía confiar? ¿Quién era mi amigo? ¿Quién era mi enemigo? Esto apestaba. No sería tan malo si Matthias fuera mi guardián, entonces sabría con seguridad cuando estuviera en peligro. De la forma en que él lo había explicado, estaba por mi propia cuenta, por el momento, teniendo que averiguar todo por mí misma. Me vestí con unos jeans y una sudadera gris, apliqué algo de rubor en mis mejillas, me coloqué un poco de sombras y rímel, y salí de mi habitación. La casa olía como a panqueques. Luke se encontró conmigo en el pasillo. Tenía sus usuales pantalones anchos y su más ancha sudadera beige. Sus ojos no estaban inyectados en sangre, una buena cosa para ver. ―Hola, amigo. ―Le di una palmadita en la espalda. Parecía sorprendido por el gesto, pero me permitió bajar las escaleras primero, siguiéndome. ―¿Panqueques? ―preguntó mientras ambos entrabamos en la resplandeciente cocina. Mamá sonrió sobre el pan, y aventó cuatro masas doradas―. No es sábado ―dijo Luke. Mamá rió. ―¿Entonces sólo puedo hacer panqueques los sábados? Siéntate, cariño. Luke parecía sorprendió con el lujoso desayuno de fin de semana viniendo a él un día entre semana, pero se dejó caer en la mesa, listo para comer. ―¿Dormiste bien anoche? ―Mamá deslizó un panqueque sobre un plato y se lo extendió a Luke, pero me estaba mirando a mí. ―Más o menos. ―Había intentado ocultar los círculos debajo de mis ojos con un corrector, pero supongo que no funcionó. Fui al refrigerador, lo abrí y lo miré. ―¿Qué tal unos panqueques? ―Sí, está bien.

212

Mamá sonreía cuando se hacía cargo de su familia, una cualidad que me había avergonzado hasta que estuve lo suficientemente grande para saber que a mis amigos, la mayoría de sus mamás no tenían más tiempo que hacer una taza de Ramen5 para ellos. Mi estómago estaba en un revoltijo. Contemplando lo de anoche, lo que tenía que esperar‖hoy…‖no‖estaba‖segura‖de‖si‖quería‖comer,‖mucho‖menos‖podría‖conseguir‖ empujar cualquier cosa dentro de mí para que se quedará. Mamá mantenía su “mirada‖de‖madre‖ojo‖de‖{guila”‖inmovilizada‖en‖mí,‖lo‖cual‖no‖ayudaba. Luke, ajeno a la situación, como siempre, se comió dos platos de panqueques apilados mientras yo excavaba mi torre de tres, como un niño quisquilloso. Para apaciguar a mamá, me comí la mitad. Unos minutos después Luke se levantó, colocó su plato limpio en el fregadero, lo dejó y eructó. Sonrió. Luego caminó hacia mamá, revolviendo una taza de cereal para Abria, y la besó en la mejilla. Luke me miró y señaló con su mata de cabello rubio en dirección a la puerta indicando que era hora de irse. Colgó su mochila sobre su hombro y desapareció por el pasillo. La boca de mamá se abrió poco después de que Luke besó su mejilla, y ahora su mano estaba sobre el lugar en asombro. Sonreí, levanté y coloqué mi plato en la encimera. Después besé su otra mejilla. ―Los panqueques estaban deliciosos. ―Saboreé la alegría en su rostro, me despedí de Abria, parada sobre su silla en la mesa, y salí por la puerta con mi mochila. ―Qué bien ―dije metiéndome en el automóvil de Luke. Cerré la puerta y me puse el cinturón de seguridad. ―¿Qué bien qué? ―Estaba previsiblemente sin pistas mientras salía a la calle. ―¿Besando a Mamá? Has hecho su semana. Sus mejillas de querubín se enrojecieron. ―Me hizo panqueques.

5

Ramen: Sopa de fideos.

213

Algo horrible gritó desde el reproductor de CD. Quería que se apagara, mis nervios ya despiertos como si hubieran sido raspados a través de un rayador. Me incliné sobre el interruptor de apagar, pero Luke me detuvo. ―Oye, me gusta esa canción. Discutir sobre una canción por tres minutos manejando a la escuela era estúpido, por lo que me aguanté y me callé, permitiéndole su diversión. En la escuela, estacionó y nos dirigimos a rastras hacia los edificios, uniéndonos a la multitud con otros estudiantes preparando sus mentes para otro día de educación. Mi estómago se retorció. ¿Albert se presentaría? ―Me dejaste ayer. ―Oh. Sí. Lo siento. Negocios. Bufé. ―¿Negocios? No creo que quiera saber cómo haces tu dinero. Nos conducimos a través de la puerta, mi nariz se llenó con la mezcla de olores de la piel recién bañada, champú y perfume. Compartimos una sonrisa antes de que él siguiera su camino y yo el mío. Mi mirada barrió los pasillos por Albert pero no lo vi.

214

Capítulo 17 Traducido por Simoriah Corregido por ★ MoNt$3★

V

i a Britt en historia. Se sentó junto a mí, pero como ella había estado ausente por el día, no había sentido la incomodidad que ahora sentía al verla. Al enfrentarla. Levanté el mentón y le devolví el exterior de

ladrillo que sentí que venía de ella. No había hecho nada malo, no merecía su actitud y no iba a soportarla. La clase comenzó y mi teléfono vibró. Britt. La miré. Tenía su teléfono bajo el escritorio y su pulgar estaba ocupado golpeteando el teclado. ¿Vas a ignorarme? Tú me estás ignorando. Te robaste a Weston creo que tengo el derecho. No robé a nadie. Como sea. Seguía golpeteando sus uñas contra el teléfono, pero no recibí mas mensajes así que guardé mi celular y seguí la clase. ¿Así era cómo iba a ser? Cansada de estar levantada hasta tarde la noche anterior y sintiendo el peso de vivir en el borde de un cañón negro y sin fondo, apoyé mi cabeza contra el escritorio, cerré los ojos y todo en mi mente se desvaneció en un remolino de recuerdos sobre Matthias. Sobre su olvidado pasado. La campana sonó, las sillas chirriaron contra el piso y di un respingo. ¿Me había dormido? La hora se había ido, también Britt y la mayoría de mis compañeros. Me puse de pie, con esperanzas de que el profesor no se hubiera dado cuenta de que me había dormido en clase. Su espalda estaba vuelta hacia mí mientras escribía en el pizarrón, así que me escurrí fuera.

215

Krissy estaba junto a mi casillero, esperándome. Hoy, tenía el cabello suelto. Nunca la había visto sin su cola de caballo. Estaba sorprendida de que le pasara los hombros, era espeso y tenía un agradable lustre. El cambio de estilo le sentaba. Tenía una expresión avergonzada en su usualmente ansioso rostro, mientras miraba a otros adolescentes que pasaban hablando sin notarnos. Mi corazón dolió por

ella.

La

fiesta

que

quería

tener

era

en

un

día.

¿Quién

iría?

En su beneficio, esperé que nadie. La dulce, inocente Krissy no debía estar a un radio de cinco estados de una fiesta, no al menos que fuera una fiesta de cumpleaños con payasos, globos y pizza. Su mirada encontró la mía y sonrió, apretando sus libros contra su pecho. ―Hey.‖―Giré‖la‖perilla‖de‖mi‖casillero―.‖Me‖gusta‖tu‖cabello‖suelto.‖Luce‖bien. ―Gracias.‖ Estoy‖ tan‖ entusiasmada‖ por‖ la‖ noche‖ del‖ s{bado.‖ ¿Le‖ has‖ dicho‖ a‖ alguien? ―Um.‖No‖aún.‖¿Tú? ―A‖unas‖pocas‖personas.‖De‖hecho‖hice‖pequeñas‖invitaciones,‖¿quieres‖verlas? Sus dedos temblaron mientras sacaba una pila de notas adhesivas decoradas a mano con la frase ¡Por Favor Ven A La Fiesta! escrito en fucsia y amarillo brillante. Margaritas bordeaban el papel. Su dirección y nombre estaban en la parte inferior. Tragué. ―Wow‖―dije. ―¿Quieres‖ entregar‖ algunas?‖ ―Sacó‖ una‖ pila‖ gigante‖ de‖ notas‖ adhesivas‖ listas‖ sólo para mí. ―No,‖estoy‖bien,‖gracias.‖Prefiero‖el‖boca‖a‖boca.‖De hecho, ésa es la forma en que estas cosas se divulgan. Su expresión de júbilo vaciló. ―Oh.‖¿Así‖que no debería entregarlas? ―¿Cu{ntas‖has‖entregado?‖―¿Qué‖tipo‖de‖control de daños necesitaba hacer? Cambié mis libros y cerré mi casillero.

216

Me siguió a través del corredor lleno. Sentí las curiosas miradas de los que pasaban y me pregunté cuánto tomaría para que el boca a boca divulgara que yo estaba pasando‖ el‖ tiempo‖ con‖ Krissy… ni-siquiera-conocía-su-apellido. No estaba preocupada por mi reputación; la había pasado peor en los primeros años de la escuela secundaria, me habían denominado perdedora, inclusive aquí en la Secundaria Pleasant Grove había sido conocida por cualquier cosa, desde zorra a popular. Había una posibilidad real de que Krissy fuera juzgada como buena simplemente por ser vista conmigo. Krissy también notó las miradas, porque brillaba como lo había hecho en Purple Turtle el día que había almorzado con Weston y conmigo. ―He‖ entregado‖ m{s‖ o‖ menos… diez.‖ ―Sus‖ ojos‖ se‖ redondearon‖ inocentemente,‖ como si esperara que me riera ante su tropezón social. ―Oh.‖ Est{‖ bien,‖ entonces,‖ no‖ hay‖ necesidad‖ de‖ entregar más, creo. Son lindas y todo, pero quedémonos con el boca a boca, ¿está bien? Asintió,

aceptando

mis

instrucciones

como

si

fueran

mandamientos.

Entonces, sus ojos se encendieron y se fijaron al otro lado del corredor. Seguí su mirada babosa hacia Weston en la puerta de un salón de clase. Él estaba con Brady. Por favor dime que los dos no son amigos de nuevo. Sonreí afablemente a Weston, ignoré a Brady, luego miré a Krissy. ―Tengo‖que‖ir‖a‖clases. Sin apartar su mirada de Weston asintió. Mi celular vibró en mi mano. Weston. Hey, ¿todo bien? Sí. No soy amigo de Brady si te lo estás preguntando. No me lo pregunto. Lo que él hiciera con Brady era su asunto, ¿verdad? Pero si oía que los dos eran amigos de nuevo, me mantendría lejos de ambos, y me aseguraría de que ninguno fuera a la fiesta de Krissy.

217

Levanté la mirada. Krissy se había ido. Había cruzado el corredor y ahora estaba en la puerta del salón de clases con Weston y Brady. Si los estaba invitando a su fiesta,

era

más

valiente

de

lo

que

le

daba

crédito.

Me dirigí a mi siguiente clase, y mi teléfono vibró. Weston. Sonreí. Krissy + fiesta = ¿QD?6 Lol lo sé. ¿Realmente la va a hacer? Supongo. ¿Vas a ir? Sí, ¿tú? Si tú vas, sí. ―¿Le‖ est{s‖ mandando‖ un‖ mensaje‖ ahora? —La voz de Britt cortó a través de mi concentración. Quité la sonrisa de mi cara. ―¿Ahora‖lees‖mis‖mensajes‖sobre‖mi‖hombro?‖―Sostuve‖el‖teléfono‖de‖forma‖que‖ ella no pudiera ver la pantalla y seguí caminando. Se quedó a mi lado. Según las apariencias, éramos amigas de nuevo. Tenía que admitirlo, el alivio de la familiaridad se apoderó de mí: su perfume, la fácil manera en que caminaba a la par conmigo, todas las cosas a las que me había acostumbrado a través de los años que habíamos sido amigas. ―Lo‖hago‖cuando‖mi‖mejor‖amiga‖sabotea‖a‖mi‖novio. Me detuve. Ella también. Cuerpos pasaron alrededor nuestro, acallándose, mirando al pasar lentamente. Britt estaba agotada: círculos bajo sus ojos, piel cetrina, cabello desordenado. ¿Qué pasaba con los jeans rotos y la camisa harapienta? Britt nunca dejaba la casa a menos que luciera perfecta.

6

QD: Qué Demonios.

218

―No‖hice‖nada‖a‖propósito,‖Britt.‖―Probé‖la‖compasión‖por‖ella‖que‖sentía‖en‖mi‖ corazón. ―¿Qué‖es‖esta‖fiesta‖que‖ustedes‖dos‖van‖a‖tener? ―No‖la‖vamos‖a‖tener.‖Krissy,‖una‖chica‖en‖una‖de‖mis‖clases,‖la‖har{. ―¿La‖chica‖con‖el jumper y las botas? Asentí, esperando que se riera, me abrazara y dejara todo este sinsentido detrás donde pertenecía. Miró por el corredor hacia el salón de clase donde Weston había estado con Brady y Krissy, todos ellos se habían marchado ahora. ―A‖ella‖le‖gusta,‖¿no‖es‖cierto? Solté un suspiro. ―Sí,‖pero‖ella‖es… ―Es‖una‖perra‖―estalló‖Britt,‖sus‖ojos‖inyectados‖en‖sangre‖fij{ndose‖en‖los‖míos. Restregó una mano por su rostro. Sus uñas de puntas blancas estaban saltadas y desatendidas, como todo lo demás en su vida supuse. ―Ella‖ no es‖ tú‖ ―dije―.‖ Britt,‖ ¿por‖ qué‖ te‖ preocupas‖ por‖ chicas‖ como‖ ella?‖ Es‖ realmente tímida y definitivamente no del tipo de Weston. Su mirada brillante se hizo más aguda. ―Es‖ a‖ ti a‖ quien‖ él‖ quiere.‖ ―El‖ alto‖ chillido de la campana que indicaba que llegada tarde resonó en mis oídos. Ambas nos quedamos de pie mirándonos. ―No‖quiero‖a‖Weston‖―dije‖a‖través‖de‖los‖dientes‖apretados―.‖Te‖lo‖he‖dicho‖mil‖ veces.‖Ahora,‖te‖lo‖he‖dicho‖mil‖y‖un‖veces.‖―Me‖fui‖a‖clases, enfurecida de que me estuviera decapitando por algo de lo cual no era culpable. ―Voy‖a‖ir‖a‖esa‖fiesta.‖―Su‖amenaza‖hizo‖eco‖a‖través‖del‖corredor―.‖¡Voy‖a‖ir!

***

219

En la clase de periodismo, miré la pantalla de mi computadora como un zombie, la hoja blanca con escritura frente a mí aniquilando mi cerebro con aburrimiento. Se suponía que debía de estar editar este artículo sobre el nuevo campo de fútbol. BOSTEZO. ¿A quién le importaba si pintaban el césped de un azul marino que realmente duraba toda la temporada? ¿Qué probaba eso excepto un excelente trabajo de pintura? Era eso o nuestro equipo no hacía mucho esfuerzo para ganar. No podía recordar cuánto habían anotado los Vikingos esta temporada. No podía hacer esto. ―¡Chase! Chase estaba pegado a su computadora pero se puso de pie de un salto cuando lo llamé, y vino hacia mí. Puso una mano en el respaldo de mi silla, la otra en el escritorio, encerrándome. Dulce colonia especiada se arremolinó en mi cabeza. ―¿Sí? ―No‖puedo aceptar esto. Te‖lo‖dije,‖los‖deportes‖y‖yo… es como beber una bebida energética cuando intentas dormir. No puede ser. La mirada crítica de Chase viajó sobre mí. Atrajo una silla metálica junto a mí y se dejó caer en ella. ―No‖est{s‖feliz‖hoy.‖¿Qué‖sucedió? ―¿Mi‖humor‖es tan obvio? ―Círculos‖bajo‖tus‖ojos,‖una‖expresión‖ap{tica‖y‖aburrida‖en‖tu‖rostro.‖Signos,‖Zoe. ―¿Podría‖ser‖esta‖copia‖soporífera‖que‖me‖diste‖para‖editar? Se estiró y clickeó el mouse, minimizando el ofensivo artículo. Entonces, sus ojos marrones se fijaron en los míos con una penetrante mirada que rivalizaba con la de Matthias. ―¿Quieres‖hablar‖de‖eso?

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―Oh.‖Seguro.‖La‖pintura‖se‖mantuvo‖en‖el‖Astroturf‖por‖los‖diez‖juegos‖de‖local. WOW.‖―Simulé‖un‖bostezo‖y‖sonreí. La esquina derecha de su labio se elevó. ―Así‖ que‖ es‖ el‖ pueblerino‖ tratamiento‖ de‖ las‖ noticias.‖ Estamos‖ lidiando‖ con‖ escritores principiantes e inexpertos en el equipo. ¿Qué es lo que realmente te molesta? ―Sólo‖estoy‖cansada.‖―Me‖incliné‖hacia‖él,‖indicando‖que‖tenía algo privado que compartir y me‖imitó―.‖La‖cosa‖m{s‖rara‖sucedió‖―murmuré.‖ Le conté acerca de Albert. Sobre como yo había asumido que era mi nuevo guardián, enviado por Matthias, y lo que había sucedido en la marquesina. A medida que la historia se desarrollaba, el rostro de Chase palidecía. ―Sí,‖ bueno,‖ fue‖ la‖ cosa‖ m{s aterradora que me sucedió jamás. Lo peor era lo convencida que estuve, por un‖tiempo,‖de‖que‖Albert‖era… un tipo bueno. Quiero decir, luce‖ tan‖ parecido‖ a‖ Matthias.‖ Es… Chase, toda la cosa es peor que una pesadilla. No estaba en‖control‖de‖mi‖alma.‖Albert…‖él… ―Temblé. Chase apoyó su mano en mi brazo. ―No‖hables‖al‖respecto.‖Podrías‖invitar‖al‖tipo‖de‖vuelta. Como si estuviera helada hasta el hueso, mi cuerpo continuó convulsionando. Chase apoyó ambas manos en mis brazos y, finalmente, el torrente de temblores me abandonó. Exhalé. Las manos de Chase se deslizaron de mí. ―Zoe,‖esto‖es‖enorme.‖Este‖tipo‖Albert‖es… lo lleva a un nivel nuevo. ―¿Te‖importa?‖Estoy‖intentando‖calmarme. ―Oh. Sí. Correcto. ¿Eso es todo lo que te preocupa? ―Y‖estoy‖un‖poquito‖preocupada‖por‖la‖fiesta‖de‖Krissy.

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―Krissy.‖Oh,‖sí.‖Me‖dio‖una‖de‖éstas.‖―Sacó‖una‖nota‖adhesiva‖que‖Krissy‖había‖ decorado‖del‖bolsillo‖frontal‖de‖sus‖pantalones‖khakhis‖y‖la‖sostuvo‖en‖alto―. Me dijo que habías dicho que yo debía tener una. ¿Realmente dijiste eso? ―En‖una‖manera‖indirecta.‖Deberías‖ir,‖Chase.‖Me‖preocupa‖que‖nadie‖vaya. ―Tengo‖ que‖ admitir,‖ cuando‖ me‖ dijo‖ que‖ ustedes‖ dos‖ estaban‖ planeando‖ una‖ fiesta, y que Weston iba a ir, pensé que estaba bromeando. Ni siquiera sabía que ustedes dos eran amigas. ―No voy a celebrar la fiesta, Krissy lo hará. Y vi a su guardián. Así que en cierta forma me siento responsable por ella. ―Ahora‖lo‖entiendo.‖Sí,‖iré‖a‖su‖fiesta. ―Me‖ imaginé‖que‖lo‖ harías.‖―Apoyé mi mano en su rodilla por un segundo. Su nuez de Adán rebotó y devolví mi mano a mi regazo―.‖No‖sé‖qué‖es‖lo‖que‖tiene‖ planeado. Quiero decir, las fiestas a las que he ido son bastante crudas. No estoy segura de que sepa en qué se está metiendo. ―Tú,‖Weston y yo podemos asegurarnos de que todo se mantenga en orden. ¿Por qué estaba discutiendo esto con Chase? Como si él supiera de fiestas. Pero irradiaba entusiasmo. ―Sí,‖podemos.‖Hey,‖tú‖eres‖un tipo tan agradable, quizás puedas, tú sabes, pasar algo de tiempo con ella antes del sábado. Una profunda arruga se formó entre sus cejas. —¿A‖qué‖te…‖refieres? —Sé que no te gusta como eso, pero, puedes ser agradable, ¿verdad? Así cuando vayas el sábado, ella conocerá más que sólo a Weston y a mí. ―Oh,‖seguro.‖¿Crees que debiera contarle a la gente acerca de la fiesta? Los amigos de Chase eran inofensivos. ―Definitivamente.‖ ―Había‖ una pequeño oportunidad de que la fiesta de Krissy no fuera un desastre después de todo.

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Chase miró la pantalla de mi computadora. Se estiró, su brazo rozando el mío, clickeó el mouse y el artículo apareció de nuevo. Se puso de pie. ―¿Estar{s‖bien? Asentí. ―Gracias. ―Entonces‖ vuelve‖ a‖ trabajar.‖ ―Movió‖ sus‖ cejas‖ hacia‖ mí.‖ Juro‖ que‖ hubo‖ un‖ arrogante movimiento en su caminar cuando se paseó de vuelta a su escritorio. Mi teléfono vibró. Lo saqué, cualquier cosa para evitar enfrentar el trabajo de edición. Weston. ¿Puedo llevarte a casa? Una bandada de pájaros se soltó en mi estómago. Golpeteé el teléfono con mi uña, mordisqueando mi labio inferior. Necesitaba que me llevaran, Luke no era cien por ciento confiable, y Britt estaba fuera de esto por las cosas con Weston,‖ así‖ que… ¿por qué no? Seguro. Ok, te veo. Respiré profundamente. La bandada de pájaros se esparció a través de mi estómago hacia mis brazos, piernas, hasta los dedos de mis pies, y circuló alrededor de mi corazón. Revisé el reloj de mi teléfono: treinta minutos para terminar de editar. Treinta minutos hasta que viera a Weston. No debería estar tan entusiasmada por ir a casa.

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Capítulo 18 Traducido por flochi Corregido por Angeles Rangel

W

eston estaba parado junto a su camioneta, los brazos cruzados sobre su pecho, las piernas casualmente cruzadas a la altura de los tobillos mientras inclinaba su tenso cuerpo contra la puerta. Estaba

solo. Su mirada fija en mí desde el otro extremo del estacionamiento. Vaya. Debía tener una visión 20/20 con esa mirada de halcón. Tragué un ahogo de nerviosismo y continué yendo hacia él, manteniendo un ojo distraído sobre los automóviles retrocediendo de las plazas de estacionamiento y los otros estudiantes dirigiéndose a los autos que los esperaban. ¿Dónde se encontraban los amigos de este chico? ¿Las manadas de chicas que por lo general merodeaban su aura intentando captar su atención, su aroma, desesperadas por su atención? ¿Dónde estaba Britt? Con ese pensamiento, miré alrededor la diminuta plaza de estacionamiento pero no vi su Mustang blanco. Seguí avanzando hacia Weston, mis palmas más sudorosas con cada paso, mi corazón palpitando. Sonrió y se alejó de la camioneta, sus brazos cayendo a los costados. ―Hola. ―Hola. Un silencio incómodo. Cláxones pitando, voces gritando. Melodías perdidas de CDs sonando. Weston metió las manos en sus bolsillos delanteros. ―Entonces… ―Sí…

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Weston rió. Su sonrisa se extendió por sus mejillas en una expresión contagiosa de inseguridad que atrapé y saboreé con una sonrisa propia. ―Bien. ―Se encogió de hombros y su pie derecho pisó el asfalto. ―Bien ―bromeé―. ¿No estarás nervioso? Sus ojos marrones brillaron. ―Para nada. ―Pero sus manos permanecieron ancladas en el interior de sus bolsillos y su pie siguió clavado en el suelo. Lindo. Se acercó cerniéndose sobre mí con sus hombros anchos, el aroma de una colonia desvaneciéndose y de masculinidad. Mi corazón golpeteó contra mis costillas. Weston me sostenía con una mirada calurosa siendo curiosa y apasionada a la vez. Si él quería jugar, podía hacerlo. De hecho, había pasado un tiempo desde que había jugado con un chico y el placer se desbordaba de mi cuerpo, quedando atrapado en una piscina refractaria en el fondo de mi estómago. Finalmente, sus ojos oscuros se entrecerraron. Ladeé la cabeza. ―¿Estás listo para llevarme a casa? ―Sí, estoy listo. ―Sonrió. Repentinamente, sus manos cálidas se deslizaron alrededor de mi cintura y su cuerpo rozó el mío. Sus dedos agarraron los míos, y mi corazón golpeteó en todas direcciones. Entonces, me dio la vuelta, su mano en la parte baja de mi espalda mientras me escoltaba alrededor de la cubierta de la camioneta hacia el asiento del pasajero. Abrió la puerta. No me atreví a mirarlo a los ojos. Estaba segura de que mi piel estaba sonrosada con el calor rojo desde la cabeza a los pies. Subí y él se detuvo. Entonces, cerró la puerta. Solté un suspiro. Weston entró y la camioneta se meció con su presencia; músculos, aroma y calor. Tragué saliva. En la parte baja de mi cuerpo un deseo zumbante que reconocí nadaba con el frenesí de los tiburones listos para ser alimentados.

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Mordí mi labio inferior. Manejamos en silencio. Estaba tan abrumada con el Weston de carne y hueso, la humanidad de él en la cabina, recordándome cómo me había quedado dormida en sus brazos, que estuve segura de que se trabaría mi lengua si trataba de mantener una conversación. Estaba avergonzada por mi reacción. Susurrando en mi mente recuerdos frenéticos de besos, calor, toqueteos. Weston manejaba con una mano sobre el volante. ¿Sentía el deseo crudo en el aire? Mantenía su mirada hacia adelante, el brillo de sus ojos haciéndose más intenso, uniéndose al ritmo de mi corazón. No me lleves a casa. Detente. Para y déjame besarte. Pero Weston no podía leer mis pensamientos. Gracias a Dios. Él no era Matthias. El pensamiento de Matthias cavó un agujero en el deseo que se estaba construyendo en mí por Weston. Me di la vuelta y me obligué a mirar por la ventana. Cuando pensaba en Matthias, mi cuerpo se inundaba por tanto amor, la pura naturaleza de ese amor sofocaba la lujuria. ¿Podía llegar a querer a Matthias con el deseo crudo que sentí por Weston? Com-ple-ta-men-te. Sonreí. Una de las palabras de Matthias. Pero si pudiera, ¿lo haría? Sentía tal respecto, tal admiración y amor por Matthias que mi alma se fundía ante su espíritu, no su cuerpo. ¿Podría amar a Weston de la manera en que amaba a Matthias? Era demasiado pronto para saberlo. Todavía me encontraba caminando sobre el delgado hielo de la confianza. Pero en un nivel puramente físico, no había duda que Weston hacía que mi cuerpo cantara. El dedo gentil de Weston tocó la vena de mi cuello. Me estremecí. ―¿Estás bien? Cerré los ojos. Tengo hambre. Estoy muerta de hambre. Quiero compañía.

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―Sí ―dije en un tono áspero. Así que qué importaba si Weston sabía que lo quería a él. Eso era lo que quería, ¿no? Y no había nada de malo en que un humano quisiera a otro. La agudeza de sus ojos confirmó mis sospechas. Frenó el automóvil. Mi corazón bailaba. Se deslizó, su mano alcanzando mi nuca, su cuerpo moviéndose hacia el mío, incapaz de negar la atracción magnética que nos atraía el uno al otro. Su mirada devoró mi rostro por dos, cinco, siete segundos. Luego me besó. Suave. Tentativo. Luego más urgente. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, derritiéndome por la sensación de su pecho fusionado contra el mío. Me inclinó más suavemente contra la puerta, su palma derecha sosteniendo mi cabeza, sus dedos en mi cabello. Masajeando. Necesitando. Ser querido. Tener y ser tenido. La euforia se disparó por mi cuerpo, cada nervio y fibra silbando en un animado baile celebrando la unión de macho y hembra. Necesitaba respirar, calmarme. Giré la cabeza, jadeando. Presionó su frente en mi mejilla, jadeando, su aliento caliente haciendo cosquillas en mi cuello. ―Zoe. ―Su voz temblaba. Tragué saliva. ¿Podía sentir cómo mi corazón saltaba en su dirección? ―¿Sí? ―Eres…‖―Su cálida boca rozó mi oreja, bajó por mi mandíbula, dejando huellas ardientes―.‖He‖querido‖hacer‖esto… El siguiente beso fue tierno. Como si estuviera besando el pétalo de una flor. Después retrocedió, su rostro en un puño de deseo incapaz de dejar soltar completamente. ―¿Estás bien? Asentí, contenta de detenernos.

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―Yo…‖ ―Se enderezó, y cayó contra la parte posterior de su asiento, metiéndose las manos entre el cabello―. No debería haberlo hecho. ―Su‖ palma‖ golpeó el volante con un golpe sordo. ―¿Qué? ¿Lo sientes? ―¿Metí la pata? ―El‖ miedo‖ empañó sus ojos―.‖ ¿Lo‖ hice?‖ Dime‖ la‖ verdad.‖ Me‖ odias ahora, ¿verdad? Soy un idiota. ―Se frotó el rostro con sus manos, gimiendo―. Lo siento. Agarré sus manos con las mías, juntándolas. ―No.‖Yo… también te quise. Su pecho se elevó, cayó, elevó nuevamente en una rápida sucesión. Miró nuestras manos unidas. Entonces, su mirada seria se encontró con la mía. ―¿Estás segura? Porque nunca quise que me odiaras. No podría soportarlo. ―No te odio. Suspiró, aparentemente aliviado, y cerró los ojos. ―La impulsividad es una de mis debilidades. ―También puede ser una fortaleza. ―Traté de aligerar el estado de ánimo―. Es decir, la impulsividad es lo que te impulsa a pasar el balón cuando sólo hay una fracción de segundo para decidir, ¿verdad? Eso es bueno. Sonrió. ―¿Me has visto jugar? ―He ido a una buena cuota de juegos. ―Pero no por el juego, sino por los chicos, ¿verdad? Levanté un hombro. ―Admitiré que me gusta ver a un chico en uniforme de fútbol.

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―Es fantástico que seas honesta. Estoy cansado de las chicas que dicen lo que piensan que quiero escuchar. No tienen idea de lo aburrido que es. Y la mayor parte del tiempo, no quiero escucharlo. Es todo un juego, de todos modos. ―Sí, bueno, todos somos culpables de jugarlo. Miró nuestras manos unidas y pasó sus pulgares sobre mis nudillos. ―¿Ves? Nunca hubiera podido tener esta conversación con Britt. O alguien más debido a eso. ―No siempre he sido así de honesta. Los dedos de Weston empujan un mechón suelto de cabello colgando a un lado de mi rostro. ―Espero que sepas que puedes confiar en mí. Todavía estaba asegurándome de eso. Pero, ¿cómo puede ser alguien com-pletamen-te positivo? Nuevamente, el rostro de Matthias parpadeó en mi mente. Retiré mis manos de las de Weston, sus ojos sombreándose con decepción cuando lo hice. De alguna manera, me sentía falsa hacia Matthias. No podía negar el sentimiento de infidelidad. Eso es ridículo, Zoe. No puedes serle infiel a alguien a quien no perteneces. Tan cierta como era esa realidad, mi corazón le pertenecía a él, atado por experiencias más profundas y duraderas que un beso evaporándose. ―Algo anda mal ―susurró Weston, su examen sobre mí haciéndose más concentrado. Sacudí la cabeza. ―Lo veo en tu rostro. Te decepcioné, ¿no? ―No. ―Tomé una de sus manos nuevamente―. No, no lo hiciste. Estoy pensando en algo más, eso es todo. ―¿Qué? Siempre que‖ me‖ acerco,‖ veo‖ esta… no puedo describirlo. Tienes esa mirada en tu rostro. Como viéndome en los recuerdos de esa noche.

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―No es eso, Weston. Lo he superado. En serio. ―Tiré de su mano, esperando que viera que le estaba diciendo la verdad. Me sorprendía que viera los cambios sutiles en mí. ―Entonces, ¿qué es? ―Se acercó más, como si necesitara presionarse completamente―. Cada vez que me acerco a ti, sucede. Suspiré. ―No puedo compartirlo contigo, lo lamento. Sólo que no tiene nada que ver contigo y lo que pasó esa noche. Es algo más. Un destello de sospecha pasó por su rostro. Uh-oh. Mi celular vibró, y en un esfuerzo por desviar la atención que había puesto en mí y el misterio que rodeaba mis emociones cambiantes, lo saqué de mi bolsillo. Luke. ¿Dónde estás? estoy esperando. Ooops. Conseguí un aventón de un amigo lamento no haberte avisado gracias. Me encontré con la mirada fría de Weston. ―Mi hermano. Se suponía que me iba a llevar a casa. Weston no reaccionó, simplemente me estudió. Deslicé el teléfono en mi bolsillo y me encontré su escrutinio de frente. ¿Qué esperaba? No éramos una pareja. Nos habíamos besado, y el beso había sido el más caliente de mi vida. Sería honesta con él, pero los detalles sobre Matthias eran algo que no compartiría a menos que supiera con seguridad que Weston era fiable y creía. El aire en el automóvil bullía con una mezcla de curiosidad, celos, sospecha y mi negativa a decir algo más respecto al tema. Finalmente, Weston se movió, arrancó la camioneta y manejamos en silencio las dos manzanas restantes a mi casa. Cuando llegamos, aparcó junto a la acera, miró fijamente por la ventana del frente y no me miró. Oh hermano. Alcancé la manija de la puerta. Repentinamente, escuché un susurro de tela, sentí mecerse el camión y su cercanía m detuvo.

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―Hey. ―Su voz fue baja, inquieta y nuevamente la angustia crispaba su rostro―. Si no puedes ser honesta, yo puedo serlo, ¿verdad? Hice una pausa, preguntándome lo que iba a decir a continuación, entonces asentí. ―No sé a dónde‖ vas… en‖ tu‖ cabeza… cuando piensas en lo que sea que estés pensando. Voy a tratar de que eso no me fastidie. Pero tú estás en mi cabeza, Zoe. Adonde sea que vaya. Un nudo en mi garganta me impidió responder. Su declaración no me asustó, de hecho la emoción empujó a través de los últimos trozos de duda que todavía llevaba en mí. ―¿Puedo llevarte a la fiesta el sábado? ―preguntó.

***

Mis padres no estaban contentos de que fuera a ir a la fiesta. Papá estaba especialmente reticente porque había caído en desgracia al no decirles mi paradero. Pero entendía mejor sus preocupaciones sobre sus hijos ahora. Amar, no controlar, los conducía a querer saber dónde estábamos y qué estábamos haciendo. Les aseguré que Krissy era una buena chica y que si la fiesta parecía siquiera que empezaba a desmadrarse, me iría. Creo que se sintieron un poco aliviados cuando les dije que Weston iba a ir conmigo. Yo estaba aliviada de que Weston fuera a ir conmigo. Ya que Krissy había anunciado audazmente que iba a hacer una fiesta, una bola de plomo de incertidumbre se había alojado en mis entrañas. Ella dijo que se estaba ocupando de todo. ¿Sabía siquiera lo que significaba? El tipo de fiesta que quería tener y ver el tipo de fiesta que pensaba que iba a tomar lugar eran polos opuestos. Chase me mandó diez mensajes de texto, su entusiasmo por el evento como un niño preparado para su primer viaje a Disneylandia. Incluso me preguntó qué debía ponerse. Le dije que llevara lo que generalmente usaba pero que se deshiciera del suéter tejido.

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Con Weston y Chase en la fiesta, al menos Krissy tendría una pequeña muestra. La asistencia de Weston sólo significaba un tanto en la calificación social, incluso si nadie más estaba allí para verlo. El sábado, busqué en mi closet algo cómodo pero caliente. Normalmente, usaba jeans y una camisa ajustada, tal vez una chaqueta o una sudadera arriba del atuendo. El hecho de que Weston fuera a estar ahí cambió eso. Quería usar algo más agradable. Elegí una falda coqueta con flores rojas y negras, una sudadera negra delgada y zapatillas rojas. Usaba mi cabello en alto en un rodete esponjoso en la parte trasera de mi cabeza y me había cepillado con bastante rubor para no lucir muy pálida en la oscuridad. Mi teléfono vibró en mi vestidor y lo recuperé. Estoy en frente. Weston. Mis palmas empezaron a sudar. Escuché el lejano ding de nuestro timbre, a Abria riendo y corriendo y a mamá persiguiéndola. Me imaginé a Abria corriendo hacia la puerta, le gustaba observar en las luces laterales a quién sea que estuviera afuera. El timbre de la voz de Weston abajo amplificó el sudor empapando mis palmas. Un poco de perfume y fui a saludarlo. Irradiaba atractivo en la sudadera de los Vikingos de color azul marino, camiseta blanca y jeans. Weston no usaba sus jeans holgados y me gustó eso. Apreciaba a un chico que sabía qué ropa usar para conquistar. Su sonrisa se destacaba contra su piel tersa. Mamá levantó a Abria en su cadera y se mantuvo muy al estilo de madre en la puerta, esperando que me uniera a ellos. ―Hey ―dijo Weston. ―Hey. ―Tomé las manos de bebé de Abria en las mías y apreté su palma carnosa diciendo adiós―. Adiós Abria. Di adiós a Zoe.

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Abria se contoneó y retorció por liberarse. El agarre de mamá se apretó. ―Abria,‖dile‖adiós‖a‖Zoe.‖―El tono de mamá contenía la usual autoridad necesaria para conseguir que Abria hiciera algo. La mirada de Abria pasó más allá de mí por un segundo y gruñó, arqueando su espalda esperando liberarse. Mamá rió. ―Weston, un placer conocerte. Voy a llevarme a este monito y ponerla en el baño. Weston le dio a mamá un asentimiento cortés, le dio a Abria una palmadita en el brazo y vimos a mamá llevarse a Abria arriba. El condimento para tacos llenaba el aire. El parloteo de CNN se dispersaba desde la sala de estar donde papá miraba la televisión. Mi mirada se concentró en Weston, para descubrir que él ya estaba mirándome. ―Te ves increíble ―murmuró. ―Gracias. Abrió la puerta del frente y cuando lo pasé, me encontré sumergida en su colonia exótica; una mezcla de sensualidad y dulzura. Sentí la presión suave de su mano en mi espalda durante todo el camino hasta su camioneta aparcada. La cabina se encontraba caliente en su interior, llena con un ritmo tranquilo de rock que se vertía de los altavoces circundantes y pulsaba en mi cuerpo. Uh-oh. Había sido seducida antes, reconocí la alfombra de terciopelo cuando estuvo desenrollada en mis pies, exuberante y suave. Weston cerró la puerta, sus ojos marrones sobre los míos. Los segundos pasaron en minutos. Tenía un aspecto increíblemente ardiente, el azul marino de su sudadera, su cabello negro, dientes blancos y ojos ansiosos. Se sentó con una muñeca posada sobre el volante, su otra mano entre nosotros sobre el asiento. Tuve la repentina urgencia de tocarlo y ver lo que hacía mi toque. ¿Me besaría? ¿Cuánto tiempo más iba a seguir disparándome esa mirada insinuante? Me habría derretido antes de que llegáramos a la fiesta.

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―Mejor‖ conduce‖ o…‖ ―Me detuve antes de decir “bésame”. Pero le envié una sonrisa burlona. ―¿O? ―¿Por qué me miras tan fijamente? ―Todavía no puedo creer que esté contigo. ―Sí, va en ambos sentidos. ―No. ―Sacudió la cabeza―. Hay una diferencia. ―Se inclinó lentamente sobre mí, y posó un beso tentativo sobre mis labios, como si besarme demostrara que el momento era real. Mi corazón dio vueltas. Era real, muy bien. Casi sugerí desechar la fiesta de Krissy, encontrar un callejón en alguna calle y empañar los vidrios. La sonrisa extendiendo sus labios me hizo preguntar si había leído mis pensamientos. Puso el automóvil en marcha y manejó. ―¿Alguna vez has estado en la casa de Krissy? ―Nunca. Me tendió su teléfono, la pantalla iluminada con un mensaje de texto de Krissy con su dirección. ―Léeme su dirección cuando nos acerquemos, ¿sí? Soy terrible recordando números y cosas así. ―Seguro. Cuando nos acercamos a la casa circular y de madera de Krissy, Weston detuvo el automóvil de un tirón. Miramos fijamente el edificio con forma de iglú. ―¿Ésta es la casa de Krissy? ―murmuró Weston. Todos en la ciudad sabían acerca de la “casa circular”. Sólo que nunca supe que el lugar de forma extraña pertenecía a Krissy.

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―De cierta manera encaja, ¿no crees? ―dije―. Ella es una chica diferente, después de todo. ―Sí,‖pero… escuché que un sujeto ermitaño la construyó hace como treinta años y nunca más salió. Resoplé. ―Y yo escuché que pertenecía al hombre que inventó la casa de perros portátil. Venga, no puede ser tan malo. Weston miró alrededor a la calle vacía. ―Sí, puede. Nadie está aquí. ―Mierda. ―Mi mirada barrió la calle. A menos que esto se hubiera convertido en una fiesta sorpresa, Weston tenía razón―. ¿Deberíamos llamar a algunas personas? ―Saqué mi celular. Weston hizo lo mismo. ―Hombre, odio hacer esto. ―Sus ojos marrones se levantaron del teclado y se encontraron con los míos. Una larga pausa sacó nuestras preocupaciones de Krissy y la fiesta y las lanzó al aire. ―Lo sé ―dije finalmente―. ¿Qué deberíamos hacer? Es decir, ella quiere esto, pero no podemos obligar a que alguien aparezca. ¿Le dijiste a alguien sobre la fiesta? Respiró profundamente y apartó su mirada en un adorable gesto de negación. ―No sabía qué decir. No paso mucho tiempo con mis viejos amigos. Sonreí. Repentinamente, un puñado de automóviles llegó subiendo la calle. Weston se sentó. ―Chase. Gracias a Dios. ―¿Esos son amigos suyos? ―Weston estiró su cuello. ―No lo sé.

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Chase tiró de su auto nariz con nariz con la camioneta de Weston y se estacionó. Saludó con entusiasmo desde el asiento delantero. Apagó el motor, comprobó su reflejo en el espejo retrovisor y salió. Sobre su hombro, ondeó una mano a los cuatro automóviles que lo habían seguido, aparcado y cuyos propietarios ahora, con el mismo entusiasmo de Chase, salían de sus autos. ―Conozco a eso sujetos ―murmuró Weston―. Los he visto en la escuela. Yo también. Chase se acercó tranquilamente, su sonrisa enorme. Weston y yo salimos del auto y nos encontramos con él a la parte delantera de la camioneta de Weston. ―¡Hola, chicos! ―Chase estaba entusiasmado. Mantuve mi sonrisa bajo control. Weston asintió. ―Hola. ―Chicos… ¿vinieron juntos? ―Chase señaló de mí hacia Weston, su sonrisa luchando para mantenerse como un globo de cumpleaños estallando. El hombro de Weston rozó el mío. ―Sí. ¿Estás bien con eso? Los ojos de Chase se redondearon detrás de sus gafas. Weston claramente estaba haciendo su movida por mí en público. Mordí mi labio inferior. Fue duro ver el rostro de cachorro de Chase lentamente entender y aceptar lo que vio, un suspiro de alivio se coló sobre mí y se mezcló con el más mínimo estremecimiento. Los amigos de Chase lentamente se fueron acercando, dudando porque ninguno de nosotros estaba muy amistoso. Chase se movió incómodo, la decepción ensombreciendo sus ojos cuando me miró. ―Bueno. Bien, supongo. ―Se aclaró la garganta y se volvió hacia sus amigos, todos vestidos como si se estuvieran dirigiendo a un baile de la iglesia. ―Chicos, éste es Weston‖y… Zoe. ―Un solitario eco brotó a medida que decían mi nombre, apretando mi corazón.

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Los cuatro chicos acicalados, vestidos con camisas almidonadas y pantalones de vestir asintieron. Incluso uno sacudió la mano de Weston. ―Chase, ¿por qué no van adentro? Nosotros estaremos justo detrás de ustedes ―sugirió Weston. Chase dudó un momento, su mirada yendo de mí a Weston. Después hizo un gesto con la cabeza en dirección a la casa circular de Krissy y el grupo de ellos cruzó el césped cubierto de nieve hacia la puerta principal. Weston me miró fijamente a los ojos. ―¿Te parece bien? ―¿Qué? ―Pero lo sabía. Ambos sonreímos. ―Dale. ―Extendió su mano y su dedo acarició mi barbilla. Mi cuerpo se estremeció―. Sabes de lo que estoy hablando, Zoe. Eres una chica inteligente. Es una de las cosas que me gustan de ti. ―Sonó como si le estuvieras diciendo a Chase que estábamos juntos. ―Lo fue. Entonces, ¿te parece bien? ―Sí, me parece bien. Un fuerte ruido ensordecedor llegó de calle abajo, el sonido pulsando al ritmo del Mustang blanco de Britt. Instintivamente, me alejé un paso de Weston. ―¿Ella viene? ―La pregunta de Weston tenía una pisca de incredulidad. Me tragué un nudo que se formó en mi garganta debido a los nervios. Detrás de ella, varios automóviles la seguían. Weston paseó, metiendo las manos en su cabello. ―Esto apesta. ―Déjaselo a Britt ―murmuré. Conocía los autos, y sus conductores, los había visto cientos de veces en cientos de fiestas diferentes en el transcurso de los años. Pronto, la calle estuvo atascada con bocinazos y bajos aporreando provenientes de autos retorciéndose como gusanos

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en la mugre por un lugar para estacionarse. El compacto negro de Brady avanzó por la calle, en el patio delantero de Krissy. Salió de su automóvil y cinco chicos del equipo de fútbol aterrizaron en el césped y en la nieve. Mi corazón latió con fuerza. Los espíritus negros se aferraban a Brady y a sus amigos, montando sus espaldas como fantasmas sin alma en una celebración silenciosa de problemas inminentes. Una avalancha de estremecimientos helados corrieron a través de mi sistema, manteniéndome fija en el lugar. Esto lo cambiaba todo. Tenía que irme ahora, advertirles a Chase y a Krissy, hacer algo para proteger a mis amigos de este ataque. Brady nos miró desafiantemente, y esperó a que Britt aparcara su Mustang detrás de su automóvil. Avanzó dando grandes zancadas en sus tacones aguja, jeans ajustados y una blusa transparente ceñida con un sujetador push-up negro que se asomaba a través de la tela en sugerente invitación. Dos figuras malvadas flotaban en continuos círculos alrededor de ella, como vapores de contaminación listos para ahogarla. Britt se unió a la banda de chicos y los ojos de Brady se entrecerraron en Weston. Deslizó un brazo sobre Britt y la aplastó a su lado. Britt jugaba a rechazarlo, retorciéndose con movimientos practicados que ya había visto, movimientos que parecía más como si estuviera fastidiando a Brady en un frenesí provocado más que en hostilidad verdadera. Alrededor de la pandilla zumbaban espíritus negros ansiosos y nerviosos, como banshees en un sacrificio humano, sus bocas jadeando sin sonido en gritos, brazos acariciando, insinuando, burlándose en una estimulación continua. Weston dejó escapar un resoplido de disgusto y se acercó más a mí. Traté de sentirme reconfortada. Segura. Pero fue imposible, parada tan cerca de semejante exhibición malévola. ―No deberíamos quedarnos ―dije. Weston me miró, a Brady, de regreso a mí. Tragué saliva. A diferencia de la fiesta de Weston, donde había atestiguado a otros

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guardianes en el exterior de la casa, esperando por ayudar, no vi ninguno esta noche. Ni siquiera el de Krissy. Me di cuenta entonces que las palabras de Matthias eran ciertas: cuando alguien escoge dar un paso en territorio peligroso, renuncian a la protección ofrecida por los celestiales. ―No voy a dejar que Brady crea que puede molestarte. ―No es por él ―dije. La mandíbula de Weston se tensó. ―Y no es por Britt. ―Ella está tratando de ponerte celoso. Tenía el rostro contraído, como si mirar más tiempo en dirección de Britt le fuera a dar arcadas. Apartó su mirada, la vergüenza cerrando sus ojos por un largo momento. Toqué su manga. ―¿Estás bien? ―pregunté. Sus ojos se abrieron y asintió. La mirada de Britt se lanzó como un rayo de fuego a través de patio hacia mí cuando toqué a Weston. Arrancó su brazo de Brady y se acercó como un vendaval. Weston se movió frente a mí, sus brazos se estiraron protectoramente detrás rodeando mi cuerpo. Mi pecho se presionó en los planos fuertes de su espalda tensa. Aprecié el gesto de protección, pero Britt no iba a molestarme, tampoco. Salí con cuidado de su abrazo y me paré a su lado. Mantuvo su postura rígida, como si estuviera listo para saltar. Brady agarró a Britt y la detuvo. Alrededor de ellos, los espíritus negros giraban en un frenesí de aleteo de brazos y crujir de dientes. Un ataque de miedo se disparó a través de mí. ―Estoy aquí por la fiesta ―escupió Britt―. No para ver al perdedor de mi ex novio saliendo con la ramera más grande que conozco.

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Mi boca cayó abierta. Arremetí, pero los brazos de Weston me agarraron fuerte a su estructura inmóvil. ―No vale la pena ―dijo en mi oído. Tenía razón. La ira se arremolinó desde mis pies, subiendo por mis piernas, expandiéndose a mis células. Los espíritus negros festejando sobre Britt y Brady lanzaron sus miradas fijas hacia mi dirección, manteniéndome quieta, como si en cualquier momento, fueran a saltar por el aire y lanzarse a sí mismos sobre mí. Me liberé de Weston, enderecé mis ropas. Britt arrojó una hebra de su cabello rubio sobre su hombro, miró y luego enganchó su brazo al de Brady y muchos de ellos se fueron al interior. Solté un resoplido. Weston ahuecó mi rostro y mis ojos se quedaron fijos en los de él. La ira empezaba a calmarse. ―¿Quieres que nos vayamos? ―No. No puedo dejar a Krissy y a Chase aquí con eso psicópatas sueltos. ―Alguien necesitaba asegurarse de que las cosas no se salieran de control. Ésa no deberías ser tú, Zoe. Me di la vuelta. Matthias.

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Capítulo 19 Traducido SOS por Adrammelek, carmen170796 y flochi Corregido por Akanet

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e quedó a tres metros de distancia, su aura cargada con electricidad que chasqueaba y chisporroteaba rayos de energía muy poderosos, estaba segura de que Weston y yo nos desintegraríamos de

inmediato. Su cuerpo estaba tenso, sus manos hechas puños, la piel de su hermoso rostro estaba tensa. El azul de sus ojos brillaba intensamente. —¿Zoe? —preguntó Weston, siguiendo mi mirada a lo que, desde su punto de vista, era aire vacío. —Um, ¿podrías entrar y esperarme? N-necesito un minuto. —¿Estás bien? ¿Qué pasó? —Había pánico en el tono de su voz. Se movió dentro de mi línea de visión, bloqueando a Matthias. En ese momento, un golpe sin precedentes sacudió la apretada energía en el aire. Me sacudí de pies a cabeza. —¿Zoe? —Weston puso sus manos sobre mis hombros. Traté de concentrarme en él, pero el aura de Matthias era tan abrumadora, estableciendo contacto conmigo, tratando de alcanzarme, que mi cuerpo se debilitó, insignificante y muy mortal. Apreté las muñecas de Weston y esperé. Lo que sea que fuera esta energía provenía de Matthias, era más fuerte que cualquier otra cosa que había sentido. ¿Qué estás haciendo? No entres en esa casa, Zoe. Por favor. —¿Weston? —susurré. —¿Sí? ¿Qué? ¿Qué? Dime. —¿Puedes…‖ir… adentro y esperarme? —No quiero dejarte de esta forma. Algo está mal. —No, estoy bien. Sólo necesito un segundo a solas. Lo prometo.

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Sus ojos oscuros buscaron los míos. Asentí con la cabeza y me soltó, poco a poco acercándose a la casa antes de entrar. Cuando me enfrenté a Matthias otra vez, estaba a centímetros de mí, su aura sumergiéndome. Estuve a punto de desmayarme. Aspiré aire y me llené de calma y luz relajante, como si él hubiera presionado sus labios contra los míos, y soplado en mi alma. Mis ojos se cerraron y por un momento estaba de vuelta en el Paraíso con Matthias, en paz y serenidad. Mi padre está ahí dentro. Intentará destruirte si entras. Pero mis amigos, tengo que ayudarlos. No eres rival para los huéspedes que tiene con él. Por favor, no entres. Llévame contigo, Matthias. Quiero estar contigo. ¿No puedes simplemente llevarme? En ese instante, mis ojos se abrieron. Estaba en el patio delantero de Krissy. Matthias todavía estaba cerca, y estaba segura de que en realidad no me había ido a ninguna parte, sólo había imaginado ese sueño. —No puedo apartarte de tu vida. —Sus dulces ojos aliviaron mi decepción. Estiró la mano para tocarme, pero la retiró. —Puedo hacer esto —le dije, determinada. No puedo tenerte, no puedo tener la vida que quiero contigo, así que voy a vivir la vida que esta frente a mí, y ahora mismo, eso significa Weston y salvar a mis amigos en esta fiesta. Él tomó una respiración profunda, su pecho subía debajo de su suave camisa blanca. —Matthias, la gente enfrente el mal todos los días. Y ya no eres mi guardián, así que tengo que hacer frente a esto y no dejar que me afecte. Me dijiste que tengo que ser valiente, ¿recuerdas? Él asintió con la cabeza, su rostro estaba sombrío. —Es peligroso.

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—Sí. Lo sé. Pero tengo a Weston. Chispas iluminaron el aire que nos rodeaba, sorprendiéndome. La cara de Matthias, aunque serena, se tensó en lo que parecía ser una mueca de desagrado. Me quedé atónita. —¿Estoy segura con Weston? Mantuvo mi mirada sin pestañear. Segundos pasaron. Ninguno de los dos se movió. Él no puede protegerte del mal. ¿Estás enojado porque estoy con él? Una pequeña contracción en su mandíbula fue el único cambio en su gesto. —No estoy enfadado, Zoe. Entonces, ¿qué es este sentimiento viniendo de ti? No… no es como nada de lo que he sentido antes proveniente de ti. Bajó la cabeza, cerró sus ojos y entonces trajo su mirada azul brillante hacia la mía. Como acompañante estarás a salvó con él. Pero la casa está llena de espíritus negros. El interior no es seguro para ninguno de los dos. Dejé escapar un suspiro. —Entiendo.‖Pero… Krissy. Chase. Tengo que entrar por lo menos para decirles que salgan… o… enviar a casa a todo el mundo. Algo. Chase escuchará, siempre me escucha. Él creerá lo que le diga. Los ojos azules de Matthias miraron sobre mi hombro, y su amable expresión se cuadró lo suficiente para que me alertara. Unos brazos se deslizaron y cerraron alrededor de mi cintura. Un cálido aliento me hizo cosquillas en el cuello. Weston. —Oye. ¿Vas a entrar? Me aclaré la garganta. —Sí.

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El aura de Matthias bailaba con brillantes colores, como si su alma no tuviera otra forma de demostrar su angustiado sentimiento que no fuera la silenciosa, brillante y no correspondida exposición. Mi corazón se rompió. Lo siento. Él negó con la cabeza y giró su rostro, como si verme en los brazos de Weston fuera demasiado doloroso. Weston me besó en el cuello, y otro rayo de luz feroz surgió de Matthias hacia el negro cielo nocturno. Di media vuelta, agarré la parte delantera de la sudadera con capucha de Weston y lo arrastré hacia la puerta. No podía hacer pasar a Matthias por esto. Weston se rió entre dientes. —Bueno, bueno, ya voy. En realidad no es tan malo ahí dentro. Krissy tiene algunos CDs decentes y alguien compró una tonelada de alcohol. Me detuve en el porche y lo miré a los ojos, todavía aferrada a la parte delantera de su sudadera con ambas manos. —Prométeme que no vas a beber esta noche. —¿Ni un poquito? —Ni una gota. Promételo. Confusión brilló en su rostro. Se encogió de hombros. —De acuerdo. Eché un vistazo a Matthias, de pie, donde lo había dejado, con la cara destrozada. A su alrededor, la luz brilló y desató los colores de un arco iris enojado. Mi corazón se desgarró más profundo. Lo siento. Matthias metió los puños en los bolsillos de sus pantalones. Miré a Weston. —Y promete que no me dejarás esta noche. Él sonrió.

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—Hecho. En el interior, la casa olía a canela. Krissy había encendido una docena de velas, y no había otro tipo de luces. Un buen toque. Música sonaba desde alguna parte. Alrededor de dos docenas de chicos vagaban por todas partes, ojos como dardos en modo de caza y vasos de plástico color rojo en sus manos. Weston cerró la puerta detrás de nosotros. El estremecimiento en mi columna desapareció con la presión de su mano en mi espalda. Lo miré y me sonrió. Britt se rió desde algún lugar de la casa. Weston dejó escapar un suspiro. —Hombre. —Suban el volumen de la música, y vamos a divertirnos en este lugar —gritó Britt. La música resonó aún más fuerte. Estaba segura de que las ventanas se romperían. La mano de Weston se envolvió alrededor de la mía y apreté. Deseé la completa comodidad y la sensación de protección que la presencia de Matthias me daba, pero eso era imposible con Weston. Él era un mortal. Aunque tuvo buenas intenciones, y me ofreció su apoyo, me sentía muy humano y propensa a fallar. No todos en la casa tenían malos espíritus cabalgando sus cuerpos. Eso era un alivio. Debo haberme visto como una rara mientras pasaba, mirando las criaturas babeando por la sumisión de cada anfitrión. Mientras Weston y yo atravesábamos la casa, unidos por nuestras manos, trabajé en mantener mi concentración. Encontraría a Chase y le advertiría. Después inventaría alguna excusa por Krissy para echar a todos afuera así ella estaría segura. Comenzaría un incendio si tenía que hacerlo. Chase y sus amigos estaban parados en un semicírculo alrededor de la mesa de la cocina, repleta de dulces y galletas. ¿Galletas? Chase estaba tan saltarín como un grillo. También lo estaban sus amigos. Cada uno tenía montones de galletas azucareras en sus manos. Chase tenía un vaso rojo. Detrás de ellos, una figura solitaria permanecía de pie. Albert.

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Me detuve. A mi lado, Weston paró y miró con atención mi rostro. —¿Zoe? Mi garganta apretada. Al otro lado del cuarto, los ojos de Albert se quedaron fijamente en los míos con una mirada que me desnudaba hasta los huesos. Mi corazón golpeaba ruidosamente contra mis costillas. Con la habilidad de un tiburón, Albert se deslizo detrás de Chase y sus amigos en un intimidante juego de tin marín de do pingüe7. —Oye. —Chase levantó su vaso y sonrió. Presionó el plástico rojo en sus labios, resopló y su cara se retorció. Sus amigos lo observaban con los ojos bien abiertos por la fascinación. Weston se perdió el momento, concentrado como estaba en mi letargo de mármol. Logré salir del letargo, sentí el aire hasta que mi mano agarró la manga de Weston. Matthias estaba en lo cierto. No deberíamos estar aquí. Aunque Albert estaba solo, la pura magnitud de su maldad era tan poderosa como la comodidad que Matthias presentaba. Esta maldad era espesa como un banco de humo y niebla, enceguecedora, asfixiante y contaminada con rabiosa crueldad. Estar parada en su camino significaba cierta destrucción. No había nada de la vigorosa maldad que los espíritus negros llevaban, del tipo que se desliza lentamente, preparando a su sujeto para una completa absorción y sumisión. Albert tomaba. Punto. No me atreví a moverme una pulgada. Dentro, mi voz gritaba, ¡muévete Chase! ¡Corre! ¡Todos salgan de aquí! —¿Zoe? —La voz de Weston se escuchaba tan lejos. Con la boca abierta, lo miré. Llévame afuera. ¡Tenemos que irnos ahora! —Chase —dije con un chirrido. Entonces, Chase estaba a mi lado, sus ojos preocupados detrás de sus anteojos. La débil esencia de la cerveza adornaba su aliento. Tin Marin de do pingüe: Son esos juegos para elegir uno al azar: De tin marin de do pingüé cucara macara titere fue, yo no fui fue tete, pégale, pégale que merito fue. 7

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—¿Zoe?¿Ella está bien? —No lo sé. Ha estado actuando extraño desde que nos detuvimos. Los ojos de Chase se ampliaron. Sí, lo entendió. Habla idiota, ¡dile! —Zoe, mírame. —Chase le dio un codazo a Weston en un costado y presionó sus palmas en mis hombros—. ¿Tú…‖ves‖algo? La preocupación de Weston cambió a una cautelosa curiosidad. ¿Por qué no podía usar mi voz? —¿El gato te comió la lengua, Zoe? —La voz de Albert pasó a través de mí como un veneno paralizante. De alguna manera, se había movido y ahora estaba parado directamente detrás de Weston y Chase, sus labios curvados debajo de su mirada penetrante. Usaba colores oscuros que no pude identificar, no a la luz de la vela, pero la corbata alrededor de su cuello era hecho de cuerda blanca. Miré con la boca abierta la corbata, disgustada por la ironía. Albert echo atrás su cabeza en una risa. —Elegante, ¿no crees? —Le dio unas palmaditas—. La use sólo para ti. Mira más de cerca, Zoe. Dime lo que ves. Mi estomago tenía arcadas. La cuerda se enhebra retorciéndose. Almas blancas, estiradas tensamente, estaban enrolladas juntas sin identificar formas de mujer u hombre, sólo caras, manos y piernas, unidas de manera imposible en inclementes torbellinos sin esperanza. —Poderoso, ¿no crees? —Albert siseó. La oscuridad amenazaba con tragarme. Estaba segura de que mi corazón latiente se abriría paso entre mi piel y costillas. Volteé y me tiré hacia Weston. Sus brazos se rodearon. Su mano acarició mi cabello. Albert rió, el sonido serpenteando dentro de mi cabeza. —¿Piensas que este chico puede librarte de mi? —Sonó muy cerca, me sacudí, puse mis manos sobre mis oídos y escarbé más profundo contra el pecho de Weston.

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Sentí a Chase tocar mi espalda, escuché la preocupación en su voz cuando dijo mi nombre. —Eso es todo. —La voz profunda de Weston zumbó contra mi cara desde su pecho—. Nos vamos. —No. —Me moví hacia atrás. Miré a Chase a la cara. Albert sobrevolaba sobre él. Sus ojos azules, el mismo azul de los de Matthias pero pinchados con un propósito malvado en vez de bondad, permanecieron fijos en los míos—. Chase necesito hablar contigo. A solas. —¿Estás segura? —Weston me agarraba, aún cuando gentilmente me zafé de su abrazo. Asentí. —No vayas a ningún lado —le dije. Su cara estaba ansiosa pero no se movió. Arrastré a Chase lejos. Albert, en su perfectamente hecho traje a medida y repugnante corbata con nudo corredizo permaneció detrás. De hecho, se inclinó más cerca de Weston, mirándolo como un lobo mira a un perro. Oh no. —¿Zoe, qué pasa? —preguntó Chase sobre la música. La casa se había llenado con más adolecentes que se relacionaban, bailaban, y bebían. Espíritus negros flotaban en el aire como macabros globos de aire, siguiéndolos. Observando. Buscando. —Este lugar está infestado con espíritus negros —dije, agarrando las mangas de su camisa—. Tienes‖que‖irte‖de‖aquí,‖ahora.‖El‖padre‖de‖Matthias‖est{‖aquí‖y‖él‖es… — Tragué un bulto. Las palabras no eran suficientes para describir cuán fatal era Albert—. Te marcó como su objetivo. Los ojos de Chase se abrieron. —¿Yo? —Toma a tus amigos y vete. Por favor. —¿Dónde está? —La cabeza de Chase buscó alrededor. Agarré su quijada y la sostuve firme.

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—No lo busques, idiota. Parpadeé‖y‖Albert‖estaba‖ahí…‖al‖lado‖de‖Chase.‖Sonriendo. —¿Lo ves? Albert dijo. —Algunos nos quieren. En realidad nos invitan a entrar. —¡No! —Jalé a Chase, moviéndolo en mi dirección esperando que moverlo físicamente lo mantendría lejos de la invasión amenazante. Chase se tropezó con el movimiento, y se chocó con Britt, a quien no había notado. Albert se arremolinó hacia Britt y le sonrió, después deslizó su sonrisa a mí. —Ah. Mucho más fácil. —Se disolvió dentro de Britt. Me quedé boquiabierta. Britt se inclinó más cerca. —Te dije que vendría. ¿Tu pequeña amiga Krissy? Está muerta. El aliento de Britt apestaba. Sostenía una copa roja sudorosa, inclinó su cabeza hacia atrás y engulló la bebida rápidamente. Albert. Dentro de ella. Así como así. Con la mano agarrando la manga de Chase, retrocedí un paso, la música retumbando, los gritos y risas de los chicos mezclados con el momento fue demasiado para mí. Estaba completamente fuera de mi elemento, no podía creer que realmente había sido tan ingenua de pensar que mis insignificantes esfuerzos harían la diferencia. Britt no vino detrás de Chase y de mí, pero tenía una expresión desdeñosa desde su lugar en el salón como una ramera rechazada. Entonces, Brady apareció junto a ella. Él siguió su mirada enojada hacia mí, y me envió una sonrisita antes de empezar a susurrar en el oído de Britt. Detrás de ellos, Albert se levantó en el aire, y empezó a dar un lento círculo alrededor de sus cabezas, sus brillantes ojos puestos en ellos dos. Nuevamente, mi estómago se revolvió.

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—Chase, sal de aquí ahora. —Pero puedo manejarlo, Zoe. Quién sea este Albert, puedo manejarlo. Lo miré, sorprendida. Pero él no había sentido la amenaza como yo. Matthias tenía razón. No podía salvar a nadie. Mis esfuerzos eran patéticos con una fuerza así de fuerte. Como una hormiga tratando de mover una roca, no podía hacerse. —Mira, me voy —dije—. No estoy jugando con respecto a esto. —¿Por qué no puedo verlos como tú lo haces? —gruñó Chase, su cabeza estirándose mientras nosotros dos nos movíamos a través de los cuerpos de regreso a la cocina. Krissy se chocó contra mí. Había trenzado su largo cabello y lo había desenredado, y ahora parecía un hippie, vestida con jeans de cintura baja y una remera baby doll, dejando desnuda su delgada cintura. Estaba deslumbrante. Sus brazos enrollándose alrededor de mí en un abrazo. —¡Zoe! —gritó ella—. Me preguntaba dónde estabas. Es fantástico. ¿No lo crees? ¿Qué le pasó a la tranquila Krissy en su insípido vestido de mezclilla? Krissy retrocedió. —Britt fue tan buena. Me trajo todas estas cosas. ¿No es fantástico? —¿Britt? Krissy asintió, su cabello ondeando ante la música resonando mientras ella rotaba sus caderas sin coordinación. —Nunca habría pensado que Brittany Walker sería tan generosa. Vino más temprano y me ayudó a preparar todo. —Krissy se inclinó—. También fumamos. Dijo que eso me aflojaría y me dejaría lista para la fiesta. Lo hizo. Cielos, lo hizo. Me encaaantó. Mis ojos se agrandaron. Oh demonios. A mi lado, Chase parpadeó ante la nueva y cambiada Krissy. —¿Se están divirtiendo? ¿Quieren más cerveza? Britt y Brady la trajeron hoy temprano. ¿No fue geeeenial de su parte?

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Ingenioso. Dejé escapar un resoplido y miré sobre mi hombre hacia Britt, pero ella ya no estaba en la sala. Cuando me enfrenté nuevamente a Krissy, la imagen de Albert permanecía en la suya. Parpadeé varias veces. —De nuevo yo —bromeó él—. Estupenda fiesta. Llena de oportunidades. — Serpenteó como si tratara de encajarse a cada curva del cuerpo de Krissy. Krissy, obviamente embriagada cerró sus ojos, como si escuchara la música. —Chase, ¿quieres bailar? —preguntó Krissy. Agarré a Chase por las mangas y le sacudí la cabeza. Miró de mí hacia Krissy, luego volviendo hacia mí. —Pero se ve sexy esta noche —susurró en mi oído. —Chase, tienes que irte. Los ojos de Krissy se abrieron como platos y se detuvieron en los míos con una lucidez mental que me dejó sin respiración. —El chico me quiere. Supéralo, Zoe. —¿Pero quién habló: Albert o Krissy? Con eso dicho, Krissy se enganchó al brazo de Chase y lo llevó a la sala, cerca de la música donde el sonido retumbante exigía rendición. —Oye tú. —El aliento cálido de Weston me hizo cosquillas en la oreja. Di la vuelta y envolví mis brazos a su alrededor. La expresión de Weston se puso más seria. Me abrazó, pareciendo sentir mi desesperación. Me sentía dividida. ¿Quedarme, y tratar de convencer a mis amigos que se encontraban en peligro? ¿O irme y salvarme? ¿Pero ellos se encontraban realmente en peligro? Seguro, estaban bailando y algunos se estaban poniendo borrachos, pero los espíritus negros no se la pasaban dando vueltas alrededor de todos. Divertirse era divertirse, ¿verdad? Todos tenían opciones. Los espíritus negros no podían hacer que ellos hicieran cualquier cosa. Así que era seguro quedarse, ¿cierto?

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Un aire frío pasó zumbando a mi alrededor y me sacudí. No pude sentir a Weston a través del banco helado de aire que me presionaba desde todos los ángulos. El rostro de Albert. Sonriendo. Sus hipnóticos ojos. Estaba tratando de cruzar el umbral de mi ser. Mis excusas para la diversión de la fiesta, mi racionalización, había creado una grieta, y ahora él estaba tratando de engrosar la apertura. Entonces, sentí a Weston, su cálido y humano abrazo regresando repentinamente. —Vámonos de aquí —grité sobre la música. Su brazo derecho permaneció alrededor de mi cintura a medida que nos dirigía a través de la copiosa multitud hacia la puerta principal. Mis amigos podían quedarse si querían. Yo había terminado, incluso si la culpa hacía un profundo agujero en mi conciencia. ¿Cómo podía abandonar a Krissy, a Chase y a todos los amigos de él a los caprichos de Albert? Por supuesto, si Albert estaba detrás de Matthias debido a mí, existía la posibilidad de que una vez me fuera, Albert también se iría. Weston abrió la puerta de un empujón y salimos al porche. Mi celular vibró en mi bolsillo. Ante la posibilidad de que el mensaje fuera de Chase, lo saqué de mi bolsillo. Britt. Chase es un bombón. Él se está yendo, perdedora. Te equivocas, está bailando conmigo. Alcé los ojos hacia la mirada fija de Weston. Había leído el mensaje, también, y ahora tenía los ojos en blanco, dejando que la puerta delantera se cerrara con un ruido sordo detrás de él. Un grupo de sus compañeros de equipo avanzaba a grandes zancadas por el porche, paquetes de seis cervezas metidos bajo sus brazos. —Amigo, ¿ya te vas? —preguntó uno. Weston hizo un rápido asentimiento. —La fiesta es una porquería, hombre. No vayas. La media docena de chicos permanecieron incrédulos.

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Uno gruñó. —¿En serio? Nuevamente, Weston asintió, y bloqueó la puerta firmemente. Me mordí el labio. Viendo la jerarquía de la popularidad en acción en su mejor forma, Weston diciéndole a sus compañeros del equipo que se fueran, me dio un toque de satisfacción luego del mensaje de Britt. Conocía bastante bien a Britt. No pasaría cinco minutos más en la casa de Krissy sin una gran audiencia. —Oh, hombre —gimió otro. Weston se encogió de hombros y su mano fue a mi espalda. Me escoltó hacia las escaleras. Pasando el grupo, esperé por más preguntas, pero ninguna llegó. Lo susurros bailaban en el aire. Weston sólo se enderezó más y me apretó a su costado. —¿De verdad te sientes bien yéndote? —pregunté. —Sí, definitivamente. —Sentí su mirada y lo miré detenidamente—. Mientras esté contigo, eso es todo lo que quiero. —Sin dejar de avanzar, me besó. Miré alrededor buscando a Matthias y no lo vi. Claro que no. Una vez tomada la decisión de ir a la fiesta, fui dejada para vivir con las consecuencias de esa elección. Al igual todos los demás.

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Capítulo 20 Traducido por carmen170796 y konyxita Corregido por Naty°

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eston y yo cruzamos la nieve hacia su camioneta y sacó las llaves de su bolsillo delantero, presionó el control remoto y las puertas se destrabaron.

Subí con un suspiro de alivio, alegre de estar dejando la fiesta. Miré hacia la casa. Los compañeros de equipo de Weston habían dado la vuelta y ahora vagabundeaban cerca de su camioneta. Weston abrió su puerta y entró, después arrancó el motor. Weston bajó la ventanilla para hablar con los chicos. —Confíen en mí —gritó él—. La fiesta era malísima. Cada borracho mira hacia la casa, como si aún estuvieran indecisos, después la pandilla de ellos se movieron a paso lento de vuelta a sus automóviles en los cuales ellos llegaron. Weston condujo en silencio. Mi cabeza palpitaba con las imagines de la fiesta, pero pasando por encima de ésas estaba la siniestra presencia de Albert. El sólo pensar en‖ él‖ helaba‖ mi‖ sangre.‖ Sus‖ ojos…‖ el‖ mismo‖ penetrante‖ azul‖ de‖ los‖ de‖ Matthias‖ pero con un borde amenazador que sólo podía ser descrito como aterrorizante. —¿Estás bien? Asentí. Necesitaba un cambio de tema. Pero era difícil pensar en mi fracaso en la fiesta. —¿Piensas que hice lo correcto, yéndome? La mano de Weston capturó la mía en el asiento entre nosotros. —¿Quieres decirme qué viste allí atrás que te descontroló? Tragué.

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—¿Vi? —Chase te preguntó si viste algo. ¿De qué se trataba? —Uh. —Desvié mi mirada, pero apretó mi mano, tiró de ella, y trajo mi atención de vuelta a su concentrado rostro. —Zoe. —Dejó salir un suspiro—. Puedes confiar en mí. Matthias dijo‖que‖sería‖una‖compañía‖segura…‖podía confiar en Weston, ¿cierto? ¿Por qué era tan difícil de creer? Especialmente cuando confiaba en Chase, quien ahora estaba bailando con la maldad misma. —¿Qué? —Weston presionó. Él arrimó la camioneta a un lado de la calle y estacionó—. ¿Puedes decirle a Chase y a mí no? ¿Qué pasa con eso? —Chase y yo sabemos cosas el uno del otro. Eso es todo. Sus oscuros ojos brillaron con frustración. Alrededor del volante, sus manos apretaron hasta que sus nudillos se volvieron blancos. —Supongo que Britt sabe, también. —No. Britt no sabe acerca de este asunto. —¿Cómo‖ hizo…‖ por‖ qué‖ tú… qué hizo Chase para convertirse en el único afortunado? —No hay nada premeditado pasando aquí, Weston. Le dije esta cosa a Chase antes de conocerte. Él parecía considerar mis palabras, entender y después aceptarlas. Su mirada se mueve a la ventana delantera. —¿Alguna vez estaré donde Chase está? —Sus ojos se aferraron a los míos—. ¿El único al que le dices tus secretos? Muerdo mi labio inferior. Él cierra sus ojos y baja su cabeza.

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—Realmente no puedes perdonarme por lo que pasó, ¿verdad? —Eso‖no‖es… —Tiene que ser. No te culpo. Lo que hice fue inexcusable. Simplemente no puedo creer…—Él volteó su mirada a la ventana delantera, con dolor en su cara—. No puedo creer que la única persona a la que más quiero, nunca va a ser realmente mía. Lo entendía. Completamente. Incluso, lo que llevo en mi corazón sobre Matthias y ver guardianes y espíritus negros era profundamente personal. El material del que los traidores y chantajistas, los amigos de sangre y las almas gemelas estaban hechos. —Te diré un tanto así —dije. Su mirada se movió a la mía, sus ojos ansiosos—. No hay‖nada…‖romántico pasando entre Chase y yo. Ambos tenemos algo en común. Eso es todo. —Eres una vidente, ¿no? Ambos lo son. —No,‖no‖es‖eso.‖Pero‖es‖algo…‖en‖esos‖términos. Su mirada se intensificó en mi cara, buscando más profundo. —¿Por qué no puedes decirme? Se movió más cerca, un brazo extendido detrás de mí en la parte trasera del asiento, la otra se extendió por mi mano y la agarró. —Algo…‖te‖pasa‖cuando‖est{s‖en‖ciertas‖situaciones.‖Algo‖viene‖a‖ti.‖¿Qué‖es? —Por favor no me preguntes acerca de eso. Un largo y estúpido momento deslizado entre nosotros. La decepción ensombreció sus ojos, y miró nuestras manos unidas. Su pulgar se desplazó por la punta de mis dedos. Él dejó salir un suspiro, volteó y puso ambas manos en el volante. El automóvil no se movió. En mi pecho, mi corazón brincó, preguntándose si estaba harto de mí. ¿Me diría que me vaya a la mierda y que nunca me hablara de nuevo?

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Parte de mí estaba decepcionada por esa idea. La otra parte resolvió que si él no era capaz de aceptar mi respuesta, entonces la cosa estaría difícil. Él cambió el motor a tracción y la camioneta retumbó en la carretera, anexándose al tráfico. Dejé salir un suspiro de alivio, por ahora. Quizá me llevaría hasta mi casa y entonces me diría que me deshiciera de mi desconfianza. Me gustaba Weston, no hay que darle vueltas a eso. Él era precioso, y yo sentía profundidad detrás del chico que sonríe y saludaba a todos los que pasaban. ¿Pero él podía aceptar mis términos? Volteó en mi calle, justo cuando el lejano gemido de sirenas atravesó el aire de la noche. Él estacionó en frente de la casa y su camioneta parada como un león. ¿Haría su acostumbrado gesto y saldría, abriría mi puerta y me acompañaría a mi casa? Acalorados segundos hicieron tic tac. Aparentemente no. Traté de alcanzar la puerta, pero su cuerpo se movió sobre el mío, su mano alrededor de mi muñeca, su masculinidad presionándome en el firme asiento. Su corazón golpeteaba contra mi pecho. Su cara, destrozada en confusión, avanzó más cerca y sus labios cubrieron los míos. Sus andrajosas emociones parecían rogar a mi boca no por la satisfacción del deseo, sino por palabras verdaderas. Sus manos se deslizaron hacia mis mejillas antes de que él rompiera la conexión, descansando su mejilla contra la mía, nuestras irregulares respiraciones al unísono. —Por favor confía en mí. La necesidad se vertió como agua caliente a través de extremidades, respondiéndolo con un fuerte abrazo que pretendía confortar. —Lo siento. No pretendo hacer esto difícil para ti. —No me importa si es difícil. —Su agarre se profundizó—. Siempre y cuando sepa que algún día confiaras en mí.

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Me pedía lo imposible. Por supuesto podía confiar en él. Simplemente nunca traicionaría la confianza de Matthias, o la confianza de Dios respecto a eso. ¿Qué si perdía mi don? Nada valía ese riesgo. Weston se tranquilizó de vuelta, pero acunó mi cara. —Te amo, Zoe. ¿Amor? Traté de reprimir la sorpresa surgiendo a través de mi sistema, pero Weston era más inteligente que eso, sus ojos marrones se agudizaron mientras leía mi cara. Sus manos permanecieron ajustadas en mi cara, su expresión determinada no cambio. —Estoy jugando mi cuello aquí, pero no me importa. Es real, la forma en que me siento. Y no es como lo que he sentido antes. Es real, Zoe. Su honestidad me silenció. Extrañamente su admisión no me asustó o asqueó. Más bien, la pureza me tocó. Cubrí sus manos con las mías, esperando calmar cualquier miedo que pudiera tener al admitir semejante y profundo sentimiento. Me besó de nuevo, con respeto dulce y amabilidad, antes de dejarme ir. Mis mejillas se enfriaron por la ausencia de su carne. Él salió del automóvil y abrió mi puerta. Dentro, el calor de casa me mimó. La casa estaba silenciosa. Todos estaban en la cama, y eso estaba bien. Mi sangre cantaba. Necesitaba tiempo a solas para fantasear con Weston. Sonriendo, subí las escaleras, alegre de lo que había comenzado como una gran noche, después transformado en una horriblemente atemorizante fiesta, había ahora terminado maravillosamente. Pensamientos de la fiesta, de Chase y Krissy, robó un poco de mi efervescencia. Esperaba que estuvieran bien. Saqué mi celular y le envié un mensaje a Chase. ¿Sigues ahí?

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Avancé lentamente por el pasillo, pasando el oscurecido cuarto de Abria, en el camino a mi cuarto. Esperaba que Chase me hubiera escuchado y tenido el cerebro de ver que Krissy, borracha como había llegado, no era ella misma y que él dejara el lugar. Mientras me acercaba a mi cuarto, miré el de Luke. Una opaca luz brillaba bajo su puerta cerrada. Al menos estaba en casa. Eso era bueno. A la par que ese pensamiento me dejó, una fuerte presencia vino hacia mí desde la dirección de su cuarto. Pesada, densa y apocalíptica. Me congelé en el oscuro pasadizo, tomada por un escalofrío. Miré fijamente la puerta. Debería revisarlo, pero el miedo danzaba en mi bombeante sangre. Lentamente, crucé la alfombra hacia su puerta y golpeé. Nada —¿Luke? —Me aseguré que mi susurro fuera lo suficiente alto para ir detrás de la puerta pero no para despertar a alguien más. Ninguna respuesta. Giré la manija y muevo con cuidado la puerta abierta. Allí, un presentimiento se sumergió en mí. Mi agarré en el pomo se tensó. —¿Luke? Doy un paso dentro de su cuarto. Cierro la puerta, no queriendo despertar a mamá y papá. La mitad de su cuarto estaba iluminada por una lámpara tiki colgada a lado de su cama, el resto permanecía en la oscuridad, las esquinas pareciendo profundas y negras. Luke estaba sentado en el piso, su espalda apoyada contra la cama, piernas cruzadas, mirada observando hacia el frente. Regada alrededor de él estaba una botella vacía de Vodka y una abierta y casi vacía bolsa de hierba, junto con fajos de papel blanco, reducidas a colillas y quemó algunas hojas de suavizante para disimular la esencia de la marihuana.

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—¿Estás fumando en la casa ahora? ¿Y tomando? —siseé, plantándome en frente de él. No se movió, sólo se sentó como un soldado medio muerto después de la guerra. Otro escalofrió sacudió mi espina. ¿Por qué sentía semejante desdicha? Mi ojo capturó movimiento en la negrura de una esquina. La ensombrecida forma de Albert avanzó dentro de mi visión lo suficiente para que su amenazadora presencia me dejara sin aliento. Di un paso atrás. —¿Pensaste que había terminado contigo, Zoe? —Su voz se arrastró en el aire. Una mano invisible parecía tener mi voz en su agarre. Mi boca se abrió, pero una vez más, no fui capaz de producir ninguna palabra. Albert se movió al descubierto y pronto, él me rodeó, sus pies no tocaban el suelo, como una enojada anguila lista para hundir sus colmillos en mi alma. Él usaba el mismo liso traje con el que le había visto en la fiesta, completo con esa repulsiva corbata, haciéndolo parecer como algún tipo de macabro vendedor de joyería de Las Vegas. A pesar del miedo corriendo de manera incontrolada en mi cuerpo, sonreí tontamente. Sus cejas se levantaron lo suficiente de tal manera supe que él se preguntaba de dónde tuve el valor en un momento como ése para sonreírle. Respiré profundamente, busqué valor y levanté mi barbilla. —Ándate de mi casa. Él se detuvo a lado de Luke. Las esquinas de sus labios se levantaron. —Escuché que tenías espíritu. Me gusta eso. También a mi hijo, aparentemente. —Vivo aquí —murmuró Luke, su lengua sonaba viscosa. —No estoy hablando contigo —dije bruscamente—. Es tu culpa que este fenómeno demonio esté aquí. Tú lo invitaste, tú tonto. —Mis ojos erraron el tiro a mis palabras. ¿Qué se había metido en mí? Enojo. Estaba conversando como un geiser caliente.

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Luke levantó su cabeza. No podía ver sus ojos a través de su desmechado cabello rubio pero no lo necesitaba, él estaba cocinado. —¿Quieres uno? Pateé sus casi vacías bolsas y fajos quemados. —No. No quiero uno, maldito perdedor. —El enojo bramó atrás de mi sangre, llenando cada bote con la necesidad de apalear y golpear a Luke con mis puños, masticarlos con palabras, darle puñetazos a su espíritu hasta que nada quedara. Albert sonrió. Se movió más cerca de Luke, sin ninguna obstrucción por su presencia mientras lentamente rodeaba a Luke ahora. —Otra vez, otra vez. El mal era tan espeso, que lo estaba respirando, haciéndose una parte de mí. No podía dejar que Albert se burlara de mí. Una calidez dio en mi espalda y una gloriosa, luz clara irrumpió en la sala oscura, a través de la oscura maldad invadiendo en Luke y yo. Me volví. Matthias. Sus cristalinos ojos azules fijos de Albert. —Vete. Albert echó la cabeza hacia atrás en una risa. —Hijo… —Márchate. —No hay sonido de emoción, ni rastro de la decepción de un niño a un padre rebelde. Sólo una orden: pura, simple y profunda. Los fríos ojos azules de Albert, tan parecidos a Matthias, sin embargo, diferentes mundos, se deslizaron en los míos. —No estoy aquí para tomar a Luke en tu lugar, Zoe. Me los llevaré a ambos. Matthias extendió su mano y el cuarto vibró con una ola purificadora de luz y energía. Su rostro, sereno, pero intenso y seguro, mirando tenso, fijando los ojos de su padre. Y en una ráfaga de fuego blanco, Albert se había ido.

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La cabeza de Luke rodó hacia delante. Soltó un sonoro ronquido. Mi aliento, que había mantenido en mi pecho, salió. Mi cuerpo se hundió y me dejé caer al pie de la cama de Luke. Matthias se acercó. Yo ansiaba que él me alcanzará y me tocara, me calmara, pero sus manos colgaban a los costados con ansiedad. Preocupación salpicaba de sus ojos azules. —Lo siento. Mis piernas temblaban. —Yo… yo…‖ —Mi voz tembló. No me había dado cuenta de lo asustada que estaba, pero el miedo parecía un residente en mí ahora—.‖Eso‖fue…‖él… me asustó. Matthias asintió con la cabeza y se sentó a mi lado, tan cerca que su aura me inundó en confort y el manojo nervios, el tintineo de mis extremidades comenzaron a disminuir. —Su esfuerzo será implacable, Zoe. Nunca se detendrá. Suspiré, mi respiración estaba empezando a suavizarse de un rápido golpeteo a un ritmo de tambor estable. Encontrarme con la sobria mirada de Matthias estancó el aire en mi pecho. Su rostro atenuado. —¿Qué? —Tenía más miedo de la respuesta de lo que había estado en la presencia de Albert. Algo se acercaba, la pesadez empañaba el aire tranquilo. Vendrá después por ti y por todos tus seres queridos… mientras seas importante para mí. Por un momento, me miró fijamente, seguro de que mi miedo, y mi vívida imaginación habían creado la horrible posibilidad que estaba rondando ahora mi cabeza. Sin embargo, el aspecto de sobriedad absoluta en los ojos azules de Matthias confirmó mis peores temores. No me importa. A mí sí. Puedo manejar esto. —Zoe…

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Yo estaba paralizada. —No me puedes dejar. —Mi corazón se rompió—. No me importa lo que él me haga a mí. Tú no puedes irte. No voy a ser capaz de‖vivir‖sin‖tu‖presencia‖aquí…‖ yo… Cada célula de mi cuerpo se rebeló ante la idea, deformándose, y mi cuerpo se desplomó de nuevo en la cama con un montón de débiles e inútiles sollozos amenazantes. Me di la vuelta a mi lado, cargada con el dolor más contundente que jamás había tenido que asumir mi alma. Peor que la muerte. No he oído nada, que yo sumida en mi tormento, la anticipación de no volverlo a ver es tan enorme, que bien podría haber sido aplastada por una montaña y enterrada viva. Por favor, por favor dime que no es lo que estás pensando. Por favor. Silencio. Sacudí mi cabeza a la izquierda. Matthias no se había movido, pero se quedó mirándome con angustia reflejada. Sin embargo, su rostro no estaba tan atormentado como el mío. Él no lloraba, aunque sus ojos azules brillaban con compasión. Un nudo permanente en su mandíbula apretada firmemente. Cerrado. No hay palabras de consuelo. La verdad había sido entregada en el terrible silencio a mi corazón. —Es la única manera —dijo en voz baja. —No. —Más lágrimas. Más sollozos. Su voz llevado las palabras en el aire ahora, haciendo su declaración real y totalmente inaceptable para mí. Traje mi piernas hacia arriba, acurrucada en posición fetal. No. No. No. No. —Zoe. La imposibilidad se arrastraba en el tiempo. Había pensado que había resuelto esto, que Matthias siempre sería una parte de mi vida de alguna manera. ¿Por qué se vuelve a separar de mí? Es la única manera.

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Me puse derecha, deslizando las lágrimas de mi cara con mis manos. —No. No me importa lo que me haga. O a cualquier otra persona. Te quiero aquí. ¡Abria te necesita! Matthias dejó escapar un suspiro y miró a Luke. Luego su mirada se cruzó con la mía de nuevo. Nada de esto habría sucedido si hubiera tenido mi corazón bajo control. Extendí mí mano para tocarlo y sus ojos azules fijos en mi mano extendida. Mi mano se detuvo. —No cambiaría nada de lo que ha sucedido. Incluso Albert. Tú entrada en nuestras vidas fue la mejor cosa para todos nosotros. Sabes eso, ¿verdad? —Si hubiera sabido que mi padre vendría después, nunca los habría colocado en una posición tan precaria. Lo sé. Te creo. Angustiada por la decisión, el dolor golpeaba a través de mi cuerpo. Por favor, no te sientas mal por ello, por favor. Sin embargo, esto no cambia lo que es real. Continuará contigo y tu familia, Zoe. Tú puedes mantenerlo alejado de nosotros. ¿Has visto lo fácil que fue para ti poder deshacerte de él? Sus ojos azules se encendieron con una sonrisa. —Eso es porque el bien tiene un poder absoluto sobre el mal. —Cuando mis ojos se abrieron, asintió con la cabeza—. Ellos son muchos de los engañados, los ejércitos de Satanás. Engañados por el mismo gran seductor. —¿El mal realmente no puede ganar? ¿Nunca? —Nunca. Pero eso no los detendrá. Tomarán todo‖lo‖ que‖ellos‖puedan‖obtener… por desgracia, siempre hay almas descarriadas que pierden de vista lo que es real y bueno y compran sus mentiras. Las mentiras son hechas a medida, Zoe. Tan valiosas como un alma es para Dios, esa alma es tan valiosa para el otro lado, y hay una feroz batalla en ambos lados para ganar. —Pero si no pueden ganar, ¿por qué lo siguen intentando?

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—Te lo dije, a ellos les han mentido. —¿Por eso es que Albert se va cuando se lo dices? Él asintió con la cabeza. —Él debe hacerlo. Es una ley eterna. El Mal debe someterse al Bien. —Eso debe hacer a Albert feliz —resoplé. —Lo odia. —Sonrió Matthias. Entonces, su sonrisa se disuelve. Mi padre. Matthias desvió la mirada. El dolor que llevaba a cada momento por un hombre que había amado envió un estremecimiento de pérdida a través de mi cuerpo. —Lo siento‖él… no es como tú. ¿Qué le pasó? Matthias sostuvo mi mirada constante, con sólo una huella de dolor. En el interior, no sentía remordimiento que había tenido antes del eco a través de él. Me preguntaba por qué no contestaba mi pregunta y por qué no podía ver más recuerdos. Los pensamientos de Matthias entraron en mi cabeza. Tengo la esperanza de que en algún momento verá el error que ha cometido, pero estoy obligado por la ley eterna a defender el bien y a la gente que amo. ¿Realmente piensa que me va a llevar? Matthias asintió con la cabeza. Y a tus seres queridos. Eché un vistazo a Luke, su cabeza rodó hacia un lado, su cuerpo se desplomó en un sueño, sus ronquidos suaves llenando el aire. —Luke es vulnerable, siempre y cuando se hace a sí mismo débil, ¿no? Matthias asintió con la cabeza. —¿Por qué Luke no puede ver lo que le está pasando? —Como he dicho, las mentiras vienen hechas a medida para atraer a nuestras debilidades y nos hace más débiles.

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Extendí la mano y acaricié la cabeza de Luke, con sentimientos de impotencia. —¿Por qué no puedes proteger a Luke a partir de todo esto? —Luke tiene fortalezas que aún tiene que descubrir, Zoe, y las descubrirá, cuando cave lo suficientemente profundo. Dejé escapar un suspiro. —¿Estás seguro de eso? —Seguro. —¿Qué‖pasa… conmigo? —Un largo momento por el amor de nuestros corazones juntos en una unión en silencio—. ¿Por qué estoy obligada a no tenerte en mi vida? —No es forzado. —Se siente como si lo fuera. Sería mucho más fácil si tú fueras mi guardián. Entonces, podría verte, estar contigo, y Albert estaría obligado a mantenerse alejado. Los afilados ojos azules de Matías. —¿Es más fácil para quién? —¿Qué tal para todos los involucrados? A mí me suena como la forma más absoluta de asegurarse de que Albert nunca se acercara a mí de nuevo si eres mi guardián. Me miró un momento, su expresión pesada. —Te dije por qué he elegido no ser tu guardián. Debido a que te preocupas por mí… Amor, Zoe. Tragué saliva. Una expresión sobria permaneció fija en su rostro. Sentimientos chocaron en mi interior: confort, serenidad y paz eso siempre acompaña la presencia de Matthias, pero un hilo de anhelo, su anhelo, masculino y fuerte, entrelazado con mi anhelo de mujer por él.

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Dulce miseria. Eso es lo que atravesaría si paso de nuevo a ser tu guardián. No podía pedirle que pasara su vida, su existencia, o parte de ella de todos modos, mirándome juguetear a través de la mortalidad mientras él se encontraba en el fondo. La culpa me hizo apartar la mirada de las suya. —¿Juguetear? —Él se rió entre dientes, con mis ojos en los suyos. —Es cierto. Me niego a ser egoísta. Lo siento por haberlo mencionado. —Zoe. —Él avanzó más a la cama. Su cercanía envió un diluvio de deseo a través de mi sangre—. Si soy tu guardián, estarás protegida contra Albert. Él seguirá teniendo acceso a los que te rodean, pero sólo si es invitado. —No hay razón para hablar de ello. De ninguna manera voy a ponerte en modo de tortura. No voy a hacerte eso. Los labios de Matthias se levantaron un poco. —Felina coqueta. —Esto no es divertido. —Salté sobre mis pies, marcando los pasos—. La vida es tan malditamente larga. Me crucé de brazos contra mi corazón que latía con fuerza. ¿Por qué sobreviví a ese accidente? Podríamos estar juntos ahora, no aquí, preocupándome por algún demonio psicótico que quiere mi alma. Una cálida fuerza presionaba en mi espalda. Matthias estaba tan cerca que capté el familiar, y perdido, aroma de él. Cerré mis ojos y respiré. Por mucho que quería que pusiera sus manos sobre mis hombros, en ese momento y hacerme suya, yo no podía sabiendo que me vería pasar por mi vida y por mis amores, desde una distancia. —Te lo dije antes, el corazón tiene una gran capacidad para el amor. —Su voz calma se fundió en mi alma—. No deberías, y no puedes, negarte nada, especialmente no amar en esta vida. Pero ya tengo amor. Tú. El tipo de amor que un hombre y una mujer se dan, Zoe.

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Mi cuerpo se estremeció. En mi cabeza, imágenes pasaban de Matthias y yo, besándonos, tocándonos, comprometidos en completar un amor mortal. Fuego corrió bajo mi piel. Avergonzada de lo que mi mente humana había desviado a la fantasía, me aparté de él y mantuve mi cara vuelta. Más humillante fue el hecho de no había duda de que él había visto la imagen en mi cabeza. Quería desaparecer. ¿Qué podía decir? La idea había aparecido, al igual que millones de pensamientos en mi vida, sólo cuando los había tenido antes de que hubiera sido el fruto de una chica muy perdida que vio el sexo como una cura para todo, no una expresión sagrada de compromiso. Negué con la cabeza. —Deberías irte ahora. El desesperado silencio entre nosotros se espesaba. —Muy bien. Apoyada contra la cama, Luke dejó escapar un lloriqueo y su cabeza rodó hacia el otro lado. Dejé escapar un suspiro. Puse a un lado la frustración y me volví para ver a Matthias irse. —Buenas noches. —Sus ojos azules no dejaron los mío, incluso a través del flash cegador de luz blanca que se lo llevó. Un suspiro aliviado de mi pecho. Mi celular vibró en mi bolsillo. Lo saqué, también complacida de ser molestada por ese alguien que tendría que tener la osadía de llamarme a las 1 a.m. Chase. —Brady está en el hospital.

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Capítulo 21 Traducido por Little Rose Corregido por Caamille

—¿Q

ué? ¿Qué pasó? —No lo sé —respondió Chase—. No estaba ahí, quiero decir, estaba en la otra habitación. Lo próximo que supe fue que

Brittany empezó a correr por toda la casa. Estaba histérica. Nadie entendía de qué estaba hablando. —El sonido de gritos llegó por la línea—. Es malo, Zoe. —Oh no. —Me llevó a su habitación y estaba Brady con una corbata alrededor del cuello. —¡¿Qué?! —Mi corazón saltó. —Sí.‖Hombre,‖fue‖horrible.‖Estaba‖tieso.‖No‖se‖veía‖bien,‖Zoe.‖No‖lo‖sé… estaban jugando a‖eso‖del‖ahorcado.‖Ese‖donde… —¡Sé cuál es el juego! —espeté. Había oído de él, Britt y yo incluso hablamos de que estúpido era que la gente fuera tan al límite al ahorcarse. Mi pulso se detuvo— . ¿Dónde está Britt? —No lo sé. Esto es una locura. Los policías están aquí, los paramédicos, ellos acaban de llevarse a Brady en una ambulancia. Llamé al 911 y todos corrieron. Brittany estaba totalmente loca. Quiero decir, apenas podía caminar. No sé cómo podría haber llegado a la puerta, y mucho menos haberse ido. —Tengo que llamarla. —Sí. Claro. —¿Y Krissy? ¿Dónde está? ¿Cómo se encuentra? —Está loca. Pero creo que también algo drogada, porque estaba toda casual un minuto, y enloqueció al siguiente. No es ella misma. Dios, qué noche. Es malo. Y como yo hice la llamada, tuve que responder las preguntas. Afortunadamente para

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mí, pasé la prueba de alcoholemia. Los policías están sosteniendo tickets de alcohol como si fueran golosinas. Mis padres se molestarán. —¿Dónde estás? —Sigo en lo de Krissy. Escucha, están llevando a un grupo de chicos a la estación. —¿Te dejan usar tu teléfono? —Aún no me lo confiscaron. Estoy a escondidas —susurró. —Tengo que llamar a Britt. Envíame un mensaje, ¿sí? —colgué y marqué el número de Britt. Su teléfono sonó y sonó. Luke bufó y se tumbó, totalmente despreocupado. Volví a marcar, con mis dedos golpeando la pantallita mientras esperaba. —¿Qué? —soltó su voz. —Oí lo que pasó, ¿estás bien? —¿Qué te importa? —Olvida a Weston un segundo Britt. ¿Qué pasó con Brady? Oí que está en el hospital. —Sí. —Se cortó en seco—.‖ No‖ lo‖ sé…‖ est{bamos…‖ —sollozó—. Estábamos todos colg{ndonos,‖¿sabes?‖Ese‖juego… —¡Britt! —Me golpeé la frente con la mano. Habíamos hablado de esto, ¿Por qué hizo algo tan estúpido?—. ¿Qué pasó? —Yo…‖él…‖en‖un‖momento‖reía‖y‖después… no‖pudimos… dejó de respirar y se puso blanco. Se me formó un nudo en la garganta. —Dios. —Todos enloquecieron. Alguien llamó al 911,‖y‖eso‖fue‖todo.‖ Eso‖fue… todo. No re-cuerdo nada más. Me siento enferma.‖Yo…‖—La oí vomitando.

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Mi estómago se revolvió. De su lado, el sonido de las convulsiones y los tosidos siguieron un par de minutos. —¿Britt? ¡Britt! El teléfono hizo mucho ruido y sus vómitos se oyeron más lejanos, por lo que colgué. Me mordí el labio. ¿Qué hacer? ¿Ir con ella? ¿Sabría algo Weston? Lo llamé. Respondió al primer tono. —Soy yo. ¿Oíste lo de Brady? —Estoy en el hospital. —¿Cómo se encuentra? —No muy bien. Oh no. Aunque Brady y Weston habían tenido sus altibajos, habían sido amigos de toda la vida. Debía sentirse terrible. —¿Estás bien? —¿Podemos hablar más tarde? —Sí. Estoy aquí si me necesitas. —Gracias. —Clic. Luke seguía acostado cuando me tiré a su lado, con la boca abierta roncando. Al menos estaba en casa y no en el hospital luchando por su vida. La gratitud me inundó. Me incliné y suavemente lo sacudí. No debería haberme molestado con él. Su cerebro parece coagular detrás de sus ojos azules. Gruñó y se sentó. Mirando alrededor, notó dónde estaba. —Te quedaste dormido —le digo. —Oh. —Se frotó el rostro con las manos—. Hombre. —Se levantó y cayó en su cama, se dio la vuelta y ya se había dormido otra vez.

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—Lo siento —murmuré. No es que buscara su perdón, mi gratitud era suficiente para ambos. Lo arropé bien, apagué la lámpara que había junto a la cama y dejé la habitación silenciosamente. No podía dormir, no con lo que había pasado en lo de Krissy. ¿Era mi culpa por haberlos dejado? ¿Debería haber arrastrado a Chase lejos de allí? ¿Haberle demandado a Krissy que me escuchara? Me detuve en el pasillo oscuro y cerré los ojos. Lo‖ había‖ intentado,‖ pero‖ Albert… su rostro, marcado en mi mente, hacía que mi cuerpo temblara. Hice lo que pude sin ponerme en riesgo. Y había venido a casa y lo encontré aquí, rondando sobre Luke, planeando su próxima muerte. Mi celular vibró, la pantalla iluminando el oscuro pasillo. Weston. —¿Weston? Silencio, largo, pesado y horrible. —No lo logró. Me dejé caer al piso. —Oh no. Oí unos sollozos, y luego un silencio mortal. —¿Cómo pudo pasar esto? —¿Dónde estás? ¿Quieres que vaya? Una tos. En el fondo, voces. —No lo pudo creer —murmuró Weston—. No lo puedo creer. —¿En qué hospital estás? —Tenía que ir con él, necesitaba reconfortarlo. —En American Fork. Pero me estoy por ir. Necesito…‖tengo‖que‖irme‖a‖casa. —¿Qué puedo hacer?

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Más silencio, ya ni siquiera se oían las voces de fondo. El tiempo pasaba con cada sollozo y tosido de Weston. —No lo sé, tengo que irme Zoe. —Clic. La desesperanza me inundó. Cerré mi teléfono, me puse de pie y fui a mi cuarto. Quedarme en casa en mi cama calentita no parecía bien mientras Chase lidiaba con la policía junto con Krissy y quién fuera que estaba atrapado ahí. Weston sufriendo la‖ pérdida‖ de‖ Brady… una idea se me ocurrió y fui corriendo a la habitación de Luke. Fui tanteando mi camino hasta su cama y encendí la lámpara. Gruñó desde la cama, en la misma posición que lo había dejado. Lo sacudí suavemente. Seguía muerto para el mundo, por lo que volví a sacudirlo. —¿Qué? —Brady está muerto. Se sentó de golpe. —¿Qué? —Acabo de enterarme por Weston. Luke palideció. Sus manos se cerraron en puños y su boca temblaba. —¿Qué pasó? Me senté en la esquina de su cama. —Estaba en una fiesta y accidentalmente se ahorcó jugando a esa idiotez del ahorcado. Luke finalmente aflojó su agarre. Estaba blanco como el papel. —¿Kevin lo sabe? —No lo sé. Weston no dijo mucho. Estaba muy dolido.

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—Santo Cielo. —Luke ahora estaba despierto, sin rastros de somnolencia—. ¿Estás hablando en serio? Asentí. —Eso apesta. —Sí. Luke agarró su celular y comenzó a marcar. —Probablemente sigan en el hospital —señalé. —Aún así debo decirle que lo lamento. Hombre. Hombre. No lo puedo creer. —Lo sé. Luke alzó las piernas y las abrazó. Detrás de su cortina de cabello rubio, sus ojos azules lagrimeaban. Un dolor en mi pecho me hizo apoyar la mano en su rodilla. Al menos no era él. Gracias Dios. Miró la pantalla de su celular, luego comenzó a enviar mensajes. —Tengo un millón de mensajes. Asentí, y me puse de pie. La noticia se difundía rápido con los textos. —Sólo quería que supieras. Se sorbió la nariz y se la limpió con la manga, y siguió enviando mensajes. —Sí. Me fui con el corazón pesado. Hace cuatro horas, había visto a Brady vivo y respirando. Me preguntaba qué ocurriría ahora con Krissy. No había visto a su guardián en su casa. ¿Sabría de la situación precaria en la que se había metido? ¿Creería que la dejé? No era mi culpa que todo hubiera ocurrido. Racionalmente, comprendía eso. Krissy había querido tener esa fiesta. Ambos, Weston y yo le advertimos lo que

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podría pasar en tal reunión, pero esto estaba muy lejos de lo que habíamos creído, que no podía evitar cuestionarme mi participación en el asunto y llenarme de culpa. Me senté en mi habitación oscura, mirando al cielo nocturno por la ventana. Algunas nubes pasaban sobre la luna. Matthias estaba ahí arriba en algún lado, en paz. A salvo. Lejos de los horribles problemas que esta vida traía. La luz blanca de la luna cuidaba de mi alma, y su rostro vino a mi mente. Desearía estar con él, lejos del dolor y la pérdida que ocurrían en mi mundo. Aún así, incluso en la existencia perfecta de Matthias, amaba y se preocupaba por su padre. Para existir en paz, la compasión nunca faltaba. Con el cielo de medianoche encima y su infinita fastuosidad de estrellas me hacían pensar que, con este cielo, Brady había muerto. Brady estaba en algún lugar, no sabía dónde. ¿Se arrepentiría de esta noche? ¿Cómo se sentirá ahora? ¿Qué estaría pensando? El desconsuelo de su familia vino a mi mente. Mi casi muerte volvió a mi memoria, vibrante y profunda como la galaxia que estaba contemplando. Estaba agradecida de seguir con vida, por mi familia y por lo que sea que fui enviada a hacer. Mi celular, apretado en mi mano, vibró. Weston. Estoy afuera.

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Capítulo 22 Traducido por Emii_Gregori y flor_debelikov99 Corregido por Caamille

S

alté por las escaleras y abrí la puerta principal. Los hombros de Weston se encorvaron contra el frío bajo su sudadera azul real de los Vikingos; sus manos estaban hundidas en sus bolsillos delanteros.

Su rostro estaba torcido con lástima. Lo envolví con mis brazos, y sus brazos me rodearon en un largo y silencioso abrazo. Lloró contra mi hombro, con su cuerpo sacudiéndose contra el mío, librándose del dolor. Después de un momento, aflojé mi agarre, le tomé por la mano y le conduje dentro, cerrando la puerta. Echó una mirada en la oscuridad interior, y señalé a la oficina de papá, una habitación directamente por la entrada. Con un suave tirón de su mano, le impulsé a seguirme. En el interior, cerré las puertas de cristal francesas y encendí una lámpara de luz tenue. Sus mejillas estaban surcadas con cuchilladas rojas, marcas de dedos, como si hubiera frotado su cara una y otra vez. Con bordes rosas en sus marrones y brillantes ojos. —Lo siento —dijo. —No, me alegro que hayas venido. —No quiero ir a casa todavía. Hombre.‖Estoy…‖esto‖es‖tan‖irreal. Asentí y me acerqué para que nuestros cuerpos se tocaran desde las rodillas hasta el pecho, y mantuve mis manos ancladas en sus brazos. —No‖ habíamos‖ hablado‖ en‖ mucho‖ tiempo,‖ ¿sabes?‖ Desde…‖ el‖ día‖ que‖ yo…‖ le‖ golpeé. Pero, conozco a ese chico desde‖primer‖grado.‖Nosotros…‖crecimos‖juntos.‖ —Bajó su cabeza, la sacudió, luego cubrió su rostro con sus manos y un sollozo estalló.

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Lo abracé. —No lo entiendo —murmuró en la curva de mi cuello—. ¿Por qué haría algo así? —No lo sé. Su agarré se hizo más fuerte. —¿No conocía el riesgo? Quiero decir, ¿por qué lo hizo? —Otro sollozo lo sacudió de pies a cabeza, vibrando su pérdida en mí. Con un fuerte apretón en mi cintura, me soltó, se distanció y restregó su rostro. Dejó escapar un suspiro, con sus manos colgando inútilmente en sus costados. —Lo siento —susurré—. Es terrible. —Sí.‖Kevin‖est{…‖est{‖totalmente‖furioso.‖Sus‖padres… —Cerró sus ojos—. Los he conocido toda mi vida. —Sacudió su cabeza y se dio la vuelta, ocultando su rostro, con sus hombros colapsando en otra ronda de sollozos. Me acerqué a él y envolví mis brazos a su alrededor, presionando mi cabeza contra su espalda. Deseé poder aliviar su dolor, pero también sabía que una cierta cantidad de depuración tomó lugar en el proceso de apenamiento. El llanto de Weston finalmente llegó a su fin y limpió su cara con sus manos, dejando escapar un suspiro. Se giró y sus tempestuosos ojos marrones bloquearon los míos. Me observó, sin decir nada y el aire a nuestro alrededor se volvió pesado. —Sabías que algo malo sucedería.‖Viste‖algo…‖¿fue eso, Zoe? Mi pulso saltó. —No de nuevo. —Si tiene algo que ver con la muerte de Brady, entonces, sí de nuevo. ¿Qué viste? Retrocedí, cruzando mis brazos sobre mi pecho. —Vi peligro. Su rostro se torció en una burla.

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—¿Peligro? ¿Qué? ¿Cómo? —Él avanzó, y mi corazón comenzó a correr. Agarró mis hombros—. Dime lo que viste y por qué no me cuentas al respecto. Si me hubieras dicho, tal vez Brady estaría vivo. Me liberé de su agarre. —Esto no es mi culpa. —Dijiste‖que‖viste‖algo‖allí…‖en‖la‖fiesta…‖¿cómo‖no puede ser en parte tu culpa? —¿Qué tal porque Brady eligió jugar el estúpido juego, Weston? ¡Ni siquiera estábamos allí! —¡Si hubiera sabido que estaba en peligro, me hubiera quedado! —¿Y

arriesgarte? Fui la única que

dijo

que

dejáramos el lugar, ¿o

convenientemente olvidaste eso? —Recuerdo que querías irte, pero, maldita sea Zoe, ¡quiero saber lo que viste esta noche! —Disculpen. —Tronó la voz de papá desde la puerta. Weston y yo nos giramos. Papá y mamá, luciendo trasnochados, estaban de pie en la puerta con sus ojos muy abiertos. —No sé lo que está pasando aquí, pero has despertado a mi familia, joven. —Lo siento, papá. —Di un paso alrededor de Weston y me puse frente a él—. Acabamos de recibir noticias terribles. Mamá tiró su bata floreada con más fuerza a su alrededor. —Brady murió —dije. Los rostros de mamá y papá se volvieron petrificantes. La mano de mamá fue a sus labios. —Oh, no. ¿Qué pasó? —Él… —Miré a Weston cuya mirada estaba fija en el suelo.

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—Accidentalmente se ahorcó. —Terminó Weston con un chasquido. Pasó sus manos por su cabello y suspiró—.‖Es…‖inaudito. —¿Cómo puede uno mismo ahorcarse accidentalmente? —preguntó papá. —¡Qué terrible! Oh, no —murmuró mamá. —Es‖terrible… —murmuró mi papá bajo un suspiro doloroso. Weston tragó. —Sí. —¿Cómo…‖cómo‖pudo suceder esto? —preguntó mamá. —Es un juego —dije, sumamente consciente de Weston a mi lado. No podía creer que estuviera colocando parte de la culpa sobre mis hombros. —¿Un juego? ¿Ahora ahorcarse es un juego? —La cara de mamá estaba delineada con el dolor de una madre. Papá cambió de posición, en su rostro se mezclaba el disgusto con la incredulidad. —¿Esto sucedió en la fiesta en que se encontraban antes? Weston y yo nos miramos. Su choque se fundió con el miedo. —Sí. —Admitió. La dura mirada de papá cayó sobre mí. —Zoe,‖nos‖prometiste‖que… —Les prometí tener cuidado, mantener mi toque de queda y dejarles saber dónde me encontraba. Hice todo eso. Esto sucedió mucho después de que Weston y yo dejáramos la fiesta, papá. —Aún así. —Mamá frotó su cara con ambas manos—. Estaban tan cerca. —Nos fuimos porque no era un lugar donde queríamos estar —continué, esperando que entendieran que había hecho mi mejor esfuerzo.

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—Tiene razón. —La voz de Weston era casi un susurro. Él miró el suelo, con su expresión muerta. —Lo que pasó con Brady no fue culpa nuestra, Weston —dije. —Lo que le pasó a Brady fue un horrible accidente —dijo papá, como si todavía estuviese tratando de convencerse a sí mismo de la realidad de la muerte de Brady. —Su‖familia… —La voz de mamá disminuyó. Sus ojos se cerraron, ella sacudió su cabeza. Largos momentos de silencio miserable calentaron el aire. Mamá mantuvo su rostro entre sus manos. La mirada de papá chasqueó de mí hacia Weston. Finalmente, dijo. —Hablaremos de esto en la mañana, Zoe. Asentí. Mamá y papá se despidieron de Weston, dieron media vuelta y subieron las escaleras. Tan pronto como estuvieron fuera de alcance, Weston se acercó. —Me estás mintiendo —dijo entre dientes, con su cuerpo enrollado de rabia. El miedo gritó a través de mis nervios. Mis ojos se lanzaron hacia la derecha, luego hacia izquierda. ¿Estaba en peligro? Weston agarró mis hombros. —¿Qué estás mirando? —Me estás poniendo nerviosa, eso es todo. ¿Quieres que mi papá vuelva a bajar? Las palmas de Weston dejaron mis hombros; su cabeza cayó hacia atrás en un profundo suspiro. Luego, su cabeza se levantó y sus ojos trabaron los míos. Una última mirada penetrante, se giró y salió, cerrando la puerta detrás de él. ¿Qué demonios?

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Miré hacia la luz lateral, viendo a Weston zapatear su camioneta. Él entró, encendió el motor y el diesel retumbó en la distancia. Como sea. De acuerdo, cálmate, Zoe. Tuve que recordarme a mí misma que su mejor amigo acababa de morir. El pensamiento me calmó y yo le envié un mensaje. Realmente lo siento. Mordí mi labio inferior. Perdóname, ¿de acuerdo? No esperaba tener noticias de él, estaba conduciendo de todos modos, y sabíamos que no debíamos escribir y conducir, aunque cada adolescente que conocía rompía esa regla. Todavía no hay mensajes de Chase. Esperaba que no estuviera en graves problemas. No parecía demasiado preocupado por ser arrestado pero nosotros le habíamos contado sobre Brady. Apagué la luz de la oficina y subí las escaleras hacia mi dormitorio. Papá abrió la puerta del dormitorio principal y salió. —¿Todo bien? —Sí. —Parecía como si estuvieran teniendo una discusión. —Lo estábamos, más o menos —suspiré. Papá cerró la puerta y se acercó a mí, trayendo su traje azul oscuro apretado alrededor de su cuerpo. —Zoe, estas fiestas tienen que terminar. —Se detuvieron, papá. En serio. Ésta no fue una fiesta casual. —Obviamente.

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—No, quiero decir, Krissy, quien es como una chica-Molly, tuvo la fiesta. Ella no está en el circuito ni nada. Traté de decirle hasta dónde podían llegar las fiestas, pero no me escuchó. Papá me miró penetrantemente. Descifrando. —Pareces vivir cerca del borde en estos días, Zoe. —Nunca hubiera jugado eso, papá. Nunca. Soy mejor que eso para correr riesgos con mi vida. —Me parece que ir a la fiesta, para empezar era una oportunidad. El silencio se colgó en el oscuro pasillo. —Tienes razón. —Gracias a Dios que estás bien. Sí. Me giré y seguí por el pasillo hasta mi habitación. Él se quedó afuera de su puerta, mirando. A la mañana siguiente, estaba tan cansada, con mis piernas sintiéndose como ladrillos. Dejé escapar un gemido. El aroma de tortitas a la plancha se coló por debajo de la puerta de mi habitación, revolviéndome el estómago vacío. Los acontecimientos de anoche se arrastraron en mi mente empapada: la fiesta, Albert, Weston,‖Britt,‖Brady… Brady. Dios mío, la muerte de Brady es sólo un mal sueño…‖para‖el‖bien‖de‖su‖familia. La imagen de Brady colgando por la corbata de Albert se repitió en mi mente, llevándome completamente a un desvelo. Me senté y froté mi cara, las escasas lágrimas en mis ojos desaparecieron, pero el dolor se aferró a mi corazón. Domingo. Podría utilizarlo para alejar estos pensamientos terribles. Me aparté las mantas y me levanté, nada segura de que los acontecimientos de anoche fueran posibles. La iglesia ayudará, y decidí ir. Tomé mi teléfono y revisé los mensajes, con la esperanza de saber de Weston. Cuatro mensajes de Chase, una llamada perdida de Britt.

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Abrí el mensaje de Chase. Hey, estoy en casa. Hombre estoy jodido. Recuérdame por qué fui a la fiesta. Tuve la naufragante sensación de que Chase podría echarme la culpa por su decisión de asistir a la fiesta de Krissy. Odio mi vida en este momento. ¿Con quién hablo primero? Llamé a Chase. —¿Sí? —Su voz era ronca, como si lo hubiera despertado. —Hey, soy yo —dije. —¿Zoe? Hola. —¿Así que estás bien?¿Qué pasó? El sonido de alguien buscando algo se escuchó por la línea. —Tengo que hablar rápido. Mis padres me castigaron por un mes. Dios. Pero, sí. De cualquier forma, es un loquero. Los que fuimos tan estúpidos para ir hasta ahí terminamos en la estación de policía. Nos mantuvieron ahí hasta que nuestros padres aparecieron, todo el tiempo dándonos una gran charla sobre los riesgos de hacer fiestas sin chaperones y tener alcohol, etcétera, etcétera, que en verdad arruinó a Krissy porque cayó entre las categorías de la A a la Z. Bueno, mis padres llegaron, me buscaron y tuve más del sermón de vuelta a casa. ¿Qué le pasó a Brady? ¿Escuchaste algo? Tragué. —Está muerto. Se escuchó como Chase abría la boca, después el silencio siguió hasta que al final dijo. —Dios.

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—Sí. Más silencio incómodo. —Eso es triste. —Sí, lo es. —¿Cómo lo está llevando Weston? Estabas con él, ¿no? Asumo que lo sabe. —Lo sabe. Está muy triste. —No lo dudo. Dios. Esto‖es‖muy…‖malo. —Sí. —Te tendría que haber escuchado,‖Zoe.‖Tú…‖me‖advertiste. —Por favor no lo digas. —Pero lo hiciste —suspiró. Su voz fue más fuerte—. Dime más cosas de este tipo, Albert. Él era la última persona de la que quería hablar en este momento. —Después, ¿sí? —Oh. Claro. Es que es increíble. —Lo sé. Estoy feliz de que estés bien. —Sí. Mis padres no me hablan y probablemente no lo harán durante los próximos cinco años, pero estoy bien. —¿Escuchaste algo más de Krissy? —No, estaba en la estación la última vez que la vi, gritando. Estaba muy mal. Sus padres están fuera de la ciudad y, Dios, con lo que le pasó a Brady, la deben de estar acusando de homicidio involuntario. No lo sé. Wow. —Éste es tu cerebro CSI hablando, Chase.

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—No homicidio involuntario, pero Dios. Si mis padres me castigaron por un mes solamente por estar ahí, a ella la van a castigar para toda la vida. —La voy a llamar a ver si contesta. —Oh. Claro. Después cuéntame lo que te dijo. —Okey. Nos vemos. Cuando colgué con Chase, mi estómago se llenó de mariposas al pensar que iba a hablar con Britt. Pensé que Weston seguía envuelto en sus penas. Y estaba bien con eso, solamente esperaba que recapacitara, me perdonara y me llamara. Llamé a Britt, pero en respuesta solamente tuve su; Hola, soy yo. Deja un mensaje. Me bañe, y me vestí con una camiseta lavanda y una blusa blanca, con un suéter corto de color negro y botas. Fuera de la ventana las nubes grises amenazaban con nevar y enfriar toda la ciudad. Después de ponerme un poco de maquillaje, fui abajo. La voz grave de Luke me desvió hacia arriba, mezclándose con la risa de Abria y la charla de mamá y papá. El sonido de esto me choqueó. Papá, vestido con pantalón y blazer negros, corbata y camisa, sonrió cuando me vio. —¿Vienes a la iglesia? Asentí. Necesitaba estar ahí. —Claro. ¿Por qué no? —Estaba sorprendida de ver a Luke vestido, y despeiné un poquito su cabello húmedo cuando me senté a su lado en la mesa de la cocina—. ¿Vienes amigo? Levantó sus hombros mientras mordía una salchicha medio quemada. Mi estómago gruñó. —¿Panqueques con tu pila de salchichas? —le dije, tomándole el pelo. Mantuvo su cara hacia abajo, mirando su plato, y no respondió. Le di una palmada en el hombro. No tenía dudas que estaba pensando en Kevin.

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Hablar de un evento tan horrible era como preguntarse si cruzaría un enorme lago congelado, sin saber el grosor del hielo, o sin saber si me iba a hundir. Le di a Luke un abrazo de costado. —¿Estás bien? Asintió, pero no levantó la cabeza ni trató de mirarme. Miré a mamá, después a papá. Mamá me alcanzó un plato de panqueques. Al final de la mesa, Abria estaba en su silla, con las manos en el aire, como si estuviera intentando espantar bichos invisibles. Papá, plato de panqueques y salchichas en mano, miró a Luke y se sentó en frente de nosotros. —No puedo imaginar cómo los papás de Brady se deben sentir. —Es tan horrible —murmuró mamá, mientras se sentaba con su desayuno. Respiré profundamente. Estaba tratando de no concentrarme en eso, pero la muerte accidental de Brady estaba en todos lados. No es que Brady no se merezca ser recordado, era un ser humano, y aunque tenía actitudes desagradables, lo perdoné y mis pensamientos eran dirigidos en ninguna dirección aparente. Su muerte era terrible, una tragedia innecesaria. —¿Estabas en la fiesta, Z? —Luke por fin me miró. Asentí. Luke farfulló algo, y se bebió el resto de su jugo de naranja. —Nunca escuché sobre el juego —dijo papá. Luke dejó su vaso con un golpe. —Sí. Son muy estúpidos los que lo juegan. Estaba feliz de que Luke viera el juego como algo peligroso y esperaba que la muerte de Brady, y el efecto dominó que esto iba a causar fueran una alarma para que se despertara de una vez. —Estoy muy sorprendida de que participara —dije, cortando mis panqueques—. Fui a un montón de fiestas con Brady y nunca hizo nada más que el festejo común y corriente. —Aunque tenía espíritus negros sobre él en la casa de Krissy. Después

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Albert oprimió su cuerpo como un montón de abejas asesinas. ¿Fue la influencia de Albert lo que lo llevó a la muerte? Un escalofrío recorrió mi espalda e instintivamente agarré mi vaso de jugo. Papá me inspeccionó. —¿Estás bien? —preguntó. Asentí, mientras el jugo frío bajaba por mi garganta. Mi mano tembló cuando dejé el jugo en la mesa. —Nunca conocí a Brady, pero te he escuchado hablar sobre él. —Mamá también me estaba estudiando—. ¿Cómo lo está tomando Brittany? ¿Ya has hablado con ella? —No, aún no lo he hecho. No estamos exactamente en buenos términos. —No lo estábamos desde que Weston declaró sus sentimientos hacia mí. —Me lo me imaginaba, ya que Weston está mostrando interés en ti. —El tono de mamá era objetivo. Apreciaba que no me estuviera interrogando sobre todo esto. —¿Alguien más se lastimó? —preguntó papá. —No que yo sepa. Mi amigo, Chase, me dijo que la policía había llevado a un par de chicos a la estación y los retuvieron ahí hasta que sus padres llegaron. —Apesta para ellos —dijo Luke. —Sí, lo hace. —La que más me preocupaba era Krissy. Mi estómago enfermo dio vueltas. Agarré mi plato y lo llevé al fregadero. —Estoy lista cuando ustedes lo estén —dije, sacando mi celular, y mirando la pantalla para saber si tenía algún mensaje nuevo. Las cejas de mi papá se levantaron. —Zoe…‖¿ansiosa‖de‖ir‖a‖la‖iglesia? —Okey, okey, basta —respondí. Ningún mensaje de Weston. O de Krissy. El celular de Britt apareció en la lista de llamadas perdidas. Me excusé y caminé hacia la puerta principal, saliendo hacia el frío aire de la mañana.

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Había nieve en el pasto pero las calles y las veredas estaban secas. El hielo duro, y el aire llevaban el invierno desde cada espacio verde hasta los pinos gigantescos en el parque hasta nuestra calle. Sobre todo esto, el cielo parecía esponjoso, y estaba gris. Cerré mis ojos, respiré profundo. Voy a tomar un poco de tu fuerza, Matthias. Una sonrisa levantó mis labios y mi alma respondió, sintiéndose liviana y bastante más positiva. Marqué el número de Britt. —¿Zoe? —Hola. Su llanto comenzó al instante, y se transformó en sollozos que ablandaron mi corazón. Lloró por lo que pareció los minutos más largos de toda mi vida, pero no dije nada, escuché y esperé. —¿Lo puedes creer? —dijo, sorbiéndose la nariz. —¿Estás bien? —¿Cómo crees que estoy? —Lo lamento. Britt dejó salir un bostezo en el teléfono. —No debería haber pasado. Estábamos ahí. Justo a su lado. Asentí, y lentamente pasé a nuestra vereda del frente. —El juego es peligroso, lo sabes. Él lo sabía. —Lo sé, lo sé. —Se sorbió la nariz en el teléfono una vez más—. Pero ya lo había hecho. Sabía cómo hacerlo. —¿Lo hizo? —Sí. Y-yo‖sigo…‖no puedo creer que se haya ido. Está tan mal. —Sí.

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—Entonces… Tyler me trajo a casa. Estaba demasiado triste para estar detrás de un volante. Mis padres enloquecieron, claramente. Me refiero, generalmente entro a hurtadillas si llego toda desarreglada. Papá me castigó hasta que tenga dieciocho antes de escuchar lo de Brady. Pero, demonios, eso es dentro de dos meses. Como sea. Me llamó perra, ¿lo puedes creer? Me refiero, ¡después de todo lo que ha pasado me llamó así! —Comenzó a llorar otra vez. —Britt… Como siempre, histérica, Britt sonaba como si se estuviera por desmayar. —Esto es mucho para mí. No puedo seguir haciéndolo más. —Esto…‖¿qué?‖—Britt siempre te manipulaba,‖y‖como‖el‖chico‖que‖gritaba‖“lobo”, había aprendido a no hacerle caso muy rápido con sus declaraciones. Además, ahora tenía un maremoto como vida, que era por sus decisiones—. Creo que tienes varias cosas en las que pensar. Pausa. —¿Y eso que se supone que significa? —Todos tenemos que madurar, Britt. —¡Maduré! —Lo hiciste. —Tuve que esforzarme para mantener las defensas a pinchazos—. Así que enfrentar la vida no debería ser un problema, ¿no? Más silencio. —Ya he enfrentado la vida. Y terminé de hablar contigo. —Clic. Okeeeey. Mi celular vibró después de que Britt cortó. Este fin de semana de torbellino parecía ir a una sola velocidad. Weston. —Hey. —Hey. —Su voz era suave, desanimada—. ¿Dónde estás? —Afuera de mi casa, congelándome.

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—¿Qué estás haciendo afuera? —Vamos a la iglesia. —Oh. —La línea entre nosotros era estrecha. Silencio—. Probablemente ése debe ser un buen lugar para estar hoy. —Sí. ¿Cómo estás? ¿Recibiste mi mensaje? —Quiero hablar contigo. ¿A qué iglesia vas? Nos veremos allí. ¿Weston? ¿En la iglesia? Le di la dirección y terminó la llamada. Mi estómago convirtió lo que comí en el desayuno en una pulpa vomitiva. ¿Se iba a enojar conmigo otra vez? ¿Iba a seguir culpándome por la muerte de Brady? Cada nervio en mi cuerpo parecía una cuerda floja. Me envolví a mí misma con mis brazos. Volví a mirar el cielo. Cualquier cosa que Weston me tuviera que decir, lo iba a enfrentar. Había madurado. Podía hacer esto.

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Capítulo 23 Traducido SOS por Little Rose y Mari NC Corregido por Caamille

L

uke, Abria y yo nos metimos en la parte trasera de la minivan de mamá. La música de mamá de los domingos hoy me tranquilizaba, y realmente apreciaba sus acordes tranquilos, que me llenaban de coraje.

A mi lado, Abria hablaba sin sentido. —Poddy shrabbit hago. ¿Dónde está el pajarito? Iaskthemoon. —¡Dijo una frase de cuatro palabras! —exclamé. Luke sonrió. Mamá se dio vuelta en su asiento, radiante. —¡Buen trabajo, Abria! —aplaudí, atrayendo su atención a mí. Aplaudió junto con Luke y mamá quienes se unieron al festejo. En el espejo retrovisor, los ojos verdes de papá destellaron. —Está progresando. —Mamá estaba tan feliz que sus ojos lagrimeaban. —Es tan genial. —Luke le tomó la mano a Abria y la presionó entre las dos de él. —Buen trabajo, Abria. —Nos gusta cuando usas palabras —le dije. Abria sacudió la mano que no tenía Luke como si fuera un pajarito volando. Todo el automóvil estaba celebrando. La emoción me inundaba, y las lágrimas comenzaban a picar en mis ojos. La mirada de Luke se encontró con la mía. Volví a mirar por la ventana, a las tiendas y los negocios por los que pasábamos. ¿Qué me pasaba? Me estaba volviendo un torbellino emocional. No es que odie llorar. Mis emociones eran fuertes y a veces se salían de control, por lo que las contuve. Que Luke me estuviera mirando me molestaba hasta que comprendí lo infantil que era. Matthias no ocultaba sus emociones. Ni papá. Genéticamente, no tenía

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ninguna esperanza de no llorar con facilidad. Papá prácticamente se había asegurado de eso. En la iglesia, Weston estaba de pie junto a su camioneta plateada con una camisa blanca, corbata y pantalón negros. Nunca lo había visto tan arreglado. Se veía sexy. Mamá y papá intercambiaron una mirada. Luke llevaba alzada a Abria mientras mamá y papá caminaban a mis lados. —¿Lo estabas esperando? —me preguntó papá. Asentí. La expresión de Weston era indescifrable. Papá se inclinó más cerca. —¿Vas a estar bien? —No se ve muy feliz —susurró mamá. —Estaré bien —dije. Siguieron a Luke dentro del edificio junto con todos los otros miembros de la iglesia que estaban llegando y yo crucé el parque hacia Weston. Sus ojos marrones estaban entrecerrados, y tenía la mandíbula apretada. —Hey. —Cada nervio de mi cuerpo temblaba de la anticipación. Descruzó sus brazos y el movimiento me trajo el olor de su colonia, debajo de su camisa. —Hey. Una docena de segundos incómodos en silencio pasaron. —¿Tienes frío? —preguntó. —Algo. —¿Quieres entrar al automóvil? —¿Y qué tal la iglesia? —Aceptaría toda la ayuda posible, y estar en la iglesia podría ayudar. Asintió y entramos. Las puertas se cerraron a las once en punto, y Weston y yo nos quedamos de pie en el silencioso vestíbulo, a solos—. Lamento si crees que de‖alguna‖manera‖soy‖culpable…

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—Zoe, no. No lo creo. —Torció la cabeza—. Estaba dolido. No debería haber dicho eso. —Sus ojos desolados se encontraron con los míos y se acercó más—. ¿Me perdonas? Asentí. —¿Cómo lo haces con tanta facilidad? —preguntó. —Hacer…‖¿qué? —Perdonar así. Inspiré hondo. —No lo sé. Supongo que entre el accidente y lo de Abria, he aprendido a no guardar las amarguras. Es una pérdida de tiempo. Asintió, estudiándome como si no pudiera creer que le decía la verdad. Pero había dejado de mentir. Esperaba que eso contara para algo. Lista para repetirlo, abrí la boca. Antes de que pudiera salir una palabra de ella, me abrazó. Sus brazos me rodearon y encerraron. Su rostro se escondió en la curva de mi cuello, enviando calor de mi cabeza a mis pies. Puse mis brazos alrededor de él. —Lo lamento tanto —susurró. —Está bien. Todos estamos conmocionados. —Estaba enojado. Asentí en su hombro. Se estiró, entrelazando sus manos con las mías como si estuviera reticente a dejarme ir. —Otra cosa‖estúpida‖que‖te‖he‖hecho… —Baste. Eso ya pasó, ya te lo dije. Una expresión angustiada aún lo abrumaba. —Supongo que no puedo perdonarme. Y entonces voy y hago cosas como lo de anoche, soy tan idiota a veces.

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Me pongo en puntillas y lo beso en la mejilla, disfrutando de su esencia, imaginándolo apurado para vestirse con su mejor ropa, todo para venir y arreglar las cosas conmigo. —Si sigues torturándote por el pasado, tendré que quemarte en una hoguera. Sonrió. —¿Sí? Entonces, eres una bruja, ¿es eso? —Sus brazos volvieron a rodear mi cintura—. Y yo que todo este tiempo creí que eras un ángel o algo por el estilo. Alcé la cabeza. —¿Un ángel? ¿Qué te hace pensar eso? —No lo sé. —Sus ojos oscuros se suavizaron—. Supongo que es por cómo me siento‖contigo.‖Como‖que… tú eres… oh hombre, sueno como un estúpido. —No, no. ¿Cómo te sientes? Dime. Quiero saber. Miró a mis ojos un rato antes de hablar. —Eres especial, eso es todo lo que puedo decir. Lo veo en tus‖ojos.‖Irradian‖algo…‖ bueno. Estaba halagada, complacida y feliz de oír que tenía el mínimo efecto que Matthias tenía en mí, pero en alguien más. —Eso es dulce. —Otra vez, me puse de puntillas y lo besé en la mejilla. Acunó mi rostro. —Te deseo, Zoe. Tragué. —Estamos en la iglesia —susurré, esperando desahogar la tensión que se había creado entre nosotros. Su concentración, su deseo, no se rompió. —Sabes a lo que me refiero. —Tenía la voz ronca. Sí, eso es lo que me asusta. Asentí.

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—Yo… yo creo que es algo de lo que‖deberíamos‖hablar…‖afuera. Sus facciones me sostuvieron la mirada unos segundos, y luego sonrió. —Hombre, me vuelves loco, ¿lo sabías? —No es mi intención. —Está bien. —Retrocedió un paso, sosteniendo mis manos. Había duda en su mirada—. Tienes razón. Podríamos ser alcanzados por un rayo. Me reí. Miró a las puertas cerradas. —Nunca he ido a la iglesia. —¿Quieres entrar y escuchar un rato? Sacudió mi mano derecha, volvió mirar la puerta, y asintió.

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Después del servicio, Weston se ofreció a llevarme a casa. Mamá me sonrió significativamente cuando Weston hablaba con papá. Le devolví la sonrisa. Papá pasó cinco minutos en su modo protector, preguntándole a Weston si había disfrutado el servicio y qué pensaba de Dios y la iglesia. Hice una mueca. Weston se mantuvo tranquilo y respetuoso. Luke estaba detrás como un gato, atento a Weston. Cuando Abria chilló con el ruido que hace el vidrio al romperse, aproveché la distracción, me despedí y saqué a Weston del lugar. —Tus padres son amables —dijo mientras encendía la camioneta. —Sí, son bastante geniales. La cabina se calentó como el desierto en julio una vez que arrancó. Estaba sudando, pensando en las palabras de Weston, te deseo. No necesitaba el aire caliente en mi cara.

—Me estoy cocinando, ¿te importa? —Me estiré y apagué la calefacción. Weston mostró los dientes. —Eres la primera chica que ha tenido el coraje para tocar mis controles. La insinuación aumentó las chispas. —¿Para tanto? Asintió. —No dejo que cualquiera la toque. —¿La? ¿Esta bestia? Demasiado gigante para ser femenina. Esta camioneta es pura testosterona. Weston rió. —Sí, tienes un punto. —Puedes originar en ella cualquier cosa que quieras, es tu bestia. Él frotó su mandíbula. —Me aturdes, Zoe. Las cosas que dices, la forma en que haces lo que quieres. Es ardiente. El calor en la cabina, incluso menos que la calefacción, aumentó. —Digo lo que digo. —Me encogí de hombros, tratando de mantenerme fría y serena aún cuando mi interior zumbaba—. Si a la gente no le gusta, bueno. —Deseo poder ser más de esa manera. No lo sé quizás sea porque he jugado deportes de equipo toda mi vida y tenía entrenadores ladrando en mi cara. Soy muy conformista. —Tienes que conformarte para ser un jugador de equipo. Nunca jugué deportes de equipo. Odio a la gente diciéndome qué hacer. No me malentiendas. No pienso que tenga razón acerca de esto. De cualquier modo, estoy tratando de ser más…‖— Pensé en Matthias y sonreí—. Obediente.

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La mirada de Weston cambió de luz y las bromas a serias e intensas. Puso la camioneta en la primera calle al azar, la subió de un tirón a la cuneta y se sacudió hasta detenerse, goleando la camioneta en el parque. Su brazo derecho se extendió detrás de mí, ahuecando mi cuello y con la velocidad de una lengua de reptil, fui estrechada contra él, mirando dentro de sus redondos ojos marrones. Mi pulso saltó. Cuando su deseo se disparó, realmente se disparó. Y estábamos en una calle del vecindario, lo que no llamaría romántico. Presioné mis palmas contra su rápido subiendo-y-bajando-duro-como-el-ladrillo pecho. Su boca se apoderó de la mía cuando abrí mis labios para‖ sugerir‖ que…‖ esperáramos. Pensamientos de espera, incluso cambiando lugares se perdieron en la urgencia de su boca. ¿Quién necesita el romane? Deslicé mis brazos alrededor de su cuello, el bajo gruñido de su garganta fue música para mis anhelos femeninos. Nunca me había sentido tan consumida… por alguien. Excepto Matthias. Matthias. El deseo desenfrenado corriendo a través de mi sangre traqueteó hasta detenerse. ¿Estaba siendo infiel? No quería esta pregunta de nuevo. Pero ahí estaba, como un bailarín de Tap a través del escenario en mi cabeza. —Tengo…‖que…‖parar‖—jadeé. La ansiosa boca de Weston persiguió la mía. —Zoe, por favor. —Tengo…‖que…‖—Mis palabras fueron silenciadas, Weston ahora presionándome de nuevo en el asiento, ambos postrados. Mis huesos aplastados fácilmente bajo su musculoso cuerpo. Moví mi cabeza a un lado para respirar. —Est{s…‖aplastando…‖me. Weston se congeló, luego subió como un borracho tumbado en un sofá. —Oh. Uh. Lo siento. —Se sentó, tirando de mí con él—. ¿Te he hecho daño?

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—No,‖sólo…‖tu‖peso…‖un‖poco.‖No‖podía respirar. —Hombre, lo siento por eso. La mirada aturdida en sus ojos me advirtió que todavía estaba firmemente herido. Deslizó su brazo derecho alrededor de mis hombros y me llevó contra él de nuevo pero me puse rígida. Su mirada se agudizó. —¿Algo está mal? —Estamos en una calle. Miró alrededor. —¿En serio? —Bueno, éste no es el sitio ideal para besarnos apasionadamente. Quiero decir, pasan automóviles que pueden vernos. El lado derecho de su labio se elevó. —Genial, ¿cierto? —¡¿Qué?! —Está bien, está bien, estoy bromeando. Voy a llevarnos a la montaña donde no seremos interrumpidos. —Puso la camioneta al ralentí en la primera marcha. —Que hay acerca de esperar. —¿Esperar? Zoe, pensé que estabas tratando de ser obediente. Le di un codazo con una sonrisa. —Te gustaría, ¿no? —Oh, por supuesto. —Éste no es el mejor momento. Me refiero, con lo que le ha pasado a Brady y todo. —La exuberancia de Weston se desvaneció—. No quiero ser tu distracción de rebote, ¿lo sabes?

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Weston suspiró. —Hombre. —Él lucía derrotado—. Pero tienes razón. No debo utilizarte para distraerme a mí mismo. Quiero decir, no te estaba utilizando. No quiero que pienses… —Olvídalo. Tu mejor amigo acaba de morir. Tienes toda la razón de tener mucho en tu mente. —El funeral es el miércoles. —Su tono se suavizó—. Su mamá quiere que diga algo. —Oh, wow. Él asintió con la cabeza, frotando su mandíbula de nuevo. —Eso es raro porque ella nunca me agradó. Siempre fue algo ruda, sabes, siempre que estaba ahí. Estaba un poco sorprendido de que me preguntara. Y Brady cambió. Ése es el por qué dejamos de pasar el rato. Las cosas en las que estaba metido, no podía ser parte de eso. —Piensa acerca de los buenos tiempos que tuvieron y encontrarás algo consolador para decir. —Le di unas palmaditas en el brazo y el gesto trajo su pensativa mirada a la mía. —Me‖ alegro‖ de‖ que‖ estés‖ aquí…‖ durante‖ esto‖ —murmuró—. ¿Quieres venir conmigo? Al funeral. —Por supuesto. Weston me llevó a casa. Estacionó la camioneta en la acera y apagó el motor. —No quiero que bajes todavía. —Tú…‖¿no? Negó con la cabeza. Agarrando el volante con ambas manos, miró hacia la calle vacía a través de la ventana del frente. Los domingos eran tranquilos en Pleasant Grove, con las familias pasando el día en la iglesia y participando en la convivencia que dejaba las calles de la ciudad bastante vacías. Un viento suave sacudió los álamos desnudos, plumas a través de las extendidas ramas de los árboles perennes

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que parecen atraer la vida silvestre con un lugar protector para quedarse por un tiempo. —Tú me‖haces‖sentir…‖seguro‖—dijo. Mi pulso se aceleró en placer. Nunca me habían dicho eso antes. —Oh. Genial. —Esto es más que genial, Zoe. —Él me miró—. Te dije que te amo y lo dije en serio. Todas‖las‖chicas‖con‖las‖que‖he‖estado…‖son…‖no‖ son‖nada‖comparadas contigo. No sé de qué otra manera decirlo. No soy muy bueno con las palabras. Tú escribes, ¿verdad? Tal vez no puedas entender lo difícil que es decir lo que hay dentro, pero es difícil. Conmovida, apoyé mi mano en su hombro. —Puedo ver en tu cara lo que estás sintiendo, y eso dice más verdad de lo que cualquier palabra puede. Se giró, y cubrió mi mano con la suya. Gratitud agudizó su mirada. —Hombre. —Sacudió su cabeza, soltando una suave risa—. Fui a la iglesia hoy. Eso es raro. Me reí entre dientes. —No se lo diré a nadie. —No me importa si lo haces. Absolutamente, ¿lo sabes? —Exactamente. —¿Esto tiene que terminar? —A mis padres les gusta que esté en casa el domingo. Lo sé, cursi ¿verdad? Pero han pasado por muchas cosas y tengo que estar ahí. Él asintió, bajando su cabeza. —Es bueno que te preocupes por ellos de esa manera. No me malentiendas, me preocupo por mis padres, también. Pero están ocupados.

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Mi corazón dolió. —¿Todo el día? —Están ocupados todo el tiempo. Mamá trabaja tanto como papá. —Se recostó de nuevo en el asiento, suspiró, pero todavía sostenía mi mano, ahora descansando en el asiento entre nosotros—. No lo sé. Algunas veces no me siento como una prioridad. —Lo siento. Él giró su cara hacia la ventana, como si se escondiera y el pinchazo en mi corazón se profundizó. Weston, sociable, chico popular, estaba solo. Apreté su mano. —Tienes hermanos y hermanas, ¿cierto? —Un hermano, pero está en la Universidad de Utah. —Su voz se quebró. Pude ver ahora los recientes cambios en su frontera social lo habían dejado sin muchos amigos. —¿Quieres entrar? ¿Pasar el día con nosotros? Se giró y su expresión se relajó. —¿En serio? —Claro. A mis padres no les importará. —Quizá deberías preguntar, primero. —No es necesario. Siempre y cuando no te importe si Abria está sobre la mesa o sube por tus piernas o se come tu cena, está bien que vayas. Él rió. —No, está bien. —Me estudió un momento, entonces levantó su mano a mi rostro, tocando mi mejilla. Mi corazón dio un vuelco. Weston salió, cerró la puerta y dio la vuelta para abrir mi lado por mí.

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Capítulo 24 Traducido por Ale Grigori Corregido por Caamille

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amá y papá trataron a Weston como si fuera un viejo amigo. La fuerte vacilación que Weston cargaba sobre sus hombros cuando caminaba hacia nuestra casa lentamente disminuyó mientras el

domingo pasaba. Él estaba impresionado de que mamá hubiera preparado comida asada, papas, zanahorias y galletas y después pastel de chocolate. La mesa estaba servida con un mantel y platos a juego. —Nosotros usamos platos desechables la mayor parte del tiempo —dijo—. Y los botamos. Abria zumbaba alrededor de Weston como una abeja alrededor de una margarita. Y a pesar de que no lo miraba directamente, mantenía un ojo en él, en su visión periférica, aleteando, cantando y riendo para llamar su atención. Contuve mi respiración. Weston estaba un poco nervioso al principio, pero cuando fui a buscarla y la llevé hacia él, diciéndole quién era, pareció un poco más relajado. Mi experiencia con presentar a Abria a las personas me decía mucho. Aquellos que no podían tratarla, simplemente la ignoraban como si no existiera. Otros intentaban continuar con la socialización con una mirada incómoda sobre ella, como si estuviera perdida, un petardo prendido que podía explotar en cualquier minuto. Pocos se dirigían a ella, y la trataban con amabilidad y compasión. Supongo que era por eso que Matthias se destacó. Miré a mi alrededor, medio pensando que podía verlo en algún lado, pero por supuesto no lo vi. Abria estaba a salvo, así que Matthias estaba en algún otro lugar haciendo algo bueno por alguien más. Papá le preguntó a Weston por sus equipos: el fútbol, el cual ya había terminado, y el baloncesto, el cual se acercaba a su fin. Weston hablaba como un jugador entrevistado‖para‖“Hablemos‖de‖Deportes”‖o‖algún‖otro‖programa.

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Luke se colgó en la habitación en modo-escucha, mirando a Weston con reservada curiosidad. En un momento, durante la cena, Luke me envió un mensaje. ¿Están tú y él? Um quizás ¿Qué? Luke aún estaba molesto por lo que había sucedido entre Weston, Brady y yo. Cautela permanecía en sus ojos. El flequillo no podía ocultar su desconfianza. Weston parecía más ansioso alrededor de Luke que alrededor de Abria, y la incomodidad comenzó a filtrarse en el aire como un olor podrido. Finalmente, Luke se fue al segundo piso. La mirada decepcionada de mamá lo siguió, también la de papá, y me sentí responsable por la repentina ausencia de Luke aunque estaba segura de que Weston no había notado la inesperada situación. —¿Tus padres no están en casa hoy? —le preguntó mamá a Weston mientras ella cargaba el lavavajillas después de nuestra comida. Weston y yo limpiamos la mesa, ocasionalmente sonriéndonos el uno al otro. —Por lo general ellos salen los domingos. Escuché las palabras no pronunciadas de mamá en el silencio que siguió. ¿Sin su hijo? —Oh. —La comida estuvo excelente, Sra. Dodd —dijo Weston. —Me alegra que te haya gustado. Para salvar a Weston del interrogatorio al estilo de mamá, tire de él hacia la escalera, después de que habíamos terminado con la mesa. Me siguió. —Iremos arriba —dije—. Y, sí, dejaré la puerta abierta. —Le disparé a mamá una sonrisa. Levantó una ceja y sonrió.

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Weston. En mi casa. En mi cuarto. Mi corazón se precipitó como un giro en una montaña rusa. Después de que estuvimos adentro, me di la vuelta. Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura. Él pateó la puerta para cerrarla y me inmovilizó contra ésta con un ruido sordo. —La‖puerta… Sus labios se presionaron en los míos, caliente, fuerte y rápido. Una chispa. Mis rodillas se doblaron. Estaba‖ tan‖ deliciosamente‖ besable.‖ Tan…‖ caliente.‖ Los‖ duros‖ planos‖ de‖ su‖ pecho‖ me presionaban en la rígida puerta de madera. Jadeó y me besó en mi mandíbula, bajó a mi garganta, sus brazos me agarraron con más fuerza, elevándome en los dedos de mis pies. La cabeza me dio vueltas. Agarré su cara entre mis manos, con urgencia mordiendo sus labios. El divagar de mi cuerpo ahora era un hambre feroz que no me había dado cuenta que tenía. Weston fácilmente me cargó los pocos metros a mi cama, donde cuidadosamente nos facilitó el extendernos suavemente, estirándome debajo de él. Nuestros labios rompieron el contacto y nuestros ojos se cerraron. Me preocupaba por Weston. Él era guapísimo, dulce y tan intensamente absorto en mí; los halagos sedujeron mis sentimientos por él. En el fondo de mi mente la imagen de Matthias flotaba en un rayo de luz sonriente, recordándome la gran parte de mi corazón anhelándolo con la misma intensidad. Pero Matthias no era mío. No estaba aquí ahora, deseándome. Y ser deseada era delicioso. —Zoe ¿esto está bien? —La voz de Weston estaba áspera. ¿Estás bromeando? Asentí, sintiéndome exquisitamente femenina debajo de su masculino cuerpo. Sus labios bajaron contra los míos, justo cuando la puerta se abrió de golpe. Nos sentamos rápidamente. Mi corazón palpitando, la respiración se me escapó, estuve aliviada de que fuera sólo Abria quien había irrumpido en la habitación, riendo. Weston pasó una mano sobre su pelo.

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—Hombre. —Abria. —Su oportuno escándalo. Me puse de pie y la recogí en mis brazos, las dos girando en un semicírculo. Un brillo blanco y puro apareció en mi visión periférica. Matthias. Me detuve. Estaba de pie en la esquina de la habitación, las manos en sus bolsillos delanteros, su cuerpo duro como el mármol. Un nudo se alojó en mi garganta. De repente el aire se cargó con energía frustrada, rebotando en las paredes y el techo como miles de palomas blancas sueltas. Tragué. Abria se deslizó de mis brazos al suelo. Vio a Matthias y corrió hacia él, se detuvo a sus pies, saltando arriba y abajo, cantando como un pollito. Su atención, sin embargo, quedó fija en mí, llevando a mi cuerpo a sudar. El calor presionó en mi espalda y la mirada estrecha de Matthias pasó a Weston, quien estaba detrás de mí. —Ella es perfectamente oportuna. —Weston rió en mi oído. —Vaya, ¿estás bien? Las luces brillantes y cálidas, visibles sólo para mí y Abria, sus ojos siguieron la demostración de fuegos artificiales, bailando en el aire alrededor de nosotros. ¿Abria está en peligro? La mirada de Matthias se deslizó de Weston hacia mí y temblé. No está en peligro mortal, no. Entonces… ¿Por qué estoy aquí? Sí. Coloqué mis manos sobre las de Weston, todavía agarrándome en un bloque de amor, e intenté liberarme. Weston me dejó ir. —¿Algo está mal? —preguntó Weston, mirándome.

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—¿Ese tipo no tiene decencia? —La voz de Matthias era apretada mientras nos rodeaba, su aura calentando el remolino de aire—. Hay un inocente en la habitación. Levanté a Abria en mis brazos. —¿Abria está en peligro? —¿Qué? —preguntó Weston. Giré a mi derecha, frente a Weston, mi boca abierta. —Uh. —Ella no está en peligro —dijo Matthias—. Pensé que lo mejor era detener lo que estaba pasando aquí. Mis ojos se abrieron. Me volteé a la izquierda, mirando a Matthias. —¿Disculpa? Weston dio un paso atrás. No podía quitar mi atención de Matthias. —Tú…‖¿se‖te‖permite‖hacer‖eso? Matthias ladeó su cabeza. A su alrededor, rayos de luz y energía alumbraban en brillantes patrones de luz tan potentes que exigían mi respeto, me recordaban que le estaba hablándole a un ser. No a un mortal. —Zoe… —El tono de Weston era cauteloso—. ¿Con quién estás hablando? Estaba asombrada de que Matthias hubiera intervenido en mi momento privado con Weston. Matthias y yo nos quedamos mirándonos fijamente. Abria estaba agitada, cantaba y reía. Weston estaba aún más atrás; su cabeza sacudiéndose una y otra vez mientras me miraba, luego miró en la dirección de Matthias. Había mucho que no sabía acerca de Matthias y sus poderes. La comprensión me dejó atónita. —Weston. —Arranqué la mirada de Matthias. El rostro de Weston estaba como un papel en blanco, sus ojos marrones grandes. Se quedó completamente quieto—. ¿Puedes esperar afuera de la puerta por unos segundos?

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—¿Segundos? —La ceja derecha de Matthias se levantó en burla—. El tipo va a necesitar más que eso para enfriar sus motores. —Weston, lleva a Abria contigo ¿ya? Weston no se movió. —¿Weston? Sus ojos grandes cambiaron de mí a Matthias como si él estuviera viendo un partido de ping-pong. ¿Él te ve? Le pregunté a Matthias. Por supuesto que no. La mano derecha de Matthias se levantó en el aire; sus dedos extendiéndose en la dirección de Weston. Mi corazón latió con fuerza. ¡No le hagas daño! Nunca le haría daño, Zoe. El cuerpo rígido de Weston pareció relajarse un poco, como una costura deshecha. Parpadeó. —Claro. Está bien. —Weston cruzó hacia Abria, la recogió en sus brazos y, mirándome, retrocedió a la puerta, cerrándola detrás de él. Miré a Matthias, cuyo vibrante despliegue de energía seguía bailando en un frenesí de frustración. Metió las manos en sus bolsillos delanteros y me puso al nivel de sus ojos. —¿Qué le hiciste? —Lo calmé un poco. —¿Se te permite hacer eso? Su cabeza se ladeó, como si dijera, pregunta tonta, Zoe. —¿Qué te da el derecho? Lentamente se acercó a mí, casi rozando mi cuerpo. —¿Quién me da el derecho? Zoe, vamos.

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—¡Detuviste a Weston de que me besara! Ésa es una grave violación de privacidad. —Eso era más que besarse —bufó Matthias con una risa tensa—. La entrada de Abria fue oportuna, ¿no? —Su mirada penetrante disparó rayos de calor debajo de la superficie de mi piel. —¿Tú planeaste eso? —Ab-so-lu-ta-men-te. Era tan hermoso, tan magnético; cualquier enojo cerniéndose dentro de mí, desapareció. —Esto no es justo —susurré—. No estaba en peligro, y no eres mi guardián. —Tienes razón. Pero no me tiene que gustar que estés con Weston. Mi corazón latió con fuerza. —¿Est{s…‖celoso? Un rubor rosado se extendió anudándose en las esquinas de su mandíbula. —Una característica que pensé que había dejado atrás en la mortalidad y la cual tú has cambiado. Mis manos cubrieron mi boca. —No. Sabía que esto podía pasar.‖No‖quiero…‖no‖puedo‖permitir…‖—El corazón me dolió. No puedes caer por mi culpa, nunca me lo perdonaría. Matthias se acercó más. —No voy a caer. —Sus ojos eran de un azul interminable, y por un momento pensé que veía la clara belleza del Paraíso en sus profundidades. —No quiero hacerte daño —dije. Él extendió su mano como si fuera a trazar mi mejilla con un dedo. Incluso aunque no me tocaba, la cercanía de su carne levantaba chispas de deseo de mi cara a mis pies. Cerré mis ojos.

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—¿Por qué no puedes ser real? —Soy real. —Real y aquí. Ahora. —Estoy aquí. Ahora. La calidez de su aliento abanicó mi cara y mis ojos se abrieron. Había dado un paso más cerca, tan cerca que mi respiración se cortó. Sus manos se levantaron lentamente, y mi corazón se disparó en el deseo de sentir su toque otra vez. El anhelo estalló en mis células, abriéndolas en una sumisa anticipación. —Pruébalo. Un profundo pliegue se formó entre sus cejas. Sus manos se trazaron dolorosamente cerca de mi cara, irradiando calor a mi piel. Suavemente, colocó sus palmas contra mis mejillas. Mi cuerpo estaba cerca de estallar en luz y calor. Lágrimas de alegría corrieron por mis ojos. La felicidad, pura, dulce y enviada del cielo llenó mi cuerpo como si una represa de amor hubiera estallado y estuviera atrapada dentro de los límites mortales de mi carne. Envolví mis manos alrededor de sus muñecas. Tan completamente confortada y abrazada por el amor que sentía a la deriva sobre una onda suave de felicidad que nunca quería dejar ir. —Te amo, Zoe. Su amor se hundió en mis sentidos con mi siguiente respiración, alimentando tanto mi cuerpo mortal como mi alma sedienta. No hay nada como estar en los brazos de un amor total como éste, ninguna expresión mortal de afecto podía competir. La gratitud me abrumó. Al mismo tiempo, entendí lo que significaba para él ser mi guardián de nuevo. —No quiero hacerte daño. —Querida, querida, Zoe. —Rozó mi barbilla con la palma de su mano—. La decisión era mía y la tomé. —Agarró mi barbilla y me miró a los ojos—. ¿Tienes fe en mí?

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Asentí y apreté su agarre. —Por supuesto que sí. —Entonces, descarta eso de tu mente. Además, tienes otros asuntos urgentes. Como el petardo en el pasillo. Mordí mi labio. —Weston. Hmm. —Está bobo por ti, lo sabes ¿no? Solté una risita. —¿Bobo? —Sí, enamorado. Él está enamorado de ti. Hablar de los sentimientos de Weston hacia mí, mientras estaba envuelta en los brazos de Matthias me hizo sentir ansiosa. Suavemente me eché hacia atrás y el abrazo reconfortante de Matthias se aflojó hasta que sus brazos cayeron. Nos quedamos mirándonos el uno al otro. —Él dice eso. —Hablé a través del nudo en mi garganta—. Pero no es lo que él quiere decir. La expresión de Matthias eran ángulos duros y planos tensos. —Él quiere decir eso. No lo culpo. Eres fácil de amar. Tragué. —Pero‖él‖es…‖él‖es‖un‖adolescente.‖Su‖amigo acaba de morir. Siente una perdida en estos momentos. —Sus sentimientos son reales. Lo sabes en tu corazón. Tan reales como los míos. —Oh…‖Dios.‖—Me di la vuelta, con el peso de la verdad—.‖Me‖preocupo‖por…‖él. —Dejé escapar un suspiro. Nunca heriría a Matthias diciéndole que Weston me gustaba.

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Él vino detrás de mí. Su cercanía calentó mi cuello. —No‖puedes‖negarte‖las‖experiencias‖de‖la‖vida.‖Yo‖estoy‖fuera‖de‖lugar‖ahora…‖ escalando en la manera en que lo hice. —No quiero las experiencias de la vida. Una risa retumbó en su pecho. —No hay elección en el asunto, me temo. —Sí, tengo una opción. No tengo que amar a nadie más. —Felina coqueta. —Sus dedos agarraron mi barbilla—. Robarás muchos corazones en tu vida, y no serás capaz de detenerlo. Frustrada, me separé. —Sí, seré capaz. Sabes lo terca que puedo ser. —Y estabas haciendo un buen trabajo peleando con el tipo hace un momento, tengo que decir. —Sonrió y se balanceó sobre sus talones, intentando aligerar el ambiente—. Voy a tener que acostumbrarme a verte con otros caballeros. Él se acercó. —Zoe, actué apresuradamente. No te contengas por mí. No quiero que lo hagas. —Pero, ¿cómo puedo preocuparme por alguien más y amarte al mismo tiempo? No creo que sea posible. Él colocó sus manos en mis hombros. —Amas a Abria ¿no? ¿Y a Luke? —Sé a dónde vas con eso, y, sí, puedo amar a mucha gente a la vez, pero esto es diferente. Eres…‖nunca‖habr{‖nadie‖tan perfecto como tú en mi vida. —Zoe,‖soy…‖refinado, pero no perfecto. Como tú, aún tengo mucho que aprender y entender, como lo demuestra mi reacción impulsiva justo ahora. A pesar de mi amor por ti, entiendo que tienes tu vida para vivir. —Me abrazó de nuevo, y la

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comodidad me barrió de pies a cabeza. Podía descansar en su serenidad indefinidamente. —¿Zoe? —Era la voz de Weston. Me liberé de los brazos de Matthias y me di la vuelta. Weston estaba de pie, pálido, y con sus ojos grandes en la puerta abierta.

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Capítulo 25 Traducido por Dham-Love y vettina Corregido por Akanet

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i corazón saltó. ¿Estás seguro de que no puede verte? Ab-so-lu-ta-men-te.

Incluso desde el otro lado de la habitación vi a Weston temblando. Rápidamente llegué hasta él, tomé su mano y lo llevé adentro, antes de cerrar la puerta. Sus labios se movieron, pero nada salió. Me miraba. —¿Dónde está Abria? —pregunté. —Yo… tu‖mam{… ella… —De acuerdo. Bien. Sólo quiero asegurarme de que está con alguien. —Pobre chico está asustado hasta la muerte —observó Matthias. —¿Qué debería hacer? —mascullé. —Eres inteligente. —Matthias se acercó—. Algo se te ocurrirá. —¿No‖podrías…‖no lo sé, cargarlo o algo? ¿Nada? Matthias se rió. —Cuando eres capaz de ayudarlo, mis poderes no son necesarios. —Sería más fácil si sólo hicieras lo tuyo —señalé. —Zoe… —La voz de Weston salió como un chirrido—. Estás… —Tragó—. Con quién… estás… estás… tú… —Ven siéntate. —Tomé su mano y gentilmente lo conduje hacia la cama. —¿Tal vez una silla sea menos distractora para el sujeto? —dijo Matthias. Le lancé una sonrisa sobre mi hombro.

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—¿Luce… acelerado para ti? La cabeza de Weston se inclinó y miró en la dirección de Matthias. —¿Quién? Con las manos en los hombros de Weston, lo presioné hacia abajo hasta los pies de mi cama. Me miró, con su rostro todavía blanco como la nieve. —Necesito hablar contigo. Su manzana de Adán se balanceó, y su boca se abrió. Nada salió. En mi hombro sentí el calor de la presencia de Matthias. —Lo has dejado sin palabras. —No gracias a ti —le dije. Los ojos de Weston se agrandaron aún más. Tenía que calmarlo, pobre chico. Me senté a su lado—. No tengas miedo. —No… no lo tengo, sólo me pregunto qué está… pasando. —Es un poco difícil de explicar, y tal vez no querrás volverme a hablar cuando te lo diga. —Miré a Matthias. Su rostro me tranquilizó y me dio fuerzas para continuar. ¿Qué es lo peor que podría pasar? Si piensa que estoy loca y nunca me habla de nuevo, eso elimina a un chico en mi vida. Matthias inclinó su cabeza hacia mí. Dejé salir un suspiro y tomé las manos de Weston en las mías. —¿Te acuerdas como dijiste que habías sentido algo, especial, en mí? —Weston asintió. —Bueno… hay‖ algo‖ en‖ mí‖ que‖ es… diferente.‖ Yo…‖ —Miré de nuevo a Matthias que asintió—.‖ Puedo‖ ver… —Oh por Dios esto es duro. ¿Estoy cometiendo suicidio social aquí? Nunca me creerá, nunca. Bien podría decirle que estoy esperando el siguiente vuelo a Venus—. Puedo ver cosas espirituales. Los ojos de Weston se redondearon al tamaño de una moneda. —¿Cómo, fantasmas?

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Asentí. —Bueno, no son fantasmas, ésa es la cuestión. La persona está muerta, pero su espíritu está vivo. —¿Y eso es lo que ves? Asentí de nuevo, mi aliento contenido en mi pecho mientras esperaba a que saliera corriendo de la habitación riendo, gritando o las dos. Me estudió, sus húmedas manos calentándose lentamente en las mías. —Entonces… —Se aclaró la garganta—. Hace un minuto, cuando estabas, um, hablando. ¿Estabas hablando con un espíritu? Asentí. Sus ojos se agrandaron de nuevo y miró alrededor. —¿Hay alguno aquí, justo ahora, en esta habitación con nosotros? No podía decir si Weston me creía o no. Su rostro todavía estaba sorprendido, y no se había movido una pulgada. Sólo sus ojos se disparaban en busca de algo que no podía ver. —Uno, sí. —Me aventuré a decir. Ya había soltado la bomba. No tenía nada que perder—. El ángel guardián de mi hermana. —El alivio me apaciguó cuando dejé salir las palabras. Allí esta. Ya salieron. Weston podía aceptar o rechazar lo que le estaba diciendo. De cualquier manera, decir la verdad aligeraba mis hombros. Los minutos se marcaron por un silencio construido con tensión. Weston apartó sus manos de las mías. Tomó un profundo respiro. —Entonces, eres una clarividente. Te había preguntado eso antes. —Si crees que te he mentido, lo siento. No estaba lista para decirte porque no estaba segura que estuvieras listo para escuchar. La mirada de Weston se movió alrededor de la habitación. A mi lado, Matthias permanecía quieto y escuchando. ¿Me cree? No puedo discernir sus pensamientos, Zoe, sólo los tuyos y los de Abria.

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Esperé mientras Weston parecía tomar la información, digiriéndola. La mirada con los ojos agrandados que había en su rostro, se desvaneció lentamente, eso fue un alivio. Pero si había o no abierto su mente a lo que le había dicho. No tenía idea. Finalmente, encontró mi mirada de nuevo. —Debería haber sabido que dirías algo como esto. —Su voz era suave. Mis nervios aumentaron. ¿Me iba a castigar ahora? No me importaba, no podría negar lo que había pasado, y lo que vi. Lo sabía, y nada que Weston dijera o hiciera podría cambiar la verdad. —¿Tienes uno, no es así? —preguntó, su tono todavía tranquilo. —Sí. Weston me miró, sus ojos se oscurecieron. Se enderezó. Me miró como si me hubiera transformado en un monstruo. —Así es como me sentí esta noche. Supe que había algo allí. El aire se estremeció con vergüenza y miedo. Miré a Matthias que miraba a Weston con una mirada sin desviación alguna. Weston siguió mi mirada y se movió de la cama, se quedó a unos cuantos metros, su cuerpo saltarín. —¿Está aquí? ¿El… tu… guardián está aquí? —Está volviendo en sí —murmuró Matthias. —Sí, él está aquí. —Me levanté y caminé en la dirección de Weston. Se apartó otro paso, su rostro blanco de nuevo, y los ojos grandes. —¿Él? ¿Tu guardián es un él? —Ciertamente, chico —dijo Matthias. —Sí, lo es. Weston saltó a la silla en mi escritorio, enviando el contenido desordenado de libros y lapiceros y marcos de fotografía girando y rodando por el piso. Levantó

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sus manos a sus lados, como sintiendo la siguiente pieza de mobiliario, o buscando su camino a la puerta, incapaz de apartar sus ojos de mí mientras se acercaba unos centímetros a la salida. Me dirigí a la puerta y la bloqueé, enviando pánico sobre su rostro. —Háblame. —No…‖no‖estoy‖seguro‖de‖que‖pueda,‖Zoe.‖Esto‖es‖mucha…‖información. Asentí. Matthias se paró a los pies de mi cama, inmóvil, pero aún viendo y escuchando. —Sé que es mucho. Cuando lo vi por primera vez, pensé que estaba alucinando, borracha o algo. Me tomó unas buenas tres o cuatro interacciones con él antes de darme cuenta de lo que estaba pasando. Él tragó. —Oh. —La cosa es, que desde entonces, no lo he visto sólo a él, sino a otros. Y no estoy sola. Chase puede verlos también. El rostro de Weston estaba rígido como el metal. —Oh. —Ésa es la cosa que te dije que teníamos en común. Él también los ve, o lo ha hecho, de todas formas cuando era más joven. Estas noticias parecían relajar un poco a Weston. Tragó de nuevo. Sus ojos parecían menos temerosos y el color había regresado a sus mejillas. —Oh. Asentí. —No hay nada por que asustarse. No están aquí para lastimarnos. Están aquí para ayudar. Son guardianes, Weston, ángeles guardianes. —Crucé hacia él y no retrocedió, lo que tomé como una buena señal. Puse mi mano en su brazo. Sus ojos pasaron por toda la habitación sin apuntar a nada en específico.

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—¿Deberías estar tocándome? —preguntó. Matthias se rió. —¿Por qué no? —pregunté. —Zoe. —Weston tragó—. Está aquí. En esta habitación. —Sí. ¿Y qué? —¿Mirando? Oh por Dios.‖ ¿Estaba‖ aquí‖ cuando‖ nosotros… cuando tú y yo est{bamos…? —En realidad, sí estaba. —Matthias se acercó detrás de Weston. ¿Acaso Weston sentiría su presencia? El aura de Matthias era tan fuerte y poderosa, estaba segura de que Weston sentiría algo. Weston se quedó quieto. —¿Dónde está? —graznó. —Detrás de ti, vándalo. —Está justo allí —mentí, señalando a la esquina de la habitación donde la mirada de Weston se dirigió y amplié mis ojos hacia Matthias. —¿Estás segura? —Weston sonaba como si se estuviera quedando sin aliento—. Porque‖es‖como‖si… como‖fue‖esa‖noche.‖Se‖siente‖como‖se‖sentía‖esa‖noche… en la habitación del motel. —¿Cómo se sentía? —pregunté. —Como si estuviera a punto de ser tirado a un horno. —Se apartó de mí, hacia la mitad de la habitación, inquieto como un galgo en la puerta—. No le agrado a este sujeto, quién quiera que sea. —A él le agrada todo el mundo. —Me acerqué a él pero Weston mantuvo una distancia segura entre nosotros—. Y su nombre es Matthias. —¿Ma… Matthias? ¿Sabes su nombre? —Por‖supuesto.‖Nosotros… nos conocemos.

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Weston pasó su mano por su cabello oscuro. —Vaya.‖Esto… es‖realmente… en serio. —No vas a ser lanzado en un horno. En realidad, Matthias me dijo que estaba segura contigo. La sorpresa cruzó su rostro. —¿Lo hizo? —Sí. Weston puso sus ansiosas manos frente a sus bolsillos. —Sí, bueno, lo estás. Puedes decirle eso por mí. No voy a hacer nada —anunció a la habitación en general. Contuve la risa—. Est{‖a‖salvo‖conmigo,‖lo‖juro‖por‖D… —No… —Me encogí. Matthias se encogió también. —Oh mie…‖ hombre. —Weston se estremeció—. Lo siento. Probablemente no debería jurar, hombre, ¿estoy en problemas? Camine hasta él y tomé sus manos. Weston trató de relajarse, pero no podía dejar de mirar alrededor del cuarto, y su cuerpo no podía parar de temblar. —¿Estás segura que no está enojado conmigo? —¿Por qué debería de estar enojado? —Por… tú sabes, lo que sucedió esa noche en el motel. —Eso está terminado, olvídalo —dije, comprobando a Matthias por una reacción. La expresión de Matthias era expectantemente neutral, no había rastro de nada imperdonable en su semblante. —Aún así. —Weston se puso nervioso—. Creo que tal vez debería irme. —No pretendo asustarte. —Mantuve sujetas sus manos.

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—No estás haciendo…‖no eres tú. Realmente siento algo aquí. —Pero no deberías sentir miedo. No está aquí para hacer nada más que para esparcir alivio, lo prometo. Weston me miró, curiosidad y asombro en su rostro. —Realmente crees eso, ¿cierto? —Por supuesto. He sentido su poder. Weston, él es real y no está aquí para herirte. —Entonces, cómo paso esa‖ noche,‖ sentí… —Miroó alrededor de nuevo—. Sentí peligro. Había visto espíritus negros arrastrándose sobre él esa noche en la fiesta, estimulándolo a un cruel frenesí. No me extraña que haya sentido peligro. Decirle sobre los espíritus malvados probablemente lo llevaría al límite, ya estaba lleno de angustia. —Hay algo más. Weston contuvo su respiración, luego dijo. —¿Qué? —También veo… espíritus malos. Sus ojos se abrieron como platos. Miró alrededor y tiré de sus manos. —No te preocupes, no hay ninguno aquí ahora. Matthias los habría echado. Weston me miró por lo que pareció un periodo de tiempo muy largo sin fin de silencio. Luego tragó. —Le has dado al tipo cual balde, Zoe —murmuró Matthias desde mi derecha. Espero que me crea y no piense que soy una loca. Dale un poco de tiempo. —¿Malo? —La voz de Weston salió como un chirrido—. ¿Cómo…‖ cómo‖ luce‖ lo‖ malo?

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Apreté mi agarre en sus manos. —Imagina la cosa casi humana más oscura, más sucia y repugnante que puedas imaginar‖ y… —La piel en el rostro de Weston se cubrió de blanco. ¿Estaba entendiendo esto o estaba listo para girar y correr? —¿Es‖eso‖lo‖que‖sentí… esa noche? —Su voz era un susurro aterrado. Probablemente era mejor si no le decía que había tenido su propio paquete de espíritus negros esa noche, no en este segundo de cualquier manera. Pero Weston jaló mis manos cuando traté de apartarlas de las suyas. —Zoe, dime la verdad. Un nudo se formó en mi garganta. —Sí. Weston me dejó ir, retrocedió y empujó sus manos por su cabello. Más momentos largos pasaron. Miré a Matthias quien permanecía atentamente enfocado en Weston, como si leyera sus pensamientos. No leyendo sus pensamientos, pero él está haciendo un esfuerzo para aceptar lo que le estás diciendo. Bien. Un alivio inexplicable se asentó en mi alma. Finalmente, los ojos castaños de Weston encontraron los míos. —¿Estaban est{s… cosas malas… alrededor de Brady también? Asentí. Soltó un lento y preocupado aliento. —Yo… lo‖entiendo,‖y… te creo. Pero, ¿sabes por qué estaban ahí? —Cualquier maldad que hayas sentido esa noche fue obra tuya —dije. Matthias asintió con aprobación. —Cierto, Zoe.

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Weston parecía humillado por el sincero comentario. —Bien, estoy de acuerdo con que estaba con alguien que iba a hacer algo malo. — Weston restregó sus manos por su cara—. Lo siento, pero me siento enfermo cuando pienso en ello. —Bien —murmuró Matthias, acercándose a Weston—. Entonces, nunca repetirá nada tan atroz de nuevo. —¿Estás segura de que tu guardián no convocó un maleficio en mí o algo esa noche? Porque, después de eso, me dio el peor caso de furúnculos que el hospital haya visto. Mordí mi labio. Sobre el hombro de Weston, Matthias se mantuvo parado, pacientemente escuchando. No reaccionó a la sugerencia de Weston más que para cambiar su mirada hacia mí por un segundo. —Sí, escuché sobre eso —dije—. Asqueroso. —Más que asqueroso. No había un centímetro de mi cuerpo que no tuviera un forúnculo en él, ni uno, si me entiendes. —Caramba. —Me estremecí. —Recompensado por la obra intencionada —murmuró Matthias. —No me quiero meter con fantasmas —dijo Weston—. Buenos o malos. Matthias resopló. —¿Fantasmas? —Mira, sé que esto es un balde lleno —Miré a Matthias—, para que entiendas, pero te diré cualquier cosa que quieras saber. Lo prometo. Sólo no te preocupes por ello. —Tomé las manos de Weston en las mías y el gesto pareció relájarlo un poco, su mirada se quedó conmigo. Pero sus ojos me buscaron cómo si no estuviera seguro de que pudiera creerme. Desearía ser como tú, Matthias, que sólo estar en mi presencia fuera suficiente para convencer a Weston de que lo que estaba diciendo y que quién era, era real y verdadero.

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Te subestimas a ti misma. Los ojos azules de Matthias centellaron. Además, él no es tan incrédulo como tú piensas. —Tú querías saber, Weston —dije, con serenidad—. Si piensas en ello, lo que te estoy diciendo se siente correcto, ¿no es cierto? Esperé por su respuesta. Finalmente, asintió. —Sí, lo hace. —Está bien entonces. Weston soltó otro aliento y miró alrededor de la habitación de nuevo, su mirada perdiendo por completo a Matthias. —¿Cómo es que puedes verlo y yo no? ¿No dijiste que Chase podía verlo? —No estoy segura porque algunas personas pueden verlos y algunas no. Y Chase sólo puede ver guardianes. —¿Cómo empezaron ustedes a hablar sobre ello? No es la conversación normal que tienes con cualquiera. —Él trajo el tema un día en el periodismo. Supongo que pensó que le creería. —¿Lo hiciste? —Ya había visto a Matthias para ese entonces, así que, sí, le creí. —¿Está Matthias… aún aquí? Mi mirada se deslizó a Matthias, parado unos metros detrás del hombro de Weston. —Sí. —¿Esto quiere decir que siempre está alrededor? ¿El tipo de cosa de a dónde tu vayas, él va? Matthias se inclinó hacia el frente, como si susurrara en el oído de Weston. —Podría, sólo mantenerte vigilado.

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—No a menos que haya una razón. —Ladeé mi cabeza hacia Matthias—. Su propósito principal es confortar. Los ojos azules de Matthias se clavaron en los míos y su aura se barrió sobre mí en una cálida ola de exquisitez. Mis ojos se cerraron involuntariamente. Consumida por el torbellino oculto de sensaciones girando a mi alrededor, mis manos se deslizaron de las de Weston. —¿Zoe? —La voz de Weston sonó muy alejada. Reuní mis pensamientos revoloteando. Si estás tratando de hacer que te extrañe más, estás haciendo un gran trabajo. La risa suave de Matthias resonó a través de mí ser. Sólo estoy diciendo adiós. Se acercó, y mi corazón saltó. Sus manos se deslizaron hacia arriba de mis brazos, mis hombros y sujetaron mis mejillas. Cerré mis ojos, esperando. Delicioso. Persistente. Anticipación. El cálido aliento de Matthias sonó en mi oído. —Adiós, Zoe. —Un sabroso murmullo lloviznó sobre cada fibra de mi cuerpo, dejándome con cálida satisfacción. Abrí mis ojos. Matthias se había ido. Los ojos de Weston eran enormes. —¿Qué acaba de pasar? —Um. —Las palabras no eran suficientes para describir el obsequio de despedida de Matthias. Dejé salir un suspiro satisfecho. —Tú…‖luces… feliz. —Weston tragó. —Matthias se ha ido ahora. La boca de Weston se abrió. —¿Eso pasa cada vez que se va? —Sí. —Envolví mis brazos alrededor de mi cuerpo, sonriendo.

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El silencio cayó como un bloque de cemento entre Weston y yo, y una fría actitud cayó sobre él. —¿Él…‖te‖tocó? —¿Qué?‖Weston… —Es sólo que luces tan satisfecha… —No todo lo que satisface tiene que ver con sexo. —Me volteé y caminé hacia la ventana, escondiendo el calor que enrojecía mis mejillas. Sentí a Weston venir detrás de mí. —Lo‖siento,‖no‖sé… No podía culparlo por algo que no entendía y estaba aún tratando de asimilar. —¿Así que crees en mí? —Lo enfrenté. Un momento pasó, luego asintió. —Algo vino sobre ti. Lo vi. Incluso lo sentí en el aire. —¿Cómo se sentía? Él dudó. —Como… no lo sé, Zoe. —Está bien. Sólo no quiero que te sientas en peligro o asustado. ¿Lo haces? Unos segundos pasaron mientras me estudiaba. Negó con la cabeza, una sonrisa formándose en sus labios. —Esto es demasiado, diré eso. Pero siento que me estás diciendo la verdad. —Miró alrededor de nuevo—. Entonces, se ha ido, ¿cierto? Asentí. La sonrisa de Weston creció. Me atrajo hacia él, sus brazos deslizándose alrededor de mi cintura. —Genial.

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Capítulo 26 Traducido SOS por LizC, Mari NC, Jo, Little Rose y PokeR Corregido por Caamille

E

l Sr. Brewer me llevó aparte y me preguntó si quería escribir un artículo sobre los peligros del juego de la asfixia y otras actividades peligrosas de fiestas para el periódico.

―No‖ menciones‖ nombres‖ ―agregó.‖ ¿Como si toda la escuela no supiera ya los nombres? La SPG todavía tenía consejeros adicionales disponibles para aquellos estudiantes que quisieran hacer frente a las repercusiones de la muerte de Brady. Pensé que el Sr. Brewer, junto con los más astutos administrativos en la escuela, probablemente habían hablado sobre la muerte de Brady y la escena de la fiesta. Sin duda, mi nombre apareció, y el de Britt. Probablemente el de Weston. Todos los que frecuentamos el circuito de fiestas. He oído su razonamiento lógico en mi cabeza: Vamos a hacer que Zoe, quien casi murió hace unos meses, escriba un artículo para asegurar que los chicos reciban un doble recordatorio para ser inteligente. Me quedé mirando la pantalla de mi ordenador y el documento de Word vacío, en blanco. Mi otro artículo del conductor drogado había acabado y había recibido una gran retroalimentación, tanto de los estudiantes como de los profesores. Pero no quiero ser la predicadora moral de la escuela. No es que no estuviera de acuerdo que el tema de la fiesta era necesario abordar, lo estaba. Pero, ¿tengo que ser la que le haga frente? Suspiré. Sentí una presencia a mi derecha. Chase. Su habitual exuberancia chico-maravilla no se reflejaba en su rostro. Sus ojos castaños tenían manchas grises por debajo de ellos, como si no hubiera dormido bien durante varios días. ―¿Est{s‖bien?

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Se encogió de hombros y subió su trasero en el borde de mi escritorio. Llevaba unos vaqueros de pierna recta y camisa a rayas rosas y blancas de botón bajo. ―Lidiar con padres indignados apesta. ―Oh,‖lo‖siento. ―Mis‖ padres‖ creen‖ en‖ aferrarse‖ a algo bueno. Les gusta estar enojados. Una mierda para nosotros los chicos. ―Uff.‖Lo‖siento. ―Cuando‖ me‖ negué‖ a‖ renunciar‖ a‖ mi‖ teléfono,‖ me‖ obligaron a dormir con mi hermano menor, que ronca como un bombardero B-1, sabiendo que no sería capaz de dormir. Ahogué una risa. ―Awww,‖entiendo. ―Sí,‖bueno,‖es‖mejor‖que‖venir‖a‖la‖escuela desnudo; mi otra opción. ―Nuh-uh. ―Yuh-huh.‖“Ese sueño desnudo vuelto a la vida, Chase, tú decides”,‖decían‖―suspiró. No‖podría‖decir‖si‖lo‖decía‖en‖serio‖o‖no―.‖¿Qué es lo que dicen tus padres? ―Weston‖y‖yo‖nos‖habíamos‖ido‖mucho‖antes de‖que‖eso…‖pasara‖―le‖dije. ―Gracias‖a‖Dios. ―Ojal{‖me‖hubiera‖ido‖cuando‖lo‖hiciste.‖Déjame‖decirte,‖el‖baile‖con‖Britt‖no valía la‖ pena‖ ―bufó―.‖ Estuvo… bien, bueno, estaba realmente caliente, pero también estaba rara. Nunca la había visto tan obsesionada. Poseída era más cercano a ello, pensé, pero no lo dije. Albert se había deslizado en ella más rápido que un par de zapatos. Me estremecí al recordarlo. ―¿Obsesionada‖con‖qué?‖―pregunté,‖curiosa‖ de cómo Britt se había comportado durante mi ausencia.

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―Después‖ de‖ que‖ bailamos,‖ estaba‖ encima‖ de‖ mí.‖ ―Chase‖ se‖ inclinó‖ m{s‖ cerca,‖ con‖ las‖ mejillas‖ ruborizadas―.‖ Estaba,‖ ya‖ sabes,‖ al‖ principio‖ halagado. ¡Luego mordió mi oreja! Me reí. ―¡¿Qué?! Asintió con la cabeza, su cara estaba roja. ―Me‖sacó‖sangre.‖Yo‖pensé,‖“hombre,‖esta‖chica‖es‖un‖vampiro‖y‖nadie‖lo‖sabe”. ―No‖es‖un‖vampiro,‖Chase.‖Probablemente estaba súper ebria. ―Obviamente.‖Todavía‖no‖puedo‖creer‖que‖Brady‖esté‖muerto.‖¿Vas‖a‖ir‖al‖funeral‖ el miércoles? ―Sí.‖Weston‖va‖a‖hablar. Chase levantó las cejas. ―¿Así‖que‖tú‖y‖él‖est{n‖en‖realidad…‖juntos? ―Nos‖estamos‖viendo‖entre‖sí.‖No‖sé‖si es‖eso‖califica‖como‖“juntos”. ―Hombre,‖Britt de seguro te odia por eso. Un nudo se atoró en mi garganta y traté de tragarlo. A veces odiaba la franqueza de Chase. Por supuesto que me exponía mientras estaba con él. ―Estoy‖segura‖de‖que‖lo‖hace,‖pero‖Weston‖ya no siente lo mismo por ella. Tiene que superarlo. ―Ella‖me‖dijo‖que‖no‖le‖gusta. Incliné mi cabeza. ―¿Y‖tú‖le creíste? Los ojos de Chase se ampliaron detrás de sus gafas. ―¿Est{s‖siendo‖sarc{stica?‖O…

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―No‖importa.‖―Me‖volví‖de‖frente‖a‖la‖pantalla‖vacía,‖oscura‖ahora‖en‖modo‖de‖ reposo. No valía la pena hablar de Britt, y Chase no lo entendía, no había necesidad de herir sus sentimientos diciéndole que ella sólo lo había usado la noche de la fiesta. De hecho, me arrepentí de haberle espetado eso. Sus ojos aún se veían heridos, así que sonreí. ―Hey,‖lo‖siento.‖Estoy‖frustrada‖ya‖que‖el‖Sr.‖Brewer‖me‖pidió que escribiera este artículo. Dejó escapar un suspiro y miró a mi pantalla. ―Parece‖que‖tienes mucho trabajo que hacer. ―Um.‖ Sí.‖ ¿Quieres‖ reunirte‖ en‖ Starbucks‖ esta‖ noche?‖ Podríamos‖ llevar‖ nuestras‖ computadoras portátiles y esas cosas‖―sugerí. Se puso de pie. ―Tal‖vez.‖Britt… bueno, quiere salir esta noche. ―¡¿Qué?! Chase,‖ ella‖ est{…‖ ―Us{ndote.‖ Cállate, Zoe.‖ Bajé‖ la‖ voz―,‖ ¿pensé que había mordido tu oreja? ―Sí,‖lo‖hizo.‖Admito‖que‖es‖un‖poco‖pervertida,‖pero… es Brittany, ¿sabes? Puse los ojos en blanco y Chase se puso rígido. No dijo nada más, se volvió y cruzó de nuevo a su escritorio demostrando que los chicos harán casi cualquier cosa por una cara bonita. Especialmente chicos que han pasado mucho tiempo en un holocausto social. La pantalla en blanco y el artículo periodístico podían esperar. Excavé buscando mi teléfono, le di un tirón hacia fuera y envié un mensaje a Britt. Tenemos que hablar. ¿Por qué? Almuerzo. Ocupada.

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¡Como sea! Aleja tus garras de Chase. Ja ja ja Estoy hablando en serio. ¿Quién eres, su mamá? Déjalo en paz!! Él es carne fresca. Quería gritarle a Britt. Quería arrastrar a Chase hasta aquí y empujar mi teléfono en su cara para que no hubiera duda de que Brittany era una perdedora, que lo utilizaba. Por qué me sentía tan desenfrenadamente protectora de él, no estaba segura, salvo que me sentía como su hermana. Se sentó en su escritorio, olvidadizamente escribiendo en su computadora. Él solía mirar por encima, ver lo que yo estaba haciendo, sonreír. Extrañaba eso. ¿Estaba celosa de que Britt me había robado su afecto de cachorro hacia mí? A pesar de que no correspondía sus sentimientos, era su amiga y estaba contenta de serlo. Tenía que admitir que era halagador cuando le gustaba a alguien. Como una droga. No era de extrañar que Britt actuara como si siempre estuviera drogada. La mayoría de los chicos en la escuela habían estado enamorados de ella en un momento u otro. Imagínense: una dieta hecha y derecha de nada más que adoración. Es curioso que se hubiera fijado en Weston, el único tipo que no había soportado su mierda por mucho tiempo. Mi celular vibró de nuevo. Britt. Me lo voy a comer vivo. Ve por ello. Silencio. Sonreí y cerré mi teléfono de golpe. Chase era más inteligente que Britt; vería la luz con el tiempo. En caso contrario, obtendría más que un mordisco en la oreja. Experiencias de la vida, como lo llamaba Matthias. Inevitable. Enseñable.

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Experiencias que cambian la vida. Puse mis dedos en el teclado y comencé a escribir el artículo. Weston se reunió conmigo en Starbucks más tarde esa noche. Casi había terminado con mi artículo, Cuando las Burbujas de Festejar Sobrepasan el Tope. Tal vez era mi estado de ánimo atrevido, tal vez realmente estaba celosa de que Britt había robado el inocente enamoramiento de Chase hacia mí, no estaba segura, y admitir la verdad era un poco doloroso en ese momento, pero el artículo estaba salpicado de sarcasmo. Demasiado, y cuando leí a través de él de nuevo, me estremecí. Oh, bueno, era un primer borrador. ―Déjame‖leerlo.‖―Weston‖se‖sentó‖frente‖a‖mí.‖Dejó‖a‖un‖lado‖su‖vaso‖y alcanzó mi ordenador portátil. ―Es‖muy‖rudo.‖―No‖quería‖que leyera mi frustración enojada ante las decisiones estúpidas que los adolescentes toman cuando se encuentran bajo la influencia del alcohol/drogas. Había tenido mi parte de las decisiones estúpidas. Él también. ―Zoe‖―me lanzó una mirada‖traviesa―,‖déjame‖leerlo. ¿Weston leyendo mi trabajo? Él y yo estábamos definitivamente entrando en el territorio de: tú, yo y nosotros, de una relación. La emoción se agitó en mis venas. Nunca me había dirigido en cualquier amistad o relación. ¿Tenía miedo de que me pudiera rechazar si veía mi mezquindad? Pero mi mezquindad se había suavizado en los últimos meses, no podía negarlo. Había lanzado una gigantesca bomba difícil de creer en él cuando le había contado acerca de Matthias y mi capacidad de ver espíritus. Si quisiera salirse de nuestra relación floreciente, ya podría haberlo hecho. Di la vuelta a la laptop hacia él y sonrió. Ajustó el dispositivo rosa directamente delante de él, se frotó las manos y movió sus cejas. Solté una carcajada. ―No‖estés‖tan emocionado, esto no es nada. Levantó su vaso y bebió. ―Soy‖un‖pésimo escritor, así que no seré el juez de eso, pero te diré lo que pienso si lo deseas.

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―Claro,‖por‖qué‖no. Sus ojos oscuros se trasladaron a la pantalla y la luz azul hielo se reflejó en su piel. Era tan lindo. Aproveché el momento para estudiarlo, y mientras mi mirada se movía lentamente sobre la suave piel de su rostro, por su cuello hasta la camiseta negra ajustada que llevaba, las mangas subidas hasta los codos, un zumbido bajo se agitó dentro de mí, como una abeja solitaria en busca de una flor. Sus labios, ligeramente arrugados en el centro parecían aún más besables en ese momento. Tal vez era sólo su edad o el hecho de que era mortal, pero la masculinidad de Weston se filtraba en el aire alrededor de él donde quiera que fuera, una fuerza tan importante como un toro preparándose para un torero. Él me retó. Me intrigó. Definitivamente tuve sentimientos por Weston, pero no como el profundo amor que sentía por Matthias. Traté de no persistir en las diferencias, y no era demasiado difícil con la testosterona de Weston empapando el aire como la fuerte agua de colonia que llevaba. Mi piel se sonrojó como si me hubiera tragado pimienta de cayena, la quemadura expandiéndose por todo mi cuerpo. Con los años, había pensado que los chicos de Britt eran ardientes, pero habíamos mantenido nuestros gustos separados para evitar lo que había ocurrido ahora: en las citas. Conociendo mejor a Weston, pude ver por qué él y Britt no se correspondían bien, y que, junto con la espiral en la rareza de Britt y el ascenso al cambio de Weston, difundía toda culpa persistente. Y fue justo deducir que Weston ahora era mío, y eso era todo. Sus cejas se juntaron en una línea apretada, creando emoción en su rostro. Terminó de leer y miró hacia arriba, sus desgarradas emociones como arañazos a través de sus facciones. —Eso está muy bien Zoe. De verdad. —Parpadeó. ¿Esas eran lágrimas en sus ojos? Desvió su mirada, con cautela tomó la computadora portátil y me la entregó. No lo miré fijamente, consciente para que no le hiciera sentir incómodo. —¿Alguna sugerencia? —pregunté, evitando sus ojos para que tuviera tiempo de parpadear.

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Puso los codos sobre la mesa y apoyó la barbilla en sus manos. Segundos pasaban sin que respondiera. —No —murmuró—. Eres increíble. —¿Lo soy? —Calor rozó mis mejillas. Él asintió con la cabeza y se inclinó sobre la mesa, trayendo su rostro al mío. El beso fue suave con admiración. Él rompió el húmedo sello de sus labios y se echó hacia atrás, pero su mirada de parpados caídos se quedó en mí, y me derritió. —No voy a ser capaz de conseguir más trabajo si sigues besándome. Una sonrisa se extendió por su rostro. —Bien. —Sacudió su cabeza hacia la puerta—. Vamos. Me eché a reír. —Tienes que estar bromeando. —La voz de Britt destrozó el agradable murmullo en el aire. Weston y yo miramos hacia arriba. Britt se interponía en su blanca capa forrada de piel y jeans ajustados de color rojo, su cabello rubio como un maltese atrapado en una tormenta de viento. Pegado a su cuello, un espíritu negro se retorció, su boca crujiendo en una silenciosa, furiosa pantalla de furia. Inconformidad helada se lanzó a través de mi sangre. Detrás de ella, Chase mantuvo la cabeza baja. —Realmente eres una puta. —Britt escupió, lo suficientemente alto como para que su voz llegara. No podía quitar mis ojos de la deslizante forma negra que ahora se movía alrededor de su cabeza, garganta, bajando por su espalda, entre sus piernas, y subiendo por su pecho, una y otra vez, desnudos colmillos color ónix, delgadas manos acariciando y enroscando. Mi columna se erizó. —¿Y tú tienes el coraje para reclamarme por estar con Chase? —Por lo menos no soy el rebote —mascullé. —No, eres una ladrona —dijo entre dientes en mi cara. Me eché hacia atrás, temerosa de la malvada criatura que albergaba saltara sobre mí.

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Weston se levantó de un salto e hizo a Brittany avanzar lentamente hacia atrás con su cuerpo. —¡Weston! —Me acerqué por él, asustada, también, de que se acercara demasiado y el espíritu negro saltara sobre él. Pero la criatura se quedó con su anfitrión, completamente absorto en suscitar la ira. La expresión de Britt vaciló, como si la mera visión de Weston debilitara sus rodillas. —Ella no ha robado nada que no hayas perdido primero —dijo Weston. La boca de Britt se abrió. Capté la atención de Chase y le envié una no-puedo-creer-que-estés-con-ella mirada. Quería advertirle sobre el espíritu negro, pero desvió sus ojos. —¿No puedes perdonarme, pero puedes estar con ella? —se quejó Britt. Weston giró su cabeza, como si estuviera cansado de este ejercicio de ir y venir de la mendicidad de Britt. —Éste no es el lugar para hablar de eso. —Nunca vas a hablar de eso. Estás contento de que esto ocurriera. ¡Así puedes empezar a hacerlo con ella! —Se burló Britt—. ¿Lo haz hecho? ¿Lo hiciste? —Britt se agarró de él—. ¡Dime! Las manos de Weston se cerraron sobre los hombros de Britt y la retuvo. —Necesitas irte ahora. —Me iré cuando esté lista. —Britt frunció el ceño hacia mí. Luego se inclinó hacia mi cara. Las extremidades negro-translucidas de la criatura se cerraron alrededor de su cuello, llevándola a cuestas, sus piernas nervudas, largos pies y garras como garfios cavando en su carne mientras echaba hacia atrás la cabeza en una risa sin sonido—. Cuida tu espalda —dijo entre dientes. —Vigila la tuya —resoplé—. Tú también, Chase. Es una devoradora de hombres — añadí, aunque su simple mirada me dijo que mi advertencia cayó en oídos sordos.

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No podía esperar para que se fuera. Se enderezó, enganchó su brazo en el de Chase y encontraron una mesa y se sentaron. Britt enfrente de nosotros. La mandíbula de Weston estaba dura. Sus manos colgaban en apretados puños a su lado, los tendones de sus brazos abultados. Me incliné y toqué su endurecida piel, rompiendo su atención de Britt, trayéndola hacia mí. Su angulada expresión se suavizó. —¿Quieres irte? —le pregunté. A su favor, no perdió otro segundo mirando a Britt. —Sólo si tú quieres. Ella no va a llegar a mí. Pero no quiero que llegue a ti, tampoco. —Ella tiene suficientes problemas —dije, echándole un vistazo. Se sentó con Chase, ninguno de ellos hablaba, la fiera mirada de Britt puesta en Weston desde el otro lado de la habitación. El negro espíritu revoloteaba por su cuerpo, la cola azotándola. Con una palmada sudorosa, cerré mi computadora portátil—. Quizás sería mejor si nos vamos. Weston lucía sorprendido. —¿Lo quieres? No puede intimidarte, la golpearía primero. —No puedes golpear a una chica —bromeé. Él sonrió. Se puso de pie y tomó mi mano. Metí mi computadora portátil debajo de mi brazo libre y Weston me sacó de la tienda. Me quedé mirando a Britt, sosteniendo su enojada mirada mientras pasamos por donde ella y Chase estaban. La espeluznante criatura negra saltó hacia arriba y abajo en su espalda, como un mono furioso. Hombre, ésas cosas eran feas.

***

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—Estás temblando. —En su camioneta plateada, Weston se detuvo y me atrajo contra sí, sus brazos envueltos calientes y seguros alrededor de mí. Me acurruqué en su firme fortaleza. —Ella…‖tenía‖un espíritu negro en la espalda. Los ojos de Weston se agrandaron y estiró su cuello, su mirada curiosa sobre mi hombro buscando el lugar para echar un vistazo. —¿En serio? Me estremecí en sus brazos. —Son tan repugnantes. Su atención se volvió hacia mí. —¿Las ves? ¿Aleatoriamente de esa manera? Asentí con la cabeza. —Es una especia de grotesca maldición. —No te preocupes por ella. —Sus brazos se apretaron alrededor de mí—. No voy a dejarla en cualquier lugar cerca de ti. —No estoy preocupada sobre Britt por mí —le susurré contra su pecho—. Y tengo a Matthias, ¿recuerdas? Voy a estar bien. El sedoso agarre de Weston se endureció un poco. Lo hice disminuir otra vez y miré su cara. —¿Qué? —Nada. —Sí, es algo ¿qué? Desvió sus ojos por un momento, pero aún mantuvo sus brazos ligeramente alrededor de mi cintura.

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—Nada. Te lo juro. —Me soltó, se giró, desbloqueó mi puerta y la abrió. No iba a comprar su acto. Estaba molesto. Entré y cerró la puerta. El interior frío me puso la piel de gallina. Y, en mi mente, me quedé viendo la amenazante criatura negra deslizándose completamente sobre Britt. Weston se subió y encendió el motor. Rock pesado sonando a todo volumen dentro de la cabina. Condujo con una mano en el volante, la otra frotando su barbilla. Bajé el volumen de la música. —¿Qué está mal? —Nada. En serio. —Estabas todo caliente y listo en Starbucks, Weston. Ahora, estás como no-feliz o algo así. Dime. —Él no dijo nada—. ¿Es Britt? —Odiaba jugar veinte preguntas con los chicos. Weston resopló. —No. —¿Los espíritus negros? —No. —¿Es porque he mencionado a Matthias? Sus oscuros ojos destellaron en los míos. —Sí, eso es. Silencio. —Weston, vamos a dejar las veinte preguntas y hablar. Somos capaces. ¿No? Pensó un momento y luego asintió con la cabeza. —De acuerdo.

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—Entonces, dime. —Creo en ti acerca de Matthias, y la cosa de todo-lo-que-ves. Eso no es lo que me molesta.‖ Yo‖ sólo…‖ no‖ sé…‖ pienso‖ en‖ él…‖ Matthias…‖ siempre‖ estando alrededor y… —No siempre está alrededor. Ahora no está aquí. —Sí, pero nunca sé cuándo va a estar aquí y cuando no. Y, como regresando allí, dije‖que‖cuidaría‖de‖ti… —Y lo hiciste. Me sacaste de ahí. —Sí‖pero,‖quiero…‖quiero…‖—Dejó escapar un suspiro—. Esto suena tonto. Extendí la mano y deslicé mis dedos dentro de su cabello en la parte posterior de su cuello. Parecía calmado en un aturdimiento por la acción, pero sus dedos se cerraron alrededor del volante. Cuando el tráfico lo permitió, sacó el automóvil y se detuvo. —Sólo habla. Dime. —Quiero ser el único que te proteja. Awww. Me acerqué, giré su cara hacia la mía, manteniendo sostenida su barbilla con las yemas de mis dedos. —Eso es dulce. —Besé sus labios separados. Sus brazos me arroparon como un fuerte seguro. Weston nunca me besó sin que yo sintiera su urgencia de fusionarse conmigo con necesidad arrasadora. Estaba sorprendida y alagada de que eligiera compartir esos sentimientos y a sí mismo conmigo. Esa confianza vulnerable me hacía darme cuenta cuánto de Weston era la fachada de todo lo que él había crecido pensando que debía ser. Quién era por dentro prometía ser mucho más amable, dulce y más real que el ensayado exterior. —Quiero que me necesites —susurró contra mi mejilla.

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Solamente me apretó hacia el asiento contra su cuerpo, así de insistentes eran sus sentimientos. Un eco de pánico sonó dentro de mí, desafiándome a aceptar a alguien tan desesperado por lo que yo tenía para ofrecer, sea lo que fuese. Sea lo que eso fuese, Weston lo quería, sobre eso era positiva. —Dame tiempo. —Disfruté besando la llenura de su labio inferior, mirándolo a los ojos. Él los cerró. Decidí una cosa entonces: nunca lo heriría. Se merecía honestidad y a alguien que se preocupara por él. Podía darle ambas cosas en este momento. —Al menos eres honesta. Siempre sé honesta, ¿bueno? —Sus ojos se abrieron, buscando los míos por la verdad. Asentí, y apreté el agarre de mis brazos alrededor de su cuello—. Odio mentir. —Me sostuvo, su mano acariciaba mi espalda. —Yo también. —Puedo lidiar con todo siempre y cuando sepa que es la verdad. Son las mentiras las que son duras. —Lo sé. —Te amo Zoe. Él quería honestidad. Lo apreté más fuerte y no dije nada más. El miércoles en la mañana, las voces corrían en mi mente, abriéndose paso hacia mi consciente como cuerpos nadando en lodo. Mamá. Papá. Gritando. Mis ojos se abrieron. Yacía en la cama, completamente inmóvil. El presentimiento me presionaba, como si forzara mi alma a hundirse en los confines sofocantes de mi colchón y más allá. El sentimiento estaba en mi habitación, en cada respiro que tomaba, y se hundía a través de mi piel. —¡Estoy cansada de esperar! —gritó mamá. —¿Cómo puedes estar cansada de esperar? ¿Qué otra opción hay? ¿Crees que algo va a venir y la cambiará? Ella es quien es. —Si pudiéramos pagar programas para ella, podría mejorar.

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—Hago lo mejor que puedo. ¿Qué quieres que haga? ¿Conseguir un segundo trabajo? ¿Sacar una segunda hipoteca de la casa? Sólo tenemos el dinero con el que podemos vivir, e intento ahorrar para nuestra jubilación. —Qué tipo de jubilación vamos a tener, los tres. —El grito de mamá retumbó en las paredes. Abria. Mamá y papá raramente discutían, pero cuando lo hacían, normalmente era sobre uno de nosotros, los niños. Me senté, refregué mis ojos, dejé mis piernas hacia el lado de la cama y crucé hacia la puerta. La abrí en una rendija así podía escuchar mejor. Se golpeó un armario. Odiaba escuchar que no estaban felices, que alguno de nosotros los hacía infelices. Entré en la sala. La puerta de la habitación de Luke estaba cerrada. ¿No los había escuchado gritar? ¿Sentir el horror en el aire? —Ya estás trabajando más que yo —gritó papá de vuelta—. No podemos dar más de lo que tenemos. —Tenemos que hacer más de lo que estamos haciendo, eso es todo lo que sé. ¡Tenemos! No puedo seguir viviendo así. —¡Pum! ¡Paf! Otro sonido de armario. Me encogí. —No puedo hablar más sobre esto ahora —chasqueó papá—. Cuando llegue a casa… —Estaré bañando a Abria —ladró mamá—. Persiguiéndola. Con los huesos tan cansados que no voy a querer hablar sobre eso, ¡y mucho menos quiero vivir otro momento como éste! Otro armario fue golpeado. El fuerte suspiro de papá llegó al segundo piso como una sucia nube de smog. Mi corazón se afligió. Me deslicé bajo las escaleras para poder verlos y me detuve. Mi corazón palpitaba hasta mis pies. Albert se paró en una esquina, los brazos cruzados sobre su pecho, sus ojos azules-plata esperándome. Tan aterradores como

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la visión de los espíritus negros montando las espaldas de mis padres. Loco, salvaje, cruel, ellos saltaban, se deslizaban, luego flotaban en círculos zumbando, agitando tentáculos invisibles de ira que chasqueaban en mi dirección, halando mis huesos con una atracción gravitacional muy fuerte, que supe que nunca sería capaz de eludir. Pestañeé, segura de que estaba viendo cosas. Mi corazón casi se reventaba a través de mis costillas, palpitando con fiereza. —Ah, allí estás. —La voz de Albert entró en mi cabeza. —¿Qué estás haciendo? —carraspeé. Mamá y papá se giraron hacia mí, sorprendidos de verme. La rabia todavía hervía dentro de ellos, sus fachadas eran como claras teteras llenas de agua hirviendo. —Estamos teniendo una discusión —soltó papá. —Música para mis oídos, Zoe. —Los brazos de Albert se desplegaron—. Descontento. Hermoso, ¿no? —Estaba usando un traje negro, una camiseta borgoña y esa espantosa cuerda unidora de almas. Su visión agitó la rabia lo suficiente que hasta olvidé el miedo por un segundo. —¿Todavía usando ese traje horrible? Tu jefe es algo tacaño, ¿no? El aire cargado impresionó con un rayo de un poder asfixiante nunca antes visto que se envolvió en mi garganta y robó mi aliento. Albert no dijo nada, su sonrisa no se desvanecía pero sus ojos plateados quemaban con entretenimiento. —¿Qué dijiste? —Los ojos de papá se ensancharon. —Um. No estaba hablando contigo, papá. Lo siento. —¿Con quién hablabas, entonces? —Papá interrumpió, claramente irritado. —Es hora de que termine esto —soltó Mamá—. Tú y Luke se están poniendo flojos. Estoy enferma de eso. —Sus ojos se agrandaron después que las palabras salieron de su boca. —Mmm —murmuró Albert—. Perrrfecto.

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Quería que mis padres se detuvieran. No iba a comprar las aborrecidas cosas de Albert. ¿No podían deducir que algo estaba mal? ¿No sentían las espeluznantes criaturas jugando con ellos? Fulminé con la mirada a Albert. —Estoy sorprendida que trajeras a tus amigos del inframundo. Pensé que trabajabas solo. Albert levantó ambos brazos por un momento, el terror sacudió mis rodillas, no segura de qué hacer a continuación. Sacudió los brazos y los espíritus negros giraron en un tornado de crujiente desdicha, arriba atravesaron el techo hasta que se desvanecieron. Papá apoyó sus puños en las caderas. —Zoe, ¿con quién crees que hablas? —Si tan sólo supiera —susurró Albert—. Y tienes razón, Zoe. Trabajo solo. Me lo debían. Tragué. —Lo siento, papá. —Miré a Albert, sonriendo desde su punto en la esquina—. ¡Tienes que irte de aquí! —No tú. —Solté el aire, libre de inhalar al fin—. ¡Deja a mi familia en paz, perdedor! —Más alto, Zoe, más alto. —Albert aplaudió—. Como tu madre, con agarre real. Con las rodillas temblaban, bajé el resto de las escaleras y papá no se movió de mi camino. —Cruzaste la línea, Zoe. Frustrada, exasperada, apenas podía respirar, seguí hablando. —No estaba hablando contigo. —Estaba hablando conmigo —siseó mamá—. Así que eso lo deja bien, creo.

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—No hablaba contigo tampoco, mamá —fulminé con los ojos a Albert, dándome cuenta que mientras más cerca estaba, más fuerte era su fuerza malvada. Como un enorme horno de calor y fuego, amabilidad abrazadora y demencia y amor en el camino de su espantosamente boca abierta. —No peleen, por favor —rogué. —Es muy tarde para eso —gritó mamá, luego golpeó otro armario. Papá se dirigió a la puerta. —¡Ahora estoy atrasado! —La puerta se azotó detrás de él. Albert se alejó de la esquina que estaba ocupando y fue a la cocina, deleitado como el Gato Risón8. —Ah. Perfecto. El principio del final, Zoe. Lentamente fue en mi dirección. —Obsérvame. Mis poros se abrieron por el sudor. —Dije ándate. Mamá me fulminó con su mirada. —Deja de hablarme así. La risa de Albert llenó el aire con un espantoso terror que se metió en mi cuerpo, me apresó por los huesos y no me dejó escapatoria. No me podía mover. ¿Qué iba a hacer? Albert era mucho más grande que yo. Me sentía empequeñecida en cuerpo y alma y completamente a su merced. Escuchaba la risilla de Abria arriba. Albert guardó silencio. Sus ojos se hicieron pequeños y miró en su dirección. ¡Oh no! Matthias, ¿dónde estás? ¿Albert la heriría? —Deja en paz a mi hermana —gruñí.

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Gato Risón: El gato en Alicia en el País de las Maravillas.

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—¡Pasas un cuarto del tiempo que yo paso con ella y luego me llamas y me dices que puedo y que no puedo hacer con mi niña! —Mamá avanzó, meneando su dedo. Mamá ¡Quédate atrás! ¿No puedes verlo? ¿Sentirlo? Pero las palabras no salían de mi lengua. Los sonidos de las pisadas de Abria crepitaban bajo las escaleras. En el minuto que entró al área, la cara de Albert se puso de piedra. Agarré a Abria, la recogí entre mis brazos y la mantuve cerca de mi pecho, mi pulso listo para estallar en mis venas. Albert cerró sus ojos y giró su cara lejos de ella, como si no pudiera mirarla, y luego ya no estaba. Pestañeé. Pestañeé de nuevo. En un instante, se había desvanecido, y con él el horrible vicio que había traído a la casa. Incrédula me forcé a pararme donde Albert estaba antes. Lo busqué en el aire vacío. Libre. Negatividad evaporada. El alivio entró en mí como el agua cristalina limpia de una rocosa saliente. Mamá liberó un suspiro. —Lo siento, Zoe. No sé qué me invadió. —Cruzó hasta mí, sus ojos brillaban—. No quería decir nada de lo que dije. En serio. —Lo sé, está bien. —Mi voz estaba ronca. —¿Estás bien? Te ves más blanca que una hoja. —Mamá presionó su mano contra mi frente y mejillas. Aria se retorció en mis brazos y cayó al suelo. Volvió a subirse a la mesa y se puso de pie en la mitad de ella, buscando el candelabro. —¡Chan! ¡Chan! —Estoy bien. —Me estiré hacia Abria, y volví a tomarla en mis brazos. Sea lo que sea que hiciste, te libraste de esto, pensé, mientras sujetaba su cuerpo. Se retorcía buscando liberarse. La puse de pie y se escurrió otra vez hacia la mesa. Mamá estaba inclinada sobre el fregadero, con los hombros contrayéndose ante sus sollozos. Me acerqué y la rodeé con mis brazos, apoyando mi cabeza en su espalda.

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Sus sollozos se intensificaron un momento y luego se hizo el silencio. Inspiró hondo y soltó el aire. —Lamento que oyeras eso. —Está bien. —Todavía no son las ocho y ya siento que mi vaso se llenó, ¿entiendes? Sus ojos con rímel se encontraron con los míos antes de que se volviera hacia Abria. La pena la ahogaba, convirtiendo sus lindos rasgos en algo sombrío. —¿Quieres que la prepare? Todavía tengo algo de tiempo. —¿Hoy no irás a la escuela? —Es el funeral de Brady. Me imagino que muchos chicos faltarán, o al menos irán después. Mamá se sobó la nariz con la manga de su suéter. —Supongo que no debería sentirme mal por mí misma. Podría ser la madre de Brady. —Se sobó la nariz, y forzó una sonrisa. Le apreté el brazo. —Quizás es por eso que todavía no he visto a Luke. —Posiblemente irá. Es el amigo de Kevin. —¿Kevin es el hermano de Brady, cierto? Asentí y le pasé un pañuelo a mi mamá. Después de usarlo, lo arrojó en la basura. Sus ojos llorosos se volvieron hacia Abria y suspiró. —Déjame prepararla —dije. Mamá se veía preocupantemente frágil. —De acuerdo. —Sonaba como una niñita demasiado agotada para hacer algo más por ese día, y sólo eran las ocho de la mañana. Abria saltaba en la mesa, riendo y aplaudiendo.

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¿Matthias, dónde estás? Por un segundo, me molestó que no estuviera ahí para quitar a Abria de este desastre y así mamá y papá no discutirían. Pero, yo estaba aquí. Tomé a Abria, de manera protectora para silenciarla y sostenerla, pero se retorció y gritó como un gatito atrapado. Estiró la manito y me rasguñó la cara. —¡Ay! —grité. Las marcas latentes me ardían. —¿Qué hizo? —preguntó mamá acercándose. Abrió mucho los ojos—. Oh no. No, no. Muy mal Abria, mala chica, no debes rasguñar a Zoe. Mamá la tomó de mis brazos y le dio una palmadita firme en el trasero. Sorprendida por un milisegundo, Abria abrió mucho los ojos. —Vamos. —Quise tomarla de mamá otra vez. —Est{‖bien‖Zoe.‖Yo‖puedo… —Olvídalo mamá. No es la gran cosa. —Los esfuerzos de mamá de discutir con papá eran admirables, pero Abria era demasiado. Ella y los desafíos que implicaba, nunca iban a terminar, y sabía que mis padres luchaban con las posibilidades sin fin. Llevé arriba a una Abria renuente. La puerta de Luke se abrió de par en par y él salió al pasillo, con el cabello alborotado, y sólo unos bóxers rayados. Sus ojos azules parpadearon. —¿Qué ocurre? Sonreí. —El espectáculo de fuegos artificiales ya ha terminado amigo —continué pasillo abajo hacia el baño. Él me siguió. —¿Qué? —preguntó. Senté a Abria en el fregadero, con sus pies colgando mientras calentaba un paño con agua. —Mamá y papá. —¿Eran ellos los que gritaban tanto? —Se frotó la cara con una mano.

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—Sí. —¿Y por qué peleaban? Estoy aquí —dijo. Hice una mueca. —Sí. No importa, ya terminó. Le lavé el rostro a Abria y ella lo contrajo. —¿Y qué te pasó? —Luke asintió hacia mi rostro marcado. Los rasguños aún picaban, y me miré por primera vez en el espejo. Tenía tres brillantes rayas en el lado izquierdo de mi cara. —Hombre. Parece que me preparo para la guerra —dije—. Sólo necesito tres más en la otra mejilla. —¿Abria? —dijo Luke mientras pasaba a nuestro lado y entraba en el baño, cerrando la puerta. —¿Quién más? —la miré, con su piel suave y perfecta, mientras yo tenía tres hermosas cicatrices arruinando mi cara y un funeral al que ir. El funeral de Brady. Preferiría haberme quedado oculta bajo las sábanas de mi cama—. ¿Irás al funeral? —Por supuesto. —Se oyó que me respondía del otro lado de la puerta. No había una cantidad de maquillaje suficiente que cubriera las marcas. Seguramente me preguntarán de dónde las saqué. —Muchas gracias, Abria —murmuré, alzándola. La llevé a su cuarto. Se soltó de mis brazos y fue a la ventana. La dejé treparse, demasiado frustrada para perseguirla. Además, la ventana tenía seguro, de todas formas, y quizás Matthias aparecería. Podía preguntarle por qué se ausentó cuando Albert apareció, y por qué desapareció cuando vio a Abria. —Porque no puede estar en presencia de un inocente. Matthias. Hoy, estaba vestido de celeste claro de pies a cabeza, una linda camisa y pantalones a juego que resaltaban sus ojos.

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—Hola, Zoe. Corrí y me arrojé sobre él. Su calidez me hizo sentir mejor. —¿Dónde estuviste? —susurré—. Albert vino. Se tensó un momento, pero luego se tranquilizó. —¿Y? —Y…‖ —me retiré y lo miré—. Intenté no hablarle, pero les lanzó un ataque completo a mis padres. Me asusta como la mierda, disculpa. Y trajo consigo otras de sus asquerosas criaturas oscuras. Me encogí de hombros, apretando con más fuerza a Matthias. —¿Por‖qué‖el‖mal‖es‖tan…‖asqueroso? —Te hace preguntarte por qué alguien lo elegiría, ¿verdad? —Cuando hay otras opciones mejores, eh, sí —dije—. Pero se desvaneció cuando vio a Abria —dije—. Fue increíble. —Los inocentes están protegidos de su tipo. Miré a Abria que estaba de pie en el marco de la ventana mirándonos. Los brazos de Matthias abandonaron los míos, y temblé, sintiendo su ausencia. Tomó a Abria en brazos con una sonrisa. —Eres una criaturita determinada, ¿a que sí? —Criaturita —repitió Abria. —Así. —Matthias le golpeó la barbillita y luego le besó la mejilla. Un flujo de calor me inundó. —Estoy mejorando en esto de lidiar con Albert —dije. Matthias alzó la cabeza—. Sí, tampoco me asusta decirle lo viejo y pasado de moda que es su traje —sonreí. Matthias no estaba feliz. —Él no es alguien de quien debas burlarte, Zoe.

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—Hice lo que tenía que hacer. —Sus esfuerzos estaban dirigidos a tus padres. Aunque eso te afecta indirectamente, no estabas en peligro mortal. Tenía que seguir recordándome que había accedido a esto. Si iba a tener a Matthias en mi vida, tendría que lidiar con las interrupciones de Albert en ella. —Supongo que simplemente no estoy segura de dónde está marcada esa línea. La expresión de Matthias se oscureció. —Lo único que tienes que saber con certeza es que nunca le permitiré a mi padre llevarse tu alma. El ambiente estaba pesado, la gravedad de sus palabras se palpaba. —Por supuesto —dijo, dejando a Abria suavemente en el piso—. Tú puedes elegir con qué lado quedarte. —¿Por qué lo dices así? Como si no estuviera segura. —Lamento si suena como que implico algo. —Puso sus manos en mis hombros y su aura me llenó—. No lo hago. Sólo sé que la vida puede ser larga y dura. Pero haces bien en decidirte ahora. Mantente firme en esa decisión. Qué tan diferente habría sido mi vida de haber tenido estas oportunidades. Tomó mi cara en sus manos. Su mirada recorrió mis nuevas cicatrices y las acarició con sus dedos. —¿Abria? —preguntó. —Heridas de guerra. —Me encogí de hombros. Acercó su cara. Mi sangre hervía. El calor de su aliento atravesó mis heridas como el mejor bálsamo mientras las besaba, una a una. Cerré los ojos. La pausa en sus besos me hizo abrirlos y mirar directo a los suyos, que ahora bajaban a mi boca. —Tienes unos labios hermosos, Zoe Dodd. —Su pulgar acarició mi labio superior.

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Sonreí, emocionada. ¿Te gusta mi boca? Pruébalo. —Felina coqueta. —Su aliento en mi boca enviaba fuegos artificiales a mi garganta—. De acuerdo, te concederé un deseo. Sus labios tocaron los míos. Pasé mis brazos alrededor de su cuello y lo sostuve en este lugar, mi mente en paz ante su esencia limpia, el amor que ya no podía contener saliendo en ese beso. La risa de Abria me sacó de mi burbuja. Las manos de Matthias pasaron de mi cara a mi cintura e intentó alejarme. Mi boca se negó a separarse. No aún, no aún por favor. Su suave risa enfrió la piel alrededor de mi boca. —Me temo que tenemos audiencia. Mi cabeza se sacudió hacia la izquierda. Luke. Sus ojos se abrieron como platos. Estaba usando una camisa gris clara y un pantalón negro. Su piel perdió el color, dejándolo pálido. Matthias lentamente se alejó, sosteniendo mi mano izquierda con su derecha. —Luke —dije, no estoy segura de qué vio. La boca de Luke se abrió, luego puso los ojos en blanco, sus rodillas cedieron y cayó. Corrí hacia él. —¡Luke! Asustada de que mamá pudiese encontrarlo ahí inconsciente en el vestíbulo; lo jalé de los tobillos hasta el cuarto. —Hombre, pesa una tonelada —gruñí. —¿Podrías ayudarme aquí? —le dirigí una mirada sobre mi hombro a Matthias quien estaba de pie, observando—. Espera, ¿no puedes tocarlo? —Estará bien, pero tiene un pequeño chichón en la parte de atrás de su cabeza.

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—Gracias por el diagnostico, doctor. —Un último empujón y la cabeza de Luke alcanzó el marco de la puerta. Cerré la puerta, me puse de pie, jadeante—. Uf, tiene bastantes músculos. —Impresionante, Zoe. Me sequé las manos. —Gracias. Abria subió en la panza de Luke e intentó ponerse de pie, haciendo que los ojos de Luke se agitaran. Él gruñó, y luego tosió. Matthias alzó a Abria en sus brazos. —Probablemente es mejor que no te subas sobre el hermano mayor por ahora, pequeña. Abria se acomodó y miró el rostro de Matthias. Los ojos de Luke se abrieron y parpadeó, luego ve a Matthias y sus ojos se ponen como platos. Se sienta, su manzana de Adam agitándose en su garganta. —¿Estas bien? —le pregunté. Luke parecía muy aturdido para moverse, y mucho más para hablar. Sus ojos azules fijos en Matthias. —Saludos Luke. —La voz de Matthias transformó el aire en calma invisible. Estaba segura de que Luke lo sintió. —Tú eres el chico ángel—dijo Luke con voz ronca. Matthias asintió. —Mi nombre es Matthias. —¿Estas bien? —pregunté de nuevo. Luke se acomodó en sus pies, aún muy enfocado en Matthias. —Yo…‖yo‖te‖veo.‖Me‖est{s‖hablando.

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—Correcto. —Matthias tomó la mano de Abria y la agitó—. Abria, ¿puedes decirle a Luke que estoy aquí y que soy real? —Real. —El tono de voz de Abria fue tan claro como el canto de un pájaro. —¿Cómo‖es‖esto…‖cómo‖puedo‖verte?‖Digo,‖te‖vi‖esa‖vez,‖pero‖estaba‖drogado.‖No‖ estaba seguro de realmente haberte visto. Esto es demente —murmuró, Luke. Puso ambas manos en su cabello rubio y sostuvo su cabeza como si fuese a rodar de sus hombros debido a la conmoción. —Tienes un corazón creyente. —El tono tranquilizador de Matthias entregó sus palabras indiscutiblemente veraces y el aire a nuestro alrededor se clarificó con comprensión. Luke asintió, y lentamente sus manos se deslizaron de su rostro, la incredulidad desvaneciéndose con el gesto. —Wow, sí lo tengo. —Me miró por primera vez, con esa mirada que no veía desde que éramos niños y le contaba algo emocionante. Su rostro resurgió con el entusiasmo de un niño—.‖Esto‖es… Asentí. Dio un paso adelante, alcanzándolo. —¡No! —grité en medio de ambos, haciendo que Luke diera un salto—. No puede tocar a nadie, no está de guardia. —Oh. —Lo cual pareció como un destello de desilusión en el rostro de Luke. —Ley celestial, mi amigo. —El tono de Matthias fue la obvia intención de aliviar la decepción que Luke sentía. La mirada de Luke se quedó fija en Matthias como si fuese una celebridad. Más que deidad. El rostro de Luke se iluminó de asombro. Sentí un alivio de que conociera a Matthias, quién era y qué era en realidad. Abria, contenido en los brazos de Matthias, se acercó y tocó con sus dedos los labios de él, mirando como si estuviera viendo una boca por primera vez. Matthias le sonrió, le tomó la mano entre las suyas y la besó en la punta de los dedos.

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—Cuidado, que me gusta picar. —Wow.‖Esto‖es‖en‖serio… no sé qué decir. Zoe, me habló de‖ti‖y‖yo… yo pensé que podrías ser real, pero esto está más allá de mí. —¿Te mentiría? —bromeé. Sus ojos redondos se encontraron con los míos, devolviendo la broma. Así que añadí—. ¿Recientemente? —No. Hombre. —El celular de Luke vibró, el sonido suave era el único ruido en la habitación. Lo sacó, lo abrió—. Oye, ¿puedo tomar una foto? Matthias echó atrás la cabeza en una carcajada. —Ab-so-la-ta-mente. —¿En serio? —dije boquiabierta—. ¿Se puede? Matthias se acercó a Luke, mirando su celular. —Dios mío, las cámaras se han reducido desde mis tiempos. Las mejillas de Luke se enrojecieron. Sus brillantes ojos azules encontraron los míos, como si estuviéramos compartiendo nuestro primer viaje a Disneylandia. —Él es real, Z, esta de pie aquí. Asentí con la cabeza, un poco molesta por no haber pensado primero en tomarle una foto a Matthias. Durante todo este tiempo que había sufrido cuando estaba lejos de mí, y yo podría haber babeado lo suficiente con una foto, o con cincuenta, almacenadas en el teléfono. Puedes tener tantas como desees, Zoe. Mis ojos brillaban hacia Matthias y se calentaron mis mejillas. Matthias se mantenía erguido, quieto e imperturbable y hasta Abria pareció darse cuenta que algo especial estaba a punto de suceder, porque se mantuvo quieta en sus brazos. Luke resopló con una sonrisa de asombro, mantuvo su teléfono a nivel de los ojos y me ubique atrás de él, mirando la imagen de Matthias en la pantalla. Que irradiaba en toda su gloria celestial. Abria miró la lente. Hizo clic.

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Matthias relajado se unió a nosotros, mirando sobre el hombro de Luke en el teléfono con cámara. Mis ojos se abrieron. Abria parecía estar sentada en el aire en medio de un intenso haz de luz cegadora. Luke abrió la boca. —¡Mírala! —Umm —dijo Matthias—. Ha pasado un tiempo desde que me había tomado un retrato. Le lancé una sonrisa de satisfacción. Entonces, me di cuenta de lo cerca que estaba. Sus ojos azules parpadearon lentamente y pesadamente en los míos, enviando a mi corazón a dar vueltas sin poder hacer nada hasta mis pies. —Me gustaría haber visto tu retrato —murmuré. —Entonces…‖ —Luke, seguía absorto en la imagen deslumbrante de su cámara, había perdido el opresivo dibujo de Matthias y yo—. ¿No puedes ser fotografiado, cómo un vampiro? Matthias se echó a reír, el sonido delicioso cosquilleó mis oídos. —Para nada como un vampiro. —Debería intentarlo de nuevo, o vas a incendiar mi pantalla sólo porque‖eres…‖ya‖ sabes…‖un‖{ngel. —Obviamente —le dije, tomando la cámara de Luke de su mano y mirando el haz luminoso, buscando incluso el fantasma de la imagen de Matthias. Pero no estaba allí—. Él es un ser celestial refinado. Podrías utilizar todo el espacio de memoria para tomar fotos de él y no va a cambiar el hecho de que Dios probablemente no quiere a sus ángeles en los cuadros. Como si la idea lo golpeara en la cabeza, Luke asintió lentamente. —Sí, por supuesto. Imagínense lo que los tabloides harían si se dieran cuenta. — Incliné mi cabeza hacia él, le doy una mirada de ni-siquiera-lo-PIENSES. Se encogió de hombros.

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—Oye, no soy tan estúpido. Tendrías que ser un imbécil drogadicto para meterte con Dios, de esa manera. —Tomó de nuevo el teléfono, mirando otra vez la imagen, con los labios en una gran sonrisa—. Esto es genial. —Levantó los ojos sorprendido y agradecido con Matthias—. Gracias, hombre. Matthias asintió con la cabeza. —De nada. —¿Vas a un funeral? —La mirada de Luke recorrió de arriba y abajo mi pijama y sin duda mi aspecto desaliñado. No me había visto a mí mismo desde que me había levantado. Presa del pánico, me agarré mi cara. ¡Oh, no! No puedo creer que no me haya duchado o… Zoe, estás encantadoramente niña esta mañana. Eché un vistazo a Matthias, que puso a Abria en sus pies. Su sonrisa se trajo un suspiro de alegría a mi pecho que casi me avergonzaba, si no se había sentido tan bien. Gracias. —Sí, me voy. —Es tarde —dijo Luke. —¡Zoe! —La voz de mamá se acercaba desde algún lugar detrás de la puerta cerrada del dormitorio. Los ojos de Luke se abrieron. —¿Es necesario ocultarlo? Matthias se echó hacia atrás sobre sus talones en una carcajada. —Ella no lo puede ver —le dije. La puerta se abrió. Mamá estaba en su traje, vestida para el trabajo. Nos congelamos. Abria, junto a Matthias, parecía tomada por él, ella ni se dio cuenta que mamá había abierto la puerta. Lo miró con sus grandes ojos azules. Sospecha iluminó el rostro de mamá.

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—¿Pasa algo? —preguntó—. Pensé que la tendrías lista por mí. —Luke y yo estábamos hablando. —Alcé a Abria cuya mirada anhelante estaba fija en Matthias. —¿No van a llegar tarde? —preguntó mamá, mirando mi aspecto desaliñado. —Sí, tengo que apurarme —le dije—. Luke. —¿Yo? —Luke ladeó la cabeza. —Sí, tú —dije—. Ponle algo. —Le entregué a Abria como si estuviéramos en una carrera de relevos. Él se quejó, pero no se negó, no con mamá ahí parada. Ahora en el vestíbulo, miré por encima de mi hombro por Matthias, pero la sala quedó vacía. Ni siquiera tuve la oportunidad de decir adiós. Con algo de decepción, entré en mi habitación y cerré la puerta con un suspiro. Menos mal, que tenía que vestirme para el funeral.

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Capítulo 27 Traducido SOS por clau123454 y Paaau Corregido por Angeles Rangel

L

isto. Los arañazos de las uñas de Abria en mi mejilla se habían ido. Me quedé mirando mi arrugado reflejo matutino en el gran espejo de mi baño. La piel en mi mejilla estaba suave. ¿Cómo? Matthias me había

besado allí. Mis dedos tocaron la suave piel de mi mejilla. No debería sorprenderme que estuviese dotado de habilidades de sanación. Pero una vez más, me sentía humilde y emocionada por lo mucho que todavía tenía que aprender de él. Fui hasta mi closet y me quedé mirando mi guardarropa. ¿Qué usar para ir a un funeral? Elegí un suéter carbón y una falda negra. Para verme mejor me puse un cinturón plateado suelto, un escudo redondo como círculos colgando alrededor de mi cintura unidos por una cadena negra. Me puse medias negras y botas altas de cuero. No me preocupé por más accesorios, no queriendo parecer demasiado ostentosa para la ocasión. Puse mi abrigo negro con capucha forrada de piel sobre mi suéter gris. Luke me esperaba en la puerta principal. ―Te vas a congelar, amigo. Se supone que va a nevar.‖―Todavía tenía sus lindos pantalones y una camisa, pero necesitaba un abrigo. Se encogió de hombros. ―No tengo frío. ¿Qué les pasaba a los chicos de secundaria que les hacía pensar que podían enfrentar temperaturas bajo cero sin ninguna protección? Probablemente el mismo delirio que les hacía pensar que tampoco necesitaban otras formas de protección. Mamá se encontró con nosotros en la entrada. Abria, vestida con pantalones de chándal verde y un cuello de tortuga color púrpura, sentada en su cadera.

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―Agradable ―le dije, mirando su‖ ropa,‖ luego‖ le‖ sonreí‖ a‖ Luke―.‖ Se parece al bufón. Luke resopló una carcajada. ―Te dije que no soy bueno en esa clase de cosas. ―¿Terminaron? ―preguntó mamá. Asentí con la cabeza, me incliné y la besé en la mejilla. ―Nos vemos. No estoy segura qué tan largo será esto. ―¿Qué‖pasó‖con‖tus‖rasguños?‖―preguntó mamá, su mirada en mi mejilla. Me tocó el punto. ―Gran corrector, ¿verdad? ―Se podría decir.‖―Su‖mirada‖voló‖hacia‖Luke―.‖¿Debo llamar para excusarlos a los dos de la escuela? ―Um, seguro.‖―Luke abrió la puerta y ambos salimos. Se metió las manos en los bolsillos y se estremeció. ―Estaremos afuera ―le dije en un esfuerzo por convencerlo de que era estúpido no llevar un abrigo. ―Estoy bien ―dijo entre dientes castañeando. ―Dale mis condolencias a la familia ―dijo mamá desde la terraza mientras Luke y yo caminábamos a través de la nieve llegando hasta su automóvil. Después de que dejé caer la capucha forrada de piel de mi abrigo sobre mi cabeza, me di vuelta y me despedí con la mano. Luke abrió la puerta del lado del conductor, subió y yo me senté en el lado del pasajero. Cerró la puerta. ―Hombre, estoy totalmente atontado Tengo un amigo llamando para excusarme hoy.

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Me reí entre dientes. Britt había hecho lo mismo por mí más veces de las que quería contar. ―Entonces, vas a tener que dar algunas explicaciones. Luke encendió el motor y el pequeño automóvil se estremeció para arrancar. El Cementerio Memorial Hills se extendía a lo largo de las faldas de una de las montañas que rodean el valle. Arropado por altísimos árboles de hoja perenne y álamos, el tranquilo lugar de descanso se parecía más a un parque que a un cementerio. Cualquier hierba cubierta por viejas capas de nieve, ahora recibía una nueva capa de escamas blancas. Cientos de tumbas se asomaban por la cubierta blanca en forma de cuerpos de ángeles sentados tristemente mirando al vacío. Automóviles alineados en los estrechos senderos que cruzaban el cementerio. A lo lejos, un toldo de color verde se levantaba sobre una tumba abierta, una docena de sillas en filas ordenadas por debajo de él. Una gran multitud ya se encontraba reunida a ambos lados de la tumba. ―Hombre, odio los cementerios ―murmuró Luke. ―Sí. Encontró un lugar entre la limusina y el coche fúnebre y apretó el compacto Samurái azul sin ningún esfuerzo. La camioneta plateada de Weston estaba estacionada a unos cuantos automóviles de distancia. Me supuse que probablemente estarían allá temprano, desde que la mamá de Brady le había pedido que hablara hoy. También vi el Mustang blanco de Britt. Ella estaba en la multitud, su abrigo blanco sobresalía como una bola de nieve en un montón de carbón. Estaba de pie justo al margen de las personas apiñadas bajo la carpa. Weston no estaba a más de 1 metro de distancia de ella, su figura alta fácil de detectar en el medio de los cuerpos vestidos de negro reunidos bajo la carpa. Salí y me dirigí hasta allí. De ninguna manera Britt llevaría a cabo su acto de llanto ante Weston. No es que él no pudiera detectar su actuación por lo que era. Ella le abrió los ojos hacia sus actuaciones mucho antes de que tuviese sentimientos hacia mí.

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Pasé a su lado sin decir una palabra, consciente de que me miraba fijamente. Luke caminaba a mi lado. La creciente multitud era una mezcla de familia y estudiantes, muchos de ellos con los que yo había ido de fiesta los últimos tres años. Reconocí a Kevin, sentado en la primera fila de asientos al lado de su madre. Sus ojos vidriosos se dispararon a Luke de pie detrás de mí y luego se fijaron en el ataúd de madera de cerezo posicionado sobre la profunda, oscura y abierta fosa. Un estremecimiento viajó por mi espina dorsal. Mi mirada rápida sobre el grupo aterrizó brevemente en Chase, de pie en la parte de atrás solo. Él desvió la mirada. Krissy también estaba sola, su mirada hacia abajo, la cara roja, chorreando lágrimas. Weston estaba detrás de la familia, todos ya sentados en la primera fila. Su pálido rostro mostraba signos de dolor: ojos marrones salpicados de rojo, lágrimas azotándolos como si apenas pudiera contener las emociones en su interior. Cuando me vio, se movió a través de la multitud y llegó al otro lado de la tumba donde Luke y yo estábamos junto a docenas de otros. Lo abracé envolviéndome a su alrededor y él a mí. ―Estoy tan feliz de que estés aquí ―dijo contra mi pelo y me abrazó más fuerte. ―Yo también. Nos sostuvimos el uno al otro por algunos minutos. Más dolientes salieron de sus automóviles, a través de la tierra con nieve, pisando respetuosamente alrededor de las lápidas y monumentos, sus miradas tristes, algunas incluso curiosas al leer las palabras grabadas en piedra, en su camino para reunirse con los que estaba allí para recordar a Brady. ―Espero poder hacer esto ―susurró‖Weston,‖aferr{ndose‖a‖mí. ―Tú puedes. ―Si puedo tener su atención. ―Una gentil voz rompió el intenso silencio alrededor de las tumbas. Los brazos de Weston aflojaron y mi giré, por los que nos quedamos de pie lado a lado, mirando al director del funeral frente a nosotros, hablando con la familia de Brady. Otros dos hombres flanqueaban sus lados. Su traje negro y su corbata verde acentuaban su cabello negro, bien peinado. Detrás de unas gafas con monturas de

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plata, tenía memorables ojos color avellana que miraban al grupo en un movimiento constante, inespecífico, como si el contacto visual pudiera arruinar su desempeño o, el cielo lo ayudara, crear una conexión humana con los dolientes. ―Comenzaremos los servicios para Braden Jay Wilcox. La familia me pidió que les agradeciera por venir a celebrar la vida de su amado hijo, y nos gustaría comenzar nuestro servicio con su himno favorito “Más cerca de mi Dios”. Weston me miró, confusión y sorpresa en su mirada. No tenía idea que Brady había ido a la iglesia, mucho menos que tuviese un himno favorito. Los congregados cantaban a capela. Mientras las estrofas avanzaban, cantaba una menor cantidad de personas, sus voces a la deriva en la nieve que caía perdiendo las letras. Cuando la última nota cayó desde el aire, un sollozo de la mamá de Brady perforó el silencio. Colapsó en el pecho de su esposo, un pañuelo en su puño contra su blanco regazo. Su otra mano quedó enterrada dentro de un manguito de peluche en su regazo. El brazo derecho de Weston se apretó alrededor de mi cintura. ―Los padres de Brady tomarán ahora un momento para compartir los recuerdos de su hijo. ¿Sr. Wilcox? ―El director extendió una mano y se hizo a un lado. El Sr. Wilcox se levantó, su traje oscuro recolectando copos gigantes como si estuviera siendo enterrado vivo por la nieve. El frío parecía pasar por él, incluso en su respiración como todo el mundo, llenando el aire con nubles blancas. El papá de Brady se acercó al ataúd. Sus oscuros ojos seguían mirando la cama de madera que sostenía el cuerpo de su hijo, la parte superior esculpida en claveles rojos y blancos. Detrás de él, la mamá de Brady sollozaba incontrolablemente. ―No…‖ no‖ puedo‖ creer‖ que‖ esté‖ aquí‖ en‖ tu‖ funeral,‖ Brady.‖ Que‖ te‖ estoy‖ enterrando. ―La‖ voz‖ de‖ su‖ padre se rompió en un desgarrador gemido. Largos, dolorosos momentos de silencio siguieron. Pensé en mis propios padres, y en cuán devastados estarían si tuvieran que enterrar a alguno de nosotros. Cuán cerca habían estado de enterrarme.

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La línea que Luke había caminado como adicto a las drogas. ¿Se detendría, viendo como las fauces de la muerte pueden morder a una familia y cortarla en pedazos? Miré hacia él a mi derecha. Estaba de pie temblando, sus ojos en el ataúd, con las manos enterradas en sus bolsillos delanteros. El Sr. Wilcox seguía sin decir nada más, simplemente se quedó de pie incómodo, mirando sin esperanzas a la larga y estrecha caja de madera que, dentro de una hora, bajaría al oscuro agujero. ―Te extrañaremos ―murmuró finalmente. Como si la perdida de algo más pudiera exprimir su corazón, se giró y se sentó junto a la Sra. Wilcox quien ahora estaba sentada misteriosamente quieta, su mirada fija en Weston. Detrás de ella estaba Albert. Tras él, Brady. Mi pulso se congeló. ¿Cuánto tiempo habían estado ellos ahí? La mirada azul y afilada de Albert se quedó en la mía, disparando en el sitio como flechas venenosas. La mirada de Brady estaba atada en Weston. ―Tú eres mío ―le susurró Brady a Weston. Pánico se apoderó de mi garganta. No podía hablar. Ni siquiera podía emitir un sonido. El aura amenazante de Albert se filtró en el gélido aire, a través de la nieve que caía, llenando el lugar con el horrible presentimiento que había sentido antes de él. La próxima cosa que supe, Weston soltó gentilmente mi brazo del suyo, y dio un paso más cerca le ataúd. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Weston comenzó a hablar de Brady, la emoción llenando su voz, apunto de estallar. Brady se rió de los comentarios de Weston. ―¡Siempre tuviste que ser el número uno! No podía creer que sus amenazas no fueran escuchadas. Pero al mirar alrededor de la respetuosa multitud me di cuenta de que nadie más que yo escuchaba a Brady.

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Las manos de Brady se deslizaron hasta los hombros de su mamá; como si estuviera dándole consuelo. Pero el silbido amenazador de su inquieto, enfadado espíritu, no estaba destinado a traer paz. Con su oscura mirada clavada en Weston, agitó la furia de la Sra. Wilcox en una tormenta que enrojeció su piel y causó que sus ojos sobresalieran de rabia. Un destello brilló en la orejera de su regazo. Sujeta en su mano derecha estaba una pistola negra. Jadeé. Weston continuó hablando, su mirada en el ataúd bañado con claveles. La mano de la Sra. Wilcox tembló mientras la brillante arma negra emergía lentamente desde las profundidades del peluche. Los labios de Albert se levantaron. La caricia de Brady se hizo más intensa y la mirada de la Sra. Wilcox se hizo más oscura y salvaje. Miré hacia la izquierda. A la derecha. Luego de regreso a la Sra. Wilcox, los nudillos blancos de su mano salían poco a poco del manguito, exponiendo todo el arma. El tiempo se detuvo. El Sr. Wilcox, viendo el arma en la mano de su esposa, fijó su mirada aturdida en el arma, su boca abierta. Abrí mi boca para gritar, mirando el rostro de Weston cuando su mirada cambio de mí a la Sra. Wilcox. Alguien rió. Albert. Las manos de Brady presionaron los hombros de su madre, desvaneciéndose, como si forzara más su ira. Ella le va a disparar a Weston. Me lancé frente a Weston.

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Capítulo 28 Traducido por Akanet y Panchys Corregido por Naty°

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l disparo sonó y Matthias apareció frente a mí. Cada movimiento desacelerado, junto con el tiempo. Levantó su mano y la bala que volaba golpeó su palma, disolviéndose al contacto. Nuestras miradas

se conectaron. A su alrededor, la luz resplandecía con tal fuerza cegadora y poder que estaba segura de que todos los presentes se derretirían o se desvanecerían. Mis rodillas se doblaron. Los brazos de Weston me envolvieron. El caos total estalló, como animales salvajes sueltos en un zoológico. La intensa mirada de Matthias se desvió hacia Albert y Brady, todavía de pie detrás de la Sra. Wilcox. La rabia de Albert se mostró rojo escarlata a medida que subía por su cuello y rostro, sus ojos sobresaliendo por la furia. Los ojos de Brady se dilataron y su rostro se congeló con sorpresivo miedo. Las manos de Albert se dispararon hacia el aire y aparecieron docenas de espíritus negros, agitándose alrededor de la multitud aterrorizada, como enfurecidas aves negras. —¿Zoe? —dijo la atemorizada voz de Weston. La adrenalina agotándose, miré hacia arriba a su cara blanca, a centímetros de la mía. Su agarre apretándose—. ¿Zoe? La nieve parecía envolverme. No puedo estar muriendo de nuevo. No puedo. Matthias, ¿qué pasó? —¿Zoe? —dijo la voz de Luke. Cerré mis ojos contra la avalancha de copos helados y gritos.

***

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Abrí mis ojos hacia la cubierta protectora de cuerpos y caras que miraban con atención. Yacía sobre una manta, cubierta por otra. La nieve seguía cayendo en una cortina enceguecedora desde cielo, cubriendo a todos los que estaban de pie sobre mí. Voces ruidosas llenaban el aire. Sirenas. Estruendosos motores diesel. Los ojos marrones de Weston estaban arrugados por la angustia. Dos paramédicos me flanquearon. Uno examinó mi abdomen y el otro envolvió una banda de presión arterial alrededor de mi brazo, y el agarre poco a poco se hizo más apretado. —Zoe. —Weston se ahogó. Luke se agachó junto a él, su rostro tenso por la preocupación. —Por Dios, Zoe. Metió sus manos en su ahora empapado cabello. El aire helado sacudía mi cuerpo con estremecimientos. —Vas a estar bien —dijo Weston. —¿Qué pasó? —Mi voz apenas salió como un chirrido. —La bala no te dio —dijo Luke. Había visto la bala viajando en cámara lenta hacia Weston, por eso había dado un paso frente a él. Entonces, Matthias había aparecido. —¿Matthias? —Me ahogué, tratando de sentarme. Luke miró a su alrededor. —No está aquí. Weston, también, dio un vistazo alrededor del cementerio. —Por favor, quédate quieta —exigió el EMT que tomaba mi presión arterial. Weston intercambió miradas con Luke. —¿Zoe? —Chase. ¿Cuánto tiempo había estado allí? Krissy. Britt. Caras que conocía, otros que no aparecieron de repente cerniéndose sobre mí.

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—Gracias a Dios está bien- —Britt se llevó las manos al pecho como si estuviera rezando. Su mirada saltó de mí a Weston, cuyos ojos nunca me abandonaron. —¿Te gustaría sentarte? —El EMT que tomaba mi presión arterial soltó la banda alrededor de mi brazo y la dejó a un lado. Asentí con la cabeza. Él y Weston me atrajeron a una posición vertical. El oficial de policía reapareció, atravesó el estrecho círculo de cuerpos y le dio al EMT otra manta, que fue envuelta a mi alrededor. La tela era pesada, pero fría como el aire, por lo que no hizo mucho para calentar mis temblorosas extremidades. —Eres una chica con suerte. —El oficial continuó, y se elevaba sobre el círculo. ¿Matthias? Busqué alrededor a Luke, pero se había ido, y no podía verlo a través de los cuerpos calientes. —Vi‖ el‖ arma‖ y… —Weston alcanzó mi mano y la sostuvo entre las suyas. Mi columna se estremeció—.‖Ella‖iba‖a‖matarte.‖No‖podía… —Lo sé. —Los dedos de Weston tocaron mis labios—.‖ Zoe,‖ tú… me salvaste la vida. —Ese monstruo —contestó bruscamente Britt—. Esa mujer se merece estar en la cárcel. —Un espíritu negro estaba sentado inquietantemente inmóvil en la espalda de Britt—. ¡En el funeral de su propio hijo! ¡Qué perdedora! —Señorita, ahora es libre de apartarse. —El ladrido del oficial de policía dio suficiente espacio al desagrado que acarreaba por el frío comentario de Britt. —¡A mi mejor amiga le acaba de disparar una perdedora psicótica, no la voy a dejar! Ella no estaba dejando a Weston, eso era más preciso. —Estoy muy contento porque no te hirieron. —La cara de Chase estaba apretada por la preocupación. Se agachó más cerca.

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—No pueden encontrar la bala —susurró. —¿Ellos… no pueden? —murmuré en torno a un nudo en mi garganta. Tenía muchas ganas de ver dónde estaba Matthias. Si Albert se había ido. Si se había llevado a Brady con él. —Me voy a poner de pie ahora. —Tómatelo con calma y despacio —dijo el EMT, agarrando mi brazo derecho. Weston tomó el izquierdo y ellos dos me ayudaron a ponerme de pie. Sin sensación de mareo. Mis piernas eran fuertes. Dejé escapar un suspiro, agradecida. Ponerme de pie me dio la primera oportunidad de conseguir una buena mirada alrededor. Cinco automóviles de policía, una ambulancia y un camión de bomberos. Vaya. No había nadie bajo la tienda, los asientos estaban vacíos. El ataúd seguía asentado sobre la tumba abierta. Un hoyo se abrió en mi estómago. En qué día tan horrible se había convertido éste. Miré hacia la cara de Weston. —¿Estás bien? —¿Me preguntas a mí? Tú fuiste la que casi fue herida. —Estoy bien. Estoy de pie, ¿cierto? Ella estaba apuntándote. Cerró sus ojos. El oficial se acercó a nosotros. —Ustedes dos pueden sentarse en la parte de atrás de mi automóvil si quieren algo de privacidad. Hace calor allí dentro. —Asintió con la cabeza en la dirección de un vehículo de la policía blanco y negro al ralentí. —Gracias, lo haremos. —La mano de Weston se deslizó a mi alrededor y me condujo a través de la crujiente nieve hacia el automóvil. Le di un vistazo a Chase, Britt, el petrificante espíritu negro seguía encaramado en su espalda, y Krissy quien permanecía aislada, encorvada en un largo abrigo de camello, mirándome. A lo lejos, mis ojos captaron el pelo rubio de Luke. Estaba hablando con Kevin, que tenía la cara roja, los ojos llorosos, los hombros encorvados. Luke miró a su

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alrededor, buscó en su bolsillo delantero y le pasó algo a Kevin. ¿Podría realmente estarle dando drogas a Kevin con el lugar zumbando con policías? Quería irrumpir allá y sacudirlos a los dos, pero no me atreví a llamar la atención sobre lo que estaba segura había sido un intercambio. Hablaría con Luke después. En otro automóvil de policía al ralentí se sentaba la Sra. Wilcox, su cuerpo encogido contra la puerta cerrada. Su marido estaba de pie junto al vehículo, nervioso, hablando con un oficial. Estiré la cabeza alrededor de la ruidosa zona para tener una vistazo de Matthias, pero no lo vi, ni a Albert. O a Brady. Temblaba, pensando en lo cerca que acababa de estar de ser asesinada. Mis ojos se cerraron en una silenciosa oración de gratitud hacia Matthias. Weston me ayudó a subir al asiento trasero del automóvil de policía cálido, y en ralentí e incliné mi cabeza hacia atrás, lista para deshacerme en la seguridad de la protección policial. La puerta se cerró, luego la otra puerta para pasajeros se abrió y el automóvil se meció cuando Weston se subió. Estaba muy fría. Mi cuerpo no se calentaría a pesar de la manta alrededor de mis hombros. Weston se sentó con su codo apoyado en la ventanilla de la puerta, con sus largos dedos en su tensa boca mientras miraba hacia fuera. Su mano derecha estaba posada sobre la silla, en el espacio vacío entre nosotros y yo extendí la mano y la puse sobre la suya. Me miró. Él estaba blanco como el papel y frío como el hielo. Su pelo y su ropa estaban mojados por la nieve derretida. —¿Estás bien? —pregunté en voz baja. —Yo…‖ ella‖ planeó‖ esto.‖ No‖ puedo‖ creerlo.‖ Me‖ pidió‖ que‖ hablara‖ y‖ esperaba dispararme‖con‖el‖arma.‖Yo… no puedo creerlo. Le apreté la mano, viendo la imagen de Brady, de pie detrás de su madre, en mi cabeza.

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—Lo‖ sé.‖ Es…‖ increíble.‖ —No sabía qué más decir. El día, si era siquiera posible, había empeorado para ese momento—. ¿Crees que alguien más lo sabía? —le pregunté. Mientras había estado inconsciente, ¿me había perdido de la revelación de algún dato? Él negó con la cabeza, y luego se recostó contra el asiento, cerrando los ojos, girando su mano, y sujetando la mía. —El Sr. Wilcox parecía tan sorprendido como todos los demás. —Dejó escapar un suspiro. Sus ojos se encontraron con los míos—. No encontraron la bala, Zoe. Asentí con la cabeza. —Matthias la detuvo. La esquina de la mandíbula de Weston se movió. —¿Lo viste? —Fue tan increíble, como si todo desacelerara.‖ Vi‖ la‖ bala‖ volando… en el aire. Entonces, apareció Matthias, la tomó en su mano como si no fuera nada, y la bala se disolvió al entrar en contacto con su palma. Los ojos de Weston se agrandaron. —Vaya. —Su tono de voz estaba lleno de admiración y respeto. Tres vehículos de prensa aceleraron hacia el lugar y las llantas chirriaron al parar. Weston se sentó. —Oh, hombre. Pronto, camarógrafos y reporteros encabezaron en dirección a la escena. Un oficial detuvo el ansioso grupo en sus pisadas y habló con ellos, evitando que avanzaran más cerca de la tumba. Los reporteros de inmediato hicieron preguntas al comisario. —Qué lío —murmuré.

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La expresión de Weston era una mezcla de incredulidad y fascinación. Su mano se mantuvo apretada alrededor de la mía, como si abrazara todos los elementos de paz que podía. La compasión por él me hizo alzar mi mano libre y tocar la endurecida esquina de su mandíbula. Sus ojos se cerraron. Una lágrima se escapó de su ojo derecho, y corrió por su mejilla. En un instante, envolvió sus brazos alrededor de mí en un sollozo agonizante. Lo abracé. —¿Qué está pasando? —Lloró en mi hombro—. ¿Por qué sucede esto? Negué con la cabeza. —No lo sé. —Es tan difícil. —Lo sé. Lo siento. —¿Por qué haría eso? ¿Dolor? ¿Odio? ¿Cuánto la habría empujado la influencia de Albert y Brady? ¿Debo decirle a Weston acerca de Brady? Estaba tan angustiado, que decidí que de hecho podía esperar un poco. ¡Qué terrible que la Sra. Wilcox hubiera permitido que el odio y la ira la consumieran hasta el punto de venganza! Ahora estaba esposada, sentada en una patrulla de policía, en la víspera del entierro de su hijo. La tragedia rompió mi corazón. Cómo de complicada habría sido la tragedia si la bala hubiera golpeado a Weston. O a mí. U otros. Los sollozos de Weston disminuyeron y retrocedió liberándome. Sus manos frotaron su cara manchada, enjugándose las lágrimas. —Hombre —dejó escapar un suspiro—. Estoy fuera de control. Lo siento. Extendí mi mano y dejé que mis dedos jugaran en el suave cabello en la parte posterior de su cuello. Sus ojos llenos de lágrimas se dirigieron a los míos, y se agudizaron por la necesidad.

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—Te amo, Zoe. —Esperó mi respuesta, pero no podía decir nada. No quería mentirle, y no quería hacerle daño. Mis sentimientos aún estaban echando raíces. Un golpe en la ventana causó que los dos saltáramos. El sonido de la bala saltó a mi memoria fresca en mi mente. Chase se asomó por el vidrio. Krissy estaba de pie, desviando la mirada, los hombros encorvados a unos metros detrás de él en la nieve que caía. El pelo de Chase estaba mojado, como su cara y su ropa con la avalancha de escamas de hielo. Gotas de humedad en sus gafas. Las empujó por la nariz e inclinó la cabeza en dirección a Krissy, como si dijera que quería hablar conmigo. Abrí la puerta. —Perdón por interrumpir. —Chase se aclaró la garganta—. Krissy realmente quiere hablar contigo. ¿Está bien? —Um. Sí. —Miré hacia Weston—. ¿Estarás bien? Asintió con la cabeza. Salí, el aire frío se filtraba a través de mi ropa ya mojada, cubriendo y enfriando mi piel, y Chase y yo nos unimos a Krissy. Alrededor de nosotros, la policía siguió haciendo su trabajo y detrás de mí, escuché preguntas de los periodistas aún interrogando al oficial. —¿Disculpe? —Un alto reportero, nos llamó a Weston y a mí—. ¿Pueden responder algunas preguntas? —No estamos hablando con nadie en este momento. —El oficial mantuvo a los periodistas detrás, sin acercarse a nosotros. Aliviada, me enfrenté a Chase y Krissy otra vez. Lo último que necesitábamos nosotros era ser lanzados a la manada de lobos de prensa. Si mis padres se enteraran de lo sucedido sin que yo los llamara al primer descuido, por mi parte, los aplastaría. Saqué mi celular, lista para llamar después de hablar con Krissy y Chase. —Hola, Krissy —le dije. Mantuvo la mirada baja. Copos blancos de nieve cubriendo su cabello húmedo. Había vuelto a llevar el jersey azul, camiseta de manga larga y botas marrones. —Hola.

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—¿Estás bien? —pregunté. Sus ojos permanecían fijos en el césped cubierto de nieve. —¿Y tú? —Sí, por suerte. —Sí. —Chase parecía sentir la molestia de Krissy, y llenó la conversación cuando el silencio causó el retraso de las palabras. —¿Querías hablar? —pregunté. El aire frío parecía más frío, con una larga pausa. —Me siento mal por lo sucedido. —Todos lo hacemos —dijo Chase. Krissy agarró el mango de su bolso. —No puedo dejar de sentir que soy responsable. —No fue tu decisión jugar el juego —le dije, con la esperanza de ofrecer un poco de consuelo. Krissy aún no encontraba mi mirada. —Lo sé. Pero hice la fiesta sin el permiso‖ de‖ mis‖ padres.‖ Y…‖ y…‖ ―Su voz se quebró en un sollozo. Sus manos retorciéndose—.‖Yo…‖ yo le aposté a Brady que no‖ podía‖ hacerlo.‖ Que…‖ no‖ podía‖ aguantar‖ por‖ todo‖ ese‖ tiempo. —Sus manos cubrieron su cara y sus hombros temblaron. Chase y yo nos miramos. Un nudo se presentó en mi garganta. Le di unas palmaditas en el hombro, pero no dejaba de llorar. Tomé una respiración profunda. —Aún así no es tu culpa —dije en voz baja. Krissy sorbió.

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—Mis padres no iban a dejarme venir hoy. Están sentados en el automóvil de allí. —Señaló a una camioneta de color burdeo. Desde donde estábamos, dos sombras eran visibles en el interior—. Cuando el arma se disparó, vinieron corriendo. —Debido a que te aman y se preocupan por ti —le dije. Krissy se encogió de hombros. —Debería haber sido yo a quién le apuntaron con el arma, no a Weston. —La voz de Krissy le temblaba, los hombros sacudiéndose con los sollozos. Chase me miró detrás de sus gafas de montura de plata, con los ojos llenos de uh-oh. Abracé a Krissy. —Nadie merecía el tiro, Krissy. Ni tú ni Weston. —Lo siento mucho —balbuceó ella en mi contra. —Todos lo hacemos. Chase le palmeó la espalda. Los copos comenzaron a disiparse, desplazando el aire en una niebla brumosa que flotaba misteriosamente alrededor de las lápidas, los árboles y los reunidos. Una figura en movimiento por el rabillo de mi ojo me llamó la atención hacia un hombre imponente de edad en un abrigo largo, vestido de negro. Su pelo estaba peinado hacia atrás, dejando al descubierto un rostro afilado que me recordó a un cuervo. A mi lado, Chase se volteó. —¡Krissy! —gritó el hombre. Krissy se alejó de mis brazos y se volvió. El choque en su cuerpo que había sentido al escuchar su nombre, resonó en mí como si hubiera sido empujada. —Me voy. —Su tono era manso. El hombre se detuvo cuando estaba a diez metros de distancia. Miró a Chase, luego deslizó sus ojos de ónice a los míos en un reconocimiento paternalista que me molestó. Krissy avanzó en su dirección y dije. ―Soy‖Zoe‖Dodd.‖¿Y‖usted‖es?

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Él inclinó la cabeza, no le hizo gracia. —Soy el padre de Krissy. —Agarró el codo Krissy y se volvió. Mi estómago se encogió. Deslizándose por su espalda estaba un paquete de espíritus negro tan denso, que no podía ver dónde terminaba uno y comenzaba otro. Nunca había visto tantos, tan estrechamente entrelazados, como las serpientes tendinosas negras en constante movimiento circulando desde los tobillos a la cabeza. Las náuseas me hacían cosquillas en la garganta. Tan disgustada como estaba, no podía apartar los ojos de la infestación. Me estremecí y Chase se acercó más. —¿Quieres mi abrigo? —Comenzó a quitarse la chaqueta, pero sacudí mi cabeza. —Gracias, pero voy a volver con Weston. ¿Conoces a los padres de Krissy? Empezamos a cruzar por la hierba, entrando y saliendo a través de las lápidas. —En realidad no. Ella sólo me dijo que sus padres estaban muy enojados por haber hecho a la fiesta y, por supuesto que están furiosos ahora que han salido en los periódicos. Se encogió de hombros. —¿Por qué? —Él me dio escalofríos. —Era bastante austero, estoy de acuerdo. ¿Debía decirle a Chase, sobre los espíritus negros? Nos detuvimos junto al vehículo de la policía. Weston seguía sentado en el interior, la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados. —¿Cómo está? —La mirada de Chase se posó en Weston. —Está bastante traumatizado.

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—Me lo imagino. —Echó un vistazo alrededor—. Bueno, me voy. Espero que ninguno de estos chicos me reconozca del fracaso de fiesta, o estaré realmente en problemas. Mis padres aún piensan que soy gafe9 o algo así. —No, no lo hacen. —Apreté ligeramente sus bíceps—. Me pregunto qué va a pasar con Brady. —Mi mirada se desplazó a la urna solitaria, todavía a horcajadas sobre la tierra abierta. —Apesta que su propia madre no será capaz de verlo bajando —dijo Chase. —Dudo que extrañe eso —dije—. Quiero decir, la finalidad de eso la iba a destrozar, ¿sabes? —Ella ya está destrozada —dijo Chase.

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Gafe: Persona que trae o tiene mala suerte.

Capítulo 29 Traducido por Dham-Love y PokeR Corregido por Emii_Gregori

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espués de que la policía nos escoltara a Weston y mí a su camioneta, fuera del rango de la ruidosa prensa, Weston me llevó a casa. El ataúd todavía estaba suspendido sobre la sepultura siempre

integrada en mi mente. Una horrible tristeza se rehusó a dejar mis pensamientos. El cuerpo de Brady estaría allí para descansar tarde o temprano. No estaba segura de quién estaría alrededor para verlo pasar. El aire en la camioneta de Weston estaba denso por la melancolía. Parecía estar ahogándose en él, su rostro aún estaba pálido y su nivel de energía apenas sobre el comatoso. No hablamos. El reproductor de CD estaba apagado. Sólo la calefacción hacía un zumbido. Había llamado a mis padres después de que los oficiales de policía me habían interrogado. No habían escuchado nada en las noticias todavía. Ambos estábamos conmocionados y entristecidos por lo que había pasado, y estábamos aliviados de estar llegando a casa. Weston parqueó su camioneta por el encintado al frente de la casa y apagó el motor. No vi el Samurai de Luke. Esperaba que no estuviera en alguna parte drogándose. Con los adictos, siempre había una oportunidad de que volviera a hacerlo. El estrés era un disparador, y hoy había habido un estrés tras otro. —Zoe. —El tono de Weston cortó el aire como una espada. El duelo se había desvanecido de sus ojos, y ahora miraban los míos incisivamente—. ¿Qué paso en el funeral? —¿Qué estás preguntando realmente? Se detuvo. —Matthias estuvo allí. —Sí.

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El silencio entre nosotros de repente se volvió frío. Mis palmas empezaron a sudar. Algo en sus ojos hizo que mi corazón palpitara con incertidumbre. La cabeza de Weston se inclinó hacia atrás, dejó salir un soplido. —Zoe.‖Tú…‖¿lo forzaste a intervenir? —No lo pensé, Weston. —Mi tono era defensivo—. Vi el arma y me paré frente a ti. ¿Qué se suponía que hiciera? ¿Quedarme allí y dejarla dispararte? —¿Entonces, honestamente no pensaste hacerlo pensando que Matthias aparecería? —Por supuesto que no. Seguí mi instinto. —¿Por qué estaba tan enojado de que Matthias lo hubiera salvado? O era yo la que no estaba viendo las cosas con claridad. ¿Había hecho algo mal? Tal vez el hecho que no hubiera visto a Matthias desde el disparo significaba que había roto la regla final. El pavor se hundió en mi estómago. Weston se frotó el mentón. Más silencio, frío y susceptibilidad llenó el aire. Me lanzó una mirada de censura. —No lo sé. —Sacudió su cabeza—.‖Todo‖esto…‖tú,‖él,‖yo…‖est{‖volviéndome‖loco. —Tuviste‖una‖conmoción‖hoy,‖no‖puedes‖juzgar‖tus‖sentimientos‖por… —La bala se disolvió. Realmente lo hizo. El nudo salió a flote en mi garganta. —Sí. —Hombre. —Más silencio—. Como‖puedo…no‖puedo… —Sus manos agarraron el volante como buscando fuerza para continuar—. No puedo competir con eso. —¿Quién te está pidiendo que compitas? —Me deslicé más cerca y puse mi mano en su tenso hombro. El contacto no pareció facilitar la frustración que surgía de él. Miró sus nudillos blancos.

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—No lo entiendes. —Su voz era un susurro filiforme—. Él es un ser que siempre estará allí, en el fondo, compitiendo por una parte de ti. Como un superhéroe. Y yo soy… —Sus ojos se posaron en los míos y se mantuvieron. —Eres humano. —Miedo y tristeza me atravesaron. ¿Qué estaba tratando de decirme? Aunque mis sentimientos por él no eran tan maduros como eran los suyos por mí, me importaba. Disfrutaba estando con él. Amaba que me amara tanto. Perder eso crearía un agujero en mi interior, y quería estar con él. Aquí. Ahora. Me recliné y lo besé en la mejilla. —Lo siento —murmuré contra su piel. Mi mano se envolvió cerca de su cuello para mantenernos cerca—. No quería que nada te pasara. Cerró sus ojos. Esperé que mis palabras lo convencieran que no había premeditado nada, sólo actuado en instinto. —Hubieras hecho lo mismo por mí, ¿no? —susurré, moviendo mis labios contra su barbilla, hacia su boca. Él asintió, con su mandíbula tensándose bajo mis labios. El deseo goteaba en lentas gotas de calor desde mi boca hasta mi estómago. Saber que estaba vulnerable en ese momento me hacía desearlo aún más. Tal vez sintió que lo deseaba, porque dejó ir el volante y envolvió sus brazos a mi alrededor, su boca se apresuró sobre la mía en otro necesitado beso. Mi brazo se deslizó alrededor de su cuello. El día y sus horrores se desvanecieron, remplazados por el ferviente pálpito de nuestros corazones, alcanzando nuestros pechos sin respiración por el otro. La desesperación calentó el convencional aire. —Zoe. —Weston rompió el candente contacto de nuestros labios y deslizó sus palabras por mi mejilla—. Esto… no‖deberíamos… especialmente hoy. —Probablemente… tengas… razón. Asintió, su frente fusionada con la mía.

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—Mi cabeza se empaña cuando me besas así. No puedo pensar —murmuró. —¿Lo hace? —Sonreí—. Me agrada hacerle eso a tu cabeza. —Lo besé de nuevo. La grieta de su rendición en su risita nos hizo reír a ambos. Se sentó, creando más distancia entre nosotros, y dejó salir un suspiro. Esperaba que se sintiera mejor, que lo que fuera que lo había molestado se hubiera ido con el beso. Esperaba que todavía quisiera estar conmigo. La sobria palidez que había ocupado su rostro se arrasó de vuelta. Mi corazón se hundió. Agarró el volante con una mano, se enfocó en la ventana frontal con una vacuidad que me amenazó. —Por más que te amo, necesitó un poco de tiempo para pensarlo. Tomé un profundo respiro. —De acuerdo. —Inseguridades familiares estaban listas para saltar en el vació que la ausencia de Weston crearía. Pero tenía que respetar sus sentimientos—. Entiendo. Si quieres hablar sobre algo, allí estaré. Si necesitas tiempo, tómalo. No iré a ninguna parte. —Abrí mi puerta y salí. Sus ojos encontraron los míos. Permaneció dentro de la camioneta. —Sólo‖no‖estoy‖seguro‖que‖pueda‖compartirte‖con… un ángel. No podía, y no podría, cambiar mi relación con Matthias, por nadie. Y ahora, parecía que entre más cercanos nos volvíamos Matthias y yo, más enormes eran los cañones que me separaban de otras oportunidades. Weston y yo sostuvimos los últimos momentos con nuestras miradas. ¿Cuánto debería quedarme allí y esperar por más palabras? ¿Algo más sería dicho? ¿Cambiarían algo? El tiempo que corría era mi respuesta. Cerré la puerta y caminé hacia la casa. El sonido de la camioneta de Weston finalmente se alejó, y el vació me acompañó hacia la puerta. —¿Zoe? —La voz de papá venía desde el salón de estar. Me saqué a patadas mis zapatos, tiré mi bolso al suelo y me dirigí hacia el salón. Él y mamá me encontraron en el pasillo; sus rostros estaban llenos de preocupación.

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—¿Estás bien? —Los brazos de mamá se dirigieron hacia mí y me hundí en la comodidad que me ofrecía. Asentí. —¿Qué pasó? —presionó papá—. ¿Dónde está Luke? —Está bien. Pensé que estaría aquí. ¿No está? Mamá sacudió su cabeza y le dirigió a papá una mirada de preocupación. Los tres caminamos hacia el salón. —La Sra. Wilcox…‖trató‖de‖dispararle‖a‖Weston. Caí sobre el sofá, contándoles de los eventos del día y lanzándolos sobre mí con la fuerza de una pared de cemento, conmigo debajo. Papá se sentó en mi derecha, y mamá a mi izquierda. Silencio. —Estaba de pie a su lado mientras él estaba hablando. La Sra. Wilcox estaba al otro lado de la tumba. Estaba totalmente inconsolable. Una ruina. La vi sacar el arma de su mano y le apuntó a Weston. La policía dice que disparó una bala de fogueo. El rostro de mamá se volvió pálido. Se reclinó sobre los cojines del sillón y cerró sus ojos, lagrimas asomándose en las esquinas. Me envolví a su alrededor y su agarré se cerró aún más. —Estabas‖ tan‖ cerca.‖ No‖ creo‖ que‖ hubiera‖ podido… no podría… si algo hubiera pasado. —Estoy bien, mamá. —En mi cabeza, el momento en que el arma disparó sonaba una y otra vez con Matthias apareciendo, su mano causando que la bala se desintegrara—. Es un milagro —murmuré. Mamá estaba demasiado emocional para hablar, sólo asentía, tocándose los ojos con un pañuelo que sacó de alguna parte. Papá puso su mano sobre mi espalda. —¿Alguien salió herido?

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—No. El Sr. Wilcox agarró el arma de su esposa. Fue muy loco después de eso. No recuerdo nada. —Nada que pudiera compartir con ellos, no en este momento de todas formas. Mamá me abrazó aún más. —Mamá, estoy bien. —Tienes razón. Estás aquí y por algún milagro, nadie salió herido. —Sus dedos recorrieron mi mejilla—. No puedo imaginar la angustia de esa pobre mujer. Perder‖a‖su‖hijo‖y‖luego‖esto… qué cosa tan horrible. Asentí, la vista del ataúd de Brady sobre la tumba todavía estaba en mi cabeza. —¿Cómo está Weston? —preguntó papá. —Tan bien como se pueda esperar. Estaba devastado que la Sra. Wilcox lo hubiera emboscado para matarlo. Lo estaba tomando bastante fuerte. No quiero hablar sobre eso ahora, si no les importa. —Las lágrimas se agruparon en mis ojos, las emociones del día finalmente estaban a rebosar. Mamá me abrazó, luego me soltó. —Por supuesto, cariño. Me levanté. —Voy a subir. Su silencio detrás de mí me dijo que estaban curiosos y preocupados por Weston y por mí, pero apreciaba que no me presionarán por más información. Pasé la puerta abierta de la habitación de Luke y miré, sintiendo la ligera esencia del incienso. La habitación de Abria estaba a mi derecha. Vacía. Todavía estaba en la escuela. Una vez en mi habitación cerré la puerta, fui a la ventana y miré por ella. La soledad se introdujo en mi corazón. Tenía dos hombres en mi vida, los dos fuera de alcance en este momento. Mi futuro con Weston parecía tan imposible como mi futuro con Matthias. Mi celular vibró y lo saqué de mi bolsillo. Esperaba que fuera Weston. Chase.

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—Hola. —¿Ya estás en casa? —preguntó. —Sí. ¿Y tú? —Sí. Hombre, qué día, ¿no? —Sí. —Me hundí en la cama. —Weston lucía terrible. Como si se hubiera comido algo podrido. —Es duro para él, ¿sabes? La mamá de su mejor amigo trató de matarlo. —Y su novia salvó el día. Debería estar besando tus pies, Zoe. La palabra novia hizo que mi estómago revoloteará. —¿Honestamente?‖Él…‖él dijo que toda la cuestión era demasiado para él y que iba a tomarse un tiempo. Silencio. —¿Le dijiste sobre Matthias? Tomé un profundo respiro. —Sí, lo sabe. —Me imagino que debe estar enloqueciendo. ¿Por qué le dijiste? —¿Por qué te enojas? —Porque, sólo porque. —¿Por qué era nuestro secreto? —Bueno… sí. —Todavía es nuestro secreto, Chase. Él no ha visto a Matthias como tú y yo. —¿Te creyó?

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—Sí, lo hizo. Creo que eso lo empeoró. Se siente abrumado. Como, que este ángel intervino sólo porque yo me interpuse. Que forcé todo. —Nunca lo había pensado de esa manera. Wow. Puede que él tenga razón. La idea me molestó. —¿Qué dijo Matthias? —Yo… no lo he visto desde que pasó. —Uh-oh. —Deja de saltar a conclusiones. Hice lo que tenía que hacer. ¿Cuál era la alternativa? ¿Quedarme allí y ver a Weston y tal vez a alguien más salir herido? —No estoy tratando de ser molesto, Zoe. Lo siento. Dejé salir un suspiro. —Lo sé. Está bien. Lo siento, no quería desquitarme así contigo. —Bien, hablando de bebidas. —Chase sonrió—. ¿Tal vez tú y yo podríamos encontrarnos en Starbucks esta noche? Comer era la última cosa que quería hacer. —Otra noche, ¿sí? —Oh, seguro. No hay problema. Si Matthias aparece, asegúrate de llamarme. Quiero saber que dice acerca de haber saltado frente a Weston. —No salté. Sólo di un paso. Olvídalo. Estoy irritable y necesito estar sola. —Seguro, de acuerdo. Cuídate Zoe. —Sí, tú también. —Cerré mi teléfono, me tumbé sobre la cama y miré hacia el techo. No me gustaría nada más que Matthias viniera, pero el silencio que me rodeaba me dejaba segura que no tendría respuesta para mis preguntas hoy.

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Me empapé en la bañera, la fragancia florar trayendo a mi mente las flores que habían bañado el ataúd de madera oscura de Brady, una boba esencia incapaz de enmascarar la fealdad de lo que había pasado. Krissy. El rostro atormentado de la pobre chica llegó a mi mente. Cerré mis ojos. La conmoción que lo había incitado en un juego mortal, que le había costado su vida, le agregó un mórbido giro a la tragedia. ¿Era mi responsabilidad decirle a alguien? El pensamiento presionó pesadamente sobre mi pecho. Hablaría con ella de eso después. Ver la espalda de su padre infestada con espíritus negros, me di cuenta que probablemente tuviera más pasándole que ni siquiera nosotros supiéramos. Mi mente se tornó oscura, contemplando todas las posibilidades. En realidad esperaba que Krissy no fuera la victima de las grotescas visiones de incesto y abuso sexual que pasaban por mi mente. Esperaba que los problemas de su papá con la tentación y el mal fueran sólo de él y no tuviera que ver con Krissy. Tal vez sólo era un sujeto súper enojado. Salí de la bañera y el gorgoteo del agua se comió el silencio en el baño mientras me secaba. En el espejo, mi ojo capturó la cicatriz en mi pecho. Unas ligeras líneas púrpuras permanecían. El disgusto rugió en mi estómago vacío. ¿Podría algún chico ser capaz de ver más allá de la cicatriz y encontrar mi cuerpo aceptable? Cerré mis ojos, conteniendo las lágrimas y sin ser capaz de mirar la desfiguración. Como sea, no me puedo preocupar por eso ahora. Si el zapato estuviera en otro pie, ¿cómo me sentiría? No es de extrañar, el hermoso cuerpo de Matthias me vino a la mente. Aunque no lo había visto desnudo, no me importaría que tuviera una cicatriz. Lo amaba. Abrí mis ojos y me enfrenté a mí misma de nuevo. La imperfección sólo estaría conmigo en la mortalidad, a menos que escogiera mantenerla como un recordatorio, como Matthias había conservado la cicatriz sobre su ojo. Aunque la verdad me ofrecía cierto alivio, nadie sabía mejor que yo que la mortalidad podía durar mucho, mucho tiempo. Envolví la toalla a mi alrededor y abrí la puerta de mi habitación.

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Una fría corriente de aire me puso la piel de gallina. ¿Estaba la ventana abierta? Miré, pero estaba cerrada. ¿Había mamá y papá apagado la calefacción? Crucé rápidamente hacia mi closet y saqué ropa limpia. La sensación más extraña se pasó por mi nuca, como si estuviera siendo observada. Mi corazón se sobresaltó. Miré alrededor. La habitación estaba vacía. Sabiendo lo que sé sobre espíritus malignos, esperaba que ninguno me estuviera viendo. No los había invitado, ni siquiera había tenido un pensamiento maligno, a menos que mi mínimo pensamiento de Matthias desnudo me hubiera metido en problemas. ¡Lo siento! Tragué. Un frío sudor pasó por mi piel. Mis ojos recorrieron cada centímetro de la habitación, mi corazón hacia un ruido sordo contra mis costillas. Me incliné hacia atrás para ver el baño, buscando la protección del más pequeño confinamiento, luego me di cuenta que si estuviera en verdadero peligro, Matthias estaría aquí. Me puse mis pantis y mi sostén, luego golpeé mi frente, deseando haber recordado traer ropa. Duh, idiota. Mi manta colgaba detrás de la puerta del baño y lentamente la abrí, lanzando un vistazo rápidamente. Nada. Aún hacia frío, pero sin espíritus oscuros, agarré la manta, cerré la puerta y dejé salir un rápido respiro. ¿Por‖qué‖me‖sentía…‖observada?‖Matthias‖no‖se‖escondería‖de‖mí.‖Entonces, ¿cuál era el gran problema? ¿Por qué me sentía como si no estuviera sola? Me deslicé bajo la suave manta. La espesa tela me calentó antes que pudiera contar hasta tres y abrí la puerta de un tirón. Aire amargo y helado trajo un estremecimiento a través de mi cuerpo y me abracé contra el larguero de la puerta. Matthias. La felicidad se barrió por mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies. —Hola. Sonrió.

385

—Hola. Mi piel desnuda hormigueaba bajo la manta de felpa. Envolví mis brazos a mi alrededor. —Tenía la esperanza de verte. Sus manos se deslizaron en sus bolsillos frontales. ¿Había hecho algo mal cuando me paré frente de Weston? Esperé una respuesta, por comodidad, pero nada ni siquiera remotamente reconfortante se apoderó de mí y el pánico recorría mi estómago. —Gracias por lo que hiciste por Weston —dije. Asintió, su cabeza aún gacha. ¿Por qué no me miraba? —No‖quería… —No lo hiciste. —Su mirada azul se levantó—. No te preocupes por eso. Está bien. No era convincente. Deseaba sentirme segura, consolada y espiritualmente aceptada. Él estaba enojado conmigo, tenía que estarlo, o no me negaría el consuelo que automáticamente traían sus visitas. —Nunca‖dañaría… —Te dije que no te preocuparas por eso, ¿verdad? Silenciada, eché mi cabeza hacia atrás por la conmoción. Sus tirantes facciones se suavizaron y se acercó. —No quería herirte. —Sonrió y luego su mirada me recorrió de pies a cabeza, fijándose en las aberturas de mi manta. La piel de gallina brotó por todo mi cuerpo—. Te ves fantástica. —Su voz tenía un tono desconocidamente grave para mí lo cual me sorprendió. —Gracias, creo. Río, avanzó un poco.

386

—¿Acabas de salir del baño? —Sus ojos vagaron lánguidamente por los bordes de mi rostro y se apresuraron a mis labios, antes de continuar un lujurioso viaje por mi garganta hasta la grieta de mi pecho cubierto. Nunca me había visto con lujuria en sus ojos y un pequeño susurro de deseo empezó a formarse en mi sangre, la sorpresa de su avance tomó la iniciativa. —Mmm, sí, en realidad, lo hice. Se acercó más. Sus ojos azules le sonrieron a los míos, observando, probando como si vieran directamente bajo la manta mi piel. —Quiero comerte. Tragué. —¿Disculpa? —Comienza con esos deliciosos labios tuyos y ahórrame trabajo. Ahora. Mi boca se abrió. ¿Qué diab…? Su cabeza estaba más cerca y por alguna razón, el miedo se esparció fuera de control por toda mi sangre. ¿Estaba siendo serio? ¿Había estado bebiendo jugo de marihuana en el cielo? ¿Qué se había metido en él? —Déjame probar —suspiró, pero estaba muy aturdida para sentir su respiración. Todo lo que sentía era un frio antártico emanando de él. No la usual calidez a la que estaba acostumbrada. Mi columna se aplanó contra la puerta del baño. Uno de sus brazos se levantó y sujetó el larguero de la puerta. Luego el otro hasta que me encerró. —Voy a darte el más exquisito placer sobre la tierra. —Vete. —Era la voz de Matthias. Giré mi cabeza hacia la izquierda. La imagen idéntica de Matthias estaba de pie a tres metros de distancia, radiante en fiera eminencia. ¿Qué? Miré al Matthias a pulgadas de mi rostro, sus labios se volvieron una coqueta sonrisa. Y se acercó. Mi corazón se abalanzó entre el miedo y la confusión.

387

El Matthias de mi izquierda se acercó, extendiendo su mano. En un destello de vapor negro, el Matthias parado en frente de mí se desintegró en innumerables fragmentos girando, el vórtice lo succionó fuera del cuarto hasta que no hubo nada. Silencio. Mi cuerpo temblaba, el miedo, la consternación y la decepción que habían estado tan cerca, me drenaban. Matthias me sujetó antes de que me derrumbara en el piso como un inútil montón. Mis dedos se aferraban a la tela de su camisa. —Pensé que eras tú, se veía mucho, exactamente, como tú ¿Cómo hizo eso Albert? ¿Cómo pudo? —El demonio toma cualquier forma para poder engañar. —Debería haber sabido que no eras tú. No sentí lo mismo. Me sentía fría. Extraña. Observada. —Me estremecí. Necesitaba de su tranquilizadora protección, me acurruqué contra él. No me dejes, por favor. Eso me intimidó demasiado. Estoy aquí. Su gentil mano agitó mi cabello. —¿Por qué hizo eso? ¿Qué esperaba lograr? —Imaginó que intentaba seducirte. —Eso es enfermizo. —Agité mi cabeza y me sujeté con más fuerza—. Nunca lo dejaría tocarme. —No podría, incluso si lo quisiera. No tiene un cuerpo. Un mortal que ha escogido al demonio no puede tener carne y hueso después de la vida. —¿Cómo puede pensar que puede si no lo hace? —Él ha sido engañado, Zoe. Cree que puede tener lo que nunca tendrá, ser lo que nunca será. —Pero dijo que olía bien.

388

—Lo que sea que él pensó que olía es sólo un eco de su pasado, algo que olía durante su vida y está guardado en su memoria. No podía sacar el miedo que ahora residía en mí. Miedo a la depravación de Albert. Era inconcebible para mí que un padre pudiera ser tan enfermo para destruir a su propio hijo. Un dolor de aflicción hormigueó alrededor de mi corazón. Imágenes vivas, recuerdos de Matthias, pasaron por mi mente. —Zoe, mi padre me tiene muerto para pagar una deuda. La sorpresa hizo que mi boca se abriera. Este día. Este horrible día, había tenido otro trágico giro. —Quiero saber todo, por favor. El dolor en sus ojos me recorrió, y en mi mente, sus recuerdos se reproducían frescos, momentos vibrantes de su vida, exuberantes cuartos decorados con caros terciopelos y tapices, madera oscura y luces doradas. Mujeres vestidas en vestidos completos, sus rostros pintados, sonriendo, riendo, sus agiles cuerpos llenos de joyas cargando a Matthias, cargándome, mientras me adentraba en su vida, viviendo su memoria. Las mujeres coquetamente tocaban mi rostro, hablando, bebiendo. La punzante esencia del alcohol llenaba el aire, mezclándose con colonia de cedro y perfume de almizcle. Como Matthias, me moví a través de un cuarto oscuro, dirigiéndome al bar donde descansé los ojos en un Albert, vestido de blanco y un largo cigarrillo sostenido en sus sonrientes labios. —Mi niño. —Albert se alejó de las mujeres que lo rodeaban y acercó su cabeza. Huelo cigarrillo en su aliento, siento su brazo envolverse en mi hombro—. Estoy esperando una entrega de la familia Cracciola. Necesito que te encuentres con Junior afuera. Asiento, ciento una palmadita en mi espalda y esquivo un manojo de mujeres jóvenes mientras camino entre nubes de humo y grupos de borrachos en el bar, concentrados en besuqueo, discusión, y charla. Una mujer captura mi mirada. Su mirada como de antílope café me detiene por un momento hasta que su mirada se aleja.

389

Camino bajando un pasillo de paneles de madera. Abro la puerta. Escaleras estrechas y oscuras. Las subo y estoy en la calle, en un callejón. Miro alrededor, vacío. Agua de lluvia por la tormenta gotea por el sucio canal de agua a mi izquierda. Un gato blanco se precipita a través de la calle, espalda arqueada y dorados ojos asustados al reflejo de la luz. Mi corazón se acelera. El corazón de Matthias. Inseguro, nervioso. ¡Regresa adentro! Pero le estoy gritando la advertencia a un fantasma, y mis palabras llegan muy tarde décadas después. Un automóvil brillante y negro conduce lentamente por el callejón, parando donde estoy de pie. Las puertas se abren y seis hombres vistiendo en trajes negros y sombreros salen. Uno tiene un cigarrillo en sus labios. Sus rostros están escondidos por las sombras de sus sombreros. Se me acercan y mi cabeza zumba del miedo. —¿El paquete? —Escucho la voz de Matthias, la misma voz que oigo cuando me habla de esa manera angelical. Uno de los hombres asiente, dos de los de negro miran alrededor y sé que algo está mal. —¡Corre Matthias! ¡Corre! —gritó pero Matthias no se mueve. Él confía. Confía en el hombre que conoce como su padre, seguro que sus ideas de temor son sólo ficciones de su imaginación. —No hay paquete. —Junior escupe su cigarrillo. Cae en un inmundo pozo de agua y se apaga. Un destello de plata pasa por mi ojo pero cuando lo veo es muy tarde. Los hombres se abalanzan sobre mí como animales, una perforación aguda quema en mi ingle, arriba de mi estómago, en mi pecho y se aloja en mi corazón. Las suyas son las ultimas caras que veo en este mundo, seis hombre que pensé que conocía y en quienes confiaba. Se abalanzaron sobre mí, observándome tomar mi último aliento, esperando que mi corazón dejara de latir. Jadeé, empecé a respirar de nuevo, mi mirada bloqueada con la de Matthias. Él miraba más allá de mis ojos, buscando mi reacción hacia su muerte. Lágrimas cayendo por mis mejillas.

390

—Zoe. —¿Cómo pudo hacerte eso? Matthias cerró sus ojos y por un largo rato la angustia se cerneó en el silencio. Lo siento. No debería haberte pedido que compartieras conmigo algo doloroso. Estoy muy arrepentida. Deseaba darle un consuelo real, consuelo que dudo que haya recibido de los brazos de su propia sangre. —No quiero que pienses que vivo en mi pasado. O que mi vida fue un miserable evento tras otro. No estés enojada por algo que ya no me duele. —Pero aún hay dolor en tus ojos. Lo siento a través de mí. —El dolor no es como antes. Cuando sientes mi sufrimiento, lo combina con tus emociones mortales y se siente mucho peor de lo que es. —Cómo‖pudo… lo‖siento…‖pero‖los‖padres‖no‖tratan de matar a sus hijos. Eso está simplemente mal. Matthias soltó un suspiro y alejó la mirada, como si no quisiera hablar de eso nunca más. Su manzana de Adam se aceleró y me estudió por un instante. —No fue siempre de esa forma, Zoe. Mi madre lo dejó cuando yo era joven y eso lo lastimó mucho. Nunca lo dijo, pero reuní suficiente por mi cuenta que muchas de sus decisiones fueron tomadas como venganza contra ella. —¿Descuidándote? ¿Luego teniendo que matarte? ¿Cómo podría eso lastimarla? No estaba siquiera cerca para ver. Es la cosa más absurda que jamás he escuchado. —Felina coqueta. —Quiero retorcer el cuello de esa‖mujer.‖Y‖tu‖padre‖tom{ndolo‖toda‖contra‖ti…‖es simplemente muy injusto. —Lo he perdonado. —Puso sus manos sobre mis hombros—. No debes dejar que la ira corrompa tu alma.

391

—De acuerdo, está bien. Es sólo que…‖no‖seré‖responsable‖por‖mis‖acciones‖si‖ese‖ perdedor vuelve a aparecer. Me hace enfurecer. —Es justo lo que él quiere. Nunca le des eso, Zoe. —No lo haría, jamás. Mi ira es mía. —Reí. Él lanzó su cabeza hacia atrás con una risa que tranquilizó mi corazón. —Te amo —dijo. Abrázame. Gustosamente. Su gentil abrazo selló sus palabras en una cálida expresión de certeza. Matthias recorrió su pulgar sobre mi barbilla. —Sabes eso, Zoe, que la verdad nunca cambia. Sus palabras se establecieron en mí. Aún así, su pasado seguía embrujándome y dejaba mal a Albert. —¿El refinamiento aleja todo el sufrimiento? Quiero decir, eres tan… Sorprendente. Todo lo que quería ser algún día. —Veo las cosas con una perspectiva más amplia. En mi corazón, he perdonado a mi padre. —Las yemas de sus dedos se apretaron en mis hombros, y un rayo de gravedad resonó a través de mis nervios. —¿Qué? Permaneció en silencio. Sujeté mis manos alrededor de las suyas y las apreté. —Dime. —Algún día nuestros recuerdos serán nuestro juez. No habrá negación, excusas, nada que esconder. La verdad en sus palabras fue muy profunda. Mi agarre en sus manos se apretó. —Así‖que‖la‖venganza‖ser{‖dulce…‖para‖ti.

392

Negó, un brillo de sufrimiento recorrió sus ojos. —A menos que el corazón de mi padre cambie, ése será el día más triste para ambos. Me maravilló que después de todo, incluyendo los intentos de su padre de robar mi alma, Matthias aún lo amaba. —¿Cómo puedes seguir amándolo? —Zoe no me importaría que hicieras, aún te amaría. —No creo que pudiera amar a alguien como tu padre, especialmente luego de todo lo que ha hecho. Sus ojos azules llenaron mi rostro. —¿Qué te dice tu corazón? —Que quiero que me sostengas de nuevo. Él ríe. —Sobre el perdón. Le permití a mi relajado estado de ánimo viajar a mi centro de tranquilidad. Serenidad. —El perdón trae paz. —Sí, tú perdonaste al conductor del camión, a Weston y a Brady. Pero Albert… te está lastimando… no puedo soportar esa idea. Porque me amas, y te agradezco por eso. La confortante aura a su alrededor sumergió mis sentimientos de preocupación hacia Albert por el momento. —¿Cuánto tiempo crees que será? —pregunté. —No lo sé, no pienses en ello. Disfruta la mortalidad. Has todo lo que has soñado hacer.

393

—Pero todo palidece en comparación contigo. —Estaremos juntos. Algún día. —Tú estás ya donde yo quiero estar, pero estoy atascada. —Me cuesta considerar el don de la vida como estar atascado. —Trazó mi cara. Tal vez mi presencia lo hace difícil para ti. No, no. Olvida que dije eso. Sujeté mis brazos a su alrededor. —Eres una feroz Sheba que puede sacar lo alegre de cualquier vagabundo. —Si tengo que hacerlo, sí. Está establecido entonces, tú y yo por siempre. —Con algunas excepciones prematuras. —Matthias besó la parte de arriba de mi cabeza y se retiró, sosteniendo mis manos mientras se alejaba. ¿Ahora? Asintió. ¿Qué pasa si me rehusó a dejarte ir? Me mantendré sujeta de tus manos. Sus dientes brillaron con una sonrisa. Uní nuestros dedos y lo sujeté con fuerza, riendo. Su contagiosa risa se unió a la mía. Luz brillante bajando por el techo, como si el cielo lo buscara. Desapareció delante de mis ojos, pero su risa hacía eco en las paredes del cuarto vacío. Miré al techo con temor, mis manos extendidas como si aún lo siguiera sujetando. Cómo estuve de pie, pensando, deseando, esperando a que regresara, no lo sé. Pero cuando finalmente entendí que el panel de yeso no iba a ceder y que la vida era para que la viviera, justo como él dijo, dejé salir un suspiro. Me puse unos vaqueros y una sudadera roja. Podría usar una noche para salir. Un Starbucks. Mi horrible día había terminado con una gloriosa visita de quien amaba. No necesitaba salir con nadie más, no esta noche. Matthias estaba metido en mi corazón y eso era suficiente. Mi celular vibró mientras agarraba mi bolso y salía de mi cuarto.

394

Chase. Krissy me escribió. ¿Y? Está en problemas. ¿Puedes encontrarnos a mí y a ella a las diez en su casa? Mi corazón se aceleró. Estaré allí.

FIN DEL LIBRO

395

Adelanto de Absolution (Absolución) Traducido por Emii_Gregori Corregido por Caamille

M

is pulmones quemaban con el frío aire. Mi mente corría con imágenes de Matthias sufriendo. Pagando por estar conmigo. Castigado por amarme. No podía soportar la injusticia. El Cielo era

cruel. Dios era injusto. Seguí corriendo. Más fuerte. Más rápido. Los árboles se hicieron más gruesos. Más densos, volviéndose ejes difusos y oscuros elevándose sobre mí. Las espinas arañaron, rasgando la tela de mi camiseta. A través del relleno del calzado de mis zapatillas, las suelas de mis pies golpean las rocas, enviando un dolor agudo hasta mis pantorrillas. Incapaz de aspirar el aire lo suficientemente rápido, fui más despacio. Jadeando. Me detuve. Caí al suelo del bosque. Y sollocé incontrolablemente. Mis sollozos llenaron el silencioso aire. Rodé sobre mi vientre, agujas de pino caídas se adhirieron a mi sollozante rostro. Lo siento, lo siento mucho, Matthias. —No puedes dejarme atrás, Zoe. —Albert. Abrí mis ojos. Apenas podía respirar. Me incorporé y retrocedí vanamente sobre mis manos, con las filosas agujas de pino astillándose en mis manos frías pero la corta distancia entre Albert y yo era infranqueable. —Entrégate a mí.

396

Sinopsis de Absolution Heavenly #3 Traducida por flochi Corregida por Caamille

El Cielo quiere su‖ corazón…‖ el Infierno su alma. El secreto de Zoe salió a la luz. Y todos los poderes del Infierno están hambrientos por reclamar su alma. Su

hermano,

Luke,

conoce

su

secreto: que ve tanto a los espíritus buenos como a los malos. Su novio lo sabe. Al menos, Matthias es su ángel guardián nuevamente. Pero ahora, el líder más despiadado del Infierno no se detendrá ante nada por conseguir su alma. Albert, el padre de Matthias, es implacable en su hambre por Zoe. La quiere para destruir a Matthias y usará a Zoe para hacerlo. La batalla entre el Cielo y el Infierno pone a prueba todo lo que Zoe tiene. Mientras atestigua el sufrimiento de aquellos que más importancia tienen en su vida, es llevada ante la elección final: ¿sacrificará su alma para salvar a aquello a quienes ama? Tercer libro de la saga Heavenly

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Acerca del autor

Jennifer Laurens creció en California del sur y más tarde se mudó a Utah donde actualmente vive con su familia en la base de las Montañas Wasatch. Tiene seis hijos, de los cuales uno tiene autismo. También escribe bajo el nombre de JM Warwick y Katherine Warwick.

398

I ♥Purple Rose www.purplerose1.activoforo.com

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attended Cornell University and graduated in 1940 with a degree in history. ... field of information sciences: “the image of the library . . . must be changed from.

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