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Moderadora: Deydra Eaton

Deydra Eaton Jesugeisse Zafiro Aileen Mary Haynes Aa.tesares IzarGrim Vani

Melii Alaska Young Lalu Joss Juli Merlu Aimetz itxi

Traductoras: Mar Winston Zoe Jules692 Coraldone Aleja E. Hermanaoscura Buty Maddox Vanessa VR

Correctoras: Marie.Ang NnancyC CrisCras Vanessa VR Merryhope Elena Verlac val_mar JazminC

Lectura Final: Mel Markham

Diseño:

francatemartu

NnancyC Mitzi.C Amy Ivashkov Val_17 Juli Sofí Fulbuster Aimetz

3 Sofí Fullbuster Cami G. MaryJane Verito

Sinopsis Prólogo Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17

Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Capítulo 33 Epílogo Sobre el autor

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El agente Cole Fletcher vive para su trabajo en el FBI, y está más que listo para su próxima misión; Incursionar en un complicado culto y poniendo a su líder tras las rejas. Pero él no está preparado para Savannah y su deslumbrante apariencia. Con diecinueve años, ella es muy vieja para hogares de acogida y demasiado dañada para vivir por su cuenta. Sin ningún lugar a donde ir, y en contra de su buen juicio, Cole la recibe. Pero ayudarla no será fácil. Él la consuela a través de sus pesadillas a gritos y a escapar de los persistentes temores de su pasado, pero esa es la parte fácil. Su preferencia a dormir acurrucada junto a su cuerpo caliente, y su deseo de complacerlo en todo sentido, la hace más y más difícil de resistir.

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Traducido por Deydra Eaton Corregido por Melii

Cole escuchó los suaves sonidos de su respiración, preguntándose cómo se había permitido llegar a esta situación. Él no era de los que se acurrucaban. Sin embargo, ahí estaba él, con su brazo entumecido y dormido donde descansaba bajo la mejilla de Savannah. Ella no tuvo ningún problema en replantear su solicitud y sentirse cómoda en su cama, incluso si eso significaba el uso de diversas partes de su cuerpo como almohada. Sus favoritos parecían ser su pecho o el hombro. Aunque en este momento, sus bíceps eran un casi tercer lugar. No quería moverla, no quería despertarla de su sueño. Le había prometido que estaría bien y se vio incapaz de romper esa promesa de alguna manera. Si ella necesitaba estar cerca de otro cuerpo cálido mientras dormía, ¿qué dificultad era para él? Aparte de la incómoda erección y el brazo entumecido, viviría. Ella suspiró satisfecha y rodó más cerca, lanzando una pierna sobre su cadera, lo cual no hizo nada para ayudar al flujo de sangre que corría al sur. Sabía que si cruzaba esa barrera física con Savannah, él no sería el amante gentil que ella merecía. La abrumadora sensación de deseo por ella que se agitó dentro de él no permitiría eso. La follaría duro y rápido. Y ya que estaba bastante seguro de que ella seguía siendo virgen, se merecía a alguien que fuera cuidadoso, suave, y que se tomara su tiempo. Otra razón por la que él no era el hombre para ese trabajo. Cole desplazó su rodilla para aliviar la presión de su cálido muslo contra su entrepierna y trató de relajarse. En momentos como este, su mente vagaba con frecuencia y no podía dejar de recordar la primera vez que la vio. Ella había sido una pequeña cosa asustada, acurrucada en un rincón, mirándolo con los ojos muy abiertos. Incluso entonces, había despertado en él todo tipo de instintos de protección, hizo que el macho alfa en su interior saliera de modo considerable. Y si su actual estado acurrucado era una indicación, todavía lo hacía. Apretó su agarre alrededor de ella de manera inconsciente, atrayéndola más cerca. Incluso si no pudiera actuar sobre el

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deseo que sentía por la mujer en su cama, estaba seguro como la mierda que no dejaría que nadie le hiciera daño. Savannah se retorció en su sueño, murmurando suavemente. Llevó su mano libre hacia su cabello, alejando los mechones enredados de su frente para tranquilizarla. Era demasiado vulnerable, tan dañada, lo cual era exactamente el por qué tenía que dejar de pensar con su pene. Pronto.

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Traducido por Jesugeisse Corregido por Alaska Young

¡Qué carajo! Cole había visto cosas en mal estado en su día, pero esta escena se llevó el pastel. Una corriente de personas huyeron por la puerta principal y otros saltaron por las ventanas del primer piso del largo recinto gris. Por otra parte, ¿qué había esperado cuando su equipo gasificó el lugar? Después de esperar a que los vapores se desvanecieran, y la mayoría de los cuerpos se filtraran, corrió hacia el edificio, la lluvia torrencial mojando su chaqueta. Se metió por la puerta y se quitó la máscara de gas para probar el aire a su alrededor. Sentía sólo un ligero hormigueo en la garganta. Él no tenía intención de pasar el rato en la zona delantera, donde el bote se había estrellado a través de la mayor parte de la ventana. Su objetivo era buscar en las habitaciones traseras y verificar si alguien aún permanecía en el interior. Y puntos de bonificación si encontraba al líder de la secta, Jacob, antes de que lo hiciera su comandante. Si Jacob era culpable incluso de la mitad de los crímenes de los que se le había culpado, no le importaría golpear con todas sus fuerzas la mandíbula del tipo. Jacob era un loco certificado. Él afirma ser un sanador espiritual, y tenía cerca de cuarenta personas tragando su mierda. Cuando el FBI se enteró esta mañana de sus planes para llevar a sus seguidores en una misión suicida, se había movido rápido, y garantizado su condena. Hasta ahora, parecía que lo habían hecho a tiempo. Cole ajustó la correa de su rifle y pisó a lo largo del pasillo. Se dio la vuelta en la esquina, la luz era tenue por la falta de ventanas, y no escuchó nada. Un silencio de muerte. Al no oír nada que indique una amenaza, entró en la habitación a su derecha. Una mujer joven estaba acurrucada en un rincón de la habitación. Estaba sentada contra la pared, sus rodillas contra su pecho. Su respiración era entrecortada. Durante un largo segundo, Cole no pudo moverse, no podía pensar. Algo sobre esta mujer cautivó su atención. Sus ojos, del color de las esmeraldas, lo miraron con miedo y confusión. Sus manos

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temblorosas abrazando sus piernas firmemente a su pecho. Las lágrimas no derramadas quemando en esa mirada verde brillante. Saliendo de su aturdimiento, Cole se acercó más. La mujer se estremeció y encogió contra la pared. Temblaba incontrolablemente pero sus ojos siguieron todos sus movimientos. Echó un vistazo a la habitación, buscando a otras víctimas o amenazas, pero sólo encontró varias literas, ropa esparcida por el suelo, y una cuna en la esquina. Una vez que la habitación estaba segura, Cole bajó el arma. El procedimiento dictado era gritar sus órdenes antes de actuar. Pero su instinto le dijo que una táctica diferente podría ser necesaria ahora. —¿Cómo te llamas? —preguntó, mirando la pequeña figura. —S-Savannah —tartamudeó, su voz ronca. Él aspiró una profunda bocanada de aire y atravesó la sala, sus botas haciendo un ruido sordo contra el suelo de baldosas. Ella se apretó con fuerza contra la pared, observándolo mientras se acercaba. Se colgó la correa del rifle al hombro, dejando que el arma colgara libre y levantó sus manos, con las palmas hacia fuera y los dedos abiertos, frente a ella. —Está bien. Estoy aquí para ayudar. Ella lo miró con los ojos muy abiertos que contenían un destello de curiosidad. Aunque se mantuvo agachada, levantó la barbilla mientras se acercaba. Consideró ayudarla a levantarse, pero instintivamente sabía que sus manos se mantendrían cerradas herméticamente en su regazo. Tenía dos opciones: recogerla y sacarla, o ganarse su confianza. La confianza lleva tiempo. Se agachó y la levantó, asegurando un brazo detrás de las rodillas, y el otro alrededor de su cintura. Un jadeo asustado escapó de su garganta, pero tan pronto como Savannah estuvo en sus brazos su cuerpo se relajó. Ella apoyó la cabeza en su hombro y dejó escapar un profundo suspiro, como si hubiera estado llevando una gran carga y de repente, ahora que se encontraba en sus brazos, fuera libre de ella. Enlazó sus dedos detrás de su cuello y hundió la cara en su pecho, como si fuera la cosa más natural del mundo. Momentáneamente aturdido por su cálido cuerpo envuelto alrededor de él, le tomó un tiempo poder poner sus pies en movimiento. La llevó a través del edificio, captando miradas de sorpresa de los otros agentes por como la tenía abrazada con fuerza contra su pecho, pasando a través de las salas de vacías. Ella se dejó caer contra él, y esa medida de completa confianza le dio a Cole una sensación retorcida en su interior, una sensación con la que nunca se había encontrado hasta ahora.

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—¿Te encontraste una novia allá, Fletcher? —dijo uno de los chicos, seguido por una ola de risas. Normalmente, él regresaría bruscamente una réplica, pero no podía concentrarse mucho con la chica en sus brazos. Las olas fragantes de cabello oscuro derramando sobre sus hombros, las suaves curvas de su cuerpo moldeado a su duro pecho era más que un poco de distracción. Cuando entraron en la sala, Savannah finalmente habló—: Puedes bajarme ahora. —Su aliento era cálido contra su cuello y le envió un cosquilleo por la espalda. Él la dejó en el suelo, de pronto se encontraba reacio a dejarla ir. Ella lo miró y parpadeó dos veces, abriendo su boca para atraer un suspiro tembloroso. Estaba sin palabras. Emociones que pensó durante mucho tiempo que estaban muertas se agitaron en su interior. Ella se volvió y se dirigió hacia las pocas personas que aún quedan en el edificio, un pequeño grupo de niños se alinearon contra la pared, mirando desconcertados. No fue una gran sorpresa que un grupo de agentes hombres no tuvieran ni idea de qué hacer con las víctimas más pequeñas. Al menos tenían suficiente sentido común para ponerlos fuera de la lluvia mientras esperaban a que las camionetas llegaran. Savannah se arrodilló delante de los niños y les habló en voz baja. Lo que ella dijo tuvo el poder para calmarlos. Varios de los niños más grandes se limpiaron las lágrimas y fijaron en sus rostros caras valientes. El más pequeño, un niño con rizos rubios, se arrastró a su regazo. Al principio Cole se había centrado únicamente en la misión de capturar a Jacob, pero ahora se preguntaba qué pasaría con las mujeres y los niños. Bueno, sobre todo con la chica, Savannah. Cuando llegaron las camionetas, la observó ayudar a los niños para protegerlos de la lluvia. Entonces ella los hizo desfilar hacia las camionetas que esperaban. Un aguijón familiar de preocupación le atravesó el pecho. Este era el único hogar que conocían, y ahora era el centro de una investigación del FBI. Habían sido literalmente expulsados al frío. Alejó ese pensamiento. Maldita sea. Él no debe sentirse afectado. Este era el tipo de cosas que le habían aconsejado los agentes subalternos sobre no involucrarse emocionalmente en un caso. Pero ver a Savannah de pie, su trasero y sus piernas bien formadas, provistas de un par de pantalones vaqueros, el cabello mojado colgando por su espalda, sabía que debía fingir que no se vio afectado. Maldición.

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Como Cole estaba en la puerta, el aire frío le arrebató el aliento al instante, lo que le obligó a tirar de los bordes de su estrecha chaqueta. No podía dejar de pensar en sus exuberantes curvas suaves y la forma en que se había sentido en sus brazos. Desearla era una poderosa necesidad, una respuesta instintiva, y una que no había experimentado en mucho tiempo. La diferencia era que nunca había actuado al respecto. Demonios, él estaba dispuesto a apostar que nunca la volvería a ver. Y eso era lo mejor.

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Traducido por Jesugeisse Corregido por Lalu♥

Cole no contaba con la mujer apareciendo en sus sueños. Desde hace varias noches, había jugado un papel estelar. Aunque cada sueño contenía un escenario diferente. Sólo en sus sueños había hablado con ella, haciéndola reír. Calmando sus preocupaciones, y aliviando esa pequeña línea que arrugaba en su frente. Entonces en el sueño él se inclinaría para inhalar el aroma de su cabello, y la llevaría a su camioneta, manteniéndola a salvo. Se despertaba todas las mañanas maldiciéndose a sí mismo. Él no se quedó con ella. Pero, maldita sea, si su subconsciente sabía, lo idiota poco cooperativo que era. Ahora bien, en la oficina, sentado en su escritorio con la luz del sol que entraba por las persianas baratas, salpicando la pantalla de su ordenador con manchas de luz, Cole se pasó una mano por la mandíbula sin afeitar. El caso que había consumido gran parte de su tiempo en el último mes había llegado a una conclusión poco satisfactoria. Jacob había sido encontrado muerto fuera de un edificio al lado del recinto, de una herida de bala auto infligida aparentemente. Desde la perspectiva de la Mesa, el caso estaba casi cerrado. Pero Cole había pasado los últimos días investigando a través de las montañas de archivos que habían acumulado en el grupo, asegurándose de que todo se ha realizado correctamente. Se mantuvo buscando, al verse atrapado en los detalles que de alguna manera podrían relacionarse con Savannah. Entonces se dio por vencido tratando de ser astuto, y leyó cada nota que había de ella. Tenía diecinueve años y se había unido al grupo con su madre cuando tenía sólo siete años de edad. Su madre, que se creía que ha sido uno de los amantes de Jacob, falleció cuando Savannah tenía quince años. Savannah había estado viviendo con el grupo en el complejo a las afueras de Dallas desde entonces. Esa maldita secta era todo lo que había conocido. Cole sabía que todos los niños, catorce de ellos menores de dieciocho años, habían ido a Servicios de Protección Infantil. No tenía ni idea a donde iban a parar los mayores de edad. Supuso una vez que los

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llevaron para ser interrogarlos y tomar sus declaraciones, muchos de ellos serían libre de irse. Tragando café de un débil vaso de papel, le tomó un momento darse cuenta de que su jefe estaba de pie frente a su escritorio. —Te ves como la mierda, Fletcher. Cole no se molestó en explicar que no había estado durmiendo bien y prefirió no entrar en una conversación acerca de que exactamente era la misteriosa chica que había rescatado quien seguía nublando sus pensamientos, incluso en sueños, sabiendo que no era una buena excusa con Norman. Cole se pasó una mano por la nuca. —Gracias —murmuró. —Necesitas un descanso, Cole. Has estado trabajando por semanas ochenta horas sin parar en los últimos meses. Ahora que el caso ha terminado, no te voy a asignar a otro hasta que te tomes un tiempo libre. —¿De qué estás hablando, un permiso de ausencia? —Cole había oído hablar de otros chicos jugando y forzados a una licencia, aunque sólo sea para tenerlos como ejemplo. Pero por lo que él sabía, no había cogido nada, por lo menos no últimamente, y estaba en la línea para una promoción en su próximo ciclo de revisión. —No, como unas vacaciones. —La mirada severa de Norm se reunió con la confusa de Cole—. Has oído hablar de las vacaciones, ¿no? Cole casi se echó a reír, y lo habría hecho, si no hubiera estado molesto por dónde se dirigía esta conversación. Era exactamente la misma conversación que había tenido con su entrometida hermana mayor, Marissa, tan sólo unos días antes. Cuando había pasado el fin de semana y vio los círculos oscuros bajo sus ojos, ella lo desafió sobre cuando había sido última vez que se había tomado vacaciones. La verdad era que nunca había tomado deliberadamente tiempo fuera del trabajo. No sabría qué hacer con él. La única vez que había tomado algunos días personales fue el duelo normal cuando sus padres murieron hace seis años. Norman todavía lo estaba mirando con expectación. —He hablado con RR.HH., y me dijeron que nunca te has tomado un solo día de vacaciones desde hace seis años. No me digas. Y por una buena razón. Estaría aburrido como el infierno en dos horas. —¿Y qué es exactamente lo que esperas que haga? —¿Cómo diablos voy a saberlo? Haz lo que las personas hacen cuando tienen tiempo libre.

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—Gracias, pero estoy realmente bien. Sólo dame otro caso, Norm. —Esto no es negociable. Estaba reacio a asumir lo que decía Norm, pero no era tan estúpido como para discutir con él cuando esa vena en la frente le palpitaba. Cole se quedó ahí, sabiendo que sería inútil insistir sobre el tema, y recogió los archivos de su escritorio. Trabajaría desde casa. Norman esbozó una sonrisa de lado y tiró los archivos de sus manos. —No llevarás trabajo a casa. Recibe un masaje, ve a las malditas Bahamas, no me importa lo que hagas, siempre y cuando te tomes un descanso. No volverás hasta el lunes. El próximo lunes —aclaró Mierda. ¿Una semana fuera del trabajo, sin nada que hacer? Se volvería loco. A menos que... No, él sabía que no debía ir a ver a Savannah, pero una vez que la idea se había plantado firmemente en su mente, sabía que sería casi imposible detenerla. Cole pasó los dos primeros días de sus vacaciones al igual que pasó cada fin de semana: durmió, fue al gimnasio, agarró un poco de comida para llevar y se quedó en el sofá con una cerveza y flipar sin rumbo a través de los canales de TV. Pero para el momento en que la mañana del lunes se llevó a cabo, estaba harto. No había manera de que él sobreviviera una semana más de esta mierda. Ya estaba aburrido de su mente, y era el primer día de sus forzadas-vacaciones. Maldita sea Norm. Pensamientos de Savannah continuaron ocupando su mente, se preguntó dónde se encontraba y si estaba bien. Después de su tercera taza de café, se puso nervioso y caminaba de lado a lado. Maldita sea, estaría arrastrando las paredes de su apartamento al mediodía si no salía y hacía algo. Cole tomó una decisión rápida, sabiendo que no sería capaz de dejar que los pensamientos de Savannah se fueran. No hasta que supiera que se encontraba bien. Era simple curiosidad, nada más. Además, tenía que hacer algo para ocupar su tiempo. A ganar todo. Haría una simple vigilancia, no era gran cosa. Después de una rápida llamada a otro agente en la mañana, tenía una buena idea de donde se la habían llevado. La casa de seguridad. La llevaron a la única instalación cercana con una apertura de una promoción de viviendas de transición en el lado sombreado de la ciudad.

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Algo en ello no le sentó bien. Ella era demasiado inocente y bonita estar en un lugar como ese. Fue a la casa, suponiendo que todavía se hallaba allí. Dado que el archivo no había mencionado ninguna otra familia, a la que la hubieran asignado. Una vez que la viera con sus propios ojos, y confirmara que estaba a salvo y bien, lo dejaría pasar.

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Traducido por Zafiro Corregido por Lalu♥

El otoño era la estación del año favorita de Savannah. El brutal calor del verano de Texas se había disipado y había dejado el aire a su alrededor agradablemente cálido, y más cómodo que sofocante. Caminaba por tercera vez en el día. Sin nada que hacer aparte de sentarse y preocuparse por los niños, prefería estar afuera, en movimiento, en lugar de sentarse en la sucia casa de transición. Dobló la esquina de la cuadra con la que se había familiarizado durante los últimos días, sorprendida de no haber usado un camino hacia la acera por ahora. Había un pequeño parque al otro lado de la calle. Consideró detenerse para ver a los niños jugando, pero siguió andando, sabiendo que eso sólo desenterraría recuerdos que la harían llorar. No podía creer que las cosas se hubieran terminado de la manera en que lo hicieron. Se sentía en conflicto estando lejos del recinto, vacía de una extraña manera. Era todo lo que conocía, pero había soñado con dejar el excesivamente estricto recinto durante los últimos años. Se había desilusionado con su estilo de vida después de que su madre falleció hace cuatro años. Pero había ciertas cosas, y personas, que extrañaría. Ya extrañaba el bullicio de la actividad, siempre teniendo a alguien con quien hablar. Pensó en Dillon, la única otra persona de su edad, y se preguntó dónde se encontraba. Cuando el sol empezó a hundirse bajo en el cielo, se resignó a pasar otra noche en la casa. Había llegado a despreciarla por la única razón de que allí se sentía sola. Giró a la derecha en la esquina, sorprendida de no reconocer lo que la rodeaba. Había estado tan absorta en sus pensamientos, y demasiado confiada en su capacidad de dirigirse, que no prestó atención por donde deambulaba. Giró en círculo, buscando una señal, o un cartel indicador que pudiera reconocer, pero por desgracia, no ayudó mucho. Estaba perdida. Respiró hondo y se obligó a mantener la calma. Pero la fachada duró unos dos segundos. No tenía a nadie a quien llamar y ni siquiera sabía la dirección de la casa. Estaba total y absolutamente sola. Después de

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crecer en un hogar con una docena de mujeres mimándola, la realidad fue cruel. Nunca había estado sola. Y ya fallaba en eso. Savannah se limpió las lágrimas que comenzaban a escapar de sus ojos. ¿Qué iba a hacer si no podía encontrar la casa de nuevo? La calle comenzaba con una L, ¿cierto? Supuso que podía ir a una tienda cercana y preguntar si conocían una casa de transición por la zona. Probablemente sonaría como una loca, pero ¿qué otras opciones tenía? Tomó una respiración profunda, recuperando la compostura y miró por la ventana de una tienda de abarrotes. El chico en el mostrador miró sus ojos, luego miró fijamente a sus tetas. No. No entraría ahí. Bajó los ojos y siguió caminando. Con el ruido de sus zapatos contra la acera y el ritmo de los latidos de su corazón guiándola, Savannah continuó. El ronroneo del motor de un coche se quedó detrás de ella. No adelantándola. Chispas. Este no era una gran parte de la ciudad para estar sola. ¿En qué había estado pensando? Así que apresuró el paso, pero el coche mantuvo el ritmo. Un gran todoterreno negro se detuvo a su lado. La ventana tintada oscura bajó. Una oleada de pánico se apoderó de ella, y lágrimas llenaron sus ojos. —¿Savannah? La áspera voz masculina sabía su nombre. Se tropezó al detenerse y se atrevió a dar un vistazo en su dirección. Se encontró con la preocupada mirada del agente del FBI que la había rescatado después de que el recinto fue allanado. Era alto, de hombros anchos y con el pelo oscuro, un rastrojo espolvoreaba su mandíbula y sus oscuros ojos estaban fijos en ella. Se aventuró un paso más cerca de la camioneta. No sabía su nombre, o lo que pretendía, pero algo en su oscura mirada se apoderó de lo más profundo de ella, y supo instintivamente que podía confiar en él. Al menos esperaba que pudiera. No le había hecho daño esa noche. Su contacto había sido fuerte, pero amable. Convocando su coraje, se volvió para enfrentarlo.

Cole no podía creer su suerte, había divisado, literalmente, a Savannah de camino a la casa de seguridad. Tenía el rostro surcado de lágrimas y sus ojos salvajes. Mierda, parecía asustada. ¿Alguien le había hecho algo? La idea lo enloqueció. —¿Savannah? —repitió.

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Sin esperar a que respondiera, Cole cambió la marcha para aparcar y bajó de un salto, cruzando la parte delantera de la camioneta se detuvo frente a ella. Le levantó la barbilla, inspeccionando su cara y cuello por marcas, y la agarró por los brazos girándola en un círculo, mirándola por completo. Parecía ilesa, así que no entendía por qué lloraba. —¿Qué pasó? Tragó saliva y bajó la mirada hacia la acera entre sus pies. —Hola. —Le rozó la mano con la suya—. Me recuerdas, ¿verdad? Lo miró a los ojos y le dio un vacilante asentimiento. —¿Cómo te llamas? —Preguntó, con un tirón nervioso en su voz. —Colby Fletcher. —Le ofreció la mano, y ella deslizó sus delicados dedos en su palma. —Colby —repitió en apenas un susurro. —Puedes llamarme Cole. Todo el mundo lo hace. O Fletcher o Fletch. Ya sabes, lo que sea... Sonrió, más con los ojos que con la boca. Su balbuceo al parecer había anotado algunos puntos. —Ahora dime lo que está mal —presionó. No pretendía que saliera como una orden, pero necesitaba saber qué le había pasado, dejando los modales de un lado. —Fui a dar un paseo y me perdí —dijo simplemente. Cole casi se hundió de alivio. Gracias. Eso podía arreglarlo. Dios, si algo le hubiera sucedido, no creía que pudiera haberlo manejado. No con la preocupación que había estado revolviéndole las entrañas los últimos días. —Vamos, puedo llevarte de vuelta. —Se dio vuelta hacia el lado del conductor de nuevo, pero Savannah se quedó clavada en la acera. Regresó al lugar donde estaba y le habló en voz baja—. Puedes confiar en mí, ¿está bien? Sus ojos destellaron hacia los suyos. Había olvidado lo verdes que eran. Entrecerró los ojos y parpadeó varias veces, como si estuviera decidiendo. Fue lindo. Sin decir una palabra, Savannah abrió la puerta del pasajero y se metió adentro. La piel de Cole hormigueaba, híper-consciente de lo cerca que se encontraba. Llevaba un holgado par de pantalones vaqueros, rotos en una rodilla y una camiseta térmica de manga larga, pero el mal ajustado atuendo no hacía nada para atenuar el deseo que sentía. Agarró más fuerte el volante, sus manos picando por doblar su cuerpo contra el suyo. Mierda, su libido estaba fuera de control cuando se trataba de esta chica.

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Tal vez realmente necesitaba unas vacaciones. En algún lugar con arena y un montón de mujeres en bikini. En algún lugar bien lejos de Savannah. Ninguno habló durante el corto viaje de regreso a la casa de transición. Cole se detuvo frente a la casa color gris claro de dos pisos con la pintura desprendiéndose. Tanto su atención como la de Savannah fueron capturadas por un grupo de chicos sentados en el amplio porche frontal, discutiendo ruidosamente. Savannah jugueteó nerviosamente con la manija de la puerta, pero no hizo ningún movimiento para salir del coche. —Escucha, no tengo que traerte de vuelta enseguida... podríamos tomar una taza de café. El alivio bañó su rostro. —Sí. No había manera de que fuera a mandarla de vuelta dentro de esa casa por el momento. Sobre las humeantes tazas de café en una cafetería cercana, Cole intentó una pequeña charla, pero principalmente se sentaron en un cómodo silencio. Savannah parecía distraída y sombría. Se preguntó si contaba los minutos hasta que tuviera que regresar a esa casa, y temiéndolo tanto como él lo hacía. —¿Tienes alguna familia con la que puedas quedarte? —preguntó finalmente. Una profunda mirada abrasadora comunicó su necesidad. Las peores suposiciones de Cole se habían demostrado correctas… estaba completamente sola. Tragó saliva y negó con la cabeza. —Mi madre murió cuando yo tenía quince años, y nunca conocí a mi padre. Supongo que podría encontrar a alguna de las mujeres del grupo de Jacob, pero no sé... —¿Tienes hambre? ¿Has comido? Podríamos pedir algo. —Cole no podía dejar de acribillarla con preguntas. Mantuvo la mirada abatida y sacudió la cabeza. —Estoy bien. — Savannah se sentó en silencio en su asiento, sus delgados dedos enrollados con fuerza alrededor de la taza de café. Cole deseaba que hubiese algo más que pudiera hacer por Savannah. No estaba seguro de qué decir, cómo ayudar, así que se sentó silenciosamente frente a ella sorbiendo su café. Para el momento en que llegaron a la casa de nuevo, la oscuridad había cubierto el cielo. Cole se estacionó, apagando el motor. —Te acompaño. La casa en sí era grande, pero mal cuidada. El mobiliario era viejo y desigual, la alfombra beige manchada y raída. Cole no vio mucho del primer piso, además de una sucia sala de estar, antes de que lo llevara

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arriba. Había varias puertas cerradas a lo largo del pasillo. Savannah se detuvo en la segunda puerta a la derecha. Buscó la llave entre sus dedos, haciéndola sonar contra la puerta de madera. Después de tres intentos fallidos para abrirla, Cole las sacó de su temblorosa mano, y hábilmente abrió la puerta. Lo primero que notó fue el olor —la habitación olía a calcetines de gimnasia mojados. Savannah encendió la luz y dio varios pasos en la habitación. Un estrecho catre en el suelo y una silla en la esquina con extraviados artículos de vestir eran los únicos muebles. Mierda. No podía dejarla aquí, ¿verdad? Savannah dio un paso más cerca, envolviendo los brazos alrededor de la cintura y metiendo la cabeza bajo su barbilla. —Gracias —susurró. Su entusiasmo por el contacto físico lo sorprendió, pero sólo dudó un momento antes de envolver sus brazos a su alrededor. Cole palmeó su espalda, odiando que sus intentos por tranquilizarla fueran torpes e incómodos. Nunca había sido bueno en esta clase de cosas: las emociones, la mierda sentimental. Tal vez su presencia sería suficiente para calmarla. Y aunque no sabía cómo demostrarlo, se sentía protector. No iba a permitir que nadie le hiciera daño. Si alguien siquiera la miraba de manera incorrecta, Cole patearía su trasero. La sostuvo durante varios minutos hasta que los latidos de su corazón se redujeron a la normalidad, y se salió de sus brazos. Sus ojos destellaron entre sí a los sonidos de una discusión en la habitación de al lado. Voces enojadas llegaban a través de las delgadas paredes. Otra discusión. Cole y Savannah se miraron. —¿Segura de que estarás bien? Asintió, con expresión solemne. —Aquí está mi tarjeta. —Sacó la tarjeta de su billetera y la puso en su temblorosa mano—. Llámame si necesitas algo. Savannah se quedó callada, mirando a la tarjeta, pasando su pulgar por las letras en relieve. —Cierre la puerta cuando salga, ¿de acuerdo? Asintió con fuerza, succionando su labio inferior en su boca, como si hubiera algo más que quería decir, pero se detuvo. Cole salió de mala gana. Sabía que se hacía tarde, y por mucho que le dolía dejarla, no podía posponerlo más. Estaba seguro de que cruzaba una especie de línea profesional, incluso estando aquí. Esperó fuera de la puerta hasta que escuchó el pestillo deslizándose en su lugar, el sonido no tan tranquilizador como hubiera deseado.

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Una vez fuera, Cole respiró hondo y pasó las manos por su cara. La fría explosión de aire otoñal llenó sus pulmones, pero no hizo nada para volverlo a sus cabales. Trepó dentro de su camioneta y se aferró al volante hasta que sus nudillos eran blancos, tratando de obligarse a arrancar el motor y conducir lejos de ella.

La cerradura en su puerta hizo poco para calmar sus nervios. Las profundas y roncas voces de sus vecinos masculinos enviaban escalofríos por su espina dorsal. Se acurrucó más en la delgada y áspera manta. Los sonidos poco familiares y los olores de la casa la dejaron al borde y temblando. El breve interludio con Cole había ayudado, pero ahora que regresó a la sombría realidad de la pequeña habitación de nuevo, un inminente ataque de pánico palpitaba en su pecho. Crecer como lo había hecho, escuchando las locas diatribas de Jacob acerca de que el sexo es sucio y enfermo, y que los hombres del mundo están impulsados sólo por su lujuria, la hizo híper-consciente de los sonidos en las habitaciones próximas. Sus voces altas, crudas miradas, y sucias manos. Jacob constantemente le inculcó que los hombres sólo la querrían para una cosa. La compresión golpeó. Estaba sola. Total y completamente sola. El pánico se deslizó en los bordes de su cerebro, pero lo combatió, manteniendo la oscuridad a raya. A duras penas. Pensó Savannah. Si pudo continuar después de perder a su madre, también podría sobrevivir a esto. No tenía otra elección. Sus músculos temblaban por el esfuerzo de permanecer inmóvil contra el duro catre. Se hizo un ovillo, abrazándose las rodillas, esperando que eso la calmara. Un fuerte golpe contra la pared la hizo saltar. Savannah se sentó en la cama mientras el dolor en su pecho se construía. Respiró un lento y tembloroso aliento y dijo una oración en silencio. Trató de no colapsar otra vez, pero antes de que se diera cuenta, ardientes lágrimas corrían libremente por sus mejillas y deseaba que Cole no se hubiera ido. Las únicas veces que se había sentido segura durante la última semana de este calvario fue cuando se encontraba cerca. Agarró su tarjeta de la repisa de la ventana y la apretó, aplastándola a su corazón. Deseó ser más fuerte, no romper a llorar tan fácilmente. Pero tras otro fuerte golpe contra la pared, dejó escapar un

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gimoteo bajo las mantas. Echó un vistazo a la perilla de la puerta, el cerrojo aún vertical, necesitaba reasegurarse de que la puerta seguía cerrada. No quería dejar la seguridad de su dormitorio —y desearía no tener que hacerlo— si no hubiera sido por su insistente vejiga urgiéndola. Había dos baños en el segundo piso, uno era para las mujeres y otro para los hombres. Había llegado a saber en los últimos días, que los inquilinos utilizaban el que estuviera más cerca, y desde que tuvo la mala fortuna de estar rodeada en ambos lados por inquilinos masculinos, sabía que el denominado baño de mujeres estaba sucio y apestaba a orina. El otro baño, probablemente, no se encontraba mejor. Agarrando todavía la tarjeta de Cole, Savannah entreabrió la puerta y miró a ambos lados antes de andar de puntillas hacia el cuarto de baño. Se aseguró de que el asiento del inodoro se hallara limpio antes de orinar. Mientras se lavaba las manos, se sobresaltó ante la pálida chica con aspecto fantasmal que la observaba desde el espejo antes de darse cuenta de que era su propio reflejo. La bombilla sobre ella parpadeó y luego murió. La oscuridad hizo dar vueltas a su cabeza. Respiró hondo y contuvo el aliento mientras sus manos tantearon ciegamente por delante, buscando la puerta. Odiaba la oscuridad. Siempre lo había hecho. Sus manos seguían agitándose en frente, se rogó a sí misma no entrar en pánico. Savannah se tambaleó sobre sus pies, parpadeando frenéticamente contra la oscuridad. Antes de que supiera lo que ocurría, chocó contra la pared, y sintió un agudo estallido de dolor en la parte posterior de su cráneo mientras se desplomaba en el suelo.

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Traducido por Aileen Corregido por Joss

Cole se detuvo en su aparcamiento subterráneo justo cuando la tormenta iluminó el cielo. La grieta de un rayo enojado atravesó la noche, seguido del ruido sordo de un trueno. Había estado lloviendo sin parar todo su viaje a casa, pero la tormenta parecía duplicar su fuerza en cuestión de segundos, láminas de agua cayendo desde el cielo. Maniobraba en su espacio de estacionamiento cuando una llamada entró en su teléfono, había sido un fin de semana extrañamente silencioso, ni siquiera Marissa lo había llamado. Y a esta hora en la noche del domingo, no sabía quién podría ser. Pescando el teléfono de su consola, noto el código de área de Dallas, pero no reconoció el número. No podía entenderla al principio, su voz estaba llena de tensión, y era apenas un susurro, pero pronto se dio cuenta que era Savannah. Y ella le pedía que volviera. Puso el cambio y aceleró el motor antes de que sus palabras se terminaran de pronunciar. Manteniendo la línea mientras conducía, quiso bombardearla con preguntas, para saber si había pasado algo, pero se resistió. A pesar de que todo lo que pasó por su mente, había encontrado la calma, diciendo que estaría allí, y piso más el acelerador para volver a ella. Después de finalizar la llamada, dio un puñetazo contra el tablero. Maldita sea, no debería haberla dejado en ese lugar. Pero ¿qué otra opción le quedaba? Apretó el volante, esperando a que cambiara el semáforo. Tenía que sacarla de esa casa, probablemente alojarla en un hotel para pasar la noche. Eso sería lo correcto, pero sabía con absoluta certeza lo que realmente quería hacer. Quería llevarla a casa con él, donde podía tenerla bajo el mismo techo y asegurarse tranquilamente de que estuviera a salvo. Cuando Cole llegó, pulso el timbre de la puerta de entrada trasera. Fue recibido por un hombre mayor, el guardia de noche, seguramente. —¿Dónde está Savannah? Irrumpió pasando al hombre, siguiendo el sonido de sollozos suaves hacia el fondo de la casa. Se introdujo a una oficina, donde se encontró

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con una mujer mayor sentada detrás de un escritorio, y Savannah echa un ovillo en la silla frente a ella. —Savannah —dijo con voz áspera. Ella levantó la vista y Cole casi se tambaleó hacia atrás. Cristo. Parecía que alguien había usado su cara como un saco de boxeo. Su labio hinchado y cortado estaba salpicado con sangre y su ojo izquierdo ya se oscurecía con un moretón. Cuando ella lo miró a los ojos, dejó escapar un suave suspiro, aparentemente consolada por su presencia. —Shh. Estoy aquí. Él metió sus dedos debajo de su pelo por la parte posterior de su cuello. Entonces volvió su atención a la mujer detrás del mostrador. —¿Qué demonios ha pasado aquí? —Tome asiento, ¿señor....? —Cole Fletcher. Se sentó en la silla junto a Savannah. Ella se metió en su regazo, enterrando la cara en su cuello mientras sollozos sacudían su cuerpo. Sus brazos, aferrándose con fuerza, enrollados alrededor de Savannah cambiándola a una posición más cómoda en su regazo. Una vez que Savannah se acomodó, su entrenamiento se hizo presente y comenzó a disparar preguntas al coordinador del centro. Explicó que habían perdido la luz brevemente por la tormenta, y cuando subieron a comprobar y asegurarse de todo el mundo estaba seguro, encontraron a Savannah inconsciente en el piso del baño, donde aparentemente se había desmayado y se había golpeado la cabeza en el lavabo de porcelana mientras caía. Sus dedos se enroscan automáticamente en su cabello, suavizando el golpe que encontró en la parte posterior de su cabeza. El coordinador parecía despreocupado, como si hubiera tratado estas situaciones muchas veces. Pero Cole no lo había hecho, y tampoco Savannah. Unos ojos vacíos miraban la pared frente a él. Le preocupaba que el choque comenzara a empeorar. La calmó con su mano yendo de arriba y abajo en su espalda, sin saber muy bien qué hacer para consolarla. La mujer detrás del mostrador miró por encima de sus gafas, la boca torcida en una mueca de desaprobación. Cole podría decirle a la mujer

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que en estos momentos se preguntaba exactamente qué tipo de relación compartía con Savannah. Su tono de voz y las preguntas eran profesionales, pero actualmente el cuerpo de Savannah envuelto a su alrededor decía que era algo totalmente distinto. Él optó por no identificarse a sí mismo como un agente, y dejó que la mujer pensara lo que quisiera. Una vez situada en su regazo, la respiración de Savannah volvió a la normalidad, y el golpe constante de los latidos de su corazón contra su pecho le dijo que se estaba recuperando. Ella se encontraba bien. Gracias maldito Dios. No entendía por qué su presencia la calmó —no era como si tuviera mucho que ofrecer— pero él no estaba dispuesto a cuestionarla. No cuando ella se hallaba tan frágil. La mujer levantó una mano. —Escucha, sé que esto no es el Ritz , pero si quiere quedarse aquí, puede. Si quiere irse, está bien. Todo depende de ella. Savannah levantó la cabeza de su pecho y se encontró con los ojos de Cole. —¿Puedes sacarme de aquí? No podía entender lo que le pedía. Por supuesto que Cole quería llevarla lejos de este lugar, desde la primera vez que había puesto los ojos en esta casa destartalada. Sin embargo, el protocolo y cruzar los límites profesionales se agitaron en la parte posterior de la cabeza. Se resistió a la tentación de suavizar los mechones enredados de pelo de su cara, pero mantuvo los brazos alrededor de su cintura. El labio ensangrentado de Savannah, la hinchazón de la cara, y el agotamiento que podía leer en su rostro le dijeron que este no era el momento para discutir. —Está bien. Te sacaré. Mañana resolverían todo. Levantó a Savannah de la silla y la abrazó como si estuviera completo. Y tan fuerte como antes, la necesidad de proteger se encendió dentro de él. Sacándola a la noche, Cole abrió la puerta de acompañante y la ayudó a subir. Se inclinó sobre ella para abrocharle el cinturón de seguridad. Cuando sus manos rozaron sus costillas, se sobresaltó, aspirando en un suspiro tembloroso. Tal vez debería revisar su cuerpo por heridas, había soportado probablemente algunos golpes más y moretones, pero su primera prioridad era sacarla de aquí.

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Se quedó en silencio dentro del coche, ni siquiera preguntando adónde iban. Ciegamente confiaba en él. La sensación era embriagadora. Mantuvo el volumen bajo de la radio, dejando a Savannah en sus pensamientos, mirando por la ventana mientras conducía. Cole echó un vistazo en su dirección, preguntándose en que podría estar pensando. El silencio incómodo hizo que su cerebro buscara algo de hablar como un grifo que gotea. —¿Es tu primera vez en la ciudad? —le preguntó. Savannah mantuvo sus ojos en los edificios que pasaban. —Nosotros no abandonábamos mucho el complejo. Por supuesto. Pregunta estúpida. Lo intentó de nuevo. —¿Te duele la cabeza? ¿Qué hay de tus costillas? Se pasó los dedos por el pelo enmarañado, por el punto de la protuberancia. —Creo que están bien. Al menos había dejado de llorar. Nada lo hacía entrar más en pánico que una mujer llorando. Cuando aparcó en su espacio de estacionamiento y apagó el motor, un profundo silencio cayó sobre ellos en el espacio confinado. Su ritmo cardíaco derrapo de repente consciente de ella. El aroma ligero y femenino que se aferraba a su piel, su pequeño cuerpo, y el abrumador deseo de protegerla, no podía negar el dolor posesivo que corrió a través de su sistema. —¿Por qué te desmayaste, Savannah? Ella tragó con dificultad. —Ese lugar me asustó. Había demasiada gente... demasiados hombres extraños… Él asintió con la cabeza. No pasó desapercibido para él que era un hombre extraño para ella, sin embargo, aquí estaba sola con él también. —Este es el lugar donde vivo —dijo finalmente. Sus ojos se abrieron. —¿Me trajiste a tu casa? —¿Está bien? Ella lo miró con una expresión cansada e insegura y se retorció en su asiento.

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—Lo siento, yo no sabía dónde más llevarte. Entra, y si decides no quedarte, te llevaré a donde tú quieras ir. Aparentemente satisfecha, salió del coche.

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Traducido por Mary Haynes Corregido por Lalu♥

Savannah insistió en que podía caminar sola, pero Cole aseguró un brazo alrededor de su cintura y la ayudó a entrar. Luego dejó las llaves en la mesa, todavía sosteniéndola. Sabía que no debería llevarla ahí. Dios, Norm y los chicos tendrían un maldito día de campo con esto. Aunque él muchas veces llevó el trabajo a casa, esto era muy diferente. Ella podía quedarse en su cuarto de invitados esta noche, ya mañana podría llevarla a otra casa segura. Pero por el momento, . solo buscaba que se sintiera tranquila. Si se necesitaba colocar una cerradura más grande en la puerta de su habitación para hacerla sentir segura, así lo haría. Podría darle algo de gas pimienta también. Cole tomó una respiración profunda, tratando de calmar sus nervios. El pánico que tenía en su voz cuando lo llamó, lo tenía preguntándose qué había pasado exactamente una vez que él se fue, pero no quería presionarla. Tenía una buena idea por el coordinador que probablemente ella tenía pánico de estar sola. Si el modo de vida en el recinto era alguna evidencia, había crecido rodeada de gente en todo momento. Tenía casi decidido llevar a Savannah a salvo en su cama y olvidarse del protocolo. Ella movía sus ojos alrededor de su apartamento, parecía disfrutar de su entorno. —Ven. —La guió a través del corredor—. Vamos a limpiarte. Pasó por el baño de invitados, sabiendo que no estaba equipado con lo que necesitaba. En su habitación, ella se detuvo brevemente, sus pies deteniéndose en el umbral, los ojos fijos en la enorme cama. —Está bien —Insistió—. Solo vamos al baño principal. Sus ojos se movieron a la puerta abierta a través de la habitación y asintió, permitiéndole que la lleve. Los músculos de su cara se tensaron, pero sus pies comenzaron a moverse de nuevo. Él prendió la luz y maldijo su falta de limpieza. Varias botellas y jarras llenas del mostrador —crema de afeitar, loción para después de afeitarse, desodorante, pasta dental— todo a su alcance ya que se preparaba para

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el trabajo en piloto automático. Limpió un lugar en el mostrador tirándolo todo dentro de un cajón y después colocó a Savannah en el mostrador, delante de él. El mojó un paño y cuidadosamente le limpió la cara, frotando los rastros de sangre seca. Su pecho se alzaba y caía con cada respiración superficial y sus grandes ojos verdes observaban cada movimiento que él hacía. Eran inquisitivos y brillaban con determinación. Se sintió atraído hacia ella, queriendo descubrir todo lo que pudiera acerca de esta misteriosa, hermosa chica que creció en un culto, ella se froto sus manos sobre sus brazos en un esfuerzo por calmarse y recobrar un poco de control de la situación. Él pudo sentir la desesperación que sentía, su perspectiva parecía bastante deprimente. Se esforzó en encontrar palabras para tranquilizarla, para calmarla, pero se quedó corto y en su lugar siguió en silencio limpiando sus heridas lo mejor que pudo, Una vez que estuvo limpia. Le aplico bálsamo con pequeños toques y un hisopo. —¿Cómo es que sabes hacer esto? —preguntó. Sus ojos se fijaron rápidamente en los de ella. Se encontraban tan cerca que él podía inclinarse y besarla. —¿Hmm? Ciertamente me han golpeado antes. No es gran cosa. Estarás como nueva en unos días. — Frunció el ceño. —¿Golpeado? ¿Por qué tu trabajo es peligroso? Él tapo el bálsamo y consideró su pregunta. —Sí, a veces, otras veces no, pero de hecho pensaba en mi adolescencia. Yo era un poco problemático. Mis papás me mandaron a una escuela militar en mis últimos dos años de escuela secundaria. —Oh. —Los ojos de ella eran grandes e inquisitivos, como si quisiera preguntar más, pero en lugar de eso se miró las manos—. ¿Cuántos años tienes? —Veintisiete —contestó. Muy viejo para ti. Los ojos de él captaron su reflejo en el espejo y la expresión seria en su rostro lo distrajo, su frente lucía concentrada y su boca en una fina línea. Hizo su mejor esfuerzo por relajar sus hombros, sabiendo que necesitaba estar calmado si es que quería que Savannah se relajara. Unos latidos después, ella se relajó, su respiración se suavizó, y sus manos se desenroscan en su regazo. Sus rasgos eran enteramente femeninos. Desde su larga cabellera negra que se riza en las puntas, sus

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almendrados ojos rodeados de obscuras pestañas, hasta su delicada y suave piel. Savannah era una belleza natural. Captando su reflejo en el espejo, Cole, en contraste, era todo masculino. Su quijada estaba cubierta con una obscura barba de pocos días, su cuerpo magro y esculpido con músculos, que él había trabajado arduamente para mantenerlo. Comparado con Savannah, él era todo llanuras duras y bordes afilados, todos a excepción de su boca sensual. Más de una exnovia había halagado sus labios, y lo que podía hacer con ellos. Cuando estaba con una mujer, usaba cada arma de su arsenal de seducción —su boca, lengua, manos, incluso su fuerza— a menudo le gustaba la sensación de poder, la cruda masculinidad de recoger a una mujer y cargarla mientras la follaba. Había pasado varios meses desde que había tenido una amante y su cuerpo crecía con un inquietante deseo. Una vez que Savannah estuvo limpia, Cole dio un paso atrás y encontró sus ojos. Ellos seguían nadando en lágrimas y su respiración era poco más que jadeos de aire. Él podría decir que la más mínima cosa la pondría al borde de nuevo. Mierda. Tanto para relajarse. Savannah era un desastre. Era de esperarse. Probablemente había pasado por el infierno en estos últimos días y el haber sido golpeada antes, la habían mandado al borde. Una chica como Savannah, que había crecido tan abrigada con una extraña educación, no tenía defensas para protegerse del caos puro que este mundo repartía. Él sabía por los archivos del FBI que los niños y las mujeres eran raramente vistos fuera del recinto. Cole, por otro lado, estaba curtido, amargado, y ciertamente no demasiado ilusionado en creer en el felices-por-siempre. Había visto mucho trabajando para el FBI en estos seis años, y experimentado el dolor de primera mano cuando sus padres fueron golpeados y asesinados por un adicto a la metanfetamina ebrio y drogado en el momento del accidente. Sin embargo, él lo sentía por Savannah, se compadecía por ella. No era de las que les va bien por su cuenta, eso era obvio. Le levantó la barbilla y trazó un lento círculo sobre su quijada. —Te tengo. Todo va a estar bien. Ella asintió pesadamente y sus ojos sombríos encontraron los suyos. — ¿Qué pasa ahora? Cole pudo notar la aprehensión en su rostro. La realidad era que él no sabía qué pasaría después. Pero sabía que una cosa era segura; no la llevaría a su casa. Necesitaban dormir, y ya podrían pensar que hacer después. —Ahora dormir. Vamos. Te voy a mostrar todo. Le ayudo a bajar del mostrador, y la guió por el apartamento, dándole un breve tour. La llevó a la sala y la animó a sentarse en el sofá.

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Estaba a punto de darse la vuelta y dirigirse a la cocina a buscar un poco de agua y un analgésico. Pero silenciosamente tomó su mano y la sostuvo entre las suyas, sus ojos suplicándole que se quedara. Se sentó a su lado y ella sin decir nada bajó la cabeza para descansarla sobre su muslo, encajándose en él. Cole no podía respirar. No podía pensar. No se atrevió a moverse con su cabeza clavada en su muslo cubierto de mezclilla. Ella subió y doblo sus piernas en el sofá, curvándose en posición fetal, y cerró sus ojos. No supo qué hacer con sus manos, se conformó haciendo un puño a un lado y colocó la otra cuidadosamente sobre el hombro de Savannah. La dejó dormir, renuente de rozarla desde el lugar que ella había escogido. Cuando se despertó poco tiempo después. Tardó un momento en darse cuenta que el cuerpo caliente presionado contra él pertenecía a Savannah. Levantó la cabeza, sondeó su cuerpo y también el de ella. Habían cambiado de posición al dormir así que él se estiraba sobre su espalda, ella recostada con la mitad del cuerpo encima de él y la otra mitad encima del sofá. Savannah se despertó cuando él se movió y sus ojos rápidamente se encontraron. Él murmuró una disculpa y se desenredó de su agarre. Se pasó una mano a través de la mandíbula. Jamás se había sentido tan fuera de lugar en su casa. El sonido del estómago de Savannah lo hizo sonreír y romper un poco de la tensión. Ella colocó una mano sobre su vientre. —¿Tienes hambre? —Se rio entre dientes. —Sí —asintió. —Ven, Vamos a ver que encontramos en la cocina. —La guió dentro de la gran cocina de su apartamento—. Creo que tengo que advertirte, no cocino. —Yo sí. —La mano en su antebrazo lo detuvo y le indicó que tomara asiento en un taburete escondido debajo de la isla de la cocina—. Permíteme. —¿Estas segura que quieres hacerlo? —Me hará sentir mejor, más normal. Solía cocinar todo el tiempo en el recinto. Cole se suavizó, hundiéndose en el asiento. La hora parpadeaba desde el reloj del microondas. Eran las tres de la mañana. Repentinamente se sintió agradecido de no tener que ir a trabajar en pocas horas, y a pesar de la hora, no estaba exhausto como esperaba. Observaba a Savannah moverse por su cocina, revisando los tristes contenidos del refrigerador, tomando artículos de la despensa y el armario mientras iba.

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—Disculpa no tengo mucho. —Tienes huevos —dijo colocando el cartón en el mostrador El frunció el ceño, incapaz de recordar cuando fue la última vez que compró comida. —Tal vez quieras checar la fecha de caducidad de esos. Ella levantó el cartón para revisar la fecha impresa debajo. —Hmm. No tenemos huevos. Sacó una caja de la despensa. —Pasta, entonces. No escapó a su atención que ella dijo tenemos, implicando que había dos de ellos juntos contra toda la mierda que había sufrido hasta ahora. No supo cómo tomar el comentario, pero asintió. —Bien. —Ella lo llevaba sorprendentemente bien, a pesar de la locura de la situación. Echó pasta dentro de una olla con agua salada hirviendo. Cole miraba sus movimientos y decidió que le gustaba tenerla en su cocina. Una pequeña sonrisa tiraba de su boca mientras ella se movía sin esfuerzo. Una vez sentados en un pequeño hueco de la cocina, probando la pasta con una rica salsa que ella hizo con leche, mantequilla y queso parmesano, se aventuró a preguntar sobre su pasado. —¿Puedo hacerte unas preguntas acerca del recinto… y de cómo creciste? —Él sabía algunos detalles por leer los archivos del caso, pero quería oír la historia contada por Savannah. Ella asintió de mala gana. Sus ojos estaban inquietos, mirando cualquier cosa menos a él. —Solo déjame saber si hay algo con lo que no te sientas cómoda respondiendo. Y no hablaremos de ello. —No pretendía presionarla mucho esta noche. Había pasado por mucho, pero pensaba que si ella se iba a quedar en su casa, había cierta información básica que necesitaba saber, aunque sólo sea para asegurarse de que se sentía lo más cómoda como fuese posible. —¿Cómo fue crecer ahí? Tomó una respiración profunda y comenzó reiterando algo de lo que había leído en los archivos del caso. Jacob quería crear una comunidad perfecta: Cultivaban su propia comida, que vendían en los mercados de agricultores y eran totalmente autónomos. Él les enseñaba que el mundo era un lugar peligroso, que las personas eran obscenas y nada confiables. Les enseñaba que los gérmenes y las enfermedades difundidas por contacto sexual, eventualmente matarían a la mayoría de la población y

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no serían capaces de procrear, así que los seguidores de Jacob debían separarse del resto para vivir limpios. —¿Cómo es que tu mamá quedó involucrada? —preguntó Cole Savannah cruzo las manos en su regazo. —Se enamoró de él. Era encantador, tenía mucha labia, un buen confidente. Capaz de convencer fácilmente a la gente de seguirlo. Cole conocía mucho de eso por la información que la Oficina había colectado en el archivo. —Él podía ser muy persuasivo. Cuando hablaba la gente escuchaba —explico Savannah —¿Qué hay de ti? ¿Creías en lo que enseñaba? Ella asintió. —Al principio no conocía nada más. Pero conforme fui creciendo, comencé a cuestionarme. Tenía este deseo de verlo por mí misma, eso me inquietaba a veces. Cuando el plato de ella estuvo vacío, Cole le sirvió otra porción de pasta antes de instarla a continuar. Ella tomó un bocado de fideos, perdida en sus pensamientos. —Más que nada, yo quería ir a la escuela, Jacob no pudo entenderlo. Trató de convencerme que no era seguro. Los chicos de afuera… —Se detuvo de pronto, sus ojos cayendo en su plato. —¿Qué? Puedes decirme. —Él dijo que los chicos solo querrían una cosa de mí, llegar a mis bragas. ¿Había estado alguien en sus bragas? ¿Y por qué ese pensamiento lo hacía querer golpear a alguien? No tenía el derecho a hacerle ningún reclamo, sin embargo, no pudo evitar la racha posesiva que surgió dentro de él. —Bueno. ¿Entonces lo tomo como que no fuiste a la escuela? —No. Pero me rehusé a ceder y finalmente conseguí que Jacob contratara un tutor para mí, así que pude obtener mi diploma de secundaría. Nos reuníamos en la biblioteca local dos veces por semana durante el último año. Yo era de los pocos que tenían permiso para dejar el recinto. Guau. Él tuvo razón acerca de su determinación. Comieron en silencio por algunos minutos. Cole no quería presionarla, estaba feliz con que estuviera cómoda hablando de todo. —Esto está delicioso, por cierto. —Clavó un tenedor lleno de pasta y logró otro bocado, a pesar de que se llenó hace cuatro bocados. Tenía un apetito saludable, pero Savannah había hecho lo suficiente para alimentar

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a un ejército, si el plato lleno de pasta en la mesa entre ellos era alguna indicación. —Obviamente sabes mucho de mí —dijo Savannah, enredando un largo mechón de cabello en su dedo—. Pero si voy a estar aquí, debería conocer más de ti. Él se encogió. —¿Qué quieres saber? Lo pensó un momento, continuó jugando con su cabello. La atención de Cole fue de sus brillantes ojos verdes a su boca y la forma en la que distraídamente jugaba con un mechón de su cabello. —¿Esposa, novia? —Soy solo yo. —¿Cómo es eso? Pensó en cómo responder, pero no el por qué —no quería la responsabilidad, el dolor que venía con la pérdida del ser amado. Pero él se tomó su tiempo, considerando que respuesta darle. —Así es como lo quiero. Savannah frunció el ceño ligeramente. —¿No te sientes solo? ¿Qué hay con tu familia? ¿Están cerca? Cole se quedó quieto, observando la forma en que su mano se detuvo cuando estuvo insegura de sí misma, preguntándose si había sobrepasado un límite con esa pregunta. —Esa es otra cosa que tenemos en común. Sus ojos buscaron los de él, tratando de entender —Tus padres… —Murieron, hace algunos años. Solo somos mi hermana Marissa y yo. Ella es tres años mayor y un dolor en el trasero —añadió, con la esperanza de agregar un poco de ligereza de nuevo al momento que, de pronto se había vuelto más pesado de lo que había contado. —Lo siento —susurró. Sus ojos nunca dejando los de él. La comprensión surgió entre ellos y sus miradas quedaron enganchadas. Los ojos de ella se suavizaron y empujaron la obscuridad en la mirada de él hasta que ya no fueron desconocidos, sino dos personas que se conectaban por una perdida que dejó una herida muy profunda, que nunca sanó. Él tomo una lenta y temblorosa respiración. Esto no era parte del trato. No podía ablandarse ahora. Solo por que trajo trabajo a casa, por así decirlo, no quería decir que tuviera que ponerse todo sentimental. Dios,

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¿Qué venía después? ¿Llorar en el hombro del otro? ¿Tejer una maldita manta? De ninguna jodida manera. Haría lo que tuviera que hacer para ayudar a Savannah. No estaba de acuerdo con ver a una mujer sufrir, eso era todo. No debía involucrarse emocionalmente. No podía. No otra vez. Tenía un gabinete lleno de medicinas, que era el resultado de haberse involucrado anteriormente en algo que no debía. —Gracias —espetó. Más que listo para cambiar de tema. Los restos de comida que se encontraban entre ellos se habían enfriado, y Savannah lucía muy exhausta. Se desplomó en su silla, su cabeza apoyada en la mano. —Vamos, te llevaré a la cama. —Colocó los platos en el fregadero y llevó a Savannah a la habitación de invitados.

La casa de Cole no era lo que Savannah había pensado. No estaba segura de qué esperaba, pero el gran y moderno apartamento del tercer piso con ventanas de piso a techo y muebles elegantes fue inesperado. Se encontraba demasiado exhausta para explorar, estando agotada y luchando contra un ataque de pánico. Obedientemente siguió a Cole. Haciendo su mejor esfuerzo en escuchar mientras le señalaba cosas. El pequeño rincón de desayuno dio paso a una gran sala de estar con un sofá color café frente a un gran televisor de pantalla plana. Ella ya amaba la inmaculada cocina, con sus electrodomésticos de acero inoxidable y su rústica isla de madera, incluso si la vista de ello inicialmente provocó una punzada de tristeza en su pecho. Pensando en cocinar, recordó el recinto, lo cual la hacía pensar en los niños. Estaba preocupada por donde se encontraban y si estaban bien cuidados. Especialmente la pequeña Britta. La niña de cinco años era muy lista y dura, la niña más resistente que conocía y sin embargo, se veía tan triste cuando se la llevaron en la furgoneta con los otros niños. Esperaba que ella estuviera bien. Deseaba encontrarla… pero había dejado eso de lado mientras trabajaba en hacer una receta básica de fettuccine Alfredo. No podía decir que jamás haría ese plato en particular a las tres de la mañana, pero sus opciones habían sido limitadas con una cocina tan pobremente equipada. Se encontró preguntándose cómo cuidar de Cole y pensó que era extraño que no estuviera casado. Él estaba a finales de los veinte, era

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amable y atractivo, pero tan rápido entraron esos pensamientos en su cabeza, ella los ahuyentó. No tenía por qué preguntarse acerca de su vida amorosa. Siguió a Cole por el corredor, donde señaló un gran baño de invitados con piso de mármol y el dormitorio, que ella ya había visto, antes de detenerse en la otra puerta al lado de la suya. Aclaró su garganta. —Esta es la habitación de huéspedes. —Le hizo una seña para que entrara. Ella paso a su lado, entrando en la espaciosa habitación decorada en colores cremas y blanco. La acogedora cama en el centro de la sala la hizo continuar. Cuando llevo una mano hacia el centro de la afelpada cama, no había manera en la que volviera a dormir en ese duro y manchado catre. La cama tenía las sabanas más suaves que había sentido. Recorrió la sala, pasando la mano por las suaves curvas de la cómoda de madera oscura y luego se volvió hacia Cole. Se preguntó si podía quedarse. Había algo en él, lo sintió desde el primer momento en que lo vio en el recinto. A pesar de que probablemente debería haberle temido, se sintió reconfortada por su presencia. —Tu puedes, mm, dormir aquí. —Se pasó una mano por la parte trasera su cuello. Flexionando los bíceps. Marcándose a través de la playera que usaba. Tenía unos largos y poderosos músculos en la espalda, hombros y brazos, pero por alguna razón Savannah sabía que no la lastimaría. No le parecía del tipo violento. —Gracias —murmuró. Trataba de imaginarse viviendo en un lugar tan lindo, pero era muy grande y muy vacío para sentirse cómoda. Acostumbraba a dormir en una habitación compartida con otras mujeres y niños, relajándose con el sonido de la respiración o los suaves ronquidos. Aun así, apreciaba que le prestara la habitación, donde por lo menos estaría a salvo. Ya había notado que la puerta tenía su propio cerrojo. Se quedaron uno frente al otro, sin hablar, pero estudiándose. Savannah cambió su peso, bajando la mirada a sus pantalones vaqueros holgados y sudadera. No tenía ropa para cambiarse, o una pijama ni cepillo de dientes, pero no le preguntaría a Cole por nada más. Él ya había sido muy amable y no quería aprovecharse de su recibimiento o causarle alguna objeción a su estancia.

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Savannah seguía parada en el centro de la habitación, sus pies desnudos en la afelpada alfombra. Cole de pronto se encontró agradecido con su hermana Marissa por su ayuda con la decoración. Se había resistido al principio pero ella lo había llevado poco a poco a cabo, recordándole que probablemente el seguía siendo soltero, pero ya no tenía más veintidós años y que ganaba bien. Dijo que ya era tiempo que viviera como adulto. Así que había conseguido un nuevo juego de dormitorio para sí mismo, o mejor dicho fue junto con Marissa a la tienda de muebles, y le entregó su tarjeta de crédito una vez que había elegido todo. Ella redecoró su lugar cuarto por cuarto, terminando con la habitación de invitados en la que Savannah se encontraba. Le había dicho a Marissa que era un desperdicio de dinero, esta habitación jamás había tenido a un huésped en los tres años que llevaba viviendo aquí. Era donde guardaba la tabla de planchar que raramente usaba, un juego de maletas y una bicicleta de montaña. Pero ahora viendo a Savannah caminar junto a la cama y presionar su mano en el centro de la afelpada colcha, silenciosamente elogió la intervención de Marissa, no es que alguna tuviera que admitírselo. —Espera aquí. Regresaré. —Cole regresó un momento después con un par de chándales y una vieja camiseta, entregándoselas a Savannah—. Si sirve de algo puedes usar esto. Savannah aceptó la ropa agradecida, y Cole dejó la habitación para que pudiera cambiarse. Minutos después, llamo a la puerta con los nudillos. —¿Estás aceptable? Abrió la puerta y se paró enfrente de él. Las ropas flojas parecían tragársela. —Vamos a resolverlo todo por la mañana. Sólo descansa un poco, ¿de acuerdo? Savannah asintió, bostezando. Cole la observó arrastrarse hacia la cama, su pecho se tensó al verla vestida con su ropa, viéndose tan pequeña e indefensa en la gran cama. —Buenas noches —pronunció con una voz sorprendentemente firme. Estaba agradecido por tener unos días libres para ayudar a Savannah a resolver las cosas. En cuanto a cómo usaría esos días, no tenía idea. Claro, tendría que regresar al trabajo pronto y tenía sus domingos de visita con Abbie, que esperaba que Savannah no tuviera que enterarse. Pero una cosa a la vez. Se encontraba a salvo y caliente en la habitación de invitados y eso era suficientemente bueno por ahora.

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Traducido por aa.tesares Corregido por Juli

Cuando Cole despertó a la mañana siguiente, o por la tarde por así decirlo, le tomó un momento ubicar los sonidos que venían del interior de su apartamento. Savannah. Su corazón hizo un pequeño baile feliz en su pecho ante la idea de encontrarla en su cocina. Se estiró y fue a investigar. Cuando entró en la cocina, sus pies descalzos hicieron un ruido sordo contra el suelo de madera, Savannah levantó la vista y se congeló como si la hubieran sorprendido haciendo algo mal. —Hola —ofreció, tratando de tranquilizarla. Sus rasgos se suavizaron. —Hola. Cole escaneó los tazones y los ingredientes esparcidos a través del mostrador, y la isla cubierta por una capa de harina. —¿Has dormido bien? Los ojos de Savannah vagaron por la longitud del pecho desnudo de Cole y se detuvieron donde el pelo fino rozaba la parte baja de su estómago y desaparecía bajo el cinturón. Se aclaró la garganta y miró sus manos. —Mmm hmm —tartamudeó. Cole se mordió el labio para no reírse. Su físico musculoso siempre recibió críticas positivas del sexo opuesto. Y se sorprendió al ver que incluso después de todo lo que Savannah había pasado, todavía lo notó. Entrenaba duro para mantenerse en plena forma física, kick-boxing tres veces a la semana, levantar de pesas y correr el resto de los días. Echó un vistazo a su pecho y abdomen desnudo. Sus pantalones se habían deslizado ligeramente hacia abajo en las caderas, dejando al descubierto sus abdominales inferiores y las líneas a lo largo de los costados que formaron en sus caderas una profunda V. Apretó el cordón, duplicando el nudo. Tranquilo muchacho. Ahora no era el momento para obtener una erección. Rara vez vestía algo en la cama, pero se había puesto un par de pantalones de pijama anoche por si acaso Savannah necesitaba algo en el medio de la noche. De esa manera no tendría que buscar a tientas su ropa en la oscuridad, o el riesgo de aterrorizar a la pobre chica con su

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masculinidad al desnudo. No se había molestado con una camisa, encontraba el material malditamente restrictivo. Prefería la sensación de sus sábanas de satén contra su piel desnuda —era el único consuelo que se permitía. —Estoy haciendo panqueques. Espero que esté bien Savannah en voz baja.

—dijo

Una caja de mezcla se apoyaba en el mostrador. —Por supuesto que está bien. Gracias. —Cole cruzó la cocina para hacer una taza de café, pasando a su alrededor y dándose cuenta de lo poco acostumbrado que estaba < tener a alguien en su espacio, a pesar de que no era del todo desagradable. —Lo siento, no sabía cómo manejar esa cosa. —Savannah miró la cafetera como si la hubiera ofendido personalmente. —Ven aquí, te mostraré. Una vez que Savannah había limpiado sus manos en un paño de cocina y se acercó furtivamente junto a Cole, no pudo resistirse a guiarla entre él y el mostrador, así estaba más cerca de la máquina de café, se dijo. Savannah contuvo el aliento ante el contacto, pero no protestó, permitiéndole maniobrar su cuerpo a su antojo. Le demostró cómo agregar granos frescos en la amoladora y luego cómo configurar los granos para asar, luego colar. La cafetera estaba más inquieta de lo que estaba acostumbrado, pero había sido un regalo de Marissa la Navidad pasada, y ahora él era adicto a los granos de café asados. Ninguno de los dos se alejó cuando el café comenzó a gotear en la jarra. Una repentina visión de levantar el cabello de la parte posterior de su cuello e inclinarse para plantar un beso en la suave piel, bailaba por su cabeza. Se encontraba a pocos centímetros de presionarse en ella, moliendo sus caderas en su culo. Sintió un revuelo en su polla y supo que la lección había terminado. —Vamos a comer —se quejó. Savannah se quedó en silencio, atónita, mientras él salía de la cocina. Cogió una camiseta y la se la tiró encima antes de sentarse en la barra de desayuno. Savannah deslizó una pila de panqueques frente a él. —Gracias. —Lanzó una rápida mirada hacia ella. No se dio cuenta que tener esta hermosa mujer joven en su casa le afectaría de esta manera. Era un profesional. No debería estar afectado por ella. La vio moverse por el apartamento, doblar la cintura para recoger un montón de cartas que había dejado junto a su sillón, arrastrándolas a la

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cocina para ordenarlas y se mordió el labio mientras estudiaba un lugar en el mostrador antes de limpiarlo. Sus labios eran carnosos y rosados, y se encontró preguntándose a que sabían antes de rápidamente empujar lejos el pensamiento. Mientras estaba de pie en el mostrador de la cocina, Cole apreció su perfil. Pequeño pero alegre pecho, pelo oscuro rizado alrededor de sus hombros, un vientre plano, y un culo bien formado. Apreciaba un culo bien formado y poner sus palmas en esa redondeada parte trasera se reprodujo por su mente como una canción en repetición, no importaba cuántas veces se recordó a sí mismo que eso iba a suceder. El pequeño corte en el labio inferior había sanado rápidamente, sólo una línea débil rosada, la vería si la estuviera buscando. Savannah alzó la vista y lo miró a los ojos, su boca abierta en una pregunta no formulada. Tenía que dejar de mirar a su boca o ella iba a tener una idea equivocada. No la trajo aquí para ningún propósito siniestro. No esperaba nada a cambio de dejarla quedarse aquí. Encontró su voz. —Ven, siéntate y come conmigo. Savannah obedeció, llevando un plato extra y un juego de cubiertos de plata encima de la barra de desayuno para reunirse con él. Se sirvió unos panqueques de la bandeja entre ellos. Cole se alegró al ver que no parecía demasiado consiente de ella o tímida. Cortó sus panqueques en pedacitos, pero todavía no había dado un mordisco. —¿Cómo estás esta mañana? —preguntó, haciendo todo lo posible por jugar un papel de crianza, algo nuevo para él. Tragó con dificultad y miró por encima de él. —¿Es estúpido que eche de menos allí? ¿El recinto? Suponía que era todo lo que conocía. —No, creo que no. Eran la única familia que tenías. Asintió. —Hay algunas cosas que no voy a extrañar. La dejó sola con sus pensamientos, luchando contra el impulso de presionarla para más detalles. Apreciaba su personalidad —no sentía la necesidad de llenar el silencio con la charla sin sentido. Ella era más observadora del mundo que contribuyente directamente, y podría relacionarse. Se acercaba a la mayoría de las cosas con una buena dosis de sospecha, y las relaciones para él no eran diferentes. Aun estaban sintiéndose el uno al otro, cada uno en guardia, pero por razones posiblemente diferentes. Ella era una niña traumatizada vulnerable en la casa de un extraño, y él era un agente del FBI que se había endurecido y

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experimentó más que su justa parte de la pérdida. Se pasó una mano por la nuca. Cristo, que par. Después de unos segundos de silencio mordiéndose la uña del pulgar, le preguntó—: ¿Crees que alguien del recinto podría encontrarme aquí? Dudaba que eso pudiera ser posible. Se suponía que debía estar en la casa de acogida. Aunque si alguien se interesaba lo suficiente y empezaba a hurgar, el coordinador podría recordar a Cole y podrían rastrearla a través de él, pero ¿por qué alguien se tomaría tantas molestias? —¿Por qué lo preguntas? —Había alguien... —¿Alguien que? Bajó la mirada, volviendo a estar fascinada con la uña del pulgar. —Respóndeme. —No tenía intención de usa la fuerza bruta detrás de su voz. —El hijo de Jacob. Cole se devanaba los sesos. El archivo mencionaba que Jacob tenía un hijo veinteañero, Dillon, pero no había estado viviendo en el recinto en el momento de la redada. —Dillon. Asintió. —¿Es peligroso? —No, nada de eso. —Dudó un instante, pero antes de que Cole pudiera probar de nuevo, lanzó un suspiro y continuó. Dillon había vivido en el recinto hasta el año pasado. Había ido a buscar un empleo mejor remunerado, pero juró que volvería por ella. A pesar de los sentimientos sólo platónicos de Savannah por él, estaba convencido de que tenían de casarse algún día. Él eliminó sus dudas, diciéndole que estaban destinados a estar juntos y que iba a cuidar de ella. Cole se volvió hacia ella y le cogió las manos, sosteniéndolas entre sus palmas. —Escucha. No va a encontrarte aquí. Ahora estás a salvo. ¿De acuerdo? Asintió. —Está bien. Después del desayuno Cole anunció que iba a la tienda de comestibles. —¿Hay algo que te gustaría? Puedes hacer una lista —alentó, deslizando su billetera en el bolsillo trasero de sus vaqueros.

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—Oh no, compra lo que quieras. No quiero ser una plaga. —Savannah, no lo eres. —Su mirada de sinceridad no dejó lugar a otro argumento, pero ella no le proporcionaría una lista. Él no quería presionarla, porque incluso después de colocar un bloc de papel y un lápiz sobre el mostrador, Savannah solemnemente negó con la cabeza. No sabía si su negativa se debía a que ella realmente sentía que sobrepasaba sus límites, o si tal vez no sabía escribir, así que la dejó. En el supermercado su rutina habitual era tomar sólo lo esencial y hacer malabarismos con todo en sus brazos. Esta vez, sin embargo, vagó por cada pasillo y prácticamente tomó algo de todo, tirando las cosas en el carro a su antojo. Se aventuró a la sección alfombrada del supermercado donde había bastidores de ropa. Savannah probablemente necesitaba algunos elementos esenciales, pero no sabía su tamaño, o lo que tal vez le gustaría, así que siguió caminando. Se puso de pie en un pasillo, mirando a los envases de plástico de la ropa interior. Pero, maldita sea, comprar las bragas parecía ir demasiado lejos. Huyó, sintiéndose extraño incluso de pie en el pasillo. Sabía que si se quedaba más tiempo, tendrían que cruzar ese puente y conseguirle más ropa, pero no hoy. No por sí mismo. Tendría que traerla la próxima vez para que ella pudiera decirle el tamaño. No permitía que sus amantes se quedaran, así que no tenía ni siquiera un cepillo de dientes de repuesto en el baño de invitados, por lo que decidió coger un cepillo de dientes, algo práctico, y aún así impersonal. También arrojó botellas de color rosa de champú y acondicionador en su carro antes de dirigirse a las cajas registradoras. Cuando llegó a casa, Savannah no estaba en ninguna parte a la vista. La puerta de su habitación se encontraba cerrada, así que se fue a guardar todos los alimentos, encontrando que los armarios se hallaban más llenos de lo que había estado nunca. Cuando Savannah salió quince minutos más tarde, se duchó, y una vez más, vestida con sudaderas y la camiseta que le había dado la noche anterior, se arrepintió de no comprarle ropa. Se preguntó si aún tenía las bragas o sujetador debajo de ellos. La vio avanzar hacia la cocina y mirar dentro de los armarios y nevera. —¿Cómo lo he hecho? —preguntó, venía detrás de ella, pero apoyándose contra la isla para mantener una barrera física entre ellos. —Muy bien. Puedo hacer lasaña, pastel de carne, hacer algo horneado. Esto es perfecto.

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Cole sonrió, contento de haberla complacido. —Tengo esto para ti también. Empujó el cepillo de dientes, champú y acondicionador hacia ella. Los ojos de Savannah se iluminaron mientras cogía las botellas en sus manos. —Gracias. —Se podría pensar que le había dado algún regalo elaborado. Claro, derrochó un poco y compró una marca más cara que su propio champú barato, pero pensó que se merecía algunas comodidades básicas en estos momentos. Toda su vida había dado un vuelco.

Savannah vio a Cole por el rabillo del ojo, tratando de entender su motivación. Sólo te quiere por lo que hay entre tus piernas. La áspera voz de Jacob en su cabeza no era bienvenida, pero familiar al mismo tiempo. ¿Qué quería Cole de ella? Pensamientos como ese se habían arremolinado en su mente desde que había llegado por primera vez aquí. ¿Quería tocarla? ¿Sería tosco con eso, o le susurraría y acariciaría con dulzura mientras la tocaba? ¿Lo detendría si lo intentaba? ¿Gritaría, patearía y correría del apartamento? ¿Qué haría entonces? Tal vez sólo le permitiría hacer lo que quería, tomar lo que quería. Tenía las manos callosas, pero había sido amable cuando había limpiado sus heridas, así que tal vez no sería tan malo. Ella sólo pudo cerrar los ojos con fuerza y pensar en otra cosa. Pero ahora parecía menos probable, ya que aún no había intentado tocarla, no le había puesto un dedo encima. Y no sabía qué hacer con él. Su cabeza se sentía mareada con la espera. En este punto, sólo quería que haga su movimiento, para seguir adelante con esto. La espera y no saber cuándo atacaría era agotador. Y también lo era no saber cómo iba a responder. Estar cerca de Cole agudizaba sus sentidos y la dejó tambaleándose. Nunca había sentido esto por Dillon, a pesar de sus avances evidentes, y encontró interesante que incluso en la presencia a distancia relativa de Cole, se despertó su curiosidad y su cuerpo ante toda la atención. Miró la botella de color rosa de champú en sus manos. Abrió la tapa e inhaló. Notas florales y el aroma delicioso de los melocotones maduros satisficieron sus sentidos, y sonrió. Había usado el champú de Cole que olía a menta verde e hizo que su cuero cabelludo hormiguera, lo que le gustaba mucho, pero era agradable tener algo propio. Su boca se curvó

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en una sonrisa lenta ante la idea de que Cole haya escogido esto para ella. Y disfrutaba con el acondicionador también. Su cabello parecería un nido de pájaros. Después de colocar las botellas en el baño de visitas, se reunió con Cole en la cocina para ver lo que podría hacer para la cena. Y tal vez podría incluso hacer algo horneado. Mientras Savannah se movía por la cocina, Cole la miró con desconfianza, como si estuviera seguro de que estaba a punto de romperse, o enloquecer en cualquier momento. Ya no sentía ganas de llorar. No sentía casi nada más. Sólo quería asegurarse de que los niños estaban bien y descubrir su nueva vida, tomando un día a la vez. Se sintió aliviada, más que nada, por estar libre de Jacob y el recinto donde se había sentido tan fuera de lugar. Y agradecida a Cole por darle una segunda oportunidad en la vida. Pero no poder entender sus intenciones la carcomía. No podía decir que tenía miedo de él, sabía que no era así. Más como curiosidad sobre sus motivos. Se sintió lo suficientemente cómoda, vestida con su ropa suave y gastada, poniéndose cómoda en la cocina de su casa, y lo más extraño, poniéndose cómoda en sus brazos. Era un consuelo que necesitaba, y no se lo negaría a sí misma. Y después de que Cole había fallado en realizar algún tipo de movimiento la noche anterior, ella se había puesto más cómoda, enterrándose en sus fuertes brazos en el sofá y permitiéndose la apariencia más pequeña de seguridad, aunque no iba a durar para siempre.

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Traducido por IzarGrim Corregido por Sweet Nemesis

Cole se despertó de repente con el sonido de un grito ahogado. ¿Qué demon…? En un instante estuvo fuera de la cama alcanzando la pistola que guardaba en el cajón junto a la cama, pero entonces recordó a Savannah. Corrió por el pasillo y la encontró sacudiéndose en la cama, con sus brazos luchando contra un oponente imaginario, suaves sollozos escapando de sus labios. —¡No! ¡No! —gritaba—. No me dejes. No puedes dejarme. Su voz contenía tanta emoción, tan febril, que preocupó a Cole. Durante el corto instante que le llevó cruzar la habitación, no estuvo seguro de si le hablaba a él, o si seguía soñando. Pero al llegar a la cama y ver el resplandor de la luna llena atravesando su rostro, vio que sus ojos seguían cerrados. Estaba teniendo una pesadilla. —Savannah. —Sacudió sus hombros—. Savannah, despierta. Es sólo un sueño. Sus ojos se abrieron y se fijaron en él. —¿Cole? —Sí, soy Cole cariño. Estoy aquí. La chica llevó sus brazos hasta su cuello, y tiró de él de manera que quedó por encima de ella. Las calientes lágrimas contra su cuello le impedían alejarse, como la lógica le exigía hacer. En cambio, sus brazos serpentearon alrededor de su cuerpo y la atrajo aún más cerca. —Shh. Está bien. Te tengo. Dejó escapar un débil sollozo y se aferró con más fuerza, como si se aferrara a la vida. Después de varios minutos, su llanto cesó, pero el apretón de muerte en torno a él no. Sabiendo que ninguno de los dos conseguiría dormir a estas alturas, Cole se acostó junto a ella, doblándose suavemente contra su cuerpo —la espalda de ella contra su parte delantera—, y la envolvió en sus brazos.

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Ella giró la cabeza y lo miró a sus ojos, en silencio rogándole que no le hiciera daño. Esa mirada casi lo aplasta. La tranquilizó pasando la mano por su mejilla, alejándole el cabello enredado de la cara. Se preguntó si su sueño estaría relacionado con Dillon, ese chico por el que había estado preocupada. —Estás a salvo. Duerme ahora. Su tercer día fuera del trabajo pasó igual que los otros; pasó el día con Savannah. Ella cocinaba. Él comía. Era una rutina agradable la que desarrollaban. Por supuesto que aún no tenía ni idea de lo que hacía dejándola quedarse con él. Y cuanto más tiempo se quedara, más probable era que descubriera los muertos del pasado de Cole, que estaban mejor en el armario. Pero esos pensamientos eran empujados hasta el fondo de su mente con la dulce inocencia de Savannah para distraerlo. Después de una cena de bistec, papas al horno y brócoli al vapor, Savannah hizo palomitas de maíz y se acurrucó en el sofá a ver una película. Era una comedia romántica. Savannah se inclinaba hacia adelante, curiosa por las partes empalagosas, observando a la pareja en la pantalla besarse y caer en la cama como si nunca hubiera visto algo así antes. Demonios, tal vez no lo había hecho. Cole hizo todo lo posible para tratar de mantener cierta distancia entre ellos, pero Savannah se acercó más y más hasta que estuvo apretada contra su costado con la cabeza apoyada en su hombro. No quería nada más que tirar de ella en sus brazos y abrazarla, pero la idea era tan inoportuna, tan poco típica de él, que se obligó a sentarse inmóvil, e hizo lo posible por dejar de notar a la hermosa chica a su lado. Como si eso fuera posible. Cuando terminó la película, Cole cambió a las noticia. La primera historia era sobre el desmantelaje del recinto. Sus ojos se posaron en Savannah para medir su reacción pero se había quedado dormida, con el rostro tranquilo y hermoso. Alternó entre robar miradas a su forma de dormir y ver la cobertura sobre el recinto, pero no aprendió nada nuevo. Esperó a que la noticia acabara, y sacudió su hombro para despertarla. —Savannah, vamos. Vamos a llevarte a la cama. Se despertó, sus ojos soñolientos parpadeando hacia él. —No, todavía no. Quiero quedarme aquí contigo —susurró, su voz ronca por el sueño. Confiaba demasiado en él. Tenía que ir a su habitación y, probablemente, cerrar la maldita puerta porque la forma en que la camiseta se aferraba a sus senos y se arrastraba hacia un lado dejando al

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descubierto un burlesco parche de piel, empujaba su mente al borde. Se imaginaba quitándole la camiseta sobre la cabeza y mordisqueando su suave carne, explorando sus pechos con suaves lamidas y besos hasta que gimiera su nombre en esa dulce voz somnolienta. Tragó ásperamente. —Tienes que ir a la cama. Estás cayéndote dormida. Ella lo miró a los ojos. —No quiero estar sola —admitió. Sabía que probablemente había cometido un error al dormir en la cama con ella la noche anterior, y ciertamente no tenía la intención de sentar un precedente pero, sabiendo que no podía rechazar su petición, simplemente asintió y se la llevó a su habitación. Su cama era más grande. —¿Quieres dormir en mi habitación? —¿Contigo? —preguntó ella, alzando la voz en incertidumbre. Él asintió—. Sí. En cuanto subieron a la cama, Cole corrió las mantas y Savannah se arrastró en ella y se acurrucó en sus almohadas inhalando. —Huele a ti. No le preguntó si eso era bueno o malo, pero la sonrisa somnolienta en sus labios confirmó su opinión sobre el asunto. Él no sabía muy bien cómo procesar el hecho de que sus sábanas perfumadas de almizcle — que era probablemente debido al lavado—, fueran agradables para ella. Sin embargo, le gustaba su olor también. Tal vez sólo fuera natural sentirse atraído por el olor del sexo opuesto. Cole sabía que era un terreno peligroso. No sólo porque estaba sin duda atraído por ella, sino porque tenía miedo de estar haciéndose demasiado importante en la vida de ella. Desde luego no podía quedarse allí a largo plazo pero, ¿y luego qué? Nunca quiso que ella se volviera tan unida a él. Sin embargo, eso era exactamente lo que parecía estar ocurriendo. Cole se cambió en el baño, quitándose la camisa y entrando en los pantalones de pijama que había comenzado a usar por Savannah. Cuando se metió en la cama en la habitación con poca luz, Savannah avanzó hacia él y se acurrucó contra su pecho desnudo. La suave curva de su pecho presionado contra la llanura de su pecho y sus piernas enredadas con las suyas. En un instante estuvo duro. Mierda. Se sentó y quitó su dominio sobre él. —No, Savannah. No puedes hacer eso. Puedes dormir aquí si quieres, pero necesito mi espacio.

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Se mordió el labio y miró hacia abajo, al parecer herida por haber sido regañada. —Oye, está bien. No has hecho nada malo. Es sólo que no estoy acostumbrado a dormir acompañado. Era la verdad, pero no del todo. No quería nada más que tomarla en sus brazos y abrazarla toda la noche. Demonios, si se lo admitía a sí mismo quería hacer mucho más que eso con su pequeño y tentador cuerpo, aunque nunca lo dejaría actuar en consecuencia. No se aprovecharía de esa manera, pero sobre todo no quería que ella descubriera que estaba excitado. La mirada torturada de Savannah capturó la luz de la luna. —¿Estás enojado conmigo? No pudo resistirse a acariciar su mejilla. —No has hecho nada malo. Sólo descansa un poco, ¿de acuerdo? Asintió y se recostó, esta vez en el otro lado de la cama. Encontró su mano bajo las mantas y le dio un apretón. —Gracias, Cole. Le frotó el pulgar sobre la palma de su mano, disfrutando del simple contacto entre ellos. —Buenas noches, Savannah, duerme bien. Unos momentos después, su respiración se hizo más profunda y regular, y supo que se había quedado dormida. Estaba demasiado excitado para hacer lo mismo. Su erección pedía atención; y tener suaves curvas femeninas allí junto a su lado presionaba todos sus botones. Echó un vistazo a la puerta del baño principal, preguntándose si podría salir de la cama en silencio e ir a masturbarse. Pero si Savannah se despertaba y lo llamaba, ¿entonces qué? Respiró hondo y soltó el aire lentamente, sabiendo que no conseguiría ningún alivio esta noche.

Cole se sentó de golpe en la cama y maldijo. La habitación se hallaba a oscuras y en silencio. Instó a su corazón para disminuir la velocidad antes de levantarse y golpear algo. —¿Cole? —Savannah se frotó los ojos y se sentó a su lado.

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Mierda. Se había olvidado de Savannah. Pero al parecer, su subconsciente no. Los sueños eran un inquietante recordatorio de cómo la conoció. Ella puso una mano en su espalda, descansando entre los omóplatos. —¿Estás bien? —No me toques. Se encogió saliendo de su alcance. Sabía que intentar dormir no tendría sentido ahora que había soñado con ella. Cole se levantó de la cama. Se puso pantalones cortos, despojándose de sus pantalones de pijama en la oscuridad, y añadió una camiseta. Savannah se levantó y salió de la cama detrás de él, envolviendo sus brazos alrededor de su espalda por lo que sus manos se cerraron en torno a su cintura. Sus pechos se rasparon a través del fino algodón de la camiseta que llevaba y se presionan contra su espalda. —Maldita sea, Savannah. —Se quitó las manos de encima y se volvió hacia ella—. Suéltame. —No necesitaba su ternura en estos momentos. Sólo empeoraría las cosas una vez que ella entendiera—. Hay cosas que no sabes sobre mí. Se quedaron mirándose el uno al otro a la luz de la madrugada, la sorpresa y un toque de miedo llenando su mirada. Él sabía que nunca había visto este lado de él, que ni siquiera había imaginado que existía. Dios, deseaba que no lo hiciera. Pero la triste verdad era que lo había jodido a lo grande. Sólo esperaba que ella nunca supiera el alcance de eso. Le sorprendió lo poco que cada uno sabía del otro, pero la facilidad con que habían caído juntos en la rutina. Extendió su brazo y le apretó la mano para demostrarle que no estaba loco. —Sólo tienes que ir a la cama. Voy al gimnasio. Ella miró el reloj al lado de la cama. Eran las cuatro de la mañana, pero no discutió; se limitó a asentir y se metió de nuevo en la cama, acurrucándose en el calor del lugar que acababa de abandonar.

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Traducido por Aileen Corregido por Aimetz

—De acuerdo, no preguntas, no objeciones. Tú vas a ir —presionó Marissa. Cole arrastró el teléfono de su oreja, suspirando. —No sé, Marissa, he estado muy ocupado con el trabajo estos últimos días. —Ella no necesitaba saber que estaba actualmente de vacaciones. —Oh, Colby, vas a amarla. Conocí a Sali en mi clase de yoga. Es hermosa, divertida. Cerca de tu edad. Realmente creo que te va a gustar. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que has estado en una cita? Mierda. La última cosa que quería hacer era ir a alguna cita a ciegas, pero aún más que eso, no quería que Marissa se enojara con él porque si lo hacía, era probable que viniera a darle problemas y luego se iba a encontrar con Savannah. Marissa le estuvo insistiendo en usar sitios web de citas, pero se había negado rotundamente. Preferiría conseguir un rápido polvo que ir a sentarse y escuchar a una chica parlotear acerca de cómo su última manicura se descascaraba después de sólo dos días —no es broma— esa fue la conversación de su última cita. Pero con su último amigo soltero se casó el verano pasado, Cole empezaba a darse cuenta de que podría ser el momento de sentar cabeza. Sólo que no era bueno en citas. No parecía responder a las expectativas mujeres tenían. Era olvidadizo, no era romántico, y trabajaba mucho. No sabía de muchas chicas que estarían con él conforme a eso, pero no quería ser el proyecto de alguien. No iba a cambiar. Demonios, incluso Marissa estaba molesta son él y era de la familia —se suponía que tenía que amarlo. —Me las arreglé para que ustedes pudieran reunirse en lo de Liam — dijo Marissa—. Tú estás allí cada fin de semana de todos modos, así que ¿cuál es el problema? Marissa tenía razón. Su mejor amigo Liam poseía un pub irlandés cerca de su apartamento. —Está bien, voy a ir —murmuró en el teléfono.

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Desde que Marissa amenazaba con crearle un perfil de citas en línea, de vez en cuando tenía que mantener su promesa de salir para sacársela de encima—. Sali, ¿eh? —¡Sí! Bueno, bueno ya arreglé todo. Ustedes tienen una cita en dos semanas, el sábado a las siete para tomar unos tragos. Eso es todo. Simple, ¿no? —Está bien. —¿Te mataría darle las gracias a tu hermana? —Gracias, Rissa. —Rodo los ojos antes de terminar la llamada. Faltaban todavía un par de semanas, tal vez podría encontrar una manera de zafarse de ella.

Al día siguiente, antes de ir al gimnasio, Cole dejó Savannah en su cita de terapia que había sido pre-programada por el coordinador del centro. Después de un entrenamiento vigoroso y una ducha rápida, Cole estaba vestido y de vuelta en su camioneta, para recoger a Savannah. Entró en el consultorio del médico, se sentó en la zona de recepción, y comenzó a hojear una revista. Unos minutos más tarde, la puerta de la oficina se abrió y Savannah salió con los ojos hinchados. Cole saltó a sus pies. El médico se dio la vuelta hacia Cole. —¿Este es él? Savannah asintió con la cabeza, con los ojos fijos en los de Cole. Cristo, esto no era bueno. Podría tener problemas con el Departamento incluso por estar aquí con ella. El médico, a mediados de los cuarenta con pelo canoso en las sienes, se dirigió hacia Cole y le tendió la mano. —Soy el doctor White, pero me llaman Malcolm. ¿Te importa si tenemos una charla, Cole? Cole asintió. Era lo único que podía hacer, a pesar de que estaba confundido y nervioso. ¿Qué le había dicho Savannah al terapeuta acerca de él? Tan pronto como se hubieron sentado en su oficina grande, Malcolm decidió cortar por lo sano—: Ella me dijo qué eras. Pero no te preocupes, confidencialidad paciente/doctor y todo eso. Además, no me importa para quién trabajas. Me da la sensación de que usted quiere ayudar a Savannah, así que quería ofrecer alguna orientación.

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Cole se inclinó hacia delante, con las manos sobre las rodillas, dispuesto a escuchar lo que el médico tenía que decir. Parecía que estaban en la misma página. Esto era sobre Savannah. —Estas sesiones ayudarán, pero son sólo una vez a la semana. Savannah tiene que entrar en una rutina regular. Necesita cierta apariencia de normalidad en su vida. Cole asintió con la cabeza. No jodas, doc. ¿Ese es el consejo brillante por el que tenía que pagar trescientos dólares la hora? —Parece tener un espíritu maternal. Cole reconocía eso, le encantaba cocinar y parecía feliz de darle de comer y quedarse en casa. Pero esperó, preguntándose a dónde se dirigía esta conversación. —Necesita a alguien o algo a quien cuidar. ¿Tiene animales domésticos, plantas, cualquier cosa? —Ah, no. —Cole se pasó una mano por la nuca. —Así que parece que en este momento lo que está poniendo su energía de cuidado es en usted. Eso me preocupa. —Malcolm frunció el ceño—. Savannah podría llegar a ser muy unida en este punto vulnerable de su vida. Tendrá que tener cuidado. Si el médico consideró que esto era necesario, le compraría una planta, pero no veía cómo regar un cactus, una vez a la semana ayudaría. Por no hablar de que disfrutaba de que Savannah canalizara su energía de crianza en él. —¿Tiene algún consejo para mí? —preguntó Cole, se cambió al sillón de cuero rígido. No le gustaba admitir que no tenía ni idea de lo que hacía, pero necesitaba el consejo y desde que Savannah ya le había dicho al médico acerca de él, no tenía sentido fingir que no estaba involucrado. El Dr. Malcolm White entrelazó sus dedos delante de su redondeado estómago. —Tenga cuidado con los comportamientos impulsivos o autodestructivos. Ella no tuvo la experiencia de un adolescente normal, a pesar de que es madura para su edad, es posible que pudiera pasar por una etapa rebelde tardía, eso significa que quiera experimentar las cosas típicas de adolescentes en las que no pudo participar. —Está bien... —Cole no estaba seguro de lo que quería decir, pero pensó en sus propios años rebeldes... ir a fiestas a escondidas, beber demasiado, meterse en peleas y tontear con las chicas que no tenían intención de citas. No podía ver a Savannah comportarse así. Parecía demasiado dulce, demasiado inocente.

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—Y hay una cosa más... —El doctor tragó saliva y miró a los ojos—. Ella no está preparada para cualquier tipo de relación romántica, físicas o de otro tipo. No sé cuáles son sus intereses con ella, pero... Cole levantó una mano y lo detuvo allí. —No tengo ningún interés en iniciar una relación con ella. Y en cuanto a nada físico... ella es sólo una niña. El médico frunció el ceño. —Yo no diría eso. Tendrá veinte en un par de meses, más de la edad suficiente para una relación, pero no creo que esté lista todavía. Tiene una gran cantidad de cosas que sanar primero. Cole asintió. —Escuche, como he dicho, no estoy interesado en eso con ella. —Es una chica atractiva. Tuve que sacar el tema. Cole no respondió. No pudo. Su voz, junto con su confianza, habían desaparecido. La verdad era que no tenía idea de lo que hacía con Savannah. Ni la más mínima idea. Pero sabía una cosa, sintió una necesidad imperiosa de mantenerla a salvo. Sólo tendría que apagar cualquier atracción que sentía por ella. Aceptó una pila de libros de autoayuda del Dr. White, sin saber si eran de Savannah o para él, y salió de la oficina.

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Traducido por Mary Haynes Corregido por Itxi

—¿Te importaría si prendemos la televisión? —preguntó Savannah. — Es que está muy tranquilo aquí y estoy acostumbrada a tener sonidos ambientales. —Seguro. —Cole le pasó el control remoto, y ella lo miró curiosamente como si fuera un objeto extraño—. Aquí. —Apretó el botón de encendido, prendiendo la pantalla. Estaba sintonizada en uno de los canales Premium, que afortunadamente mantenía la programación limpia durante el día. Raramente veía televisión, pero cuando lo hacía, era normalmente cuando no podía dormir y daba lo mismo ver pornografía suave en ese canal o infomerciales. Y un hombre no necesita tantas aspiradoras Shark ni aparatos para hacer abdominales. Savannah estudió la televisión por un momento, haciendo una mueca por la cantidad de palabrotas que vinieron del grosero personaje de la pantalla. Cole rápidamente cambió de canal. El canal del clima. Esa era una opción segura. Savannah sonrió hacia él en apreciación y volvió a la cocina. Un momento después, dudó en el umbral de la sala de estar, con una cacerola en la mano. —Hice Filete Wellington1, ¿quieres un poco? No podría saber que era su favorito y que su madre solía hacerlo para él en ocasiones especiales. —¿Hiciste Wellington? Asintió. —Es mi favorito. —El mío también. Toda esa semana Savannah había hecho platos elaborados para él. Huevos benedictinos para el desayuno, sándwiches para la comida, y esa tarde había horneado y decorado seis docenas de galletas de azúcar, y ahora era Wellington. No sabía cómo hacer las porciones correctas para 1

Filete envuelto en pasta de hojaldre.

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ellos dos, así que las sobras se encontraban apiladas tanto en el refrigerador como en el congelador. Tendría comidas para el próximo año a este ritmo. Las palabras de Malcom repicaban en su cabeza… Savannah es del tipo maternal… necesita estar en una rutina saludable… no estaba seguro si todo esto de cocinar contaba como una rutina saludable. Ella raramente dejaba la cocina, y cuando lo hacía, no sabía qué hacer. Cole todavía estaba lleno del almuerzo, pero se forzó a pasar algunos bocados de la deliciosa comida, alabando a Savannah por sus esfuerzos. Notó que raramente comía algo de lo que cocinaba, como si lo estuviera haciendo para su beneficio. Decidió que era momento de actuar. Cole regresó una hora después, preguntándose si había tomado la decisión correcta. El cachorro se retorcía en sus brazos, ansioso por bajar y jugar. Mierda. ¿Y si ni siquiera le gustan los perros?, o ¿y si es alérgica? Decidiendo que era muy tarde para retractarse, abrió la puerta y entró a la casa. Sin ver a Savannah, cargó el cachorro caniche maltés hacia la habitación y tocó la puerta. —¿Savannah? Escuchó que sorbía la nariz. —Un segundo. El cachorro dejó escapar un gemido y extendió una pata hacia la puerta arañándola para entrar, como si de alguna manera supiera que su madre se encontraba dentro. Savannah abrió la puerta. Una sonrisa iluminó su rostro bañado en lágrimas. —¿Cole? —Parpadeó y una pregunta no formulada se formó en sus labios. —Es para ti. Tiene 14 semanas. Una familia la compro en una tienda de mascotas, luego cambiaron de opinión y la dejaron en el refugio de animales. Es tuya. Si la quieres. —Oh, Cole —Savannah se levantó en la puntas de sus pies y le dio un beso en la mejilla—. Gracias, es muy linda. Cole le entregó la cosa que se retorcía a Savannah, que rápidamente besó la parte superior de su cabeza y la acunó en su regazo como un bebe. Captó su atención y la retuvo. Los labios de Cole se elevaron de satisfacción al ver el conmovedor espectáculo. No había duda de que el perro era lindo. Era nada menos que seis kilos de crema esponjosa y de piel canela, con una cola que se movía sin parar. Cole quería adoptar un pastor alemán, o algún otro perro más masculino, pero cuando vio esta pequeña cosa, que parece más un gremlin que un perro, supo que sería el que Savannah podría querer. Y la forma en que Savannah enterraba su rostro en el pelaje del cachorro y

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murmuraba en lenguaje infantil ininteligible, era una indicación de que había hecho lo correcto. Su corazón se apretó en su pecho, una sensación desconocida y sorprendente. Pero se recordó a si mismo que solo hacía esto para quitarse al doctor de encima. Terapia animal o alguna mierda llamada así. —¿Cómo vas a llamarla? —preguntó. Los labios de Savannah se curvaron en una sonrisa. Dios, era hermosa cuando sonreía. —¿Tengo que ponerle un nombre? Asintió y vio como sus ojos se iluminaron. —Tengo que pensarlo —sonrió, sosteniendo a la cachorra con el brazo extendido para obtener un buen vistazo. Cole la dejó otra vez con la excusa de que necesitaba recoger un collar, correa y comida para perros. Pero más que nada, necesitaba escapar de los sentimientos profundos que generaban los murmullos dulces de Savannah al cachorro.

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Traducido SOS por Juli Corregido por Marie.Ang

—Ven aquí, Cuddles. —Savannah recogió a la bola de pelos del suelo y equilibró al perro en su cadera—. Eso es, buena chica. No muerdas a Cole. El maldito perro había resultado ser un mordedor de tobillos —a menudo le mordisqueaba los talones a Cole mientras caminaba por el apartamento. —Maldita sea, eso dolió pequeña bestia. —Cole distraídamente frotó su delicado tendón de Aquiles. Savannah no regañó al perro, sólo lo recogió y amorosamente le acarició la espalda. No es de extrañar que la cosa fuera tan traviesa. Ella la dejaba salirse con la suya. Por supuesto, sólo era traviesa con Cole. Cuddles trataba a Savannah como si caminara sobre el agua. Probablemente, porque era la que la alimentaba y la sacaba a pasear. Cole por lo general la miraba con recelo y desconfianza. Ahora que Savannah tenía a Cuddles y empezaba a amoldarse, Cole decidió que sus vacaciones forzadas habían terminado. Iba a regresar a trabajar. Norm tendría que lidiar con el hecho de que era dos días antes. Savannah se había adaptado mejor de lo que podía haber esperado, y el perro había ayudado mucho. Cole le había mostrado el césped vallado en la zona donde los inquilinos podían pasear a sus perros. Le mostró las bolsitas para limpiar después, y le dio una llave extra de su casa, diciéndole que se asegurara de mantener la puerta cerrada. No parecía demasiado molesta por la idea de que él fuera a trabajar, lo cual era bueno. Ella le preguntó si podía tomar un baño de burbujas en la bañera de su baño principal, y también dijo que quería leer algunos de los libros que el Dr. White le había dado. Cuando llegó a la oficina a la mañana siguiente, Norm masculló algo ininteligible y varios de los chicos se quejaron, y luego comenzó el intercambio de dinero. ¿Qué d…?

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En lugar de ordenarle que regresara a las vacaciones, como él sospechaba que sucedería, Norm le dio una palmada en la espalda. — Buen trabajo. Te quedaste fuera más tiempo de lo que pensé que harías. Miró a su alrededor a las caras sonrientes de sus compañeros de trabajo. —¿Hicieron apuestas sobre mí? —La mayoría apostó que volvías el martes. Yo dije que hoy, lo que significa que acabo de ganarme cincuenta dólares. —Norm sonrió—. Ahora todos vuelvan al trabajo. —Empujó un expediente de impresiones hacia Cole—. Es un nuevo caso para ti. Independientemente de sus burlas, Cole sabía que estar de vuelta en el trabajo era algo bueno. Le ayudaría a darle un poco de perspectiva muy necesaria y ocuparía su mente, esperando forzar los pensamientos de Savannah a un lado, aunque sólo fuera por ocho horas. Cuando llegó a casa del trabajo, se encontró con Savannah sentada en el piso de la sala de estar abrazando a Cuddles sobre su pecho, con lágrimas corriendo libremente por sus mejillas. Dejó caer el bolso en la puerta de entrada y fue a toda velocidad hacia la sala de estar, cayendo de rodillas delante de ella. —Savannah, ¿qué es? ¿Qué pasó? —Le acunó la mandíbula en sus manos, mirándola a los ojos llenos de lágrimas. Ella lo miró y luego volvió a la TV. —Oh Cole, es muy triste. Miró la pantalla para ver lo que había estado observando. Era uno de esos malditos programas de entrevistas que contaba con un elenco mediocre —este episodio parecía ser de una chica que no sabía quién era el padre de su bebé. Un hombre tatuado se pavoneaba por el escenario, gritando obscenidades a la audiencia después de enterarse de que no era el padre. La madre no se quedaba atrás, gesticulaba salvajemente y gritaba, casi cada palabra era censurada. Cole lo apagó. —No deberías estar viendo esa basura. —Ella no sabía quién era el padre de su hijo, y él era tan cruel... — Sorbió por la nariz, respirando hondo—. Y el pobre bebé... Cole la atrajo hacia su pecho. —Shh, no es real. Es sólo televisión. — No sabía si eso era del todo cierto, pero Savannah no necesitaba saberlo. Era demasiado vulnerable, demasiado impresionable, al no haber crecido en el mundo real. Si pudiera protegerla incluso de algunas de esas duras realidades, lo haría. Tras sostenerla durante unos minutos, hasta que las lágrimas cesaron, Cole frotó círculos suaves en su espalda. Ella se apartó y lo miró a los ojos. Aún roja e hinchada, pero sin lágrimas frescas. —¿Estás bien?

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Ella asintió, incapaz de apartar los ojos de él. —Gracias por... todo. Por cuidar de mí. Sus labios estaban a pocos centímetros de los suyos. El deseo de besarla era una necesidad imperiosa, aspirando el aire de sus pulmones. Su respiración se volvió superficial y asintió, aún mirándola a los ojos. Ella sonrió suavemente y se puso de pie, dejando a Cole sentado en la alfombra de su sala de estar, solo. Después de apartar los locos pensamientos en su cabeza, todo desde una feroz ola de proteccionismo a la atracción, se levantó y se unió a Savannah en la cocina. Se dejó caer en un taburete mientras ella comenzaba la cena. Al tiempo que cocinaba, Savannah le preguntó acerca de su día en el trabajo. Le habló de su nuevo caso, investigar a un hombre que se cree que está trabajando con un conocido terrorista. Ella escuchó con interés mientras preparaba el pollo y las verduras para saltear. No podía dejar de notar lo cómodo que se sentía volver a casa en la noche con Savannah, en lugar de su apartamento vacío. ¿Y una comida caliente, también? Sabía que podría acostumbrarse a esto —y eso era malo, muy malo.

59 Desesperada por aire, Savannah se desenredó a sí misma de las sábanas y luchó por mantener su respiración bajo control. Fue sólo un sueño. Dillon no se encontraba allí. Jacob se había ido. Y ella estaba a salvo. Que se lo digan a su corazón, tronando en su pecho como si acabara de correr una maratón. —¿Savannah? ¿Qué pasa? —Cole se sentó en la cama, pasándose una mano por la cara. —Lo siento, no es nada. Sólo un mal sueño —murmuró—. No quise despertarte. Cole se acercó y encendió la lámpara de la mesita pequeña. Savannah parpadeó contra el cálido resplandor, encontrando los rasgos de Cole llenos de preocupación y el pelo revuelto por el sueño. Colocando su cálida mano en el centro de la espalda, frotó círculos lentos, intentando calmarla. Savannah dejó escapar un aliento lento y tembloroso e intentó sonreír, tratando de mostrar que no estaba tan rota como se sentía. —¿De qué era el sueño? —preguntó, con la voz ronca por el sueño.

Parpadeando un par de veces, sus ojos se acostumbraron a la luz y Savannah se dio cuenta de la forma sin camisa de Cole. Su amplio pecho desnudo era suficiente distracción, y se centró en él en lugar de los recuerdos que se arremolinaban en su cabeza. —Fue algo que sucedió un par de semanas antes de la redada. Dillon me sentó y me explicó que su padre le había prometido que yo podría ser suya. Ese era el por qué tenía que irse a trabajar, a ahorrar dinero para nuestro futuro. La frente de Cole se frunció y su mano quedó inmóvil sobre su espalda. —¿Qué quieres decir con prometió que tú podrías ser suya? Savannah se encogió de hombros. Ella sabía que no quería pertenecer a nadie. Quería ser su propia mujer, ser amada y apreciada por derecho propio, pero libre de ir y venir, tomar sus propias decisiones. Viviendo con Jacob, o Dillon para el caso, eso no sería posible. Razón por la cual estaba muy agradecida por Cole. Mantuvo la mayor parte de estos recuerdos sombríos para sí misma, prefiriendo en su lugar centrarse en las cosas buenas —como los niños y los pocos amigos que había tenido allí. Pero no podía controlar su subconsciente y los sueños de los locos desvaríos de Jacob y Dillon tenían que detenerse. —¿Podrías sólo abrazarme esta noche? —le susurró a Cole. Su expresión era cautelosa, pero asintió y mantuvo sus brazos abiertos. Savannah se arrastró más cerca, situándose a sí misma en el hueco de su brazo y él los bajó a ambos hacia la cama, apagando de nuevo la luz. Savannah inhaló su cálido aroma masculino y apoyó la cabeza contra su pecho firme. Tan loco como era, se sentía completamente segura y cómoda con Cole. Respiró hondo y cerró los ojos, cayendo en un sueño reparador en los brazos sólidos de Cole.

Ese domingo, Cole se cambió y se preparó a sí mismo para una conversación difícil. Se aventuró hacia la sala y encontró a Savannah en el sofá, pequeños recortes de revistas sobre la mesa de café frente a ella como si estuviera en medio de algún proyecto. —Tengo esta cosa que hago los domingos —empezó él. Savannah lo miró con curiosidad, Cuddles dormitaba cerca de su cadera. —Está bien. —Se volvió hacia sus recortes de revistas… fotos de cachorros, bebés, y otras cosas sin sentido. —Voy a, um, estar de vuelta antes de la cena.

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Ella asintió. Se deslizó en sus zapatos, a la espera de sus preguntas, pero nunca llegaron. Savannah no dijo nada. Ni siquiera levantó una ceja acerca de a dónde iba los domingos. ¿Qué le diría si lo hacía? ¿Cómo iba a explicar su relación con Abbie? Tal vez lo mejor era proteger a Savannah de toda la situación, incluyendo su conflictiva relación. Las cosas eran manejables ahora. Dos horas un domingo era todo lo que necesitaba para mantener las cosas funcionando sin problemas. Y hasta ahora, Savannah no había hecho una sola pregunta. Tal vez fue una de esas cosas que era mejor dejarlas desconocidas. Más fácil para todos los involucrados. Él trataba de hacer lo correcto por Abbie. Por supuesto, ahora que Savannah estaba en su vida, las cosas se habían vuelto mucho más complicadas. Normalmente no hacía las cosas complicadas. Cole siempre se había sentido seguro de su decisión de mantener su relación con Abbie. Hacía lo correcto para ayudar a una amiga que lo necesitaba —simple como eso. Entonces, ¿por qué de repente se sentía como una mierda? El hecho de que Savannah no sabía nada de ella, lo convertía en un secreto sucio. Tenía suficientes esqueletos en su armario, y particularmente no disfrutaba de agregar otro más. Pero respiró hondo y sacudió la tensión construyéndose entre los omóplatos. Sólo porque tenía a Savannah en su vida, no significaba que pudiera alejarse de sus otras responsabilidades. Cole se pasó las manos por la cara, presionando las palmas sobre sus ojos. Por qué las mujeres no venían con un manual de instrucciones estaba más allá de él.

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Traducido por IzarGrim Corregido por NnancyC

El lunes por la mañana llegó demasiado rápido después de pasar un fin de semana agradable con Cole. Savannah bostezó y se alisó el cabello hacia atrás, manteniéndolo en una coleta baja en la nuca. Lo menos que podía hacer para agradecer era ayudar en la casa, por no hablar de si querían comer, la responsabilidad parecía descansar sobre ella. —El café está listo —le gritó a Cole. Entró en la cocina con el ceño fruncido. —No estoy de humor. Siempre bebía café. Siempre. —¿Qué pasa? —preguntó, dirigiéndose a verlo abrocharse los últimos botones de su camisa de vestir. Le ayudó con los gemelos porque sus dedos siempre trastabillaban—. Aquí. Déjame. —Gracias. —Él sonrió débilmente. —¿Estás enfermo? —preguntó, notando los círculos oscuros bajo sus ojos. —Es sólo un malestar estomacal. Voy a estar bien. Lo miró fijamente, ya que nunca lo había visto pachucho, y se sentía totalmente inútil. —¿Puedo conseguirte un poco de ginger ale2 y galletas saladas? Asintió. —Ah, claro. Tal vez eso ayude. —Se puso los mocasines mientras Savannah sirvió un vaso de la bebida de color ámbar, burbujeante—. Mi mamá me daba lo mismo. —Ten. —Observó mientras comía las galletas y luego bebió el refresco. —Mira, estoy bien, Savannah. —Se rió, pasándole de nuevo el vaso vacío.

Ginger ale es una bebida refrescante, sin alcohol, de origen inglés fabricada con agua mineral, jengibre, azúcar y limón. Es ampliamente conocido como ingrediente para cócteles para reducir el alcohol. 2

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—Está bien —dijo a regañadientes, aceptándolo. Había hecho mucho por ella, lo menos que podía hacer era estar allí para él. Savannah se dirigió a la cocina y apagó la máquina de café, sin haber desarrollado un gusto por las cosas, y vio por el rabillo de su ojo mientras Cole metió su teléfono celular, cartera y las llaves en los bolsillos de sus pantalones. Era un hombre de rutina, eso era muy cierto. Mantuvo todos sus elementos esenciales, además de unas monedas, y un reloj rara vez usado en una pequeña caja de caoba en la mesa de la entrada, y repetía el mismo ritual cada mañana. Savannah continuaba inspeccionándolo, apreciando la forma en que se veía vestido con su ropa de trabajo, cuando Cole de repente se precipitó desde la entrada, pasando por ella cuando él se lanzó por el pasillo. —Cole... —Lo siguió hacia el baño, pero los sonidos la detuvieron en el umbral. Se quedó con su espalda apoyada contra la pared justo fuera de la puerta del baño, preguntándose si debía ir con él. Oyó correr el agua y a él haciendo gárgaras. —¿Cole? —Llamó suavemente a la puerta—. ¿Estás bien? —Saldré en un minuto —gritó. Su voz era tensa y más áspera de lo habitual, haciendo que el estómago de Savannah se anudara con preocupación. Salió un segundo más tarde, sin lucir peor por el desgaste y continuó hacía a la puerta principal. —Nos vemos esta noche. —¡Cole! —Lo enfrentó en la puerta—. ¿Todavía vas a trabajar? Asintió, haciendo una pausa en la puerta entreabierta. —Sí. —¡Pero estabas enfermo! —¿Y? Soy un chico grande. Voy a estar bien. —Tienes gripe, tienes que ir a la cama. Una expresión de sorpresa cruzó el rostro de Cole y corrió hacia el baño, maldiciendo entre dientes. Escuchó los signos reveladores de que se enfermaba de nuevo. Unos minutos más tarde, Savannah se dirigió a la habitación de Cole, negándose a aceptar un no por respuesta, y le ayudó a salir de sus pantalones de vestir, los bolsillos todavía llenos y el cinturón colgando libremente. —Necesito mi celular. —Lucía adorablemente lindo parado ahí haciendo una mueca en tan sólo sus bóxers cortos negros y camiseta blanca.

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Un poco exasperada porque iba a ser un paciente difícil, Savannah ancló las manos en sus caderas, dispuesta a hacer lo necesario para obligarlo a ser un paciente obediente. —No hay teléfonos. No hay trabajo. No. —Sólo voy a enviar un mensaje a Norm y decirle que hoy me voy a quedar en casa. Mordió su labio, decidiendo si podía creerle. —Está bien. —Le entregó su teléfono celular y fue a colgar sus pantalones en el armario. Desde el interior del armario, le oyó murmurar para sí mismo que los delincuentes no toman un día libre y él tampoco debería hacerlo. Volvió a su cama y estaba dispuesta a retirar por la fuerza el teléfono de sus manos, pero como prometió, envió un mensaje rápido, luego dejó el teléfono en la mesita de noche. Se dio la vuelta sobre su lado, abrazó una almohada contra su pecho y cerró sus ojos. Le apartó el pelo de la frente, buscando la fiebre. Amaba en secreto cómo su cabello se veía la primera vez que se despertó, como un joven libertino que había estado fuera toda la noche provocando problemas, o disfrutando de un revolcón. Presionó la palma de su mano contra su mejilla y sus ojos se abrieron. —Te sientes caliente —susurró. —Mmm —se quejó. —¿Crees que puedes no vomitar un poco de agua? Él asintió. Savannah volvió con un vaso de agua fría y dos calmantes para el dolor, los que puso en la mesita de noche para más tarde una vez que estuviera segura de que hubiera terminado de enfermar. La mirada confusa de Cole encontró la de ella, observando mientras arreglaba las mantas a su alrededor y se preocupaba por él. Inclinó el vaso de agua a sus labios y él tragó un pequeño sorbo, antes de arrojar su cabeza sobre la almohada de nuevo. —Gracias —masculló, su voz cruda—. ¿Te acuestas conmigo? — preguntó en voz baja. Nunca había solicitado su presencia antes, nunca actuó como si le importara. Se habían abrazado y acostado juntos muchas veces, pero siempre fue porque ella lo instó. El corazón le latía con fuerza en su pecho al oírle pedir por ella de esa manera. Era sólo porque estaba enfermo. Pero eso no significaba que no se permitiera disfrutar de todo lo mismo. Apartó las mantas, uniéndose a él en medio de las sábanas donde podía acurrucarse correctamente. Cole entreabrió un ojo y levantó su brazo, instándola a acercarse.

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—Acércate más, tengo frío —susurró. Su piel estaba caliente al tacto, pero Savannah no discutió, envolviendo su brazo alrededor de su pecho y una pierna sobre su cadera mientras envolvía su cuerpo. Suspiró un sonidito de satisfacción y presionó un beso sobre su cabello. —Gracias, Savannah. Savannah se despertó con un intenso calor que irradiaba a su alrededor. Se sacó las mantas de encima, sin aliento. Dios, él ardía. — ¿Cole? —Sacudió sus hombros tratando de despertarlo—. Cole, despierta. Abrió un ojo perezosamente y dejó escapar un leve gemido. — Necesito a Savannah. —Levantó su mano y luego la dejó caer pesadamente contra el colchón. —Soy Savannah. Siéntate para que puedas tomar algún analgésico. —No... quiero a Savannah —gimió, sus ojos todavía cerrados. Alcanzó las pastillas, husmeando los labios abiertos de Cole y las colocó en su lengua, luego acarició sus mejillas y le hizo tomar un sorbo de agua. Lo hizo, apáticamente, antes de caer contra su almohada. —Savannah... —dijo en voz baja una vez más. Alisó con las manos su pelo. —Shh. Sólo descansa. Estoy aquí. —Le frotó su cuello y sus hombros, encontrándolos tensos incluso mientras dormía. La esperanza surgió en su pecho. Sentirse necesaria y vital era un sentimiento que extrañaba tanto que trajo lágrimas a sus ojos. Las parpadeó y llevó una palma a la mejilla rugosa de Cole, deslizando su pulgar de un lado al otro. Sólo te necesita porque está delirando por la fiebre. Hizo caso omiso de la sensación de vacío en su pecho y continuó alisándole el pelo hacia atrás y acariciándolo suavemente, haciendo todo lo posible para calmar a ambos de sus dolores.

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Traducido por vaanicai. Corregido por NnancyC

Ya recuperado de la gripe de veinticuatro horas, Cole estaba de vuelta en el trabajo al día siguiente. Había pasado la semana trabajando en un nuevo caso, pero había alcanzado un momento de calma. Se estiró en su escritorio, su cuello sonando por el movimiento y decidió comprobar el caso del culto para ver si había algo nuevo. También quería aprender más acerca de Dillon. Escribió la búsqueda en la base de datos y pulsó enter. Se enteró de que los catorce niños habían sido reunidos con sus madres —ninguno de los cuales fueron acusados en el caso. Sabía que haría feliz a Savannah. Pensó en volver a casa al mediodía para ver cómo se encontraba, pero se convenció a sí mismo de ello. No había nada sorprendente sobre Dillon. Lo habían seguido a Amarillo donde hacía trabajo manual. Le había dado la noticia de la muerte de su padre y también fue interrogado en ese momento, pero la entrevista no reveló mucho. Cole siguió hojeando el archivo y se topó con una foto de Dillon. Era una foto de cámara oculta de su tiempo en el recinto, y también Savannah estaba en la foto, sentada en su rodilla delante de un fogón rústico —con una amplia sonrisa en su rostro. La imagen lo devoró. Tal vez ella realmente era feliz viviendo allí. Claro, ella parecía estar adaptándose bien a quedarse con él, pero al ver la felicidad pura en su cara —bajo un cielo oscuro, lleno de estrellas, sentada con amigos y familiares a su lado— comenzó a darse cuenta que había más de su vida en el recinto de locos Jacob. Estudió la imagen más de cerca. Las manos de Dillon descansaban en la cadera de Savannah y su rostro estaba cubierto con una estúpida sonrisa idiota. Si este bastardo siquiera puso un dedo en Savannah, iba a castrar personalmente al hijo de puta. Consideró como crió Dillon a Savannah para obtener más información acerca de su relación, pero decidió proceder con cautela. Lo hacía tan bien, él no quería molestarla. Savannah había parecido un poco preocupada y dubitativa para discutir

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sobre Dillon, así que al menos por ahora, lo había dejado pasar. Savannah estaba a salvo. Eso es todo lo que importaba. Sabía que no podía mantenerla encerrada en el apartamento, incluso si lo quisiera. Notó que en las semanas en que Savannah había estado quedándose con él, aún no salía de la casa, además de sus sesiones de terapia y pasear al perro. Era viernes por la noche, y decidió que esa noche eso iba a cambiar. Si Savannah realmente iba a estar viviendo con él, quería hacer todo lo posible para ayudarla a volver a aclimatarse a su nueva vida. El primer paso para ganar algo de su confianza y la independencia era salir de su casa regularmente. Sus paseos para sacar a Cuddles tres veces al día no contaban, a pesar de que suponía que era un comienzo. La llevaría a cenar —le daría un descanso de la cocina. Por supuesto que iba a necesitar algo de ropa, aunque sus sudaderas de gran tamaño y camisetas, en ella parecían cómodas. Mirando hacia arriba desde la pantalla de su ordenador por un crujido a su lado, vio a la agente Amanda Larson arrastrando los pies a través de su cajón del escritorio. Realmente nunca le había prestado mucha atención antes. Rara vez trabajaron juntos, aunque sabía que era buena en su trabajo. —Colby Fletcher —lo regañó—. ¿Estabas mirando mi trasero? —Se volvió hacia él, poniendo las manos en sus caderas. Sus ojos se dirigieron a ella. Lo había hecho, pero no por la razón que parecía pensar. Parecía ser del mismo tamaño que Savannah. —¿De qué talla eres? Su sonrisa juguetona al instante se evaporó. —Nunca se pregunta a una chica su talla. Dios mío, no me extraña que todavía estés solo. No estaba seguro de cómo conocía ese hecho de él, o exactamente qué, quería decir con la declaración —bueno, en realidad lo sabía— que era insensible. Y él no podía discutir eso. Pero la cosa era, que sabía que Savannah lo cambiaba poco a poco. —Tengo que comprar un regalo, y te ves de la talla adecuada. ¿Puedes ayudarme con esto? —Está bien. —Frunció el ceño—. Talla cuatro pantalones. Una pequeña o mediana en la parte superior.

pequeña de

Cole garabateó la información sobre un trozo de papel y lo metió en el bolsillo. Cuando Cole llegó del trabajo, la casa se encontraba extrañamente silenciosa. Dejó las bolsas debajo de la mesa y buscó a Savannah. Al no encontrarla a ella o a Cuddles, se aventuró a salir, sin molestarse en cambiarse la ropa de trabajo. Encontró a Savannah, pero en absoluto

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como había esperado. Aunque supuso que sabía que no debía esperar nada normal de ella. Estaba sentada con las piernas cruzadas sobre el césped al lado del hombre de la unidad 4D, Levi algo u otro. Tenía la cabeza echada hacia atrás y el dulce sonido de su risa caía de sus labios. ¿Qué carajo? Levi se apoyaba casualmente en su codo, tirando de una hoja del césped. Cole no podía oír lo que Levi decía, pero fuera lo que fuera, estaba seguro que nunca había visto tan despreocupada a Savannah o reírse con tal abandono. Algo dentro de él se apretó con celos. Savannah era suya. No sabía de dónde había venido ese pensamiento, pero ahí estaba, insistente y posesivo. La cabeza de Levi se levantó cuando Cole se acercó, y la risa de Savannah murió en sus labios cuando vio su expresión. Estaba seguro de que parecía a punto de matar a alguien. Pues no sólo alguien —al imbécil del 4D, en particular. —Tranquilo, hombre FBI. —Levi se rió entre dientes, enderezando su columna vertebral con la amenaza implícita en la postura de Cole. —¿Savannah? —Su voz era baja, más áspera de lo que pretendía. Savannah se puso de pie. —¿Cole? Cerró sus ojos y respiró hondo, obligándose a calmarse. Savannah se acercó con cuidado y le puso una mano en el antebrazo, lo que hizo que se relajara. —No estabas adentro —le espetó en tono cortante. —Cuddles necesitaba ir al baño. —Ella levantó al perro en su cadera, sus ojos llenos de preocupación. Asintió. —Todo está bien. —Le dio una palmadita en la coronilla a Cuddles, y frotó el pulgar por la mejilla de Savannah. Viéndola reír y mirar a Levi había desencadenado algo en su interior. —Ve adentro. Tengo una sorpresa para ti esta noche. Las bolsas en el mostrador son para ti. Cámbiate. Vamos a salir. —¿Afuera? —Se atragantó con la palabra. Asintió. —Adelante. Estaré arriba en un segundo. —No podía calmar su mente acerca de salir por el momento, primero tenía tratar con Levi. Olfateaba a Savannah como un maldito perro y estaba a punto de enterarse que eso no era correcto. Lo único que sabía sobre Levi era que tenía veinte años de edad, fue a la universidad de la comunidad local y vivía con su madre, una mujer

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divorciada de cuarenta y tantos que había venido a Cole en más de una ocasión. Una vez que Savannah desapareció en el interior, Cole se volvió hacia Levi, dando un paso más cerca hasta que estuvieron pecho contra pecho. La intensa mirada de Cole penetró a Levi y él negó con la cabeza lentamente. —Ella está fuera de los límites. Levi no vaciló. —Es un poco joven para ti, ¿verdad? —Eso no es asunto tuyo. Sólo voy a decir esto una vez. Mantente alejado de ella. Levi se pasó una mano por la mandíbula cubierta de rastrojos. —Lo que digas hombre, relájate. Sólo hablábamos. Cole soltó un bufido y se dirigió hacia el interior. Mierda. Tal vez no debería haber asustado a Levi. Savannah podía tener amigos, después de todo. Pero había algo que no le cayó bien ante la idea de que tenga amigos varones. Sin embargo, sabía que no tenía derecho a estar enojado con Savannah. Tendría que trabajar en eso.

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Traducido por Mar Winston Corregido por CrisCras

Savannah llevó las bolsas de las compras hasta el baño de huéspedes. Tomó cada artículo para inspeccionarlo. Un par de jeans oscuros gastados, un suéter gris jaspeado súper suave y fino, y ropa interior de algodón blanca. Acercó las prendas a su rostro e inhaló. Mmm. Olían a nuevo, como a tienda. Raramente le compraban ropa, teniendo ropas de segunda mano la mayoría de su vida. Rápidamente se cambió y lanzó la ropa sucia dentro del cesto del baño. Cuando se giró frente al espejo, miró su reflejo, incrédula. La ropa le quedaba perfectamente, los jeans colgaban de sus caderas, ajustándose en esa zona junto con su trasero, y el suéter era tan fino y suave que no podía evitar abrazarse a sí misma. Se sentía bonita por primera vez en un largo tiempo, y se lo debía a Cole. La conciencia de su creciente deuda con él le cosquilleó en el fondo de la mente. Le debía por Cuddles, y ahora por las ropas nuevas. Se peinó el cabello con los dedos y observó su reflejo una última vez antes de ir en busca de Cole. Se encontraba sentado en un taburete en la cocina, bebiendo cerveza. Con sólo su perfil a la vista, Cole aún no la había visto. Savannah se tomó un momento para estudiarle ininterrumpidamente. Había llegado a amar simplemente mirarlo cuando sabía que no miraba. Su espalda y hombros eran poderosos, con músculos que se agrupaban bajo su camiseta. Incluso sus antebrazos eran masculinos. Podía ver dónde había doblado las mangas y gruesas venas se tensaban contra sus brazos. Era hermoso, pero aun así toscamente masculino. Era su seguridad, su confort. Le debía todo. Pero no tenía ni idea de cómo pagarle. Ensanchó sus hombros y aclaró su garganta. Cole se giró hacia ella, la botella de cerveza suspendida a mitad de camino frente a sus labios. Sus ojos comenzaron en los tobillos de los vaqueros , y lentamente se movieron por sus caderas, su chato estómago, hasta sus pechos, dónde se detuvieron por un momento, antes de, finalmente, llegar a sus ojos. No intentó ocultar el hecho de que le echaba una ojeada, y no se disculpó por su comportamiento. Savannah se retorció bajo su mirada. Estaba

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sorprendida de que una simple mirada pudiera hacerla sentir caliente y femenina al mismo tiempo. Sin cortar el contacto visual, atrajo la botella a sus labios y tomó un gran trago, moviendo su garganta con esfuerzo. —Gracias por las ropas —ofreció Savannah, necesitando cortar el pesado silencio que se encontraba entre ellos. —Sirvieron —murmuró, sus ojos aun rehusándose a dejar los de ella. se sonrojó y bajó su mirada, dándose cuenta de pronto de que él había ido de compras por ella, que había escogido aquellas ropas, incluso la ropa interior que ahora parecía acentuar la palpitación en su entrepierna. Respiró profundo y se encaminó hacia la cocina, incapaz de seguir de pie. Tomó su botella de cerveza y la enjuagó en el lavabo antes de botarla en la papelera de reciclaje que se encontraba debajo. Cole se encontraba detrás de ella cuando se dio vuelta, atrapándola contra el mostrador con su gran figura. Savannah nunca le tuvo miedo, sino intriga. Pero siempre estuvo consciente de dónde se encontraba él en relación a ella, y lo grande y masculino que era físicamente. Y en este preciso momento, vistiendo ropas agradables que él había escogido para ella, se sentía femenina, suave y bonita al lado de su cruda masculinidad. —¿Cole? —Levantó la mirada, encontrándose con sus ojos oscuros. —Maldición, Savannah, cuando te vi hablando con Levi… —dijo desvaneciéndose poco a poco, descansando una pesada mano en su cadera. El peso de su mano la sorprendió, y sus pulmones se rehusaron a cooperar—. No me gustó —admitió, mirándola sin remordimientos. Su estómago se hundió. Savannah no haría nada para molestarlo. No podía. Era todo lo que tenía en ese momento. —Lo.. lo siento — balbuceó. —No. —Cole dio un paso más cerca, hasta que sus piernas tocaban las de ella, y sus rostros se encontraban a centímetros. Se habían tocado varias veces, pero no de esta forma, no cuando Cole estaba enojado y tosco, su mirada llena de intensidad. Campanas de advertencia se encendieron en la cabeza de Savannah. Se sostuvo del mostrador detrás de ella—. Deberías ser capaz de hablar con quién quieras sin que yo me vuelva posesivo. —Oh. —Savannah no sabía qué hacer, habiendo nunca experimentado este tipo de relación con un hombre antes. Lucía enojado, pero más consigo mismo que con ella. No estaba segura de qué debía hacer, así que se quedó completamente quieta. Su mano se ajustó a su cadera, acercándola a él, y su otra mano acunó su mejilla mientras se acercaba. Por un segundo Savannah creyó que la besaría y su corazón

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saltó hasta su garganta. Contuvo el aliento, esperando, pero simplemente le acarició su mandíbula cariñosamente. —Luces bien —suspiró él antes de dejar caer sus manos y alejarse. La pérdida de su cuerpo cerca del suyo fue casi dolorosa. De alguna forma, en las últimas semanas, Savannah había comenzado a anhelar su contacto físico, y cuando no estaba cerca, dejaba un dolor que se esparcía por su piel y pecho. Pero antes de que tuviera tiempo de analizar algo de eso, Cole la guío hasta la puerta, paso a paso hacia afuera. Condujeron hasta el restaurante con la música sonando levemente. Cole encendió la radio y comenzó a buscar, pidiéndole que le dijera dónde detenerse. Ella le frunció el ceño al heavy metal, el fuerte country y al hip hop, pero cuando escuchó la conmovedora voz de una mujer, se inclinó en su asiento y le pidió a Cole que la dejara. Era alguien llamada Lana del Rey, le dijo él. La escucharon cantar sobre vaqueros azules, grandes sueños y un amor que duraba un millón de años. Savannah escuchó las palabras, rezando silenciosamente que un amor como ese fuera real y la encontrara en este alocado mundo. Llegaron al restaurante, uno tipo bistró que servía las mejores pizzas a la pala, según Cole. Entraron y Savannah notó que era pequeño, pero de buena calidad, decorado en tonos rojos, cafés y cremas. Estaba levemente iluminado y tenía un aire acogedor y rústico. La entrada estaba llena de gente esperando por mesas. Savannah no estaba acostumbrada a estar entre multitudes de extraños, pero el toque que la punta de los dedos de Cole en su espalda baja la tranquilizaba. Cruzó la habitación hacia una larga barra negra, iluminada por pequeñas lámparas cada pocos pasos. —¿Te parece bien aquí? —Le indicó que tomara asiento en un taburete que movió para ella—. Usualmente vengo solo y me siento aquí. No tienes que esperar, y además puedes ver la acción en la cocina. — Indicó hacia el gran horno de madera que se parecía más a una estufa. Tomando asiento entendió inmediatamente por qué le gustaba sentarse allí. Mirar a los cocineros trabajar, amasando pizza, y añadiendo salsa y aderezos como si estuvieran en algún tipo de carrera era divertido. Además, era estupendo ver los ingredientes que usaban. Su boca se hacía agua por una de esas pizzas después de observar durante unos segundos. —Tienen ensaladas y pastas, también. —Cole le alcanzó un menú mientras un camarero les servía dos vasos de agua—. Ordena lo que quieras. —Ordenaré lo que sea que tú pidas —contestó ella.

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Su ceño se frunció. —Pensé que tal vez podrías practicar estar afuera, ya sabes, ordenar por ti misma y ese tipo de cosas. Oh. Así que esto no era sólo una salida agradable, él le estaba dando una lección. Enseñándole como ser una persona normal. Bajó la cabeza, avergonzada de repente por pensar que podría simplemente mezclarse con él, disfrutar de su tiempo juntos. En vez de eso, estaba siendo analizada, necesitando ganar su aprobación. Abrió el menú y comenzó a estudiarlo. Todo sonaba delicioso, pero sabía que quería probar una de esas pizzas. —Hola, ¿han estado aquí antes? —Una burbujeante camarera se apareció frente a ellos. —Yo sí —contestó Cole—, pero Savannah no. —Oh, bueno, bienvenida. ¿Quieren escuchar los especiales o ya han decidido qué ordenar? —preguntó, mirándolos. —¿Savannah? —Cole esperó su respuesta. —Um, creo que sé lo que quiero, pero sí, me gustaría escuchar los especiales. Una sonrisa tiró de las esquinas de la boca de Cole, claramente encantado con la respuesta de Savannah. La camarera tomó una libreta de notas y leyó los especiales. —De acuerdo, la pizza del chef de esta noche es de higo y alcachofa. La entrada es pan de cuatro quesos a la plancha servido con salsa marinera. ¿Qué puedo servirle? Savannah lo pensó por un momento. —Ordena lo que quieras — susurró Cole, colocando su mano en su rodilla. Su toque la tranquilizó, incluso si la forma en que su gran mano encajaba en su rodilla le distraía un poco. —Me gustaría la pizza vegetariana con salsa, y té dulce por favor. La camarera miró su libreta. —¿Quieres carne en tu pizza vegetariana? —Sí. Y quisiera una orden de ese pan de cuatro quesos también. Cole río entre dientes. —Suena bien. Haz dos órdenes. Oh, y una cerveza, por favor. Luego de chequear la identificación de Cole, la camarera se escabulló. Cole quitó su mano de la rodilla y casualmente la dejó caer en el respaldo de su asiento. —¿Lo hice bien? —preguntó ella, resistiendo la urgencia de recostarse contra él.

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—Perfectamente. Savannah se iluminó con su halago, jugueteando con su servilleta mientras la colocaba sobre su falda. Sus bebidas llegaron, y mientras ella tomaba su té, Cole se giró para estudiarla, su ceño se arrugó como si estuviera pensando intensamente en algo. —¿Cómo te sientes sobre quedarte conmigo? —preguntó tomando un sorbo de su cerveza. Pensó cómo responder. Montones de palabras aparecieron en su mente. Segura. Aliviada. Pero dijo la primera que vino a sus labios. —Feliz. Cole continuó observándola desconcertado, pero no podía distinguir si estaba alegre de escuchar eso o no. Parecía que un poco de los dos. — ¿Cómo han ido las cosas con el Dr. White? ¿Sientes que están progresando? Asintió. —Sí, está ayudando un montón. Hemos hablado de cosas de las que no he hablado con nadie antes, cosas sobre mi pasado. Y hablamos sobre mi futuro, también. La palabra pareció despertar su curiosidad. —¿Qué quieres en tu futuro, Savannah? Quería lo que toda mujer quiere: pertenecer, ser amada, encontrar un compañero en la vida. Su terapeuta la persuadía para hablar sobre sus sentimientos enterrados hace tanto tiempo, y quería hacerlo. Ahora que lo había aceptado, los pensamientos ocupaban gran parte de su cerebro. Y no sabía cómo separar esos pensamientos de los que tenía sobre Cole. Él se había quedado con ella, la había cuidado, y nunca había intentado aprovecharse de ella. Sabía que no debía confiar en alguien que no conocía, pero había estado tan desamparada, tan pérdida, que no había tenido otra opción. Y Cole se había ganado su confianza y respeto, algo que no daba tan fácilmente. Fue en esta misma conversación que el Dr. White la había sorprendido preguntándole si Cole había demostrado algún interés romántico en ella, si había indicado que quería algo más que una amistad. Ella dijo que no. No había habido nada inapropiado en su comportamiento, y nada indicaba que quisiera más. Pero desde que esa semilla había sido plantada en su cerebro, se preguntaba por qué no lo había hecho. Estudió su cuerpo en el espejo, preguntándose si era lo suficientemente atractiva para él, y por qué no la notaba. Soñaba despierta con su aspecto sin camisa. Estaba innegablemente curiosa sobre su cuerpo, como se sentiría tocarlo, que la tocara. Nunca había estado tan interesada en un hombre antes, y aun así no podía negar sus sentimientos hacia él.

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Antes de que Savannah pudiera responder la pregunta de Cole, la camarera regresó con sus platos. La cantidad de comida era demasiada para dos personas. Seguramente llevarían sobras a casa, pero Savannah la disfrutó hasta que casi se encontraba incómodamente satisfecha. Después de la cena, Cole la acompañó afuera y la ayudó a subir a la camioneta. Se inclinó hacia adelante y le susurró—: Aún no respondes la pregunta, Savannah. Su piel rompió en escalofríos y apenas asintió. Todo el camino a casa se preguntó si tal vez, solo tal vez, él pensaba en las mismas cosas. Ellos juntos. Realmente juntos, no cruzándose el uno con el otro en su apartamento. Pero ninguno de los dos habló sobre el futuro por el resto de la noche. Miraron televisión en el sofá hasta que Savannah se durmió. Cole la llevó hasta la cama, y sólo para ver lo lejos que él dejaría que las cosas llegaran, ella se cambió en su habitación, en vez de en la suya propia. En la apenas iluminada habitación, se quitó los vaqueros, luego dándole la espalda se quitó el suéter y sostén. Podía sentir sus ojos en su piel desnuda, su espalda, su trasero, vestido simplemente con su pequeña ropa interior de algodón blanca que le había comprado. Podía sentir su respiración acelerarse y la electricidad surgir entre ellos. Deseaba ser lo suficientemente valiente para enfrentarlo, pedirle que la tocara, que la besara, pero, por supuesto, no lo era. Se puso una de sus camisetas por la cabeza antes de girarse. Su mirada era intensa, quemándola. Viajó desde su rostro hasta sus piernas desnudas, llegando hasta el borde de sus muslos. —Cúbrete —dijo, su voz áspera. El primer pensamiento de Savannah fue que estaba enojado hasta que notó que la aspereza de su voz y su ardiente mirada no eran de enojo, sino de deseo. Apenas pudo contener un gemido ante la comprensión, pero hizo lo que le ordenó y se metió en la cama, tirando de las sábanas sobre sus piernas. Cole se unió a ella. Intentó alcanzarlo, para sentirlo más cerca, para enredar las piernas con las de él, para escucharlo tranquilizarla con palabras gentiles como hacía casi todas las noches, pero se giró alejándose de ella y murmuró—: No esta noche, Savannah. Su voz levantó una pared entre ellos, y a pesar de compartir una cama, se preguntó si alguna vez compartirían algo más.

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Traducido por Zöe.. Corregido por Vanessa VR

El sábado por la mañana Marissa irrumpió en el apartamento de Cole sin esperar que la invitara a entrar. Había estado esquivando sus llamadas y evitando sus peticiones para visitarlo por semanas, lo cual era extraño. Normalmente, cuando se trataba de su hermana, Cole hacia prácticamente todo lo que quería. —¿Dónde están? —preguntó severamente, pasando junto a él. —¿Dónde están qué? —Los cuerpos sin vida. —Pasó por alto la cocina, entrando en la sala de estar y mirando alrededor. —¿Los qué? —Cole fue detrás de ella, mirando nerviosamente a la puerta de la habitación de Savannah, donde estaba seguro que se escondía. —O las prostitutas. Lo que sea que estas escondiendo de mí. Dios, realmente debería haberte animado a tener más citas. Me preocupo por ti, sabes. Se rio entre dientes. —Bien, como puedes ver, no hay cuerpos sin vida, no hay prostitutas. Todo está bien Rissa. —Era el sobrenombre que le había dado cuando tenía tres y no podía pronunciar Marissa. Y para su disgusto, se le había pegado por más de veinte años. Un ruido en la habitación de huéspedes atrajo su atención. —¿Qué fue eso? Cole se movió incómodo y maldijo en voz baja mientras Marissa se dirigía a la habitación. No tenía idea de cómo explicar lo de Savannah. —Cole, ¿mi cronometro se apagó? —Secándose las manos en el delantal que tenía atado a la cintura, Savannah salió de la habitación y se dirigió a la cocina—. Ah. Hola. —Se detuvo repentinamente, frente a Marissa. Marissa frunció el ceño, mirando entre Cole y Savannah, y finalmente se volvió hacia él. —¿Quién es ésta?

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—Esta es… ah… —tartamudeó Cole. Savannah dio un paso al frente, ofreciéndole su mano a Marissa. — Soy Savannah, la nueva cocinera de Cole. —¿Cocinera? —La cara de Marissa estaba llena de duda. —Sí. —La mirada de Savannah permaneció impasible. No se veía ni de cerca tan nerviosa como se sentía Cole. Pero el supuso que, al menos en parte, era cierto. Savannah era su cocinera… más o menos—. ¿Supongo que eres su hermana? —preguntó Savannah retorciendo sus manos en el delantal. Marissa asintió, observando a Savannah con curiosidad. —Bueno, es un placer conocerte. Si me disculpan, sólo necesito sacar esos bollitos del horno. —¿Hiciste bollitos? —Sí. —¿Caseros? —Las cejas de Marissa se levantaron. —Por supuesto. —No creo haber comido nunca bollitos caseros —comentó Marissa bajo su aliento. —¿Te gustaría uno? —No, no me gustaría uno. ¡Amaría jodidamente uno! Cole se rio entre dientes, mirando a las dos mujeres en la cocina, Savannah sacando la bandeja del horno mientras Marissa miraba pasmada por encima del hombro los abultados bollitos. Era tan fanática de los productos horneados como él. Savannah sirvió café y bollitos calientes de frambuesa antes de corretear a su habitación nuevamente. Pudo haber mostrado valor al conocer a Marissa, pero Cole sabía que no se sentiría cómoda participando en la charla o respondiendo preguntas sobre sí misma. Conseguir que se abra era un proceso lento. La sonrisa de Marissa era tan ancha y sospechosa como la del maldito gato de Cheshire. —Así que es tu cocinera, ¿eh? —Hizo un punto estirando el cuello para mirar por el pasillo, hacia la habitación en la que Savannah había desaparecido—. ¿Cocinera con cama adentro? Cole logró no derramar el café, colocando la taza sobre la mesa con las manos temblorosas. —Si cocinera, y ah, ama de casa. Marissa desprendió un pequeño bocado del bollito y se lo metió en la boca. —Oh, Dios mío. Son increíbles.

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Cole se relajó en su asiento. Savannah era una cocinera asombrosa, lo que le daba cierta cantidad de credibilidad a su historia. —Así que, ¿es ella por lo que te has estado escondiendo? —No me he estado escondiendo, Marissa. Sólo ocupado es todo. —Uh, huh. Esconder algo de Marissa era algo casi imposible. Lo sabía por experiencia propia, había descubierto su escondite porno cuando tenía catorce años, y la marihuana cuando tenía dieciséis y, por supuesto, las dos veces lo había delatado con sus padres. Siempre había sido como una segunda madre para él, a pesar de que sólo era tres años mayor. Continuaron con una pequeña charla, Marissa quejándose del último percance de su cita, una cita a ciegas que conoció en línea y que le había entregado su resumen clínico y los resultados de su último análisis en la primera cita. —Te juro que atraigo a los hombres más extraños. Cole gruñó en respuesta. Descubrió que si asentía con la cabeza de vez en cuando, sus conversaciones eran más suaves. —¿Puedo usar el baño? Cole se irguió. —Ah, sí, sólo que usa el que está en mi habitación. No estoy seguro dónde está Savannah. —De acuerdo. —Marissa se paseó hacia su habitación. Volvió un minuto después, con su rostro iluminado con una sospecha juguetona. —Cocinera y ama de casa ¿eh? La frente de Cole se frunció. —¿Qué? —¿Y por eso sus bragas están en el piso de tu baño? Maldición. Cole había olvidado que ella había tomado un baño en el jacuzzi en la mañana. Había dejado un pequeño par de bragas color rosa tirado en la alfombra de baño, ante el cual se había parado y observado por unos buenos diez minutos, sin saber qué hacer con ellos. Finalmente los había dejado ahí, pensando que tal vez regresaría a buscarlos. Cole caminó a la habitación, agarrando las bragas de donde yacían en el suelo y las metió en el cajón del cuarto de baño. Maldición. No tendría a Marissa haciendo un gran escándalo sobre eso. No quería que Savannah se avergonzara, o peor, se abochornara. No había hecho nada malo. Pero sabía que, tarde o temprano, Marissa se daría cuenta de la verdad —bueno tal vez no la verdad actual— que Savannah era refugiada de una secta, pero probablemente llegaría a la conclusión de

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que eran novios y acribillaría a Savannah con preguntas. No podía dejar que eso pasara. Volviendo a la sala de estar, apartó a Marissa a un lado. —Escucha. No es mi cocinera o mi ama de llaves. Su boca se curvó en una sonrisa. —No me digas. Bueno, ¡era la maldita hora de que comenzaras a salir con alguien! ¿Cómo voy a ser tía si nunca encuentras a una chica? Quiero decir, quiero mis propios hijos, pero sabes que la mejor cosa siguiente sería… —Alto. —Cole levantó una mano—. No es mi novia tampoco. Savannah sólo tiene diecinueve años. Las manos de Marissa volaron hacia sus caderas. —Demonios. Un poco joven, ¿no crees? Y si no lo has olvidado, tu cita con mi amiga Sali es la próxima semana. Quiero asegurarme que no estas involucrado con otra mujer. Chica. Lo que sea. —Escucha, voy a explicarte todo, pero necesito que confíes en mí. Su mirada se suavizó. —Confío en ti, Colby. Lo sabes. Él asintió. —Entonces ven, siéntate. —La llevó hasta el sofá y se sentó frente a ella. Afortunadamente, no tenía que preocuparse de que Savannah oyera, porque justo entonces salió de su habitación, diciendo que necesitaba sacar a Cuddles. Marissa, por supuesto, tenía que conocer a Cuddles, lo que dio lugar a hablar un montón como bebé y acurrucar a la pequeña bestia. Cole se esfumó, sirviéndoles otra taza de café y tomando más bollitos. Una vez que Savannah estuvo afuera, le explicó toda la historia sobre encontrar a Savannah en el recinto, rescatarla de esa mala casa y que había estado viviendo con él durante tres semanas en secreto. Sabía que en la Oficina enloquecería si se enteraban, pero no podía enviarla lejos. Dejó de lado la parte en que Savannah invadía su cabeza prácticamente a cada hora del día, haciéndole difícil concentrarse en el trabajo, en el gimnasio, y sobre todo en casa. Marissa permaneció en silencio mientras hablaba, asintiendo con la cabeza y luciendo preocupada. —Guau. Esa es una gran historia. Dime la verdad, Cole, ¿son ustedes dos… amantes? —Tragó duramente. Cole sabía que la respuesta equivocada le ganaría un golpe en la cabeza, pero respondió con sinceridad, que ni siquiera la había tocado. No sexualmente al menos. —Bien. Es demasiado joven para ti.

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—Y demasiado dañada —señaló Cole—. Aunque está viendo a un terapeuta y parece estar haciéndolo mejor. —¿Y el perro? —Idea del terapeuta. Terapia de animales o algo por el estilo. —Hmm —asintió Marissa—. ¿Estás seguro que sabes lo que estás haciendo, Colby? —Sí. —No. —Bueno, no te olvides de la cita con Sali. Todavía iras, ¿verdad? —Claro. —Mierda. Había esperado salirse de eso—. Iré a la cita, si me haces un favor. —Cole se volvió en su mejor sonrisa por favor hazlo por tu hermano pequeño—. ¿Llevarías a Savannah al centro comercial? —Sacó la tarjeta de crédito de su bolsillo y se la entregó—. Necesita ropa, zapatos, casi de todo. Agarró la tarjeta de sus manos con una sonrisa. —Ahora, eso puedo hacerlo. Savannah regresó unos minutos más tarde con Cuddles situada en sus brazos como si fuera el trono personal de la maldita cosa. Resistió el impulso de rodar los ojos y bajar al perro fuera de su alcance. —Voy a cuidar a Cuddles. Quiero que vayas con Marissa a comprar ropa nueva, y lo que sea que necesites, ¿de acuerdo? Estudió su expresión por un segundo antes de que su rostro estallara en una enorme sonrisa. —De acuerdo. —Se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla—. Gracias. —Ahora ve —ordenó. Una vez que Savannah y Marissa se fueron, Cole fue arrastrado nuevamente a su baño principal como un imán. Abrió el cajón en el que se encontraban las bragas de Savannah y miró la pequeña pieza de tela ilícita. Bragas de encaje de color rosa pálido. Hubiera pensado en Savannah más como el tipo de chica de bragas de algodón blanco. Las levantó para inspeccionarlas. Eran de corte alto, probablemente mostrando generosas porciones de su culo perfecto. Demonios. Tiró las bragas en el tocador y abrió la ducha. Mientras vapores humeantes flotaban perezosamente hacia el techo, no pudo resistir más. Trajo la ropa interior a su nariz y aspiró el picante aroma femenino. Su polla saltó a la vida ante el perfume. Había estado fantaseando con Savannah durante demasiado tiempo y si no conseguía un alivio pronto iba a entrar en combustión.

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Con una mano aún aferrando las bragas, la otra trabajó para liberarlo de los confines de sus vaqueros. Ya estaba duro como una roca, su polla hinchada y lista. Se acarició fuerte y rápido, se bombeó sin piedad mientras el olor de Savannah llenaba sus sentidos. Su piel suave, su preferencia de estar sostenida en sus brazos, y la ligera fragancia femenina de su piel. Se bombeó más rápido, rezando para que el alivio llegara. Sus piernas temblaron, y con una mano alcanzó la barra para soportar su peso mientras su orgasmo golpeó.

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Traducido por vaanicai Corregido por Marie.Ang

Cole y su hermana mayor, compartían una semejanza en su color, ambos tenían el pelo oscuro y curiosos, pero amables, ojos color café. Sin embargo, las similitudes terminaban allí. Mientras que Cole era el tipo fuerte y silencioso, Marissa era locuaz y extrovertida. En el camino, abrumó con preguntas a Savannah y, no acostumbrada a hablar tanto de sí misma, luchaba por mantener el ritmo mientras se avanzaban por temas que iban desde su educación hasta sus futuros planes. Sí, le gustaba vivir con Cole. Sí, extrañaba el recinto, pero sólo por todos los pequeños. Siempre había algo que se necesitaba hacer y le gustaba sentirse útil. No, nunca había tenido una cita. No, no pasaba nada entre ella y Cole. ¿Por qué todo el mundo le pregunta eso? ¿Y por qué parecían sorprendidos cuando decía que no pasa nada? Tal vez pensaban como Jacob, que sólo el interés de un hombre en ella era físico, pero hasta ahora Cole no le había dado ningún indicio de que ese era el caso. Marissa malinterpretó su silencio. —Está bien, puedes confiar en Cole. Savannah se limitó a asentir. De alguna manera lo sabía. Unos minutos más tarde, Marissa se estacionó en el aparcamiento del centro comercial, y luego se volvió para mirar a Savannah. —¿Lista para hacer algún daño? —Sonrió. —Por supuesto. Yendo hacia la entrada, Savannah automáticas. Marissa se detuvo a su lado.

vaciló

en

—¿Estás bien? ¿Estando en público de esta manera?

las

puertas

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Savannah asintió, aunque supuso que era una buena pregunta, esta era una experiencia nueva para ella. Una de las muchas últimamente. — Estás bromeando, he soñado con este momento. Savannah obedientemente siguió a Marissa en al menos una docena de diferentes tiendas, aceptando ropa, modelando las prendas en el probador, y esperaba amablemente mientras Marissa miraba de arriba abajo, comentando sobre lo que funcionaba y lo que no. Cuando se dirigieron a pagar, Marissa apiló la ropa sobre el mostrador y entregó la tarjeta de crédito de Cole. Savannah le arrebató algunas de las prendas. —Está bien. No necesito todo esto. El hecho de que me queden no significa que deba comprarlas todas. Marissa tomó las prendas y se las devolvió a la cajera, frunciéndole el ceño a Savannah. —Marissa —declaró Savannah—. Esto es demasiado. No puedo dejar que Cole pague por todo esto. —Nunca sería capaz de pagarle a Cole a este ritmo. Marissa rodó los ojos. —Oh, sí puedes. Y lo harás. Ese chico tiene más dinero del que sabe gastar. Cada semana mete su sueldo en el banco para ahorrarlo. Además, me dijo que me asegurara de que consiguieras todo lo que necesitas. Si te devuelvo con una pequeña bolsa de cosas, se enojará. Confía en mí. Savannah no podía imaginar a Cole enojado, pero confiaba en Marissa, y no quería ser la responsable de hacerlo enojar. Sobre todo porque ya había hecho tanto por ella. Asintió en señal de conformidad. Pero Savannah se pasó de la línea consiguiendo uno de los magníficos bolsos de mano que notó en la tienda cuando se iban. No lo necesitaba. Así que se sintió mal por disfrutar a costa de Cole, a pesar de las exhortaciones de Marissa. Varios pares de vaqueros después, más de una docena de camisetas sin tirantes, tres pares de zapatos, un surtido de sujetadores y bragas, y hasta un poco de maquillaje, Savannah estaba agotada. Se detuvieron para almorzar en el restaurante mexicano favorito de Marissa, donde tuvo su primer burrito y un delicioso licor vegetariano. Hizo una nota mental para prepararlo para Cole alguna vez en casa.

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—¿Esto es todo? ¿Esto es todo lo que conseguiste? —Cole andaba entre la media docena de bolsas de compras que cubrían la entrada de su apartamento. —Te lo dije. —Marissa miró satisfactoriamente a Savannah. Savannah se acercó a Cole y lo rodeó por la cintura, aspirando el aire de sus pulmones, más por la sorpresa que otra cosa. —Gracias. —No hay de qué. —Le palmeó la espalda cuidadosamente mientras Marissa los inspeccionaba. Savannah fue a su habitación, agarrando varias de las bolsas. —¿Tuvieron oportunidad de hablar? —preguntó Cole a su hermana. Marissa asintió, dándole la última de las bolsas. —Sí, ella es una chica muy agradable. A pesar de su educación, es sorprendentemente normal. Es inteligente. Estuvo de acuerdo, asomándose en una bolsa de color rosa llena de bragas. Vaya. Sus ojos se clavaron en los de Marissa, esperando que su deseo no se reflejara en sus ojos. —Sí, gracias por llevarla. Savannah regresó, trayendo a Cuddles en su cadera. —Gracias por lo de hoy. A ambos. —Savannah sonrió. —¡Oh! ¿Y adivinen qué? —preguntó Marissa, mirando a Cole—. Nos encontramos con Levi fuera, ¿y adivina qué? ¡Savannah va a tener su primera cita! —gritó Marissa. Savannah miró a Cole con nerviosismo, como si se preparara para su respuesta. Maldita entrometida de Marissa que había ido demasiado lejos esta vez. Demasiado jodidamente lejos. —No —ladró. Volvió a zancadas a su dormitorio. Oyó a Marissa decirle a Savannah que ella lo arreglaría y lo siguió por el pasillo. Cole no se molestó en cerrar la puerta de su dormitorio, sabiendo que Marissa la golpearía y exigiría que la dejase entrar, o llevaría la conversación a través de la puerta, probablemente lo suficientemente fuerte para que los vecinos escucharan. Oyó la puerta abrirse cuando se deslizaba detrás de él, pero Cole permaneció frente a la ventana, mirando el tráfico de abajo. Ni siquiera quería pensar en Savannah teniendo citas. —No está lista para eso, Rissa. Tienes que dejar de interferir. No todo el mundo quiere salir todo el maldito tiempo. Sólo porque tienes más de treinta y estás soltera, y miserablemente sola, no significa que todos los demás también. Cristo... —Se pasó las

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manos por el pelo, tirándolo en ángulos opuestos y lanzó un profundo suspiro. Cuando se dio la vuelta y miró a Marissa, su expresión se suavizó. Maldición, su labio temblaba. —Intentaba ayudar. Tiene diecinueve años y pronto tendrá veinte, Cole. Ella quiere salir. Quiere ser normal. Me lo dijo. —¿Quiere salir? —Sí. Tal vez es hora de que dejes de tratarla como si fuera una niña enferma, y permitirle que despliegue sus alas un poco. Es joven y ha sido herida, pero no es estúpida. Carajo. Marissa había pasado una tarde con Savannah y ya sabía más de ella de lo que él lo hacía. Miró a Marissa y vio el dolor en sus ojos. Sólo había estado tratando de ayudar, y él la lastimó. —Oye, lamento lo que dije. Sabes que cualquier hombre sería afortunado de tenerte. Marissa respiró profundamente y cuadró los hombros. —Esto no es sobre mí. Dime por qué reaccionaste así al saber que Savannah va a tener una cita. —No lo sé. Dio un paso más cerca. —Yo creo que sí. ¿Es porque no te gusta la idea de que otro tipo esté con Savannah? Cole se pasó una mano por la mandíbula. —No quiero que la manosee. Ella no sabría qué hacer, cómo protegerse a sí misma. —Cole —lo reprendió—. Es una persona adulta. Puede cuidarse sola. Pero si estás tan preocupado, ve con ellos. Se rio. —¿Cómo un acompañante? —No, idiota. —Le dio un manotazo en el hombro—. ¿No es la madre de Levi esa roba-cunas que te quiere? Asintió. No se puede negar que la mujer había estado tras él desde que se mudó hace tres años. —Entonces, haces una cita doble. Tú y la roba-cunas, y Levi y Savannah. Será una buena práctica para ella, algo normal que puede hacer, y estarás cerca en caso de que se pase de la raya. Sonrió a su hermana. —¿Y quién me va a proteger cuando la robacunas se pase de la raya conmigo? Ella se echó a reír. —Tengo la sensación de que lo puedes manejar. Además, tal vez incluso se diviertan.

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Supuso que podría funcionar. Sólo había un pequeño problema. No le gustaba la idea de no ser el primero en llevar a Savannah a una cita. Por lo menos estaría ahí para ella. Un compromiso con el que suponía podía vivir.

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Traducido por Juliana Gómez & CoralDone Corregido por Vanessa VR

Cole y Savannah disfrutaban una tarde de sábado perezoso cuando un fuerte zumbido que provenía del intercomunicador atrajo su atención. —¿Estás esperando a alguien? —preguntó Savannah. Cole sacudió la cabeza. No le gustaba la idea de que alguien interrumpiera la burbuja privada que él y Savannah había creado las últimas semanas. Presionó el botón en la pared. —¿Sí? Una pausa crepitó a través del altavoz. —Uh, sí, mi nombre es Dillon James. Estoy buscando a Savannah. Cole se dio la vuelta para quedar frente a Savannah. Su rostro se había puesto pálido y sus manos temblaban. Lentamente negó con la cabeza, llevándose un dedo a los labios. ¿Cómo demonios Dillon había rastreado a Savannah hasta aquí? Cole le dio un asentimiento de cabeza rígido y presionó el botón de respuesta para contestarle. —Lo siento, nadie con el nombre Savannah vive aquí. Tomó toda su fuerza de voluntad para no bajar corriendo las escaleras hasta el vestíbulo para enfrentar a ese cabrón. En vez de eso se dio la vuelta hacia Savannah. —¿Estás bien? Sus ojos permanecieron en los de él, llenos de intensidad. —No puede oírnos Savannah. Respiró temblorosamente. —Es sólo que… es probablemente estúpido de mi parte, sólo no quiero verlo en este momento. No le va a gustar que esté viviendo aquí contigo. No quiero lidiar con él. Cole fue a su lado, poniendo una mano en su hombro. —No es estúpido. Tú no tienes que enfrentarlo. Estás a salvo aquí, ¿de acuerdo? — Sus hombros se sacudieron y sus manos se frotaron automáticamente por la tensión. No le pasó desapercibido que Savannah temía tanto por ver a Dillon como porque explotara viéndola con otro hombre. El pensamiento no le cayó bien. Cole no había estado en una pelea de puños apropiada

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por una chica desde el sexto grado, pero no iba a dudar ahora si la ocasión lo requería. Ella asintió. —Gracias, Cole. Por todo. Cole la envolvió en sus brazos, inseguro de cómo reconfortarla. Odiaba que Savannah tuviera una historia con ese fenómeno, y que hubiera crecido alrededor de hombres con sistemas de creencias jodidas. Deseaba poder protegerla con un escudo de todo, pero se conformaba con abrazarla, y por su parte, Savannah se aferró a él como si fuera el último árbol en pie en medio de una tormenta eléctrica. Le rompía el corazón, y renovó su decisión de protegerla de una buena vez.

Esa noche, cuando Cole estaba vestido en vaqueros oscuros y en su camisa de botones azul clara, supo que necesitaba decirle a Savannah de su cita con Sali. Se roció con el aerosol de su raramente usada colonia en el cuello, y pasó las manos por su cabello en un intento de ordenarlo. No había pensado mucho en salir con la chica cuando Marissa vino con la idea. Y aunque habían pasado tan solo unas semanas desde que aceptó la cita, de algún modo se sentía más cercano a Savannah. Tal vez era el verla con Levi, o que no volvió a discutirle que se acurrucaran en las noches, o porque la otra noche se sintió como una cita entre ellos, pero cualquiera que sea la razón, se sentía extraño decirle. La encontró en la sala de estar, con sus rodillas en el pecho en el sillón. —Oye, Savannah. —Ella se dio la vuelta para verlo, acunando a Cuddles en sus brazos—. Saldré en un rato. No necesitas hacer la cena está noche. —Se preguntó lo que Savannah pensaría acerca de que fuera a una cita. Y si iba a tener las bolas para decirle. —Ah, está bien. Puedo comer algo de los restos de la pizza de anoche. Y Cuddles y yo probablemente veremos una película. —De acuerdo. Recuerda mantener la puerta con seguro. —Lo haré. —Prometió—. ¿Cole?. —¿Si? —¿A dónde vas? Vaciló sólo un segundo. No podría mentirle a Savannah. Además era libre de tener citas. —Mi hermana me organizó una cita a ciegas.

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—Ah. —Su labio inferior sobresalió ligeramente—. ¿Pero te veré más tarde, cuando llegues a casa? —Sí. —le aseguró—. Estaré de vuelta más tarde en la noche. Se mantenía tácito entre ellos, pero ambos sabían que estarían durmiendo juntos en su cama después.

Se puso en camino para cumplir su cita con Sali en el bar. Hubiera preferido recogerla, pero como Marissa le recordó, las chicas no dejan que hombres que no conocen las recojan. Podría ser algún acosador despreciable, y entonces tendría su dirección. Le aseguró que no iba a empezar a acosar a su amiga del yoga, pero eso sólo permitió que Marissa empezara otra ronda de diatribas de que él obviamente no tenía citas lo suficiente para saber las reglas mínimas. Cuando Cole entró al bar buscó a Liam primero. La mayoría de veces podía encontrarlo detrás de la barra, proporcionando un segundo par de manos al cantinero en vez de sentarse a solas en su oficina al fondo. Y esa noche no era la excepción. Liam asintió una vez que vio a Cole al otro lado del lugar. Era su último amigo soltero, pero ciertamente no le hacía falta la compañía femenina siendo el propietario de un bar popular. Era conocer chicas valiosas lo que se le dificultaba. Cole sabía que si Liam conociera a la chica indicada, no se opondría a sentar cabeza. Él y Liam habían sido amigos por 20 años. En la universidad, a menudo ambos engañaban a las chicas haciéndoles pensar que eran hermanos. Ambos eran un par centímetros más altos del metro ochenta y tres, con cabello oscuro y cuando ninguno se afeitaba por unos días, algo que Liam a menudo se descuidaba en hacer, adquirían un misterioso parecido. Cole respiró frustradamente. No estaba seguro de cómo iba a encontrarla. Vio dos mujeres solteras al final del bar. Una era una rubia sensacional, hermosa desde las piernas hasta sus tetas. Su hermana no lo amaba tanto. La otra mujer era una castaña simple, con un par de kilos de más y anteojos tan grandes, que pertenecían a otra década. Sacudió su cabeza, preguntándose si sólo se podía escabullir antes de que ella lo viera. Maldita Marissa. Lo metía en mierdas como está usando la frase: “Bueno, pensé que era linda.” Para limpiar su conciencia.

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Tomó aire profundamente. Un trago. Podía hacerlo. Un trago jodidamente fuerte. Echó una última mirada nostálgica a la preciosa rubia y se acercó a la castaña en su lugar. —Hola, tú debes ser Sali. Su cara se frunció en confusión. —No, lo siento. Su cabeza se giró y se encontró con los ojos de la rubia mientras una lenta sonrisa se extendió por su cara. Marissa, después de todo, lo amaba. Dejó a la castaña mirando en su dirección y se acercó a la rubia. — Por favor, dime que tú eres Sali. Ella sonrió. —Cole, ¿presumo? Querido Dios, tenía acento australiano. Su hermana realmente lo amaba. Se deslizó junto a ella y cada uno ordenó un trago. Sali conocía a su hermana del yoga, pero Marissa no había mencionado que era la instructora. Compartieron algunas risas sobre los accidentes torpes de Marissa en el yoga, hablaron acerca del lugar en el que había crecido en Australia, y él la hizo reír con su pobre intento de acento australiano. Un trago se convirtió en dos, y después en tres. Era extrovertida, coqueta y sexy como el infierno. Ese acento lo tuvo con media erección toda la noche. Al principio se sintió culpable por dejar a Savannah sola, pero mientras el alcohol iba suavizando su humor, pensó que tal vez algún tiempo alejados les podría hacer bien a ambos. Necesitaba independizarse de él, y el Señor sabía que necesitaba sacarla de su mente. Cuando Sali se excusó para ir al sanitario, Cole hizo un balance de cómo avanzaba la noche. Se entendían bien, y había empezado a inclinarse hacia él, poniendo su mano en su muslo mientras se reía, o encontraba otras maneras de rozarse contra él, como presionar sus senos contra su brazo cuando estiraba la mano para tomar un trago del fondo de la barra, Cole se preguntó si estaría dispuesta a continuar las cosas de regreso a su casa. Sali regresó con una nueva capa de brillo rosa en sus labios y una sonrisa seductora. Descubriendo que su paciencia y modales habían desaparecido junto con su último trago, Cole se puso de pie y la puso contra él. —Vamos a algún lado —susurró cerca de su oído. Ella sonrió un poco, sus ojos bailando en los de él. —¿Qué tienes en mente? —Una sonrisa juguetona permanecía en su boca. —Algún sitio donde podamos estar solos. —Sin esperar a que respondiera Cole tomó su mano y la sacó del bar. Esperaron en la acera, con los brazos de Sali envueltos alrededor de su cintura.

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—Y yo que pensé que eras un buen tipo. Tú hermana te tiene por algún santo. Pensé que está noche iba a ser completamente tediosa. —No lo tiene que ser. —Se inclinó y presionó un suave beso en su boca, poniéndola a prueba. Ella envolvió los brazos alrededor de su cuello, acercándolo aún más. Maldición, necesitaba esto, necesitaba la distracción antes de que hiciera algo con Savannah de lo que pudiera arrepentirse. —Tengo compañeros de habitación. No podemos ir a mi casa. — Susurró ella. —Eso está bien, seremos silenciosos —dijo en medio de besos. Bueno él lo seria, no podía decir lo mismo de ella, ya que esperaba hacerla gritar. Puso una mano contra su pecho. —No puedo, sexy. Comparto habitación con Jenny. Me mataría si llevo un chico a casa otra vez. ¿Otra vez? Se preguntó qué tan seguido hacía esto, pero lo dejó pasar. Cole supuso que él también tenía una compañera de habitación, aunque no tenía ni idea de cómo explicar lo de Savannah. —Vamos a tu casa. —Sugirió Sali, colocando una mano sobre el ya endurecido bulto en sus pantalones y le dio un apretón. Cole accedió a regañadientes. Bueno, no tan a regañadientes. La sola idea de echar un polvo y empujar a Savannah en el rincón más lejano de su mente, aunque fuera unos 30 minutos, sonaba demasiado bien para dejarla pasar. Sólo esperaba que Savannah no estuviera en su cama. Primero inspeccionaría su apartamento, diablos y si era necesario, se follaría a Sali en su camioneta. Cole se dio cuenta de que no estaba en condiciones de manejar. — De acuerdo, vamos tomaremos un taxi. Sali pasó todo el camino en el taxi lamiendo su cuello y agarrando la cresta dura de sus vaqueros. Supo que tenía a una chica extraña en sus manos. La idea lo hizo al mismo tiempo delirantemente feliz y nervioso ya que lo último que quería era herir a Savannah. Le advirtió a Sali que tenía a alguien quedándose con él en ese momento, y que iban a tener que ser extra silenciosos. Mientras mordisqueaba su oreja, y lamía su cuello, dijo que no tenía ningún problema. Se tambalearon desde el taxi hasta la escalera, besándose y tocándose el uno al otro mientras avanzaban. —Recuerda, extra silenciosa —le recordó cuando le quitó el seguro a la puerta. En vez de responder, Sali llevó su mano al frente de sus vaqueros y le dio un suave apretón. Cerró los ojos, imaginándose brevemente que era la

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mano de Savannah apretándolo. Sus ojos se abrieron de golpe. ¿De dónde había venido ese pensamiento? Nunca iba a estar con Savannah. No de esa manera. Retiró la mano de Sali de sus pantalones y le pidió que esperara en la cocina. La sala de estar estaba vacía, lo que significaba que Savannah se había ido a la cama, pero no tenía idea si eso quería decir la suya o la de él. La puerta de la habitación de huéspedes estaba cerrada. Siguió derecho a su propia habitación. Se encontraba vacía. Dejó salir un pequeño suspiro de alivio. Dios, estaba tan desesperado pensando en que Savannah se enterara de esto, y se preguntó si debía sólo sacar a Sali antes de que todo le estallara en el rostro. Pero cuando se dio la vuelta, Sali ya se encontraba de pie en el umbral de su dormitorio. —¿No ibas a empezar sin mí, cierto? —Sonrió y caminó hacia él. Tragó saliva y observó su cuerpo delgado y esbelto cruzar la habitación. Estaría mintiendo si dijera que no quería esto. Su polla ya estaba tirante contra sus vaqueros. Sólo que no sabía si era por la idea de que Savannah los descubriera o porque las largas piernas de Sali se enroscaría en un cintura. Cerró la puerta detrás suyo, apagó las luces y lo empujó hacia la cama. Su espalda golpeó el colchón con un ruido sordo. Sali se puso a horcajadas y le quitó la camisa. Tal vez podía hacer esto rápido y sacarla del apartamento. Cole pasó por el juego previo más rápido de lo que le gustaba. —¿Estás lista para mí? —preguntó, rozando su cuello con besos. Usualmente se aseguraba de que la chica se viniera al menos una vez, para que estuviera agradable y húmedo antes de que se hundiera en ella. Pero algo le decía que a Sali no le importaría saltar al evento principal. Se quitó las bragas y se dio placer a si misma mientras él miraba, después trajo sus dedos a su boca. Él abrió obedientemente. —Ves, ya estoy mojada —susurró ella. Bien, sigamos adelante. Escuchando a su monólogo interno era como tener un ángel en un hombro, y un diablo en el otro. La mitad de él quería follarla hasta dejarla sin sentido, perderse a sí mismo en el placer, y la otra mitad deseaba nunca haberla traído a casa para poder acurrucarse con Savannah. Pero Dios, no era como si él y Savannah estuvieran en una relación. Podía tener citas con otras mujeres. ¿Pero dormir con ellas en el apartamento que compartía con Savannah? Esa parte era cuestionable. Cole cogió un condón del cajón en su mesa de noche y se lo pasó a Sali. —Pónmelo. —rugió.

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Sali siguió las instrucciones, abriendo con los dientes el paquete, y plantando un beso en la cabeza de su polla antes de rodar el condón hacia la base de su longitud. La levantó debajo de sus brazos y la alzó por encima de él para que estuviera a horcajadas en su regazo. Después envolvió sus brazos detrás su cabeza y le sonrió con una mueca desafiante. Tenía el presentimiento de que podía doblarla como a un pretzel, con ella siendo instructora de yoga y todo, pero de algún modo la idea no tenía ningún atractivo. Podía deducir que Sali era el tipo de chica que le gustaba estar a cargo, que estaría feliz de montarlo hasta que ambos se vinieran. Se sentó lentamente sobre su longitud, echando la cabeza hacia atrás en éxtasis mientras desaparecía en su interior. Sali aumentó su velocidad, alternando entre rodar sus caderas y rebotando contra él. Dejó escapar gemidos y gruñidos entrecortados cada vez que dio en el lugar correcto. A medida que su velocidad aumenta, aumenta su volumen. — Si… justo ahí… justo ahí… —gimió ella. Cole plantó la palma de su mano en la boca de Sali. —Shh. — Mantuvo su mano asegurada en sus labios mientras ella se movía contra él. No era consciente de su mano, y continuó montándolo. Después de unos pocos minutos, Cole abrió los ojos para ver si Sali estaba cerca de terminar. Como el infierno que él no lo estaba. No sabía por qué, pero algo no se sentía bien. Simplemente no podía concentrase en el momento. Cole se dio cuenta que la habitación no estaba tan oscura como antes, y sus ojos fueron de la forma en que Sali se retorcía a la puerta de su dormitorio, que ahora se encontraba parcialmente abierta. ¿Cómo demonios pasó eso? Una luz proveniente del pasillo inundaba la entrada de su cuarto. Levantando la cabeza de la almohada, vio a Savannah de pie en la entrada mirándolos. Santa mierda. Sus ojos estaban fijos en él, ardiendo de curiosidad. Su polla se sacudió dentro de Sali. —Oh sí. Justo así. —Gimió. Él apretó la mano con más fuerza sobre su boca. Sali seguía completamente en su propio mundo, ni siquiera se había dado cuenta de que no estaban solos, o que toda la atención de Cole se hallaba en Savannah. La mirada de Savannah fue a la espalda de Sali, que levantaba su trasero arriba y abajo de Cole. Savannah vestía sólo un par de bragas y una camiseta sin mangas. Se veía tan inocente, sin embargo, completa y malditamente sexy, que se puso incluso más duro. Tenía los labios entreabiertos, haciendo respiraciones cortas y sus ojos se oscurecían por el deseo.

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Savannah se quedó mirándolos durante varios minutos, sin apartar la mirada de la suya, hasta que Sali dio un pequeño grito y luego se bajó de él. Savannah se volvió y corrió hacia su dormitorio. —¿Terminaste? —preguntó Sali. —Sí —dijo ahogado. Dudaba que ella comprobara el condón en busca de evidencia. Se lo quitó y lo envolvió en el pañuelo, con la esperanza de mantener el engaño de que estaba lleno, y lo arrojó en el cesto de basura al lado de su cama. No había manera de que fuera capaz de venirse con Sali. A menos que se sustituyera la imagen de Sali con la de Savannah, pero Dios no podía pensar de esa manera. No era correcto. —Espero que no te importe. —Sali se puso su top—. Pero no me gusta quedarme después, así que envié un mensaje para que me recogieran y ya están aquí. —Levantó su teléfono, con la luz azul indicando que tenía un mensaje nuevo. Cole no planeaba convencerla de que se quedara. —Sí, está bien. Bueno, gracias. —No hay problema, sexy. Fue divertido, ¿cierto? —Sali se deslizó en el resto de su ropa, mientras Cole se puso un par de vaqueros. Después de ver a Sali salir, Cole se encontraba de pie en la entrada oscura completamente desconcertado y fuera de lugar. Maldijo y luchó contra el impulso de golpear la pared. Se vio reflejado en el espejo del pasillo, el pálido y atormentado hombre mirándolo era casi irreconocible. No sabía por qué había pensado que era correcto traer a Sali a la casa, porque sin duda no estaba jodidamente bien. Para nada. Se le había pasado la borrachera en el instante que se encontró con los ojos de Savannah. Respiró hondo y se acercó a la puerta de su dormitorio, que estaba entreabierta. Encontró a Savannah sentada en el centro de la cama, todavía vestida con sólo un par de bragas y una camiseta blanca. Su mirada era derrotada, la tristeza de su pose y la caída floja de sus hombros lo golpeó como un dolor físico en el pecho. —Savannah. —Su voz se quebró y el dolor en el pecho hizo que fuera difícil respirar. No obteniendo ninguna respuesta, se acercó a la cama. Los ojos de Savannah siguieron sus pies a través de la alfombra, hasta que se situaba al extremo de su cama. Ella lo miró mordiéndose el labio inferior. Lo vio como si fuera alguna criatura salvaje, tenía los labios entreabiertos, sus ojos muy abiertos y su respiración superficial. —¿Estás bien? —preguntó él.

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Amplios ojos verdes lo estudiaron. Asintió lentamente. Su mirada bajo persistente sobre su pecho y estómago desnudo, deteniéndose en la banda de la cintura de su pantalón, que había dejado desabotonado en su prisa por sacar a Sali por la puerta. Sus manos jugueteaban con el borde de su camiseta y los pulmones de Cole se apretaron. Que estaba ella… Levantó la camiseta dejando al descubierto la suave piel de su vientre y continúo alzándola lentamente hasta que sus pechos se hicieron visibles. Cole no pudo evitar seguir sus movimientos. Se mordió el labio y bajó la mirada hacia ella, piel lechosa suave y pezones de color rosa pálido apretándose en el aire frío. Mierda, era perfecta, mejor que en su imaginación. Trago ásperamente. —No puedes hacer eso Savannah. —Alcanzó la camiseta tirada y se la devolvió. Ella aceptó la camiseta, solo para tirarla a través del cuarto. Maldita sea sobreestimaba seriamente su auto control. El daría su próximo aliento sólo para probar sus hermosas tetas. —Savannah —gruñó con los dientes apretados—. Vístete. —Su orden sonó débil incluso para sus propios oídos. Chupo su labio dentro de su boca, dándose la vuelta con un resoplido, acostándose sobre su estómago y escondiendo su cara en la almohada. ¿Por qué parecía herida? Él curvó sus manos en puños, luego se enderezó y se sentó a su lado en la cama. Su pequeño culo estaba en plena exhibición en las escasas bragas rosas, que hicieron apariciones en sus sueños. Contuvo la respiración mientras captó en la vista los bien formados globos redondos de su culo, rogando por su atención. Puso su mano en su espalda desnuda, frotando la piel entre sus omóplatos con su pulgar. Ella giró la cabeza hacia el lado, apoyando la mejilla contra la almohada, así podía mirarlo a los ojos. —Siento que hayas tenido que ver eso, no debería haberla traído a casa. —¿Entonces por qué lo hiciste? —desafió. Porque había estado pensando con su polla. Pero no le podía decir eso a Savannah, así que no dijo nada y ella no lo presionó. Siguió corriendo la mano a lo largo de su espalda. —¿Me vas a hacer eso a mí… lo que le hiciste a ella? —preguntó. —No —su voz salió imposiblemente escasa—. Estas a salvo conmigo, Savannah, no voy a hacerte daño.

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Ella se mordió el labio —No parecía que le estuvieras haciendo daño —bateó sus pestañas. —Savannah, detente —imploró. —Al menos que ella te estuviera haciendo daño… —su frente se arrugó. Recordó la forma en la que Sali lo había montado… rápido y fuerte, solo la punta de sus pies en la cama, sus manos apretadas en sus pectorales mientras rebotaba contra él. —No. —Se ahogó. Dios, ella realmente no sabía nada sobre el sexo. No pudo resistir correr sus dedos por su espalda, sobre su columna vertebral y hasta el cuello de nuevo. Fue un toque con la intensión de calmarla. Entonces, ¿por qué diablos lo encendía? Quería preguntarle por qué los había visto, pero se contuvo, no estaba seguro de poder manejar la respuesta —Savannah ¿dime que está mal? —La persuadió, cuidadosamente frotando su espalda desnuda, pero permaneció quieta y en silencio. Arrastró los dedos hasta sus hombros y luego de vuelta a donde su espalda baja se sumergía. Dejó que sus manos se aventuraran más lejos, justo hasta el borde de sus bragas, antes de arrastrar los dedos por su espalda de nuevo. Sintió su respiración superficial salir y crecer más rápido. Dios, cuan malamente deseaba tocar su culo, tomarlo en sus manos y tal vez incluso hacer llover pequeños golpes a través de él. Tenía un culo perfecto, después de todo. Continuó masajeando su espalda y sintió que lentamente comenzaba a relajarse en el colchón. Pero entonces ella hizo algo que no debería, gimió y movió ese pequeño culo mientras se ponía más confortable. Maldición. Incapaz de resistirse por más tiempo, Cole llevo ambas manos a su trasero y lo tomó en sus palmas necesitando tocar, masajear cada parte de él. Savannah soltó otro gemido entrecortado y pensó que su corazón se detuvo. Levantó su trasero ligeramente como para encontrarse con sus manos. La piel era tan suave, tan delicada y tentadora como el infierno. Quería tirar bajar sus bragas y tocar su culo desnudo pero no se atrevió. En su lugar, siguió frotando su espalda, y dejando que sus manos pasen cada vez más tiempo apretando y ahuecando su culo, mientras sus manos vagaban más abajo. La respiración de Savannah se había acelerado, y giró su cabeza, ya no enterrada en la almohada, así podía verlo entero. La agonía en su expresión había desaparecido y fue remplazada por el deseo y la curiosidad ardiente que había visto cuando lo vio con Sali. —Cole —susurró.

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De alguna manera sabía que no era una orden para detenerse, sino un estímulo para ir más lejos. Sabía que no debía hacerlo, pero, joder, estaba tan encendido. Solo un poco más lejos, no se dejaría así mismo hacer lo que no debería. Pero quería tan mal saborear su dulce piel y sentirla retorcerse contra su boca. Arrastró sus manos por la parte posterior de sus muslos, haciéndole cosquillas en la sensible piel detrás de sus rodillas, y cuando llevó las dos manos a lo largo de su culo, dejó que sus dedos se deslizaran justo dentro del elástico, así podía sentir su piel desnuda ininterrumpida por la tela. Fue hasta donde iría sin una señal de que ella quería más. Continuó amasando y masajeando su cuerpo regordete, sus dedos trabajando cada vez más cerca de su pequeño coño. Quería saber si estaba mojada, porque él estaba duro como una roca y ella ni siquiera lo había tocado aún. Ni siquiera tendría que tocarlo; se podría venir probablemente solo pensando en su culo. La respiración de Savannah se volvió más errática y levantó su cadera un poco, como si le diera a sus manos mejor acceso para tocarla más abajo si quería. Con sus dos manos ahora debajo de la tela de sus bragas, se inclinó y la beso en la parte posterior de su pierna, luego la otra, plantando besos con la boca abierta a lo largo de su tierna carne. Cuando su lengua prodigaba la parte de atrás de su rodilla, sus caderas se levantaron de la cama. —Ah —jadeó. —Shh, voy a hacerlo mejor —prometió. Besó su camino hasta lo alto de sus piernas, y depositó tiernos besos sobre su trasero, luchando contra el impulso de meter el rostro entre sus nalgas. No quería asustarla, pero le encantaba su culo. Con una mano haciendo a un lado la tela de sus bragas, su otra mano encontró su calor resbaladizo. Joder, estaba empapada, su polla se retorció en contra de los límites de sus vaqueros. Savannah empujó contra su mano, él se deleitaba de la sensación de suavidad de su pequeño coño, sus labios gruesos y el calor resbaladizo que emanaba de ella. Hizo girar un dedo en su apertura, recogiendo la humedad que encontró allí y recorrió su dedo sobre el pequeño clítoris hinchado. —Cole —la voz de Savannah fue insistente y segura. Sabía que no podía dejarla así, quería hacerla venirse más de lo que quería su próxima respiración. Deslizó sus bragas por las piernas, dejándola todavía acostada sobre su estómago por lo que su culo estaba expuesto. Sus manos masajearon su carne sedosa, agarrando sus nalgas y abriéndolas así podía ver la delicada piel arrugada de color rosa allí y luego más abajo la resbaladiza humedad entre sus piernas. Era increíblemente caliente. Su polla se puso más dura de lo que alguna vez había estado. Sus pulgares acariciaron su trasero. Delineando sobre la carne tierna en su centro y la

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respiración de Savannah se dificultó. Le dio un beso en su espalda baja y luego la impulsó a darse la vuelta. Quedó frente a él sobre la almohada, sus pechos subiendo y bajando con cada respiración entrecortada que tomaba. Era perfecta. Su piel estaba en forma sobre su estómago y sus caderas, sus tetas firmes con pezones rosados que rogaban por ser lamidos. Le dio un beso húmedo y dulce en su mejilla, justo en la esquina de su boca, y luego se movió hacia abajo, mordisqueando la carne tierna de su cuello plantando besos a lo largo de su clavícula y sobre su corazón antes de besar cada pecho. Su lengua prodigó atención en sus pezones hinchados, succionando cada uno profundamente en su boca mientras su lengua se movía hacia atrás y delante. Savannah gimió alto y se retorció contra la almohada. Él se movió y de esa manera se recostó a su lado, con su cara al nivel de su vientre. Con la mirada fija en la de ella, le separó las piernas y bajó su boca para probarla. La cabeza de Savannah cayó hacia atrás sobre la almohada y sus ojos se cerraron. Estaba demasiado encendido para ir lento y movió su lengua sin piedad sobre ella, chupándola con su boca hasta que gemía y se retorcía gritando su nombre. Unos segundos más tarde sintió cuando se venía, su pequeño coño apretándose como si se estuviera agarrando a algo para llenarlo. Pero eso no iba a pasar, pondría hielo a su polla si tuviera que hacerlo. Savannah no estaba lista y además él no estaba destinado a ser el primero. Besó sus piernas y su vientre hasta que las secuelas de su orgasmo aminoraron y luego cambió su postura en la cama para sentarse a su lado. —Colby… —gimió—. Estoy mareada. —Se aferró a las sábanas de la cama intentando apoyarse a sí misma. Sonrió mientras su orgullo se hinchaba en su interior. Ese debe haber sido un poderoso orgasmo. Se aliso el pelo de la cara disfrutando de la mirada de felicidad que puso ahí. Lo miró con los ojos desenfocados y nublados —Haz que la habitación deje de girar… —se quejó. Espera un segundo… Su estómago cayó. ¿Qué diablos? —¿Estás borracha? Soltó una risita. —Solo un poco. —Cristo, Savannah. —Se puso de pie y le subió las bragas por las piernas. Esto no debería haber pasado. Cole se alejó de ella con las piernas temblorosas y se ajustó la enorme erección que tiraba contra su cremallera. Sus ojos muy abiertos siguieron sus movimientos. Una punzada de decepción coloreó sus rasgos, pero Cole la ignoró. Salió hacia la

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cocina y encontró una botella de vodka y el jugo de naranja sobre la isla. Savannah había irrumpido en su gabinete de licor como una maldita adolescente rebelde. ¿Era esto lo que su terapeuta le había advertido? Se había emborrachado y al parecer excitado, él había caído en ello sin ninguna duda. Con la esencia de ella todavía aferrada a sus labios y dedos, Cole escapó al baño principal. Arrastró sus pantalones hacia abajo lo suficiente para liberar su erección y echo un poco de crema de manos en su palma. La frotó contra su polla, bombeando y empujando sus caderas a tiempo para que coincidan con los movimientos frenéticos de su mano. Luego de uno cuantos golpes se vino con un gemido entrecortado, vaciándose en la palma de su otra mano. Después de lavarse regresó a su habitación y encontró a Savannah sentada en el centro de su cama. Sus ojos se encontraron el uno al otro y buscó en su mirada signos de que lamentaba lo que habían hecho unos momentos atrás, pero no encontró ninguno. —Huele a ella aquí. —Savannah arrugó la nariz. Cole empezó a trabajar para cambiar las sábanas y las fundas de almohadas. Si ella no sacaba el tema de lo que acababan de hacer, tampoco él. Reunió un juego limpio de sábanas y las arrojó sobre el colchón. No haría dormir a Savannah donde se acababa de follar a otra mujer, pero tampoco la alejaría ahora. Había estado demasiado vulnerable y bajó la guardia con él por completo. Y si este era el lugar donde quería estar, no iba a negárselo. No podría, ahora no, tal vez nunca. —¿Cole? —su voz tenía una cualidad suplicante, como si necesitara tranquilidad sobre donde se encontraban ahora. —Ve a la cama Savannah. Se volvió hacia la puerta, su mano en el codo la detuvo —No, en mi cama, conmigo. Ella sonrió y se arrastró a su lado, apoyando la cabeza en su pecho una vez que se asentaron en la oscuridad. —No quiero que bebas, Savannah. —Yo, lo siento ¿estás enojado conmigo? —No, no estoy enojado contigo. —Enojado consigo mismo se acercaba. No debería haberla tocado, pero ahora que lo había hecho, no quería más que hacerlo una y otra vez—. ¿Todavía estás borracha?

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—No estoy borracha, yo solo tomé un poco mientras esperaba a que llegaras a casa. Solo quería ver cómo era. No podía estar molesto con Savannah. La había dejado sola esta noche para salir con otra mujer. Savannah se había aburrido. Había hecho lo que muchos de diecinueve casi vente años hacían los fines de semana. —¿Cómo te sientes ahora? —preguntó, indicación de lo que pasaba dentro de su cabeza.

necesitando

alguna

—Bien. —¿Sólo bien? —Sonrió él, volviéndose para mirarla. Ella sonrió contra su piel y luego bostezó —Soñolienta, te quedaste hasta tarde. No señaló que muy probablemente estaba agotada por la combinación del alcohol y el poderoso orgasmo que le había dado en su habitación en lugar de la hora tardía. —¿Estuvo bien, lo que pasó en tu habitación? —Sí, es sólo que… —¿Sólo qué? —sugirió él, su corazón acelerándose. No quería oírle decir que lo lamentaba, porque seguro como el infierno que él no. —No me besaste, y no me dejaste tocarte. —¿Tú querías eso? Asintió, con la cabeza todavía hacia abajo. —¿Eres virgen? —susurró. Los músculos en su espalda se tensaron, y su mano se quedó inmóvil contra su piel. —Sí. Alivio inundó su sistema. —Bien. Vas a seguir así. —Pero Cole… —No, no digas nada más en este momento. No vamos a hablar de eso, especialmente no cuando has estado bebiendo. Dejó escapar un profundo suspiro —¿Puedo decir solo una cosa? Cerró su puño, sabiendo que sería inútil negar su petición —Una. Ella respiró hondo como si se preparara para dar un discurso — Cuando estoy con el Dr. White o Marissa, ellos me ven como una chica normal, con deseos y necesidades normales, de ser amada, tener afecto físico, pero a veces no creo que me veas así. Todavía me sigues viendo

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como si fuera la asustada y llorona chica que sacaste de ese recinto. Solo quiero que sepas que… quiero más. Le tomó un segundo dejar que sus palabras penetraran. Solo habían pasado unas pocas semanas, ¿de verdad sabía lo que quería? Incluso, ¿era capaz de más en este momento? No quería pensar en ella teniendo citas, de hecho, la idea lo asustaba bastante. Pero era una brillante y hermosa chica. No podía simplemente mantenerla escondida, no importaba lo mucho que pudiera querer. Tal vez el alcohol le había aflojado un poco la lengua, pero era cierto, no parecía borracha. No en absoluto. Parecía confiada y segura. —Eso es bueno Savannah. Yo quiero que tengas esas cosas también, te mereces todo eso y más. —Pero sabía que no era el hombre para ella, podría llegar a una lista de miles de razones de por qué; era muy viejo para ella, necesitaba más tiempo para sanar, estaba casado con su trabajo; no buscaba una relación y la lista seguía y seguía. Pero decirle eso a su cuerpo. Él la quería, aunque sabía que era imposible. —¿Savannah? —susurró en la oscuridad, incapaz de detenerse a sí mismo de seguir con su comentario acerca de besarlo. —¿Si? —¿Has sido besada antes? —No. Cerró sus ojos, justo lo que pensaba. —Está bien, un beso de buenas noches. —Sabía que era una mala idea, que cambiaría irrevocablemente las cosas entre ellos, pero maldición quería probar sus labios. Lo necesitaba como necesitaba su próximo aliento. Se movió y ella levantó la cabeza de su pecho, permitiéndole moverse sobre la parte superior. Se cernió sobre ella, dejándose caer lentamente hasta que sus cuerpos yacían juntos, sus caderas alineadas, su pecho frotando sus pezones endurecidos y sus bocas a milímetros de tocarse. Se mantuvo arriba en sus codos y acunó su cabeza en las manos, alisando mechones de pelo hacia atrás. Su respiración vino en rápidas y pequeñas bocanadas contra sus labios. Se tomó su tiempo, decidido a no correr con esto. Inclinó su mandíbula hacia ella, y descendió para encontrarse con su boca. Sus labios eran gruesos y suaves, y presionó profundizando el beso. Incluso si una parte de él sabía que no debería hacerlo, merecía ser besada correctamente en su primer beso. Cole abrió sus labios y cuando su lengua encontró la de ella, ansiosa y húmeda mientras se arremolinaba contra la de él, su polla se puso dura al instante. No besaba como una principiante. Se apretó en el hueco entre sus piernas y Savannah

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automáticamente envolvió sus piernas alrededor de su cintura y soltó una respiración entrecortada. El calor en su centro lo acunó y apretó sus caderas más cerca, reprimiendo un gemido por la fricción. Su resistencia colgaba de un hilo. Por jodidamente increíble que se sentía, Cole rompió el beso, sabiendo que no sería capaz de detenerse si seguían adelante. Le dio un casto beso en la frente. —Ahí, ahora has sido debidamente besada. Ella le sonrió y sus ojos se abrieron perezosamente. Se rio de lo malditamente linda que se veía, saciada y soñolienta. — Sólo descansa un poco, ¿de acuerdo? —Está bien. —Rodó a su lado y acarició la almohada.

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Traducido por Sofí Fullbuster Corregido por Merryhope

Ese domingo, como todo domingo, Cole se preparó para visitar a Abby. No era tanto como si él quisiera ir, era más como que estaba obligado. No rompería su cita semanal simplemente porque no sentía que quería ir. Su relación era demasiado complicada. Se vistió informalmente, con vaqueros y un polo. Pero añadió colonia a su cuello sólo porque sabía que la haría sonreír. —Savannah, tengo que salir por un rato. ¿Estarás bien? Savannah cruzó sus brazos sobre su pecho y lo observó mientras se deslizaba en un par de desgastados mocasines. —Por supuesto. Estaré bien. —No tardaré mucho. Ella echó un vistazo alrededor del silencioso y vacío apartamento con el ceño fruncido. Cole sabía que probablemente no era posible para ella sentirse en casa en su escueto apartamento de soltero. Estaba acostumbrada a la ruidosa y constante compañía de vivir con cuarenta personas. El silencio se extendió entre ellos y cada uno se rehusó a romper el contacto visual. Estaba feliz de que no preguntara hacia dónde se dirigía. No disfrutaría mintiéndole. —Estaré fuera por una hora o así. Una vez afuera, la luz del sol brillaba intensamente, repartiendo excesivamente alegres halos para la ocasión. El viaje sólo le tomó diez minutos y Cole aparcó delante del edificio, con un nudo familiar de ansiedad situándose en su estómago. Siempre se sentía sucio cuando llegaba allí, pero sabía que cuando se marchara, sentiría el alivio que tanto ansiaba, aunque fuera breve.

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Cuando regresó por la tarde, Cole encontró a Savannah en su habitación con ropa cubriendo toda su cama y Cuddles posado en una almohada supervisando. —¿Qué estás haciendo? Savannah miró hacia arriba pero continuó su tarea. —Sólo escogiendo un atuendo para nuestra cita. Quiero decir, mi cita con Levi esta noche. ¿Ella aún quería ir a su cita con Levi? ¿Incluso después de que la había tocado? Si pensaba que había cambiado cualquier cosa entre ellos, se equivocaba. Era extraño darse cuenta de eso, pero suponía que ella solo necesitaba la liberación física igual que él. Tan simple como eso. —¿Es esto lo que quieres, Savannah? Lo estudió por un momento, abandonando su tarea con los vaqueros y mallas. —Marissa pensó que sería lo mejor para mí, nunca he estado en una cita antes. Oh, Marissa pensaba que estaba bien. Maldita Marissa entrometida. Aunque suponía que estaba bien para ella hacer cosas que cualquier chica de diecinueve años haría. Asintió, estaba de acuerdo. El resto de la tarde transcurrió con una pequeña conversación. Si hubiera podido gruñir y apuntar, lo habría hecho. Si Savannah no reconocía lo que sucedía entre ellos, él tampoco lo haría. Debió haber estado más borracha de lo que debía esa noche. Había sido un error tocarla como lo hizo, tomar ventajas. No sucedería de nuevo, no importaba lo que su polla insistentemente pedía cada vez que ella se encontraba cerca. Más tarde se reunieron con Levi y Deb, su madre excesivamente hambrienta sexualmente, en su apartamento para un trago antes de su cita. Deb lo saludó con un beso en ambas mejillas y un apretón en el trasero. Sabía que estaría alejando sus manos de él toda la noche. No es como si le molestara un apretón por allí o allá, sólo no quería poner a Savannah en una posición incómoda. Porque estaba seguro como la mierda de que él no iba a estar bien con las manos de Levi sobre Savannah. Sólo pensarlo enviaba su humor hacia el sur. Levi era de su edad; Cole sería feliz si fueran amigos. Pero el pensamiento de otro hombre tocándola lo hacía estremecerse. Levi miró a Savannah de arriba abajo, y Cole maldijo a su hermana una vez más por el provocativo y pequeño atuendo que le había escogido. No había esperado que su hermana comprara tanta ropa sexy para Savannah. Y con fragrantes gel de ducha y loción, su maldito baño olía como una chica. No estaba acostumbrado a eso. Aunque inspeccionándola más de cerca, vestía unos oscuros vaqueros ajustados y una blusa turquesa de seda que se hinchaba en su esbelta figura, suponía

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que no era del todo provocativa. Era sólo Savannah. Era preciosa. Seguiría siendo preciosa si solo vistiera un saco de arpillera. Savannah se movió nerviosamente, tirando el dobladillo de su blusa bajo la inspección de Levi. Cole no dudaba que desconocía su belleza, el poder que tenía sobre un hombre. Pero había florecido en una hermosa joven, y odiaba que nadie le hubiera dicho eso. Deb estaba excesivamente maquillada, vistiendo un muy ajustado vestido negro que apenas cubría su trasero y tacones tan altos que se balanceaba cuando caminaba. Se esforzaba mucho. Después del intercambio de saludos, y Deb adulando a Savannah, se dirigieron a la cocina. —¿Qué puedo servirles, chicos? Tengo cervezas, vino… —Savannah no tiene veintiuno —puntualizó Cole. Deb lo despidió con un ademán de su mano. —Oh, relájate, todos vamos a tener un poco de diversión esta noche —Deb le tendió a Savannah un vaso con vino—. ¿Siempre estás así de tenso? —preguntó, tendiéndole a Cole una cerveza—. Tendremos que trabajar en ello. —Recuerdas que trabajo en el FBI, ¿cierto? Deb soltó una risita, sacudiendo su cabeza y descartando su comentario. Savannah bajó la mirada y aceptó el vino, pero Cole podía ver el indicio de una sonrisa en su rostro. Le dio un sorbo a su cerveza en silencio, sus ojos siguiendo los movimientos de Savannah. Le contó todo sobre Cuddles y su reciente compra impulsiva con Marissa. El pobre Levi no tenía idea de cómo conseguir entrar en la conversación, y Cole no lo ayudaba. Cabrón. Sólo se recostó y disfrutó escuchando a Savannah. Se sentía más a gusto, un poco más segura con cada día que pasaba, su rostro iluminándose como un rayo. Después de que bebieran, se dirigieron al aparcamiento. El Tahoe de Cole era lo suficientemente grande para viajar juntos. Antes de llegar al coche, Savannah se inclinó cerca de su oído. —¿Vas a invitar a Deb más tarde? Se volvió para estudiarla. —No. No haré eso de nuevo, Savannah. Seremos sólo tú y yo está noche. Sus hombros se relajaron visiblemente, y subió al asiento trasero junto a Levi. Cole estaba agradecido de que pudiera mantener un ojo en las cosas por el espejo retrovisor, y se dio cuenta de que Savannah atrapaba su mirada más de una vez.

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Comieron en un restaurante mexicano, los cuatro apretujados en una cabina. Tenía que aplaudir a Levi; abrió la puerta, fue atento y amable con Savannah hasta cierto punto. Lo que estaba mal, porque Cole esperaba la oportunidad de arrastrar y patear su trasero. Aunque suponía que si hacía eso, obtendría una reprimenda de Marissa por arruinar la primera cita de Savannah. Siempre y cuando Levi no cruzara la línea, no tendría que preocuparse por eso. Cenaron tacos, guacamole y salsa. Deb ordenó una jarra de margarita y empujó un vaso con la mezcla cubierta de hielo hacia Savannah. Después de unos cuantos sorbos se reía más de lo que la había visto reír y sabía que el tequila surtía efecto. Levi utilizó la oportunidad para acercarse a ella. Cole mantuvo un ojo en ella mientras cenaba, y encontró que su mirada atrapaba la suya cada pocos segundos también.

Sus vigilantes ojos estaban en ella, calmándola, proporcionándole confianza. Trataba de prestarle atención a Levi, lo hacía, pero Cole, tratando de comer delicadamente su taco a la parrilla de camarón, era demasiado distractor. Nunca había sabido que era realmente importante, pero se encontró a sí misma notando y apreciando los buenos modales en la mesa de Cole. Levi, en comparación, lucía como si estuviera compitiendo por el título de comer rápido, embutiéndose un gran burrito en su boca y tratando de entablar una conversación con ella al mismo tiempo. Cole se tomaba su tiempo, deteniéndose para participar en la conversación con Deb, dando toquecitos a su boca con una servilleta. Savannah no estaba segura de porqué, pero ver a Cole fuera de casa le fascinaba. Deb se inclinó cerca de Cole, robando un nacho de su plato. Se inclinó una segunda vez, rozando su cuello y diciéndole que olía bien. Mío. El pensamiento saltó en su mente, espontáneamente. Savannah trató de centrarse en su comida, pero su mente seguía deambulando a lo que pasaría más tarde, cuando tuviera a Cole todo para ella. Se preguntaba si tendrían una repetición de la última noche. No podía dejar de admirar su boca, recordando cuán suaves se habían sentido contra la suya.

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Para el final de la comida, Cole estaba listo para salir de allí. Entre deshacerse de Deb y después de observar a Savannah, se hallaba al borde. Nunca había tenido una mesa que le molestara tanto, pero porque no podía ver dónde se encontraban las jodidas manos de Levi. Y el principio de un dolor de cabeza perforaba su sien. Pagó la cuenta por la comida y se puso de pie. —¿Listos? Deb se enfurruñó y bebió el resto de su margarita. —Bien. Una vez que llegaron a casa, caminó a través del pasillo con Deb, delante de Savannah y Levi, permitiéndoles algún tiempo antes de llevarla a casa. Lo que debería estar haciendo. No esperar y ver como Levi trataba de besarla. Sobre su cadáver. Una vez que estuvieron solos, Cole cerró la puerta mientras Savannah cogía a Cuddles y enterraba su rostro en su pelaje, balbuceando. Cole se paró allí con una sonrisa satisfecha, observándola. Savannah se quedó inmóvil, luego bajó a Cuddles al suelo. Su mirada era intensa, y el aire entre ellos crujía con la misma intensidad que la última noche. Se preguntó si ella recordaba la manera en la que la había devorado, golpeando su lengua en su rosada carne hinchada. Murmuró algo sobre pasear a Cuddles por ella, y cogió el perro para alejarlo del agarre de Savannah. Cuando regresó, Savannah se había cambiado a un pantalón de chándal y una holgada camiseta y se encontraba recostada en el sofá, acurrucada en una bola, abrazando una almohada entre sus piernas. —¿Qué está mal? —Mi estómago… — gimió. —¿Es algo que comiste? Tal vez la comida mexicana no es lo tuyo. —No. No es eso. Creo que son calambres. —¿Calambres? —Oh. Calambres. La miró fijamente por unos cuantos minutos, preguntándose qué podía hacer para aliviar su malestar, pero por una vez, estaba totalmente fuera de su liga. Sacó su móvil de su bolsillo y llamó a Marissa, escabulléndose al baño. —Hola, Rissa. —Hola. ¿Fueron a su cita doble, chicos? —Sí, funcionó bien; pero escucha, necesito un consejo. Savannah está recostada en el sofá y dice que tiene calambres. Creo que tal vez fue la comida mexicana, pero dice que no es eso.

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Marissa se rio. —Ella tiene calambres… como síndrome premenstrual. Probablemente va a comenzar su período, Cole. ¿Cuánto tiempo ha estado contigo? —Como un mes. —Eso es lo que creí. Bien, esto es lo que tienes que hacer. Primero, pon algunas almohadillas y tampones en su baño, y asegúrate de que sepa que están allí. Cole escuchó, caminando de un lado a otro en su habitación mientras Marissa utilizaba palabras como compresas de calor, tabletas para el dolor de cabeza, baños tibios, películas románticas y helado. —¿Tienes todo eso? —No realmente —admitió. —Sé bueno con ella, Cole. Ser una mujer en este momento del mes apesta. —Maldición, Marissa. No. Tú habla con ella. Rió de nuevo. —No. Puedes manejar esto. —Marissa. —Su advertencia cayó en oídos sordos mientras la línea moría—. Joder. —Lanzó el móvil en su cama. Cole recogió todos los suministros y los dejó en la mesita delante de ella. —Aquí. Analgésicos, botella de agua, compresa de calor, uh… estas cosas. —Empujó la caja de tampones y almohadillas hacia ella—. Esto debería cubrirlo. —Se levantó y se alejó como si fuera un salvaje e impredecible animal. Sus ojos escanearon la pila de suministros en la mesa. —¿Qué es todo eso? —Para tú… situación —murmuró, frotando la parte trasera de su cuello. —Oh, gracias. No tenías que hacerlo, Cole. Su postura se relajó. —Está bien. Voy a ir a prepararte un baño tibio; Marissa dijo que ayudaría. —¿Llamaste a Marissa? Asintió. —Oh. —Sus amplios ojos lo siguieron hasta la habitación. Llenó su amplia bañera con agua y parte de su cuerpo quería hacer burbujas. Savannah se unió a él unos pocos minutos después,

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observándolo mientras probaba la temperatura del agua y ponía una fresca toalla en la encimera. —Gracias. —Plantó un húmedo beso contra su mejilla. Aún seguía allí cuando Savannah se deslizó fuera de su pantalón de chándal y luego de sus bragas. Cole se volvió para darle algo de privacidad cuando sus manos cogieron el dobladillo de su camiseta, pero incluso mirando en la dirección contraria, su reflejo llenaba el gran espejo. Mantuvo sus ojos en los suyos mientras se quitaba la camiseta, y luego su sujetador, dejando que toda la ropa cayera al suelo. Estaba secretamente contento de que tuviera calambres; eso significaba que no podría tocarla esa noche, por más que quisiera hacerlo. Pero se desvestía delante de él como si no se imaginara cuán pequeño era el control que tenía. Savannah se metió cuidadosamente en la bañera y se hundió a sí misma en el agua hasta que estuvo sumergida hasta los hombros. Sus pies se reusaron a moverse mientras se desvestía, pero ahora que se hallaba en el agua, con sus ojos cerrados y luciendo feliz, se sintió como si fuera un intruso. Soltó un profundo suspiro de frustración contenida y dejó a Savannah sola para que se relajara. Cole estaba recostado en su cama con el cálido cuerpo de Savannah acurrucado contra él, con la mirada clavada en el techo. No podían seguir viviendo así. Lo sabía, sin embargo no quería cambiar nada. Tenía a Savannah allí, a salvo con él, pero sabía que la sostenía. Ella necesitaba a alguien que la ayudara a sentir todo lo que la vida ofrecía, ayudarla a crecer, no alguien que la quisiera toda para sí mismo. La respiración se Savannah subió y enroscó su tenso cuerpo contra él. Se preguntó si aún tenía calambres, y distraídamente frotó una mano a lo largo de su espalda, amasando sus rígidos músculos. Cole tomó una decisión en ese momento. Si era lo suficientemente egoísta para quedarse con Savannah, la ayudaría a vivir su vida, darle todas las experiencias que nunca había tenido. Sabía que si realmente quería ayudarla, significaba que debía prepararla para ser capaz de vivir por sí misma. Y finalmente mantenerse, incluso si no le gustaba la idea de que lo dejara. Quería que tuviera una opción. Cole cerró sus ojos y soltó una profunda respiración, relajándose en su cálido abrazo y sintiéndose seguro de alguna manera. Cole se despertó con un sobresalto en la oscura habitación. Miró hacia el reloj. Dos de la mañana. Restregó una mano en su rostro y echó un vistazo a Savannah. Dormía pacíficamente junto a él. Habían pasado ocho meses desde que había tenido una de esas pesadillas. Pero la chica

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que no había sido capaz de salvar se había filtrado hacia el fondo de su subconsciente, probablemente provocado por el rescate de Savannah. Los sueños no eran lo suficientemente malo para obligarlo a tomar las pastillas contra la ansiedad en su armario de aseo, pero eran lo suficientemente malos para mantenerlo al borde de ser demasiado acogedor con Savannah. Necesitaba estar centrado en su trabajo, y eso incluía ayudar a Savannah a seguir adelante. Nada más. No todo era una jodida historia de amor como Marissa pensaba. No todos obtenían sus finales felices. Sabía eso de primera mano —miren a sus padres o vayan y abran cualquier caso en su escritorio en el trabajo. Todavía no podía de dejar de reproducir miles de escenarios en su mente aunque todos eran con él siendo incapaz de llegar a Savannah a tiempo y presenciando su última respiración, como ocho meses antes con la otra chica. Después de su muerte, había investigado todo lo que podía sobre la chica que había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado. Sólo tenía diecisiete, estaba en el centro porque había discutido con sus padres. Cerró sus ojos y acercó a Savannah, enterrando su rostro en su cuello, respirando su aroma y trató de escapar de la visión de la chica en su mente.

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Traducido por Aleja E Corregido por Vanessa VR

Cole se reunió con Marissa en el bar de Liam, después del trabajo para tomar una cerveza. Ella había estado molestándolo desde que conoció a Savannah, y sospechaba que su visita no era una reunión de hermanos amistosa. Más bien una oportunidad de enterarse de los detalles sin interrupciones. Liam le llevó automáticamente una cerveza y a Marissa una copa de vino blanco. —Gracias hombre. —Levantó la botella a Liam antes de llevársela a la boca. —Así que... —Marissa comenzó a hablar, sonriéndole—. ¿Qué hay de nuevo? —Nada. —¿Cómo está Savannah? —Bien. Ella hizo un mohín. Sabía que sus respuestas de una sola palabra no lo ayudaban, pero no le importaba. Ni siquiera entendía lo que pasaba entre él y Savannah, y mucho menos iba a tratar de explicárselo a otra persona. —¿Cómo estuvo tu cita con Sali? —Estuvo bien. —Lo único que recordaba de su cita con Sali fue lo que pasó después con Savannah. Los ardientes ojos oscuros que lo miraban follar a otra mujer fue probablemente la experiencia más erótica de su vida. Una oleada de calor se arrastró hasta el cuello por el recuerdo. —¿Crees que volverás a verla? ¿A Sali? —No. Marissa puso los ojos en blanco. —Cole. Habla conmigo. ¿Qué está pasando entre tú y Savannah? ¿Tienes la intención de seguir manteniéndola, o va a conseguir un trabajo? No lo tomes a mal, porque

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me gusta mucho Savannah, pero tú eres mi hermano. Es mi trabajo cuidar de ti. Cole casi se echó a reír ante lo absurdo de su pregunta. —Savannah no es así. No está detrás de mi dinero, no es que tenga mucho de todos modos; y sí, tengo planes de ayudarla durante el tiempo que lo necesite. —Tomó otro sorbo de su cerveza, con la agitación creciendo hacia dónde se dirigía la conversación. Esperaba que Marissa investigara sobre su vida amorosa, como solía hacerlo, no una advertencia para que se alejara de Savannah. —Eso es mucho para ti, Cole. —Ella no es una carga, Rissa. —Todo lo contrario, de hecho—. Me gusta tenerla allí. Una sonrisa cómplice se extendía a través de sus labios. —¿Qué es lo que realmente está pasando entre ustedes dos? —Estaba completamente destrozada cuando la encontré. No voy a tomar ventaja de ella. Solo olvídalo. Marissa se echó a reír. —Eres tan ciego como un maldito murciélago. He visto la forma en que te mira, Cole. No creo que se pueda tomar ventaja de la voluntad. ¿Qué significaba eso? ¿Cómo lo miraba Savannah? —No me mira de ninguna manera. —¿O lo hacía? Marissa volvió a reír, y tomó otro sorbo de su vino. —Te mira como si te quisiera probar. Y no me hagas que empiece a hablar de cómo cocina y limpia para ti, básicamente atiende todas tus necesidades. —Estás yendo muy lejos con esto. —Savannah hizo esas cosas porque le dieron algo que hacer, le permitía sentirse útil. Eso no tenía nada que ver con él, ¿verdad? —Tú me llamaste en estado de pánico cuando tuvo esos calambres. ¿Tú no encontrarías eso... extraño? Se encogió de hombros, negándose a contestar y se concentró en su cerveza. No había pensado que era extraño en ese momento, pero podía ver cómo probablemente pareció algo que un novio haría. —Maldita sea Cole, ella no es la única que está destrozada, tú también lo estás. Juro que podrías estar enamorado de ella y con esa cabezota tuya ni siquiera lo sabes. No lo creo. Cole pretendió reírse e ignorar el comentario, pero su boca se había secado completamente. Se tomó otro sorbo de su cerveza,

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rezando para que el líquido helado despejara su mente de todos los pensamientos imposibles.

—¿Qué piensas acerca de que consiga mi licencia de conducir? — preguntó Savannah durante el desayuno de la mañana siguiente. El café caliente se deslizó penosamente por el conducto equivocado. Cole luchó por despejar sus vías respiratorias, incapaz de hablar durante casi un minuto. Savannah puso la espátula al lado de la sartén con huevos, y con una mano en la cadera, le lanzó a un discurso. —He conducido antes. Un montón de veces. Aprendí en una vieja camioneta que teníamos en el recinto. Poniendo su taza en la mesa y aclarándose la garganta, Cole asintió. —Está bien, Savannah. Voy a hacer la cita para el curso de conducir. Con las palabras de Marissa de la noche anterior animándolo, y el tema de su futuro ya abordado, Cole consideró cómo sobrellevar la idea de que Savannah consiguiera un trabajo. No sabía si era lo correcto, infiernos, podría pagarle para cocinar y limpiar la casa, pero sabía que ese no era el por qué había hecho todas esas cosas y no quería lastimarla. Sabía que era buena con los animales, cocinando y horneando. Es cierto que había cosas que podía hacer, y tal vez incluso ir a la escuela si le interesaba. —Una vez que obtengas tu licencia, serás capaz de salir cuando yo esté en el trabajo. —Tomando la segunda rebanada de pan de plátano que Savannah había puesto delante de él—. ¿Has pensado en lo que te gustaría hacer? —Se atrevió a lanzarle una mirada. —Me gustaría trabajar con niños. Quizás de niñera, o tal vez en una guardería. —Esa es una gran idea. —Se sorprendió Cole con la facilidad con que la conversación había ido. Quizás Savannah estaba lista para más, algo más fuerte de lo que él había dado crédito. Se dirigió a su dormitorio para continuar preparándose para el trabajo, sintiéndose de alguna manera incómodo con la conversación que acababan de tener.

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Por mucho que Savannah quería admitir que Cole no le afectaba como él no parecía afectado por ella, no podía. Sobre todo porque al mirarlo con esa otra mujer le había roto el corazón en mil pedazos pequeños. Había empezado a enamorarse tontamente de él, sus demostraciones amables, su carácter bondadoso, su fuerte ética de trabajo, todo en él y desde que le vio hacer el amor con esa mujer , su cuerpo había unido fuerzas con el corazón, el dolor abarcaba todo, poseyéndola de adentro hacia afuera. Lo echaba de menos cuando se encontraba en el trabajo. Extrañando su olor, su calor y el tener a alguien para compartir pequeñas cosas. Como cuando Cuddles saltó en el sofá, por primera vez, confundida en cómo había llegado hasta allí, o cuando por fin pudo lograr la receta de su pastel favorito que su amiga Melody hacía para ella. Prácticamente lo atacaba cuando llegaba a casa del trabajo, desesperada por el contacto y la atención. Y él siempre lo permitió, pero nunca animó algo más entre ellos. Savannah sabía que era hora de encontrarse un trabajo, tener algo a lo que dedicar su tiempo y atención, valdría la pena, más que cuidar de Cole hasta la muerte. A pesar de que nunca se quejaba. Pero incluso mientras planeaba el futuro, no pudo evitar que sus pensamientos vagaran hacia Cole. La forma en que sus intensos ojos oscuros se sentían en su piel, sus roces casuales... dudaba que él tuviera alguna idea de lo loca que eso la ponía. La forma en que sonreía cuando tomaba el primer bocado de comida que había cocinado, el aspecto que tenía con la camisa arremangada al llegar a casa del trabajo. Ella encontró casi todo lo hacía sexy. Y no quería comenzar con su olor, cuando llegaba a casa del gimnasio, la piel brillante y los pantalones cortos que colgaban sueltos en las caderas. Le tomó toda la fuerza que poseía para no saltar sobre él. Nunca había tenido sentimientos como estos antes, y no se trata de cualquier persona, finalmente, había reunido el coraje de hablar con su terapeuta al respecto la semana pasada. Él le había asegurado que sus sentimientos hacia el sexo opuesto era completamente normales y de esperarse, ya que vivía en un lugar cerrado con alguien a quien se siente atraída. Pero le había advertido acerca de cómo involucrarse con Cole, diciéndole que si él no sentía lo mismo, saldría lastimada. Savannah se había desnudado para Cole, y no había terminado tan bien. Claro que le había tentado lo suficiente como para darle un beso en todos los lugares correctos hasta que se disolvió en placer, pero luego le había colocado las bragas en su lugar y se fue como si nada hubiera pasado entre ellos. Parecía que nada de lo que hacía lograba que la viera como una verdadera mujer. Aún veía a la chica asustada, la de vida

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cansada que había rescatado. Cuando por fin la besó —un beso lleno, sensual de boca abierta, pudo decir que eso si le afectó, sin embargo, no se dejaba ir con ella. Brevemente se había preguntado si tal vez era gay, pero sabía que aceptó los placeres simples del contacto entre ellos, incluso si eso era todo lo que era —el calor de otro cuerpo. Así que fue a una cita con Levi, y luego esta mañana habló con Cole para obtener su licencia de conducir y su propio trabajo. Había llegado el momento de pensar en su futuro, aunque podría ser bastante aterrador, no sólo porque significaba confiar sólo en sí misma, sino porque la idea de estar lejos de Cole se sentía como una pérdida que no podría manejar. Había estado enamorándose de él desde el primer momento en que lo había visto con el arma apuntando, y sus oscuros e inteligentes ojos arrasando la habitación donde ella se escondía. Cuando Cole se fue a trabajar esa mañana, ella limpió la cocina, pulió las encimeras de granito negro, y luego se colocó en la mesa del comedor con su ordenador portátil. Comenzó a buscar trabajo y averiguar el costo de los apartamentos. Ya era hora de hacer un plan. No podía confiar en la generosidad de Cole para siempre.

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Traducido por Mar Winston Corregido por CrisCras

Cole creía que el yoga debía relajarte, razón por la cual no podía entender por qué Savannah había llegado a casa más enojada que un nido de avispas. Lanzó su tapete de yoga en el closet y luego se retiró a la cocina. Cole se imaginó que se uniría a él en la sala para contarle todo sobre su día, a hablar emocionadamente como hacía cada vez que vivía una nueva experiencia. Miró su reloj. Hora de la cena… tal vez estaba ansiosa por comenzar a cocinar. Pero no sonaba como si estuviera cocinando, más bien castigaba a la vajilla. —¿Savannah? —Cole se asomó a la cocina, donde el estruendo de ollas y cacerolas comenzaron a alarmarlo. —¿Qué? —Se giró rápidamente, sosteniendo un gran cuchillo de cocina. —Woah. —Levantó las manos—. Sólo quería saber cómo había ido el yoga. Ella entrecerró los ojos, rehusándose a bajar el cuchillo. —Bien —soltó en un tono cortante. Él dio un paso atrás. —¿Pasó… um, algo? —Sus cejas se arrugaron con preocupación. —Nop. —Cortó a un tomate maduro con tanta fuerza que un salpicón de semillas y jugos mancharon la encimera. —¿Estás segura? —Se atrevió a dar un paso adelante—. ¿Te… divertiste? Aún estaba vestida para ejercitarse, un par de pantalones ajustados negros que apretaban su trasero de una manera que lo distraía completamente. Dios bendiga a quién inventó los pantalones de yoga. Su camiseta sin mangas blanca estaba algo arrugada, mostrando un línea de su piel desnuda en su cintura y espalda. Imágenes de él acariciando aquel

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trasero con sus palmas, junto con los recuerdos del sabor de su piel, bailaron a través de su subconsciente. Dios santo, la deseaba. Demasiado. Había intentado evitar estar a solas con ella desde que se había rendido y dado placer. Por más que quisiera repetirlo, no se había atrevido a hacerlo. Durante toda la semana pasada, trabajó hasta tarde, iba al gimnasio después del trabajo, iba al pub de Liam por una bebida, entonces llegaba a casa y se metía en la cama mientras ella dormía. Claro, eso no había hecho que dejara de enredar su cuerpo alrededor del suyo, soltando un pequeño suspiro de felicidad sobre su pecho, o envolviendo sus brazo alrededor de ella para que pudieran dormir de lado. Ciertamente no tenía vergüenza de tomar lo que necesitaba cuando de afecto físico se hablaba, pero ninguno había hablado sobre su relación, o lo que fuera esa cosa entre ellos. Dejó caer el cuchillo, dejándolo sonar fuertemente contra la tabla de picar, olvidando su tarea momentáneamente. —¿Divertirme? Hmm, veamos. ¿Fue divertido ver a la chica que trajiste a casa doblar su cuerpo en poses imposibles durante noventa minutos? No. Supongo que no lo fue. —Savannah. —Su tono era seco, ella lo miró a los ojos. —¿Qué, Cole? ¿Qué? Él tragó y examinó el suelo entre ellos acercándose otro paso. — Primero, entrégame el cuchillo. —Su agarre se cerró alrededor de su muñeca y con su mano libre, deslizó el cuchillo lejos de ella, por si acaso. Nunca la había visto tan exaltada. Estaban parados a unos pocos centímetros y Cole podía sentir el calor irradiando de su cuerpo. Podía oler las dulces notas florales de su champú violando su resolución. Se imaginaba inclinándose y poseyendo su boca con un beso. Quería sentir sus llenos labios separándose para él, aceptándolo, y recordar la forma en que su pequeña lengua se acariciaba contra la suya hizo que sus bolas dolieran. Pero incluso mientras procesaba todo eso, en lo que toma dos pálpitos de corazón, él sabía que no la besaría. En vez de hacerlo, cerró los ojos con fuerza, obligando a su erección a ceder—. Dime qué es lo que realmente te molesta.

Savannah bajó la mirada, peleando consigo misma sobre qué decir a continuación. ¿Qué podía decirle al hombre que la hizo sentir que le

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importaba un minuto y la puso tan furiosa al otro? No quería parecer desagradecida, pero alguien tenía que ceder. Ella necesitaba entender qué era lo que pasaba por su cabeza. Había tenido problemas durante la lección de yoga de esa noche, odiando tener que ver a la instructora con la que se había acostado, mover su flexible cuerpo en todo tipo de posiciones. ¿Por qué la había traído a casa, la había traído aquí a vivir con él en primer lugar? ¿Por qué pasar por todo eso si en realidad no la quería? —Si no me quieres, ¿por qué simplemente no me dejaste donde estaba? — Bajó la mirada, incapaz de mirarlo a los ojos, pero aun así buscando desesperadamente una reacción. —¿Dejarte allí? ¿Estás loca? Aquél imbécil de Jacob estaba loco. Deberías estar agradeciéndome por sacarte de allí. —¿Agradecerte por destruir la única familia que conocía? ¿Por traerme aquí donde no puedo hacer nada más que sentarme, preocuparme y reflexionar sobre todo lo que perdí? —Una simple lágrima se deslizó por su mejilla antes de atraparla con el dorso de su mano. —Tenía que sacarte de allí, y no me arrepiento de haberte traído aquí, tampoco. —Suspiró—. Sé que debe haber cosas… personas, que extrañas. Ella tragó el nudo de su garganta, un nuevo ataque de emoción cubriéndola. —Estaba así de cerca de lograr entrenar a Calista para que usara su orinal. —Sostuvo sus dedos a un centímetro de distancia. Extrañaba a aquella luchadora niña de dos años con una maraña de rizos rubios—. Me llamaba Vannah porque no podía decir mi nombre. Y Melody, el miembro más viejo, era mi única fuente de cordura. Era la única que podía hacer que Jacob entrara un poco en razón. Su pastel de arándanos era mi favorito. Tenía la teoría de que solamente con su pastel podía resolver la mayoría de los problemas del mundo. Cole sonrío y tomó su mano. —Recuerdo leer sobre Melody en el archivo del caso. Vive con su hija adulta en Denver ahora. El corazón de Savannah saltó en su pecho. Melody y su hija se habían peleado hace años. La puso feliz saber que se habían reunido. Sabía que todos seguían con sus vidas, y necesitaba hacerlo, también. Pero era tan duro. Odiaba no saber qué vendría para ella y Cole. Lo miró desafiante, incitándolo a que dijera algo, cualquier cosa que pudiera explicar lo que sucedía entre ellos, pero él permaneció en silencio, su expresión cansada e insegura.

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Perdido sin saber qué decirle a Savannah para hacerla sentir mejor, Cole dejó caer su mirada y deslizó una mano por su nuca. —Ve a ducharte. Ordenaré la cena esta noche. —La dejó ir, y Savannah se tambaleó, alejándose con piernas temblorosas, por el entrenamiento de yoga o por el deseo intensificándose entre ellos, no lo sabía con seguridad. Respiró profundamente, intentando calmar sus agotados nervios. Si las cosas se volvían más calientes, él echaría a arder. Buscó por su teléfono móvil y ordenó comida china. Cuando Cole fue a la cama esa noche, Cuddles se encontraba desparramada en el medio. No podía evitar preguntarse si Savannah había colocado al perro en la cama para crear una pared física entre ellos. Levantó las sábanas y tiró de la manta hacia él, sin ser generoso de no despertar al perro. Parte de él esperaba que la maldita cosa caminara de vuelta a su caseta en el dormitorio de huéspedes donde normalmente dormía. La bestia era una pequeña aguafiestas.

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Traducido por Juliana Gómez Corregido por NnancyC

Las siguientes semanas concluyeron en la misma clase de evitación cuidadosa. Continuaron durmiendo juntos en la cama de Cole cada noche, pero aparte de acurrucarse, nada físico había sucedido. Cole estaba seguro que Savannah no tenía ni idea de lo muchísimo que él la deseaba; especialmente cuando andaba con esas hermosas y pequeñas bragas-cubre trasero frente a él, o cuando salió del baño sólo vistiendo una toalla, todavía húmeda y rosada, producto de su ducha. Tomó cada gramo de auto-control que poseía para no levantarla, quitarle la toalla, y embestirla una y otra vez hasta que se viniera. Las cosas más pequeñas comenzaban a encenderlo y se autosatisfacía más de lo que lo había hecho cuando era un adolescente. Aun así le brindó poco alivio al deseo reprimido que albergaba por ella. Pero no la follaría. Se merecía mucho más de lo que él estaba preparado para ofrecerle Incluso con las tentaciones diarias, las semanas habían transcurrido rápido. Savannah se había graduado de su curso de conducción, y el sábado pasado la había llevado a recoger su licencia. Después de escoger un coche para Savannah —un sedan plateado de un año de antigüedad que fue capaz de negociar el precio— Cole firmó los papeles y escribió un cheque para el pago inicial. El coche no era para nada lujoso, pero nadie lo sabría al mirar a Savannah. Después de terminar en el interior, la encontró todavía sentada en el asiento del conductor, inspeccionado cada parte del coche —encendiendo las luces, abriendo y cerrando los diferentes compartimentos como si fuera la cosa más magnífica que alguna vez hubiera visto. Ella miró a Cole mientras él se aproximaba a abrir la puerta del conductor. —¿Te gusta? —preguntó, a pesar que era obvio que le había gustado. —No sólo me gusta. Esto es amor. —Recorrió gentilmente con su mano el tablero.

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—Bien. Porque tienes que conducirlo a casa. Sus ojos se llenaron de gratitud y asintió. —¿Podemos parar de camino a casa e ir a comer? ¿Cómo una mini celebración? Cole miró su reloj. —De hecho… tengo que ir a un sitio. Ella frunció el ceño y jugueteó con las llaves. —Oh, claro… es domingo. Asintió sin decir alguna palabra, su boca se secó. Había estado esperando a que le preguntara sobre el lugar al que iba cada domingo, pero hasta el momento no lo había hecho. Y no había modo de que él ofreciera esa información voluntariamente. Savannah no dijo nada más; simplemente cerró la puerta de su pequeño Sedan plateado y encendió el motor. Cole se subió a su camioneta y ajustó su espejo retrovisor para poder mirar hacia Savannah. Se veía tan pequeña sentada en el coche, asomando su cabeza encima del volante. Una punzada de pánico nervioso lo golpeó como una ola. Resolvería todo esto. Tenía que. Pero primero tenía que ir a ver a su ex. Apretó el volante y salió del estacionamiento.

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Traducido por CoralDone Corregido por Elena Verlac

Savannah se deslizó fuera de la cama dejando a Cole dormir un poco más. Se veía tan a gusto cuando dormía, tan despreocupado, que no se atrevía a despertarlo a pesar de que ya se le hacía tarde para el trabajo. Hizo café y huevos revueltos, añadiendo un puñado de queso rallado como a él le gustaba. Justo cuando las tostadas saltaron de la tostadora, Cole salió de la habitación, su pelo revuelto como un niño pequeño. Provocó cosas raras en el estómago de Savannah. Ella quería pasar sus manos a través de su cabello y plantarle un beso en la boca, pero en cambio se quedó mirándolo. —¿Por qué no me despertaste? —preguntó, pasándose una mano a través de su cabello, aunque su intento de suavizarlo era inútil. Ocho horas de sueño le habían dado ese estilo y ninguno de sus intentos cambiaría eso. —Estaba a punto de hacerlo, el desayuno está listo. Se instaló en un taburete en el bar mientras Savannah le servía una taza de café y dejó la taza humeante delante de él. —Gracias —murmuró. Sabía por experiencia que era inútil hasta que se tomaba al menos la mitad de su taza. Se tomó su tiempo colocando su desayuno permitiéndole disfrutar de su café en silencio. Dejo su servilleta sobre su regazo y se encontró con los ojos de Savannah mientras ella dejaba su plato frente a él. —De nada. —Ocupó sus manos añadiendo algunos huevos a su plato antes de unirse a él en el desayunador. Podía oler su esencia masculina; una mezcla de su crema para después de afeitar, una pizca de jabón y algo que era único de Cole. Odiaba la forma en la que hizo que su estómago revoloteara y sus dedos se tropezaran en su tarea, pero se las arregló para bajar su plato a la barra con éxito y se sentó a su lado.

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Comieron en silencio y Savannah estaba agradecida, Cole fue introspectivo y tranquilo y era en momentos como estos en los que se encontró preguntándose qué otra cosa no sabía acerca de este hombre. Su mente se dirigió a las desapariciones de Cole los domingos en la tarde. Tenía curiosidad pero no había corrido directo a preguntarle. Estaba agradecida por Cole y por todo lo ha hecho por ella, y de alguna manera sabía que se lo diría eventualmente, cuando estuviera preparado. Hasta entonces forzaría eso de su mente y seguiría adelante con su vida. No bombardearía a Cole con preguntas, no cuando él había sido tan gentil y cuidadoso con su pasado, no iba a permitir que su pasado saboteara la oportunidad de un futuro feliz. Después del desayuno, Savannah en silencio recogió a Cuddles en sus brazos y balanceó el cachorro silenciosamente contra su pecho, indispuesta en ese momento a ir hacia Cole por consuelo, como instintivamente quería; en lugar de eso se conformó con el consuelo del dulce cachorro. Quería que Cole la envolviera en sus brazos y la besara hasta que se fuera su pena, pero el permaneció sentado en el desayunador, apuñalando su desayuno como si estuviera pensando tan duro como ella. Tanto como Savannah quería creer que se había sanado, todo de nuevo, sabía que no era cierto. Todavía tenía pesadillas ocasionales acerca de vivir en el complejo, acerca de Dillon persiguiéndola como prometió y todavía soñaba con el aneurisma mortal de su madre despertando con lágrimas y temblando. Había empujado esos pensamientos, enterrando el dolor y situándose más cerca de los brazos de Cole esas noches. Eso fue el pasado y no dejaría que la hiriera. En sus horas despiertas, su miedo era diferente, tan agudo como si pudiera extender su mano y tocarlo. Tenía miedo de estar sola, quería que Cole se fijara en ella como un hombre debería, tomarla en sus brazos, hacerla sentirse deseada, todo de nuevo. Pero cada vez que trataba de mostrarle lo que necesitaba, tentándolo doblando su cuerpo alrededor de él como si fuera a darle una pista de lo que anhelaba, él se tensaba como si estuviera sufriendo y ladraba una excusa para remover sus manos. Su rechazo la arruinaba poco a poco, causando que se preguntara por qué no encajaba en ningún lugar, por qué no era querida. Tal vez si pudiera romper su barrera le podría mostrar a Cole lo bien que podrían estar juntos. Puede que no cambiara nada, pero puede que sí, tal vez por fin vería lo mucho que se preocupaba por él y admitiría que tenía sentimientos por ella también.

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Traducido por hermanaoscura Corregido por val_mar

Esto fue una idea estúpida. Cole miró por encima de Savannah, preguntándose si podía sentir su estado de ansiedad, pero no parecía sospechar nada. Observó el tráfico por la ventanilla y tarareó la canción de la radio. Había conseguido sacarla de la casa con el pretexto de llevarla a una comida de cumpleaños. No era una mentira completa. La comida estaría involucrada, pero esto no era el tema principal. Cuando aparcó frente a la pista de patinaje, miró a Savannah. Ella se enderezó y miró fijamente el edificio. —¿Cole? Cole saltó de la camioneta y abrió la puerta. —Solo vamos. Aceptó su mano, dejando que la sacara del coche. —¿Pero que estamos haciendo aquí? —Ya verás. —Apretó la boca en una línea cuando el abrumador deseo de sonreír como un idiota le golpeó. Pagó su entrada y llevó a una muy confusa Savannah con los ojos muy abiertos. Las luces en el interior de la pista estaban apagadas, y flashes azules y verdes brillaban por el suelo de madera pulido, bañando a los patinadores en color mientras giraban. Música pop ahogaba todas las conversaciones, manteniendo a Savannah tranquila mientras miraba a su alrededor. Había dejado de caminar para ver una línea de patinadores volar junto a ella en el camino hacia la pista. Cole la tomó de la mano para instarla a moverse. Dirigió a Savannah a la fiesta en la sala trasera que había alquilado. Marissa había coordinado la mayor parte de los detalles, pero era su idea lanzarla a la fiesta. Cuando Marissa mencionó la fiesta de patinaje que tuvo cuando tenía diez años, Cole se aferró a la idea. Le gustaba que pudiera darle una experiencia de la infancia de la que se había perdido, y tal vez incluso enseñarle a patinar. También pensaba que era el lugar perfecto para reunir a Savannah con los niños en quienes pensaba diariamente. No sabía si Savannah se vendría abajo al ver a todos, pero esperaba que al menos fuesen lágrimas de felicidad.

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Quería que disfrutase su cumpleaños, no tener una sollozo-fiesta en sus manos. Pero su vacilación y un repentino silencio le hicieron preguntarse si había tomado la decisión correcta. Con una mano todavía sosteniendo la de Savannah, abrió la puerta de la habitación privada. Fueron recibidos por una explosión de color rosa. Globos, serpentinas de papel crepé, carteles de feliz cumpleaños colgados del techo, y un plato de color rosa con panques glaseados sobre la mesa. —¡Sorpresa! —Una docena de voces gritaron al unísono. Savannah se quedó boquiabierta, ningún sonido escapó mientras miraba las pequeñas caras frente a ella. Luego se dejó caer de rodillas y soltó una exhalación, como si hubiera estado conteniendo la respiración por semanas. Los niños corrieron hacia ella, abrumándola y tocando su espalda mientras trepaban en sus brazos abiertos. La sonrisa de Savannah era tan grande como nunca la había visto y lágrimas silenciosas se filtraban por la comisura de sus ojos. Sabía que era un poco arriesgado rastrear a las familias de los niños, enviándoles una invitación a la fiesta de cumpleaños de Savannah, pero el riesgo había valido la pena, especialmente para ver a Savannah tan feliz. Había prometido pagarles su admisión y alquiler de patines, y casi todo el mundo había aceptado venir. Ver su reunión hizo que el costo valiese la pena. Una vez que Savannah fue liberada de la pila en el suelo, se lanzó a los brazos de Cole, abrazándolo fuerte, tan fuerte que no podía respirar. No había palabras que pudiesen expresar adecuadamente lo mucho que significaba para ella ver a los niños. Él besó suavemente su sien. —Feliz cumpleaños, Savannah. Su boca se curvó en una sonrisa y todos sus temores de que esta idea fuese mala, se disolvieron. Pasaron la tarde patinando, bueno, tambaleándose por el suelo resbaladizo en patines, los cuales, ninguno de los niños habían usado antes, tampoco sus madres, y comiendo pizza y pastelitos. Cole trató de enseñar a Savannah a patinar, una tarea que se hizo más difícil con los niños envueltos alrededor de sus piernas. Al final del día, una Savannah con mejillas rosadas se despidió, e intercambió direcciones de correo electrónico con varias de las mujeres antes de seguir a Cole al coche. Parecía que hoy le había dado algunos cierres que necesitaba, la capacidad de ver con sus propios ojos que todo el mundo estaba vivo y bien. La profunda satisfacción que brillaba intensamente en sus rasgos era el “gracias, Cole” que necesitaba.

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Traducido por Aleja E Corregido por val_mar

Savannah volvió de su primer día de trabajo para encontrar a Cole en casa más temprano que de costumbre, y ubicado en la cocina, con una olla de espaguetis. —Hola. —Sonrió, limpiándose las manos en un paño de cocina antes de venir a saludarla—. ¿Cómo te fue? —preguntó inclinando la cabeza en alto, escrutando su expresión. Ella le echó los brazos alrededor de su cintura, enterrando la cara en su pecho. —Fue increíble. Estaba muy nerviosa al principio, incluso con una pequeña charla con las otras chicas que trabajan allí, pero estar con los niños todo el día, cambiar pañales, meciéndolos, dándoles biberones, jugar... ¡fue tan divertido! Cole se balanceó sobre los talones y le sonrió. —Qué bueno —dijo y le metió un mechón de pelo detrás de la oreja—. Estoy orgulloso de ti, Savannah. Sus palabras hicieron más para calmar su alma de lo que él podía saber. Nunca nadie le había dicho eso antes. Se quedó inmóvil, mirando a los ojos oscuros, absorbiendo la atención. Después de varios segundos, sin embargo, Cole no había apartado la mirada, y se puso nerviosa bajo la intensa mirada. Se humedeció los labios y dio un paso atrás, con los ojos como dardos clavados en la cocina, porque necesitan estar en cualquier parte, menos en él. —¿Sabes tú, um, cocinar? —preguntó ella, completamente confundida. Se echó a reír, fácil y sin preocupaciones. —Sí, lo intenté. Es tú primer día de trabajo, así que, uh, quería darte una sorpresa. —Oh. Guió el camino a la cocina y Savannah lo siguió obedientemente. — Es sólo pasta y salsa de tomate, no te emociones demasiado. —Huele muy bien. Creo que tenemos pan de ajo en el congelador. Y podría preparar una ensalada —dijo dirigiéndose a la nevera.

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Sus manos en su cintura la detuvieron. —No. Este es mi plan. Fuera. — Le dio un empujón juguetón hacia el comedor—. Yo me encargo. Savannah se rió, pero obedeció. —Está bien. —Levantó las manos—. Iré a cambiarme, si te parece bien. Tengo vomito de al menos tres bebés diferentes en mi camisa. Cole se rió entre dientes mientras ella se dirigía al dormitorio de invitados. Una vez dentro, se despojó de los pantalones vaqueros y una camiseta de manga larga que se había puesto para trabajar, y después de un vistazo a su armario, se decidió por una ducha rápida. La pasta todavía hervía, así que tenía unos pocos minutos por lo menos. Se retorció el pelo en un moño desordenado y sintió la temperatura del agua. Era cálida y acogedora. Savannah se metió en la ducha con mampara de cristal, agarró la esponja, y echó en todo su cuerpo un jabón corporal con olor a jazmín. Frotó su cuerpo dos veces, disfrutando del agua. Sonrió ante el recuerdo de ser la única capaz de calmar a la inquieta Bella y la salida de sus dientecitos, hoy en el trabajo. Siempre tuvo un don especial con los niños. Se sentía tan cómoda mientras estaba con ellos. Savannah se lavó la cara, alejando ese día, antes de volver a sentir el ritmo del agua entre sus omóplatos. Mmm. Eso se sintió bien. Resultó que, sostener y arrullar bebés durante todo el día fue un trabajo duro, pero satisfactorio. Savannah cerró el agua, se secó con una de las sabanas de baño de gran tamaño que Cole utilizaba como toallas y se vistió con su pijama favorita, un pantalón corto y una de las camisetas de Cole. Volvió a la cocina después de desenredar su pelo y peinarlo. — Mmm. Huele muy bien aquí. Cole servía la pasta y gruesas rebanadas de pan de ajo, cuando se acercó a la mesa del comedor. No siguió la sugerencia de una ensalada, pero estaba bien, esto era más que suficiente. —Siéntate. —Hizo un gesto, sacando su asiento. Savannah obedeció, facilitando el acceso a su asiento. —Gracias por cocinar —murmuró, examinando la comida delante de ella. Se veía deliciosa y olía incluso mejor. —Espera. Una cosa más. —Cole regresó con una botella de vino tinto en el hueco de su codo y dos copas de vino. Savannah lo miró con curiosidad, pero él sólo se encogió de hombros—. ¿Qué? Es una ocasión especial. Su boca se torció en una sonrisa mientras servía a cada uno una copa de vino de color rubí. —Para ti —dijo mientras puso el vaso en frente de ella.

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—Gracias. —Se sentía sofisticado y elegante, tener a Cole esperándola, y se rió de placer en este momento. Sus ojos brillaron hacia ella. —¿Qué? —Nada —respondió, ocultándose en una cara seria. Cole estaba tentado a responder, sus ojos oscuros se clavaron en los suyos por un momento demasiado largo, antes de que finalmente sacara su silla y se sentara a su lado. —Así que, ¿te gustó la guardería? —le preguntó mientras tomaba un bocado de pan de ajo. —Me encantó. Es tan divertido verlos aprender y jugar a esa edad. Y luego cuando se hacen mayores, verlos crecer y descubrir cosas nuevas. Creo que este es el trabajo perfecto para mí. Es básicamente lo que hice en el recinto, pero nunca me pagaron por ello. Él asintió con la cabeza, tomando un sorbo de vino. —Entonces me alegro por ti. ¿Por qué sonaba tan frío? ¿Y por qué la sonrisa no llegó a sus ojos? Había sido el único en animarla a conseguir un trabajo, y ahora que tenía uno que le gustaba, actuaba extraño. Se metió un gran bocado de pasta en la boca, dándose cuenta de que tenía hambre y no tan preocupada por actuar como dama a su alrededor. Un sorbo de saludable vino tinto siguió. Mmm. Más dulce de lo que esperaba. ¿Así que había cocinado, y abierto una botella de vino? Una gran cosa. Pero eso no era lo que le hacía actuar raro. Ignoró su extraño estado de ánimo y le dio los detalles de su día, el horario reglamentado en la guardería: 9 a.m. desayuno, luego un cambio de pañal, seguido de una siesta por la mañana, luego tiempo de juego hasta el almuerzo, y entonces el programa se repitió hasta la comida, los pañales, siesta, jugar, antes de que los padres los recogieran. Se echó a reír de sólo pensarlo. Había sido un día completo y ocupado. Pero divertido. —¿Quieres hijos? —preguntó ella, colocando su tenedor junto a su plato limpio. Sus ojos brillaron con alarma. —Nunca había pensado en ello, ¿por qué? Frunció el ceño y se mordió el labio. —Tienes veintisiete; ¿Cómo que nunca has pensado en ello? —Suenas como Marissa —murmuró en voz baja mientras se llevaba los platos al fregadero. Savannah se quedó sentada en la mesa, con la cara ardiendo como si alguien la hubiera abofeteado. ¿Qué le pasaba esta noche? Se terminó el vino, tratando de recuperar la compostura antes de unirse a él

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en la cocina. Echó un vistazo a su vaso vacío y volvió a llenarlo. —Ve a relajarte. —Actuaba dulce, pero sus palabras... las palabras se sentían frías y abrasivas. —Está bien. Prefiero ayudar —respondió ella, con la voz suave y segura. Se detuvieron en el fregadero uno al lado de otro, Savannah pasaba a Cole cada plato para poner el lavavajillas. Era súper-consciente de él: sus antebrazos tonificados, su aroma masculino y el físico muscular que se alzaba sobre ella. Después de terminar los platos en silencio, se retiraron al sofá y Cole volvió con una película. Era todo para lo que tenía ánimo, descansaba en el sofá, ya que la combinación de trabajar todo el día y el vino tenía la sensación de vacío, pero en el buen sentido. Cole se sentó a su lado, manteniendo su distancia, pero continuamente llenando los vasos de vino. Por el final de la película estaba un poco borracha. Y querido Dios ayúdala, también se calentó. Dejó el vaso vacío sobre la mesa y apoyó la cabeza en el regazo de Cole. Sus manos encontraron su camino bajo el cabello, masajeando su cuello. —Estás tensa —susurró. Se sentó de repente, cara a cara con él. —Estás actuando raro esta noche. —Se encogió, no había tenido intención de dejarlo escapar de esa manera. —Lo siento. No te mereces esto. Quería preguntarle por qué, qué le pasaba, pero llevó la mano a su mejilla, y sus ojos se cerraron ante el toque. Su pulgar le acarició suavemente la cara, el áspero callo le acariciaba la piel de la manera más tierna imaginable. Y todo fue perdonado. —Para que conste, estoy feliz por ti —susurró, su boca a escasos centímetros de la de ella. Savannah se movió, con una desesperada necesidad de acercarse se revolvió hasta quedar en su regazo. A horcajadas sobre él, puso sus manos en el respaldo del sofá, sujetando el cuero de esté para evitar pasar las manos por su cabello. Savannah se lamió el labio inferior, en silencio pidiendo que la besara. Los ojos de Cole siguieron el movimiento y la mirada se centró en su boca. Exactamente donde lo quería. Sus manos subieron alrededor de su caja torácica, sin atraerla, pero tampoco apartándola, solo manteniéndola cerca de él. Su pulgar se deslizó en un lado suavemente sobre su camiseta, tan cerca de su pecho, pero todavía demasiado lejos.

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Sus ojos se encontraron y Savannah pensó que podría disolverse en un charco si seguía mirándola así. Sus ojos se oscurecieron por el deseo, que sólo alimentaba su desesperada necesidad de él. Si no la besaba pronto, se iba a quemar. De eso estaba segura. —Cole... —Su nombre en sus labios era una súplica silenciosa, una desesperación pidiendo algo que sólo puede ser contestado de una manera. Cole agarró la parte posterior de su cuello con una mano, la otra seguía plantada en su cintura y tiró de su boca a la suya. Ese beso no era nada como la última vez, su boca encontró la de ella en una carrera desesperada, sin perder tiempo separando sus labios, su lengua deslizándose a lo largo de la de ella, y la inclinación de la mandíbula para tomar lo que necesitaba. Fue necesitado y sin piedad, mordiendo su labio inferior y ajustando sus caderas con las de ella. Sus ojos se cerraron de pura felicidad y volvió a su mente a un solo pensamiento, Cole. Él retiro las manos en sus hombros de mala gana, con los labios aún húmedos y el hormigueo de la pasión detrás de sus besos. Ella luchó para recuperar el aliento, y entender por qué se había detenido. —Lo siento, Savannah. No puedo —susurró con la voz llena de tensión. Sus palabras no eran necesarias, la mirada lejana en sus ojos confirmaron lo que había pasado. Se alejaba. Una vez más. Con el corazón encogido, se desenredó a sí misma de su regazo y se dirigió a la habitación de invitados. Se hizo un ovillo en el centro de la cama, tirando a Cuddles contra su cuerpo y lanzó un profundo suspiro. Luchó para entender su complicada relación, dividiendo sus sentimientos en diferentes compartimentos para poder examinar cada uno, así como el doctor White le había enseñado. Primero fue la admiración, a continuación, la atracción, luego decepción. Lo que sumaron, no tenía ni idea. Pero cada vez que Cole mostraba un poco de interés, sólo era para alejarse, y finalmente iba a arruinarla. De eso estaba segura.

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Traducido por Buty Maddox Belikov & Vanessa VR Corregido por Aimetz14

Esta noche fue una mala idea. Por supuesto Cole se dio cuenta demasiado tarde. Liam, Marissa, Kelly, la buena amiga de Marissa, y Savannah, todos se sentaron alrededor de la mesa disfrutando de bebidas y bromeando. Bueno, todo el mundo disfrutaba de esas cosas. La postura de Savannah era rígida, con los brazos cruzados sobre el pecho y su expresión fue aplastante. El plan era celebrar el nuevo trabajo de Savannah. El plan de Cole no incluyó a Kelly mirando maliciosamente a Savannah y frotando su muslo bajo la mesa. Maldita sea, ¿no podía un hombre disfrutar de una cerveza en paz? Ya estaba a la espera de más tarde, sólo él y Savannah, en la tranquila soledad de su casa. La mirada de Savannah se quedó sospechosamente en Kelly, la muy bonita amiga rubia de Marissa, que coqueteaba con él, comiendo sin piedad lentamente la aceituna de su Martini mientras sus ojos seguían fijos en los de Cole, seductoramente meneando las caderas cuando ella cruzó la habitación, inclinándose, susurrando mientras elevaba su mano alrededor de su bíceps. Después de varios minutos, Savannah se excusó, huyendo de la mesa, como si su vida dependiera de ello. —Discúlpenme. —Cole corrió tras ella. Alcanzó a Savannah en la barra, donde se encontraba de espaldas a él. Se tensó cuando el calor de su cuerpo invadido su espacio, sintiendo que se encontraba cerca. —¿Has dormido con ella? —preguntó, su voz débil. Mierda. —¿Kelly? Se volvió hacia él y asintió. —Sí. Hace mucho tiempo. —¿Más de una vez? Cole asintió. Un par de veces. Borracho.

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Savannah se volvió alejándose de él. ¿Qué en el mundo? Cole se encontró con ella cerca de los baños y la agarró del codo. Si pensaba que podía escapar de él, se equivocaba. Conocía todos los rincones del bar de Liam, y no se oponía a entrar en la habitación de las chicas, si eso es lo que hacía falta. —Savannah, espera. ¿Por qué estás enojada? Respiró temblorosamente, con el pecho agitado por el esfuerzo. Nunca la había visto enfadada antes, pero parecía tener problemas para mantenerse bajo control. —Dime —ordenó. Lágrimas inundaron sus ojos, pero no corrió, no trató de escapar de nuevo. —¿Puedo, por favor, estar cerca de una sola mujer que no has tocado? ¿Es eso mucho pedir? —Su voz estaba llena de ira, sus ojos ardiendo en la suyos. —Está Marissa. —Asintió con la cabeza en dirección a su hermana, que los miraba con cansancio, como si hubiera estado esperando esto para hacer estallar en su cara. Savannah suspiró, exasperada. —Correcto, Marissa, la única persona que va a compartir contigo emocionalmente. La frente de Cole se arrugó por la confusión. —Savannah. —Su nombre en sus labios era una súplica rota. ¿Sabía que no necesitaría mucho para convencerlo antes de rendirse a lo físico, sino en un verdadero compromiso emocional? No, no podría—. Lo siento, no puedo cambiar el pasado, y con quien me he acostado. Lo siento, ¿de acuerdo? —¿Qué estamos haciendo, Cole? —La pregunta lo empujó contra la pared cuidadosamente construida. Y cuando la miró a los ojos, como un trueno a través de un cielo vacío, lo comprendió. La vio a ella y todas sus travesuras con nuevos ojos. ¿Savannah lo quiere? No podía. No es así. ¿Qué sabe sobre estar con un hombre? ¿Especialmente un hombre como él? Trabajo primero, segundo las relaciones, no amar quizá en lo absoluto. Cole volvió a mirar a su mesa. Liam, Marissa y Kelly los miraban boquiabiertos. Mierda. —Ven aquí. —Tomó la mano de Savannah y la llevó hacia el final de la entrada trasera que conducía a los baños. No era privada, pero al menos no tenían una mesa de espectadores. Una vez que eran sólo dos de ellos en el vestíbulo débilmente iluminado, Cole podía sentir el calor de su piel, sentir el olor de su champú y ver el pulso rasguear en su cuello. Tal vez la intimidad era una idea mala.

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Apenas estaba fuera de la vista, y Savannah en sus brazos. No quiso necesitarle así —usarlo para su comodidad— pero tenía poca opción. —Savannah... —Desprendió las manos de su cintura, sosteniéndola con el brazo extendido—. Dime lo que estás pensando. Odiaba la manera en que su cuerpo la traicionó cuando Cole se encontró cerca. Sobre todo porque era tan ajeno a ella. Lo liberó de su agarre, abrazando sus manos delante suyo. —Lo siento, esto es duro para mí. Simplemente odio saber que la tocabas. —Bajó la mirada, incapaz de mirarlo a los ojos, demasiado nerviosa para ver su reacción. Había luchado toda la noche para averiguar cuál era su motivación. ¿Por qué llevarla a su casa en el primer lugar? ¿Por qué planear esta celebración? —Lo siento —suspiró—. Eso ocurrió antes de que te conociera. Fue hace mucho tiempo y no volverá a ocurrir. Ella se tragó un nudo en la garganta, tratando de librarse de la sensación emocional, pero no sirvió de nada. Quería más de Cole. Necesitaba más. Y no tenía idea de cómo decirle. Tendría que enseñarle. No podía seguir viviendo así. Abrió los brazos, pareciendo sentir el cambio en su estado de ánimo. —Ven aquí. Su ritmo cardíaco aumento y se metió en sus brazos, permitiéndole que la abrazara. Y todo estaba bien en el mundo. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en su pecho.

¿Por qué él seguía jodiendo con ella? Tenía que mantener su cuerpo bajo control, no permitir que reaccionara cuando se hallara cerca. Era dulce e inocente y necesitaba consuelo —eso era todo. Lo que ella no necesitaba era que se pusiera cada vez se encontraban en la misma habitación. Cristo, ¿Cuántos años tenía, diecisiete? Sus manos acariciaron los brazos desnudos. Era tan suave, tan encantadora y se sentía tan familiar para él, moldeado a su cuerpo de esta manera. —Sólo llévame a casa... —murmuró suavemente, aun apoyando la cabeza contra su pecho.

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No quiso presionar sobre quedarse. Esta noche iba a ser suya —una celebración para demostrarle que estaba orgulloso, pero se dio cuenta de que era demasiado y demasiado rápido. No estaba preparada. —Dime lo que está mal en primer lugar. —Luchó para mantener su pulso bajo control y esperó su respuesta. Sabía que todo lo que Savannah quería, se lo daría. Y eso lo aterrorizaba jodidamente. —Quiero todo esto, lo hago. Mi propia vida, un trabajo, un apartamento. Quiero vivir, Cole. Vivir plenamente. No me has observad buscando señales de que estoy a punto de perderlo. Quién sabe, tal vez lo haga en algún momento pero, todos lo hacemos a veces, ¿verdad? —No sabía si eso era un golpe contra él, y sus propias pesadillas. Levantó la mano para detenerla, pero Savannah lo apartó, y continuó—. Y te necesito, Cole. —Me tienes —murmuró, llevando una mano a su cintura—. Lo sabes, ¿verdad? Cristo, Savannah, dame un respiro. Este es un territorio desconocido para mí, pero tienes que saber que haría cualquier cosa por ti. Haré lo que sea para mantenerte segura y protegida. —Cole... —Su voz era una súplica suave—. Necesito más que eso. Debes saber lo que siento por ti... Su confesión lo derribó. ¿Cómo habían llegado hasta allí? Entonces se acordó de las comidas que amorosamente había preparado para él, el perrito que había traído a casa para ella, el nuevo guardarropa, pasando los baños de burbujas. Mierda. Nunca tuvo la intención de leer más en ello. Se merecía cuidarla, sobre todo en el frágil estado que había estado. Cerró los ojos, preparándose para explicarle por qué no podría suceder, sin embargo, al no encontrar las palabras, al no encontrar una sola razón por la que no debería llevarla a casa ahora mismo y desnudarla. No podía entender las locuras que se arremolinaban en su cabeza, lo difícil que era para él resistir a todas estas semanas. Ella se acercó, poniendo a prueba su determinación. —Por favor, Cole. Ya no podía negar la sensación convincente de que se suponía que debía ser suya. Sintió la primera punzada cuando la encontró en esa habitación sucia. Era la cosa más brillante en ese lugar —una luz extraña que emanaba de sus ojos verdes, incluso ese día mientras bebía. Y lo más fuerte que había luchado contra él, todos los días que pasó con Savannah sólo aseguró el lugar en su corazón un poco más. —Si hacemos esto... será bajos mis términos, Savannah. Asintió, a pesar de que sus ojos traicionaban su confusión. Pero fue suficiente acuerdo para él. Podría terminar en cualquier momento. Sería la

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última palabra. —Vamos. —Tomó su mano, entrelazando sus dedos y casi la arrastró hacia la salida. —¿Qué pasa con...? —Hizo un gesto hacia la mesa. —Voy a enviarle un mensaje a Marissa y diciéndole que no te sentías bien. Asintió con la cabeza y le permitió guiarla hacia la puerta.

Una vez dentro del dormitorio de Cole, el aire entre ellos se llenó de expectación. A pesar de que había compartido su cama durante varias semanas, esto se sentía como algo completamente distinto. Algo premeditado. Cole dio un paso incómodo. La idea de llevar su fácil relación a algún lugar nuevo le daba miedo, y no sabía por qué. Pero cuando Savannah se mordió el suave labio inferior y su mirada cayó a la hebilla de su cinturón, todos los pensamientos coherentes escaparon. Había deseado esto durante mucho tiempo, y ahora se ofrecía a sí misma a él. Esperó a ver qué iba a hacer. Era la única promesa que se haría a sí mismo. Tendría que ser ella. Tendría que dar el primer paso si realmente lo quería. Pero entonces se supone que ya lo quería. ¿No era esto sobre lo que había sido la noche con Sali? Observó desde la puerta, y cuando fue a su habitación... fue la que se la camisa, para decirle, sin palabras lo que quería. Había escuchado, en algún nivel primitivo, y obedeció lo suficiente como para darle lo que el momento requería, pero nada más. No la tomó entonces. Y no iba a hacerlo ahora a menos que supiera que era exactamente lo que quería. Cuando Savannah se aventuró un paso más cerca y sus ojos recorrieron su cuerpo, perdió todo control de sí mismo. —Ya he terminado, Savannah. Ya he terminado de resistirme a ti. Ya he terminado fingir que no quiero esto. Ella gimió suavemente y lo miró a los ojos. Los suyos se abrieron por el miedo... o la curiosidad, no sabía cuál. No les importó. Necesitaba estar dentro de ella. —Quítate la parte de arriba —ordenó. Savannah levantó la camisa sobre su cabeza y la depositó en el suelo a sus pies. Lo siguiente que se quitó fue el sujetador, dejándolo en el suelo junto a su camisa. Su pecho era exquisito, un palma completa, pero

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suave piel cremosa, y los pezones de color rosa pálido, tuvo el gusto de probars. —Y ahora la falda. Sus dedos tantearon el botón, y una vez que estuvo libre, comenzó a empujar hacia abajo las caderas. —Despacio —susurró. Savannah atrapó sus ojos y su movimiento se desaceleró. Se apartó con cuidado el material sobre su trasero y por sus piernas, dobló la cintura mientras sus ojos miraban los suyos. Sus labios se separaron y respiró profundo. —Al igual que eso, nena. Agradable y lento. He estado esperando esto mucho tiempo, para recorrerte. Una vez que se encontraba de pie frente a él, vistiendo sólo sus bragas, Cole la atrajo hacia su pecho y la sostuvo, su forma femenina moldeada a su cuerpo masculino. La abrazó por momentos, necesitaba sentir el calor de su piel apretando contra el suyo, y el golpe constante de su corazón contra su pecho. Alzó la barbilla con un dedo y se inclinó para besarla, para adorar a su boca como merecía. Ella abrió los labios, aceptándolo, frotando su lengua contra la suya. La necesidad cruda en su beso lo empujó sobre el borde, y se alejó, sin aliento. —Deshazte de mis pantalones —gruñó entre besos. Savannah miró a la hebilla del cinturón como si fuera algún artilugio extraño. Bajó la cabeza para besarla de nuevo y sintió que sus manos trabajan para liberar el cierre, antes de pasar al botón de sus pantalones vaqueros. Con una mano sosteniendo su mandíbula, bajo la otra para ayudar, bajando la cremallera, y empujando sus pantalones hasta los muslos. Savannah rompió el beso para mirar hacia abajo y vio cómo conoció a su erección por primera vez. Aún vestido con calzoncillos negros, apenas se contuvo, ahuecando el material más impresionante. Savannah se agachó y con un dedo, lo tocó. Su pene saltó. Con su rostro inundado de deseo, extendió la mano para tocarlo de nuevo, agarrando su longitud a través del material. Joder. El agarre de su diminuta mano era una cosa mágica. Luchó consigo mismo, bloqueando las rodillas y luchando por mantenerse a raya. Quería bajar los bóxers de golpe y dejarla explorar, pero su necesidad de tocarla ganó. La levantó y la colocó cuidadosamente en la cama. Dejó escapar un grito ahogado de sorpresa, pero se quedó en el centro de la cama.

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Cole se unió a ella, acostado sobre su lado. La luz de la luna filtrada y la luz débil del vestíbulo echando un gran brillo para mirarse el uno al otro. Realmente viéndose por primera vez. Conociendo que este momento estaba a punto de cambiar todo entre ellos, Cole se tomó su tiempo, obligando a su ritmo cardíaco a disminuir. Admiraba la hermosa chica en su cama. Había pasado las noches con ella desde hace varias semanas, pero generalmente hacía lo imposible por evitar la atracción hacia ella. Ahora, no se contuvo. Sus ojos recorrieron su piel —las suaves y hermosas curvas de sus pechos, sus hombros suaves, y el valle en su estómago que llevó a las caderas bien formadas. Sus ojos recorrieron su físico también, una pequeña sonrisa en los labios mientras miraba por encima de su torso. Colocó una mano en el centro del estómago, dejando que suba y sobre sus pectorales, luego hacia abajo sobre su abdomen una vez más —pero no yendo más abajo. Podía ver su pulso zumbando incesante en su cuello, casi oír el irregular latido del corazón en el pesado silencio de la habitación. Pero no parecía asustada, si no más curiosidad acerca de lo que sucedería a continuación. Cole dejó que lo tocara, permaneciendo quieto y en silencio. Piel de gallina estalló como el deseo y la necesidad se agolpaba en su sistema. Su mano encontró la cinturilla de sus calzoncillos antes deslizándose lejos para retroceder hasta el pecho. Su palma se apoderó de su corazón, que fue jodidamente golpeando contra sus costillas. Sonrió suavemente, alejando su mano como si estuviera diciendo, está bien, yo también lo siento. Él exploró su cuerpo a continuación. Había resistido durante mucho tiempo. Sus dedos trazaron su hueso de la cadera, su piel cálida y muy suave. Arrastró su dedo índice hasta el centro de su estómago para el parche de la piel entre los pechos, con ganas de tenerlos en sus manos, infiernos, con ganas de llevarlos a la boca, pero se detuvo y apoyó la palma de la mano contra su pecho. Lo miró a los ojos, buscando la aprobación, buscando... garantías, asegurándose sobre lo que sentía. Pero en lugar de responder a su pregunta no formulada, lo que esto significaba entre ellos, se inclinó y le dio un suave beso en la boca. —¿Estás segura? Sus ojos se abrieron, buscando en los suyos. —Sí. Recordó cómo respondió cuando había sido la única vez que se había permitido tocarla, y no podía esperar a verla deshacerse de nuevo, para ver el arco de la espalda y oírla llamar a su nombre. Se levantó sobre un codo y besó profundamente a Savannah, las bocas se fusionaron en una masa caliente de lenguas húmedas y labios buscando... buscando siempre. Con la boca firmemente sobre la de ella, la mano de Cole se movió por sí misma, necesitaba clamar su interior fuerte y seguro. Palmeó sus pechos, su pulgar rozando su pezón. Ella inhaló bruscamente ante el contacto, pero su mano siguió su camino al sur, sin detenerse hasta que

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fue ahuecando el montículo de carne sensible entre sus piernas, sus dedos empujando sus bragas para rozar suavemente sobre su piel desnuda. Su boca se quedó inmóvil en la suya, cayendo abierta cuando sus dedos se deslizaban sobre su vagina, separando para acariciar el nudo sensible. Sus dedos buscaron y frotaron, toques suaves diseñados sólo para darle placer. Sus ojos permanecieron en él, un poco de líneas recubriendo su frente, como si estuviera luchando en silencio consigo misma. Su cuerpo quería esto —ya estaba mojada— pero podía decir que su mente corría. —Cole... —Le agarró la muñeca, impidiéndole a su mano ir más cerca del punto donde ella lo quería. —¿Savannah? —Su voz estaba llena de deseo—. Lo siento. Yo no debería... ¿Necesitas que me detenga? —Solo dame un segundo... —Cerró los ojos con fuerza, necesitaba pensar. La primera vez que la había tocado, estaba borracha por el alcohol y muy desesperada por contacto después de observar la escena erótica con Sali. La voz áspera de Jacob había estado decididamente ausente durante su primer encuentro con Cole. Pero ahora, aturdidamente sobria, con él mirándola como si quisiera comérsela viva, su caliente y gruesa erección presionando contra su cadera, necesitaba un minuto para ordenar sus pensamientos. O más acertadamente, para apagar los pensamientos no deseados girando dentro de su cabeza. Se movió en la cama, levantándose sobre un codo para mirarla. — Dime lo que estás pensando. —Sus rasgos fueron blanqueados con la luz de la luna azul pálido y sus ojos se oscurecieron con preocupación. Tragó saliva y dejó escapar un suspiro. —No lo sé. Jacob siempre decía que los hombres sólo querían una cosa de una mujer, los placeres de la carne. Y una vez que tenían lo que querían, se iban. Siempre se iban. — Retorció las manos en su regazo, odiando su desnudez en este momento, deseando poder sacar el peso de su pecho sin parecer demasiado tensa—. Quiero... pero estoy tan... asustada. Respiró profundo, su pecho se levantaba cuando sus pulmones se expandían. —¿Tienes miedo de que es todo lo que quiero de ti? ¿O que te dejaré después? —Ambas, supongo... y si no me quieres aquí después de esto, no tengo lo suficiente para un apartamento todavía… —Savannah —se quejó—. Esto no es todo lo que quiero de ti. He estado luchando conmigo constantemente, no quería esto en absoluto. Me convencí de que todo lo que quería y necesitaba de ti era la oportunidad de cuidarte como te merecías. Para mantenerte a salvo. Para ayudarte a ser feliz. Y luego me sorprendiste totalmente. Estabas segura y

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determinada cuando la mayoría se habría aterrorizado. Tú me enseñabas. Te negaste a desmoronarte, tienes la fuerza que yo no tengo. —Por supuesto que eso no es cierto. Eres increíblemente fuerte —se burló. Bajó la mirada y sacudió su cabeza. —Te prometo que no lo soy. Pero nos estamos saliendo del tema. —Sujetó ambas manos entre las suyas—. Lo que Jacob te dijo era una mierda. Algunos hombres son idiotas, seguro, pero no todos. Y tienes mucho más para ofrecer de lo que ese bastardo te atribuyó. Retorcía sus manos, tratando de procesar las palabras. Si era completamente honesta, sabía que sus temores eran algo más que lo que Jacob le había enseñado. Había sido testigo de la trayectoria de Cole con las mujeres, su actitud relajada hacia el sexo, y esto no era sólo un acto físico para ella. Era mucho más. —No es sólo lo que dijo Jacob... He conocido a algunas de las mujeres que se han acostado contigo, Cole. No quiero ser parte de ese patrón. —Lo siento, no estoy haciendo esto bien. No soy bueno con los sentimientos y las declaraciones emotivas... pero te quiero aquí, Savannah. Y no tenemos que hacer... esto. Me gusta tenerte conmigo. Hueles bien. Cocinas para mí, tarareas cuando llevas a Cuddles alrededor de la casa, que es el peor nombre usado alguna vez, por cierto y después de tenerte viviendo aquí conmigo, estoy aterrado de que no seré capaz de volver a vivir solo. Así que mejor no te vayas a ninguna parte. Se atrevió a mirar a sus ojos de nuevo. Su frente estaba arrugada en concentración y su mirada era decidida y segura. Le decía la verdad. Sentía algo por ella. Incluso si no era amor... sabía que estaba cerca. Y lo tomaría. Lo tomaría a él y todo lo que tenía para ofrecerle. Se dio cuenta que Jacob se equivocaba, por lo menos sobre cómo este hombre hizo estrujar su pecho. —Cole. —La palabra se rompió atravesando sus labios. No había palabras para describir cómo se sentía en ese momento. —Yo siempre te querré aquí. Y no es por esto... —Suavizó una mano a través de su cuerpo desnudo, dándole un apretón en el hombro. Sus palabras le dieron el coraje para continuar. Jacob no la privaría de esta experiencia. No iba a dejar que su pasado contaminara esto. No podía citar las palabras para decirle lo que quería, pero sabía que podría mostrarle. Savannah se arrastró encima de Cole, la solución en contra de su longitud. Sus brazos la rodearon automáticamente, jalándola hacia su pecho y frotando su espalda. Savannah podía sentir que su erección se había ablandado, y temía que el momento hubiera pasado. No quería ser responsable por arruinar su primera vez. Ladeó su boca para encontrarse con él y presionó un beso suave en su mandíbula, la comisura de su boca,

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su labio inferior. Respondió lentamente, con cuidado, besándola tiernamente de nuevo, pero mucho más delicadamente que antes. Sus dedos se entrelazaron en su pelo, su otra mano ahuecó su mandíbula. Quería mostrarle que estaba lista para más, pero no sabía qué hacer, cómo recuperar el momento. Le separó los labios con los suyos y sintió un ruido bajo en la parte posterior de su garganta cuando sus lenguas se encontraron. Sintió su espesa virilidad y volvió a la vida bajo la tela de sus calzoncillos. Rompió el beso, necesitando más, queriendo estar más cerca. — ¿Cole? —¿Sí, bebé? —Su respiración era irregular, como si estuviera haciendo todo lo posible para dejarla ir lento. Lástima que se hacía con lentitud. Se mordió el labio y estiró una mano vacilante entre ellos como si buscara su permiso. —¿Savannah? —Quiero que tu... —murmuró suavemente, rastrillando sus uñas a lo largo de su pecho—. Quiero tocarte. Él gimió de alivio y empujó sus calzoncillos por sus caderas. Se movió junto a él, permitiéndole eliminar la última prenda de ropa entre ellos. Su mano se movió por su cuenta, con la necesidad de tocar el vello fino arrastrándose al final de la parte baja de su estómago. Su aliento atrapado en su garganta cuando las yemas de sus dedos se encontraron en su piel y ella sonrió, agradándole el efecto que tenía sobre él. Llegó más bajo, probando el peso de su gruesa longitud en la mano. —Cole... muéstrame... —Ella respiró contra su boca. Sus ojos se clavaron en los suyos. Las profundidades de color café, que siempre mantenían la promesa de protección ahora se arremolinaban con algo mucho más. La promesa de satisfacción sexual total y completa. Savannah sabía que la poseería si así lo elegía. Y no quería nada más. Quería perderse en Cole, para experimentar todo lo que podía. Para disfrutar de este momento como si fuera el último.

Necesitaba sentir el calor de su mano contra su piel antes de solo llegar a pensar en ello. Le dio un suave beso en la boca a Savannah y alcanzó su mano. Tomó cuidadosamente su considerable longitud en la palma, como si no supiera qué hacer con ella.

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—Tócame, bebé —alentó, guiando su mano por su virilidad. Cerró el puño alrededor del suyo y le demostró, jalando su mano arriba de su longitud y apretándola sobre la cabeza. Una maldición retumbó a través de su pecho, saliendo de sus labios en un grito desesperado. Su mano se quedó inmóvil, y por un momento su palma revoloteó sobre la de ella, listo para animarla, para mostrarle lo que a le gustaba, pero cuando vio su mirada incierta, se detuvo y enredó los puños a sus costados. —Está bien. No tienes que hacer nada para lo que no estés lista. —No es eso. —Llevó su dedo índice a él y frotó la gota de fluido caliente en la punta sin saber lo increíble que un simple toque se sentía para él—. Quiero probarte —murmuró. El corazón le dio un puntapié a su confesión. La necesidad honesta en su voz era la cosa más erótica que Cole había escuchado nunca. Que alguna vez volvería a oír, estaba seguro. —Mierda, Savannah. —Ella permaneció inmóvil, con sus ojos todavía en los de él—. Lo siento — murmuró una disculpa por la palabrota. Nunca se dio cuenta de la boca sucia que tenía hasta que llegó Savannah, pero a ella parecía no importarle. —Está bien —sonrió. Se arrastró hacia abajo por su cuerpo hasta que estuvo cara a cara con su increíblemente dura polla sobresaliendo por delante de él, como si buscara a Savannah, rogando por su atención. Ojos verdes decididos encontraron los suyos—. Dime si hago algo mal. Dudaba que eso pasara. Podía ver prácticamente a su polla en este momento y le encantaría. —No te preocupes por eso. —No podía hacer nada malo. Bueno, él suponía que no era del todo exacto. Consideró, advertirle que tuviera cuidado con sus dientes, pero decidió no hacerlo. Iba a corregirla suavemente si era un problema, pero hasta entonces, iba a dejarla explorarlo sin ningún temor o timidez. Savannah se sentó sobre sus talones, levantó la polla y luego bajó su cabeza. Con los ojos inmovilizados en él, le dio un tierno beso en la cabeza de la polla. Ya goteaba fluido perlado, y su escroto se apretaba contra su cuerpo. Estaba preparado y listo para explotar. Lo llevó dentro de las profundidades de su boca caliente. Las caderas de él se dispararon hacia delante en la cama, pero ella recibió la intrusión, succionando su piel más sensible. —Mierda, bebé. Si. Justo así... — Le acarició la mandíbula, le apartó el pelo de la cara, y palmeó su mejilla. Observó a Savannah besar y lamer su longitud y se perdió en la felicidad de adormecer la mente en el momento.

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Era tan educada, que se entregaba en todo lo que hacía, y el placer de él no era la excepción. Dejó todo sobre la mesa, lamiéndolo, besándolo y acariciándolo como si su único propósito fuera complacerlo. Pronto Savannah apretaba los muslos y gemía por su propia liberación, y ni siquiera la había tocado todavía. Se liberó de la boca de Savannah y la arrastró arriba de su cuerpo. —Mi turno —explicó hacia la sorpresa en su rostro. Cole la colocó contra la almohada por lo que yacía tumbada junto a él. Dejó un beso a sus labios, luego deslizó su dedo medio en la boca de ella, mojándolo. Lo chupó sin preguntar, girando su lengua contra su piel. —Necesitamos asegurarnos de que estás lista para mí —explicó. Miró hacia su larga polla, apoyándose pesadamente contra su cadera y luego de regreso hacia él. —¿Me hará daño? —Al principio, sí, pero voy a hacer mi mejor esfuerzo para ir despacio. Asintió, confiando en él. Cuando su dedo se deslizó dentro de ella lentamente, cuidadosamente, la boca de Savannah quedó boquiabierta. Y cuando lo sacó y comenzó a follarla con la mano, un poco más rápido con cada golpe, las rodillas de Savannah se desarmaron y dejó caer la cabeza sobre la almohada. Su otra mano se unió a la diversión, frotando círculos lentos sobre su piel, renuente a correr con ella. Pronto estaba empapada y gimiendo su nombre, y segundos más tarde, con la cabeza echada hacia atrás en éxtasis, se vino para él. Cole plantó besos húmedos a lo largo de la garganta, negándose a aflojar hasta que hubiera ordeñado hasta el último gramo del placer de ella. Después de varios minutos acariciándole el cuello y besándola hasta acabar con todas las pequeñas réplicas de su liberación, Savannah se arrastró en su regazo a horcajadas sobre él, poniendo una rodilla a cada lado de sus muslos. —¿Cole? No respondió. Sabía lo que preguntaba, e incapaz de negárselo, alcanzó la mesilla y cogió un condón. Lo observó mientras se lo puso, con su mirada vacilante de ida y vuelta entre sus ojos y su virilidad. Podía leer su expresión como si la hubiera escrito. Trataba de entender exactamente dónde iba a encajar eso. —Savannah, no tenemos que hacerlo. Sus ojos capturaron los suyos. —Quiero. —Plantó sus manos en los músculos de su tenso estómago, y se levantó a sí misma, tratando de encontrar el ángulo correcto.

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—Ven aquí. —Cole tiró de ella hacia abajo sobre su pecho, necesitaba besarla. Plantó dulces besos a lo largo de su boca y su garganta. Entendió la gravedad de este momento, de lo que le daba, y no iba a precipitarse. No cuando estaban tan cerca. Merecía ser adorada y cuidada en su primera vez. Haría todo lo posible para hacer lo que ella se merecía—. Solo relájate, cariño. Déjame. —Savannah se relajó en sus brazos y Cole la besó profundamente cuando llegó por detrás de ella, manteniéndose en su lugar hasta que Savannah empezó a relajarse de nuevo, tomándolo. Pasó las manos sobre su pecho y cerró los ojos, una mirada de concentración se fijó sobre sus rasgos. Luego bajó sobre él, descendiendo sus caderas y así se hundió dentro de ella, cuidando de estrellarse lentamente. Un placer fantástico se disparó a través de él. Joder, estaba apretada. Se balanceó contra él, metiéndolo más profundo en pequeños incrementos. —Mierda.... —Se tragó un gemido. Los ojos de Savannah se agrandaron y lo encontraron, parpadeando hacia él. Maldición se veía tan inocente, casi cuestionó lo que hacía. Casi. Pero habían ido demasiado lejos para dar marcha atrás ahora. Estaba dentro de su dulce coño rosa, resbaladizo por la humedad y el calor. No quiso convencerla de esto, no ahora. —¿Todo está bien? —preguntó en cambio, necesitaba oírle decir que todo estaba bien para continuar. Ella asintió, y se inclinó hacia adelante para besarlo, deslizando su lengua contra la suya. El placer se disparó directamente a sus bolas, levantándolas. La estrechó cerca e interrumpió cada beso por levantar sus caderas para facilitar el ir más profundo dentro de ella. Los suaves gruñidos y gemidos suyos coincidieron con las embestidas de él, devorando su autocontrol. Sabía que no iba a durar mucho. —¿Se siente bien? —preguntó, aminorando su paso. Savannah abrió los ojos, su brillante mirada verde parpadeando hacia él con asombro. —Sí. Sus mejillas estaban ruborizadas de color rosa y no podía resistir mirar su disfrute. Había dejado de moverse contra él y le permitió sujetar sus caderas mientras empujaba en ella. El sexo era un acto físico, así que ¿por qué él debería sentir más? Pero no podía negar que nunca había sentido más cerca de nadie. Savannah traspasó todas sus barreras. Era pobre pero regalaba, sensual pero inocente, confiada y tímida. Había puesto para

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ambos su placer, toda la experiencia, entre sus manos y la gravedad del momento no pasó desapercibido para él. Se deslizó de nuevo, exquisitamente despacio hasta que estuvo enterrado profundamente otra vez. La respiración de ella se detuvo, atrapada en su garganta. —¿Te duele? —Sólo un poco. Maldición, esperaba que no le doliera, pero era de suponer. Era su primera vez después de todo. —¿Quieres que me venga? —suspiró contra su boca. —Sí. La jaló y la situó para que estuviera recostada de nuevo sobre las almohadas. Prefería estar arriba —siendo el que tiene el control— y era una forma segura de conseguir venirse rápidamente. Agarró sus caderas, sus dedos aferrándose a ella para jalarla hacia él con cada embestida. Los gemidos de ella aumentaron ruidosamente, menos contenidos, y Cole se encontró siendo mucho más ruidoso que de costumbre. —Dios, eres hermosa... —Unos pocas embestidas más—. Oh, joder... Deslizó su mano entre ellos para darle placer a ella, frotándola, moviéndose en círculos, usando su humedad para enviarla sobre el borde de nuevo, y verla venirse otra vez lo envió en caída precipitadamente después de ella, maldiciendo y jadeando mientras que ordeñó su apretado canal hasta dejarlo seco.

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Traducido por NnancyC Corregido por Itxi

Savannah y Cole habían dormido abrazados juntos, exhaustos y agotados después de pasar la noche haciendo el amor. Cole extendió sus brazos sobre su cabeza, su cuello crujiendo con el esfuerzo. Savannah murmuró algo en su sueño y luego rodó para encontrarlo, atrayendo su cuerpo apretadamente contra el suyo. Él pasó una mano a lo largo de su cadera, empujándola incluso más cerca. Estaba contento de ver eso en la sobriedad, en las simples luces de la mañana, las cosas no se sentían incómodas entre ellos. De hecho, era lo opuesto. Esto se sentía increíblemente natural. Savannah sonrió somnolientamente y se acurrucó contra su cuello. — Buenos días —respiró contra su piel. —Buenos días. —De repente fue consciente de que usaba una de sus camisetas con nada debajo, y que él había dormido desnudo por primera vez desde que Savannah se había mudado. Los recuerdos de la noche anterior se reprodujeron en los límites de su mente, la determinación de Savannah para complacerlo, sus diminutos gemidos y su piel ruborizada, la forma en que sujetó sus bíceps cuando él se hundió en ella. Su polla despertó a la vida. Él trazó con la punta del dedo su cadera, subiendo la camiseta y sacándola de su camino. Savannah se estremeció mientras la yema de su dedo con suavidad la acariciaba. Su mano se movió abajo para cubrir su hueso púbico, y dejó salir un gemido. Rodó sobre sí mismo, para que estuvieran enfrentados el uno con el otro en el centro de la cama, las sábanas dispersadas sobre ellos, proporcionándoles un capullo de calor. Bajó su boca a la suya, besándola suavemente al principio. Savannah, siempre receptiva, gimiendo en voz baja contra sus labios. Enganchó su pierna alrededor de su cintura, y se empujó más contra su cuerpo. —No estás muy dolorida, ¿verdad? —Creo que no.

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No se había levantado y salido de la cama todavía, pero Cole asintió. —Bien. —Su mano encontró su polla y él la acarició lentamente, golpeando contra su muslo con cada caricia. Los ojos de Savannah se abrieron más y luego los lanzó abajo para ver sus movimientos. Se mordió el labio inferior y gimió, sus manos bajaron para unírsele. Una vez que sus manos calientes lo acariciaban, Cole llevó sus manos al rostro de Savannah. Sujetó su barbilla y la besó profundamente, succionando su lengua en su boca. Un sonido más allá de la puerta de su dormitorio capturó su atención y se alejaron, respirando irregularmente. —¿Qué demonios? —murmuró él—. Espera aquí. —Saltó de la cama y se puso un par de pantalones de pijama antes de ir a investigar. Marissa estaba en su cocina, tratando torpemente con la máquina de café. —¿Que estás haciendo aquí? —Se apuró para atar la cuerda de su pantalón, el pánico ascendiendo porque Marissa sabría que durmió con Savannah. Pero a menos que hubiera comprobado el dormitorio y lo encontrara vacío, tal vez su secreto se encontraba todavía a salvo. Colocó el café para preparar y se volvió para enfrentarlo. —Liam y yo dormimos aquí anoche. Espero que eso esté bien. Estábamos muy borrachos para conducir. Él giro alrededor de la sala de estar y encontró a Liam todavía durmiendo en su sofá. ¿Dónde había dormido Marissa? —Ambos dormimos en el sofá. No fue gran cosa. Marissa no sabía. El alivio inundó su sistema. Él aún no procesaba que Liam y su hermana compartieron el sofá. —Sí, no hay problema. —Pasó una mano por su cabello en un intento de alisarlo. Savannah salió del dormitorio, vestida en vaqueros y una de sus sudaderas que colgaban cerca de sus rodillas. —Tenía frío —explicó a las miradas de Marissa y de él. Cole la estudió por pistas sobre cómo se sentía acerca de anoche. No podía creer que él había permitido que las cosas fueran tan lejos. Pero la sonrisa de Savannah mientras revoloteaba a su lado y entraba en la cocina lo calmó ligeramente. Si ella no se arrepentía, él tampoco lo haría. Además era difícil arrepentirse del mejor sexo de su vida.

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Coló escapó de la cocina, necesitando una ducha fría y tiempo para reunir sus pensamientos. Regresó quince minutos después, no más lejos de entender que sucedía entre él y Savannah. El olor de tocino friéndose deshizo sus preocupaciones por el momento. Como de costumbre, Savannah había cocinado lo suficiente para alimentar a veinte personas. Todavía no había dominado el control de las porciones, habiendo cocinado para un recinto completo de personas en su pasado. Ella colocó una fuente con muffins de arándanos caseros, una bandeja que conservaba el calor que contenía huevos revueltos, y un plato lleno con tocino frito en el centro de la isla, antes de dirigirse a verter el café de Cole. La mirada de Cole fue a Marissa. Sus ojos seguían los movimientos de Savannah, mirándola mimar a Cole, agregando leche a su café, y colocando su iPad en la encimera a su lado. Y también había estado observando cuando Cole se había encargado del deber matutino, sacando a Cuddles para hacer su asunto, y luego agregar un cucharada de comida en su cuenco en la cocina. Ellos se movieron cerca del otro fácilmente, aún con obvio cuidado y reverencia. —Cole, ¿puedo hablar contigo? —preguntó Marissa. Levantó la mirada de su iPad, una tira de tocino a mitad de camino a su boca, y suspiró. —Por supuesto. —Sus ojos viajaron entre el cuerpo de Marissa y el de Liam, estirándose en su sofá, luciendo malditamente engreído. Necesitaba llegar al fondo de eso más tarde. Su hermana estaba fuera de los malditos límites y Liam debería haberlo sabido mejor. Pero Cole se puso de pie y siguió a Marissa al cuarto de lavado fuera de la cocina. Ella cerró la puerta corrediza detrás de ellos. —¿Quiero saber que sucedió entre tú y Liam anoche? Sus labios se contrajeron mientras ella luchaba contra una sonrisa. — Probablemente no. —Mierda, Rissa. —Cruzó sus brazos sobre su pecho y la miró. —Eso no es por lo que te traje aquí para discutir. —Sus manos volaron a sus caderas—. Quiero hablar sobre lo que está pasando entre tú y Savannah. Él sacudió su cabeza. No iría ahí con Marissa. Incluso no iría allí en su propia mente, y no tenía sentido hablar sobre algo que incluso él no entendía. —No hay nada que hablar. Necesitaba un lugar para quedarse, y le di uno. Ya sabes eso. Fin de la historia. —Cole, nunca has sido bueno en las relaciones.

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—Exactamente. establecerme una?

¿Entonces

cuándo

vas

a

dejar

de

intentar

Ella negó con su cabeza. —Eso no es lo que estoy diciendo. Él esperó con impaciencia, golpeando un pie desnudo contra el piso de madera. —No puedes negar que eres diferente con Savannah. Estás sintonizado con sus emociones, sus necesidades. Nunca te he visto de esa forma. Abrió su boca para responder, pero se encontró a sí mismo sin habla. No podía negar que estaba en sintonía con Savannah; conocía los anhelos de su cuerpo, leía sus emociones mejor que las propias. Pero era solamente porque ella estaba a su cuidado, y tomó esa responsabilidad seriamente. Quizás se había ablandado en los últimos años observando a sus amigos casarse y tener hijos. Y luego teniendo a Savannah en su vida lo había empujado al límite. Tomó una profunda respiración. —Escucha, Savannah tiene un trabajo ahora, y está ahorrando para su propio apartamento. La estoy ayudando, claro, pero esto es una situación temporal entre nosotros. —Incluso cuando dijo las palabras, parte de él esperaba que no fueran ciertas. Marissa frunció el ceño y negó con su cabeza. —Eso es lo que me temía. —Le dio un golpecito en su pecho—. Tú, hermano, eres un idiota. Cole permaneció sin habla en el centro del cuarto de lavado cuando Marissa abrió la puerta y salió tranquilamente. Sacudió su cabeza y la siguió de regreso a la cocina.

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Traducido por Mitzi.C Corregido por JazminC

Cole se había deshecho de Marissa y Liam después del desayuno, y luego había llevado a Savannah de vuelta a la cama. Ella le había pedido que la dejara ducharse primero, y él finalmente la había liberado. —Trata de hacerlo rápido. Mientras estaba de pie frente al gran espejo esperando para que el agua se caliente, Savannah miró al reflejo desnudo frente a ella. Su pecho era alto y alegre, su estómago suave, pero en su mayoría plano, sus muslos un poco más grandes de lo que le hubiera gustado, pero no podía negar que por primera vez —tal vez— se sentía hermosa. Siempre que Cole la miraba, cierto rubor causaba que sus mejillas brillen, su estómago revolotee, y se sienta completamente querida y deseable. Pero anoche fue la primera vez que había actuado en el deseo que sintió arder dentro de él también. Estaba feliz y aliviada de ver que la áspera luz de la mañana, y las miradas mordaces de Marissa, no habían hecho nada para desalentar su interés. Tan pronto como la puerta delantera se había cerrado en sus invitados de la noche, Cole había tirado su boca a la suya, sus manos asentándose en sus caderas. Se habían besado suavemente, profundamente, a diferencia de la tormenta desenfrenada de la última noche, mientras él la acompañaba de espaldas por el pasillo hacia su dormitorio. Entonces la había levantado, como si no pesara nada en absoluto y la colocó cuidadosamente en el centro de la cama y sólo la miró. Savannah escondió el recuerdo del hambre abrasador en su mirada oscura y se metió bajo el chorro de agua. El dichoso rocío caliente caía sobre su cuerpo y a pesar de que quería estar allí y disfrutar de la calidez, se encontró corriendo, si sólo Cole volviera un poco más rápido. Se enjabonó el cabello con el champú rosa de toronja y luego inclinó la cabeza para enjuagar la espuma. Después de pasar el acondicionador en los largos mechones, salió del rocío directo del agua para enjabonar su cuerpo de la cabeza a los pies. Una vez que estuvo segura de que estaba limpia, se enjuagó el cabello y cortó el agua.

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Sólo entonces noto una gran figura al otro lado del cristal. Su corazón voló a su garganta. —Cole. —Agarró una toalla del gancho y rápidamente la envolvió alrededor de sí misma—. Me asustaste, ¿Cuánto tiempo has estado mirándome? Bajó la mirada tímidamente. La mirada de Savannah siguió la suya. Oh mi… Su gran erección presionaba contra los finos pantalones de algodón. —Lo suficiente —murmuró, su voz gruesa. Ella sonrió y su corazón comenzó a aflojar el paso. Tomó una segunda toalla para envolverla alrededor de su cabello chorreando. —Sólo voy a entrar rápido —Cole le dio un beso y luego se quitó los pantalones del pijama y entró en la ducha. La idea de ver a Cole ducharse era más atractiva que ir a vestirse, y se quedó de pie ahí momentáneamente distraída por las corrientes de agua corriendo por su cuerpo delgado, sobre las líneas de su paquete de seis, y se estremeció. Su mirada vagó hacia abajo. Todavía estaba medio duro y ella se sentía cada vez más caliente por todas partes. Queriendo dar un paso bajo el agua con él, se obligó a huir del baño y se lanzó hacia la habitación de invitados. Se vistió en bragas y una camiseta y parcialmente se secó el cabello por lo que no se convirtió en un lío rizado. Luego esperó por él en su cama. Tiró de las sabanas alrededor de su cuerpo y se acurrucó en su almohada, inhalando su aroma con cada respiración. Cole salió unos minutos más tarde, su piel aún húmeda y brillante con pequeñas gotas de agua y una toalla blanca sujeta alrededor de la cintura. —Mejor que no te hayas vestido ahí abajo —susurró, inclinándose para plantar un beso en su boca. Tragó saliva. —Vas a tener que venir a averiguarlo. —Si esto es como el coqueteo era, inscríbanla. Cole la hacía sentir viva y delirantemente feliz, como si todos sus sentidos se agudizaran y ella nunca dejaría de sonreír. Pero no tuvo mucho tiempo para examinar sus sentimientos, porque él dejó caer la toalla de sus caderas y se paró delante de ella, completamente duro y terriblemente caliente. Savannah cedió, echando hacia atrás las mantas y arrastrándose a través de la cama hasta que estuvo cara a cara con su virilidad. Arrodillándose en cuatro patas, alineo su boca con su polla esperando. Él bajó la mirada y acarició su mandíbula. Savannah colocó dulces besos a lo largo de la cabeza y eje, pero cuando su lengua salió a

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probar la punta, sus caderas se sacudieron hacia delante y dejó escapar un gemido. Disfrutando de tenerlo completamente a su merced, Savannah envolvió una mano alrededor de su base y deslizó su boca alrededor de él, deslizándose hacia atrás y adelante. Maldijo y enterró las manos en su cabello. Ella comenzó a perderse a sí misma en su placer, meciendo sus caderas y agregando pequeños gemidos por su cuenta. La mano de Cole se movió de su cabello, arrastrándose bajo su espalda y acarició su culo. Sus dedos encontraron su camino dentro de sus bragas a su centro húmedo. Masajeó ese lugar que parecía instintivamente saber le traía placer. Se quedó sin aliento y se meció contra su mano, mientras continuaba dándole placer con su boca. Savannah estaba rápidamente empapada y lista, la firme mano de Cole en su mandíbula la trajo de vuelta a la realidad, aunque sea por un segundo. Levantó los ojos hacia él, su boca aún llena de él. —Mierda, esa es una hermosa vista. —Le acarició la mejilla con su pulgar, y observó con reverencia mientras seguía sus lentos y firmes movimientos. El deseo grabado en su rostro iba a deshacerla. Cole de repente la levantó, situándola, así ella estaba sobre su espalda tan rápido que ni siquiera estuvo segura de lo que había pasado. Le quitó las bragas y luego se cernía sobre ella, levantando su camiseta para besar sus pechos. —¿Estás segura de que no estás demasiado adolorida? —Sus ojos se movieron hasta los de ella mientras plantaba besos húmedos a lo largo de su tórax y entre sus pechos. Sabía lo que quería, y no iba discutir eso. Envolvió una pierna alrededor de su cadera, atrayéndolo más cerca. —Cole. Condón. Ahora. Él se rió entre dientes contra su garganta y la soltó sólo el tiempo necesario para buscar a tientas en la mesita de noche. Escuchó el sonido de un paquete crujiendo y luego volvió a besarla. Sus bocas se movían juntas en un choque frenético de lenguas deslizándose y gemidos sutiles. Cole se levantó lo suficiente como para llegar entre ellos. Sus ojos se quedaron fijos en los de ella mientras se colocaba en su entrada y suavemente empujó hacia delante. Ella envolvió las piernas alrededor de su espalda, bloqueando sus tobillos e inclinándose hacia arriba para encontrar sus cuidadosas embestidas. Él plantó un suave beso en su boca y empujó de nuevo hacia delante, deslizándose en su interior en una deslumbrante sensación de

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calor y plenitud. Su espalda se arqueó en la cama y metió su cara contra su cuello, besando y murmurando cosas dulces… lo bien que se sentía... lo hermosa que era. Savannah apretó sus ojos y emparejó el paso, obligando a sus caderas a subir de la cama para inclinarlas hacia las de él. Su boca estaba en todas partes —cerca de su oído así ella podía oír sus jadeos guturales, en su cuello, besando y mordisqueando contra su sensible carne, cubriendo los suyos en un abrasador caliente beso. Se retorció debajo de él, dirigiéndose cada vez más cerca del éxtasis con cada golpe brutal, cada beso dulce. —Cole —gimió, levantando sus caderas a su última vez mientras ola tras ola de placer se disparó a través de su centro. Él aminoró el paso, pareciendo entender su necesidad de salir de la intensa explosión de placer durante todo el tiempo que a le fuera posible. Ella lanzó un gemido final y clavó sus uñas en su espalda mientras se agarraba a algo, algo que apretó. Cole tomo sus manos, sujetándolas sobre su cabeza y aumentó su ritmo, golpeando en su interior a un ritmo constante hasta que sintió que todo su cuerpo se tensó y sacudió, y supo que había encontrado su liberación, también. Se dejó caer a su lado en una pila, tirando de su cuerpo al suyo de modo que su espalda se presionaba contra su frente. Colocó un pesado brazo alrededor de su cintura, sujetándola contra su pecho. Savannah cerró los ojos y soltó un suave suspiro, sintiéndose segura y más feliz de lo que recordaba.

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Traducido por Buty Maddox Belikov Corregido por Sofí Fullbuster El teléfono de Cole sonó con un nuevo mensaje. Desenredó su brazo de Savannah y marcó su código de seguridad para desbloquearlo. Mierda. Era un texto de Sali. ¿Listo para salir más tarde? Savannah levantó la cabeza de su pecho y dejó caer el teléfono sobre la mesa de café delante de ellos. Cuando se atrevió a mirar hacia a Savannah, podría haber jurado que vio lágrimas nadando en sus ojos, pero parpadeó y el efecto se había ido, haciéndole preguntarse si sólo se las había imaginado. Habían estado en un estado de felicidad durante semanas, teniendo relaciones sexuales con regularidad y durmiendo juntos en la cama de Cole todas las noches. Maldita sea si dejaba a Sali arruinarlo. Ahuecó su mejilla en su palma. —Oye, me voy a quedar esta noche. Sólo tú y yo. Ella esbozó una sonrisa y se inclinó para besarla. —Está bien —suspiró. Guió la cabeza de nuevo a su lugar en el hueco entre el hombro y su cuello. Sali le había enviado mensajes de texto un par de veces el último par de semanas, y había tratado de dejarla con cuidado, pero al parecer, era el momento de brutal honestidad. No estaba interesado. Pero no quería responder en esos momentos. Ver el dolor en los ojos de Savannah era demasiado. Todavía no sabía lo que era esta cosa con Savannah, pero sabía que las últimas semanas con ella, lo habían cambiado. Le había dado su vida de manera voluntaria; ella era tan vulnerable y dedica, que lo rasgó hasta abrirlo. Estaba esperando ver a través de él. Hubo momentos en que ella lo miraba, realmente lo miraba, y se preguntaba si veía su necesidad de mantener a todos en condiciones de igualdad, incapaz de amar después de tanta pérdida. Todavía tenía que tener algún tipo de discusión sobre la relación, pero Cole no tenía intenciones de salir con alguien más en este momento. Y aunque su cabeza seguía en guerra con su corazón,

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justificó su relación con Abbie. No fue realmente un engaño ya que no se acostaba con ella. ¿Lo era? Joder. Sabía que Savannah era demasiado joven para él, que ella tenía la necesidad de extender sus alas y explorar, pero por ahora, estaba feliz de que fuera parte del crecimiento. Y más que eso, cuando se acercaba demasiado, lastimaba a las personas. Abbie era el ejemplo perfecto de ello. No podría vivir consigo mismo si le hacía a Savannah lo que le hizo a Abbie. Haría todo en su poder para proteger a Savannah de su pasado, incluso si eso significa ocultarle la verdad. Por ahora. Tampoco sabía cómo iba a reaccionar Abbie con él teniendo a alguien más en su vida, y no tenía ganas de tener esa conversación en particular. ¿Cuándo su vida se había vuelto tan complicada? Acercó a Savannah y trató de empujar todo lo demás fuera de su mente. Persistentes temores sobre ese loco Dillon lo mantuvieron en el borde, pero la dulce presencia de Savannah en su vida alivió algo de su tensión. No quería preocuparse en ese momento. Pasó una mano por los brazos de Savannah, acariciándola suavemente. Se ocuparía de ella y la mantendría a salvo de una manera u otra. Tenía que hacerlo. —Cole. —Ella levantó la cabeza. —Hmm. —Pasó distraídamente los dedos por su brazo. —¿Puedo hacerte una pregunta? El pelo en la parte trasera de su cuello se levantó. Mierda. Sabía que la conversación iba a ser algo más que la que película que iban a ver después. —Por supuesto. —¿Qué va a pasar con nosotros? No estaba preparado para la pregunta. A pesar de cualquier otro tema era un juego justo entre ellos, se había negado a hablar sobre el futuro, fiel a temas no más allá de lo que harían para la cena, los planes del próximo fin de semana, o en el futuro, cuándo eran las fechas de las próximas vacunas de Cuddles. Habían vivido en su propia burbuja, disfrutando del cuerpo del otro y viviendo cómodamente juntos. Pero no se perdía las conversaciones susurradas en el teléfono de Savannah con Marissa sobre la decoración de su apartamento. Se preguntó si ella todavía pensaba en mudarse, a pesar de la intimidad de su nueva relación. Lo que era lo mejor, se dijo. No se hacía ilusiones de amor verdadero, almas gemelas, matrimonio o niños. Era más fácil, y un infierno mucho más seguro, estar por su cuenta. No podía admitir que Savannah podía ser la única que cambiaría su opinión. —¿Qué quieres decir? —le preguntó, tratando de ganar más tiempo.

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—Sólo que a veces me pregunto qué… quieres —Su expresión era tan abierta, tan honesta, que podía leerla como a un libro. Se volvió hacia ella, sosteniéndole la mandíbula en la mano. —No voy a ninguna parte, Savannah. —Presionó un suave beso en su boca. Sabía que no era exactamente la declaración de amor y compromiso que probablemente quería, pero era lo más cerca que podía conseguir. Todavía había mucho que no sabía de él, demasiado que no entendería. Eso era lo que tenía para ofrecer —protección, devoción y sexo alucinante. Esperaba que fuera suficiente. Porque, maldita sea, no podía ofrecerle más. No con su espectacular historial de arruinar sus relaciones. Ella asintió, como si aceptara su no-respuesta, y se inclinó para otro beso. Si lo físico era lo único que compartirían, ninguno parecía desear desperdiciarlo. Sus besos se volvieron calientes, y la empujó sobre su regazo, su boca moviéndose por su garganta mientras sus manos se abrían camino debajo de su camisa, masajeando con ternura los músculos de la espalda y llegando a su alrededor para correr por sus tensos abdominales. Tiró de su camisa por encima de su cabeza y el sujetador la siguió rápidamente, aterrizando en el suelo entre el sofá y la mesa de centro. Ella sacudió sus caderas contra él, descubriendo que ya estaba duro. Viendo su confianza crecer, la mirada de deseo reflejado en sus ojos, despertó su propia necesidad. Agarró sus brazos, sujetándolos a sus costados. Había descubierto que por mucho que le gustaba hacerse cargo, Savannah disfrutaba siendo manejada. Ella cruzó los brazos detrás de su espalda, entrelazando los dedos y empujó su pecho hacia fuera. Sostuvo sus manos con una de las suyas y trabajó la otra en la parte delantera de sus vaqueros. Se dio un festín con la punta caliente de cada pecho hasta que Savannah lloraba y habían conseguido liberar sus manos para tirar de su cabello. Cole la movió en su regazo, poniendo suficiente espacio entre ellos para sacar sus vaqueros y liberarse. Savannah se agachó delante de él y se quitó los vaqueros. Cole la ayudó, tirando del material por sus piernas hasta que ella pudo patear sus vaqueros en el suelo. Lo observó mientras se ponía rápidamente un condón, luego se hundió en él sin dudarlo, rindiéndose mientras la llenaba. —Dios, estás apretada. —Presionó un beso en su boca. Ella se aferró a sus hombros, sus uñas clavadas en su piel, y empezó a mecerse contra él. Verla moverse encima de él, probando y encontrando su ritmo, era la cosa más caliente que podría haber imaginado. Su tenso cuerpo cabalgándolo era demasiado. Su cabeza cayó contra el sofá y sus ojos se cerraron. Ella puso una mano a ambos lados de su rostro y abrió los ojos. Se inclinó para darle un beso, sus lenguas colisionaron y sus respiraciones se mezclaron.

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—Cole… —gruñó, apoyando sus manos sobre sus muslos mientras subía y bajaba sobre él. —Te sientes demasiado malditamente bien. ¿Cómo es incluso posible? —Porque somos nosotros —dijo simplemente. Creía en su evaluación. Sinceramente. Pero no podía negar el hecho de que lo asustaba como la mierda. Nunca había conocido a una mejor amante, lo que no tenía sentido, considerando la falta de experiencia de Savannah. Sus cuerpos encajaban juntos como dos mitades. No había habido ningún indicio de torpeza, la difícil etapa que había conocido con amantes anteriores. Sus cuerpos estaban tan en sincronía, que parecían anticipar los movimientos del otro y responder a su vez, conduciendo a un placer que no había sabido que podía existir antes de Savannah llegara. Su carne lo empuñó desde adentro hacia fuera, y la sintió comenzar a temblar. Lo montó más rápido y fuerte mientras alcazaba su orgasmo, gimiendo una serie de pequeños gemidos, luego cayó sobre su pecho, completamente agotada. Ver a Savannah teniendo un orgasmo rápidamente lo llevó a su propio clímax. Ya no parecía capaz de moverse contra él; por lo que la agarró por la cintura y la movió arriba y abajo unas cuantas veces hasta que la siguió hacia el borde.

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Traducido por Vanessa VR Corregido por Aimetz

Cole metió los pies en sus zapatos y se dirigió a la cocina. —Tengo que salir por un rato. —Le puso una mano en la cadera y se inclinó para darle un beso. Los ojos de ella volaron hacia el reloj sobre la cocina. Él sabía que sus citas del domingo se convertían en un punto de discordia en su relación y una fuente de curiosidad ardiente para Savannah. Ella abrió la boca, la pregunta justo ahí en su lengua, pero se detuvo. ¿Qué diría él si finalmente tuviera el valor de preguntar? Cerró la boca y asintió. —Está bien. Salió a los pocos minutos. Estaba cansado de sentir que prácticamente tenía que salir a hurtadillas de su casa en las tardes del domingo. Odiaba el sentimiento de culpa que lo seguía mientras conducía. No le gustaba dejar a Savannah. No le gustaba tener que hacer esto. Pero esto era lo que tenía que hacer si quería corregir sus errores del pasado. Y le debía mucho más que esto —que una hora de su tiempo. Y sabía que Savannah nunca lo entendería.

Savannah obedientemente siguió a Marissa de tienda en tienda, hasta que la espalda le dolía y sus brazos temblaban de llevar todas las bolsas de compras. Terminaron en el bar de Liam para tomar una copa. Liam sirvió a cada una copa de vino blanco frío y colocó un tazón de almendras saladas frente a ellas. Savannah notó que sus ojos se desviaron hacia Marissa cada pocos minutos, sin importar a quién le servía. Savannah tomó un sorbo de vino. Mmm. Dulces toques de pera y albaricoque fresco se encontraron con su lengua. Su mente vagó por enésima vez en Cole y sus salidas apresuradas de los domingos. Consideraba preguntar a Marissa al respecto, pero decidió no hacerlo, ya que no estaba segura de poder manejar la información. —¿Puedo

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preguntarte sobre Cole? —Savannah se mordió el labio, las mariposas tomando vuelo en su interior. —Por supuesto. —Marissa se encogió de hombros, haciendo estallar una almendra en su boca. —Un tipo como Cole... —Ella frunció el ceño luchando por las palabras adecuadas.— ¿Es difícil llegar a conocer? ¿Es cerrado? —¿Emocionalmente atrofiado? —ofreció Marissa. Savannah exhaló, dejando escapar una pequeña risa entrecortada. —Sí. Marissa asintió y sonrió débilmente. —Te preocupas por él. Esa no era una pregunta así que Savannah no se molestó en contestar. ¿Era tan obvio? Marissa contempló el contenido de su copa de vino, girando el tronco con las manos. —Hay algo que quiero decirte. La sensación de que los próximos minutos iban a cambiar las cosas considerablemente latía bajo en el estómago de Savannah. Marissa confirmó que desde hace varios meses, Cole confío en ella acerca de sus terrores nocturnos. No quiso hablar de ello durante mucho tiempo, pero Marissa fue implacable después de que comenzó perdiendo peso y con círculos oscuros grabados bajo sus ojos. Había confiado en Marissa sobre un caso donde una chica inocente fue atrapada en el fuego cruzado y acabó recibiendo una bala antes de que pudiera tirar abajo al sospechoso. Marissa lo obligó a ir a un médico, consiguió una prescripción de medicamentos contra la ansiedad y píldoras para dormir que tomó varios meses después de que ella murió. Pero él en realidad nunca trató adecuadamente las cosas, o aceptó que la muerte de ella no fue su culpa. —¿Pero nunca se involucraron… románticamente? —No. Literalmente acababan de conocerse. Cole estaba allí cuando ella murió y se culpó a sí mismo porque no pudo protegerla. Aturdida en el silencio, Savannah asintió. Él la estaba rehabilitando, no porque sintiera algo por ella, sino por su sentimiento de culpa por la muerte de otra chica. —¿Estás bien? Estás pálida —dijo Marissa. Las orejas de Savannah retumbaron con la repentina avalancha de sangre, pero consiguió asentir. —Estoy bien. Es solo que no lo sabía. Marissa le palmeó la rodilla. —Me lo imaginaba. —Luego despachó el resto de su vino, y agitó su copa a Liam por su oferta de otra más—. Mi

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hermano se está enamorando de ti. Solo que no lo sabe todavía. Sé paciente con él, ¿de acuerdo? Savannah asintió, con la boca seca y el estómago dando saltos mortales. —¿Podemos irnos? —Sabía que Cole regresaría de lo que fuera que hacía el domingo y ellos necesitaban hablar. Marissa asintió, dejó una buena propina para Liam y luego condujo a su casa. Después de luchar con las bolsas de ropa que ya ni siquiera recordaba haber comprado, Savannah cogió a Cuddles en sus brazos y se salió, no muy lista para enfrentar a Cole. Cuando volvió a entrar en el apartamento lo encontró en la cocina, hurgando en los menús de comida para llevar. —Oye, no sabía cuándo estarías en casa, así que pensé que me gustaría ordenar esta noche. Savannah soltó a Cuddles retorciéndose en el suelo y miró a sus pies. —¿Qué está mal? Lágrimas calientes y saladas picaban en sus ojos. —Tenemos que hablar.

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Traducido por Mitzi.C Corregido por Cami G.

La sola lágrima rodando por la mejilla de Savannah lo mantuvo inmóvil por un momento. —¿Savannah? —Dio un paso más cerca, guiándola por el codo hacia el sofá—. Dime que pasó. Ella cayó al sofá, curvó sus piernas debajo de ella y dejó escapar un profundo suspiro. —Hablé con Marissa hoy. —Está bien… —se preparó, sin saber lo que venía. —Me habló de la chica… que murió. —Oh. —Cole temía que fuera algo mucho peor, algo que él había mantenido enterrado lejos de todos. Pero incluso mientras su pulso se disparaba, sabía que no podía ser. Porque eso era algo que ni siquiera Marissa sabía. Y esperaba que nunca lo hiciera. Con voz temblorosa, Savannah admitió a Cole que temía que eso significara que lo que había entre ellos no fuera real. Nunca había considerado la conexión, pero cuando confrontó la información, el vínculo era evidente. Por supuesto que lo que sentía por Savannah estaba en una liga completamente diferente, sus sentimientos por ella mucho más intensos. Cristo, había estado compartiendo su casa con ella por meses ahora. —¿Eso es todo lo que soy para ti? ¿Alguien para salvar, ya que no pudiste salvar a la última chica? —las lágrimas fluyeron libremente, y se enroscaron en ella, abrazando sus rodillas contra su pecho. —Savannah... eso no es... —Necesitaba ser salvada una vez, pero ya no… no ahora. Ahora solo necesito… —Hizo una pausa, tomando aliento temblorosamente. —Dime —él la atrajo más cerca, forzándola a separarse de su posición en el sofá. —Que me amen. Que me acepten. El profundo nudo que se había sentado en su pecho se rompió, y

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soltó una profunda respiración, como si fuera la primera. Su resolución se apartó y tiró a Savannah a su pecho. —Shh. Todo va a estar bien. Te lo prometo, eres mucho más para mí que una niña perdida por salvar. Tal vez todo esto fue al principio, pero no ahora. —Era lo máximo que podía darle. No podía prometerle un futuro, o amor eterno y devoción. Su corazón era poco más que un trozo de carne en su pecho. Había sido borrado y destruido en diminutos pedazos demasiadas veces. Y su sucio pequeño secreto, la razón por la que se va todos los domingos, iba a ser la gota final para que ella se alejara. Si declararan su amor el uno al otro, solo haría su eventual caída mucho peor. Las lágrimas calientes de Savannah humedecieron su cuello y devoró su control. Ella dio un suspiro tembloroso en un intento de controlar sus emociones. —Cole. Eso no fue tu culpa. Tienes que dejarlo atrás. Superar el miedo de perder a alguien porque no pudiste salvar a esa chica. Un tímido gesto tiró de sus labios. Odiaba la forma en que ella lo miraba. Como si él fuera el que estaba dañado. —Dios, Savannah, debes estar con alguien que te enseñe cómo vivir la vida, no alguien que tiene miedo de vivirla, también. —Así que vamos a enseñarnos. Vamos a tomar las cosas un día a la vez, estar allí, descubrir nuevas pasiones y sueños juntos. Vamos a abrazamos en la noche cuando los temores intenten reaparecer. La miró con angustia. Si pudiera darle el mundo, lo haría. Pero no la tendría conforme. No por él. No cuando se merecía mucho más. No creía que alguna vez hubiera dos personas más adecuadas para el otro, pero algo dentro de él se paralizó y no podía decir las palabras. No podía decirle que todo estaría bien, no podía prometerle por siempre. No con todo su equipaje. Lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas, y Cole las secó. —No llores. Te tengo. Estoy aquí. —Le acarició la espalda, y ella dejó que las lágrimas viniesen. Cole continuó frotándole la espalda, murmurando palabras tranquilizadoras, cariñosas, cerca de su oído, y sobre todo, solo abrazándola y dejándola romperse. Estaba seguro de que su caída era más que solo por la información que Marissa había compartido con ella. Había estado esperando que todo la golpeara desde hacía algún tiempo. Y parecía que finalmente pasó. Eventualmente, sus sollozos se convirtieron en pequeños hipos, y Cole la empujó de la curva de su cuello que había reclamado como suyo. Se cubrió la cara con las manos. —No me mires. Estoy horrible. Él se rió y le quitó las manos. —No eres horrible. —Sus ojos estaban

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hinchados y rojos, su piel manchada—. Necesitas un pañuelo, tal vez, pero nunca podrías ser horrible. Ella sonrió y juguetonamente le dio un manotazo a sus manos. —Lo siento, soy una chica. Él se inclinó y la besó en la frente. —Nunca te disculpes por eso, nena. Confía en mí, estoy muy feliz de que eres una chica. —Puso los pulgares por debajo de sus ojos, capturando algo del rímel negro agrupado allí—. Ve a la cama. Voy a conseguir los pañuelos. Ella asintió y se dirigió por el pasillo. Cole se unió a ella en la cama, sus manos con Cuddles metido bajo un brazo y una caja de Kleenex en la otra. —Entrega especial —sonrió, colocando al sobreexcitado cachorro en la cama. Rápidamente salto sobre Savannah y comenzó a lamer su cara. Savannah se rió y puso el cachorro en su pecho, acariciando su espalda. —Gracias. Cole colocó las mantas a su alrededor. —Solo descansar un poco, yo voy a encargarme de ordenar la cena. ¿Alguna petición especial? Ella negó con la cabeza. —Cualquier cosa está bien. Pero no pizza. Oh, y tal vez algún postre. Él se rió entre dientes. —Cualquier cosa, siempre y cuando no sea pizza e incluya postre. Ya lo tienes. —Apagó las luces y se fue, la pesada sensación una vez más asentándose en su pecho. Viendo la reacción de ella esta noche trajo rotunda claridad a su excursión de domingo; nunca jamás podría decirle acerca de Abbie. La rompería.

A la mañana siguiente, Cole ató los cordones de sus zapatos. En su camino a las pistas de atletismo, pasó por su SUV y vio un trozo de papel blanco escondido bajo su limpiaparabrisas. Una sensación de hundimiento en su instinto le dijo que esto no era una advertencia como la que los notarios a veces dejan, cubriendo todos los coches. Su entrenamiento pateó. Miró a su alrededor, pero no había nada fuera de lo común. Cogió el trozo de papel y lo desdobló. Te llevaste algo mío y voy a estar de vuelta por ella. Mierda. Escalofríos se arrastraron por su espina y sus músculos se

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tensaron. Había estado temiendo por semanas que Dillon reapareciera. Metió el papel en su bolsillo y retrocedió por las escaleras hacia Savannah. Se quitó los zapatos de correr en el vestíbulo, agradecido de que a Savannah le gustara dormir en las mañanas de domingo. Debatió qué le diría cuando se despertara. Al menos el edificio necesitaba una llave para entrar. Pasó una mano por su cabello. No quería alarmar a Savannah, pero ¿era aún seguro para ella ir a trabajar mañana? Se paseó por la cocina para evitar golpear la pared. Necesitaba conseguir recomponerse y tener su cara de juego al momento en que se despertara. Presionó la palma de su mano contra su corazón. El maldito pecho estaba apretado de nuevo. Hizo una taza de café y se la llevó a la barra con las manos temblorosas. Estaba demasiado excitado para sentarse, así que se quedó allí, tragando sorbos del muy caliente café. No le diría a Savannah. No aún. Mañana iría a trabajar, reuniría todo lo que podía encontrar sobre Dillon y tendría a Savannah haciendo lo mismo. La acompañaría a su coche, la enviaría a trabajar como algo normal y luego se dedicaría a rastrear a este imbécil.

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Traducido por NnancyC Corregido por MaryJane♥

La semana pasó sin otra nota o alguna señal de que Dillon había regresado, pero el sentido de alerta de Cole no se había calmado. No del todo. Él todavía no le había dicho nada a Savannah, pero estaba más alerta que nunca, acompañándola a su coche, llamando para comprobarle en el trabajo, insistiendo en pasear a Cuddles él mismo. Comenzaba a sospechar que ella sabía que pasaba algo, pero era casi como si no quisiera saber qué, rehusándose a hacer algunas preguntas, y en su lugar dejarlo ser el macho alfa sobreprotector que necesitaba ser. Buscando en la base de datos de la Oficina no había encontrado mucho, y había debatido consigo mismo toda la semana sobre conseguir que la policía se involucre, y tal vez incluso a su jefe Norm. Si lo hacía, sabía que tendría muchas explicaciones que dar sobre por qué un fugitivo de la secta vivía en su casa. También sabía que había poco que la policía podría hacer con una nota manuscrita imprecisa y solamente una corazonada de quien la escribió. Así que en su lugar él era súper minucioso y observador y se mantenía cerca de Savannah, lo mejor que podía hacer bajo las circunstancias. Pero el viernes a la noche cuando llegó a casa del trabajo y encontró otra nota, esta vez dejada en su puerta principal, su modo pasivo-agresivo de tratar con esto había terminado. El bastardo había violado de alguna forma la seguridad del edificio y entregó la nota directamente en su puerta. ¿Que si Savannah hubiera estado en casa? ¿Qué si le hubiera dejado entrar? Y el sucio mensaje escrito en el papel envió a su corazón a correr en una furia asesina. Tú tomaste mi corazón. Ahora tomaré el suyo. Llamó a Savannah y resultó que ella regresaba a casa desde el trabajo. Puso su pistola en la parte trasera de sus vaqueros, bloqueó la

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puerta detrás de él y fue a esperarla en el estacionamiento. Ella sonrió cuando lo vio y trotó desde su coche hacia su lado. Pero su sonrisa cayó cuando asimiló la tensa postura de sus hombros y el ceño tirando en su boca. —¿Cole? Él colocó un beso en su boca y la atrajo más cerca. —Anda, vamos adentro. Permitió que la lleve a su lado en pasos bruscos mientras él miraba a su entorno. Una vez dentro, señaló la nota en la isla de la cocina. —¿Reconoces esa letra? Su mirada preocupada encontró la suya y cruzó la habitación cuidadosamente, como si hubiera un tigre vivo en la cocina en vez de un trozo de papel. Se estiró por el papel, y Cole le agarró la muñeca. —Sin huellas digitales —advirtió. Ella asintió y se inclinó sobre la encimera para leerlo. Su mano voló a su boca. —¿Dónde encontraste esto? —Fue metida en la rendija de la puerta principal. Todo el color se drenó de su rostro y las manos de Cole en su muñeca fueron la única cosa manteniéndola sobre sus pies. —¿Sabes de quién podría ser? —investigó, esperando su honesta valoración en el asunto sin sus sospechas coloreando su visión. —Es de Dillon. —Su voz era confiada y segura—. Él acostumbraba a decir siempre que yo había capturado su corazón. Y también luce como su letra. —Ella se volvió en su pecho, enterrando su rostro. Los brazos de Cole rodearon su espalda, abrazándola cerca. — Vamos a salir de aquí por el fin de semana. Vamos a quedarnos en algún lugar más mientras resuelva esto. No me gusta que sepa dónde estamos. Savannah asintió. —Está bien. Él le dio un beso rápido. —Ve a empacar. Se rápida. —¿Qué sobre Cuddles? Mierda. Maldito perro. Consideró arrojar la cosa en lo de Marissa, pero si por alguna casualidad Dillon seguía sus movimientos, no quería a su hermana involucrada. —Veremos si Levi y Deb pueden cuidarlo por el fin de semana. Arrojó algunas prendas en un bolso de lona, agregó su arma y un cargador extra, luego encontró a Savannah en la cocina donde vertía alimento para perro en una bolsa de plástico. Él arrojó los bolsos sobre su

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hombro y se aventuraron al pasillo hacia el piso de Levi con un despreocupado cachorro trotando al lado de ellos. Cuando Deb contestó la puerta, Cuddles colisionó pasándolos. —Lo lamento por eso. ¡Cuddles! —llamó Savannah después del animal travieso. —Oh, eso está bien. ¿Qué pasa? —Deb observó los bolsos sobre el hombro de Cole. Él pasó un brazo alrededor de la cintura de Savannah y la apretó más cerca. —Vamos a salir por el fin de semana. ¿Te importaría cuidar al perro por un par de días? La boca de Deb se curvó en una sonrisa. —Sabía que había algo entre ustedes. Seguro. ¿Por qué no? Savannah le dio a Deb la bolsa de comida, el juguete favorito de Cuddles, y le proporcionó instrucciones además de lo que al perro le gusta y lo que no. Un par de minutos después, se alejaba en su camioneta, Cole mirando por el espejo retrovisor constantemente hasta que estuvo seguro que no los seguían. Savannah se estiró y encontró su mano. Su agarre de muerte en el volante amainó sólo ligeramente. —Lo siento —murmuró ella. —¿Por qué? —Por desencadenar esta locura en ti… dudo que quisieras pasar tu fin de semana huyendo conmigo. Él apretó su mano, pasando dedos por sus nudillos. —Esto no es tu culpa. No quiero que te preocupes por nada. Voy a encargarme de esto. Lo prometo. Y quise decir lo que le dije a Deb. Tú y yo vamos a disfrutar de una salida de fin de semana romántico. Eso es… ¿si estás dentro? Ella lanzó un suspiro. —Quieres decir, ¿cómo fingir que todo esto no está pesando en nosotros? Él se encogió de hombros. —¿Por qué no? Prometo que me haré cargo de esto. Y tú y yo vamos a relajarnos, de una forma o de otra. —Está bien. —Pero la profunda arruga en su frente permaneció. Cole giró al sur en la autopista y salió dos veces, girando alrededor para asegurarse que no lo seguían antes de instalarse en el viaje de doshoras adelante de ellos. Sabía a dónde la llevaba. Era un hospedaje en un lago privado que él había reservado hace varios años cuando las cosas con su novia en ese entonces se habían vuelto serias. Aunque nunca llegaron al hospedaje. Ella lo había engañado el fin de semana antes que planeó llevarla allí. Cole empujó los pensamientos de su mente y enlazó sus dedos con los de Savannah, haciendo su mejor esfuerzo para calmarla.

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Ella escuchó su conversación telefónica unilateral mientras él conducía. Había llamado a alguien llamado Norm quien creía era su jefe en el FBI. Se sentía extraño escucharlo hablar de ella, sin embargo, no se sentaba a su lado, pero sabía que él trataba de ayudar. Savannah estaba más interesada en escuchar como explicaba su presencia en su vida, pero no reveló mucho sobre su relación, simplemente diciendo que Savannah de la investigación Jacob Stone era una amiga suya y que necesitaba su ayuda. ¿Amiga? Sorprendida por enterarse que esta no era la primera nota que Dillon había dejado. Aparentemente habían sido dejadas otras en su parabrisas hace un par de semanas. Cole informó a Norm que estaban en el cajón de su escritorio de trabajo, dentro de una bolsa plástica, y que la había espolvoreado por huellas. La voz de Cole aumentaba y la vena en su cuello palpitaba, pero después de algunos momentos tensos de ida y vuelta con Norm, Cole parecía complacido. —Sí, vamos a atrapar a ese hijo de puta. Está bien, gracias Norm. — Cole terminó la llamada y colocó su teléfono en el centro de la consola entre ellos. Savannah tragó, manteniendo sus ojos en el camino. —¿Todo está bien? Él se inclinó y agarró su mano. —Sí. Lo estará. Norm dice que enviará a alguien para detener a Dillon. El caso aún no ha sido cerrado oficialmente, así que no hay problema con llevarlo para un interrogatorio, a pesar de lo poco definido, la conexión está entre él y esas notas. Pero al menos ellos pueden hablar con él… ver lo que dirá. Dejarle saber que todavía está en nuestro radar. —Bueno. —Levantó sus piernas, doblándolas debajo suyo en el asiento, e intentó no preocuparse. Dillon era inofensivo. ¿No? Estacionaron en el carril privado del camino que llevaba de vuelta al bosque. El sol comenzaba a descender, iluminando el campo y el hotel de dos pisos de madera en un brillo de rosas, naranjas y dorados. —Guau. —Savannah se sentó derecha en su asiento y sonrió con gratitud—. Esto es hermoso.

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Cole estaba contento de que ella era la primera y la única chica que había llevado ahí. Y desde lo que recordaba, las fotos en línea no le hacían justicia a este lugar. Tenía un toque solitario, rústico. Era perfecto. La condujo dentro, sus bolsos una vez más descansando en su hombro. Huyendo del peligro o no, fue criado en Texas, y eso quería decir modales, abrir puertas para las damas y ser todo un caballero. Cuando descubrió que Savannah nunca antes se había quedado en un hotel, reservó una suite, completa con un balcón privado con vista al lago. La suite estaba constituida de una sala de estar con un sofá y un sillón reclinable tílburi en frente de una chimenea de piedra, una habitación aparte con una cama gigante adornada con un edredón esponjoso blanco, y un gran cuarto de baño con una ducha vidriada y separada de la bañera grande, pero era espaciosa y bien equipada. Miró a Savannah explorar las habitaciones, terminando su recorrido en el balcón. Los últimos rayos de sol se deshacían en el lago azul oscuro. Llegó detrás de ella, enjaulándola contra la valla de metal y acurrucándose contra su cuello, respirando su aroma. Era tan suave, tan adorable, que provocaba en él no el empedernido agente del FBI necesitando justicia, sino un hombre en necesidad de una mujer. Era fácil perderse a sí mismo en ella, y casi no podía creer que se había resistido por tanto tiempo. La conversación con Norm había ido bien, y confiaba que ahora que había agarrado el toro por los cuernos e involucró al FBI, ese idiota de Dillon sería cuidadoso. Sin embargo sabía que las cosas nunca eran así de simples, y sintió que sin duda tendría que sincerarse con Norm el lunes a la mañana. Lo que sea que iba a suceder ahora estaba fuera de su control, así que era inútil preocuparse sobre ello. Disfrutaría de su salida secreta con Savannah antes que fueran obligados a enfrentar la realidad y lo que sea que venga. Ordenaron una cena sencilla y comieron en el sofá con los platos balanceados sobre sus rodillas. Cole también había pedido una botella de vino, imaginando que necesitarían la relajante ayuda. Savannah no hizo más que picotear con desgano la comida en su plato, y el apetito de Cole no era mucho mejor. Lavó sus platos y discretamente comprobó su teléfono en la cocina. Todavía nada de Norm. Regresó a la sala de estar, volviendo a llenar dos copas. —¿Quieres sentarte en el balcón? Savannah elevó sus ojos hasta los suyos como si el sonido de su voz interrumpió algún pensamiento personal. —¿Mmm? Oh, por supuesto. —

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Aceptó la mano tendida y se puso de pie, obedientemente siguiéndolo al banco acolchonado en el balcón. El anticuado candelabro de la pared proporcionaba un suave resplandor de luces parpadeantes, y debajo el agua golpeando la orilla del lago era el perfecto telón de fondo. Cole colocó las copas en la mesa y empujó a Savannah a su regazo, necesitando toda la distracción que el contacto corporal le ofrecía. Quería tranquilizarla, prometer que todo estaría bien, pero no podía. Así que en su lugar la abrazó. Se rió suavemente, permitiéndose a sí misma ser maniobrada y estrechada en sus brazos. Se volvió así que estaba enfrente de él y colocó sus palmas contra sus mejillas. —¿Por qué no me contaste sobre la primera nota? Él tragó y removió sus manos, dejándolas sobre su regazo. —Lo había manejado. No quería preocuparte a menos que sea necesario. Sólo quería protegerte tanto tiempo como podía. —Hubiera querido que me cuentes en su lugar. No puedes protegerme de todo por siempre. —Lo sé. Lo siento. —Presionó un suave beso en sus labios—. ¿Me perdonas? Tomó su tiempo antes de contestar, y Cole temía que el otro secreto que le había estado ocultando estuviera flotando por su mente. —Perdonado —murmuró, inclinándose por otro beso. Se había vuelto más segura de sí misma en iniciar su contacto físico, lo cual Cole apreciaba muchísimo. Su ritmo cardíaco se aceleró, dándose cuenta que estaban completamente solos con nada que hacer excepto disfrutar su romántica salida fingida. Él profundizó el beso, mordisqueando su labio inferior. Sus manos encontraron el trasero de Savannah y lo apretó, tirándola más cerca ante su gemido. Un gemido de frustración borboteó profundo en su garganta y agarró con fuerza sus bíceps. Era como si ambos necesitaran estar más cerca. Ahora. Se puso de pie, levantándola mientras entraban. Ella envolvió sus piernas alrededor de su cintura y los brazos rodearon su cuello, todavía sin romper su beso. Sin preocuparse por encender las luces de la habitación, Cole acostó a Savannah en la cama, inclinándose sobre ella para plantar un beso tierno en su boca antes de levantarse para admirarla, extendida sobre la cama. Su cabello oscuro era un halo de rizos en la almohada, y sus brazos, de mala gana, cayeron de su cuello, como si estuviera reacia a liberarlo.

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—Dios, eres perfecta —exhaló. Sus ojos quedaron fijos en los suyos, rehusándose a desviarse, rehusándose a romper su conexión silenciosa—. ¿Sabes cuán difícil era resistirme a ti? —Apenas me notabas. ¿Sabes cuántas veces paseé por tu dormitorio en sólo mis bragas intentando tentarte? —Sí. Cuarenta y siete. —¿Qué? —Ella se rió por lo bajo. —Estoy bromeando. No llevé la cuenta. Pero estás equivocada sobre no notarte. Me di cuenta cada maldita vez. —Y también lo hizo su polla. Había tenido un caso constante de bolas azules prácticamente desde el día que se mudó—. Eres asombrosa, Savannah. Hermosa, inteligente, cariñosa. ¿Cómo podría no notarte? —¿Y enamorarme de ti? Una pequeña sonrisa de satisfacción tiró en su boca y sabía que la necesitaba, necesitaba mostrarle que era suya. Sus manos encontraron su cinturón y rápidamente desabrochó la hebilla antes de desprender el botón y bajar la cremallera. Savannah siguió sus movimientos, sus ojos más abiertos y curiosos. Él sacó su camiseta sobre su cabeza y la dejó caer en el piso. Savannah se estremeció en la cama, todavía mirándolo. Cuando él bajó sus vaqueros y bóxers de sus caderas, ella se lamió sus labios. Y cuando su mano encontró y acarició perezosamente su longitud, ella exhaló lentamente. —Cole… —Su voz era una súplica rota en el silencioso dormitorio. —¿Sí, nena? —Continuó sus movimientos lentos a lo largo de su vara hinchada, su mano sujetando la base y deslizándola arriba hasta el punto sensible. Su mirada se precipitó hacia abajo a su entrepierna y ella mordió su labio otra vez. —¿Tú… mmm, hacías esto… cuándo pensabas en mí? Su pregunta lo sorprendió. No había esperado que tenga el coraje para preguntar algo así. —Sí. Lo hacía. —A menudo. Muy a menudo. Aspiró aire y llegó a su polla, sujetando su mano apretadamente alrededor suyo. Los movimientos de Cole se calmaron durante un momento, apreciando la sensación de su calor. Pero el deseo reflejado en sus ojos forzó a su mano a deslizarse arriba y sobre su cabeza una vez más. Él exhaló una respiración temblorosa. Introducir su mano suave a la mezcla incrementó la cantidad de placer significativamente. Él la dejó agarrarlo, y la guió, con calma y lento. —Savannah —susurró. Sus ojos se lanzaron a los suyos. —¿Con que frecuencia… hacías esto antes de que durmamos juntos?

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Mierda. ¿De verdad le preguntaba con qué frecuencia se masturbaba? No podía contestar esa pregunta. —Bastante. —A diario. Ella sonrió, aparentemente satisfecha con su no-respuesta. La mano libre de Savannah buscó a tientas el botón de sus vaqueros y Cole abandonó su demostración para ayudarla. Una vez que sus vaqueros y bragas estuvieron fuera, tomó un momento para simplemente admirarla. Era tan bella, suave donde una mujer debería ser suave, escultural y delicada al mismo tiempo. Dios, incluso sus pies eran malditamente lindos. Quería rendirse y adorar su cuerpo como se merecía, pero se sacó su camisa y se levantó de la cama. Se sentó sobre sus rodillas en el borde, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello y levantando su barbilla para besarlo. Su pecho se presionó contra el suyo, calentándose y moldeándose a su cuerpo. Su lengua cálida se deslizó contra la suya y él había perdido todo pensamiento racional. Necesitaba probarla, estar dentro suyo, poseerla… —¿Cole? —Savannah rompió el beso, sus manos colocadas en su pecho, recorriendo sus tensas abdominales. —¿Sí? —Acarició con la punta de un solo dedo a lo largo de su mejilla—. ¿Qué pasa? —No quiero que esto termine. Tú y yo. Sus hombros se relajaron. Amaba su valentía, su honestidad. Y había estado ligeramente preocupado de si iba a decirle que esto no era una buena idea. —Yo tampoco. —Era la absoluta verdad. No estaba dispuesto a perder a Savannah. Lo que sea, lo tomaría. No podía explicar cómo o por qué, pero ella le pertenecía. Ignoró la opresión en su pecho, negándose a admitir como podía posiblemente tener un futuro con Savannah con su pasado todavía firmemente agarrándose a él. Empujó atrás sus hombros, y ella cayó contra la cama, riéndose. Pero su risa murió cuando abrió sus muslos y se posicionó a él mismo en su entrada. Mierda, usar un condón. La necesitaba tan desesperadamente. Tendrían que arriesgarse, algo que nunca había hecho antes. Pero dándose cuenta que la decisión no era solamente suya, se detuvo justo a punto de entrar en ella. Puso su palma plana en su estómago. —Quiero sentirte sin un condón… ¿estás bien con eso? La expresión de Savannah fue seria sólo por un momento, como si estuviera contando los días. —Está bien —murmuró. Ella sujetó sus caderas y lo tiró hacia adelante. Cole agradecido, tomando la base de su eje y guiándose dentro de su canal increíblemente apretado. No había nada entre ellos. Las nuevas sensaciones inundaron el sistema de Cole. —Mierda, Savannah —masculló mientras ella se apretaba

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a su alrededor. Normalmente encontraba difícil alcanzar su liberación, algunas veces tomando casi una hora, pero no con Savannah. Estar dentro de ella era una experiencia completamente nueva. Era como un adolescente intentando no venirse muy pronto. Los labios abiertos de Savannah y pechos ruborizados solamente lo animaron, y cuando ella emitió una serie de diminutos gemidos agudos, casi se deshizo. Sus dedos agarraron las carnes de sus caderas cuando se conducía más rápido, buscando su alivio. Las manos de Savannah agarraron firmemente sus manos, su estómago, en todas partes que podía alcanzar mientras sus gemidos crecieron. —¡Cole! —gimió una última vez en una caída incoherente de sonidos y arrojó su cabeza atrás contra la almohada, su espalda arqueándose mientras se venía. Su propio orgasmo lo golpeó como un puñetazo en el estómago, estrellándose contra él, causando que sus piernas casi se agoten cuando su cuerpo se tensó y sacudió. Cayó arriba de Savannah, encontrando su boca por varios malditos besos mientras se vaciaba a si mismo dentro de ella en una serie de calientes reventones.

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Traducido por Mitzi.C Corregido por Juli

La situación con Dillon había sido manejada mejor de lo que podía haber esperado. El nuevo trabajo por el que había dejado el recinto para continuar era tráfico de drogas. Idiota. Cuando Norm envió a los chicos a recogerlo para interrogarlo, lo encontraron con suficiente marihuana en su coche para encerrarlo por un tiempo. Eso no significaba que su obsesión con Savannah había terminado, pero por lo menos no sería capaz de llegar cerca de ella por un tiempo. Y cuando llegue el momento, Cole estaría allí para mantenerla a salvo. Su mano apretó la suya y Cole sonrió a la hermosa chica a su lado. —Casi en casa —dijo. Casa. Se había sentido como un hogar desde que Savannah se había instalado. —No puedo esperar para ver a Cuddles. Cole se detuvo en el estacionamiento de su complejo de apartamentos y sus ojos no podían procesar la escena frente a él. Abbie estaba de pie en la acera, con los brazos cruzados sobre su pecho mirando el enfoque de su camioneta. Sus ojos brillaron con el reloj en su tablero. Mierda. Una maldición rasgó desde su pecho al verla allí. Había perdido su cita del domingo y ahora ella estaba aquí. Aquí. En su casa. Casa de Savannah. Consideró encender el motor y salir del aparcamiento, pero no tenía fuerzas para mentirle más a Savannah. Su pasado estaba aquí — contemplando su futuro, rompiendo su corazón en un millón de diminutos pedazos.

Mirando a la frágil chica de cabello oscuro correr hacia Cole y lanzarse a sus brazos dejó sin aliento el pecho de Savannah. Puso una mano contra el capó de la Tahoe para apoyarse a sí misma. Cole puso sus

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manos en los hombros de la chica, suavemente moviéndola lejos de su cuerpo. Sus ojos destellaron los de Savannah, el pánico escrito por todo su rostro. —Esta es Abbie —dijo, pero no ofreció nada más. Savannah odió la familiaridad entre ellos —la forma en la que el cuerpo de Abbie se inclinó hacia él y la forma en que sus dedos se habían calmado, a sabiendas bajo sus brazos mientras la apartaba. Abbie se volvió para examinar a Savannah, sus brillantes ojos azules ardiendo con curiosidad. Abbie era delgada y bonita, con rasgos delicados. Estaba vestida casualmente en un par de jeans gastados y un top rosa que era demasiado grande en su pequeño cuerpo. —¿Es ella? —le preguntó Abbie. Cole asintió. —Esta es Savannah. La mirada de Abbie encontró la de Cole, pidiendo permiso, antes de tender una mano a Savannah. Había cicatrices estropeando su muñeca interna y cuando la mirada de Savannah se quedó en la arrugada carne blanca, Abbie retiró su mano y la metió en su bolsillo. —Hola —ofreció Abbie, sonriendo con cuidado—, Cole me habló mucho de ti. Savannah se quedó muda. Se sintió enferma. Humillada. Abbie se volvió hacia Cole, suavizando su expresión. —No te presentaste hoy, me preocupé. ¿Te molesta que venga aquí? —Llevó una mano a la mejilla de él, pero Cole agarró su muñeca. Sus ojos brillaron de vuelta a Savannah. Se estremeció, abrió la boca, luego volvió a cerrarla. No había nada que pudiera decir. La piel de Savannah hormigueaba mientras la conciencia la inundaba. ¿Esta era con quien pasaba todos los domingos? Las cicatrices en las muñecas de Abbie, la forma necesitada en la que miraba a Cole como un niño separado de su madre, la golpearon como un porrazo en la cabeza —todas las veces que él la había mirado como si fuera inestable, el miedo en sus ojos que había vencido y perdido. ¿Tenía alguna extraña vocación para salvar a niñas necesitadas? Ella no era como esta chica, y resentía su cuidadosa vigilancia más que nunca ahora, porque significaba que los recuerdos de Abbie todavía estaban allí en la superficie. Él se volvió hacia Savannah, entregándole las llaves. —¿Puedes ah, darnos un minuto? Savannah deseaba tener un lugar a donde ir —cualquier lugar excepto dentro de su casa. Quería huir a algún lugar lejos de aquí, pero aceptó las llaves y se aventuró por las escaleras, demasiado aturdida para

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llorar, demasiado sorprendida para procesar lo que acababa de enterarse.

Cole se había librado de Abbie y se aventuró en el interior para hablar con Savannah. Necesitaba decir la verdad acerca de todo —toda la verdad— sin evitar ningún detalle. Encontró a Savannah escondida debajo de la colcha en la habitación de invitados, susurrándole a una masa retorciéndose debajo con ella. La había defraudado y se refugió en el perro por consuelo. Era un pensamiento aleccionador. Se sentó en silencio en el borde de la cama. Sus murmullos se detuvieron tan pronto como el colchón se sumergió con su peso. —No tienes que hablarme. Sólo escucha, ¿de acuerdo? —Él lanzó un profundo suspiro, sabiendo que esta conversación era de hace mucho tiempo—. Conocí a Abbie justo después de la universidad. Estaba rota, un proyecto para mí, alguien en quien podía enfocar mi energía ya que había sido tan impotente para evitar la muerte de mis padres. —Cole restregó sus manos sobre su cara. Era más difícil de lo que pensó que sería admitir todo esto en voz alta—. Abbie se cortaba, lo que descubrí más tarde. Fue abusada cuando era niña. Era una ruina cuando empezamos a salir. Nuestra relación estaba llena de dudas, celos, y en ocasiones intensa pasión. —Cole deseaba poder ver la expresión de Savannah, tener una idea de cómo lo tomaba. Pero la maldita colcha la cubría de la cabeza a los pies—. Salimos por dos años y eventualmente mejoró. Más tarde me di cuenta de que no estaba enamorado de ella, sólo había estado enamorado de la idea de salvar a alguien. Una vez que Abbie estuvo bien, la intensidad detrás de nuestra relación casi desapareció. Savannah dejó caer las sabanas, su cara haciéndose visible. Esperaba que esté llorando, pero sus ojos se encontraba secos, curiosamente mirándolo, su cara se relajó. —Traté numerosas veces terminar las cosas con ella, pero Abbie se marginaría. Así que me quedé. Nosotros estuvimos en esa forma por otros seis meses, hasta que no pude soportar más el ciclo. Lo terminé para bien. Cuddles retorció su camino fuera de las mantas y lamió la nariz de Savannah. Ella recogió al cachorro a su lado y murmuró—: Sigue hablando. —Rompí con ella y pensaba que había terminado. Por supuesto, no había esperado que Abbie tratara de acabar con su vida. Pero ese mismo

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día, se había cortado las muñecas. Su compañera de cuarto la encontró y la llevó inmediatamente al hospital, y me llamó en el camino. Cuando vi lo verdaderamente rota que estaba, pálida y débil en esa cama de hospital, tubos corriendo por todos lados, sabía que era mi culpa. Me había prometido salvarla, y ahora estaba peor de lo que nunca había estado. Por mí. Me devoró, y sabía que no podía correr el riesgo de nuevo. No cuando ella era tan increíblemente frágil. »Abbie se quedó en el hospital durante unos días, había perdido mucha sangre, y cuando se recuperó físicamente del intento de suicidio, fue llevada a un centro psiquiátrico. Se quedó allí durante más de un año antes de que vuelva a su propio apartamento. Nunca reavivamos nuestra relación romántica, pero todo este tiempo, cerca de cinco años ahora, la he fielmente visitado cada semana, como un amigo, y como su manta de seguridad, supongo. Las lágrimas comenzaron a llenar los ojos de Savannah mientras se sentaba estoicamente. —¿Savannah? Por favor, di algo —suplicó. Savannah agarró las llaves de su coche y se fue.

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Traducido por Amy Corregido por Verito

—¿Qué mierda hiciste? —chilló la voz de Marissa desde el teléfono mientras él se sentaba en el bar. —¿De qué estás hablando? —En el estado de embriaguez de Cole, le tomó un segundo comprender el enojo en su voz. Oh. Mierda. Su voz se convirtió en un susurro. —¿Por qué está Savannah en mi baño? —¿Cole? Respóndeme, maldición —gritó Marissa. Alejó el teléfono de su oreja y cerró sus ojos. Tal vez esos seis Jacks y Coca-Colas no fueron la mejor idea. —La jodí, ¿bien? ¿Es eso lo que quieres oír, Rissa? Ella se quedó en silencio. —¿Está realmente en el baño llorando? —Claro que lo está haciendo. Me lo dijo, lo mejor que pudo, sobre Abbie. Maldita sea Cole, esa chica era una ruina. No tenía ni idea que la seguías viendo después de todos estos años. —-Sí… bien… —Se pasó una mano por la nuca. Marissa conoció a Abbie hace unos años cuando salían. Liam con la mirada le preguntó a Cole si quería otro trago. Cole lo alejó—. Soy bastante estúpido, ¿huh? — Puso su vida en suspenso, apenas salía, no hizo nada que no fuera ir al trabajo y visitar fielmente a Abbie cada domingo, simplemente porque sabía que eso la animaba. Y cuando todo el asunto de Dillon surgió, se olvidó por completo de ella. Nunca había olvidado antes un domingo. Nunca. Marissa suspiró. —No dije eso. Pero Jesús, Cole, no puedes tomar la responsabilidad de salvar a cada chica que conozcas. Y Savannah no lo necesita. Ella necesita tu amor. —No me digas qué necesita Savannah. Sé lo que necesita —dijo, la ira burbujeaba en su interior. Agarró la barra hasta que sus nudillos se pusieron blancos evitando la tentación de golpear algo.

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—Escucha, me tengo que ir. Savannah acaba de salir. —Déjame hablar con… —La comunicación se cortó. ¡Joder! Tiró su teléfono en la barra delante de él. Liam lo miró con precaución. —¿Esa fue Savannah? —No. —No mencionó que fue Marissa, porque cada vez que decía el nombre de Marissa, Liam quería jugar a las veinte preguntas con él. Estaba a punto de decirle que todo iba bien —podría preguntarle a su hermana— pero se imaginó que era mejor hacerlo sufrir un poco más. Cole intentó ponerse de pie, agarrando la barra por apoyo. Liam negó con la cabeza. —Te llamaré un taxi. Para que lleve tu culo borracho a casa. —No estoy borracho. —Arrastró la palabras. Bien, quizás un poco—. Sí, está bien —admitió. Liam golpeó el hombro de Cole, apoyando su mano allí. —Creo que estás enamorado de ella, hermano. No es útil. ¿Por qué todos dicen eso? Cole se encogió de hombros para alejarse de él y se fue a esperar su taxi.

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Subió las escaleras, agarrando la pared por apoyo. Tomó el pomo de la puerta, lo encontró desbloqueado y entró. Marissa y Savannah estaban en la mesa del comedor. Ver los ojos hinchados y rojos de Savannah era como un puño en su intestino. Todo el aire se escapó de sus pulmones. Él le hizo esto. —¡Cole! ¡No deberías haber conducido! —gritó Marissa, saliendo de la mesa para darle un puñetazo en el hombro. Tampoco había ninguna tolerancia para los conductores ebrios después de la forma en que sus padres fueron arrancados de ellos. Levantó las manos en señal de rendición. —Tomé un taxi, relájate. — Rodeó a Marissa, dirigiéndose directamente a Savannah como si fuera una luz al final de un túnel, su faro en la oscuridad. Él había estado tratando de salvar a todos, sin embargo, fue Savannah la que le enseñó a él. Su compasión, su genuina naturaleza siguió su nivel. Ella era todo lo que necesitaba. Y había estado tan equivocado. No necesitaba ser salvada, él lo hacía. Sabía sin duda, que se arrastraría, suplicaría, le prometería el mundo, si ella lo escuchara.

Savannah lo miró con ojos cuidadosos y con un suspiro tembloroso. —Necesitamos hablar. —Su voz era gruesa, haciendo eco en toda la habitación. Marissa se interpuso entre ellos con las manos en las caderas. —No creo que eso suene como una buena idea ahora. Estás borracho, Cole. Sin quitar los ojos de Savannah, murmuró la única palabra que se le ocurrió. —Por favor. Savannah asintió levemente y lo siguió a la oficina de Marissa. Se sentó en la silla de cuero. Cole se apoyó en el marco de la puerta, odiando no poder tomarla en sus brazos. Odiaba que ya no lo necesitara por apoyo y comodidad, y que él fuera la fuente de su dolor. —Savannah, lo siento, siento no alejar a Abbie. Levantó la mano. —No digas su nombre. Mierda. Sus piernas temblorosas cedieron y se deslizó por la pared hasta sentarse en el suelo. Dios, necesitaba pensar. ¿Cómo se pedía una segunda oportunidad a la chica que significaba todo para él? —¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? —preguntó Savannah, entrecortadamente—. Me siento como una total idiota. Me humillaste, Cole. Pensé que teníamos algo especial… no tenía idea de que… —Se detuvo en seco, respiró profundo y lo mantuvo. Podía ver que trataba de no llorar otra vez. Se odiaba a si mismo aún más. Levantó la vista. La tristeza ardía en sus ojos verdes, haciéndolos más brillantes por sus lágrimas. —Tenemos algo especial. No me abandones, Savannah. La jodí a lo grande, lo sé. Pensé que hacía lo correcto al continuar viendo a Ab… ella, pero tienes razón, ¿de acuerdo? Una sola lágrima escapó y rodó por su mejilla. Cole cruzó la habitación de rodillas, tomó su cara entre sus manos y limpió la humedad con sus pulgares. —Lo siento demasiado, Savannah. Por favor, no llores. Por favor, nena. —Aún no estaba cerca de rogar, si fuera eso lo que hacía falta. —Me mentiste. Te ibas cada domingo para verla mientras yo esperaba por ti. El dolor en su rostro lo golpeó. ¿Y si ella no lo podía perdonar? Él haría cualquier cosa, pasaría la vida tratando de volver a ganar su confianza. —Lo sé. Y debí decírtelo, estaba demasiado destrozado como para saber qué hacer. —Su corazón latía erráticamente en su pecho—. Pero tú eres a quien amo, Savannah. Sus ojos se abrieron. —Estás borracho. No digas eso.

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—Estoy borracho pero, ¿crees que recién ahora me di cuenta de que te amo? Comencé a hacerlo en el momento en que te vi. Entonces viniste a casa conmigo y a pesar de que ha sido un desastre, te hiciste cargo de mi cocina, me cocinabas, me cuidaste cuando tuve gripe, y, ¿la primera vez que hicimos el amor? —Luchó contra un escalofrío al recordar—. Nunca ha sido así para mí antes. Estoy enamorado de ti, Savannah. Desesperado y completamente. Te pertenezco, nena. Su boca hizo una pequeña sonrisa y luego tragó. Anhelaba besarla, pero no sabía si eso estaba permitido. Él nunca había tenido que humillarse antes. Siempre había sido el que terminaba las relaciones, nunca el que buscaba. —Y le expliqué a Abbie que ambos necesitamos seguir adelante. No voy a verla nunca más. Soy tuyo. Te pertenezco, Savannah. Siempre lo hiciste. —De repente parecía bastante apropiado que él estuviera de rodillas ante ella. Dos latidos pasaron y Savannah seguía callada, con sus ojos fijos en él. Se llevó la mejilla a su barba incipiente y la mantuvo allí. —Sabía que estaba enamorada de ti, pero cuando vi a… ella… y me enteré que la veías a mi espalda todo este tiempo, me destruyó. —No. —Puso su mano sobre la de ella, tocando su piel—. No digas eso. No puedo soportar saber que te he hecho daño. Por favor, déjame arreglarlo. —Déjame terminar. —Enderezó sus hombros, como si cambiara su postura con un pequeño movimiento—. Solo te he conocido por un pequeño tiempo, pero te introdujiste en mi corazón. Te convertiste en todo para mí. Toda mi vida antes de ti se alejó, y tuve la oportunidad de ser yo, de convertirme en lo que quería. Me ayudaste, sin ninguna motivación egoísta. Y probablemente no debería, pero confío en ti. Siempre he confiado en ti, desde el principio. Si dices que ya no la ves, creo en ti. Pero no te atrevas a romper mi confianza de nuevo. Sonrió, disfrutando la fuerza que escuchó en su voz. Ver su confianza y crecimiento era sexy. Apartó el cabello en su cara llena de lágrimas, ansiaba besarla, para quitarle todo su dolor. Deja de pensar con tu pene, imbécil. —Odio haberte hecho sufrir. Odio verte así —admitió, su pulgar trazando círculos gentiles en su mejilla. La mirada de Savannah se intensificó. —A pesar de que estaría con el corazón roto sin ti, Cole, no se romperá como el de Abbie. No soy ella. No quiero que camines sobre cáscaras de huevo a mí alrededor, o que tengas miedo de decirme cosas porque crees que no me gustarán. Si vamos a tener una relación, tenemos que estar en igualdad de condiciones. Quiero ser tu pareja, no tu proyecto.

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Cole permaneció en silencio por varios segundos, trabajando para entender su súplica. —Sé que no eres ella. Eres una mujer asombrosa, fuerte e increíble que tiene el mando completo de mi corazón, demonios, de todo mi cuerpo. Nunca he amado a alguien como lo hago contigo, Savannah. Eres todo para mí, y quiero protegerte de toda la mierda de mi pasado. Tampoco quiero un proyecto, pero siempre seré tu protector. Así es como estoy hecho, nena. No dejaré que nada ni nadie te haga daño. Asintió. —Está bien. Sólo quería que lo entendieras. No puedes romperme de esa forma, así que no me ocultes las cosas. Si esto va a funcionar, tienes que comunicarte conmigo con total honestidad. —Puedo hacer eso. —Sonrió, y la mirada de Savannah se acercó a su boca—. ¿Nena? —preguntó, acercándose, sus ojos parpadeaban entre sus ojos y sus labios. —¿Sí? —Su voz se sentía como un respiro. El efecto de su cercanía era mareador, embriagante. —Si quieres completa honestidad… necesito besarte ahora. Savannah humedeció su labio inferior y Cole se inclinó, cerrando sus bocas en un beso apasionado.

La boca de Cole se sentía bien. Demasiado bien. Savannah se perdió en el placer, la sensación. Su cerebro tratando de ceder al control de su cuerpo. Una serie de golpes fuertes sonó en la puerta. —Um, ¿Cole? —La voz apagada de Marissa llegó desde el pasillo. ¡Mierda! Cole levantó su cabeza. —Estamos ocupados —dijo. Los ojos de Savannah se dirigieron a la perilla de la puerta, tratando de recordar si la habían bloqueado, no es que esperaba que Marissa entrara e interrumpiera. Pero Dios, no podía imaginar algo más vergonzoso. Sus pantalones se hallaban por sus tobillos y la cara de Cole sepultada… pues, en algún lugar bueno. Marissa volvió a tocar, esta vez con más insistencia. —Me alegra saber que estás… compuesto… y no me importa que estés borracho en mi apartamento. Sin embargo, me importa que estés follando lo

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suficientemente fuerte como para despertar la mitad de mi edificio. Vamos, los llevaré a casa —llamó. El calor ardía en sus mejillas. Mierda. ¿Había sido demasiado ruidosa? —Solo danos unos minutos más —gruñó Cole. Savannah se movió para levantarse, tratando de arreglar su ropa, pero Cole la mantuvo en el lugar. —Quédate. Sus ojos buscaron los suyos. —No podemos… tenemos que irnos. Negó con la cabeza y se inclinó para mordisquearle el interior del muslo. —Lo haremos. Pero quiero hacerte venir primero —susurró. Su aliento se precipitó sobre su base, y una oleada de humedad subió entre sus piernas. —Cole… —suplicó, entrecortadamente. —Shh. —Movió sus bragas a un lado una vez más por lo que su hinchada carne rosada estaba en plena exhibición—. Déjame terminar de cuidarte, luego nos vamos. —Su boca cubrió su piel sensible y comenzó a comer con avidez, lamiendo y chupando hasta que se retorcía otra vez. Gruñó en voz alta y la mano de Cole se acercó y le tapó la boca, sus ojos observando su reacción cuando su boca ávida continuaba. Estuvo a punto de deslizarse de la silla de cuero, pero la presión de la cara de Cole entre sus piernas la mantuvo en su lugar. Parecía sentirse avergonzada, abrumada por su dominio, pero en lugar de eso sólo se sentía amada. Increíblemente apreciada y amada. Y al parecer deliciosa. Se centró en su carne sensible, encontró un ritmo que destruyó todos los pensamientos que tenía de Marissa esperando al otro lado de la puerta. Se vino fuerte y rápido, sus caderas levantándose de la silla, sus manos desordenando el pelo de Cole. Su cuerpo se estremeció con violencia por su liberación y cuando abrió los ojos, se sorprendió al encontrarse en los brazos de Cole. La había levantado de la silla y la sujetaba contra su cuerpo, sus pies colgaban varios centímetros del suelo. Besó su boca y sabía a su propia excitación, a licor y a Cole. Sus ojos se cerraron con la saciada satisfacción. La dejó deslizarse por su cuerpo hasta que sus pies llegaron al suelo. Cole tomó su cara entre las manos, presionando un beso final en su boca. —Te amo. —Te amo también. —Se sentía tan bien finalmente decírselo, y aún mejor oírle decir esas palabras. —¿Puedo llevarte a casa?

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Casa. La palabra rodó fácilmente de su lengua y la hizo sentir aún más completa y feliz de lo que creía posible. De repente se dio cuenta del gran bulto en sus pantalones, ella le hizo un gesto a su regazo. —¿Qué hay de ti? Hizo una mueca mientras ajustaba su erección. —Viviré.

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Traducido por val_17 Corregido por Alaska Young

Cuando llegaron a casa, Cole detuvo a Savannah y la levantó en sus brazos para llevarla a través del umbral. Le recordó el primer día que la conoció. También la había tomado en sus brazos entonces. Simplemente se había sentido bien. Todavía lo hacía. Había algo familiar en ella, como si estuviera hecha para ser suya. La llevó a través de los cuartos oscuros y la acostó en la cama, su cama, y se dispuso a quitarle la ropa pieza por pieza. Su erección no había bajado desde su encuentro en la oficina de Marissa hace más de treinta minutos. Sabía que iba a necesitarla dos veces antes de encontrar alivio. La primera vez sería duro y rápido, la segunda vez más lenta y controlada. Él deslizó sus bragas, todavía húmedas por su anterior liberación, por las piernas y las tiró en el suelo antes de cambiar a su propia hebilla del cinturón. Savannah lo miró con los ojos muy abiertos mientras quitaba hasta el último pedazo de ropa entre ellos. Miró su polla hinchada y luego su mano derecha. Sabía lo que quería, y obligado, se agarró a sí mismo y acaricio suavemente. Ella se lamió los labios, poco a poco trazándolos con su lengua. Joder, tenía que estar en su interior. Al igual que ayer. Ya se estaba pre-viniendo y sus bolas dolían. Rodó de lado, con el cabello oscuro derramado sobre la almohada y tendió una mano hacia él, con sus ojos aun viendo todo. Acarició su muslo, su abdomen, sus uñas raspando contra su piel. Continuó sus movimientos lentos y perezosos para su audiencia increíblemente sexy de uno. Si pudiera hacer que se tocara a sí misma para él, maldición, probablemente sería su perdición. Continuó rozando su mano ligeramente por su piel, deliciosamente cerca de donde su palpitante polla suplicaba por atención. Con una mano todavía envuelta firmemente alrededor de él, le tomó la mano y se la llevó a la unión entre sus piernas. Los ojos de Savannah se abrieron, pero lo siguió, dejando una rodilla abierta. Sabiendo lo dulce que sabía, lo mojada que podía conseguir que se pusiera, los sexys gemidos que hizo en la parte posterior de su garganta lo tentó a complacerla de nuevo; pero por la lectura de su cuerpo, sabía que

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necesitaba algo más. Apretó un dedo dentro de ella, mirando su dedo medio desaparecer hasta el segundo nudillo y fue recompensado con un gemido satisfecho de Savannah. Retiró su mano, animándola a tomar el relevo. La mano de Savannah se quedó inmóvil, como si esto fuera territorio inexplorado. ¿Nunca se había tocado a sí misma antes? Respiró profundamente, su pecho subiendo, y usó sus dedos para frotar y explorar. Este momento fue más significativo para los dos, tocando, descubriendo. Sabía que Savannah se abría a él, a todo, a la vida. Ella se realizó estando protegida y sintiendo vergüenza por lo que quería. Quería sentir cada cosa, cada pequeña cosa, todo lo que la vida tenía para ofrecer. Su corazón se elevó sabiendo que no la podía retener. Ver sus dedos, inclinados con su esmalte de uñas rosa frotando contra su tierna carne, dando vueltas a esa pequeña protuberancia en la parte superior envió una oleada de calor a través de él, produciendo que una gota de fluido se escapara de su polla. Se tragó un gemido. — Savannah... —susurró, inclinándose para besarla, sus bocas moviéndose desesperadamente una contra otra en un destello de lenguas húmedas y gemidos apenas contenidos—. Tengo que estar dentro de ti, nena. Se unió a ella en la cama, acercando sus caderas, haciendo que todo su cuerpo se deslizara hacia abajo de la cama con él. Puso una mano en el antebrazo para detenerlo. —¿Podemos... probar una posición diferente? —Sin esperar a que respondiera, rodó sobre su estómago, mostrando ese pequeño culo para él. Mierda. ¿Estaba esta chica hecha sólo para él? —Cualquier cosa que quieras, cariño —dijo en un susurro puesto que todo el aire se aspiraba desde los pulmones a la vista de ella. Detuvo una mano por su espalda, cosquilleando ligeramente, y Savannah se retorció de la manera más atractiva. Se sentó a horcajadas sobre sus muslos bien cerrados, y Savannah giró la cara en la almohada para verlo. Dejó caer un beso en su boca, barbilla y hombro, se tomó en su mano y avivó suavemente su longitud, que ya descansaba entre sus nalgas. Ella la miró, todavía retorciéndose debajo de él. —¿Tengo que abrir mis piernas? —preguntó, parpadeando hacia él. Suponía que era una pregunta sincera, pero no, él podría llegar a todas sus deliciosas partes así, y lo sentiría con más fuerza con las piernas sujetadas y juntas. —No, cariño. Mantente igual que como estás. Tragó saliva y asintió. La anticipación de estar dentro de ella casi lo mata. Agarró sus caderas, sus dedos clavándose en su carne, sus pulgares separando sus nalgas, por lo que podía ver un poco debajo de su hermoso coño. Su polla

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era una roca dura y se deslizo a lo largo de su culo, como buscando el calor entre sus piernas. Su cabeza permaneció volteada sobre la almohada para poder ver. Él la miró a los ojos y continuó frotándose a lo largo del pliegue de su culo. Savannah se estremeció ante las nuevas sensaciones, y él se inclinó para colocar un beso en su boca. No iba a llevarla allí. No haría nada para lo que no estuviera preparada. —¿Confías en mí? Asintió con la cabeza, sus labios entreabiertos y respiraciones escapando en rápida sucesión. Avanzó hacia adelante, viendo como la cabeza de su pene desaparecía en su pulida, carne rosada. Sus caderas se levantaron para cumplir su siguiente impulso, enviándolo más profundo. Una oleada de placer inundó su sistema, picando en contra de su columna vertebral y un gemido gutural escapó de su garganta. Colocó una mano en su espalda, manteniéndola quieta. Si iba a trabajar su culo contra él de esa manera, lo perdería. Sosteniendo sus caderas firmes, se sumergió en ella, una y otra vez, su ritmo acelerado mientras el placer se convirtió en demasiado. Savannah se retorcía y movía mucho debajo de él, y cada vez que empujaba hacia adelante, enterrándose profundamente, ella dejaba escapar un pequeño grito. Joder, estaba apretada. Él agarró su culo con sus manos, empujando más rápido, más fuerte, hasta que sus gritos de placer eran ruidosos y no contenidos. En el último momento, se liberó de su cuerpo, y usó su mano para exprimir el placer estallando en sus nalgas, cubriéndola, marcándola. Ella era suya. Ahora y siempre. Se quedó inmóvil y respirando con dificultad mientras Cole corría al baño y volvía con una toalla tibia para limpiarla. Una vez que limpió la evidencia de su amor, se acostó a su lado, tirándola hacia sí y hundió el rostro en el hueco de su cuello. Permanecieron así, su corazón latiendo en un ritmo adaptado durante varios minutos, ninguno de ellos dispuesto a romper el hechizo. Cole finalmente bajó del capullo cálido de su cuerpo, de modo que pudiera mirarla. Una sonrisa pasó en los labios de Savannah y se llevó la mano a su cabello, tratando de alisar los mechones despeinados. —Hola. —Hola. —Le dio un beso en la boca. Parpadeó hacia él. —Estabas borracho. —Lo sé. —Lo había estado demasiado, pero la presencia de Savannah y el alcance de su orgasmo lo había serenado por completo.

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Había estado bebiendo para adormecer el dolor, un dolor punzante, profundo que hace unas horas parecía imposible de superar—. Pensé que te había perdido. —Retiró el cabello de su cara, sorprendido de que estuviera allí en sus brazos—. No voy a hacer una mierda de esto. Te lo prometo, Savannah. Ella permaneció en silencio, dejando que la abrazara. Esperó a que lo llenara de preguntas, pero supuso que después de su ingreso ya sabía toda la historia de Abbie, y ahora compartió su cuerpo con él.... ¿quería decir eso que estaba perdonado? —¿Esto significa que me estás dando otra oportunidad? Le dio un beso en el cuello. —Es posible. —Su voz era tímida, pero sus brazos alrededor de él se sentían fuertes y seguros. —Te amo mucho, nena. —Yo también te amo, Cole.

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Tres años después... Traducido por Deydra Eaton & Aimetz Corregido por Melii

Las manos de Cole capturaron sus caderas, jalándola para que su espalda descansara contra su pecho. —¿Disfrutando la fiesta? —Su aliento susurró en su oreja, enviando finos hormigueos deslizándose por su columna. Las cosas habían sido un poco incómodas para ambos en la primera función de trabajo a la que Savannah asistió, pero ahora su relación no era más una cosa. Sólo unas cuantas personas sabían cómo se conocieron, y a pesar que Norm, el jefe de Cole, era uno de ellos, había hecho la vista gorda, tomando una filosofía de “no preguntes, no cuentes”. Cole le había tratado de explicar las cosas una vez, pero Norm lo había despedido con la mano, diciendo que lo que no sabía no le haría daño. Savannah había estado en un sinnúmero de funciones de trabajo con él desde entonces, y estaba contenta de ser aceptada en el redil de las otras esposas. Sin duda era más joven que la mayoría, pero siempre había sido madura para su edad, así que no era realmente un problema. —¿Bebé? —Cole seguía esperando su respuesta. Se apoyó contra él. Los altos tacones apretaban sus pies y sus pantimedias cortaban sus muslos, pero sonrió y palmeó suavemente su mano que descansaba sobre su vientre. —Estoy bien, amor. —Y mi pequeña hija... ¿Cómo está? ¿Aun dando volteretas por ahí? —Su mano se deslizó suavemente sobre el satén de su vestido para acariciar su vientre hinchado. —Tenía hipo después de que comí ese aderezo de cangrejo picante, pero parece estar bien ahora. Se rió entre dientes contra su piel y presionó un húmedo beso contra su nuca. Ese era uno de los beneficios de tener su cabello recogido en un

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nudo. Con la mano aun en su vientre, habló en voz baja en su oído. —Si quieres te daré un masaje cuando lleguemos a casa. Mientras otros hombres celebraron nueve meses de tener un conductor designado a la mano, Cole no había tenido ni un solo trago durante el embarazo. Era un santo asistiendo a cada cita con el doctor, leyendo todos los libros sobre bebés y casi esperando sobre su mano y pie. Ella había tenido una extensa charla con él después de que le llevó el desayuno a la cama durante un mes consecutivo y trató de llevarla en brazos de una habitación a otra. Si él había sido protector y atento antes de su embarazo, era una psicótica mamá gallina durante ello. Se había calmado un poco desde entonces, pero aun insistía en masajearle los hombros o sus pies al final de un largo día. Savannah no se quejó. Especialmente desde que los masajes generalmente llevaban a más. Cole al principio había sido reacio sobre hacer el amor con ella, limitando sus actividades a sexo oral o extensas sesiones de jugueteo como si fueran adolescentes, hasta que había conseguido que el doctor le dijera a Cole que era seguro. Ahora se encontraban recuperando el tiempo perdido, por lo que Savannah estaba agradecida. Encontró que el embarazo la hizo altamente orgásmica. La música cambió y se suavizó, y Cole se balanceó con ella en sus brazos. El embarazo lo hizo delirantemente feliz, a ella también, pero siempre había querido hijos; él no había estado tan seguro cuando se conocieron por primera vez. Pero con el cumpleaños número treinta de Cole acercándose, se volvió más y más persistente sobre la idea de convertirse en padre. De todos modos, habían estado tentando al destino sin preservativos o anticonceptivos durante el último par de años, pero de repente Savannah notó que le preguntaba sobre sus ciclos, hablando de sexo calendarizado, llegando a casa de la farmacia con cajas de pruebas de embarazo. Aun sonreía ante el recuerdo. Nunca había imaginado que Cole, el agente del FBI y el macho alfa, estaría mostrando porta bebés en la tienda o comprobando los hilos en las mantas para bebés. Todas las múltiples facetas de este hombre la sorprendieron. Amaba la forma en que todavía la hacía sentir como la mujer más hermosa en la habitación, en lugar de la ballena varada como se sentía en el vestido de noche de color vino que se estiraba por su creciente barriga. —¿Cómo están tus pies? —preguntó, hablando en voz baja cerca de su oído una vez más. Cole sabía que sus pies se hinchaban a menudo al tamaño de globos para el final de la noche, y eso era cuando no estaban metidos en tacones de aguja.

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—Estoy ansiosa por ese masaje. —No quería quejarse, sabiendo que él habría insistido en llevársela lejos. Levantó el dobladillo de su vestido largo. Sip, hinchados como salchichas. —¿Por qué no dijiste nada? Ella se encogió de hombros. No quería que él se perdiera la parte de la recepción en donde recibía honores especiales por su trabajo en un caso crítico que él había ayudado a resolver. Sin otra palabra, Cole la condujo a través de la multitud, asintiendo una vez hacia Norm en su camino hacia la salida. Le entregó su ticket al servicio de aparcamiento y pronto estaban sentados en la cabina oscura de su camioneta, la mano de Cole descansando sobre su rodilla. El asiento para bebés ya se encontraba instalado en el asiento trasero, un total de dos meses antes de su fecha límite para el bebé. Una vez dentro, Cuddles los saludó en su forma habitual; proporcionándole besos húmedos a Savannah y mordisqueándole los tobillos a Cole. Ambos rieron y Cole se agachó y recogió a Cuddles para ponerlo en sus brazos. —La llevaré afuera. Ve a ponerte cómoda. — Presionó un beso en su boca antes de salir por la puerta. Savannah arrojó su vestido y la ropa interior que cortaba su circulación antes de lanzarse sobre la cama. Cole volvió pocos minutos después, y ella sintió su presencia antes de verlo. Estaba parado en la puerta de entrada solo mirándola. Todavía tiene el poder de calentar su piel con una simple mirada y estaba bastante segura que si estuviese llevando bragas estarían mojadas. —¿Vas a unirte, o vas a estar allí mirando toda la noche? Su expresión cambio, rompiendo en una sonrisa fácil. —Quiero recordarte como estás. —Cruzo la habitación hacia ella—. Eres tan hermosa Savannah. Se sentó al lado de su estirada forma, tomando suavemente sus pies en su regazo, masajeando un pie, trabajando su pulgar en el arco. — ¿Pensaste alguna vez casarte y tener un bebe en el camino? Paso su tratamiento al otro pie, sus nudillos presionando su empeine. —¿Te refieres cuando nos conocimos? Ella asintió, luchando contra la piel de gallina que sus talentosas manos enviaban por su cuerpo. —No, pero solo porque no me permití imaginarlo. Trataba lo humanamente posible de resistir. Por supuesto eres hermosa, pero entonces fuiste tan inesperada también, cuidando, dando y dulce. —Y finalmente paraste de resistirte a mí —comentó.

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—Sí, lo hice. Gracias, jodido Dios. —Volvió, inclinándose sobre ella para soltar un tierno beso en su boca. Sus dedos buscaron el botón superior de su camisa y comenzaron a trabajar en desabrocharlos. —Piel —murmuró ella contra su boca—. Necesito sentir tu piel. Agradecido, rápidamente perdió su camisa, pantalones de vestir, calcetines y empujando sus bóxer debajo de sus muslos para acostarse junto a ella totalmente desnuda. Mientras el cuerpo de Cole se envolvía alrededor suyo, Savannah dio un suspiro de satisfacción y dejó que la abrazara. Sus latidos golpeaban juntos como si reconocieran el valor que les tomó permitirse a lo que había en sus corazones. La vida se había desarrollado de manera inesperada, los eventos de los últimos años irrevocablemente los divisaba juntos. Sus grandes manos acariciaron sus caderas, bajando a su trasero para acercarla. Su toque no provocó las chispas contra su piel pero ella siempre le hacía sentir seguro, amado y apreciado. —Te amo, Cole Fletcher —murmuró Savannah en su pecho ardiente. —Te amo más, nena. —Recostó su cabeza contra su firme pecho y cerró los ojos sintiéndose segura y protegida en sus brazos. Ella era su hogar.

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Autora de romance. Vergonzosamente adicta de los chicos malos, besos e historias de amor con tensión, angustia y oscuridad.

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http://www.librosdelcielo.net/forum

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