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Staff Moderadoras Melii & Moni

Traductoras CrisCras ElyCasdel *~ Vero ~* Liillyana florbarbero Niki Val_17 aa.tesares Mel Markham Juli

Issel Cath Zöe larosky_3 perpi27 kary_ksk lunnanotte Edy Walker Jasiel Alighieri Vanessa Farrow

Aimetz Volkov Alexa Colton Sofía Belikov Nats Gabihhbelieber Annie D Jeyly Carstairs Aleja E Adriana Tate Moni

Correctoras Key Gabihhbelieber Elle ElyCasdel Cris Jasiel

Arianyss Andreina Cami Niki NnancyC Verito

itxi Daniela Agrafojo Alaska Mire Mel Markham Juli

Lectura Final Dey Kastély & CrisCras

Diseño July

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Índice Sinopsis Prólogo Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Epílogo The Probability of Violet & Luke Sobre el Autor

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Sinopsis La vida de Luke Price siempre ha sido sobre orden, control, y actuar rudo en el exterior. Para Luke, relaciones sin sentido son una forma de distracción para apagar los recuerdos retorcidos de su infancia. Desea desesperadamente poder olvidar su pasado, pero lo persigue sin importar lo que haga. Violet Hayes ha tenido una vida dura. Cuando era joven, se quedó sin familia y con el recuerdo de los asesinatos no resueltos de sus padres. Creció en hogares de acogida, viviendo con padres irresponsables, drogas y abandono, y tratando de luchar contra los dolorosos recuerdos de la noche en que sus padres fueron apartados de ella. Pero es difícil olvidar cuando nunca tuvo un cierre —y no puede dejar de soñar sobre lo que pasó en esa noche trágica. Para seguir adelante con la vida, mantiene su distancia con todos y nunca se permite sentir nada. Luego Violet conoce a Luke. Los dos chocan instantáneamente, pero aun así parece que no pueden alejarse el uno del otro. Aunque luchan contra ello, los dos comienzan a abrirse y sentir cosas que nunca habían sentido antes. Descubren cuan similares son. Pero también descubren algo más: El pasado siempre te alcanza... The Coincidence, #3

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Prólogo Traducido por CrisCras & ElyCasdel Corregido por Key

Luke (Ocho años de edad) Odio correr, pero parece que siempre estoy haciéndolo. Siempre corriendo por todas partes. Siempre tratando de esconderme. Me escondo tanto como corro, pero si no lo hago, entonces cosas malas sucederán. Como ser encontrado. O ser obligado a hacer cosas que me hacen sentir enfermo del estómago. Ser forzado a ayudarla. —Sal, sal de dónde sea que estés —canturrea mi madre mientras salgo corriendo por la puerta principal de mi casa. Arrastra la voz, lo cual significa que ha estado tomando su medicación otra vez. Toma mucho su medicación y no tiene ningún sentido para mí. A veces yo también tengo que tomar medicación, pero es porque estoy enfermo. Cuando ella la toma, parece ponerla más enferma. No solía ser así; bueno, no tan mala de cualquier forma. Hace como un año, cuando mi padre todavía andaba por aquí, actuaba normal y no tomaba medicamentos. Sin embargo, ahora es muy frecuente, y creo que podría estar volviéndose loca. Al menos así parece, comparada con las madres de todos los demás. Las veo recoger a mis amigos de la escuela y siempre parecen felices y organizadas. Mis amigos siempre se alegran de verlas, no corren y se esconden de ellas como yo lo hago todo el tiempo. Corro alrededor de la parte trasera de la casa, alejándome del sonido de su voz mientras me persigue, buscándome. Siempre está buscándome y odio cuando lo hace; a veces la odio por hacerme correr y esconderme siempre. Y por encontrarme. Normalmente, me escondo debajo de la cama o en el armario, o en cualquier parte de la casa, pero últimamente me ha estado encontrando más rápido, así que hoy decido esconderme afuera.

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Cuando llego a las escaleras del pórtico trasero, me detengo de golpe, jadeando para recuperar el aliento. Sólo hay el espacio suficiente para que me agache debajo de las deterioradas tablas y me esconda debajo de ellas. Pego mis piernas contra mí y bajo la cabeza y la pongo sobre mis rodillas. La luz del sol brilla a través de las grietas de la madera y cae sobre mí. Estoy nervioso porque, si el sol puede verme, entonces tal vez ella también pueda. Me muevo hacia atrás, más cerca del último escalón y fuera de la luz del sol, y luego contengo la respiración cuando oigo crujir las bisagras de la puerta de malla. —Luke —dice mi mamá desde la cima de las escaleras. Se pasea a través de la madera con sus zapatillas y la puerta de malla se cierra de golpe—. Luke, ¿estás ahí afuera? Meto la cabeza entre los brazos, absorbiendo las lágrimas, incluso aunque quiero llorar, pero me escuchará si lo hago. Entonces, probablemente querrá abrazarme para hacerme sentir mejor y no me gusta cuando hace eso. No me gustan muchas cosas que hace y lo mal que hace que se sienta mi vida. —Luke Price —advierte, bajando un escalón. Echo un vistazo hacia arriba a través de las grietas y veo sus peludas zapatillas rosas. El humo de su cigarrillo hace que me arda el estómago—. Si estás aquí afuera ignorándome, estarás en problemas —canturrea sutilmente, como si fuera una canción de algún juego al que estamos jugando. A veces creo que eso es lo que es para ella. Un juego que siempre pierdo. Las escaleras crujen mientras baja lentamente hasta el último escalón. Las cenizas de su cigarro se esparcen por el suelo y caen sobre mi cabeza. Unas pocas aterrizan en mi boca, pero no escupo. Me quedo tan quieto como puedo, luchando para evitar que mi corazón lata tan alto y mis palmas suden. Finalmente, después de lo que parece una eternidad, se da la vuelta y vuelve a subir las escaleras, de regreso a la casa. —Está bien, entonces lo haremos a tu manera —dice. Nunca es a mi manera y lo sé mejor de lo que creo. Esa es la razón por la que me quedo inmóvil incluso después de que la puerta de malla se haya cerrado. Apenas respiro mientras el viento sopla y la luz del sol se oscurece. Espero hasta que el cielo está casi gris antes de echar un vistazo hacia arriba, entre las grietas de las escaleras. Si fuera a mi manera, me quedaría aquí para siempre, escondido debajo de las escaleras, pero estoy cansado y hambriento.

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Ya no puedo verla u oírla, así que me inclino hacia delante y saco la cabeza de debajo de las escaleras. La costa parece despejada, así que ponga las manos sobre la tierra y me arrastro hacia fuera sobre la hierba. Me pongo de pie y me sacudo la suciedad y las piedras de mis desgarrados vaqueros. Luego, tomando una profunda respiración, corro por un lado de la casa y me apresuro a subir rápidamente la línea de la cerca hasta que llego al patio delantero. Nunca me ha gustado demasiado el sitio en el que vivimos. La hierba de todo el mundo parece amarilla y todas las casas parecen como si nunca hubieran sido reparadas. Mi madre dice que es porque somos pobres y esto es todo lo que podemos afrontar, gracias a que mi padre nos dejara y que no le importemos lo suficiente, es por eso que nunca viene a verme. No estoy seguro de creerle, ya que mi madre siempre está mintiendo. Así como miente cuando me promete una y otra vez que será la última vez que me obligue a hacer cosas que no quiero hacer. Me quedo de pie en el patio delantero durante un rato, averiguando a dónde ir. Podría trepar a través de la ventana de la habitación de mi hermana y esconderme allí hasta que llegue a casa, entonces tal vez ella pueda ayudarme. Pero ha estado actuando de forma extraña últimamente, y se enfada siempre que le hablo. Es afortunada porque mamá nunca parece notarla tanto como me nota a mí. No sé por qué. Hago mi mejor esfuerzo para pasar desapercibido. No provoco líos, mantengo la casa limpia y organizada como a ella le gusta. Guardo silencio. Me quedo mucho en mi habitación y organizo mis juguetes por categorías, justo como le gustan, y aun así está siempre llamándome. Pero Amy parece invisible para ella. Es afortunada. Desearía ser invisible. Decido ir a dar un paseo hasta la gasolinera de la esquina en donde puedo comprar una barra de chocolate o algo, porque me duele el estómago por el hambre. Pero cuando mis pies tocan el camino de entrada, oigo que la puerta principal se abre. —Luke, entra aquí ahora mismo —dice con frenesí, chasqueando los dedos y señalando el suelo a sus pies—. Te necesito. Me congelo, deseando ser lo suficiente valiente como para salir corriendo por la acera. Simplemente marcharme. Nunca volver. Dormir en una caja, porque una caja parece mucho más agradable que mi esterilizada casa. Pero no soy valiente, y me doy la vuelta y la miro de frente como quiere que haga. Está sosteniendo la puerta abierta, su pelo recogido de forma desastrosa en la cima de su cabeza, y lleva la blusa morada y los pantalones cortos de cuadros que siempre usa. Es como un

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uniforme, excepto que no tiene un trabajo. No uno bueno, de cualquier manera, en el que tenga que llevar un uniforme. En cambio, vende su medicina a hombres espeluznantes que siempre están mirándola o a Amy cuando sale de su habitación. Curva su dedo hacia mí. —Entra aquí. Una inestable respiración deja mi boca mientras camino penosamente hacia la puerta, una sensación nauseabunda de vómito elevándose en mi estómago. Sucede cada vez que ella me necesita. Me siento enfermo del estómago por los pensamientos de lo que me obligará a hacer deslizándose dentro de mi cabeza. Cuando llego a las escaleras, ella retrocede, no pareciendo feliz, pero tampoco triste. Sostiene la puerta abierta para mí, observándome con sus ojos marrones, que me recuerdan a una bolsa de canicas que me hizo tirar a la basura porque no tenían buen aspecto. Una vez que estoy dentro, cierra la puerta y empuja el cerrojo, de forma que está arriba. Sujeta la pequeña cadena y luego hace clic en la cerradura del pomo de la puerta antes de darse la vuelta. Las cortinas están cerradas y hay un cigarrillo encendido en un cenicero de cristal que está sobre la mesita de café, llenando la habitación de humo. Hay un sofá justo detrás de la mesa y está cubierto de plástico para evitar ―que el aire sucio arruine la tela‖, me dijo mi madre una vez. Siempre piensa que el aire sucio le hará algo a la casa o a ella, por lo que rara vez sale. —¿Por qué huyes? —me pregunta mientras camina hacia el sofá y se deja caer en él. Recoge su cigarrillo y sacude la ceniza antes de ponerlo en su boca. Toma una profunda calada y, segundos más tarde, una nube de humo forma círculos alrededor de su cara, que está cubierta de llagas—. ¿Estabas jugando o algo? Asiento, porque decirle que jugaba es mucho mejor que decirle que me escondía de ella. —Sí. Toma otra calada de su cigarrillo y luego mira fijamente la fila de figuritas de gatos en una de las estanterías que cubren las paredes de la sala de estar. Cada fila de la estantería está organizada con figuritas según la raza. Lo hizo una vez cuando estaba teniendo uno de sus episodios causados por demasiada medicación, la que hace que se mantenga despierta durante mucho, mucho tiempo, no la cosa que hace que se desmaye. El cristal tintineando y sus incoherentes murmuraciones me habían despertado cuando reacomodaba las figuritas, y cuando salí, se movía como loca, tratando de ordenar los animales frenéticamente o

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―algo malo iba a suceder.‖ Ella lo sabía, podía sentirlo en sus huesos. Sin embargo, creo que algo malo ya había sucedido. Muchas cosas malas, en realidad. —Luke, presta atención —dice mi madre. Aparto la mirada de las figuritas, deseando ser una de ellas, así podría estar subido en la estantería, observando lo que está a punto de suceder en vez de formar parte de ello. Cambia el cigarrillo a su otra mano y luego se inclina a un lado, tomando su pequeña ―caja de medicación‖ de madera. La deja en su regazo, pone el cigarrillo dentro de su boca una última vez, y luego lo deja ahí, así puede encender la lámpara—. Ahora deja de jugar por ahí y ven aquí, ¿quieres? Mi cuerpo se pone realmente rígido y miro por encima de mi hombro, hacia la puerta principal, cruzando los dedos para que Amy venga a casa y nos interrumpa el tiempo suficiente para que pueda encontrar otro lugar en donde esconderme. Pero no lo hace, y estoy atascado aquí. Con ella. —¿Tengo que hacerlo? —pronuncio en voz baja. Asiente con un frenesí caótico en sus ojos. —Tienes que hacerlo. Temblando, me doy la vuelta y camino penosamente hacia el sofá. Tomo asiento a su lado y me da palmaditas en la cabeza varias veces, como si fuera su mascota. Hace eso mucho, y me hace preguntarme cómo me ve; si soy algún tipo de mascota para ella en vez de su hijo. —Has sido un chico malo hoy —dice mientras sus dedos continúan tocando mi pelo. Odio cuando hace eso, me hace querer afeitarme la cabeza, así no será capaz de tocarme—. Deberías haber venido cuando te llamé. —Lo siento —miento, porque solo lamento haber sido encontrado. Necesito encontrar escondites mejores y quedarme en ellos el tiempo suficiente para que deje de buscarme, entonces tal vez pueda llegar a ser invisible como Amy. —Está bien. —Acaricia mi mejilla y luego mi cuello antes de apartar su mano. Coloca un beso en mi mejilla, y cierro los ojos con fuerza, conteniendo la respiración, reteniendo un grito, porque quiero gritar: ¡No me toques!—. Sé que en el fondo eres un buen chico. No, no lo soy. Soy terrible porque te odio. De verdad lo hago. Te odio tanto que desearía que estuvieras muerta. Comienza a tararear una canción que compuso mientras quita la tapa de la caja y la deja cuidadosamente a un lado. Ni siquiera tengo que mirar dentro para saber lo que hay. Una cuchara, un encendedor, una

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pequeña bolsa de plástico que contiene esta cosa que parece casi azúcar morena, un delgado trozo de algodón, media botella de agua, una gran banda de goma, una aguja y una jeringuilla que probablemente robó del alijo que uso para ponerme mis inyecciones de insulina. —¿Recuerdas qué hacer? —pregunta, y luego empieza a tararear otra vez. Asiento, las lágrimas ardiendo en las comisuras de mis ojos porque no quiero hacerlo; no quiero hacer nada de lo que ella me diga. —Sí. —Bien. —Palmea mi cabeza otra vez, está vez un poco más fuerte. No la miro mientras abre la bolsa y pone algo de la cosa marrón azucarada en la cuchara de metal junto con algo de agua, pero puedo visualizar sus movimientos bastante bien ya que la he visto hacer esto mucho, a veces dos veces en un día. De hecho, depende de lo mucho que esté hablando consigo misma. Si es mucho, entonces sacará la aguja mucho. Pero a veces, cuando está más tranquila, no es tan malo. Me gustan los días más tranquilos, esos en los que, o se centra en limpiar, o se pega cosas en la cabeza. O incluso la prefiero cuando se desmaya. Calienta la cuchara con el encendedor mientras murmura canciones entre dientes. En realidad, tiene una hermosa voz, pero las palabras que canta son aterradoras. Después de que la cuchara está caliente, ata la banda de goma alrededor de su brazo. Me siento a su lado en el sofá, dándome golpecitos con mis dedos en la pierna, fingiendo que estoy allí en vez de aquí. En cualquier lugar, excepto aquí. La odio. —Está bien, Luke, ayúdame a salir, de acuerdo —dice finalmente después de derretir su medicación hasta tener una piscina de líquido, y succiona algo de ello con la jeringuilla. Me giro hacia ella, temblando nerviosamente. Siempre temblando. Siempre nervioso, todo el tiempo. Siempre tan preocupado de que haré algo mal. Meteré la pata. Me tiende al instante la jeringuilla y luego extiende su brazo sobre mi regazo. Tiene esas marcas moradas y puntos rojos por toda la parte superior de su antebrazo, de todas las otras veces en que la aguja ha entrado. Sus venas son realmente oscuras sobre su piel, y no me gusta la visión de la aguja entrando tanto como le gusta a ella. Como una rutina, coloca la aguja en su brazo, cerca de donde están todos los otros puntos en su piel. Mi mano tiembla, vacilante. —Por favor, mamá, no me obligues a hacer esto —susurro—. Por favor, mamá. —Sin embargo, no sé por qué lo estoy intentando siquiera. Hará cualquier cosa para conseguir su

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medicación. Y quiero decir cualquier cosa. Cosas oscuras que la gente normal no haría. —Respiraciones profundas, ¿recuerdas? —Me ignora mientras envuelve su brazo libre alrededor de mi nuca—. Recuerda, no pierdas la vena. Puedes estropear mi brazo o incluso matarme si no eres cuidadoso, ¿está bien? —Lo dice tan dulcemente como si fuera algo bueno que decir y fuera a hacerme sentir menos nervioso. Pero empeora las cosas, especialmente porque parte de mí desearía perder la vena. Tengo que tomar muchas respiraciones antes de que pueda calmarme por dentro y evitar que mis pensamientos vayan a ese oscuro lugar al que siempre quieren ir, recordándome a mí mismo que no quiero hacerle daño. No quiero. Cuando pongo mis nervios bajo control lo mejor que puedo, hundo la aguja en su vena, como he hecho cientos de veces. Cada vez me afecta, como si estuviera clavando la aguja en mi propia piel y sintiendo el pinchazo. Me estremezco cuando sus músculos se tensan un poco debajo del empuje de la aguja. Mientras presiono el émbolo, la medicina entra en sus venas y segundos después, deja salir un extraño ruido antes de hundirse de nuevo en el sofá, tirando de mí hacia abajo con ella. Me apresuro y saco la aguja antes de que caigamos completamente entre los cojines del sofá. —Gracias, Luke —dice, adormilada, acariciando mi cabeza con su mano mientras me sostiene. Su garganta hace un sonido vibrante, como si estuviera tratando de tararear otra vez, pero el ruido está atrapado, igual que yo. Aprieto los labios, mirando fijamente la pared del otro lado de la habitación, apenas respirando. Después de un rato, sus brazos caen sin vida a un lado, su mano golpeando el suelo mientras sus párpados se cierran con un aleteo, y soy liberado temporalmente de su agarre. Me siento, absorbiendo las lágrimas, odiándola por obligarme a hacer esto y odiándome a mí mismo por hacerlo y estar secretamente contento de que se haya desmayado. Tiro la jeringuilla sobre la mesa, luego me pongo de pie. Usando toda mi fuerza, la hago rodar sobre su costado, porque a veces vomita. Ahora tengo una casa llena de silencio, justo como me gusta. Sin embargo, al mismo tiempo no me gusta, porque el vacío me afecta. Lo que realmente quiero es lo que tienen todos los otros niños. Los que veo en el parque jugando o columpiándose mientras sus padres los empujan más alto. Siempre están riendo y sonriendo. Todo el mundo siempre parece estarlo, excepto yo. Cada vez que me acerco, siempre recuerdo esta sensación que tengo dentro de mí ahora mismo,

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esta vil y repulsiva sensación, mezclada con odio y tristeza, que me hace sentir enfermo todo el tiempo. Siempre borra la sonrisa de mi cara al instante, y ni siquiera me molesto en intentarlo más. La felicidad no es real. Es una invención. Lanzo la jeringuilla y la cuchara al interior de la caja, preguntándome si mi vida siempre será de esta forma. Si siempre llevaré tanta tristeza y odio dentro de mí. Estoy temblando para cuando meto todo dentro de la caja, y me siento como si necesitara volar a algún sitio; correr otra vez. No puedo soportar esto más. No puedo vivir aquí. Con ella. —¡No puedo soportarlo! —grito con toda la fuerza de mis pulmones y estrello mi puño contra la mesa de café. Mi mano hace un ruido seco, y duele tanto que las lágrimas pican en mis ojos. Grito de dolor, hundiéndome en el suelo, pero por supuesto nadie me oye. Nadie lo hace nunca.

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Violet (Trece años de edad) Odio mudarme. No solo de casa en casa, sino de familia en familia. Odio mover mis piernas y brazos, avanzar en la vida, porque usualmente significa que iré a un lugar nuevo. Si fuera a mi manera, permanecería inmóvil, nunca me movería, nunca iría a ningún lugar. El punto es que siempre he tenido que hacerlo, no es una opción, y nunca he sabido exactamente a dónde voy o con quién me quedaré. Algunas veces las familias están bien, pero algunas veces no. Ebrios. Fenómenos religiosos. Odiosos. Manos errantes. La familia con la que me estoy quedando ahora siempre dice que todo lo que hago está mal y que debería ser más como su hija, Jennifer. No estoy segura de por qué me tomaron para estar con ellos. Parecen tan contentos con la niña que tienen y soy solo una decoración, un objeto ostentoso que pueden presumir con sus amigos cuán geniales son por tomar a una chica tan arruinada. Soy la huérfana no deseada que dejaron entrar, esperando arreglarme y hacer que su familia pareciera maravillosa. —Fue tan amable de su parte darle un hogar —le dice una mujer con cabello rojo brillante a Amelia, que es mi madre por el momento. Está teniendo una de sus fiestas de vecindario, de las que hace muchas, y luego se queja con su esposo de ellas—. Esta pobre niña realmente necesita un techo sobre su cabeza. Amelia me mira, sentándose en una silla cerca de la mesa donde me dijeron que me quedara toda la fiesta. —Sí, pero es difícil, ya sabes. — Está usando su suéter amarillo que me recuerda un canario que era mascota de unos de mis padres de acogida, nunca dejaba de parlotear. Agarra unas galletas y pone queso en un largo plato florido, luego se dirige al refrigerador—. Es un poco problemática. —Abre la puerta del refrigerador y saca una gran jarra de limonada. Me mira de nuevo, luego se inclina hacia la pelirroja, bajando la voz—. Está tan enojada todo el tiempo y rompió su vaso el otro día porque no podía encontrar sus zapatos… pero estamos intentando componerla. Enojada todo el tiempo. Parece que eso es lo que todo el mundo dice; estoy tan enojada con el mundo y es entendible considerando por todo lo que he pasado, y aun así nadie quiere lidiar con ello. Que probablemente tengo demasiada ira dentro de mí. Que estoy rota. Inestable. Tal vez incluso peligrosa. Todas las cosas que ningún adulto quiere en un niño. Quieren sonrisas y risas, niños que también los harán

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sonreír y reír. Soy el oscuro y mórbido lado de la niñez. Juro que están esperando a que yo haga algo que pueda darles una excusa para deshacerse de mi y puedan decirle a todos que lo intentaron, pero que yo me encontraba demasiado mal para ser arreglada. —Y sus pesadillas —continúa Amelia—. Se despierta gritando cada noche y mojó la cama la otra noche. Incluso entró corriendo a nuestra habitación diciendo que tenía miedo de dormir sola. —Sus ojos se dirigen al osito color púrpura que estoy abrazando—. Es muy inmadura y carga ese animal de peluche a donde quiera que va… es raro. La odio. No entiende lo que es ver cosas que la mayoría de las personas ni siquiera acepta que existen. La horrorosa verdad, pintada de rojo, atorada en mi cabeza, imágenes que no puedo borrar. Muerte. Crueldad. Terror. Personas tomando la vida de otros como si no significaran nada. Luego, me dejan atrás para cargar con la culpa, la verdad podrida conmigo. Sola. ¿Por qué me dejaron atrás? Este osito es todo lo que me queda del tiempo en que el horror no consumió mi vida. Giro mi cabeza para alejarme del sonido de su voz y miro fuera de la ventana, a la luz del sol reflejando contra el ornamento del césped en forma de tulipán, y abrazo al osito contra mi pecho, el que mi padre me dio como un regalo de cumpleaños anticipado el día antes de que muriera. Hay pequeñas perlas rojas en forma de corazón en el tulipán y, cuando atrapan una pequeña luz, parpadean y se ven puntos bailar contra el cemento en el fondo del pórtico. Es algo bonito de ver y me enfoco en ellas, sacudiéndome el enojo y embotellándolo, intentando mantener el control de mis emociones. De otra forma, todos los sentimientos que he enterrado escaparán y no tendré más opción que encontrar la manera de contenerlos, encontrar mi subidón de adrenalina. Además, Amelia no necesita repetir lo que ya sé. Sé lo que hago cada noche, de la misma forma que sé lo que soy para ellos, de la forma en que sé que en unos meses o algo así se cansarán de mí y me enviarán a otro lugar, a una casa diferente donde todo lo que haga será molestar también a esas personas, y eventualmente me olvidarán. Es como un trabajo mecánico y no espero más. Esperar sólo lleva a la decepción. Esperé cosas cuando era pequeña; que crecería con mamá y papá, sonreiría y sería feliz, pero ese sueño fue aplastado el día en que murieron. —Violet —espeta Amelia y rápidamente volteo mi cabeza hacia ella. Ella y su amiga pelirroja me están mirando con preocupación y una chispa de miedo en sus ojos, y me pregunto cuánto sabe su amiga de mí. ¿Sabe de esa noche? ¿Lo que vi? ¿De qué escapé? ¿Eso la hace tenerme miedo?—. ¿Me estás escuchando? —pregunta.

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Sacudo la cabeza. —No. Alza una ceja en mi dirección mientras abre un estante sobre su cabeza. —No, ¿qué? Pongo al osito en mi regazo y me digo que debo callar el enojo, porque la última vez que lo liberé, terminé rompiendo muchas cosas, luego me enviaron aquí. —No, señora. Su ceja baja a medida que saca un par de latas de frijoles de una alacena superior. —Bien, si solo escucharas la primera vez, entonces iríamos por buen camino. —Ahora estoy escuchando —le digo, lo que hace que su expresión se endurezca—. Lo siento. Ahora estoy escuchando, señora. Me mira fríamente mientras amontona las latas en el estante y toma un abrelatas del fregadero. —Dije que fueras a la cochera y trajeras algo de carne de hamburguesa del congelador. Asiento y me levanto de la silla, tomando al osito conmigo, aliviada de salir de la bochornosa cocina y lejos de su amiga, que me sigue mirando como si estuviera a punto de apuñalarla. Mientras salgo y me dirijo a la cochera, escucho a Amelia diciendo—: Creo que debería llamar a servicios infantiles para que la lleven de regreso… ella simplemente no es lo que esperábamos. Nunca esperen nada, quiero girarme y decirle, pero continuo mi camino a la cochera. Las luces están encendidas y troto escaleras abajo y me deslizo entre el carro de medio tamaño hacia el congelador en la esquina. Pero me detengo cuando veo a Jennifer en la esquina, con un chico y dos chicas que juegan alrededor con bicicletas en la cochera. —Bueno, bueno, mira lo que trajo el perro —se burla mientras aleja su bicicleta de la pared. Su bicicleta es rosa, igual al vestido que usa. Yo también solía tener una bici, sólo que era púrpura, porque odio el rosa. Pero nunca aprendí a montarla y ahora es parte de mi vieja vida, en una caja lejana y encerrada con el resto de mi niñez—. Es Violet y ese estúpido oso. —Mira a sus amigos—. Siempre lo carga a todos lados como si fuera una bebita o algo así. Mantengo al oso cerca y la ignoro lo mejor que puedo, porque es todo lo que puedo hacer. Esta no es mi casa o mi familia y nadie se va a poner de mi lado. Estoy sola en el mundo. Es algo que aprendí demasiado pronto y hacerme a la idea de siempre estar sola ha hecho mi vida más sencilla de llevar por los últimos años.

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Me apresuro a alejarme de ella y de sus amigos, quienes se ríen cuando pronuncia en voz baja que huelo como un vagabundo. Abro el congelador y saco un montón de carne congelada para hamburguesas, luego cierro la tapa y me dirijo a la puerta. Jennifer ha abandonado su bicicleta y ha ocupado estratégicamente un lugar enfrente de mi camino de vuelta a la puerta. —¿Podrías moverte por favor? —pregunto amablemente, agarrando la carne para hamburguesas debajo de uno de mis brazos y a mí osito debajo del otro. La evado por un lado, pero Jennifer da un paso junto conmigo, con sus manos estiradas a los lados. —Gnomo —se burla el chico y un estruendo de risas le hace eco. —Esta es mi casa —dice Jennifer con una sonrisa—. No tuya, así que no me dirás qué hacer. Levanto la carne para hamburguesas, luchando por mantener mi temperamento bajo control. —Sí, pero tú mamá me pidió que le llevara esto. Pone sus manos en sus caderas y, con mala actitud, me dice—: Eso es porque te ve como nuestra sirvienta. De hecho, como que la escuché hablando con mi papá el otro día, diciéndole que ese era el por qué te acogieron, porque necesitaban a alguien para limpiar la casa. No la dejes llegar a ti. No importa. Nada importa. —Quítate de mí camino —digo entre dientes. Sacude la cabeza. —De ninguna manera. No tengo que escucharte, perdedora y olorosa chica loca. Los otros chicos se ríen y toma mucha de mi energía no golpearlos en la cara. Fuiste educada para ser mejor que eso. Mamá y papá querrían que fuera mejor. Me muevo alrededor hacia el otro lado, pero intercepta mi movimiento y me golpea en la espinilla. Un dolor punzante sube por mi pierna, pero no le doy la satisfacción de una reacción, permaneciendo calmada. —No hay duda de que no tienes padres. Probablemente no te querían. —Se ríe—. Ah, espera, es cierto. Murieron… tal vez incluso tú los mataste. —Cállate —advierto, temblando mientras doy un paso hacia ella. Puedo sentir el enojo creciendo en mí, a punto de explotar. —¿O qué? —dice, rehusándose a retroceder. El chico del suelo se levanta y comienza a dirigirse hacia nosotras con una mirada en su cara

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que me hace querer retirarme. Pero no lo haré. Estoy segura de que me perseguirán si lo hago y al final seré culpada por este incidente. —¿A qué te refieres? ¿Mató a sus padres? —pregunta, quitando algo de mugre de su frente con su pulgar. Jennifer sonríe maliciosamente y luego se gira hacia él. —¿No has escuchado su historia? —Cállate. —La detengo mientras me acerco más, casi golpeándola, luego levanto mi mano frente a mí, como su fuera a empujarla—. Te lo estoy advirtiendo. Sigue hablando como si yo no existiera. —Sus padres fueron asesinados. —Me mira con odio y crueldad en los ojos—. Escuché a mamá decir que ella fue quien los encontró, pero supongo que es porque lo hizo ella, porque está loca. Veo la imagen de mamá y papá en la cama, rodeados de sangre, y lo pierdo. Rápidamente saco la imagen de mi cabeza hasta que todo lo que veo es rojo. Rojo en todas partes. Sangre. Rojo. Sangre. Muerte. Y una estúpida niñita que no se alejará de ello. Lanzo la carne de hamburguesa al piso, sin conciencia de lo que me está pasando, y agarro en un puño rubio cabello largo y tiro de él. — ¡Retráctate! —grito, jalando más fuerte mientras paso alrededor de la parte frontal del auto, lejos del chico, llevando a Jennifer conmigo. Comienza a llorar, su cabeza está inclinada hacia atrás, lágrimas cayendo de sus ojos. —¡Maldita bruja! —¡Déjala ir! —grita el chico, corriendo alrededor del carro, hacia nosotras—. Loca psicótica. —Se gira hacia las otras niñas y les dice que vayan por alguien y luego salen corriendo, mirándome también como si estuviera loca. Sé que serán solo momentos hasta que Amelia venga y no pasará mucho para que llame a servicios infantiles para que me lleven de aquí. Estoy temblando de enojo y odio, todo dirigido a Jennifer, porque es la que está aquí en frente de mí. Nadie más. Mi visión se nubla junto con mi cabeza y mi corazón, y se siente como si hubiera regresado a la casa de mi niñez, caminando dentro de la habitación de nuevo, viendo la sangre… escuchando las voces… Estoy temblando tanto que mis dedos no tienen fuerza para mantener el agarre en Jennifer y la libero. Inmediatamente se balancea hacia adelante del auto. Recuperando su balance, gira alrededor y me empuja tan fuerte que caigo al piso y mi cabeza golpea contra la pared.

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—¡Psicótica! —grita, su cara de un rojo brillante, lágrimas saliendo de sus ojos—. Mamá y papá en serio te mandarán lejos. Miro al espacio en el suelo frente a sus pies, abrazando a mi osito, inmóvil. Deja salir un gruñido frustrado y luego golpea con su pie el piso antes de salir de la cochera. Momentos después, Amelia se apresura a entrar, gritando antes de siquiera verme. —¡Terminaste aquí! ¿Entiendes? —Sí. —Ya no tengo nada de emociones y mi voz suena hueca. —Sí, ¿qué? —Espera a que le responda con los brazos cruzados. No respondo porque ya no tengo que hacerlo. Terminé con esta casa. No borra lo que acaba de pasar. No puedo cambiar el pasado al igual que no puedo controlar mi futuro. Se pone furiosa, su cara se tinta de rosa mientras intenta contener la furia. Me dice que no valgo nada. Que nadie me querrá. Que me voy. Me dice todo lo que ya sé. —¡¿Si quiera me está escuchando?! —grita y sacudo la cabeza. Echando humo, arranca al oso de mis manos. Eso me saca de mi trance inmóvil. —Oye, ¡eso es mío! —grito, brincando y lanzándome por mi oso. Mi hombro golpea contra uno de sus brazos y se aleja de mi alcance. Retrocede y pone su brazo detrás de su espalda. —Considéralo un castigo por lastimar a mi hija. —Tu hija se lo merecía. —Me entra el pánico. Si le hace lo que sea al oso, no seré capaz de contenerme. Necesito ese oso o no podré sobrevivir, no quiero. ¿Por qué sobreviviría? —Bueno, cuando estés lista para disculparte con Jennifer, podrás tenerlo de regreso. —Se dirige a la puerta de la casa, donde Jennifer está de pie con una sonrisa en su cara, esperando una disculpa. —Lo siento —prácticamente gruño, queriendo tanto al maldito oso de regreso que haré lo que sea que me pida en este momento—. Por favor, no te lo lleves. —La desesperación quema mi voz—. Es todo lo que me queda de mamá y papá, es todo lo que tengo de ellos. —Estoy rogando, débil, patética. Lo odio. Me odio. Pero necesito el oso. Jennifer me sonríe, cruza sus brazos y se recarga en la puerta, sus mejillas siguen rojas por las lágrimas secas. —Mamá, no creo que realmente lo sienta.

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Amelia me analiza por un momento. —Tampoco lo creo. —Frunce el ceño con desilusión, como si finalmente viera que no puede arreglarme, luego se gira a la puerta con mi oso en sus manos—. Puedes tenerlo de vuelta cuando vea una disculpa real salir de esa boca tuya. Y será mejor que lo hagas pronto, porque no estarás aquí por mucho más tiempo. —Dije que lo sentía —grito con mis manos en puños a mis costados—. ¿Qué demonios más quieres que diga? No me responde y entra a la casa con mi oso. Jennifer me sonríe antes de entrar a la casa, apagando las luces y cerrando la puerta. La oscuridad baña la cochera y estoy sofocada por la negrura. Pero no es nada que no pueda manejar. Ver las cosas es mucho más difícil que no ver nada más que oscuridad. Me gusta la oscuridad. Me deslizo al suelo y me recargo en la pared, abrazando mis rodillas contra mi pecho mientras dejo que la oscuridad me rodee. Algunas lágrimas se deslizan por mis mejillas y dejo salir más, diciéndome que está bien, porque estoy en la oscuridad, y nada puede ser visto en la oscuridad. Pero después de unos momentos, no puedo hacer que las lágrimas se detengan mientras que lo que Jennifer y los otros chicos dijeron se repite dentro de mi cabeza. Pienso en la última vez que vi a mis padres en sus ataúdes y cómo llegaron ahí. La sangre. Nunca olvidaré la sangre. En el suelo. En mí. Más lágrimas salen y pronto todo mi rostro está empapado de ellas. Mi corazón se hace polvo contra mi pecho y jalo mi cabello mientras grito entre dientes, golpeando mis pies contra el piso. Navajas y agujas invisibles y me apuñalan bajo mi piel. No puedo apagar las emociones. No puedo pensar claro. Mis pulmones necesitan aire. Me duele. Me lastima. Ya no puedo soportarlo. Necesito que salga. Necesito respirar. Me tambaleo poniéndome de pie y voy por la oscuridad, hasta que encuentro la puerta que va al camino de entrada. Abro la puerta, corriendo hacia la luz del sol y paso los carros estacionados en la entrada y hacia la acera. No bajo la velocidad hasta que me aproximo a la carretera frente a la casa, donde los carros van de un lado al otro en el camino. Sin dudar, camino al medio de la calle y permanezco en la línea amarilla punteada con los brazos abiertos. Las lágrimas inundando mis ojos mientras parpadeo ante la luz del sol, mi pulso se acelera entre más permanezco ahí y la descarga de energía se ha convertido en la única cosa familiar en mi vida que se hace cargo. Se siente como si estuviera volando, me enfoco en algo que no sea moverme, pasar, ser echada, hecha a un lado, olvidada. Tengo lo

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desconocido frente a mí y no tengo idea de lo que pasará. Se siente tan liberador. Así que me quedo en ese lugar, aun cuando escucho el rugir de la máquina de un auto. Espero hasta que escucho el sonido de las llantas. Hasta que veo el carro. Hasta que está tan cerca que el conductor toca el claxon. Hasta que siento el silbido de la adrenalina recorrerme, drenando la tristeza y el pánico de mi cuerpo y mente. Hasta que las emociones disminuyen y todo lo que siento es regocijo. Luego, brinco a la derecha donde el camino se encuentra con el pasto mientras el carro hace un movimiento a la izquierda para esquivarme. Los frenos rechinan. Un claxon suena. Alguien grita. Permanezco recostada en el pasto, sintiéndome veinte veces mejor que en la cochera. Me siento contenida en un hoyo oscuro de insensibilidad; un lugar donde me puedo sentir bien siendo la niña que nadie quiere. La niña que probablemente hubiera estado mejor muriendo con sus padres, en lugar de estar viva y sola.

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1 Traducido por GazHolt & Liillyana Corregido por gabihhbelieber

Violet (Primer año de universidad) Tengo mi sonrisa falsa plasmada en la cara y nadie en la multitud a mi alrededor puede decir si es real o no. A nadie le importa realmente una mierda, justo como a mi. Solo estoy aquí, pretendiendo ser un rayo de sol, por tres razones: 1-. Se lo debo a Preston, el último padrastro que tuve antes de cumplir 18; fue genial, porque me dio un hogar cuando nadie más lo hizo. 2-. Y porque necesito el dinero. 3-. Y amo la emoción de saber que en cualquier momento podría ser atrapada, tanto que se ha hecho adictivo, como un alcohólico busca el licor. —¿Quieres una copa? —dice el chico... creo que su nombre es Jason o Jessie o algún otro nombre con J, sobre la sonora canción que hace temblar los altavoces. Coloca un vaso frente a mi cara, sus ojos grises mirándome con ebriedad y estupidez, lo que es más o menos lo mismo. Sacudo la cabeza, con la falsa sonrisa bailando en mi cara. La uso casi como un collar, brillante y haciéndome lucir bonita cuando estoy en público, y luego cuando voy a casa, me la puedo quitar y tirarla a un lado. —No, gracias. —¿Estás segura? —pregunta, luego inclina la cabeza hacia atrás y toma el resto de su cerveza. Una pizca vuela desde su boca hasta su camisa polo azul marino. Estoy a punto de decir ―Sí, estoy segura‖, pero luego me detengo y asiento, sabiendo que siempre es bueno mezclarse. Me hace parecer menos vaga y a la gente menos nerviosa y más de confianza. —Sí, ¿por

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qué no? —Mi objetivo es decirlo a la ligera, aunque detesto el sabor ardiente de las bebidas alcohólicas. Rara vez bebo, pero no sólo por el sabor. Es lo que hago cuando está en mi sistema, cómo sale el enojo y mi errático álter ego autodestructivo, que hace que sea necesario que me quede sobria. Por lo menos cuando estoy sobria tengo control sobre las cosas imprudentes que hago, pero cuando estoy borracha es un juego completamente diferente al que no tengo ganas de jugar esta noche. Ya tengo en mi mano una cerveza que apenas toqué y no tengo planes de terminarla. Jessie o Jason me da una grande y torpe sonrisa, muy poco favorecedora. —¡Demonios, sí! —Prácticamente grita, como si estuviéramos celebrando, y quiero rodar mis ojos. Levanta la mano y golpeo mi palma contra la de él con un suspiro interno frustrado, a pesar de que es una buena señal, ya que significa que está virando para convertirse en un idiota incoherente y borracho. Es siempre la misma rutina. Emborracharlos y luego puedo conseguir más dinero. Es lo que Preston me enseñó a hacer, y lo que hago casi cada fin de semana ahora, yendo a las fiestas en las ciudades cercanas. Sin embargo, nunca en la ciudad a la que voy a la universidad. Eso sería demasiado arriesgado y demasiado fácil para llamar la atención, según Preston. Llevo puesto un ajustado vestido negro que muestra las pocas curvas que tengo, junto con mi chaqueta de cuero y unas botas de cordones hasta el muslo. Mi cabello negro rizado con mechas rojas cuelga por mi espalda, ocultando el tatuaje de dragón y dos pequeñas estrellas en la parte de atrás de mi cuello, cada estrella dibujada para representar a las personas que me han amado en mi vida. Por lo general, llevo el cabello suelto porque a los hombres siempre parece gustarles pasar sus dedos por ahí, como si obtuvieran algo de su suavidad. Personalmente, no tengo ninguna opinión al respecto, a pesar de que muchas chicas parecen sentir más afecto hacia chicos que juegan con su pelo. Dejo que lo toquen, si quieren, con tal de que me paguen al final de esta farsa. J, como voy a llamarlo porque honestamente no puedo recordar su nombre, sirve dos tragos de tequila, derramando un poco en la encimera. Cuando me lo da, lo trago sin siquiera pestañear, llenándome la boca con la bebida asquerosa, luego llevo rápidamente mi cerveza a los labios, fingiendo que sigo bebiendo, cuando en realidad escupo el tequila en la botella. Sonrío cuando me quito la botella de la boca y pongo el vaso vacío sobre la encimera. Preston estaría muy orgulloso de mí en este momento, ya que me enseñó ese pequeño truco como una manera de mantenerse sobrio cuando todos los demás te están emborrachando, para

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evitar errores con el trato. Y me alegro, porque los errores con Preston nunca son algo bueno. —¿Otro? —pregunta J, señalando el vaso. Decido que es hora de pasar de chupitos e ir a cuidar de los negocios. Lo deslumbro con mi mejor sonrisa plástica mientras dejo mi cerveza en el mostrador. Me pinté los labios de un rojo brillante antes de irme y mi vestido es lo suficientemente bajo como para mostrar un trozo de mi escote, creado por un sostén push-up. Todo es una distracción, un traje para evitar que se centre en algo más que el trato. Las distracciones son iguales a errores. Agarro el dobladillo de su camisa y bato las pestañas mientras me apoyo en él, tratando de no arrugar la nariz por el olor a alcohol en su aliento. —¿Qué tal si me llevas a tu cuarto? —susurro contra su mejilla—. Así podremos ocuparnos de algunos negocios. Parpadea a través de su borrachera, alarmado por mi franqueza. Como la mayoría de la gente. Y eso es lo que me gusta de ello. Despistarlos. Nunca hacerles saber lo que realmente está escondido en mí. Nunca dejes que nadie entre, porque nadie quiere entrar, no por buenas razones, de todos modos. —Está bien —articula mal, dejando caer la botella de tequila sobre el mostrador, y luego arrastra los dedos por su pelo rubio bien cortado. Sigo sonriendo mientras agarro una rodaja de limón sobre el mostrador y la meto en mi boca. Chupo el jugo de modo que pueda sacar el sabor del maldito tequila de mi boca. Tiene un sabor dulce amargo, pero es mejor que la quemadura del alcohol. Después de terminar con ello, la dejo en el mostrador y agarro la botella de tequila. —Muéstrame el camino —le digo a J, y me da otra de esas tontas y borrachas sonrisas suyas, probablemente pensando que tendrá suerte después de que hagamos el trato. La mayoría piensa eso, que es el por qué a Preston le encanta tenerme haciendo esto por él. Eres una distracción, me dice siempre. Una muy hermosa y tentadora distracción. En el fondo, sabía que podía hacerlo. Perder el tiempo con J, y probablemente sentirme bien después. Puedo apagar todo lo que estoy sintiendo con el chasquido de un dedo y guardarlo, sólo sacándolo cuando sea necesario. No sentiría una sola parte de ello, lo que hace mucho más fácil hacer cosas que no necesariamente quiero hacer. J no es tan mal parecido, aunque es un poco demasiado atlético y con demasiado buen gusto para mí. Es alto, de hombros anchos y músculos magros, todo su cuerpo grita que pasa demasiado tiempo en el gimnasio.

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Me pregunto si es un atleta, pero no le preguntaré. Justo como no perderé el tiempo con él. Toma mi mano, sus palmas húmedas, y me conduce a través de la multitud de universitarios apretados en la sala de estar, metidos en un juego de beer-pong. Algunas de las chicas me disparan miradas sucias, como si no perteneciera a la clase de limpieza como J, que está llevando una camisa de cuello y un reloj que probablemente cuesta más que todo el dinero que he gastado en toda mi vida. Y estoy bien con ello, demasiado alta en la montaña rusa de lo que estoy haciendo; lo que estoy a punto de hacer. El peligro. La inestabilidad. La adrenalina. Cuando llegamos al vestíbulo, desaparecemos de la vista de todos los ojos juiciosos y, por suerte para mí, J no está tan bien. Sus pies apenas lo pueden sostener cuando tropieza por la última puerta en el pasillo, arrastrándome con él. —¡Vaya! —Se ríe como una niña mientras gira el picaporte—. Lo siento. No tengo ni idea de que lamenta, pero sólo sonrío. —Está bien. Sonríe de nuevo, quitándome la botella de tequila de la mano. Inclina la cabeza hacia atrás y bebe de nuevo un gran trago, dándome náuseas a medida que aleja la botella de sus labios. Luego, la apunta hacia mí. Sin tener mi cerveza para escupir de nuevo, agarro la botella y la dejo en un pequeño estante en la esquina. —Vamos a descansar un poco de beber, ¿de acuerdo? —Claro —dice, tratando de aturdirme con una sonrisa ganadora—. ¿Qué tal si sólo te acercas y te sacamos esa ropa? —Su mirada recorre mi cuerpo y, por un instante, contemplo golpearle la cara. Conozco esa mirada demasiado bien, al igual que sé muy bien lo que quiere. Le doy un empujoncito para que se tropiece dentro del dormitorio oscuro y vacío. Lo sigo mientras continúa tambaleándose hacia atrás y luego cae en la cama. Cierro la puerta y pongo el seguro sin apartar los ojos de él mientras se encuentra allí en el colchón. La suave luz de la luna se filtra por la ventana e ilumina el aturdimiento en su rostro. —Ven... aquí... —Se sostiene sobre los codos, esforzándose para mantener la cabeza erguida. Me paseo hacia él, mirando a su alrededor a las ropas esparcidas alrededor del gran cuarto decorado con un set de cómodas que hacen juego con la enorme cama.

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—¿Qué tal si hablamos un poco de negocios? —le digo, posicionándome en frente de donde sus piernas cuelgan del borde del colchón. Sacude la cabeza con determinación, y luego mueve la mano hacia el cinturón de sus pantalones. Lo miro luchar con la hebilla por un tiempo y luego, cada vez más impaciente, finalmente desengancho la hebilla yo misma y lo saco de su pantalón. —Sabía que te gustaría jugar rudo. —Se ríe y empieza a sentarse, sus dedos buscando mi cintura. Pero lo empujo suavemente por el pecho, así que está acostado en la cama. Lanzo el cinturón a la cómoda. —No he venido aquí a jugar. —Preston prometió que tu... que tu... —Parpadea alrededor de la habitación, luciendo perdido—. Que tu cuidarías de mí primero. Ruedo los ojos. Maldita sea, Preston. Odio cuando promete cosas. Si es vago acerca de lo que voy a aguantar, entonces no me meto en tantos problemas cuando no lo hago todo. Por otra parte, la mayoría no puede recordar mucho de lo que sucede, de todos modos. —Lo haré, bebé. —miento, encogiéndome ante el término cariñoso, pero haciendo lo que tengo que hacer para arreglar las cosas. Alcanzo el bolsillo de mi chaqueta y saco la pequeña bolsa de pastillas. Si tengo suerte, probará una y luego rápidamente perderá el conocimiento—. Pero primero necesito que pagues. Cambiando su peso hacia un lado, me arrebata la bolsa de la mano y luego se empuja hacia atrás para poder sentarse. Se tambalea mientras se sienta con la espalda recta y luego, cuando se acomoda, abre la bolsa. Mira dentro de ella, fingiendo que está comprobando que no está siendo estafado, aunque está demasiado oscuro para contar las píldoras. —¿Tienes el dinero? —Escaneo su habitación, su equipo de música en la mesita de noche, el armario abierto rebosante de ropa, y el armario cerrado en la esquina. No puedo ver una billetera en ningún lugar, así que supongo que la tiene metida en el bolsillo. Las cosas se pondrán un poco complicadas si decide ser un dolor en el culo para pagar. —Después de que juguemos —dice, pero sacudo la cabeza, dispuesta a terminar con este acuerdo. Estoy a punto de decirle que pague, cuando tiene un arranque brusco de energía. Lanza la bolsa de pastillas a un lado y sus dedos agarran rápidamente mi cintura. Me empuja en su dirección y pierdo el equilibrio, y caigo sobre él mientras se derrumba sobre el colchón.

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Empieza a chupar mi cuello, su lengua húmeda colocando besos descuidados por toda mi piel mientras sus manos comienzan a vagar por mi pierna hacia la parte inferior de mi vestido. Su aliento huele a tequila y cigarrillos. —Dios, hueles tan bien. —Sus dedos aprietan mi piel y es como si picara—. Apuesto a que te gusta salvaje... Seguro como el infierno que luces como si te gustara. Ruedo los ojos. Si tuviera un centavo por cada vez que me dicen eso, no tendría que estar aquí. Girando la cabeza, me inclino hacia un lado y trato de deslizarme de su control. Su dominio sobre mí comienza a aflojarse, pero continúa besando mi cuello, sus manos se mueven por todo mi trasero y resbalan entre mis piernas. Empiezo a aburrirme, mi mente distrayéndose con tarea, finales, volver con Preston en un par de semanas. J gime contra mi boca. —Estoy tan duro en este momento, bebé. — Frota la evidencia de que lo está contra mi pierna y pasa los dedos por mi pelo. Me molesto un poco por su apodo y porque me he convertido en un poste para follar. Estoy a punto de suavemente darle un golpe con la rodilla en las bolas y deshacerme de su dureza, terminar con esta situación agotadora, cuando deja de besarme y se desploma hacia atrás. Murmura algo acerca de mí siendo una diversión para su polla y luego la cabeza cae contra el colchón. Sus ojos se cierran y, segundos más tarde, se ha desmayado, con su pecho subiendo y bajando mientras respira ruidosamente. —Gracias a Dios. —Me deslizo fuera de sus brazos y trepo encima de él. Aunque la situación se ha vuelto más complicada, me alegra que se desmayara. Después de mucho deliberar sobre lo que debo hacer, decido que es mejor dejarlo en manos de Preston, así que saco mi teléfono y marco su número. —¿Qué pasa, preciosa? —pregunta después de tres timbres. Salgo de la cama. —Tengo un dilema. —¿Qué has hecho ahora? —me pregunta en ese tono coqueto que utiliza para todo el mundo. Incluso con chicos. Es sólo la forma en que es, y sé que realmente no quiere decir nada con eso. Además, es ocho años mayor que yo. —No he hecho nada. —Echo un vistazo a J—. Bueno, no realmente... J... ese tipo que tenías para que le entregara, perdió el conocimiento.

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—¿Y? —Puedo oír la risa en su voz. —Y quiero saber lo que quieres que haga. —Dejo de caminar y bajo la mirada a J, que tiene las piernas y los brazos tendidos hacia un lado—. ¿Quieres que solo agarre su dinero o realmente lo jodo y también tomo las pastillas? Preston se toma un tiempo para responder. Oigo voces al fondo, lo que probablemente significa que está en una fiesta. —¿Qué crees que deberías hacer? —pregunta finalmente. —Sé lo que quiero hacer —respondo, mordiéndome las uñas, una mala costumbre que tengo que parece que no puedo evitar—. Pero quiero decir, es realmente tu asunto. Sólo lo estoy haciendo como un favor para ti, y he terminado una vez que termine de pagar mi colegiatura. Sabes eso. —Un favor para mí, ¿eh? —delibera—. Qué decepcionante. Durante todo este tiempo pensé que lo hacías porque estabas secretamente enamorada de mí. Ruedo los ojos ante su retorcido sentido del humor. —No lo hiciste. —También lo hice. —No lo hiciste. —Lo… —Detente. —lo corto, porque esto podría continuar para siempre y J está empezando a moverse—. Mira, realmente quiero salir de aquí. Tengo un final para el que debo estudiar. Y una vida a la que volver. —La última parte es una especie de mentira, pero suena como un buen punto para hacer en la teoría—. Entonces, ¿debo tomar las píldoras y el dinero en efectivo o sólo el dinero? Hace una pausa. —¿Cuánto tiene? Suspiro y palmeo los bolsillos delanteros de los pantalones de J, pero están vacíos. Colocando el teléfono entre la mejilla y el hombro, utilizo mis dos manos para girarlo sobre su costado y luego reviso los bolsillos traseros y encuentro su billetera en uno. La saco y salgo de la cama, la abro y cuento el dinero. —Hay unos cien dólares en su cartera. —Frunzo el ceño, sabiendo lo que significa. —Bueno, no es tan interesante, le dije que sería de doscientos dólares por una bolsa —responde Preston con una voz tranquila.

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—¿Así que también quieres que tome las pastillas? —digo llanamente. A veces, cuando estoy haciendo algo con lo que no estoy totalmente cómoda, como robarle a un hombre inconsciente, mi conciencia intenta despertar en mí. —Creo que es justo —responde con sencillez—. Especialmente ya que obviamente iba a joderte. —Tal vez tiene el dinero en otro lugar —sugiero, pero aún puedo oír la duda en mi voz. —O tal vez sólo iba a tratar de joderte —dice—. Literalmente. Suspiro y tomo el dinero de la billetera, sintiéndome un poco culpable. Entonces, tiro la cartera sobre la cama, me estiro hacia J y le arrebato la bolsa de pastillas. Pongo el dinero en efectivo y las pastillas en mi bolsillo, luego me dirijo a la puerta. —Dame como una media hora y estaré en tu casa —le digo a Preston, abriendo la puerta. —Suena bien —responde mientras la música en el vestíbulo me ahoga—. Y Violet, recuerda, soy un buen tipo y todo, pero no trates de joderme. —Siempre dice esto como una advertencia, recordándome que el negocio viene antes que nuestra amistad... nuestro vínculo de padre adoptivo... lo que sea que tenemos. No solía ser tan intenso cuando era más joven, pero ahora lo dirá sobre cualquier cosa. Me pone nerviosa e incómoda, pero nunca he dicho nada al respecto, preocupada de perder la única familia que tengo. —Lo recuerdo. —Salgo al pasillo, pero me detengo cuando veo a un grupo de chicos a los que estoy bastante segura que he estafado antes, de pie al final del pasillo—. Mira, me tengo que ir. —Cuelgo y meto el teléfono en el bolsillo de mi chaqueta. Uno de los chicos con un cuello muy grueso me apunta, diciendo algo, y el resto de sus miradas vagan en mi dirección. —Oye, te conozco, ¿no es así? —dice el más alto mientras vaga por el pasillo en mi dirección—. Eres esa chica, ¿verdad? La que me vendió las cosas en ese partido hace un mes. La que me jodió. —Noto ira en sus ojos, al mismo tiempo que tengo en cuenta el grosor de sus brazos, que pueden lastimarme fácilmente. Por un momento, me quedo ahí, dejando que el grupo se me acerque, sintiendo el latido de mi corazón acelerarse dentro de mi pecho, vivo y coleando; finalmente, despierto.

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Pero cuando están casi al alcance de la mano, me doy la vuelta y corro de nuevo al dormitorio donde duerme J. Cierro la puerta y luego busco a través de la oscuridad una solución. —¡Abre la puerta, maldita puta! —Uno de ellos golpea la puerta, gritan en voz alta sobre la música y J deja escapar un fuerte ronquido. No es la primera vez que he estado en este tipo de situación, y dudo que sea la última. Me pregunto lo que mi mamá y mi papá pensarían de mí si estuvieran aquí ahora. ¿Estarían avergonzados? Pero no están aquí, y no hay nadie más en el mundo al que realmente le importe lo que haga con mi vida. No puedo sólo estar aquí y esperar a que algo, o alguien, aparezca y milagrosamente me ayude. Estoy en esto por mi cuenta, esa es la historia de mi vida. Caminando hacia la ventana, la abro y quito la mosquitera. Arrojándola al suelo, me apoyo sobre el borde y miro la caída de dos pisos y la valla de madera justo debajo de la ventana. No está tan lejos como para caer, pero si me acerco a la valla las cosas podría ir mal, una de las piezas de madera podría quedar atascada en mi cuerpo o podría aterrizar en la dirección equivocada y golpearme el cuello o la cabeza contra ella. Son unos pensamientos mórbidos, pero mi mente siempre va a ese lugar oscuro. Los y si de la muerte. Esos que nadie puede controlar. La mayor parte de mi vida se ha basado en una ocurrencia al azar de muerte. Sé que si salto, aterrizaré ya sea con seguridad en el césped al lado de la valla o fracasaré y me lesionaré, incluso matarme si los incidentes al azar realmente me odian. De cualquier manera, no importa qué diablos me pase, así que me subo al alféizar de la ventana, dejando que el destino tome el control mientras deslizo mis piernas sobre el borde. Oigo la cerradura de la puerta hacer clic y abrirse. Mi tiempo en este lugar se ha acabado. Mi corazón se acelera y respiro en la adrenalina de saber que me podría pasar algo trágico. Me hace sentir viva y, sin dudarlo, salto.

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Luke (Primer año de universidad) Mi noche se ha llenado con trago tras trago. Copa vacía tras copa vacía. Me tomo uno tras otro mientras el sonido de la música vibra dentro de mi pecho. Con cada trago ardiente de Bacardi, tequila, Jäger, me siento más a gusto, dejando que todas mis preocupaciones y el hecho de que no he comprobado mi insulina poco a poco se borre de mi mente. Mi lengua se entumece. Mis labios. Mi cuerpo. Mi corazón. Mi mente. Es un jodidamente hermoso estado mental en el cual estar y deseo nunca poder dejarlo; la mayoría de los días no lo hago. Después de perder la cuenta de cuántos tragos he bebido y cuántos culos he tenido que moler contra mi, salgo del club con la mujer con la que he estado bailando por las dos últimas canciones, debatiendo qué hacer; follar, pasear, ir a buscar un lugar para jugar. Hay una quemazón familiar dentro de mi pecho mientras me ahogo en un mar de alcohol, donde nada me molesta. Me relajo y respiro el aire fresco de la noche y apenas existo sin todo el peso de mi pasado en mi interior. He estado bebiendo con más frecuencia, sobre todo porque mi pasado ha estado forzando su camino en mi vida otra vez. Cosas han estado sucediendo con mi hermana, Amy, específicamente preguntas acerca de su suicidio, que ocurrió hace ocho años. Pensé que lo había puesto a descansar, pero salió hace como un mes, preguntas principalmente acerca de lo que realmente la llevó a tirarse de la azotea esa noche. Además, encima de ello, mi padre decidió que quiere ser gran parte de mi vida de nuevo, después de estar bastante ausente desde que tenía cinco años. Es una mierda y no quiero pensar o lidiar con ello. Solamente quiero emborracharme, joder a tantas mujeres como pueda, y vivir mi vida de la manera que quiera. Pierdo la cuenta de cuánto tiempo ha pasado, pero en algún lugar a lo largo del camino dejo de caminar y termino con la espalda contra un árbol. No soy consciente de demasiadas cosas, pero hay tres cosas de las que estoy seguro: A-. Es de noche, ya que puedo ver las estrellas. B-. Me siento muy relajado y en control en este momento. C-. Hay una rubia de rodillas delante de mí con su boca en mi polla. Tengo agarrado su cabello en un puño mientras me chupa, murmurando algo incoherente de vez en cuando. Mientras mueve la boca de ida y vuelta, siento que estoy en el borde para explotar y me dejo llevar

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mientras me acerco a ello. Son pocos los momentos de paz que tengo, en el que no tengo que pensar en el pasado, el futuro, sólo en el maldito momento. Sin embargo, una vez que he terminado, el silencio de la noche rasga mi pecho cuando ya no hay nada que hacer más que pensar. Ya estoy de vuelta a ese lugar donde mi pasado y lo que soy me persigue. La única cosa que me hace pasar por esto es el hecho de que mi cuerpo se adormece por la potente cantidad de alcohol en mi sangre. Subo la cremallera de mis pantalones mientras la rubia vuelve a levantarse. Murmura algo acerca de que fue increíble, mordiéndose el labio mientras pasa sus dedos sobre mi pecho, luciendo como si estuviera esperando a que le devuelva el favor. Sin embargo, no lo haré. Sólo hago las cosas para mí y para nadie más. Pasé mucho tiempo cuando era más joven viviendo bajo restricciones, nunca viviendo para mí mismo, nunca disfrutando de las cosas, y me niego a volver a ese lugar de nuevo. Quito su mano y camino por la acera, esperando que simplemente se quede atrás. Pero me sigue, sus tacones altos sonando contra el hormigón mientras se apresura para mantener el ritmo. —Dios mío, es una noche tan hermosa —dice con un suspiro de satisfacción. —Si tú lo dices —digo—. ¿No tienes que ir de nuevo al club y conseguir un aventón a casa? —Dijiste que me ibas a llevar a casa. —me recuerda, apresurándose para estar a mi paso. —¿Lo hice? —Me balanceo maniobrando en torno a lo que parece un arbusto en medio de la acera... no, no puede ser correcto. Golpeo mi cadera en una cerca y tropiezo con la hierba, y regreso a la acera. —Sí, has dicho que te gustaría darme un aventón. —Se afianza agarrando mi hombro, luego se ríe. Dios, odio las risitas. Realmente tengo que empezar a prestar más atención cuando las escojo para evitar quedarme atascado con una maldita señorita risitas. —Estoy bastante seguro de que me has entendido mal. —Alejo mi hombro de su mano, dando un paso atrás sobre la hierba, lo que la hace perder un paso. Se ve aturdida, pero todavía me sonríe cuando ajusta sus tetas en su vestido, empujándolas hacia arriba de manera que sobresalgan. Estoy seguro de que lo hace a propósito, tratando de recordar lo que me dará si la llevo a mi casa, pero lo que no se da cuenta es que ya lo he tenido. Un montón. Y no me importa lo que me dará, todo lo que me importa es lo que ya tomé de ella detrás del árbol.

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Hay una fiesta en una de las casas cercanas y la música suena y vibra en el suelo. Estamos caminando en el lado elegante de la ciudad, formado por casas de dos pisos, los patios a juego, y la acera está llena de árboles y una valla. Ni siquiera estoy seguro de cómo llegué aquí, ni conozco el camino de regreso a mi dormitorio. A veces me pregunto cómo diablos me meto en estos líos. Realmente tengo que dejar de beber. Me río ante mi propio pensamiento absurdo cuando me detengo para sacar cigarrillos del bolsillo de mi camisa. La única vez que realmente puedo hacerle frente a los aspectos caóticos de la vida es cuando estoy borracho, de otro modo entro en pánico por alguna razón. Nunca tuve un soporte cuando era niño. Tuve una madre loca que hizo cosas locas y me arrastró a su mundo loco, haciéndome sentir loco como ella. Todavía tengo pesadillas sobre algunas cosas que vi o escuché que hizo y necesito orden, de lo contrario la vil y enferma sensación que experimenté cuando era niño me posee. Coloco un cigarrillo dentro de mi boca y enciendo la punta con un encendedor que encontré en el bolsillo trasero de mis pantalones. Enciendo el extremo, inhalo profundamente, y soplo una nube de humo. Empiezo a caminar de nuevo, en zigzag de ida y vuelta entre la acera y la hierba justo al lado de ello, corriendo hacia la cerca un par de veces. —¿A dónde vamos? —pregunta la rubia cuando tira de la parte inferior de su vestido, apresurándose para estar a mi paso. Paso mi pulgar en el extremo del cigarrillo y la ceniza cae sobre el suelo. —Yo voy a mi casa. —Eso es genial —dice con un leve balbuceo en su discurso, sin entender mi no tan sutil pista—. Podemos simplemente caminar a donde sea. No se ve tan borracha, ya que sólo bebía bebidas frutales para chicas en el club, pero su voz es la imagen de lo contrario. Está poniendo mucha confianza en mí en este momento, tratando de conseguir ir a donde sea que vaya y lo que sea que está buscando. Tal vez sexo. El mejor orgasmo de su vida. Una escapada fugaz de la realidad. Tal vez está buscando el amor o alguien que pueda conectar con ella. De la mirada necesitada en sus ojos de ―haré cualquier cosa que quieras‖, supongo que es lo último. Y si lo es, no obtendrá nada de mí. Considero mis dos opciones. Puedo llevarla detrás de un árbol de nuevo y simplemente embestirla realmente duro hasta que esté gritando

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mi nombre y conseguir unos minutos más lejos del impotente y asfixiante sentimiento dentro de mí; conseguir el control que necesito. O puedo llamar a mi amigo y compañero de cuarto, Kayden, para que venga a recoger mi culo borracho, porque estoy agotado. Estoy luchando contra mí indecisión cuando oigo este extraño sonido silbante viniendo de encima de mí. Alzo la vista justo a tiempo para ver algo caer por la ventana de la casa que estamos pasando. Me tambaleo sobre la hierba a medida que cae hacia mí y saco mi brazo para empujar a la rubia hacia atrás. Las puntas de un par de botas anticuadas chocan contra mí frente y me tropiezo cuando algo aterriza sobre el césped delante de mí y rueda por la pendiente poco profunda hacia la acera. —¿Qué demonios? —dice la rubia mientras rueda su tobillo y su pie se desliza fuera de su zapato. Se mueve rápidamente para arreglar su cabello, alisándolo con las manos. Tomando una respiración, sacudo la cabeza, que va a doler como el infierno en la mañana cuando se me pase la borrachera. Por lo general, cuando estoy así, mi corazón sigue calmado, pero mi pulso ha forzado su camino a través de todos los tragos que tomé y de repente me siento sobrio. Exhalando un suspiro tenso, me centro en qué diablos cayó desde la ventana mientras mentalmente le digo a mi ritmo cardíaco que cierre la puta boca. Al principio, creo que estoy viendo cosas, así que abro y cierro los ojos un par de veces ante la... persona... una chica acostada de espaldas, gimiendo mientras que se agarra el tobillo. —Maldita sea... eso duele —gime, rodando a un lado. Mi corazón todavía está corriendo y muevo mi mano hacia mi boca para tomar una calada, con la esperanza de que la nicotina lo calme, pero me doy cuenta que he perdido mi cigarrillo en alguna parte. — Mierda, ¿estás bien? —Arrastro mis dedos por mi corto cabello castaño mientras miro hacia la ventana de donde cayó, luego a ella, preguntándome si debo ayudarla a levantarse o algo así. Suelta una gruñido mientras se levanta sobre sus manos y rodillas, y se pone de pie. Sus piernas se tambalean mientras se para, entonces cojea, tratando de no poner su peso sobre el tobillo derecho. —Sí, estoy bien. —Su voz es firme, y normalmente daría marcha atrás por su actitud de ―déjame jodidamente sola‖, pero se cayó de una maldita ventana y una dolorosa sensación de déjà vu me golpea en el pecho cuando me pregunto si Amy se cayó de la misma manera.

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—¿Te lastimaste el pie o algo así? —La sigo mientras cojea por la acera. La rubia dice en voz alta que no puede encontrar su zapato, pero la ignoro, caminando detrás de la chica. Ni siquiera estoy cien por ciento seguro de por qué me preocupa que pudiera estar lastimada o que podría haber estado tratando de hacerse daño a propósito, igual que mi hermana Amy, sólo que nunca se fue caminando de ello. —Estoy bien —dice y luego coge su ritmo cuando un chico grita algo por la ventana de donde cayó—. Ahora vete. Miro hacia su tobillo, oculto bajo su bota. Es obvio que está causando dolor por la forma en que no pone presión sobre él. —No deberías poner el peso en él si te duele. Podrías joderlo más. En la esquina de la acera, gira a la izquierda, y pasa por la luz de las farolas que rodean el estacionamiento. Finalmente consigo una buena mirada de ella y el reconocimiento hace clic. Tiene el cabello largo y negro con franjas de color rojo que se emparejan con la sombra de sus labios carnosos. Lleva una chaqueta de cuero sobre un vestido negro ajustado y sus botas, esas que pusieron un golpe en mi cabeza, van todo el camino hasta sus largas piernas, deteniéndose en sus muslos. —Oye, te conozco —digo a medida que avanzamos en la calle—. ¿Cierto? —¿Cómo voy a saberlo? —Mira por encima del hombro hacia mí, dándome un vistazo. Puedo decir que me conoce, por el reconocimiento en su expresión, al igual que estoy casi seguro que la conozco. Continúa cojeando hacia una fila de coches aparcados y camino con ella. —Espera... Te he visto por ahí en la UW... Tenemos Química juntos. — Hago la conexión mientras mete su mano en el bolsillo de su chaqueta—. Y creo que eres, ¿la compañera de habitación de Callie Lawrence? —La señalo con el dedo—. Violet... ¿algo así? Sacude la cabeza mientras saca las llaves de su bolsillo. —Y tú eres Luke Price. El estoicamente huraño e intenso mujeriego/jugador de futbol americano que se queda en los dormitorios de arriba con Kayden Owens. —Se detiene frente a un maltratado Cadillac. —Sí, nos conocemos. ¿Y qué? —Extiende su mano hacia la cerradura con la llave, pero la tomo del brazo y la detengo. —Espera, ¿estoicamente huraño? —pregunto, un poco ofendido—. ¿Qué diablos significa eso? —Me he cruzado con ella unas cuantas veces, pero nunca le hablé realmente. He oído que Callie dice que es intensa, lo que estoy entendiendo en estos momentos. Pero la gente también dice

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eso de mí, y es por una razón. Una oscura razón de la que no me gusta hablar. Me pregunto si ella también tiene una razón, o si es sólo una perra. Simple y llanamente. —Significa lo que sea que quieras que signifique. —Coloca la llave en la cerradura y abre la puerta, mirando por encima del techo del coche—. Y ahora, por favor, ¿puedes dejar ir mi brazo? Me había olvidado por completo de que estaba tocándola y al instante la dejo ir, siguiendo la línea de su mirada hacia la acera y a un chico en dirección a nosotros. Cuando regreso la mirada a ella, hay pánico en sus ojos, pero cuando nota que la miro fijamente, esa mirada desaparece rápidamente y la sustituye por indiferencia. —¿Ese chico está molestándote? —pregunto—. Porque si es así puedo patearle el culo si lo necesitas. —Me estremezco cuando lo digo, porque casi siempre cuando empiezo a lanzar golpes, tengo un momento difícil para parar. Parece sorprendida por un intenso segundo, pero luego otra vez esa mirada se desvanece. —Puedo cuidar de mí misma. —Se adentra en el coche y cae en el asiento del conductor. Pone su mano en el volante y toma un respiro antes de mirarme—. Mira, lo siento, por darte una patada en la cara durante mi caída. —Acomoda con cuidado su pierna con una mueca de dolor—. No fue mi intención. Pongo el dedo en mi frente, sintiendo el bulto formándose. —No es gran cosa —le digo—. Pero realmente me gustaría saber por qué... caíste por la ventana. —No estoy seguro de si "caíste" es la palabra correcta. Podía haber saltado. A propósito. Por muchas razones. —No me caí... salté. —Me mira y veo algo en sus ojos. Tengo que buscar en mi cerebro nebuloso para saber qué es esto, pero finalmente lo consigo. Indiferencia. Como si no sintiera y se preocupara por nada. Por un breve segundo, la envidio. Antes de que pueda decir nada más, echa un vistazo a través del parabrisas al tipo que llegó al borde de la zona de aparcamiento, y luego cierra de golpe la puerta del coche. Enciende el motor y tengo que saltar de nuevo cuando sale del estacionamiento, huyendo como si su vida dependiera de ello, y todo lo que puedo preguntarme es de qué demonios está escapando.

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2 Traducido por florbarbero & Niki Corregido por Elle

Violet Se supone que debo estar durmiendo, pero estoy demasiado emocionada para dormir. Mañana es mi sexto cumpleaños y no puedo esperar para ver todos mis regalos. Mi papá ya me dio uno, un oso de color púrpura muy lindo con un bonito lazo enfrente. Me dijo que yo era demasiado especial como para no conseguir uno de mis regalos antes de tiempo, pero que tendría que esperar hasta mañana por el resto. Es muy tarde y puedo ver la luna fuera de mi ventana, luciendo como una galleta a medio comer. Las estrellas centellean como el brillo en mi pijama y la luz de noche en la esquina de mi habitación parpadea. Hoy es cuatro de julio y todavía puedo escuchar algunos de los fuegos artificiales que los vecinos deben estar encendiendo. Me acuesto en mi cama mirando las pegatinas del techo que brillan en la oscuridad, algunas con forma de corazones, otras de estrellas. Trato de cerrar los ojos, pero no funciona. Por último, decido salir de la cama e ir a mi cuarto de juguetes en el sótano. Tal vez si juego con mis juguetes por un rato, entonces pueda dejar de pensar tanto en todos los juguetes que tendré mañana. Tomo mi nuevo osito de peluche y la linterna que guardo en el cajón de mi mesita de noche, y bajo de puntitas por las escaleras. Me detengo en la parte inferior, mirando por la ventana en la sala de estar, donde puedo ver una lluvia de chispas brillantes rojas y plateadas en el cielo. Es tan bonito y me detengo para echarles un buen vistazo. Cuando los colores se desvanecen, me dirijo hacia la puerta del sótano y la abro. Muchos de los niños que conozco le tienen miedo al sótano, pero el mío no es tan malo. Mi padre incluso me deja pintar mis flores preferidas en las paredes, y también puedo mantener todos mis juguetes aquí. No enciendo la luz, en lugar de eso uso mi linterna porque no debería estar

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fuera de la cama tan tarde en la noche, pero la luz de la luna y los fuegos artificiales generan un haz de luz a través de la ventana. Una vez que tengo la linterna encendida, salto por las escaleras hasta donde mis juguetes se apilan en cajas alrededor de la habitación. También hay una silla en la esquina junto a una estantería en la que tengo un montón de libros. Me gusta leer sobre cualquier cosa. Princesas. Monstruos. Reinos mágicos. Le pregunté a mi papá una vez si ese tipo de cosas realmente existían y me dijo que por supuesto, y me pregunté cuán divertida sería la vida si los cuentos de hadas no fueran secretamente reales. Me dirijo a la estantería, decidiendo que leeré un rato, tal vez eso me ayudará a conciliar el sueño. Sin embargo, mi favorito no está en la estantería, así que voy a la sala de almacenamiento, donde hay más libros apilados en el suelo. A mi papá también le encanta leer, y tenemos tantos libros que no hay realmente ningún lugar donde ponerlos todos. Al menos, eso es lo que mamá dice. Coloco el osito de peluche en el suelo e ilumino con la luz la primera pila de libros que encuentro. Están todos los libros de mi padre, así que me arrodillo delante de la siguiente pila, leyendo los títulos por encima. Finalmente lo encuentro, pero mientras lo estoy sacando de la pila, escucho un ruido en la habitación de juguetes. Suena como ralladuras o arañazos, tal vez, y mi mente al instante va a la posibilidad de que pueda ser un monstruo o un dragón o algo más con garras. Mi mano tiembla un poco cuando me pongo de pie y me giro de nuevo hacia la habitación. Cuando entro, siento cómo el viento golpea mis mejillas. Ilumino con la linterna alrededor y noto que una de las ventanas está abierta. No entiendo por qué. Yo no la abrí y no creo que estuviera abierta cuando vine aquí. ¿Y si era un monstruo? Muevo la linterna alrededor de la habitación por todos mis juguetes mientras me dirijo de nuevo hacia la esquina. Entonces, la luz aterriza sobre algo alto... escucho voces. Unas que no suenan como si pertenecieran a un monstruo, sólo a personas. Pero eso es lo que terminan siendo. Terribles y horribles monstruos.

Me despierto sin aire, aferrando mi sábana, mi corazón galopando en mi pecho, mis pulmones buscando desesperadamente aire mientras sostengo mi osito de peluche con fuerza. Es como si me estuviera ahogando, y por un momento, en realidad creo que estoy enterrada bajo

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el agua. Es como me he despertado cada mañana por los últimos trece años. Solía respirar tan ruidosamente como fuera posible, pero he tenido que entrenarme para ser más silenciosa desde que tengo una compañera de cuarto. Mientras mis ojos se abren ante la luz del sol, mi respiración entrecortada, ruedo sobre mí rápidamente y entierro la cara en la almohada, sofocando el miedo y el pánico. Agarro la sábana con mis puños, recordándome que no me estoy ahogando, que sólo se siente así. Que los monstruos realmente no existen. Que sólo eran personas. Personas horribles que hicieron algo realmente jodido y nunca fueron atrapados. Nunca tuvieron que pagar. Solo siguieron viviendo, ocultando sus malignos colmillos y garras, mientras yo me quedé vagando sola por el mundo. Respiro hasta que mi cara se pone caliente y el olor del suavizante de telas en la funda de mi almohada abruma mi nariz, y luego me giro de lado, mirando a la pared, arrastrando el oso a un lado. Puedo sentir que mi compañera de cuarto, Callie, está despierta, y no quiero verla mirándome. Está reproduciendo música en el estéreo, una chica gritando la letra de una canción poética. No es realmente mi tipo de música. Me gusta el tipo de música más áspera, que ahoga los pensamientos dentro de mi cabeza y el vacío de mi corazón. Pero supongo que el ritmo suave de ésta es una especie de calmante. Me acuesto ahí con la cabeza sobre la almohada, mirando la pared, decidiendo si vale la pena moverme hoy o no. Mi cuerpo se siente como si hubiera sido atropellado por un camión, como si cada una de mis extremidades estuvieran dislocadas y mis órganos se abrieran de golpe. Sin embargo, estoy bastante segura de que estoy bien, a excepción de mi tobillo. Anoche estaba tan hinchado que apenas podía sacarlo de mi bota. Aterricé muy torpemente cuando salté por la ventana y estoy bastante segura de que sentí romperse algo. Sin embargo, no hay nada que pueda hacer al respecto. No iré a la clínica de salud para estudiantes y ver a un médico residente, y tampoco iré a un médico de verdad. No tengo el dinero para eso y no quiero tener una deuda más grande de la que ya tengo con la matrícula. Odio deber cosas. Me hace dependiente y la dependencia lleva a que te lastimen. Sin embargo, apestará cuando tenga que ir a mi trabajo de medio tiempo como camarera en Moonlight Dining & Drinks. Después de un rato, Callie apaga la música y luego la oigo ir y venir, moviendo papeles, abriendo y cerrando cajones. Luego, se hace silencio. —Violet —dice, y me pongo tensa. Cuando nos mudamos a la residencia de estudiantes, establecimos, sin realmente hablar de ello, que por regla general no le hablaríamos a la otra a menos que fuera necesario, por lo que es raro que me hable. Además, creo que piensa que soy una

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prostituta, o al menos una puta, porque he creado una regla que cuando ato un pañuelo rojo en el pomo de la puerta, no puede entrar en la habitación. Realmente, sólo estoy comerciando, pero no tiene por qué saberlo. Es mejor si piensa que soy una puta, incluso aunque sigo siendo virgen. Me quedo quieta, incluso cuando la oigo caminar hasta el lado de mi cama, con la esperanza de que vaya a darse por vencida y se irá. No es como si la odiara ni nada parecido. Callie realmente me molesta menos que la mayoría de las personas, ya que rara vez habla. Nunca me pide nada tampoco, ni siquiera privacidad en la habitación, aunque a veces se la doy de todas formas porque no quiero andar por aquí cuando está con su novio jugador de fútbol. Esos dos se gustan demasiado. Finalmente se va y cierra la puerta, y soy libre de respirar tan fuerte como quiera. Me giro, haciendo una mueca por el dolor en el tobillo. Maldita sea, duele, pero sobreviviré. Podría haber sido mucho peor, y en cierto modo me gustaría que lo hubiera sido. Un poco más peligroso, tal vez aterrizar más cerca de la valla en lugar de patear a ese jugador de fútbol en la frente. Me pregunto si su cabeza está bien. Lo patee duro, pero no a propósito. Normalmente, cuando pateo a un chico, tengo una buena razón, pero esta vez él simplemente se encontraba justo en el lugar equivocado en el momento equivocado. O tal vez yo lo estaba. Reviso el reloj sobre el escritorio y me doy cuenta de que es más tarde de lo que pensaba. Mi clase de química comenzará pronto. Tengo que levantarme y ponerme en movimiento. Me siento con cuidado sobre la cama, poco a poco, mientras mis músculos duelen en protesta. Todavía estoy con el vestido que tenía la noche anterior, estaba demasiado cansada cuando llegué a mi dormitorio para molestarme en cambiarme a mí pijama. La tela huele a tabaco y alcohol, lo que suele ocurrir cada vez que voy a una fiesta. El hedor de la fiesta, no importa donde se lleva a cabo, siempre parece incrustarse en mi ropa y en mis poros. Necesito tomar una ducha, pero no tengo tiempo. Deslizo mi pie sobre la cama y me estremezco ante las sensibles palpitaciones en mi tobillo. Se ve horrible, dos veces más hinchado que anoche, y está empezando a tornarse de un color púrpura azulado. Pero tendré que aguantarme. Cerrando los ojos, me levanto, intentando dejar que caiga poco peso sobre él. —Hijo de puta —maldigo cuando las olas de dolor se extienden a través de mi pierna y me derrumbo sobre la cama. Inhalo y exhalo un par de veces, luego lo intento de nuevo, pero el dolor es demasiado insoportable. Estoy tratando de no perder la paciencia porque no puedo

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faltar a clase. Quiero lograr algo por una vez y eso implica sacar buenas notas y, finalmente, hacer algo con mi vida que no sea vagar por ahí, empujando mis límites. Me las he arreglado para asistir a todas mis clases todo este semestre y es, probablemente, la mayor cantidad de tiempo que he pasado en un solo lugar, además de la casa de Preston. Eso es un logro para mí y he tenido pocos a lo largo de mi vida, a menos que cuente el record de la cantidad de veces que me metí en peleas o las que pasé de un hogar adoptivo a otro. Tomando toda la fuerza que tengo, me obligo a intentarlo de nuevo. Levanto mi cuerpo, enderezo mis piernas y planto los pies. Tomo pequeñas respiraciones mientras intento no perder el equilibrio a través del dolor y cojeo hasta mi armario. Un pie delante del otro. Puedo hacer esto. Agarro mis botas, pero luego decido no usarlas y trato de alcanzar el par de sandalias que tengo. Coloco mi pie sano en una y luego aprieto mi mano en el marco de la puerta del armario, esforzándome por mover el pie lesionado a la otra. No sólo duele como una perra, sino que también mi pie está demasiado inflamado como para caber en ella. Rindiéndome con el zapato, tomo mi libro del mostrador y luego me pongo un poco de desodorante. Peino mi cabello con los dedos y lo giro en un moño. Me he visto mucho peor que llevando un viejo vestido y un zapato antes, como la vez que cambié mi camisa por una lata de comida y una navaja durante uno de los breves momentos en que viví en la calle y tuve que caminar alrededor con este extraño sujetador sin tirantes por un tiempo. Cojeo hacia la puerta y la abro, aliviada cuando llego al pasillo. Ahora, si puedo llegar al ascensor, todo estará excelente. Poniendo todo mi peso sobre la pierna sana, me muevo poco a poco por el pasillo, haciendo caso omiso a las miradas y susurros cuando paso a lado de las personas, dirigiéndome al ascensor. Festejo internamente cuando llego al ascensor y me lleva a la planta baja. Después de mucho esfuerzo y aferrarme a las paredes, finalmente estoy afuera, en el patio que rodea al Edificio McIntyre, el dormitorio donde la Universidad de Wyoming ubica a la mayor parte de los estudiantes de primer año. Compruebo mi reloj, arrastrando mi pie al otro lado de la acera mientras me muevo hacia el césped, dándome cuenta de que llegaré tarde. Trato de no enloquecer y pongo más peso sobre el tobillo para poder tomar ritmo. Respiro a través del dolor, recordándome que soy tan dura como una roca. Pero entonces, doy un paso en un pozo en el césped y mi tobillo gira torpemente.

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Me tropiezo a un lado y dejo caer mi libro. —¡Maldita sea! —grito, apoyando la mano en un árbol cercano mientras el dolor se extiende por mi pierna. La gente que camina por la acera me mira como si fuera una chiflada, y siento brevemente como si estuviera de nuevo en la cochera de Amelia, rodeada por Jennifer y sus amigos. No me gusta cómo me siento sólo con recordarlo. La brusquedad. La poca autoestima. No soy esa persona. Soy fuerte, blindada, e irrompible. Sin embargo, los recuerdos llegan a mí, forzando a que mi escudo caiga. Quiero correr por que es la única cosa que me ayuda a apagarlo, a colocar mis emociones en una caja de seguridad y encerrarlas silenciosamente dentro de mí. Pero me tengo que mover para poder hacerlo. Mierda. —Ya basta, Violet —me murmuro a mí misma, mi piel húmeda por el esfuerzo—. Estás dejando que las cosas te afecten. Que se jodan. Me empujo desde el árbol, pero entonces mis manos regresan inmediatamente a él. Sacudiendo la cabeza más por mí que por cualquier otra cosa, me desplomo contra el árbol. Estoy frustrada. No voy a lograrlo, y el pánico presiona mi garganta mientras empiezo a sentirme decepcionada de mí misma. Necesito una manera de arreglar esto... hacer que la violenta inundación de emociones desaparezca. Ahora. Me dirijo a la zona cubierta de hierba bajo los árboles en busca de una distracción de lo que está pasando dentro de mí. Hay un grupo de chicos jugando Frisbee. Podría pelear con ellos, ver si puedo conseguir que realmente golpeen a una chica, pero la lucha es el último recurso, porque tengo muy poca adrenalina ahora. O podría pelear con ese idiota entre los árboles, que está tomando fotos de mí con su cámara, el gran flash cegándome incluso desde esta distancia. Me inclino hacia delante, entrecerrando los ojos para obtener una mejor visión de él. La última vez que alguien estuvo tomándome fotos así fue después de que mis padres murieran, y cada maldito reportero en el país quería obtener una imagen de la chica que sobrevivió a la muerte de sus padres. Pero ha pasado mucho tiempo desde que eso ocurrió, y ya nadie parece preocuparse. Cuanto más tiempo me quedo mirando al chico, más se aleja a través de los árboles, haciendo clic en su cámara varias veces, y empiezo a dirigirme ahí, con una mirada amenazadora en la cara. —Bueno, te ves como una mierda —dice alguien a mi lado y me detengo—. Puedo ver que no tomaste mi consejo y te apoyaste en ese maldito pie.

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Luke Price aparece de repente a un lado en la sombra del árbol junto a mi. Lo he visto alrededor de la escuela, y anoche cuando le di una patada en la cara, pero realmente no lo conozco más allá de lo que sucedió ayer por la noche, además del hecho que parece muy intenso. Está vistiendo una camiseta negra con un pequeño agujero en el dobladillo, y los pantalones también tienen un pequeño agujero. Tiene el pelo castaño recortado e intensos ojos marrones que hacen que automáticamente me lo imagine como un luchador o boxeador o algo por el estilo. Pero por lo que sé, sólo es un jugador de fútbol americano, otro atleta que probablemente está siguiendo los pasos de su padre. Se rasca el verdugón de su frente que le produjo el impacto de mis botas y noto que tiene una banda de cuero en su muñeca que tiene escrita la palabra "redención". Me pregunto si eso significa algo para él. ¿Ha sido salvado de algo? —Bueno, si no es más que el Señor Estoicamente Huraño. —Aspiro a sonar desinteresada, pero el dolor en mi pierna y mi ansiedad se filtran en mi voz. Miro de nuevo hacia donde el hombre con la cámara estaba al acecho, pero se ha ido. Sacudiendo la cabeza, me dirijo de nuevo a Luke, obligándome a mí misma a ser la Violet normal e indiferente que me esfuerzo por ser—. Dios, realmente sabes cómo encantar a una chica. Me mira con una expresión ilegible. —¿Quién dice que estoy tratando de encantarte? No estoy segura de si su objetivo es ser un idiota coqueto, o sólo un idiota, pero de cualquier manera he terminado de hablar con él. Necesito calmarme de todos modos. Inhalo y exhalo mientras me muevo, pero me congelo cuando un dolor cegador irradia a través de mi pierna y empiezo a caer al suelo. —Mierda. —Luke se apresura con los brazos extendidos al frente—. Deja que te ayude. Me sostengo con mi mano mientras me tambaleo hacia atrás contra el árbol. —Yo me encargo. No necesito tu ayuda. Me mira con duda condescendiente. —Sí, ya veo. —Sólo necesito un respiro y estaré bien para irme —insisto, mostrando en el exterior la confianza que me falta en el interior. He perdido casi toda la esperanza de poder llegar a las clases de hoy, y la ansiedad sólo se está intensificando. Lo ideal para mí ahora sería volver a la residencia y ocuparme del problema de la única forma que conozco.

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Cruza los brazos, flexionando sus músculos y presiona los labios, para ocultar su irritación o diversión. Sinceramente no lo puedo decir por la intensidad desprendiéndose de él. —¿A dónde estás intentando ir? —No estoy intentando ir a ninguna parte —Presiono mis palmas contra la áspera corteza del árbol—. Estoy yendo a clases. Arquea la ceja. —¿La clase de química? —Sí —le digo—. La clase, en la que estoy muy segura, se supone que también debes estar. —Sí, se me está haciendo tarde. —Le da una rápida mirada a la acera y luego su mirada aterriza de nuevo en mí—. Y ahora estaré incluso más retrasado gracias a ti. —Nadie dijo que tenías que detenerte y hablar conmigo. —Cuadro los hombros, preparándome para marcharme a través del patio, con la cabeza en alto, mostrando que tengo un poco de dignidad, aunque sé que no lograré hacer todo el camino. Sin embargo, puedo fingir, por lo menos hasta que se vaya. Hago cinco increíbles y dignos pasos antes de que mis rodillas se doblen. Entonces, Luke me roba toda la dignidad que me queda cuando se apresura y me toma en sus robustos brazos. A pesar de que empeorará el daño, preferiría tener la cara plantada en el césped y lastimarme, lo que hubiera dejado a mi orgullo igual de herido que como está ahora. —¿Qué estás haciendo? —Mis sandalias raspan contra el césped mientras me esfuerzo por ponerme de pie—. Dije que yo me encargo. —Lo siento, pero es obvio que no es así —responde simplemente, metiendo los brazos por debajo de los míos, ayudándome a levantarme. Considero empujarlo cuando una de sus manos se desliza por mi costado hacia mi cintura, pero luego me doy cuenta de que lo está haciendo para apoyar mi peso. No estoy segura de qué hacer. No pido ayuda por nada; ya no soy tan débil, pero técnicamente no le estoy pidiendo ayuda a Luke en estos momentos. Sólo lo está haciendo por su cuenta, que no es lo mismo. Al menos, eso es lo que me digo a mí misma para que esta situación se sienta mejor. Además, se ha convertido en una muy buena distracción de las turbulentas emociones que sentía en el pecho antes de que apareciera. Estoy empezando a normalizarme, calmando mi interior. Nadie ha hecho esto antes, a excepción quizá de Preston y su ex-esposa y mi ex-madre adoptiva, Kelley, y esos instantes eran pocos y distantes entre sí.

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—¿Ahora vas a dejar que te ayude a regresar a tu dormitorio o no? —Sus dedos se presionan suavemente en mi costado. Vacilo, y a continuación, coloco la mano en su hombro para que pueda levantar más peso de mi pie. —No, pero voy a dejar que me ayudes a llegar a clase. —Aspiro un atisbo de su olor; colonia mezclada con jabón y un toque de tequila. Abre la boca. —Necesitas poner a descansar tu pie. —No, tengo que ir a clase —sostengo, conteniendo la respiración porque el olor de su colonia es delicioso—. Es importante. —¿Por qué? Sólo es una clase. —Porque no me pierdo clases. Nunca. Busca en mis ojos Dios sabe qué, tal vez un signo de cordura, pero luego se da por vencido y asiente. —De acuerdo, Violet... —Espera que le de mi apellido, pero sólo sacudo la cabeza. No me gusta decir mi verdadero apellido, porque entonces recuerdo que soy la única persona viva que lo lleva. Podría usar el que he inventado, pero no me gusta dar ese tampoco, ya que parece que estoy dándole a alguien una invitación abierta para que me conozca—. Está bien entonces, Violet sin apellido. Vamos a llevarte a clase. Entonces, por primera vez en trece años, alguien me ayuda. Y lo curioso es que lo hace voluntariamente.

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Luke Ayudo a Violet a llegar a clases, soportando tanto de su peso como me permite, pero parece bastante decidida en dejar que la ayude tan poco como sea posible y sigue poniendo el peso sobre su tobillo. Se ve muy mal, púrpura y azul, tan hinchado que ni siquiera pudo ponerse un zapato, y simplemente quiero alzarla para que no ponga ningún peso sobre su tobillo en lo absoluto, además de que sería capaz de moverme a mí ritmo y no al de ella. Pero puedo decir que no hay manera en que me deje, y honestamente, no soy tan caballeroso. Si hubiera actuado como soy normalmente, la hubiera dejado bajo el árbol. Fue una pura casualidad que me cruzara con ella. Había tomado demasiados tragos de tequila esta mañana y mi cabeza se encontraba muy confusa para conducir a la universidad. Así que tuve que caminar, y acababa de pasar de largo cuando Violet se estaba apoyando contra el árbol. Parecía que luchaba, y lo único que podía pensar era en ella cayendo por la ventana... mi hermana Amy saltando del techo... de repente caminaba en su dirección. Acabamos llegando tarde y está molesta por eso. No parecía el tipo de persona que se preocupa tanto por llegar a tiempo o sacar buenas notas, pero yo tampoco. Mi necesidad de controlar mi vida, mis notas, es un hábito obsesivo que desarrollé desde el principio para luchar contra la constante pérdida de control que siempre me rodeaba cuando estaba en casa. Me pregunto cuáles son sus razones. No me siento junto a ella en clase, no sólo porque no quiero lucir como un tipo obsesionado, sino que no hay ningún escritorio vacío a su lado. Me siento en un escritorio vacío unas cuantas filas detrás de ella y trato de concentrarme en lo que el profesor Dotterman está diciendo en lugar de en lo que hace Violet, pero es difícil. Pensé mucho en ella anoche, incluso en mi estupor de ebriedad, que derrotó por completo el propósito de emborracharme. Pero nunca me explicó por qué saltó por la ventana. Quiero creer que no trataba de acabar con su vida, pero sabiendo lo que sé, sabiendo lo que pasó con Amy, no puedo dejar de pensar en los significados más profundos detrás de su salto. Cuanto más la miro, más la analizo. Es muy obstinada, lo que entiendo mucho, incluso yendo tan lejos como negarse a estirar el pie cómodamente delante de ella. Está sentada recta en su silla, con los pies firmemente plantados. Creo que podría haber conocido a mi rival por el

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premio a La Persona Más Obstinada del Mundo. Es un premio que he estado prácticamente ganando desde que tenía dieciséis años, cuando decidí dejar de confiar en la gente y hacer sólo lo que yo quería. Pasé demasiado tiempo dándoles a otras personas todo lo que necesitaban, y finalmente cumplí dieciséis y obtuve mi licencia de conducir. De repente, tuve la libertad de ir a cualquier lugar siempre que quería y no importaba quién estuviera conmigo. Me tenía a mí mismo y eso era todo lo que importaba. Nadie me controlaba o tenía poder sobre mí, y he estado haciendo cosas para asegurarme de que se quede así desde entonces. Violet parece algo así. Nunca he conocido a alguien que se encontrara tan decidido a hacer las cosas por su cuenta. Pero no es como si estuviera a punto de preguntarle por qué. Me dio una mirada asesina sólo por haberle preguntado su apellido, y probablemente fuera a tratar de patearme el trasero si le preguntara algo personal. A pesar de que la idea de ella tratando de patear mi trasero es algo apasionante. No es lo mío. Me gustan las cosas fáciles y sencillas, porque mi vida era demasiado complicada cuando era más joven. Sin embargo, por alguna razón, el retar a Violet se está convirtiendo en algo atractivo. Por otra parte, nunca nadie realmente trató de desafiarme, demasiado asustados de ir en contra de la intensa imagen que proyecto a propósito. Puedo decir que Violet intenta parecer dura, pero debajo del piercing en la nariz, los mechones rojos en su pelo, y los tatuajes en la nuca, es jodidamente preciosa, a pesar de que trae puesto el mismo vestido que llevaba anoche, no trae nada de maquillaje, y su cabello no está arreglado. Tampoco tiene la musculatura para hacer daño alguno, sus piernas largas y esbeltas y sus brazos son más adecuados para envolverse a mí alrededor que para golpearme o patearme el culo. Ruedo la lengua en mi boca ante la idea de sus piernas y brazos a mi alrededor mientras la mantengo debajo de mí y me meto en su interior. Estoy curioso por probarlo, y estoy seriamente debatiéndome sobre tomar un descanso de las zorras, mujeres que carecen de sustancia con las que he estado saliendo desde que tenía dieciséis años. En medio de mis pensamientos, Violet mira casualmente por encima de su hombro. Es obvio que está tratando de mirarme discretamente, pero yo ya estoy mirándola, por lo que no funciona. Sus párpados bajan un poco, como si fuera a fruncirme el ceño, sin embargo me da esta mirada arrogante como si supiera que estaba mirándola primero. No estoy seguro de cómo reaccionar a esto, porque por lo general yo soy el engreído. Enojado conmigo mismo, decido dejar de ser obsesivo, ya que apenas sé algo de ella, aparte de que le gusta saltar por las ventanas y odia que le ayuden.

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Empiezo escribiendo notas, en busca de algún tipo de estructura en medio de mi desorden de pensamientos. Puedo manejar el caos cuando estoy borracho, porque estoy demasiado borracho para darme cuenta, pero ahora mismo me encuentro demasiado sobrio para hacerle frente a una chica que, literalmente, se estrelló en mi vida. Sigo centrado en la explicación por el resto de la clase, y cuando el profesor nos permite irnos considero seriamente dejar a Violet valerse por sí misma. Pero mientras paso a su lado, me doy cuenta de su mirada fija en el tobillo con su libro bajo el brazo y las cejas fruncidas. Por mucho que sólo cuido de mí mismo, cuando me la imagino saltando por la ventana, ya sea por accidente o no, me encuentro parado al lado de su escritorio. Saco mi codo, dándole la opción de tomarlo. Me mira, y me da una visión real de sus ojos verdes en la luz del día. Son increíblemente grandes y hermosos, rodeado de pestañas largas y negras, pero hay algo que falta en ellos. Emoción. La mayoría de las veces, cuando miro a los ojos de la gente, puedo obtener una buena visión de lo que sienten, pero con Violet no consigo ver nada, como si tuviera un escudo. Sus dedos se envuelven alrededor de mi brazo y ella misma se levanta. Cuando consigue equilibrarse, deslizo mi brazo alrededor de la parte baja de su espalda y fijo mi mano en su costado. Siento que sus músculos se contraen, pero su rostro permanece en blanco. Luego, apoya su peso sobre mí, su pelo rozando mi mejilla, y salimos del aula. No hablamos mientras nos dirigimos por el pasillo lleno de gente, con pereza serpenteando a través de las personas. Al principio, creo que nuestro silencio es porque no puedo pensar en nada que decir, pero luego empieza a convertirse en una especie de desafío sobre quién puede ser el más obstinado, al menos para mí lo es. Si hablo primero, pierdo. Si ella lo hace, entonces pierde. Empujamos la puerta y cruzamos el patio hacia la acera. Estamos a finales de abril, el sol está brillando y el aire es un poco frío, pero tolerable, incluso sin una chaqueta. Sólo unas semanas más y el semestre habrá terminado. Entonces, todo el mundo volverá a casa. Sin embargo, estoy tratando de encontrar una manera de salir de ello. La idea de volver y vivir con mi madre es jodidamente insoportable. Y mi padre... está preocupado por otras cosas en este momento, al igual que su boda. Además, solo lo he visto tal vez en ocho ocasiones desde que nos abandonó a mi madre y a mí, y la mitad de eso ha sido este año. La idea de pedirle vivir con él me agrava, porque no quiero necesitar nada de él. Quiero estar aquí por mi cuenta en Laramie.

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Podría conseguir un trabajo ahora que terminó la temporada de fútbol, pero tengo las peores habilidades sociales, y tiendo a poner a la gente nerviosa, lo que hace que conseguir un trabajo sea muy difícil. Además, tendría que conseguir un apartamento a menos que tome clases de verano. Necesito un poco de descanso de la escuela, pero también necesito un compañero de piso para permitirme vivir en cualquier lugar, y Kayden se irá todo el verano con Callie. No tengo mucho más en la línea de amigos, además de los chicos con los que juego fútbol, y realmente no quiero vivir con ninguno de ellos. Apenas puedo soportar vivir con Kayden y él ha sido mi mejor amigo desde que éramos niños. Podría apostar un poco, tomar algunos riesgos, ver si puedo conseguir un flujo de efectivo más grande, pero desde que perdí una gran mano en un juego en marzo, no he tenido suficiente para subir la apuesta por un juego que valga la pena. No a menos que quiera tirar por la borda todo mi dinero en efectivo, lo que en cierto modo quiero hacer porque echo de menos ser dueño del partido, hacer trampa en mi camino hacia la cima. Es en lo que soy bueno, al menos la mayor parte del tiempo, es decir, a menos que pierda la carta que escondo como pasó durante el juego en marzo. El resto del camino con Violet es interesante. Sigue mirándome con arrogancia y a veces intriga. Se siente como si quisiera decir algo, pero nunca lo hace, y cuanto más continúa así, más loco me vuelve. Cuando llegamos al ascensor de su dormitorio y las puertas se cierran, Violet se aclara la garganta y creo que finalmente hablará. Me echa un vistazo por el rabillo del ojo e inclino la cabeza hacia un lado, esperando a que pronuncie la primera palabra. Pero en lugar de eso, me golpea con esa mirada arrogante como lo hizo en clase y de nuevo me sorprende su actitud engreída. Casi me vengo abajo y le pregunto de qué demonios se trata esa mirada. Perder nuestra batalla de silencio, sólo así. Dejar que gane. Dejarle tener ese tipo de poder sobre mí. Me tiene todo fuera de quicio y me maldigo a mí mismo por no tomar más tragos antes de haber dejado mi habitación esta mañana. Por un breve segundo, contemplo seriamente pulsar el botón de emergencia y parar el ascensor, así puedo empujar su espalda contra la pared y besarla con fiereza antes de alejarme y dejarla. Recuperar un poco de mi control y poder sobre la situación. Pero a medida que el ascensor continúa y mis brazos se quedan a mis costados, me doy cuenta de que no puedo seguir con esto y sinceramente no tengo idea por qué. Está jugando con mi cabeza y no sé qué más hacer, además de mirar mi reflejo en las puertas de acero brillante por el resto del viaje en ascensor. Cuando las puertas se abren,

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dejo escapar un suspiro de alivio, contento de que estamos llegando al final de este extraño viaje silencioso. Al acercarnos al dormitorio de Violet hacia el final del pasillo, veo a Kayden y a Callie de pie delante de la puerta. Están sonriendo mientras hablan y lo hacen parecer tan fácil, tan natural, como si fuera tan simple como respirar. Pero a veces, incluso la respiración es difícil para mí. Callie dice algo y Kayden se ríe, pero cuando me ve caminando por el pasillo con Violet, su expresión se llena de curiosidad. —¿Qué pasa? —pregunta mientras caminamos hacia ellos. Mira de Violet hacia mí, entonces sus cejas se arquean, abriendo sus ojos un poco. Callie se quita del camino mientras Violet se aparta de mi brazo y arrastra el pie mientras se mueve hasta la puerta. —¿Estás bien? —pregunta Callie, bajando la mirada al tobillo de Violet. —Sí —responde Violet con indiferencia mientras golpea el código de su habitación con el dedo. La cerradura suena y se mete por la puerta abierta, lanzando su libro a un lado mientras comienza a cerrar la puerta. Estoy a punto de llamar a nuestro desafío obstinado un empate, cuando hace una pausa en la puerta todavía entreabierta, los ojos chispeantes de vida por primera vez, y dice—: Gracias, Señor Estoicamente Huraño. —De nada, Violet sin apellido —le digo, y luego se cierra la puerta. Al instante, Callie y Kayden me miran y me esfuerzo para mantener una sonrisa fuera de mi cara. —¿Qué demonios fue eso? —pregunta Kayden, deslizando su brazo alrededor del hombro de Callie. Ella es un pequeña ser y él tiene que agacharse un poco para alcanzarla. Me encojo de hombros, no queriendo entrar en detalles. —Le dolía el pie y le ayudé a volver a su habitación. Callie me echa una mirada cautelosa. —¿Cómo se lastimó? Me encojo de hombros otra vez. —No estoy seguro. Una de las cosas que me gusta de los dos es que respetan la privacidad y no presionan. —¿A dónde vas? —me pregunta Kayden, tirando de Callie para darle un beso en la cabeza—. ¿De regreso a la residencia? Empiezo a regresar a los ascensores, metiendo las manos en los bolsillos.

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—Pensaba en ir al gimnasio. Ha pasado un tiempo. ¿Quieres venir conmigo? Kayden asiente. —Sí, estoy un poco fuera de forma. —Mira a Callie—. ¿Quieres venir? Te ayudaré con tus habilidades de kickboxing. —Le da guiño y ella rueda los ojos, sonriendo. —Lo que digas. Te pateé totalmente el trasero la última vez —dice, introduciendo el código en la puerta—. De todos modos, no puedo. Tengo que estudiar para mí final de biología. Kayden parece decepcionado y yo aparto la mirada mientras se inclina para besarla. Por mucho que me alegro por ellos, a veces extraño a mi mejor amigo no siendo controlado. Empiezo a dirigirme hacia los ascensores para esperarlo allí cuando Callie dice en voz alta mi nombre. —Espera un minuto, Luke —dice, y poco a poco me doy la vuelta. Está caminando hacia mí con Kayden a sus talones. Cuando me alcanza, se engancha de mi brazo y me arrastra más allá del ascensor mientras Kayden espera atrás, como si supiera que quiere hablar conmigo a solas. —¿Cómo estás? —Se mete algunos mechones de su cabello castaño detrás de su oreja, pareciendo inquieta—. Con las cosas con tu hermana, quiero decir. Trago saliva. —Estoy bien. —Siempre he estado lidiando con fuerza con el hecho de que mi hermana se suicidó cuando tenía dieciséis años, pero hace un mes me enteré de que Caleb Miller, un cretino con el que Amy solía salir en la escuela y que solía ser amigo del hermano de Callie, la violó durante una fiesta unos pocos meses antes de que ella se lanzara desde el tejado de un edificio de apartamentos. Supongo que la policía encontró algunos diarios escritos por Caleb sobre lo que había hecho, pero Callie fue quien me lo dijo. Aunque no lo dijo, creo que Caleb podría haberle hecho algo similar a ella. La primera vez que me lo dijo, me tomó un tiempo para procesar lo que significaba, que tal vez Amy se suicidó a causa de eso. Es frustrante sentir tanta rabia dentro de mí cada vez que pienso en ello. Caleb afortunadamente desapareció, de lo contrario podría haberle seguido la pista y golpeado hasta matarlo, como lo hizo una vez Kayden. O tal vez yo soy el afortunado, porque a veces cuando me pongo en marcha, cuando siento demasiado calor y opresión en el pecho, me cuesta mucho no dejarme llevar. —¿Estás seguro ? —Toca mi brazo, y rápidamente se aleja. Es una chica dulce, pero a veces es un poco nerviosa—. Porque estoy aquí, si

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alguna vez quieres hablar. Sé que es difícil, sobre todo porque Caleb nunca fue atrapado... sólo está por ahí viviendo su vida... —Sus ojos se empañan, pero aleja rápidamente las lágrimas. Fuerzo una sonrisa. —No soy muy hablador, pero gracias por la oferta. —Aprendí a una edad temprana que tratar de hablar de lo que me molestaba era inútil. Una vez le dije a mi mamá que no me gustaba que estuviera consumiendo drogas y sólo lo hizo más. Le dije a mi padre una vez durante su llamada telefónica anual que odiaba mi vida y me dijo que mucha gente lo hace. Cuando me enteré de la muerte de Amy, seguí una racha en silencio durante una semana porque parecía que, si yo le dijera algo a alguien, me dirían que lo aguantara. He encontrado la serenidad en la tranquilidad, y seriamente desearía nunca haber hablado de nuevo, al menos, de nada importante, pero mi mamá no me dejaba estar de luto tan fácilmente y quería hablar. Acerca de Amy. —Yo tampoco —dice Callie—, pero a veces sí ayuda. —Gracias, pero estoy bien por ahora. Sonríe, y la suya es real, no forzada como la mía. —¿Cómo está tu mamá con todo esto? Me estremezco internamente. Mi mamá mostró muy poca reacción cuando se enteró y no estoy ni un poco sorprendido. Apenas le prestó atención a Amy mientras estaba viva, y después de su muerte, fue como si nunca hubiera existido. Tiró sus cosas días después de que ocurriera, diciendo cosas horribles sobre Amy eligiendo dejarnos con la voz más monótona. Cantó una canción en el funeral de Amy, pero la letra fue abarrotada con locura. No mucha gente lo oyó, casi nadie fue al funeral y, los que lo hicieron, culparon al luto por la locura de mi madre. Cuando le conté a mi padre sobre Amy durante nuestra llamada telefónica anual, se puso a llorar. Eso me molestó. Cómo se atreve a llorar cuando no estuvo cerca para ayudar y tal vez algunas de estas cosas se podrían haber evitado. Nos había abandonado en la casa con mi mamá y su locura, dejando a sus dos hijos atrapados junto a ello. —Mi madre está bien —le miento a Callie, moviéndome poco a poco a su alrededor para ir hacia los ascensores. Es agradable de su parte el preocuparse, pero no significa que sea fácil para mí hablar de mi madre. Callie parece desconfiar de mi respuesta arrogante, pero lo deja pasar y sale de mi camino para que pueda marcharme. Kayden me está esperando en el ascensor, y cuando me acerco a él, golpea su dedo contra el botón. —Te llamo más tarde —le dice a Callie y luego la besa.

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Miro en otra dirección de nuevo, listo para alejarme de toda esta cosa de afecto con el que han estado obsesionados por meses. El afecto está sobrevalorado. Nunca he querido y nunca, jamás, voy a buscarlo. La única persona que me mostró afecto lo hacía parecer incorrecto, y es una de las razones por las que no me acercaré a nadie, ni siquiera a Kayden. Sí, sabemos cosas el uno del otro, pero nunca hemos hablado de corazón a corazón. Nunca he hablado de corazón a corazón con nadie, y estoy planeando mantenerlo de esa manera, no importa lo que se necesite, porque lo último que quiero es que alguien descubra mi pasado y cuán jodidos son mis pensamientos.

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3 Traducido por Val_17 & aa.tesares Corregido por ElyCasdel

Violet Justo después de que mis padres fueran asesinados, solía encontrar razones por las que sus vidas fueron arrebatadas. La teoría de la policía era que se trataba de un extraño accidente cuando fueron a robarnos, por alguna razón los ladrones pensaron que no había nadie en casa. Mis padres se habían despertado en medio de eso, y los vieron. Surgió el pánico. Luego, los disparos. Nunca atraparon a quién lo hizo y por lo que sé, esas personas andan por ahí en el mundo, viviendo sus vidas mientras mis padres se pudrieron. Me pone absolutamente loca cuando pienso en ello, pero a veces mi mente se abre por sí sola. Las ideas sobre la gente con la que me cruzo en la calle. Podría ser cualquiera de ellos y me preocupa que tal vez me reconozcan. Aunque no estoy segura, siempre existe esa pregunta en mi mente, si es que alguno me vio esa noche, porque me miraron fijamente, pero no dijeron ni una palabra. Es algo que me ha perseguido hasta el día de hoy. Siempre me pregunto qué haría si los asesinos realmente fueran capturados. Enloquecer. Celebrar. Estar llena de un insoportable odio hacia ellos porque ahora tendría una cara para vincular con el evento. Estar aterrorizada. No estoy segura, y cada vez que lo analizo demasiado, mi hábito me patea y busco consuelo en la única cosa que puede dármelo. El peligro. Presionar a la muerte. Intentos suicidas. Adicta a la adrenalina. Demencia. Hay muchas formas diferentes de cómo podría ser llamado y, honestamente, no sé de cuál se trata. Todo lo que sé es que lo hago, y lo necesito, para seguir con mi vida. Sin embargo, no he estado haciéndolo durante los últimos días, ya que muy apenas puedo cojear, mucho menos caminar. Se está volviendo un inconveniente, y me hace sentir débil. Pero mi tobillo se niega a sanar,

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así que no tengo otra opción más que cojear por ahí con dolor. La peor parte era el trabajo. Nunca he sido tan genial como camarera, ya que mis deslumbrantes habilidades sociales están ausentes. Añade dolor a la falta de habilidades sociales y mi supervisor, Johnny, amenazaba con decirle a nuestro jefe sobre mi actitud de perra hacia los clientes. Afortunadamente, lo encanté con una bolsa de diez dólares y eso pareció suavizar las cosas. Me dirijo al McDonald‘s más cercano para alimentar mi adicción a la comida chatarra, con un par de pantalones cortos y una camiseta de la banda From Autumn to Ashes que he usado tanto que las letras están empezando a desaparecer. Mi pelo era indomable, así que puse un gorro sobre él y todavía estoy usando sandalias. No es el mejor de mis momentos en la moda, pero nunca he tratado de pretender ser ese tipo de chica. Hace calor y mi tobillo se está hinchando con todo el peso que estoy poniendo sobre él, pero estoy hambrienta y ya no tengo el auto de Preston, porque sólo me lo presta cuando estoy negociando, así que mi único medio de transporte es a pie. Estoy contando en mi cabeza cuántas cuadras me quedan... cinco o tal vez seis... Mi teléfono suena y contesto, sabiendo que el tono de llamada pertenece a Preston. Una parte de mí no quiere responderle porque sé que querrá que haga algo de lo que probablemente no tengo ganas y no le diré que no, porque se lo debo por tomarme cuando nadie más lo hizo. Antes de que Preston llegara, vivía con el señor y la señora McGellon, una familia adoptiva a la que le gustaba encerrarme en el sótano por horas cada vez que me pasaba de lista o hacía algo mal. Habría estado bien con sentarme en la oscuridad escuchando el goteo de las tuberías, pero he odiado los sótanos desde que tenía seis años. Una vez, cuando el Señor McGellon amenazó con ponerme ahí abajo, lo empujé por la frustración y, cuando la señora McGellon amenazó con llamar a la policía, me escapé. Viví en la calle durante unas dos semanas, luego me atraparon cuando robé algo de comida de un supermercado y de todos modos terminé pasando un tiempo en el reformatorio. Después de que salí, cuando nadie más quería llevarme, Preston y su esposa aparecieron. Eran jóvenes y creo que servicios sociales buscaba una razón para librarse de mí en ese momento, así que de muy buena gana me entregaron a ellos. Aun así, estuvieron ahí para mí. Contesto el teléfono y lo pongo en mi oído justo antes de que vaya al correo de voz. —¿Qué pasa? —Kelley se volverá a casar —anuncia en un tono irritado.

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—¿Qué quieres decir con que se volverá a casar? —Arrastro mis pies por la acera—. Pensé que te dejó porque se sentía atrapada. —Vaya, gracias por recordarme dolorosamente por qué mi ex esposa guardó su mierda y se fue —dice Preston, su voz goteando sarcasmo—. Jesús, Violet, a veces eres demasiado directa para tu propio bien. —¿Directa? —Hago una pausa al final de la acera—. Siempre me has dicho cuán mentirosa era. —Eres mentirosa cuando se trata de ti —responde—. Pero con todos los demás, eres directa. Juro por Dios que te gusta ser testigo del dolor de la gente. Cruzo la calle y tropiezo en la acera. —Tal vez, o tal vez nunca me han enseñado a censurarme. —Estás tan llena de eso en estos momentos. Sabes exactamente lo que estás haciendo, así que no trates de fingir que eres toda ingenua e inocente. —Su voz cae una octava—. Y hablando de inocencia, ¿finalmente has perdido la tuya? Me muevo incómodamente, tirando de la parte inferior de mi camiseta hacia abajo, me alegro de que no pueda verme en estos momentos. —No seas un viejo espeluznante. —No soy tan viejo, Violet —dice—. Y además, me aseguraba de que estás bien y que no hay chicos con los que hayas follado. Preguntar sobre tu vida amorosa habría sido el trabajo de Kelley, pero ya que nos abandonó, tengo que intervenir e interpretar el papel. Sacudo mi cabeza. —¿Interpretar el papel de mi madre adoptiva? —Claro. ¿Por qué no? —Eres un maldito enfermo. —Viene de la chica que se negó a comer cualquier cosa excepto carne de cerdo y frijoles por dos semanas seguidas la primera vez que se presentó en mi casa. Camino en torno a una pareja tomados de las manos bloqueando la acera. —¿Qué puedo decir? Extrañaba el repugnante sabor de la comida de la prisión. —No estuviste en prisión —aclara—. Solo en el reformatorio. No trates de hacerte sonar más ruda de lo que eres. —Oye, soy ruda —protesto, sin molestarme en evitar el agua saliendo de unos rociadores en un patio—. Podría patear tu culo.

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Resopla una risa y eso se mete bajo mi piel. —Está bien, te diré qué. La próxima vez que vengas aquí de visita y tengamos algo de tiempo, te llevaré a mi habitación y puedes tratar de mostrarme cuán dura eres. Limpio las gotas de agua de mis brazos. —¿Por qué tendríamos que ir a la habitación? Su risa baja a un sonido profundo y ronco. —Piensa más allá de tu ingenuo e inocente cerebro, Violet, y tal vez lo entiendas. —No soy ingenua o inocente, solo un poco lenta —digo, captando a qué se refería—. Y para tu información, eres repugnante y eso nunca va a pasar. —No me gusta cuando me habla así, pero si digo algo serio sobre eso, probablemente se enfade. Lo vi de esa manera con su ahora ex esposa Kelley, y cuando Preston se enfada, se pone violento. —Lo que sea. No pretendas que no te estás excitando —dice. No lo estoy. En absoluto. Nunca he estado excitada antes, al menos de lo que puedo recordar, y me parece como algo que recordaría. Cuando vivía con Preston, no era tan coqueto como ahora, pero una vez que llegué a los dieciocho años y fui considerada oficialmente mi propia tutora, nuestra relación como que cambió, especialmente cuando Kelley lo dejó. En realidad, nunca intentó nada conmigo, solo habló un montón, y no digo nada al respecto. No quiero perderlo, es la única cosa cercana a una familia que tengo. Incluso Kelley ya no me habla. —Me tengo que ir —miento. Todavía tengo tres o cuatro cuadras más, pero quiero terminar esta incómoda conversación—. Te llamaré más tarde. —Más te vale. —El tono profundo y ronco de su voz se desvanece—. Tengo cosas para que hagas y aún tienes que pagarme los ochos que te di la otra noche y sabes que no acepto dinero, sólo trabajo. Me tenso, preocupada por haberlo molestado y que se enoje y pierda la única familia que tengo. Entonces, estaré totalmente sola. —Lo sé. Y te llamaré. Lo prometo. —Buena chica —dice, luego nos decimos adiós y colgamos. La tensión desmoronándose en mi cuerpo me hace querer tirarme al tráfico que se acerca y ver cuánto puedo acelerar mi ritmo cardíaco y parar la tensión. Sólo pensar en eso me lleva de la preocupación al terror y la emoción. Estoy empezando a vagar hacia los lados de la acera, pensando en si moriría al instante si me atropellaran, cuando una camioneta se detiene, causando pequeñas detonaciones en el tubo de escape cuando frena en la acera.

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Sigo paseando sin gracia por la calle, no queriendo tratar con más pervertidos por hoy, cuando escucho a una voz familiar decir—: Aun poniendo peso sobre el tobillo, ¿eh? Me apresuro, dando largos pasos, pero el dolor que irradia mi tobillo me obliga a reducir la velocidad. —¿Qué puedo decir? —digo por encima de mi hombro—. Soy una rebelde. Me gusta caminar por el lado salvaje. Luke estaciona su camioneta a centímetros de mí, conduciendo del lado equivocado de la carretera hacia el tráfico, pero por suerte nadie viene. La ventana está abajo y su brazo descansa en el marco. —Bueno, solo te estás rebelando contra ti misma, ya que es tu tobillo. Sacudo la cabeza, pero una sonrisa se abre camino y se las arregla para expulsar la tensión que causó la conversación con Preston. Necesito terminar esta cosa que está pasando con él. Disfruto mucho bromear con Luke y también encontré muy entretenido caminar en silencio con él, sobre todo porque no se rompe bajo mi presión silenciosa como un montón de gente lo habría hecho. Además, Preston me ayudó y nadie realmente ha hecho eso antes, excepto él y Kelley y otro par de personas que pasaron por mi vida. Me detengo al borde de la acera y Luke presiona el freno para reducir la velocidad de su camioneta. —¿Qué quieres? —Protejo mis ojos de la luz del sol mientras lo miro fijamente. Su intensa e implacable mirada sostiene la mía. —Quiero ver si necesitas un aventón a alguna parte. Elevo mis cejas mientras me inclino hacia delante y apoyo mis brazos en el borde de la ventana abierta, a solo unos centímetros del suyo. —¿Eso es realmente lo que hacías? Yendo de un lado a otro por las calles, buscándome, esperando poder darme un aventón. Aprieta sus labios, luciendo entretenido por algo que dije. —No, me dirigía al gimnasio, pero luego te vi cojeando por ahí como una anciana y pensé: Oye, tal vez le gustaría que alguien la ayudara, así puede llegar a donde sea que vaya en algún momento del día de hoy. Peleo contra esto. No hay mucha gente en el mundo que me haya hecho sonreír y la mayoría de ellos están muertos. Luke se está acercando y no me gusta, no me gusta cuán poco control tengo sobre mi reacción. Si sigue así, tendré que tomar su camioneta y conducir a cien por la carretera, sólo para borrar todos los sentimientos que vienen con esa maldita sonrisa.

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—Tal vez disfruto caminar por ahí como una anciana. —Me inclino tan cerca de él que siento el calor de su aliento y noto cuán largas son sus pestañas. Pero sólo estoy haciéndolo para meterme en su cabeza. No se mueve y su intensidad va a otro nivel, su expresión ardiendo con algo que no puedo interpretar, lo cual es desconcertante. —Bien, supongo que te dejaré con tu cojera. —Se recuesta hacia atrás en su camioneta y mira hacia adelante, lanzándome una bola curva. No estoy segura de cómo responder. Pierdo el ritmo, lo que no ocurre con demasiada frecuencia, y tal vez es por eso que hago lo siguiente. —Espera. —Toco su brazo mientras la camioneta comienza a avanzar. El toque nos sobresalta a ambos y alejo mi mano—. Voy a McDonald´s. Está como a un par de cuadras. Si quieres, puedes darme un aventón. Una vez más, parece que se va a reír. —Está bien, entonces sube y te daré un aventón. Revolcándome en mi propia estupidez por el hecho de que estoy vagamente entusiasmada porque me está ayudando de nuevo, rondo la parte delantera de la camioneta, y entro. Las bisagras de la puerta chirrían cuando la cierro y Luke sacude la cabeza con molestia. —Lo siento, mi camioneta es un montón de mierda. —Alcanza un paquete de cigarrillos del tablero. —No es un pedazo de mierda. —Bajo la ventana y dejo entrar la cálida brisa de primavera—. Solo es rústica. Frunce el ceño. —Tienes un vocabulario interesante. —Pone un cigarrillo en su boca. —¿Eso es un cumplido? —Me relajo en el asiento—. Viniendo del señor Estoicamente Huraño. Acuna sus manos alrededor del cigarrillo y luego lo enciende con el encendedor. —Sí, vas a tener que explicarme eso porque no lo entiendo. Al comienzo de la escuela, durante una de las clases de inglés que tenía con Luke, el profesor nos dijo que describiéramos algo en el salón de clases que pensáramos que sería difícil describir. Por alguna razón, pensé en Luke, el chico que siempre se sentaba al fondo, con los brazos cruzados y esta mirada de ―me importa una mierda‖ en su cara. Parecía casi inaccesible, o tal vez sólo arrogante, o quizás era algo más. Sin embargo, tenía amigos, así que no tenía ningún sentido. Después de mucho análisis, llegué a ―estoicamente huraño‖, y aunque no estoy segura de que lo definí

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correctamente, cada vez que me crucé con él, el apodo aparecía en mi cabeza. Pero no le diré esto. —No decírtelo es lo que le da atractivo —le digo mientras arroja el encendedor en el tablero. Toma una profunda calada de su cigarrillo y luego el humo rodea su rostro. —¿Así que no me dirás nunca? —Se aferra al volante con una mano y se integra a la carretera en el carril derecho y luego conduce por el camino. Le doy un encogimiento de hombros. —Tal vez algún día, pero no ahora. Sacude la cabeza, pero el rastro de una sonrisa toca sus labios. — Bien, pero creo que también debería poder darte un apodo. Me giro de lado en el asiento, poniendo la rodilla arriba, la curiosidad destellando dentro en mí. —Oh, estoy muy interesada en escuchar esto. Déjame adivinar. Perra loca. Psicópata saltadora. Vieja. Las comisuras de sus labios se levantan. —Por mucho que crea que todos esos son grandes opciones, no daré uno por el momento. Esperaré hasta que encuentre el perfecto para adaptarse a tu... encantadora personalidad. Hago una mueca mientras ruedo los ojos. —Ja, ja, eres muy gracioso. —Sin embargo, realmente como que sí lo es, y tengo que esforzarme para contener una sonrisa. Su sonrisa se ensancha, y siento que mi corazón se salta un latido espasmódicamente. Pero entonces, la felicidad se desvanece mientras se apresura y saca la mano por la ventana para quitar la ceniza de su cigarrillo. —Mierda, olvidé preguntarte si estaba bien que fumara aquí. —Es tu camioneta —digo, girando hacia adelante en el asiento y poniendo mi pie de vuelta al suelo—. Puedes hacer lo que te dé la gana. —Todo lo que dé la gana, ¿eh? —Ladea la cabeza, estudiándome mientras se detiene en la señal de alto. Nos alejamos de la parte residencial de la ciudad y ahora las gasolineras y tiendas pequeñas bordean la calle—. Qué pasaría si te dijera que quiero conducir como a cien kilómetros por hora en el carril equivocado. —Entonces, adelante. —Como que me gustaría que lo hiciera, de esa manera tendría mi muy necesaria dosis de adrenalina y estas emociones poco familiares que Luke está creando dentro de mí, que no he sentido en mucho tiempo, si es que alguna vez las sentí, emergiendo dentro de mí serían sofocadas. Ni siquiera estoy segura exactamente lo

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que son; si lo encuentro atractivo, molesto, reconfortante. De todos modos, no quiero sentir nada por él y necesito deshacerme de lo que sea que estoy sintiendo. Sigue sosteniendo el cigarrillo por la ventana, algunas de las cenizas arrastrándose al interior de la cabina de la camioneta y aterrizando en la Henley gris que lleva puesta, las mangas enrolladas. Está contemplando algo profundamente mientras me mira, tal vez haciendo realmente lo que dijo. Espero con un toque de anticipación. La sola idea de que mi vida podría potencialmente ponerse en peligro me asienta. Eventualmente, se concentra en la carretera, dejándome ligeramente decepcionada. —Entonces, ¿de dónde eres? ¿Laramie? ¿O simplemente estás viviendo aquí por la escuela? —Esa pregunta tan casual, la cual no encaja con la intensidad de sus ojos. —¿De dónde eres? —contrarresto su pregunta con otra pregunta, con la esperanza de desviar su atención de mí. —De por aquí —dice con un brillo en sus ojos. Bueno, esto es más difícil de lo que pensaba. —Entonces, además del hecho de que te gusta andar con putas rubias en la oscuridad y forzar tu camino en la vida de las personas, ¿qué te gusta hacer? Su mirada se desliza de la carretera a mí. —Pensé que ya sabías lo que hago; juego fútbol, ayudo a damiselas en apuros, camino por ahí siendo estoicamente huraño. Lo miro impasible, a pesar de que la risa hace cosquillas en la parte posterior de mi garganta. Ha pasado un largo tiempo desde que incluso he probado el breve vistazo de la risa. —Touché, Luke Price. Aprieta su mano de manera dramática contra su pecho. —¿Acabo de ganar una conversación? —Lo dices como si estuviéramos jugando un juego. —¿No lo hacíamos? —Hay un desafío en sus ojos marrones y siento algo despertar dentro de mí, algo que no estoy segura de que ha estado siempre completamente despierto. —Tal vez. —Me muevo con inquietud ante el hecho de que en realidad estoy sintiendo algo además de adormecimiento; sin embargo, no sé lo que es—. Pero no contaría con ganar por el momento. Inhala del final de su cigarrillo de nuevo, entonces el humo sale fácilmente de sus labios. Está la sombra de una sonrisa en su rostro, pero las sombras en sus ojos dejan a Luke Price ilegible, un misterio, exactamente

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como me esfuerzo por ser yo misma. Podría presionar para obtener más detalles acerca de su vida, de dónde vino, qué le gusta, pero supongo que las sombras están allí por una razón. Y si voy a cavar en su vida, él podría tratar de excavar en la mía. Y no quiero que él o cualquier otra persona lleguen a conocerme, porque es una pérdida de tiempo. Al final, me dejará. Todo el mundo lo hace siempre.

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Luke —Sabes que realmente no soy un fan de las hamburguesas —digo. Estamos sentados en una mesa en McDonald‘s en lados opuestos con una bandeja de comida en medio de nosotros. Estoy tratando de mantener la conversación ligera, ya que se estuvo poniendo pesada en el coche. Ella tiene mis pensamientos enredados. No sólo es una chica que salta por las ventanas, sino que también se puso demasiado emocionada cuando dije que me gustaría conducir por el carril equivocado a cien kilómetros por hora. Es como si quisiera que lo hiciera y, otra vez, no puedo dejar de preguntarme qué está pasando en esa cabeza suya. Esta casi convirtiéndose en una obsesión, la necesidad de saber. Y eso me hace retroceder al instante. —Suena como si fueras vegetariano —observa Violet por encima de la mesa, desenvolviendo su hamburguesa. —No, sólo un tipo que no tiene mucho gusto por las hamburguesas. —Agarro un puñado de papas fritas y me las meto en la boca. Levanta las cejas y toma un bocado de su hamburguesa. —Creo que es extraño. Ni siquiera estoy seguro de cómo terminé aquí con Violet. Había estado dirigiéndome a la tienda porque me quedé sin tequila y Jack Daniels y lo necesitaba más de lo que necesitaba aire. Acababa de llegar la invitación para la boda de mi padre, junto con una llamada suya, pidiéndome que fuera su padrino. —Estoy tratando de decidir si estás tomándome el pelo —había respondido, porque no podía estar hablando en serio. Los padrinos se suponían que eran amigos, como el uno del otro, que se conocen entre sí. —Sé que es una especie de aviso tardío, ya que la boda es un par de meses —dijo—, pero realmente me gustaría que seas el que esté de pie a mi lado. Sacudí la cabeza, haciendo una bola de la invitación en mi mano. —Ni siquiera estoy seguro de que pueda ir a la boda. —Ah, ya veo. —Sonaba tan decepcionado, pero no cedería con él tan fácilmente—. Bueno, ¿podrías hacerme un favor y pensarlo? Arrojé la invitación de la boda a la basura. —Supongo. —Gracias, Luke. —Sonaba tan sincero—. Y si alguna vez necesitas algo o quieres hablar, estoy aquí.

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Debería haber dejado salir todo entonces, todo lo que quería hablar. Cómo nos abandonó y me dejó para ser destruido en esa casa. Debería haberle dicho finalmente con lo que me dejó, lo que pasó, lo que mi madre me obligó a hacer. Pero no le he dicho nada, solo adiós, demasiado asustado de lo que pudiera decir o no, y luego colgué. Mientras conducía por la carretera hacia la licorería más cercana, vi a Violet cojeando sobre el maldito pie, ignorando por completo mi consejo para permanecer fuera de eso. Debería haber conducido y pasarla, dejarla que cojeara, como debería haberlo hecho durante mi camino a la escuela el otro día. Seguimos cruzándonos en nuestros caminos, pero no es un pueblo o escuela tan grande, así que no es tan sorprendente. Probablemente siempre hemos estado cruzándonos mucho, pero lo que pasa es que nunca le he prestado atención antes. Y ahora, de repente, estoy híper consciente de ella. Una parte de mí sigue estando curiosa, qué demonios pasaba esa noche que saltó por la ventana y la otra parte... tiene mucho que ver con mis desastrosos problemas con las mujeres y el control; la obsesión de tenerla debajo de mí. Así que en lugar de un trago de Jack, me conformo con una hamburguesa, papas fritas y una Coca-Cola. No hay mucho en el trato, pero siempre puedo llegar a la tienda de licores en el camino de regreso. Violet toma un bocado de su hamburguesa y luego la deja en la bandeja. Ajusta el gorrito en su cabeza un poco más abajo, por lo que está cubriendo más de su pelo. No tiene ningún tipo de maquillaje de nuevo y está usando esta desvanecida camiseta con la que se ve casi diez años mayor. Estoy empezando a preguntarme si así es como es, de bajo mantenimiento. Pero cuando saltó por la ventana, iba bien vestida. Ni siquiera estoy seguro de por qué estoy analizándolo; analizándola. Está lejos de mi tipo. Normalmente voy por las chicas cachondas y quisquillosas que les gusta verse bonitas. Ni siquiera estoy seguro de por qué prefiero ese estilo, que no sean como Violet que parece más intensa, y si son como yo han tenido demasiado en su interior, lo que es lo último que quiero. No quiero condiciones. Solo quiero chicas que puedan chupar mi polla y sonreír al respecto, sin pedir más. Y tampoco con risitas molestas. —¿Qué? —pregunta Violet, secándose la boca con una servilleta—. ¿Tengo algo en la cara? Aparto mi mirada de ella y abro mi sándwich de pollo. —No, sólo divagaba. —Tomo un bocado de mi sándwich—. Lo siento. Alcanza mis papas fritas con una mirada indecisa en su rostro. —Así que, tengo una pregunta.

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—Está bien... —Sobre ti. Poco a poco mastico mi comida. —No estoy muy seguro de que quiera oír tu pregunta ahora. Toma un pepinillo de su hamburguesa, haciendo una mueca de repulsión. —Bueno, aun así voy a preguntarla. Agarro un puñado de papas fritas de la bandeja que está en la mesa entre nosotros. —Adelante, pregunta, pero no significa que voy a responder. Apoya los codos sobre la mesa con su hamburguesa en la mano. — ¿Por qué nunca has hablado conmigo antes? Quiero decir, nos hemos cruzado, probablemente cientos de veces, pero nunca tanto como para reconocernos el uno al otro y de repente me estás acosando. Tomo mi refresco y sorbo del popote. —En primer lugar, no te estoy acosando. Parece que no puedo deshacerme de ti. —No tenías que parar a recogerme. —Sí, tenía. —¿Por qué? No me conoces, no estás de ningún modo obligado a ayudarme. —Lo sé, pero quería. —¿Por qué? Me encojo de hombros, bajando mi bebida. —¿Por qué no? Me da una mirada divertida, como si yo fuera la persona más confusa en el mundo, cuando en realidad debería estarse mirando a sí misma de esa manera. —No lo entiendo. ¿Por qué alguien como tú ayudaría a alguien como yo? Abro el pan de mi sándwich de pollo para quitar el tomate. —¿Qué quieres decir a alguien como yo y alguien como tú? Me señala —Tú, como un jugador de fútbol que tiene amigos. — Entonces, se señala a sí misma—. Y yo, como la chica solitaria que probablemente podría patearte el trasero. Me ahogo con una risa y la boca llena de comida casi se dispara fuera de mi nariz. —No podrías patear mi trasero. —Toso, y luego tomo un sorbo de mi bebida.

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Me escanea otra vez mientras toma unas patatas fritas. —No estoy de acuerdo. Creo que no eres tan duro como tratas de aparentar. —¿De verdad? —Si tan sólo supiera lo que realmente hay dentro de mí—. Porque la que mayoría de la gente piensa que lo soy y por una buena razón. —Creo que es todo parte del espectáculo —responde con indiferencia, y no puedo decir si está hablando en serio o no—. Creo que en el fondo no eres más que un blandengue. —¿Estás tratando de comenzar una pelea conmigo ahora? —Pongo mi sándwich sobre la bandeja y chasqueo los nudillos—. Porque no pelearé con una chica. —Esa es una respuesta de chico tan típica. —Se apresura y toma un trago, pero detecto el indicio de una sonrisa antes de que sus labios se envuelvan alrededor del popote. —¿Sabes lo que pienso? —Cruzo los brazos sobre la mesa y me acerco, inclinando la cabeza hacia un lado mientras la observo con atención—. Creo que te gusta discutir conmigo y es por eso que estás tocando el tema. Sus hombros suben y bajan mientras toma un bocado de su hamburguesa. —Tal vez, pero tal vez lo digo en serio. —Sabes que como jugador de fútbol tengo que taclear a los chicos, ¿verdad? Hay que tener fuerza para hacer eso. —Sin embargo, tal vez sólo corres —contraataca—. Tal vez sólo eres bueno corriendo. La forma en que lo dice me recuerda mucho a mi pasado y es como una patada en el estómago. —Sin embargo, tal vez no lo soy. Tal vez apesto corriendo. —Sueno ahogado y decido que es hora de cortar esta conversación, mi cerebro buscando ese sabor potente de Jack y tequila mezclado con nicotina. Echo un vistazo a mi reloj, fingiendo comprobar la hora—. Acabo de recordar que tengo que encontrarme con Kayden en algún lugar como en una media hora, así que tendré que llevarte de regreso. Hace una bola con la envoltura de su hamburguesa, actuando indiferente, pero los hombros están rígidos. —Me parece muy bien. Estaba lista, de todos modos. —Parece irritada y no tengo ni idea por qué, aparte de que parece ser capaz de leer a través de mi mierda y ponerme a prueba, lo que la mayoría de las personas no pueden y ni siquiera intentan. Se supone que debo ser un libro cerrado. Un misterio. De esa manera,

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nadie puede ver lo que realmente soy. Es la forma en que he estado viviendo durante años y es cómodo. No es ideal, pero nada es perfecto. No hablamos mientras recolecto nuestra basura y luego camino a su lado mientras cojea a mi camioneta. Trato de ofrecer mi brazo y abrirle la puerta, pero rechaza mi oferta, moviéndose hacia la puerta delantera y abriéndola. Durante el viaje en el coche, apenas y me dice dos palabras. Debería estar feliz por eso. De esa manera, no hay espacio para preguntas y declaraciones que me pondrán fuera de lugar, sin embargo me encuentro extrañando las bromas que hacíamos y la forma en que presionó mis botones. Para el momento en que la dejo, todo lo que quiero hacer es pedirle que se quede, hablar un poco más, llegar a conocerla. Pero no entiendo por qué. Nunca antes he querido conocer a nadie. Nunca he estado en una cita. Cada mujer con la que he estado, sólo ha sido cosa de una vez. Sólo sexo. De eso se trata. Y nunca he querido nada más. Hasta ahora.

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4 Traducido por Mel Markham Corregido por CrisCras

Violet Había más que sólo una persona en mi casa la noche en que mis padres fueron asesinados, pero una persona en particular se destacaba. Era alta, con cabello largo y ojos que brillaban a la luz de la luna. Usaba unos zapatos de color amarillo brillante con flores rosas que me recordaban a un personaje de un cuento de hadas. En el libro sería un hada o algo, mientras que en la vida real era una villana cruel. Al principio, cuando se coló en mi casa, estuvo en silencio, pero cuando salía hablaba en voz alta y errática, un lío de emociones. —¿Por qué, por qué, por qué? —Seguía repitiendo y luego agregó—: No puedo sentir mis manos. El chico le dijo—: Cierra la boca y deja de tropezar. Necesitas recomponerte, ahora. —Una y otra vez, hasta que finalmente la abofeteó. Ella sólo se rio, esa risa loca, y luego comenzó a cantar una canción. —Inclínate hacia mí. Inclínate hacia mí. Toma. Ayúdame. Necesito entender. Ayúdame. No puedo hacer esto sin ti. El tipo la abofeteó de nuevo, esta vez más duro, y la calló por un rato. Mientras lo hacía, juro que ella miró directamente hacia donde me escondía en la esquina detrás de una caja de juguetes, sin embargo, nunca dijo ni una palabra. Es todo lo que pude ver de ella; sus ojos, todo lo demás se encontraba oculto en las sombras. Nunca olvidaré la canción que cantaba, la letra se grabó en mi mente más profundo que las letras y fechas en la lápida de mis padres. Incluso cuando escucho otra música, siempre esperaré tropezarme con la canción a la que pertenecen, pienso en la canción. El sonido de su voz… tan inquietantemente hermosa. Le hablé a la policía acerca de la canción y los zapatos, y me miraron con simpatía en sus ojos, diciéndome que harían todo lo que pudieran para encontrar a la persona. Tenía seis años y estaba confundida, de verdad

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creí que atraparían al malo. Y a veces, cuando mi imaginación toma lo mejor de mí, secretamente me digo que, una vez que el malo esté tras las rejas, mis padres volverán a mí. Pero ninguna de esas cosas pasaron, y el eventualmente, como la tapa del ataúd de mis padres.

caso se cerró

Me reporté enferma en el trabajo esta noche y paso de traficar, incluso aunque es sábado en la noche, la mejor noche para las fiestas. Preston no siempre me tiene para exprimir a sus clientes, a veces simplemente me manda a negociar directamente, lo cual es lo que me pidió hacer cuando abandoné su auto la semana pasada. Acepté, pero eso fue antes de darme cuenta de que me encontraba cerca de la semana de finales y necesitaba estudiar. Además, mi tobillo todavía está un poco amoratado, y no es lo mejor para estar dando vueltas en botas o tacones, el cual es el uniforme requerido para traficar; las reglas de Preston. No he hablado con Luke desde que me llevó a McDonald‘s, pero me lo crucé un par de veces en los pasillos y en el campus. Lo atrapé un par de veces mirándome, pero siempre aparta la mirada cuando se da cuenta que lo noto. Creo que lo molesté con algo que dije mientras estábamos en McDonald‘s. Pero soy conocida por insultar a la gente sin intención, y algunas veces intencionalmente, así que no me sorprende. De lo que estoy sorprendida es de cuánto he pensado en él durante los últimos días y como, de cierta forma, deseo que me hable e incluso casi he perdido la cordura un par de veces y he pensado en ir a hablarle. No me gusta. Para nada. No pienso en chicos, o en la gente en general, por extensos períodos de tiempo o me preocupo por hablar con ellos. Es una pérdida de espacio cerebral. Pero él parece un poco diferente de la larga secuencia de gente que he conocido en mi vida, principalmente porque me ayudó y no me preguntó nada. No hay razones claras del porqué, pero estoy esperando que una salga a la superficie, porque tiene que querer algo de mí. Si me está ayudando sólo por ser amable, entonces significa que mi teoría de que la gente ayuda a otros para ayudarse a sí mismos está arruinada. Y quizás esa es la pequeña diferencia que me atrae tanto. Quizás es porque, en su propia forma extraña, parece amable. Y odio admitirlo, pero también creo que pueden ser sus ojos, pero lo atribuyo a eso basándome

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en el hecho de que soy mujer y no creo que haya una mujer que no se sienta un poco atraída por su intensa mirada. Estoy acostada sobre mi estómago en la cama con mi libro de filosofía abierto frente a mí, junto con mi libro de cálculo, así puedo rotar entre las dos asignaturas. Puse a Green Day en un volumen bastante ruidoso ya que Callie no está; una bolsa de caramelos y algunos Doritos, junto con un litro de refresco. Entre el azúcar, la cafeína y la música fuerte, alcanzo una súper zona en donde estudiar se ha convertido en respirar. Sin embargo, mis ojos se sienten como si sangraran, y mis manos comienzan a doler, pero se siente bien saber que lo intento tan duro que duele. Puedo tomarme un descanso del estudio, pero no saldré. La escuela siempre fue lo mío, quizás porque era mi escape de cualquier casa en la que vivía. Casi reprobé cuando vivía en la calle y luego fui a un reformatorio, pero cuando me recompuse, juré nunca meter la pata con la escuela de nuevo. De repente, Green Day se superpone con Rise Against mientras mi teléfono comienza a sonar. Soltando el aliento, me inclino sobre el soporte del iPod y apago el estéreo, luego levanto mi teléfono y contesto. —No puedo esta noche —le digo a Preston, sentándome en la cama y frotándome el ojo—. Tengo que estudiar. —¿Quién dijo que llamaba por eso? —replica—. Dios, ni siquiera me dejaste decir hola. —Lo sé, pero sé lo que dirás y no puedo. Se acercan los finales. —Pero el domingo pasado me dijiste que podrías. —Lo sé —Suspiro pesadamente—, pero olvidé lo cerca que estaba el final del semestre. Hace una pausa y oigo el chasquido del encendedor en el fondo mientras enciende un cigarrillo. —Violet, no quiero obligarte a hacer nada que no quieras, pero necesito que salgas esta noche. —Su voz es calmada, pero firme. Se está molestando y he visto lo que puede ocurrir cuando se enoja—. Estuve ahí cuando me necesitaste. Te di un lugar para vivir y puse un techo sobre tu cabeza cuando nadie más lo haría. Y te dejé vivir tu vida como quisiste. —Preston… Yo… —vacilo. Quiero quedarme a estudiar, pero no quiero que se enoje conmigo. Y tiene un punto. Me ayudó cuando nadie más lo hizo, cuando nadie más me quiso—. Está bien, lo haré —digo finalmente, frunciéndole el ceño a mis cosas de estudio sobre la cama.

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—Esa es mi chica —dice, cambiando a la perfección de intenso a coqueteo—. Toma el autobús hasta mi casa y toma las cosas. Luego, te dejaré usar mi auto. —De acuerdo —digo, intentado esconder mi decepción—. Pero ¿esta noche sólo venderé o tengo que joder a la gente? —Sólo vender —dice—. Después de lo que pasó el fin de semana pasado creo que será mejor si te tomas un pequeño descanso. —Lo siento. Lo arruiné. —Está bien. Sólo no lo vuelvas a hacer. —Cuelga y suspiro, saliendo de la cama para cambiarme. Me decido por un largo vestido negro sin espalda que oculta el hecho de que llevaré sandalias. Luego, alboroto mi cabello en ondas con los dedos y lo acomodo a un lado, me pongo un poco de brillo labial y delineo mis ojos con kohl. No es mi mejor presentación, pero sólo venderé esta noche y, honestamente, estoy demasiado cansada para poner más esfuerzo en cómo me veo. Pero con suerte alcanzaré los estándares de Preston, de lo contrario estaré en la lista de mierda por un tiempo.

71 Llego a la casa de Preston un poco después de las ocho, lo cual es un poco más tarde de lo que probablemente le gustaría, pero tuve que esperar el autobús. Golpeo la puerta principal de la casa que llamé hogar durante tres años antes de irme a la universidad. Todavía luce igual; persianas verdes, revestimientos de un marrón desagradable que solía ser blanco, y unas escaleras de metal oxidado que conducen a la puerta principal. Sin embargo, el patio es lindo. Incluso hay flores creciendo ahí, y los árboles floreciendo me hacen pensar en los que rodeaban mi vieja casa de la infancia. —Entra —grita Preston cuando vuelvo a golpear. Giro el picaporte y luego junto la parte inferior de mi vestido, así puedo pasar por el marco de la puerta sin tropezar. El aire siempre huele a picante en la casa, pero creo que es porque alguien siempre está fumando algo. Como Preston justo ahora. Tiene un cigarrillo en la mano, el humo sale serpenteando de sus labios, y hay una vela encendida en la barra de la cocina, la cual está en diagonal a la puerta.

—Bueno, ¿acaso no luces hermosa? —dice, sus ojos vagando por mi atuendo y me siento soltar un suspiro de alivio. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo contenía. —Gracias. Intento hacer lo mejor que puedo. —Muevo la falda mientras camino por la sala de estar en dirección a la cocina. Saco un taburete y me siento, colocando los pies en la parte baja de la silla. Preston está usando una camisa a cuadros desabrochada y muestra una serie de tatuajes tribales en su pecho y costillas. Su cabello rubio arena es un poco largo, llegando hasta su barbilla, y tiene una sombra de barba de medio día, pero normalmente la tiene. A sus vaqueros les falta un botón, así que puedo ver el borde de su bóxer a rayas, y cuando se aparta un paso del mostrador, noto que está descalzo. —Guau, seguro que estás vestido esta noche —bromeo, doblando los brazos sobre la cima de la barra—. ¿Darás una fiesta o algo? Normalmente lo haces los fines de semana. Me mira mientras pone un cigarrillo en su boca. —No esta noche — dice, humo serpenteando de sus labios—. Me he cansado de la gente, por el momento. —Volviéndote demasiado viejo para esas fiestas locas, ¿eh? — bromeo, luego cierro los labios cuando me mira. Pasa el pulgar por el final del cigarrillo, sosteniéndolo sobre una taza de café, y tira las cenizas dentro. —No soy mucho más viejo que tú, Violet. —Eres diez años mayor que yo —discuto en tono divertido—. Lo cual te hace viejo. —Ocho años mayor —corrige—. Solo tengo veintisiete… no me agregues años. Le disparo una sonrisa confabuladora. —Cuando llegas a esa edad, ¿realmente importa siquiera si te agrego un año o dos? Sacude la cabeza con forzada molestia mientras extiende los brazos sobre el mostrador y agarra el cenicero que hay junto a mi codo. Pone el cigarrillo ahí, luego su mano se mueve hacia el bolsillo delantero de su camisa. —Entonces, haré que lleves hierba esta noche —dice, sacando una pequeña bolsa de plástico con marihuana. La empuja sobre el mostrador frente a mí, volviendo a los negocios—. Y oí que los policías estarían dando vueltas un poco más por la ciudad, así que ten cuidado. —¿Cómo sabes eso? —pregunto—. ¿Tu amigo Glen te está dando consejos de nuevo? Es un policía tan sucio.

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—¿―Policía sucio‖? —Se ríe entre dientes—. Creo que has estado viendo demasiados programas de policías, Violet. Nadie habla así. —No veo programas de policías —miento, trazando una de las muchas fracturas del mostrador—. Leí esa expresión en un libro. —¿De qué época era ese libro? ¿1930? —No, 2012. —Eres tan mentirosa —dice, cruzando los brazos mientras apoya la espalda contra el mostrador—. De verdad eres la peor que conozco, y un día eso te meterá en problemas. —No miento todo el tiempo. —Recojo la bolsa de marihuana—. Sólo hago que las cosas sean coloridas cuando son grises. —Eres la chica más entretenida que conozco, Violet Ha… —Se desvanece, probablemente recordando la única vez que grité… cuando me llamó por mi apellido. Rápidamente cambio el tema antes de que me afecte. —Entonces, ¿dejarás que me quede aquí por el verano o qué? Una sonrisa coqueta aparece en su cara. —Sabes que siempre eres bienvenida aquí. Incluso compartiré mi cama contigo. Ruedo los ojos. —Gracias, pero creo que tomaré mi vieja habitación. —¿Qué? ¿No soy lo suficientemente bueno para compartir una cama? —No, estoy segura de que lo eres, pero sabes que no comparto la cama con nadie. Se inclina sobre el mostrador. —Lo sé, y realmente me gustaría saber el por qué. Le dedico un encogimiento de un hombro. —Por la misma razón que no comparto nada más. Porque no me gusta que la gente toque mis cosas. —Eso no es completamente cierto. Solía odiar dormir sola… estar sola, en general. Después de encontrar a mis padres asesinados, me quedé en la casa con ellos por veinticuatro horas, y fueron las veinticuatro horas más largas de toda mi vida. Cuanto más tiempo me quedaba en la casa con los cuerpos, más me hundía en la soledad y en mí misma. Me seguí diciendo que me levantara, pero sabía que una vez que lo hiciera, sería el fin. Que tendría que despedirme. Sin embargo, finalmente el silencio me rompió y tuve que moverme.

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No lloré después del funeral. Me tomé un par de días y luego no pude parar. Continuó por siempre, y sólo quería que alguien me reconfortara. Y odié dormir sola con las pesadillas llenando la soledad. Intenté encontrar a alguien que me sostuviera, me abrazara, me ayudara a no sentirme sola, pero al final, nadie quiso el trabajo. Y finalmente decidí no ser tan débil. Me volví fuerte. Estar bien con estar sola. Estar bien con tenerme sólo a mí. —Tierra a Violet. —Preston mueve la mano frente a mi cara—. Me estás dejando afuera. —Lo siento. —Me acerco para poner la bolsa de marihuana en mi bolsillo, pero me noto que olvidé mi chaqueta—. Mierda, no tengo ningún maldito bolsillo en este vestido. Preston inclina la cabeza a un lado y mechones de cabello caen sobre sus ojos azul líquido. —Personalmente, me gusta ese vestido… —Me mira de arriba abajo e intento no dejar que su penetrante mirada me ponga incómoda, pero en cierta forma lo hace—. Tengo una idea. —Frota su mandíbula desaliñada mientras rodea el mostrador y me giro en el taburete para enfrentarlo. Extiende una mano—. Dame la bolsa. La dejo caer en su mano, dobla los dedos a su alrededor y se estira hacia mi pecho. Me estremezco, pero no digo nada, centrándome en cambio en mantener mi respiración incluso cuando su mano roza la parte superior del vestido. —No estás usando sostén. —Se muerde el labio, su cabeza inclinándose hacia mi pecho por un momento, luego hacia mi cadera, llegando a mi espalda donde el vestido se abre y se muestra mi piel desnuda. Apenas desliza los dedos debajo de la tela y luego empuja la bolsa debajo del elástico de mi tanga, mi piel en llamas por el calor del contacto de sus dedos. No es como si fuera inocente. Los chicos me han manoseado y permití que sus manos vagaran por donde quisieran, siempre y cuando no fuera nada más que un negocio. Es fácil ignorarlo todo cuando son sólo una cara, pensar en algo más, como en cuánta ropa tengo que lavar. Pero si hay la más pequeña chispa de emoción, entonces me alejo. La idea de conectar con alguien emocional e íntimamente nunca me pareció atractiva. Las emociones en general no lo han hecho. No sirven más que para guiarnos a la decepción cuando te das cuenta de que sientes por alguien algo que no es recíproco. Preston sabe eso de mí, y, en cierta forma, me hace preguntarme por qué me tocaría así. Puede bromear conmigo todo lo que quiera, pero tocarme está fuera de lo límites

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con gente con la que tengo algún tiempo de relación, ya sea padre adoptivo o amigo, lo que sea que él sea para mí… a veces es confuso. Estoy luchando para meter oxígeno en mis pulmones sin jadear, mientras mi cabeza da vueltas por la confusión y la urgencia de estrellar mi puño contra su mandíbula. —Sólo no te pongas demasiado loca bailando —dice, dejando caer su mano y guiñándome un ojo. Luego, rodea la esquina del mostrador—. Hay una fiesta en Fairtown —me dice, metiéndome en la conversación como si nada pasara mientras busca algo en las alacenas—. Deberías alegrarte. Ese pueblo está lleno de porreros. Me trago la ira y obligo a mi voz a sonar tan optimista como la de una animadora drogada. —Vale, suena bien. —Con mi espalda hacia él, cierro los ojos con fuerza, recordándome respirar, recordándome que él es todo lo que tengo, y cuando enfrenté la opción de estar completamente sola o tomar esto, yo elegí esto.

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5 Traducido por Juli & Issel Corregido por Jasiel Odair

Luke Tengo una cerveza en la mano y un par de tragos en mi sistema, construyendo mi red de seguridad para la noche. Sin ellos, me siento como si estuviera cayendo sin poder hacer nada en alguna parte. Sé que es un camino peligroso por el que voy, sobre todo porque soy diabético. Ha habido unos pocos casos en los que empujé los límites de mi cuerpo y los médicos me han dicho que, si no me detengo, podría terminar muerto. El problema es que la vida sin alcohol es una vida que no puedo vivir. Es sábado por la noche y estoy revisando mi computadora, buscando el listado de apartamentos de alquiler. Como de costumbre, nada aparece, nada accesible de todos modos. Es el momento equivocado del año, las vacaciones de verano se acercan y todos los estudiantes universitarios están buscando lugares para vivir, así que se llenan rápidamente. Sería más fácil si tuviera más dinero ahorrado, pero no lo tengo. Estoy empezando a debatirme en poder mirar más allá de mi resentimiento hacia mi padre y preguntarle si puedo ir a vivir con él o al menos quedarme en la casa de la playa. Pero la idea de pedirle ayuda, cuando al crecer conseguí tan poca, me hace sentir débil. Quiero que se esfuerce por ser mi padre. No sé a ciencia cierta lo mucho que sabe de lo que pasó, pero lo que sí sé es que hace años que no hubo suficiente contacto como para que se lo cuente. Lo único que puedo hacer es dejar que los recuerdos ronden en mi cabeza, lo que ocurre prácticamente cada noche cuando cierro los ojos, a menos que esté borracho. No hay nada en mi cabeza cuando estoy borracho. Me llega un mensaje mientras apago la computadora. Agarro mi teléfono del escritorio y arrastro el dedo sobre la pantalla. Es de Seth, el

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mejor amigo de Callie. A veces salgo con él y su novio Greyson, ya que a ambos les gusta la fiesta tanto como a mí. Seth: ¿Saldrás esta noche? Yo: ¿No lo hago siempre? Seth: ¿A dónde vas? Yo: Probablemente al Red Ink de la calle 6. ¿Por qué? ¿Tienes algo planeado? Seth: Todavía no. Red Ink, ¿eh? Debes estar buscando una mujerzuela esta noche. Yo: ¿Esta noche? ¿No querrás decir siempre? Seth: Sabes, en el campus corre el rumor de que has estado saliendo con la mujerzuela mayor. Yo: ¿Qué? ¿Quién? Seth: Una malévola compañera de piso con un tatuaje de dragón en el cuello. Responde al nombre de Violet. Me rasco la cabeza, preguntándome de dónde diablos se enteró, pero luego me doy cuenta. Yo: ¿Callie te lo dijo? Seth: Bueno, no usó esas palabras porque Callie nunca usaría esas palabras, pero dijo que te vio ayudando a Violet por el campus... ¿Qué es eso? Yo: Nada. Estaba siendo amable. Seth: ¿Desde cuándo eres amable? Tiene razón. Normalmente no soy un tipo amable, pero por alguna razón, Violet me provoca serlo momentáneamente. Sin embargo, ahora no me siento como un buen tipo. Me siento enojado por la situación en mi vida y todo lo que quiero hacer es quitarlo de mi mente e ir por una chica para follar y deshacerme de este sentimiento, como de estar cayendo en un pozo sin fondo.

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Yo: Pensé en probar algo diferente por un rato. Seth: ¿Cómo va eso? Yo: Creo que lo dejaré antes de que se convierta en un hábito. Seth: Bien por ti. ¿Vas a dejarlo de golpe? Sacudo la cabeza. Esto podría continuar para siempre. Yo: Saldré. ¿Tú y Greyson vienen o no? Seth: Sí, siempre y cuando podamos conseguir un taxi. Ninguno de nosotros quiere ser el conductor designado esta noche y dudo que tú quieras, ya que nunca te ofreces. Yo: Me parece bien. ¿Callie y Kayden vienen? Seth: Salieron a alguna parte... creo que hasta esa roca. Se están obsesionando con ello y con el otro, jaja. Yo: Sí... ¿nos encontramos en frente de mi dormitorio en diez? Seth: Me parece bien :) Reviso mis niveles de insulina y tomo mis pastillas de glucosa, por si acaso, luego pongo mi teléfono en el bolsillo y agarro mi llave electrónica y billetera. Lanzo la botella de cerveza vacía en la basura y saco otra de la nevera, listo para salir de aquí y empezar a beber aún más. Eso es lo que me gusta de la primavera y el verano, cuando no hay fútbol y soy libre para emborracharme tanto como me gusta sin tener que preocuparme por las prácticas. Esto hace que el ruido y los recuerdos en mi cabeza sean un poco más soportables. Hace que respirar sea soportable. Que la vida sea soportable. Empecé a beber cuando tenía trece años. No estaba con mis amigos ni nada, simplemente sentado en casa después de que mi madre se desmayara en el sofá, y no de heroína, sino de licor. Había hecho que me sentara con ella mientras bebía trago tras trago, obligándome a sostenerle la mano y contemplarla como si fuera una persona enferma tomando medicamentos para aliviar el dolor. Cuando empezó a quedarse dormida, envolvió sus brazos a mí alrededor y me abrazó con fuerza, diciéndome que siempre sería su pequeño, y luego cantó una canción que coincidía con sus palabras. Odiaba cuando hacía esto, sobre todo porque nunca me sentí como su pequeño, incluso cuando tenía siete años.

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En ese momento de mi vida, supe que toda nuestra relación estaba mal, las cosas que me hizo hacer por ella, como machacar sus pastillas y la forma en que siempre me tocaba, pero me sentía demasiado avergonzado para decir algo y honestamente sabía desde entonces que nada cambiaría hasta que tuviera edad suficiente para salir de esa maldita casa. Finalmente, después de sostenerme por demasiado tiempo, se desmayó en un sueño profundo y fui capaz de salirme de sus brazos y ser libre por un momento. Había dejado la botella de whisky sobre la mesa de café y recuerdo sentarme ahí, preguntándome cómo sabría, preguntándome por qué mi mamá tenía que beber todo el tiempo. Así que me levanté y tomé un trago. El alcohol se sentía como si hubiese quemado mi garganta y, cuando llegó a mi vientre, ardió como el fuego. Me fascinaba la forma en que se sentía dentro de mí, cómo el calor sofocó el mal dentro de mí, así que seguí tomando tragos hasta que me desmayé por completo y, por un momento, el mal se adormeció. Después de eso, siempre tomaba unos tragos después de que ella se desmayaba y, cuanto más lo hacía, los sentimientos de rabia e impotencia que vivían en mí se hacían tolerables. Y ahora me cuesta mucho funcionar correctamente sin ello. Estoy a punto de salir cuando recibo una llamada de mi papá. Observo mi teléfono, mientras suena y suena, decidiendo si quiero responder o simplemente silenciar su llamada. Finalmente, presiono responder y lo pongo en mi oído, tratando de sonar en un mejor estado de ánimo del que estoy. —Sí —digo, apretando el teléfono entre mi oreja y el hombro para poder desenroscar la tapa de la cerveza. —Hola —responde mi padre y hay música de fondo—. Has respondido. —Sí, pero estoy por salir, así que no puedo hablar por mucho tiempo. —Inclino mi cabeza hacia atrás y trago la cerveza, sintiéndome ligeramente un poco mejor, mientras pasa por mi garganta. —Ah, está bien. —Suena decepcionado—. Sólo llamaba para saber de ti. —¿Por qué? —Porque eres mi hijo y me preocupo por ti. —¿Por qué? No lo hiciste cuando era un niño. ¿Por qué empezar ahora que soy un adulto?

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Hace una pausa y el ruido disminuye cada vez más. Entonces, oigo una puerta cerrarse y el silencio llena la conexión. —Luke, sé que no he sido un buen padre para ti, pero ahora estoy tratando. Aprieto los dientes. —Tengo veinte años. Es un poco tarde para decidir que quieres ser mi padre. —Siempre he querido ser tu padre —dice, el nerviosismo notándose en su voz—, pero tenía un montón de cosas que hacer y no me encontraba en el lugar adecuado para ser un buen padre. —Bueno, yo no me encontraba en el lugar adecuado para estar sin un padre. —Me dirijo a la puerta, listo para acabar la conversación porque se está poniendo un poco demasiado sentimental para mi gusto. —Luke, lo siento. —Suena como si estuviera a punto de llorar, lo que me hace sentir un poco mal, pero entonces me enojó conmigo mismo por sentir lástima por él—. Si hay algo que pueda hacer para hacer las paces, lo haré. Hago una pausa con la mano en el picaporte, mordiéndome la lengua, discutiendo conmigo mismo sobre cuánto orgullo tengo realmente. Luego, pienso en ir a casa a Star Grove con mi madre, la casa cubierta de plástico, ella rogándome que la ayude. Me dan ganas de vomitar. — Puede haber algo que podrías hacer. —Dime y es tuyo. Tomo un largo suspiro. —Podrías dejar que me quede en la casa de la playa durante el verano. Sé que tú y Trevor estarán allí, pero esperaba poder tomar una de las habitaciones extra o algo así. —Trevor es el prometido de mi padre. Supongo que parte de la razón por la que dejó a mi mamá era porque luchaba contra el hecho de que era gay. Le tomó años de beber para finalmente aceptar que lo era y salir al mundo. Y ahora era el momento en que volvía a entrar en mi vida, pero era un poco demasiado tarde. Amy ya se había ido y estuve cerca de mi madre lo suficiente por lo que sólo sentía odio con él por dejarme con ella. Sinceramente, ahora no sé cómo me siento acerca de nuestra relación. Confundido, tal vez. Quiero decir, Trevor y él parecen buenas personas, pero el hecho de que me dejó para ser responsable de la adicción de mi madre es por lo que estoy más enfadado. Se detiene el tiempo suficiente, por lo que sé que dirá que no y quiero golpear mi puño contra la puerta, enfurecido conmigo mismo porque sabía que no debería haberle preguntado. —Luke... lo siento mucho, pero Trevor y yo podremos la casa de la playa en la venta.

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Estamos tratando de conseguir una casa cerca del trabajo y necesitamos un adelanto. —Entonces, ¿puedo quedarme contigo en tu apartamento? —Casi suena como si estuviera rogando y agarro en el pomo de la puerta con más fuerza. De nuevo, hace una pausa muy larga. —Sólo tenemos un pequeño departamento en este momento y está repleto con el arte de Trevor, pero cuando tengamos el nuevo lugar en un par de meses, definitivamente puedes venir y quedarte con nosotros todo el tiempo que quieras. Nos encantaría tenerte. Sacudo la cabeza mientras mi pulso palpita en mis tímpanos. Tengo que salir de aquí. Necesito un trago. Necesito no tener tanto maldito ruido en mi cabeza. —No importa —le digo y cuelgo. Suelto el picaporte, doy un paso atrás, y pateo la parte inferior de la puerta con tanta fuerza que mi bota deja una abolladura—. Mierda. —Presiono las manos a cada lado de mi cabeza, tomando bocanadas irregulares de aire. Ahora, por encima de todo lo demás, tendré que tratar de explicarle a Kayden por qué parece como si una bota hubiese atravesado la maldita puerta, a pesar de que ha roto un par de muebles por sí mismo. No puedo soportarlo más. Sabía que no debí haberle pedido nada a mi padre. Ojalá pudiera odiarlo, entonces tal vez sería más fácil sentir tanta ira hacia él.

Voy de fiesta con Seth y Greyson a Red Ink hasta las nueve o las diez, tomando trago tras trago, mi papá y mi falta de vivienda empiezan a convertirse en un problema cada vez menor. Cuando estamos bastante borrachos, conseguimos un taxi para ir a una casa en esta ciudad de tierra de nadie... Fairtown, creo... porque Seth oyó que habría una ―fiesta salvaje‖. Cuando llegamos, hay tantas personas que es difícil moverse incluso a través de la casa. Termino perdiéndole el rastro a Seth y Greyson en la multitud, pero en lugar de buscarlos, me dirijo directamente a la zona de bebidas en la cocina. Después de beber de golpe cerca de cinco tragos de Bacardi, me dirijo a la sala, donde los sofás se han empujado a un lado y el equipo de música está resonando con una canción pop. No soy fan de la música, pero es bailable y hay algunas chicas de aspecto promiscuo que están

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apenas vestidas, totalmente follables y fáciles, al menos por lo que puedo decir, ya que mi visión está un poco distorsionada en estos momentos. Pero sólo estoy buscando una distracción para pasar la noche, para poder dormir en paz, algo que raramente hago. Me abro camino por ahí y una morena voluptuosa inmediatamente se acerca y comienza a frotarse en mi pierna. Parpadeo hasta que puedo distinguir un poco su rostro y luego averiguo qué hará. Me pongo detrás de ella y presiona su trasero en mí, mientras nos movemos al ritmo lento y sensual de la canción. Cuando inclina la cabeza hacia atrás, le aparto el cabello y deslizo mi mano por su caja torácica, mientras intenta seducirme con su mejor mirada. Sin embargo, lo que no entiende es que no tiene que intentarlo. La llevaré a su casa y la follaré, justo como está esperando. Le daré que quiere y, a cambio tendré un momento de silencio en el que puedo ser libre de la realidad de mi vida y todo lo retorcido dentro de mí no se sentirá tan repugnante. —Hueles muy bien —dice, batiendo sus pestañas, con la cabeza inclinada hacia atrás contra mi pecho. —Huelo a cigarrillos y Bacardi —digo en voz alta porque es tan mentirosa. Toda la habitación huele a sudor y cerveza. —Bueno, tal vez me gusta ese olor. —Bate sus pestañas mientras desliza su mano detrás de sí y empieza a frotarme la polla. Está empezando a sentirse muy bien cuando empieza a hacer esta cosa rara con sus caderas, entonces se da vuelta y hace una pose parecida a las garras de un gato con sus manos en frente de ella. —Solía ser una stripper —me dice, contoneando sus caderas. —¿En Fairtown? —Ni siquiera trato de ocultar mi disgusto. La ciudad es casi un parque de caravanas en medio de la nada y me pregunto si mi visión borracha está haciéndole parecer mucho más atractiva de lo que realmente es. Asiente, haciendo un pequeño giro y su pelo me azota la cara. —Sí, durante un año más o menos. —Comienza a retroceder, luego viene a mí otra vez, sacudiendo sus tetas, que son lo suficientemente grandes para que suban y bajen. Luego, empieza a mover la cabeza mientras balancea sus brazos hacia los lados. Cualquier posibilidad de ponerme duro disminuye y estoy a punto de decirle que iré por un trago, así puedo alejarme de todo el baile desnudista desagradable que tiene en marcha, cuando oigo una risa detrás de mí.

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Echo un vistazo por encima de mi hombro y mi corazón se acelera un poco. Violet está de pie detrás de mí, tratando de contener la risa y presionando los labios con tanta fuerza que se están poniendo azules. No he hablado con ella desde nuestro viaje a McDonald‘s, donde nos sentamos y comimos como si fuéramos una jodida pareja o algo así, lo que no somos porque no tengo relaciones, ya que no quiero involucrarme. Pero la he visto por el campus. He estado tratando de evitarla tanto como sea posible, tratando de no mirarla, de lo contrario seré arrastrado a lo que sea que me jala en su dirección. Sin embargo, ha sido una lucha, y un par de veces incluso me he encontrado yendo a la deriva hacia ella. Ahora es la que se acercó a mí, y me gusta que esté aquí. Odio que tenga tanto poder sobre mí, que esté sintiendo cosas por ella... sentimientos que todavía estoy tratando de averiguar. Frunzo el ceño cuando abre la boca para decir algo. Estoy seguro de que tiene algún tipo de comentario sarcástico en la punta de la lengua. Pero se mueve hacia delante de mí y le dice a la morena—: ¿Puedo interrumpir? —¿Estás hablando en serio? —pregunta la morena, entonces me mira, esperando a que yo responda. —Me encontraré contigo más tarde, tal vez —le digo a la stripper, siendo evasivo para evitar cualquier confusión posterior. Me lanza una mirada, poniendo sus manos frente a ella. —No te molestes. Tengo un montón de chicos que esperan en fila para conseguir esto. —Menea su cuerpo y sacude sus tetas otra vez, y Violet se cubre la boca con la mano, ahogándose con su risa mientras la morena se aleja pisoteando. Una vez que desaparece entre la multitud, rápidamente miro a Violet. Su cabello rojo y oscuro está a un lado y tiene ese ondulado sexi. Sus ojos verdes están delineados en negro y los labios brillan incluso en la luz insuficiente. Lleva este largo vestido negro que le llega hasta los pies. Es diferente a lo que la mayoría de las otras chicas de aquí están usando, ya que cubre mucho más. Pero no lleva sujetador y, aunque sus pechos no son tan grandes como los de la morena, son más atractivos, sus pezones se notan a través de la fina tela y hace que mi polla reconsidere su reducción. —¿Vas a mirarme fijamente todo el día? —pregunta, mordiéndose la uña del pulgar y escudriñando la multitud en vez de a mí—. ¿O vas a bailar conmigo?

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Aparto la mirada de sus pechos y me centro en sus ojos. —Pensé que bromeabas acerca de eso. —Desplazo mi mirada por su cuerpo, tomándome mi tiempo, sin prisa, disfrutando de su esbelta figura—. En realidad, no pareces el tipo de chica que baila y además no deberías estar bailando con ese tobillo. —Puedo bailar, con o sin tobillo hinchado —dice con neutralidad, finalmente mirándome y otra vez estoy sorprendido por lo distante que se ve—. Pero no tienes que hacerlo. Sólo te daba una salida fácil de la bailarina, como un agradecimiento por ayudarme con mi trasero lisiado. —¿Quién dijo que necesitaba una salida? —cuestiono, preocupado por el hecho de que he extrañado bromear con ella—. Tal vez me interesaba la bailarina. Levanta las manos y comienza a alejarse de mí. —Está bien. Te dejaré ser. Sólo trataba de hacer algo bueno, lo cual no hago mucho. Dejo que retroceda dos pasos más antes de extender la mano y envolver los dedos alrededor de su brazo. Puede estar tratando de fingir que no le importa una mierda, pero creo que podría no ser cierto. —No tengo ningún otro lugar en donde estar —le digo, jalándola hacia mí, pensando que bailar con ella podría mantenerme distraído por un minuto o dos. —Ah, qué afortunada. Luke Price quiere bailar conmigo. Me voy a desmayar. —Finge una mirada soñadora, luego lo remata rodando los ojos. —Oye, tú eres la que me sacó a bailar —le recuerdo cuando me alcanza. Deslizo mi mano de su brazo a su costado y luego alrededor de su espalda. Entonces, la acerco aún más, hasta que el calor se acumula entre nuestros cuerpos. Bueno, jodido Dios. Estoy a punto de gemir cuando me doy cuenta de que su vestido no tiene espalda, al menos de la mitad hacia arriba. Casualmente deslizo mi palma por su espalda, chequeando para ver dónde comienza la tela. Verdaderamente me pierdo cuando siento la suavidad de su piel en el camino hacia su cintura, donde finalmente toco la tela. Detecto un ligero estremecimiento de su parte, pero su expresión permanece sin emociones, su mirada está fija en mí mientras coloca sus manos en mis hombros. Comenzamos a movernos al ritmo de la música y me doy cuenta de que no mentía cuando decía que sabía bailar. Sus caderas se balancean suavemente contra el agarre de mis manos, la parte frontal de su cuerpo rozándose contra el mío. Cada vez que nuestros torsos se rozan, un pequeño suspiro escapa de sus labios, lo que es endemoniadamente sexi y

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me pone caliente, mi polla se está poniendo dura como una roca. Jesús, perderé el control si no me calmo. Después de que la mitad de la canción suena, se inclina hacia mi oído y susurra—: Entonces, ¿por qué estás aquí, Luke Price? —¿Luke Price? —Agarro sus caderas con más fuerza mientras giro mi cabeza hacia ella—. ¿Qué pasó con lo de Señor Estoicamente Huraño? Se encoge de hombros, humedeciéndose los labios con la lengua mientras pasa sus dedos de arriba abajo en mi nuca. Me pregunto si siquiera tiene conciencia de lo que está haciendo, pero yo estoy definitivamente consciente (demasiado consciente). —Pensé en darle un respiro al apodo esta noche —dice. Nuestras caras están a milímetros de distancia y el calor de nuestras respiraciones se mezcla, haciendo el ambiente húmedo incluso más húmedo. —¿Por qué estás tú aquí, Violet sin apellido? —Mantengo su mirada mientras me inclino un poco hacia atrás para tener una mejor visión de ella. La intensidad de su expresión refleja la mía propia y me pregunto cuánto me estoy involucrando sólo por bailar con ella. Es un desafío, reservada como yo, y eso sólo me hace sentir más curioso. Acerca de ella. Acerca de sus secretos. De conocerla. Eso le da mucho poder sobre mí, pero quiero conocerla y no me lo permitirá. Y por lo general yo no quiero saber nada acerca de las personas. —Por la maravillosa compañía, obviamente —bromea y sus labios se tuercen un poco, como si fuese a sonreír. —Bueno, obviamente. —Me estoy sintiendo incómodo por la forma en que mi corazón late aceleradamente cada vez que comienza a sonreír y me debato entre irme o no. Aunque al mismo tiempo estoy tan excitado por la sensación de sus caderas en mis manos que lo único que quiero hacer es quedarme y seguir tocándola. Mi atracción por ella termina controlándome mientras mi mano viaja de su cadera a su espalda y presiono la parte baja, atrayéndola más cerca hasta que su pecho está contra el mío—. ¿Cómo está tu pie? Mordiéndose el labio inferior, baja la mirada a sus pies y me doy cuenta que no está usando zapatos. —Está bien, creo. —Está bien, ¿así que dónde están tus zapatos?

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Se encoge de hombros, devolviéndome su atención. —Tenía unas sandalias puestas, pero me molestaban, así que me las quite en alguna parte. A pesar de mi irracional mente llena de alcohol, de alguna manera razoné que estaba bien preguntar—: Sobre la otra noche, cuando tu... Tú sabes, saltaste por la ventana. ¿A qué se debió eso? —Su cuerpo se pone rígido, pero su expresión es calmada. —¿A qué se debió qué? Giro mi cabeza, apartándome de su mirada, y miro hacia la multitud. —¿Por qué saltarías? —Es una larga historia —dice firmemente y siento sus ojos en mí—. ¿Por qué estás preguntando? Me encuentro con sus ojos de nuevo mientras la música cambia a una canción más vibrante. Quiero decirle la verdad; que estoy preocupado por ella. Que sé las oscuras razones por las que una persona saltaría por una ventana. Que aunque apenas la conozco, no puedo dejar de pensar en ella. Que está controlando mis pensamientos mucho más de lo que me gustaría. Pero en vez de eso, digo—: Sólo curiosidad. No todos los días una chica hermosa cae de una ventana y me patea en la cara. No reacciona, como si ni siquiera se diera cuenta de que acabo de hacerle un cumplido a su mierda, al menos para mí. —Me metí en un pequeño lio. La única forma de salir de eso era saltar por la ventana —dice con indiferencia. Miles de preguntas saltan en mi mente. —¿Qué tipo de lio? Se muerde el labio nerviosamente, luego suspira, molesta. —¿Por qué te importa tanto esto? Sacudo la cabeza y me encojo de hombros. —Porque... me preocupa que... que probablemente lo hayas hecho... a propósito — mascullo la última parte y no estoy seguro si me escucho o no. —¿Preocupado por mí? ¿De verdad? —Luce escéptica ante la posibilidad. —Las personas se preocupan por otras personas todo el tiempo — digo. —No lo hacen —insiste y sus ojos brillan brevemente con ira—. Y además, ni siquiera me conoces.

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—Bueno, este soy yo tratando de conocerte. —¿Qué diablos pasa con mi borracha boca esta noche? Es como si tuviese mente propia—. Mira, tal vez... Cubre mi boca con su mano y sacude la cabeza—. No más preguntas, ¿de acuerdo? —Sin darme tiempo para responder, se da la vuelta, dándome la espalda. Pienso que se irá, pero en su lugar se apoya contra mí, presionándose en mi pecho. Luego, comienza a bailar. Me refiero a bailar de verdad, inclinándose un poco a un lado para aligerar el peso de su tobillo mientras hipnóticamente se mueve con el ritmo. Sus caderas se balancean de lado a lado, acoplándose al sonido de la música perfectamente. En el movimiento, su trasero se roza justo contra mi polla y comienzo a moverme con ella, tomándola por la cadera, enterrando mis dedos, y su espalda se arquea. Mientras más transcurre la canción, más nos involucramos. El sudor nos perla la piel y hay tanto contacto y fricción entre nuestros cuerpos que esto de verdad se siente como si nos encamináramos hacia el sexo. Luego, hace este pequeño movimiento donde gradualmente, pero con mucha gracia, baja hasta el piso. Su cuerpo se desliza por el mío hasta que la parte de atrás de su cabeza roza mi polla, la cual está dura. Entonces, sube de nuevo, arrastrando su cuerpo contra el mío otra vez. Para el momento en que está completamente de pie, estoy a punto de tomarla, llevarla a la habitación más cercana y follarla hasta que grite mi nombre. Necesito recuperar el control de la situación. Sin embargo, me distraigo cuando deja caer su cabeza a un lado y sus brazos se levantan y vuelan alrededor de mi cuello, sus movimientos poseyéndome. Consigo un vistazo de su nuca, del dragón y las dos estrellas tatuadas en su piel. No he follado muchas chicas con tatuajes, pero Dios sabe que necesito comenzar a hacerlo porque es enloquecedoramente sexi. Deslizo mis manos alrededor, hacia su estómago y aplasto nuestros cuerpos uno contra el otro. El calor se extiende a través de mí cuando su olor se mezcla con el alcohol en mi sistema, y eso hace que el hambre y el arrollador deseo dentro de mí se sienta como si perteneciera allí. Su cabello está sobre su hombro y su cuello está sólo a centímetros de mis labios. El deseo de chupar y morder su piel es intoxicante, y sin contemplar lo que estoy haciendo y lo que esto significará, mis labios se separan y mi lengua se desliza por su piel. No es como si nunca antes hubiese lamido el cuello de una chica. Lo he hecho muchas veces, al igual que he besado y follado muchas veces. Usualmente, acalla cualquier sonido dentro de mi cabeza, pero en este momento aun puedo escucharlos a todos, si no es que más. Es más alto. Agudo. Más potente y temo que vaya a perderme, a perder el control. Pero es casi como si mi

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boca estuviese siendo magnetizada por su piel y comienzo a chupar su cuello, mordisqueando y rozando ligeramente con mis dientes a lo largo de este. Con la manera en que sus músculos se tensan, casi espero que se dé la vuelta y me golpee en la mandíbula. Casi deseo que lo haga, así me alejaría... al menos pienso que lo haría... realmente podría querer quedarme por más tiempo. Pero en vez de eso, su cabeza cae a un lado, dándome acceso para devorar su sabor. Mis manos vagan por arriba de sus costillas, a través de su pecho, su pezón se endurece por debajo de la tela. Rozo con mi pulgar a través de este y luego muevo mi mano hacia arriba, hasta el hueco de su cuello. Gime cuando presiono mis dedos gentilmente en su clavícula y se inclina contra mi pecho, descansando su peso sobre mí. La realidad empieza a aclararse cuando muevo mi mano por su cuerpo hacia su pierna y comienzo a subir la tela de su vestido, desesperado por deslizar mis dedos dentro de ella y hacerla gemir más fuerte. —Dios, eres tan hermosa... —Respiro contra su cuello cuando mis manos alcanzan la cima de sus muslos—. Deberíamos ir a alguno de los cuartos... Comienza a inclinar su cabeza contra mí, nuestros labios se rozan brevemente, el deseo fluye por mi cuerpo ante la chispa del contacto. Tomo en un puño su vestido, abriendo la boca para devorarla, cuando de repente aparta mis brazos y se aleja de mí. Me mira por encima de su hombro, sus mejillas se sonrojan un poco, pero su expresión se mantiene sin emociones. —Gracias por el baile —dice y luego alza las manos sobre su cabeza, se abre camino entre la multitud, desapareciendo eventualmente entre un enjambre de cuerpos borrachos y sudorosos. Me quedo de pie entre la gente, sacudiendo la cabeza para mí mismo, estupefacto por mi propia idiotez. ―¿Dios, eres tan hermosa? Deberíamos ir a una de las habitaciones.‖ Sí, no fue mi mejor línea, pero Jesús, ella huye más que nadie que haya conocido. Después de analizarla por un rato, decido que no es mi jodido problema, ella no es mi jodido problema. Necesito superarlo, cortar cualquier cosa que me está atrayendo a ella, superar mi obsesión en desarrollo por la chica misteriosa que salta de las ventanas y que parece estar en todas partes. Dejando atrás la mayoría de mis pensamientos por Violet, me empujo entre la multitud y voy hacia la cocina donde los mesones están alineados con botellas y botellas de alcohol. Hay tantas opciones que es como Navidad. Escojo una botella de Crown Royal y

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tomo de nuevo un trago... o dos... o tres... o cuatro... hasta que todo se nubla y ya no puedo pensar. Cuando estoy casi ido, en camino a desmayarme, consigo a la primera chica de apariencia decente que se me atraviesa y coqueteo con ella hasta que estamos caminando hacia una de las habitaciones. No toma mucho después de que la puerta está cerrada para que nuestras ropas desaparezcan y yo esté empujando dentro de ella. El cabezal golpea contra la pared mientras bajo sus manos hacia los lados de su cabeza y grita, no mi nombre porque nunca llegamos tan lejos. Echa su cabeza atrás, su cuello arqueado, su piel perlada con sudor. Mientras la miró, empujando nuestras caderas, todo lo que puedo pensar es cómo puedo hacerle lo que quiera en este momento. Por un segundo, se siente bien. No me siento tan indefenso y jodido por dentro. Tan controlado por las cosas a mi alrededor y mi pasado. Me siento borracho y en lo alto con esta chica debajo de mi. Por un breve momento, tengo control de todo. No están todos estos ruidos dentro de mí, recordándome las terribles cosas que constituyen mi pasado. Me siento contenido y quieto por dentro. Entonces, estoy saliendo de ella y la plenitud dentro de mí se vacía. La chica rueda sobre su costado y momentos después se queda dormida. El control que sentía sobre la situación está disipándose y me siento como un niño desamparado otra vez, uno que está muy jodido. Salto fuera de la cama, me visto y luego la dejo atrás, esperando nunca cruzar caminos con ella de nuevo. Mientras dejo la habitación, el control pasajero crece de nuevo, pero una vez que entro a la sala todo se ha ido otra vez. Abandonándome para intentar dejarlo atrás de nuevo.

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Violet Después de dejar a Luke en la pista de baile, me apresuro hacia la parte trasera de la casa tratando de no correr, pero no puedo evitar caminar rápidamente. El chico en el que estaba trabajando antes de ir hacia Luke me toma por el brazo mientras estoy cruzando la cocina. —Oye, ¿a dónde habías ido? —pregunta mientras toma una cerveza del mostrador—. Pensé que iríamos a algún lugar y hablar. —Lo haremos, pero primero tengo que ocuparme de algo. —Antes de que pueda responder, saco mi brazo de su agarre y lo dejo atrás con la boca abierta. Abro la puerta trasera y luego observo el pequeño lago un poco más allá en el patio. Ahí hay un muelle extendiéndose sobre él y es hacia allá a donde me encamino, abriéndome espacio entre la gente y hacia el césped, el sonido y las luces de la fiesta desapareciendo mientras más me alejo. Entre más cerca del agua me encuentro, más rápido camino, con el dolor en mi tobillo tirando de mis músculos. Cuando mis pies descalzos rozan la madera del muelle, corro tan rápido como puedo hacia el borde. Mi corazón late fuertemente contra mi pecho, mi sangre está pulsando con furia. Quiere escapar por la adrenalina, pero yo me adhiero a ello, mientras la adrenalina corre dentro de mí como fuego líquido, quemando todo lo que siento en el momento; la necesidad, el deseo, la forma en que dejé que Luke me tocara y cómo permití sentirme cuando lo hizo. No estaba sólo tentándome. Lo que sucedía dentro de mi cuerpo era muy real. Demasiado real. Tan real que en serio por un segundo pensé en ir a una habitación con él y permitirle hacerme lo que fuera, porque quería que lo hiciera. Cuando alcanzo el final del muelle, tomo cada onza de la energía que me queda y salto, liberando todo el oxígeno de mis pulmones hasta que estoy libre de aire. Libre de todo. Segundos después, me estrello dentro del agua helada y fluye sobre mi cuerpo, empapando mi vestido, mi piel, mi cabello. Tira de mí hacia abajo, me arrastra y no lucho. Estoy dispuesta a dejarla tomarme. Recuerdo cuando finalmente me di cuenta que mis padres no regresarían. Que se encontraban muertos y la sangre que vi sobre ellos no era sólo mi imaginación. Que las imágenes de ellos en el suelo, sus cuerpos quietos y sus ojos abiertos no eran sólo una foto que había creado en mi

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cabeza. Era real. La realidad de que estaba sola comenzó a filtrarse e, incluso a los seis años, supe que nada sería lo mismo. Nunca sería lo mismo. Fue duro, la cruda verdad de que ya no tenía padres. Hubo mucho dolor. Muchas navajas cortándome desde el interior. Agujas apuñalando mis venas. Un agujero creciendo rápidamente en mi corazón. Lo sentía… sentía todo. A veces, solía despertarme en las noches arañándome la piel, tratando de desterrar el sentimiento, pero todo lo que siempre obtuve fueron cortes y rasguños. La primera pareja que me tomo en adopción pensó que estaba loca. Los escuche hablando sobre eso una vez, preocupados de que pudiera lastimarlos o a mí misma y, ¿por qué no lo harían después de lo que había visto? Violencia. Asesinato. La morbosa parte de mi vida… marcada dentro de mi cabeza, lo que significaba que yo misma me convertiría en alguien morbosa. Esto me confundió y pienso que en realidad comencé a creer que de verdad podía pasar, transformarme en una persona violenta. Entre la idea de que terminaría lastimando a alguien y el constante dolor en mi interior, decidí dejar de sentir todo. Apagarlo. Cerrarlo. Una insensibilidad auto inducida. Al principio fue difícil, especialmente en la noche cuando mi mente parecía insistir en recordar todo. Pero una noche, cuando desperté de una pesadilla, aterrada y con la cabeza un poco aturdida, me confundí y pensé que me encontraba de vuelta en mi antigua casa. Había salido corriendo de mi cuarto, calculando mal dónde comenzaban las escaleras y terminé tropezando. Casi tuve un ataque al corazón mientras caía por las escaleras, la alfombra raspando mi espalda y piernas, mi vida pasando ante mis ojos. Cuando finalmente alcance el piso, mire hacia el techo sintiendo la adrenalina golpeando mi cuerpo, y el dolor y el miedo que había sentido por mi sueño fue reemplazado por una ráfaga de energía. Por un segundo, no pude sentir las navajas o las agujas o el agujero en mi corazón. Mi mente y cuerpo estaban contenidos. Fue el primer verdadero momento de paz que había sentido desde hacía tiempo, y era silencioso y dolorosamente hermoso. Después de eso, se convirtió en un hábito. Solía despertarme en un ataque de pánico y correr fuera de la habitación y caer por las escaleras. Lo hacía intencionalmente y sabía que era una locura, pero me ayudaba a sentirme mejor. Mis padres adoptivos tenían un sueño profundo y no se dieron cuenta al principio, pero los despertaba ocasionalmente. Al principio, fingía estar adormilada y confundida, pero alrededor de la sexta

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o séptima vez comenzaron a preguntarse si algo sucedía y comenzaron a hacer preguntas. Así que les dije la verdad, esperando que entendieran. Me miraron con temor en sus ojos y dos semanas más tarde me mude a una nueva casa. Después de eso, dejé de decir la verdad y conseguí diferentes formas de tener mis subidones de adrenalina. Corriendo en frente de los autos, parándome en la parte más alta de los edificios, sumergiéndome en el agua hasta que mis pulmones se sentían como si fueran a arder. Sé que lo que estoy haciendo es peligroso, pero no me importa. Es mejor que sentir las navajas. Las agujas. El incurable agujero en mi corazón. El agua está helada, pero no es tan profunda y alcanzo el fondo rápidamente. Me dejo hundirme, con mis rodillas presionando contra el fangoso fondo. Mis brazos flotan a mi lado, el cabello en mi cara. Sobre mi cabeza, la luna brilla distorsionada y hermosa a través de las ondas de agua. Todo está en silencio. El agua. La noche. La emoción en mi interior. Cierro mis ojos. Me dejo comenzar a ahogarme. Me mantengo tan quieta como puedo hasta que mis pulmones duelen por estallar. Hasta que estoy aturdida. Hasta que siento comenzar a dejar la realidad. Hasta el punto donde estoy a nada de no existir. Luego, me empujo hacia arriba. Burbujas flotan de mi boca cuando subo, pateando con mis pies. Estiro mis brazos y, momentos después, me abro camino a través del agua, jadeando por aire. La adrenalina está ahogando el interior de mi cuerpo mientras mis pulmones luchan por respirar… por permanecer vivos. Agua escurre por mi cabello a mi cara cuando me pongo boca arriba y floto, mirando la luna, mi pecho subiendo y bajando, mi cuerpo mitad sobre el agua y mitad debajo.

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6 Traducido por Cath, Betza18, Zöe & *~ Vero ~* Corregido por AriannysG

Luke Tenía siete años cuando me di cuenta de que había algo muy malo con mi entorno familiar. No era algo que hubiera descubierto poco a poco. Se vio forzado de repente ante mí cuando mi madre apareció en medio de la noche, después de haber ido a algún lugar durante horas. Enloquecida, hablando de estar arrepentida. Creo que se encontraba bastante fuera de sí, parecía que había sangre en sus manos y ropa, pero cuando le pregunté al respecto, a pesar de que tenía mucho miedo de su respuesta, sólo me abrazó durante horas, me arrulló como a un bebé y me dijo que todo estaría bien. La cuestión era que nada nunca estuvo bien desde ese momento. Todavía no lo está, pero es soportable, siempre y cuando tenga suficiente alcohol en mi sistema y las partes jodidas de mi vida no se sientan reales. Mientras tenga el control sobre las cosas que hago, estoy bien. El problema es que últimamente el control por el que me he estado esforzando tanto se está escapando de mis dedos. Las clases terminan en un par de días y se acerca el día en que debería dirigirme a casa, de vuelta al agujero infernal donde nada parece estar bien y me siento como un niño otra vez, maldita sea. Kayden ya tiene la mayoría de sus cosas empacadas y su lado del cuarto está cubierto con cajas selladas. Está en el dormitorio de Callie, ayudándola en este momento y ni siquiera he comenzado en mi lado: la cama sigue hecha, mi ropa todavía en la cómoda. Estoy pensando seriamente en incendiarlo y vivir en mi camioneta. Ni siquiera me he tomado la molestia de hablar con mi padre desde nuestra última conversación. Ha llamado un par de veces, pero no ha dejado ningún mensaje. —Mira, siento estar rompiendo tú corazón o lo que sea. —Recorro la longitud de mi pequeño dormitorio entre las dos camas con el teléfono pegado a la oreja, sacudiendo la cabeza ante casi cada palabra que pronuncia—, pero en serio me quedaré aquí. —Estoy tan lleno de mierda.

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Oficialmente no tengo ningún lugar adónde quedarme. Todos los apartamentos en alquiler cuestan demasiado dinero. A este punto, he estado buscando un compañero de cuarto, pero parece que no puedo encontrarlo. Es sólo un mal momento o algo así, y jodidamente odio eso porque no quiero volver a mi ciudad natal, a Star Grove. —Lukey —comienza ella. Odio cuando me llama así e incluso ahora me hace sentir náuseas—, tienes que volver a casa y cuidarme. He empezado a tomar los medicamentos de nuevo y necesito tu ayuda. —¿Cuáles? —digo con desprecio, pateando la base de mi cama, la necesidad de hacerle un agujero a algo aumenta en mí como una llama ardiente hacia un charco de gasolina—. ¿Tu heroína? ¿Tus aplastantes medicamentos para el dolor? ¿Coca? ¿Whisky? ¿Cuál, madre? —Actúas como si no los necesitara —dice, sonando herida—. Los necesito, Lukey. Los necesito más que cualquier otra cosa, pienso demasiado y las cosas malas pasan cuando pienso demasiado. Lo sabes. —Las cosas malas suceden de cualquier modo. —Golpeo mi bota en la pata de la cama una y otra vez, mientras ésta choca contra la pared, y mi pie comienza a doler. ¡Mierda!—. Y sabes que soy demasiado viejo para creer esa mierda, madre. Sé que estás consumiendo drogas por la misma razón que todo el mundo y eso es para escapar de lo que sea que estás huyendo. No es una receta médica, como me convenciste cuando tenía seis años. —Pero lo es, cariño. —Su voz es aguda, como si estuviera hablando con un niño—. Los médicos todavía no se han dado cuenta de que lo necesito. La odio. Me odio a mí mismo por odiarla tanto. Odio el odio dentro de mí y cuán descontrolado me hace sentir. Odio que cada vez que estoy siquiera remotamente cerca de alguien, pienso en todas las cosas horribles que me hizo hacer, el infierno por el que me hizo pasar. —Sabes lo que pienso —le digo y ataco la pared—. Creo que has usado demasiado de eso y ahora lo has perdido. —Hago una pausa, preguntándome cómo responderá. Por lo general, no soy tan directo con ella, en su lugar la evito a toda costa. Pero el alejarme está molestándome. —¿Crees que estoy loca? —pregunta en voz baja. Oigo un susurro en el fondo y ni siquiera quiero saber lo que está haciendo—. ¿Eso es lo que piensas? ¿Mi pequeño piensa que su madre está loca? Aprieto los dedos en mi sien y los músculos de mis brazos se estiran con mi frustración. —No sé lo que estoy diciendo.

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—Suenas como el resto de ellos —dice y algo se estrella con fuerza en el fondo. —¿El resto de quiénes? —pregunto, rodando los ojos. —Los vecinos —susurra y luego hace una pausa—. Creo que me han estado vigilando... Y hay un auto estacionado en el frente... creo que la policía está observándome de nuevo. —La policía no te está observando otra vez, nunca lo estuvieron. Sólo te interrogaron una vez por Dios sabe qué, nunca me dirías. —También lo están, Lukey. Están detrás de mí otra vez. Sacudo la cabeza y la lista de qué ―medicamentos‖ ha estado tomando se hace más corta, porque sólo hay unos pocos que sacan su paranoia. —Nadie te persigue, ¿y quieres saber por qué? Porque a nadie le importa. —Sin embargo, te preocupas por mí. —El pánico llena su tono—. ¿No es así, Luke? Me hundo en la cama y bajo la cabeza hacia mis manos. Dios, ojalá simplemente pudiera decir que no. Decirle que la odio. Librarme de ella. Pero parece que no puedo resignarme a decirlo en voz alta, siempre atado por ese niño estúpido que vive dentro de mí, el que la ayudó siempre, y sentía que tenía que hacerlo porque nadie más lo haría. —Sí, claro. —Ese es mi niño bueno —me dice y siento el ardor del vómito acercándose en mi garganta—. Siempre cuidando de mí. No puedo esperar a que vuelvas a casa. Nos divertiremos mucho. Conozco su versión de diversión; limpiar la casa juntos, ayudarla con cualquier droga que está tomando, sentarme a su lado, escucharla cantar, ser su mejor amigo y entrar en su mundo de locos desvaríos inducido por fármacos. No puedo volver a vivir con ella. En esa casa. En mi habitación. Con la locura. Diciéndome que me necesita. Necesidades. Necesidades. Necesidades. Sólo volver para Navidad era suficiente y ni siquiera me la pasaba tanto ahí. Si termino con ella, es probable que pueda conseguir un trabajo e ir a fiestas sólo para evitar ir a casa, pero al final tendré que hacerlo. No quiero volver. Me escapé de toda esa mierda cuando tenía dieciséis y no puedo volver. Tengo que librarme de ir a casa, sin importar lo que cueste. —Tengo que irme. —Antes de que pueda decir cualquier cosa, cuelgo. Lanzo el teléfono a un lado en la cama y me balanceo de un lado a otro, respirando el impulso de gritar y golpear algo. Sé que si alguien

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entrara y me viera así, pensarían que había perdido la cabeza, pero no puedo detener la ola de ira y pánico una vez que sale a la superficie de esta manera. Sólo tres cosas son para mí. Sexo, alcohol y violencia. Sigo balanceándome y balanceándome, pero la rabia dentro de mí se alza y se mezcla con el sentimiento vil de vergüenza que siempre llevo conmigo. Siento una ola de rabia construyéndose mientras se abre camino a través de mi cuerpo hacia el exterior. Si no hago algo pronto, terminaré destruyendo la habitación. Por último, no puedo soportarlo más. Me levanto de un salto de la cama y ataco la pared de nuevo. Esta vez no me detengo. Simplemente doblo mi brazo hacia atrás y choco mi puño contra la pared una y otra vez, mientras el calor y la rabia brotan por mi cuerpo. Después del quinto golpe, estoy temblando de pies a cabeza, hay un agujero del tamaño de un puño en la pared y cada uno de mis nudillos está en carne viva. Kayden ya se preocupaba por arreglar la puerta y ahora la pared está estropeada. En serio me encuentro en una buena racha. Tengo que salir de aquí, porque todavía se siente como si necesitara golpear algo. Patear algo. Joder algo. Necesito sacar la ira que se construye dentro de mí antes de que tome el control, y sólo hay una manera de hacer eso y requiere una gran cantidad de dolor físico y alcohol, pero lo quiero. Más que a nada.

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Violet Hoy estoy de un humor muy de mierda, las navajas y agujas invisibles que no he sentido en mucho tiempo están de vuelta, cortando en mi piel mientras crece mi irritación. Al principio, era una irritación que crecía lentamente, sobre la vida en general. Traté de decirme una y otra vez que no era nada, que sólo era un estado de ánimo. Pero creo que puede ser algo más profundo, como el hecho de que extraño a cierta persona. Nunca extraño a nadie. Y todo lo que quiero hacer es apagar eso, pero al mismo tiempo no. Es confuso y un poco molesto. Mientras empaco mis cajas, diciéndome que deje de pensar en él, mi teléfono vibra y la canción que suena significa que es un número desconocido. Cuando respondo, esa persona respira con dificultad y luego cuelga. —¿En serio? —le digo al teléfono, antes de ponerlo en mi cama. Me muevo hacia el escritorio, buscando entre los papeles apilados en él, preguntándome si algunos son míos. Cuando llego a la pila inferior, mi teléfono suena de nuevo, el mismo tono, número desconocido. Observo el teléfono mientras lo recojo. Ni siquiera llego a saludar esta vez, antes de que la persona que llama, cuelgue. Sucede una y otra vez y por fin, después de la séptima u octava, reto a esa persona. —Mira, si no dejas de llamarme —le digo—, te rastrearé y te cortaré las pelotas. —¿Qué pasa si soy una chica? —pregunta él con un dejo de risa en su tono. Me siento en mi cama y cruzo las piernas. —Entonces, necesitas dejar de tomar tanta testosterona ya que tu voz es más baja que la de un tipo normal. Se ríe, como si fuera divertido, pero hablo en serio. —Eres graciosa. —No estoy tratando de serlo. —Bueno, lo eres. Sacudo la cabeza. —¿Qué diablos es lo que quieres? ¿Y quién eres? —Estoy buscando a Violet Hayes —dice.

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Me pongo rígida. No reconozco su voz, no debería saber mi apellido. —¿Quién diablos es? —Empiezo a ponerme nerviosa, mientras echo un vistazo alrededor de mi habitación vacía. Ha pasado mucho tiempo desde que me he sentido incómoda al estar sola, pero resurgen los viejos sentimientos, la sensación de que alguien me está observando, esperando a lastimarme como deberían haber hecho hace doce años. —La Violet Hayes que fue parte del caso de asesinato Hayes —dice. Le cuelgo y arrojo el teléfono por la habitación. Golpea la pared y creo que lo rompí, hasta que vuelve a sonar. Dejo que suene, y luego se silencia cuando va al correo de voz. Pero entonces, empieza a sonar otra vez, hasta que finalmente no puedo soportarlo más. Me levanto y rastreo el sonido del tono de llamada hasta la esquina de la habitación, donde encuentro el celular encajado entre la pata de la mesa y la pared. Me agacho y busco a tientas hasta que consigo apoderarme de él. —¿Qué demonios quieres, imbécil? —Prácticamente grito mientras me levanto. —¿Es Violet Hayes? —Oh, Dios mío, ¿estás hablando en serio? No quiero hablar contigo, quienquiera que seas, así que deja de llamar. Hace una pausa. —Soy el detective Stephner. Tengo que hablar con Violet Hayes. Vacilo mientras regreso a mi cama. —¿Acabas de llamarme? —No... —Suena perdido y hace una larga pausa—. Te llamo para ver si puedes encontrarte conmigo. Me gustaría que habláramos sobre el asesinato de tus padres. Me toma un segundo contestar. —¿Por qué? —pregunto con cautela. —Porque voy a reabrir el caso —responde en un tono formal—. Y quiero ver qué puedes recordar sobre esa noche. —¿Por qué reabres el caso? —pregunto, preguntándome si tal vez encontraron algo y sintiendo una chispa de esperanza—. ¿Encontraste algo? —No, pero esperamos hacerlo —dice, y toda mi esperanza estalla. —Bueno, recuerdo lo que le dije a la policía hace trece años, lo que no es jodidamente mucho ya que tenía seis años y me encontraba jodida emocionalmente —respondo, diciéndome que no debo hacerme ilusiones, pero ya puedo sentir las emociones presionando hacia arriba, el dolor

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conectado a la pérdida de mis padres—. Así que no tiene sentido ir allí y perder mi tiempo; me hacen las mismas malditas preguntas y me enseñan las mismas malditas fotos policiales a pesar de que dije que apenas vi a los asesinos porque estaba oscuro. —Entiendo tu frustración, pero responder algunas preguntas podría ayudar a resolver el asesinato de tus padres —advierte y lo escucho revolver entre papeles. —No, no lo haré —digo, dejándome caer en la cama, sosteniendo el teléfono contra la oreja. Mis músculos están empezando a estirarse con tan sólo la sugerencia de ir a la estación de policía y charlar sobre algo que se enterró hace mucho tiempo. Caso cerrado. Lo dijeron ellos mismos y, aunque no me gustó, lo acepté. Seguí adelante. Viví la vida que tenía—. No pudieron resolverlo hace trece años y no lo resolverán ahora. —Te agradecería si vinieras —me dice, enviándome un mensaje silencioso a través de su firme tono de voz. Vas a reunirte conmigo, no es una opción. —Está bien, pero ahora vivo en Laramie, no en Cheyenne — respondo con voz tensa—, y estoy a mitad de la mudanza, así que tendrá que esperar un par de días. —Estoy inventando excusas a propósito. —¿Qué tal el próximo lunes a las siete? ¿En el centro de la ciudad en la estación de Laramie? —pregunta sin perder el ritmo—. ¿Eso funciona para ti? Frunzo el ceño. —Supongo. Se despide y luego cuelgo, tirada en la cama. Me muerdo las uñas, sin gustarme las emociones que me atormentan en silencio. Cerré esa puerta hace mucho tiempo y ahora se supone que debo abrirla para que pueda decirle las mismas cosas que ya le dije a la policía hace trece años. Estoy segura de que cuenta con todo eso en su expediente, así que ¿por qué me molesta? Reviso mi correo de voz, viendo si el chico de voz profunda y espeluznante dejó un mensaje. No lo hizo, y un miedo inquietante se agita en mi estómago. Durante los primeros meses después de la muerte de mis padres, tuve un miedo abrumador de que esas personas regresarían para acabar conmigo. Era como si constantemente sintiera que tenía que mirar por encima de mi hombro, y si por la noche veía una sombra en mi habitación, pensaba que eran ellos entrando. Pero me las arreglé para salir de ese lugar y aterrizar donde estoy ahora. Trabajé mucho para no tenerle miedo a nada y me niego a volver allí.

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Apenas me muevo de la cama, ahogándome en mis emociones, y empiezo a debatirme entre mis opciones para un golpe muy necesario de adrenalina. Tengo estas pastillas que he tomado un par de veces y, con la dosis correcta que me pueda poner en la oscuridad, todavía puedo salir. Están ocultas en el cajón del escritorio de la computadora, al lado de la botella de prescripción que contiene el escondite de marihuana que me dio Preston para hacer ventas rápidas, justo al alcance de la mano. Es un escape fácil de todo lo que sucede a mi alrededor. No es mi ruta favorita, porque es más fácil que entre alguien y me encuentre. No quiero que me encuentren. Quiero seguir perdida, porque eso es lo único que se ha convertido en sereno y dolorosamente familiar. Pero entonces, Callie y Kayden entran en la habitación con cajas en las manos, listos para empacar lo último de sus cosas, y me obligo a ocultar mis emociones de no salir de la cama y moverme de nuevo. Después de empacar por un tiempo, Callie y Kayden comienzan a besarse. Verdaderamente creen que están enamorados y el concepto es ridículamente absurdo para mí. En cierto modo, siento pena por ellos, porque un día romperán y dolerá. Llorarán. Se deprimirán. Comerán mucho helado o lo que sea que la gente hace cuando llora la pérdida de una relación. Recuerdo una casa de acogida en la que viví cuando tenía unos catorce años. Los Peirceson, un esposo y una esposa que vivían en una casa en esta subdivisión decente donde cada casa era un duplicado de la otra. Recuerdo que cuando llegué, pensé que era bonita y eso me preocupó porque yo era todo menos bonita. Llevaba ropa oscura, cadenas por cinto, y tenía más botones en mi oído de los que podía contar. Pasaba por una fase rebelde y quería que todos lo supieran. Los Peirceson eran decentes, pero el marido parecía un poco desinteresado en tener un adolescente cerca. Al principio, parecía que mi estancia sería aburrida, hasta un día que me encontraba en la entrada y la vecina de al lado salió, hablando por su teléfono. Había una cerca alta, así que no podía verme al principio, pero la oí hablar sucio con alguien por teléfono, diciéndole que iba a azotarlo. La conversación me interesó cuanto más tiempo pasó y, para cuando había terminado, me encontraba riendo, algo que no había hecho en mucho tiempo. La señora también debió de haberme escuchado, porque cuando colgó, asomó la cabeza por encima de la valla. Parecía un poco molesta al principio por el hecho de que la espié, pero su enojo se tornó en intriga cuando no mostré ningún remordimiento por escuchar.

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Después de eso, empecé a salir con ella durante las tres horas que tenía mientras la escuela terminaba y los Peirceson llegaban a casa del trabajo. Me enseñó a encender sus cigarrillos, me contó todo sobre los hombres, a pesar de que le dije que nunca me enamoraría. Se llamaba Starla, aunque nunca creí que ese fuera su verdadero nombre, pero parecía adecuado. Hizo una operación de chat telefónico desde su casa, lo que significaba que les decía a los tipos que se hacía cosas sucias a sí misma, jugando con sus fetiches mientras se masturbaban. De hecho, tenía un trabajo de medio tiempo como una agente de un concesionario de autos, viviendo una doble vida. Me recordó a una joven estrella de la década de los cuarenta cuando se encontraba en casa, con el cabello rubio siempre ondulado. Usaba un montón de seda, e incluso a veces una boa de plumas. Me dijo que se vestía así porque la hacía sentir como la sexy seductora que juega en el teléfono. Cuando le pregunté por qué le gustaba hablar con los hombres como lo hacía, me dijo que era porque le hacía sentir que tenía el control sobre ellos. Que había tenido demasiadas angustias, pasó muchas noches llorando sobre helado y esto le ayudó a mantenerse alejada de eso. Lo divertido en cuanto a todo el asunto, era que por lo general hacía la cena o leía una revista, incluso veía televisión cuando le hablaba sucio a los hombres. En realidad, nunca hacía ninguna de las cosas que decía. —¿Te gusta eso, Grandecito? —había dicho una vez por teléfono, mientras se paseaba por la sala y recogía la basura, llevaba la bata de seda y zapatillas. Yo pasaba el rato en el sofá, esperando hasta que era hora de volver a la casa de los aburridos Peirceson, viendo las repeticiones de My So-Called Life; este programa de televisión de los años noventa que fue cancelado después de una temporada, pero me parecía muy entretenido. Me reí cuando lo llamó Grandecito y ella me echó un vistazo, sonriendo mientras rodaba los ojos. ―Rarito‖, articuló. Reí de nuevo. —¿No lo son todos? —Luego, saqué un puñado de papas fritas de la bolsa en mi regazo. Le gustaba llamar a muchos de los chicos por sus apodos especiales, y había adivinado que éste le pidió que lo llamara Grandecito, probablemente porque no lo era. —Ah, sí, me gusta eso —dijo, recogiendo algunos vasos vacíos de la mesa de café. Luego, salió de la habitación y regresé a mi programa. Unos minutos más tarde, después de que el chico probablemente había terminado fuera de sí, ella regresó a la sala, fumando un cigarrillo. — Los hombres son agotadores —dijo, dejándose caer en el sofá junto a mí. Toda la casa se encontraba llena de muebles antiguos con adornos de

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oro, ninguno combinaba, y las paredes estaban cubiertas de fotos de bandas y actrices que ella había conocido. Me encantaba este lugar porque era diferente. Cada lugar en el que había vivido se parecía o era lo mismo que los demás y la mayoría de ellos resultó ser horrible. —Entonces, ¿por qué trabajas para ellos? —pregunté con curiosidad, poniendo los pies sobre la mesa de café. Me miró mientras cogía el cenicero de la mesa de café. —Oh mi querida, dulce e inocente Violet. Ellos trabajan para mí, cariño. Siempre usaba términos entrañables y eso me molestaba, sin embargo, se los dejaba pasar. Metí unas cuantas papas en mi boca. —Sabes, me gustaría que fueras mi madre adoptiva. Sonrió con tristeza e inclinándose hacia adelante colocó su cigarrillo. —No puedo ser una madre adoptiva, Violet. Apenas puedo cuidar de mí. Mordí las papas mientras miraba fijamente la pantalla de la televisión. No lo entendía ya que se veía que cuidó mucho de sí misma, sin anexos, haciendo lo que quería. Parecía una gran vida, pero tal vez sólo lo decía porque en realidad no quería ser mi madre adoptiva. —Entonces, ¿qué pasa con la chica de cabello rojo? —preguntó, cambiando de tema mientras cogía papas—. Parece obsesionada por los magníficos ojos de ahí. —No creo que esté obsesionada. —Lancé un grito silenciosamente para suprimir las emociones excitantes dentro de mí, no importaba si tenía una madre o no, ya que no arreglaría nada, no me compondría—. Sólo adicta a él. —Eso podría ser peor que estar obsesionado. —¿Qué quieres decir? —La adicción es peligrosa —dijo, y luego me dio unas palmaditas en la cabeza cuando se puso de pie—. Especialmente con los hombres. —Se había ido a la cocina y momentos después sonó su teléfono. Me senté en el sofá escuchando su charla con un tipo sobre unos azotes y me pregunté si ella era adicta a los chicos o si ellos eran adictos a ella. ¿Cuál era la diferencia? A pesar de que mi tiempo con Starla fue fugaz, ya que los Peirceson rápidamente se cansaron de tener una hija adoptiva, aprendí mucho de ella. No sólo sobre la manipulación, sino también a obtener poder. Además, nunca le importaba una mierda lo que hacía, a pesar de que

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mucha gente le bajaría la mirada si se enteraban de ello. Ella decía las cosas que la mayoría no se atrevía y yo la idolatraba por ello. —¿La terminarían de una vez? —le pregunto a Callie y Kayden mientras meto la última de mis camisas en las cajas. Ellos están rodando en la cama y juro que estoy a dos segundos de conseguir un espectáculo porno en vivo. Apenas me escuchan mientras Kayden se acuesta encima de Callie y empieza a chuparle el cuello. Me rindo con intentar que se detengan y recojo la última de mis cajas. Todavía tengo un par de cosas más para empacar pero necesito un descanso de toda la demostración pública de afecto así que salgo de la habitación y llevo la última caja directo al auto de Preston. Me lo prestó esta mañana para que pudiera sacar mis cosas de la casa fácilmente y por suerte mi tobillo está bastante curado, así que no estoy caminando como si necesitara un bastón. Es mediado de mayo y la temperatura está subiendo hasta los treinta y tantos. Cuando lanzo la última caja en el maletero, me hago una cola de caballo desordenada y luego ato la parte inferior de mi camiseta para que se asiente encima de mi cintura. Tengo unos pantalones cortos y una de mis botas de combate tiene la hebilla rota. Hace calor y seriamente deseo que alguien creara una ley que nos permitiera andar desnudos cuando hace tanto calor. Desafortunadamente si me desnudara y desfilara en el campus, me arrestarían probablemente. Teniendo en cuenta el momento y mi estado de ánimo, sin embargo, a lo mejor estaría encantada de ser esposada y metida en un vehículo policial. Además, podrían sacarme de la estación hasta el lunes.

Cuando llego al remolque de Preston, hay una fiesta. Estoy un poco fastidiada porque sabía que me mudaba de nuevo hoy y sé que va a ser un dolor en el culo tratar de meter mis cosas en la casa con un montón de borrachos molestos e idiotas que anden en la sala de estar. Aparco el auto lo más cerca que puedo de la puerta principal, pero hay una línea de autos que bloquean el camino de entrada. La gente está de pie en todo el patio delantero, en la entrada, y en las escaleras que conducen a la puerta principal. La mayoría de ellos son viejos, pero hay algunos de mi edad. Tienen cigarrillos y copas de plástico en sus manos. No

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he vivido aquí durante nueve meses y al parecer me he olvidado de lo que era y por qué me decidí a vivir en los dormitorios. Vivir aquí es como tener que lidiar con fiestas todo el tiempo. Suspirando, salgo del auto y ajusto mi cabello en una cola de caballo más segura mientras empujo la puerta con mi cadera. Un tipo que llevaba una sudadera con capucha de gran tamaño me silba y sacudo la cabeza y lo ignoro mientras zigzagueo a la gente hasta la puerta principal. —¿Qué pasa, bebé? Vienes aquí a darme otro espectáculo —me dice en voz alta un idiota llamado Trey cuando camino a su lado y cruzo la puerta grande. Tiene veintitantos años y cuando vivía aquí, solía entrar en mi habitación todo el tiempo fingiendo estar perdido, cuando en realidad trataba de atraparme cambiándome, y lo consiguió una vez. Le hubiera cerrado la puertas pero no hay ningún seguro en ninguna de ellas, a excepción del baño. —Te voy a dar otro espectáculo —le digo, cerrando la puerta—. ¿Siempre y cuando pueda darte ese recordatorio doloroso con mi rodilla en tus bolas de lo qué sucede después de presenciar el show? Sus párpados se cierran, me lanza un beso y luego se ríe como si fuera la persona más divertida en la tierra. —Es un trato. Dejo cerrar de golpe la puerta en su rostro. El humo del cigarrillo y el olor acre de la maleza me envuelve en la habitación llena de gente. ―Kryptonita‖ de 3 Doors Down resuena desde el estéreo y un bicho raro está en la esquina fingiendo tocar una guitarra en el aire. Cuando por primera vez me vine a vivir con Preston, las cosas no eran así, pero fue debido a Kelley. Sí, eran traficantes y creo que fue la razón por la que me adoptaron, así podía ir a todas las fiestas del instituto y vender cosas para ellos. Yo no era admiradora de eso, pero tampoco me importaba, así que hice lo que pedían porque me dieron una casa. Pero nunca trajeron su negocio ni alguno de sus clientes a casa, Kelley nunca lo habría permitido. Me dirijo por el pasillo hacia la habitación de Preston, a sabiendas de que probablemente allí hacen algo altamente ilegal. Me detengo en la puerta y llamo, pero la música que se reproduce en el dormitorio es aún más fuerte que la de la sala. Después del tercer intento, doy vuelta al picaporte y abro la puerta, esperando que no esté teniendo sexo ni nada. No es él, pero hay cuatro chicos en la cama con él y están rodeando a una pipa de vidrio con forma de jarrón, y hay un chico y una chica en la televisión, el tipo la embiste por detrás mientras ella gime. He visto videos porno, aquí y allá, pero no en circunstancias en la que esté prestando atención. Pero en este momento, no puedo apartar los ojos. El hombre se ve contenido de una forma muy intensa y lo mismo ocurre con la chica,

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pero no hay ninguna emoción hacia los demás. Están ahí en el momento. Me pregunto si así me veo todo el tiempo. Justo allí, en mi vida. Por último parpadeo, alejando mi mirada de la pantalla y fijo mi atención en la cama. Uno de los chicos tiene su boca en la boquilla de la alta y esbelta pipa de vidrio y un encendedor en la mano, a punto de encenderlo. Le dice algo a Preston y él mira a la televisión con una mirada eufórica en su rostro. Estoy decidiendo si quiero quedarme de verdad, aunque fuera para drogarme con humo de segunda mano y sentarme a ver porno con un grupo de chicos, cuando Preston me nota en la puerta. Sus ojos azules inyectados en sangre se iluminan a medida que observa mi cuerpo y entonces dice algo mientras una sonrisa lánguida se propaga en su rostro, pero la música es demasiado ruidosa como para entender sus palabras. —¿Qué? —le grito, ahuecando la mano alrededor de mi oreja. Se vuelve hacia el viejo equipo de música y la sonrisa sigue en su cara mientras me hace señas para que me acerque a él. Los otros cuatro chicos me notan de repente y toda su atención se centra en mí. Sé que algo va mal con la situación, pero es difícil determinar qué es exactamente la parte equivocada porque he visto tantas cosas malas que a veces creí que estaban bien. Dejo escapar un suspiro, sabiendo que voy a tener las manos llenas con cinco chicos drogados y calientes en la habitación. Me acerco a la cama y cuando llego al borde, los dedos de Preston están alrededor de mi cintura. Presionando los dedos en mí, me guía a su regazo y me sienta allí. Todavía tengo mi camisa atada por lo que sus manos están en mi piel desnuda y estoy bastante segura de que siento su erección presionando contra mi culo. No me entusiasma la situación, así que empiezo a deslizarme casualmente de su regazo, pero él aprieta su agarre y me asegura en el lugar. Me duele y no me sorprendería si deja marcas rojas en mi piel. No parece amistoso, sino territorial. Alfileres y agujas pinchan en mi piel, mientras siento las emociones indescifrables y confusas atadas a este momento, a Preston. Quiere decirme algo… esto significa algo. Golpeteo los dedos en mi pierna, tratando de averiguar qué hacer. Se inclina más cerca y pone su barbilla en mi hombro. —¿Por qué estás tan tensa? ¿Es la hierba o el video? Fuerzo una sonrisa de mis infames y falsas sonrisas mientras giro la cabeza hacia él. —Sólo estoy cansada. Estuve empacando por días, y todavía tengo que volver y terminar. —No menciono lo que pasó con el detective porque no quiero hablar de eso en este momento.

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—Bueno, voy a ayudarte a desempacar el auto —dice, y sus manos pasean desde mi cintura hasta la parte superior de mis muslos mientras mira la televisión—. Eso debería ayudar, ¿cierto? Uno de los chicos está frente a mí, llevando una gorra muy sucia, con partes de su cabello rubio a los costados. Intercambian una mirada latente, entonces los ojos del rubio me miran. Me pone un poco nerviosa, pero también surge la emoción de lo que podría suceder y todo se mezcla dolorosamente. Los alfileres y agujas se esfuman, pero no estoy segura de si me siento aliviada o aún más aterrorizada. Asiento, sin apartar los ojos del rubio. —Sí... eso debería ayudar. —Mi adrenalina está al tope, calmando y tirando de mis emociones, un tira y afloja interno. ¿Me gusta? ¿Lo odio? ¿Quiero que aumente el peligro? ¿O tengo ganas de correr? Soy débil. Dejo que ganen los alfileres y las agujas. Después de que el debate sigue sin parar en mi cabeza, por fin me doy por vencida y muevo las piernas hacia un lado, colocando mis pies sobre el piso. Todavía no estoy segura de cómo me siento en cuanto a mis emociones en este momento, pero un descanso del humo, las manos de Preston y la película porno podría aclarar mi cabeza. —Voy a sacar las cajas del maletero —le digo mientras me deslizo fuera de sus brazos. Afortunadamente él me suelta fácilmente y luego me sigue fuera de la habitación, y uno de los chicos le grita para que me tome con calma. No digo nada, mientras me muevo por la sala de estar y luego salgo a la calle, ignorando a Trey cuando me vuelve a pedir un espectáculo. Pongo un pie delante del otro, empujando a la gente de mi camino mientras me dirijo rápidamente hacia al Cadillac de Preston. Abro el maletero y rodeo la parte trasera, luego bajo la mirada con las manos en la cadera preguntándome qué me voy a llevar primero, en lugar de centrarme en lo que acaba de pasar, la manera en que me tocó Preston, y mi confusión al respecto. —Oye, ¿qué pasa con la caminata acelerada? —Preston rodea el auto y se coloca detrás de mí—. Saliste como si la casa estuviera en llamas. —No, salí como una persona que no se sentía cómoda viendo porno con un montón de tipos que están locos. —Mantengo mi tono ligero y bajo la barbilla, evitando el contacto visual. Sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura y se presiona contra mí, alineando su cuerpo con el mío. —Vamos a descargar el auto más tarde. —Se frota contra mí y me pongo rígida como una tabla. —Necesito desempacar ahora —le digo, apoyándome en el auto para agarrar una caja.

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Sus brazos dejan mi cintura y sus manos cubren mi parte superior. Las presiona rudamente hasta el borde del maletero y me acorrala, doblando ligeramente mi espalda. La ansiedad surge en mi cuerpo, pero sigo arreglándomelas para enfadarme por la tormenta de agujas. Una cosa es una tocada rápida, pero esto es demasiado. —Necesito ayuda con un problema —susurra en mi oído mientras empuja sus caderas hacia delante, presionando su erección contra mi culo. —Ve a masturbarte al baño. —Mi voz sale desigual y me estremezco. Una de sus manos se desliza por mi brazo y traza mi pecho. —Me tomé éxtasis, Violet, y es tan jodidamente increíble... todo se siente tan increíble... tú te sientes jodidamente increíble. —Empieza a palmear mi pecho como si fuera una especie de bola de tensión. —Bueno, parece algo tonto, especialmente si lo mezclas con marihuana. —Estoy un poco incómoda, pero no lo demuestro. He visto lo que puede hacerle a la gente la mezcla de drogas y es impredecible, por lo tanto en este momento, Preston es impredecible. Y cuando se pone de esa manera, se vuelve violento. —Pero... no pude evitarlo... y Dios se siente tan bien —gime, agarrando mi pecho tan fuerte que duele. Utilizo mi brazo libre para darle un golpe en las costillas y empujarlo lejos de mí. Su mano abandona mi pecho mientras se tambalea hacia atrás y aprovecho la oportunidad para darme la vuelta. —Mira, lamento que la píldora te haga querer joder todo lo que se mueve. Pero ese no es mi problema. Es tuyo. No voy a ayudarte. Cruza los brazos y el sol brilla detrás de él, proyectando una sombra sobre su rostro mientras aprieta la mandíbula. —¿Y si yo te hubiera dicho eso, hace cuatro años cuando los servicios sociales nos preguntó si te queríamos? ¿Qué pasa si Kelley y yo te hubiéramos dado la espalda porque estabas mal? ¿Y si no te hubiéramos ayudado? Estás actuando muy ingratamente. —No soy ingrata. Estoy muy agradecido de que Kelley y tú me dieran un hogar cuando nadie más me quería, pero... —Muevo los hombros incómodamente mientras libero una respiración desigual de mis labios—. Pero no puedo tener sexo contigo. —¿Por qué? Podríamos ser jodidamente increíble juntos. —Se estira hacia mí, pero protesto, dando un paso atrás. Suspira y peina el cabello que cae en sus ojos—. ¿Cuál es tu problema? No trates de darme esa mierda de ―nadie me ha amado así que no puedo soportar ser tocada por

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alguien que conozco‖. Sé que quieres estar conmigo, pero no lo vas a admitir. —No se trata de eso y lo sabes —le digo con los dientes apretados, y mi pulso martilleando. Apenas podía estar cerca de las personas después de la llamada del detective y ahora tengo que lidiar con la versión idiota y caliente de Preston, el que quiere tocarme, sentirme y hacerme sentir cosas con las que no estoy cómoda. —¿Cómo lo voy a saber? No sé nada de ti —responde, ajustándose su parte de hombre con la mano y haciendo una mueca—. Todo lo que ha salido de tu boca es una maldita mentira. Retrocedo, haciendo mi camino hacia el asiento del conductor. — Vete a la mierda. Estás actuando como un idiota. Me mira como si me fuera a abordar. —Estoy actuando como alguien que acaba de tomar un poco de éxtasis y quiere tener sexo. —Sus manos se extienden hacia mí otra vez y agarra mi cadera—. Vamos, Violet, déjame joderte. No tendrás que sentir nada. Lo prometo. —Parece que está a punto de tener un orgasmo y puro éxtasis se refleja en su rostro. —No tengo idea de lo que significa eso —le digo, retorciéndome de su agarre, ya que mi piel quema mientras cava sus dedos en ella. Pero me las arreglo para liberar mi brazo, llegar a la puerta y abrirla de un tirón—. Me voy. Sacude la cabeza y luego se mueve hacia a mí con los brazos abiertos, como si me fuera a abrazar. Salto fuera del camino y golpeo mi cadera con la puerta. Mis ojos se llenan con lágrimas de dolor cuando sus manos me sueltan, y él pierde el equilibrio y cae en el asiento del conductor. Busca las llaves, riendo entre dientes, y me doy cuenta de que nunca fue a por mí. Las remueve del encendido y se desliza fuera, girando el llavero en su dedo mientras se pone de pie. —Diviértete caminando adónde sea que te dirijas. —Retrocede al camino de entrada, con la mano metida en el bolsillo de sus pantalones vaqueros y sonriendo como un idiota—. Acéptalo, Violet, no tienes a dónde ir, así que podrías venir conmigo, nena. Curvo los dedos hacia dentro y luego los flexiono, diciéndome que no debo abrir la boca, pero él ha trazado su camino bajo mi piel y el control sobre mi boca golpea como una bandita elástica. —Diviértete masturbándote porque enfréntalo, nadie quiere estar contigo. No debía decirlo, pero estoy demasiado enojada para preocuparme o busco el peligro del momento para dejar de sentir el dolor que siento; estoy en conflicto con respecto a mi motivo. Cuando Preston se precipita

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hacia mí, calculo la cantidad de fuerza que va a tomar para derribarlo y si es que tengo las agallas para hacerlo. A pesar de que está así por el éxtasis y la marihuana, una mala combinación, y no está pensando con claridad, no significa que vaya a ver esto igual que yo cuando esté sobrio. Cuando sus manos se mueven por mis hombros, me preparo para levantar el pie y darle una patada en los huevos, pero su brazo se desvía bruscamente a la derecha y segundos después su puño choca con mi mandíbula. Provoca un chasquido fuerte y mis oídos comienzan a zumbar. —Ay... joder —gimo, apretando mi mandíbula mientras mi cabeza cae hacia adelante y mis hombros se desploman. —Maldita sea, Violet, ¿por qué no pudiste darme lo que quiero, por una vez? —grita con la voz quebrada—. ¡Te di todo cuando no lo haría nadie más y sin embargo sólo eres un dolor en el culo! El dolor cegador se propaga a través de mi mejilla y puedo sentir la hinchazón. A pesar de que las lágrimas pican en mis ojos, siento una satisfacción alarmante y el corazón me late a un ritmo constante. Levanto la cabeza con templanza en mi cara y bajo lentamente la mano de mi mejilla. Está respirando con voracidad mientras me mira, su pecho se hincha y luego se hunde, tiene los ojos muy abiertos, las pupilas dilatadas, la cara roja y húmeda de sudor. No digo nada, porque no tendría sentido. Solamente doy la vuelta y me alejo por el camino de entrada. Él no dice nada, pero lo miro por encima del hombro cuando llego a la calle y sigue de pie junto al auto, mirándome. Me dirijo a la izquierda y camino por la carretera, sin molestarme en moverme cuando los autos pasan a más de cien kilómetros por hora. La brisa que sopla sobre mí, mientras los vehículos pasan, calma el pánico en mi pecho que ha estado allí desde que recibí la llamada del detective. Sólo pensar en el hecho de que podrían desviarse hacia mí y sacarme de este mundo, es suficiente para distraer mi cuerpo de lo que está sintiendo y mi mente de lo que está pensando. Cuando llego a la frontera del pueblo, que es sólo un montón de casas de campo, recupero mi celular del bolsillo. Está oscureciendo, y me estoy cansando de andar pero mi lista de contactos se compone de Preston y unos chicos con los que trato con frecuencia. Estoy a punto de meter el teléfono en mi bolsillo, cuando empieza a sonar la melodía que pertenece a cualquier número desconocido. No me gusta el hecho de estar un poco decepcionada de que no sea el tono de

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llamada de Preston y cuando respondo, sueno más gruñona de lo que quiero. —Hola. Hay una larga pausa. —En serio, una vez más. —Niego, a punto de colgar. —¿Violet Hayes? —pregunta él en una voz profunda y algo familiar. —Creo que ya hemos establecido quien soy. —Echo un vistazo alrededor, a los árboles florecientes, la hierba alta en el campo, la zanja al lado de la carretera. Todos los lugares en los que se puede esconder un pervertido. Se ríe en voz baja en el teléfono. —Sí, supongo. —Pero no hemos establecido quién eres tú —digo, retomando mi paso. Alarga el silencio por mucho tiempo. —¿Podemos simplemente declararme un amigo por ahora? —No puedo hacer eso —digo, tratando de librarme del malestar de la situación—. No tengo amigos. —Lamento escuchar eso —responde en tono genuino—. No es divertido no tener amigos. —Apesta tanto como todo lo demás. —Viro hacia abajo en la hierba cuando un auto pasa zumbando, más nerviosa de lo que prefiero. —¿Tu vida apesta... no te gusta? —Está bien, esta conversación es demasiado personal para mí — digo—, así que por favor, deja de llamar. —Violet, quiero hablar contigo —dice, de forma rápida—. Necesito hacerlo. Por favor, es importante. ¿Podemos encontrarnos en algún lugar? ¿Sólo tú y yo? ¿Sólo para hablar? Me río insultante. —¿De verdad crees que voy a encontrarme sola con un raro que me llamó al azar y sabe mi apellido? —No tienes miedo, ¿verdad? —pregunta, bajando la voz—. No pareces ser del tipo que tiene miedo. Pareces de los que no les importa una mierda, por lo menos por lo que he visto. Me detengo, mirando a mi alrededor y al camino. —¿Qué acabas de decir? —Acabo de decir que pareces ruda.

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—No, tu dijiste ―visto‖... ¿quién eres? Hay una pausa y luego la línea se muere. —Mierda. —Golpeteo mi dedo contra el botón de cortar y me adelanto por el lado de la carretera. Está demasiado lejos para regresar a lo de Preston, pero también es una larga caminata de vuelta a la ciudad. Empiezo a correr y ni siquiera estoy segura de por qué. Era sólo un tipo espeluznante... un tipo espeluznante que me ha estado observando. Trato de no pensar en el hecho de que se reabre el caso y que las llamadas comenzaron a llegar alrededor de ese tiempo. No puede haber una conexión. Es demasiado aleatorio. Por otra parte, toda mi vida se ha basado en sucesos aleatorios. Sigo caminando, tratando de no pensar demasiado, sabiendo que sólo voy a ponerme nerviosa y no hay nada que pueda hacer al respecto en este momento. Sé que supuestamente hay un bar en algún lugar de este camino, donde una gran cantidad de chicos de la universidad pasan el rato ya que el propietario no pide identificación muy a menudo, pero no estoy segura de dónde exactamente. Después de una hora de caminar, mi dormitorio está aún cerca de ocho o más kilómetros de distancia y me siento exhausta, calurosa y mi mejilla está empezando a doler bastante. —Estúpido idiota. —Pongo mi mano sobre mi mejilla, en realidad no estoy segura de si me estoy refiriendo a Preston o el chico en el teléfono. Mis pasos empiezan a acelerarse casi tanto como el tráfico. Por fin, llego a la civilización en la forma de un bar llamado El Palacio de Larry, del que he oído hablar a la gente. Estoy segura de que van a tener hielo, un lugar para sentarme por un minuto y si los rumores son correctos, no me van a pedir mi identificación. Abro la puerta y al instante soy abrumada por el olor de la cerveza y los cacahuetes. Hay música fuerte sonando de una máquina de discos, luces de neón brillando de los carteles luminosos en las ventanas y una chica, probablemente de apenas dieciocho años, baila alrededor de un poste en un escenario, vistiendo un bikini que apenas cubre nada. Noto que casi todo el mundo en el lugar es de sexo masculino y que este bar es en realidad un club de striptease. Suspiro, descorazonada. Decido hacerlo rápido y voy directo hasta la barra. La barman es una de las pocas mujeres en el lugar. Es también la más vestida, con una camiseta blanca que es demasiado pequeña para ella. —¿Puedo conseguir un poco de hielo? —pregunto cortésmente, cruzando los brazos sobre el mostrador.

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Mira mi mejilla hinchada. —¿Cuántos años tienes? Me hundo en un taburete y apunto por encima de mi hombro hacia la stripper en el escenario. —Probablemente más grande que la chica que tienen en el escenario. Entrecierra los ojos mientras alcanza un vaso de vidrio debajo del mostrador. —¿Quieres agua con el hielo? Mi sonrisa falsa está brillando en mi cara. —Sólo hielo hasta arriba. Pone los ojos en blanco mientras se retira a la parte trasera del bar. Saca un poco de hielo de un cubo y luego deja el vaso en la mesa delante de mí, antes de dirigirse a un hombre mayor con cabello color sal y pimienta, sentado en el extremo de la barra. Tomo el vaso y lo presiono contra mi mejilla, haciendo una mueca al principio, pero luego dejando escapar un suspiro de alivio mientras el frío empieza a calmar el calor. Apoyo el codo en el mostrador y descanso mi cabeza en mi mano mientras escucho a algunos chicos animar a mis espaldas. Hay un espejo detrás del mostrador, y me da una buena idea de lo mal que me veo en el momento. Mi máscara de pestañas está corrida por mi piel enrojecida y mi cabello está un poco más parado de lo normal a causa del calor. Mi mejilla está tan hinchada que parece que cargo una rotura de mandíbula gigante y la piel está tintada azul violáceo. La canción cambia a una más optimista y si es posible los chicos en el bar se ponen aún más ruidosos, vitoreando por más. Decido que es hora de tomar el vaso y la libertad bajo fianza porque tengo un largo camino por delante y muy poco de paciencia restante. Salto del taburete mientras la camarera está distraída por el viejo en el extremo de la barra. Me dirijo a la puerta cuando me doy cuenta de que los aplausos han pasado a ser gritos. Echo un vistazo por encima del hombro, justo a tiempo para ver una silla volando por el aire y luego se rompe en el escenario. Causa un efecto dominó y de repente todo el mundo está empujando hacia arriba desde los asientos y la stripper sale corriendo del escenario. En realidad nunca he visto una pelea en un bar... o una pelea de un bar de strippers, pero la idea de saltar dentro, hace latir mi pulso más rápido. Se acelera aún más cuando veo a la persona en el centro de la sala siendo retenido por dos chicos que se ven lo suficientemente grande como para ser porteros. Luke Price. Viste una camisa gris de manga larga arremangada y hay sangre manchando el frente de un sendero que gotea de su labio partido. Sus vaqueros también tienen sangre y las botas están desatadas. Sus brazos están siendo sostenidos mientras un chico delgado pero más alto se coloca delante de él y se arremanga. Luke parece que disfruta el

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hecho de que está consiguiendo que le den una paliza. Lo entiendo un poco, aunque por lo general trato de evitar la parte física real de una pelea, y simplemente dejo que se desarrolle hasta casi llegar allí para luego retirarme. Hay un tipo delgado que lleva una camisa negra ajustada y botas con punta de acero que se coloca delante de Luke y dice algo. Él se ríe cuando golpea su cabeza hacia atrás, estrellándose en la cara de uno de los porteros, el más alto con una barriga más redonda. La sangre sale a borbotones de la nariz del chico mientras libera a Luke. Empieza a maldecir y se aprieta la nariz, mientras la sangre chorrea por sus manos y brazos. El portero levanta uno de los brazos para golpearlo. Siento una ola de algo, de adrenalina no, pero parecido, y de repente me abro camino a través de la multitud hacia Luke, llevando tanta energía en mí que resulta difícil saber qué hacer con ella. No ayudo a la gente. Nunca. Pero con él me siento obligada, porque me ha ayudado más de una vez. Unos chicos me dan una mirada como si estuviera loca mientras me aprieto a través de ellos, pero estoy demasiado amplificada por la sorpresa y la adrenalina para que me importe. Con cada paso, los aspectos emocionales de esta noche se borran lentamente, junto con la confusión que Preston puso en mí. La forma en que me hizo daño, los sentimientos que surgieron a partir de sus palabras y su contacto inapropiado. Para el momento en que llegué a Luke y los porteros, estoy tan en silencio por dentro que me siento como si pudiera hacer cualquier cosa. La atención de Luke se dispara a mí mientras atravieso los últimos cuerpos y me interpongo entre él y el chico delgado que está delante. El portero más alto y más redondo está encorvado, con la nariz sangrando por todo el suelo y el otro ha envuelto su brazo alrededor del cuello del chico flaco. El flaco tiene una nariz hinchada y un ojo hinchado, que supongo es la razón por la que los nudillos de Luke están raspados. Él me observa con curiosidad y su mirada persistente en mi mejilla, antes de deslizarse hasta mis ojos. Noto que está teniendo problemas para concentrarse y pararse, probablemente debido a que está más allá de borracho. —¿Quién diablos eres? —pregunta el hombre delgado y luego escupe sangre en el suelo. Sus botas crujen contra el vidrio y cáscaras de maní mientras se vuelve hacia mí. Echo un vistazo de él a los chicos grandes y luego al más delgado, dándome cuenta de que debía haber creado un plan antes de meterme en este lío. Gracias a Dios, el estar en el medio de chicos pasados en alcohol y testosterona me da aún más silencio de las emociones anteriores

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que Preston —todo el día de mierda— puso en mí. Me siento alta, como si estuviera volando y pudiera caer en cualquier momento. La sangre bombea en mis venas y ruge en mis oídos. Es como si fuera invencible y se siente como si pudiera hacer cualquier cosa. Fijo la atención de nuevo en el chico delgado con tatuajes de alambre de púas en el brazo. —Estoy aquí por él. —Señalo sobre mi hombro a Luke y le doy una de mis mejores sonrisas encantadoras al tipo flaco. El flaco frunce el ceño, poco impresionado, y cruza los brazos. —Tu amigo rompió las reglas y tiene que pagar por ello. —Se inclina hacia un lado para mirar a Luke—. No tocar a las bailarinas. —Señala a un cartel que cuelga en la pared a mi derecha que coincide con lo que acaba de decir. Miro por encima de mi hombro a Luke, luchando contra las ganas de rodar los ojos. —¿En serio? No podrías haber ido a casa y hacerte una paja. Niega, sus ojos marrones están oscuros por el alcohol que puedo oler que fluye fuera de su respiración. —No podía esperar tanto. —Tiene esta mirada tonta, inocente y borracha en su cara que en realidad hace que mi corazón pierda el ritmo y no me gusta. Me debato seriamente si debería o no dejarlo manejar esto por su cuenta, pero entonces recuerdo cómo me ayudó desde y hacia clase y me dio un aventón a McDonalds. Mis hombros se desploman mientras me doy la vuelta para enfrentar el tipo flaco, haciendo lo único que se me da bien. Decirle mierdas a las personas. —Mira... siente mucho haber roto las reglas pero, ¿no puedes simplemente dejar que se vaya? —Pido con una dulce sonrisa. El chico delgado entorna los ojos. —Sólo iba a echarlo pero luego él me dio un puñetazo en la nariz cuando le pedí que se fuera. Recibe un regalo por tocar, pero no estoy dispuesto a dejar que algún idiota punk se salga con la suya después de pegarme. Mis ojos se deslizan por la multitud de personas que nos miran, devanándome los sesos por una idea. —¿Así que sólo vas a golpearlo y dejarlo irse? El flaco se encoge de hombros. —¿Nunca has oído hablar de un ojo por otro ojo? Me golpeó así que lo golpeo, entonces puede salir de aquí. Me hace retorcerme la idea de ver a este tipo chocar su puño en la no demasiado fea nariz de Luke. Debería hacer algo... por él... y tal vez por

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mí, también. He tenido una noche horrible y probar mis límites en una pelea parece mucho mejor en el momento que sentir el peso de la mierda. Sacaría de mi mente a Preston, el detective, el hecho de que probablemente estoy sin hogar. Siento que mi corazón repiquetea de emoción mientras me zambullo de cabeza en el lío sin importarme mi futuro. —Mira... —Hago una pausa para que el flaco me dé su nombre, pero no lo capta. Aspiro tranquilamente por la nariz y exhalo a través de mis labios, preparándome para crear una de las mejores mentiras que se me ha ocurrido—. No puedes patear el culo de mi novio. A veces hace esto, sabes. Pero se acaba de enterar de que íbamos a tener un bebé. —Me froto el estómago, agrandándolo un poco—. Y ha estado muy estresado trabajando en dos empleos para poder salir del departamento y conseguir una casa. —Tomo una respiración profunda y la dejo salir, liberando las lágrimas que dejo fluir cuando estoy jugando un papel—. Además, tiene un problema con la bebida y no sé qué más hacer, pero es el padre de mi hijo y lo necesito, ¿sabes? —Dejo que las lágrimas goteen de mis ojos y el chico delgado se mueve torpemente—. No le puedes hacer daño, va a tener que faltar al trabajo y no podemos permitirnos eso. No estoy segura de si lo está creyendo o no, pero definitivamente le incómoda el llanto. A la mayoría de los chicos le pasa lo mismo, lo que hace que mi capacidad de llorar en un abrir y cerrar de ojos sea espectacularmente una buena suerte. Y no me importa llorar, con tal de que no tenga ninguna emoción detrás de ello. —Por favor, sólo deja que se vaya —termino con un sollozo desgarrador, dejando que mis hombros se curven hacia dentro mientras me cubro la cara con la mano—. Por favor, no puedo lidiar con esto ahora mismo... todo es demasiado estresante. La habitación está tan silenciosa que puedes oír caer un alfiler y algunos de los chicos empiezan a vagar de regreso a las mesas, pasando del drama. Levanto la mirada y el flaco me observa como si acabara de escaparme de una institución mental. Entonces sacude la cabeza y lanza su mano en el aire con exasperación. —Sólo lo dejo para que pueda largarse de aquí. Soy demasiado viejo para hacer frente a esta mierda. El hombre alto le lanza una mirada severa. —¿Qué pasa con dar un ejemplo? ¿Quieres que las cosas vuelvan a lo que eran antes de Ted?

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—Ted era un imbécil que no tenía idea de cómo funciona un club de striptease —dice el hombre delgado, ahuecando la mano sobre su nariz hinchada y haciendo una mueca de dolor. El alto sacude la cabeza con disgusto, pero libera a Luke y da unos pasos hacia el escenario. Luke tropieza adelante y choca su hombro contra el mío mientras se agarra a mis brazos para mantener el equilibrio. —Dulce amor —susurra con una risa y sus dedos se clavan en mis brazos mientras se ríe en mi oído. Me agarro a su brazo, ayudándolo a afirmar sus pies. Entonces aferrándonos mutuamente, rodeamos las sillas volcadas, mientras los vidrios rotos crujen bajo nuestros zapatos. Algunos de los chicos nos observan, pero otros ya lo han olvidado, mirando el escenario. Luke apoya su peso sobre mí, agarrando sus costillas y me pregunto si recibió un puñetazo allí. Una vez que estamos fuera y seguros detrás de una fila de camiones, donde nadie nos puede ver a través de la ventana del bar, me alejo de él y su brazo cae de mis manos. El cielo es una hoja negra, las estrellas titilantes y las luces de neón en las ventanas del club de strippers iluminan el suelo a nuestro alrededor. —Entonces, ¿qué fue eso? —pregunto mientras se tropieza a un lado, luchando por ponerse de pie por sí mismo. Me mira con falta de respuesta y su cuerpo se tambalea hacia un lado. —Estás un poco loca, Violet sin apellido. —Estoy loca. —Me señalo mientras le digo—: No soy la que buscó a tientas una stripper en un club de vagos en el medio de la nada que tiene guardias con sus propias reglas especiales. Se encoge de hombros con sus manos a los lados, tropezando con sus propios pies. —Ella puso su culo en mi cara. No la toqué. Ella me tocó. Levanto las cejas acusadoras mientras doblo los brazos. —¿En serio pasó eso? Vacila mientras parpadea sus ojos demasiado vidriosos y luego apoya la mano en el parachoques de una camioneta a su lado. —Puede que también haya puesto mi mano sobre ella. —¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué no simplemente vas y agarras a una de esas zorras que siempre cuelgan a tu alrededor? Su boca se frunce. —Porque quería que los porteros me golpearan. —¿Qué? ¿Por qué? —En realidad, puedo pensar en algunas razones, pero eso implicaría que Luke fuera como yo y dudo que eso sea posible.

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—Así podría golpearlos —responde con un casual encogimiento de hombros. Ahora estoy más curiosa que preocupada. —¿Por qué querrías ser golpeado? Se limpia un poco de sangre de la frente que viene de un corte en la línea del cabello y luego hace una mueca mientras estira la mano hacia atrás, flexionando los dedos. —No quería ser golpeado. Quería meterme en una pelea. Bien, ahora estoy confundida porque eso suena a algo que haría yo y nunca he conocido a nadie que tenga una extraña obsesión con el peligro como yo. Quiero saber si es por eso que quería ser golpeado. Si era porque quería la emoción de la adrenalina. Si Luke es como yo, por la razón que sea. —Pero ¿por qué querrías entrar en una pelea? ¿Por diversión y risas? ¿O simplemente te gusta que te pateen el culo? Agarra la parte inferior de su camisa, moviendo la cabeza. —Haces un montón de preguntas. —¿Hago un montón de preguntas? —Lo observo mientras trata de subir la parte inferior de su camisa lo suficientemente alto como para que pueda limpiarse el labio. La iluminación tenue que nos rodea es suficiente para resaltar sus músculos del estómago, por lo que puedo ver lo marcado que está y los tatuajes. Jesús. He visto chicos musculosos y tatuados, pero nunca he tenido tanta curiosidad y he estado tan atraída hacia ellos. Asiente exageradamente mientras continúa luchando con su camisa para limpiar su labio, haciendo una mueca a la tela no cooperativa. —Sí, lo haces. Alejando la mirada de sus músculos, me adelanto y arrebato la parte inferior de su camisa. Muevo la tela hasta su labio y pone esta sonrisa tonta en su cara. —Lo sabía. —Su habla es mal articulada, y su aliento huele a alcohol y cigarrillos. Mira por encima de mi hombro a la carretera, donde parece que un camión está pasando con los faros reflejados en sus ojos—. Sabía que me deseabas. Resoplo una risa y estiro su remera lo suficiente para poder limpiar la sangre de su labio. —No te deseo y creo que sabes que es cierto. —Pero mientras lo digo, de hecho me imagino cómo sería presionar mis labios contra los suyos, con sangre, cortes y todo. De hecho, tal vez sea un extra, haría las cosas más intensas y equivocadas, haciéndolo a él más intenso y equivocado. Mi estómago se calienta y enrosca con sólo pensarlo.

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Hace una mueca de dolor, comiéndome con su mirada implacable mientras froto la sangre de su labio cortado. —Ni siquiera un poco. — Parece ligeramente entristecido, lo que me divierte. Suelto su remera y doy un paso lejos de él, con las extrañas sensaciones en mi estómago cocinándose a fuego lento ahora que pongo espacio entre nosotros. —Tal vez deberías dejar de hablar, antes de decir algo muy estúpido. —Pero mi interior no coincide con mis palabras. Siento la más pequeña aceleración en mi pulso y mi estómago comienza a hacer esa cosa extraña de calentarse y enroscarse de nuevo. —Sólo digo la verdad cuando estoy ebrio —me dice, dando un paso hacia delante—. Y la verdad es… —se inclina hacia mí, con pasión y desprendiendo el olor a Jack Daniels—… que me vuelves jodidamente loco. —Sus pupilas están dilatadas, el marrón en ellas se mezcla con el negro—. Un momento estás frotándote contra mi polla y al siguiente, huyes porque digo que eres hermosa y quiero follarte. Ahogo una risa, completamente entretenida. —De hecho, creo que dijiste que deberíamos ir a una de las habitaciones. —Mantengo las manos levantadas a los costados, fingiendo ser inocente y tratando de no reírme de él mientras su rostro se retuerce con perplejidad—. Tal vez sólo querías acurrucarte o algo. A algunos tipos les gusta eso. Sus ojos se entrecierran mientras se mueve hacia atrás y apoya la cadera contra el parachoques en busca de apoyo. —Crees que es divertido. —Palmea sus bolsillos traseros y entonces comienza a entrar en pánico, parándose derecho mientras sus manos se lanzan hacia sus bolsillos delanteros. Inmediatamente se relaja cuando saca un paquete aplastado de Marlboros y lo abre con torpeza—. No es divertido… —Saca uno y entonces lo va a poner en su boca, pero lo deja caer al suelo. Maldiciendo, se inclina para levantarlo y no se molesta en limpiar la mugre antes de dejarlo en su boca mientras se pone de pie—. No es para nada divertido. —Saca un encendedor de su bolsillo trasero, entonces tira el paquete al suelo y envuelve una mano alrededor de su boca. Golpetea el encendedor una y otra vez pero no logra encenderlo. Gruñendo, patea la mugre con la punta de su bota y maldice un poco más. Siento como si estuviera presenciando el berrinche de un ebrio y es ridículamente gracioso. No me he reído en un tiempo, pero me encuentro riendo por lo bajo mientras le quito el encendedor de las manos. —Dame, déjame ayudarte. —No necesito tu ayuda ni la de nadie más —insiste, enojado, pero aun así no se molesta en detenerme mientras muevo el encendedor hacia el cigarrillo en su boca y lo enciendo. La llama arde mientras el papel se

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arruga, pero él comienza a soplar en vez de aspirar y no se enciende. Intento otra vez y otra vez. —¿Podrías dejar de soplarlo tan fuerte? —Golpeo el encendedor y la llama se eleva. —¿Eso no debería decírtelo yo? —replica en un tono perezoso y su mirada soñolienta es inflexible—. Oye, ¿qué le sucedió a tu cara? Acerco la llama del encendedor a la punta de su cigarrillo. —Me metí en una pelea con la pared y ganó la pared. Arquea la ceja, soplando de nuevo con demasiada fuerza y se apaga. —¿Una pared? —Sí, una pared. —Me doy por vencida con mi intento de encender su cigarrillo y lo arranco de su boca. —Oye —protesta mientras pongo el extremo del cigarrillo en mi boca. Me atraganto ante el potente gusto a Jack Daniels, mientras lo enciendo e inhalo profundamente. Rápidamente soplo el humo y lo hago un par de veces más, mareándome un poco y entonces se lo entrego, con la punta de un brillante color naranja en la oscuridad. —Aquí tienes, adicto a la nicotina —digo mientras toma el cigarrillo encendido de mis dedos. Lo pone en su boca y aspira. Cuando exhala la nube de humo, luce más calmado y relajado. —Lo chupaste como una profesional. —Bueno, he tenido mucha práctica —le digo y luego me río un poco cuando él revienta de risa, doblándose en dos y sosteniendo el cigarrillo a un costado, con el extremo brillando en la oscuridad. —Y no quise decirlo así. —Sacudo la cabeza con una sonrisa, de alguna manera real, en el rostro—. Me refería a que tuve una madre adoptiva a la que le gustaba fumar mientras cocinaba y a veces cuando sus manos se encontraban llenas, me hacía encender su cigarrillo por ella. —Deja de reírse y me doy cuenta de que le acabo de decir más sobre mí de lo que le he dicho a casi nadie, exceptuando a la gente que me ha adoptado. Se queda en silencio, volviendo a poner el cigarrillo en su boca. — ¿Madre adoptiva? —Sopla el humo—. ¿Creciste en un hogar adoptivo? — Hace una pausa, considerando algo—. ¿Cómo era? —Todo arcoíris y rayos de sol… fui totalmente colmada de amor. ¿Podemos cambiar de tema?

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—¿Era extraño o bueno tener diferentes padres todo el tiempo? — continúa, claramente sin registrar que quiero cambiar de tema. Una sensación de hundimiento se mueve por mi cuerpo, tan ponderado y pesado que casi colapso en el suelo. —Así que, ¿dónde está tu camioneta? Las luces del club de strippers parpadean en sus ojos mientras me mira. —Creo que estacioné atrás… ¿por qué? Me dirijo a la parte trasera del edificio, haciéndole señas para que me siga. —Porque voy a llevarte de regreso al campus. Se tambalea detrás de mí, sorprendiéndome cuando engancha un dedo en la presilla trasera de mis pantalones cortos. Al principio creo que me va a jalar hacia él, pero todo lo que hace es sostenerse, buscando apoyo y balance, confiando en mí para llevarlo a donde sea necesario, lo que es raro. —¿Cómo llegaste aquí? —murmura en mi oído. Nos hago doblar la esquina, ignorando la explosión de calor cuando sus nudillos rozan la piel de mi espalda. —Caminé. —¿Desde dónde? —pregunta, sacudiendo el cigarrillo hacia el costado y pequeñas chispas naranjas salpican la grava. —Desde cerca —miento y me apresuro cuando veo su camioneta aparcada torcidamente en la parte trasera del club frente a una arboleda debajo de un poste de luz—. ¿Estabas borracho cuando llegaste aquí? — pregunto. Se acerca a mi lado, soltando la presilla de mi cinturón y agarrando mi brazo. —No. —Estacionaste como si estuvieras borracho. —Me tenso, sin gustarme la forma en que se apoya en mí. Está causando una mezcla de emociones desde pánico a deseo y esas malditas sensaciones de calor en mi estómago salen a la superficie otra vez. —Bueno, no fue así. —Mira su camioneta como si apenas la reconociera—. Sólo estaba distraído. No estoy segura de sí me dice la verdad o no, pero lo guío el resto del camino hasta la camioneta. Las puertas no están trabadas y lo ayudo a entrar al lado del pasajero, dejando que ponga las manos sobre mis hombros para impulsarse hacia dentro. Dios, me debe una grande. Con sólo pensar en que me debe un favor me emociona mucho, demasiado.

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Necesito sacar mi cabeza de Luke y volver al lugar donde estoy sólo yo y nadie más. Una vez que se acomoda en su asiento, cierro la puerta y rodeo el frente de la camioneta, decidiendo a dónde voy a ir una vez que lo deje en su dormitorio. ¿Caminar hasta mi dormitorio y entonces qué? No tengo casi ninguna de mis cosas y estoy prácticamente sin hogar, al menos en un par de días lo estaré. Cuando abro la puerta del conductor, Luke ya está recostado en el asiento. Lo empujo un poco y luego entro, golpeando la puerta. —¿Dónde están tus llaves? Sus ojos están cerrados y sus brazos descansan sobre su pecho, luciendo como si estuviera dormido. —Creo… creo que en mi… bolsillo. Dejo las manos sobre el volante. —¿Podrías sacarlas, por favor? — pregunto tan amablemente como puedo porque está muy borracho y ni siquiera sabe lo que dice, pero mi paciencia se está agotando. Mueve la mano lentamente hacia su bolsillo y lo palmea. —Hmmm… eso es extraño… No están aquí. Esto se está convirtiendo rápidamente en una noche de eventos desafortunados, pero no voy a calificarla como la peor. —Entonces, ¿dónde están? Se encoje de hombros, levantando los pies hacia la puerta. —No tengo idea. Suspirando, palmeo sus bolsillos yo, haciéndolo reír y retorcerse. Lo único que puedo encontrar es algo que luce como una bomba de insulina con una tira y también un objeto que se parece a un bolígrafo. —Oh bien, lo encontraste… —murmura, sacándolo de mis manos. Pero sus dedos fallan y lo deja caer sobre su estómago—. Maldición, estoy todo… estoy todo… —Suspira, el suspiro más largo de la historia—. Violet… ¿podrías… podrías revisar el azúcar en mi sangre por mí? Levanto la bomba y el objeto bolígrafo y enciendo la luz del auto, examinándolos. —¿Cómo lo hago exactamente? Extiende el brazo sobre su cabeza hacia mí y apunta con el dedo. — Sólo coloca el bolígrafo contra mi dedo y aprieta el botón. Estoy un poco inquieta por ayudarlo, pero lo pongo contra su dedo, y presiono el botón como me indicó. Pincha su dedo y sale sangre. —Ahora acerca la tira a la sangre —dice, bostezando.

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Hago lo que dice y muevo la tira de la bomba hacia su dedo. Frota su sangre sobre ella y sus ojos se cierran, como si apenas supiera lo que hace. Luego retira la mano y la deja caer sobre su estómago cuando la máquina emite un pitido. —¿Qué dice? —pregunta. Echo un vistazo hacia la pantalla que está pitando. —Sesenta y ocho. —Mierda —murmura, forzándose a abrir los ojos—. ¿Podrías sacar mis píldoras de la guantera? Me estiro sobre él, giro la manija de la guantera, busco entre los papeles y más allá de una linterna hasta que encuentro una botella de píldoras de vitaminas. —¿Estas que dicen ―glucosa‖? Sacude la cabeza hacia arriba y hacia abajo con mucho esfuerzo. —Esas serían… las que… necesito. Desenrosco la tapa. —¿Cuántas necesitas? —Tres… Estoy un poco preocupada. Luke está borracho y no tengo ni idea sobre los diabéticos y qué sucede si no toman las medicinas correctas. ¿Y si hago algo mal? —¿Estás seguro de que son tres? —pregunto. Sacude la cabeza hacia arriba y abajo. —Sí… tres y estaré… bien. Trago fuerte y pongo tres en mi mano, luego vuelvo a cerrar la tapa y alejo la botella, cerrando la guantera. Lo empujo suavemente con mi brazo. —Luke, ten. Tómalas. Sus parpados revolotean hasta abrirse, inyectados de sangre y sin comprensión. Levanta la mano gradualmente, toma las pastillas de mi mano, abriendo la boca y metiéndolas dentro. Los músculos de su cuello trabajan mientras las fuerza a bajar por su garganta. —Gracias. —De nada —murmuro, confundida por el momentáneo intercambio de gratitud. Un concepto tan extraño para mí. Bajo la mirada y lo observo mientras sus párpados vuelven a cerrarse, entonces me inclino para volver a apagar la luz, decidiendo simplemente recostarme y cerrar los ojos, dormir hasta la mañana y luego preguntarle dónde diablos puso las llaves. Pero mientras me inclino hacia atrás, siento un movimiento en la parte de Luke, repentinamente estoy siendo agarrada y me está empujando hacia abajo, entre el asiento y él. —Santa mierda —jadeo, sorprendida porque hace unos momentos parecía como si apenas estuviera despierto.

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Comienzo a levantarme cuando él nos da vuelta, poniendo su cuerpo sobre mí. Me congelo mientras me mira fijamente y las luces de afuera apenas iluminan la cabina. —Dios, eres tan hermosa —murmura, trazando una línea hasta mis pómulos—. Me vuelve tan loco lo hermosa que eres. Me toma un segundo recordar que nunca antes he estado atrapada debajo de un chico. Siempre estoy de pie o arriba. Nunca me he acostado junto a uno. Nunca he tocado a un tipo sólo porque quisiera hacerlo. Nunca besé sintiendo alguna emoción. Me toma otro segundo o dos darme cuenta que éste momento va en contra de todas mis experiencias anteriores. Porque estoy atrapada debajo de él, siendo tocada y sintiendo algo de lo que quiero huir desesperadamente. No tengo sentimientos normales. No tiene sentido. Dejar entrar y entregarte a alguien, no tiene propósito alguno más que un corazón roto. Debería empujarlo y rescatarme antes de que él lo haga. Pero mientras respira pesadamente, inclinándose hacia abajo y acercando más sus labios, permanezco quieta. Paralizada por el miedo y el deseo. El contacto de sus labios aumenta el miedo y el deseo, los dos sentimientos se mezclan tan persuasivamente que comienzo a temblar débilmente, mientras las paredes que me he esforzado tanto para construir comienzan a quebrarse. Trato de mantener la boca cerrada mientras él intenta besarme, sin querer rendirme, sin querer darle ninguna parte de mí, sabiendo que en algún momento ya no me querrá más. Pero mientras mi cuerpo se calienta debajo de él, no puedo evitarlo y mis labios se abren fácilmente. Segundos después, su lengua se desliza en mi boca y gime contra mis labios. Esto envía vibraciones por mi cuerpo y me estremezco. —Dios, esto se siente mucho mejor de lo que imaginé… —gime mientras sus dedos se enredan en mi cabello, tirando de las raíces y se siente tan bien—. Necesito esto… Dios… —Hay una alarmante cantidad de pánico en su voz mientras respira pesadamente. Nuestro alrededor está ensordecedoramente silencioso y estoy a punto de decir algo, cuando su lengua vuelve a deslizarse dentro de mi boca más forzadamente y sus movimientos se llenan de desesperación. Apenas puedo mantener su ritmo, y respiro con dificultad mientras sus manos viajan incansablemente a través de mi cuerpo, por mis piernas, mi estómago, mis pechos. Estoy aplastada entre él y el asiento, inmovilizada y no hago nada para escapar. No quiero hacerlo porque por un momento fugaz, desconocido y abrumador, me siento segura con él sobre mí. Y no me he sentido segura en mucho tiempo.

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Le devuelvo el beso, pero no lo toco, lo siento con mi lengua, manteniendo algún tipo de límite entre nosotros. No pienso en nada más, salvo el sabor de su aliento y el calor cegador de su cuerpo. Su esencia: tequila, colonia y un toque de humo de cigarrillo. Entonces, tan rápido como comenzó, se detiene, deslizándose hacia el costado y casi cayendo al suelo. Me giro para mirarlo; su pecho baja y sube mientras respira. Está inconsciente y yo estoy completamente despierta. Me recuesto allí por una eternidad, mirándolo dormir y sabiendo que una vez que me siente, probablemente voy a entrar en pánico por lo que acabo de hacer. De mala gana, me siento y afronto las consecuencias de mis decisiones, dejando que me golpeen en el estómago. Abro la puerta para encender la luz del interior y busco las llaves en el suelo, la guantera y el visor. Quiero regresar a los dormitorios antes que se despierte. Salgo de la camioneta, dejándole dentro y vuelvo a hacer el camino hacia el bar, buscando las llaves en el suelo. Cuanto más me alejo de la camioneta y me adentro en la oscuridad, menos segura me siento, sin embargo continúo porque es familiar. Me maldigo continuamente por lo que acabo de hacer y busco las llaves detrás de los autos y en el pavimento, sacando mi celular para usar la pantalla como linterna. Ese no fue un beso sin ataduras. Significó algo y no puedo dejar de pensar en hacerlo otra vez, a pesar de que él probablemente ni siquiera pueda recordarlo. Es un mal lugar y necesito alejarme. Todo lo que termino encontrando en el suelo es el paquete de cigarrillos que dejó Luke. Los recojo y los meto en mi bolsillo. El único otro lugar para revisar es el club y no creo que sea buena idea volver a entrar allí. Arrastro la mano por mi rostro, decidiendo entre quedarme aquí y ayudar a Luke o escapar de la situación y hacer autostop para regresar al campus. He hecho autostop un par de veces, dando vueltas por la carretera desolada más de una vez, y dormido en las calles. Pero algo me impulsa hacia la camioneta, casi como si me sintiera culpable por dejarlo allí. No sé de dónde viene ese sentimiento. Nunca me he preocupado por nadie, pero entonces nunca me han dado una razón para preocuparme por ellos. Y nunca nadie me ha hecho sentir segura. No necesito seguridad, necesito peligro, porque es más fácil. Mientras se acerca un auto, me doy cuenta que al igual que todas las personas que han entrado en mi vida, Luke es sólo alguien que se habrá ido por la mañana cuando se despertara con una resaca, incapaz de recordar qué pasó entre nosotros. Así que hago autostop en la carretera

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debajo de las estrellas y la luna, con mi brazo extendido al costado y el pulgar hacia arriba. Las posibilidades de lo que pudiera suceder flotan por mi mente como siempre lo hacen. Podría ser atropellada. Ser recogida por un extraño, tal vez el del teléfono. Ser golpeada. Asesinada como mis padres. ¿La muerte está en las cartas para mí esta noche? ¿Es eso lo que estoy buscando? Eventualmente, un elegante auto rojo se detiene y estaciona junto a mí. Los faros iluminan la oscuridad frente a mí mientras abro la puerta y me subo. La cabina huela a pino y hay basura en el suelo. El conductor, un hombre treintañero, con un ligero sobrepeso y pelado, me sonríe mientras gira el volante hacia la carretera. El lado imaginativo de mi cerebro se pregunta si es el tipo que me ha estado llamando. —¿Hacia dónde te diriges, cariño? —pregunta mientras enciende los faros y la carretera adelante se vuelve más brillante, pero aun así se siente como si estuviera cayendo más profundamente en la oscuridad. Lo miro fijamente, notando que su voz no se parece a la del tipo en el teléfono. Me pregunto qué querrá de mí a cambio del aventón. ¿Querrá que le chupe la polla? ¿Me lastimará si me niego? ¿Tratará de golpearme? ¿O simplemente es un buen tipo tratando de darle un aventón a una chica necesitada? —No estoy segura —murmuro mientras conduce por la carretera. —No hay problema, hermosa —responde—. Conozco el lugar justo al que podemos ir, si quieres divertirte un poco. No respondo y la alegría se instala en mi pecho mientras me adentro cada vez más en lo desconocido, como lo he hecho desde que tenía seis años.

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7 Traducido por Larosky_3 & perpi27 Corregido por *Andreina F*

Luke Abro los ojos para ver el techo manchado de mi camioneta y me siento como si hubiera sido atropellado. Mi cabeza palpita y me pican los ojos por la luz del sol que brilla en los vidrios. No es la primera vez que despierto así y no será la última. Sé que no debo levantarme rápidamente o dañaré mis pulmones, así que me tomo mi tiempo para sentarme y busco en el bolsillo donde deberían estar mis cigarrillos, pero no están. Empiezo a sentir la ansiedad de la adicción despertarse mientras alcanzo la guantera donde guardo un paquete extra para casos así. Cuando enciendo uno y el humo satura mis pulmones me siento un poco mejor y rápidamente reviso mi insulina. Algo acerca de esto me recuerda a Violet… ayudándome a revisar mi insulina… dándome pastillas. Raramente dejo que la gente sepa que soy diabético, no me gusta revelar mi debilidad, y si alguien se entera es por accidente. Si recuerdo bien, lo cual es difícil de asegurar, le pedí ayuda voluntariamente y ella me la dio voluntariamente. Estoy confundido y todo lo que quiero es salir de aquí y darme una ducha, lavar la noche anterior de mí. Palpo mis bolsillos, no me sorprende que mis llaves no estén ahí, suelo perderlas cuando estoy borracho. Pero mi teléfono tampoco está y eso me enoja porque no tengo uno de repuesto. Irritado conmigo mismo salgo de la camioneta y voy hacia el tanque de gas donde tengo el juego de llaves extra para situaciones así. Los eventos de anoche vuelven a mí. Conduje hasta aquí porque me enteré que a los guardias les gusta ponerse violentos con quienes molestan a las bailarinas y quería una pelea sin tener que preocuparme por la policía. No planeé que llegara Violet y me salvara. No puedo recordar mucho más que cuando me sacó del club y llevó al auto. No tengo idea de adonde fue o por qué apareció en primer lugar y no estoy seguro de si buscarla y agradecerle o enojarme con ella por arruinar mi pelea.

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Mientras abro el tanque de gas y busco las llaves, tomo una gran calada del cigarrillo y el dulce sabor de la nicotina me calma. Refregándome los ojos, subo a la camioneta y manejo hacia mi dormitorio. Al principio estoy planeando ir directo a mi cuarto, pero sigo pensando en Violet y en cómo no tengo idea de adónde fue anoche. El club no está en la mejor parte de la ciudad. ¿Y si le pasó algo? ¿Por qué me preocupa? Normalmente no me importan las chicas que van y vienen de mi vida, y definitivamente no me debería importar Violet. No tengo relaciones para nada. Dejar entrar a alguien de esa forma, significa dejarlos entrar de verdad, dejarlos ser parte de mi vida, lo que significa ceder en las cosas que quieren y dejarles tener el control. No quiero dejar entrar a la gente para volver lentamente al lugar en que vivía de niño, haciendo cosas que odiaba, odiando a la persona que era y a la persona que me hizo así. Por lo visto no estoy pensando claramente, y a último minuto doblo a la derecha en lugar de la izquierda cuando llego a la intersección y giro para el lado de su dormitorio. Es el dormitorio más alto de la Universidad de Wyoming y tapa la luz del sol que viene de las montañas. El patio frente al edificio está casi vacío, las pocas personas que hay parecen estar ahí sólo para juntar sus cosas. El interior está incluso más desierto. Y silencioso. Me recuerda que sólo tengo un día o dos para empacar mis cosas y mudarme a donde sea que vaya. Cuando llego al cuarto de Violet, espero que esté vacío como los demás. Pero escucho música extremadamente furiosa al otro lado de la puerta, que dudo que esté escuchando Callie, y golpeo. La música baja y Violet abre la puerta. Su cabello húmedo cae en ondas sobre sus hombros desnudos y otra vez no lleva maquillaje. El contorno de su sostén rojo se puede ver a través de su top y lleva una camisa negra que llega hasta el piso. Su mejilla está roja e hinchada, pero no está ni sorprendida ni feliz de verme. Sólo neutral como siempre. Quiero verme así de indiferente pero mi cuerpo salta a la vida cuando la ve, y por alguna razón, la idea de besarla parece muy tentadora y familiar. —Estás con vida —bromea llanamente arqueando las cejas mientras se queda dentro de la habitación. —No estés tan feliz de verme. —Me inclino contra la puerta con los brazos cruzados, queriendo parecer relajado, pero estoy con demasiada resaca para lograrlo—. ¿Qué le pasó a tu rostro? Toca su mejilla con la punta de los dedos. —Anoche te dije que me metí en una pelea con una pared.

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Frunzo el ceño mientras trato de recordarlo. —No recuerdo eso… y no creo que eso sea lo que pasó realmente. No… —Mi voz se esfuma, me retuerzo inquieto cuando el peso de su mirada se vuelve casi insoportable—. No te pegué, ¿verdad? —Nunca antes golpeé a una chica, pero mierda, me encontraba muy borracho y molesto y no puedo recordar casi nada. —No. —No parece alarmada ni molesta ni nada. Sólo indiferente. Retrocede, dejando la puerta abierta y no sé si quiere que entre o no—. ¿Dónde encontraste tus llaves? —Cambia de tema mientras se dirige a un escritorio en el rincón, el cual está despejado. En realidad lo está todo su cuarto; las camas sólo tienen el colchón y no hay posters en las paredes. Debe estar yéndose pronto, probablemente irá a casa o al lugar de donde sea que venga. Trago el nudo en mi garganta, pensando en cómo pronto tengo que volver al lugar de donde vengo. —Tengo un juego extra en el tanque de gas. Mira sobre su hombro, alzando las cejas. —¿Y no podrías habérmelo dicho anoche cuando no podía encontrarlas? Me encojo de hombros y finalmente cruzo el umbral, entrando en su espacio personal. —Juro que lo hice, pero lo siguiente que sé es que estoy despertando solo en mi camión, el sol ya salió y tú no estás. Abre el cajón del escritorio y busca dentro. —Sí, no me gusta dormir en camionetas con tipos que ocupan todo el asiento. Me siento en el colchón, deseando haber tomado uno o dos tragos antes de venir. Así, por lo menos, no tendría jaqueca. —Me podrías haber puesto en tu auto, ya sabes, y llevarme contigo. —Estoy bromeando, porque en realidad no me importa, he dormido en el asiento delantero de mi auto más de una vez y seguramente lo haré otra vez. Saca una botella de prescripción del cajón, lee la etiqueta y la tira en una caja en el suelo. —No conduje hacia aquí. —Agarra su iPod del muelle en su escritorio, lo último en su cuarto. Lo tira en la caja y se inclina para desenchufar el muelle. —¿Entonces, cómo volviste? —pregunto mientras observo su trasero. Dios, las cosas que me gustaría hacerle a ese trasero. —Hice autostop. —Vuelve a pararse, deja el muelle en la caja, y se arrodilla en el piso. Agrega un oso de peluche morado que hay en la cama, se quita el cabello de los ojos y agarra un rollo de cinta del escritorio. Dobla la parte superior de la caja y pega un trozo de cinta en ella, sellando lo último de sus cosas.

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—¿Hiciste autostop? —digo insondablemente—. ¿Hablas en serio? Presiona el pedazo de cinta, asegurándola en su lugar. —No es para tanto. —Deja la cinta a un lado y luego se pone de pie y pretende comprobar si empacó todo, cuando creo que en realidad evita mirarme— . ¿Ves algo más por ahí? Sigo mirándola boquiabierto. —Déjame entender esto. Anoche luego de que me llevaste a mi camioneta, caminaste por la autopista hasta que algún tipo te recogió y te trajo hasta aquí. Sus ojos aterrizan en mí. —¿Quién dijo que era un tipo? Escaneo su cuerpo. Es tan malditamente sexy que es ridículo y su piel es tan ridículamente suave… me viene a la cabeza una imagen de estar tocándola en la camioneta. Tumbado sobre ella. Recorriéndola con mis manos. ¿Es real o es un sueño? —¿Me equivoco? Entrecierra los ojos, lista para pelear, pero luego suspira, rindiéndose. —Sí, era un tipo. ¿Y qué? No pasó nada. —Golpetea los dedos contra los costados de su pierna mientras mira el piso. Me paro. —Deberías haberte quedado en el auto. ¿Tienes idea de lo peligroso que es hacer eso? —Casi tan peligroso como empezar una pelea en un club de strippers estando solo. —Camina hacia la caja y la levanta, estabilizándola en sus brazos—. Y, de nada, por salvar tu trasero. —Apoya la caja contra su cadera y me mira como si esperara que dijera algo. —No deberías haber hecho autostop —digo en cambio, y le quito la caja, mirando sus labios y me llega el reconocimiento… de besarla, ahogarme en su sabor. Al principio me mira como si fuera a arrancarme la caja, alza los brazos hacia ella, pero los deja caer cuando me muevo fuera de su alcance. —Y gracias por pretender que estabas embarazada de mi hijo y llorando por las cuentas —digo, y el resto vuelve a mí. La besé. En mi camioneta. La sentí y la probé porque necesitaba y quería hacerlo. Y ella ayudó, no al besarme sino al revisar mi glucemia. Mierda—. Y por ayudarme con, ya sabes, las pastillas y pincharme el dedo con la aguja. — El último agradecimiento es el más difícil. Las comisuras de sus labios se levantan mientras cruza los brazos sobre el pecho. —Me sorprende que recuerdes lo qué pasó. —Hace una pausa, como si esperase que diga algo sobre el beso.

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Retrocedo hacia la puerta con la caja en brazos. —En realidad, soy bastante bueno en recordar lo que hice borracho. —Le doy un guiño, restándole importancia, porque no puedo ir allí. Nunca me quedé lo suficiente como para soportar la incomodidad de la mañana siguiente. Seguro, no tuvimos sexo, pero igual toqué sus senos y deslicé mis dedos por su pierna. Me ofrece una pequeña sonrisa. —Estoy segura de que lo eres. Siento un calor en el pecho cuando veo su sonrisa y se siente bien y mal al mismo tiempo. Nunca coqueteé con una chica de esta forma. Normalmente les doy una hora y me esfuerzo poco, lo suficiente para encantarla, tener sexo e irme. Construir una conexión anula el propósito del sexo, el cual es tener control por unos momentos y olvidar los momentos en los que no lo tuve. Las cosas entre Violet y yo cruzaron esa línea, especialmente después de anoche. No puedo tener sexo con ella sin sentirme mal después, lo que haría casi imposible el irme luego de conseguir lo que quiero. Pero la cuestión es que quiero tanto deslizarme dentro de ella que se está volviendo difícil de controlar. —Tengo una pregunta —dice, agarrando un bolso de la cama y colgándoselo del hombro. Su tono me hace desconfiar. —Está bien. —Pensé… —empieza, pero luego lo reconsidera—… quiero decir, pensé que los diabéticos debían darse inyecciones. Me pongo un poco nervioso cuando la conversación cambia a dos temas que odio. Mi diabetes y las agujas. —Sí, no hace ningún bien cuando hay alcohol en mi sistema. —Pero usualmente usas una aguja. —Sí. —Siento la garganta cerrada. —¿Duele? —A veces —digo, sonando ahogado—, dependiendo de mi humor. Me observa brevemente y deja el tema. —¿Dónde va la caja? —pregunto, palmeando el fondo. Se cruza de brazos mientras mira sobre su hombro hacia la ventana. —Afuera, supongo. Asiento, y salgo al pasillo. Me sigue, cerrando la puerta detrás de ella. Mientras caminamos hacia el elevador trato de no pensar en que luego de ayudarla debo volver a mi dormitorio y decidir qué hacer con mis

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cosas, decidir adónde voy a ir. Cuando salimos, miro el estacionamiento. Casi no hay autos en el campus. —¿En qué auto debo poner la caja? Se detiene en el borde de la acera y se muerde los labios mientras mira a la carretera a nuestro lado. —Puedes dejarla aquí. Dejo la caja en el concreto, perdido. —¿Alguien vendrá a buscarte o algo así? —Algo así —murmura y se desploma encima de la caja. Apoya los codos sobre las rodillas y el cabello le cae en un costado del rostro, ocultándome su expresión mientras deja caer el bolso de su hombro al piso—. Gracias. Ya puedes irte. Me inclino hacia delante tratando de encontrar sus ojos, pero no me mira, así que no tengo una jodida idea de en qué está pensando. Quiero saberlo y eso no es bueno porque le da un control sobre mí. Empiezo a retroceder hacia la acera y me fuerzo a alejarme, a volver a mi Jack Daniels y las mujeres que no me interesan lo suficiente como para volver. Pero justo cuando la estoy perdiendo de vista, la veo bajar la cabeza, y se ve tan derrotada que no puedo dejarla así. Vuelvo sobre mis pasos y me detengo a su lado. —Violet, ¿a dónde irás? Su pecho sube y baja cuando respira profundamente, manteniendo la cabeza enterrada en sus brazos. —No tengo idea. Siento cómo mi pulso se acelera levemente cuando me agacho y aparto el pelo de su rostro. —¿Necesitas que te lleve a algún lado? Porque puedo hacerlo. Como un agradecimiento por lo de ayer. —¿Qué diablos estoy haciendo? Sus ojos siguen cerrados y su cara hacia mí. —No necesito un agradecimiento —dice—, sólo que me lleves… a un lugar. A pesar de mis dudas, lo mínimo que puedo hacer es llevarla como agradecimiento por llevarme a mi camión y no dejar que le dieran una paliza a mi estúpido trasero, y por ayudarme con las pastillas de glucosa. — Está bien, ¿a dónde necesitas ir? —Justo afuera de la ciudad. —Abre los ojos y sus pupilas se contraen por la luz del sol, absorbiendo cualquier emoción con ellas. Pero por un instante, veo algo en ella: ese familiar sentimiento de impotencia, el mismo que me llevó al club buscando una pelea—. Está en una de las carreteras

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secundarias justo al lado la autopista... tomas el camino donde está el club de striptease —dice. —¿Por qué caminabas por allí anoche? ¿Y qué te hizo detenerte en el club? —Una increíble coincidencia —dice, buscando en mis ojos por algo. —¿Una coincidencia? —Recorro su mejilla con mis dedos y ella no se inmuta ni se aleja, me mira como me miró anoche—. No me lo creo. —Está bien, me atrapaste. Te seguía —bromea secamente, y vuelve a cerrar los ojos—. Tengo jaqueca —murmura, inhalando y exhalando. La veo retraerse más y más dentro de sí misma, sus labios se separan cuando se fuerza a respirar. Es como ver a alguien quebrarse y no estoy seguro de si quiero repararla, tratar de juntar las piezas, o retroceder y dejarlas caer al piso. Dios, esa mirada me está partiendo el corazón a la mitad. Necesito hacerla sentir mejor, más de lo que necesito quedarme bajo control, empiezo a acercarme, ya sea para besarla o abrazarla… necesito tocarla de vuelta… confortarla. Se queda quieta, su expresión es neutral pero sus ojos bien abiertos. Todavía tengo mi mano en su cabello y tiro gentilmente de las raíces, acelerando su respiración. Su pecho sube y baja y me vienen a la mente imágenes de lo que podríamos hacer juntos; cosas como las que hicimos anoche en mi camioneta. Podría volver a tocarla y recordarlo más vívidamente, estando sobrio. De golpe noto que estoy pensando en nosotros juntos. No estoy pensando nada más que en mi placer. Estoy pensando en el de ella. Esto ya no se trata sólo de mí. Vuelvo a la realidad, desenredo mis dedos de su pelo, y estiro las piernas para pararme. —¿Quieres que lleve la caja a mi camioneta? —pregunto, tratando de ponerme en orden. Me niego a volver a ese lugar donde vivía de niño y mi mamá controlaba todo lo que hacía. E involucrarme con alguien significa renunciar al control total. Me mira con la cabeza todavía en sus brazos, y sus ojos me pesan, luego se sienta derecha, pasando los dedos por el cabello mientras se levanta. —No, puedo llevarla yo. —Se agacha y la levanta. Aunque sé que es un poco pesada para ella, la dejo llevarla a la camioneta, trazando una línea muy necesaria entre nosotros. Es la línea que trazo con toda la gente que pasa por mi vida, para alejarlas, para asegurarme de no tener que volver a ese lugar en el que viví tantos años. Donde me sentía perdido. Donde soy débil y no tengo control sobre nada.

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Violet Creo que estuvo a punto de besarme. Pude sentirlo en la electricidad en el aire y a través del pulso enérgico en sus dedos. Me alegro de que no lo hiciera, de lo contrario habría tenido que hacerle daño y no quiero hacerle daño. Imagínate. Estoy demasiado molesta para mantener mi ira bajo control y estoy demasiado confundida sobre lo que pasó anoche con él. Ni siquiera sé si puede recordarlo, el beso eléctrico que, al menos para mí, involucraba sentimientos. Y si lo ha olvidado, entonces también lo voy olvidar. El olvido es algo bueno. Me gustaría poder hacer eso con todo, lo que pasó con Preston, que no tengo casa, y que, cuando llegue el lunes, voy a tener que arrastrar mi culo hasta la estación de policía y enfrentarme sola a reabrir el caso de mis padres, como he hecho con todo en mi vida. Todo lo que quiero hacer es pararme en lo más alto de un edificio y avanzar poco a poco mi camino hasta el borde, sentir la adrenalina de saber que podría caer y todo terminaría. Cuanto más tiempo estoy sentada en el camión con Luke, más quiero probar la adrenalina, en lugar de tener este sentimiento inquietante acerca de ir a casa de Preston y enfrentar lo que me espera. Cuando nos detenemos, estoy contemplando si debería simplemente tomar mis cajas y largarme. Sólo salir antes de que Preston pueda hablarme. Ir directo a la zanja un poco más adelante en el camino. —Gracias por el viaje —murmuro a Luke mientras aparca el camión detrás del Cadillac de Preston. Luke se queda mirando, a través del parabrisas, la casa remolque y la gente desmayada en sillas de jardín en el pórtico delantero—. ¿De quién es esta casa? —pregunta cuando giro la manija de la puerta. —De un amigo. —Balanceo preparándome para saltar.

las

piernas

fuera

del

camión,

Me engancha por el codo. —¿Este es el lugar donde vives durante el verano? No lo miro a él, sino hacia adelante, indecisa sobre cuanto decir. — No sé dónde voy a vivir. —¿En serio?

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—Sí. —Doblo mi brazo y me alejo de su agarre, asegurándome de mirar hacia adelante mientras pateo la puerta del camión para que se cierre. Agarro mi caja de la parte trasera y camino por la calle, mientras mi falda larga se arrastra en el suelo detrás de mí. Todo el patio está lleno de botellas de cerveza y colillas de cigarrillos. Hay vómito en el césped y en la grava, y la puerta de entrada del remolque está abierta. Mientras me acerco al Cadillac, la puerta mosquitera se abre de golpe y Preston aparece en la puerta, ahuecando su cigarrillo con la mano mientras lo enciende. Una vez que lo tiene encendido, sopla una nube de humo y me mira. Por la falta de sorpresa en su expresión, apuesto a que me vio detenerme, pero no puedo darme cuenta si sigue enojado conmigo. No dice nada mientras trota por las escaleras. Patea algunas botellas del camino con su pie desnudo mientras camina por el sendero rocoso sobre la calzada. Cuando llega a la parte delantera del coche, mira hacia la calle. —¿Quién es ese? —pregunta, haciendo un gesto con la cabeza al camión de Luke. —Alguien —le digo sin mirar atrás mientras me detengo en el maletero del coche, debatiendo sobre la manera de hacer esto mientras suelto la caja junto a mis pies. No quiero dejarlo pasar. Quiero permitirme enojarme con él, porque se lo merece, pero también siento la estúpida y constante culpa. Le debo, por darme un lugar para quedarme. —No seas una perra. —Frota el filtro del cigarro con la yema de su pulgar mientras se acerca a mí. No tiene camisa y los pantalones cortos tipo cargo que está usando, cuelgan bajo en sus caderas, mostrando el borde de su bóxer. Las bolsas bajo sus ojos y el enrojecimiento en ellos gritan que está con resaca e irritado. —Todavía estás enojado —le digo, con los ojos entrecerrados—. Bueno, yo también. —Doy un paso a la izquierda para llegar a la puerta del conductor y poder abrir el maletero, pero se mueve conmigo, bloqueando mi camino. —No estoy enojado —dice, parpadeando sus ojos inyectados de sangre y luego frotándolos con su mano desocupada—. Estoy confundido, ¿qué diablos pasó?, ¿por qué demonios te fuiste así? Cruzo los brazos. —Porque tú estabas siendo un idiota calentón. —Me encontraba drogado —argumenta, extendiendo los brazos a los costados—. La gente hace todo tipo de cosas locas cuando están drogados.

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—Trataste de conseguir que te follara. —Tomé éxtasis... por supuesto que lo hice. Lo miro boquiabierta, sin poder comprenderlo. —¿Y qué? ¿Se supone que tengo que perdonarte porque te encontrabas drogado? —No estoy pidiendo tu perdón. —Se rasca el brazo mientras mira hacia la calle donde puedo oír el camión de Luke en marcha. ¿Sigue ahí?—. ¿Y qué hiciste? Correr y follar al primer hombre que encontraste. —¿Eso parece algo que haría yo? —le pregunto, levantando las cejas. Sorbe una calada de su cigarrillo. —¿Cómo diablos voy a saberlo? Nunca dices la verdad. Apenas muestras algún tipo de reacción cuando te pido que pretendas ser una puta para vender drogas para mí. —Se inclina, levantando el brazo hacia un lado y me estremezco, pensando que va a pegarme—. Dejas que ponga mis manos sobre ti como quiera, sin siquiera pestañear. —De repente, acuna mi pecho con la mano—. No sé si te gusta o si quieres que me detenga y cuando dices que pare ni siquiera parece en serio. Retrocedo y su mano cae de mi pecho. —Te estoy diciendo que pares ahora mismo y lo digo en serio. —Dices que pare, pero no hay nada en tus ojos que corresponda con tus palabras. —Marcha hacia adelante y agarra mi pecho de nuevo, esta vez más brusco—. Creo que secretamente te gusta, pero no quieres admitirlo. La intensidad del momento me está relajando. Quiero verlo explotar, así puedo sentir más adrenalina y sentirme más sedada de mis emociones, incluso después del hecho de que me golpeó y ahora está acariciando mi pecho. Es obvio que está colapsado e inestable y hace que la situación sea peligrosa. Me encanta. —¿Esto es porque Kelley se ha vuelto a casar? —pregunto—. ¿O simplemente estás pasando por una crisis de mediana edad? Su cara se enrojece mientras se encorva, bajando la cara por lo que está justo en frente mío. Su respiración está al rojo vivo y una vena grande sobresale en su frente. —¡No soy tan jodidamente mayor que tú, Violet! ¡Así que para con la mierda de la edad! —grita, y los músculos de su cuello se tensan. Una oleada de energía me estrella instantáneamente, levantando y bajando el pecho mientras recobro el aliento, y los latidos de mi corazón resuenan en mis oídos. Se siente como si pudiera hacer cualquier cosa en

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este momento, y tal vez lo haré… tal vez hoy es el día en que voy a dar ese paso extra y por fin volar lejos de todo esto. Mientras me devanó los sesos en busca de algo absurdamente imprudente que pudiera hacer, él mueve los dedos a mi brazo y tira de mí mientras se dirige hacia la casa. Probablemente debería retirarme y correr... Tal vez cuando entre en la casa me escaparé por fin... o cuando me golpee de nuevo. No tengo idea. ¿Me golpeará? ¿Me importa? No estoy segura. De nada. —Violet, ¿estás bien? —El sonido de la voz de Luke penetra lentamente mis pensamientos y mi sobrecarga de adrenalina se desinfla como un globo. —Estoy bien —le digo con los dientes apretados mientras Preston se le queda mirando por encima de mi hombro. —¿Quién demonios es? —Las uñas de Preston perforan mi piel mientras mira de Luke a mí y hay un ligero toque de inquietud en su expresión, como si la presencia de Luke lo inquietara un poco. —Mi acosador —miento, no tan entretenida como pretendo. Se pone al día conmigo el hecho de que no tengo dónde vivir, nadie con quien contar, ni nadie que me ayude. —¿Qué? —La mandíbula de Preston cae mientras parpadea hacia mí—. ¿Te está acechando? —No, es sólo un chico —suspiro y luego levanto la voz—, que no me deja en paz. —¿Que no te deja en paz? ¿En serio? —Luke aparece de repente a mi lado, sobresaltándome por su abrupta cercanía y la ira que se ve en sus ojos—. Tú sigues apareciendo donde quiera que vaya. Inclino la cabeza para mirarlo. —Porque tú me buscas. —Sé que no es así, pero no quiero que piense que lo quiero o necesito de él. —No te busqué ninguna de las veces que me encontré contigo — protesta y luego sus ojos se dirigen a Preston mientras cruza los brazos flacos sobre el pecho, y éstos se flexionan—. Y estoy seguro de que no esperaba dejarte en la casa de un viejo pervertido esta mañana. Siento esta ola de calor en el aire, pero en realidad no creo que se trate de un rápido aumento de la temperatura tanto como un aumento en la excitación en mi cuerpo. La siento en el mismo momento en que Preston me libera de su abrazo, y su atención se lanza de mí a la casa, como si estuviera considerando marcharse, pero al final aterriza en Luke. Luke está a mi lado, sin preocupación mientras Preston vacila y luego se mueve poco a poco más cerca de él. No estoy segura de si Luke me

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protege, o simplemente busca una pelea, pero es bastante obvio que está poniendo un poco nervioso a Preston. Me pregunto si él seguiría ayudándome si supiera lo que pasa por mi cabeza, cómo me siento fortalecida por el hecho de que en cualquier momento pueden empezar a lanzarse puñetazos y podría quedar atrapada en el medio. —¿Crees que algún chico punk me va a asustar? —dice Preston con una risa falsa—. Vaya, esto es nuevo. Luke se lame el labio inferior, que todavía está hinchado por la pelea de la noche pasada. Sus nudillos están manchados con sangre y hay sangre seca en su camisa. También tiene un corte en la frente que parece necesitar un poco de agua oxigenada. Se ve muy golpeado ya, y durante una fracción de segundo, en que me preocupo lo suficiente, considero agarrar su brazo y alejarlo para protegerlo de hacerse daño, a pesar de que no estoy segura que las cosas se calmen de ese modo. Pero luego se mueve hacia adelante y se alinea con Preston, sus manos en puños. Es más alto que Preston y más fuerte en el pecho. También parece más dispuesto a lanzar un golpe o dos, más rudo y hecho polvo. —¿Crees que un viejo me asusta? —Los ojos de Luke llamean con el tono de su voz—. ¿Especialmente uno que le gusta golpear a las mujeres? Al principio, estoy confundida porque Preston no me ha golpeado, pero luego recuerdo que lo hizo anoche. Luke debió sumar dos y dos. Preston echa un vistazo a mi mejilla sin girar la cabeza. —¿Le dijiste que te pegué? Me encojo de hombros, aunque no lo hice. —Tal vez. Luke comienza a abrir la boca para decir algo y flexiona los músculos de sus brazos. Preston se estremece, como si pensara que va a golpearlo, entonces gira su brazo hacia atrás y le da un golpe justo en la mandíbula. Me estremezco, tropezando hacia atrás al oír el sonido, y recordando el dolor que sentí cuando me hizo lo mismo. Al igual que a mí, no parece molestarle, sino enojarlo. Sin vacilar, golpea su puño contra el rostro de Preston. Antes de que él siquiera pueda registrar lo que pasó, Luke lo golpea otra vez, esta vez dándole a sus costillas. Preston se balancea y le pega a Luke en el intestino. Su rostro se contorsiona de dolor, pero no lo perturba, y antes de que Preston pueda recuperar el aliento, Luke levanta la rodilla y lo golpea el estómago, sacándole el aire. Estoy dividida entre correr hacia Preston y acabar con la pelea o dejar que Luke le haga daño. Todo esto se ha descontrolado y yo todavía le debo a Preston por darme un techo sobre mi cabeza cuando

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nadie más lo hizo. Quiero ayudar a Luke, también, porque me ha ayudado más que la mayoría. Puedo sentir un dolor en mi pecho con sólo pensar en que se lastime. Pero sólo me quedo de pie y los miro luchar para ver hasta dónde van a llegar, lo peligrosas que se pondrán las cosas. Estoy tan jodida en mi cabeza y no creo que pueda tomar una decisión en el momento, a pesar de que se siente como si necesitara hacerlo. No parece tratarse de mí, sino acerca de ellos golpeándose brutalmente, tal vez hasta la muerte. ¿Y y si se lastiman? ¿O uno de ellos muere? ¿Entonces qué? ¿Soy responsable? ¿Me importa? ¿Quiero preocuparme por cualquiera de ellos? Me quedo inmóvil, observando sus movimientos, escuchando cada grieta mientras chocan sus huesos, su respiración rápida y la forma en que la luz del sol los golpea. Escucho mi propia respiración, la forma en que respiro con dificultad, el modo en que mi corazón se acelera con cada respiración desesperada. La luz del sol comienza a vacilar y a estar fuera de foco mientras mi visión se mancha. Esto me ha pasado un par de veces y si no hago algo rápido, voy a colapsar. Trato de dar un paso adelante y abrir mis rodillas, pero no puedo conseguir que se muevan mis pies. Mis piernas, brazos y lengua se adormecen y se ponen pegajosas y se siente como si una banda elástica se envolviera alrededor de mi frente. Trato de abrir la boca para decirles que se detengan, pero el mundo se inclina hacia un lado y caigo con él. Me las arreglo para bajar las manos antes de chocar contra el suelo, pero la grava raspa mis rodillas y las palmas de mis manos. La sangre caliente se filtra. Ha pasado un tiempo desde que he tenido una sobrecarga de adrenalina, por lo menos un par de años. La primera vez fue un poco más difícil de tratar. Fue justo después de que encontré a mis padres. No estoy segura de por qué hice lo que hice cuando los encontré. Tenía la edad suficiente como para haberlo sabido y llamar a la policía de inmediato. Pero me acuerdo de esconderme por lo que pareció una eternidad, incluso después de que la gente se coló por la ventana. Recuerdo lo llena que se encontraba la luna, y cómo a pesar de que no entendía bien lo que pasaba, había un dolor insoportable en el pecho causado por el silencio ensordecedor de la casa. Creo que fue al amanecer, cuando por fin me atreví a ir al piso de arriba. Era el momento en que mi padre por lo general se despertaba para el desayuno, pero la cocina se hallaba vacía, así que fui a su habitación, diciéndome que sólo iba a despertarlos. Lo primero que noté fue que la puerta se encontraba abierta de par en par, no entreabierta como generalmente la dejaban, y luego noté las

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gotas de sangre en la alfombra. Segundos más tarde los vi. Se sentía como si me hubieran dado una patada en el estómago y dejado sin aire, y mis dedos se envolvieron alrededor del cuello. No podía respirar. Me quería morir. No estoy segura de si era la falta de aire o mis rodillas gomosas las que me mantuvieron en el suelo durante tanto tiempo, atrapándome allí, mirando a mis padres empapados en su propia sangre. O tal vez fue el hecho de que una vez que me moviera, mi vida comenzaría a avanzar de nuevo, mientras que ellos se quedarían congelados. Para siempre. Salgo bruscamente de mis pensamientos cuando paran los sonidos de la pelea entre Luke y Preston. ¿Uno de ellos terminó matando al otro? ¿O se mataron mutuamente? —Violet, ¿estás bien? —La voz de Luke, tan cerca, me sobresalta. Mantengo mi cabeza gacha, tomando respiraciones silenciosas. — Estoy bien. Su sombra se mueve por encima de mi línea de visión en la grava y luego sus brazos se deslizan por debajo de mí. Me pone de pie y me ayuda a conseguir el equilibrio, sosteniéndome en sus brazos. Lo alejaría, pero me siento demasiado agotada para hacer otra cosa que apoyarme contra su pecho. Sus brazos rodean mi cintura y por el más breve de los momentos no me siento completamente sola. Sin embargo, la mirada que me da Preston, contrarresta la sensación. Su expresión severa me lastima como las rocas que me cortaron las manos. —Consigue tus malditas cosas y lárgate de aquí —dice, escupiendo sangre en el suelo. Su labio está abierto, sus ojos cerrados por la hinchazón, y hay una roncha gigante en su caja torácica. —Con mucho gusto —contesto en un tono tranquilo, pero por dentro quiero agarrarlo y rogarle que no me deje. Decirle que lo necesito. Se limpia el labio con el brazo, quitando la sangre. —Y no vengas arrastrándote a mí cuando estés sin hogar y viviendo en la calle, porque no te recibiré. —No voy a volver —le aseguro con una mirada ruda mientras las lágrimas intentan abrirse camino en mis malditos ojos. Malditos ojos traidores. Inhalo y exhalo una y otra vez, sorbiéndolas de nuevo hasta que me siento mareada. —Violet, vámonos —dice Luke en voz baja. El latido constante de su corazón golpeando en mi espalda, es relajante y a la vez aterrador. Sacudiendo la cabeza, Preston pisotea hacia el remolque, pateando la puerta antes de abrirla y desaparecer en el interior. Los brazos de Luke se

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relajan a mi alrededor mientras permanezco en su agarre con los brazos sin vida a mi lado. Apenas puedo respirar, y mucho menos hablar, sabiendo que dentro de poco la vida va a ponerse al día conmigo y también la dolorosa realidad de que no tengo a donde ir. No tengo auto, y sólo doscientos dólares a mi nombre, que quizá me consigan una habitación de hotel por un par de días. ¿Y luego qué? —¿Estás bien? —La voz de Luke es suave y transmite precaución, mientras que sus brazos se aflojan alrededor de mí. —Sigues pregúntame eso —le digo mientras miro a la puerta cerrada del remolque. Me arden los ojos de lágrimas que casi se escaparon y mi garganta se siente seca. —Eso es porque no me has contestado. —Su aliento acaricia la parte posterior de mi cabeza. —Estoy bien —le digo—. Así que puedes dejar de preguntar. Hace una pausa y luego retira los brazos de mi cintura y se mueve hacia al frente de mí. Le sangra el labio y su camisa se ha rasgado, pero aparte de eso, no le veo ningún daño nuevo. —¿Necesitas algo? ¿Agua? —pregunta, y sus labios se curvan hacia arriba mientras me estudia con atención—. ¿Un sedante, tal vez? —Da palmaditas en los bolsillos de sus pantalones vaqueros—. Te podría dar una calada de mi cigarrillo... eso podría ayudar a calmar un poco la ansiedad. —No tengo ansiedad —le digo—. Estoy completamente tranquila. Frunce el ceño con incredulidad y comienza a retroceder hacia el coche de Preston. —Sé lo que es un ataque de pánico, Violet, y sé que la única razón por la que estás tranquila en este momento es porque estás agotada debido a uno. No quiero que sea capaz de ver tanto de mí, aún mientras retrocede sin dejar de mirarme, parece como si estuviera viendo lo que se esconde debajo de mi piel de acero. Se agacha y coge mi caja de cosas, entonces la lleva hacia su camión, y cuando deja la caja en la parte de atrás del camión, obligo a mis pies a moverse hacia adelante, sabiendo que puedo estar en el mismo lugar todo lo que quiero, pero en última instancia, voy a tener que afrontar el futuro nublado que creé para mí. Tragando el nudo en mi garganta, me dirijo hacia el lado del conductor del Cadillac y cierro el maletero, luego serpenteo hacia la parte trasera del coche. Las botas de Luke crujen contra la grava mientras camina de nuevo por la calle, encendiendo un cigarrillo. Empiezo a apilar las cajas del maletero, amontonándolas a mi lado. Él comienza a recogerlas silenciosamente y llevarlas a su camión. En el momento en que termino de

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descargar el maletero, se ha encargado de la mayor parte de las cajas. Agarro la última, camino por la calle y la pongo en la parte trasera de su camión. Luego subimos y entreabro la ventana mientras le da una calada a su cigarrillo y el humo llena la cabina. Pone su mano libre en la palanca de cambios y la otra en la parte superior del volante con el cigarrillo colocado entre sus dedos. —Así que... ¿adónde quieres que te lleve? Me encojo de hombros mientras observo a los árboles que bordean el patio. —No tengo ni idea. Está en silencio por un segundo, y luego da marcha atrás el camión. No dice a dónde vamos, qué vamos a hacer cuando lleguemos allí. Todo es tan desconocido. Como la forma en que me gusta esto, pero al mismo tiempo me da miedo porque no voy a estar sola. Luke está aquí conmigo y no tengo ni idea de por qué. Nadie nunca me ayudó, no así. Y me aterra, porque quiero que esté en este momento conmigo, ayudándome.

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8 Traducido por Kary_KsK Corregido por Gaz Holt

Luke Me tomó una gran cantidad de energía no patear hasta matarlo al tipo que se enfureció con Violet. Lo sorprendente fue que, a pesar de lo arrogante que ha sido siempre Violet, realmente parecía asustada de él. Prácticamente iba a dejar que él la arrastrara a esa casa y le hiciera quién sabe qué, así que intervine, a pesar de que no quería involucrarme en su más que obviamente desordenada vida. No intervengo por cualquiera. Quizá por Kayden o Callie, o incluso por Seth, pero de ninguna manera por una loca y errática chica que conocí hace sólo unas semanas. Sin embargo, lo hice, y ahora les puedo decir que voy a estar aún más involucrado, porque no tiene un lugar adonde ir. Lo más curioso es que casi parecía emocionada por ello. Sobre el tipo gritándole, enfurecido con ella, y luego, cuando empezamos a pelear. No estoy seguro de si me lo imaginé, pero sino, me hace preguntarme: ¿le gusta iniciar peleas o hay alguna otra razón? —Me puedes dejar en el centro —dice, mirando por la ventana mientras conduzco por la autopista hacia el centro de Laramie. Enciendo el intermitente para cambiar de carril y pasar un coche moviéndose a paso de tortuga. —Te dejo el centro, ¿dónde? Se encoge de hombros, apoyando la frente contra el cristal. Se ve agotada, probablemente debido al ataque de pánico que ella insiste que no tuvo. Pero los he visto antes, yo tenía muchos, sobre todo mientras crecía. Me meto de nuevo en el carril de la derecha y bajo el parasol para bloquear la luz. —Violet… —Mantente alejado—. ¿Tienes algún lugar para ir o estás…? —¿Sin techo? —pregunta mientras gira un mechón de su cabello alrededor de su dedo—. Se suponía que debía vivir allí, pero obviamente

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eso no va a suceder. —Deja salir un suspiro cansado, se aleja de la ventana y se gira en el asiento para mirarme—. Sin embargo, estoy bien. Me puedes dejar en el centro y encontraré un lugar donde dormir. —¿Dónde? —Algún lugar. Disminuyo la velocidad cuando estamos llegando a los límites de la ciudad, donde las casas aparentemente idénticas empiezan a delimitar las calles. —Suena como que no tienes adónde ir. —Mi mirada va a la suya. —Puedo cuidar de mi misma —insiste. —Nunca dije que no pudieras. —Desacelero la camioneta y el motor ruge en señal de protesta mientras me preparo para girar hacia la calle lateral que pasa por el parque y conduce al centro—. Sólo te estoy preguntando si tienes un lugar para quedarte. En un primer momento, la rabia cruza su cara y realmente creo que me va a golpear, pero luego se recompone mientras la indiferencia posee sus ojos. —No, no tengo —dice, y entonces fija su atención en la ventana de nuevo—. Pero, como he dicho, puedo cuidar de mí misma. Estoy a punto de doblar por el camino que nos llevará hasta el centro de la ciudad, donde puedo hacer que se baje y dejarla ir, que es lo que tengo que hacer. Es inestable y errática, lo último que necesito en mi vida desde que apenas puedo cuidarme solo. Y tiene este control sobre mí que me hace hacer cosas por ella sin siquiera preguntar. Lo odio, la forma en que me atrae, pero parece que no puedo parar el sentimiento. Todo lo que puedo seguir viendo es a mí a los ocho años, jadeando por aire, con ganas de poder respirar mientras parece tan difícil. Me veo muy parecido a Violet cuando se desplomó en el suelo, y me sentí así cuando me fui a ese club de striptease ayer. Los dos estamos metidos en la misma situación, sin tener a donde ir, y realmente no tiene ningún sentido tratar de ayudarla cuando ni siquiera puedo sacarme a mí mismo de esta situación. Sin embargo, justo en el último segundo, enderezo la rueda y me dirijo directamente hacia mi dormitorio. No sé por qué lo hago, aparte de que hay una parte de mí que quiere ayudarla, entenderla. No me pregunta adónde voy, y no parece desconcertarla cuando me dirijo al edificio de mi dormitorio y estaciono la camioneta cerca de las puertas de entrada. Sólo hay tres coches y una pareja sentada en la sombra bajo los árboles. Apago el motor y espero a que diga algo, pero sigue mirando por la ventana. Está haciendo esto difícil. No estoy acostumbrado a ser la

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persona que trabaja para abrir las puertas cerradas. Soy el que quiere mantenerlas cerradas. —Duermes en mi cuarto hasta que me vaya mañana —le digo, y mis ojos se abren ante las palabras mientras deslizo las claves de la ignición. Hago una pausa, me sobrepongo, antes de mirarla—. No hay de qué. Eso hace que gire la cabeza hacia mí. Sus ojos verdes arden y me inclino hacia atrás en el asiento. —No pienso follar contigo, si eso es lo que estás pensando —dice sin rodeos. Me meto las llaves en el bolsillo. —Ni siquiera cerca de lo que estoy pensando. —Bueno, no hasta que lo mencionó. —¿Entonces que estás pensando? —Algo de la dureza se evapora mientras me estudia. —¿Honestamente? No tengo ni idea. Has jodido mi cabeza y del todo —admito. Parece complacida por esto. —¿Por qué? —Porque no tengo ni idea de qué piensas, y no es normal para mí. —¿Qué eres? ¿Adivino? —pregunta, con sarcasmo goteando de su voz. —No, solo observador. —Bueno, tal vez no puedes saber lo que estoy pensando porque no tengo mucho dentro de mi cabeza. Casi sonrío al reclinarme contra la puerta y descansar los codos en el borde de la ventana. —No creo que esté siquiera cerca de la verdad. Creo que tienes muchas cosas en tu cabeza. Más que la mayoría, que es por lo que tuviste un ataque de pánico. —No fue un ataque de pánico —afirma ella, apoyando la espalda contra la puerta—. Sólo me vi envuelta en la emoción. Toco mi labio partido con los dedos y hago una mueca de dolor. — ¿Crees que mirar a dos tipos golpeándose entre sí es emocionante? —Tal vez. —Hace una mueca de pesar mientras lo admite, subiendo sus piernas en el asiento—. ¿Eso hace que me tengas miedo? —me pregunta. Me río, pero le tengo un poco de miedo. Miedo de cómo me hace sentir, de la forma en la que me veo arrastrado por ella, del hecho de que estoy pensando en ella y no en mí mismo, algo que me prometí que nunca haría con el fin de mantener el control sobre mi propia vida. Yo y solo yo. —

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Kayden se mudó. —Cambio de tema para evitar la atracción que siento hacia ella, el dolor de necesitarla, de besarla, sentirla, de estar con ella. Complicada, me recuerdo a mí mismo—. Puedes quedarte en su cama, pero mañana no puedo ayudarte. Se incorpora, desliza sus rodillas hacia su pecho y envuelve los brazos alrededor de sus piernas, abrazándolas contra sí mientras descansa la barbilla en las rodillas. Se ve tan vulnerable e indefensa con la guardia baja. Me parece que no puedo pensar en nada más sino en lo fácil que sería seducirla, jugar hasta que se entregue a mí. Recostarla debajo de mí y follarla una y otra vez hasta que me quite esta estúpida obsesión que tengo por ella. —¿Dónde vives en verano? —pregunta, alejándome de mis pensamientos—. ¿Te quedas aquí o vas a tu casa o algo así? Me alejo de la puerta y la abro sin contestarle, listo para escapar de la conversación. Entonces me doy prisa y salgo de la camioneta hacia la acera, oyendo la puerta abrirse. Ella rodea rápidamente la parte delantera de mi camioneta, deslizándose frente a mí, con los brazos abiertos a los lados. —Eso no es justo —dice con el ceño fruncido—. Conoces mi triste historia, por lo menos parte de ella, y es justo que conozca la suya. —Lo único que sé es que te ibas a vivir con algún viejo pervertido al que le gusta golpearte y ahora no tienes un lugar para vivir —aclaro, y la esquivo en dirección a las puertas de entrada. Camina cruzando el aparcamiento junto a mí. —¿Tienes donde vivir? Paso la mano sobre la parte superior de mi cabeza. —¿Importa? —Tal vez. —Esa parece tu respuesta para todo. —Me muerdo la lengua, decidiendo si voy a gritarle que no se meta en mi puta vida o a correr como si me persiguiera el Demonio—. No vuelvas la conversación hacia mí. —¿Por qué? —dice ella, dándose la vuelta y caminando hacia atrás delante de mí—. Ya sabes que no tengo casa, así que ¿cuál es el problema si tú tampoco? Me detengo en la acera, sintiendo algo abriéndose camino a la fuerza en mi interior. Nunca me han preguntado este tipo de cosas. Las personas suelen tener demasiado miedo de mí, y me gusta así. Y si se tratara de cualquier otra chica, creo que probablemente sólo intentaría tener una invitación a casa conmigo, pero estoy empezando a entender lo

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suficiente a Violet como para saber que está tratando de que la eche por ser un dolor en el trasero. —Tienes razón. —Lanzo los brazos en el aire con exasperación—. No tengo ningún maldito lugar en donde vivir. —Respiro pesadamente—. Ahí tienes, ¿contenta? Ella niega, mechones de su pelo volando en la brisa cálida mientras mira a una pareja riéndose bajo los árboles. —No, en realidad no. —Yo tampoco. —Echo un vistazo alrededor del patio del campus, escaneando los árboles, los pocos coches en el aparcamiento, mis botas, mirando a cualquier parte menos a ella, de lo contrario me tiraría sobre ella, como he estado haciendo desde que me importó lo suficiente como para seguirla a su coche después de que me pateara en la cara. —Entonces, ¿qué hacemos? —Parpadea contra la luz del sol cuando levanto la vista. —¿Me preguntas qué debemos hacer? —Arqueo una ceja—. ¿De verdad? Ella mira a su alrededor, indefensa, y deseo que traiga de vuelta esa actitud de desapego, por lo que no sentiría tal necesidad de ayudarla. — Me estoy quedando sin ideas, pero si tengo que hacerlo dormiré en la calle —dice. —No vas a dormir en la calle… se nos ocurrirá algo. —Cierro los ojos cuando me doy cuenta de que dije "nos" como si fuéramos una pareja, lo que no somos. Somos dos extraños que siguen caminos que se cruzan y parece que no pueden deshacerse del otro—. Si tenemos que hacerlo, podemos dormir en mi camioneta. —Sí, he visto lo bien que va. Eres un serio acaparador de asientos. — Hay humor en su voz. —Puedes dormir sentada —replico, abriendo los ojos—. O tomar la parte de atrás. —Guau, qué caballero —bromea con una pequeña sonrisa, y la tensión que nos rodea se desmorona. —No trato de ser caballeroso —digo, luchando para no sonreír—. Y nunca intento ser uno. —Bien, porque no quiero que lo intentes. Los chicos que dicen ser caballeros están llenos de mierda. —Bien… —digo—. Me alegro de que no quieras que sea un caballero.

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Sonríe, y la sonrisa alcanza sus ojos y reduce la hinchazón horrible en su mejilla. Debe doler muchísimo. —Creo que gané esa. No puedo dejar de sonreír, y se siente extraño y no deseado, pero está ahí. —¿Estábamos jugando? —¿No es así siempre? —replica ella, sacándose mechones de pelo de la boca mientras el viento sopla a través de su pelo. Una vez más, me saca de mi elemento, pero en lugar de continuar perdiendo cualquier juego que estamos jugando, me rindo. —Tenemos que ir a buscar algo de comer —le digo—. Porque no tengo absolutamente nada en mi habitación, excepto una botella de vodka y un limón. —Echo un vistazo hacia sus manos, cuyas palmas están cubiertas de sangre seca—. Y tenemos que recoger un poco de agua oxigenada y tiritas. Dobla los dedos hacia la palma de la mano mientras se muerde el labio. —¿Estás abandonando nuestro juego? —¿Qué juego? —Simulo olvidarlo—. Sólo tengo hambre. Es como la una y no he comido nada. Y el agua oxigenada es para ti: tus manos se ven como la mierda. Ella baja la mirada a sus palmas, cortadas, con la sangre saliendo, y luego se vuelve para mirarme. —No tuviste tu comida de resaca todavía, ¿eh? —Sí, y me estoy muriendo. Necesito conseguir unos tacos. —¿Tacos? Pensé que dijiste que no te gustaban las hamburguesas. —Los tacos son de carne molida. No son hamburguesas. —Papa, papa. Es casi lo mismo. —No lo es —sostengo mientras doy la vuelta y volvemos de nuevo hacia la camioneta—. Es completamente diferente. —Tal vez deberías ir a lavarte primero. —Pasa el pulgar por el lateral de mi labio y la conexión envía emociones indeseadas a través de mi cuerpo. Tengo que apretar los puños sólo para no agarrarla y chocar sus labios contra los míos. Ella retira la mano y se limpia frotando el índice y el pulgar—. Tienes sangre en la cara y en la ropa. Me encojo de hombros, sofocando el deseo de tirar de su mano hacia mí, arrancarle la ropa y doblarla sobre el capó de mi camioneta. — Estoy muy bien con el aspecto de un hombre que acaba de patear a alguien hasta matarlo, pero si estás demasiado avergonzada de que te vean conmigo, te puedes sentar en la camioneta.

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—¿Un hombre que acaba de patear a alguien hasta matarlo? — reflexiona, parándose en la puerta del copiloto de mi camioneta, con la mano por encima de la manija de la puerta del coche—. ¿O un tipo que acaba de ser pateado en el culo? No puedo saber si está jugando conmigo o no, pero es a la vez emocionante y me irrita en formas que no creí posibles. La mitad del maldito tiempo no tengo ni puta idea de si está hablando en serio o no. Siendo un fanático del control, debería correr; sin embargo, tiene el efecto contrario cuando se trata de ella. Decido darle una probada de su propia e intensa medicina, confundirla un poco, recuperar la ventaja y, ojalá, espantarla. —¿Estás diciendo que no soy rudo? —Me coloco delante de ella, tratando de que retroceda hasta la camioneta, pero se queda quieta—. ¿O que no soy un hombre? —No digo nada de eso —dice con una mirada ardiente en sus ojos que casi me manda volando por los techos. Cuanto más intenso me pongo más se emociona, lo que me da ganas de ser aún más intenso—. Aunque supongo que, a pesar de ese hecho, todavía estás a punto de demostrarme que eres ambas cosas. —¿Es eso lo que quieres que haga? —Mi voz sale ronca. Esto no está funcionando como quería, mi plan de mantener la distancia me salió al revés. Doy un paso hacia delante y luego otro, hasta que casi le piso los pies. Sigue sin retroceder y me frustra aún más—. ¿Qué te demuestre lo rudo que soy o lo hombre que soy? Aprieta los labios: su mirada es firme y agita las pestañas. —No quiero nada de ti, Luke. Estoy diciendo simplemente lo que hay en mi cabeza. Y cuanto más tiempo estés a mí alrededor, más te darás cuenta de eso. ¿Cuánto más tiempo esté a su alrededor? Carajo. Estiro la mano por el lado de ella y agarro la manija de la puerta de la camioneta. — Entonces, ¿no piensas que soy rudo? —pregunto. —Creo que tú quieres mostrarme lo rudo que eres y lo hombre que puedes ser —dice. Pongo mi otro brazo al otro lado de ella, de forma que queda atrapada entre mis brazos. La mayoría de las chicas en esta posición tendrían que retroceder hacia la puerta, pero se mantiene firme, negándose a dejar que la controle como quiero desesperadamente. —¿Y cómo te lo mostraría? —Bajo la voz hasta que es un gruñido ronco, esta vez intencionalmente.

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—Estoy segura de que tienes tus maneras —responde ella, con la mirada vacilante en mi boca mientras me inclino hacia delante y nuestros cuerpos se juntan. Necesito toda mi fuerza para no asirla por las caderas y empujarla suavemente hacia atrás. En cambio, me inclino más allá, y nuestros labios están cada vez más cerca. —Tengo mis maneras… —Me humedezco los labios y siento el escozor del corte. Me recuerda todo lo que acabo de presenciar, con ella, conmigo. Sé que si la beso probablemente la empujaré por la puerta abierta y la tiraré sobre el asiento del auto, aquí mismo, a plena luz del día. No me preocuparía de que nos vieran. Nunca lo hago. Solo quiero tratar de recuperar este maldito control, la necesidad que ella está poniendo en mí. Pero entonces, ¿qué pasaría después de que todo terminara? ¿Podríamos ir a buscar tacos y regresar a mi dormitorio y pasar el rato? Sí, eso no parece posible, pero tampoco lo parece follarla y luego echarme atrás. Estoy demasiado metido en ella, y no estoy seguro de cómo escapar, o si puedo escapar a estas alturas. Aprieto los puños mientras peleo contra el impulso de cerrar los ojos y besarla hasta que apenas pueda respirar. Me siento débil en el momento en que tomo la manija y empiezo a tirar de la puerta para abrirla, porque estoy eligiendo sentir los viles y patéticos sentimientos de mi pasado — cómo hice cosas que no quise hacer, cómo mi madre ensució mi cabeza, cómo no tenía control sobre mi vida. Era una marioneta. Era débil. No quiero ser esa persona nunca más. Espero a que Violet salga del camino para poder abrir la puerta, pero no se mueve, y yo soy el que termina dando un paso atrás, perdiendo de nuevo. Es un lugar inquietante al que he llegado y no sé qué hacer con ello, además de beber hasta entrar en un estado de estupor y clavar mi puño en cualquier cosa que se interponga en mi camino. Mi cuerpo tiembla mientras mi mente anhela el ardiente y dichoso sabor del alcohol. —Entonces, ¿dónde conseguimos tacos? —Me rodea y salta dentro de la camioneta tomando su falda mientras mete las piernas en ella. —Tú escoges —digo al cerrar su puerta. Sonríe, con una sonrisa simple, ni siquiera dándome el beneficio de una real. —No me importa —dice mientras me subo a la cabina. Entonces golpea los pies sobre el tablero y descansa la cabeza contra el asiento, pareciendo tan tranquila como puede estarlo. Me pregunto si de verdad lo siente. Si hay algo que le importe, y si está empezando a importarme.

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9 Traducido por lunnanotte & Edy Walker Corregido por Cami G.

Violet Vamos a comprar tacos, nos detenemos en una farmacia, paramos en la tienda de electrónica a recoger un nuevo teléfono para él porque aparentemente perdió el suyo la última noche, y luego volvemos a su dormitorio. La conversación es tan ligera como el aire, lo que la hace complicada en mi libro. Es demasiado fácil estar alrededor de él y no se supone que sea de esa manera con nadie. Las cosas se supone deben ser difíciles, así sería más fácil mantener alzados mis muros y quedarme apartada, por lo que si —y cuando— él decida salir de mi vida, sea como que si nunca hubiera estado allí en absoluto. Pero puedo sentir mis muros derrumbándose, especialmente cuando no me besó mientras estábamos en su camioneta. Podría haberlo hecho; sé que quería. Probablemente también se lo hubiese permitido, aunque solo fuera para probar la descarga de adrenalina que se formó en la punta de mi lengua al segundo que se inclinó hacia mí. La manera en que era súper consciente del calor de su cuerpo y el mío era desconocida, me aterraba. Todo lo que quería hacer era silenciar el miedo que despertaba dentro de mí, pero cuanto más cerca estaba, más tranquila me sentía por dentro. Él era mi escape de mis emociones, a pesar de que las ponía en mí al mismo tiempo. Era una sensación muy extraña y tuve un momento difícil decidiendo qué hacer. Así que solo me quedé allí y lo dejé decidir, y, eventualmente, se echó para atrás, y yo me quedé aliviada y decepcionada. Todavía estoy analizando por qué. La única conclusión a la que puedo llegar es que con todo el estrés de estar sin hogar y la policía yendo mañana al departamento ha causado que mi cabeza se quiebre y no piense claramente. Solo minutos después de estar en su dormitorio, me deja sola para

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tomar una ducha. No ha empacado casi ninguna de sus cosas, lo que me hace preguntarme qué es lo que hará cuando llegue la mañana. Empapo una bola de algodón con agua oxigenada y la presiono sobre mi mano, sintiendo el chisporroteo contra mi sucia y raspada piel. Ahora tengo $7.56 menos, todo porque Luke no quería que consiguiera una infección. Yo estaba bien con el riesgo, pero él insistió en que no era seguro. Casi me reí de él, si solo supiera lo insegura que puede ser la vida para mí. Me desplomo sobre la cama que no tiene una sábana, solo un colchón, la única cosa que era de Kayden, supongo, y me quedo mirando el techo, girando la bola de algodón alrededor de mi mano. Arde y hace que me duela la palma, pero lo dejo contra mí mientras calculo mi siguiente paso. Nunca he tenido un amigo antes, si eso es hacia donde nos estamos moviendo Luke y yo. Preston y Kelly eran lo más cercano a amigos que jamás he tenido, pero ellos eran más como mis locas niñeras/caseros que cualquier otra cosa. No había nadie que realmente se preocupase lo suficiente por mí como para convencerme de comprar agua oxigenada y curitas para limpiar alguna corte y cuidar adecuadamente de mí misma. Nadie que golpeara a alguien simplemente porque estaba manoseando mi pecho. Luke había golpeado a Preston en la cara con su puño sin pensarlo dos veces. Mi corazón empieza a bombear con más fuerza mientras pienso en ello, la manera en que lo hizo sin ninguna vacilación, cuando la puerta del dormitorio se abre y Luke entra. Lleva una toalla envuelta alrededor de su cintura, su piel todavía un poco húmeda por la ducha. Sus músculos magros tallan su estómago, junto con un enorme moretón que probablemente recibió en la pelea. Tiene un serio conjunto de tatuajes. La mayoría están bosquejados en tinta negra y formas tribales, excepto por una inscripción que es demasiado pequeña como para que pueda leerla desde tan lejos. Dejo caer mi brazo sobre mi cabeza, incapaz de apartar mis ojos de él. —Me gustan tus tatuajes. Pone su ropa sucia en la cómoda y cierra la puerta con el pie, su frente curvándose hacia arriba. —¿Eso fue un cumplido? —Tal vez. Se hunde en la cama frente a mí y desaparece de mi línea de visión. —Tú también tienes algunos, detrás de tu cuello, ¿cierto? —Sí, dos —digo, volviendo mi concentración hacia el techo, mi

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mano acunando la reseca bola de algodón—. Aunque tengo más. —¿Dónde? —Es un secreto. Hace una pausa y el colchón rechina. —Así que, ¿qué quieres para dormir? Estoy algo cansado. Sacudo la cabeza, escuchando el golpe seco de mi corazón en mi pecho. Incluso a pesar de que estoy cansada, si me quedo a dormir entonces tendré que pensar en lo que pasó, y si pienso sobre lo que pasó tendré que considerar cómo me siento sobre ello, y si lo siento, solo voy a querer levantarme y hacer algo imprudente. Entonces, después, podría estar conforme y conseguiría cansarme, queriendo dormir, y todo el proceso comenzará de nuevo. Es un círculo vicioso. —No estoy cansada en absoluto. Suspira tristemente. —Entonces, ¿qué quieres hacer? Me impulso sobre mis codos para mirarlo, fijando mi atención en su mandíbula hinchada en lugar de donde su toalla está empezando a abrirse. —¿Qué haces normalmente un sábado por la noche? Se estira y alcanza una botella de Jack Daniel‘s que hay sobre el escritorio frente a su cama. —Emborracharme y tener sexo. Observa mi reacción mientras inclina la cabeza hacia atrás y toma un trago. —¿No es malo para ti emborracharte… al ser diabético? Cambia su peso incómodamente y luego aparta la mirada hacia la ventana. —Estoy bien. No hago nada que no pueda manejar. Me parece que lo estoy molestando y no sé por qué. Pero dejo el tema, desde que soy la última persona que debería estar sermoneando a nadie sobre qué es bueno y malo para ellos. Me siento y me deslizo hasta el borde de la cama, plantando mis pies en el suelo. —Bueno, si emborracharte y tener sexo es lo que quieres hacer, vas a tener que ir a divertirte solo —digo—, porque yo no hago ninguna de esas cosas. Bueno, bebo algunas veces, pero no mucho. —Le doy la verdad, pero no deliberadamente. Mi cerebro está claramente cansado. Sus ojos se dirigen inmediatamente a mí mientras se ahoga, y el alcohol salpica fuera de su boca y sobre la alfombra, haciendo que mi confesión valga la pena. —¿Qué? —escupe, dejando la botella de nuevo. —¿Qué? Beber me hace actuar de forma perversa y algo loca, así que trato de evitar, a menos que quiera actuar de manera vil y loca. —Sin

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embargo, sé que no se atragantó por eso. Se atragantó porque dije que soy virgen. —¿Quieres decir más de lo que ya cautelosamente, limpiándose los labios con la mano.

eres?

—pregunta

Cruzo las piernas y la división de mi falda se abre, revelando mis muslos. Noto que su mirada viaja hacia ellos, sus ojos ardiendo con algo que he visto en los ojos de los chicos muchas veces. No puedo evitar preguntarme si Luke podría ser mi cosa imprudente en el momento si decido que quiero ir por ese camino. La manera en que golpeó a Preston, sin siquiera pensar, y la pelea del club de striptease… lo hacen parecer un tipo peligroso, lo que me hace pensar que él podría alimentar mi deseo. Pero, ¿realmente quiero involucrarme? ¿Sentir una conexión? Porque cuando me besó en la camioneta, sentí algo más que entumecimiento. Sentí una chispa. Vida. Necesidad. —Sí, así que imagina lo mal que puedo ponerme —digo. Su acalorada mirada pasa de mis piernas a mi cara. — Probablemente una cosa buena, entonces. Sus dedos buscan de nuevo la botella, sus ojos ardiendo todavía fijos en mí. Toma otro trago, mirando por encima de la botella hacia mí. —¿Te hace sentir incómodo? —pregunto, inclinándome hacia atrás sobre mis manos, divertida por que lo estoy haciendo tensarse respecto al hecho de que soy virgen, sin embargo, no hará comentarios al respecto—. Esa soy yo. Él deja la botella otra vez y su lengua se desliza fuera de su boca para humedecer su labio cortado. —¿Que me haga sentir incómodo el escuchar que te comportas de forma loca y viciosa cuando bebes? ¿Por qué lo haría cuando ya eres de esa manera sobria? —No te hagas el tonto —digo—. Sé que estás pensando sobre que acabo de decirte que soy virgen, lo cual es la razón por la que escupiste tu bebida sobre todo el piso… porque te hace sentir incómodo saber que no he tenido sexo. —No, pero tu franqueza lo hace. —Se frota los ojos con las manos para ocultar cualquier mirada que cruce su cara—. Yo… yo solo no entiendo cómo… —Baja sus manos a su regazo—. Cómo tú… —Sus ojos se deslizan por mi cuerpo, deteniéndose más tiempo sobre mis piernas y luego sobre mi blusa transparente—. ¿Cómo podrías ser una? —Una virgen. —La palabra misma parece hacerlo sentir incómodo,

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por lo que solo me hace querer decirlo más—. ¿Por qué no entiendes cómo? No todo el mundo quiere tener sexo. —Sí, pero… —Se detiene, evaluándome con sus intensos ojos color café, y ahora soy la única que tiene que trabajar para no sentirse inquieta—. Te vistes de la forma en que te vistes y actúas de la manera en que actúas… tonteas con chicos… no tiene sentido. —Me visto de la manera que quiero —le digo, metiendo mis manos debajo de mis piernas para tratar de mantenerme quieta—, y actuó como necesito, pero no entiendo por qué eso te haría pensar que soy una puta… ¿Es debido a Callie? Creo que ella podría haber pensado que era una puta o algo así. —¿Por qué pensaría eso? Me encojo de hombros. —Probablemente por las mismas razones que tú piensas que lo soy. —No pensaba que fueras una puta —insiste—. Solo pensé… —Sus ojos se agrandan y luego se aclara la garganta—. Bien, bueno, así que si no puedo beber ni tener sexo, entonces ¿qué más hay para hacer? —Tú puedes hacer lo que quieras. —Pongo mis manos sobre mi regazo—. Solo dije que no bebo ni tengo sexo. Él busca la botella de nuevo e inclina la cabeza hacia atrás, derramando las últimas gotas por su garganta. Se levanta y arroja la botella a la basura al pie de la cama. Me muerdo el labio observando sus músculos ondularse como cuando peleaba con Preston. —Podríamos jugar a las cartas —sugiere, abriendo la puerta del armario. Se agacha para recoger una camisa del suelo y la toalla se desliza más y más abajo por sus caderas. No estoy segura de sí estoy tan fascinada con su cuerpo como la forma en que mi cuerpo está reaccionando ante la vista de él. Vigorizado. Excitado. Nunca me he sentido excitada por un chico antes. O he estado desinteresada o he tenido miedo. Con la gente en general. En cualquier caso, quiero sentirlo más, dejarlo derramarse sobre mí. —¿Cartas? Tiene un tatuaje en su omoplato, un dragón. Toco detrás de mi cuello, donde está mi propio tatuaje de dragón, mientras él se pone de pie de nuevo y se gira con una baraja de cartas en la mano. —Pero el acuerdo es que no podemos jugar por dinero.

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—Bien, porque no tengo suficiente dinero para jugar —digo, evaluando todavía su cuerpo, pero más discretamente. —Tampoco yo. —Se sienta en la cama con las piernas por del borde, por lo que no está mostrándome nada, y pone las cartas en su regazo—. Aunque nunca juego al Texas Hold ‗Em1 solo por nada. —¿Por qué no? Se aclara la garganta. —Porque así aprendí a jugar. —¿De quién? —También aprendí a jugar por alguien, y por dinero. Una pareja con la que viví durante unos seis meses usaban estas fiestas para jugar a Texas Hold ‗Em y me sentaba junto a la mesa mientras el Sr. Stronton, que me explicaba las reglas. Conseguí ser bastante buena en eso, pero ha pasado un tiempo desde que jugué. Corta la baraja en dos y las mezcla. —De mi papá. —La forma en que lo dice, su voz, me hace especular si le sucedió algo a su padre. —¿Dónde está ahora? —Me pongo de pie, ajustando mi falda. Alinea las cartas sobre la cama, mirándome. —Vive en California. Cruzo la habitación hasta su cama, sentándome. La sábana azul balanceándose debajo de mí mientras me siento y me pongo cómoda. — Entonces, ¿por qué no simplemente te vas a vivir con él? Toma el paquete de cartas barajadas en su mano. —Es complicado. —¿Qué hay sobre tu madre? —pregunto. —Todavía más complicado. —Sus nudillos se vuelven blancos mientras tensa su agarre sobre las cartas—. ¿Qué hay sobre tus padres? ¿Qué les sucedió? —Me dejaron en la puerta de los vecinos cuando tenía seis meses — miento despreocupadamente. Lo he estado haciendo durante años, inventando historias elaboradas para evitar la dolorosa verdad de lo que ocurrió cuando los extraños me preguntan—. Supongo que no me querían o algo. Corta el mazo equitativamente por la mitad. —¿Esa es la verdad? ¿O estás inventando una historia? —¿Por qué inventaría una historia sobre eso? —pregunto inocentemente, metiendo mi pierna por debajo de mí. De nuevo sus ojos van a mis piernas, gradualmente a la deriva hasta mis muslos. 1Texas

Hold 'Em es una versión del póquer.

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Me estudia alarmantemente, mientras el calor acaricia mi piel y serpentea por mi estómago. —Para esquivar la verdad. —Así que, ¿vamos a jugar al Texas Hold 'Em o qué? —Mi propósito es cambiar de tema. —Sí… pero hay una estipulación —dice—. Por cada mano que tu pierdas, tienes que decirme una cosa que sea cierta sobre ti. —No me gusta esa regla —le digo—. Y no me gusta revelar la verdad. —¿Por qué? ¿Tienes miedo de perder? —me desafía con altanería. —No tengo miedo de nada. —Eso no puede ser verdad. Todo el mundo tiene miedo de algo. —Bien —me rindo—. Pero si pierdes, entonces tienes que decirme algo verdadero sobre ti, y algo bueno. Él abanica el borde de las cartas con su dedo, como si estuviera contando las cartas. —¿Y si no tengo nada bueno que compartir? —Yo juzgaré eso. Extiendo mi mano hacia él. —Ahora dame las cartas, así puedo repartir. Soy el repartidor. Gira su mano con la baraja en ella. —Normalmente me gusta repartir. —Pone las cartas en mi mano, suspirando, como si estuviera entregando algo muy valioso. Envuelvo mis dedos alrededor de la baraja. —¿Juegas mucho? —Ocasionalmente cuando necesito dinero. Barajo las cartas a pesar de que ya lo hizo él. Me enseñaron que nunca confiara en nadie cuando se trata de jugar a las cartas. Lanzo la de arriba a un lado y reparto. Levanto mis cartas y les hecho un vistazo. —Si estuviéramos jugando al strip póker, perderías después de una mano, puesto que llevas una toalla. Recoge sus cartas, mostrando de nuevo una sonrisa. —Sí, pero no perderé. —Eso es extremadamente arrogante de tu parte. Le doy la vuelta a tres cartas sobre la cama, alineándolas entre nosotros.

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Su boca se expande gradualmente en esa sonrisa sabelotodo. —Lo sé. Le doy la vuelta a mis cartas y me dedica esa extraña mirada. —No hay ningún punto en ocultar lo que tenemos ya que en realidad no vamos a subir las apuestas. Sonríe. —Dejo lo mío escondido, así que sigue adelante y reparte otra. Hago lo que dice, la siguiente carta que reparto es un as. Tengo uno, pero no me emociono todavía. Incluso a pesar de que las probabilidades están a mi favor, eso no quiere decir que termine de esa manera. Primera regla de las cartas. Y de la vida. La expresión de Luke es una mezcla de curiosidad y aburrimiento, lo que no tiene sentido puesto que los dos no van juntos. —Reparto la última carta —digo. La volteo y de abajo. Ninguna de las cartas son del mismo palo, y no hay nada cerca de una escalera de color o una pareja. Tengo una buena oportunidad de ganar, o al menos de empatar si él es lo suficientemente afortunado como para tener un as. —¿Por qué sonríes? —pregunta Luke, reorganizando sus cartas—. Tal vez también tenga un as. —No sabía que lo hacía —digo, mordiendo mi labio para parar—. ¿Qué tienes? Baja sus cartas y mi euforia se hunde instantáneamente. —¿Qué puedo decir? —Se frota la mandíbula—. Debo tener suerte. Tuerzo la nariz hacia sus cartas. —¿Cómo es siquiera posible para ti conseguir un póquer de ases? —Cualquier mano es posible. —Se relaja contra el colchón sobre sus codos y la toalla se desliza, abriéndose lo suficiente para que pueda ver sus muslos—. Ahora, ¿puedo hacer una pregunta? —Adelante. —No quiere decir que vaya a decir la verdad—. Pregunta lo que quieras. Sus piernas se encuentran extendidas, un poco apartadas, y juro que puedo ver sus bolas. —¿Por qué saltaste por la ventana esa noche? No pierdo un latido. —Estaba colocada de LSD y quería ver si podía volar. Pone sus ojos en blanco. —He visto a gente colocada de LSD antes y tú definitivamente no lo estabas. —Arroja sus cartas a un lado y pone las

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manos sobre su regazo—. Vamos, Violet. Dime la verdad. Frunzo el ceño. —De verdad no quiero. —Bueno, tienes que hacerlo. Es parte del juego. Dudo, mordiéndome las uñas. Le está quitando toda la diversión al momento y remplazándola con presión. —¿Me creerías si te dijera que trataba de volar? —¿Lo hacía? —Su cuerpo se pone rígido—. Tratabas de… ¿Lo hiciste a propósito? Dejo caer la mano en mi regazo. —¿Piensas que soy una suicida? —No sé qué pensar —dice, tragando duro—. Es por eso que te lo pregunto. —Su voz sale fuera de tono, preocupada, y me pregunto por qué. —No lo soy. Lo prometo. —Hago una pausa, tratando de sacudir los sentimientos que emergen de mi cuerpo—. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué buscabas pelea esa noche? Sacude la cabeza. —No has ganado una mano todavía, así que no tengo que responder. Bajo la mirada a sus cartas sobre la cama. —¿Cómo diablos terminaste con dos ases? —Supongo que tengo suerte. —La suerte no existe. Nos miramos el uno al otro tercamente, y entonces de mala gana me rindo, lo que podría ser la primera vez para mí. Pero todavía estoy determinada a ganar la próxima mano y a obtener una respuesta de él para nivelar el campo de juego. —Escapaba de un par de chicos —digo mientras recojo las cartas de la cama. No puedo creer que cedí ante él así—. Es por eso que salté de la ventana. —¿Por qué escapabas de ellos? —Me entrega descartadas y las añado a la parte superior de la baraja.

sus

cartas

—De ninguna manera. —Lanzo las cartas a través de la cama hacia él—. Esas serian dos preguntas y solo ganaste una. Levanta las cartas con una sonrisa en su cara. —Está bien. Lo preguntaré después de ganar la siguiente mano. —Mezcla la baraja y reparte las cartas, pareciendo muy complacido consigo mismo.

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Termino perdiendo la siguiente mano, y hace la misma pregunta que me rehusé a contestar antes, y entonces espera pacientemente a que responda. —Hice algo —respondo, molesta. ¿Cómo diablos ganó esa mano? Es una mierda. Primero dos ases, luego dos reinas. —¿Qué clase de algo? —Tiene la baraja de cartas en su mano y está abanicándolas con su pulgar. —Metí la pata con alguien. —Esa todavía no es una respuesta de verdad. —Bueno, es lo mejor que te puedo dar —le digo, pero él solo sigue mirándome, admirando las cartas, una y otra vez, sus sexis ojos marrones manipulando su camino bajo mi piel—. Está bien —cedo por alguna extraña razón; la dicha que sentí antes, resbalándose cada vez más lejos, y sé que pronto tendré que hacer algo al respecto—. Metí la pata durante un acuerdo hace un mes, más o menos. El procesa lo que le he dicho y luego se sienta, arrojando las cartas a un lado. —¿Espera, ¿"acuerdo‖, como con drogas? Me encojo de hombros con las manos a mis costados. —¿De verdad te sorprende tanto? Sus ojos me escanean de arriba abajo. —Sí… no lo sé. —Se rasca la cabeza—. ¿Por qué lo haces? —Debido a que es un trabajo —le digo—. También trabajo como camarera porque odio tener deudas, y la escuela me ha hecho tener muchas deudas. —Pero podrías ir a la cárcel. O te podrían suceder cosas peores. — Traga saliva—. Las drogas son peligrosas, Violet. —¿Y? —¿No te preocupa? ¿Lo que podría pasarte? —En realidad no. La vida es solo vida, ya esté viviendo en las calles, en la cárcel o en un dormitorio. Me frunce el ceño. —Yo tenía un amigo que fue a la cárcel una vez y las cosas no fueron muy buenas para él durante un tiempo. —Las cosas nunca son buenas para mí. —Se me escapa, y la mirada de asombro en su rostro hace que me den ganas de retroceder—. En realidad no importa, de todos modos —digo apresuradamente, con la esperanza de distraerlo—. No tengo ningún proveedor, así que no tendré

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que lidiar con eso por un tiempo. —Trago duro la verdad. Él libera un suspiro, su sólido pecho tatuado hinchándose. —¿De dónde sacas las drogas? Levanto dos dedos. —Eso son dos preguntas, y de nuevo solo te debo una. Sacudiendo la cabeza, agarra las cartas y rápidamente reparte otra mano. Vuelve a ganar y mi sospecha se alza porque tiene un as y una reina, y la probabilidad de que consiga tan buenas cartas tres veces seguidas es poco probable. —No estoy tan segura de que esos sean triunfos legítimos —afirmo, poniendo las cartas sobre la parte superior de la cubierta. No es que este enojada, lo cual es extraño. Me siento intrigada más que nada porque, por lo general, soy yo la que jode a alguien, pero si está engañándome, si me ha jodido, eso sería una primicia en mucho, mucho tiempo—. Creo que podrías estar engañándome, señor estoicamente al margen. —Entonces demuéstralo. —Sus labios sonríen caprichosamente—. Ahora, mi siguiente pregunta. ¿De dónde sacas las drogas? —De un oso panda —digo lo primero que se me viene a la cabeza, no dispuesta a aceptar plenamente que ha ganado esta mano. Su frente se frunce y luego se ríe entre dientes. —Oh, Dios mío de mierda, realmente eres la persona más extraña que he conocido. —Gracias. —Sacudo la cabeza y barajeo las cartas en el colchón frente a mí. Pone la mano sobre la mía, impidiendo que barajee. —De ninguna manera. Todavía no has respondido a mi pregunta. —¿Qué? ¿―Oso panda‖ no es una respuesta lo suficientemente buena para ti? —¿De dónde sacas las drogas? —Retira su mano de la mía. Alineo las cartas por igual en contra del colchón. —Del chico al que le diste una paliza hoy. Sus labios se separaron en estado de shock. —¿Cómo es que lo conoces? —Es mi padre adoptivo, o lo fue desde que tenía quince hasta los dieciocho. —¿Tu padre adoptivo? —Abre la boca—. ¿Hablas en serio? —¿Qué crees tú? —Me mantengo tan serena como puedo,

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haciéndole trabajar para ver si digo la verdad. Sostiene firmemente mi mirada. —Yo creo que sí. —Está bien, entonces. Tienes tu respuesta. —Está bien, entonces —repite mis palabras, su cara retorciéndose con perplejidad cuando toma las cartas—. Próxima mano. Esta vez lo observo con cuidado, calculando cada uno de sus movimientos. Todo parece perfecto, hasta que recojo mis cartas repartidas. Me doy cuenta de que desplaza su peso hacia adelante y se rasca la pierna. Juro por Dios que parece que toma algo de debajo de su culo. —Espera un minuto. —Levanto un dedo, poniendo mis cartas sobre la mesa mientras me inclino hacia delante—. ¿Acabas de sacar una carta de debajo de tu culo? —¿Y por qué haría eso? —Levanta las dos cartas que tiene mientras presiona su mano inocentemente contra su pecho—. Además, ¿en dónde pondría las otras cartas que tuviera? —¿Cómo diablos voy a saberlo? —le digo—. Tal vez en tu culo. Parpadea, impresionado, y me pongo de pie. Sin previo aviso, empujo su brazo para así poder mirar debajo de su culo. Vuelve a reírse otra vez y hago una nota mental de que he conseguido involuntariamente hacerlo reír dos veces en los últimos minutos. No sé lo que significa, además de que debo de estar en algún tipo de viaje cómico y él me encuentra divertida cuando en realidad nadie lo ha hecho antes. Mientras se inclina hacia un lado y deja que mire debajo de su culo, obtengo un vistazo de su culo mientras veo la pequeña y vaga toalla en su cadera y huelo el alcohol en su aliento. Hay una carta oculta debajo de él, justo como yo pensaba, y agarro la carta y la sostengo entre mis dedos. —Has estado engañándome todo el tiempo, ¿verdad? Él agarra la carta y la aleja de mí, una sonrisa asomándose a sus labios. —Siempre hago trampa en el juego. Así me enseñaron a jugar. —Así que sabías que iba a perder todas las manos y tú conseguirías hacer las preguntas. —Me hundo en la cama, cruzando las piernas, sin saber qué hacer con esto. Nunca nadie había jugado así conmigo—. No estoy segura de sí sentirme enojada o impresionada. —Me quedo con la última —me dice, su sonrisa creciendo hasta alcanzar sus ojos.

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—Podría hacer eso… —¿Cuál es mi maldito problema? Debería de estar molesta. Jugó conmigo. Y como que me gusta, de una manera extraña, juguetona—. Pero creo que es justo que contestes algunas de mis preguntas. —¿Por qué es eso justo? —pregunta, apretando la toalla suelta en su cintura—. Debería llegar a hacer más preguntas por ser lo suficientemente inteligente como para engañarte, lo cual supongo que no sucede muy a menudo. Supongo que por lo general estás en el extremo de dar, en vez de recibir. —Tengo tres preguntas para ti —le digo, interrumpiéndolo—. Y la primera que quiero saber es por qué no tienes un lugar para vivir. Él se muestra impasible ante mi pregunta. —¿De verdad es eso lo que quieres preguntar? —pregunta, y yo asiento—. Está bien, pero no es nada interesante como traficar con drogas. —Suelta un fuerte suspiro, recostándose en la cama, apoyándose en un lado de su cadera—. Tengo un lugar para vivir, pero significa volver a vivir con mi madre en mi pueblo y no quiero hacerlo. —¿Por qué no? —pregunto—. ¿No te gusta tu mamá? —En realidad. —Levanta dos dedos—. Eso son dos preguntas, para que quede constancia. Solo tienes una más. —Su voz tiembla y también lo hacen sus dedos. Me siento mal por él, porque puedo decir que hay más de lo que me dice. Por mucho que amaba a mi madre, sé por mi tiempo en los hogares de acogida que no todas las madres son dulces y cariñosas como lo era la mía. La mía me habría leído historias, hubiera cantado conmigo. Ella incluso me enseñó a tocar el piano, pero hay algunas a las que no le gustan los niños, hay quienes les hacen daño, no solo físicamente, sino también emocional, los cuales he experimentado. Golpeo mi muslo con los dedos, pensando en cuánto más quiero profundizar en su cabeza y en la mía. —¿Por qué no alquilas simplemente un lugar aquí? No era la pregunta que esperaba y está sorprendido por la facilidad de la misma. —Porque tengo unos doscientos dólares a mi nombre. —Yo también. —Me recuesto contra la cabecera y pateo los pies sobre la cama—. ¿Cómo coincide eso? —No es tanta coincidencia —responde—, teniendo en cuenta que ambos somos dos chicos universitarios que acaban de tener que desembolsar un montón de dinero para pagar la matrícula de otoño. — Reorganiza la cubierta, moviendo las primeras cartas en la parte inferior—. Ya sabes, juntos tenemos unos cuatrocientos dólares. Eso es suficiente

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como para conseguir un apartamento de la Sección Oak. —Hace una mueca al decirlo, y no estoy segura de sí es porque acaba de ofrecerse a vivir conmigo o porque los apartamentos de la Sección Oak están en el área más pequeña de la ciudad, donde viven los drogadictos y las prostitutas. Pero son más fáciles y más baratos de conseguir porque nadie más los quiere, pero los jefes del crack y las prostitutas quieren vivir allí. No estoy segura de qué lo impulsó a hacer su oferta. Mi reacción inicial es rechazarlo antes de que él termine por rechazarme. —No, no creo que eso funcione. Cruza las piernas, aún girado de lado. —¿Por qué no? —Bueno, para empezar, podríamos tener un mes, pero entonces estaríamos en quiebra, sin comida ni dinero para pagar las otras cuentas. Todavía tengo mi trabajo de camarera en Moonlight Dining and Drinks, pero hago una mierda y no va a cubrir casi todos los gastos… y ni siquiera sé si tienes trabajo —digo. Él parece vacilar, y obtengo mi respuesta—. Entonces, ¿no tienes un trabajo? Frunce el ceño. —Trata de mirar más allá de ese hecho por un minuto… finge que tengo una manera de conseguir algo de dinero extra. Entonces, ¿qué te parece? —Creo que casi no te conozco —contesto—. Y tú apenas me conoces. Y es muy difícil vivir con gente a la que apenas conoces. Confía en mí. Lo he hecho muchas cosas. —También es difícil vivir con gente a la que conoces. —Se empuja sobre sus codos y vuelve a colocar las cartas sobre la mesa que hay cerca de los pies de la cama. La toalla se abre y le doy un vistazo a su miembro. Me muerdo el labio, miles de pensamientos inundando mi cabeza mientras los latidos de mi corazón golpean en mi pecho y mi piel se cubre de un hormigueo. Cuando se da toda la vuelta, pretendo estar examinando mis uñas mientras que los escalofríos continúan pellizcando mi piel. —Sí, no lo sé, pero podemos hacer que funcione. Y es mejor que vivir en la calle o en mi camioneta… creo. —Juguetea incómodamente, reajustándose la toalla en la parte de atrás. Examina el dorso de sus manos como si fueran lo más fascinante y por un momento se ve muy vulnerable, pero cuando levanta la mirada solo hay esa mirada áspera, cruda y animal en sus ojos—. Podemos hacer que funcione. —¿Cómo conseguirás dinero extra? —digo, los nervios burbujeando en mi pecho por el final áspero de su voz—. Ya te dije antes que no voy a traficar más.

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—Y me alegro —dice—. Y deja que yo me preocupe por el dinero extra de mi parte. Sacudo la cabeza. —Necesito saber—Necesito saber en lo que me estoy metiendo. —Está bien, voy a jugar. —No hay ningún lugar para jugar aquí. No habrá ninguna fiesta de campus. —No es la clase de fiestas a las que has ido tú, pero hay otras. —Fiestas peligrosas. —Las palabras salen de mi lengua como el dulce sabor de la miel y mis nervios se calman. —¿Por qué suenas tan emocionada cuando dices eso? —pregunta con curiosidad. —No lo hago. —Me apoyo, sentándome en la cama. ¿Puedo hacerlo? ¿Vivir con él? ¿Realmente estoy pensando en esto? Mi corazón late más rápido, más fuerte. Jesús—. Así que, si hacemos esto, realmente vas a conseguir el dinero, ¿verdad? No lo pierdas. Él baja la mirada a las cartas. —Te acabo de mostrar lo fácil que puedo ganar. Le frunzo el ceño, poco convencida. —Sí, pero también me he percatado de tu pequeño truco. —Sí, pero también eres más observadora que otros. —Es cierto. —Entonces, ¿qué dices? —pregunta frunciendo su frente, relajado y casual, pero hay una oscuridad inquieta en sus ojos—. ¿Compañeros? Me tiemblan las manos, pero en una buena y maldita santa manera. —Está bien, es un trato. —Le tiendo mi mano y nos damos la mano. Su toque envía escozores por mi brazo y mi pulso se acelera, palpitando en mis muñecas, dedos, cuello, e incluso entre mis piernas. Me pregunto si puede sentirlo. Libera mi mano y se pone en pie, dándome la espalda. Abre la toalla y me pregunto qué es lo que está haciendo. Luego se vuelve a atar la toalla y desaparece en el armario. —Muy bien, Violet, quien todavía no me ha dicho cuál es su apellido. Tenemos un trato —dice en voz alta. Una lenta respiración de alivio sale de mi boca, liberando mi energía inquieta. Antes de que sepa siquiera lo que hago, abro la boca y digo—: Es Hayes. Mi apellido es Hayes.

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Quiero darme una palmada en la cabeza a mí misma por haberle dado mi verdadero apellido. Normalmente le digo a la gente que soy Violet Smith, un simple nombre que solía usar cuando era más joven, porque era mejor que decirle a la gente cuál era mi verdadero apellido. Algunas veces inventaba nombres extravagantes para ello cuando Smith se volvía demasiado aburrido. Sin embargo, simplemente acabo de entregarle la única cosa verdadera que tengo a Luke. Me prometo que, durante el resto de la noche, voy a ser lo más silenciosa posible para evitar que cualquier otra cosa estúpida salga de mi boca. Me acuesto en la cama, poniendo mi cabeza en la almohada, la cual huele a humo y a colonia, como él. Me concentro en mi respiración, manteniéndome tranquila cuando la noche se acerca en el exterior. Cuando Luke sale del armario, lleva puesto un pantalón de pijama con cordón, pero no se puso una camisa, así que tendré que quedarme mirando sus músculos y sus tatuajes toda la noche. Abre otra botella de Jack y toma unos tragos más, y noto que hace mucho eso, y me pregunto lo difícil que es para su cuerpo, ya que es diabético, sobre todo después de lo que pasó en su camioneta. Me pone un poco nerviosa pensar en el hecho de que podría ponerse realmente enfermo de repente o incluso morir. Cuando pienso en la idea, de alguna manera me duele el corazón. Mierda. De hecho, estoy preocupada por él. Se pone de pie al lado de la cama mirando hacia mí con una arruga en su entrecejo. —Así que Hayes, ¿eh? —pregunta, cruzándose de brazos y sacándome de mis pensamientos. Me encojo de hombros, fingiendo que no es una gran cosa cuando lo es. —Sí, solo un apellido. —Sin embargo, parecías muy reacia a dármelo. —Tal vez así era —digo, manteniendo mi tono ligero y sarcástico—. Pero supongo que me cansaste. Escanea todo mi cuerpo y mis rodillas separándose, como que si le estuvieran dando una invitación abierta. Por un segundo, pienso en la película porno que vi en donde Preston y la mirada en el chico y en la cara de la chica mientras tenían sexo con fuerza. Tan satisfechos. Dichosos, perdiéndose en ellos mismos. Como que me dan ganas de dejar que Luke haga lo mismo por mí, a ver si puedo llegar a ese lugar. —¿En qué estás pensando? —pregunta mientras se sienta en el borde de la cama. Me muerdo el labio, sintiendo mi vergüenza salir a la superficie, pero la apagado. —Nada importante.

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El parece realmente en conflicto acerca de algo mientras sigue mirándome. —¿Quieres tomar prestada algunas de mis camisas de dormir? —dice finalmente. Casi río ante la idea de llevar algo que le pertenece a él cuando me voy a quedar a dormir en su habitación. Es demasiado personal, y de nuevo toda esta situación es cada vez más personal y empiezo a levantarme para cambiar de camas. —Estoy bien, pero gracias. Él asiente y luego, con vacilación, se acuesta en la cama a mi lado, dejando apenas espacio entre nosotros. —Puedes dormir en mi cama… si quieres. No tengo más sabanas o mantas. Me congelo, mirando el colchón en el otro lado de la habitación, y luego el limitado espacio entre nosotros. —Está bien… Puedo manejar dormir en un colchón sucio por una noche. Hace una pausa, viéndose tan incómodo como yo. —Solo quédate en mi cama, Violet. Si quieres me quedaré con la vieja de Kayden, pero no voy a hacerte dormir en esa cosa sucia. Frunzo el ceño, considerando las opciones. No me gusta dormir con la gente y sé que debería tomar la otra cama o hacer que la tome él, pero por alguna razón siento curiosidad por la idea de compartir la cama con él. —Bien, podemos compartir. —Me tumbo en la cama y me coloco hacia la pared, dejando el mayor espacio entre nosotros como puedo—. Simplemente no te pegues a mí. —Y viceversa —dice, y pongo los ojos en blanco—. Y no te preocupes, por lo general no hablo dormido, aunque a veces doy besos dormido. —Las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba y me sorprende lo bonita que es su sonrisa. —No te preocupes, no he mordido a nadie mientras duermo desde hace mucho tiempo —replico—. Una vez más, nadie me ha dado una buena razón para hacerlo. —Doblemente anotado —dice con otra sonrisa mientras mueve su brazo por encima de nuestras cabezas en la almohada y se coloca de medio lado para mirarme. Le devuelvo la sonrisa, pero es forzada, no necesariamente una falsa, pero es una sonrisa nerviosa. No puedo creer que realmente vaya a dormir con alguien en una cama. La última vez que ocurrió, fue cuando el hijo de una de mis familias de acogida se colaba en mi habitación y me besaba hasta que me quedaba dormida. Yo tenía catorce años y él tenía dieciséis años. Honestamente, estaba confundida porque se sentía tan bien ser besada, y al mismo tiempo se sentía mal. A pesar de estar en

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conflicto con mis sentimientos, dejé que él se siguiera metiéndose en la cama conmigo, que me tocara, a pesar de que apenas nos habíamos dicho diez palabras en total en mis dos meses. Entonces su madre entró y nos pilló, y fue el adiós para Violet. Empiezo a sentarme, decidiendo que voy a tomar el colchón sucio sobre esto porque no creo que pueda manejarlo. Pero él se desliza más cerca, acorralándome justo como yo le pedí que no hiciera, y siento la corriente de calor de su cuerpo golpear el mío. Recuerdo cómo se sentía en el camión estar debajo de él, lo bien que se sentían sus labios sobre los míos, y me mantiene pegada al colchón hasta que la oscuridad se instala a través de la habitación y mis párpados se hacen demasiado pesados como para mantenerlos abiertos.

Es de noche. Tan oscuro. ¿Por qué tiene que ser tan oscuro? Mis piernas tiemblan casi tanto como cuando estaba en la planta baja, pero no deberían. Las personas que dan miedo se fueron y estoy bien. La señora parece que me vio, pero no dijo nada. Soy libre. Ellos no me hicieron daño. Todo va a estar bien. Pero ¿por qué no se siente de esa manera? Me paro frente a la habitación de mis padres durante una eternidad. La puerta está abierta, por lo que es fácil entrar, sin embargo, parece tan difícil, como si estuviera entrando a una casa encantada y algo fuera a extender la mano y a agarrarme en cualquier momento. Me duele mucho el corazón, y quiero llorar, pero no lo hago. ¿Por qué? Finalmente, levanto mi pie sobre el umbral y entro en la habitación. Parece estar más oscuro aquí, pero hay más luz que entra desde la ventana. La alfombra es suave contra mis pies, aunque pica. Mi oso de peluche es lo único que parece consolarme, pero es como si en cualquier momento fuese a desaparecer de mis manos. Entonces veo a mi madre tirada en el suelo y por un segundo todo se siente como que va a estar mejor. Ella se encuentra aquí y no estoy sola. — Mami. —Me arrodillo a su lado, acariciando su cabeza una y otra vez. Mis manos tiemblan mientras siento una capa de sustancia caliente y líquida en mi piel—. Mamá, despierta. —No se mueve, su cuerpo reposa sin vida en el suelo junto a la cama. Esto no está bien. La habitación no debería de ser tan silenciosa. ¿Por qué me siento tan sola? —Violet. —Me sobresalta el sonido de una voz… Mi papá. Me levanto de un salto y me precipito hacia el otro lado de la cama. Él está

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sentado, agarrándose el pecho con su mano, la sangre corriendo por su brazo mientras respira muy fuerte, y puedo oír el dolor en ella. —Papá. —Corro hacia él, agarrando mi oso en mi mano—. ¿Estás bien… estás bien…? —Antes de que pueda llegar a él, su respiración se detiene. Y estoy sola de nuevo.

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10 Traducido por Jasiel Alighieri & Vanessa VR Corregido por Niki

Luke Estoy jodiendo todo mi sistema, en el que he trabajado tan duro para crearlo. Pasé años y años bajo el control de mi mamá, limpiando después de ella, escuchando sus peroratas, permaneciendo dentro cuando ella me decía que estaba demasiado nerviosa para quedarse sola. Falté a la escuela cuando me lo pidió, escuchándola tocar la guitarra y cantar cuando lo único que quería hacer era pasar el rato con mis amigos. Hubo algunos momentos en los que ella dejaba venir a Kayden, y yo conseguía algunos para ir a su casa, pero eran pocos momentos y distantes entre sí, y siempre me haría pasar más tiempo con ella. Afortunadamente, Kayden nunca vio ninguno de sus episodios más intensos, pero se daba cuenta de que algo andaba mal, al igual que yo sabía que a veces su padre le golpeaba y gritaba. Era nuestro acuerdo tácito. Mantenía sus secretos si él mantenía los míos. Y lo hicimos, sin dejar de vivir bajo la retención de nuestros padres. Pero una vez que pude salir de la casa por mi cuenta, había acabado. Con todo. Iba de fiesta y follaba con chicas, y casi nunca llegaba a casa, dormía en mi camión la mayoría de las noches. Me encantaba el sabor de la libertad y lo encontraba a menudo en la interminable cantidad de consumo de alcohol y sexo sin sentido. Era mi sistema. Beber y follar. Ir a la escuela. Jugar al fútbol. Obtener buenas calificaciones. Sobresalir en las partes más importantes y cubrir las partes agrietadas y jodidas de la vida. Las piezas rotas que nadie ha visto, las que enterré en el alcohol y haciendo lo que mejor hago —tomando el control de una chica y follándola hasta saber que ella haría cualquier cosa por mí, para luego alejándome. Todos los instintos que he arraigado en mi cabeza me dicen que haga eso con Violet, follar y correr. Pero la cosa es, que si trato de hacerlo, ella probablemente no se entregará a mí, y desde que nunca he

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experimentado el rechazo de una chica, no estoy seguro de cómo iría. Me preocupa quedarme con la fealdad de mi necesidad de controlar un enjambre dentro de mí. Me sentiría débil, como lo hacía cuando era un niño. Y me odiaba a mí mismo cuando era un niño, odiaba la vida. Cuando me despierto en mi cama mirando al techo, contemplando el lío en que me he metido, el sol está saliendo frente a mi ventana. Violet duerme a mi lado en la cama, con los pies al lado de mi cabeza. Estábamos lado a lado cuando nos quedamos dormidos, pero ella debe de haberse movido en su sueño. Con su falda subida, casi puedo ver todas sus largas piernas, y su pelo está a su alrededor, el diamante en su nariz brillando a la luz del sol. Puedo oír el leve sonido de su respiración, y encuentro consuelo en ella y en su calor corporal. No lo entiendo. Mi interés en ella debe desaparecer. Ella me dijo que no era una suicida y la creo, lo que debería significar que puedo dejarla ir. Pero cuanto más hablaba con ella, más parecía que su vida era tan jodida como la mía, y hace que me interese aún más, no sólo en follarla, sino en llegar a conocerla. Quiero saber quién es, por qué hace las cosas locas que hace. Porqué se ve tan desprendida la mayor parte del tiempo, y qué causa las pocas sonrisas y la tristeza que veo en sus ojos. Sigo mirando el techo hasta que amanece completamente. Me dispongo a saltar de la cama para vestirme e ir a tomar un café, cuando, de repente, Violet comienza a enloquecer. Respira profundamente, arqueando su cuerpo a medida que abre sus ojos hacia el techo. Parpadea y jadea en repetidas ocasiones mientras sale de su estupor. Estoy medio sentado cuando ella me descubre mirándola. El distanciamiento que hay normalmente en sus ojos fue sustituido por pánico y el miedo, y casi echo mis brazos a su alrededor para sostenerla. Pero luego se da la vuelta rápidamente sobre su estómago, sacudiendo la cabeza mientras presiona su cara contra mi colchón. Levanta los hombros mientras aprieta los puños y grita contra el colchón. No sé qué hacer, si debería hacer un movimiento antes de que se ahogue a sí misma, o dejar que salga lo que sea que se esté liberando de ella. Después de un montón de respiraciones profundas, se da la vuelta con cuidado y se sienta. Su mejilla se encuentra todavía un poco hinchada, sus pupilas están dilatadas y brillantes, y parece que estuviera drogada, ninguna emoción evidente en su expresión. ¿Cómo puede ser eso posible, cuando hace un segundo parecía una loca asustada? —¿Estás bien? —me atrevo a preguntar, y luego coloco una mano en su rodilla, necesitaba tocarla, por razones que todavía estoy tratando de averiguar.

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Ella frunce el ceño hacia mi mano. —Estoy bien. —Se escabulle hacia un lado y mi mano cae de su pierna al colchón. No estoy seguro de si presionarla o no. Sé que no querría ser presionado si hubiera despertado de esa manera. —¿Estás segura? Ella asiente y se pone de pie, estirándose. Su espalda se arquea mientras bosteza, su pelo negro y rojo es una maraña corriendo por su espalda. Todo en lo que puedo pensar es en lo mucho que quiero agarrar un puñado de su pelo y guiarla a mis labios, no para conquistar, sino por alivio. —Así que ¿cuándo vamos a bajar al apartam…? —Se interrumpe cuando alguien llama a mi puerta. Mis cejas se hunden a medida que me levanto y abro la puerta, preguntándome si me vienen a expulsarme. Seth entra pavoneándose, con Greyson pisándole los talones, y luego hace una doble toma cuando ve a Violet, que no hace nada más que mirarlo fijamente con aire aburrido. —Está bien, estoy muy confundido. —Se queda mirando a Violet como si fuera alguna especie extraña en peligro de extinción—. ¿Qué hace ella aquí? ¿Y por qué parece que conseguiste que te patearan el culo? Violet baja sus manos y se vuelve hacia mí. —Voy a salir… me pondré al día contigo más tarde, tal vez. Atrapo su brazo mientras ella trata de pasar por delante. —Tenemos que llegar hasta los apartamentos. Tendremos suerte si todavía podemos conseguir uno. —Espera un minuto —dice Seth, elevando sus manos enfrente de él mientras abre la boca—. ¿Vas a vivir con ella? —Seth es una persona muy directa y por lo general no me importa porque yo también puedo ser de esa manera, pero dirigir su franqueza a Violet en este momento no parece ser una buena idea. —Sí, y no es gran cosa. —Echo un vistazo a Greyson, el más sensato de los dos, para obtener ayuda. Greyson se adelanta y pone su brazo alrededor del hombro de Seth. Él es un poco más alto que Seth y un poco más informal, cuando se trata

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de ropa, vestido con colores más oscuros, como grises y negros, mientras que Seth lleva colores más brillantes; creo que a él le gusta destacar. —Relájate —dice Greyson—. Somos todos amigos aquí. —En realidad no. —Seth mira a Violet de arriba abajo—. Lo único que sé de ella es que puede ser una puta a veces con Callie, siempre haciendo que se quede fuera de la habitación cuando amarra ese maldito pañuelo rojo alrededor de la perilla de la puerta para poder tener su camino libre con hombres indefensos. —¿―Hombres indefensos‖? —pregunta Violet, cruzando los brazos sobre el pecho, un brillo divertido en sus ojos—. ¿Estás insultando a tu propio sexo? —No, estoy diciendo que eres una zorra que manipula a las personas de tu alrededor —replica, y Greyson se encoge notablemente. Violet se mueve hacia delante, inclinando la cabeza hacia un lado. —¿Y qué si soy una puta? Esto no me convierte en una zorra. —Ella me lanza una mirada fugaz que me lleva ser precavido y mantener mi boca cerrada sobre el secreto de su virginidad. Un secreto en el que intenté no pensar en toda la noche, pero fue imposible. —Sí, sí lo hace —chasquea Seth—. Eres mala y mandona, y no te preocupas por nadie más que por ti misma. —Oye, Seth, déjala —le digo, disparándole una mirada de advertencia. Violet me dirige una mirada de muerte. —No necesito que me defiendas. —Sí lo haces —le aseguro, que es claramente lo que no debía decir. Sus ojos se oscurecen, y Greyson se ve un poco preocupado, inclinándose hacia atrás, mientras Violet parece a punto de atacarnos a todos. Seth lamentablemente no capta el ambiente, saliendo de debajo del brazo de Greyson y yendo hacia Violet. —Sí, no necesitas a nadie, ¿verdad? Estás perfectamente bien dándole órdenes a la gente a tu alrededor. Ella despliega sus brazos y da unos pasos hacia delante, disminuyendo el espacio entre ellos aún más. Quiero creer que no va a hacer nada, pero la he visto hacer muchas cosas locas como para hacer alguna suposición sobre Violet Hayes. Decidí dar un paso adelante, y me maldije mentalmente a mí mismo de nuevo por sentirme tan atraído por ella.

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—Oye. —Me coloco entre los dos y miro a Violet—. Vamos a tomar un café e ir a los apartamentos. —Eres un maldito loco si vas a vivir con ella —dice Seth en voz alta, y segundos más tarde oigo una bofetada, probablemente de Greyson dándole una palmada en el brazo o algo así. Violet me mira sin siquiera parpadear y sus labios se aprietan en una línea firme. Puedo oír las suaves inhalaciones de su respiración irregular mientras lucha por respirar sin hacer ruido. —Fuera de mi camino —dice de manera uniforme. —¿Por qué? —pregunto–. ¿Vas a ir a por Seth o a tratar de salir? —¿Importa? —Sí. Parpadea, sin palabras, pero luego sacude la cabeza. —Voy a salir. Sacudo la cabeza y mantengo los pies plantados con firmeza. —Entonces no me muevo. —Está bien, entonces voy a por Seth —dice con una actitud burlona mientras se pone a un lado—. Ahora, por favor, sal de mi camino. Imito su movimiento y ella me mira furiosa a través de sus espesas pestañas. —Luke… Me inclino, bajando la voz. —No te voy a dejar salir de aquí cuando estás obviamente molesta y te comportas de forma irracional. —No soy irracional —argumenta, y luego traga saliva—. ¿Y qué importa si lo soy? —El hacer autostop. —Cuento con mis dedos las muchas cosas imprudentes que la he visto hacer durante las pocas semanas que la he conocido—. Meterte en una pelea en un bar, tráfico de drogas, saltar por la ventana, dejar que algún tipo se muestre rudo contigo. —Hago esas cosas cuando estoy siendo racional —murmura. —¿Qué? Eso no tiene ningún sentido. Mira a Seth y a Greyson por encima del hombro. —Sí, sí… ahora déjame ir.

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—¿Tenías una pesadilla? —le susurro—. ¿Es por eso que te despertaste con pánico? —Estoy bien —susurra de nuevo, aspirando un lento suspiro. Sus ojos se aguan y me pierdo en su emoción, mi mano va a la deriva por su mejilla para acariciar su piel. Ella retrocede ante contacto cuando extiendo los dedos sobre su mejilla—. Por favor, sólo déjame salir —suplica—. Por favor, sólo necesito un momento. Joder. Quiero darle un beso ahora mismo, tirar de ella contra mí y simplemente abrazarla. Podría tratar de echarle la culpa al hecho de que se ve tan vulnerable, y sólo quiero aprovechar la oportunidad de tocarla cuando tienes la guardia baja, pero no es así. Sé en el momento en el que da un paso atrás y la dejo ir, que simplemente es porque ella dijo que era lo que necesitaba en ese momento. Nada más. No me da las gracias, se apresura a alejarse de mí y no me doy la vuelta para verla irse. Acabo de hacer algo único por alguien más, tirando todas mis propias necesidades a un lado, y no tengo ni idea de qué hacer con eso. Una vez que oigo la puerta cerrarse, me repongo antes de dar media vuelta, fingiendo que no pasó nada. Seth sacude inmediatamente la cabeza hacia mí, estupefacto. —¿Qué demonios fue eso? —Nada. —Me dirijo a mi escritorio para limpiarlo. Con cada artículo que pongo en la caja, me siento más ligero porque pronto voy a tener un lugar para vivir y no es de vuelta a casa—. Ella simplemente necesitaba un lugar para pasar la noche. Se acerca y se inclina para captar mi mirada. —Eso no. Ese pequeño y extraño momento que acaban de compartir. —No comparto momentos con nadie. —Miro por la ventana, manteniendo un ojo en el patio de enfrente del edificio para verla salir. —Eso dices —dice Seth—. Y nunca te he visto hacer nada que lo contradiga, hasta hace un momento. —Seth, tal vez deberíamos dejarlo —dice Greyson, apoyado contra la puerta. Recojo mis lápices y el cuaderno de la mesa, junto con la funda de cuero que lleva mi insulina y las agujas, y las coloco en una caja. Me relajo

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cuando veo a una chica con el pelo oscuro y rojo caminar por la hierba de abajo. —Sí, por favor, déjalo. No tengo suficiente alcohol en mi sistema por el momento. —Me aparto de nuevo de la mesa hacia la mini nevera—. Hablando de eso. —Me agacho y abro la nevera, sacando una botella de vodka, con la esperanza de que va a ahogar lo que acabo de hacer. Greyson se sienta en la cama y sacude la cabeza con desaprobación cuando inclino mi cabeza hacia atrás y hacia abajo para tomar el trago que tanto necesito. Seth me arrebata la botella de la mano y toma un largo trago él mismo. —Ustedes dos son unos alcohólicos —dice Greyson—. En serio, esto no es normal. —Lo normal está sobrevalorado —bromea Seth, y me entrega la botella. La pongo de nuevo en la nevera y cierro la puerta. —Bien, no es que no esté súper emocionado de que hayan aparecido por acá tan temprano, pero, ¿por qué están aquí? Pensé que se dirigían a tu casa —le digo a Seth. —Bueno, lo hacíamos —responde, sentándose junto a Greyson—. Pero entonces recibí una llamada de la encantadora y querida abuela hace unos días, diciendo que había cambiado de idea y que no se sentía cómoda con que Greyson y yo nos quedáramos con ella, por lo que ahora estamos en la ciudad para el resto del verano. —¿Por qué no te vas a la de Greyson? —pregunto, cruzando la habitación hasta el armario. —Debido a que sus padres viven en Florida —me dice—. Y no queremos conducir tan lejos. Además, tengo una oferta para trabajar en la clínica y realmente quiero hacerlo, estando en la facultad de psicología y todo eso. —¿Estás en la facultad de psicología? —cuestiono—. ¿Cuándo sucedió eso? —Cuando me inscribí en las clases de otoño y mi consejero me sugirió declarar algo distinto que indeciso —dice, con una sonrisa—. Y como soy tan inteligente en el departamento de la psique humana, pensé en darle una oportunidad a la psicología. Y Greyson consiguió un nuevo trabajo a tiempo parcial como camarero en Moonlight: Comidas y Bebidas. Empieza en pocos días.

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Agarro mis camisas de las perchas y las pongo en la caja, manteniendo una gris para ponérmela ahora. No me gusta lo desorganizado que estoy siendo, pero tengo prisa por llegar a los apartamentos, sólo para tener la tranquilidad de tener un techo sobre mi cabeza. —Así que ¿dónde van a vivir? Porque conseguir un apartamento por aquí en poco tiempo es casi una causa perdida. —Acabamos de recibir un lugar en Elm ayer —dice Seth, levantándose de la cama—. Es por eso que nos detuvimos… tiene una habitación extra y nos preguntábamos si querías quedarte con nosotros, ya que no tienes lugar para alojarte. Alzo la mirada mientras doblo la parte superior de la caja. —¿Cómo sabías que no tenía un lugar? Seth agarra la cinta adhesiva de la colcha y me la da. —Nos lo dijiste la otra noche en Red Ink. Yo y mi boca borracha. —Bueno, estoy bien ahora. —Pongo un trozo de cinta en la caja y la extiendo a lo largo de esta. —¿Bien viviendo con Violet? —Intercambia una mirada incrédula con Greyson, este suspira—. Vamos, ¿en serio quieres vivir con ella? —Quizá. —Mi pecho se contrae mientras digo eso porque lo sé—. No puedo dejarla sin tener a dónde ir, ella tiene un trabajo, y todo lo que puede pagar es la mitad de un alquiler. —Puede conseguir su propio lugar —dice Seth mientras tiro de la camisa gris por encima de mi cabeza. —No, no puede —le respondo, pasándome una mano por el pelo—. Necesita ayuda. —Obviamente. —Seth rueda los ojos—. Ella es temible como el infierno. —Yo asusto como el infierno. —Recojo mi colonia de la mesa y rocío un poco sobre mí antes de echarla a otra caja. Me pareció tan difícil de empacar antes, pero parece fácil ahora que sé que no voy a volver a casa. —No, sólo crees que lo haces. —Seth pasea por mi habitación, recogiendo mis relojes y gafas de sol que he tirado, junto con el cambio suelto. Me los da y los añado a otra caja que tengo abierta junto a los pies

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de la cama—. Sólo ven con nosotros. Podemos dividir la renta entre los tres, y Greyson conoce al tipo que dirige el lugar y nos dio uno de los apartamentos amueblados más barato. —¿Cómo de barato? —Abrocho una banda de cuero en mi muñeca que dice redención en ella. —Seiscientos dólares por los dos dormitorios y tendrás tu propia habitación. —Sonríe como si fuera la mejor oferta de mi vida. Es aproximadamente el mismo precio que la sección Oak, pero mucho más bonito y tiene muebles. Mierda, es tentador. Demasiado tentador. Además las cuentas se dividirían en tres. Doblo los brazos, mi mandíbula apretada firmemente, desentierro a mi viejo yo, el que ha estado escondido durante varios días, el que piensa en sí mismo primero, porque nadie más lo ha hecho. —Muy bien, estoy dentro.

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Violet Trato de calmarme y no salir corriendo por esa calle. Los coches pasan por ahí al paso de tortuga, por lo que no me haría mucho bien tirarme delante de ellos, de todos modos. Pero todo parece estrellarse sobre mí; abrir los ojos en una habitación desconocida, Luke presenciando mi espástico despertar, y el hecho de que estoy oficialmente sola en el mundo. Ni siquiera tengo a Preston. La única persona que alguna vez podría considerar familia, se ha ido y ahora estoy de pie enfrente de un edificio, ni una sola persona a la vista. Todo lo que quiero hacer es elegir una pelea, pararme de pie en la cornisa de un edificio alto, ahogarme en una oscura piscina de agua. Empujarme al borde de la muerte y, tal vez esta vez, deje que me haga cargo. Quizá es el momento. De dejarme ir. Darme por vencida. Porque me siento tan maldita cansada de luchar para mantenerme con vida. Paso las manos por mi cabello enredado y observo alrededor de la zona de césped rodeado de árboles, buscando algo peligroso que me pueda dar la sensación de entumecimiento que necesito desesperadamente. Mi mirada se eleva hasta el tejado del ático del internado, e intento levantar la barbilla. El sol quema mis ojos, pero no parpadeo mientras observo el recorte fino del techo. ¿Cómo llego ahí arriba? —Violet. —La voz de Luke disminuye un nivel de tensión dentro de mí, lo suficiente para que deje de pensar en el techo. Bajo la vista para verlo caminar sobre el césped y la tensión casi se desvanece. Usa pantalones cortos negros y se puso una camisa, cubriéndole el pecho y los tatuajes, y tiene esa banda de cuero en la muñeca que siempre usa, la que dice ―redención‖. Abro la boca para decirle algo que tal vez pondrá fin a este pequeño apego que estoy desarrollando hacia él, pero por una vez no puedo encontrar nada que decir. —Hola —dice cuando llega junto a mí bajo el dosel de árboles. —Esos son tres ―holas‖ en los últimos veinte minutos. —Fuerzo una sonrisa, pero duele. Sonríe, pero también su mirada es tensa. —Supongo que es mi palabra para llegar. —Supongo que sí.

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Las puertas del edificio de dormitorios se abren, las ventanas reflejando la luz del sol. Seth y, creo que su nombre es Greyson, salen riendo por algo. Seth entorna los ojos hacia mí y me lanza una mirada asesina. Luke mete las manos en los bolsillos de sus pantalones cortos. —Así que, tengo que decirte algo. —Está bien… —Trato de no ponerme nerviosa, pero lo hago, lo que me hace querer correr, pero no lo hago porque quiero quedarme cerca de él. —Se trata del apartamento. —Saca la mano del bolsillo y masajea la parte de atrás de su cuello tenso—. Seth y Greyson iban a ir a casa de Seth durante el verano, pero pasaron algunas cosas y ahora se van a quedar aquí… y quieren que comparta un lugar con ellos en Elm. —Su brazo cae hacia un lado mientras espera a que responda. Mientras esto encaja, mi cara cae, pero me recompongo rápidamente y mi sonrisa falsa, que oculta la decepción aplastante, se alza en el momento justo. —Elm es un lugar muy agradable. —Sí, lo es, y creo que Greyson conoce al tipo que es el dueño, así que les va a dar un apartamento amueblado barato. —Suena increíble. —Sin dejar de sonreír, toda arco iris y rayos de sol, a pesar de que siento una jodida nube de lluvia en el interior. —Sí. —Observa la zona del aparcamiento, en donde Seth y Greyson están subiendo a un elegante coche negro estacionado cerca de la puerta de entrada—. Así que estaba pensando —me mira—, que tú también podrías quedarte con nosotros. Mi corazón da un vuelco, pero no le doy importancia. —Eso es lo más ridículo que he oído nunca, pero gracias por la oferta. —Más ridículo que los osos panda dándote drogas —bromea, pero luego suspira—. Mira, sé que Seth es un poco intenso, pero le pregunté y me dijo que le parecía bien. —No me importa si le parece bien —le digo, retrocediendo a través de la hierba—. No soy un caso de caridad. Puedo encontrar mi propio lugar para vivir. —Giro sobre mis talones y empiezo a caminar por la hierba, mi presión arterial aumentando con cada paso. Detenlo. Detente. Esto no está bien. No debería sentir esta molestia por el hecho de que estoy

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alejándome de un chico o porque él acaba de arruinar nuestro plan de vivir juntos. En primer lugar nunca lo quise, sin embargo, mi voz interior se ríe de mí, en voz alta y chillona. Siento que estoy corriendo, pero no lo hago. Doy pasos largos, uno por uno, como si no tuviera prisa por llegar a ninguna parte. —Violet, espera. —Luke me persigue y me agarra del brazo, tirando hasta detenerme—. Sé que estás molesta, pero… —No estoy molesta. —Me río, pero suena agudo y fuera de tono—. Sólo tengo que averiguar dónde me voy a quedar. Me atrae hacia él por el brazo. —Quédate con nosotros. —Estoy bien, pero gracias. —Tiro hacia atrás, pero no lo suficientemente fuerte para llevarme a ningún lado. En cambio me siento atraída más y más hacia él, sus ojos marrones ardiendo como brasas bajo la luz del sol. —Quédate. —Es todo lo que dice mientras el espacio entre nosotros desaparece. Puedo sentir el calor de su cuerpo y tal vez el mío mientras me atrae más cerca, hasta que nuestros pechos se rozan. Jesús, creo que mis pezones se pusieron duros—. Haré que funcione… podemos compartir una habitación y yo… —¿Compartirás la habitación conmigo? En serio. —Sacude la cabeza—. ¿No tuviste suficiente de eso esta mañana? —¿Qué quieres decir? —Hablo sobre el ritual de locura al despertar. Me despierto así todas las mañanas. Escanea mi rostro en busca de algo, pero no lo va a encontrar, sea lo que sea. —Puedo manejar una Violet enfadada. Lo he hecho durante semanas. —Sí, pero tienes descansos —le digo, confundida. No entiendo por qué se muestra tan amable y decidido a ayudarme. No tiene sentido, a menos que quiera algo—. Esta vez no lo tendrías. Estaría allí veinticuatro horas al día, siete días a la semana, mientras duermes, comes o tomas una ducha. Reprime una sonrisa mientras su mano se desliza de mi brazo a mi hombro.

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—Si te pones demasiado mal, entonces saldré de la casa durante un rato —dice, y siento un olorcillo de vodka en su aliento. —Estás borracho. —Ahora tiene sentido el porqué me quiere ayudar—. Ahora lo entiendo. —En primer lugar, no estoy borracho. Apenas tomé un trago, y confía en mí: tengo una tolerancia jodidamente alta al alcohol —me dice—. Y en segundo lugar, ¿qué entiendes? —Por qué estás tan decidido a ayudarme. —No estoy decidido a ayudarte. Sólo quiero que vengas a vivir conmigo… nosotros. —Hace una mueca ante sus propias palabras, pero no aleja la mirada de mí, nuestro ojos enlazados—. Ven a vivir conmigo. —No creo que sea una buena idea —le digo mientras su mirada se mueve a mi boca. —¿Por qué no? —Frota sus labios el uno con el otro mientras mueve su mano de mi hombro y su pulgar roza mi labio inferior. —Porque soy loca e intensa. —Me trago el nudo que hay en mi garganta cuando mi estómago se agita—. Te cansarás de mí. Lo prometo. —Yo también lo soy. —Parece obsesionado con mis labios, trazándolos con el pulgar una y otra vez, y se siente extraño, maravilloso y emocionante—. Jesús… —Inhala, pareciendo desgarrado, una serie de emociones destellando en su rostro, pero al final sólo hay conquista y confusión, una combinación extraña. Antes incluso de que pueda tomar mi próximo aliento, se inclina y sus labios rozan los míos. Me roba el aliento y lo arroja a un lado en alguna parte, mis piernas al instante se vuelven elásticas. He sido besada muchas veces por personas a las que odio, que me disgustan, sin sentir ninguna conexión en absoluto. Esto es diferente… incluso más que en su camioneta… esto es… estimulante. Lento y sensual… todo es lento, incluso mi ritmo cardíaco. Siento una sensación de hundimiento viajar a través de mi cuerpo hacia los dedos de los pies, y deslizo las manos por sus brazos delgados y me agarro de sus hombros para evitar derrumbarme en el suelo. Él sostiene mi peso en sus brazos y de nuevo me hace sentir segura. Abro la boca y dejó que su lengua se deslice profundamente mientras presiono mi pecho contra el suyo. —Esto es mucho mejor sobrio… —murmura, y me doy cuenta que sí recuerda el beso en su camioneta. Deja escapar un gemido gutural, su agarre en mi hombro se aprieta y su otra mano llega a mi cintura, aplastándome contra él. Nuestros pechos chocan, el calor de nuestros

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cuerpos se mezcla. Todo lo que había estado sintiendo cuando llegué aquí se ha ido y es reemplazado por este fuego lento. Sólo se amplifica cuando su mano se desliza por mi espalda y se enreda a través de mi cabello. Odio que jueguen con mi cabello, pero cuando tira de él rudamente, me hace querer gritar de placer. La idea de que él pudiera hacerme cualquier cosa en este momento se siente tan malditamente vigorizante. Que podría seguir besándome como lo hace. Devorándome. Tener sexo conmigo. Lo que quiera, y no lo conozco lo suficiente como para saber lo que es. Es aterrador y emocionante, y me hace desear más. Deslizo mi mano por su espalda y empujo mi mano contra él, obligándolo a acercarse más a mí. —Violet —gime, arrastrando los dientes sobre mi labio inferior y mordisqueándolo suavemente sobre él—. Creo… creo… —Empieza a alejarse. —No te detengas. —Mi voz suena un poco más suplicante de lo que había planeado y empieza a devolverme a la realidad, pero luego deja escapar este gruñido bajo y sus labios, literalmente, aplastan los míos, con tanta fuerza que lo juro por Dios que voy a tener un moretón. Una calma maravillosa e increíble que nunca he experimentado antes llena mi cuerpo mientras me apoya contra un árbol y alinea nuestros cuerpos. Me besa ferozmente, tirando de mi cabello, agarrando mi cintura hasta el punto que arde. Su mano empieza a deslizarse por mi cuerpo, dejando un calor abrasador incluso a través de la tela de mi camisa. Cuando alcanza mi sujetador, agarra ligeramente mi pecho, acariciándolo suavemente antes de mover la mano a la parte superior de mi clavícula. Yo jadeo mientras envuelve los dedos alrededor de la base de mi cuello, no lo suficientemente apretado como para hacerme daño, pero suficiente como para que haya presión. Estoy estimulada. Aturdida por la forma en que responde mi cuerpo, no por la necesidad, sino por la satisfacción. Dicha, confusión, serenidad. Más que cuando me encuentro de pie en el borde de un edificio, ahogándome en agua, parándome delante de los coches. Quiero más. Necesita más. Lo agarro, hundiendo las uñas en su piel y obteniendo un gemido de sus labios. Abruptamente aleja su boca de la mía y comienza a dejar besos por mi mandíbula, garganta, mientras presiona su cuerpo contra mí. Gimo ante la sensación de él y ante la adrenalina que late a través de mí. Oh, Dios, no puedo creer que haya gemido. Nunca gimo. —He querido hacer esto desde que nos conocimos. —Respira contra la base de mi cuello y mis párpados se cierran con un aleteo mientras floto

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de vuelta a la realidad. Me gustaría poder dejarme llevar más lejos. Olvidarme de todo. Me estoy acercando. —¡Luke, tenemos que irnos! —grita una voz masculina, y justo así, el momento se rompe. Vuelvo de golpe al mundo real, la sensación de seguridad evaporándose de mi cuerpo. Pero Luke parece hundirse más en nuestra pequeña fantasía, su agarre en mi cuello constriñéndose mientras su boca se desplaza hacia mis pechos. —Luke —jadeo, mirando alrededor—. Creo que alguien gritó llamándote. —Sólo un segundo. —Respira pesadamente contra la parte superior de mi pecho, con la cabeza inclinada hacia abajo, los dedos hurgando en mi cintura, su mano temblorosa. No estoy segura de lo que está pasando, pero siento que pasa algo, como si estuviera luchando para dejarme ir. Seth aparece por el césped, dirigiéndose alrededor de los árboles hacia nosotros, fumando un cigarrillo. Sus ojos color miel se encuentran llenos de irritación y lleva su cabello con mechas doradas peinado hacia arriba. —Luke —dice en voz alta—. Tenemos que irnos si vamos a sacar toda nuestra mierda de los dormitorios hoy. Luke todavía está respirando en mi cuello, sus dedos presionando más profundamente en mi piel. Empiezo a preguntarme si voy a tener que quitarlo —y si puedo— pero luego me suelta y se aleja. Hay una mirada vidriosa en sus ojos y el corte en su labio parece a punto de abrirse de nuevo. —¿Qué? —Parpadea, y luego echa un vistazo a los árboles, la hierba, y a los dormitorios como si hubiera olvidado dónde nos hallamos. —¿Qué haces? —pregunta Seth cuando llega frente al árbol bajo el que nos encontramos de pie—. Nos tenemos que ir. Greyson le dijo a Douglas que estaríamos allí en una hora para firmar el contrato de arrendamiento. Luke se pasa la mano por la cara, mirándome fijamente por un momento, y luego se recompone lo suficiente como para volverse. —Ya voy, así que relájate, maldición —dice en tono molesto. Seth pone los ojos en blanco y luego se inclina hacia un lado para mirarme. —¿También vas a venir?

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Abro la boca para decir que no, porque es obvio que no quiere que los acompañe, pero Luke se gira y enlaza nuestros dedos, y el torrente de seguridad hace que mis rodillas se doblen. Me agarro de sus hombros, esperando que no note lo mucho que estoy temblando. —Sí, ella viene —habla por mí, pasando su dedo a lo largo de la parte interna de mi muñeca. Antes de que pueda reaccionar o protestar, me arrastra por el patio con él. Hombro a hombro. Juntos. Y dejo de sentirme perdida porque no me siento tan sola. Por primera vez en mucho tiempo, estoy contenta donde estoy.

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11 Traducido por Aimetz Volkov & Alexa Colton Corregido por NnancyC

Luke Pasamos el domingo entero llevando las cosas de todo el mundo al apartamento y luego desempacando las cajas. Es un lugar decente, con una alfombra y paredes marrón claro, una cocina pequeña adjunta a un comedor y sala de estar incluso más pequeños. Hay dos habitaciones pequeñas, un baño muy pequeño, pero es económico. Nadie tenía ningún plato o algo, y aunque el lugar está amueblado, todavía necesitamos un montón de cosas. Me estoy poniendo un poco nervioso por el hecho de que sólo tengo algo menos de doscientos dólares en mi billetera y hago una promesa para salir y empezar a tratar de ganar algo más de dinero. Violet y yo apenas hablamos mientras desempacamos las cajas, reorganizamos los muebles y conectamos la televisión. No sólo porque estamos demasiado ocupados para hablar, sino porque no se me ocurre nada que decir y también parece ir a la deriva por ese camino. La sala se llena de un silencio incómodo y me hace preguntar si esta cosa de vivir juntos va a funcionar. En el momento, pareció una buena idea, pero las cosas se pusieron extremadamente complicadas con ese beso y no manejo lo complicado muy bien. Hace que la vida sea difícil de vivir y siempre he intentado evitar complicar las cosas. Pero ahora quiero dejar a una chica muy compleja y complicada entrar en mi vida, una chica que tiene un control sobre mí. Quiero decir, realmente la besé. Y no porque necesitara ganar control por un momento, sino porque ella parecía disgustada, quería consolarla, y esa fue la primera cosa que se me ocurrió. La besé en una manera en que nunca he besado a nadie. La besé con deseo. Esto me asusta demasiado, especialmente porque parece que me necesita tanto como yo la quiero. Todo lo que quiero hacer en este momento es ir a buscar una pelea o encontrar a una chica para follar y luego botarla, ya que Violet obviamente no puede ser esa chica para mí. Quiero ahogarme en el

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alcohol. Escaparme. Pero de alguna manera, termino pasando el rato en el apartamento todo el día. Me quedé dormido en el sofá, aunque dije que podríamos compartir una habitación, diciéndole a Violet que solo quería relajarme y ver la televisión por la noche. Ella no parecía infeliz por esto. De hecho, parecía un poco aliviada. Doy vueltas toda la noche en el sofá de cuero, al final me rindo a un sueño agradable y pacífico sobre Violet. Ella acostada con los ojos abiertos debajo de mí, sus brazos inmovilizados mientras me deslizo dentro de ella una y otra vez. No hay ninguna pesadilla con agujas metiéndose en el brazo de mi madre o con verla venir a casa con sangre por todas sus manos y ropa, sabiendo que probablemente hizo algo terrible. No estoy siendo obligado a escuchar sus canciones enloquecedoras o a ella diciéndome cuánto me necesita. No hay policías golpeando la puerta. No escucho su llanto desconsolado en la noche. Sólo estoy yo… y Violet… sus grandes ojos verdes llenos de excitación mientras la beso, la toco, tiro de su cabello… Despierto con alguien tocando mi hombro. Al principio creo que es Seth, porque parece algo que él haría, pero luego siento el suave toque de cabello cosquilleando mi mejilla. —Luke, levántate —susurra Violet, su aliento caliente contra mi mejilla. Abro los ojos hacia ella cerniéndose sobre mí, su cabello ondulado colgando sobre sus hombros y cayendo hacia mi cara. Sus ojos están delineados de negro, sus labios con brillo y tiene puesto un collar. También huele increíble, como a jabón y algo afrutado que en serio me gustaría comer en este momento. —Necesito un paseo —dice, inclinándose un poco hacia atrás y sentándose en el borde del sofá. Tiene esa mirada en los ojos, como si odiara pedirme ayuda. Me siento gradualmente, la manta deslizándose a un lado, pero rápidamente la coloco de vuelta alrededor de mi cintura. Duermo en mis bóxers y mi polla está dura por el sueño que tenía sobre ella. —¿A dónde? Se muerde el labio, su rostro torciéndose con hostilidad. —A la estación de policía en el centro. Froto el cansancio de mis ojos. —¿Por qué? —Porque sí. —¿En serio vamos a volver a las respuestas de una palabra?

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Trata de no sonreír, apretando los labios con fuerza. —¿Qué? ¿Piensas que porque me besaste voy a ser más receptiva a tus preguntas? —Parecías bastante receptiva ayer mentalmente por empezar otra vez tan pronto.

—digo,

maldiciéndome

Juega con el reloj de cuero en su muñeca, pero sus ojos se iluminan. —Bueno, tal vez me siento un poco diferente hoy. —¿De verdad? —Quizá. Dios, maldita sea, necesito que me diga más, pero simplemente no puedo preguntarle. Eso le daría demasiado control sobre mí. —¿Ni siquiera vas a darme una pista pequeñita? —No. Dejo salir un suspiro, sacudiendo la cabeza. —Está bien, puedo llevarte a la estación de policía, siempre y cuando prometas que luego me dirás por qué tienes que ir allí. Asiente una vez y luego se pone de pie. Lleva un par de pantalones cortos negros que se amoldan a su culo jodidamente firme y una blusa blanca y negra que abraza su cuerpo delgado y levanta su escote. — Luego —dice. Maldita ella y sus respuestas de una palabra. Es frustrante más allá de lo comprensible. Echo a un lado la manta y salgo del sofá, mi polla todavía un poco dura, pero decido que no importa. Sus ojos bajan hasta mi polla, luego a mi pecho mientras me dirijo al baño para vestirme, sintiéndome bastante bien conmigo mismo en el momento, como que podría haber conseguido tener el control otra vez. —Dame diez minutos y saldré —digo, y cierro la puerta del baño. Me cepillo los dientes y me pongo una camisa negra y unos vaqueros, luego me empapo en colonia. Es la primera mañana en un largo tiempo donde no he corrido directo a una serie de chupitos de Jack Daniel‘s, pero el hecho de que tengo que llevarla a algún lugar hace que no quiera ir allí todavía. Esperaré hasta llegar a casa, luego me dejaré hundir en la dichosa satisfacción del alcohol y con suerte, sacará a Violet de mi cabeza durante un rato. Me paso una mano por el cabello y salgo a la sala, donde me espera en el sofá, mirando fijamente sus botas. Se ve cansada y tensa, y me hace querer besarla otra vez y tratar de borrar lo que sea que la hace lucir de esa manera. Sí, definitivamente necesito unos chupitos y una maldita mamada o algo así.

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Recojo mis llaves y mi billetera de la encimera de la cocina y zigzagueo a través de las cajas restantes vacías alrededor de la habitación. —¿Lista? Levanta la mirada, sobresaltada, pero rápidamente se recompone y se pone de pie. —Sí. —Camina hacia la puerta sin mirar sobre su hombro, su cabeza agachada, viéndose como si alguien acabara de matar a su perro. —¿Estás segura de que te encuentras bien? —La sigo por la puerta principal a la luz del sol, resistiendo el impulso arrollador de colocar mi mano en la parte baja de su espalda y guiarla hacia mi auto. —Sip, estoy perfectamente —dice, haciendo un ademán para restarle importancia, luego trota por las escaleras hacia la cochera, manteniendo distancia entre nosotros como si supiera lo que considero hacer con mis manos. Apenas habla conmigo durante todo el camino y odio cómo hemos vuelto al lugar en dónde prácticamente comenzamos. Le hago unas pocas preguntas, presionando en busca de una conversación, pero continúa dando respuestas de una sola palabra. Así que me rindo y diez minutos más tarde nos estacionamos en la estación de policía, un edificio viejo localizado en el corazón de la ciudad entre semáforos, estacionamientos y tiendas. Espero un momento, decidiendo lo que se supone que haga. Si le digo: nos vemos después. Decirle que vendré a recogerla. Darle un beso de despedida. —¿A qué hora quieres que pase por ti? —pregunto finalmente, poniendo la camioneta en punto muerto. Abre un poquito la puerta. —Te llamaré. Agarro su codo y evito que salga. —Espera. No tienes mi número. Se detiene, busca en su bolsillo y saca su teléfono. —¿Cuál es? — pregunta. Le digo y lo anota en su teléfono, sus dedos tiemblan mientras bloquea la pantalla y lo coloca nuevamente en su bolsillo. —Dame el tuyo, también, por si acaso —digo, y lo recita, luciendo un poco más confundida con cada dígito. —Te llamaré cuando haya terminado —me dice rápidamente, salta fuera y cierra de golpe la puerta, después rodea la parte delantera de la camioneta. Cuando llega a la acera enfrente de la estación de policía, se detiene y mira fijamente el letrero por lo que parece una eternidad. Finalmente, da un paso hacia delante y luego retrocede, empiezo a bajar

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mi ventanilla para preguntar qué va mal. Pero entonces hace una carrera hacia las escaleras que llevan a las puertas de vidrio en la entrada. Me pregunto por qué está aquí. ¿Quizá está en libertad condicional por tráfico de drogas? Pero parecía demasiado disgustada para que sea eso. Todavía sigo estacionado en el camino pensando en ella cuando alguien toca su bocina. Parpadeo, alejando los ojos de la puerta y conduzco hacia delante, obligándome a dejar de pensar tanto en ella. Mis pensamientos han estado demasiado centrados en ella durante las últimas semanas y necesito un descanso. Decido apostar en un pequeño juego de Texas Hold ‗Em, tomar unos tragos, ganar algunas manos, controlar el juego, y espero terminar en el lado superior. Va a tomarme algún tiempo puesto que no quiero tirar mis doscientos dólares completos en una mano, pero me siento bien en este momento tomándome mi tiempo. Necesito un tiempo lejos de la única chica a la que alguna vez le he permitido tener tanto control sobre mí.

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Violet Terminé enfermando anoche, pensando en ir a hablar con el detective. Incluso vomité esta mañana antes de vestirme. Ni siquiera me había dado cuenta de lo mentalizada que estaba hasta que la luz del sol golpeó la ventana y noté que en realidad iba a tener que ir a la estación de policía y hablar sobre el asesinato de mis padres. La única cosa que me llevó a ir era el pensamiento de que, quizá esta vez, su asesinato podría ser resuelto. Cuando me siento con el detective Stephner, mi temor se convierte en irritación. Me sigue mostrando fotos de fichas policiales que ya he visto, me hace preguntas que ya he respondido. Qué vestían las personas, cómo lucían, si hicieron algo que los podría haber identificado. Todo aparece en sus notas, sin embargo, me hace volver a contarle, haciéndome revivir esa estúpida maldita noche en la que odio pensar, que atormenta mis sueños, mi vida, que me convierte en esta persona, sentada aquí, perdida en mí misma. Ni siquiera estoy segura de por qué reabre el caso y es obvio que no ha leído su archivo, puesto que aún no conoce algunos detalles simples. —Piensa detenidamente, Violet —dice—. ¿Hay algo en absoluto que puedas pensar sobre esa noche? —¿Aparte de que mis padres fueron asesinados? —respondo, recostándome en una silla de metal plegable. Me trajo a una pequeña habitación cuadrada con paredes de ladrillo y el aire apesta a queso rancio y a limpiador. Toma un sorbo de café y derrama un poco en su corbata de caritas felices y en la parte delantera de su camisa blanca con botones. En serio. ¿Un tipo con una corbata de caritas felices va a resolver el asesinato de mis padres, que sucedió hace trece años? Perdí toda esperanza cuando vi esa corbata y me maldije por siquiera tener esperanza para empezar. — Mira… —Baja la mirada a sus archivos, incapaz de recordar mi nombre—. Violet, sé que debe ser difícil para ti hablar sobre esto, pero necesito que trates de pensar en cualquier cosa que podría ser útil. Me inclino hacia delante con los brazos cruzados sobre la mesa entre nosotros. —¿Qué es difícil para mí hablar sobre esto? Han pasado trece años. Apenas recuerdo algo sobre mis padres en este momento, sin dejar a un lado lo ocurrido la noche en que murieron. —Soy una maldita mentirosa. Me dedica una mirada de compasión. —Lo siento mucho.

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Me echo hacia atrás y me levanto. —¿Siente qué? ¿Que soy una huérfana? ¿Que no tengo familia? ¿Que reboté a través de familias de acogida? ¿Que soy la que encontró a mis padres muertos? ¿O que usted no puede encontrar a la persona que causó todo eso? —Me alejo un paso de la mesa y las patas de la silla chirrían contra el linóleo manchado—. No necesito que sienta lástima por mí. Lo que necesito es no estar aquí, recordando cosas que he enterrado hace mucho tiempo. —Violet, por favor, tranquilízate y piensa en esa noche detenidamente —dice, levantándose, colocando su cabello rubio en su lugar—. Cualquier cosa que recuerdes podría ayudar. Camino hacia la puerta. —―Apóyate en mí. Apóyate en mí. Toma. Ayúdame. Necesito entender. Ayúdame. No puedo hacer esto sin ti‖. Mira su pila de papeles con impotencia, escudriñándolos. —Lo siento, Violet, pero no entiendo… ¿es una canción? —Sí, es una canción, idiota. —Abro bruscamente la puerta—. La mujer la estaba cantando esa noche, pero ya debería de haberlo visto en su expediente si hubiera leído todo eso. Ahora, ¿ya terminamos? Duda, después asiente una vez y comienzo a salir. —Espera, Violet, una cosa más —llama y me detengo, pero no me giro—. Sólo quiero hacerte saber que podrías ver unas cuantas cosas en las noticias sobre el caso siendo reabierto. Me giro. —¿Por qué? Coloca sus papeles de vuelta en una carpeta de manila. —A veces creemos que es útil anunciarle al público con la esperanza de que alguien se acerque con información. —Nadie se acercó con información hace trece años —digo con vehemencia—. ¿Por qué lo harían ahora? —El tiempo generalmente disminuye el temor de la gente —declara, tomando los papeles en sus manos—. Sólo quiero hacértelo saber, así no te toma por sorpresa si ves algo. Saco el teléfono de mi bolsillo trasero mientras casi corro por la estación de policía. Marco el número de Luke mientras salgo en estampida por las puertas delanteras y la luz del sol cae sobre mí. Es el único número que alguna vez he programado en mi teléfono, aparte del número de Preston y mis compradores regulares. Es extraño llamarlo, pero en realidad es un pequeño alivio tener a alguien con quien pueda contar. Me sentí un poco mal esta mañana ya que apenas le hablaba, pero no podía evitarlo. Tenía demasiadas náuseas, me encontraba distraída por volver aquí y me

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he estado sintiendo incómoda por nuestro beso. Nunca me ha pasado esto antes, por lo general soy la que hace que la gente se sienta incómoda. El teléfono de Luke nunca suena, va directamente a su correo de voz y sacudo la cabeza para mí misma. —Debería de haberlo sabido mejor — murmuro, presionando mi dedo sobre el botón de finalizar sin dejar un mensaje. Apago el teléfono, cortando cualquier conexión que hemos desarrollado, entonces levanto la vista hacia la concurrida calle y la acera, preguntándome qué debería hacer. Tengo toda esta energía turbulenta dentro de mí por haber sido inundada por mi pasado. No me centro solamente en las muertes de mis padres, también estoy recordando cuando estaban vivos, jugando conmigo en el parque, abriendo regalos en la mañana de Navidad, yendo al zoológico. Riendo y sonriendo de la manera más auténtica y pura que jamás ha existido. Recuerdo ser amada. Dios, odio recordar eso. Duele tanto, sabiendo lo que tuve una vez. Sería mejor si nunca hubiese sabido cómo se sentía que alguien se preocupe por mí lo suficiente como para no permitir nunca que algo me haga daño, porque no podría sentir el dolor por algo que nunca tuve. Masajeo mi pecho con la mano, presionando tan fuerte que duele. Quiero desgarrarlo hasta abrirlo y sacar mi corazón para detener este dolor insoportable. Estoy cayendo en un lugar del que necesito escapar, necesito hacer algo más que seguir recordando lo que ya no tengo, lo que es sentir que se han ido, sentir el dolor de todos los que nunca me quisieron, la pena, el abandono, el odio a la gente que hizo esto, el rencor, las automutilaciones, el desgarro en el interior de mi piel. Dios, necesito sacarlo. —Necesito… —Me araño la piel, cavando y cavando hasta que líneas de sangre se arrastran por mis brazos—. Mierda. —Trato de limpiar la sangre, sin querer que nadie la vea, a medida que me apresuro por las escaleras hasta la acera al lado de la calle. Me dirijo a la izquierda y camino rápidamente por las tiendas hacia el complejo de apartamentos que está en Elm. Durante todo el camino, esa estúpida canción se repite en mi cabeza y sigo imaginando los detalles del caso de mis padres reproduciéndose una y otra vez en la televisión. Se convierte en mi propia tortura personal y no puedo apagarlo, no importa lo que trate de pensar. Toma una hora caminar hasta el apartamento en este calor, y tengo sed, hambre y estoy mental y físicamente agotada para cuando entro al complejo de apartamentos. Pero a través de la ola de calor, mi garganta reseca y mi vientre gruñendo, aún siento la sensación

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arañando debajo de mi piel y la necesidad persistente de sacarla de mi cuerpo, de la única forma que conozco. Corro por las escaleras hasta el tercer piso donde está la puerta de mi departamento. Es extraño saber que aquí es donde voy a vivir durante el verano con tres chicos, uno al que no le gusto, otro que parece tener miedo de mí y otro que parece en conflicto sobre si me quiere follar o no. Si se presentara justo ahora, probablemente se lo permitiría, ya que su toque necesitado y ardiente parece tener el poder de ahogar mis emociones casi tan bien como lo hace el estar de pie en el balcón. Pero él no se halla aquí y ahora mismo me tendré que conformar con el balcón. Abro la puerta, lista para lanzarme por la sala de estar hacia la puerta corrediza de cristal, pero de golpe me detengo cuando localizo a Greyson en la cocina con una variedad de ingredientes para hornear en la encimera y un bol rojo. Se está preparando para hornear galletas o algo, y "Demons", de Imagine Dragons se reproduce en un iPod. Él es bastante alto, de pelo rubio y ojos azules claros. Lleva una camiseta gris ajustada y una camisa negra sobre ella, con los botones abiertos. Su cabeza está inclinada hacia abajo mientras estudia un libro de recetas abierto, pero me sonríe cuando cierro la puerta principal. —Hola. Sólo me he cruzado con él por la universidad y un par de veces en mi dormitorio. Nunca hemos hablado y él siempre parecía contento con eso. Fuerzo una sonrisa rígida y me muevo rápidamente por la mesa de café y las cajas en el centro del piso, yendo a mi habitación, averiguando una forma alternativa para recuperar el control sobre mis pensamientos y mi corazón. Al pasar por la isla de la cocina, sus ojos se centran en mis brazos, en los rasguños, que están hinchados y en carne viva. —Jesús. —Rodea el mostrador y se acerca a mí—. ¿Qué te pasó en los brazos? —Fui atacada por un gato —le digo, todavía moviéndome hacia mi dormitorio, necesitando estar sola y escapar de la única forma que sé hacerlo. Con suavidad, me agarra el brazo, obligándome a detenerme justo antes de llegar al pasillo que tiene un dormitorio, un baño a la derecha y otro dormitorio a la izquierda, mi dormitorio, donde tengo que estar, ahora mismo. —Debe de haber sido un gato jodidamente grande —afirma, examinando los arañazos, trazando un camino hacia arriba y hacia abajo

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en mi brazo con sus dedos—. Debes ponerles un poco de peróxido o tendrás una infección. —Lo haré —le respondo, alejado mi brazo de su agarre con sutileza y cubriendo los rasguños con mi mano—. Es a donde me dirigía justo ahora. Sonríe, pero se ve en conflicto. —Bueno, hazme saber si necesitas cualquier cosa. —Se gira hacia la cocina y regresa a la estufa—. ¿Quieres ayudarme a hacer brownies? Hago una pausa. —¿En serio? Coge una barra de mantequilla y comienza a desenvolverla. —Es simplemente cocinar, Violet. No hay necesidad de ponerse nerviosa. —Las comisuras de sus labios se elevan mientras me acerco a él, curiosa. —Sí, pero ¿qué pasa con Seth? —pregunto, apoyando los codos en la encimera, viendo como deja caer la barra de mantequilla en el recipiente. —¿Qué pasa con Seth? —Parece que puede que no sea fan de que hagas cosas conmigo, ya que soy una zorra y todo. —Bueno, ya que no estoy muy interesado en zorras o mujeres en general, estoy bastante seguro de que no le importará. —Sonríe y es probablemente la sonrisa más feliz que he visto nunca. —Eso no es lo que quiero decir —le digo—. Quería decir que parece tener un problema conmigo. —A él sólo le gusta el drama —explica, abriendo otra barra de mantequilla—. Lo superará una vez que se dé cuenta de que no le robarás su trono. —¿Robar su trono? —Sí, tú siendo la persona tan colorida que eres. —Sus ojos me miran de una forma que me hace sentir liviana por dentro, y en cierto modo me hace querer abrazarlo. Me siento en el taburete. —Y lo colorido es algo bueno, ¿cierto? —Por supuesto. —Apuñala la barra de mantequilla con una cuchara—. Además, tú y yo vamos a pasar el rato en el trabajo cuando comience a trabajar en Moonlight Dining. Es inevitable. —¿Vas a trabajar en Moonlight Dining y Drinks? —pregunto. Asiente. —Sí, comienzo el martes.

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He intentado no pensar en el hecho de que sólo tengo un trabajo ahora y muchas más facturas. Además, la demanda que obtengo por traficar ya no es una opción. Mi vida está cambiando y no estoy segura de si eso es algo bueno o malo. —Bueno, aquí tienes un pequeño consejo: se pone muy lento la mayoría de las noches y las propinas apestan. —Es bueno saberlo. Entonces me aseguraré de deslumbrar a tantos clientes como pueda. De esa manera las propinas que reciba lo compensaran. —Me sonríe—. Soy bueno deslumbrando. —Estoy segura de que lo eres. —Me siento divertida—. Creo que tú y yo podríamos terminar llevándonos bien, Greyson. —¿Eso crees? —bromea en un tono ligero mientras deja la cuchara—. ¿Sabes qué creo que sería el nuevo momento perfecto de unión para compañeros de habitación? Hornear unos brownies juntos. —No he horneado brownies, ni cualquier cosa en realidad, desde que tenía seis años —admito. Presiona una mano contra su corazón y mueve la cabeza. —Bueno, tenemos que cambiar eso. Por supuesto, el mejor tipo de brownies para unirnos son los de marihuana, pero no tengo nada de eso. —¿Brownies de marihuana? —pregunto con interés. —Oh, sí. —Coge el bol y se dirige a la esquina de la cocina—. Mis padres eran muy hippies y solían hacerlos. —¿Y te dejaban comerlos? —No, pero empecé a hacerlo a escondidas de ellos cuando tenía unos quince años y pasé por mi fase de adolescente rebelde. No voy a mentir, todavía lo hago ocasionalmente cuando quiero relajarme. —¿También usabas ropa oscura y escribías poesía depresiva? —Sí a la ropa oscura. —Abre el microondas y pone el bol dentro—. Pero no a la poesía. Estaba más en letras de canciones y música. —¿Todavía escribes? —pregunto—. ¿O tocas algo? Sacude la cabeza mientras cierra la puerta del microondas. —Nah, pude haber estado en ello, pero no era muy bueno. —Aprieta los botones del microondas y lo programa. Luego se da la vuelta y se recuesta contra la encimera, frente a mí, con los brazos cruzados—. Entonces, ¿cuál fue tu fase rebelde, Violet? Bajo la mirada a mis ropas oscuras, ocultando mis tatuajes. —Creo que todavía podría estar pasando por ella.

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—¿Y contra quién te estás rebelando? —pregunta. —Contra mí misma. Se ríe entre dientes. —¿Qué hay de tus padres? ¿Odiaron o todavía odian tu fase rebelde? Mi corazón cae en mi estómago y me acuerdo de pronto de a dónde me dirigía antes de que desviara mi atención con esta conversación. —¿Sabes? —le digo con toda la calma que puedo mientras me levanto del taburete—, si realmente quieres hacer brownies con marihuana, te puedo ayudar con eso. Sus cejas se levantan mientras el microondas emite un sonido a su espalda. —¿En serio? Me encojo de hombros, regresando a mi habitación. —Todo depende de ti. Sólo te lo ofrezco. Se aleja del mostrador y abre la puerta del microondas. —Bueno, no dejaré pasar la oferta. Sonrío con mi sonrisa falsa y brillante, la que aplasto en mi boca cuando tengo que verme feliz. —Ya regreso. —Me meto en mi habitación y me acerco a las cajas apiladas a los pies de la cama matrimonial sin hacer. Revuelvo a través de todas hasta que encuentro la botella de prescripción en donde guardo mi reserva. Me sorprende que Preston no me pidiera que se la devolviera, pero probablemente tenía tanta resaca por el éxtasis que ni siquiera recordaba que la tenía. Pero no me cabe duda de que con el tiempo lo recordará y vendrá a pedírmela. Parece como si debería importarme, pero por el momento no lo hace. Vuelvo a la cocina, en donde Greyson lee el libro de recetas de nuevo, murmurando la letra de la canción en voz baja. —Ahora voy a tener que ajustar esto un poco —dice con su dedo en la página. —Bueno, ajústalo ligeramente. —Le lanzo la botella y sus ojos se abren cuando la atrapa. —Santa mierda —dice mientras gira la tapa y mira la reserva bastante buena que hay allí dentro—. ¿De dónde sacaste esto? —Tengo conexiones. —Mi sonrisa es todavía brillante como un circonio cúbico pulido mientras comienzo a regresar a mi habitación. —Espera, ¿no quieres ninguno? —dice en voz alta. —Claro —respondo—. Pero tengo que ocuparme de algo primero.

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Me lanza una mirada desconcertada, pero me alejo, dejándolo en la cocina para hornear sus brownies. No voy a volver para reunirme con él, no sólo porque la marihuana me vuelve malvada y loca como el alcohol, sino porque no me siento de humor para cualquier compañía. Cuando regreso a mi habitación, cierro la puerta con llave. Entonces me dirijo a la ventana que hay junto a la cama y la deslizo para abrirla. Quito las mosquiteras, dejándolas en la cama, y luego giro las piernas hacia afuera. Me instalo en el alféizar, bajando la mirada hacia la caída de tres pisos hasta el cemento concreto. Creo que sería capaz de sobrevivir a ella, pero es difícil decirlo con seguridad. Si me golpeara la cabeza, mi cráneo probablemente se quebraría, y si aterrizara sobre mis pies, probablemente comprimiría mi columna vertebral. Los huesos probablemente se romperían y mi sangre podría manchar el pavimento como la sangre de mis padres manchó la alfombra, las paredes y el edredón sobre la cama. La caída me haría daño si sobreviviera, pero por un breve momento, durante la caída, me sentiría en paz, sabiendo que todo podría simplemente terminar.

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12 Traducido por Sofía Belikov Corregido por Verito

Luke Tan pronto como enciendo el teléfono, me doy cuenta de que la he jodido. Hay una llamada perdida de Violet. Trato de llamarla, pero me manda directamente al buzón de voz. Por lo general, no habría pensado demasiado en ello, pero lucía tan sorprendida cuando le pedí su número. Tengo la sensación de que no está acostumbrada a tener gente de la que depender. Conduzco más allá de la estación de policía de camino a mi apartamento, sólo para asegurarme de que no esté esperando allí, y no lo está. Debería sentirme bien. Dupliqué mi dinero. Todo debería estar genial, y aun así me siento como un pedazo de mierda. No puedo dejar de pensar en lo sorprendida que lucía Violet cuando le di mi número y cómo se sintió cuando no respondí su llamada. Cuando llego al departamento, Seth se encuentra sentado en el sofá de cuero con los pies en la mesa, las sábanas apiladas a su lado mientras ve una comedia en la televisión. Greyson holgazanea en el suelo con la cabeza recostada en un cojín, rodeado por varias cajas que aún necesitan ser desempacadas. Violet se halla de pie en la cocina bebiendo un vaso con jugo. No me mira cuando pone el jugo en el refrigerador, agarra el vaso, y se dirige a nuestra habitación. Paso por encima de Greyson y la detengo cuando alcanza el pasillo, devanándome los sesos en busca de lo mejor que puedo decir. —Hola. Pone el borde del vaso en su boca. —Hola. —Traga un sorbo, evitando mirarme. Me tenso, sintiéndome nervioso por razones que apenas entiendo y que no me gustan. —Lamento haber olvidado completamente no apagar mi teléfono. Cuando voy a los juegos, lo hago… Y no estaba pensando.

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Me mira fijamente con esa mirada indiferente en sus ojos, la que al principio envidiaba, pero que ahora sólo quiero que desaparezca. Quiero poner una mirada diferente en sus ojos, como la que tenía después de que la besara. Quiero hacerla lucir viva de nuevo. Aleja el vaso de su boca. —Está bien. —Comienza a pasarme y estiro el brazo hasta el marco de la puerta, obstruyendo su camino. —No, no lo está. Te dije que te recogería y debería haberlo hecho — digo—. ¿Cómo llegaste aquí siquiera? Se encoge de hombros. —Caminé. —Pero hace más calor que en el infierno. —Sólo un poco. Y ya lo hice, así que puedes dejar de sentirte mal. —Violet, de verdad lo siento. —Sueno tan lamentable, pero no me importa. Lo que me importa es arreglar esto, arreglarnos. Y esa comprensión es tanto liberadora como jodidamente aterrorizante. —Lo prometo, está bien. —Me muestra una falsa y enlucida sonrisa, luego pasa por debajo de mi brazo y se dirige a la habitación, cerrando la puerta. —¿De qué iba todo eso? —pregunta Seth mientras apunta el control remoto hacia la televisión. Sacudo la cabeza y camino hasta el refrigerador para conseguir una cerveza. —La jodí. Sonríe astutamente. —¿No que siempre estás haciendo eso2? — pregunta, y Greyson suelta una carcajada. Abro la cerveza y ruedo los ojos. —Ja, ja, ustedes dos son jodidamente graciosos. —Camino hacia delante y me dejo caer en el sillón reclinable, sacándome las botas—. ¿Y por qué están aquí siquiera? El departamento es un desastre. —Estábamos esperando que vinieras a limpiar —dice Seth, y Greyson se ríe incluso más fuerte—. Nuestra propia sirvienta personal. —Bueno, qué lindo de tu parte —digo—. Usar mi debilidad por las cosas organizadas contra mí. Seth pone el control en el brazo de la silla y deja el canal en uno de noticias. —Oye, no tienes que limpiar. Podrías dejarlo así.

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Seth lo dice debido a que lo que dijo Luke también puede ser tomado como ―La follé‖.

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Miro las cajas y los periódicos arrugados por todas partes y muevo los hombros ante la incomodidad que me trae. —Comenzaré a ordenar esta noche. Ambos se ríen de mí y luego permanecemos en silencio, observando las noticias mientras bebemos cerveza. Seth se levanta eventualmente y busca comida por las alacenas, regresando finalmente con un bizcocho de chocolate. Se lo come mientras veo presentadores hablar sobre todo lo malo dentro de un radio de ciento cincuenta kilómetros. Apenas le presto atención, pensando en cómo debería ir a la habitación y disculparme con Violet de nuevo, arreglar todo. Mi mente comienza a inundarse con formas de compensarla, cuando de repente escucho al reportero en la televisión decir el nombre—: Hayes. —Regreso de golpe a la realidad por un momento y presto atención a la pantalla. El reportero habla rápidamente sobre el caso de asesinato de Cheyenne siendo reabierto después de trece años y que si alguien tiene alguna pregunta llame a ese número. La habitación se torna realmente silenciosa mientras miro fijamente la pantalla, incluso cuando pasa a un comercial. Sólo aparto la mirada cuando Greyson se levanta y se estira. —Voy a tomar una ducha —anuncia, y luego deja la habitación. Seth sale del sofá. —Voy a fumarme un cigarrillo —me dice—. ¿Quieres venir? Sacudo la cabeza y su rostro se contorsiona con confusión, ya que raramente rechazo ir a fumar. —Bien —dice, sus cejas arqueadas mientras me deja y sale al balcón. Me pregunto por qué ninguno reacciona como yo, pero entonces recuerdo que ninguno sabe las cosas que sé sobre Violet. Podrían incluso no saber su apellido, desde que se mostraba tan reacia a decírmelo a mí. Jesús. ¿Qué hago? Quiero decir, tal vez no está relacionado con ella, pero fue a la estación de policía hoy y creció en casas de acogida, aunque en realidad no me ha dicho qué sucedió con sus padres. También está el hecho de que no sé demasiado de ella, lo que parece mal en este momento, especialmente si carga con todo eso en su interior, toda esa muerte. La muerte es una carga pesada. Yo lo sé. Dios, debe de estar dolida. Me levanto y me dirijo a la puerta de la habitación. Está bloqueada, así que golpeo. Toma unos cuantos golpes más antes de que abra la puerta con una mirada en su rostro que hace que me duela el pecho. No está llorando o frunciendo el ceño, ni siquiera luce molesta. Luce como si se ahogara en una escasez de emociones. Hay

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una pequeña televisión en el escritorio de la esquina, con el mismo canal de noticias que estaba viendo en la pantalla. Le echa una mirada a mi rostro y dice—: No me preguntes. —Luego retrocede y se deja caer de espaldas en la cama. La desesperación se filtra a través de su tono—. Por favor, no me preguntes nada sobre ello. ¿Cómo demonios se supone que no le pregunte? ¿Sus padres fueron asesinados? Hay tantas preguntas que quiero hacerle. Quiero entender su vida, a ella, y lo peor de todo es que sólo quiero abrazarla y decirle que todo estará bien, del modo en que deseé que alguien me hubiera dicho después de que Amy murió. Pero eso es lo que yo quería; no tengo ni idea de si eso es lo que ella quiere. La única cosa que sé es que si me pidió que no le preguntara nada y eso es lo que quiere, entonces se lo daré. —Voy a salir a comprar algo para comer —le digo, aferrándome al marco de la puerta mientras aplaco la urgencia de bombardearla con preguntas—. ¿Quieres venir conmigo? Sacude la cabeza mientras mira fijamente el techo; los brazos quietos a sus costados. —No, gracias. —¿Quieres que te compre algo? —Si quieres. —Bien, te traeré algo —digo, soltando el marco de la puerta—. O si quieres puedo quedarme y pasar el rato contigo. —Quiero estar sola —susurra—. Por favor, sólo vete. Necesito estar sola ahora mismo. —Alcanza el oso de peluche morado en la cama, abrazándolo mientras gira de costado. Me toma un montón de fuerza no recostarme en la cama y envolver los abrazos a su alrededor, pero no lo hago, porque me pidió que no lo hiciera.

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13 Traducido por Nats Corregido por Itxi

Violet Hoy se está convirtiendo en el día más mierda de todos los días de la historia que componen mi vida. Iba a ir bien. Me levanté por la doceava mañana seguida en mi nuevo apartamento y en mi nueva cama y por primera vez no me desorienté. Buen comienzo. Luego leí un libro, lo que fue relajante, y no pensé en mis padres o en su muerte en todo ese tiempo. Como extra, no había visto a Luke durante la mañana. Le había estado evitando desde que averiguó lo de mis padres porque no quería que me mirase con lástima en sus ojos. No quería que hiciera preguntas. No quería que se aprendiese todos los detalles, como la forma en que los encontré. Al menos las noticias mantuvieron eso en secreto. Me había estado centrando en avanzar y volver al lugar en el que me encontraba antes de que todo ocurriese, antes de que el caso fuese reabierto, antes de que Luke se acercara y no fuese ya sólo yo en mi vida. Necesitaba concentrarme en donde estaba antes, empezar a ser la independiente Violet no afectada de nuevo. Ni siquiera se había trasladado a nuestra habitación aún, probablemente porque lo ahuyenté. Apiló algunas cajas en el armario pero creo que guardaba sus ropas en una bolsa de lona en la sala de estar. Tampoco dijo mucho al respecto y no estoy segura de cómo me siento al respecto. Me sigo diciendo que es algo bueno —ese espacio es una cosa buena— pero me encuentro cuestionándome mis verdaderos sentimientos. Después de pasarme la mayor parte de la tarde leyendo, voy al trabajo y no está tan lleno porque llueve, y por alguna razón, la lluvia mantiene alejada a la gente. Todo es simple. Hasta que todo el mundo decide de repente que van a probar suerte con la lluvia. Luego las cosas se vuelven un pelín caóticas y estoy yendo a sentarlos a todos y esperando

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sus órdenes lo mejor que puedo. El timbre de la puerta sigue sonando mientras entra más gente, arrastrando agua y barro con ellos. Está este chico que se sienta solo, lo que ocurre algunas veces —gente rara entra y comen solos. Lleva una camiseta roja, pantalones marrones, y un enredado bigote, pero, oye, cada uno a lo suyo. —¿Quieres sentarte en la barra? —pregunto, esperanzada, porque de lo contrario ocupará una mesa entera. Niega, cerrando su paraguas y quitándose el agua de su brazo. — Me sentaré en una cabina. Ruedo los ojos mentalmente, le siento en una cabina esquinera, luego le dejo para que lea el menú mientras voy detrás de la barra para conseguir un poco de agua. Entonces me apresuro y atiendo a los otros antes de ir a su mesa, esperando que esté listo para ordenar y no me haga perder el tiempo. —Eres Violet Hayes, ¿verdad? —dice mientras presiono la punta del boli en la hoja de órdenes, y de repente reconozco su voz. Alzo la vista de la hoja cuando dice—: ¿La Violet Hayes cuyos padres fueron asesinados en Cheyenne hace trece años? Una sofocante oleada corre a través de mí y aprieto el boli que tengo en la mano. —¿Eres el cabrón que me ha estado llamando? Nota mis manos temblorosas. —Lo soy. —Esa estúpida sonrisa se extiende por su rostro mientras alcanza el agua. La furia truena en mi interior, junto con un calor sofocante de pánico. Mi mano adquiere vida propia y le lanzo el boli. Le golpea en la cara y se estremece, dejando caer el agua en la mesa y derramando hielo por todas partes. —¿Qué demonios? —espeta como si yo fuese la loca, y luego alza las manos frente a él—. Vale, relájate. Mi nombre es Stan Walice. Soy un reportero del canal ocho, Noticias a las ocho, y me gustaría hacerte un par de preguntas sobre lo que viste esa noche. Estoy escribiendo un artículo sobre ello. —Puedes irte al infierno. Llamándome como una especie de psicópata. En serio. ¿Crees que voy a hablar contigo? —Le lanzo el libro de órdenes y cae sobre el hielo y el agua, las páginas mojándose instantáneamente. Me giro y me muevo a través de las mesas, con gente sentada en ellas, algunos mirándome. En diez segundos me las he arreglado para ir de camarera estresada a una ―a punto de perder la cabeza‖. Puedo sentir la furia en el centro de mi pecho, ampliándose en un agujero, abriéndose mucho más.

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Stan me sigue cuando voy hacia la barra. —¿Así que los viste esa noche? —pregunta—. ¿A los que irrumpieron en tu casa? No contesto, pidiéndome a mí misma mantener la calma. Que tengo que hacerlo. Que hay un restaurante lleno de gente, disfrutando de sus cenas y tiempo en familia, y estaré en serios problemas si hago una escena. —¿Los encontraste? —pregunta—. ¿A tus padres? Creí haberlo leído en alguna parte, ¿lo hiciste? Y que te quedaste en la casa durante veinticuatro horas más antes de llamar a la policía. ¿Por qué hiciste eso? Golpeo la encimera delante de la caja donde Sherry, una camarera de mediana edad con el pelo corto gris, lleva las cuentas. —Vete a la mierda, Stan. Justo en el momento exacto en el que lo digo, mi jefe y propietario del restaurante, Benny, se acerca. —Violet —sisea Benny, mirando a las mesas y cabinas. Su cara enrojece y su voz disminuye—. Ve atrás ahora mismo. Las cosas aumentaron a partir de ahí. El reportero huye por la puerta, abandonando lo que empezó. Me dirijo a la parte trasera de la cocina y Benny entra segundos después. Es también el cocinero y lleva este delantal blanco manchado atado alrededor de su vientre redondo. No puedo dejar de mirarle las manchas cuando se coloca frente al fogón y me mira. Las manchas son rojas, probablemente de kétchup, pero parecen sangre. Sangre. Muerte. Sangre. Comienzo a visualizar cosas, no sólo sobre mis padres, sino de mí. Mi muerte. Cómo será. Horrible. Trágica. Me imagino en el suelo, muerta con mis padres. Por un segundo, me siento bien. —Violet, creo que voy a tener que despedirte —dice Benny, y todo lo que hago es mirar su calva, brillante por la luz fluorescente. Probablemente debería de haber dejado que me despidiera, pero entonces entra Greyson. Lleva su uniforme de camarero, una camisa blanca y pantalones negros, y tiene un vaso en su mano. —Oye, Benny, dale un respiro. Está teniendo un mal día. —No me importa una mierda si está teniendo un mal día —replica, levantando la tapa de una olla de acero inoxidable—. Dejó caer la palabra con j en mi restaurante. Hay niños ahí fuera llorando. —Sí, pero el hombre le tocó el culo —miente Greyson, mirándome rápidamente—. Tienes que darla un respiro. Eso es acoso sexual. Benny se asoma por detrás de la cacerola cuando alcanza una cuchara grande de la estantería de acero. —¿Es cierto, Violet?

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Me encojo de hombros, sabiendo que debería poner más esfuerzo en esto, pero hay demasiada pesadez en mi pecho como para importarme. Todo lo que parece importarme son esas malditas manchas rojas en el delantal. —Supongo que sí. —¿Supones que sí o no? —pregunta, revolviendo el agua hirviendo. Greyson me presiona con una mirada en plan, ¿qué estás haciendo? Te acabo de dar una salida fácil. Suspiro, exhausta, obligándome a esforzarme en ello, porque necesito mi trabajo. —Sí, me tocó el culo. Siento haber dicho la palabra con j. Benny suelta un suspiro frustrado y me señala con la cuchara goteando. —La próxima vez ven a decírmelo antes de ir soltando palabras inapropiadas alrededor. ¿Entendido? —Vale. Frunce el ceño, su frente arrugándose, pero me deja ir, diciéndome que me tome los siguientes días de descanso y solucione mi mierda. Respiro profundamente mientras asiento y luego agarro mi ropa de cambio de mi taquilla y salgo de nuevo para respirar aire fresco. Voy a tener que perder una semana de sueldo. Estoy echando humo, no por mí, sino por el reportero. Salgo como una tormenta por la puerta hacia el estacionamiento de los empleados. El cielo sigue gris con nubes de tormenta, pero la lluvia se ha reducido a una llovizna, y los edificios alrededor del restaurante iluminan la zona. Aprieto la mandíbula mientras me abro paso hasta el centro del parking fangoso, las ropas apretadas en mis manos. Repentinamente cierro las manos en puños y grito con los dientes apretados—: ¡Que le jodan! ¡Joder! —Pensé que me había librado de los reporteros hacía mucho tiempo. Este tenía que estar aquí porque la policía había reabierto el caso. De repente, escucho el crujido de la grava mientras alguien se acerca. —¿Estás bien? —pregunta Greyson con preocupación. Me quedo inmóvil. —Estoy bien. Es sólo una semana de trabajo. Debería estar agradecida de que no me despidiera. —Quiero darle las gracias por ayudarme, pero no estoy segura siquiera de cómo o por dónde empezar. —No sobre eso. —Se detiene detrás y puedo oírle respirar—. Me refiero a lo que te dijo ese tipo. Hundo las uñas profundamente en mis palmas. Debería de haberle golpeado. Debería de haber golpeado al reportero. Necesito golpear

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algo. Necesito librarme de esta temblorosa, afilada, dolorosa sensación. — Estoy. Bien. Greyson se coloca a mi lado y mis músculos se tensan. Está adentrándose en un desastre por el que no debería caminar porque estoy pensando seriamente en pegarle, sólo para hacer que este doloroso sentimiento se detenga. Me tiende un vaso lleno de líquido rojo. —Te calmará. Miro el vaso cautelosamente, sintiendo la ira reducirse. —¿Qué es? —Vodka y arándano. —No bebo. —No puse mucho vodka. —Continúa sosteniéndolo con una sonrisa simpática en su rostro. Le arranco el vaso y derramo un poco sobre mi zapato. Tomo un par de tragos, sintiendo la quemazón del alcohol mezclándose con el incómodo fuego en mi interior. Así le echo más leña al fuego. Lo sé. Y debería tirarlo al suelo y alejarme. En cambio, me bebo de un trago el resto de la copa y luego le devuelvo el vaso vacío a Greyson. —Gracias. —De nada. —Lo toma y lo gira entre sus manos—. Salgo de trabajar en unos treinta minutos… podrías esperar… pasar el rato en el bar, y podríamos coger el bus de vuelta al apartamento juntos. —¿No viene Seth a recogerte? —No, Luke y él tienen una fiesta en el piso y estoy seguro de que están demasiado borrachos para conducir. Vuelvo la cabeza y le miro, preguntándome cuánto escuchó. ¿Oyó que mis padres habían sido asesinados? Que los encontré. ¿Hay alguien más en mi vida de ahora que sepa sobre mi desastroso pasado? — ¿Cuánto escuchaste? —Algo, pero te prometo que mis labios se encuentran sellados —dice sin perder el ritmo. ¿Es en serio? Me quedo ahí en silencio, intentando entenderlo, pero apenas puedo entenderme a mí misma, por no hablar de alguien más. — Vale, supongo que me quedaré por aquí. Su sonrisa se ensancha. —Genial, cámbiate y ven a sentarte en la barra. Te conseguiré otra copa.

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Probablemente debería haberlo discutido con él, haberle dicho que no soy una persona agradable cuando estoy borracha, que mi temeraria energía se magnifica. Pero en vez de eso asiento y le sigo al restaurante, sabiendo exactamente en lo que me estoy metiendo y no importándome nada.

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14 Traducido por Gabihhbelieber & Val_17 Corregido por Daniela Agrafojo

Luke Soy un afortunado hijo de puta. Realmente lo soy, pero sólo porque soy dueño de mi propia suerte, la creo, la engaño. He estado apostando durante casi una semana y media y tengo casi mil doscientos dólares. Probablemente debería parar, pero es difícil una vez que consigo una racha de victorias. Cuando me siento en la mesa, controlo casi todo y me doy cuenta de lo mucho que he perdido. Violet no ha hablado mucho conmigo, pasa la mitad de su tiempo en el trabajo y el resto en su habitación. Trato de dejarla porque está claro que es lo que quiere, pero empiezo a preguntarme si lo que quiere y lo que necesita son cosas totalmente diferentes. Puedo entender hasta cierto punto el que quiera estar a solas, pero ella se excluyó por completo de todos, siempre sola. He intentado un par de veces conversar con ella, para tenerla de vuelta en mi vida y escuchar el sonido de su voz, pero solo me da respuestas de una palabra. Aún sigo durmiendo en el sofá, pero empieza a volverse incómodo y ni siquiera he desempacado mis cajas todavía, porque ella siempre tiene la puerta cerrada. Quiero irrumpir allí y reclamar mi territorio, pero luego me imagino la expresión de su cara cuando abrió la puerta después de enterarme de lo de sus padres y me detengo, tragándome mi irritación y recordándome que no se trata de mí y de lo que yo quiero. Durante la última semana, he hablado por teléfono con mi madre cada dos días. Estaba ignorando sus llamadas, pero después de los treinta y tantos mensajes que abarrotaban mi buzón de voz, por fin empecé a atenderla. Está en uno de sus estados de ánimo donde piensa que hay alguien detrás de ella, un vecino, el cartero, la policía. Lo hizo mucho cuando fui a la universidad por primera vez, llamándome para decirme que necesitaba volver a casa para protegerla. Había disminuido en los

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últimos meses, pero creo que cuando le dije que no iba a casa para el verano, decidió empezar otra vez. He estado haciendo mi mejor esfuerzo para no chocar mi puño contra algo, recordándome que tengo mi propio lugar y puedo hacer lo que quiera. Pero cada vez que oigo su voz me recuerda el pasado, entonces las pesadillas empiezan, y más rabia me inunda. Es viernes por la noche, Seth y yo decidimos hacer una fiesta para celebrar nuestra nueva casa y me alegro, porque realmente necesito un descanso del estrés de mi vida. Violet y Greyson se encuentran en el trabajo todavía. Tenemos un salón lleno de gente, música sonando, un sinfín de bebidas y brownies de marihuana de una semana o más, que Greyson hizo y que Seth y él ocasionalmente mastican. Le pregunté de dónde había sacado la hierba y me dijo que de un amigo, pero creo que se la dio Violet, lo que me hace preocuparme por que pudiera ir de nuevo con ese idiota. Pero no voy a preguntarle al respecto. Si ella es así de estúpida, entonces es así de estúpida. No. Es. Mi. Problema. Al menos eso es lo que sigo tratando de decirme, pero como siempre, no puedo dejar de pensar en mi pasado y en lo que las drogas le hicieron a mi madre, en lo que la transformaron. Puse cerveza patatas fritas, y una extraña fuente de fruta que Seth tomó de la sala, pero mantuve las cosas duras en la nevera para mí uso personal. Entonces consigo un juego de cartas y voy a la mesa, ordeñando mi racha de buena suerte por todo lo que vale la pena. Tengo unos poco demasiados tragos de vodka en mi sistema y los reyes están empezando a verse como reinas, pero no voy a dejar de jugar o beber, porque me siento jodidamente relajado. Hay otros cinco chicos en la mesa, incluyendo a Seth, que no es muy bueno con las cartas, pero juga por diversión. Uno de los chicos, Jonah algo, tiene una rubia con labios rojos realmente brillantes sentada en su regazo, usando una ajustada falda de cuero y un top blanco sin sujetador. Me sigue dando estas miradas y estoy debatiéndome si quiero follármela. Jonah dijo que no eran novios, sólo amigos, pero sería un poco raro si Violet entra, y todavía no estoy seguro de si podría pasar a través de eso y conseguir lo que busco: una follada muy necesitada, una en la que estoy en control de la situación. Por otra parte, no debería pensar en Violet. No estamos juntos. Nos besamos una vez. Y qué carajo, es hora de seguir adelante. Superar a una chica que no tiene ningún interés en mí… una chica que ha estado controlando cada uno de mis pensamientos durante semanas, por lo menos esto es lo que me digo. Mientras gano la siguiente mano, mi intoxicación desenfoca mi proceso de pensamiento, y empiezo a obrar mi magia, coqueteando con

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la chica frente a mí, que me dice que su nombre es Kenzie. Después de unas cuantas sonrisas y felicitaciones, consigo que deje el regazo de Jonah y se venga al mío. —Tienes unos ojos preciosos —susurra en mi oído, por suerte no se ríe mientras pasa sus dedos por mi pelo. —Será mejor que no la lastimes —dice Jonah con una sonrisa, mientras toma un sorbo de su cerveza y estudia sus cartas. Lastimarla, no. Follarla, sí. Llevo mi brazo alrededor de su espalda y menea su culo un poco, acomodándose en mi regazo, y se siente bien, pero no tanto como lo hace normalmente. —Sube la apuesta, imbécil —me dice Jonah, lanzando un puñado de fichas azules al centro de la mesa. Disparándole una mirada de advertencia, agarro mis fichas, pero me detengo cuando sus ojos se mueven hacia la puerta. —Bueno, bueno, si no es mi maldita persona favorita en todo el mundo. ¿Qué haces aquí, preciosa? —Y si no es el mayor idiota del mundo. Vivo aquí, idiota. —El sonido de la voz de Violet sobre la música hace que me tense. Pensé que no iba a volver del trabajo en al menos una hora más. Espero por lo que parecen cinco horas, cuando es probable que sólo fueran más como cinco segundos, y entonces Violet camina por delante de la mesa y gira hacia la cocina que se encuentra al lado. Lleva una falda larga de cintura baja y un top blanco y negro que sólo cubre la parte inferior de sus costillas. Puedo ver su vientre plano, su piel lisa, y un tatuaje curvándose hacia arriba sobre su caja torácica y todo el camino por debajo de la cadera en tinta negra. Patrones de curvas que forman flores y ocupan la mitad de su costado. Es la maldita cosa más sexy que he visto en mi vida… Quiero arrancarle la ropa para poder ver dónde comienzan y terminan las líneas. Deambula hasta la nevera, apenas prestando atención a la fiesta, y luego aparece Greyson en la mesa, con los ojos enrojecidos y oliendo a humo de cigarrillo. Se deja caer en una silla al lado de Seth, agarra un puñado de papas fritas, y dice—: ¿Qué me he perdido? Seth entrecierra los ojos mientras se inclina hacia él. —¿Estás…? — Olfatea el aire delante de la boca de Greyson—. ¿Estás borracho?

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Greyson se encoge de hombros, empujando las patatas fritas en su boca. —¿De verdad importa? Seth se recuesta en su asiento, con el brazo envuelto en el respaldo. —Casi nunca bebes. Greyson no le hace caso y comienza a comer papas fritas mientras mi atención se desplaza de nuevo hacia Violet en la cocina. Está buscando algo en el refrigerador, su cabeza agachada. Lanza su cabello un poco sobre su hombro, y mira rápidamente hacia mí, con sus ojos parpadeando entre la chica en mi regazo y yo. Esperaba la mirada distante que siempre es tan buena en dar, pero por el más mínimo segundo, hay dolor en sus ojos. —Entonces, Jonah el estúpido —dice ella, alejando su mirada de mí—. ¿Qué has estado haciendo durante los últimos meses? Jonah el estúpido se echa hacia atrás en su silla, comprobando su culo. —Ni una mierda. ¿Todavía haces lo que acostumbras? Incapaz de evitarlo, tomo una patata frita y se la lanzo. Mi puntería borracha está ausente y golpea la pared, rompiéndose, y Jonah ni se da cuenta. Sin embargo, Seth lo hace, y lo mismo ocurre con Kenzie, ambos me dan una mirada perpleja. Violet se aleja del refrigerador y cierra la puerta con la cadera, agarrando una botella de tequila medio llena. Inmediatamente percibo que algo está mal. Dice que no bebe y nunca la he visto bebiendo antes. Me pregunto si pasó algo en el trabajo, o tal vez con sus padres, pero ¿cómo se supone que voy a saber qué va mal si no me habla una mierda? —No últimamente. —Desenrosca la tapa, sus ojos fijos en Jonah, que parece creer que está a punto de tener suerte. Ella toma una respiración profunda, luego pone la boca de la botella en sus labios, y deja caer su cabeza hacia atrás, tomando un trago. Su espalda se arquea y su pecho sobresale mientras bebe. Estoy bastante seguro de que cada tipo en la mesa, además de Seth y Greyson, la observa con la boca abierta. —Zorra —murmura Seth a mi lado con una sonrisa en su rostro mientras examina sus cartas.

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Violet separa la botella de su boca y sus ojos se humedecen mientras se atraganta. Coloca rápidamente el tapón y luego lame el tequila que queda fuera de sus labios. —Dios, eso quemó mi garganta como la mierda. —El tequila te hará eso —bromea Jonah, como si fuera el comediante más jodidamente gracioso del mundo. Violet sonríe tolerantemente hacia él. —Sí, supongo que sí. Jonah sonríe mientras pone sus cartas sobre la mesa. —Así que, sé que dijiste que no haces lo de siempre, pero, ¿podrías por favor hacer una excepción por tu hombre favorito en todo el mundo? Lo necesito muchísimo, bebé. Violet tiene la botella en la mano, sus ojos verdes se lanzan hacia los míos antes de decirle a Jonah—: Sígueme. Jonah se ve como si hubiera encontrado oro y empuja la silla lejos de la mesa. —Lo siento, chicos, pero creo que me voy a ausentar en la siguiente mano. —Levanta su cerveza y rodea la mesa detrás de Violet, mientras ella pasa junto a mí con Jonah siguiéndola como un cachorrito. Desaparecen en su habitación, nuestra habitación. Me quedo mirando la puerta, mi pecho ardiendo mientras lucho con el deseo de ir tras ella. No es mía. No quiero que sea mía. Solo déjala ser. No es como si estuviera teniendo relaciones sexuales. —¡Qué puta! —dice Seth en voz baja, mientras alcanza un vaso de plástico rojo lleno de vodka y jugo de naranja. —No es una puta. —Sueno un poco más duro de lo que pretendo, lanzando mis cartas sobre la mesa—. No sabes nada de ella. Seth mueve el borde de la taza a su boca. —Tú tampoco —me recuerda—. Entonces, ¿cómo sabes que no lo es? —Porque lo hago. —Pero no es cierto. Violet miente mucho y es difícil saber si lo que sale de su boca es real, cualquier cosa. Tal vez no es virgen. Tal vez se acuesta con muchos igual que hago yo. Tal vez vende drogas, se acuesta con cualquiera, y luego hace cosas locas como saltar por la ventana. —Maldita sea —maldigo, porque esto no debería molestarme. Ninguna chica lo ha logrado. Sin embargo, Violet sí. Empujo a Kenzie de mi regazo y aterriza sobre sus pies, pero tropieza. Apenas se sostiene de la encimera.

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—¿Así de grosero? —bufa, poniéndose de pie. Me levanto mientras la ira me atraviesa. No tengo ni idea de qué hacer, pero si no hago algo pronto, voy a reventar.

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Violet La Violet borracha y malvada está saliendo, y se aburre. No es una buena combinación. Probablemente significa que voy a ir en busca de problemas. Y un problema para mí, por lo general significa hacer cosas como saltar de las ventanas del segundo piso. Por mucho que me encanta tentar a la muerte, la última vez que me emborraché cuando me sentía así, acabé siendo golpeada por un coche. Me rompí la pierna, también, y Preston no estuvo contento con eso. Traté de hacer mi mejor esfuerzo para explicarle por qué lo hice y me dijo que iba a ser una de esas personas que no serían capaces de beber, no sin graves consecuencias. Odio el hecho de que estoy pensando en Preston y que, más o menos, como que lo extraño un poco, y a la vida que había construido con él, porque antes de todo el drama, nuestra vida era cómoda. Y nunca había estado cómoda antes. —Oye, ¿te importa si lo enciendo aquí? —pregunta Jonah el estúpido, mientras se acomoda en mi cama, cruzando las piernas. Es uno de mis clientes habituales, un poco molesto y me pone de los nervios, pero estoy aburrida y necesito una distracción. Y estoy bastante segura de que Luke piensa que vine aquí para hacer algo con él, por la mirada celosa en su rostro. No me gusta cuánto me complace la idea de que esté celoso. Pero no tiene derecho a estarlo, considerando que tenía a esa zorra en su regazo, que posee tantas curvas que su ropa no podía ocultarlas. —Haz lo que quieras. —Me encojo de hombros, pasando a través de las canciones de mi ordenador. Los títulos de las canciones son difíciles de leer, y cuanto más entrecierro los ojos, más aburrida e inquieta me vuelvo. Finalmente, hago clic en una al azar y "Make Damn Sure" de Taking Back Sunday comienza a reproducirse. Entonces decido buscar a Stan Walice, a ver si puedo conseguir cualquier información sobre él. Ir a patearle el culo me haría sentir mejor. Hago una búsqueda sobre él y agrego el Canal 8, luego entrecierro los ojos hacia la pantalla. Es difícil decir cuál es él… todos se ven borrosos. —Dios, esta mierda huele bien. —Jonah sonríe mientras saca su pipa de su bolsillo. Es bastante guapo para ser un drogadicto, y no es rico como la mayoría de mis clientes regulares. Tiene un gorro en la cabeza, una banda de cuero deshilachado en su muñeca, y algunos agujeros en sus vaqueros. Tengo la lámpara encendida y puedo ver sus pupilas dilatadas. Toma el resto de la hierba de mi botella de prescripción y lo pone en su pipa. Me sorprendí un poco cuando Greyson me lo devolvió, tomando sólo

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un poco para sus brownies de marihuana. La mayoría de la gente lo habría tomado todo. Jonah me dice algo mientras libera el humo de su pecho, pero sólo subo el volumen de la música y continúo mi búsqueda de información sobre Stan Walice. Pero después de un rato me doy por vencida, porque la visión borrosa y el brillo de la pantalla hacen que me piquen los ojos. Muevo el ordenador a un lado, luego busco un chicle en el cajón de la mesilla, pero todo lo que tengo es una bolsa de paletas. Tomo una y la pongo en mi boca para eliminar el desagradable sabor del alcohol pegado en mi paladar. Entonces me acuesto en la cama y miro hacia el techo. No puedo dejar de pensar en ese reportero y en sus preguntas. ¿Y si aparece de nuevo? ¿Qué pasa si no puedo manejarlo? ¿Estoy manejándolo en este momento? Hay un sentimiento de calma-antes-dela-tormenta en mi pecho, olas rasgando, blancas puntas, listas para llegar más alto mientras se elevan hacia la costa. La pregunta es ¿dónde está la costa? ¿En mí? ¿En alguien más? Necesito hacer algo. Estoy demasiado inestable. Bajo la música y me siento mientras Jonah le da otra calada a su pipa y el humo llena la habitación. Subo mis rodillas y lo observo fumar una y otra vez mientras chupo la paleta. Él no dice nada, pero se mantiene mirando el caramelo en mi boca, o mi boca, no puedo decirlo con certeza. Me echo hacia atrás y dudo entre querer echarlo, así puedo conseguir mi subida de adrenalina en solitario, o si lo quiero alrededor. ¿Puedo usarlo para cualquier cosa? Cuando besé a Luke se sintió bien y me distraje. Me pregunto si Jonah me podía dar el mismo efecto. Podría intentarlo, porque como que lo necesito esta noche. Necesito olvidarme de mi vida. De mi trabajo. De Stan, el estúpido periodista. —¿Qué? ¿Por qué me miras como si quisieras follar conmigo? — pregunta Jonah con una sonrisa, una nube de humo saliendo de sus labios. —No lo hago. —Me arrodillo en la cama y echo mi pelo hacia un lado mientras me inclino más cerca, sacando la paleta de mi boca. Mi camisa se sube y Jonah toca mi piel desnuda con una sonrisa perezosa en su cara. Podría darle un beso y averiguar si es tan buena distracción como Luke. Nunca había sido una persona de besos, pero tal vez algo ha cambiado, tal vez podría… Alguien toca la puerta. —Violet, abre la maldita puerta. —Es la voz de Luke y está llena de ira. Los ojos de Jonah sobresalen cuando tose después de inhalar hierba. —Oh, mierda, ¿Luke es tu novio?

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Ruedo los ojos mientras Luke golpea la puerta de nuevo. —¿En todo el año que he estado lidiando contigo, alguna vez me has visto con un novio? Se encoge de hombros, moviendo el mechero. —No, pero no sé nada de ti, nadie lo hace. Abro la boca para concordar con él, cuando Luke comienza a golpear la puerta una y otra vez. Sacudiendo la cabeza, me levanto de la cama, tropezando con la parte inferior de mi falda cuando camino, y me preparo en la puerta. Luke golpea de nuevo y la abro. Todavía está en medio de un golpe y el puño vuela hacia mí. No me muevo y apenas se detiene a tiempo, justo antes de golpearme en la cara. Baja su puño a un lado, pareciendo sorprendido, pero entonces su mirada de sorpresa se desvanece y empuja más allá de mí hacia la habitación. —Lárgate de aquí —le dice a Jonah con un tono tranquilo e inquietante, mientras mueve la cabeza hacia la puerta. Jonah aleja la pipa de su boca. —¿Qué demonios te pasa? Sólo estoy sentado fumando. No la toqué. Luke se acerca a la cama y agarra la pipa de las manos de Jonah. —Tú eres mi problema. Ahora lárgate. Jonah se levanta de la cama. Es más bajo que Luke, pero su cuerpo es más grueso. Aun así, hace lo que le piden y se dirige a la puerta, haciendo una pausa antes de salir. —¿Puedo al menos recuperar mi pipa? Luke lo empuja hacia la puerta, y luego tira la pipa hacia él. Jonah no la alcanza y esta golpea el suelo, derramando hierba chamuscada por toda la alfombra. Jonah maldice mientras Luke cierra la puerta y la bloquea. Siento un hormigueo de pies a cabeza mientras espero a que se dé la vuelta, pero no lo hace, sólo apoya la cabeza contra la puerta. Tiene puesta una camisa negra y vaqueros lo suficientemente apretados para que su culo se vea realmente bien. Tal vez su culo siempre se ve bien. Nunca le he prestado atención hasta ahora. Pongo la paleta en mi boca, inclinando la cabeza hacia un lado para tener una mejor vista. Cuando se vuelve hacia mí, ni siquiera me molesto en tratar de ocultar el hecho de que estaba mirándolo. Estoy borracha y descuidada, y cada rasgo de mi personalidad indiferente se ha amplificado. Se pasa las manos por su corto cabello, los músculos de su brazo ondulándose.

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—Me estás volviendo loco. —Lo dices mucho. —Ruedo la paleta en mi boca y sus ojos se fijan en ella. Me mira fijamente, sus ojos grandes irradiando deseo. —¿Lo estás haciendo a propósito? —pregunta con una mirada salvaje mientras asiente hacia la paleta en mi boca. El caramelo hace clic en mis dientes. —No, tenía el sabor de tequila en mi aliento y esta es la única cosa que tenía en la habitación que podría encubrirlo. Se deja caer contra la puerta, con aspecto desgastado. —Apuesto a que Jonah lo amaba. Mis labios se tornan hacia arriba alrededor de la paleta. —Estoy segura de que sí. Sacude la cabeza y aprieta los ojos. —Juro por Dios que tratas de meterte bajo mi piel. Saco la paleta de mi boca y la tiro a la basura. —No estoy tratando de hacerte nada. Tú eres el que vino a irrumpir aquí. Sus ojos se abren, fríos, afilados, y la mirada en ellos me hace retroceder. Y me excita. A medida que la excitación se mezcla con el alcohol, me olvido completamente de todo. Dónde estoy. Quién soy. Lo que quiero. Da un paso hacia la cabecera de la cama y yo me levanto. —Estaba golpeando la puerta porque tenía miedo de lo que hacías aquí. —¿Qué? ¿Vendiendo drogas? Eso es lo que hago, Luke. Ya te lo dije. —Bueno, no deberías… y eso no es lo que pensaba… —Sus piernas se estiran mientras camina hacia mí—. Pensé que estaban teniendo sexo. Quiero alejarme de él, porque el calor y la pasión salen de su cuerpo como el olor del tequila y del vodka se derraman del cuerpo de ambos. —En realidad, no es asunto tuyo si lo hacía. —Sí lo es. Todo lo que haces es asunto mío. Resoplo. —¿Por qué lo dices? Cruza sus brazos y se detiene justo frente a mí. —Porque me trajiste a tu vida, te mudaste conmigo… —Se detiene, su enfoque vagando a mi boca—. Me besaste.

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Me río y es mi risa ebria, un sonido tonto y estridente. —¿Yo te besé? Consigue la historia verdadera. Tú eres el que aplastó sus labios contra los míos. —No aplasté mis labios contra los tuyos —dice ardientemente, guiñando sus ojos mientras se inclina—. Nos besamos y te gustó. Admítelo. Sacudo mi cabeza. —No lo haré. —Dilo. —De ninguna manera. —Oh, mi Dios —gruñe él, temblando de irritación mientras aprieta sus manos—. No puedo ganar contigo. Trato, trato y trato de conseguir algo de ti, cualquier cosa, y no me lo das. —Lamento mucho no dejarte ganar conmigo como todas las otras chicas con las que te acuestas —dice mi boca ebria—. Ahí está la puerta. —La señalo con mi dedo—. Puedes irte cuando quieras. Sacude su cabeza y deja escapar una risa penetrante. —Se suponía que esta sería nuestra habitación, pero tú te adueñaste de ella. —No me adueñé, tú simplemente no vienes aquí. Hace una pausa, y cuando habla de nuevo se ve más tranquilo. —¿En verdad es eso lo que esperas? ¿Qué simplemente entre aquí? Porque parecía que querías tu espacio. —Sí, es lo que esperaba —tartamudeo. Realmente tartamudeo. Nunca tartamudeo. A través de nuestra pequeña charla en código he logrado, de alguna manera, perder mi voz confiada y admitir que he estado esperando que venga aquí conmigo. Hace una pausa, luciendo sorprendido y horrorizado, sus ojos oscureciéndose mientras sus pestañas bajan. —Dilo de nuevo. —¿Decir qué? Desliza sus pies a lo largo del suelo, acercándose, y sus rodillas golpean las mías. —Que esperabas que yo viniera aquí. Sacudo la cabeza, empujando mi rodilla contra la suya. —No lo hacía. Su mirada parpadea hacia nuestras rodillas tocándose. —Acabas de decir que lo hacías.

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—Bueno, soy una mentirosa. —Lo sé, pero no mentías. No digo nada en absoluto. Pienso en alejarme de él, salir de la casa, dirigirme a la carretera, hacer autostop hasta el edificio más alto de la ciudad. Llegar a la azotea y saltar. En su lugar, me quedo quieta, porque la confusión en mi cabeza hace que se vea bien estar aquí con él. Espero impacientemente a que haga lo que sea que va a hacer. Gritarme. Dejarme. Besarme. Su brazo alcanza mi costado y se curva en torno a mi cadera. Empiezo a abrir la boca cuando sus dedos rozan mi piel y se envuelven alrededor de mi cintura, pero de repente lo pierdo y me inclino, besándolo. Al segundo en que nuestros labios se tocan, me siento a salvo de todo lo malo en mi vida. Culpo al tequila. Pero estoy bastante segura de que no es el tequila lo que me hace hacer lo siguiente, sólo la pasión que siento en el momento. Cuando separo mis labios esperando que él deslice su lengua en mi boca, elimino el espacio entre nuestros cuerpos, aplastándome contra él, luego levanto mi pierna para engancharla alrededor de su cadera. Hay una pausa de renuencia por parte de Luke, luego deja escapar un gemido ronco y de repente todo comienza a moverse rápido. Su palma caliente se desliza de mi cadera hasta mi muslo, sus dedos aprietan la tela de mi falda mientras agarra mi pierna y me levanta. Junto mis piernas a su alrededor, bloqueando mis tobillos mientras su lengua se desliza profundamente en mi boca. Se aprieta contra mí, gimiendo de nuevo cuando nos dirige a la cama. Segundos después, caemos sobre ella. Juntos. Aterrizamos en el colchón y se vuelve cóncavo, ajustándose al peso de nuestros cuerpos. Nos enredamos entre las sábanas y mantas, nuestras piernas entrelazadas, manos encima de las otras, cuerpos retorciéndose en armonía. Sigo haciendo estos pequeños gemidos, pero no puedo estar en lo correcto. Yo no gimo. Luke aleja su boca cuando gimo por quinta o undécima vez. Escanea mi cara mientras jadeo en voz alta, mis manos ahuecando sus omóplatos, el calor de su piel fluyendo a través de la tela de su camiseta. —¿Por qué te detuviste? —pregunto, sin aliento. —No tengo ni idea —murmura, luego sella sus labios con los míos, agarrando mis brazos en sus manos y fijándolos por encima de mi cabeza. Jadeo, el deseo inundándome es más poderoso que mi necesidad de adrenalina. Tengo un montón de cosas en mí ahora. Golpeando las partes sensibles de mi cuerpo, latiendo entre mis muslos. Él me devora con su boca mientras atrapa mis muñecas y me presiona contra la cama. Le

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devuelvo el beso con más emoción detrás de eso de lo que he sentido antes, mis dedos trazando arriba y abajo su espalda, por su cabello, mientras mi espalda se arquea y me retuerzo contra él. Su mano libre vaga por mi cuerpo, luego por mi falda, dirigiéndose a la parte superior de mi muslo. No es lo más lejos que he ido antes, pero es lo más lejos que he ido con alguien por quien tengo sentimientos, y la emoción detrás de eso se está volviendo demasiado. Empiezo a decir que pare, pero luego su dedo se desliza por el borde de mi ropa interior y las palabras son robadas de mis labios por el alarmante pero aun así sorprendente hormigueo corriendo por cada parte de mi cuerpo. Siento como que voy a estallar, y la sensación sólo aumenta cuando desliza un dedo dentro de mí, y luego otro. Grito de felicidad cuando comienza a moverlos, mis caderas girando contra su mano, mi cuerpo buscando más. Me besa apasionadamente antes de que su boca baje, su mano dejando mis brazos, liberándome de su agarre. Sin embargo, mantengo mis brazos por encima de mi cabeza, mis ojos se cierran mientras jadeo por aire. Su otra mano empuja mi top hacia arriba. Le da un tirón a mi sujetador y mis pezones saltan libres, segundos después su boca cubre mi pecho. Estoy ida. Ahogada en un mar de deseo y alcohol, cayendo impotente mientras pierdo el control y mi cuerpo se enciende. Grito de nuevo mientras clavo mis uñas en mis palmas, buscando la liberación de adrenalina que he estado anhelando toda la noche. Me siento desmoronarme, cayendo impotente, perdiendo el control sobre todo mientras todo dentro de mí se rompe y mi mente se aleja. Cuando vuelvo a la realidad, me encuentro exhausta, agotada, pero contenta. Luke ya no está succionando mi pezón, pero se queda a mi lado con su codo apoyado en el colchón y su cabeza descansando en su mano. No dice nada, sólo me mira, sus ojos brillantes, su rostro atestado de incertidumbre, como si no estuviera seguro, o tal vez incluso se arrepintiera, de lo que acaba de pasar. —Lo siento, tenía mi teléfono apagado cuando llamaste —dice en voz baja—. Siempre apago mi teléfono cuando juego al póker. Quiero decirle por qué estaba molesta, pero incluso ebria, la idea de abrir la caja de Pandora llena de mi pasado no parece ser una buena idea. —Lo siento por adueñarme de la habitación. —Le ofrezco una sonrisa cansada. Una pequeña sonrisa adorna sus labios. —Está bien. Como que dormía en el sofá intencionalmente de todos modos, porque sentía que necesitabas tu espacio.

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—Pensé que lo hacía… porque eso es lo que usualmente hago… — Me detengo, parpadeando a través de mi cansancio—. Pero ya no estoy tan segura. Él se queda callado por un momento. —Si me necesitas… entonces aquí me tienes. Tomo un aliento cuando se acerca y luego pasa sus dedos a lo largo de mis costillas. Tira de mi camiseta hacia abajo, cubriéndome. Se siente como lo más bonito que alguien ha hecho por mí, y siento que debería abrazarlo, pero mis brazos sienten demasiado cansados. Bostezo, el adormecimiento del alcohol tomando el control sobre mí. —Creo que voy a ir a la cama —murmuro mientras me volteo, prácticamente me arrastro hasta mi almohada y me desplomo sobre mi estómago. Él se sienta en el borde de la cama y mira fijamente la puerta—. Puedes salir si quieres. —Bostezo de nuevo—. Pero me gustaría que te quedaras aquí… conmigo… —Apenas puedo registrar lo que digo, pero lo único que sé es que, cuando estoy en sus brazos, parece que todo lo malo se va.

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Luke Nunca he hecho eso antes. Nunca le he dado todo a una chica sin tomar nada a cambio. Siempre había sido egoísta y era una especie de punto. Quería serlo en lugar de ser pisoteado por todos. Después de que Violet se durmiera, diciéndome que quería que me quedara con ella, me siento en la cama con la cabeza entre mis manos mientras decido qué hacer. Estoy considerando seriamente la posibilidad de acostarme con ella, abrazándola, y dormirme porque estoy exhausto. Mentalmente. Pero no puedo ordenar mis pensamientos llenos de la forma en que gimió y cómo todo lo que quería era hacerla gemir de nuevo. Entonces se vino, y la mirada en sus ojos era tan contenta, tan sexy, tan increíble. Había tanta emoción en su interior en ese momento —placer, deseo, necesidad— y fue fascinante verlo porque ella nunca muestra nada. Me dio la mayor erección que he tenido. El siguiente paso habría sido follarla, recuperar el control, conseguir lo que quiero de ella, pero no pude. Está borracha. Estoy borracho. No está bien, y no quiero hacerle eso, así no es como quiero que sean las cosas entre nosotros. Sacudiendo la cabeza, me levanto y voy a la puerta, dejándola durmiendo en la cama, porque no estoy seguro de poder contenerme. Me siento mal por irme, pero al mismo tiempo me siento demasiado inquieto para quedarme. El juego de cartas sigue en marcha, pero una gran cantidad de personas se han ido del apartamento. —¿Divirtiéndote? —pregunta Seth con especulación en sus ojos mientras mira sus cartas. Greyson tiene un brazo a su alrededor, examinando sus cartas. Cuando me echa un vistazo, hay una mirada de preocupación en sus ojos, lo que me hace preguntarme si él sabe algo sobre Violet, como tal vez lo que pasó con sus padres. —Más de lo que jamás he hecho. —Rodeo la mesa, notando lo que Jonah y Kenzie han rescatado, y me dirijo a la nevera. Agarro una botella de tequila y trago, una y otra vez, dejando que la quemadura se hunda, esperando recuperar a la persona que solía ser, la que yo construí para poder evitar ser poseído y controlado por alguien, como hacía mi mamá todo el tiempo. Pero ya no puedo encontrarlo. Me estoy convirtiendo en alguien más que no creo que me guste, a menos que me encuentre besando a Violet, y luego parece estar bien ser de esa manera, dejándolo ir, dándole lo que quiere, no siendo el que tiene el control, el tipo de

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persona que hace cosas por los demás, que deja entrar a las personas a su jodida vida. Quiero a Violet más de lo que nunca he querido a nadie. Quiero todo lo que he estado evitando desde que cumplí dieciséis y ya no me importó pensar sólo en mí mismo. Quiero tanto a Violet que quema bajo mi piel más fuerte que el alcohol quemando mi garganta. Al final del trago aparentemente interminable, todavía siento el abrumador impulso de volver a la habitación —a ella—, así que lo hago. Me subo a la cama y me acurruco contra ella, sosteniéndola, acostado a su lado, como ella me pidió que hiciera. Pero ni siquiera estoy seguro de lo que hago. Duermo con una chica por primera vez, y la cosa sorprendente es que lo disfruto por un momento, hasta que cierro los ojos. Luego, como siempre, el pasado me alcanza.

Está oscuro afuera, es realmente tarde, pero puedo escuchar el estallido de los fuegos artificiales a medida que salpican el cielo. Mi habitación se encuentra a oscuras, pero no puedo dormir porque puedo escuchar a mi madre golpeando en la cocina. Estoy a punto de levantarme y ver lo que hace, porque ha actuado muy raro últimamente, tomando todas esas pastillas y esnifando cosas por su nariz. Pero entonces escucho mi puerta crujir y alguien entra. —Lukey, te necesito. —Ella acaricia mi cabeza mientras estoy en la cama, fingiendo dormir—. Despierta. Abro mis ojos a la luz de la luna brillando a través de mi habitación, el sonido de los fuegos artificiales explota a lo lejos, y mi madre se encuentra sentada al borde de mi cama. —¿Qué quieres? —pregunto, frotando mis ojos cansados. Se levanta y deambula hasta la ventana, mirando el patio trasero. —Creo que nos observan. Me siento. —¿Qué? Ella se da vuelta y levanta su mano hacia mí. —Ven conmigo, cariño. —Sacudo la cabeza y dejó escapar un suspiro de frustración, pero finalmente me pongo de pie. A veces actúa raro y es molesto, pero esta

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noche parece más intensa, su respiración es realmente fuerte, su mano agarra la mía firmemente mientras me lleva fuera de la habitación. Me arrastra hacia la sala y nos hundimos en el sofá envuelto en plástico. Espero con miedo lo que va a hacer a continuación, notando la sangre en su camiseta y manos por primera vez. Finalmente, envuelve sus brazos a mi alrededor y comienza a llorar—. Hice algo malo —solloza, meciéndose hacia adelante y hacia atrás. —Por favor, sólo déjame ir, mamá. —Prácticamente ruego, porque su agarre me hace daño. —Lukey, no puedo dejarte ir. Te necesito. —Me abraza más fuerte y hay sangre en sus ropas. Es cálida, y se siente mal mientras se filtra en mi ropa. —Mamá —digo, mi voz temblando mientras me siento débil por dentro, porque no la quiero sosteniéndome en este momento, pero no soy lo suficientemente fuerte para escapar. Todo se siente mal. Ella. Yo. La sangre en su ropa—. ¿Por qué tienes sangre en tu ropa? Ella solloza histéricamente, presionando su mejilla contra la parte superior de mi cabeza. Empieza a cantar en voz baja, una de las canciones que escribió para mi papá cuando la dejó—: Inclínate hacia mí. Inclínate hacia mí. Toma. Ayúdame. Necesito entender. Ayúdame. No puedo hacer esto sin ti. —Canta una y otra vez, toda la noche, negándose a dejarme ir, y me siento más y más pequeño con cada palabra, hasta que soy tan pequeño que apenas existo.

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15 Traducido por Annie D, JeylyCarstairs & Aleja E Corregido por Alaska Young

Violet Me despierto a la mañana siguiente sin quejarme por primera vez, pero me palpita la cabeza y mi garganta seca arde con la necesidad de aclararse. Comienzo a levantarme para ir al baño, cuando me doy cuenta de que un brazo me sujeta. Me giro y encuentro a Luke durmiendo a mi lado en la cama con su brazo sobre mí. Bueno, esto es… interesante. Repaso mis recuerdos, estremeciéndome ante el pulsante dolor, y lentamente vienen a mí en nítidas imágenes. Me avergüenzo de uno en particular, los dedos de Luke deslizándose en mi interior, pero entonces recuerdo cómo se sintió, mi estómago da una voltereta y repaso lo satisfecha que me sentí. Podría intentar culpar al alcohol, no sería la primera vez que lo hago, pero con la manera positiva en que mi cuerpo reacciona a los recuerdos, sólo me estaría mintiendo a mí misma. Estar acostada junto a él tampoco es tan malo, lo cual es confuso de aceptar. Todos estos años, nunca permití que alguien se me acercara tanto, nunca sentí algo por alguien en un nivel profundo. No sé qué hacer conmigo misma. Rendirme ante el sentimiento o retroceder. Con cuidado, le levanto el brazo y me agacho por debajo. Luego paso por encima y lo dejo durmiendo en la habitación. Necesito despejar mi cabeza. Respirar. Pensar en lo que esto significa y decidir qué haré cuando se despierte. Discretamente, voy sin hacer ruido a través de la cocina, me hago café, y enseguida cruzo la sala llena de basura, papas fritas y cartas. Me dirijo a la puerta corrediza de cristal que lleva al balcón, la abro y salgo a la luz de la mañana, una gentil brisa me acaricia la piel. Trepo la gruesa baranda de madera con la taza de café en la mano y me siento, relajándome contra las vigas, con los pies colgando sobre el borde. Bajo la

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vista hacia el suelo, por una vez sin pensar en saltar, sino pensando en el pasado. Recuerdo la primera vez que tuve que cambiar de familia adoptiva. Tenía siete años, y al principio no entendía por qué. Sí, sabía que actuaba un poco loca y lloraba mucho, pero no se supone que las personas abandonen a los niños, ¿verdad? No es como si las quisiera mucho, sólo quería a alguien que me ayudara a sentirme segura de la oscuridad que vivía dentro de mí, de los recuerdos que me perseguían, de la soledad. La mirada en sus rostros mientras empacaba mi maleta y me dirigía con mi trabajador social, es algo que nunca olvidaré. No lucían tristes por verme irme, sino aliviados. No me querían, no cómo lo hicieron mis padres. La dolorosa, brutal y dura realidad de la vida me golpeó en el pecho ese día y casi me dañó. Desde ese momento, me rehusé a acercarme a alguien, sabiendo que con el tiempo me devolverían. Era más fácil no sentir nada que sentir todo lo malo. Lo he hecho desde entonces, rehusándome a sentir algo excepto la única cosa que puedo controlar. Mis subidones de adrenalina. Tan fáciles de empezar. De resistir. Mucho mejor para sentir que las cosas más difíciles, como el dolor. Cierro los ojos y dejo que la luz del sol rebose sobre mí al tiempo que sorbo café, lo cual me calienta la piel, sabiendo que lo que pasó con Luke anoche no fue sólo un subidón de adrenalina. Siento cosas por él. Incluso borracha. He sentido cosas por él desde el día en que me ayudó a entrar a clases. Me ayudó tanto, y nunca pidió nada a cambio. Me hace sentir tan segura, y en ocasiones, cuando me mira, me toca, me besa, se siente como si me quisiera. Todo de mí. La malhumorada y errática Violet que se cae de ventanas y lo patea en la cabeza. Quien depende mucho de él, y aun así nunca parece molestarle. Él va en contra de mi teoría sobre las personas, y nada más cruzo mis dedos para no equivocarme. Escucho la puerta corrediza abrirse y no abro los ojos, contengo la respiración en lo que pongo la taza en la baranda. —Violet, ¿qué haces aquí? —pregunta Luke. Mantengo los ojos cerrados, preguntándome si puede recordar la noche de ayer o si se encontraba demasiado borracho. —Simplemente pensando. —¿Acerca de qué? ¿Es… piensas sobre anoche? —Parece nervioso y escucho la puerta cerrarse, somos sólo él, yo y el suelo bajo nosotros. —¿En serio quieres saberlo? —pregunto suavemente. —Sí… sí quiero —dice, sonando cansado, abro los ojos y me giro para mirarlo.

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Luce exhausto, círculos oscuros bajo sus ojos, piel pálida, casi verde, y ropa arrugada. Durmió con la cabeza girada y su cabello parece plano por un lado, no es la apariencia más atractiva, pero aun así no puedo apartar mi mirada de él. —Pienso en mi vida. —Debo respirar, porque le acabo de decir la verdad, y la cruda realidad de eso casi me ahoga. Me examina y luego se me une en la baranda, sentándose cerca de mí con sus pies en el suelo. —Sí, también he estado pensando mucho sobre la mía. —¿Por qué? —Porque… tú vas en contra de todo lo que he construido… para mí. —Sí, tú también… para mí… Nos miramos por lo que parece una eternidad, el sol resplandeciendo sobre nosotros a medida que nos rehusamos a apartar la mirada, pero no porque nos retemos. Porque intentamos descifrar algo. —Mira, sobre anoche. —Luke habla primero, inclinándose en la viga y acercando sus pies desnudos a la baranda—. Creo que debo explicarme… No tenía derecho a golpear esa puerta como un maldito controlador y obsesivo lunático… normalmente no soy así. —De hecho, lo eres un poco —digo, llevando la taza de café a mis labios—. Pensaba que eras intenso incluso antes de que nos conociéramos oficialmente, señor estoicamente distante. —¿Es por eso que me diste ese estúpido sobrenombre? —pregunta, masajeando su nuca. Mis hombros se levantan y caen en un encogimiento. —Tal vez. — Bajo la taza de café. Sacude la cabeza, una pequeña sonrisa tocándole los labios. — Siempre hallas una manera de zafarte de contestar preguntas. Es como si tuvieras un don. —El don de evadir cosas con las que no quiero tratar —digo, peinándome el cabello enredado con los dedos, los cuales apestan a alcohol y a hierba. Sus manos caen en su regazo. —¿Con qué no quieres tratar? —Con todo… algunas veces la vida es simplemente tan difícil, y carece de sentido tratar con ella. Un sobresalto llena sus ojos al malentenderme. —Violet, yo…

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Rápidamente me inclino y le cubro la boca con la mano. —No pienses que soy una suicida. Ya te dije que no salté de la ventana por eso… Solamente trato de decirte lo que me molesta de la única forma en que me siento cómoda. No soy fanática de conocer a personas o de dejarlas entrar en mi vida. Además, Luke, eres básicamente la única persona con quien… —No tengo ni idea de cómo terminar esa oración porque todavía intento descifrar lo que Luke es para mí—. Viste las noticias… la cosa referente a mis padres. Bueno, después de eso… después de que murieron, básicamente no tenía a nadie. Era sólo yo y una cantidad interminable de familias adoptivas que solamente me daban un techo sobre mi cabeza, pero nada aparte de eso. Por lo que aprendí a cuidarme sola y fue así durante mucho tiempo. Sólo mi vida y yo. —Entonces sólo tú cuidas de ti —murmura contra mi mano, sonando sorprendentemente comprensivo. Alejo esta de su boca y la dejo caer. —Tenía que hacerlo. Se vuelve más difícil de intentar, ya sabes, especialmente cuando nadie se queda. — No sé con certeza si tengo sentido o qué punto intento expresar. Tal vez trato de asustarlo o de explicar el porqué no puedo involucrarme con él. —De hecho, lo entiendo —me dice—. Mi padre dejó a nuestra familia cuando era joven, y ahora quiere regresar a mi vida, y es difícil. —He tenido muchos padres —digo, haciendo comillas con los dedos—. Y ninguno de ellos quiso regresar a mi vida. Tienes suerte de que el tuyo sí. —Sí, tal vez. —Mira al estacionamiento delante de nosotros—. Violet, si alguna vez necesitas hablar acerca de algo… estoy aquí. —Puedo darme cuenta de que le cuesta decirlo, lo que lo hace más significativo. —No soy muy conversadora —digo—. Pero gracias. —De todos modos —Gira su cabeza en mi dirección—, sabes que la oferta está ahí. Asiento, insegura de cómo reaccionar a lo que dice, de que tengo a alguien. Él quiere ser mi alguien. —Está bien. Extiende su mano hacia mí y coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja. —Como que nos salimos del tema de tú y yo, y realmente me gustaría algunas respuestas sobre nosotros, antes de enloquecer… Anoche casi enloquezco. —Lo sé —digo, curiosa de cómo luce Luke cuando enloquece por completo—. Tengo problemas para permanecer enfocada en temas difíciles, y parece que tú y yo somos un tema difícil.

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Comienza a sonreír, pero luego frunce el ceño, pareciendo nervioso. —Violet, no sé qué hacer con nosotros… con nada de lo que pasó… con lo que pasa. Frunzo el ceño con desconcierto. —¿Por qué tienes que hacer algo sobre nosotros en absoluto? ¿Por qué no dejas estar las cosas? Aparta la mirada del estacionamiento y me mira, sus ojos muy intensos, incluso para él. —Por lo de anoche. Yo no hago eso. Tontear con alguien y después acurrucarme toda la maldita noche. —Sí, es verdad —intento hacer una broma para evadir la pesadez entre nosotros—. Creo que ya establecimos que no eres de los que se acurrucan. Pone los ojos en blanco, pero sonríe. —Solamente contigo. Me cubro los ojos del sol con mi mano. —¿Eso qué significa? —Significa que nada más tú has sido capaz de meterme en esto. Frustrarme y aun así hacerme querer estar a tu alrededor todo el tiempo. — Se baja rápidamente de la baranda y estira los brazos por encima de su cabeza, su camisa se sube y me da otro vistazo de sus abdominales. Luego los baja y me ofrece una mano—. Creo que es tiempo de que hagamos algo que necesitamos hacer desde el primer día en que nos conocimos. —¿Te refieres a cuando te pateé en el rostro? —Siento mi estómago girar al tiempo que recuerdo la primera noche en que lo conocí oficialmente y cómo cambiaron tanto las cosas desde entonces, tanto de buena como de mala manera—. ¿Qué tienes en mente? Contiene una risa cuando entrelazo mis dedos con los suyos y me ayuda a levantarme. —Te llevaré a una cita. Ahogo una risa, pero me doy cuenta de que habla en serio. —Oh, Dios mío, no bromeas. —Por supuesto que no bromeo. —Desliza la puerta de vidrio para abrirla—. Yo no bromeo. Entramos en la casa, la cual tiene un olor repugnante debido a la basura regada por todo el lugar, y después cierra la puerta. El aire está mohoso, probablemente por fumar, y hay algo que luce como vino derramado en la alfombra. —¿Una cita? —pregunto mientras me lleva a través de la sala, pateando algunas cartas y botellas fuera del camino—. ¿En serio? Parece un poco formal, ¿no lo crees? Considerando que nos hemos besado, que

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dormimos juntos, nos mudamos juntos, y después de todas las cosas que me hiciste anoche. Él se lleva la mano al corazón, todavía sosteniendo la mía, así que también toco su pecho. La mantiene allí mientras abre la puerta de nuestro cuarto. —Oye, no pretendas que no te gustó. De hecho, estoy bastante seguro de que fuiste la que lo sugirió. —No lo hice —le digo—. Pero me gustó, lo cual hace que las citas parezcan más difíciles. Es decir, ¿qué se supone que haga? ¿Sentarme y comer mi cena al tiempo que hablamos de nuestras vidas cuando todo entre nosotros es tan intenso? Duda con incertidumbre mientras cierra la puerta de la habitación detrás de nosotros. —Bueno, no sabemos tanto el uno del otro. —Sí, no lo hacemos —coincido—. Pero por lo general me gusta mantener las cosas de esa forma con las personas. Asiente en acuerdo. —Lo sé, así que podemos seguir por el mismo camino en que vamos y discutir hasta que ambos enloquezcamos de nuevo, nos emborrachemos y tonteemos. O podemos conocernos y ver a dónde van las cosas. Depende de lo que quieras. —¿Me estás dejando decidir? —pregunto impresionada. Toma una respiración por un instante. —Sí… supongo que sí… Trago saliva fuertemente al sentir la presión de tomar una decisión. — ¿Qué pasa si digo que no? ¿Te molestarías? Se sienta en la cama, llevándome con él. —Solo responderé a eso si me dices la verdad sobre cómo te sentirías si dices que no. La puerta gira en ambos sentidos —dice, y un bulto se forma en mi garganta al asentir. Ahora es él quien traga saliva—. La verdad es… sí. Me molestaría. A pesar de que eres un dolor en el trasero, me gusta pasar tiempo contigo y quiero seguir haciéndolo. —También eres un dolor en el trasero. —Le doy un empujoncito con el hombro, la pesadez en mi pecho aliviándose—. Pero me gusta que estuvieras alrededor durante las últimas semanas. Deja salir una risa, e inmediatamente sacude la cabeza. —Vaya, eso fue jodidamente difícil. También me río, y es el sonido más extraño y desconocido de todos. Él se une y sólo reímos durante un instante. Y es chocante, y raro y… muy normal.

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Luego caemos en la cama, acostados lado a lado, nuestras manos sujetas con fuerza entre nuestros cuerpos. —Entonces, ¿qué hacen las personas generalmente cuando van a citas? —pregunto mientras él traza círculos en mi muñeca con sus dedos. Frunce el ceño y sus dedos dejan de moverse. —¿Nunca has ido a una? Sacudo la cabeza, girándola para mirarlo. —Nop. Nunca. Ya te dije que jamás tuve a alguien en mi vida, y salir en citas involucraría dejar entrar a las personas. Su boca se alza en una sonrisa satisfecha que luce extraña en su rostro, pero aun así deslumbrante. —Es bueno saberlo. Significa que tus expectativas serán bajas. Pongo los ojos en blanco y le pellizco el brazo juguetonamente. —Ja, ja, ja, estás jodidamente… El roce de sus labios me silencia, mi piel inundándose con calidez a medida que permanecemos juntos por más tiempo. No intenta empujar su lengua en mi garganta, sólo se queda allí, completamente contento con la simplicidad del momento, y cierro los ojos, cayendo a una paz cómoda. Finalmente, se separa. —Mira, lo simple no es tan malo, ¿cierto? — dice, acariciándome la mejilla con sus dedos. Asiento, coincidiendo, porque por el momento, no se trata de la adrenalina. O de lo peligroso que pensé que era Luke, o sigo pensando que tal vez lo sea. No es acerca de lo intenso que es. O sobre el escape que me da. Estoy con él porque quiero. Quiero estar aquí. Y prometo sostenerme de ese pensamiento toda la noche.

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Luke Ni siquiera sé bien por qué lo dije. No tengo citas, pero al mismo tiempo no me quedo persiguiendo a la misma chica, golpeando puertas porque creo que está follando con algún otro tipo. Violet es diferente. Soy diferente con ella. Y, o bien puedo seguir sintiéndome como si perdiera el control, o puedo tratar de regresar a mi esquema y hacer las cosas de la forma normal, diferente a emborracharme, follar y largarme. Hacemos planes para salir y luego tomo una ducha, me cambio a una camisa limpia y unos pantalones vaqueros, y engancho mi banda de cuero con ―redención‖ escrito en ella. Luego me paso el resto del día limpiando la casa, mientras ella permanece en la habitación, organizando sus cosas. Trato de mantenerme ligero en los tragos por tres razones: 1) Tengo que estar lo suficientemente sobrio para conducir; 2) Quiero estar al tanto de todo lo que sucede, sentirla, vivirla, porque si haré esto, estar con ella, haré que valga la pena; y 3) No quiero tener que hacerla revisar mi insulina y ayudarme con píldoras porque no puedo ir sin mi whiskey por la noche. Aunque no lo dejaré de golpe. Me aferro a las cervezas, y voy por la segunda cuando Seth sale alrededor de las tres o las cuatro, luciendo con resaca, pero al mismo tiempo entretenido. —¿Te divertiste anoche? —pregunta con especulación en su voz al tiempo que saca una jarra de jugo de naranja de la nevera. —Tanto como nunca lo he hecho —digo, moviendo una caja de libros que nadie se molestó en desempacar del suelo a la mesa de café. —Sí, pero por lo general vas detrás de las chicas que son fáciles. — Gira la tapa del zumo de naranja—. Anoche ibas tras la zorra. Arranco la cinta de arriba de la caja. —De verdad desearía que dejaras de llamarla así. Toma un trago y se limpia la boca con el dorso de la mano. —Y la defiendes. —Vuelve a poner la tapa y abre la puerta de la nevera—. Si no te conociera mejor, supondría que tienes sentimientos por la zorra. —Su nombre es Violet —digo a la defensiva, abriendo la caja —. Aún no sé exactamente cómo me siento sobre ella, pero es suficiente como para que no quiera que la llames así. Eso lo aturde, su boca se abre. —Jesús, hablas en serio.

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Me pongo nervioso bajo su mirada evaluadora a medida que retiro una pila de libros de la caja que moví. —¿Podemos dejarlo? Ya me siento lo suficientemente confundido y la última cosa que quiero hacer es hablar sobre eso. Pone el jugo de naranja en la nevera y cierra la puerta. —Entonces, ¿qué harás al respecto? Dejo caer una pila de libros sobre la mesa. —¿Sobre qué? —Sobre tus sentimientos por ella. Sacudo la cabeza, deseando que pare. —La llevaré a una cita. Lo oigo reírse entre dientes. —Bien, eso es tan normal en ti. —Sí, pensé en darle una oportunidad. Ver si me gusta. —Seguro que sí —bromea. Entra en la sala de estar, rastrillando los dedos por su cabello—. De acuerdo, entonces desde que sé que es un hecho que eres un idiota cuando se trata de relaciones y citas, te daré un consejo. Llévala a un lugar agradable y no trates de follarla en tu camioneta. —No soy un completo idiota —le digo—, lo entiendo. Se apoya contra el centro de entretenimiento con los brazos cruzados. —Sé que no eres un idiota, pero he sido testigo en el último año de cuánto te gusta simplemente follarte a cualquier chica que pase y cómo la mayoría se dispone a darte exactamente lo que quieres. Y por lo normal, en una cita normal, no es así como funcionan las cosas. Tienes que poner un esfuerzo en ello. Me rasco la nuca. —¿Cuánto esfuerzo? Señala con el pulgar hacia la puerta del dormitorio. —Con ella, probablemente mucho. —Pensé que asegurabas que era una puta —le recuerdo. —Bueno, pude exagerar un poco. Y Greyson me dijo anoche que la dejara en paz porque piensa que es frágil. —Levanta las manos alejándose—. No entiendo por qué y no me lo dijo, pero como un buen novio, lo obligaré a decírmelo. —Hace una pausa en la puerta—. Deberías tomar nota de eso. Ruedo los ojos. —Gracias. —No hay problema. —Me deja solo para desempacar las cajas y cuanto más lo hago, más relajado me siento por salir de mi zona estándar de confort esta noche.

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Sigo limpiando y organizo la casa hasta alrededor de las cinco, parando en la segunda cerveza, y en ese instante llamo a la puerta para ver si Violet se encuentra lista, mi cabeza se halla impresionantemente clara. Una parte de mí espera que cancele nuestra cita porque me siento nervioso y lo odio. Todo lo que Seth dijo corre por mi cabeza como un tren a punto de estrellarse. El juntarme con una chica que tiene problemas va en contra de todo lo que siempre he creído acerca de las relaciones. He visto el lado frágil del que Seth hablaba, el lado indefenso que vive debajo de su tenacidad, y sé que involucrarse con ella significa tomarlo. ¿Puedo hacerlo? Sin embargo, cuando abre la puerta todos los pensamientos de huir, el terror y la confusión salen de mi cabeza. —Iba a preguntarte si estás lista, pero creo que tengo mi respuesta. —Pensé en esforzarme un poco preparándome, viendo que es mi primera cita y todo —dice sonriendo, sus labios teñidos con un color rojo absurdamente sexy, junto con su cabello, que desciende sobre sus hombros desnudos en rizos. Sus ojos verdes enmarcados con negro y el corto vestido negro y rojo que usa abraza su cuerpo con tanta fuerza que en serio casi la llevo de nuevo a la cama y paso directamente al final de la cita. Pero eso haría fracasar el propósito de mantener las cosas simples. Por lo que en su lugar le ofrezco mi codo, y en respuesta se ríe. —Creí que habías dicho que no eras un caballero —dice, enlazando su brazo con el mío. —Hieres gravemente mi ego —bromeo, guiándola hacia el pasillo, ambos en un estado de ánimo demasiado alegre para mi gusto, pero culpo del mío a mi sobriedad momentánea—. Estoy aquí molestándome y tú te ríes de mí. Esto sólo la hace reír más fuerte. —Molestándote. Qué valiente de tu parte. —Es extremadamente valiente, en especial con lo que me enfrento. —Abro la puerta y salgo, conduciéndola por las escaleras conmigo. El cielo es de un color rosa pálido a medida que el sol se pone detrás de las montañas. El aire es cálido, pero me siento nervioso, y es extraño. No sé qué hacer aparte de seguir adelante, con ella. Decidido a mantener toda la cosa de ser un caballero, le abro la puerta. Esto sólo la hace reír al subir, sin molestarse en mantener su vestido abajo y consigo un vistazo de su trasero, apenas cubierto por una fina pieza de tela de encaje. Apretando mi mano, cierro la puerta y subo a la

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camioneta, diciéndome a mí mismo que me calme. Eso no es sobre lo que trata esta noche. Enciendo la camioneta y doy marcha atrás mientras ella comienza a pasar por la colección de cintas, usando mis cosas. Arruinando por completo mi organización, pero dejo que lo haga, y es complicado lo fácil que es. —Mi Cinta de Follar —lee la etiqueta con humor en su expresión mientras me mira y se cubre la boca con las manos, riendo entre dientes. Agarro la cinta y la tiro al suelo bajo mi asiento. —Probablemente debería tirar esta. —¿Por qué? —Se apoya contra la puerta—. ¿Piensas en no follar nunca otra vez? Muevo la lengua a lo largo de mis dientes, mi restricción para no follarla en la camioneta ahora derrumbándose. —Depende. —¿De qué? No lo digas. —De cómo vaya esta noche. —Lo que dices es que sólo me follarás si la cosas van bien —dice reprimiendo una sonrisa—. Y que si esta noche no va bien, volverás a follar a cada puta en un vestido corto. Sacude la cabeza, mi cuerpo vibrando con el impulso de detener la camioneta, lanzarla en el asiento, y hacer lo que se me da bien. —Sabes, que digas cosas como esas fue lo que me hizo pensar que no eras virgen. Apoya el codo en el respaldo del asiento y descansa la cabeza contra su mano, ugando con su cabello en tanto continúa mordiendo su labio inferior. —Tal vez solo las digo para sacarte de quicio así puedo ver esa intensa mirada en tus ojos. Agarro el volante más fuerte, dirigiendo la camioneta a la transitada calle que bordea nuestro departamento. Las farolas brillan en las aceras, las casas y los árboles bordean el camino. Las bajas montañas son sombras en la distancias y las luces de la cuidad titilan en su corazón. Conduzco en esa dirección, subiendo la música, incapaz de pensar en una respuesta a su contundente observación. —Oh, ¿el señor estoicamente distante se da por vencido? —Hace girar un mechón de su cabello alrededor de un dedo con la más hermosa y real de las sonrisas en sus labios que he visto en mi vida, y hace que dejarla conseguir la ventaja valga la pena. —Supongo que sí —digo sumisamente—. Deberías de estar orgullosa de ti.

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Sus labios se mueven hacia abajo. —Aunque no lo estoy. Retrocedo. —Pensé que te gustaba ganar. —Presiono los frenos para reducir la velocidad por un semáforo. —Lo hace, en su mayor parte —dice con esa mirada coqueta en los ojos que me hace preguntarme cómo se las arregló para quedarse sola por tanto tiempo. Claro que puede tratar de mantenerse alejada de las personas, pero es casi imposible no sentirse atraído por ella—. Pero tenía la esperanza de que siguieras adelante y sacaras esa mirada intensa. Mi polla empieza a endurecerse dentro de mis pantalones vaqueros. Me encuentro fuera de mi elemento, pero empujo mis habilidades de coqueteo polvorientas fuera. Las que utilicé la primera vez que conecté con chicas. —Tomará mucho más que unas pocas observaciones burlonas conseguir que esa mirada salga de mí —digo, volviendo la cabeza hacia ella y lanzándole una sonrisa arrogante—. Mucho, mucho más. Succiona su labio entre los dientes, reprimiendo una sonrisa. —Bien. —Tamborilea un dedo sobre su labio como si pensara profundamente y luego sus ojos se iluminan con una idea. Se escabulle a través del asiento y espero con anticipación para ver lo que hará por ganar esta cosa que comenzó. Se arrodilla, moviendo su cabello a un lado, su pecho al nivel de mis ojos. —Luz verde —dice con una sonrisa arrogante. Avanzo, tratando de prestar atención a la carretera, pero cuando inclina su cuerpo hacia el mío me distraigo por su calor. Luego inclina su cara hacia mi hombro y su cabello cae contra mi mejilla. Sólo eso hace que mis dedos se aprieten sobre el volante. Escucho cómo toma una respiración mientras se inclina y planta un beso en mi cuello. Es suave, apenas un beso, pero hace que una explosión de necesidad sofocante me atraviese el cuerpo. —Violet, yo… —Me voy apagando en tanto ella empieza a chupar mi cuello, trazando mi piel con su lengua mientras sus dedos se deslizan a través del frente de mi pecho. Me esfuerzo para mantener los ojos abiertos, en la carretera, en el tráfico delante de mí, a un lado de mí, pero luego sus dedos van a la deriva y hallan mi polla, y me encuentro seriamente cerca de perderlo—. Maldita sea —maldigo, y ella comienza a retirarse. Desvió bruscamente la camioneta a la orilla cuando se aleja, sus ojos muy abiertos al mirar hacia las casas que hay al lado de la acera donde nos estacionamos.

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—¿Qué haces? —pregunta, mirándome, su cabello cayendo sobre su pecho agitado. Coloco la palanca de cambios en posición de estacionar y la alcanzo por la cintura. —Bien, tú ganas. —Es todo lo que digo, y luego me inclino, ahuecándole la nuca y la beso. Esto en cuanto a esperar hasta el final de la cita. Ella se ríe contra mis labios y sacudo la cabeza, incapaz de alejar mi boca de la suya. Sigo besándola hasta que el cielo se oscurece por completo, hasta que termina a horcajadas en mi regazo. La beso como si fuera la única chica que he besado antes y en cierto modo lo es, por lo menos con algún significado detrás. No dejo que mis manos vaguen por cualquier lugar bajo su ropa, sólo por encima, porque sé que una vez que cruce esa línea, la cita se habrá terminado. No seré capaz de detenerme… Jesús, no quiero detenerme. Pero con el tiempo, después de que mis labios se entumecen y el calor de su cuerpo se mezcla con el mío, nos separamos. Sus brazos se sujetan alrededor de mi cuello y me mira a los ojos. Se ve extrañamente viva en este momento, y me siento extrañamente feliz porque soy el que puso esa mirada allí. —Entonces, ¿a dónde nos llevas en nuestra cita? —pregunta con alegría en su voz, como si la palabra ―cita‖ fuera la palabra más divertida que jamás haya dicho. —Es una sorpresa. —No puedo evitar sonreír cuando me frunce el ceño con decepción. —De acuerdo, pero sólo para futuras referencias, no me gustan las sorpresas. —Se baja de mi regazo y se sienta a mi lado en medio del asiento. Se apoya en mí al instante en que me vuelvo a incorporar a la carretera, y se me encoge el corazón en el pecho. Conduzco por la carretera perdido en mis pensamientos sobre cómo se refirió a nuestro futuro y cuánto me gustó eso en realidad.

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Violet Recogemos la comida de un pequeño bar al borde de la ciudad, el cual tiene las mejores hamburguesas. Luego Luke sube por las montañas y estaciona la camioneta. Al principio creo que nos trajo aquí porque quiere hacer algo más, lo que me parece una idea maravillosa, sobre todo desde que hacerlo en la camioneta es más emocionante que pararse en el borde del acantilado, debatiendo lo fácil que sería inclinarse y caer sobre las afiladas rocas de abajo. Pero después me dice que quiere subir un poco más, por lo que lo sigo a la oscuridad, llevando nuestra bolsa de comida, mientras él lleva la linterna de la guantera. —¿Sabes? Si hubiera sabido que me llevabas a una caminata, no me hubiera puesto un vestido —le digo, agradecida por haber optado por botas en vez de tacones. Las suyas raspan contra la tierra a medida que mueve la linterna a través del camino torcido frente a nosotros, y me mira por encima de su hombro. —En lo personal, me gusta el vestido. —Ya lo creo —murmuro con una sonrisa. Me puse el vestido porque sabía que le gustaría. Si hay algo en lo que soy buena, es en saber lo que les gusta a los chicos. Me sonríe sobre su hombro y vuelve a tomarme de la mano. Me tropiezo hacia adelante cuando tira de mí en su dirección, posteriormente caminamos juntos por el sendero. Es tarde, el cielo de carbón parece espolvoreado con brillantes estrellas. Hay luna llena y el aire es frío, por lo que desearía haber traído mi chaqueta. Caminamos en silencio hasta la cima de la colina, donde la vista se extiende frente a nosotros. Puedo ver la carretera y la ciudad junto a mí, las luces de las casas hacen que luzca más lejos y me siento como si volara. Si no lo conociera mejor, pensaría que me trajo aquí a propósito, porque sabía que la altura y el acantilado frente a nosotros me haría sentir cómoda y en paz. Luke deja ir mi mano y se ubica en una roca, poniendo la linterna en el suelo, lo que hace que el cielo se destaque. Me dejo caer a su lado, bajo la bolsa de comida entre nosotros, y estiro las piernas, cruzándolas por los tobillos. —Entonces, ¿así es una cita normal? —pregunto, abriendo la bolsa. Él se apoya en sus manos, con la mirada fija en la vista. —La verdad, probablemente no. La mayoría de gente seguro va al cine o a cenar, pero esto parecía más apropiado para nosotros.

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Agarro una papa frita de la bolsa y dejo que se deshaga en mi boca. —¿Por qué? ¿Porque somos raros, sombríos y estamos fuera de lo común? Él se endereza y hurga en la bolsa, sacando un puñado de papas. — Sí, más o menos. Agarro mi hamburguesa de la bolsa y la desenvuelvo. —Pero, ¿qué te hace tan raro, sombrío y fuera de lo común, Luke Price? Se gira la banda de cuero en su muñeca con el dedo. —Un montón de cosas. Tomo una salsa ranchera y la esparzo en la parte superior. —¿Por qué siempre llevas esa banda en la muñeca? Levanta su brazo frente a él, estudiándola a la luz. —Porque mi hermana me la dio antes de morir. Comienzo a ahogarme con las frituras. Mi nariz quema cuando la salsa ranchera se esparce dentro. —¿Ella murió? —Toso con las manos apretadas contra mi pecho. Gira la cabeza en mi dirección. Está oscuro, así que no puedo ver nada, sólo el contorno de su cara y sus ojos que parecen dos agujeros negros, aunque me puedo imaginar la intensidad en ellos. —Se tiró de un tejado cuando tenía doce años. Tengo una desgarradora revelación. —Por eso te preocupaste tanto por mí cuando me viste saltar por la ventana. Mueve la cabeza de arriba abajo, asintiendo. —Eso y el hecho de que te ves tan distante todo el tiempo —dice, y aspiro un suspiro de sorpresa cuando me doy cuenta de lo mucho que ha visto de mí y de la forma en que tenemos más de una cosa en común. La muerte de un ser querido. Al instante se acerca y sus dedos me rodean la muñeca—. Violet, lo siento. No quise ser tan directo… Ni siquiera sé por qué lo dije. —No importa. —Exhalo, diciéndome que no iré por ese camino hoy. Mantendré la entereza hoy, sin importar lo que me cueste—. Lo siento. Estoy sobreactuando seriamente. —Con el chasquido de un dedo, me las arreglo para parecer tranquila. Sus dedos se me clavan en la muñeca, justo encima de mi pulso acelerado. —No, no lo estás. —Es como si me entendiera a pesar de que casi no sabe nada de mí. Asiento. —Cierto, pero lo he superado. Lo prometo.

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Se aferra a mí un poco más y enseguida me suelta. Me como la hamburguesa y él se come el sándwich de pollo en silencio, y es el silencio más cómodo que he vivido. Después de que terminamos, hacemos una bola con nuestra basura y la ponemos en la bolsa. Pronto se mueve a un lado para que logremos acercarnos más con nuestros hombros tocándose. —¿Cómo era tu vida antes de conocerme? —le pregunto, relajándome con las palmas hacia atrás. Ladea la cabeza, mirándome. —Mucho menos complicada — admite. —¿Eso es bueno o malo? —Es algo complicado —dice, y luego suspira profundamente—. Tenía un sistema antes de que llegaras, y funcionaba, pero ahora que el sistema se ha ido… contigo… me haces sentir como si estuviera cayendo en este mundo fuera de control y lleno de locura. Frunzo el ceño. —Me haces sonar tan loca. —No, no es así. —Se pasa la mano por el cabello, dejando escapar una exhalación, gruñendo al enderezarse—. Dios, esto suena tan raro. —Está bien —le digo—. Lo raro está bien para mí y no hay nadie más alrededor. Lo siento sonreír a través de la oscuridad. —¿Ves? Son ese tipo de cosas las que me hacen querer quedarme aquí contigo. Porque cualquier cosa que diga nunca te desconcierta. —Podríamos simplemente sentarnos aquí en la oscuridad —le digo, tratando de no pensar en las muchas veces que me senté sola en la oscuridad—. La oscuridad puede ser cómoda. —Sí, podríamos hacer eso… —Se calla, y siento el aumento de temperatura en el aire mientras se inclina más cerca—. ¿Quieres hacerlo? Simplemente sentarte en la oscuridad conmigo. —Tal vez… —Me voy apagando cuando sus labios se conectan con los míos. Él sabe diferente a lo habitual, con menos humo y sabor a tequila, y en vez de eso, tiene el sabor salado de las patatas fritas. Puedo saborear la pasión del beso y el calor en el estómago. Me agarro de sus hombros mientras él empuja su peso sobre mí y me obliga a bajar. Mi cabeza roza el piso y la tierra se mete en mi cabello a medida que nuestras piernas se enredan entre sí y él apenas apoya su peso sobre mí. Me besa lentamente en esta ocasión, más despacio de lo que acostumbra. Como si calculara cada movimiento, cada sabor, cada

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respiración mientras sus manos se enredan por mi cabello. Suavemente, me inclina la cabeza hacia atrás para que su lengua pueda explorar mi boca más a fondo, poco a poco, lentamente. Jesús, lleva mi cuerpo a la locura. No puedo pensar con claridad, mis uñas se clavan en sus omóplatos, en la parte baja de su espalda, en los costados, en cualquier parte donde pueda sostenerme mientras mi cuerpo se vuelve cada vez más impaciente. Entonces se vuelve a alejar, acariciándome la mejilla con su dedo, y jugando con mi cabello con su otra mano. —Esto es bueno. —Empiezas a sonar como un blandengue —le digo sin aliento. —¿No me acusaste ya una vez de ser un blandengue? —Sigue jugando con mi cabello. —Lo hice, pero no lo decía en serio. —Bueno, tal vez tenías razón. —Tal vez la tenía. Él continúa peinándome el cabello con los dedos, su cuerpo sobre mí, y me siento tan cómoda, casi me quedo dormida en sus brazos, justo encima de una roca. Luego se levanta de encima y el frío se filtra en mi cuerpo, despertándome. Entrelaza sus dedos con los míos mientras me levanta con él. —¿A dónde vamos ahora? —le pregunto, sacudiendo la suciedad de la parte posterior de mi pierna. Él se agacha y agarra la basura. —¿Qué hay de casa? Casa. Una palabra tan extraña, ya que ninguna parte se ha sentido realmente como una casa para mí. —Sí, casa suena bien.

El resto del camino a casa hablamos de cosas mundanas, como cuál es su comida favorita, que son los tacos, lo cual ya me imaginaba, ya que es su comida de resaca y a él le gusta beber. Le digo cuál es la mía, que son las galletas de chocolate, de esas que solía hacer mamá. Me sorprende que hable con él sobre mi madre, tanto como le sorprende a él. Toda nuestra conversación es tan aburrida y normal, pero en realidad me gusta y empiezo a preguntarme si podría vivir una vida aburrida, normal y sin adrenalina.

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Al estacionar la camioneta en nuestro complejo de apartamentos, aún es temprano, pero Luke dice que podemos continuar con nuestra cita en casa. Luego comienza a besarme en la camioneta antes de que podamos salir. Nuestras bocas y manos exploran el cuerpo del otro, hasta que se pone demasiado caliente y tenemos que salir. Es la cita perfecta, y estoy reconsiderando seriamente toda mi teoría sobre la vida, cuando veo a un tipo sentado en la parte baja de las escaleras que conducen a nuestro apartamento. —Tiene que ser una broma. —Dejo ir la mano de Luke cuando me doy cuenta de quién es el tipo. Me alejo de un Luke conmocionado yendo hecha una furia hacia los escalones. Stan Walice levanta la vista de su cuaderno, luciendo nervioso y tenso. —Por favor, sólo cálmate. Quiero hablar contigo un minuto. —¿Tengo que conseguir una orden de restricción? —pregunto al llegar al pie de la escalera. Se levanta de un salto y se mete el cuaderno y un bolígrafo en el bolsillo delantero. Usa un pantalón gris arrugado, unos viejos zapatos de deporte y un polo rojo, junto con unas gafas de montura cuadrada. — Cálmate. Sólo quiero hacerte unas preguntas. —Sus gafas comienzan a deslizarse por su nariz y las empuja con un dedo. —Estoy bastante segura de que te dejé claro que no haré eso —le digo, Luke parándose a mi lado. —¿Qué diablos es esto? —dice Luke poniendo su mano en la parte baja de mi espalda, calmándome un poco, pero mi interior todavía arde. Stan mueve sus ojos hacia él, y puedo decir que compara su cuerpo fuera de forma con el sólido y tatuado cuerpo de Luke. —Sólo quiero hacerle unas cuantas preguntas sobre sus padres. —Y yo ya le dije que se vaya a la mierda —le digo, no con ira, sino con una súplica silenciosa en mi voz—. En serio, ¿qué pasa con los periodistas y su obsesión de a acosar a la gente? —En verdad necesito esta historia —dice Stan, pasándose los dedos por el cabello—. Mi trabajo peligra. —Ella dice que no quiere hablar contigo. —Luke da un paso adelante, colocándose frente a mí, protegiéndome—. Así que entiéndelo y lárgate de aquí antes de que tenga que patearte el culo —dice, y luego retrocede y me agarra la mano. Por mucho que me encantaría verlo patearle el culo a Stan, también recuerdo que a diferencia de cuando peleó con Preston y los chicos en el club de striptease, probablemente

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haya consecuencias en esta ocasión, por lo que le aprieto la mano y lo sostengo. Stan niega, el pánico inunda sus ojos mientras brinca a un lado para que yo pueda verlo. —Mira, sé que probablemente fui tras esto de una mala manera, pero en verdad necesito esta historia en el periódico o me despedirán. Necesito algo realmente bueno. —Entonces, ve a buscar una historia que sea más fácil de conseguir —le digo, avanzando poco a poco, por lo que me paro junto a Luke—. No trates de localizarme cuando no quiero hablar de mi pasado. —Las más fáciles son los que nadie quiere oír —dice—. Una chica que encuentra a sus padres muertos y se queda en esa casa durante veinticuatro horas. —Mueve la mano por el aire, como un reportero en una vieja película, haciendo el encabezado—. Eso sí que es una historia. Sólo puedo imaginar lo que hay en tu cabeza… las cosas que viste… Y si la gente supiera sobre esto, tal vez ayudaría a atrapar al asesino. El cuerpo de Luke se pone rígido mientras las llamas parpadean a través de mi cuerpo. Le dijo a Luke mi secreto, del que todo el mundo quiere huir una vez que se entera. De la nada, me lanzo a por Stan. Suelto las manos de Luke y levanto mi puño, preparándome para estrellárselo en la cara. No he sentido tanta furia en mucho tiempo, y por lo general me gustaría encontrar otra manera de tratar con ello, pero ahora mismo lo único que quiero hacer es golpearlo. Lanzar mi puño contra él. Ver la sangre en su nariz. Verlo herido como sé que en unos minutos lo estará. De alguna manera, Luke logra colocar sus brazos alrededor de mi cintura y me detiene antes de que realmente lo toque. —¡Déjame ir! —protesto, retorciéndome—. Le patearé el culo. —No, no lo harás. —Me abraza más fuerte cuando me esfuerzo por llevar airea mis pulmones. Tengo que alejarme de él, necesito respirar. Tengo que correr, golpear a Stan, hacer lo que sea para no sentir ese pinchazo en mi interior. Mis padres. Luke lo sabe. Estoy jodida. Ahora sabe lo que hay debajo de mi piel de acero. Él no va a querer estar conmigo. Me empujo, retorciéndome en sus brazos, y él casi me aplasta contra su pecho. —Respira —me susurra en el oído, alisando su mano en mi nuca. Juro por Dios que es como si supiera qué pasa dentro de mi cuerpo, como si estuviera en sintonía con él. —No puedo —me ahogo—. Lo odio. —Sólo inténtalo. Cierro los ojos y bloqueo todo lo demás, tratando de conseguir aire para mis pulmones. Puedo oír su corazón latiendo de manera constante, y

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lo escucho en tanto trato de conseguir que el mío coincida con el suyo. — Lárgate de aquí —le gruñe Luke a Stan, con su pecho retumbando. —Me esforzado mucho para hablar con ella —dice Stan—. Si quisiera, entonces podríamos terminar con esto. —Si no te vas, la dejaré ir y te golpearé el culo yo mismo —dice Luke con calma—. Así que toma esta oportunidad para alejarte. —No puedes amenazarme —dice Stan—. Llamaré a la policía. —¿Te parece que me importa una mierda la policía? —responde Luke—. Ahora te alejarás lo más que puedas de ella. —Remarca cada palabra para mostrar su punto. Stan murmura algo acerca de que tome su tarjeta y Luke añade—: Si tratas de contactar con ella otra vez, no irás muy lejos. Momentos pasan, se sienten como días, antes de que cualquiera de nosotros se mueva o hable de nuevo. Soy la primera en apartarse, y él me libera, dándome espacio. Luke me observa mientras busco por todo el patio algo para hacerle frente a lo que pasó, pero al final mi mirada se vuelve a desplazar hacia él. —Así que ya lo sabes —le digo, y suelto una ruidosa respiración de derrota. Busco disgusto en sus ojos, la mirada que todo el mundo tiene cuando se enteran, pero los suyos lucen negros como la noche, reflejándose en ellos las luces de los pórticos. Cuanto más tiempo continúa el silencio, más siento como si fuera a llorar. Las lágrimas en mis ojos pican mientras que batallo para no dejarlas salir, con ganas de volver a ser esa chica dura, a la que no le importa una mierda. La necesito. Ella lo hace todo bien, incluso cuando no lo está. —No sabía que los periodistas eran así —dice finalmente en voz baja, envolviendo los dedos alrededor de mi brazo—. Parece loco e intenso. —Desafortunadamente, muchos de ellos son intensos —le contesto, mordiéndome las uñas, deseando con desesperación poder leer lo que piensa—. Pero nunca conocí a alguien tan obsesionado como él… me ha estado llamando desde hace semanas y se presentó en mi trabajo. Sus ojos se abren. —¿Por qué no me dijiste nada? —me pregunta, y ni siquiera me molesto en contestarle—. Deberías haberme dicho algo. —¿Para qué? ¿Para contarte mi triste historia y que de esa manera pudieras mirarme cómo lo haces ahora? —Ni siquiera puedes verme la cara, así que no puedes ver cómo te miro.

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—Sin embargo, conozco la mirada. Es la que todo el mundo tiene cuando oyen hablar de mí. La chica que encontró a sus padres muertos y luego se sentó en la casa con sus cuerpos durante un día. La jodida chica que asusta demasiado a la gente. —Si no pensaba dejarme antes, creo que ahora lo hace. Sus dedos sostienen mi brazo al girarme ligeramente para que pueda verle la cara y no hay nada allí, sólo simpatía e incluso comprensión. — Todo el mundo tiene un pasado oscuro. Yo tengo el mío y, confía en mí, sería un maldito hipócrita si te juzgara por cualquier cosa que hayas hecho. Hice un montón de mierda que la mayoría de la gente no entendería. Quito mi mano de la suya y pongo los brazos alrededor de mi cintura, deseando poder doblarme en mi interior, ocultarme detrás de las paredes de acero que se han ido reduciendo en las últimas semanas. —¿Cómo qué? —Lo cierto es que no espero que me responda, por lo que cuando toma una respiración profunda, preparándose para hablar, mi pulso se detiene. —¿Qué hay de inyectarle heroína a tu madre cuando tenías ocho años porque ella odiaba las agujas y te obligaba a hacerlo por ella? — Pronuncia las palabras en voz baja y puedo decir que no quiere decirlas, pero es como si sus labios lo obligaran a hacerlo. No sé cómo reaccionar. Si tengo que hacerlo. Si tengo que abrazarlo o huir de él. Qué debería hacer. Gracias a Dios, él reacciona por mí, sus dedos dejando mi brazo y rodeando mi cintura. —¿Te asusté ahora? —pregunta, y sacudo la cabeza—. Tu pasado no me asusta —dice—. Ahora sí, pero por razones completamente diferentes. Las que tienen más que ver conmigo y con cómo me haces sentir. Asiento, secándome las lágrimas cuando él se inclina para besarme suavemente. Y es extraño, pero en el buen sentido, porque por un momento todo lo malo que acaba de suceder no existe. No lo siento tan aplastante contra mi pecho. Luke es la primera persona que alguna vez ha sido capaz de quitarme algo de peso, y me dan ganas de aferrarme a él tanto como pueda. Así que cuando me levanta y me carga hacia casa, lo dejo. Al igual que dejo que me desnude. Permitiéndole que se quite la camiseta y que me deslice por encima de mi cabeza, por lo que me envuelvo en su aroma. Dejo que me recueste en la almohada y se suba a la cama conmigo. Entonces nos quedamos dormidos. Juntos.

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16 Traducido por Adriana Tate & Gaz Holt Corregido por Mire

Luke Violet y yo caemos dentro de este extraño ritmo durante las próximas semanas. Organizamos nuestra habitación y la dejo colocar la mayoría de sus cosas donde quiere. Tiene este oso de peluche que insistió que tenía que ir en la cómoda, justo afuera en la intemperie, a pesar de que era púrpura y de niña. Pero entonces me dijo que su papá se lo dio y le di un abrazo porque es lo único que se me ocurrió hacer. La he estado abrazando un montón, en parte porque me gusta la sensación de ella, pero en parte porque tengo miedo de que vaya a desaparecer. Tengo miedo de que finalmente se dé cuenta de que no bromeaba sobre inyectar a mi mamá y luego no esté tan dispuesta a aceptarlo. Sutilmente me ha preguntado unas cuantas veces sobre mi mamá y cómo luce, y le doy la menor cantidad de detalles posible, porque todo está funcionando para Violet y para mí en estos momentos. Nos besamos bastante, me deja tocarla donde quiero y cuando quiero, sin embargo, todavía me contengo, con temor de cruzar esa línea y aceptar completamente que he cambiado por dentro. Que en realidad voy a considerar una relación verdadera con Violet, aún sabiendo que en cualquier momento podría quitármelo todo. Es más duro que el infierno no tomar el control y deslizarme dentro de ella. Se siente como si cada momento de cada día, quiero estar dentro de ella, una y otra vez. Quiero ver esa mirada en sus ojos de nuevo cuando se viene, solo que esta vez quiero estar dentro de ella cuando suceda. —Has estado bebiendo un montón de cervezas últimamente — menciona mientras apila los platos en el fregadero. Seth y Greyson han salido a cenar para celebrar sus tres meses de aniversario. Llevan juntos más de tres meses, así que realmente no estoy seguro qué aniversario están celebrando y no les pregunté—. ¿Es porque intentas cuidar mejor de ti mismo?

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Me estremezco ante el hecho de que está mencionando sutilmente mi diabetes —mi debilidad—, pero porque es ella, hace que sea un poco más fácil relajarme. Me dejo caer en el sofá de cuero e inclino la cabeza hacia atrás para tomar un trago. —Sí, decidí intentar apegarme a solo cervezas por un tiempo y ver cómo funciona… ponerme un poco más saludable. Además, creo que necesito un pequeño descanso de las otras cosas. Levanta la mirada del fregadero. Lleva el cabello recogido, dejando sus hombros y su cuello expuesto para que yo lo aprecie completamente. Lleva una delgada camiseta sin mangas sin sujetador y pantalones cortos. Hago lo mejor que puedo para mantener mis manos quietas, pero es difícil cuando va así vestida. —¿Un descanso de qué? —pregunta. Me encojo de hombros y dejo la cerveza en la mesa de café, buscando el control remoto. —Mi obsesión por… ¿cómo lo llamaste?… quemar mi garganta. —Le muestro una ligera sonrisa, sin decirle la verdadera razón. Que estoy intentando algo diferente, apuntando por una cabeza más clara, así puedo estar completamente consciente de todo lo que pasa entre nosotros. Sin embargo, es difícil algunas veces, y un poco doloroso, ahora que mis nervios están agudizados ante todo. —¿Dije eso una vez? —Inclina la cabeza a un lado, dándose golpecitos con el dedo en su labio, fingiendo que no puede recordar—. Eso no suena como algo que yo diría. —Eso suena exactamente como algo que dices —le digo, cambiando de canal. —Suenas como si me conocieras o algo —bromea con una sonrisa mientas cierra el grifo. —¿Estás diciendo que no lo hago? —replico, agarrando mi cerveza de nuevo mientras coloco mi pie descalzo sobre la mesa. Hace una pausa, secándose las manos con una toalla de papel. — No, eso no es lo que digo en absoluto. —Entonces estás diciendo que te conozco. —Al igual que yo te conozco. —No creo que te conozca completamente —le digo, despegando la etiqueta de la cerveza—. No todavía, de todos modos. Apila algunos platos en el lavavajillas. —Conoces un montón de las partes importantes. Lanzo la etiqueta húmeda a la mesa de café. —Sé que las conozco.

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—Y todavía estás aquí. —Baja la mirada mientras lo dice, como si no le importara mi reacción, pero el nerviosismo en su tono sugiere lo contrario. —Por supuesto que todavía estoy aquí. —Bromeo en un tono ligero porque sé que la hará sentir mejor—. No quiero regresar a estar sin casa de nuevo. Además, donde más consigo dormir con una chica que empuja su trasero deliberadamente contra mi polla todas las noches. Me mira con disgusto fingido en sus ojos. —Hice eso una vez y fue porque estaba teniendo un sueño raro. —¿Un sueño raro sobre mí follándote? Rueda los ojos, pero no discute mientras recoge algunos vasos sucios del fregadero. —Me sorprende que aún quieras dormir conmigo —dice—. Pensé que estarías enfermo de mi loco ritual de jadeos. Inclino la cabeza hacia atrás y trago mi cerveza. Todas las mañanas Violet se despierta de la misma manera en que se despertó en mi dormitorio, jadeando en busca de aire. Me dio sustos de muerte durante la primera semana, pero ahora solo quiero saber lo que lo causa. Todo lo que me dice es que es una pesadilla, supongo que es sobre sus padres, pero ella no va hablar sobre ello. —Qué puedo decir, supongo que soy un glotón para los castigos. —Supongo que sí —dice pensativa, colocando los vasos bocabajo dentro del lavavajillas—. Sabes, me siento como si fuera la sirvienta aquí. Siempre parece como si soy la única que lava los platos. —Oye, yo limpio bastante —protesto, colocando la botella de cerveza vacía sobre la mesa—. Son Seth y Grayson quienes no hacen nada. —Greyson al menos cocina —comenta—. Todo lo que Seth hace es dejar envolturas de Kit Kat y latas de bebidas energéticas por todas partes. —Sí, no voy a discutir eso —le digo mientras observo su trasero sobresalir de la parte inferior de sus pantalones cortos mientras se agacha para cargar los platos al fondo del lavavajillas—. Sabes —continúo—, creo que si eres la que va hacer la limpieza, deberíamos conseguirte un traje de sirvienta traviesa. Se pone de pie de nuevo, enderezando los hombros. —¿Por qué molestarse con el traje de sirvienta, cuando podría hacerlo desnuda? Sacudo la cabeza, mordiéndome el labio con tanta fuerza que casi me saco sangre. —Uno de estos días, cuando me digas algo como eso,

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voy a tomar el control de la situación y a hacerte seguir adelante con lo que has dicho. Se relaja, recostando su espalda contra el mostrador, cruzando los brazos. —Oh, desearía que lo hicieras. Mi cuerpo arde con un impulso de control por tocarla. Lo he sentido un montón de veces durante las últimas semanas, y Jesús, ella sabe cómo presionarme y empeorarlo. —Crees que bromeo. —Se mueve hacia delante para fregar los platos en el fregadero, frente a mi dirección—. Pero no lo hago. La observo mientras abre el grifo y comienza a levantar una olla. Está sonriendo para sí misma y comienzo a ponerme de pie, listo para finalmente rendirme a mis necesidades o a las suyas… ya se ha vuelto más difícil de decir. La voy a llevar de regreso a la habitación y le voy a dar eso acerca de lo que continúa provocándome. Pero entonces mi teléfono empieza a sonar. —Salvado por la campana —canturrea con una sonrisa en su rostro. —Oh, esto no se ha terminado —le aseguro, retirando el teléfono del bolsillo de mi pantalón—. Voy a comenzar esto enseguida… —Frunzo el ceño cuando el nombre de mi papá aparece en la brillante pantalla. Ha estado tratando de buscarme un montón recientemente, probablemente porque la boda se acerca. —¿No vas a contestar? —pregunta Violet, colocando la olla en el lavavajillas y luego cerrando la puerta con un golpecito de su cadera. —Supongo —murmuro, odiando que recibir una simple llamada pueda arruinar todo el ambiente de la noche. Presiono contestar, colocando el receptor en mi oreja—. ¿Sí? —Hola —dice mi padre, sonando desesperadamente alegre—. No has estado contestando mis llamadas. —Eso es porque he estado ignorándolas —le digo con honestidad mientras el estruendo del lavavajillas llena el apartamento. Violet deja la cocina y va al baño, cerrando la puerta, llevándose su hermoso trasero con ella, junto con lo bueno y la alegría en mí. Él hace una pausa, luchando por encontrar las palabras. —Mira, Luke, lo siento mucho por mi reacción cuando preguntaste si podrías mudarte con nosotros —dice—. Algunas veces no sé cómo ser un padre y solo digo cosas sin pensar de antemano realmente. Pero debí haber dicho que podías mudarte con nosotros. Incluso te voy a dar mi cama.

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—Estoy bien. —Agarro la cerveza, necesitando su sabor. Tomo un largo trago, pero no es suficiente. Demasiado suave y débil. Demasiado sobrio e inestable. Cambiar a la cerveza fue una idea muy mala. —Luke, de verdad lo intento —dice—. Sé que no fui parte de tu vida durante un tiempo, pero quiero serlo ahora. —Realmente lo estás intentando. —Me río bruscamente en el teléfono mientras algo se rompe dentro de mí, los últimos catorce años empujándome cada vez más lejos y lejos, y estoy demasiado sobrio y puedo sentirlo todo—. Intentarlo habría sido llamarme más de diez veces durante los últimos catorce años. Intentarlo habría sido no dejarme a mí y a Amy con mamá y su locura. —Tu madre no está loca. —Suspira—. Simplemente está luchando con cosas. —No, está jodidamente loca y tú estás jodidamente loco por pensar que no lo está —espeto. Literalmente espeto. Todas las cosas que he guardado dentro de mí se derraman como una llamarada de ira que me atraviesa hasta que todo lo que veo es blanco. —Luke, no hables de tu madre de esa manera —dice—. Sí, tiene problemas, pero todos los tenemos. —En serio la defiendes y ni siquiera lo entiendes. —Entonces explícamelo. Por favor. —¿Tienes alguna idea de las cosas que hizo… que me hizo hacer? ¿Tienes alguna idea de todas las cosas que pasé…? Me hizo inyectarla, sabes. Inyectarle heroína en sus venas —siseo, apretando mis manos en puños, queriendo, necesitando la silenciosa quemadura de Jack o tequila, pero en cambio, me conformo con golpear con fuerza mi puño contra la mesa de café. Mis nudillos se abren y la madera rasguña una capa de piel. Duele, pero no tanto como pensar en el pasado—. Cuando tenía ocho años, me hizo aplastar su cocaína, me hizo dejarla abrazarme mientras se desmayaba. Me hizo hacer todo con ella como si fuera una mascota. Nunca me dejaba respirar. Ignoraba a Amy. —Respiro con furia, luchando por conseguir oxigeno mientras tiro la botella de cerveza vacía al otro lado de la habitación y se rompe contra la pared—. No le importó una mierda cuando Amy murió. Joder, jodió mi vida tan malditamente mal que tengo que controlar todo, así no recuerdo lo mucho que me controló… —Dejo de hablar cuando Violet camina frente a mí, parándose entre la televisión y la mesa de café. Todo se silencia mientras mira los vidrios alrededor de sus pies. —Luke, oh Dios mío, no sabía… —empieza a decir mi papá.

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Presiono terminar, colgándole. Llama de inmediato y apago el teléfono, tirándolo sobre la mesa, mis ojos nunca dejan a Violet. Como de costumbre, no puedo decir lo que está pensando, lo que significa que voy a tener que preguntarle. —¿Cuánto escuchaste? —Me tiembla la mano, pero mi voz sale regular. Sé que ya sabía algunas de las cosas, pero prácticamente escuchó una repetición de mi vida entera, triste, estúpida e inútil. Ahora sabe lo patético que soy realmente. —Todo. —Hay una mirada indescifrable en sus ojos mientras toma una respiración profunda. Contempla algo y no puedo soportar su silencio. Me siento como si estuviera a punto de explotar. —Violet, solo di algo —le digo, sonando histérico y patético—. Por favor. —Probablemente deberíamos limpiar los vidrios antes de que Seth y Greyson regresen —me dice—. Aunque, podríamos dejar el desastre para que ellos limpien. —Violet, yo… —Me callo mientras ella camina de puntillas sobre los vidrios y sube sobre la mesa a mi lado. Luego entrelaza sus dedos con los míos y besa suavemente mis nudillos raspados. Después de besar cada uno de ellos, me mira con sus grandes ojos verdes, luego se levanta de puntillas y planta un suave beso en mis labios. Disfruto de su sabor mientras mis manos se deslizan alrededor de su cintura. Estoy confundido, ¿por qué está bien con esto?, sobre lo que escuchó, sobre el hecho de que entró en una sala de estar cubierta de vidrios, pero entonces recuerdo todo lo que ya sabe sobre mí; cómo detuvo la pelea en el club de striptease, cómo le conté sobre mi mamá obligándome a inyectarla. Ella sabe más sobre mí que la mayoría, y todavía está aquí, besándome y permitiéndome estar cerca de ella. Así que le devuelvo el beso con fuerza y pasión, porque necesito estar con ella, necesito sacar la rabia dentro de mi pecho. La beso con hambre mientras la levanto en mis brazos y la llevo de vuelta a la habitación, chocando con las paredes y la puerta antes de que finalmente nos recueste en la cama. Gime cuando la cubro con mi cuerpo y comienzo a chupar su cuello, besando su mandíbula. Solo me alejo para sacar su camisa, sus pezones reavivándose tan pronto como el aire los golpea. La observo mientras me ayuda a quitarme la camisa y luego traza sus dedos por los tatuajes en mis costillas y mi pecho, mientras simplemente se me queda mirando con una mirada casi cautivada en sus ojos.

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—¿Significan algo? —pregunta, con su dedo trazando las líneas de un tatuaje en mi costado. Me encojo de hombros, mis dedos se enredan en su cabello. —Pasé por esta fase en la que, cada vez que me sentía como una mierda, me hacía un tatuaje. —Tienes un montón. —Me sentía como una mierda un montón. —Hago una pausa, pasando mi dedo por su nuca mientras mi otra mano viaja hacia su caja torácica, por las líneas oscuras del tatuaje—. ¿Qué hay de los tuyos? ¿Significan algo? Me mira fijamente a través de sus pestañas. —Las estrellas sí. Mis dedos se posan en el lugar donde sé que están tatuadas las estrellas. —¿Qué significan? —Me las hice para recordar a mis padres. —Se encoje de hombros—. Leí una vez en alguna parte que las estrellas representan a nuestros ancestros muertos o algo así de raro. Comienzo a decir algo, pero ella cubre mi boca con su mano. —Solo bésame. A pesar de que se siente como que debería decir más, en su lugar la beso, inclinando mi peso sobre ella y empujando su espalda contra el colchón conmigo. Beso su cuello, su clavícula, el lugar en su pecho donde late su corazón. Luego chupo su pezón, permitiendo que toda la tensión sexual que he estado conteniendo fluya fuera de mí. Gime, subiendo sus rodillas hasta mis caderas mientras se agarra fuertemente a mi omóplato, murmurando algo sobre hacerlo más duro. Buen Dios, solo mátame ahora. Hago lo que me pide y me muevo hacia su otro pezón, chupándolo más duro hasta que no puedo soportarlo más. Entonces me alejo y le quito los pantalones cortos, arrojándolos a un lado, junto con sus bragas. Violet puede amar ser ruda, pero mientras yace desnuda debajo de mí, puedo notar que está nerviosa y tratando de esconderlo. Me hace dudar, y nunca jamás he dudado. Sin embargo, antes de que pueda decir algo, se inclina hacia delante y desabrocha el botón de mi pantalón. Luego sus manos se deslizan por debajo de mis calzoncillos y sus labios se separan cuando sus dedos rozan mi muy ansiosa e hinchada polla. —Creo que… —Me callo, perdiendo el foco mientras comienza a frotarme. Mis músculos se desenredan como cuerdas anudadas mientras gimo. Antes de darme cuenta, llego al punto donde o voy a tener que

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detenerla o conformarme con una sobada. Con mucho esfuerzo, extiendo mi mano hacia abajo y tiro de su mano, alejándola, y luego me quito mis pantalones y calzoncillos. Agarro un condón de mi bolsillo trasero, luego tiro los pantalones al suelo, devolviendo mi cuerpo sobre el suyo. Tiene esta mirada emocionada en sus ojos que no estoy seguro de cómo interpretar o si debería incluso intentar interpretarla. Comienzo a abrir mi boca para preguntarle si está bien con esto, pero se levanta y estrella sus labios contra los míos antes de que pueda pronunciar las palabras. Pierdo el foco de todo lo demás, y antes de darme cuenta me estoy deslizando dentro de ella. Se encuentra más apretada de lo que estoy acostumbrado, lo que significa que tengo que ir más despacio. Agarro un puñado de las sábanas, luchando para tomarme mi tiempo, avanzando dentro de ella gradualmente, pero abre las piernas y arquea la espalda, tomando el control, encontrándome a mitad de camino. De repente estoy dentro de ella todo el camino, y me quedo quieto, tratando de reprimir el impulso de tomar el control. El tiempo pasa mientras la conexión entre nosotros se construye, junto con las emociones abrumadoras que me consumen. Controlándome. Pero al final me muevo lentamente porque no es acerca de mi control. Es acerca de ella. Es todo acerca de ella. Cada movimiento, cada respiración, la forma en que mi corazón late con fuerza en mi pecho, es todo debido a ella. Violet me posee.

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Violet Ni siquiera estoy cien por cien segura de por qué llevo las cosas tan lejos como lo hago, pero una vez que está dentro de mí no hay vuelta atrás, así que abro mis piernas y dejo que se hunda hasta el fondo, a pesar de lo que duele. Trato de no temblar ante la sensación de él llenándome, pero es difícil. Se siente tan poco natural, pero natural al mismo tiempo, porque me hace sentir segura y no sola. Como si se supusiera que él debe estar dentro de mí, lo cual es raro, y estoy segura de que no es una cosa normal que alguien piense la primera vez que tiene sexo. Luke se queda quieto dentro de mí, con mis manos apoyadas en sus tensos músculos traseros, con la cabeza inclinada hacia abajo, por mi cuello, mientras agarra la sábana. Está latiendo dentro de mí, su piel se siente caliente y huele como a cerveza, humo y el olor almizclado de colonia. Es un aroma que comenzó a usar durante las últimas semanas, pero de esta poco familiar buena manera, como él o la idea de él y yo juntos. Trato de mantener mi entereza, pero la necesidad de moverme se calienta en mí interior. Todo está tan quieto. Demasiado todavía. Entonces comienza a mecerse y envía un dolor muy dentro de mí. El dolor solo parece crecer cuanto más se mueve, y se hunde más y más profundo dentro de mí mientras respira en mi nuca, dejando besos por mi piel hasta que finalmente pone su boca sobre la mía e inmediatamente desliza su lengua, besándome más fuerte a medida que empuja con más fuerza. Pierdo la respiración mientras el dolor se convierte en algo más, algo maravilloso que aleja todos los pensamientos de mi cabeza. Inclino la cabeza hacia atrás y mis pechos se presionan contra su pecho mientras desliza su mano por mi espalda, acercándome más mientras jadeo sin aliento para respirar. Él gime contra mi boca mientras grito algo que apenas puedo comprender, cayendo y volando al mismo tiempo, como siempre me imaginé haciendo. Lo agarro, negándome a dejarlo ir hasta que yo vuelva, con la adrenalina golpeando contra mí con tanta fuerza que apenas puedo pensar con claridad. Da un último empuje y nuestras caderas conectan por completo antes de que se ralentice y su cuerpo se sacuda bajo mis palmas. Luego se aquieta en mi interior. Nuestra piel está húmeda y nuestros corazones golpean el uno contra el otro. No hay espacio entre nuestros cuerpos mientras se aferra a mí y yo le agarro, no sé por qué me

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estoy aferrando, aparte de porque parece que, cuando le deje ir, las cosas maravillosas que siento desaparecerán. Finalmente, después de un tiempo, se desliza fuera de mí, besándome antes de tirarse sobre la cama. Tira un brazo sobre su cabeza mientras usa el otro para guiarme hacia él, hasta que descanso la cabeza en su pecho. Puedo oír su corazón latiendo inestablemente mientras sus pulmones se expanden por aire. —¿Estás bien? —me pregunta finalmente, sonando sin aliento, a punto de entrar en pánico. Asiento, conteniendo mi sonrisa a pesar de que no la puede ver en la oscuridad que se instaló en la habitación, pero es raro estar feliz. Además, la sonrisa es real, no es la falsa, la que siempre muestro a la gente. —Estoy bien. —¿Estás segura? —me pregunta, al parecer consciente de sí mismo—. ¿Todo está bien? Incluso después de que… bueno, todo. Miro hacia él, apoyando la barbilla contra su pecho. —Todo está bien, señor Estoicamente Distante, ahora, ¿te relajarías? —Estoy relajado —insiste—. Solo me aseguro de que te encuentras, de que estás bien conmigo. —Estoy perfectamente bien contigo y con lo que pasó —le aseguro. Y lo estoy. Por un momento, todo es absolutamente perfecto.

—¿Cerrarías la puta boca? —grita el chico mientras la mujer canta para sí misma una y otra vez—. Tenemos que salir de aquí. —Apóyate en mí. Inclínate hacia mí. Toma. Ayúdame. Necesito entender. Ayúdame. No puedo hacer esto sin ti. —Llora ella mientras sostiene su peso en sus brazos. —¡Deja de cantar esa maldita canción! —grita él con rabia, y lanza uno de mis juguetes por toda la habitación—. Junta tu mierda y vamos a salir de aquí. —No puedo —dice ella entre sollozos histéricos—. ¿Y si alguien nos vio? —Joder, nadie nos vio —dice él, sacudiéndola como una muñeca de trapo—. Ya registré la casa. —Ella mira alrededor de mi cuarto de

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juguetes y juro que sus ojos se posan sobre mí en el rincón oscuro. ¿Me ve? Tiene que hacerlo. ¿Va a decirle? —Apóyate en mí. Inclínate hacia mí. Toma. Ayúdame. Necesito entender. Ayúdame. No puedo hacer esto sin ti. —Las lágrimas inundan sus ojos una y otra vez y me pongo a llorar mientras él la golpea una y otra vez, y las letras y las bofetadas llenan mi cabeza mientras espero a que los monstruos me encuentren. Me hieran. Porque eso es lo que hacen los monstruos.

Me despierto en estado de pánico, como siempre, agitando los brazos mientras me siento, con todo a mí alrededor distorsionado mientras esa canción se hace eco en mi cabeza. Grito, agarrando mi cuello, respirando ruidosamente mientras busco por el cuarto oscuro, mi mente busca algo familiar, y finalmente aterriza en mi osito de peluche en la parte superior de mi escritorio. Luke se sienta, frotándose los ojos mientras coloca una mano en mi espalda. Se ha acostumbrado tanto a esto que ni siquiera le perturba ya. Pasa la mano por mi espalda, permitiéndome recuperar mi respiración mientras agarro la sábana contra mi pecho desnudo, diciéndole a mi ritmo cardíaco que se relaje. Tengo que trabajar para no hacerlo de la manera que estoy tan acostumbrada a hacerlo, por la búsqueda de una descarga de adrenalina a través de peligro. Sé que la única razón por la que no estoy corriendo a la ventana y contemplo el saltar es porque él me está tocando. Calmando. Él es el que lo hace ahora. Después de sentarme, me coloca su camiseta, se pone los bóxers y me encuentra de nuevo en la cama, envolviendo sus brazos alrededor de mí. —Me gustaría que me dijeras lo que sueñas —susurra contra mi frente mientras la besa—. Tal vez podría ayudar. —Hablar de las cosas no ayuda —le susurro con mis manos en su pecho—. Y, confía en mí, no quieres oír hablar de eso. Me peina el pelo con los dedos y siento los músculos de su cuello moverse mientras traga saliva. —También tengo pesadillas, a veces sobre… sobre pinchar a mi mamá… en realidad odio las agujas y hacer esas cosas… Bueno, todavía me llega. —Pero eres diabético.

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—Sí, es un gran inconveniente. —Ha forzado el humor en su voz. Atormento a mi cabeza por algo que decir, pero no puedo llegar a nada. Podría hacer una broma, crear una historia, esas cosas complicadas siempre son fáciles para mí. Pero él me dice cosas acerca de sí mismo sin siquiera preguntar. Cosas oscuras y jodidas, como las que he venido teniendo dentro de mí desde hace trece años. —Es acerca de esa noche —le digo, y sus músculos se ponen rígidos, pero continúa pasándome los dedos por el pelo—. Los vi… Sus dedos dejan de moverse y recupera el aliento. —Viste a los asesinos. Asiento, mirando hacia los pies de la cama. —Lo hice, pero al mismo tiempo, en realidad no… Supongo que era más que los oí… eran jodidamente ruidosos. —Mi tono es ligero, pero todo lo demás dentro de mí se siente como ladrillos que caen, me aplastan, me atrapan—. No sabían que estaba en la habitación, así que ni siquiera se molestaron en estar en silencio. —¿Le dijiste eso a la policía? —me pregunta. —Le dije a la policía todo lo que podía recordar, los zapatos que llevaba la dama… Incluso describí el sonido de su estúpida voz… la forma en que sonaba cuando cantó esa canción desordenada. —¿Estaba cantando una canción? —me pregunta—. ¿En serio? —Sí, tenía una letra muy jodida —le digo, tomando una respiración profunda—. Apóyate en mí. Inclínate hacia mí. Toma. Ayúdame. Necesito entender. Ayúdame. No puedo hacer esto sin ti. —Mi voz cae—. Es lo que oigo todas las noches en mis sueños. Pasa un rato en silencio con los sonidos de los coches como el único ruido en nuestra habitación. Al principio creo que es porque está asimilando lo que dije, pero luego me doy cuenta de lo rígido que se ha puesto y cómo ni siquiera suena como si estuviera respirando. Me acerco, preguntándome si fue un error decírselo. —Luke, ¿estás bien? —¿Qué demonios acabas de decir? —susurra. Definitivamente no debería habérselo dicho. —Esa era la canción que cantaba. —Me alejo de su pecho, tratando de decidir si debería irme antes de que me eche—. Ni siquiera estoy segura de qué es esa canción, porque nunca he sido capaz de encontrarla en cualquier lugar.

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La duración de su silencio parece extenderse indefinidamente. No se mueve. Ni respira. Y entro en pánico. —Eso es porque ella se la inventó. —La voz se le quiebra, y entonces me aleja de él. Me pongo a un lado mientras se levanta y sale corriendo de la habitación. Me acuesto en la cama por un momento repitiendo lo que dijo y lo que posiblemente podría significar. ¿Quién la inventó? ¿Sabe algo sobre el tema? ¿Conoce a la persona que…? Oh, Dios mío… Me levanto de un salto y corro tras él mientras cierra la puerta del baño. Tiro del picaporte pero ha echado la llave. Golpeo mi puño en la puerta. —¿Qué quiere decir ―ella se la inventó? Luke… Por favor, respóndeme… —Golpeo con la mano la puerta una y otra vez hasta que está hinchada y palpitante—. Maldita sea, por favor, solo dilo de nuevo. Necesito saber… necesito saber que te he oído bien. No contesta, y su silencio es suficiente para conocer la dolorosa, ardiente, cruda y fea verdad. Me acuesto en el suelo mientras las cosas empiezan a estrellarse al otro lado de la puerta. Vidrio. Paredes. Mi corazón. Espero a que la verdad me sea revelada, justo como esperé esa noche, con la esperanza de que no sea lo que estoy pensando. Que Luke no conoce a la persona que estaba allí esa noche en la que mis padres murieron, cantando esa canción espantosa. Pero en el fondo sé que estoy equivocada. Sé la horrible verdad y el vacío que queda por delante de mí.

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Luke Golpeo mi puño una y otra vez contra la pared, viéndola desmoronarse, derrumbarse en el suelo de baldosas, convirtiéndose en un montón de polvo. Entonces, una vez que el agujero es lo suficientemente grande, estrello el puño en el espejo. El cristal se hace añicos. Mi piel se rompe. Sangro por todo el suelo, las gotas de sangre manchan el azulejo junto con los fragmentos de vidrio roto. Esto no puede estar pasando. No es real. Solo quiero una vida digna de mierda sin mi maldito pasado poseyéndome. Sin ella poseyéndome. Una ráfaga caliente de calor quema mi interior y estiro el brazo hacia atrás y golpeo lo primero que encuentro intacto, que resulta ser la bañera. La baldosa se mantiene intacta, pero mis dedos se sienten como si se rompieran. Pero no es suficiente. Necesito más. No quiero sentirme así. No puedo… no puedo aceptarlo… Las lágrimas comienzan a salir de mis ojos mientras me derrumbo en el suelo. Estoy berreando como un débil y patético perdedor de mierda, el chico que solía hacer todo lo que le decían. Me estoy ahogando en mi pasado, ahogándome en el pensamiento de que voy a perder a Violet. Me permito llorar hasta que las lágrimas se detienen, hasta que sé que no hay nada más que hacer sino moverme de nuevo. Sudoroso, sangrando y en carne viva me pongo de pie, con el vidrio cortándome los pies mientras me muevo hacia la puerta. Violet está apoyada contra la puerta y cae sobre el piso del baño cuando la abro. Su cabello está rodeando su cabeza mientras se queda allí, en medio de las piezas de la pared y el espejo, mirándome con los ojos secos. —¿Cuándo… cuándo sucedió esto? —Toma más fuerza que cualquier cosa decirlo—. ¿Cuándo murieron tus padres? Toma una lenta respiración. —Hace trece años… la noche del tres de julio… el día antes de mi cumpleaños. —Sus ojos están en blanco, sin emociones, peor que cuando la vi por primera vez. Y yo puse esa mirada allí. Todo esto es culpa mía. Recuerdo esa noche porque es la noche en que mi madre regresó con sangre por toda su ropa. La noche en que todo cambió. La noche que condujo a una cantidad interminable de días llenos de drogas y locura. —Creo que… —Agarro mi mano rota mientras tiemblo por dentro y por fuera. Ni siquiera puedo decirlo, lo que me hace la persona más débil

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en la tierra, porque ella merece escuchar lo que tengo que decir. Joder, ella merece mucho más. —Creo que ya sé lo que vas a decir, así que no lo digas —me dice. —No puedo… —Lucho por encontrar las palabras que hagan esto más fácil, pero no existen—. Esa canción… mi madre inventó esa canción… —El sonido de mi voz me golpea con cuchillos invisibles que me apuñalan en los pulmones, la garganta, el corazón. —¿Estaba…? Oh, Dios mío, ¿estaba allí? —Sus ojos se inundan mientras empieza a llorar con histéricos sollozos que salen de su pecho mientras llenan el aire, el pecho, cada cosa que nos rodea. —No lo sé… —Pero en el fondo creo que lo hago, porque me acuerdo de que esa noche llegó a casa con sangre en su ropa. No sé lo que debo hacer. Quiero ayudarla, pero me parece que debería ser la última persona en llegar nunca a tocarla—. Lo arreglaré —le susurro, agachándome a su lado—. Yo… le diré a alguien… —Eso no importa. —Las lágrimas caen por sus mejillas y gotean en el suelo—. Nada de lo que hagamos nunca puede arreglar esto. Nada. Todo se ha ido. Mis padres… tú y yo… El dolor en mis nudillos es nada comparado con el profundo dolor en mi corazón mientras el significado de sus palabras abre mi pecho. Las lágrimas salen de sus ojos y no puedo pararme, incapaz de aceptar plenamente la realidad todavía. Sé que voy a tener que dejarla ir, porque no va a dejar que me aferre a ella nunca más. No después de esto. Las cosas nunca serán las mismas. Pero no puedo hacerlo por el momento. Necesito un poco más de tiempo antes de dejar que todo esto se vaya, mis sentimientos por ella, en quien me he convertido con ella. Me agacho y la cojo en mis brazos, haciendo caso omiso de lo que duele. No protesta, solo llora más fuerte y me agarra como si fuera la única cosa que la sostiene a este mundo. La llevo a la cama y la tumbo, y me lleva hacia abajo con ella. Dejo que me agarre, la dejo llorar, la dejo sollozar en mi pecho, sin tocarla nunca, dejando que tome lo que necesite y sin querer nada a cambio. Eventualmente, se queda dormida en mis brazos, y aunque lucho contra el impulso de levantarme, me quedo allí hasta que, finalmente, el desgaste emocional me alcanza y caigo con ella hecha una bola en mis brazos. Solo parece como si cerrara los ojos durante unos minutos, pero cuando me levanto, la cama está vacía. Me levanto y miro alrededor de la habitación, observando que su osito se ha ido, y cuando abro el armario, su ropa no está en los cajones. Busco por la casa y no puedo

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encontrarla, o cualquier cosa que le pertenezca, en ningún lugar. Se ha ido. Todo se ha ido. Y duele, más que mi mano rota, más que recordar, más que cualquier cosa que haya tenido que soportar en toda mi vida. Ni siquiera sabía lo mucho que sentía por ella hasta ahora, cuando no puedo sentirlo más. Quiero que el dolor desaparezca. Quiero que todo se vaya. Lo necesito. Me dirijo a la nevera y saco una botella de tequila. Necesito mucho para abrir la tapa con la mano lesionada, pero me las arreglo. Entonces inclino la cabeza hacia atrás y me llevo la botella a la boca, volviendo a la única cosa que sé que va a alejarlo todo. Inundo mi garganta con el líquido en llamas, dejando que se filtre en cada parte de mí, dejando que me ahogue, hasta que estoy tan lejos por debajo que no quiero ni tratar de respirar.

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Epílogo Traducido por Gabihhbelieber Corregido por Mel Markham

Violet —Así que las cosas con el chico amante no funcionaron, ¿eh? — pregunta Preston mientras deja caer la última bolsa de mis cosas en el piso de su sala de estar. Todo está en bolsas de plástico, porque empaqué deprisa, necesitando salir de allí antes de que me tirara por la ventana. Lo hubiera hecho, también, porque la idea de que todo terminara sonaba mucho mejor que dejar la única cosa sencilla y buena en mi vida. Pero estar cerca de él me recordaba cómo llegué a ese punto, cómo llegué a ser la persona que consideraría tirarse por la ventana. La peor parte es lo que siento por él, me preocupo por él, quiero que sea el que esté sentado aquí conmigo, pero ni siquiera creo que pueda mirarlo sin pensar en el asesinato de mis padres y en cómo su mamá podría estar conectada. Incluso mientras me sostuvo y lloré, la seguridad que una vez sentí en sus brazos había desaparecido y lo único que sentí fue falsedad. —No es mi chico amante… no es mi nada —le murmuro a Preston, frotándome los ojos mientras me hundo en el sofá. Mis ojos duelen casi tanto como mi corazón. Nunca he llorado tanto. Nunca he tenido una razón para hacerlo. Y todavía estoy tratando de averiguar si lloraba por el hecho de que Luke me dijo que su madre estuvo allí la noche que mis padres fueron asesinados o si era porque sabía que no podía quedarme allí con él, no de la forma en la que estuvimos sólo momentos antes, antes de que cantara esa canción y lo rompiera todo. Después de que Luke se quedó dormido, me había levantado, sintiendo la locura, la necesidad incontrolable de adrenalina, e hice lo único que podía pensar que no terminaría mal, con una muerte más. Me alejé y fui al único lugar que me quedaba. Estoy sorprendida de que Preston incluso viniera a recogerme. Todavía no estoy segura de por qué

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volví con él o si me quedaré aquí. Pero ahora mismo estoy demasiado agotada y derrotada para hacer algo más. Y no estoy segura de que alguna vez conseguiré que vuelva la persona que me convertí con Luke, o incluso la persona que era antes de que Luke pudiera mantenerlo unido, por tanto tiempo como pudiera cerrar mis emociones. Incluso después de que le dije al policía. Incluso cuando —o si— finalmente pueden efectuar un arresto, porque al final todavía estaré sola. Después de que Preston apila la última de las cajas en el suelo cerca de la sala, cierra la puerta y se deja caer en el sofá junto a mí. Todavía estoy en bóxer y usando la camisa de Luke, la cual ni siquiera puedo recordar haberme puesto, pero me alegro de tenerla porque huele a él. Pasa un brazo alrededor de mi hombro. —Así que ¿vas a decirme por qué te ves como la mierda o debería empezar a adivinar? Froto mis dedos sobre mis ojos hinchados. —¿Qué tal si fingimos que no pasó nada? —Oh, no puedo hacer eso —dice, tirándome contra él—. Pero al menos dime por qué estás llorando. —Porque todo está en ruinas. —¿No lo estaba ya? —No, estaba lejos de estar arruinado. No tiene ni idea de lo que hablo y me alegro. —Sabes, todavía no he olvidado cómo me hablaste antes de que te fueras. —Te lo merecías —murmuro, y aprieta mi brazo con fuerza. —Y nunca me devolviste ese alijo —dice con voz firme—. Así que a menos que todavía lo tengas, me debes. Mucho. —Se ha ido —le digo rotundamente—. Lo regalé. Sacude la cabeza y aprieta mi cabeza con tanta fuerza contra su pecho que me duele el cuello. —Verás, esa es la cosa contigo, Violet. Nunca piensas en el futuro. —Eso es porque estoy atascada en el pasado. —Lo sé, y tienes que dejar de pensar en el pasado y empezar a pensar en seguir adelante, comenzando con la forma en que vas a pagarme. —Comienza masajeando mi hombro con sus dedos rudamente mientras la otra mano se desplaza hasta mi muslo.

263

Mi reacción inicial es golpearlo, pero levantar mi puño parece demasiado complicado en este momento. Todo lo hace, y simplemente parece que sería más fácil ceder que luchar. Me quedo mirando un punto en el suelo, centrándome en eso en lugar de en cualquier otra cosa. —Toma lo que quieras —le susurro—. Nada de lo que me queda vale la pena, de todos modos.

Fin 264

The Probability of Violet and Luke Luke Price y Violet Hayes no se han visto en un par de meses, no desde el día que descubrieron la conexión de la madre de Luke con el asesinato de los padres de Viotet. Pero cuando Luke se mete en algunos problemas de juego con la gente equivocada, el destino decide juntarlos y se dirigen a las Vegas para tratar de salvar la deuda de Luke. Mientras Violet pasa tiempo con Luke, ella empieza a desgarrarse entre si debería estar con él. Definitivamente no puede negar que su vida es mejor cuando está con Luke y empieza a preguntarse si volver a Preston fue un error. Las cosas parecen ir bien mientras Viotet se abre más a Luke, pero luego recibe una llamada del detective, no sólo para dar información sobre algunos textos amenazantes que ha estado recibiendo. La información no sólo es chocante, sino que hace cuestionar a Violet con qué tipo de personas sus padres estaban y si ella será capaz de confiar en alguien alguna vez.

265

Sobre el Autor Jessica Sorensen vive con su esposo y sus tres hijos en las montañas nevadas de Wyoming, donde pasa la mayor parte de su tiempo leyendo, escribiendo, y estando con su familia.

266

The Destiny Of Violet & Luke.pdf

Aimetz Volkov. Alexa Colton. Sofía Belikov. Nats. Gabihhbelieber. Annie D. Jeyly Carstairs. Aleja E. Adriana Tate. Moni. Correctoras. Key. Gabihhbelieber. Elle.

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