Índice Agradecimientos

Capítulo 1

Sinopsis

Capítulo 12

Prólogo

Capítulo 13

Capítulo 1

Capítulo 14

Capítulo 2

Capítulo 15

Capítulo 3

Capítulo 16

Capítulo 4

Capítulo 17

Capítulo 5

Capítulo 18

Capítulo 6

Capítulo 19

Capítulo 7

Capítulo 20

Capítulo 8

Capítulo 21

Capítulo 9

Info R & R

Capítulo 10

Créditos

Sinopsis Rosalie nunca se ha visto a sí misma como extraordinaria o especial de

ninguna manera. Todos a su alrededor siempre le han dicho que tendría alguna clase de destino épico, pero hasta ahora su vida ha sido aburrida. Después de perder a su padre, a quien se sentía más cercana que a cualquier otro, se sentía perdida y sola. Con su vida entera cayendo a pedazos en una creciente depresión, su mejor amiga la arrastra a una vieja tienda metafísica en el medio del pueblo por pura casualidad. Lo que encontrará allí (o mejor dicho, a quien encontrará), tiene el potencial de cambiar su vida o destruirla.

Elijah Grey no encaja en ninguna parte. Lo ha intentado y fallado en

la secundaria. Los trabajos eran todos aburridos o estaban mucho más allá de sus cualidades. Sintiéndose apartado del mundo, comienza su propio negocio. Una vez a la semana, se le ha dado permiso para leer palmas, echar las cartas de tarot, runas, y otras cosas similares para los clientes de la tienda. Siguiendo a una pasión que él apenas ha tocado, comienza a sentir que tal vez vale para algo… como si después de todo sí encajara. Pero, cuando una joven mujer de aspecto agotado llega un día preguntando sobre el futuro, casi estaba demasiado asustado para decirle qué vio. El tropezón fortuito de Rosalie en el mundo de Elijah lo tiene tambaleándose. No sólo por lo hermosa que es, sino también por lo que las palmas de sus manos le dijeron. La muerte podía significar un gran número de cosas, desde cambio a verdadera pérdida; pero lo que vio en esas líneas fue tan aterrador para él que todo lo que podía hacer era empacar y dejar la ciudad. ¿Qué se supone que debía hacer después de ver su propia muerte en la palma de su mano? Sólo una cosa estaba verdaderamente clara:

En alguna parte entre el amor y la muerte, su destino aguarda…

Prólogo El amuleto tintineó en su caja mientras el camino pasaba de pavimento a grava. Haces de las luces del coche se movieron e iluminaron la casa de dos pisos en la calmada área justo al sur de Nanaimo, BC. Cedar era un pueblo pequeño, y bien conocido por su variedad de vida salvaje y tierras de cultivo. Algo así apareció justo antes de que las luces del coche fuesen apagadas, sumiendo el frente cubierto de árboles en la penumbra. Una popular cantante de country comenzó a sonar desde el bolsillo delantero de Duke Masters y él retiró rápidamente su móvil. Abriéndolo, habló: —¡Hey, papá! —La voz de la mujer era alegre y llena de admiración—. ¿Obtuviste el ascenso hoy? Era hoy, ¿verdad? ¿Y qué hay con la reserva para mi cumpleaños mañana? Llamé para intentar obtener asientos reservados en el restaurante ese que nos gusta tanto, pero estaba lleno. —Hey, Rosalie cariño. Obtuve el ascenso, y no voy a decirte sobre las reservas. Será una sorpresa. —Aww, pero papá… ¿por qué siempre me haces esto? Luke se rió. —Porque me encanta. Tengo que irme ahora, sin embargo, muchas cosas extra deben ser hechas para mi pequeña para mañana. Incluyendo algo que te recordará mucho a tu madre. ¿Recuerdas ese lindo pendiente de ámbar que a ella solía gustarle tanto? Te amo, cariño. —Dejó escapar una risotada ante el sonido de beso que ella hizo, luego colgó y deslizó el teléfono en el bolsillo frontal. Su gran mano se estiró y envolvió la caja negra colocada en el asiento del pasajero frontal. La levantó y la cargó del coche. Las llaves tintinearon mientras Luke cerraba la puerta de golpe, tarareando en voz baja. Luego de que metiera las llaves en el bolsillo de su chaqueta de deporte azul oscuro, fue directo hacia los escalones del porche delantero. Ésta se abrió y

él entró. Justo cuando se estaba volviendo para cerrar la puerta detrás de él, una voz llegó desde el interior: —Deja la caja en el piso. Ahora. Hubo el delator click de una pistola siendo cargada, y el hombre se volvió rápidamente en la dirección del sonido. Parada allí, justo al borde de su visión, había una silueta femenina vestida toda de blanco. Tragando con fuerza, se puso de rodillas y se inclinó. La caja tembló en su mano antes de dejarla lentamente en el viejo piso de madera dura. —No me hagas daño—susurró él—. Haré lo que quieras. Es sólo un presente de cumpleaños para mi hija… no sé por qué lo querrías, pero no puedes tenerlo. —¿Dónde diablos lo encontraste? —preguntó la voz. —En el trabajo —respondió Luke. De alguna forma, se las arregló para evitar que el temblor dominara su voz—. Yo… yo trabajo en una compañía hídrica, y reviso las instalaciones en las casas. La encontré en el ático de uno de los lugares viejos que estaba inspeccionando. Nadie la quiso. —Alguien la quiere. Buenas noches. El sonido del arma de fuego fue mínimo, parcialmente silenciado por el silenciador de alta tecnología unida a la corta barra. El hombre dejó escapar un corto jadeo de sorpresa antes de caer al piso. Estaba sin vida en instantes, sus labios se separaban para soltar un lento flujo de sangre.

Capítulo 1 Su mano era cálida y suave. Las líneas en ella eran fuertes y fluidas, pero llenas de cruces y patrones circulares. El color de su piel era un oscuro moca. El ligero sudor era más frío que cálido, haciendo que su palma brillara. —¿Puedes abrir la mano un poco más? —La voz de Elijah Grey era suave y gentil. Había una intensidad en la forma en que tomaba la mano de la mujer en las suyas. Su atención era absoluta e invariable, a pesar del número de clientes que pasaban a su alrededor. El pequeño puesto estaba colocado en la misma parte trasera de la tienda metafísica. Mientras que éste tenía cierta claridad, el hombre sentado detrás de él, en la silla de mimbre, era todo menos claro. Su oscuro cabello castaño tenía nebulosos tonos oscuros, haciéndolo lucir negro bajo cierta luz. Su piel era relativamente pálida, sugiriendo más orígenes nórdicos. Sus ojos también sugerían tal cosa por sus iris de claro azul. Los angulosos rasgos de su rostro, sin embargo, no parecían encajar con el resto de su persona. Añadían un borde duro a la suavidad. Cuando la mano de la mujer se abrió más, Elijah inclinó la cabeza hacia abajo para obtener una mejor vista. Los dedos de una de sus manos trazaron lentamente las líneas, y su mirada examinó cuidadosamente la apariencia de cada una. Profundidad, longitud, estructura… todo era tomado en consideración. —Fuiste abusada sexualmente cuando eras una niña. No por tu padre, no por tu madre. Tú… Un jadeo separó sus labios mientras ella arrancaba su mano de él. Los ojos casi negros de la mujer estaban llenos de lágrimas. —Cómo te atreves…

Elijah bajó los ojos hacia el piso, bajando un profundo trago de saliva. —Me disculpo, madame. Sólo busco decir la verdad, no cubrirla con mentiras y medias verdades. Es… lo siento… —Cuando finalmente se sintió lo suficientemente valiente para mirarla de nuevo, ella se estaba alejando. Sus largas zancadas la llevaban rápidamente hacia la salida de la tienda, y su largo cabello negro se movía con cada paso. —Elijah. ¿Cuántas veces te he dicho que no espantes a nuestros clientes? —El gerente, Morgan Glassus, estaba allí de pie con ambas manos en las caderas—. Te dejo venir aquí porque sugeriste que eso podía incrementar los negocios. Elijah tragó de nuevo y asintió. —Lo sé. Lo siento, Morgan, yo… lo haré mejor la próxima vez. —La última palabra fue dicha en un murmullo. —Será mejor que lo hagas o este lugar no tendrá ventas en lo absoluto. ¿Y entonces adónde irás? —Morgan levantó ambas cejas—. ¿De nuevo a las calles, haraganeando fuera de los centros comerciales y las grandes tiendas? ¿A eso quieres regresar? —No… —Él pudo sentir el calor subiendo a su rostro. Con su pálida piel, no era difícil de ver. —Bien, no lo creo. Trata de ser menos invasivo y tal vez no nos hundamos en alguna clase de patética crisis económica. —Morgan levantó las manos con un suspiro antes de enfilar directo a su escritorio. Elijah asintió con rapidez, una vez más moviendo sus ojos al piso. No cambió su posición hasta que oyó las pisadas de su amigo desvanecerse hacia el frente de la tienda. Con una pequeña exhalación de alivio, se echó hacia atrás de nuevo en su silla y colocó ambas manos sobre su rostro. Ésta no era la primera vez que algo así había pasado, y Elijah estaba seguro de que estaría de vuelta a donde había empezado (en las calles) si no hubiese sido por Morgan. El hombre había sido su amigo y "rescatista" por la gran parte de diez años. Debería haber sido una decisión fácil, mentirles a sus clientes; pero Elijah no sabía si sería capaz de hacerlo. Las líneas en las palmas de la gente no mentían, ¿así que por qué debería hacerlo él? Buzz. Buzz. Buzz.

Las vibraciones del teléfono sólo molestaron a Elijah por unos segundos antes de que lo tomara. Un teléfono de estilo viejo con tapa, todo lo que tenía que hacer era abrirlo para responder la llamada. —¿Sí? Quiero decir, ¿hola? —Se frotó su suave mandíbula, mordisqueando su labio inferior. —¿Elijah? Hey, soy Angelique. ¿Me recuerdas? Él puso los ojos en blanco. —¿Cómo podría olvidarme? —Bien. —Su tono era de broma, a pesar de que había estado jugando con él desde el principio—. Me estaba preguntando si ahora sería un buen momento de ir a verte. Tengo una amiga a la que quiero llevar… — Angelique dejó escapar una carcajada—. Es una gran escéptica, pero creo que conocerte cambiará eso. —Um… claro. Sí, tráela si quieres. —Elijah comenzó a golpear sus dedos sobre el pequeño mostrador frente a él. Angelique siempre lo había hecho sentir incómodo e inadecuado. Por tres años, lo había ayudado a sobrevivir en las calles cuando no tenía a nadie más a quien recurrir. Cada vez que lo veía, le recordaba todo lo que había hecho por él… y todo lo que él no había hecho por ella. —Genial, ¡eres el mejor! Nos veremos en unos días, ¿está bien? Antes de que Elijah pudiera responder, la línea quedó muerta. Miró su teléfono por unos momentos, luego negó con la cabeza. Después de la primera lectura de palma de Angelique, no había estado seguro de que fuera a regresar alguna vez. —Nunca entenderé a las mujeres —murmuró en voz alta. **** Rosalie estaba sentada en los escalones afuera de la morgue. Sus manos estaban agarradas a sus rodillas dobladas. Rastros de lágrimas se extendían por sus mejillas y nada podría ocultar el temblor de su labio inferior. Era difícil contener todas las emociones; difícil fingir que no era tan horrible como era realmente. Una corta brisa besó su rostro, pasando a través de su cabello negro cortado a la altura del hombro. Normalmente era ondeado, casi rizado, pero hoy lo había alisado. Ante el pensamiento,

sus ojos marrones se llenaron de lágrimas frescas. Intentó evitar que cayeran, pero no tuvo suerte. —¿Rosie? —La voz de Angelique era suave mientras ella se aproximaba a su amiga. —Angelique… —Luchando con sus emociones, Rosalie se puso de pie y fue hacia la rubia más alta. Con sus brazos abrazándola para sujetarla fuerte, los sollozos llenos de dolor sacudían su cuerpo. —Ellos dicen… —Apenas podía hablar—. Dicen que él fue… ¡asesinado! —Shhh, cariño. Dulzura… —Angelique cerró los ojos mientras se apagaba. ¿Qué podía decir que no empeorara las cosas?—. ¿Quieres venir a mi casa durante el fin de semana? Sin hablar, Rosalie asintió. No creía que pudiese soportar estar sola ahora. Sus dedos se agarraron a los hombros de su mejor amiga, incapaz de contener la cascada de emociones. Se movió con Angelique, siguiéndola tras los escalones y hacia el oscuro sedan rojo que estaba esperándolas justo del otro lado de la calle. A esta hora del día, el tráfico era relativamente tranquilo, sin darles problemas cuando se movieron por la calle para llegar al vehículo. Dado que aún no eran las 8 de la mañana, la mayoría de la gente apenas estaba comenzando a despertarse para su día de trabajo. —Tengo una idea, Rosie… sé que es… difícil. Pero tal vez ayude. Angelique apartó la mirada lo justo para meterse en el coche, observando mientras la figura temblorosa de Rosalie entraba del lado del pasajero. En momentos estaban en la carretera. Rosalie miró a su amiga. El mundo pasaba volando por su lado mientras viajaban por la calle. —¿Qué? —Recuerdas a Elijah Grey, ¿cierto? El chico sin techo con el que solía s… ¿al que solía ayudar? Él es como… una especie de adivino de la fortuna, en la vieja tienda de magia que tiene Morgan. Y antes que digas que esas cosas son tonterías, sólo escúchame. —Angelique se detuvo mientras daba una lenta vuelta a una calle más pequeña—. Él es listo y dulce y está

demente por completo. No quiero decir mentalmente, sino por lo que puede hacer. Sé que crees que soy una tonta por creer lo que creo, pero… ¿sígueme la corriente? Sin sentirse realmente preparada para cualquier clase de discusión, Rosalie sólo miró a su amiga antes de dirigirle un único asentimiento. En realidad, ¿qué daño podía hacer?

Capítulo 2 En el momento en que Elijah vio a Rosalie entrar a la Tienda de Magia de Morgan, supo que había cambiado desde la última vez que la había visto. Simplemente había algo con respecto a ella que encendió una miríada de alarmas en su cabeza. Como un hombre que confiaba en sus propios instintos, no ignoró el dolor que comenzó en su pecho mientras ella se paraba más cerca de su pequeño puesto. Lamiéndose los labios, tuvo que forzarse a sí mismo a sonreír en señal de saludo. Mientras, Rosalie lo recompensaba con un pequeño ceño fruncido, no pudo evitar recordar las ocasionales veces en que se había cruzado con él. En una verdad que nunca le había planteado abiertamente a su mejor amiga, siempre había pensado que Elijah era algo así como un ñoño. Raramente había cruzado sus ojos con los de ella (como era el caso ahora) y constantemente tropezaba con sus propias palabras. —Ésta es Rosalie, la amiga de la que te contaba, Elijah. La recuerdas, ¿verdad? —dijo Angelique mientras se paraba junto a la mujer española. —Sí, la recuerdo. —Le dedicó a Angelique el esbozo de una sonrisa, luego miró a Rosalie—. Por favor, siéntate Rosalie. —Hizo un gesto hacia la pequeña silla que se encontraba frente al puesto. Rosalie se sentó lentamente, dedicándole a su amiga una mirada suspicaz. Angelique se encogió de hombros y sonrió, luego se retiró rápidamente. Con una sacudida de la cabeza, Rosalie puso los ojos en el hombre frente a ella. Sus labios se fruncieron antes de separarse. Pero antes de que cualquier palabra pudiera pasar de su boca, dejó escapar un suspiro y bajó los ojos a la mesa. —Así que, oí que le dices la fortuna a la gente. —Finalmente pudo hacerlo salir de su boca. Sonaba escéptica, sin intentar ocultar el tono sarcástico de su tono. Lo lamentó inmediatamente, y lágrimas frescas amenazaron. Contrólate, pensó. No culpes al chico porque estés molesta por

la muerte de tu padre. —Sí… pero sólo a aquellos que lo merezcan. —Fue la réplica suave de Elijah. Su garganta estaba tirante, y él súbitamente deseó no haber olvidado traer su agua para trabajar esa mañana. De alguna forma, sin embargo, sabía que estar sediento no tenía nada que ver con lo que estaba sintiendo ahora. —No creo nada de esto. Angelique sólo me trajo aquí para que… — Negó con la cabeza—. Olvídalo. Un incómodo silencio creció entre ellos. Elijah no podía decidir si debía tomar en serio la actitud de Rosalie o no. Parecía diferente de las otras veces que la había visto. Más a la defensiva tal vez. Incluso agresiva. —¿Y bien? Elijah intentó no quejarse, luego la miró. —Y bien ¿qué? —¿Cuál es mi fortuna? ¿No es eso lo que haces aquí? ¿Decirle la fortuna a la gente? La incomodidad amenazó con prolongarse aún más, así que Elijah buscó algo que decir. —No… no es eso realmente lo que hago. Yo… um. —Ahora se rascó la nuca, luchando—. Guío a la gente en la dirección que es mejor para ellos. Yo… les muestro partes de ellos mismos que no sabían que estaban allí. —¿Realmente eres tan arrogante como para pensar que sabes qué es lo mejor para la gente? —No, no es… no es para nada como eso. —Entonces ¿cómo es? —Realmente no lo sé… —Estaba siendo arrastrado a la frustración. La tensión estaba creciendo, y todo lo que quería hacer era decirle a esta mujer que se fuera. Sin embargo, las palabras no salían. Todo lo que podía ver en su mente era un blanco, como si fuese un ciervo paralizado por luces brillantes. Su belleza era paralizante, y su actitud… sabía que era una fachada. Podía ver que estaba ocultando algo, tal vez un dolor profundo en su alma. Había peligro allí, un tipo de intensidad con la que no quería tener

nada que ver. Para algunos de sus amigos, era la mujer perfecta: hermosa y peligrosa al mismo tiempo. —Esto es ridículo. —Con una negación de la cabeza, Rosalie se paró, con sus ojos marrones buscando a su amiga por la tienda. —Espera. —Sin pensar, Elijah se estiró a través del estrecho escritorio. Sus dedos tocaron su mano en lugar de agarrarla como era su intención. Se apartó rápidamente mientras ella se volvía a mirarlo—. Espera —dijo de nuevo—. Sólo… dame una oportunidad. De todas formas, ¿Angelique no continuará trayéndote hasta que hagas esto? —Conoces bien a Angelique, ¿eh? —Súbitamente interesada, Rosalie se hundió en su silla de nuevo. Encontró sus ojos valientemente, con una de sus cejas elevadas. —Um… sí. ¿Alguna vez te contó cómo nos conocimos? —Cuando Rosalie negó con la cabeza, Elijah continuó—. Hace unos años, yo… nos conocimos en un comedor de beneficencia. Ella estaba sirviendo comidas allí, y nosotros… sólo conectamos. Cuando descubrió lo que hacía, me pidió que le leyera la palma. Después de eso, nosotros… —Sonrió tímidamente— . Como sea… ella es la razón por la que conseguí un trabajo aquí en primer lugar. Conocía a Morgan más de lo que me conocía a mí en ese momento, y… bueno, es encantadora. Supongo que sabes cómo es. —Se encogió de hombros cuando Rosalie se mantuvo en silencio antes de apartar la mirada de ella. —Sí, puedo ver eso. Siempre ha creído en este tipo de cosas. —Sonrió. Ésta se desvaneció con sus siguientes palabras: una pregunta—: ¿A qué te referías, con que "leíste" su palma? Abrió la boca para explicar, luego se estiró para meter algo de oscuro cabello castaño detrás de su oreja. —Es mucho más fácil explicarme si te lo muestro al mismo tiempo. Quiero decir, si quieres que lo haga. De otra forma supongo que podrías buscarlo online. O preguntarle a Angelique. —Apartando la mirada de ella, se estiró para frotar la superficie de un dedo contra la dura madera del escritorio. Con labios ligeramente fruncidos, Rosalie ladeó la cabeza. Luego asintió y estiró su mano izquierda, con la palma hacia arriba.

—Muy bien, oh, gran profeta… ¿cuál es mi destino? Elijah tragó, ignorando el sarcasmo. Mientras comenzaba a estirar su palma, ese mismo sentimiento de antes lo atenazó. Cada instinto que tenía le estaba diciendo que no tomara su mano. Pero Angelique la había llevado allí, tal vez para encontrar alguna clase de respuestas. No podía simplemente ignorar a su amiga así. Su tacto era gentil mientras enroscaba sus dedos alrededor de su mano y la guiaba más cerca de él, haciendo que Rosalie se arrastrara más cerca del borde de la silla. —Ésta es tu línea del corazón. —Elijah pasó un dedo por todo lo largo de la línea, mostrándole cuál era—. Me dice sobre tu salud mental… y sobre el amor. —Ignorando a la mujer mientras ponía los ojos en blanco, siguió hablando—. Hay muchas líneas cruzando la línea del corazón. Has sufrido un severo trauma emocional. Tu… —Se calló mientras un mareo le sobrevenía. Parpadeó para alejarlo y estaba por seguir hablando cuando una imagen parpadeó en su mente. Esta imagen fue seguida de muchas otras, todas moviéndose tan rápido que apenas podía seguirlas. Sus ojos se agrandaron más y más cuanto más veía, y con un intenso jadeo, apartó su mano de la de ella. —Tengo que irme —dijo él con tono rápido y afilado. —¿Por qué? ¿No puedes hacerlo? —Rosalie le dedicó una sonrisa astuta. Elijah no le respondió mientras agarraba su billetera y la revisaba para asegurarse de que tenía todo. La metió en el bolsillo trasero de sus vaqueros y cogió uno de los mazos de cartas de tarot del puesto. Luego recorrió rápidamente por el amplio pasillo y hacia la puerta. Se detuvo brevemente para hablarle al dueño de la tienda antes de salir por la puerta. Con un bufido y una sonrisa queda, ella se puso de pie y caminó lentamente a una sección de la tienda que vendía antigüedades. Angelique estaba allí, paseando entre viejas cerámicas y collares. Se volvió cuando Rosalie estaba entrando con una gran sonrisa en su rostro. Alrededor de su cuello había una gruesa cuerda llena de piedras turquesas y ámbar. —Y… ¿qué dijo? —Angelique movió las cejas. —Nada… sólo se levantó y se marchó. Dijo que tenía que irse.

—Rosie, ¿qué diablos te dije sobre intentar ser amable por una vez en tu vida? —Con una burla, Angelique fingió golpear a su amiga en la cabeza—. Ahora voy a tener que explicarle que mi mejor amiga sólo es una antisocial y que encajaría en un loquero. Gracias. Rosalie se rió, pero no había humor en ella. —Como si él no lo hubiera pensado ya. Lo juro, todo lo que hice fue darle mi palma para que pudiera "leerla". ¡Entonces se asustó y huyó! —Oooh, tal vez sólo vio algo que lo asustó. Tenemos que regresar mañana e interrogarlo. ¿Qué dices? —Se detuvo por unos segundos, sonriendo. Luego asintió sin darle a su amiga la oportunidad de responder y se quitó el collar—. Esto será increíble. Me pregunto qué vio. ¿Tal vez a ustedes dos enamorados? Eso sería suficiente para espantar a cualquiera, creo. —Cállate.

Capítulo 3 —¿Así que él sólo… se fue? —Rosalie tenía sus manos en las caderas mientras miraba al otro lado del mostrador, a Morgan. Era el dueño en la tienda metafísica, mejor conocida como la Tienda de Magia de Morgan. —Eso es lo que dije —Morgan se encogió de hombros—. Vino anteriormente esta mañana, empacó todas sus cosas y las archivó. —¿Dijo por qué? ¿Dijo algo? —Nop. Ni siquiera me miró, apenas dijo adiós. De todas formas, ¿por qué te importa tanto? Ella suspiró y se pellizcó el puente de la nariz. —Porque yo… Angelique… ella dijo que vio a Elijah hacer lo mismo con alguien antes. Hará cosa de un mes, dijo. Pero él no empacó y se marchó, sólo huyó de la tienda. Me dijo que era algo realmente serio. Algo que él había “visto” en las líneas de la mano de esta persona. Y quiero saber qué vio en la mía. Ang sugirió que viniera a hablarte de ello. Morgan fijó sus ojos avellana en Rosalie. Había intensidad en ellos, una seriedad que causó que la usualmente confiada mujer, se removiera incómoda. Luego de un par de segundos ya no pudo sostener su mirada y miró hacia la puerta. —Un hombre vino aquí, hará cosa de un mes, como dijiste —comenzó Morgan—. Era un tipo pequeño, de 1,70 metros como mucho. Fornido, tenía una cojera. No parecía mucho. Conoces esa clase. Como sea, él se sentó en la silla del otro lado del escritorio de Elijah e hizo que Elijah le leyera la palma. Luego de 5 segundos, Elijah dejó escapar este grito, como si hubiese sido abofeteado o golpeado, saltó de su silla y salió por la puerta. «Naturalmente, rondé al tipo pequeño, pero dijo que no había hecho nada. Después de hablar con Elijah sobre ello después, tuve que creer su historia. Algo en la palma de ese tipo asustó a Elijah lo suficiente para

hacerlo hacer salir como alma que lleva el diablo. Pero tu palma… — Morgan extendió sus manos un poco—. Las tuyas lo hicieron tomar casi todo e irse. Rosalie luchó por encontrar palabras. Con la muerte de su padre pesando fuertemente en su mente, y los ajustes que le habían sido impuestos a causa de eso, no sabía si podría soportar el correr detrás de un chico que no conocía. Pero ¿y si Elijah había visto algo relacionado con la muerte de su padre? —Está bien, gracias. —Negó con la cabeza, con su tono distraído. —¿Por qué? —Morgan le dedicó una mirada extrañada—. ¿Por decirte que tu palma es aparentemente más aterradora que cualquier ira de Dios? —Sí… no. No lo sé. Yo… —Dioses, ¿cuándo fue la última vez que vaciló tanto con las palabras?—. ¿Sabes dónde vive Elijah? —Se sorprendió a sí misma con la pregunta, parpadeando un par de veces. Incluso Morgan parecía sorprendido con su pregunta. Más que hablar, sacó un pedazo de papel y escribió la dirección de Elijah. Luego lo deslizó por el mostrador hacia ella, pero lentamente. —Si no quiere ser encontrado, no lo será. Y si lo que vio era lo suficientemente malo para hacerlo huir, mi suposición es que posiblemente haya escapado de la ciudad. Sólo prepárate para que no esté en casa. Sin otra palabra hablada, agarró el papel y se apresuró a salir de la tienda. Apenas había mirado el papel, pero ya sabía dónde estaba el apartamento: en la peor parte de la ciudad. Iba a tener que considerar llamar a Angelique para que la ayudara… si iba. **** El edificio de apartamentos era pequeño, sólo de tres pisos de alto. Su aparcamiento estaba infestado de matas y hierbas, y hedía a marihuana. Muchas ventanas estaban tapiadas y el camino de entrada estaba cubierto de suciedad y basura. Nada había sido limpiado en un largo tiempo. Tal vez no en años. —Gracias… —le dijo Rosalie al conductor del taxi después de pagarle. Luego salió del pálido vehículo verde y entró al camino. Bajando la mirada, vio una miríada de quiebres y fracturas. Cuando miró a ambos extremos de

la calle, era todo más de lo mismo. Incluso el camino debía ser pavimentado, los eran baches lo suficientemente malos para hacer que los viejos caminos de gravilla se vieran suaves—. Debo estar loca —murmuró para sí misma. Mientras jugaba con un poco de cabello delicadamente curvado, fue lentamente hacia la entrada principal. Esperaba que en cualquier minuto algún loco drogadicto saltara y la agarrara. Debería simplemente haber esperado a que Angelique llegara a casa de su día de spa. El papel crujió mientras lo sacaba de su pequeña cartera. Era la misma pieza de papel en el que Morgan había escrito la información de Elijah. Mordisqueando nerviosamente su labio inferior, presionó su número de apartamento luego de leerlo y esperar. El insistente zumbido de la máquina ralló sus nervios hasta empujarla al punto de irse. Y entonces: —¿Hola? La voz hizo que sus ojos se agrandaran ligeramente, y por un momento no supo qué decir. Luego de recomponerse (inhalando un par de bocanadas) dijo: —Soy Rosalie, la amiga de Ang. ¿Podría… ? —Déjame solo. —No, espera. ¡Elijah! No cuelgues. Click. —Maldición. —Se pasó una mano por su espeso cabello negro y miró hacia el cielo. Tal vez él tenía razón. Tal vez debía simplemente dejarlo solo para que pudieran regresar a sus propias vidas. Él con su… adivinación de la fortuna. Y ella con su sanación. Además, apenas conocía a este chico. Mientras estaba allí parada intentando justificar por qué debía o no debía seguir con esto (la muerte de su padre a un lado) una joven mujer en la etapa media de la adolescencia llegó trotando por los escalones en la entrada principal. Le dedicó a Rosalie una gran sonrisa mientras sacaba un juego de llaves de apartamento. —Hey, ¿por casualidad no conocerás a Elijah? —Ella quiso golpearse siquiera por preguntar. —Sólo lo suficiente para saber que vive en mi piso. —La adolescente perdió casi toda su sonrisa—. ¿Por qué?

—No puedo encontrarlo y… —Piensa, Rosalie, ¡piensa!—. Él dijo que leería mi palma hoy y no pude encontrarlo en el lugar en que normalmente trabaja. —¿Leer tu palma? —Dejó escapea un bufido asombrado—. ¿Y no puedes esperar hasta mañana? —No, en realidad no. Hoy es la mejor oportunidad que tengo para una lectura. Soy una mujer realmente ocupada, con mucho en mi plato. Verás, yo… La adolescente levantó ambas manos. —No quiero saber, señora. Sólo no le digas a nadie quién te dejó entrar. —Abrió la puerta y miró a Rosalie—. Lo digo en serio. No estoy jugando. Rosalie se encogió de hombros con una sonrisa. —No sé nada. Exhaló con alivio mientras la adolescente enfilaba rápidamente por el pasillo, luego miró abajo. La alfombra, o lo que quedaba de ella, había sido pisoteada hasta el punto que apenas estaba allí. Tenía un olor mustio, y las paredes estaban astilladas y rotas. Incluso divisó un par de agujeros y roturas en el techo. Con un pequeño estremecimiento, Rosalie entró más. Después de pasar varios minutos buscando un elevador, y fallando, optó por usar la escalera. La escalera era incluso peor que el pasillo y no sólo olía a moho, sino a orina y heces también. Colocó una mano en su boca y su nariz y se apresuró a subir los tres tramos de escaleras. ¿Cómo podía alguien vivir aquí? ¿Cómo podía este lugar no haber sido declarado en ruinas? Pobre chico, pensó con un ceño fruncido. Estremeciéndose una vez más, Rosalie abrió la puerta que llevaba al pasillo del tercer piso. No era tan horrible allí arriba como lo era en el primer piso, pero aún no era nada para celebrar. —Apartamento 304… —murmuró por lo bajo, recordando la nota. Rosalie dio un par de pasos para alcanzar la primera puerta a su izquierda. Era el 309. Con un pequeño asentimiento, siguió el pasillo hasta que llegó a la puerta que quería: 304. Después de algo de duda, levantó su mano derecha y golpeó con los nudillos en la puerta. Notó la ausencia de

“mirilla”. Elijah no sabía quién era ella hasta que hubiera oído su voz o abierto la puerta. —¿Qué quieres? —Fue todo lo que oyó después de golpear. La voz de Elijah era leve, como si estuviese en otro cuarto. —Mierda… —Mientras sus labios se separaban, su teléfono comenzó a sonar—. ¿Hola? —respondió ella. No hubo respuesta—. ¿Hola? ¿Hay alguien allí? —No hubo nada más que silencio. Y luego de varios segundos, una voz automatizada apareció para preguntarle si quería comprar alguna clase de sistema de seguridad. Con los ojos en blanco, Rosalie colgó y miró de nuevo a la puerta—. Elijah, soy Rosalie. Quiero hacerte un par de preguntas. —No, vete. —Vamos… sólo abre la puerta antes de que llame a Angelique y le diga lo imbécil que estás siendo. Sólo el silencio la recibió. Mientras abría y cerraba los dedos con frustración, su mente se tambaleó. No, no creía en estas cosas. Pero luego de la muerte de su padre, quería… necesitaba… respuestas. Por más tonto que le pareciera, esa misma parte de Rosalie que se había preguntado si Elijah había visto la muerte de su padre regresó. Esa persistente pregunta era la única cosa que le impedía irse del departamento y no regresar nunca. Las lágrimas picaron en las comisuras de sus ojos mientras mordía su labio inferior. Una de sus manos se levantó para descansar contra la puerta, sus ojos marrones se hicieron más brillantes con las lágrimas que la amenazaban. —¿Probaste con la puerta? Sorprendida, Rosalie se volvió. Allí estaba la adolescente, con sus brazos cruzados delante de su pecho. Tenía una leve sonrisa en sus labios, y sus ojos azules brillaban con asombro. Su desaseado cabello rubio oscuro enmarcaba un rostro que tenía el potencial para ser bonito… si fuese lavado. —Yo… no. —Rosalie miró a la chica por un par de segundos, luego miró al picaporte. No tenía idea de por qué debería sentirse avergonzada, pero se sintió así. Conteniendo el aliento, le dio una oportunidad al picaporte, girándolo. Para agregar a su asombro, se movió en su mano y la puerta se abrió.

Capítulo 4 Elijah Grey estaba entrando en pánico. No lo encontraba vergonzoso, sólo tenía el intenso deseo de largarse de la ciudad. Si pudiera, se iría de la Isla de Vancouver y tal vez enfilaría hacia el este del continente. Había algunas tiendas metafísicas en Vancouver y las áreas circundantes, pero Alberta parecía la mejor opción. Había vivido en Lago Esclavo, una vez hacía tiempo, y sería bueno regresar. Incluso aunque siempre había odiado las grandes ciudades, era mucho mejor que estar en la misma vecindad que Rosalie Masters. Lo que había visto no estaba en sus líneas de la palma. En vez de ahí, había estado en su cabeza. ¿Qué significaba aquello siquiera? ¿Se estaba volviendo loco? ¿Estaba tan estresado que estaba comenzando a quebrarse psíquicamente? Había oído historias de gente que había visto visiones, del pasado, del presente, e incluso del futuro. De vez en cuando, Morgan le soltaba una o dos historias interesantes; pero nunca había esperado que él las viera nunca. Mientras se pasaba una mano por su cabello oscuro, abrió una gran maleta. Estaba apurado, así que no se iba a molestar en tomar todo. Aunque, de todas formas, no es que hubiese mucho que tomar: una brazada de ropa, algunos libros, algunos mazos de cartas de tarot y una mezcla de otros objetos para adivinar la “fortuna”. Ésas eran, por supuesto, las primeras cosas que había empacado. Ser un guía de almas perdidas era algo que le había dado sentido a su vida. Sin eso, era como todos los otros pobres diablos que no tenían nada por lo que vivir. Rosalie no hacía nada de eso más fácil. Ni siquiera un poco. El hecho de que ella hubiese ido personalmente a su apartamento para encontrarlo era más que un poco perturbador. Mientras comenzaba a meter ropa y objetos de baño en una maleta más pequeña, su teléfono comenzó a sonar. Dudó, luego miró al identificador de llamadas. Angelique. Por supuesto, con un bufido suave, Elijah ignoró el sonido y siguió tirando objetos en la maleta. —¿A dónde vas con tanta prisa?

La voz femenina lo hizo gritar y saltar lejos de su maleta. Acabó medio agachado con la espalda contra la pared. Grandes ojos azules miraron a Rosalie mientras se paraba apoyada contra el marco de la puerta. Al principio, todo lo que llegó de él fueron balbuceos. Para cuando finalmente encontró su voz, ella estaba entrando en el cuarto. —¿Qué estás haciendo? ¡No puedes estar aquí! —Quiero saber por qué dejaste la tienda. ¿Por qué estás empacando? ¿A dónde vas? ¿Qué viste que te asustó tanto en la tienda de magia? Estupefacto, sólo la miró. Sus expresiones estaban mezcladas, pero el miedo dominaba por sobre cualquier otra cosa. —No es de tu incumbencia. Te dije que me dejaras solo, ¡eso es lo que deberías haber hecho! —Deja de gritarme. —Estás entrando en mi apartamento sin permiso, ¡tengo todo el derecho de gritarte! —Su mandíbula se aflojó, Elijah comenzó a empacar de nuevo. Estaba murmurando por lo bajo, incapaz de creer que hiciera eso—. Pensé que no creías —murmuró en voz un poco más alta, un bufido hizo ensanchar sus fosas nasales. —¿Así que asumo que no vas a decírmelo? Ignoró su pregunta sin siquiera ofrecerle un asentimiento ni una sacudida de la cabeza. Una vez que tuvo todo en el bolso, lo cerró. Agarrándolos a los dos (la gran maleta y el bolso más pequeño, como una bolsa) pasó junto a Rosalie y enfiló al pasillo. La sala de estar estaba justo más allá, y dejó ambas bolsas en el viejo sofá negro y gris que estaba colocado del otro lado de un pequeño hogar. Cuando se volvió para regresar a su cuarto, un jadeo separó sus labios. Ella estaba justo allí. Uno de sus dedos estaba señalando directamente a su nariz. Otro milímetro y hubiera estado tocándolo. —¿Por qué huiste? —preguntó, con una mordida en su tono. —Porque tú obviamente encajarías en un asilo. Uno de esos con paredes acolchadas y gente que te alimenta y te viste. —¿Por qué?

Elijah podía sentir los cabellos de su nuca erizándose con agitación. Sus dientes se apretaron lentamente. Requería mucho para hacerlo enfadar, y mucho más para hacer saltar la más leve señal de confrontación. Rosalie estaba pudiendo con su último nervio. Primero había entrado en su casa sin permiso, y ahora le estaba demandando cosas. —No estoy obligado a decirte nada, ahora apártate de mi camino y abandona mi apartamento. —No. —Ella arqueó una de las cejas. Se quedó muy quieto durante un par de segundos, su mente procesaba. Luego se volvió, pivotando sobre el talón de su pie derecho, y caminó hacia un teléfono que estaba unido a la pared de la sala de estar. Presionó “1” sobre el panel de marcado, luego esperó, mirando a Rosalie ocasionalmente. Al final, alguien respondió. —Hola —dijo Elijah—. Tengo un invasor en mi apartamento. Le pedí que se vaya, pero no lo hace. ¿Podrían enviar alguien aquí por ella? La miró de nuevo, encontrando sus ojos mientras abría la boca para darle su dirección a la policía. Antes de que pudiera, Rosalie estaba yendo hacia él y quitándole el teléfono de las manos. Con una queja sorprendida, Elijah saltó lejos del teléfono como si ella lo hubiese quemado. —¿Cuál es tu problema, eres alguna clase de acosadora? Rosalie frunció los labios, luego colgó rápidamente el teléfono. Con ambas manos en sus caderas, comenzó a moverse hacia él. Elijah, vuelto, comenzó a caminar hacia atrás. Cuando sintió que su espalda chocaba con la pared de la sala de estar, se deslizó por ella y metió medio cuerpo en la cocina. Una vez que estuvo de nuevo en el pasillo, hizo un viaje relámpago a lo que consideraba el lugar más seguro: el baño. Trabó la puerta antes de frotar sus manos contra sus muslos, apartándose de la puerta. Para él, Rosalie era como una araña gigante en la tina cuando todo lo que quieres es una ducha… y no quería tener nada que ver con ella. —Tienes que estar bromeando —susurró Rosalie. Dejó escapar un bajo gruñido, luego agarró el móvil de su cartera y llamó a Angelique—. ¿Hey, Ang? Sí, soy yo. Tienes que venir al apartamento de Elijah, se ha encerrado en el baño cuando le pregunté por qué huyó de la tienda de Morgan.

—¿Él qué? —La risa de Angelique fue lo suficientemente fuerte para que Rosalie tuviera que apartar el teléfono de su oreja—. ¿Qué diablos le hiciste? Mientras tanto, ella se metió lentamente en la sala de estar. —Sólo ven, ¿está bien? Su terror me ha asustado también. Además, ¿qué clase de “hombre” se encierra a sí mismo en el baño cuando una mujer le hace un par de preguntas simples? —Rosalie apenas puso los ojos en blanco, luego se forzó a sí misma a sentarse en el borde del sofá de Elijah—. Sólo ven, ¿está bien? Tal vez… no lo sé, tal vez puedas hacerlo entrar en razón. —Creo que está más allá de toda ayuda, cariño. O lo estás tú, no puedo decidir cuál de ustedes, pobres almas, lo está. —Se rió un poco más—. Sin embargo, estaré allí en un momento. Negando con la cabeza, Rosalie colgó y miró a la puerta cerrada del baño. Aún no podía evitar preguntarse si lo que Elijah había visto tenía algo que ver con la muerte de su padre. La escéptica en ella le dijo que eso era ridículo. No había tal cosa como adivinaciones. Por otro lado, nunca había visto a un adulto encerrarse detrás de una puerta como un niño a punto de ser golpeado. **** Para cuando Angelique llegó al apartamento de Elijah, ella estaba nerviosa. Lo que fuese que hubiese hecho Rosalie, ciertamente no era a favor de nadie. El hecho de que Rosalie hubiese asustado a Elijah lo suficiente para hacer que se esconda era tan sorprendente que casi había tenido una multa por exceso de velocidad de camino allí. Ahora que estaba allí, no sabía muy bien qué hacer. Bueno, pensó ella. Tal vez sólo debía… entrar. Las llaves tintinearon junto con las brillantes cuentas azules y naranjas que tenía alrededor de la cintura. Ella y Rosalie habían hecho los brazaletes cuando eran mucho más jóvenes, y se encontraban entre las posesiones más preciadas de Angelique. Correría a un edificio en llamas sólo por ellas. Muchos minutos después, tenían a Angelique parada fuera de la puerta de Elijah. Después de dejar escapar una profunda bocanada, abrió la

puerta y entró. Elijah no estaba en ninguna parte a la vista, y Rosalie estaba sentada en el brazo del sofá. Cuando vio a su amiga, se paró y fue rápidamente hacia ella, apresándola en un fuerte abrazo. —¡Finalmente! ¿Qué te tomó tanto tiempo, mujer? ¿Y cómo llegaste aquí? Angelique le dedicó a Rosalie una mirada fulminante antes de cruzar los brazos frente al pecho. —Elijah me dio una copia de las llaves hace un tiempo. Solíamos tener una… cosa. —Movió una mano—. De todas formas, ¿qué diablos le hiciste? —Te lo dije por teléfono. Pero perdió el control mucho antes de eso. ¡Llamó a la policía por mí! Quiero decir, vamos, ¿quién hace eso? Es un “hombre” grande y todo, uno pensaría que sería capaz de manejar a una chica como yo. —Se detuvo, luego parpadeó—. Espera… ¿Elijah y tú? —Rosalie, céntrate… ¿la policía? —Pero… las mejores amigas se supone que deben… Mientras esas palabras dejaban los labios de Rosalie, las sirenas sonaban en la distancia. Y se acercaban. Sin otra palabra entre ellas, las dos mujeres corrieron hacia la puerta.

Capítulo 5 —Sabes que no puedo aparecer y decirte algo así. Y antes de que digas nada, no… no es una política de la "empresa", sino mi propia ética. — Morgan estaba parado con los brazos cruzados delante de su pecho. Sus ojos estaban estrechados en el rostro de Rosalie, y el fruncimiento en sus labios era como la de un desaprobador maestro escolar. Lucía incluso más como un maestro mientras estaba de pie detrás de su escritorio en su tienda de magia. —Pero se encerró en el baño —dijo Rosalie, extendiendo las manos—. ¿Qué persona hace eso a menos que esté asustada a muerte o intente ocultar algo? —¿Se encerró en el baño? ¿Hablas en serio? —Sí. ¿Ahora me dirás lo que está pasando? Morgan dejó escapar un quedo suspiro y frotó gentilmente la barba negra y gris a lo largo de su mandíbula. —Está bien. Te lo diré, pero será mejor que te sientes. Ella arqueó ambas cejas y negó con la cabeza. —No soy una debilucha. —Nunca dije que lo fueras. —Apoyando los brazos en el escritorio, fijó su mirada en Rosalie—. La verdad del asunto es que Elijah vino a mí antes de que empacara todas sus cosas y se fuera. Eso fue… —Él lucía pensativo—. No lo sé… hace dos días ahora. Vino con esa mirada en sus ojos. Ya sabes cuál… asustada y confusa y todo eso. Dijo que iba a morir pronto y que tenía que salir como alma que lleva el diablo de la ciudad. —¿Morir cómo? ¿Y por qué no solamente me contaste esto antes? Morgan se encogió de hombros e ignoró su última pregunta. —Aparentemente, tuvo una visión cuando fue a leer tu palma. Algo sobre muerte y sangre. Mucha sangre.

Su mandíbula se aflojó. Muerte y sangre. Después de que su padre fuese asesinado, ella había oído cosas. "Mucha sangre" había sido una de las frases más populares que había oído. Cuanto más oía, más convencida estaba de que Elijah había visto la muerte de su padre; o al menos, parte de ella. Tomando un pequeño paso atrás del mostrador, Rosalie miró al piso. Luego miró a Morgan. —¿Adónde dijo que iba? —No lo dijo. Pero ya te dije mucho más de lo que debería. Rosalie maldijo por lo bajo. Después del desastroso "allanamiento" en la casa de Elijah el día anterior, sólo podía asumir que él había fichado poco después de que Angelique y ella hubieran sido corridas por el prospecto de acción de la policía. Golpeó los dedos contra la madera del escritorio que se situaba entre Morgan y ella. De pronto, sus ojos brillaron con la luz de una idea. —¿Sabías que mi padre fue… murió? Hace unos días. Morgan pareció ser tomado por sorpresa por la pregunta. —Sí… lo vi en las noticias. —Entonces sabes que fue asesinado, y que el asesino está suelto. — Rosalie se mordió el labio inferior antes de continuar—. Creo… —¡Dioses, eso sonaba tan estúpido! No creía en estas cosas. Deseaba que Angelique nunca la hubiese llevado allí en primer lugar—. Creo que Elijah vio a mi padre en sus últimos momentos. Yo también me aterraría si viera algo como eso. Tal vez incluso me encerraría en el baño. Un sorprendido silencio se extendió entre ellos. Pareció extenderse más cuanto más miraba Morgan a Rosalie. Algo del color se estaba borrando de su rostro, y sus dedos estaban apretados en puños. —Lago Esclavo… dijo que iba a… Lago Esclavo. —¡Gracias! —Rosalie dejó escapar una exhalación jadeante mientras se apartaba del escritorio y salía por la puerta. Siempre había múltiples travesías en barco desde Nanaimo a Vancouver, pero si la suerte estaba de su lado, tal vez fuese capaz de encontrar a Elijah allí. Supuso que él iría por la ruta más barata, y el ferry lo era. Era una locura, apresurarse a una terminal de ferry para intentar encontrar a una persona que no quería tener nada que ver con ella, pero no tenía nada más.

Todo lo que tenía era su necesidad de descubrir qué le pasó a su padre… la única persona en el mundo que realmente la entendía. **** Elijah salió del taxi en la terminal de ferry. Era enorme, con masas de gente yendo en cualquier dirección imaginable. Para alguien como él, que sólo salía en público cuando era absolutamente necesario, ésta era su peor pesadilla. Los ojos azules buscaron alguna señal que le dijera por dónde ir, pero la gente distraía demasiado. Su paranoia comenzó a notarse cuando el taxi se alejaba, dejándolo nada más que varado. Tenía que encontrar un mejor agarre para sus maletas porque sus palmas habían comenzado de pronto a sudar. Intentando ignorar la oleada de náusea nerviosa, fue hacia las puertas automáticas que rezaban "Entrada". —¡Elijah! ¡Espera! ¡Maldición, espera! Esa voz. Era tan familiar. Deteniéndose justo enfrente de las puertas de entrada, volvió la cabeza para ver quién lo estaba llamando. Después de varios segundos de dura búsqueda, finalmente descubrió un rostro. Le estaba haciendo gestos con ambos brazos y prácticamente apartando gente del camino mientras venía hacia él. Era Rosalie. Sin un momento de duda, Elijah se tiró hacia adelante. Un hombre pesado, vestido un traje de aspecto costoso, apenas pudo apartarse del camino a tiempo. Una joven con una maleta con ruedas no fue tan afortunada y terminó desparramada en el piso. Mientras las zancadas de Elijah se extendían, corrió hacia la puerta más cercana. —Hey, tiene que comprar un billete primero. ¡Señor! ¡No puede pasar por allí! Elijah ignoró a la mujer en el escritorio de pasajes y corrió por la puerta que llevaba al ferry. Hubo más gritos detrás de él mientras Rosalie lo perseguía. Carajo, era más rápida de lo que parecía. El largo pasillo terminaba en un abrupto giro, y Elijah estuvo a punto de chocarse contra la pared girando la esquina. Tuvo que hacer algunas piruetas interesantes para mantener el pie. Mientras se apresuraba en girar otra esquina, fue detenido por un muro de gente. Había vendedores de comida, puestos con sombreros y bufandas, y una miríada de otras áreas donde la gente estaba vendiendo cosas. Echó una mirada atrás y divisó a Rosalie, jadeando por mantenerse al paso. Con

su corazón tronando contra su pecho, Elijah se abrió paso a través de la densa marejada de gente. ¿Cómo estaba tan cerca ya? Sabía que no era el corredor más rápido del mundo, pero ciertamente no era lento. —¡Elijah! ¡Sólo quiero hablar contigo! —La voz de Rosalie estaba casi perdida en la multitud, pero la oyó tan claramente como si estuviera justo a su lado. No le tomó mucho tiempo pasar entre la gente. Un par de pasos apresurados más le tomaron para llegar al área de espera. Si se subía en el bote, realmente no habría dónde correr a menos que saltara de él. Ésa era ciertamente una opción, pero Rosalie parecía lo suficientemente desesperada para saltar detrás de él. Luego de un pequeño momento de duda, Elijah salió por la puerta justo a su derecha. Ahora estaba de nuevo afuera, y en el medio del área de juegos de los niños. Sin siquiera mirar a los sobresaltados niños y a las madres, fue directamente a la gran área de espera de coches. Los coches estaban comenzando a moverse, dirigidos hacia ciertas zonas de los niveles del ferry por profesionales entrenados. Afortunadamente, los vehículos eran lentos y era fácil sobrepasarlos. Saltó sobre los capós de algunos y esquivó los parachoques de otros. Una rápida mirada detrás de él le dijo que Rosalie aún estaba persiguiéndolo. Esa mirada casi le costó mientras corría a toda velocidad enfrente de un gran semi. El sonido del claxon hizo que sus oídos se taponaran y que se erizara el vello de sus brazos, pero siguió. En el otro lado del área de espera había una alta pared de hormigón. Subía sus buenos veinte pies. Tráfico de autopista volaba por su lado, y Elijah supo que incluso si se subía allí, correr por eso no valía su vida. Y así, con una profunda bocanada, se paró en seco, se volvió con su espalda contra la pared, y miró directamente a Rosalie. Era la primera vez en su vida que encontraba su mirada. —Ya te dije que me dejes solo. —La voz de Elijah estaba sin aliento mientras ella se acercaba. Oleadas de fatiga lo recorrían, y se permitió apoyarse en la sólida pared detrás de él. Rosalie levantó las manos frente a ella, todo su cuerpo temblaba con el cansancio. Tragando aire en sus pulmones, se inclinó hacia adelante y colocó las manos en sus rodillas. Levantando un dedo, le dedicó el gesto de

"Espera un segundo" mientras el sudor corría de su rostro al hormigón. —Escucha. —Luego de un par de tragos más de aire, se incorporó y se pasó las manos a través de las capas de su cabello de ébano—. Todo lo que quiero saber es lo que viste. —Tragó con fuerza, mirando en la profundidad de sus ojos que no estaban vacíos, sino llenos de claridad… como agua quieta. —¿Cómo sabías que estaría aquí? ¿Morgan me delató? —Sí, lo hizo. Elijah, ¿qué viste? ¿Viste la muerte de mi padre? — Colocando una mano en su boca, negó con la cabeza mientras fruncía el ceño—. ¿Lo viste? —Como dije… déjame solo. Bajando la cabeza, Rosalie sintió la fuerte y sobrecogedora actitud a la que trataba tan desesperadamente de sostenerse desde que el asesinato de su padre se alejaba más y más. Cuanto más pensaba en ello, más creía. Ningún hombre huiría de esa forma si no hubiese visto algo. —Por favor, Elijah… y no le digo "por favor" a cualquiera… dime lo que viste. Es todo lo que quiero saber.

Capítulo 6 Respira, Elijah. Sólo respira. —La visión, es… —Él se frotó las manos sobre su rostro, encogiéndose. Incluso pensar en eso lo hizo querer correr—. Es… —Dejando escapar una exhalación que no sabía que estaba conteniendo, se apartó lentamente de la pared—. No quiero hablar de ello. Sencillamente no quiero. Con un leve fruncimiento de ceño, Rosalie se acercó un poco más. —Vamos, Elijah… —No. —Levantó ambas manos—. Carajo, ahora déjame solo, Rosalie. Esto es una mierda, lo que estás haciendo. Con labios fruncidos, colocó algo de su cabello negro detrás de su oreja. Su respuesta fue suficiente para encender algo de ira en ella. —No… porque tú sabes algo. Y sabes que te perseguiré de nuevo si tratas de huir de mí, ya te he probado eso dos veces ahora. Elijah metió ambas manos en sus bolsillos antes de comenzar a caminar junto a la pared. Se estaba moviendo, no de vuelta hacia la terminal de ferry, sino directo hacia la autopista. Rosalie lo siguió, con sus brazos cruzados ante el pecho. Una de sus manos salió de su bolsillo con su móvil. Él ni siquiera la miró mientras marcaba un número, mirando a Rosalie una vez. —Hola, soy yo. ¿Puedes venir a recoger a tu amiga loca? Sí, estamos en la terminal de ferry. Gracias. Rosalie puso los ojos en blanco, luego dejó escapar una risa afilada. —¿De verdad? ¿Sabes qué, Elijah? Estoy pensando que tal vez Angelique tenía razón. Tuviste una visión de nosotros teniendo sexo o algo, y eso te asustó como el diablo porque eres… no sé. ¿Eres gay? Deteniéndose en seco, Elijah como que infló el pecho y se volvió para encarar a Rosalie. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos estaban entrecerrados. Había una chispa en ellos que había sido inexistente hasta

el momento. —No vi nada importante en mi visión, ¿está bien? Así que vuelve a subirte al jodido gran caballo en el que te gusta estar todo el tiempo y déjame… solo. —Su mandíbula aún estaba tensa, Elijah comenzó a caminar de nuevo, pero esta vez más rápido. Quedándose allí parada con sorpresa, Rosalie dejó escapar otra carcajada antes de que trotara para alcanzarlo. —Bueno… el Sr. Adivinador de Fortuna tiene agallas después de todo. Estoy impresionada. Y de verdad, Elijah… si lo que viste no era "importante", ¿entonces por qué te encerraste en el baño? ¿Hmmm? —¿Por qué aún me estás siguiendo? Se encogió de hombros, intentando controlar su ira ante su evidente escape de su pregunta. —¿Acabas de llamar a Angelique para que venga a buscarme? —Sí. —El calor se apresuró a sus mejillas mientras la miraba. Rosalie captó la mentira al instante. —Guau… agallas y una llamada falsa de teléfono, ambas en los mismos cinco minutos. Ahora estoy realmente impresionada. Con un ceño fruncido, él se paró en un poste de la calle y apretó el botón para cruzar. Sus labios estaban apretados mientras miraba intensamente al otro lado de la calle, con sus dos manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros gris oscuro. La leve tirantez de sus hombros y la forma en que seguía mirando a Rosalie hacía parecer que él estaba intentando ocultarse de ella. —No puedo decirte lo que vi, así que… sólo… —Él negó con la cabeza, clavando los ojos en la acera—. No lo sé. —¿Por qué no puedes decírmelo? Morgan no pareció tener problemas en delatarte una segunda vez. —Ésa última frase fue soltada casi fuera de su control, mientras miraba casi asustada a Elijha. Pero luego continuó—: Morgan me dijo que viste mucha sangre en tu visión. Y eso es lo que… el público… repite cuando habla de la muerte de mi padre. Mientras la luz les decía que podían cruzar con seguridad, Elijah se

movió a paso lento, arrastrando deliberadamente los pies e ignorando a Rosalie. Se cambió el bolso al otro hombro para darle al otro un descanso, manteniendo su mirada directamente apartada. Para cuando llegaron al otro lado, su mandíbula estaba tan tensa que Rosalie, de hecho, podía oír sus dientes chocando por sobre el sonido de los coches que pasaban volando por su lado. —Está bien, ¿sabes qué? —Ella extendió las manos a ambos lados—. Sólo regresaré con Morgan y le haré que me lo diga. O, mejor aún, enviaré a Angelique, y él puede decírselo. Ella tiene una buena reputación en ese lugar, y se puede ver que los dos confían el uno en el otro. Por supuesto, me ahorraría un montón de problemas si sólo me lo dijeras. —Morgan no… —Se detuvo y la miró. Ella se encogió de hombros. —Él me dijo que estabas yendo a Lago Esclavo, ¿no es así? Eso está en Alberta, ¿cierto? Y me contó sobre la visión. Elijah se frotó la nuca y forzó a su mandíbula a relajarse. Mientras se lamía los labios, comenzó a caminar de nuevo, girando en una calle más pequeña. Le tomaría unas dos horas caminar de vuelta a su apartamento si iba por este camino, contra una hora si tomaba la autopista; pero prefería lo tranquilo sobre lo ruidoso, y necesitaba tiempo para pensar. Al menos, ésa era la idea. No creía que Rosalie lo acompañara las dos horas tampoco. **** Para cuando llegaron al apartamento de Elijah, estaban completamente exhaustos. A él ni siquiera le importó que ella lo siguiera a su casa. Todo lo que le importaba era el agua. Se tomó dos grandes vasos de agua antes de colapsar en el único sofá. Comparado con otros más caros, realmente no era tan confortable. Pero era el único que tenía, y el único que había podido costear. Dado eso, ignoró la mirada en el rostro de Rosalie cuando se sentó a su lado. —¿Dónde conseguiste este sofá, en algún país pobre del tercer mundo? Su respuesta fue colocar el vaso vacío de agua en la pequeña mesa de café justo enfrente del sofá. Apenas había espacio para sus piernas. Rosalie le dedicó una mirada antes de alejar la mesa para darse a sí misma algo más de espacio. —Elijah, por favor… dime. —Se estiró para colocar una de sus manos

en su hombro, pero él se alejó. Luciendo molesta, optó por unir ambas manos en su regazo—. Odio decir “por favor”… pero asustarte en un baño no funciona. Cazarte en una terminal de ferry no ayudó. Ni mi fuerte sarcasmo y sorprendentes facciones. Lo que significa que gritarte probablemente tampoco va a funcionar. Así que eso significa que la lógica y la razón son las únicas cosas que me quedan. Porque tan poco carácter que tengas, seguro que tienes bolas. No temes decirle a nadie todo lo que dicen sus palmas. Y mi palma es la razón por la que viste… lo que sea que hayas visto. —¿Cómo sabes eso? —¿Cómo sé qué? Se encogió de hombros un poco, negándose a encontrar sus oscuros ojos marrones españoles. —¿Ang te dijo cómo soy? Que yo… ¿que yo sólo digo lo que siento? —Sí. Lo hizo. Te tiene en más alta estima de la que a veces me tiene a mí. Elijah, habla de ti todo el tiempo. —Con un suspiro, se atrevió a alcanzarlo de nuevo, tocando gentilmente su hombro—. Estaba preocupada por mí. Cuando… —Respirando lentamente, asintió para sí misma. Tal vez si daba algo de sí misma, él ofrecería lo mismo. Era en todo lo que podía pensar en hacer—. Cuando mi papá murió, yo era un desastre. Estaba muy preocupada por mí, pero no sabía qué hacer. Así que pensó que podrías ayudarme. Ya sabes, hacerme olvidar las cosas. Lo que, de cierta forma, hiciste. —Ahora tenía una pequeña sonrisa en su rostro. —¿Eres dos personas? Rosalie parpadeó un par de veces y abrió la boca. Luego la cerró lentamente mientras su cerebro intentaba procesar su pregunta. Sus ojos se estrecharon un poco, pero luego asintió. —Lo entiendo… actúo como una perra un minuto, y me vuelvo toda dulce al siguiente. —Separando las manos, las frotó en sus muslos—. Cosas realmente raras ocurren cuando alguien muy cercano muere. Eso es todo. —Supongo… —Elijah miró a Rosalie, encontrando su mirada por primera vez desde su encuentro en la terminal de ferry—. Tratas de actuar como si fueses ruda. Como si… nada pudiese tocarte. Pero estás sufriendo… todo el tiempo. Y no quieres que nadie lo vea.

—¿Cómo… haces eso? —Rosalie sintió que se apretaba su garganta. Siempre había sido buena ocultando sus sentimientos. Y aún así este extraño estaba desarmando su armadura sin esfuerzo. Él sonrió un poco, nerviosamente, y apartó la mirada. —No lo sé, sólo lo hago. Mi mamá, ella… siempre dijo que tenía un don. O algo así. Mientras Rosalie apartaba la mano del hombro de Elijah, juntó las manos de nuevo. —Es un don. Y no uno que pueda entender. Antes de conocerte, siempre le dije a Ang que estaba loca por creer en todas esas cosas sobrenaturales de la new age. Pero siempre intentó meterme en ello, que creyera. Siempre ha estado tan segura de que es real, y ahora, después de conocerte… tal vez haya algo de eso. Contuvo la lengua, entonces, refrenándose de preguntarle sobre la relación que Ang y él aparentemente tenían. Tómatelo con calma, pensó para sí misma. —Hay… algo —Cuando la miró de nuevo, no pudo ocultar el verdadero miedo en sus ojos. —¿Qué es ese algo? Levantándose del sofá, él se movió hacia la ventana. Algunos de los apartamentos en este derruido lugar tenían balcones, pero el suyo no. De todas formas, lo prefería así, ya que esa mujer un par de pisos arriba se había caído por el suyo y muerto por el impacto con el concreto de abajo. Mientras colocaba una de sus manos en la ventana, mirando al día que se estaba convirtiendo rápidamente en noche, intentó encontrar el poco coraje que había dentro de él. Para decírselo a Rosalie, iba a tener que liberar lo que había visto. Y no sabía si podía hacer eso.

Capítulo 7 Angelique miró a Rosalie como si hubiese perdido la cabeza. De hecho, ella casi dejó caer el costoso vaso que estaba sosteniendo en su mano derecha y tuvo que sentarse en el borde de su sofá de dos plazas. Estaba en su casa, la cual era tan extravagante como lo era Angelique, con hermosas cortinas modernas, encimeras de mármol, y oscuros pisos de madera de rosa. Sólo la cubertería valía más que el apartamento de Rosalie. —Rosalie, nunca has hecho nada imprudente en tu vida. ¡Eres todo palabras! —Lo sé, Ang, lo sé. —No pudo detener una pequeña sonrisa—. Pero como que fue emocionante en cierta forma. Quiero decir, casi soy arrollada por un coche cinco veces, y él casi fue atropellado por un semi. —Y después de todo eso lo seguiste a casa, lo que tomó dos horas, ¿pero no tuviste sexo con él? ¿Qué diablos te pasa? Rosalie se rió. —Mucho. Pero, sí me invitó a su casa esta noche. Dijo que necesitaba un par de días para prepararse para… lo que sea que vaya a hacer. Lo que, por cierto, no involucra sexo. —Colocó un dedo contra los labios de su amiga—. Pero en su lugar, lo involucra a él juntando suficientes agallas para no encerrarse en el baño. Ambas estallaron en risas, y Angelique le dedicó a Rosalie un empujón juguetón. —Apuesto a que habrá sexo. —Eres horrible, ¿lo sabes? Apenas nos conocemos. Además, dos días atrás, estaba huyendo de mí como si fuese una prostituta plagada de enfermedades. —Eso, mi amiga, era hace dos días. Esta noche… —Angelique estaba sonriendo incluso más—. Tal vez de verdad le gustas, y sólo está asustado

del rechazo. Tú deberías hacer el primer movimiento y ver qué pasa. Para tu información, ese método tiene una media de 100% de efectividad. Rosalie puso los ojos en blanco. —¿Alguna vez piensas en otra cosa que en sexo? Como, no lo sé… ¿una relación duradera? —Mmm, intenté eso una vez. No terminó bien. —Sí, porque querías que se tatuara tu nombre en su trasero. —Maldición. Tal vez tengas razón. La expresión de Rosalie cayó de pronto, y miró a Angelique. —Rosalie… ¿por qué me estás mirando así? —Intentaste que Elijah se tatuara tu nombre en el trasero, ¿verdad? Era él, ¡ésa era la larga relación de la que evitaste contarme desde la secundaria! Un sonrojo comenzó a dominar los rasgos de Angelique, y apartó la mirada con chirrido. —Oh, mi Dios… ¿cómo llegaste a descubrir eso? —Negó con la cabeza violentamente una y otra vez, luego señaló a Rosalie, cuya mandíbula estaba casi en el piso—. Para tu información, él fue quien me pidió salir. —Maldición... ¿qué diablos? ¡Se supone que las mejores amigas se cuentan este tipo de cosas! Ella se rió. —Lo sé, lo sé. Pero pensé que no querrías tener nada que ver con mi ex, ¿sabes? Desde el último… bueno, tú sabes. —Sonrió—. Elijah, sin embargo… es bueno y todo, pero… —¿Pero… ? Acercándose a Rosalie, ella sonrió misteriosamente. —Tú le gustas más. —No es así. Está asustado a muerte conmigo, y probablemente se ha sentido así desde que nos conocimos. Eso es probablemente por lo que siempre me evita la mayor parte del tiempo, y apenas habla en el otro 1%

que efectivamente entramos en contacto. —Sí, le gustas. Puedo percibir estas cosas. Es por eso que nosotros nunca funcionamos, estaba demasiado ocupado comiéndose con los ojos a mi mejor amiga. Ella se rió. —No, es porque intentaste que se tatuara tu nombre en el trasero. Hubo más risas mientras Angelique fingía volcar el contenido de su vino en Rosalie. —Lo que sea que pase, mi querida amiga española… sólo asegúrate de que no dejas que ése se aleje con al menos un decente manejo de prueba. **** Incluso después de varias duchas, Elijah aún se sintió como si estuviera bañado en sudor. No importaba lo que hiciera, simplemente no podía calmarse. Su corazón estaba latiendo tan rápido que temía que explotaría a través de su pecho y al cielo abierto. —Sólo es miedo —se susurró a sí mismo—. No tiene poder sobre ti. Es… El teléfono timbró tres veces en lugar de sonar. Ella estaba allí. Tragándose el nudo en la garganta, Elijah movió el teléfono y se lo colocó en la oreja. —Um… ¿hola? —Soy yo, Rosalie. ¿Puedes dejarme entrar? —Está bien, claro. Espera. —Luego de una corta pausa, presionó "7", lo que destrabó la puerta. Esperó un par de segundos antes de devolver el teléfono a su hendidura en la pared. Fue todo lo que pudo hacer para evitar pasearse, y deslizó las manos de nuevo por su rico cabello castaño. Aferrándose a él, golpeó su ceño suavemente contra la pared con los ojos cerrados. Alguien golpeó la puerta. Tres golpes suaves. Después de mover las manos un par de veces, luego sintiéndose infantil, Elijah fue hacia la puerta y la abrió. Rosalie estaba allí, viéndose casi tan nerviosa como lo estaba él.

—Um… —Él se apartó, tragando con fuerza—. Quiero decir, pasa. ¿Hay alguna razón por la que no quisiste encontrarte en algún lugar más… público? Quiero decir, mi apartamento es… —Él se estremeció un poco y miró alrededor. Ella entró, dedicándole una pequeña sonrisa de confianza. —Porque no pensé que quisieras decirme algo tan importante frente a un montón de otra gente. —Está bien. —Dejó escapar un bufido—. Que seas amable conmigo… como que me está extrañando… —Eso es porque no tengo que demandar constantemente respuestas de ti y/o acosarte. Además, Angelique y yo tuvimos una charla realmente buena hoy sobre ti. Yo como que… bueno, antes pensaba que estabas siendo un idiota solamente. Pero ahora no estoy tan segura. Viéndose incómodo, sólo se encogió de hombros mientras ella entraba más. Fue suficiente para permitirle cerrar la puerta, la que aseguró. La miró por un momento, luego se deslizó por su lado y se sentó en su sofá. Rosalie lo siguió y luego se sentó lentamente en el sofá también, haciendo un buen trabajo en ocultar su disgusto. El sofá de Angelique era mucho más cómodo. También era mucho más costoso, pero aún así. ¡Uno pensaría que un hombre al menos puede conseguir muebles cómodos! Tan pronto como ese pensamiento entró en su mente, se sintió culpable. Hasta no hacía mucho, Elijah había estado viviendo en las calles con nada más que la ropa a su espalda y un par de objetos para "decir la fortuna"; la mayoría de los cuales parecían haber sido robados/dados por perdidos a lo largo de los años. —¿Puedo ofrecerte un trato, Elijah? ¿Así podemos quedar empatados? —¿Qué clase de trato? —Yo, o alguien que conozco, te consigue algo que nunca hubieras sido capaz de pagar, y tú… me dices lo que viste el día en que te asustaste y dejaste la tienda de Morgan. Sé que ya accediste a decirme, pero creo que es importante mantener un buen equilibrio, ¿sabes? Elijah tragó y la miró. Luego se forzó a asentir, apenas arreglándose para esbozar una muy falsa sonrisa. Sus nervios se estaban llevando

rápidamente lo mejor de él. —Sí… claro. Eso sería… claro. —Podía verla en su mente, clara su visión de ella en su mente. Inclinándose sobre él, gritando su nombre mientras la sangre caía sobre ellos como lluvia. Negando con la cabeza, se apartó un poco de ella en el sofá—. Tú me mataste. El ceño de Rosalie estaba profundamente fruncido. Nunca había visto una persona tan nerviosa en su vida. Es como si ella lo hubiese golpeado, o torturado. La forma en que él estaba actuando, era como… Cuando esas tres palabras dejaron sus labios, la confusión dominó las emociones en su rostro. Sólo lo miró, sin entender lo que acababa de decir. —En mi… mi visión. La que tuve en el almacén. En la tienda, quiero decir. —Apenas podía respirar—. En mi visión, tú… tú me matas.

Capítulo 8 —Pero… ¿cómo? Quiero decir… ¿qué? ¿Por qué? —Rosalie estaba luchando duro por mantenerse bajo control. Por dentro, se sentía como si estuviese forcejeando. ¿Qué razón podría tener para tomar la vida de otra persona? ¡Apenas conocía a Elijah! Seguro, era raro, pero matarlo era una locura y algo inconcebible para ella. La única persona que realmente quería muerta era al asesino de su padre. —Elijah, eso es sólo… —No pudo terminar la frase. Sus labios se abrían y se cerraban, pero no salían palabras. —Sí… así que me iré ahora. No creo que el aeropuerto y el ferry estén tan conectados. —Tragando con fuerza, él se levantó del sofá. —¡Espera! —Se paró también, luego se estiró y agarró su codo derecho. Ignorando su estremecimiento, se colocó frente a él—. Espera. ¿Qué más viste? ¿Cómo te mato en la visión? ¿Tienes estas… visiones… regularmente? ¿Cómo saber siquiera si se volverá realidad? Elijah se mordió el labio inferior, medio tentado de empujar a Rosalie y sólo irse. No tenía ninguna atadura con este lugar, y ciertamente ninguna con ella. Además de, por supuesto, el hecho de que iba a matarlo. —Rosalie… sólo apártate de mi camino. El tono de su voz la asombró y casi dio un paso atrás. Sus dedos soltaron su codo, y sus ojos se agrandaron un poco más de lo normal. Por lo poco que había visto de Elijah, siempre estaba tropezando incómodamente con sus propias palabras. Pero ahora, ese tono… hablaba de más que una confianza esforzada. Le hizo preguntarse qué, en cualquier caso, le había pasado para hacerlo así. —No. —Alzando las cejas y cayendo de su sorpresa inicial, lo dejó ir y cruzó los brazos frente al pecho, y por un momento se sintió como si no pudiese atraer aire a sus pulmones—. Tú me conoces para este momento. Sólo te seguiré. Elijah lo miró por lo que parecieron varios minutos. En la realidad,

sólo fueron un par de segundos. Levantó las manos de sus costados y encogió los hombros. —¿Qué diablos quieres de mí? Te lo dije… me matas. Así que, estoy haciendo lo que cualquier persona normal haría en esta situación bastante incómoda: me voy y me alejaré mucho de ti. Esta vez, los labios de Rosalie se separaron y estuvo segura de que su mandíbula estaba muy cerca del piso. ¿Qué diablos acababa de pasar? Lo miró, su estado congelado era una clara indicación de su asombro. Estirándose, Elijah se frotó las manos por lo alto de sus muslos. Su mandíbula se apretó, y luego le dedicó un pequeño asentimiento. Había incomodidad en la forma que se paraba a su alrededor, como si no estuviese seguro de lo que acababa de pasar. —Lo siento —murmuró él—. Yo… sólo… quiero irme, ¿está bien? Y tú no… —suspiró y dio vuelta su cuerpo hacia ella—. No lo estás haciendo fácil. —No, lo entiendo. —Ella parpadeó un par de veces y tragó con fuerza—. Pero tal vez si sé lo que viste, pueda evitar usar cierta camisa, o no ir a cierto lugar. —Yo uh… no creo que funcione así. Rosalie suspiró, luego se mordió el labio inferior. —Mira. Sólo siéntate conmigo aquí, y dímelo. No es difícil. —Dio un paso atrás antes de volver a tirarse en el sofá y mirarlo. Estirándose, le dio al almohadón a su lado una palmada. No es difícil. Esas palabras se repetían solas una y otra vez en su mente. Eran un extraño mantra que casi tenían sentido. ¿Pero realmente deseaba desechar la visión de su propia muerte? Con una pequeña sacudida de la cabeza, tomó asiento junto a su muy indeseada visita. Con sus manos apretando contra lo alto de sus muslos, se sentó allí en silencio. Casi saltó del sofá cuando sintió la mano de Rosalie sobre el dorso de la suya, y rápidamente volvió sus ojos entrecerrados hacia ella. —¿Lo hice a propósito? Su pregunta de alguna forma alivió de alguna forma la tensión. —No…

—Entonces fue un accidente, ¿cierto? —Sí… sí… fue un accidente. —Bajó la mirada a su mano, que aún descansaba sobre la suya. Con una profunda expiración, se permitió inhalar profundamente. Luego la soltó de nuevo, igual de gradualmente—. Ocurre en la tienda de Morgan —admitió Elijah finalmente—. En la parte trasera… donde están las antigüedades. Rosalie apretó los labios y asintió. Quería saltar directo a "por qué", pero eso lo había asustado antes. En su lugar, fue con: —¿Qué pasó? —Yo estaba allí atrás, buscando… buscando algo. Naranja. Sí, un pendiente naranja. Yo um… Morgan lo había traído más temprano ese día, y yo sólo me sentí… no lo sé. ¿Cercano a él? Así que quería ver… ya sabes, qué era. Tal vez descubrir de dónde había venido… y esas cosas. —Se frotó el muslo con la mano libre (la que Rosalie no estaba tocando)—. Tú estabas allí. Después de varios minutos de silencio, Rosalie presionó su mano de forma alentadora contra la de Elijah, frotando suavemente el dorso de su mano en un movimiento suavizador. —Bueno… —Su ceño se juntó—. Tú… no, yo encontré el pendiente naranja. Y entonces… yo… lo abrí. Había esta… especie de luz brillante. Del mismo color del pendiente… naranja. Tú viniste… supongo que para ver qué era. —El sudor estaba picando en sus sienes, y él sacudió un poco la cabeza. —Elijah… es… —Rosalie suspiró suavemente. Esto era difícil para ella. Estaba acostumbrada a ser temeraria y frontal—. ¿Sabes cuándo ocurrirá esto? —No… —La pregunta lo sacó de su estupor congelado. —Está bien, tengo un plan. —Se estiró y le dedicó una sonrisa—. Llamaré a la tienda de Morgan, y le preguntaré si entró un pendiente como ése. Luego sólo lo compraré y eso será todo. —Pero… ¿y si es demasiado? Algunos objetos son… —Se frotó la nuca, sus cejas se elevaron—. Valen mucho, algunos de ellos. —Elijah, el nombre de mi mejor amiga es Angelique Valadia. El dinero

no será un problema, deberías saber eso a estas alturas. ¿Puedo llamar a Morgan desde aquí? Cuando Elijah le dedicó un asentimiento, se levantó del sofá y fue hacia el teléfono. Mientras lo miraba con una sonrisa alentadora, agarró el teléfono y marcó el número de Morgan. **** S´mores1 se estaban cocinando en el horno, y el olor de ellos permeaba a lo largo, no sólo de la cocina, sino de todo el piso inferior de la casa. Sonriendo con satisfacción, Angelique miró al reloj. Sólo faltaban cinco minutos antes de que su aperitivo de chocolate favorito estuviese listo. Cuando el teléfono vibró en su escritorio, se metió rápidamente en la sala de estar y lo atrapó. Una mirada le dijo que era Morgan. ¿Por qué llamaba a esta hora del día? —¿Morgan? Hey, ¿qué pasa? —No pasa nada malo, Ang. —Había un cariño en su voz cuando le hablaba—. Me pediste que te llamara tan pronto llegara el pendiente. —Oh… sí, pero… son como las once de la noche. —Lo siento. Sin embargo, sé que eres un poco como un búho nocturno. No pensé que te importaría. —¡No! Mm, para nada, ¡no! ¿Puedo pasar a recogerlo mañana? —Por supuesto. La tienda abre a las 9 de la mañana. —Gracias, Morgan, estaré allí a las nueve en punto. —Sonrió mientras terminaba la llamada. Por un momento consideró el llamar a Rosalie, pero probablemente ya estaría dormida. Dejando salir un frívolo sonido de emoción, se volvió para regresar a la cocina. Tres pasos hacia allí, y un disparó sonó. Fue quedo, silenciado casi perfectamente. Angelique estaba muerta incluso antes de que su cuerpo cayera al piso.

S'mores: una golosina dulce consistente de una barra de chocolate y malvaviscos tostados emparedados entre galletas graham. 1

Capítulo 9 —Ya te dije, Rosalie, no hay un pendiente así aquí. —Con un suspiro agravado, Morgan siguió a la joven hacia la parte trasera de la tienda mientras ella ignoraba sus palabras y se abrió paso por su lado. Cuando pasaron a la sección de antigüedades, fue todo lo que pudo hacer para no agarrarla y forzarla a detenerse. Casi era hora de cerrar, y ésta era la segunda vez que había venido hoy. Ignorando al hombre mayor, Rosalie se movió hacia la sección de joyería y empezó a sacar las cadenas y las cuerdas de sus ganchos. Era casi frenética en su búsqueda, pero también metódica. Si ese pendiente estaba aquí, estaba decidida como el infierno a encontrarlo. Nadie, ni siquiera el gran y malvado Morgan Glassus, sería capaz de detenerla. Las peores ofensas que tenía en su expediente eran un par de multas de tránsito. No iba a decantarse por matar a Elijah, accidente o no. ¡Ella sería asesinada en prisión! —¡Rosalie! El golpe afilado de la voz de Morgan la hizo detenerse, y lo miró por sobre el hombro. —Mira, amigo. Voy a encontrar esta cosa, y tú vas a dejarme. Estoy de un auténtico mal humor, y he pasado el último par de días corriendo detrás de un tipo que está convencido de que voy a matarlo a causa de este pendiente, así que me disculparás si estoy molesta ahora. Cuando todo lo que hizo él fue mirarla, se volvió hacia la fila de collares, brazaletes y aretes. Era lo suficientemente decente para devolver todo a sus áreas designadas una vez que terminó con su búsqueda. Morgan dejó escapar un suspiro de desdén mientras ella iba hacia una cabina hecha de palo de rosa. Estuvo casi tentado de llamar a la policía para que pudieran ir y sacarla de su tienda. —Maldición, no está aquí. Morgan apretó los labios mientras la miraba.

—Ya te dije eso. Y también te dije que, si algo como eso entraba, llamaría. ¿Recuerdas esa charla que tuvimos por teléfono ayer? Fuiste tú la que me llamó. —Sí, sí. Lo sé. —Rosalie suspiró mientras apartaba un cabello del color del ébano de su rostro—. Lo siento, Morgan. Nada ha ido a mi manera últimamente. Para nada. Apenas estoy soportando la… Negó con la cabeza y estiró una mano hacia él. Tuvo que detenerse antes de perder el control y hacer algo estúpido. Pensamientos sobre su padre se deslizaron en su mente, y apenas podía soportar la idea de aceptarlos de nuevo. Pero tenía que hacerlo. —Debo irme. Sólo llama, ¿está bien? —Sí. Llamaré. —Morgan ofreció un leve encogimiento de hombros mientras ella se deslizaba por su lado—. Una cosa, sin embargo… ¿qué es eso sobre matar a Elijah? —Es lo que vio en su visión, Morgan. ¿Toda esa sangre de la que te contó? Soy la causa de eso. —Antes de que pudiera soltar una respuesta, Rosalie salió de la tienda, las pequeñas campanas atadas a lo alto de la puerta tintinearon cuando se fue. **** Los truenos resonaron sonoramente sobre la pequeña estructura que era la tienda de Morgan Glassus. Luz parpadeó, iluminando brillantemente los contenidos de la tienda. Mientras la lluvia caía en torrentes, el gran camión de reparto pasó por el lado de la tienda de magia. Eran casi cinco minutos pasada la medianoche, y el conductor estuvo casi exactamente a tiempo. Se colocó la capucha de su parka, hundió la cabeza, y medio corrió hacia el techo que lo protegería de la lluvia. Golpeó en la puerta de vidrio, un pequeño paquete sostenido en la mano opuesta. Después de varios minutos de espera, la puerta se abrió. El conductor de reparto ofreció una sonrisa de alivio mientras entraba. —Lamento mojar todo el piso. Es una verdadera pesadilla allá afuera. Morgan se encogió de hombros. —No hay problema. ¿Lo tienes?

—Sí, aquí está. —Le pasó el paquete al hombre mayor, luego le pasó una planilla con algunos papeles y un bolígrafo unido a ella—. Sólo fírmelo y le daré el resto de la información que quiere. —Sólo quiero decir, muchas gracias por hacer esto. —dijo mientras firmaba el papel y colocaba el empaque en la encimera detrás de él. Después de que el nombre estuvo escrito en el papel, le pasó la planilla y todos sus contenidos al conductor. —Cuando quiera. Es normal para nosotros tener unas horas bastante extrañas. Además, ¿por qué preguntar cuando eres dueño de una tienda de magia? Eso trajo una sonrisa por el rostro de Morgan, e incluso un pequeño bufido de risa. —Eso es cierto. —Ahora por lo bueno. Tu asesino tomó a la chica -el mismo que mató al padre de su mejor amiga-. Gracioso, ¿eh? ¿Cuál era su nombre? ¿Angelique? —Él se detuvo, luego movió una mano—. Como sea, tengo testimonio de que fue asesinada hace apenas unas horas. Pareció muy interesada en el pendiente, e incluso tenía el número de tu casa en la base del monitor de su computadora con "¿pendiente?" escrito abajo. —Parece como si hubiera estado trabajando con Elijah y Rosalie desde el principio. Si fuera tú, me sacaría a esos dos de encima más rápido de lo que puedes decir "tienda de magia". No es que mi consejo sea el mejor, pero son chicos muy listos. Y ahora que Elijah está involucrado, puedo ver que las cosas se van a poner mucho más aterradoras en tu final. —¿Aterradoras cómo? —El chico tiene algo de poder dentro. Me imagino que estás tratando de mantenerlo comiendo de tu mano y todo, pero mantén presente exactamente quién está en la estaca aquí. Lo que puede hacer el pendiente. —Lo mantendré todo en mente. Gracias. —Seguro... te veo la próxima vez, hombre. —El conductor le dedicó un pequeño gesto con una sonrisa, luego se volvió. La sonrisa de Morgan se desvaneció cada vez más hasta que se hubo ido completamente de sus labios con la salida del conductor. Espero de pie,

perfectamente quieto, hasta que oyó y vio al camión enfilar en la oscuridad. Cuando sólo pudo oír la lluvia, se movió hasta la puerta y la trabó. Luego se volvió y fue hacia el paquete que estaba colocado en la encimera. Sus dedos temblaron cuando lo levantó. Había un peso en él a pesar de que apenas era del diámetro de su mano. Dejando escapar una lenta exhalación, comenzó a desenvolverlo. La cinta estaba pegajosa, pero cedió fácilmente cuando tiró de ella desde un cierto ángulo. Un tirón más, y entonces la tapa saltó. Dentro había algo cilíndrico envuelto en papel blanco de envolver. No dudó en apartar el papel, sacándolo con cuidado. La mano que sostenía la caja aún estaba temblando, y él apenas pudo inhalar sin sentirse mareado. —Tranquilo —susurró para sí mismo—. Tómatelo con calma… Se lamió los labios mientras apartaba lo que quedaba del papel. Anidado allí, en aquella pequeña caja del tamaño de la palma de una mano, había un amuleto naranja oscuro. Estaba anillado con filigrana dorada, con el oro formando pequeñas y delicadas hojas. La cadena también era dorada, suave y pura, y brillaba con novedad. Mientras el sudor caía por un costado del rostro de Morgan, se estiró y cerró los dedos alrededor de la cadena. Con un trago nervioso, lo levantó hasta que el amuleto colgó frente a su rostro. Lucía casi mundano, destellando como lo haría cualquier piedra preciosa. Luego de colocar el amuleto de nuevo en la pequeña caja, la colocó en un pequeño espacio detrás de su escritorio. —Pronto, mi amor —susurró—. Pronto.

Capítulo 10 Ella no dejaría de llorar. No podía. Cada vez que lo intentaba, llegaban más lágrimas. Y luego se convertirían en grandes y desgarradores sollozos que herían su cuerpo entero. Sus dedos se clavaron en el tejido de la camiseta de Elijah, estirando el cuello hasta el punto en el que casi se sintió estrangulado. Él intentó estirarse y ajustarlo, pero sólo lo hizo un poco más tirante en el lado izquierdo de su cuello. Aclarándose la garganta incómodamente, colocó sus manos alrededor de la figura de Rosalie. No podía ser llamado abrazo, dado que no había significado detrás de él, pero podía pasar por uno mientras la sujetaba. Mientras pensaba que eso podía calmarla lo suficiente para que le dijera qué pasaba, sólo pareció hacerla más inconsolable. Estaban sentados en su viejo sillón usado más allá de toda excusa. Por ahora, el almohadón -si podía siquiera ser llamado así- en el que estaban sentados tenía oscuras manchas esparcidas por todo lo largo. Algunas de las manchas podrían haber sido moco, de tan fuerte que estaba llorando la mujer española. Elijah tragó con fuerza, luego dejó escapar un suspiro afilado mientras frotaba una de sus manos por su espalda. —Rosalie… ¿estás…? —No, eso sonaba estúpido. Además, ya le había preguntado al menos cinco veces qué había pasado. Sus únicas respuestas habían sido palabras inaudibles y… bueno, esto—. ¿Tú, um… quieres que llame a alguien? Mientras ella lo apretaba más fuerte en sus puños, Elijah puso los ojos en blanco hacia el techo. No era para nada bueno en esto. Decirle a la gente lo que necesitaban hacer en sus vidas para mejorarlas era en lo único en lo que era realmente bueno, pero nunca había sido capaz de reconfortarlos. Con un fuerte trago, intentó apartarla de él, aunque fuese levemente. Ella respondió rasgando su camiseta, la costura desgarrándose por sobre su hombro izquierdo. —¡Rosalie! —Elijah se sorprendió a sí mismo con su estallido. Su rostro se sonrojó, y se puso incluso más rojo cuando ella levantó la cabeza y lo miró.

—¿Por qué me estás gritando? —Era la primera frase real que había dicho desde que llegara, hacía cosa de una hora. Su rostro entero resplandecía con las lágrimas, frescas y secas, y sus ojos contenían una tristeza que Elijah apenas podía soportar mirar. —Yo sólo… yo… ¿qué ocurre? —Angelique… ella… —La cabeza de Rosalie se sacudió lentamente de un lado al otro, y sus dedos se clavaron en la camiseta de Elijah de nuevo. Algunos de sus dedos se clavaron a través del agujero que había hecho por accidente y presionó directo contra su piel—. Morgan llamó aquí temprano hoy. Elijah, ella... está muerta. —¡¿Qué?! Ella debió de ver la mirada afligida en sus ojos, porque se apartó y colocó una de sus manos contra el rostro de él. —Él me dijo, la noche pasada, sobre el amuleto. Me dijo que había llegado. Fue alrededor de la medianoche, pero… Ang le dijo que la llamara a ella y a mí al segundo que llegara. —Inhaló una profunda bocanada, sus palabras temblaban con emoción—. Así que, esta mañana, llamé a Angelique para ver si podía recogerlo por mí, dado que vive tan cerca de la tienda. No había oído nada de ella tampoco, así que… estaba un poco preocupada. Me sorprendía que no hubiese llamado la noche pasada tampoco. Pero no respondió. Y entonces… entonces Morgan me llamó. Dijo que ella había estado en alguna clase de accidente… —Las lágrimas frescas caían de sus ojos y brillaban por sus mejillas. Se sentía como si sus manos estuviesen aplastando su pecho. —¿Un accidente? —Sí. —Su cuerpo tembló con sollozos—. Ella sólo... él dijo que ella fue a la tienda justo después de que abriera y sólo colapsó. ¡Ni siquiera sé qué podría haber pasado! —Está bien… Voy a ir. Ahora. —Allí estaba de nuevo ese coraje en la voz de Elijah, pero Rosalie lo agarró con fuerza. —No, por favor… quédate conmigo. Tú eres el único aparte de Ang que me agrada desde la muerte de mi padre. —Esa admisión trajo toda una nueva serie de sollozos, pero ella se las arregló para ahogarlos—. Por favor, quédate. Podemos hablar de cualquier cosa… hacer cualquier cosa.

No me importa, sólo no quiero estar sola justo ahora. Ninguno de nosotros debería estarlo. —Su voz tomó tonos suaves—. Sé lo que ella significaba para ti también. —¿Lo que ella significaba para mí? —Ella me lo contó, Elijah… sobre ustedes. Me contó todo. — Acercándose, ella intentó atrapar su mirada—. Quédate… no quiero estar sola. Sus labios se separaron, y Rosalie pudo ver la protesta y la confusión en su rostro. Su cuerpo se tensó y supo que iba a decir no. Podía verlo justo allí en su rostro. La reluctancia estaba escrita por todos lados. La desesperación le hizo hacer lo que hizo a continuación, a pesar de que no podría haberle explicado a nadie por qué lo hizo. Todo pasó demasiado rápido. En un momento se estaba aferrando a él, rogándole con los ojos e intentando hacer que se quedara, y al siguiente sus labios estaban cubriendo los de él. Esperaba que la apartara, que se apartara, tal vez incluso que huyera de su apartamento tan rápido como podía. Pero no hizo ninguna de esas cosas. En su lugar, le devolvió el beso, aunque lentamente. Incluso, como era su costumbre, con incomodidad. Él no podía saber si era una forma de trueque de hacerlo quedarse, o si significaba algo más. —Rosalie, ¿qué…? Elijah no tuvo oportunidad de terminar su pregunta antes de que ella lo estuviese besando de nuevo. Lentamente, con una profunda y sensual pasión. Sus manos se movieron a su rostro, su calidez buscando suavizarlos y reconfortarlos. Ella necesitaba esto más de lo que necesitaba cualquier otra cosa. Necesitaba el consuelo del cuerpo de un hombre. Una vez había visto a Elijah sólo como un chico, pero ahora lo veía bajo una luz completamente diferente, entendiendo que había mucho más bajo la superficie de lo que podría haber imaginado jamás. Lentamente, sin querer asustarlo ni hacerlo sentir más incómodo de lo que ya estaba, deslizó una rodilla por sobre su lado derecho. Y luego deslizó su otra rodilla por su otro lado, montándose encima de él gradualmente. Mientras sus manos se movían hacia el pecho de él, pudo sentir el latido de su corazón. El suyo estaba latiendo mucho más fuerte que el de ella, y a un ritmo que casi la asustó. —Está bien —murmuró ella, con sus labios frotándose contra los

suyos con cada palabra—. Creo que ambos necesitamos esto. —Pero yo… No iba a dejarlo terminar, su boca se hundió alrededor de la suya de nuevo. Ella chupó suavemente antes de que su lengua se anidara contra sus labios. Hubo un momento de duda de él, y luego ella sintió que sus labios se separaban. Con un suspiro, se presionó contra él mientras deslizaba su lengua dentro de su boca a la espera al mismo tiempo. Momentos después lo oyó gemir y sintió sus dedos moviéndose debajo del top brilloso sin mangas que ella estaba usando. Su lengua se masajeó contra la suya hasta que sintió que él respondía. Un sonido de disfrute pasó de sus labios a los de él, y su cabello de ónice se deslizó y esparció alrededor del cuello de él cuando movió sus besos a lo largo de su mandíbula. Cuando encontró el lóbulo de su oreja, sintió que su cuerpo se tensaba debajo de ella. Ronroneando suavemente, raspó los dientes a lo largo de la suave protuberancia de carne antes de quitarle la camiseta. Incluso antes de que el tejido fuese arrojado a alguna parte detrás de ellos, ella se estaba deteniendo. Ojos desmesuradamente abiertos captaron la visión de cicatrices en cruz sobre sus hombros y por su pecho. Se apartó y lo miró, con una de sus manos moviéndose hacia su garganta. Elijah tomó esa mano y la bajó, encontrando su mirada con el más leve movimiento de la cabeza. Rosalie se mordió el labio inferior, preguntándose si lamentaría este curso de acción. Su padre estaba muerto, y ahora su mejor amiga. Y ahora Elijah parecía tener muchos más secretos de los que ella posiblemente podría soportar. —Lo sé —dijo Elijah, con sus ojos derribándose y apartándose a un lado, hacia el lado más lejano del sofá—. Soy repulsivo. Rosalie sintió un golpe en el pecho, y rápidamente negó con la cabeza. Inhalando, se deslizó fuera del top sin mangas, revelando no el sostén que él esperaba, sino expuesta y desnuda piel. —No más charla, ¿está bien? —Se inclinó y chupó su labio inferior, mirándolo a los ojos. Sus dedos eran ligeros contra sus bíceps mientras ella frotaba su boca por el costado del cuello de él y por sobre la primera de las muchas

cicatrices que había visto. Fue gentil mientras besaba la longitud de la pálida línea, con su lengua siguiendo con suaves movimientos. Los dedos de Elijah se deslizaron en la espesura de su cabello de ébano mientras ella bajaba por su pecho. Él jadeó cuando sus dientes pellizcaron su pezón, que pronto se puso más duro que un guijarro. Otro gemido voló de su garganta cuando sus dedos rodearon el otro, rodeándolo y pellizcándolo. Él se sintió débil de deseo cuando la boca de ella regresó a la suya, y Elijah devoró sus labios. Ella frotó y apretó sus senos contra su pecho mientras sus manos tiraron y forcejearon con el botón y la cremallera de sus vaqueros. Las exhalaciones estaban saliendo más ásperas y apresuradas para ambos, el sudor mezclándose y uniéndose con las lágrimas. Elijah no tenía palabras para describir cómo se sentía mientras Rosalie cerraba su mano entera alrededor de su pene dolorosamente erecto. Un estremecimiento lo recorrió, y su boca y garganta se secaron tanto que no sabía si sería capaz de hablar. Se sintió desamparado y sin elección cuando sus bocas chocaron de nuevo. Pero éste era el momento más exquisitamente real que él podía recordarse experimentando. Las paredes vaginales de ella se hundieron alrededor y sobre él. No podía recordarla quitándose su falda estampada de negro y azul, pero no estaba en ningún estado capaz de preguntarse. Inhalando una acerada respiración, se sintió más perdido que encontrado. Sus caderas se elevaron del sofá, pero Rosalie apretó los dedos contra sus muslos y los empujó para abajo de nuevo. El mundo parecía muy lejano con la intensa pasión de su beso. El placer llenaba cada uno de sus deseos, y a los pocos momentos no había nada más que él quisiera. El azul de sus ojos era vidrioso, haciéndolos parecer más pálidos de lo que realmente eran. Él apenas estaba respirando, sus fosas nasales ardían mientras Rosalie lo llevaba a lugares mucho más profundos y oscuros. El espacio y el tiempo ya no existían. Sólo ellos. Lentamente, ella levantó sus caderas de las suyas. Antes de que él pudiera perder la intensa pérdida de su sexo apretándose alrededor de su pene, ella cayó de nuevo. Con fuerza. Él gritó, y su cuerpo se arqueó, doblándose debajo de ella. Agarró las caderas de ella, un esfuerzo subconsciente de intentar controlarlas. Su cabeza se ladeó hacia atrás, el beso rompiéndose, y ella se movió arriba de nuevo. Esta vez apretó su pecho contra el de él. Él chupó uno de sus pezones erectos en su boca

antes de que supiera lo que estaba haciendo. La sensación de eso sólo lo hizo perder más de sí mismo hacia ella. Suave y duro al mismo tiempo. Tan primario y ancestral como si fuese lo único que realmente importaba en el mundo. Cuando ella bajó de nuevo, él estaba listo. En lugar de intentar tomar su boca, juntó sus senos y chupó ambos pezones a la vez. Su lengua jugueteó por la carne dura y suave hasta que ella gimió, y luego los chupó un poco más. Para cuando la soltó, ella tenía un ritmo exasperantemente lento en marcha, a veces chocándose contra ella con tanta fuerza que le hería los huesos. Sus bocas se encontraron de nuevo, y también lo hicieron sus lenguas. Sus brazos rodearon la parte posterior de su cuello para que así ella pudiese apretarse contra el cuerpo de él. Mientras se apretaba contra él de nuevo, moldeando su cuerpo alrededor del suyo, no ofrecía mucho a la forma de moverse. Pero las cortas y casi violentas embestidas fueron suficientes para empujarlos incluso más a las profundidades. Elijah pudo sentir su abdomen y muslos tensándose, un pesado calor fluyendo a su pene. El placer que esto causó era casi paralizante, y no pudo evitar los sonidos que se alzaban de su garganta. Una de cada exhalación liberada, áspera y baja, como si sufriera. Rosalie gimió con fuerza mientras retiraba su lengua, envalentonándolo para seguir a la suya a su propia boca. Él estaba completamente dócil y complaciente, ladeando su cabeza a un lado para poder empujar su lengua más entre los labios de ella. Cuando ella la chupó, el calor que había salido de la nada se intensificó. Él sintió que un extraño y ligero mareo sobrevenía a su mente, y de pronto apenas pudo sentir su cuerpo. Sólo quedaba la pesada y calurosa sensación del sexo. —Elijah… —susurró Rosalie, apenas capaz de hablar antes de que él se alimentará de forma voraz de su boca una vez más. El orgasmo fue implacable, robándole cada noción de mantener el control de sus movimientos. La subida controlada, la caída y el girar de sus caderas se convirtieron en tirones bruscos, y sus muslos se expandieron más con el fin de poder tener más de él. Las paredes musculares de su sexo se envolvieron a su alrededor con una fuerza casi dolorosa, atrayéndolo con fuerza y luego dejándolo ir hasta el punto donde él estaba seguro de que moriría así. Gritos, jadeos, gruñidos, y el ocasional sollozo bajo eran los

únicos sonidos en el pequeño y extremadamente inexpresivo apartamento. Mientras el orgasmo de Rosalie llegaba a su fin, Elijah sólo estaba comenzando. Sus embestidas y tirones se volvieron más descontrolados de lo que lo habían sido los de ella, y su semilla fluyó dentro de ella en chorros, más que un flujo constante. La tensión en su cuerpo, estirando sus músculos para darles algo parecido a una sacudida, cesó abruptamente. Las endorfinas hicieron al mundo neblinoso, y lo único que pudo registrar por lo siguientes momentos fue que alguien estaba sobre él. Jadeando con fuerza, luchando por aire, él le permitió a su cabeza caer de nuevo contra el sofá. Sus dos manos estaban ahora en las caderas de ella, revelando la sensación de piel caliente y sudor. Rosalie se estremeció contra él, con sus brazos rodeando su espalda mientras su cabeza anidaba sobre uno de sus hombros.

Capítulo 11 Era una sensación desconocida y extraña, tener esas paredes femeninas atrayéndolo y apartándose de él al mismo tiempo hasta que ya no estuvieron. Con un quedo gemido, Elijah se estiró de su sueño. Sus ojos parpadearon hasta abrirse, y la horrorosa y demasiado brillante luz del sol le hizo cerrarlos de nuevo. Estiró una de las manos y se cubrió los ojos con ella, produciendo aún otro gemido. Esta vez era uno de protesta. —¿Elijah? —La voz de Rosalie era suave. Se oía tan cansada como se sentía él, y el almohadón del sofá debajo de sí se movió cuando ella se acercó—. Elijah, despierta. Es la mañana. ¿Qué significaba "mañana"? Ni siquiera recordaba haberse quedado dormido, y ciertamente no sabía qué hora era cuando tuvieron… mientras los recuerdos de lo que había pasado entre ellos se mostraban claramente en su mente, su mano cayó abruptamente de su rostro. Se sentó hacia adelante, luego volvió sus ojos azules abiertos de par en par hacia Rosalie. Aún estaba desnuda, y sintió que se le atoraba la respiración en la garganta. —Hey… —Ella le dedicó una sonrisa confiada, luego se inclinó para besar su mejilla. Él comenzó a levantarse, pero tomó gentilmente su mejilla, volviendo su rostro hacia ella—. No… sólo vamos a intentar estar abrazados hoy, ¿está bien? Después de todo lo que ha pasado, creo que nos merecemos eso. —Oh… um… —Su ceño se juntó, y se sintió inmediatamente culpable. Tragando con rigidez, asintió y miró hacia el piso—. Cierto… —Se sentía tan perdido e inseguro de qué decir. Apenas había registro en su mente de cuando Rosalie deslizó sus brazos a su alrededor y lo envalentonó a estirarse con ella en ese horrible sofá. Se movió hasta que estuvo detrás de ella, con sus brazos moviéndose alrededor de ella en su lugar. La última vez que sostuvo a una mujer así… apenas si quería recordar. Angelique se había ido ahora, muerta en alguna clase de "accidente". Aún con lo mucho que Elijah confiaba en Morgan, ya no estaba seguro de qué se supone que debía creer. El amuleto era…

—¿Rosalie? ¿Qué estaba haciendo tu padre el día que murió? Su cabeza se volvió un poco en su dirección, mientras se acomodaba a sí misma contra su cuerpo. Sus ojos estaban entrecerrados cuando ella se alivió en la seguridad y la calidez de sus brazos. —Estaba preparando todo para mi fiesta de cumpleaños. Me dijo que había encontrado algo que me recordaría a mi madre… oh, mi Dios. —Ella se sentó de pronto, sus ojos abiertos de par en par—. ¡Mierda! La pieza favorita de mi madre era este pendiente de ámbar realmente oscuro con una hoja en el medio. Ya sabes, ¡una de esas piedras de ámbar con cosas atrapadas dentro! Tuvo que irse porque estaba conduciendo a casa desde el trabajo. Había estado en un granero derruido o casa o… algo así, no lo sé. ¡Y lo encontró en el ático! —Sus ojos estaban abiertos de par en par mientras se apresuraba a ponerse de pie—. Ese amuleto es la razón por la que todos están muriendo, Elijah. Tenemos que conseguirlo. —Aguarda, espera. —Antes de que Elijah pudiera continuar, el teléfono sonó. Miró a Rosalie un momento, luego se puso lentamente de pie y fue hacia el teléfono de pared—. ¿Hola? —respondió él. Click. —¿Hola? —preguntó Elijah de nuevo. Cuando no pasó nada, miró al teléfono antes de colocarlo de nuevo en su hueco. —¿Era Morgan? —No lo sé. —Él se encogió de hombros, volviéndose de la pared para encararla—. Colgaron. —Realmente tenemos que ir a esa tienda. Quiero decir ahora. — Cuando vio las dudas en su rostro, negó con la cabeza, poniéndose rápidamente su ropa—. Sé que estás asustado de lo que viste, Elijah. Pero no voy a matarte. ¿Está bien? Ese amuleto lo hará. Sus labios se separaron con un lento suspiro, y él tuvo que contenerse para no negar con la cabeza. No le había contado todo a Rosalie… ni de lejos. —Está bien… bien. El sonido astillado de una puerta siendo abierta de una patada explotó a través del ruinoso apartamento de Elijah. Varias astillas de madera

volaron tal distancia que chocaron contra Elijah y Rosalie, el resto se desparramó por el piso como una extraña nieve de madera. Dos personas vestidas en sólido blanco entraron apresuradamente. Uno de ellos tenía un rifle de asalto de aspecto militar, y el otro estaba empuñando un aterrador cuchillo curvo con un borde serrado. Ese cuchillo fue la primera arma usada, la persona -¿asesino?- se movió directo hacia Elijah. Una salva de balas llegó incluso mientras el cuchillo estaba aún en el aire, pero Elijah y Rosalie ya se estaban moviendo. Elijah la arrastró al piso y fue rápido en seguirla. Ambos se arrastraron por la esquina hacia la cocina, milagrosamente sanos del cuchillo y de las balas. —Shhh, ¡shhh! —Presionó una mano sobre los labios de Rosalie cuando estaba por decir algo. Con los ojos abiertos de par en par, escuchó a los supuestos asesinos. Uno de ellos se estaba acercando, siguiendo el camino que ambos habían tomado en la cocina. El otro se estaba arrastrando semi-silenciosamente por el otro lado. Su mente estaba corriendo, luchando por comprender qué estaba pasando. No era como si fuese un maestro asesino ni nada. ¡Sólo era un tipo que leía las palmas de la gente! Tragando una bocanada de aire, sacó lentamente la mano de la boca de Rosalie. Ella le pegó en el brazo para captar su atención, dedicándole una mirada antes de señalar al refrigerador. Ella hizo un par de movimientos con las manos, pero Elijah sólo la miró como si estuviese loca y negó con la cabeza. Ella hizo un par de gestos más, luego finalmente sólo movió una mano en un gesto de "Me doy por vencida" cuando él claramente no entendió nada de lo que estaba intentando explicar. —Sígueme la corriente, Elijah —susurró. —¿Cómo se supone que iba a entender eso de… ? —Él movió las manos alrededor. —Olvídalo. —No le dio la oportunidad de decir nada antes de que se pusiera de pie y agarrara una tabla de cortar plástica de la encimera. Aún tenía comida en ella. Bordes de zanahoria y algunas rodajas viejas de tomate cayeron al piso y él le dedicó una mirada con los ojos entrecerrados. Todo lo que tuvo tiempo de hacer fue encogerse de hombros antes de que ella tirara la tabla de cortar con toda la fuerza que poseía. Él miró rápidamente a su derecha, descubriendo a uno de los asesinos

de blanco que sacaba una pistola. Hubo un thump mientras la tabla de cortar se estrellaba directamente en su rostro, tirándolo casi instantáneamente. Mientras un disparo del rifle explotaba una vez más dentro del apartamento, Elijah jadeó y se puso de pie. Atrapó un cuchillo de carnicero de la misma pila de platos de la que Rosalie había sacado la tabla de cortar y se metió por la esquina opuesta por la que habían entrado a la cocina. Un grito del otro lado del apartamento hizo que Elijah se diera la vuelta; pero fue un error. Sonó el distintivo pop de un disparo de rifle. La bala se abrió paso a través de ropa, piel y carne tan violentamente que un rocío de sangre se extendió por la pared detrás de él. La camiseta de Elijah estaba desgarrada donde la bala había entrado y salido. Apenas tuvo tiempo o sensación de registrar lo que había pasado antes de que se estrellara contra el piso. **** Bip... bip... bip... bip… Ese sonido… lo estaba volviendo loco. Era todo lo que había sido capaz de registrar por la última hora, pero su cuerpo no estaba lo suficientemente coordinado para siquiera abrir los ojos. Había sido forzado a quedarse allí, soportando ese horrible y molesto ruido. ¿Qué era de todas formas? —Elijah… ¿Elijah? ¿Estás despierto? Gracias a Dios, pensó Elijah. Algo más que escuchar además de ese constante pitido. —Soy Rosalie… ¿estás despierto? ¿Elijah? Rosalie… ¿qué estaba haciendo allí? Espera, ¿qué era lo último que recordaba? Algo sobre su apartamento, algunas personas en blanco, un cuchillo. Pensó que podía recordar un arma en alguna parte también, pero no podía estar seguro. ¿Estaban aún en su apartamento? ¿Qué les había pasado a esos tipos? Una mejor pregunta era, ¿qué habían querido? Cuando un suave gemido separaba sus labios, sintió una oleada de aire cálido contra su rostro. También sintió el suave cosquilleo del cabello. El reconocerlo trajo una pequeña sonrisa a su boca, así como también una oleada de color a sus mejillas. Ahora eso lo recordaba.

—¿Qué pasó? —Su garganta dolía mientras hablaba, y se la aclaró débilmente mientras abría los ojos. —¡Gracias a Dios! ¿Por qué te tomó tanto tiempo despertar? —La voz de Rosalie sonaba igual de áspera. El sonido que hizo era uno de puro alivio mientras apretaba su frente contra la de él. Eso hizo que Eliajh se preguntara sobre su relación -si podía ser llamada así-. Era tan repentino que él sólo… sólo no sabía. —¿Pasó algo? ¿Dónde estamos? —Sí, pasó algo. Te dispararon. Ellos no pensaban que vivieras. — Colocó una mano ligeramente sobre el vendaje en el lado izquierdo de su pecho. Estaba directamente sobre su corazón—. Dijeron que si no hubieses tenido situs inversus, hubieras muerto. —¿Situs qué? ¿Y cómo me dispararon? Yo sólo… recuerdo que había gente en mi apartamento… —Tu corazón… está en el lado derecho de tu cuerpo en lugar de en el izquierdo. Pero Elijah, hablo en serio… por ahora sólo descansa. Voy a hacerle saber al médico que estás despierto. Elijah le dedicó un pequeño asentimiento antes de cerrar los ojos de nuevo. Cálida oscuridad tiró de él y, antes de que pudiera decidir si quería dormir o no, se estaba deslizando a algún lugar muy lejano.

Capítulo 12 —¿Qué quieres decir, mi apartamento ya no está? Rosalie se frotó ambas manos contra el rostro mientras se sentaba junto a la cama de hospital de Elijah. —Se quemó casi hasta los cimientos hace unas horas. Nadie sabe nada. El departamento de incendios dice que el fuego estaba tan caliente que no pudo ser causa de un tostador o un microondas. Encontraron gasolina, Elijah… La estaba mirando con su mandíbula medio abierta. Había estado despierto por sólo diez minutos, y Rosalie había decidido decirle eso ahora. —Así que… estás diciendo que alguien quemó deliberadamente mi apartamento… —Elijah, lo siento. Ni siquiera sé qué decir, pero… —Ella se estiró para secarse lágrimas de los ojos—. Es por mi causa, ¿no es así? —Su voz era mucho más suave ahora—. Esos asesinos fueron por ti por mi causa. Y ahora todo tu apartamento se ha ido por la misma razón… dioses, debí mantenerme lejos de ti. —Sí, Rosalie… por tu causa. Como te he venido diciendo desde el comienzo. —Elijah negó con la cabeza, sabiendo que eso había sido monstruoso. Pero ambos sabían que era verdad. El dolor brilló en los ojos de Rosalie por un momento y apartó la mirada. Lágrimas frescas llenaron sus ojos, y cuando Elijah se estiró por ella, Rosalie negó con la cabeza y se movió para pararse. Luego, cuando algo naranja atrajo su atención en el dispensador de objetos punzantes, la respiración se atoró en su garganta. —Oh, mi Dios… el amuleto. —Sus ojos se abrieron de par en par, y colocó una mano contra su garganta—. Es Morgan.

Elijah cerró la mandíbula con fuerza, con sus dientes entrechocando. —¿Qué? Ella se levantó, moviendo la mano que estaba contra su garganta. —Es Morgan, es él quien nos quiere muertos. ¡No puedo creer que no lo vi antes! Mató a mi padre… encontró el pendiente primero, y estoy seguro de que Morgan lo estaba buscando mucho antes de eso. Fue pura, tonta y horrible jodida suerte. Y entonces Ang… la involucré, y entonces murió. Y luego él mandó a esas personas detrás de nosotros. Elijah, no es por ti… es por el pendiente. Tenemos que deshacernos de eso, o seguirán viniendo tras nosotros. ¡Mira lo que le pasó a tu apartamento! Sus ojos azules se estrecharon en su rostro, y un lado de su mandíbula se apretó con la tensión. Era raro cuando Elijah no tropezaba con sus palabras, pero esta vez había una claridad en ellas que lo sorprendieron incluso a él. —Ésa es una gran acusación, Rosalie. Y ni siquiera sabes si la mitad de esas cosas que estableces son hechos. Sólo estás adivinando. —Lo sé. —Ella dejó escapar una lenta exhalación antes de hundirse en la silla—. Lo sé… ¿pero no crees que tiene sentido? Él quiere deshacerse de todos los que saben sobre el pendiente para así poder tenerlo para sí mismo… por la razón que sea. Quiero decir, ni siquiera he visto este pendiente, pero… será fácil ubicarlo si es tan importante, ¿cierto? ¿Cuántos pendientes naranjas de amenaza mortal ahí allá afuera de todas formas? —Morgan me aceptó, Rosalie. Me devolvió mi vida. Nunca intentaría… matarme. Ni a gente a la que ama. —Bueno… ¿por qué no vamos allí entonces, y le preguntamos sobre el pendiente… y sobre Ang? E incluso por mi padre. Podemos ir cuando estés lo suficientemente recuperado. Iría sola, pero entonces estoy bastante segura de que terminaría como… —Lágrimas brillaron en sus ojos, y tuvo que apartar la mirada. Cerrando los ojos, apretó los dedos alrededor de sus muslos y se tragó un sollozo. No era el momento para esto—. Sólo vamos juntos. **** Elijah se sentía en estado de shock mientras se sentaba frente al escritorio de Morgan. La silla era pequeña y se sentía temblorosa bajo su

peso, pero ésa era la menor de sus preocupaciones. Rosalie se sentaba a su lado en una silla similar, con sus manos agarradas tan fuertemente sobre el escritorio que sus nudillos estaban blancos. Morgan se sentó frente a ellos, un ceño sombrío en sus labios. Había cartas de tarot, ya dispersas y leídas, en el escritorio. —¿Cómo es esto posible? —La voz de Elijah rebotó en los estrechos confines del cuarto. Las paredes eran de una hermosa madera naranja oscuro de una especie de árboles que no reconoció. El piso tenía un alfombrado rojo oscuro y estaba sin polvo ni basura. Fuera del cuarto, en la tienda principal, podía oír las voces amortiguadas de compradores y de miembros del personal en su deber. Pero en lo que estaba realmente centrado, era en las cartas esparcidas frente a él. Se veían tan inocentes e indefensas. Después de todo, eran sólo papel y plástico. Era el significado detrás de ellas, sin embargo, lo que le estaba quitando lentamente el color de la cara. Había hecho lecturas para gente antes, cientos de veces, y sólo había visto una vez un resultado como éste. Varios días después de esa lectura, o así, Elijah había descubierto que la mujer había muerto por causas desconocidas. —Hazlo de nuevo. Yo… quiero que lo hagas de nuevo. —Su garganta se sentía tensa, como si hubiera una mano apretándola. —Ésta es la tercera vez. —La voz de Morgan era erizada y ligeramente molesta—. Mismo resultado. No lo haré de nuevo. Rosalie dejó escapar una lenta exhalación, luego estiró las manos y las colocó en el brazo más cercano de Elijah. Lo apretó gentilmente, intentando reconfortarlo; pero la expresión de su rostro lo decía todo. Sabía que esto era su culpa. Todo. Si sólo hubiese dejado ir la noción que él había visto la muerte de su padre, nada de esto habría pasado. Elijah se habría ido, y Angelique aún estaría viva. Lágrimas amenazaron con derramarse por sus mejillas, e inhaló una temblorosa respiración. Necesitaba mantenerse calmada, si no era por su propio bien, entonces por Elijah. —Elijah. Morgan tiene razón. Los resultados no van a cambiar porque lo quieras. Las cartas no mienten. Tanto Elijah como Morgan miraron a Rosalie como si acabaran de crecerle alas. El hombre mayor frunció el ceño, y un bajo bufido de incredulidad pasó por sus dilatadas fosas nasales. Elijah sólo siguió

mirándola fijamente. —Hey… Angelique era mi mejor amiga. Quizá no haya estado muy interesado, pero era imposible no percatarse de cosas por el camino. Además, después de… todo… —Ella movió las manos, soltando el brazo de Elijah—. Como que no tengo elección en creer en esto. He visto demasiado ahora para discutirlo. Así que, dado eso… —Un asentimiento leve fue ofrecido, aunque para sí—. Ya no creo que todo sea un montón de mierda. —Oh, ¿de verdad? —Elijah tenía de nuevo ese tono de "Tengo valor"— . ¿Así que prácticamente allanaste mi apartamento, me perseguiste por la terminal de ferry, y me seguiste a casa porque no creías que yo hubiese visto algo? Rosalie sintió que sus mejillas se sonrojaban, y hundió la cabeza, con sus ojos clavándose en la mesa en lugar de en el rostro de Elijah. Sus dientes superiores mordisquearon lentamente su labio inferior, y ella levantó una de las manos para meter un mechón de pelo detrás de su oreja. Después de largos segundos, soltó su labio y se forzó a mirarlo. —Sólo quería respuestas. —Había suave tristeza en su voz—. Nadie tenía ninguna, y tú eras mi última opción. Estaba tratando de confiar en mi amiga. Aún no tengo ninguna respuesta. —Aparto la mirada de él con un quedo suspiro, y miró a Morgan—. ¿Qué deberíamos hacer? —Nada. —Morgan se encogió de hombros—. No se puede hacer nada. No importa lo que haga Elijah, lo que el universo le tiene reservado pasará. Correr y esconderse sólo cambiará la forma en que es entregado el mensaje. Pero el significado siempre será el mismo. Elijah sintió un golpe en el pecho. Por la forma en que le había hablado a Rosalie, y por lo que aparentemente iba a ocurrirle. —¿Entonces sólo estoy jodido? —Sí. Rosalie le dedicó a Morgan una dura mirada por esa respuesta, luego frunció el ceño y se levantó de la silla. —Las cartas dijeron que Elijah va a morir, ¿y eso es todo lo que tienes para ofrecerle? ¿Qué ocurre contigo? Hemos pasado por un infierno, y todo lo que puedes hacer es decirle: sí, estás jodido. Dinos algo que no sepamos ya. ¿No es por eso que accediste a hacer una lectura para él?

—¿Para darle algunas respuestas y claridad? Llegamos hace una hora, pensando que tú habías matado a Angelique y a mi padre, y que tú habías enviado a unos aterradores asesinos vestidos de blanco detrás de nosotros, ¿y esto es todo lo que tienes, Morgan? ¡¿De verdad?! ¿Cómo diablos esperas que creamos que no mataste a nadie cuando le acabas de decir a alguien que TÚ sacaste de las calles hace un número X de meses que va a morirse, carajo? Y ahora tú… —¡Rosalie! —El rostro de Morgan estaba rojo con ira desatada—. ¡Es suficiente! No tienes derecho a acusarme de nada. Si vas a enfadarte, enfádate con las cartas. —Señaló a su pecho, con los dientes al descubierto—. No conmigo. —Rosalie… —Elijah apartó la mirada cuando se volvió para mirarlo, luego puso los ojos en blanco hacia el techo y se permitió echarse completamente hacia atrás en su silla. —Las cartas me dieron el mensaje. No puedo cambiarlo porque no sea lo que ninguno de los dos quiere oír. —Morgan comenzó a calmarse, sus dedos se estiraron de los puños en los que habían comenzado a convertirse—. Algo grande está viniendo por Elijah. Algo peligroso. Probablemente tampoco será capaz de sobreponerse a ello. Es sólo la forma en que son las cosas. —No. No es la forma en que son las cosas. No tienes idea de la forma en que son las cosas, imbécil. Antes de que Morgan pudiera inquirir, o realmente decir mucho de nada, Rosalie agarró a Elijah por la mano y tiró de él hacia la puerta. Elijah la miró y apartó su mano con un tirón. Sí se paró, sin embargo, ofreciéndole a Morgan una mirada de disculpa antes de seguirla por la puerta y a la parte más grande de la tienda.

Capítulo 13 —¿Qué estás haciendo? —siseó Elijah, agarrando a Rosalie justo frente a sus codos. —¿Qué estás haciendo tú? Él dijo que vas a morir, ¿no es eso prueba suficiente de lo que tiene planeado para nosotros? Te lo dije, él fue quien envió a esos asesinos detrás de nosotros. Él fue quien mató a Ang y a mi padre. Y él nos eliminará también, si no lo detenemos. La dejó ir y levantó las manos al aire. —Escúchate. Él ni siquiera conocía a tu padre. Apenas te conoce y no tiene idea dónde vives siquiera. La forma en que estás hablando, Rosalie, es… ¡es una locura! —No puedes saber eso. Ang sabía donde vivía yo, y conocía a mi padre. Además, Morgan dirige una tienda de magia. —¿Qué tiene eso que ver? —¿Y qué si es algún tipo de las artes oscuras, cultos, ocultismo, magia negra? Eso realmente explicaría mucho, Elijah. Elijah parpadeó un par de veces, luego negó con la cabeza y la agarró por el antebrazo. Él enfiló hacia la puerta, señalando con la otra mano. —Nos vamos, vámonos. Esto se está tornando ridículo. —Espera, deberíamos buscar el pendiente. —Rosalie estaba susurrando tan bajo que él apenas pudo oírlo—. Dijo que lo tenía, ¿recuerdas? Él pellizcó el puente de su nariz con su pulgar e índice y negó con la cabeza. —No… nos vamos. —No, él estaba mintiendo.

—Déjalo, Rosalie, de verdad. Él no la mató, y no envió a esos tipos detrás de nosotros. Eso no es… es… Morgan no es así, ¿está bien? Hubo un apretón obstinado de su mandíbula justo antes de que ella se volviera sobre sus talones. Más que enfilar hacia la salida, ella salió hecha una tromba hacia la sección de antigüedades. Dejando salir un quedo gemido, Elijah la siguió reticentemente. Para cuando llegó a la sección de antigüedades, ella ya se estaba volviendo hacia él. Su mano derecha estaba colgando frente a su rostro. De los dedos de esa mano colgaba una delgada cadena de oro. Tenía una apariencia suave, como si pudiese quebrarse con demasiada presión entre sus dedos. El pendiente unido a esa cadena era del color de un pálido ámbar, y estaba enmarcado con pequeñas hojas doradas. —¿Éste… ? —No. —Elijah la interrumpió, dejando escapar una oleada de aire con alivio—. Ése no es el pendiente. El de mi visión era más oscuro que ese. Y el oro era, de hecho, real en lugar de… lo que sea que sea eso. Ésa es sólo una piedra plástica del color del ámbar, no es… Se apagó, las palabras le fallaron cuando divisó un pequeño brillo en el medio del pendiente. Al principio pensó que era la luz viniendo de la ventana detrás de Rosalie, pero el ángulo era el equivocado. Además, se estaba haciendo cada vez más brillante. Elijah supo de pronto con una oleada de terror que no era solo cualquier pendiente; pero tampoco era el de su visión. ¿Era posible que Morgan hubiese infiltrado un pendiente, sabiendo que ellos iban a ir a mirar? Si ése era el caso, entonces Rosalie tenía razón… sobre todo. —Déjalo. —Su voz era áspera. Casi dolorida—. Rosalie, ¡déjalo! —¡No puedo! —El miedo estaba creciendo en su voz, expresado en la amplitud de sus ojos. La explosión de luz los cegó a ambos. Llenó el cuarto entero, haciéndose cada vez más brillante hasta que dejó escapar un caluroso chispazo. Se apagó luego de ese chispazo, pero el cuarto emitía un suave y antinatural naranja. El fuerte tronar de botas corriendo sonó del otro lado de la tienda, acercándose. Morgan entró como una tromba dentro del área de antigüedades varios segundos después, su rostro cargaba más una expresión perpleja que una preocupada. Lo que vio se convirtió de

perplejidad a una lenta sonrisa de conocimiento: el cuarto estaba vacío. **** —Ya te dije. Entré al cuarto trasero, donde están las antigüedades, y ya no estaban. —Morgan tenía los brazos cruzados ante el pecho, y un fruncimiento estaba colgando de su boca. El resto de su expresión era concentrada, como si estuviese intentando contener la ira. Él estaba parado en la sección de antigüedades de su tienda, y a pesar de que era lunes por la tarde, las autoridades locales le habían dicho que la mantuviera cerrada. Ahora era una escena del crimen, al menos temporalmente. Y él, aparentemente, era el sospechoso. La súbita muerte de Angelique y la desaparición de Elijah y Rosalie en el mismo par de días eran suficientes para convencer a las autoridades locales que él debía tener algo que ver con todo. Aparentemente, conocer a dos de las tres personas muertas o desaparecidas era algo malo. —Entiendo eso, señor, pero lo que está describiendo no tiene sentido. —La oficial ladeó la cabeza y enarcó una ceja. Luego bajó la mirada a sus notas—. Cito, palabra por palabra, de sus labios: "Entré a la sección de antigüedades de mi tienda, y ya no estaban". Eso es todo. —Eso es todo lo que había, oficial. Le estoy diciendo la verdad. Ustedes han pasado por este lugar y por mi casa, dos veces ya, y no han encontrado nada. —Oficial Zan, tengo una llamada telefónica para usted. —Una voz vino desde el frente de la tienda. —Diculpe. —Ella le dedicó a Morgan una extraña sonrisa, luego se volvió y fue a tomar su llamada. Morgan, ahora solo, dejó casualmente el cuarto y siguió a la mujer oficial lo suficientemente lejos para poder atisbar su conversación. Por supuesto, sería unilateral, pero cualquier información era mejor que ninguna. —Soy la Oficial Zan —dijo, apoyándose en el escritorio de Morgan—. ¿De verdad? ¿Él habla? Bueno, está bien. Sólo voy a terminar con el Señor Glassus, y luego bajaré enseguida. Muchas gracias. Volviéndose, Morgan fue veloz hacia una estantería contra la pared. Contenía varias esencias de incienso, así como también una amplia

variedad de productos. Había algunos quemadores de aceite y un estante lleno de diferentes óleos. Hubo un click mientras él agarraba uno de los aceites, volviéndolo para poder ver la esencia: vainilla. Era una esencia que particularmente no le interesaba, pero antes de que pudiera devolverlo, la oficial se estaba moviendo directamente hacia él. —¿Sr. Glassus? —Alcanzó su bolsillo y sacó una tarjeta—. Si se le ocurre algo… lo que sea… llámeme. Mientras tanto, me mantendré en contacto. —La llamaré si encuentro en mi corazón el deseo de contar muchas mentiras, Oficial Zan. —La sonrisa que le dedicó era poco menos que tolerante. Desapareció rápidamente cuando ella le dedicó una mirada, luego se volvió y enfiló hacia la salida—. Finalmente —susurró él, con sus hombros cayendo de su tenso apretón. Con una sacudida de la cabeza, esperó hasta que el resto de los oficiales se hubieran ido, luego se movió hacia la señal de la tienda y la volvió a "Abierto".

Capítulo 14 —¿Dónde estamos? —Rosalie se estremeció mientras se sentaba lentamente. Una de sus manos se movió al costado de su cara, que estaba ardiendo. Dolió cuando hizo contacto entre ella y sus dedos, y los apartó rápidamente. Apartó el cabello color medianoche de sus ojos marrones, con los labios separándose en un jadeo cuando vio dónde estaba. —Rosalie… mierda… ¡no te muevas! Ésa era la voz de Elijah, llamándola desde una corta distancia. Se secó los ojos, esparciendo inadvertidamente hollín y ceniza por su párpado y su mejilla. Al mirar alrededor, pudo ver que estaba en alguna clase de espacio abierto. Había sido destruido por el fuego, y el piso estaba despedazado. Había hoyos abiertos en el piso, muchos de los cuales iban bajaban directo al nivel de la calle… treinta pies por debajo. Las paredes eran más como bordes serrados que barreras, y tenían un tinte gris del humo y el fuego. Estaban en el apartamento quemado de Elijah… y parecía listo para colapsar en cualquier momento. —¿Qué hago, Elijah? —No pudo evitar que el miedo entrara a su voz—. ¿Qué hago? ¡El suelo parece estar a punto de colapsar! —¡No lo hará! Uh… está bien… —Elijah presionó la base de su mano derecha contra su frente, con sus ojos cerrándose con fuerza—. Dame un segundo para pensar. —Él sabía que ella probablemente tenía menos que segundos. Menos del tiempo que le llevaría a él pensar en algo. Pero no era como si lidiara con cosas como ésta todo el tiempo. ¡Él no era un héroe! —¡Elijah! —Lo sé, ¡espera! —Abriendo los ojos, él se concentró en controlar sus respiraciones—. Apóyate en el estómago. Lentamente… ¿está bien? Sólo ve lento. Eso esparcirá el peso de tu cuerpo por el área en lugar de poner demasiado peso en un punto. Rosalie lo miró como si hubiese perdido oficialmente la cabeza. Luego tragó y susurró por lo bajo suavemente. Una oración, tal vez, o palabras

para calmar sus nervios. Asintiendo una vez, comenzó a apoyarse sobre su estómago. Elijah podía ver el temblor en sus brazos, y él luchaba por mantenerse quieto. Quería ir hacia ella y ayudar, pero sabía que podía arruinar las posibilidades de ambos de sobrevivir si lo hacía. —Eso está bien —le gritó—. Justo así… Inhalando profundamente, su temblor sólo pareció incrementarse tan pronto como estuvo sobre su estómago. —Está bien —susurró ella—. Estoy allí. ¿Ahora qué? —Arrástrate hacia mí… pero lentamente… no intentes apresurar nada. Elijah estaba en la parte más estable del apartamento. El fuego no había debilitado tanto esa parte como lo había hecho con la de Rosalie. Por un lado, el suelo no se movía cuando él se movía. Y por el otro, había muy pocos huecos en su área inmediata. Si Rosalie podía alcanzarlo, al menos tendrían una oportunidad de salir de allí juntos. —Está bien… allá voy… —Moviéndose sólo un poco hacia sus rodillas, sólo para poder moverse más fácilmente, comenzó a ir hacia donde Elijah estaba agachado. Parecía estar muy lejos. Su corazón latía con fuerza en su pecho, y le pareció difícil respirar. Las lágrimas corrían indiscriminadamente por sus mejillas mientras el miedo comenzaba a convertirse en terror. Cada vez que se movía, sentía que el piso se movía. Temía que la próxima vez que se moviera, caería… y ella con él. Cuando puso demasiada presión en una de sus rodillas, el piso se hundió. Dejando escapar un grito, todo sentido la abandonó y se echó hacia adelante sin pensar. Con los ojos abiertos de par en par y vidriosos de terror, se lanzó de pronto y se estiró. Hubo un momento en el que no sintió nada debajo de ella. Al mirar abajo, pudo ver el piso cayendo, desplomándose justo más allá y fuera de su control. Se sintió a sí misma siendo absorbida por el mismo vacío, y su corazón latió sonoramente contra su pecho. Su grito fue más que un chillido, y el horror estaba escrito en la totalidad de su rostro. Y entonces, dejó de caer. Balanceándose ahora, con su cuerpo a merced de la gravedad, tuvo oportunidad de mirar hacia arriba. Vio a Elijah allí, sujetando una mano afortunada con las dos suyas. —Agarra el borde —dijo él entre dientes apretados—. No puedo…

¡agarra el borde! Con ojos abiertos de par en par, ella balanceó incómodamente su otro brazo hacia el borde del piso que parecía sólido. Cuando sus dedos se aferraron a él, una exhalación acerada de alivio escapó de ella. Mareos amenazaron con sobrellevarla, el shock de casi caer a su propia muerte, pero las manos de Elijah estaban intentando subirla. Lo ayudó lo mejor que pudo, temblando y apenas siendo capaz de controlar apropiadamente sus músculos. Para cuando estuvo finalmente a salvo y sobre algo sólido, se quebró en ásperos sollozos y enterró el rostro en el pecho de Elijah, sujetándose a su cuerpo con toda su fuerza. Su cuerpo entero temblaba, y sus dedos se aferraron a él. Sintió alivio inmediato cuando sus brazos se apretaron a su alrededor. —Te tengo —susurró él, apretándola con fuerza—. No te dejaré ir. En algún momento en el tiempo entre que ella caía y él que la atrapaba, hubo emoción. Apasionada y sin obstáculos de la razón, era nada menos que amor. La forma en que el corazón de él había saltado directo a su garganta cuando ella había caído, y la pérdida que había sentido… no había forma de negar lo que era. Tragó con fuerza, con una mano moviéndose para acunar gentilmente la nuca de ella mientras sus ojos se cerraban. Sí, la amaba. No sabía cómo había pasado, ni por qué, pero nada de eso parecía importar en ese punto. Estaba a salvo en sus brazos, donde él podría hacer todo lo posible por protegerla. —Gracias —se las arregló para chirriar entre lágrimas—. Mierda… — Cerró los ojos con fuerza y se apretó más contra él, jadeando por respirar mientras se sujetaba desesperadamente a su cuerpo. —De nada. —La apretó una vez más, luego echó la cabeza hacia atrás, intentando apartarla de él al mismo tiempo—. Pero realmente necesitamos salir de aquí. ¿Está bien? Rosalie no quería dejarlo ir, pero sintió que su agarre sobre su cuerpo se soltaba. —Me gusta mucho más cuando hablas como si no me temieras. —Ella sonrió un poco, y él puso los ojos en blanco en respuesta—. Pero… cambiando de tema… —Ella tragó con fuerza—. ¿Qué diablos pasó?

Elijah frunció el ceño y decidió ignorar su primera frase. Su pregunta, sin embargo, hizo que afilada tensión se extendiera por su pecho. —No tengo idea, pero… Rosalie, tal vez tengas razón con que Morgan esté metido en las artes oscuras. Con todo lo que ha pasado, realmente estoy empezando a pensar que él es mucho más de lo que parece. El alivio se escribió por todo su rostro cuando ella se apartó para mirarlo. —¿Así que no piensas que esté loca por pensar que es alguna clase de brujo aterrador de artes oscuras? —No. —Él no pudo evitar sonreír un poco ante su elección de palabras. **** Una exhalación siseó entre los dientes de Morgan mientras se sentaba con las piernas cruzadas en el medio del cuarto de "lecturas de tarot". La mesa estaba a un lado, junto con las sillas, lo que dejaba despejado y abierto el espacio donde se estaba sentando. Sal de mesa formaba un perfecto círculo a su alrededor, y dentro de ese círculo había extrañas e intrincadas formas creadas de la misma sal. Enfrente de él había una línea de velas blancas, todas puestas en un mismo candelabro. Su brazo derecho colgaba sobre las velas derretidas, las flamas largo tiempo apagadas ya. Vestido con nada más que una túnica verde y negra, el brazo derecho de Morgan colgaba sobre las velas apagadas. Hubo un temblor en su brazo, como si hubiese estado en esa posición un largo tiempo. Otro siseo escapó de él. Por ello, levantó su espantosa cabeza cuando una roja línea apareció en el costado del brazo que estaba sosteniendo sobre las velas. —Maldición… están vivos. —Había arrepentimiento en sus palabras mientras miraba la piscina de líquido rojo sobre el blanco. Había estado en ese cuarto, sentado de esa forma, por la mayor parte de un día. Después de la creación del pendiente falso, había ido allí a "espiarlos" a su forma única. La presencia de heridas le decía que su misión de matarlos había fallado. No eran demonios a lo que recurría para hacer esto, sino a la magia oscura que había descubierto hacía un largo tiempo… dentro de sí mismo.

Capítulo 15 —No deberíamos estar aquí. Ésta es una idea estúpida, Elijah. —Los labios de Rosalie estaban apretados mientras miraba a Elijah. Ellos -bueno, Elijah-habían irrumpido en la Tienda de Magia de Morgan poco más de un día después de su loco viaje de teletransportación. Era casi la una de la mañana, y la lluvia afuera estaba golpeteando suavemente en el pavimento. Sólo Elijah estaba cargando una linterna, habiendo decidido ambos que la menor cantidad posible de luz era la forma más segura de hacer esto. Mientras se movían juntos por el centro de la tienda hacia el escritorio y la caja registradora, Elijah le movió la mano a Rosalie en gesto de "Quédate callada". Ella le disparó una segunda mirada, pero se mantuvo en silencio mientras cerraban la distancia y llegaban finalmente al escritorio. —Tú busca aquí —susurró él, palmeando la parte superior del escritorio—. Yo voy a entrar a ese cuarto en el que nos llevó cuando tuve mi lectura de cartas. —Espera —siseó ella—. ¿Cómo se supone que voy a ver? Sin hablar, sacó una linterna del tamaño de un pulgar de uno de sus bolsillos y se la pasó. Antes de que pudiera siquiera abrir la boca para protestar, él ya se estaba moviendo, aterradoramente silencioso hacia el cuarto. Cuando lo alcanzó, probó la perilla. Para su agradable sorpresa, se giró bajo su mano. Con una pequeña sonrisa de victoria, abrió la puerta, pero no entró. Su linterna danzó por el piso y por sobre la larga mesa y las sillas que llenaban el cuarto. La mesa estaba vacía, suave y limpia, y las sillas estaban todas metidas pulcramente debajo de ella. Apenas respirando, se aventuró en la habitación, y luego se volvió hacia la puerta para poder cerrarla detrás de él. Mientras dejaba escapar un quedo suspiro, encendió las luces. Una hermosa luz de estilo de candelabro echó al cuarto a la brillantez. —Guau —susurró. Bajando la mirada, notó los dispersos restos de sal

en el piso. No había suficiente para determinar nada, pero Elijah sabía que la sal era un popular ingrediente en el uso de la magia, la oscura y la de la luz—. Ella realmente tenía razón. **** —Esta linterna es tan estúpida. ¿Por qué no me dio la que tenía el tamaño de su pene? No es como si tuviese nada que probar, de todas formas, ya sé todo lo que hay que saber sobre él. Bastardo estúpido, odio esto… —murmuró y gruñó Rosalie en bajos susurros y siseos. Apenas sabía lo que estaba diciendo, murmurando palabras sólo para sentirse más segura. Desde la muerte de su padre, sus emociones habían estado en un altibajo todo el tiempo. Hasta el punto que pensó que se estaba volviendo loca, pero después, la muerte de Angelique, le había traído una especie rara de claridad en ella. Se sentía más estable emocionalmente, pero ahora sólo estaba… enfadada. Con los dientes apretados, Rosalie continuó quejándose mientras usaba la pequeña luz de la linterna para buscar los pequeños nichos y cajones debajo del escritorio. Encontró recetas, libros diarios, anotadores, bolígrafos, borradores y todas esas otras cosas usuales que un tendero tenía a mano. Mientras estaba empezando a abrir el cajón del fondo, algo tintineo dentro. Sonaba pesado y tal vez incluso metálico. Con sus ojos agrandándose con interés, se agachó más y lo abrió del todo. No había nada en él. —¿Qué diablos… ? —Ella pasó la luz de la linterna por la suave madera del interior del cajón. Con su otra mano, empujó la madera, deslizando sus dedos por la superficie. Palpó todo el cajón, incluso en el exterior, pero no pudo descubrir de dónde venía el sonido. Entonces, mientras estaba pasando la mano por la parte de abajo del escritorio, sintió algo. No era mucho, sólo una leve hinchazón. Por lo que sabía, no era más que una imperfección en la madera; pero tenía que saber. Arrodillándose, sacó el cajón del escritorio. Lo dio vuelta y lo apoyó en el piso. Inclinándose sobre él, movió la luz sobre la hinchazón que había sentido y pasó los dedos sobre ella otra vez. Mientras presionaba, la hinchazón cedió y varias pequeñas hendiduras se formaron a su alrededor. Con un quedo jadeo, apartó la mano. Cuando no pasó nada más, colocó la linterna entre sus dientes para poder usar ambas manos y comenzar a apartar la madera.

—Rosalie, no hay nada en ese cuarto excepto sal. Dejó escapar una exclamación, dejando caer la linterna, luego puso una de sus manos sobre su boca y se volvió para enfrentar al dueño de la voz. —¡Elijah! —siseó—. No hagas eso de nuevo, ¡me asustaste a muerte! ¿Y qué hay sobre la sal? —Lo siento. —Él frunció el ceño levemente, luego hizo un gesto—. La gente que está en la magia… brujas o como quieras llamarlas… usan sal en muchos de sus rituales. Es un ingrediente purificador. —Se detuvo, uniendo su ceño—. Er… ¿qué estás haciendo? Cuando sintió que su corazón no iba a explotar fuera de su pecho, Rosalie apartó algo de su cabello negro de su rostro y se volvió a mirar al cajón volteado y agarró la pequeña luz del piso. —Sólo encontré esta hinchazón debajo de este cajón. Algo estaba haciendo ruido, pero de hecho no había nada en el interior. Supongo que estamos a punto de descubrir qué es. Espero, pensó ella. Ignorando a Elijah mientras se inclinaba sobre ella, Rosalie siguió apartando las piezas quebradas de madera. Cuanto más apartaba, más bajó caía su corazón. Y entonces, justo cuando estaba a punto de darse por vencida, algo brilló. Jadeando quedamente, se inclinó más cerca y apartó más madera. Estaba creando una pequeña pila de astillas oscuras junto a ella, pero no le importó. Su única atención estaba en ese brillo. Cuando se hubo apartado lo suficiente, fue capaz de agarrar lo que fuese entre su pulgar y su índice. Con un par de sacudidas, finalmente se liberó. Era una llave. —¿Por qué ocultaría esto aquí? —Mientras una expresión pensativa sobrevenía a su rostro, Elijah se inclinó junto a ella y tomó la llave. Era una llave de estilo antiguo y lucía más vieja que la tienda de Morgan. Cubierta con una fina capa de verde, era obviamente cobre, bronce, o un tipo similar de metal—. ¿Qué crees que abre? —No lo sé —respondió Elijah—. Tal vez una caja o un seguro de algún tipo, si es tan importante. —¿Tal vez el pendiente? —Los ojos marrones de Rosalie brillaron con

esperanza. Luego esa esperanza se apagó, y apartó la mirada de él—. Elijah… ¿cómo se supone que vamos a comprender algo de todo esto? Quiero decir, todo esto empezó por una visión. Y ni siquiera me la has contado toda. Una mirada atormentada cruzó su rostro y apartó la mirada de ella. Se movió, tragando el apretado nudo que intentaba formarse en su garganta. —Lo sé… pero… —Se mordió el labio inferior y negó con la cabeza—. Debemos irnos. Pon el cajón de nuevo, y yo te ayudaré a limpiar esto. —¿A mi casa? —preguntó ella mientras daba la vuelta al cajón. No intentó forzarlo, esperando que él regresara solo. El Señor sabía que lo había presionado suficiente así y no quería que se rompiera o la callara; pero él no tenía ningún lugar a donde ir ahora. Cuando no respondió su pregunta, miró en su dirección mientras deslizaba el cajón en su lugar apropiado. Él se estaba atareando con la limpieza de las astillas de madera, poniéndolas en uno de sus bolsillos más que en la basura. Eso era inteligente, decidió. No querían que Morgan supiera que habían estado allí. —Elijah. —Estirándose, ella colocó una mano en su brazo. —Sí, tu casa está bien. —Yo… —Suspiró porque usualmente no tropezaba con las palabras. Era como si hubiesen cambiado de lugares—. Realmente lamento lo que le pasó a tu casa. Y aún estoy realmente confundida sobre cómo llegamos allí desde aquí… —Lo sé, yo también lo estoy. Pero lo descubriremos todo. Hemos llegado hasta aquí. Ella inhaló profundamente y asintió, intentando calmar sus nervios. —Está bien —dijo, soltando esa inhalación—. Mi casa entonces.

Capítulo 16 La Tienda de Magia de Morgan siempre estaba abierta exactamente a las 9 de la mañana los lunes. Había sido así desde que había empezado el negocio. Él nunca se había perdido un día de trabajo, ni siquiera cuando había estado tan enfermo que apenas podía mantenerse de pie. Hoy, sin embargo, aún no había dado la vuelta al cartel de Cerrado a Abierto. La puerta aún estaba cerrada. Eran las 9:03 de la mañana del lunes. —¿Dónde está? Maldición, ¿dónde está? ¿Dónde, dónde, dónde? — Morgan estaba detrás de su escritorio. Papeles estaban tirados por todo el piso. Bolígrafos y lápices estaban por todas partes. Todos los cajones de su escritorio habían sido quitados y vaciados. Cuando le dio la vuelta al cajón del fondo para agarrar la llave, había encontrado el hueco. Pero no había restos de madera en ninguna parte de la alfombra. Todo lo que Morgan sabía era que alguien había estado allí. Alguien había tomado la llave que había ocultado meses atrás cuando oyó por primera vez del pendiente. La caja que había creado no podía ser agarrada ni abierta de ninguna otra forma que no fuese con la llave. Por supuesto, la caja ahora alojaba al pendiente, la cual ya no sería capaz de abrir. —No debería haberla ocultado allí —murmuró él. Después de secarse lentamente las manos en el rostro, se volvió a mirar al desastre que había creado. Sólo le tomó unos minutos limpiar. Varios minutos después lo tenían enfilando a través de la puerta de uno de los cuartos más privados de su tienda. Su destino: un lugar secreto que había creado con el propósito del amuleto en sí. El cuarto mismo era una extensión del cuarto en el que Elijah había tenido su lectura de cartas de tarot. Pequeño y lleno de carácter, latía con energías extrañas y sobrenaturales. Una pequeña bola de llamas, colgando por sí sola, iluminaba el cuarto con brillantez. Medio oculta en un hueco directamente frente a la puerta, había una hermosa caja tallada. En el medio había una mesa de piedra con una hermosa manta de seda sobre ella.

—Eres un idiota, Morgan. Un inescrupuloso y patético ingrato que no merece la posición que se ha "ganado". —La voz no parecía venir de ninguna parte. Llenaba el cuarto y no tenía ninguna dirección en particular. Cada vez que esa voz hablaba, la "araña" de fuego sobre la mesa temblaba. —Un idiota no. —Morgan miró a la figura inmóvil en la mesa—. No estaba preparado para dos individuos llenos de recursos -o afortunados-. Te prometí, Sela, que te traería de regreso. Y lo haré. —Se movió sobre la mesa, con una de sus manos estirándose para retirar la manta. El rostro de una mujer fue revelado, con la suavidad de la porcelana y más pálida que el marfil. Su cabello era de un profundo castaño, pegándose contra su piel. Alrededor de su cuello había una profunda herida, crujiente con sangre seca y sangre. —¿Cuándo? ¿Dentro de treinta años? Tú estarás medio muerto y yo seré hermosa. Te amo, Morgan. —La voz reverberó a través del cuarto—. Quiero estar contigo. —Y lo estarás. —Inclinándose, colocó un beso contra su frente—. Sin embargo, necesito algo más de tiempo, amor. Ya casi estamos allí. Una vez que recupere la llave, todo será perfecto. Funcionará esta vez. —Acarició su cabello, dejando escapar un quedo suspiro. La última vez que había intentado resucitarla con el amuleto -hacía cosa de una semana- no había pasado nada. Mientras que ninguno de los dos había podido entender por qué, Morgan teorizó que la luna debía de estar llena para activar la magia del amuleto. Había estado casi llena la última vez que lo había intentado; centrarse en los ciclos de la luna era lo único que tenía llegados a este punto. —Sé paciente, amor. —Con un suspiro, puso la manta de nuevo sobre su rostro. Luego se volvió y enfiló hacia el área más grande de la tienda. Era hora de enfrentar el día. **** —Morgan, ¿estás bien? —Una de sus clientas más regulares se movió hacia el escritorio. Había un fruncimiento en sus labios, y la preocupación hacía que sus ojos parecieran más marrones que avellanas. —Buenos días, Katria. Estoy bien, gracias por preguntar. —Está bien. Es sólo… —Ella parecía lista para darse la vuelta, pero

dudó—. Tú nunca abres tarde este lugar. —Siempre hay una primera vez para todo. —Morgan ofreció una media sonrisa. —Supongo. Aunque que ya son dos veces. —Le dedicó una última mirada preocupada antes de moverse hacia las escaleras que llevaban a la sección de antigüedades. Morgan ladeó la cabeza hacia arriba y miró al reloj. Eran poco pasadas de las 10 A.M., y él había abierto la tienda a las 9:13 A.M. Eso era más que diez minutos tarde. Mientras bajaba la mirada al cajón más bajo de su escritorio, no pudo evitar preguntarse qué había pasado. Lo único que podía pensar era en que Rosalie y Elijah habían ido allí buscando el pendiente. Parecían tan determinados a conseguirlo como él a conservarlo. Por otro lado, no podía culparlos. —¿Cómo lo supieron? —se preguntó a sí mismo. **** —Después de la explosión de luz, hubo una ligereza. Como… si estuviera flotando. Y está todo brillante a mi alrededor. No puedo decir si alguien más está allí porque hay demasiada luz. Miro alrededor, y la luz comienza a volverse más oscura. Muy pronto se ha ido, y estoy rodeado de oscuridad. Entonces veo a esas figuras viniendo hacia mí. Son todas encorvadas y de aspecto grotesco. Algunas tienen grandes espinas saliendo de sus espaldas, algunas tienen cinco ojos, y algunas tienen piel… desprendiéndose de su carne y huesos. Me vuelvo para correr, y tú estás allí parada. Tienes un arma, y estás apuntando a mi rostro. Dices que he sido corrompido, y que necesitas salvarme… y entonces el pendiente está allí de nuevo… justo en mi rostro. Rosalie se quedó sentada en sorprendido silencio mientras escuchaba a Elijah. Estaban sentados en su -la de Angelique- cama de tamaño king, que era una hermosa y costosa pieza de diseño, hecha a medida para hacer juego con la alfombra y las paredes. Había requerido muchos tirones y muchas torceduras de codo, pero con el dinero dejado para ella por su padre y Angelique, la casa de su amiga fallecida le pertenecía ahora a ella. Aún no podía creer que ambos se hubiesen ido, pero se juró a sí misma que nunca vendería la casa si podía evitarlo. El dinero siempre había sido un problema para ella, pero si se atenía a un estricto presupuesto

probablemente no tendría que volver a trabajar de nuevo. Lamiéndose los labios, se estiró y colocó amablemente una de sus manos en el brazo de Elijah. Apenas entendía lo que él le estaba diciendo. —¿Tú crees que lo que viste se volverá realidad estrictamente como lo viste? ¿O es más simbólico? ¿Realmente existen los monstruos como esos, Elijah? —No tengo idea. Lo del pendiente no era exactamente como lo vi, pero también lo era. —Él se recostó en el sofá y cerró los ojos lentamente—. Sin embargo, no vi lo del apartamento. Ni que ardería. Y no tengo idea de qué son las criaturas o si significan algo más… todo lo que sé es que… me matas. —Pero yo nunca haría eso. —Tal vez lo harías. —Mientras abría los ojos, Elijah la miró. —No, yo te a… —Sintió que el color se elevaba a sus mejillas, pero no sabía si era porque se sentía avergonzada o si era porque se sentía enfadada con él—. Te amo. —Tragando con fuerza, asintió—. Lo hago. Sé que es estúpido, pero después de todo lo que hemos pasado… — Mordiendo su labio inferior, se atrevió a mirarlo a los ojos. —No es estúpido. —Su voz era suave y amable. No había nada de su usual incomodidad en ella. —¿Sabes qué sí lo es, sin embargo? Quiero decir, ¿muy estúpido? — Cuando él no dijo nada, levantó ambas cejas—. Que estás convencido que voy a matarte. Tú eres la única persona en mi vida que no me ha abandonado. Claro, te he acosado hasta casi el punto de que sacaste una orden de restricción sobre mí, pero nunca me dejaste. —Lo vi. —La boca de Elijah formó una línea apretada. —No voy a matarte. —Mientras sus labios se separaban para discutir, ella negó con la cabeza y colocó un dedo sobre su boca. Estirándose para apoyarse en sus hombros, se puso sobre él y se sentó en su regazo. Deslizando sus dedos por la parte posterior de su cuello, presionó su pecho contra él y capturó sus labios en los suyos. Un vacilante sonido de placer fue su recompensa, y se encontró a sí misma sonriendo. Sus manos se movieron por el pecho de él y bajo su camisa, presionando y deslizándose por su piel mientras lo probaba con la punta

de la lengua. Él respondió con menos dudas esta vez, uniéndolos. Él agarró su nunca con manos que eran sólo parcialmente amables, acercándola. —Esta vez —susurró él contra sus labios—. Tú puedes estar abajo. Con sus ojos agrandándose con la sorpresa, Rosalie le permitió a Elijah que la echara sobre su espalda, anidándole en la cálida comodidad del colchón.

Capítulo 17 El sueño no era como nada que hubiese experimentado antes. Estaba acostado sobre su espalda. El suelo se sentía suave y esponjoso, como musgo en el suelo de un bosque. Levantando la mirada, él podía ver el cielo sobre la cabeza. Era oscuro y denso, con nubes. En alguna parte detrás de ellas, podía ver un pequeño punto de luz. Era de un azul oscuro en lugar de amarillo y no lucía como ninguna luna que hubiese visto antes. Rosalie estaba sobre él, moviéndose y girando. El sonido de succión de su sexo sujetándose y apretándose alrededor de su miembro con cada movimiento era excepcionalmente alto a sus oídos. Cuando se estiró e intentó tocarla, sus manos pasaron directo a través de ella. Sintió sus entrañas contra sus manos y jadeó. Cuando intentó apartarlas, se atoraron dentro de su abdomen. La llamó, con su mente confusa por el placer mientras ella lo rodeaba, pero no salió ningún sonido de sus labios. Rosalie… Rosalie… —¡Rosalie! Con una profunda inhalación que hirió sus pulmones, Elijah se enderezó de pronto. Sus dedos se hundieron profundamente en el colchón debajo de él, y sus dos rodillas se levantaron. Estaba listo para lanzarse mientras su corazón latía tan rápidamente dentro de su pecho mientras atronaba como un trueno en sus oídos. Los amplios ojos azules tenían una mirada horrorizada en ellos, y dejó escapar un leve grito cuando sintió que algo se movía entre sus muslos. Bajando la mirada, vio que sólo eran pálidas sábanas blancas moviéndose mientras Rosalie se estiraba a su lado. Sudor enfrió instantáneamente su piel, cayendo lentamente por su rostro y por su cuello. Tragando con fuerza para evitar jadear, deslizó las piernas por un costado de la cama y se puso de pie. Una de sus manos se movió a su pecho, frotando el punto sobre su corazón y pensó que podía calmar el latido. —¿Elijah? —Su voz era confusa y suave, amodorrada—. ¿Qué ocurre?

—Nad… quiero decir… nada. Estoy bien… dame un minuto. —La miró, pero no la dejó ver sus ojos. No quería que los mirara y viera el miedo. Ella se sentó, con sus rasgos oscureciéndose con un ceño fruncido. —No es nada si ni siquiera me miras. Apuesto a que tuviste alguna clase de pesadilla. —Sonrió suavemente, a pesar de que eso no apartó la preocupación—. ¿Tengo razón? —Sí. Um… —No terminó su frase mientras se movía por el gran cuarto e iba hacia la puerta—. Fue tan inesperado… necesito aire, ¿está bien? —Claro, está bien. —Rosalie le dedicó un ceño preocupado, pero asintió mientras se sentaba en la cama. Su ceño se acentuó más cuando él salió del cuarto y cerraba la puerta detrás de él con un más que un suave click. Un leve suspiro la abandonó, y sacudió levemente la cabeza. Su cabello de ébano se enroscó alrededor de su rostro y sus hombros desnudos con un movimiento, y sus ojos marrones reflejaron su confusión. Elijah no siempre había sido directo con ella, eso era cierto; pero no pudo evitar preocuparse por él y por la situación en la que ambos se encontraban. Estaba a punto de deslizarse de la cama para ir y preguntarle de nuevo de lo que trataba su pesadilla cuando: CRASH, bang, crack, BOOM. La casa entera tembló al elevarse los sonoros e igualmente violentos ruidos. Rosalie se lanzó fuera de la cama y prácticamente voló por el cuarto. Agarró su bata de suave seda del gancho en la parte trasera de la puerta, se la puso, y corrió al pasillo. —¿Elijah? ¡¿Elijah?! ¿¿Dónde estás?? —Maldiciendo por lo bajo, se ató rápidamente el cinturón de seda alrededor de la cintura para que la bata no se abriera—. ¡Elijah! Se paró en seco en el medio de la inmensa sala de estar. Miró alrededor con ojos abiertos de par en par, buscando desesperadamente al hombre que le salvó la vida un par de días atrás. Cuando oyó alboroto en la cocina, se apresuró en esa dirección. Dio vuelta la esquina y entró al lugar justo cuando un disparo sonó. Había dos asesinos allí, vestidos de blanco como la última vez que Rosalie los había visto. La viga de madera junto a su rostro explotó, y se apartó antes de ocultarse detrás de la encimera en la cocina. Su rostro

ardía donde afilados trozos de madera lo habían golpeado y cortado. Con su corazón retumbando en su pecho, se volvió para enfrentar el lavaplatos. Justo debajo había un cajón, y supo que tenía varios cuchillos largos. Con su rostro puesto en sombría determinación, se arrastró lentamente hacia él, se estiró y lo abrió. ¡Snap! Una bala rebotó en el lavaplatos de metal, y Rosalie apartó la mano rápidamente del cajón. —Mierda. —susurró ella por lo bajo. Casi intentó alcanzar de nuevo el cajón, pero en su lugar se arrastró de nuevo donde estaba y abrió la alacena allí. Había varios potes grandes, algunas freidoras, y algunas cacerolas. Comenzó a sacar las tapas de los potes y las cacerolas tan rápida y quedamente como podía. Mordiéndose el labio inferior mientras se encogía, las apoyó delante de ella. Había cinco tapas de potes, todas hechas de metal o vidrio, y dos tapas de cacerolas hechas de alguna clase de cerámica. Inhalando lentamente, tomó una de las tapas de metal más pequeñas en su mano izquierda. En su mano derecha agarró una de las de cacerola. Se movió con lentitud, y tan silenciosamente como podía. Deslizándose hacia la esquina de la encimera, puso su cabello sobre su hombro izquierdo para que no colgara a la vista. Después de contar hacia atrás desde cinco, echó un rápido vistazo. Dos pares de pies estaban allí, parados justo junto a la puerta trasera. Un par estaba desnudo, así que supo que pertenecían a Elijah. Los otros estaban calzados de botas blancas. Ése tenía que ser el asesino. Mientras que le preocupaba que sólo fuese uno -¿dónde podría estar el otro?- no iba a dejar que eso cambiara su curso de acción. —Por favor, sé tan estúpido como los otros, por favor, sé tan estúpido como los otros —susurró ella. Una exhalación. Luego otra. Tres exhalaciones. ¡Ahora! Antes de la muerte de su padre, Rosalie había sido una excelente tiradora con armas de cañón largo y tirando cuchillos. Su padre le había enseñado todo lo que sabía para propósitos de autodefensa, y fue con esas habilidades que actuó ahora. Tiró la tapa de metal en el aire, tan fuerte

como pudo. La ladeó ligeramente en un ángulo hacia atrás para que cuando la gravedad la tomara, no la golpeara. El sonido de la bala golpeando la tapa de metal fue ensordecedor. Rosalie sintió que sus tímpanos zumbaban con ese sonido, pero eso no la detuvo de actuar. Sólo tenía una oportunidad. Después de eso… bueno, no sabía qué pensar. Con dientes apretados, dio la vuelta por la esquina. Tenía menos que instantes para acertar a su blanco antes de atacar. La tapa de cerámica fue volando por el aire, girando y rotando, pero siguiendo un camino derecho y arqueado. Mientras el asesino comenzaba a ajustar su puntería, ella se ocultó de nuevo detrás de la encimera con un jadeo. Oyó un sólido thunk y luego el sonido de un cuerpo cayendo al piso. El correr de pasos siguió, moviéndose hacia ella. Rosalie agarró una tapa de vidrio y se preparó, conteniendo el aliento mientras levantaba esa tapa. —¡Elijah! —Ella dijo el nombre con puro alivio mientras él daba vuelta a la esquina. Se puso de pie y le rodeó el cuello con los brazos, abrazando su cuerpo desnudo con toda su fuerza—. Oh, mi Dios, ¡pensé que estabas muerto! —Estoy aquí. Tenemos que irnos. —Elijah la abrazó sólo un momento, luego se volvió hacia el asesino. Con una extraña vacuidad en sus ojos, sangre por todo su torso, levantó un arma, cargó, y disparó antes de que Rosalie pudiera siquiera hablar. Disparó tres veces. Uno de ellos pegó en el cuello del hombre, con sangre manando instantáneamente. El segundo le pegó en el pecho, pero el duro thump dejó claro que el tipo estaba usando armadura corporal de algún tipo. El tercer disparo falló, astillando el marco de la puerta en su camino. Sin habla, y con su mandíbula cayendo, Rosalie se permitió salir de la cocina. Elijah entró de nuevo en su cuarto y tardó menos de un minuto en vestirse. —Tú n… —Sí, lo hice —respondió Elijah, mirando a Rosalie. Había algo atormentado en sus ojos, y una tirantez en su mandíbula—. Por Ang. Ahora tenemos que irnos. —¿Adónde? ¿Y de dónde vino esa sangre?

—Vamos a la tienda de Morgan. Vamos a terminar con esto. Y la sangre es del segundo asesino. Vamos, Rosalie. Rosalie no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Qué le había pasado al hombre tímido que tenía sólo agallas ocasionales? ¿Qué había sido del dulce Elijah de buena naturaleza que había visto sólo minutos atrás? —¿Pero… dónde… ? Antes de que su mente pudiera entender lo que él estaba diciendo, se estaban moviendo de nuevo. Sintiéndose entumecida, todo lo que pudo hacer fue seguirlo.

Capítulo 18 —Señor, no sé por qué me dijo que él estaba hablando. Un par de palabras murmuradas en balbuceos que ninguno de nosotros puede entender no es para nada útil en este caso. Sin mencionar… —La Oficial Zan dejó escapar un quedo gruñido mientras su teléfono comenzaba a sonar—. ¿Me disculpa, señor? El superior de la Oficial Zan le dedicó una mirada agotada, pero él estaba muy acostumbrado a su actitud enérgica. Muy usualmente eso salvaba el día, y él la culpaba muy raramente por ello. —Adelante. Apartándose de él, se puso el teléfono en la oreja. —Oficial Zan. —Sus ojos se entrecerraron antes de que colgara y apartara el teléfono. Se volvió a mirar a su superior—. Señor, dos de los "asesinos" acaban de ser encontrados muertos. Disparados por sus propias armas. Un hombre, una mujer. —Después de un momento, negó un poco la cabeza—. También encontraron más sangre, en el piso y en uno de los cuerpos. Pertenece a Elijah Grey. —Recuerdo la historia —dijo él secamente y con un suspiro antes de que Zan pudiera entrar en eso… de nuevo. Elijah y Morgan habían sido de todo lo que hablara la Oficial Zan en el último par de días y estaba comenzando a volverlo loco—. ¿Sabemos la locación de Elijah y si hay alguien con él? —No. Todo lo que encontraron fueron huellas dactilares de una tal Rosalie Masters, algunas tapas sueltas, y un montón de vidrio y porcelana rota. Hay gente buscándolos mientras hablamos, pero hasta ahora no es tan prometedor. Ninguno de ellos parece tener familia cerca o amigos. —Está bien. Bueno… vuelve a esa sala de interrogación y ve si puedes hacer que el tipo diga algo más. Hay un psicólogo criminal al lado si lo necesitas.

—Gracias, señor. —Con un corto asentimiento, la Oficial Zan hizo una cara seria y regresó por el pasillo. En segundos, estaba entrando al cuarto de interrogación. Estaba completamente iluminado con una linda mesa, un par de sillas, un dispensador de agua, y algunos vasos plásticos. Se sentó en una de las sillas después de que la puerta se cerrara de golpe detrás de ella y se estiró para llenar uno de los vasos con agua. Miró sólo brevemente al hombre directamente paralelo a ella, pero su mente estaba corriendo. ¿Qué más podía preguntar? ¿Qué más podía preguntar nadie? Además de la tortura, que era desafortunadamente ilegal en los Estados Unidos (por lo que sabía) ya no tenía más opciones. Su única otra opción era comenzar de nuevo. Tal vez si enfadaba lo suficiente al hombre, se quebraría. Había funcionado antes. —Mi nombre es Oficial Zan. Mi primer nombre es Clare. —Se colocó un dedo en el pecho, inclinándose hacia adelante para poder encontrar sus ojos—. Clare. ¿Me entiendes? El asesino vestido de blanco la miró. Sin su máscara, parecía ser como cualquier otro. Sus ojos eran de un profundo azul naval, y su cabello era algo entre el rubio sucio y el normal. Los rasgos juveniles hacían difícil determinar su edad, pero Zan supuso que tenía entre treinta y treinta y ocho años. Cicatrices cruzaban sus mejillas y su frente y, si no lo supiese, continuaba en extrañas líneas de aspecto doloroso por el resto de su cuerpo. Lo más prominente sobre él, extrañamente, era su nariz. Estaba ligeramente angulada hacia la derecha, lo que le dijo más que las cicatrices que había estado en más de unas cuantas peleas. Su expresión era estoica y dura, pero parecía relajado. Le recordaba a una roca… sólo que las rocas ofrecían más pistas sobre sus "vidas" de lo que lo hacía ese hombre. —¿Tienes un nombre? O si no es un nombre, ¿alguna forma en la que te llame la gente? El hombre la miró, pero no dijo una sola palabra. Ni siquiera se movieron sus labios. Inhalando profundamente, la Oficial Zan golpeó su barbilla en un asentimiento parcial. Miró a la mesa por unos momentos antes de encontrar la mirada del asesino con la suya. —Vamos a probar algo más. Sólo voy a hacerte preguntas de sí o no.

Asiente para "sí" y niega con la cabeza para "no". ¿Entiendes? **** Ding, ding, ding. Ése era el sonido de la pequeña campana atada en lo alto de la puerta de la Tienda de Morgan. Morgan volvió la cabeza hacia ella, luego se ocultó detrás de su escritorio con un jadeo. Normalmente, no era uno que buscase cobijo en tiempos de estrés, pero cuando un arma estaba apuntando a su rostro, hizo lo que cualquier persona en el mundo haría: se ocultó. Elijah saltó sobre el escritorio y casi aterrizó sobre Morgan. Pequeñas baratijas y mercancía cayó al piso con él. La gente que había en la tienda, heladas y sorprendidas, no le preocupaban. Rosalie gritándole que se calmara tampoco era algo en lo que se estuviera concentrando ahora. Todo lo que importaba era apretar a su presunto "amigo" en el piso, apuntando el arma hacia su sien izquierda, y gruñéndole que hablara. —¿Dónde está, Morgan? ¿Y qué abre la llave? ¿Es el amuleto? —Te estás tomando esto demasiado personal, Elijah. —Morgan, por su seguridad, intentó mantener el nivel de su voz. Él tenía los brazos hacia afuera y lo más visibles posibles, sus palmas abiertas y encarando al atacante. Incluso aunque era más grande que Elijah, sabía que estaba indefenso en ese momento. —¿¡Dónde está!? —Apretó más fuerte el cañón del arma contra la cabeza de Morgan, su labio inferior temblaba. —No sé de qué hablas. —¡Mentiroso! —Lágrimas brillaron en sus ojos mientras amartillaba incómodamente el seguro con un áspero click. —Rosalie, ¿vas a hacer entrar en razones a este chico? Rosalie había estado a punto de correr alrededor del escritorio para alcanzar a Elijah, pero a último minuto cambió de idea. ¿Por qué debería ayudar a Morgan cuando él había matado a su hermana y a su padre? No necesitaba pruebas para saber que él lo había hecho. Por qué la había estado apuntando todo este tiempo -eliminando lentamente a gente que le importaba- no lo sabía. Pero sospechaba que, con el tiempo suficiente, Elijah sería capaz de arrancarle toda la información al bastardo.

—Todos fuera —gritó ella—. La tienda cerrará temprano hoy, así que, por favor, regresen mañana. —Fue más fácil vaciar toda la tienda de lo que ella había pensado originalmente, pero sí le preocupaba que la gente fuese a llamar a las autoridades. Iban a tener que moverse rápido. —Si me matas, tú… —Ahórratelo —soltó Elijah—. Apuesto a que usaste esa frase miles de veces en tu vida. Ahora dime lo que quiero saber o todo lo que van a encontrar serán pedazos de tu rostro y tu cuerpo muerto. Rosalie estaba asombrada mientras escuchaba a Elijah hablar. Apenas si podía creer que era él mientras ella se movía hacia el frente de la tienda y giraba la señal a Cerrado. Luego trabó la puerta, el satisfactorio thunk del seguro sonó como un trueno en sus oídos. Luego hubo un sonoro crack al mismo tiempo, el que, al final, casi sonó como un sonido de explosión. Saltó y se dio la vuelta, con sus ojos abiertos de par en par mientras miraba al escritorio. No tenía idea de lo que estaba pasando en el otro lado, pero casi temía… El bajo lloriqueo de Morgan la hizo suspirar de alivio. A pesar de lo mucho que quería ir allí y ver lo que estaba pasando, tenía que mantener un ojo afuera. —La próxima vez será tu rodilla —gruñó Elijah, moviendo el arma de nuevo hacia la sien de Morgan. Había un gran agujero junto a la cara del hombre mayor y humo saliendo lentamente de él—. Ahora dime… ¿qué abre la llave? ¿Y dónde está el amuleto? Ambos, Rosalie y yo, sabemos que lo tienes. —La llave abre una caja en el cuarto, junto al que hice tu lectura. Morgan cerró los ojos sintiendo miedo como pocas veces en su vida. —Eso es mentira. ¡No hay nada allí! No hay una puerta a otro cuarto, nada. —No estoy mintiendo. —Él abrió más las manos, sintiendo que su codo izquierdo golpeaba contra la pared—. Ve a ver por ti mismo. Hay… olvídalo. Déjame levantar y te mostraré dónde está. —No lo creo. Rosalie, ¿podrías… ? —Ya estoy en ello.

Elijah escuchó mientras sus pasos la llevaban hacia la puerta, pasando el escritorio detrás del cual estaban Morgan y él, y al cuarto. Escuchó por unos segundos más, luego bajó la mirada al rostro del hombre. —¿El amuleto está dentro de la caja? ¿Qué hace? ¿Dónde lo conseguiste? ¿Y cómo has hecho… todo lo que has hecho? Morgan comenzó a reírse quedamente, con su cabeza sacudiéndose de lado a lado. —Una larga historia, chico. Verdaderamente larga. —¿De verdad vas a actuar como un imbécil mientras tengo un arma apuntando a tu cabeza? Estrechando los ojos, Elijah se inclinó sobre él más y su mirada se tornó incluso más potente. Su dedo índice tembló contra el gatillo. Todo lo que tenía que hacer era darle un leve apretón y la vida de Morgan estaría acabada. —No estoy siendo un imbécil. Sólo hago lo mejor para sobrevivir. Y si aquí es donde termina, bueno… —Él se encogió de hombros lo mejor que pudo. El temor estaba comenzando a disiparse en algo que se parecía más a la aceptación. —Practicas alguna clase de magia negra, ¿no? ¿Y qué hay con los asesinos? ¿De dónde vinieron? ¿Mataste al padre de Rosalie? ¿Qué hay con Angelique? —¿Me estás haciendo todas estas preguntas ahora? Creo que es un poco tarde. —Una mueca cruzó sus labios después de que hablara, y luego se alzaron sus dos cejas—. Creo que de todas formas sabes las respuestas a todas ellas. ¿Por qué no sólo vivir con eso y dar gracias de que solamente eres un poco estúpido? Elijah sabía que Morgan estaba tratando de empujarlo a la acción -ya fuese buena o mala- y él negó lentamente con la cabeza. —Dame respuestas, Morgan. O la caja se quema. El miedo regresó a los ojos de Morgan de nuevo, y miró alrededor del lugar. Sabía que no había nada que pudiese hacer… ni buscar evasivas iba a ayudarlo. —Practico magia negra. Sí. —No pudo detener el temblor en su voz—.

Me adoro a mí mismo, no a ningún Dios ni Diosa. La magia… está en mí. Creé a los asesinos con ella… controlé sus mentes, les di un propósito. Les dije qué hacer. Iba a hacerte uno de ellos, pero Rosalie arruinó esos planes. —La pausa fue larga, pero finalmente Morgan continuó—. No maté a nadie. Como dije. Los asesinos lo hicieron. —Hubo más que una pausa, y supo que estaba contestando a las preguntas de Elijah al revés. Ante la mirada que recibió, estaba claro que el joven no se había olvidado de lo que preguntó antes—. El amuleto está en la caja, sí. Lo obtuve del padre de Rosalie, que lo encontró en un ático. Uno de mis hombres me lo trajo muchas noches atrás. En cuanto a lo que hace… —Miente, pensó Morgan para sí mismo. Él nunca lo sabrá—. No estoy seguro. Algo importante. Hace un largo tiempo lo "sentí". Lo percibí, ¿sabes? Sabía que tenía que tenerlo. —No era todo mentira, pero la mayor parte de su última "respuesta" lo era. Morgan sabía exactamente lo que hacía el amuleto. Elijah parecía listo para hablar cuando oyó que Rosalie salía del cuarto. —Tengo la caja, Elijah —gritó—. ¿Aún tienes la llave? —Sí. Está en el bolsillo frontal izquierdo de mis vaqueros. —Está bien. Um… cuando puedas realmente necesitas venir a ver qué más encontré en el cuarto. Elijah le dedicó a Rosalie un asentimiento, luego se movió ligeramente y movió una de las rodillas hacia la cadera izquierda de Morgan. Supo la cantidad de incomodidad que su nueva posición causó por la mueca en el rostro del otro hombre, y sonrió. Ni siquiera una vez apartó parcialmente los ojos de Morgan mientras Rosalie se agachaba a su lado. Ella puso la caja que había encontrado en el piso antes de alcanzar el bolsillo que Elijah había descrito. Luego de un momento de búsqueda, ella finalmente la sintió entre sus dedos y la sacó. —La tengo —susurró ella. Morgan hizo su jugada. La más leve sensación de distracción en los ojos de Elijah lo propulsó a alcanzar el arma y apartar su cuerpo al mismo tiempo. Pero su plan falló. Cuando se estiró por el arma, la mano de Elijah se tensó. Sus dedos se apretaron en una reacción instintiva, y sonó un disparo.

Capítulo 19 Elijah se quedó allí, agachado en una rodilla, y miró. Apenas podía respirar. Su pecho se sentía como si se estuviese hundiendo por una presión invisible, y su garganta se apretó. Por mucho que quería decir algo, no salió un sonido. Los dedos de una mano estaban cerrados alrededor del cuello de la camisa de Morgan. Delante de él, con los ojos abiertos de par en par en sorpresa, Morgan estaba inmóvil. Casi directamente entre sus ojos había un hueco. Debajo de él, empapando su cabello oscuro, comenzó a caer sangre lentamente. —Elijah… ¿qué hiciste? —La voz de Rosalie era un áspero susurro. —Yo… no lo sé. Yo… él quería el arma… —Ojos temerosos se volvieron y miraron a la mujer española—. Él intentó… quería el arma… —Tenemos que salir de aquí, ahora. Ahora. —Agarrando la caja, Rosalie comenzó a moverse rápidamente hacia la puerta. —¿Qué hay de lo que encontraste… en el cuarto? —Sintiéndose ligero, tan sorprendido que había olvidado cómo respirar, Elijah se puso de pie de forma tambaleante. Se sentía lo suficientemente enfermo para colapsar, pero Rosalie moviéndose lejos de él evitó que sus piernas traicionaran a su cuerpo. —Hay una mujer muerta en un cuarto adyacente a este en una mesa. Otra razón por la que debemos irnos. Elijah se quedó mirando a Rosalie tontamente antes de tropezar tras ella. El golpe de aire fresco en su rostro mientras ambos escapaban de los confines de la tienda hizo que el aire atrapado en sus pulmones finalmente explotara en una ráfaga. Con la cabeza ligera, tuvo que detenerse y apoyar una mano contra la puerta. La voz insistente de Rosalie le causó que se moviera de nuevo. Sin embargo, se sentía como si estuviese dentro de alguna horrible pesadilla. Para cuando llegaron al coche, Elijah estaba temblando. Lágrimas se

agolpaban en sus ojos y un nudo se elevó en su garganta mientras colapsaba en el asiento del copiloto. Morgan había sido más que sólo su amigo. Por el corto tiempo que lo había conocido, el hombre mayor se había convertido en una figura paterna. No había querido dispararle. Lo único que él había querido era vivir. El conocimiento de que había tomado conscientemente otras dos vidas minutos atrás también se estaba cobrando su peaje. ¿Era alguna clase de monstruo? ¿Se merecía la muerte que supuestamente venía a por él? —Elijah, componte. ¡Mataste gente antes y no tuviste problemas! Apretando los dientes, Rosalie puso el coche en reversa y se metió hacia atrás en la calle. —¡Morgan era como familia! Su rostro palideció ante el exabrupto de Elijah. Dejando escapar una lenta exhalación, sólo le dedicó un pequeño asentimiento antes de tocar su muslo. Cuando se apartó de ella, apretó la mandíbula, deslizó el vehículo para conducir, y enfiló hacia la autopista. —¿A dónde quieres ir? —¿De qué hablas? —Su voz salió en un golpe acerado. —¿A dónde diablos iremos, Elijah? ¡Tenías un plan la última vez! —Carajo, no lo sé. Rosalie sintió que su mandíbula se tensó, y miró a Elijah con ojos abiertos de par en par. Tragando con fuerza, se tensó mientras iban hacia la autopista. Si iban hacia el norte, serían capaces de atrapar un ferry e ir al continente. Vacouver sonaba prometedor. Si enfilaban hacia el sur, alcanzarían Victoria en un par de horas. Había un gran aeropuerto allí, así como un medio para llegar a Estados Unidos. —¿Vancouver o Washington? —Lo que sea. —¡Elijah! ¿Adónde iremos? Obviamente tienes que tener alguna clase de plan en mente. Esto no es un juego. Sé que le acabas de disparar a una de las personas más cercanas en tu vida, pero ¡¡carajo, no tengo interés en ser asesinada porque eres demasiado terco para decirme el mejor curso de acción!!

La miró por unos momentos, sin parpadear. Luego negó con la cabeza, estirándose para secar parcialmente lágrimas derramadas de sus ojos. —Vancouver. Volaremos directo e iremos a Alberta. —Hagamos eso entonces. Si llegamos allí lo suficientemente rápido, no tendrán tiempo de descubrir qué pasó. —Como sea. Bien. El trayecto hasta la terminal de ferry transcurrió sin contratiempos. Elijah estaba presionado contra la puerta del coche, sus ojos azules miraban afuera mientras el mundo pasaba volando por el costado. Rosalie mantuvo su atención en el camino, pero no pudo evitar mirar ocasionalmente en su dirección. Estaba preocupada por él, pero temía decírselo. Parecía listo para explotar en alguna clase de increíble diatriba. Por tan echado como estaba -incluso pasivo-, el hombre que había visto en su casa, matando gente… la asustaba. —¿Tienes algo de dinero? —preguntó ella suavemente. Intentó mantener su voz amable. —Un poco. ¿Tú? —La mayor parte de mis cosas están en la casa, pero creo que tengo algunas tarjetas de crédito y débito. Si no, podemos pensar en algo cuando estemos en el continente. —Hubo una larga pausa, y apretó los dedos alrededor del volante—. Lamento lo que pasó. De verdad. Lamento todo. —Yo también. Rosalie hizo una leve mueca de dolor, luego medio que puso los ojos en blanco y regresó su atención a la carretera. Iba a ser un trayecto largo. Contó hacia atrás en su mente desde veinte con el fin de evitar rodear la delgada figura de él con sus brazos. Todo lo que quería hacer era abrazar al hombre roto junto a ella y decirle que todo iba a estar bien. Quería, también, ser abrazada. Quería oír su voz diciéndole que la perdonaba… por todo. —Lo siento —susurró ella, con una lágrima deslizándose por su mejilla. ****

—Está loco, ¿verdad? ¡Eso, o tiene un problema realmente serio conmigo! —La Oficial Zan estaba prácticamente gritando mientras medio corría detrás de Lukus Born, el Jefe de Policía—. Ha estado buscando una forma de destruirme durante todo este caso, lo menos que podría hacer es decirme por qué. —Oficial Zan. —La voz del Jefe era acerada mientras se volvía para enfrentarla. Un dedo estaba estirado, señalando al medio de su pecho. Su rostro estaba rojo, y sudor se agrupaba a lo largo de su línea de cabello gris—. Nadie, y menos yo, tiene ninguna clase de problema con usted. —¡Pero el caso fue puesto en "Sin reclamar"! Todo el mundo aquí sabe exactamente qué significa eso. Morgan, el dueño de la tienda de magia, fue hallado muerto, un maldito cuerpo fue encontrado en su tienda, Elijah y esta persona, Rosalie, están allá afuera en alguna parte, posibles sospechosos, y usted está poniendo este caso a dormir. ¡¿Por qué?! ¡No tiene sentido! Con dientes afilados, Zan estrechó los ojos en una mirada sin temor. —Hay muchas cosas en este mundo que están más allá de su control, Oficial. Ésta es una de esas cosas. Ahora, si no me deja ir, voy a tener que suspenderla sin paga. —Oh, ¿de verdad? —Ella puso las manos en sus caderas y dejó escapar un bufido—. Bueno, tal vez debería despedirme, señor. Antes de que renuncie, carajo. —Antes de que el jefe pudiese decir una sola palabra, se giró sobre sus talones y fue por el pasillo como una tormenta. —Bien —dijo él, aunque demasiado quedamente para que ella pudiese oírlo—. Está despedida. —Con un sonido bajo de arrepentimiento, Lukus siguió su camino por el pasillo hasta que alcanzó su oficina. Con un juego de llaves tintineando, la abrió y entró. La verdad fuese dicha, sabía exactamente por qué el caso Elijah, como lo habían llamado, había sido cerrado: él había "llamado a los perros", para decirlo de alguna manera, enterrando el caso bajo tanto papeleo fraudulento y evidencia que nunca vería la luz del día de nuevo, abandonado dentro de una sala de la justicia. Por qué lo había hecho, no tenía idea. De hecho, apenas podía recordar el haberlo hecho. **** Tres días atrás, en la residencia de Lukus Born.

Rap, rap, rap. Eran casi las siete de la tarde cuando Lukus oyó el sonido de nudillos golpeando la puerta delantera. Con un ceño inquisitivo en sus labios, abandonó sus deberes de lavado de platos en la cocina y enfiló por el pasillo de su casa de tamaña medio. Al mirar por la mirilla, avistó el rostro de Morgan Glassus. Ahora más curioso, Lukus destrabó la puerta y la abrió. —Buenas tardes, Sr. Glassus. ¿Qué puedo hacer por usted? Morgan le dedicó al jefe de policía una gentil sonrisa. —Buenas tardes, Sr. Born. Hay un par de cosas que querría discutir con usted sobre lo que pasó en mi tienda. —Sí, por supuesto. Entre. —Oh, eso no será realmente necesario. Lo tengo todo escrito aquí, en este anotador. Es tarde, así que supuse que realmente no tendría tiempo por compañía. —Aún sonriendo, Morgan le pasó el pequeño anotador blanco y azul al Jefe de Policía. —Gracias. —Intentando no sonar sospechoso, se estiró y lo tomó. Cuando lo abrió, escapó una pequeña nube de polvo, alzándose hacia el rostro de Lukus. Él tosió un par de veces y movió su mano libre para intentar dispersar el polvo. —¿Qué tan viejo es este libro? —Tosió un poco más, luego comenzó a usar el libro para intentar ventilar el polvo. —No tan viejo. Lo siento por el polvo, sin embargo. Se puede poner muy denso en una tienda de magia. Me disculpo. —No es un problema. Si tengo alguna pregunta sobre lo que ha escrito aquí, le daré un grito por el siguiente par de días. Muchas gracias por su cooperación. —Por supuesto. —Morgan asintió en lo que podría haber sido un arco, luego se volvió sobre sus talones y se marchó por la calle. Si todo iba como lo planeado, el polvo "mágico" que había conjurado haría su trabajo para cerrar todo este caso.

Capítulo 20 Rosalie aparcó el coche cerca del final del inmenso aparcamiento nocturno. Había probabilidades de que no fueran a regresar por él. Elijah ocultó el arma en la cinturilla de sus pantalones antes de deslizarse del coche. Rosalie estaba por cerrar la puerta cuando notó algo rojo dentro de la puerta del lado del copiloto. —¿Eso es sangre? —señaló, con su ceño frunciéndose con preocupación. —¿Eh? —La miró, luego miró a donde estaba señalando—. Oh... sí. De Morgan y los otros. Rosalie asintió y sintió que comenzaba a relajarse. A juzgar por su tono de voz, Elijah se había calmado desde que habían dejado la tienda de magia. —¿Compra tal vez una camiseta en una de las tiendas y cámbiate? Elijah le dedicó un encogimiento con un hombro antes de comenzar a caminar hacia la terminal de ferry. Todo en lo que podía pensar era en lo que había pasado la última vez que estuvo allí. ¿Por qué lo reconocerían? Era difícil creer que dicho incidente hubiese pasado sólo un par de días atrás. Parecía que hubiesen sido semanas, tal vez incluso años. Movió su mirada hacia Rosalie y sintió que se movía más cerca de Rosalie sin siquiera pensar en ello. Un dolor en su costado derecho había comenzado a medio camino de la terminal de ferry. Él podía sentir un caliente y mareante dolor expandiéndose desde allí. Incluso a pesar de que sentía como si quisiese regresar al coche y sentarse, Elijah siguió forzando a sus piernas a moverse en dirección a la terminal. Para cuando entraron, Elijah estaba teniendo problemas en ver claramente. El sudor se agrupaba contra su ceño y caía caliente por los costados de su rostro. El dolor en su costado se había tornado en poco más que un hormigueo entumecido. El mundo era inestable mientras su estómago se retorcía. La náusea lo atenazaba, y miró a Rosalie. Lo estaba mirando con ojos preocupados. Después de otro par de pasos, ella colocó

una mano en su pecho para detenerlo. —¿Elijah? ¿Estás bien? Su voz sonaba como si estuviese bajo el agua. Tragó con fuerza, luego asintió. —Sí… yo… necesito sentarme o algo. Voy a ir al baño, yo… yo regresaré. El sanitario fue el primer lugar al que Elijah fue cuando entró en el baño. Cayó de rodillas y sintió que la pequeña cantidad de comida que había consumido durante las últimas 24 horas se elevaba desde su esófago junto con incontables cantidades de bilis y otros fluidos desagradables. Sus dedos apretaron con fuerza el costado del sanitario, y jadeo con estremecedores sollozos. Su cuerpo tembló mientras sentía que las emociones que había estado conteniendo surgían a la superficie. No era un héroe. No era un guerrero ni un hombre de acción. Todo lo que había hecho era buscar la verdad con el fin de ayudar a otros. Eso era todo lo que siempre había querido hacer. Y aquí estaba él, en agonía emocional. Muriendo y vaciando los contenidos de su estómago en la taza de un inodoro. ¿Realmente me estoy muriendo?, pensó. Parecía tan irreal. El pensamiento había venido de la nada. —¿Elijah? —La voz de Rosalie sonó quedamente a través del baño de hombres. —Estaré afuera en un minuto —le gritó él. Un par de segundos después, escuchó el sonido de sus pies golpeando sobre las lisas losas blancas. La puerta se cerró detrás de ella con un fuerte thunk. —Oh, mi Dios —susurró ella. Cayendo de rodillas, colocó la caja junto a ella y se movió para rodearlo con los brazos; pero se detuvo cuando sintió algo húmedo contra el interior de su antebrazo y su palma. Apartando la mano, vio rojo—. Oh mi Dios. ¿¿Esto es tuyo?? —Parecía haber demasiada para que fuese de nadie más. Estirándose, Elijah sacó algo del papel de baño del rollo y se secó el rostro.

—Sí. —Salió como un renuente susurro—. Supongo… debió haber pasado en tu casa durante el ataque. No recuerdo haber sido disparado. Debió haber sido el otro… el que maté antes de que entraras en la cocina. —¿Por qué no me dijiste que te habían disparado? —Los ojos de Rosalie estaban acuosos de lágrimas. —Te lo dije, no sabía. Yo no… es que estaba pasando tanto… —Vamos a sacarte de aquí. —Había un nudo formándose en su garganta—. No voy a perderte también. Especialmente no en un maldito baño. —Estaba luchando por respirar ahora. Incapaz de formar palabras, Elijah le permitió sacarlo de la caseta de baño. Estuvo de pie sólo unos momentos antes de sentir que sus rodillas cedían. Rosalie no era lo suficientemente fuerte para mantenerlo de pie y se deslizó al piso con él. —Quiero ver qué hay en la caja, Rosalie… —Cuando estés a salvo, cuando… —La agarró del brazo, negando con la cabeza. —Ambos sabemos que eso no va a pasar. —Él tuvo que acerarse para sonar más valiente de lo que realmente se sentía—. Quiero ver qué hay en la caja. Quiero ver por lo que estoy muriendo. —No vas a morir, Elijah. No lo harás. —Sus lágrimas goteaban por su rostro como pequeños ríos mientras sacaba el móvil de su cartera, Elijah se lo quitó de un golpe antes de que pudiera marcar y le habló en un ronco susurro: —Quiero ver qué hay en la caja, Rosalie. —No puedo, ¡necesito detener el sangrado! —Negando con la cabeza, ella colocó sus manos sobre su costado derecho. Había tanta sangre que no podía decir dónde estaba realmente la herida. Empujó con fuerza, su respiración jadeante. Apenas podía ver mientras sus ojos ardían, borrosos con lágrimas. La forma en que el cuerpo de él se retorcía y tensaba con dolor donde ella apretaba casi la hizo apartar las manos. Pero era en todo lo que podía pensar en hacer. —Por favor… necesito saber… necesito ver…

—Necesita presión. La herida necesita presión. Necesito mantener la presión. El mundo se estaba alejando de él. Se deslizaba de su agarre mientras intentaba alcanzarlo. Cuando luchó por encontrar apoyo en sí mismo, sintió que se alejaba incluso más. Una vez había habido dolor con las manos de Rosalie en su costado, ahora no había nada. Sentía calidez y luz, como si estuviese flotando. Incluso aunque ella estaba allí en su visión, se encontró sólo deseando relajarse y mirar al techo. Era más fácil. —¡Elijah! Quédate conmigo. Elijah, ¡por favor! No puedo perderte también. ¡No a ti! Una de sus manos se movió de su lado al rostro de él. La sangre se esparció por su piel, pero no le importó. Apenas capaz de contener los sollozos, se inclinó más cerca de él y apretó su boca contra la suya. Le susurró, diciéndole que lo amaba y que lo sentía. Lo besó, suavemente al comienzo. Luego con más fuerza cuando él no respondió. Su otra mano se levantó, acunando el otro lado de su rostro mientras sentía que el cuerpo de él se tensaba. Apartándose, lo miró a los ojos. Su corazón cayó en su pecho, y los sollozos que había estado conteniendo dentro de ella empujaron las barreras de su mente. Llegaron sin piedad, destrozando su cuerpo hasta el punto en que pensó que se estaba sofocando. Lo apretó con fuerza entre sus manos, rogándole que regresara a ella entre sus apenas inhaladas respiraciones.

Capítulo 21 —Elijah, por favor. Por favor, regresa. Oh, dioses, Elijah… —Los dedos de Rosalie se engarfiaron en su camisa ensangrentada, y su rostro presionado en su cuello. —Hey, ¿está todo bien allí? Una voz del otro lado de la puerta del baño hizo que su cabeza se levantara de golpe. Un jadeo dejó sus labios, y se apartó renuentemente de Elijah. Tragando, con su estómago enfermo con nudos, medio se arrastró hacia la puerta antes de levantarse. Encontró que apenas era capaz de pararse, sus músculos temblaban hasta el punto de resultar inútiles. —Todo está bien —le gritó a la voz con más confianza de la que sentía—. Sólo estamos practicando para una representación que haremos en la universidad este fin de semana. —Está bien… Con ojos preocupados, Rosalie giró el seguro y trabó la puerta del baño desde dentro. Mientras se volvía para mirar la escena, la bilis se alzó en su garganta. Nuevas lágrimas llenaron sus ojos y bajaron en cascada por sus mejillas. Elijah yacía allí sobre su espalda, y sus ojos azules -tan hermosos y claros- miraban al techo. Lucía tan pacífico, en una forma extraña y exánime. Había una palidez en su piel, y la sangre pintada por todo él era un contraste crítico. Justo detrás de su cabeza, fuera del alcance de la sangre y aún en la caseta de baño, estaba la caja. Estaba allí tan inocentemente, las hermosas líneas de su forma formaban una intrincada sombra por el suelo a su lado. La caja, pensó Rosalie. Él quería verla. Al menos debería darle eso. Estirándose, se secó las lágrimas de los ojos. El olor de la sangre y vómito eran prominentes en el baño, pero nada de eso importaba tanto como la última petición de Elijah. Sólo deseaba no haber estado fuera de su mente con terror cuando él la había pedido.

Dejando escapar una profunda exhalación, se movió aturdida hacia la caja y se inclinó a su lado. Ninguno de los dos había abierto la caja desde que la habían robado de la Tienda de Magia de Morgan. Sacando la llave de uno de sus bolsillos, la insertó lentamente en el agujero. —No puedo dar la vuelta ahora —susurró. Con un asentimiento de su cabeza, levantó la tapa. Sentro, la caja estaba ribeteada en terciopelo azul real. El amuleto estaba allí, anidado entre la cadena y brillando con su propia luz interna. Sin entender realmente lo que estaba haciendo -o por qué lo estaba haciendo- Rosalie levantó la hermosa piedra de la caja. Con un duro trago, se volvió hacia el cuerpo de Elijah y tomó una de sus frías manos. Mientras se mordía el labio inferior, con su respiración hundiéndose en miseria, colocó el amuleto y la cadena en su palma. Momentos después, una fina banda dorada de luz comenzó a arquearse alrededor de la muñeca de Elijah. Con un jadeo, Rosalie se movió hacia atrás y se alejó de ello, con una de sus manos moviéndose hacia su pecho. Mientras miraba, la banda se expandió y comenzó a hacer espirales alrededor de su brazo. Para cuando alcanzó su hombro, el calor estaba emanando de su cuerpo. La luz se alzó y se movió, expandiéndose por su forma y hundiéndose en su boca, sus orejas, ojos y fosas nasales. Brilló un fulgurante dorado, fundiendo el baño en su potente luz. Ante los ojos de Rosalie, la sangre que había mojado en la ropa de Elijah y que se había esparcido por el suelo estaba retrocediendo de vuelta a su cuerpo. Su mandíbula cayó, y por un momento casi se estiró por el pendiente en pánico. Eso fue cuando el gemido salió de los labios de él. Fue bajo y corto y lleno de dolor. —¿Elijah? —Su voz era alta con ansiedad, y rápidamente agarró su rostro entre sus manos—. ¡¿Elijah?! —¿Rosalie? —Su voz era tensa, apenas allí en lo absoluto. —Caray, ¿¡Elijah!? —Esto tenía que ser alguna clase de truco. ¡Tenía que serlo! No había forma de que nadie pudiera regresar de la muerte, ¡no así! Era una alucinación. Sí, eso era todo. Estaba en un estado tan aterrado que estaba imaginando cosas. Elijah no estaba parpadeando. Su pecho no se estaba moviendo. Él no estaba haciendo nada. Estaba muerto.

—¿Qué pasó? —Tú… —Ella tragó con fuerza, sintiendo como si fuese a vomitar. Su corazón estaba latiendo tan rápido en su pecho que creyó que iba a escupir y morir en cualquier momento—. Elijah, tú… tú moriste. —¿Lo… hice? —¡Sí! —Sin pensar, se lanzó a por él, rodeando su cuerpo con toda la fuerza que pudo. Sus sollozos eran ahora de felicidad, y sus brazos se aferraron a él. Estaba aterrada de que si lo soltaba, siquiera un poco, estaría perdido para ella de nuevo. —Oh, mi dios, no puedo creer esto. Tú estás… el pendiente… el… ¿dónde está el pendiente? —Con ojos abiertos de par en par, Rosalie se apartó y agarró la mano de Elijah. Dejando escapar sonidos de confusión, se inclinó sobre su forma y agarró su otra mano. También estaba vacío—. No entiendo. Se ha ido. —¿El pendiente? Rosalie, ¿de qué hablas? —Había dolor en la voz de Elijah mientras comenzaba a sentarse. —El… —Parpadeando, le agarró la camisa y la levantó antes de que él pudiera hacer nada. Una de sus manos de deslizó por el costado derecho, tanteando por cualquier anomalía. Su piel era suave e impoluta aparte de las numerosas cicatrices que aún era un misterio para ella—. Es como si nunca te hubiesen disparado —susurró—. No entiendo. El ceño de Elijah se juntó mientras su mente corría. —Tal vez, al final, la visión no debía ser una advertencia. —¿Qué quieres decir? —Aún se estaba aferrando a él, con su corazón atronando contra su pecho. —¿Y si su fin era unirnos? He muerto dos veces. No puedo deshacerme de ti no importa lo mucho que lo intente. Y nosotros siempre, contra todos los males, nos las arreglamos para salir de toda la mierda vivos. ¿Cómo más lo explicarías? —Supongo… supongo que no se puede. —Lamiéndose los labios, Rosalie bajó la mirada por un momento. Su rostro se puso ligeramente pálido y sacó lentamente la mano de debajo de la camiseta de Elijah—. Nunca me contaste sobre las cicatrices. —Mientras se sentaba, bajó la

mirada de nuevo. Sus ojos captaron un vistazo de su mano izquierda, y con un jadeo ella se estiró y la agarró—. ¡Elijah, mira! —Con los labios separándose, trazó suavemente las líneas mientras aparecían. Fluidas y suaves, un diseño circular se grabó a sí mismo indoloramente en la piel de Elijah. Dorado pálido, la "firma" del pendiente -la magia que había liberado sobre él antes de que hubiese elegido a Elijah- era simple, y aún así hermosa. —¿Cómo… qué es esto? —La pregunta de Rosalie sobre las cicatrices que marcaban su cuerpo fue momentáneamente olvidada mientras miraba el diseño que había aparecido simplemente en la palma de su mano—. El pendiente… sólo se hundió en tu carne cuando lo puse en tu mano. ¡No tengo idea de adónde fue! Tal vez, sin embargo, se queda contigo para siempre. —Tal vez. —Luciendo poco convencido, abrió y cerró la mano. Luego se estiró y colocó las manos sobre los hombros de Rosalie, como para mantenerla quieta—. Las cicatrices sobre las que me preguntaste. Realmente no importan al final. Las tengo de niño. Mi padre estaba constantemente intentando salvarme contra una madre que me pegaba porque creía que le había "robado la vida". Al final, ella lo mató y yo entré en el sistema de acogida. —Luego de tragar, asintió para sí mismo—. No tenía adónde ir cuando tuve 18, así que anduve por las calles y lo metafísico se convirtió en mi vida. La idea de la magia y de leer el futuro de ayudar a la gente- me atraía. Pero sólo era un niño sin educación. Era todo lo que tenía para ofrecer. —Una sonrisa apareció en su boca—. Y entonces conocí a Ang en un comedor de beneficencia un día. A causa de ella, llegué a conocerte. Siempre la querré. Me dio lo mejor que podía pasarme. Rosalie apenas podía respirar mientras escuchaba las palabras de Elijah. No se había abierto a ella tanto desde que había puesto los ojos en él por primera vez, y temía que, si se movía, hablaba, o parpadeaba se despertaría de un sueño increíble. —¿Qué es eso? —finalmente pudo preguntar. —Tú, Rosalie. Tú fuiste lo que me dio.

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que esperamos no causar inconvenientes a ninguna de las partes

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