TIERRA ROJA Localización: Villaespesa (Castilla).

Tiempo: Comienzos del siglo XX. Década de 1920.

Personajes principales: -

Manuel Olivares La Lola (Madre de Manuel) Don Jesús de Toro Bachiller José (Hijo de don Jesús) Laura Cabrera Crispín Palomo Cristóbal el Cabeza Pueblo

Escrito por Jesús Olivares

ACTO I Escena I

Posada de Villaespesa al mediodía. La Lola y su hijo Manuel comen sentados en una vieja mesa de madera corroída mientras que Pepi “la gorda” y su marido Miguel Flaño les observan desde la barra. Están solos en el viejo edificio. La Lola: (levantando la mano) ¡Miguel, acerca el puchero! Miguel Flaño: Pero señora Lola, si ya ha repetido tres veces… La Lola: ¿Y qué? ¿Es que no pago yo lo que compro? Siempre a su momento y sin tonterías… ¿A este qué le pasa hoy Pepi? Pepi la Gorda: Hija mía que es muy bocazas, lo de siempre… Pepi acerca el puchero a la mesa con gesto cansado La Lola: Gracias. Niña si no fuese por ti, ¿Qué habría sido de tu Miguel y de esta posada? Nunca de buen humor, ¡Normal que no vengas más clientes! Miguel Flaño: Señora Lola usted no sabe lo que me pasa. Nadie lo sabe, ese es el problema… La Lola: ¡Vaya! ¡Ahora de víctima! (Se ríe) Toma Manuel que sé que quieres más… Manuel: No madre gracias. No tengo hambre de verdad. La Lola: ¿Y eso hijo mío? Ayer tampoco comiste mucho… ¿Qué te pasa? ¿Estás malo? (Observándole el rostro a su hijo) Tienes mala cara, te llevaré a que te vea don Ramiro.

Manuel: ¡No madre! No hace falta… ¿De verdad tengo mala cara? No me he dado cuenta… Miguel, ¿Qué hora es? Miguel Flaño: Las… cuatro menos veinte. Manuel: Madre tengo que irme que tengo cosas que hacer… La Lola: ¿Pero adónde? ¿No irás con ese pesado de Cristóbal, siempre haciendo de las suyas? Ya te he dicho miles de veces que es un vago y que no te juntes con ese… Pero a mi nadie me hace caso ¡Nadie! (Levantando la voz) Así terminó tu padre… Tirado en la calle como un perro y manchado por el sucio barro… Manuel: Madre por favor… No empieces otra vez… Los asesinos de padre pagan por su crimen aunque el daño ya es irreparable… La Lola: No Manuel no… Ese es el problema ¡Que nunca pagarán en vida pero sí tras su muerte! Rezo a Dios todos los días para que así sea… ¿Adónde vas? Manuel: Voy a casa de don Mendo que me ha pedido que le arregle unas cosas en la huerta. No creo que tarde mucho… La Lola: Muy bien, pero creo que cuando llegues a casa no estaré. Yo también tengo cosas que hacer esta tarde. Manuel: Hasta después entonces. Manuel se levanta de la mesa y sale de la posada con rapidez. Su madre queda sola y pensativa ante la mirada de los posaderos que cuchichean desde la barra.

Escena II Puerta trasera de la parroquia del pueblo sobre las cuatro y cuarto. Esta siempre está cerrada y muy poco transitada por el fuerte olor que escapa de una cañería rota que nadie arregla. Laurita Cabrera está esperando con signos palpables de impaciencia. Manuel llega corriendo. Los dos se abrazan con fuerza.

Laura: ¿Por qué has tardado tanto? Ya pensaba que no venías… Manuel: Siempre piensas en eso y siempre vengo... ¿Cómo puedes hacer eso? Ha sido mi madre que ha vuelto ha sacar el tema de mi padre…No lo olvida, y sin embargo, mantiene una relación con don Jesús. No lo entiendo… Laura: Pobre mujer… Lo pasó muy mal, como tú. Es normal que lo recuerde y quiera borrarlo de alguna forma… Por eso mantiene una relación con don Jesús. En realidad solo han pasado dos años… Manuel: Sí. Dos años en los que tu has sido mi apoyo y mi consuelo. Los dos se besan apasionadamente Manuel: ¡Te quiero Laura! He estado pensando durante estos dos años y me gustaría que te casaras conmigo… Laura: (Ruborizada) ¡Calla Manuel! Sabes que es imposible… Sabes que mi padre no lo aceptaría… Manuel: ¡Pero Laura, don Mendo no es tu padre! (La coge de las manos) ¡Puedes hacer lo que quieras! ¡Puedes estar conmigo! Laura: No lo entiendes Manuel… Él me sacó de aquel orfanato frío y oscuro cuando yo era muy niña y mis padres me abandonaron… Le debo mucho. Sabes que si no fuese por él, no sé donde estaría y creo que le debo algo. Debo ser una buena hija… Manuel: Laura… ¿No te das cuenta de que todos tenemos que separarnos alguna vez de nuestros padres? Marcharse de tu hogar para formar otro nuevo. Es normal que don Mendo te quiera, y que tú le quieras… Pero yo también quiero amarte y vivir contigo y tener una familia… Laura: ¡Oh Manuel! ¿Lo dices de verdad? Manuel: Sí Laurita. Con todo mi corazón. Se abrazan con fuerza

Laura: Manuel… quiero casarme contigo y ser tu esposa…Pero no sé como lo podemos hacer. Mi padre está muy mal de dinero ahora y tiene deudas con todo el mundo ¡Incluso ha dicho de marcharnos del pueblo! (Llorando en el pecho de Manuel) No es momento de bodas… Manuel: Laura… Oh, ¡Conseguiremos el dinero! Y si no lo hacemos poco importa. Nos marcharemos de aquí juntos y viviremos felices. Laura: ¡No Manuel! ¿Qué pensaría la gente de nosotros? Manuel; No me importa. Laura: No podemos irnos juntos sin haber contraído matrimonio ni tampoco tener una pobre boda… ¡No podemos Manuel, no tenemos nada! Manuel: ¡Pero que importa lo que digan! Tenemos nuestro amor. Es un pequeño precio que tendremos que pagar… Laura: ¡No Manuel! ¡Eso no! Quiero conservar mi orgullo y que no me miren mal cuando pasee o pase por la calle. Manuel: De modo que ¿Te importa más lo que piense la gente que el amor que siento hacia ti? Laura calla. Los dos jóvenes callan. Manuel se marcha destrozado mientras que Laura da la vuelta al templo y entra por la puerta principal

Escena III Al día siguiente por la mañana. Manuel y su amigo Crispín Palomo charlan en la plaza de Villaespesa mientras que toman vino en la terraza. Don Jesús reparte a los habitantes los excedentes de su rica cosecha con la ayuda de sus allegados ante el clamor popular. Manuel y Cristóbal observan al rico hacendado que está subido en una pequeña tarima.

Crispín Palomo: Mira a don Jesús… Parece que lo hace con buena intención pero yo sé que no es así ¿Verdad? El muy zorro quiere que le aclamen como a un rey. Solo quiere eso, no ayudar al pueblo ¿Llevo razón o no? Manuel: (Distraído en otras cosas) Sí… Crispín Palomo: Oye, ¡Que si no te importa lo que te digo me voy a la viña que tengo muchas cosas que hacer! Además, seguro que tu sabes más que yo ¿Te lo ha contado tu madre no? (Riéndose estrepitosamente) Al parecer conoce muy bien a don Jesús ¿No? Manuel: (Le agarra las solapas de la chaqueta) ¡Escúchame bien! Lo que mi madre haga a ti no te importa ¡A nadie me oyes! Bastante ha sufrido ya para que encima se comente lo que hace o deja de hacer… Crispín Palomo: Bueno, lo siento Manuel… Manuel: ¡Creo que no deberías juntarte tan con la chismosa del pueblo! (Risa) ¡Que la Roberta no está ya para esos trotes! Además que si sigue soltera a su edad será por algo ¿No? Crispín Palomo: Hombre… a veces uno se siente un poco solo y ella pues… también. Pero no le des importancias… La nuestra es una relación ocasional (Risa) ¿Y tu qué tal con Laura? Manuel:(Cambiándole el rostro) No lo sé Crispín… No lo sé. Creí que me amaba pero ahora lo dudo. Para ella es más importante lo que piense la gente y la visión que se tenga de ella… Creo que me iré del pueblo… Después de lo de ayer ya nada me retiene en Villaespesa. Me iría a la ciudad pero el amor que siento hacia ella no me dejaría vivir. Pueblo: ¡Don Jesús! ¡Don Jesús! ¡Don Jesús! Crispín Palomo: (Gritando) ¡Qué os da lo que no necesita! ¡Qué no sois nada para el! Mira al hijo de don Jesús ¿Bachiller? Pero ¿Quién se cree? Sé yo más que el de la vida. (Se da cuenta de que Manuel espera su respuesta) ¡Ah! Pues mira… Yo

hablaría con ella seriamente. Se más cortés y haz que se de cuenta de que no puede vivir sin ti. Manuel: ¡He hecho todo eso! Pero lo de ayer fue… ¡Un duro golpe! Creí que le importaba más mi amor… Crispín Palomo: (Mirándole seriamente) Manuel… No te quería decir esto pero creo que la actual situación lo requiere. Según me dijo Roberta, había escuchado que don José el hijo de don Jesús ha roto su relación con aquella novia tan guapa que tenía en la ciudad ¡Esa para mí! Su padre ha hablado con el y don José ha decidido quedarse. Manuel: Continua… Crispín Palomo: Supuestamente don Jesús estaría interesado en que su hijo casara con Laura. Piensa que es guapa, una buena chica y que sería una buena madre… Manuel se echa destrozado sobre los muros del ayuntamiento con gran preocupación en el rostro. Las campanas de la iglesia señalan las 12 del mediodía. Don Jesús sigue siendo laureado por el público. Pueblo: ¡Don Jesús! ¡Don José! ¡Don Jesús! ¡Don José! Manuel: ¡Eso no! La amo… La amo con todo mi ser, daría lo que fuese por ella… (Se cubre la cara con las manos) Me voy Crispín. He de ir a buscarla, he de llevarmela lejos, muy lejos de aquí. Allá donde no la encuentren y donde seamos felices. Sí, ¡Don Jesús! ¡Don José! Pero no me la quitareis… Manuel sale de la plaza tan rápido como sus piernas le permiten. Deja a Crispín que se termina el vino solo y observando con mirada pensativa a los Olivares, familia más poderosa del pueblo y de la comarca

Escena III Viña de don Mendo, veinte minutos más tarde. Laurita se encuentra recogiendo las uvas en grandes cestos de mimbre. Manuel llega corriendo, la abraza y los dos caen al suelo.

Manuel: Laura te amo… Laura: Yo también Manuel… (Los dos se besan con pasión) Manuel: Llevas razón Laura. No debemos abandonar el pueblo así. Es una mala idea y siento haberme comportado así… Tú llevabas razón. Conseguiremos el dinero como sea y la boda se celebrará si tu deseas… Laura: ¡Oh Manuel! Claro que quiero… ¿Pero cómo? Mi padre apenas puede darnos nada. Manuel: Ya se le ocurrirá algo a mi madre. Eso no hay que preocuparse, y le hemos dado demasiada importancia. Pero hay algo que me preocupa. (Los dos jóvenes del amor se incorporan) Laura: ¿Y qué es? Manuel: No sé si serán habladurías de la gente pero sé que me va a quitar el sueño… Creo que es grave. Laura: ¡Por favor habla! Manuel: A don Jesús le gustaría que tu fueses la esposa de su hijo, el bachiller don José… Ha vuelto de la ciudad. Terminó con su novia y ahora busca hija aquí en Villaespesa aconsejado por su padre… Laura: (Sus ojos brillan de una forma extraña que Manuel no percata) ¿Pero cómo Manuel? Ellos son ricos y yo una pobre huérfana que fue recogida un día de la calle. No le des ninguna importancia. Manuel: ¡Oh Laura! No sabes cuanto me alivia que pienses así… Yo no podría soportar no estar contigo… Laura: Te amo Manuel. Eso es lo que importa. Avisaré a mi padre para que conozca esta buena noticia… Manuel: Sí, yo haré lo mismo con mi madre.

Ambos se despiden. Laura sale del campo en dirección a su casa mientras que Manuel baja hacia el pueblo. El joven está feliz

Escena IV Al mismo tiempo ocurre una acción paralela en el lujoso comedor de la enorme casa donde habita don Jesús ahora acompañado por su hijo. Ambos comen grandes manjares gracias a la huerta donde trabajan sus labradores y que les permite vivir como auténticos reyes. Los dos ríen y están contentos.

Don Jesús: ¿Has visto como me miraban? ¿Cómo me aclamaban? ¿Cómo vitoreaban mi nombre? Eso es lo que tú has venido a ganarte. Lo que yo me gané en su día. Haz regalos, haz fiestas, tenlos contentos… Dales cosas pero sin que se satisfagan del todo, para que así vuelvan de nuevo a ti (Levantándose de la mesa) ¡Ese es el truco! Ten cerca de tus amigos, pero más aún a tus enemigos… Bachiller José: Gracias padre por tus buenos consejos. Hoy has hecho una gran demostración ante todo el pueblo de tu poder y riqueza. Don Jesús: ¡Cómo demostración! José no tengo ni tienes que demostrar nada… Somos reyes, reinamos aquí… Si pasa algo, lo sabemos. Si hay algún problema, lo solucionamos. Si alguien se equivoca, ¡Le corregimos! ¡Tenemos más poder que el alcalde y el municipio! (Ambos ríen) Bachiller José: Sí padre… Pero yo tengo un problema. Y es que todo rey necesita una reina que permita una descendencia y yo a día de hoy no la tengo… Don Jesús: Pero bueno hijo mío…Ya he pensado en eso. ¿Acaso crees que no pienso en tus intereses? De eso precisamente quería hablarte… ¿Conoces a Laura Cabrera, la hija de don Mendo? (El bachiller asiente con la cabeza) Pues el caso es que el otro día me fijé algo más de lo que me suelo fijar en ella, y tras comprobar

de nuevo su belleza, vi en ella a la madre de tus hijos. No me preguntes cómo pero fue así. Bachiller José: ¿Dónde la viste? Don Jesús: La vi por el camino que baja hacia el pueblo. Ella ayuda a don Mendo en la viña que tienen en las afueras. La vi bajando y un rayo la iluminó y quedé asombrado (Ríen) Bachiller José: Su belleza es innegable, todo el pueblo lo reconoce, pero antes de precipitarme, me gustaría conocerla y no sé, ver que tal. De todas formas, ¿No estaba saliendo con Manuel Olivares, el hijo de tu Lola? Don Jesús: ¿Mi Lola? (Negando con la cabeza de forma airada) No no… Para mi la única mujer es tu fallecida madre que Dios tenga en su regazo. No, Lola es solo mi juguete… Ella está mal, falta de cariño, y yo a veces estoy muy estresado y necesito ya sabes… Bachiller José: No siga padre. Le comprendo perfectamente. Don Jesús: Lola tiene un hijo llamado Manuel que trabaja en la huerta de su fallecido padre. Y al parecer sí, tiene una relación con Laura, pero tu de eso no te preocupes… Don Mendo y yo tenemos que resolver algunos asuntos que podrían cambiar las cosas… Bachiller José: Bien padre. Intentaré hablar con ella cuanto antes. Padre e hijo siguen comiendo en la amplia mesa del comedor y pasan a hablar de toros.

Escena V Al día siguiente, hora de comer. La Lola y su hijo Manuel se encuentran almorzando en el domicilio familiar. Toman sopa algo fría sin dirigirse apenas la palabra.

La Lola: ¿Hoy sales? Manuel: Sí, creo que sí… ¿Tú también no? La Lola: Sí, he de arreglar unos asuntos en el pueblo. No te preocupes, no son muy importantes. Llegaré pronto a casa. Manuel: Madre no comprendo como puedes hacer lo que haces con ese rufián… No me lo explico. La Lola: ¡Cállate niño! A mi no me juzga nadie nada más que Dios. Además, tu no entiendes de estas cosas… Ni sabes lo que he sufrido yo en mis carnes… Así que por favor deja el tema. Manuel: Sí madre. Siguen comiendo sin dirigirse la palabra. De pronto, Manuel deja su cuchara en el plato con un gran golpe que provoca la mirada extrada de su madre. La Lola: ¡Pero Manuel! Manuel: Madre tengo que comentarle una cosa que lleva rondándome la cabeza ya un tiempo… La Lola: Pero… (Aun extrañada) No comprendo nada hijo mío… Manuel: ¿Laura Cabrera? La Lola: Sí… Manuel: Madre. Ella y yo nos queremos. Mantenemos una relación desde hace ya dos años cuando murió padre y creemos que lo nuestro es verdadero. Por eso… queremos casarnos.

La Lola: ¡Hijo mío! (Levanta las manos y le abraza) ¿Y ella ha aceptado? ¿Y qué te ha dicho? ¡Oh Manuel! Y yo pensando que no te casarías nunca… ¡Que alegría! Manuel: Gracias madre. La Lola: ¿Y por qué me lo has dicho a estas alturas? ¡No sabía que te gustase una chica! Manuel: Lleva razón madre, pero tengo un problema. La Lola: ¿Cuál es? Manuel: Pues madre que no tenemos dinero… Vivimos de lo poco que nos da la huerta de padre y don Mendo, el padre de Laura, está ahora mismo muy mal económicamente. Tiene muchas deudas y apenas podrá dar nada… La Lola: ¡Tú no te preocupes por eso! ¡Tengo muchos ahorros guardados! Manuel: (Extrañado) ¿Dónde madre? Aquí en la casa no hay nada… he rebuscado miles de veces en busca de algo y nunca hay nada. La Lola: Quizás es que no está en la casa. Tengo ciertos asuntillos sin resolver de tu padre que generarán beneficios… ¡Una fortuna! Tendrás boda, caballos, banquete, “bailaores”, todo. Manuel: ¿De verdad madre? La Lola: ¿Acaso miente una madre a su hijo? Manuel: ¡Oh gracias! (Se abraza a su madre) Iré a decírselo a Laurita ¡Habrá boda! Manuel sale de la casa con alegría reflejada en el rostro. Su madre, queda sola en la casa. Su semblante cambia a preocupado.

ACTO II Escena I

Rellano de la mansión de don Jesús en el centro de Villaespesa. Don José sale del oratorio particular y se acerca a su compañero de perrerías Cristóbal el Cabeza que le espera en la puerta de la hacienda. Un par de allegados de la familia observan desde la cuadra de la hacienda. Bachiller José: Bueno, ya he hablado con mi padre. Quiere que vayas a casa de don Mendo y le propongas el tema y a ver que le parece (Sonríe con crueldad) Cristóbal el Cabeza: Pero José ¿Si ella no quiere? Según cuentan los dos esos están muy enamorados… No creo que la otra acepte... Bachiller José: Si es lista aceptará. Y espero que lo sea… Cristóbal el Cabeza: ¿Y por qué no vas tú? No tengo tanta labia y además tu hablas mejor que yo… Creo que si se lo dijeses tú, habría más posibilidades de que cambiase de opinión la niña… Don Jesús aparece de repente con un gran puro en la boca. Se acerca a los dos jóvenes que se acaban de verle bajar por las escaleras. Don Jesús: No Cristóbal… Podrían pensar que nos estamos arrastrando para que se de el enlace, y en todo caso, son ellos los que deberían hacerlo. Don Mendo tendría que agradecer a Dios toda la vida, que una hija suya case con un Olivares. Bachiller José: Pero padre, ambos sabemos que Cristóbal no la convencerá por nada. Si unimos el amor que supuestamente se profesan con la mala labia de mi amigo… No sé padre… Cristóbal el Cabeza: Don Jesús si… (Interrumpido por Don Jesús)

Don Jesús: ¡Calla torpe! José tu no irás a la casa de ese campesino por nada… Irá Cristóbal con Juan Miguel y Sancho (Señalando a los secuaces que observan apoyados en las vigas de la cuadra) Don Mendo aceptará sin ninguna duda, tiene demasiadas cuentas pendientes que resolver… Y ahora marchaos que tengo visita dentro de un rato (Los tres hombres desaparecen riéndose)

Escena II

Manuel tras salir de su casa se dirige a la viña de don Mendo donde espera encontrar a Laurita, sin embargo, no halla allí a la bella campesina. Baja por el arenoso camino hacia la casa de esta. De pronto, alguien le llama. Se da media vuelta y ve a su amigo Crispín Palomo montando en un carro tirado por dos caballos más bien estropeados. Crispín Palomo: (Con grandes voces) ¡Manuel, Manuel! ¿Pero adónde vas? Manuel se detiene. El carro se para junto a él. Manuel lo rodea y comprueba que está cargado con hortalizas y demás productos de la tierra castellana. Manuel: Amigo voy a casa de Don Mendo para ver a Laura. Creo que hemos arreglado ya nuestros problemas y veo la boda muy posible… Crispín Palomo: ¡Vaya vaya! ¿Y eso? Manuel: Se lo comenté a mi madre y tras sus felicitaciones, le dije que don Mendo estaba muy mal de dinero al igual que nosotros… (Con cara de sorpresa) Yo pensaba que se desesperaría como yo… Sin embargo, ¡Me dijo que tenía ahorrada una gran fortuna! Crispín Palomo: (Bajándose del caballo) ¿Pero cómo dices? Manuel: (Cogiéndole de los hombros) Me sorprendió tanto como a ti. Al parecer, tenía algunos negocios con gente del pueblo que aún no están resueltos y que ¡Pueden darnos un gran dinero!

Crispín Palomo: No, si al final eres rico y todo (Ambos ríen y se abrazan) Oye, ¿Qué te parece si me acompañas a vender esto a Peal del Rey? Necesitaría otras dos manos para transportar las cajas a la casa de don Martín. Manuel: Pero Crispín yo… Crispín Palomo: ¡Venga Manuel! Llegaremos para la hora de cenar y si quieres antes de llegar a tu casa, te llevo a la casa de Laurita. Si no me acompañas, terminaré a las tantas… Manuel: Bueno, vale… Pero vayamos rápido. Los jóvenes suben al carro. Crispín lleva las riendas mientras que Manuel lo acompaña sentado a su lado. Ambos se alejan lentamente por la vieja carretera que llega a Villaespesa.

Escena III

Comienza a irse la tarde. Salón de la casa de don Mendo. Allí se encuentra el jornalero sentado en una mesa con gesto cansado tras una intensa tarde en su huerta. Lleva una hora haciendo cuentas y dándose cuenta de la mala situación por la que están pasando. Observa con tristeza a sus hijas que juegan con Laurita en el jardín de la casa. Llega

Cristóbal el Cabeza acompañado por los secuaces Juan Miguel y Sancho. Se acercan a la puerta. Cristóbal el Cabeza: (Dirigiéndose a los compinches) Vosotros cerrad el pico… Yo me encargaré de hablar con él y vosotros calladitos detrás de mí… Juan Miguel y Sancho: (Al unísono) Sí jefe… Cristóbal llama a la puerta. Don Mendo abre la puerta y les hace pasar a la pequeña estancia donde descansan los muebles más nobles de la casa. Se sientan en torno a una mesa de apariencia vieja que se encuentra en el centro del saloncito. Don Mendo: Ustedes dirán señores (Pronuncia estas palabras mientras se prepara un cigarrillo) Cristóbal el Cabeza: Caballero, nos envía don Jesús… Representamos sus intereses… A don Mendo se le cambia la cara y carraspea con fuerza la garganta. Intenta disimular el gesto con una sonrisa pero los invitados se han percatado. Don Mendo: Bueno, ¿Y qué desea el señor? Cristóbal el Cabeza: ¡Déjese de tanta modestia! Sabe perfectamente para que venimos… Usted le debe demasiado dinero a don Jesús y está harto de que le diga siempre que ya se lo pagará en especias durante la próxima cosecha… Después le dice que no ha ido bien y ¡Pospone el pago! Don Mendo: Creí haber solucionado esto ya con don Jesús… Lo comentamos el pasado domingo a la salida de la Misa… Cristóbal el Cabeza: (Algo sorprendido con la respuesta) Ya, ya, pero al final nada… Si no tendrá que denunciarte al alcalde, que supongo que sabrá que es muy amigo de don Jesús… Don Mendo se levanta de su butaca y comienza a dar vueltas con nerviosismo por la estancia. De pronto se detiene. Don Mendo: Pero… ¡No puedo pagar! No tengo nada… Cristóbal el Cabeza: Lo sabemos, y don Jesús en un acto más de bondad le propone una nueva oportunidad que le alejaría de la ruina para siempre y de la que debería estar muy agradecido… Don Mendo: ¿Y de qué se trata? Cristóbal el Cabeza: (Incorporándose del asiento) Atiéndame bien caballero, pues la oferta que le proponemos es incomparable. Todo el pueblo la tomaría si se le diese la oportunidad…

Don Mendo: (Algo impaciente) Soy todo oídos… Cristóbal el Cabeza: Usted conoce a don José, el hijo de don Jesús ¿No? Bien, pues ha vuelto al pueblo… Terminó sus estudios y ha vuelto a Villaespesa. ¿Me está comprendiendo no? Don Mendo: Así es. Aunque aún no entiendo que tiene que ver eso conmigo… Cristóbal el Cabeza: No se impaciente buen hombre. El tema es que ahora mismo… El señorito don José busca esposa y don Jesús piensa que (Subiendo la voz) su hija Laura sería una perfecta esposa… ¿Qué me dice don Mendo? ¿No es una noticia maravillosa? Don Mendo queda muy sorprendido, por un lado, querría tomar la oferta sin miramientos pero piensa que en un momento así debe ser él el que lleve el mando independientemente de su problema económico. Don Mendo: (Con aires de superioridad) Bueno, la oferta que me presentas es de celebración… Pero creo que debería reflexionar sobre ella. Me parece precipitado tomar una respuesta así a la ligera. Además, también me gustaría saber lo que piensa mi Laurita… De pronto se abre la puerta que comunica el jardín con el pequeño saloncito. Entra en escena Laurita Cabrera con los ojos muy abiertos como emocionados. Los tres invitados se levantan con respeto. Cristóbal el Cabeza: (Observa la expresión de Laura y piensa que va suplicarle a su padre que decline la oferta) Señorita Laura, creo que ha de hablar tranquila con su padre sobre algo que le hemos propuesto. Laura: (Adoptando un tono y un semblante serio) No se preocupe. He escuchado toda la conversación desde el patio. Ruego que me disculpen pero velo por los intereses de mi padre… Don Mendo: Bueno señores… Me gustaría hablar tranquilamente con mi hija y le daremos nuestra respuesta lo antes posible… Cristóbal el Cabeza: (Incorporándose para despedirse de la familia) Si yo estuviese en su… Laura se acerca a la mesa y mira a Cristóbal para que calle. Este entiende y queda apoyado sobre el escritorio de don Mendo Laura: Padre no hace falta reflexionar sobre el tema… Ya sé mi decisión. Don Mendo: (Muy sorprendido. No reconoce a la hija paciente a la que ha educado) Pero Laura… No crees que… Laura: No padre. Por mí lo tengo claro… Y es que quiero casarme con don José… No tengo duda alguna.

Cristóbal y los compinches se miran extrañados. A Juan Miguel, el más torpe, se le escapa de los labios el nombre Manuel pero Laura, que lo ha escuchado, no reacciona. Don Mendo se levanta. Don Mendo: Bueno señores, en ese caso, creo que la unión es muy factible. El único inconveniente que yo veía era la opinión de ella pero si lo ve tan claro, yo también. Cristóbal el Cabeza: (Observando a Laura pues aún no comprende su comportamiento) Un placer negociar con usted don Mendo. Avisaremos a don Jesús rápidamente que seguro se alegra con las nuevas buenas… Los tres jóvenes abandonan la estancia. Cuando don Mendo se da cuenta no encuentra a Laura y es que se ha encerrado en su cuarto. Se acuerda sobre algo que le dijeron los vecinos sobre su Laura y Manuel, el hijo de la Lola. En un impulso sale al patio y mira la ventana de su hija por si ella comete alguna locura. Sin embargo, le llaman desde dentro, y cuando pasa, comprende que su hija se estaba acicalando para ir a ver a don José.

Escena IV

Sala de las visitas de la mansión de don Jesús. La Lola entra y don Jesús la recibe de forma algo grosera. Para la sorpresa del rico “cacique”, Lola se sienta en un bello taburete con intención de decir algo. Don Jesús: ¿Pero qué quieres ahora mujer? La Lola: Don Jesús, tengo un problema… Don Jesús: (Algo asustado) ¿Pero cómo? No puede ser si… La Lola: (Lo interrumpe con cierto malestar) No señor no. No me refiero a ese tipo de problema. Es algo relacionado con mi hijo Manuel… Don Jesús: Cuéntame que ocurre. La Lola: Señor, ¡Mi hijo quiere casarse! Me lo dijo el otro día y la felicidad ha vuelto a reinar en mi casa… Él está muy ilusionado y yo también ya que pensaba que nunca se cansaría pero Dios ha respondido a mis plegarias… Don Jesús: ¿A sí? ¿Y quien es la novia? La Lola: Pues señor es Laurita Cabrera… Don Jesús: (En ese momento recuerda todo en lo que antes no había caído. Al escuchar ese nombre, se pone furioso) ¡¿Cómo has dicho Lola?! La Lola: (No se percata del enfado de don Jesús) Laura Cabrera señor… Ellos están ilusionados y al parecer se aman; pero hay un problema… Y es que ¡Ay don Jesús! No tengo ni una peseta… Don Jesús: (Acercándose hacia la mujer de manera amenazante) ¿Y me estás pidiendo dinero para pagar la boda no? La Lola: ¡Así es don Jesús! Le he dicho a mi Manuel que conseguiría dinero de los negocios de mi fallecido padre, pero el tema es que yo confiaba en su bondad y sabría que me daría el dinero. Don Jesús explota de rabia. Propina un fuerte guantazo a Lola que cae al suelo. Esta intenta levantarse sin embargo, don Jesús responde con más golpes. Pasan 10 minutos. Entra en la escena don José acompañado por Cristóbal el Cabeza. Bachiller José: (Con alegría) Padre, grandes noticias… Laura ha aceptado, me lo ha dicho Cristóbal. Cristóbal el Cabeza: Así es señor. Pensaba que sería más difícil pero… Bachiller José: Además vendrá esta noche a cenar y podremos conocerla mejor. ¿Qué le parece?

Don Jesús se da la vuelta y enseña un rostro sudoroso. Lanza su correa contra un sillón y se dirige a echarse agua en el rostro. Entonces los dos compañeros descubren un cuerpo tirado en el suelo. Don José se acerca con pasos tranquilos hacia el bulto. Bachiller José: Pero padre, menuda paliza le has dado. Está inconsciente. ¡Vaya! Pero si es la Lola… Don Jesús: (Secándose con una toalla) Hijo mío, han manchado nuestro honor. Mientras que hacíamos nuestra oferta, esta fulana vino a pedirme dinero para una unión entre su hijo y Laura Cabrera. ¡Esto es intolerable! Bachiller José: Pero padre, si Laura ha aceptado… Cristóbal el Cabeza: Así es señor. Esta noche viene a cenar y no mencionó nada de su relación con Manuel. Don Jesús: ¿Es eso cierto? (Comienza a tranquilizarse) Bachiller José: Así es padre. A mí también me ha extrañado mucho, pero no, al parecer es así. Don Jesús: Bueno, entonces la niña es lista ¿Pero y si nos está engañando? ¿Y si se escapa esta noche con ese Manuel? Cristóbal el Cabeza: No habíamos pensado en ello pero… Si así fuese sería un gran golpe para nosotros… Bachiller José: Nuestra imagen se vería muy mancillada padre. Don Jesús: Es cierto. Pero, podemos hacer una cosa… ¿Qué os parece si le hacéis una visita a Manuel para ver lo que trama y así amenazarle un poco? Bachiller José: ¡Buena idea, padre! Cristóbal el Cabeza: Como usted mande jefe… Me llevo a Juan Miguel y a Sancho (Los dos jornaleros hacen un intento de reverencia a don Jesús desde la puerta) Don José, ¿Usted nos acompaña? Bachiller José: Si mi padre no encuentra inconveniente… Don Jesús: Bueno, ve. Los jóvenes se marchan. Don Jesús arrastra el cuerpo de la Lola, que sigue sin despertar, junto a los caballos en la cuadra.

Escena V

El bachiller José, Cristóbal el Cabeza y los dos secuaces han buscado en el campo a Manuel pero no lo han encontrado. Preguntan a Pepi en la posada y se enteran que ha salido a Peal del Rey con Crispín Palomo. Deciden esperarlo en una cuneta a la entrada del pueblo. Comienza a anochecer. Bachiller José: Pero, ¿Dónde están estos dos? Llevamos ya aquí tirados casi dos horas… Cristóbal el Cabeza: Paciencia señorito… No tardarán mucho más. Habrán esperado a que cierren las tiendas y ya estarán regresando. Sancho y Juan Miguel que estaban un poco más alejados se acercan corriendo Sancho: ¡Señores ya vienen! Van montados en un carro… Bachiller José: Perfecto. Les daremos una calurosa bienvenida. (Prepara su navaja y con un gesto insta a los demás a hacerlo) Llega el carro conducido por Crispín Palomo. Manuel está a su lado con gesto cansado y dormitando. Cristóbal el Cabeza se pone delante para que no avance el vehículo mientras que los demás se sitúan al lado del camino Cristóbal el Cabeza: Buenas noches caballeros… Crispín Palomo: ¡Pero qué puñetas! (Frenando en seco) ¡Bueno! Si eres tú… Debería haber dejado a los caballos que te atropellasen. Cristóbal el Cabeza: Cuidado con lo que dices, imbécil… ¡Despierta a tu amigo!

Manuel Olivares: (Incorporándose repentinamente) Ya lo estoy. Habla ¿Qué quieres? Bachiller José: (Entrando en la escena) ¡Bajad del carro ahora mismo! Los dos ocupantes del carro se miran sorprendidos… Obedecen y se bajan… Bachiller José: Sentaos amigos que tenemos que hablar. Todos se sientan. Sancho y Juan Miguel permanecen en la penumbra Crispín Palomo: ¿Qué ocurre? Bachiller José: ¿Os habéis enterado de las nuevas noticias? Manuel: ¿Cuáles? Isidoro el Cabeza: ¡El señorito se casa! (Don José y él se ríen) Crispín Palomo: ¿Se casa? Muy bien por él… No tenemos nada que ver aquí… Manuel: ¿Con quién? (Ha hecho la pregunta pálido, y mirando fijamente a el bachiller José que también le mantiene la mirada con una cruel sonrisa) Crispín Palomo. ¡Vaya sorpresa! ¿No lo sabéis? (Mira al bachiller para que los saque de dudas. Sigue mirando fijamente a Manuel con la “sonrisilla”) Bachiller José: (Dice despacio e hiriente) Laura… Cabrera. Manuel se lanza sobre el bachiller José intentando clavarle las uñas en los ojos. Crispín Palomo e Isidoro el Cabeza también se enzarzan sacando las navajas y lanzando cuchilladas al aire. Sancho y Juan Miguel acuden corriendo. Tiran de Manuel, que llora de furia, y lo sujetan tirándolo al suelo Bachiller José: ¡Serás cerdo! ¡Me has roto la chaqueta! (Manuel grita, hace esfuerzos por zafarse de los secuaces pero es imposible. Don José se incorpora, observa y señala algo. Manuel mira) Junto a un árbol, está Cristóbal el Cabeza limpiando la navaja con un pañuelo ensangrentado. A sus pies está Crispín Palomo tieso y tendido bocarriba. Tiene el vientre atravesado y de la herida no para de emanar sangre que ya empieza a formar un rojizo charco. Lo han asesinado Cristóbal el Cabeza: (Dando un puntapié al cadáver) ¡Mira! Ahora no eres tan gracioso… Sabía que hablabas mal de mí a todo el pueblo y este es tu castigo. Ya no hablarás más… (Le escupe en el pecho y se acerca al bachiller José que le mira con cara de satisfacción)

Bachiller José: (Mirando a Manuel que sigue tendido) Tu amigo ya no me darás más problemas… Pero tú quizás sí… No voy a matarte. Voy a hacerte algo peor que eso… Te voy a desgraciar la cara para que ya nadie te ame jamás y vas a vivir sabiendo que tu novia te abandono por mí… ¿Qué te parece? (Manuel no responde. Está llorando en silencio) En ese momento ocurre algo inesperado… Aparece Laurita por el camino y se acerca a la cuneta donde están todos. Cristóbal el Cabeza sujeta la navaja junto a la cara de Manuel que la ha visto y la mira con los ojos llenos de lágrimas pero sonriendo porque él sabía que volvería… Laura le mire un instante, pero no se acerca a él. Se acerca a bachiller José Laura: Vamos, don José… No haga impacientar a su padre… (Le coge de la mano y ambos comienzan a andar mientras que Cristóbal el Cabeza sigue con el cuchillo amenazando la cara de Manuel) Manuel: ¡Laura! ¡Laura! ¿Es cierto esto? (Ella no responde. Manuel grita, cada vez más fuerte, ya no se le entiende apenas. Tose, vomita de espanto) ¡Laura! ¡Laura no! (La pareja se ha ido. Manuel susurra) Laura, te amo… Cristóbal el Cabeza le desfigura el rostro. Manuel no grita.

ACTO III Han pasado 25 años. La Guerra Civil ha terminado. Villaespesa ha sido uno de los pocos pueblos donde la guerra apenas ha dejado huella. El pueblo ha crecido y es ahora uno de los más importantes de la comarca manchega. Los campos se están modernizando y mucha gente se ha trasladado a vivir aquí. Muchos nuevos comercios han abierto, la zona es la de las más ricas de la zona y los terrosos caminos van dejando paso a mejores vías de comunicación.

Escena I

Es otoño y la nueva carretera que llega a Villaespesa se encuentra guardada por altos árboles de los que caen hojas rojizas. Un caminante avanza con paso tranquilo pisando el manto de hojarasca que recubre el camino. Lleva una larga capa que arrastra por el suelo y un amplio sombrero de fieltro muy calado que impide ver su rostro con claridad. Se sienta a descansar junto a un árbol y entabla un monólogo consigo mismo. Caminante del sombrero: Sí, creo que era por aquí (Aparta las hojas con sus botas) ¿Ves cómo yo llevaba razón? Aún puedo ver aquí su sangre. Yo nunca me equivoco. La dejó para que la encontrase ¡Tú siempre tan listo! (Avanza al otro extremo del camino y se detiene en un clareado de hojas) ¡Y aquí donde me encontró ella! Cómo venía la pobre… Tuvo que hacer un esfuerzo enorme con esa pierna rota (Se ríe de de forma extraña) ¡Y aquí están todavía las marcas de las ruedas! Hay que ver… Que brutos son algunos… Pasa el tiempo y no limpian nada… (Se coloca en el centro del camino e impide que el sol le dé en los ojos con la mano. Los aprieta para ver mejor) A ver, el carro avanzó por aquí… Sí, exactamente… Todo como ella lo dejó. Seguimos el camino y ya… Llegamos al día siguiente ¡Eso es! (Sigue por el camino avanzando con pasos firmes, parece que esté midiendo la distancia) Villaespesa se ve a lo lejos. Desde ese punto de la vía puede apreciarla entera. Se encarama a una roca. Caminante del sombrero: ¡Vaya! ¡Cómo ha cambiado mi pequeño pueblo! (Distingue la plaza, el ayuntamiento, la posada de Pepi que ahora está mucho más

cuidada. Sigue mirando, y distingue la Iglesia. Al verla baja rápidamente la cabeza y se retuerce) Allí me encontraba con ella… (Cambia la cara) Quería decir que, que, muy mal… Ese nuevo edificio no debería estar ahí… Impide que se vea bien la sierra ¡Anda! ¡Si esa casa parece la de mi tío Julián! Como se nota que en Valladolid sí que saben hacer las cosas bien… Pero la de mi tío es incluso más grande ¿Qué estará haciendo él ahora? Leyendo seguro… Madre no me dijo nada de su biblioteca. Si no fuese por él no habría dormido tan bien estos años… No me quería decir nada de él porque era un secreto (Vuelve a reírse de forma extraña). Sigue avanzando por el camino pero ahora solo mira el suelo. A su alrededor están los campos de cultivo. Estos han cambiado mucho y las máquinas aplastan sudor y besos en la hierba

Escena II

Plaza de Villaespesa. El desconocido ha llegado al pueblo y tras pasar sin mirar la fachada de la Iglesia se sienta en un banco. Los niños juegan a su alrededor, los ancianos le miran desde los otros asientos. Al darse cuenta, se cala aún más el sombrero. Caminante del sombrero: ¿Ahora quieren verme? Nada de eso… No sabrán quien soy. Tanto tiempo y ahora quieren acordarse, pero yo ahora no les dejaré (Reconoce algunos rostros y habla sin que le escuchen) ¡Don Miguel! ¡Don Juan! Parece que Pepi y Miguel ya no son los dueños de la posada… A esos no los conozco… ¡Vaya pero si es el joven Ignacio Ledesma! Como ha crecido… Y parece que vive bien ¡Parece un ricachón! (Sube la voz) ¡Ya somos dos, amigo! (Los ancianos le observan) ¡Já! Se creen que soy otro loco afectado por la guerra… Pero no, no estoy loco… Si supiesen el dinero que tengo… Tío Julián siempre ha sido

muy bueno conmigo. Demasiado bueno. Debo regresar pronto a Valladolid, mi alto cargo en la empresa lo requiere… Sí, eso dice mi tío. Que si me voy de su casa la empresa tendrá que cerrar porque soy muy importante (Se levanta y se dirige a la nueva posada). Espero que no se preocupe ¡Solo van a ser dos días! Madre me habría acompañado, pero ella ya se marchó. (Mira el nuevo reloj que hay en el ayuntamiento) ¡Vaya si ya son las siete! Debería prepararme para esta noche… Tengo que estar impecable para la boda… Podría pedir la alcoba de la posada durante unas horas… Eso haré (Se dirige hacia la posada, siempre con el gorro calado).

Escena II

Alcoba de la nueva posada de Villaespesa. Los muebles están colocados de forma graciosa y por la ventana se escucha el bullicio del pueblo que comienza a irse a sus casas. El desconocido cierra la ventana y comienza a desvestirse. El caminante del sombrero: Es mejor que me quite esta ropa llena de polvo y recuerdos… Ya tengo preparado el traje aquí (Deja un paquete marrón sobre la mesa). Intentaré dormir un poco… Aunque sé que es imposible… Aún. Ya tendré tiempo de dormir después de la fiesta… Pero… No creo que esté invitado (Se tiende en la cama). No se acordarán de mí y yo sí que me acuerdo de ellos (Risa extraña) Llevo veinticinco años acordándome todas las noches ¡Todas! Llevo sin dormir todo este tiempo… Es normal que no tenga la cara cuidada. Así que, para eso he venido… Para poder dormir… Y solo ellos me van a dejar hacerlo. Pasan los minutos, las horas. El reloj del ayuntamiento señala las 10. Ya nada se escucha en el pueblo y es que todo el mundo duerme. Todos menos el desconocido que permanece con los ojos abiertos. A veces se retuerce de forma extraña, otras parece que llorase, sin embargo, su desfigurado rostro no permite apreciar sus sentimientos. El caminante del sombrero: Es la hora de mi boda… Debería prepararme ya (Recoge el paquete marrón y saca de él una elegante chaqueta, pantalones,

zapatos y una pequeña nota) Aquí está la casa… Aquí es donde viven, al menos eso me dijo madre. Podría haberme engañado… Ya lo hizo una vez ¿Y por qué no me ha acompañado? Madre se marchó… Se marchó por haberme engañado, no debió hacerlo (Se viste) ¿Madre estoy elegante? Responda… No esté enfadada conmigo por favor. Usted se equivocó al engañarme y… Tuvo que pagar por ello ¿Le gusta entonces mi traje? Bueno, voy a la casa. Espero que no se haya equivocado. Tengo que coger también las cerillas y la vela… Aquí están… Ya está todo listo. Según la dirección está a las afueras del pueblo (Leyendo) “Al lado del camino de tierra roja. Una casa grande de techos de dientes de sierra. Son una familia feliz, con tres hijos pequeños. Él es un rico hacendado, de los más ricos de la provincia. Ella es muy guapa, apenas se sabe nada de su pasado. Son un matrimonio muy respetado y su vida parece cómoda. No entiendo el motivo de sus preguntas doña Lola”. (Una lágrima roja cae en el papel. Lo rompe) Recoge su sombrero, se lo coloca, y recoge el paquete marrón. Su semblante deforme es serio, no muestra ningún sentimiento. No puede hacerlo. Se marcha de la estancia por fin.

Escena III

Casa de los de Toro en las afueras. El caminante del sombrero ha entrado por una ventana a un saloncito ricamente amueblado. La única luz que hay es la de la luna, de tinte rojizo, que entra por los pequeños ventanales. Hay unas escaleras de madera que suben a segundo piso. A la estancia se abren las puertas de cuatro habitaciones. El desconocido no hace ruido, se está acercando a las escaleras desde donde oye unos suaves ronquidos de adulto. De pronto se abre una puerta, aparece un niño pequeño rubio en pijama de unos cinco años. Mira al desconocido con sus ojos cansados. Niño rubio: ¿Quién eres? El caminante del sombrero: (Calándose el sombrero y sentándose en el suelo) Soy papá. Niño rubio: ¿Papá? Papá está durmiendo… El caminante del sombrero: Soy alguien especial… Alguien que he pensado mucho en ti, en cómo serías. Siéntate, quiero hablar contigo. El niño obedece y se sienta. No está asustado. Le hace gracia el sombrero que lleva el visitante. Este con un gesto le dice que hable en voz baja para que no les escuchen. El pequeño asiente. El caminante del sombrero: ¿Cómo te llamas? Niño rubio: Jesús. El caminante del sombrero: Anda, ¿Cómo tu abuelo, no?

Niño rubio: Sí… Pero el ya murió… Estaba muy mayor… Me quería mucho. Me llevaba todos los días a sus campos para ver cómo se trabaja en el campo. Él fue el que les presentó a mi padre y a mi madre… El caminante del sombreo: ¿A si? Qué pena… ¿Él fue el que los presentó? ¿Dónde? Niño rubio: No lo sé señor… Creo que mi madre me dijo un día que en una fiesta… Pero, no me acuerdo muy bien… El caminante del sombrero: Háblame de ellos… Niño rubio: Mi padre se llama José. Es muy rico… Me compra muchas cosas, sobre todo aviones… Me encantan los aviones. Tengo una colección en mi cuarto, mi hermano dice que… (Le interrumpe de forma brusca) El caminante del sombrero: ¿Y tu madre? Niño rubio: Mi madre… Mi madre… El caminante del sombrero: (Ansioso) Sí. Ella… Niño rubio: Pues… mi madre se llama Rosario… Y (Vuelve a interrumpirle de forma aún más brusca) El caminante del sombrero: No me mientas muchacho… Puedo romperte el cuello de un golpe… (Sujeta la vela amenazante) Niño rubio: ¡Mi madre se llama Rosario! (El niño se incorpora asustado) ¡Papá! ¡Papá! El desconocido también se levanta. Está desorientado. Sujeta la vela con una mano. El pequeño no para de gritar, ante los gritos aparece una señora del servicio que enciende las luces, ella también grita. El caminante se lanza a ella para callarla pero tropieza y cae de bruces perdiendo el sombrero y mostrando así su desgraciado rostro. Los demás hijos también aparecen y todos chillan al ver al espectro. Don José acompañado de su mujer que lo sigue bajan por las escaleras despiertos por el griterío. Don José: ¿Pero qué es todo esto? (Grita de espanto al ver al deforme) El caminante del sombrero: (Se lanza a los pies de las escaleras por las que baja la pareja. Mira a la mujer que está detrás de don José y se da cuenta de que no la conoce de nada. Agarra al hacendado y lo estampa contra la pared) ¡José! ¿Dónde está Laura? Don José: (Sigue gritando al ver tan de cerca el feo rostro. El caminante le golpea, lo espabila) ¿De qué me hablas demonio? El caminante del sombrero: ¡Laura Cabrera! ¿Dónde está ella? ¿Dónde está tu mujer?

Mujer de don José: ¡Está loco! ¡Va a matarnos! Don José: ¡Calla Rosario! (Intenta calmarse del susto. Mira fijamente al visitante) Tú… tú… Eres Manuel… Manuel Olivares… ¡Oh Señor! Manuel: ¡Responde José! Don José: Llegas tarde… (Se ríe mientras recuerda el pasado) Manuel: ¿Qué dices? ¡Contesta! Don José: ¡Laura se fue! ¿Entiendes? ¡Se fue! Cuando ella llegó a la cuneta donde estábamos, me marché de su mano… Se quedó a cenar en la casa de mi padre. Cuando terminamos ella se quedó allí. Me dijo que me diese un paseo y que cuando regresase la encontraría en mi cuarto, lista para darme una sorpresa… (Se ríe amargadamente) Regrese a la cuneta para ver que habían hecho con el cadáver de tu amigo y cuando llegué, vi cómo tu madre y tu os ibais en un carro alejándoos poco a poco de Villaespesa. Pensaba que no volverías jamás… (Manuel le mira con impaciencia y no deja de agarrarle. Cada vez más fuerte) Luego, cuando llegué a mi casa… Fui a buscarla a mi cuarto tal y como ella me dijo. Entré y no estaba. Pensé que era un juego, que se escondía de mí. Pero vi los cajones y los armarios de mi cuarto revueltos, corrí al dormitorio de mi padre… Allí estaba él tumbado en el suelo, inconsciente con un fuerte golpe en la cabeza. También los cajones y los armarios estaban abiertos… (Ríe) La muy fulana se llevó todo el dinero y joyas que encontró… Un buen pellizco, la verdad… Debería haber ido a buscarla, pero tenía que curar a mi padre y esos gandules estaban ocupados deshaciéndose del cadáver de tu amigo… Manuel: ¿Qué paso después? Don José: A la mañana siguiente, fui a buscarla a su casa. Pensaba que don Mendo y sus hijos no estarían allí… Que al ver el dinero habrían huido lejos de Villaespesa y habrían vivido cómodamente… Sin embargo, allí estaba don Mendo, con sus hijas pequeñas. Él me preguntó por ella a mí… No supe que decirle, no les había dejado ni una sola peseta. Mi padre pensó que se habría ido contigo y que ahora seríais felices… Pero ya veo, que ni siquiera se interesó por ti. Maldita sea… No sé nada de ella desde entonces… Me casé con Rosario e intenté olvidar lo sucedido… Yo era muy joven. No pensaba… Ahora tengo hijos, hijos pequeños y soy un hombre de bien. Y en cuanto… Manuel suelta a don José, se dirige hacia la puerta pero vuelve a tropezar. Se golpea el rostro que empieza a sangrar. Abre la puerta y sale.

Escena IV

Camino de las afueras de Villaespesa donde se sitúa el domicilio de los de Toro. Manuel sale de la casa y se queda en la vía.

Manuel: (Gritando y con los brazos en alto) ¡Laura! ¡Laura! ¿Dónde estás? Veinticinco años sufriendo… Veinticinco años llorando cada noche… Veinticinco años sin dormir… Imaginándote con tus hijos, los hijos de ese pendenciero… Y hoy me entero que no te casaste… ¡Que huiste de él! ¡Que huiste de todo! ¿Por qué no me has buscado? Seguro que lo hiciste… Pero no me has encontrado… Tú me sigues amando, lo sé, siempre lo has hecho… ¡Te encontraré! Buscaré a don Mendo y él me dirá donde has estado todo este tiempo… No te fuiste con él porque ibas a irte solo conmigo ¡Ya entiendo todo! ¡Quiero entenderlo así! Un carro tirado por dos caballos aparece por el camino. Es noche cerrada y apenas se ve nada. Manuel sigue en el medio. El conductor sigue conduciendo pero ve a Manuel a los pocos metros gracias al farol que lleva. Manda parar a los caballos, sin embargo estos mientras frenan ven el abominable rostro deforme de de Manuel. Se asustan, siguen corriendo y atropellan a Manuel. Este es pisoteado por los caballos y yace en el suelo. El conductor no para y asustado sigue por el camino. Manuel: Laura… Laura… Perdóname… Te amo. Manuel exhala su último suspiro pensando en ella. Su último pensamiento es para ella. Ha muerto loco, tirado como un perro en el sucio camino de tierra roja.

Fin

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