1

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Vettina

Axcia

Lina Loops♥

JesMN

Aria

Mona

Pachi15

Shari Bo

nElshIA

Laura Soto

Nelly Vanessa

Bluedelacour

Agus901

Malu_12

Niki26

Nayelli

Sofia A.

Isa 229

Valen Drtner

Corazón de Tinta

Vettina Carosole

3 AriannysG

Nayelii

Elena Ashb

xx.MaJo.xx

Osma♡

maggiih

Pachi15

Pachi15

Francatemartu

Sinopsis

Capítulo 21

Prólogo

Capítulo 22

Capítulo 1

Capítulo 23

Capítulo 2

Capítulo 24

Capítulo 3

Capítulo 25

Capítulo 4

Capítulo 26

Capítulo 5

Capítulo 27

Capítulo 6

Capítulo 28

Capítulo 7

Capítulo 29

Capítulo 8

Capítulo 30

Capítulo 9

Capítulo 31

Capítulo 10

Capítulo 32

Capítulo 11

Capítulo 33

Capítulo 12

Capítulo 34

Capítulo 13

Capítulo 35

Capítulo 14

Capítulo 36

Capítulo 15

Capítulo 37

Capítulo 16

Capítulo 38

Capítulo 17

Capítulo 39

Capítulo 18

Capítulo 40

Capítulo 19

Capítulo 41

Capítulo 20

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Sinopsis ¿A

lguna vez has estado tan enojado que golpear cosas se siente bien? ¿O tan insensible que en realidad te sientes embriagado? Los últimos años han sido así para mí. Viajando entre la furia e indiferencia sin paradas entremedio. Algunas personas me odian por eso, mientras otras me tienen miedo. Pero ninguno de ellos puede herirme, porque no me importa nada ni nadie. Excepto Tatum. La amo tanto que la odio. Solíamos ser amigos, pero descubrí que no podía confiar en ella o en nadie más. Así que la lastimé. La alejé. Pero aún la necesito. El verla me centra, y puedo acumular todo mi enojo en ella. Involucrarla, retarla, intimidarla… son mi comida, mi aire, y la última parte de mí que se siente humana en absoluto. Pero ella se fue. Se fue a Francia por un año, y volvió como una chica diferente. Ahora, cuando empujo, ella empuja de regreso.

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Prólogo M

i nombre es Jared. Mi nombre es Jared. Mi nombre es Jared.

Continuaba repitiéndolo una y otra vez, tratando que mi corazón dejara de latir tan rápido. Quería ir y conocer a nuestros nuevos vecinos, pero estaba nervioso. Había una niña viviendo al lado ahora, probablemente de diez años como yo, y sonreí cuando vi que usaba gorras de béisbol y zapatillas Chuck. Otras niñas en mi vecindario no se vestían así, y era bonita, también. Me apoyé en el alfeizar, revisando la casa de al lado, viva con música y luz. Nadie había vivido ahí por mucho tiempo, e incluso antes eran solo personas mayores. Un gran árbol se encontraba entre nuestras casas, pero aún podía ver a través de las hojas verdes. —Hola, cariño. Giré mi cabeza para ver a mi mamá apoyándose en el marco de la puerta de mi habitación. Estaba sonriendo, pero sus ojos estaban llorosos, y su ropa arrugada. Estaba enferma de nuevo. Se enfermaba cuando bebía las bebidas embotelladas. —Vi que tenemos nuevos vecinos —continuó—. ¿Los conociste? —No. —Sacudí mi cabeza, mirando de vuelta fuera de la ventana, deseando que se fuera—. Tienen una niña. No hay niños. —¿Y no puedes ser amigo de una niña? —Su voz se quebró, y la escuché tragar. Sabía lo que venía, y mi estómago se contrajo. —No, no puedo. No me gusta hablar con mi mamá. En realidad, no sé cómo hablar con ella. Estaba mucho solo, y ella me hacía enojar. —Jared —comenzó pero no continuó. Después de un momento, la escuché alejarse y cerrar de golpe una puerta abajo por el pasillo. Probablemente fue al baño a vomitar.

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Mi mamá bebía mucho alcohol, especialmente los fines de semana, y de repente no quería conocer a la niña de cabello rubio de al lado. ¿Y qué sí parece genial y le gustaba montar bicicletas? ¿O qué si podía escuchar Alice in Chains viniendo de su habitación? Al menos creo que era su habitación. Las cortinas estaban cerradas. Me paré derecho, listo para olvidarlo e ir hacerme algo de comer. Mi mamá probablemente no iba a cocinar esta noche. Pero entonces vi las cortinas de la niña abrirse, y me detuve. Ella estaba ahí. ¡Esa era su habitación! Y por alguna razón, sonreí. Me gustaba que nuestras habitaciones estuvieran una frente a la otra. Entrecerré mis ojos para verla mejor mientras abría las puertas dobles pero luego se ampliaron cuando vi lo que estaba haciendo. ¿Qué? ¿Estaba llorando? Abrí mi ventana y miré afuera en el aire nocturno. —¡Oye! —le grité—. ¿Qué estás haciendo? Ella alzó su cabeza, y mi respiración se quedó atrapada cuando la vi tambalearse en la rama en la que trataba de balancearse. Sus brazos se agitaron de lado a lado, y yo estaba inmediatamente fuera de mi ventana y escalando el árbol tras ella. —¡Ten cuidado! —grité cuando ella se agachó y se sujetó de la gruesa rama con sus manos. Trepé en el árbol mientras sostenía una rama a lado de mi cabeza para apoyarme. Niña estúpida. ¿Qué está haciendo? Sus ojos azules estaban tan grandes mientras se apoyaba en sus manos y piernas, sosteniendo el árbol mientras se sacudía debajo de ella. —No puedes solo subir arboles por ti misma —argumenté—. Casi te caes. Ven aquí. —Me incliné para tomar su mano. Mis dedos cosquillearon al instante, como cuando una parte de tu cuerpo se duerme. Ella se levantó, sus piernas temblando, y me sujeté a una rama arriba de mi cabeza al dirigirnos al tronco del árbol. —¿Por qué hiciste eso? —se quejó detrás de mí—. Sé cómo trepar árboles. Me asustaste, y es por eso que casi me caí. Miré hacia ella y me senté en una gruesa parte interior del árbol. —Seguro. —Sacudí mis manos en mis largos pantalones cortos caqui.

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Miré hacia nuestra calle, Paseo Fall Away, pero no podía quitarme el sentimiento de su mano en la mía. El zumbido se extendió arriba por mi brazo y sobre todo mi cuerpo. Era como si todos mis cabellos se levantaran, y como que quería reírme, porque hacía cosquillas. Ella siguió de pie ahí, probablemente haciendo una mueca, pero después de unos segundos tomó asiento junto a mí. Nuestras piernas colgaban juntas fuera de la rama. —Entonces —habló, apuntando a mi casa—. ¿Vives ahí? —Sí. Con mi mamá —dije, y bajé la mirada hacia ella justo a tiempo para ver sus ojos caer, y comenzó a jugar con sus dedos. Se veía triste por unos segundos, pero entonces sus cejas se juntaron, y parecía como si estuviera intentando no llorar. ¿Qué dije? Aún estaba vestida en los mismos overoles en que la había visto antes hoy cuando estaba descargando la camioneta de mudanzas con su papá. Su cabello colgaba suelto, y además de algo de tierra en sus pantalones, lucía limpia. Nos sentamos ahí por un minuto, mirando hacia la calle, escuchando el viento susurrando las hojas alrededor de nosotros. Parecía realmente pequeña junto a mí, como si en cualquier momento se pudiera caer de la rama, incapaz de sostenerse. Sus labios estaban hacia abajo en las esquinas, y no sabía por qué estaba tan triste. Todo lo que sabía era que no quería ir a ningún lado hasta que se sintiera mejor. —Vi a tu papá —comencé—. ¿Dónde está tu mamá? Su labio inferior tembló, y alzó la mirada hacia mí. —Mi mamá murió en la primavera. —Sus ojos tenían lágrimas, pero tomó largos respiros, como si estuviera tratando de ser fuerte. Nunca conocí a un chico que tuviera a un padre muerto, y me sentí mal porque no me gustara mi mamá. —No tengo un papá —le dije, tratando de hacerla sentir mejor—. Se fue cuando era un bebé, y mi mamá dice que no era un buen hombre. Al menos tu mamá no te dejo, ¿cierto? Sabía que sonó estúpido. No quería hacerlo parecer como que lo tenía mejor que yo. Solo sentí que debía decirle lo que fuera para hacerla sentir mejor. Incluso abrazarla, que era lo que realmente quería hacer ahora. Pero no lo hice. Cambié el tema.

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—Vi que tu papá tiene un auto antiguo. Ella no me miró, pero rodó sus ojos. —Es un Chevy Nova. No solo un auto antiguo. Sabía lo que era. Quería ver si ella lo sabía. —Me gustan los autos. —Pateé mis zapatos DC, dejándolos caer al suelo, y ella hizo lo mismo con sus zapatillas rojas. Nuestros pies descalzos se balancearon adelante y atrás en el aire—. Voy a correr en el Loop un día — le dije. Sus ojos se animaron, y se giró hacia mí. —¿El Loop? ¿Qué es eso? —Es una pista de carreras donde los chicos grandes van. Podemos ir ahí cuando estemos en la secundaria, pero tenemos que tener un auto. Puedes venir y animarme. —¿Por qué no puedo competir? —Se veía enojada. ¿Hablaba en serio? —No creo que dejen a las niñas competir —dije, tratando de no reírme en su cara. Entrecerró sus ojos y miró de vuelta hacia la calle. —Tú harás que me dejen. Las esquinas de mi boca se alzaron, pero contuve mi risa. —Quizás. Totalmente. Ella sostuvo su mano para que la sacudiera. —Soy Tatum, pero todos me llaman Tate. No me gusta Tatum. ¿Entiendes? Asentí, tomando su mano en la mía y sintiendo una avalancha de calor se extendió en mi brazo otra vez. —Soy Jared.

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Uno 6 años después

L

a sangre se derrama de mi labio inferior y en el suelo como una larga franja de pintura roja.

Dejo que se acumule en mi boca hasta que se escurre, ya que todo me duele malditamente demasiado como para escupir. —Papá, por favor —le ruego, mi voz temblando mientras mi cuerpo se estremece de miedo. Mi madre tenía razón. Él es un hombre malo, y ojalá nunca hubiera hablado de dejarme pasar el verano con él. Me arrodillo en el suelo de la cocina, temblando, con las manos atadas a la espalda. La picazón de la cuerda muerde mi piel. —¿Está rogando, pequeña marica? —gruñe, y la correa da un latigazo en mi espalda de nuevo. Aprieto mis ojos con fuerza, haciendo una mueca, mientras el fuego se extiende a través de mis omóplatos. Cierro mi boca, trato de no hacer ruido mientras que respiro por la nariz hasta que se desvanece la quemazón. La piel de mis labios se siente más estirada y se hincha, y el sabor metálico resbaladizo de la sangre llena mi boca. Tate. Su cara parpadea en mi mente, y me arrastro de vuelta a mi cabeza donde está. Dónde estamos juntos. Su cabello de sol flota en el viento mientras subimos las rocas alrededor de los peces del estanque. Siempre subo detrás de ella en caso de que tropiece. Sus tempestuosos ojos azules sonríen hacia mí. Pero mi padre se abre paso. —¡No ruegues! ¡No te disculpes! Eso es lo que obtengo por dejar que esa marica te criara todos estos años. Nada eres más que un cobarde ahora. Eso es lo que eres. Mi cabeza se sacude hacia atrás y me arde el cuero cabelludo mientras él me da un tirón en mi cabello para mirarlo a los ojos.

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Mi estómago rueda cuando huelo la cerveza y los cigarrillos en su aliento. —Por lo menos Jax escucha —exclama, y mi estómago se sacude de náuseas—. ¿No es eso correcto, Jax? —grita por encima del hombro. Mi padre me suelta y se acerca a la congeladora en la esquina de la cocina y golpea dos veces la tapa. —¿Todavía estás vivo ahí? Todos los nervios de mi cara disparan de dolor mientras trato de contener las lágrimas. No quiero llorar o gritar, pero Jax, el otro hijo de mi padre, ha estado en el congelador durante casi diez minutos. ¡Diez minutos enteros y sin hacer ruido! ¿Por qué mi padre está haciendo esto? ¿Por qué está castigando a Jax cuando está enojado conmigo? Pero me quedo callado, porque así es como le gustan sus hijos. Si consigue lo que quiere, tal vez deje a mi hermano. Tiene que estarse congelando allí, y no sé si tiene suficiente aire. ¿Por cuánto tiempo puede alguien sobrevivir en un congelador? Tal vez ya esté muerto. Dios, ¡es sólo un niño! Parpadeo las lágrimas. Por favor, por favor, por favor… —Entonces… —Mi padre se acerca a su novia Sherilynn, una cabeza de cabello loco, y a su amigo Gordon, un delincuente trasero de mierda espeluznante que me mira raro. Ambos están sentados en la mesa de la cocina disfrutando de la droga que está en el menú de hoy, sin prestar atención a lo que está pasando con los dos niños indefensos en la habitación. —¿Qué piensan ustedes? —Mi padre pone una mano en cada uno de sus hombros—. ¿Cómo vamos a enseñarle a mi hijo a ser un hombre? Me desperté, mi pulso golpeó mi cuello y cabeza. Una gota de sudor se deslizó por encima de mi hombro, y parpadeé, al ver mi propia habitación y paredes salir a la luz. Está bien. Respiré con fuerza. No están aquí. Fue solo un sueño. Estaba en mi propia casa. Mi padre no estaba aquí. Gordon y Sherilynn se habían ido desde hace mucho. Todo está bien. Pero siempre tenía que asegurarme. Mis párpados eran pesados como la mierda, pero me senté y rápidamente recorrí la habitación. La luz de la mañana pasó a través de mi

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ventana como una bocina de aire, y llevé mi mano a proteger mis ojos de los dolorosos rayos. La mierda en mi tocador había sido empujada al suelo, pero no era raro que hiciera un lío cuando estaba borracho. Aparte de algo de desorden, la habitación era tranquila y segura. Dejé escapar un largo suspiro y respiré de nuevo, tratando de frenar mi corazón al continuamente mirar de izquierda a derecha. No fue hasta que había hecho un círculo completo que mis ojos finalmente descansaron en el bulto a mi lado en la cama. Ignorando el dolor entre mis ojos por el alcohol de anoche, moví la manta hacia atrás para ver a quien había sido lo suficientemente tonto, o bebido lo suficiente, para dejarla pasar toda la noche en mi casa. Grandioso. Otra puta rubia. ¿Qué demonios estaba pensando? Las rubias no eran lo mío. Siempre parecían buenas chicas. No exóticas o incluso remotamente interesantes. Demasiado puras. Se veían como el tipo de chica de al lado. ¿Y quién realmente quería eso? Pero en los últimos días, cuando las pesadillas habían comenzado de nuevo, todo lo que había querido eran rubias. Era como si tuviera un poco de presión por la enfermedad de auto-destrucción sobre la rubia a la que me encantaba odiar. Pero… tenía que admitir, la chica era caliente. Su piel parecía suave, y tenía buenos pechos. Creo que había dicho algo acerca de estar en casa para el verano desde Purdue. No creo que le mencioné que tenía dieciséis años y todavía estaba en la secundaria. Tal vez sacaría eso a colación cuando ella se despierte. Solo por diversión. Apoyé la cabeza hacia atrás, con demasiado dolor como para sonreír, incluso a la imagen de ella enloqueciendo. —¿Jared? —llamó mi madre a la puerta y levanté la cabeza, encogiéndome. La cabeza me latía como si alguien hubiera clavado un tenedor en ella toda la noche, y no quería lidiar con ella en estos momentos. Pero salté de la cama de todos modos y me dirigí a la puerta antes de que la chica junto a mí se moviera. Al abrirla un poco, miré a mi madre con tanta paciencia como pude reunir.

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Llevaba pantalón de chándal de color rosa y una ajustada camiseta de manga larga, agradable para un domingo, en realidad, pero del cuello para arriba, era un lío, como de costumbre. Tenía el cabello en un moño, y el maquillaje del día anterior se había corrido bajo sus ojos. Su resaca probablemente rivalizaba con la mía. La única forma en que estaba de pie y se movía era porque su cuerpo estaba un infierno mucho más acostumbrado a ello. Cuando estaba aseada, sin embargo, se podía ver lo joven que era en realidad. Cuando la mayoría de mis amigos le daban una mirada primero pensaban que era mi hermana. —¿Qué quieres? —le pregunté. Pensé que ella estaba esperando que la dejara entrar, pero eso no iba a suceder. —Tate ya se va. —Su voz era suave. Mi corazón empezó a golpear en mi pecho. ¿Eso era hoy? Y de repente, fue como si una mano invisible indiscreta abriera mi estómago, y me estremecí de dolor. No sabía si era la resaca o el recordatorio de su partida, pero apreté los dientes con fuerza por la bilis. —¿Y? —murmuré, sobrecargado de actitud. Ella rodó los ojos hacia mí. —Pensé que podrías sacar tu trasero y decirle adiós. Se irá por todo un año, Jared. Fueron amigos una vez. Sí, hasta hace dos años... El verano antes del primer año, había ido a visitar a mi padre y vuelto a casa para darme cuenta de que estaba por mi cuenta. Mi madre era débil, mi padre era un monstruo, y Tate no era una amiga, después de todo. Sacudí mi cabeza antes de cerrar la puerta en la cara de mi madre. Sí, como si fuera a salir a la calle y darle un abrazo de despedida a Tate. No me importaba, y estaba feliz de librarme de ella. Pero había un nudo en mi garganta, y no podía tragar. Me dejé caer contra la puerta, sintiendo el peso de mil ladrillos caer sobre mi hombros. Me había olvidado de que se iba hoy. Había estado más o menos borracho sin parar desde la fiesta Beckman hace dos días. Mierda. Podía oír las puertas del vehículo cerrarse de golpe afuera, y me dije que debía quedarme donde estaba. No necesitaba verla.

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Déjala ir a estudiar al extranjero en Francia. Su partida era la mejor maldita cosa que podía suceder. —Jared. —Me puse tenso cuando mi madre llamó desde abajo—. El perro salió. Será mejor que vayas a buscarlo. Grandioso. ¿Quieres apostar a que ella dejó que el maldito perro se saliera, para empezar? ¿Y apostaría a que lo dejó escapar por la puerta principal? Me pellizqué mis cejas tan juntas que realmente me dolió. Metiéndome en el pantalón vaquero de anoche, abrí de golpe la puerta de la habitación, sin importarme si la chica de Purdue se despertaba, y pisoteé al bajar las escaleras. Mi madre estaba esperando junto a la puerta abierta, sosteniendo la correa para mí y sonriendo como si fuera tan inteligente. Estirando la mano, me dirigí afuera y hacia el patio de Tate. Madman solía ser su perro, también, y no se habría ido a otro sitio. —¿Viniste a despedirte de mí? —Tate se arrodilló en su césped delantero cerca de la Bronco de su papá, y me detuve en seco al oír el sonido de su placentera e incontrolable risita. Estaba sonriendo como si fuera la mañana de Navidad, y tenía los ojos fuertemente cerrados mientras Madman acariciaba su cuello. Su piel marfil brillaba en el sol de la mañana, y sus labios carnosos y rosados estaban abiertos, mostrando una hermosa hilera de dientes blancos. El perro estaba claramente feliz también, moviendo la cola con vértigo, y me sentí como si fuera un intruso. Eran una pareja, amándose el uno del otro, y mi estómago se llenó de mariposas. Maldita sea. Apreté los dientes. ¿Cómo hacía ella eso? ¿Cómo siempre se las arreglaba para hacerme sentir feliz de verla feliz? Parpadeé largo y duro. Tate siguió acariciando al perro. —Oh, bueno, ¡te amo, también! —Sonaba como que estaba hablando con un niño, todo dulce y mierda, mientras Madman se mantenía empujando y lamiendo su cara. No debería amarla tanto. ¿Qué había hecho por él en los últimos dos años? —Madman, vamos —le grité, no realmente enojado con el perro.

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Los ojos de Tate cambiaron a mí, y se puso de pie. —¿Estás siendo un idiota con el perro ahora, también? —Frunció el ceño, y fue entonces cuando me di cuenta de lo que llevaba puesto. La camiseta The Nine Inch Nails que le había dado cuando teníamos catorce años, y mi pecho se hinchó por alguna estúpida razón desconocida. Me había olvidado que la tenía. Bueno… en realidad no. Supongo que no me di cuenta de que todavía la tenía. Probablemente ni siquiera recordaba que se la había dado. Ella se arrodilló para enganchar la correa de Madman en su cuello, giré mis labios ligeramente. —Estamos hablando de nuevo, Tatum. No la llamaría Tate. Odiaba “Tatum”, por lo que así era como la llamaría. Fijé una expresión superior de aburrimiento en mi cara. Sería más feliz sin ella alrededor, me dije. Ella no era nada. Y, sin embargo, oí la pequeña voz en la parte de atrás de mi cabeza. Ella lo era todo. Ella negó, con dolor en sus ojos claros cuando se volvió para alejarse. No estaba peleando de nuevo, supongo. Hoy no. La fiesta de la noche del viernes, cuando la había humillado, y ella había golpeado a mi amigo, Madoc, en la cara debió haber sido una cosa de una vez. —¿Eso es lo que llevarás puesto en el avión? —pregunté, burlón. Debería haber solo caminado lejos, pero infiernos, no podía dejar de estar con ella. Era una adicción. Ella se volvió hacia mí, con los dedos hacia arriba. —¿Por qué lo preguntas? —Solo se ve un poco descuidada es todo. —Pero esa era una mentira en negrita. La camiseta negra estaba despintada, pero se aferraba a su cuerpo en forma como si estuviera hecha solo para ella, y sus jeans oscuros abrazaban su trasero, diciéndome exactamente cómo se vería desnuda. Con el cabello largo, brillante y una piel perfecta, se veía como fuego y azúcar, y quise ahogarme y quemarme al mismo tiempo. Tatum era caliente, pero no lo sabía.

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Y rubia o no, ese era mi tipo. —Pero no te preocupes —continué—. Lo entiendo. Ella entrecerró los ojos. —¿Entiendes qué? Inclinándome, me burlé con una sonrisa satisfecha. —Siempre te gustó llevar mi ropa. Sus ojos se abrieron, y con su piel enrojecida no había duda de que estaba enojada. Estaba haciendo estragos por toda su carita dura. Y sonreí para mis adentros, porque malditamente me encantaba. Ella no se escapó, sin embargo. —Espera. —Levantó su dedo índice y se volvió para caminar hasta el camión. Hurgando bajo el asiento delantero, en el empaque de emergencia que su padre guardaba allí, pescó algo y cerró la puerta del coche. En el momento en que resopló de nuevo hacia mí, vi que tenía un encendedor en la mano. Antes de que pudiera registrar lo que estaba sucediendo, se quitó la camisa y expuso su perfecto pecho en un sexy sujetador deportivo. Mi corazón malditamente cambió putamente golpeando en mi pecho. Santa mierda. Observé, sin respirar, mientras sostenía la camiseta, encendía el mechero, y acercaba el dobladillo en la llama, llevando la pieza a cenizas. ¡Hija de puta! ¿Qué demonios estaba pasando con ella de repente? Mi mirada se dirigió a la de ella, y el tiempo se detuvo mientras nos mirábamos el uno al otro, olvidando la tela en llamas entre nosotros. Su cabello bailaba alrededor de su cuerpo, y sus ojos llenos de truenos perforaron mi piel, mi cerebro, y mi capacidad de moverme o hablar. Sus brazos temblaron un poco, y su respiración, aunque constante, era profunda. Estaba nerviosa como el infierno. Bien, la nariz de Madoc rompiéndose la otra noche no fue una casualidad. Ella estaba defendiéndose. Había pasado los últimos dos años de secundaria haciendo su vida miserable. Diciéndole unas pocas mentiras, arruinando algunas citas, todo para mi propio placer. Desafiando a Tate, haciendo de ella una marginada de la escuela, hacía que mi mundo girara, pero ella nunca se defendió. No hasta ahora.

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Tal vez pensó que ya que se iba de la ciudad, podía lanzar la precaución al viento. Mis puños se cerraron con energía renovada, y de repente estaba paralizado por cuánto la extrañaría. Sin perseguirla ni odiarla o burlarme de ella. Solo. La. Extrañaría. Y con esa comprensión, apreté mi mandíbula con tanta fuerza que me dolió. Hija de puta. Todavía me pertenecía. —Tatum Nicole —le gritó su papá desde el porche, y los dos dimos un salto de regreso a la realidad. Él corrió y agarró la camisa de sus manos, pisándola fuerte en el suelo. Mis ojos no habían salido de ella, pero el trance se rompió y finalmente fui capaz de dejar salir un soplo. —Nos vemos en un año, Tatum —espeté, con la esperanza de que sonara como una amenaza. Ella inclinó la cabeza en alto y solo me miró, mientras su padre le ordenaba entrar por una camisa. Volví a mi casa con Madman a mi lado y limpié el sudor frío de mi frente. Maldita sea. Aspiré aire como si fuera a pasar de moda. ¿Por qué no puedo sacar a esa chica de debajo de mi piel? Su pequeña caliente pirotecnia no ayudaría a que se saliera, tampoco. Esa imagen estaría en mi cabeza por siempre. El miedo se arraigó en mi cerebro cuando me di cuenta de que realmente se iría. No iba a tener control de ella nunca más. Viviría cada día sin pensar en mí. Saldría en citas con cualquier imbécil que mostrara interés. Y lo que es peor, no la volvería a ver o a escuchar de ella. Ella tendría una vida sin mí, y estaba asustado. Todo, de repente, se sentía extraño e incómodo. Mi casa, mi barrio, la idea de volver a la escuela en una semana. —Joder —gruñí entre dientes. Esta mierda tenía que terminar. Necesitaba una distracción. Un montón de distracciones. Una vez dentro, solté al perro y subí las escaleras hasta mi habitación, sacando mi teléfono de mi bolsillo en el camino.

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Si se trataba de cualquier otra persona que llamaba, Madoc no respondería tan temprano. Sin embargo, para su mejor amigo, solo tomó dos timbres. —Soy yo. Aún. Dormido —refunfuñó. —¿Aún quieres lanzar una fiesta en la piscina antes de que empiecen las clases? —le pregunté, comenzando Crazy Bitch de Buckcherry en mi iPod de mi tocador. —¿Estamos hablando de esto ahora? La escuela no es más que en una semana. —Sonaba como que la mitad de su cara estaba enterrada en la almohada, pero era la forma en que hablaba en estos días. Después de que Tate le rompió la nariz la otra noche, tenía problemas para respirar con una de sus fosas nasales. —Hoy. Esta tarde —dije, caminando hacia mi ventana. —Amigo —espetó—. Todavía estoy muerto de ayer por la noche. Y en verdad, así estaba yo. Mi cabeza aún daba vueltas por el licor que había intentado ahogar anoche, pero no había manera de que pudiera sentarme todo el día sin nada excepto mis pensamientos haciéndome compañía. Tate se iría a Francia durante un año. De pie en el patio delantero con su sujetador, prendiendo fuego. Sacudí las imágenes de mi cabeza. —Entonces, ve al gimnasio y suda la resaca —le pedí—. Necesito una distracción. ¿Por qué acabo de decir eso? Ahora él sabría que algo andaba mal, y no me gustaba que la gente supiera de mi mierda. —¿Tate se fue? —preguntó, casi con timidez. Mis hombros se tensaron, pero me quedé con mi tono, incluso mientras la veía salir de su casa en una camiseta nueva. —¿Quién está hablando de ella? ¿Harás una fiesta o no? La línea quedó en silencio por unos segundos antes de que dijera entre dientes: —Uh, eh. —Sonaba como que había mucho más que decir, pero sabiamente decidió cerrar su maldita boca—. Está bien. No quiero ver a las mismas personas que vimos anoche, sin embargo. ¿A quién invitaremos? Mirando hacia la Bronco tirando fuera de la calzada y a la puta rubia conductora que ni una sola vez se dio la vuelta para mirar hacia atrás, apreté el teléfono en mi oído. —Rubias. Un montón de rubias.

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Madoc exhaló una risa silenciosa. —Odias a las rubias. No a todas. Solo a una. Suspiré. —En este momento, quiero ahogarme en ellas. —No me importaba si Madoc conectaba los puntos o no. No me presionaría y es por eso que era mi mejor amigo—. Envía textos y consigue las bebidas. Voy a buscar un poco de comida e iré para allá en un par de horas. Me di la vuelta al oír el gemido más puro procedente de la cama. La chica Purdue, se me olvidó su nombre, estaba despertando. —¿Por qué no ahora? Podemos hacerlo en el gimnasio y luego recoger suministros —sugirió Madoc, pero mis ojos estaban calientes en la espalda desnuda de la chica en mi cama. El que se retorciera había empujado la manta hasta la parte superior de su trasero, y su rostro estaba lejos de mí. Todo lo que vi fue piel y el cabello del sol. Y le colgué a Madoc, porque mi cama era el único lugar en el que quería estar justo ahorita.

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Dos as siguientes semanas fueron como bucear en cuevas con un perfectamente buen paracaídas que me negaba a usar. La escuela, mi madre, Jax, mis amigos, todos estaban alrededor para que me agarrara, pero lo único que me sacaba de la casa todos los días era la promesa de problemas.

L

Arrastré mi irritable, enojado trasero a Inglés III, tratando de averiguar por qué en el infierno seguía viniendo a la escuela. Era el último maldito lugar en el que quería estar más. Los pasillos estaban siempre repletos de gente, pero todavía parecían vacíos. Mi aspecto era una mierda, también. Mi ojo izquierdo estaba púrpura, y tenía un corte a través de mi nariz de una pelea que no recordaba. Además, había desgarrado las mangas de mi camiseta esta mañana, porque no podía respirar. No estoy seguro de lo que estaba pensando, pero parecía tener sentido en ese momento. —Sr. Trent, no se siente —ordenó la Sra. Penley mientras entraba a clase tarde. Todo el mundo ya estaba sentado, y me detuve para mirarla. Me gustaba Penley tanto como me gustaban todos, pero no podía ocultar el aburrimiento que estaba seguro estaba por toda mi cara. —¿Perdón? —le pregunté mientras ella garabateaba una carta de color rosa. Suspiré, sabiendo exactamente lo que quería significar ese color. Ella me dio el papel. —Ya me oíste. Ve con el Decano —ordenó mientras se metía la pluma en su moño alto. Y me animé, notando la mordida en su corteza. Llegar tarde o estar ausente se había convertido en un hábito, y Penley estaba enojada. Le había costado tiempo suficiente, también. La mayoría de los otros profesores ya me habían enviado la primera semana. Sonreí, la euforia lavando mi cuerpo con alguna posibilidad de caos. —¿No “por favor” con esa petición? —me burlé, arrebatándole el papel de las manos.

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Risas silenciosas y bufidos estallaron por todo el salón, y los ojos marrones oscuros de Penley se estrecharon hacia mí. No vaciló, sin embargo. Le doy puntos por eso. Dándome la vuelta, tiré la carta de despido a la basura y abrí la puerta de madera, sin importarme si se cerraba detrás de mí cuando me fui. Unos suspiros y susurros llenaron el aire, pero no era nada nuevo. La mayoría de la gente se iba lejos de mí en estos días, pero mi desafío estaba haciéndose viejo. Al menos para mí. Mi corazón no corría más cuando actuaba como un idiota. Tenía sed de estacas. —¡Sr. Caruthers! —oí a Penley llamar, y me di la vuelta para ver a Madoc caminar fuera de su salón de clases, también. —Es esa época del mes, señora Penley. —Su voz sonaba grave—. Ya vuelvo. Las risas francas rugieron desde el aula de Penley con bastante claridad esta vez. Madoc no era como yo. Era una persona muy sociable. Podía servirte un montón de mierda, y tú le pediría salsa de tomate. —¿Sabes? —Subió corriendo a mi lado y señaló con el pulgar en la dirección opuesta—. El Decano está en esa dirección. Levanté las cejas hacia él. —Está bien, está bien. —Sacudió la cabeza como para despejar el pedo cerebral de que yo realmente iría a sudar en la oficina del decano por quién sabe cuánto tiempo. —Entonces, ¿a dónde iremos? Saqué mis llaves de mi bolsillo los pantalones vaqueros y me puse mis gafas de sol. —¿Importa? *** —Entonces, ¿qué vas a hacer con el dinero? —preguntó Madoc mientras checaba su nuevo tatuaje. Habíamos volado de la escuela y seguido a los artistas del tatuaje que no pedían identificación, encontrando un lugar llamado The Black Debs, “debs” es la abreviatura de “debutantes”, que no tenía realmente tenía sentido para mí hasta que miré a mi alrededor y me di cuenta de que todo el personal era femenino. Éramos menores de dieciocho años, por lo que no se nos permitía legalmente tatuarnos sin el consentimiento de un padre, pero no pareció preocuparles.

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Una chica llamada Mary acababa de terminar “Fallen” en la espalda de Madoc, excepto que la “e” estaba firmada para que pareciera llamas. Algo parecida a una “o” para mí, pero no dije nada. Él no estaba haciendo preguntas sobre lo que significaba mi tatuaje, así que no iba a abrir una caja de Pandora. —Solo hay mucho que puedo hacer con el dinero ahora mismo —le contesté, gruñendo mientras la aguja rodaba a través de mi piel sobre una costilla—. Mi madre puso la mayor parte en un fondo para la universidad. Puedo tenerlo cuando me gradúe. Pero puedo obtener algo de él ahora. Estoy pensando en comprar un coche nuevo y darle el GT a Jax. Mi abuelo materno había fallecido el año pasado, y me dejó un terreno y un cabaña cerca del lago Gevena, en Wisconsin. La cabaña se caía a pedazos, y no tenía ningún verdadero valor sentimental para la familia, así que mi madre accedió a que algunos desarrolladores interesados lo compraran. Puso la mayor parte del dinero en el banco bajo llave. De hecho, me sentí orgulloso de que insistiera. No era normal para ella hacer tales decisiones de adultos responsables. Pero no estaba en absoluto interesado en ir a la universidad, tampoco. No quería pensar en cómo las cosas iban a cambiar cuando terminara la escuela. Mi teléfono sonó, y lo silencié. Cerré los ojos, mientras Cold de Crossfade se oía en el fondo, y me deleité en la picadura de la aguja tallando en mí. No me había tensado en absoluto, y no había pensado mucho en nada excepto entrar en la tienda. Mis brazos y piernas se sentían sin peso, y la tonelada de mierda en mis hombros se había desvanecido. Podría hacerme adicto a esto. Sonreí, imaginándome dentro de diez años cubierto de tatuajes, simplemente porque me gustaba el dolor. —¿Quieres echar un vistazo? —preguntó Aura, mi artista del tatuaje adornada con rastas, cuando terminó. Me levanté y caminé hacia el espejo de pared, mirando las palabras al lado de mi torso. El Ayer Dura Para Siempre. El Mañana Nunca Llega. Las palabras salieron de la nada en mi cabeza, pero se sentían bien. El guión era solo bastante ilegible para no ser leído fácilmente, y eso es lo que quería. El tatuaje era para mí y nadie más.

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Miré de reojo las pequeñas gotitas de sangre derramándose fuera del final de “Nunca”. —No te pedí eso. —Señalé, con el ceño fruncido hacia Aura a través del espejo. Ella se quitó sus gafas de sol y metió un cigarrillo sin encender en su boca. —No explico mi arte, chico. —Y salió por la puerta trasera. Para fumar, quiero suponer. Y por primera vez en semanas, me reí. Tiene que encantarte una mujer que te puede entregar tu propio trasero. Pagamos y recogimos un poco de comida, llevándola de vuelta a mi casa. Mi madre me había enviado un mensaje y me había dicho que iba a salir con sus amigos después del trabajo, así que sabía que tendría el lugar para mí mismo por un tiempo. Cuando bebía, no regresaba a casa hasta que estaba entumecida. Y luego, para amortiguar mi estado de ánimo aún más, había un paquete de Francia frente a mi puerta principal. Estaba dirigido al padre de Tate y debió de haber sido enviado aquí por accidente. Mi mamá sin saberlo, lo había abierto, pensando que era nuestro, cuando estuvo en casa para el almuerzo. Lo dejó para mí con una nota de llevarla al lado cuando llegara a casa. Pero no antes de que mi maldita curiosidad pudiera más que yo. Después que Madoc había entrado en el garaje, para que pudiéramos comer mientras trabajábamos, quité las solapas a la caja de cartón y de inmediato las sellé y cerré de nuevo. Un grueso, voraz incendio quemó mi sangre, y tenía más hambre de la que había sentido en semanas. No sabía lo que había en esa caja, pero el olor de Tate estaba por todas partes, y me estaba estabilizando. Mi breve alto tatuaje lentamente se filtró y fue reemplazado inmediatamente con orina y vinagre. La tiré en el paso de la puerta delantera de su padre antes de encaminarme hacia mi garaje para ahogarme en el trabajo del auto. —Sostén la linterna —le pedí a Madoc. Él se inclinó aún más bajo en el capó mientras trataba de quitar las bujías de mi coche. —Deja de luchar con eso —se quejó él—. Esas cosas pueden romperse fácilmente si no tienes cuidado.

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Me detuve y apreté mi agarre en la llave, entrecerrando los ojos hacia él. —¿Crees que no lo sé? Él se aclaró la garganta y miró hacia otro lado, y pude sentir el juicio sobre él. ¿Por qué estaba ladrándole? Mirando hacia abajo, sacudí la cabeza y puse una mayor presión sobre el tapón. Mi mano de inmediato dio paso, y mi cuerpo se tambaleó hacia delante, cuando oí el chasquido. —Mierda —gruñí y tiré la llave debajo del capó donde desapareció en algún lugar del desastre. Hijo de puta. Agarré el borde del coche. —Consigue el extractor. Madoc se recostó en el banco de herramientas detrás de él. —¿No hay “por favor” con esa petición? —Hizo eco de mis propias palabras, mientras tomaba el adjunto para que pudiera hacer palanca sobre la bujía. Era una perra intentarlo, y probablemente estaba acariciándose a sí mismo en la parte posterior que había llamado él. —Sabes… —empezó, dejando escapar un suspiro—. He mantenido la boca cerrada, pero… —Entonces mantenla cerrada. Madoc giró la linterna debajo del capó, y tiré hacia atrás, fuera de él, mientras él lo arrojaba a través del cuarto donde se estrelló contra una pared. ¡Jesucristo! Su relajada actitud habitual fue sustituida por rabia. Sus ojos eran agudos, y su respiración era rápida. Madoc estaba molesto, y sabía que había ido demasiado lejos. Apretando los dientes, me incliné hacia abajo, con las manos sobre el coche, y me preparé para su colapso. Venía raramente, lo que les daba un mayor impacto. —¡Te estás hundiendo, hombre! —gritó—. No vas a clase, haces enojar a todo el mundo, estamos constantemente en peleas con mierdas al azar, y tengo los recortes y moretones para probarlo. ¿Qué carajos? —Cada

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palabra llenó la habitación. Había un significado y era verdad todo lo que estaba diciendo, pero no quería enfrentarlo. Todo se sentía mal. Tenía hambre, pero no de comida. Me entraron ganas de reír, pero no había nada gracioso. Todas mis emociones regulares no consiguieron que mi corazón se acelerara más. Incluso mi propio vecindario, que por lo general me traía comodidad con su familiaridad y céspedes de corte limpio, se sentía estéril y carente de vida. Me metí en un puto tarro, sofocante con todo lo que quería, pero nada de eso me dio aire. —Ella regresará en ocho meses. —La voz tranquila de Madoc se metió en mis pensamientos, y parpadeé, tomándome un momento para darme cuenta de que estaba hablando de Tate. Negué. No. ¿Por qué diría eso? No se trataba de ella. No. La. Necesitaba. Apreté mi puño alrededor de la llave y enderecé mi espalda, deseando meter sus propias palabras de nuevo por su garganta. Él bajó la mirada a mi mano derecha que sostenía la herramienta y luego de vuelta a mi cara. —¿Qué? —me desafió—. ¿Qué crees que vas a hacer? Quería golpear algo. Cualquier cosa. Hasta a mi mejor amigo. Mi timbre rompió el punto muerto, mientras vibraba en mi bolsillo. Saqué mi celular, manteniendo mis ojos en mi amigo. —¿Qué? —espeté en el teléfono. —Hola hombre, he estado tratando de localizarte todo el día —dijo mi hermano, Jax, un poco amortiguado. Mi respiración no se estaba reduciendo, y mi hermano no me necesitaba así. —No puedo hablar en este momento. —Bien —gritó él—. Que te jodan entonces. —Y colgó. Maldita sea, hijo de una madre maldita perra. Apreté el teléfono, deseando que se rompiera. Mis ojos fueron hasta Madoc quien negó, tiró el paño sobre el banco de trabajo, y salió del garaje. —Mierda —susurré, marcando el número de Jax.

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Si tenía que estar al mismo nivel para alguien, era para mi hermano. Él me necesitaba. Después de que había conseguido alejarme de mi padre hace dos veranos, reporté el abuso. No el mío sino el de mi hermano. Él fue sacado de esa casa y puesto en cuidado de crianza, ya que su madre no pudo ser encontrada. Yo era todo lo que tenía. —Lo siento —espeté, sin esperar siquiera dejar que dijera “hola” cuando contestó—. Estoy aquí. ¿Qué pasa? —Recógeme, ¿quieres? Sí, no con mis bujías así, con un tirón de mi coche. Pero Madoc todavía estaba aquí con su coche, probablemente. —¿Dónde estás? —le pregunté. —En el hospital.

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Tres —D

isculpe, ¿puedo ayudarle en algo? —preguntó una enfermera detrás de mí cuando me metí a través de las puertas dobles batientes. Estaba seguro de que tenía que chequear primero con ella, pero bien podría meterse su portapapeles por el culo. Tenía que encontrar a mi hermano. Mis palmas se encontraban sudorosas, y no tenía ni idea de lo que había sucedido. Había colgado después de decirme dónde encontrarlo. Lo había dejado solo, y herido, otra vez. Pero nunca más. —Cálmate, hombre —dijo Madoc detrás de mí—. Esto va a ser mucho más rápido si le preguntamos a alguien dónde está. —Ni siquiera me había dado cuenta de que él me había seguido dentro. Mis zapatos chirriaban sobre el linóleo mientras iba de aquí para allá por los pasillos, echando hacia atrás cortina tras cortina hasta que finalmente encontré a mi hermano. Se sentaba en una cama con sus piernas largas colgando por un lado y la mano en la frente. Cogí su cola de caballo y tiré su cabeza hacia atrás para mirarlo a la cara. —¡Ay, mierda! —gruñó. Podría haber sido más amable, supongo. Miró hacia la iluminación fluorescente cuando noté los puntos de sutura en su ceja. —¡Sr. Trent! —gritó la voz de una mujer detrás de mí, pero no estaba seguro de si era por mí o por Jax, ya que ambos compartíamos el apellido de nuestro padre. —¿Qué demonios le ha pasado? —No le preguntaría a Jax. Otros eran los culpables. Mi hermano era un niño y aunque era solo poco más de un año más pequeño que yo, todavía era joven. Y había tenido una vida de mierda. Su madre había sido una indigente apenas legal cuando había quedado embarazada de él. Y aunque había heredado los ojos azul celeste de nuestro padre, el resto de su aspecto provenía de ella.

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Tenía el cabello negro, probablemente, pero parecía un tono más claro y caía hasta la mitad de su espalda. Algunas partes se encontraban trenzadas y lo demás había sido reunido en una cola de caballo a mitad del cráneo. Su piel era un par de tonos más oscura que la mía y todo eso era eclipsado por su brillante sonrisa. Una mujer detrás de mí se aclaró la garganta. —No sabemos lo que pasó con él —espetó—. No quiere decírnoslo. No le daría la espalda a Jax para ver quién estaba hablando. Podría haber sido un médico o un trabajador social. O la policía. No importaba. Todos miraban hacia mí de la misma manera. Como si mereciera una paliza o algo así. —He estado llamándote durante horas —susurró Jax, y contuve el aliento cuando noté su labio hinchado, también. Sus ojos estaban rogando—. Pensé que estarías aquí antes de que los médicos los llamaran. Y entonces supe que era un trabajador social, me sentí como un idiota. Él me había necesitado hoy y lo había jodido de nuevo. Entonces me encontraba entre él y la mujer, o tal vez él se había escondido de su vista. No lo sabía. Pero sí sabía que Jax no quería ir con ella. Mi garganta se apretó y el nudo en su interior se hinchó tan condenadamente que quería hacerle daño a alguien. Tate. Ella siempre había sido mi víctima a elección, pero también estaba en toda buena memoria que tenía. Mi cerebro brilló con el único lugar que no había sido tocado por el odio y la desesperación. Nuestro árbol. De Tate y mío. Me pregunté si había algún lugar en el que Jax se sintiera seguro, cálido, inocente. Lo dudaba. ¿Alguna vez había experimentado un lugar como ese? ¿Alguna vez? No tenía ni idea de lo maldita que había sido la vida para mi hermano. Claro, había tenido una muestra de ello durante mi verano con nuestro padre cuando tenía catorce años, pero Jax había tenido toda una vida de esa mierda. Por no hablar de las casas de acogida en los últimos años. Él me estaba mirando como si fuera su maldito mundo, y yo no tenía las respuestas. No tenía energía. No tenía manera de protegerlo. —¿El señor Donovan te hizo esto? —le preguntó la trabajadora social a Jax sobre su padre adoptivo, Vince.

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Él me miró antes de responder, sabiendo que yo sabía cuándo él estaba mintiendo. —No —dijo. Y todos los músculos de mis brazos y piernas quemaron. Estaba mintiendo. Jax no mentía para proteger a Vince. Él sabía que yo podía saber cuándo no estaba siendo honesto. Estaba en la forma en que dudaba y me miraba antes de la mentira. Siempre lo sabía. No, no me engañaba a mí. La estaba engañando a ella. Jax y yo nos instalamos en nuestras propias partituras. —Está bien —dijo la mujer con el portapapeles, finalmente me había dado vuelta para hacer contacto visual con ella—. Déjame hacer esto fácil para ti. Vamos a asumir que él te hizo esto y te mudarás a una casa de acogida por esta noche, hasta que encontremos otro lugar. No. Cerré los ojos. —Jodida gente —dejé salir, mi estómago revolviéndose mientras trataba de mantener mis emociones bajo control por Jax. Durante toda su vida, mi hermano había estado durmiendo en camas extrañas y conviviendo con personas que en realidad no lo querían. Nuestro padre lo había acarreado de un agujero de mierda a otro, y lo había dejado en lugares incompletos todo el tiempo mientras crecía. Ya era suficiente. Jax y yo debíamos estar juntos. Éramos más fuertes juntos. Y era solo cuestión de tiempo antes de que la poca inocencia que le quedaba hubiera decaído y su corazón se volviera demasiado duro como para que algo bueno creciera en él. Sería como yo y quise gritarles a esas jodidas personas que yo podría amarlo más que nadie. Los niños no solo necesitan comida y un lugar para dormir. Necesitan sentirse seguros y queridos. Necesitan sentir confianza. Vince no había alejado eso de mi hermano esta noche porque Jax nunca había contado con ello en primer lugar. Pero Vince se había asegurado de que Jax volviera a entrar en un hogar de acogida, y de nuevo, me había puesto en la posición de recordarle a mi hermano que no lo podía evitar. Que no podía protegerlo. Y maldita sea, odiaba esa sensación. Agarrando un fajo de billetes de mi bolsillo, tiré a mi hermano en un abrazo y metí el dinero en su mano. Sin siquiera mirarlo, me di la vuelta y salí de la habitación tan rápido como pude. No merecía mirarlo a la cara.

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Pero sí sabía una cosa. Sabía cómo devolver un golpe. —¿Vamos a donde creo que vamos? —Madoc caminaba a mi lado, y no me sorprendió que todavía estuviera aquí. Era un buen amigo, y no lo trataba tan bien como se merecía. —No tienes por qué venir —advertí. —¿Lo harías por mí? —preguntó, y lo miré como si fuera estúpido—. Sí. —Él asintió—. También pensé eso. *** Madoc aparcó frente a la casa Donovan una media hora más tarde y salté del auto antes de que él se hubiera detenido. Era tarde, la casa se encontraba a oscuras y el barrio parecía sin vida, el profundo retumbar del GTO de Madoc siendo el único sonido. Me di la vuelta para mirarlo y hablé sobre el techo. —Tienes que irte. Parpadeó, probablemente inseguro de si había oído bien. Durante el mes pasado había atravesado por más infierno del que debería haberlo hecho pasar. Sin duda, pelear era muy divertido. Perdernos en chica tras chica era moderadamente entretenido, también, pero Madoc no iría por el precipicio sin que yo lo llevara allí. ¿Caminar hasta el borde? Claro. ¿Mirar a escondidas por el borde? Por supuesto. Pero él no quería dar el paso. Siempre era yo quien lo empujaba o lo dejaba caer. Uno de estos días, sin embargo, no iba a levantarse y sería culpa mía. —No —dijo con firmeza—. No voy a ninguna parte. Le di una media sonrisa, sabiendo que era casi imposible conseguir que se fuera. —Eres un buen amigo, pero no te arrastraré abajo conmigo. Saqué mi celular de mi bolsillo de los pantalones vaqueros y marqué el 911. —Hola. —Mis ojos estaban puestos en Madoc mientras hablaba con la policía—. Estoy en 1248 Moonstone Lane en Weston. Alguien ha irrumpido en nuestra casa, y necesitamos a la policía. Y una ambulancia. Colgué y miré la expresión con ojos ampliados en su cara.

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—Estarán aquí en unos ocho minutos —le dije—. Ve a despertar a mi madre. Puedes hacer eso por mí. Alguien, probablemente un tutor legal, iba a tener que pagar mi fianza. Caminando por el sendero que conducía a la casa de dos niveles y ladrillo rojo, podía oír la televisión que venía desde el interior. Hice una pausa antes de las escaleras, preocupado de que no hubiera oído a Madoc conducir lejos todavía, pero también desconcertado porque mi corazón seguía latiendo muy lentamente. ¿Por qué no estaba nervioso? ¿O excitado? Podía bien haber estado a punto de ir a un restaurante y pedir un batido. Con Tate, tenía ese pequeño estremecimiento de anticipación. Era suficiente como para satisfacerme día tras día. Odiaba admitirlo, pero ella estaba siempre en mi mente. Vivía por ese primer vistazo por la mañana y toda la interacción con ella durante el día. Miré la vibrante luz de la pantalla de televisión que venía desde el interior de la casa y respiré hondo. El hijo de puta todavía estaba despierto. Bien. En las raras ocasiones en que Vince Donovan y yo interactuamos, fue con intolerancia mutua. Me hablaba como si yo fuera un punk y trataba a mi hermano de la misma manera. Mientras subía los escalones del porche, oí a Madoc conducir lejos detrás de mí. Entré por la puerta principal y me dirigí a la sala, llenando el marco de la puerta mientras rondaba por allí. Vince ni siquiera pestañeó cuando ladró: —¿Qué demonios estás haciendo aquí? Agarrando el largo mango de madera de la lámpara junto a mí, tiré del cable que iba a la pared. —Heriste a mi hermano —dije con calma—. Estoy aquí para arreglar cuentas.

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Cuatro —N

o tenías que pagarme la fianza. —Paso mi lengua por la dulce picadura del corte en la esquina de mi boca.

—No lo he hecho —respondió James, el padre de Tate—. Tu madre lo ha hecho. Conducía el coche a través de los tranquilos giros y vueltas que llevaban a nuestro barrio. El sol se asomaba a través de los árboles, haciendo que las hojas rojas y doradas brillaran como el fuego. ¿Mi madre? ¿Estaba aquí? Madoc y James habían estado en la comisaría toda la noche, esperando a que fuera liberado. Fui arrestado, fichado y terminé durmiendo en una celda. Un consejo para los que esperan que les paguen la fianza: no pasa nada hasta la mañana. Pero si mi madre me había pagado la fianza, ¿entonces dónde estaba? —¿Está en casa? —pregunté. —No, no lo está. —Dio la vuelta a una esquina, reduciendo el ritmo del Bronco—. Ella no está en forma para ayudarte, Jared. Creo que ya sabes eso. Tu madre y yo hablamos anoche en la comisaria, y decidió que era hora de ir al Centro Haywood durante un tiempo. Los ojos azules de James estaban concentrados en la ventana, un océano de cosas que nunca diría hirviendo debajo. En ese sentido, James y Tate eran iguales. Si James gritaba, sabías que era hora de callarte y prestar atención. Raramente decía algo que no fuera importante y odiaba la charla innecesaria. Estaba muy claro cuando James y Tate llegaban al final de su paciencia. —¿Rehabilitación? —le pregunté. —Es hora, ¿no lo crees? —respondió. Descansé mi cabeza en el reposacabezas y miré por la ventana. Sí, supongo que era hora. Pero la aprehensión hizo su camino a mi mente de todas formas.

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Estaba acostumbrado a cómo vivía mi madre. Cómo vivía yo. James podía juzgarnos. Otros podrían sentir pena por mí. Pero era nuestra normalidad. Nunca era de sentir pena por los niños pobres o personas en situaciones difíciles. Si eso era todo lo que habían conocido, entonces no era sufrimiento como otra persona lo vería. Era su vida. Era un infierno para ellos, por supuesto, pero también era familiar. —¿Durante cuánto tiempo? —Todavía era un menor. No estaba seguro de cómo funcionaba eso sin ella. —Por lo menos un mes. —Condujo su coche a su camino de entrada, y la luz de la mañana hizo que el árbol entre la ventana de Tate y la mía brillara como el sol en un lago. —Así que, ¿dónde me deja eso a mí? —pregunté. —Cada cosa a su tiempo. —Suspiró cuando salimos del coche—. Hoy, estás conmigo. Te ducharás, comerás, e iras a conseguir unas pocas horas de sueño. Te despertaré para la comida, y entonces hablaremos. Me entregó una bolsa del asiento trasero antes de que subiéramos las escaleras delanteras. —Tu madre te ha empacado un cambio de ropa. Ve a la habitación de Tate, dúchate, y te conseguiré algo para comer. Me detuve. ¿La habitación de Tate? Absolutamente no. —No voy a dormir en su habitación. —Fruncí el ceño, mi corazón latiendo tan fuerte y rápido que no podía recuperar el aliento—. Me quedaré en el sofá o algo. Se detuvo antes de abrir la puerta principal y giró la cabeza para atraparme con una mirada extrema de “no jodas conmigo”. —Tenemos tres habitaciones, Jared. La mía, la de Tate, y la otra es una oficina. La única cama disponible es la de Tate. —Enseñó los dientes con cada sílaba como si estuviera hablando con un niño—. Ahí es donde vas a dormir. No es difícil. Ahora, ve a ducharte. Me quedé mirándolo durante unos pocos segundos, los labios apretados y sin parpadear. Demasiado ocupado intentando pensar en una respuesta. Pero tenía las de perder. Finalmente, dejé salir un enorme suspiro, porque eso es todo lo que podía hacer. Él había pasado toda la noche en la estación de policía, y estaba tratando de ayudar a mi madre. Iba a poner un pie dentro de la habitación de Tate por primera vez en más de dos años. ¿Y qué? Podía manejar eso, y hombre, la escucharía

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molesta y quejándose todo el camino desde Francia si sabía que yo estaba aquí. En realidad sonreí con la idea y mi sangre se apresuró con calor como si acabara de tragar una docena de caramelos. Cerré mis ojos deleitándome en ese cálido sentimiento que había extrañado tanto. El que hacía a mi corazón latir y gritar “¡aún estás vivo, idiota!” James viró hacia la cocina, mientras yo me dirigía arriba a la habitación de Tate, mis piernas temblando entre más me acercaba. La puerta se encontraba abierta. Siempre estaba abierta. Tate nunca tenía nada que esconder como yo. Entrando con pies suaves como si fuera un explorador en terreno inestable, hice un círculo de la habitación y tomé inventario de lo que había cambiado y lo que no. Una cosa que siempre aprecié de esta chica era su aborrecimiento por el color rosa, a menos que estuviera emparejado con negro. Las paredes estaban en mitades, la parte superior era papel tapiz a rayas negras y blancas, el fondo estaba pintado de rojo, una tabla de madera blanca separando ambas partes. Sus sábanas eran un gris oscuro con un patrón de hojas negras por todo encima, las paredes estaban escasamente cubiertas con contenedores de velas, fotografías y afiches. Muy ordenado y muy Tate. También noté que no había nada de mí aquí. Sin imágenes o recuerdos de cuando éramos amigos. Sabía por qué, pero no sabía por qué me molestaba. Dejé caer mi bolsa, caminé hacia su reproductor de discos que tenía desde siempre. Tenía un puerto para iPod, pero el iPod no estaba. Probablemente en Francia con ella. Alguna jodida curiosidad mordía mis adentros, entonces comencé a golpear botones para encender el reproductor de CD. Sabía que ella no escuchaba la radio, porque pensaba que la mayoría de la música que era tocada en la radio apestaba. Dearest Helpless de Silverhair explotó, y no podía evitar la sacudida de mi pecho por la risa que traté de contener. Retrocediendo hacia la cama, me acosté, dejando que la música me sostuviera. —No puedo entender cómo puedes escuchar esta porquería alternativa, Tate. Me siento en la cama frunciendo el ceño pero aun incapaz de controlar la sonrisa que quiere soltarse. Le doy un mal rato, pero no amo nada más que verla feliz.

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Y ella está jodidamente linda ahora. —¡No es porquería! —argumenta, ampliando sus ojos hacia mí—. Es el único álbum que tengo donde puedo escuchar cada canción con igual placer. Me apoyo en mis manos y suspiro. —Es quejumbrosa —señalo, y frunce sus labios mientras toca su guitarra imaginaria. Observándola, algo que podría hacer cada minuto del día, sé que soy pura fanfarronería. Me sentaría en un millón de conciertos de Silverchair por ella. Las cosas están cambiando entre nosotros. O quizás solo para mí, no lo sé. Espero que para ella también. Lo que se sentía amistoso y fácil antes es diferente ahora. Cada maldita vez que la veo últimamente, todo lo que quiero es sujetarla y besarla. Siento como que hay algo mal conmigo. Mi sangre corre caliente cada que usa los shorts de mezclilla cortos como esos que está usando ahora. Incluso su holgada, blusa negra de Nine Inch Nails me está excitando. Porque es mía. La tomó prestada un día y nunca la devolvió. O supongo que le dije que podía conservarla. Una noche cuando noté que estaba durmiendo en ella, no la quería de vuelta ya. La idea de mi camisa en su cuerpo mientras duerme me hace sentir como que es mía. Como que estoy cerca de ella incluso cuando no estoy aquí. —¡Ooh, amo esta parte! —chilla cuando comienza el coro, y rockea más fuerte en su instrumento invisible. Incluso un pequeño movimiento de sus caderas o arrugando su nariz hace más apretados mis pantalones. ¿Qué demonios? Solo tenemos catorce. No debería estar teniendo estas ideas, pero demonios, no lo puedo detener. Quiero decir, mierda, ayer no podía siquiera verla hacer su tarea de matemáticas, porque su expresión pensativa en su cara era tan adorable que tenía la fuerte urgencia de jalarla a mi regazo. No tocarla apesta por completo. —Bien, ya no puedo soportarlo —escupo y salgo de la cama para apagar la música. Cualquier distracción para matar la erección que está creciendo en mis pantalones. —¡No! —grita ella, pero puedo escuchar la risa en su voz mientras sujeta mis brazos.

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Me lanzo y ligeramente la golpeo debajo del brazo. Porque sé que tiene cosquillas ahí. Se retuerce, pero ahora la he tocado, y no quiero detenerme. Nos codeamos entre sí, cada uno tratando de llegar al reproductor de CD. —¡Está bien, lo apagaré! —grita a través de un ataque de risa cuando muevo mis dedos a su estómago—. ¡Solo detente! —Se ríe, cayendo sobre mí, cierro mis ojos mientras mis manos se quedan en sus caderas y mi nariz en su cabello. Lo que quiero de ella me asusta. Y me temo que la asustaría también. Sé que definitivamente asustará a su padre. Pero esperaré, porque no hay otra opción. Por el resto de mi vida, no quiero a nadie más. Es hora de ser valiente y decirle. —Vamos al estanque esta noche —digo más bajo de lo que quiero. Mi voz se rompe, y no estoy seguro si estoy nervioso o asustado. Probablemente ambos. Nuestro estanque es donde necesita suceder. Es donde quiero decirle que la amo. Vamos ahí mucho. Días de campo o solo por caminatas. No es inusual que nos escapemos y montemos nuestras bicicletas hasta ahí de noche. Ella se apoya y me mira con una sonrisa casual. —No puedo. No esta noche. Mis hombros caen un poco, pero lo cubro. —¿Por qué? No me mira pero empuja su cabello detrás de sus orejas y camina a la cama para sentarse. Miedo pisa mi cerebro como un gran, gordo rinoceronte. Va a decirme alfo que no me gusta. —Voy al cine —ofrece con una sonrisa de labios cerrados—. Con Will Geary. Trago, sintiendo el latido de mi corazón en mi pecho casi cerca de romper una costilla. Will Geary está en nuestra clase, pero lo odio. Ha estado merodeando alrededor de Tate por un año. Su padre y el padre de Tate juegan golf juntos, y esa es una parte de su vida en la que no estoy involucrado. Will Geary no tiene nada sobre mí. Su familia no tiene más dinero o una casa mejor. Pero su familia está involucrada con la de Tate, y mis padres no… bueno, no están involucrados con nada. El padre de Tate ha tratado

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de llevarme al golf una o dos veces, pero nunca quedamos. Arreglar autos es donde congeniamos. Entrecierro mis ojos, tratando de contener la ira. —¿Cuándo sucedió? Solo hace contacto visual conmigo por un segundo a la vez. Puedo notar que está incómoda. —Me preguntó ayer cuando nuestros papás jugaron golf juntos. —Oh —casi susurro, mi cara llenándose de calor—. ¿Y dijiste que si? Dobla sus labios entre sus dientes y asiente. Por supuesto que dijo que sí. Me tomé mi maldito tiempo, y otro chico se abalanzó. Pero aun así duele. Si ella quisiera estar conmigo, supongo que le hubiese dicho que no. Pero no lo hizo. Asiento. —Eso está bien. Diviértete. —El chillido en mi voz probablemente delata cuan duro estoy tratando sonar como que no me importa. Comienzo a caminar a la puerta de su habitación. —Escucha, tengo que irme. Olvidé que Madman necesita algo de comida, así que me voy a la tienda. Ella es mía. Sé que me ama. ¿Por qué no puedo solo girarme y decirle? Todo lo que tengo que decir es “no vayas”, y la parte difícil habría terminado. —¿Jared? —llama ella, y me detengo, el aire en la habitación casi demasiado sofocante para respirar. —Eres mi mejor amigo. —Se detiene y luego continúa—. ¿Pero hay quizás alguna razón por la que no quieras que vaya con Will esta noche? Su voz temblorosa es dudosa como si tuviera miedo de hablar, y el momento llena la habitación de una promesa rota. Es el momento cuando sabes que puedes tener lo que quieras si tan solo fueras lo suficientemente valiente para decirlo. Un segundo cuando todo puede cambiar, pero te acobardas porque estás demasiado asustado para arriesgar el rechazo. —Por supuesto que no. —Me giro y le sonrío—. Ve. Y pasa un buen rato. Te veré mañana. Esa noche vi a Will besarla, al siguiente día mi papá llamó y preguntó si quería ir a visitarlo por el verano.

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Y dije “sí”.

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Cinco —C

ome. —James empuja un plato de albóndigas y patatas en mi cara tan pronto como me siento en el taburete.

Caí dormido en la cama de Tate escuchando a Silverchair y no había despertado hasta las dos de la tarde. Su papá golpeó en la puerta para despertarme. Después de que me duché y vestí con ropas frescas, bajé las escaleras a un incluso mejor olor que el champú de Tate. Me senté en el remanso del centro de la cocina y metí la comida en mi boca como si no hubiera comido una comida hecha en casa en años. Bueno, supongo que no lo había hecho. Antes del verano con mi padre, mi madre alcohólica no era muy fanática de la crianza. Y después de ese verano, no la habría dejado incluso aunque ella tratara. —¿No tienes trabajo? —pregunté antes de tomar una bebido para bajar la comida. Era viernes, y estaba perdiéndome la escuela también. Me salté ayer cuando Madoc y yo fuimos a conseguir tatuajes, también. Eso parece como mucho tiempo ahora. —Tomé el día libre —dice él, cruzando sus brazos sobre su pecho. Para tratar conmigo. —Lo siento. —Y honestamente lo sentía. El Sr. Brandt era un buen tipo, y no merecía drama. Inclinándose contra el mostrador opuesta al remanso del centro, James cruzó sus brazos sobre su pecho y sabía que un sermón estaba por venir. Fijando mi mirada en mi plato de comida, me preparé, porque con el Sr. Brandt, era mejor solo cerrar la boca y tomarlo. —Jared, tu mamá se irá por al menos cuatro semanas. Vas a quedarte aquí mientras ella esté lejos. —Estaré bien en mi casa. —Valía la pena intentar. —Tienes dieciséis años. Es ilegal. —Diecisiete —corregí. —¿Qué?

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—Cumplo diecisiete hoy. —Era dos de octubre. No me di cuenta hasta que fecharon mi papeleo esta mañana en prisión. Esa información no le dio a James ninguna pausa, sin embargo. —Hablé con un juez. Uno que conozco bien. Trabajé en una especie de trato, en pedido del desastre de anoche para que se quede fuera de tu expediente permanente. ¿Desastre de anoche? Esa es una extraña forma de describirlo. —Casi golpeé un tipo hasta la muerte —escupí sarcásticamente. ¿Cómo diablos iban a mantener eso fuera de mi expediente? Sus cejas rubio oscuro se apretaron juntas. —Sí eso es cierto, entonces, ¿por qué no preguntaste cómo está él? Casi golpeé a un tipo hasta la muerte. Sí, incluso diciendo las palabras, todavía no me importa. ¿Me importaría si él estuviera muerto? James continuó: —En caso de que te importe, él está bien. No genial, pero sobrevivirá. Algunas costillas rotas, un poco de sangrado interno, entró a cirugía anoche, pero se recuperará. Él estuvo en el hospital por un tiempo, pero estaba agradecido de que no lo había herido tan malamente. Para ser honesto, la mayor parte de anoche se arremolinaba en mi cabeza como agua cayendo de un sumidero. Entre más me movía, más me perdía. Apenas podía recordar la mayoría del ataque. Recuerdo golpearlo con lámpara y patearlo en el estómago varias veces. Él lanzó alguna mierda sobre mí, pero al final, él fue el único en el suelo. Hasta que ese idiota policía llegó y metió sus rodillas en mi espalda, tiró de mi cabello, y me llamó cada nombre bajo el sol mientras me esposaba. ¿Por qué había llamado a los policías otra vez? Todavía no estaba seguro. —Así que al juez le gustaría que asistieras a orientación. —No necesité levantar la mirada para saber que James estaba disparándome una mirada de advertencia—. En intercambio, no tendrás este último episodio en tu expediente. —Absolutamente no. —Sacudí mi cabeza y reí de su broma. ¿Orientación? La mayoría de la gente me molestaba. Y la gente en mi mierda realmente me molestaba. —Eso le dije que dirías. —James inclinó su cabeza y suspiró—. Jared, vas a tener que empezar a tomar responsabilidad por ti mismo. Hiciste algo mal

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y el mundo no te debe nada. No voy a limpiar tu nariz solo porque vienes de un hogar roto y piensas que eso te da una licencia para comportarte mal. Lo llamo la política de “Jódelo, confiésalo y levántate”. Comete un error, admítelo, y continúa. Todos la jodemos, pero un hombre resuelve sus problemas. No los hace peores. Debería solo haber comido y mantener mi boca cerrada. —¿Tú la jodiste? —preguntó, cada lenta sílaba un desafío. Asentí. ¿Lo haría otra vez? Sí. Pero no me preguntó eso. —Bien. —Golpeó su mano en el mostrador—. Ahora es tiempo de levantarse. Tu asistencia y calificaciones están en la basura. No tienes metas reales más allá de la preparatoria, eso puedo decirlo, de todos modos, y apestas en tomar decisiones responsables. Hay un lugar realmente bueno para personas que piden disciplina y no necesita mucha libertad. —¿Prisión? —espeté sarcásticamente. Y para mi sorpresa, él sonrío como si acabara de ganarme. Mierda. —West Point —respondió. Arrugué las cejas. —Sí, cierto. —Negué—. ¿Hijos de senadores y Eagle Scouts? Ese no soy yo. ¿En qué estaba pensando? West Point era un colegio militar. Lo mejor de lo mejor iba ahí y pasaban años construyendo sus currículums de preparatoria para ser aceptados. Nunca entraría en West Point aunque estuviera interesado. —¿Ese no eres tú? —preguntó—. ¿En serio? No pensé que te preocuparías por encajar. Todos los demás tienden que encajar contigo, ¿cierto? Hijo de… succioné un aliento y miré lejos. Este hombre sabía cómo hacerme callar. —Necesitas una meta y un plan, Jared. —Él se inclinó en el remanso directo en mi espacio, así que no tenía opción sino poner atención—. Si no tienes esperanza de un futuro o pasión por lo que viene, entonces no hay nada que pueda inspirar en ti. Lo mejor que puedo hacer por ti es empujarte en una dirección y mantenerte ocupado. Vas a mejorar tus notas, asistir a cada clase, conseguir un empleo, y… —Vaciló—. Visitar a tu padre una vez a la semana. —¿Qué?

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¿De dónde diablos vino eso? —Bueno, le dije al juez Keiser que no irías por la consejería, así que esta era tu única opción. Fuiste requerido a tener una visita a la semana por todo un año… —¿Me estás tomando el pelo? —interrumpí, apretando mis músculos tan tensos que empecé a sudar. ¡No había jodida manera de que pudiera hacerlo! Abrí mi boca: —Absolutamente… —¡Esta es la parte de “levantarse” Jared! —gritó, cortándome—. Tú no estás de acuerdo con ninguna de tus opciones entonces estás fuera de la correccional… o prisión. No es la primera vez que estás en problemas. El juez quiere hacer una impresión en ti. Ve a prisión, cada sábado, y mira… no por lo que tu padre está ahí… sino lo que estar ahí le ha hecho sin duda a él. — Sacudió su cabeza hacia mí—. La prisión hace dos cosas, Jared. Te debilita o te mata, y ninguna es buena. Mis ojos picaron. —Pero… —No le haces ningún bien a tu hermano si eres enviado lejos. Y él salió de la cocina y por la puerta de en frente, haciendo su punto. ¿Qué diablos acaba de pasar? Agarré el borde del mostrador gris de mármol, queriendo desgarrarlo de la pared y rasgar el mundo entero en el proceso. Joder. Luché por inhalar, mis costillas doliendo con cada estiramiento. ¡No podía visitar a ese cabrón cada semana! ¡No había manera! Quizás debería solo decirle al Sr. Brandt sobre todo. Todo. Tenía que haber otra solución. Empujando el mostrador y fuera de mi asiento, corrí a la habitación de Tate, arrastrándome fuera de las puertas dobles, y a través del árbol a mi propia habitación. Que se joda. Que se jodan todos. Encendí mi iPod en I Don’t Care de Apocalytica y caí en mi cama, respirando dentro y fuera hasta que el agujero en mi estómago dejó de quemar. Dios, la extrañaba. La realidad me disgustaba, pero era cierta. Cuando odiaba a Tate, mi mundo era pequeño. No veía toda la otra mierda: mi mamá, mi papá, o mi

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hermano en hogar de crianza. Si solo la tuviera aquí otra vez, no sería un revoltijo de jodidos puños y explosiones. Era estúpido como el infierno, lo sé. Como que ella debería estar alrededor solo para empujarme en el camino que yo quisiera. Pero la necesitaba. Necesitaba verla. Estiré la mano para agarrar la manija de mi cajón al lado de la cama donde mantenía las fotos de nosotros cuando niños, pero retrocedí. No. No iba a mirarlas. Era la suficientemente malo que las mantuviera. Lanzarlas o destruirlas había sido imposible. Su agarre en mí era absoluto. Y estaba jodidamente acabado. Bien. Los dejaré pensar que juego su juego. Mi hermano era la cosa más importante, y el Sr. Brandt tenía razón. No sería de ningún bien para él en prisión. Pero no iba a ir a ninguna jodida consejería. Exhalé y me senté. Padre basura será entonces. Me metí en unos vaqueros oscuros, una playera blanca, y puse gel en mi cabello por probablemente la primera vez en una semana. Bajé mis escaleras y salí por la puerta de enfrente, encontré al papá de Tate en su garaje removiendo cosas de su viejo Chevy Nova. Tate y yo solíamos ayudarlo haciendo pequeños trabajos en el auto hace años, pero siempre fue conducible. Él lucía como que estaba limpiando el camión y nada personal desde adentro. —Necesito reemplazar las bujías de mi auto —le dije—. Y entonces voy a ir al garaje de Fairfax por un empleo. Agarraré algo de ropas en mi camino de vuelta y estaré dentro para el momento de cenar. —A las seis. —Especificó, ofreciéndome una media sonrisa. Me puse mis lentes de sol y giré para irme pero me detuve y me di una vuelta otra vez. —¿No le dirá a Tate nada de esto, cierto? —revisé—. ¿Ser arrestado, mi familia, yo quedándome aquí? Él me miró como que acababa de decirle que el brócoli era púrpura. —¿Por qué haría eso? Lo suficientemente bueno.

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Seis i veinticuatro horas más tarde me paré frente a otro policía, siendo palpado hacia abajo, solo que esta vez no estaba en problemas. Según el amigo del juez Mr. Brandt, no tenía que empezar las visitas durante unas semanas. Ellos querían la aprobación de mi madre primero, pero no tenía ningún interés en esperar. Cuanto más pronto empezase, más pronto estaría hecho.

N

—A través de esas puertas, encontrarás taquillas donde puedes poner tus llaves y tu teléfono. Deshazte de esa cartera con la cadena, también, chico. Miré al oficial de correcciones que parecía Neo-Nazi, el cual podía llevarse sus órdenes y metérselas por el culo. Era calvo, blanco como si nunca hubiera visto el sol, y tan gordo como una docena de Krispy Kremes1. Quería mis cosas sobre mí, porque estaba completamente esperaba darme la vuelta y salir de aquí en el momento en que pusiese los ojos en el hijo de puta enfermo que era mi padre. Mi padre. Mi estómago se revolvía al escuchar esas palabras. —¿Cómo funciona esto? —pregunté, a regañadientes―. ¿Va a ser como en una jaula, y hablaremos a través de unos agujeros de aire o usaremos teléfonos? Hacer preguntas no era mi estilo. Lo imaginaba por mí mismo o me callaba e iba a trompicones. Pero la idea de ver la mierda retorcida hizo que mis músculos se tensasen. Quería saber exactamente en lo que me estaba metiendo. Parecer un niño indefenso ante este policía, no era nada, si podía caminar como un hombre delante de mi padre. —¿Jaulas con agujeros de aire? —se burló el nazi con una placa—. ¿Has visto un poco de Prison Break últimamente? Cabrón. Parecía como si estuviera tratando de contener una sonrisa mientras me apretaba por las puertas dobles. —Thomas Trent no está aquí por asesinato o violación. No es necesaria seguridad adicional, chico.

1

Krispy Kremes: Empresa multinacional de donas.

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No, por supuesto que no. No es como si fuera peligroso. No, en absoluto. Incliné mi cabeza en alto, mientras caminaba con calma hacia las puertas. —Mi nombre es Jared —le corregí con voz plana—. No “chico”. La habitación de visitas, si se le podía llamar así, alardeaba un espacio común parecido a una escuela secundaria. Bancos, mesas y máquinas de snacks llenaban la mayor parte de la habitación, y las ventanas a lo largo de la pared sur traían suficiente luz, pero no demasiado. Era sábado, y la habitación estaba llena. Las mujeres con los niños en sus brazos, mientras que los esposos, novios y otras personas significativas sonreían y charlaban. Las madres abrazaban a sus hijos, y los niños de los padres que no conocían. Era todo felizmente horrible. Escaneé la habitación, no estaba seguro de si mi padre ya estaba aquí, o si se suponía que me tenía que sentar y esperar a que ellos lo anunciasen. Quería lanzar mi mirada por todas partes a la vez. No quería que supiera mi posición si yo no sabía la de él. Tenía la boca seca y mi corazón latía con fuerza en mis oídos, pero me obligué a reducir la velocidad y hacer lo que siempre hacía. Examiné y traté de parecer tranquilo y cómodo, como si fuese el dueño del lugar. —Jared —oí una llamada de voz, y me paralicé. Era la voz ronca que nunca había olvidado en mis sueños. Siempre sonaba igual. Paciente. Al igual que la serpiente cuando se acercaba sigilosamente a su presa. Poco a poco, seguí el sonido hasta que mis ojos se posaron en un hombre de unos cuarenta años con el cabello rubio que se rizaba alrededor de sus oídos y ojos azul celeste. Él se sentó allí, con los antebrazos apoyados sobre la mesa y los dedos entrelazados, vistiendo una chaqueta caqui con una camiseta blanca por debajo. Probablemente también tenía los pantalones a juego, pero no me importaba lo suficiente para comprobarlo. No podía apartar los ojos de su cara. Nada había cambiado. Aparte de que ahora estaba bien afeitado y su tono de piel era un poco más saludable, supongo por no estar en las drogas, tenía el mismo aspecto. Todavía había un poco gris en su cabello, y su una vez musculatura promedio, estaba ahora más delgada. Dudaba que los reclusos tuvieran la oportunidad de engordar en la cárcel.

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Pero la parte que consiguió mis manos sudorosas, fue la forma en que me miraba. Por desgracia, tampoco eso había cambiado. Sus ojos eran fríos y distantes, con una pizca de algo más, también. ¿Diversión, tal vez? Era como si supiera algo que no debería saber. Lo sabía todo, me recordé a mí mismo. Y, de repente, estaba de nuevo de vuelta en la cocina, mis muñecas quemadas con la cuerda y paralizado por la desesperación. Metí la mano en mi bolsillo y saqué la única cosa que sabía que iba a necesitar. El collar de fósiles de Tate. Lo dejé en mi puño, sintiéndome ya, un poco más fuerte. Era técnicamente de su madre, pero lo había tomado un día cuando ella lo había dejado en su tumba. Al principio, me dije a mí mismo que era para mantenerlo a salvo. Asegurarme de que se conservaba. Luego se convirtió en una pieza más de ella que yo reclamaba. Ahora, era como un talismán. Y ya no estaba conservándolo, me mantenía a salvo. Estrechando los ojos por si acaso, anduve con paso majestuoso hacia él, ni suficientemente lento como para parecer tímido y ni lo suficientemente rápido como para parecer obediente. En mi tiempo, él ya no mandaba nunca más. —Entonces, ¿qué hiciste? —preguntó antes de que me sentara, y vacilé un momento antes de aparcar mi culo en el asiento. Oh, sí. Él iba a hablar conmigo. Me había olvidado de esa parte. Sin embargo, no significaba que yo tuviese que hablarle. No había decidido cómo iba a manejar estas visitas, pero él podía irse al infierno. Cincuenta y dos pequeños encuentros en el próximo año, y puede que decidiese hablar con él en algún momento, pero no iba a empezar hasta que estuviese bien y listo. —Vamos —se burló—. Así se pasa mejor el tiempo. Una pequeña parte de mí pensó que, sin las drogas y el alcohol, mi padre, oh, no sé, se comportaría como si tuviera un corazón. Pero seguía siendo un imbécil. —¿Robaste? —me preguntó, pero luego continuó como si hablara consigo mismo y tamborileaba sus dedos sobre la mesa de acero—. No, no eres codicioso. ¿Peleaste, tal vez? —Negó hacia mí—. Pero nunca te ha gustado elegir batallas que podías perder. Con alguien más débil, tal vez. Siempre fuiste un poco cobarde. Enrollé mi otra mano en un puño y me concentré en respirar.

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Sentado allí, obligado a escuchar sus reflexiones internas que él tan amablemente me dejaba escuchar, me pregunté si acababa de sacar esta mierda de su culo o si realmente era tan perceptivo. ¿Era codicioso? No, no lo creía. ¿Escojo batallas con rivales más débiles? Me tomó un minuto considerarlo, pero sí, lo hacía. Pero eso era, porque todo el mundo era más débil que yo. Todo el mundo. —Por lo tanto, entonces deben ser drogas. —Dio una palmada en la mesa, sobresaltándome y miré hacia abajo, lejos de sus ojos, por reflejo—. Creo que es eso. Con tu madre y conmigo, lo llevas en la sangre. Todo el mundo. Me recordé a mí mismo. —No me conoces —dije, mi voz baja y uniforme. —Sí, sigue diciéndote eso. No. Él me abandono, y doy gracias a Dios por ello, cuando tenía dos años. Pasó solo unas semanas conmigo un verano. Él no me conocía. Apretando el collar de Tate, me quedé mirándolo duramente. Era el momento para que se callara. —¿Cuánto tiempo te queda aquí? ¿Seis años más? —pregunté—. ¿Qué se siente al saber que tendrás el cabello gris antes de tener sexo de nuevo? ¿O conducir un coche? ¿O poder quedarte hasta después de las once en un día escolar? —Levanté las cejas, esperando que mis preguntas condescendientes lo hicieran retroceder en su lugar—. No me conoces y nunca lo hiciste. Él parpadeó, y sostuve su mirada, desafiándolo a que viniese a por mí de nuevo. Parecía que me estaba estudiando y me sentía como si un francotirador me tuviera al alcance, dividiéndome en zonas. —¿Qué es eso? —Hizo un gesto hacia el collar de mi mano. Miré hacia abajo, sin darme cuenta lo había enroscado mis dedos a través de la cinta de color verde claro. Era obvio que había algo en mi puño, y de repente, mi corazón comenzó a tronar lejos. Quería irme. Pensar en Tate y en mi padre en el mismo pensamiento, y tener a mi padre viendo algo de ella, me disgustaba. ¿Sabes las flores que un mago saca de su mano? En ese momento, quería ser esas flores y volver a la clandestinidad. Solo quería hundirme en la silla y estar fuera de esos ojos sucios, llevando el collar conmigo a donde estaría seguro.

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—¿Cómo se llama? —Su voz era baja, casi un susurro, y me encogí a mi pesar. Levantando los ojos de nuevo, lo vi sonreír como si supiera todo. Como si me tuviera bajo su pulgar de nuevo. —Seis años, ¿eh? —Se lamió los labios—. Ella tendrá en veintitantos para entonces. —Asintió, y vi las llamas, sin perder su significado en su tiro largo. Cabrón. Hijo de puta. Cerrando de golpe la mano debajo de la mesa, escuché gritos de asombro de los que nos rodeaban cuando empujé mi silla hacia atrás y me puse de pie para mirarlo. Lo que sea que estaba disparando desde mis ojos ardían como el infierno. Quería verlo muerto. Y quería que fuera doloroso. El aire caliente se precipitó dentro y fuera de mi nariz, sonando como una cascada distante. —¿Qué está mal dentro de ti? —gruñí—. simplemente entumecido?

¿Estás roto, muerto, o

Mi padre me miró, no asustado, yo no era una amenaza para él después de todo, y me contestó lo más sinceramente que le había visto jamás. —¿No lo sabes, Jared? —me preguntó—. Tú también lo tienes, Y también lo tendrán tus inútiles hijos. Nadie nos quiere. Sabía que no te quería. —Mi rostro no se relajó. Solo se cayó, y no sabía por qué. *** —Tengo un regalo de cumpleaños para ti. —El padre de Tate apareció en mi casa, con las manos en los bolsillos, mientras salía de mi coche. Negué, sintiendo el peso de mierda de la visita con mi padre arrastrándose por toda mi piel. Solo había acelerado todo el camino desde la cárcel, necesitando una distracción. —Ahora no —le espeté. —Sí, ahora —disparó de nuevo, volviéndose para caminar de regreso a su casa, suponiendo que lo seguiría. Y lo hice. Aunque solo sea para conseguir que dejara de agarrarme las pelotas. Por detrás de él, en su garaje de dos coches, inmediatamente me detuve frente al desastre en frente mío. —¿Qué diablos pasó? —estallé, conmocionado.

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El Chevy Nova totalmente restaurado que había estado aparcado en el garaje durante el tiempo que Tate y el Sr. Brandt habían vivido aquí, estaba completamente destrozado. Bueno, no del todo. Pero era un puto desastre. Parecía que había sido utilizado en un juego de béisbol entre King Kong y Godzilla. Las ventanas estaban rotas, neumáticos recortados, y eso era lo más fácil. Abolladuras del tamaño de pelotas de baloncesto cubrían los paneles de las puertas y del capo, y los asientos de cuero estaban cortados para arriba. —Feliz Cumpleaños. Giré la cabeza hacia él y pellizqué mis cejas juntas confundido. —¿Feliz cumpleaños? ¿Estás loco? Este coche estaba en buen estado ayer. ¿Ahora que lo has convertido en un pedazo de basura, puedo tenerlo? No es que yo necesitase un coche. Jax iba a obtener el mío, tan pronto como cumpliera los dieciséis años y sacase una licencia, y yo compraría otro coche en cualquier momento con el dinero de la casa de mi abuelo. —No, no puedes tenerlo. Puedes arreglarlo. Vaya, gracias. —Pensé que podrías necesitar un poco de terapia automotriz a partir de hoy, así que me decidí a romperlo con el martillo e inventar un proyecto para ti. ¿Todos los adultos de mi vida estaban jodidamente locos? James caminó hacia mí, hasta la parte delantera del coche. —Toda esa mierda que sientes, Jared... la frustración, la ira, la pérdida, sea lo que sea... —Se interrumpió y luego continuó—. Vas a encontrar una salida a la larga, y tendrás que lidiar con ello algún día. Pero, por ahora, solo sigue ocupado. No cura nada, pero te ayudara a calmarte. Caminando lentamente alrededor del vehículo, teniendo en cuenta el daño y recopilando ya los materiales que necesitaría en mi cabeza, pensé que tenía sentido. Todavía no me sentía mejor que hace un mes, y no tenía ni idea de qué pensar sobre las cosas que me había dicho hoy mi padre. En todo caso, me sentía peor, pero no quería pensar en nada más. Pero Jax me necesitaba y no podía fallarle. Solo mantenerme ocupado. —Esto me va a llevar meses. —Eché un vistazo hacia él mientras me inclinaba sobre el capo. Sonrió y luego se volvió para entrar en la casa. —Estaba contando con ello. ***

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Así que me lancé. Profundo. Día tras día. Mes tras mes, me alimentaba de la rutina. Me enterré en la actividad y en el ruido, así no tenía tiempo para pensar en nada. Así no tenía tiempo para preocuparme. Me alojé en la habitación de Tate. Dormía en el suelo. Mi madre dejó de beber. Entonces, consiguió un novio. Tengo otro tatuaje. Madoc tiene un piercing… en alguna parte. Fui a clase, y mis notas mejoraron. James y yo hicimos un tour por West Point. No era para mí. Mi padre continuó jugando con mi cabeza. A veces lo conseguía. A veces no lo hacía. A veces jugábamos a las cartas y así no tenía que oír hablar al hijo de puta. Los sueños me mantenían despierto por la noche, pero las píldoras ayudaban. Compré un Boss 302. Me mantuvo ocupado. Metí la pata por ahí con algunas chicas. No rubias. Madoc y yo empezamos a correr en The Loop. Otra cosa para mantenerme ocupado. Jax tenía una vivienda digna. Lo veía todos los domingos. Tuve fiestas en mi casa. Más ruido. El Sr. Brandt fue enviado a Alemania para trabajar. Tate no iba a volver a casa. Se deshicieron del Heartland Scramble en Denny. Bien. Mierda. Lo que sea. Todo me rodaba encima, porque nada de eso me importaba. Hasta once meses más tarde en una calurosa noche de agosto, cuando una chica con ojos tormentosos y cabello como el sol respiraba de nuevo el aire, y el fuego que había dentro de mí.

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Siete —P

iper, vamos! —grité hacia el lago—. La tormenta se está acercando. Vamos a ponernos en marcha.

—No te vayas —habló Madoc detrás de mí—. Ven a mi casa. Estamos haciendo la fiesta allí. —Él yacía sobre una manta de picnic en la playa rocosa, acurrucado con una chica cuyo nombre probablemente no conocía, mientras que Love Hate Sex Pain de Godsmack se reproducía en el estéreo de mi auto en la distancia. Salimos al lago Swansea con unas seis personas esta tarde para nadar y pasar el rato, pero la fiesta había crecido a más de veinticinco antes de que oscureciera. Tenía que trabajar en el garaje en la mañana, así que estaba usando eso como excusa para irme. La verdad era que estaba aburrido. Ya no bebía en público. No iba a fiestas. No me desmayaba en las casas de extraños. Nada de eso parecía tentador cuando no estaba emborrachándome, y ya no pensaba en lo que me tentaba. Solo pensaba en pasar el tiempo. —Oh, nena —gimió Madoc a la chica de su lado—. Los Snickers no son lo único extra grande. Sonreí para mis adentros, deseando poder vivir en su piel. Todos los días era su cumpleaños, y tenía cinco años, saltando en el pelotero en Chuck E. Cheese2. Ni siquiera tenía necesidad de dar la vuelta para saber que esa línea había funcionado. La chica se estaba riendo, y yo estaba listo para mi propia acción. —No vas a llevarme a casa de inmediato, ¿verdad? —Mi juguete actual, Piper, caminó penosamente fuera del lago, arrojando agua en todas direcciones mientras escurría su largo cabello oscuro. Sí, soy un idiota. Ella no era un juguete, lo sé. Ninguna de ellas lo era. Pero, mi auto tenía más relación conmigo que de lo que ellas tuvieron, así que las hacía una diversión pasajera. Piper iba a ser senior como nosotros, y la había visto alrededor de la escuela durante años, pero nunca me interesó. Era pegajosa y demasiado obvia. Ella sabía que era hermosa, y pensaba que importaba. Sí, le tenía cero tolerancia. Hasta que... descubrí, el cuatro de julio, que su padre era el imbécil que me arrestó el año pasado. El policía idiota que 2

Chuck E. Cheese: Es una cadena de centros de entretenimiento familiar.

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empujó su rodilla en mi espalda y frotó mi rostro contra el suelo cuando me había esposado. Sí, luego ella se convirtió en algo con que jugar. —¿Qué piensas? —pregunté, sin verdaderamente preguntarle. Tenía un cuerpo increíble, y me encantaba que no se metiera mucho en las cosas. Siempre y cuando que no hablara demasiado, seguíamos saliendo. —Hey, ¿sabes qué día es hoy? —Rió Madoc, sacándome de mis pensamientos y arrastrando las palabras—. Hoy hace un año, esa chica Tate, me rompió la nariz en esa fiesta. Oh, estaba jodidamente enojada, también. Me tensé pero seguí poniéndome mi camiseta, sin mirar a nadie. —Jared, ¿no se suponía que tenía que estar de vuelta? —preguntó Madoc—. Quiero decir, ¿no se suponía que se había ido por un año? — señaló como si fuera estúpido—. Ha pasado un año. —Cállate, idiota. —Poniendo los ojos en blanco, me agaché para recoger mi ropa mojada. Ya había ido a los bosques cercanos para ponerme los jeans antes de llamar a Piper para que saliera del agua. —¿De qué está hablando? —Piper se quedó allí, pero no le eché una mirada. —Tate. La vecina de Jared. —dijo Madoc—. Ella va a nuestra escuela, pero se fue en junior —ofreció y luego se volvió hacia mí—. Así que, ¿dónde está? Echo de menos a esa chica. Se sentó, y aunque enterré mi rostro en mi teléfono, sabía que me estaba mirando. Idiota. Imbécil. Maldito amigo idiota. Negué. —Su papá está trabajando en Alemania, ¿de acuerdo? Consiguió un traspaso allí durante siete meses y no estará en casa hasta diciembre. Dijo que ella va a empezar el año escolar allí. ¿Suficiente, idiota-que-tiene-queestar-en-los-asuntos-de-todos? La compañía del Sr. Brandt lo había enviado a Alemania la primavera pasada, así que había estado comprobando su casa y recogiendo el correo desde mayo. Madoc me miró como si le acabara de decir que no podía tener helado de postre. —¡Vaya mierda, amigo! Pero probablemente está emocionada — agregó—. Ella nos odiaba. Una punzada de diversión se deslizó en mi pecho. Sí, seguro que sí.

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Cuando el Sr. Brandt me había contado acerca de su viaje, había tenido otra fiesta en mi casa esa noche. En vez de emborracharme en otro lugar, no tuve ningún problema en hacerlo en mi casa. Y ayudó. Había esperado que Tate estuviera de regreso de Francia el pasado junio, cuando terminó el año escolar, pero cuando me enteré ahora de que no regresaría hasta diciembre, quería golpear a alguien contra una pared. Amaba odiarla, y la quería en su maldita casa. Pero me tragué el dolor como lo había estado haciendo desde el otoño pasado. Me había acostumbrado a pasar los sentimientos y pretender que esa mierda no importaba. Y era hora de volver a tocar fondo. —Vamos. —Agarré la mano de Piper y caminé hacia mi coche. —Pero todavía estoy mojada. Me tengo que cambiar —se quejó. —Sí —le dije, sonriendo—. Y voy a ayudar. *** Las carreteras estaban resbaladizas como el infierno. No había llovido mucho este verano y todo el aceite acumulado en la calle me tenía constantemente derrapando. Pero no es como si tuviera el sentido de reducir la velocidad, tampoco. Aceleré en mi camino de entrada y al garaje, aunque sabía que no debería tener prisa. No había nada esperándome excepto el silencio de mi casa y no me gustaba eso. Cerrando el garaje, entré por la puerta que daba a la cocina, me quité mi camiseta negra, y la tiré al cesto de lavandería. Piper estaba en toda ella. —Hey, hombre —saludé a Madman cuando llegó bajando rápido por las escaleras—. Vamos. Abrí la puerta trasera para que pudiera hacer sus necesidades, la dejé abierta y corrí escaleras arriba para conectar mi celular muerto. Tan pronto como lo encendí, vi que tenía un mensaje de voz del padre de Tate. ¿Por qué está llamando? Nos habíamos enviado mensajes de texto pocos días atrás. Había comprobado a su casa y a mí. No estaba seguro de lo que quería ahora, pero de cualquier manera, no lo estaba llamando esta noche. Moví mi cabeza, un rasguño agudo contra mis cristales me hicieron saltar.

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—Maldito árbol. —Tiré mi celular en la cama y me dirigí a levantar las persianas. Este árbol entre la ventana de Tate y la mía era una maldita molestia. Constantemente lo teníamos que podar, porque amenazaba con hacer agujeros en la casa. Le había dicho a mi madre esta primavera para simplemente hacerlo cortar, pero técnicamente estaba en la propiedad del Sr. Brandt, y supongo que querían conservarlo. El Sr. Brandt normalmente lo mantenía podado, pero nunca lo cortó mucho. Todavía podía llegar a las ramas, incluso después de que habían sido cortadas. Tirando hacia arriba la ventana y asomándome, miré la rama deslizándose contra los cristales por encima de mí. Sin él, tendría que hacerme cargo de eso mañana. Estaba lloviendo a cántaros y hacía todo brillante bajo el resplandor de las farolas. Dejé que mi mirada vagara por el laberinto de ramas, sacudiendo los recuerdos de cuando me había raspado mi pierna o de cuando me sentaba con Tate. Amaba al maldito árbol y lo quería cortar. Y entonces... ni siquiera vi más el árbol. Mis ojos vieron el sol en un cielo de medianoche, y me quedé inmóvil. ¿Tate? —¿Qué demonios? —susurré, sin aliento y sin parpadear. Ella estaba en su dormitorio, apoyada en el marco de sus puertas francesas abiertas. Y me estaba mirando. ¿Qué demonios estoy viendo ahora mismo? Se suponía que debía estar en Alemania con su padre, al menos hasta Navidad. Cada músculo de mi cuerpo se tensó cuando me apoyé en el alféizar de la ventana, pero no podía apartar los ojos de ella. Era como si estuviera en un universo alternativo, muerto de hambre, y ella era un maldito buffet. Estaba en casa. Cerré los ojos por un momento y tragué los latidos que estaban arrastrándose hasta mi garganta. Estaba asqueado, emocionado y agradecido, todo al mismo tiempo. Jesús, está en casa. Llevaba un pantalón corto de pijama y una camiseta blanca. No era realmente tan diferente de lo que había notado que llevaba a la cama un año atrás, pero por alguna razón, la visión de ella era como un fuego ardiente a través de mi pecho. Quería llevarme el maldito árbol por delante

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y quitarle toda la ropa y amarla como si los últimos tres años nunca hubieran sucedido. Su cabello ondeaba a su alrededor y podía sentir sus ojos, ocultos en la sombra, en mí. Mi boca estaba seca y la aceleración de la respiración y de la sangre a través de mi cuerpo se sentía tan malditamente bien. Hasta que retrocedió y cerró las puertas. No. Tragué, sin querer que se fuera. Ve. Busca una pelea, me dije a mí mismo, pero negué. No. Déjala sola. No ha estado pensando en mí y tenía que superarlo. Estaba arrastrándome por las paredes de mi cabeza, sabiendo por hecho que tenía que crecer y dejarla estar. Dejarla ir a la escuela sin rumores y bromas flotando sobre ella. Déjala que sea feliz. Éramos casi adultos ahora, y esta pequeña mierda tenía que terminar. Pero... Me había sentido más vivo en los últimos diez segundos que en un año. Viendo ese rostro, sabiendo que me despertaría con su música a todo volumen y verla salir de la casa para trotar por la mañana... Mi teléfono zumbó con un mensaje de texto, y me acerqué a verlo. Era del padre de Tate. Cambio de planes. Tate está en casa. Por su cuenta hasta Navidad. Devuélvele la llave de la casa, y sé bueno. O vas a ver. Entrecerré los ojos, releí el mensaje una y otra vez. Creo que ni siquiera respiraba. ¿Estaba sola? ¿Hasta la Navidad? Cerré los ojos y dejé escapar una risa. Y, de repente, estaba tan emocionado como el infierno por despertar mañana.

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Ocho — D

ebería tener miedo? —me preguntó mi madre mientras caminaba de vuelta del garaje con una pequeña hacha.

—Siempre —murmuré, pasándola en el mostrador de la cocina y subiendo las escaleras. Decidí tomar el asunto en mis propias manos, en lugar de contratar a alguien, yo mismo cortaría las pequeñas ramas que sobresalían en la casa. El hacha haría el trabajo. —¡Eso sí, no te lastimes! —gritó detrás de mí—. ¡Eres fuerte para hacerlo! —Y rodé mis ojos mientras desaparecía en las escaleras que llevaban al desván. Se encontraba medianamente decente desde que se mantenía sobria. De vez en cuando trataba de hacer bromas. A veces me reía, pero no delante de ella. Todavía quedaban cosas por arreglar entre nosotros, una grieta la cual ya no me interesaba reparar. Pero mantuvimos una rutina. Mantuvo el nivel e hice lo mismo. Arrastrándome a través de la pequeña ventana en nuestro oscuro tercer piso, maniobré en el árbol y me moví hacia el tronco en donde las ramas eran lo suficientemente gruesas para sostener mi peso. Calculé, me senté en el interior y corté lo que creció adicionalmente, y una vez hecho, bajé. Tenía que trabajar de arriba hacia abajo, y finalmente llegar a las ramas de mi ventana, motivo por el cual empecé este trabajo. Pero cuando levanté el hacha para comenzar, casi lo dejé caer. —¿Crees que la forma en que me está tratando es un juego previo? — escuché gritar a Tate. ¿Qué? ¿Juegos previos? —Si —continuó, y dejé lo que estaba haciendo para escucharla—. Era un juego previo cuando le dijo a toda la escuela que tenía síndrome de intestino irritado y todo el mundo hacía ruidos de pedos mientras caminaba por el pasillo en primer año. Mis ojos se abrieron, y mi pulso latió en mi cuello. ¿Hablaba de mí? —Y sí —continuó, hablando con alguien a quién no podía ver—. Fue completamente erótico la manera en que hizo que me entregaran una caja de crema de levadura infectada en la clase de matemáticas en segundo

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año. ¡Pero lo que realmente me tiene caliente y lista para agacharme ante él fue cuando pegó folletos para tratamientos de verrugas genitales en mi casillero, lo cual es completamente indignante, que alguien tenga una ETS3 sin tener sexo! ¡Oh, mierda! Sin duda, estaba hablando de mí. Agarrando una rama que se encontraba por encima de mí. Levanté mis pies y subí al otro lado, con cuidado de mantenerme fuera de la vista de las puertas abiertas de Tate. La otra chica estaba hablando, probablemente su amiga K.C., y escuché algo de la discusión. Me deslicé por otra rama, empezando a sentirme como un pervertido al espiar su conversación. Pero bueno, se encontraban hablando de mí, eso lo hacía mi problema. —Te lo he dicho cien veces, fuimos amigos por años —dijo Tate—. Se fue por un par de semanas antes del verano en primer año, y cuando regresó, era diferente. No quería tener nada que ver conmigo. Y apreté mis puños. K.C. no necesitaba saber mi mierda. Tate no tenía derecho de transmitirle nuestros problemas. El remolino familiar de orina y vinagre removió mis entrañas, y sentí mi cuerpo calentarse. —Vamos a tener un año increíble. —La voz de Tate sonaba más baja ahora y más fuerte que antes—. Espero que Jared se haya olvidado de mí. Si lo hizo, entonces ambos podemos ignorarnos tranquilamente hasta la graduación. Si no lo hizo, entonces voy a hacer lo que creo que es mejor. Tengo cosas más importantes en mi mente de todos modos. Él y el cabeza de culo de Madoc pueden empujar y pinchar todo lo que quieran. Ya termine de darles mi atención. No tomarán mi último año. Espero que Jared se haya olvidado de mí. ¿Y casi tiro mi futuro lejos debido a lo mucho que la necesitaba? Ya terminé de darles mi atención. Me odiaba. Me odiaría siempre, era un maldito estúpido por desearla desde que teníamos catorce años.

3

ETS: Enfermedades de Trasmisión Sexual.

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Nadie nos quiere. Sé que no te quiero. La voz de mi padre me vino a la cabeza. Volví a subir a mi ventana y me arrastré, no me importaba si me veía. Lancé el hacha al suelo, me acerqué y encendí mi iPod y puse Coming Down de Five Finger Death Punchs y agarré mi teléfono para enviarle un mensaje de texto a Madoc. ¿Fiesta está noche? Mamá me está dejando alrededor de las cuatro. Mi madre se escapaba cada viernes a visitar a su novio en Chicago. Aún no conocía al tipo, pero casi siempre se mantenía allá los fines de semana. Demonios, sí, respondió un minuto más tarde. ¿Bebidas? Pregunté. El padre de Madoc tenía una tienda de licores, o algo parecido a lo largo de su sótano con una bodega de vinos. Él casi nunca se encontraba en la casa, así que tomábamos lo que queríamos, y yo ponía la comida. Lo tengo. Nos vemos a las siete. Tiré mi teléfono en la cama, pero volvió a sonar. Lo agarré de nuevo, era un mensaje de Jax. Papá llamó de nuevo. Hijo de puta. Mi padre había encontrado la manera de conseguir el número de Jax, y sabía que se suponía que no tenía que llamarlo. Por abusar de él, es una de las razones por las cuales mi padre estaba en la cárcel, después de todo. Yo me encargo, respondí. Mirando el reloj, vi que solo eran las diez de la mañana.

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Solo tienes que ir hoy, me dije. Acabemos de una vez por esta semana y no tendrás que ir mañana. Estos viajes para ir a ver mi padre me carcomían interiormente y les temía. Era imposible saber lo que me diría de una semana a la siguiente. La última vez, me dijo, con detalles gráficos, de cómo un día había tirado a mi madre en una clínica de aborto para que se deshiciera de mí. Y luego, como perdió la cabeza cuando no había ido hasta el final. No sé si la historia era cierta, pero trataba de pasar por alto los insultos, historias y burlas. La mayoría de las veces lo hacía. A veces no lo lograba. A la mierda. Quitándome mi camiseta negra y sudada, la cambié por una camiseta limpia, blanca y negra con cuello en V, agarré mis llaves de la mesita de la noche y bajé las escaleras. —Voy a salir por un rato —le dije a mi madre, mientras la pasaba en la cocina—. Te veo el lunes. *** Me temblaban las manos, a pesar de que hacía casi un año que venía aquí. Odiaba mirar la cara del hijo de puta, especialmente cuando hacía todo lo posible por hacer horribles las visitas. Sabía que tenía privilegios por cooperar, pero no tenía ninguna duda de lo mucho que disfrutaba de cada palabra enferma que salía de su boca. —Es viernes. No se supone que te vea hasta mañana —se quejó, sentándose en la sala de visitas. Me forcé a mí mismo a mirarlo a los ojos e incluso hablar. —Empezaste a llamar a Jax de nuevo. Quiero que lo dejes de hacer. Se rió. —Eso es lo que dijiste la última vez, pero no tienes el control, Jared. Sí. Lo. Tengo. —Ni siquiera te permiten hacer llamadas. —Después de que le informé al alcaide la última vez, había perdido el privilegio de hacer llamadas por teléfono sin supervisión. Encogiéndose de hombros con las palmas hacia arriba respondió: —Y, sin embargo, encontré la manera. Fue solo un momento. Pero en el tiempo que le tomó a mi pecho hundirse y romper el contacto visual, él sabía. Sabía que tenía la razón y que me encontraba impotente. Tal vez los guardias le dejaban hacer llamadas como favores, o quizás tenía un compañero de prisión que le ayudaba a

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salir, pero ambos sabíamos que no había absolutamente nada que pudiera hacer para detenerlo. Nunca podría detenerlo. —Déjalo en paz. —Mis labios se movían, pero apenas se oía mi voz. —¿Qué te molesta más? —Se inclinó y estrechó sus ojos azules—. ¿Que lo llame a él y no a ti?, o ¿qué no puedas detenerme? Te lo dije, Jared, no tienes el control. No realmente. Puede parecer que tienes el control, ya que estás ahí y yo estoy aquí, pero soy el que te persigue. No al revés. Me levanté y metí mi mano en mi bolsillo, agarrando el collar fósil con tanta fuerza que pensé que lo iba a romper. —Vete a la mierda —gruñí y me fui.

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Nueve —O

h, Jared —jadeó Piper mi nombre mientras devoré su cuello. Agarrando su cabello y tirando su cabeza hacia atrás, traté de perderme en su perfume y su cuerpo.

—Te dije que no hables —murmuré suavemente contra su piel—. Haz lo que te dije. La canción Hats off to the Bull estaba sonando en la planta de abajo, y podía escuchar voces viniendo desde todos los lados, tanto dentro como fuera de la casa. Piper se había dejado caer en mi fiesta, sin invitación, y tomé lo que me estaba ofreciendo. Ruido, actividad y distracción. Distracción de la atracción de al lado. Distracción de mi padre. Ese hijo de puta tenía razón después de todo. ¿Las pesadillas que me mantuvieron despierto? ¿Las que tuve que ahogar con pastillas para dormir porque solo así podía superar la noche? Todo ello me estaba haciendo débil. —Lo siento. —Se rió tontamente—. Eso solo que se siente tan bien. Tenía una mano enterrada en su grueso y oscuro cabello, y mí otra mano dentro de sus bragas, mis dedos empujaron dentro de ella mientras se retorcía contra la pared de mi habitación. Forcejeé a Piper, buscando la parte mágica de su cuerpo que me llevaría al espacio inconsciente. Desprendí la parte superior de su vestido, ahuecando sus pechos, besando sus labios, pero nada de esto me trajo la paz que quería. Estoy esperando que Jared se haya olvidado de mí. Agarré a Piper y la levanté en mis brazos, llevándola a la cama. La paz llegaría cuando estuviera dentro de ella. Luego estaría felizmente perdido. —¡Jared! —Jalé mi cabeza bruscamente hacia el martilleo en la puerta. —¡Vete! —gritó mientras Piper desabrocha mi cinturón. —¿Esa chica? ¿Tate? —preguntó mi amigo Sam—. Está abajo, hombre. Lo mejor es que bajes allí. Y detuve lo que estaba haciendo y me senté.

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—¿Qué demonios? —murmuré. ¿Por qué estaba en mi casa? Miré el reloj del despertador que marcaba más de la medianoche. —¿Tate? —dijo Piper, todavía recostada en las almohadas—. Pensé que dijiste que aún estaba fuera. Me bajé de la cama. —Solo vístete, Piper —espeté. —¿Qué? —gritó, y le eché un vistazo. Sus labios y su nariz estaban arrugados y su pecho subía y bajaba con su pesada respiración. Piper no era de apegos y complicaciones. Agradecía eso de ella. Pero estaba enojada y no me detuve a explicárselo. Nunca lo hacía. Ella lo sabía mejor. Nunca dije que quería más que un encuentro casual, podría tratar con ello o podía irse. Tirando de la puerta abierta, mi amigo Sam esperaba en el vestíbulo, las manos en los bolsillos y pareciendo inseguro. —Lo siento, hombre. —Levantó sus manos—. Madoc tenía sus manos encima de ella. Pensé que deberías saberlo. Maldita pequeña mierda. Salí disparado pasando a Sam y bajo al vestíbulo, preparado para meter la cabeza de mi mejor amigo en el baño para quitarle la mierda. Estaba verdaderamente seguro que él tenía una cosa por Tate, pero estaba advertido, años atrás, que ella estaba fuera de los límites. ¿Y qué mierda estaba haciendo aquí de todas formas? Descendiendo las escaleras, rodeé la esquina e inmediatamente me paré, mi estómago se desplomó con la perdida de una respiración. Jesucristo. Ella estaba tan hermosa que dolía. Estaba perdida pensamientos, de lo contrario me hubiera visto, también.

en

sus

Empujé mis manos por encima de mi cabeza por ambos lados del marco de la puerta. Era mi manera de parecer casual, como que no me importaba. Pero, honestamente, necesitaba el apoyo para evitar que mis piernas se desplomasen debajo de mí. Mi corazón retumbó a través de mi pecho y deseé como el infierno que pudiera detener este momento, solo mirarla hasta que la Tierra se desintegrase. Su cabello era más claro y su piel era más oscura, probablemente de estar en el sol este verano, y su cuerpo se había vuelto más tonificado. Más

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maduro. La forma de la parte posterior de sus muslos tenía a mi boca secándose. Su nariz todavía era pequeña, su piel aún era perfecta, sus labios carnosos hacían que ella parezca la muñeca perfecta. Y nunca jugué con muñecas, pero malditamente seguro que quería jugar con ésta. En ese momento, quería todo de Tate. Todo. Su ira y pasión, su odio y deseo, su cuerpo y alma. Quería el control de todo ello. Soy el único que te persigue. No al revés. Mi padre invadió mi cabeza de nuevo. Él y Tate estaban siempre ahí. Ninguno de ellos me querían y ambos me poseían. Pero a uno de ellos podía controlar. —¿Qué está haciendo ella aquí? —espeté, mirando fijamente a Madoc pero completamente consciente de Tate ajustando su atención en mi dirección. Madoc se mantuvo en silencio, pero podía ver las comisuras de su boca intentando reprimir una sonrisa. —Ella quería hablar contigo. —La voz de Tate era calmada pero hubo un indicio de insolencia en ésta. Sonreí para mis adentros, sintiendo la adrenalina perdida hace mucho tiempo calentando mis venas secas. —Hazlo rápido. Tengo invitados. —Bajando mis manos, crucé mis brazos sobre mi pecho y traté de parecer aburrido. Sam y Madoc se desviaron a la cocina, y Tate se paró orgullosamente con su barbilla en alto. Sus labios estaban fruncidos, y sus ojos podían encender un fuego. No estaba seguro de lo que había pasado con Madoc para tenerla tan enfadada o quizás estaba solo muy cabreada conmigo, pero finalmente me sentí en mi elemento después de un año andando alrededor como un muerto. —Tengo. Invitados —repetí, cuando no habló de inmediato. —Sí, puedo decirlo. —Miró detrás de mí, y supe que Piper estaba parada allí—. Puedes volver a prestarles tus servicios en apenas un minuto. Estreché mi mirada, cerrándola en ella. Bueno, bueno, bueno... Tate tenía una mala opinión de mí. Qué raro. Piper caminó hacia mí y me besó la mejilla. ¿Diciéndome adiós? ¿Recordándome que estaba aquí? No tenía ni idea, pero ella siempre hacía pequeñas cosas como esas en momentos inesperados y eso me hace sentir incómodo. Como si quisiera más y yo estuviera obligado a dárselo. Me paré allí, queriendo que ella dejara de esperar algo y solo se fuera a casa. La presencia de Tate estaba haciendo más bien que la suya, de todas maneras.

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Después de que Piper captó la indirecta, se fue y Tate habló. —Debo estar en unas cinco horas en una cita en Weston. Estoy pidiéndote educadamente que por favor bajes el volumen de la música. ¿Hablaba en serio? —No. —Jared, vine aquí siendo una buena vecina. Es más de medianoche. Te lo estoy pidiendo amablemente. La suplica fue linda. —Es más de medianoche en un viernes —le expliqué, tratando de sonar tan condescendiente como fuera posible. —Estás siendo poco razonable. Si quisiera la música apagada, podría presentar una queja por el ruido o llamar a tu madre. Estoy viniendo a ti por respeto. —Ella miró alrededor de la habitación—. ¿Dónde está tu madre, de todas formas? No la he visto desde que he vuelto. Oh, Tate. No vayas allí. No actúes como si me conocieras o a mi familia. —Ella ya no está mucho por aquí —mantuve mi voz monótona e impasible—. Y no estaría arrastrando su culo hasta aquí abajo en medio de la noche para detener mi fiesta. Ella suspiró, luciendo irritada. —No estoy diciendo que la termines. Te estoy pidiendo que bajes el volumen. —Ve a dormir a la casa de K.C. los fines de semana —sugerí, rodeando la mesa de billar en la sala de estar. —¡Es pasada la medianoche! —espetó—. ¡No voy a molestarla tan tarde! —Me estás molestando a mí demasiado tarde. El control estaba de vuelta, apreté mi mandíbula con una sonrisa. Me sentí calmado. Y muy seguro sobre lo que era. Era fuerza, confianza corriendo sobre mi otra vez. —Eres un idiota —susurró. Me detuve y la miré, pretendiendo estar enojado. —Cuidado Tatum. Estuviste fuera por un tiempo, así que te la dejaré pasar y recuerda que mi buena voluntad no va lejos contigo. —Oh, por favor —se burló—. No actúes como si fuera una carga soportar mi presencia. He soportado más que un poco de ti en los últimos años ¿Qué podrías hacerme que ya no me hayas hecho? Estaba tan eufórico con el reto que casi me reí.

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—Me gustan mis fiestas, Tatum. Me gusta ser entretenido. Si tomas mi fiesta, entonces tienes que entretenerme —me sorprendí por cuán bajo y sin lugar a dudas deseosa se volvió mi voz. Las imágenes de cómo podía entretenerme ella atravesaron mi cabeza. Pero Tate no lo haría. Era una chica buena. Se cepillaba y usaba hilo dental. Planchaba su ropa. Y no hacía cosas malas en la cama con chicos malos. Puso su cabello ondulado detrás de su oreja y me miró con desdén. —¿Y qué tarea desagradable, dime por favor, quieres que haga? — Movió su mano en el aire, dramáticamente y mi sangre corrió con lo diferente que parecía. Ella se había puesto sarcástica conmigo antes. Y antes de Francia, había tomado algunos riesgos. Pero cada vez, parecía nerviosa y al borde de las lágrimas. Ahora, lucía perfectamente cómoda, casi como si todo esto fuera una pérdida de su tiempo. Bien. Intensificar mi juego debería ser divertido. Y una bienvenida distracción. Parándome frente a ella, sentí calor y un familiar dulce dolor en mi pantalón. Mierda. ¿Jodidamente duro justo ahora? Mi pene palpitaba en mi pantalón, pero traté de ignorarlo. Sí, mi cuerpo estaba atraído hacia ella. ¿Y qué? Me atraían la mayoría de las cosas que usaban faldas. O pantalón corto con camisetas con capucha. Mis emociones se ponían salvajes con Tate, pero sabía que no podía dormir con ella. Sería un día helado en el infierno antes de darle esa clase de poder sobre mí. Pero tampoco significaba que no podía disfrutar de la vista. —Sácate esto —agarré el dobladillo de su pequeña sudadera negra—. Y dame un baile privado. Sus ojos se agrandaron. —¿Disculpa? Y noté su voz romperse, más nerviosa y ya no tan confiada, y fue como música para mis oídos. Mi mirada se endureció mientras la desafiaba. —Pondré Remedy ¿Aún es tu canción favorita? Dame un rápido baile privado y la fiesta se acaba. ¿Realmente detendría la fiesta? No. No habría una situación en la que en realidad le diera lo que quería.

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Y disfrutaría enseñándole ese hecho. Realmente lo esperaba, aunque ella no tomaría mi oferta. No me malentiendan. Tener su cuerpo frotándose contra el mío no apestaría, pero no sería capaz de dormir con ella e irme. Camino en una fina línea con Tate y sabía que querría segundas veces. Me miró por un minuto, varias emociones cruzando su rostro dulcemente cruel. Considerando mientras que en realidad estaba pensando en ello. La ira, cuando se dio cuenta de que solo terminaría siendo humillada. Derrota, cuando aceptó que en realidad no ganaría. Y perdida, cuando la tristeza cruzó sus ojos vidriosos. No estaba seguro de por qué era eso. Y luego algo diferente. Su frente se relajó, e inclinó su barbilla, mirándome. Mierda. Conocía esa mirada. La usaba todo el tiempo. Desafío. Giró, su cabello volando por sobre su hombro y mi corazón dio un vuelco cuando comenzó a gritar por mi casa al tope de sus pulmones. —¡Policías! —gritó en la sala de estar—. ¡Policías! ¡Todos salgan de aquí! ¡Los policías vienen por la puerta de atrás! ¡Corran! ¡Hija de Puta! Miré, sin poder hacer nada, mientras todos los borrachos e idiotas pasando la noche en mi casa estaban desesperados por escaparse. ¿Qué demonios? ¡En realidad le creyeron! El calor subió por mi cuello, y crucé mis brazos sobre mi pecho para mantener el calor saltar de mi cuerpo. La gente se dispersó fuera de la casa, huyendo de la cocina y sala de estar y a través de la puerta del frente como si hubiera un maldito incendio. La mayoría de ellos eran menores de edad, así que tenían una razón para estar alerta, pero incluso, ¿pensarías que los estúpidos mirarían primero? Pero no, solo huyeron. Y en casi nada de tiempo, mi casa estaba casi vacía. Excepto por los que ya estaban pasados y quienes están escondidos arriba en las habitaciones. La sangre bombeaba en mis venas como azúcar caliente, el dolor casi insoportable pero tan delicioso que quería más. Algo había cambiado en ella y ahora me estaba desafiando. Infiernos, sí. Acercándome condescendiente.

a

mi

objetivo,

sonreí

y

dejé

salir

un

suspiro

—Te tendré llorando en cualquier momento —prometí. Me miró, casi divertida. —Ya me has hecho llorar en innumerables ocasiones. —Y ella me enseñó el dedo medio—. ¿Sabes lo que es esto? —preguntó mientras

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señalaba la esquina de su ojo con el—. Soy yo, secándome la última lagrima que conseguirás. Y se dio la vuelta alejándose. Mi boca no se cerraría, y no pude sacar mis ojos de la puerta vacía. Santa mierda. El hormigueo empezó en mi garganta, perdí mi respiración mientras empezaba a reírme. Hija de perra, también estaba sonriendo. No puedo creer que me haya dicho eso. Eso era definitivamente un desafío. Oh, bebé, estoy dentro. —Bueno, ella es diferente. —Madoc estaba detrás de mí y alejé mi sonrisa. Giré mi cara hacia él. —¿La tocaste? —Lo siento, hombre. —Me miró como si no le hubiera dicho diez veces que mantuviera sus manos para el—. Lo olvidé, no pasará otra vez. —Se encogió de hombros y caminó devuelta a la cocina. Sí, mejor que no. No sabía si realmente quería a Tate. Sam dijo que la estaba tocando, pero Madoc era un buen amigo que sabía los límites. No estaba seguro de lo que él estaba haciendo. Miré otra vez a la puerta de entrada, recordando cómo Tate solo salió con su cabeza en alto, su voz firme y más confianza de la que jamás había visto en ella. Que empiece el juego. Mis hombros se relajaron, subí las escaleras y fui a la cama. Esta vez sin pastillas para dormir y sin ningún sueño con mi padre.

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Diez —U

f, creo que mi polla está rota —gimió Madoc, cuando se acomodó en la mitad del pasillo de la escuela. Negué hacia él antes de asentir a un par de amigos

que pasaban.

—Entonces solo hazlo con chicas, estúpido —bromeé—. Probablemente, sean más suaves que los chicos que te gustan. Paseando por el pasillo en el primer día del último año, sentí una brisa a lavandería sobre mí que nadie más sintió. Madoc alardeaba sobre sus conquistas, conseguí las clases que deseaba, y ya casi estaba terminando con las visitas a la prisión. En el momento en que Tate había regresado y una semana desde su escapada en mi fiesta, también había podido dormir tranquilamente. Casi me sentí feliz. —Entonces —habló Madoc—. Tate ya tiene un pequeño club de fans, supongo que ya has escuchado hablar de eso. Sí que lo había escuchado, por mucho que odiaba las pocas cosas que decían los chicos de ella, no eran necesariamente malas, nadie había mencionado sus pechos o su culo. Así que no tendría que golpearlos en el piso. No, solo hablaban de lo hermosa que se veía. Acerca de la forma en cómo actuaba ahora, la confianza que se había ganado en el extranjero, y estaba seguro de eso. Y me encantó la atención que estaba recibiendo. Después de todo, cuanto más alto se levantaba, más duro se caería. —Tatum ni siquiera está en su propio club de fans —murmuré. Agarramos un poco de comida y nos sentamos en nuestra mesa habitual en la cafetería. Madoc comió como si fuera el atleta del club del desayuno, casi necesitaba dos bandejas para los sándwiches, pizza, papas fritas, gatorades, y brownies que compró, mientras que yo odiaba comer comidas grandes durante el día. Un sándwich o burrito y un par de bebidas eran lo habitual para mí. El resultado: Madoc se quedaba dormido durante sus clases de la tarde, y yo para el trabajo tenía energía de sobra.

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—Entonces, ¿cómo hacemos esto? —me preguntó él, mientras Sam y su amigo Gunnar, se sentaban en nuestra mesa y comenzaban a cavar en su comida. Coloqué la tapa de mi botella de agua, me limpié los labios con la parte posterior de mi mano y lo miré. Sin saber qué conversación que había comenzado me había perdido. —¿Cómo estamos haciendo, qué? —Tate —dijo como si debería haberlo sabido—. ¿Estamos o no estamos dejándola en paz este año? Me recosté en mi silla. —Hago lo que quiero. Te haré saber si necesito tu ayuda. —Shhh —siseó Madoc—. Ahí está. —Señaló con la barbilla hacia la puerta. Mi mirada lo siguió. Se acercó a la línea y consiguió su bandeja, e hice inventario de todo. Para mi plan de batalla, por supuesto. Su cuerpo se movía lentamente, casi de forma metódica. Había algo acerca de cómo su espalda estaba rígida. Ella no estaba relajada. Deseaba que la causa fuera yo, esperé a que me sintiera aquí, observándola. Me gustaba verla moverse, pero me puse tenso cuando comprendí que cada otro tipo aquí probablemente apreciaba la misma vista. Era una buena vista, y no podía dejar de mirar. Su cabello solía colgar directamente, pero a partir de las pocas veces que la había visto en la última semana, ahora parecía favorecerle un estilo ondulado. Las luces de arriba hacían brillar sus hebras hasta las puntas. Su camisa larga y delgada cubría su trasero de un lado, pero se había enganchado en la cintura de sus pantalones vaqueros en el otro. Dejando su trasero visible en sus jeans ajustados. —Bueno —elevó la voz Madoc—. Inventa cosas mejor esta vez. El asunto del sabotaje se está volviendo infantil. —¿Qué? Y entonces me di cuenta de que seguía una discusión que no me acordaba haber comenzado. —Consigue que te emparejen con ella en un proyecto o algo así — continuó—. Piensa en lo mucho que podrías hacer con esa cantidad de tiempos juntos. ¿Tiempo juntos?

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Oh, sí. Estábamos hablando sobre el “Plan de ataque contra Tate”. —Esto no es un juego previo, Madoc. —Estaba poniendo a Madoc en su lugar al igual que lo había hecho Tate con K.C.—. No estoy buscando conectar con ella. La vi caminar a una mesa del fondo y sentarse… a espaldas de mí. Mis labios se levantaron. No quería correr el riesgo de hacer contacto visual conmigo. Y eso era una victoria. Madoc se echó a reír, casi ahogándose al tratar de tragar su comida. —Tienes razón. —Tosió, con los ojos llorosos—. Cualquier persona que viera la manera en que la miras diría que no quieres conectar con ella. —Él asintió—. No, en este momento la estas mirando como si quisieras atarla y darle unas fuertes nalgadas. Estúpido imbécil. Yo no estaba en esa mierda, o... pensé que no estaba. Nunca pensé en probarlo. Podría intentarlo, supongo. Uno debe probar todo al menos una vez. Excepto la metanfetamina de cristal. —¿No? —preguntó, mirando por encima de mí cuando no contestaba—. Bueno, supongo entonces que esto no te pondrá celoso. Empujó su silla hacia atrás, rozando las piernas en el suelo mientras rodeaba la mesa y caminó hacia el otro lado de la cafetería. Hacia Tate. Hijo de Puta. Iba a córtale su polla rota y dárselo de comer a Madman. Mi manga negra corta se extendía a través de mis bíceps, y me di cuenta que estaban malditamente tensos casi todo los músculos de mi cuerpo. Observé, echando humo, como Madoc se acercó Tate y se inclinó a su oído, hablando. No pude oír lo que decía, por supuesto, pero vi enderezarse la espalda de Tate y sabía que estaba incomoda. Bien. Pero no me sentía bien. Parecía que siempre me drogaba al presionar sus botones. Pero nunca me gustó cuando los demás seguían mi ejemplo. Cuando Madoc comentó sobre los pechos de Tate el año pasado, antes que se rompiera la nariz, casi había cortado sus pelotas. Ayudando en la burla a veces era una cosa, pero hablar mierda sobre su cuerpo y en público hace que mi maldito genio suba hacia arriba. Incluso yo no hice eso. Si ella no le hubiera dado un puñetazo, entonces yo lo habría hecho.

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Su mano se deslizó por su espalda y apreté mi mano en un puño. ¡Maldita sea! ¿No acabamos de tener esta conversación? Aire entraba y salía erráticamente de mi nariz, mientras miraba, sin pestañar, con la mano deslizándose lentamente hasta bajar a su culo. Salté de mi silla, pero inmediatamente me detuve cuando Tate se sacudió de su asiento y agarró a Madoc por los hombros, golpeándolo en las bolas con la rodilla. ¡Mierda! Hice respiraciones rápidas, cortas, tratando de no reírme al ver a mi amigo caer de rodillas, gimiendo como un animal herido. Tate lo rodeó y se sentó en su silla. —No me toques, y no me hables —se burló—. ¿De verdad crees que saldría contigo? ¿Él la invitó a salir? —He odio hablar a las chicas —continuó—. Y contrariamente a la creencia popular, las cosas buenas no vienen en paquetes pequeños. —Su voz era fuerte, como si estuviera completamente cómoda con su piel. Todo el mundo captó la broma cuando ella torció su dedo meñique a la muchedumbre divertida, insinuando que Madoc tenía un pene pequeño. —Gracias por la oferta de todos modos, Madoc —dijo en una dulce voz cantarina. Recogiendo su bandeja, se dirigió a través de la multitud, arrojó su almuerzo y se dirigió a las puertas, con todos los ojos siguiéndola. Incluso la mía. Me recosté de nuevo, recordando como ella lloraba o solo lo dejaba ir, a Madoc o cada vez que yo hacía algo. Ahora, era Tate de diez años de nuevo, controlando mi puto mundo. Se detuvo en la puerta doble, y levanté mis ojos hacia ella, mientras se volvía alrededor, mirándome directamente. Sus ojos se dividieron como en un campo de batalla, matando la distancia que había entre nosotros, hasta podía oler su piel. Ella lo era todo. Sabía lo de mi juego. Retándome y sabía que iba a disfrutar derrotarla. Entonces y solo entonces, habría probado que no necesitaba de ella ni de nadie *** El Sr. Sweeney, uno de los decanos, llegó a través de la cafetería, con ganas de saber que había pasado, me preguntó y le expliqué que Madoc se había caído de su silla. Sé que es una mentira estúpida, pero los profesores no tienen mucho poder. Si un chico afirma algo y los demás lo apoyan, debe ser verdad. No quería a Tate en problemas.

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No de alguien más aparte de mí. Antes que comenzara la primera clase de la tarde, encontré a Madoc en su casillero, agarrándolo por el brazo, lo arrastré hacia un aula vacía de la esquina. —¡Whoa! —gritó, probablemente sorprendido por mi repentina aparición—. ¡Tómalo con calma! Tan pronto como estábamos lejos de las miradas indiscretas, me di la vuelta y planté mi puño en sus entrañas. La piel de mis nudillos se estiró, pero Madoc se derrumbó y sabía que su dolor sería un infierno mucho peor. Tosió mientras se doblaba por la espalda, cayó hacia atrás contra la pared mientras me cernía sobre él. Lo extraño es que no estaba nervioso o incluso enojado. Estaba un poco molesto, pero por lo demás, mis acciones o emociones estaban en completo orden, él sabía por qué fue golpeado y ahora sabía que no estaba mintiendo acerca de no tocar a Tate. —Me oíste esta vez, ¿verdad? —pregunté. Él asintió, apretando el ceño y con aspecto nauseabundo mientras sostenía su estómago. Caminando a mi siguiente clase, tomé mi celular de mi bolsillo y le envié un mensaje a mi jefe que no estaría en el trabajo esta tarde. Él era un amigo y me necesitaba en raras ocasiones, pero merecía un día libre. El trabajo era ruido y distracción. Ahora tenía a Tate, ahora ella estaba manteniendo mi cabeza bastante ocupada últimamente. Pasé el resto de la tarde con una eufórica hambre por lo que estaba por venir.

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Once l ego de Madoc estaba severamente caído luego de ser golpeado dos veces en un día. Salimos después de la escuela para que pudiera consolarse con un almuerzo tardío o una cena temprana en Sonic. Personalmente creo que las chicas en patines lo animaron más que la comida.

E

A eso de las cuatro y media, él se dirigió a su casa, y yo conduje de nuevo a la escuela. Tate tenía práctica de carrera a campo traviesa. Había hablado con Jess Cullen, su capitana, hoy, y Tate se suponía debía hacer la prueba para recuperar su lugar en el equipo. Caminando hasta el vestuario de las chicas, me quedé en la puerta y esperé. Deslizando las manos dentro de los bolsillos y recostando mi cabeza hacia atrás contra la pared, disfrutando de la calma antes de la tormenta. Dios, extrañaba esto. Mi padre pasó por mi cabeza brevemente, pero casi no parecía importarme ahora. De todas maneras ¿por qué demonios le había dado tanto de mi atención en primer lugar? Cuando una chica se marchó, con el cabello mojado y una maleta de deporte, supe que era el momento. Las chicas podrían estar todavía limpiándose, pero deberían haber terminado con la ducha por lo menos. No es que tuvieran algo que nunca hubiera visto antes, algunas de ellas de cerca, pero había un delgada línea entre una broma y terminar siendo arrestado. Caminando a través de la puerta, giré a la izquierda y di vuelta en la esquina. Hay varias filas, al igual que en el vestuario de los hombres, así que aceché por el pasillo, mirando en cada pasillo buscando por la rubia de sol. Oí secadores de cabello y conversaciones procedentes de la parte trasera, así que no había muchas chicas que faltaran por vestirse. Pero sin duda alguna muchos jadeos y rápidos movimientos para taparse. Una chica agarró su camiseta para cubrir su sostén, pero luego la bajó cuando registró quién era. Sus labios se curvearon mientras me escaneaba de arriba abajo. La miré de nuevo, ya que me miraba como si me conociera. Como si me conociera, pero no podía recordar en este momento. El año pasado había sido un caos, y rara vez estaba una segunda

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vez con alguien. Pude haber aprovechado eso. Ella era ardiente. Probablemente me la tiré, pero no podría decir si fue hace un mes o un año atrás. En el próximo pasillo, me detuve, mi estómago agitado. Tate estaba en su casillero, desnuda excepto por su toalla. Por un segundo, pensé que no podría haber planeado un mejor momento. Pero luego recordé que no podría ser el peor momento. Mi pene era como una maldita brújula apuntando directamente hacia ella. Endureciendo mis ojos y estrechando mi frente, me preparé para ponerla en su lugar de mierda. —Fuera. Tatum se queda —pedí a la habitación. Todo el mundo chilló y tomaron un aliento y la cabeza de Tatum se giró con los ojos muy abiertos. Ella agarró la toalla fuertemente como si tuviera el poder de arrancarlo solo con mi mente. Si solo…. Todas se escabulleron, y estaba agradecido que lo hicieran sin tanto drama. Tal vez se fueron o se quedaron en algunos de los pasillos para darnos intimidad, pero lo único que me importaba era que se habían ido y Tate no tenía ni un salvavidas. Quedó aislada. —¿Me estas tomando el pelo? —gritó, con el rostro retorcido en hermosa ira, mientras lentamente me acercaba a ella. —¿Tatum? —Mi cuerpo rugía en calor por mis brazos y piernas—. Quería estar seguro que tenía toda tu atención, ¿la tengo? Se lamió los labios, respirando a través de sus dientes. Incluso su boca, tensa en frustración, se veía llena de lucha. —Di lo que tengas que decir. Estoy desnuda aquí, y a punto de gritar. ¡Esto es ir demasiado lejos, incluso para ti! Nunca demasiado lejos. No había limite en cuán alto podía alimentarme de ella. Había dejado de retroceder, y me empezaba a preguntar por qué. Pero en lugar de detenerme, no podía evitar acercarme un poco más. Nos quedamos allí un momento, ninguno de los dos negándose a retroceder, y el calor rodó fuera de ella mientras su pecho subía y bajaba. Y entonces lo vi. Sus parpados se agitaron levemente, contuvo la respiración y no me miraba. No por miedo, sino por vergüenza. Estaba avergonzada por algo.

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Oh, Jesús. Ese flash de deseo en su rostro. Eso es lo que era. Y mierda, yo quería ese momento, también. Recorriendo su cuerpo con mis ojos, miré el tono caramelo de su piel y no podía dejar de preguntarme como se vería cubierta de sudor. La curva de su cuello donde se encuentra con su hombro, las gotas de agua en el hueco de su clavícula, sus pechos casi a salirse de la toalla… todo me puso duro. Maldita sea. Consigue un jodido agarre. Llevé mi mirada de nuevo a la de ella, y me forcé a verla como el enemigo que era. He terminado de darle mi atención. —Saboteaste mi fiesta la semana pasada —le dije en la cara, pero se mantuvo firme—. Y asaltaste a mi amigo. Dos veces. ¿En realidad estás tratando de valer alguna fuerza en esta escuela, Tatum? En mi cabeza, ella era “Tate”. Siempre. Pero no podía llamarla así ahora. Era un apodo para su familia y amigos, y estábamos muy lejos de serlo. Sus ojos, la perfecta combinación de fuego y hielo, se agudizaron en mí. —Creo que ya es hora ¿no lo crees? —Por el contrario. —Incliné mi hombro en las taquillas a su lado—. Me he movido a pasatiempos más interesantes que molestarte, lo creas o no. Ha sido un año muy tranquilo sin tu, soy-demasiado-buena-para-todos-losdemás maldita cara por estos pasillos. Y era cierto. Había sido tranquilo. Como el tipo de una muerte tranquila. —¿Qué, está el grande y malo Jared sintiéndose amenazado? ¿Qué carajos? Ahora, eso me molestó. Salté fuera de las taquillas y la enjaulé en mis brazos. —No me toques —me espetó y reprimí una sonrisa. No estaba mirándome de nuevo. Moví mi cabeza como una serpiente, tratando de captar su mirada. Mechones húmedos se pegan a su cara y la inhalaba como si fuera un pedazo de carne, y estuviera hambriento. —Si alguna vez pongo mis manos en ti —amenacé en voz baja—. Tú lo querrás.

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Ese maldito olor. Era como una especie de flores y kiwi. —¿Lo quieres? —me burlé—. ¿Lo deseas, quiero decir? Hizo una pausa, mirándome un poco sorprendida, un poco confundida, y luego muy enojada. —Estoy aburrida. —Su tono era incierto, pero luego sus ojos se resolvieron—. ¿Vas a decirme lo que quieres o qué? —¿Sabes? ¿Esta nueva actitud con la que regresaste? Me sorprendió. Solías ser un objetivo bastante aburrido. Todo lo que hacías era huir o llorar. Ahora tienes algo de lucha en ti. Estaba dispuesto a dejarte en paz este año. Pero ahora… —Me callé. Sonrió. —¿Qué vas a hacer? ¿Hacerme tropezar en clase? ¿Derramar jugo de naranja en mi camisa? ¿Esparcir rumores acerca de mí, para que no tenga citas? ¿O tal vez subirás tu juego al acoso cibernético? ¿De verdad crees que algo de eso podrá asustarme? No puedes asustarme. Nena, ya te tengo. Por lo menos, creo que lo hice. Ella estaba hablando de alguna mierda seria. Seguro, había empezado a ramificarse antes de marcharse a Francia, pero pensé que todo era parte de su salida del país. Se había sentido a salvo. Demonios, ella había estado a salvo, supongo. No había mucho que pudiera hacer desde donde estaba. Pero ahora ella estaba de vuelta. Apoyé una mano encima de ella, contra las taquillas, y me incliné hacia ella. —¿Crees que eres lo suficiente fuerte para enfrentarme? —le pregunté, parte de mí esperando que estuviera a la altura del desafío y la otra parte de mi con la esperanza de que se alejara. —Adelante. —Y la promesa flotaba en el aire como las palabras “Usted ha ganado la lotería.” Diablos, Si. —¡Tatum Brandt! Ambos saltamos fuera de nuestro pequeño mundo y miramos hasta el final del pasillo como la entrenadora Syndowski y cerca de la mitad del equipo de cross-country nos miraban. Oh, mierda. Casi me reí del golpe de suerte. Tate en su toalla. Yo arrinconándola. No podría haber salido mejor y estoy un poco avergonzado al no haber pronosticado este giro.

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Esto no se va ver bien para lo que ella llama “Ellos no van a tomar mi último año” plan de juego. —¡Entrenadora! —Tate se quedó sin aliento, luchando en su toalla y haciendo como si fuéramos culpables de algo más que hablar. Suave, Tate. Pero mi diversión duró poco cuando vi a las chicas tomar fotos con sus celulares. Sentí mi estómago vacío de inmediato. No, no, no… maldita sea. Tate era mía, para ver lo que yo quisiera. ¡No quería fotos de ella en su toalla en mensajes de texto por toda la maldita escuela! —Hay otros lugares para que ustedes dos hagan esto. —La voz de la entrenadora sonó como si tuviera que menear el dedo hacia nosotros y mandarnos a la cama sin cenar—. ¿Sr. Trent? —Me reprendió ella con la mirada—. ¡Fuera! Y sepulté mi ira sobre las fotografías y salí justo como había entrado. Como si fuera el jodido dueño del lugar.

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Doce ías más tarde, estaba experimentando más altibajos que una maldita montaña rusa. Tate completamente consciente de mi presencia y encogiéndose cada vez que me veía, ¡subida! Imbéciles tratando de derribarme para lograrlo con ella como si fuera una puta regalada que se arrojaría donde sea, ¡bajada!

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¡Malditos teléfonos celulares, internet, la tecnología y mierda! Y lo peor de todo, el hecho de sentirme culpable. Debería haber estado encantado. Especialmente desde que se había trasladado a una de mis clases ayer y podía joder con ella en cualquier momento ahora. Pero las cosas eran diferentes este año y esa foto no ayudaba. Los chicos la querían. La querían tanto que no importaba la cantidad de mierda que soltara acerca de ella vomitando sobre sus mocos, teniendo piojos, o incluso la disección de cadáveres humanos en su casa. A la mierda. No había mucho que podía hacer en ese frente más y ¿por qué iba a querer eso? ¿Por qué me importaba si salía o no? No lo hacía. Simplemente me molestaba demasiado tener una imagen casi desnuda de ella a través del ciberespacio. Tate asumiría que había planeado todo el asunto y ella sabría que iba a estar emocionado acerca de su humillación. Déjala, pues. Funcionó para mi ventaja. Pero eso no significaba que era feliz o estaba bien con ello. —Toni, nena. Ven conmigo. —Me enganché con Toni Vincent, capitana de las animadoras, le ofrecí mi brazo y la llevé fuera de las puertas dobles del gimnasio. —Oh, mira quién está hablando conmigo después de semanas y semanas. —Su tono sarcástico era juguetón, pero molesto. Ella y yo habíamos conectado un par de veces el año pasado y aunque ella era segura y divertida, no estaba ahí por una relación. Trató de empujar esa mierda. Ella era engreída, sin embargo y sabía cómo trabajar su racha difícil. Admiraba eso de ella.

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—Somos mejores cuando no hablamos —murmuré mientras la apoyaba en la pared. Ella no quería darme una pulgada, pero vi la sonrisa pequeña antes de que bajara sus ojos verdes. Cuando volvió a mirar hacia arriba, su mirada era firme. —Así que, ¿qué quieres? —El blog de la Animadoras —declaré—. ¿La imagen de Tatum y yo? Quítala. —¿Por qué debería? —se burló—. Está haciendo un montón de hits. —Porque yo te estoy diciendo que lo hagas —pedí, no coqueteando o pretendiendo en lo más mínimo—. Hoy. Y la dejé allí, sabiendo que lo haría. *** Más tarde ese día, me dirigí a mi última clase, Temas de Cine en Literatura. Me inscribí en cualquier curso de Penley este semestre. Ella era dulce y me sentía peor acerca de mi comportamiento hacia ella que cualquier otro profesor del año pasado. Fueron los profesores que se han esforzado conmigo los que tienen mi respeto y después de mi comportamiento idiota con ella el pasado otoño me había decidido a aprovechar cualquier oportunidad que pudiera para demostrarle que era un buen estudiante. O, al menos, un buen tipo. Sus clases, mientras trataba, eran mis menos favoritas, sin embargo. Odiaba la literatura y la escritura, y definitivamente, odiaba expresarme en público cuando no se trataba de algún Patrón o un coche rápido. Pero esperaba esta clase más que todas ahora. Tate se sentaba dos asientos delante de mí, y podía perforar un agujero en la parte posterior de su cabeza toda la clase. —Estoy tratando de entrar en Columbia, pre-medicina. ¿Qué hay de ti? —preguntó Tate a Ben Jamison, que estaba sentado junto a ella, y no podía dejar de escuchar a escondidas la conversación detrás de ellos. —Estoy postulando a unos pocos lugares —respondió Ben—. No tengo cabeza para matemáticas o ciencias, sin embargo. Será de negocios para mí. ¿Y negocios qué es exactamente? ¿Literatura griega? —Bueno, espero que te guste un poco de matemáticas financieras. Los negocios van con Economía, ¿sabes? Tate hizo eco de mis pensamientos y solté un bufido cuando Ben la miró, los ojos muy abiertos y claramente confundidos.

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Mordí mi pluma para no reírme del idiota. La espalda de Tate se puso tensa, y supe que sabía que estaba escuchando. —Así que... —continuó, sin hacerme caso—. Estás en el Comité del Baile, ¿no? —Sí. ¿Vendrás? —preguntó Ben, y dejé de respirar mientras esperaba su respuesta. Ben podría tratar de preguntarle. Tal vez estaba calibrando si ella estaba interesada en alguien más. Me acordé de que estaba interesado en ella en su primer año, pero fue sofocado con bastante facilidad. Una vez que se enteró del rumor de Stevie Stoddard, el que comencé acerca de Tate perdiendo su virginidad con el chico más raro en la escuela, no la mencionó otra vez. Era débil y era un seguidor. Pero... las chicas lo amaban. ¿Por qué? No tengo ni idea. Parecía casi tan aburrido como una noche de cine en la iglesia. Él era amable, sin embargo. El chico que llevas a casa para mamá. —Ya veremos —respondió Tate—. ¿Has reservado una banda, o hay un D.J.? —Una banda estaría bien, pero tienden a tocar un género de música, así que es difícil complacer a todos. Tendremos un D.J. Creo que eso es lo que todo el mundo decidió. Él va a continuar la fiesta con una buena mezcla: pop, country... Bueno, lección sobre Tate y la música. Si los fans hacen cualquier cosa menos que tallar el nombre de la banda en su piel, a continuación, la banda no es digna de ser escuchada. Cualquier música que va más allá saltando y golpeando su cabeza es casi tan emocionante como Kenny G para ella. Bueno, para mí, también. Esa es una zona que podríamos ver ojo a ojo. —Oh... ¿Pop y country? No se puede ir mal allí. —Ella trató de sonar sincera y para un cabeza hueca como Ben Jamison probablemente funcionó, pero podía oler la tapa hacia arriba. Incapaz de contener la risita, enterré mi cara en mi teléfono cuando ella se dio la vuelta para mirarme. Pero cuando no la miré, se dio la vuelta. —Así que, ¿te gusta el pop y el country? —se dirigió a Ben otra vez y me encontré golpeando mi pluma en la irritación. ¿Dónde diablos está Penley? —Sobre todo country. —Oí la respuesta de Ben.

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Ella solo asintió, con suerte dándose cuenta de que no tenían nada en común. —Ya sabes —continuó—. He oído que llegaremos a ver a El Sexto Sentido aquí este semestre. ¿Lo has visto? —Oh, sí. Hace mucho tiempo, sin embargo. No lo entiendo. No soy un gran fan de las películas de tipo thriller de misterio. Me gustan las comedias. Tal vez ella nos deje ver Borat. —¡Hey, Jamison! —interrumpí, acabando de escuchar a Tate tratando de meterse en el pantalón de este tipo—. Si te gusta Bruce Willis, Unbreakable es una buena. Debes darle una oportunidad... ya sabes, si estás buscando cambiar de opinión acerca de las novelas de suspenso. Ya está. Ahora Tate podría volver a cosas mejores. Al igual que callarse. Tate amaba a Bruce Willis. Le gustaban las películas de acción y thrillers. Y quería que recordara que sabía esa mierda de ella. —Muy bien, clase. —La señora Penley finalmente ingresó—. Además del paquete que estoy repartiendo, Trevor les está dando una plantilla de una brújula. Por favor escriban su nombre en la parte superior, pero dejen las áreas circundantes del Norte, Este, Sur y Oeste en blanco. El sonido de pasar papeles llenó la habitación, la línea de montaje de la educación trabajando duro. Papeles y paquetes derramados por las filas ya que cada estudiante le arrebató uno como si fuera su boleto para salir de Dodge, y todos ellos tenían un lugar adonde ir. —Está bien. —La señora Penley juntó sus manos—. Los paquetes que les di son listas de películas donde se produjeron importantes monólogos. Como ya hemos empezado a hablar de monólogos y su importancia en el cine y la literatura... Mi mente se nublaba y oí el ruido de la voz de Penley, pero no las palabras. Mis ojos estaban fijos en la espalda de Tate y antes de darme cuenta, estaba perdido. Ella había agarrado todo su cabello y barrido hacia arriba en una coleta larga, la longitud ondulada cayendo por su espalda como una cascada, o una... correa. Apreté los puños. Jesús. No podía ver mi pene, pero juro que se hinchó hasta el doble del tamaño de lo que normalmente hacía cuando estaba caliente. Su camiseta verde militar de Five Finger Death Punch no era demasiado estrecha, pero cubría delicadamente su esbelta espalda y felicitó a su piel

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bañada por el sol. Estaba casi sangrando por besar la parte de la piel en el hombro, en la curva de su cuello, donde se frotó. Ese sería un buen lugar para un pequeño tatuaje, pensé. El cabello, el traje, era la mezcla perfecta de chica buena y chica mala, de la salvación y el peligro. No tenía sentido mentirme a mí mismo. Por mucho que la odiaba, quería una probada de ella. El sexo enojado es bastante bueno por lo que he escuchado. —¡Vayan! —gritó la profesora, y me rompió la cabeza, parpadeando lejos la fantasía en la que había quedado atrapado. Oh, mierda. Todos se levantaron de sus asientos y comenzaron a caminar por la habitación, llevando sus papeles y bolígrafos. ¿Se suponía que debía levantarme? Terror se apoderó de mi corazón al mirar hacia abajo en mis pantalones vaqueros y luego cerré los ojos. Sí, eso no está sucediendo. Y, ¡mierda! No podía detener las malditas imágenes de Tate, en mi coche, en el armario del conserje, en mi cama... No había manera de que pudiera ponerme de pie en este momento, así que me tomó algunas respiraciones profundas y traté de pensar en una aburrida mierda, como británicos de época y ruedas de la fortuna. Por suerte, Ivy Donner se dirigió y escribió su nombre en mi papel en “Este” y luego mi nombre en su papel. Buena cosa, porque no tenía ni idea de lo que se suponía que íbamos a hacer, y mi sangre estaba en punto de lava. Estaba enojado. Tate era una buena distracción de mi padre, pero no necesitaba despertar en mí tan fuerte y rápido que ni siquiera podía salir de la habitación en un simulacro de incendio sin avergonzarme a mí mismo. Concentrándome en mantener una mueca en mi cara y mi respiración, dejé que dos chicas más rellenaran espacios en blanco en mi papel mientras trataba de calmarme. Supongo que nos íbamos a encontrar a socios en un compás y cambiar los nombres de cada uno de los puntos cardinales o algo así. Lo que sea. —Señora Penley, me falta un Norte. ¿Está bien si hago un trío con los otros dos? —escuché a Tate pedir desde el frente de la sala. Las personas inhalaban, mientras que otros se rieron. Yo no lo hice bien. Solo traté de no mirarla o imaginarla en un trío, por lo que no podría perder esta maldita erección. —Hey, Tate —llamó Nate Dietrich, su voz ronca—. Voy a hacer un trío contigo. Mi brújula siempre apunta al Norte.

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—Gracias, pero creo que tu mano derecha se pondría celosa —le espetó y toda la clase se rió con ella y no de ella esta vez. —¿Alguien necesita un Norte? —gritó la señora Penley, interrumpiendo las bromas. Miré a mi papel para ver que tenía ese espacio en blanco, también. Pero no dije nada. La última cosa que quería hacer era ayudarla a salir. Pero entonces vi a Ben, dos puestos por delante de mí a la izquierda, borrando su norte, y negué, decidido a ser un idiota, supongo. —Ella puede ser mi norte —dije con la mayor calma posible. Tuve que dárselo a Ben. Él había hecho un movimiento, pero quería a Tate, e iba tras ella. ¿Por qué no podía solo dejarlo pasar? —Bueno, Tate. Adelante entonces. —La señora Penley le tendió la mano, un gesto para que Tate se sentara. Ella no me miró, solo se sentó en su asiento y se cernía sobre su papel, trazando con claridad mi muerte. Sonreí, disfrutando de su odio y el sentimiento de control de nuevo. Ahora... estaba listo para la segunda ronda.

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Trece —O

h, mira. Es El Perro… y Madman.

Levanté mi cabeza de la hierba, espiando a K.C. andando por el camino de la entrada de Tate. Madman y yo acabábamos de terminar un paseo y luego colapsamos en mi jardín delantero después de un poco de combate hombre a hombre involucrando sus dientes y mi mano enguantada. —Sabes no puedo decidir quién de ustedes tiene mejores modales. — Llevaba bolsas de plástico llenas de lo que parecía comida pero se detuvo antes de que llegara a las escaleras principales de Tate—. Al menos él no caga en la gente. —Sacudió su barbilla hacia Madman. K.C. me recordaba a esa chica rubia de Crónicas Vampíricas que siempre actúa como si todos los problemas en todo el universo tuvieran algo que ver con ella. Sí, no juzgues. A Madoc le gusta la serie, a mí no. La cuestión es que algunas personas piensan que tienen el papel principal cuando, en la realidad, solo están apoyando al elenco. —¿K.C.? —Me recliné sobre mis codos y le lancé una sonrisa perezosa y confiada—. ¿Sabes qué es peor que ver lo malo que puedo ser? Ella suspiró y sacó su cadera hacia fuera como si la estuviera haciendo perder el tiempo. —¿Qué? —Ver lo amable que puedo ser. —Mi voz flotó como la seda a través del césped y directamente entre sus piernas. Su expresión descarada cayó, y parecía un poco perdida. Probablemente estaba intentando averiguar si estaba flirteando, o tal vez solo estaba intentando recordar su propio jodido nombre. Me reí para mí mismo. Sí, eso la hizo callar. No tenía mucho tolerancia con… bueno, la mayoría de la gente, pero realmente odiaba la malicia. Si una chica tenía que arrugar la nariz y pellizcar sus cejas juntas al mismo tiempo solo para hablar, entonces era perfecta para el tipo de actividades que no requerían ningún tipo de conversación.

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K.C. corrió por las escaleras hasta la casa de Tate y tocó el timbre como si la persiguiera una legión de zombis. Mi pecho tembló con la imagen mental mientras me volvía a tirar al suelo y cerraba los ojos. El sol de la tarde estaba menguando, y la pacífica calma de cuando los que trabajaban entre las nueve a cinco llegaban a casa y comían la cena, había comenzado. Me encantaba este momento del día. La luz del oeste creaba un caleidoscopio entre anaranjado y verde detrás de mis párpados, y absorbí la ilusión de este barrio en el que yo existía alrededor pero no dentro. Madman me lamió la mano, y le devolví el gesto rascándole detrás de sus orejas. Tate abrió la puerta principal, con un sonido amortiguado. Un cortacésped sonaba por la calle. Los coches pasaban. Los niños eran llamados a cenar. Y me permití ser parte de ello durante unos momentos. Amaba nuestra calle y siempre lo haría. Cada pequeña casa tenía sus secretos y eso era lo que lo hacía tan perfecto. Podía reírme del Sr. Vanderloo al otro lado de la calle, porque se escabullía a su garaje cada noche y fumaba marihuana después de que su familia se fuera a dormir. La Sra. Watson, tres casas abajo, le gustaba que su marido se vistiera como un hombre de UPS y entregara cosas a su puerta. Y luego la entregaría a ella a la habitación. Incluso el padre de Tate tenía un secreto. Durante el tiempo que pasamos juntos mientras ella no estaba, descubrí que todavía cenaba en Mario’s cada jueves por la noche solo. Recordaba a Tate diciendo que el restaurante italiano fue donde sus padres tuvieron su primera cita. No sabía si ella sabía que él todavía hacía eso. Mi pierna vibró, interrumpiendo mis reflexiones, y metí la mano en mi bolsillo para tomar mi teléfono. Entrecerrando los ojos con irritación, toqué la pantalla y respondí. —¿Sí? —No hacía falta ser educado. Sabía quién era. —Hola. Tengo una llamada por cobrar para usted de un preso de la prisión de Stateville. ¿La acepta? No. —Sí. Esperé a que el operador cambiara, sintiendo como si hubiera sido sacado del País de Nunca Jamás y estaba rodeado de una docena de soldados atrapándome a punta de pistola.

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Sabía por qué mi padre estaba llamando. Solo había llamado una vez antes, y era la misma jodida razón esta vez. —Cuando vengas mañana… pon dinero en mi cuenta —me dijo, no lo pidió. Respiré profundamente. —¿Y por qué haría eso? —Sabes por qué —gruñó—. No actúes como si tuvieras opción. No tenía el dinero para darle. Puede que no tuviera opción, pero tenía un problema. —Entonces tendré que ganarlo, y no puedo hacer eso hasta mañana por la noche. —Era demasiado tarde para meterme en una carrera esta noche—. Iré el domingo en su lugar. Y colgó. Cerré los ojos y apreté el teléfono, deseando que fuera su cara, su corazón y su poder. El dinero que le di, para que dejara de llamar a Jax, se suponía que iba a ser cosa de una vez. Pero no lo había sido. Le daba un descanso a Jax, pero siempre llamaba otra vez. Y yo seguía pagando, solo para que Jax pudiera tener un descanso. No actúes como si tuvieras opción. Sus palabras perforaron mis oídos como si todavía pudiera sentir el dolor de aquel día. Eran las mismas palabras que me dijo antes de tirarme por las escaleras del sótano. Justo antes de que encontrara a Jax con ellos. Sentándome, miré alrededor de la calle. Maldito sea él. Intentando traer de vuelta la calma, me concentré en la vista del barrio otra vez. Los cuadrados y verdes céspedes se veían dentados en los bordes ahora, el verde menos vibrante. Todas las casas parecían muertas, y mi respiración empezó a asustarme. Y entonces levanté la vista. Los pies de Tate, apoyados en la barandilla fuera de sus puertas francesas, se sentaban en ángulo, y me concentré en ella. El resto de ella estaba oculto, pero la observé de todas formas. Sabiendo que estaba ahí. Sintiendo la energía que siempre emanaba de ella. Llámalo odio. Llámalo lujuria. No era amor, sin embargo. Pero era suficiente, y lo necesitaba.

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La respiración que abandonaba mi cuerpo se volvió más y más calmada. Empezó a verterse adentro y afuera como el agua en vez de sirope, y por fin me levanté y me dirigí de vuelta a casa. Llamando a Zack Hager, quien organizaba las carreras en el Loop, apreté y aflojé mi puño, intentando sacar las agujas. —Hey, ¿puedo correr mañana por la noche? —Bueno... —Hizo una pausa—. Ya tengo tres carreras preparadas. Pero Jones se acaba de retirar, así que Díaz necesita un oponente. —Ponme en la lista entonces. —Necesitaría el dinero. Después de comprar el coche con el dinero de la casa de mi abuelo, mi madre cumplió su promesa de atar el resto del dinero en una cuenta para la universidad. El único dinero que tenía era lo que ganaba en mi trabajo, y eso no era suficiente para mantener a Thomas Trent con sus cigarros y refrigerios extras. Después de colgar con Zack, le envié un mensaje a Madoc para organizar una fiesta en mi casa para esa noche y saqué mi coche fuera del garaje para volver a comprobar el aceite. Ya que no tenía nada más para distraerme hasta que empezara la fiesta, conduje a Weston para recoger a mi hermano. Sus nuevos padres de acogida eran bastante geniales con dejarle pasar tiempo durante la noche en mi casa, así que lo llevaba a fiestas y carreras a veces. —¡Mira al Bebé Jared! —gritó Madoc cuando salimos del coche. Madoc llegó pronto a mi casa para arreglarla, y por lo que parecía, la fiesta ya había empezado. Jax estrelló su hombro contra el pecho de Madoc, riendo. —Sí, he oído que te gustan los chicos jóvenes. —Solo si son tan bonitos como tú, princesa. Y puse los ojos en blanco mientras Madoc envolvía sus brazos alrededor de mi hermano y le dio por atrás. No tenía ni idea de por qué Madoc llamaba a Jax “Bebé Jared”. No tenía nada que ver con nuestra apariencia. Nuestros ojos eran diferentes, nuestros peinados eran diferentes, y ambos teníamos diferentes personalidades. Jax era salvaje, nunca tenía miedo de sonreír y aprovechar el momento. Éramos casi de la misma altura, sin embargo. Él era un poco más delgado, pero solo tenía dieciséis años. Sería mejor que disfrutara de la atención femenina mientras podía, porque, a su lado, las mujeres ni siquiera iban a notarme en la habitación en unos pocos años.

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No era que me importaba. Quería que Jax lo tuviera todo, porque se lo merecía. Examiné el barrio mientras caminaba por el camino de entrada y absorbía el brillo de la vida y el ruido a mí alrededor. Cuando mi padre llamó antes, el pulso de la calle se deterioró ante mis ojos. Todo parecía enfermo. Pero ahora, mirando a la ventana de Tate, viendo su luz encendida, el latido de mi corazón me llevó más alto. —Hey, ¿crees que veremos algo de acción esta noche? —Madoc envolvió su brazo alrededor de mi cuello y movió su barbilla hacia la casa de Tate. Se estaba refiriendo a la última vez que ella arruinó mi fiesta. Sonreí, mirando a su ventana. —Creo que no le quedan trucos. Y entramos al alto frenesí de desorden de menores de edad que ahora era mi casa. *** —Oh, hombre sabes cómo besar —jadeó cuando dejé su boca y besé un camino por su cuello. Esta chica, dijo que su nombre era Sarah, parecía dulce pero completamente corruptible. Afortunadamente, nadie había invitado a Piper, así que estaba solo para disfrutar de todo lo que la fiesta ofrecía. La presioné hacia arriba contra la parte de atrás de la puerta del cuarto de baño, y me estaba alimentando como si nunca fuera a estar satisfecho. No la conocía. Apareció como la amiga de una amiga e iba a la escuela dos pueblos más allá. Su cabello era suave, sus labios eran más suaves, y actuaba como si tuviera cerebro. Me había pasado como una hora emborrachándome y vislumbrándola moviéndose con la música en su caliente vestido negro sin tirantes, cuando finalmente decidí hacer mi movimiento. No hizo falta mucho tiempo para traerla aquí, y no tenía ninguna prisa por salir, tampoco. Mis labios acariciaron su cuello, dulce olor y boca, mientras mi mano se deslizaba hacia abajo por su delgado cuerpo. Su pezón se endureció cuando lo rocé ligeramente en el camino a su apretado vientre. Recorrí el hueso de su cadera y llegué detrás para tomar un puñado de su culo, tirándola hacia arriba para que se encontrara con mi polla mientras la besaba lenta y profundamente. El sabor era bueno. No estaba borracha, y no fumaba. —No soy una puta —dijo suavemente, y sostuve mi cabeza hacia arriba para mirarla.

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Sí, estaba acostumbrado a esta parte. Las chicas normalmente se sentían culpables por ser “demasiado fáciles”, como si hubiera alguna jodida doble moral de que un hombre podía disfrutar del sexo pero las chicas no. ¿Y qué es peor? Las chicas eran las que perpetuaban esta moral. Los chicos no usaban la palabra “puta”. No juzgábamos. Ella no necesitaba asegurarme nada. Me miró pensativa. —Yo solo… quiero perderme un rato. Y luego dejó caer la mirada, como si alguna historia fuera a salir por sus ojos que ella no quería que viera. Sabía cómo se sentía. No quería que nadie conociera la mía tampoco. —Soy bueno en perderme —ofrecí—. Ven aquí. Nuestros labios se juntaron otra vez, y mi mano se hundió lentamente entre sus piernas, perdiéndome en el momento que quería. La historia detrás de mis ojos que no quería que nadie viera. —¿Jared? La escucho susurrar en mi oído, y quiero acurrucarme dentro de su voz. —¿Jared? —Toma mi mano y la guía hacia arriba por sus muslos a su calor—. ¿Me sientes? Dios, su susurro es desesperado. Es áspero y está sin aliento, como si hubiera perdido todo el control y se derramará sobre el borde. Al igual que la más diminuta hebra que sujeta el deseo y lágrimas a raya, porque en cualquier momento se va a romper y suplicar lo que quiere. El dolor es una tortura. Abro los ojos y veo los azules que estaba esperando, deseándome. Su labio tiembla y un ligero brillo de sudor hace que su cara brille. Ella es fuego y necesidad en la chica más hermosa que he visto en mi vida. —¿Tate? —Mi voz se quiebra, sin creer que me esté dejando tocarla así. —¿Sientes lo mucho que te deseo? Tú. Siempre tú, bebé —ruega y descansa su frente en mi barbilla, y cierro los ojos, mi sangre hirviendo violentamente con la necesidad de vivir en este momento para siempre. Mi piel se siente electrificada mientras su mano descansa en mis pantalones, sobre mi polla la que no parezco poder tener abajo alrededor de ella. —Tú también me deseas —gime, la punta de su lengua dejando un rastro caliente y húmedo sobre mi mandíbula—. Puedo sentirlo. No nos arruines, bebé. Te amo.

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Mis ojos se abren de golpe, enredo mis dedos en su cabello y levanto su cabeza para que me mire. —¿Me amas? —pregunto salvajemente. Ella no me ama. No puede. —Siempre tú. Siempre tuya. Ahora, tómalo —ordena. Ya no puedo soportar el hambre, y aprovecho lo que es mío. Como sus dulces labios, y nos derretimos en sudor y calor y no queremos más que hundirnos en esta peligrosa urgencia por el otro. Lo quiero todo. Todo de ella. —¿Estás bien? —penetró una voz, fuerte y clara. Parpadeé y me encontré aún en el baño, mi frente descansando en el hombro de otra chica. Mis pestañas se sintieron pesadas, y hubo un borrón. ¿Qué demonios? ¿Estaba llorando? Jesucristo. ¡Maldita sea! —¿Estás bien? —preguntó de nuevo. Poniéndome de pie derecho, miré abajo a la chica con la que estaba a punto de tener sexo. Ojos cafés me miraban de vuelta. Náuseas rodaron brutalmente a través de mi estómago, el alcohol moviendo mi cuerpo de una niebla placentera a agonía. —No, estoy bien —murmuré y me giré para sujetar el borde del lavabo—. Solo sal. Me siento mal. —¿Quieres que encuentre a alguien? —¡Solo vete! —grité, y ella se deslizó fuera por la puerta rápidamente, mientras cerré mis ojos y cada músculo en mi cuerpo se tensó, disponiendo a que las náuseas desaparecieran. Pero después de unos segundos, había terminado. Aquí estaba, encerrado en el baño, prácticamente en malditas lágrimas. ¿Y por qué? Fuera de control. Eso es lo que era. Siempre fuera de control. Tomando mi cepillo de dientes de su contenedor, lo metí por mi garganta y vacié todo lo que había comido hoy en el baño. La mayoría era el alcohol de las últimas cuatro horas, y quemó como el infierno mientras sujeté el lavabo al lado y me incliné, desgarrando. —Jared, ¿estás bien? —Alguien entró.

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—¡Maldita sea! —grité—. ¿Qué nadie puede dejarme solo? —Escupí el resto de lo que estaba viniendo de mi estómago y miré hacia quien estuviera en la puerta. Mierda. —Jax —comencé pero no pude terminar. Él se estaba alejando. No habló de nuevo. Solo alejó la mirada y salió del baño, cerrando la puerta. Y en ese momento, no era mejor que nuestro jodido padre. Conocía la mirada en su cara. La había visto antes. Infiernos, la había llevado yo mismo. Demasiado asustado para encontrar mi mirada. Yéndose tan calladamente como había venido. Tratando de permanecer fuera del radar del ebrio lunático. Hice gárgaras con un poco de enjuague bucal, me quité mi camiseta, y colapsé contra la pared del baño para descansar. Necesitaba calmarme antes de disculparme con él. No podía verme de esta manera otra vez. Me quedé ahí un minuto o dos, tratando de ordenar mis pensamientos y que mi estómago se calmara. Pero al levantarme para salir del baño, toda la casa murió. Luces apagadas, música apagada, y todo lo que pude escuchar eran los ladridos de los fiesteros enojados. —¿Qué demonios? —Caminé fuera del baño hacia mi habitación. Tropezándome sobre la porquería en mi piso, encontré una lámpara en la mesa de noche y la encendí. No había una tormenta, y pagamos nuestras cuentas a tiempo. ¿Por qué demonios se había ido la electricidad? Caminando hacia la ventana, vi que la luz del porche de los Brandt estaba encendida, entonces supe que no era todo el vecindario. Y entonces vi a Tate. No. Me enfoqué en ella como una bala. Su silueta estaba detrás de su cortina, y supe. Maldita sea, sabía lo que había hecho. Apresurándome por las escaleras y a través de los idiotas borrachos cayéndose y riéndose alrededor de mi casa y patio, me dirigí fuera por la puerta trasera, salté en la unidad de AC y salté sobre la cerca. La llave que su padre me dejó para cuidar de la casa aún estaba en mi llavero, entonces lo saqué de mi pantalón y cargué a través de la puerta trasera, no importándome si ella me escuchaba. Ella sabría pronto que estaba en la casa, de cualquier manera.

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¡Dios! No puedo creer que cortara la maldita electricidad en mi casa. Mi sangre dio vueltas como un viento ciclónico dentro de mí, pero lo crean o no, se sintió fácil. Esto era en lo que era fuerte. ¿Se suponía que estuviera aquí? No. ¿Qué haría o diría cuando llegara a ella? No tenía idea. Pero quería esta pelea. Balanceándome alrededor del barandal, salí disparado escaleras arriba y atrapé un vistazo de Tate dirigiéndose de vuelta a su habitación. ¿Era un bate eso que estaba sosteniendo? Sí, eso iba a ayudar. Ella no estaba a salvo de mí, y ahora lo sabía. Balanceé su puerta abriéndola a tiempo para verla tratar de hacer su escape a través de las puertas francesas. —¡Oh no, no lo harás! Girándose para enfrentarme, trató de levantar el bate, pero estaba sobre ella antes de que siquiera estuviera lista para batear. Quitándolo de sus manos, me disparé dentro de su espacio, cerniéndome pero no tocándola. Ola tras ola de calor lavó sobre mí los centímetros de aire entre nosotros. Ella estaba enojada, también, por la mirada en sus ojos. Pero su respiración no era dura y profunda. Era rápida y superficial. Estaba asustada. —¡Fuera! ¿Estás loco? —Trató de dirigirse alrededor de mí para salir de la habitación, pero la intercepté. —Cortaste la electricidad de mi casa. —Mantuve mi voz baja y neutral. No quería que tuviera miedo de mí. No es como que la lastimaría. Pero ella tenía que saber que ese buen giro se merecía otro. —Pruébalo —cortó. Oh, nena. Mi cara se relajó, y orquesté una falsa y escalofriante sonrisa. Ella no quería jugar conmigo así. —¿Cómo entraste aquí? —espetó—. ¡Llamaré a la policía! —Tengo una llave —respondí, disfrutando su rostro decaído. —¿Cómo tienes una llave de mi casa? —Tú y tú papá estuvieron en Europa todo el verano —dije, entrecerrando mis ojos—. ¿Quién crees que conseguía el correo? Tu papá confía en mí. No debería hacerlo. James Brandt, estaba bastante seguro, sabía cerca de nada sobre mi relación con su hija. Tate no estaba quejándose sobre el estado de las cosas entre nosotros, porque si lo hiciera, estaba seguro que me harían falta un par de miembros.

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—Sal —ordenó, repulsión e ira escritos por toda su cara, y apreté mis puños. Avanzando hacia ella hasta que estaba respaldada contra sus puertas francesas, me cerní hacia abajo y le dejé saber quién estaba realmente en control aquí. Lección uno, Tate. No hago lo que me dicen. —Eres una perra metiche, Tatum. Mantén tu maldito trasero en tu propio lado de la cerca. Ella encontró mi mirada, sin parpadear. —Mantener al vecindario despierto hace irritable a las personas. Casi me reí por su valor. Estaba tratando de probar cuan luchadora podía ser, y aplasté ambas manos a cada lado de su cabeza, dejándole saber que ni siquiera estaba en mi clase de peso. Por qué no se retorció fuera debajo de mi brazo, no tengo idea. Medio esperaba que lo hiciera. Mantuvo su lugar, y desafortunadamente, eso fue duro para ambos, creo. Ojo a ojo, nariz a nariz, probando su aliento, la habitación estaba llena con tensión u odio. Quizás ambos, o quizás era algo más. Gracias a Dios, ella fue la primera en alejar la mirada. Sus ojos cayeron, y por un momento pensé que la tenía. Hasta que… sus ojos comenzaron a rondar sobre mí, y me tensé. Por todas partes. La observé mientras su cálida mirada hizo un camino sobre el tatuaje de la linterna en mi brazo y abajo a la escritura en mi torso, sobre mi estómago desnudo y mi pecho desnudo. Y maldita sea, sus ojos se sentían bien. ¿Qué demonios estás haciendo, Tate? Imágenes de mi sueño despierto en el baño se vertieron, y mi propia mirada comenzó a caer sobre ella incontrolablemente. Disfruté una gran vista abajo por su blusa sin mangas negras y sobre la parte superior de sus perfectos pechos. Me gustó que pudiera ver una pequeña parte de su estómago donde la pretina de sus pequeños shorts estaba enrollada. Amaba pensar sobre como sonaría gimiendo mi nombre. Pero odiaba que mirar a sus ojos era la mejor vista de todas. Ella me veía, el verdadero yo, y era la única vez que en verdad sentía que existía. Pero también veía toda la fealdad y confusión.

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Veía todo lo que me hacía un perdedor. Y fue entonces cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba jugando un juego conmigo. Mirándome, haciéndome que casi lo perdiera. Tomando una respiración profunda, me giré para salir. —¿Nadie más se está quejando así que porque no te callas y lo dejas en paz? —Deja la llave —respondió, y me detuve. Exhalé una risa amarga. —Sabes, te subestimé. Aún no has llorado, ¿cierto? —¿Por el rumor que comenzaste esta semana? Ni lo sueñes. Síp, pensaba que esas fotos fueron mi idea. —Por favor, como si siquiera tuviera que recurrir a esparcir rumores. Tus compañeras de campo traviesa hicieron eso. Y sus imágenes. Todos llegaron a sus propias conclusiones. —Y caminé de vuelta hacia ella y me puse en su rostro—. Pero te estoy aburriendo. Supongo que tengo que mejorar mi juego. La amenaza colgó en el aire entre nosotros. Sus labios su fruncieron, y sus ojos debieron quemarse. Estaban lanzando llamas. Estaba lista para perderlo. En 3-2-1… —¿Qué te hice? —gritó. Me encogí de hombros, no permitiendo decirle la verdad. —No sé por qué pensaste que hiciste algo. Eras empalagosa, y me cansé de aguantarlo, es todo. Ella no era empalagosa. Era deshonesta y poco fiable. —Eso no es verdad. No era empalagosa. —Se ahogó en un respiro—. Tú estabas en mi casa tanto como yo en la tuya. Éramos amigos. —Me miró con tal tristeza. Su cara estaba tensa, y lágrimas llenaron sus ojos. Toda una maldita mentira. Sonreí, pero quemó con más ira que diversión. —Sí, sigue viviendo el sueño. —¡Te odio! Y ahí estaba. —¡Bien! —grité, mirando abajo hacia ella, mi corazón latiendo salvajemente—. ¡Al fin! Porque ha pasado mucho tiempo desde que puedo

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soportar verte. —Y golpeé la palma de mi mano contra la pared cerca de su cabeza. Ella se estremeció, y mi corazón hizo una caída en picada directo a mi estómago. Mierda. La asusté. ¿Por qué demonios hice eso? Me alejé unos centímetros. Quería golpear algo pero no ella. Y no quería que pensara que siquiera me acercaría a hacer eso. Nunca. Nunca había golpeado a una chica y nunca golpearía a una en mi vida. Maldita sea. No me estaba mirando ahora. Las cosas nunca fueron así de malas entre nosotros. Ella solía dar la vuelta y huir. Antes de Francia. O antes de que supiera que se iba a Francia, de todos modos. Y cuando ella se retiraba, yo me apagaba. Podía estar satisfecho. Pero ahora… ahora, no era el más fuerte. Ella estaba encontrando ir cabeza a cabeza conmigo y tomando el desafío. Ambos nos quedamos parados ahí, y ella finalmente miró arriba para encontrar mis ojos. Algo pasó en su océano azul. ¿Desesperanza? ¿Arrepentimiento? Y finalmente resolución. Mis ojos aún puestos en ella, esperando que dijera algo, cuando se giró para mirar fuera por la ventana. —Oh, mira. Es la policía —dijo en una voz ligera—. Me pregunto por qué están aquí. Miré sobre su hombro para ver dos luces blancas y negras, parpadeando y aparcando frente a mi casa. Un par de oficiales subieron la cuesta a mi patio, mirando alrededor al caos. Hija de perra. No había tiempo de llamarlos cuando entré a su casa. Debió llenar una queja más temprano. Justo ahora, estás mirándola como si quisieras atarla y darle una gran, enorme nalgueada. La estúpida evaluación de Madoc era verdad. Definitivamente merecía una gran nalgueada.

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—Prometo que estarás en lágrimas para la próxima semana. —Iba hacer lo que tuviera que hacer. Mi tono era calmado, decisivo y final, y dejé la habitación, haciendo ya mis planes. —Deja la llave —gritó tras de mí. Pero nunca hago lo que me dicen.

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Catorce D

espués de que saqué a todo el mundo de mi casa, los policías me dieron una multa gigante y llamaron a mi madre. Pero todo eso me afectó tanto como la guerra del

Oriente Medio. ¿Problemas con la policía? Viejas noticias. ¿Exprimir de dinero en efectivo que no tenía? Un juego de niños. Jax y Madoc ayudaron a limpiar la casa antes de que mi madre llegara a casa, y luego me duché y me fui a la cama, dejando a Jax en la habitación de invitados. Tate era la única cosa en mi mente ahora mismo. Cualquier indicio de que lo que estaba pensando hacer se había ido demasiado lejos, empujado fuera de mi cabeza. ¿De verdad se propuso hacerme daño? No. ¿Me proponía yo hacerle daño? Por supuesto. Pero todo era un juego. No le importaba, y cualquier cosa que hubiéramos compartido hacía años no era nada para ella. Cada vez que la empujaba, no estaba realmente tratando de hacer que se sintiera mal. Se trataba de demostrarme a mí mismo que mi cabeza y corazón no estaban en su control. Y si pudiera arrancarla de mi cabeza y mi corazón, y matar todo lo bueno que sentía por ella, entonces sería fuerte. —¿Hey, K.C.? —Caminé hasta el mostrador de comestibles en el cine Spotlight, donde la mejor amiga de Tate trabajaba—. ¿Cómo te va? Ella levantó la vista de su libro y entrecerró los ojos. —No me hables, Mierda-sin-cerebro. —Ouch. —Sonreí y le di un guiño condescendiente—. Bien por ti. K.C. era la mejor amiga de Tate. Su única amiga, en verdad. Ganármela, posiblemente seducirla, desgarraría a Tate y estaba haciendo caso omiso a la voz en mi cabeza que no paraba de gritarme que no hiciera esto. Era ir demasiado lejos. ¿Estaba a punto de utilizar a alguien para hacerle daño a una chica que una vez había amado? ¿De quién demonios tomé mis lecciones de mezquindad?

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El regreso de Tate a casa había traído altibajos. Mis subidas eran mejor de lo que se habían sentido en un año, pero mis bajadas me tenían arañando las malditas paredes otra vez. K.C. era un daño colateral. Puedo hacer esto. —¿Me das unas palomitas grandes y una Coca-Cola, por favor? K.C. rodó sus ojos y se dirigió hacia la comida. Di un paseo por el stand hacia donde estaba juntando palomitas con una pala en un cubo. Aquí vamos. —Así que, ¿irás al Loop esta noche con Liam? —pregunté por su novio. Sin levantar la vista de su tarea, ella negó. —¿Con qué frecuencia me ves ahí, Jared? —preguntó, molesta—. Un montón de pequeños hombres quejándose y gimiendo sobre el tamaño de sus penes, oh, perdón, quiero decir el tamaño de sus motores, ¿y se supone que debo encontrar eso divertido? —Tómalo con calma. —Levanté mis manos—. Solo pensé que ya que Liam correría, estarías ahí para apoyarlo. Ahora, ella miró hacia arriba. —¿Él correrá? —Sí —le dije, tratando de mantener mi tono indiferente—. Correrá contra Nate Dietrich. ¿No te lo dijo? Levantando la barbilla, no viéndose muy contenta, puso las palomitas de maíz en el mostrador y se dio la vuelta para buscar la soda. Su novio, aunque un tipo muy agradable, también era muy, muy patético. Él es el tipo de persona que daría información de alto secreto en los primeros cinco minutos de tortura. No tenía respeto por él. Y con todas sus debilidades, también me había enterado de una más. Hacía varias semanas, en el Loop, una noche, vi que tenía a una chica contra el costado de su auto. Y ese era mi boleto con K.C. para que rompiera su relación, meterla en mi esquina, y molestar a Tate. —Lo siento —le ofrecí—. Probablemente sabe que no es tu escenario. Se pone muy loco por ahí. A algunas chicas les encanta. Algunas lo odian —murmuré, tratando de sonar como si la conversación me aburriera. Pero en el interior, me estaba riendo. No podría haber predicho la reacción de K.C. mejor. Me dio mi comida, negándose a hablar, y le di un billete de veinte y recogí el cambio.

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Agarrando la mierda que no tenía intención de comer y caminando hacia una sala de cine en la que no tenía intención de permanecer, me di la vuelta y levanté mis cejas, esperando lucir inocente. —K.C. —Levantó la vista cuando dije su nombre—. Vives en Evans, ¿verdad? —Sí. —Está en mi camino. Estaría encantado de pasarte a buscar si quieres darle una sorpresa esta noche. Mis manos estaban sudorosas, o tal vez era la condensación de la bebida, pero estaba realmente nervioso. Si se negaba, o llamaba a Liam para confirmar la carrera, yo estaría metido en un arroyo de mierda. —No lo creo. Mi estómago se hundió, pero me encogí de hombros y le ofrecí una sonrisa tensa de todos modos. —Es solo un paseo, K.C. Tate y yo tenemos una relación inusual. No soy así con todo el mundo, y tú lo sabes. —Sostuve sus ojos verdes, viendo sus engranajes girando. ¿Debería o no debería? Estaba pensando en ello, y esa era una buena señal—. Pero está bien —cedí—. Nos vemos en la escuela. Alejándome, casi pude oír a K.C. revolver su mente. —¿A qué hora irás? —gritó detrás de mí. Paré bruscamente de caminar, como si no hubiera esperado que ella cambiara de opinión, y me di la vuelta. —A eso de las siete y media. —Muy bien. —Asintió, con un tono un poco más agradable—. Siete treinta. Es en Evans 1128 —aclaró. —Un agradecimiento sería agradable —bromeé. —Sí, lo sería. —Y volvió a sus deberes. Una vez dentro de la sala, les entregué mi comida a algunos preadolescentes y salí por la puerta de atrás. *** —¿Qué? El chillido de K.C. probablemente se escuchó hasta Rusia, y Madoc y yo solo dimos un paso atrás para ver el espectáculo. —¡K.C.! —Su novio, o tal vez ex novio ahora, se retorció saliendo de los brazos de la pelirroja y se apresuró hacia su novia.

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Habíamos llegado al Loop justo a tiempo. Incluso había tenido a Madoc yendo por delante de mí en para mandarme un texto y confirmarme que Liam estaba en las carreras de esta noche y con su chica de trampa. —¿Me estás tomando el pelo? —gritó K.C. —Por favor… —comenzó Liam, pero Madoc lo interrumpió. —¿No es lo que parece? —terminó por Liam, riendo. —¡Cállate, maldita sea! —ladró Liam hacia Madoc mientras mi amigo se reía aún más fuerte. Liam cogió a K.C., pero ella se apartó. —No me toques. ¡Confiaba en ti! —Amigo, manos fuera. —Di un paso adelante. Liam no me miraba, pero mantuvo las manos quietas ahora. —¿Por qué estás aquí? —tartamudeó hacia K.C. Pero K.C. ignoró la pregunta. —¿Quién es ella? —Miró a la pelirroja que se inclinaba contra el Camaro de Liam. —Por favor —declaró con sarcasmo la pelirroja, que no parecía inmutarse en absoluto—. Hemos estado viéndonos durante dos meses. No eres tan brillante, ¿verdad? K.C. estaba a punto de perderlo, así que la tomé suavemente por el hueco de su brazo y la llevé hacia atrás, sacándola del embrollo. —¿Me llevas a casa, por favor? —Su respiración era entrecortada, y parecía avergonzada y triste. Soy un idiota. —Sí —suspiré, con un repentino sentimiento de mierda—. Tengo que correr primero, pero Madoc te dejará sentarte en su coche mientras esperas, ¿de acuerdo? Dame diez minutos. Asentí hacia Madoc, quien rodó los preguntándose qué demonios estaba haciendo.

ojos,

probablemente

Después de la carrera, llevé a K.C. a su casa, probablemente no sintiéndome tan mal como ella, pero definitivamente no sintiéndome bien. Nada de lo que estaba haciendo estaba bien, pero que me jodieran, era el único plan que tenía para hacer añicos el mundo de Tate. —K.C., lo siento mucho. —¿Sabías acerca de esto? —Usó sus dedos para limpiar las lágrimas y las rayas de rímel.

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Casi sentí ganas de vomitar. —Absolutamente no —mentí—. Si lo hubiera hecho, no te habría propuesto venir. Lo siento, es un código de hombres. —Y esa era en parte la verdad. A menos que la novia de un amigo sea también tu amiga, entonces no interfieras. —Ugh —gruñó, más enfadada que triste ahora. —Oye, mira. Lo creas o no, siento mucho que estés sufriendo —le dije, estacionando en frente de su casa—. Ve a comer chocolate o a la tienda de licores en línea. Lo que sea que ustedes las chicas hagan para sentirse mejor. Y me comprometo a patearle el culo en una carrera la próxima semana. Puedes incluso venir a ver si te sientes a la altura. Pero mi broma no aligeró su estado de ánimo. —¿Crees que eres mucho mejor que él? Y a pesar de que sabía que ella había hecho un punto válido, de hecho pensaba que era mejor que Liam. No sé por qué. Tal vez porque veía a Liam como una espina. Si mentía, era por una buena razón. No solo porque era demasiado débil como para dejar ir lo que ya no quería. Pero hacía exactamente eso, ¿verdad? No podía dejar ir a Tate. —Sí —respondí finalmente—. No engaño a mis novias, porque no les doy la impresión de que quiero una relación. Mira —comencé, quitándome el cinturón de seguridad—. Puedo cambiar de chicas más rápido que de goma de mascar, pero no es porque sienta que no valen nada o sean desechables, ¿de acuerdo? Es todo por mí. Sé que no soy bueno para nada más, así que, ¿por qué dejar que la gente entre? Y por una vez, no estaba jugando con K.C., le había dicho la verdad. No estaba tratando de entrar en sus pantalones, y no me preocupaba por ella o lo que pensara de mí. Por primera vez en mucho tiempo, estaba totalmente cómodo siendo honesto con alguien. Su mirada estaba fija fuera de la ventana. —Supongo que nunca lo sabrás —casi susurró, como si fuera para sí misma. No, sí lo sé, me dije. Sé muy bien lo que pasa cuando dejas que la gente entre. —Deberías tratar de dejarlo ir —sugerí, aclarando mi garganta—. No hay razón para llorar por alguien que no estaba pensando en ti cuando estaba con alguien más. Te mereces algo mejor. Se sentó allí por un momento y finalmente me ofreció una sonrisa tensa.

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—Sigues siendo un idiota —admitió mientras salía del coche, pero vi una pequeña sonrisa en su rostro que me dijo que estaba bromeando. *** Durante los próximos dos días, poco a poco entre en la vida de K.C., mandándole mensajes de texto preocupado y tratando de parecer sincero. No estaba seguro de si ella le había revelado nuestra comunicación a Tate, pero solo era cuestión de tiempo antes de que yo mismo me asegurara de que Tate se enterara de todos modos.

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Quince —G

racias por el paseo. —K.C. se desabrochó el casco y me sonrió.

Era lunes por la noche y solo la había recogido de su trabajo después de que me envió un mensaje pidiendo un aventón. Cuando llegué allí, sin embargo, comenzó a actuar extrañamente cariñosa. Rozando sus dedos por mi cabello, tocando mi brazo. Familiaridad a la que no habíamos llegado todavía. Miré detrás de ella, antes de que se subiera a mi moto, y espié a su ex con algunos de sus amigos en el interior del vestíbulo del cine, observándonos. Y ahí es cuando supe lo que estaba haciendo. Sonreí, en realidad bastante orgulloso de que me estuviera usando. E interesado. Tate me había estado dando el mal de ojo hoy, y si pudiera continuar metiéndome bajo su piel mientras que ayudaba a K.C. a poner a su novio celoso, sin tener que ir tan lejos con ella, entonces me sentía cómodo. Tomé el casco de sus manos y le di un rápido beso en la mejilla. —Nos vemos mañana. Ella dejó escapar un pequeño suspiro con una sonrisa. K.C. era una buena chica, y los nudos en mi estómago se asentaron. Acelerando el motor de mi motocicleta, me puse el casco y salí a toda velocidad, no seguro de adónde iba. Nunca quería estar en casa. O tal vez siempre quería estar en casa. Tate estaba sola al lado, y no pude evitar que mis pensamientos viajaran. Ambos estábamos muy poco con nuestros padres, su padre fuera del país, y mi mamá dejándome por mi cuenta la mayor parte del tiempo, y mi maldita mente sucia siempre entretenida con ideas de mierda que podría tener con Tate. Cada noche caíamos dormidos a menos de quince metros el uno del otro, y la sensación punzante en mi cabeza me tenía a punto de gritar. Todo ese tiempo perdido.

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Después de pasar un par de horas en el taller donde trabajaba, salí con Madoc e hice un poco de mantenimiento en mi motocicleta, que fue cuando finalmente me convencí de que Tate estaba probablemente dormida. No tendría que mirar a su dormitorio, entibiado por la luz brillante y preguntarme qué estaba haciendo allí. O lo que llevaba puesto. Deteniéndome en un semáforo en rojo, registré mi espejo retrovisor y lo hice dos veces. ¿Es eso...? Un Honda S2K estaba detrás de mí. Un Honda S2K 2005 blanco. Mierda. Mi corazón subió a mi garganta. Conocía a estos chicos, y apreté el manubrio, tratando de calmar mis nervios. Idiotas aspirantes a Vin Diesel de Weston que no saben cómo perder elegantemente. Corrí con el propietario del coche en el Loop la semana pasada y gané. Él había hecho un gran show diciendo que fue una carrera injusta, y al parecer, no consiguió superarlo. Ellos eran el único coche detrás de mí, pero habían dejado un gran espacio entre su auto y el mío. El semáforo se puso en verde, y tan pronto como aceleré, el Honda lo hizo también. Maldita sea. Sacudí mi cabeza, mis temores resultaron ciertos. No esta noche. Deslizando mi teléfono del bolsillo delantero de mi sudadera, le marqué a Madoc. —Oye —dije, mirando por el espejo de nuevo—. ¿Estás en casa? —No. Disminuí la velocidad ante la señal de pare, hablé rápidamente. —Date la vuelta y ve a mi casa. Conseguí una cola de la variedad de Rápidos y Furiosos. Es posible que necesite un poco de ayuda. —Estaré ahí en cinco minutos. —Y colgó. Tanteando, metí el teléfono en el bolsillo. Mientras apretaba el embrague, apreté el acelerador y salí a toda velocidad por la esquina. Una ráfaga de viento frío me golpeó en la cara, y estrangulé el manubrio para mantener mi cuerpo pegado a la moto.

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Mierda. Mi corazón estaba malditamente golpeando a través de mi pecho, pero no quité los ojos de la carretera, ni siquiera para mirar detrás de mí. No tenía prisa por llegar allí sin Madoc apoyándome, pero no quería correr el riesgo de que empezaran una mierda conmigo mientras aún manejaba mi motocicleta tampoco. Ellos estaban en un coche. Era vulnerable. Llegando a la entrada de mi casa, torcí mi cabeza a tiempo para ver el Honda acelerando y frenando en frente de mi acera. Ryland Banks, el pequeño, conductor de cabello corto y propietario del coche, salió de inmediato. Tate. Miré a su casa, sintiendo miedo en mi interior, y apreté los dientes con el impulso de golpearme a mí mismo. ¿Por qué los había traído de vuelta aquí? Tate estaba sola, y ahora, estaba insegura. ¿Quién sabía qué tipo de armas llevaban estos chicos? Sacándome mi casco, me metí por el césped, deteniéndolos antes de que llegaran más cerca. Todo lo que quería era mantener seguro lo que estaba detrás de mí, y así se quedaría. Presioné su espacio. —No estoy seguro de lo que están buscando, pero no está aquí —gruñí hacia ellos. —Queremos nuestro dinero de vuelta —ordenó Ryland como si pudiera demostrar algo. —Consíguelo —me burlé—. Tomaste la apuesta, y pagas el precio como todos los demás. —Tratan de empujarme, pero me mantengo con mis pies plantados. —¡No fue una carrera justa! —El otro, más alto y más oscuro, me apuntó con su dedo índice hacia mi cara como una chismosa en el recreo. Solté un bufido. Había dos clases de estúpidos. La gente estúpida que se emborracha y jodía, y la gente estúpida que solo jodía. Madoc era la primera. Estos tipos eran lo último.

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—Sí, tienes razón —me reí—. Tu coche nunca tuvo una oportunidad. Lleva los neumáticos adecuados la próxima vez. Esto no se trata solo de correr en la calle. —Vete a la mierda —ladró Ryland. Me golpeó en el pecho, y perdí el aliento cuando me tropecé hacia atrás. Volviendo hacia él, bajé mi mirada. —Fuera de mi propiedad. Justo en ese momento, pude distinguir el ruido del GTO de Madoc, y de inmediato relajé un poco los hombros cuando él apareció a la vista, a toda velocidad por mi calle. Creo que ni siquiera apagó su coche antes de que se bajara y corriera. Gracias a Dios. No tenía miedo de estos tipos, de ninguna manera, pero tampoco era estúpido. Dos contra uno, y todo lo que tenía en la mano era mi casco para usarlo como un arma. Un golpe feroz casi me hace dar un traspié, y un dolor sacudió mi cabeza. Mierda. Me habían golpeado. No. Un ventoso puñetazo4, en realidad. Hijos de puta cobardes. Ambos se tiraron encima de mí, lanzando puñetazos en mi cara y un millón de malditas cosas a la vez. Brazos volando hacia mí... desplazándome... Estoy a punto de caer... Mi cabeza todavía estaba resonando por el golpe y me tomó demasiado tiempo conseguir aclararme. Madoc debe haber agarrado a uno de ellos, porque no tenía a nadie más que me atacara por la espalda. Cerré mi mandíbula y el aire entraba y salía de mi nariz mientras cogía a Ryland por el cuello y lo azotaba por la espalda. Gruñidos llenaban el aire, y el césped, resbaladizo con el rocío, me dificultaba mientras trataba de pasar por encima de él. Era una noche fría, pero el sudor se deslizaba por mi frente como si fuera a mediados de agosto. Tiré golpe tras golpe, mis nudillos ardiendo por el impacto. Él llevó sus manos hacia arriba, envolviendo uno de sus puños con el otro y golpeando mi estómago.

4

Se refiere a una persona que es golpeada por lo general sin ninguna razón aparente.

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Me quedé sin aliento, y él lo aprovechó para sacar una navaja de sus jeans y cortarme a través de mi bíceps. ¡Maldita sea! Giré mi cuerpo hacia atrás, apoyándome lejos. El escozor caliente del corte se extendió rápidamente, y mi brazo se volvió frío. Me di cuenta de que la sangre junto con el aire de la noche, refrescaban mi piel. Pero el resto de mi cuerpo estaba caliente como la mierda, mi sangre bombeando con tanta fuerza. Agarré mi casco del suelo y lo golpeé en la parte superior de la frente con él. Duro. Su cuchillo cayó al suelo y se cubrió su línea de cabello sangrante con manos temblorosas. Maldito cobarde. Me gustaba pelear, y me gustaba molestar, pero ¿usar un cuchillo de mierda? Eso hizo que quisiera dañar algo más, como su ventana. Poniéndome de pie y agarrando mi brazo para detener el flujo de sangre, llevé mi casco sobre su pedazo de mierda Honda y rompí el parabrisas hasta que quedó tan astillado que parecía una costra digna de un invierno de heladas. Regresé, saboreando la sangre en mi boca y me cerní sobre el pedazo de mierda en el suelo. —No eres más bienvenido en el Loop. —Quería que mi voz se escuchara fuerte, pero mi respiración seguía siendo desigual. Y ahora la maldita sangre del corte estaba goteando fuera de mis dedos. Probablemente necesitaba puntos de sutura. Madoc se había desecho del primer chico, ensangrentado e inconsciente, sobre el coche y ahora estaba dando un paso adelante para sacer al otro fuera de mi césped. —Jared —le escuché decir, casi susurrando. Me giré para mirarlo, pero luego vi que estaba concentrado en otra cosa. Siguiendo su mirada hacia el patio de los Brandt, dejé de respirar. Jodido. Infierno. Tate estaba parada ahí, en el pasillo que conduce a su porche. Justo allí de pie y mirándonos. Un poco asustada, un poco confundida, y jodidamente en ropa interior.

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¿Qué demonios? Madoc estaba aquí. Otros dos chicos, aunque inconscientes, se encontraban aquí. Mi sangre hirvió y se calentó de inmediato corriendo hacia mi pantalón. Endurecí mi mandíbula y respiré con fuerza. Llevaba una apretada camiseta negra de banda y una de esas ropas interiores cortas de algodón de chico. Rojas. Malditamente rojas. Ella estaba cubierta, pero muy poco. Sin embargo no importaba. Aún se podía divisar todo, y era perfecta. Mi corazón estaba latiendo tan duro y rápido ante su escaso vestuario que solo quería sacar la ropa fuera de ella y hundir mis manos en su cuerpo aquí y ahora. ¿Estaba intentando matarme? ¡Tate entra en tu maldita casa! Jesús. Entonces mis ojos se posaron en la pistola en su mano derecha. ¿Una pistola? No. Entrecerré mis ojos, olvidándome de sus piernas y su hermoso cabello derramado a su alrededor. Ella no estaba ayudándonos. No haría eso. Estaba esperando a la policía o algo así. Tate no daba una mierda, y estaba metiendo su nariz donde no debía. Pero entonces parpadeé. Si había llamado a la policía, dudaba que estuviera caminando en bragas, llevando un arma. ¿Por qué demonios iba a ayudarnos? Quizás ella no salió aquí afuera en ropa interior para burlarse de mí. Quizás se encontraba muy desesperada Pero antes de que pudiera examinar mis pensamientos, ella arqueó una ceja y molestamente pisoteó de regreso hasta su porche a través de la puerta de su casa, dándome una gran vista de su culo. Madoc se echó a reír, y me empujó en el hombro antes de acechar hacia mi casa. Tenía una erección y un brazo sangrando, no estaba seguro de lo que necesitaba primero: puntos de sutura o una ducha fría. ***

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Madoc había amenazado con llamar a la policía, por lo que Ryland y su amigo aceleraron con su parabrisas roto y todo, mientras despertaba a mi madre. Odiaba despertarla, subraya odiaba, pero todavía técnicamente era un menor de edad en su seguro de salud, por lo que la necesitaba en el hospital. Madoc se fue a su casa para atender su nariz sangrante, y me tomó diez puntos de sutura y mi madre maldiciéndome durante dos horas antes de que fuera capaz de llegar a la cama, también. Cuando me desperté tres horas más tarde, estaba con más nudos que antes de que durmiera. Tate con una maldita pistola. ¿Cuál demonios era su juego? Agarrando mi teléfono fuera de su cargador, sacudí la voz en mi cabeza que me dijo que redujera la velocidad. ¿Necesitas de mi ayuda hoy? Le envié un mensaje a K.C. Solo le tomó un segundo para responder.

109 ¿Ayuda? Liam, Vamos a ponerlo celoso. Repliqué. Me incliné, apoyando mis codos sobre mis rodillas, esperando su respuesta. Escuché arrancar el Bronco de Tate al otro lado y miré el reloj para ver que todavía era temprano. El laboratorio. Había visto a Tate salir del laboratorio de química en las mañanas y algunas tardes. Probablemente estaba compitiendo en la Feria de Ciencias en la primavera y necesitaba realizar su investigación. Se vería bien en sus solicitudes para la universidad. Probablemente se encontraba preparándose para aplicar a Columbia el próximo año. Nueva York era a donde ella siempre quiso ir. K.C. no me respondió, por lo que arrojé el teléfono en la cama y me fui a la ducha. Mi brazo estaba envuelto apretadamente, pero todavía tenía que mantenerlo limpio.

Después de mi ducha, envolví una toalla alrededor de mi cintura y me detuve en seco ante el espejo del baño, vislumbrando mis tatuajes. No pude evitar sonreír al recordar cómo mi madre me había gritado la noche anterior ¡Peleando! ella gritó. ¡Conseguiste ser arrestado! ¡Y te tatuaste sin mi permiso! había dicho como si eso fuera lo peor de todo. Simplemente me reí interiormente y apoyé la cabeza hacia atrás en el coche, intentando dormir mientras conducía a casa desde el hospital. Amaba los tatuajes, e iba a conseguir más. Quería las cicatrices en mi espalda, las que mi padre me dio, cubiertas. Caminando de regreso a mi habitación, me sequé el cabello y me di cuenta de que tenía otro texto. ¿Por qué estás en esto? respondió K.C. Bueno, no podía decirle la verdad. Diversión. No lo sé. Tate ya está enojada conmigo. Me envió un mensaje. Tate no lo sabrá, mentí y tiré el teléfono en la cama para ir a vestirme.

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Dieciséis — Q

uieres venir esta noche? —Apoyé mi antebrazo en la pared por encima de la cabeza de K.C. y me incliné hacia ella, casi tocándola.

Se quedó sin aliento mientras arrastraba mis dedos por la franja de piel que asomaba entre sus pantalones cortos y su camisa. —¿Qué vamos a hacer? —siguió la corriente, luciendo absolutamente encendida y desamparada. El idiota de su ex-novio estaba en la cafetería, y nosotros estábamos fuera de las puertas dobles, calientes en el espacio del otro. Ella estaba de espaldas contra la pared, pero él podía verla, y definitivamente él me podía ver. Simplemente quería que Tate viera esto también. Mis labios se cernieron a solo un pelo de los de ella mientras pasaba la mano por su espalda, a punto de sumergirme a matar. —Podríamos jugar Monopolio —sugerí, presionando mi cuerpo contra el de ella—. O Wii. Sus ojos se agrandaron, y sus labios se apretaron, tratando de contener la risa. A pesar de que parecía que estábamos a punto de conseguirlo, nuestra conversación no cumplía. —No lo sé —se quejó—. No soy muy buena jugando Wii. —No es tan difícil. —Mi susurro avivado sobre sus labios—. Mira. Y la atraje hacia mí, besándola largo y lento. Su esbelta figura moldeada en la mía, ella inclinó su cabeza hacia un lado mientras yo arrastraba una línea sobre la oreja. Ella era fácil en mis manos. Pequeña, suave, inclinándose cuando yo apretaba... ella sabía qué hacer. K.C. definitivamente no era inocente. Podía sentir eso. Pero era un blanco fácil en este momento, y yo no iba por eso. Y... definitivamente me sentía como si hubiera perdido mi corazón en algún lugar, en el medio de besarme con ella. Jesús.

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Mis labios y manos iban a través de los movimientos. Beso, beso, morder, apretar... y nada jodidamente pasaba. ¿Qué demonios? Sabía que no estaba interesado en ella, pero ¡maldita sea! Debería sentir una especie de sacudida. Algún tipo de reacción. Ella tenía tetas, después de todo. Pero no. Nada. Estaba muerto. Estaba haciendo mi tarea de Literatura. Estaba jugando al golf. Odio el golf. Y es ahí cuando pellizco mis cejas juntas, sin dejar de besarla y me doy cuenta de que no había perseguido a ninguna chica en un par de semanas. La segunda campana sonó. K.C. dio un salto y me eché hacia atrás, todavía rehén del hecho de que la única vez que había conseguido últimamente una erección fue alrededor de Tate. Cristo. Me separé de K.C. y mi barbilla apuntó hacia ella. —Envíame un texto si quieres venir más tarde. Liam se enterará de ello. —Y Tate te verá, me dije a mí mismo—. ¿No quieres que piense que vas a estar sola en casa durante toda la noche, verdad? Sabía que eso iba a empujarla. Pero antes de que tuviera la oportunidad de responder, le di una palmada en el culo, sabiendo que Liam lo vería. K.C. se limitó a sonreír, con los ojos muy abiertos por la sorpresa antes de volverse y correr hacia su clase. Dejé escapar un suspiro, viéndola desaparecer por el pasillo. Yo no iba a clase. Tenía una reunión con el consejero de mierda esta mañana. Tiempo de charla universitaria. No, en realidad eso fue el año pasado. Ahora, desde que no había hecho ningún plan, era la hora de tomar una decisión o hacer mi propia cama y dormir en ella. —Oye, hombre. —Madoc vino a través de las puertas de la cafetería antes de que siquiera me hubiese movido—. ¿Era K.C. quién salió corriendo? ¿No la has aprovechado todavía? —Cerró la tapa de su Gatorade. Me giré, sabiendo que el caminaría conmigo. —¿Quién está diciendo que no? —Uh, porque nunca has sido visto con una chica después de que la has follado. Dudo que ni siquiera esperes a quitarte el condón, antes de olvidarte de sus nombres.

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Me detuve frente a la escalera que tenía que tomar. ¿Hablaba en serio? ¿Tono de juicio, de él? —¿Y tú? —pregunté, metiendo las manos en los bolsillos de mis jeans. Madoc probablemente había anotado más cola que yo. —Sí, sí. Lo sé. —Él se encogió de hombros—. Solo estoy diciendo que tú nunca has tenido que trabajar tan duro para conseguir a una chica en la cama. Madoc me miró expectante a través de sus párpados amoratados. —No tengo prisa. Puede ser que quiera jugar con esta por un tiempo. —No podía decirle la verdad a Madoc. Nunca le dije nada a nadie. —Tate va a estar enojada —señaló, como si yo no hubiera pensado en eso. —Ese ese es el punto de todo. Madoc asintió. —Oh... así que ese es el plan. Bueno, ¿Qué demonios él pensaba que estaba haciendo? ¿En realidad saliendo con K.C.? Suficiente. —Gracias de nuevo por apoyarme anoche —cambié de tema y me giré para subir por las escaleras. Pero Madoc habló de nuevo. —¿Esta cosa? —empezó, y me detuve—. ¿Con Tate? ¿Por qué lo hacemos? Sé que lo he preguntado antes, pero no me dices ni una mierda. Simplemente no lo entiendo. Jesucristo. Me volví hacia él para hablar de esto. Él había preguntado un montón de veces antes, y cada vez que me había dirigido a esta chica era por una razón diferente. Me gustaba jugar. Quería control. La estaba protegiendo. Nunca he tenido una respuesta que me satisfaga, y mucho menos que valiese la pena repetir. En mi cabeza, siempre parecía razonable, pero decirlo en voz alta parecía una locura.

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Pero aunque Madoc era curioso, él también estaba en el juego. Cada vez que quería ayuda para difundir un rumor o jugar con Tate en los últimos años, él siempre lo había intensificado. A petición mía, y por su propia voluntad. La fiesta de hace un año cuando él lanzó sus llaves a la piscina, y ella le había roto la nariz. Toda su idea. Mi primera fiesta de este año, cuando ella gritó, “¿Policía?” ¿Acaso le dije que pusiera las manos sobre ella? Entrecerré los ojos hacia él. —Creo que vas por encima y más allá. Te metes con ella sin que yo te lo diga, así que ¿por qué te importa? Él sonrió y dejó escapar una risa nerviosa. —Esto no es sobre mí. Nunca quise ser enemigo de esa chica. Ella salió afuera anoche, como si estuviera lista para respaldarnos. Ella es caliente, atlética, dura, y puede manejar un arma. ¿Qué más se puede pedir? Cada musculo en mis hombros y brazos se flexionaron. No me gustaba que Madoc estuviera cambiando cómo quería que la gente la viera, y jodidamente odiaba que babear por ella. Volví a bajar las escaleras, mis botas golpeando el mosaico casi tan duro como el bombeo de la sangre en mis venas, y agujereé a mi mejor amigo. —Mantente alejado de ella. Él levantó las manos y sonrió como si estuviera tratando de calmarme. —Oye, hombre, no te preocupes. Ella rompió mi nariz y me dio una patada en los huevos. Creo que la nave ya zarpó. —Entrecerró sus ojos y miró confundido—. Pero si no la quieres, ¿por qué no puede tener alguien más una oportunidad? ¿Por qué, en realidad? La mierda que había tirado sobre Tate en los últimos años podría ser atribuido al odio, la ira, necesidad de control. ¿Pero no dejar que otros chicos se acercaran a ella? Eso no era un juego. Eso era sobre mí, no estando bien con la boca de otra persona o las manos sobre ella. Y necesitaba dejar ir esa mierda.

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—No voy a estar de pie en su camino nunca más —dije con calma—. Si ella quiere tener citas y atornillarse con cada chico de la escuela, puede tener la pelota. He terminado. —Muy bien —dijo Madoc, estirando su gran boca en una amplia sonrisa—. Porque la noticia es que salió anoche con Ben Jamison. Las paredes se cerraron. Madoc era cada vez más pequeño y de menor tamaño. ¿Ben y Tate? No, no, no... Mi termal negro de manga larga estaba sofocándome, y por primera vez desde el otoño pasado me sentía inclinado a rasgar las malditas mangas, solo para respirar. —Eso está bien —dije al final, apenas aflojando las mandíbulas para hablar—. No me podría importar menos. Todos ellos pueden tenerla. Pero nunca, ni un solo segundo, lo dije en serio. *** Tate y K. C. se pelearon en el almuerzo de nuevo. Podía verlas comer el almuerzo afuera, en las mesas de picnic, y ambas estaban hablando intensamente, Tate mirando lejos, sacudiendo su cabeza, y K.C. pidiendo disculpas. Mientras me decía que era conveniente lo que había hecho, aun me sentía como una mierda. K.C. no le estaba contando a Tate sobre usarme para vengarse de su novio. Si lo hiciera, probablemente no estarían peleando. No es que Tate estaría bien con ello, pero probablemente no estaría apenas comiendo su almuerzo y frunciendo tanto el ceño. No, Tate pensaba que K.C. y yo estábamos conectando. Decirle a la escuela que tenía verrugas genitales o piojos había sido malo, pero todavía divertido. Tratar de robarle a su mejor amiga era cruel. Sería realmente dañino. Exactamente lo que quería, me dije. Pero día tras día me sorprendía a mí mismo hipnotizado por todos sus movimientos. La forma más metódica en que afilaba sus preciosos lápices, la forma en que su cabello caía sobre su hombro cuando se inclinaba hacia abajo para agarrar algo de su mochila, o verla doblar su cuerpo mientras se sentaba o se levanta. Cada pedacito de piel, cada sonrisa y cada vez que ella se lamía los labios tenía una tormenta eléctrica disparando hacia abajo desde el estómago a mi polla, y casi deseaba que ella estuviese de vuelta en Francia. Por lo menos podía odiarla y no quererla follar a cada segundo.

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Madoc lo llamaba amantes que se odian. Una vez me dijo que nunca había amado a nadie, pero que había tenido relaciones sexuales con alguien que a la vez odiaba realmente, y fueron las mejores que había tenido. La pasión, el castigo, la ira, sonaba como una mezcla atractiva pero peligrosa. Dejé escapar un suspiro y enderecé mis hombros mientras entraba a mi última clase del día, la clase que compartía con Tate. —Vete. Oí la voz de Tate tan pronto como entré por la puerta, y llevé mi atención a Nate Dietrich apoyado en su escritorio, desplazando su espacio. —Esa es la última advertencia —continuó, luciendo enojada y avergonzada al mismo tiempo. —Jared está en lo cierto —gruñó Nate y dio un paso atrás en posición vertical—. No vales la pena. Y yo estaba en su puto culo. —Siéntate, Nate. Se dio la vuelta, levantó las cejas y me miró sorprendido, mientras estábamos en medio de las filas de escritorios que se estaban llenando rápidamente con los estudiantes. —Oye, hombre, no te ofendas. —Él levantó las manos—. Si no has terminado con ella... Mis brazos se tensaron con la necesidad de transportar a este tipo de aquí por las bolas. ¿Si no he terminado con ella? Y justo en ese momento, tuve ganas de arrastrándome dentro de mí mismo, para ocultarme. Mi garganta se apretó. ¿Qué demonios? Quería lastimarla. No quería lastimarla. La odiaba. La amaba. Quería violar su cuerpo en cientos de formas diferentes. Quería mantenerla a salvo. No había límite a lo jodidamente confundido que estaba en este momento, pero una cosa era cierta. Ella no era basura.

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Con los años, había soportado un montón de acoso por mi culpa. Las personas son fáciles de manipular. Ellos quieren ser aceptados, y el chisme es tomado como un evangelio. Dile a la gente que alguien ha perforado su clítoris o que se comen perros, y solo hay que sentarse y ver como la escuela se inunda con la charla. Sin embargo, por la escuela media y secundaria, mis rumores infantiles eran casi tan efectivos como un condón roto. Quería mantener a los chicos lejos de Tate, pero eso ya no funcionaba. Veían que era hermosa, y ahora, después del incidente de vestuario, la vieron también como a una puta. Y por primera vez, no estaba recibiendo ninguna paz por atormentar a esta chica. Solo quería envolverla en mis brazos y ver su sonrisa. Mis ojos se estrecharon, y deseaba un mundo perfecto en el que pudiera lanzarle dardos a la polla de este chico. —No hables con ella de nuevo —ordené—. Vete. —Y sacudí mi barbilla hacia una esquina donde debía ir jodidamente a ocultarse. ¿Era mejor que él? No, pero me ocuparía de esa mierda después. Tate dejó escapar un suspiro agravado cuando Nate se marchó, y volví mis ojos hacia ella, a tiempo para ver sus labios tensarse. Vi el ceño, sabía que era para mí, pero ni siquiera tuve la oportunidad de entender por qué, cuando ella habló. —No me haces ningún favor —se burló—. Eres un miserable pedazo de mierda, Jared. Pero supongo que estaría triste también, si mis padres me odiasen. Tu padre te dejó, y tu mamá te evita. Pero, quién puede culparlos, ¿verdad? Dejé de respirar, y la habitación se encogió sobre mí. ¿Qué carajos acaba de decir? La miré fijamente, sintiéndome destrozado y muerto, sabiendo que era completamente anti-Tate decir algo así, pero sabiendo que decía la verdad. No se me olvidó respirar. Simplemente no quería hacerlo más. Se sentía como si todos los ojos de la habitación estuviesen en mí y la gente estaba susurrando detrás de sus manos, riéndose de mí. Estaba expuesto, y todo el mundo sabía mi mierda. Pero cuando miré a mí alrededor, me di cuenta de que nadie nos prestaba atención. Mis ojos se agudizaron en ella, y recordé exactamente por qué la odiaba.

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Ella fue empaquetada para parecerse a una chica buena, pero no nos engañemos: allí había una perra. —Está bien, clase —gritó la señora Penley, caminando a través de la puerta. No dije nada y volví a mi asiento. —Por favor, saquen sus brújulas y las operaciones de búsqueda de Oriente. Cuando diga “vayan”, por favor tomen sus materiales y siéntense al lado de esa persona para el debate de hoy. Siéntanse libres para moverse de lado a lado o el escritorio cara a cara. Vayan. Me senté allí e Ivi Donner estaba a mi lado antes de que tuviera la oportunidad de sacar mi brújula. Pero apenas escuché su charla. Tate estaba uniéndose con Ben Jamison, y estaban moviendo sus escritorios frente a frente. Lo extraño era que no sentía nada al mirarla. Como si estuviera entumecido. La necesidad que sentía hace dos minutos de abrazarla y decirle que lo sentía había desaparecido ahora por completo. ¿Y qué más? Ni siquiera me siento enojado, tampoco. Tate estaba perdida para mí. No me importaba. Yo era una mierda. No me preocupaba por eso, tampoco. Ella me miraba de vez en cuando. No la quiero. No la odio. Solo. No. Me. Importa.

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Diecisiete —A

lto! —Se rió K.C.—. ¡Estás haciendo trampa! —No hago trampa. —Me quedé allí, sonriendo y apoyándome en mi taco de billar—. Hice el tiro.

Conseguí otro.

K.C. y yo nos enfrentamos a través de mi mesa de billar en la sala de estar y su frustración en realidad me daba ganas de reír. K.C. el Tiburón del Billar. ¿Quién lo hubiera pensado? Después de la escuela, y el episodio con Tate, me había calmado en el trabajo y luego me dirigí a casa. A medida que me detenía en mi casa, noté un Lincoln negro estacionado al lado de los Brandts y gemí inmediatamente. La abuela de Tate. Normalmente, habría estado molesto que Tate tuviera ahora un adulto cerca, lo que interfería. Pero eso no era todo. Su abuela estaba en el negocio de todos y siempre trata de hablar conmigo cuando viene de visita. Debería haber sabido que había venido a quedarse con Tate estando sola ahora. Solo esperaba que no se quedara mucho tiempo. K.C. había venido alrededor de las ocho, y estábamos pasando nuestro quinto juego de billar. —Tú dijiste el seis —argumentó—. ¡No el seis y el diez! No se puede poner dos bolas en el bolsillo al mismo tiempo. Tienes que hacer el tiro que dijiste. —Se llama ser impresionante —le respondí. Ella frunció el ceño y torció los labios en frustración. Su frustración era algo linda, y ella era un hermoso lío esta noche. Tenía el cabello largo y castaño, un tono más claro que el mío, estaba en una cola de caballo, y no tenía ningún maquillaje. Si alguna vez hubo una señal más clara de que una chica no estaba interesada en ti, esto era todo. —Está bien. —Me encogí de hombros y puse mis manos en el aire, fingiendo molestia—. Toma tu tiro.

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Sus ojos se iluminaron como lo hizo su brillante sonrisa, y se inclinó sobre la mesa para tomar su turno. A pesar de que ya casi eran las diez, no tenía ninguna prisa para que se fuera. Ella ganó cuatro de los cinco partidos que jugamos, y pensé que tendría que ir a la sala de emergencias para que mis bolas volvieran a estar juntas. Estaba interesado en saber cómo una chica tensa que no podía tocar una sola cosa en la clase de primer año de Biología sin decir "Ew" aprendió a ser una jugadora de billar pura y dura. Caminamos hacia la sala de estar, y puse mi brazo alrededor de su cuello, tirando suavemente de ella. —Así que, ¿puedo preguntarte algo? Ella dejó escapar un largo suspiro. —Sí, yo también. Bajé la vista hacia ella. —Tú primero. Dejándose caer en el sofá, se miró las manos sobre su regazo. —Sé que me estás usando para llegar a Tate, Jared. Para hacerla enojar, o... —Y ella me miró—. Ponerla celosa. Mis piernas se tensaron, y no me senté. Cruzando los brazos, caminé hacia la ventana que la lluvia salpicaba y por costumbre, miré hacia arriba a las ventanas de la habitación oscura de Tate. No lo hagas. —Jared —continuó—. Te estoy usando, también. Ni siquiera estoy segura de sí quiero a Liam de vuelta, pero quiero que sepa que no estoy sentada en casa esperando por él, tampoco. Es por eso que tomé la oferta para venir aquí esta noche. Tate dijo que estaba ocupada y no quería quedarme en casa. Me di la vuelta y ladeé la cabeza, mirándola. —Podrías haber usado cualquier chico para poner a Liam celoso, K.C. ¿por qué yo? Sabías que le dolería a Tate si pensaba que estabas saliendo conmigo. Casi podía verla derretirse en el sofá. Su rostro cayó, y poco a poco trajo sus rodillas hasta el pecho, abrazándolos. —Mi mamá es... —dijo casi en un susurro—. Prepotente. —Ella sacudió su cabeza, como si la palabra “prepotente” fuera demasiado simplista—. Ella escoge mi ropa, comprueba mi teléfono, escoge mis clases, e incluso... —Pero se quedó sin respiración, y ahogó un sollozo seco.

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Mi boca se secó, y me quede inmóvil. Jesús. ¿Qué no estaba diciendo? Usando su dedo pulgar, ella recogió las lágrimas mientras caían. —De todos modos, después de Liam, estoy harta de ser yo. Harta de ser débil y atropellada. Pensé que Jared Trent conseguiría meterse bajo la piel de Liam como ningún otro. Las comisuras de sus labios se levantaron un poco, y comprendí lo que estaba diciendo. Los dos queríamos control. —Pero sabías que le dolería a Tate —insistí, todavía buscando una razón por la que ella le haría daño a su llamada “mejor amiga”. —Sí. —Suspiró—. No es parte del plan, pero supongo que me imaginé que iba a dar la vuelta este juego de dos jugadores. Mover las cosas, por así decirlo. Apreté mis cejas juntas. —¿Aun a riesgo de perder a tu amiga? —pregunté. Pero ella me sorprendió exhalando una risa. —No eres tan poderoso, Jared. —Ella miró hacia abajo, y luego continuó en voz baja—. Tate y yo vamos a estar bien. Ella no puede saber de esto, sin embargo. Sabe quién es. No es tonta o insegura. No quiero que me juzgue por jugar este juego con Liam. No quiero que nadie lo sepa. — Puso sus pies en la alfombra y se enderezó, mirándome a los ojos—. Jared, no tengo ni idea de cuál es tu problema con ella, pero sé que no eres un mal chico. Pensé que cuando ella regresara, las cosas serían diferentes. Que ustedes dos acabarían este lío. —Ya lo superamos —afirmé mientras tomaba asiento junto a ella. K.C. entrecerró los ojos hasta convertirse en rendijas y apuntó con la barbilla. —La amas —dijo, no preguntó y mi rostro se sonrojó. —No —dije con firmeza. —Bueno. —Ella golpeó sus manos en su regazo, y su tono de repente se iluminó, sorprendiéndome—. Ben Jamison estará en la carrera el viernes por la noche. Lo más probable es que va a llevar a Tate. ¿Puedes mantener tus garras dentro? Mis brazos se posaron en el respaldo del sofá, de lo contrario habrían visto mis puños apretados.

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Por mucho que estaba tratando de que no me importara, Madoc, K.C., y todos los demás para el caso, seguían recordándome que Tate estaba siguiendo adelante con su vida. —No me importa quién hace qué, K.C. —dije sin ninguna emoción. Me miró durante unos segundos, mientras yo miraba hacia adelante. —¿Me harías un favor? —preguntó, alisando sus manos por sus jeans desteñidos—. ¿Juega con esto a través de la carrera por mí? Liam va en contra de Madoc, y yo solo… —Sí —la interrumpí, sabiendo exactamente lo que necesitaba—. Lo hare. Si quería poner a Liam celoso, entonces yo podría ayudar. No era una causa muy honorable, pero era divertido. —¿Película? —sugerí, tratando de cambiar de tema. —Claro. ¿Te gustan las películas de baile? Y casi la echo de mi casa en ese mismo momento. *** Lluvia espesa caía afuera, y el aire estaba denso con energía. Le di a K.C. una sudadera para cubrir su cabeza cuando se fue alrededor de la medianoche, luego cerré la casa y corrí arriba a mi habitación. Por primera vez en muchos años, quería estar en ese árbol. Tate y yo solíamos subir y sentarnos en el durante las tormentas o en cualquier momento, en realidad. No la había visto en el árbol durante años, sin embargo. Deslizando la ventana, asomé la cabeza al viento y la lluvia, y de inmediato me quedé helado. Infierno. Tate estaba en el árbol. Mis dedos apretaron el alféizar. La primera cosa que me vino a la mente fue un ángel. Su cabello fluyendo y brillante. Sus piernas colgando, largas y lisas. Ella parecía perfecta donde estaba, como una pintura. Y entonces recordé que Satanás fue también un ángel. Eres un miserable pedazo de mierda, Jared. Sus palabras de hoy me habían cortado más de lo que quería admitir. —¿Sentada en un árbol durante una tormenta? —me burlé de ella—. Eres una especie de genio. —Ella asomó la cabeza y se dio la vuelta para mirarme.

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La mirada en sus ojos, lo que podía ver de todos modos, no era enojada de la manera que por lo general era conmigo. No me miraba completamente. No, sus ojos estaban vigilantes y un poco tristes. —Me gusta pensar que sí —dijo ella, de espaldas a mí. Su actitud me tenía perplejo. No era tímida, pero tampoco era valiente. ¿Se sintió mal por lo que me dijo hoy? Bueno, no necesitaba su compasión. Quería su jodida ira. No sientas pena por mí. Quería que ella se sentara allí y asumiera lo que hizo. No te disculpes y no te avergüences. Sigue enojada conmigo, Tate. —¿Árbol? ¿Rayo? ¿Te suena? —seguí contrariándola. Sabía que había algún peligro sentada en un árbol durante una tormenta eléctrica, pero no es nada que no hubiéramos hecho cientos de veces cuando éramos niños. —Nunca te importó antes —habló, la emoción había desaparecido de su voz mientras miraba a nuestra reluciente calle. —¿Qué? ¿Tú sentada en un árbol durante una tormenta? —No, que saliera herida —replicó y me callé. Maldita sea. Cada puto músculo de mi cuerpo se tensó, y quería sacudirla y gritarle: “¡Sí, me importa un carajo si algo malo te sucede!” Pero no pude. Me importaba, maldita sea y quería perforar un muro a causa de ello. ¿Por qué demonios me importa algo de lo que hizo? ¿Con quién salió? ¿Con quién jodió? Pero entonces, supongo que estaría triste, también, si mis padres me odiaran. Sus palabras se extienden como tentáculos a través de mi cerebro, chupando la vida de todo lo bueno que alguna vez había pensado de ella. Cada recuerdo. Tenía que cortarla y sacarla de mi corazón y mi cabeza. —¿Tatum? —Casi vacilé, pero forcé el resto—. No me importaría si estás viva o muerta. Le di la espalda y finalmente, solo me alejé.

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Dieciocho K

.C. vino resoplando hacia mi mesa otra vez para el almuerzo el siguiente día. No hablaría de eso, y yo no preguntaría, pero asumí que era sobre Tate o Liam.

Liam, no podría importarme menos. Tate, intenté que me importara menos. —Acabo de recibir un mensaje de Zack. —Vino Madoc y balanceó una silla alrededor para sentarse a horcajadas—. Derek Roman estará de regreso en la ciudad para el fin de semana. Quiere competir contigo el viernes por la noche. Me quejé internamente, no porque pensara que perdería, sino porque Roman era un enorme culo de idiota. Si, lo que le hice a Tate los últimos años, este chico le hizo diez veces a la mitad de la escuela cuando fue ahí. Puede que gane, o puede que pierda, pero lograr que mi auto termine sin un rayón sería un milagro. Me encogí de hombros. —Bien. Será una carrera cerrada, así que las apuestas pagaran en grande. Y necesitaba el dinero. Mi padre estaba apretándome por dinero cada semana, y no era cambio de bolsillo. Él era inteligente, sin embargo. Quería dinero pero nunca se volvía demasiado codicioso. Lo suficiente para hacerme doler pero no lo suficiente para no ser capaz de entregarlo. —Estarás compitiendo contra Liam, ¿verdad? —preguntó K.C. a Madoc. La miró desde otro lado de la mesa y sonrió. —No sé si lo llamaríamos competir. Más como una castración. —Solo ten cuidado, ¿sí? —Ella se veía preocupada. ¿En serio? Madoc inclinó su pecho hacia adelante en la parte trasera de su silla. —¿K.C? —Su voz era baja y ronca—. Estoy imaginándote desnuda justo ahora. Y no pude evitarlo. El resoplido salió, y mi pecho explotó de risa mientras enterraba mi frente en mi mano.

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—¡Ugh! —refunfuñó K.C. en repulsión. Levantándose, enderezó su falda cortada de mezclilla y caminó hacia las puertas de la cafetería, pero Madoc y yo aún no podíamos controlarnos. Dios, él es el mejor. —¡K.C., espera! —grité tras ella, no realmente tratando de traerla de vuelta. Madoc se levantó, aun riéndose. —K.C., vamos. Fue una broma. Pero ella no se giró. Y nosotros continuamos riendo. *** Tate y yo habíamos hecho contacto visual unas veces a través del día. La tormenta en sus ojos se había convertido en una llovizna, pero no gasté tiempo pensando sobre eso. No podía. La mierda entre nosotros había terminado. Se había terminado para ella hace mucho tiempo, pero para mí, necesitaba terminar pronto. La clase de ensayos pasó tranquilamente, pero Penley nos hizo arreglar nuestros escritorios en cirulos, así que tenía una vista perfecta de Tate sentada frente a mí. Una vez cada tanto, la atrapaba mirándome, los pensamientos tras sus ojos no eran claros. Acabábamos de mover nuestros escritorios de vuelta a su posición normal, y la Sra. Penley estaba hablando sobre los monólogos que se suponía presentaríamos en las próximas dos semanas. Estaba listo para salir de ahí y llevar a Madman al lago. Pobre perro, había sido ignorado últimamente con mi trabajo, la escuela, y estar ausente los fines de semanas. A veces lo llevaba conmigo cuando pasaba tiempo con Jax, pero dormir en mi cama era normalmente el único tiempo que lograba pasar tiempo con él. Brevemente cruzó mi mente ver si Tate quería llevarlo algunas veces, darle al chico un poco de atención extra, pero empujé fuera de mi cabeza ese pensamiento enseguida. No éramos amigos, y no iba a pedirle una mierda. Como si leyera mis pensamientos, noté su movimiento en su asiento, y alcé la mirada para verla girar, mirándome. Parpadeó, mirando abajo, y de vuelta arriba como si estuviera triste, perdida, y algo más. Algo como arrepentimiento o desesperanza. ¿Por qué estaba triste? Entrecerré mis ojos, y traté de alejar la mirada. No necesitaba saber que estaba pasando con ella.

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—Ahora, clase —habló Penley, su atención aún enfocada en un pedazo de papel en el que había escrito—. No olviden que la asamblea de anti-bullying es en veintinueve. En lugar de ir al primer periodo, vayan… La mano de Tate se levantó. —Sra. Penley —interrumpió ella. La maestra alzó la mirada. —Sí, ¿Tate? —Quedan cinco minutos de clase. —Su voz era educada—. ¿Puedo presentar mi monólogo ahora? ¿Qué demonios? Este proyecto no estaba programado por un tiempo, y los ojos de todos, incluyendo los de Penley, se salieron. ¿Qué demonios estaba haciendo Tate? —Umm, bueno, no estaba esperando calificar nada aún. ¿Tienes listo tu ensayo? —preguntó Penley. —No, lo tendré para la fecha de entrega, pero en verdad me encantaría presentarlo ahora. Por favor. Mis dientes rechinaron. —Bien. —Penley dejó salir un suspiro renuente—. Si estás segura que estás lista… Genial. La última cosa que quería hacer justo ahora era mirar a Tate o escuchar su voz. Principalmente porque sabía que sería una lucha no mirarla. Ruido. Espacio. Distracción. Encorvándome en mi asiento, estiré mis piernas y crucé mis tobillos. Levantando mi lapicero, lo presioné en mi cuaderno y comencé a dibujar tres cubos tridimensionales. —Me gustan las tormentas —la escuché comenzar, pero mantuve mis ojos enfocados en las líneas que dibujé—. Truenos, lluvias torrenciales, charcos, zapatos mojados. Cuando las nubes ruedan, me llenaba con esta expectativa vertiginosa. Fruncí mis cejas. Tate amaba la lluvia. —Todo es más hermoso en la lluvia. No me pregunten por qué. — Sonaba ligera y natural, como si estuviera hablando a un amigo—. Pero es como este otro camino de oportunidad. Solía sentirme como un súper héroe, montando mi bicicleta sobre caminos peligrosos resbaladizos, o quizás un atleta olímpico soportando pruebas difíciles para llegar a la línea de meta.

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Ella se detuvo, y yo levanté mi lapicero, dándome cuenta que había estado delineando la misma caja una y otra vez. —En días soleados, como una niña, podía aún despertar a ese emocionante sentimiento. Me mareabas con las expectativas, justo como una tormenta sinfónica. Eras una tempestad en el sol, el rayo en un aburrido cielo sin nubes. Sospecha hizo su camino bajo mi piel, y mi respiración se hizo superficial. Esto no era un monólogo. Y continuó: —Recuerdo que paleaba mi desayuno lo más rápido que podía, así podía llamar a tu puerta. Jugábamos todo el día, solo volviendo a casa para comer y dormir. Jugamos al escondite, me empujabas en el columpio, o escalábamos árboles. No pude evitarlo. Mis ojos se movieron para encontrarse con los de ella, y mi maldito corazón… era como si estuviera tratando de llegar y apretarlo en su mano. Tate. ¿Estaba hablándome? —Ser tu compañera me dio una sensación de hogar de nuevo. —Sus ojos se clavaron en los míos—. Verán, cuando tenía diez años, mi madre murió. Ella tenía cáncer, y la perdí antes de que realmente la conociera. Mi mundo se sentía tan inseguro y estaba asustada. Tú fuiste la persona que convirtió las cosas para bien de nuevo. Contigo, me volví valiente y libre. Era como si la parte de mí que murió con mi mamá volviera cuando te conocí, y ya no dolía. Nada dolía si sabía que te tenía. No podía recuperar mi maldito aliento. ¿Por qué estaba haciendo esto? No significaba nada para ella. —Entonces un día, de la nada, te perdí también. El dolor volvió, y me sentía mal cuando te veía odiarme. Mi tormenta se había ido, y te volviste cruel. No hubo explicación. Solo te habías ido. Y mi corazón fue arrancado. Te extrañaba. Extrañaba a mi mamá. Una lágrima cayó por su mejilla mientras sentí que mi propia garganta se tensaba. Me miraba como solía hacerlo, como si fuera todo. Montones y montones de mierda se arremolinaban en mi mente mientras la miraba. Toda la mierda que había hecho para demostrar que era fuerte. Para demostrar que no necesitaba a alguien que no me quería. Tragué, tratando de calmar los latidos en mi pecho.

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¿Me había amado? No. Ella estaba mintiendo. Tenía que ser. —Lo que fue peor que perderte fue cuando comenzaste a hacerme daño. Tus palabras y acciones me hicieron odiar ir a la escuela. Me hicieron sentir incómoda en mi propia casa. Sus ojos se llenaron con más lágrimas, y yo quería romper mierda. Ella estaba sufriendo. Yo eran tan miserable. ¿Y para qué? —Todo aún duele, pero sé que nada de esto es mi culpa —continuó y sus labios se hicieron una línea dura—. Hay un montón de palabras que podría usar para describirte, pero la única que incluye triste, enojado, miserable y lamentable, es "cobarde”. En un año, me habré ido, y tú no serás nada más que algún fracasado cuya existencia más alta estaba en la secundaria. —Sus ojos se enfocaron en mí otra vez, y su voz se hizo más fuerte—. Tú eras mi tempestad, mi nube de trueno, mi árbol bajo el aguacero. Amé todas esas cosas, y te amé. Pero ahora… eres una maldita sequía. Pensé que todos los imbéciles conducían autos alemanes, pero resulta que los cretinos en Mustangs también pueden dejar cicatrices. Mis manos se hicieron puños, y me sentí como si estuviera confinado en un espacio reducido, buscando una salida Apenas registré a la clase aplaudiéndole, no, animándola. Todos pensaron que su “presentación” fue genial. No sabía qué demonios hacer con eso. Ella actuó como si se preocupara de mí. Sus palabras me decían que recordaba todo lo que solía ser bueno entre nosotros. Pero al final… era como un adiós. Ella hizo una reverencia, su cabello cayendo alrededor con su inclinación, y sonrió con una triste sonrisa. Como si se sintiera culpable por sentirse bien. El distante grito de la campana de la escuela sonó, y me moví fuera de mi asiento, pasando su escritorio donde se sentó de vuelta, y saliendo fuera de la habitación sintiéndome como si estuviera en un maldito túnel. Personas pasaban alrededor de mí, felicitando a Tate por un trabajo bien hecho, y yendo a sus asuntos como si mi mundo no se estuviera derrumbando. Todo era ruido blanco alrededor de mí. El único sonido que llenaba mis oídos era mi propio latido mientras caminaba en un trance en el pasillo. Presioné mi frente en la fresca pared embaldosada al otro lado del salón de clases de Penley y cerré mis ojos. ¿Qué demonios me había hecho ahí?

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Apenas podía respirar... y traté de forzar aire dentro de mis pulmones. No, no… A la mierda con esto. Ella estaba mintiendo. Todo era un acto. Todo lo que quería cuando tenía catorce años era ella. Y ella no había estado pensando sobre mí cuando yo gritaba su nombre. No me extrañó mientras estuve en casa de mi padre ese verano. No me quería entonces, y no me quería ahora. El día que volví, la necesitaba tanto, y no me dio ni un maldito pensamiento. Maldita sea, Tate, no hagas esto. No jodas con mi cabeza. Jesús, no sé qué quería hacer ahora. Quería dejarla sola. Quería olvidarla. Pero entonces no lo hice. Quizás solo quería sostenerla y respirarla hasta que ya no pudiera recordar quién era. Pero no podía. Necesitaba odiar a Tate. Necesitaba odiarla, porque si no tenía un lugar en el que hundir toda mi energía, entonces giraría fuera otra vez. Mi padre me tendría, y yo no la tendría para enfocarme. —Adiós, Jared. Me giré y parpadeé. Ben me llamó, y ella estaba con él. Ella me miraba como si no fuera nada. Como si no fuera el enfoque de su vida cuando ella era el enfoque en todo lo mío. Metí mis puños en el bolsillo de mi sudadera para que no me vieran apretándolos. Era como una cosa natural que hacer para mí ahora cuando estaba en público. Para mantener mi temperamento bajo control para que nadie notara de lo que estaba hirviendo debajo. Mis dientes rechinaron juntos. Ella no podía lastimarme. Pero el aire saliendo de mi nariz se estaba calentando mientras los veía desvanecerse por el pasillo. Se estaba yendo con él. Acababa de entregarme mi trasero en esa clase. Me estaba sobrellevando. Y apreté mis puños más fuerte hasta que los huesos de mis dedos dolían. —¿Me llevas? Mi mandíbula se endureció instantáneamente cuando frustración amenazaba con desencadenarse en rabia.

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Ni siquiera tenía que dar la vuelta para saber que era Piper. Ella era la última cosa en mi mente en estos días, y me hubiera gustado que se diera por aludida y retrocediera. Pero entonces recordé que era buena para una cosa. —No hables. —Me di la vuelta y tomé su mano y sin siquiera mirarla y arrastrarla hasta el baño más cercano. Necesitaba quemar la frustración y Piper sabía la partitura. Ella era como agua. Asumía la forma de cualquier recipiente que la tuviera. No me desafiaba o hacía demandas. Solo estaba allí para tomar. Fue después de la escuela. El lugar estaba vacío cuando me metí en una caseta, me senté en un asiento y la hice caer encima de mí. Se rió, creo, pero para ser honesto, no me importaba quién era ella, dónde estaba, o que cualquiera podría entrar. Necesitaba bucear profundamente. Tan profundo en una cueva que ni siquiera pudiera escuchar mis propios pensamientos. Que ni siquiera pudiera ver su cabello rubio y ojos azules en mi cabeza. Tate. Arranqué el pequeño cardigán rosa de Piper y ataque su boca. No se sentía bien. No pretendía. Esto no era sobre que yo llegara. Era sobre vengarme. Agarré los tirantes de su camiseta sin mangas y los bajé por sus brazos, su sujetador viniendo con ellos, hasta que todo se sentó en su cintura. Su pecho estaba libre para mí, y me sumergí mientras ella gemía. Nada dolía si sabía que te tenía. Estaba tratando de huir de Tate, pero ella estaba alcanzándome. Tiré de Piper con más fuerza contra mí e inhalé su piel, deseando que fuera alguien más. Me sentía mal cuando te veía odiándome. Mi corazón todavía latía como si ya no quisiera un hogar en mi cuerpo, y no podía calmarme. ¿Qué demonios? Piper se inclinó hacia atrás y comenzó a moverse sobre mí, y mis manos estaban por todas partes, tratando de encontrar el escape. Tratando de encontrar mi control. Y mi corazón fue arrancado. Te extrañaba. Sujeté el trasero de Piper y ataqué a su cuello. Ella gimió de nuevo y dijo alguna mierda, pero no pude oírlo. Solo había una voz en mi cabeza que ninguna buena cantidad de Piper o cualquier otra chica iban a ahogar. Amaba todas esas cosas, y te amaba.

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Y luego me detuve. Todo el aire me había dejado. Tate me había amado. No sabía si era la mirada en sus ojos llenos de lágrimas o el tono de su voz, o quizás el hecho de que la conocía casi tan bien como cualquiera. Pero sabía que había dicho la verdad. Ella me había amado. —¿Qué pasa, nene? —Piper tenía sus brazos alrededor de mi cuello, pero no podía mirarla. Solo me senté allí, respirando en su pecho, tratando de engañarme siquiera por unos segundos que era Tate a quien estaba sosteniendo. —Jared. ¿Qué te pasa? Has estado actuando raro desde que comenzó el año escolar. —Su maldita voz quejumbrosa. ¿Por qué la gente nunca sabía cuándo callarse? Pasé mis manos por mi cara. —Solo levántate. Te llevaré a casa —espeté. —No quiero ir a casa. Me has estado ignorando por un mes. ¡Más de un mes, en realidad! —Tiró de su camisa y suéter de nuevo, pero todavía no se movía. Tomé un profundo respiro y traté de tragar los nervios explotando en mi estómago. —¿Quieres que te lleve o no? —dije, sujetándola con una mirada que decía “tómalo o déjalo”. Piper sabía mejor no hacer preguntas. No le dije mi mierda a Madoc y no iba a comenzar con esta chica. *** Para el momento que llegué a casa, mi humor había ido de mal a peor. Después de dejar a Piper, solo conduje. Necesitaba escuchar algo de música, aclarar mi cabeza y tratar de deshacerme de este dolor en mi pecho. Quería culpar a Tate. Girar un ojo ciego como siempre lo hacía cuando ella estaba lastimada. Pero no podía. No esta vez. No iba correr de la verdad. No iba a sumergirme en una fiesta o una chica para distraerme. La verdad era… Me gustaría poder volver a ese día en el parque. Volver al estanque de peces cuando primero decidí que tenía que hacerle sufrir. Lo habría hecho diferente.

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En lugar de alejarla, hubiera enterrado mi cara en su cabello y dejarla traerme de vuelta de donde me había ido. No habría tenido que decir o hacer algo. Solo llenar mi mundo. Pero mi rabia había sido más profunda que mi amor por ella ese día, y en este momento, no podía hacer frente a lo que había hecho. No podía hacer enfrentar que ella me odiaba, que mi madre casi no quería tener nada que ver conmigo, y que mi padre pasaba cada sábado recordándome lo perdedor que era. A la mierda. Que se jodan todos. Entré en mi casa, cerré la puerta y tiré mis llaves a través de la habitación. El lugar era tan silencioso como una iglesia, excepto por las patas de Madman apresurándose por el piso. Comenzó a arañar mis pantalones y lloriquear por atención. —Ahora no, amigo —dije bruscamente y entré en la cocina. Madman no podía calmarme, y quería golpear algo. Al abrí el refrigerador, me di cuenta de que mi madre había dejado una nota pegada a la puerta.

Me fui por la noche. Pide una pizza. ¡Te quiero! Y cerré la puerta de nuevo. Siempre jodidamente afuera. Agarré ambos lados del refrigerador y presioné mi cabeza en el acero inoxidable. No importaba, me dije. Todo estaba bien. Tuve padres de mierda, ¿pero quién no los tenía? Alejé a Tate, pero había otras chicas ahí fuera. No tenía una jodida idea de qué diablos iba a hacer con mi vida, pero solo tenía dieciocho años, o casi dieciocho años. Todo. Estaba. Bien. Sujeté los lados más fuerte, obligándome a creer la mentira. Y entonces me vi a mí mismo, solo en la cocina, y sujetando un refrigerador. Diciéndome a mismo que mi vida era buena. Mierda. Comencé a golpear las puertas de acero. Cada músculo de mi cuerpo se sintió ahogado cuando golpeaba mi palma contra el aparato una y otra vez. Madman aulló y se escabulló. Toda la mierda que mi mamá tenía colocada en la parte superior se volcó o se rompió en el suelo, y solo continué. Usando ambas manos para golpearlo una y otra vez contra la pared. Nada dolía si sabía que te tenía.

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Ella estaba jodiendo mi cabeza. ¿Por qué no podía solo olvidarla? Me detuve, mis hombros cayeron, forzando a dejar el aire dentro y fuera de mis pulmones, pero nunca era suficiente. Me di la vuelta para dirigirme escaleras arriba. Si mi mamá se había ido por la noche, entonces no haría daño en sacar a Jack. Ya que era una alcohólica, mantenía esa mierda escondida. Pero esta noche necesitaba una salida. No podía soportar el dolor. No podía lidiar, necesitaba estar insensible. En camino a las escaleras, noté que la puerta principal estaba abierta. Mierda. No debí de haberla asegurado cuando la azoté antes. Y Madman salió, sin duda. Pateé la puerta cerrándola. Duro. Jodidamente increíble. Incluso el perro se había ido. Una vez en mi habitación, fui al escondite que Madoc y yo quitamos de su padre y saqué una botella. Arrojando mi sudadera y camisa, me quité las botas y desenrosqué la botella, tragando bocanadas enormes para ahogar su voz en mi cabeza. Pero caminando hacia mi ventana, me quedé quieto al instante. Allí estaba ella. Bailando. Cerrando sus ojos y saltando. Una imagen de ella en un camisón púrpura vino a mi mente, pero no podía ubicarla. Se veía ridícula y no podía bailar mejor que yo. Casi me reí cuando tiró las orejas de diablo en el aire y gritó junto a la música. Mi pecho se hinchó con el deseo de abrazarla. Y justo en ese momento, la quería de vuelta. ¿Pero qué diablos iba a decirle? No podía contarle todo. No todo. Llevé la botella a mis labios, cerré mis ojos, y forcé la bilis abajo por mi garganta. No había nada que decir. El chico que conocía cuando teníamos catorce había desaparecido. Mis padres me habían dejado. Ella me había dejado. Estaba por mi cuenta justo como ese cabrón dijo que estaría.

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La cuerda de odio e infierno hizo su camino por mi cuello y dentro de mi cabeza hasta que mis nervios ardieron tan mal que quería arrancar mi piel solo para respirar. Lancé la botella a través de la habitación donde se estrelló contra la pared antes de derramarse en el suelo. ¡Maldita sea! Dejando la habitación y cargando abajo por las escaleras, me volví completamente loco. Pateé silla, rompí fotos, y fui a batear con un poco de cerámica y cristal. Rompí todo, moviendo el atizador a todo y a nada. Cada foto que mi madre tenía de mí sonriendo y todos las malditas estatuillas que daban la impresión de que éramos una familia feliz fue destruido. En dos horas, la casa fue destrozada de arriba abajo al irme perdiendo y agotando. Cuando todo había terminado, la casa era un desastre, y estaba cubierto en sudor. Pero estaba tan alto como una cometa. Nadie podía hacerme daño si podía dañarlos. Dichosamente entumecido y tranquilo, me estacioné fuera en el porche trasero con otra botella de Jack de mi suministro y dejé que la lluvia me enfriara. No sé cuánto tiempo estuve allí, pero finalmente respiraba y eso se sentía bien. Hay algo que decir acerca de actuar como un niño de cinco años de edad y romper algunas cosas. El control finalmente se había apoderado de mí otra vez, y solo me senté allí y bebí, empapando el silencio en mi cabeza. —¿Jared? Giré mi cabeza e inmediatamente quedé sin aliento. ¿Tate? Aw, Jesucristo. No, no, no… ¿Ella estaba aquí? ¿Y en maldito pantalón corto y una blusa sin mangas? Me di la vuelta, esperando que ella se fuera. No quería perder mi mierda con ella. O hacer algo estúpido. Por fin me había calmado, pero mi cabeza no estaba cerca de estar suficientemente calmada para lidiar con ella justo ahora. —Jared, el perro ladraba afuera. Toqué el timbre. ¿No lo oíste? Maldición, estaba tan cerca. Podía sentir el tirón. Quería estar más cerca. Para sumergirme en sus brazos hasta que no pudiera siquiera recordar el ayer. Ella caminó alrededor delante de mí, en la lluvia, y mis dedos cosquillearon. La querían. Miré hacia arriba, solo por un momento, incapaz de resistir la atracción.

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Maldito jodido Jesucristo. Estaba empapada. Y miré abajo de nuevo, sabiendo lo que haría si seguía mirando. Su blusa mojada se pegaba a su cuerpo, pero trató de ocultarlo, cruzando sus brazos. Sus piernas brillaban con el agua que goteaba hacia abajo, y sus pantalones cortos se aferraban a sus tonificados, muslos mojados. —¿Jared? ¿Podrías responder? —gritó—. La casa está destrozada. Traté de mirarla de nuevo. ¿Por qué? ¿Quién demonios sabe? Cada vez que la veía, quería enterrar mi corazón y cuerpo dentro de ella. —El perro se escapó —me atraganté. ¿Qué demonios?—. ¿Así que lanzaste una rabieta? ¿Sabe tu madre lo que hiciste a la casa? Y ahí es cuando la pared volvió a subir. Mi madre. Tate mirándome como si no pudiera controlarme. Como si fuera débil. No quería hacerle daño ya, pero no iba a dejarla entrar, tampoco. —¿Qué te importa? No soy nada, ¿verdad? ¿Un perdedor? Mis padres me odian. ¿No fueron esas tus palabras? —Sí, esto era más fácil. Solo aléjala. Ella cerró los ojos, luciendo avergonzada. —Jared, nunca debí haber dicho esas cosas. No importa lo que hayas… —No pidas disculpas —la interrumpí, balanceándome mientras me levantaba para pasar sobre ella—. Arrastrarte te hace ver patética. Me gritó algo, pero estaba demasiado mareado y agravado para registrar lo que estaba diciendo mientras caminaba hacia la casa. Ella me siguió hacia dentro, y la callé mientras secaba al perro. Pero entonces ella tomó el control fuera de mis manos de nuevo cuando se apresuró a vaciar mi botella por el desagüe. ¿Qué? —¡Hija de puta! —Corrí hacia ella y traté de quitarle el Jack fuera de sus manos—. Esto no es de tu incumbencia. Solo déjalo. —No la quería aquí para verme así. No debería preocuparse por mí. No había hecho nada para merecerlo. ¡Y no lo necesitaba o a ella! Tiré de la botella, y su cuerpo se pegó al mío. Era la cosa más hermosa que jamás había visto. Y enojada, era aún más caliente. Un fuego estaba en sus ojos, y su labio inferior brillaba por la lluvia. No quería detener esto para nada. Quería perder toda mi energía en ella. En más de un sentido. La vi levantar su mano, y mi cabeza se movió a un lado con el ardor de su mano, y me quedé allí por un momento, aturdido.

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¡Ella me golpeó! Dejé caer la botella. Me importaba una mierda de todas formas, y la arrastré sobre el mostrador. No sabía lo que estaba haciendo, pero estaba fuera de mi control. Y por una vez, no tuve ningún problema con eso. Ella encontró mi mirada, sin apartar la mirada por un segundo, mientras su cuerpo se retorció contra el mío. No debería estarla sosteniendo de esta manera. No debería estar cruzando la línea con ella. Pero tenía a Tate en mis brazos por primera vez en más de tres años, y no iba a dejarla ir. Cuanto más la miraba, y más me dejaba tocarla, yo era completamente de ella. Y odiaba y amaba eso al mismo tiempo. —Me jodiste hoy. —Bien —desafió, y mi agarre sobre ella se tensó. Tiré de ella hacia mí de nuevo. —¿Querías hacerme daño? ¿Te emocionaste con eso? Se sentía bien, ¿no es así? —No, no me emocioné por eso —respondió con demasiada calma—. No siento nada. No eres nada para mí. No. —No digas eso. —No la había alejado por completo. Todavía la tenía, ¿cierto? Podía oler su dulce aliento mientras se inclinaba, sus labios húmedos con calor y sexo. —Nada —repitió ella, burlándose de mí, y yo estaba al instante tan duro como una maldita roca—. Ahora, fuera de… Tomé su boca, comiendo su pequeño gemido dulce. Ella estaba jodiéndome, y eso era todo. Su olor, su piel, todo invadió mi mundo, y no podía ver claro. Mi cabeza se sentía aturdida, como si estuviera bajo el agua, sin peso y tranquilo. Dios, ella sabía muy bien. Chupé su labio inferior, probando lo que había estado muriendo por obtener por años. Y quería probarla por todas partes. Fui demasiado rápido, pero no podía controlarme. Era como si tuviera que arreglar todo el tiempo perdido en este momento. Su pecho se estaba presionado contra el mío, y yo estaba entre sus piernas. Traté de recuperar mi aliento entre besos. Aquí era donde quería estar, ¿y por qué demonios no lo había visto antes? No estaba peleando, y sonreí cuando estiraba su cuello hacia atrás para mí, invitándome. Solté mi agarre y clavé mis manos en su cuerpo, tirando de ella a mis caderas, así podía sentir cuanto la deseaba.

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Había envuelto sus piernas alrededor de mí, y pasé mis manos por sus muslos, en completo asombro de su suave, caliente piel. No íbamos a movernos hasta que mis manos o boca hubieran estado en cada parte de ella. Mientras besaba su cuello, ella llevó mi cara de nuevo hasta sus labios, y me deleitaba en como respondía. Ella quería esto tanto como yo lo hacía. Diablos, sí. Sabía que no lo merecía. Sabía que ella merecía más. Pero iba a sumergirme en esta chica o pasar mi vida intentando. No podía conseguir acercarla lo suficiente o besarla lo suficientemente rápido. Quería más. Me lancé por el pequeño lugar bajo su oído, oliendo y ansiando por ella. Me sentía más libre con su cuerpo envuelto alrededor del mío de lo que me había sentido en años. —Jared, detente. —Ella alejó su cabeza de mí, pero seguí adelante. Nop. Tú. Yo. Y una maldita cama. Ahora. Estaba a punto de llevarla cuando gritó —¡Jared! ¡Dije detente! —Y me empujó. Tropecé hacia atrás, sorprendido fuera de mi trance. La sangre corría por mi pene como las cataratas de Niágara, mi cuerpo gritando por ella con tanta fuerza. Me quedé allí, tratando de averiguar que decirle para traerla de vuelta, pero no me dio una oportunidad. Solo saltó el mostrador y corrió fuera de la casa. Maldita sea. No tenía ni idea de qué demonios iba a hacer ahora, pero una cosa era malditamente segura. No habíamos terminado.

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Diecinueve — E

s en serio? —Me incliné en la ventanilla del carro de Madoc, en donde se sentaba en el asiento del conductor escuchando Pink.

—Mi música no es de tu incumbencia — terminó la conversación ahí mismo y siguió mirando adelante en la pista. Era viernes por la noche, dos largos días después de mi beso con Tate, y nosotros estábamos en el Loop, preparando la carrera de Madoc contra Liam. Él estaba escuchando música de chica, y yo estaba tratando de no reírme. No es que Pink no estuviera caliente como el infierno, pero personalmente, yo necesitaba algo más fuerte cuando estaba en la zona. K. C. vino conmigo esta noche. Eché un vistazo a un lado, donde sabía que ella estaba, y me tensé cuando la vi hablando con Tate. Mi pecho se hinchó con una ráfaga de calor. —Amigo, ¿por qué estás sonriendo? —Oí la voz de Madoc. Pestañeé y lancé mi mirada abajo de vuelta a él. Él estaba sentado allí, sosteniendo el volante y estrechando sus ojos en mí. —¿Estaba sonriendo? —Mi cara volvió a caer en su posición. —Sí, y es extraño. La única vez que sonríes es cuando estás tirando de las alas de las mariposas —masculló pero luego contrajo sus cejas y se retorció para mirar sobre su hombro por la ventana trasera—. ¿Ella está aquí? —¿Quién? —La mariposa que te gusta atormentar —bromeó. —Vete a la mierda —murmuré y regresé a mi carro. Mis reglas de juego con Tate habían cambiado, y no tenía ni idea de cómo explicarme con él. Así que no lo hice. Pero mis labios se curvaron hacia arriba mientras tenía destellos de cómo había cambiado mi idea de atormentar a Tate. Dios, la deseaba. Eso era todo. Simple y sencillo.

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Ese, nuestro primer, beso fue jodidamente una tortura, y quería más. Ella me había castigado con ese beso. Mostrándome lo que ella podía hacerme. Lo que podemos hacer juntos. Y que eso solo era un probadita. K. C. se acercó hacia mí mientras me reclinaba sobre el capó de mi carro. —Hola, tú. Tate la siguió detrás con… el maldito Ben Jamison. Solté un suspiro y aparté la vista hacia K. C. —Hola, a ti. —Envolví mi brazo alrededor de su hombro, pero no tenía ni idea del por qué. K. C. y yo seguíamos manteniendo la pretensión de una relación, pero mientras ella quería molestar a Liam, yo no sabía lo que estaba sacando de esto. —Oye, hombre —me saludó Ben. Quería hacerle sangrar por los ojos. —Oye, ¿cómo te va? —le pregunté y dirigí mi atención a la pista antes de que él tuviera la oportunidad de responder. Un pesado silencio llenó el aire y mi mandíbula tembló con una sonrisa reprimida. Podía sentirse la tensión como una ampolla lista para reventar, y estaba disfrutándolo muchísimo. No me importaba si K. C. estaba cómoda, y no quería tampoco que Ben o Tate estuvieran a gusto. En ningún universo yo estaría de acuerdo viéndola con él. O con cualquiera, probablemente. Pero K. C. decidió presionar. —Y Jared, esta es Tatum Brandt —nos presentó con sarcasmo—. Di “hola”. Sí, nos conocemos. Deslicé mi brazo alrededor de la cintura de K. C., porque soy un idiota y dejé que mis ojos se deslizaran lentamente sobre Tate como si me importara un carajo. El aire que salía de mi nariz se calentó y no podía hacer nada excepto asentir con la punta de mi barbilla hacia ella y mirar hacia otro lado. Probablemente ella estaba aliviada de que podía ser civilizado, pero todo fue un acto. Mis entrañas estaban calientes, y quería besar y golpear algo, todo al mismo tiempo.

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El que Ben piense que de verdad tenía una oportunidad con ella me enfadaba. Y el atuendo de ella realmente me enfadaba. Ella llevaba una corta falda negra de colegiala con una ceñida camiseta blanca, probablemente un top de tirantes y una chaqueta gris. —¡Y estamos listos! —llamó Zack desde la pista, y miré hacia él mientras todos comenzaban a despejar el camino de tierra donde Liam y Madoc correrían. Tate dio unos pasos hacia la pista, y de inmediato saqué mi brazo de K. C. y busqué en mi bolsillo el collar de fósil. No era algo que llevara conmigo regularmente, solo los domingos y en las carreras. —¿Preparados? —llamó una chica desde la pista. La multitud aclamó como locos mientras aceleraban. La mayoría de ellos probablemente no tenían ni idea de que esta era una carrera de mierda. ¿El GTO de Madoc contra el Camaro de Liam? No está ni siquiera cerca. Los Camaros podían hacer el trabajo, pero Liam no tenía ni idea cuando se trata de modificar su carrera. Madoc la tenía. —¿Listos? —gritó la chica, pero mis ojos estaban pegados en Tate, quien había volteado para ver el despegue. —¡Fuera! Los aplausos estallaron, y todos los cuerpos bloquearon mi vista de la pista mientras me quedaba atrás contra mi coche. No me importaba. Sabía quién iba a ganar, y solo había una persona a quien quería ver ahora mismo. Tate estaba de espaldas de mí, y por primera vez, no tenía que apartar mi mirada. Ya no era culpable por desearla e iba a mirar. Ella estaba de puntillas, tratando de atisbar por encima de los demás espectadores. Los músculos de sus piernas se flexionaban y quería mis manos sobre ella. Los suaves contornos de su piel y la memoria de cómo hace apenas dos noches esas piernas estaban envueltas a mí alrededor, me daba ganas de tenerla en la misma posición sobre el capó de mi coche. Hace mucho tiempo me di cuenta que Tate ya no tenía catorce años. Quiero decir, incluso a esa edad, era muy bella, pero ambos éramos solo niños. Los pequeños deseos y los impulsos que solían moverse sigilosamente en mi cabeza se habían convertido en verdaderas fantasías.

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Y ahora, éramos lo suficientemente mayores para entretenerlos. —¡Mierda! —maldijo K. C. a pocos metros delante de mí—. Derramé la cerveza. Tate se volvió para ver lo que había sucedido, y todo el mundo se detuvo cuando en su lugar ella encontró mis ojos. Por eso es que ella era diferente de la de otras chicas. Me gustaba cuando ella me miraba. Quitándose la chaqueta, se lo arrojó a K. C., a quien yo aún no había visto. Supongo que había estropeado su camiseta y necesitaba algo para cubrirla. Y santa mierda. Tragué con fuerza. El top blanco de Tate era delgado, apretado, y pude ver sus pezones endurecerse contra el aire nocturno. Miré a Ben quien había hecho una toma-doble. Él estaba intentando no mirarla, pero era difícil. Maldita sea. Apreté mis dientes. La idea de ir deprisa hasta ahí y de arrastrarla todo el camino de regreso a casa era tentadora. Y si él seguía mirándola de esa manera, iba a sacarle sus dientes con una cuchara. Ambos se volvieron a la carrera, y K. C. se puso la chaqueta de Tate. Madoc y Liam finalmente doblaron la cuarta esquina, pero Madoc tenía una buena ventaja. Cruzando la línea de llegada, la multitud aplaudió y agitaron sus manos en el aire, claramente muy contentos con sus apuestas y el espectáculo. Ben sonrió a Tate, quien se reía ante la ráfaga de aire provocada por los vehículos. Ella odiaba a Madoc, así que supuse que solo estaba fascinada con la escena en lugar de la victoria de él. Ellos se rieron y hablaron, luciendo totalmente cómodos el uno con el otro. ¿En serio? Tate no quería comodidad. Ella quería ser empujada. Ella quería las manos y boca de alguien en ella, volviéndola loca. Ella quería hacer el amor en la lluvia. Y ahora mismo, ella estaba tratando de ser alguien que no era.

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Agarrando a K. C. por la cintura, la presioné contra mí, y sus ojos se ampliaron sorprendidos. —Por Liam, ¿recuerdas? —susurré, no haciendo esto en lo más mínimo por ella. Tratar de darle celos a Tate era una idiotez, pero quería ver si ella reaccionaba. Ella sin duda había salido bien durante el mes pasado. K. C. miró nerviosamente a Tate, y me daba miedo de que ella estuviera pensando demasiado. Jugar delante de Liam estaba bien, pero ella probablemente tenía un problema enorme haciendo cualquier cosa ante los ojos de Tate. Después de unos momentos, sin embargo, ella cedió y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello. Tomé la invitación y me agaché para besarla bajo su mentón. Enterré mi rostro en su cuello, arrastrando suaves y lentos besos hasta su oreja, mi cerebro diciéndole a mi cuerpo lo que tiene que hacer. Sinceramente, preferiría besar a Madman, pero podía sentir los ojos de Tate en mí. Para, me dije a mí mismo. Si Tate te ve manoseando a su amiga, ella no dejara que la toques. —¡Todo el mundo despeje el camino! —Oí gritar a Zack, e instantemente levanté mi cabeza, con demasiada impaciencia—. Trent y Roman, traigan sus traseros a la línea de partida. Corrí mi mano por mi cara. Por fin mierda. Caminando alrededor y subiendo a mi coche, encendí el motor, sintiendo el trueno bajo mi cuerpo. He vivido para dos cosas: atormentar a Tate y romper en la pista. Aunque todo lo que hice en el Loop fue por mi padre, aun me encantaba correr. Mi pie se sacudía ante la sensación del pedal, y mis manos habían dominado las maniobras de mi auto a la perfección. Podría mover la rueda y hacer que la máquina condujera, se deslizara y girara de la forma exacta que lo necesitaba. Eran dos minutos, una vez a la semana, cuando amaba mi vida. Still Swingin, de Papa Roach retumbaba en mis altavoces mientras sacaba mi Boss 302 en la pista. Mi Mustang negro estaba cargado, rápido, y era completamente mío. Era la única cosa que mi madre me dejó comprar con el dinero de la casa de mi abuelo. Fue pagado para y mi única salida cuando necesitaba escaparme de la gente y perderme.

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Derek Roman, un estudiante de primer año en la universidad y excompañero, regresaba a la ciudad de vez en cuando para correr. Él saca su Trans Am de 2002 al lado mío, y mis dedos se aprietan en el timón. Llevaba algo de peso. Algunas personas apostaron contra mí esta noche a favor de él. Es una clase de insulto, pero sirve a mis necesidades. Cuanto más pequeño es el pronóstico, más grande será la recompensa. —¡Muy bien! —gritó Zack, su voz profunda y dominante—. Despejen la pista para el evento principal de la noche.

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Veinte C

on los chicos de la universidad de vuelta en la escuela, teníamos menos carreras ahora que durante el verano. La de Madoc y la mía eran las únicas de esta noche.

Metí la mano en el bolsillo de mi pantalón, saqué el collar de fósiles y lo colgué alrededor de mi espejo retrovisor. Vi a Tate mirarme a través del espejo retrovisor y mi garganta se cerró. No sabía si podía ver, pero definitivamente no quería que lo hiciera. El collar, de su madre, sería difícil de explicar. Devon Peterson, una de las pocas chicas calientes que no tocaría ni con un palo de diez pies, paseó delante de nuestros coches en una falda de colegiala corta y camisa de tirantes finos. Ella estaba un año detrás de mí en la escuela y había dejado muy claro que ella estaba disponible si estaba interesado. No lo estaba. En realidad, ella tenía los pies sobre la tierra y era agradable, pero era amable con todos. Eso era el problema. A veces tienes que saber cuándo un buen tiempo no vale la pena el riesgo. —¿Listos? —gritó, con los ojos chispeantes en mí. Vamos. Vamos. Mi rodilla izquierda se balanceaba mientras se mantenía en el embrague. No hay chicas, no hay padres... solo yo, corriendo de todos ellos. —¿Preparados? Roman y yo aceleramos nuestros motores. —¡Ya! Mis piernas se sacudieron en acción, una moderando el embrague, y la otra golpeando el gas con toda su fuerza. Los neumáticos giraron por un breve segundo y Roman y yo salimos por la pista. Mi estómago cayó, y sonreí ante la sensación. Me encanta esta mierda. Agarrando el volante, golpeé en el embrague de nuevo ya que cambié a segunda y luego directamente a tercera. A menudo me olvido e intento saltar marchas como lo hago cuando no corro, pero no se puede

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hacer eso en una pista. Mi madre se molestó el año pasado cuando se compró un nuevo auto, uno manual, y yo le enseñé a conducirlo. —¿Qué quieres decir, puedo soltar los engranajes? Jared, no los pondrían allí a menos se suponga que debas usarlos. Sacudí la cabeza hacia ella, dándome cuenta de que no era digno de la provocación. El Boss se sacudió de nuevo cuando llegué a cuatro, y dejé que la música y el coche me desgarraran en mil pedazos y se dispersaran con el viento. No podía pensar ni preocuparme sobre cualquier cosa, incluso si quisiera. Aquí es donde vivía. El Boss no me pelearía. Yo lo poseía, dentro y fuera. Roman y yo estábamos cabeza a cabeza, pero la primera vuelta se aproximaba. Tenía una pequeña diferencia, pero él no estaba reduciendo. Jodido pendejo. Algún día iba a tener que darle a este tipo la paliza que se merecía. Nosotros no seríamos capaces de hacer la vuelta malditamente juntos, y él lo sabía. Uno de nosotros tenía que reducir la velocidad, y no iba a ser él. Y él sabía que yo lo sabía. Estrangulé el volante y pisé el freno, poniéndome detrás de él y en el carril interior. Justo en el culo, respiré con fuerza y negué, tratando de mantener mi pie de plomo para embestir su coche. Tirando del timón hacia la izquierda, doblé la primera vuelta, levantando polvo y sentí la deslizante trasera del coche, ya que mi corazón latía con fuerza en mi garganta. Pero el coche de Roman se deslizó más. Cambiando de nuevo a segunda y golpeando el acelerador, subí el volumen de I Stand Alone de Godsmack y jodidamente aceleré. Cada segundo, mi sangre vibró a través de mis venas más fuerte, y no me importaba si ganaba o perdía. Nada puede arruinar esto para mí, y nada podría hacerlo mejor. A través de cada vuelta, Derek Roman me interrumpió y me hizo tirar atrás, se salió más de lo que quería. De cualquier manera, yo no estaba ganando una ventaja, porque el idiota prefiere jugar los autos chocadores que una carrera. Pendejo. Estaba respirando mil veces por minuto, no porque estuviera nervioso, sino porque estaba jodidamente enojando. Él prefiere ver nuestros carros destrozados que verme ganar.

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Bajándole al acelerador, agarré el volante mientras Roman y yo cargábamos hacia delante. La multitud sobrevoló el coche, y mi estómago se agitaba mientras finalmente cruzamos la línea de meta. Dejé escapar un suspiro y apreté los dientes, frenando el coche. No estaba seguro de si había perdido, pero no estaba seguro de que había ganado, tampoco. Y en este punto, realmente no me importaba. Quería golpear algo, y Román lo era. Salí corriendo del coche, mis brazos estaban tan rígidos como barras de acero mientras doblé el coche y me reuní con él a mitad de camino. —Eres un idiota —dije entre dientes. Por favor. Reacciona. Estábamos casi nariz con nariz. Roman era aproximadamente de la misma altura que yo, pero no totalmente. —¡Tú estabas empujando mi carril! —se burló—. O tal vez simplemente no sabes cómo para manejar tu coche. Casi me reí. —No hay carriles en la pista. —Idiota—. Y no hay que hablar de no poder manejar su musculo5. Roman, con su cabello negro grasiento peinado hacia atrás, apuntó con su dedo mi cara. —Te diré algo, princesa. ¡Regresa cuando te hayan crecido algunas bolas y hayas sacado tus ruedas de entrenamiento! Entonces serás lo suficientemente hombre para correr conmigo. Su voz sonaba como botes de basura que se cierran de golpe juntos, y tenía que callarse. —¿Suficientemente hombre? —le pregunté, torciendo mi cara pareciendo que es la cosa más estúpida que había oído alguna vez. Girando alrededor para hacer frente a la creciente multitud, levanté mis manos—. ¿Suficientemente hombre? Ellos lo sabían mejor, la mayoría de ellos eran mis compañeros de clase. Y, como si fuera una señal, Piper salió de la multitud y se dirigió directamente hacia mí. La multitud no luchó para contener su emoción cuando ella pegó su cuerpo al mío, con su mano en mi culo, y me dio un beso lento y profundo.

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Musculo: hace referencia al modelo del carro.

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Era como un par de brazos invisibles tirando de mí hacia atrás, tratando de sacarme de su agarre, y tuve que recordarme a mí mismo de bucear, no nadar. La agarré y pasé las manos por sus costados, sintiendo el calor de su lengua tocando la mía. Esto era lo que necesitaba. Piper era fácil. Pero a medida que la multitud rugió en nuestra pantalla, mis labios se tensaron y el beso se puso difícil. Ella sabía a ceniza. Tate cruzó por mi cabeza, y lo mismo hizo el recuerdo de su boca. La multitud aplaudió más ahora que me lancé a poner a Roman en su lugar, pero esto estaba todo mal. —¡Está bien! —Zack, entró por la multitud—. Fuera del camino, fuera del camino. Piper me sonrió y se tambaleó hacia atrás a la multitud, hacia sus amigas esperando que estaban soltando risitas. —Escuchen. Tenemos algunas buenas noticias y malas noticias. —Zack miró a su alrededor, hablando más a la multitud que a Roman y a mí—. La mala noticia es que estamos decidiendo un empate. Todo el mundo se quejó y algunos maldijeron. Jesucristo. Dejé escapar un suspiro. —Pero, la buena noticia es… —se apresuró a añadir—. Tenemos una forma de resolver el punto muerto. Y luego dejé escapar una mueca horrible que hizo que la bilis se subiera a mi garganta. Zack podría ser tortuoso. —¿Una revancha? —Tenía la esperanza. —Más o menos. —Su sonrisa se ensanchó—. Si ustedes chicos quieren resolver esto, a continuación, sus coches correrán de nuevo, pero... no los conductores. Me ardían los ojos. No podía parpadear. ¿Qué carajos? —¿Perdón? —soltó Roman, avanzando poco a poco hacia el lado de Zack. —Sabemos que son conductores excepcionales —aseguró Zack—. La carrera ha sido lo suficientemente cerrada para demostrarlo. Vamos a ver quién tiene el mejor equipo.

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Ya era suficiente. —Entonces, ¿quién va a conducir los coches? —le grité. Los labios de Zack se apretaron. —Sus chicas. ¿QUÉ? —¡Oh, sí! —Algún idiota en la multitud se rió como si fuera un gran entretenimiento. ¡Nadie, y quiero decir nadie, estaba jodidamente conduciendo mi coche! Los espectadores se reunieron más cerca para oír la lluvia radiactiva, y sí iba a ser una lluvia radiactiva. Roman y yo estaríamos de acuerdo en que esta idea era una mierda, mientras que la mayoría de personas estarían más que feliz de perder su dinero por ver a un par de chicas correr. —¡Amigo! ¡Eso no está sucediendo! —Roman frunció el ceño y miró a su novia. Ella era linda como el infierno, pero la pequeña morena parecía que tenía suficiente músculo para conducir un ciclomotor y nada más. Sonreí para mis adentros, pensando en cómo Tate le ganaría. Nop. No vayas allí. —Zack —suspiré—. No tengo una novia. Nunca tengo una novia. —¿Qué pasa con la cosa bonita que llegó contigo? Giré mi cabeza hacia K.C. con una mirada agravado. Supuse que estaba hablando acerca de ella. Sus ojos se le salieron de la cabeza cuando vio que nuestra atención se centró en ella. —Es solo mi rebote —dijo en broma y levantó las manos y. La multitud cubrían sus bocas y se echaron a reír, burlándose de mí como si debiera estar lastimado. K.C. no pudo evitar sonreír ante su inteligencia y levanté las cejas a Zack, esperando que él entendiera. —Nadie conduce mi coche —declaré. —Estoy de acuerdo con la princesa aquí —intervino Roman—. Esto es una estupidez. —El público ya ha visto dos carreras. Ellos quieren ser entretenidos. Si los dos tienen algún interés en la solución de esta partitura y que la gente pueda recibir el pago, entonces ustedes van a jugar a mi manera. O estas en la línea de salida en cinco minutos o déjalo. —Él se volvió para alejarse,

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pero se detuvo—. Oh, y ustedes pueden montar en el coche si les gusta... ya saben, como apoyo moral. —Las últimas palabras rompieron mientras salían de sus labios. El idiota se estaba riendo de nosotros. —Esto es una mierda. —Me pasé mis dedos por mi cabello y me dirigí de vuelta hacia Madoc y K.C. mientras Roman acechaba a su público. Me enderecé y cerré mis dedos fuertemente una y otra vez. Si Zack no fuera un amigo, lo hubiera matado. Incluso si no fuera por el dinero que necesitaba, todavía no podía salir de esto. Un desafío era un reto. Si Roman no se inclinaba hacia fuera, yo tampoco. —Hey, hombre. Podría conducir por ti —habló Madoc—. Acabemos por decirles acerca de nuestra relación en secreto. Él estaba tratando de animarme, pero sería más útil metiéndose el pie en su boca. Conocía chicas que podrían conducir. Me encontré con una gran cantidad de público en el garaje donde trabajaba y me había topado con unos pocos en la escena de aquí y allá, pero las únicas chicas que conocía aquí esta noche fueron con las que me había acostado o con las que tenía clases. Y no confiaba en ninguna de ellos. —Jared, no puedo correr para ti —señaló K.C. como si ya no lo supiera—. Tiene que ser alguien más. Había alguien. Y la idea de pedírselo me dio ganas de vomitar. No solo iba a decir que no, pero probablemente sería escupido en la cara por preguntar. No actúes como si tuvieras otra opción. Mierda. Esto era como cuando quise saltar en mi coche e irme lejos. Tomar decisiones difíciles y aceptarlas cuando la necesidad de los demás viene antes que la de nosotros, duele, pero... no tenía otra opción. Y entonces oí a otro padre, un mejor padre, en mi cabeza. Un hombre sabe lo que hay que hacer y malditamente lo hace. Mi hermano merecía alguien que velara por él, y tenía en mí poder hacer su vida mejor. Eché la cabeza hacia atrás y suspiré. Esto iba a doler.

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—Solo hay una persona en la que ligeramente confío para conducir mi coche. —Me di vuelta con los ojos fijos en Tate. Sus ojos se abrieron. —¿Yo? —preguntó ella, sorprendida. —¿Ella? —dijeron Madoc, K.C., y el maldito de Ben en el corto plazo. Crucé los brazos sobre mi pecho y me dirigí hacia ella. —Sí, tú. —¿Yo? —bajó la voz, sonando como si hubiera preguntado algo estúpido. Ella no estaba más que sorprendida. —Estoy mirándote a ti, ¿verdad? —gruñí ligeramente. Su rostro cayó plano, y sus ojos se estrecharon en desafío mientras miraba a su cita, ignorándome. —Ben, ¿podemos ir temprano a la hoguera? Estoy aburrida aquí. Ella no esperó por una respuesta antes de que se diera la vuelta y salió de la multitud. No había manera de que fuera a dejar a alguien más conducir, y no estaba renunciando a perder frente a Derek Maldito Roman. Fui tras ella y la agarré del codo. —¿Puedo hablar contigo? Apenas podía mirarla, y mantuve mi voz en un susurro. Esto fue lo más cerca que había llegado a rogarle a alguien en más de tres años. —No —escupió. Rencoroso, un poco… Puse mis hombros hacia atrás, sabiendo que ella tenía todo el derecho a no ayudarme, pero su actitud todavía me molestó. —¿Sabes lo difícil que es para mí? —le susurré—. Te necesito. La vi aspirar un poco de aire, y ella miró hacia abajo por un momento. Bueno, al menos la había hecho detenerse. —¿Y mañana cuando no me necesites? —desafió—. ¿Seré la mierda bajo la bota de nuevo? Mi corazón latía, y mi pecho dolía. Nunca fuiste una mierda. —Lo hará —tomó K.C. la palabra en voz alta a mis espaldas. —¡K.C.! —Tate rechinó sus dientes—. Tú no hablas por mí. ¡Y no lo voy a hacer! —gritó directamente a mí, y el calor bombeaba a través de mí en su ira.

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Me recordó a la encimera de la cocina, y yo quería hacerla callar de nuevo al igual que había hecho esa noche. —Lo quieres —discutió K.C. con Tate. —Tal vez —se burló—. Pero tengo orgullo. Él no hace absolutamente nada por mí. A la mierda esto. —Gracias —apreté a través de mis dientes. —¿Por qué? —gruñó Tate. Me puse frente de su rostro, pero ella no dio marcha atrás. —Porque me recuerda a lo que decepcionante perra egoísta que eres. —¡Ya es suficiente! ¡Ambos! —cortó Madoc en nuestro argumento mientras miraba Tate, sus ojos enojados como rendijas. Dio un paso entre nosotros, mirando entre Tate y yo—. Ahora mismo, me importa un carajo la historia entre ustedes dos, pero tenemos que manejar en ese coche. Muchas personas perderán un infierno de montón de dinero. »¿Jared? —Me miró y continuó—. Vas a perder mucho dinero. ¿Y Tate? —Él la miró, pero ella todavía me estaba masticando en pedazos con su ceño fruncido—. ¿Crees que todo el mundo te trataba mal antes? Dos tercios de las personas aquí esta noche le apuestan a Jared. Cuando se enteren de que su primera opción lo rechazó, el resto de tu año escolar será infierno sin que Jared ni yo tengamos que mover un dedo. ¡Ahora, ustedes dos entren en el maldito coche! Mis ojos se posaron en el suelo, sintiéndome un poco infantil y bastante de aturdido. Madoc no solía hablar con signos de exclamación. Le había visto enfadado un puñado de veces, y él saca su voz de maestro muy raramente. Siempre me dio la impresión de que estaba ocultando algo. Algo más. Todo el mundo estaba en silencio. Incluso unos pocos transeúntes que habían captado la explosión. —Él tiene que preguntármelo agradablemente —mandó Tate. —¿Qué? Yo fui agradable. La primera vez. Bueno, quizás no. —Él tiene que decir “por favor” —le dijo a todo el mundo menos a mí. Sacudí la cabeza y me reí para mis adentros. Dios, ella era difícil.

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—Tatum —me dirigí hacia ella como si fuera mi próxima comida—. ¿Corres conmigo, por favor? Sus ojos se estrecharon de nuevo, pero había un destello de emoción en este momento. Ella no quería saltar en la oportunidad demasiado rápido, pero iba por ello, y yo lo sabía. —¿Llaves? —preguntó, tendiéndole la mano. Dejando caerlas en su palma, la seguí a la pista mientras corría al lado del conductor de mi coche. Roman había respaldado su Trans Am en su posición cuando parte del público despejó la pista. Silbidos estallaron alrededor de nosotros mientras Tate subió detrás de mi coche. Los dos nos metimos dentro, y el agravamiento erosionando mi calma en lo impotente que me sentía. Nunca me senté en el lado del pasajero antes. No podía mantener los ojos hacia adelante, y se deslizaron hacia Tate, que corría las manos arriba y abajo del manubrio. La imagen de ella, sentada en mi puto asiento, con las manos en mi maldito auto era demasiado. Me moví, mi polla no puede controlarse a sí misma. Como de costumbre, cuando ella estaba alrededor. No tenía ni idea de si se trataba de la idea de ella en mi coche. Tal vez era por lo caliente que sabía que se vería, o la idea de las dos cosas juntas que hicieron que mi corazón latiera, pero mis pantalones vaqueros se volvieron apretados. Aspiré profundamente, de repente queriendo que mi puto coche se estrellara con la lluvia, y su cuerpo brillando por el sudor mientras se sentara a horcajadas en mi asiento. Ella era hermosa, y fue el peor momento de mi vida para querer algo tan mal y saber que no iba a conseguirlo. Todavía no, de todos modos. Girando la llave, ella cambió a reversa, y solo podía mirar con admiración mientras ella puso su brazo en el respaldo de mi asiento y miró por encima del hombro hacia atrás poniendo el coche en posición. Trabajó el manubrio fácilmente y maniobró los pedales sin problemas, doblando sus piernas cada vez que frenaba y cambiaba. Era como ver porno. Tate estaba a gusto y feliz, y una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.

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Sonriendo. En mi presencia. Una vez más, un peso cayó sobre mis hombros y me sentí mal por todo lo que había hecho con ella. Por ella y por mí. —Estás sonriendo —le dije, deseando que parara pero con la esperanza de que nunca lo hiciera. Quería hacerla sonreír y odiaba recordar que ella nunca lo hizo. —No arruines esto para mí hablando, por favor. Me parece justo. Me aclaré la garganta. —Así que tu padre nos enseñó a conducir con palanca de cambios, y el Bronco es un manual, así que estoy asumiendo que no tienes ninguna pregunta acerca de esa parte, ¿verdad? —Ninguna. —Sus ojos se quedaron adelante. Parecía medio comprometida con lo que estaba diciendo y medio hipnotizado por la sensación del coche. Sus dedos tamborilearon y sus ojos se posaron en todas partes alrededor de ella. Le di un resumen de lo que hacer, cuándo frenar, y cómo dar vuelta, pero ella solo respondió con movimientos de cabeza. Zack salió delante de los coches, probablemente debido a que las conductoras mujeres no estarían interesadas en Devon Peterson sacudiendo su culo a ellas, y ahí es cuando mi corazón se dejó caer en mi estómago. ¡Mierda! Tate extendió la mano y tocó el collar de fósiles. Su collar, que ella había hecho para su madre, que había robado y guardado todos estos años. Mierda, mierda, mierda. La sangre bombeada a través de mis oídos, y tomó todo de mí mantener la voz firme y calmarme. Me había olvidado de que todavía estaba allí. —Amuleto de buena suerte —le expliqué, sujetando el cinturón de seguridad y evitando sus ojos—. Lo tomé un par de días después de que lo dejaste allí. Pensé que iba a ser robado o arruinado. Lo he tenido conmigo desde entonces. Pero lo que era peor de que ella supiera que lo había guardado todos estos años, fue el conocimiento que ella lo querría. No tenía derecho a quedarse con él, después de todo. Dejando caer la mano, la vi mirar por la ventanilla del lado del conductor en el silencio. ¿Qué estaba pensando? Quería saber, pero nunca se lo pediría.

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—¿Están. Listas? —La voz de Zack me sobresaltó de nuevo a la realidad, y Tate volvió la cabeza a la parte delantera. Extendí la mano y encontré Waking the Demon6 de Bullet for My Valentine en mi iPod y subí el volumen. Ruido, actividad, distracción. Los dos nos enfocamos a través del parabrisas, en silencio. —¿Listos? —gritó Zack, y sonreí mientras Tate aceleró el motor. —¿Preparados? —Subí el volumen de la música de nuevo y me preparé. Esperaba por lo mejor, pero no me sorprendería si Tate decidía estrellar intencionadamente mi bebé como venganza. —¡Ya! Presionó de golpe el acelerador, respirando con fuerza y rompiendo en una sonrisa salvaje con la emoción del momento. Tal vez fue la sensación de un coche diferente, o tal vez fue la emoción de la competencia, pero estaba enfocada. Sus ojos miraban la carretera como si fuera su presa, y sus dedos trabajaban la palanca de cambios con fuerza y rapidez. Observé su músculo manejar mi musculo, y negué. Porno. —La primera vuelta se acerca rápidamente —hablé, poniendo mi cabeza en el juego. Tate no dijo nada, pero parecía que ella dejó de respirar mientras presionaba el freno y empezó a doblar en la primera esquina. Adrenalina se agrupó en mi pecho, y apreté los dientes, dispuesto a gritarle para que frene más. Ella estaba por delante, cosa que no fue una gran sorpresa, pero el Trans Am puede fácilmente ponerse al día si ella se iba fuera de pista. Comprobando el espejo retrovisor, vi el coche de Roman ganando velocidad, y se apoderó a lanzarse con más fuerza. Maldito Roman. Si Tate no hubiera estado lejos en el momento en que hizo la vuelta, nos hubieran chocado. —¡Pisa el acelerador ! —grité después de que ella enderezara el coche—. Y no gires tan fuerte. Estás perdiendo tiempo corrigiéndote. —¿Quién está en primer lugar? —respondió ella con altivez. —No te pongas arrogante.

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Waking the demon: despertando al demonio.

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Pero no me escuchó. Ella solo escuchó la música y cerró de golpe la palanca de cambios en seis. Rodamos hacia adelante y me puse tenso, pero no por el nerviosismo. No me sentía impotente en este momento, lo que era raro. Normalmente, quería estar en control y montar al lado del conductor sacaba el infierno fuera de mí, ¿pero ahora? Me gustaba mirarla. —La próxima vuelta se acerca. Necesitas ir más despacio —pedí. Ella mordió sus labios entre sus dientes, pero el motor del coche no estaba reduciendo. ¿Qué demonios estaba haciendo? Fruncí mis cejas hacia ella e hice mi voz más profunda. —Tatum, es necesario reducir la velocidad. Sí, eso no funcionó. Mi corazón latía más rápido mientras más nos acercábamos a la vuelta y agarré el tablero sin poder hacer nada con ambas manos mientras Tate patinó de vuelta en la esquina y giró la rueda a la izquierda, luego a la derecha, y luego a la izquierda otra vez para conseguir centrarse. Ella era rápida, y ella y el coche eran uno. No fue liso o limpio. Fue rápido y peligroso. —No hagas eso otra vez. —Yo quería estar a salvo. Ella iba a ganar de todas formas. El coche de Roman estaba detrás y me encogí ante la reprimenda que su novia probablemente estaba recibiendo. Tate no tenía necesidad de ser imprudente. No en su coche de todos modos. Seguí lanzando unas cuantas órdenes de su camino durante la siguiente vuelta, a los que ella malditamente ignoró, y avanzamos en la última curva con una diferencia significativa. Disminuyó la velocidad a cerca de cincuenta kilómetros por hora, Tate me miró y sonrió dulcemente. —¿Esto está bien, Sra. Daisy? Sus ojos se iluminaron con un desafío. Ella estaba tratando de no reírse, y yo no podía quitar mis ojos de sus labios llenos y fruncidos. Y sabía en ese mismo momento que iba a borrar esa petulante pequeña sonrisa fuera de su rostro. Quería a Tate jadeando e indefensa mientras me enterrara dentro de ella. No hay chistes, no hay sarcasmo, no hay palabras. Solo yo en sus ojos. —¿Tatum? —la desafié de vuelta—. Deja de jugar con tu oponente y gana la maldita carrera.

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—Sí Sra. Daisy. Apreté los puños y los dientes. Dios, no podía esperar para tenerla en mis manos otra vez. Tate cruzó más allá de la línea de llegada hilarantemente lento mientras que la multitud rugió más fuerte que para Madoc y mis carreras juntas. Ella trajo el coche a una parada mientras los enjambres de espectadores rondaban alrededor del coche. Dejando al Boss en punto muerto y estableciendo la dirección de los frenos, se echó hacia atrás y se relajó contra el asiento. —Gracias, Jared. —Su voz era casi un susurro, dulce y sincero—. Gracias por invitarme a hacer esto. Mi garganta se apretó. Ella levantó la mano y desabrochó el collar de mi espejo retrovisor y se lo puso alrededor de su esbelto cuello. Su rostro estaba pensativo pero cómodo. El aire se volvió caliente, y estábamos solo a nosotros. Tate y Jared. Pasé mi mano por mi cabello, sacudiendo la sensación de déjà vu y abrí la puerta a la multitud que la vitoreaba. Me detuve y miré hacia el suelo. —Waking the demon... —murmuré. No sé por qué escogí esa canción para correr, pero solo se me ocurrió cómo encajaba bien. —Gracias, Tate —dije en voz baja, mirando hacia ella. “Tatum” no encajaba Nunca lo hizo, realmente. Ella era Tate y siempre lo sería.

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Veintiuno — A

sí qué ya son amigos? —Un Madoc muy borracho enganchó su brazo alrededor de mi cuello en la hoguera después de la carrera.

Sabía de qué hablaba.

—No iría tan lejos. —Tomé un sorbo de mi cerveza caliente y seguí con la mirada hacia adelante. Tate y yo intercambiamos bromas cuando llegué, pero sabía que tendría que hablar con ella de nuevo esta noche. Me encontraba obligado y determinado a conseguir ese collar de vuelta. Tenía que ver a mi padre mañana. —Estoy seguro que funcionara —suspira con indiferencia—. Ahora que ella tiene novio, creo que puedes cambiarte a pasatiempos más interesantes que odiarse el uno al otro. El vaso se rompió en mi mano. —Ella no tiene novio. —Lo tiene —escupió de nuevo, y podía oír la sonrisa en su voz—. Él va tratar de poner sus manos sobre ella esta noche. No. Tate y Ben no estaban está noche como amigos. Sabía eso. Pero que Madoc lo dijera en voz alta hizo que mi estómago rugiera con rabia. —¿Ves a esos chicos? —Él hizo un gesto con la barbilla y saludó con la mano al grupo con el que hablaban Tate y Ben—. Todos quieren meter sus manos bajo esa falda. ¿Lo sabes, verdad? Solo respira. —Y tarde o temprano —continuó Madoc—. Ella va a dejar que alguno de ellos lo haga. Maldito. Tragué saliva y relajé el agarre que tenía sobre el vaso de plástico rojo. Madoc se alejó, una vez que hizo el daño que venía a hacer. Sabía que él estaba tratando de meterse en mi cabeza, pero tenía razón, y mi alta carrera para drenarla de mi cabeza se encontraba en flujo constante.

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Ella nunca me lo perdonaría. Ella tenía un futuro y el mío era cuestionable. Pero miré a Tate, quien de inmediato me miró a través del fuego, y era como tratar de caminar lejos del agua que necesitaba para vivir. No hubo más remedio que beber. Antes de que pudiera comprender en mi cabeza qué diablos iba a hacer después, sentí unos brazos abrazándome el cuello. —Dios, te he echado de menos. —Un cuerpo con olor dulce estaba apretado suavemente contra mí, unos labios húmedos se quejaron contra mi cuello. Piper. Tranquilamente desenvolví sus brazos. —He escuchado que te has mantenido ocupada con Nate Dietrich — le reproché, pero no me importaba. Se dio la vuelta para mirarme. —Salimos un par de veces. Pero soy toda para ti —dijo, inclinándose— . Incluso tengo una sorpresa para ti. —¿Y qué es eso? —le seguí la corriente. —Oh, qué bien. —Juntó las manos—. Estás interesado. ¿Ves a esa chica de allí? —Apuntó a una pelirroja al otro lado de la hoguera, pantalón negro y blusa ajustada. —¿Qué pasa con ella? —le pregunté, sin saber a dónde iba con esto. —¿Qué hay de ti, de mí, y ella yendo de regreso a casa? ¿Qué? Parpadeé, no muy seguro si había escuchado bien. ¿Acaba de ofrecer…? —Ya he trabajado en eso. Ella juega. Podemos jugar, o… —Bajó la voz—… Puedes mirar. Cerré los ojos, y me pasé una mano por la cara. Jesucristo. Un jodido trío. ¿Hablaba en serio? Mi corazón dio un vuelco y sentí mi mandíbula apretándose al contener la risa nerviosa que tenía. Un trío era algo que no había hecho todavía, ¿y qué chico no quería eso? Una imagen de mí con dos chicas en la cama pasó por mi cabeza, y mi estómago se encogió cuando las chicas se veían como Tate. Miré a Piper y luego a la chica del otro lado de la hoguera, quien era

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sexy como el infierno y me daba su mirada de “jódeme”, y yo quería golpear algo. Miré al suelo, parpadeé con la comprensión de que no quería lo que me estaban ofreciendo. De hecho, quería como que tomar un baño de pensar en ello. Cristo. Iba a odiarme por esto algún día. Saqué las manos de Piper de nuevo. —Para. —Me alejé. —¿Qué? —me espetó, con tono sorprendido y sus ojos molestos. Negué. —Solo llega salva a casa ¿está bien? —Y caminé lejos—. Suficientemente jodido —murmuré. Y fui en busca de Tate. No me importaba si era la cita de Ben Se iba a ir conmigo. *** Caminé con dificultad a través de la suciedad y las hojas mojadas, manteniendo en alerta mis oídos para escuchar cualquier sonido. Después de que me topé con un borracho Ben, quien me dijo que había perdido a su cita, me precipité hacia el bosque, a través del estacionamiento, buscando a Tate. No se encontraba en la hoguera, y no es como si tuviera muchos amigos allí. O en cualquier lugar, imbécil. Un gemido gutural resonó por el bosque, y torcí mi cabeza hacia el aullido. ¿Qué? Mierda. Empecé a correr, saltando los troncos con mi corazón latiendo tan fuerte que me dolía respirar. —¿Por qué los chicos de nuestra escuela son tan imbéciles? —Oí su voz gruñendo. Tate. Me moví hacia la izquierda, saltando a través de ramas caídas y follaje mojado. —¡Mierda! —oigo una voz masculina lamentándose—. ¡Maldita perra! Peleé a través de los árboles, llegué a un claro con árboles caídos y

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troncos arrojados. Mi pecho se movía con cada respiración que tomaba mientras observaba la escena frente a mí. Tate se puso sobre un encorvado Nate Dietrich mientras yacía agonizando en el punto visible del terreno. Tenía una mano tapándose los ojos y la otra sosteniendo su entrepierna. Hijo de puta. —¡Tatum! —grité, más por el aguijón del miedo que el calor de la ira. Si ella lo había atacado, era porque se había sentido amenazada. Está muerto. Se volteó y yo estaba tratando de mantenerme a raya. Nate ya estaba sometido, pero vi dónde la correa de su top estaba rasgada, y todos mis músculos se tensaron. —¿Te hizo daño? —le pregunté con los dientes casi apretados. Cubrió con su mano por donde su hombro quedó descubierto. —Lo intentó. Estoy bien. —Apenas me miraba. Me quité la camiseta y se la lancé. —Ponte esto —le ordené—. Ahora. No se apresuró a obedecer, y no es como si esperase eso de ella, pero mi temperamento se había elevado y que Dios la ayudara si no hacía lo que le pedía. Sola, en el bosque. En la oscuridad. Quería estrangularla por ser tan descuidada. Caminé hacia Nate, quien todavía estaba en el suelo. —Tienes una pobre jodida memoria, Dietrich. ¿Qué te he dicho? —Me agaché para gritarle en la cara. Mi advertencia hacia él en clase claramente no había servido. Agarré un puñado de su camisa y lo levanté antes de golpear con mi puño su estómago. Él se derrumbó, doblando su espalda, ya que todo el aire se vio forzado a salir de su cuerpo. Y no me detuve. Le tiré puñetazos y lo golpeé, destrozando y haciendo polvo a Nate Dietrich, golpeando su cuerpo y rostro, hasta que fue demasiado para casi llegar al abuso. El dolor en mi mano vibró a través de mis huesos y viajó por todo mi brazo mientras todo mi temperamento lo derramé hacia él. ¡Escoria pedazo de mierda!

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Él era un problema, pero yo no. Me decía a mí mismo. Había una gran diferencia entre Nate y yo. Nate la había tocado Yo nunca había hecho eso. Él la había acosado sexualmente. Lo del vestuario era solo para meterme con ella. Ella le había dicho una y otra vez que parara. Yo la había visto llorar, deseando que parara. Y cuanto más golpeaba a Nate, ya no veía su cara, pero si la mía. —Para —escuché a Tate gritar tras de mí—. ¡Jared, para! No quería parar hasta que él no pudiera respirar, pero infiernos, tenía que sacar a de Tate de aquí. Ahora. Agarré a Nate por su codo y lo tiré al suelo. —Esto no ha terminado —le prometí, sin sentir ni la mínima culpabilidad por su maltrecho ojo, nariz y boca. La sangre se agrupaba en la parte interior de sus labios y estaba tendido en el suelo, jadeando y quejándose. Miré hacia Tate, cuyos ojos se veían asustados, su pecho subió y bajó con miedo. Un miedo que no tenía cuando la encontré aquí. —Te voy a llevar a casa —dije sin dejar nada abierto para una discusión. —No, gracias. Tengo un aventón —argumentó, poniendo su cabeza en alto. ¿Tenía un aventón? Quería reír y gruñir al mismo tiempo Dios, iba a disfrutar cuando acabara —Tu aventón… —Me volví para mirarla—. Está ebrio. Ahora, a menos que desees despertar a tu pobre abuela para que venga en medio de la nada para recogerte luego de que tu cita se emborrachó y casi fuiste violada, estoy seguro que va a hacer maravillas en tu padre para que confiara en ti estando sola, entonces metete en el maldito auto, Tate. Me volteé para caminar hacia mi auto, totalmente preparado por si tenía que lanzarla sobre mi hombro, si tenía que hacerlo.

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Veintidós — C

uál es tu problema? —soltó tan pronto mientras conducíamos por la carretera, dirigiéndonos de regreso al pueblo.

—¿Mi problema? —Estaba molesto y ella lo podía notar—. Vienes a la fogata con ese idiota de Ben Jamison, quien no se puede mantener lo suficientemente sobrio para llevarte a casa, luego deambulas por el bosque, en la oscuridad y eres atrapada por Dietrich. Tal vez tú eres la del problema. Atrae su atención, imbécil. Cuando pensé en lo que Nate pudo haberle hecho, le hubiera hecho, lo quería matar. Tate era demasiado terca. Demasiado independiente. Ella malinterpretaba sus propias capacidades y se ponía en peligro. —Si bien recuerdas, tenía la situación bajo control —se burló—. Cualquier favor que creas que me estabas haciendo, era para satisfacer tu propio enojo. Déjame fuera de ello. Succioné mis mejillas, respirando el pesado aire y concentrándome en la carretera. El auto rugió debajo de mí, propulsándonos más rápido mientras mis manos estrangulaban el timón. —Baja la velocidad —ordenó, pero la ignoré. —Van a haber situaciones que no podrás manejar, Tate. —Estaba tratando de razonar con ella, pero ni yo sabía a dónde iba con esto. Ella no podría existir en la caja cerrada que había creado para el resto de su vida, y no podía protegerla de todo. Tarde o temprano, se iría. —Nate Dietrich no iba a tomar demasiado bien lo que le has hecho esta noche —continué—. ¿Creías que iba a ser el final de eso? Él habría ido por ti de nuevo. ¿Sabes cuán mal Madoc quería hacerte algo después de que le rompiste la nariz? No quería hacerte daño, pero quería tomar represalias. Ella se sobreestimaba a sí misma. A algunos chicos no les importaba victimizar a las mujeres. Obviamente. —Tienes que reducir la velocidad. —No, no lo creo, Tate. —Me reí—. Querías la experiencia completa de

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la escuela secundaria, ¿verdad? ¿Novio futbolista, el sexo casual, conducta temeraria? Así que apagué los faros antes de que ella tuviera la oportunidad de responder. El camino que teníamos ante nosotros se volvió negro, y Tate dejó escapar un pequeño grito de asombro cuando se apretó de nuevo en el asiento. La adrenalina del miedo y la emoción se dispararon a través de mis venas. Era el tipo de sentimiento que había vivido durante su ausencia. Eso me hizo sentir vivo. El brillo de la patética luz de la luna entraba por los árboles, pero iluminaba muy poco. —Jared, basta. ¡Enciende las luces! —Su voz se quebró, y ella tenía miedo. No la estaba mirando, pero todavía podía verla, y ella se estaba preparando para un accidente con una mano en el salpicadero. —¡Jared, detén el auto ahora mismo! —suplicó, y odié ese sonido—. ¡Por favor! —¿Por qué? ¿No es esto divertido? —provoqué y ya sabía la respuesta—. ¿Sabes cuántas chillonas cabezas huecas he tenido sentadas en ese lugar? Les encantó. Y tú eres diferente. —¡Para. El. Auto! —gritó. —¿Sabes por qué no te gusta esto? —Volví la cabeza para mirarla con rápidas miradas de nuevo a la carretera invisible—. Porque tú no eres como ellas, Tate. Nunca lo fuiste. ¿Por qué crees que mantuve todo el mundo lejos de ti? Inmediatamente cerré mi boca y gemí. ¿Por qué diablos acababa de decir eso? Sus ojos se agrandaron y luego se estrecharon como balas. Aquí vamos. En 3-2-1… —¡Para el maldito auto! —gritó cuando cerró sus puños contra sus muslos y luego me golpeó en el brazo. Me estremecí y frené de golpe, apretando los dientes por los cientos de dólares que valían los neumáticos que acababa de dejar en la carretera. El Boss llegó a un alto, balanceándose ligeramente de un lado a otro a medida que trabajaba en el timón para evitar que saliéramos volando hacia la maleza. Maldita sea.

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Manipulé los cambios, golpeé el freno de mano y apagué el auto. Tate abrió la puerta y salió volando de su asiento y yo también, listo para ir tras ella si decidió que caminar a casa era una buena idea. Pero ella no corrió. Parecía a punto de pegarme. Podía sentir el calor del fuego del infierno y el odio que venía de sus ojos. —Vuelve al auto —le corté antes de que tuviera la oportunidad de hablar. Estábamos en el medio de la carretera, y otro coche podría venir en cualquier momento. —¡Podrías habernos matado! —exclamó. Nunca te pondría en peligro. Mi camisa se cayó de su hombro desnudo, y vi la correa arrancada de su camisa asomándose. Azoté mi palma contra el techo del coche, la rabia y el amor a la batalla en mi cabeza. —¡Vuelve al maldito auto! —grité. —¿Por qué? —preguntó ella, su voz baja y quebrándose. ¿Hablaba en serio? —Porque tienes que ir a casa. —Dah. —No. —Ella sacudió la cabeza, conteniendo las lágrimas y rompiendo mi corazón—. ¿Por qué mantener a todos lejos de mí? —Debido a que no pertenecías con el resto de nosotros. Todavía no — le respondí. Ella era mejor. Pero, al parecer, no le gustó esa respuesta. Antes de que pudiera detenerla, ella se metió en el interior de mi coche y arrebató las llaves de la ignición. Vi, en la confusión, mientras rodeaba la puerta del coche abierta y corrió hasta la carretera, cerca de la zanja rocosa a un lado. Mis llaves. ¿Qué demonios? Mis dedos picaban por sacudirla o besarla. Me acerqué a ella lentamente, en parte molesto y en parte impresionado por la lucha en ella. Era hermosa. Las hebras de cabello caían sobre sus ojos y pequeños trozos volaron alrededor de su rostro, ya sea del viento o la respiración

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pesada. El ver la pasión de enojo en su rostro me llenaba de la misma manera en que lo había hecho el intimidarla. Y cuando pensé en que pude haber sentido todo esto por el simple hecho de estar cerca de ella en vez de hacerle daño, estaba plantado, no, atorado, en la tierra por el peso de la pérdida de tiempo. Se sentó como una piedra en el estómago. —¿Qué estás haciendo? —Traté de parecer agravado. —Un paso más, y estarás perdiendo una de tus llaves. No estoy segura de si es la llave del coche, pero con el tiempo voy a llegar a esa. —Ella ladeó su brazo detrás de su cabeza, y me detuve. Mieeeeeerda. —No me voy meter en el coche. —Su voz era pareja y fuerte—. Y no voy a dejar que te vayas. No nos vamos a mover de aquí hasta que me hayas dicho la verdad. El aire a mí alrededor se volvió denso, y me sentí como si estuviera en una cueva. Las paredes en todas partes. No podía contarle todo. Podría disculparme. Podría tratar de explicar. Pero no podía decirle… Mierda. Ella levantó el brazo más allá, cargándolo para tirar la primera llave, y mi mano se disparó, haciendo un gesto para que se detuviera. Una llave de reemplazo costaría por lo menos doscientos dólares. Mi corazón latía más rápido, haciendo eco en mis oídos. —Tate, no lo hagas. —No es la respuesta que estaba buscando —espetó ella y arrojó una llave en el bosque a un lado de la carretera. Observaba, completamente indefenso, ya que desapareció en la oscuridad. —¡Maldita sea, Tate! Ella sacó otra de las llaves del anillo y la cargó hacia atrás, también. —Ahora, habla. ¿Por qué me odias? Jesús. La llave estaba perdida. Tal vez la de mi coche. Tal vez sólo la llave de la casa. Y jódanme si era la de la escuela. Negué y casi me reí. —¿Odiarte? Nunca te odié… Sus ojos se estrecharon en la confusión y su voz se redujo. —¿Entonces por qué? ¿Por qué hiciste todas las cosas que has hecho?

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¿Por qué fui tan malo? ¿Por qué tuve que aislarte? ¿Por qué arruinar nuestra amistad? ¿Cuál puta mierda quería que le explicara en primer lugar? —Primer año. —Respiré hondo y comencé—. Escuché a Danny Stewart diciendo que iba a pedirte que seas su pareja para el baile de Halloween. Me aseguré de que nunca lo hiciera, porque él también les dijo a sus amigos que no podía esperar para averiguar si tus tetas eran más que un puñado de cada una. También le di una hemorragia nasal ese día. Él todavía no sabe por qué. —Ni siquiera pensé dos veces acerca de mis acciones —continué mientras ella permaneció en silencio—. Extendí ese rumor sobre Stevie Stoddard, porque no pertenecías a Danny. Él era un idiota. Todos ellos lo fueron. —¿Así que pensaste que me estabas protegiendo? —soltó, sin estar convencida—. Pero, ¿por qué hiciste eso? Ya me odiabas a ese punto. Eso fue después de que habías regresado de donde tu papá por el verano. —No te estaba protegiendo —dije, levantando los ojos para encontrarme con los suyos—. Estaba celoso. Si la estaba protegiendo, entonces no hubiera cambiado y no le hubiera hecho daño con ese rumor. No se trataba de mantenerla a salvo. Se trataba de no querer que nadie más la tocara. Continué: —Llegamos a la escuela secundaria, y de repente, tenías a todos esos tipos a los que les gustabas. Lo manejé de la única manera que sabía. —¿Intimidándome? —desafió—. Eso no tiene sentido. ¿Por qué no me hablaste? —No podía. No puedo. —No podía confiar en ti. —Lo estás haciendo muy bien hasta ahora —presionó—. Quiero saber por qué todo esto se inició en el primer lugar. ¿Por qué quieres lastimarme? ¿Las bromas, el ser tachada de las fiestas? Eso no era acerca de otros chicos. ¿Cuál era tu problema conmigo? Aspiré profundamente, tratando de comprarme algo de tiempo. No podía ir allí. No ahora. No con ella. Solté un suspiro y mentí. —Porque tú estabas allí. Porque no podía lastimar a quien yo quería hacerle daño, así que te he hice daño a ti. Por favor, solo déjalo en eso. —Era tu mejor amiga —hablaba lentamente, haciéndome sentir su

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disgusto—. Todos estos años… —Sus ojos brillaron con lágrimas no derramadas. —Tate, tuve un verano de mierda con mi padre ese año. —Me acerqué más—. Cuando regresé, no era el mismo chico. Ni siquiera cerca. Quería odiar a todo el mundo. Pero contigo, todavía te necesitaba en cierto modo. Necesitaba que no me olvides. Parte de ello era sobre el control y parte de ello era por mi ira, pero la mayor parte se trataba de no ser capaz de dejarla ir. Tenía que estar en su vida. Necesitaba que me viera. —Jared, he dado vueltas una y otra vez en mi cabeza preguntándome qué podría haber hecho para que actuaras como lo hiciste. ¿Y ahora me dices que todo fue sin razón? Continué acercándome. —Nunca fuiste pegajosa o molestosa, Tate. El día que te mudaste al lado pensé que eras la cosa más hermosa que había visto en mi vida. —Mi voz se convirtió en un casi susurro y mis ojos fueron al suelo—. Mierda, te amaba. Tu padre estaba descargando el camión de mudanzas, y yo miraba por mi ventana de la sala para ver qué era el ruido. Allí estabas, andando en bicicleta por la calle. Llevabas overoles con una gorra de béisbol roja. Tu cabello caía por tu espalda. Incluso entonces, yo sabía que Tate sería importante para mí. Poco después de que se hubiera mudado, había descubierto que su madre había fallecido. Mi padre no estaba en mi vida, y Tate y yo conectamos al instante. Teníamos cosas como música y películas en común. Y el resto estaba fuera de nuestro control. Nos habíamos encontrado el uno al otro. —Cuando recitaste tu monólogo esta semana, yo… —Dejé escapar un suspiro—. Supe entonces que realmente había llegado a ti, y en lugar de sentir alguna satisfacción, estaba enojado conmigo mismo. Quería odiarte todos estos años, quería odiar a alguien. Pero no quise hacerte daño y realmente no me di cuenta de eso hasta el monólogo. Caminando delante de ella, sentí el vello de mis brazos erizarse. El calor de su cuerpo, tan cerca, irradiaba hacia mí, y tomó todo lo que tenía de mí no rodear su cintura y traerla a mis brazos. El recuerdo de cómo se sentía la otra noche solo me hizo pensar en todas las cosas que quería. —No me estás diciendo todo. —Parecía que su cabeza le daba vueltas, como si estuviera medio dentro y medio fuera del momento. La alcancé y ahuequé su rostro con mi mano, secándole una lágrima caliente.

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—No, no lo estoy. —Mi voz era apenas audible. Sus ojos estaban cubiertos, pero ella trató de seguir adelante. —Las cicatrices en tu espalda —comenzó—. Dijiste que tuviste un mal verano y que cuando volviste querías odiar a todo el mundo, pero no has tratado a nadie tan mal como a… —¿Tate? —le corté y cerré la pulgada que quedaba entre nosotros, nuestra respiración en sintonía ya que nos encontrábamos pecho a pecho. Todo lo que podía ver eran sus labios, llenos y suaves—. No quiero hablar más esta noche. Se quedó allí, mirándome acercarme, y el momento estaba a un pelo de ser perfecto o de desmoronarse. Ella quería mis labios sobre los de ella, pero quizás no le gustaba lo que quería. Por favor, no me detengas. Su piel era como tocar seda fresca, suave como la mantequilla, y hundí una mano en su cabello. Y entonces ella se sacudió, como si despertara. —¿No quieres hablar más? —Su fuerte voz rompió el hechizo, y mis piernas se tensaron, esperando que me golpeara de nuevo. —Bueno, yo sí —gritó, y entró en acción cuando la vi torcerse alrededor para lanzar otra de las llaves en el bosque. ¡Demonios! Rodeando mis brazos alrededor de su cuerpo, tiré de ella, apretándola contra mi pecho. ¡Maldita sea! ¡Me había explicado! Sabía que no me lo perdonaría de inmediato, pero ¿por qué estaba siendo tan molesta? ¿Qué más quería? No te disculpes. ¡No ruegues! El mantra de mi padre. Repetido una y otra vez ese verano. Odiaba casi todo lo que me había enseñado, pero esa era una lección que había cometido a la práctica. Disculparse es un signo de debilidad. Pero quería a Tate de vuelta. Mi corazón latía solo por ella y prefiero gastar mi vida odiando, amando, follando, respirando de ella que perderla. ¡Tienes que pedir disculpas, huevón! —Shhh, Tate —le susurré al oído—. No voy a hacerte daño. Nunca te haré daño de nuevo. Lo siento —dije, cerrando los ojos mientras me tragué la amarga píldora.

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Se retorció de lado a lado. —¡No me importa que lo sientas! ¡Te odio! No. Sin dejar de retenerla con los dos brazos, usé mis manos para abrir sus dedos y saqué mis llaves. La dejé ir, y ella se adelantó y dio la vuelta para mirarme. —No me odias —le desafié con una sonrisa antes de que tuviera la oportunidad de hablar—. Si lo hicieras, no estarías molesta. —Anda y jódete —espetó y se dio vuelta, pisando fuerte al alejarse. Umm, ¿dónde creía que se iba? Si pensaba que iba a dejarla caminar a casa, en la oscuridad, en una carretera desierta, ella estaba fuera de su maldita mente. Excavando mis pies en el suelo, salí tras ella, le di la vuelta y le tiré encima de mi hombro como quería hacer antes. Ella aterrizó con fuerza, su estómago desplomándose sobre mi hombro, y tenía un gran deseo de mantenerla allí y caminar hasta su casa. A la mierda el auto. Bueno, casi. —¡Suéltame! —Pateó sus pies y golpeó mi espalda, y apreté mi agarre, obligando a mis dedos a quedarse en su lugar. Su culo estaba al lado de mi cabeza, y maldición, quería aprovecharme de su posición en su falda corta. Pero en su estado de ánimo actual, probablemente habría cortado mi polla. —¡Jared! ¡Ahora! —ordenó con tono bajo y dominante. Al llegar al coche, la deslicé de nuevo en posición vertical y planté su culo sobre el capó del coche. Inmediatamente me acomodé, poniendo mis manos a cada lado de sus muslos e inclinándome hacia ella. Muy lentamente. Sabía que solo debería retroceder. Darle tiempo. Recuperar su confianza. Pero había probado su sabor, y preferiría dejar de respirar. Todavía había reglas, y no perderíamos más tiempo. —No trates de escapar —le advertí—. Como recuerdas, puedo mantenerte aquí. No era una amenaza. Solo quería que ella recuerde. La forma en que

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me había devorado en esa mesa de la cocina, me quería tanto como yo la quería. Inclinó la barbilla hacia abajo, mirando vacilante. —Y yo sé cómo usar el gas pimienta y romper narices —replicó ella y se echó hacia atrás, manteniendo una distancia prudencial señalando que no confiaba en sí misma. Pude ver su pulso que latía en su cuello, pero ella no estaba tratando de escapar. Me miraba observarla, y el momento se congeló mientras su pecho subía y bajaba con respiraciones superficiales. Me quería como yo la quería, pero ella no le gustaba quererme. Era un desastre, y me encantó. Yo te hago eso. Nadie más. —Yo no soy Nate o Madoc… o Ben. Nuestras narices casi se tocaron mientras buscaba su rostro. Una línea de sudor bajó por mi espalda y mi polla palpitaba, haciéndome sentir como si estuviera en llamas. —No —susurró mientras mi boca se movía sobre la de ella. Oh, no lo haré. Tú lo harás. —Lo prometo. No a menos que lo pidas. —Tenerla lamentándose al día siguiente de que ella se me entregara sería un asco. No quería esa culpa. Ella iba a ser parte de esto tanto como yo, y la quería enloquecida y confusa sobre mí. Y luego, quería que se rindiera. Supongo que eso es lo que había estado buscando todo el tiempo. Moví mis labios alrededor de su cara y cuello, respirando de ella, pero nunca besándola. Todavía podía saborearla, sin embargo. Mis labios rozaron su suave mejilla, y casi tocaban sus labios en ese momento cuando ella dejó escapar un pequeño gemido. Mierda. Cada segundo que mi boca se deslizó por su cara, su mandíbula, su cuello, luché para evitar que mis dientes se hundieran en ella. Estaba tan hambriento. —¿Puedo besarte ahora? —medio pedí, medio supliqué. Ella no dijo que sí, pero no dijo que no tampoco. —Quiero tocarte —le susurré contra sus labios—. Quiero sentir lo que es mío. Lo que siempre ha sido el mío.

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Por favor. Se quedó sin aliento, y me di cuenta de que estaba luchando contra ello. Débilmente, ella me empujó y saltó del coche. —Aléjate de mí —dijo mientras se dirigía hacia el lado del pasajero. Sí… no. Traté de mantener mi risa tranquila. —Tú primero —bromeé.

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Veintitrés —D

ame dos. —Mi padre deja dos naipes para intercambiar, y mis labios se tuercen solo un poco.

No “¿Cómo estás?” “¿Qué hay de nuevo?” o “Feliz maldito cumpleaños, hijo”. Nada. Hoy cumplía dieciocho años, y mi padre claramente no lo recordó. O no le importaba. Saqué dos naipes más de la cumbre de la baraja y los tiré sobre la mesa. Al diablo con ello. Diez minutos menos, cincuenta para marcharme. Habíamos estado silenciosos desde que llegué. Hablando, como de costumbre, solo cuando se necesitaba. Y mi estómago seguía moviéndose. Después del episodio de anoche con Tate, me había sentido grande. Relajado, excitado, calmado. Pero cada semana, me enfermaba antes de que viniera a la prisión, y mi euforia de la noche pasada ahora se había ido. La anticipación terrible por cualquier mierda repugnante que mi padre iba a decirme me ponía nauseabundo. Nunca podía comer nada por las mañanas. Y la mayor parte del tiempo, mis manos temblaban tanto que era difícil conducir. Por eso opté por llegar anoche después de que había dejado a Tate. No había manera de que fuera a dormir con mi cuerpo hecho nudos por ella, por lo tanto, solo malditamente me largué de allí. Conduje hasta Crest Hill. Quedándome en un motel y viniendo hacia aquí tan pronto como las horas de visita comenzaron. Por lo general me calmaba después de que me iba. Me sentía más seguro cuanto más cerca de casa me encontraba. La única cosa que me ayudaba a pasar las visitas semana tras semana sin vomitar era el collar. Y no lo había recuperado anoche. Ahora mismo, sin embargo, mis interiores estaban recubiertos con ácido y quemando un sendero hacia mi garganta. Dolía, y seguía tragándolo, esperando que él no me pudiera ver pensando en ella. Sabía que sonaba raro. ¿Cómo puede alguien ver lo qué estás pensando? Pero mi padre tenía una destreza para leerme, y era la única persona que me hacía sentir débil.

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—Así que, ¿dónde está? Ignoré su pregunta. Quién sabía de lo que estaba hablando, pero siempre me arrepentía cuando lo dejaba hacerme hablar. Solo cerré la boca y respiré. —Prácticamente, todo el tiempo de cada jodida visita has mantenido una mano en el bolsillo de tu pantalón, excepto hoy. ¿Qué guardas allí como una maldita manta de seguridad, y por qué tan de repente no lo tienes? Mordí mi labio, golpeé mi pie contra el suelo repetidas veces, luego traté de decir mis cartas en mi cabeza una y otra vez. 2-4-5-6-7. Espada, espada, espada, espada, corazón. La sala, con sus techos altos y apagados largos pasillos a los lados, hicieron eco con conversaciones que no pude descifrar y el bullicio de los visitantes llenó el aire. La luz emanaba a través de las ventanas, pero no hizo más feliz nada. —Crees que soy un imbécil. —Mi padre dejó otra tarjeta y habló en voz baja—. Soy un idiota, Jared. Te lo puse difícil, pero también te he hecho fuerte. Nadie te volverá a hacer daño, porque eres intocable. Incluso con esa chica, estás fuera de alcance. Fijé mis ojos en los suyos, y mis cartas se arrugaron en mi puño. El profundo rumor de su risa ronca arrancó de mi cabeza a Tate. —Tienes tu dinero —rechiné, negándome a responder—. Cállate. Sacudió la cabeza y continuó organizando sus cartas. —¿Sabe ella de ti? ¿Que eres un cobarde? ¿De cómo abandonaste a tu hermano? Jax. —No hay ningún “ella”. —Mi mentira salió como un balbuceo. —Tienes razón —replicó—. Siempre estarás solo, porque sabes que eso es lo mejor. Y ella encontrará alguien con quien casarse y que la llene de bebés que no sean tuyos. Mi estómago se derrumbó y no pensé. Mis cartas golpearon sobre la mesa y me lancé fuera de mi silla, golpeando a mi padre al otro lado de la mandíbula. El dolor en mi puño se propagó hacia mi brazo y vi cómo cayó de su silla, en el piso, riéndose todavía a carcajadas. Mi pecho jadeaba mientras respiraba. —La semana que viene es mi última visita —le dije—. No te extrañaré, pero sé que me extrañarás.

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—Es suficiente —escuché decir a una voz antes de que me agarrara por el brazo. Bajando la mirada, vi a un guardia, un poco más alto que yo con cabello negro, ojos claros y ceño fruncido. Tiré de mi brazo de él. —No hay de qué preocuparse. Me voy. —Me di vuelta, mi mandíbula se encontraba dura como el cemento mientras salía. —No te preocupes Jared —gritó mi padre detrás de mí—. No estaremos lejos el uno del otro. Siempre estaré en tu cabeza. *** Tan pronto como llegué a casa de la visita, encontré a mi mamá con un pastel en la cocina. —De ninguna manera. No estoy de humor. —Mi tono fue duro, y no fue mi intención cortarla, pero abandoné la cocina y caminé directo hacia las escaleras. —Jared, por favor —gritó ella tras de mí. Me detuve, todos los músculos se estiraron tanto en mi pecho que estaba listo para gritar, me giré y caminé de regreso hacia la cocina. Mi madre se encontraba parada al otro lado de la mesa, cabello castaño en un moño alto y los brazos a sus costados. Estaba bien vestida con vaqueros, tacones y una chaqueta corta. Agarré la espalda de la silla hasta que la madera crujiera bajo mis dedos, la miré fijamente, tratando de tragar la pelea que buscaba. —Aprecio el esfuerzo —le dije—. Realmente lo hago. Pero hemos estado muy bien sin la necesidad de tener que fingir que somos una familia de verdad. Tú haces tus cosas. Y yo hago las mías. Mi estómago tenía nudos y mis palabras salieron como el barro. Sus ojos se cayeron, pero se repuso y levantó su barbilla. —Quiero que Jax venga y viva con nosotros —dijo con total naturalidad y de la nada. Dejé de respirar y estreché mis ojos en ella, tan sorprendido para siquiera responder. ¿Perdón? ¿Vivir Jax con nosotros? Ella sonrió un poco y rodeó la mesa directo hacia mí antes de que tuviera la oportunidad de procesar si bromeaba.

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—Jared, ya he hablado con un abogado. Nada es seguro, pero…. — hizo una pausa, observándome con cuidado—. Pero él podría ser de ayuda. ¿Quieres a tu hermano con nosotros? Quería que mi hermano estuviera a salvo. Apreté mi agarre en la respaldar de la silla. —¿Tú lo quieres aquí? —le pregunté. Sus ojos se cayeron, y sus labios se levantaron con una sonrisa pensativa. —Sí. Me gusta Jaxon. —Y luego alzó otra vez la vista hacia mí—. Saca lo mejor de ti. Justo como lo solía hacer Tate. *** No pude comer el pastel. No me gustaba la atención y la idea de mi madre haciéndome soplar las velas me enfermó. Fui a mi habitación y cerré la puerta, disfrutando de la tranquila oscuridad por todo el tiempo que lo pudiera tener. ¿Jax con nosotros? Pensé mientras me recostaba en mi cama. Todavía no podía creer que ella hubiera pensado en ello. Que quisiera adoptarlo. Eso era caro, pero no parecía importarle. Ese era un tema que nunca presioné, aunque me confundía. Ella trabajaba en una firma de contadores, ganando lo suficiente para mantenernos, pero no lo suficiente para lo que teníamos. Nuestra casa fue pagada, siempre tuve los mejores teléfonos celulares y tenía un buen auto. Pagado. Para ser honesto, tenía miedo de preguntar. No quería saber cómo es que vivíamos tan bien. Recibí un mensaje de K.C. diciendo que esperaba que fuéramos amigos, y me ofreció un gracias por la ayuda con su novio idiota. En un mes él podría serle infiel otra vez. Siempre lo hacen. Pero eso no se lo dije. Ella también dejó salir de una manera no tan sutil que Tate estaba ahora por su cuenta. Que su abuela se había ido. Mis labios se alzaron, y me encontraba a punto de ir a acosarla allí y buscar otra pelea con Tate cuando recibí un mensaje. ¿Todo bien?

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Era el padre de Tate. Bien, escribí de vuelta. Devolviste la llave de la casa a Tate, ¿cierto? Sí, mentí. Todavía no estaba preparado para renunciar a eso. Gracias. Felices 18. Pronto estará llegando un regalo. Gracias, escribí de vuelta, no soy bueno en ser cortés. El cumpleaños de Tate es en una semana. Averigua lo que quiere, ordenó él. Dejé escapar un suspiro. Eso puede ser difícil, escribí. Respondió treinta segundos más tarde. ¿Un hombre...? Y le pegué a la cama con mi puño. ...cuida tus asuntos. Terminé a regañadientes. Has que suceda y gracias, respondió. Tiré de mi camiseta y salté en la ducha caliente, adormeciéndome en una maldita paz y tranquilidad por primera vez en las últimas veinticuatro horas. Todavía no podía creer que le había pegado a mi padre. Nunca antes había hecho eso, ni siquiera para defenderme ese verano.

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No sé por qué ese comentario sobre Tate teniendo hijos de otro hombre me había puesto tan furioso. Mi padre había logrado lo que se propuso y yo otra vez había caído. No podía pensar en mí como un padre, ahora o en cualquier momento en el futuro. Pero una cosa era segura. Si era ahora o dentro de 10 años, no quería que Tate tuviera los hijos de alguien más. Pero algún día ella los querrá. La mayoría de la gente los quiere. Y me tragué el bulto del tamaño de una pelota de béisbol que no iba ser yo quien estuviera en su futuro.

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Veinticuatro E

ra la mañana del lunes, y estaba irrumpiendo y entrando por primera vez en mi vida. Por mi propia voluntad, de todos modos.

Mis manos ni siquiera estaban temblando mientras introducía la llave en la cerradura e ingresaba en la vacía casa de los Brandt. Tate se había ido a la escuela hace media hora, y yo estaba un poco irritado porque estaba llegando un poco tarde a la escuela, también. Había esperado que esta mañana se fuera temprano, haciendo todo lo que sea que hiciera en el laboratorio de química, pero no hoy. Se había ido tarde, y estaba retrasado ahora. El papá de Tate quería que averiguara lo que ella quería para su cumpleaños como si fuéramos amigos o alguna mierda y él lo sabía mejor. La única manera de averiguar la respuesta era preguntándole y nuestra relación no estaba en buenas bases. Así que… decidí husmear. Síp, era una buena idea lo que había pensado. Revisar el historial de su computadora, examinar cuidadosamente su diario de mierda, tal vez mirar sus cajones en busca de cajas de condones abiertas… Mi pierna zumbó, y saqué mi teléfono que vibraba. ¿Dónde sts? Madoc. Tarde, escribí. Cerrando la puerta trasera y deslizando mis llaves en mi bolsillo trasero, anduve por la cocina y por las escaleras. Ella estaba en todas partes. El olor de su champú, como fresas calientes, me hizo agua la boca.

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Todo el fin de semana no había visto u oído algo sobre Tate. La camioneta había estado en la calzada, pero desde la noche del viernes parecía que había estado escondida. Respiré profundamente antes de ingresar a su habitación. No seguro del por qué. Todo lo que sabía era que me sentía excitado y pervertido, todo al mismo tiempo. Decidí ser rápido y salir. No era un cobarde. Tenía las agallas para moverme sigilosamente en la mierda de alguien. La ropa estaba esparcida por toda la contraria limpia habitación, y le había añadido algunas fotos y posters a las paredes desde que había estado aquí. Mis ojos vagaron por el espacio cuando anduve lentamente alrededor, y vi su computadora, pero la evité y en cambio me senté en su cama. Mi garganta estaba seca. Joder. ¿Escogí este momento para desarrollar una conciencia? El historial de su computadora podría revelar exactamente lo que necesitaba, o me podría mostrar la mierda que no tenía que saber. Podría haber googleado cremas para la cara y paraguas de diseñador. O podría haber enviado un email a algún idiota que había conocido en Francia o admisiones a las oficinas de Universidades lejanas. Decidí comenzar lento y en cambio abrí su cajón de la mesita de noche. Había una loción de mano, un recipiente pequeño lleno de gomas para el cabello, y... un libro. Pellizqué mis cejas y recogí el libro de tapa blanda, descolorida y andrajosa que no había visto en años, pero parecía que fuese ayer. Los recuerdos emanaron todos a la vez. Tate metiéndolo en su mochila en su primer día de escuela secundaria. Tate tratando de leer un poema para mí sobre Abraham Lincoln después de nadar en el lago. El Padre de Tate poniéndole cinta adhesiva a la encuadernación cuando Madman se había escapado con ello. El libro, Leaves of Grass de Walt Whitman, era viejo. Como unos veinte años. Había pertenecido a su madre y Tate siempre lo mantenía cerca. Cada vez que dejaba la ciudad para un viaje solía llevarlo con ella.

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Hojeando las páginas, busqué el poema, el único poema, que me gustaba. No podía recordarlo el nombre, pero recuerdo que ella había subrayado el pasaje. Apenas había comenzado a hojearlo cuando algunas fotos se cayeron. Olvidé el libro y en su lugar recogí las fotos de mi regazo. Mi corazón golpeó en la parte posterior de mi garganta. Jesús. Éramos nosotros. Las fotos eran de ella y yo. Había dos, ambas cuando teníamos doce o trece, y de repente un montón de emociones de mierda me cayeron encima. ¿Tate mantuvo fotos mías? Estaban en el libro que ella atesoraba de su madre. Y lo más probable es que se haya llevado estas a Francia con ella junto con el libro que las sostenía. Niego, mis pies se sienten como si se hubieran quedado atrapados en un cubo de cemento. Guardó fotos de nosotros como yo guardé fotos de nosotros, y sonreí, sintiendo como si hubiera ganado algo. Y entonces la sensación de caminar de puntillas a través de los malditos tulipanes que estaba disfrutando se estrelló contra el suelo en cuanto vi un sujetador de encaje negro tirado en su vestidor. La sensación de hormigueo de alguien patinando sobre ruedas a través de mi corazón se movió al sur, y ahora quería salir en busca de ella. Mi mandíbula se movió y casi me mordí la lengua para mantener mi polla bajo control. Bueno, bueno, bueno... Tate usaba lencería. Su cuerpo elegante vestido de encaje negro cubrió mi cerebro y luego parpadeé. Espera. Me di cuenta de todo. Tate usaba lencería. ¡Tate. Usaba. Jodidamente. Lencería! ¿Para qué maldición? ¿Y para quién? Me pasé una mano áspera a través de mi cabello y sentí el sudor de mi frente. A la mierda.

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Que su padre le dé algo de dinero. Eso es lo que todos los otros adolescentes quieren para su cumpleaños, ¿no? Tiré el libro devuelta al cajón, salí airado de la habitación, bajé las escaleras y salí por la puerta principal. No recuerdo conducir a la escuela. Las imágenes de Tate usando lencería para un idiota de pene pequeño fueron las únicas cosas que vi durante un tiempo. *** Mis clases matutinas pasaron borrosamente. Me senté ahí con los brazos cruzados y los ojos sobre mi escritorio, ignorando a cualquiera a mí alrededor. Para el cuarto periodo, me aferré de mi escritorio, silla o cualquier otra cosa para evitar que mi culo asaltara en su clase de francés y provocara una pelea. Los maestros no me llamaron, así que no me preocupé por prestar atención. Mis calificaciones se mantenían arriba, y yo era inteligentemente atrevido cuando ellos me hacían preguntas, así que terminaron por salvarse a sí mismos del problema de me hacerme participar. Tomé mi hora para almorzar. Ella estaría ahí, y no quería ver cómo ambos intentábamos ignorarnos cuando solo la quería junto a mí. —¡Tatum Brandt! ¿Qué...? Me detuve en la cafetería ante el sonido de alguien gritando su nombre. Divisé a Sam y su amigo Gunnar en nuestra mesa de siempre, y acababa de agarrar una bebida y un bocadillo cuando oí una voz baja gritando en voz alta. Me fijo detenidamente en Madoc, mirando en dirección contraria a la mía, jodidamente de rodillas en medio del comedor. —¿Por favor, irías al baile de bienvenida conmigo? —gritó, y cuando seguí a donde él estaba mirando, apreté los dedos, destruyendo el sándwich en mi mano. Miiiierda. Una sorprendida Tate se dio la vuelta, sus hombros estaban tensos y sus ojos evitaban a todos los demás como si ella estuviera más molesta que avergonzada. Tate no soportaba a Madoc. Oh, ¿Ahora qué diablos estaba él haciendo?

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La cafetería entera se había quedado en silencio. Madoc caminó sobre sus rodillas hasta Tate y le tomó su mano. Unas risitas sonaron alrededor del comedor y estaba luchando contra una fuerza de tracción y empuje en mis miembros. ¡Muévete! La persigue. Siempre la ha deseado. No, quédate en tu puesto. Él es tu amigo. No haría esto. —¡Por favor, por favor! No digas que no. Te necesito —gritó, más para la audiencia que para Tate, y todos estallaron en risas y aclamaciones, animándolo. —Por favor, vamos a hacer que funcione. Lo siento por todo —continuó y pude ver a Tate mirándolo, con los ojos muy abiertos y enrojecidos, como si estuviera enferma. Enferma y enojada. Ella le murmuró algo que no pude escuchar y luego él gritó. —¡Pero el bebé necesita un padre! ¿QUÉ. MIERDA? Mi estómago se hundió, y todo en el comedor se me puso rojo. La cara de Tate se cayó y la multitud gritó su placer por el espectáculo de Madoc. Sus labios se movieron, pero solo apenas. ¿Qué demonios le estaba diciendo a él? Él parecía jodidamente contento, porque se levantó y la envolvió en sus brazos, girándola alrededor para el placer de la audiencia. Todo el mundo silbó y aplaudió y lancé mi almuerzo a la basura sin siquiera mirar. ¿Ella había dicho que sí? Me volteé y me escabullí antes de que la bajara.

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Veinticinco —M

aldita sea! —gritó Madoc mientras su mano se disparó hacia su cara y se estrelló de espaldas a la fila de casilleros detrás de él.

Compartimos deportes juntos, y yo ni siquiera había esperado hacer contacto visual antes de correr y darle justo en el ojo. La clase en el vestuario salió del camino, y pasé por encima del banco para sentarme en frente de mi mejor amigo que se había deslizado hasta el suelo. Apoyé los codos encima de mis rodillas y lo miré. —Lo siento —dije, y era la verdad—. Pero sabes que me estás presionando, ¿verdad? —Sí —asintió, entornando los ojos con una mano sobre ellos. Siempre me presionaba y me molestaba, pero sabía por qué lo hacía. Quería que actuara. Que me arrastrara a los pies de Tate y hacer que me quiera. Pero ella había dicho que sí. Eso me molestó, también. Ni siquiera haber pensado en preguntarle en ir al baile conmigo me fastidió. Odiaba los bailes. Odiaba bailar. Pero gracias a mí, Tate no fue a cosas como éstas en el pasado y obviamente quería. Un sabor amargo se instaló en mi boca. Es el sabor que consigues justo antes de tragar el orgullo. *** —Hey, Dr. Porter. —Me topé con mi profesor de química de segundo año en el pasillo después de la escuela—. ¿Está Tatum Brandt trabajando en el laboratorio hoy? —Me hizo un gesto hacia la puerta detrás de él. —Sí —espetó, con los ojos muy abiertos y pareciendo extrañamente aliviado de verme—. Lo está. Pero creo que está sola. ¿Estás libre? ¿Te importaría localizarla? Normalmente estoy allí, pero tengo una reunión.

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—¿Sola? —Mi mandíbula se contrajo con una sonrisa contenida—. No hay problema. Seguí caminando y abrí la puerta del laboratorio, mi corazón ya acelerado con la promesa de la clase de problema que quería ahogar. La habitación estaba vacía, pero oía el arrastre de pies y el repique llegando desde el armario de suministros, así que me senté en el escritorio del profesor y apoyé los pies en alto, esperando por ella. El laboratorio estaba en el lado más grande de los salones de clase en la escuela. Contenía unas doce mesas con dos o tres asientos cada una. Encimas de ellas había vasos de laboratorio, frascos, mecheros y fregaderos. Me gustaban las mesas. Tenían una buena altura. Medio reí, medio suspiré ante las imágenes que flotaban a través de mi cabeza. Jesucristo. Nunca había fantaseado con una chica de la manera en que lo hacía con Tate, pero me estaba adelantando a los acontecimientos. Puede que nunca me deje llegar a la segunda base de nuevo, por no hablar de la tercera. Pasando mis manos por mi cabello, enganché mis dedos detrás de mi cabeza y traté de pensar en Lifetime Movie Channel para mantener mi polla bajo control. La puerta del armario se abrió y Tate salió con una caja de suministros en sus brazos. Llevaba el cabello partido al medio, y fluía alrededor de su rostro y su cuerpo, ocultando parcialmente sus ojos. Pero me vio. Incluso a través de los mechones rubios, pude distinguir la tormenta. Sus piernas se detuvieron y parecía sorprendida, desconcertada y un poco molesta. Teníamos el mismo efecto el uno con el otro. —Ahora no, Jared. Estoy ocupada —advirtió mientras llevaba su caja a una mesa a mi derecha. Su tono era firme y cortante. Me estaba poniendo en mi lugar. —Lo sé. Vine a ayudarte. Era mentira, pero supongo que podría ayudarla. Sabía mi mierda en Química y Matemáticas. Eran las materias delicadas como Inglés y Psicología que me complicaban.

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—¿Ayudarme? —Sus ojos se iluminaron como si hubiera dicho la cosa más ridícula—. No necesito ayuda. —No estaba preguntando si lo hacías —le respondí. —No, solo lo estás asumiendo —replicó, sin mirarme a los ojos mientras seguía descargando suministros. —No, en absoluto. Sé lo que puedes hacer —mi voz se quebró con diversión, pero quería que me mirara. —Pensé que si vamos a ser amigos —continué—. Esto podría ser un buen lugar para empezar. Dejando la silla, me dirigí hacia ella, esperando que supiera que quería cualquier cosa menos amistad. —Quiero decir... —seguí adelante cuando no dijo nada—. No es que vamos a ser capaces de volver a trepar a los árboles y tener fiestas de pijamas, ¿no? Su pecho se llenó con una respiración tranquila, y dejó de descargar una fracción de segundo. Sus ojos se encontraron con los míos, y por un momento pensé que me dejaría poner su trasero en el mostrador y dejarme enseñarle cómo funcionaría una pijamada entre nosotros. Pero entonces entrecerró los ojos y habló más con sus dientes que con los labios. —Como dije, no necesito ayuda. —Como dije, no estaba preguntando —repetí, sin perder el ritmo—. ¿Pensaste que Porter iba a dejarte hacer experimentos con fuego por ti misma? —No tenía ni idea de lo que era su experimento, pero después de ver algunos de sus materiales y el temor de Porter sobre dejarla sola, consideré que involucraría mecheros. —¿Cómo sabes de mi experimento? ¿Y quién dijo que vamos a ser amigos? —se burló antes de agacharse para sacar algo de su bolso—. Sabes, quizás ya has hecho demasiado daño. Sé que te has disculpado, pero no es tan fácil para mí. Esta no era la Tate que conocía. Tate era dura. Incluso cuando la había hecho llorar a través de los años con mis travesuras, mantuvo la cabeza alta y siguió adelante. Tate no necesitaba grandes gestos. ¿No? —No te estás volviendo femenina conmigo, ¿verdad? —Estaba tratando con sarcasmo, pero quería un maldito milagro. Sí, Jared. Gracias por pedir perdón y te perdono. Vamos a seguir adelante.

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Eso es lo que realmente quería. Pero hundió su rostro en su carpeta y me ignoró. O trataba de hacer como si me estuviese ignorando. Mis dedos zumbaban y los enrollé en puños para intentar eliminar el impulso de tocarla. Se quedó mirando sus papeles, pero sabía que no estaba leyendo nada. Me estaba sintiendo como yo a ella. Finalmente suspiró, dándose por vencida a pretender, y me miró como mi madre hacía cuando había tenido suficiente. —Jared, agradezco el esfuerzo que estás poniendo aquí, pero es innecesario. Contrariamente a lo que tu ego te está diciendo, he estado sobreviviendo muy bien sin ti durante los últimos tres años. Trabajo mejor sola y no agradecería tu ayuda hoy o cualquier otro día. Nosotros no somos amigos. Mi pulso latía en mi garganta y tragué. ¿Bien sin mí? Y yo no había respirado un solo día sin ella en mi mente. Me niveló con su expresión resignada y ojos aburridos. Me preguntaba si se había creído lo que había dicho. Me preguntaba si era cierto. Se dio la vuelta a su mesa de trabajo, sin expresar nada hasta que tiró su carpeta al suelo, y su contenido se derramó por todas partes. Di un paso detrás de ella, y me agaché a recoger los papeles. ¿Estaba nerviosa? Tate no era generalmente torpe. Recogiendo los papeles, junté mis cejas y estudié las impresiones de Internet de autos en venta que se encontraban entre los papeles. —¿Estás buscando autos? —le pregunté. La selección incluye un Mustang, un Charger, un 300M y una G8. —Sí —dijo—. Me estoy consiguiendo un regalo de cumpleaños. Cumpleaños. Casi lo dije en voz alta. Supongo que ahora sabía qué decirle a su padre que quería. Ella quería un auto pronto. Su cumpleaños estaba a menos de una semana. Me pregunté si él confiaría en mí para acompañarla a comprar uno en vez de hacerla esperar. ¿Ella confiaría en mí?

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—¿Jared? —Tendió la mano para los papeles. Parpadeé, saliendo de mis pensamientos. —Se me olvidó que tu cumpleaños se acerca —mentí—. ¿Tu papá sabe que estás investigando para comprar un auto tan pronto? —le pregunté cuando llegué a su lado en la mesa. —¿Sabe tu mamá que estás proporcionándole alcohol a menores y te acuestas con cualquiera el fin de semana? —replicó, devolviéndome mi mierda. —¿A mi mamá le importa? Sería una mejor pregunta. —No pude ocultar el desdén en mi tono mientras empecé a ayudar a descargar su caja. Incluso antes de conocer a Tate, mi relación con mi madre se había roto. Deambulé, di la cara por mí o mi mamá en las pocas ocasiones que uno de sus idiotas compañeros borrachos se pusieron difíciles. No es que pudiera tirar tanto peso a esa edad, pero lo intenté. En su monólogo, Tate me recordó cómo me sanó cuando pensó que la curé. Los dos estábamos luchando por la felicidad. Luchando para ser simplemente niños cuando nos conocimos. Esos cuatro años que pasamos juntos fueron los mejores que jamás había sentido. Moví mi cabeza hacia un lado cuando oí vidrio romperse contra el suelo. ¿Qué dem...? Tate había dado vueltas, probablemente tratando de coger el frasco, y se inclinó en el mostrador mirando a su lío. ¿Qué demonios estaba pasando con ella? Se quedó mirando el daño, pareciendo como si estuviera con dolor mientras su pecho subía y bajaba en respiraciones costosas y profundas. Tate no era lo que yo llamaría “controlada”, pero se había estado conteniendo con Madoc y conmigo desde su regreso. Hasta ahora. —Te pongo nervioso —le dije con pesar, mirando los cristales rotos en el suelo. —Solo vete —oí su susurro dolido y me estremecí. Mirándola, vi la vergüenza y la frustración en sus ojos. No me quería aquí. No sabía si era porque me odiaba y necesitaba que me fuera, o porque no estaba segura de lo que quería.

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Finalmente estaba viendo cómo la había retorcido. Estaba jugando con ella, aunque no era mi intención. Creí que la odiaba, así que la presioné. Ahora, la quería, entonces la presionaba. Una y otra vez, se trataba de mí y nunca ella. —Mírame. —Llevé mi mano hasta su mejilla y un choque de calor viajó a través de mi brazo—. Lo siento. Nunca debí haberte tratado como lo hice. Sus ojos se encontraron con los míos, y quería que me creyera. Su respiración se volvió superficial, y buscó algo en mis ojos. O esperaba algo. Poniendo la otra mano en su mejilla, nunca rompí el contacto. Me miró moviéndome lentamente, no aceptándome, pero tampoco resistiéndose. Moví mis labios más cerca, sin apartar mis ojos de los de ella mientras esperaba que me alejara. A medida que los segundos pasaban finalmente tomé su boca antes de dejarla reconsiderarlo por más tiempo. Infiernos, sí. La sostuve entre mis manos, saboreando sus dulces y carnosos labios como si no pudiera tener suficiente. Tate. Mi Tate. Mi mejor amiga y mi peor enemiga. La chica que puso mi mundo al revés con sus overoles y su gorra de béisbol roja. La única persona en cada uno de mis buenos recuerdos. Sus manos eran vacilantes al principio, pero luego se deslizaron alrededor de mi cuello y la sentí abrirse a mí. Maldita sea, su suave cuerpo se frotó contra el mío, el más suave gemido salió de su boca y mis puños se apretaron en su cabello. Estaba a punto de perderlo. Ella tenía el poder. Siempre lo tuvo y siempre tendrá. Movió sus caderas contra las mías, y pasé mis manos por sus costados y alrededor de su perfecto y redondeado trasero. Agarrándolo en mis manos, la tiré hacia mí. Mía. El maldito calor húmedo de su boca y la curva de sus pechos contra mi pecho, lograron que mi polla doliera por la liberación. Quería tirar toda esta mierda al suelo y llevarla a la mesa. Me pregunté si era virgen, y me rompí la cabeza al pensar en alguien más besándola así. —Te he deseado durante tanto tiempo —le susurré contra su boca—. Todas las veces que te veía en la puerta de al lado... me volvía loco. Abrió más su boca y fue por más.

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Sí, no nos iríamos de aquí por un rato.

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Veintiséis N

o estaba a punto de hacerle el amor a Tate por primera vez sobre una mesa de laboratorio, no es que ella me dejara, pero no iba a dejarla ir todavía, tampoco.

Desafortunadamente, ella tenía otras ideas. —No… —Se apartó de mis labios y retrocedió. ¿Qué? No. Abrí mis ojos, respirando duro y de repente muy vacío. Busqué en cada pulgada de su cara, preguntándome por qué diablos me hizo parar. Su boca había estado moldeada a la mía, totalmente devolviéndome el beso. Ella quería esto. Pero no ahora. Sus ojos azules se estrecharon furiosamente, y lucía como que tenía una armadura invisible. Su cuerpo lo quería, pero ella no. Ella no. Así que retrocedí. —Entonces no lo hago —respondí fríamente. Me miró, luciendo a un millón de kilómetros lejos. —¿Qué estás haciendo? —Quiero que seamos amigos —me reí amargamente. —¿Por qué ahora? Jesús. —¿Por qué tantas preguntas? —repliqué. —¿No creíste que iba a ser así de fácil, cierto? —Sí —mentí—. Esperaba que pudiéramos avanzar sin mirar atrás. — Sabía que era demasiado que esperar, pero me dejé tener esperanzas de que Tate vería la imagen más grande. Que con toda la rabia y el daño, con toda la distancia y malentendido, todavía lo arreglaríamos.

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—No podemos —respondió—. Vas de amenazarme un día a besarme al siguiente. No puedo cambiar de marcha tan rápido. ¿Yo? —¿Besarte? Tú me devolviste el beso… ambas veces —señalé—. Y ahora estás yendo al baile de la escuela con Madoc. Podrías decir que soy el único con el látigo aquí. Pestañeó y su cara titubeó por un momento. —No tengo que explicarme contigo —respondió patéticamente. —No deberías ir. —Quiero hacerlo. Y él me lo pidió. —Regresó a su trabajo, señalando el final de la discusión. De ninguna jodida manera. Mis brazos quemaban. Quería traerla de regreso a ellos. Dando un paso detrás de ella, le respiré. La cima de su cabeza caía justo por debajo de mi barbilla, y su torso completo, brazos incluidos, encajaban con el ancho de mi pecho. Ella encajaba. —¿Ha estado él en tu mente, Tate? —Inhalé el aroma de su cabello y aseguré ambas manos en la mesa a cada lado, atrapándola—. ¿Lo deseas? ¿O soy yo con él que sueñas? Sus manos ralentizaron lo que estaban haciendo y tomé eso como una buena señal, así que seguí. —Dije que cuando pusiera mis manos en ti, tú lo querrías. ¿Recuerdas? —pregunté suavemente, tratando de tocarla con mis palabras. Ella se detuvo por un momento y entonces se dio la vuelta para mirarme. —No creo que sea ningún secreto que me gusta cuando me tocas. Cuando estés listo para decirme todo lo que estás reteniendo, entonces tal vez confiaré en ti otra vez. Hasta entonces… —Y se dio la vuelta otra vez, cortando la conexión. Miré su espalda, tratando de averiguar otra manera de entrar. Ella quería saber mi mierda. Lo entiendo. Pero eso no iba a pasar. No iba a difundir mis problemas. Y no iba a traer a mi padre a nuestro mundo. Retrocediendo, la verdad se estableció en mi estómago como una roca. Tate no iba a dejar ir esto.

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No hay manera, no hay como. —¿Jared? ahí estás. Pestañeé y moví mis ojos hacia la puerta donde Piper estaba en su uniforme de porrista negro con naranja. Mierda. —¿No ibas a darme un paseo a casa hoy? —Hizo un show, ajustando su largo, oscuro cabello y falda. No podía ver la cara de Tate, pero sabía que estaba molesta. Estaba concentrada un poco demasiado duro en sus materiales y papeles, tratando de lucir ocupada. —Traje mi moto hoy, Piper. Lo cual era la verdad. Piper nunca me pidió un paseo, no que iba a darle uno de todos modos. —Puedo manejarlo —respondió—. Vamos. No luces como que estés ocupado de todos modos. Tate no me estaba mirando, o a ninguno de nosotros, y mi estómago se ahuecó como la noche cuando vi a algún otro chico darle su primer beso. Pero todavía no quería irme. Preferiría tener a Tate alimentándome con sus espinas que Piper alimentándome con sus dulces. Pero Tate había terminado. No me dejaría salir del gancho. Al menos no hoy. Bien, entonces. Dejé salir un aliento y me paré derecho. —Sí, no estoy ocupado. Caminé hacía la puerta, sintiéndome más y más frío entre más lejos de Tate estaba. —Así que, ¿Terrance? —dijo Piper. Oh, Jesús. Estaba hablándole a Tate. —Tú no fuiste y le diste a tu cita para el baile de bienvenida un ojo negro, ¿cierto? Él apenas puede ver. Deberías realmente dejar de golpear a los chicos o la gente empezará a pensar que eres lesbiana. Malditas chicas maliciosas. —Ella no le dio a Madoc un ojo negro —interrumpí—. Yo lo hice. No me importó si Tate sabía que estaba celoso. Definitivamente sabía que la quería para ahora. —¿Por qué? —preguntó Piper.

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Ignoré la pregunta mientras salíamos. Nunca me expliqué.

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Veintisiete G

racias por el regalo. Le envié un mensaje al padre de Tate.

La enorme caja de herramientas que me había dado era usada, pero fácilmente habría costado $15.000 una nueva. Sin que estuviera en perfecto estado, todavía habría costado un ojo de la cara. Cuando llegó hoy, casi tuve el chico tomándola de regreso. Pero el señor Brandt me conocía. Sabía lo mucho que quería un profesional resistente equipo como este, y por eso lo tomé. Fue la primera vez en mucho tiempo que sonreí ante un regalo. De nada. Lo siento por la demora. ¿Cualquier cosa sobre Tate? preguntó. Lo primero que pensé fue la lencería negra que había visto en su habitación, y mi polla inmediatamente entró en acción cuando pensé en qué aspecto tendría llevando eso para mí. A toda prisa, envié el mensaje: Un coche y tiré mi teléfono en la mesa de trabajo en el garaje, sin esperar una respuesta. Es un poco raro enviar mensajes de texto al padre de una chica por la que actualmente tienes una erección. —Sam, ve a llenar el tanque de gas del auto mientras me ducho, ¿sí? —pregunté a mi amigo después de que hubimos terminado de tunear7 el Boss. Era viernes por la noche y tenía una carrera en una hora. No podía esperar a llegar a la pista. Mis nervios estaban disparados. No había echado un polvo en más de un mes, y la única chica que quería no me estaba dando ni la hora del día. ¿Y la peor parte? Había

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Tunear: es la acción de modificar el rendimiento o la apariencia de un vehículo.

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tenido más jodidas erecciones últimamente que en toda mi vida. Necesitaba desesperadamente quemar un poco de vapor, y tan infantil como sonaba, tenía la esperanza de que algún maldito idiota se pusiera en mi cara esta noche. Quería estar sangriento, y quería estar sordo. —Está bien. —Sam tomó las llaves—. Voy a estar de vuelta en veinte. — Salió del garaje, mientras me dirigía escaleras arriba para bañarme. Tate estaba en casa. La vi entrar hace un par de horas, y había pensado en pedirle ir conmigo, pero me había quitado de encima la idea. Solo empujaría a preguntas que no quería responder y me dejaría en malditos nudos. —Jesucristo —gruñí mientras el agua fría golpeaba mi cuerpo como fuego. El vello de mis brazos y piernas se erizó, y escalofríos estallaron a través de mi piel. Tatum Maldita Brandt. Envolví una toalla negra alrededor de mi cintura, tomé otra y me dirigí a mi dormitorio, secándome el cabello. Encendí una lámpara y me dirigí a mi ventana, mirando a través del árbol hasta su dormitorio. Su luz estaba encendida, pero ella no estaba a la vista. Hice un barrido de lo que podía ver de los patios delanteros y traseros para asegurarme de que todo parecía seguro. Realmente odiaba la idea de su soledad. Aunque me moría de ganas de salir al Loop esta noche, la quería en donde pudiera verla. Debería pedirle que venga. Ella disfrutaría hacerlo. A pesar de que Tate me mantenía distanciado, amaba las carreras. Eso sí lo podría decir. Cuando éramos niños, hablábamos de correr allí cuando tuviéramos nuestros propios coches. Y si pasaba tiempo con ella, le mostraría que podía confiar en mí, entonces tal vez ella retrocedería. Tal vez se olvidaría del pasado. —¿Jared? Una vocecilla tenue rasgó a través de mí, y me di la vuelta, mi corazón martillando en mi pecho. ¿Qué demonios? —¿Tate? —La visión parada en el rincón oscuro de mi habitación me sorprendía, confundía y me excitaba, todo al mismo tiempo. ¿Ella estaba aquí? ¿En mi habitación?

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Se quedó allí, con la barbilla hacia abajo y sus ojos fijos en mí. No movió un musculo mientras esperaba. Parecía como si la hubieran sorprendido haciendo algo que no debería. —¿Qué demonios estás haciendo en mi habitación? —le pregunté tranquilamente, más confundido que enojado. Nuestra última conversación no dejó ninguna duda de que no iba a ser la que me persiguiera, así que ¿qué demonios estaba haciendo? Ella dio un paso adelante en silencio, avanzando hacia mí. —Bueno, pensé en lo que dijiste acerca de tratar de ser amigos, y quería empezar deseándote un feliz cumpleaños. ¿Eh? —¿Así que entraste en mi habitación para decirme “feliz cumpleaños” una semana después de mi cumpleaños? —Una onza de placer atravesó mi pecho porque ella lo recordaba, pero estaba mintiendo. Eso no era por lo que estaba allí. —Subí a través del árbol, al igual que como solíamos hacerlo —ofreció. —Y mañana es tu cumpleaños. ¿Puedo subir a tu habitación? — repliqué sarcásticamente—. ¿Qué estás haciendo realmente aquí? —Le inmovilicé con una mirada dura y vine a ella tan cerca que un fuego cobró vida en mi estómago. Maldita sea. Iba a necesitar otra ducha. ¿Tenía el mismo efecto en su cuerpo? —Yo... umm... —tartamudeó, y tuve que contener una sonrisa. ¿Quería jugar? Ella no tenía ni idea. Su mirada tuvo problemas para encontrarse con la mía. No podía apartar la mirada durante mucho tiempo, pero ella no podía sostener mi mirada, tampoco. Finalmente, respiró hondo y rompió en una media sonrisa temblorosa, empujando algunos cabellos detrás de su oreja. —Tengo algo para ti, en realidad. —Ella se inclinó hacia mi cara—. Considéralo tu regalo para mí también —susurró. ¿Qué...? Sus labios se fundieron en los míos, y era como azúcar caliente. Jesucristo. ¿Qué estaba haciendo? Su cuerpo estaba presionado fuertemente contra el mío, y cerré los ojos, un cosquilleo se propagó a través de mis manos. Las ganas de hundir mis dedos en cada curva de su piel eran incontrolables.

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Sus labios se burlaban y me cautivaban. Movió sus caderas contra las mías en lentos, pequeños movimientos y su lengua se movía bajo mi labio superior, jugando conmigo. Estaba en un montón de problemas y un mundo de dolor si se detenía. Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y mis cejas se levantaron. Santa mierda. Ella no estaba por terminar esto. Ella estaba aferrándose a esto. Gracias a Dios. Serpenteando mis brazos alrededor de su espalda, tomé el control y me zambullí en su boca como si nunca fuera a tener esta oportunidad de nuevo. Me olvidé de todo. ¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué estaba iniciando esta mierda? ¿Qué iba a hacer cuando nos acercáramos al punto de no retorno? ¿A quién mierda le importaba? —Jesús, Tate —exhalé, mareado cuando ella bajó su cabeza en mi cuello. El placer de sus labios, lengua y dientes era un sueño hecho realidad. Esta era Tate, pero no lo era. Era salvaje, besándome y mordiéndome como la noche en el mostrador de la cocina. Pude sentir cómo movía sus caderas en las mías, apretándose contra mí. Ella estaba en todas partes, y yo ni siquiera podía recordar mi propio nombre. Me tensé por un momento cuando sus dedos recorrieron las cicatrices en mi espalda. Ella sabía que estaban allí, pero esperaba que no se diera cuenta de ellas. Estaría dispuesto a tirar abajo al mismo infierno si dejaba esto para hacer más jodidas preguntas. Su boca estaba caliente, y la dulzura de su aliento me tuvo en un sueño. Estuve a punto de gruñir cada vez que su lengua salía disparada para probar mi piel mientras besaba mi cuello. Susurrando en mi oído, ella tenía a mi cuerpo gritando “¡Llévala a la cama!” —No voy a parar —se burló. Diablos, sí. Levantándola en brazos, la llevé a la cama mientras ella envolvía sus piernas alrededor de mí. Fue una gran sensación. Teniendo a Tate aferrándose a mí. Queriéndome. No sabía por qué estaba realmente aquí, y me preguntaba por su

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repentino cambio de corazón, pero ella no estaba fingiendo esto. Y yo no iba a joderlo. La acosté y me cerní sobre ella, apreciando la vista de Tate debajo de mí. Subí su camiseta sin mangas hasta su sujetador lentamente, disfrutando de la sensación de tenerla en mis manos. Su estómago era suave y terso, curvándose a los lados y luciendo suave pero firme. Tate estaría mostrándome mucho este cuerpo, esperaba. —Eres tan hermosa. —Le sostuve la mirada por un momento antes de sumergir mi cabeza hacia su estómago y saborear su piel caliente. Sus labios siempre sabían dulce, como la fruta. Su cuerpo, por otro lado, sabía salvaje y en carne viva, y tuve una visión de la lluvia cayendo sobre su pecho desnudo mientras le hacía el amor en el capó de mi coche. —Jared —jadeó, arqueando su cuerpo en mis labios. Todavía no. Besé y ligeramente mordí su piel todo el camino hasta la parte superior de sus pantalones vaqueros. Mi cerebro estaba en marcha. Quería correr, porque la picazón en mi cabeza me dijo que estábamos en un tiempo prestado. La lógica Tate, la Tate lo normal, me iba a detener en cualquier momento. Pero aun así no me apresuré ni un segundo. Con la punta de mi lengua, rocé su piel caliente antes de tomar un poco entre mis dientes. Tenía los ojos cerrados y ella se retorcía lo suficiente para volverme loco. Ni siquiera creo que me viera despegando sus pantalones vaqueros, o que su ropa interior estaba ahora deslizándose por sus piernas. Jesús. Mi corazón latía con fuerza en la parte posterior de mi garganta, y mi estómago cayó como si estuviera en una montaña rusa. Tate era hermosa. En todos lados. Con todo el tiempo que habíamos pasado juntos en el pasado, y el hecho de que su ventana estaba en línea visual perfecta con la mía, la he visto con poca ropa antes, pero esto era nuevo. No esperé. Me zambullí de nuevo en su cuerpo y dejé un rastro de besos a través de su estómago, en los huesos de su cadera y sus muslos. —Jared —rogó, su voz ronca rompiéndose con su respiración. Levanté la vista hacia ella, mirando hacia abajo de mí, y mi polla estaba a punto de explotar. Ella iba a parar esto. Pero no lo hizo. Hizo una pausa por un momento antes de que tirara de

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su camiseta sobre su cabeza, terminando el trabajo de desnudarse. Infierno. Cerré los ojos con alivio. Sin esperar, di un tirón a las correas del sujetador hacia abajo, fuera de sus hombros, y me quedé mirando con asombro su increíble cuerpo, el cuerpo de Tate, desnudo y abierto para mí. No podía superar el hecho de que ella estaba allí. Desnuda en mi cama. La amaba antes cuando éramos niños, pero maldita sea, ya no éramos unos niños. Besando a fondo su estómago, caderas y muslos, me sumergí por lo que había muerto por probar durante semanas. Infierno, por más tiempo que eso. Con la punta de mi lengua, poco a poco lamí la longitud dulce del calor suave y húmedo entre sus piernas. Maldita sea. Ella se quedó sin aliento y se sacudió ligeramente. —¡Oh! Miré hacia arriba, tranquilo y divertido, para ver sus ojos abiertos, luciendo sorprendida. Y lo supe. Nadie la había tocado así. —¿Qué estás haciendo? —preguntó, confundida. Casi me reí. La felicidad se extendió como un hormigueo en todas mis mejillas, y fue una lucha mantener una cara seria. —Eres virgen —dije, casi para mí. Ella no dijo nada, solo se veía un poco nerviosa, pero emocionada cuando metí mi cabeza de nuevo y volví mi atención a besar sus muslos internos. —No tienes ni idea de lo feliz que me hace —murmuré y moví mi boca de regreso a ella. El sabor salvaje de su centro. El dulce olor de su calor. La suavidad de sus labios y lengua. Todo me tenía muerto de hambre por más. Cada torsión y cada gemido que dejó escapar eran por lo que estaba haciendo para ella. Fue por mí causa que ella se deshizo al venirse. Chupé la pequeña protuberancia de su clítoris, sosteniéndola entre mis dientes con suavidad y luego liberándolo solo para regresar y chuparlo duro otra vez. Agarré su cadera con una mano y empujé su pierna con la otra. La

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chupé largo y lento, apoderándome de su piel una y otra vez, arrastrándola lentamente hasta que ella jadeaba por la liberación. Volví hacia abajo, una y otra vez, probando y chupando con fuerza. Cuando supe que estaba lo suficientemente caliente que no había manera de mierda que dijera que me detenga, lamí. Caliente y húmeda. Deslicé mi lengua un poco dentro de ella y corrí hasta la longitud de su clítoris. Encima y otra vez. Dentro y hacia arriba. Solo la punta de mi lengua. Dentro y hacia arriba. Dentro y hacia arriba. Y entonces arremoliné mi lengua alrededor de su coño con la humedad de su cuerpo y el calor de mi boca. Mi polla estaba cargada y dura como una puta roca. No podía pensar en otra cosa, sino en la necesidad de conducirla dentro de ella. Pero no lo hice. Amaba de esta parte más de lo que quería admitir. Ella estaba en mis manos, en mi boca, y quería que supiera que yo no estaba pensando en mí en este momento. Quería que ella viera que me tenía en mis putas rodillas. Mirando hacia arriba, me deleité con la visión de ella jadeando con las cejas presionadas juntas. Sus labios estaban húmedos y se veía como si estuviera en el mejor tipo de dolor. Sus pezones estaban erectos y me estiré hasta amasar un seno. La firmeza complementaba la suavidad de su piel y era solo una cosa más que quería en mi boca, también. —Jesucristo —susurré contra su sexo—. Si te vieras desde mi punto de vista. Jodidamente hermosa. La trabajé más duro, chupando, lamiendo, y luego me sumergí dentro de ella con mi lengua. Ella se levantó de la cama, pidiendo más, y mierda, mi cuerpo dolía por la liberación. Casi me vine justo allí. Su cuerpo se movía como si estuviéramos jodiendo, sus caderas como las pequeñas olas en un océano contra mi boca. Su pecho de repente se quedó inmóvil como si ella no estuviera tomando aire. Estuvo completamente en silencio durante unos segundos, y luego gimió mi nombre cuando sus pechos comenzaron a subir y bajar de nuevo con las respiraciones duras y profundas. Ella se iba a venir. Se está viniendo. La euforia se propagó a través de mí como el viento de una tormenta, y realmente esperaba que ella supiera que nosotros no estábamos terminando. —Maldita sea, Tate. —Pasé mi mano arriba y abajo por su cuerpo desde su pecho hasta la cadera.

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—Tu belleza no es nada comparado con cómo te ves cuando te vienes. —Eso fue... —se fue apagando, deliciosamente perdida como yo.

esperaba

que

se

sintiera

Apoyé la mitad inferior encima de ella y me incliné, mirando sus ojos. —Te he deseado durante tanto tiempo. Elevó su mitad superior de la cama y apretó sus labios con los míos, envolviendo un brazo alrededor de mi cuello. Llegando a mi cajón de cabecera por un condón que no quería jodidamente usar con ella, de inmediato me detuve cuando sentí una propagación de tormenta eléctrica entre mis piernas y ramificándose a través de mis muslos. Mi mano se estrelló de nuevo en la cama, porque casi me caí malditamente sobre ella en estado de shock. ¡Santa mierda! Tate me había tomado y movía lentamente su mano hacia arriba y abajo por mi polla. Jesús. Apreté mis ojos cerrados. Esto no era bueno. Tate lo merecía lento. Lo merecía dulce. Pero sabía que había tantas posibilidades de que sucediera esta noche como yo entrando en West Point como su padre quería. Ella no lo estaba recibiendo lento y dulce. La iba a malditamente a joder. Después de dejar su sujetador totalmente fuera, la empujé hacia abajo sobre la cama y fui por sus pechos llenos, sosteniendo cada uno de ellos en mi boca y mis caderas meciéndose en ella hasta que los dos estuvimos más allá de listos. —Jared, ¿estás listo? ¿Huh? Un golpe en la puerta y escuchamos una voz de un hombre, haciendo que ambos tiráramos nuestras cabezas detrás de mí. Sam. El sudor se filtró fuera de mis poros, y un dolor agudo se instaló dentro de mi polla. Infiernos. No. Esto no estaba sucediendo. —Voy a matarlo —mascullé y luego grité a la puerta—. ¡Espera abajo! —Ya llegamos tarde, hombre —presionó—. El coche está lleno de gasolina. ¡Vamos! ¿Cómo diablos se me olvidó que iba a estar de vuelta? Debí haber

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cerrado con llave la puerta principal. ¡Maldita sea! —¡Dije espera abajo, Sam! —¡Muy bien! —Su sombra debajo de la puerta desapareció. Jesucristo, mi maldito corazón estaba acelerado, estaba tan enojado. Tate tiró sus brazos sobre su pecho, sus ojos ahora avergonzados y en alerta. Me bajé de la cama y extendí mis manos para detenerla. —No, no te vistas —le pedí—. Voy a ir a deshacerme de él, y estamos terminando esto. —¿Estás sentándose.

compitiendo

esta

noche?

—preguntó

en

voz

baja,

Me puse unos jeans. —No más. A la mierda la carrera. No tenía el dinero para pagarle a mi padre mañana, pero en este momento, sentía como si nada me pudiera desgarrar o derribarme. Todo menos su desaparición. —Jared, ve. Está bien —susurró ella, mirando de manera diferente de como lo hacía hace unos momentos mientras se levantaba y se metía de nuevo en su ropa. Quería saber lo que estaba pasando en su cabeza, porque parecía que estaba pensando de nuevo. No le di la oportunidad de arruinar esto, sin embargo. Levantándola en brazos, la baje de nuevo sobre mi vestidor dónde estábamos a la misma altura y podríamos vernos a los ojos. —Las carreras no son importantes, Tate —gruñí en voz baja, apoyándome en sus labios—. No hay ningún otro lugar en el que quiera estar sino contigo. Sus ojos, un poco feliz y un poco vacilantes, cambiaron de lado antes de volver para encontrarse con los míos. —Llévame contigo entonces —sugirió, una sonrisa burlona en sus labios. —¿Llevarte conmigo? —Lo lancé en mi cabeza. Podría ganar el dinero que necesitaba, y vendría a casa conmigo después. —Está bien, ve a buscar algo más caliente, y voy a buscarte cuando estemos listos. —Acaricié su muslo y caminé hacia la puerta—. Y después de la carrera. —Me volví para mirarla—. Vamos a volver aquí y terminar esto. No era una petición. Sus ojos, brillantes y cálidos jugaron sobre mí mientras trataba de ocultar una sonrisa.

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Envié a Sam a la pista por delante de nosotros y tomé otra ducha antes de recoger a Tate. Otra fría.

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Veintiocho —T

e ves bien allí —mi voz se oyó por encima de Heaven Nor Hell de Volbeat mientras echaba un vistazo a Tate sentada en el asiento del pasajero.

Ella estaba a mi lado, en mi viaje. Se sentía bien. —Me veo mejor en tu asiento —replicó, y el recuerdo de ella corriendo en mi coche vino de golpe. Sí, no podía discutir con ella sobre eso. Y demonios, no podía olvidar como la había probado hacía una media hora, tampoco. No podía esperar para llevarla de vuelta a mi casa, pero entonces vi todas las luces adelante, los coches y los espectadores, y al instante, de vuelta a mi casa era exactamente donde quería llevarnos. Cada jodida persona de la ciudad estaba aquí por lo que parecía. Mordí un lado de mi boca, la preocupación de hacia dónde corríamos y qué esperaba Tate. Siempre me presenté a estas cosas solo. Siempre estarás solo, porque sabes que es lo mejor. A las chicas les gustaban las demostraciones públicas. Manos agarradas, abrazos, mierda cursi que no hago, y mientras yo estaba felizmente en territorio personal, no me gustaba dar la impresión que me preocupaba por alguien en frente de otras personas. La multitud de los coches, los ojos puestos en nosotros mientras hacíamos el camino de entrada hacia el Loop, todo se sentía como un divisor en el coche entre Tate y yo. La canción de Volbeat terminó y otra comenzó mientras mi Boss se arrastró por la pista, solo dejé salir un suspiro, y decidiendo hacer lo que siempre hago. Nada. Tate y yo todavía estábamos por el aire, y esperaba aclarar eso más adelante, pero por ahora… las cosas seguirían siendo simples. Después puse el auto en neutro y saqué el freno electrónico, Tate se sacó el cinturón de seguridad y se inclinó para abrir la puerta.

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—Hey. —Agarré su mano y se volvió para mirarme—. Me gusta mantener mi cabeza en el juego aquí. Si no actúo muy amable, no tiene nada que ver contigo ¿bien? Sus ojos cayeron por una fracción de segundo y de inmediato quería traer eso de vuelta. Ella miró hacia atrás y se encogió de hombros. —No tienes que agarrar mi mano. Lo había hecho de nuevo. Apartarla. Lastimarla. Y ahora su muro estaba arriba, al igual que lo había estado por los últimos tres años. Mierda. Con mi padre, tenía que protegerme. Tenía que permanecer solo, fuerte. Llegó a ser muy difícil después de ese horrible verano comportarme de una manera con las personas de las que no me fiaba y de otras con las que me mantenía cerca, así que se quedó como una regla. Y luego, después de un tiempo, no tenía ni la menor idea de cómo actuar de una manera diferente. La vi salir del coche, dándome la espalda y dejándome con lo que quería decir en el interior. Éramos más parecidos de lo que ella pensaba. Bajándole al radio, me bajé del auto y caminé hacia al frente para hablar con mi oponente, Bran Davidson, y con Zack. Tate había caminado hacia fuera, y había trasladado mis ojos, escudriñando la multitud para ver dónde estaba. Hijo de perra. Ben estaba de pie a un lado, y ella fue directamente hacia él. Algo amargo se arremolinó en mi estómago, y ya ni siquiera sentía el frio en el aire de la noche. Negué, enojado, y miré de nuevo a los dos hombres que estaban hablándome. —Las probabilidades están a mi favor, hombre —se burló Bran y me golpeó en el brazo. Procuré no permitir que mi estado de ánimo decadente se filtrase en mi tono. Bran era un buen tipo, y éramos amigos. —Sí, genial —murmuré—. Eso significa que mi victoria pagará en grande.

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—Tengo un Camaro —señaló como si yo fuera lo suficiente estúpido para comprender lo que estaba conduciendo. —Un Camaro cerca de los treinta años de viejo —especifiqué, robando miradas hacia Tate y Ben. No habían llegado físicamente cerca. Ni siquiera estaban uno al frente del otro. Pero ella estaba sonriendo. Él estaba haciéndola reír y mis ojos se estrecharon sobre ella como si necesitara un recordatorio, la saliva de cuya boca había estado sobre ella hacía menos de una hora. Tate y yo estábamos usando sudaderas con capuchas negras, pero mientras ella mantenía sus manos metidas en el bolsillo frontal para mantener el calor, yo estaba sudoroso y listo para arrancar la mía. Solo cálmate. Tal vez estaba exagerando. Tal vez ellos solo estaban hablando, o tal vez no lo estaban. ¿Qué diablos me importaba? No estaba perdiendo el sueño por lo que estaba o no pasando por su cabeza. Al diablo con eso. —¡Despejen la pista! —gritó Zack, y me dirigí hacia mi coche sin mirar a nadie. Sintonicé en mi iPod I Stand Alone de Godsmack, poética, pensé. Aceleré mi motor y dejé que el ruido de todo el mundo a mi alrededor ahogara el dolor en mi pecho. Apoyé mi cabeza hacia atrás, cerré mis ojos y dejé que la música tomara control de mi cerebro. La letra me hizo sentir fuerte otra vez. El ritmo se llevó la voz de mi padre. Todo desapareció. Hasta que abrí los ojos y dejé escapar un gemido. Mierda. Piper. Se puso de pie frente a mi auto, torciéndose ligeramente, mostrando su cuerpo en su falda corta y delgada, y su camiseta azul oscura. La multitud aplaudió, y me di cuenta que era el momento del arranque, el envío de nosotros hacia nuestro camino.

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Piper no era desagradable a la vista, y ella lo sabía. También sabía que habíamos terminado, pero eso no le impidió cortar mi línea de visión en cada oportunidad que tenía. Sonrió y se dirigió a mi lado del coche, mientras trataba de ocultar mi mirada molesta. Inclinándose justo dentro de la ventana abierta, chasqueó como si tuviera algo que aprender. —Cuando termines con la rubia, ya sabes dónde encontrarme. Mi mirada perpleja permaneció hacia adelante, fuera de Piper. —Si termino con ella, eso es. —Lo harás. —Su voz era juguetona y arrogante—. Las chicas buenas saben a mierda después de un tiempo. Sonreí, realmente divertido. Si ella supiera… No podía imaginar alguna vez cansarme de Tate. Mirando hacia sus ojos marrones claros, incliné su barbilla con mi dedo. —No contengas la respiración, Piper. —Y dejé caer mi mano, volviendo mis ojos de nuevo hacia la pista—. Ahora sal de mi coche y envíanos. —¡Ahh! —gritó, su gruñido lastimando mis tímpanos mientras sacudí la cabeza hacia un lado. El cuerpo de Piper se sacudió hacia atrás, y fue entonces cuando me di cuenta de Tate tirando de Piper por su largo cabello lejos del auto. ¿Qué. Demonios? —Tate —advertí, saliendo del coche. Empujó a Piper delante de ella, y yo miraba con los ojos abiertos mientras Tate se quedó allí, mirando hacia abajo y a Piper apretando los puños. Sus respiraciones largas y profundas. No nerviosa. Solo muy, muy enojada, y llevé mi mano hacia mis labios para cubrir mi sonrisa. No debería estar tan orgulloso de ella por iniciar una pelea. Pero estaba celosa y eso me estaba excitando. Ella estaba reaccionando, también. A lo grande. Y miré inmediatamente hacia la multitud, estúpidamente pensando que no podrían estar siguiendo cada segundo de esto.

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Me gustaba mantener un perfil bajo, y Tate estaba emitiendo alto y claro que yo estaba aquí. Que era suyo. —¡Tú, perra! —gruñó Piper —. ¿Cuál es tu jodido problema? Mi corazón dio un vuelco cuando Piper cargó contra Tate. A punto de llegar a agarrar a una de ellas o a las dos, me detuve en seco. Tate barrió el pie debajo de Piper, y mis ojos se abrieron mientras ella caía en su culo sobre la pista de tierra seca. Sí, Tate no necesita ayuda. Sacudí mi cabeza en estado de shock. La multitud se estaba volviendo loca, cantando por una pelea y celebrando con silbidos y aplausos. No creo que ellos supieran a quién estaban animando. Solo querían una pelea. Tate se inclinó, aplaudió dos veces en la cara atónita de Piper, y habló en voz alta. —Bueno, ahora que tengo tu atención, quiero que sepas él no está interesado en ti. Apreté mis labios entre mis dientes. Que golpe. Volviendo hacia mí, tomó una respiración profunda y sus ojos se calmaron. Ella se acercó y era la única cosa que vi. Piper fue olvidada. —No estoy pintada —dijo en voz baja, y sabía que había herido sus sentimientos antes en el coche. Tate no era casual. Si ella estaba adentro, estaba adentro. Si estaba afuera, estaba afuera. Y yo necesitaba ser un hombre. Sacó el collar de fósil y lo envolvió en mi mano. —No te escondas de mí, y no me pidas que me oculte —dijo para que solo yo la oyera. Apreté mi puño alrededor del collar. Ella estaba dentro. Incliné su barbilla, la besé ligeramente y casi me atraganto con la urgencia de tomarla en mis brazos, aquí y ahora. —Buena suerte —susurró, y sus ojos cálidos me reconfortaron mientras caminaba de vuelta hacia la multitud. —¿Tate? —la llamé incluso antes de subir al coche.

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Se dio la vuelta, alzando las cejas mientras metió las manos en el bolsillo de la sudadera. —Estás conmigo, nena —le dije—. Entra. Sin esperar incluso para ver la expresión de su rostro, me deslicé en mi asiento y me incliné para abrir el asiento del pasajero. *** Luego de mi victoria, renuncié a la tradicional hoguera después de la carrera y arrastré a Tate fuera de allí, nunca antes con tanta prisa para volver a casa. No muchas personas iban a saber que íbamos a hacer, tampoco. Inmediatamente después de cruzar la meta, me tomó dos jodidos segundos para arrebatarnos a Tate y a mí los cinturones de seguridad y arrastrarla a mi regazo para darle un beso. La carrera había levantado mi presión arterial. Sentir la energía de la excitación mientras se sentaba a mi lado hizo en mis músculos y nervios un bombeo de adrenalina. Correr siempre ha sido agradable, pero con mi padre succionando cada dinero que tenía, la emoción hacía mucho tiempo había desaparecido. Ahora corría como una manera de hacer dinero, y Tate había cambiado eso esta noche. Mientras corría, me costó mucho mantener los ojos en el camino. Sus deliciosos pequeños jadeos mientras hacíamos un giro eran adictivos. Mi sangre por fin estaba caliente por esto otra vez, y nunca quería volver al Loop sin Tate. —¿Jared? —intervino desde el asiento del pasajero mientras hacíamos el camino de vuelta a casa—. ¿A dónde vas los fines de semana? Los fines de semana. Entrecerré los ojos. Un revoltijo de pensamientos se arremolinó en mi cabeza, pero no podía agarrar ni uno solo. Mi estómago se ahuecó, y con cada respiración quería salir corriendo del coche. Mi padre en prisión. No podía contarle acerca de eso. Jax en un hogar de acogida, y su madre una adolescente apenas legal que nuestro padre había desflorado. Mi madre, también, para el caso. ¿Qué pensaría? Las palizas. El sótano. Mi traición, dejando a Jax atrás. La bilis se deslizó por mi garganta y apenas si podía tragarlo, mucho menos contarle toda la historia repugnante. —Solo fuera de la ciudad —mantuve mi respuesta corta y simple.

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—¿Pero a dónde? —¿Qué importa? —mi gruñido no era una excusa. Ella necesitaba callarse. El pasado era vergonzoso y sucio, nadie excepto Jax sabía lo que había pasado ese verano. Si pudiera borrarlo de su memoria, lo haría. Tiré el volante hacia la derecha, toqué fondo cuando golpeé de vuelta al camino de entrada. Tate agarró la manija del techo para mantener el equilibrio mientras aceleré dentro de mi calzada. —¿Por qué Piper puede saber y yo no? —presionó, con un tono más urgente y defensivo. ¿Ella sabía de Piper? —Mierda, Tate —rechiné y bajé del coche, registrando brevemente que el auto de mi mamá se encontraba en el garaje abierto—. No quiero hablar de ello. —Y esa era la verdad. Ni hoy, ni nunca. Ni siquiera sabría por dónde empezar. Sí realmente quería seguir adelante conmigo, entonces tendría que dejarlo ir. —¡No quieres hablar de nada! —me gritó y me siguió por encima del capó—. ¿Qué piensas que va a suceder? ¿Suceder? Ella podría ver quien era yo realmente. Eso podría suceder. —Lo que hago con mi tiempo libre es asunto mío. Confías en mi o no. —¿Confiar? —Entrecerró los ojos y me miró con desprecio—. Has perdido la mía hace mucho tiempo. Pero si tratas de confiar en mí, tal vez podremos ser amigos de nuevo. ¿Amigos? Nosotros nunca seremos solo amigos de nuevo. Empújala hacia abajo o apártala. Me dije a mi mismo. —Creo que nos hemos movido más allá de amigos, Tate —me burlé con una sonrisa amarga—. Pero si quieres jugar a ese juego, está bien. Podemos tener una fiesta de pijamas, pero estaremos follando. Aspiró una bocanada de aire, y enderezó sus hombros. Sus ojos me miraban con dolor y conmoción, y la había jodido de nuevo. ¿Por qué sigo haciendo esta mierda? Podría haberla dejado irse con facilidad. Pero no. En este momento me voy con el enojo y la pelea. Pero de cualquier manera, sigo viendo la misma mirada en sus ojos azules llenos de lágrimas tristes, y quería agarrarla para besarla en sus ojos, su nariz y sus labios como si fuera a borrar cada cosa terrible que hubiera dicho y hecho. —Tate… —Empecé a rodear el coche, pero ella vino pisando hacia mí y empujó algo fuerte a mi estómago.

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Me aferré a él y vi impotente como corría por el camino entre nuestros jardines directo hacia su casa. No. Mirando detrás de ella, en el porche ahora oscuro y la puerta delantera cerrada, fueron uno o dos minutos antes de sentir el papel en mi mano. Al mirar hacia abajo, mi boca se secó, y mi corazón comenzó a golpear dolorosamente en mi pecho. Es una fotografía. De mí. Cuando tenía catorce años. Estaba magullado y ensangrentado de la visita con mi padre, y Tate la había encontrado en el fondo de una caja debajo de mi casa. Ella no había venido a desearme “Feliz cumpleaños” esta noche. La había atrapado en su espionaje. Y solo la había apartado para no decirle algo que ella ya sabía.

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Veintinueve S

alí rápido de la calzada y conduje bruscamente. Calle abajo y hasta el extremo de la ciudad, donde las luces no alcanzaban.

Conducir ayudó a aclarar mi cabeza, y ahora era un desastre de nuevo por Tate. No estaba huyendo. Estaba distanciándome. No entendería y ella seguro como la mierda me vería de manera diferente. ¿Por qué ella no podía ver que eso no era importante? Podría haber sido más amable al respecto, supongo, pero seguía entrometiéndose en mierda que no era asunto suyo. Apretaba la mierda fuera del volante, obligándome a mantener la velocidad y no dar la vuelta. No podía volver. Ella querría saber todo y el remordimiento que sentía por lo que había hecho con mi hermano superaba como me sentía por lo que le había hecho a ella. ¿Ella no veía que algunas cosas eran mejor dejarlas enterradas? —Ve. Ayuda a tu hermano —me dice mi padre, muy gentilmente. Mis manos están temblando y lo miro. ¿Qué está pasando? Me pregunto. —No actúes como si tuvieras elección. —Él me hace gestos con la botella en la mano. Las escaleras de madera rechinan con cada paso que doy y la pequeña luz debajo de mí no ofrece comodidad. Es como la espeluznante luz que viene de una antigua caldera pero puedo sentir el aire volviéndose más frio cuanto más desciendo. ¿Dónde está Jax? Vuelvo a mirar a mi padre, donde él está parado en la cocina desde la parte superior de las escaleras, siento más y más como si estuviera siendo arrastrado hacia un agujero negro. Nunca sería visto de nuevo. Pero él hace señas con la mano para que siga adelante. No quiero ir. Mis pies descalzos están congelados, y las astillas de madera de las escaleras se clavan en ellos.

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Pero luego me detengo y mi corazón da un brinco hasta mi garganta. Veo a Jax. Los veo. Y luego veo la sangre. Estaciono mi coche en el aparcamiento cerca de la entrada trasera del parque. Eagle Point tenía dos formas de entrar. Una entrada frontal por la que tenías que pagar para ingresar con el coche y otra en la parte de atrás para caminantes y ciclistas. Esta es la que elegí. La más cercana al estanque. Cómo llegue aquí, no lo sabía, pero cuando conduje, me distraje. Tarde o temprano, siempre terminaba donde quería estar. A veces, terminaba en el garaje de Fairfax para pasar el tiempo con mi coche. Otras veces, acababa en la casa de Madoc para alguna fiesta. Y un par de veces me había encontrado a mí mismo en la casa de una chica. ¿Pero esta noche? ¿El parque? ¿El estanque? Los vellos de mis brazos se erizaron, y sentí el ácido quemando un camino hasta mi garganta. Quería estar aquí tanto como ver a mi padre mañana. Pero entré de todos modos. Caminé a través de la puerta en el medio de la noche. Y hasta las rocas sobre la laguna que no había visto en años. El estanque era artificial, y el área estaba acentuada con rocas sedimentarias, los riscos lo rodean, así como los escalones que conducen a él. Un camino hecho de la misma roca se alejaba del estanque hacia la arboleda donde podías caminar hasta un mirador sobre el río. Era privado, pintoresco y especial para Tate y yo. Habíamos venido aquí para ir de picnic, a la boda de un vecino, y simplemente para pasar el tiempo juntos a la medianoche cuando nos gustaba salir a hurtadillas de nuestras casas. La última vez que estuve aquí fue la última vez que lloré. —¿Tate? Ven aquí, cariño —la llama el señor Brandt y mi corazón martillea en mi pecho. No puedo esperar para verla. Para sostenerla. Y decirle lo que debería haberle dicho antes. Que la amo. Mi estómago se retuerce y gruñe de hambre y miro mis manos,

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suciedad en los pliegues. Desearía haberme limpiado antes de venir a buscarla, pero sé que a Tate no le importará. Bajando los escalones de piedra, la veo tumbarse en la manta, apoyándose en sus manos con los tobillos cruzados. Ella es tan hermosa. Y está sonriendo. Jax pasa rápidamente por mi mente y siento mis músculos tensarse con urgencia. Tengo que contárselo a alguien. Pero primero, necesito a Tate. Empiezo a caminar hacia ella, pero luego veo a mi madre, me agacho detrás del peñasco. Enfado y disgusto me invaden. ¿Por qué está ella aquí? No quiero verla. La había llamado durante el verano. Había tratado de obtener su ayuda, pero me había dejado allí. ¿Por qué mi madre está aquí con ellos? Trato de poner mi respiración bajo control, pero siento mi garganta apretarse como si quisiera llorar. Tate es mi familia. Mi familia real. Mi madre alcohólica no tiene derecho de estar aquí divirtiéndose con ellos. —No puedo esperar para que Jared regrese —oigo la sonrisa de Tate en su voz, y me tapo la boca para ahogar el llanto arrastrándose hasta mi pecho. Quiero ir hacia ella, pero no puedo hacer un movimiento con todos a su alrededor. No quiero ver a mi mamá y no quiero que el señor Brandt me vea así. Sucio y magullado. Solo quiero agarrar la mano de Tate y correr. —Puedes mostrarle los movimientos de karate que tú y Will aprendieron este verano —dice el señor Brandt y dejo de respirar. El sollozo atrapado se convierte en un fuego en mi vientre. ¿Will? ¿Geary? Mis ojos se desplazan de izquierda a derecha como si estuviera buscando una explicación, pero no puedo encontrar una. ¿Ella todavía lo veía? —Bien, es agradable que tengas a alguien para pasar el rato mientras Jared no está. —Mi madre destapa un refresco—. Creo que la distancia es algo bueno. Ustedes dos se estaban volviendo bastante cercanos. Mi madre sonríe a Tate y da un empujón a su pierna. Tate mira hacia otro lado, vergüenza en sus ojos. —Asqueroso. Solo somos amigos. —Ella arruga la nariz, y mi respiración se atrapa.

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Me escondo completamente detrás del peñasco, echándome hacia atrás y dejando caer mi cabeza. No ahora. ¡No me hagas esto ahora! Sacudo mi cabeza de lado a lado, arrastrando la suciedad de mis manos con el sudor de mis palmas mientras aprieto los puños. —Eres una buena chica, Tate —oigo a mi madre decir—. No soy buena con los niños, supongo. —Las niñas son difíciles, también, Katherine. —El padre de Tate se mete en la conversación, y lo oigo desempacar sus suministros de picnic—. Jared es un buen chico. Van a descubrirlo. —Debería haber tenido una niña —responde ella, y sujeto fuertemente mis manos sobre mis oídos. Demasiadas voces. Mi cabeza se siente como si estuviera en una presa, y no puedo liberarme. Mis ojos arden, y quiero gritar. Parpadeo y miro alrededor la limpia, resplandeciente agua. No he puesto un pie en este parque en más de tres años. Cuando tenía catorce años, estaba seguro de que este sería el lugar donde besaría a Tate por primera vez. Pero luego simplemente se convirtió en un recordatorio de lo que había perdido. O lo que pensé que había perdido. El último día que vine aquí, había llegado a un punto donde no podía estar decepcionado ya. No podía escuchar a nadie más diciendo que no me querían. Así que hice oídos sordos. Completa e inmediatamente. Eso es la cosa sobre cambiar. Puede ser gradual. Lento y casi imperceptible. O puede ser repentino, y ni siquiera sabes cómo podrías haber sido de otra manera. Convertirse en indiferente no es una intersección en tu cerebro donde tienes la opción de girar a la izquierda o a la derecha. Es llegar a un callejón sin salida, y solo sigues adelante, al precipicio, incapaz de detener lo inevitable, porque la verdad es que simplemente no quieres. Hay libertad en la caída. —Jared —dijo una vacilante voz detrás de mí. Mis hombros se enderezaron, y me di la vuelta. Oh, ¿qué demonios?

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—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté a mi madre. Y luego recuerdo que su coche había estado en el garaje cuando volví de la carrera a casa. Había pensado que ella se había ido durante el fin de semana como siempre. Ella se abrazaba a sí misma contra el frío de la noche, vestida con sus jeans y chaqueta de punto de manga larga. Su cabello color chocolate, el mismo tono que el mío, colgaba suelto sobre sus hombros, y llevaba botas marrones hasta las rodillas. Desde que se mantenía sobria, tenía un aspecto agradable todo el tiempo, y por mucho que me cabreaba, me alegraba ser la viva imagen de ella. No creo que pueda mirar los ojos de mi padre en el espejo todos los días. Afortunado Jax. —La puerta principal estaba abierta. —Ella se acercó más, lentamente, con sus ojos en los míos buscando escrutarme de alguna manera—. He oído lo que pasó con Tate. No va a suceder. —¿Cómo demonios sabias que estaría aquí? Su pequeña sonrisa me desconcertó. —Tengo mis métodos —murmuró. Me pregunté de qué se trataba, además, porque mi madre no era tan inteligente. Se sentó a mi lado, nuestras piernas colgaban del pequeño acantilado con una caída de casi dos metros al estanque. —No has estado aquí en años. —Ella actuaba como si me conociera. —¿Cómo lo sabes? —Sé mucho más de lo que piensas —dijo, mirando hacia el estanque—. Sé que estás metido en un lío ahora. —Oh, vamos. No empieces a actuar como una madre ahora. Me impulsé del suelo y me levanté. —Jared, no. —Mi madre se levantó y me enfrentó—. Si alguna vez pido algo de ti, es que me escuches ahora. Por favor. —Su tono me confundió. Era inestable e inusualmente serio. Mordí el interior de mi mejilla y metí mis puños en el bolsillo de mi sudadera con capucha. —El año pasado, antes de tu arresto —comenzó—. Y después de que regresé del Centro Haywood, te pedí que eligieras una cosa, una idea, que

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podías enfocarte en el día a día. Algo que amabas o algo que te mantenía centrado. Nunca me dijiste que era, pero luego te escabulliste para ese entonces y conseguiste otro tatuaje. —Ella sacudió la barbilla hacia mí—. La linterna. En tu bíceps. ¿Por qué la conseguiste? —No lo sé —mentí. —Sí, lo haces. ¿Por qué? —me presionó ella. —Me gustaba como lucía —grité, exasperado—. Vamos, ¿qué es esto? Jesus, ¿qué demonios? Tate. La linterna. Asocié los dos, y cuando ella se había ido, la necesitaba. ¿Por qué una linterna? No lo sé. —En tu onceavo cumpleaños, me emborraché. —Sus palabras salieron tranquilas y lentas—. ¿Lo recuerdas? Olvidé la cena que se supondría que tendríamos con los Brandts, por qué estaba fuera con mis amigos. No había muchos cumpleaños que me hayan sentado bien, así que no, no lo recordaba. —Olvidé que era tu cumpleaños —continuó ella mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Incluso no tenía un pastel para ti. Gran maldita sorpresa. Pero no hablé. Solo escuché, para ver dónde ella iba con esto. —De todos modos, llegué a casa alrededor de las diez, y estabas sentado en el sofá esperándome. Habías estado ahí toda la noche. No irías a la cena sin mí. Yo. En la oscuridad. Solo. Enojado. Hambriento. —Mamá, para. No quiero… —Tengo que hacerlo —interrumpió, llorando—. Por favor. Estabas triste al principio, lo recuerdo, pero luego cambiaste de actitud. Me dijiste que era embarazosa y que otros chicos tenían mejores padres. Te grité y te envié a tu habitación. Madman lloriqueaba en mi puerta. La lluvia golpeaba las ventanas. —No recuerdo. —Desearía que eso fuera verdad, Jared. Pero desafortunadamente, ese tatuaje proviene de ese recuerdo. —Ella había parado de llorar, pero las lágrimas seguían en sus mejillas—. Unos diez minutos más tarde, fui a tu habitación. No quería enfrentarte, pero sabía que tenías razón, y tenía que pedir disculpas. Abrí tu puerta, y estabas inclinado hacia fuera en tu ventana

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abierta, riendo. Hizo una pausa, perdida en sus pensamientos mientras miraba fijamente a la nada. —Tate —finalmente dijo—. Estaba junto a sus puertas francesas abiertas. Su habitación estaba a oscuras, excepto por una lámpara de una linterna japonesa que tú y su padre habían hecho para ella como un regalo de cumpleaños adelantado. —Mi madre lanzó una pequeña sonrisa—. Ella tenía Fight For Your Right de Beastie Boys a todo volumen y estaba bailando toda alocada, alocada solo para ti. Ella resplandecía como una pequeña estrella saltando alrededor de su habitación con su camisón. —Mamá alzó sus ojos y me miró—. Ella estaba tratando de animarte. Tan pronto como había visto a Tate junto a sus puertas esa noche, no me sentía más una mierda. Olvidé a mi mamá. Olvidé mi cumpleaños. Tate se convirtió más en un hogar para mí que mi propia sangre. Y nunca quise estar donde ella no estuviera. —Jared, soy una mala madre. —Ella tragó con dificultad, intentando obviamente contener las lágrimas. Miré hacia un lado, incapaz de mirarla a los ojos. —Sobreviví, mamá. —Lo hiciste… de alguna manera. Estoy orgulloso de ti. Eres fuerte y no eres un adepto. Sé que te enviaré en el mundo de un sobreviviente. —Su suave voz se volvió firme y seria—. No quisiera ningún otro hijo. Pero, Jared, no eres feliz. El aire a mí alrededor se volvió tenso, empujándome desde todos los lados, y no sabía a dónde dirigirme para salir. —¿Quién es feliz? ¿Tú lo eres? —dije con dureza. —Jared, tenía diecisiete cuando quedé embarazada de ti. —Cruzó sus brazos y se abrazó a sí misma, más como escondiéndose de algo que calentándose—. Tengo solo treinta y seis ahora. Las personas con las que me gradué, algunas de ellas, apenas están empezando sus familias. Era muy joven. No tenía apoyo. No tuve la oportunidad de vivir antes de tener mi mundo al revés… —Sí, lo entiendo, está bien —la interrumpí—. Voy a dejar de molestarte para Junio. —Eso no es a lo que me refería. —Se acercó más, su voz áspera y levantando su mano como si fuera a parar mis pensamientos—. Tú fuiste el regalo, Jared. La luz. Tu padre fue el infierno. Pensé que lo amaba. Era fuerte, confiado y arrogante. Lo idolatré… —Su voz se desvaneció, y juro que pude

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oír su corazón rompiéndose cuando su mirada se posó en el suelo. No quería escuchar nada sobre ese imbécil, pero sabía que ella necesitaba hablar. Y por alguna razón quise permitírselo. —Lo idolatré durante un mes —continúo ella—. El tiempo suficiente para quedar embarazada y atascada con él. —Y luego me miró de nuevo—. Pero era joven e inmadura. Pensaba que lo sabía todo. Beber fue mi escape y te abandoné. Nunca mereciste eso. Cuando vi a Tate tratando de hacerte feliz esa noche, se lo permití. A la mañana siguiente no estabas en tu habitación. Cuando miré por tu ventana, podía verlos a los dos tendidos en su cama, simplemente durmiendo. Así que lo dejé pasar. Por años, supe que tú a escondidas ibas allí para dormir y lo dejé pasar, porque ella te hizo feliz cuando yo fallé. Lo más verdadero, lo más puro, más perfecto en mí mundo, y yo había arrojado pila sobre pila de mierda encima de ella durante años. La comprensión se abrió camino en mi cabeza, y sentí como si diera un puñetazo con mi puño a través de una maldita pared. —Jesucristo. —Pasé mis manos por mi cabello, apretando mis ojos cerrados mientras susurré a mí mismo—. He sido tan horrible con ella. Mi madre, al igual que el Sr. Brandt, probablemente no sabían nada de lo que le había hecho pasar a Tate, pero ella sabía que no éramos más amigos. —Cariño —dice—. Has sido horrible con todo el mundo. Algunos de nosotros se lo merecían, otros no. Pero Tate te ama. Ella es tu mejor amiga. Te perdonará. ¿Lo hará? —La amo. —Fue la cosa más honesta que le había contado a mi madre en un largo tiempo. Mi padre podía besar su culo, y mi madre y yo lo superaríamos, para bien o para mal. ¿Pero Tate? La necesitaba. —Sé que la amas. Y te amo —dijo mientras estiraba el brazo y tocaba mi mejilla—. No vas a dejar que tu padre o yo tomemos algo más de ti, ¿lo entiendes? —Mis ojos ardían por las lágrimas, y no podía contenerlas. —¿Cómo sé que no voy a ser como él? —susurré. Mi madre estaba en silencio mientras me estudiaba, y luego sus ojos se estrecharon. —Dile la verdad —dijo—. Confía en ella con todo, especialmente tu corazón. Haz eso, y ya no serás como tu padre.

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Treinta E

l ayer dura para siempre. El mañana nunca llega.

Miré hacia abajo a la hoja en blanco de papel de la impresora, las palabras de mi tatuaje devolviéndome la mirada. Ahora sabía lo que significaban. Era un enorme, jodido idiota. Eso era seguro. No solo me había dejado atar por la mierda que mi padre repartía, pero de buena gana me dejé controlar por mi odio, erróneamente pensando que me hacía más fuerte. Inclinándome, coloqué el papel en mi muslo garabateando otra línea. Hasta ti. Sintiendo el peso de mis hombros levantarse, clavé el papel en el árbol entre nuestras casas y cogí el resto de las cosas del suelo. Retrocediendo, miré el gran arce, no solo brillaba con las hojas rojas y doradas que aún no habían caído, sino con los cientos de luces blancas y varias linternas que había colgado. Hoy era su cumpleaños, y lo único que podía pensar era en como ella iluminó mi día cuando tenía once años. Quería devolver el favor y demostrarle que lo recordaba. Suponiendo que ella había salido con K.C., pasé el rato en su dormitorio, apoyándome en los carriles fuera de sus puertas francesas abiertas y me quedé mirando la carpeta que había colocado en su cama. La carpeta con todas las pruebas de lo que mi padre me había hecho. Ella ya las había visto, por supuesto, cuando curioseaba en mi habitación. Pero ella no lo había oído de mí todavía. Una puerta se cerró abajo, y mi espalda se enderezó. Respiré deliberadamente, lento y tranquilo, pero mi cuerpo se calentó y mi corazón se aceleró. Jesús. Estaba jodidamente nervioso.

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¿Lo que le diga será lo suficientemente bueno? ¿Entenderá? Tate se acercó lentamente a su habitación, e inmediatamente me apoderé de los rieles detrás de mí para evitar apresurarme hacia ella. Sus cejas se juntaron ligeramente mientras me miraba con una mezcla de curiosidad y preocupación. Su cabello caía suelto, y llevaba vaqueros oscuros y desgastados, y una blusa de manga corta de color negro. Demasiada ropa, pero me gustaba eso de Tate. Ella nunca revelaba demasiado y me recordó a un regalo que no podía esperar a desenvolver. Se veía sexy como el infierno, y yo tenía un tiempo difícil al intentar alejar mi mente de la cama en la habitación. Hice un gesto a la carpeta en la cama. —¿Eso es lo que estabas buscando en mi habitación anoche? Ella mantuvo su cabeza a mi nivel, pero su mirada estaba hacia abajo, y una sombra de rosa cubrió sus mejillas. Vamos, Tate. No seas cobarde. En realidad me agradó que ella me hubiera espiado. Le importaba. —Adelante. —Asentí hacia la carpeta—. Echa un vistazo. Probablemente no había conseguido mucho tiempo para verlos la otra noche. Su mirada se dirigió hacia la mía por un segundo, y se veía como si estuviera considerando si debía satisfacer su curiosidad. Pero ella tomó la oferta. Lentamente, abrió la carpeta y le echó un vistazo a las fotos. Sus manos temblaban mientras ella cogió una y la miró, casi sin respirar. —Jared —gimió, levantando la mano a la boca—. ¿Qué es esto? ¿Qué te pasó? Dejé caer mis ojos al suelo y pasé una mano por mi cabello. Esto era más difícil de lo que había pensado que sería. Confía en ella con todo, especialmente el corazón. —Mi padre. —Dejé escapar un largo suspiro, tranquilo—. Él me hizo eso. Y a mi hermano. Sus ojos se abrieron con sorpresa, y su boca se abrió un poco. Tate no sabía que tenía un hermano. A menos que su padre le hubiera dicho, y él nunca decía nada que no fuera necesario. —El verano antes de primer año, estaba muy entusiasmando por pasar todo mi verano saliendo contigo, pero como recuerdas, mi padre llamó de

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la nada y quería verme. Así que me fui. No lo había visto en más de diez años, y quería conocerlo. Se sentó en la cama, escuchando. —Cuando llegué allí —continué—. Me enteré de que mi padre tenía otro hijo. Un niño de otra relación. Su nombre es Jaxon, y es solo un año más joven que yo. Jax destelló en mi mente, doce años y escuálido. Había tenido suciedad en su cara y su cabello oscuro era corto entonces. —Sigue —susurró, y solté el aliento que había estado conteniendo. Y le conté toda la maldita historia. Acerca de la forma en que mi padre nos utilizaba para hacer dinero para él, la venta de drogas, el irrumpir en las casas, la repartición de mierda. De cómo lastimaba a Jax y luego comenzó a hacerme daño cuando me negué a hacer el trabajo sucio. De la forma en que fuimos víctimas de los maleantes que pasaban el rato en la casa, y le dejé ver las cicatrices en mi espalda que mi padre me había dado con una hebilla de cinturón. También le dije cómo mi padre nos odiaba y mi madre nos abandonó, y después de la forma en que abandoné a Jax y lo dejé con mi padre cuando él se negó a salir conmigo. Los ojos de Tate estaban rojos y se llenaron con lágrimas que trataba de contener. Solté toda la enfermedad de mi cabeza y la porquería que había ennegrecido mi corazón, y quería limpiar las lágrimas que lloró por mí. A ella siempre le había importado. Ella siempre me había amado. La había tratado peor que un perro durante tres años, y todavía lloraba por mí. Sentí el dolor en mi garganta mientras la miraba, su rostro se contrajo con tristeza, y sabía que no tenía derecho a que me perdone. Pero sabía que lo haría. Tal vez eso era lo que no me había dado cuenta sobre el amor. No lo retienes o lo divides fuera cuando lo mereces. No lo puedes controlar así. Después de contarle la fea historia, me senté a su lado, esperando a que ella dijera algo. No sabía lo que estaba pensando, pera me dejó hablar y me escuchó. —¿Has visto a tu papá recientemente? —preguntó finalmente.

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Tu papá. Las palabras eran tan extrañas. Me he referido a él como mi padre solo para identificar al hombre de veintidós años de edad que se aprovechó de una chica de diecisiete años, y yo era el resultado. —Lo vi hoy —le dije—. Lo veo cada fin de semana. Lo cual era cierto. A pesar de que técnicamente no he tenido mi última visita. —¿Qué? —Sus ojos azules se agrandaron—. ¿Por qué? —Porque la vida es una perra, es por eso. —Exhalé una risa amarga. Después del golpe que le tiré la semana pasada, el juez decidió que había cumplido con mi compromiso y me dejó fuera del gancho hoy día. Vi a mi padre desde la distancia esta mañana, pero no había visto lo último de él. Lo sabía. Tate me miró, y absorbió todo lo que dije. Le hablé de los problemas después de que ella se fue a Francia, cómo la echaba de menos, cómo Jax fue golpeado por su padre adoptivo, y cómo el juez me hizo un trato. Me levanté y me dirigí de nuevo hacia las puertas francesas, dejándola sobre la cama para asimilar todo. —Así que ahí es a dónde ibas —dijo finalmente—. A la Prisión Stateville en Crest Hill. ¿Crest Hill? Debió haber visto otras cosas en mi habitación cuando estaba husmeando la noche anterior. Mi madre me había pedido que guardara los recibos de los moteles y gas para la temporada de impuestos. La mierda estaba regada por toda mi habitación. —Sí, todos los sábados —le dije con un guiño—. Hoy fue mi última visita, sin embargo. —¿Dónde está tu hermano? A salvo. —Está en Weston. Sano y salvo con una buena familia. Lo he estado viendo los domingos. Pero mi mamá y yo estamos tratando de conseguir que el estado lo deje vivir con nosotros. Ella ha estado sobria por un tiempo. Tiene casi diecisiete años, así que no es como si fuera un niño. Quería que él la conociera, y si mi madre tenía éxito con el abogado, entonces él estaría viviendo con nosotros, más temprano que tarde. Se levantó de la cama y se acercó a mí por las puertas francesas. —¿Por qué no me dijiste todo esto hace años? —preguntó—. Podría haber estado allí para ti. Desearía haberlo hecho.

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Eso era algo con lo que todavía iba a tener un tiempo duro. Tate apoyándome, o intentándolo, hizo que esta habitación se sienta diez veces más pequeña. Pequeños pasos, nena. Pasé mi mano por mi cabello y me recosté en la barandilla. —Cuando por fin llegué a casa ese verano, tú eras mi primer pensamiento. Bueno, aparte de hacer lo que pudiera para ayudar a Jax — añadí—. Tenía que verte. Mi madre podía irse al infierno. Todo lo que quería era a ti. Te amaba —le susurré la última parte, el nudo en mi estómago pesaba con arrepentimiento. Apreté mis puños, pensando en el día en que había cambiado todo. —Fui a tu casa, pero tu abuela dijo que estabas fuera. Ella trató de que me quedara. Creo que se dio cuenta de que no me veía bien. Pero corrí a buscarte, de todos modos. Después de un rato, me encontré en el estanque de peces en el parque. —Finalmente la miré—. Y ahí estabas tú... con tu papá y mi mamá, jugando a la pequeña familia. Entendí la confusión en sus ojos. Incluso ahora, sabía que era una triste serie de pequeños eventos que tomé demasiado a pecho. Estaba equivocado. —Jared… —comenzó, pero la detuve. —Tate, no hiciste nada malo. Ahora lo sé. Solo tienes que entender mi forma de pensar. Había pasado por el infierno. Estaba débil y herido por el abuso. Tenía hambre. Había sido traicionado por la gente con la que se suponía que era capaz de contar: Mi mamá que no ayudó cuando la necesitaba, mi papá que nos hirió a mi hermano desvalido y a mí. —Tomé una respiración profunda—. Y entonces te vi con nuestros padres, con el aspecto de la familia feliz y dulce. Mientras Jaxon y yo estábamos en el dolor y luchando para salir adelante cada día en una sola pieza, tú llegaste a ver a la madre que nunca tuve. Tu padre te llevaba de picnic y por un helado mientras que el mío me azotaba. Sentí como que nadie me quería y que la vida siguió adelante sin mí. A nadie le importaba. Ese día y las semanas anteriores fueron demasiado, demasiado rápido, y, de repente, yo era un niño diferente. —Tú te convertiste en un objetivo, Tate. Odiaba a mis padres, estaba preocupado por mi hermano, y estaba seguro como el infierno que no podía confiar en nadie más que en mí mismo. Cuando te odiaba, me hacía sentir mejor. Mucho mejor. La vi endurecer su mandíbula, y sabía que no era fácil para ella asimilarlo. Pero seguí adelante.

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—Incluso después de que me di cuenta de que nada había sido culpa tuya, todavía no podía dejar de tratar de odiarte. Se sentía bien, porque no podía lastimar a quien quería hacer daño. Lágrimas silenciosas caían por su rostro de nuevo, y maldita sea, no quería a Tate llorando por mí. Habíamos tenido un infierno de un montón de buen crecimiento, y quería volver a eso. —Lo siento —dije en voz baja, tomando su cara entre mis manos, esperando malditamente que no me golpee—. Sé que puedo compensar las cosas por ti. No me odies. Ella negó. —No te odio. Quiero decir... —Me frunció el ceño—. Estoy un poco molesta, pero sobre todo odio el tiempo perdido. Sí. La agarré, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura y tirando de ella hacia mí. Ella era jodidamente mía. Quería gritar y sonreír al mismo tiempo. Moldeé mi frente a la de ella, mis labios hambrientos para saborearla mientras respiraba de ella. —Dijiste que me amabas —susurró—. No me gusta que perdiéramos eso. Nada estaba perdido. La levanté, guié sus piernas alrededor de mí, y nos llevé a la cama, sintiendo el calor de su centro en mi estómago. —Nunca perdimos eso. —Mi mano estaba en su mejilla, y le hice levantar la mirada para encontrarse con la mía—. Por mucho que lo intentara, nunca podría borrarte de mi corazón. Es por eso que era un idiota y alejé a los chicos de ti. Siempre fuiste mía. —¿Tú eres mío? —preguntó, secándose las lágrimas con su pulgar. Su respiración temblorosa acarició mi rostro, y no podía aguantar más. Ligeramente besando la comisura de sus labios, le susurré: —Siempre lo he sido. Ella envolvió sus brazos alrededor de mí, y solo la abracé apretadamente. —¿Estás bien? —preguntó. —¿Lo estás tú? —le respondí, no engañándome a mí mismo ni por un segundo que los tres últimos años no habían sido un infierno para ella también.

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—Voy a estarlo. Si nos teníamos el uno al otro, íbamos a estar bien. —Te amo, Tate. Y me recosté en la cama, trayéndola conmigo, con suerte para siempre.

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Treinta y uno —J

ared, estas clavándome tu dedo. —El gemido somnoliento de Tate hace que me despierte y me toma un momento abrir los ojos.

¿Clavándole mi dedo? Compruebo mis manos, que no están ni siquiera tocándola, y luego siento el fuego y la presión en mis pantalones. Mierda. Doy la vuelta sobre mi espalda, así no estoy más contra ella y paso mis manos por mi cara. Mi polla está dura otra vez, y estoy temblando por la incomodidad y vergüenza. Esto ocurre mucho últimamente. Observo a Tate, su espalda está aún hacia mí mientras duerme, empiezo a incorporarme. —No —gruñe y se da la vuelta—. No te vayas. —Y pasa un brazo por encima de mi cintura, y me pongo rígido justo allí, con miedo de moverme. ¡Maldición, maldición, maldición! Estoy a punto de explotar y tengo que irme. Cada mañana esto sucede, y estoy muy frustrado. No me toques, Tate. Por favor. Pero se lo permito de todos modos. Me guía hacia abajo mientras acurruca su cabeza en mi cuello y vuelve a dormirse. Mis ojos se abren de golpe, parpadeando, mientras sentía la familiar sangre corriendo hacia el sur y el profundo ardor debajo de mi estómago. Me incorporé y restregué mis ojos, sacudiendo el sueño de mi cabeza. O, el recuerdo. Tate. Me siento, escaneando el cuarto oscuro. ¿Dónde está?

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Estaba en su cama. Nos quedamos dormidos después de mi confesión, y ese sueño fue la última vez que estuve aquí acostado con ella. La mañana que me fui a lo de mi padre para pasar el verano. Pero ella no estaba aquí ahora. Y no había ninguna luz desde su baño, tampoco. —Tate —la llamé pero no obtuve respuesta. El único sonido era el repiqueteo de la lluvia sobre el tejado. Levantándome, estiré mis brazos sobre mi cabeza, salí de su habitación y bajé las escaleras a oscuras. Había poca luz, pero no importaba. Podía caminar por esta casa en la oscuridad. Incluso si no fuera por el hecho de que había pasado tanto tiempo aquí en el pasado, la casa de la familia Brandt siempre parecía tener vida. El tictac del reloj de péndulo en el vestíbulo, el rechinar de las escaleras, el suave zumbido amortiguado que provenía de los conductos de ventilación. Contagiaron a cada habitación su personalidad e hicieron de este lugar un hogar. Estaba a gusto aquí. La sala y el comedor estaban vacíos al pasar por ahí, así que fui hasta la cocina y al instante vi la puerta de atrás abierta. Acercándome, observé desde adentro el jardín e inmediatamente sonreí al ver a Tate, empapada y de pie bajo la lluvia con la cabeza inclinada hacia el cielo. Mis hombros se relajaron, y cerré los ojos, todo al mismo tiempo. Debería haberlo sabido. Salí sin hacer ruido y me apoyé en la parte de atrás de la casa, bajo la marquesina. Tate siempre amó la lluvia. Cobraba vida en ella, y no había sido capaz de disfrutar de verla así en años. Una parte de mí siempre se preguntaba qué magia veía ella en las tormentas, y una parte de mí no necesitaba saberlo. Solo verla era como escuchar música en mi cabeza. Su largo, rubio cabello estaba completamente mojado, y su ropa se adhería a su cuerpo, al igual que la noche de nuestro primer beso cuando había sentido sus curvas y valles perfectamente. Permaneció allí, con las piernas ligeramente separadas y los brazos a los costados mientras lentamente se mecía de un lado a otro, casi como bailando.

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Su blusa negra, brillante con lluvia, estaba pegada a su espalda como una segunda piel, y sabía que cuando la tocara sentiría cada músculo. Mi pecho estaba agitado, y mis manos se retorcían. —¡Jared! —gritó, y parpadeo, dándome cuenta de que me había notado—. Me asustaste. —Sonrió—. Pensé que estabas dormido. Sostuvo su mano en su pecho y esperaba que yo dijera algo, pero no podía. No quería hablar más. Solo la quería a ella. Empujándome fuera de la pared, me acerqué, sin apartar mis ojos de ella mientras colocaba mis manos sobre sus caderas. La inmovilicé, hundiendo mis dedos en ella, y contemplé su cara, salvaje y encantadora. Tate nunca jugaba juegos. Nunca hubo un destello coqueto en sus ojos o una sugerencia de sus labios para que me fijara en ella. Ella me miraba ahora al igual que lo hacía antes. Como si yo fuera Navidad. Se paró de puntillas, y me quedé sin aliento cuando tocó sus labios con los míos. Probé la dulce lluvia de su boca, mi pulso recorrió mi cuerpo, ansiando más y más. Maldición. Tan bueno. Envolviendo un brazo alrededor de su cintura, sostuve su cara con la otra mano y guié sus labios mientras tomé el control. La invadí, saboreando su lengua y respiración hasta que cada pequeño apretón, mordisco y lamida fue como un rayo a través de mi cuerpo. La tormenta caía a nuestro alrededor, pero apenas lo noté. Mis manos sentían hormigueo, y en todo lugar que la tocaba me puso más caliente y más duro. Ella se estremeció, y me abrazó con más fuerza, no sabía si era la lluvia o nosotros. Pero no la liberé. Cada vez más rápido devoraba a Tate, me hundí en sus labios una y otra vez, hasta que respiraba con tanta fuerza que estaba dolorido por venirme. Tiré de su labio inferior entre mis dientes, y ella frotó sus caderas contra las mías, y estábamos perdidos. Tal vez fueron sus suaves gemidos o sus manos, agarrando mis caderas, pero sabía que no iba a parar esto. Y necesitaba estar dentro de ella aquí mismo. Ahora mismo.

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—Estás helada —dije mientras ella seguía acercándose beso tras beso. Su aliento era caliente, y sus brazos urgentes se abrazaron a mi pecho y alrededor de mi cuello. —Caliéntame —suplicó. Joooder. Me agaché y agarré su culo, tirando de ella hacia mí. Ahora. La quería aquí y ahora, pero ella empezó a besar mi cuello con sus labios y su lengua, y no podía poner mis ideas en orden. —Te amo, Jared —dijo sin aliento en mi oído, y cerré los ojos. Mi corazón se llenó tanto que dolía. —Podemos esperar. —Me atraganté, nunca en un maldito millón de años querría parar esto. Ella negó lentamente, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Levantando el dobladillo de mi camiseta negra por encima de mi cabeza, paso la punta de sus dedos por mi pecho, alrededor de mis caderas y por mi espalda. Me estremecí mientras tocaba las cicatrices de mi espalda, con la esperanza de que no pensara en mi historia. Eso no es lo que quería en su cabeza ahora mismo. Pero ella mantuvo sus ojos en los míos, y dejé escapar un suspiro, relajándome. Sus manos iban a estar en cada parte de mi cuerpo tarde o temprano. No hay ninguna razón para no acostumbrarme a eso ahora. Apreté mis dientes, y clavé mis dedos en su trasero mientras ella levantaba su ligera blusa negra sobre su cabeza y se quitaba el sujetador. Jesús, murmuré en silencio, a mí mismo. Nos quedamos allí, cara a cara, pecho desnudo contra pecho desnudo, húmedos y calientes en una noche fría de octubre y nunca quise amar a alguien tanto que me preocupaba que nunca fuera capaz de parar. Estiré el brazo lentamente y pasé el dorso de mi mano por su pecho izquierdo. Su pezón, ya duro por el aire de la noche, era una parte de ella, aparte de sus labios, que estaría en mi boca primero. Apartándole su cabello mojado detrás de sus hombros, la miré de arriba a abajo, tratando de memorizar cada centímetro. Tate era atlética, en forma y no demasiado delgada. Sus hombros y brazos tenían algo de

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músculo en ellos, pero era sutil, mientras que su piel brillaba suavemente como una pieza de porcelana. Ella me observó beberla con mis ojos, permitiéndome mirarla. Chica atrevida. A ella le gustó y nunca intentó ocultarlo o desviar la mirada. La atraje hacia mí otra vez, me hundí en su boca, succionando y mordiendo su labio inferior, obligándome a ir más lento. Empujó su cuerpo contra el mío, mi pecho en llamas con sus pechos frotándose contra mí. De repente me doy cuenta de sus manos dejando mi cuerpo, pero no retrocedo hasta que su boca deja la mía, también. Y entonces la veo quitándose sus vaqueros. Maldita sea. Parte de mí quería desnudarla yo mismo, pero a la mierda. No quería perderme nada, así que mantuve mis manos fuera de ella hasta que estuvo casi desnuda frente a mí. Tate. En solo su ropa interior. Empapada por la lluvia. Nunca en mi vida nada había sido más caliente. La levanté por la parte de atrás de sus muslos, envolví mi brazo alrededor de su esbelta, suave espalda y la llevé a la tumbona al otro lado del patio. Tenía un dosel, recordé, y no había manera en el infierno de que fuéramos adentro ahora. Bajo la lluvia, en la amada tormenta de Tate, es donde íbamos a hacer el amor por primera vez. La acosté, vi que llevaba ropa interior de encaje de color rosa. Gracias a Dios que no son de color negro. Sonreí para mis adentros. Prefería negro, pero me gustó que Tate me sorprendiera. Mi chica buena en color rosa. Una buena chica que era mala solo para mí. Inclinándome, tomé su pecho en mi boca y me estremecí con el placer de saborear su suave, firme piel. Bajé mi mano, y la usé para explorar tanto de ella como podía alcanzar. Hasta sus suaves muslos y sobre sus caderas y el estómago, volviéndome más condenadamente abultado en mis pantalones cada vez que ella se arqueó y se retorcía debajo de mí. —Jared… —suplicó—. Jared, por favor. Oh, Jesús.

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—Ten paciencia —murmuré suavemente mientras seguía besando su estómago—. Si sigues pidiéndomelo vas a hacerme perder el control. Necesitaba tener mi cuerpo bajo control. Tomé algunas respiraciones profundas y me calmé de una maldita vez. Quería descubrir cada cosa. Más de lo que necesitaba venirme, necesitaba sentir su cuerpo temblar bajo el mío. Necesitaba ver su rostro perdido cuando se viniera conmigo dentro de ella. Saqué sus bragas y dejándolas caer en el suelo, me puse de pie y calado hasta los huesos de mi chica que me miraba con fuego en sus ojos. Tomé mi billetera por un condón, me quité el resto de mi ropa, estremeciéndome cuando mi dolorida erección saltó libre, y descendí lentamente entre sus piernas. Escalofríos se propagaron por mi piel al sentir su calor en mi polla. Ella envolvió sus manos alrededor de la parte de atrás de mi cuello, y bajé la mirada hacia ella, esperando que estuviera lista. Esperando que ella no lamentara esto. Sabía que no te quería. La voz de mi padre hizo eco en algún lugar en mi cabeza y dudé. Pero Tate me miró y pasó una mano por mi cara, haciendo que me derrita con su toque. Cerré mis ojos. Felicidad, paraíso, euforia, no tenía ni idea de en qué estado me encontraba, pero era nuevo, y era verdadero. Que te jodan, papá. Rasgando el condón de su empaque, me lo pongo y empujó a mi condenado padre a un millón de millas de distancia de mí. —Te amo —susurro, y levantando su rodilla, me deslizo dentro de ella. —Ahhh… —Su cuerpo se estremeció, y ella jadeó, duro y rápido. Me quedé quieto, sintiendo una oleada de calor extenderse sobre mi cuerpo. Tate. Ella realmente era virgen. Mi cabeza me daba vueltas con la idea de causarle dolor, pero joder si no me encendía también. Ella era mía ahora. No se movió más, y me impulsé sobre mis manos para mirarla. Sus palmas estaban apoyadas en mi pecho y gotas de lluvia brillaban en sus pechos mientras la veía respirar despacio.

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Sus ojos se entrecerraron un poco mientras soportaba el dolor, pero no gritó. Estaba palpitando con tanta fuerza. Necesitaba estar dentro de ella, pero sin duda daría esto por Tate y no iba a tomarla. La quería regresando por segundas, terceras, y para siempre. —¿Estás bien? —le pregunté en voz baja, esperando como el infierno que ella no estuviera reconsiderándolo y pensando en apartarse de mí. —Estoy bien. —Exhaló y asintió—. No te detengas solo hazlo lentamente. Y no necesité que me lo dijeran dos veces. Poco a poco, y con mis nervios calentando cada centímetro que tomé, me hundí en su hermoso cuerpo hasta que estaba enterrado. Maldito paraíso. Dejé escapar un suspiro, muriendo y volviendo a la vida de nuevo en su apretado y húmedo calor. Ella tembló, y su respiración se volvió superficial durante unos segundos, pero supe cuando el dolor se había ido. —Mierda. —Mis músculos se tensaron, y cerré los ojos, sintiéndola suave y caliente desde el interior—. Te sientes tan bien. Perfecta. Me contuve, cerniéndome sobre ella, sacando y luego hundiéndome de nuevo, una y otra vez. Mi cuerpo gritaba, ansiaba, y gimió por más. Después de un minuto o dos, me agarró de la cintura y comenzó a guiar su cuerpo en un ritmo con el mío. Sus caderas se movían en pequeños círculos, y no podía apartar los ojos de ella. Estaba bailando. Acostada y moviéndose como un dulce sueño, arqueando su cuerpo y deslizándolo contra el mío. Ella se acercó y tomó mi cara entre sus manos, tirando de mí hacia sus labios. Jesús Cristo. El sabor de ella, el maldito sabor de ella, estaba en todas partes. La lluvia y el sudor en sus labios, su calor en mi polla… en todas partes. Tate mordió mis labios mientras se movió contra mí como si no pudiera acercarse lo suficiente. Apreté mis ojos cerrados y ataqué su boca como si fuera un maldito banquete. Diablos, sí. Retrocediendo, ella respira entrecortadamente contra mis labios. —Te siento en todas partes —me provoca y gimo. —No digas eso, nena. O terminaré demasiado rápido.

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Frente a frente, miré su húmedo, caliente cuerpo follándome mientras la follo a ella y ni siquiera podía recordar más el sonido de la voz de mi padre Tomé su dulce pecho en mi boca, chupando el pezón duro, y sentí su cuerpo temblar bajo el mío mientras nuestras caderas se reúnen una y otra vez. Me hundí en ella, y gimió. Más rápido. Más duro. Más. Y otra vez. Contuvo su respiración y luego se detuvo por completo. Levanté la vista y vi sus cejas apretadas juntas, y su boca no tomaba aire. Sus orbes de tormentas llenas fueron la mezcla dulce de placer y dolor atrapada en el más perfecto, crudo momento que había visto en mi vida. Ella se iba a venir. Después de un segundo o dos, dejó escapar un largo y dulce gemido, y cerró los ojos por completo. Sentí su cuerpo apretándose y aflojándose, dejándome listo para venirme, también. La besé suavemente, pero no lo devolvió. Sus ojos aún estaban cerrados con fuerza, y tembló. Todavía se estaba viniéndose. Después de unos cuantos empujes más, exploté meciéndome dentro de ella con escalofríos de placer entre mis piernas y propagándose a través de mis muslos y estómago. Respiré con dificultad, mi cabeza se aclaró y mi pecho explotó con calor. Jesús Cristo. Contuve el aliento después de respirar, moviéndome dentro de ella un par de veces más. Más. Solo quería arrancarme el condón, deslizarme en otro, e ir de nuevo. Maldición. No pude evitar estallar en una sonrisa mientras la besaba y pensaba en la ironía. Solía mantenerla hasta tarde viendo películas de terror, y después de todo este tiempo, nada había cambiado realmente. Su culo todavía no estaba conciliando el sueño esta noche.

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Treinta y dos D

ejé nuestra ropa mojada en la cocina y regresé con dos toallas grises de su baño. Envolví una alrededor de mi cintura y la cubrí con la otra mientras me acostaba en la tumbona.

—¿No vamos a ir adentro? —Ella apretó la toalla contra su pecho, asegurándose de que las partes importantes estuvieran cubiertas. —¿Tienes frío? —pregunté con picardía mientras metía mi cabeza en su cuello y descansaba mi mano entre sus piernas—. Todo es parte de mi plan para calentarte otra vez. Envolviendo sus dedos alrededor de mi mano, ella no estaba realmente tratando de alejarme. —Para —rogó patéticamente. —¿Tratas de decirme que no? —me burlé y deslicé un dedo dentro de ella. Jadeó, y su cuerpo se sacudió ligeramente. Ya no trataba de detenerme, ahora sus manos alcanzaron mi mano empujándola fuerte dentro de ella. Sus labios rozaron mi pecho. —Siempre te quise, Jared. Incluso cuando tenía doce, quería que me besaras. Maldición debería haber sido yo quien le diera su primer beso. Y sus únicos besos. —Gracias por lo que me diste esta noche —gemí por lo mojada que estaba, y me puse duro. —Desearía haber sido tu primera. Has estado con muchas chicas, ¿cierto? —Su voz tenía un deje de tristeza, y evité sus ojos. Sí, definitivamente no quería hablar de eso. —Más de las que debería. —Me quedé con la respuesta fácil. ¿Sus nombres? Desaparecidos. ¿Sus caras? Olvidadas. Amaba a Tate, y nada era mejor que hacer el amor con alguien que realmente amabas. Me acerqué para besarla, pero se alejó y me dio una mirada dura.

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—Necesito saber, Jared —insistió suavemente. —¿Necesitas saber qué? —Me encogí de hombros, pero el temor se deslizó en mi pecho de todas formas. ¿Qué estaba haciendo? Incorporándose, sujetó la toalla con fuerza contra su cuerpo. —Estoy asumiendo que la mayoría de tus ex novias van a nuestra escuela, ¿cierto? Quiero saber quiénes son. —Asintió, con los ojos bien abiertos, como si se suponía que esperara esto o algo. —Tate. —Froté su pierna—. Ellas no eran mis novias, no tengo novias. Su cara se contorsionó en una mezcla de sorpresa, confusión y todo un infierno de enojo, apreté mis dientes y cerré los ojos. Idiota. —¿Qué? —gritó, y me estremecí—. ¿Entonces qué soy yo? Síp, soy un gran idiota. Antes de que pudiera hacer un control de daños, Tate se bajó de la tumbona, caminó por el patio y atravesó la puerta, apretando la toalla contra ella. —¡Tate! —¡Maldición! Fui tras ella e irrumpí a través de la puerta abierta. —Nena, eso no fue lo que quise decir. —Me acerqué rápidamente cuando la vi parada en la cocina con sus brazos cruzados sobre el pecho. —No me llames, nena. Si no soy tu novia, definitivamente no soy "nena". Me pasé las manos por la cara. —Novia no es suficiente para describirte, Tate. Ese término no es suficiente. Tú no eres mi novia, mi chica o mi mujer. Tú eres. Solo. Mía. — Enfaticé cada sílaba, así malditamente me entendería—. Y yo soy tuyo — añadí, un poco más calmado. Ella respiró, calmándose. —Jared tienes que decirme quienes. Dejé salir una risa amarga. —¿Por qué? ¿Para que puedas enojarte cada vez que veas a una de ellas? —Soy más madura que eso —gruñó—. Dame un poco de crédito. Esto no es acerca de ellas. Es acerca de ti madurando. ¿Qué mierda?

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—¡Te dije todo sobre mi maldito pasado! —Alcé mis brazos—. ¿Qué más quieres? —¡Quiero saberlo todo! No quiero caminar por los pasillos y sin saberlo mirar a cinco chicas que has follado —gritó, sus ojos mostraban ira. —¡Nada de eso importa! —Apreté la toalla alrededor de mi cintura y miré a la isla de la cocina que nos separaba—. Solo te hago el amor a ti. A ti. Y siempre será a ti. Es decir, ¿qué demonios quería, de todos modos? No podía volver y cambiar todo lo que había hecho, y no tenía sentido revivir esa mierda. Ella era mi futuro, y no quería que supiera toda la mierda que hice. ¿Estaría obsesionado con los chicos que la tocaron? ¡Sí, maldición! Y es por eso que no pregunté. —No me gusta estar en la oscuridad, Jared. —Cruzó los brazos sobre su pecho, empujando sus pechos más cerca del borde de la toalla—. Tengo mucho que preguntar, sabiendo que comparto la escuela con ellas. Quiero saber quién, dónde y qué has hecho. Tú lo tienes fácil. Sabes que solo has sido tú para mí. Ellas no tienen que mirarme con una sonrisa engreída sabiendo que han tenido lo que es mío. Y quiero saber todo sobre K.C. también —agregó. Así que es acerca de eso. Y jódeme, pero no pude evitar sonreír. —Estás celosa. ¿Ella piensa que noté a K.C. así? ¿O que siquiera miré a las otras chicas como la miro a ella? Era siempre su cara. Desde que tenía diez años, solo la miré a ella. Ella levantó la barbilla, mirándome resuelta como si estuviera a punto de ser enviado a mi cuarto por portarme mal. —Vete. Y no regreses hasta que hayas madurado —dijo calmada. Se dio la vuelta, su cabello mojado cayendo sobre su espalda, y caminó hacia las escaleras ¿Irme? Había por lo menos diez cosas diferentes que todavía quería hacerle esta noche, ¿y quería que me fuera? Furia quemó mi estómago, haciendo mi sangre hervir, estaba listo para una maldita pelea. Ya le había dicho todo sobre mi hermano, mi padre y toda mi estúpida triste historia. Le dije sobre mierda que no quería hablar, porque la amaba y quería que ella lo supiera todo para que pudiera confiar en mí.

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Pero me estaba echando esta noche. Agarrándola por el brazo, la empujé contra mí, levantándola sobre sus pies y cargándola de regreso a la cocina. Trataba de sacudirse para soltarse. —Déjame ir. Poniéndola en el suelo frente a mí, me apoyé contra la mesa de la cocina y me cerní sobre ella. —He estado jugando contigo por tres años, Tatum. No escaparás otra vez. Sus ojos se afilaron, y tomó una respiración enojada. —¿Tatum? —preguntó en mi cara. Ella sabía que solo la llamaba “Tatum” cuando estaba tratando de ser condescendiente. Como los padres llamándote por tu nombre completo cuando están enojados. Pero no estaba enojado o trataba de ser condescendiente. En realidad, estaba tratando que su enojo disminuyera. Y me gustara o no, mi polla se ponía más dura cuanto más nos enfrentáramos. Era como electricidad disparándose a mi ingle, viendo a Tate ponerse furiosa. Maldición. Era tan hermosa. Sus ojos estaban afilados, y respiraba agitada por la boca. Lucía furiosa y caliente, y no sabía si iba a golpearme o follarme. Solo sabía que las dos serían violentas. Inclinándome lo suficientemente cerca para besarla, levanté mi mano derecha y pasé mis dedos hacia abajo por su rostro. Su aliento chocó contra mis labios mientras le susurraba. —¿Quieres saberlo todo? Entonces déjame mostrarte. Date vuelta e inclínate. Sus ojos se agrandaron como planetas. —¿Qu… qué? —tartamudeó sin aliento. Me encontré con su mirada, sintiendo la intensidad y la urgencia de entender. —¿No estás asustada, no? —Y los lados de mi boca se torcieron cuando negó—. Vamos, Tate. Confía en mí. Quieres saberlo todo, ¿no? Su cara tenía una mirada férrea y sus ojos fueron de un lado a otro.

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Se dio vuelta despacio, y el alivio me inundó. Su espalda estaba hacia mí, y se paró ahí esperando por lo que probablemente pensó que sería una retorcida violación de su cuerpo. Pero sabía que me amaba. Ya no me conocía. No en realidad. Por lo que ella sabía, podría tener un hijo en algún lugar, y quizás estuviese vendiendo drogas los fines de semana en lugar de visitar a mi padre y hermano. Estaba tomando un salto de fe porque le importaba. Alcanzando el frente de ella, deslicé la toalla, su única ropa, fuera de su adorable cuerpo y la dejé caer al suelo. Retrocedí un poco para observarla. No era parte del plan, pero no pude evitarlo. Tan valiente como siempre, Tate se quedó allí, no trataba de cubrirse y estaba lista para tomar cualquier mierda que probablemente pensaba que tenía bajo mi manga. Pero todavía estaba nerviosa. Su respiración era poco profunda y su cuerpo estaba rígido. Acercándome a ella con mi pecho frotándose contra su espalda, envolví mis dedos alrededor de sus muñecas y puse sus brazos sobre su pecho. Mis brazos cruzaron su pecho también, y sostuve su frágil, pequeña figura, amando lo fácil que encaja. Ella siempre encaja. —¿Confías en mí? —pregunté otra vez. —Sí. —Su voz fue tan baja. Ella ya no estaba segura. Todavía sosteniéndola. Separé sus brazos de su cuerpo y le susurré al oído: —Recuéstate sobre la mesa entonces. Su respiración fue entrecortada, y casi sonó como si dejó salir una pequeña risa. Ella podría estar ansiosa o asustada, pero estaba haciéndolo de todas formas. Su vientre, seguido por sus pechos y luego su cabeza, se recostó boca abajo en su oscura y dura mesa de la cocina, guíe sus brazos para que estuvieran separados a los lados. El calor corrió hacia mi entrepierna, mi cuerpo se crispó con la necesidad de estar dentro de ella. Ahora. Y no despacio, tampoco. Tenía malditos problemas. Detente un poco maldita sea, hombre. Esto era sobre Tate. Me incliné sobre ella, presionándome por detrás mientras mis manos recorrían su espalda lisa y a través de sus hombros.

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Acaricié lentamente la parte de atrás de su cuello y amasé los lados de su torso, sintiéndola estremecer y relajarse bajo mi toque. Agachándome, tomé la suave piel de su cintura en mi boca y arrastré besos por su caja torácica. Arqueó su espalda, gimiendo, mientras pasaba mi lengua sobre su espalda y luego hundí mis dientes suavemente en su hombro. Su cuerpo se sentía increíble. Y amaba poder ser capaz de solo tocarla. Lo haría por horas si la sangre corriendo hacia mi polla no me estuviera doliendo tanto. Pasando una mano arriba y abajo por su espalda, deslicé mi otra mano entre sus piernas hacia su calor. Ella inmediatamente se quejó con un suspiro y luego un gemido. Pase mis dedos por todo su calor, girando y acariciando, pero no fui directamente al final del juego todavía. No estaba tratando de hacerla venir. No todavía. Con suaves movimientos de mis dedos, froté entre sus pliegues y alrededor de su clítoris, sintiéndola tensa pero luego se relajó. El nudo estaba duro, y ya estaba tan malditamente mojada No es que quiera tener recuerdos de Tate como una niña justo ahora, pero todavía no puedo creer que estemos aquí. Esta era la chica que solía andar en mi manubrio en la lluvia. La chica que me dejaba practicar mi puntería arrojando palomitas a su boca en un día aburrido de invierno. La única chica que alguna vez abracé. Iba a follarla sobre la mesa de la cocina donde comimos pastel de cumpleaños cuando teníamos trece. Mi pene se puso más duro de solo pensar en finalmente tenerla debajo de mí, deseándome, gimiendo mi nombre. Ella comenzó a moverse hacia mí, y casi agradecí a Dios, porque estaba listo para una probada. —Pon tu rodilla sobre la mesa nena. —Le ayudé a subir su pierna y colocó la parte interna de su muslo sobre la mesa de la cocina al mismo tiempo que dejaba su otro pie en el suelo. Fuego se extendió por debajo de mi estómago y un rayo de electricidad se disparó entre mis piernas. Dios, ella se abrió para mí, estaba abierta justo al final de la maldita mesa, y yo estaba muriendo por ella. Así que no desperdicié más tiempo y me arrodillé, enterrando mi boca en su centro caliente.

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Mis labios encontraron su clítoris y lo chupé. —Jared —jadeó mientras se retorcía, y bajé para lamer todo su centro. —Sabes tan bien —respiré contra ella y luego la chupé de vuelta entre mis dientes. Su respiración se aceleró, y su cuerpo se sacudió como si tuviera el mejor tipo de dolor. Chupé y lamí, sintiendo su necesidad aumentar. Sintiendo a su cuerpo desarmarse en mi boca. Y finalmente metí mi lengua en su interior. —Jared, por favor —rogó tirando su cabeza hacia atrás. Y demonios, yo también estaba listo. Poniéndome de pie, presioné mi polla contra ella y amasé sus caderas. —Dime lo que quieres, Tate. Por favor. ¿Qué quieres de mí? —Yo... Jared... —peleó con las palabras, su respiración era pesada y su necesidad estaba fuera de control. Igual que la mía. —Jesús, eres tan hermosa. —Me apoyé en ella para susurrarle al oído— . Dime, ¿qué quieres de mí? El sudor brillaba en su espalda, y la habitación se sentía en llamas. Nuestra piel estaba empapada, su sabor en mis labios, todo creó un nuevo mundo del que no me quería ir nunca. Ella sería afortunada si la dejaba salir de la cama lo suficiente para ir a la escuela. —¿Qué quieres de mí? —gruñí, empujándola contra mi entrepierna otra vez. —Duro —gritó—. Hazlo duro. Y mi corazón saltó en mi garganta. Acariciando su piel, deslicé mi dedo de nuevo dentro de ella para asegurarme de que seguía húmeda. Estaría adolorida después de su primera vez, y quería estar seguro de que podía tomar lo que me estaba pidiendo. Tan mojada. Infiernos sí. Dejando salir un rápido aliento, me arranco la toalla y busco en mis vaqueros húmedos mi último condón, abriéndolo con mis dientes. Poniéndomelo, la agarro de las caderas y me empujo dentro de ella. Duro. Tan apretada. —Jared —susurró—. Sí.

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Mi corazón corría una milla por minuto, y me tomó unos segundos tranquilizarme. Nunca sentí nada tan bueno como tenerla así. Me sumergí en su vagina húmeda y caliente, y el calor atravesó todo mi cuerpo. Su talón colgando sobre la mesa se enredó alrededor de mi muslo, presionándome dentro de ella, y ya no pude esperara más. Ella lo quería duro, pero era la segunda vez en su vida que tenía sexo, y no quería lastimarla. —¿Duro? —quería estar seguro. Su susurro rogó. —Sí. Así que me deslicé en ella, suave al principio y luego más rápido. En poco tiempo, le había agarrado de la cadera, empujando dentro de ella hasta que no puede ir más lejos. Pero no estaba contenta solo con acostarse ahí y que la tomaran. No Tate. Se empujó con sus manos, y estuve malditamente cerca de venirme. Joder. Sus palmas estaban sobre la mesa sosteniendo su torso erguido, y su espalda arqueada. La miré con asombro cuando tomó más control y se empujó contra mí mientras yo golpeaba dentro de ella. Tate. Infiernos, sí. Cada segundo que pasaba, el ritmo y la presión aumentaban, y maldición, ella estaba húmeda. Sostuve sus caderas, deseando poder pasar mis manos por toda ella, pero necesitaba sostenerla. Ella estaba empujando cada vez más fuerte contra mí. Como siempre, Tate encontró una manera de joderme de regreso. Que mala. Me recosté sobre ella, manteniendo mi ritmo constante, y tomé uno de sus pechos en mi mano, queriéndolo en mi boca. Besando su cuello, presioné mi lengua en ella, probando su piel salada. Mi mano bajó por su estómago y luego se sumergió entre sus piernas donde mis dedos hicieron círculos sobre su clítoris otra vez. Dios, estaba tan duro ahora. Quería poner mis brazos a su alrededor y sentir cada sacudida y espasmo mientras se venía en mis brazos. Quería estar dentro de su cabeza y de su cuerpo, saber que se sentía cuando la hacía malditamente desmoronarse.

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—Jared. Se siente tan bien —gimió mientras nuestros cuerpos golpeaban juntos una y otra vez. —Sí, lo hace —respiré en su oreja—. Porque esto es tuyo y mío y nadie nos quitará eso. Ni siquiera yo. Ella era mía, y esta cosa perfecta entre nosotros nunca sería arruinada otra vez. —¡Jared! —Tiró su cabeza hacia atrás y grito—. Oh Dios... —Te amo, Tate. —Me metí más fuerte dentro de ella—. Córrete para mí. Dejó de respirar y se derrumbó, viniéndose como el trueno afuera de la casa, apretándose a mí alrededor y enviándome sobre el maldito borde también. ¡Jesucristo! Fuego y placer atravesaron mi cuerpo, y me vine justo después de ella, colapsando sobre su espalda mientras nos caíamos de la mesa... y de la Tierra. Nos quedamos allí jadeando, muy cansados como para movernos. Por lo menos yo. —Realmente te odio. —Su voz era débil pero tenía un borde que me dijo que estaba bromeando. —¿Por qué? —El masaje, el sexo oral, los besos, la charla... No creo que necesite saber que hiciste con otras chicas, después de todo. —No lo hice —dije de inmediato. —¿Qué? —Nunca hice nada de esto con otras chicas. —Levanté la cabeza y miré abajo hacia ella. Trató de levantarse, queriendo discutir. —Pero... pero te dije que me dijeras… —Querías saber lo que las otras chicas tuvieron de mí. Bueno, eso fue lo que no tuvieron. —Mi voz fue firme pero suave. Necesitaba que me escuchara—. Nunca toqué sus cuerpos así o las sostuve. Nunca me preocupé de que lo disfrutaran. Ellas no obtuvieron ninguna parte de mí que valía la pena tener, Tate. En especial K.C. Nunca la toque así. —Le acaricié el cabello—. Eres la dueña de mi cuerpo y alma, y todos lo van a saber. Algunas veces voy a ir suave contigo, y otras voy a follarte. Pero siempre será amor, Tate.

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Siempre lo ha sido. Y siempre lo será.

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Treinta y tres N

o sabía si me creería, así que solo esperé, preocupado como el infierno de que no sintiera lo mucho que sufría por ella.

Sosteniéndose a sí misma con sus manos, arqueó la espalda para encontrarme y sollozó. Mierda. Tragué saliva. Estaba llorando. —Te amo —susurró, dándose la vuelta. Su rostro estaba cayéndose a pedazos. Estaba conteniendo más lágrimas de las que estaba dejando caer. Agarrando ambos lados de su rostro, la atraje hacia mí. —No me lo merezco, pero lo haré. Lo prometo. Su pequeña, dulce sonrisa y ojos entornados estaban tan agotados que tenía miedo de dejarla ir mientras me alejaba. —Ow —susurró, aspirando el aliento entre dientes. —Sí. —Puse mis manos en sus caderas, sosteniéndola—. Baja. Vas a estar adolorida. —Ya lo estoy. —Quédate aquí —le dije, entregándole una toalla y envolviendo la otra alrededor de mi cintura—. Voy a encender la ducha y volver a bajar por ti. —Puedo llegar al piso de arriba —se rió. —Quédate. —Y me alejé. Después de abrir el agua y regular la temperatura, bajé corriendo y tomé a Tate en mis brazos. —Así que supongo que los azotes de cumpleaños están fuera —bromeé cuando la llevé arriba. Ella puso los ojos en blanco. —¿Qué pasa con los chicos? Madoc me los ofreció en la escuela ayer. —¿Él hizo qué? —Me detuve en la parte superior de las escaleras. Ella echó los brazos fuertemente alrededor de mi cuello y se inclinó, tomando el lóbulo de mi oreja entre sus dientes.

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Dejé escapar una respiración dura, y Madoc estaba olvidado. —El agua debería estar bien. —Corrí la cortina y la deposité en la bañera. —Gira la parte de la ducha —dijo medio dormida, sentándose en el suelo y abrazó sus rodillas—. Suena como la lluvia. Giré la perilla, mirando el agua rociar sus piernas, y luego me quité la toalla y entré detrás de ella. Sentado, envolví mis brazos alrededor de ella y la atraje hacia mi pecho. —Sabes —hablé en su oído—. Me quedé en tu habitación por un mes mientras que estabas lejos. —¿Qué? —Giró la cabeza hacia mí y la abracé con fuerza. No sabía lo que era, pero, de repente, quería que lo supiera todo. —Cuando me metí en problemas, y mi mamá se fue para estar sobria, tu padre me tomó. Me enderezó de nuevo. Bueno, más derecho, de todos modos. Dormí en tu piso. —Traté de mantener mi voz ligera, pero me estaba ahogando con las palabras. —Odiaba que te hubieras ido, Tate. Entré en peleas con todo el mundo. Me salté clases. Incluso el amor que tengo por mi hermano no me podía sacar de eso. Cuando te controlaba, tenía una maldita cosa en mi vida que tenía sentido. Eso hizo que mi sangre se agitara. Miraba adelante al mañana, cuando estarías alrededor. Si pudiera enfocarme solo en ti, entonces no estaría pensando en todo lo demás que dolía. Tate apoyó la cabeza en mi hombro y miró hacia mí, despierta ahora. —¿Por qué no dormiste en mi cama? —preguntó en voz baja. Toqué con mis labios los de ella, suave y cálido. —Debido a que no habrías querido que estuviera allí. Era un hombre enfermo. Podía humillarla, aislarla y hacerle daño, ¿pero dormir en su cama mientras estaba lejos era demasiado invasivo? Sí, no lo podía explicar, tampoco. Se inclinó, arrastrando besos a lo largo de mi mandíbula. Escalofríos se extendieron por mis brazos cuando susurró contra mi cuello. —Definitivamente te quiero en mi cama. Y te amo. Cerré los ojos y una gran, gran sonrisa se extendió por mi cara. Si tan solo Madoc pudiera verme ahora. O tal vez no... —Dilo de nuevo.

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—Te amo —dijo más fuerte, con una risa en su voz. —Más —me burlé. —Te amo. —Me dio un beso en la mejilla—. Te amo. —Otro beso—. Te amo. —Y se mantuvo haciéndome bromas con sus suaves besos húmedos hasta que cogí sus labios y la besé con fuerza. Nunca vamos a dejar esta ducha. —¿Cómo te sientes? —pregunté cuando la dejé ir. —Bien. —Asintió y movió las cejas—. Tal vez deberíamos ver como es en el agua. El calor y cualquier otra maldita fuente de energía dentro de mí se dispararon hacia abajo, pero la aplastante decepción me golpeó como un ladrillo. —No puedo —murmuré—. No tengo más condones. Quizás Tate tenía alguno. Espera... jodidamente mejor que no. *** —¡Jared, quiero una foto! —Mi gritona e inusualmente invasiva madre gritó mientras corría escaleras arriba. ¿Foto? Sacudí mi molestia mientras buscaba las llaves del coche en mi tocador. Tate y yo nos dirigíamos al baile de Bienvenida. Tacha eso, Tate, Madoc, y yo nos dirigíamos al baile de Bienvenida. Los dos estaban esperando afuera cuando todo lo que realmente quería hacer era darle un puñetazo en la tripa, enviarlo a su casa, y salir de la ciudad con Tate por el fin de semana. Pero... el idiota tenía un talento en ponerme celoso, me obligaba a actuar, y era un buen amigo. Por encima de todo, sin embargo, Tate quería ir. Le debía eso. —No hay fotos. Jesús —maldije, sacudiendo la cabeza mientras arrebataba mis llaves y corrí a la planta baja. Pero mi madre estaba esperando en la parte inferior. —Oh, no, no. —Ella agarró mi brazo para detenerme mientras trataba de pasar por delante de ella. Me giré, tratando de parecer molesto, pero estaba un poco divertido por la naturalidad con que llevaba el papel de madre. Desde nuestro “corazón a corazón” en el estanque de peces, habíamos encontrado un punto en común.

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Todavía no estábamos todos besos y abrazos, pero hablábamos más fácil y mostraba más paciencia. —¿Qué? —No podía ocultar la sonrisa que asomaba—. No, no hago fotografías... mamá. Sus ojos se abrieron con una chispa, y se aclaró la garganta antes de enderezar mi corbata negra. —Está bien, pero tengo algo que decir, y no te va a gustar. —Ella mantuvo sus ojos fijos en su tarea de acomodar mi corbata y estabilizó su voz con un tono firme—. Cariño, no podría estar más feliz que tú y Tate encontraran su camino de regreso al otro… Oh, Cristo. Empecé a alejarme. —Pero —dijo en voz alta, tirando de mí hacia atrás para mirarla—. Las mamás bebés generalmente no se casan con papás bebés. Cada palabra fue dicha como si fuera demasiado estúpido para entender. Incliné mi cabeza hacia un lado y la miré, satisfaciendo su necesidad de hacer un punto que ya entendí. No dejes a Tate embarazada. Sí, gracias. ¡Lo tengo! Sus ojos miraban hacia arriba a los míos, amenazantes. —Has estado allí casi todas las noches, bueno, todas las noches, en realidad y si me haces una especie de abuela de treinta y seis años, voy a matarte. Ella estaba bromeando. Creo. De todos modos, mi madre no tenía nada de qué preocuparse. Tate y yo éramos cuidadosos, y había estado manteniéndome fuera de ella durante toda la semana de todos modos. No quería distraerse de clases, y no había estado empujándola. ¿Esta noche, sin embargo? Sí, ella estaba en un lío. Dejando escapar un suspiro, le di a mi madre un beso en la mejilla y me deslicé fuera de la puerta principal. Tate estaba parada en el porche, luciendo magnífica como el infierno, hablando con Madoc como si fueran amigos. Sacudí mi cabeza, sin creer el giro de los acontecimientos. Le había roto la nariz, pateado en las pelotas e intercambiado palabras más de una vez con él.

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Pero ella era como su padre. Resuelve el problema y sigue adelante. Y Madoc estaba más que listo para seguir adelante. Había estado emocionado por el baile, y estaba vestido para impresionar. Nos veíamos casi exactamente igual, pero mientras yo llevaba todo negro, él combinó su traje con una corbata de color púrpura. Tate aún tenía el mismo aspecto, hermosa y radiante, pero un poco más peligrosa. Medio esperaba a entrar en una pelea por alguien coqueteando con ella esta noche. Llevaba un vestido ceñido de color crudo, sin tirantes que caía a la mitad del muslo. Podía ver tanto de su piel que era claro que parecía desnuda. Caminando hacia Tate, besé la parte blanda debajo de su oreja. —Siento que tomara tanto tiempo. Mi mamá me estaba dando una charla. —¿Sobre qué? —presionó, mientras Madoc se acercó y tomó su otro brazo. —Sobre no dejarte embarazada —le susurré por la esquina de mi boca, pero mantenido los ojos hacia adelante. A pesar de que no estaba mirando hacia ella, sin embargo, pude verla tensarse, y la oí aclararse la garganta. Y no debería haberle dicho eso. Realmente necesitaba poner fin a mi racha de honestidad, pero todavía había algo que tenía que decirle, y había estado demasiado de un alto la última semana para enfrentarlo. Más tarde, me dije. —¿Estamos listos? —preguntó Madoc desde el otro lado. Su agarre en mi brazo se relajó, y la sentí exhalar un suspiro. —Totalmente —asintió hacia Madoc—. Este es el comienzo de una gran amistad. —Podría ser el comienzo de un gran porno, también —replicó Madoc, y apreté mis puños. —¡Hijo de puta! —grité, medio enojado y medio en broma—. Vas a conseguirlo esta noche —le advertí, pero ambos solo se rieron.

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Treinta y cuatro l baile de Bienvenida fue exactamente como pensé que sería. Fotos, ponche, y música de mierda. El gimnasio había sido decorado en base a New York, el cual Tate amaba, y me complació extremadamente que Madoc se haya unido a nosotros, después de todo.

E

El llenó donde yo fallé. ¿Bailar en público? Listo. ¿Fotos cursis con posturas de amor? Listo. ¿Charlas cortas, inútiles y sin sentido? Listo. Jugaba solo, pero situaciones como esta eran como comer un bocado de limones. Por lo menos Madoc lo hizo más divertido para Tate. ¿Y ella? Ella me lee como a un libro. Ella era la luz de las demostraciones públicas de afecto y todos la miraban. No podía esperar para llevarla a casa. Pero teníamos que estar en otro lugar primero. —¿Estas segura de que quieres ir? —le pregunté mientras caminábamos agarrados de las manos por la entrada de la casa de los Beckman. Tori y Bryan Beckman, gemelos y nuestros compañeros de escuela, estaban teniendo una fiesta. Madoc insistió en que sacáramos nuestros pulgares del trasero y nos divirtiéramos. —Estoy bien —susurró—. No estoy cansada. Alcé mis cejas y sacudí mi cabeza. No estaba preocupado acerca de ella estando cansada, pero tampoco quería traer de vuelta el incidente del año pasado. Eso era lo que realmente me preocupaba. Hace un año, antes de que Tate se fuera a Francia, dejé que Madoc tirara las llaves de su auto en la piscina y la observé mientras ella se metía para sacarlas. Había sido humillada, me imaginé que ese era el último lugar donde ella quería estar.

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De hecho, no estaba seguro de querer estar aquí tampoco. No solo porque tenía nuestra propia fiesta privada planeada, pero cuanto más tiempo tardaba en decirle el resto de la historia, más era en lo único que podía pensar. Había estado pensando en ello toda la semana y era hora de morder la maldita bala. Necesitaba decirle sobre Jax. Caminamos por el piso de azulejos, seguimos a Madoc por la escalera alfombrada hacia la sumergida sala de estar. En la gran habitación había por lo menos sesenta o setenta de nuestros compañeros, y la música sonaba tan fuerte que podía sentirla a través de mis zapatos. Mi brazo estaba extendido detrás de mí, miré hacia atrás, notando que Tate se había detenido por completo. Dejé salir un suspiro. Mierda. Su pecho subía y bajaba rápidamente y tragó, claramente nerviosa. Como un ciervo ante los faros. Mi estómago se apretó y solo quería sacarla de allí ahora. Esto era una mala idea. —¿Tate, estas bien? —Mantuve mi voz suave, pero temía que ella se alarmara y rompiera mi nariz en vez de la de Madoc como lo hizo aquí el año pasado. Estrechó los ojos mientras miraba alrededor, y luego solo sacudió su cabeza. —Sí, necesito un trago. No le creí, pero de todas formas las esquinas de mi boca se torcieron. Chica dura. Empujando a través de la multitud que salía de la cocina mientras la canción Adrenalize de In This Moment sonaba en la casa. Madoc ya estaba haciendo bebidas, y observé como Tate tomó la que le ofreció. Esta noche era el conductor designado, bueno, casi cada noche lo era, desde que apenas bebo en público y definitivamente no planeaba quedarme aquí por mucho tiempo más. Solo me quedé allí tratando de no reírme mientras ella se ahogaba con la oscura bebida. Madoc sonrió de oreja a oreja mientras ella alzaba su barbilla y tragaba lo último de la bebida y luego tiraba el vaso al fregadero. Comenzó a toser, y todo lo que pude hacer fue sostener su cintura, haciéndola sentir cómoda. Debería divertirse. No quería que estuviera nerviosa o asustada por una

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broma que pudieran hacerle. Y era por eso que ella estaba bebiendo, así que simplemente la dejé hacerlo. —Aw, está tan roja como un tomate —bromeó Madoc. —Vete a la mierda. —Tate le frunció el ceño, pero él solo le guiñó un ojo. K.C. y Liam se acercaron, luciendo como Yin y Yang. Ella tenía los ojos brillantes y sonreía, mientras que él lucia molesto con expresión aburrida y labios fruncidos. —Hola chicos —saludó, poniendo a Liam detrás de ella. Él empujó su cabello fuera de sus ojos y asintió hacia Madoc y hacia mí, pero no dijo nada. Sabía que lo incomodaba y tuve que forzar una cara seria. Probablemente seguía pensando que había dormido con su novia, y no podía evitar estar impresionado con K.C. por no decirle la verdad. Ella estaba jugando con él, haciéndole sufrir, no había duda. ¿Y por qué no debía hacerlo? Tate y ella aún no habían vuelto como eran al principio, pero pronto lo harían y Liam podría irse a la mierda. Madoc terminó su bebida e inmediatamente se puso a hacer dos más hasta que sacudí la cabeza hacia él. Tate no se dio cuenta mientras hablaba con K.C., pero Madoc entendió mi advertencia. La necesitaba despierta por un tiempo. Apoyándome sobre ella, le susurré en su oreja. —Ven conmigo. No esperé ni que me mirara antes de agarrar su mano y guiarla fuera de la cocina. Nos apretamos a través de la multitud, todos en pequeños grupos, tratando de no derramar ninguna bebida en el proceso. Una vez que llegamos a la escalera, rápidamente llevé a Tate al segundo piso. No tenía planeado usar los dormitorios de aquí con ella, pero las personas nos habían visto subir y sacarían sus propias conclusiones cuando bajáramos. Solo necesitaba estar a solas con ella unos minutos. Para arreglar algo. Abriendo la puerta del primer cuarto que encontré, me asomé y lo encontré vacío. Empujándola dentro, apenas había cerrado la puerta antes de que empujara a Tate contra ella y buscara sus labios.

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Ella se tambaleó y se aferró a mis hombros para sostenerse. El sorpresivo pequeño gemido que se le escapó llenó mi boca tan malditamente fuerte que estaba listo para terminar esto aquí y ahora. Si, esto no era la que había planeado, pero había sido bueno esta noche. Merecía una recompensa. Sabía cómo a durazno, y empujé su cuerpo con el vestido que apenas la cubría hacia mí, lo suficientemente cerca para olvidarme por qué estaba aquí en primer lugar. —Dios, Tate. —Bajé mi cabeza para chupar el lóbulo de su oreja—. Tu vestido debería ser quemado. —¿Por qué? —respiró, acercando su cuello hacia mí para más. —Todos los malditos hombres te han estado mirando esta noche. Conseguirás que me arresten. Mi tono era de broma, pero no mis palabras. No estaba inseguro con respecto a Tate. Sabía que me amaba y podía confiar en ella. Tampoco me importaba que otros tipos la miraran, deseándola. En realidad, eso me excitaba. Podían mirarla. Podían desearla. Pero ella iba a casa conmigo, me encantaba sentirlo. No exactamente sentirla en público, pensé. Ella se alejó y sostuvo mi cabeza con sus manos, sus ojos buscando los míos. —Soy tuya. Siempre lo he sido —me aseguró Sostuve su mirada, su fuego conociendo mi hielo y no pude negarle una maldita cosa de lo que se merecía. —Ven aquí. —La guié al centro de la habitación y tomé mi teléfono. Me observó, mientras puse Broken de Seether y coloqué mi teléfono sobre la cómoda cerca de las puertas del balcón. Tate me observó, en silencio, con sus brazos colgando a los lados con una mezcla de curiosidad y excitación en sus ojos. Tomando su mano en la mía, mantuve mis ojos en ella mientras guiaba sus brazos alrededor de mi cuello y la empujaba contra mí. Cuando empezamos a movernos con la música, apenas escuché algo. No escuché el ruido de la fiesta abajo. No escuché las conversaciones alrededor de la casa y afuera.

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Sus ojos estaban pegados a los míos, mirándome más allá de todo lo demás. Y de repente teníamos catorce otra vez, de vuelta en su dormitorio, discutiendo sobre Silverchair. Yo era Jared. Ella era Tate. Y éramos inseparables. —Lamento no haber bailado contigo esta noche —le dije, el arrepentimiento cubriendo mi voz—. No me gusta hacer esas cosas en público. Se siente muy personal, creo. Ella respiró profundamente y me dio una mirada dura. —No quiero que cambies —dijo, sacudiendo su cabeza—. Pero me gustaría bailar contigo alguna vez o sostener tu mano. Envolví mis manos alrededor de su cintura, atrapándola. —Trataré, Tate. El pasado se ha ido. Lo sé. Quiero que la comodidad que solíamos tener regrese. —¿Tu tatuaje? —Me miró, como si se diera cuenta de algo—. “El ayer dura para siempre. El mañana nunca llega”. Eso es lo que dice. ¿Qué significa? Acaricié suavemente su cabello. —Solo que estaba viviendo en el pasado. Lo que pasó con mi padre, lo que pasó contigo, nunca podré superar la ira. El pasado continúa siguiéndome. Y el mañana, el nuevo día, no parece llegar nunca. —¿Y la linterna de tu brazo? —presionó más ella, y me reí. —Oh, tú haces demasiadas preguntas. Pero solo siguió mirándome, golpeando mentalmente su pie. Está bien. Demonios. —La linterna eres tú, Tate. La luz. —Ella bailando en su camisón purpura a la luz de las estrellas cuando tenía once años pasó por mi mente—. Me la hice después de que me metí en problemas el año pasado. Tenía que modificar mis hábitos, y mi mamá decidió hacer lo mismo con la bebida. Ambos elegimos un pensamiento que nos llevaría a través del día. Un sueño o un deseo… —¿Yo? —Juntó sus cejas, luciendo sorprendida. —Siempre has sido tú —repetí sus palabras—. Te amo, Tate. Ella sonrió, trayendo sus labios a los míos. —También te amo —susurró, y las cosquillas alrededor de mi boca se sintieron como fuego por todo mi cuerpo. Jesucristo.

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Mis dedos la recorrieron, pero eran sus manos las que me dominaban. Corrió sus manos por mis brazos, antes de enredarlas en mi cabello. Se retiró y luego volvió burlándose de mí una y otra vez: chasqueando la lengua en mi labio superior y atrapando mi labio inferior entre sus dientes. Los pequeños tirones que daba enviaron un hormigueo electrizante hacia mi ingle, y mi maldito estomago gruñó con hambre. Mierda. No sabía si quería dormir con ella o comérmela. —Bájame el cierre —dijo forzosamente mientras daba besos en mi mandíbula. No hagas esto ahora. Rogué silenciosamente. —Solo salgamos de aquí —sugerí—. Estoy de humor para más que un “rapidito”. —Bueno, nunca tuve un rapidito —se burló—. Bájame el cierre. Tome aire, palpitando en mis pantalones y muy listo para ella. Tan pronto como le saco el vestido, el cual cayó y quedó en su cintura, los dos estamos en el punto de no retorno. —¿A dónde se fue mi chica buena? —me burlé, pero lo amé. Mala solo para mí. Ella era una droga, y volaba más alto que una cometa. En un momento mis manos estaban sobre su suave, celestial espalda y mis labios enterrados en su caliente cuello. Sus urgentes dedos trabajaron sobre mi corbata y los botones de mi camisa, y atrapé su aliento, tomando cada pequeño gemido y jadeo que salía de su boca. Era muy sensible en sus pechos. Rodeé su espalda con un brazo y dirigí la otra mano hacia arriba y abajo por su pecho, sintiendo su pezón ponerse más duro cada vez que rozaba a través de él. —Jared —susurró, envolviendo un brazo alrededor de mi cuello y besándome—. Realmente soy una chica buena, pero esta noche quiero ser realmente mala. Maldición. Me estaba matando, y juro que cada vez que nos besábamos, estaba a punto de explotar. No podía esperar a llegar a casa. Mierda. Abrí el resto de mi camisa, un par de botones volaron en el proceso, mientras la miraba medio aturdido sacarse el resto de su ropa, quedándose desnuda solo con los tacones altos. Wow. Mi corazón se aceleró, mi boca se secó, y mi respiración se detuvo. Toda mi sangre se fue al sur, y estaba más duro que un jodido ladrillo. Era

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definitivamente más dolor del que alguna vez había sentido. Necesitaba estar dentro de ella. —Maldición, Tate. —La toqué tanto como pude y la atraje para besarla duro. Tensando cada musculo de mi cuerpo, tuve que forzarme a no tirarla sobre la maldita cama—. Lo siento. Quiero ir despacio contigo. Solo que es difícil. ¿Crees que en diez años finalmente llegaré a donde necesitaré preliminares para conseguir una erección contigo? Ella se quedó allí, valiente y audaz, sabiendo que me tenía bajo su pulgar. Saqué un condón de mi bolsillo, lo puse en la mesita de noche y me saqué el resto de la ropa, suspirando de alivio cuando mi pene saltó libre. Imaginarme lo que iba a hacer con Tate no era ni de cerca tan doloroso como verla mirándome. Ella miraba mi cuerpo casi como si quisiera tomarse el tiempo de estudiarlo o algo. Extendiendo su mano, casi salté cuando empezó a acariciarme. Exhalé duro y rápido, mi respiración era pesada. Esto era algo que ella todavía no había hecho. Explorar mi cuerpo así. Sus ojos parecían impresionados y curiosos, y no quería perderme esto por nada. Ella me observó responderle, como crecía y me erguía en su suave pero firme toque, y no creí que pudiera estar en llamas más que en este momento. Mierda, bebe. Ahora, ahora, ahora... No podía jodidamente soportarlo más. Podría haber sido los tacones, su cuerpo, o el modo en el que volaba mi mente solo siendo ella, pero estaba acabado. Agarrando el condón, rompí la envoltura y me lo puse, sin quitar mi mirada de ella. Acercándola, choqué su cuerpo con el mío, sintiendo su caliente, piel desnuda derritiéndose en la mía. Ella rompió el contacto y susurró en mi oreja: —Mi turno. ¿Qué? Mis ojos se agrandaron, no estaba seguro de lo que significaba eso hasta que me empujó de espaldas a la cama y se subió a horcajadas sobre mí. Mi pene se presionó en su abertura caliente y húmeda, y apreté sus caderas, casi gruñendo.

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—Tú eres perfecta. Perfecta para mí —dije, sintiendo la suave, sexy piel en mis manos. Maldición, la necesito. Ahora. Su cabello rubio cayó sobre ella, y era un animal, mirándome como si supiera exactamente como matarme. Levantándose, lentamente bajó sobre mí mientras yo guiaba mi pene dentro de ella. Era tan pequeña que necesitábamos ayuda, y no tenía problema con eso. El placer me invadió como una ola de calor mientras me acostaba y sentí su abrigado calor en mí. Puse una mano en su pecho y otra en su cadera, tocando y guiando. —Dime que te gusta, Tate. —Tenía que saber que ella amaba esto. Que iba a volver por más. Que era mi novia. Nunca quise darle a nadie ese título, porque pensé que nunca podría asumir el compromiso. Pero no era así. Ya tenía una novia. Todo este tiempo, incluso cuando pensé que éramos enemigos, nadie pudo tomar el lugar de Tate. Dímelo, bebe. Dilo. —Yo... —suspiró mientras movía sus caderas en un salvaje “mejor que hagas esto toda la maldita noche” movimiento que me hizo difícil respirar. Impulsé mis caderas hacia arriba, empujando profundo dentro de ella. —Dilo. Sus cejas se juntaron con el buen tipo de dolor mientras tropezaba con las palabras. —Amo esto. —Sonrió—. Amo esto contigo. La levanté, envolví mis brazos alrededor de su espalda y hundí mi cabeza en su pecho, tomando un duro pezón en mi boca. —Sabes como un dulce —susurré contra su piel, y tomé un pezón entre los dientes—. No vas a jodidamente dormir esta noche, Tatum Brandt. Sabes eso, ¿verdad? —¿Lo sabes tú? —me disparó de vuelta, tomando mi cara en sus manos. Que mala *** —Hay algo que no te dije la semana pasada cuando... cuando

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estábamos en tu habitación. Estábamos acostados bajo las sábanas, cansados y felizmente exhaustos, mirando el techo. Acaricié su brazo mientras que ella descansaba su cabeza debajo de mi barbilla. No quería perturbar nuestra calma, pero era el momento. Decir la verdad es como mentir. Una vez que lo haces, se vuelve más fácil. —¿Qué? —Su voz era áspera y no sabía si era un león cortando mi estómago o un rinoceronte pisando mi pecho, pero estaba nervioso. —Dejé a mi hermano en la casa de mi padre. Me fui de ahí sin él. — confesé. Arqueó su cuello para mirarme. —Jared, lo sé. Me contaste esa parte. Que trataste de hacer que se fuera contigo, pero él no quiso. Asentí. —Pero no te lo dije todo. El día que hui, mi padre me forzó a ir al sótano para ayudar a mi hermano. Con qué, no sabía, pero cuando bajé, vi... —La bilis trató de subir por mi garganta, así que me concentré en mi respiración— . Vi a la novia de mi papá y a su amigo muertos en el piso. Ella se levantó y miró hacia mí con el ceño fruncido. —¿Muertos? —Vuelve aquí. —La tiré hacia mí de nuevo, pero puso su brazo en la cama y su cabeza sobre su puño. Supongo que quería mirarme a los ojos. —Sí, tanto como podía decir con la jodida distancia que mantuve. Jax estaba sentado contra la pared más lejana, sostenido sus rodillas contra su pecho y mirando a la nada. No lucía asustado o enojado, solo como si estuviera un poco confundido o algo. —Cerré mis ojos tratando de imaginar que había estado pasando por su cabeza. —¿Cómo sabías que estaban muertos? —preguntó suavemente y tragué. —Había sangre. No se estaban moviendo. —Sacudí las imágenes de mi cabeza—. De cualquier forma, no podía despertar a Jax, por así decirlo. El solo se quedó ahí diciendo que estaba bien, y que teníamos que limpiar el desorden. Era como si no supiera que estaba en el cuarto. Tate me miró, con preocupación en sus ojos, y esperé que entendiera.

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—Te sientes culpable —descifró ella. —Sí —admití—. Era insoportable, estar en esa casa. Estar en ese sótano. ¿Por qué el no vendría conmigo? —pregunté más para mi mismo que para Tate. —¿Le has preguntado? —Una vez. —Acaricié su cabello—. Él dice que no lo recuerda. —¿Qué piensas que pasó ahí abajo? —Hizo la pregunta que ya me había estado haciendo por años. Mi padre no fue arrestado por homicidio. Ni siquiera sé si la policía encontró sus cuerpos cuando volví a casa y reporté el abuso de mi hermano. Pensé por un minuto, asustado de admitir lo que sabía que era una ridícula sospecha. —Creo que dos delincuentes tuvieron su merecido.

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Treinta y cinco — E

stás dolorida en lo más mínimo? —susurré en su cabello mientras entrabamos en la escuela la mañana del lunes.

Su respiración se atascó y podía escuchar la sonrisa en su voz. —Un poco. —Bien —dije entre dientes y enganché mi brazo alrededor de su cuello, tirando de ella. La había llevado de vuelta a su casa el sábado por la noche, después de la Bienvenida, y la castigué por mantenerme a distancia todo la maldita semana manteniéndola despierta toda la noche. Después de pasar el domingo con mi hermano y no ser capaz de hablar con Tate, porque estúpidamente deje mi teléfono en la fiesta de Beckman y fue robado, trepé a su habitación la noche anterior y caí dormido con ella en mis brazos. Pero la desperté temprano. Los dos estábamos medio dormidos, pero aun así fue caliente. Ella rodó los ojos hacia mí. —Eres tan ego maníaco —se quejó. Bajé la vista hacia ella, sonriendo. —Y te encanta. —No lo hace. —Ella hizo un mohín, y puse mis labios en su frente. Sí, lo haces. Suspiré. —Entonces cambiaré ―le prometí. —Condenadamente correcto que lo harás. Se detuvo en su casillero, pero me quedé detrás de ella, sujetando sus caderas. Me estaba convirtiendo en una gran pila de papilla, pero no podía dejar de tocarla cuando estaba cerca. La gente había estado viéndonos durante la semana pasada. Acostumbrados a vernos como enemigos y a mí nunca con las manos sobre una chica en público, parecían bastante confusos.

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Pero en vez de mantenerme alejado y poner mi cara de chico duro, les di a todos el dedo medio. Bueno, en sentido figurado. Mirando hacia abajo a la fila, vi a Piper y Nate con las cabezas juntas, y luego se giraron para mirarme. Mi estómago rodó, no porque no pudiera manejar a cualquiera de ellos, pero no quería que Tate incluso registrara su presencia. Ella iba a ser feliz... o algo así. Nate parecía divertido, incluso con los remanentes del ojo negro que le había dado hace semanas, mientras que Piper arrugó los labios como si estuviera disgustada. Sus ojos estaban enojados, sin embargo, y el desasosiego se instaló en la parte trasera de mi cerebro. Genial. Estaba seguro de que estaría en una confrontación antes de que finalizara el día. —Está bien. —Tate se volvió y abrazó sus libros—. Me voy. ¿Me vas a acompañar? —No, en realidad tengo que llevar mi trasero a la oficina del consejero. Decir la palabra consejero me tenía queriendo vomitar, pero era requerida para todos los de último año. —Ah, ¿cuáles son tus planes futuros? habla —bromeó mientras asentía. Casi se me escapó una risa con la forma en que mi corazón dio un vuelco. —Los únicos planes de futuro que tengo son los de llevarte a ver un concierto por Acción de Gracias —le dije en voz baja mientras sacaba dos boletos de mi bolsillo. —¡Oh! —Sus ojos se ampliaron y arrebató los boletos de mi mano—. ¡No lo hiciste! ¡Avenged Sevenfold! —Un regalo tardío de cumpleaños —expliqué—. Estaba esperando a que salieran a la venta. —Una sonrisa cosquilleó en mi mandíbula mientras trataba de detenerla—. Si te gusta el Avenged Sevenfold, ¿verdad? Tate y yo habíamos pasado separados tanto tiempo que todavía tenía que recordar que había cosas que puedo ya no saber sobre ella. Me miró como si tuviera tres cabezas. —¿Como Avenged Sevenfold? —Ella extendió los brazos para que viera la camiseta negra, la camiseta de Avenged Sevenfold que llevaba debajo de su pequeña chaqueta de punto negro―. M. Shadows es mi todo —bromeó.

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—Oye. —En parte fruncí el ceño y parcialmente sonreí, tirando de ella hacia mí. Dejó escapar una risa ronca. —Gracias —susurró en mis labios, tirando de mí. —Puedes agradecerme más tarde. Retrocediendo, juguetonamente empujó mi pecho. —Ve. Ve a tu designación y haz planes para una universidad de Nueva York. Apenas tuve tiempo de rodar los ojos antes de que ella se diera la vuelta y caminara por el pasillo. *** —Así que tus calificaciones se ven bien. No genial, pero lo suficiente como para entrar en una buena escuela. —La Sra. Varner abrió una carpeta de archivo, mi archivo y regurgitó la misma conversación que había arrojado sin ninguna duda a los otros trescientos seniors con los que había hablado este mes. Me senté allí, con los brazos descansando en el reposabrazos, con un tobillo descansando en la otra rodilla. El aire de la habitación era sofocante, pero me quedé porque el director acosaría a los estudiantes para que hicieran estas reuniones difíciles. Me senté, me quedé, y saldría tan fácilmente como fuera posible. —¿Que universidades estás considerando? —preguntó, mirándome con preocupación. —Indeciso. —Apenas aflojé los dientes para mis usuales respuestas de una sola palabra. Sus ojos se estrecharon, y me estudió por un momento antes de tirar un paquete fuera de la carpeta. —¿Estás interesado en ver lo que dijo la prueba de aptitud de ti? — preguntó sin siquiera mirarme. —No. —Dice… —continuó como si no hubiera dicho nada—. Que tienes fortalezas en liderazgo. ¿Qué dem...? —¿Cómo un entrenador? —solté. ¿Los deportes y yo? Trabajando en una escuela por el resto de mi vida ganando un sueldo de mierda. Sí, eso sería todo un maldito desperdicio de vida. Ella cubrió su sonrisa con la mano.

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—No. —Su voz se quebró con una carcajada—. Como los militares o políticos. Como West Point, la voz del señor Brandt volvió a atormentarme. No, tal vez siendo dueño de mi propio negocio algún día o corriendo carreras, pero no conduciendo tanques o volando aviones. Espera... —Sí, está bien. —Sacudí las imágenes de mí en una cabina—. Voy a pensar en ello. —Me puse de pie para irme con ninguna intención de pensar en ello. —Jared —gritó, y me detuve—. La prueba también dice que eres un protector, una persona que apoya a otros... —Se fue apagando mientras mis ojos se abrieron amplios. ¿Qué demonios? —Es posible que desees considerar carreras en el cuidado de la salud o la orientación juvenil. —Y ella miró hacia abajo, casi avergonzada. ¿Orientación juvenil? Mi rostro probablemente se veía como si alguien acabara de decirme que nací de los lobos. Cuando miré hacia ella, vi a una señora loca. —Obtenga la revisión de su prueba —me quejé y me dirigí hacia la puerta. ¿Un piloto de orientación juvenil de mierda? ¿Y ella hace dinero en ese trabajo? Mi cabeza estaba por todo el lugar ahora, y había perdido la calma de esta mañana. Usualmente mi cerebro era como un almacén. Tomo una caja, la abro, trato con ella, y la guardo antes de ocuparme de otra caja. Ahora todas las malditas cajas estaban abiertas al mismo tiempo. ¿Es tan malo que solo quiera a Tate en la parte trasera de mi moto para siempre y no querer nada más? Caminé a través de la oficina principal y abrí de golpe la puerta de salida. —¡Jared! —escuché mi nombre gritado, no, bramado, a mi izquierda y me volví para ver a Madoc pisando fuerte hacia mí. Mis hombros se enderezaron inmediatamente. Se veía molesto. Su cabello lucía como si hubiera estado pasando sus manos a través de él, y sus labios estaban apretados.

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—¿Qué mierda es lo que pasa contigo? —acusó, y me preparé para un golpe que estaba seguro de que se avecinaba por alguna razón. ¿Qué? ―¿De qué estás hablando? —Si la oficina del consejero estaba caliente, yo estaba en una sartén ahora. Saqué el cuello de mi sudadera negra con capucha de mi cuello sudoroso. Sosteniendo su teléfono al lado de su cara, lo agarré de sus manos y miré fijamente con horror mientras veía un video de Tate y yo teniendo sexo la noche de bienvenida. ¿Qué? Mi corazón estaba martillando a través de mi pecho, y no podía recuperar el aliento. Jesús. El aire caliente se vertía dentro y fuera de mi nariz. Estábamos en la habitación de los Beckman, y ella estaba en la parte superior, completa y jodidamente desnuda. ¿Qué diablos? Madoc tenía ese video. Él la vio así. Mis puños se plegaron, listos para lanzarlo al suelo. Pero... ¿por qué Madoc tendría este video? Y luego otro pensamiento se me ocurrió. —¿Quién más ha visto esto? —gruñí, listo para lo que sea, vomitar o perder el control. —Umm, todos —espetó sarcásticamente—. ¿Tú no enviaste esto, entonces? —¡Por supuesto que no envié esto! Nosotros no grabamos un video sexual. ¡Jesucristo! —grité y vagamente noté estudiantes alrededor de nosotros arrastrando sus traseros afuera, cuando deberían haber estado en clase. Él miró hacia abajo. —Bueno, llegó desde tu teléfono —habló más suave. Cerré mis ojos. No, no, no... —Tate podría haber recibido este video. Mierda. —Arranqué por las escaleras, sabiendo que ella estaba en el tercer piso para Francés, pero Madoc me agarró por la parte interior del codo.

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—Hermano, ella ya se fue. —Él sacudió su cabeza, y mi estómago se desplomó. Mi teléfono estaba perdido, y alguien había enviado un video de Tate y yo a toda la maldita escuela de mi número. —¡Jared! Me volví y vi a Sam corriendo por el pasillo, señalando con el pulgar a las dos puertas que conducían afuera. —Tate está destrozando tu carro, hombre —gritó, sin aliento. Madoc y yo no esperamos. Arrancamos por las puertas dobles solo para ver a una multitud reunirse alrededor de mi Boss. Tate. No pude ver mucho, pero la vi balanceando y sentí el fuerte y afilado corte en mi pecho cada vez que el arma de metal en sus manos golpea mi coche. Ella estaba perdiéndolo. ¿Cuántas veces podía ser humillada antes de derrumbarse? ¿Cuántas veces podía ser herida antes de que el daño sea irreparable? —¡Tate, detente! —La agarré por la espalda antes de que llevara la palanca hacia abajo. No tenía ni idea de cuál era el daño, pero no me importaba. Ella se retorció lejos de mí, y se dio la vuelta para mirarme. Y fue entonces cuando lo vi. El fin. La muerte en sus ojos. La ausencia de emoción. La rendición de todo lo bueno entre nosotros que habíamos construido la semana pasada. Ella creía que yo había enviado ese video a toda la escuela. Creía que la quería para lastimarla de nuevo. —Tate... —traté de hablar, pero no pude. No se veía enojada o triste. Se había dado por vencida conmigo. Y estaba tan paralizado por esa realización, que apenas oí su amenaza. —Aléjate de mí, o va a ser más que tu coche el estropeado la próxima vez. Ella se alejó, y la multitud a mí alrededor se aquietó, pero no tenía nada que decir. No tenía ni puta idea de cómo iba a arreglar esto.

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¿Consejero juvenil? Sí, claro.

266

Treinta y seis —D

ame tu teléfono —ordené a Madoc mientras hacía mi camino a través de la multitud de susurros y ojos curiosos jodidamente invasivos.

—Hombre, solamente déjala sola por ahora —gimió él. Toda esa maldita gente. Sus ojos estaban puestos en mí, e incluso había algunos que se colgaban de las ventanas de la escuela. Todos habían visto esto y alguien probablemente había tomado un vídeo de Tate rompiendo mi auto. Mi auto. Gemí. Ni siquiera podía mirarlo. —Teléfono. Ahora. —Tendí mi mano después de que conseguimos algún espacio. Él lo dejó caer en mi mano. —Voy a buscarla. —Comencé a marcar el número de Tate—. Tú quédate aquí y ve a hablar con el director. Asegúrate de que ella no se meta en problemas por esto. Los maestros principales tenían miedo del padre de Madoc, y gracias a Dios por eso. El Sr. Caruthers no era solamente un abogado. Era el tipo cuyos casos eran estudiados en las facultades de derecho. Su peso nos mantenía fuera del problema, y ahora Tate iba a conservar su registro limpio, también. Escarbé en mi bolsillo por mis llaves. —Ellos van a saber del vídeo, Jared. Él la mantendrá fuera de problemas, pero llamará a su papá. Mierda. —¡Joder! —gruñí, callando a todos a mi alrededor. Las chicas chillaron y otros retrocedieron. Fue entonces cuando me di cuenta de que todavía tenía una audiencia, y por primera vez en semanas, sentí la necesidad de sacar la rabia. —¡Todos ustedes —bramé, señalando con mi dedo alrededor de mí en un círculo—. ¡Borren ese vídeo de sus teléfonos de mierda! ¡Ahora! ¡Si veo a alguien con él, estarán muertos! Las perras incluidas. —Oh, Jesús. —Madoc pasó sus manos sobre su rostro—. ¿Estás tratando de ser detenido?

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Váyanse a la mierda todos. —Si ella aparece, por cualquier motivo, consigue un teléfono y me llamas. —Di la vuelta y subí a mi auto casi inservible. *** Conduje por alrededor aproximadamente una hora, antes de que reuniera el coraje para llamar a su padre. Podría escucharlo de la escuela, pero él tenía que oírlo de mí primero. Había estado llamando y enviando mensajes a Tate sin parar, pero era el momento de enfrentar las consecuencias. El papá de Tate atendió al primer llamado. —¿Hola? —preguntó, la confusión llenando su voz. Yo tenía el teléfono de Madoc, y él no sabía el número. —¿Sr. Brandt? Es Jared. —¿Jared? —soltó abruptamente—. ¿Qué está mal? Casi me reí. El Sr. Brandt y yo nos enviábamos mensajes. Si estaba llamando, entonces él sabía que algo pasaba. —Tate está bien —le aseguré enseguida, pero eso parecía una mentira. Físicamente, ella estaba bien—. Pero algo pasó. —Hice una pausa y luego escupí—. Es probablemente una buena idea, que usted venga a casa cuanto antes. Eso sabía a vinagre, pero no había manera de evitarlo. Tate necesitaba a su padre ahora mismo. —¿Qué demonios pasó? —vociferó, y jalé el teléfono lejos de mi oreja. Lenta y tímidamente, usando el lenguaje más azucarado que me fuera posible, le dejé saber que Tate y yo tuvimos relaciones sexuales, que un vídeo fue grabado de nosotros en la fiesta de Bienvenida, y parece que fue enviado a toda la escuela desde mi teléfono que había perdido. Sí, iba a ser fusilado. El pesado silencio desde el otro extremo de la línea me tenía estremeciéndome. Seguía diciéndome que me callara, porque en cualquier momento él me alcanzaría, agarraría mi cuello y apretaría hasta que me matara. —¿Sr. Brandt? —Entrecerré mis ojos mientras me estaba preparando a mí mismo para ser golpeado cuando él no respondió—. ¿Tiene alguna idea de a dónde podría haber ido? Estuvo en silencio por un momento y luego aclaró su garganta.

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—Tal vez al cementerio. —Sí, señor. Lo intentaré allí. —Jared —se manifestó otra vez, más tranquilo de lo que esperaba—. Encuentra a mi niña. Tráela a casa a salvo —gruñó cada palabra enojado. —Y no te vayas de su lado hasta que yo llegue a casa. —Asentí, aun cuando él no pudiera verlo. —Y luego… —añadió él—. Puede que nunca te deje estar cerca de ella otra vez. —Mi estómago cayó a mis pies, y él colgó. *** Conducir en el Cementerio de Concord Hill era como entrar en un sueño sobre tierra inestable. Había estado aquí muchas veces antes, pero rara vez sin Tate. Su madre fue enterrada allí, y fue donde me di cuenta que ella era más que una amiga. Había traído un globo a la tumba de su madre y robé el collar fósil que Tate había dejado a su madre de aquí. Incluso aunque este lugar estaba atado a algo doloroso para Tate, yo lo veía con buenos recuerdos. Mi corazón empezó a saltar por mi pecho como una pelota de tenis cuando vi el Bronco de su padre estacionado al lado del carril junto a la tumba de su madre. Ella estaba a salvo. Dejé escapar un suspiro y me estacioné detrás de su camioneta, apagando el motor. Mis botas rechinaron con el vidrio destrozado bajo mis pies mientras salía del auto, debido a que Tate rompió mis ventanas, pero apenas lo noté. Mis ojos estaban sobre ella, echada en la parte superior de la tumba de su mamá, la frente abajo en la tierra. Traté de ponerme en sus zapatos. ¿Me importaría que la gente me viera teniendo sexo con alguien? Sí. ¿Me importaría que la gente viera el cuerpo de mi novia? ¿No solamente su cuerpo desnudo sino lo que le estaba haciendo al mío? Infiernos jodidamente sí. Eso hizo de lo que estábamos haciendo algo sucio. Mi pecho dolía, y quería destrozar la ciudad para averiguar quién hizo esto. —Tate. —No podía hacer más que susurrar su nombre cuando me acerqué. Ella se tensó, pero no me miraba.

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Maldita sea. Tate, vamos a salir de este puto lío de una forma u otra, porque nadie nos arruinará. —¿No has ganado, Jared? ¿Por qué simplemente no me dejas en paz? —Tate, todo está tan jodido. Yo… Ella me cortó. —¡No! ¡No más! —gritó, dándose vuelta y disparando sus ojos cargados en mí—. ¿Me escuchaste? Mi vida aquí está arruinada. Nadie dejará que logre olvidar esto. Has ganado. ¿No lo entiendes? Tú. Has. Ganado. ¡Ganaste! ¡Ahora déjame sola! Perdí mis palabras. Me quedé sin aliento. Mis manos fueron a mi cabello, y traté de averiguar cómo conseguir el control de esto. —¿Solamente detente un minuto, bien? Puse a la vista mis manos y calmé mi voz. —He escuchado tus historias. Tus excusas. Ella se levantó y comenzó a caminar de regreso a la carretera. Hacia su auto. —Lo sé —hablé hacia su espalda—. Mis palabras no son lo suficientemente buenas. No puedo explicar nada de esto. ¡No sé de dónde vino ese vídeo! —grité cuando ella no se detenía. —¡Vino desde tu teléfono, imbécil! —replicó ella, torciendo su rostro ligeramente de vuelta hacia mí—. No, no importa. He terminado de hablar contigo. —Y continuó irrumpiendo hacia adelante. Ella no se quedaría y hablaría de esto. Estaba malditamente enojada y claramente quería estar lejos de mí. —¡Llamé a tu papá! Eso la detuvo en seco. Murmuró algo en voz baja, pero no podía escucharla. Probablemente no quería escucharla, tampoco. Ella estaba inmóvil. Estaba en silencio. ¡Muévete, hijo de puta! —Tate, no envié ese vídeo a nadie. —Escúchame, nena—. Ni siquiera grabé un vídeo de nosotros. Esto es tuyo y mío, y nadie nos lo quitará. Estaba escuchando, entonces seguí hablando mientras ella me lo permitió.

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—No he visto mi teléfono en dos días. Lo dejé arriba en la fiesta de Tori cuando estábamos escuchando música. Cuando lo recordé más tarde, volví para buscarlo, pero ya no estaba. ¿No te acuerdas? El frío en el aire hizo que el sudor sobre mi frente pareciera hielo, y observé al viento haciendo volar el largo cabello de Tate alrededor de su espalda. Mientras ella no se alejara, esa era una buena señal. —Eres un mentiroso —gruñó en voz baja. Bien, no era una buena señal. Arriesgándome, me acerqué a ella. Apenas esta mañana, había estado riéndose cuando mis dedos hacían cosquillas en sus lados y luego susurró mi nombre mientras hacía el amor con ella. Tuvo que sentirme. Incluso si yo no la tocaba, ella tenía que sentirme. —Llamé a tu papá, porque lo iba a averiguar de todos modos. Ese maldito vídeo de mierda está ahí, y quise que él lo escuchara de mí primero. Está volviendo a casa. La tensión en sus hombros se distendió, pero su cabeza cayó. Casi como si ella se hubiera rendido. —Te amo más que a mí mismo —le dije—. Más que a mi propia familia, por el amor de Dios. No quiero dar otro paso en este mundo sin ti a mi lado. Y tanto como odiaba admitir eso, era verdad. Amaba a mi madre y a mi hermano. Pero si esto alguna vez estuviera en conflicto entre los tres, siempre escogería a Tate. Cuando ella no giró o dijo nada, dejé caer mi mano en su hombro. —Tate. Pero ella se movió bruscamente alrededor, lanzando mi mano fuera de su cuerpo. Sus ojos estaban cautelosos. Yo todavía era el enemigo. —Tienes todo el derecho de no confiar en mí, Tate. Sé eso. Mi jodido corazón está desgarrándose ahora mismo. No puedo soportar la manera en que me miras. Nunca podría hacerte daño otra vez. Por favor… vamos a intentar solucionar esto juntos. —Mi voz se quebraba, y el nudo en mi garganta se hizo más grande. —Bien. —Ella metió la mano en su bolsillo y sacó su teléfono—. Seguiré tu juego. ¿Juego?

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—¿Qué estás haciendo? —pregunté, estrechando mis ojos borrosos hacia ella. —Llamando a tu mamá. —Ella comenzó a presionar botones sobre su pantalla. —¿Por qué? —Porque ella instaló una aplicación de rastreo GPS en tu Android cuando ella lo compró. ¿Dijiste que perdiste tu teléfono? Vamos a encontrarlo.

272

Treinta y siete —L

a escuela —casi susurró Tate mientras deslizaba su teléfono en su bolsillo—. Está en la escuela.

—Hija de puta. —¿Mi madre me rastreaba? Supongo que eso explicaba cómo me encontró la noche en el estanque— . Ella es más inteligente de lo que pensé —dije más para mí. Así que mi teléfono estaba en la escuela. Lo dejé en la fiesta, así que significa que una persona de nuestra escuela lo había tomado, y que lo tenía. Bueno, eso fue una estupidez. Aún no resolvía la cuestión de cómo alguien había grabado el vídeo. Mi teléfono estaba tocando música esa noche, pero definitivamente no estaba grabándonos a Tate y a mí. Mierda. Parpadeó con fuerza. El balcón. ¿Alguien podría haber estado ahí filmándonos? Ahora, mis entrañas se retorcían de acidez, y estaba cargado. Esa fue la primera vez que Tate había asumido el control, probando algo nuevo y poniéndose arriba. Fue valiente y hermosa, y yo estaba sacudido. Pensar en alguien todo el tiempo fuera en el balcón, observándonos. Viéndola. Reenfocándome, miré a Tate, cuyas cejas estaban arqueadas. Asustada. Pero ella ya no huía. —Veo esa mirada en tus ojos. —Me moví lentamente más cerca y hablé en voz baja—. Es la mirada que tienes cuando quieres salir corriendo. La mirada que tienes antes de decidirte quedarte y luchar. —¿Porqué que estoy luchando? —dijo, con voz ronca. ¡Por nosotros, maldita sea! —No hicimos nada malo, Tate.

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Sus ojos estaban rojos de llorar, pero sabía que ella no estaba huyendo. Reguló su respiración, y sus labios se pusieron en una línea resuelta. —Vamos. —Se dio vuelta balanceándose abrió la puerta.

y

caminó

hacia

su

camioneta,

Gracias a Dios. Dejé salir una larga respiración. Tal vez no encontraríamos mi teléfono. Tal vez no probaría mi inocencia ante sus ojos. Tal vez llevarla a la escuela, con todas esas miradas, era un error gigante. Pero estaba luchando por nosotros otra vez, y eso me tenía tan feliz que podría bailar en público cada vez que ella lo pidiera. —¿Es… um… es seguro conducir tu auto? —Ella señaló al Boss estacionado detrás de su camioneta. Cariño, no me importa. Negué. —No te preocupes. Me da una excusa para hacer más mejoras. Sus ojos eran una piscina, pero ella parpadeó las lágrimas lejos y respiró hondo. —Detente en la firma de tu mamá y recoge su teléfono —instruyó ella, ya que necesitábamos el teléfono de mi madre para encontrar el mío—. Te veo en la escuela. *** Una vez que cogí el teléfono de mi madre y corrí lejos de sus preguntas, aceleró hacia la escuela para encontrar a Tate en el estacionamiento esperando por mí. —¿Estás bien? —le inmediatamente la alejó.

pregunté,

tomando

su

mano,

pero

ella

Mi corazón cayó en mi estómago. —Tate. Ella no me miraba. Su mirada estaba volteada, mirando a la escuela. —No me preguntes si estoy bien. —Su voz era ronca como si ella estuviera reteniendo las lágrimas—. No creo que vaya a tener alguna idea de cómo contestar eso por un tiempo. Pasó una mano por su largo cabello rubio y respiré hondo antes de caminar hacia la escuela. Dios, espero que funcione. Cuanto más tiempo pasaba, ella se alejaba más de mí, y ya si era o no culpable, esto podría ser la gota que colmó el vaso. Tate había tenido suficiente.

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Estaba caminando entre la línea de luchar y cerrar. Llegando a su lado, me quedé cerca pero no la toqué. Todo el mundo estaba todavía en clases pero no por mucho tiempo. Pronto la campana sonaría, y seriamos como animales enjaulados en el zoológico. Las miradas alrededor y ningún lugar a donde voltear. Seguí el rastreador del teléfono de mi madre, aún asombrado de que yo no estuviera enojado de que me rastreara. En realidad era reconfortante que alguien se preocupara por mí, después de tanto tiempo sintiendo como si estuviera por mi propia cuenta. La luz brilló, mostrando la ubicación general de mi teléfono, pero no era específica. Tenía que haber una manera más rápida de hacer esto. Mis manos estaban temblando, y quería lárgame de aquí antes de que sonara la campana. —¿Todavía parpadea? —preguntó Tate, mirando el teléfono en mi mano. —Sí. —Miré alrededor, esperando que alguien nos viera—. No puedo creer que mi teléfono esté aún prendido después de dos días. El GPS usa un montón de batería. —Bueno, el video fue enviado esta mañana —señaló—. Si es cierto lo que dices, entonces quien usó tu teléfono probablemente lo ha cargado desde la noche del sábado. Tan lejos. —Si lo que digo es verdad... —repetí sus palabras, odiando la rapidez en la que la mierda cambiaba. Esta mañana estaba encima de ella y ahora era como si ella me quisiera lejos. —Mira —habló ella, matando el silencio entre nosotros—. Este rastreador es preciso dentro de los cincuenta metros. Así que… —Así que empieza a marcar a mi teléfono —interrumpí—. Tal vez lo escuchemos. Cincuenta metros cubría una amplia zona. El teléfono estaba aquí, pero necesitamos ayuda para encontrar exactamente dónde. Deslizó su teléfono de su bolsillo trasero y llamó a mi celular. Caminamos en silencio el suelo de baldosas, escuchando algún sonido o las vibraciones de los casilleros.

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Aunque ella tenía el teléfono a la oreja, aún podía oír mi correo de voz. Cada vez que lo hacía, ella colgaba y volvía a marcar mientras continuábamos caminando. —Vamos a separarnos —sugirió finalmente después de la quinta llamada—. Voy a seguir marcando. Escucha un sonido. Creo que está en un casillero. —¿Por qué? —le pregunté, deteniéndome para mirarla—. También alguien podría tenerlo consigo. —¿Conmigo llamando cada diez segundos? No. —Meneó la cabeza— . Ellos habrían apagado el teléfono, en cuyo caso se habría ido directamente al correo de voz. Está encendido y está en un casillero. ¿Separarnos? Froté mi mandíbula, no gustándome ni un poquito esta idea. Pero no teníamos mucho tiempo. —Muy bien —dije un poco fuera de lugar—. Pero si lo encuentras, llama al teléfono de mi madre inmediatamente. No te quiero en los pasillos sola, no hoy. Se quedó allí, estudiándome, como si no estuviera segura de que nada de esto valiera su tiempo. Probablemente pensaba que envié el video, y que ahora estaba jugando con ella. Dándose vuelta, salió y se lanzó por las escaleras al siguiente piso. Continué buscando en el primer piso, aprontando y aflojando mis manos dentro del bolsillo delantero de mi sudadera mientras escuchaba algún sonido de mi teléfono. No llevaba un reloj, generalmente usaba mi teléfono para decirme la hora, pero sabía que estábamos cerca. La campana iba a sonar y necesitábamos renunciar a esto y salir de aquí de una puta vez. Esta mañana había sentido sus besos, sus manos y su felicidad. Pero ahora solo sentía su duda. Se sentaba entre nosotros como un elefante de diez toneladas. El teléfono en mi mano sonó, y me lo llevé tan rápido hacia arriba que casi se me cayó. Sgundo piso. Junto al salón de kuhl!! Tate envió un mensaje. Mierda.

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Subí corriendo las escaleras al siguiente piso y casi tropecé con los peldaños cuando sonó la campana. El terror golpeó mi estómago a mis pies, y solo dudé un instante antes de cargar hacia adelante a través de las puertas y al segundo piso. Los estudiantes inundaron el pasillo, todos tratando de llegar a sus casilleros o bajar las escaleras para salir. La mayoría de ellos hizo una segunda toma al verme, pero solo di la vuelta hacia la izquierda y me empujé a través de la multitud tan rápido como pude. La gente en mi camino me hizo más lento, mientras que otros se detenían a susurrar a sus amigos. No había ninguna manera de saber qué estaba pasaba por sus cabezas, y mis puños se hicieron bolas por la provocación. No solo estaba enojado por lo que había sucedido, además estaba completamente furioso de que ahora tenía que limpiar el caos que no hice. Finalmente encontré a Tate junto a un conjunto de casilleros al final del pasillo, y definitivamente tenía espectadores. Su cuerpo estaba rígido, pero ella estaba erguida y no se escondía de sus miradas. Me miró, y jodidamente me derritió cuando vi que su guardia conmigo estaba abajo. —¿Estás bien? —le pregunté, tomando su rostro en mis manos. —Sí. —Su tono me contó todo. Ella me creía—. El teléfono está aquí, en 1622 —dijo suavemente, y me tensé—. Sin embargo, no sé de quién es su casilla. Yo sí. Miré detrás de ella, mis ojos endurecieron ante el casillero. Piper. Mi mandíbula se pegó y el oxígeno se vertió como combustible. No les pego a las mujeres, pero muy bien dejaría a Tate que la golpeara. —¿De vuelta tan pronto? —Una voz femenina cortó detrás de mí—. ¿Es ya tu carrera porno un fracaso? El cuerpo de Tate cambió bajo mis manos y puse un ligero beso en su frente antes de que me diera vuelta para enfrentar a la perra. Intenté mantener a Tate detrás de mí, pero ella me tiró hacia atrás y rápidamente caminó en frente. Oh, Jesús. Me froté la frente e intenté no sonreír. Nada aquí era gracioso, pero Tate continuaba sorprendiéndome.

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—En realidad, te estábamos esperando —dijo con falsa felicidad—. ¿Sabes de ese video que vino desde teléfono de Jared esta mañana? ¿Aquel que todo el mundo vio? Él no lo envió. Su teléfono fue robado la noche del sábado. ¿Sabes dónde está? —preguntó Tate, cruzando los brazos sobre su pecho. La sala se había quedado en silencio, y todos estaban parados como si estuvieran mirando en el exterior de un ring de boxeo. —¿Por qué iba a saber yo dónde está su teléfono? —se mofó Piper. Tate sostuvo su teléfono. —Oh, porque... —apretó “rellamada” y todos oyeron mi tono de llamada para Tate Behind Blue Eyes de Limp Bizkit procedente de la taquilla de Piper. Era el timbre que le había puesto después de que ella se había marchado para Francia, como ella nunca llamaría, y nunca lo cambié. Tate mostró su pantalla a todo el mundo, para que vieran que era mi nombre en la pantalla a quien ella había marcado. —Este es tu casillero, Piper —señalé, para que todo el mundo lo supiera. Tate había sido humillada. El daño estaba hecho. Pero no había elección. Todo el mundo tenía que saber que yo no era responsable de hacerle un daño así. Nunca más. —Sabes, me encanta esa canción —se burló Tate—. Escuchemos otra vez. —Remarcó y la gente permanecía ahí, algunos esperando una pelea, mientras que otros susurraban o asentían. Caminando hacia adelante, incliné mi rostro hacia el de ella. —Abre tu casillero y devuélveme mi maldito teléfono, o iremos con el decano, y él abrirá el casillero. Sus labios se fruncieron. —Fue idea de Nate. —Su voz se quebró y comenzó a defenderse. Los espectadores comenzaron a reírse. —¡Perra estúpida! —escuché ladrar a Nate desde algún lugar entre la multitud—. Fue idea tuya. Enderecé mis hombros cuando él caminó hacia adelante. Algunas personas nacieron estúpidas. Enderecé mi puño hacia atrás y le di un puñetazo en la nariz, enviándolo hacia abajo como un ciervo muerto. Se cayó al piso, sosteniéndose su ensangrentada nariz y rondé, listo para volver a reventar su culo otra vez.

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Madoc se empujó a través de la multitud, sus ojos malditamente cerca de salir de su cabeza mientras reconocía a Nate en el suelo. —¿Estás bien? —preguntó él, volviendo sus ojos hacia Tate. No la vi u oí responder, pero Madoc negó y miró abajo hacia Nate. —¿Cómo lo hiciste? —preguntó Tate a Piper. No respondió. —Tu padre es policía, ¿cierto? —preguntó Tate—. ¿Cuál es su número? —Sostuvo su teléfono como si estuviera lista para marcar—. Oh, sí, 911. —¡Está bien! —rechinó Piper—. Nate me llevó al baile y luego a la fiesta de Tori. Cuando los vimos a ti y a Jared dirigirse arriba, Nate tomó su teléfono con cámara y subió al balcón. Cuando más tarde me mostró el video, vi que Jared había dejado su teléfono en el aparador, así que me metí en la habitación de nuevo para tomarlo. Hijo de puta. —Entonces el video vino del teléfono de Nate —confirmó Tate pero me estaba mirando—. Fue transferido al de Jared antes de que fuera enviado el mensaje. Nuestras miradas se encerraron, y una montaña de alivio descendió sobre mis hombros. —Saca el teléfono de Jared, Piper. Ahora —ordenó Madoc, y miré a Nate que intentaba levantarse. Sin embargo, una vez que nuestras miradas se cruzaron, pareció reconsiderarlo cuando volvió a echarse. Piper se tomó un minuto para recuperar el teléfono, y luego lo tiró a Tate. —Hemos terminado —dijo ella sarcásticamente y agitó su mano hacia ella, despidiendo a Tate—. Pueden irse. Tenía unos cien putos nombres por el cual quería llamarla, pero sería una pérdida de tiempo. Iba a hacerme cargo de esto. Piper y Nate no se escaparían de la rabia. Solo saca a Tate de aquí. Pero, por supuesto, Tate tenía otros planes. —¿Piper? —habló con calma—. Hazte un favor y consigue ayuda. Jared no es tuyo y nunca lo será. De hecho, él no volverá a mirarte otra vez y a ver algo bueno, si vio algo bueno en primer lugar. Tate se volvió hacia mí, pero de repente, ¡Piper le estaba tirando del cabello!

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Y me quedé allí como un maldito imbécil, sin saber a cuál agarrar, porque se estaban moviendo malditamente muy rápido. Tate fue golpeada contra los casilleros. Piper intentó darle un puñetazo. Tate se agachó y luego golpeó a Piper en la cara. Dos veces. Mierda. Capté la vista de Madoc moviendo su mano hacia mí. —¡Porter! —grito-susurró, la urgencia grabada en su rostro mientras apresuradamente agarraba a mi chica y le susurraba al oído. —Shhh —intenté controlarla, pero ella estaba luchando. El Dr. Porter estaba abriéndose camino a través de la multitud. —¿Qué está pasando aquí? —gruñó mientras llegaba adelante. Tate inmediatamente se relajó en mi cuerpo. Liberé mi agarre, y ella se quedó allí en silencio, mirando hacia abajo, mientras que Porter miraba entre Piper, la chirriona masa en el piso, y la pila sangrante de Nate junto a ella. —Dr. Porter —habló Madoc—. Nate y Piper tropezaron el uno con el otro. El sudor se vertió abajo en mi espalda y no sabía si quería abrazar a Tate, bofetear a Madoc, o… bofetear a Madoc. —Señor Caruthers, no soy estúpido. —El Dr. Porter miró a la multitud—. Ahora ¿Que pasó aquí? Propiné mi pie hacia arriba y puse presión en el brazo de Nate como una advertencia para que mantuviera la boca cerrada. Él luchó, pero apreté más fuerte. Dudaba que dijera algo de todos modos. Él no quería que fuéramos a la policía. Lo haría si Tate lo quisiera, pero prefiero resolverlo por mi propia cuenta. —No vi nada, señor —ofreció mi amigo Gunnar. —Yo tampoco, Dr. Porter. —Otro estudiante siguió su ejemplo—. Probablemente solo un accidente. El resto de la multitud descubrió el plan de juego y siguió su ejemplo. Porter no obtuvo nada de nadie, y no hubo problemas. Tate estaba a salvo y la estaría llevando a su casa sin complicaciones. Frotando su barba, el Dr. Porter miró a Nate y Piper. —Muy bien, ustedes dos. Levántense y vayan a la enfermería. Todos los demás. ¡Vayan a casa! —ladró.

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Nate y Piper pisotearon hacia abajo por el pasillo tras Porter, aunque Nate estaba un poco tambaleante. El resto de los estudiantes partió lentamente y en silencio. Nadie se rió detrás de sus manos. Nadie le dio una mirada a Tate. Ellos sabían que el video no fue mi culpa, y si yo no estaba a bordo con ello, ellos tampoco deberían estarlo. El temor de la gente puede ser útil. Envolviendo mis brazos alrededor del cuello de Tate, la atraje conmigo, donde ella estaba a salvo. No es que ella necesitara ser salvada. —Siento mucho por no confiar en ti. —Su voz sorda vibró contra mi pecho—. Y también sobre lo que le hice a tu auto. No podría importarme menos el auto. —Tate, eres mía, y yo soy tuyo. Cada día te vas a dar más y más cuenta de eso. Cuando lo creas sin lugar a duda, entonces me habré ganado tu confianza. Sabía que aún no lo tenía. Hoy ha sido el resultado de los daños que había hecho. —Yo soy tuya. Solo no estaba segura si realmente eras mío —dijo en voz baja. —Entonces voy a hacerte estar segura. —Besé a la parte superior de su cabeza y la imagen de Piper agarrándola por el cabello pasó por mi cabeza. Traté de mantener mi diversión ante cómo Tate la arrastró y la trajo hacia abajo. —¿Justo ahora te estás riendo? —Ella se inclinó hacia atrás y me miró, medio enojada y medio confundida. Sí, definitivamente ahora no debería estar riéndome. —Bueno, estaba preocupado por mis problemas de ira, pero ahora como que estoy preocupado por el tuyo. Te gusta pegarle a la gente. —No pude contener la enorme sonrisa en mi rostro. Rodó los ojos. —No estoy enojada. Ella obtuvo lo que se merecía y fui atacada primero. Levanté a Tate, guiando sus piernas alrededor de mi cintura y la llevé hacia el final del pasillo, incapaz de ya no tocarla. Tenía tanto miedo de no volver a tocarla otra vez.

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—¿Sabes? es tu culpa —dijo ella contra mi oído. —¿Qué? —pregunté. —Me has hecho mala. Y ahora golpeo a pobres chicas indefensas… y chicos —agregó y quería reír de nuevo, pensando en el daño que le había hecho a Madoc. —Podría decirse que convertí el metal en acero. Besó la cima de mi oído, y un escalofrío sacudió mi cuerpo. —Lo que te ayude a dormir por la noche, bravucón —se burló ella. Y la agarré más fuerte, con la esperanza de que pudiera, algún día, corregir todos los errores.

282

Treinta y ocho D

urante la próxima semana, trabajamos duro para derribar el vídeo o reportarlo al sitio de acogida.

Tate lo manejó con una cara seria hasta que leyó los comentarios sobre el video en uno de los sitios. Algunos eran crueles. Algunos eran retorcidos. Todos ellos eran sórdidos. Estaba lista para incendiar todo Internet, así que terminé solo diciéndole que lo dejará, y yo me encargué del resto. De hecho, le pasé la tarea a Jax. Él sabía manejarse alrededor de esa mierda mejor que yo. Y sería más rápido en eso. Los padres de Piper se enteraron del video y su implicación. La sacaron de la escuela por el resto del año. Ella sería educada en casa, hasta que se graduara. Nate era otro asunto. Había sido MIA8 desde que la mierda cayó en el pasillo la semana pasada, así que lo puso en un segundo plano por ahora. Pero él aparecería eventualmente, y yo no estaba ni siquiera cerca de superarlo. El padre de Tate, por el contrario, fue la parte más difícil de tratar. Él apoyó nuestra nueva relación, pero tuvimos que "desacelerar el infierno" Él y yo llevamos a Tate a Chicago el fin de semana pasado para comprar el R8 que había estado mirando en línea. Él no estaba muy emocionado gastando mucho dinero en un coche para ella, pero quería ver su sonrisa. Mantenerse ocupado. Enfocarse en otro proyecto. Algunas personas podrían considerar sus tácticas terapéuticas tranquilizantes, pero no era así. El proyecto Nova que él inventó para mí el año pasado fue para mí una manera de no pensar constantemente. Podía conseguir espacio, distancia y perspectiva. Ya estaba funcionando con Tate. No podía creer lo rápido que estaba superando lo del video. —¿Qué es esto? —Sus ojos curiosos sonrieron a la caja que acababa de poner en sus manos.

8

MIA: Desaparecido en Acción.

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Me senté en mis rodillas en su cama, inclinándome hacia atrás en mis pies. —Ábrelo. Tate había estado en su cama cuando me trepé a través del árbol, y la lluvia, para colarme en una visita. Había arrastrado a Jax conmigo a algunas tiendas al por mayor de las que Madoc me habló. Normalmente no soy un comprador, pero me mordí la maldita lengua y pedí ideas. Quería darle a Tate algo especial. Ella deslizó la tapa de la caja abierta y sacó la encantadora pulsera, sus ojos brillando con sorpresa y un poco de confusión. La vi estudiar los cuatro amuletos colgando de la pulsera: una llave, una moneda, un teléfono celular y un corazón. Mantuve mi expresión plana, todavía inquieto porque alguien supiera lo débil que era. El cómo mis esperanzas estaban puestas en esta chica pensando que valía la pena. Después de unos momentos, sus ojos se abrieron, y la realización la golpeo. —¡Mis salvavidas! —soltó, sonriendo y exhalé un suspiro de alivio. No sabía, hasta hace poco, sobre las tácticas de supervivencia de Tate conmigo. Eran cosas que ella siempre llevaba con ella cuando fue a fiestas u otros eventos sociales en la escuela secundaria. Típicos objetos de emergencia que utilizaba para escapar de mí si lo necesitaba. Dinero, teléfono y llaves del carro. —Sí. —Me pasé una mano por el cabello, las gotas cayendo en mi cara—. Cuando me dijiste de camino a Chicago sobre cómo siempre buscabas tus planes de escape cuando tratabas conmigo en el pasado, no quería que me vieras de esa manera. —Yo no… —Ella negó. —Lo sé —la interrumpí—. Pero quiero asegurarme de que nunca perderé tu confianza de nuevo. Quiero ser una de tus salvavidas, Tate. Quiero que me necesites. Así que... —Señalé a la pulsera—. El corazón soy yo. Una de tus salvavidas. —Llevé a Jax conmigo hoy a recogerlo. Simplemente debería haberle conseguido un brazalete con un corazón. Eso es. Un puto corazón. Eso era todo lo que ella necesitaba. Yo era quien la mantenía a salvo. Yo era al que iría corriendo, si Tate corría a alguien en absoluto, en busca de ayuda o consuelo. —¿Cómo está tu hermano? —Ella me sacó de mis pensamientos.

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—Él está aguantando —le ofrecí—. Mi mamá está trabajando con un abogado para tratar de obtener la custodia. Él quiere conocerte. Y lo hacía. Las palabras de mi hermano: “Quiero conocer a la chica que te ha hecho tan aburrido”. Tan pequeña mierda. —Me encantaría —dijo ella suavemente, y mi corazón se llenó mientras la veía girar el brazalete alrededor de sus dedos, estudiándolo con un brillo en sus ojos. —¿Me lo pones? —preguntó ella, y traté de ignorar la lágrima que caía por su mejilla. Esperaba que fuera una lágrima feliz, y de repente, no podía esperar a que su padre se relajara con las reglas de cuánto tiempo se nos permitía estar juntos. Bien sabía que necesitaba tocarla. Y pronto. Teníamos dieciocho años, pero ambos respetamos a su papá. Pero en su cabeza, y probablemente en la cabeza de la mayoría de los padres, dieciocho era todavía demasiado joven para las cosas que quería hacer con ella. Para las cosas que ya había hecho con ella. Trabajé el broche, fijándolo en su muñeca, y luego la jalé a mi regazo para que ella se sentara a horcajadas sobre mí. Oh, Cristo. Ella envolvió sus brazos alrededor de mi cuello, su centro moliéndose en mí, y cerré los ojos por segundo. Había pasado demasiado tiempo. Está bien, solo una semana, pero aun así. Cuando has probado la única cosa que te completa, es imposible no querer más de ella. Mucho más. Ella se inclinó hacia abajo, derritiendo sus suaves y dulces labios en los míos, y sostuve sus caderas apretadas. Sabía que no podía quedarme, pero no quería parar, tampoco. —Jared —amenazó una profunda voz masculina, y los dos sacudimos la cabeza hacia la puerta. Mierda. El padre de Tate. Suspiré, moviendo la cabeza. —Tienes que ir a casa ahora —me ordenó a través de la puerta cerrada—. Te veremos para cenar mañana por la noche.

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Impresionante. Mi cuerpo estaba gritando, pero ¿qué podía decirle? ¿Hey, necesito a su hija durante unas tres horas o hasta que se desmaye por agotamiento? O, ¿te importaría si me quedó a dormir, porque nunca me duermo tan bien como cuando los labios de Tate se entierran en mi cuello? Sí, me reí, eso iría muy bien. —Sí, señor —le respondí, y pude sentir el cuerpo de Tate temblando con una risa silenciosa. Miré de nuevo hacia ella. —Supongo que me tengo que ir. Ella me sostuvo por la camisa, tocando su nariz con la mía. —Lo sé —dijo ella a regañadientes—. Gracias por mi pulsera. Me bajé de la cama y la bese antes de despedirnos. Ella malditamente no lo estaba haciendo fácil, tampoco, mirándome como si quisiera comerme. Pero hice lo que me dijeron, por ahora, y trepé de nuevo a través del árbol. Ahora, estaba realmente emocionado de que el señor Brandt nunca hubiera cortado esta cosa. Espera... él podría ahora, sin embargo. Me reí para mis adentros mientras me arrastraba de vuelta a través de mi ventana, saludé con la mano y apagué las luces. La erección en los pantalones no había disminuido, y yo estaba medio tentado a traerla de vuelta a mi habitación. Otra ducha fría nocturna. Haciendo mi camino al baño, sentí mi teléfono vibrar contra mi muslo, y lo agarré de mi bolsillo. Mirando la pantalla, tuve la urgencia de tirarlo por el inodoro. K.C.

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Treinta y nueve G

emí. Ya era tarde, y ella y yo no hablábamos. ¿Qué demonios quería?

Deslizando la pantalla, contesté. —¿Sí? —Tengo algo para ti —cantó, su voz lenta y sensual era muy desconcertante. Enderecé mis hombros, tenso. —Estoy seguro de que no me interesa —dije tajante, abriendo la ducha. —Oh, lo estarás. —Podía oír la sonrisa en su voz—. Estoy en la casa de Madoc. Apresúrate o empezaremos sin ti. Jesús. Yo no era quien para juzgar pero, K.C a veces era un poco estúpida. Ahora mismo, sin embargo, solo parecía ebria. —Ponlo al teléfono —ordené, mi paciencia acabándose. Oí su risa en el otro extremo antes de que cambiara de persona. —Hombre, solo ven aquí —se rio Madoc, manteniendo su voz baja—. Querrás un pedazo de esto. ¿Qué demonios? —¿De K.C? —¿Qué? —Madox se puso a la defensiva—. K.C es asombrosa. Te trajo un regalo. Está esperándote en el jacuzzi justo ahora. Te voy a dar una pista. Su nombre es Nate. Mi pulso latió en mi garganta, y mi cara se puso caliente. —Así que trae tu jodido trasero aquí —me gritó y colgó. Oh, hombre. Respire dentro y fuera, queriendo reírme y golpear algo al mismo tiempo. Está bien, supongo que K.C no era tan estúpida, después de todo. No tenía idea de cómo ella terminó con Nate, y en la casa de Madoc, pero era perfecto.

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Lo golpearía por mí, pero lo mataría por Tate. Cuando pensé en como ella lloró, teniendo que enfrentar a su padre la semana pasada. O como la escolté a cada clase para asegurarme que nadie dijera mierda de ella. Cada lágrima que derramó, cada temblor de su pecho, y cada vez que ella cerró los ojos con vergüenza fue el dolor que yo causé. Nate y Piper no tenían un problema con ella. Ellos tomaron represalias contra mí. Entré a la habitación de invitados y sacudí a mi hermano para despertarlo. —¿Quieres meterte en una pelea? Después de ir a Chicago hoy por el regalo de Tate, el terminó en mi casa. Aunque odiaba que él no estuviera con nosotros, estaba aliviado de que sus padres adoptivos fueran permisivos con las visitas. El dormiría aquí todas las noches esta semana, y manejaría una hora a la escuela cada día. —Infiernos, si —murmuró algo confuso y salió de la cama. Puso su cabello en una larga cola de caballo, y nos pusimos nuestras sudaderas negras marca Trent antes de salir por la puerta. Mi mama estaba dormida, y brevemente pensé en llevar a Tate conmigo, pero era mejor que se quedara en casa. No quería meterla en más problemas. Nos subimos a mi Boss apenas arreglado, y nos fuimos. Jax bostezó a mi lado mientras cruzábamos las calles negras y resbaladizas del otro lado de la ciudad. —Nunca te duermes hasta que es muy tarde, y siempre te levantas temprano. Necesitas dormir más. —Traté de ver su reacción con la esquina de mi ojo. Negó. —Debías hablar. Me despierto contigo maldiciendo en la jodida ducha a las dos de la mañana cada día. Necesitas tomar a esa chica y llevarla a un lindo y largo paseo en auto mañana. Estoy seguro de que ella está sufriendo tanto como tú. Fruncí en ceño por la ventana pero no pude mantener la risa fuera de mi voz. —No haría ninguna diferencia. Seguiría necesitando una ducha fría. Cuando tienes a alguien que amas, siempre quieres más. —Oh, Jesús —se quejó—. Solo no te tatúes su nombre en el cuerpo, por favor. El único nombre de chica que un hombre debería tatuarse es el de su hija.

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Negué pero no pude evitar la visión de una pequeña niña con cabello castaño y ojos color azul tormenta montando mis hombros algún día. Jesucristo. Me quedé mirando por la ventana, tratando de no pensar acerca de cómo las ideas de mi futuro estaban cambiando. Jax y yo manejamos el resto del camino en silencio a la casa de Madoc, que era diez veces mejor que el barrio en el que Tate y yo vivíamos. No me malentiendan. Vivíamos en una gran área. Un montón de lindas casas, parques, y fiestas de barrios privadas. ¿Pero Madoc? Él vivía en un lugar demasiado caro para la ciudad de abogados y doctores, no era el lugar para solo profesionales. Era en barrio para cirujanos y corporaciones CEO que mantenían a su familia bien apartada de su trabajo en Chicago. Conduje hacia la puerta de metal de doce metros, e introduje el código. Durante el día, había un servicio de seguridad para comprobar los visitantes que entraban y salían, pero de noche, el personal estaba disperso y usualmente pasaban su tiempo patrullando el barrio en su todo terreno. La puerta se abrió con un ruido y lentamente descendí por la calle perfectamente pavimentada de Seven Hill Valley. Después de un par de casas, doblamos en la calle de Madoc y estacionamos frente a la puerta. Saltando fuera del auto, golpeé la puerta cerrándola y apreté mis manos, tratando de mentalizarme. Todavía no estaba seguro de cuál era mi plan, pero como siempre, primero me metía y actuaba como si supiera lo que estaba haciendo Cuando dudas, quédate con lo que sabes. Oí a Jax bajar detrás de mí, y los dos caminamos dentro de la casa de Madoc pasando a través de la entrada hacia la parte de atrás. Realmente, era una mansión, pero Madoc me corrigió ese término hace años. Era una casa...o lo que sea. El nunca alardeó de su posición social o su dinero. Si lo hubiese hecho, no seriamos amigos. —Hola amigo. Ya era jodidamente el tiempo de que llegaras. —Nos encontró en el pasillo. Llevaba unas ridículas bermudas de cuadros grises y negros, su cabello rubio, peinado hacia atrás, lucia como si hubiera estado nadando. Pero el resto de su cuero estaba seco. Halloween era en dos días, y estaba helado, pero el jacuzzi de Madoc haría el clima soportable.

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Me detuve delante de él. —¿Así que en realidad vino a tu casa? —pregunté. Nate sabía que Madoc era mi mejor amigo. Después del video, no pensé que Nate fuese tan estúpido que confiaría en respirar el mismo aire que Madoc. Sonrió. —Esta es la parte asombrosa. El piensa que esta es la casa de K.C. — Sus ojos brillaban como si estuviera muy orgulloso de haber engañado a Nate—. K.C salió esta noche y se topó con él. Ella hizo un plan y me mandó un mensaje. Le dije que lo trajera aquí. Ni siquiera me ha visto aún. Se encogió de hombros y esperó a que respondiera. Me contuve, no estaba seguro de cuán lejos quería llevar esto. Tenía mierda que perder ahora, y por primera vez en mucho tiempo, me importaba hacia donde fuera mi vida. Jax se aclaró la garganta a mi lado. —¿Tienes la correa un poco ajustada, Jared? ¿Correa? Pequeño pedazo de mierda. Girando mi cabeza y le dispare una mirada, pero solo sonrío y miró hacia otro lado. Jax sabe todo lo que pasó con Tate, él estaba ayudando con el video después de todo, y aunque me daba momentos difíciles acerca de mi apego a Tate, estaba de nuestro lado. Quería ver al idiota pagar tanto como nosotros. Pasando a través del pasillo hacia la cocina, sentí a Madoc y Jax detrás de mí. Espié a K.C y Nate a través de las puertas de cristal, estaban divirtiéndose en el jacuzzi, antes de que caminara hacia ellos e interrumpiera su pequeño mundo de relajación. —K.C., sal del jacuzzi. —Puse mi cabeza de lado. —¿Qué? —empezó Nate —No hables —lo corté. K.C. se vistió solo con su ropa interior, salpicó agua del jacuzzi mientras salía. —Tráiganle su ropa —ordené sin embargo no quite mis ojos de Nate. En un segundo, fue Madoc el que vino y agarro la mierda de Nate desde el lado del jacuzzi.

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No estaba seguro de si Nate estaba usando algo, él era todo agallas. No habló mientras sus ojos azules iban de mí, hacia Madoc y hacia Jax. No estaba seguro de donde se había ido KC., pero no había oído la puerta de la casa abrirse, así que asumí que seguía en el patio. —Jax, dame tu cuchillo. —Sostuve mi mano a un costado, mis ojos todavía puestos en la expresión de shock de Nate, un momento después, la navaja fue puesta en mi mano. Deslizando el botón, la hoja parcialmente dentada salió, vibrando en mi mano. Los ojos de Nate se agrandaron, su mirada se disparó alrededor como si buscara una ruta de escape. Sí, ni siquiera lo intentes. —Sabes porque estoy enojado. —Me paré en el lado opuesto del jacuzzi, enfrentándolo—. Y deberías saber que no lo iba a olvidar. —Jared —empezó —Cállate —le espeté. Su cabello negro y corto estaba húmedo y pegado a su frente, mientras sus labios temblaron ligeramente. —Podríamos haber ido a la policía —le dije—. Pero mantengo mis códigos. —Moví mi muñeca, haciendo hincapié en la hoja—. Y realmente te dolerá. —Por favor. —Su voz era áspera mientras intentaba levantarse—. Puedo explicarlo. —¿Explicarlo? —ladré, y se sentó de nuevo—. ¿Cuál parte?¿La vez que trataste de forzar a mi novia en el bosque, o cuando nos grabaste desnudos y lo pusiste para que todo el mundo lo viera? Rodeé el jacuzzi, metiéndome en su espacio. —Veras, puedo entender que seas demasiado estúpido para entender una simple orden. —Bajé mi voz y dejé que el cuchillo lo hiciera hablar—. Pero entenderás esto. Vas a tener una noche muy incómoda. Me acerqué unos centímetros, inclinándome. —Lo siento. —Abrió la boca, sus ojos azules bailando entre mi cara y la brillante hoja negra en mi mano derecha—. No debería haberla tocado. Ni siquiera la miraré otra vez. Por favor, no. —¿Tú qué? —Me detuve y le pregunté, enarcando una ceja. —Lo siento —dijo más fuerte —¿Que sientes?

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—Lamento haberme metido con tu novia —habló rápidamente. —No. —Sacudí mi cabeza como si estuviera hablando con un niño pequeño—. Lamentas haberte metido con Tate —lo motivé. Sea o no mi novia, él nunca se metería con Tate otra vez, nunca. —Tate. —Se corrigió, respirando duro—. Lamento haberme metido con Tate. Nunca sucederá otra vez. Fui estúpido. Estaba borracho. Me disculparé con ella. —No. —Mi voz había ido de un poco divertida a una amenaza de muerte—. Si alguna vez vuelves a hablar con ella, mirarla, hablar de ella... si alguna vez le sonríes, voy agregar tu sangre a la colección de este cuchillo. —Me dolía la mandíbula de apretarla, podía sentir a Jax y Madoc cambiando de lado—. Ahora, ve a casa —le ordené a Nate. —¿Qué? —oí el bramido de Madoc, pero mis ojos se quedaron en Nate, saliendo del jacuzzi jodidamente desnudo. —Se va. —Me giré para mirar a mi amigo y hermano, los dos luciendo como si sus ojos fueran a salirse de sus cabezas—. Esta vez. Sabía que querían ver a este idiota con su trasero pateado. Infiernos, yo también. Pero algo había cambiado, no quería sentir siempre que Tate merecía a alguien mejor que yo. Hacer lo que mi instinto quería hacerle a Nate esta noche, no serviría de nada. Él era un perdedor. Tenía a mi chica. Me amaba. Yo gané. —Mi ropa. —Nate miró alrededor, inquieto y temblando—. Mis llaves están en mis jeans. —Entonces imagino que tienes problemas. —Esperaba que mi sonrisa luciera siniestra—. Ten un feliz paseo. Dudó por un momento, probablemente imaginando como llegaría a casa a diez millas sin ropas en Octubre. Pero no discutió. Todos estaban quietos mientras dejaba el patio. Note a K.C. parada a una gran distancia, cubierta con una toalla. Ella había sonado ebria en el teléfono, pero su cara estaba sobria ahora. —Me asegurare de que salga. —Madoc se rió—. No quiero que intente agarrar ropa de mi casa. Deslizando el botón guarde la navaja, tiré de mi hermano y empezamos a caminar fuera de la casa. —Jared, ¿qué demonios? ¿Ni siquiera un puñetazo? —Su voz era suave. En realidad no decepcionado solo sorprendido.

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—Hay otras cosas por las que vale la pena pelear, Jax. Caminando hacia la mejor amiga de Tate, estaba sorprendido de que en realidad estuviera feliz de tener a K.C. cerca. Dudaba que Madoc o Jax pudieran haber tenido a Nate aquí esta noche. Ella y yo fuimos estúpidos por nuestras propias razones egoístas, pero sabía que cubría la espalda de Tate esta noche, y esperaba que K.C. pudiera aclarar todo. Tate necesitaba una explicación de ella. —Gracias. —Asentí. —Seguro. Sus ojos fueron rápidamente a Jax, frunciendo el ceño. Mirándolo hacia él, vi que la miraba de arriba abajo, violándola de cada forma que un hombre podía violar a una mujer sin tocarla. —¿Que estas mirando? —Ella rompió su mirada. El lado de su boca se curvó. —¿Necesitas un viaje a casa? —No te conozco. —Su despreció fue condescendiente. —Lo harás —disparó de vuelta como algo natural—. Podrías conocerme ahora. Oh, Jesús. Su cara calló, pero ella le devolvió el favor y le dio una vez más lo que él le había dado. —¿Qué edad tienes de todas formas? —Soy suficientemente viejo para conocerte. Pasé mi mano por mi cara, listo para irme a mi maldita casa. K.C. nos miró a los dos, con los ojos entrecerrados y graves. —Ustedes son iguales. —Sacudió su cabeza y se dio vuelta para irse—. ¡Madoc, necesito que me lleves a casa! —gritó mientras entraba a la casa. Escuché a Jax reírse, yo solo rodé mis ojos. Los dos teníamos problemas de compromiso, pero algo diferentes. Él no se metía en una larga línea de cortas y desconectadas relaciones como hacía yo. A él no le importaba dejar entrar a la gente porque sabía que nunca llegarían a la zona final con él. Yo tenía miedo de que me importara demasiado. Jax sabía que no le importaría lo suficiente. —¿Quién era esa? —preguntó mientras caminábamos fuera de la casa de Madoc hacia mi auto.

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—La mejor amiga de Tate, K.C. Abrimos las puertas del auto y nos subimos. —¿De qué es la abreviatura de K.C? —Se tiró para atrás los mechones de cabello que se habían salido de su cola de caballo. —Ni idea. —Suspiré—. Ella ha sido K.C. desde que la conocí. —Lo miré antes de girar la llave—. Y no —ordené. —¿No qué? —Estoy tratando de avanzar con Tate. La mierda necesita calmarse. No hagas más drama. K.C. no es tipo de chica de una noche, es definitivamente muy emocional para ser amigos con beneficios. Solo déjala en paz. —Muy tarde, hermano. Mi pueblo es cazador. Su pueblo. Me reí por dentro, a pesar de que era triste. Dudaba que Jax recordara como era su madre, ni cuál era el nombre de su tribu. Y era solo un cuarto de Indio Americano, de cualquier modo, para él, era todo indio. —Ella no es tu tipo —señalé—. Tensa y llorona. Avanzando por el camino, aceleré bajando por la calle hacia las puertas. —Exactamente mi tipo —habló bajo—. No puedes enamorarte de alguien así.

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Cuarenta —H

ijo de puta —gruñí, sentado en la cama. Doblando mi pierna, apoyé mi frente en mi mano con el codo apoyado en mi rodilla.

Estoy tan jodido. Mi polla latía con tanta fuerza que dolía. Me encontraba despertándome con constantes erecciones, y era como si tuviera trece años de nuevo. En realidad estaba despertando adolorido con la presión entre mis piernas, y lo único que quería era encerrarme al lado. Iba a ser un largo año de mierda. Eso era seguro. Todavía no tenía ningún plan sobre la universidad, pero una cosa era segura. Donde quiera que terminara, tenía ganas de visitar a Tate y joderla en la intimidad, sin padres alrededor. Un crujido interrumpió mis pensamientos, y mi cabeza salió de mi mano para ver a Tate entrar en mi habitación. Mi pecho se hundió, y parpadeé un par de veces para asegurarme de que no estaba soñando. Cerró la puerta y se apoyó en ella. —Por favor, dime que estás pensando en mí. —Sus labios eran suaves y juguetones mientras ronroneaba sus palabras. Me estaba jodiendo. Con su mirada, feroz y urgente. Con su boca, húmeda y abierta. Con su voz, suave y burlona, estaba dispuesto a dar gracias a mi buena estrella que ella estaba aquí. —¿Estás bromeando? —Levanté las cejas y quité la manta, haciendo un gesto hacia el bulto muy duro empujando a través de los jeans con los que me había quedado dormido—. Mira esta mierda. No puedo pensar con claridad. Y salté de la cama y me presioné contra ella. Nuestros labios se juntaron, y la dulzura de cómo su cuerpo se moldeaba al mío hicieron que me arrepintiera de cualquier otra chica que había tocado.

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Tate siempre tenía buen sabor, como las manzanas calientes y cielos enojados, y su lengua era simplemente dulce. Sabía cómo moverse conmigo. Cuando me incliné, arqueó la espalda. Cuando saqué mi cabeza hacia atrás, ella leyó mi mente y arqueo su cuello para mí. —Espera. —Se quedó sin aliento—. La puerta principal se encontraba abierta. No he visto a tu madre cuando entré, pero tiene que estar arriba. Negué, regañándola. —Tú empezaste esto. Y está no es tu casa. No hay reglas aquí. —Sonreí y me incliné para conectar mi iPod y encendí Raise the dead de Rachel Rabin para ahogar nuestro ruido. —Ven aquí —dije en voz baja, estirándola por sus caderas hacia mi cuerpo. Pero me rechazó. Decepción, no, dolor y confusión se retorcieron a través de mí. —¿Qu…? —empecé a preguntar, pero contuve el aliento cuando empezó a quitarse la ropa. Jooooodeeeeer. ¿Su pequeña, camiseta blanca? Fuera. ¿Sus pijamas cortos y ropa interior? Fuera en un solo movimiento. Y cuando vino a mí, me encontraba mareado y jodidamente duro. Deslicé mis dedos por sus costados y luego hacia abajo sobre sus hermosos pechos. Tenía la piel sedosa y firme, como la lluvia. Perfecta. Ni siquiera tuve tiempo para alcanzar el cajón de mi mesita de noche antes de que me empujara sobre la cama y se sentara a horcajadas. —Tate, un condón —jadeé. Santa mierda. Todo mi cuerpo se estremeció con el contacto, su húmedo calor rozándose contra mí y la sangre bombeando a través de mi polla. —Pantalones —susurró, y cuando se inclinó para agarrar un condón, sabía lo que quería decir. Después de unos tres segundos, la goma estaba puesta, la penetré y me encontraba en su interior.

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Nos quedamos quietos por un minuto, ambos temblando y respirando mientras nos empapábamos en el sentimiento. Dios, Tate. Tan apretada. Sus labios se estrellaron abajo contra los míos, y me sumergí en su boca, moviendo mi lengua contra la de ella, mientras nos quedábamos sin aliento y volvíamos por más. —Jared —susurró entre besos—. Algo está mal en mí. Siempre quiero más de ti. Sus caderas comenzaron a moverse hacia atrás y adelante, arriba y abajo en mi pene, haciéndome sentir una dulce opresión corriendo por mis brazos y piernas. Su piel celestial se sentía como crema, y agarré su culo con mis manos, estirándola hacia abajo de mí mientras la habitación se llenaba de calor húmedo y sudor. Dios... me amaba. Todavía no podía creerlo, pero lo hacía. —¿Qué quieres, Tate? —respiré contra sus labios, desesperado y follándola perdido en mi necesidad de su piel, su olor, su fuego... —Te deseo. —Cerró sus ojos y dejó caer su cabeza hacia atrás mientras su cuerpo se sacudió contra el mío—. Cada mañana y cada noche. Volvió a bajar su cabeza y sus dedos tomaron puñados de mi cabello. —Quiero sentirte todo el día, Jared. Sí, iba a ser un largo año de mierda. Envolviendo mi brazo alrededor de su cintura, nos di media vuelta, así ella se extendía a fondo, y follaba al amor de mi vida bastante duro, por lo que me sentiría. Todo. El. Maldito. Día. —Ahhh —gimió, sus ojos desesperados encontrándose con los míos. —Te amo, Tatum Brandt. —Puse mi mano sobre su boca, y empujé dentro de ella con más fuerza—. Ahora, ven. Joder, odiaba apresurarme. Pero sabía que mi mamá ya se había levantado, y nuestra conversación y gemidos llamarían su atención. Incluso con la música. —Jesucristo, bebé, te sientes bien. —Dejé caer mi boca a su pecho y succioné su pezón en mi boca. Sabía que mi espalda ya se encontraba empapada de sudor, y sonreí cuando saboreé su piel salada. Ella sintió esto tanto como yo lo hice.

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Sus muslos se tensaron alrededor de mí, sus uñas se clavaron en mi espalda y la sentí palpitando desde el interior mientras ella contenía el aliento. Se estaba viniendo, y levanté la mirada para ver sus ojos batirse cerrados. Después de unos momentos, dejó escapar un pequeño gemido y exhaló contra mi mano. Siempre sabía cuándo Tate se venía. Tenía una cosa sobre contener la respiración. Me apoyé en una mano y agarré su muslo con la otra, moviendo mis caderas entre sus piernas cada vez más rápido. Más y más. Más y más duro. Mis ojos se cerraron, la presión dentro de mí en su punto de ruptura. Joder. Bajé mi mirada a su cara de felicidad, y me sumergí en ella un par de veces más, antes de dejar que todo se fuera. Fuego fresco se extendió a través de mis venas, y todo el aire salió de mi cuerpo mientras me desplomaba sobre ella, respirando como un corredor de maratón. —Jared, necesito una camiseta limp… Levanté mi cabeza, vi a Jax, y Tate gritó, estirando mi cuerpo hacia abajo para cubrir el de ella. —¿Qué mierda? —Estaba desnudo como el infierno, y Jax se quedó allí, con los ojos abiertos con sus labios formando un círculo—. ¡Fuera! —grité. Después de una pausa, él estalló en una sonrisa y soltó un bufido. —Oye, debes de ser Tate. Soy Jaxon. —Y el hijo de puta le tendió la mano para saludarla. Afortunadamente, Tate se encontraba protegida por mí, pero no estaba cubierta. El idiota había dejado la puerta abierta, también. Tate se asomó y le ofreció su mano tímidamente. —Um... hola, Jaxon. Encantada de conocerte. Se saludaron, y el pinchazo estúpido quedó allí sonriendo. —Vete a la mierda —grité de nuevo, mis ojos ardiendo asesinamente. —Jared, ¿por qué estás gritando? —Mi madre asomó su cabeza, y Tate se encogió en una bola debajo de mí otra vez. Oh, ¿qué demonios? —Jared —jadeó sorprendida mi madre, cuando se dio cuenta de los brazos y piernas extras, haciéndome apretar mis dientes. Jax cayó en un ataque de risa, y su rostro se volvió rojo.

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—¡Todo el mundo fuera! —grité, y Jax salió, sin dejar de sonreír y, obviamente, tratando de contener la risa. Mi madre, con el rostro contraído por la ira y mirando como si quisiera decir algo, agarró el pomo de la puerta y la cerró de golpe. —¡Oh, Dios mío! —gritó Tate en mi pecho—. Eso no acaba de suceder. —Sí, me temo que sí. Pero, ¿a quién le importa? —Negué apagado. Estaba enojado, porque Tate estaba avergonzada, pero mi mamá y Jax no eran ninguna amenaza. Ella me miró, su cabello sexy caía sobre los ojos. —Tu madre hablará con mi padre. —Mi mamá tiene miedo de tu papá. Igual que nosotros. No va a decir nada. —Besé su frente. —Estoy comportándome tan mal. —Se sentó, cubriéndose, viéndose un poco enferma—. Simplemente no podía evitarlo. O... no quería, tal vez. Me desperté, y te deseaba tanto. No pensé. —Mírame —le interrumpí, sosteniendo su cara entre mis manos—. No estás comportándote mal. Eres una buena chica. Nadie nos va a quitar esto, Tate. —Mi voz se endureció y mis ojos se agudizaron. Empujé su barbilla, así se encontraría con mis ojos—. Tenemos dieciocho años. Estamos en mi casa. Estás en un lugar seguro. Deja de actuar como si deberías disculparte por estar enamorada. Entiendo que le muestres respeto a tu papá bajo su techo, pero lo hecho, hecho está. No volveremos hacia atrás. —Envolví mis brazos alrededor de ella y besé su cuello caliente. —Lo sé —suspiró, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello y abrazándome cerca—. Te amo, y... y confío en esto. Pero sentí la duda asentándose en mis entrañas de todos modos. ¿Estaba segura? Demasiado drama últimamente, o mucha molestia, pero todavía tenía miedo de ser lastimada. Aclaré mi garganta y negué, cambiando de tema. —Ve a alistarte para la escuela. —Me aparté y la miré—. Estaré en treinta para recogerte. Y puedes también salir por la puerta principal. Saben que estás aquí ahora —añadí mientras me levantaba. La comisura de su boca se elevó, y se echó a reír cuando le lancé una de mis camisetas limpias en su rostro. —Ponte eso. —Era otra camiseta de “Nine Inch Nails”. Ellos eran una de mis bandas favoritas, así que tenía unos cuantas más de ellos—. Para

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reemplazar la que quemaste el año pasado —añadí cuando frunció sus cejas hacia mí. —Genial —sonrió y se puso su ropa interior y la camiseta—. Siempre me gustó vestirme con tu ropa —susurró sensualmente y se dio la vuelta una vez, modelando la ropa. Yyyyyyyy… Estaba jodidamente duro de nuevo. *** —Tío, retiro lo dicho —se apresuró a decir Jax cuando entré en la cocina—. Definitivamente deberías tener su nombre tatuado en tu cuerpo. Diablos, tendría su nombre tatuado en mi cuerpo. —Se echó a reír otra vez, el maldito pinchazo. —Jaxon, tal comportamiento no es tolerado. —Mi madre entró, maletín en mano—. No creas que te vas a salir con la tuya cuando vivas aquí. —Sí, mamá —se burló, pero sinceramente, tenía una mejor relación que yo con mi madre. —Jared. Estas en casa después de la escuela. Estamos hablando. — Señaló con su dedo. —Sí, mamá —murmuré, imitando a Jax. —Jax, cariño. —Mi madre miró a mi hermano—. ¿Terminaste con mi portátil? —Sí, la puse de nuevo en su estuche. Gracias. —Y tomó otro bocado de cereal en una cuchara mientras se apoyaba en el fregadero. Mi madre se acercó a mí tan pronto como colgó el estuche de su portátil sobre su hombro. Dejé que colocará su mano sobre mi mejilla, pero todavía no conseguía mantener el contacto visual. —Te amo —susurró suavemente—. Y estás en casa después de la escuela. Asentí, y ella se fue, el sonido de sus tacones desapareciendo al final del pasillo. Mirando por encima de Jax, quién se encontraba allí tratando de mantener a raya su sonrisa, de repente estaba confundido. —Tienes un teléfono. ¿Para qué necesitabas el portátil? —pregunté, agarrando una manzana del mostrador y tomando una mordida. Se encogió de hombros y metió en su boca más Captain Crunch. *** —¿Estás seguro de que te sientes cómoda con esa ropa? —pregunté mientras caminábamos a la escuela, de la mano.

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No me miró, pero su sonrisa apestaba a sarcasmo. —¿Es mi comodidad la que te preocupa o la tuya? No parecía ni remotamente como una puta. Por el contrario, era una portada de una revista de mierda. Pero el vestido negro ligero era corto. Tate usualmente vestía como una chica poco femenina, pero era como si estuviera en una misión de joder con mi deseo, veinticuatro horas del día, siete días a la semana. Estaba en marcha. —Mi preocupación no tiene nada que ver conmigo. —La atraje hacia mi lado y enganché un brazo alrededor de su cuello—. Solo pienso en ti. Dimos un paseo por los pasillos, apenas nos notaron, finalmente, mientras la escuela seguía adelante de su drama más reciente. Jax era un genio. Hice una búsqueda en la web después de que llegué a casa ayer por la noche, y no pude encontrar el vídeo en ningún lugar. Todo el mundo siguió adelante. —Vamos a dar un paseo después de la escuela hoy —sugerí—. Solo subamos a la motocicleta y vamos. Mirando hacia arriba, levantó sus cejas y sonrió, pero luego sus ojos se desplazaron a los casilleros a nuestro lado, y su sonrisa decayó. Siguiendo su mirada, vi a dos chicas echándonos un vistazo a Tate y a mí, y susurrando. Estaban siendo muy evidentes. A una de las chicas no la conocía. La otro, definitivamente sí. Mierda. —Tate, simplemente ignóralas. —Es fácil para ti, Jared. —Su voz era baja y tranquila, pero sonaba rota—. Podrías haber sido filmado con diez estrellas pornográficas, y serías el hombre. Soy la que está pagando por ese video. No tú. Tenía razón. Aunque me avergonzaba cada vez que veía esa cosa, no estaba en sus zapatos. Y era poco lo que podía hacer para protegerla. Quería sacarla de aquí. Subir a la moto en este momento, y perdernos, pero no iba a ir a por ello. En su lugar, solo agarré su mano. —Vamos a clase. Empezamos a caminar a través de la multitud de personas, pero ella vaciló.

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Echando un vistazo hacia ella, la vi sacar su teléfono, que estaba zumbando. Mis ojos se dispararon cuando escuché varios otros teléfonos sonando y vibrando. Miedo se vació en mi estómago como un déjà vu golpeando. Todo el mundo estaba recibiendo un mensaje al mismo tiempo, justo como Tate me dijo que lo hicieron cuando el video explotó. Mi teléfono vibró contra mi culo, y encogiéndome, alcancé mi bolsillo para agarrarlo. Madoc. Mirando a mi alrededor, me di cuenta de casi todo el mundo tenía sus narices en sus dispositivos también. Deslice para desbloquear la pantalla, abrí el mensaje. ¡¿En serio?! Con orina y furia quemando mi estómago, vi una grabación de Nate, lloriqueando anoche en la bañera de hidromasaje. Estaba en el video, también, pero era borroso, y no podía oír lo que estaba diciendo. Todo lo que era visible y audible era Nate Dietrich, rogando por su seguridad y pidiendo disculpas. ¡Joder! Calor se precipitó sobre mi espalda y un sudor frío se desató en mi frente mientras miraba a Tate. Ella estaba viéndolo, también, sin duda. Otros empezaron a reír y reírse a carcajadas en los pasillos, mientras que algunos susurraban y mostraban sus teléfonos en torno a otros que no habían recibido el mensaje. El video no era halagador. Está claro que me protegía y lo lanzaba a los tiburones como una broma débil. Bueno, bien. Estaba de acuerdo con eso, pero ¿Tate? Frunció sus cejas mientras miraba su teléfono, y luego me miró seriamente y muy triste. ―¿Jared? Este eres tú, ¿no es así? Tú eres el que está hablando. Su respiración era rápida, y su rostro estaba tenso. Hijo de puta. Justo cuando estaba esperando que las cosas se calmaran. Maldito Madoc y maldito Jax. Madoc, obviamente, lo envió a toda la escuela, pero tenía que haber sido Jax quién lo filmó cuando estaba de espaldas anoche. Estaba seguro de ello. Madoc no sabía nada acerca de cómo editar videos. Jax era el inteligente.

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Y es por eso que él había pedido prestado el portátil de mi madre esta mañana. —Tate, es… —¿Fue ayer por la noche? —interrumpió ella. —Fue espontáneo. —Levanté mis manos y negué, avanzando hacia ella—. Nate estaba en casa de Madoc, Jax y yo nos acercamos para enfrentarlo. —¿Lo amenazaste? ¿En qué estabas pensando? —acusó—. Quiero decir, no me malinterpretes —continuó—. Aprecio el gesto, pero no vale la pena. Ahora todo el mundo está hablando de nosotros otra vez, Jared. Todos ellos saben de qué se trata. Miré a mí alrededor y, sí, la gente nos estaba observando de nuevo. Hablando y riendo, sin mencionar susurrando. Las sonrisas no eran sarcásticas o rencorosas, pero todavía hablaban. Y Tate estaba harta. —¿Por qué no me llevaste contigo? —preguntó. Alcé los hombros un poco y exhalé una risa amarga. —Me pareció una mala idea ponerte de nuevo en ese lío. Has pasado por mucho. No quería emocionarte. —¿Emocionarme? —Su voz surgió como una sirena en el pasillo de otro modo silencioso. Mirando a su alrededor, me acerqué más, sintiendo mis nervios calentándose con su evidente enojo. —Eso no es lo que quise decir… —¿Por qué no me lo contaste esta mañana? —Sus muros estaban arriba, y me quedé allí jodidamente temeroso de lo cerca que había estado con ella hace un momento—. ¡Otro video, Jared! —exclamó ella—. Debería haber sabido acerca de esto. —No sabía que fue grabado. ¿Qué demonios? ¿Por qué estaba enojada? En todo caso, ¡debería estar contenta de que defendí su honor! Por supuesto, Nate se fue sin un rasguño, pero el video se cortaba cuando mi navaja fue hacia su cara. La gente asumiría lo peor hasta que Nate se presentará para verificar que estaba bien. Tate estaba exagerando, porque no sabía lo que había pasado. —¡Esa es la misma excusa que utilizaste la última vez! —replicó ella.

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—¿Perdón? —¿Estaba realmente insinuando que sabía sobre el video sexual?—. Estás volando sobre nada. ¡De nuevo! ¡Al igual que con mi maldito auto! Pasé mi mano por mi cabello y dejé escapar un suspiro. —Mira. —Mostré mis dientes, y mi voz era baja—. K.C. trajo a Nate a la casa de Madoc anoche. —¿K.C. estaba en esto? —interrumpió ella—. ¿Y yo no? ¿Por qué no me lo dijiste? Oh, por el amor de Dios. —No tuve la oportunidad —rechiné, agitando mi mano—. Viniste a mi habitación y saltaste sobre mi polla tan rápido esta mañana. —¡Ugh! —gruñó y golpeó su rodilla derecha entre mis piernas. Me incliné hacia delante y caí sobre una rodilla. Mierda, mierda, mierda... Gemía mientras un dolor candente atravesó mi ingle. ¡Jesucristo, Tate! Mis ojos fuertemente cerrados, y respiraba rápidamente, tratando de mantener mis piernas para evitar que colapsaran debajo de mí. Mi polla estaba en llamas y náuseas rodaban a través de mi estómago en oleadas. Santa madre... Aspiré una respiración, después otra, tratando de no vomitar... o llorar. Tate se había ido. No la vi irse, pero sentía su ausencia. Y ahí estaba. Solo y estúpido en un pasillo lleno de gente que no podía ver, porque tenía los ojos borrosos y temblorosos. Tatum Jodida Brandt. Ella iba a matarme.

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Cuarenta y uno P

eso golpeó mi hombro, y me hundí hacia adelante un poco más lejos. —Ella hace eso muy bien, ¿no?

Madoc. Me ayudó a levantarme, y me apoyé en las taquillas, tratando de mantenerme en pie. El shock inicial había pasado, pero todavía estaba en mal estado. Eso apestó, y nunca quería sentir eso de nuevo. —¿El video? —gruñí, queriendo sonar duro, pero mi voz se quebró como si estuviera a punto de llorar. —Tu hermano. —Asintió—. Lo vi captar todo el show en su teléfono ayer por la noche cuando no estaba prestando atención, pero no tenía ni idea de lo que iba a hacer con él. —Arqueó las cejas—. Hasta esta mañana cuando me lo envió por correo electrónico. —Maldita sea, ustedes dos —maldije—. ¿Y tú pensaste que sería una buena idea enviar eso a todo el mundo? —Sí. —Asintió con decisión, con los ojos iluminando—. Pensé que era una idea perfecta el enviárselo a todo el mundo. Que vean ese pedazo de mierda llorando. Dale un poco de su propia medicina. —Bueno, Tate me está echando la culpa a mí. —Bueno... —Comenzó a reír—. No sabía que ella iba a reaccionar así, pero sabías que tenía que venir, ¿verdad? ¿Se estaba riendo? Sí, esto era real y malditamente gracioso. —Ella reaccionó de forma exagerada. —Me puse de pie con la espalda recta, tratando de masajear con indiferencia mi polla tratando de volverla a la vida, en un pasillo lleno de gente—. Tomé el mejor camino anoche. Además, después de lo que hizo ese pendejo, ¿realmente pensaba que no iba a hacer nada? ¿Y por qué le molesta de todos modos? Las preguntas seguían viniendo. Tate no debería haber estado tan enojada. El sudor me cubría el cuello y la espalda, y tenía ganas de perseguirla abajo y lanzarla por encima de mi hombro.

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—Tate tiene equipaje, gracias a nosotros. Problemas de confianza. — Madoc continuó y caminó alrededor en frente de mí—. Mira. —Bajó los ojos y negó—. Normalmente, me importa una mierda a quién jodiste o en qué tipo de problemas te has metido. Me senté atrás y dejé que te autodestruyeras. ¿Pero Tate? Ella es nuestra pequeña. Ahora, ve a arreglar tu mierda. Lo vi alejarse, cada vez más desconcertado por cómo mi amigo seguía sorprendiéndome. ¿Estaba en lo cierto? Sí. Tate tenía que confiar en mí. Todavía estábamos trabajando en eso, y podría haberme metido en problemas anoche. Ella habría estado preocupada y molesta si algo me hubiera pasado, o si hubiera hecho algo estúpido. Estoy seguro que todavía seguía estando insegura sobre cualquier cosa que ella imaginaba que pasó entre K.C. y yo. El estar en el mismo lugar que su amiga, sin ella, la haría enojar. Salí disparado por el pasillo, dispuesto a sacarla de su clase de Cálculo, pero reduje el paso cuando me vi atrapado por las masas en la escuela, todos dirigiéndose en la misma dirección. La multitud era un lío de gente caminando, gritando y susurrando. Vi algunos todavía mirando su teléfono, el video, sin duda, y algunas personas estaban llamando a mi nombre, pero no les hice caso. ¿Dónde carajos se va todo el mundo? Y fue entonces cuando me acordé. El auditorio. Estábamos teniendo esa asamblea de esta mañana. Sobre intimidación. Pasé los dedos por mi cabello, lo suficientemente fuerte para masajear el cuero cabelludo, y dejé escapar un suspiro largo y cansado. Genial. Creo que me gustaría más cortarme el brazo y echarle sal a la herida. Maldita sea. Me encaminé y me abrí paso tan rápido como pude a través de la larga fila de estudiantes que trataban de hacer su camino a través de los dos juegos de puertas dobles al auditorio. —Jared —llamó alguien, pero les despedí con la mano sin mirar.

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Tate estaba en alguna parte, así que escaneé las filas mientras caminaba por los pasillos. Nos jactábamos por tener alrededor de dos mil estudiantes en esta escuela, pero los estudiantes de primer año estaban en una asamblea independiente en el gimnasio, por lo que esta multitud no era tan pesada, ya que por lo general era. Buscar un cabello rubio era una pesadilla. Realmente nunca noté cuántas rubias teníamos hasta ahora. Pero conocía a Tate. La reconocería cuando la viera, así que examiné rápidamente antes de que nos ordenaran sentarnos. Caminando por el pasillo central y el de respaldo, sentí que mi corazón se aceleró cuando vi sus zapatillas Chuck moradas hurgando en el pasillo central. Tenía las piernas cruzadas y un pie sobresalía fuera de la fila. Rápidamente, caminé por el sendero de la alfombra color violeta y puse mis manos en el brazo de apoyo de su asiento, inclinándome. —Tenemos que hablar —hablé en voz baja—. Ahora. Sus ojos azules se estrecharon en mí, y mi boca se secó. Mi voz había sonado como una advertencia, y seguía cavando mi tumba más profundo aquí. Cálmate, hombre. Mi estómago se apretó, y no sé si me gustaba el drama, o si yo estaba tan acostumbrado a ello. Pero era algo que hacía bien, así que la reté. Este no era el momento ni el lugar, pero a la mierda. —Ahora, quieres hablar —se burló, y me di cuenta que Jess Cullen, su capitana de campo traviesa, estaba sentada a su lado, completamente inmóvil mientras nos observaba. Tate miró al frente, negándose a mirarme. —Tienes la oportunidad de reaccionar y comportarte sin ningún tipo de explicación a nadie más, pero se supone que debo dejar mi mierda cuando quieres mi atención. No era una pregunta. Fue una evaluación. —Tatum… —Ahora soy Tatum —se burló y miró a Jess—. Es curioso cómo funciona, ¿no es así? —preguntó. —¿De qué estás enojada? Ayer por la noche no fui a hacerle daño. Agarré el resto del brazo con más fuerza. Me encantaba su ira. Siempre lo hacía.

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Nuestro primer beso en la repisa del fregadero, y yo era la suyo. Pero, ahora mismo, estaba más distante que enfadada. Su barbilla se inclinó hacia abajo, y todavía no me había mirado. Eso, no me gustó. —No me involucras —habló, casi cerrando los dientes—. No compartes nada conmigo hasta que corres el riesgo de perderme. Todo es bajo tus términos… en tu horario. Estoy siempre en el exterior, y siempre tengo que abrirme paso. Su rostro era duro como una piedra mientras miraba por delante de ella. —Voy a hablar contigo, Jared. Pero no ahora. Y no por un tiempo. Necesito un poco de espacio para pensar. —Para llegar a tus propias conclusiones —acusé. —No tengo elección cuando yo soy la única persona en la relación. Me has humillado en el pasillo antes. ¡Una vez más! Me tiras debajo del autobús para tu propia diversión. ¿Cuándo te has sacrificado a ti mismo por mí? —Su voz tranquila escupió de nuevo hacia mí. El aire se vertía dentro y fuera de mis pulmones, espeso y doloroso. Apenas la había recuperado. Ella dudaba de mí. Dudaba de mi compromiso con ella. ¿Y cómo podría culparla? ¿Por qué debía confiar en mí? Le había dicho que la amaba. Había tratado de mostrarle. Pero nunca le había mostrado que iba a ponerla en primer lugar. Me había visto con mis manos sobre un montón de chicas que no eran ella. Había sentido el dolor, una y otra vez, cuando la había arrojado a los lobos y le hacía bromas delante de todos. Me había visto deleitarme en sus lágrimas y aislamiento. En ese momento, todas las consecuencias de mis acciones cayeron sobre mi cuerpo como un montón de basura y fui sepultado. Hijo de puta. ¿Cómo me había perdonado siquiera? —Todo el mundo, siéntese —gritó una voz masculina, probablemente el director, por encima del micrófono y finalmente parpadeé. Estoy siempre en el exterior y siempre tengo que abrirme paso. Me decía a mí mismo que era mía.

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Y yo le había dicho que siempre había sido suyo. Pero ella no lo sentía. Con mi corazón martillando a través de mi pecho y una niebla en mi cabeza, convenciéndome de no pensar en lo que iba a hacer, caminé por el pasillo y subí las escaleras hasta el escenario. El director Masters giró la cabeza hacia mí, lejos de la audiencia. Su cabello gris parduzco peinado hacia atrás y su traje gris ya estaba arrugado. Este tipo no me gustaba, pero él me había cortado un montón de saltos en los últimos años, gracias a Madoc y su padre. —No va a arruinar mi día, ¿verdad, señor Trent? —preguntó, casi quejumbroso, como si estuviera resignado que yo de hecho iba a tirar un poco de mierda. Hice un gesto al micrófono en su mano. —¿Puedo tener un par de minutos? ¿En el micrófono? —Tenía la garganta como un desierto, y estaba nervioso como el infierno. Joder, era dueño de esta escuela, pero solo había una persona en ella que me importaba en este momento. ¿Se quedaría o se iría? Masters me miraba como si tuviera dos años y acabara de colorear por toda la pared. —Voy a comportarme —le aseguré—. Es importante. ¿Por favor? Creo que fue el "por favor" que lo consiguió, porque él levantó las cejas con sorpresa. —No hagas que me arrepienta de esto. Tienes tres minutos. —Y él me entregó el micrófono. Silbatos y otras observaciones flotaban alrededor de la habitación mientras todo el lugar se quedaba en silencio. Ni siquiera tenía que decir algo para conseguir su atención. Aquí todo el mundo sabía que yo era de bajo perfil. Solo hablaba cuando me convenía y nunca busqué atención. Fue por eso que esto iba a ser jodidamente duro. La cantidad de sangre que bombeaba a través de mi corazón podía haber sido lo que me estaba mareando, pero levanté la barbilla y reduje mi respiración. Encontré a Tate, la única persona en la sala, y la dejé entrar. —Maté a un osito de peluche cuando tenía ocho años —le dije con total naturalidad. Chicos gritaron su aprobación, mientras que las chicas

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estallaron en "aw"—. Lo sé, lo sé —empecé poco a poco tomando el ritmo del escenario—. Era un idiota aun entonces, ¿no? La gente se rió. —Corté la mala cosa en pedazos y la tiré a la basura. Cuando mi madre se enteró de lo que había hecho, se horrorizó. Como si lo que siguiera fuera la crueldad animal o algo. Si ella supiera… —La cosa es —hablé con Tate, pero le dije a todo el mundo—. El oso de peluche era algo que me encantaba. Más que nada en ese momento. Estaba bronceado con las orejas marrones y las patas. Su nombre era Henry. Dormí con él hasta que estaba demasiado viejo. Negué, avergonzado, mientras que los chicos se bufaban y se reían, y las chicas gemían. —Un día, estos chicos por mi calle me atraparon llevando el oso alrededor y ellos empezaron a burlarse de mí. Me llamaron marica, bebé y me miraron como si fuera un bicho raro. Así que tiré el oso en la basura. Pero esa noche, volví a salir y lo conseguí de nuevo. Al día siguiente, traté de enterrarlo en una caja en el ático. Miré a Tate de nuevo. Sus ojos estaban fijos en mí, y ella estaba escuchando, así que seguí. —Tal vez si sabía que estaba cerca, pero no se había ido, entonces sería capaz de vivir sin él. Pero eso no funcionó tampoco. Así que después de unos días de no poder dormir por mi cuenta, para ser fuerte sin el animal estúpido, decidí matarlo. Si estaba más allá de la reparación, entonces sería inútil para mí. Tendría que salir adelante. No habría ninguna opción. Tate. —Así que tomé algunas tijeras de jardín y lo corté en pedazos. Corté sus piernas. Los recuerdos se fueron. Recorté sus brazos. Las ataduras se fueron. Lo tiré a la basura. La debilidad… se fue. Miré hacia abajo, y mi voz se quebró al recordar cómo me había sentido como si alguien hubiera muerto cuando lo hice. —Lloré toda la primera noche —añadí, tomando una respiración profunda y despejando el dolor en mi garganta—. No fue sino hasta dos años después que encontré algo que amaba más que a Henry. Conocí a una chica que se convirtió en mi mejor amiga. Tanto así, que incluso la quería a ella, a mi lado en la noche. Me colaba en su habitación, y nos quedábamos dormidos juntos. No tenía tanta necesidad de ella ya que solo se convirtió en una parte de mí. Era querido, amado y aceptado. Mis ojos estaban solo en Tate ahora. Ella estaba plantada en su asiento, completamente inmóvil.

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—Ella me miraba, y me paraba en seco, no quería salir de ese momento. ¿Saben lo que es eso? —Recorrí la audiencia—. Día tras día, estás encantado de estar vivo y de experimentar un millón de momentos de amor y felicidad que compiten constantemente entre sí. Cada día era mejor que el anterior. La mierda se puso borrosa, y me di cuenta que me estaba destrozando, pero no me importaba. —Pero al igual que Henry. —Mi voz se hizo fuerte otra vez—. Llegué a la conclusión de que mi apego a ella me hizo débil. Pensé que no era lo suficientemente fuerte si necesitaba algo o alguien, así que la dejé ir. — Negué—. No, la empujé, la verdad. Lejos. Fuera. Sobre el borde. —La insulté. La corté en pedazos, por lo que nuestra amistad sería irreparable. —Al igual que el oso—. Le puse apodos, difundí rumores para hacer que la gente la odiara, le di una patada y la aislé. La lastimé, no porque la odiara, pero porque odiaba que yo no fuera lo suficientemente fuerte como para no amarla. Toda la habitación estaba tan silenciosa como un cementerio. Las personas que habían reído, no se reían más. Las personas que no estaban prestando atención, los estaban ahora. —Ahora, podría seguir hablando de que mi mamá no me quería y mi papá me pegó, pero quién no tiene una historia, ¿verdad? —pregunté— . Hay momentos en los que se puede culpar a otros por una situación, pero somos dueños de nuestras reacciones a ellos. Llega un punto en el que nosotros somos los responsables de nuestras decisiones y las excusas ya no tienen peso. Acababa de revelar mis cosas a toda la escuela. Ellos sabían que yo era un matón. Un imbécil. Pero la única buena opinión que necesitaba era de ella. Bajé las escaleras, micrófono en mano, caminé por el pasillo hacia mi chica. Y solo hablaba con ella. —No puedo cambiar el pasado, Tate. Ojalá pudiera, porque me gustaría volver a revivir todos los días de mi existencia sin ti, y me aseguraría de que sonrieras. —Mis ojos ardían con pesar, y vi las piscinas en sus hermosos ojos azules, también—. Cada minuto de mi futuro te pertenece a ti. Me agaché junto a su silla, agradecido de ver mi mundo de nuevo en sus ojos, y puse una rodilla en el suelo. —Haré lo que sea para ser bueno para ti, Tate.

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Inclinándose hacia mí, ella enterró su cara en mi cuello, sacudiéndose con el lanzamiento de sus lágrimas. Respiré de ella y envolví mis brazos alrededor de ella. Esto fue todo. Hogar. —Cualquier cosa, nena —le prometí. Ella se echó hacia atrás y se secó los ojos con el pulgar, llorando y sonriendo al mismo tiempo. —¿Cualquier cosa? —se rió a cabo, con los ojos brillando de felicidad y amor. Asentí. Su frente apoyada en la mía mientras sostenía mi cara entre sus manos y me preguntó: —¿Has pensado en un piercing en el pezón? Oh, por el amor de Cristo. Me atraganté una carcajada y la besé con fuerza, para gran placer de la multitud rugiente alrededor de nosotros. Todo un puñado.

Fin

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Escenas Extras. 313

Laboratorio onreí mientras me acercaba a la puerta del laboratorio, el calor corriendo por mis brazos y piernas. Me sentí como si estuviera en el Loop con las mariposas revoloteando en mi estómago. Tate estaba trabajando después de la escuela de nuevo y me dio instrucciones estrictas a retroceder y dejar que estudie.

S

Pero yo tenía otros planes hoy. Había pasado casi una semana desde que tuvimos sexo la primera vez, y que ella había estado dándome una palmada en las manos para alejarme desde entonces como si no pudiera leer un libro de texto de Ciencia cuando tenía mi mano en su pierna por el amor de Cristo. Mientras ella prometió que sería todo mía este fin de semana después del Baile de Bienvenida, no pude controlarme. Preferiría que estuviera encima de mí y desnuda, pero en este momento me conformaría con un maldito beso. Al abrir la puerta del laboratorio, vi Tate través de la habitación, de espaldas a mí y totalmente inmersa en su tarea. Pude distinguir el débil sonido de la música, y la vi meneando su cabeza mientras tomaba un frasco. Ella tenía sus audífonos puestos. Perfecto. Y maldita sea, se veía linda en su delantal. Dándome la vuelta, cerré la puerta desde el exterior con una llave que se suponía que no debía tener, la cerré, y me acerqué a mi chica. Me sorprendió la manera en que la verla, sabiendo que iba a tocarla, hacía que mi corazón se acelerara más rápido de lo que hacía cuando estaba en la pista de carreras. Una gota de sudor corrió por mi espalda, así que tiré de mi sudadera con capucha sobre mi cabeza y la dejé caer al suelo. Llegando a Tate por detrás, envolví mis brazos alrededor de ella y enterré mis dientes en su cuello, sin saber la mitad del tiempo si quería besarla o comerla. Ella me ponía tan hambriento. —¡Oh! —gritó ella y me extendió la mano para mantener la suya equilibrada antes de que dejara caer el frasco. Se sacó los audífonos y la abracé con más fuerza, sintiendo la subida y bajada de su pecho.

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—Soy solo yo, nena —le susurré al oído, presionando mi cuerpo contra el de ella. —Jared. —Sacudió la cabeza y se retorció lejos de mí—. No, no, no… La observé con diversión mientras se escabullía hacia el otro lado de la mesa de laboratorio, poniendo claramente una barrera entre nosotros. Sus ojos azules brillaban con una risa reprimida y sus labios se curvaron con una sonrisa mientras trataba de parecer dura. Entrecerré los ojos con confusión fingida. —¿Acabas de huir de mí? —le pregunté, tratando de no reírme. Cruzó los brazos sobre el pecho. —Sí. Me pongo toda confundida a tu alrededor y te dije que no me beses o pongas tus manos sobre mí hasta después de mi examen de Química mañana. Tienes que parar. Vete. Me encogí de hombros, sosteniendo mis manos en alto. —He sido bueno esta semana. No te he presionado. —Caminé alrededor de la mesa, por lo que ella continuaba dando vueltas hacia otro lado para mantener la distancia—. Es solo que no creo que vaya a ser capaz de soportarlo por otros dos días, nena. Tienes que darme algo que me ayude a arreglármelas. —No tengo que hacer nada. —Ella sacudió la cabeza, a su vez irguiéndola. ¿Quieres apostar? Me abalancé sobre ella, balanceando mi cuerpo alrededor de la mesa y ella chilló mientras saltaba sobre dos mesas más lejos. Ella se dio la vuelta para mirarme, su dulce rostro, sonrojado y emocionado. Era como si yo fuera el depredador y ella era la presa, pero en este momento, ella era la que me estaba matando. No me importaba que su piel se asomara entre sus jeans y su camiseta o de que su cabello caía en su rostro. Era adicto a esa mirada que llevaba, la que decía: Sí, te deseo, pero sigo diciendo que no. Era un reto y fue muy divertido. Puse mis puños sobre la mesa y me incliné. —Me gustas, Tatum. Me gusta tu cuerpo. Si vas a distanciarte, entonces tendrás que encontrar alguna otra manera de entretenerme. —No podía ocultar la sonrisa de mi cara, y esperaba que ella recordaba la última vez que tuvimos una conversación similar. Entrecerró los ojos hacia mí como si estuviera pretendiendo estar enojada, pero entonces habló con sarcasmo: —¿Y qué tarea desagradable, ilumíname, te gustaría que haga?

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Sin la paciencia para juguetear más, me acerqué al iPod que dejó en la mesa del laboratorio y me desplacé a través de sus canciones, seleccionando la canción Remedy de Seether. Subí el volumen para que ambos pudiéramos oír muy bien a través de los auriculares. Evitando los taburetes de laboratorio, agarré la silla con apoyabrazos y respaldo del profesor y me senté en el medio de la habitación. Ella dejó escapar una risa amarga. —No te di un baile erótico en ese entonces, Jared. ¿Qué te hace pensar que voy a darte uno justo ahora? —Ella se apartó su cabello detrás de sus orejas y se colocó las manos en las caderas. —Porque si lo haces, me iré —le respondí—. La puerta está cerrada con llave. Estamos solos. Ella arqueó las cejas. —¿Tiene una llave de la escuela? —No —le corregí—. Tenía una llave de la escuela hasta que la tiraste a un lado de la carretera. Tomé prestada la de Madoc. Él la consiguió en segundo año, por lo que podría pedir prestado piezas de automóviles del taller mecánico. —¿Pedir prestado? —Cuanto menos sepas, mejor. —Sonreí—. ¿Así que estás dentro, o tienes miedo? Dios, no sabía cuál era mi problema, pero desafiar a Tate siempre me ponía jodidamente excitado. No esperaba que me diera un baile erótico y definitivamente no quería hacerla sentir incómoda o enojada. Me encantaba retarla. Ella siempre estaba a la altura de la ocasión y tal vez quería ver lo que ella haría. Todo lo que sabía era que no quería irme. Ella inclinó la cabeza hacia un lado y me estudió. ¿Qué estaba buscando? No lo sabía, pero la temperatura de la habitación se disparó alrededor de diez grados más. —Está bien —dijo en voz baja—. Reinicia la canción. Mi sonrisa se cayó y tragué. Oh. Mi. Dios. Ella estaba jugando conmigo. Tenía que ser. Pero luego la miré, con los ojos muy abiertos, alcanzando su espalda y desatando el delantal. Deslizándolo sobre su cabeza, ella lo dejó caer al suelo antes de deslizar su blusa desabotonada por sus brazos, dejándola solo en sus pantalones vaqueros ajustados y una delgada camiseta sin mangas de color gris oscuro.

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Mi pecho dolía y respiré profundamente, dándome cuenta de que tenía que respirar. —Jared —susurró ella, con los ojos entrecerrados y follándome a través del cuarto—. ¿La música? Oh, sí. Parpadeé y llegué a la mesa de laboratorio, tocando la flecha para iniciar la canción una vez más y me senté sobre mi culo. Tan pronto como empezó la música, ella caminó hacia mí, con la barbilla inclinada hacia abajo y viéndose como si estuviera tratando de reprimir una sonrisa. Una porción de su estómago todavía se asomaba, y sus caderas se balanceaban lentamente mientras se acercaba a la silla. Dejé caer mi cabeza hacia atrás mientras se cernía sobre mí. Sus ojos eran un poco inseguros, pero muy determinados. El ritmo de los tambores despegó y mi maldito corazón se estrelló contra mi estómago cuando Tate puso sus manos en mis hombros y empezó a mover sus caderas en círculos para que coincida con la música. Su estómago parecía una ola que fluía con el ritmo y cada vez que sus caderas se movían cerca de mi cuerpo, quería extender mi mano y agarrarla. Vueltas y vueltas, dentro y fuera, su cuerpo se burló de mí, yendo rápido. La música inundó el aire y me olvidé de dónde estaba. Todo lo que veía era Tate que me follaba con la ropa puesta. Ella puso sus manos en los apoyabrazos y se apoyó en ellos, inundándome como el océano. Primero sus pechos, luego su estómago, y finalmente las caderas de moliéndose en mí y cerré los ojos con la sacudida en mi polla. Mierda. Esto fue un error. Iba a estar en peor forma cuando la dejara que cuando entré. Se dio la vuelta y apoyó la cabeza en mi hombro, respirando en mi cuello como si estuviera en dolor. —Jared —susurró, húmeda y caliente contra mi mandíbula—. Tócame. Apreté los puños, preguntándome qué me estaba haciendo. Jesús. Si la tocaba, tendría que tenerla. —¿Dónde? —me atraganté. —Sabes dónde. —Su voz tembló. Jesús. ¿Iba a dejar que la tomara? Saqué una de las tiras de la parte superior de su hombro y le besé su piel, mientras que mi mano seguía deslizándose por su pecho, por encima de su duro pezón, a través de su estómago y luego entre sus piernas, frotando con suavidad.

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—Sí —suspiró mientras continuaba moviéndose a la música y me follaba en seco. Sostuve su cuello, guié sus labios a los míos y lamí su labio superior. El sudor estalló en mi frente, pero me sumergí en el calor de todos modos, cogiendo su labio inferior entre mis dientes y succionándolo. Su boca no solo estaba sobre la mía. La sensación hormigueó por mi mandíbula y se extendió por mi cuello. Las burlas de sus besos y toques eran una agonía, pero era dulce. Sabía que conducía ese camino, y no me importaba la prolongación de la tortura si sabía a dónde íbamos. Me encantó saber que me iba a dejar estar dentro de ella. Me sacudí, un golpe sonando en la puerta y giré mi cabeza hacia un lado. Qué car… —Jared —gimió Tate en mi mejilla y se molió contra mí con más fuerza. Parpadeé, respirando con dificultad y volví a centrarme en ella. Mierda. Apreté sus caderas, el placer de su roce sobre mi polla era fuera de este mundo. —Nena, alguien que está en la… —Jared, te quiero aquí mismo, ahora mismo. —Ella respiró, su dulce aliento calentando mi cara. —Diablos, sí… —Pero me tengo que ir —me cortó y se levantó. Su calor me dejó, y observé mientras se ponía de pie, tirando de la tira de su camisa de nuevo sobre su hombro y ni siquiera dándome un vistazo. ¡Mierda! —¿Qué? —ladré. Ella me miró, una ceja levantada. —Me. Tengo. Que. Ir. —¿Me estás tomando el pelo? —Pellizqué mis cejas juntas, el dolor en mi polla dispuesta a prender fuego a mis jeans—. ¿Vas a dejarme así? —Dijiste que te irías y si te daba un baile. —Pero... pero... —Tengo una cita el estudio, Jared. —Y ella sonrió dulcemente, y se acercó para recoger su blusa del suelo. ¿Una cita de estudio? —¿Una cita de estudio? —solté, poniéndome de pie—. ¿Con quién?

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—Steven Stoddard. ¿El chico espinilla? —¿Stevie Stoddard? —pregunté, todavía jodidamente confundido. —Sí. —Ella asintió mientras ponía los suministros de nuevo en la caja y cogió su bolso—. ¿El chico con el que difundiste el rumor sobre mí perder mi virginidad el primer año? Vamos a estudiar química en Mario’s. No me esperes despierto, cariño. Ella sonrió y salió por la puerta. Me quedé allí, patético y con dolor, preguntándome qué demonios acababa de hacerme. Oh, ella sin duda iba a arrepentirse este fin de semana.

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Aeropuerto —B

asta. —Tomé los dedos de Tate fuera de su boca, con las uñas masticadas y todo, y apreté con fuerza su mano—. Te ves culpable, y no hiciste nada malo.

Nos sentamos en las sillas cerca de equipajes, esperando a su padre y ella miraba todo menos a mí. —No puedo sentarme aquí —gruñó y salió de su asiento—. No lo entiendes. Es diferente para chicos. Mi padre va a mirarme de manera diferente. El Sr. Brandt aparecería en cualquier momento. De hecho, su avión ya había aterrizado. Tate había estado toda nerviosa desde ayer en la escuela y para ser honesto, yo también. Nos saltamos las clases el día de hoy, ya que su padre venía temprano, y queríamos estar aquí para enfrentarlo juntos. Ella estaba tan nerviosa por él y el vídeo que ni siquiera me dejó pasar la noche anterior con ella. Como si él fuera capaz de olerlo en ella o algo así. Sí. Casi sonreí. James Brandt sabía todo. ¿A quién estaba engañando? Ese hombre era el padre que debería haber tenido, y esperaba, me pudiera ver en la vida y el futuro de su hija. Me gustaría pedir disculpas por no tener cuidado con nuestras acciones. Le diría que lo sentía por el dolor de Tate. Pero yo era el hombre de su vida y no iba a pedir disculpas por cualquier otra cosa. Poniéndome de pie, serpenteé un brazo por su cintura y le tomé el rostro con mi mano libre. —¿Te gustaría cambiar algo? Ella todavía no me estaba mirando y sentí que mi corazón latía con fuerza en mi garganta. Su dulce rostro se arrugó con preocupación y parecía que estaba a punto de romper a llorar. Su padre significaba mucho para ella, más aún desde que su madre murió, probablemente. Su opinión importaba y necesitaba su amor y respeto. Quería eso de él también y por el bien de Tate, me gustaría tratar de ganarlo. Incluso había renunciado a mis habituales camisetas el día de hoy por una camisa de botones y manga larga de color celeste que mi madre

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me compró la Navidad pasada. Por fin había llegado en torno a quitarle las etiquetas a la camisa esta mañana. Mi mamá había brillado con orgullo esta mañana, mientras yo solo traté de llegar al auto sin que Madoc o alguien más me viera así. —Mírame, Tate. —Alcé su barbilla—. Tu padre no es estúpido. Él sabe que eres una buena persona y sabe que mierda pasa. Él quiere soluciones y resoluciones. Estamos juntos, y no nos disculpamos por mierda que no lamentamos. —Levanté las cejas—. Por lo menos yo no lo siento. Le obligué a sentir la verdad en mis palabras. Te amo. Te amaré por siempre. —¿Cambiarías algo? —le pregunté de nuevo. Ella dudó un momento y luego sonrió, con suerte viendo lo que necesitaba en mi rostro. —No. Exhalé. —Entonces deja de actuar culpable —pedí con una sonrisa—. Lo que pasó en tu habitación, en la ducha, en la mesa de la cocina, contra la pared de mi garaje ayer… —¡Muy bien! —me interrumpió, sacudiendo la cabeza, pero siguió sonriendo. —Todo eso... —Levanté su barbilla hacia mí—. Era amor. Y nadie nos lo quita. ¿Recuerdas? Y vi a mi chica sonreír hacia mí antes de poner su cabeza en mi pecho. —Lo recuerdo. —Ejem —gruñó una voz corpulenta detrás de mí y ambos nos tensamos. Dándome la vuelta, tuve que hacer un esfuerzo para mantener mi rostro severo. —Señor. —Asentí. De alguna manera supe que él no estaba de humor para un apretón de manos hoy. —Papá. —Tate parecía aliviada, más que nada cuando se acercó y abrazó a James Brandt. Y mis hombros se relajaron al verlo tomarla en un abrazo amoroso y una palmadita en la espalda. Él no la vio de manera diferente. Ahora yo, por otro lado... no estaba recibiendo mucho contacto visual. Con su brazo todavía alrededor de Tate, me niveló con sus ojos azules.

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—Hijo, espero que trajeras tu coche, porque me gustaría tener a mi hija para mí por un tiempo. —Y como de costumbre, quería meterme en un agujero ante su tono de regaño. Sin mencionar, que no, no traje mi coche, porque era apenas transitable. Tate y yo intercambiamos una mirada. La suya era de disculpa ante la mención de mi golpeado Boss. Enderecé mis hombros. Sin excusas y sin mierda. —Señor, me quedaré con Tate —hablé de manera uniforme y con decisión. Mantuve mi posición, esperando que él no avanzara más. Una pequeña sonrisa se asomó en el rostro de Tate mientras ella salía lentamente de debajo del brazo de su padre, para venir de pie junto a mí. Cogidos de la mano. Él entrecerró los ojos hacia mí. Ella era su hija y se merecía verla a solas, pero no me iría hasta que esto se resolviera y Tate sintiera cómoda. —Entonces estarás en el asiento de atrás —me cortó. No sé si él cedió para evitar una pelea o evitar problemas con Tate, pero dejé escapar un suspiro de todos modos. Tate condujo, por supuesto, mientras todo el mundo sufrió el silencio ensordecedor en el coche. Una vez que estuvimos en casa, su padre nos ordenó que nos sentáramos en el comedor donde nos acomodamos en un triángulo. Y él estaba en la parte superior. —Así que… díganme todo.

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Día de San Valentín Tate, nena... Ojalá que esto fuera más fácil para mí, pero estoy aprendiendo. Tú eres la única razón por la que siempre he querido celebrar este día. Ya sabes que me haces feliz. Sabes que te amo. Y sabes que te quiero cada minuto de cada día. Lo que no sabes es que me encantan las cosas pequeñas. No piensas que las noto, pero lo hago. Me encanta que una de tus uñas sea siempre de un color diferente al de las demás. Me encanta que no pones tu cabeza sobre mi hombro mientras estoy conduciendo sino que te sientas con tu espalada apoyada en la puerta del coche con los pies debajo de mis muslos, por lo que me puedes ver cuando hablamos. Me encanta que no eres una persona mañanera, pero siempre puedo hacer que te despiertes con una sonrisa. Me encanta la forma en que me recompensas cuando obtengo la respuesta correcta cuando estudiamos. Y me encanta que no quiero volver a lavar tu olor fuera de mi ropa. Ayer, hoy, mañana y SIEMPRE. Te amo. Ahora lleva tu culo arriba, estoy esperándote en el árbol. Jared.

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Tate —¿Y dónde está Jared? —preguntó K.C. mientras apoyaba los codos sobre el mostrador y me miró. Puse los ojos en blanco y volví a las filas de los zapatos de bolos que estaba guardando. —Bueno, obviamente, ya que estoy trabajando, K.C., él no está aquí. Celebramos San Valentín ayer por la noche. —Metí los zapatos en sus cubículos, manteniéndome de espaldas a ella. —¡GRRRR! Que delicada. ¿Qué pasa? Poniéndome de pie, me sacudí el polvo de mis pantalones negros y di la vuelta para mirarla. K.C. trabajaba al lado en el cine, y yo había estado trabajando en los bolos desde noviembre. Ella hizo una rutina al venir los días en los que trabajaba, ya sea en los descansos o después de su turno. Como que me preguntaba si ella me visitaba con la esperanza de ver a alguien que no sea yo. —Nada. —Me encogí de hombros y apreté mi cola de caballo—. Jared llevó a Jax fuera de la ciudad por un asunto familiar. —Hice una pausa para hacer comillas en el aire alrededor de “asunto familiar”—. Y me ofrecí a trabajar por Lacey, ya que ella quería que la noche con su novio. — Rápidamente miré a K.C. antes de apartar la mirada de nuevo, demasiado miedosa de que viera mi molestia—. Está bien. —¿Está bien? —repitió con voz inexpresiva, como confirmando haber oído bien. Sus grandes ojos marrones me miraron con incredulidad. —Sí. Bien. —La despedí y caminé por el pasillo detrás del mostrador. Estaba tratando de mantener la calma. Desde el otoño pasado, me di cuenta que tenía un, digamos, problema de ira. Tomé respiraciones profundas, empecé a hacer yoga y no traté de saltar a conclusiones. En este momento, me centré en el trueno de los bolos abalanzándose por su camino y el ruido de los pinos se estrellándose entre sí. Me gustaban los bolos. Eran una tormenta constante. Oí a K.C. estampar su mano sobre el mostrador. —Tatum Brandt. Tu novio se va fuera de la ciudad con el prostituto de su hermano en el día de San Valentín, nada menos, ¿y no estás incluso ligeramente molesta? —¿Prostituto? Eso es bastante duro. —Sonreí y casi reí, olvidando mi ira por un momento.

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Estaba equivocada. Jax no era un prostituto. No de la manera que Jared había sido, por lo menos. Pero él estaba recibiendo mucha atención. Ahora que Jared estaba fuera del mercado, las chicas de la escuela le dieron la bienvenida al nuevo Trent con los brazos abiertos y todo… abierto. Lo miraron como si fuera un juguete, algo con que jugar, y podría notar que eso cabreaba a Jax a lo grande. A Jax no le gustaban las mujeres que lo estaban controlando. En los pocos meses que había vivido con Jared y Katherine, solo le había visto ir por las tímidas. Las más calladas. Las chicas buenas. Kenzie, la linda y estudiosa vicepresidenta, nunca supo lo que la golpeó. —No —continué—. No estoy molesta con Jared. Confío en él. Estoy decepcionada. Si él dice que tuvo que salir de la ciudad, entonces tuvo que salir de la ciudad. —Bueno, él te mintió. —dijo con total naturalidad. Enderecé mi espalda, exhalando por la nariz. —K.C. ya basta. La miré mientras ella se alisaba su largo cabello, de color marrón oscuro y se ajustó la pajarita, parte de su uniforme del cine. —Te lo estoy diciendo… —Ella asintió—. Mintió. Él no salió de la ciudad por asuntos familiares. —¿Y cómo lo sabes? Ella estalló en una sonrisa enorme. —Porque él está caminando hacia aquí. —Ella casi se rió en su emoción y mis ojos se abrieron cuando lancé mi mirada detrás de ella. Jared y Jax caminaban juntos por la alfombra roja y dorada entre los carriles y los puestos de concesionarios, directamente hacia mí. ¿Qué demonios? Toda mi cara se estremeció al ver que la esquina de su boca se convirtió de ese modo en-serio-quiero-sonreírte-pero-soy-demasiado-genial que me encendía como el infierno. Sus ojos brillaban. Mis rodillas se debilitaron.

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Su camiseta gris oscura cubría holgadamente su cintura, pero era más ajustado en el pecho y los brazos y mis ojos ardían cuando me di cuenta que no parpadeaba. ¿Y cuando él me guiñó un ojo? Mierda. Mantuve la boca cerrada antes de empezar a babear. ¿Quién es esta chica? ¡Cada maldito día lo quiero más! Se supone que debería estar cansada de él. Aburrida. ¿No es así como funcionan las relaciones? ¿Empezamos a discutir sobre nuestros caprichos? Pero no. Era como un pequeño cachorro estúpido todavía jadeando sobre mi novio después de cinco meses. Me lo comía con los ojos. Fantaseaba con él. Y el pequeño bastardo lo sabía también. El intentó curvar su dedo en señal para que fuera hacia él. No obedecí, pero hombre, sí quería. —Feliz Día de San Valentín. —Él saltó sobre el mostrador, balanceó sus piernas más y saltó hacia abajo. —Feliz… —Su boca cayó sobre la mía, cortándome. Sus labios eran suaves y refrescantemente fríos por la brisa de febrero y devoré su sabor a canela. Retrocediendo, sus manos permanecieron en mis caderas mientras nos guió a través de la puerta giratoria a la trastienda. Apenas registré de voz de Jax. —Hola. —Cállate —murmuró K.C. Y entonces todo el mundo se había ido. La respiración de Jared estuvo en mi oído, besando un sendero a través de mi mejilla. —Pensé que habías salido de la ciudad. —Cerré los ojos, pasando mis manos por sus brazos. —¿En el Día de San Valentín? —Puso su nariz en la mía—. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? A donde yo voy, tú vas. Se inclinó de nuevo, devorando mi boca y tomando mi culo en dos manos. Cuando me dio un tirón hacia él, nuestras caderas se juntaron, y gemí. Hijo de puta. Todo era cálido y mis músculos hormiguearon con una sudorosa debilidad. No tenía ni idea de cómo iba a salir de la escuela de medicina con Jared alrededor.

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Agarré la parte posterior de su cuello y me empujé hacia él, presionando mis labios en los suyos y mi cuerpo moldeado a su cada curva. Él me levantó y me puso el mostrador, profundizando el beso. Me aparté de él. —Espera, espera. No te pongas demasiado caliente. Todavía estoy trabajando. Él ni siquiera hizo una pausa cuando empezó a besar mi cuello. —K.C. tomará tu turno —susurró—. Bueno, en realidad tus compañeros de trabajo lo harán y K.C. les ayudará a cabo. Tienes dos horas antes del toque de queda, así que vas a venir conmigo. Hundí mis dedos en su cabello, mi pecho hinchado de emoción. —Entonces, ¿dónde me llevas? ¿El lago? —Nuestro lugar privado usual para... bueno, tener intimidad. Su cabeza se alzó, y entrecerró los ojos hacia mí. —No, he terminado con eso. —Hizo un puño con mi corbata roja, parte de mi uniforme y lo envolvió alrededor de su mano, lentamente trayéndonos nariz con nariz—. Hemos estado a escondidas durante meses como si tu padre no supiera que vamos a encontrar la manera de tener relaciones sexuales. Ya he tenido suficiente. Escalofríos se extendieron hasta mi cuello y por mis brazos. Me aclaré la garganta. —Jared, estoy segura de que sabe que estamos encontrando el tiempo. Esto no quiere decir que vaya a apoyarlo. Me besó la nariz y entre los ojos. —Bueno, estoy cansado de eso. Mi coche, tu coche, mi garaje la semana pasada. Corriendo alrededor entre el final de la escuela y llegar a casa desde el trabajo. Es ridículo y no estamos haciéndolo más. Bien, ahora me estaba asustando. —Entonces, ¿qué significa eso? —Me aparté. Sonrió. Me refiero a una sonrisa engreída. Donde realmente vi sus dientes. —Significa que tengo un regalo para nosotros dos. Vamos. —Me agarró la mano y salté del mostrador. Fuimos en coche por un tiempo. Jax había traído su coche, optando por quedarse en los bolos, así que Jared y yo nos dirigimos al otro lado del

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pueblo. Las casas comenzaron a ser cada vez más grandes, las luces de la ciudad comenzaron a ser más tenues y Jared permaneció en silencio, solo asintiendo muy ligeramente al ritmo de Alice in Chains. Detuvo su Boss en una enorme puerta negra y marcó un código de seis dígitos, mientras que mi corazón comenzó a golpear en mis oídos. ¿Qué fue todo eso? No le pregunté, pero, maldita sea, estaba intrigada. Nos dirigíamos a la comunidad de Seven Hills, de la que había oído hablar, pero en la que nunca había estado, y ¿Jared tenía el código de la puerta? El camino se profundizó y condujimos hacia una avenida bien iluminada forrada de árboles y altos setos que protegían la privacidad de las casas detrás de ellos. Jared desaceleró y giró en un camino de ladrillo negro. ¡Santa mierda! Mis ojos no podían disfrutar de todo lo suficientemente rápido. La casa, y utilizo ese término vagamente, lucía brillante y enorme en frente de nosotros. Parecía casi francesa en su arquitectura, pero no en la cima de su grandeza. El ladrillo era ligeramente colorido, con tonos beige, malva, blanco, mientras que el ajuste estaba pintado en color rojo oscuro. Las luces estaban por todas partes. A los lados de la puerta, en las ventanas y en un par de habitaciones de la casa. —Jared, ¿de quién es esta casa? —pregunté mientras se ponía en otra vía de acceso a un lado de la casa. —De Madoc. —Puso el coche en punto muerto, colocó el freno electrónico y apagó el motor—. Espera aquí. Al bajar del coche, Jared rodeó la parte delantera y se acercó a abrir la puerta. —¿Cómo no sabía que Madoc era así de rico? —murmuré más para mí ya que me ayudó a salir del coche. —Creo que Madoc le gusta olvidar ese hecho. —Él se rió entre dientes. Lideró mientras caminábamos de la mano más lejos a lo largo del lado de la casa. Escaleras de ladrillo nos llevaron por el lado hacia la parte trasera y lo seguí por detrás, completamente confundida mientras sacaba las llaves de su bolsillo. No tenía idea de lo que estaba pasando, pero no tenía ni idea de qué preguntar tampoco.

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—Esta parte de la casa está aislada del resto —dijo Jared volviéndose hacia mí—. Hay otra puerta en esta habitación, pero nadie viene a este lado de la… um… —¿Mansión? —ofrecí. —Sí. —Abrió la puerta en la parte superior. Caminamos lentamente pero de inmediato me sentí diferente. El olor de las cosas nuevas, cera para muebles, el cuero en un coche y el leve olor a colonia llenaba mis pulmones y me sentía caliente por todas partes. Jared encendió la tenue iluminación de techo y también una lámpara, creando todo un suave resplandor en el dormitorio muy masculino. Las paredes parecían recién pintadas de un color marrón muy claro, los pisos de madera se acentuaban con una alfombra de color beige impecable, y la cama King-size estaba adornada con almohadas lo suficientemente grande para mí para poner todo mi cuerpo. Una rústica chimenea de piedra se ubicaba junto a una pared, y no recordaba haberme sentido nunca tan segura y cómoda en una habitación antes. Me di cuenta de que mientras había estado absorbiendo todos los rincones, Jared había dejado de moverse. —Es hermoso. —Centré mis ojos con los de él—. Casi como una cueva. Se apoyó en la cómoda, mirándome. Cambié mis ojos a su izquierda y noté una foto de nosotros en el Baile de Bienvenida el otoño pasado en buena situación en un marco negro. Espera un minuto. Rumbo a la cómoda, tiré de una de las asas y vi algunas ropas de Jared. Abrir otro cajón, vi algunas camisetas. Tuve que forzar de nuevo mi sonrisa antes de volverme hacia él. Sus ojos estaban esperando, pero podía ver su sonrisa interior. —Así que… —empecé—. Tienes la ropa aquí. Y algunas camisetas para mí. Tenemos llaves y el código de la puerta. Esta es nuestra habitación, ¿no es así? —supuse. Respiró hondo y se apartó de la cómoda. —Los padres de Madoc siempre están fuera y nosotros vamos a estar aquí mucho este verano con todas las fiestas. No hay mucho que pueda hacer sobre el toque de queda, pero al menos ahora tenemos nuestro propio espacio. Con un montón de privacidad y comodidad. —Y una cama —añadí.

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—No se trata de eso. —Él parpadeó—. Bueno, es como que sí. Me reuní con él a medio camino y envolví mis brazos alrededor de su cintura. —Estoy harta de los rapiditos y la escondidas, Tate. Se siente como que estuviéramos haciendo algo sucio. —Oh, lo estamos. —Moví las cejas y le susurré antes de arrebatar su labio inferior entre mis dientes. Él contuvo el aliento y nos mordisqueamos el uno al otro en cortos, suaves besos. Levantándome, envolví mis piernas alrededor de su cintura y moví mis manos sobre sus hombros y sobre su espalda. —Ugh —gruñó, apretando su cara y fue entonces cuando me di cuenta de las crestas ligeras y el sonido de una envoltura procedentes de debajo de su camisa. Me sentía como en una bolsa de plástico. —¿Qué es eso? Él se rió en sus narices. Parecía que sus dientes estuvieran apretados. —Tu otro presente —logró decir. Levantando su camisa, la sacó por encima de su cabeza y me quedé sin aliento cuando vi su hombro envuelto en una bolsa de plástico negro fijada con esparadrapo. —Jared. —¿Qué demonios era eso? —Está bien. Es solo un tatuaje. Ayúdame a quitarme la envoltura. Lo seguí hasta el baño y ahí fue cuando lo vi. El resto de los tatuajes. —Es por eso que tuve que inventar una historia de no estar disponible esta noche —explicó mientras lo ayudaba a quitarse la cinta y la bolsa, tirándolos la basura en el fregadero—. Necesitaba ganar tiempo. Aura se tomó más tiempo con el tatuaje de lo que esperaba y no lo pudo terminar hasta esta noche. Tardó 7 sesiones. Iba a sorprenderte en casa, pero luego cogiste un cambio de turno y tuve que conseguir que K.C. y tus amigos de trabajo te ayuden a salir de allí pronto. Jesús. Mi boca se secó y solo podía estar parada allí. Estaba de espaldas al espejo del baño, y me enfrenté a él, estudiando la imagen en su reflexión. Era inconfundible.

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Era nuestro árbol. Hasta la última rama. El tronco viajaba encima del lado derecho de su espalda y luego las ramas y las hojas comenzaban a propagarse a cabo a mitad de camino. Algunas de las hojas llegaban por encima del hombro y la parte posterior de su brazo. Era todo de negro y sentí como si mi estómago se sentara en mis pies. —Jared. —Casi no podía hablar, tenía la garganta tan apretada—. Eres hermoso.

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Jared ¿Hermoso? Me reí para mis adentros. En realidad no era el aspecto por que iba, pero supongo que un tatuaje del árbol no era tan rudo. Tate siempre veía lo que quería ver en mí y me encantaba. Todavía no había visto al hombre que quería cuando me miraba en el espejo, pero cada día me sentía mejor y mejor acerca de quién era yo. El árbol era para ella y para mí. Quería mis cicatrices cubiertas y quería llevar el árbol con nosotros a Nueva York en el otoño. Aura vio una foto y no se demoró en elaborarlo y empezó en poco tiempo. Me había costado mucho tiempo lejos de Tate y algunas maniobras de sigilo, de modo que ella nunca viera a mi espalda, pero funcionó. Aura guardó la última parte para hoy. La parte que no iba a ser capaz de ocultar el interfaz de Tate que viajó por mi brazo y por encima de mi hombro. La piel todavía quemaba al tacto, pero no había manera de que le estuviera diciendo que no me tocara esta noche. —Basta de hablar. —Extendí la mano y agarré su cadera, tirando de ella hacia mí—. No nos hemos duchado juntos desde tu cumpleaños, y solo tenemos una hora para hacerlo. —¿Por qué? ¿Tienes que ir a otro lugar? —Ella se inclinó a mi oído y susurró—. Porque mi padre envió un mensaje hace dos horas diciendo que tuvo que subirse a un avión con destino a Colorado por negocios hasta el martes. Mis nervios se dispararon, y mis ojos se abrieron. —¡Diablos, sí! —No me tomó tiempo alzar mis brazos y plantar un gordo beso directamente en su boca. Ella se apartó y me señaló con el dedo. —No está permitido que entres a la casa, sin embargo. —No quiero estar dentro de la casa. Quiero estar dentro de ti. Ahora mismo y a las 2 am o siempre que me dé la maldita gana esta noche. La idea de despertarme junto a ella en la mañana, o infiernos, incluso en el medio de la noche y tener lo que quiero allí me hizo sentir todo tipo de egoísta, pero no me importaba. Solté su corbata, y la pasé sobre su cabeza mientras ella me desabrochó la camisa de vestir blanca. En poco tiempo, ella se había

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quitado su sostén, también y acercó su pecho desnudo contra el mío, sintiendo la piscina de fuego muy familiar en mi polla. Yo tenía tres niveles de cachondería: 1. Eh, puedo si es que quiero. 2. Wow, me gustaría que Tate estuviera cerca. 3. Ahora. Y con Tate desnuda, siempre era un 3. Desabroché su pantalón negro y deslicé mis manos dentro de la parte de atrás, ahuecando su culo y la traje hacia mí como una lapa. Ella envolvió sus brazos alrededor de mi cuello e ignoré la ligera molestia en la espalda. ¿A quién infiernos le importaba? —¿Tus inyecciones están al día? —le pregunté entre besos. —Sí —dijo sin aliento mientras tomaba su pecho en mi mano y mordisqueaba su cuello—. Jared. Tenemos tanto tiempo ahora. ¿Qué vamos a hacer? —bromeó, rozándome a través de mis pantalones. Mierda. Apreté mis ojos cerrados y el aire caliente se vertía dentro y fuera de mi nariz. Retrocedí, abrí la puerta de la ducha y giré el pomo. Dos cabezas de ducha rociaron agua de ambos lados, llenando el área pequeña con vapor espeso. Me aparté de ella, pero mantuve los ojos fijos en su rostro jadeante. Tenía las mejillas encendidas y sus labios brillaban. Ella había deshecho su cola de caballo, y pude ver su pezón asomarse por su cabello. Dios, era hermosa. Todo el fuego y la pasión. Todo mío. Tirando de mi cinturón, me aparté y arranqué del resto de mi ropa. Ella hizo lo mismo con sus pantalones y se adentró en la ducha, nunca perdiendo mis ojos por minuto. Probablemente parecía un león acechando a su presa, pero eso no fue todo. Ella era el depredador que me atraía a entrar. Al cerrar la puerta detrás de mí, vi que ella me miraba cuando se apoyó contra la pared de la ducha, esperándome. A pesar de que Tate era la que tenía el control, siempre me hizo sentir como si estuviera cazándola. Me encantaba eso. Al pulsar la longitud de mi cuerpo contra el suyo, cada músculo se estremeció con escalofríos. Estaba caliente y embobado.

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Levantando su pierna, lo sostuve en mi cadera y puse mis dedos entre sus piernas, frotando con movimientos largos y lentos, mientras la miraba. Tate prefería mi polla a mis dedos dentro de ella, pero le encantaba ser frotada. Lento. Siempre lento. Tan lento que pude ver el momento exacto en que su cuerpo comenzó a perder el control y era adictivo. Su respiración se hundió, y casi perdió el contacto visual cuando sus párpados se agitaron. El agua vertida alrededor de nuestras piernas y el vapor, hizo que nuestros cuerpos se peguen. El aire era denso y caliente. Usé la punta de mi lengua para lamer su labio inferior. —Folla mi mano, Tate —susurré contra su boca. Ella gimió con sus ojos cerrados mientras se agarraba de mis hombros y comenzó a balancearse contra mi mano. Suave y lento al principio. Entonces comenzó la fricción cada vez más dura. Ella empujó contra mi palma más áspero y más rápido, más exigente. Sentí su humedad contra mis dedos. Ella agarró mi mano y me agarró por el cuello y tenía el sabor de sus labios, sintiendo su orgasmo extendiéndose desde su garganta, e hizo eco en la mía. Ella tembló y se sacudió contra mi mano, frenando más y más. Juro que podía escuchar los latidos de su corazón. —Maldita sea, Tate —dije con voz entrecortada mientras se estremecía contra mi cuerpo. Tirando de la otra rodilla, guié sus piernas alrededor de mi cintura, y empujándola contra la pared, me estrellé en su interior. —Ahh —gritó de nuevo—. Jared —gimió. Agarré sus muslos con fuerza, probablemente dejaría moretones, pero se sentía tan bien. Habíamos dejado de usar condones de hace dos meses. Me hice la prueba, ella obtuvo el control de la natalidad y nunca miramos hacia atrás. Después de esa primera vez sin uno, no había manera en el infierno que quisiera volver a usarlos. Sentirla y entrar a casa dentro de ella sin una maldita goma era el final de la vida. —Me gusta cuando gritas de mi nombre. —Tomé su labio inferior entre mis dientes y lo marqué mientras me deslizaba dentro y fuera de ella—. Has estado dando vuelta a mi mundo al revés durante ocho años. No puedo tener suficiente de ti.

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—Nunca es suficiente. —Llevó su boca a la mía, cubriendo mis labios. Su lengua saboreó la mía y salió como una flecha para chasquear mi labio. Nunca suficiente.

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Adelanto de Rival Madoc

—M

ierda —suspiré—. ¿Podría moverse más despacio? —le pregunté a Jared mientras estaba sentado en el asiento trasero del R8 de Tate con las manos cerradas en la parte superior de mi cabeza.

Ella se dio la vuelta desde el asiento del conductor, con los ojos entrecerrados como si quisiera empujar un cuchillo a través de mi cráneo. —¡Me dirijo en torno a una curva cerrada a casi ochenta kilómetros por hora en un camino de tierra inestable! —me gritó—. Esto no es ni siquiera una carrera real. ¡Te. Lo. Dije. Antes! —Todos los músculos de su rostro estaban tan rígidos como el acero mientras me regañó. Dejé caer la cabeza hacia atrás y dejé escapar un suspiro. Jared se sentó frente a mí con su codo en la puerta y la cabeza en la mano. Era sábado por la tarde, el día de la primera carrera verdadera de la Tate y había estado en la Ruta Cinco por las últimas tres horas. Cada vez la pequeña tonta movía la palanca de cambio demasiado pronto o no pisaba el acelerador con la suficiente rapidez, Jared se mantuvo en silencio, pero yo no. Él volvió la cabeza, pero no lo suficiente para mirarme a los ojos. —Vete —ordenó. —¿Qué? —solté, mis ojos se abrieron—. Pero... pero... —tartamudeé, al ver la sonrisa triunfal de Tate en el espejo retrovisor. —Pero nada —ladró Jared—. Ve a buscar tu coche. Ella puede hacer una carrera contra ti. La chispa de adrenalina calentó mis brazos ante la perspectiva de un poco de emoción real. Tate definitivamente podría correr contra una chica que no tenía idea de lo que estaba haciendo, pero todavía tenía mucho que aprender y faltaba que le crezcan bolas. Que entre Madoc, damas y caballeros. Quería sonreír, pero no lo hice. En su lugar, solo puse los ojos en blanco.

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—Bueno, eso será aburrido. —Oh, eres tan gracioso —se burló ella, agarrando el volante—. Pareces una gran niña de doce años, cuando te quejas. Abrí la puerta de atrás. —Hablando de lloriquear... ¿quieres apostar que vas a estar llorando por el final del día? —Tú lo harás —respondió ella. —No. Ella agarró un paquete de pañuelos de viaje y me los tiró. —Aquí. Solo por si acaso. —Oh, ya veo que mantienes un stock listo. —Sonreí—. Porque lloras mucho, ¿verdad? Ella se volvió bruscamente. —¡Tais-toi! Je vous detes9… —¿Qué? —le interrumpí—. ¿Qué fue eso? ¿Estoy caliente y me amas? Jared, ¿sabías que tenía sentimientos… —¡Basta! —gritó, callándonos a los dos—. Maldita sea, ustedes dos. —Y levantó las manos en el aire y miró entre nosotros. Tate y yo estuvimos en silencio por un momento y luego ella soltó un bufido y no pude evitar soltar una risa, también. —¿Madoc? —Los dientes de Jared estaban pegados juntos. Podía oírlo—. Fuera. Agarré mi celular del asiento e hice lo que me dijo, solo porque sabía que mi amigo había tenido suficiente. Había estado tratando de que Tate muerda el anzuelo durante todo el día, haciendo bromas y distrayendo a Jared. Ella iba a correr contra un chico nuevo en el escenario esta noche, Michael Woodburn, y nadie sabía nada de él. Se podría pensar que la mayoría de los chicos que tendrían un problema por correr contra una chica, pero Zack dijo este hombre tomó la carrera sin ningún argumento. Era demasiado conveniente y Jared se sentía incómodo. No sabíamos nada sobre Woodburn, su coche o su forma de conducir, pero Tate insistió en que ella podría manejar la situación. 9

¡Tais-toi! Je vous detes: ¡Cállate! Tú detesta…

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Y lo que Tate quiere, Tate lo obtiene. Jared estaba azotado peor que la crema. Caminé de vuelta por el camino de la calzada que llevaba hasta mi GTO color plata estacionado a un lado de la carretera y cavé en mis pantalones vaqueros buscando las llaves con una mano mientras corría la palma de mi mano sobre mi frente con la otra. Era principios de junio y todo ya era tan miserable. El calor no era malo, pero la maldita humedad era peor. Mi madre quería que yo fuera a Nueva Orleans para visitarla por el verano, y le di un grande y gordo: “Infiernos, no.” Sí, me encantaría sudar las pelotas mientras que su nuevo marido intenta enseñarme a pescar camarones en el Golfo. Nop. Amaba a mi madre, pero la idea de tener mi casa para mí durante todo el verano, mientras que mi papá se quedaba en su apartamento en Chicago, sin duda, era una perspectiva mucho mejor. Mi mano se estremeció con una vibración y miré mi teléfono. Hablando del diablo. —Hola, ¿qué pasa? —le pregunté a mi padre mientras me acercaba a un lado de mi coche. —Madoc. Me alegro de que contestes. ¿Estás en casa? —Parecía inusualmente preocupado. —No. Sin embargo, estaba a punto de dirigirme allí pronto. ¿Por qué? Mi padre casi nunca estaba alrededor. Mantenía un apartamento en Chicago, ya que sus grandes casos lo mantenían durante largas horas de trabajo. Me gustaba. Sin embargo, no lo amaba. Mi madrastra había estado ausente sin permiso durante un año. Viajando, visitando amigos. La odiaba. La única persona que amaba en casa era Addie, nuestra ama de llaves. Ella se aseguraba de que comiera mis verduras y firmaba mi boletas de permiso para la escuela. Ella era mi familia. —Addie llamó esta mañana. Fallon apareció hoy —explicó y mi aliento se quedó atascado mientras casi se me cayó el teléfono. ¿Qué? ¿Ella está aquí?

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Puse mi palma hacia abajo sobre el capó de mi coche y traté de aflojar mis dientes. —¿Y? —dejé escapar finalmente—. ¿Qué tiene eso que ver conmigo? —Addie te preparó una maleta —explicó—. Hablé con la madre de Jared y vas a estar con ellos durante unas semanas. —¿Qué? —le grité en el teléfono, respirando con dificultad—. ¿Por qué no puedo permanecer en mi propia casa? ¿Desde cuándo esa perra tomaba las decisiones? Así que se fue a casa. ¡Gran cosa! Mándenla por donde vino entonces. ¿Por qué yo tenía que ser enviado lejos? —Sabes por qué —respondió mi papá, su profundo tono amenazante— . No vayas a casa.

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Penélope Douglas es una escritora y profesora en Las Vegas. Nacida en Dubuque, Iowa, es el mayor de cinco hijos. Penélope asistió a la Universidad del Norte de Iowa, obteniendo una licenciatura en administración pública, porque su padre le dijo “¡Acaba de obtener el maldito grado!” Luego obtuvo una maestría en Ciencias de la Educación de la Universidad de Loyola en Nueva Orleans, porque odiaba la administración pública. Una noche, se puso borracha y le dijo al guardia de seguridad en el bar donde trabajaba (sí, estaba borracha en el trabajo) que su hijo estaba caliente, y tres años después se casó. Con el hijo, no el gorila. Han desovado, pero sólo una vez. Una hija llamada Aydan. Penélope ama los dulces, el programa Hijos de la anarquía, y va de compras a Target casi a diario.

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