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Sinopsis

E

l ex-ranger del ejército, Brand Killien, siempre ha sido bueno. Un buen amigo, un buen soldado, un buen todo. El problema es, que ser bueno no le ha traído otra cosa que un corazón destrozado.

Así que después de lamer sus heridas, decide seguir adelante. Y seguir adelante ya no incluye ser bueno. Ser malo suena mucho mejor. Hastiado y distante, Brand está decidido a no volver a abrirse a alguien. No vale la pena el dolor. En cambio, se vuelve reservado, endurecido y frío. Pero cuando recibe una llamada de casa por una emergencia familiar... una familia de la que está distanciado. Una familia a la que sacó de su cabeza hace mucho tiempo por muy buenas razones... razones que implican secretos y dolor. Razones que ha intentado duramente olvidar. Pero el hogar es donde está el corazón, y solo podría ser donde Brand encuentre el suyo otra vez. ¿Por qué? Porque en casa es donde está Nora Greene. Una fiera ardiente y pelirroja, Nora es cosa del pasado. Una cosa hermosa y luchadora. Cuando Brand se fue, ella estaba fuera en el internado. Pero ahora está de vuelta.

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Y quiere a Brand, con cicatrices y todo.

Capítulo 17

Prólogo

Capítulo 18

Capítulo 1

Capítulo 19

Capítulo 2

Capítulo 20

Capítulo 3

Capítulo 21

Capítulo 4

Capítulo 22

Capítulo 5

Capítulo 23

Capítulo 6

Capítulo 24

Capítulo 7

Capítulo 25

Capítulo 8

Capítulo 26

Capítulo 9

Capítulo 27

Capítulo 10

Capítulo 28

Capítulo 11

Capítulo 29

Capítulo 12

Capítulo 30

Capítulo 13

Capítulo 31

Capítulo 14

Capítulo 32

Capítulo 15

Epílogo

Capítulo 16

Courtney Cole Página

Sinopsis

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Contenido

Prólogo Brand Traducido y Corregido por Lizzie Wasserstein

E

stoy soñando con balas y sangre. Como siempre. Hay gritos, por supuesto, porque siempre hay gritos. Agudos y estridentes, bajos y chillones. Están llenos de dolor, llenos de angustia, llenos de tormento. Es un sonido tortuoso y me giro y volteo, tratando de alejarme de ellos.

Es entonces cuando me di cuenta de algo. Fuera de mi sueño, fuera donde el silencio es grueso y pesado, hay un sonido. Un sonido real. El timbre de un teléfono está rompiendo el silencio, astillando la noche en un millón de pedazos. Mis ojos se abren de golpe, mirando con ojos lagañosos el reloj. 3 a.m. Una llamada a esta hora nunca es algo bueno.

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Oprimiendo un botón, sostengo el dispositivo en mi oreja. Esperando oír a mi mejor amigo, Gabe, a su hermana Jacey, o cualquier número de nuestros amigos. Siempre soy la persona a la que acuden para rescatarlos fuera de problemas, sobre todo porque soy tranquilo e imperturbable. No

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Dando una patada al viejo entrenamiento y mis viejos sentidos adormecidos, me separo de la situación mientras busco a tientas mi teléfono. Sea lo que sea, voy a estar tranquilo y listo. Eso es lo que soy y para lo que estoy capacitado.

juzgo a las personas por su mierda. Por estas razones, estoy acostumbrado a estas llamadas. Pero no estoy acostumbrado a la voz que habla en la oscuridad. Una voz delgada, frágil que no he escuchado en años. —¿Brand? La voz es como un puñetazo en mis entrañas e instantáneamente me quedo quieto, cada terminación nerviosa congelada. —Mamá —pronuncio, la palabra extraña en mi lengua. Ella no reconoce que incluso hablé. Ella suspira, un sonido tembloroso en la oscuridad. —Es tu papá. Tuvo un ataque al corazón esta noche. Hace una pausa y no me dice nada, aunque mi corazón comienza a latir con fuerza, llenando mis oídos con gran prisa, prisa, el sonido de prisa. Mi sangre es hielo siendo bombeado a través de mis venas, enfriando mis dedos y mis dedos de los pies, amortiguando cada emoción. No le respondo. Pasa un latido silencioso. Luego otro. Finalmente vuelve a hablar, su voz cansada y áspera. —Se ha ido, Brand. Me quedó en silencio y congelado, incapaz de moverme, aunque mis palmas se vuelven inmediatamente sudorosas, mi respiración rápida en mí garganta. Me temo que si hablo, esto no va a ser real. Será parte de mi sueño, y cuando me despierte, todo va a desaparecer. Así que no digo una palabra.

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—Necesito que vengas a casa —agrega mi madre.

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Sé real.

Su llamado a la acción me libera y soy capaz de moverme de nuevo. Asiento con la cabeza, una vez, de manera cortante. —Estaré allí. Porque esto es real. Cuelgo sin decir nada más, mis manos temblorosas. Me quedo mirando mi mano izquierda, mis dedos, gruesos y largos. Soy un hombre adulto. Sin embargo, el mero pensamiento de mi padre por instinto hace que mis manos tiemblen, como el niño asustado que una vez fui. Me permito sentir la impotente emoción por solo un momento, antes de que canalice el miedo en rabia, una rabia caliente y cegadora que tengo todo el derecho a sentir. Mi padre está muerto. Debería estar triste, incluso devastado. Una persona normal lo estaría. Pero además de mi rabia, solo hay una cosa que siento.

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Alivio.

Capítulo 1 Nora Traducido por Vicky. Corregido por Lizzie Wasserstein

—N

ora, ¿estás escuchando? No.

Dejo de prestarles atención a los autos que circulan por la calle principal de este pequeño pueblo para mirar a mi padre. Los penetrantes ojos de Maxwell Greene están en mi ahora, el gris de sus sienes brillando con el sol, y trago. —Sí, por supuesto —miento. Asiente, tranquilo. —Bien. Sé que este último año en la escuela de leyes fue difícil, pero ahora se ha acabado. Quiero que te tomes el verano libre, que descanses aquí en Angel Bay con tu madre, entonces en otoño, te encargarás del equipo legal en Green Corp como estaba planeado.

Mi padre pone los ojos en blanco.

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—¿Qué hay de Peter? —pregunto vacilante, acordándome del abogado de mediana edad que hasta ahora ha sido el Vicepresidente de Asuntos Legales de nuestra compañía. Siempre había sido agradable conmigo, siempre mostrándome fotografías de sus preciosas esposa y cinco hijas.

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Está tranquilo, por supuesto, porque es todo lo que siempre quiso. Ése siempre fue el plan, desde el momento en que empecé la escuela primaria. Probablemente también desde antes de que naciera.

—Será despedido. Él sabía que esto pasaría algún día. Estoy seguro. Todos sabían que estabas estudiando leyes en Stanford. Son capaces de atar cabos, Nora. Es tan indiferente sobre arruinarle la vida a alguien. Trago saliva, jugando con la pajita de mi vaso de limonada. La sombrilla de nuestra pequeña mesa de café en la amplia acera proyecta una sombra a través de mis hombros, y casi tiemblo No sé si es por la suave brisa del lago, o por la fría actitud de mi padre. Ahora me mira severamente. —Nora, tienen que crecerte un par de bolas. No hay tartamudeos en el derecho corporativo. Tienes que asesinar o serás asesinado. Necesito que seas una Green y hagas lo que te pido. Seas lo que necesito que seas. Su voz es incluso más fría que su mirada. La evito como un viejo hábito. —De acuerdo —murmuro. Mi madre empieza a hablar finalmente, desde el otro lado de la mesa, sonriendo con una sonrisa magnifica. De todos nosotras, ella siempre ha sido la más amable. La más dulce. Y sabe que necesito que me salven ahora mismo. Lo veo en sus suaves ojos azules. —Ma belle fille —canturrea, estirando su mano y tomando la mía—. Tendremos un glorioso verano. Puedes montar a Rebel, puedes descansar en la playa, nos haremos la manicura y la pedicura… beberemos tés y comeremos croissants. Será encantador. Necesitas el descanso. Mi hermosa hija, el acento francés de mi madre es tan fuerte como siempre, a pesar de haber vivido en Estados Unidos desde que se casó con mi padre, hace veinticinco años. Maravilla a cualquiera que lo escuche. Le sonrío, de manera genuina ahora.

Al que no he extrañado es a mi padre. Ni a sus contantes sermones

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No es mentira.

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—Gracias, maman. Estoy ansiosa por pasar tiempo contigo. Te he extrañado.

sobre ser “una buena Greene” y cómo necesito hacer lo que pueda por el bien mayor de nuestra familia y nuestro negocio. Sin importar el costo personal. Y mi costo personal ha sido grande. No es que nadie le importe. Pero la amargura está emergiendo otra vez y si no la aprisiono, me abrumará. Eso no ayudará en nada. Ella no lo sabe, me recuerdo. —¿Cómo está Rebel? —pregunto a mi madre, cambiando el tema a propósito hacia mi viejo caballo. No lo he visto desde el verano pasado. Mamá parlotea sobre él, sobre lo gordo que se está poniendo y me giro otra vez. Para disminuir mi resentimiento, miro a las nubes, a los autos, a las pequeñas y pintorescas tiendas, a la intersección. Lo que sea para distraerme, lo que sea para que el sabor amargo de lo que me pasó se aleje. Ella no lo sabe. Pero mi padre sí. Lo miro y la furia me vuelve a abrumar. Sí, lo sabe. Haz lo que haga falta, Nora. Rechino los dientes. Ahora se ha acabado. Se ha acabado. Nadie puede arreglarlo de todos modos. Todo lo que puedo hacer es ser una buena Greene. Con una mirada dura, vuelvo la vista hacia la intersección, dispuesta a concentrarme en algo más.

Si quieres observar a la gente, este es el mejor lugar para hacerlo.

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Un auto rojo se detiene en una señal de “Alto” y luego sigue. Angel Bay es tan pequeño que hay solo una gran intersección y está justo delante de la cafetería. No hay ni siquiera un semáforo, solo un “Alto” para las cuatro direcciones.

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Lo que sea.

Mi madre habla con su encantadora voz, y miro distraída como una Suburban blanca gira hacia la izquierda. Un Escarabajo amarillo permite que una joven madre cruce la calle empujando un carrito antes de seguir. Asiente mientras pasa, un desconocido simpático. Sonrío. Angel Bay está lleno de desconocidos simpáticos. Están acostumbrados a los turistas de verano, y son amistosos con ellos, contentos de tener sus dólares turistas, contentos con compartir su pequeño pueblo junto al lago Michigan. Por la calle, baja un descolorido autobús blanco. Los carteles están sujetos a los lados y solo puedo descifrar uno. Toca el claxon por el Viaje de Campamento Anual de la Tropa 52. Sonrío otra vez a los pequeños exploradores que tienen sus caras presionadas en las ventanas. Probablemente se dirigen al parque estatal Warren Dunes… así que casi están llegando ahí, y como los niños pequeños suelen ser, se están poniendo nerviosos. Detrás del autobús, una enorme camioneta azul marino los sigue a una distancia respetable. Los vidrios están polarizados, pero atisbo un mechón de cabello rubio aclarado por el sol. Me esfuerzo un poco más, dominada por la curiosidad. Observar a otras personas siempre ha sido un pasatiempo. Las vidas del resto me distraen de la mía. Es patético, pero cierto. Mientras la camioneta se acerca y tengo una mejor vista del conductor, casi suspiro en voz alta. No puede ser.

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Pero ese cabello rubio… ese cabello color miel que luce como si lo hubiera besado el sol. Esas mejillas esculpidas, la hendidura en la barbilla, la fuerte línea de la mandíbula y la orgullosa nariz. Reconocería ese perfil en cualquier parte, incluso a través de un parabrisas pesadamente polarizado, incluso aunque la última vez que lo vi fue hace casi diez años.

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Miro más de cerca, mis ojos entornados debajo de mis gafas de sol. El conductor de la camioneta también está usando gafas de sol, lo que me hace más difícil ver para asegurarme.

Brand Killien. Me doy cuenta que he estado conteniendo el aliento y suspiro, aun mirándolo. Sigue pareciendo un Dios nórdico, sigue pareciendo el chico del que me había enamorado hace tanto tiempo. Él no lo supo, claro, porque soy cuatro años menor. Estaba tan fuera su radar. Pero él siempre estuvo en el mío… por un par de razones. Una, porque siempre había sido lo más lindo que alguna vez había visto. Dos, e incluso más importante, me hacía sentir buena. Sana y salva. Como si cuando estoy con él, nada puede herirme, nada puede tocarme. Fantaseé con él cada verano, y luego un año, volví a Angel Bay después de un largo invierno, solo para descubrir que Brand no estaba aquí. Se había ido a la universidad y después unido al ejército. Cada verano después de eso, estuve atenta a que volviera a casa. Cada verano después de eso, él no estuvo aquí. La gente hablaba, por supuesto, porque Angel Bay es demasiado pequeño y eso es lo que hace la gente de los pueblos pequeños. En el pequeño supermercado, escuché que se convirtió en un rudo soldado de operaciones especiales, que estaba con los Rangers en Afganistán. En la cafetería escuché que le había pasado algo terrible ahí, que volvería a casa después de eso. Pero para mí decepción, nunca volvió a Angel Bay. Hasta ahora.

Una camioneta de granja tirando de un remolque cruza por la

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Brand Killien está aquí.

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Las mariposas estallan en mi estómago, sus alas haciéndome cosquillas en las costillas, sus cuerpos retorciéndose contra mi diafragma y haciéndome difícil respirar. Es como si comprendieran la reverencia de este momento, el absoluto milagro que es esto.

intersección, bloqueando mi vista momentáneamente. Me inclino hacia adelante, tratando de volver a encontrar a Brand sutilmente, solo para asegurarme de que está aquí, que no lo imaginé. Ahí es cuando veo el problema, y aunque incluso sucede tan rápido que no alcanzo a gritar, al mismo tiempo parece que pasa en cámara lenta. Un camión cisterna viene desde el otro lado, golpeando el tanque de amoníaco del camión de granja. La explosión es inmediata e intensa. Siento la oleada de calor antes de escuchar el estruendo. Pero cuando el estruendo llega, rasga el cielo. Es tan fuerte que retumba en mi pecho, agitando cada una de mis costillas y liberando las mariposas. De repente, estoy en el aire. Mis piernas cuelgan como las de una muñeca de trapo y siento la brisa a mi alrededor. Estoy en la brisa. Yo soy la brisa. Las cosas me llegan en retazos intensos mientras vuelo. Calor. Ruido. Gritos. Estruendos. Vidrios. Mi vuelo es corto y me estrello contra algo duro, mi cabeza golpeando contra el suelo. ¿El suelo? Oscuridad. Calor.

El calor es del fuego. Y el fuego rodea todo.

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Levanto la mirada.

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Cuando abro mis ojos, no sé cuánto tiempo ha pasado, solo que mi cabeza se siente pesada y siento un dolor palpitante en la nuca. Con dedos temblorosos, la toco, y mi mano vuelve cubierta de sangre.

Estoy en una pila de escombros en lo que solía ser la cafetería. Los tablones, el techo y las mesas están apilados a mí alrededor, y la gente está en el suelo. El polvo está por todas partes y es difícil mirar a través de él. Pero puedo ver el fuego. Y puedo ver a Brand. Como algún tipo de ángel magnifico y feroz, da zancadas a través del humo oscuro, y lo veo abrir a la fuerza las puertas del autobús escolar. Entra, y un escaso minuto después, sale con un chico entre sus musculosos brazos. Le entrega el niño a alguien, luego vuelve a entrar. Una y otra vez, observo este proceso. Algunos de los niños que saca tienen sangre, otros están sin fuerzas. Pero sigue haciendo los viajes. Finalmente, sale con las manos vacías. Se queda quieto por un minuto, y veo que su camisa está rasgada por delante. Puedo ver sus cincelados abdominales detrás de esa gran rotura. Veo lo embadurnadas de hollín a través de sus mejillas, y ese mismo hollín ha vuelto su cabello negro. Lo veo tomar una respiración profunda, lo veo echar un vistazo a la carnicería en la calle, buscando a alguien a quien salvar. Y entonces me ve. Necesito ser salvada. Más de lo que él siquiera sabrá. Sus ojos son de un azul tan brillante que ni siquiera le puedo poner un nombre. ¿Zafiro, tal vez? Brillan a través del hollín, a través de las llamas. Se concentra en mí, luego dando largos pasos se acerca. Directo hacia mí. A través del caos, a través de la destrucción. —Señorita, ¿se encuentra bien? —Su voz es áspera, probablemente por el humo. No puedo moverme.

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Mis piernas están bajo las tablas astilladas, tablas que solían ser la pared de la cafetería. Mientras miro a Brand, veo a mis padres en la calle con un paramédico. Puedo ver los frenéticos movimientos de los brazos de

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—Estoy atorada —me las arreglo para decirle—. Mis piernas.

mi madre, y puedo leer sus labios. Mi hija. Tomo una respiración, pero no hay manera de que me oyera si la llamo. Tendrá que esperar. Brand llama mi atención de nuevo hacia él, hacia sus brillantes ojos azules, hablando. —Te quitaré esto de encima. Intentaré no lastimarte —me dice tranquilo. Con sus musculosos brazos, saca la pila de tablones de encima de mí, uno por uno. Fiel a su palabra, no me lastima. Cuando termina, cuando estoy libre, no me ayuda a levantarme. Me toma en brazos, en su lugar. Mi cabeza descansa sobre su pecho y puedo escuchar el latido de su corazón mientras me carga a través del caos sin esfuerzo. Bu-bump. Bu-bump. Su corazón es tan fuerte como él. Me concentro en ello, en sus fuertes latidos, en vez de mirar a la gente en el suelo. En vez de mirar toda la sangre, u oler el humo, o tener un ataque de pánico. —¿Te encuentras bien? —pregunta Brand mirándome. Su rostro es confiado, su voz calmada—. Vas a estar bien. Asiento porque confío en él, ¿Quién no confiaría en alguien tan seguro de sí mismo?

Corta mis brazos y puedo oler la sangre.

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Porque de la nada, escucho un fuerte y nauseabundo grito, y entonces la pared al lado de nosotros cae en una mezcla de chirridos metálicos, crujidos y vidrios rotos.

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Pero entonces no importa.

Un golpe me libera del seguro agarre de Bran, soy arrancada de sus brazos, y estoy cayendo, cayendo, cayendo.

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Luego todo se vuelve negro y se queda de esa manera.

Capítulo 2 Brand Vicky. y Gry Corregido por Lizzie Wasserstein

J

odido hijo-de-puta.

Un dolor punzante y ardiente me atraviesa desde mi cadera hasta mi tobillo. Hago una mueca, intentando salir de los escombros, pero no sirve de nada. Ahora soy yo el que está atrapado, firme y dolorosamente en una pila de madera rota y escombros. El humo que me envuelve me trae de regreso recuerdos de Afganistán, de las bombas y la sangre. Pero aparto esas imágenes. No estoy allí, estoy aquí. Y tengo que mantener el sentido común. La chica. La chica que estaba cargando, la chica de cabello rojo oscuro y grandes ojos azules. Confiaba en mí, lo vi en su rostro. Me giro para buscarla, escaneando todo a mi alrededor. Y entonces veo su delgado brazo saliendo de una pila de escombros. Sé que es ella porque lleva esa pulsera turquesa en su pequeña muñeca. —¡Ayuda! —grito a los paramédicos que ya están ahora en escena. Uno me oye, y corre hacia mí, pero le señalo a la chica.

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Hace lo que le pido, y se necesita a dos de ellos para sacarla. Los observo cargándola fuera, observo cómo sus ojos siguen cerrados, los miro tender su cuerpo flácido sobre una camilla antes de venir por mí.

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—¡A ella primero! —le digo—. Está debajo de esa mierda. Sáquenla a ella primero. La está aplastando.

Joder. —Gracias —les digo sinceramente. Gentilmente mueven la madera, el cemento y el metal retorcido que me mantienen en el suelo. Me ponen en una camilla. —Estoy bien —les digo, mientras intento ponerme en pie. Pero no puedo. Mi pierna derecha está doblaba debajo de mí, mi pie en una posición antinatural. La miro, atónito y asombrado, notando la manera en que mi rodilla está girada hacia fuera, mientras que el tobillo está girado hacia dentro. Joder. No siento dolor así que sé que estoy en shock. Me dejo caer contra la camilla, mientras me giran hacia la ambulancia esperando. Mi pierna fue destrozada en Afganistán. Pasé por múltiples operaciones, meses de fisioterapia y acababa de comenzar a andar sin muletas. ¿Y para qué? ¿Para tenerla destruida de nuevo? ¿Aquí en la jodida Angel Bay? Jodido infierno. Me suben y cierran las puertas, y miro el metal blanco por un segundo antes de cerrar los ojos. Esto no puede estar pasando. Esto no es real. Pero es real. Las sirenas, altas y constantes, me lo dicen. Aturdido, espero. Entonces, algo se me ocurre. ¿Por qué están usando la sirena por una pierna rota? Apenas lo pienso antes de que mis dedos comiencen a enfriarse, y mis pensamientos empiecen a ser borrosos y confusos.

Mis brazos y piernas se vuelven pesados, y un suspiro agita mi caja

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Pero luego no importa, porque estoy malditamente cansado. Nada importa, ni el dolor, o la falta de él, ni siquiera la chica.

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¿Qué demonios?

torácica. La chica. Sus ojos azules es lo último que veo antes de cerrar mis ojos. Parece que pasan solo minutos antes de que la sirena pare y me saquen rápidamente. Agarro el brazo de uno de los paramédicos mientras me llevan dentro al hospital. Me mira mientras avanza. —¿Qué está mal? Él me mira mientras corre. —No te preocupes, te curarán. Vuelvo a caer en la camilla y todo lo que puedo hacer es ver todo lo que sucede. Olas de completo cansancio y somnolencia me sobrepasan, y todo lo que quiero hacer es cerrar mis ojos. Así que lo hago, pero no puedo dormir por esas malditas personas sin rostro que siguen haciéndome preguntas, mientras las otras personas sin rostro mueven mi pierna y cortan mis pantalones. ¿Cuál es tu nombre? —Brand Killien —murmuro. ¿Qué edad tienes? —Veintisiete. ¿Eres alérgico a algo? —No. ¿Podemos llamar alguien por ti?

La cara de una enfermera aparece borrosa delante de mí.

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Abro los ojos cuando meten una intravenosa en mi brazo, y las luces brillan, y la medicina empaña mi vista, todo al mismo tiempo.

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—No.

—Estás yendo a cirugía, cariño —me dice. No puedo ver su cara aunque mis ojos están abiertos de par en par—. Tu arteria fue reventada. Ellos tienen que arreglarla. ¿Mi jodida arteria fue reventada? Tienes que estar bromeando. Sobreviví a las sangrientas colinas de Afganistán. No voy a morir desangrado aquí. De ninguna jodida manera. Santa mierda. ¿Por qué no los hice llamar a Gabe o Jacey… por si acaso? Trato de murmurar eso, de decirles que llamen a Gabe, pero ellos no pueden entenderme. Otra cara borrosa sobre mí, alguien con cabello negro. —Todo estará bien, señor. Solo cuente hacia atrás desde cien. Los luces giran, el sonido hace eco. Noventa y nueve. Noventa y ocho. Noventa y siete. Nada. Nada. Escucho los pesados pasos de mi padre saliendo de la habitación de mi hermanita, cerrando la puerta con un chasquido, luego inclinándose pesadamente en el pasa-manos mientras baja la escalera. Diecisiete-crujido. Dieciséis-crujido.

El alivio corre a través de mí y me siento estúpido. Tengo seis años. No debería estar tan asustado.

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Se ha ido.

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Cada uno de los diecisiete escalones crujen, y luego hay silencio otra vez. Mirando arriba en el techo, espero hasta oír el silenciador de su viejo camión antes de respirar otra vez.

Pero lo estoy. Me levanto para ir al cuarto de baño, algo que yo nunca haría cuando él todavía estaba en casa. No me arriesgaría. Voy de puntillas en la cocina y agarro un puñado de galletas, procurando no volcar la lata de galletas en el suelo, antes de que vuelva a mi habitación, corriendo en las sombras, acostándome en la cama. Doy vuelta en mi costado y miro fijamente mis ventanas mientras mastico las galletas de chispas de chocolate. Mi madre las había hecho esta noche, especialmente para la comida, solo que mi padre no me dejaría tener una. —Los chicos que no cuidan a sus pequeñas hermanas no consiguen galletas —me había dicho severamente, observándome con sus fríos ojos azules. Había tragado y mirado detenidamente a través de mis pestañas a Alison. Ella mascaba felizmente una galleta, las migas juntándose en el frente de su blusa. Sus dedos mugrientos agarrando su tesoro azucarado y estaba inconsciente del problema en el cual estaba debido a ella. —Pero yo la cuidaba —dije a mi padre—. Traté de hacerla entrar y lavarse las manos para la comida, solo que ella no escuchaba. Mi padre era poco compasivo. —Ella tiene solo cuatro años. Tienes que ir a buscarla. Eres más grande que ella. ¿Me dices que no puedes tomar su brazo y hacerla entrar? ¿Eres así de débil, Branden? Tragué, moviendo mi cabeza. —No.

El pánico me llenó entonces, y me llena ahora, ante el mero recuerdo.

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—No estoy seguro de eso. Si esto pasa otra vez, tendré que enseñarte una lección. Te mostraré exactamente cómo puedes hacer que alguien más pequeño y más débil haga lo que quieras.

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Él negó, sus ojos acerados perforándome.

No quiero conseguir esa lección. Miro fijamente la ventana en el lago, mirando el agua moverse suavemente en la playa. Por la noche, la arena parece plateada. Las gaviotas están dormidas, entonces todo es silencioso, salvo el agua moviéndose. Una pelota blanca aparece, flotando de un lado a otro en la marea, y la miro un rato, mirando mientras flota, luego desaparece. Desearía que pudiera ser la pelota y flotar lejos de aquí. Como un principio, abro mis ojos y la luz me ciega. Bizqueo mis ojos hacia ello, tratando de adivinar dónde estoy. Olores medicinales, paredes estériles. El hospital. Gimo, y mi garganta está rasposa. Reconozco ese sentimiento. Debo haber tenido un tubo de respiración. Cirugía. También reconozco los brumosos efectos secundarios de la anestesia. ¿Qué demonios? Una enfermera emerge a través de la puerta, sus ojos se ensanchan cuando me ve despierto. Sus fríos dedos encuentran mi pulso, contando los latidos. —Señor Killien —sonríe—. Me alegra tanto que esté despierto. ¿Cómo se siente? Trago otra vez, tratando de tragar a través de la garganta rasposa. —No sé —le digo honestamente—. ¿Qué pasó? Sus ojos están llenos de simpatía.

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Pienso en eso, y realmente recuerdo. Recuerdo el humo y la sangre y los niños.

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—Salvó a un autobús lleno de niños —me dice—. Hubo un accidente, un camión se saltó una señal de alto y chocó contra un tanque de amoníaco. Hubo una explosión. ¿Lo recuerda?

Y luego recuerdo a la chica pelirroja. —Había una chica —le digo a la enfermera—. Una mujer, quiero decir. Cabello rojo. La estaba cargando cuando el edificio cayó sobre nosotros. ¿Está ella bien? ¿Vivió? Dios, ella tenía que vivir. Ella confió en mí. Sus ojos, tan grandes y azules, me dijeron eso. Ella contó conmigo para sacarla y no lo hice. Mi tripa se retuerce y me estremezco en el dolor. Pero la enfermera asiente. —Todos sobrevivieron, Sr. Killien. Y creo que usted habla de la Srita. Greene. Ella está aquí y ha estado preguntando por usted, también. ¿Puedo decirle que está despierto? Ella ha estado muy preocupada. ¿La Srita. Greene? Asiento y la enfermera sonríe. —Le diré. Ella ha estado esperando aquí durante las últimas horas. Tuvo suerte. Ella y sus padres sólo tuvieron heridas menores. Ella no quiso marcharse hasta que usted se despertara. Suspiro con alivio. Aunque yo no pudiera sacarla, ella está bien. Gracias a Dios. Cierro mis ojos, mi mente nublada por la anestesia. La habitación gira fuera de mis párpados, pero dentro de ellos, está negro y tranquilo. Y luego alguien se aclara su garganta suavemente. Abro mis ojos. Instantáneamente encuentran la mirada fija de los ojos azules de la chica.

Pero exploro el resto de ella… el largo cabello rojo oscuro que fluye

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Durante un segundo, hay algo familiar allí, algo que me llama. ¿La conozco?

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La Srita. Greene.

a mitad de su espalda, su pequeño cuerpo, su pecho y caderas exuberantes. Incluso a través de la niebla de la medicina, mi ingle registra su obvia belleza. Yo la recordaría si la conociera. Ella sonríe, una brillante sonrisa blanca. Noto que ella tiene suciedad en sus mejillas y frente. —¿Estás bien? —pregunta, su voz suave como la seda. Asiento. —Sí. Lo estaré, supongo. Ella mira mi pierna compasivamente, sus ojos llorosos. —Lo siento tanto. No habrías estado incluso en la cafetería si no fuera por mí. Es mi culpa que estés aquí en esta cama. Ya estoy negando con la cabeza. De ninguna manera. Sé lo que es tomar la responsabilidad de algo que no es tu culpa. No dejaré a esta chica hacerlo. —No —le digo firmemente—. Quise ayudar. Si yo no te hubiera visto, habría visto a alguien más, entonces habría estado allí de todos modos. Probablemente. Ella sacude su cabeza ligeramente, los bordes de su boca inclinados. —Tan caballeroso —murmura. Ella se desliza en la silla al lado de mi cama, con gracia y elegancia. —¿No me reconoces, o sí Brand? Mi cabeza lo entiende cuando ella usa mi nombre.

La Srita. Greene.

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La examino otra vez. Su cara. Su nariz. Su cabello. Sus ojos.

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Ella me conoce.

Los Greene. Buen señor. Lucho contra un gemido. He estado fuera de aquí demasiado tiempo. He olvidado demasiadas cosas. En este caso, Los Greene son la esencia de Angel Bay. Ellos poseen una finca a la orilla de un lago enorme en la que solo residen en los veranos, y son miembros del club de campo donde yo solía trabajar. Realmente la conozco. O, recuerdo a la chica que ella solía ser. Ella ciertamente ha crecido ahora. —Yo solía estacionar el auto de tu padre en el club —digo despacio. Nora sonríe. —Y una vez me recogiste de la suciedad. ¿Recuerdas eso? Lo hago. Nora era más joven, una adolescente en ese entonces, y su caballo la había tirado. Yo había estado caminando a la casa club para conseguir un refresco por mi descanso y había visto todo el asunto. Ella había ido girando hasta la tierra, y la primera cosa que ella había hecho era mirar furtivamente alrededor, para asegurarse que nadie la había visto. Fue una caída repugnante, entonces yo había ido para chequearla. Sus manos estaban inestables y no quise dejarla en paz, aunque fuera estrictamente contra las reglas del personal que el acomodador se mezclara con los socios del club.

—Gracias a Dios —había respirado.

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—No —le aseguré—. Soy el único alrededor.

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—¿Vio mi padre? —me había preguntado rápidamente, su labio apretado en sus dientes. Había una mancha de sangre por la caída, y yo había extendido la mano y lo había limpiado por ella. Ella no estaba preocupada por su labio cortado, sin embargo. Ella estaba aterrorizada de que su padre hubiera visto su error.

—¿Quieres que vaya a buscarlo? —le pregunté rápidamente, creyendo que él podría ayudar a calmarla. Ella había agarrado mi brazo, con fuerza, sus uñas hundiéndose en mí. —Por favor no lo hagas —había pedido, sus ojos de repente llenos de lágrimas—. Por favor. Eso me había impresionado, su inmediata respuesta negativa y firme. Parecía que ella estaba asustada de él. Yo le había asegurado que no lo buscaría, y la había llevado al interior para calmarla yo mismo. Me quedé con ella durante media hora. —Fui reportado por eso —recuerdo despacio. La cara de Nora se descompone. —¿Lo fuiste? —pregunta en confusión—. ¿Por qué demonios? Por la expresión sorprendida en su cara, casi creo que ella no lo sabe. —Tu papá se quejó —le digo simplemente—. Alguien se lo mencionó, y él me delató. No se supone que los empleados se relacionen con los miembros, sabes. —No te relacionabas —señala—. Estabas ayudándome. Me encojo de hombros. —Fue hace mucho tiempo.

¿Mi madre? Dejé de escuchar sus palabras tan pronto como ella

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—Solo quise comprobarte —dice Nora ahora irresolutamente—. Me siento responsable y quería ayudar. Entonces les dije que podrían querer llamar a tu madre. No tenías ningún contacto de emergencia enlistado en tu billetera, y tu teléfono está protegido con contraseña.

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Pero sus ojos todavía están consternados. Una parte de mí encuentra satisfacción en eso. Tal vez ella no es la perra de hielo que esperé que fuera. Con un padre como el suyo, sin embargo, no sé cómo es eso posible.

mencionó a mi madre. —¿Por qué llamarían a mi madre? —pregunto tontamente. Nora mueve su cabeza en confusión. —Porque estabas aquí solo. Yo no sabía a quién más llamar. Creía que podrías querer a un miembro de tu familia… —Su voz se calma mientras contempla mi cara—. Veo ahora que estaba equivocada. Lo siento tanto. Solo estaba tratando de ayudar. Ella lo hacía. Estoy seguro de eso. Pero llamar a mi madre era la cosa más lejana posible a ayudar. —¿Se molestó siquiera en venir? —pregunto cansadamente. Yo había manejado doce horas para llegar aquí porque ella me convocó, y dudo que mi madre incluso se molestara en venir al hospital. Nora niega con su cabeza, insegura. —Ella le dijo a la enfermera que iba a venir a recogerte cuando te dieran el alta. Incluso cuando había entrado en cirugía con una arteria perforada. Por todo lo que ella sabía, yo podría haber muerto en la plancha y ella todavía no vendría. ¿Por qué me sorprende? Ella no se molestó en llamar y chequearme cuando yo estaba en los campos de batalla en Afganistán, tampoco. Las náuseas ruedan por mi estómago y trago con fuerza. —Bien, eso no es una sorpresa. Gracias por tratar de ayudar, Srita. Greene. Lo aprecio. Sé que debes estar cansada. No tienes que quedarte conmigo. Ella levanta sus ojos azules. —Llámame Nora.

bien.

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—Bien. Gracias por chequearme, Nora. Me alegro de que estés

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Asiento.

Sus ojos se suavizan, brillando con algo que no puedo identificar. —Gracias por hacerme estar bien. Tú me sacaste, Brand. Si no fuera por ti… La interrumpo. —Si yo no te hubiera sacado, alguien más lo habría hecho. Ella se encoge de hombros. —Tal vez. Pero de un modo u otro, gracias. Voy a venir chequearte otra vez mañana. Algo suave aparece en sus ojos, pero entonces ella lo esconde. Debería decirle que no viniera, debería decirle incluso que no se moleste. Pero la suave mirada en sus ojos, esa breve expresión, mata las palabras en mi lengua. Ella parece una persona que no deja que ese brillo suave se vea a menudo. En cambio, asiento. —Estoy seguro que todavía estaré aquí. Echo un vistazo abajo a mi pierna y suspiro pesadamente. Nora casi se estremece. —Espero que consigas un poco de descanso —me dice mientras sale—. Te veré mañana. Ella camina hacia la puerta abierta, y miro sus caderas balancearse suavemente hasta que repentinamente se detiene en la entrada. Ella se da vuelta y me mira, su mirada encontrándose con la mía. La electricidad golpea entre nosotros, entre su suave mirada fija y la mía.

Lo que sea.

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Por alguna razón, me gusta eso. Tal vez porque vengo de un mundo donde nunca hubo ninguna promesa, donde el mañana nunca era una esperanza o era esperado, donde los padres no se aparecen incluso en el hospital.

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La suya tiene una promesa. Regresaré.

No debería animarla. No voy a estar aquí mucho tiempo. Entonces miro lejos, rompiendo nuestra mirada. Sé que ella se aleja porque puedo sentir la ausencia de su mirada. Echo un vistazo, y bastante seguro, ella se ha ido. De una manera rara, me siento solo ahora. Realmente no la conozco incluso, pero ahora que ella se ha ido, me siento solo. No estoy solo por mucho tiempo. Un doctor entra a mi habitación después de unos minutos. —Sr. Killien —dice, hojeando mi historia clínica—. Realmente tuvo suerte hoy. Su arteria fue perforada, pero la arreglamos. Su pierna, sin embargo… —Guarda silencio, luego continúa—. Su pierna fue perjudicada obviamente anteriormente, probablemente con severidad. Tiene varias placas de metal y tornillos de su pie a su cadera. Usted híper extendió su rodilla hoy, pero también dañó de nuevo el suave tejido alrededor de su tobillo. Sé que probablemente esté cansado de la fisioterapia, pero va a tomar alguna fisioterapia muy exigente para reforzar esa área otra vez. Lo siento. Su voz realmente es de disculpa y también sus ojos, pero eso no hace sus noticias un poco menos severas. »Su muslo necesita descanso absoluto. No quiero que rompa las suturas. Y su rodilla… manténgala sin hacer nada por el momento, ningún peso. Puede tolerar más peso mientras el tiempo pase. ¿Se lastimó su pierna en el extranjero? —pregunta. Lo miro de manera inquisitiva. Él echa un vistazo abajo. —Sus tatuajes. Supongo que es un soldado. O lo era.

El doctor asiente en tono serio.

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—Sí. Mi HUMVEE explotó. Mi pierna se rompió. Tomo meses de rehabilitación el volver a caminar.

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Asintió una vez.

—Eso pensé. No sé qué decirle como pronóstico esta vez. Ya que su herida anterior fue tan severa, va a hacer la recuperación esta vez un poco más difícil. No tengo dudas de que lo logrará, tendrá solo que ser muy diligente con la rehabilitación. Descanse, póngase hielo, manténgase sin hacer esfuerzo. Sus palabras se suponen que me animen, pero no lo hacen. En cambio, cierro mis ojos. —Enviaremos a un fisioterapeuta a su casa. ¿Dónde se quedará?

Esa es una buena pregunta. —Probablemente regresaré a casa —le digo rápidamente. Pero él niega con su cabeza. —No quiero que vaya a cualquier parte durante al menos una

semana o dos. Principalmente, no quiero que su arteria sea molestada. La suturamos, pero como puede ser consciente, las heridas en las arterias femorales no son nada con lo que meterse. No quiero que la molesté con viajes. Sino también, tampoco podrá soportar peso con el otro pie. Su permiso de conducir tiene una dirección de Connecticut. ¿Es dónde vive? Asiento. —Mi padre acaba de morir. Solo estoy aquí para encargarme de ello. Me iré a casa pronto. El doctor mueve su cabeza. —Yo descansaría aquí durante al menos un par de semanas. De ser posible, debería quedarse más tiempo, para curar la rodilla. Si absolutamente no puede, entonces puede viajar cuando su arteria esté completamente curada. Hasta entonces, sin embargo, tiene que quedarse quieto.

Como mi mejor amigo y socio de negocios, él y yo hemos estado a

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Llamo a Gabe.

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Él revisa unas otras cosas conmigo, y luego sale. Hago la única cosa en la cual puedo pensar.

través del infierno y por sobre el agua juntos. Pasamos cada verano juntos mientras él se quedaba aquí con sus abuelos, fuimos a West Point juntos, entramos a los Rangers juntos, y estábamos juntos cuando nuestra HUMVEE fue bombardeada por talibanes rebeldes. Él contesta en el primer tono. —¿Qué pasa, hermano? Rápidamente le doy un resumen —Jesús —respira Gabe—. Lo siento, Brand. No tenía ni idea. Estaré en el siguiente vuelo. —No —le digo rápidamente—. No hay ninguna razón para hacer eso. Es solo una herida de pierna, no cirugía cardíaca. No puedes hacerme curar más rápido. ¿Pero puedo usar tu cabaña? Gabe y su hermana Jacey habían heredado la cabaña del lago de sus abuelos. Pasé tanto tiempo allí abajo creciendo con ellos que francamente, se siente como un segundo hogar. Gabe no vacila. Él no pregunta sobre mi madre, él no hace ninguna pregunta en absoluto. Él simplemente está de acuerdo. —Por supuesto —me dice—. Mi casa es tu casa. Sabes dónde guardamos la llave. Pero cuando le diga a Jacey, va a enloquecer. Está en Europa con Dominic durante un par de semanas, pero estoy seguro que estará en el primer avión a casa cuando le diga. La hermana de Gabe. La hermosa, luchona y rubia Jacey. Ella era como una hermana pequeña para mí, hasta que de repente, ella no lo era. Las hormonas y el atractivo sexual apestan. Vacilo, y Gabe sabe por qué. Yo me había enamorado de Jacey, y ella se había casado con alguien más. Era una píldora amarga.

Pero no se lo digo. Tampoco le digo que no puedo soportar que ella

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Amigo. Ella no me amó lo suficiente.

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—Amigo —me dice—. Ella te ama. Ella va a querer ir a cuidarte como una madre.

venga a sofocarme de atención… Atención que es solo la de alguien que me considera “un hermano”. No puedo jodidamente tomarlo. —Entonces no le digas durante una semana o dos —sugiero—. Ella está en Europa, por Dios. No estropeemos su viaje. Gabe suspira. —Bien. Pero tú serás el que le explique por qué no la llamamos en seguida. —Bien —refunfuño. —No te preocupes por el trabajo —me dice Gabe—. Sabes que prácticamente se hace solo de todos modos. ¿Puedo establecerte alguna clase de enfermera a domicilio o algo? No vas a ser capaz de viajar a casa por un tiempo, amigo. Suspiro. —Lo sé. —La anestesia se ha ido lo suficiente para que calientes dedos de dolor comiencen a envolverse alrededor de mi rodilla y tobillo. Por la mañana, esto va a doler como el infierno—. No. No quiero una enfermera a domicilio. Gracias, sin embargo. —Déjame saber si cambias de opinión —me dice Gabe—. Y si decides que me necesitas, llámame. Estaré en el siguiente avión. —Quédate en casa con tu esposa —le digo—. Tengo todo solucionado. —Sé que lo haces. Gabe cuelga y contemplo la pared. Joder. No quise estar aquí en primer lugar, y ahora estoy jodidamente pegado aquí. No puedo rodar en mi costado, no puedo incluso pararme para ir a

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Refunfuñando, pongo la arrugada almohada de hospital sobre mi cabeza para ahogar los sonidos de hospital.

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orinar.

Esto es real.

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Tengo que acostumbrarme a ello.

Capítulo 3 Nora Traducido por MaEx y âmenoire90 Corregido por Lizzie Wasserstein

M

iro fijamente el pequeño periódico en la isla de la cocina. La fotografía de Brand está pegada en la parte delantera, junto con un gran titular.

El Héroe Local No Ha Perdido Su Toque. La historia continua detallando cómo Brand fue un Teniente Coronel en el Septuagésimo Quinto Regimiento de los Rangers del Ejército, que sirvió una temporada en el extranjero en Afganistán y ganó un Corazón Púrpura. Su padre murió la semana pasada y el Teniente Coronel Killien regresó a casa solo para salvar un autobús de niños exploradores al llegar aquí. La fotografía fue tomada por un transeúnte, y muestra a Brand cargando a un niño fuera del humeante autobús. Hay fuego a su alrededor, pero él ni siquiera parece darse cuenta. En cambio, él es alto y fuerte, y se levanta de los escombros como el héroe que es. Él está aquí porque su padre murió. Ni siquiera me doy cuenta que tengo la piel de gallina hasta que mi madre se sienta a mi lado y lo saca de mis brazos.

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—Fue algo grande —concuerdo—. Él me salvó, mamá. Me recogió y me sacó de ese edificio.

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—Eso fue algo grande, ¿cierto? —murmura, sosteniendo hacia mí un vaso de jugo de naranja natural mientras mira la fotografía de Brand.

—Bueno, casi. —Mi madre sonríe—. Pero él estuvo ciertamente, increíble y yo, por mi parte, estoy, ciertamente, en deuda con él por ir a tu rescate. ¿No es el chico que solía trabajar en el club? Me parece recordar que estabas muda con frecuencia cada vez que estaba alrededor. Pongo los ojos en blanco. —Soy adulta ahora —anuncio—. Nadie me deja muda. Bueno, casi nadie. Pero eso no viene al caso. —Voy a ir al hospital hoy otra vez —le digo—. ¿Necesitas algo de la ciudad? ¿Cuándo regresa papá a Chicago? Mamá aparta la mirada. —Él se fue temprano esta mañana, mi amor. Sin molestarse en decir adiós o asegurarse de que estoy realmente bien. Sacudo mi cabeza. Es lo mejor. No quería verlo de todos modos. Me empujo lejos de la encimera y beso la mejilla de mi madre, agarrando el periódico. —Estaré en casa tarde. Mi madre se anima y me sonríe. —Rebel está esperándote —dice alegremente—. Será mejor que tomes algunas zanahorias en tu camino.

Rio y doy un paso atrás.

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—Señorita Nora. —Sonríe, tendiendo sus brazos. Caigo en ellos e inhalo. Julian siempre huele a sol y felicidad—. He estado esperando por usted. Rebel también. No es el mismo desde que se fue.

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Por supuesto que lo haré. El simple recuerdo de mi viejo caballo siempre me ilumina. Lo he tenido desde que era una niña, y aunque se está haciendo viejo, es perfectamente capaz de pasear al aire libre en la playa, todavía. Me dirijo directamente a los establos, solo parando para saludar a Julian. El jardinero/padrino ha estado con nuestra familia desde antes de que yo naciera. Se encarga de esta casa todo el invierno mientras nos vamos.

—Debería de estar acostumbrado. He estado lejos en la escuela por seis años. Julian sonríe de regreso. —Sí, pero regresaba cada verano. Él espera por eso todo el año. Un triste pero cierto hecho: Rebel era mi mejor amigo mientras crecía. Mi padre nunca aprobaba a ningún amigo que trataba de traer a casa desde la escuela, así que nunca tuve un conocido mejor amigo. Rebel era una pobre sustitución, pero hizo lo que pudo. —Eso es porque le traigo zanahorias —anuncio, sosteniendo los vegetales naranjas—. Tú lo privas de comida cuando me voy. Julian se ríe, poniendo en blanco sus ojos oscuros. —Sí, está descuidado. Creo que está lo suficientemente gordo para rodar fuera de los establos ahora. Rio y sigo mi camino, ansiosa por ver a mi vieja mascota. Rebel relincha cuando me ve, estirando su castaño y largo cuello fuera para poder rozar mis dedos. —Sabes que traigo regalos, ¿verdad chico? —murmuro, acariciando su sedoso pelo. Muerde sus zanahorias, luego codea mi mano por más. —Nop, eso es. Julian no estaba bromeando —le digo, mirando el gran tamaño del vientre de Rebel—. Te estás poniendo gordo. Rebel golpea su oreja, rechazando mi comentario con desdén. Rio. —Regresaré más tarde y te montaré.

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Las imágenes de mi hermano riendo y corriendo me hacen sonreír, hasta que son reemplazadas por recuerdos recientes… de un serio, apagado Nate. El Nate que está siendo preparado para tomar el lugar de mi padre. Distinguido y pulido, auto-disciplinado y agudo.

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Resopla y yo vago fuera del establo, y bajo por el sinuoso camino a la playa. Los olores aquí me asaltan… la arena, el sol, el agua. Me traen recuerdos instantáneos de jugar aquí con mi hermano mayor Nate. Divertidos, alegres recuerdos.

Un buen Greene. Trago saliva mientras estoy mirando por encima del agua, mis pies hundiéndose en la arena mojada. Me quito mis sandalias y las cuelgo en mis dedos. Inclinando mi cara hacia el sol, lo absorbo, sumergiéndome. El sol significa salud, felicidad y calidez. Puedo tomar todo lo que pueda conseguir. ¿Qué si no quiero ser una “Buena Greene”? Después de todo lo que ha ocurrido este último año, no sé si quiero algo de eso. Pero está hecho ahora. Empiezo a trabajar en otoño. No hay nada que hacer sobre ello. Ignoro las náuseas en mi estómago, luchando por controlar las olas de ansiedad que fluyen a través de mí. Para cambiar el canal en mi cerebro, me enfoco en algo más, cualquier cosa que pueda distraerme de mi propio inminente destino. La primera cosa que viene me hace sonreír a través del pánico. Un guerrero de cabello dorado que me recuerda a un Dios Nórdico. Brand. Siempre ha sido Brand, incluso si él nunca lo ha sabido. Todo a través de la universidad, a pesar de salir en citas periódicamente, nadie se comparaba ante la imagen del perfecto hombre que mantenía en mi cabeza, el recuerdo que mantenía cerca de mi corazón, el recuerdo que me sostuvo a través de cosas horribles. Brand.

No solo porque le debo mi vida, sino porque necesito verlo. Es una necesidad que no puedo explicar, un sentimiento que se remonta a mi

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Necesito verlo otra vez.

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Calor fluye a través de mí y no tiene nada que ver con el sol.

juventud, y no se ha desvanecido con el tiempo. Si es posible, después de ayer, se encendió aún más. El recuerdo de su calmado rostro mirándome mientras me llevaba en sus brazos envía revuelos a través de mi vientre. Dios, él me hace sentir segura. Me hace sentir segura en un mundo que es peligroso y feo, un mundo que solo me hace daño. Eso es a lo que se reduce. No importa la fealdad que ha ocurrido durante este último año, hay una cosa, una persona, que puede eclipsarlo, porque en mi cabeza, siempre ha personificado todo lo bueno en el mundo. Brand puede llevarse lejos la fealdad y hacerme sentir bien otra vez, incluso si es solo una ilusión… una ilusión temporal. Si puedo conseguir que Brand me quiera, entonces debe haber algo bueno en mí, algo redentor, algo que equilibre toda la negra fealdad. Sé que la lógica es ridícula, pero no puedo evitar lo que siento. Y honestamente, me aferraré a cualquier idea que me de esperanza. Y esa idea es Brand. Solo estoy aquí por el verano, y dudo que Brand esté aquí por mucho tiempo, así que la ventana de la oportunidad se está cerrando cada minuto. Después de observarlo inútilmente cada verano, sé que no puedo desperdiciar esta oportunidad. Él solo está aquí porque su padre murió. Esta podría ser mi última oportunidad. Sé lo que tengo que hacer.

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Agarrando el periódico bajo el brazo, me meto en mi auto y me dirijo hacia el hospital.

Llego justo cuando una enfermera está yendo por sus instrucciones del alta. Sin cargar peso en absoluto. Mantenga las heridas limpias y secas. Píldoras para el dolor casa cuatro a seis horas. Asegúrese de tomarlas. Me detengo en la puerta, vacilante, pero entonces la enfermera se detiene. Ella sonríe. —Me alegro de que alguien esté aquí —me dijo—. Él puede ir a casa hoy, pero no puede conducir por sí mismo. Y... uhm... él no tiene ningún para de pantalones. Me ruborizo ante el pensamiento. —¿Sin pantalones? La enfermera niega con la cabeza. —No. Tuvieron que cortarlos cuando lo trajeron. Ella se aleja y miro a Brand. Se ve tan bronceado, saludable y fuerte en la blanca cama de hospital, tan completamente fuera de lugar en este edificio lleno de enfermedad. Pero aun así, tan solo. No puedo entender por qué su madre no ha venido. Me hace hervir en el interior, y estoy tan terriblemente arrepentida de haberla llamado en absoluto. Solo puedo imaginar que ella está de duelo, pero estoy segura de que Brand también. Él no se merece estar solo.

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Él sonríe cuando me ve, una sonrisa que muestra un hoyuelo en su mejilla, pero no acaba de llegar a sus ojos. Sus ojos me toman por sorpresa. Son hermosos, sí. Son como los océanos y océanos de azul. Pero están obsesionados por algo. Gritan sus demonios para cualquiera que mire con suficiente atención.

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Como si Brand pudiera oír mis pensamientos, mira hacia arriba.

—Hola —me saluda—. No tenías que volver. No es exactamente el saludo que estaba esperando. Hubiera preferido que estuviera más que un poquito feliz de verme. Pero pego una sonrisa y finjo que no importa. Soy buena en eso. Lanzo el periódico en su regazo. —¿No? Tenía que volver y ver al héroe local, ¿cierto? El rostro de Brand se arruga en confusión, pero luego escanea el artículo. —Oh, vaya —murmura—. Perfecto. En cierto modo es lo que estoy pensando mientras lo miro, perfecto, pero no lo menciono, tampoco. —He oído que no tienes pantalones —le digo en su lugar. Trato de no imaginar qué aspecto tiene, sin pantalones, porque, Dios, Nora. Él está herido. En una cama de hospital. Consigue controlarte. Hace una mueca. —Al parecer, no. —Y no puedes conducir —agrego. Hace una mueca de nuevo. —Nop. —Y te lo debo. Así que deja que te lleve a donde quieras ir. Después de conseguirte unos pantalones —agrego rápidamente, el rojo tiñendo mis mejillas. Una lenta sonrisa se extiende por su cara.

—No —digo—. No queremos darles pequeños ataques cardíacos a señoras mayores.

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Más de lo que sabes, creo.

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—¿No quieres salir de aquí conmigo desnudo? —pregunta secamente.

O a mí. —¿Qué talla usas? —pregunto, tratando de poner la imagen de Brand desnudo a un lado. —36-34 —responde—. Pero será difícil ponerme los pantalones, por la rodillera. Pantalones cortos probablemente serán mejor, pero no es necesario que los consigas. Yo puedo... Se calla vacilante. »Bueno, supongo que necesito pedirte que los consigas. No sé qué otra cosa podría hacer. Mi maleta está en mi camioneta, pero no sé dónde está. Él suena molesto por eso, y me rio. —Puedo ver que no te gusta depender de otras personas —digo—. Lo entiendo. Pero confía en mí, te lo debo. Podría comprarte un millón de pares de pantalones cortos y mi deuda no estaría pagada. Y averiguaremos dónde está tu camioneta. Salgo mientras él está protestando. Vuelvo treinta minutos más tarde con un par de pantalones cortos deportivos. Se los lanzo —Son elásticos, así que pensé que sería más fácil deslizarlos. —Eso es perfecto —me dice—. No soy quisquilloso. Estoy torpe y vacilante, porque no sé qué hacer ahora, no mientras Brand sostiene los pantalones en su mano, y sé que tiene que ponérselos. Probablemente necesita ayuda permanente. Su rodilla se encuentra en una rodillera temporal, su tobillo debe estar adolorido, y se supone que no soporte cualquier peso. Y él pesa más que yo por 50 kilos.

—Odio tener que pedírtelo, pero ¿podrías ayudarme? O puedo

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Hace una mueca.

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—¿Cómo va a funcionar esto? —le pregunto en silencio.

llamar a la enfermera... Niego con la cabeza inmediatamente, corriendo a agarrar los pantalones cortos. —Por supuesto que no. Es lo menos que puedo hacer. No sé por qué mis manos tiemblan mientras Brand tira de la sábana. No sé por qué estoy indecisa al mirar sus piernas, las cuales llevan a su pelvis, lo que lleva a su... Arrg. No es de extrañar que mis manos estén temblorosas. Aprieto los dientes y deslizo el agujero de la pierna sobre la rodillera de Brand, tan cuidadosamente como puedo. Lo veo apretar los dientes mientras los deslizo hacia arriba, sobre su muslo vendado. Soy tan cuidadosa como puedo serlo, pero sé que todavía debe doler. Mis dedos rozan la piel caliente de su cintura, y la suavidad de ella es electrizante. Es sedosa y aterciopelada al mismo tiempo que es dura como una roca. Contengo la respiración mientras sus dedos chocan con los míos cuando llegan a su cintura para terminar tirando de ellos hacia arriba. —Bueno, esa fue una maniobra olímpica —dice con ironía—. Gracias. Asiento. —¿Dónde está tu camisa? Hace un gesto hacia la silla, y agarro la camiseta negra, arrojándosela. Dando un paso, desato su bata de hospital, mirando su musculatura.

No puedo evitar preguntarme cómo debe sentirse eso. Ser suya.

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Calor se precipita a través de mí otra vez, a través de todas las partes ocultas de mí, ante la idea de este feroz hombre protegiendo lo que es suyo.

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Un águila calva vuela a través de sus omóplatos, una expresión feroz en su cara, sus afiladas garras expuestas y listas para atacar. Intrépidas letras negras se desplazan por encima de ella. Levanto un muro para proteger lo que es mío.

Permanecer dentro de esos fuertes brazos, besar esos llenos y firmes labios. Si yo fuera suya, sé que él me protegería hasta su último aliento. Podría dormir cada noche sin miedo, sin duda. Mantendría los monstruos a raya. Sacudo los ridículos pensamientos lejos, y retrocedo un paso. Él no es mío. Brand se saca la bata de hospital y yo inhalo bruscamente. Dulce María y todos los santos. Dios, desearía que fuera mío. Abdominales de lavadero no describen lo que Brand tiene escondido debajo de la camisa. Su pecho y estómago parece que están tallados en mármol de bronce. ¿Cuántas horas en el gimnasio toma eso? Él tiene otro tatuaje en su pecho, una especie de símbolo tribal. Casi parece una estrella ninja japonesa. Su bíceps sobresale mientras se mueve, distrayéndome mientras tira su camiseta sobre su cabeza. Otro tatuaje está allí en el músculo de flexión. Un cráneo en una boina sobre dos espadas cruzadas. Muerte antes que Deshonor. Trago. ¿Hay algo más sexy en el mundo que este hombre? Honorable, valiente, fuerte. Los tres perfectos atributos masculinos. Grito cuando él saca su propia vía intravenosa, dejándola colgando en la baranda. —Santa mierda —respiro, mirando el blando tubo—. Podría haber conseguido a la enfermera. Él pone los ojos en blanco.

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Se borra una pequeña mancha de sangre, y atrapo la vista de otro tatuaje. Recuerdo haberlo visto cuando él estaba tirando los escombros de

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—Y podríamos haber esperado una hora. Está bien. Es simplemente tirar de una aguja. No es exactamente la ciencia de cohetes.

encima de mí en la cafetería, pero no podía distinguir las palabras entonces, no a través del humo y la neblina de mi conmoción cerebral. Sin pensarlo, agarro su brazo y le doy la vuelta, exponiendo su antebrazo. Palabras negras garabateadas desde la muñeca hasta el codo. Aunque atraviese el valle de muerte, no temo ningún mal. Mis partes femeninas hormiguean. Este hombre es como droga para gatos para mi vagina. Trago. —Me gustan tus tatuajes. Brand levanta la vista. —Sí, tuve suerte. Justo después de licenciarme, cambiaron las reglas. Decían que los oficiales no pueden tener tatuajes de sus codos a sus muñecas. Habría sido encarcelado. —Me gustan —le digo en voz baja, lo que es la mayor subestimación en la historia del mundo. Jodidamente los amo. Ellos revelan mucho acerca de este hombre, apuesto que más de lo que él quiere que la gente sepa. Honor. Valentía. Fuerza. Lealtad. Dios. Mis partes bajas hormiguean de nuevo. —Gracias —responde Brand. Se retuerce lejos para recoger sus cosas en la mesa de la cama y me doy cuenta de que todavía había estado sosteniendo su brazo mientras meditaba sus muchos rasgos atractivos. Vergonzoso.

Levanto una ceja.

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—Ahora no ponga ningún peso sobre la pierna —le dice con severidad—. No quiero que se repita lo de anoche.

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Una enfermera viene a ayudar para transferir a Brand a una silla de ruedas, y veo cómo lo hace, archivándolo para uso futuro. También le explica una vez más la forma de limpiar la herida en su muslo y le dice una vez más acerca de las consecuencias de no hacerlo.

—¿Anoche? Ella niega con la cabeza. —El Sr.Killien es terco. Se levantó en la noche por sí mismo para ir al baño. Al parecer, él no quería usar su orinal. Él resopla. —Nadie quiere usar un orinal. Ella frunce el ceño hacia él. —Sin el peso sobre esa pierna. Punto. No puede abrir la arteria de nuevo, y no quiere poner peso sobre la rodilla y el tobillo. —Ella me mira—. Se asegurará, ¿verdad? Asiento rápidamente. Para ser honestos, estoy un poco asustada de la severa mujer. Ella empuja su silla abajo hasta el primer piso y camino detrás con su saco de pertenencias. Echando un vistazo dentro, encuentro el pantalón que cortaron, su cartera y un teléfono. ¿Me pregunto si alguien lo ha llamado? ¿Si alguien ha pensado esperarlo o ver cómo estaba? Porque parece tan solo. Eso tira de la región maternal en mi corazón, el lugar que quiere mantenerlo a salvo. Él obviamente ha visto tanta mierda, tanta terrible mierda, todo mientras “levanta un muro” para protegerme a mí y a todos los demás en este país. Cuidar de él ahora sería lo menos que podría hacer. Y Dios, quiero estar cerca de él. Quiero respirarlo. Quiero que su bondad me llene.

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Deslizamos el asiento del copiloto de mi auto hacia atrás, y entre la enfermera, Brand y yo, lo acomodamos. Su larga pierna, encerrada en una rodillera, apenas cabe.

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Por favor, Dios.

Mientras entro, echo un vistazo hacia él. —Solo dime a dónde ir. Él asiente. —Claro. Nos dirigimos a la cabaña de mis amigos por el lago. Te voy a decir donde girar. —Está bien. —Me dirijo hacia la salida y Brand recorre con el dedo a lo largo del salpicadero forrado en cuero. —Bonito auto —me dice casualmente mientras me giro hacia la carretera. Pongo mis ojos en blanco. —Gracias. Quería un convertible, pero mi padre pensó que era demasiado vulgar. —Un Jaguar XJ no es nada despreciable —responde—. Aunque sean piezas mecánicas de mierda. Resoplo una risa. —Díselo a mi padre. Me lo dio como regalo de graduación. Lo sé, es un auto de abuela. —Es un poco... geriátrico. —Sonríe Brand—. Pero todavía está muy bien. Es la historia absoluta de mi vida. Quiero algo, mi padre quiere algo más, ¿y adivinen quien gana esa batalla? —Da vuelta aquí —me dice Brand de unos pocos minutos. Honeysuckle Drive.

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El camino es tan encantador como su nombre lo indica. Alineado con árboles de sombra, me muevo por el tranquilo carril hasta el final, a una pequeña cabaña encaramada en el lago. Linda y pintoresca, tiene viñedos creciendo por un lado, un porche con dos mecedoras y macetas de flores en el frente.

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—Qué nombre tan encantador —reflexiono en voz alta.

—Esto es adorable —observo antes de salir y sacar la silla de ruedas de la cajuela. La despliego y la empujo hacia el lado del pasajero, pero Brand frunce el ceño. —No estoy usando esa cosa. Frunzo el ceño de vuelta. —Bueno, ciertamente no puedes soportar peso y todavía no tenemos tus muletas. Así que entra en ella, Killien. La cabeza de Brand se levanta con sorpresa, luego se echa a reír. —Un poco mandona, ¿o no? —Sus ojos brillan y eso me quita el aliento—. Es bueno que lo mandona se vea bien en ti. Sonrío y sostengo la silla y Brand se gira a sí mismo desde el auto y se deja caer en ella, todo sin llegar a poner peso sobre su pierna. No sin algo de esfuerzo y puedo ver que su cara está un poco pálida. —Te conseguiremos algunas píldoras para el dolor en la casa —le digo—. La enfermera dijo que podrías tener una pronto. Lo llevo hasta la puerta. —La llave está en la parte superior del alfeizar de la ventana —me dice—. ¿Puedes alcanzarla? Apenas. Pero me las arreglo, estirándome hacia arriba en la punta de mis dedos de los pies. Cuando me giro de vuelta, Brand me está mirando, y el calor inunda mis mejillas. Su mirada se había fijado en mi culo, en la forma en que mi blusa se había levantado mientras me estiraba. Quiero que me mire, que me vea, pero cuando lo hace, me pongo tan nerviosa como la chica de trece años, que solía ser. Arrg.

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El interior de la casa es tan lindo como el exterior, pero tiene un olor a humedad acumulado y es sofocantemente caliente.

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Abro la puerta y lo meto.

—Voy a abrir las ventanas —le digo a Brand—. Necesitamos que fluya un poco de aire. Y voy a cambiar las sábanas de la cama para ti. Supongo que esta casa no ha sido abierta por una temporada. —No, no lo ha sido —concuerda Brand. Lo empujo hacia las ventanas donde puede contemplar el lago mientras deambulo alrededor, abriendo ventanas, abriendo todos los grifos para conseguir que fluya agua fresca y busco la ropa de cama. Mientras lo hago, suena mi teléfono en mi bolsillo. Lo saco, mirando la pantalla, esperando ver a mi padre o a mi madre o incluso a Nate. Pero no lo hago. Mi corazón salta en mi garganta, atorándose, cuando veo el nombre. Estoy congelada por un minuto, paralizada. Eres una idiota. Es solo una maldita llamada telefónica. Él no puede hacerte daño aquí. Me obligo a moverme y finalmente soy capaz de meter de vuelta el teléfono en el bolsillo, sin responderlo. Pero lo siento allí, como un pedazo ardiente de carbón, burlándose de mí. Parpadeo con fuerza. —Puedes responder eso —me dice Brand, mirándome con curiosidad—. No me importa. Niego con mi cabeza. —No es nada importante. Solo el mismo diablo. Brand todavía me mira. —¿Estás bien? No.

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Tratando de ignorar la forma en que mi corazón late con fuerza, le traigo a Brand un vaso de agua y una de sus píldoras para el dolor.

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—Sí —miento—. Solo está caliente aquí. Abrir las ventanas ayudará.

—Voy a ir a la farmacia y conseguir tu receta de hoy —le digo—. El hospital solo envió diez píldoras. Voy a recoger tus muletas mientras estoy allí. Brand ya está negando con su cabeza. —No, ya has hecho suficiente. Voy a aguantarme y llamar a mi madre. No soy tu responsabilidad, Nora. Estoy seguro de que tienes mejores cosas que hacer. Pero la expresión de su cara. Me apuñala en el corazón porque conozco esa mirada. Estoy segura de que tengo la misma cada vez que hablo de mi padre. Brand podría haber muerto en la cirugía por todo lo que su madre sabía y ni siquiera se molestó en ir al hospital. Estoy indignada por él, lo suficiente para que ni siquiera crea que merece estar con él ahora. Es todo lo que es bueno en el mundo, y si ella no puede ver eso, entonces es su pérdida. —No —insisto—. No es un problema. Confía en mí, que también me está ayudando. Cuanto más tiempo estoy aquí, menos tiempo tengo que estar en la casa de mis padres. Voy a estar aquí mucho, simplemente no lo sabes todavía. Brand empieza a responder, pero cierra la boca, asintiendo con la cabeza. Sus ojos tienen una expresión curiosa. Me pasa mucho. La gente siempre asume que en mi vida todo son arco iris y mariposas. Soy rica, después de todo, ¿cierto? Bueno, el dinero no compra la felicidad. O buenas infancias. O buenos padres.

No quiero ver, no quiero ver, no quiero ver.

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Mi teléfono vibra de nuevo, esta vez con un texto.

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—Me alegro que esté arreglado —le digo con firmeza, tomando de nuevo el vaso y llevándolo a la cocina.

Pero no tengo la fuerza de voluntad para no hacerlo. Con mis dientes apretados, lo veo. Contesta tu teléfono. Me estremezco, y deslizo mi teléfono de regreso en mi bolsillo. —¿Estás segura que todo está bien? —pregunta Brand. Había estado mirándome y ni siquiera lo sabía. —Sí. No. No estoy bien, ya que el mismo diablo puede encontrarme donde quiera que esté. No estoy segura. No estoy segura. Pero estoy segura con Brand... porque él levanta un muro para proteger lo que es suyo. Hago un círculo, analizando la casa. Todo está en un piso aquí, por lo que será más fácil para Brand moverse. Pero en realidad no debería estar solo. Ni siquiera puede conducir todavía. De pronto sé cómo conseguir lo que quiero. —Me voy a quedar aquí contigo —anuncio, cuadrando mis hombros mientras miro al sexy hombre delante de mí.

Quiero estar aquí contigo.

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»Insisto. No puedes cocinar por ti mismo, no puedes caminar, no puedes conducir. No quiere hablar con tu mamá y lo entiendo. Yo no le hablaría a mi papá, si pudiera evitarlo. Déjame hacer esto. Quiero. Te lo debo. Y si estoy aquí, entonces no tengo que ver a mi papá. Realmente me estarías haciendo un favor. Además, le prometí a la enfermera que mantendría tu pierna a salvo.

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Sus ojos se abren y antes de que pueda discutir, continúo.

Mis ojos deben decirle eso. Se queda mirándolos, estudiándome, diseccionándome. Siento como si estuviera mirando dentro de mí, descifrando todas las piezas rotas. Pero lo estoy estudiando, también. Y veo que mientras es grande, fuerte y valiente, hay algo en él que le está haciendo daño. Solo que no sé lo que es todavía. Es un enigma. Y no puedo esperar para averiguarlo. Finalmente, asiente lentamente. —Si realmente quieres hacerlo. —Lo hago —le digo con firmeza y mi corazón despega como hélices de helicóptero—. Y cuando alguien más venga, tu novia, o lo que sea, me iré a casa. Fácil y sencillo. Sí, es un intento patético y flagrante de mi parte para pescar algo. Brand no lo muerde. Me mira y empieza a decir algo, pero luego no lo hace. —No espero a nadie por un tiempo —advierte finalmente, un intento de decirme que puede que esté aquí por un tiempo, pero aún lo suficientemente vago como para no revelar nada de él. Eso está bien. Porque me estaré alojando en una cabaña con mi fantasía adolescente. Solo que no es más una fantasía. Y no es un adolescente. Está vivo, respirando y es sexy como el infierno. Y hasta que me diga que hay una novia, voy a actuar como si no la hubiera. Por las próximas semanas, Brand Killien es todo mío.

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Eso es un montón de tiempo para averiguar todos sus secretos.

Capítulo 4 Brand Traducido por veroonoel (SOS) Corregido por Lizzie Wasserstein

D

esde el sillón junto a las ventanas, observo a Nora descargar su Jaguar. Primero trae un par de muletas y las apoya en mi silla. Luego acarrea un bolso de mano, luego bolsa tras bolsa de provisiones antes de finalmente cerrar su cajuela. Odio sentarme aquí como un inútil idiota mientras una mujer lleva bolsas pesadas de provisiones. Jesús. Arreglo las muletas, ajustándolas a la altura correcta, antes de recostarlas de nuevo contra la silla. Nora entra y me mira. —Bueno. No sabía lo que te gustaba, así que conseguí una variedad de cosas. También te traje refrescos y cerveza. Traté de adivinar de qué tipo de gusta. Asiento. —Cualquier cosa estará bien. No soy exigente. Me mira con severidad.

—Sí, señora.

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Levanto una ceja ante su autoritarismo.

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—Pero no puedes tomar cerveza hasta que ya no estés tomando los analgésicos.

Su rostro está enrojecido por el calor de afuera, su cabello rojo se está soltando de su moño. Me quedo mirando todas las provisiones que había desempacado, luego la miro de nuevo. —Bien, un par de preguntas. Uno, ¿dejaste algo en la tienda? Pone sus ojos en blanco. —Sí. —Y dos, ¿sabes cocinar? Pone sus ojos en blanco de nuevo. —No. En realidad no. Pero, ¿qué tan difícil puede ser? Resoplo. —Bueno, puedo hacer huevos y pizza congelada. ¿Trajiste algunas pizzas? Sacude su cabeza y ahora me está mirando vacilante. —No. No pensé en eso. La expresión en su rostro me hace sonreír. No está acostumbrada a no saber cómo hacer algo, puedo decirlo. Y aparentemente, no está acostumbrada a cuidar de sí misma. —Así que no puedes cocinar, no puedo cocinar. Y no puedo caminar. —Hago estas observaciones con una sonrisa. Bufa, levantando su nariz antes de alejarse. —También compré un libro de cocina.

Mi tobillo palpita como un hijo de puta también. Está hinchado del tamaño de una pelota de fútbol.

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Mi rodilla duele como una perra. Obviamente. Al parecer, se dio vuelta hacia atrás y prácticamente al revés.

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Me escucha riendo porque su columna vertebral se vuelve erguida mientras desaparece en la cocina. Aún estoy riendo cuando examino mi pierna en el sol.

Mi medicina para el dolor está en la cocina, donde Nora está guardando esas provisiones sola, y en este momento, parece que hay cientos de kilómetros entre aquí y allá. Aguántate, florecita. Con un gruñido, agarro las muletas a mi lado, y me levanto, arreglándomelas para no poner peso en mi pierna. Jodidamente increíble. Me toma cinco minutos completos hacer el viaje. Cuando doy vuelta la esquina, Nora se está estirando sobre los dedos de sus pies para poner comida en las alacenas. Su camiseta se ha levantado, mostrando su vientre plano. —Oye. —Mira hacia arriba, tirando de su camiseta hacia abajo—. No deberías estar levantado. —Tengo una pierna lesionada. No soy un inválido —le digo de mal humor, porque inválido o no, mi pierna está palpitando como el infierno. Echo un vistazo a mis píldoras para el dolor, que se están burlando de mí desde encima del lavabo, a veinte dolorosos pasos de distancia. Comienzo a cojear lentamente hacia ellas. —¿Necesitabas algo? Podría haberlo hecho por ti —me dice rápidamente, dejando un frasco de salsa de espagueti, y dirigiéndose hacia mí. Ya estoy sacudiendo mi cabeza.

Sin decir otra palabra, me estiro para tomar las píldoras. Desafortunadamente, aún no estoy acostumbrado a las muletas, y la

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La boca de Nora se cierra automáticamente y luce como si la hubiera abofeteado. Me siento culpable, porque sé que solo quiere ayudar, pero no digo nada. Estoy cansado, estoy adolorido, estoy enojado con el mundo. Probablemente sea mejor que mantenga mi boca cerrada.

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—No eres mi sirvienta —le digo—. No estoy seguro de por qué querías tanto estar aquí, pero no vas a atender cada una de mis necesidades. —Mis palabras son más violentas de lo que quise que fueran, pero mierda. Me duele mi jodida pierna.

izquierda rueda debajo de mí. Pierdo el equilibrio, y en mi esfuerzo para no aterrizar sobre mi pierna, me lanzo sobre Nora, inmovilizándola efectivamente contra la encimera. Me mira, sus ojos muy abiertos. Es tan pequeña comparada conmigo, mientras me elevo encima de ella. Con torpeza, cambio mi peso para no aplastarla, pero no me alejo por completo. Porque a mi pelvis le gusta estar presionada en su pelvis. Su calor emana en mí, y me mira fijamente a los ojos. —¿No me quieres aquí? —pregunta con voz entrecortada, sus dedos cerrados en el borde de la encimera. Sus nudillos están blancos. —No dije eso —respondo en voz baja, aún sin moverme. Porque en este momento, con sus suaves curvas presionadas en mí, la quiero aquí. Y desafortunadamente, mi polla elige este momento para estar de acuerdo conmigo. Se endurece contra ella y sus ojos se agrandan. —Ya veo —murmura. Me doy la vuelta, enderezándome y apoyándome en las muletas una vez más. —Lamento eso —le digo—. Espero no haberte aplastado. Con mi erección. Su boca se mueve nerviosamente.

Nora me sigue a mi lado, y mientras me estoy girando para dejarme caer en la silla, jadea.

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No discuto, simplemente me doy la vuelta y comienzo a cojear suavemente a mi silla.

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—Sin preocupaciones. Vamos a llevarte de nuevo a tu silla y te llevaré las píldoras.

—Mierda, Brand. —Respira—. Tu pierna. Miro hacia abajo y encuentro una gran mancha de sangre esparcida en el interior de mi muslo. Mierda. Debo haber golpeado las suturas en la cocina. Sin decir otra palabra, Nora se inclina sobre mí, tirando de la banda elástica de mis pantalones cortos. Levanto mis caderas para que pueda deslizar mis pantalones cortos, y los dedos fríos de Nora se encuentran en el interior de mi muslo. Aprieto mis dientes. No por el dolor, porque no hay dolor. Sino porque los dedos de Nora están literalmente a un par de centímetros de mi polla. Pescado frío. Pescado frío. Pescado frío. Jodido. Pescado. Frío. —Abriste tu herida —dice innecesariamente, su voz en pánico. Saca el vendaje empapado en sangre, examinando la lesión. Lo cubre con la gasa de nuevo, presionando sus dedos firmemente por un largo momento antes de mirar de nuevo. »Bueno. Creo que está bien. Fue solo un pequeño desgarro, y dejó de sangrar. —Me mira, su rostro más tranquilo ahora—. Pero tienes que tener más cuidado, especialmente estos primeros días. Si necesitas algo, me llamas. No trates de hacerlo tú mismo.

Nora y yo nos volteamos al mismo tiempo.

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De hecho, mis pensamientos están lejos de mi jodida lesión, pero por suerte, soy salvado por alguien aclarándose la garganta en la puerta.

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Asiento bruscamente, pero probablemente estaría de acuerdo con cualquier cosa en este momento. Sus dedos están presionados en mi ingle de nuevo y está arrodillada frente a mí. Mis pensamientos no están en mi jodida lesión.

Mi madre está allí de pie, su rostro desaprobador, los hombros rígidos. —¿Estoy interrumpiendo? —pregunta con frialdad. La miro con dureza, porque no la he visto en nueve años, porque nadie la invitó, y porque ni siquiera se molestó en llamar. Bethany Killien está más pequeña, frágil y canosa que nueve años atrás. Sus delgados brazos permanecen a sus costados. No se acerca a mí, no me alcanza, simplemente se queda allí de pie, lánguida y tranquila. Su rostro está cansado, su cabello estirado hacia atrás en un moño en su cuello. Luce como alguien que ha vivido mil vidas. —No, no estás interrumpiendo —le digo fríamente, mientras Nora se apresura a levantarse. No agradezco el hecho de que Nora estuviera de rodillas frente a mí, o de que estoy en ropa interior. Sé lo que podría parecer. Pero no es asunto de mi madre. —Bueno, veo que estás en profundo dolor —dice secamente—, así que no voy a quedarme mucho rato. Solo te traje la camioneta. El alcalde la trajo a mi casa después de la explosión. Hay un poco de daño del fuego sobre un lado, pero aún funciona. Mi madre se queda mirando fijamente a Nora, y Nora me mira. —¿Debería darles algunos minutos? —pregunta en voz baja, mirándome solo a mí. Actúa como si mi madre ni siquiera existiera. Podría abrazarla por eso. Asiento. —Sí, está bien. Camina regiamente al lado de mi madre sin otra palabra o mirada.

—Bueno, ¿vas a entrar y decirme por qué me necesitas? Supongo

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Miro a mi madre, que no se ha movido ni un centímetro hacia mí. No me molesto en preguntarle cómo sabía que estaba aquí. Solo voy al grano.

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Otra maldita vez, podría abrazarla por eso.

que necesitas algo o no te habrías molestado en llamarme. Odio sonar tan amargo y odioso. Odio que me haya hecho esto. Odio haberle permitido que me haga esto. Trato y trago el odio. No le hará daño a nadie más que a mí. Mi madre entra a la habitación y se sienta en la silla frente a mí, sosteniendo su pequeño cuerpo rígido. No hay preocupación maternal aquí. No se molesta en preguntar cómo estoy. Es solo ahora que me doy cuenta que está llevando algo. Coloca una caja de madera en su regazo y me mira. —Es el testamento de tu padre —dice simplemente—. Eres el único heredero. La conmoción me sorprende como un camión Mack, y la miro con confusión. Su rostro es una máscara de hierro, inflexible, sin expresión. —De ninguna manera —me las arreglo para decir—. ¿Por qué haría eso? Se encoge de hombros. —Estoy tan sorprendida como tú. Después de todo lo que hiciste, tampoco lo entiendo. Todo lo que hiciste. Las palabras cuelgan entre nosotros y trago saliva, tratando de contener el odio. No me molesto en tratar de defenderme. Ya no tiene ningún sentido. Mi padre se ha ido, así que, ¿qué más da? No tiene sentido. Pero eso no quiere decir que me merezco su resentimiento.

—¿Así que me estás diciendo que todo lo que te dejó… la tienda, su camioneta, su motocicleta, incluso la casa… no quieres nada de eso?

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Se me queda mirando, sus ojos marrones duros.

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—No quiero nada suyo —le digo con frialdad—. No quiero su tienda, ni su camioneta, ni nada.

Nivelo mi mirada con la suya. —Eso es exactamente lo que estoy diciendo. Hago una pausa, pensando en la motocicleta. Una brillante y agresiva Triumph de 1964. Era de mi abuelo antes de que fuera de mi padre, y mi abuelo quería que llegara a mí. —Quiero la motocicleta —enmiendo—. No quiero nada más. Puedes tenerlo. O quemarlo. No me importa. Mi madre me mira con satisfacción. Obviamente, vino a escuchar eso. Extiende la caja. La miro. Es un cubo hecho de madera de ébano, con incrustaciones de marfil en la madera. Mi nombre está tallado en marfil. —Tu padre hizo esto para ti en su carpintería —dice mi madre—. La dejó con el abogado de bienes, junto con su testamento. No me muevo para tomarla. —No la quiero —le digo firmemente. Aparta la mirada con repugnancia. —Tu padre debe haber trabajado horas en esto. No sé por qué. Pero quería que la tuvieras, y la vas a tener. —La deja en el suelo a sus pies antes de mirarme de nuevo—. No sé por qué eligió perdonarte, Branden. Pero yo nunca lo haré. Saboreo la bilis y el rojo sangra en mi visión mientras el odio se hincha en mi pecho y bombea por mis venas. —No sabes lo que crees saber —me las arreglo para decir densamente, cada palabra como hielo—. Ahora vete.

Me voy vuelta y miro por la ventana.

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—Te enviaré los papeles para que los firmes una vez que estén listos.

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Pasa por encima de la caja y camina con rigidez hacia la puerta. Una vez allí, se da vuelta.

Escucho el sonido de la puerta cerrándose. Saboreo la amargura en mi boca. Siento el latido de mi corazón, empujando el odio por mis extremidades antes de volver a mi corazón, envenenándolo. Pero no siento nada. Estoy entumecido. —¿Estás bien? —pregunta Nora suavemente desde la puerta—. No podía escuchar lo que estaba pasando, pero no te ves bien. Camina hacia mí, y levanta la caja. —Es hermosa —observa con cuidado—. ¿Qué hay dentro? Me encojo de hombros como si no me importara. —No lo sé. Comienza a quitar la tapa, pero la detenga. —No lo hagas, por favor. Mis palabras son suaves pero firmes. Nora se detiene en sorpresa, sus dedos posados en la tapa. —Está bien. —La deja en la mesa al lado del sofá, al otro lado de la habitación de donde estoy. Parece burlarse de mí y aparto la mirada. Todavía no quiero saber lo que mi padre tenía para decir. No sé si algún día querré. —Gracias —le digo. Me mira y sus ojos están llenos de comprensión. No sé cómo, pero parece entenderlo. Aunque posiblemente no puede. Nadie puede. —No hay problema —dice suavemente—. Ahora, a asuntos más urgentes. ¿Qué debería intentar hacer para la cena?

Sacude su cabeza.

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—¿Nunca has cocinado para ti?

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Me rio ante la expresión de absoluto miedo en su rostro.

—En casa de mis padres, tenemos un ama de llaves. Cuando me fui a la universidad, comía en la residencia, y cuando me mudé a un apartamento en la escuela de posgrado, pedía comida para llevar. —Estoy condenado, entonces, ¿es eso lo que me estás diciendo? —pregunto, tratando de aligerar el ambiente. Se ríe. —Voy a intentar algo sencillo. Pastel de carne. Luego de que esté en el horno, voy a tomar un rápido chapuzón en el lago para refrescarme. ¿Necesitas algo de antemano? Sacudo mi cabeza. —No, estoy bien. ¿A menos que puedas conseguirme un libro? Toma uno de los estantes en la pared del fondo, y me lo entrega antes de desaparecer en la cocina. Me concentro en la lectura, en lugar de enfocarme en el dolor palpitando en mi pierna, o la jodida caja de madera burlándose de mí desde el otro lado de la habitación. Nora sale treinta minutos después, luciendo un poco cansada, pero aparte de eso, no está herida. —Bueno —anuncia triunfalmente—. Tenemos un pastel de carne horneándose. No sé si será comestible, pero se está horneando. Me dirijo hacia el lago. Esperemos que el agua lave la hamburguesa debajo de mis uñas. De lo contrario, se podría quedar ahí permanentemente. Sonrío. —Diviértete. Me mira antes de dirigirse a su habitación a cambiarse. —Luego de que tu muslo se cure, tal vez podríamos llevarte allí afuera. Podría ser una buena forma de hacer ejercicio ya que no puedes levantar peso.

Nora me mira sorprendida.

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—No nado.

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La alarma me inunda, rápida y al rojo vivo e inmediatamente sacudo mi cabeza.

—¿No puedes, o no nadas? —No nado. Está claramente desconcertada, pero no se entromete. —Está bien. Era solo una idea. —Lo sé —le digo, mi pulso todavía saltando salvajemente en mi garganta—. Gracias. Asiente y se va y la miro por la ventana de nuevo, calmándome. Deja de ser un marica. Pero Dios, es difícil. La única cosa que no puedo superar. Fui capaz de superar las balas y las explosiones de Afganistán, por el amor de Dios. Pero esto no. Ante el mero pensamiento de ello, mi corazón late en mi pecho, amenazando con liberarse de mi caja torácica. Con una respiración profunda, miro el agua, ondulando pacíficamente contra la orilla, en un movimiento de vejez fluido, un movimiento sereno e inofensivo. Es inofensiva, jodido marica. Pero sé que no lo es siempre. Mientras miro el familiar paisaje, me lleno de temor. No me gusta estar en casa. Estar aquí trae de vuelta recuerdos y sentimientos incómodos… cosas que solo mantendría enterradas. Casa. La mayoría de las personas se consuelan con estar en casa. Casa es el lugar en el que siempre se sienten a salvo, seguros y amados. Lástima que no soy la mayoría de la gente. Me sentía más seguro en los campos de batalla de Afganistán que Deja de ser una jodida nena.

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aquí.

Con un suspiro, dirijo mi atención de nuevo al libro, desplazándome por cada página, hasta que un movimiento afuera me distrae una hora más tarde. Nora está chapoteando fuera del agua hacia la playa. Se ve como una ninfa o una sirena mientras balancea su largo cabello mojado lejos de su rostro, y el sol envuelve su cuerpo, brillando en cada plano mojado. Sus muslos son largos, sus pechos están llenos y alegres y está prácticamente desnuda ahora, completamente mojada mientras el agua corre sobre su cuerpo. Mi polla se endurece en reacción y aspiro un aliento. A través de la ventana, los ojos de Nora se encuentran con los míos y no estoy seguro de lo que veo escondido en los suyos. Determinación, creo. Pero, ¿qué está exactamente determinada a hacer? Mientras la veo inclinarse para agarrar su toalla, no estoy seguro de querer descubrirlo, aunque mi pene parece estar en desacuerdo. Él está interesado en cada pequeña cosa que hace Nora Greene. Él no sabe en lo que nos está metiendo.

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Para ser honesto, yo tampoco lo sé.

Capítulo 5 Nora Traducido por OriOri Corregido por Lizzie Wasserstein

M

ientras me cambio mi traje de baño y me pongo un vestido de verano, dejo vagar mi mirada en el rostro de Brand. Vacilante.

Renuente. Pero, ¿por qué? Lo vi observarme. Sé que al menos una parte de él me desea. Las mariposas revolotean en mi vientre ante ese pensamiento. Brand Killien me desea. Pero él no quiere desearme. Eso es tan obvio y aquieta las mariposas derribándolas. Me miro con tristeza en el espejo mientras peino mi cabello húmedo. Tiene que haber una razón, y es más que probable que tenga que ver con una mujer. Brand es leal como el día es largo, puedo decir. Así que tiene que haber una novia. Con un suspiro, bajo mi peine y me dirijo a la cocina. Buen Señor, hace calor. El horno caliente ha convertido la cocina en un maldito infierno. Lección uno. No utilices el horno en un día caluroso.

Me asomo y descubro que la parte superior e inferior están cubiertas

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¿Qué demonios?

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Está aún más caliente mientras abro el horno y saco la carne. La cual, por cierto, está carbonizada.

de una costra ennegrecida. Solo el medio es comestible y no tengo idea de porqué. Hice todo lo que la receta decía qué hiciera. Mierda. Excepto ajustar el temporizador del horno. Lo hornee por treinta minutos más de lo supuesto. Estoy soplando el cabello fuera de mi cara cuando Brand me llama. —¿Cómo va eso? No quiero admitir la derrota. Pero estoy segura de que el hombre está hambriento. Me escabullo con el rabo entre las piernas. —Tengo muchos talentos —anuncio—. Por desgracia, parece que cocinar no es uno de ellos. Aún. Brand se echa a reír, dejando su libro en su regazo. Me sonrojo mientras recuerdo su regazo empujando contra mi más temprano. Y cuan feliz estaba su regazo de ver el mío. —¿Comida para llevar? —sugiere. Asiento. —Comida para llevar. ¿Alguna idea? —De hecho, sí —me dice—. Realmente estuve aquí el año pasado para cenar. Algunos amigos míos son dueños de un pequeño lugar italiano y vine acá una noche. Ellos lo vendieron, pero creo que aun sirven el mismo menú. Italiano suena bien para mí. —Para mí también —le digo mientras agarro mi bolso—. Sobre todo desde que no tendré que cocinarlo. Brand me lanza su cartera. —Yo invito.

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Me dirijo a The Hill. De hecho, he comido allí muchas veces durante los veranos.

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No discuto, porque sé que no tendría ningún sentido. Ya puedo decir que él es terco.

Como siempre, está lleno esta noche con turistas hambrientos. Espero pacientemente mi turno para ordenar en la barra de comida para llevar, y cuando finalmente es mi turno, una anciana mujer italiana me sonríe. —Hola, bienvenida a The Hill. ¿Qué puedo hacer por ti? Le doy nuestro pedido, y ella lo suma. —Eso serían dieciocho dólares y veinticuatro centavos. Abro la cartera de Brand y saco el dinero, pero los ojos de la mujer están congelados en la foto de su licencia de conducir. —¿Conoces a Brand? —pregunta, su rostro iluminado. Sorprendida, asiento. —Sí. ¿Usted también? Ella asiente felizmente. —Ese es un buen hombre, dulzura. Después que mi esposo Tony murió, Brand vino al funeral, pero luego regresó con su amigo Gabe para transportar las cosas de mi hija a la Universidad. Esa es una buena familia, bella. Estoy confundida. —Pero él y Gabe no están emparentados, ¿cierto? La mujer se ríe. —Bien podrían estarlo. Bueno, él y Gabe. Él y Jacey por otro lado… oh si si. Eso engancha mi atención, pero ella está tendiendo su mano ahora. —Soy María, bella. ¿Y tú?

María me mira con complicidad.

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—Nora. —A propósito dejo fuera el Greene—. Es un placer. ¿Qué estaba diciendo acerca de Brand y Jacey?

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Estrecho su mano.

—Él y esa chica. Jacey tenían algo bueno, pero ella nunca pudo tener su cabeza asentada. Siempre hacía malas elecciones. Uno de sus ex novios mató a mi Tony, sabes. Sacándolo de la carretera. Brand trató de enderezarla, y todos sabemos por qué. Estaba loco por esa chica. Pero ella se casó con alguien más. Algún actor famoso. Nunca pude entender porque, probablemente otra mala elección. Porque Brand es la crema de la cosecha, cariño. Está loca por no quererlo. Déjame decirte, si Brand está interesado en ti, es mejor que lo conserves. María me mira con intención y me doy cuenta que estoy sosteniendo la cartera de Brand, pagando por la cena para dos. Por supuesto, ella podría pensar que hay algo en ello. Pero no me puedo enfocar en eso, sobre todo porque sé que Brand no me desea. O que él no quiere desearme, de todos modos. —¿Con cuál actor se casó Jacey, María? —pregunto curiosamente. Ella arruga su nariz con desdén. —Dominic Kinkaide. Reconozco el nombre de inmediato, y lo imagino en mi cabeza. El más famoso chico malo de Hollywood. He visto su cara unas miles de veces en películas. Alto, oscuro y peligroso. Pero al mismo tiempo, recuerdo haber visto fotos de él y su nueva esposa pegadas en los tabloides. Jacey Vincent-Kinkaide. Rubia, ojos marrones. Hermosa. Brand estaba enamorado de alguien que es el polo opuesto a mí. Y podría muy bien estarlo todavía, por todo lo que sé. Tal vez es por eso qué no quiere desearme. Él no tiene novia, pero aún está enamorado de alguien más.

Ella sonríe.

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—Ha sido un placer conocerte, María —le digo mientras me extiende la bolsa con la cena—. Estoy segura de que estaré mucho por aquí este verano.

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Trago saliva con fuerza.

—Dale a Brand mis saludos, querida. Espero verlo, también. Asiento con mi cabeza y me dirijo hacia el auto. María es muy genuina. Ella realmente quiere ver a Brand. Aparentemente, Brand tiene el mismo efecto en todos. Ellos quieren estar cerca de él, para empaparse de él. Al menos no soy solo yo. Brand está esperando en la mesa cuando regreso a la cabaña, y la mesa está puesta para dos. Niego con la cabeza mientras llevo las bolsas. —Eres tan terco. Se supone que descanses. No es tan difícil para la mayoría de la gente, Brand. Se encoge de hombros. —Supongo que no soy la mayoría de la gente. Demonios no, no lo eres. Sirvo nuestra comida en platos de verdad, y empujo uno a través de la mesa para él. —Así que, María fue realmente agradable. Brand levanta la mirada y sonríe. —¿Conociste a María? Es una dulce dama. No permitas que te engañe, sin embargo. Su esposo murió el año pasado. Ella es dura como una roca. Tomo un bocado de lasaña, tratando de actuar casual. —Sí, ella mencionó que Tony murió. Ella mencionó bastante… acerca de ti, y Gabe y Jacey. Brand me mira, pero no demuestra alguna reacción. —Lo hizo, ¿eh?

Brand suspira y toma un bocado de su comida.

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—Sí. Ella dijo que el ex novio de Jacey sacó a Tony de la carretera.

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Asiento.

—Sí. Fue un momento duro. Jacey no siempre hizo buenas decisiones. Pero ella lo está haciendo mejor ahora. —Sí, María mencionó eso también. Y que ella está casada con Dominic Kinkaide. De nuevo, Brand no muestra reacción alguna. —Sí. De hecho, creo que ellos están en Europa ahora mismo. Probablemente no la verás este verano. Esto hace que mi cabeza se alce. —¿Por qué la vería? Brand me mira sorprendido. —Esta es su cabaña. Bueno, ella la comparte con Gabe. Como mencioné, ellos la heredaron de sus abuelos. Él había mencionado que sus amigos la habían heredado. Él no había dicho que uno de esos amigos era Jacey Vincent-Kinkaide. —Oh. —Me siento un poco desinflada. No sé por qué. Él podrá estar enamorado de Jacey, pero ella está casada. Con uno de los actores más famosos del mundo. Y está a miles de kilómetros lejos ahora mismo. No es una amenaza para mí. Brand no puede tenerla. Comemos en cómodo silencio y después de limpiar nuestras sobras, me giro hacia Brand. —No hay cable aquí. Sonríe. —Lo sé. Eso solía volvernos locos durante los veranos. —Puedo imaginarlo. Pero vi un tablero de damas en una de las estanterías. ¿Quieres sentarte afuera y jugar?

mesa.

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—Seguro. Solo que nunca te imaginé como una chica de juegos de

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Brand me mira sorprendido.

Pongo mis ojos en blanco. —No me conoces aún. Aún. Pongo el juego y Brand avanza con sus muletas. Incluso herido, sus bíceps se abultan y flexionan con cada movimiento. Podría ver sus brazos todo el día. Pero no puedo. Tengo un juego que jugar… en más de una manera. En su lugar, lo miro. —¿Rojo o negro? Brand se sienta. —Negro. —Entonces tú vas primero —sugiero—. Pero tengo una advertencia… algo que va a hacer el juego más interesante. Brand levanta una ceja rubia. —¿Oh, sí? ¿Y qué es? ¿Damas de prendas? Sonrío. —Ya quisieras. Pero no. Si uno de nosotros es saltado, el otro obtiene un turno para hacer una pregunta. Y tenemos que responder. Brand ladea la cabeza. —Inteligente. ¿Y si realmente no queremos saber las respuestas? A veces el misterio es mejor que la realidad. Niego. —No estoy de acuerdo. Hay cosas que me muero por saber de ti.

—Déjame decidir eso —sugiero—. Tu turno… si no tienes miedo.

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—No soy tan interesante.

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Brand pone sus ojos en blanco.

Resopla, y empujo el tablero hacia él. Mueve una ficha negra hacia adelante. Entonces muevo una roja. Vamos adelante y atrás varias veces, hasta que logra saltar una de las mías. —Bingo —dice con una sonrisa. —Te equivocas de juego —le digo—. ¿Cuál es tu pregunta? Piensa en ella, su gran mano tamborileando en su muslo. —Uhm. Veamos. De acuerdo, ¿por qué estás pasando el verano aquí en Angel Bay? Respondo de inmediato. —Mi padre quería que me tomara el verano libre para recargar baterías. Acabo de terminar la escuela de leyes. —¿Así que tu cerebro está cansado? —Brand sonríe, y juro que podría iluminar el lago entero. Asiento. —Supongo que puedes decir eso. —Tú mueves —me dice. Yo muevo. Luego mueve él. Vamos adelante y atrás, hasta que finalmente me las arreglo para saltar sobre él. —¿Amas a Jacey? No soy de las que se va por las ramas. Brand dispara su cabeza hacia atrás y me mira con incredulidad.

—Sí. Pero no de una manera romántica. Pensé que lo hacía por un tiempo, pero quizá nunca lo hice. Gabe y ella han sido como mi familia. Era

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—No. María habló tanto de ella que tengo curiosidad. ¿Cuál es tu respuesta? —Miro fijamente sus ojos y me devuelve la mirada. Finalmente asiente y por un minuto, mi corazón deja de latir. Pero luego él aclara:

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—Guau. No pierdes el tiempo, ¿verdad?

cercano a ella, y tal vez me confundí. Las emociones no son mi fuerte. —Así que, ¿no la amas románticamente? Brand niega con la cabeza. —Esas son dos preguntas, cariño. Contengo el aliento ante el trato cariñoso, y Brand se ríe. —¿Qué? ¿Nadie te ha llamado así alguna vez? Él está bromeando, pero yo sacudo mi cabeza. —No. —Estás bromeando. Brand está estupefacto ahora y tengo que reír. —No, no estoy bromeando. Créelo o no, no he tenido muchas relaciones. Mi padre nunca aprobó a nadie. Brand me mira divertido. —Pero estabas lejos en la Universidad. Lo que tu padre no supiera, no le haría daño. Casi me estremezco. —Mi padre lo sabe todo. Confía en mí. Es tu turno. Brand la dejar caer, y mueve, para mi alivio. No quiero meterme en como mi padre tenía control sobre mí en la escuela. En poco tiempo, Brand me salta de nuevo. El nivela sus ojos azules en mí. —¿Eres feliz? —me pregunta pensativamente, meciéndose en su asiento con su pierna buena. Retengo mi aliento. —¿Eres directo, eh?

Touché.

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—No más que tú.

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Se ríe.

—No, no realmente —respondo con sinceridad—. Espero serlo algún día. Brand me mira fijamente. —¿Por qué no eres feliz ahora? —Esas son dos preguntas —le lanzo de vuelta sus palabras—. Es mi turno para avanzar. Brand pone sus ojos en blanco, pero lo ignoro mientras me muevo. Lo salto dos movimientos después. —¿Qué pasó en Afganistán? Él ni siquiera se inmuta. —Mi HUMVEE fue bombardeada. Mi pierna estaba destrozada. —Ganaste un corazón purpura —le digo—. Así que sé que hay más en la historia. Se encoje de hombros. —No creo que sirva de algo hablar de ello. Algunos recuerdos es mejor dejarlos solos. Lidié con ello y seguí adelante, pero eso no significa que disfrute pensar en ello. Hay una mirada en su rostro, una mirada de no me jodas, a la que decido hacer caso. —Tu turno —le digo suavemente en su lugar. Asiente. Él mueve una ficha, solo para abrirse a un doble salto. Me jacto y lo salto. Dos veces. Él me mira con burla. —No me gusta este juego. Me rio.

—Hay algo que te molesta, lo veo en tu cara. Tengo la sensación de

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Él no discute, solo se cruza de brazos y espera.

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—Dos preguntas.

que no es la muerte de tu padre, y dijiste que habías lidiado con lo de Afganistán, así que, ¿qué es? Brand mira hacia otro lado. —Realmente no me gusta este juego. Sonrío, pero no retrocedo. —¿Cuál es tu respuesta? Él mira fuera de la ventana por un minuto, al lago, antes de que suspire. —A veces cosas malas suceden en la vida. A veces suceden cuando eres realmente joven. Esos son los recuerdos que no se desvanecen con el tiempo. Estoy sorprendida. Es una respuesta vaga, pero aun así es oh-tan reveladora. Algo le pasó cuando era niño, algo malo. —¿Quieres hablar de ello? —pregunto gentilmente. Brand me mira. —Esa fue tu segunda pregunta, sabes. Asiento. —Está bien. ¿Cuál es tu respuesta? Él sacude su cabeza inmediatamente. —No. No quiero hablar de ello. Soy un jodido hombre adulto, no un marica. No necesito hablar de ello. —Aun así te molesta —afirmo simplemente.

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Estoy dubitativa mientras miro el hermoso rostro de Brand. Su hermoso, torturado rostro. Él no tiene un cierre. Puedo verlo ahora mismo. No sé qué pensar acerca de su situación familiar. No parece estar de duelo, pero sigue preocupado por algo. Profundamente preocupado. Pero

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—No hay arreglo para ello —me dice firmemente—. Mi padre está muerto. Supongo que ese es todo el cierre que necesito.

también puedo ver que ha terminado de hablar de ello. —Tu turno —digo en su lugar. Él va. Voy. Después de que él va de nuevo, me las arreglo para saltar sobre él. —¿A qué te dedicas? Sonríe, fingiendo estar aliviado, solo que tal vez no es una actuación. Puedo decir que no le gusta hablar sobre sí mismo. En absoluto. —Gabe y yo comenzamos una compañía juntos hace un par de años. Desarrollamos chalecos antibalas en grado militar. Empezamos la compañía para mantener a los soldados más seguros, pero también están siendo utilizados por departamentos de policía y elementos de seguridad privada. —Eso suena asombroso —le digo en voz baja. Y suena exactamente como algo que él haría… mantener a la gente segura. Se encoje de hombros. —Es la vida. Se aleja de la mesita. —Voy a terminar por hoy —me dice—. Gracias por ir a buscar la cena, Nora. Y lamento que no seas feliz. Espero que puedas darte cuenta de eso pronto. Él avanza lejos y tengo que estar de acuerdo con el sentimiento.

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Espero que pueda darse cuenta de eso pronto.

Capítulo 6 Nora Traducido por Booklover;3 Corregido por Lizzie Wasserstein

Q

uito las fichas, y prendo mi laptop, comprobando algunos correos electrónicos. Mi madre ha escrito cuatro.

Estás a solo cinco minutos de distancia. ¿No puedes venir a casa a tomar el té pronto? Tu padre no está contento con tu actual situación. Sí, ¿qué hay de nuevo? Pero es su último correo electrónico el que envía agua congelada a través de mis venas, enfriando cada parte de mí. William llamó ayer, quería saber dónde estabas. Dijo que no estabas regresando sus llamadas telefónicas y que tenía algunas preguntas de trabajo relacionadas contigo. Le dije dónde estás, pero le dije que te estabas tomando el verano libre. Espero que eso esté bien. Tomo una respiración entrecortada. Luego otra. Le dije dónde estás. Él sabe dónde estoy.

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Lo siento. Como te dije el otro día, me siento responsable de Brand. Él se ha lesionado por mi culpa. Definitivamente volveré pronto a casa para tomar el té. Está bien que le hayas dicho a William donde estoy. Estoy segura

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Con dedos temblorosos, respondo a su correo electrónico.

de que solo tiene una simple pregunta o algo así. No está bien. De ningún modo. Pero ella no sabe lo que él hizo. Presiono "enviar" y cierro mi laptop. Mientras camino por la casa, encuentro a Brand sentado delante de las ventanas de nuevo. En lugar de mirar hacia el lago, su mirada está fijada firmemente en la caja que trajo su madre. Destaca marcadamente contra la madera blanca en la que está puesta. La está mirando fijamente con tanta intensidad que ni siquiera se da cuenta que lo estoy viendo. La mirada en su rostro es dolorosa. Profunda, de dolor, vulnerable. Solo puedo imaginar lo que podría haberle ocurrido en el pasado. Pero por la manera en la que está mirando esa maldita caja, debe tener algo que ver con su padre. Con un suspiro, continuo hacia la cocina para hacer un poco de té caliente. Supongo que los dos tenemos secretos. Guardo los míos escondidos en el lugar más lejano y oscuro de mi corazón. Estoy segura de que Brand hace lo mismo. También estoy segura de que nunca sabré de ellos hasta que él esté bien y listo para compartir. Bebiendo mi té, me encorvo en una silla de la cocina. Mirando alrededor, trato de imaginar los días cuando esta pequeña y acogedora cabaña estaba llena de vida. Al parecer, Jacey y Gabe pasaron todos los veranos aquí con sus abuelos, y Brand estuvo mucho aquí.

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Hay rencor allí, obviamente. Solo no puedo imaginar lo que un chico como él podría haber hecho para hacer que sus propios padres se volvieran en su contra.

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Debido a que había hecho un poco de investigación, sé que la casa de los padres de Brand está bajando la calle. Cuando conducimos aquí, ni siquiera la señaló.

El sonido de la ducha abierta me saca de mis pensamientos y levanto la vista con alarma. Se supone que Brand no puede tener los vendajes sobre su muslo mojados. Dios, es terco. Salto fuera de la silla y corro por el pasillo, abriendo la puerta del baño. Brand está completamente desnudo, equilibrándose contra el lavabo del baño, mientras se prepara para manejarse por sí mismo en la ducha. Está sorprendido de verme, y yo me congelo mientras lo miro fijamente. Es absolutamente hermoso desnudo. Es como si hubiera sido esculpido en mármol por un maestro calificado. Miguel Ángel, tal vez. Contengo el aliento, incapaz de apartar mis ojos de él. Esculpidos abdominales. Cincelados pectorales. Muslos como el acero. Y entonces, entonces... Mis ojos viajan al sur. Querido Señor. Brand se aclara su garganta. —Mis ojos están aquí arriba, señorita Greene. Me ruborizo con mil tonos de rojo mientras muevo con rapidez mi mirada para encontrarme con la suya. Sus ojos están llenos de diversión... a mi costa.

—No se supone que te bañes —tartamudeo—. Se supone que debes

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—¿Puedo ayudarte?

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Él levanta una ceja.

tomar baños de esponja esta semana. ¿Recuerdas? Brand pone sus ojos en blanco con un suspiro. —No necesito recordarlo. Al parecer tú lo recuerdas por mí. Le arrojo una toalla y lamentablemente, la envuelve alrededor de sus caderas, ocultando su glorioso cuerpo antes de agarrar sus muletas. —No tengo idea de cómo tomar un baño de esponja —refunfuña mientras cojea delante de mí. —Yo tampoco —le digo—. Pero podemos averiguarlo. Nosotros. Las mariposas comienzan a volar de nuevo, fuerte y rápido, en mi estómago. Brand se voltea para mirarme. —¿Nosotros? Asiento con la cabeza. —Sí. ¿Qué tipo de enfermera sería si no ayudara? Ve a acostarte en tu cama. Estaré allí en un minuto con las cosas. Brand pone sus ojos en blanco y murmura entre dientes, pero cojea alejándose. Corro a la cocina y consigo un enorme cuenco de agua tibia antes de detenerme en el clóset del pasillo por paños, toallas y jabón. Me tiemblan las manos todo el tiempo. ¿Qué diablos estoy haciendo? ¿Por qué está dejándome hacerlo? Él debe querer que lo haga.

Crece un poco, Nora.

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No puedo desperdiciarla.

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Ese conocimiento, esa teoría, me estimula y me obliga a meterme en su dormitorio. Mi ventana de oportunidad para estar con este hombre se está cerrando por el día.

Dejo el cuenco en su mesita de noche y miro hacia abajo. Él está recostado sobre su espalda, su toalla cubriendo su estómago e ingle. Tiene las manos detrás de su cabeza y cada centímetro de él esta casual y fresco mientras espera por mí. ¿Me pregunto si él esta tan ansioso por dentro como yo? Por supuesto que no. Porque él no sabe lo que tengo planeado. Me mira. —Así que, ¿por dónde empezamos? Su voz es ronca y sexy y... arrg. Quiero salir corriendo de la habitación y esconderme en la mía, porque no sé qué estoy haciendo aquí. Solo sé lo que deseo. Lo deseo. —Empezamos lavando tus brazos —le digo, profesionalmente, mientras me muevo a su lado. Me sonríe.

calmada

y

—Claro. —Él sostiene su brazo arriba—. Adelante, enfermera. Respiro, agarro el paño, y lo recorro a lo largo de los duros contornos de su brazo. Donde la mayoría de la gente es suave, él es tan sólido como una roca. —El otro —digo en voz baja, volviendo a mojar el paño. Rodeo la cama y lavo el otro, el que tiene el tatuaje en su antebrazo. Aunque camine por el valle de muerte, no temeré mal alguno. —¿Estabas asustado en el extranjero? —pregunto sinceramente mientras muevo el paño sobre las palabras. Brand abre los ojos. —Por supuesto.

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—Ser valiente no significa no tener miedo, Nora —me dice Brand, levantando sus ojos azul océano para encontrarse con los míos—. Significa tener miedo y hacerlo de todos modos.

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Por supuesto. Fue una pregunta estúpida. Es solo que no parece que él estuviera asustado de nada.

—¿Hacerlo? —pregunto. Brand se encoge de hombros. —Puede ser cualquier cosa. Sea lo que sea que estés haciendo, sea lo que sea de lo que tengas miedo. Estoy haciendo esto. Ahora mismo. Porque lo deseo. Lo deseo este verano y él no está entendiéndolo. Él no está haciendo ningún movimiento a pesar de que estoy aquí y estoy disponible, y lo deseo. Solo hay una manera de hacerle ver... tengo que ser tan directa como un hombre. Puedo hacer esto. Porque soy valiente. Soy valiente. Soy valiente. Soy jodidamente valiente. Remojo el paño y sin una palabra de advertencia, tiro de la esquina de su toalla, luego la quito totalmente. Los ojos de Brand se abren, entonces se fijan en mi cara. Él no dice ninguna palabra, pero puedo verlo conteniendo la respiración. Su plano abdomen no se está moviendo. Paso el paño por su costado, sobre su esculpido músculo. Puedo sentirlo a través del paño, su calidez empapando mis dedos. Paso a su cadera, su deliciosa, sexy cadera. En mi cabeza, la imagino flexionándose mientras se pone a horcajadas sobre mí. Me ruborizo, y trago. Soy valiente.

Entonces la mano de Brand cubre la mía, deteniéndome.

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Respiro, y mis dedos se mantienen en movimiento. Otra respiración y el paño se desliza hacia abajo.

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Soy jodidamente valiente.

—Creo que puedo hacer esa parte. Lo miro, y él está mirándome con aprensión... porque él no sabe lo que estoy haciendo... o lo que quiero. Yo tampoco lo sé. Todo lo que sé es... lo que estoy haciendo ahora. Antes de que sea demasiado tarde y esté fuera de mi vida y nunca tenga otra oportunidad. —Brand, tengo una propuesta que hacerte. Mis palabras cortan a través de la tensión. Él nivela su mirada en mí, sus ojos tan jodidamente azules. —Estoy escuchando. Su mano todavía está cubriendo la mía. Es cálida y fuerte y puedo oír el pulso corriendo a través de mis oídos en un rugido. —Te he deseado desde que tenía doce años. Tú estás aquí por el verano y yo también. No sé si alguna vez te veré de nuevo y no quiero levantar la vista de mi escritorio en Greene Corp cuando tenga setenta y tenga remordimientos porque no hice esto. Hago una pausa y Brand no dice nada. Él simplemente espera. El silencio entre nosotros está cargado y apresuro mis próximas palabras... las dejo salir de mi boca antes de que pierda los nervios. —Te deseo. Sin ningún tipo de ataduras. Al final del verano, probablemente nunca nos veremos de nuevo... pero quiero este verano. Contigo. Tengo que saber cómo es eso. Levanto un muro para proteger lo que es mío.

Necesito saberlo, incluso si es solo una ilusión, qué se siente ser suya.

Por Favor.

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Ser buena.

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Estar segura.

Brand me mira fijamente, sorprendido. Estoy sorprendida también. Lo hice. Lo hice. Soy jodidamente valiente. Miro sus labios separarse lentamente mientras exhala con rapidez. Veo su lengua salir y lamer su labio inferior. Siento el calor de su mano mientras la mueve ligeramente. Entonces veo la palabra formarse en su boca... justo antes de que él la diga.

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—No.

Capítulo 7 Brand Traducido por Booklover;3 y HeythereDelilah1007 Corregido por Lizzie Wasserstein

N

ora me mira fijamente, sorprendida. Sus ojos azules son amplios y claros, y veo dolor en ellos. Dolor que puse allí sin querer.

—¿No? —repite con voz temblorosa, confundida. Ella no esperaba esa respuesta. Yo no esperaba decir esa repuesta, para ser honesto. Si fuera inteligente, la llevaría arriba con su oferta y tendríamos una larga sesión de sexo durante todo el verano. Pero mientras la miro ahora, parece más vulnerable y triste que segura y dominante como ella quisiera que el mundo creyera. Una parte de mí sabe que sexo sin ataduras es lo último que necesita. —No —respondo de nuevo—. Jesús, Nora. Tú vales más que eso. Se ruboriza de color rojo brillante y aleja su mano como si mi piel estuviera ardiendo. —No me conoces —chasquea mientras recoge los suministros para el baño de esponja—. No sabes lo que valgo, o lo que quiero, Brand. Habla por ti mismo.

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—Nora, no tenía la intención de insultarte. Eres una mujer hermosa y sexy. No sé por qué sientes que tener sexo sin sentido conmigo este verano podría ser inteligente, pero siento que es lo último que necesitas. Tú vales más que una follada vacía.

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Agarra mi toalla del suelo y me la arroja de nuevo. Agarro su codo, manteniéndola inmóvil mientras me siento.

Se estremece lejos con mis palabras, pero eso es algo sobre mí. Siempre soy honesto. —No tendría sentido —murmura, mirando mi cara—. Te he deseado durante años. Estar contigo ahora sería como cumplir mi fantasía más antigua antes de que tenga que meterme de lleno en el negocio de mi padre. ¿Qué hay de malo en eso? ¿No merezco hacer algo que quiera hacer antes de tener que entregarle mi vida a mi padre? Yo soy el que retrocede ahora mientras me quedo mirándola en shock. ¿Soy su fantasía? ¿Qué clase de tontería es esta? Si la situación no fuera tan tensa, me reiría. —No soy exactamente material de fantasía —le digo en su lugar, luchando para no sonreír—. Solo soy el hijo de un mecánico que se unió al ejército y salió de esta ciudad con solo un caballo. En realidad eso no es material de cuentos de hadas, Nora. Y, además, no estás entregando tu vida a tu padre. Vas a trabajar para él. Tu vida seguirá siendo tuya. Ella niega con la cabeza. —No sabes nada de mí, Brand. O de mi vida. Con eso, sale, dejándome solo en la habitación con solo una toalla cubriendo mi polla. Me siento como si hubiera sido aplastado. ¿Qué mierda fue realmente esa? Ruedo fuera de la cama, me pongo la ropa de nuevo, y cojeo para seguir a Nora, pero cuando llego al pasillo, escucho el agua corriendo. Ella está en la ducha... donde está mojada y desnuda. Necesito una cerveza.

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Me toma cinco minutos llegar a la cocina, pero cuando lo hago, tomo la píldora con un trago de cerveza, levantando la botella en dirección a Nora.

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Jode no poder ser capaz de beber una cerveza y tomar una píldora para el dolor al mismo tiempo.

Salud. Me trago el resto del líquido helado, dejando que corra por mi garganta y me enfríe en su camino a mi vientre. Mientras me estoy dando palmaditas internamente a mí mismo de nuevo porque he conseguido una victoria sobre la enfermera Nora, su teléfono vibra en la encimera de la cocina. Me inclino y miro por ociosa curiosidad. Respiro entrecortadamente ante lo que veo. Cuatro nuevos textos de alguien llamado William. Responde tu jodido teléfono. Maldita sea, Nora. Sé dónde estás. No sabes de lo que soy capaz. Quiero tu palabra. Si eres inteligente, me la vas a dar, y guardaras silencio. Me quedo mirando las duras palabras y trato de conciliarlas con la Nora que conozco hasta ahora. Claramente ella es alguien motivada y ambiciosa, pero eso es lo que es en el exterior. También puedo ver que en el interior, es vulnerable y suave. No tengo ni idea de qué podría haber hecho para sacar de sus cabales a este tipo. ¿Es un socio de negocios? ¿Alguien con quien está lidiando en Greene Corp? ¿Un acuerdo de negocios? Pero él la está amenazando. Sé dónde estás. ¿Qué tipo de colega amenazaría sobre un acuerdo de negocios? Pongo su teléfono hacia abajo, justo a tiempo cuando Nora camina por la cocina, en solo su toalla.

Trago saliva y la miro a los ojos.

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Cremosos hombros blancos, piel suave, largas piernas.

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Me doy la vuelta, y me congelo cuando la veo.

—¿Quién es William? —pregunto simplemente. Sus ojos se amplían recelosos Se inclina a mí alrededor, presionando a propósito el frente de la toalla que está usando en mi contra. Sus suaves curvas se pegan en mí, sexys y calientes. Siento sus pezones asomarse a través de la toalla y mi entrepierna reacciona. Las comisuras de sus labios se levantan. —¿Importa? Ella levanta la vista hacia mí, sonriendo con picardía ahora, su rostro a centímetros de mi entrepierna. —¿Hay algo que necesites mientras estoy aquí? Mi polla se retuerce. —No —le digo con firmeza, levantándola por sus brazos—. ¿Quién es William? Suspira. —Alguien del trabajo. Está bien. Pero no está bien. Puedo verlo en su cara, puedo decirlo por la forma en la que se pone pálida ante la sola mención de su nombre. Pero sus hombros están hacia atrás y su barbilla está levantada. Está decidida a no hablar de él. Está bien. Todos tenemos nuestros secretos. Sonríe triunfante cuando dejo ir el tema y ella agarra su teléfono, se da vuelta y deja caer su toalla. Cae a mis pies.

Joder.

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Sus piernas se flexionan mientras camina, y su culo está redondo y firme y mi pene reacciona una vez más.

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Camina con confianza hacia la puerta, tan desnuda como el día en que nació.

Gimo y miro hacia otro lado. Puedo escuchar a Nora riendo en la otra habitación y pongo mis ojos en blanco. También la oigo cerrar la ducha. Al parecer, cambió de opinión acerca de tomar una. Su cabeza aparece de nuevo en la cocina. —¿Quieres ir a nadar desnudo? Sí. —No —le digo firmemente—. No nado. —Si tú lo dices. —Asiente, luego se pavonea desnuda a través de la

cocina, abre la puerta de atrás, y hace su camino a través del césped a plena luz del día hacia la playa privada detrás de la cabaña. Niego con la cabeza, incapaz de evitar que la sonrisa se extienda a través de mi cara. Esta chica es algo, eso es seguro. Cojeo hacía la ventana y la veo. Es indiferente a que alguien la estará viendo. A ella simplemente no le importa mientras hace su espectáculo para mí. Y es para mí. Lo sé. Nora es el tipo de chica que saldría a la calle desnuda a plena luz del día por cualquier razón que sea un medio para su fin. Por cualquier razón, ella hizo de su meta principal el tenerme este verano. No sé por qué.

Ella me desea.

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Se siente jodidamente bien ser perseguido de esta manera, después de ser quien da afecto no solicitado durante tanto tiempo.

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Pero de repente, se siente bien.

A través del cristal los ojos de Nora encuentran mi mirada. Ella nada sobre su estómago por un rato, sus ojos justo por encima de la superficie del agua, nunca mirando lejos de los míos. Ella salpica y patea hacia mí, volteándose sobre su espalda. Sus senos sobre el agua, sus pezones apuntando hacia el sol. Mi polla da un tirón de nuevo Y cuando ella finalmente termina de hacer un espectáculo para mí, sale del agua, goteando agua y bañada en la luz del sol. Ella es sexy como el infierno. Y lo sabe. Ella cruza todo el camino sobre el césped mirándome a cada paso del camino. Ella sube las escaleras de atrás, cruza la cocina, y se para frente a mí, goteando en mis pies. —Tengo frío —murmura en mi oreja, inclinándose en las puntas de sus pies. Lo tiene. Su piel fría se encuentra con la mía, derramándose en mi camisa, mientras sus senos se presionan contra mi pecho. Sus pezones están lo suficientemente duros como para cortar hielo y mis manos pican por deslizarlas contra su piel, sobre sus caderas, para agarrar su trasero y… Aprieto mis dientes. —Entonces deberías vestirte —le digo con calma, inclinándome para recoger la toalla que ella había descartado antes y entregándosela. No hago ningún intento de tocarla, a pesar de lo mucho que mis traidores dedos quieren deslizarse entre sus piernas y… Aprieto mis dientes otra vez. Ella ve mi mandíbula flexionarse y sonríe victoriosamente.

En lugar de eso me encuentro con su mirada y la mantengo, hasta

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No me molesto en decirle que ya desde antes la deseaba.

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Ella sabe que ganó el juego que estaba jugando… Que ella me hizo desearla.

que ella da un paso atrás y se aleja caminando. Esta vez, en lugar de quedarme mirando su trasero desnudo, me concentro en las palabras negras tatuadas en su omoplato. Las había visto antes, pero estaba demasiado distraído para leerlas, incluso aunque me hicieran sentir curioso. Nora no es el tipo de chica que me imaginaría con un tatuaje. Ella es refinada, elegante, con clase. Pero incluso así, ella tiene palabras negras tatuadas en su omoplato, con una pequeña y elegante ancla. Fluctuat nec mergitur. Es latín. ¿Qué significa? Saco mi teléfono de mi bolsillo y escribo las palabras en el motor de búsqueda. Un resultado aparece inmediatamente. Ella es sacudida por las olas, pero no se hunde. Tiene un significado. Es simbólico. La tinta es negro profundo y el tatuaje se ve nuevo. Es un recordatorio para ella… Para mantenerse fuerte. Para estar decidida. Para nunca hundirse sin importar qué. Mis ojos se entrecierran cuando recuerdo el mensaje en su teléfono. Quiero tu palabra. Y quiero que la mantengas. Se en dónde estás. Algo le pasó. Algo de lo que ella no quiere hablar, algo de lo que está asustada, algo que involucra a este tal William.

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He visto ese tipo de miedo antes, en los ojos de una mujer en Afganistán. En los ojos de una mujer que había sido golpeada, y abusada y violada.

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He visto el miedo en sus ojos un par de veces distintas, pero ella siempre lo cubre.

Mi estómago se retuerce por el recuerdo, pero también por Nora. Alguien la lastimó. Pero ese alguien no lo hará otra vez, no mientras ella esté aquí bajo mi guardia. De eso estoy seguro. Con resolución hago mi camino de vuelta a la sala de estar y me dejo caer en la silla junto a las ventanas. Espero mientras Nora se viste y pondero sobre la situación todo ese tiempo. Somos como dos boxeadores, dando vueltas en círculos dentro del ring, cada uno esperando a que el otro lance el primer golpe. Ambos tenemos secretos que no queremos que el otro sepa. Es algo así como irónico. Nora finalmente reaparece, vestida con una camiseta sin sostén y unos muy cortos pantalones cortos. Sus pezones pueden verse a través del delgado material y las esquinas de su boca se retuercen. Ella sabe exactamente lo que está usando. Le sonrío. —¿Cómo estuvo tu baño? Ella me sonríe de vuelta. Estocada y bloqueo. —Fue refrescante. ¿Cómo estuvo tu observación? Sostengo su mirada y sonrío de nuevo. —Fue refrescante.

Tú.

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—Olvidé conseguir cosas para el desayuno de mañana. ¿Qué te gustaría?

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Su sonrisa se amplia.

—Huevos —sugiero. Ella asiente. —Sabia elección. Creo que me las puedo arreglar con los huevos. Agarra su bolso. Levanto una ceja y miro hacia su pecho de nuevo, la manera en la que sus senos desnudos se estrechan contra su blusa y sus pezones resaltan contra la tela. —¿Quieres ponerte un sostén? De alguna manera me las arreglo para mantener mi nivel de voz. Ella sonríe angelicalmente y se inclina y susurra en mi oreja., sus senos presionados contra mi hombro. —No. Quiero que pienses en mis pezones mientras no estoy. Saben cómo a miel. Jesús. Con eso, ella se aleja. Trago con fuerza. Pescado frio. Pescado frio. Pescado frio. Jodido. Y frio. Pescado. Muerto.

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De alguna manera, tengo mis dudas sobre que un pescado muerto y frio vaya a ayudarme este verano.

Capítulo 8 Brand Traducido por leogranda Corregido por Lizzie Wasserstein

N

o hay nada que hacer aquí, excepto quedarme reposando en la idea de que estoy atrapado en Angel Bay. Apenas hay señal de celular, no puedo ir alrededor y no puedo conducir todavía. Perfecto. Ah, y a esto hay que añadirle que la chica que está compartiendo mi cabaña quiere tener sexo sin ataduras conmigo y por alguna razón, la rechacé. ¿Qué carajos está mal conmigo? Solo voy a echarle la culpa a las píldoras para el dolor. Me tienen podrido el cerebro. Con un gemido, me empujo fuera de la silla en la que estoy y cojeo hacia la puerta, con mis muletas raspando en el piso. —¿A dónde vas? —pregunta Nora con curiosidad mientras camina desde el cuarto de lavado a la sala con una carga de ropa limpia en sus brazos. —A pescar. Nora comienza a reír hasta que ve que lo digo en serio.

—No puedo hacer nada más. Pero seguro como el infierno que

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Asiento.

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—¿A pescar?

puedo sentarme en el muelle. Nora me mira por un segundo, luego baja el cesto de la ropa, caminando detrás de mí. Me detengo y la miro. —¿A dónde vas? Me sonríe. —A pescar. Nunca he ido. Levanto una ceja. —¿Has vivido en Angel Bay cada verano de tu vida y nunca has ido a pescar? Niega con la cabeza enfáticamente. —Nop. No había nadie que me llevara. Mi padre preferiría morir antes que cebar un anzuelo, no era de ningún interés para mi madre, y a nuestro jardinero Julian le gustaba ir solo. Hacía todo tipo de cosas conmigo, pero la pesca era su momento de tranquilidad. Así que... no. Nunca he ido. —Eso parece como una parodia —le digo mientras me doy la vuelta. Observo la distancia de aquí hasta el cobertizo exterior, hasta el borde del muelle. Parece como a 160 jodidos kilómetros con estas muletas. —Bueno, entonces. Termina la locura por mí —canta alegremente a mi lado—. En realidad, me reuniré contigo allí. Voy a ponerme un traje. —Tomate tu tiempo. Debido a que me llevará cien años conseguir situarme.

Me siento realizado cuando dejo caer todo, luego, me siento en el borde, mis pies colgando cuidadosamente sobre el borde del muelle. Me

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Ella se toma su tiempo. Porque me toma veinte minutos cojear al cobertizo, encontrar un par de cañas y una caja de cebo y luego arrastrar todas esas cosas al final del muelle. Todo ello en muletas.

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Joder

duele doblar la rodilla, por supuesto, pero no tanto como ayer. Eso es un progreso, maldita sea. Estoy cebando un anzuelo con un señuelo cuando Nora viene saltando por el muelle en un par de tacones y un bikini tan diminuto que bien podría no estar allí. Ahogo un gemido mientras se inclina a mi lado, asegurándose de resaltar su culo mientras lo hace. Su culo está perfectamente redondeado. Aparto la mirada mientras lanzo mi sedal. Pescado frío. Pescado frío en el lago. Pescado frío, pescado frío. —¿Quieres una caña? —le pregunto, viendo mi corcho flotando en la superficie del agua. Nora se ríe. —Sí. ¿No lo dejé claro anoche? Pongo mis ojos en blanco. —¿Siempre estás así? Ella recoge la caña junto a mí, jugueteando con ella. —¿Así como? —Como. Uh. Desesperada. Ella aspira una bocanada de aire y se vuelve hacia mí, la indignación escupiendo en sus ojos. Casi me rio. —No estoy desesperada —dice, manteniendo su nariz en alto mientras enreda aún más el sedal en su caña. Molesta, ella lo lanza hacia abajo—. Está roto.

Lo demuestro.

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—No te metas con esa parte —señalo el sedal—. Mantén pulsado este botón, luego suéltalo cuando lo lances. Así.

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No puedo evitar reír mientras lo recojo y desenredo por ella, devolviéndoselo.

»Y estás actuando desesperada. Una mujer como tú no tiene que rogarle a alguien para que la folle. Mi tono es probablemente más duro de lo que debería ser porque prácticamente puedo verla estremecerse. —No estoy desesperada —repite, esta vez más suave—. Yo solo... Sé lo que quiero. Y solo tengo un límite de tiempo para conseguirlo. Eso me hace impulsiva, no desesperada. La miro, la forma en que el sol ya está sonrojando sus mejillas, la extraña mirada en sus ojos... vulnerable, pero decidida. Y no puedo evitar preguntarme una vez más, por qué me desea tanto. No soy estúpido. Sé que no estoy falto de atención femenina. Pero una chica como Nora puede tener, literalmente, a quien sea que quiera. Y chicas como esa por lo general no se lanzan sobre alguien... porque creen que están por encima de eso. Me desconcierta. Estamos en silencio por un tiempo, rodeados por el aroma de las calientes tablas de madera, el agua del lago, los rayos de sol. Pero no pasa mucho tiempo para que Nora se ponga inquieta, y puedo ver por qué su jardinero quería estar solo para pescar. Ella parlotea, y yo suspiro. —Sabes, cuando hablas, asustas a los peces —le digo finalmente. Ella me mira. —No estás atrapando nada de todos modos. Suspiro de nuevo. —Se necesita tiempo. Y paciencia.

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—¿Qué demonios estás haciendo? —le digo abruptamente mientras deja caer la parte superior en el muelle y se sienta en topless a plena luz del día.

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Se queda en silencio por un minuto, luego mi boca cae abierta mientras se desata la parte superior de su bikini.

—No quiero líneas. —Se encoge de hombros—. No hay nadie aquí de todos modos. Es un muelle privado. —Me da la espalda, y empuja una botella plástica por encima de su hombro—. Pon un poco de protector solar en mi espalda, ¿podrías? Es una maldición ser pelirroja, me quemo con facilidad. Tienes que estar jodidamente bromeando. Es el truco más viejo en el libro. Una chica te pide que le apliques loción en la playa con el fin de llamar la atención. Pero aún así, me siento mirando a su espalda desnuda, la extensión de cremosa carne blanca frente a mí, y antes de darme cuenta, estoy agarrando la botella de protector solar y vertiéndola en mi mano. Mis dedos se deslizan sobre su suave piel, esparciendo la loción sobre su esbelto cuerpo, rozando sobre sus hombros, la fricción entre nuestra piel calentando mi mano. Mi ingle reacciona ante un acto tan simple, apretando, estrechando, notándose. Demonios. Nora se gira con una sonrisa. —¿Ahora mi frente? Ella saca su pecho hacia adelante y sus descaradas tetas están en mi cara, perfecta, joven y exuberante. Mi polla esta dura como roca en este punto. —Puedes hacer tu propio frente —gruño—. De hecho, ponte tu traje de nuevo. No eres una desnudista. No sabes si alguien va a aparecer por aquí. Ladea la cabeza y mantiene su pecho erguido con orgullo.

Las palabras salen antes de que pueda detenerlas, una reacción a

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—Por ahora —le digo con firmeza—. Pero nunca se sabe. Deja de actuar como una puta de bar y vístete.

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—Nadie lo hará. Somos sólo tú y yo.

mi propia frustración, a mi propia reacción visceral ante su desnudez. Su cara cae y sus parpados se cierran, está inexpresiva ahora, triste mientras alcanza la parte superior de su bikini. —No me había dado cuenta que eras tan ofensivo —murmura—. Lo siento. Solo voy a dejarte aquí afuera solo. Ella se aleja y puedo escuchar sus tacones haciendo clic en el muelle con cada paso que da, mientras se aleja más y más lejos. Me siento terrible por aplastarla. Y la aplasté. Lo vi en sus ojos antes de que lo ocultara. Lo vi en la forma en que sus hombros cayeron, la forma en que contuvo el aliento con mis palabras. No sé por qué dije lo que dije... excepto que quiero que encuentre su dignidad. Lo sé, de alguna manera sé que esta no es realmente Nora. Nora Greene no actuaria así. Entonces por qué siente la necesidad de actuar como una puta de bar a mí alrededor, no tengo ni jodida idea. Todo lo que hace está haciendo que sea más difícil para mí. Más difícil no tomar en serio su proposición. Con un sobresalto, me doy cuenta de que es exactamente lo que está haciendo. Ella está haciendo que me sea más difícil decirle que no. Con un gemido, Pongo mis ojos en blanco y lanzo mi sedal de nuevo.

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Nora

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Joder. Como que necesito esto. Me está costando bastante ya decirle que no.

Q

ue se joda. No necesito esta mierda.

Entro airadamente en mi habitación y sacó una camiseta y pantalones de yoga de un cajón. Estoy aquí para ayudarle, por la bondad de mi corazón, ¿y quiere tratarme como a una puta común? ¿Qué demonios? ¿Qué está mal con él que no acaba de solo tomar mi oferta? Jesús. Y no había ninguna necesidad de ser tan malo. Sus palabras hicieron que me temblaran las manos... No soy una puta. Me pongo mi ropa y envuelvo mi cabello en un moño en mí cuello. Comienzo a tirar mi ropa de regreso en mi maleta, cuando alcanzo a ver una fotografía situada al lado de la lámpara... una vieja fotografía, enmarcada en conchas de mar. Son Brand, Gabe y Jacey. Brand y Gabe deben tener alrededor de doce años, lo que significa que Jacey es solo un poco más joven. Están bronceados y sonrientes y acostados en la playa con paletas. Sus bocas están rojas y Jacey tiene sus brazos envueltos alrededor de la cintura de Brand. Algo sobre esa foto me hace detenerme, y dejar de empacar. Teniendo solo doce, estoy segura que Brand ni siquiera había empezado a notar a Jacey aun... ella era un par de años más joven después de todo. Pero sí muestra que incluso en aquel entonces, Jacey se aferraba a Brand.

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Me hace hervir, porque no conozco a Jacey, pero conozco a chicas como ella.

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Comenzó hace tanto tiempo.

Ella comenzó a aferrarse a él, haciéndolo sentir importante para ella, enrollándolo, yendo a él por consejo, cada vez más y más cerca. Lo mantuvo enganchado por si acaso alguna vez decidía que lo quería... pero entonces nunca lo hizo, porque él era como su “hermano”. Y Brand nunca lo vio venir, porque él es un buen tipo. Nunca supo que estaban jugando con él, que estaban tomándole el pelo. Entonces cuando desnudó su corazón ante ella, probablemente lo aplastó. Me quedo mirando la foto, a la niña rubia con los brazos envueltos alrededor de Brand, y no puedo evitar odiarla un poco. Ella le hizo daño, y ahora está lejos de todas las demás mujeres ya que se protege a sí mismo de que eso ocurra de nuevo. Él no lo ha dicho, pero sé que eso es lo que está haciendo. Todo por culpa de ella. En la fotografía, él es joven e inocente. Está riendo con Gabe, todavía ajeno a los anzuelos que Jacey le arrojaría más tarde. Siento punzadas en mi corazón y dejo de empacar. Porque me recuerda que él es tan jodidamente bueno. Mientras miro su cara de niño en la fotografía, todo lo que puedo ver es a un Brand adolescente, el chico que me recogió de la tierra y me limpió, todo a riesgo de meterse en problemas. El sexy chico que se convirtió en un hombre sexy, un hombre que luchó con fuerza por su país, un hombre que se enamoró de una mujer que no podía tener. Aunque ahora es prudente y se ha endurecido, sigue siendo bueno. Es por eso que no me quiere lanzándomele, rebajándome a la mendicidad. No lo quiere de esa manera.

Me dirijo a la sala de estar y doblo las toallas en el cesto, todo el

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Devuelvo mi ropa a su lugar.

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Ha pasado tanto tiempo desde que he estado alrededor de un buen hombre, ni siquiera pensé en eso.

rato mirando por la ventana. Brand se pone sudoroso y se quita su camisa. El sol golpea sus hombros y espalda, bronceándolo aún más. Literalmente, ansió ir allí y untarle suavemente protector solar sobre sus hombros, pasando mis manos sobre ese músculo ondulado, pasando mis dedos por esas jodidas palabras. Levanto un muro para proteger lo que es mío. Trago saliva con fuerza. El sol se refleja en su cabello rubio miel, y una capa de sudor aparece en su frente. Se estira y se inclina hacia atrás una vez más, sus músculos flexionándose con cada movimiento. Su caña se mueve y la agarra, recortando el sedal. Hace aparecer un pez al final de la línea, y luego lo deja caer en un balde junto a él. Sonrío porque se ve tan satisfecho. Se estira una vez más, luego sube lentamente su pie, con cuidado de no torcer su rodilla lesionada. Agarra el balde y lo vierte en el lago... y me sorprendo al ver otros dos peces caer en el agua. ¿Por qué se sentaría allí en el sol si solo iba a devolver lo pescado? Le pregunto cuando finalmente emerge en la cabaña unos minutos más tarde. Él me mira, su cabello húmedo por el calor.

No quiso matar criaturas indefensas sin razón. Este gran y fuerte soldado, que tuvo que matar gente en combate

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Cojea por delante de mí, se dirige a la ducha, y su sencilla respuesta calienta mi vientre.

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—Porque puedo limpiarlos, pero dudo que sepas cómo cocinarlos. Así que, ¿por qué debería matarlos sin razón?

tiene un corazón tan amable que no quiere matar a los peces si no planea comerlos.

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Si es posible, estoy aún más enamorada de este hombre.

Capítulo 9 Nora Traducido por HeythereDelilah1007 Corregido por Lizzie Wasserstein

M

e las arreglo para hacer huevos revueltos por tercera novhe, sin quemarlos. Me siento otra vez como si hubiera conquistado el mundo mientras deslizo la masa hirviente en un plato y la empujo hacia Brand a través de la mesa de la cocina. El mantiene sus ojos plantados en cualquier cosa menos la parte delantera de mi blusa a propósito. Me siento como una mujerzuela libertina mientras recuerdo como, hasta hoy, cada vez que yo me inclinaba hacia adelante, me aseguraba de empujar mis senos hacia afuera, haciendo que mis pezones se restringieran aún más fuerte contra mi blusa. Ugh. Él debe pensar que soy una zorra, que es exactamente lo opuesto de lo que soy, o de lo que quiero que piense de mí. Dios, soy tan ridícula. —Ahí tienes —le digo—. Creo que es hasta comestible. Brand sonríe y va por ello, sus largos dedos envueltos alrededor de su tenedor mientras lleva la comida hacia su boca. Él asiente.

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Estoy a la mitad de pensar una respuesta inteligente cuando mi teléfono suena. Hielo inmediatamente cae por mi espalda, porque cada vez que mi teléfono suena ahora, asumo que es William.

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—Nada mal Greene. Creo que has dominado los huevos.

Pero esta vez, el nombre de mi padre está en la pantalla. El hielo permanece firmemente plantado en mi espalda, atascado perfectamente en la mitad de mi columna vertebral. —Lo siento —le murmuro a Brand mientras agarro mi teléfono—. Tengo que atender esto. Él asiente, sus ojos fijos con curiosidad en mi cara. Llevo el teléfono afuera, donde me siento en el patio. —Hola papá —contesto. Mi padre no se molesta con sutilezas, o siquiera un hola. —William me dijo que no estabas devolviéndole sus llamadas —dice bruscamente. Mi espalda se endereza aún más. —No tengo nada que decirle —le digo a través de mis dientes. Mi padre suspira, un sonido afilado como navaja. —Nora, no tengo que recordártelo. Él es dueño del cincuenta por ciento de Greene Corp. Él y yo tenemos que aprobar cualquier nuevo emprendimiento por unanimidad. Necesito que él vea las cosas a mi manera. Nuestra manera. Eso significa que tenemos que mantenerlo feliz. Él es una persona difícil, pero tú le gustas. Usa eso. Contengo la respiración. —¿Le gusto? Yo hago más que gustarle. Tú sabes lo que hizo. No voy a dejarlo hacer eso otra vez, papá. No lo haré. No hay nada que valga la pena eso. —Esto vale la pena, Nora —responde mi papá fríamente—. Este es tu trabajo, tal como es el mío y el de tu hermano.

hija. Silencio.

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—¿Cómo puedes pedirme esto? —susurro—. No lo entiendo. Soy tu

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Puede que sea mi trabajo, pero la descripción del mismo es definitivamente diferente al de mi padre o al de Nate.

Entonces mi padre ataca, usando sus palabras como armas. —Nora, deja de ser débil. Eres una Greene. Actúa como una. Haz lo que sea necesario. ¿Crees que siempre he disfrutado las cosas que he tenido que hacer? No me importa una mierda si lo disfrutas. No me importa una mierda si lo odias. Pero tu harás lo que sea necesario para mantenerlo feliz y mantenerlo fuera de nuestra vista. Tú sabes malditamente bien que el acuerdo con la ciudad de Chicago depende de su aprobación. No vas a a joderlo. ¿Entendido? Estoy entumecida mientras escucho las palabras de mi padre, las palabras que me condenan básicamente a vender mi alma, mi decencia y mi cuerpo por el bien de la compañía. Él me está ordenando que lo haga. A su propia hija. La mayoría de los padres harían lo que fuera para proteger a sus hijas. El mío no. Porque me quedo en silencio, mi padre me apura. —¿Estamos claros? Todavía estoy en silencio porque, honestamente, no puedo forzarme a mí misma a hablar. Mi mente está borrosa con las palabras y las sensaciones y el horror, y yo simplemente no me las puedo arreglar para mover mis labios. Eres una Greene Nora. Actúa como una. Me estremezco mientras pienso en la última vez que mi padre me había dicho esas palabras. Fue después del “incidente”. El simple recuerdo del “incidente” me hace necesitar bañarme, y sin otra palabra, le cuelgo a mi padre. Me apresuro de vuelta a la casa y paso velozmente a Brand, que está limpiando la mesa.

Soy consciente de que me veo como una persona loca. Pero tengo que sacar las marcas de las manos de mí. Puede que sean solo recuerdos,

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—Necesito una ducha —le digo sobre mi hombro. Él se queda congelado en su lugar, mirándome, una mirada de asombro en su apuesto rostro.

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—Guardé te plato —empieza a decirme, pero levanto una mano.

pero todavía puedo sentir cada una de ellas. Dejo que el agua caliente queme mi espalda, corriendo por mi rostro y caderas. La dejo lavar lejos mis dudas y miedo y recuerdos. Es cuando estoy en la ducha, y solo cuando estoy en la ducha, que me siento realmente limpia. Me froto a mí misma hasta que mi piel se siente roja y en carne viva, hasta que las marcas de las manos han sido escaldadas hasta desaparecer. Mientras el agua cae sobre mí, hago lo que siempre tengo que hacer cuando esto pasa. Me concentro en cualquier cosa posible en mi mente para alejar a mi mente de la pesadilla de esa noche, para olvidar las manos invisibles sobre mi cuerpo. Hoy, ayuda concentrarme en Brand. La sonrisa de Brand. La fuerza de Brand. La manera bélica en la que sus ojos centellan. Su bondad. Su bondad. Suspiro otra vez mientras me pongo la toalla. Brand es demasiado bueno para mí. Lo que es gracioso, porque incluso aunque me siento manchada e indigna por… todo, todavía estoy actuando como una mujerzuela para conseguir que Brand me note. Para que me tome en una oferta sin ataduras durante el verano. ¿Por qué estoy haciendo esto? Brand tiene razón. Esta no soy yo.

Me estremezco, y no puedo mantener las náuseas a raya por más

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Soy egoísta, lo sé. Soy egoísta por estar dispuesta a dejarlo ponerse a sí mismo en el cuerpo de alguien que ha sido tan… usado.

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Pero estoy desesperada, solo durante unas cuantas semanas, por ver si puedo perderme a mí misma en Brand. Para ver si su bondad puede eclipsar la parte de mí que está irrevocablemente dañada, solo por un pequeño tiempo. Él es el único lo suficientemente bueno para lograrlo.

tiempo. Me lanzo hacia el inodoro y dejo colgar mi cabeza dentro, vaciando mi estómago. Doy arcadas una y otra vez y entonces hay unas manos frías en mi espalda, y dedos levantando mi cabello lejos de mi cara y manteniéndolo atrás. —Está bien —me dice calmadamente Brand, frotando mi espalda con sus ásperas manos—. Está bien. Él no tiene idea de que necesito que me consuelen. No sé por qué no estoy humillada porque él esté aquí mientras vomito, pero parece perfectamente correcto. Él es todo lo que quiero. Cuando él está aquí, todo está bien. Limpio mi boca y me dejo caer contra él, perfectamente consciente de que estoy desnuda, pero no dispuesta a tratar de usarlo en mi ventaja. Brand me pone de pies, me sostiene. —¿Fue algo que comiste? —me pregunta gentilmente. Sí. Un arrugado pene que fue empujado dentro de mi boca hace meses. Sacudo mi cabeza. —No lo sé. Solo voy a cepillar mis dientes e ir a la cama temprano. —Está bien. Llama si me necesitas —me dice Bran de nuevo, la preocupación sale de su voz ronca. No puedo obligarme a mí misma siquiera a mirarlo, porque tengo miedo de que si lo hago, él podrá ver lo que soy. Sabrá lo que hice. Sabrá que no fui lo suficientemente fuerte como para detenerlo.

Mis dedos todavía tiemblan. El sentimiento enfermo se mantiene.

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Escucho el crujido de las muletas de Brand mientras camina fuera, luego cepillo mis dientes y lavo mi rostro.

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—Está bien.

Estoy sola. Estoy tan jodidamente sola. Sé que Brand está en la otra habitación, y sé que si por algún milagro entre milagros logro hacer que me desee este verano, él nunca me querría si supiera lo que he hecho. Nunca me querría, y yo nunca podría soportar ver la repulsión en su rostro si alguna vez se llegara a enterar. Él no puede enterarse nunca. No podría ser capaz de aguantar su rechazo. Me inclino por la botella de píldoras para dormir que hay en mi mesita de noche. No he sido capaz de dormir sin ellas por meses, desde que eso pasó. Mientras dudo sobre poner algo químico en mi cuerpo ahora, algo capaz de alterar mi mente, sé que si no tomo estas benditas pildoritas, nunca dormiré de nuevo. Nunca dormiré de nuevo porque tengo miedo de las sombras, y de lo que podrían traer. Tengo una buena razón. Me trago una, me inclino hacia atrás, esperando por el dulce olvido. Llega rápidamente y me quedo dormida respirando el dulce olor de la lavanda en mi almohada. Desafortunadamente, como pasa algunas veces, las píldoras traen sueños vividos, o en este caso, pesadillas. Recuerdos. El problema es, aunque sé que son pesadillas, es difícil despertarme. Es como si estuviera atada a la cama, como lo estuve una vez, incapaz de moverme. Mi cuerpo se retuerce mientras trato de alejarme. Manos.

Palmadas. Pellizcos.

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Correas.

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Un aliento caliente.

Chupadas. Mordidas. Dolor. Piel frotando la mía. Estoy muy débil para moverme. No puedo moverme. No puedo respirar. No puedo respirar. No puedo respirar. Me despierto gritando. Y mientras me siento y abro mis ojos, veo la única cosa capaz de hacerme sentir a salvo

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Brand.

Capítulo 10 Brand Traducido por Debs Corregido por Lizzie Wasserstein

L

os estridentes gritos de Nora, me habían despertado de un sueño de muerte. Había saltado de la cama, torcido mi rodilla en el proceso, pero sonaba como si los perros del infierno estuviesen literalmente tras ella por la forma en que estaba gritando. Pero ahora, veo que solo estaba soñando. Su rostro está desprovisto de todo color, tan pálida que casi parece de plateada, mientras está ubicada bajo la luz de la luna. Sus manos se retuercen en las sábanas, con tanta fuerza, que sus nudillos están blancos. Levanta la vista, me ve, y el alivio inunda su rostro. —Brand —respira.

Está débil, y aún combato el impulso de cruzar la habitación y tirar de ella hacia mí. Parece tan indefensa y sola. —¿Está todo bien? —le digo en cambio, quedándome en el umbral.

Asiente con la cabeza. —Lo siento si te desperté. Yo solo... tuve un mal sueño.

—Bueno. Solo quería asegurarme.

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Me aclaro la garganta, muy consciente de que Nora está desnuda en sus sábanas. Ni siquiera pareció darse cuenta, así que sé que su miedo, en este momento, es muy real.

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Conozco todo sobre malos sueños.

Me vuelvo para irme, pero su voz me detiene. —Espera.

Me doy vuelta y su cara está pensativa. —¿Puedes quedarte?

Está desnuda. —Uh. No creo que sea una buena idea.

Porque está desnuda y esto no algo inteligente. Casi no me deja terminar antes de interrumpir. —Por Favor. No quiero estar sola.

El pánico que veo en sus ojos azules me mata y suspiro. —Está bien.

Aparte de la cama, no hay otro lugar en esta pequeña habitación para sentarme. Así que Nora se desliza un poco, y cae sobre el otro lado de la cama. Me quedo en la parte superior de las colchas. —Gracias.

La voz de Nora es pequeña mientras se acurruca en la cama. Echo un vistazo y encuentro que solo su nariz sobresale, y algunos mechones de cabello rojo oscuro. Sus dedos están todavía fuertemente enroscados alrededor de las sábanas. Sonrío en la oscuridad, luego me estiro, y hago palanca soltando sus dedos, enderezándolos, obligándola a relajar su agarre. Sus ojos se abren. —¿De qué tienes miedo? —le pregunto en voz baja, mirándolos.

La oscuridad parece casi sofocante, y en contra de mi mejor juicio, cierro mi mano sobre la de ella, sosteniendo sus dedos.

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—Todo —suspira, sorprendiéndome.

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Parpadea.

—No lo tengas —le digo—. Estoy aquí ahora.

La escucho contener el aliento. Y lamento mis palabras. No quiero que dependa de mí. Estamos aquí solo por un corto tiempo. No puedo quedarme atrapado. No voy a dejar que sea otra situación como la que fue con Jacey. Nora se estira por mí, y me pongo tenso. Es visible. Me mira a través de la oscuridad, con los ojos entrecerrados. —¿De qué tienes miedo? —De nada —le contesto por costumbre. Entrecierra más sus ojos. —Déjame preguntarte eso de nuevo. ¿De qué tienes miedo? —De esto —respondo finalmente.

Nora toma aliento de nuevo. —¿Por qué?

Niego con la cabeza. —Porque nada bueno puede salir de esto. Estamos aquí solo por un

par de semanas. Los labios de Nora se curvan en una lenta sonrisa. —Brand, confía en mí. Un montón de cosas buenas pueden salir de

esto. Se estira hacia mí, sus delgados brazos curvándose alrededor de mi

cuello, tirando de mi cara hacia la suya. Y aunque sé que debería apartarla, debería levantarme y salir, no lo

—Te necesito, Brand —respira—. Te necesito.

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Sus labios saben dulces mientras se presionan en los míos. Deslizo mis manos hasta su cálida espalda y tiro de ella hacia mí, aplastándola contra mi pecho desnudo. Nuestra calidez combinada me enciende y su lengua se desliza dentro de mi boca.

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hago.

Desliza su mano por mi pecho hasta que encuentra mi dureza, y escucho la ráfaga de aire cuando la respiración se precipita sobre sus labios. Sus fríos dedos me agarran, y sé que todo ha terminado. El pensamiento lógico se me escapa y en todo lo que me puedo centrar es en la fricción de su mano acariciando mi polla. Inteligente o no, me voy a estar enterrando en su apretado cuerpo esta noche. Que las fichas caigan donde tengan que caer.

Nora

D

ulce María. Él es enorme. Y duro.

Y es todo por mí. Estos son mis pensamientos mientras deslizo mis dedos hacia arriba y abajo de su eje. Con cada toque, se pone más duro, si eso es posible. Está tan duro como el acero. No puedo creer que se rindiera.

—Jesús, ya estás tan húmeda.

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Y luego sus dedos me encuentran. Los desliza en mi humedad y gime en mi oreja.

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Su calidez es deliciosa. Su duro pecho apretado contra el mío... arrg.

—Te deseo —le digo simplemente—. Siempre te he deseado. Se queja de nuevo, sus dedos deslizándose dentro y fuera, más rápido, luego lento, luego rápido. Mi fantasía se está haciendo realidad esta noche. Baja la cabeza y tira de un sensible pezón en su boca, lamiendo al principio, luego succionando. Lanzo mi cabeza hacia atrás, mis dedos se cierran en su cabello. Me succiona más fuerte, entonces se retira. —No pares —le digo—. Por Favor. Me succiona el otro pezón. —Quiero que coincidan. Sonrío, pero de la nada, mientras Brand se cierne sobre mí, la vieja sensación de pánico regresa, y veo el rostro de William en vez del de Brand. Estoy congelada por un minuto, el aliento atrapado en mi garganta, mientras lucho por superarlo. Este es Brand. Este es Brand. Nunca te hará daño. Brand se da cuenta de mis brazos apretados y se aleja, a pesar de que su respiración es irregular. —¿Estás bien? Asiento con la cabeza, tragando aire. Quiero esto. Sí.

Me tira más cerca, tan cerca que puedo oír su corazón contra mi oreja. Con una fuerte mano extendida contra mi espalda, alcanza la otra

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—Te necesito —le digo de nuevo, obligándome a relajarme.

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Me va a hacer sentir muy bien por un tiempo. Necesito esto.

alrededor y me acaricia con ella. Arrg. Sabe exactamente qué hacer... justo dónde tocarme para conseguir que mi cuerpo cante. Para hacerme olvidar la vergüenza de William... solo por un rato. Me arqueo contra él. —Te quiero dentro de mí —jadeo—. Ahora. He esperado años para esto. —Paciencia —murmura Brand en mi oreja, su aliento caliente. Baja la cabeza, succionando mis pechos otra vez, suavemente, luego más fuerte. Mueve la mano en círculos, rápido, luego más rápido. Me trabaja, sobre las crecientes olas, construyendo, obrando, edificando. Ahora no puedo respirar y muevo mis caderas contra él. Es suave, pero firme, fuerte, pero cuidadoso. Es una hermosa contradicción... y es exactamente lo que necesito. Lo necesito. Lo necesito. No puedo respirar. Entonces el mundo estalla en una brillante luz blanca, azul y rojo. Monto el orgasmo, meciéndome contra la palma de la mano de Brand, hasta que han pasado las últimas olas del mismo. Entonces me quedo sin fuerzas contra él, su fuerza absorbiendo mi debilidad.

Me quejo e inclino mis caderas. Quiero todo de él.

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Entonces, de repente, en un movimiento fluido, entierra su polla en mí, deslizándola profundamente dentro de mí.

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Levanta mi barbilla con su dedo, luego mete la lengua en mi boca. Profundo, más profundo.

Todo. De. Él. Hazme buena, Brand. Quiero absorberlo, tomar su bondad y cubrirme con ella. Nada puede hacerme daño cuando está conmigo. Cuando está dentro de mí, me quita la vergüenza. —Dios, te sientes bien —gime Brand, mientras se mueve dentro de mí. Me aferro a él, como una persona que se ahoga a una balsa. Cada vez que se desliza dentro de mí, una ola de placer estalla... creciendo, construyéndose, edificándose. Una vez más. Me corro de nuevo sin previo aviso, en una neblina de gemidos y quejidos. Lanzo mi cabeza hacia atrás y dejo que mi cuerpo convulsione con él, mientras Brand se para y acerca mi caja torácica hacia él, sus labios encuentran mis pechos una vez más. Una vez más. Una vez más. Les rinde culto de nuevo, uno por uno, su lengua lamiendo mis pezones, chupando la carne sensible. Me quiero morir aquí mismo en sus brazos. Sería una buena forma de morir. Cuando abro los ojos, él está esperando para mirar dentro de ellos, por encima de mí como el ángel vengador que es. Su músculo se flexiona.

—Estoy tomando la píldora. Está bien. Me he hecho la prueba... está bien.

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Asiento con la cabeza.

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—Voy a correrme dentro de ti —me dice con sencillez.

Brand asiente y se entierra en mí una vez más, y quiero gritar con él, por la forma en que me llena. Su dureza, mi suavidad. Es perfecto. Él es perfecto. —Quiero sentirte correrte —le digo con urgencia, tirando de él hacia mí. Dame todo lo que tengas. Necesito sentirlo. Brand sigue conmigo, me sostiene en sus fuertes brazos, hasta que echa hacia atrás su cabeza y gime su liberación. Siento su polla dentro de mí, contrayéndose mientras se corre. Se corre, corre y corre. Se relaja contra mí, pero no me deja ir. —¿Qué acabamos de hacer? —susurra finalmente en mi frente, después de que han pasado minutos u horas. Todo tiene una falta de definición a mí alrededor, pero no me importa. Suena un poco consternado, pero no me preocupo por eso, tampoco. Porque estoy extática. —Acabas de hacer mis sueños realidad —respondo—. Los buenos —aclaro. Brand sacude la cabeza y rueda a un lado, sosteniéndome en sus brazos. —¿Fue todo lo que pensabas que sería? —pregunta secamente, con diversión. Asiento con la cabeza. —Y más.

No puedo estar con él mucho tiempo. No puedo eclipsar su buen corazón con el negro mío. No voy a hacerlo.

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Pero mientras me acerco contra su pecho, una dura verdad penetra en mi corazón.

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Ahora que he estado con él, no va a ser suficiente. Lo sé. Siempre voy a desearlo. Todos los demás solo palidecen en comparación.

Este verano es todo lo que tengo. No importa lo que pase. A pesar de que me va a matar dejarlo. A pesar de que él es todo lo que quiero. Nunca lo encadenaría a alguien como yo. Nunca. Me quedo dormida escuchando la cadencia constante de su corazón.

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Cuando me despierto, el sol está fluyendo a través de mis ventanas, y Brand se ha ido.

Capítulo 11 Brand Traducido por Debs y leograndra Corregido por Lizzie Wasserstein

M

ezclo los huevos revueltos en la sartén, equilibrándome cuidadosamente sobre mi pie bueno, mientras me giro alrededor para verter un vaso de jugo de naranja, porque me había despertado culpable e incapaz de dormir. Así que aquí estoy haciendo el desayuno. ¿Qué hiciste? Eres un jodido idiota. Ignoro mi voz interior, pero es un persistente imbécil. Nora no es el tipo de chica que follas y dejas. Y ella no es el tipo de chica que te querrá. No de verdad. Me gustaría golpear a mi voz interior en los dientes. Estoy en un predicamento ahora, porque escuché a mi polla anoche, en lugar de a mi cabeza. Con un suspiro, cojeo con mi muleta bajo un brazo y el desayuno de Nora en mí otra mano. Asomo la cabeza por la esquina para encontrar que está despierta. —Buenos días —le digo en voz baja. Cojeando, pongo la bandeja en

—Lo estoy —anuncia con una sonrisa—. Agoté mis reservas de energía

anoche. Se sonroja, y recoge su plato.

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Se estira como un gato saciado.

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su cama—. Pensé que podrías estar hambrienta.

—Acerca de anoche... —empiezo y me siento en el borde de la

cama. Nora me mira con recelo. —No puedes volver atrás —me interrumpe con firmeza—. La bala ya

ha dejado la pistola. Solo hay una cosa que puedes hacer ahora... toma mi proposición. Exhalo. —Nora, quise decir lo que dije antes. Eres mejor que eso. Tú vales más que alguna “proposición”.

No sé por qué siento que tengo que decirle eso. Ella es Nora Greene por el amor de Dios. Ella sabe lo que vale. Me mira fijamente como si tuviera dos cabezas. —Cómo te dije antes, no sabes lo que valgo. Yo sí. Te quiero a ti Brand.

Sé que solo tenemos un par de semanas, pero te quiero cada día de esas pocas semanas. Estás aquí, estoy aquí. Es perfecto. Levanto una ceja. —¿Así que me quieres porque es conveniente?

Se ríe y agarra un vaso de jugo. —No, te quiero, porque te quiero. Es agradable que sea conveniente. —Eres... algo complicada —le digo, sacudiendo la cabeza. No sé qué

hacer con ella. Levanta la vista, sus ojos se llenaron de risa. —Bueno. Eso es mejor que nada.

Toma un bocado de huevos, luego me mira. —¿Qué deberíamos hacer hoy?

Angel Bay. Sin cable.

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—No hay mucho qué hacer. Estamos atrapados en una cabaña en

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Me encojo de hombros.

Nora pone los ojos en blanco. —Uh. Hay mucho que hacer. —Se estira y desliza su mano por debajo

de mi camisa, sus dedos rozando mi pezón. Justo en este momento, hay un fuerte golpe en la puerta trasera. Nos miramos el uno al otro. —Salvados por la campana. —Nora sonríe. Ella se levanta de la cama

y tira de una bata—. Mantén ese pensamiento. Voy a ver quién es. Escucho su caminata por el pasillo y cojeo tras ella, sintiéndome como un torpe idiota con mis jodidas muletas. Cuando llego a la sala de estar, Nora ya está dejando entrar a la cabaña a un hombre vestido con un traje. —Brand, es para ti —me dice vacilante—. Es el abogado de la

herencia de tu padre. Estudio al tipo... es pastoso, falso, y vestido con un traje bien abotonado. Extiende su mano. —Soy Todd Ansel —me dice—. Representé a su padre y juntos hicimos su testamento. ¿Tiene unos minutos? —Unos pocos. —Asiento con la cabeza, por lo que es claro que solo

tengo unos pocos. Nora me ha respaldado, y está persistente en el borde de la habitación. —¿Necesitas que me quede? —me pregunta en voz baja. Niego con

la cabeza. —Nah. Puedo solo, pero gracias.

Se desliza hacia fuera y miro fijamente Todd. No le ofrezco un asiento.

—Hablé con su madre y ella me indicó que quería renunciar a sus

derechos a la herencia y la transfiere a ella, en su lugar.

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Se aclara la garganta y deja su maletín en el suelo junto a él.

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—¿Le puedo ayudar en algo?

Asiento con la cabeza. —Sí.

Todd asiente también. —Sí, su padre esperaba que hiciera eso. Así que puso una cláusula

en su testamento. Lo miro vacilante. —¿Una cláusula? Mi madre no mencionó eso.

Todd asiente de nuevo. —Eso es porque ella no lo sabe. Suspiro pesadamente. Déjale a mi padre hacer algo jodido, incluso en

el final. —Bueno, ¿qué es?

Todd se dobla y pasa a través de su maletín, enderezándose con un documento. Me lo da, sus ojos centrados como una comadreja, en mi reacción. No le doy ninguna. En cambio, escaneo el documento. En todo lo que puedo centrarme es en las palabras, Brand debe tocar

la campana. El shock me impacta, rápido y duro, y la ira nubla mi visión. ¡Qué hijo de puta! Todd se aclara la garganta de nuevo.

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deseos de su padre son claros. Debe nadar hasta la boya más grande en la bahía y tocar la campana, luego nadar de regreso. No debe ser asistido, no puede utilizar una embarcación o dispositivo motorizado de cualquier tipo. Debe nadar por sus propios medios. Si no completa esta tarea, su herencia se revertirá al Estado. Y no se le entregará la llave de la caja que su padre le

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—No estoy seguro de cuál es el propósito de este ejercicio, pero los

dejó.

A través de mi ira, eso llama mi atención. —¿Una llave?

Todd levanta una ceja. —No debe de haber tratado de abrirla todavía. Está cerrada. Yo

tengo la llave. Fui instruido sobre dársela una vez terminada la tarea. Nora solo debió quedarse justo fuera de la puerta, porque entra justo ahora. —¿Qué pasará si no lo hace? —pregunta, con las mejillas

encendidas. Todd la mira. —Si Brand elige no completar la tarea, su herencia volverá al Estado, como ya he dicho. Bethany Killien no recibirá nada. Y tengo entendido que ella lleva los libros del negocio mecánico del Sr. Killien. Es probable que pierda su trabajo cuando el Estado venda el negocio. —Así que mi madre no tendría nada —aclaro—. No una casa, nada de dinero y perdería su trabajo. Finalmente, Todd tiene la decencia de parecer incómodo. —Sí. No sé cuáles fueron los motivos de su padre, pero sí. Su madre no tendría nada. —Tal vez su madre no merece nada —espeta Nora. Si no estuviera ya tan molesto con la situación, encontraría su reacción divertida. Ella está tan a la defensiva en mi nombre.

—Entendemos esa parte —dice Nora fríamente—. Le mostraré la

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—Supongo que está en Brand decidirlo. —Él me mira—. Tiene treinta días a partir de hoy para completar la tarea. Tengo que estar presente como testigo. Una vez más, si eliges no hacerlo, toda la herencia será por defecto del estado.

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El abogado se encoge de hombros.

salida. Todd recoge el maletín y me entrega su tarjeta. —Llámeme cuando esté listo para tomar un baño frío en el lago. Él sale. Nora cierra la puerta detrás de él, luego camina hacia mí. —¿Por qué haría eso tu padre? —pregunta suavemente, su mano envuelta alrededor de mi brazo. Me encojo de hombros. —¿Quién sabe? Pero yo sé. Y Nora es plenamente consciente de ello. Me mira con complicidad. —Bien. No voy a entrometerme. Por ahora. Pero, ¿qué vas a hacer? Me encojo de hombros de nuevo, porque esta vez realmente no lo sé. No sé qué haré. Mi madre probablemente no merece nada. Pero no está en mi carácter dejar que una anciana sea echada a la calle. Incluso una anciana de corazón frío como mi madre. —Tengo que pensar en ello —respondo finalmente—. No se trata de nadar a la boya. Se trata de... qué mensaje quiero enviar a mi madre. Nora me mira, sus ojos azules comprensivos. —No te culpo —contesta en voz baja—. Yo no movería un dedo por mi padre. Se da la vuelta y se va antes de que pueda preguntarle por qué.

—No tienes que quedarte aquí conmigo —le recuerdo—. No hay

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—Voy a hacer un mandado rápido, y entonces vamos a salir de aquí por el día —sugiere—. Ya tengo fiebre de cabaña.

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En menos de un minuto, regresa con su bolso.

razón para que ambos estemos aburridos. Pone sus ojos en blanco. —Después de la línea que cruzamos anoche, no hay otro lugar donde prefiera estar. Ella hace un guiño y sacudo mi cabeza. —Lo de anoche no cambia nada. Ella se apoya hacia arriba y pellizca mi lóbulo de la oreja. —Lo de anoche cambia todo. Con eso, ella camina hacia su auto y no puedo dejar de ver su apretado culo balanceándose mientras se aleja. Con un suspiro, sé que ella tiene razón. Eso cambió todo.

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Y, honestamente, estoy cansado de luchar contra ello.

Capítulo 12 Nora Traducido por Peke-Pink y veroonoel (SOS) Corregido por Lizzie Wasserstein

M

e toma una eternidad encontrar un lugar de renta de autos con un convertible, pero me las arreglo para hacerlo. Una hora después, llego a la cabaña en un deportivo rojo convertible con la capota abajo. Brand está recostado en los escalones del porche, sus piernas estiradas frente a él mientras espera a la sombra. Sus ojos dilatándose un poco mientras rodeo el auto y camino hacia él. —¿Qué hiciste? Suelto una risita. —Bueno, no vendí el Jaguar o algo así. Renté esto por el día. Manejemos alrededor del lago con el viento en nuestro cabello, después tendremos un picnic. Band levanta una ceja. —¿Cocinaste alguna parte del almuerzo? Pongo mis ojos en blanco. —No. Ya está en el auto, pre-comprado. Todo lo que necesito ahora

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Las esquinas de su boca se crispan, pero no discute. Solo recoge sus muletas y se dirige hacia el auto. Sus abultados bíceps se flexionan mientras da cada paso.

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es a ti.

Trago, recordando cómo se flexionaron mientras se balanceaba sobre mí anoche, como su piel había brillado a la luz de la luna, como había gruñido en mi cuello. Calor se desliza en mis bragas. Argg. Brand me mira. —¿Qué? Mis mejillas están ardiendo. Y él lo nota. Sacudo mi cabeza. —Nada. ¿Estás listo? —Siempre. —Sus labios se curvan una vez más. Se deja caer en el auto y pone sus muletas en el pequeño asiento trasero—. Listo. Abrocho mi cinturón y me hago una rápida coleta en el cabello antes de manejar por al camino de entrada y hacia la carretera. La brisa del lago es fresca y limpia esta mañana, soplando suavemente contra nuestros rostros. El sol brilla en la superficie del agua y la temperatura es absolutamente perfecta. Me mantengo en las carreteras que abrazan al lago, en lugar de tomar la autopista. Manejamos sin prisa, hablando acerca de todo y nada, como si no tuviéramos nada más importante que hacer, como si su papá no fuera convenenciero y odioso, como si él no tuviera ese estúpido testamento sobre su cabeza y yo no tuviera un odioso trabajo esperando por mí al final del verano. Es realmente agradable. Brand me mira. —¿Por qué fuiste a la escuela de leyes?

Él sacude su cabeza.

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—¿Por qué te uniste a los Rangers?

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La pregunta me sorprende.

—No es lo mismo. Ser un Ranger encajaba conmigo. Ser abogada no encaja contigo. Mi boca cae abierta mientras miro de nuevo hacia la carretera. —¿Por qué dices eso? Brand se encoje de hombros. —Porque no eres de sangre fría o despiadada. Es una rara elección de ocupación para ti, eso es todo. Siento mis mejillas arder de nuevo y desearía que no lo hicieran. —No me conoces —le digo firmemente—. Si la situación lo requiere, puedo hacer lo que se necesite. Mi papá ha taladrado eso en mi cabeza desde que era un bebé. Se una buena Greene, Nora. Haz lo que sea necesario. Ha funcionado bien para mí. Fui valedictorian 1 en mi clase en último curso y después me gradué de la Escuela de Leyes en Stanford con el perfecto promedio más alto. —Eso es bueno —dice Brand con una mueca—. Podemos poner eso en tu lápida una vez que trabajes tu vida hasta la muerte. Frunzo el ceño. —¿Qué significa eso? Brand nivela su mirada con la mía y miro hacia otro lado.

—¿Y ahora eres un experto?

1

Valedictorian: Es el nombre que se le da al alumno más destacado de la clase, al cual se

le da la distinción de pronunciar el discurso de despedida en la ceremonia de graduación.

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Trago fuertemente, porque un nudo se formó repentinamente en mi garganta.

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—Significa que hay más en la vida que esforzarse en ser alguien que no eres. Entiendo que quieras complacer a tu padre. Lo vi hace tiempo, cuando trabajaba en el club. Él es… una persona demandante. Intimidante. Puedo ver por qué querrías complacerlo. Pero tu vida es tuya.

Brand sacude su cabeza y voltea hacia el lago. —Nop. Solo soy observador. Tomo una respiración profunda. Tengo que cambiar el tema. —Bien, entonces, observa esto. Deslizo mi mano derecha por el interior de su muslo y sus pantalones cortos deportivos que ha estado usando a causa de su rodillera me dan fácil acceso. Deslizo mis dedos bajo el dobladillo y hacia arriba por su muslo, mis dedos acariciando su piel desnuda. Escucho como contiene el aliento. Siento su aterciopelada piel debajo de mis dedos. Siento mi pulso bombear casi fuera de mis venas. Calor fluye hacia mis bragas de nuevo. Este hombre es como una droga para mí. En verdad. Acaricio su muslo, disfrutando de sus rápidas respiraciones. Él no me detiene. Siento su dureza y la forma en que crece aún más y se pone más y más duro. Siento su polla crecer contra el dorso de mi mano. La acaricio ligeramente con mis nudillos. Él contiene el aliento. Yo exhalo. —Es hora del almuerzo —anuncio temblorosamente, sacando mi

Detengo el auto y me giro hacia Brand. —Quiero tu lengua en mi boca. Justo ahora.

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Giro en una pequeña carretera que se dirige a un claro en la cima de un acantilado. Desde aquí, hay una vista perfecta del lago. Y no hay nadie más a la vista. Es aislado y perfecto.

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mano.

Soy imperativa y mandona. Su boca se curva hacia arriba. Pero se acerca a mí, sus fuertes brazos jalándome hacia su regazo. Su lengua se hunde en mi boca, sus labios son firmes y suaves. Él sabe a menta y hombre. Mis dedos se extienden en su pecho, saboreando su dureza entre mis dedos. Me besa dejándome sin aliento. Cuando se retira, estoy temblorosa. Él alza una ceja. —¿De nuevo? Asiento, porque soy una mujerzuela. Brand sonríe, como el sol y me agarra de nuevo. Él toma mi cuello por la base con una fuerte mano y jala mi cara hacia la suya. Me gusta su poder. Me gusta su fuerza. Porque sé que nunca lo usaría en mi contra. Me retiro y doy un vistazo a sus ojos azul océano. —¿Por qué estás haciendo esto? ¿Pensé que habías dicho que esto no iba a suceder de nuevo? Los ojos de Brand se nublan por un momento, después se aclaran. Él se encoje de hombros. —Eres un adulto. Sabes lo que quieres. Y yo soy un adulto. Y sé lo que yo quiero.

Los ojos de Brand se nublan de nuevo, pero no dice una palabra. Él

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—Seré buena para ti —prometo—. Este verano, vas a preguntarte que fue lo que hiciste antes de mí.

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Él se me queda mirando con sus ojos azules, su mirada tan intensa que me quita el aliento.

solo me jala de nuevo hacia su boca. —Pruébalo —gruñe contra mis labios. Levanto mi cabeza y miro alrededor. Nadie a la vista. Con una sonrisa traviesa, tiro de los pantalones cortos de Brand. —¿Qué estás haciendo? —pregunta con calma, una ceja levantada. Dios, me encanta cuando hace eso. Tan arrogante, tan sexy. ¿Hay algo más sexy sobre la faz de la tierra que Brand Killien? —Tienes tres intentos —le digo mientras tiro de sus pantalones cortos hasta sus rodillas y me inclino sobre él. Arrastro mi lengua desde la base de su polla hasta la punta. Lo miro, mis ojos fijos en los suyos mientras trazo un círculo alrededor de la cabeza de su polla—. ¿Cuál es tu primera suposición? Traga saliva, luego inclina su cabeza contra el asiento, cerrando sus ojos mientras mi boca se cierra alrededor de la cabeza de su polla. —Jesús —murmura, mientras acaricio su longitud y succiono. Por solo un momento, un feo recuerdo irrumpe en mi cabeza, uno de un pene arrugado y aliento fétido. Me estremezco, y agarro la polla de Brand más fuerte de lo necesario. Abre sus ojos. —Lo siento —murmuro contra la piel de su polla. Suavizo mi agarre y lo lamo de nuevo. Este es Brand. Este es Brand. Este es Brand. Es valiente y bueno y verdadero. Nunca me haría daño. Chupo. Traga saliva.

Me maravillo de su dureza. Aspiro su aroma. Lamo la punta de terciopelo.

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Traga saliva de nuevo.

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Deslizo mi mano a lo largo de su longitud, y agarro sus bolas.

Agarra mi espalda. —Quiero estar dentro de ti —murmura, suave y ronco. —Todavía no —le digo. Quiero saborearlo. Quiero su bondad dentro de mí. Quiero tragarlo. Todo de él es tan jodidamente bueno. Quiero absorberlo de todas las maneras posibles. Muevo mi cabeza más rápido, mi mano acelerando su ritmo. Brand gruñe de nuevo, su cabeza cayendo hacia atrás contra el asiento. —Voy a correrme —me advierte, su voz afectada. Me muevo más rápido y tiro de sus bolas. Dámelo. Se corre en mi boca, saliendo en calientes borbotones, su polla palpitando. Lo chupo todo, tragando, tragando. Lamo hasta limpiarlo. Cuando me siento, aliso mi cabello en su lugar, como si simplemente hubiera estado dando un paseo por la brisa. —¿Estás listo para el almuerzo? —pregunto casualmente. Brand sonríe con sus ojos cerrados. —Quizás tomaré una siesta primero. Lo golpeo ligeramente en el brazo.

—¿Oh?

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Abre un ojo ahora, mirándome con pereza.

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—No. Tienes que recuperar tu fuerza. Tengo trabajo para que hagas en un rato.

Asiento. —Síp. Vamos, Killien. Llevamos la cesta de picnic hacia la mesa en el mirador, y nos sentamos a masticar nuestros sándwiches al sol. Frente a nosotros, el lago brilla y se estrella contra la orilla. —Me encanta estar aquí —le digo. Me mira con sorpresa. —¿Pensé que dijiste que lo detestabas? Sacudo mi cabeza. —No. Solo detesto estar en la casa de mis padres. Toma un bocado. —¿Entonces por qué lo estás? Eres adulta. Puedes hacer lo que quieras. La opresión tira de mi pecho, de la forma que siempre lo hace cuando pienso en ello. —No es así de simple —le digo—. Desearía que lo fuera. Brand se queda en silencio y comemos. Cuando terminamos, tiro la basura, y camino hacia él, deslizándome entre sus piernas. Me quedo mirando su hermoso rostro. —No sé qué cambió tu opinión —le anuncio—. Sé que estabas totalmente opuesto a estar conmigo. Pero no me importa qué fue. Todo lo que me importa es el hecho de que estás frente a mí ahora. Y eres mío por el verano.

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Y entonces lo atraigo hacia mí, inhalando su aroma justo antes de besarlo tan profundamente como puedo. Empujo mi cuerpo en el suyo, mis caderas en las suyas. Mi legua enredándose en la suya. Mi cuerpo y su

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Lo anuncio como si lo estuviera reclamando, porque lo hago.

cuerpo. Nora y Brand, por siempre y para siempre y siempre. O al menos, hasta que termine el verano. Hasta que tenga que dejarlo ir antes de contaminarlo. Mirando alrededor, descubro que todavía no hay nadie a la vista. Un pensamiento diabólico viene a mí y sonrío. —¿Ya te recuperaste? Brand levanta una ceja, pero no tiene tiempo para contestar antes de que tire un poco hacia abajo de sus pantalones cortos. Da un tirón hacia atrás, mirándome conmocionado. Pero no le doy tiempo a procesarlo. Dejo caer mis pantalones cortos, luego me siento inmediatamente sobre su regazo, sin pausa ni juegos previos. Me deslizo sobre la longitud de su ya dura polla, mi suavidad y calidez envolviéndolo. —Jesús —suspira Brand de nuevo. Sonrío contra su cuello mientras me aferro a él. —Vas a correrte dentro de mí esta vez —le digo suavemente. —Sí, señora —me responde con voz ronca, levantando mis caderas con sus manos mientras nos balanceamos juntos. Me encanta la forma en que sus manos pueden extenderse por mi cintura. Me encanta la forma en que me hace sentirme pequeña y delicada y femenina. Me encanta la forma en la que me llena. Suspiro dentro de su boca y su lengua invade la mía.

Y luego me sostiene cerca de su pecho, mientras los dos recuperamos nuestra orientación.

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Nos balanceamos juntos hasta que Brand finalmente echa su cabeza hacia atrás con su liberación.

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Estamos en medio de plena luz del día y a ninguno de nosotros nos importa.

Poco a poco, el mundo vuelve a entrar en foco y lo miro. —¿Ves? No vas a saber lo que hiciste antes de mí. Cierra sus ojos en el sol y de repente mis propias palabras me asustan.

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Porque quizás yo tampoco lo sabré.

Capítulo 13 Brand Traducido por Peke-Pink Corregido por Lizzie Wasserstein

S

oy un imbécil. Soy un imbécil. Soy un imbécil.

Es lo único en lo que puedo pensar mientras manejamos de regreso a la cabaña, con la radio encendida y el viento en nuestro cabello. Es un día perfecto y acabo de follarme a Nora Greene a plena luz del día, después de básicamente acceder a una aventura de verano. ¿Qué demonios estoy haciendo? Nora escoge ese momento para alcanzar mi mano y sujetarla, agarrándola fuertemente mientras maneja. Ella no me mira, ella solo mira la carretera y después el lago, y una vez más la carretera. Su cabello rojo brilla bajo la luz del sol, su piel luminosa y cremosa y mis entrañas se tensan. ¿Qué carajos? Nada bueno puede venir de esto. ¿Por qué, entonces, se siente tan bien?

Suspiro.

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Y no discutiste sobre tu polla dentro de su boca tampoco, mi jodido lado malvado me dice convincentemente.

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Su mano se siente perfectamente en casa dentro de la mía.

Este verano probablemente va a matarme. O me condene al infierno. Por el momento, sin embargo, no me importa. Todos a mi alrededor han llegado a donde están hoy no por pensar en otras personas, sino pensando en ellos mismos. Poniendo sus intereses primero. Tal vez es hora de empezar. Estar con Nora se siente bien. ¿No es suficiente razón? El silencio es cómodo y familiar mientras manejamos a la compañía de renta de autos, cambiamos de auto y regresamos a la cabaña. Nos las arreglamos matando la mayor parte del tiempo conduciendo, pero fue agradable. Nora gira en Honeysuckle Drive. Mientras pasamos la casa de mi madre, aprieto mis dientes, al recordar que su vida está prácticamente en mis manos. Su vida como la conoce, al menos. Suspiro. Que se joda. Ella no merece mi ayuda. Pero tan pronto como tengo ese pensamiento, pienso en algo más. No importa que tan perra sea, no quiero darle el poder de hacerme ser alguien que no soy. Y no soy un imbécil. Nora me da una mirada. —¿Sabes qué he decidido recientemente? Sacudo mi cabeza. Por supuesto que no.

Que cosa tan extraña por decir. Es casi como si pudiera leer mis

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—He decidido que no puedo evitar cómo me trata la gente. Lo único que puedo hacer es hacerme cargo de mi misma… y no permitir que sus acciones me hagan sentir menos. Sin importar qué pase, voy a ser yo misma. No pueden quitarme eso.

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Nora mira al frente mientras habla.

pensamientos. —Eso es muy sabio. —Asiento—. Pero es más fácil en teoría que en la práctica. Nora detiene el auto fuera de la cabaña. —Lo sé. Créeme. ¿Quieres verme practicar? Perplejo, comienzo a preguntar de qué está hablando, pero me doy cuenta de que otro auto está en la entrada, un pulcro Mercedes negro. Volteando, veo a Maxwell Greene sentado en el porche, esperándonos, vestido en un caro traje y mocasines brillantes. Se ve tan fuera de lugar en ese porche, como nadie que haya visto. Y por su expresión, él no quiere estar aquí tampoco. Puedo ver por la forma en la que me mira que no me aprueba. Para nada. Aprieto la mandíbula. Que se joda. No necesito la aprobación de nadie. Salgo del auto y tomo mis muletas mientras Nora lo saluda. —Hola papá —llama con entusiasmo, pero la sonrisa en su rostro es forzada. Me pregunto por qué lo odia tanto. Porque es claro para mí que lo hace. Su padre frunce el ceño. —¿Qué estás haciendo aquí Nora? Él ni siquiera se molesta en saludarla, como si no fuese lo suficientemente importante para desperdiciar su aliento.

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—Como sabes, Brand fue lesionado cuando estaba salvando mi vida. —Ella hace énfasis en esas palabras—. Estoy aquí para ayudarlo mientras se recupera. Es lo menos que puedo hacer.

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Nora se encoje pero lo cubre rápido.

Mientras el padre de Nora pone sus ojos en blanco, recuerdo el día del accidente, como di un vistazo atrás de mí y lo vi con su esposa, hablándole a los paramédicos. La madre de Nora estaba ansiosa e histérica, mientras que Maxwell estaba tan frío como podía estar. Casi como si no le preocupara. ¿Qué clase de padre hace eso? Extiendo mi mano. —No creo que nos hayamos conocido oficialmente. Brand Killien. Maxwell se queda viendo mi mano por un minuto, casi con desagrado, antes de tomarla forzadamente. —Maxwell Greene —contesta ásperamente. Él mira inmediatamente a Nora. —Es hora de regresar a casa. Se supone debes estar relajándote este verano, preparándote para el otoño. Y William está en nuestra casa. Está esperando para hablar contigo. Nora palidece instantáneamente. El horror en su cara es obvio y muy, muy revelador. Ella abre la boca, después la cierra. Yo doy un paso al frente. —No es mi intención entrometerme, pero Nora prometió que me llevaría a fisioterapia esta tarde. Su padre vagamente dirige su mirada hacia mí. —Bueno, imagino que tendrás que tener a alguien más para que lo haga. Nora, te veré en casa. De nada por haber salvado la vida de tu hija, imbécil.

Asiento. Se fuerte Nora. No lo dejes controlarte.

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Nora está congelada, pero entonces voltea a verme.

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Él comienza a caminar hacia su auto.

Ella mira mis ojos, buscando algo, algo que no puedo nombrar. Ella debió encontrarlo, porque endereza sus hombros y da un paso al frente. —En realidad, papá, no puedo ir a casa justo ahora. Tengo una obligación aquí. Di mi palabra, y necesito mantenerla. ¿No fue así cómo me criaste? Su voz comienza a salir temblorosa, pero termina firme. Maxwell detiene sus pasos y se gira lentamente. Puedo ver el desagrado en su rostro, ante la idea de que su hija se atrevió a desafiarlo. Hay una frialdad en sus ojos que es familiar para mí. Solía verla en mi propio padre. Él da un paso al frente y yo me muevo ligeramente frente a Nora. Miro fijamente su rostro. Si la quieres, tendrás que pasar por encima de mí, imbécil. Humor llena sus ojos. —¿Vas a hacer algo, cojo? —pregunta Maxwell, su voz es calmada y pareja. Sonrío ante esto. Podría acabar con este hombre con dos piernas cojas y una mano atada a mi espalda. Pero no digo eso. No necesito hacerlo. Él lo sabe. Me paro firme en el suelo, porque las acciones dicen más que las palabras. Maxwell se queda mirando a su hija, su mirada inflexible. Finalmente, se gira. —Discutiremos esto más tarde, Nora. Tu madre está organizando una cena para el viernes. Estarás ahí.

Me giro y me quedo viendo su cara. Ella sigue pálida, temblorosa.

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Escucho a Nora soltar el aliento detrás de mí.

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Sin darnos una última mirada sube a su auto y se va.

—¿Estás bien? Ella asiente. —Si. Gracias por… gracias. Asiento. —No me gustan los abusadores. —A mí tampoco —murmura. Ella se estira en sus dedos de los pies para agarrar la llave de la cabaña y abre la puerta. Mientras entramos, ella se gira hacia mí. —Creo que tengo que ir a la cena de mi madre. ¿Irías conmigo? Su voz es forzada, sus ojos vacíos. Inmediatamente acepto. —Por supuesto. —Gracias. Voy a… tomar una ducha. ¿Estarás bien aquí por el momento? —Por supuesto. La observo alejarse, su espalda rígida, sus manos apretadas en puños a los costados. Ella está en la ducha por un buen rato. El terapeuta viene y hace sus treinta minutos de fisioterapia conmigo antes de que Nora finalmente emerja del baño, vaporosa y limpia. —¿Cómo fue la terapia? —pregunta con curiosidad mientras se sirve un poco de té en una taza china. Noto que sus brazos están rojos. Los talló con fuerza.

Nora se sienta en la silla a mi lado en la ventana.

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—Está bien. Se lo que va a venir. No es mi primer rodeo.

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Me encojo de hombros.

—¿Tu pierna realmente fue destrozada antes? —Bastante. Creo que tengo más metal y tornillos que hueso en ella. Pero está bien. Puedo caminar, que es más de lo que algunos hombres pueden hacer. Sin querer, pienso en Mad Dog, mi antiguo colega y amigo, cuyas piernas fueron arrancadas de su cuerpo justo frente a mí. Él no había sobrevivido. —Esta cena. —Cambio el tema—. ¿Por qué es? Nora se encoje de hombros. —No lo sé. Mi padre hace que mi mamá organice cenas para sus socios de negocios. Es difícil decir quién va a estar ahí o para qué es. La miro con detenimiento. —¿William estará ahí? Nora se tensa, sus manos apretando fuertemente su taza china. —Probablemente. No respondo, a pesar de que estoy más que seguro de que debo ir con ella a esa cena. Un momento después, Nora habla: —Lo que dijo mi padre… acerca de ti estando cojo… no lo escuches. Eres asombroso. Tu dedo meñique es más hombre de lo que mi padre algún día será. Tengo que sonreír ante eso. —Está bien. Usualmente no permito que imbéciles influyan en la forma en la que me veo a mi mismo.

Ladeo la cabeza, estudiándola en la tenue luz del sol.

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—Bien. Porque a veces me preocupa que no te veas en la forma en la que yo te veo.

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Ella asiente.

—¿Y cómo es eso? Ella pone los ojos en blanco. —¿Buscando cumplidos? Sacudo mí cabeza. —Nop. Solo intentando entender tu perspectiva. —Eres fuerte —dice firmemente—. Y valiente y honorable y bueno. Nunca he conocido a nadie como tú. Y dudo que vaya a hacerlo. Su apreciación me quita el aliento. La reverencia en su voz me toma por sorpresa. Ella me ve con adoración y sé que no lo merezco. Comienzo a sacudir mi cabeza, pero ella ya está sacudiendo la suya, —No te molestes —me dice firmemente—. Sé lo que sé. Como sea. Tomo su mano y la sostengo, mi áspero pulgar acariciando el de ella. —Nora, dudo que pueda alcanzar la fantasía que has creado en tu cabeza. De mí, quiero decir. Solo soy un hombre. Hago lo mejor que puedo, pero… Ella me mira, clavándome con su mirada azul. —Ni siquiera lo intentes —me dice suavemente—. No funcionará. Te veo por lo que eres, Brand. Solo desearía que tú también pudieras verlo. Ella se pone de pie y se estira, después toma su taza y la lleva a la cocina.

Se desviste a propósito, quitándose cada prenda lenta y cuidadosamente, sus ojos fijos en los míos todo el tiempo.

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Ella se gira y camina hacia la habitación y sin otra palabra, la sigo.

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—Voy a ir a la cama temprano —me dice intencionalmente, viéndome con enfoque de laser—. ¿Quieres acompañarme?

Mi polla se para en atención cuando sus senos saltan fuera de su sujetador. —Ven aquí —le digo. Obedientemente, ella camina justo hacia mí, su cremosa piel caliente bajo de mis dedos. Hundiendo mi cabeza, tomo uno de sus pezones de fresa en mi boca. Ella lanza su cabeza hacia atrás y entierra sus dedos en mi cabello. —Realmente sabes como la miel —le digo. Ella sonríe. —¿Sigues hambriento? —pregunta lobunamente. Asiento.

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—Siempre.

Capítulo 14 Nora Traducido y Corregido por Lizzie Wasserstein

D

espués de que Brand me hace el amor por tercera vez en el día, se queda dormido en mis brazos.

Lo observo dormir durante más tiempo, viendo el modo en que su rostro está tan pacifico, la forma en que está vulnerable de una manera que nunca lo está cuando está despierto. Desearía que pudiera quedarme así para siempre con él. Segura. Trago ante la idea. Sí solamente. Pero recuerdo la mirada en el rostro de mi padre antes de esta noche. Habrá un infierno por pagar por ese simple acto de desafío. Miro el rostro dormido de Brand. Pero eso valió la pena. Me quedo dormida envuelta en sus cálidos brazos.

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Cuando me despierto a la mañana siguiente, me doy cuenta de que fue la primera noche en meses que no tuve una pesadilla.

Capítulo 15 Brand Traducido por veroonoel (SOS) Corregido por Lizzie Wasserstein

C

ada día pasa tranquilamente, cada noche igual de tranquila. Nora duerme en mi cama, acurrucada a mi lado. Cada mañana, me besa al despertar, su cabello

cayendo en mi rostro. Hoy, después del desayuno, me atrevo a salir mientras trabaja desde su laptop en la mesa. Me dirijo al mirador que se encuentra junto a la playa. Dejándome caer en un banco, miro el lago. Más específicamente, miro la gran boya flotando a noventa metros. La campana suena con la brisa, mientras que el musgo que cubre la boya se inclina hacia adelante y atrás con las olas. Un escalofrío me recorre. Mientras la miro, ni siquiera veo nada. En su lugar, en mi cabeza, soy un niño de nuevo. Y todavía oigo el repiqueteo de la maldita campana. Miro el reloj. Tres de la mañana. Solo una persona vendría por mí a las tres de la mañana.

Aprieto mis dientes, flexionando mi mandíbula.

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Mis manos se aprietan en las sábanas, formando un puño… un puño que sé que no usaré. Tengo solo doce años y pesa 45 kilos más que yo.

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Trago saliva, el sabor ácido de la bilis subiendo por mi garganta. No bajará, así que trago saliva con más fuerza, y los pasos se acercan.

La puerta de mi habitación se abre. Su sombra llena mi puerta, cayendo al suelo. En la oscuridad, su sombra se asemeja al monstruo que es. —Sal de aquí —gruñe. Me obligo a sucumbir al entumecimiento mientras salgo de mi cama. Es la única manera en la que sobrevivo a… esto… mi vida. Toma mi brazo, arrastrándome por el pasillo. Cada otra puerta sigue cerrada, estrecha y oscura. Como siempre, nadie vendrá a mi rescate. Estoy solo. Estoy acostumbrado a ello. Un pie tras otro, hago la larga caminata. Cuando el aire frío golpea mi rostro, ni siquiera me inmuto. Mis pies descalzos queman en la nieve. Todavía no reacciono. Todo lo que hago… todo lo que puedo hacer… es prepararme para el dolor. Viene rápidamente. Mi padre me golpea con fuerza con el reverso de la mano, lo suficientemente fuerte para que salgo volando a la arena congelada y saboreo la sangre. —Levántate —gruñe mi padre con alcohol en su aliento. Ha estado en el bar, de nuevo. Es siempre que llega a casa borracho cuando me arrastra hacia afuera. Me tambaleo en mis pies, y el mundo gira a mí alrededor. Veo dos imágenes de mi padre, antes de parpadear y se mezclan en uno de nuevo. —Nada y toca la campana —exige.

El rostro de mi padre se contorsiona.

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—El lago está casi congelado —le digo—. No puedo.

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Sacudo mi cabeza.

—Eres un pequeño cobarde de mierda —gruñe, golpeando el costado de mi cabeza. Agarro mi oreja con mi mano y siento la sangre mientras se escurre por mi cuello. Está cálida. —Es tu culpa que esté muerta —me dice, sus palabras tan claras como el lago congelado—. Y deberías haber sido tú. Me golpea de nuevo, y esta vez, no me levanto. —Un penique por tus pensamientos —me dice Nora suavemente, viniendo por detrás de mí. Pone su mano sobre mi hombro y levanto la mirada, tratando de alejar los viejos recuerdos. —No valen ni un penique —le digo. Y lo digo en serio. Me mira con curiosidad, luego mira hacia la boya. —¿Pensando en el testamento de tu papá? No. —Sí —miento. Muerde su labio mientras mira a la distancia. —¿Has decidido si lo harás? Ni siquiera he pensado en ello. —Probablemente lo haré —le digo—. Mi mamá no fue la mejor madre, pero incluso ella merece algo por permanecer casada con mi padre por tanto tiempo. Nora me mira. —¿Pero tú te mereces ser quien se lo dé? Me encojo de hombros. —Solo voy a nadar. No es la gran cosa.

Asiento.

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—Pero odias nadar.

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Me mira dubitativa.

—Sí. Pero no me matará. Nora no puede ver cómo se humedecen mis palmas ante la idea. Porque maldita sea, Brand. Deja de ser un marica. Nora me sonríe. —El conductor de UPS2 estuvo aquí. Tienes algo de Gabe. Mi esmoquin. Había llamado y le había pedido a Maddy, la esposa de Gabbe, que lo enviara. Tenían una llave de mi casa. —Ah —le digo—. Bien. Es viernes y necesito algo que usar. El rostro de Nora se nubla al instante y me arrepiento de mencionarlo. Pero es viernes. Tiene que enfrentarlo en algún momento, porque la cena es esta noche. —Estoy seguro que tu papá estará muy feliz de verme —le digo graciosamente. Se ríe con eso. —Estoy segura —acuerda con una sonrisa—. No te sorprendas si te abraza. —Con su puño. —Asiento. Se ríe de nuevo. —No tendría las pelotas —me dice. Probablemente tiene razón. Pude ver el miedo escondido en su cuidada expresión el otro día. Nos levantamos y caminamos hacia la casa, y cuando cruzamos el umbral de la sala de estar, no puedo evitar mirar a la maldita caja de madera que mi papá dejó para mí. Burlandose de mí. Nora sigue mi mirada.

—¿Quieres saber?

2

UPS: Servicio de Paqueteria en Estados Unidos.

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—No lo sé —le digo honestamente—. No me lo puedo imaginar.

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—¿Qué crees que hay dentro? —pregunta.

—Tampoco quiero eso. —Soy honesto de nuevo—. Parte de mí tiene curiosidad. Parte de mí solo quiere quemarla sin mirar. Realmente no me importa lo que tenga que decirme. Nora se detiene en seco y está perfectamente quieta mientras me observa. —¿Qué te hizo? —pregunta en voz baja. Sacudo mi cabeza. —No vale la pena hablar de ello. Él se ha ido. Y se llevó su odiosidad con él. Nora da un paso, pone su mano en mi pecho, ligera como una pluma, directamente sobre mi corazón. —No se lo llevó todo —observa—. Parte de él vive aquí. —Le da un golpecito a mi corazón—. Puso esas cicatrices allí, Brand. De alguna manera. Tú tienes que encontrar la manera de sacar esas cicatrices de ahí. —He oído que el aceite de vitamina E funciona —le digo con soltura, sin reconocer lo que dijo. Pone sus ojos en blanco. —Hablo en serio. Trata con ello y déjalo ir, Brand. Sea lo que sea que te hizo, nunca podrá hacerlo de nuevo. Porque se ha ido. —Se ha ido —acuerdo—. Pero mi hermana también. ¿Por qué dije eso? Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas. La cabeza de Nora se levanta. —¿Tienes una hermana? Abrí esta caja de Pandora. Con un suspiro, trato de cerrarla de nuevo.

—¿Cómo murió? —pregunta en voz baja, sin apartar los ojos de mí.

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Trato de pasar al lado de Nora, pero agarra mi brazo y me mira, sus ojos azules tan pero tan serios, y tan jodidamente perceptivos.

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—Tenía. Murió hace mucho tiempo.

Trago saliva. —Se ahogó. En el lago. —Oh Dios mío —respira Nora—. ¿Viste cuando sucedió? ¿Por eso no te gusta nadar? Aparto la mirada, hacia el agua, el cielo, la playa. Mientras lo hago, no puedo evitar recordar aquella noche. —Estaba durmiendo cuando sucedió —le digo inexpresivamente—. Mi hermana solía ser sonámbula. Pusieron un candado en la puerta de su habitación desde afuera, para encerrarla así no podía hacerse daño en las escaleras. Pero esa noche, mi padre se olvidó de encerrarla cuando la metió allí antes de ir al bar. Nora me mira con horror. —No sé qué decir —dice finalmente—. Eso es horrible. ¿Por qué quiere que toques la campana? Sacudo mi cabeza y odio decir las palabras. Pero las digo de todas maneras, porque son la verdad. —Porque a veces, las personas no pueden culparse a sí mismas incluso cuando saben que son las culpables. Solo tienen que centrar su ira en alguien más, para hacerlo soportable. Nora me mira con confusión. —No lo entiendo. ¿Te culpó a ti? ¿Cómo en el mundo podría haber sido tu culpa?

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—Mi padre estaba bajo el supuesto de que yo debería haberla escuchado salir de su habitación en el medio de la noche porque mi habitación estaba al otro lado del pasillo. Pensaba que yo la había escuchado y solo elegí no seguirla. Ves, en ese entonces, cuando era pequeño, tenía miedo de nadar en el lago. No tenía miedo de nada más…

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Trago saliva otra y otra vez, tratando de deshacer el nudo en mi garganta. El maldito nudo que se forma cada vez que pienso en Allison.

no tenía miedo de las serpientes o las arañas o las alturas. Pero tenía miedo del lago. No sé por qué. Dejo de hablar y miro por la ventana. En mi cabeza, estoy en esa noche. Y es negra y terrible. »Pensaba que estaba mintiendo sobre no escucharla levantarse. Pensaba que era un gran cobarde de mierda por no seguirla al lago y salvarla. Nunca supe que decir las palabras de odio en voz alta sería tan doloroso, tan parecido a un bisturí en mi garganta. Nora sacude su cabeza lentamente, con evidente incredulidad. —No. No hay forma que creyera eso de verdad. Seguramente no… Me encojo de hombros, tratando de parecer despreocupado, como si aún no doliera después de tantos años. —Lo creía. Y convenció a mi madre de eso también. Ambos me odiaron después de eso. —¿Cuántos años tenía tu hermana? —susurra Nora. —Cuatro —respondo. —¿Y tú? —Tenía seis. Me mira, sus ojos azules inflexibles. —Tenías seis años. Incluso si la hubieras escuchado, y estoy segura de que no lo hiciste, ¿cómo podrías haberla salvado? Eras demasiado pequeño.

Nora sonríe tristemente. —No tengo ninguna duda de que lo hubieras hecho.

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—Nora, te lo aseguro. Si la hubiera escuchado salir de su cama y salir afuera, la hubiera salvado.

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Me encuentro con su mirada sin pestañear.

Estamos de pie por un largo rato, y el aire es pesado a nuestro alrededor con el peso de nuestra conversación. —No puedo creer que te conté todo esto —admito finalmente—. Nunca se lo he contado a nadie antes. Me mira, sus ojos suaves. —¿Ni siquiera a Gabe? Sacudo mi cabeza. —No. Gabe y Jacey estuvieron aquí solo en los veranos. Nunca vieron a mi hermana, así que ni siquiera saben que existió. Vieron los golpes que mi padre me daba cuando era un niño, pero nunca supieron por qué. —¿Nadie intentó alejarte de tus padres? —pregunta Nora suavemente, sus ojos evaluándome, rastrillándome, buscando mis secretos. Sacudo mi cabeza. —Nunca le dije a nadie. Gabe sabía, hasta cierto punto, pero le hice jurar que no hablaría. Supongo que los niños siempre son leales a sus padres, sin importar qué. Pero él y Jacey hicieron lo posible para ayudarme. Me mantenían con sus abuelos casi todo el verano, cada verano. Pero los inviernos eran interminables. —¿Por qué quiere que toques la campana? —pregunta Nora, su voz llena de temor. Miro por la ventana.

—No sientas pena por mí —le digo firmemente—. Porque lo que no sabe es que dejé de tenerle miedo al agua en el momento que tuve diez años. Pero seguía negándome por principios… y obstinación. Decidí que

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Nora aspira una bocanada de aire mientras me mira con simpatía.

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—Porque esa solía ser cosa suya. Pensaba que no salvé a mi hermana a propósito porque tenía miedo de nadar. Así que volvía a casa del bar y me arrastraba a la playa, donde intentaba hacerme nadar y tocar la campana. Lo enfurecía cuando no lo hacía. Me golpeaba sin sentido y yo aun así no lo hacía.

podía golpearme, pero no hacerme pagar por algo que no hice. Era mi manera de enfrentarme a él. Los labios de Nora se parten en una leve sonrisa. —Entonces es por eso que puedes nadar, pero no lo haces. Asiento, de manera cortante, una vez. —Y ahora está tratando de intimidarte a nadar. —Se da cuenta—. Una última vez. Asiento de nuevo. Pero Nora está confundida de nuevo. —Aunque no lo entiendo —dice—. Dijiste que tu mamá te ha odiado desde entonces. ¿Por qué pensaría tu padre que usarla como influencia funcionaría? Aparto la mirada de ella. —Porque una de las cosas que solía decirme era que era débil. Que era demasiado leal, que debería ser más frío. Como él. Nora me mira, horrorizada. —¿Te culpaba por ser un buen ser humano? Me encojo de hombros. —Supongo. Veía la bondad como una debilidad. Y siempre me llamaba débil. Supongo que quiere que demuestre, de una vez por todas, que soy débil, o que demuestre que puedo ser un bastardo de corazón frío como él.

Asiento.

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—¿Tu pierna está bien? —pregunta rápidamente.

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Sin decir otra palabra, Nora se tira a mis brazos con la suficiente fuerza para tirarme hacia atrás. Nos caemos en la silla detrás de nosotros y aterriza en mi regazo.

—Sí. No te preocupes. —Mi rodilla está palpitando, pero no me importa. No importa. Me mira a los ojos. —No eres débil, Brand. Ser bondadoso no es una debilidad. Eres la cosa más lejana de débil que he visto en mi vida. No respondo. Pone su cabeza en mi pecho, quedándose quieta. Después de un rato, habla sin moverse. —Puedo oír tu corazón. No digo nada. —Tienes el corazón más fuerte de cualquier persona que he conocido. Aún no digo nada, aunque ese maldito nudo se forma en mi garganta de nuevo. Al poco tiempo, Nora levanta su cabeza. —No te pongas en peligro por él —me dice, sus ojos azules mirando los míos—. No sé cuál es su juego. Pero no dejes que te ponga en peligro. Haz lo que sea mejor para ti. Haz lo que sea cómodo para ti. Ni más, ni menos. Me mira ferozmente por un minuto antes de besarme, duro, con pasión. La beso, tirando de ella hacia mí, mis brazos envueltos alrededor de ella.

Eso solo me molesta más.

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Porque su padre es igual de jodido a su manera como lo era el mío.

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Lo entiende. Es la primera persona que realmente “entiende” mi situación y lo jodido que era mi padre. Pero la parte triste es que lo entiende a través de su propia experiencia.

Pero ahora, en vez de estar enojado con un hombre muerto, estoy enojado con una persona viva, por una situación que realmente puedo cambiar.

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El papá de Nora no le va a hacer daño otra vez.

Capítulo 16 Nora Traducido por âmenoire90 y Jane Corregido por Lizzie Wasserstein

M

e pongo mis aretes, pequeños pendientes de diamantes que brillan en los lóbulos de mis orejas. Con un suspiro, miro mi reflejo.

Mi cabello está recogido en un elegante moño, estoy usando maquillaje y tengo puesto un pequeño vestido de noche negro. Con un profundo suspiro, miro el reloj. Debemos irnos pronto. Temo y quiero acabar con esto de una vez. Me rocío un poco de perfume y me aventuro fuera de mi habitación para encontrar a Brand. Lo que encuentro me quita el aliento. Brand está inclinando contra las ventanas, esperando por mí, vestido en un perfectamente ajustado esmoquin negro. Mi respiración se atora en mi lengua mientras me paro en seco y miro sin vergüenza.

—¿Ves algo que te gusta?

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Es delgado, es fuerte, está bronceado, es rubio. Sus ojos azules se encuentran con los míos y sonríe.

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Dulce María. Pensé que no había nada más sexy en el planeta que Brand Killien. Me equivoqué. Brand Killien en un maldito esmoquin es increíble.

Arrg. Mis rodillas literalmente se sienten débiles mientras cruzo la habitación y lo beso suavemente en los labios. Huele como el bosque. Y el hombre. Y el cielo. —Tal vez —respondo con una sonrisa—. ¿Tienes planes para esta noche? Porque tengo esta cosa... Se encoge de hombros. —Podría hacerme disponible. Quiero decir, estoy vestido para eso y todo. Sí, ciertamente lo está. Lo miro de nuevo, a la forma en que su camisa y chaqueta se ajustan perfectamente a sus músculos, la forma en que sus pantalones abrazan sus delgadas caderas. Siento las mariposas revoloteando en mi vientre de nuevo, la adrenalina corre, corre, corriendo por mis venas. Es mío. Por esta noche. Por el verano. Echo un vistazo. —¿Dónde está tu rodillera? Brand sacude su cabeza. —Está allí. Bajo mis pantalones.

Suspiro y siento mis hombros inclinarse.

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—Cálmate, Tigre. Por mucho que desees distraerme, tenemos que terminar con esta cena.

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—¿Qué más tienes ahí debajo? —ronroneo, mi mano corriendo sobre su amplio pecho. Brand atrapa mi mano eficientemente y la detiene con la suya.

—Bien. Entonces lo posponemos para otra ocasión. El labio de Brand se tuerce. —¿Nos vamos? Asiento. Brand da un paso y me paro en seco. —¿Dónde están sus muletas? —No las estoy usando esta noche, doctor. Tengo puesta la rodillera. El médico me dijo que podía soportar peso mientras lo tolerara. Estaré bien. Lo miro. Me mira de vuelta. —Eres terco. —Suspiro. Él sonríe. Cojea, pero camina hacia el auto sin ayuda. Después de que estamos en el auto con los cinturones puestos, me dirijo hacia él. —Si mi padre es grosero contigo, nos iremos Brand pone sus ojos en blanco. —No, no lo haremos. Haremos lo que sea que necesitas ir a hacer. No me importa si tu padre es grosero. Confía en mí, puedo soportarlo. Su voz me tranquiliza. Su presencia me tranquiliza. Su sonrisa me tranquiliza. Todo en él es calmante, como un tónico y asiento. —Está bien. El trayecto no toma mucho tiempo, por supuesto y aunque me hubiera gustado quedarme en el auto en el camino de entrada, no podemos.

No.

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—¿Lista?

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Brand me mira.

—Sip. Mi madre abre la puerta antes de que incluso lleguemos a ella, tirando de mí en un abrazo. Se ve hermosa, por supuesto. —Ma belle fille —canta, besando mis mejillas—. Te he extrañado. Me tira dentro de la casa en una nube de Chanel No. 5. Mira por encima del hombro. —Y tú —se dirige a Brand—. Gracias por todo lo que hiciste por Nora ese terrible día. —Mira hacia su pierna. —Siento mucho que fueras herido. Es terrible. ¿Puedo ofrecerles algo? Asiento. —Un agua estaría bien. Y un valium. Brand sacude su cabeza. —No, gracias, señora Greene. —Llámame Camille —instruye mi madre. Nos guía hacia la sala comedor formal que está empapada con gardenias y rosas y velas encendidas por todas partes. En la larga mesa fácilmente se sientan veinte personas, aunque solo dos se encuentran actualmente en ella. Mi padre y mi hermano, Nate. William no está a la vista, gracias a Dios. Mi padre apenas nos dirige una mirada, ni siquiera deja de hablar con mi hermano. Pero el rostro de Nate se enciende y se sale de su silla, cruzando la habitación para envolverme en un abrazo.

—Este era un asunto de familia, Nora —me reprende—. No te dije que trajeras a alguien.

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Pero entonces mi padre se entromete.

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Le presento a Brand y se dan la mano y todo parece bien.

Mi madre irrumpe, poniendo una elegante mano en su brazo. —Maxwell, no seas grosero. Después de todo lo que Brand hizo por nosotros, deberías ser agradable. Sí, Maxwell, se agradable. Si las miradas pudieran matar, estaría asesinando a mi padre en este momento. ¿Cómo se llama eso? ¿Parricidio? Sí. Eso. Mi padre mira a mi madre y ella finge ignorarlo. Brand toma todo con calma... la rudeza de mi padre, mi obviamente muy disfuncional familia. —Siento entrometerme —dice suavemente, estrechando la mano de mi padre—. Nora no estaba segura de lo grande que esta reunión iba a ser y me pidió que la acompañara. No puedo decirle que no a ella. Por supuesto que no, no puede. Recuerdo nuestro día en el lago y sonrío por dentro. Podrá ser terco, pero yo lo soy también. Mi padre bufa. —Esfuérzate más. Oh Dios mío. Antes de que pueda hacer una réplica, regresa a su silla, señalándole a Nate para que se una a él. Nate me parpadea una mirada de lo siento, pero ¿qué puedo hacer?, antes de unirse a él. Personalmente quiero perseguir a Maxwell Greene y darle un puñetazo en la cara. Eso es lo que puedo hacer. Pero no lo hago. En lugar de ello, me dirijo a mi madre.

—Genial. —Sonrío, poniendo mi mano en el codo de Brand—. Voy a mostrarle a Brand tus jardines.

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Asiente.

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—¿Tenemos un par de minutos antes de la cena?

Ella sonríe, agradecida de que estoy distrayendo a nuestro invitado de la rudeza de mi padre. Una vez más, me pregunto por qué lo soporta. Aparte del hecho de que está a miles de kilómetros de su patria y mi padre controla todo el dinero. Dirijo a Brand fuera por las masivas puertas francesas y hacia la terraza con vistas a la playa. —Lo siento —le digo cuando estamos solos—. Tuve la sensación de que sería así. Brand se encoge de hombros. —Como te dije, está bien. No me importa lo que piensa tu padre de mí. He estado en la batalla, Nora. Las palabras no lastiman. Sonrío un poco, y sacudo la cabeza, agradecida por su comprensión incluso si no es cierto. Las palabras no duelen. Mi padre no merece respirar el mismo aire que Brand, mucho menos ser honrado con su presencia. Me muevo hacia los jardines por debajo de nosotros, la exuberante vegetación, las rosas. —El pasatiempo de mi madre —digo a modo de explicación—. Tenemos un jardinero que la ayuda, un querido hombre que ha estado con nosotros durante mucho tiempo, pero mi madre cuida de las rosas por ella misma. Es su escape, supongo. Su escape de su realidad con mi padre. Me estremezco. No me puedo imaginar estar casada con él. Brand mira hacia abajo, hacia todo eso. —Es hermoso. Como tú.

Debe haber notado mis manos temblorosas. Genial.

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—No sé lo que está pasando contigo y tu padre —me dice en voz baja—. Pero puedes con esto. Estoy aquí contigo y vas a estar bien.

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Se vuelve hacia mí, sus ojos encontrándose con los míos, su mano extendida sobre mi espalda.

Sonrío, poniendo cada gramo de coraje en eso, para engañar a Brand y que piense que soy valiente. Soy valiente. Soy jodidamente valiente. —Estoy bien —le aseguro—. Puedo con esto. Asiente. —Sé que lo haces. Y tu mamá nos está haciendo señas. ¿Nos vamos? Hacemos nuestro camino de regreso hacia el interior y nos sentamos en nuestros lugares. Estoy a la izquierda de mi padre, Nate está en su derecha. Mi mamá está al otro lado de la mesa junto a Brand. Siento que estamos separados por un océano y lo miro con impotencia. Me mira con intención. Puedes con esto. Tomo una respiración. Estoy realmente bien por los primeros veinte minutos de la cena. Mi madre está charlando en la mesa con Brand, mi padre centra su atención en Nate y yo me quedo empujando mi comida alrededor de mi plato, pero estoy muy feliz con eso. Mientras me deje en paz estoy feliz con eso. Hasta que William entra en la habitación. Siento como la temperatura cae veinte grados cuando entra y un escalofrío recorre mi espina dorsal. Dejo de masticar, dejo de respirar. —Siento llegar tarde, Camille —se disculpa William sin una sonrisa.

—Está bien —responde mi madre, su disgusto es evidente—. No me

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Es extraño. Lo he conocido toda mi vida, y mientras me inquietó a lo largo de mis años de adolescencia, nunca supe por qué. Nunca supe por qué debía temerle... hasta el año pasado.

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Agua helada fluye a través de mis venas al ver su cara.

respondiste, así que supuse que no ibas a venir. Deja que te arreglé un lugar. Se levanta con gracia y William rodea la mesa hacia mí. —Me sentaré junto a Nora —anuncia. Mi piel se eriza mientras se inclina y besa mi mejilla. No me toques, hijo de puta. Quiero quemarlo. Quiero correr fuera de la habitación, ir directamente a la cocina, agarrar algunos cerillos y prenderle fuego a mi rostro... todo para quemar sus huellas labiales. —Hola, querida —murmura mientras se sienta a mi lado—. Eres difícil de contactar. Estoy entumecida, congelada en mi asiento y todo lo que quiero hacer es saltar de mi silla. William descansa su brazo en el respaldo de mi asiento, sus dedos tocando ligeramente mi espalda. Como si fuera mi dueño. Como si tuviera el derecho. Al otro lado de la habitación, Brand me mira como un halcón, su mirada intensa, sus ojos congelados en los míos. ¿Estás bien? Tomo aliento. Sí. Asiento, sin apenas moverme. Me mira todavía, poco convencido, listo para venir en mi ayuda. Tiene razón. No estoy bien. No estoy bien. Pero tengo que fingir que lo estoy.

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Sigo comiendo, ignorando a mi padre y Nate y William. Sigo comiendo, sigo fingiendo que esto no está sucediendo, que no estoy en la misma mesa, respirando el mismo aire que el hombre que me violó hace pocos meses.

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Las apariencias lo son todo.

El hombre que me violó y luego mi padre, o bien no me creyó, o no le importó. Mis oídos rugen. —¿Nora? —Mi papá levanta la ceja. Puedo decir por su tono que no era la primera vez que decía mi nombre. —¿Sí? Mis mejillas se ruborizan. —William te pidió que fueras a navegar con él mañana. Le gustaría discutir el acuerdo de Chicago contigo. Respóndele, por favor. Levanto la mirada hacia William y lo encuentro observándome con ojos envejecidos. Las arrugas alrededor de su boca se tensan mientras espera mi respuesta. Mi estómago se retuerce. Voy a vomitar. Trago saliva. —Eres el experto en ese acuerdo —digo con cuidado—. No he comenzado oficialmente aún. William, deberías discutirlo con mi padre en este punto. Mi padre dispara dagas con su mirada, pero lo ignoro y bebo mi agua. Puedo hacer esto.

Miro sus ojos y son fríos, peligrosos. Está fingiendo ser comprensivo ahora. No durará. Cuando estoy a solas con él... cuando estoy a solas con

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—Prefiero discutirlo contigo —dice William, tomando un trago de whisky—. Eres más agradable que tu padre. Pero si mañana no te viene bien, lo haremos en otra ocasión.

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Brand me sigue mirando, todavía esperando para venir en mi ayuda. Pero no puede. Porque este es un asunto familiar. No hay nada que nadie pueda hacer.

él... cuando estoy sola. Se me corta la respiración y no puedo tomar otra. Estoy congelada. Mi madre viene en mi ayuda. —¿Nora, si has terminado, puedes venir a mi habitación? Tomaré un viaje a Francia en un mes o así y me gustaría que vieras algo. Agradecidamente, asiento. Sí. Gracias, Dios. William se levanta cuando lo hago, y presiona mi mano mientras me voy, su pulgar presionando en la almohadilla de mi palma. Duro. Una advertencia. No trates de huir de mí. Agradecida, voy detrás de mi madre por el pasillo y siento a William mirándome mientras me voy. No miro hacia atrás, en su lugar, me detengo, aturdida en el baño y friego mi mano donde él la tocó antes de unirme a mi madre en su habitación. En silencio, rezo para que Brand vaya a estar bien con las pirañas en el comedor. Mi madre saca varios artículos de su clóset y busca mi cara. —¿Estás bien? Asiento con la cabeza. —Por supuesto, ¿por qué no lo estaría?

Fuerzo una sonrisa.

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—¿Alguna vez me vas a decirme qué pasó? Sé que algo pasó.

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Porque ella no lo sabe. Porque nunca se lo diré. Es demasiado horrible. Demasiado humillante. Nadie puede saberlo nunca.

—Todo está bien. William es solo... William. Mi madre asiente, sin estar convencida. —Él es difícil —ella está de acuerdo—. Siempre lo ha sido. Él... ehm, estuvo ligeramente enamorado de mí cuando yo salía con tu padre, cuando vine por primera vez desde Francia. La miro en shock. —¿Ligeramente enamorado? ligeramente enamorado?

¿Cómo

puede

alguien

estar

Mi madre sonríe forzosamente. —Estaba enamorado de mí. Hizo algunos avances no deseados. Lo rechacé. Todavía estaba enamorada de tu padre, como ves. Sus palabras son tan elocuentes. Ella todavía estaba enamorada de mi padre entonces, a diferencia de ahora. —Si alguna vez te hace daño, debes decirme —instruye en voz baja—. No vayas a tu padre. Ven a mí. Sus ojos son de acero y decididos, una expresión que nunca he visto en ellos antes. Los miro, hipnotizada. —Y, ¿qué harías? —pregunto en voz baja, antes de poder evitarlo. —Haría lo que cualquier madre haría —dice con firmeza—. Me ocuparía de él. Sus palabras envían escalofríos a través de mi corazón, porque su cara me dice que lo dice en serio. Lo que solo refuerza más mi determinación de no decírselo. No puedo dejar que haga algo loco y se meta en problemas por mi culpa. que

me

gustaría

—No, está bien —le aseguro, cada palabra una mentira—. No me ha hecho daño. Mentiras.

167

de

Página

Niego con la cabeza, a pesar desesperadamente poder decirle todo.

Mi madre camina a su clóset y saca varios artículos nuevos de ropa. —Voy a ir a Francia en un mes o algo así, querida. ¿Te gustaría ir? Puedes alejarte de aquí. Un descanso. Se ve esperanzada mientras espera mi respuesta. Pero lo único en lo que puedo pensar es en Brand. Solo tengo un par de meses con él. No puedo desperdiciarlos yendo a Francia, por mucho que me encantaría irme de aquí. Permanentemente, en realidad. Niego con la cabeza. —En cualquier otro momento lo haría, maman —le digo—. Pero no puedo irme ahora mismo. Ella estudia mi cara. —Ya veo —dice en voz baja—. No puedes dejar a Brand Killien. No te culpo. Ella pone sus ropas en la cama y hace que me acerque a mirarlas. —Hay mucho que decir acerca de la fuerza y honor —me dice con firmeza, girándome para mirarme a la cara. Empuja hacia atrás un mechón de cabello—. El dinero no lo es todo. De hecho, conforme me he estado haciendo mayor, me he dado cuenta... el dinero no es nada. Niego con la cabeza y señalo al conjunto rosado. —Aquél. ¿Y de qué estás hablando? Sonríe, porque sabe muy bien que entiendo lo que dice. —Si amas a alguien, no dejes que el dinero o la falta de dinero, se interpongan en tu camino. Ser una buena persona es mucho más valioso. Lo es. Sé que lo es. Y esa es la razón por la que no puedo realmente estar con Brand. Él es demasiado bueno para mí.

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—Lo sé, maman. Pero, ¿por qué me estás diciendo estas cosas? Tu vida ha resultado bien, ¿no? —Decido seguir con el pretexto que ellos siempre han mantenido, y que he pretendido creer en la última década.

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Pero sonrío.

Aparta la mirada, y, por primera vez, no sonríe y habla efusivamente de mi padre. En cambio, simplemente dice: —Las cosas no siempre son lo que parecen, mi vida. Su voz, tan triste, me sobresalta. —¿Estás bien? —pregunto rápidamente. Ella sonríe. —Por supuesto. Voy a estarlo. —Mira la ropa de nuevo—. ¿Así que prefieres el rosa sobre el coral? —Cambia de tema y la dejo hacerlo. Debido a que las cosas no son siempre lo que parecen y ella no quiere hablar de ello. Eso está bien. Tiene sus secretos, sus sentimientos y su tristeza, y yo también. Así que sin duda entiendo la necesidad de fingir. Sonrío. —El rosa. Combina con tus ojos.

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Y así es como nos comportamos, casi siempre. Olvidamos los problemas, centrándonos en lo mundano. Es la forma en la que siempre hemos sobrevivido.

Capítulo 17 Brand Traducido por IvanaTG y Tanza Corregido por Lizzie Wasserstein

C

inco minutos después de que Nora se fue con su madre, Maxwell se me acerca. —Ven a tomar un whisky —me ordena. No es una petición.

Decido seguirle la corriente. Lo que tenga que decir podría ser interesante. Cojeo a la barra lateral en la que me sirve un whisky. Lo bajo de un trago, golpeando la copa sobre la barra, y regresando hacia mi asiento. —Gracias por la bebida. Él agarra mi codo. Me detengo y miro fijamente su mano y luego su rostro. Me suelta. Es un idiota, pero no es estúpido. —Deja sola a mi hija —dice sin rodeos—. Sé que te estás divirtiendo jugando a la casita, pero no eres lo que ella necesita. Solo retírate con gracia.

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—¿No soy lo que necesita?

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Me doy la vuelta, sus palabras tensionando mi espalda.

Maxwell sacude su cabeza. A mi izquierda, veo a Nate y William en mi periferia. Están tratando de fingir que no están escuchando, pero sé que lo hacen. —No tienes ni la más remota idea de lo que necesita —dice su padre fríamente—. No puedes posiblemente. Eres de otro mundo, Killien. Casi me rio. —Yo era exactamente lo que ella necesitaba la semana pasada cuando la saqué de los escombros de esa cafetería. Ya sabe, cuando se quedó parado afuera sin hacer nada para ayudar. Aprieta su mandíbula y veo una vena marcada en su frente. —Tiene veintitrés años. No sabe lo que necesita. Estás nublando su visión. Si realmente te preocuparas por ella, en lo más mínimo, entonces la dejarías en paz y dejaría que se centrara en lo que es importante. Una vez más, casi me rio. —Tiene veintitrés años. Es lo suficientemente mayor como para saber lo que necesita. Tal vez es usted el que debería dejarla sola y dejarla averiguarlo. Empiezo a caminar a mi silla de nuevo, pero sus siguientes palabras me detienen en frío. —Yo soy su dueño, Killien. Y nunca te dejaré estar con ella. Mejor que lo sepas ahora mismo. Sus palabras son como hielo y giran a mí alrededor, pero Nate salta de su silla y se apresura a calmar la situación.

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Miro el rostro de Maxwell Greene, a sus ojos sin emociones, a su boca firme. Es un hombre que no se preocupa por nadie más que por sí mismo. Instantáneamente me retracto de mis pensamientos anteriores sobre que cuidar de ti mismo es la cosa más inteligente para hacer. No quiero ser nunca como Maxwell Greene.

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—Lo siento, Brand. Mi padre está abrumado con el trabajo en este momento, bajo mucho estrés. Lo siento. Por favor... ven a sentarte conmigo y háblame de los Rangers. Debe haber sido malditamente fascinante.

Camino por delante de él sin decir nada más, siguiendo a Nate de regreso a la mesa. William se levanta para unirse a Maxwell en el bar, dejándonos a Nate y a mi solos. —¿Qué está pasando con esta familia? —pregunto sin rodeos—. ¿Nada importa excepto los negocios? Nate sonríe una sonrisa vacía. —Así que has entendido eso, ¿eh? Al igual que Nora, Nate tiene los ojos azules de su madre, pero en lugar de pelirrojo, su cabello es rubio y corto. Es alto y delgado, y a diferencia de Nora, siento una hambre ambiciosa en él. Con Nora, es como que es algo que la cansa. Está acostumbrada a tratar de complacer a su padre, pero no es algo que disfrute. Nate parece que no solo lo acepta, sino que prospera en ello. Asiento. —Sip. Es bastante evidente. Nate se ríe. —Bueno, ha sido perforado en nuestras cabezas desde que éramos bebés. Ser un Greene. Hacer lo que se tiene que hacer, y todo eso. La empresa ha pasado de generación en generación durante varios cientos de años. Nuestra familia llegó con Colón, ya sabes. Tenemos grandes zapatos para llenar. Echo un vistazo a Maxwell y a William. Están conversando en voz baja, en una intensa conversación. Probablemente discutiendo fusiones y adquisiciones y la forma de comerse a su competencia en el desayuno.

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—No debería haber dicho eso. Él solo quería decir... hay un contrato, los dos tenemos uno. Cuando terminamos la preparatoria, nos dieron un contrato para trabajar en Greene Corp a cambio de nuestra matrícula de la universidad y los fondos fiduciarios. No es gran cosa.

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—¿Qué quiso decir tú papá cuando dice que es dueño de Nora? —pregunto de repente. Era una cosa tan extraña para decir. Nate instantáneamente se ve incómodo.

¿No es gran cosa? —¿Tuviste que firmar un contrato por tú primogenitura? —Ni siquiera puedo bloquear la conmoción en mi voz. Tenía razón. Maxwell está tan jodido como mi padre lo estaba, igual de controlador. Nate asiente, perplejo. —No fue un gran problema, sobre todo porque sabíamos desde que éramos niños que trabajaríamos para Greene Corp. Es para lo que hemos nacido. Dejo caer el tema porque claramente Nate no ve lo jodido que es. En su lugar, abordo uno nuevo. Nate está dispuesto a dar información, así que bien podría empujar mi suerte por más. —¿Cuál es el asunto con William? Nate me mira. —¿Qué quieres decir? Asiento hacia William y Maxwell. —Parece muy... unido a Nora. Y muy... no lo sé. Nate se ríe. —Sí. Él es intenso. Siempre ha sido así. Y desde que recuerdo, Nora ha sido su favorita. Nunca se casó y tuvo hijos propios. Sip. La manera en que William había estado mirando a Nora no era paternal. Pero no señalo eso. Nate parece bastante inconsciente de ello, aunque no sé cómo.

—William es familia —responde lentamente—. Él es dueño de la mitad de la empresa porque es mi tío. El hermano de mi padre.

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Nate me mira con sorpresa, aunque no se molesta con mi contundente fisgoneo.

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—¿Pensé que Greene Corp era de ustedes y dirigido por su familia? —pregunto de repente—. ¿Cómo es que William parece tener un trabajo tan importante?

El mundo parece dejar de girar mientras lo miro, sorprendido, asqueado. ¿El tío de Nora? Siento la repentina necesidad de lanzarme de esta silla, encontrar a Nora, alzarla en brazos y llevarla lejos de esta jodida casa de locos. —¿Tu tío? Mis palabras son rígidas, forzadas, mientras trato de asimilarlo. Nora tiene miedo de su tío. Su tío está enviándole mensajes de texto amenazantes. Y la mirada que veo en los ojos de Nora... me aterra saber lo que le hizo. Pero lo sé. Lo sé. Nate asiente. —Sí. Nuestro tío. Nora y Camille eligen este momento para regresar, y Nora me encuentra inmediatamente, buscándome para salir. Le sonrío. Todo está bien, no te preocupes. Ella asiente a duras penas, sus hombros caídos con un poco de alivio. Está en una casa de tiburones y está preocupada por mí. Camina erguida pasando a todos los demás y pone su mano sobre mi hombro. —Estoy agotada —me dice—. ¿Estás listo para irnos? Al instante me empujo lejos de la mesa.

Todo el tiempo, puedo sentir las miradas de William y Maxwell entre mis omóplatos.

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Doy las gracias a Camille, y salgo.

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—Por supuesto.

Todo el tiempo, mi cabeza da vueltas. Su tío. Su jodido tío. Mientras estamos doblando la esquina, echo un vistazo de nuevo al comedor, y veo a William observando a Nora irse. Su mirada es embelesada y está enfocado solo en ella. Mi estómago se revuelve. —Me olvidé de algo —le digo a Nora—. Sigue adelante. Ahora vuelvo. Me mira, confundida, pero no digo una palabra más. En su lugar, simplemente camino de regreso al comedor, tratando muy, muy duro de no cojear. Camino directamente hasta el bar donde William está rellenando su copa. Me mira con sorpresa, y me inclino a hablar en su oreja, donde solo él me va a escuchar. —Si pones otra jodida mano en Nora, voy a aplastar todos tus dedos, luego los quebraré y te los daré de comer. ¿Entiendes? William hace su cabeza hacia atrás y me mira fijamente, sus ojos muy abiertos y llenos de culpa. —No sé qué te ha dicho —espeta rápidamente—. Pero está mintiendo. Niego con la cabeza lentamente, y miro sus ojos oscurecidos.

—Como dije —gruño suavemente—. Tócala otra vez, y no tendrás manos para tocar a nadie más. Y esa será la menor de tus preocupaciones.

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Su mano está agarrando el borde de la barra, así que cierro mi puño y lo apoyo en su mano, aplastándolo bajo mi peso. Nadie más en la habitación lo puede ver, excepto nosotros.

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—Ella no me dijo nada. Tú lo acabas de hacer.

Alejo mi puño de su mano y él me mira fijamente. —No tienes la más mínima idea de lo que acabas de hacer —espeta—. Tengo el poder para ser tú peor enemigo. Sonrío lentamente. —Hazlo. Salgo del comedor, con cuidado de no cojear. La última cosa que veo antes de doblar la esquina es la expresión de satisfacción en los ojos de Camille. Nora me está esperando al lado de su auto, afuera donde el aire huele como el lago y la brisa de la noche riza su cabello. Sus ojos son grandes en la oscuridad. —¿Qué olvidaste? Me encojo de hombros. Olvidé amenazar a tu tío. —Nada importante. ¿Lista para ir a casa? Casa. Donde vivimos juntos. Por ahora. Sus ojos se ensanchan ante la palabra y asiente inmediatamente y sin ninguna pregunta. —Sip. Ella conduce y la noche se desdibuja más allá de nosotros por la ventana. No menciono a su tío y ella tampoco.

—¿Estás bien? Ella sonríe, un pequeño pequeñísimo movimiento

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Finalmente, la miro.

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El silencio nos rodea, pero no es incómodo.

—-Síp. ¿Tú? —Por supuesto. Sonríe más ampliamente y estaciona en la entrada. —Déjame ir a buscar tus muletas. Has estado sin ellas toda la noche. Sé que tu rodilla te debe estar matando. Sacudo mi cabeza. —Está bien. Puedo caminar. Cojeo, pero puedo caminar sin ayuda en la casa. No soy un marica, maldita sea. Aunque no puedo negar la veta de dolor desde mi rodilla a mi tobillo. Que se joda Tan pronto como Nora entra en la habitación, empieza a quitarse la ropa. Primero sus zapatos, después su vestido, después su sujetador, y finalmente sus bragas. Cuando se para enfrente de mí, completamente desnuda, sonríe, la primera sonrisa real de la noche. —¿Listo para la cama? Sonrío —Siempre Nos tumbamos juntos en la cama y Nora presiona su cuerpo contra el mío, acurrucada contra mí, cálida y suave. Ella pasa sus dedos por mi pecho, sobre mis caderas, y acuna mis bolas. Cierro mis dedos alrededor de su mano. —No esta noche, cariño. Porque necesitas saber que eres más que una follada.

—No esta noche. Solo quiero estar aquí contigo. ¿Funciona eso para

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—¿Qué?

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Escucho su repentina inhalación.

ti? La empujo más cerca, hasta que sus labios están presionados en los míos, y nuestras lenguas están enredadas juntas. —Supongo —murmura—. Pero esperaba un poco más de esto. Ella acaricia mi polla. El traidor bastardo salta a la vida, pero lo ignoro. Pescado Frío. Pescado Frío. Pescado Frío. —No esta noche —le recuerdo—. No necesitamos hacer esto siempre, sabes. Porque ella es más que solo esto. Cualquier cosa que le haya pasado… tengo la sensación de que eso distorsionó su percepción de sí misma. Sus ojos se estrechan en la oscuridad. —Sé que no tenemos qué hacerlo —dice finalmente—. Solo que me gusta. Contigo. Después de esa aclaración, ella pone su cabeza en mi pecho y está en silencio por unos pocos minutos, hasta que finalmente, su voz es pequeña en la noche. —Gracias por ir conmigo esta noche. —De nada.

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Envuelvo mis brazos alrededor de ella y la sostengo hasta que caemos dormidos.

Capítulo 18 Nora Traducido y Corregido por Lizzie Wasserstein

É

l no me desea. Trago con fuerza, tratando de no moverme porque Brand cree que estoy durmiendo.

No debería haberlo llevado a cenar esta noche, porque ahora sabe lo que soy. No sé cómo, pero él lo sabe. Lo vi en sus ojos más temprano, y ahora no me desea. Llevo un puño a mi boca para evitar que los sonidos salgan. Quiero salir y gritar a la luna, pero no puedo. Estoy contaminada. Estoy usada. Soy indigna. Él lo sabe. Él lo sabe. Él lo sabe.

Tranquilamente trato de deslizarme fuera de la cama, pero el brazo de Brand me aprieta, tirando de mí aún más estrechamente cerca de él.

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Tengo que salir de aquí. Las paredes se están cerrando. Tengo que moverme.

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Sin querer, gimo. Brand se revuelve en su sueño, su pesado brazo esparcido alrededor de mi cintura.

Incluso si él sabe, él todavía está aquí. Él todavía quiere compartir esta cama conmigo. Él todavía quiere tocarme. Así que estoy aún más curiosa ahora. ¿Qué es exactamente lo que sabe? Espero, inhalando y exhalando profundamente, con calma. Después de unos minutos más, trato de moverme de nuevo. Esta vez, soy capaz de escabullirme. Cuando llego a la puerta, agarro una camisa de Brand y me la pongo en lugar de una bata. Las mangas caen más allá de mis manos, así que las doblo mientras agarro una botella de vino y la descorcho en la cocina. No me molesto con una copa. Simplemente tomo la botella y empiezo a caminar fuera, cuando mi teléfono vibra en la encimera. El pavor me llena, instantánea y completamente. ¿Quién será? ¿Mi padre o mi tío? Me obligo a mirar, solo para encontrar el nombre de William. Lo jodiste. Al igual que tu novio. Sorprendida, me quedo mirando las palabras. Al igual que tu novio. ¿Qué hizo Brand? Agarro mi teléfono y la botella de vino, y me dirijo afuera a tomar aire. Camino a la playa, dejándome caer en la arena, sin preocuparme por el hecho de que no tengo ropa interior puesta y la arena va a entrar en todo mi asunto. No importa.

Tomo otro.

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Las palabras en mi teléfono amenazan con quemar mi mano, así que dejo caer el desdichado teléfono y tomo un trago de vino. Directamente de la botella. Mi madre estaría muy orgullosa.

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Nada importa.

Luego otro. Entonces, cuando el líquido ha comenzado a hacer que el valor corra por mis venas, agarro el teléfono para responder. ¿Qué quieres decir? Ni siquiera tengo tiempo para poner el teléfono abajo antes de que haya una respuesta. Deberías haber sabido que no jodes conmigo. Escalofríos corren por mi columna vertebral. Yo no lo he jodido. Lo sé mejor que nadie. No puedo respirar. Está amenazando a Brand. Me quedo mirando las palabras de nuevo y ellas corren todas juntas y no puedo respirar. Así que en su lugar, bebo porque no sé qué más hacer. No voy a saber lo que piensa hacer hasta que William realmente lo haga, así que lo único que puedo hacer es esperar. Esperar a que pase lo que tenga que pasar. Me siento con la camisa de Brand en la arena, oliendo su aroma en mi piel y bebiendo vino mientras miro las estrellas. En poco tiempo, después de que la mayor parte de la botella se ha ido, mi nariz se adormece y mis dedos se enfrían. Me tomo el último trago de la botella, y luego la arrojo a un lado. No sé cuándo me duermo. Todo lo que sé es que la arena se siente siempre tan bien contra mi

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mejilla.

Capítulo 19 Brand Traducido por IvanaTG Corregido por Lizzie Wasserstein

M

e despierto solo en medio de la noche, aunque no toma mucho tiempo encontrar a Nora.

Había dejado la puerta abierta. Su auto está todavía en la entrada, así que paseo por la playa. Ahí es donde la encuentro desmayada en la arena. Está vistiendo la camisa del esmoquin y una botella vacía de vino se encuentra aproximadamente a medio metro de distancia de ella, puesta en el suelo. Ha tenido una noche dura. Obviamente. Ignoro las punzadas en mi pierna y me inclino, alzándola en brazos y llevándola de regreso a la casa. Cada paso es una tortura con el peso añadido en mi rodilla, pero no hay manera de que la deje afuera. Se acurruca en mi pecho sin despertar, y encuentro que uno de los lados de su rostro está cubierto de arena. Como están sus brazos y piernas.

Despierta de un sobresalto, sus manos volando automáticamente para proteger su rostro.

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No se mueve hasta que estoy limpiando su rostro con una toalla.

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Con un suspiro, la llevo al cuarto de baño. Me agacho, la acuesto en la bañera, y quito el rociador de mano antes de abrir el agua. Dejo que se caliente en el lavabo, antes de levantarlo y enjuagar sus piernas, sus pies, sus brazos.

—¡No! —protesta violentamente, sus ojos vidriosos, atacándome, apretando sus manos en puños, golpes lloviendo sobre mi pecho. —Soy solamente yo. —Agarro sus manos, conteniéndola—. Shhh. Está bien. Soy solo yo. Ella se sacude por solo un instante más antes de que sus ojos registren quién soy y respire mi nombre. —Brand. No se pregunta por qué está desnuda en la bañera o por qué la estoy bañando. No dice nada, en realidad. Solamente me permite lavar la suciedad. Cuando he terminado, le pido que se levante y lo hace obedientemente. La seco. Está tan ebria, solo se cierne sobre el borde de su conciencia. Sé que en el segundo que esté en la cama, se desmayará una vez más. Sus ojos aún están cerrados, cuando se pone de pie. Pero entonces, mientras tiro de la toalla, los abre. —¿Por qué no me deseas, Brand? Alejo mis manos de ella, sorprendido. —¿Qué? Tiene sus ojos llorosos, su voz suave y arrastra las palabras. —Tú no me deseas más. Aunque no sé si realmente alguna vez lo hiciste. —Levanta sus brazos y le ayudo a salir de la bañera. Se tambalea, luego se aferra a mí para mantener el equilibrio.

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Mi estómago se aprieta al oír el vulnerable sonido de su voz, en sus palabras, en la suave y triste expresión en sus ojos. A pesar de que está ebria, tal vez sobre todo porque está ebria, es un libro muy abierto.

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—¿Es porque estoy demasiado usada?

—No estás usada —digo con firmeza, cuando la levanto de nuevo en mis brazos. Mi rodilla protesta, pero lo ignoro mientras cojeo por el pasillo hasta el dormitorio—. No estás usada. Ella descansa su cabeza contra mí, con sus brazos colgados alrededor de mi cuello. —Lo estoy —susurra—. Pero nunca lo quise estar. No me molesto en ponerle un camisón, en cambio, la llevo a la cama desnuda. La apoyo en las sábanas y me siento en el borde de la cama, descansando mi palpitante rodilla. Pensé que se iba a desmayar de inmediato, pero abre sus ojos de nuevo. —¿Te quedarás conmigo? Asiento. —Voy a estar aquí. Sus ojos se agitan cerrándose, sus pestañas una franja negra contra sus pálidas mejillas. Ella es tan vulnerable, tan suave y frágil. No puedo imaginar a alguien haciéndole daño. No puedo imaginar a nadie rechazándola por cosas que sucedieron fuera de su control. —Te deseo—le susurro, mi mano sobre la suya—. Lo hago. Pero está durmiendo ahora, se desmayó, ajena a la fealdad y los problemas del mundo. Su respiración es ligera y constante. Pero sé que no hay manera de volverme a dormir.

William Shepard Greene II.

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Tecleo el nombre en el buscador y leo la gran cantidad de artículos que devuelve.

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En su lugar, agarro mi laptop y me siento en la silla junto a la ventana. Le prometí que me quedaría y así lo haré.

El hijo mayor de William Shepard Greene I, hermano mayor de Maxwell. Heredero de la mitad de la fortuna de los Greene cuando falleció su padre. Elogiado altamente en el mundo de los negocios, conocido por su agudo instinto y tratos ingeniosos. Es mayor que Maxwell por diez años. Tiene sesenta y dos. La mera idea de sus manos en Nora revuelve mi estómago y la miro de nuevo. Duerme tiernamente, acurrucada sobre su costado, con sus manos en su rostro. Suspira en su sueño y mi vientre se tensa de nuevo. ¿Cómo se atreve a poner sus manos sobre ella? ¿Por qué nadie lo detuvo? Ya sé la respuesta. Porque los negocios son lo primero en la familia Greene. Lo vi de primera mano esta noche. Y Camille... no le importan una mierda los negocios, pero se siente impotente para detener cualquier cosa en esa casa. Puedo ver eso, también. Maxwell es el motor de esa familia, y todos los demás son sus peones. Jodida gente rica. Poniendo mis ojos en blanco, guardo la laptop y me arrastro de vuelta a la cama, con cuidado de no molestar a Nora. Aunque la pongo en mis brazos, y la mantengo extendida cómodamente en mí pecho. Aquí, en la noche, en esta habitación, no hay nadie más que ella y yo. Así es cómo quiero que se quede, aunque la sola idea me asusta de muerte. No puedo ponerme allí otra vez. He pasado por las sangrientas colinas de Afganistán, pero no hay nada más aterrador que abrirse a otra persona, solo para ser destrozado.

Nora.

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Con un gemido, corro mis manos sobre el perfecto culo desnudo de

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He pasado por eso antes, y no quiero hacerlo de nuevo.

Todo en mí reacciona, mi corazón late, mi polla se sacude, mi ingle se contrae. De alguna manera, supongo que no tendré otra opción. Voy a terminar exponiéndome a mí mismo. Solo espero que haya pedazos de mí cuando todo termine.

Me despierto por la mañana con alguien mirándome. Abro mis ojos para encontrar a Nora sobre su codo, su cabello haciéndome cosquillas en mi boca. —Buenos días —dice en voz baja. Su boca está llena y exuberante, y repentinamente, quiero besarla. Así que lo hago. Ella me devuelve el beso, suave, luego más firme, antes de que se aleje. —Yo... eh. Pensé que anoche estaba en la playa —murmura, apartando su mirada y mirando fijamente por la ventana. Sus mejillas están rojas. Asiento.

—Lo siento —dice—. No sé qué me pasó. Lo siento.

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Estoy bromeando, pero ella se sonroja aún más, el rubor se extiende hacia su pecho.

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—Sí. Lo estabas. Pero te traje, limpié y llevé a la cama. La próxima vez que quieras acabar con una botella, ¿puedes hacerlo en el sofá?

—No lo sientas —contesto rápidamente—. Está bien. Tuviste una noche difícil. Se pone encima de mí, con sus manos a cada lado de mi rostro, sus piernas a horcajadas sobre mis caderas. —No me acuerdo, así que si dije algo embarazoso, por favor, solo olvídalo —suplica bellamente, su cabello cayendo en mi rostro en una cascada—. Voy a hacer que valga la pena. Menea sus caderas, moliendo mi ingle, lo cual por supuesto reacciona. Mi polla viene a la vida, presionándose en ella y sonríe con satisfacción. —Tal vez me deseas—dice con voz ronca. —Lo hago —Estoy de acuerdo, recordando su lamentable pregunta de anoche. ¿Por qué no me deseas? Mientras miro su hermoso rostro y veo todas las preguntas en sus ojos, las inseguridades, las dudas, hago la única cosa que puedo hacer... lo único que creo que va a ayudar. Le muestro lo mucho que la deseo. No estás usada. Mis caderas se flexionan. Eres hermosa. Paso mis manos sobre su espalda, sus hombros, sus caderas. Por dentro y por fuera.

Así que en su lugar, le muestro lo que estoy pensando. Eres valiosa.

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No puedo decir las cosas que estoy pensando, porque no quiere hablar de ello. Porque cree que no lo sé. Porque hablar de ello conmigo la mataría.

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Empujo mis dedos dentro de ella, deslizándolos hacia afuera, luego de vuelta. Arquea su cuello, suspira.

Eres hermosa. Eres mía. Me sumerjo dentro de ella, muy adentro, reclamándola como mía, por ahora, por el verano, durante el tiempo que ella me lo vaya a permitir. Eres mía. Presiono mi frente en la suya cuando nos balanceamos juntos, mientras la reclamo una y otra y otra vez. Eres mía. Ella está temblando cuando acabamos, débil en mis brazos mientras la sostengo.

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Mía.

Capítulo 20 Brand Traducido y Corregido por Lizzie Wasserstein

L

os días son sin fisuras aquí ahora. Charlamos en el porche, nos sentamos en el muelle, yacemos juntos en la hamaca en la noche, mirando las estrellas.

Cada día, creo que Nora confiará en mí. Cada día, creo que confiará lo suficiente en mí como para decirme lo que William le hizo. Sé, en mis entrañas, qué fue. Pero no puedo saberlo a ciencia cierta hasta que ella me diga. Cada día, ella no lo hace. Cada noche, yo la sostengo hasta que se duerme. Cada noche, trato y me armo contra ella, para no quedar atrapado en el más allá. Cada día, trato de no confiar en los sentimientos que están creciendo, el apego, la ternura, el vínculo.

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Cada día, me doy cuenta de que estoy fallando.

Nora

O

bservo a Brand durmiendo en el sofá con un libro sobre su pecho. Se había quedado dormido hace una hora y desde entonces, lo he observado.

Es tan pacifico cuando duerme, su rostro tan abierto. Podría observarlo todo el día y toda la noche. Pero mi teléfono suena, distrayéndome, llenando mi corazón de miedo. Lo sé... lo sé... lo que tenga que pasar se está preparando para pasar. Estos últimos días han sido demasiado buenos, demasiado cómodos, demasiado perfectos. Me acerco a mi teléfono, y tan inofensivo como parece tirado en la encimera de la cocina, también podría ser veneno, porque cuando lo recojo y leo las palabras de William, la toxina corre por mis venas, pulsando a través de mi corazón. Quiero verte. Domingo. En la sala de conferencias de Greene Corp, solo tú y yo. 2pm. Está allí. No quieres saber qué pasará si no te presentas. Pero aquí va una pista: Involucra a tu novio.

Y aquí está.

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Lo sabía. Y he estado esperando con gran expectación, todos los días, para ver lo que iba a hacer.

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Sabía que había estado amenazando a Brand la otra noche con su mensaje. Tú y tu novio lo jodieron.

He sido convocada. Finalmente voy a saberlo. Le echo un vistazo a Brand y, literalmente, tengo que luchar contra el impulso de estremecerme más de lo que lo he hecho. Estando aquí podría ponerlo en riesgo. Cada día que quise decirle, cada día que no lo hice. Cada día, él ha sido más y más agradable conmigo, por lo que es imposible que quiera arruinarlo. No quisiera que esta pequeña burbuja falsa que hemos construido aquí esté a punto de estallar... a pesar de que nunca fue real en primer lugar. Debería haberle dicho a Brand desde el principio que estoy encerrada en una burbuja, mi burbuja está hecha de cristal Swarovski, y al capricho de mi tío o mi padre, me dejarían caer al suelo y romperme. Pero no lo hice. Porque soy demasiado egoísta. Pero el reloj siguió corriendo... segundos, horas, días. Y ha llegado el momento.

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Lo que tenga que pasar va a pasar.

Capítulo 21 Nora Traducido por Lorenaa Corregido por Lizzie Wasserstein

N

o puedo dejarlo ir. Lo observo mientras está sentado en la playa, mirando la jodida boya burlándose de él. Sé que debería. Sé que debería cortar las cadenas ahora y dejarlo ir, pero no soy lo suficientemente fuerte, lo necesito.

Lo necesito. Algo ha cambiado en él, algo importante pero no sé qué. Su expresión es más suave cuando me mira y puedo sentir el cambio cuando me abraza por la noche. Su sensibilidad y su tactos son incluso más suaves, un enrome contraste con la dureza de su cuerpo. Esta entrenado para matar, un Ranger del ejército. Es capaz de tantas cosas peligrosas, pero cuando está conmigo su toque es ligero como una pluma. Cuidadoso. Como si me fuera a romper, como si sospechara que estoy hecha de cristal, como si quisiera protegerme de romperme.

Duerme conmigo todas las noches y sigue siendo igual de bueno que siempre.

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De alguna forma él se abrió ante mí. Me desea. Y por mucho que pensé que no podía exponerlo a mí, porque lo podría manchar y de alguna forma quitarle su bondad, él sigue siendo Brand.

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La calidez brota a través de mí con ese pensamiento.

¿Es posible que pueda estar con él sin mancillarlo? ¿Estoy loca por tener esperanza? Habrá complicaciones por supuesto, pero siempre las hay en la vida. Él me ve como soy. Y no hace preguntas, simplemente me ve. Mi corazón quiere estallar por esta simple felicidad. Tanto que quiero hacer algo por él. Ahora mismo. Antes de que pase lo que tenga que pasar y mi mundo se estrelle. Mientras todavía soy fuerte. Antes de que me rompa sobre el suelo enfrente de él en un millón de piezas. Me levanto y salgo fuera, directamente a donde Brand está sentado. —He llamado al abogado —le digo—. Nos vamos a encargar de esto hoy. Brand me mira sorprendido, con sus largas piernas estiradas delante de él. —¿Qué quieres decir? ¿Encargarnos de qué? Pongo mis manos sobres mis caderas. —Sé que te dije que manejarías el testamento de tu padre como quisieras. Y lo digo en serio, pero Brand, te conozco. No te rindes por nada. Nunca. Toca la campana Brand. Y no lo hagas por él… hazlo por ti. Tócala así puedes dejar toda la fealdad atrás… para que a partir de ahora, cada vez que mires al mar o al lago o a la boya no veas fealdad. Voy a nadar contigo. Vamos a hacerlo juntos. Porque estoy contigo Brand, estoy contigo.

Levanto una ceja.

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—De acuerdo.

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Me mira atontado, y simplemente asiente.

—¿De acuerdo? Él asiente. —Sí. Hagámoslo. Saca su teléfono, teclea un número y espera. —¿Todd? Ven a la playa, voy a tomar un baño esta mañana. Desliza el teléfono de nuevo en su bolsillo y se levanta. —¿No deberías ponerte un bañador o estás planeando hacer el día de Todd? Pongo los ojos en blanco y me rio. Entramos a la casa para cambiarnos. —No tienes que darle nada a tu madre, lo sabes —le digo—. Puedes hacer lo que quieras con ello. Tienes que nadar por ti, Brand. No por ella, no por él y no por mí. Necesitas esto… para ser libre de ellos. Se detiene, se gira y acerca mi cara a la suya, me besa como nunca me han besado. Se aparta y no dice una palabra. No tiene que hacerlo. Todo lo que tenía que decir estaba en ese beso. Nos cambiamos y volvemos a la playa. Todd llega unos minutos después, llevando un documento en su mano. —Tiene que ser en la playa que hay detrás de la casa de tus padres —dice sin preámbulos—. Es parte de lo estipulado.

Siento que alguien está mirándome, y cuando miro sobre mi hombro,

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Lo sigo detrás, y después de un rato nos paramos enfrente de la casa donde Brand creció. La boya se cierne enorme e inquietante en el lago, balanceándose con las olas. Me estremezco cuando pienso que su hermana murió allí… y que su padre solía golpearlo justo donde estamos parados.

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—Bien —le dice Brand, sin otras palabras camina por la playa, apenas está cojeando.

veo a Bethany Killien en su ventana, observándonos. Su cara esta tranquila y firme, no veo ninguna suavidad allí. Me estremezco y me vuelvo a girar. Hoy no se trata de ella. Agarro la mano de Brand. —Vamos a hacer esto. Él asiente. Y entonces camina directamente hacia el agua, como si nunca hubiese estado asustado de ello. Se sumerge bajo la superficie con un propósito y durante un momento, me olvido de que se supone que debería estar nadando con él. Todo lo que puedo hacer es observar la fuerza con la que se desliza sobre el agua, con sus fuertes brazos llevándolo, brazada tras brazada. Estoy hipnotizada durante un momento, hasta que recuerdo que debo de estar con él, así que sigo su ejemplo y me sumerjo en la superficie.

Brand

E

l agua está congelada, por supuesto. Porque siempre lo está. No importa si es agosto o noviembre, el lago Michigan siempre se siente como el hielo.

Pero no me estremezco o dudo. Sigo adelante y nada hasta la jodida

El agua está clara y fría y todo lo que detesto. Pero con cada

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A veces salgo a la superficie, respiro y me sumerjo de nuevo.

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boya.

brazada me doy cuenta que no es el agua lo que detesto. No es el lago, ni siquiera la jodida boya. Es a mi padre. Con cada brazada lo alejo más de mis recuerdos, diezmando su poder sobre mí. Ya no me controla. No soy el niño que solía ser. Nora tiene razón. Nunca me volverá a controlar. Con fuertes brazadas me acerco a la boya, trago aire y luego exploto hacia la superficie, agarrándola, me aferro a la boya durante un segundo antes de zarandearla violentamente. La campana suena claramente, en el aire, todo el camino hacia la playa. Miro hacia la casa de mis padres y veo la cortina de la sala de estar cerrarse con fuerza. Mi madre ha estado ahí, pero se ha alejado. Está bien. No esperaba nada más. Toco la campana otra vez, y otra. El sonido es misterioso e inquietante y si me concentro lo suficientemente fuerte casi puedo ver a mi hermanita parada en la playa, saludándome. Sonrío por el pensamiento, por el recuerdo de Alison. A pesar de todas las palizas de mi padre nunca me pudo alejar de eso. Amaba a mi hermana y ella me amaba y no fue mi culpa que muriese. Toca la campana, Brand. La toco una vez más duro y fuerte.

—¡Lo hiciste! —grita. —¡Lo hiciste!

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Nora me alcanza ahora y la tiro hacia mí, ahora ambos estamos agarrados de la boya. Está mojada y emocionada, rodea sus cálidos brazos alrededor de mi cuello, besándome con fuerza.

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Considérala tocada, imbécil.

Sé que nunca hubo una duda. Iba a hacerlo. No soy un marica. Pero la beso de vuelta y no digo una palabra. —Volvamos a la orilla —digo al final cuando paramos para tomar aire—. Odio esta jodida boya. Se ríe y nadamos hacia la orilla. La atrapo y le agarro el pie, se ríe y gira en el agua. Es como si ahora fuera libre. Libre del odio restringido, libre de la amargura, libre de todo eso. Pero entonces alcanzamos la orilla y la realidad nos espera. Todd nos espera. Mi madre nos espera. Ella ha salido de la casa ahora y esta parada con gesto desaprobador junto al abogado viendo como Nora y yo nos divertíamos en el agua. —Estoy contenta de que te estés tomando esto tan enserio —dice fríamente, mirándonos por encima del hombro. Nora levanta la cabeza, y antes de que pueda detenerla camina hacia mi madre y la mira. —No tiene ningún derecho. —Nora suelta cada palabra como el hielo—. Ni siquiera tiene derecho a estar aquí. No tiene derecho a odiar a Brand. No tiene ningún derecho sobre él. No tiene el derecho. Perdió todos los derechos hace años. Si le da algo en absoluto, será un milagro, porque no se lo merece. La agarro del codo y la aparto.

—Ella lo sabe todo. Con eso, sigo caminando. Pero mi madre no puede detenerse. Tiene

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—¿Sabe tu novia que mataste a tu hermana? —dice mi madre detrás de nosotros. Las palabras me apuñalan la espalda y me paro en el sitio, congelado, antes de girarme.

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—Vamos —digo firmemente—. No merece la pena.

que insistir. —¿Todo? El significado de esta palabra es claro. Claro como el jodido cristal. Todo. Por todo se refiere a que mi vida entera es una mentira. Todo lo que soy, en todo lo que me he convertido… es una mentira. A sus ojos, de todos modos. Porque ella cree que soy un monstruo. Me congelo. Completamente quieto. Y Bethany Killian me es tan ajena como un extraño. Se ríe. —No lo creo. Se gira sobre sus talones y comienza a caminar hacia la casa. La ira crece en mí, roja y caliente, una furia que no he sentido en años. Es tan fiera que nubla mi visión, es todo lo que he embotellado dentro de mí… toda la rabia que he estado llevando conmigo durante tantos años. Explota dentro de mí como un volcán. —¿Mamá? —La palabra es tan extraña para mí como lo es ella. Se gira, y se da media vuelta. No responde, pero me está mirando. —Empaca, tienes cinco minutos. Ahora ella habla. —¿Qué? —Me has escuchado, empaca. Da un paso.

Mi madre me mira desconcertada. Por primera vez veo una emoción real en su rostro. Miedo.

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—No tienes que hacerlo. Ve. A. Empacar. Agarra todo lo que quieras de la casa, será la última vez que entres.

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—No lo entiendo.

Tiene miedo de creer que voy en serio. —No me estás echando de mí casa —dice con duda, con sus ojos buscando los míos—. No lo harías. Tengo que luchar para no hacer una mueca de desprecio. —¿No lo haría? ¿Por qué no lo haría? ¿Qué me has dado en esta vida además de dolor? Dime. Dime una cosa buena que hayas hecho por mí y te dejare quedarte. Mi madre me mira, mira hacia el lago, levanta su barbilla y me mira de nuevo. —Te traje a este mundo. Sacudo la cabeza. —Respuesta equivocada. Me trajiste a este mundo, cierto. Pero yo no lo pedí. Y una vez nací, no hiciste nada por mí. Fue malo antes de que Alison muriese, pero después fue insoportable. No solo le permitiste a mi padre que me pegara cada vez que llegaba a casa borracho del bar, intentaste que fuera una mierda haciéndome creer que maté a mi hermana. Tu eres el jodido monstruo no yo. Los ojos de mi madre se vuelven helados y me mira. —Tú mataste a tu hermana. La escuchaste, Brand. Sé que la escuchaste y la dejaste caminar hacia el lago. Pudiste haberla detenido, pero no lo hiciste. Una extraña calma desciende sobre mí y por primera vez no siento rabia cuando miro a mi madree.

—Mi hija murió, Brand. La pudiste haber salvado… si solo la hubieses escuchado. Se suponía que tenías que cuidar de ella. Era tu hermana

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Los ojos de mi madre se humedecen y aparta la mirada.

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—Tenía seis años, estaba arriba durmiendo. Me doy cuenta que cuando algo malo pasa, algunas personas suelen culpar a otras cuando están en duelo. Es la naturaleza humana. Pero centrar tu duelo y tu rabia en un niño de seis años… es inhumano.

pequeña. Su voz se apaga y se limpia los ojos. Nada en mí se suaviza por su triste espectáculo. —Tenía seis años —repito—. Se suponía que tenías que vigilarla. Papá olvidó cerrar la puerta, no yo. Durante todos estos años, si necesitabas tener a alguien a quien culpar, deberías culparlo a él. Si realmente eres tan pequeña como persona para darte cuenta que los accidentes ocurren. Las cosas malas pasan. Y a veces simplemente no hay nadie a quien culpar. —Mi hija murió —susurra. —Tu hija murió —le digo con frialdad—. Pero no tenías por qué perder a dos hijos esa noche, esa fue tu decisión. Ahora estás pagando por esa decisión. Ve adentro y agarra tus cosas. Me mira con desconcierto y lo veo en sus ojos… pensó que su espectáculo lacrimógeno haría algo en mí. Solo estaba intentando encadenarme…. Otra vez. Justo como cuando era un niño e intentó hacerme creer que era un monstruo, que había matado a mi hermana, que mi padre estaba haciendo “lo que tenía que hacer” cuando me pegaba. Mi sangre arde cuando la miro y todo lo que puedo sentir es desagrado. Por mi propia madre. Incluso peor, veo la misma emoción en sus ojos cuando se gira para mirarme. Me odia y lo muestra. —Ve —repito. Mi voz es como el hielo.

Me giro hacia Nora. —¿Podrías hacerme un gran favor? ¿Podrías ir hacia la caseta y

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Quiero que desaparezca.

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Se gira y se aleja. La observo desaparecer en la casa, observo la antigua puerta cerrarse detrás de ella, observo como las ventanas de la casa parecen burlarse de mi como grandes ojos que han observado a mi padre pegarme en la playa una y otra vez. Esta casa es una tumba de malos recuerdos. Y no creo que la pueda mirar por más tiempo. De hecho, no quiero ni que exista.

agarrar la lata de gasolina y cerillas? Nora me mira, paralizada. —¿Por favor? —ruego. Asiente, con ojos confundidos, pero no me pregunta. Solo se aleja corriendo descalza por la playa. La observo durante un minuto, luego me giro hacia el abogado. —¿La casa es mía ahora, correcto? Todd asiente. —Sí. Con todo lo que hay dentro. Y la tienda de madera y el garaje del pueblo. Y los activos de la empresa. Todo. —Bien. Todd me mira incómodo. —¿Qué estás planeando? Nivelo mi mirada con la suya. —Una hoguera. Mira hacia atrás con aprensión. —Es un incendio provocado. —No si no reclamo al seguro —le digo—. Simplemente quiero darle un viaje a la casa así puedo limpiar el terreno y empezar de nuevo. Quizás construya otra casa aquí en el futuro. Así que no es un incendio provocado. Es una demolición. —Necesitas permisos para una demolición, hijo.

Todd continúa mirándome con desconcierto. —De acuerdo. Esto es tuyo ahora, también.

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—No soy su hijo. Y si el departamento de policía de Angel Bay quiere estar bien conmigo, que así sea.

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Estrecho mis ojos.

Me entrega la llave de la caja de madera que mi padre dejó para mí y la deslizo en el bolsillo de mi bañador, lidiare con eso más tarde. Nora vuelve justo cuando mi madre sale de la casa con una maleta en la mano. Se une a mí con la lata de gasolina y las cerillas, y los ojos de mi madre se amplían, la primera reacción real que he visto de ella. Camino hacia ella. —Mamá, te amé durante mucho tiempo, durante mucho más de lo que te merecías. No te odio ahora. No. Pero he terminado con todo lo toxico de mi vida, y eso te incluye a ti. Te voy a dejar los negocios de papá. Te voy a dar el dinero que tenía en el banco, su camioneta y su tienda. Pero no te doy la casa. Voy a borrar cada mal recuerdo que tiene esta casa hoy. Se sobresalta y se detiene cuando ve la expresión en mi cara. —¿Hablas en serio? —Mortalmente serio. Sin otra palabra derramo la gasolina de la lata por el porche y por las paredes. Miro a mi madre. —Quizás quieras apartarte. Da un paso hacia atrás, y luego otro. Me detengo.

Duele, pero me lo trago, porque sé que tengo que dejarlo ir. Si alguna vez voy a superar todo lo que ha pasado aquí, tengo que dejarlo ir.

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Me giro y mi madre se apresura hasta su auto sin una palabra. Conduce sin mirar atrás y no tengo ninguna duda de que no la volveré a ver.

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—Sé que probablemente nunca te vuelva a ver después de hoy. Estoy bien con eso. No puedo tratar más con toda la toxicidad de mi vida. Si alguna vez quieres tener una verdadera relación conmigo, una normal de madre a hijo, entonces búscame. Hasta entonces, cuídate.

Tiro una cerilla hacia la casa. Se enciende inmediatamente y el calor nos presiona, intentando apartarnos, casi intentando protegerse de la destrucción. No funciona, por eso tiro una cerilla más y luego otra. Arde rápidamente. Observo las llamas llegar hasta el cielo, el humo hace espiral hasta el cielo. Cada mal recuerdo se va con él. Uno detrás, y detrás del otro. Está sorprendentemente limpio y con cada trozo que se quema siento menos peso sobre mis hombros. No soy culpable de nada. Y nunca tengo que mirar a nadie ni a nada que diga lo contrario. Nora viene desde atrás y me abraza viéndola arder. Sus fríos brazos me reconfortan, la clase de consuelo que viene de alguien que te acepta por cómo eres. —¿Estas bien? Asiento. —Sí. ¿Tú? —Sí.

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Observamos las llamas durante un rato, naranjas, azules y rojas, antes de alejarnos, hacia la única casa que realmente he sentido como un hogar.

Capítulo 22 Nora Traducido por Tanza Corregido por Lizzie Wasserstein

N

o puedo creer lo que acaba de pasar. Brand literalmente quemó su pasado. Es asombroso. Abrumador. Estimulante.

Y no es nada menos de lo que esperaría de él. Es tan decidido. Cuando toma el control de algo, no lo deja a medias. El mero pensamiento pone mi estómago a dar vueltas. Escucho el agua de la ducha correr mientras Brand se lava el agua del lago, de las cenizas del fuego y los probablemente malos recuerdos, también. Sé cómo es. Me acurruco en el sofá y le doy su privacidad. Él se merece un tiempo a solas después de lo que acaba de pasar. Mientras estoy todavía recostada, no puedo evitar mirar fijamente la pequeña caja de madera. Es fascinante para mí. Madera de ébano con una incrustación de marfil. Blanco y Negro. Tengo que preguntarme si su padre lo hizo a propósito… ¿El contraste del blanco con el negro es una analogía de la vida? La vida no es blanca y negra.

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Hay un ruido de algo sólido adentro. Algo dentro de la caja tiene algo de peso. Con un hombre tan odioso como aparentemente era Joe Killien, es difícil decir qué puso en la caja.

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Sin poder evitarlo, la recojo, girándola de lado a lado. La agito ligeramente.

Se me pone la piel de gallina al recordar las películas de terror antiguas… Cuando partes de cuerpos o cosas peores se enviaban como mensajes. Rápidamente, dejo la caja abajo. Por supuesto que Joe no puso una parte de algún cuerpo en la caja, pero no estoy segura de que quiero saber que hay realmente ahí adentro. —Tengo curiosidad también —dice Brand desde el vestíbulo. Me giro para encontrarlo parado ahí, una toalla alrededor de su cintura. He estado estudiando la caja tan intensamente, que no me di cuenta cuando la ducha se cerró. Da unos pequeños pasos dentro de la habitación, sus fuertes pantorrillas flexionándose con su movimiento. Cada movimiento que hace es tan ágil y controlado. Recoge la caja y le da vueltas en sus largas manos. —Quiero saber, pero todavía no quiero darle esa satisfacción —dice finalmente, girándose hacia mí—. ¿Tiene algún sentido? Sé que se ha ido y nunca sabrá si miro o no, pero yo lo sabré —¿Así que nunca mirarás? —pregunto en voz baja, con un pequeño toque de incredulidad. Porque sé que nunca tendría esa fuerza de voluntad. Tendría que saber. Incluso si lo que hay adentro me mata o aumenta mi culpa u odio. Pero esta es solo una manera más en la que Brand y yo somos diferentes. Él tiene fuerza de voluntad. Yo no. Brand se encoje de hombros y deja la caja a un lado.

—No tienes que hacer eso. Me sé todos los argumentos. Jacey solía argumentar las mismas cosas. Cuando me gradué en West Point con honores, ellos no aparecieron. No enviaron una tarjeta. No lo reconocieron

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—Pero cualquiera estaría orgulloso de ti —empiezo a protestar, pero Brand levanta su mano.

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—No lo sé. Tal vez lo haré. Pero mira, me tomó años llegar a un lugar en donde no me importa lo que piensa, o lo que él diga. Creo que es algo innato en cada persona….Necesitas tener la aprobación de tus padres. Para bien o para mal, necesitas saber que has cumplido con sus expectativas, que eres lo suficientemente bueno. Yo sé que nunca lo seré. Y eso es algo que he tenido que dejar de lado… y pasar de ello Es algo que me tomó un largo tiempo.

en absoluto. Hice una fiesta con Jacey y Gabe. Cuando me hice un Ranger, ellos no dijeron nada, y de nuevo, celebré con Jacey y Gabe. Pero al mismo tiempo, no escribí a casa y les dije, tampoco. Ha sido un camino de dos caras. No hice mi parte, pero ellos tampoco hicieron la suya. Muevo mi cabeza y lo interrumpo, porque no puede detenerme. —Pero ellos te dieron muy buenas razones para mantenerte alejado. Tu padre te golpeaba, tu madre no lo detuvo… Brand asiente. —Sí, lo sé. Pero la vida es una jodida. La gente es herida, la gente tiene miedo, la gente está dañada, y a veces las cosas no están destinadas a ser arregladas. —¿Y tienes miedo de que si miras en esa caja, eso puede echar abajo tu resolución? Asiente con la cabeza. —Supongo. Es solo que no quiero empezar de nuevo en el punto de partida y tratar de perdonarlos otra vez. Tomo una bocanada de aire. —¿Los perdonaste? Él mira fuera de la ventana. —No lo sé. Lo intento. Pero creo, principalmente, que solo lo he estado sacando de mi mente para no pensar en ello. —Eso es negación —le digo innecesariamente. Sonríe sombríamente.

—¿Cómo qué?

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Levanto una ceja.

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—Lo sé. Pero funciona para mí ahora mismo. Así que no voy a mirar dentro de la caja… no ahora mismo. No necesito hacerlo. Hay otras cosas de las que me tengo que preocupar ahora. Cosas más importantes.

Brand sonríe. —El almuerzo. Estoy hambriento. Pongo los ojos en blanco. —Tú siempre estás hambriento. —¿Almuerzo en el Hill? —pregunta. Sus ojos brillando. Asiento. »Es una cita —me dice y desaparece en el vestíbulo para vestirse. Es una cita. Una cita con Brand Killien. Ahh. Oh, cómo el gusano creciendo en vida, de un momento a otro. Nunca sabes lo que va a pasar. Empujo mi cabello en una cola de caballo baja y en veinte minutos, Brand y yo estamos caminando dentro de The Hill. Juntos. Tengo mi brazo serpenteando a través del suyo y María levanta la vista de la caja registradora, su cara iluminándose como fuegos artificiales cuando ve a Brand. Ella se apresura hacia él, besando sus mejillas y murmurando palabas cariñosas en italiano. Él sonríe y la abraza, ella nos muestra la mesa de la ventana. —Hazme saber si necesitas cualquier cosa —le dice antes de retirarse—. Te conseguiré tu postre especial. Miro a Brand por encima de mi menú. —A ella realmente le gustas.

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—Y venir y ayudarla con sus heridas y muchas otras cosas después de que su esposo muriera —añado. Me da un vistazo, sorprendido. Me encojo de hombros—. Ella me lo dijo la última vez. Hiciste mucho por ella.

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—Ella es muy leal. No olvida cuando alguien ha hecho algo por ella. Lo único que hice fue mudar algunas cosas de su hija a la universidad.

—Y también Gabe y Maddy, incluso Jacey —dice simplemente—. María es buena gente. Al igual que lo era Tony.

Brand

Caemos en un silencio hasta que decidimos qué comer, a continuación, entregamos los menús después de ordenar. Brand mira fuera de la ventana. —Siempre olvido lo mucho que me gusta esta pequeña ciudad —reflexiona ausentemente—. Siempre lo asocio con algo feo por mis padres, pero tuve buenos momentos aquí, también. Pasaba la mayor parte del verano en casa de los Vincent. Gabe y Jacey compartieron a sus abuelos conmigo. Ellos eran buena gente, también. Su abuela siempre fue como la madre que nunca tuve. Algo acerca de esa declaración y la calidez en sus ojos ante la mera mención envía pinchazos a mi corazón. —Me alegra que los tuvieras —le digo honestamente—. Suena como que ellos llenaran un vacío en tu vida. Y oh Dios mío, como me hubiera gustado haber ayudado en eso. Estuve aquí todos los veranos también. Solo que era cuatro años más joven y en aquel entonces… bueno, eso bien podría haber sido bien hace un océano de tiempo. Brand se encoje de hombros. —Sip. Su abuela me enseñó mucho. Ella estaba llena de buenos consejos. Aún es así, en realidad. Ella está en un hogar de ancianos en Chicago. Tomo un sorbo de agua.

—Bueno. La abuela me enseñó todo lo que sé sobre las mujeres.

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Brand me mira.

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—¿Qué clase de consejos? Me temo que crecí sin mucho de eso. Mi padre estaba muy enfocado en los negocios y mi madre… bueno, ella estaba muy enfocada en tratar de aparentar que todo estaba bien en el hogar Greene. No tuve muchos consejos flotando a mí alrededor.

Esto definitivamente atrapa mi atención. —¿Y qué es eso? Él sonríe. —Hay mucho en la lista. Ella nunca dudó en dar su opinión. Él afecto en su cara al recordar eso calienta mi corazón. Dicen que si ves a un hombre con su madre, es un buen indicio de su personalidad. Pero sé que si hubiera visto a Brand con su “abuela”, hubiera sabido todo lo que siempre necesité saber sobre él. —Bueno, comparte un par de cosas —le pido—. No tuve muchos consejos. Puedo tomar prestados algunos de los tuyos. Se ríe. —Bueno. No estoy seguro si esto te puede ser de ayuda. Ella estaba enfocada en todos los consejos acerca de las mujeres… en lo que necesitaba saber. Espero. Suspira. —Está bien. Bueno, ella siempre dijo que las mujeres no siempre saben lo que quieren, pero que casi siempre saben lo que no quieren. A veces esto les toma un poco más de tiempo y tienen que pasar por una eliminación. Reflexiono sobre esto, después asiento.

Suelto risitas ante el mero pensamiento.

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—Una vez. Cuando teníamos dieciséis o algo así. Gabe y yo estábamos en la playa con ella. Aparentemente, estaba mirando fijamente a una chica en biquini y la abuela me dio una palmada en la parte de atrás de mí cabeza y me dijo que las mujeres no eran “vaginas con piernas”. Y después conseguí un sermón de que las mujeres no eran solo para tener sexo. Fue la charla más humillante de mi vida.

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—Sí. Ella estaba en lo cierto acerca de esto. ¿Qué más?

—¿Gabe consiguió la charla también? Brand asiente. —Sí. Se quería morir. Allí estábamos, justo en la playa, enfrente de Dios y de todos, incluidas chicas calientes en biquini, y su abuela estaba hablándonos de sexo. Suelto risitas otra vez. —Ella suena impresionante. —Lo es —dice Brand firmemente. Nuestra camarera vuelve a llenar nuestras bebidas y miro a Brand. —¿Ella te dio algún otro valioso consejo, o todos eran acerca de las mujeres? Él pone sus ojos en blanco. —Oh, para un chico adolescente, créeme, todo era acerca de las mujeres. Lo miro fijamente con humor. Él sonríe. —Desasearía haber prestado más atención a las cosas que ella me dijo entonces —admite—. Ella en realidad era una dama muy sabia, y desafortunadamente, porque yo era un estúpido niño, no lo recuerdo todo. Pero hay algo que me dijo una vez, después de que una chica me rompió el corazón, que siempre estará conmigo. Espero. Él no dice nada.

—Puedo verte pensando eso algunas veces. —Asiento—. ¿Qué dijo tu abuela?

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—Bueno. Esta chica me había jodido de una gran manera. Ella fue un gran lío. Y llegué a la conclusión de que las mujeres no valían la pena, que eran más problemas de los que valían.

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—¿Y qué es? —le doy un empujoncito.

—Ella dijo… Branden, las mejores cosas de la vida, son las que valen los riesgos más grandes. Algunas veces antes de caer, volamos. Lo miro, la sonrisa en sus labios, y no puedo evitar sino enamorarme un poco de este gran y fuerte hombre que ha tenido tal sentimiento por su “abuela adoptiva”. Conociéndolo ahora es muy diferente a cuando completamente enamorada de él cuando era una adolescente.

estaba

Hay mucho más en él de lo que siquiera había imaginado antes. —Eso es hermoso —le digo simplemente—. Tienes razón. Ella era muy sabia. Brand asiente. —Ella nunca se anduvo con rodeos. Me advirtió mantener las distancias con su nieta, también. Esto congela mi mano en mi copa. —¿Qué? —me las arreglo para preguntar. Brand se ríe por lo bajo. —Ella era muy perceptiva. Ella supo, incluso antes que yo, que a la larga, me enamoraría de Jacey. Me empujo a un lado y en su manera muy directa, me dijo que Jacey no estaba lista para un chico como yo. Que quizá ella nunca lo estaría… porque Jacey necesitaba a alguien que pudiera domarla. Estuve ofendido en un principio, porque pensé que ella estaba diciendo que no era lo bastante hombre para hacerlo. Eso sonaba así para mí, también. Y tengo que preguntarme si la abuela siquiera lo conoce en absoluto.

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—Me dijo que yo tenía una pequeña debilidad por Jacey, y que nunca sería capaz de darle el amor con mano dura que la arreglaría. Dijo que soy el tipo de chico que vendría a tu rescate cuando lo necesitaras. No hubiera sido justo para mí si estaba con Jacey, porque siempre hubiera ido a su rescate. Ella dijo que yo necesitaba a alguien más considerado que

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—¿Entonces qué quiso decir? —le pregunto con curiosidad.

eso, alguien que tenga su vida en orden. Trago con fuerza. —Pienso que tu abuela era muy sabia. Ella te lo dijo exactamente. Pero yo no tengo mi vida en orden. Brand se encoje de hombros. —No sé. Pero ella estaba en lo correcto acerca de Jacey. Llegué a su rescate un centenar de veces. Si hubiera estado “con” ella, hubiera sido un centenar de veces más. Así que, la abuela estaba en lo cierto. Nuestra comida llega y como la pasta cocinada al vapor. No puedo evitar considerarlo. Brand en realidad es el tipo de chico que viene al recate de las chicas. Y el Señor sabe que mi vida está jodida. Si él estuviera conmigo, realmente conmigo, él se sentiría constantemente como si necesitara salvarme. No soy mejor que Jacey Estoy en conflicto… entre la desesperada necesidad de querer estar con Brand, y empaparme de él… o dejarlo ir así no sale herido por mí, o por mi vida. Cuando María me habló de Jacey antes, me sentí tan bien y poderosa, así que juzgué. Pero sin embargo, sé que tengo que encontrarme con mi tío mañana, y él va a amenazarnos a Brand y a mí. Aun así quiero a Brand. Aun así quiero a Brand, no importa el costo.

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Así que en realidad, cuando se reduce a esto, soy tan egoísta como Jacey lo fue.

Capítulo 23 Brand Traducido por Jane. Corregido por Lizzie Wasserstein

H

ablar de Jacey me hace sentir incómodo. No porque todavía la ame, porque no lo hago. No de esa manera.

Sino porque puedo ver que irrita a Nora en el borde. Esa es la última cosa que quiero. Ella ha estado nerviosa desde la cena en casa de sus padres. No quiero molestarla aún más. —Jacey está felizmente casada ahora —le recuerdo cuando termino mi lasaña—. Y ya no la deseo. —Lo sé —responde Nora—. Y lo siento. Ni siquiera es mi problema. A quién amas y a quien no es tu problema, no el mío. Dejo mi tenedor en el plato y observo a Nora cuidadosamente. —¿Desde cuándo? Durante todo el tiempo que hemos estado juntos en la casa, sus acciones han sido contrarias a esa declaración. Se encoge de hombros.

—¿No estabas tú diciendo que la bala ya ha dejado el arma y que no hay vuelta atrás ahora?

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Entrecierro los ojos. Esto es nuevo. Y extraño.

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—Me acabo de dar cuenta de que no tengo el derecho de demandarte nada. Eso es todo.

Algo suave atraviesa los ojos de Nora antes de que lo disimule. —Sí. Lo hice. Pero puedo ser egoísta a veces. De todos modos, ¿qué te gustaría hacer esta tarde? Ella cambia de tema torpemente y ahora soy el que está irritado. ¿Qué carajos? Me encojo de hombros, tratando de parecer despreocupado. —No me importa. ¿Quieres ir a nadar? Es un intento de aligerar el ambiente. Pero Nora pone sus ojos en blanco. —No presiones. Levanto una ceja. —¿Por qué? Cuando llegamos por primera vez a la cabaña, fuiste a nadar desnuda. Tal vez deberíamos ir juntos. Sería una experiencia totalmente diferente, te lo puedo asegurar. El rostro de Nora se ilumina, las nubes se alejan, y ella está feliz de nuevo. —Claro —está de acuerdo—. diferente.

Estoy segura de que será muy

Pago la cuenta y nos dirigimos de nuevo a la cabaña. Mientras entramos, Nora me mira. —Es de día, ya sabes. Levanto una ceja. —¿Tu punto es?

Se detiene y me mira.

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—No hay uno. Solo hacía una observación. —Se quita sus pantalones cortos. Luego su blusa. Entonces arroja su sujetador y ropa interior en el sofá.

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Ella sonríe.

—Veo que todavía no te has desvestido. ¿Tienes miedo? Me quito mi camisa. —Nah. Solo estaba distraído. Dejo caer mis pantalones cortos y ropa interior a sus pies. —Vamos a hacerlo. Agarro su mano y tiro de ella hacia la puerta, decidido a no distraerme por la forma en que sus pezones apuntan hacia el cielo. Todavía no, de todos modos. Cuando llegamos a la orilla del agua, se extiende, levantando sus manos a las nubes y arqueando su pecho hacia mí. Finjo no ver, aunque mi polla sin duda se levanta y toma nota. Sin preámbulos, la atrapo, nos sumerjo en el agua y la suelto sin ceremonias. Cuando sale de nuevo a la superficie, está gritando. —¡Esto no era lo que tenía en mente cuando me quise bañar desnuda contigo! —dice en voz alta, persiguiéndome a través del agua. Nado con fuerza, lejos de ella. El gato y el ratón. Es rápida, sin embargo, y cuando me detengo un poco, me atrapa. Lanzándose fuera del agua, cierra sus manos sobre mis hombros, mojándome. Vuelvo al agua y la beso con fuerza.

Con ella envuelta alrededor de mí, floto a unos metros hasta donde la tierra toca mis pies.

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Al instante me endurezco.

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Ella se sobresalta, entonces se aferra a mí, su lengua se entierra en mi boca. Envuelve sus piernas alrededor de mi cintura y la siento, su verdadera parte central, presionada en mi estómago.

Y entonces no me contengo. Paso mi boca por su cuello, besándola dónde se arquea. Pellizco su oreja y cuando se arquea, chupo sus pezones, llevándolos a mi boca y jugueteando con las duras puntas. Ella agarra mi espalda, sus uñas clavándose en mi piel mientras el agua fría, congela cada parte de nosotros. Pero estamos calentándonos el uno al otro. Nora se agacha y me acaricia bajo el agua, jugando con mi rígida erección de acero. Podría rayar vidrio con esta y ella lo sabe. Sonríe mientras sumerge su propia cabeza y lame mis pezones. Revancha. Pero aniquilo su triunfo cuando deslizo mis dedos entre sus piernas y directamente dentro de ella. A pesar del agua, aun así está húmeda. Por mí. —Vamos a entrar, ¿de acuerdo? —me quejo contra su cuello. Ella asiente. —Sí. Nadar desnudos está sobrevalorado. Ella se ruboriza, casi jadeando, algo que me satisface. Yo hice eso. La cargo, llevándola a la orilla. —Puedo caminar, ya sabes —me dice, la risa en sus ojos azules. —Pero eres demasiado lenta —respondo—. Soy un hombre con una

Y entonces me detengo.

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Ella se ríe y la llevo a la casa, los dos tan desnudos como el día en que nacimos.

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misión.

Porque allí, sentada en el porche esperando por nosotros, está Jacey. Ella se ve cansada, pero todavía está aquí, en carne y hueso, viéndonos a Nora y a mí acercarnos, completamente desnudos. Nora contiene el aliento. —Esa es... —Sip. Esa es Jacey. Se retuerce en mis brazos, pero la agarro más fuerte. —Estás más oculta si te cargo —señalo. —Pero tú no —contesta. Me encojo de hombros. No hay ayuda para eso ahora. Los dos estamos desnudos. Pero por lo menos mis brazos envueltos alrededor de ella le ofrecerán un poco de cobertura. Jacey se levanta mientras nos acercamos y hay risa en sus ojos. Y confusión. La veo estudiar a Nora, tratando de averiguar quién es. —¡Brand! —grita—. Veo que estás mejorando... ¡no había necesidad de preocuparme después de todo! —¿Es por eso que estás aquí? —respondo—. ¿Debido a que estabas preocupada? Podrías haber llamado. Ella sonríe y da un paso fuera del porche, con los ojos fijos en los míos, nunca mira debajo de mi cintura. —Sabía que si llamaba, me dirías que no viniera. Tenía que asegurarme de que estabas bien. —Estoy bien —le digo, sin detenerme. Doy los pasos dos a la vez, dirigiéndome a la casa.

Sonrío. Nora me mira. —¿Está bien que esté aquí, o?

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Odiosa.

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—También estás desnudo —dice detrás de mí—. ¿Te diste cuenta?

—Por supuesto —le aseguro. Hay un montón de dudas en sus ojos en este momento, y quiero aplastarlas—. Está bien. Nos vestimos rápidamente, luego nos unimos a Jacey en la cocina. Está sentada en la mesa de la cocina esperando por nosotros, corriendo la mano por la madera de la mesa. —Echo de menos esta cabala —reflexiona—. felices aquí.

Había recuerdos

Y estuve en proceso de hacer otra, pero no lo señalo. —Jacey, esta es Nora Greene. Nora, esta es Jacey Vincent. Kinkaide, quiero decir. Nora extiende la mano, pero Jacey la ignora, abrazándola a su lugar. —Estoy encantada de conocerte. Tan encantada de conocerte —balbucea Jacey—. Siento como si te conociera, pero eso no es posible, ¿verdad? —Sus padres son dueños de la finca Greene —interrumpo amablemente y los ojos de Jacey se amplían. —Ohhhh. ¡Eres la pequeña Nora Greene! Sabía que te conocía. Solía servir mesas antes en The Hill. Recuerdo verte en ocasiones con tus padres. Tú has... eh... crecido. Esa es una manera discreta para obviar el que Nora estuviera desnuda en la playa de Jacey. Nora sonríe con gracia, solo el indicio más elemental de un rubor a lo largo de sus pálidas mejillas. —Es un placer conocerte, Jacey. He oído hablar mucho de ti.

—No pude dejar de notar, mientras conducía por este camino, que la casa de tus padres parece haberse incendiado.

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Jacey me mira, sus ojos marrones suaves.

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Hay un indicio más elemental de dureza en su voz, y me pregunto. ¿Está celosa?

Hay una expresión de complicidad en su cara, porque me conoce bien. Asiento. —Sí. Hubo un pequeño problema de cerillas y gasolina. Al parecer, cuando empapas algo con gasolina y tirar una cerilla, se quema. Ella levanta su ceja. —¿Se ha resuelto el problema ahora? Asiento. —Está todo bien. —Bien. —Jacey bosteza, entonces golpea una mano sobre su boca—. Dios, lo siento. Tengo jet-lag. Dom todavía está en el set en Reino Unido y no pudo venir, pero quería estar aquí por un par de días para ver cómo estás. El jet-lag me está matando. Voy a tomar una siesta durante un par de horas, luego nos pondremos al día, ¿de acuerdo? —Por supuesto —le digo—. Tómate todo el tiempo que desees. Puedes dormir en tu vieja habitación. Nora ha estado durmiendo conmigo, de todas formas. Jacey sonríe con complicidad. —Lo apuesto. Nos vemos en un par de horas. —Ella se dirige por el pasillo, pero dice sobre su hombro—: No creas que no estoy enojada porque no me llamaste. Voy a patearte el culo después de despertar. —¡Tengo miedo! —le respondo. El clic de la puerta de su dormitorio es mi única respuesta. Miro hacia Nora, solo para encontrar su mirada fija en mí. No puedo leer su expresión.

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Ella asiente, pero se queda callada. Su silencio poco habitual me molesta.

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—Lamento que nos interrumpiera —murmuro en su cabello, acercándola—. Pero te recompensaré esta noche.

Jacey duerme durante horas, y de hecho, no la oigo revolviéndose hasta mucho después de que Nora y yo hemos ido a la cama. Me acuesto en la oscuridad, escuchando los movimientos de Jacey en la sala, y medito mi situación. Hace un año, hubiera dado cualquier cosa por que Jacey me viera por lo que soy.... un hombre adulto enamorado de ella. Pero las cosas han cambiado, y lo único que siento en este momento es molestia, de que su llegada haya generado dudas en Nora. Porque vi dudas en los ojos de Nora. Vi que cuestionaba mis sentimientos por Jacey, que esas dudas causaron que se cuestionara mis sentimientos e intenciones con ella. Vamos a pasar unos días con Jacey, pero voy a tener una charla con Nora. Sé que me deseaba por el verano, pero no estoy hecho para eso. La abuela tenía razón... cuando me abro a alguien, estoy en esto a largo plazo.

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El verano no será suficiente.

Capítulo 24 Nora Traducido por Itorres (SOS) y Jadasa Youngblood (SOS) Corregido por Lizzie Wasserstein

M

e despierto ante la risa y una cama vacía. Brand se ha ido, y mientras echo un vistazo afuera por las ventanas del dormitorio, veo el por qué. Está sentado en la mesa de picnic en el sol, desayunando con Jacey.

Siento los primeros indicios de celos en mi vientre y lucho para calmarlos. No soy su dueña. Él no es el mío. Pero duerme conmigo en la noche, me abraza toda la noche. No tengo nada por lo que sentir envidia. Eso es lo que me digo. Sin embargo, es difícil. Jacey sigue poniendo la mano en su brazo, y siguen riendo sobre chistes que no sé. Hay una familiaridad entre ellos que viene de años de conocerse. Realmente se conocen el uno al otro. Es difícil no estar celosa de eso. A pesar de que, al mismo tiempo, Jacey no está arrojándose sobre él. Tal vez lo hizo en un momento dado, pero ahora, hoy, no parecen tener tensión sexual en absoluto.

—Es perfecto —le aseguro. Echo un vistazo a la mesa, tratando de

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—No estaba segura de que tan fuerte te gusta el café —me dice Jacey, levantando la vista de su conversación—. Así que lo hice bastante leve. Espero que esté bien.

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Me pongo algo de ropa, y me cepillo el cabello, luego me uno a ellos afuera con una taza de café.

decidir en qué lado sentarme. Jacey resuelve ese problema acariciando el banco junto a ella. —Ven cuéntame todo sobre ti —canta alegremente—. Tengo que saber todo sobre la chica que tiene intrigado a Brand. Él suspira en voz alta, pero no lo intenta y la mantiene lejos, así que me siento al lado de ella. Charlamos durante la siguiente hora. ¿Dónde vives? ¿Qué haces? ¿A dónde fuiste a la escuela? Durante todo el tiempo, me encuentro deseando que estuviera al lado de Brand en lugar del de Jacey pero sonrío educadamente y platico y juego el juego. Debido a que es un juego. Lo sé y Jacey lo sabe. Está actuando amable y alegre, pero también está actuando en nombre de Brand. Está buscando mis motivos, tratando de decidir si soy lo suficientemente buena para su amigo. Pero no tiene derecho. Ella lo hirió más de lo que cualquier otra persona lo hará. Pero mantengo una sonrisa pegada y respondo a todas las preguntas. Incluso pregunto algunas por mi propia cuenta. ¿Qué se siente estar casada con Dominic Kinkaide? ¿Dónde vives ahora cuando no estás en el set con él? ¿Echas de menos Angel Bay?

Es cuando mi teléfono vibra en mi bolsillo y veo el nombre de William

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Un espectáculo para Brand.

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Contesta mis preguntas por la misma razón que respondo las de ella.

que recuerdo que tengo grandes problemas para hacer frente a Jacey hoy. No llegues tarde. Eso es todo lo que dice. Echo un vistazo a la hora. Ya son las doce treinta. El saber que tengo que irme pronto me inquieta. No quiero dejarlos solos. Pero eso es estúpido, me digo. Brand es tan leal como el que más. Pero no es mío. Ese es un hecho indiscutible. No me pertenece. Trago saliva y los miro a ambos. —Lo siento, pero he sido llamada a trabajar por un rato. Tengo que ir en auto a Chicago. Vuelvo esta noche sin embargo. Me levanto para entrar en la casa, ignorando la expresión muy preocupada de Brand. Antes de llegar a la puerta, su fuerte mano está agarrando mi codo. —¿Está todo bien? —pregunta rápidamente, sus ojos azules verificándome por una respuesta. Una respuesta honesta. Pongo una máscara. —Sí. Mentira. Él levanta una ceja y suspiro. —Está bien. Mi padre solo quiere darme algunos archivos para estudiar durante el verano. Quiere que esté preparada para el otoño. Mentira. Pero sueno oh-tan-convincente y Brand finalmente se relaja. —¿Quieres que te lleve?

—Por supuesto que no. Tienes compañía. Quédate aquí con Jacey y

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Pero niego con la cabeza.

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Sí.

ponte al día. Estaré en casa esta noche. Casa. Se forma un nudo en mi garganta porque esto no es mi casa. Es su casa... es de Jacey y de Brand. Aquí es donde crecieron. Nunca seré parte de eso. —Si estás segura... —La voz de Brand se desvanece y lo beso con fuerza, en la boca. Fuera de mi periferia, veo a Jacey observándonos, algo que me llena de satisfacción. —Estoy segura. Volveré esta noche. Entro en la casa con propósito y agarro mi bolso. No miro hacia atrás hasta que hago todo el camino en la carretera.

El viaje a Chicago parece una eternidad, aunque sea solo una hora. Manejo mi Jaguar a través del tráfico de la tarde del domingo y para el momento en que entro en mi lugar de estacionamiento en el garaje de Greene Corp, mis nervios se disparan. Mis dedos están temblorosos, mi corazón se acelera, mis manos están húmedas. Brand y Jacey podrían estar solos ahora y eso puede ser molesto, pero tengo que estar a solas con William. Y eso es más que molesto. Muy bien podría ser peligroso.

Entonces, al estar fuera de las puertas de la sala de conferencias, tomo una respiración profunda y trato de no perder el equilibrio. Sé que él

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Trago saliva mientras salgo y mis tacones golpean el suelo pulido.

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Trago mientras subo en el ascensor hasta el piso veinte.

ya está aquí. Puedo oler su colonia en el aire... algo espeso y empalagoso y como-hombre-viejo. El olor me trae recuerdos... acerca de arañazos, mordidas y penetración. Me contengo un poco, agarrando la pared. Puedo hacer esto. Puedo hacer esto. Esta soy yo tocando la campana. Abro la puerta, y con tanta confianza como puedo, camino al interior. William me espera en el otro extremo de la masiva mesa de conferencias. —Entra, querida —llama. Incluso su voz suena como un hombre viejo, delgado y frágil. Me trago mi disgusto y me acerco a él, manteniendo mis ojos cuidadosamente sobre él mientras me detengo en la mesa frente a él. Él sonríe. —Ahora, ¿fue eso tan difícil? Realmente, cariño, reunirte conmigo no tenía que ser así. —Sé cómo son las reuniones contigo —me las arreglo para restregarle—. ¿Por qué querías verme hoy? Vamos al grano. William asiente, satisfecho. —Eres toda una Greene, Nora. Tan lista para hacer lo que tienes que hacer.

William se balancea hacia atrás en su silla. —Quiero contarte un poco acerca de tu novio, por supuesto. Eres

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—¿Qué quieres? —pregunto artificialmente. Mis dedos están agarrando el borde de la mesa con tanta fuerza que no puedo sentirlos más.

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Mi estómago se revuelve.

tan joven y sin experiencia... Sé que probablemente no hiciste una revisión de antecedentes sobre él. ¿Verdad? Pongo los ojos en blanco. —¿Eso es lo que tienes? No necesito una verificación de antecedentes. Lo conozco. Él es un condecorado Ranger del Ejército un héroe que salvó mi vida. Eso es todo lo que necesito saber. William se ríe, un sonido falso en la tranquila habitación. —Oh, querida, eres tan ingenua. Tu novio es un Ranger del Ejército. Pero dudo que te dijera por qué. Puedo decir por la voz de William que no me va a gustar lo que va a decir a continuación. Me gustaría poder cerrar mis oídos y no escuchar, pero tengo que saber. William no me dará una elección. No digo nada, así que continúa. —Branden Killien atacó a su padre justo después de graduarse de la preparatoria —dice William con satisfacción, sus ojos descoloridos relucientes—. Sus padres presentaron cargos y el juez suspendería la sentencia si Branden estaba de acuerdo en unirse al ejército. Estoy sorprendida. No estoy enojada con Brand, porque sinceramente, después de oír acerca de su padre y ver a su madre en acción, no lo culpo. De hecho, lo felicito por haber esperado tanto tiempo. Pero me sorprende que no lo mencionara.

Hace una pausa y espero. Lo miro, mi mirada impávida. Jódete, jodido monstruo.

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—Veo que no te lo mencionó —dice alegremente—. Puedo ver por qué. Él piensa que sus registros están sellados, por lo que nunca tuvo que preocuparse de decirte la verdad. Pero ves, querida, nada está sellado para mí. Tengo conexiones en todas partes. Lo que me lleva a mi punto de hoy.

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William disfruta de la mirada en mi cara.

—Estoy seguro de que Brand no quiere que se sepa que la única razón por la que alguna vez sirvió a su país fue por un castigo por asalto y agresión. Su empresa es exitosa, en gran parte debido a la historia militar y las condecoraciones de su compañero y él. Las conexiones que tengo en el pentágono... ellos no estarían muy contentos al saber que están haciendo negocios con un fraude. Levanto de golpe mi cabeza. —Brand no es un fraude —suelto—. Nadie jamás podría pensar así. William asiente, muy contento con mi reacción, feliz de que está consiguiendo una. —Ellos creerán eso si yo se los digo. Públicamente se retractarían de su negocio y citarían sus razones... que Branden es un fraude, un criminal, si yo les contara. Y cuando esto ocurra, la empresa de Brand iría a la quiebra. Estaría arruinado y dejado sin nada. Mi respiración deja mi cuerpo de prisa, a pesar de que intento desesperadamente no demostrarlo. —Ellos no lo harían —digo, intentando ver su apuesta—. Su empresa hace un buen trabajo. No tendrían razones. William tamborilea sus dedos con indiferencia sobre la mesa, como si estuviéramos teniendo una conversación normal y amigable. —Querida —dice, siempre-tan-dulcemente—. Harían cualquier cosa que les pida que hagan. Esa es la importancia tengo en Washington. Lo miro y entrecierra sus ojos mientras se levanta y camina hacia mí. Tengo que luchar para permanecer inmóvil, mantenerme firme. —No puedes huir de mí.

Se detiene justo en frente de mí, acercándose lo suficiente para que tenga que respirar su odioso perfume, y oler su aliento fétido y caliente.

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»Siempre consigo lo que quiero.

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Da otro paso hacia mí, y luego otro.

—Pregúntamelo, Nora. Levantó mi mirada para encontrarme con la suya. Sus ojos son tan fríos como apagados y viejos. Aprieto mis labios cerrándolos, renuente a hacerlo. —Pregúntamelo. Agarra una de mis manos y la aprieta, empujando juntos los delicados huesos de mis manos. Aprieto mis dientes por el dolor. Aprieta con más fuerza. —¿Qué quieres? —pregunto finalmente, para hacer que deje de lastimarme. —A ti. Lucho contra la urgente necesidad de vomitar. »Está metiéndose en el camino de lo que quiero —dice William ahora complacido, liberando mi mano—. Quiero que dejes su cabaña, y vengas conmigo a un viaje a Abu Dabi. Diremos que es por negocios. Pero te aseguro, no serán negocios. Extiende su mano y ahueca mi entrepierna, sus uñas clavándose en mi tierna carne, cortándome. A él le gusta el dolor. Lo sé. Lo he experimentado antes. Le gusta infligir dolor. Retrocedo un paso, alejándome de golpe de él, de su toque malvado. —No me deseas a mí. Deseabas a mi madre y no pudiste tenerla. No soy mi madre.

Igual que tú. Trago el ácido en mi lengua.

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—Que chica tan inteligente eres. Podría haberse iniciado de esa manera, te deseaba porque tu madre tenía que observarme perseguirte y nunca podría hacer nada al respecto porque es una perra indefensa. Pero ahora te deseo a ti. Tu madre es vieja.

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La boca arrugada de William tira en una sonrisa cínica.

—¿Y si digo que no? William levanta una ceja tupida, como sabiendo que nunca me atrevería. —Si dices que no, serías una chica muy tonta. Arruinaría al idiota de tu novio, después te arruinaría a ti. Y ni por un minuto creas que al menos se tendrían el uno al otro... porque después de que haya terminado con él, nunca te deseará. Nunca. ¿Realmente crees que querría a alguien que voluntariamente entró en una relación incestuosa con su propio tío y lo disfrutó mucho? La bilis sube en mi garganta mientras saca un paquete de fotos y las empuja a través de la mesa. Soy yo. Haciéndole una mamada a mi propio tío. Desde el ángulo de la cámara, no puedes ver que mis manos están atadas a mi espalda. Todo lo que puedes ver es el tatuaje en mi hombro, un identificador único. El ancla trenzada, las palabras. Fluctuat nec mergitur. Definitivamente soy yo. Y definitivamente es mi tío. Su mano arrugada está sobre mi nuca, forzándome a tomar más de él en mi garganta... y su muy exclusivo anillo de sello está en su dedo. Mi tío sonríe agradablemente mientras mete las fotos en su bolsillo. —Hay más. Hay muchas de ti follándome, pequeña puta —me dice, cada palabra glacial—. Y no me importa si sale a la luz... eras mayor de edad y si alguien me pregunta, simplemente diré que eres una puta lasciva que me persiguió por años y en un momento de embriaguez, me rendí. Si miras las fotos, ciertamente parece que estás disfrutándolo. No lo hacía.

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Pero tiene razón. No puedes ver eso en las fotos. En las fotos, mi maquillaje se ve manchado por la pasión, no por las lágrimas. No puedes ver cómo mis manos están atadas, no puedes ver las marcas del latigazo de mi tío.

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No estaba disfrutándolo. Me encontraba tratando de pasar a través de ello, de no morir interiormente.

No puedes ver nada de eso... excepto a una chica teniendo sexo con su propio tío. William me mira fijamente, muy seguro de que seré obediente. —Incluso si Brand todavía, de alguna manera, te quiere después de que lo arruine —dice tranquilamente—. Nunca te querrá después de ver qué jodida puta eres. La realidad se derrumba a mí alrededor, fea y caliente. Nadie en su sano juicio me querría después de ver esas fotos. No importa cómo lo mire, perderé a Brand. Pero no puedo dejar que Brand lo pierda todo... no por mi causa. Ha trabajado muy duro para olvidar su propio feo pasado. No sería justo si ahora lo pierde todo. —Tienes hasta mañana a la medianoche para dejar esa casa —dice mi tío amablemente—. Me encontraré contigo en tu apartamento en California. Sé que sigues teniéndolo, incluso después de que tu padre dijo que lo dejaras. No importa. Será útil para nosotros. Le daremos buen uso hasta que nuestro vuelo salga desde LAX hasta Abu Dabi. No puedo controlar mi vómito. Me inclino hacia un costado y vomito, una y otra vez. Vacío mi estómago, luego me enderezo de nuevo, limpiando mi boca con mi mano. —Veo que tenemos un acuerdo —asiente William—. Bueno. Te veré en California, querida. Se da la vuelta y comienza a irse, pero lo detengo. —¿Qué clase de monstruo eres? —susurro—. Soy de tu carne y sangre. Me cargaste cuando era una bebé. Tú ees el criminal, no Brand.

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—Nora, ambos sabemos que trataste de seducirme desde el momento en que eras pequeña. Esos trajes de baño que usabas... siempre hiciste un punto alejándote de mí de una manera que dejaba ver tu pequeño trasero apretado.

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William sorprendentemente se ríe, pero es duro y feo.

La bilis sube de nuevo. —Mi trasero era pequeño porque era una niña —escupo—. Nunca intenté seducirte. Eres un jodido enfermo que abusa de los niños. William me mira fijamente con inocencia. —Nunca he abusado de niños —se defiende—. Querida, no me dirigí hacia ti hasta que eras una adulta. Eso no es un crimen. —No, pero es una abominación —le digo, a la vez que lucho de nuevo contra las náuseas. —Cada uno a lo suyo —dice William fácilmente—. Tienes hasta mañana a la medianoche para ir a California. No llegues tarde. Se da la vuelta y sale de la habitación, aún puedo sentir sus uñas, dónde cortaron en mi vagina. Corro al baño y paso un puñado de toallas de papel bajo agua hirviendo. No puedo tomar una ducha, así que esta es la segunda mejor opción. Me encierro en una caseta de baño, limpiando y limpiando y limpiando, tratando de sacar las huellas de sus dedos. Antes de que me dé cuenta, estoy llorando, y sobre el suelo. Tengo hasta mañana a la medianoche con Brand. No me atrevo a desafiar a William. Arruinará todo lo que tengo. Destruirá y hará trizas todo mi mundo, pero eso no es lo que me importa. Todo lo que me importa es... Brand. No puedo dejar que lastime a Brand. Echo un vistazo a mi reloj. Se acaba el tiempo.

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231

Lo que tenía que pasar ha pasado.

Capítulo 25 Brand Traducido por veroonoel (SOS) Corregido por Lizzie Wasserstein

M

iro a Jacey. —¿Qué dijiste? Traga su trozo de sándwich.

—Dije, ¿qué estás haciendo con esta chica? Pongo mis ojos en blanco. —No es realmente tu asunto, ¿o ahora lo es? Cuando llegue a un punto en el que crea que necesite decírtelo, serás la primera en saberlo. —En otras palabras. —Frunce el ceño—. Nunca. Sonrío. Toma otro bocado. —Es hermosa, te daré eso. Pero no parece realmente tu tipo. Es un poco… tensa. Sacudo mi cabeza y miro hacia el lago, recordando cómo Nora ha nadado conmigo hasta la boya.

—Además, es de una familia estirada. Así que no es tu tipo. Termino mi sándwich y llevo mi plato al fregadero.

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Jacey asiente.

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—¿Crees?

—Jacey, sin ofender. Pero has pasado años llorando en mi hombro por otros hombres. No me has escuchando hablando de una mujer ni una vez. No sabes cuál es mi tipo. Deja de masticar y me mira. —¿Ni una sola vez? Sacudo mi cabeza. —Ni una sola vez. Siempre te estaba escuchando a ti. —Dios, fui una perra —murmura—. ¿Debería disculparme de nuevo? Pongo mis ojos en blanco. —Nah. No ayudará ahora. Solo que sepas que sé lo que estoy haciendo. Y si quiero tu consejo, lo pediré. Y gracias por dejarme usar tu cabaña para recuperarme. Frunce el ceño con buen humor. —¿Así lo estás llamando? ¿Recuperación? ¿En un cabaña solo con una mujer hermosa? Asiento. —Es mi historia. —Y te estás apegando a ella. Entendido. Bromeamos entre nosotros por un rato, y Jacey habla sobre su vida en Reino Unido y le digo todo lo que ha estado haciendo su hermano en Connecticut. —Esto es agradable —dice finalmente, inclinándose para abrazarme—. Siento que las cosas están volviendo a donde deberían estar. Finalmente. Lamento haber jodido todo, en primer lugar.

Por supuesto. Porque Jacey todavía tiene sus brazos envueltos alrededor de mí. Perfecto.

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Antes de que Jacey se aleje, la puerta se abre y entra Nora.

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—Está bien —le digo mientras le devuelvo el abrazo—. En serio.

La expresión del rostro de Nora es escalofriante. Me alejo de Jacey inmediatamente, y me acerco a Nora. —Hola, cariño —la saludo—. Jacey y yo estábamos poniéndonos al día. Nora asiente suavemente, sin sonreír. —Ya veo. Jacey mira de Nora a mí. —Uh. Tengo que ir al Hill y ver a María. Volveré más tarde. Mi vuelo sale en la mañana, así que tendré que dormir un poco. Ni Nora ni yo respondemos, por lo que Jacey se va. Miro a Nora. —Eso no era lo que parecía. —¿No? —La ceja de Nora está arqueada. —No. —Sacudo mi cabeza—. Era solo un abrazo entre amigos. Nora me mira por un momento, sus ojos grandes y tristes. Entonces asiente, las nubes despejando su rostro. —Está bien. —¿Está bien? ¿Así de simple? Asiente. —Así de simple. Confío en ti. Y hay mejores maneras de pasar mi tiempo que sospechando de ti.

Pero entonces sonríe.

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Me mira con tristeza y por un momento, estoy molesto. ¿Qué diablos le pasa?

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—Nena, siempre tenemos tiempo para hablar de mierda. Si te sientes mal por algo, tienes que decírmelo. Así es como soluciona las cosas la gente. El tiempo es barato. Nos lo podemos permitir.

—Tienes razón. Pero estoy bien. Jacey es una vieja amiga. Está bien. Está bien. Dos de las palabras más peligrosas en el vocabulario femenino, estoy seguro. Pero no tengo más remedio que aceptarlo. Así que asiento. —Bien. Ahora… tenemos la cabaña para nosotros de nuevo por la noche. ¿Cómo te gustaría pasar ese tiempo? Nora sonríe, una sonrisa lenta que finalmente llega a sus ojos, y luego me alcanza. —Tengo algunas ideas.

Nora

T

engo que absorberlo. Cada pedacito de él, tanto como pueda. Tengo tan poco tiempo para absorberlo, para recordarlo, para tomar su sustancia y hacerlo mío.

Pasa sus manos por mis caderas, y las levanto, concediéndole acceso a la parte más sensible de mí. Cuando lo hace, olvido cómo las uñas de William se clavaron en mí antes. Brand lo eclipsa, lo borra, lo erradica. Retuerzo mis manos en las sábanas, gimiendo su nombre mientras me acaricia.

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Besa mi cuello, mis labios, mis mejillas, antes de descansar su frente contra la mía y mientras me mira fijamente a los ojos, entra en mi cuerpo, lentamente, suavemente, profundamente.

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Hazme buena, Brand.

A propósito. Contengo mi aliento y luego respiro con él, en lentos jadeos mientras se desliza dentro y fuera, una y otra vez. —Quiero verte —dice con voz ronca contra mi cuello. Y luego sale, y me pone encima de él, agarrando mis pechos en sus manos, apretando la carne sensible. »Eso está mejor —suspira. Deslizando sus manos por mis caderas, les rinde culto. Luego pasa su atención a mis pechos e inclinándose hacia arriba, los chupa, lamiéndolos con su lengua, rodando mis pezones entre sus dientes. Al mismo tiempo, me estoy balanceando en su dureza, deslizándolo adentro y afuera, disfrutando la cálida humedad, la endurecida rigidez. Lléname, Brand. Se desliza adentro y afuera, rápido y más rápido y finalmente, tiro mi cabeza hacia atrás y me arqueo encima de él, destrozada por el orgasmo. Me sacudo y sacudo con ello, mis músculos contrayéndose a su alrededor. Sonríe. —Mi turno. Comienza a moverse dentro de mí de nuevo, pero luego sale, y me mueve debajo de él una vez más, esta vez, estoy boca abajo en la cama mientras me folla por detrás. Tira de mí hacia él con sus manos y luego estira su mano y me acaricia mientras me folla. Me corro de nuevo, antes de que finalmente gima con su propia liberación. Colapso en la cama, sin fuerzas y satisfecha y triste.

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Tomo una de sus manos y trazo mis dedos mientras me atrae hacia su pecho con su otra mano.

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Esto es todo lo que tengo. Tengo que memorizarlo. Tengo que memorizarlo a él, su rostro, su aroma, sus manos.

El silencio entre nosotros es enorme y cargado e importante. No sé por qué. Luego me doy cuenta… mientras me mira, la expresión en sus ojos es diferente. Porque me ama. No sé cómo lo sé, pero lo sé. Me acurruco sobre él, mi rostro en su cuello, tratando de difundir esa sensación cálida, suave, buena por todo mi cuerpo. —Estoy cansada —le digo, esperando que no diga las palabras. No puedo escuchar las palabras. No si tengo que dejarlo. Sería imposible. Insoportable. Por favor, no. Se ríe en su lugar y el momento se rompe. —Te cansé. Toma una siesta y lo haremos de nuevo. Pero es él quien se queda dormido. Lo observo, mientras inhala y exhala. Mientras sus brazos aún me rodean, mientras todavía me protege incluso cuando duerme. Mi corazón punza, mis entrañas se aprietan. Miro el reloj. Once de la noche. Hemos pasado horas en esta habitación, haciendo el amor una y otra vez. Porque así es cómo quería pasar mis últimas horas con él. Serán estos recuerdos con los que viviré desde este día en adelante.

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Tan despacio como puedo, me deslizo de la cama y me siento en el escritorio al lado de la ventana, escribiendo una nota. Es corta pero no sé qué más decir… no sé qué decir para no hacerle daño. La doblo y escribo el nombre de Brand, apoyándola en la lámpara donde la verá.

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Pero el tiempo corre y tengo una hora. No tengo duda de que William probablemente tiene a alguien vigilando la casa, solo para asegurarse de que cumplo con mi parte del trato.

Lo observo de nuevo, absorbiéndolo, memorizando su rostro fuerte, la mandíbula cincelada, el hoyuelo en la barbilla. Desearía poder mirar sus ojos una vez más… el azul, el océano azul que he mirado un centenar de veces. Los ojos que dicen que me aman, incluso aunque no hayan dicho las palabras. Sé que me ama. Lo vi esta noche. Y eso tendrá que ser suficiente. Me inclino y rozo el más suave de los besos en su frente y me deslizo fuera de la habitación. Sé que Jacey todavía no ha regresado, así que agarro mis cosas rápidamente de su habitación, metiéndolas en mi bolso. Estoy caminando silenciosamente por la cocina cuando la puerta trasera se abre y entra Jacey. Está sorprendida de verme y comienza a decir hola, pero entonces sus ojos miran el bolso en mi mano y se agrandan. —¿Te estás… te estás yendo? Trago saliva, luego asiento. El movimiento duele, como un bisturí o una espada. »Y Brand no lo sabe. La voz de Jacey es débil. La miro, sin responder. Me mira, confundida, enojada. Doy un paso alrededor de ella y me agarra del codo.

—Tú lo dejaste.

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La miro, directamente a los ojos.

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—No sé si te importa, pero nunca he visto a Brand así de feliz en un largo tiempo. En realidad, nunca lo he visto así de feliz. Esto lo matará. No me imagino por qué lo dejarías.

—Pero él y yo nunca estuvimos juntos —señala—. Tú… yo… no importa. No es mi asunto. Se da la vuelta y comienza a alejarse. —¿Jacey? Se da vuelta en silencio, porque las palabras no son necesarias. Su mirada glacial dice todo. —A veces las cosas no son lo que parecen. Puedes… solo… cuídalo. Jacey asiente en seco, una vez, y hago la cosa más difícil que tendré que hacer en mi vida. Conduzco lejos de Brand Killien.

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239

Lloro todo el camino al aeropuerto.

Capítulo 26 Brand Traducido por Mapu e Itorres Corregido por Lizzie Wasserstein

C

uando me despierto, la cama está vacía. Me toma un minuto darme cuenta que Nora ya se ha levantado. Me estiro y espero a que ella vuelva, pero después de que pasa un largo tiempo, me doy cuenta de que no lo va a hacer. Ella debe estar afuera hablando con Jacey. Sacudo mi cabeza mientras me levanto de la cama. Qué jodida situación. Pero que asombrosa noche. Mientras busco mis pantalones, veo el papel. Doblado, con mi nombre garabateado en él, colocado en el escritorio. Mi estómago cae como un pedazo de plomo, a mis pies, al piso. Esto no puede ser bueno. No quiero abrirlo, pero al mismo tiempo, sé que tengo que hacerlo. Mi cuerpo se adormece mientras leo sus palabras.

Brand,

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Nora.

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Esto fue más de lo que esperaba. Lo siento. Espero que puedas encontrar lo que estás buscando.

Ella no quiere decir eso. Ella no puede posiblemente. Aun así, ella se ha ido. Y su carta está aquí en su lugar. Arrugo el papel y lo tiro a la papelera entonces antes de que pueda controlar mi ira, estrello mi puño en la pared, rompiendo el yeso con un estrépito, pequeñas piezas de él caen al suelo. No le toma mucho tiempo a Jacey llegar corriendo. —Jesús —jadea, viendo mis nudillos ensangrentados y el agujero en la pared—. Voy a conseguir un paño húmedo. Ella desaparece y vuelve en un minuto, obligándole a sentarme en la cama y presionando el paño húmedo contra mi mano. —-Pagaré por todos los daños —murmuro. —-No me preocupo por la pared —dice—. Me preocupo por ti. ¿Vas a estar bien? Gruño y aparto la mirada. —-Claro. No es la primera vez que no soy lo suficientemente bueno para alguien. Ella toma una bocanada de aire, sus ojos grandes, azules y heridos. —-Lo siento —murmuro—. No estoy molesto contigo. Yo solo… joder. Jacey acaricia mi espalda, su cabeza en mi hombro. —No sé qué decir. Lo siento, Brand. —-Esto es una mierda —digo mientras me pongo de pie—. No tiene ningún sentido.

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Nadie se queda conmigo. En todo el tiempo que he estado vivo, nunca he sido lo suficiente y jodidamente bueno. No importa cuán bueno soy, cuán fuerte me vuelvo, cuán buen trabajo hago... Nunca es suficiente.

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Pero tiene todos los tipos de sentido.

Para nadie. —Que se joda. Salgo de la habitación, intentando ir a alguna parte, cualquier lugar... Para sacar esta mierda de mi cabeza. Todo está pasando a través de mis pensamientos… mi padre que me golpeaba, mi madre que me odia, Jacey que no me quiso... Y ahora Nora. Todo comienza a sangrar a la vez y no pudo nombrar las emociones por separado. Simplemente no soy suficientemente bueno. Mientras camino a través de la sala de estar, mis ojos caen sobre esa jodida caja de madera y la agarro, sosteniéndola apretadamente. Esto solo simboliza otro fallo más. Jacey avanza detrás de mí y la mira. —¿Qué es eso? —-No fui lo suficientemente bueno para salvar a mi hermanita —le digo, mi voz en un susurro, las palabras dolorosas—. ¿Lo sabías? Jacey sacude su cabeza, sus ojos agrandados. —-No sabía que tuviste una hermana —responde suavemente. Trago. —Si. La tuve. Ella se ahogó cuando yo tenía seis y no fui lo suficientemente bueno para evitarlo. Al menos eso fue lo que mi viejo siempre me dijo... Cuando me golpeaba hasta sacarme la mierda cada noche. ¿Esas marcas que tenía cuando era niño? Por eso las tenía, porque no fui lo suficiente y jodidamente bueno.

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—-Mi abuela llamó al servicio social, sabes —me dice—. Ellos vinieron e investigaron a tu padre. Pero no pudieron encontrar suficiente evidencia para llevarte lejos.

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Jacey está inmóvil, completamente congelada.

Por supuesto que no, vagamente recuerdo eso, también. Un verano, cuando tenía doce o así. Había llegado a casa para cambiarme de ropa y había gente en la casa, extraños en pantalones elegantes quienes hicieron un montón de preguntas. Mi padre me había estado mirando significativamente, y yo había respondido a todo cómo sabía que él quería que respondiera. Los niños son leales hasta el final. ¿Adivina qué? Este es el final. Agarro la caja con fuerza, mirando fijamente el intrincado diseño, la tan inteligente forma de ocultar el contenido. Rápido y con fuerza, lanzo la caja a través de la habitación, se rompe en pedazos contra la pared, regando las piezas en el suelo. No hago ningún movimiento hacia ella, para ver qué hay adentro. Jacey la mira primero, luego a mí. —No sé qué le sucedió a tu hermana —dice suavemente—-. Pero sé que lo que sea que fuera, no fue tu culpa. No puedo evitarlo. Todo brota en mí y me siento en el piso sin fuerzas, y todo sale. Todo.

Todo eso.

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Todo eso salió afuera.

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Mi hermana sonámbula. La manera en que teníamos que mantenerla encerrada por su propia seguridad. Cómo mi madre la había encontrado ahogada en la orilla y cómo sus gritos habían sacudido la casa. Cómo mi padre me golpeaba cada noche que volvía a casa desde el bar. Toca la campana, Brand. Cómo él oscilaba sobre mi cuando me gradué de la preparatoria y cómo entonces fue mi turno para golpearlo a él. Cómo lo golpee y golpee hasta que mi madre me apartó y llamó a la policía. Cómo el juez había suspendido mi sentencia cuando escuchó que había sido aceptado en West Point, pero solo si accedía a entrar a la milicia después. Cómo eso me pareció bien, porque había sido mi plan de cualquier manera. Y cómo mi madre me odia ahora.

Jacey sostiene mi mano y lágrimas comienzan a rodar por su cara mientras me escucha recriminar y respirar y jurar. Años de disgusto y amargura brotaron fuera de mí, todo eso. Todo. Eso. Incluso las partes que eran dirigidas a ella. —Me usaste durante años —le digo enojado—-. Y yo te lo permití. Es culpa mía. Porque siempre creí que no era lo suficientemente bueno. Es algo que tengo clavado en lo profundo… así que siempre sentí que eso era lo que merecía. Quitar, quitar y quitar. Bueno ¿sabes qué? Que se jodan, no me merezco eso. Jacey agarra mi mano con fuerza. —-No, no te mereces eso, Brand. Y tú has sido siempre lo suficientemente bueno. Siempre. Yo soy la única que no fue lo suficientemente buena para ti. Tu papá era un imbécil. Tu madre simplemente es mala. Ellos te jodieron, pero tú eres más fuerte que ellos. Lo eres. Tú eres bueno y fuerte y leal... y ya eras más hombre cuando tenías seis de lo que tu padre lo fue nunca. Debes saberlo Brand. Tienes que hacerlo Finalmente he terminado de desahogarme. Estoy herido, cansado y exhausto. Asiento. —-Sip. Lo sé. Me he pasado mi vida entera tratando de ser lo suficientemente bueno. Creo que es tiempo de que yo solo… que solo sea yo. Jacey asiente, me sostiene y cierro mis ojos por un minuto.

—Me voy a duchar —le digo mientras me levanto. Y me alejo. Un minuto más tarde, sin embargo, Jacey me llama.

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Abro mis ojos y Jacey me está mirando, su cara pálida.

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—-No me merecía que Nora me dejara en el medio de la noche sin ni siquiera una conversación. Que se joda.

Dudo ante la puerta de mi dormitorio. —¿Sí? —contesto. —Miré en la caja. Sus palabras son simples, su tono tranquilo. De pronto, quiero saber. ¿Qué carajos tenía que decir mi padre? ¿Qué podría posiblemente tener que decirme? Regreso a la sala de estar y encuentro a Jacey de pie sobre los restos destrozados de la caja. Ella voltea a mirarme, con el rostro pálido, sus ojos enormes. Allí, colgando de sus dedos, está la vieja cerradura de la puerta del dormitorio de mí hermana. La pintura se desprende de ella, es vieja y está oxidada, pero es tan familiar para mí como mi propia mano. Si cierro los ojos, todavía puedo oír el sonido que hacía cuando se deslizaba en su lugar todas las noches antes de acostarse. Si cierro los ojos, y me imagino el sonido, también sé algo, algo que deliberadamente no he pensado en los últimos años, pero algo que he sabido desde la noche en que mi hermana murió. No escuché el bloqueo de la puerta de su habitación esa noche. Es algo que nunca le he dicho a otra alma viviente. Jacey me mira fijamente.

Hago una pausa y el silencio es sobrecargado mientras Jacey espera.

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—Sabía que mi padre no cerró la puerta de Allison esa noche —digo finalmente—. Yo lo sabía. Esperé hasta que se fue al bar, y husmeé en la planta baja por un aperitivo, algunas galletas. Quise cerrar la puerta cuando volví a la cama, pero se me olvidó. Pasé justo enfrente y se me olvidó. Me acosté en la cama esa noche, mirando por la ventana, mirando a lo que yo pensaba era una bola plateada flotando en el agua.

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Me quedo mirando la cerradura.

—No era una bola —digo crudamente—. Era mi hermana. Los ojos de Jacey se amplían un poco más, pero permanece en silencio. »Así que todo el tiempo, mis padres tenían razón. Supongo que es por eso que siempre me sentí como que merecía lo que mi padre me dio —admito, mis palabras planas—. Sabía que la puerta no estaba cerrada con llave y olvidé hacer algo al respecto. Está muerta y por mucho es mi culpa como de alguien más. La culpa, la culpa que he cargado toda mi vida se siente como un peso ahora, un peso pesado, un albatros de hierro alrededor de mi cuello. Echo un vistazo a Jacey. —Así que, ahora ya lo sabes. Todo el mundo ha estado en lo cierto. No soy lo suficientemente bueno. Hay lágrimas golpeando el rostro de Jacey ahora y deja caer la cerradura. Hace un golpe sordo, mientras golpea el suelo y Jacey se apresura hacia mí, enterrando su cara en mi pecho mientras llora. Pero no está en busca de consuelo, por una vez. Esta vez, ella es la que me reconforta. —Brand, eres increíble. Tan, tan increíble. Tenías seis años. No hay manera de que pudieras haber sabido que tu hermana se levantaría esa noche. No era tu responsabilidad asegurarte de que la puerta estaba cerrada con llave. Era de tus padres. La gente apesta porque tienen que encontrar siempre a alguien a quien culpar por la mierda mala... alguien además de a sí mismos. Has estado llevando esta culpa por mucho tiempo... y no es tuya para llevar. Es de tu padre. Y creo que... tal vez... esta fue su forma de decirlo.

Fui yo. —Creo que por fin está tratando de liberarte.

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—Mira. —Señala con una mano temblorosa en el interior de la tapa de madera. Inscrita con la artesanía perfecta, las palabras se destacan crudamente.

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La miro hacia y se limpia los ojos.

El silencio de la casa es enorme, reverente. La culpa de mi padre no es más mi carga.

Debido a que se encuentra a unos cien metros de la casa, la carpintería de mi padre no fue dañada en el incendio. Esta mañana, estoy en la puerta, evaluándola. Distrayéndome a mí mismo del enorme agujero que la ausencia de Nora ha dejado. Se ha ido. No puedo creerlo, y lo siento en cada parte de mí. Cada célula de mi cuerpo está en estado de shock, cada molécula grita de dolor. Que se joda. Doy unos pasos dentro, recogiendo pedazos medio terminados de madera. Se ha ido porque no soy suficiente para ella. No soy lo suficientemente bueno. Los viejos sentimientos de inadecuación chocan contra mí, una y otra vez y gimo, golpeando la madera en mi mano en una tabla.

Hago una pausa y recuerdo a mi padre divagando en torno aquí durante horas y horas. Solía escuchar las sierras y estar agradecido... porque

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Empiezo recogiendo todos los proyectos a medio terminar de mi padre y los cargo a través de la habitación, apilándolos ordenadamente en una esquina. Los descartaré después. Toma unas cuantas cargas porque mi padre tenía un montón de proyectos. Cualquier cosa para mantener mis manos ocupadas, cualquier cosa para no perforar un millón de agujeros en la pared.

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Que se joda ella.

eso significaba que probablemente no iría al bar esa noche. Y si él no iba al bar y se emborrachaba, entonces estaba a salvo de su ira. Solo me golpeaba cuando estaba borracho. Cuando llego a otro puñado de madera, echo un vistazo a una caja de metal roja que sale de debajo de la mesa de trabajo. Doblado, me agacho, esperando encontrar herramientas. Pero no. Dentro de la vieja caja de herramientas, están un montón de papeles. Periódicos, cartas de West Point, recortes. Todo sobre mí. El viejo había estado vigilándome durante estos años. Sabía que me gradué de West Point, sabía que me había hecho Ranger, que me habían enviado a Afganistán. Incluso sabía que había ganado un Corazón Púrpura. Era demasiado orgulloso para ponerse en contacto conmigo, pero le importaba lo suficiente como para seguir mi vida. Durante un minuto, mi corazón se ablanda. La vida realmente no es blanca o negra. La jodida vida. Es una perra vengativa. Tiro la caja, acecho hacia el refrigerador en la esquina y tomo una cerveza. Mi padre consiguió al menos dejar dos cajas, refrigeradas y listas para mí. Pensándolo bien, vuelvo y agarro dos más, y luego voy en dirección a la silla de su escritorio. Pongo mis pies sobre el escritorio e inclino mi silla hacia atrás, haciendo estallar la parte superior de la cerveza número uno. Las otras dos están en fila esperando por mí. Sí, ni siquiera es todavía mediodía. No, no me importa una mierda.

Lo único que me importa es Nora. ¿Por qué en el nombre de todo lo sagrado me puse a mí mismo en

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No me preocupo por las pertenencias de mi padre con recortes de periódico. No me preocupo por su jodida caja o la forma en que finalmente tomó la culpa como suya.

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Está caliente como el infierno aquí, pero no me preocupo por eso tampoco. Solo miro por la ventana mientras me trago la cerveza fría.

esta posición? Sabía desde el principio que Nora solo quería el verano. Que solo me quería para cumplir algunas estúpidas fantasías de mierda de la preparatoria. Lo sabía. Sin embargo, apesta de todos modos. Porque soy una jodido estúpido y todo en ella me hizo sentir bien. Bueno, que se joda. No me siento muy bien en este momento. Aplasto la lata y la tiro a un lado, recogiendo la cerveza número dos. La abro. —¿Vas a sentarte aquí y beber todo el día? La voz de Jacey viene detrás de mí. Tomo un trago. —Ese es el plan. Se acerca suavemente a mí alrededor, sentándose en el borde de la mesa. Todavía está usando pantalones cortos y sandalias. —¿No tenías un vuelo esta mañana? —le pregunto, tomando otro largo trago. Ella niega con la cabeza. —Lo tenía. Pero no te dejaré ahora. La miro fijamente. —Uh-uh. Toma ese vuelo, Vincent. Estoy bien. Ella niega con la cabeza de nuevo. —Nop. Tú me cuidaste a través de cinco millones de rupturas. Puedo estar aquí por una.

Empieza a protestar, a decirme cómo ha sido una perra a mí

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—Nop. Sinceramente, no te quiero aquí, Jace. Te amo y a todos, pero creo que necesito estar solo. Seré un imbécil por unos días. No necesitas estar aquí para eso.

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Bajo la cerveza y alcanzo la número tres.

alrededor antes, bla, bla, bla, pero la corto en seco, nivelando una mirada en ella. —En serio, Jacey. Te lo agradezco. Pero vuelve con tu esposo. Necesito estar solo. Abre su boca, luego la cierra. Me mira fijamente durante mucho tiempo, antes de finalmente asentir. —Supongo. Si eso es lo que quieres. —Ella da unos pasos hacia la puerta, luego se voltea—. Brand, una de las mejores cosas acerca de ti es tu corazón. Podrías haber resultado ser un idiota en la vida, debido a toda la mierda con que trataste cuando eras un niño, pero no lo fuiste. Te convertiste en el mejor hombre que conozco. No dejes que nada de esto cambie eso. Por favor. Resoplo, levantando la lata número tres de mis labios. —Lo que sea, Jace. Mira a donde me llevó. Los chicos buenos siempre pierden. Todo. El. Jodido. Tiempo. Le doy la espalda, mirando por la ventana mientras me tomo la cerveza. A este ritmo, muy bien podría terminar una caja hoy. Y eso está bien. Oigo a Jacey detrás de mí, persistente, tratando de decidir qué decir. Jodidamente me saca de quicio. —Solo vete, Jacey —le digo firmemente—. En serio. Ten un vuelo seguro. Regresa a mí, arrojándoseme, abrazándome fuerte. Sus brazos se ajustan alrededor de mi garganta y tengo que forzarla a retirarse para poder respirar. —¿Qué demonios?

Aparto la mirada.

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—Lamento que ella te hiriera, Brand. Apesta. No sé por qué se fue, pero mereces ser feliz.

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Me mira, sus ojos llorosos.

—Sí. Lo merezco. Pero ya sabes lo que dicen... —¿Qué dicen? Una voz viene de la puerta delantera, una voz con acento francés. Jesús. ¿La gente nunca toca la puerta por aquí? Camille Greene destaca con elegancia en el taller de carpintería, tan fuera de lugar entre las virutas de polvo y la madera como Maxwell había estado en el porche. Ella mira de Jacey hacia mí, la curiosidad en sus ojos azules, por la forma en que Jacey se cierne alrededor de mi cuello, pero no dice nada más. —No importa lo que dicen —murmuro, y empujo suavemente a Jacey fuera de mi regazo. La miro, mi expresión firme. »Vuelve a Reino Unido. Ve con tu esposo. Estaré bien. Asiente. —Bien. Pero llámame si me necesitas. —Da un paso, luego dos, luego se da la vuelta. »Solo tengo que decir una cosa. No la conozco muy bien, pero Nora no se veía como alguien que quisiera irse, Brand. No sé por qué otra razón se iría, pero no se veía como si hubiera hecho una elección que quisiera hacer. Esto da un tirón a mi cabeza. —¿Por qué dices eso? Jacey niega con la cabeza. —No puedo explicarlo. Era solo una mirada en sus ojos.

—No era mi intención entrometerme —me dice con elegancia—. Lo

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Jacey se voltea y pasa junto a Camille, quien luego da pasos más adentro.

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Una mirada en sus ojos. Jesús. Deja a una mujer decir algo como eso.

siento. —¿Cómo supo que tenía que buscarme aquí? —le pregunto con curiosidad. Encoge sus delgados hombros. —No estabas en la otra cabaña, y sabía que esto era a sus padres. Así que vine a buscar. La miro, en su traje de pantalón de seda y su cabello perfectamente peinado, sus joyas, sus gustos caros. —¿Por qué? Mi pregunta es tan cruda como me siento. Devuelve mi mirada sin pestañear. —Porque estoy de acuerdo con tu amiga. Mi hija ha huido, y no creo que lo quisiera. Y necesito tu ayuda para traerla de regreso. Por solo un segundo, siento la esperanza creciendo dentro de mí, pero luego resoplo y me aparto, porque me acuerdo de por qué Nora salió huyendo. —Salió huyendo de mí —contesto fríamente, levantándome y caminando hacia el refrigerador de nuevo. Descargo tres cervezas más en mis brazos antes de caminar de regreso—. Porque no soy lo que quiere, y ella no quería estar más aquí. Así que no seré de mucha ayuda en su búsqueda. Camille se adelanta y pone su mano en mi brazo. Es delgada y fría y la miro. Su cara está dolida, preocupada. Desde aquí, puedo ver que está cansada. Como que no durmió mucho.

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»Le dije a Nora, una vez que si William alguna vez le hacía daño viniera a mí en lugar de a su padre. Porque hay cosas que ella no sabe. Maxwell no es... bueno, no importa en este momento. Pero lo que importa es que me envió un mensaje anoche. Esto es lo que dijo.

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—Nora me envió un mensaje en medio de la noche —continúa Camille, como si yo no hubiera hablado en absoluto—. Fue muy extraño. Sé que sabes que no todo está bien en mi familia. Siento que puedo confiar en ti... que te puedo decir esto. —Ella saca un gran aliento.

Saca su teléfono de su bolso, encuentra el texto y me lo da.

Mamá, Tenías razón. William es un monstruo. Pero haré algo al respecto. Tal vez no me puedas ver por un tiempo. Pero te quiero. No te preocupes. De cualquier manera, todo finalmente estará bien.

Las palabras, tan marcadas y formales, cortan a través de mí y envían escalofríos por mi espina dorsal. No suena como Nora en absoluto... a menos que estuviera desesperada. Y suena desesperada. ¿Qué carajos me he perdido? —¿Qué quiere decir con que hará algo al respecto? —me pregunta Camille en un susurro, su frente se frunce y sus dedos agarran mi brazo—. ¿Qué va a hacer? Niego con la cabeza lentamente de un lado a otro, tratando de envolver mi mente alrededor de las palabras. —No sé lo que pasó. Fue a trabajar ayer... dijo que tenía que encontrarse con su padre para repasar algunos expedientes. Cuando regresó, actuaba extraño. Mi voz se apaga, pero Camille ya está sacudiendo su cabeza. —Ella no se reunió con Maxwell ayer. Él estuvo en la casa. Durante todo el día. Nos miramos el uno al otro y Camille ya está sacando su teléfono. Teclea un número, luego espera.

»¿Está volando de San Francisco a Dubai? ¿En el avión de la compañía?

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Hace una pausa.

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—¿Hola? ¿Darleen? Es Camille. Cariño, no puedo contactar con William. ¿Está de viaje?

Una pausa. »Bueno. ¿Es él el único viajero que aparece en la lista de pasajeros? Otra pausa, y sus ojos se encuentran con los míos. »Bien. Bueno, llamaré a Nora entonces. Gracias, Darleen. Cuelga y puedo ver su dedo agitándose. —¿Qué pasa? Me mira de nuevo. —William y Nora están tomando el avión de la empresa a Dubai esta noche. Se suponía que iban a volar esta tarde, pero ha habido algún tipo de retraso en el aeropuerto. Algo sobre los patrones de vuelo, etc. Eso no es importante. Lo importante es que Nora se está yendo con William. No hay razón para que hiciera eso, a menos que de alguna manera, él la esté haciendo que vaya. Mi estómago cae y el vello en la parte de atrás de mi cuello se levanta mientras recuerdo la forma en que William observaba a Nora en la cena, la forma en que sus ojos la desnudaron. Me da escalofríos incluso ahora. Camille pone su mano sobre la mía. —Por Favor. Sé que te preocupas por Nora. Lo sé porque lo puedo ver. Ella no te dejó de buena gana. Lo siento. Lo sé. William es un hombre malvado. Nora está... se siente atrapada en su vida, incapaz de cambiarla. Pero sé cosas que pueden liberarla. Por favor. No responderá su teléfono. ¿Puedes ayudarme a contactar con ella? Tengo la sensación de que está planeando algo... terrible. La redacción de su texto es extraña. De cualquier manera, todo finalmente estará bien.

—Bueno. La ayudaré. Pero San Francisco es un lugar muy grande. No podemos posiblemente saber dónde estarán hasta que su avión despegue.

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Asiento.

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De cualquier manera, ¿qué?

Camille niega con la cabeza. —Sé exactamente dónde estarán. San Francisco está a treinta minutos del apartamento de Nora. Ella lo mantuvo, a pesar de que su padre le dijo que lo dejara. Me dijo que necesitaba un lugar propio, un lugar donde pudiera estar sola. No hay ninguna buena razón por la que llevaría a William a ese apartamento, pero sé que lo lleva, a pesar de que absolutamente lo odia. A pesar de que le teme. Darleen me dijo que William ya está en California, muy por delante de su hora de salida. Así que, ¿qué demonios estará pasando entre ahora y esta noche? La voz de Camille es apresurada y fría y temerosa. Y sé que tiene razón. Tenemos que llegar allí. Nora nunca elegiría estar a solas con William. Sé que eso es tan cierto como que estoy respirando. Ha estado ocultando algo esta semana. Su actitud era inquieta, nerviosa, inestable. No sé por qué. Un sentido de urgencia se aprieta contra mí, y mis instintos rugen a la vida, incluso a través de la bruma de la cerveza. Algo está muy mal y todo lo que ella había dicho era que estará bien. Mis instintos habían estado en lo cierto. Ella no está bien. Estaba mintiendo. Saco mi teléfono y trato de llamarla, pero va inmediatamente al correo de voz. —Nora, llámame cuando escuches esto. Es importante. Miro a Camille. —Vámonos.

Mi corazón golpea contra mis costillas mientras golpeamos la carretera en el Mercedes de Camille. La adrenalina bombea a través de mí

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—Greene Corp tiene un segundo jet en O'Hare. Podemos utilizarlo.

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Asiente y toma mi brazo.

y me doy cuenta de algo con un sobresalto. La razón por la que estoy tan devastado por la partida de Nora... es porque la amo. Cuando lleguemos a ella, si todavía quiere dejarme o no, tengo que decirle. Tiene que saber, y tengo que decir las palabras. Quería decírselo anoche, y algo me contuvo. Y si no puedo llegar a ella hoy, nunca lo sabrá. Tendré que vivir sabiendo que la hermosa, aparentemente segura chica que en secreto se siente sin valor no sabe que la amo... no sabe que es más valiosa que cualquier cosa sobre la faz de la tierra.

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William Greene mejor tendría que rezar a cualquier Dios que lo escuchara por no haber dañado ningún cabello de su cabeza.

Capítulo 27 Nora Traducido y Corregido por Lizzie Wasserstein

M

i sangre se enfría en mis venas mientras abro la puerta de mi apartamento y miro alrededor.

Nada está destruido. Todo está exactamente de la forma en que lo dejé cuando empaqué rumbo a Angel Bay hace unas semanas. El apartamento está todavía acogedor, limpio y ordenado. No es lujoso, pero es perfecto para mí. Era todo lo que necesitaba cuando fui a través de la escuela de leyes. Yo podría haber vivido aquí siempre. Dejando mi puerta abierta, puse mi maleta en el suelo por la mesa de la cocina y me hundí en una silla, con la cabeza entre las manos. ¿Cómo ha cambiado todo en tan poco tiempo? Hace unas pocas semanas, sabía que mi vida iba a ser así y a pesar de que lo odiaba, me resigné a hacerlo. Soy una Greene, después de todo. Yo hago lo que jodidamente se necesite. Pero entonces... estuvo Brand. Y todo cambió. No puedo seguir haciendo esto.

Solo hay una cosa que puedo hacer para sobrevivir.

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Cuadro mis hombros. Mi padre tiene un férreo contrato con mi firma en él, me ata a él durante los próximos veinte años. William tiene información sobre Brand que podría arruinarlo... y lo arruinará si no cumplo.

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No puedo.

Tengo que encargarme de William y entonces huir. Me esconderé donde mi padre nunca pueda encontrarme. Es todo lo que puedo hacer. De repente, siento una extraña calma apoderarse de mí y me siento como si estuviera mirando desde lejos, desde fuera de mi cuerpo. No se trata de mí, esta no es mi vida. Todo habrá terminado pronto. De una manera u otra. Me levanto y con calma camino al dormitorio. De puntillas, alcanzo el estante superior de mi clóset y tiro hacia abajo de una caja. En el interior, una 9mm plateada brilla en la luz. Nunca pensé que tendría las pelotas para utilizarla. Nunca pensé que podría. Pero, ah, cómo cambian las cosas. Corro mi dedo sobre el frío metal antes de que la levante de la caja y la cargue. Muy, muy tranquilamente, me quito la ropa y me siento en mi cama con solo mi sujetador negro y bragas. En el medio de la cama, meto mis piernas debajo de mí, y espero. Todo habrá terminado pronto. De una manera u otra.

Pero todo termina hoy.

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Aquí adentro, yo estoy contaminada y retorcido y usada.

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Por la ventana, veo el océano. Se estrella contra la costa, mientras que los barcos vela y los surfistas montan las olas. Todo mundo afuera está despreocupado y feliz. Todo el mundo afuera es normal.

Capítulo 28 Brand Traducido y Corregido por Lizzie Wasserstein

M

iro hacia abajo a las alas del avión, a medida que descendemos a través de las nubes y hacia el suelo.

No puedo concentrarme en nada, que no sea la cara de Nora la otra noche. Sus ojos habían estado tan abiertos, mientras me miraba en la oscuridad. Mientras entraba en ella, había suspirado tan suave, y luego susurrado en mi cuello: Hazme buena, Brand. Sus palabras eran tan tranquilas que ni siquiera sé lo que quería decir. Pero las palabras giran y giran en mi corazón ahora mismo. Hazme buena. Porque cree que no lo es. Ella cree que está usada. Indigna. Debido a lo que sea que el jodido imbécil le ha hecho. Hazme buena, Brand.

Y jodidamente lo voy a aniquilar si la ha tocado.

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Ella es todo lo bueno en el mundo. Ella simplemente no lo sabe.

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Aprieto los dientes y me retuerzo en mi asiento. Tengo que llegar a ella. Ahora.

Rogará por misericordia.

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Y no se la voy a dar.

Capítulo 29 Nora Traducido por veroonoel Corregido por Lizzie Wasserstein

M

i columna vertebral está recta como un palo mientras espero. Mientras el reloj hace tictac, los minutos pasan. Los segundos.

Los recuerdos. Este verano, simplemente no había tiempo suficiente con Brand. Todo pasó tan rápido. Y ahora que lo he dejado, los segundos están llegando muy lentamente, pasando como hojas de afeitar en mi piel, dolorosos y miserablemente lentos. Puedo hacer esto. Soy valiente. Soy valiente. Soy jodidamente valiente.

¿Cómo se atreve William a amenazarlo? Podría haberme acobardado por siempre bajo amenazas hacia mí,

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El simple recuerdo de la voz de Brand, sus palabras, me hacen sonreír, calientan mi corazón y mantienen a flote mi resolución.

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Ser valiente no significa no tener miedo, Nora. Significa tener miedo y hacerlo de todas formas.

¿pero hacía Brand? Ahí es donde la jodieron. La puerta delantera se abre. Escucho el pestillo, escucho el picaporte. Levanto mi barbilla. Soy jodidamente valiente. Soy jodidamente valiente. Estiro la mano por debajo del borde del colchón, la punta de mis dedos alcanzando, sintiendo. El frío metal responde mi pregunta. Está ahí… justo a mi alcance. Oculta y esperando. Todo se termina hoy. Un mocasín pulido aparece en la puerta de mi dormitorio, y sigo las piernas hasta la cintura, hasta el pecho, hasta el rostro donde unos endurecidos ojos marrones me miran. —Nora —dice mi padre, con una cámara colgando de su mano—. Veo que estás preparada. Me echa un vistazo, todo de mí, mis piernas desnudas, mis senos desbordando mi sostén, mis piernas desnudas, mis brazos, mi rostro. Está todo expuesto. Para mi padre y mi tío. Mi realidad choca contra mí, dura y rápida y fea. Estoy contaminada. Estoy usada. Pero todo se termina hoy. Una vez más.

Más.

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Vez.

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Una.

Aflojo mis dientes y me acuesto en la cama, abriendo mis piernas de la manera que les gusta. —Un Greene hace lo que sea necesario —le digo a mi padre fríamente—. Me enseñaste eso. Mi padre asiente, con la mirada fija en mi entrepierna. Toma una foto, luego dos, luego tres. —¿Comenzando sin mí? William entra. Ya se ha quitado su ropa, probablemente en la sala de estar, y solo está usando su ropa interior. Está pálido, arrugado, flácido. Mi estómago da vueltas, pero lo ignoro. Soy jodidamente valiente. —Sácate el sostén para tu tío, Nora —me dice mi padre, con los ojos de un depredador—. Ya sabes lo que le gusta. La cámara hace una toma. Otra vez. Y luego otra vez. Al igual que la última vez, mi padre está de pie en la esquina, detrás de la cámara, masturbándose mientras su hermano se divierte. Al igual que la última vez, tendrá cuidado de quedar fuera de las fotos. Solo las toma para que William pueda masturbarse con ellas después. William se arrastra en la cama, a cuatro patas, hundiendo su estómago en las sábanas. Levanto mis piernas, lejos de su piel, no queriendo tocarlo. Cierro mis ojos, preparándome. Puedo hacer esto. Soy jodidamente valiente.

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Se mueve sobre mí, flotando, posicionándose, y estiro mi mano hacia un lado, debajo del borde del colchón. Mis dedos se cierran alrededor del frío acero.

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—Abre tus ojos, Nora. —William respira en mi oído, su rancio aliento caliente en mi rostro—. Quiero verte mientras te follo.

Es entonces cuando abro mis ojos. Y ahí es cuando el aliento se congela en mis labios.

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Estallando a través de la puerta, con toda la furia del infierno en sus ojos, está mi ángel vengador.

Capítulo 30 Brand Traducido por veroonoel Corregido por Lizzie Wasserstein

L

a rabia se establece en mí, como una nube, como un escudo, mientras rujo al entrar a la habitación.

Con un puño, le doy un puñetazo a Maxwell Greene en el rostro, golpeándolo contra la pared. En un movimiento hábil, aprieto mi bota en su polla, aplastándola. Lo dejo lloriqueando encogido en el suelo. Con un salto, agarro a William por el cuello y lo arrastro de la cama, chocando su rostro contra la pared, una y otra y otra vez No veo, no oigo, no siento. Solo soy. Simplemente estoy enfurecido. Soy una máquina, con la intención de la revancha, sobre la protección de lo que es mío. Le doy puñetazos a William hasta que su rostro es una pulpa húmeda. La ira bombea por mis venas, empujando la rabia por mi corazón, alimentándome.

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La voz de Nora rompe la nube y me detengo, a mitad de un puñetazo, con un puño congelado en el aire. Me doy vuelta y está suspendida en la cama, una delicada niña abandonada, hermosa y cautivante, y con una 9 mm apuntando al pecho de William.

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—¡Brand!

—Retrocede —me dice con calma, su voz fría y suave. Dejo caer a William y doy un paso atrás, mis ojos congelados en su rostro. William está inconsciente en el suelo, sangre borboteando de su boca, y gorgoteando de su nariz. Maxwell gime detrás de él, con sus manos entrelazadas en su polla rota. —Nora —digo suavemente, con mis ojos fijos en ella. Veo en sus ojos que lo quiere en serio. No está apuntando para lisiar. Está apuntando para matar. —Nora, sé que estás herida. Lo que te han hecho es impensable, pero no quiero su sangre en tus manos. No sabes lo que es eso. No te mereces saber lo que es eso. No te pueden hacer daño ahora, Nora. Llamaremos a la policía. Se terminará. Nora mantiene la pistola en el pecho de William, pero me mira, sus ojos grandes y azules. Y fríos. —Brand, tú no entiendes —dice simplemente—. No puedo escapar de ellos. William te arruinará. Sabe sobre tu pasado… sobre la agresión a tu padre y cómo el juez te hizo entrar al ejército. Va a usar eso para hacer quebrar tu empresa, porque conoce a algunas personas en Washington. Y mi padre… Hablo, tratando lo mejor que puedo de mantenerme en calma, para disuadirla. —Nora, no me pueden arruinar. Siempre iba a ser un Ranger. Era mi sueño desde que era un niño. Quería proteger a la gente del mal como mi padre. El juez sabía eso. El juez vio la situación por lo que era y me dio un descanso. Nora, no pueden hacerme daño.

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—¿No lo ves? No importa cuál sea la verdad. William tiene conexiones en el pentágono que creerán cualquier cosa que les diga. Si quiere arruinarte, te arruinará. Y eso no es todo. Firmé un contrato que me

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Pero es indiferente y su voz está llena de desprecio.

une a mi padre por veinte años. No puedo hacer eso. Simplemente no puedo. Tengo que terminarlo hoy, Brand. Eso termina hoy. Su voz es tan resignada que envía a mi corazón latiendo a mi garganta, especialmente cuando veo su mano temblando. Lo dice en serio. Lo dice en serio. Quiero lanzarme y quitarle la pistola, pero tengo demasiado miedo de que se haga daño con ella en la lucha. No puedo arriesgarme. La miro cuidadosamente, pensando mis opciones, pero entonces Camille entra, su rostro conmocionado y congelado finalmente moviéndose para hablar. —Mi bebé —canturrea, dirigiéndose hacia la cama—. Hay tanto que debes saber. Por favor… baja la pistola. No pueden hacerte daño ahora. No pueden. Nora sacude su cabeza. —Hazte a un lado, maman. Pero Camille se rehúsa. —Nora, necesitas saber algo… algo que nunca he sido lo suficientemente fuerte para decirte. Mírame. Nora se detiene, pero no mira a su madre. Mantiene la pistola fija en William. —Solo dime. El tono de Camille es tajante. —Nora, no eres hija de Maxwell. Tu contrato será anulado, no es que importara alguna vez de todos modos.

Ahí está el más pequeño tono de esperanza escondido en su

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—¿No soy su hija? —Mira a los dos hombres sangrando—. ¿Qué quieres decir?

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Esto detiene a Nora en frío, algo que finalmente rompe su concentración. Mira a su madre en confusión.

confusión. Camille la mira, con amor y miedo y aprensión. —No eres una Greene. Maxwell Greene no es tu padre. Eso significa que el contrato que firmaste, en cual te nombró como su hija, no es válido. No te puede mantener con él. No te puede obligar a hacer algo nunca más. Los ojos de Nora se llenan y sus labios tiemblan. —Eso es imposible. Cómo… Camille sacude su cabeza. —Hablaremos sobre ello luego de que bajes la pistola, mi amor. Por favor. Solo dale la pistola a Brand. Todo va a estar bien. Lo prometo. Estará bien. Cada segundo parece durar un año mientras observo la mano de Nora temblar a medida que aprieta la pistola, mientras finalmente vuelve su mirada hacia su madre. La fría y blanca expresión se ha ido, y en su lugar, sus ojos están llenos de esperanza. —Si estás diciendo la verdad… entonces… no son… William no es… mi tío y… Una lágrima irrumpe y se desliza por su mejilla. —No soy… Hablo. —No estás usada, Nora —le digo en voz baja—. Nunca lo has sido. Lo que te hicieron fue enfermo y estuvo mal. Y los enviaremos a prisión porque ahí es donde se merecen pudrirse.

pecho. —Escucho tu corazón —dice despacio, y sé lo que está haciendo. Lo

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Se apoya contra mí, hundiéndose en mis brazos, su cabeza contra mi

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La pistola tiembla y cae a su lado, y finalmente es seguro que dé un paso hacia adelante, cerrando mi mano alrededor del cañón, y sacándola de su mano.

he hecho mil veces en combate. Se está retirando de la situación. Es algo que una persona hace para sobrevivir, para bloquear la fealdad, para evitar que los abrume. —Está latiendo por ti —respondo, abrazándola—. Solo por ti. Me doy vuelta hacia Camille y le digo que llame a la policía, pero ya está al teléfono, hablando rápidamente, yendo y viniendo mientras habla con un operador. Miro hacia abajo y encuentro sus zapatos con sangre. Nora me mira, sus ojos nublados, distantes, remotos. —Tú levantas un muro para proteger lo que es tuyo. —Sus palabras son simples. Asiento. —Eres mía. Cierra sus ojos y descansa en mis brazos.

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Cuando los paramédicos llegan, me niego a dejarla ir y la llevo a la ambulancia yo mismo.

Capítulo 31 Nora Traducido por veroonoel Corregido por Lizzie Wasserstein

T

engo miedo de despertar. Tengo miedo de que cuando lo haga, todo habrá sido un sueño, y que no se terminará realmente. No seré libre.

Pero abro mis ojos, y encuentro a Brand junto a mi cama de hospital. Sonríe, la cosa más hermosa que he visto. —Hola —dice con voz ronca, en una voz carente de sueño—. Bienvenida de regreso. Miro hacia abajo para encontrar mi mano en la suya, y miro el reloj para descubrir que he estado durmiendo por casi veinticuatro horas. Parpadeo, confundida. —Los doctores te dieron un sedante —explica Brand, viendo las preguntas en mis ojos—. Has pasado por muchas cosas y necesitabas una oportunidad para descansar antes de procesarlo. —Has estado aquí todo el tiempo —digo como una afirmación, no como una pregunta. Porque ya lo sé. Lo he sentido aquí todo el tiempo. Asiente.

—Me salvaste.

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Lo miro.

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—Sí.

Fue real. Entrecierra los ojos. —Estabas lista para tratar de salvarte a ti misma. La pistola… Jesús, Nora. Cierra sus ojos por un segundo, luego los abre de nuevo. —¿Por qué no me dijiste? ¿Por qué no confiaste en mí? Sacudo mi cabeza, agarrando su mano. —No se trataba de confiar en ti. Era sobre… ser humillada y estar atrapada e indefensa. No puedo explicarte lo que se siente pensar que mi propio tío y padre… me hicieran… estaba demasiado sucia para ti, Brand. Estaba demasiado contaminada. No podías estar con alguien como yo. No puedo continuar y Brand aprieta mi mano, levantando mi barbilla para que lo mire. —No estás sucia. O usada. Fuiste obligada. No tenías otra opción. Pero ahora ellos tampoco tendrán opción. Van a ir a la cárcel. Nunca van a poder hacerte daño de nuevo. Y esos no eran ni tu padre. Ni tu tío. Es como si lo supiera. Sabe que esto hace una gran diferencia. Sí, aún fui violada. Pero al menos no fui violada por mi propia sangre. —¿Quién soy? —le pregunto suavemente, mirando sus ojos azules—. Si no soy una Greene, ¿quién soy? Sacude su cabeza.

—También te amo. —Me ahogo, presionando mi rostro en él, apretando mis ojos cerrados.

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Tomo un aliento y las lágrimas comienzan a caer, corriendo acaloradamente por mi rostro, goteando en mi bata de hospital.

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—No lo sé. Tu mamá estará de regreso en breve, acaba de salir a buscar café. Tiene todas las respuestas, Nora. Pero puedo decirte eso. No me importa quién eres. Porque ya lo sé. Eres hermosa e inteligente y valiente. Y te amo. Amo todo de ti, sin importar cuál es tu apellido.

Esto no puede ser real. No puede ser. Pero lo es. Brand Killien me ama. Acaricia mi espalda, sus manos corriendo por mi hombro. Levanta mi rostro con sus manos y me mira a los ojos. —No te hundirás, Nora —me dice firmemente—. Has sido batida por las olas, pero no te hundirás. Sin importar lo que pase. Mi tatuaje. Fluctuat nec Mergitur. Buscó el significado. Sonrío a través de mis lágrimas y asiento. No me hundiré. No lo haré. —Ma belle fille —dice mi madre suavemente desde la puerta. Levanto la mirada, pero Brand no me deja ir. Me mantengo aferrada a su pecho porque no hay otro lugar en el que preferiría estar. No me hundiré porque Brand es mi ancla. Me sostiene firme. —¿Puedes explicarte? —pregunto simplemente. Mi madre asiente, dejando su café de lado y sentándose en la silla junto a la orilla de mi cama. —Es muy simple, en realidad —dice con tristeza—. Tu padre… Maxwell, quiero decir, ha sido retorcido por un tiempo muy largo. Él y William… son un par antinatural y odioso. Me di cuenta poco después de casarnos. Pero era de Francia, verás. Y luego de que naciera tu hermano, Maxwell sabía que me tenía sin importar lo que pasara. Sabía lo que él y William estaban haciendo juntos… pero no podía detenerlo y no podía irme, porque Maxwell me había amenazado con divorciarse de mí, hacer que me extraditaran y luego mantendría a Nate alejado de mí. Era… tortuoso.

La mirada de mi madre cae.

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—¿Por qué no me contaste esto?

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Una lágrima se desliza por su delicada mejilla y aunque debería estar furiosa con ella por haberse guardado todo esto, no me atrevo. Ella también ha sufrido.

—Porque mientras fueras menor, estabas atrapada con tu padre. Si me extraditaba, tendrías que estar sola con él. No podía permitir eso. Y si te decía, tenía miedo que jugarías esa carta en un esfuerzo para escapar de él. Y él nunca permitiría eso sin una lucha. No luego de cuidar de ti por tanto tiempo para ser una Greene. Tenía demasiado miedo de lo que haría. —¿Quién es mi padre? —pregunto simplemente. Levanta la vista, y me da una sonrisa acuosa. —¿No lo adivinas? ¿Realmente nunca lo sospechaste? Cierro mis ojos y corro a través de los recuerdos de mi niñez y un rostro aparece más a menudo que cualquier otro. Unas manos fuertes levantándome sobre mi cabello, unas manos fuertes trasportándome a través de los jardines, compartiendo su almuerzo, centelleantes azules ojos que me saludaban cada día… y siempre la calidez. Siempre estaba tan feliz de verme, siempre tan feliz de estar cerca de mí. —Julian —digo con una exhalación. Brand inclina su cabeza, preguntando. —Nuestro jardinero —le recuerdo rápidamente—. Pero es más que nuestro jardinero. Cuidó de nuestra casa, de nuestros caballos, de mí… Me vuelvo hacia mi madre. —Pero cómo… y… no lo entiendo.

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—Julian es de casa —me dice—. Ya sabías que también era francés. Lo amaba desde que era joven, pero luego fui salvaje y despreocupada y vine a Estados Unidos en busca de aventura. Ahí fue cuando conocí a Maxwell y me casé con él… necesitaba una familia normal para cubrir su lado retorcido. Aunque no sabía eso al principio. No pasamos mucho tiempo en nuestro matrimonio cuando descubrí lo que era. Pero estaba atrapada. Y Julian vino a salvarme. No podía irme… no podía dejar a Nate. Así que Julian se quedó conmigo. Siempre conmigo. Y luego por supuesto, naciste, y tuvo más razones para quedarse.

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Mi madre sonríe.

Su voz se apaga y mira por la ventana, perdida en sus recuerdos. —Pero… ahora puedes irte —señalo. Asiente. —Puedo. Puedo hacer cualquier cosa que quisiera… porque Maxwell irá a prisión. Ya he llamado a mi abogado. Me estaré divorciando de él inmediatamente. Todo irá bien, Nora. Finalmente. Siento a Brand mirándome, y levanto la mirada, hacia los ojos azul océano que amo.

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Todo irá bien.

Capítulo 32 Nora Traducido por Jadasa Youngblood Corregido por Lizzie Wasserstein

M

e aferro a Brand, mis brazos fuertemente envueltos alrededor de su cintura mientras volamos por la carretera que bordea el lago, sobre la parte trasera de la Triumph de

su abuelo.

El viento azota mi cabello detrás de mí y lleva consigo el olor del lago, del agua y del sol, de Brand. Y no hay otro lugar en el que prefiera estar. —¿Estás lista para detenernos para el almuerzo? —me pregunta Brand. —Claro —respondo en su oído. Se hace a un costado, en el pequeño mirador al que le había traído hace varias semanas, de vuelta a cuando aún él estaba cojeando, de vuelta a antes de que realmente fuera mío. Nos bajamos lentamente de la motocicleta, nos quitamos nuestros cascos, y él saca sándwiches desde una bolsa sobre la parte trasera.

Inhalo, exhalo, y luego sonrió. Porque se había sentido malditamente muy bien.

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—Cuéntame de nuevo lo que le dijiste ayer a Maxwell —me dice—. Cuando él te llamó desde la cárcel y te pidió que le mostraras misericordia, para que intercedieras en su nombre con el fiscal.

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Mientras comemos en la mesa de picnic, coloco mis piernas sobre su regazo y me mira atentamente, las esquinas de sus ojos elevándose.

—Le dije que la cárcel lo está esperando. Y que he escuchado que la vida en prisión es difícil para maricas como él, así que, es una buena cosa que sea un Greene. Él puede hacer lo que sea necesario. Brand sonríe, una sonrisa llena de orgullo, humor y tristeza. —Eres una chica ruda —me dice con orgullo—. Recuérdame nunca, jamás, joderte. —No lo olvides —respondo, sacando de mi cabeza todos los pensamientos sobre Maxwell y William Greene. Ahora solo estoy concentrada en el futuro. »¿Qué harás con la casa de tus padres? Quiero decir, ahora que todo termino. Se encoge de hombros. —Creo que simplemente venderé el terreno. No lo quiero. Puedo comprender por qué. En las semanas, desde que firmó cediéndole todo a su madre, ella no se ha molestado en ponerse en contacto con él. —¿Y tú? —pregunta Brand en voz baja, levantando una gran mano para meter mi cabello despeinado por el viento detrás de mí oreja. »Tu madre tendrá toda la empresa Greene. Ella dijo que va a dividirla entre Nate y tú... serás rica, Nora. Por derecho propio. No trabajando para tu padre, no bajo el pulgar de nadie. Puedes hacer lo que quieras. Asiento lentamente, mirando fijamente hacia el lago.

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Me doy la vuelta para mirarlo y baja su mirada fija hacia mí, su expresión es pensativa.

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—Lo sé. Es una sensación loca. Por tanto tiempo como recuerdo, me han dicho lo que quiero: crecer, para ser una buena Greene y dirigir el equipo legal de la empresa. Pero ahora, puedo averiguar lo que yo quiero hacer. Puedo usar mi título, o el dinero de Maxwell para conseguir otro título así puedo hacer algo que realmente quiero hacer. O podemos viajar por el mundo. Las posibilidades son infinitas.

Me concentro sobre el hoyuelo en su barbilla. Ese precioso hoyuelo, adorable y sexy. Extiendo mi mano y coloco mi pulgar en él, donde encaja perfectamente. —Encajamos —le digo. Pone sus ojos en blanco y atrapa mi mano en la suya. —En más de un sentido —responde. Me sonrojo ante esa connotación, cuando recuerdo lo bien que había encajado en mi interior anoche, mientras nos habíamos mecido juntos, una y otra y otra vez. Encajamos. —Lo siento, no estaba ahí cuando miraste en la caja —le digo de pronto, porque la culpa regresa. Ya han pasado dos semanas y todavía me siento horrible porque me fui, eso me hizo sentir que no soy lo suficientemente buena, cuando él es mejor que nadie que yo conozca. Se encoge de hombros. —Está bien. Estoy bien. En serio. Meto mi mano en el bolsillo de su chaqueta, donde sé que encontraré la cerradura. Él ha estado manteniéndola ahí durante semanas. La saco y me quedo mirándola fijamente, mientras la hago girar en mis manos una y otra vez. —Me alegro de que finalmente él admitió su propia culpa —digo con sencillez—. Mereces eso. Brand de nuevo encoge sus hombros, sus ojos cautelosos mientras observa el agua.

Me acurruco en su costado, absorbiendo su calor, empapándome de él.

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—Me alegro de que lo veas así —le digo. Y lo digo en serio. Estoy enloquecidamente alegre. Sé qué se siente llevar la culpa por algo que no puedes controlar. No quiero eso para Brand.

277

—Creo que finalmente puedo decir honestamente que no me importa. Soy libre. Siempre extrañaré a mi hermana, pero su muerte no fue mi culpa. Ahora lo sé.

—Cuéntame sobre ella. —¿Sobre Alison? Asiento. »Bueno, ella solo tenía cuatro. Pero todo el tiempo estaba llena de vida y era feliz. Me seguía a todas partes. Y siendo el niño de seis años que era, estoy seguro de que no siempre era el más paciente con ella, pero la amaba. Siempre extrañaré a la hermana en la que hubiera convertido y siempre me preguntaré quién hubiera sido. Mi vientre se tensa, por causa de todo... porque Alison merecía crecer y porque Brand merecía tener una hermana que fuera su mejor amiga, alguien con quien hablar sobre chicas, contarle secretos, molestar y bromear. No consiguió eso. Pero me consiguió a mí. No es lo mismo, lo sé. Pero seré su mejor amiga, y su confidente, y nunca lo dejaré de nuevo. Brand usa el agarre en mis manos y me pone de pie. Mira hacia el lago, y no veo a dónde está mirando fijamente. Desde aquí, hay una vista perfecta de la boya, la jodida boya envejecida que se ha burlado de él, la mayor parte de su vida. Con pasos perfectamente fuertes, Brand camina con pasos largos por el camino a la playa, deteniéndose cuando sus dedos de los pies golpean el agua. Con un rápido movimiento, lanza la cerradura hacia el lago. Con una precisión láser, golpea la campana de la boya antes de que rebote en el agua e inmediatamente se hunda debajo de la superficie. Por un momento, el sonido de la campana hace eco en la playa, agobiante y espeluznante.

Sonrío y sacudo mi cabeza.

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—Toqué la jodida campana.

278

Brand sube la colina y se para frente a mí, con una sonrisa extraña en su rostro.

—Sí, lo hiciste. Y, de repente, el aire que nos rodea es más ligero y sé por qué. Porque se ha ido. Todo... la culpa, el odio, la amargura... todo se ha ido. Me presiono en los brazos de Brand, disfrutando de la manera en que se envuelven a mí alrededor y me mantienen cerca, de la manera en que todo está bien en el mundo cuando estoy aquí, la forma en que él me ama. La manera en que él es mío. Levanto un muro para proteger lo que es mío. Soy suya y él es mío. Es la manera en la que está destinado a ser. Siempre nos protegeremos el uno al otro, por el resto de nuestras vidas. No importa qué.

Conducimos por horas hasta que finalmente regresamos a casa, a la

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Nora y yo montamos la vieja Triumph por horas, y disfruto todo sobre ello. Disfruto el saber que mi abuelo una vez había montado esta misma motocicleta. Disfruto la manera en la que Nora se envuelve a mí alrededor, confiando en mí para mantenerla a salvo. Disfruto del viento, del sol y del cielo que es tan vasto y enorme y está en todas partes.

279

Brand

pequeña cabaña de Gabe. Mientras nos prepararnos para ir a la cama, miro a Nora. Ella está de pie delante de la ventana, bañado por la plateada luz de la luna, y sé que ella es todo lo que alguna vez querré. Es más de lo jamás supe que merecía y algo más. Ella es hermosa. Y es mía. Levantando su mirada, me atrapa mirándola y sonríe. —¿Qué? Sacudo mi cabeza mientras doy la vuelta a las mantas de la cama. —Nada. Nos subimos a la cama, cayendo en los brazos del otro, de la manera en que lo hemos hecho por semanas, como si girarnos el uno hacia el otro si en la oscuridad, nos mantuviera a salvo de toda la fealdad. Porque, ¿sabes qué? Lo hace. Realmente lo hace. Nora acaricia mi cara, dejando que sus dedos se deslicen por mi mejilla, hasta que la punta de su dedo presiona en el hoyuelo de mi barbilla. Encajamos, Brand. —Tenemos que regresar a la realidad —me dice con pesar—. Tengo que conocer a Julian como mi padre. Tienes que averiguar qué hacer con la casa de tus padres, entonces tenemos que decidir dónde vivir. La miro fijamente en la oscuridad.

—Sabelotodo. Bien. ¿Dónde quieres vivir? Me quedo en silencio por un minuto mientras me planteo eso y por

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Ella sonríe.

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—Probablemente primero deberíamos decidir dónde vivir, antes de hacer cualquier otra cosa.

mí vida, no me importa. —No me importa en donde vivamos —le digo sinceramente—. Solo te quiero conmigo. Podemos vivir en California por el océano, podemos vivir en el campo en Francia, podemos vivir en la ciudad de Chicago o Nueva York... no importa. Solo te quiero conmigo. Nora me mira fijamente, sus generosos labios temblando. —De acuerdo —responde en voz baja—. Eres el hogar para mí, Brand. Se forma un nudo en mi garganta, e intento tragarlo, mientras pienso en cada jodida cosa que ha ocurrido en el último par de años. —Es raro cómo funcionan las cosas —reflexiono en voz alta—. Hace dos años, pensé que mi mundo terminaba, que nada estaría bien de nuevo. Pero todo ocurre por una razón. Todos esos caminos torcidos en mi vida me llevaron a donde estaba destinado a estar.... lo cual es justo aquí. —Conmigo —suspira Nora felizmente, retorciéndose más cerca. —Sí —estoy de acuerdo—, contigo. —Antes de caer, volamos, Brand —me recuerda en voz baja, trazando el tatuaje sobre mi antebrazo—. Tu abuela tenía razón. —Ella tenía razón en muchas cosas —respondo, mientras le doy la vuelta cerniéndome sobre ella. Nora arquea una ceja. —¿Tales cómo? —Bueno, tienes que agarrar la vida por las pelotas y sacudirlas tan fuerte como puedas. Se ríe y se inclina para besar mi cuello. —¿Tu abuela dijo eso?

—Necesitamos ir a visitarla.

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—Sí. Le gustarías.

281

Asiento.

—Sip —estoy de acuerdo—. Le gustarías, demasiado. —¿Sobre qué otra cosa tenía razón? Miro fijamente los ojos de Nora, largo y fuerte. —Bueno, ella tenía razón en una cosa más. Las mejores cosas de la vida son por las que vale la pena luchar. Nora suspira un suspiro tembloroso y coloca su cabeza contra mi pecho, cerrando sus ojos. Después de un minuto, los abre de nuevo. —Todavía puedo escuchar tu corazón. Sonrío en la noche. —Esperaría que lo hicieras. Es tuyo. Nora agarra mi cara y la tira hacia la de ella, besándome tan profundamente como jamás he sido besado, suave luego fuerte, luego más fuerte. Arrastra su mano sobre mi pecho, sobre mis caderas, bajando hasta donde estoy duro por ella. —Hazme tuya, Brand —dice en voz baja. Sonrío.

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282

—Con mucho gusto.

Epílogo Brand Un Año Después Traducido por Jadasa Youngblood Corregido por Lizzie Wasserstein

G

abe se encuentra con nosotros en la puerta del hogar de ancianos, su rostro demacrado y sombrío.

—Amigo, lamento que tuvieramos que llamarte para que regresaras de tu luna de miel. Todos sabíamos que iba a ocurrir, pero... Sacudo mi cabeza y aprieto su mano fuertemente. —Está bien. Hubiera estado molesto si no hubieras llamado. Nora camina a mi lado, su delgada mano sobre mi espalda. Cuando habíamos recibido la llamada, ni siquiera había dudado, simplemente comenzó a empacar nuestras maletas. —Tenemos que ir, Brand —había dicho. Nunca la he amado más.

Asiento.

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—Ella está esperando para hablar contigo —me dice Gabe mientras caminamos por los pasillos. Huele como a medicamentos aquí. Y a crema para aliviar los dolores. Y edredones.

283

Volamos sin parar toda la noche, y cuando aterrizamos, nos enteramos, con alivio, que no estábamos demasiado atrasados. La abuela todavía esperaba.

—No me sorprende. La abuela siempre ha hecho las cosas a su manera. También morirá a su manera. —Infiernos sí, lo hará —está de acuerdo Gabe. Estoy sorprendido por el nudo que aún está en mi garganta. No he sido capaz de tragarlo, no desde que recibimos la llamada y subimos al avión. La sola idea de que el mundo va a perder a una persona tan increíble, me da en que pensar. Tomo una respiración profunda mientras enfrento su puerta cerrada, mientras miro fijamente su placa de identificación. Helen Vicent. No tiene sentido posponerlo. Nada va a cambiar. Se va a morir esté o no a su lado. Pero necesito estar ahí, como todos estos años, ella ha estado para mí. Entramos en su habitación y encontramos a Jacey sentada al lado de la cama, sosteniendo la mano arrugada de la abuela. Los ojos de la abuela están cerrados, pero cuando escucha mi voz, los abre y sonríe cansadamente hacia mí. —Te tomó bastante tiempo —reclama con buen humor y todos se ríen. Se ríen a través de sus lágrimas porque es muy, muy evidente que esta fuerte mujer se ha debilitado. Su cuerpo está sin fuerzas, su sonrisa es cansada. No tardará mucho. Un escalofrío recorre mi columna vertebral mientras me siento en la cama y recojo la mano que Jacey acababa de bajar. La abuela ha sido bien amada. Sé eso. Y sé que es su tiempo. Está lista para descansar.

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—No por mucho tiempo —me dice la abuela, su pequeña mano apretando la mía―. Ahora tienes una esposa para que te mantenga en línea.

284

—Me conoces —respondo finalmente—. Siempre llego tarde.

Cierra sus ojos otra vez, y observo la subida y caída de su pecho debajo de las sábanas. Ella es tan pequeña, tan frágil. Es difícil de creer que una vez pensé en ella como grande. Ahora es del tamaño de un niño. Jacey atrapa mi mirada desde el otro lado de la habitación. No tardará mucho, articula. Asiento. Lo sé. Jacey ve tan cansada como Gabe, como si no hubieran dormido por días. Detrás de ella, Dominic duerme en la silla junto a la ventana, aquí compartiendo este momento con Jacey, para apoyarla. Como Nora está aquí para mí. Todo es como debe ser. —¿Dónde está Maddy? —le pregunto a Gabe. Él inclina su cabeza hacia la puerta. —Llevó a Eli afuera para que gaste algo de energía. Regresará pronto. La abuela abre sus ojos ante eso. —Ese niño se parece a ti, Gabriel —dice con voz ronca—. Si Dios cree en la revancha, también será el doble de malhumorado. Gabe sonríe y sostiene un vaso de agua junto a su boca, empujando la pajita entre sus labios. La abuela me mira. —¿Puedes creer esto? Aquí me tratan como a una inválida. Todos se ríen y ella agarra el vaso en sus propias manos, tomando un sorbo. Se lo devuelve, luego arregla las mantas, cruzando sus manos sobre su pecho.

Mi pecho se tensa aún más.

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»Quería ver tu cara antes de irme a dormir, Branden —continúa—. Eres tan mío como lo son estos dos.

285

—Quería verlos a todos —murmura. Mi pecho se tensa y doy palmaditas sobre sus manos, sin estar muy seguro de qué hacer.

Me agacho y rozo un beso en su frente. Ella huele a lavanda y a sol, de la manera en que siempre lo ha hecho. —También eres mía —le digo, mi voz suena rota—. Abuela, quiero decirte gracias... por todo. Por siempre cuidarme, por todos los consejos... por darme un hogar. Ahora ella sonríe, de nuevo, sin abrir sus ojos. —Ahora Nora es tu hogar —me dice en voz baja, tan baja que tengo que inclinarme para escucharla—. Estás volando, Branden. Finalmente estás volando. Literalmente, tengo que darme la vuelta, alejándome para endurecerme así no lloro como un bebé aquí, delante de Dios y de todos. Pero levanto mi mirada y me doy cuenta de que los ojos de Gabe también están llorosos, y también Jacey está llorando calladamente. Sin embargo, de repente, los ojos de la abuela se abren de golpe y mira fijamente un punto en la pared, por encima de nuestras cabezas, tan decidida y absorta como solo ella puede ser. —¡Olen! —exclama, y extiende sus brazos—. Espérame. No me dejes. —Miro fijamente conmocionado mientras ella le sonríe a alguien que no podemos ver, un suspiro se escapa de sus labios, como si finalmente estuviera en algún lugar en el que desesperadamente quiere estar. Como si finalmente estuviera en casa. Y luego, entonces... se da la vuelta hacia mí, sus ojos vidriosos, felices y distantes. —Branden, tu hermana está ahí. La veo. Está sana y salva. No te preocupes, la cuidaré por ti.

Se ha ido.

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Observo su pecho estremecerse hasta detenerse, y sé que nunca volverá a abrir sus ojos.

286

Luego, sin pompa ni algarabías, la mujer más sabia y más amable que el mundo haya conocido cierra sus ojos.

El mundo parece congelarse mientras dejo caer mi cabeza en mis manos y lloro con abandono. Escucho los sollozos de todos los demás, entonces las manos de Nora están en mi espalda, y la voz de Gabe irrumpe a través de mi dolor. —¿Brand? Levanto mi mirada hacia él, mis ojos rojos y calientes. —Nunca le conté a la abuela sobre tu hermana. Toda la habitación está completamente inmóvil, absolutamente congelada, como esperando mi respuesta. —Yo tampoco. Nora jadea y sus ojos se encuentran con los míos, y una extraña paz de repente se filtra a mí alrededor, como una manta. Como un escudo. Sonrío y tipo de mi esposa acercándola. Mirando por la ventana, me doy cuenta de que el sol está asomándose a través de las nubes, brillando para todo el mundo como si los ángeles cantaran y le dieran la bienvenida a casa a la abuela. Todo está bien.

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287

FIN

Courtney Cole

Courtney Cole es una novelista que comería mitología de desayuno si pudiera. Tiene un título en Administración pero eso era hasta que descubrió que la América empresarial no está ni cerca de ser tan divertida como vivir en mundos ficticios. Courtney vive en un silencioso suburbio, cerca del Lago Michigan, con su Príncipe Encantado de la vida real, sus malhumorados niños (hay una pequeña posibilidad de que hayan obtenido el malhumor de su madre) y un pequeño zoológico doméstico. Courtney

y

sus

libros

en:

288

de

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Créditos Moderado por: Lizzie Wasserstein

Traducido por: âmenoire90

IvanaTG

Mapu

BookLover;3

Jadasa Youngblood

Oriori

Debs

Jane.

Peke-Pink

Gry

leogranda

Tanza

HeythereDelilah1007

Lizzie Wasserstein

Vicky.

Itorres

Lorenaa

veroonoel

MaEx

Corregido por: Lizzie Wasserstein

Recopilado y Revisado por:

Lizzie Wasserstein

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Diseñado por:

289

Lizzie Wasserstein

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