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Sinopsis

D

ominic Kinkaide hace cosas verdaderamente malas.

Como un actor de 24 años con el mundo a sus pies, no muchas mujeres le dicen que no a Dominic. En una vida donde el "no", no existe, él extiende los límites entre lo que es correcto, lo que está mal y lo que es francamente depravado. Oscuro y dañado, Dom no quiere ningún compromiso. Él no quiere compromisos. Solo quiere desaparecer en el tabú, en un lugar donde siente algo. Cualquier cosa. Pero cuando la dolorosa necesidad de desaparecer en la oscuridad es lo único que le queda, Dominic se tambalea. En un mundo que es vacío y sexual, sin una luz de guía o una razón para respirar, Dominic se encuentra perdido y roto. Él sabe que nunca tendrá arreglo. Así que toma una decisión.

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Si va a ir al infierno, bien podría hacer que valga la pena.

Contenido Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Before We Fall Prólogo Capítulo 1

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Courtney Cole

Capítulo 1 Traducido por roxywonderland Corregido por Lizzie Wasserstein

—M

ás fuerte —susurra la chica. Amablemente, golpeo su trasero nuevamente. Fuerte.

El sonido punzante hace eco a través de la noche, ondulando a través del silencio de Mount Lee. Unos cientos de metros debajo, las gigantescas letras de el letrero de Hollywood brillando de un fantasmal blanco en la oscuridad. Sonrío contra la parte trasera del pálido cuello de la chica y lo muerdo. Fuerte. Mis dientes se hunden contra la suave carne, pero a ella le gusta. Gime, girando alrededor así puede apretarse contra mi pecho, envolviendo sus dedos en la chaqueta de mi traje. —Dominic —suspira—. No puedo creer que esté aquí contigo ahora. Dominic Kinkaide está nalgueando mi trasero. —Dominic Kinkaide está haciendo más que eso con tu trasero —señalo, recordando cómo me acabo de salir de allí hace un minuto, cómo me quité el condón y lo arrojé lejos.

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Aun cuando son las dos de la mañana y es poco probable que alguien esté espiando en Hollywood Ridge Trail, el conocimiento de que ellos podrían, el conocimiento de que un extraño pueda tropezar contra nosotros y encontrarnos en esta intima situación, me excita más rápido que nada.

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Mientras la chica encargada de los abrigos del evento de etiqueta del que acababa de desocuparme, probablemente no tenía ni la menor idea cuando su noche comenzó que terminaría así: con un rápido y duro sexo anal en público… conmigo.

Terminé lo que me propuse hacer en pocos minutos y ahora, me alejo y ajusto mis ropas mientras la chica arregla las suyas. No sé su nombre. Su nombre no me interesa. La chica me mira, batiendo sus pestañas. —Eso fue bueno. Si tu quieres… ya sabes, uhm en realidad dormir conmigo, llámame ¿está bien? Te daré mi número. La miro con diversión. —¿En realidad dormir contigo? Me mira avergonzada. —No me refería como… dormir en mi cama por la noche. Me refería a sexo real. No solo… lo que acabamos de hacer. —¿Anal? —Alzo una ceja. Ambos somos adultos aquí. Podemos llamar follar a follar. —Si —se las arregla para decir, sus mejillas sonrojadas—. Anal. A propósito, esta es la primera vez que he hecho eso. Eso es lo que todas dicen y tengo mis dificultades para creerlo. Después de todo este es el siglo veintiuno. A pesar de eso, sonrió decidiendo burlarme de ella. —¿Y? ¿Qué es lo que piensas? Bate sus pestañas nuevamente, tímidamente, ahora, deslizando su mano contra mi pecho.

Nueve de cada diez veces, la respuesta es sí.

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Ahora lucho por no poner mis ojos en blanco frente a su pegajoso y dulce tono. Ella es muy sumisa, muy necesitada, muy dispuesta a hacer lo que sea que le pida que haga. ¿Por qué carajos son siempre así? ¿Están tan desesperadas por dormir con alguien famoso, aunque sea una vez, que harían lo que sea por ello?

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—Creo que tú puedes hacer lo que quieras conmigo —ronronea.

Y nueve de cada diez veces, me aprovecho de eso. Sería un idiota si no lo hiciera. Pero para ser honesto, toda la cosa se está poniendo aburrida. Estoy cansado de ello. Estoy cansado de la gente superficial. Estoy cansado de la gente usando a otros. Estoy cansado de las mujeres fáciles lanzándose constantemente a sí mismas contra mí. Ellas solo quieren decir “Estuve con Dominic Kinkaide”. Ellas quieren reclamar una pequeña parte de mi, no importa cuán pequeña es esa parte o momento. En ese caso, la chica de los abrigos será capaz de decir que ella demandó diez minutos de mi tiempo. Pero por la mirada en su rostro, la maravillada expresión de que diez minutos fueron suficientes. —¿Amy no se molestara contigo? —pregunta curiosamente mientras frota sus dedos a través de su enredado cabello en la oscuridad. No suena preocupada mientras menciona a la mujer que la mayoría de la gente asume es mi novia. Niego con la cabeza ante al pensamiento de Amy Ashby, una mujer cuya fama es igual a la mía, una mujer cuya perspectiva hastiada de la vida supera incluso mía. Ella es hermosa, exitosa e inteligente. También es una perra desalmada. Es una de las cosas que me gustan acerca de ella. —Por un lado, Amy y yo no somos exclusivos —respondo, girándome para hacer mi camino de regreso a mi auto—. Y por el otro, no es tu asunto. Ahora mi voz es fría. No soy rudo, solo recalco los hechos. Es solo una parte mi vida. Constantemente tengo que tratar de mantener a la gente a un brazo de distancia, fuera del alcance y fuera de mis asuntos. Es un trabajo de tiempo completo. En realidad, es el trabajo a tiempo completo de varias personas. Empleo un grupo entero de publicitas por esta misma razón.

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Soy un actor. Puedo ser lo que quieran que sea, me meto dentro de cualquier papel que esté actuando, ya sea dentro o fuera de la pantalla.

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—¿Nos vamos? —pregunto cortésmente, sosteniendo el codo de la chica. Ahora soy un caballero, algo que las mujeres adoran de mí.

En la pantalla he sido un asesino en serie, violador, romántico, incomprendido, vampiro y poeta. Fuera de la pantalla, el papel que actúo mejor es el de ser un idiota. La chica me sonríe y puedo ver que este único simple gesto sacó la curiosidad de ella diciéndole que se metiera en sus asuntos. —¿Me llamarás? —pregunta vacilantemente mientras la ayudo a entrar en mi Porsche gris pizarra. —Probablemente no —respondo honestamente mientras cierro su puerta, aun el caballero. Los caballeros son corteses. Los caballeros tienen modales y lo más importante, los caballeros son honestos. Soy casi siempre honesto. —¿En serio? —Dirige su mirada hacia mí mientras me dejo caer en el asiento del chofer. —En serio —Asiento—. No porque no quiera, sino porque este no es el tipo de vida que sería bueno para ti. Si fueras vinculada conmigo de cualquier manera, la prensa de cazaría, te acosaría, te fotografiaría y más o menos te volverían loca. Confía en mí, es por tu propio bien. No te llamaré porque quiero protegerte de ello. Mentira. Está bien, de acuerdo. No siempre soy honesto. Y no siempre soy un caballero. Dirijo mi mirada a la carretera frente a mí mientras conduzco por el sendero sinuoso. El motor de mi 911 acelera alrededor de cada curva mientras los neumáticos abrazan la carretera.

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—Eso probablemente tampoco sería una buena idea —respondo sin rodeos—. Pero fue lindo estar juntos esta noche. ¿No? La pasamos bien.

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—Está bien. Eso tiene sentido —asiente la chica, comprando cada pequeña parte de mis líneas de mierda—. Bueno entonces, ¿puedo llamarte yo?

Desde mi perspectiva, veo sus hombros tensarse mientras se da cuenta de lo que estoy diciendo. ¿Pero qué demonios esperaba? Ella me entregó mi abrigo y se me ofreció en bandeja. ¿Esperaba una relación a largo plazo? —Oh, bueno —dice con forzada alegría—. Tienes razón. Fue divertido. ¿Puedo por lo menos tener un autógrafo? —Claro —le digo—. Sera un placer. Unos minutos más tarde, después que nos deslizamos a una parada fuera del Hotel Shangri-La donde ella trabaja, escribo mi nombre en un trozo de papel y se lo entrego. —Gracias, Dominic —murmura, mirándome a los ojos—. Si cambias de opinión, sabes dónde encontrarme. Asiento y ella se baja del auto. Apenas vuelve mi mirada en su dirección antes de conducir lejos, a pesar que sabía que ella estaba parada en la acera mirándome desaparecer dentro del tráfico. Ellas siempre lo hacen. En el fondo, debería sentir culpa. Debería sentirme mal. Y de vez en cuando, cada vez que hay luna azul, lo hago. Pero luego piso la mierda emocional lejos y la alejo de mi mente. Estas chicas se arrojan a sí mismas sobre mi, no al revés. Soy el único dándoles lo que ellas quieren. Realmente, es un servicio público. Pero ninguna de ellas, ni una sola, verá alguna vez al verdadero Dominic Kinkaide. De hecho, ni siquiera yo estoy seguro que exista ya.

Suspiro, debatiéndome si contestar o no.

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Mientras conduzco hacia mi casa con vistas a Hollywood Hills, mi teléfono vibra en mi bolsillo. Lo jalo fuera, y veo el nombre de Amy Ashby brillando en la pantalla.

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Quizás haya tenido éxito arrojándolo fuera de su existencia en una maleta llena de mujeres, excentricidades y whisky.

Si, ella me entiende… o al menos, la parte de mí que es como ella. La parte que debe ser ocultada del público. Y sí, me gusta que sea perra y fuerte. Lo admiro porque siempre sé dónde está. Pero algunas veces, como esta noche, solo no estoy de humor para ello. Contesto de cualquier manera. —¿Por qué dejaste la gala tan rápido? —se queja Amy al teléfono, olvidando un saludo—. Quería un aventón a casa contigo. Mi hermano me estaba aburriendo. El hermano mayor de Amy, Sam, era el anfitrión del evento de esta noche, en un esfuerzo por recaudar dinero para el autismo. Él es tan diferente de Amy como puede serlo: amable, considerado y normal. Debido a esas cosas, no es parte del mundo del entretenimiento. Niego con mi cabeza, a pesar de que no puede verme. —Porque estaba cansado de toda esa cosa —respondo, sin mencionar a la chica de los abrigos—. Podrías haberte ido conmigo. Mentira. Amy es un monstruo en la cama, pero no hubiera disfrutado estar con la chica de los abrigos. Le gusta pensar que tiene estándares. Bufa. —Lo que sea. Ven para acá. Quiero verte. Abro la puerta de mi cochera. —Nop, acabo de llegar a casa y no quiero volver a salir. Puedes venir para acá, si tú quieres. Toma una pausa mientras lo considera. Finalmente suspira. —No puedo. Tengo una escena temprano mañana. No quiero ser una perra en el set.

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—Sabes, he cambiado de idea. Iré para allá y seré una perra esta noche por ti. Sé cuánto te gusta. ¿Cuál fusta debería llevar? ¿La de cuero o la de terciopelo rojo?

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—¿No? —pregunto con fingida sorpresa—. ¿Amy Ashby no quiere ser una perra? —Se ríe, un áspero y artificial sonido.

Un estremecimiento pasa a través de mí ante el pensamiento… de ser atado y de Amy Ashby azotando la mierda fuera de mi justo antes de bajar hacía mi miembro. Es nuestra cosa favorita para hacer juntos. —La de terciopelo rojo —contesto secamente—. Te veo en veinte minutos. No llegues tarde. —En camino —ronronea. Entro en mi lujosa casa y desactivo la alarma, antes agarro un vaso de whisky y dirijo a la terraza. Mientras me paro mirando hacia Hollywood, reflexiono toda mi vida. No es como se supone que debería ser. En la preparatoria, esto no era lo que tenía en mente cuando me imaginaba como un adulto. Pero aquí estoy, a la edad madura de veinticuatro y sintiéndome como si hubiera envejecido cien años. Siento como si hubiera atravesado todo lo que es posible que pase en mi vida y que ya me ha pasado. Y dejó su marca. Tengo varias marcas y cicatrices escondidas debajo de mi superficie que ni siquiera puedo nombrarlas todas. Pero eso está bien. No necesito nombrarlas. Necesito echarlas a la basura y olvidarme de ellas, como siempre lo hago. Necesito enmascararlas y una traviesa y salvaje noche de SM 1 con la joven estrella favorita de Hollywood. En la mañana seguiremos con nuestras vidas como es normal, ambos pretendiendo ser lo que no somos: personas normales y bien balanceadas.

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Fingiendo es como sobrevivimos.

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SM: Sado-Masoquismo.

Capítulo 2 Traducido por Pidge Corregido por Lizzie Wasserstein

M

e zambullo en el fondo de mi restaurante favorito, Providence, y hago mi camino hasta mi mesa. Está en la parte de atrás, en las sombras, y así es exactamente como

a mí me gusta.

Soy diferente de la mayoría de la gente que conozco que come aquí. A la mayoría de las celebridades les gusta hacer una entrada a través de la parte delantera, ya que disfrutan de cómo los fans se apresuran a ellos, rodeándolos de peticiones de autógrafos o fotos. Yo no. Ese nunca he sido yo. Apenas me he deslizado en mi cabina antes de que una camarera se escabulla hacia mí, sus brillantes ojos verdes se iluminan cuando me ve. —Dominic —exclama, pasando un brazo alrededor de mis hombros y abrazándome. Le sonrío, realmente contento de verla. Puesto que es una de las únicas mujeres que alguna vez me han rechazado, no debería ser tan parcial con ella. Pero ese no es el caso. De hecho, me gusta. —Hola Alex. Echa una mirada a mí alrededor

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Niego con la cabeza, recordando cómo pasé la mayor parte de la noche atado en cordones de seda y consiguiendo mi culo golpeado por ella. Se había deslizado fuera de mi casa antes de las nueve de la mañana.

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—¿Dónde está la señorita Ashby? ¿Debo estar pendiente de ella?

—Nop. Está en el trabajo hoy. Estoy aquí por mi cuenta. —Justo como me gusta —anuncia Alex sonriendo. Se sienta enfrente de mí en la mesa, cómoda ahora que sabe que Amy no viene—. ¿Cómo están las cosas? No te he visto en un par de semanas. Me encojo de hombros. —He estado muy ocupado. Apenas terminó la producción, y tengo un par de semanas antes de que comience la próxima película. Estoy pensando en ir con mi hermano durante un fin de semana o así. Sería bueno ir a casa por unos días. Alex niega con la cabeza. —Sabes que tu familia ha sido bendecida por los dioses, ¿no? Quiero decir, eres hermoso, sexy como el infierno y tienes el maldito mundo en una cuerda, Dominic. Tus hermanos están en la banda más famosa del mundo y por lo tanto tienes una banda sonora incorporada a tu vida si lo deseas. Tengo que reírme de eso. —Oh, ¿en serio? ¿Crees que Devil’s Own simplemente dejará de hacer lo que están haciendo y escribirán algunas canciones para mí? Difícilmente. Amo a mis hermanos, pero Sin y Duncan no van a interrumpir su gira solo por mí. Pero tienes razón. He sido bendecido y tengo que recordar eso. Recojo mi menú, aunque sé exactamente lo que dice. Mientras leo cuidadosamente la oferta de comida, Alex me mira fijamente, con el ceño fruncido. —¿Qué está pasando contigo, amigo? No pareces tú. Pareces... apagado.

Alex sigue examinándome, con la cabeza ladeada.

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—Estoy apagado. He estado apagado durante mucho tiempo, pero no pasa nada. Solo estoy sintiéndome un poco cansado. Creo que ir a casa a Chicago será bueno para mí. Va a recargarme las pilas, por así decirlo.

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Me rio de nuevo.

—Bueno. Si tú lo dices. Pero si quieres hablar con alguien que no te dirá simplemente lo que quieres oír, sabes que puedes hablar conmigo. No estoy preocupada por dormir contigo, así que siempre seré honesta contigo. —Tú tienes razón en eso —le digo con ironía—. Nunca has estado preocupada por dormir conmigo. Ella golpea su anillo de bodas. —Lo siento, amigo. Estás caliente y todo, pero soy una de las pocas que hay que creé que el matrimonio es sagrado. Bueno, hay solo unas pocas aquí en Los Ángeles. Estoy segura de que hay muchas más como yo en el mundo real. Pero nosotros, los angelinos somos una raza diferente —Historia verdadera —concuerdo—. Voy a tomar los tacos de pescado. —Doblo el menú y se lo entrego—. Gracias, Alex. Y por gracias, quiero decir por ofrecerse a escucharme. Lo aprecio. Ella es una de las pocas personas decentes que he conocido aquí. —Por supuesto. Ella corre hacia la cocina y me quedo solo una vez más. Pero solo por unos minutos. La anfitriona, una rubia teñida tipo Barbie hace su camino hacia mí un poco más tarde, tratando de actuar casual, pero estoy seguro de que se habría dirigido en línea recta hacia mí tan pronto como vio que estaba aquí. Siempre lo hace. —Dominic —ronronea, serpenteando su delgado brazo alrededor de mis hombros. A diferencia de cuando Alex lo hizo, no estoy disfrutando del toque de esta chica. Me encojo de hombros fuera de su alcance.

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No estoy tratando de ser grosero, pero ella siempre me molestó. Es una oportunista. Está tratando de triunfar en el mundo de la actuación y sé que probablemente tiraría abajo a su propia abuela para estar un paso adelante. Teniendo en cuenta lo pobre que son sus dotes interpretativas cuando finge ser casual a mi alrededor, no creo que deba renunciar a su trabajo del día.

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—Hola —le respondo con frialdad.

—Entonces, ¿estás solo? —pregunta sin rodeos, sus labios casi rozando mi oreja—. Porque tengo algo importante que discutir contigo. Arqueo una ceja. —¿En serio? ¿Y qué es eso? Ella susurra en mi oído. —No se supone que discuta este tipo de cosas aquí, pero tengo una pregunta acerca de la industria. Y por la industria, por supuesto se refiere al mundo de la actuación. Suspiro. —Está bien, dispara —le digo. —¿Cómo hago para conseguir a tu agente? —pregunta seria, con sus ojos ardiendo en los míos con intensidad. —¿Tally? —le pregunto sorprendido—. Tiene una lista de espera de quince kilómetros de longitud. Él era un amigo de mi padre y esa es la única razón por la que me tomó hace un par de años atrás. Ella me mira con recelo. —¿Así que no hay forma alguna de que pudieras decirle algo bueno sobre mí? Hay una luz en sus ojos ahora, una luz sexual particular que he visto en los ojos de un millar de mujeres. Le devuelvo la mirada, imperturbable. —Probablemente no. —¿No hay nada que pueda hacer? —pregunta de nuevo, sus manos bajando de detrás de mis hombros hacia mi espalda y envolviéndolas alrededor de mi regazo, ligeramente trazando mi entrepierna—. ¿Puedo probar?

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—Ve por ello.

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Pongo los ojos en blanco.

La anfitriona mira alrededor, ve que no hay nadie cerca, e inmediatamente cae de rodillas y se arrastra debajo de la mesa. Estoy sorprendido durante solo un segundo, y luego mientras sus hábiles manos desabrochan mis pantalones y me acaricia, permito a todo pensamiento cognitivo dejar mi mente. Cuando su boca reemplaza sus manos, todo pensamiento lógico desaparece y cierro los ojos. Sus manos están frías mientras ella acuna mis bolas, pero sus labios están calientes. Su aliento es caliente. Y su lengua se burla de la punta de mi polla. Lucho contra la necesidad de gemir. Ella está oculta por el mantel, así que se vería extraño si alguien me ve gimiendo solo en medio de un restaurante. Cristo. Desprecio a las mujeres así, pero al mismo tiempo, no puedo desestimar su mérito. Es bueno obtener una mamada en mitad del día, en medio de Providence. A veces, vale la pena ser Dominic Kinkaide. —Hola, Melanie no te ha molestado ¿No? —pregunta Alex, apareciendo de la nada. Mis ojos se abren de golpe y trato de actuar normal, lo cual es difícil ya que una parte muy esencial de mí está enterrado en la garganta de Melanie en este mismo minuto. Melanie aprieta su agarre en mis bolas, mientras es perfectamente capaz de escuchar cada palabra que dice Alex. —Si. La estúpida chica esperando asaltarte... para conseguir que la ayudes. Solo ignórala, Dominic. Es ridícula. Tengo mejores dotes de actuación de las que ella tiene. Y no soy actriz.

—Bueno —dice con satisfacción—. Le dije que te dejara en paz. Supongo que me escuchó por primera vez. Si te molesta, dímelo.

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—No, no la he visto —le miento a Alex, rezando para que Alex no decida sentarse y charlar de nuevo.

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Las garras de Melanie me agarran más fuerte y hago una mueca.

—Ella no es una molestia —le aseguro a Alex. Porque ella no lo es... ahora mismo. Alex asiente. —Tu comida estará lista en un segundo —me dice antes de alejarse. Después de que se va, Melanie termina de chupármela en un tiempo récord y sube de nuevo por debajo de la mesa, limpiándose la boca con delicadeza. —Esa chica es una perra —me gruñe Melanie—. No tiene idea de qué tipo de talento tengo. Pero tú lo sabes. Ahora. ¿Puedes por favor hablar con Tally de mí? Ella me mira, sus ojos duros volviéndose suaves por un breve minuto, tiempo suficiente para darme un vistazo de su vida. Ella es vulnerable e insegura bajo su dura superficie. Solo otra razón por la que no debería estar en mi mundo. A las chicas como ella se las comen y las escupen. —Claro —le digo—. Le diré algo. Mentira. Pero Melanie me toma apalabra y se inclina para apretar mis hombros una vez más. Ella se aleja y veo sus caderas moverse mientras se va. Apenas está fuera de mi vista cuando Alex regresa con mi almuerzo, el cambio de un servicio (la mamada de Melanie) por otro: mi almuerzo. Es como funciona mi vida.

Para nunca confiar en nadie otra vez.

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Por un segundo, envuelvo mis dedos alrededor del collar en mi bolsillo, lo único que me permito tener de mi vida anterior. Sirve como un recordatorio constante para mí.

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Todo es fácil. Todo el mundo se esfuerza por complacerme. Todo es tan jodidamente fácil. Ahora. No siempre fue así, por supuesto, pero el pasado es el pasado. No vivo en ello. De hecho, hago todo lo posible por olvidarlo.

Suelto el colgante y agarro mi tenedor en su lugar, mastico cada bocado de comida de manera eficiente y rápida, volviendo al Dominic Kinkaide que el mundo conoce y ama. Misterioso, indiferente, sexy. Esas son las palabras que se han venido empleando para describirme. Pero la única palabra que se ajusta a mí nunca se ha pronunciado, nunca siquiera se ha insinuado... porque nadie la sabe.

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Esa palabra es roto.

Capítulo 3 Traducido por Jadasa Youngblood Corregido por Lizzie Wasserstein

―D

e ninguna jodida manera —le murmure a Tally—. No me voy a ir a Londres. Solo tengo un mes hasta que comience la nueva producción. Quiero relajarme.

—Bueno, puedes relajarte en Londres mientras te sacan las fotografías para las promociones. También programé un día de rodaje para una publicidad de Tag Heuer mientras estás allí. Te encantan sus relojes. —Ni siquiera uso un reloj —me quejo en el teléfono, vertiendo café en una taza con una mano mientras estoy completamente desnudo en medio de mi cocina. —Ganarás un millón de dólares —dice Tally alegremente—. Es un trabajo de un día fácil para ti. Su vicepresidente de mercadotecnia es un buen amigo mío y le debía un favor. Solo haz esto por mí, por favor. —Bien. Pero sabes que odio promocionar mierda —gruño—. Menos el Porsche que necesita un portavoz, no más promociones. Lo digo en serio. —Trato hecho —responde Tally—. Tu avión estará ruedas arriba esta tarde a las siete pm. Amy no puede hacer el vuelo contigo, pero se encontrará contigo ahí. Ellos van a trabajar con ella al mismo tiempo con las promociones para que puedan rodarlo todo en dos días. Le echo un vistazo al reloj. Once de la mañana. Tengo que estar en un vuelo en ocho horas. Suspirando, trago mi café.

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Prácticamente puedo escuchar a mi representante sonreír a través del teléfono.

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—Demasiado para unas vacaciones —suspiro de nuevo resignado.

—Tus hermanos tienen una presentación en Ámsterdam. Voy a arreglarlo para que des una vuelta por ahí en tu regreso a casa. Puede que no veas la presentación, pero puedes visitar a tus hermanos por un día o dos. Sé que no los ha visto en mucho tiempo. Historia verdadera. Debido a su gira mundial, no los he visto en meses. De hecho, había estado esperando su presentación en Chicago, el próximo mes para poder tener la oportunidad de verlos. Siempre hemos sido cercanos, pero nuestros horarios agitados nos impiden juntarnos tanto como nos gustaría. —Bueno —respondo—. Estaré en el avión a las siete. ¿Vas a venir? —Sip. No puedo confiar en ti para mantenerte fuera de los problemas por ahí. Se ríe y no estoy seguro de si está bromeando o no. —Oh, por cierto —añade—. Te envié un regalo. Debería estar allí en cualquier momento. Me imaginé que tu casa necesita limpiarse antes de que te vayas. —Tengo un ama de llaves —le recuerdo. —Como esto, no tienes —contesta crípticamente, y luego cuelga. Apenas tengo tiempo para terminar mi taza de café antes de que suene el timbre. Camino firmemente sobre los suelos de mármol para contestar, solo me molesto en ponerme un par de pantalones antes de hacerlo. Aún estoy sin camisa cuando abro la puerta y encuentro a dos maravillosas chicas con edad universitaria, de pie frente de mí. Rubias, coquetas, grandes tetas. Justo de la manera en que a mí me gustan.

—¿Y ustedes son? —Arqueo mi ceja. Ambas se ríen.

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Ambas chicas regresan la sonrisa.

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Sonrío, una sonrisa lenta que el público conoce y ama.

—Somos de Naked Maids2 —me dice una de ellas—. Estamos aquí para limpiar tu casa... desnudas. No puedo evitar sonreír de nuevo ante la sola idea. Tally. Déjalo a él encontrar algo como esto. Siempre me cuida... en todos los niveles. —Bueno —les digo, guiándolas—. El único problema es que... mi casa ya está limpia. ¿Podemos encontrar algo más para que ustedes hagan? Se miran una a la otra astutamente mientras las guío por la casa hacia mi sala de estar. —No se supone que hagamos algo más —dice la más alta—. Pero eres Dominic Kinkaide. Romperemos las reglas por ti. Mi sonrisa se ensancha. —Eso es perfecto —les digo—. Porque soy un rompe reglas. Tengo una gran idea. Realmente brillante. Me gustaría que tú la limpies —y señalo a la otra chica—, con tu lengua. Ni siquiera se inmutan. Asiente con una mirada maliciosa en sus ojos y se mueve hacia el centro de la habitación y se deja caer sobre la alfombra de felpa. Me ubico en un sofá, mis piernas extendidas hacia fuera mientras observo. Dios, me encanta observar. Manos, labios, lenguas y dedos moviéndose juntos, frotando, acariciando, succionando. Mi polla se endurece y la saco, acariciándome con mis dedos.

Sacudo mi cabeza.

Naked Maids: Servicio de limpieza que se encargan de poner en orden tu casa, totalmente desnudas. 2

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—¿Quieres algo de ayuda? —pregunta la más pequeña, sus labios relucientes.

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Las chicas levantan su mirada.

—No. Quiero observarlas. Continúen. Giran de nuevo la una hacia la otra, hundiendo sus lenguas en la boca de la otra mientras sus manos se mueven por todas partes. Sus dedos se deslizan hacia adentro, afuera, mojados. Gimen suavemente mientras se chupan entre sí, constantemente mirando por encima del hombro para ver si me gusta el espectáculo. Me gusta. Termino en pocos minutos y me acuesto saciado sobre mi sofá mientras terminan la una con la otra. Levantan su mirada hacia mí cuando me pongo de pie. —¿Algo más que quieras que hagamos? —ronronea una de ellas. Sacudo mi cabeza. —Quizás, ¿limpiar la cocina? Sus rostros están asombrados mientras me alejo y no miro hacia atrás, dirigiéndome a mi ducha. Supongo que a menudo, no reciben esa petición. Mientras dejo que el agua caiga sobre mi cara y ruede por mi cuerpo, pienso en mi vida. Está llena de mujeres, entrando y saliendo de mis días y noches como las nubes que pasan en el cielo. Ninguna de ellas significa algo para mí. Ninguna de ellas nunca significará algo para mí. Nada lo hace. Tomo una ducha muy larga, aspirando el vapor, antes de que finalmente salga y me vista. Cuando regreso abajo, las sirvientas desnudas se han ido. En la cocina, lavaron mi taza de café, limpiaron la cafetera. Así que, después de todo, en realidad sabían cómo limpiar. Estoy ligeramente sorprendido.

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La tarde pasa rápidamente y antes de darme cuenta, solo tengo una hora antes de que necesite salir hacia el aeropuerto. Guardo el libro y empaco una maleta.

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Agarro un libro y me dirijo a la piscina, tomando el sol mientras leo. Debo disfrutarlo mientras pueda. Londres es notoriamente gris y lluvioso.

Justo estoy abriendo la puerta de mi Porsche, cuando un auto grande de color negro se desliza hasta detenerse frente a mí. Una curvilínea bomba explosiva rubia con el sombrero de un chofer sale del asiento del conductor, vestida con shorts cortos, tacones altos y abundante maquillaje de desnudista. —Su auto, señor —me dice, sus ojos me observan de arriba a abajo. Por un minuto, estoy sorprendido, pero luego sonrío. Tally. —¿Supongo que conduces en topless? —pregunto irónicamente mientras coloco mi maleta en el maletero abierto. Sonríe coqueteando. —No. Pero Abbi, tu auxiliar de vuelo, puede hacerlo. Si quieres. Echo un vistazo por encima de mi hombro para encontrar a otra chica, una morena delgada con un muy revelador uniforme de azafata, ya sentada en la parte de atrás de la limusina, llenando una copa de champán. Sostiene la bebida hacia mí con una sonrisa. —¿Abbi? —pregunto, mis dedos rozando los suyos cuando agarro la copa. Asiente, entonces deja que sus dedos se apoyen sobre mi muslo cuando me acomodo en el asiento al lado de ella. —Te cuidaré bien durante el vuelo —me asegura en voz baja.

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Es bueno ser Dominic Kinkaide.

Capítulo 4 Traducido por Lorenaa Corregido por Lizzie Wasserstein

E

l jet lag es una perra. Una perra barata con una erección para vengarse. Me giro sobre la cama y miro la alarma. No dormí mucho en el avión. En parte debido al hecho de que nunca duermo muy bien en ellos. En una parte por Abbi. La chica destinada a complacerme. Una y otra vez. Tally fingió no ver como Abbi se arrodillaba enfrente de mí, no una ni dos, sino tres veces durante un vuelo de once horas. Estuvo bien en ese momento, por supuesto, pero después de llegar a Heathrow a las 6 am, sin poder dormir un poco, decidí registrarme en el hotel y tener un par de horas para cerrar los ojos. Por supuesto ahora, tres horas después, es hora de levantarse y sentirse peor que nunca. Probablemente no debí haber dormido en absoluto. Agarro mi teléfono y golpeo el número de Tally. —Amigo no puedo levantarme —le gruño—. Pospón la promoción ¿Quieres? Necesito dormir. Tally suspira.

Mientras me dirijo hacia la ducha, agarro el teléfono de la habitación y marco el teléfono de la recepción.

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Él cuelga y lanzo mi teléfono. Golpea la pared y se desliza hacia el suelo, aparentemente sin romperse. Debería haberlo tirado más fuerte. Que se joda esta mierda.

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—Deja de actuar como tu hermano. Sin siempre me hace esa mierda. Saca tu culo de la cama, toma una ducha fría para despertarte y ven aquí. Ya vas con cinco minutos de retraso.

—Envíeme un Bloody Mary —le digo sin preámbulos—. De hecho, envíeme dos. —No espero por una respuesta antes de colgar. Cuando salgo de la ducha diez minutos después, dos helados Bloody Mary me están esperando sobre la mesa de la sala. Ya me siento mejor por el agua helada. Pero el Bloody Mary me acerca un paso más a ser humano. Pero ni de cerca para lidiar con el drama de Amy esta mañana, de todos modos. Su nombre destella en la pantalla de mi teléfono y me pregunto si ya ha llegado. Vagamente recuerdo a Tally decir que llegaría algo tarde. La dejo ir al buzón de voz. Vuelve a llamar. La dejo ir al buzón de voz otra vez. Tiene que aprender que no voy a dejar lo que estoy haciendo por ella. Nunca haré eso. No me importa quién sea ella. Cuando estoy en el auto dirigiéndome al set, escucho su mensaje. En el primero, ella está enojada. —¿Dom, donde diablos estas? Sé que no estás en el set, así que sé que tienes tu teléfono. Contesta. Pongo los ojos en blanco mientras escucho su segundo mensaje. —Lo siento cariño, estaba siendo un perra. Soy una perra cuando estoy cansada. —Y hambrienta, ansiosa, aburrida, calmada o como sea, pienso—. Solo quiero que sepas que no puedo esperar para verte. Llego esta noche más tarde. Tengamos una cena tardía, ¿de acuerdo? Hablamos pronto. Besos.

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Está empezando a ponerse pegajosa. Siempre lo hacen. Y yo había pensado que con la personalidad espinosa de Amy, ella no lo haría. Pero aquí vamos. La misma vieja canción y danza. Sé cómo termina esto y no será bonito. Pero no terminará aun. Voy a sacar todo lo que pueda mientras dure.

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Suspiro mientras pongo mi teléfono de vuelta en el bolsillo de mi chaqueta.

Cierro los ojos durante unos minutos, hasta que el auto se desliza para detenerse. Miro por la ventana y suspiro. Los fans ya están alineados. Cómo sabían que iba a estar aquí, no lo sé. Solo es una sesión de promoción, por el amor de Dios. Pero estampo una sonrisa mientras salgo del auto, mientras los fans gritan e intentan tocarme. ¡FirmamicamisetaDominicFirmamistetasDominicPuedobesarteporfav orDominicTomateunafotoconmigoDominic! ¡Dominic! ¡Dominic! ¡Te quiero, Dominic! Sus voces se mezclan mientras los de seguridad los empujan y me hacen pasar entre las masas, a través del sudor y el perfume y entro en el edificio. Tomo una profunda respiración mientras entramos en el silencio y no miro atrás. Sé lo que veré. La gente luchando por obtener otro vistazo mío, esperando a que vuelva a salir. Ni siquiera me conocen, pero se creen que lo hacen porque me ven en la pantalla a menudo. Mis fans son por lo que tengo tanto éxito. Lo sé. Y los aprecio. Lo hago. Pero soy una persona intensamente privada y tenerlos tirando de mi ropa es una cosa que me enerva de una forma que nunca pensé que fuera posible. Pero para evitar parecer desagradecido, sonrío y finjo que no me importa. Destello la sonrisa que el mundo reconoce como mía. Ellos no tienen que saber que es una máscara, que todo es una actuación.

—Quiero ver la torre de Londres esta vez —demanda Amy cuando

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Soy actor. Deberían esperarlo.

toma un bocado de galleta salada con caviar. La miro. —¿No te preocupa que te encierren allí? Confinaban a las brujas allí antes. Amy para me masticar durante un momento, con sus ojos azules asombrados. Luego se ríe. —Eres tan idiota, Dominic. —Se ríe, inclinándose sobre el brazo del sofá para pasar sus dedos sobre mi mejilla—. Pero eso es por lo que te adoro. Me dices lo que quieres decirme. —Solo digo las cosas por su nombre. —Me encojo de hombros—. Sabes que eres una perra y no te importa. Es una de las cosas que me gustan de ti. Me mira, su expresión se endurece un poco. —¿Qué te gusta de mí? Acabo de decir que te adoro. ¿Y yo solo te gusto? ¿Qué demonios, Dom? No siento el amor de tu parte, últimamente. Y ahí vamos. Sabía que esto iba a llegar. Bajo mi vaso de whisky y nivelo mi mirada con la suya. —Amy, sabias al meterte en esto como soy… lo que busco. No busco una relación. Para nada. Me gustas. Te respeto. Disfruto teniéndote en mi cama. ¿Pero amor? Eso no es quien soy, Amy. Ella se inclina hacia atrás, con los ojos estrechándose ahora, pero llenos de asombro. —Eso es lo que piensas ahora —me dice con conocimiento—. Solo espera.

—Como sea. —Ondea una mano hacia mí, con los anillos de

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Sacude la cabeza.

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—¿A qué? —Elevo una ceja—. ¿Hasta que el infierno se congele? Porque eso es todo el tiempo que esperaras si esperas algo más de mí que lo que tengo.

diamantes adornado sus dedos chispeando en la tenue luz de la sala—. Voy a tener jet lag. Así que voy a tomarme una pastilla para dormir e irme a la cama. Pero primero, vamos a la cama. Me mira, su mirada volviéndose oscura y sensual, mientras se levanta y lentamente va quitándose la ropa. Me reclino sobre el sofá y disfruto del espectáculo. La mitad del cuerpo de Amy no es real… ha sido mejorada por los cirujanos plásticos. Pero por eso, es perfecto. Sus tetas son grandes y redondas, sus pezones apuntan al cielo. Su estómago es perfectamente plano, sus caderas se hinchan a la perfección, Debido a la liposucción no hay un rastro de grasa en ella. Es innaturalmente perfecta. Personalmente prefiero las curvas reales, con imperfecciones y todo. Pero no digo eso. Al contrario, disfruto del espectáculo. Inclinándose frente a mí, se quita las bragas y las lanza sobre mi regazo. Recojo el encaje con un dedo y lo sostengo sobre mi nariz, inhalando. —Hueles bien —observo. Ella sonríe. —Sabes que sí —ronronea, deslizándose a mí lado y cayendo sobre mi regazo. Alcanzando su bolso, saca un par de esposas acolchadas. —Metete en la cama Dom —me ordena—. Quiero estar a cargo esta noche. Es bueno que esté de humor para esto. ¿Recostarme y flotar… dejando que los sentimientos de dolor y placer se mezclen entre ellos hasta que no pueda distinguir el uno del otro?

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—Bien. —Sonrío, mientras me levanto y llego a la habitación—. Pero mantente malditamente alejada de mis pezones. Si sacas esas pinzas para pezones de tu bolso, por lo que sea, me voy de aquí.

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Sí, por favor.

—Esta es tu habitación —señala secamente. —Como sea. Entonces tú te iras fuera de aquí. Y no te daré tiempo a que te pongas la ropa, tampoco. Se ríe ahora, desconcertada. —Te gustaría eso. Fenómeno. ¿Observar mientras me pavoneo desnuda por el pasillo con todo el mundo mirándome? Sé que te encantaría eso. Es cierto. Lo haría. Y también me gustaría mirar. —No me vendes los ojos —le instruyo mientras cae a mi lado y empieza a desabrocharme los botones de la camisa con sus expertos dedos—. Quiero ver tus tetas mientras te chupo. Ella suspira en mi boca, su lengua saqueando la mía. Sabe a vodka y caviar. —Chúpame de atrás hacia delante y todo lo que hay en el medio —me dice—. Y luego —se detiene, mientras alcanza una vez más su bolso. Saca un consolador de veinticinco centímetros de largo perforado varias veces, al estilo Príncipe Alberto—, y luego fóllame con esto. Después de que te quite las esposas. —Considéralo hecho —murmuro con voz ronca mientras ajusta las esposas a mis muñecas—. Y eres un jodido monstruo, también. —Eso es lo que te gusta de mí —susurra mientras se arrastra sobre mí y arquea las caderas contra mis labios. Eso es verdad. Lo es.

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Sé que esta noche estaré en un lugar así, un lugar lleno de una variedad de tonos de gris, donde no hay culpa ni preocupación. Los recuerdos de mi pasado se habrán ido, la culpa de mi inexistente pasado.

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Amy se incrusta sobre mi cara, y yo absorbo su sabor, su olor. Se inclina hacia atrás y araña con sus uñas mis muslos, fuerte. Estoy seguro de que me ha hecho sangrar, pero no me importa. Ya estoy en un punto donde las líneas entre el dolor y el placer se difuminan.

Solo durante esta noche. Puede reanudarse todo por la mañana, pero durante esta noche, voy a disfrutar cada hora del pervertido olvido. No habrán negros, ni blancos, ni correcto o incorrecto. Haré lo que se sienta bien, sin tener en cuenta lo que la sociedad pudiese pensar.

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Porque soy Dominic Jodido Kinkaide… y eso es lo que hago.

Capítulo 5 Traducido por magdys83 Corregido por Lizzie Wasserstein

—¿P

or qué no vas a follarme? —me pregunta Amy, de la nada. Levanto la vista con sorpresa.

Después de que Amy salió de mi habitación de hotel a mitad de la noche, nos reunimos aquí en el plató para el desayuno, y ha estado acurrucada en mi remolque en la última hora. Mientras esperamos a ser llamados para maquillaje, Amy tiene su cabeza enterrada en una revista, pero ahora ella me está mirando por encima, con sus acusadores ojos azules. —¿Perdón? —pregunto exactamente lo que dijo.

forzadamente,

aunque

escuché

—¿Por qué no vas a follarme? —demanda otra vez Amy—. Todos en el planeta quieren follarme, y me ofrezco a ti en bandeja y no lo harás. No realmente. No tienes problemas en follarme por el culo o en dejarme que te haga una mamada… pero en realidad no me follas. Quiero saber por qué. Sé que no tienes problemas para correrte. Así que, ¿cuál es el problema? Punzadas de hielo se disparan a través de mi corazón y trato de ignorarlas, de empujarlas de vuelta a donde pertenecen. Sabía que esto iba a pasar. Sabía que esto iba a pasar, me recuerdo a mí mismo. Una confrontación sobre lo que está mal conmigo. Lo sabía.

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—No tengo un problema —respondo glacialmente, sosteniéndole la mirada, sus ojos azules bloqueándose con mis propios verdes—. Solo porque no te voy a follar, ¿crees que tengo un problema?

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Pero saberlo nunca lo hace más fácil.

Ella encoge sus delgados hombros. —Deberías. Todos quieren follarme. Ahora ella está tensa, sentada con rigidez en el borde de su asiento, preparada para el rechazo mientras espera por mi respuesta. La conozco. Sé lo que piensa, cómo se siente. Y como la mayoría de los artistas, ella es insegura en secreto. Ella tiene miedo de que haya algo mal con ella y sea el por qué no quiero follarla. No alivio ese miedo. No soy una persona lo suficientemente buena para eso. Ella no duda en cortar a las personas a su tamaño, simplemente porque quiere ser una perra. No siento culpa por no reconfortar su ego en este momento. —Tal vez todos lo hacen —le digo con tanta indiferencia como puedo—. Pero yo no. No en este momento. Ella se sienta más erguida, sus hombros hacia atrás y la barbilla sobresaliente. —Oh, ¿en verdad? ¿Y por qué es eso exactamente? La miro con frialdad. —Porque no se me da la gana. Demasiado drama. Tú solo te has enamorado de mí. Me enfrento así, como si fuera arrogante y frío, y como si realmente creyera en mis propias palabras. Todo es un acto, ya ves. Y esta es una parte de mi personaje. Soy un cabrón arrogante. Excepto, por supuesto, que realmente lo soy. En este punto de mi vida, el acto se ha convertido en mi realidad. Pero a pesar de mis palabras, no tengo miedo de que ella se haya enamorado de mí. Esa no es la razón por la que no la he follado… o en realidad no he follado a alguien en seis años. Seis. Jodidos. Años.

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Seis años desde que pasó eso.

El simple pensamiento de eso, de ella, aprieta firmemente mi corazón en mi pecho, como una jodida pinza de presión tiene su agarre envuelto alrededor de él. Emma. Una visión de sus ojos azules destellando hacia mí ondula a través de mi memoria y aprieto mis ojos cerrados para dejarla fuera. Llegando a mi bolsillo, agarro el collar, su collar, dejando que mis dedos tracen sobre la fresca aguamarina. Es lo único que ayuda, lo único que me calma. Me recuerda. Y me hace olvidar. —¿Dominic? —Amy aplaude, despertándome al presente, y lejos de los ojos brillantes de Emma. Abro los mío. —¿Qué? —¿Qué te pasa? —pregunta con curiosidad, sus ojos suavizándose solo un poco mientras se me queda mirando. Me doy cuenta que estoy húmedo y frío. En el borde. Esto es lo que Emma me hace incluso ahora. La saco de mi mente y vuelvo mi atención a la mujer necesitada enfrente de mí. Fuerzo una sonrisa. —No pasa nada. En absoluto. Amy me mira fijamente.

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—Gritas mi nombre de manera regular —remarco irónicamente. Ella pone los ojos en blanco.

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—Entonces demuéstralo. Cuando acabemos aquí, vamos a ir a una cita. Llévame a la Torre de Londres, después llévame de regreso a tu habitación de hotel y hazme gritar tu nombre esta noche.

—Sabes lo que quiero decir. Quiero tu pene dentro de mi cuerpo mientras lo estoy gritando esta vez. De verdad. Niego con mi cabeza, después paso un dedo sobre la turgencia de su cadera completamente vestida. —No puedo. No esta noche. Puedo llevarte a la Torre, pero luego estoy saliendo hacia Ámsterdam a ver a mis hermanos. Voy a tener que aplazarlo. Ahora Amy está interesada. —¿Sin y Duncan? Quiero ir. Sabes que me encanta ver a los Devil’s Own. Tal vez me puedes hacer gritar tu nombre en Ámsterdam, en su lugar. De hecho, vamos a hacer una apuesta. Te apuesto a que puedo hacer que quieras follarme antes de que partamos a Ámsterdam. Eso nunca va a suceder. Pero no digo eso. En su lugar, sonrío. —¿Y si tú ganas? Ella devuelve la sonrisa. —Entonces tú llegas a follarme. Ese es tu premio. —¿Y si gano yo? Amy ahora frunce el ceño, disgustada por la simple idea de que es posible que yo no la quiera. —Si tú ganas, tu premio será ya no tener que escucharme ser una perra sobre esto, porque habremos terminado. Tú seguirás tu camino y yo el mío.

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Ella asiente, satisfecha por lo que cree que es su ultimátum. Lo que ella no entiende es que no me importa una mierda si la vuelvo a ver otra vez… al menos, a título personal. Ella piensa que tiene todo el poder y control en esta ecuación, pero está equivocada.

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—Interesante —respondo con calma—. Así que, básicamente, si yo no te follo para el momento en que partamos a Ámsterdam mañana por la noche, ¿hemos terminado?

Voy a ver exactamente lo que está dispuesta a hacer para obtener que la folle… y entonces, la voy a dejar sin mirar atrás. Sonrío. —Está bien. Reto aceptado. Ella devuelve la sonrisa y ahueca mi entrepierna con sus delgados dedos. —Te va a gustar esto. —Estoy seguro —respondo. Porque sé que lo disfrutaré, pero al final, Amy no lo hará. Tú no tratas de empujarme, o manipularme. Nunca va a terminar bien para ti.

—Amigo —grita mi hermano Sin en el teléfono—. ¿Qué demonios? No llamas en semanas, después, ¿me llamas justo antes de meterme en el escenario? Eso explica los gritos en voz alta y el ruido de fondo. Todos están esperando a que aparezca mi hermano estrella de rock. —Lo siento, hermano —respondo, despreocupado—. Solo llamo para decirte que estaré allí esta noche. No puedo llegar al show, pero Tally ha descubierto la manera de hacer encajar una visita en mi agenda, por lo menos.

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—Oye, pequeño D. Dom está viniendo a la fiesta de esta noche. Pide más putas.

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Eso despierta la atención de Sin y él grita a nuestro otro hermano Duncan.

Él se desternilla en el teléfono y tengo que reír… por varias cosas. Una, porque él llamó pequeño a Duncan. Al igual que Sin y yo, Duncan es alto. Realmente alto. Un metro noventa y tres o algo así. De hombros anchos, caderas estrechas. No es pequeño en lo más mínimo. Y dos, que está ordenando putas en Ámsterdam. La ironía de esto, porque está rodeado de groupies todo el tiempo que harían cualquier cosa que él pida… gratis. —¿Putas? —pregunto con recelo. Sin resopla en el teléfono. —Es Ámsterdam —dice él, a modo de explicación—. No podemos entrar a Ámsterdam y no visitar la zona roja. Eso sería un sacrilegio. Es mi turno de resoplar. —¿La zona roja? —Me rio entre dientes—. ¿Y cómo exactamente tú y Dunca el hermano bebé van a escurrirse en la zona roja sin ser vistos por los paparazzis? Prácticamente puedo sentir a Sin encogerse de hombros a través del teléfono. Porque a él no le importa una mierda. —No me importa si me ven o no —responde con ligereza—. No vivo mi vida de acuerdo con lo que ellos piensan que es aceptable o no. Y hablando de eso, tengo que irme. ¿Vas a estar aquí para mi fiesta o no? —Si. Él cuelga sin otra palabra y le echo un vistazo a mi representante. —Va a ser una larga noche. Tally sonríe sin siquiera levantar la vista de su Smartphone. —Sip. Puede que quieras beber unas cuantas latas de Red Bull, viejo. Niego con mi cabeza. —¿Tienes alguna?

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—Las tengo almacenadas en el avión, las suficientes para Amy también. Ella las necesitará si va a seguir el ritmo contigo. —Él hace una pausa, después me mira—. Sé cuidadoso de cómo la tratas. Al público le

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Tally levanta la vista.

encanta ver que están protagonizando juntos. Tienes que pensar en tu imagen, antes que nada. —Estoy muy cerca de terminar con ella —le digo con calma—. No me voy a quedar con ella solo para satisfacer la percepción del público. Tally sigue aguantando la mirada. —Y yo nunca sugeriría eso. Solo estoy diciendo que la abandones con respeto. No la trates como a una puta. Rompe como una persona normal. Hago una pausa, considerando eso. —Pero, ¿y si actúa como una puta? Tally niega con la cabeza. —No importa. Sé un caballero. Al público le encanta eso de ti. —¿Amy ya se dirigió al avión? —pregunto, tomando un trago de la bebida de Tally. —Lo último que escuché, sí —responde Tally, levantándose y arreglando su chaqueta—. Aunque, ella se metió en un altercado en el vestíbulo con algunos fans. Alguna niña quería su autógrafo y Amy explotó contra ella por invadir su espacio personal. Joder, Amy necesita algunas lecciones de Relaciones Públicas. Ella es una pesadilla. ¿Estás listo? Asiento y caminamos desde el hotel hacia un auto esperando. El viaje al aeropuerto no toma mucho tiempo y en pocos momentos más, estoy subiendo las escaleras y entrando en el avión. Inmediatamente estoy fascinado con la visión de Amy sentada con dos jóvenes rubias en el sofá de cuero. Las dos rubias están sin blusa y Amy está en medio, vestida solo con un corsé de cuero rojo.

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Tally se estrella conmigo por detrás, ya que me he detenido como muerto en el pasillo y él gira a mí alrededor para ver por qué es el atraso. Le escucho contener el aliento.

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Mi polla se tensa en los pantalones.

—Eres un maldito hijo de puta con suerte, Kinkaide —balbucea—. Solo voy a… quedarme aquí. No respondo. En su lugar, doy un paso, después otro. —¿Qué es esto? —pregunto con indiferencia, sosteniendo la mirada en el rostro levantado de Amy. Ella estira el brazo y arrastra sus dedos en mi muslo. —Oh, ¿esto? —pregunta con inocencia, dando un vistazo a sus dos amigas—. Estas son mis asistentes y te las voy a prestar por esta noche, también. Cualquier cosa que necesites, solo pide. Ellas estarán felices por complacer. ¿Y yo? Estoy en un raro estado de ánimo complaciente, también. Lo que sea que desees, no importa qué sea… pidelo. Y es tuyo. Y ahora estoy divertido. ¿Amy Ashby está rebajándose a esto? ¿Para qué? ¿Solo para follarme? Tengo una creciente sospecha de que es menor la necesidad imperiosa de follarme y más sobre rescatar a su ego herido porque parece que yo no quiero. Su ego es la cosa más grande de ella. —Bueno —sonrío—. Esta podría ser una noche interesante. Amy devuelve la sonrisa y le da una palmadita al asiento junto a ella. La rubia de su derecha se corre, dándome espacio para sentarme. Cuando lo hago, cada una enlaza una pierna por encima de las mías, manteniéndome eficazmente apretado. —¿Te gustaría una bebida? —me susurra la otra rubia, sus labios llenos a solo centímetros de mi oreja. —Si —respondo—. Whisky. Puro. —Hecho —responde. Se escabulle y mientras ella se ha ido, su amiga rubia da un masaje a mi muslo, después desliza sus dedos alrededor de mi zona lumbar, relajando mis cansados músculos.

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—Amy quiere que uses esto —dice en voz baja—. Déjame ayudarte con esto—. Inclinándose hacia adelante, sus suaves tetas envuelven mi cara mientras ella desliza la venda sobre mi cabeza. Inhalo su esencia femenina, suave y floral.

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En minutos, regresa la otra chica con un vaso de whisky en una bandeja, y una venda de terciopelo negro.

—¿Ahora qué? —pregunto mientras me recuesto, completamente ciego. —Ahora, disfruta tu vuelo —dice alegremente la chica. Y tengo la firme intención de hacerlo. Pero mientras ellas acarician suavemente mi espalda, mis muslos, mi cara, mi pecho… sus toques relajantes tienen el efecto opuesto en mí a lo que ellas tenían planeado. Porque he estado despierto y en un asiento por diez horas hoy, estoy exhausto. En lugar de calentarme, sus toques relajantes me ponen a dormir. Cuando despierto, hemos aterrizado en Ámsterdam y Amy me da una mirada penetrante desde el otro lado del avión. —¿En serio? —reclama—. Me esforcé en el avión para planear la noche perfecta para ti. Tengo todo lo que podrías posiblemente querer a bordo de este avión… ¿y tú te fuiste a dormir? ¿Qué demonios, Dominic? No puedo evitar sonreír ante esto, solo un poco. Ella está enfadada. —Lo siento —le digo tan dulcemente como puedo—. Estoy exhausto y afectado por el desfase de horario. No es un reflejo de ti. O de tus sexys asistentes—. Les doy un vistazo y encuentro que ahora están completamente vestidas—. Lo siento —les digo—. No quise ofenderlas. Ambas sonríen amablemente. —No hay problema —dice una—. Vamos a retomarlo donde lo dejamos más tarde. Le doy un vistazo a Amy y levanto una ceja. —¿Más tarde?

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—Te lo dije… vas a follarme para el momento en que esta noche haya terminado. Vamos a ir a la fiesta de Sin. Y todos sabemos… si algo raro no sucede en una de sus fiestas, entonces no está destinado a suceder.

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Ella asiente con satisfacción.

Tengo que darle eso. Las fiestas de mi hermano están más allá de lo normal… mucho más allá de lo normal, que están fuera del mapa. Asiento, no comprometido, pero sin rechazarlo, tampoco. Mientras bajamos del avión, tengo un recuerdo breve, una visión fugaz de otro tiempo, hace años, cuando había estado en una fiesta y había recibido la peor llamada telefónica de mi vida. La noche que había cambiado mi vida para siempre. La noche en que mi corazón se había pulverizado en cenizas. Meto la mano en mi bolsillo, torciendo el colgante dando vueltas en mis dedos. No puedo sentir nada, ya no. Así que lo que tengo que hacer es ir a través de los movimientos. Y si eso significa tratar de hacer cosas sexuales locas y pervertidas, solo para ser capaz de sentir algo, lo haré. Porque, honestamente, no he decidido lo que es peor: no ser capaz de sentir algo, o estar tan atascado en el dolor del pasado que estoy paralizado con él. Por seis años, he retenido la esperanza de que volveré. De que el dolor se detendrá. De que milagrosamente me volveré normal. Pero lentamente, estoy aceptando el hecho de que no va a suceder. No soy normal. No sirve de nada el pretender serlo. Y si voy al infierno por toda la mierda que hago, también podría hacer que el crimen encaje con el castigo. Hasta que arda en el infierno, bien podría hacer que cada momento valga la pena.

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Empezando por esta noche.

Capítulo 6 Traducido por Selene1987 Corregido por Lizzie Wasserstein

L

a suite pent-house de Sin es toda la planta superior de un hotel deslumbrante en el centro de la ciudad. Sin nunca hace nada discreto. Prefiere ser el centro de atención en cualquier momento y siempre lo hace con estilo. Amy, sus dos “asistentes” y yo nos empujamos a través de la gente rodeándonos, bailando y hablando en las habitaciones. Gente con poca ropa, gente media desnuda. Gente borracha. Gente drogada. Todo tipo de personas. —¿Dónde está tu hermano? —me dice Amy por encima del hombro. Miro alrededor. No le veo por ningún lado. —Miremos en su habitación. Nunca deja entrar ahí a nadie… excepto a ciertas mujeres. Y por ciertas, me refiero a cualquier mujer que haya elegido de entre la multitud de su espectáculo. Sus guarros escogían a las chicas de entre la multitud, les daban pases de backstage y luego las acompañaban a la fiesta de Sin. Es lo que hace. Y nunca se cansa. Cuando golpeamos en su puerta y responde con solo sus jeans puestos, puedo ver a dos mujeres desnudas en su cama por encima de su hombro. Y sé que tengo razón. —Amigo —murmura—, ¿podrías venir en peor momento?

Yo me río mientras Sin abre la puerta, haciéndonos señas para entrar.

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—Jesús. Primero te pierdes mi actuación, luego interrumpes mi follada. Muy bonito, hermano.

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—¿He interrumpido algo? —Sonrío inocentemente. Sin me gruñe.

—Quizás quieras entrar —balbucea. Luego mira detrás de mí a Amy y a sus dos amigas, y su actitud cambia. Instantáneamente se convierte en Sin Kinkaide, un encantador imán para las chicas. —Hola, señoritas —dice arrastrando las palabras. Amy le sonríe, sin inmutarse por su status de celebridad y su energía sexual desvergonzada. Sus amigas, sin embargo, no lo hacen. Se sonrojan e instantáneamente se ponen alerta. Sin sonríe—. Tengo una fiesta privada aquí —les dice, aun sonriendo. Aún sin camiseta—. Es muy exclusiva. Solo las mujeres más hermosas de la ciudad pueden venir. ¿Les gustaría entrar? Ahora están asombradas, halagadas por la invitación, y sin una mirada hacia atrás, se meten en su habitación. Mientras cierro la puerta, veo a las dos chicas de la cama moviéndose a un lado para hacer sitio para las dos chicas nuevas. Me giro hacia Amy, meneando la cabeza. —Bueno, has perdido a tus cómplices. Ella pone los ojos en blanco y agarra una copa de champán del carrito de un camarero. Paseando su lengua por el borde, me mira. —No las necesitas. Lo único que necesitas es a mi, Dom. Esta noche, te darás cuenta de eso. Antes de que pueda responder o refutar esa afirmación, mira fijamente algo detrás de mí, interesada en algo al otro lado de la habitación. —Hmmm. Es Tara Linwood. Volveré en un minuto. Piensa en mí mientras no estoy.

Ella eligió darme este ultimátum.

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No lo hace. Prefiero a mis mujeres sin bragas… o con seda roja. Dejo las bragas en una mesa cercana, cerca de un bol de mentas. Deben haber iluminado el día de alguien. Es extraño, saber que Amy está sin bragas por la habitación no me excita tampoco. Lo que significa que probablemente sea la hora de terminar las cosas.

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Mientras pasa a mi lado para hablar con la actriz al otro lado de la habitación, me pone algo en la mano. Mirando hacia abajo, veo que son sus bragas, un pequeño trozo de seda y encaje hecho para calentarme.

Me aburro fácilmente y aparentemente, incluso las actrices zorras clase A no mantienen mucho mi atención. Mientras camino hacia el balcón abierto, una joven camarera atrapa mi mirada al otro lado de la habitación, con sus ojos iluminándose al reconocerme. Rápidamente intenta esconder su emoción, actuar profesional y calmada mientras me ofrece una bebida de su carrito, pero es demasiado tarde. Ya lo he visto. Y voy a archivarlo para más tarde. Probablemente esté aquí varias horas. Puede que me aburra más tarde. Por ahora, me siento en la esquina de un sofá de la galería, mirando las luces brillantes de la ciudad. Desde esta posición, puedo ver todo lo que quiero ver. Puedo observar a los invitados de la fiesta y su actitud borracha, puedo ver la ciudad, y puedo quedarme ahí y no interactuar con nadie. Todos son ganancias. Así es cómo me quedo, en mi pequeña esquina, bebiendo copas de whisky, hasta que llega Tally. Sabe dónde cazar por mí, su mirada escaneando el perímetro de la fiesta mientras entra en la suite. Sabe que siempre me encontrará en las sombras. —¿Dónde está Amy? —pregunta, cayendo en un asiento frente a mí y haciéndole señas a un camarero para que le traiga una bebida. —En algún lugar con Tara Linwood —respondo. Miro alrededor, pero no la veo.

Me quedo mirándolo, con una mirada fría.

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—No te va a gustar esto. Pero, el estudio no quiere que termines las cosas con ella. Es bueno para la película si la gente cree que están saliendo. Quieren ver una pareja de pantalla que en realidad está saliendo en la vida real. Si aún estás pensando en romper con ella, no lo hagas.

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Tally menea la cabeza.

—Hago lo que quiero. No dejo que el estudio dicte con quién salgo y con quién no. Jamás he sido así y jamás lo seré. Tally suspira. —Sabía que dirías eso. Tú y tus hermanos son los cabrones más tercos que conozco. La esquina de mi boca se eleva, solo un poco. —Bueno, bien. Me alegra que sepas lo que pienso. —Pero aún tendrás que fingir que están juntos —me dice Tally firmemente, presionando otra bebida en mi mano—. Y si no puedes soportarlo, entonces tendrás que buscar una manera para que ella rompa contigo. Deja que sea ella quien se lleve la ira del estudio sobre su cabeza. No tú. No puedo evitar reírme solo un poco. —Estoy seguro que podré encontrar un par de maneras de enfadarla. Tally me dirige una mirada. —Pero no nada obvio. No puedes quedar tampoco como un imbécil. Siempre, siempre, siempre… mantén a tu persona pública como lo primero en tu cabeza. Eres misterioso. Eres sexy. Eres un caballero. Eres privado. Todas esas cosas están bien. Mantén esa imagen. No parezcas ser un imbécil. ¿Entendido? Asiento. —Puedo hacer eso. Además, ya me ha dado un ultimátum. Acostarme con ella esta noche, o hemos acabado. Tally alza una ceja con incredulidad.

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Antes de responder, ambos miramos hacia arriba para ver a Amy y Tara saliendo del baño tambaleándose. La nariz de Amy está roja, una clara señal de que han esnifado cocaína. Personalmente sé que es una de sus

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—¿Aún no te has acostado con ella? ¿Qué carajos? ¿Estás hecho de piedra?

maneras de permanecer delgada. Ambas están tambaleándose, una clara señal de que también están borrachas. Una idea se forma, dura y rápida. Una idea brillante. Nadie pone a Dominic Kinkaide en una esquina. Nadie me da un ultimátum esperando ganar. No se me puede controlar. Ni ahora, ni nunca. Pero lo primero es lo primero. Observo a Amy y a Tara caer juntas sobre un gran sillón, riéndose y hablando mientras echan miradas furtivas por la habitación. Sé que probablemente estén mirando a todos. Ambas mujeres son unas zorras malintencionadas. Me aburren. Así que le hago una seña a la joven camarera, la chica que se deslumbró antes. —Perdona —le digo suavemente, colocando mi mano en su brazo mientras pasa. Se me queda mirándome, con sus grandes ojos verdes abiertos. —¿Sí? —tartamudea. —¿Dónde está el baño? —pregunto educadamente, aunque sé perfectamente dónde está. Ella apunta en la dirección. —Justo allí.

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Sus ojos se abren probablemente al darse cuenta de cualesquiera que sean mis intenciones y luego sonríe abiertamente.

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—¿Podrías enseñarme el camino? —pregunto, con una voz tan suave como la miel—. No quiero perderme.

—Por supuesto. Estaría feliz de mostrártelo. Deja la bandeja en la mesa de enfrente, porque sabe que no la necesitará. Y luego la llevo al cuarto de baño. Amy me observa atónita desde su silla, pero no se levanta ni reacciona. Me conoce. Le gusta verme con otras mujeres de cualquier manera. De hecho, unos minutos más tarde mientras la camarera está de rodillas enfrente de mí, el pomo se gira y oigo la voz de Amy. —¿Dom? Quiero entrar. Claro que quiere. Quiere mirar, porque es tan pervertida como yo. Pero en lugar de abrir la puerta, agarro el cabello de la camarera, y la llevo más profundamente, sus labios forman una perfecta aspiradora a mí alrededor. —Ahora no, Amy. Estoy un poco preocupado —digo a la puerta cerrada. Puedo oír cómo se queja mientras se aleja. No importa. En ese momento, lo único que importa es la mamada. Ya me enfrentaré a Amy más tarde.

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Pero me enfrentaré a ella.

Capítulo 7 Traducido por IvanaTG Corregido por Lizzie Wasserstein

—T

e tomaste el tiempo suficiente —gimotea Amy cuando por fin salgo del baño y la encuentro. Está sentada con Tara en la terraza, en el oscuro rincón que había dejado vacante recientemente. Tara me mira, sus ojos vidriosos en una neblina inducida por fármacos. Suspiro, viendo solo el talento que ella está a punto de perder. Lo he visto cientos de veces. Actrices que entran en la industria, se muestran tan prometedoras y luego auto-implosionan en su camino a la cima. Puedo ver ahora que Tara Linwood no durará. —No tengo prisa. —Me encojo de hombros—. Pero estoy listo para irme ahora. Amy levanta una ceja. —¿En serio? ¿Y a dónde estás dispuesto a ir? Sonrío. —A algún lugar donde las luces son rojas. Los ojos de Amy se ensanchan cuando se da cuenta de lo que estoy hablando. La famosa Zona Roja de Ámsterdam, donde la prostitución es legal y se pueden comprar vicios de cualquier naturaleza.

Niego con la cabeza.

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—Me sorprendes, Dom. No te dicen que es bastante riesgoso quedarte a la vista en un lugar como ese. Sabes que los paparazzis están en todas partes.

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Sonríe.

—Tendremos cuidado. ¿Estás dentro? Ella asiente. —Por supuesto. Llevaré a Tara. Echo un vistazo a su amiga, que ahora está apoyada en el hombro de Amy. —¿Puede caminar? —pregunto con desconfianza. Amy le frunce el ceño a Tara, antes de empujarla de su hombro. —Ya veremos. Ella da un tirón a Tara para ponerla de pie y juntas tropiezan hacia la puerta. Miro por un segundo antes de sacudir la cabeza. Esto será demasiado fácil. Por un momento, casi me siento culpable, pero luego aplasto esa emoción. Amy no merece piedad. La he visto verbalmente arremeter contra tramoyistas en lágrimas por tantos pequeños delitos como no asegurarse de que su agua estuviese lo suficientemente fría. Su corazón es negro y se merece todo lo que le doy... particularmente desde que pensaba que me podía controlar. No sucederá. Las sigo a un auto y en pocos minutos, llegamos a la Zona Roja de Ámsterdam. Las calles están mojadas y oscuras mientras caminamos, mirando hacia el interior de las ventanas que bordean la calle. Las mujeres se sientan en las habitaciones, a la espera de clientes, mientras las luces rojas parpadean sobre sus cabezas.

—Repugnante. —Amy frunce el ceño—. Parece que las sobras de la ciudad están aquí. Vamos a otro lugar.

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No sucederá.

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Me encuentro con la mirada de una mujer, una mujer de cabello muy oscuro. Sus ojos se iluminan cuando me ve y sonríe, mostrando dientes amarillentos. Me estremezco.

Empieza a dar la vuelta, pero capto un destello de otra ventana en la calle, que alberga a dos mujeres. Pongo mi mano en el brazo de Amy. —Espera. Caminamos un poco más cerca, luego más cerca todavía, al mismo tiempo, Amy está prácticamente sosteniendo a Tara. Las dos chicas se ven como hermanas, idéntico cabello rubio largo hasta los hombros, grandes ojos verdes, delgadas caderas. Están vestidas en ropa interior idéntica y sentadas en la misma idéntica pose, sentadas sobre dos taburetes altos. —Gemelas —respira Amy, volviéndose para mirarme, sus ojos abiertos de par en par—. Sí. Tengo que sonreír ante las posibilidades. —¿Dónde estamos? —murmura Tara, su cabeza dando vueltas en su cuello como un muñeco con la cabeza rota. Levanto una ceja hacia Amy. Frunce el ceño y abofetea la cara de Tara ligeramente, luego más fuerte. —Despierta de una puta vez, Tara. —Ella asiente—. Tienes que crecer y aprender a manejar mejor tu licor. La miro. —Dudo que el licor sea su problema. Amy ignora lo que digo y sacude el brazo de Tara mientras toca el timbre junto a la ventana. Una de las chicas se adelanta y habla a través del altavoz. —¿Sí?

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—Primero el pago —responde la chica con la misma firmeza, sosteniendo la mirada de Amy. Amy frunce el ceño, pero hacemos lo solicitado, empujando nuestro pago a través de una pequeña ventana. Después de que la transacción está completa, nos dejan entrar. Echo un

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—Queremos contratarte —dice Amy con firmeza—. Déjanos entrar.

vistazo alrededor del lúgubre pasillo mientras hacemos nuestro camino a la puerta. Se abre inmediatamente. —Bienvenidos —ronronea ahora la chica rubia ahora, haciendo un gesto para que entremos. Su hermana está en la cama y las cortinas se han cerrado. —Soy Anika —dice la chica de pie—. Y esa es Anna. Estamos aquí para complacerlos. ¿Qué les gustaría? Amy empuja a Tara en la cama y luego tira de mí, pero soy rápido. —Observaré —le digo a Anika—. Así que me gustaría que las cuatro me den algo interesante para ver. Anika mira a Tara con escepticismo. —Bueno, tres de nosotras podemos hacer finalmente. Pero Tara está frunciendo el ceño de nuevo.

eso

—responde

—¿Qué mierda, Dom? —exige—. No observarás. Estás aquí para participar. Ella está de pie con sus manos en sus caderas, sus ojos disparando chispas. Pero estoy tranquilo. —Amy, ¿realmente quieres que nuestra primera vez sea aquí... en una lúgubre habitación con otras tres personas? Se detiene, relajándose un poco. —Excítame —sugiero—. Después volveremos a mi habitación en el hotel y te tomaré allí. Ella duda, pero solo por una fracción de segundo.

—Lámela. —Señalo a Anika—. Luego a ella. —Y señalo a Anna—. Después, las dos pueden lamerte. ¿Tienes el vibrador en tu bolso?

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Me siento en un taburete alto, mis pies cruzados frente a mí.

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—Está bien. —Levanta la barbilla—. ¿Qué te gustaría ver? ¿Qué te excitaría, Dominic?

Amy niega con la cabeza, pero Anika interrumpe. —Tenemos todo un armario de juguetes. —Perfecto —sonrío—. Te daré un juguete cuando sea el momento adecuado. Ellas asienten y las palabras se desvanecen a medida que se amontonan en la cama. La ropa sale y ruidos sexuales llenan la habitación. Ruidos húmedos, gimiendo, succionando. Gemidos. Suspiros. Puedo ver que Amy está disfrutando de sí misma, al igual que puedo ver que Tara se desvaneció contra la pared. No importa. No estoy aquí por Tara. Después de que todas han sido suficientemente lamidas, encuentro un juguete en el armario, un dildo de dos cabezas. Una cabeza para la parte delantera y otro para la parte posterior. Se lo entrego a Anika. —Usa esto en ella. Le gusta por el culo. Los ojos de Amy se desenfocan mientras las tres mujeres continúan. Manos están por todas partes, en los suaves muslos y en los carnosos labios femeninos. Es suficiente para levantar mi polla, pero no me concentro en eso. En su lugar, no puedo dejar de pensar cómo llegué a este punto. Una punzada de dolor tira de mi vientre cuando pienso en un par de ojos azules, ojos inocentes. Ojos que me amaban. Ojos que me destruyeron. Estaría horrorizada si supiera que estoy aquí, si supiera lo lejos que he caído en la oscuridad. Trago con dificultad, buscando en mi bolsillo, tocando su collar y endureciendo mi corazón. Ella no está aquí.

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La bilis se eleva en mi estómago cuando me acuerdo de ella... cuando recuerdo lo que pasó. Lo que me causó. Trago el feo sabor y trago de nuevo, con fuerza. Obligando a los recuerdos a salir de mi mente, regreso

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Ella nunca estará aquí.

mi atención al presente y a las mujeres corrompiéndose a sí mismas frente a mí. Nadie controla a Dominic Kinkaide. Ya no. No tengo un corazón dejado para ser controlado. Dado que las mujeres están distraídos entre ellas, saco mi teléfono y tomo fotos. Cuando he terminado con eso, enciendo la cámara de vídeo. Solo tardo un par de minutos para conseguir lo que necesito. Y para que Amy consiga lo que necesita. Gime y se retuerce en la cama mientras Anika la lleva al orgasmo, sus manos retorcidas en las sábanas a su lado. Su cara está sudorosa, el maquillaje de sus ojos manchado. Cuando se corre, grita y sostiene mi mirada. Descansa inmóvil por un momento, luego las gemelas se levantan con total naturalidad, enderezando su cabello y poniéndose de nuevo su ropa interior, preparadas para los próximos clientes. Amy está débil mientras caminamos hacia el auto y casi tengo que llevar a Tara. El trayecto hasta el hotel es tranquilo cuando Amy se inclina hacia mí, agotada de su sexo pervertido con las prostitutas. Pone una mano en mi muslo mientras nuestro conductor se detiene en la acera enfrente del hotel. —Ven a mi habitación —dice con voz ronca, sus manos con olor a sexo. Levanto una ceja. —¿Para qué? Ya te corriste esta noche. Estoy seguro de que estás agotada.

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—Dominic, ya te dije lo que pasaría si no me follabas esta noche. No quieres correr ese riesgo, confía en mí. Porque quise decir lo que dije.

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Sus ojos se estrechan y aprieta mi pierna más fuerte.

La miro, mis ojos son fríos cuando levanto sus dedos de mi muslo y los aprieto firmemente en mi mano. No lo suficientemente fuerte para lastimar, pero lo suficientemente fuerte como para hacerme entender. —Amy, eres una perra. Y no me importa una mierda si te alejas de mí esta noche. Ella gruñe, su cara retorciéndose en algo feo. —¿No lo sabes a esta altura? Siempre consigo lo que quiero. Y confía en mí, si te alejas, juro por Cristo que haré una fantástica historia sobre ser rechazada por ti para los jefes del estudio. Estarán tan enojados que podrían despedirte. ¿Quieres eso? Sonrío ahora, entretenido mientras saco mi teléfono. Rápidamente, encuentro el video de ella con las prostitutas en mi teléfono. Jadea mientras observa a Anika follándola con el consolador. —Dudo que estén enojados conmigo cuando escuchen que rompí contigo porque este video se filtró en Internet. Obviamente, entenderían que simplemente no puedo vincularme a algo tan escandaloso. Y no querrían estar vinculados a ti, tampoco. Serías despedida, Amy. Yo no. Así que sé cautelosa. Me detengo con mis dedos posados sobre el botón que vincularía el vídeo a YouTube. —Saldré de este auto y nunca tratarás de arrinconarme de nuevo. No me gusta me den un ultimátum. Irás por tu camino, Iré por el mío. Trabajaremos juntos. No diré nada malo de ti, no dirás nada malo de mí. Y este video se quedará en mi teléfono. Pero al primer momento que tenga un indicio de que estás extendiendo mierda sobre mí a los jefes del estudio, el vídeo se presentará de forma anónima a todos los sitios web de chismes en cuestión de minutos. ¿Entiendes?

Pongo los ojos en blanco por esa visual mientras abro la puerta del auto y salgo.

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—Eres un maldito idiota, Dominic. Y jodiste a la mujer equivocada. Algún día, te joderé... con tanta fuerza que tu culo sangrará.

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Amy me mira fijamente con veneno en sus ojos.

—Bueno, hasta entonces —digo con calma, y cierro mi puerta. Siento su atónita mirada ardiendo en mis omóplatos mientras me alejo y la dejo en el auto con Tara desmayada en el asiento a su lado. No me siento realizado. No me siento bien. Me siento vacío, como siempre. Pero al menos conseguí que Amy retroceda y no tendré que lidiar con ella. Me dirijo a mi habitación en el hotel y mientras lo hago, encuentro policías moviéndose por el vestíbulo y en los ascensores. Me dirijo a uno. —¿Que pasó? Me mira, sacudiendo la cabeza con cansancio y hablando con un fuerte acento. —Una banda de rock estadounidense está teniendo una fiesta salvaje con chicas menores de edad —gruñe—. Jodidas celebridades. Piensan que no siguen las mismas reglas. Lo miro, sin responder, porque sé que no lo hacemos. Nosotros no seguimos las mismas reglas. Me bajo en mi piso y tan pronto como lo hago, levanto el teléfono para llamar a Tally. Él contesta a la primera llamada.

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—Tienes un lío para limpiar —digo—. Y no es mío.

Capítulo 8 Traducido por MaEx Corregido por Lizzie Wasserstein

R

odar las promociones con Amy es incómodo, por decir lo menos. Dispara dagas hacia mí desde el otro lado de la habitación con sus ojos y cuando tenemos que besarnos para una fotografía, muerde mi labio. Pero no reacciono. No le daré la satisfacción. En cambio, cuando está sentada en una tumbona junto a la pared, entablo una conversación de sexo por teléfono con una vieja amiga, Kira, alguien de casa. Amy me mira por un momento, entonces camina hacia su remolque. Sonrío al teléfono. —Sí, voy a estar en casa pronto, Kira. No, no puedes volar aquí. No voy a estar aquí el tiempo suficiente. Voy a ir a Chicago pronto. Tal vez incluso estaré en casa el próximo fin de semana. Kira ríe con su familiar risa. La he conocido desde hace tanto tiempo, ella me conoce desde que éramos niños. De hecho, ella era la mejor amiga de Emma. Sabe lo que Emma me hizo. Y ha estado aquí para consolarme durante años. —Escuché a Sin casi ser llevado a la cárcel ayer por la noche —menciona—. Fiona me llamó esta mañana quejándose de él.

Kira ríe.

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—Si. Él tiene que mejorar sobre adivinar las edades de las chicas. O tiene que comenzar a tomar un interés. Hasta ahora, él no da un carajo.

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Sonrío, tratando de imaginar cómo se las arreglaba Fiona, mi hermana pequeña. Desde que había tomado el trabajo como representante de Sin, él definitivamente la puso a través de sus pasos.

—Bueno, me alegro de que no se meta en problemas. Es una buena cosa que las leyes son mucho más relajadas con esas cosas. —Sí —concuerdo—. Es la única cosa que lo mantuvo fuera de la cárcel. ¿Sigue en los medios todavía? —En algunos sitios de chismes —responde Kira—. Pero no me preocuparía demasiado. Se dispersará. —Estoy de acuerdo —le digo—. Sin está teniendo una fiesta el próximo fin de semana en su casa. ¿Vas a venir? —Lo hago si tú lo haces —ronronea—. Te he extrañado. Sonrío. —Voy a estar allí. Colgamos y me dirijo fuera, atravieso los pasillos que conducen a las puertas. La luz del sol se vierte en el cristal, y puedo ver a la multitud de mujeres yendo al aire libre, esperando obtener una visión de Amy o de mí. Al segundo que salgo, las mujeres comienzan a gritar y presionarse hacia mí. La seguridad me mueve de forma fluida a través de la multitud de mujeres y en un minuto, estoy yaciendo en un auto esperando. Mientras la oscuridad me envuelve, cierro los ojos. Mientras nos alejamos, aún puedo escuchar a las mujeres gritando mi nombre. Pidiendo fotografías, pidiendo autógrafos, pidiendo besos y abrazos. Ellas no me conocen. Ellas no saben lo que he hecho, o lo que soy capaz de hacer. Ellos no saben nada de eso.

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Cierro los ojos.

—Tienes que estar en casa el lunes —me dice Tally con firmeza—. Comienza el rodaje. Me importa un culo de rata lo que ocurrió con Amy. Estarás en el set y serás cordial con ella. Así que diviértete con tu hermano, despeja la cabeza y estate listo para trabajar. Suspiro en el teléfono. —Te preocupas demasiado —le digo—. Voy a estar bien. Amy no será un problema. El rodaje va a ir sin problemas. —Es mejor que así sea —gruñe, y luego cuelga. Pongo los ojos en blanco y lanzo mi teléfono. Tally intenta sonar como un culo, pero su ladrido es peor que su mordida. Al menos, lo es con mis hermanos y conmigo. Termino de empacar y encargo provisiones para almorzar antes de abordar mi avión para casa. Hago mi camino discretamente a través del restaurante y encuentro mi mesa favorita. Rodeo a la anfitriona, pero me ve mientras le muestra a otra persona su mesa. Hace una pausa en la mía. —¿Has hablado con Tally sobre mí ya? —pregunta, con su mano en mi hombro. Niego con la cabeza. —Todavía no. Lo siento. No he tenido oportunidad. Pero lo haré pronto. Y le daré tu número. Y tal vez lo haga. Tally puede hacer lo que quiera con ella. Melanie asiente con satisfacción. —Gracias. Y si necesitas algo más de mí, déjamelo saber. —Su tono es sugerente. Sonrío.

—Sí. Ella va a estar contigo en breve.

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Melanie asiente mientras comienza a alejarse.

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—Gracias. Lo haré. ¿Está Alex aquí hoy?

Mientras espero, decido ir al baño de hombres. Al pasar por el largo pasillo que conduce a él, una puerta de oficina está ligeramente entreabierta. Echo un vistazo en el interior cuando paso y estoy sorprendido de ver a Alex sentada en la mesa, con las piernas envueltas firmemente alrededor de la cintura del gerente. Me congelo en el lugar, mirando. Alex tiene sus brazos alrededor de su cuello, su alianza brillando en la luz. Su lengua está enterrado en la garganta del gerente. Mi corazón se siente pesado mientras recuerdo lo que me había dicho antes. Lo siento, amigo. Eres caliente y todo, pero soy una de los pocas que hay que cree que el matrimonio es sagrado. No tan sagrado, al parecer. Ella debe sentir a alguien mirando, porque abre los ojos y me ve. Tira lejos del gerente, sus ojos muy abiertos. No espero. Voy al baño, lavo mis manos y luego regreso a mi mesa. Alex está allí en cuestión de segundos. —Dominic, no era lo que tú crees. —¿En serio? —Levanto una ceja—. Estoy bastante seguro de que era exactamente lo que parecía. Empieza a protestar, a ofrecer explicaciones poco convincentes sobre cómo necesita el dinero y el gerente iba a cortar sus horas, pero sostengo una mano en alto. —No es asunto mío —le digo con frialdad—. Y, de hecho, he perdido el apetito hoy. Sin decir una palabra, me levanto y me voy, ignorando sus protestas detrás de mí.

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Mientras conduzco lejos, tengo que examinar por qué estoy tan molesto. Porque honestamente, estoy enfadado. Y no debería ser mi asunto.

Lo que se reduce a, sin embargo, que yo pensaba que Alex era una persona decente. Una de las únicas personas decentes que he conocido en LA. Y el hecho de que es como todo el mundo es deprimente. Todo el mundo quiere usar a todos los demás. Ellos quieren algo, necesitan algo. Están dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguir lo que quieren. Romperán votos matrimoniales, cruzando las líneas de la decencia, estirando los límites de la decencia. ¿Dónde termina? Y, ¿hay alguien en el mundo que sea una persona decente? ¿Una persona que sea buena en el interior? Estoy empezando a pensar que no la hay. De hecho, estoy convencido de ello. Suspiro mientras conduzco al aeropuerto y abordo mi avión. Pronto, estaré en casa, solo para el fin de semana. Puedo relajarme, sumergirme en el ambiente salvaje de la fiesta de Sin y desaparecer en las sombras. Puedo olvidar que las personas son codiciosas, portadoras de corazones negros. Puedo olvidar todo. Mientras el avión despega, cierro los ojos. El cansancio del mundo ha llegado a mí. El lado feo de la vida, el sentimiento de culpa que llevo. A veces, todo es demasiado difícil de soportar, así que lo enfrento en la única forma que se. Es la única cosa que puedo hacer. —Sr. Kinkaide, ¿hay algo más que pueda hacer por usted? —Abro los ojos al oír la educada voz y encuentro a una voluptuosa azafata rubia en frente de mí, su pecho estirando los botones de su uniforme.

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—Bueno, hay una cosa.

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Me encuentro con su mirada y sonrío con mi sonrisa más encantadora, por la que soy conocido.

Arrastro mis dedos a lo largo de la parte interior de su muslo y ella sonríe.

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FIN

Before We Fall Beautifully Broken #3

A

veces, un momento oscuro es todo lo que se necesita para volver tu mundo negro...

Para Dominic Kinkaide de 24 años, ese momento tuvo lugar la noche de su graduación en preparatoria. Un oscuro acontecimiento lo cambió para siempre. Ahora es un actor endurecido, famoso a los ojos del mundo, pero torturado ante los suyos. No se preocupa mucho por nada, excepto por la pérdida de sí mismo en los papeles que interpreta. Jacey Vincent de 23 años, no se da cuenta de cuánto la ha afectado la indiferencia de su padre. Ella es la prueba de que a veces no es un momento específico el que destruye a una persona, sino más bien la ausencia de momentos. Ella es como un pájaro con un ala fuerte pero frágil, mientras trata de planear a través de la vida, buscando la aceptación en los brazos de chicos al azar, uno tras otro... para llenar el vacío que dejó su padre en ella. Hasta que conoce a Dominic. Después de que un hastiado Dominic y una Jacey de carácter fuerte se juntan, el secreto de él y los problemas de ella crean una energía oscura y dañada que pronto convertirá la atracción del uno por el otro en una tormenta explosiva. A pesar de que cuando las nubes se han despejado y el polvo se ha asentado, ambos casi están destruidos... han aprendido una lección que no tiene precio.

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A veces, antes de caer... volamos.

Prólogo Jacey Entonces Traducido y Corregido por Lizzie Wasserstein

L

a bofetada se puede escuchar todo el camino hasta la playa.

El sonido de carne encontrando carne, agudo y fuerte, es inconfundible, y mi cabeza se mueve bruscamente hacia arriba para encontrar a una niña flaca en un traje de baño rojo parada delante de la matona más grande de la playa, una alumna de sexto grado llamada Heather. El sol del verano es abrasadoramente caliente, pero mis mejillas se ruborizan aún más calientes cuando veo la fea expresión en la cara de Heather mientras se eleva sobre la niña más pequeña. Una niña que no puede tener más de nueve o diez años y que está incluso ahora acunando su mejilla con su mano. Miro a mi alrededor, pero no hay adultos en los alrededores y Heather lo sabe. Su mirada lasciva es aún más amplia mientras ella se inclina hacia abajo en la cara de la niña más joven, decidida a hacer aún más daño que una huella de la mano en una mejilla.

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Una lágrima resbala por la mejilla de la niña, lo que causa que Heather sonría.

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Eso es todo lo que se necesita para enviarme como cohete fuere de mi toalla y bajar por la playa hacia ellas, mis talones levantando la arena en el aire mientras corro. Las alcanzo justo a tiempo para ver a Heather arrebatar algo de dinero de la pequeña mano de la niña.

—Ve a llorar con tu mami, niñita —se burla, de la fea manera en que solo un matón de secundaria puede hacerlo. La mera vista de ella me hace ver rojo y me olvido de toda lógica mientras me precipito hacia la pareja. Me olvido que Heather me ha atormentado cada día de cada verano y se me olvida que no puedo ser mayor que la niña en el traje de baño rojo. En este momento, no importa. —¿Qué demonios, Heather? —exijo mientras me deslizo para una parada en frente de ellos. La otra niña, la flaca, aspira una bocanada ante mis malas palabras. Es un delito en el lenguaje, pero mi abuela está todo el camino hasta la playa, sentada a la sombra—. Devuélvele el dinero. Heather me mira fijamente y el sudor brilla en su barbilla regordeta. —¿O qué, camarón? ¿Qué harás si no lo hago? Levanto la barbilla y la miro a los ojos. —Le diré a todos, incluyendo a tus amigos, lo que estabas haciendo con Jamie Rawlins bajo el muelle un tiempo atrás. Te vi. Vi lo que hiciste. Y si no le devuelves el dinero, se lo diré a todos. Los ojos de Heather se ensanchan, entonces se entrecierran. —No lo harías. Asiento con la cabeza, más tranquila de lo que probablemente debería estar. —Lo haría. Heather ve el lago por encima y piensa en ello durante un minuto antes de lanzar los billetes arrugados a mis pies.

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—Lo que sea —bufo, tratando de parecer despreocupada—. No es como si no lo intentes ya.

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—Espero que haya valido la pena —me dice con vehemencia—. Porque voy a hacer de tu vida un infierno.

Heather me mira y se va, y yo me inclino para recoger el dinero y entregárselo a la niña flaca. Le sonrío. —Aquí tienes. Siento que sea tan mala. Creo que alguien se orina en su cereal todos los días. La niña parece sin habla y me mira fijamente durante un minuto con grandes ojos azules antes de tímidamente entregarme una concha blanca. —Gracias por devolverme el dinero de mi helado —dice en voz tan baja que tengo que esforzarme para escucharla—. Colecciono estas. Las grandes y bonitas son difíciles de encontrar en el lago. Sonrío de regreso —Tienes razón, es difícil encontrarlas. ¡Gracias! Voy a nadar a la línea de boyas. ¿Quieres venir? La niña mira fijamente hacia fuera a la maltratada línea de boyas que flota arriba y abajo en la corriente a un centenar de metros hacia fuera. Parece un poco insegura, un poco asustada. —No puedo —responde finalmente—. Mi mamá me mataría. La corriente es muy mala. Asiento con la cabeza como si entendiera lo que es tener una madre que se preocupa por ti. Mi propia madre ni siquiera sabe que puedo nadar. —Está bien —le digo a la niña—. Te veré por ahí. Ella me mira mientras corro hacia atrás y dejo la concha en mi toalla antes de sumergirme en la corriente, nadar sobre y bajo las olas gélidas como un sello. Cuando por fin llego a las boyas, me agarro a una, me aferro con fuerza mientras se menea, a la vez empujo mi cabello fuera de mí cara con los dedos fríos.

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Ni siquiera pregunté su nombre.

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Mirando hacia atrás hacia la playa, busco a la niña en el traje de baño rojo, pero no la veo por ninguna parte. Ella se ha ido, y me doy cuenta de algo.

Capítulo 1 Dominic Ahora Traducido por Rivery y veroonoel Corregido por Lizzie Wasserstein

M

e gusta mirar. Sé que no debería, pero realmente no me importa una mierda. Me gusta el brillo de la piel, las extremidades sudorosas, el olor a sexo, el follar...

Mirar me hace sentir algo. Es una de las únicas cosas que lo hace. —Algunas cosas nunca cambian, Dominic —murmura Kira mientras extiende la mano a través de mi camisa abierta, su cabello largo y castaño moviéndose con la brisa, haciéndome cosquillas en el pecho mientras observa conmigo—. Eres exactamente el mismo... bicho raro. Me encanta eso.

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Aunque es hermosa y familiar, ignoro sus dedos a medida que va haciendo trazos por mi piel, rozando las puntas de mis pezones y arrastrándose hasta mi entrepierna. Mi polla es resistente a su toque esta noche y se mantiene blanda dentro de mis pantalones. No porque ella no sea caliente o sexy, porque sí lo es.

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No respondo porque tiene razón. Soy un jodido bicho raro. Ella lo sabe y yo lo sé, y a ninguno de los dos nos importa. Si acaso, a Kira le gusta. Debe gustarle, porque ha estado pegada a mi lado durante mucho tiempo. Me conoce mejor que nadie... definitivamente sabe lo que me gusta.

Pero debido a que es familiar y normal no enciende mi sangre. Hace tiempo que le he visto casi todo y lo he hecho dos veces. Normal no es lo mío. Las cosas prohibidas son las que levantan mi polla. Cosas oscuras, cosas malas. Miro hacia abajo desde el balcón, observando más allá de la reluciente piscina de abajo, más allá de la ondulación del agua que arroja luz azul a todo su alrededor, a las imágenes que se agitan en la noche. Las imágenes de dos personas follando. Saber que no debería mirar es lo que me excita de ello, así que no alejo los ojos de la pareja teniendo sexo junto a la piscina de mi hermano. Tomo otro trago de whisky, dejando que el ardiente líquido se asiente en mi boca antes de tragármelo, dejando que sus dedos se enrosquen alrededor de mi estómago, calentando mis entrañas. Observando a la pareja, me apoyo en la barandilla, medio oculto por las sombras, envuelto por la noche. Justo de la forma en que me gusta. Frente a mí, la escena se vuelve ruda. Y mi polla se pone dura. La chica hunde los dientes en el cuello del chico, luego le susurra algo ininteligible al oído, palabras que sisea mientras arrastra los dientes a través de su piel. Duro, agresivo, áspero. Puedo ver el rastro rojo de dolor que deja desde allí. —¿Acaba de morderlo? —pregunta Kira con diversión, su mano inmóvil en mi cintura.

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El chico sonríe, le está gustando también. Le levanta las piernas sobre sus hombros mientras se sumerge en ella. Duro. Luego libera una mano para agarrarle el cuello. Duro. Sus dedos se clavan en la piel delicada de allí, cortando la carne, dejando marcas rojas que es posible que se vuelvan púrpuras por la mañana.

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Asiento. Lo hizo. Y me puso duro como una roca. Me encanta ver el dolor. Me distrae del mío.

Pero a ella le gusta. Puedo decirlo por la forma en la que le araña la espalda y gime por más. Puedo decirlo por la manera en que lo atrae dentro de ella aún más, sacudiendo sus caderas para llevarlo aún más profundo. Puedo decirlo por la forma en que ni siquiera trata de apartarle la mano de su garganta. Siempre me fascina cuando veo mujeres a las que les gusta volverse inmorales, a las que les gusta rudo, las que quieren ser dominadas o humilladas. No tiene ningún sentido, pero lo veo todo el tiempo, más y más, sobre todo aquí en casa de mi hermano en una de sus interminables fiestas. Alrededor de su piscina, en su bañera de hidromasaje, en su césped. La gente parece perder sus inhibiciones cuando pasan a través de estas puertas, lo que no tiene ningún sentido tampoco. La mayoría no lo conoce, en realidad no. Pero eso no les impide ponerse muy cómodos aquí. Basta con decir que siempre estoy entretenido cuando vengo de visita. —¿Crees que saben que estamos mirando? —Kira se pone de puntillas, murmurando con su aliento caliente en mi oído mientras me acaricia las bolas. Bajo la mirada hacia la pareja, observando el rostro del chico contorsionarse y girar, y mirando a la chica gemir y retorcerse debajo de él. No tienen ni idea de que estamos aquí, pero tengo la sensación de que no les importaría incluso si lo supieran. —¡Creo que esa chica me sirvió champán antes! —exclama Kira, inclinándose más cerca para mirar.

El bulto entre mis piernas es mi problema ahora. Se ha puesto más grueso y pesado y me muevo, alejando la presión de los jeans de mi polla.

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Pero ése no es mi problema.

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—Probablemente tienes razón —contesto mirando el escaso uniforme de camarera de la chica. Brevemente me pregunto dónde piensa su jefe que está. Seguramente no tiene ni idea de que está follando con un invitado de la fiesta junto a la piscina.

Rozo mi mano contra la mezclilla que cubre mi entrepierna, acariciándome a mí mismo. Solo un poco. De forma rápida y eficiente. No voy a correrme aquí mismo al aire libre. Debido a cómo me gano la vida, he aprendido a no hacer nada a la intemperie. La prensa sacaría maldito provecho si fotos mías masturbándome se filtraran. Kira se ocupa de la situación por mí, como siempre hace cuando estoy en la ciudad. Me empuja hacia atrás en las sombras, donde se saca los pantalones cortos frente a mí. No lleva ropa interior. Ella tiene razón. Algunas cosas nunca cambian. —Fóllame con la mano mientras los miras —me ordena en voz baja, con sus ojos verdes brillando—. Hazlo, Dom. Y luego dejaré que te corras en mi cara, de la forma que te gusta. Llego hasta ella. Se pone de pie sin fuerzas delante de mí, con la cabeza apoyada en mi hombro mientras deslizo dos de mis dedos dentro y fuera de ella. Sé exactamente dónde tocarla. Inhala bruscamente y tengo que sonreír. Conozco cada centímetro de ella. Hay algunas cosas que decir acerca de la familiaridad. Está empapada, como si hubiera estado esperando por esto desde que la había visto por última vez. No lo ha hecho, por supuesto. Kira y yo tenemos un acuerdo de conveniencia. Es conveniente porque nos conocemos, confiamos el uno en el otro. Y no hay sentimientos involucrados. Ella y yo somos de la misma forma.

Pero que se jodan. No soy decente. Ya no.

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Si yo fuera decente, me alejaría del balcón, le daría a la pareja un poco de intimidad; y cubriría más a Kira en las sombras...por si acaso alguien se cruza con nosotros.

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Puedo oír a la chica gimiendo en voz alta desde la piscina y hace que mis dedos se muevan más rápido, trabajando en Kira más duro, al mismo tiempo que el sudoroso chico empuja. Kira gime a la vez que la chica en la piscina y cierro los ojos, escuchando los sonidos del sexo. Con mi mano enterrada en la entrepierna de Kira, los sonidos son todo lo que necesito ahora.

Después de unos pocos minutos más de follar duro, el chico se retira de la camarera y la agarra con fuerza, sacándola de la tumbona y forzándola a bajar frente a él, sobre sus rodillas. Puedo ver su piel rozar los ladrillos, así como puedo leerle los labios a él. Chúpamela. Me detengo cuando la chica niega con la cabeza, tratando de escabullirse, pero él la sostiene rápidamente por su cabello, por lo que ella lo toma en su boca. Obligándola a quitar su propio sabor chupándolo. Ella definitivamente no quiere hacer esto ahora. Intenta golpearlo frenéticamente, pero él sostiene su cabello con fuerza, envolviéndolo alrededor de sus manos, negándose a dejarla ir. Veo que el miedo invade su rostro y mi instinto reacciona. Joder. Kira levanta la cabeza cuando mi mano se inmoviliza. —¿Qué? Tiene los ojos vidriosos cuando me mira fijamente. Hago un gesto con la cabeza hacia la piscina, a la pelea que está ocurriendo allí abajo, a la chica tratando desesperadamente de escapar de las garras del imbécil. —Demonios —susurra Kira—. Ignóralo, Dom. No es tu problema. No hemos terminado aquí. Suspiro también, porque sé que no puedo ignorarlo.

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Sacudo el agarre de Kira de mi muñeca, bebiendo de un trago el resto de mi bebida, y bajo por las escaleras, ignorando sus llamadas de protesta.

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Esto ha estado sucediendo demasiadas veces. La gente viene aquí y se emborracha y se queda fuera de control. No merece la pena el problema, pero Sin sigue haciendo fiestas de todos modos. Dice que lo mantiene relacionado, lo que carajos signifique eso. No me parece que yo tenga problemas para estar relacionado, y no he sido anfitrión de ni una sola fiesta.

Me lleva un minuto zigzaguear con discreción a través de las masas de personas dispersas por toda la casa y hacer mi camino por el césped y sobre las piedras que conducen a la piscina. Pero llego a la pareja en dos minutos, y sin detenerme siquiera agarro al chico por detrás, lanzándolo con fuerza hacia atrás. Sisea cuando los dientes de la chica le arañan la polla. Se lo merece. El hijo de puta me interrumpió. Grita y lo tiro al suelo, observando con satisfacción cómo se raspa la cara con los ladrillos de piedra antes de rodar por el césped. —Vete de aquí, joder —le digo bruscamente—. Aquí no se fuerza a nadie contra su voluntad. —Esa perra lo quería —protesta mientras se levanta de un salto—. Ella lo estaba pidiendo. Niego con la cabeza. —La última vez que lo comprobé, no significa no. No es una nueva forma de pedirlo. ¡Lárgate de aquí! El tipo me mira de nuevo, reconoce quién soy, y entonces se aleja sin decir otra palabra. Agarro una toalla de la piscina y la envuelvo alrededor de los hombros de la joven. Su escaso uniforme, que apenas existe en primer lugar, está colgando alrededor de su cintura ahora, al parecer rasgado en su pelea. Parece cohibida, pero honestamente, apenas lo noto. Es joven y tiene las tetas firmes, pero también otras miles de mujeres. No es muy de mi tipo. Sobre todo porque sé que se ofrecería a sí misma en una bandeja si yo quisiera que lo hiciera. Considero brevemente invitarla a unirse a Kira y a mí, pero no lo hago. Está borracha, e incluso si está demasiado borracha para recordarlo, acaba de ser casi violada.

La rubia obviamente está alarmada y preocupada, y mientras Kaylie le explica acerca del idiota, me vuelvo para desaparecer en las sombras.

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—Mierda, Kaylie. ¿Qué diablos pasó?

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—¿Estás bien? —pregunto con brusquedad. Asiente lloriqueando, justo cuando otra chica, una hermosa rubia con un uniforme a juego, corre hasta aquí.

Independientemente de mi profesión, trato de mantenerme alejado del foco de atención cuando las cámaras no están grabando. Por desgracia, solo hago la mitad del camino antes de que Kaylie agarre mi brazo, luego se envuelve alrededor de mi cintura. —Gracias —me dice con voz temblorosa, con sus brazos como finas bandas, sin darme espacio siquiera para retorcerme. Bajo la mirada hacia ella, mirando más allá de su delineador manchado por las lágrimas para mirar sus ojos asustados. —No hay problema. Pero tienes que mantenerte alejada de situaciones como esa. No siempre habrá alguien que intervenga y te salve. Por su expresión de sorpresa, determino que puede que haya sido demasiado duro con ella. Pero mierda. Las mujeres tienen que tener más cuidado. No puede ir por ahí desfilando con apenas ropa, tener sexo duro con un extraño, y simplemente esperar que él sea un caballero. Los hombres, en general, no somos caballeros. Somos idiotas. Kaylie me mira fijamente, demasiado borracha o drogada para responder aún. Pero su amiga no se queda tan callada. Grandes ojos marrones me miran de repente con enojo. —¿Por qué la estás sermoneando? Acaba de ser atacada, por si no te diste cuenta. Pongo los ojos en blanco. —¿Así lo llamas? Estaba teniendo sexo rudo con ese imbécil justo al aire libre. Cuando se supone que debería estar trabajando, debo añadir. Me pareció que fue un incidente que se salió de control. Lo detuve por ella. De nada. La guapísima rubia me mira estupefacta.

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Suspiro.

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—¿Estás tratando de insinuar que ella no es una víctima, que fue su culpa que esto sucediera?

—Por supuesto que no. Estoy diciendo que no debería haber estado alentando a un extraño borracho a ser rudo con ella en primer lugar. Buenas noches. Empiezo a alejarme, pero al parecer ella no ha terminado. —¿Quién carajo te crees que eres? —exige—. Puede que no hayas oído, pero realmente no deberías culpar a la víctima. —No estoy culpando… —comienzo, pero soy interrumpido por su jadeo mientras doy un paso de lleno a la luz y ve mi rostro. —Santa mierda. —Inhala—. Eres el Dominic Jodido Kinkaide. No puedo evitar sonreír, solo un poco, lo suficiente para levantar las esquinas de mi boca. —Dominic es suficiente. Tiendo a dejar el “jodido”. A menos que por supuesto, esté realmente jodiendo. Sonríe una impresionante sonrisa que debería afectarme. La chica es pechugona, tiene piernas que se prolongan por kilómetros, y está usando casi nada. Pero no me afecta. Porque ya nada me afecta. Estoy jodidamente cansado. —He escuchado que eres problemas —anuncia con toda naturalidad, mirándome de arriba abajo con una lenta mirada y fuego en sus ojos—. Eso es una suerte, porque resulta que me gustan los problemas. —Apuesto que sí —respondo, tratando de ignorar la manera en que está actuando ahora que sabe quién soy. Todas actúan así. Cada una de ellas. Se vuelve monótono. Por una vez, ¿no me puede sorprender alguien?—. Encantado de conocerte. Me doy la vuelta hacia la casa, pero toma dos pasos y agarra mi brazo. Me detengo.

—Tu nombre no importa.

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Suspiro.

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—Pero no lo hiciste —dice vacilante, un poco insegura ahora—. No me conociste. Mi nombre es Jacey.

Sigo caminando, ignorando la forma en que contiene el aliento, la forma en que grita detrás de mí en la agitación, la forma en que se rinde y se detiene derrotada. Puede que sea un idiota, pero no miento. Su nombre no importa. No a mí. Dejo de lado toda la situación, fuera de mi vista y de mi mente. A los pocos minutos, estoy de pie frente a Kira de nuevo. —¿Todo atendido? —ronronea, alcanzándome. Asiento, enterrando mi cara entre sus pesados y desnudos pechos mientras desabrocha mi cinturón—. Ata mis manos con esto, y córrete en mi cara. No tiene que pedirlo dos veces. —Eres una chica tan sucia —susurro en su oído mientras la empujo al sofá y ato sus manos sobre su cabeza, lo suficientemente apretado para que el cuero corte su carne. Justo de la manera en que le gusta. Y entonces agarro mi polla en mi mano y follo mi puño, justo de la manera que a mí me gusta. Por un segundo, por alguna extraña razón, se me viene a la mente el rostro de la chica rubia, sus ojos grandes y marrones. No tengo idea de por qué, pero sacudo mi cabeza para aclararla. Me concentro en el asunto en mi mano. A los dos minutos, me corro en el rostro de Kira, saliendo a borbotones en un arco de color crema que salpica sobre su piel bronceada. Lame una gota de sus labios y me sonríe. —Bienvenido a casa, amante.

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—¿Por qué? Es lo que eres. Siempre vuelves a mí, Dom. Sabes eso.

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—No me llames así. —Sacudo mi cabeza mientras me pongo mis jeans de nuevo y colapso a su lado. Pone sus ojos en blanco.

Desenlazo el cinturón sin decir una palabra, arrojándolo al suelo. Puede que siempre vuelva a ella cada vez que vengo a casa, pero no la follo. En realidad no he follado a alguien en años. —Amante indicaría que entierro mi polla en tu dulce coño. —La miro, luego extiendo mi dedo para recorrer con él el oleaje de uno de sus pechos, luego lo arrastro hacia abajo a su entrepierna. Se arquea hacia mi toque—. Y sabes que no haré eso. Alejo mi mano abruptamente y Kira frunce el ceño. —Sí, sé eso. Lo que no sé es por qué. Dominic, tú también tienes necesidades. Mirar a otras personas follando o masturbarte y correrte en mi cara no puede ser suficiente. El sexo no es solo sexo, Dom. Necesitas todas las cosas buenas que vienen con él. —Oh, lo necesito, ¿cierto? —pregunto, divertido ahora—. ¿Cómo qué? ¿Cómo tener mujeres apegándose y esperando que me case con ellas? O preocupándose de que contraeré alguna maldita enfermedad o… —Detente. —Kira me interrumpa con una mirada—. Te conozco, Dom. Sé por qué haces lo que haces. No quieres acercarte a alguien de nuevo. No quieres darle a nadie ese tipo de poder sobre ti. Pero Dom… es tiempo. Es tiempo de que finalmente la superes y vuelvas a la vida. —Uno, no hables sobre ella —le indico a Kira fríamente, mirándola con dureza—. Eres mejor que eso. Y dos, ¿estás insinuando que no estoy viviendo? Kira suspira mientras se pone su blusa, renunciando a su sostén. Lo mete en su bolso y me mira.

—Oh, sí. ¿Porque no tienes a nadie más para satisfacer tus necesidades cuando no estoy aquí?

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Tengo que reírme ahora sobre la idea de que soy el único aquí de quien dependen las “necesidades” de Kira.

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—Sabes malditamente bien lo que estoy insinuando. Has sido una cáscara por seis años, Dom. Seis jodidos años. Eso es mucho tiempo. He sido paciente. He hecho todo lo que necesitabas. Pero llega un momento cuando una chica necesita ser follada. Tengo necesidades, Dominic.

Me mira. —Eres un idiota a veces. Tengo que trabajar temprano por la mañana, así que me tengo que ir. Llámame mañana, ¿está bien? Asiento con la cabeza a pesar de saber que no lo haré. Entierro mi rostro en los cojines del sofá, dándome cuenta de repente que estoy exhausto y solo quiero dormir. Ni siquiera escucho a Kira irse. Pero sí oigo cuando alguien más entra unos minutos después, justo cuando estoy listo para dormirme. —Dom, ¿qué mierda? Se suponía que me sacarías del juego así no perdía mi camisa. De mala gana abro un ojo para mirar a mi hermano y descubrir que realmente perdió su camisa. Está de pie frente a mí con el torso desnudo. Mis ojos siguen hacia abajo y me estremezco. También perdió sus pantalones. —¿Qué demonios, Sin? Ponte un poco de jodida ropa. Mi hermano sonríe, esa arrogante y libertina sonrisa que sus admiradoras aman tanto, mientras se deja caer en el sofá junto a mí, con el culo desnudo, cruzando sus pies en los tobillos sobre la mesa de café. —No tendrías que preocuparte por ello si me hubieras sacado del juego de póker como te pedí que hicieras. —Se encoge de hombros, levantando mi copa de whisky y bebiéndola toda—. Esas chicas borrachas saben cómo jugar al póker. O solo quería quitarme mi ropa. Uno o lo otro. Lo miro. —No podía rescatarte porque me estaba encargando de una situación por ti. Mierda, hombre. Tienes que dejar de tener esas fiestas. Alguien va a ser violado o asesinado y te van a demandar a la mierda. Sin solo sonríe, despreocupado.

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No puedo discutir con esa lógica. En su lugar, le digo lo que se perdió, no es que le moleste mucho. Lo ve todo el tiempo.

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—Si están muertos, no pueden demandarme.

—Gracias por arreglarlo —me dice casualmente, como si las casiviolaciones fueran normales. Pongo mis ojos en blanco. —En cualquier momento. ¿Ahora puedes ponerte algo de ropa? Menea sus cejas oscuras. —Claro. Si te hace sentir inseguro mirar mi paquete. No solo soy mayor, sino que soy más grande también, y eso es lo que cuenta. También es ridículo. No es un centímetro más grande que yo, pero no pierdo mi aliento diciéndole eso. Da un tirón fuera de mi maleta a una de mis camisas y tira de ella sobre su cabeza. Luego un par de mis pantalones. No se pone ropa interior, lo que significa que tendré que quemar esos jeans. —Me olvidé de preguntar cuánto tiempo te vas a quedar —pregunta mientras se instala de nuevo en el asiento, sin preocuparse de que acaba de arruinar mis jeans favoritos—. Lo suficiente para ver un espectáculo, espero. Es todo lo que he escuchado de Duncan por meses… cómo ni siquiera vienes a ver a tus pobres y pequeños hermanos tocando. Pongo mis ojos en blanco. —¿Pobres y pequeños hermanos? Creo que ambos lo están haciendo muy bien. Sin resopla. —Solo tan bien como tú, hermanote. Pero como sea. Tenemos un espectáculo acercándose en Chicago el mes que viene. Si quieres volar, te daremos pases de backstage. Sacudo mi cabeza. —Intentaré. El rodaje comienza en un par de semanas. Pero veré que puedo hacer. No quiero molestar al bebé Duncan.

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Mi hermano menor se pasea en mi habitación, dejándose caer en el sofá al lado de Sin. Ninguno de ellos tiene problemas de espacio personal,

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—¿Qué hay sobre mí?

eso seguro, porque ahora los tres estamos hacinados en el sofá. Y somos demasiado grandes para esa mierda. —Nada —le aseguro a Duncan—. Solo dije que no quería ofender tus ovarios al no venir al próximo show. Trataré como el infierno de estar allí. —Eso es lo más alejado en mi mente ahora —anuncia Duncan, abriendo la lata de cerveza en su mano—. Puedes verme golpear la batería en cualquier momento. Lo que me gustaría golpear esta noche son esas mujeres semidesnudas detrás de esas mismas puertas. Amo tu casa, hombre —le dice a Sin—. Oh, y hay una chica preguntando por ti. Dijo que quería asegurarse de que sepas que tu hermano la rescató. O alguna mierda. Sin pone sus ojos en blanco, pero le doy un codazo. —Probablemente es la chica de la piscina. Será mejor que hables con ella y autografíes sus tetas o algo. Necesitas mantenerla feliz para que no piense en llamar a la policía. No quieres ese tipo de prensa, hermano. No después de Ámsterdam. La pura mención de cómo habían atacado a la banda de Sin en una fiesta salvaje en Ámsterdam un mes atrás es suficiente para que los dos recuperen la sobriedad. Habían habido algunas chicas menores de edad allí, grupos que habían mentido sobre su edad, y si no fuera por las leyes más laxas en Europa, mis hermanos habrían estado jodidos. Sin asiente ahora, —Está bien. Llévame con ella —le dice a Duncan. A mí, me entrega la botella de whisky y dice—: ¿Alguna vez te cansas de estar en lo correcto? Jesucristo.

Cuando estoy entumecido, me siento lo suficientemente seguro para deslizar mi mano en mi bolsillo. No por mi polla, aunque eso también es

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Mis hermanos ríen mientras se van y me relajo, disfrutando la forma en que el whisky ha aflojado mis músculos, la forma en que el calor se ha extendido a cada pedacito de mí. Me ayuda a mantenerme entumecido… y el entumecimiento es una cosa malditamente bienvenida.

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—Aún no —le digo mientras engullo unos tragos, luego me deslizo al sofá de nuevo, cerrando mis ojos—. Es una carga sin embargo.

normal. No, envuelvo mis dedos alrededor de la fría piedra del colgante que siempre está allí, encerrado en una concha blanca y descansando contra mi pierna. La última cosa que llena mi mente antes de dormir es un color. Aguamarina.

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CONTINUARÁ…

Courtney Cole

Courtney Cole es una novelista que comería mitología de desayuno si pudiera. Tiene un título en Administración pero eso era hasta que descubrió que la América empresarial no está ni cerca de ser tan divertida como vivir en mundos ficticios. Courtney vive en un silencioso suburbio, cerca del Lago Michigan, con su Príncipe Encantado de la vida real, sus malhumorados niños (hay una pequeña posibilidad de que hayan obtenido el malhumor de su madre) y un pequeño zoológico doméstico. Descubre más acerca de Courtney y sus libros en:

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www.courtneycolewrites.com

Créditos Moderado por: Lizzie Wasserstein

Rivery

Traducido por: IvanaTG

MaEx

Rivery

Jadasa Youngblood

magdys83

roxywonderland

Lizzie Wasserstein

Pidge

Selene1987

Lorenaa

veroonoel

Corregido por: Lizzie Wasserstein

Recopilado y Revisado por: Lizzie Wasserstein

Diseñado por:

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Lizzie Wasserstein

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