Una publicación de Ellora’s Cave

www.ellorascave.com La nueva ropa de la emperatriz ISBN # 1-4199-9019-5 RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS La nueva ropa de la emperatriz Copyright© 2002 Jaid Black Editado por Martha Punches. Arte de portada Darrell King. Traducido por Henry F Fernandez. Publicación del libro electrónico: mez de 2002 Publicación del libro electrónico en Espanol: mez de 2006 Este libro no se puede reproducir total ni parcialmente sin autorización.de Ellora’s Cave Publishing @ 1056 Home Avenue, Akron, OH 44310-3502. Ésta es una obra de ficción y cualquier semejanza con personas, vivas o fallecidas, o lugares, eventos o escenarios es puramente fortuita. Todo es producto de la imaginación de los autores y se emplea en forma ficticia.

Advertnecia: El siguiente material incluye contenido sexual gráfico para lectores adultos. Esta historia ha sido calificada como una obra de contenido E por un mínimo de tres críticos independientes. Ellora's Cave Publishing ofrece tres niveles de lectura Romantica™ de entretenimiento: S (sensual), E (erótica) y, X (extrema). Las escenas de amor sensuales son explícitas y no dejan nada librado a la imaginación. Las escenas de amor de contenido erótico son explícitas, no dejan nada librado a la imaginación y el volumen de las palabras es elevado por la frecuencia de las mismas. Además, es posible que algunos títulos calificados como E incluyan material de fantasía que ciertos lectores podrían considerar objetable, como: prácticas sexuales sadomasoquistas, sumisión, encuentros homosexuales y lésbicos, seducciones forzadas, etc. Los títulos calificados como E son nuestros títulos más gráficos; es habitual, por ejemplo, que el autor utilice palabras como “coger”, “pija”, “concha, "verga", "cogiendo", etc., en su obra. Los títulos calificados como extremos se diferencian de los eróticos sólo en cuanto a la premisa argumental y la ejecución del guión. A diferencia de los títulos calificados como eróticos, las historias señaladas con la letra X tienden a incluir contenido controvertido no adecuado para personas tímidas.

LA NUEVA ROPA DE LA EMPERATRIZ Jaid Black

Dedicado a mis padres por su firme apoyo a mí. Dedicado a mi mejor amiga por estar orgullosa de mí. Dedicado a mis fanáticos en jaidblack.com por animarme. Este libre no existiría si no fuera por todos ustedes.

La nueva ropa de la emperatriz

Capítulo 1 Kyra Summers tomó un sorbo del té de hierbas y le pasó la taza a su mejor amigo Geris Jackson. Geris aceptó la taza en forma plácida, tomó un sorbo y, con calma se la pasó a la siguiente persona del círculo de meditación. Cuando la copa había dado una vuelta entera, el líder muy tranquilo de Los Rostros Sonrientes y el Retiro de Los Corazones de Paz, la señora Feliz- en verdad se daba a conocer así- le sonrió al grupo. Ella recordaba a Kyra de una esposa Stepford [una esposa tan perfecta que parece irreal]. “¿Se sienten todos relajados?” preguntó la señora Feliz, en forma melodiosa. “¿Sonríen nuestros rostros hoy”? Geris frunció el ceño. Dio una mirada fría hacia Kyra y le dijo con su mirada: “Me las vas a pagar por esto”. Kyra se dio cuenta en forma distraída que el ceño fruncido de Geris no mostraba tranquilidad. Ella sólo esperaba que la señora Feliz no se diera cuenta de la falla de su mejor amigo. De lo contrario, era posible que los haría hacer algún tipo de proyecto extra como mudarse por tiempo indefinido a Mister Rogers Neighborhood [El Barrio del Señor Rogers- programa estadounidense educativo donde los vecinos no tienen problemas y todo es felicidad]. La señora Feliz cerró sus ojos y respiro por los orificios de su nariz y exhaló por su boca. Ella alzó una mano, suave al aire serpenteando de un lado al otro con movimientos suaves. “respiremos. Encontremos la pazzzzzz.” Los que pagaron por ir al retiro hicieron como hacía la directora y, no obstante, un poco escépticos, cerraron sus ojos, respiraron e intentaron a toda costa encontrar la paz. El grupo de Kyra constaba de Geris, ella, y otros cuatro. Al lado de Geris estaba Fred, un gerente ejecutivo extraordinario de cincuenta años cuyo médico le recomendó Los Rostros Sonrientes y el Retiro de Meditación de Los Corazones de Paz después de una operación de triple desvío de arterias. La señora Feliz le había negado el uso de su fax portátil y teléfono celular, pero Fred había sido sorprendido rompiendo los reglamentos unas veces con pretexto de “asegurarse que todavía funcionaban”. Hasta ahora, Fred no había encontrado la paz. Al lado de Fred estaba Prue, una ama de casa de cuarenta y tres años, madre de cinco hijos, quien tuvo una crisis de nervios después de que su hijo mayor le revelara el otoño pasado su tendencia homosexual. Ella vino en busca de paz cuando trató de ser una buena madre al apoyar a su hijo y su nuevo esposo. Como ya era normal ver a Prue llorar a cualquier hora en que le echaran un vistazo hacia ella, era probable que tampoco hubiera encontrado la paz. Entre Jameson y la señora Feliz se sentaba Arthur, un monje. ¡Quién pensaría que habría algo en la vida de un monje que le produciría tanta tensión que lo mandaría a este lugar! Pero, en fin, ahí estaba. Un monje que necesitaba encontrar paz. Si los

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movimientos nerviosos del hermano Arthur y sus balbuceos incoherentes indicaban algo, a él también le hacía falta encontrar la paz. Paz, eso parecía ser algo difícil de encontrar. Kyra inhalaba por los orificios de su nariz y exhalaba por su boca mientras escuchaba la voz con un timbre alegre al dar órdenes. Este era su tercer día consecutivo y el de Geris en el campamento y hasta ahora, no estaba más serena que a la llegada. Quizás este retiro en que convenció a Geris que asistiera con ella no había sido una de sus mejores ideas. Pareció una buena idea cuando el EAP [not enough context to decifer what EAP is, but can possibly be Employee Assistance Program]. En el trabajo le dio un folleto con mucha información del campamento. Parecía ser la manera perfecta de dejar atrás la tensión del año pasado en la ciudad mientras ella encontrara la paz en las montañas de Catskill por una semana; ahora no estaba tan segura. Pues, ya no importa. Geris y ella ya estaban aquí. ¡Más vale aprovecharlo! Kyra cerró sus ojos y respiró, trataba con desespero encontrar la paz. Ella se sentía como una mujer que se ahogaba arrastrada por las corrientes, aferrándose por ayuda con desespero a una ramilla que pasaba y oraba para que la mantuviera a flote. Se le ocurrió a Kyra que encontrar la paz era una tarea de mucha tensión.

***** “Me cuesta creer que pierdo una semana entera de vacaciones muy merecidas en este maldito lugar”. Geris le hizo una mueca de tristeza a Kyra desde el plato de ensaladas de verduras y ¡qué excelente!- vinagre de aliño. Kyra alzó la mirada desde su servicio de comida para conejos por lo suficiente para fruncirle el ceño. “¿Porqué tienes que despreciar todas mis ideas? Eso es molesta mucho”. “No quise dar a entender nada por ello.” Geris movió la mano con un gesto desdeñoso. “Yo sólo bromeaba”. Ella se acercó a la mesa y captó la mirada de su mejor amiga. “¿Recuerdas lo que es bromear, cierto? ¿Recuerdas, eso que hacíamos antes de que te convirtieras en Morticia Adams aquí presente? Kyra hizo una mueca de dolor. A ella no le importó lo inapropiado que fuera ese apodo en ese momento. Ella puso el tenedor sobre la mesa y suspiró, cerró sus ojos y se dio un pequeño masaje en las sienes. “Discúlpame Gerito. Sé que no quisiste insinuar nada con eso. No sé qué me pasa últimamente. Siento que he perdido el control. Geris extendió su mano hasta tomar la mano de Kyra. “Amor, debes seguir adelante,”, le dijo en voz baja. “ha sido un año muy difícil”. Kyra abrió sus ojos y mordió su labio inferior y asintió haciendo un gesto con su cabeza. ¡Cuánto necesitaba seguir adelante! Su hermana menor, Kara, cumplió una año de desaparecida ayer y no parecía que iba a volver jamás. “Es tan difícil aceptarlo, Gercito. Lo que digo es que de todos los lugares, Disney World! ¿Quién rayos se cae de

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The Pirates of Penzance [Los Piratas de Penzance] y que nunca se sepa de esa persona de nuevo? Ella refunfuñó “¡Rayos! Esas cosas no suceden”. Geris le apretó la mano. “Tienes mi apoyo, Corazón, como siempre”. Con un soplo, Kyra apartó de su vista su cabello rojo como vino en el proceso. Ella en respuesta también le apretó la mano a Geris. “Lo sé, Gerito. Lo sé”. Ella se enderezó más en su asiento y dio una risa sin ganas. “¡Dios mío, soy terrible! Lo has hecho todo por mí este año pasado y te lo agradezco por criticar cada palabra que sale de tu boca”. Ella asintió con un movimiento de su cabeza. “¿Cómo me soportas?” Geris gruñó. “No es fácil”. Ella vaciló una sonrisa mientras apretaba la mano de Kyra otra vez. “Pero lo siento. Tú sabes, por despreciar este lugar. Yo jamás-”. “¡No!” insistió Kyra y movió su cabeza con vigor señalando algo negativo. “Las cosas tienen que volver a ser como eran. Yo necesito un poco de sentimiento de normalidad otra vez” En verdad, tener a Geris velando cada palabra que ella susurrara no era normal. Ellas habían sido mejores amigas desde temprano en su niñez y, debido a ese hecho, siempre habían compartido un compañerismo sencillo que algunas amistades, pese cuán bueno, podían proclamar. La mayoría de las veces sabían lo que la otra pensaba antes de si quiera haber hablado. Geris asintió con un movimiento de la cabeza. Nada más tenía que ser dicho sobre ese tema. “Con que”, preguntó, efectivamente al cambiar el tema, “esto está lleno de diversión, y ni decir lo apetitivo”- ella miró su plato y mostró descontento con sus labios”- ¿te ha ayudado del todo la gira a Green Acres? “En verdad no”. Ella quitó la vista del plato de ensalada. ¡Oh! ¿Porqué no? Kyra encogió sus hombros. “El respirar me aburre. Me doy cuenta que en lugar de relajarme, eso sólo me da tiempo para pensar en mis problemas”. “¿Como…”? “Tú sabes. ¿Cómo tenemos que respirar durante nuestras sesiones de masajes”? “Sip”. Yo respiro profundo muy bien y, durante todo el tiempo que me están dando un masaje, me imagino que me lo da Denzel Washington y Mel Gibson en lugar de estos pequeñuelos que nos dan los masajes”. Kyra alzó una ceja. “¿Con que ambos? Geris gruñó. “Así es. Sólo uno de ellos no servirá. Hay algo de la combinación de Washington-Gibson que puede hacer que una mujer respiiiiiiiiiiiiiiire. ¡Muchacha! ¡En esos momentos he encontrado la paz”! Kyra se rió Eso era como un sonido musical a los oídos de Geris. “¡Oh, Ger, eres tan mala! Sus ojos temblaron mientras ella se mordisqueaba el labio. “Pero creo que lo intentaré la próxima vez. ¿Funciona alguna otra combinación o sólo la de Washington-Gibson”?

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Geris asintió con un movimiento de su cabeza. “Sólo Mel y Denzel, corazón. Yo lo llamo la técnica Mel-zel”. Kyra gruñó. “¡Entonces será la técnica Mel-zel! “Está bien”. Geris se rió entre los dientes. Dos días después, Kyra le confesó a su amiga que la técnica Mel-zel le había hecho maravillas. Era extraño. Geris tenía la razón en eso tanto como en que la técnica no era buena con otra combinación. Sólo funcionaba con Mel y Denzel. Mel tenía que darle un masaje en su lado izquierdo y Denzel en su lado derecho. ¡Era un tremendo descubrimiento! ¡Ni decir lo raro que era esa combinación! Acabadas de salir del cuarto de masajes, Kyra y Geris se sirvieron dos tazas de porcelana y, por ende, todavía con sus batas blancas del balneario y se sirvieron dos tazas de porcelana llenos con té de yerbas y encontraron una mesa para tomárselo a sorbos. A ellas se les unió Prue, la ama de casa que tenía el hijo homosexual y Jameson, el lord inglés que nunca dejaba de fruncir el ceño. Geris le echó un vistazo a Jameson y con elegancia alzó una ceja. “Jaimecito, corazón, casi te ves más contento esta mañana”. Kyra apartó la mirada por no reírse. El noble inglés siempre tenía el ceño fruncido. Cómo Geris podía distinguir un ánimo del otro, no lo entendía, pero lo podía hacer. Se notaba que a Jameson no le molestó del todo. De hecho, es posible que hasta lo aceptara, ya que era tan palpable a uno que el aristócrata casado le había empezado a gustar un poquito su mejor amiga. Pero ¡quién lo podría culpar! Geris Jackson era exquisitamente bella. Ella tenía un cuerpo largo y lánguido, como deportivo y portaba una piel oscura como la caoba. Tal y como Kyra se había imaginado que la reina Nefertiti se veía en sus buenos días. El cabello color tinta negra le colgaba a media espalda en trencitas pequeñas que le rodeaban el rostro de una mujer que podría hacerle competencia a una súper modelo. Ojos carmelitas con forma de almendras, y grandes labios rojos. La mujer era exquisita. Pero de todos sus atributos, no era su rostro el que más le gustaba a Ger. A cambio, ella se enorgullecía en su cabello. No se lo había cortado ni una vez en su vida y juraba que jamás lo haría. Kyra tampoco se había cortado los mechones de cabello color rojo vino. Cabello largo y estatura mayor que el promedio era lo único que Geris y ella compartían desde un punto de vista físico. En todas las otras formas, sus apariencias estaban en extremos opuestos. Mientras Geris era de piel oscura, Kyra lucía una tez cremosa que todas las mujeres en su familia poseían. Valga que su color marfil lucía bien con su cabello rojo vino y ojos azul plateados que había bastante en las mujeres de la familia Summers. Sus figuras también eran distintas. Mientras Geris tenía una figura perfecta de moda con su busto de talla C y su cuerpo tallado majestuoso, Kyra era más llena de caderas y más exuberante de busto.

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Eran dos mujeres, dos mejores amigas, quienes la sociedad clasificaban como “bellas”. Distintas, pero bellas. El milagro más grande es que ninguna de ellas lo sentían o en verdad lo creían. Pero esa era la manera de las norteamericanas. Nadie está contento con su propia suerte y el espejo del baño ajeno refleja una mejor reflexión. Kyra controló su humor y se viró hacia Jameson y Geris. Ella inclinó su cabeza al caballero británico con solemnidad. “De cierto, Jameson, parece que por fin encuentras tu paz”. Jameson entonces frunció el seño- nada fuera de lo común. “Toda esta maldita tontería de encontrar la paz de uno ha sido una pérdida de libras esterlinas”. Su seño fruncido se hizo más profundo. “¡He dicho! No tengo más paz que al llegar”. Geris cloqueó su lengua. Jaimito, tienes que relajarte, corazón. Debes respirar. Debes encontrar la pazzzzzzz. Kyra se hubiera reído, pero Prue escogió ese preciso momento para estallar en llanto. Ella sacó un pañuelo del bolsillo de su bata y se la pasó por los ojos. Lo siento tanto. Pero creo que Jameson tiene razón. Yo tampoco puedo encontrara la paz ¡y sólo me quedan dos días para encontrarla! Ella estalló en llanto otra vez. Jameson frunció el ceño. Por lo menos más de lo normal. Kyra extendió su brazo y le dio palmadas a Prue en la mano. “Todo va a estar bien.” Ella echó un breve vistazo hacia Geris y gruñó. “Quizás le debemos presentar a Prue la técnica de Mel-zel. Geris le sonrió en respuesta. “No es una mala idea”. Ella alzó sus cejas y consideró a Jameson. “Te lo enseñaría aquí, Jaime, pero dudo que haga maravillas”. El lord inglés inclinó su cabeza. “¿Y qué técnica es esa, señora Jackson”? Se abrieron los ojos con forma de almendra de Geris. “Corazón, déjame decirte algo…”

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Capítulo 2

La ciudad de arena en el Planeta Tryston, Galaxia Trek Mi Q’an Séptima dimensión 6023 Y.Y. (Años Yesssat) Zor Q’an Tal, el Rey Altísimo de Tristón, Emperador de la galaxia Trek Mi Q’an, Guardián de las Arenas Sagradas, y el hombre más temido en seiscientas galaxias y en siete dimensiones se metió un Cheesy Doodle en su boca. Mascó con ganas haciendo ruido, pensativo por un momento mientras que el aparato de queso se convertía en una sustancia como pasta antes de deslizarse en su garganta real. Era casi asqueroso, pensó con rapidez. Frunciendo el seño a la sacerdotisa, con telequinesia llamó a un frasco de alhajas de matpow de la mesa real alta para no tragar la pasta infernal en seco. La jefa sacerdotisa observaba Su Majestad tomar la botella plana del aire y beber de ella, los músculos de su garganta trabajaban a una con sus tragos. Al beber, dos chicas esclavas Kefa desnudas le daban masaje a los grandes hombros desde atrás. Los labios de la jefa Sacerdotisa observaba con desprecio. Si fuera tan sólo unos cientos de años más joven, ella estaría acostada sobre su espalda, rogando que el Altísimo Rey se la cogiera aquí y ahora, con público o sin público. Ella sonrió en forma abierta por su musa mental. ¡Por la diosa!, ¡la futura Altísima reina era una mujercita afortunada! Pero ¿qué mujer humanoide no desearía el privilegio de montarse en un guerrero como El Excelente todos los días y noches? Cabello tan oscuro como la noche de pantano más oscura en la décima luna de Tryston. Ojos tan azules y transparentes como piedras gista. Piel de un marrón dorado como el caro cuero crudo. Siete pies y cuatro pulgadas, de trescientas setenta libras de puro músculos poderosos. Sí, la futura Alta Reina de Tryston y Emperatriz de Trek Mi Q’an era más afortunada que todas las demás. El Alto rey terminó de beber del frasco, entonces hizo un gesto para que la botella tomara su lugar en la mesa alzada. Con eso realizado, una tercera esclava desnuda le secó las últimas gotitas de matpow de su boca. Zor se viró hacia la Jefa Sacerdotisa. Su voz era profunda y pura, retumbante y oscura. “¿Qué más me habéis traído de este mundo primitivo de primera dimensión?” El miró atrás de ella para cerciorarse que ella estaba sola. “Tú mencionaste mi prometida pero ¿acaso no la veo a tu lado”?

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La jefa sacerdotisa asintió con un movimiento de la cabeza. “Tú sabes igual que yo que aunque mis visiones casi siempre suceden, ha habido algunas veces desafortunadas en que he estado equivocada, Su Majestad”. Él hizo una mueca mientras recordaba esa vez fatal demasiado bien. El trajo a su lado a Muta, la esclava que acababa de secarle la cara del matpow. Al apretar sus nalgas con su mano grande, él se dirigió a la Jefa Sacerdotisa con la otra. ¿Y qué quieres decir? “Tú debes ir entre los primitivos de la primer dimensión para colectarla tú mismo, si es en verdad tu Compañera Sagrada. Sólo un guerrero trystoni puede llevar a cabo las pruebas necesarias para conjeturar si una mujer es suya por la ley”. Él asintió. “Eso es verdad, ¡oh, Santísima! ¿Consideras este viaje a la primera dimensión digno del tiempo de tu Rey Altísimo”? La Jefa Sacerdotisa coincidió con la mirada del Excelentísimo. “Así lo considero”. Zor asintió con un gesto de la cabeza. Él se viró hacia su hermano Dak, el Rey de la quinta luna de Ti Q’won-Tryston a que lo mandara. “Me acompañarás en mi búsqueda, hermano”. Dak inclinó su cabeza. Él se viró hacia su primer hombre al mando y le ordenó que preparara el vehículo de gastroluz para su partida. Con eso llevado a cabo, Dak se rascó la cabeza mientras giraba sobre su talón para estar de frente a Zor. “Será mejor que yo traiga a Kita conmigo. Mi amigo se enoja un poco cuando hago búsquedas sin él. Zor dio un suspiro. El soportaría la presencia de los pugmuffs durante su viaje por el bien de su hermano, con o sin la criatura lleno de gases. De todas formas, ellos no estarían fuera por más de la salida de seis lunas. Las flatulencias del pugmuff lograrían que sus ojos ardieran pero sólo hasta tal grado en la salida de seis lunas. Las flatulencias del pugmuff podían hacer que sus ojos ardieran hasta tal grado en el tiempo de seis días. “Pues, así sea”. Zor viró su cabeza hacia el pecho de Muta y mamó del pezón regordete que ella le ofreció. La muchacha esclava movía sus dedos por el cabello tupido del amo. El la haló a su regazo, su polla muy erecta. El pugmuff entusiasmado llamó la atención de Zor y se la quitó de sus intenciones lujuriosas. Kita brincaba y brincaba de gozo, y resoplaba del entusiasmo de ser incluido en la búsqueda de su jefe. Zor apretó su rostro en los senos de Muta para aliviar la peste vil que se elevaba como resultado de los flatulencias del muy entusiasta, Kita. Él echó un vistazo hacia su hermano y gruñó. “Nada le permitirás al pugmuff que tenga frijoles mientras nosotros estemos en nuestra búsqueda”. Dak asintió con un movimiento de la cabeza, sus propios ojos le ardían “Sí, hermano. Nada de frijoles”. Zor le dio una nalgada juguetona a Muta. Ella era la favorita de sus juguetitos. “Espérame en tu recámara. Yo me encargaré de ti antes de que me vaya”.

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Muta se levantó del regazo del Alto Rey para hacer su voluntad. Las dos Kefas esclavas restantes siguieron a Muta como su sombra, por si el amo estaba muy lujurioso a esta salida de la luna. Zor se viró hacia la jefa sacerdotisa. “Te doy gracias, Santísima. Te puedes retirar del Palacio de las Dunas y retirarte a tu morada”. La Jefa Sacerdotisa inclinó su cabeza. “Yo regresaré a saludar a la Altísima Reina, Su Majestad. Hasta entonces. Le deseo paz y prosperidad”. Y yo a ti también”. Ella desapareció sin rastro al decir esas palabras de despedida, se desvaneció como el viento tal y como vino. Zor se puso en pie y le dio una palmada a su hermano en la espalda. “Que estés listo dentro de tres horas. Nosotros partiremos tan pronto como el vehículo haya sido llenado y se llene de combustible”. Gruñendo, Dak alzó sus cejas. “Espero hacer la búsqueda contigo, hermano”. “El le echó un vistazo pensativo hacia la puerta de la recámara de Muta. “Ya es hora de que te establecieras”. Zor gruñó. Haya sido por acuerdo o por desacuerdo, nadie lo sabía. El inclinó su cabeza a Dak y a Kita, y entonces tomó su camino pasillo abajo. Sus pasos eran tan ruidosos y mandaban como el resto de él. Al llegar a su destino, Zor, con telequinesia ordenó que las puertas de la recámara se abrieran con un giro leve de su muñeca. El se detuvo, su polla crecía en forma tiesa asombrosa al ver lo que lo recibía. Tres muchachas Kefas. Una azul, una verde, y una roja. Todas acostadas en la cama de Muta. Todas con las piernas abiertas. Todas listas para sus empujones. Las esquinas de los labios de Zor se enrollaron con ironía. Era bueno ser el Rey Altísimo.

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Capítulo 3 Ya para el último día del retiro, hasta Prue y Jameson habían encontrado su paz. No obstante, no al grado que Kyra lo había hecho, sin embargo, habían encontrado un poco. Prue todavía lloraba de vez en cuando y Jameson todavía fruncía el ceño, pero la técnica de Mel zel había logrado hacer maravillas en ambas. No que Jameson estuviera contento por ese hecho. Él fruncía el ceño más que nunca desde que probó la técnica de respirar de Geris y se dio cuenta que en verdad funcionaba. Era aparente que el aristócrata había decidido de inmediato después, que iría directo de este balneario a uno de esos retiros masculinos cargados de testosterona en el bosque donde los hombres suenan tambores y se ponen en contacto con el animal dentro de ellos. ¡Cada quién como pueda! Kyra y Geris, ambas vestidas con ligereza con un pulóver y pantalones vaqueros, se dieron la mano con sus compañeros del retiro y les desearon bien. “Muchas gracias por todo lo que has hecho, Señora Feliz. Me siento como otra persona ahora. Kyra sonrió con afecto a la instructora serena. Ella soltó su mano y recogió su petate. Sus maletas y las de Geris ya se habían colocado dentro del baúl del BMW de Geris por los trabajadores del retiro. “Me alegra haberles podido servir, Mis Summers. Por favor, siéntase a gusto para volver a nuestra huidita cuando necesites nuestra ayuda”. Kyra inclinó su cabeza. “Lo haré”. A los cinco minutos, dos amigos deambulaban con lentitud hacia el carro, ambos se sentían rejuvenecidos, ambos con sinceridad lamentaban ver que su semana de vacaciones de meditación llegara a su final. Geris vio su BMW hacia la izquierda del estacionamiento fuera de las comodidades e indicó con un gesto con la mano que ellas necesitaban cambiar direcciones. Kyra se reacomodó su trenza pesada, levantándola en peso sobre su hombro izquierdo para descansar el derecho. Ella asintió con la cabeza y siguió. Geris le dio un codazo juguetón a Kyra en las costillas mientras caminaban. “Muchacha, no fue tan malo. Yo pasé un tiempo muy bueno ya por el final de la semana”. Kyra resopló. “¡Qué lástima que nos tardara más de la mitad de nuestras vacaciones para calmarnos hasta lograrlo”! Ella gruñó mostrando sus lindos dientes blancos. “Pero estoy de acuerdo. Yo pasé un tiempo agradable también y me di cuenta de algo importante también”. “¿Sí”?

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Ella asintió con la cabeza. “Por fin me di cuenta que presionarme por el desaparecimiento de Kara no la va a traer otra vez. Yo la seguiré buscando, pero perderme en tristeza a ninguna de nosotras nos va a hacer ni un comino de bien”. Kyra inhaló en forma profunda y encogió sus hombros. “Kara desearía que yo me mantuviera fuerte. En fin, soy la hermana mayor”. Geris sonrió. “Ella te admiraba, corazón. Siempre”. “Lo sé” Geris titubeó por un momento antes de terminar de pensar. “Kyra, yo nunca dije esto antes porque no te quería dar esperanzas huecas, pero creo que has sanado lo suficiente para hacerle frente ahora”. Kyra arqueó una ceja color vino rojo pero sin decir cosa alguna. Geris suspiró. Ella llevó a Kyra a un alto y le dio media vuelta para tenerla de frente. “Vamos a ver a Kara otra vez. Simplemente lo sé”. “Lo puedo sentir”. Ella se encogió de hombros y gruñó depreciándose. “Cómo y dónde, no tengo idea, pero estoy segura que la veremos”, balbuceó. Kyra se rió entre los dientes y, entonces le dirigió una sonrisa a ella. “Yo también”. Con eso decidido, las mujeres continuaron su paseo hacia el BMW. Geris encontró sus llaves dentro de su cartera y con un botón, hizo que los seguros se quitaran de las puertas del carro con un control remoto. Ella abrió su baúl y metió su petate junto con sus maletas y, entonces le señaló a Kyra que hiciera igual. “¿Sabes lo que me parece bien, Ger”? “¿Qué”? Kyra esperó que Geris cerrara el baúl con fuerza y la mirara antes de responder. “¡Pizza”! Los ojos de Geris se abrieron más de lo normal. Una semana de comida de conejos hecha pizza me suena como maná del cielo. “¡Oooooh”! ¡Buena idea! Yo vi un restaurante carretera abajo cuando venimos acá. Hagamos una parada ahí en nuestro camino a Manhattan”. Geris gruñó. “amiga, tienes que”- Sus ojos tomaron una forma redonda. Ella se detuvo, su sonrisa vacilaba mientras que echaba un vistazo por el hombro de Kyra. “Trato hecho”, susurró ella. Kyra arrugó su nariz al ver la expresión de Kyra con los ojos muy abiertos. Ella dio media vuelta para ver a lo que su mejor amiga le abría los ojos. Entonces tragó fuerte. Sus propios ojos plateados se abrían, y también se le abrió la boca un poquito. ¡Por Dios! Dos hombres velaban cada movimiento de ellas. Dos enormes, gigantescos, hombres que parecían bárbaros. Uno era rubio, el otro tenía cabello del color de un cuervo y ambos tenían ojos azules espeluznantes que parecían que fueran fosforescentes. Los bárbaros con facilidad pasaban los siete pies de estatura y eran tan gruesos de músculos como altos.

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Los hombres tenían el pecho desnudo, luciendo nada en esa área salvo una medalla de oro con piedras preciosas que brillaban incrustadas en ella. El oro y las piedras hacían un precioso contraste en su piel muy bronceada. Pantalones de cuero negro y botas negras completaron el conjunto. La quijada de Kyra cayó cuando se dio cuenta que el más alto, de cabello oscuro la miraba de arriba abajo como una mujerzuela. El le sonreía como si le diera pompa a una sabiduría esotérica a la cual ella no hubiera dado cuenta. Ella intentó apartar la mirada, pero se dio cuenta que para su disgusto, no podía. Ella continuó a mirar en forma fija al gigante mientras le susurró entre su aliento a Geris. “Mejor será que nos vayamos. No me gustan las miradas de esos tipos. Geris tragó saliva. “¡Santo cielo! El rubio ese me está comiendo con los ojos como si yo fuera un caramelo”. La preocupación se notaba en el tono de la voz, pero no le quitó su mirada. Las mujeres se quedaron ahí, inmóvil como estatuas, en espera para ver lo que sucedería. Ellas se darían cuenta muy pronto. Kyra suspiró de la impresión cuando sentía que su ropa se le desbotonaba. Ella chilló cuando su camisa y vaqueros se rompieron de su cuerpo en pedazos por fuerzas sin precedentes y la tiraba por el aire, dejándola completamente desnuda en presencia de los hombres bárbaros. El grito de Kyra rompió el hechizo que el rubio tenía sobre Geris. Geris movió con rapidez su cabeza para ponerle atención a su mejor amiga. Ella suspiró. “Muchacha, ¡qué diablos haces! ¡Estás en cuero”! Un escalofrío recorrió lo largo de la columna de Kyra, y le endureció los pezones y los hizo puntos duros. “El lo hizo”, dijo entre el aliento, sin poder quitar la mirada del hombre espeluznante de cabello oscuro. “El me hizo esto”. “¡El ni está cerca de ti”! Señaló Geris con histeria. Kyra asintió con un movimiento de la cabeza como una marioneta. Una gota de sudor se acumuló en su ceja mientras ella concentraba en romper el hechizo hipnótico en que el gigante la tenía. Ella no sabía cómo era posible, pero ella sabía sin lugar a duda que el armatoste que estaba de pie a tan sólo unos pies de distancia había hecho esto. Otro escalofrío se disparó por su columna mientras observaba la expresión del triunfo que ahora él adquirió por sus esfuerzos. Los ojos de Kyra se abrieron y ambas mujeres jadearon mientras que el hombre dio un grito ensordecedor de guerra, se golpeó el pecho y, esprintó hacia ellas a toda velocidad.

***** Zor y Dak llegaron a una parada hasta que vieron a las dos jóvenes que se dirigían hacia un dispositivo con figura de caja, metálico. Ambas mujeres eran muy encantadoras, con sus largos mechones y piel de colores raros. Mientras que las mujeres

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libres se esparcían por la galaxia Trek Mi Q’an y, en especial en el planeta Tristón, solían tener teces parecidas a las suyas, estas jóvenes lucían distintas tonalidades de perla sekta y ónice profundo. Los ojos de Dak se comían a la joven con piel negra. Su verga estaba a punto de explotar al tan sólo pensar que le metía sus múltiples pulgadas dentro de ella. El gruñó con disgusto al recordar que estaba aquí para ayudar a encontrarle a su hermano encontrar su Compañera Sagrada, y no para complacer sus propios deseos. El mantenía cautiva la mirada sin si quiera darse cuenta que lo había hecho. Zor de inmediato se puso en punto con la joven del cabello de fuego. Todos sus sentidos, físicos y metafísicos concentrados en ella. Era ella. Tenía que ser ella. No podía haber otra. Nunca se habían revuelto sus sentidos tanto. Nunca le había su propia sangre hervido tanto a la vista más mínima de una mujer. Su verga estaba erecta al punto de mucho dolor. La mujer que era como la perla sekta fue llamada a su presencia por su amiga. Cuando dio vuelta para ver a lo que la mujer de ónice estaba boquiabierta, Zor capturó su mirada y la mantuvo. Sonrió con la satisfacción de un predador al confirmar la primera prueba de Compañera Sagrada de un guerrero trystonni. Pese todo sus esfuerzos, y en verdad trataba con todas sus fuerzas, no podía apartarle la vista. Ella estaba capturada. Ella tenía que ser suya. Así que así se siente cuando un guerrero encontraba su Compañera Sagrada. Zor había oído a otros guerreros describir la sensación, pero nunca lo había sentido. ¡Por la diosa! No había en qué le diera más placer o le causara más dolor en toda la existencia. Pero, entonces tendría que ser. ¿De qué otra manera los hombres lujuriosos podrían abandonar las camas de todas las jóvenes cuando habían esclavas kefa y sirvientas en abundancia, clamando por la atención de un guerrero? Se fabricaban las kefas para dar placer lo atraían del todo después de ver a esta mujer que sería su nee’ ka. Zor mantenía presa la mirada de su Alta Reina. El continuó a su segunda fase de pruebas, y le rezaba a las Arenas Sagradas que esta joven fuera suya por la santa ley inquebrantable. El enfocó todas sus fuerzas, convocó a todas sus poderes, y las enfocó en su tarea de quitarle la ropa. Era sólo sobre sí mismo o sobre el cuerpo de una Compañera Sagrada que un guerrero trystonni podía manipular objetos inanimados. En todas las otras criaturas, el cuerpo con vida prevenía que el llamamiento de la telequinesia de lo inanimado. Porqué era así, nadie lo sabía. Era tanto un misterio como porqué las santas arenas podían curar. ¡Oh, sí, él podía haber confirmado que ella era suya al quitarle tan sólo alguna alhaja u otro objeto inanimado del cuerpo de la joven, pero su ropa lo molestaba mucho! No era el vestuario que a un guerrero le gustaba en su mujer. Mientras que la ropa de la joven era rasgada de su cuerpo con lindas curvas, Zor experimentó un eufórico erotismo que era indescriptible en su intensidad. El hizo todo menos derramar la sustancia de su vida. ¡Era tan placentero el sentimiento!

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Ella era suya. ¡Por la diosa, era suya! Al guardar la tradición antigua de proclamar su Compañera Sagrada, Zor dio un rugido de victoria, golpeó su pecho y, atacó hacia delante para proclamar su esposa. Era hora de llevar a su Alta Reina a casa.

***** Kyra hizo todo menos orinarse en los pantalones al ver al hombre gigantesco que se desplazaba hacia ella. Se hubiera orinado en ellos, si tan sólo tuviera pantalones puestos en qué orinarse, pensó con desaliento. Sus músculos gigantescos se flexionaban mientras atacaba hacia ella como un toro en Pamplona. ¡Santo cielo! ¡El bárbaro la iba a matar aquí mismo, en el estacionamiento de Los Rostros Sonrientes y el Retiro De Meditación de Los Corazones De Paz! Despreocupada consideró el hecho que esta no era una forma tranquila de morir. En algún lugar en su mente, Kyra se dio cuenta que Geris gritaba. Ella también entendió que sus piernas estaban hechizadas tanto como su mirada, por el bruto de cabello oscuro. Kyra no se podría mover aunque su vida dependiera de ello. Una gota de humedad corrió por su frente cuando ella a penas consideró la posibilidad de que era probable que su vida dependiera de ello. Porque creía que era un hecho, ella intentó otra vez liberarse de las cadenas con que el gigante la tenía enlazada. De nada servía. Ella era una mujer muerta.

***** Zor de momento se detuvo ante su Compañera Sagrada. Sus orejas casi a punto de romperse por los gritos agudos de la joven de ónice al lado de su Alta Reina, tomó un momento de cuidado para no romper el trance de su Compañera Sagrada en lo que le hacía a la mirada de su amiga. La bulla de inmediato se detuvo. La joven se desmayó. Usando todas las fuerzas otra vez en su mujer, Zor aguantó la cadena matrimonial que trajo consigo de Tryston y se la puso en el cuello. Ya estaba hecho. Su vínculo jamás podría ser quebrantado. Sonriéndole a su joven, quien se veía tan perpleja como hipnotizada, Zor la alzó son sus brazos de músculos pesados. Ella dormiría por horas después de soltarla del trance. Por lo menos así le habían declarado otros guerreros. Para no arriesgarlo, sostuvo a su Sagrada Compañera fuerte junto a sí, apretando sus nalgas de perlas mientras la miraba a los ojos y dejó que se rompiera el hechizo. Ella dio un suspiro. Sus ojos muy abiertos de azul plateado hacían ojitos y cayó en un sueño profundo.

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Capítulo 4 Dak hizo rugir el motor del vehículo de gastroluz desde hipervelocidad a la manera normal de andar. “De cierto era difícil gobernar, el primer agujero que encararon que iba desde la primitiva primer dimensión a la siguiente. Cuando ya estaban satisfechos con que la mayoría de los obstáculos estaban atrás, le echó un vistazo a Kyra, quien se encontraba sentada a su lado en la silla del copiloto y sonrió. “Sí, amigo, la joven de ónice en verdad era hermosa. Mi polla casi revienta al echarle un vistazo”. El pugmuff se tiró algunos gases que hicieron que salieran olores nocivos al aire. Dak frunció el ceño mientras consideraba a la criatura con dos culos y pintas amarillas y rojas. “Cálmate, amigo. Otra vez estás haciendo que mis ojos ardan”. Kita cesó de tirar gases. El habló con Dak en una serie de sonidos de clic que el Rey de Ti Q’won entendía. Dak sonrió. “Créeme Kita, me he hecho la misma pregunta una y mil veces en las últimas horas desde que partimos de La Tierra de primer dimensión”. El asintió con un movimiento de la cabeza y dio un suspiro. “Debí hacer la prueba para ver si era posible que tal joven fuera mía”. Los sonidos de clic de Kyra se hacían más veloces. “No sé si regresaré para probarla”, Dak asintió con lentitud, “Debo pensarlo”. Kita se tiró un gas de incredulidad. El hizo un clic sarcástico que hizo que Dak frunciera el ceño. “Yo sé que no tengo fama por pensar en tales cosas, mas yo debo considerar el asunto antes de que se haga cualquier viaje otra vez”. El encogió sus hombros. “Además, es mi deber como su nuevo hermano a ayudar a nuestra Alta Reina a que se ubique”. Kita hizo sonidos de clic con rapidez, pidiendo que cambiaran el tema. Dak gruñó. “Sí, la Alta Reina es tan atractiva como se jactaba mi hermano. Si acaso, aún más”. El pugmuff hizo un gesto con ánimos con sus manos mientras continuaba haciendo sonidos de clic. “Sí”, contestó Dak, “Zor está con ella ahora”. Sus cejas se alzaron. “Espera que se levante, es lo que me imagino”. Zor estaba acostado de lado en la cama alzada, sus codos mantenían su cabeza arriba mientras estudiaba la forma de dormir de su Compañera Sagrada. Su mujer, ella estaba cerca de la perfección. Piel como la perla sekta, con cabello de fuego, senos regordetes con una tapa de pezones rosados transparentes y, un parche de vello de fuego en su entrepiernas que podría causar que cualquier guerrero derramara su fuerza de vida al tan sólo verlo. Ese pensamiento hizo que frunciera el ceño. No le gustaba la idea de que otros guerreros la desearían, pero no había remedio. Ella era una belleza de piel rara,

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ciertamente. Ningún hombre se atrevería a seducir la nee’ ka del Emperador de Trek MI Q’an y Altísimo Rey de Tryston, pero se sentiría mejor después de que se efectuara la unión. Zor movió su mano grande sobre los senos de la joven. El pellizcó un pezón regordete y, gruñó con satisfacción mientras se le endurecía y, entonces inclinó su cabeza para amamantarlo. El sentimiento del pezón en su lengua era demasiado. El gruñó mientras se endurecía su órgano viril y se engrandecía, y pensó que mejor era no tentarse con lo que no podía tener hasta que llegaran al palacio. Zor soltó su pezón, y un leve sonido de explosión hizo eco en la recámara silenciosa a bordo del vehículo de gastroluz al hacerlo. Con un bostezo se dio cuenta que estaba al borde de la fatiga como su pequeña Alta Reina. Viajar y proclamar una compañera era tarea que cansaba. Sin poder resistir, su mano se desplazó por su barriguita tirante y rozó el parche de fuego entre sus piernas. Jugó con eso en forma distraída mientras que descansaba su cabeza en sus senos y se acomodó para una siesta. Era felicidad.

***** Kyra despertó cuando sintió por todo su cuerpo un orgasmo devastador. Respiraba en forma profunda para calmarse, trató de levantarse para poder averiguar qué rayos sucedía. Entonces se dio cuenta que no podía. El cuerpo pesado de alguien estaba tirado cruzado en su cuerpo flojo. Kyra cerró los ojos con fuerza, con temor de ver hacia abajo, con terror de ver el cuerpo de quién tenía el suyo sujeto a la cama. En fin, se estaba acordando de los sucesos del día. Los hombres gigantes en el estacionamiento. La mirada hipnotizante del hombre con cabello oscuro. Sus ropas que se le rompieron y se fueron a donde sólo sabe Dios, los gritos de Geris y, el bárbaro que la envestía… Ella abrió sus ojos, y se dio cuenta que necesitaba saber si dicho bárbaro era el responsable de capturarla y traer su cuerpo durmiente a un clímax al despertar. ¡Santo cielo! ¿Había sido violada? ¡No! ¡No era posible! Ella se auto aseguró con desespero que por lo menos sentiría ternura en su entrepiernas si la hubieran violado. Pero eso no significaba que ella no sería violada. Ella tragó saliva, tenía los ojos muy abiertos y con mucho pavor al pensar en eso. Ella convocó hasta la última gota de su voluntad y valentía que poseía, Kyra tragó en forma brusca y echó un vistazo cuerpo abajo. Era él. Estaba dormido. Kyra estaba boquiabierta por el atrevimiento del hombre. El estaba dormido, sí, pero aún dormido, la maltrataba. Su boca estaba atascada en su pezón derecho mientras

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que sus dedos en forma distraída rozaban el vello de su entre piernas como una mascota exótica. La punta de sus dedos serpenteantes que de vez en cuando hacían contacto con su clítoris y causaba que pequeñas sensaciones de calor se dispararan por su barriguita. Ella frunció el seño. Le era claro ahora que había sido llevada al orgasmo. ¡Santo cielo! El hombre podía realizar mientras dormía lo que su ex-novio no podía hacer despierto. Sin saber qué hacer ni qué pensar de esta situación extraña, Kyra estudió el perfil del gigante durmiente sobre sus senos. Era un hombre que causaba miedo al verlo, guapo pero que a su vez, causaba terror. Aún así, mientras más lo miraba, menos miedo le guardaba y, lo más cerca que se sentía a él. Era un sentimiento extraño. Sin lugar a duda, espeluznante. Ella quería temerle, se daba cuenta que por lo menos debía temerle, pero por alguna razón extraña, en forma simple no le temía. Su cabello tupido negro era sedoso y le pasaba los hombros. Ella se dio cuenta por primera vez que era trenzado de tres en tres desde sus sienes, y entonces fluían por su nuca. Mientras más lo estudiaba, más guapo que parecía convertirse. Para su mayor disgusto por esa realización, decidió tratar de menearse para quitárselo de encima y escabullirse sin ser vista. Kyra hizo el más mínimo movimiento, con desespero tratando de librarse de estar bajo del gigante poquito a poco. Era evidente que el bárbaro reaccionó a cada movimiento. El balbuceó algo incoherente dormido, se atascó otra vez en su pezón y, comenzó a amamantarlo en forma distraída. Calor se disparó desde su seno a su barriga, que hizo que ella emitiera un gruñido. Esto no funcionaba. ¡El armatoste le era un desconocido! Kyra inhaló profundo y, entonces hizo otro intento de apartar su cuerpo de la forma de la enorme silueta. Sólo que esta vez ella giró sus caderas en lugar de su pecho. Movimiento malo. O buen movimiento, según el punto de vista de uno. El arqueo leve de sus caderas no le sirvió sino para darle mayor acceso al gigante de la región pélvica. Él balbuceó otra vez, y siguió lavando con su boca y mamando con distracción su pezón y, además, ahora acariciaba su clítoris en forma directa. Kyra susurró mientras que una sensación excitante como de zarcillo la llenó. ¡Esto simplemente no era correcto! Aquí estaba, sujetada en la cama de un hombre desconocido y no sólo reaccionaba su cuerpo al de él, pero sus emociones también. Ella aborrecía fuerza de cualquier tipo. Las violaciones no eran algo trivial. Pero, entonces este hombre no la había violado. De alguna manera sabía que tampoco lo haría. Disgustada por la aceptación innata de este desconocido, su mente luchó por mantener algún aspecto de normalidad. Las cosas como esta, simplemente no sucedían, se dijo Kyra. Los hombres así simplemente no sucedían. Ella le echó un vistazo al rostro del gigante, y entonces detuvo su respiración. Ahora estaba despierto. Muy despierto y la miraba. Sus ojos azules inolvidables la 20

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miraban e hicieron que la gran y extraña diferencia de las distintas partes del rompecabezas de esta situación se unieran. Ella dio un suspiro. Los hombres como este no sucedían porque él no era un hombre. Ni siquiera era de su especie. Ojos plateados muy abiertos y fosforescentes se encontraban con unos azules. La quijada de Kyra se abrió. El bárbaro no era humano.

***** Zor giró un poquito para levantarse con su codo otra vez. El le sonrió a la mirada desconcertada plateada de su nee’ ka. El continuó en forma distraída a rozar su parche de fuego, y disfrutaba de la intimidad de tocar a su Alta Reina. Pronto, podrían juntarse. Pero antes del banquete de consumación, a Zor le pareció que era importante aprender más de la mujer que iba a ser madre de sus futuros hijos. Le pareció que aprender su nombre sería un buen principio. “Saludos a ti, Sagrada Compañera de Zor Q’an Tal. ¿Cómo te haces llamar”? Kyra cerró su quijada abierta hasta que hizo un sonido de clic con sus dientes. ¡Santo cielo! ¡El gigante declaraba que ella era la compañera de un tal Zor! Ella tendría que aclararle las cosas sobre eso. En primer lugar, quizás era por eso que la había capturado. Tal vez se estaba tratando de vengar de ese tal Zor y, pensando que ella era su esposa, la secuestró en forma de venganza contra él. Por lo menos así siempre sucedía en los tiempos medievales de las novelas románticas. “Kyra”, susurró. “Kyra Summers”. El gigante movió su cabeza. Es Summers y nada más, nee’ ka. Es Q’ ana Tal ahora. Kyra Q’ana Tal. Compañera Sagrada de Zor Q’an Tal, Alto Rey de Tryston y Emperador de Trek Mi Q’an”. La quijada de Kyra se abrió. ¡De qué diablos hablaba”? T-tú te equivocas gritó ella. “Yo no soy de nada de Compañera Sagrada”. Ella movió su cabeza con frenesí, con histeria revolviéndose dentro de ella. “¡Yo ni sé lo que es una Compañera Sagrada”! Zor siguió rozando el parche de vello entre sus piernas aún cuando aumentaba la agitación. El cerró un poco sus ojos y parecían rayitas azules amenazantes, que hicieron que su nee’ ka tragara saliva. “¿Osas mentir ante mí y negar que se hizo el reclamo”? Su voz profunda se elevó en decasílabas mientras que se encendía su furor. ¿Osas decirme que no te robé la mirada, que no controlé lo inanimado de tu cuerpo”? Kyra no tenía idea de qué tenía que ver una cosa con la otra, pero ella sentía que sería mejor que ella no se atreviera a hacer tal cosa. “¡No lo niego”!, dijo entre los dientes. Pero tampoco entiendo porqué eso me hace la Compañera Sagrada de este tal Zor”. Se podía ver que Zor estaba calmado. “No era que lo negara. Su nee’ ka tan sólo ignoraba las formas de los trystonnis. El sonrió otra vez mientras que continuaba

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rozándola, rozando su dedo sobre lo inflamado entre sus muslos. Ella dio un suspiro. El la ignoró. “Esas son las pruebas que un guerrero de Tryston realiza para saber si una mujer está atada a él por la ley santa”. El encogió sus hombros en forma distraída. “Aprobaste la prueba, por consecuencia, eres mi Compañera Sagrada”. Los ojos de Kyra se abrieron con ese anuncio. “Tú quieres decir que tú eres-” “Zor”, contestó. Ella sacudió su cabeza para sacar eso de la mente. “¿Y tú eres rey”? El se sintió insultado por eso. “Yo soy más que un rey, nee’ ka. Yo soy Alto Rey de todo Tryston. Ni mencionar Emperador de Trek Mi Q’an”. “Ya entiendo”. Ella en verdad no entendía. Kyra empezaba a temer que hubiera sido secuestrada por un extraterrestre de más de siete pies de alto, con delirios de grandeza. Ella exhaló fuerte, que hizo que una mecha de cabello de color de fuego en su frente se moviera a un lado. Si respiraba con dificultad por la loca declaración de Zor o del hecho de que frotaba su clítoris, era difícil saber. “¿Entonces en qué me hace eso”? Zor se inclinó y en una forma muy tierna, besó la punta de la nariz de Kyra. “Eso te hace mi Alta Reina y Emperatriz”. El pellizcó su mentón y entonces lamió su pezón, y causó que un gemido le saliera de lo más profundo de su garganta. Kyra trató de empujar su cara a un lado, pero el efecto era igual que el de una mariposa que lucha contra una pared de ladrillos. Ella no podía creer lo que él hacía. Ni creía las boberías que ella oía. Ninguna mujer pasa de ser una contadora de impuestos a Alta Reina en tan sólo un día. ¡Esto ya era demasiado! Tú d-debes est-tar eqquivocado”. Ella gimió mientras Zor la besaba desde sus senos hasta su barriga. Ella no sería una buena Alta Reina”, afirmó ella. “Yo- ¡ooooh! Ella inhaló mientras que la cabeza de Zor se perdía entre sus piernas. Ella pensó con ligereza que ella necesitaría otra semana en el campamento de meditación cuando todo esto acabara.

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Capítulo 5 Zor gruñó mientras que alzaba su cabeza de entre las piernas de su nee’ ka. “¿Qué en el nombre de las Arenas Santas haces, mujer”? “Medito”. Otra vez gruñó. “¿Qué es meditar”? ¿Es alguna idea de placer de la primitiva primer dimensión”? Kyra abrió un ojo para darle una mirada llena de odio, pero siguió respirando profundo. “Lo hago para relajarme”. Ella cerró su ojo otra vez, e inhalaba por su nariz y exhalaba por su boca. Ella evocó una imagen de Mel Gibson y Denzel Washington que le daban un masaje en los hombros hasta un feliz relajamiento. Ella dio una sonrisa serena. Justo cuando Kyra pensó que había recuperado el control de sus furiosos nervios, Zor dio un rugido que podía hacer que un predador hambriento se detuviera en su camino y dejar su presa con tal de salir corriendo. Sus ojos se abrieron del susto. “¿Qqué fue eso”? El gigante se levantó a sus rodillas y la miró con una mirada llena de odio y amenaza. “La piedra roja que tienes dentro de tu collar de novia me habla, siseó. Los ojos de Kyra casi se le salían. Ella dio un vistazo hacia abajo a dicho collar, del que ni se había dado cuenta que portaba. De cierto estaba ahí. No parecía hablar, pero de cierto resplandecía en color rojo. “¿Y qué”? Los orificios de la nariz de Zor se ensancharon a tamaños terribles. Su rostro se enrojeció con furor. “¡Tus emociones han deseado aparearse con otro hombre”! Los ojos de Kyra se abrieron. “¡No han deseado tal cosa”! ¡Ay, caramba, esto era horrible! ¿Le dijo el collar si la imagen de otro hombre le venía a la mente? En primer lugar, tendría que deshacerse de esa alhaja. “Tan sólo me imaginaba que me daban un masaje en los hombros. ¡Hago esto durante mis ejercicios de meditación”! El gruñó algo imperceptible y entonces dio un puñetazo en la palma de su otra mano. “¡No pensarás en que te toque otro, sino yo! ¡Yo soy tu Alto Rey y Emperador! “¡Yo soy tu Compañero Sagrado”! Kyra aprovechó del enfoque de Zor en su “pecado” por el suficiente tiempo para escaparse de debajo de él y sentarse en sus rodillas para estar frente a él. Ella cruzó sus brazos sobre su pecho para quitarlos de su vista. estiró sus labios frunciendo el seño y ella lo miró con el seño fruncido. “¡Yo no acordé nada”!, dijo ella enfurecida. El movió su mano rápida y en forma lacónica por el aire. “¡Eso no importa! ¡Aún eres mía”! 23

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“¡Yo ni te conozco”! Zor gruñó. “Me conocerás bien en la salida de dos lunas. Nuestros cuerpos se unirán en dicho momento”. La quijada de Kyra se abrió. Aunque era por la mala fortuna, quedarse abismado era algo fuera de lo común mientras se estaba en presencia del bárbaro. “¡No seré obligada a tener sexo contigo”! “Es tu deber por la ley santa someterte a mí y darme herederos. Si rehúsas honrar nuestro vínculo, me deshonrarás ante nuestro pueblo”. El movió su cabeza, sin entender. Por la primera vez en los cuarenta y dos años Yessat, se sintió vulnerable. “¿Me harías esto a mí”? le preguntó en voz baja. Bueno, tan callado como un rey Alto Rey gritón se pone. Kyra hizo una mueca de dolor. Era evidente el dolor en su rostro. Mientras ella se preparaba para una buena invectiva, el gran patán tenía que arruinarlo. ¿Y porqué se debía sentir culpable? ¡Ella era la parte ofendida en esta situación! ¡Fue a ella a quién se acechó, a quien se desnudó, y la casaron sin su saber ni consentimiento, la secuestraron! Y aún así, ahí estaba… la culpabilidad. Era lo más extraño. ¿Porqué lo sentiría? ¿Los había vinculado la ceremonia extraña en una forma mental espantosa? “Jamás te avergonzaría”, se oyó decir, aunque un poco frío. Desconcertada y enojada por el hecho que ella había hecho tan siquiera esa leve concesión, Kyra apretó sus labios con fuerza y le frunció el seño de solterona lo mejor que pudo en desaprobación. “Zor, yo ni te conozco”. Ella alzó su barbilla por terquedad. “Las cosas simplemente no son así de donde soy yo”. El inclinó su cabeza, ignorando su arrogancia. “He tratado de contenerme, y es por eso que estoy tratando de tolerar”. Zor tiró su mano con un movimiento ligero por el aire. “Pero no te permitiré que te imagines a otros hombres mientras te relajes, sea o no sea una costumbre primitiva”. Kyra cerró sus ojos un poco. “¡Quisiera que dejaras de referirte a mi gente como primitivos”! Pensó que eso era lo de menos importancia en ese momento, pero un insulto era un insulto. Zor le dio una mirada feroz. “Yo usaría tu palabra. No tendrás pensamientos de otro hombre, sino de mí”. El cruzó sus brazos gruesos sobre su pecho de igual grosor. “Júralo ahora, nee’ ka”. Kyra dio un suspiro. Ella se dio un masaje en sus sienes cansadas y cerró sus ojos. “¡Lo que sea”! Ella ondeó su mano en forma distraída por el aire, dejando expuesto a la vista un seno. “Lo juro”. Zor gruñó. El alcanzó su pecho de preciosa perla sekta y capiroteó su pezón rosado con su índice. “Acuérdate, mujer, yo sabré si mientes”. Kyra abrió sus ojos. Sus manos se movieron rápido hacia el collar matrimonial, inconsciente de la caricia íntima del gigante. “¡Yo quiero sus cosas fuera de mi cuerpo y

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quiero irme a casa! ¡Ahora mismo”! gritó ella. El movió su cabeza diciendo que no. “¡Eso no puedo hacer”! ¿Porqué no”?! El encogió sus hombros. “¿Cuál pregunta me haces? ¿Porqué no puedo quitarme este collar o porqué no puedo regresarte a tu primer dimensión primitiva”? “¡Ambas”! “¡Y no soy una primitiva”! Zor suspiró. En verdad su joven era una prueba. “Kyra, nee’ ka”, dijo en forma melodiosa, “ni en la muerte podemos quitarnos la medalla de nuestros cuellos; es símbolo de nuestro vínculo eterno”. Kyra suspiró por incredulidad. Ella recordó al gigante que portaba esta misma medalla cuando lo vio. Porque ahora su mismo cuello estaba desnudo, ella se imaginaría que era la misma. “¡Ya no veo una de estas en tu cuello! ¿Porqué debo soportar tener un niñero que echa para adelante cada sentimiento pequeño a ti de cada ‘emoción’ que siento y tú no”? Otra vez le vino a la mente que considerando sus circunstancias del momento, eso era algo sin importancia, pero un insulto era un insulto. Zor gruñó. Ah, pero su Compañera Sagrada era una interesante jovencita. “Porque tú eres una mujer y yo soy un guerrero”. Ella suspiró otra vez. Con sinceridad, pensó Zor que su rostro estaba lo suficiente rojo para encender un fuego con él. “¿Te es una buena razón eso”?, chilló ella. El se rió entre sus dientes. “Sí”. ¡Yo quiero ir a casa! Kyra se dio cuenta de su mano que acariciaba su seno cuando trató de cruzar sus brazos sobre su pecho otra vez. Enfadada, con violencia apartó su mano de su cuerpo y se cubrió el pecho con los brazos cruzados lo más que pudo. Como una contadora de impuestos, le era normal tener esta postura ante los agentes de Renta Interna con quienes lidiaba. Se imaginaba que sería menor el efecto desnuda. “¡Quiero irme a casa ahora mismo”! Zor emblanqueció sus ojos al moverlos hacia el cielorraso, y le rezaba a la diosa por paciencia. “Tu hogar ahora es mi cama. Y mi cama está en el planeta Tryston en la galaxia Trek Mi Q’an de la séptima dimensión”. El a la fuerza le quitó los brazos de su pecho y siguió jugando con sus pezones. “Cesemos de hablar del tema más, nee’ ka”. Kyra miró con el ceño fruncido al gran patán. Ella trató de quitarle las manos de encima a la fuerza otra vez- no estaba en ganas de ser excitada- pero se rindió cuando él ni siquiera parpadeó. Era como tratar de mover una montaña con el dedo meñique. “Mi hogar está en La Tierra. “Todos mis amigos están ahí”. Zor dobló su cuello y le dio con la lengua en un pezón color rosadito. Ella sostuvo el aliento. “Harás nuevos amigos”. Kyra trató de apartar su cara a un lado. De nada sirvió. “Me gustan los que ya tengo”.

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El dio un suspiro. “Por la teta de la bestia heeka, sabes cómo quitar las buenas ganas”. Se levantaron sus cejas. “Tú necesitas estar conmigo. Yo soy tu Alto Rey, tu Emperador-tu-” “Compañero Sagrado”, ella le terminó la oración. Kyra emblanqueció sus ojos. “Sí. Sí. Sí”. Ella dio un suspiro. Zor soltó su pezón para gruñirle. “No te preocupes, llegarás a amarme. Es nuestro destino. Pronto te darás cuenta que me necesitas. Ella arqueó una ceja de color de fuego. “¿Oh? ¿Y porqué te necesito”? preguntó presuntuosamente, poniendo sus manos a sus lados. Zor frunció el seño. ¿Porqué tenía que ser su mujercita de mundo primitivo donde no entendían? ¿Porqué tenía que explicarle todo cuando todo le sería revelado pronto mediante la unión? El estaba cansado de discutir. Los ojos de Zor en un parpadeo miró hacia el collar matrimonial que Kyra ahora portaba mientras se perdía en sus pensamientos. El quería terminar esta conversación desesperante de una vez y por todas. Pero ¿cómoLe vino la respuesta a la mente. Él sonrió con lentitud. El miró en forma fija a la joya cargada una vez más mientras que pensaba en un plan para atacar. En primer lugar, la ignorancia de su nee’ ka de las formas de los trystonis les sería una ventaja. El demolería toda reticencia en contra suya, su hogar, y su toque hasta llegar cuando su Compañera Sagrada ya no querría dejarlo. “Tu collar matrimonial”. Kyra frunció el seño cuando mencionó de la cosa chivata. Sus ojos se le entrecerraron con un desacuerdo desalentador. “¿Qué de él”? Zor pensó buscando una mentira ligera. “Está… eh… poseída por mi fuerza de vida”. Ella dio un suspiro. A ella la había desnudado, secuestrado, y la casaron por un extraterrestre bicéfalo. Y para el colmo, el gran patán tonto casi ni era comprensible. “¿Tu fuerza de vida”? El asintió con la cabeza. “Eso es correcto. Mi fuerza de vida”. Zor deslizó sus dedos de una mano a lo largo de las alhajas del collar matrimonial mientras trataba de atraer la mirada de Kyra. “Pero no dura mucho. Por lo tanto el símbolo enjoyado de nuestra unión debe volverse a llenar con mi fuerza de vida”. Kyra se frotó las sienes. El hombre le estaba dando un dolor de cabeza. “¡De qué diablos hablaba”! Zor movió su cabeza como si contarlo le doliera mucho. “Sin mi fuerza de vida en ti, tu collar se moriría. Si muere, tú mueres con él, nee’ ka”. La cabeza de Kyra se movió con rapidez. Sus ojos se abrieron. ¿”M-morir”? El movió la cabeza con vigor, asintiendo. “Temo que es así”. La boca de Kyra se le abrió. “¿Cómo lo rellenamos”?

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Ah, pensó Zor, de repente su Compañera Sagrada pensó en nuestro término”. De cierto, una buena táctica que acababa de ejecutar. “eh… se llena cada vez que nos apareemos”. “¿Aparear”? “¿Tenemos que aparearnos o moriré”? De cierto. La mirada plateada de Kyra se estrechó de sospecha. “¿Cada cuanto debemos aparearnos”? Zor no perdió tiempo en aprovecharse de su ignorancia. “Por lo menos una vez a cada salida de la luna”. Kyra sostenía sus sospechas, pero tampoco tenía razón de dudar su palabra. Lo que ella sabía de collares matrimoniales suicidas era como lo que ella sabía de Zor, que era lo que le seguía a la nada. Así que tragó saliva en forma áspera. Con frecuencia había oído que el sexo podía matar, pero nunca se había percatado que lo mismo podía suceder al abstenerse. “¿Qué sucede si no nos apareamos todos los días”? preguntó insistiendo. Zor la consideró con severidad. Se contentó al darse cuenta que podía poner su rostro pálido cuando quería. “El collar matrimonial te ahorcará”, le susurró ronco. Con la boca completamente abierta, las manos de Kyra se movieron con rapidez a su cuello. Ella cerró su boca y sus dientes chocaron el uno con el otro. “¡Santo cielo! ¡Eso es deplorable”! Zor dio un suspiro. El extendió su mano para frotar la melena de su nee’ ka de color de fuego. “¿Ahora ves que sólo pienso en ti”? Kyra asintió distraída con la cabeza. “S-Sí”. Ella mordisqueó su labio mientras consideraba lo que le acababa de decir. Tenían que tener sexo todos los días; no menos, o ella moriría. Una parte de ella no lo creía, pero el instinto primo de sobrevivencia, la parte de su sér que haría lo que fuera por mantenerse viva, se dio cuenta que ella no tenía opción, sino creer la palabra de Zor. Kyra se recordó que, fuera o no un gran petate, no tenía razón para dudarlo a él. El había dicho la verdad del canto del collar matrimonial- ella había estado pensando en otro hombre, aunque no en la forma que su susodicho Compañero Sagrado se había imaginado. Así que ¿porqué dudar de su palabra ahora? ¿Qué otra opción tenía sino creerle? Kyra confesó desaprovante a sí misma que podría pensar en peores destinos. La molestara o no el bárbaro, ella estaba atraída a él. ¿Eh? ¡No! ¡No! ¡No! ¡Ella no le encontraba ninguna atracción en lo absoluto! ¡Santo cielo! Lo estaba. Kyra se dio una palmada en la frente y gimió con desánimo. Ella no entendía lo que le sucedía. Su mente no había aceptado a Zor, tal y como no debiera- ella a penas conocía al hombre- hasta el momento su cuerpo y emociones ya habían dejado de resistir. ¿Qué le había hecho a ella? 27

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Kyra inhaló profundo y lo expiró. No había razón de luchar con el tema. Por ahora tendría que aceptar las cosas, o por lo menos hasta que concontrara una manera de volver a casa. Un pensamiento espantoso se le ocurrió a Kyra de una vez. Sus ojos casi se salían mientras que lo consideraba. “¿No debemos aparearnos ahora o algo así? La verga de Zor pensaba que sí. Se paró al mencionarlo. Por mala fortuna, el ritual disponía de otra cosa. “No. Nos uniremos por primera vez cuando lleguemos a Tryston”. “¡Pero tú dijiste que eso sería en otros dos días”! chilló ella. “¿Y qué si muero antes de llegar? ¡Yo con sinceridad creo que debemos tener sexo ahora”! Kyra no se la iba a jugar a que despertara como un cadáver. Zor sonrió con la satisfacción de un cazador. Tal vez exageraba la verdad para que su Compañera Sagrada se acostara por su propia voluntad, pero cuando llegara ahí, jamás querría irse. De esto estaba seguro. “No, nee’ ka. Tu collar matrimonial no va a necesitar mi fuerza de vida cada salida de la luna hasta que la unión tomara lugar”. Kyra pensó en ese pedacito de información por un momento. “Entonces quizá ni nos debemos unir. Entonces para nada va a necesitar tu fuerza de vida. La sonrisa de Zor era temblorosa. Su joven era demasiado inteligente para ser una primitiva. El pensó con rapidez, rebotando como un verdadero Alto Rey “Eso, eh… eso todavía necesita mi fuerza de vida. Pero puede continuar por la salida de tres lunas desde que se te pone en el cuello. Después de eso, si no hay unión…” El dejó que sus palabras fueran de mal agüero mientras pasaba un dedo por su cuello e hizo un sonido infernal de gorgoteo. Kyra frunció el seño. “¡Santo cielo! ¿Llegaremos a Tryston a tiempo para salvarme”? El asintió con un gesto de la cabeza. Ella exhaló. “¡Gracias a Dios por eso! Satisfecho por haber llevado a cabo lo que dispuso hacer, Zor se estiró en la cama al lado de su Compañera Sagrada y la haló para que se acostara en su pecho. Él ignoró su chillido de disgusto. “Toda el habla de muerte me ha desgastado. Ahora durmamos, nee’ ka, entonces despertaremos y te daré de comer. También conocerás a mi hermano ‘wando comamos”. Kyra respiró fuerte de incredulidad y también se impulsó hacia el pecho de Hércules de Zor contra su voluntad. El ubicó su cuerpo en su muy musculoso y plano estómago, y comenzó a apretar su nalga. Jadeando, la fastidiaba más todavía cuando echaba un vistazo a su rostro para sólo verlo sonriente en forma extática, con sus ojos cerrados. Se sintió como Fay Ray [actriz que participó en la película de King Kong]. El bruto odioso se encontró una muñeca Barbie y rehusaba devolverla. Suspirando en forma dramática, Kyra se rindió. Ella bajó su rostro al área de su pecho, más arriba de su corazón y dejó que terminara de caer con gran peso un golpe sin bromear. “Está bien, ya ganaste”, dijo cansada. “Yo me dormiré. Pero primero, me quiero vestir un poco”. 28

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Zor gruñó. Sus ojos permanecieron cerrados. “Siempre permanecerás desnuda mientras estés sola en mi presencia, mas te permitiré el vestido de las mujeres trystonitas mientras en la presencia de otros. Kyra dio un suspiro. El hombre enojaba, pero ella de repente, abrumada por la enormidad de toda la situación para continuar peleando con él. Dormir quizás no sea una mala idea. Quizá cuando despertara tendría las fuerzas para discutir con el Alto King Kong del vestuario, o la falta del mismo. “¿Alguna vez te han dicho cuán imbécil eres”? le preguntó amargada. Kyra no se pudo aguantar un último golpe. “¿Qué me dices”? preguntó en forma estridente. “¿Te lo han dicho”? Cuando su única respuesta fue un sonido leve de un ronquido, los orificios de su nariz se abrieron más agitados. Alocada, Kyra se rindió en la pelea. Se acomodó su cabeza en el valle entre su cuello y su hombro y cerró sus ojos. Ella estaba muy cansada, pensó Kyra al momento. Este había sido el día más cansado de su vida. Bostezó y su cuerpo se desplomó sobre la de Zor. A los pocos segundos, Kyra Q’ana Tal se quedó dormida con el toque de su esposo que acariciaba sus nalgas con toques suaves como suspiros. En alguna parte de su mente merodeaba el pensamiento inquietante que nunca había sentido mayor paz que mientras la aguantaban los brazos de cierto bárbaro. ¿Qué? ¡No! ¡No! ¡No! ¡Dios, sí, sí, sí.

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Chapter 6 ¡Crees que esto es ropa! ¡Yo puedo ver a través de ella”! Kyra le frunció seño a su Compañero Sagrado en el espejo holográfico abordo el la recámara principal del vehículo gastroluz, y entonces continuó su examen detenido de la imagen displicente que presentó. ¡Santo cielo! Aunque viviera a los cien años, nunca en toda su vida se acostumbraría a vestirse tan escasamente. ¿Y todas las mujeres de Tryston estaban vestidas así? ¡Rayos! El lugar era el sueño Realizado de Hugo Heffner. Zor se inclinó y besó la parte de atrás del hombro. “Te ves más preciosa que cualquier mujer que alguna vez haya visto, nee’ ka”. Ella le frunció el seño pora tomar una medida- y porque le dio la gana- entonces se viró hacia el espejo holográfico. Sus dientes se enterraron en su labio inferior. “Zor, yo no puedo portar esto”. Me siento como una idiota con ello”. “A las mujeres no se le permite otra vestimenta salvo el qi’ka, mis corazones. Debes portar esto”. Kyra se giró. “Zor, insisto”- Ella dejó de hablar a media diatriba. Su mandíbula se abrió. Ella se le quedó boquiabierta por algún momento prolongado. “Espera un momento. ¿Porqué me llamaste tus corazones, como en plural”? Al pensarlo mejor, ella cerró sus ojos y alzó la mano abierta para silenciar cualquier explicación que viniera. “Olvídalo. Estoy segura que no lo quiero saber”. Sacudió su cabeza para rechazar la demencia, Kyra respiró profundo y se dio vuelta rápido otra vez de frente al espejo holográvico. ¡Santo cielo! ¡Cómo podría portar esto! El conjunto, si en realidad uno pudiera exagerar el significado de la palabra para llamarlo como tal, consistía de dos partes de tela transparente. La primera parte era parecido a un corpiño de bikini sin tirantes estaba amarrado en un nudo en el valle entre sus senos. La segunda parte eera de tela era una falda sarong que comenzaba justo bajo su ombligo y amarrado en un nudo en el lado izquierdo de su cadera, exponiendo tu pierna izquierda entera y bajaba hasta sus pies con sandalias. El área entre sus extremos estaba completamente desnuda. Aún esto, vergonzoso como era, Kyra lo podría haber soportado, si no fuera por el hecho que el material era virtualmente transparente. El qi’ka que Zor le escogió para hoy era de una seda plateada transparente, era aparente que para que hiciera juego con sus ojos. Aunque el juego de ropa ofrecía protección mínima, seguía siendo suficiente transparente para que cualquiera que la viera acertara su pezón y el color de su vello púbico. ¡Santo cielo! ¡Hasta ella podía ver la sombra de color rojo vino entre sus muslos!

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Los hombros de Kyra cayeron por desaliento. No me siento muy bien. Creo que preferiría comer aquí esta noche”, murmulló. Zor extendió su mano hacia ella en simpatía y le dio unas palmadas en las pompas. Ella aulló. “Estará bien, nee’ ka. “Es mejor que te acostumbres a portar el qi’ka mientras estés en presencia de tu hermano, si no, te sentirás peor cuando tengas que portarlo ante toda nuestro pueblo”. De pie atrás de ella, él le dio vuelta con la mano y le frotó muslo. “Aquí, sólo está mi hermano, rey Dak y su amigo Kyta, el pugmuff para verte. Cuando lleguemos a Tryston, cientos de miles querrán conocer su Alta Reina”. Kyra se encogió de hombros al tan sólo pensarlo. Un escalofrío corrió por su columna, incluyendo su piel de gallina y sus pezones se endurecieron. Ella no quería pensar de eso. Se forzó a pensar de cosas menos aterrorizantes, Kyra encontró la mirada de su esposo en el espejo holográfico. “¿Porqué se visten así las mujeres en Tryston”? Zor estiró su cuello hacia abajo para besar su sien. El extendió su brazo y acarició sus pezones a través de la tela transparente. “Porque le da placer a los guerreros”. Ella cerró sus ojos e inhaló. Las sensaciones que sus manos producían eran exquisitas. Ella no quería disfrutar estos toques, pero lo disfrutaba. Qi ka- en algún lugar en la bruma del placer, se le ocurrió a Kyra que la traducción literal de la palabra significaba “mi placer”. Ahora entendía que cuando un trystoni decía “mi”, eso sugería “de un guerrero”. Qi’ ka- mi placer, o placer de un guerrero. Ese conocimiento la fastidió mucho. Determinada en desacordar en todo lo posible, Kyra trató de quitar la mano de Zor de sus senos. El no cedió. “¿Es todo lo que hay en Tryston hecho para el placer de los guerreros”? le preguntó con amargura. Zor le contestó sin avergonzarse. “Sí”. El siguió manoseando sus pezones a través del corpiño. “Tal es la manera de todas las cosas en Trystón, nee’ ka”. Nee’ ka-mi deseo, o deseo de un guerrero. Nee’ ka se podía reemplazar; también significaba esposa. “¿Y qué de sus mujeres”? Kyra insistió, sus ojos lo observaban por la estimulación física. “¿Qué su placer”? preguntó en voz baja. Zor lamió las afueras de su oreja con su lengua. “Un guerrero vive sólo para complacerla a cambio”. Kyra inhaló. Ella cerró sus ojos y dejó que su cuello se doblara, cayendo en forma involuntaria a medio pecho de su esposo. Pelear contra su excitación no funcionaba. “Oh”. Zor dio un gruñido mientras la seguía acariciando los senos y mordisqueaba en forma seductiva su oído. “Por las arenas, ¡no mero por unirme contigo”, dijo entre su respiración.

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Eso era ciertamente evidente. Si sus palabras susurradas con voz profunda no delataban sus deseos, la grandísima erección que la apretaba en la espalda lo delataba. Kyra detestaba confesarlo, pero cuando Zor la besaba y la acariciaba de esta manera, ella se sentía como él se sentía. Ella se consoló que era sólo porque ella necesitaba esta fuerza de vida para prevenir la muerte por estrangulación. Zor le dio vuelta en sus brazos y la miró en forma detenida a sus ojos plateados muy abiertos. Ella dio un suspiro, y puso sus manos en su pecho enorme en un gesto de protegerse para echándolo a un lado. Entendiendo la confusión que todas las nuevas prometidas que no se criaban en Tryston guardaban cuando se enfrentaban con el conflicto natural entre la unión de sus cuerpos con el compañero que reconocía y el aborrecimiento de la mente por la lujuria de un guerrero que ellas desconocen, Zor no se insultó por el intento de Kyra para quitar su agarra de sus hombros, pero tampoco le creyó. Tomó la parte de atrás de su cabeza en sus grandes manos, Zor bajó su boca hacia su nee’ ka y bebió de sus labios. Kyra dio un quejido mientras se desató un golpe de calor desde sus labios hasta tu barriga y siguió hasta su ingle. Como si tuvieran libre albedrío, sus brazos se envolvieron alrededor de la cintura de su esposo lo más que pudieron, y entonces ella abrió sus labios para invitarlo a entrar. Zor aceptó. El zambulló su lengua hambrienta en la boca de su Compañera Sagrada, deseando que “fuera ya la hora de zambullir otras partes de su sér dentro de ella también. El lameó y frotó, zambulló y tomó, excitando a su nee’ ka hasta el éxtasis sin más que un beso. No, fue más que un beso. Toda su hambre, todo su deseo, toda su pasión en él iba contenido. Cientos de años de espera, espera y deseo. Acaso jamás entendería el significado de lo que él sentía. Kyra le besó la espalda con todo lo suyo. Nunca antes había sido así. Ningún hombre había hecho que cada célula de su cuerpo hormigueara así. Sólo Zor. Sólo este guerrero. Tan loco como parecía, es como si él hubiera sido hecho para ella, y ella sóla. Ella inhaló profundo cuando su esposo de mala gana terminó su beso. Su reacción hacia él sólo sirvió para confundirla más en una situación ya confusa. Ella estaba avergonzada por su reacción en el principio, pero no después que vio que Zor estaba tan sorprendido como ella. Su respiración era igual de dificultosa, sus signos de excitación igual de evidentes. “Ah nee’ ka”, gruñó Zor mientras apretaba sus nalgas. “Será mejor que paremos”. Kyra respiró profundo otra vez. Esto simplemente era demasiado. “Buena idea”. Zor le sonrió. El pasó sus manos por el vello de color de fuego, giró el mentón a ella para darle una mirada a sus ojos. “¿Qué piensas”? Ella encogió sus hombros otra vez. “Yo medio pensaba en cómo es que yo ambos, te entiendo y te puedo hablar en una lengua que no mi lengua”. Ella puso sus ojos entornados un poquito. “¿Cómo puede ser eso”?

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Zor pasó un dedo sobre el collar matrimonial. “En el momento en que te lo puse, entendiste. El símbolo de nuestra unión lo hace así”. Kyra hizo una mueca. “No me acuerdes de esta horrible cosa asesina”. Un remordimiento de culpa azotó a través de Zor. Él con prontitud lo echó a un lado. “Preguntaste”. Ella asintió con la cabeza por eso. “Supongo que lo hice”. Zor inclinó su cuello y rozó sus labios sobre Kyra una vez más. El deseó que no le hubiera mentido del collar matrimonial. El quería que ella se enorgulleciera por eso, y no que lo temiera. El juró hacer enmiendas después de que fueran unidos. “Hay por lo menos diez veces la cantidad de guerreros que mujeres libres en Tryston. Por ende, los guerreros con frecuencia deben aparear fuera de nuestra raza con mujeres que no hablan nuestra lengua”. El frotó con sus dedos el collar matrimonial otra vez. “Esto lo ayuda”. “Me imagino sí”. “¿Podemos conocer a mi hermano ahora, nee’ ka?” Zor le apretó las nalgas mientras las seguía amasando. Kyra dio un suspiro. Ella aborrecía la idea de andar por todas partes desnuda, pero vio poca opción en el asunto. Zor tenía razón. Era mejor acostumbrarse ante sus hermanos y el amigo de su hermano que tener que acostumbrarse a portar el qi’ ka al estar rodeado de miles de gente con quien se encontraría en Tryston. Además, este tal Dak seguro estaba acostumbrado a ver a mujeres vestidas así. Lo más probable es que no se daría cuenta de nada de su cuerpo. “Está bien”, asintió, aunque un poco reacia, “vamos”. ¡Por las arenas!, tienes senos magníficos!” Kyra se encogió un poquito más bajo en su asiento en la mesa dorada de cristal. ¡Y después pensar que Dak de nada se daría cuenta de su cuerpo. Ella miró enfurecida a su cuñado alegado, esperando que le pudiera pedir silenciarlo. No hubo tal suerte… Dark inclinó su cabeza hacia Zor. “Yo juro hermano, los pezones de nuestra Alta Reina tienen la mirada de frutas taka maduras. La mandíbula abierta de Kyra emitió un sonido de gorgoteo. Ella quería morir. El pecho de Zor se infló con arrogancia. En lugar de defender su honor, el gran petate se veía complacido por las palabras de su hermano. El ogro en realidad extendió su hacia ella y le capiroteó una de dichas frutas takas. “El gustarlas es mucho más dulce, hermano”. Kyra miró enfurecida al ombre que se llamaba su esposo, pero él no se dio cuenta. Su hermano y él estaban muy ocupados riéndose con lujuria el uno del otro como los lamedores que eran. Hasta la criatura pugmuff disfrutaba a costa suya. Kyra abanicó 33

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sus manos ante sus ojos, casi desmayándose del olor que acompañaba los sonidos de ronquidos de la extraña criatura. ¡Santo cielo! Ella pensaba que ya lo había visto todo en el mundo. Un sér con dos culos, uno de dichos culos estaba donde se suponía que estuviera su rostro, ¡tenía que ser! Zor frunció el seño. “¡Por la diosa, Kita! Controla tu alegría”. El apretó su nariz con el pulgar y su índice. Kyra se dio cuenta que lo blanco de los ojos de su ogro estaban de un rojo encendido. ¡Qué bien! En cuanto a ella le importaba, se lo merecía por hablar de ella como si fuera un jueguete recién adquirido, y por secuestrarla, y, por vestirla como si fuera una modelo de ropa íntima y por ¡ah!- podría pensar en razones toda la noche. Kyra tomó los utensilios de comer, un objeto de cristal dorado, y se metió un trozo de carne en su boca. Ella lo masticó con vigor. La carne estaba bastante buena, confesó con envidia. La conversación continuó y en verdad se hizo más interesante en fin. Zor y Dak hicieron preguntas de su tierra natal y les dio todas sus respuestas. Ella trató de hacerle caso omiso a cuando los ojos de Dak de vez en cuando su mirada recorría sus senos. A cambio, los guerreros respondieron todas las preguntas que ella tenía de Tryston y lo que se esperaría de ella ahí. Para el mayor disgusto de Kyra, aunque ella no sabía porqué le importaba ya que ella no planeaba estar ahí más de lo necesario, pronto se dio cuenta que no se esperaba que las mujeres hicieran cosa alguna en Tryston salvo darle placer a sus guerreros cuando eran llamadas y criar herederos. ¡Qué existencia sin propósito si alguna vez hubo alguna! Zor y ella tendrían que hablar más de eso cuando estuvieran a solas. No es que planeara quedarse en Tryston. Si pudiera encontrar alguna manera de quitarse el collar matrimonial, también encontraría la manera de volver a casa. Pero aún así, un toque del movimiento feminista podría hacer mucho en este planeta por la manera que sonaban las cosas. La conversación continuó aún después de terminar la comida. Zor extendió su brazo alrededor de la silla de Kyra y escuchaba cuando su hermano lo informaba de la situación política de la colonia que gobernaba. Zor asentía con un movimiento de la cabeza de vez en cuando, rascaba su barbilla ahora y otra vez y, escuchaba atento. Durante todo ese tiempo, su mano con continuidad frotaba y pellizcaba el pezón izquierdo en una forma de plazer. Primero, Kyra se había avergonzado. De hecho, ella estuvo al borde de las lágrimas en un momento. Pero entonces le dio una mirada fuerte a la expresión ignorante de su cuñado y se dio cuenta que él en verdad no pensaba en el sobar de Zor. Aún los comentarios de sus senos se habían dicho sin ánimos de ofender. Ella se preguntaba si cualquiera de ambos hombre se habían dado cuenta que ella se avergonzó por sus palabras. Ella lo dudaba.

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¡Santo cielo! ¿Cómo sería Tryston? Una imagen de las parejas que se clavaban en las calles le vino a la mente. Era probable que lo hicieran en cualquier lugar que querían sin importarles a lo que los demás vieran. Esto era simplemente demasiado. ¡Por Dios! Ella era una contadora de impuestos. Dando un suspiro, Kyra levantó su copa de vino de cristal dorado y bebió con dulzura, contenía vino fosforescente color turqueza. La bebida tenía un sabor excepcional. Luego, ella preguntaría de qué tipo de fruta podría existir para hacer un vino fosforescente de sus uvas. Por ahora, sin embargo, lo único que ella quería hacer era volver a su recámara para pensar. Kyra estaba más abrumada de emociones que nunca, aún en los primeros días extenuantes justo después de que desapareciera Kara, su hermana. Tantas preguntas tenían que ser contestadas, pero confiar en Zor no era algo que le nacía hacer en ese momento. Ella necesitaba descanzo. Necesitaba meditar. Y más que cualquier otra cosa, necesitaba encontrar alguna manera de quitarse el collar matrimonial e ir a casa. Ella sólo deseaba que dejar a Zor atrás se sintiera tan bien como le parecía.

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Capítulo 7 “¿Qué sucede, mis corazones”? Kyra tomó su tiempo para apretarse los labios y fruncir el seño y lanzar una mirada de ira a Zor antes de que ella halara el parche suave de cuero de vesha a su barbilla y se dejó caer de lado. El gran petate tonto había cumplido con su palabra, haciendo que se quitara su ropa ya ligera el momento en que estaban tras puertas cerradas. Ella le mostró lo que vale. Ella nunca se levantaría de la cama otra vez si eso era lo necesario. Ella se quedaría bajo el parche de vesha por siempre. Y ¡maldito sea!- ¿qué era lo de corazones? ¿Porqué era plural? Kyra temía ya saber la respuesta, lo que sólo daba más preguntas a su mente. Por ejemplo, ¿cuántos de los órganos de Zor venían en pares? ¡Santo cielo! Tan largo y ancho como su erección se había sentido en su espalda hoy, sólo podía rezar que cierto órgano masculino demasiado único como para tener réplica. Jamás sobreviviría lo de esta unión de otra manera. “Estoy cansada. He tenido un día largo y difícil, y necesito descansar”. Kyra cerró sus ojos y dio un suspiro mientras que Zor comenzó a acariciarle el cabello. Ella detestaba lo bien que se sentían sus dedos en su cuero cabelludo. Era demasiado fácil acostumbrarse al lamedor y cómodo con él. Zor con suavidad movía sus dedos por sus cachetes. “Estás enojada conmigo”. Fue una declaración, no una pregunta, pero Kyra l tomó como tal. Ella abrió sus ojos y le dio una mirada enfurecida por su hombro. “¡Me secuestraste! ¡Por supuesto que estoy enojada contigo”! ¿Porqué? Kyra parpadeó. Ella parpadeó otra vez. ¿Porqué? ¿Porqué crees?, le gimió. “Si yo supiera esto, ¿te lo preguntaría”? gritó Zor. En forma limpia pasó sus manos por su cabello y gruñó. “¡La Compañera Sagrada está tratando de enojar! “¿Tra-tratando”? farfulló Kyra. “¿Tratando”? Ella sostuvo el cuero de vesha asegurado sobre sus senos mientras dio vuelta en la cama y se sentó de rodillas. “¡No sabes lo que es tratar! Así que déjame decírte algo de ese estado de ser, ¡oh, exaltado Rey Alto! ¡Tratar es ser secuestrado por un hombre que anuncia de un planeta que ni sabías que existía”! Cuando Zor abrió su boca para responder, Kyra interrumpió con la palma de una mano alzada. “¡Tratar es que se le diga a uno que lo han casado sin que recuerdes el casamiento! Tratar es que se le diga a uno que tiene que andar en ropa transparente a todas partes que vaya y cuando uno no tiene eso puesto tiene que estar desnudo.

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Ella rechinó sus dientes y cerró un poco sus ojos. “¡Tratar es que se le diga a uno que tiene que hacer el amor con el mismo hombre que hizo todas esas cosas o morirás con una muerte violenta de estrangulación por el maldito collar”! Kyra se desplomó a su lado. Ella cerró sus ojos y respiró profundo. “Tratar es que se le diga a uno que jamás verá su casa otra vez”, susurró con depresión, “y que tú jamás te reirás con tus amigos otra vez”. Zor inhaló con firmeza. Sus palabras lo estremecieron mucho, pero aún sabía que jamás la dejaría ir. El no podía. El había esperado cuarentaydós años Yessat por esta joven, cuatrocientos-veinte años en términos del conteo del tiempo de la dimensión de los primitivos de donde venía ella. No, jamás dejaría que se fuera. Por lo menos, un Alto Rey necesitaba un heredero. Un Alto Rey por lo tanto necesita una Alta Reina. “Me humilla tu tristeza, mis corazones. De cierto, no es mi deseo ser la causa de tu dolor”. “Entonces deja que yo vuelva a casa”. “No puedo”. Ya está hecho. Tú portas el símbolo inquebrantable de mi juramento”. Cuando Kyra no contestó, Zor se puso en pie para marcharse. Era probable que fuera mejor que la dejara para que pensara que tal vez ella tendría que ajustarse a los cambios en su vida a su propia manera. “Podemos hablar luego, nee’ ka, porque entiendo que necesitas tiempo. Pero es mejor que entiendas esto”. Zor caminó al lado de la cama alzada y se sentó al lado de su Compañera Sagrada. Ella estaba acurrucada en un intento inconsciente de consolarse. El con delicadeza le alzó el mentón y le dio una mirada en los ojos plateados. “Es por tu bien que aceptes tu destino, pani, porque jamás permitiré que me dejes”. El dio un suspiro. “No digo esto para darte temor, sino porque quiero siempre la verdad entre nosotros”. Zor se inclinó y rozó sus labios con los de Kyra. Y también porque no podía resistir un último vistazo, él bajó la el parche de veshka a su barriga y le dio un vistazo a sus senos con deseos. Con lentitud y con reverencia, frotó sus senos con la yema de sus pulgares. Ojos azul resplandeciente y plateados se unieron. “Tú me pertences. Ahora y por siempre”. Después de un último beso en sus labios, él se puso de pie y fue a las puertas. Kyra lo miró mientras se alejaba, miraba en forma fija aún después de que Zor desapareciera por ellas. Ella apretó la el cuero de vesha y tiritó. Dando quejidos como un animal moribundo, volvió a desplomarse y lloró por la primera vez desde toda esta situación terrible y traumática empezó. Lloró por la pérdida de Geris, por su hermana Kara quien quizá regresaría sólo para ver que no estaba, ahora desaparecida sin un rastro. Muy adentro, Kyra se dio cuenta que Zor no le mentía. El sólo había declarado la realidad de su futuro. No había más Geris. No había más Kara. Kyra jamás volvería a ver La Tierra.

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¡Por amor a la diosa!, no me puedo imaginar porqué la Alta Reina desearía regresar a una tierra tan primitiva!” Dak frunció el seño en forma pensativa mientras miraba a su hermano beber su quinta porción de matpow. “Es casi asqueroso, ese lugar que llaman Tierra”. Zor dio un gruñido. El tiró la copa de vino de espíritus hacia abajo en la mesa, y entonces llamó para que se le fuera de la vista. “Yo estoy de acuerdo, mas es el lugar natal de mi nee’ ka. Ella tiene memorias de su vida ahí con mucho cariño. Las cejas de Dak se alzaron. Si alguna de sus memorias es de la bella joven de ónice, podría comprender porqué extrañaba el horrendo lugar. Aún, no era el memento de considerar sus apetitos lujuriosos. Su hermano necesitaba apoyo. “A ella se le pasará cuando se dé cuenta que no puede volver a esta tierra de primitivos, hermano. No pienses en ello hasta que a tu cabeza le dé el dolor”. ¿Quién dijo que a mi cabeza le dio el dolor”? Dak frotó sus sienes y cerró sus ojos. “Era tan sólo una adivinanza. Mi cerebro ya lo siente de hablar de todo esto”. Zor frunció el seño. El cruzó sus brazos grandes sobre su peche de igual tamaño y le frunció el ceño a su hermano. “A ti te da el dolor por tan sólo respirar”. Los ojos de Dak se abrieron. El dio un tremendo golpe con un gran puño con insolencia en la mesa. “¡No te me indignes que estoy tratando de servirte de ayuda”! “Lo sé”. Los ojos de Zor se cerraron con rápido, poniéndole un freno mental a su lengua mientras tanto. “Eres un hombre bueno, un buen rey, un buen hermano, Dak. No tenía el derecho de desquitarme los problemas en ti con crueles falsedades”. Dak asintió con la cabeza, apaciguado. En realidad, estaba más que apaciguado; él estaba tan sorprendido. Zor nunca se le había disculpado hasta ahora. “Te doy gracias por eso, hermano”. Incómodo con tal muestra de afecto de un guerrero que por lo normal no era sensible, él movió sus cejas y sonrió en forma abierta. “Ahora, ¿qué te parece echar un juego de tipo”? Zor resopló con seguridad. El estaba tan contento con el cambio de tema como su hermano. “Como dijo Papá alguna vez, un rey y sus créditos pronto partirán”. “¿Cuándo dijo eso”? Creo que después de una vez que partio del lugar para ir a los caseta de compras”. Kyra desvalijó por la buena cantidad de qi’ kas que Zor le había traído consigo desde Tryston como regalos matrimoniales para ella. Si no fuera por el hecho de el vestuario la dejaba toda desnuda, hubiera podido apreciar más las pelotitas satenosos muy suaves de de prendas que habían en tantos colores-colores que ningún ojo humano posiblemente jamás había visto. Los colores brillosos, transparentes y sin palabra para describirlos en lengua que ella conociera salvo en Trystonni. Kyra sostuvo el qi’ ka que Zor le pidió que se pusiera y lo estudió. El color al que más se acercaba que en forma fonética se le podía ocurrir de su propia dimensión para

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describirlo era negro. Y aún así, no lo era. Ella se sonrió a sí misma. Si alguna vez tuviera la dicha de enviar algún tipo de mensaje a casa, no tendría la menor idea de cómo haría para expresar las cosas que veía en este mundo. Kyra en breve debatió consigo sobre si sí o si no valía la pena desafiar a Zor y portar un qi’ ka de otro color. En fein, ella decidió contra ello, porque pensaba que sería mejor escoger sus batallas con cuidado. No era como si las otros qi’ kas brindaban mayor protección de los ojos vagos masculinos. Cada uno de esos trajes, hasta el último era obsceno como algo sin comparación. Kyra respiró profundo, entonces en su mente se resignó al hecho que le sería mejor que se le pasara la reticencia porque su pena no tenía efecto alguno en Zor. El no se había conmovido en lo más mínimo por su declaración de que ella quería portar ropa de su propia casa, en su propio estilo. “no”, le declaró, “No seré avergonzado ante mi gente por tal vestimenta aborrecible de plebeyos”. “Pero ¿porqué esta qi’ ka en particular”? ella le preguntó. “¿Porqué no la de azul plateado de ayer, en ese caso”? “Por tu piel de mucho valor”. Kyra movió su cabeza un poquito, sin comprender. “¿Mi piel tiene mucho valor”? “Sí”. “¿Porqué”? “Es raro en Trek Mi Q’an poseer una femenina con piel como la perla sekta. La qi’ ka oscura se ve bien con piel tan distinguida, mis corazones”. ¡Ah! Con que esta era la versión trystonni de lucir la compañera de uno. Raro que el color de la piel fuera un motivo de alabanza. “¡Olvídalo”! Ella había discutido con un movimiento de su mano, “¡No la voy a portar”! Zor se veía herido, pero él había cedido con inclinar su cabeza. “Porta lo que deseen tus corazones, nee’ ka”. Con eso dicho, él la dejó sola. Otra vez. Así que ahora Kyra estaba ante el espejo holográfico, y trataba de convencerse que no se veía cien por ciento escandalosa con qi’ ka de color como negro y que ella no se sonrojaba desde las raíces de su cabello de “color de fuego” en lo absoluto cabello-lo que fuera en el mundo que llegaba a la punta de los pies. Kyra tenía que sobreponerse a su vergüenza, quería aún sobreponerse. Había pasado la mayor parte de los últimos tres días abatida por el cuarto y sentirse muy presionada y que se aprovechaban de ella. Se le aliviaba. Ella quería salir de la maldita recámara. Fuera tan verdad como fuera que en verdad se le impusiera, no era contra la naturaleza de Kyra por lo menos no tratar de poner al mal tiempo buena cara. Es por eso que fue al retiro de meditación en primer lugar. Era cómico pero su tiempo con Geris ahora parecía haber sido en otra vida, cuando en realidad dejó su lado hacía apenas tres días.

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Ella parpadeó sus ojos rápida y en forma sucesiva para echar a un lado las lágrimas que podían derramarse cuando la imagen de del rostro de su mejor amiga viniera a su mente. Era hora de cobrar control de sí misma. Kyra analizó en breve su vestimenta en un espejo holográfico. Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta que las alhajas que brillaban en su collar matrimonial se veían… ¿tristes? Ella sacudió su cabeza para quitárselo de la mente. ¿Cómo podría un collar sentir emociones? ¿Cómo podría verse tan sombrío? Ah, bueno, ella podría averiguar esa partecita del misterio luego. Ella tenía hambre y quería comer antes de aterrizar en Tryston, que Zor le aseguró estaría a tres días terrestres. Tirándose encima unas sandalias que brillaban, Kyra se dirigió hacia las puertas.

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Capítulo 8 “¿No cenará la Alta Reina con nosotros esta salida de la luna”? Dak le hizo la pregunta a Zor mientras que recogió su cuchara-tenedor de cristal para comer con ello. El notó la tensión, la forma casi deprimida de andar del Alto Rey, pero nada dijo de ello. El sabía que su hermano se avergonzaría si él comentara del estado al que lo había llevado la Emperatriz. ¿Y porqué, en primer lugar, desearía Kyra tal cosa ¿ ¿No se daba cuenta del honor que se le había otorgado? ¿No entendía ella cuántos millares de femeninas de diversas especies habían caminado a la galaxia de guerreros para ver si ellas tendrían la suficiente fortuna de que sus destinos las proclamaran Alta Reina, la Compañera Sagrada del Emperador y Zor, el Alto Rey. Dak se aclaró la garganta. “Era natural que la jovencita estaba chalada. No creo que le importe participar esta noche en las cosas de esta tarde conmigo, hermano”. Zor se puso de pie para tomar la botella de matpow de la mesa alzada en el otro lado de la recámara, entonces anduvo de vuelta y se dejó caer en su asiento. Le era extraño a Dak que Zor no usó sus poderes, sino que lo hizo en forma física. Sólo un guerrero cuyos ánimos estaban deprimidos en exceso se hubiera dignado de tal tarea de poca importancia como esa. “¡Por la diosa”!, Zor le confió a su hermano con un gesto de movimiento de la cabeza, “se puede decir con confianza que mi nee’ ka me aborrece”. “Yo no creo que tanto. Estoy muy enojado contigo, sí, pero también, ¿aborrecerte? No”. Zor y Dak giraron su cabeza al unísono al sonido de la voz de neblina. Los ojos de Zor se abrieron, fosforescentes de aprobación con una emoción que él escogió sentirla mucho. En fin, era un guerrero. No era el tipo de persona que su corazón se extasiaría con tan sólo la vista de una joven, fuera o no Compañera Sagrada. En lo que Kyra se paseaba con tranquilidad más y más a vista de Zor, él se confesó que sus corazones estaban a punto de reventar de gozo. Su mujer vestía la qi’ ka oscura enjoyado de piedras brillantes caras. Ella tenía pulseras abrochadas a lo largo de ambos brazos. No sólo se veía más bella que él pudiera imaginarse, pero Kyra lo honraba al portarlo. Zor sabía que ella no se había dado cuenta de eso, pero el color del qi’ ka no sólo complementaba su piel rara, sino que también la proclamaba a todo Q’ana Tal, una mujer de la línea directa del Emperador y Alto Rey. No importaba que ella lo portara sin saber de su significado profundo; el hecho era que ella en verdad lo protaba.

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“Bienvenida, nee’ ka. Me honraría si te nos unieras”. Zor se puso de pie con rapidez, hizo un gesto para que se sentara en la silla a su lado. El paso de Kyra vaciló un momento de incredulidad cuando Zor con telequinesia le haló la silla para que se sentara en ella, entonces la empujó hacia la mesa con tirones distraídos de su muñeca. A ella se le había olvidado que él podía hacer cosas como esas. La razón de esa negligencia no se le iba de la mente- era probable que ella no se había querido acordar. Hacía a Zor tan diferente que ella. No que hubiera algo a lo que estuviera acostumbrada de toda esta situación. “Gracias”. “De nada”. Kyra le sonrió un poquito a su esposo cuando se dio cuenta cuán en realidad feliz lo había hecho al venir al comedor para comer con Dak y él. Sus ojos estaban fosforescentes de un color brillante, zul contento. Un brillante, ¿azul contento? El entendimiento pronto se le abrió. Kyra pronto miró hacia abajo a su collar matrimonial para confirmar sus sospechas. Efectivamente, la alhaja macabra se veía contenta ahora. De alguna manera, el collar sabía darle a entender los sentimientos de Zor. Un descubrimiento espantoso pero sin embargo, interesante. “Bueno”, preguntó Kyra, dando una sonrisa vacilante, “vamos a beber de esa bebida turquesa fosforescente esta noche”? Los ojos de Dak se dispararon de la vista vaga analizadora de sus senos. “¿Bebida turquesa”? Ella sintió con un movimiento de la cabeza, haciéndose la que no se dio cuenta de la dirección de dónde los ojos de su cuñado estuvieron clavados. “Esa bebida que me fue traída anoche”. Zor se rió entre dientes. “¿Se llama turquesa en tu dimensión”? Kyra coincidió con los ojos de Zor y le dio una sonrisa tentativa. “No tenemos bebidas como esa en la tierra. ¿Cómo se llama en Tryston”? “Matpow”. Ella sintió con la cabeza. “¿Me darían un poco por favor?” Zor nunca dejó que sus ojos se apartaran del rostro de su nee’ ka mientras él dio un golpe rápido con su muñeca y convocó la botella de matpow a que derramara un poco de su contenido en la copa de vino de Kyra. “Puedes beber todo lo que desees, mis corazones”. El carraspeó y se dio cuenta de una vez que sus palabras susurradas habían salido como las de un hombre enamorado. “Hay bastante matpow”, enmendó con una voz más oscura, un sonido varonil. De todas formas, a Dak no lo engañaba. Le dio una sonrisa en dirección de su hermano, guiñando un ojo a sabiendas cuando captó su ojo. Zor gruñó. “Llegaremos a Tryston lo antes posible”, dijo entre dientes. Mejor será que comamos”.

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Kyra asintió con la cabeza para mostrar su aprobación, entonces pasó las siguientes dos horas disfrutando la comida deliciosa que había preparado un algún tipo de aparato que cocinaba las comidas como la máquina de Los Supersónicos. Kyra trató de no sonrojarse cuando los dedos de Zor frotaban su pezón. Ella se recordaba a sí misma que así eran las cosas en Tryston, así que por lo tanto, nada por lo cual estar consciente de sí mismo. El sobar de Zor era sin pensamiento, en fin, como si fuera un gesto de afección que todos los guerreros le hacían a sus Compañeras Sagradas cuando estaban cerca de ellas, como el acariciarse los cachetes o aguantarse de la mano. Kyra logró convencerse de ese hecho estaba aclarado hasta el momento en que el brazo de Zor dejó el dorso del asiento y se ubicó en su pierna. Pronto, sus dedos hicieron un rastro de arriba a abajo en su muslo y bajo y dentro de la falda transparente de qi’ ka. Kyra comenzó a entender porqué el lado izquierdo de todas las faldas qi’ ka tenían una raja hasta el nudo. Era acceso fácil”. “¿En verdad crees que los insurrectos de Tron serán tan bobos de intentar derrocar a los guerreros que he puesto en sus colonias”? Kyra no podía creer con cuánta calma Zor le preguntó eso a Dak mientras que ella estaba sentada a su lado, deseando que los dedos de Zor no dejaran el poquito de rizo entre sus piernas y aventurar más abajo a- ¡Ay, santo cielo! “Sí hermano, Yo lo creo así. Son un puñado de ladrones odiosos, la pandilla”. Kyra escuchó la respuesta de Dak prestando poca atención. Su pulso se hacía ligero, sus pezones se le ensanchaban y endurecían. Ella sólo podía esperar que Zor dejara de frotar su clítoris antes de que llegara al clímax ahí mismo en el comedor. Ella trató de tirar su mano a un lado. El ni parpadeó. Entonces enviaré más guerreros”. Kyra sabía que se le dificultaba la respiración. Ella se dio cuenta con toda seguridad que sus ojos estaban vidriosos de la necesidad, nebulosos de de los nudos agudos de placer que se entretejían en su barriga. Su mirada fue rápido al rostro de Dak, esperando que su cuñado no tuviera idea de lo que Zor le hacía. Ella debió saberlo. Los hombres estaban enredados en sus argumentos políticos. Dak ni le había dado una mirada distraída. “No hay necesidad. Los guerreros que ya están en Tron pueden encargarse de la rebelión”. Zor asintió con un movimiento de su cabeza”. Kyra inhaló con agudez, a sabiendas de que se acercaba un orgasmo con rapidez y sin la menor idea de cómo alejarlo. Los dedos de Zor habían ido de dar frotes lentos a círculos vagos, y era suficiente para volver a cualquier mujer loca. Ella se preguntaba si gritarle lo detendría esta escena vergonzosa de que se desarrollara, pero lo dudaba. Además, sólo atraería la atención de Dak que no estaba en ella, hacia ella.

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Kyra podía oír la conversación de algún lugar lejano en su mente, pero le prestaba poca atención. Ella se venía. Ella sabía que ella se venía y que no había ni una cosa que ella podría hacer para prevenirlo”. Su placer llegó a ese punto inevitable en que ya no le importaba. Aún un poquito conciente de su ambiente, Kyra se mordió el labio para no gritar. La golpeó. Duro. Sin misericordia. El nudo en la barriga de Kyra se desató mientras que su clímax se desató por su cuerpo. Ella dio un grito suave, pero logró suprimir los deseos de gritar. Ella tragó saliva con fuerza, su respiración salía en jadeos. Ella no lo veía pero no lo creía. Ella rehusaba creerlo, pero era verdad. Ella acababa de venirse en un comedor con testigos y no menos. Mortificada, Kyra le dio una mirada a Dak para atestiguar su reacción. Sus ojos se abrieron. Nada. Eso le era hasta más difícil creer a Kyra. El hombre que aparentaba tan acostumbrado a que las mujeres tuvieran su clímax en el comedor que ni pensó que era algo digno de llamar su atención. Su cabeza dio vuelta rápido para fijarse en Zor. Igual. El hablaba con buenos ánimos con su hermano, sin prestarle la más mínima atención. ¡Santo cielo! Si esto daba a entender cómo sería la vida en Tryston, ella pensaba comer las comidas en su recámara a solas. Cada uno de ellas. Esto era más que vergonzante. Que la humillación era suya y de importancia de nadie más. Tryston sonaba como un lugar horrendo. Era la mansión de Playboy de Hugo Heffner a nivel planetario, quizá hasta galáctico. Bueno, Kyra pensó con fatalidad, quizá lo que este lugar necesitaba era una mujer que arreglara las cosas un poquito, que rehusara permitir que la sobaran en el comedor ante extraños. Entonces sus pensamientos dejaron de ser, mientras que Zor comenzó el proceso otra vez, y el calor en su barriga se amontonaba como fuego. En fin, muchos minutos después, y después de tres clímax terribles, Zor acariciaba los rizos en el empalme de sus muslos, como si alabara su cuerpo por reaccionar a su toque. Cansada y con vergonzosamente satisfecha, Kyra sólo asintió con su cabeza su complicidad cuando Zor sugirió que se retirara a la recámara para una siesta antes de que hiciera su aterrizaje el vehículo de gastroluz. “Necesitarás tus fuerzas, nee’ ka”, susurró Zor con provocación en el óvulo de su oído. “Nos uniremos a esta salida de la luna”. Con los ojos muy abiertos, Kyra alzó rápido la cabeza. Su mirada se encontró con la de su esposo. Enfurecida porque toda decisión, pero resignada al hecho que había poco que pudiera hacer sin desafiar una muerte horrenda, Kyra inclinó su cabeza con majestuosidad y se puso en pie, y se marchó. Fueron necesarios tres intentos para que Zor pudiera despertar a su Compañera Sagrada de su sueño, no obstante, un poco. Se rió entre sus dientes, él haló en forma

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juguetona en el montoncito de vello, esperando que se abrieran sus ojos. “Despierta lo antes, mis corazones. Kita piloteó el vehículo al área de aterrizaje. Descendemos aún ahora”. “Mishtaayll smska dkfrr” Kyra abrió sus ojos por el suficiente tiempo para balbucear una oración incoherente, entonces se viró sobre su barriga y continuó roncando. “Mis corazones? ¿Nee’ ka? Es hora de levantar, mi amor”. Zor frunció el seño, inseguro de qué hacer para despertar a Kyra. Su soñolencia era culpa suya, con seguridad. Hubiera sido mejor si no la hubiera llevado hasta su gozo de mujer la noche anterior, mas él pensó que sería prudente hacerla sensible a su toque. En fin, esta salida de la luna traería consigo la consumación, y ni un Alto Rey podía quebrantar la ley en un intento de darle más tiempo a su jovencita para acomodarse a su destino. Todos dentro del palacio esperarían ver las alhajas en el collar de Kyra completamente adaptado a él mañana. Le dio una nalgada en sus pompis muy bien redondas, Zor decidió dejar de entretener a su nee’ ka. El tiempo era imprescindible. Había mucho preparar para este día en camino a la ceremonia. “¡Ay! Chilló Kyra en lo que se acostó de espalda y le dio una mirada feroz a Zor. “¿Porqué me diste”? El gruñó. “He estado tratando de despertarte por muchos ratos, mujer. Ya estamos aquí. Es la tarde en Tryston”. La expresión de Kyra cambió de molesta a angustia en un abrir y cerrar de ojos. Su cabeza se alzó rápido “¿A-aquí”? Ella tragó saliva en forma brusca, y entonces lamió sus labios secos. “¿Tan pronto”? Zor estaba hipnotizado por el toque de la lengua de Kyra en su labio superior. El sacudió su cabeza para deshacerla de pensamientos lascivos. Habría suficiente tiempo para eso en esta salida de la luna. “Sí”. Poniéndose de pie, le extendió su mano a su Compañera Sagrada. “Ven pequeña. Dak y Kita nos esperan por las puertas de la bahía”. Kyra con torpeza se puso sobre sus rodillas y sacudió su cabeza haciendo seña de lo negativo. Ella le dio una mirada a su esposo de arriba a abajo, nada además de pantalones de cuero negro, él ahora portaba un aparato; algo como un chaleco negro. Si algo hacía, lo hacía más siniestro que lo que aparentaba mientras tenía el pecho desnudo, atrayendo la atención a sus gigantezcos brazos musculosos. “Por favor, Zor. No estoy lista. ¿No nos podemos quedar aquí un ratito más”? Zor dio un suspiro. Lo que le hacía el miedo natural a resolución no era bueno. No había más tiempo del que disponer. Mucho tenía que llevarse a cabo este día. Si hubiese, te lo daría, pani”. Le dijo con gentileza, “Pero no podemos quedarnos aquí”. Pani- se le ocurrió a Kyra que la palabra significaba “infantil” o “bebé”. Ella, pensativa, frunció el seño. “¿Porqué me llamaste Pani? Es la segunda vez que usas esa palabra. ¿Dices que me porto como un infante? Preguntó resuelta. 45

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Zor dio un gruñido. “Acaso a veces sí. Cuando Kyra inhaló insultada, él se rió entre dientes en forma suave. “Pero no, no te llamé pani porque te portes como un infante, sino porque eres una, en cuanto la edad”. “Tengo treinta-y-dos”, aclaró con razón. Ella extendió sus manos al frente con las palmas hacia el frente. “Lejos de ser niña, y menos un bebé”. Zor sonrió entretenido, y si Kyra no hubiera fallado su blanco, dignándose también. “Como dije, aún un bebé”. Ella arqueó una ceja. “¿Oh? ¿Y qué edad tienes tú”? “Cuarenta-y-dos años Yessat”. Kyra dijo sin creer. “Oh sí, cuarentaydós es tanto más mundano y sofisticado que treitaydós”. Ella puso sus ojos en blanco y fingió aburrimiento con un bostezo. “¡Vamos, Zor”!. Zor extendió su mano y acarició con afecto el crin del cabello de su nee’ ka. Molestaba a Kyra lo segura y amada que el gesto la hizo sentir. El bárbaro podía hacer todo menos anticipar todas sus necesidades. “Tienes treintaidós años, pani”, enfatizó la palabra- “a cambio, yo tengo cuarentaidós años Yessat, el estándar por la cual usan para medir el tiempo todas las galaxias de la séptima dimensión”. Hasta el aire de la recámara pareció detenerse cuando Kyra contempló esa pequeña información. Ella mordió su labio, entonces reacia le pidió más detalles. “¿Cuántos, eh…, cuántos años terrestres componen un año Yessat”? Zor coincidió con la mirada de su Compañera Sagrada. “Aproximadamente diez”. El labio inferior de Kyra tembló un poquito. Zor tenía un deseo ardiente de chuparlo. “Entonces eso quiere decir que tu…” “Cuatrocientos-vente años terrestres”. “Ya veo”. “Ya veo”. ¡Santo cielo! Cuatrocientos-veinte! En verdad ella era infantil comparada con él. ¡Era robar de la cuna! “Eso es increíble, confesó sin respiración, momentáneamente se le olvidó su temor de ver a Tryston. “¿Cuánto tiempo viven aproximadamente los tristonnis”? Zor se rascó la barbilla. Porqué solía hacer eso, Kyra no tenía la menor idea. El hombre siempre estaba muy bien afeitado. “Además doscientos-y-cincuenta años Yessat, y algunas veces tanto como trescientos”. Kyra sacó la cuenta, calculando los números en su mente. Su abrió su boca de asombro. “¿De dos mil-quinientos tres mil años terrestres? ¡Santo cielo! ¡Estarás vivo y coleando miles de años después que yo haya muerto! Zor la miró como si se hubiera vuelto loca. El meneó su cabeza. “No, mis corazones, “no es cierto”. Kyra le preguntó con una mirada fija, pero nada dijo. “Envejecerás como una trystonni cuando nos unamos”. Ella dio un suspiro. “¿En serio”?

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“Sí”. Zor frunció el seño con un mal pensamiento que se le ocurrió. El apuntaba un dedo acusador al aire. En fin, él no podía imaginarse a alguien tan interesado en el fenómeno tan conocido a través de las galaxias. “Tú sólo entretienes para atrasar el tiempo con este hablar. Debemos partir de inmediato”. El movió su muñeca hacia el enorme vestuario y con telequinesia llamó la qi’ ka oscura de su Compañera Sagrada. Cuando llegó a la cama, él cruzó sus brazos sobre su pecho encajado y le dio una mirada a Kyra que no dio discusión. “Vístete de una vez, pequeña. Muchos de los reyes menores y sus nee’ kas estarán ahí para saludar a su Emperatriz y Alta Reina”. Kyra, quien no se había dado cuenta que estaba desnuda hasta entonces, cruzó también los brazos. “¿Cuándo me quitaste la ropa”? chilló ella. “Al llegar a la recámara”. Zor gruñó, sin ofrecer disculpa. “Te lo he dicho ya, pero es aparente que no me atendiste en ese momento, así que será mejor que me escuches ahora: mientras estamos a solas, jamás me insultarás al portar vestimenta”. “El movió su mano por el aire en un gesto de dominio. “Por la santa ley, tengo el derecho ver lo que me pertenece a la hora que yo guste”. Enfurecida y rabiosa, el rostro de Kyra parecía manchada de rojo y los sus ánimos enfurecidos en forma cómica. “¡Oooooh”! Ella apretó sus dientes y puso la mejilla fija. Zor apenas se rió, pensando que su nee’ ka era la más hermosa de las esposas pani. Permitiendo sus payasadas con un risa entre dientes y con un movimiento de la mano, hizo que la qi’ ka se pusiera en el cuerpo de Kyra. Kyra inhaló profundo, entonces inhaló profundo otra vez cuando fuerzas invisibles la movieron de la cama alzada y la mandaron a los brazos de Zor. “¡Coño”! Zor no le prestó atención. “Ahora”, su esposo la regañó en la manera más condescendiente en un tono que sugería “seamos razonables”, “¿caminarás a nuestra caminata o debo llevarte”? “Me parece que caminarcaminata o debo llevarte”? “Me parece que caminaré”. Kyra subió su mentón a un ángulo de terquedad. “Como he dicho ya, no soy un infante”. Cuando Zor se rió entre dientes, ella le dio una mirada furiosa, cerrándole los ojos un poco, con desafío. ¿Estás listo o no”? Zor bajó a su esposa a tierra, se inclinó burlescamente. “Por supuesto, nee’ ka, vamos. Te espera tu palacio”.

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Capítulo 9 Mientras se abrían las puertas de la bahía y Zor entrelazaba sus dedos con los suyos, Kyra distraídamente se dio cuenta que había habían guerreros alineados a ambos lados del camino enjoyado con increíbles cristales rojos que conducían al área de aterrizaje a algún tipo de carruaje vistoso en lo lejos del camino. El primer pensamiento de Kyra fue que ella nunca había visto tantos hombres enormes en toda su vida. Ella se sentía como Thumbalina [caricatura de una película del tamaño de un dedo] Su segundo pensamiento fue que, de día, todos estos bárbaros sin duda podían ver lo que estaba tras la qi’ ka sin esfuerzo. Por fortuna, ese pensamiento horrífico fue reemplazado con rapidez por un tercer-Kita que debía estar muy cercano porque había un olor como si alguien se hubiera tirado uno. Kyra aguantaba su respiración y echó un vistazo a Zor para ver si olía la peste también. Aunque su esposo permanecía calmado por fuera y sin emoción, le dio una satisfacción desalentadora darse cuenta que lo blanco de sus ojos estaba rojo ardiente, dándole un contraste espeluznante con las órbitas de sus ojos fosforescentes. Por ende, había desarrollado un tic terrible en su cachete. ¡Bien! Mientras el olor fétido cedía, Kyra le puso atención otra vez a los hombres perfectamente alineados que esperaban abajo. Todos estos guerreros eran casi del mismo color, estatura, y musculatura. Todos portaban pantalones como de cuero y vestimenta como un chaleco, aunque los colores eran distintos a los de Zor y Dak. Kyra se acordó que Dak mencionó durante la cena que los colores tenían mucho significado en Tryston. Sólo la Jefa Sacerdotisa de los trystonni, tanto como esos de la línea sanguínea del Alto Rey podían vestir el color como negro que tenía su qi’ ka. Dak, por ejemplo, tenía derecho de vestirse de negro, pero al final del camino cuando se casara y tuviera un hijo, su hijo, cuando comenzara su propia familia, no podría. Los hijos de sus hijos portarían el color blanco, el emblema de los reyes menores no directamente de la línea de sucesión del Emperador. Dak, aún después de que tomara una esposa, podría escoger portar negro o blanco, como podría su Compañera Sagrada. Un poco confuso, pero Kyra le entendía lo esencial. Dak también la había informado que como Emperatriz y Alta Reina, era el deber de Kyra portar “la noche”- su término translatorial del color como negro a todas las funciones reales, pero también se le ocurrió lucir en forma intercambiada los colores de varias otros clanes. ¡Como sea!

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Cansada de estar en pie en el área de aterrizaje como una modelo de ropa íntima en exhibición, Kyra apretó la mano de Zor, transmitiéndole su deseo de que todo esto acabara y empezar a seguir. El dio un gruñido, pero no hizo ni un movimiento para irse. Con un carraspeo de pompa, ella se rindió. El ahora no le prestaba atención de todas formas. Todo su enfoque estaba en los guerreros reunidos en ambos lados del camino rojo cristalino. Ahogando el deseo de enterrar sus uñas en la palma de la mano de Zor- no que el gigante lo hubiera sentido o le hubiera importado- Kyra esperó con una quietud extraña hasta que al fin su esposo rompió el silencio. Alzando la unión del apretón de sus manos, Zor gritó su decreto. “Les presento a Kyra Q’ana Tal. La Alta Reina de Tryston y Emperatriz de Trek Mi Q’an”. Con todos los guerreros presentes, y tenía que haber cien o más, inclinados en una rodilla como respeto a su estación. Kyra mordió su labio, insegura de si se esperaba que ella se inclinara a ellos, o hacerles algún gesto con la cabeza o algo. Bueno. Si se suponía que ella se inclinara, entonces Zor le hubiera dicho, se auto-aseguró como defensa. Se le ocurrió a Kyra que agacharse sobre una rodilla pondría a estos guerreros a la altura de su mirada. De hecho, la parte superior de su cabeza a penas llegaba a la parte superior del abdomen de Zor cuando estaba a toda su estatura. ¡La parte superior de su cabeza! ¡Santo cielo! Todo a la misma vez, Kyra se sintió abrumada por los acontecimientos de los últimos díasser secuestrada,ser casadasin su saber, llegar al clímax en el comedor-era demasiado. Ella se quería ir a casa. Ella deseaba la normalidad de manipular números y fruncirles el seño a los agentes de Renta Interna. Sin embargo, ella se conformaría por simplemente ir al palacio y encerrarse tras puertas cerradas. Entonces de repente el grupo se movía, Kyra y Zor encabezaban, Dak y Kita ocupaban el área trasera. Hablando de traseros, Kyra tuvo una extraño presentimiento de que su cuñado abominable le estaba viendo el suyo, obteniendo una buena mirada desde su punto de vista, sin lugar a duda. Echando un vistazo por su hombro, le dio una mirada que despedía puñales cuando confirmó su sospecha. Dak tan sólo sonrió en forma abierta, con un guiño de un ojo sin arrepentirse. Kyra dio un suspiro. El hombre era descarado como el diablo, pero era difícil quedarse enojada con él. Cambió la atención al camino rojo cristalino ante ella, Kyra estaba avergonzada al descubrir que todos los guerreros se la comían con la vista como lo había hecho Dak. Ella había pensado que todos serían inmaduros al ver mujeres ligeramente vestidas. “¿Porqué permites que me vean así”? Ella le susurró a Zor. “¿Cómo”? Zor fue desconcertado por el dolor transmitido por el collar de Kyra. “Todos los guerreros sin aparearse observan una mujer deseable así. Debieras estar contenta, ya que dice mucho de tu belleza”. “No estoy contenta”, susurró Kyra en forma lacónica, su rostro enfurecido con vergüenza. “Estoy avergonzada”.

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Fue como un golpe a Zor la diferencia de la manera en que fue criada su Compañera Sagrada y las mujeres libres que conocía. Aunque se dio cuenta de que los pensamientos lascivos de guerreros sin aparear jamás amainarían, Zor de repente tuvo el deseo irrefrenable de impedir su el mayor enojo de su mujer. Kyra se acostumbraría con el tiempo. Por ahora, él no podía hacer otra cosa para facilitárselo… poco a poco. Al apresurar el paso de las partes reales, Zor apretó la mano de su Compañera Sagrada para expresarle su respeto a sus sentimientos. Kyra le dio una mirada de agradecimiento, dándole apoyo a su determinación de llevarlos a al paseo de Q’ana Tal cuanto antes. En verdad, ahora que Zor estaba apareado, ya no le importaba la lascivia de otros guerreros por su nee’ ka tanto como a su nee’ ka, el deseo de ser lujuriada por ellos. Su cuerpecito era suyo, hecho para su placer sólo. Aún, Zor sabía por sus propios cuarentay-dos años Yessat cuán lujuriosos algunos de los trystonnis eran antes de aparearse. El trató de no sentirse ofendido mientras era testigo del examen sin ocultar de tantos ojos a su esposa. Los músculos de Zor se pusieron tensos con una ola de territorialismo. El podía sentir las miradas de sus guerreros que observaban cada detalle del cuerpo de su mujer. Desde las alhajas brillantes incrustadas en las sandalias de Kyra, a la falda con el tajo que revelaba la piel cremosa como de perla sekta de su pierna izquierda, hasta la cadera y el mechón de vello rizado color de fuego que cubrían sus lomitas, hasta lo regordete de sus senos grandes y sus pezones sobresalientes… Zor sintió todas las miradas y se sorprendió al descubrir que su inclinación era arrebatar a Kyra y encerrarla en su recámara donde nadie salvo las kefas esclavas podrían ver sus encantos. En el pasado, los guerreros apareados habían declarado que él un día sentiría una fuerte impulso irrefrenable, que era natural antes de asegurar a una mujer mediante la unión y, quizá aún después. Zor se había reído, afirmando que ninguna joven podría hacerlo sentir tanto por ella. ¡Cuán equivocado estaba! Después de lo que le pareció a Zor una interminable oración en las llamas del infierno de Nukala-el conocido solsticio invernal hogar de Aparna, la oscura diosa omnipotente de la guerra y el placer-la fiesta real por fin apeada en el camino de Q’ana Tal. Dando un suspiro de alivio, Zor le dio una palmada a Kyra con afecto en el las pompas, y entonces la sentó a su lado en el asiento del frente del carruaje de cristal dorado. Dak y Kita tomaron los asientos atrás de ellos. Kyra le echó un vistazo que decía cantidad, sus labios se enrollaron mostrando desaprobación de su comportamiento patentado. El tan sólo se rió entre dientes. “Partamos”. “A dónde- ¡oh!, ¡santo cielo”! Kyra dio un suspiro mientras que el carruaje recargado salió flotando por el aire. De repente, se estaba divirtiendo demasiado para quedarse enojada con su esposo. Hasta el hecho de que su gran brazo con venas como sogas la cubrían por los hombros, que lo permitía sobar sus senos para su placer, estaban perdidos sobre ella. “Zor, ¡esto es maravilloso”!

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Zor dio un gruñido con satisfacción, complacido sobremanera que su nee’ ka aprobaba el vehículo que le había comprado como un regalo de apareamiento antes de ir a reclamarla. Esta era la primera vez que lo había visto. Tenía que admitir que el carruaje descapotable bien valía los ochenta mil créditos que el artesano de cristal había exigido como pago sin otra razón, sino ver la mirada gozosa impregnada en cada detalle del rostro de su esposa pani. “Lo adquirí para ti, mis corazones. Este camino es Q’ana Tal y por ende tuyo para hacer como gustes”. El rostro de Kyra brillaba como un rayo de luz. Se le ocurrió a Zor que nunca un vistazo le había quitado tanto el aliento hasta ese momento. Su placer era más hermoso que las fases de la luna, un fenómeno de los astros que ocurre sólo una vez cada diez años Yessat. Durante los cambios de fases de la luna, los cielos se convierten en noche y cada una de las diecisiete lunas son visibles desde Sand City [Ciudad de Arena] por cuatro días sucesivos. Siempre era un tiempo de gran banquete y jarana para los trystonnis, porque el cambio de fases de la luna es lo que renueva los poderes metafísicos de las arenas místicas. Sí, ella era aún más hermosa que eso. Kyra simplemente no podía creer lo que veían sus ojos. Tryston era precioso, en una forma abrumadora. Los colores aquí tenían tanta vida y como alhajas. Hasta el mismo aire que los rodeaba parecía brillar con pedazos de oro. Ella miró en forma detenida hacia abajo desde los confines del carruaje flotante y observó desde abajo. Ahora que estaban bastante sobre lo que Zor dijo ayer que se llamaba Sand City, ella pudo observarlo todo con perspectiva. Parecía haber un centro mercantil grande en el centro de la misma ciudad, donde aún ahora ella podía ver a la gente que negociaban por sus mercancías. Alrededor del mercado, donde lo que debían ser casas-miles de casas en fila tras fila, todas centradas en tal manera que circulan el área de comercio principal. Y cada estructura, ya sea un mercado o una residencia propia, eran hechas de cristal de todos los colores inimaginables del arco iris y más. Kyra estudió las calles, y entonces miró con asombro. “¡Zor! ¿Son las calzadas pavimentadas con oro”? No, mi amor, todas las calzadas, salvo una de cristal rojo que conduce a nuestro palacio son hechas de trelli, que se compone de arena trystonni”. “¿Arena”? Los ojos de Kyra se abrieron más de incredulidad. “Pero brilla como el oro”. “No es como la arena de tu tierra, hermana”, le contestó Dak desde atrás de ellos, “Las arenas trystonnis son distintas”. Kita dijo algunas palabras con sonidos de clic, que hizo que Kyra diera un suspiro. “¿En serio? ¡Es increíble! ¿Las arenas curan”? “Sí”, confirmó Zor con orgullo. “Tienen muchas propiedades especiales, que es la razón por que nuestra sacerdotisa elaboró hechizos para encantarla y nuestros guerreros la cuidan con cuidado de los extranjeros”. 51

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Los ojos de Kyra se abrieron más, sobrecogida mientras que el carruaje se fue al centro mercantil y hacia una serie de dunas de arena brillaban con oro real. Había un camino rojo de cristal que llevaba a esas dunas, así que sabía que se estaban acercando al palacio. A Kyra no le importó que era probable que ella parecía una niña deseosa en la víspera del día de los Reyes Magos- este viaje era muy demasiado emocionante. El saber que era probable ella era la única de la Tierra que fuera testigo de eso sólo le añadía más a su estado de atolondramiento. “¿Cómo se llama nuestro hogar”?, preguntó retorciéndose con resistencia en su asiento mientras que giraba su cabeza de atrás hacia delante, sin que se le fuera nada y observando todo. Los corazones de Zor latían en su pecho con fuerza de placer. Su pequeña lo había llamado “nuestro hogar” Sin duda, ella no se dio cuenta de las palabras que usó, pero no importaba. “Se llama Palacio de las Dunas”. “Palacio de las Dunas” dijo ella con un murmullo. El vehículo subió otros setenta y cinco pies hacia arriba, y se preparaba para pasarle por encima a la cúspide de una duna montañosa que parecía tener cincuenta o más guardias en sus puestos por el pie de ella. El brillo en el aire que los rodeaba se hizo más denso. “¿Qué cuidan esos guardias”? Preguntó Kyra mientras apuntaba al pie de la duna brillosa. “La única entrada que se puede pasar que lleva al palacio”, contestó Zor. “Hay un túnel esculpido en el corazón de la duna que los trystonnis pueden pasar cuando se les otorgue permiso para entrar”. Kyra, pensativa cerró sus ojos. “Pero si un enemigo quisiera infiltrarse en el castillo, ¿no podrían simplemente volar sobre el camino como nosotros ahora”? “No”, contestó Dak desde el asiento trasero. “La estructura de tu camino fue hechizado por la misma Jefa Sacerdotisa, Kyra, y eso permite que este carruaje pase ileso por el hemisferio. Ningún hombre o mujer con vida puede hacerle frente a los poderes de La Santa. Si una embarcación enemiga se acercaba a cien yardas de la duna por la que ahora pasamos, el mismo aire que nos rodea lo esfumaría en un instante”. Kyra dio un suspiro de asombro y ni un asombro mientras estudiaba el aire denso con brillo que se hizo más espeso en la cúspide de las dunas montañosas que separan el palacio del resto de Sand City. “que he visto! ¡Eso es lo más chévere que he oído! ¡Ni jamás vi algo como eso en Star Trek en casa”! Zor se rió entre dientes con ironía. El se dio vuelta y le guiñó un ojo a su hermano. “joven sedienta de sangre, mi nee’ ka”. Cuando Dak se rió, Kyra les dio una mirada de poca paciencia. “Ambos tienen que admitir, ¡esto es muy chévere!”. “Sí, nee’ ka. Lo que tú digas, mis corazones”. Kyra le frunció el seño al tono condescendiente de Zor. Cuando la risa de Dak se hizo más fuerte a costa suya, ella se lo agradeció con el dedo mayor sin ni dar vuelta.

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Era aparente que el símbolo no era universal, pero su cuñado lujurioso lo pensó entretenido en lugar de molestoso. Ella quiso que lo molestara. Zor haló la mano de Kyra hacia abajo y la beso con dulzura. Trataba de parecer sereno, él la amonestó por exhibir tal gesto grosero. “Una emperatriz no hace cosas como esa, pani. Harás que las esposas de los altos señores se desconcierten rebelen si haces eso en se presencia mientras estamos en la corte”. Zor movió su mano con un gesto desdeñoso. “Esto se te enseñará por las mujeres nobles con quienes te harás amiga, o acaso la nee’ ka de mi hermano Rem si vienen a visitar. Rem es el hermano menor que Kil, Dak y yo”, le explicó, “y es rey de Sypar, una de las lunas menores de Tryston”. Kyra se rió entre dientes. Su cabeza revoloteaba de diversión e incredulidad. “Res es un nombre semi-normal, supongo, pero ¿cómo dijiste que se llama el otro”? “Kil”. [se pronuncia igual que “matar” en inglés] “¿En verdad tienes un hermano que se llama Kil”? ¡Santo cielo! Espero no sea tan feroz como suena”. “Lo es, sino peor”. No había diversión en la confesión de Zor, sólo lo que pareció un susurro como de remordimiento y mucha culpabilidad por lo que era su hermano. La mirada en su rostro hacía que el corazón de Kyra se hiciera contrito- una condición empática en que decidió no pensar. Ella carraspeó y apuntó hacia fuera del vehículo, esperando cambiar de tema. “Parece que la niebla encantada está pasando”. La yema del dedo pulgar de Zor continuó su movimiento de frotación en el excitado pezón de Kyra, que sin palabra le decía que sus ánimos se habían restaurado. Era extraño que le importara. “Sí. Casi pasamos la barrera que la Jefa Sacerdotisa irguió. Del otro lado está el Palacio de Las Dunas”. Sin si quiera pensarlo, la mano de Kyra agarró la rodilla de Zor por expectación. El dio una sonrisa en su cabello, y le dio un beso suave en la cabeza de color de fuego. Completamente excitado, Zor inhaló en forma profunda, porque sabía que no era el tiempo de la lujuria. “Casi estamos llegamos, nee’ ka”. Kyra inhaló profundo un hálito de aire cuando el Palacio de Las Dunas se avecinó. Jamás había visto algo tan maravilloso como esto. Acurrucada en un claustro de enormes dunas de arena dorada, había un gigantesco castillo hecho de cristal negro que brilla. El brillo de tan sólo la estructura era suficiente para hacer que se le abra la boca a cualquiera. Las torrecillas que sobresalían hechas de joyas de colores que exaltaba la intensidad del efecto. El palacio era magnífico. “¡Dios mío!”, Kyra susurró sin aliento, “Jamás he visto algo parecido”. Zor asintió con un movimiento de la cabeza con lentitud en acuerdo, mientras miraba el palacio por los ojos de su esposa pani en lugar de por sus propios ojos de un hombre que había morado dentro del perímetro del castillo todos los años de su vida. “¿Lo crees digno de ti”?

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Las cejas de Kyra se subieron como un disparo de sorpresa. “¿Digno de mí”? Ella sacudió su cabeza. “Yo no soy digna de ello”, balbuceó. Zor se sintió de inmediato humillado por sus palabras. El no estaba de acuerdo con Kyra, por supuesto, pero complacido porque ella pensara que el palacio era una belleza. La nee’ ka de Rem siempre había considerado espeluznante, siempre agradecida estaba ella de irse de él y retirarse a su propio castillo en Sypar. El agarre de Zor en Kyra se apretó en forma considerable. Acercándosela, su mano derecha continuó frotando su pezón, mientras que su mano izquierda serpenteaba hacia arriba en su pierna y desapareció bajo la falda de su qi’ ka. Está contenta que yo soy lo que tú gustas”. El rostro de Kyra se sonrojó completamente. Ella estaba a punto de pedirle que parara, y entonces decidió el contrario. Ella no quería llamar la atención a lo que Zor hacía- ella preferiría esperar y tener esa conversación a solas. Cuando Kyra se dio cuenta que él no la iba a obligarla a ir a su clímax, sus nervios alterados se calmaron otra vez. La mano de Zor se quedaba quieta, y acariciaba sus rizos con distracción, pero sin irse más lejos. Ella decidió guardar su aliento para cuando importara. Ella sacó eso de su mente y enfocó su mente en el palacio que estaba adelante. Casi estaban ahí. Ella no sabía cómo y tampoco comprendía porqué, pero de repente, ella se dio cuenta que jamás tendría permiso de salir de este lugar. Le gustara o no, ella miraba su nuevo hogar permanente en forma estúpida.

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Capítulo 10 La jefa sacerdotisa fue la primera en darle la bienvenida a Kyra y a Zor al llegar. Otros estaban amontonados ahí, llenándose los ojos con la pequeña Alta Reina, pero ni una palabra dijeron. Todos se daban cuenta que era el derecho de La Santa hablarle a ella primero. Hasta Zor le defirió, y le ofreció la mano de Kyra a la mística más exaltada. Dirigió a la nueva Emperatriz y Alta Reina, alejándola de su Compañero Sagrado por un corredor tallado de cristal verde, y la Jefa Sacerdotisa entrelazó su mano con la de Kyra y la llevó a una cámara de cristal azul, donde las mujeres podrían hablar con confianza. Kyra se maravilló por la cámara que la rodeaba. La cámara despedía un azul encantador fosforescente que se podía apreciar, pero que no hacía doler los ojos. Más adentro de la cámara, matas altas como árboles de morado que brillaba rodeaba lo que aparentaba tener una estructura de piscina con curvas, con agua plateada que brillaba. “¿Tomaremos parte en el baño ceremonial”? Kyra movió su cabeza con rapidez para prestar atención, habiéndosele olvidado por un momento que no estaba sola. Ella se dio vuelta para estudiar a la Jefa Sacerdotisa quien aún ahora se desvestía de su qi’ ka oscura. Kyra no estaba segura de lo que ella esperaba –quizá alguien que luciera mayor y más omnipotente- pero una rubia bronceada, como estatua con senos grandes regordetes, con pezones rosados sobresalientes y, el trasero más lindo que Kyra jamás había visto, no lo era con seguridad. Como si leyera sus pensamientos, la Jefa Sacerdotisa sonrió en forma abierta, su risa vibrante entre dientes que resonaban a lo largo de la cámara de cristal azul. La mujer podría hacerle competencia y ganarle a Pámela Sue Anderson. “Ven”, sonrió, “tomemos el baño ceremonial juntas y yo intentaré contestar sus preguntas”. Kyra asintió con un movimiento de la cabeza con lentitud. “Está bien”. Un poco avergonzada de estar completamente desnuda en la presencia de persona alguna, aunque fuera de otra mujer, ella tomó su tiempo en desvestirse. La Jefa Sacerdotisa esperó con paciencia, y le dio tiempo para que se acostumbrara a la situación. Después de un corto lapso, ella estaba desnuda y seguía a la mística a las aguas plateadas. “Yo me llamo Ari”, anunció la Jefa Sacerdotisa por encima de su hombro. Entonces ella tomó asiento en la blanda piedra como alhaja dentro del agua. “Me honraría si me llamaras por mi nombre de pila. ¿Te puedo llamar Kyra, mi Alta Reina”? “Sí, por supuesto”. Kyra se colocó en la piedra adyacente a la de Ari, y se dio cuenta con cierta cantidad de timidez que las aguas tranquilas llegaban sólo hasta la altura de

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la cintura, dejando expuestos ambos pares de senos a la vista de los demás. Ella inhaló profundo y trató de no parecer mortificada. “¿Qué jabón usamos aquí”? Ari sonrió entre dientes, lo que causó que Kyra se imaginara, no por primera vez, ¿exactamente qué edad la preciosa Jefa Sacerdotisa era. La mujer poderosa tenía el cuerpo firme de una de dieciocho años, pero Kyra dudaba que cualquiera que pudiera encantar arena, predecir el futuro, y hechizar pudiera ser tan joven. “Tienes razón. Yo tengo cien años Yessat”. Kyra dio un suspiro. Sus ojos se abrieron redondos que la delataban. “Pero ¿cómo”? “Yo puedo leer tus pensamientos”. Ari sonrió en forma abierta. “No te preocupes por eso. Cuando nos vayamos de esta cámara y saquemos nuestros temores, yo no me voy a meter en tu mente otra vez. Ahora lo hice sólo para que luego no dudaras de mis habilidades”. Kyra resopló, cosa que no es de emperatrices. “Como si eso pudiera suceder”. Ari se rió en voz baja entre dientes. Se le ocurrió a Kyra que el sonido de su risa era encantador como lo era su cuerpo. “Gracias”. Kyra, avergonzada se mordió el labio y se viró su cabeza hacia su lado. De inmediato, contrita, Ari extendió su mano y le acarició la melena de cabello de fuego. “Está bien” Nosotros no cohibimos placer en Tryston como tú en tu planeta. Ni las mujeres aquí se avergüenzan de exhibir sus encantos”. Así lo he notado. “Ah. Entonces te diste cuenta de las nee’ kas de los reyes menores y los altos señores juntos por ahí, ¿no es cierto? Kyra frunció el seño al pensar. Ella se acordaba específicamente de una mujer. La de cabello castaño y cuerpo pequeño que portaba una qi’ ka blanca, completamente transparente, que le pasó por el lado en camino a la recámara azul que para nada parecía avergonzarse de ser exhibida. Ella había gozado de la atención de los guerreros lujuriosos, y hasta se deleitaba por eso. Kyra la envidiaba, si por nada más, su habilidad de no tener cohibiciones. “Sí, me di cuenta. ¿Porqué están aquí”? Esperan que termines tu baño para que puedan cenar contigo a la salida de esta luna en el banquete de consumación”. Le vino un tic en la quijada de Kyra. “¿B-banquete de c-consumación”? No esperan que tenga sexo con Zor ante ellos, ¿cierto? “¡Por las arenas, no”! Ari echó su cabeza hacia atrás y se rió. Cuando menguó un poco su diversión, sacudió su cabeza y sonrió entre dientes. Un hoyuelo le salió. “Sólo yo seré testigo de la unión”. Kyra trajo su mano a su frente con una palmada. “¿Tú tienes que verlo”? ¡Santo cielo”! Ari tomó su mano y se dio un apretón tranquilizador. “Estará bien, Kyra. Créeme, me querrás ahí en el primer apareamiento”.

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“¿Sí? ¿Para qué”? Ella preguntó aprensivamente. Una imagen del miembro viril de Zor que la partía por la mitad reventó en su mente. Ari trató con desespero no reírse, porque parecía que era todo lo que había hecho desde conocer a la Alta Reina. Ari se mordió el labio y movió su cabeza. “No serás partida en pedazos, amiga, pero para las vírgenes, el brechar puede ser difícil. Yo me iré de inmediato cuando el miembro viril del Alto Rey esté completamente incrustado en tu canal”. “Pero no soy virgen”. “¿Te has apareado con un guerrero trystonni”? “No”. Ari movió su mano en forma distraída. “Eres una virgen”. “¡Santo cielo”! Kyra sintió que se desmayaba. Ella cruzó sus brazos sobre sus senos como para protegerse, y ella se estremeció. “Lo tienen tan grande los guerreros”? Ari pasó su lengua por sus labios como si recordara un trocito que hubiera satisfecho en algún momento en el pasado. “Sí”. El único sonido de Kyra fue uno de gárgaras y de estrangulación. Ari se rió entre dientes otra vez. Ella no podía aguantarse de que le gustara la nueva divertida Alta Reina. “Ahora, para contestar tu pregunta anterior…” Kyra frunció su nariz. Sonrió por primera vez y, sacudió su cabeza. “Perdóname, pero estoy tan sobrecogida de emoción que no tengo la menor idea de qué pregunta hice”. Está bien. Tú me preguntaste qué clase de jabón usamos”. “Ah, sí. ¿Qué clase de jabón es”? Ari señaló las aguas frescas invitantes en que las mujeres estaban sumergidas hasta la mitad. “La sacerdotisa menor de Sand City han encantado las instalaciones de baño dentro del Palacio de las Dunas. Una sustancia de limpieza en las aguas, que lava las impurezas ahora, mientras hablamos”. “Eso es tan chévere”. Kyra ahuecó sus manos bajo el líquido plateado y entonces hizo que el agua salpicara el agua fresca en sus senos. “¿Ni siquiera necesitamos esponjas?” Ari encogió sus hombros. “No, pero nosotros seremos lavadas mejor en un momento. Esclavas Kefa llegarán cuanto antes para hacerlo”. “¿Es-esclavas”? Kyra, ofendida puso sus manos en sus caderas. “¡Eso es deplorable”! “No, en lo absoluto”. “¿Cómo puedes decir eso”? Ari sonrió. Ella estaba agradecida de que a diferencia de todas las otras personas en Sand City, varones y hembras, Kyra no se dirigía a ella con niñería, temiendo que la convirtieran en una titzy. “No son seres que piensan, Las Kefas sólo encantadas”.

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Al ver la ceja arrugada de la Alta Reina, la Jefa Sacerdotisa trató de explicar. “Yo leo tus pensamientos y veo el pasado de tu planeta en ellos. Hacer de una Kefa una esclava no es como hacer un esclavo humano de una raza distinta”. Ella hizo un gesto distraído. “Es como hacer de una máquina, un esclavo”. Kyra se mordió el labio. “¿Entonces son máquinas”? “Sí, pero no en la manera en que piensas. No son partes mecánicas poseídas”. Ari dio un suspiro, insegura por la primera vez en mil años terrestres de cómo explicarle sus palabras. “Kefas son hechas de arena de colores que se encuentran en las tierras fronterizas. Ellas han sido encantadas por sacerdotisas, creadas con el único fin de dar placer. Ellas no piensan, no sienten, no tienen emociones. Sólo hacen según se les instruye. Una ameba en tu tierra tendría un mayor proceso de pensar”. Kyra dejó que eso pasara. “¿Y Zor tiene muchas de estas mujeres encantadas?” “Más de trescientas”. “Entiendo”. Sus hombros se bajaron un poquito. Pensar que Zor tenía sexo con mujeres irreales no la debía molestar, pero la molestaba. Y entonces, cuando seis esclavas Kefas desnudas entraron en la cámara de cristal azul y se le unieron en las aguas, Kyra decidió que la molestaba muchísimo. Quizás no pensaban, pero estas mujeres encantadas eran preciosas. Las esclavas tenían cuerpos que brillaban del color que quisieran. De pie en las aguas con ellas dos mujeres hechas de amarillo que brillaba, dos hechas de rojo que brillaba, una hecha de un color lila que brilla y la última de un azul parpadeante. Todas eran preciosas. Todas pechugonas. Y todas las sacerdotisas se parecían a Pámela Sue Anderson. Esto definitivamente era el sueño de Hugh Heffner hecho realidad. Kyra apretaba sus dientes y señalo a Ari. “¿Todas estas Kefas han tenido sexo con mi esposo”? “Por supuesto”. Ari se encogió de hombros como si no importara. “Así es la manera de un guerrero cuando se ha unido con su Compañera Sagrada-como lo estarás tú a la salida de esta luna después de la comida de consumación- Zor sólo vendrá a ti para sus necesidades de apareamiento”. Ella sonrió, el gesto fue como bálsamo refrescante. “En verdad no hay razón para que te enojes sobre femeninas en el pasado de tu Compañero Sagrado, porque si lo haces, por siempre estarás enojada”. Ella sacudió su cabeza y sonrió en forma abierta. “Creo que el Alto Rey ha llevado a sus camas a cada una de sus seiscientas esclavas sirvientes”. “¡Santo cielo”! Kyra dio un suspiro mientras que la mujer azul se esparcía agua en sus senos, entonces se frotaba el líquido en sus poros. El sentir las manos de las Kefas que frotaban sobre sus pezones causaba que se endurecieran. Otro par de manos se añadieron, que le hacían homenaje a su vagina. Avergonzada por su excitación, Kyra mordía su labio y apartó la mirada. “Es una reacción normal a la estimulación física”, objetó Ari, mientras cerraba sus ojos y se deleitaba con los tres pares de manos que frotaban cada hendidura de su 58

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cuerpo. Los pezones regordetes rosados de la Jefa Sacerdotisa se pusieron tirantes y enrojecieron. Sin avergonzarse por su placer, ella abrió sus muslos con amplitud, que les facilitaba el acceso a las manos aventureras de las Kefas para que le dieran masajes íntimos. Ari dio un gemido y un gruñido, sus ojos se cerraron, sus labios se ampliaron en una pequeña sonrisa. Esta era una mujer que se gloriaba en su sexualidad. Y cuando los temblores de placer de Ari comenzaron, Kyra entendió que se trataba de voyeurismo que impulsaba a los jóvenes adolescentes y los hombres adultos allá en la Tierra a comprar películas atrevidas. No podía haber una vista más erótica o excitadora que ver a una mujer tan preciosa como Ari llegar a su clímax. Sus pezones se le hicieron más grandes, gruesos y tiesos mientras que una mirada de total felicidad se veía en sus rasgos. Hasta el olor acre de su excitación embriagaba. No era necesario estar sexualmente atraído a las mujeres para apreciar la vista en forma estética. Antes que se diera cuenta completamente de lo que hacía, Kyra abrió sus propios muslos amplios y permitió que las Kefas acariciaran su intimidad. Ella cerró sus ojos y dio un suspiro, el sentir tantas manos que jugaban con sus pezones y chocha era difícil quedarse imuno a ello. Cuando sintió una boca que se atascó a su clítoris, ella se sacudió, y gimió de placer. Cuando Kyra por fin abrió sus ojos, fue para ver seis pares de traseros de Kefas desnudas salir de las aguas relajantes de la piscina. Era aparente, cuando habían terminado su trabajo, ellas se fueron. ¡Santo cielo! ¡Qué vergonzante! Ari cloqueó su lengua e hizo un sonido de chasqueo. “Será mejor que se te pase la timidez, mi amiga, porque tendrás tu clímax en cada baño. Una Kefa no puede hacer otra cosa”. Ella encogió sus hombros. “Por lo menos es común que las mujeres se bañes juntas en Tryston. Es así como hacemos nuestros vínculos de afecto emocional”. A Kyra no la hubiera sorprendido si sus ojos se le hubieran salido de una vez de sus órbitas, casi se le salían bailando. “¿Al tener el clímax juntas”? chilló ella. Ari sonrió entre dientes de traviesa. “¿Se te ocurre alguna manera mejor”? La mandíbula floja de Kyra se cerró con un sonido de clic. De repente, no se pudo aguantar. Tuvo que reírse. Sucumbió a una carcajada de risa, cubrió su boca con su mano. “Déjame adivinar. ¿Las que se tienes sus clímax juntas son de un pájaro las dos alas”? La risa de Ari como un canto sonaba a través de el cámara cavernosa. “Algo parecido, amiga mía”. “¿Cuál es la razón de toda la felicidad aquí”?, retumbó la pregunta de Zor con su voz profunda mientras iba hacia la piscina plateada. Cuando se puso de pie, Ari le extendió la mano a Kyra y entonces se paseó de las aguas con la Compañera Sagrada de Zor cargada. Se detuvo para estar de pie ante él, la Jefa Sacerdotisa inclinó su cabeza por respeto. “Tan sólo nos conocíamos, su majestad”. Los ojos de Zor recorrieron rápido el cuerpo de Zir. “Te ves bien, como siempre”.

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“Te doy gracias”. Inclinándole la cabeza a Kyra, ella sonrió. “Nosotros hablaremos más luego. Por ahora, te espera tu Compañero Sagrado y el banquete de consumación esperan tu presencia”. Kyra se mordió el labio, mordisqueándolo suave. Ella no quería que su única amiga aquí la dejara. “¿No comerás con nosotros”? preguntó en voz baja. “No”, negó Zor mientras movía su cabeza. “Por cuanto es nuestro deber cenar y alegrarnos con los que están bajo nuestra estación, la Jefa Sacerdotisa es demasiado exaltada para hacerlo. Ella nos esperará en nuestra cámara para la unión”. Con eso hecho, Zor extendió la mano y le apretó uno de los pezones de Ari entre dos dedos, lo que causó que los ojos de Kyra se abrieran de la impresión. “Te puedes ir, Santísima”. Ari inclinó su cabeza. “Paz y prosperidad para ti”. “Tanto como a ti también”. Kyra le dio una mirada descontenta por tocarle el seno a Ari, pero igual de rápido se le olvidó. Ella dio un suspiro en su lugar mientras que la silueta de Ari brillaba, y entonces de disolvió en el aire. “¡Santo Cielo”! “¿Cómo hizo eso”? Zor le sonrió a su nee’ ka, sus ojos brillaban de pasión. “No lo puedo decir”. Mientras levantaba a Kyra, le empujó el pecho contra su cara y mamó de un pezón regordete. “¿Te dieron mucho placer las Kefas que te asigné, mis corazones”? Kyra asintió con la cabeza. Ella no quería hablar de eso. Le era suficiente difícil hablar de eso con otra mujer. “¿No debemos ir a comer”? chilló ella, un poco nerviosa mientras Zor seguía mamando sus senos. “Mmm. Supongo que es así”. El mamó ambos pezones una última vez, y entonces reacio la bajó. “Vamos. Deja que te vistamos en forma apropiada antes de unirnos en nuestro banquete de consumación”.

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Capítulo 11 Kyra se hizo amiga rápido de la hermosa y vivaz Tía de cabello castaño, quien había visto en el palacio antes. Tía era una reina menor y prima por matrimonio de Zor. Su Compañero Sagrado se llamaba Jik y era soberano de una colonia en Tryston a camino de tres días de Sand City. Tía no sólo resultó ser muy confiable y amistosa, sino una educadora inestimable también. “¿Ves a esas mujeres que usan la qi’ ka pero sin corpiño”? susurró. “Sí”. Kyra frunció el seño, para nada contenta por su presencia. Una de esas mujeres sin corpiño, quien estaba muy viva y para nada encantada, usaba sus grandes senos como almohada para que Zor acostara su cabeza. Ella estaba de pie tras su silla, y le daba un masaje en sus grandes hombros y se reía de los juegos de palabras sexuales que algún guerrero acababa de hacer. “Ella no son esclavas, pero tampoco son libres. Ellas siempre son bellísimas por cuanto son adquiridas mediante guerras y se les obliga a la servidumbre por el tiempo de cinco años Yessat”. Tía encogió sus hombros elegantes. “Aunque la mayoría deciden seguir en Tryston aún después que su tiempo ha pasado, para cumplir con las necesidades de los guerreros sin aparear”. “Ya entiendo”. Kyra no le hizo caso a ese poquito de información. Por lo menos Tía había dicho los guerreros sin aparear, lo que excluía a Zor por completo después de esta noche. Por supuesto, ¿Porqué le debía importar”? Kyra frunció el seño mientras miraba la expansión del cuarto, mientras se dio cuenta que el hombre endurecedor apretaba las nalgas de dos Kefas que estaban de pie a cada lado. Primero la Jefa Sacerdotisa y ahora estas esclavas. ¿No podía retener las manos el ogro? “¿Porqué le da un masaje la mujer sin corpiño que no es una Kefa a Zor si esas sirvientas sólo le dan placer a los guerreros sin aparear”? “Por la misma razón que una sirvienta sin corpiño le da un masaje ahora a mi Jik”. Ella sonrió en forma abierta atrayendo atención favorable. “Es el único momento en que los guerreros juegan, en los banquetes de consumación”. Ah. Es la versión trystonni de una despedida de soltero. Sólo que estos que no son solteros permitían a que otras mujeres fueran sus títeres justo ante los ojos de sus esposas. “¿No te molesta”? Tía le echó un vistazo a donde los hombres en la mesa al otro lado del cuarto estaban sentados, segregados de sus mujeres como era la costumbre en todos los banquetes de consumación. Que Jik permitiera que dos Kefas situadas de rodillas a ambos lados de él le mamaran su verga hinchada, parecía no parecerle importante a la de cabello castaño de cuerpo pequeño. Ella se encogió de hombros. “No es más que lo que las Kefas de nuestro hogar le hacen en la cámara de bañarse, seguramente. 61

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Las manos de Kyra se tiraron a su corazón. “Ari, la Jefa Sacerdotisa, dijo que cuando un guerrero se une, busca sus necesidades sólo con su Compañera Sagrada”. Tía asintió con la cabeza. “Cierto. Mi Jik nunca clavaría a una Kefa, ni otra hembra atada a él por la santa ley. Sólo yo”. “¿Tú no lo consideras”,- Kyra movió su mano como haciendo una ola hacia la mesa de hombres- “buscar sus necesidades con otras”? Tía en verdad parecía sorprendida. “¡Por las arenas, no! Ella movió su cabeza y se rió en forma tonta. “¿No te llevaron las Kefas a tu gozo de mujer en el baño”? Kyra tuvo la buena suerte de sonrojarse. Tía tenía razón, pero a ella todavía no le importaba al pensar que una de esas mujeres encantadas le hiciera sexo oral a Zor. Así que cuando dos Kefas se tiraron de rodillas y desaparecieron bajo la mesa ante su esposo, se le undió el corazón de dolor en su pecho. En primer lugar, era cierto que ella no había querido venir a Tryston, pero coño, ahora que estaba aquí y no tenía otra opción mientras tanto pero quedarse quieta, ella comenzaba a pensar que el hombre era de ella. Tía sintió el dolor de la Alta Reina. Ella le acarició con la mano por su brazo para calmarla. “Kyra, de cierto estás enojada, ¿o no”? Ella asintió con la cabeza. “¡Ay, querida”! Tía tomó las manos de Kyra entre las suyas, contenta porque ninguna de las otras nee’ kas alrededor de la mesa de las mujeres le prestaba atención alguna”. Ella sabía que darse cuenta sólo humillaría más a la Alta Reina. “Queridísima Kyra, no agrades esto en tu mente más de lo que es. Míralas. Son sólo muñecas”. Tía se rió entre dientes, mientras trataba de limar las perezas y hacer que su amiga entendiera. “¿Te sentirías herida porque una criatura sin vida mamara a tu Compañero Sagrado? ¿O tan sólo una sirvienta de bajo grado como la que le sirve de almohada con sus senos a Zor”? Ella le dio unas palmadas en la mano de Kyra para calmarla. “Se me olvida que todavía no conoces los placeres que sólo una Compañera Sagrada le puede traer a su guerrero. Cuando seas atravesada por el miembro viril de Zor, no te preocuparás sobre juegos sin mal en banquetes de consumación; créeme”. Kyra le echó un vistazo a la mesa. Ella se mordió el labio sin quererlo. “Las Kefas no son reales”, le susurró Kyra al oído. “No son más que una obra de magia, que nos engaña a sentirlas como en forma real. Y las sirvientas atadas que no tienen corpiño no se les tiene en mayor consideración que a ellas”. “No estoy muy segura que eso sea algo bueno. Son mujeres, en fin”. “Son bajas de guerra. Así es la vida”. Kyra detestaba admitirlo, pero cuando lo veía desde ese punto de vista, el peso en su corazón se aliviaba un poco. Tía tenía razón. Los celos de una mujer encantada era como sentirse amenazada de un juego de realidad virtual. Y en cuanto a la sirvienta atada, Zor no parecía ponerle más atención que a la suavidad de sus senos

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acolchonados. Con una sonrisa tentadora, ella cubrió a su amiga con los suyos. “Gracias”, dijo en voz baja. “No es nada”. Tía sonrió en forma abierta, buscando con sus ojos. “Sólo es así en los banquetes de consumación, los cuales se dan en rara vez de todas formas, cuando nuestros hombres se ponen tan bellacos con las sirvientas atadas y las Kefas. Cobra ánimos”. Ella se acercó al reclinarse, bajando su voz hasta un susurro con el aliento. “Además, nosotros tendremos nuestro turno para cambiarle los ánimos a nuestros hombres”. “¿Qué quieres decir”? Tía guiñó un ojo. “Dentro de un ratito verás, entonces cuando se calme sabrás”. Mientras Zor gritaba su clímax por todo el salón del comedor, Kyra decidió que ella no quería saberlo”.

***** Media hora después, Kyra descubrió exactamente lo que Tía le quiso decir. Y ella se dio cuenta con una satisfacción engreída que Zor parecía como si quería matar a alguien, específicamente al guerrero sin aparear en cuyo regazo ella estaba montada. “El Rey Dak tiene el derecho a eso, mi Alta Reina”. El guerrero guapo continuó frotando su muslo mientras sonreía en forma abierta con descaro. “Tus bayas de mujer tienen el aspecto de frutas taka maduras”. Kyra le sonrió en forma encantadora. Era curioso cómo hace dos días, quizá hace tampoco tiempo como ayer, quizá hace hasta una hora, tal comentario la hubiera mortificado. Era extraño lo que tener el clímax en los comedores y excitarse con gente desconocida mientras se bañaba podía hacerle a los modales de una mujer. Kyra echó un vistazo por encima de su hombro para asegurarse que su esposo odioso viera cada movimiento de esta escena. Oh sí. El veía cada movimiento. Muchas gracias, Cam. “¡Cuán generoso es que lo digas”! “Es sólo la verdad”. El capiroteó una fruta taka con su dedo pulgar, lo que hizo que Kyra aullara. Kyra dio una sonrisa aseguradora cuando él consideró con detenimiento sus preguntas. Está bien, así que no ignoraba por completo la mortificación. Otro guerrero fue hacia donde estaba Kyra reclinada cruzada en el regazo de Cam y se agachó sobre sus rodillas a su lado. Mientras él deslizaba su mano por sus muslos, y dio un gruñido de agradecimiento. Kyra se dio cuenta que el novato estaba muy erecto. “Yo juro, mi Alta Reina, jamás he visto piel como la suya”. Kyra dio un vistazo por la recámara. Zor no le prestaba atención alguna a las sirvientas sin corpiño que se frotaban contra él, que esperando seducirlo, presionando sus senos en el rostro del joven guerrero enamorado, que se reía en forma tonta mientras la agarró por la cintura y se las mamó. Otro guerrero se reclinaba a su lado, que le frotaba el clítoris y sonreía en forma abierta. Jik, un hombre grande en la flor de

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su vida, se sentaba en el otro lado de la recámara ojeando dagas a los hombres valientes más jóvenes. Kyra seguía sorprendida de que esto sucedía. Ella estaba tan perdida en sus pensamientos que ella ni se dio cuenta cuando Cam apartó su qi’ ka, dejando expuesto sus otros labios a la vista de todos los guerreros sin aparear del lado de las mujeres del salón del comedor. Ella casi no se dio cuenta del hecho de que los dedos de Jek se habían enredado en su vello púbico y la acariciaban como a una gatita. Tía había explicado que esta parte de las costumbres antiguas se hacía para volver locos hasta frenesí a los guerreros. Ella se daba pompa porque ella y Jik siempre tenían las mejores uniones sexuales cuando se iban a sus recámaras después de las cenas de consumación. Era como si su guerrero tuviera que comprobar algo y, por supuesto, Tía sólo estaba demasiado contenta para obligarlo. El sentimiento de los dedos de Jek que rozaban su clítoris trajo a Kyra otra vez al presente. Se dio cuenta que estaba acostada en el regazo de Cam completamente desvestida d su qi’ ka, sus piernas ahora abiertas para el placer de la vista de todos los guerreros sin aparear y, ligeramente excitada. “Color de fuego”, susurró Jek con voz profunda, “también es cierto”. “¿Color de fuego”? Rumió Kyra sin aliento. Mientras carraspeaba, ella forzó que su tono bajara a uno que sonara un poquito menos excitada. “¿Color de fuego”? preguntó ella con más calma. “Sí”. Acurrucado entre sus piernas abiertas, él se le recostó e hizo un movimiento largo de lamido desde la apertura se su vagina hasta la parte superior de su clítoris. El torcía su lengua antes de responder más. Ella inhaló. “Dak declaró que tu parche de vello era de color de fuego. “Es cierto, ahora lo veo”. “Oh”. Para su gran disgusto, Kyra se dio cuenta que se le estaba haciendo bastante difícil tener un pensamiento en su mente. Jek tenía talento, eso lo podía admitir. Lo siguiente de lo que se dio cuenta Kyra es que ella estaba rodeaba por todos lados por gigantes como torres que estaban excitados e incluía a Dak. Aún cuando Cam le mamaba el pezón derecho y gruñía de las ganas, un guerrero guapo a quien todavía no la habían presentado le capiroteó con la lengua el izquierdo, lo que hizo que la punta de su pezón izquierdo entrara en su boca. Kyra quería gritar. Ella quería decirle a estos hombres que ella no era así, que ella no disfrutaba de esto, pero no lo podía hacer; hubiera sido una mentira. Era erótico en forma hedonística. Era más excitante de lo que podría admitir estar acostada desnuda con las piernas abiertas mientras que un clan de hombres guapos lujuriosos la acariciaban en forma íntima. Era mil veces mejor que el incidente en la cámara de baño. “Permita que yo sea el escogido, Su Majestad”. En alguna forma Kyra logró abrir sus ojos vidriosos por lo suficiente para mirar fijo al rostro expectativo del excitado Jek. “¿El escogido”? exhaló.

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“Sí”. Jek movía su lengua en forma espiral alrededor de su clítoris, y entonces lo mamaba mientras que sus dedos escarbaban en sus rizos de color de fuego. Kyra agarró el dorso de su cabeza, y movía sus dedos entre su cabello negro azabache. Jek alzó la mirada y sonrió en forma abierta a sabiendas. “El guerrero sin aparear que te dé tu gozo de mujer antes que el Alto Rey se te introduzca”. Su boca se enterró entre sus muslos y la mamó en forma minuciosa antes de salir por aire. Ella dio un gemido lascivo. “Tengo fama de haber llevado hasta diez sirvientas atadas a su goce de mujer en una salida de luna, mi Alta Reina. Mi madre ha oído las historias. A ella le constan mis escapadas lujuriosas”. ¡Santo cielo! Imagínese preguntarle a una madre terrestre que catalogue cuán bien le parece que su hijo hace el sexo oral. Esto era demasiado. Kyra parecía no poderle pedir a Jek que dejara de lamer su coño como tampoco podía dejar de respirar. Su cuerpo excitado de cierto pensaba por sí mismo. Tía había mencionado que en las ceremonias de consumación, las parejas no se iban a sus recámaras hasta que le sirvieran a los guerreros las mujeres atadas y sus nee’ kas fueran provocadas a sus clímax por los guerreros sin aparear. Los jóvenes bellacos esperaban su parte de la tradición, porque era la única vez que tenían permiso de tocar a una mujer apareada. Si en otro momento se le acercaran, el Compañero Sagrado los golpearía hasta matarlos. “¿Soy yo tu escogido”? preguntó Jek con voz brusca. Kyra lo miró fijo a través de sus párpados entrecerrados. Ella todavía podía ver a Cam y el guerrero cuyo nombre ella no sabía que mamaba sus pezones como a pirulís. Los otros guerreros se reunieron en su rededor- Dak también- lo miraban todo, sin que se les fuera por desapercibido nada de la ceremonia. Con sus ojos le comían el cuerpo, devoraban los labios del bollo de Kyra como si fueran ellos los que estuvieran de rodillas ante sus muslos. La escena tentadora de tantos hombres erguidos, completamente vestidos, reunidos alrededor de una mujer desnuda, excitada en extremo era una que haría a cualquiera pensar. Kyra se sentía más erótica y deliciosamente lasciva que lo que las palabras podrían expresar. Sin pensarlo más, ella bajó su rostro del hijo su amigo entre sus piernas, invitándolo sin palabras a que la llevara a su clímax. Jek gimió, su rostro se enterró entre sus muslos. El lamió, mordisqueó y mamó en su clítoris como si fuera a un dulce preferido. Desde alguna parte del fondo de su conciencia, Kyra oyó a Tía gritar mientras que el venirse de su amiga vibraba por todo su cuerpo. Ella precibió sonidos de risa tonta, y la voz de un hombre quien sólo podía ser Jik quien levantaba a su Compañera Sagrada en sus brazos y le decía que le enseñaría lo que en realidad era placer. Ella oyó estas cosas, pero le prestó poca atención. Ella estaba demasiado entretenida en lo que su hijo hacía entre sus piernas.

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Los brazos de Kyra se quedaron sin fuerza mientras que los sentimientos de éxtasis se hacían agudos, más intensos. Gemía y temblaba ella, cerró sus ojos y simplemente sentía. Bocas, lenguas, y dientes en su pezón. Labios, lengua y dientes mamaban en su clítoris lleno de sangre hasta su límite. Otra mano frotaba su muslo de arriba abajo. Lenguas en su barriga. Dedos frotaban entre sus rizos. Palabras susurradas de agradecimiento por espectadores. Era abrumador. Gritando los pezones de Kyra sobresalían y se hicieron más gruesos y endurecieron de las bocas agradecidas de los guerreros que mamaban en ellas mientras que ella con violencia tenía su clímax. Sus labios se hicieron de un color rojo delicioso, que bocanearon para decirle a Jek sin palabras que había hecho bien. Entonces Kyra era levantada en los brazos del excitado y feroz Alto Rey quien tenía algo por demostrar. Ella cerró sus ojos y se acurrucó en el pecho de Zor mientras que se dirigía a la recámara. “Ningún guerrero te hará gritar como yo te haré, nee’ ka. Ningún guerrero”. Sus ojos se abrieron de repente. Ella de repente se preguntaba cuán buena era la idea había sido desatar los instintos de celos de Zor. Ella tragó saliva con fuerza. Ari había tenido razón. Kyra estaba contenta de que ella estuviera ahí para la unión.

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Capítulo 12 Zor había querido matar a los guerreros jóvenes que se habían atrevido a tocar a su esposa pani. Entre lujuria y temperamento, estaba tan abrumado, se hizo necesario respirar profunda algunas veces. Su nee’ ka estaba acostada repanchingada en la cama alzada, con sus brazos sobre su cabeza y sus piernas abiertas para la unión. Su mirada estaba cautivada, tal y como cuando la reclamaron, lo que hizo que ella no pudiera resistir su voluntad. No que pareciera que ella quisiera resistir. Zor con rapidez se deshizo de su ropa de guerrero, entonces se le unió a Kyra en la cama alta. El se situó en sus rodillas entre sus piernas, lo que le daba a su Compañera Sagrada la primera mirada de su erección. Kyra dio un suspiro por su tamaño. Era grueso y largo y ella no tenía idea de cómo pensaba meterlo todo dentro de ella. Aún así, estaba tan anciosa para que Zor la invadiera que era inútil negar desearlo. Justo entonces, la forma de la Jefa Sacerdotisa se cristalizó al lado de la cama alzada. Desnuda como habían estado en su baño, Ari se paseó tranquila hasta arriba de la cama alzada y tomó su lugar al lado de Zor. “Necesitas calmarte, sino vas a lesionar a tu nee’ ka”. Zor cerró sus ojos y dio un suspiro de cansancio. El olía la excitación de Kyra, ver con sus propios ojos cuán engordado y listo estaba su coño engordado estaba por su verga. Lo sobrecogía en una forma que él desconocía, y lo hacía sentirse primitivo, más animal que hombre. El necesitaba algo de control. “Tienes el derecho de eso, Oh Santa”, confesó titubeando. “Le dolerá si le hago una ranura como una bestia maki”. Kyra presintió lo que estaba a punto de hacer la Jefa Sacerdotisa antes de que lo hiciera. Le dio vuelta al cuerpo de Zor para que estuviera de frente a ella, Ari tomó su largo y grueso pene en su boca y lo mamó con la destreza de una mujer de mil años bien acostumbrada a la lujuria de un guerrero. Zor cerró sus ojos y gimió, las venas de su cuello de acordonado apretado. El agarró ambos lados del rostro de la Jefa Sacerdotisa, metiéndosela y sacándosela con ferocidad. Ella adoptó su paso, y le dio todo lo que necesitaba. Kyra se asombró al darse cuenta que en lugar de sentir celos de Ari, era excitada al ver a la Jefa Sacerdotisa hacerle sexo a su esposo. Era como atestiguar un rito místico y pagano donde ella era apuntada a ser el sacrificio virgen. De alguna manera, Kyra por instinto supo que Ari jamás tocaría a Zor otra vez después de que la unión tomara lugar. Eso sólo hizo la escena más erótica, saber que ella podía ver hasta satisfacerse,

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deleitarse en placer del que sólo había leído en libros, sin tener que jamás preocuparse que ellos seguirían a espalda suya cuando terminara la noche. No es que le importara. Pero ¡Dios- le importaba! Zor se soltó de la boca de la Jefa Sacerdotisa momentos después, dio un bramido hizo eco en la cámara de cristal rojo fosforescente. Ari lo lengüeteó hasta que estaba seco, entonces soltó su pene y se dirigió al cuerpo muy excitado de Kyra. Ella le sonrió a ella mientras que ponía una almohada suave, sedosa bajo la espalda de Kyra, levantando sus caderas al aire y sacando sus labios con más prominencia. Zor bramó. Kyra le sonrió a Ari, entonces viró su cuello para estar de frente a su esposo. Ella no lo podía creer, pero el hombre estaba más erecto que nunca. “¿Estás lo suficiente saciado para romper a tu esposa con cariño o todavía te sientes fuera de control”? Ari gateó en sus manos y rodillas para unirse a Zor en la parte baja de la cama ante las piernas abiertas de Kyra. Zor no le contestó. Su ceja goteaba con transpiración mientras él hacía un esfuerzo que se veía para frenar en su necesidad de conquistar y reclamar. Ari se dio vuelta hacia Kyra y arqueó una ceja dorada, como si le pidiera permiso para calmar a Zor. Kyra cerró sus ojos en breve, y se preguntaba qué le pasaba. Ella dio un gemido por la anticipación de verlo, sintiéndose deliciosamente excitada y sin arrepentirse lasciva. Era todo el instar que Ari necesitaba. Gateando alrededor de Zor en la inmensa cama y hasta donde estaba Kyra acostada, Ari calló de espalda al lado de la Alta Reina y abrió sus muslos como una señal. “Venga a mí, Su Majestad. Me doy gratuitamente para calmar su cuerpo”. Con un gruñido, Zor alzó las caderas de la Jefa Sacerdotisa de la cama y entró en su coño en un último y largo empujón. Inconsciente de todo menos saciarse, Zor calló sobre su cuerpo, mamando sus pezones mientras que daba empujones rápidos y fuertes. Ari dio un gemido, llegando a su clímax rápido. Kyra no podía dejar den pensar en cuán encantador era la escena. Ella miró, completamente hechizada mientras que ella se levantó en un codo, y sentía un líquido caliente que se amontonaba en su barriga. Los ojos de Zor estaban cerrados mientras que se atascaba uno de los pezones rosados de Ari y mamaba con frenesí, invistiéndola duro durante todo el tiempo. Los músculos en su espalda pulcra y bronceada se hacía bulto y fenomenal. Los de sus nalgas se atascaban en una serie de contracciones y se soltaban, contracciones y se soltaban. Ari llegó a su clímax una, dos, tres veces máas antes que Zor por fin llegara a su clímax. El nunca soltó el pezón. Entonces Kyra supo porqué. El proceso comenzaba otra vez.

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Por los siguientes veinte minutos o más, la excitación de Kyra aumentaba cada vez más pesada y más le urgía mientras que miraba los empujones de Zor en el cuerpo de la Jefa Sacerdotisa una y otra vez, de nuevo y de nuevo. Sus ojos nunca se abrieron mientras que soltaba su pezón durante todos los veinte clímax de Ari, mojándola otras dos veces antes de que sintiera control suficiente para tomar a su esposa con suavidad. Y entonces se detuvo. Le dio las gracias a la Jefa Sacerdotisa por su generosidad de cuerpo, Zor murmuró que estaba listo para seguir con la unión. Ambos tomaron sus posiciones anteriores, Zor sobre sus rodillas entre los muslos abiertos, Ari a su lado. Ari extendió su mano hacia abajo y ajustó la almohada, cambiando de posición al cuerpo excitado de Kyra, moviendo sus caderas a su primera posición, sacando como de un empujón sus labios. Zor gimió. “Por la diosa, te deseo nee’ ka”. La Jefa Sacerdotisa enterró la palma de la mano por la muñeca en el tejido de grasa en el vello púbico de Kyra, causando que ella gimiera. Lo metió en su piel hinchada, ella estaba satisfecha con la cantidad de rocío que saturaba sus dedos cuando ella lo sacó. Ella sonrió con ironía. “Es hora”. La Jefa Sacerdotisa fue la lado de Zor, tomó su gran pene en una mano y le dio un masaje en sus nalgas con la otra. “Métase en ella lento, su majestad. Entre suave”. Los pezones de Kyra se alargaron bastante en reacción a lo que estaba a punto de suceder. Lo que pasaba no le salió de la mente de Zor. Respiró profundo, los orificios de su nariz se movían nerviosamente, él cerró sus ojos con rapidez para dominar en su apetito. “¿Requieres otra mamada, su señoría”? “No, Ari. Yo me encargaré esta vez”. Zor sonrió de agradecimiento, y capiroteó la areola. “Aunque se lo agradezco”. Esta vez Kyra se alegraba por eso. Ella estaba lista para ser más que una observadora. Ella quería participar. Ella movió sus caderas con a sabiendas para participar, y dio un gemido. “Por favor Zor, cógeme ahora”. Zor gimió en un tono bajo en su garganta, Zor cerró sus ojos y pasó sus dedos por su cabello negro azabache. Gotitas de transpiración aparecieron otra vez en su frente, e hicieron su cabello húmedo. Por suerte, las tres trenzas en ambas sienes se mantenían la masa sedosa de que se le cayera a su vista. “¿Estás lista para unirte conmigo, pani”? “Sí”, susurró con voz profunda. Zor permitió que Ari dirigiera su vara a la apertura del calor de su nee’ ka. La Jefa Sacerdotisa le siguió dando un masaje en las nalgas con su otra mano, lo que produjo un efecto de bálsamo en su necesidad ardiente. “Entonces únete a mí si lo deseas”, Con un empujón de un cuarto del camino dentro de ella, Zor sofocó un juramento por el sentimiento exquisito. El necesitaba derramar su fuerza de vida lo antes posible, no fuera que abriera a Kyra como un animal silvestre en su celo.

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Kyra dio un suspiro, arqueando sus caderas para la introducción de su Compañero Sagrado. Zor tomó su cintura. “No lo hagas, mi amor”. Su respiración era dificultosa y esporádica. El podía sentir que se perdía el control. “Quédate acostada sin moverte hasta que mi vara esté completamente metida en ti”. Sintiendo su agarre impulso de tener control, Kyra se quedó sin moverse. El era enorme- sólo enorme. El en verdad la hubiera lastimado si no tuviera cuidado siempre”. Kyra asintió con la cabeza, aunque su agarre se hacía inevitable. “Por favor apúrate”, murmuró. Zor gimió mientras empujaba su verga más dentro de ella. El canal de terciopelo estaba a punto de matarlo. Nunca había pensado necesitar el cuerpo de una mujer así. El se había apareado con más mujeres que las que podría contar, esclavas encantadas y esclavas obligadas también, pero jamás había sido tan rigurosamente probado su control. Las venas en el cuello de Zor se parecían amarrarse mientras que le rogaba a la diosa por control. A empujones otra vez, él se metió hasta que la única parte de él que quedaba visible era la que Ari tenía en su mano empuñada todo lo que podía alrededor de su base gruesa. Kyra dio un quejido. Sus ojos muy abiertos, ella buscaba el rostro de Zor. Era evidente que ella comenzaba a sentir miedo de virgen. “¿Hay más”? susurró ella. “Casi estoy completamente en tu canal, mis corazones”. “Ella tiene miedo”. Ari movió una mano hacia Zor. “No se meta más todavía”. Soltando su vara, la Jefa Sacerdotisa le dio su atención completamente a Kyra. “Será más felicidad de lo que te puedes imaginar, mi Alta Reina. Deje que ayude a prepararla”. Kyra la vio con detenimiento y en forma inquisitiva, entonces miró hacia abajo donde ella y Zor casi estaban completamente unidos. Ari usó ambas manos para abrir amplios los labios de Kyra. Cuando la lengua de la Jefa Sacerdotisa primero tocó su clítoris, la cabeza de Kyra cayó en las almohadas mientras ella empezó a gemir en éxtasis. Zor se balanceó hacia atrás y adelante con la vagina de Kyra, sin meterse más de lo que ya estaba metido. La lengua de Ari se arremolinó y bailaba, lamía y mamaba, creando una magia que pronto tendría el coño Kyra inundado con humedad. Pero la Jefa Sacerdotisa no se detuvo. Ella se mantuvo al paso, mordisqueando en el clítoris hinchado de Kyra, entonces intercambiaba con mamadas. Kyra se dio cuenta que Ari no pensaba detenerse hasta que ella se viniera. Zor continuó a balancearse hacia atrás y adelante en su canal apretado, suprimiendo los impulsos irrefrenables a derramar su fuerza de vida. “Haces muy bien, Ari”. El alcanzó alrededor de ella a su espalda y comenzó a frotar sus labios íntimos. “Mi nee’ ka va a tener su venirse cuanto antes pueda”. El gruñó mientras que en forma

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implacable se metía a golpes en Kyra. “Si hubiera sabido el valioso servicio hoy darías en la cama, te hubiera recompensado con una verga más antes de la unión”. Ario no subió la mirada para dar un comentario, pero Kyra sabía que ella estaba excitada por las palabras de Zor. Ella podía sentir que se endurecían los pezones de la Jefa Sacerdotisa en su barriga. Ella podía verle las nalgas que se levantaban de Ari que invitaban a los dedos en busca, como gato que desea la caricia de su amo. Zor deslizó tres dedos dentro de la Jefa Sacerdotisa, instándola a que fuera investida por su mano mientras la continuaba clavando con fuerza en Kyra. “Toma tu placer de mujer, Ari. Bien te lo has ganado”. El frotó la yema de un dedo en su clítoris hinchado mientras que sus tres dedos metidos continuaban a meterse más profundo. Ari aceptó los llamados, siendo investida de arriba abajo en gozo, gimiendo en el clítoris de Kyra, vibrando en él. “¡Ay, Dios”!, gritó Kyra, atascándose a los cueros de vesha que la rodeaban. “¡Ay, Dios”! “Hazlo, nee’ ka”, ordenó Zor. “Encuentra tu placer”. Kyra estalló. Ari reventó. Zor se enterró en Kyra a la empuñadura. El quitó sus dedos pegajosos del coño de Ari y los lamió y dejó limpios. Aplastó con un golpe en forma juguetona el trasero, él sonrió en forma abierta cuando ella dio un aullido y se desplomó en su espalda. “Has hecho bien a esta salida de la luna”. El deslizó la palma de una mano sobre su seno y apretó un pezón. “Yo puedo encargarme de lo que falta solo”. Con una inclinación de la cabeza, la forma de la Jefa Sacerdotisa brilló y se disolvió. Zor dio un gruñido de satisfacción, dándole toda su atención a su nee’ ka. Completamente atravesada, ella se veía más hermosa que lo que sus palabras podrían decir. Zor puso sus manos en ambos lados de su cabeza y se le acercó al cuerpo saciado. El no hizo intento para moverse dentro de ella, sólo permaneció quieto, viendo lo que harían sus emociones. Kyra estaba completamente saciada, sonreía como si encantada, sus brazos sobre su cabeza, sus pezones salían con picardía. Zor sonrió entre dientes con la vista. “¿Estás lista para verdadero placer, pani”? Los párpados de Kyra se batieron y abrieron al abrir. Zor besó a ambos, entonces le sonrió. “¿Quieres decir que hay más”? El sonrió en forma abierta “Asegurado”. Kyra estrechó sus piernas alrededor de la cintura de su esposo, invitándolo a que le mostrara lo que tenía en mente. “Entonces a toda costa, no dejes que te detenga”, susurró ella. Con gruñidos, Zor salía y se zambullía en su coño en su empuñadura una vez más. Kyra arqueó su espalda y dio un suspiro, sus piernas apretadas en la cintura de su

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esposo. Tuvo su clímax en forma instantánea, Kyra gimió mientras que él le daba una serie de golpes largos y gruesos. “¡Dios mío”, se quejó, “Zor, ay, Dios mío”! Su quijada se atascó, Zor siguió a su paso implacable. “¡Por la diosa!, gruñó, las venas de su cuello y brazos prominentes, “tu coño pequeño me da la bienvenida como el de ninguna otra”. Kyra gritó al llegar a su clímax otra vez. Sus piernas todavía atascadas alrededor de la cintura de Zor, ella dio golpes con su cintura hacia él también, en anticipación de sus golpes. “¿Me sientes mejor que tus sirvientas”? preguntó con malicia. “Mil veces mejor”, gruñó Zor. “¿Mejor que Ari”? “Sí”, gruñó mientras se enterraba más profundo en su coño. “Oh, “¿sí”? Insistió Kyra con picardía. Zor logró meterse en su coño aún más adentro. Cerró sus ojos con el exquisito de placer-dolor, él se martilló en el canal de Kyra hasta que una vez más inundaba su verga con humedad. “El pasaje de Ari es apretado y tentador como el hambre, pero el tuyo, mi amor, fue creado por la diosa para servirme”. El le dio más duro. “Tu canal”, gruño, “Es el banquete de un Alto Rey”. Kyra se desbarató a su alrededor, gritando de placer. “Dámelo todo”, le rogó, “Que nada me retengas”. “Tu placer es mío, nee’ ka”. Los orificios de su nariz se movían, sus músculos acordonados, Zor tomó a Kyra por sus caderas y dio golpes metiéndose en su cuerpo con golpes fuertes, una y otra, y otra, y otra vez. “Yo te uno a mí por la santa ley”, dijo, golpeando su coño sin piedad. “Kyra Q’ana Tal”. Con un tiro de su cabeza hacia atrás, rugió como una bestia salvaje mientras que su clímax vino sobre él y chorreó su fuerza de vida en el vientre de Kyra. Las alhajas del collar matrimonial daban pulsos rápidos. Ella no tenía tiempo para descifrar ese evento antes de que venirse se apoderara de ella sin cesar, volviéndola loca en su intensidad. Las alhajas parpadeaban a ritmo con el pulso de su clímax, en ritmo con los golpes de Zor que se venía. Kyra gritó, gemía del placer-dolor del despegue que todo lo consumió. Parecía seguir y seguir, sin piedad en su ferocidad. Zor rugía- primario, territorial. Como un animal. El clímax fue tan fuerte para él como para Kyra. Cuando todo había pasado, sus párpados temblaban al querer abrirse. Ella miró a Zor una mujer muy y verdaderamente enamorada de su esposo. El miró con detenimiento sus ojos como un hombre que sentía las mismas emociones intensas, un hombre que sabía que nunca desearía de meterse en otro canal salvo el de Kyra. Zor sacó su verga semi-flácida del canal de su nee’ ka. Agotado, se desplomó a su lado en la cama, entonces haló a Kyra sobre su pecho y le pidió que descansara su cuerpo ahí.

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Ninguno de ellos estaba listo para divulgarle al otro cuán fuerte sus emociones se habían entrelazado en la unión. Las nuevas sensaciones sobrecogían a ambos. Sin decir cosa alguna, el Alto Rey y la Alta Reina de Tryston se durmieron en los brazos del otro. Capítulo 13 Kyra despertó una hora más tarde, todavía tendida en el pecho de Zor. Ella se sentó apoyada en sus codos, estudiando su rostro. Dormido profundo, él parece tan inocente. Para nada el hombre que se había tenido su placer con dos esclavas, una sacerdotisa y una esposa dentro de dos horas. Con una sonrisa abierta, ella movió su cabeza. Aún la asombraba que ella, Kyra, la contadora de impuestos tranquila, había sido llevada al clímax tantas veces y en tantas formas en los días pasados. Ella se sentía como otra mujer. Una mujer provocativa y lasciva. Kyra decidió explorar la recámara de los apartamentos reales mientras que Zor dormía, se levantó de encima de él y se bajó al piso. El fresco cristal rojo se sentía maravilloso en las plantas de sus pies. Miró alrededor, lo primero de lo que se dio cuenta es que la recámara era gigantesca; era más grande que la casa entera en que vivía en la Tierra. A un lado estaba una cámara de baño particular. Kyra podía distinguir las aguas plateadas que se doblaban en forma hipnótica en las paredes de la piscina de cristal rojo. Se veían llamativas. Ella sabía que se bañaría cuando llegara la mañana. Al lado de la piscina había catres de la sala de estar hechos de algún tipo de cuero oscuro de vesha. ¿Porqué estaban ahí cuando la cama estaba sólo al otro lado de la recámara?, no tenía la menor idea del porqué. En el lado distante de la cámara inmensa una instalación de almacenaje tallado en el cristal rojo, que albergaba las qi’ kas de Kyra y las vestimentas de guerrero de Zor. Había también cofres de alhajas preciosas y materiales crudos dentro de ellos. En otra esquina de la cámara, lo que parecía ser una mini-cocina estaba tallado de la estructura de cristal rojo. Cuando se caminó a examinarla, resultó ser una unidad de refrigeración que tenía provisiones de botellas de matpow añejo. La sola mirada de las botellas cargadas de alhajas indicaba su costoso valor. Aunque la mejor parte de la cámara era sin duda la cama tipo harén en que la habían investido hacía una hora, el mismo Zor dormía contento ahora. Estaba alzada una gran distancia del piso, sin duda para compensar por la estatura superior de un guerrero. Negra, suave como cuero de vesha que se usaban para dormir en ellas y para acurrucarse con ellas. Almohadas fabricadas de un material más suave que la seda y hechas de todo color de Tryston estaba esparcido en todas partes. Alhajas grandes, brillantes incrustadas dentro del fundamento. Era una vista maravillosa. Era casi tan magnifico como el bárbaro tirado sin cuidado en ella. Una sonrisa abierta, Kyra estaba a punto de unirse a Zor, despertándolo en una forma muy

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placentera, cuando un rayo de luz lila le dio en un ojo. Hipnotizada, ella con lentitud dio vuelta en su talón y caminó hacia un juego de puertas que se abrían al balcón. Entrando por las puertas, Kyra tomó aliento mientras se dirigía afuera al balcón tallado de cristal negro. La luz venía de una de las lunas de Tryston. Una luna lila. Era más hermosa que“¿Quién sigue”? La mirada de Kyra se fue de donde la luna se avecinaba en el cielo hacia abajo al piso de abajo donde un guerrero entablaba en juegos lujuriosos con cinco sirvientas desnudas. Cuando cerró sus ojos un poquito, ella se dio cuenta que el guerrero que cómodo se reclinaba no era otro sino Jek, el guerrero que con su boca la había llevado al clímax en el banquete de consumación. Tía y el heredero de Jik. “¡Yo sigo”! Una de las sirvientas pechugonas se rió en forma tonta sin tener vergüenza mientras que se empinó en la verga de Jek y gruñó. Kyra sentía como si no debiera mirar, pero no parecía no poder detenerse. Era como si un mundo entero de placer y deseo se le hubiera abierto este día pasado y ella quería aprender y disfrutarlo todo. “Yo puedo con más de sólo una”, dijo Jek con pompa. “¿Qué otra joven desea su placer”? Una rubia que se reía en forma tonta con senos monstruosos se empinó en los dedos de la mano izquierda de Jek. Una de cabello castaño con encantos iguales se empinó en su otra mano dentro de ella. Una tercer sirvienta se sentó en su cara, sus labios se retorcían mientras que Jek aparentemente mamaba su el hueco de su clítoris. La primera sirvienta seguía montando arriba y abajo en su verga, gimiendo de placer. Sip, el muchacho tenía talento. Aparentemente en espadas. La quinta se rió mientras que encontró una manera de darse placer en uno de los pies de Jek. Llamó a quien aparentemente era una amiga para que se uniera en la diversión, una sexta sirvienta atada corrió de las sombras, sus senos se balanceaban de arriba abajo, encontró su éxtasis en el otro pie de Jek. La escena erótica hacía que Kyra estuviera mojada. Había mujeres atascadas a cada protuberancia que Jek pudo encontrar, se torcía y gemía, tenía su clímax una y otra vez. Kyra dio un suspiro mientras que su cuerpo era levantado y ella era atravesada desde atrás en una erección tiesa. Gimiendo de la excitación, ella tiró su cabeza hacia atrás en el pecho de Zor. Zor tomó las caderas de Kyra, sin hacer fuerza deslizó su coño hacia arriba y abajo en su verga. “Abre tus ojos, mi amorcito”, le susurró ronco. “Abre tus ojos y mira a las sirvientas llegar a su placer de mujer”. Kyra dio un suspiro. Zor escogía moverla hacia arriba y abajo en su erección con lentitud, como tortura. Al abrir sus ojos, ella miró con detenimiento a la mujer abajo, mirando con ojos glaseados mientras que gemían y se contorsionaban, atravesándose a

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propósito en cada parte del cuerpo de Jek. Entre la visa de tales placeres hedonísticos, el lento apareamiento que Zor le daba, y los halones de una de sus manos en sus pezones, Kyra se sintió atrapada en una bruma de necesidad seductora. “Estás tan apretada y caliente, pani”. Zor gruñó suavemente mientras que Kyra continuaba ordeñando su verga con su calor pegajoso. “Te encanta mirar, ¿no”? Con el gemido de ella, él haló uno de los capullos hinchados de sus pezones. “Sí, lo sé. Gozaste cuando me apareé con Ari, ¿no”? “S-sí”, ella confesó sin aliento, y lamía sus labios. “Me encantó el momento pícaro”. Zor gruñó, moviendo sus caderas en tal forma que Kyra dio un suspiro. “Eres tan apasionante, nee’ ka”. El aumentó el paso de atravesarla una escasa fracción, mas fue lo suficiente para causarla que gimiera otra vez. “Yo casi me arrepiento que ya no puedo desear derramar mi fuerza de vida en otro canal sino el tuyo. Sólo por ver tu excitación…”. La escena abajo se convertía intensificarte. Kyra gritó de reacción. “¿Te acuerdas de la sirvienta de amplios encantos quien me sirvió de almohada para mi cabeza con sus senos en el banquete de consumación”? “Sí”. Las caderas de Zor se giraron otra vez. Kyra gimió. “Ella era una de mis favorecidas antes de que nos apareáramos. Yo la follé todas las noches”. “Oh”. La palabra le salió sin aliento, excitada. La imagen de Zor apareándose con otra mujer ya no la molestaba en la manera que la molestó antes de Ari, por lo menos no en fantasía. Ahora la excitaba. “Aún más importante, estaba Muta, la Kefa azul”. Zor gruñó mientras apretaba los pezones de Kyra y pidió que el paso que su unión se apurara. “Mi apodo para ella era la mamadora”. El giró sus caderas. “Ella me llevó al clímax entre cinco y seis veces a cada salida de la luna sin falta”. Con el gemido de Kyra, él continuó sin misericordia. “En muchas salidas de la luna yo las llamé a ambas a mi cámara, hora tras hora de buena folla”. “¡Ay dios”! Zor apresuró el paso del apareamiento hasta frenesí, induciendo a Kyra a que tuviera su clímax en el balcón. Ella dio un grito. El grupo lujurioso de abajo seguían, aunque las sirvientas ahora habían cambiado de posición, cada una tomando un turno en la erección de Jek. “¿Te gustaría que una de mis cositas de juego nos acompañaran en el baño alguna mañana, nee’ ka”? Zor susurró incentivos en el espiral de la ojera de Kyra mientras que él seguía golpeando al meterse en ella desde atrás. “¿Te gustaría ver a Muta mamar mi verga mientras que Myn la sirvienta se encargue de mi saco”?

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Kyra tuvo un clímax violento, un hecho que casi hizo que la erección de Zor echara lo último de su lecho. “¿Te gustaría verlas traerme a mi goce de hombre, mis corazones”? “S-sí”, Kyra confesó en camino a su tercera vez que se venía. “Sí. Ay, dios! Oh, sí”. Zor giró sus caderas y se metió en su coño a golpes sin piedad mientras que fueron a tropezones del balcón de vuelta a su cama. Sin salir de su canal apretado, él puso a Kyra en cuatro, todavía de pie a toda estatura mientras que daba golpes en ella sin piedad desde atrás. “¿Deseas que yo las convoque mañana, nee’ ka? ¿Deseas ver a tu Compañero Sagrado mamar los pezones regordetes azules y que saboree los encantos rosados entre los muslos de Myn”? Kyra recibió sus golpes, llegando al clímax por la cuarta vez. “Zor”. “Dime”, dijo entre dientes, los golpes sin fin dentro de ella la llevaron a la quinta vez que se venía. “Nombra tu deseo, pequeña”. “Sí”, gruñó ella, todo menos entre sollozos del placer sobrecogedor. “Las quiero en nuestro baño. Quiero ver que te mamen y tú a ellas”. Cada músculo en el cuerpo de Zor se hizo tirante. Las imágenes en su mente eran vivas. Sentir la sexta vez que se venía Kyra fue embriagante en extremo. El halar de su coño pegajoso era encantador. “entonces mañana, es lo que tendrás”. Gruñendo, envistió a Kyra fuerte. Con un giro de sus caderas, Zor se metió a golpes dentro de ella unas veces más antes de entregarse al placer-dolor y chorrear su fuerza de vida en su vientre. Las alhajas en el collar matrimonial parpadeaban. Su clímax se intensificó e hizo que él rugiera. Kyra gritó, corcoveando bajo su esposo mientras que ola tras ola de dolor de placer intenso venía sobre ella. Ella se estremeció y pulsó al venirse tras venirse que le reventaba la barriga. Repleta, Kyra gimió mientras caía boca abajo en la cama. Respirando profundo, ella cerró los ojos. Zor le dio una nalgada juguetona en el trasero. “¿Piensas hacerle caso omiso a tus deberes, joven”? Los ojos de Kyra se quedaron cerrados mientras que una sonrisa leve estaba sobre sus rasgos. “¿Qué quieres decir”? Zor no le contestó. Se lo mostró a cambio. Poniendo a Kyra en cuatro otra vez, se metió en ella otra vez desde atrás y a golpes se metió en ella con fuerza. Kyra gruñó. Ella decidió no quejarse.

***** Kyra despertó la mañana siguiente al sonido de la risa de Tia.

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““Veo que le diste completo placer, primo”, declaró la voz de un hombre asombrado, “su coño está hinchado y duerme el sueño de los muertos”. Zor se rió entre dientes. Kyra sintió la punta de sus dedos rozar en forma posesiva sobre sus labios vaginales. “Sí. Yo me apareé con ella cinco veces más después de que partiera la Jefa Sacerdotisa. La Alta Reina está, sin duda, repleta”, dijo con pompa. Se oyó risa por toda la recámara. “¿Estás seguro que la debemos despertar para un baño”? preguntó Tía, mientras bajaba el tono de su voz. “Se ve exhausta”. Kyra no le dio tiempo a Zor para que contestara eso. Con un parpadeo se abrieron sus párpados, y entonces los cerró un poquito mientras trataba de acostumbrar su vista a la luz del nuevo día. “Buenos días, durmiente”, dijo pensativo. Kyra le sonrió con ternura. Respiró profundo mientras que ella se daba cuenta de sus alrededores. Ella todavía estaba en la cama con Zor, ambos desnudos, pero Jik y Tía estaban aquí por razones que ella no podía entender. Kyra estaba tendida en los cueros de vesha sin cobertura, con un brazo sobre su cabeza y una pierna doblada por la rodilla, dando amplia vista de su vagina hinchada a su amiga y el primo de Zor. Alarmada, pero con esperanza de pasar como indiferente, ella le sonrió a Jik y a Tía, y se movió para cerrar sus piernas de la sus vistas. Aparentemente ignorante de lo vergonzoso que se sentía, Zor siguió acariciando los labios de su coño ante ellos aún después de que ella intentara cerrar sus piernas. Sus muslos permanecían abiertos. “Hola. ¿Qué hacen ambos aquí”? Jik le sonrió con ternura a Kyra, sus ojos recorrían de agradecimiento el cuerpo de Kyra, sobre su coño. “Zor nos ha invitado a bañarnos, mi Alta Reina. ¿Espero sea de tu gusto? Kyra le devolvió la sonrisa, mientras estudiaba su rostro guapo. “Por supuesto. Y por favor, llámame Kyra”. Jik asintió con un movimiento de la cabeza. “Es una hora que nos da usted”, declaró Tía contenta, con una sonrisa abierta a Kyra. “Gracias a usted por invitarnos a ser la primera pareja apareada a bañarse usted y el Alto Rey”. “De nada”. Kyra no estaba segura de cómo los había honrado, pero ella en su mente se encogió de hombros, decidiendo llevarse por ello. Zor carraspeó su garganta. “Comienza tú con tu nee’ ka sin nosotros. Nosotros iremos en cuanto antes, primo”. Jik inclinó su cabeza, tomó a Kyra por el brazo y la llevó hacia el otro lado de la inmensa recámara. Cuando ya estaban donde no los pudieran oír, Zor se viró otra vez hacia Kyra, se dio cuenta que ella lo estudiaba a él con una expresión de preguntar en su rostro. “¿Sí”? preguntó con voz bastante brusca, temiendo que él supiera lo que ella pensaba. “Pensé…” Kyra se mordió su labio, indecisa de si proseguir con el tema o interrogar sobre su buena suerte.

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“¿Sí”? “Yo pensaba que tú ibas a invitar a Muta y a Myn a bañarse con nosotros esta mañana”. Zor dio un suspiro. Para el asombro de Kyra, su rostro verdaderamente estaba poseído por lo que en la mayoría de la gente sería vergüenza. “Nee’ ka…” dijo en un suspiro otra vez, entonces ladeó su cabeza. Kyra se sentó con una postura recta. Ella frotó su mano en su espalda en forma calmada. “¿Qué”? ella susurró. “Kyra”, él dijo otra vez, “Los guerreros trystonni no son como los hombres de tu Tierra, así me lo imagino”. Cuando ella tenía su ceja alzada, él respiró profundo y siguió adelante. “Cuando nos hemos unido, nosotros no tenemos el deseo de buscar los encantos en otras hembras”. El movió su mano por el aire. “Confieso que entre la emoción del banquete de consumación, el frenesí de la unión, etcétera, que me emocioné demasiado quizá, pero yo…” El dio un suspiro, y gruñó en forma cómica. Kyra se mordió el labio para no reírse en voz alta. Le puso un beso en el hombre de Zor, ella lo dejó que se saliera con la suya. “En verdad, me alegra te sientas así”. Su cabeza se levantó de un tirón. “¿Lo estás”? Ella asintió con la cabeza. “Creo que estaba entretenido en la fantasía de todo eso también”. Kyra le alisó el cabello hacia atrás de sus hombros. “Pero ahora que estoy despierta, estas fantasías que me susurraste anoche no suenan muy excitantes; ellas suenan como que partirían el corazón”. Zor sonrió en forma abierta, completamente aliviado. “con que no me quieres ver mamar a otra mujer”? “¡No”! Kyra frunció el ceño y le dio una palmada juguetona en la espalda. El se rió. “De hecho, yo no quiero ni a Muta ni a Myn en ninguna parte cerca de ti otra vez”. “¿Cierto”? “Es en serio, Zor”. Kyra se mordió el labio. “No las quiero cerca”, confesó en una voz baja. Zor asintió con un movimiento del cabeza, complacido por ser posesiva. Es como se suponía que debía ser entre verdaderos compañeros. “Está hecho”. El se le arrimó hacia abajo y la besó con dulzura en los labios. “Además”, dijo, “Tryston es un lugar lujurioso. Va a haber muchas oportunidades para que te complazcas en tu encanto de ver a otros hacer el amor sin que el otro sea yo”. Kyra se rió en forma tonta. “Haces que yo parezca una pervertida”. Zor puso una mano sobre sus corazones fingiendo dolor. “Jamás, mi amor”. Sonriendo en forma amplia, la besó otra vez. “Entonces estamos de acuerdo. Ninguno de nosotros, salvo en momentos de calmar y mientras asistamos a banquetes de consumación-las que valga que fueran algo raro ahora que yo me he apareado- no tocaré a otra. Y jamás, en ninguna circunstancia, nos uniremos con otros. “¿Sí”?

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“Sí”, acordó Kyra con ansias, muy aliviada. Ella pensó preguntarle más sobre qué era lo de calmar, por cuanto Tía también lo había mencionado, pero se distrajo por su sonrisa abierta. Ella brincó y lo besó profundamente en los labios. “¿Pero qué de los baños” pensé de las Kefas…?” “No hay de otra”, le interrumpió Zor, mientras movía su cabeza. “Tú lo sabes, pani. Pero sólo porque las Kefas no hacen otra cosa sino traer placer al que bañan, “no es necesario tocarlas en respuesta”. “¿Y no usarás a Muta”? “Sí, es un juramento entre Compañeros Sagrados. No usaré a Muta”. Zor movió su mano con distracción. “Se la daré a uno de mis hermanos, o como un regalo a un rey favorecido o quizá a un señor. Después de un momento largo, Kyra asintió con la cabeza su aceptación de su pacto. “Está bien. Puedo respetar eso”. Zor frotó su muslo, en agradecimiento por entender. “Bien. Ahora tengamos un baño con nuestros amigos, a ellos les gusta un desayuno”. “Tengo un poco de hambre”. Zor meció a Kyra en sus brazos, mientras se ponía en pie para caminar con ella a la piscina de baño. “Después, pensé enseñarte más de Sand City”. Kyra chilló emocionada, causando que Zor se riera. “¿Podemos ir en una coche flotante”? Tu placer es el mío, nee’ ka”.

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Capítulo 14 Kyra tenía que confesar que bañarse con otros en verdad ayudaba a fortalecer el vínculo que uno sentía con ellos. Por supuesto, Eso era probable que fuera porque era difícil sentirse penoso ante otra gente que verías tener su clímax, o gente que te veían a ti tener tu clímax. Ella aún no podía creer que no había tenido inhibiciones en su baño. Cuando las Kefas quisieron darle masaje a sus muslos, Kyra abrió sus piernas con amplitud y lo disfrutó, sin importarle que Jik y Tía estuvieran ahí, o que Jik estuviera tieso por excitado de verla. De cierto, ella y Zor habían disfrutado atestiguar a las Kefas hacerle igual a Tía. Zor había puesto la mano de Kyra sobre su erección y le pidió que lo masturbara mientras que Tía azotaba y gemía, llegando a su clímax violentamente. Entonces Kyra había dado cuenta para qué eran los catres suaves reclinables al lado de la piscina. Ninguno de los guerreros podía esperar para llevar a sus Compañeras Sagradas a la cama. En su lugar, habían investido a sus mujeres bien y completamente, placiéndolas al lado de la piscina. Después, el grupo de cuatro personas desayunaron juntos en la recámara en piel de cuero de vesha. Aún desnudos, ellos se habían reído y comido y habían tomado parte en una gran conversación. Nada había avergonzado a Kyra. Nada la había sorprendido. Ni los continuos frotes de posesión distraídos de Zor entre sus muslos. Kyra ladeó su cabeza y sonrió en forma abierta. Todavía no se sobreponía a cuán en forma drástica su vida había alterado. De pie ante el espejo holográfico, ella tenía puesto una qi’ ka que Zor le había pedido que vistiera, declarando que era hora para el intercambio de colores de lo que ella portaba a diario. En funciones oficiales, Kyra continuaría portando una qi’ ka de colores variados por respeto a los muchos clanes de Tryston. Hoy era por oro. La qi’ ka dorada era mucho más transparente que las otras que había lucido hasta este momento. No habría duda para cualquiera de cuán grande eran sus areolas o de qué color era el parche de vello entre sus piernas. Daba igual que Kyra hubiera estado desnuda. El collar matrimonial estaba completamente empático a Zor ahora, daba a entender y le transmitía a Kyra según sus deseos en cada paso. Ella pensó que era un poco valiente, ya que él nada vestía que le transmitía sus deseos a él, pero porque ya habían estado en ese camino y ella había perdido la pelea, ella decidió no pensar más en eso. Ella se echó un último vistazo en el espejo holográfico, entonces giró sobre un talón y salió de la recámara. El paso que fijó fue uno rápido. Ella estaba mareada de la emoción de las esperanzas de ver más de Sand City.

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Sus sandalias costosas de alhajas incrustadas que hacía un sonido de clic en el piso de cristal negro, Kyra saludó con un movimiento de su mano con entusiasmo a cada guardia con que se encontró en camino a la cámara al gran pasillo. “¡Buenas tardes”! “Paz y prosperidad, mi Alta Reina”, dijo en voz alta un guerrero. Kyra sonrió con una sonrisa grande, entonces se viró hacia él con una mirada burlona en su rostro. Ella lo miró de arriba abajo y, se dio cuenta que había algo que reconocía del hombre de cabello castaño dorado con ojos verdes fosforescentes. “¿No te conozco”? “Sí”, confirmó el guerrero guapo con una sonrisa abierta. “Te sentaste en mi regazo mientras yo me encargaba de una de tus frutas de mujer en el banquete de consumación”. Los cachetes de Kyra se pusieron como tinta escarlata. “Oh”, balbuceó, y de repente se acordó de todo. Su nombre era Cam, y tenía una lengua talentosa. “¿No te llamas Cam”? El se inclinó. “A sus órdenes, Excelentísima”. Kyra ladeó su cabeza un poquito, confundida. Mientras tuviera vida, ella dudaba que se acostumbraría a que la llamaran una Alta Reina, una Emperatriz, o cualquier otra cosa por la cual se referían a ella por aquí. “Maravilloso. ¿Me podrías contestar una pregunta, Cam”? Sus ojos le echaron un breve vistazo por su cuerpo. “Seguramente”. “¿Me estoy volviendo loca o no era este piso rojo ayer”? Cam entornó los ojos como si no entendiera, entonces se rió cuando le se dio cuenta de la realidad. “Usted debe haber entrado a sus apartamentos por la puerta del sur ayer, al cual se va por el cristal rojo. Este es el lado del norte, Su Majestad, el que está pavimentado de la noche”. “Entiendo”. Kyra se mordió el labio. “Si gustara” le ofreció Cam cordialmente, “Yo la podría escoltarla a Su Majestad mientras le explico mejor el trazo del palacio”. “¡Eso sería maravilloso”! Dijo Kyra entusiasmada. Se supone que yo me encuentre con él en alguna recámara donde la gente se puede refrescar con matpow mientras esperan que se les traiga un vehículo. ¿Conoces este lugar”? Cam extendió su mano, y se la ofreció. “Seguramente”. Mientras bajaban por el corredor, él la complementó por su qi’ ka. “Es hermosa. Y exhibe sus encantos mucho mejor que el de ayer. Es asegurado que Su Majestad gozará lucir su nee’ ka este día, sabiendo que todos van a ver el raro parche de color de fuego que le pertenece a él”. “Gracias”, farfulló Kyra, su rostro se sonrojó otra vez. “De nada”. “Bueno”, preguntó ella con serenidad, cambiando el tema, “¿cuál es la cámara de matpow”? “Esa sería la cámara de cristal dorado”. Kyra ladeó su cabeza. “Yo no sé cómo los mantienes a todos en orden”. 81

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“Es más fácil que lo que parece, quizá”. Cam hizo un gesto a la gran pared mientras entraron. Kyra saludó a los guerreros y sirvientes que pasaron en camino con una sonrisa e inclinar la cabeza. “Este es el corazón del palacio y por ende, la cámara más grande dentro del mismo. Se llama el gran pasillo, o el salón de cenar, y como usted puede ver, es hecho del mismo cristal negro del que las afueras del palacio y el corredor del norte son hechos”. “¿Porqué negro”? “Es el emblema de Q’an Tal, el negro”. Cam encogió sus hombros en forma distraída. “Quizá el gran pasillo se dejó negro como las paredes del palacio para acordar a las visitas de quién es que gobierna aquí, ya que aquí es donde pasarán la mayor parte de su tiempo oficial”. “Supongo que eso tiene sentido”. Kyra apretó el músculo pesado en el brazo de Cam. “Así que eso quiere decir que el corredor del norte es hecho de cristal negro porque lleva a nuestros apartamentos, ¿tengo razón? “Sí”. “¿Entonces porqué es el piso del sur rojo? ¿Porqué es mi recámara roja”? Cam se rió entre dientes. “Casi nada pasa sin que usted se dé cuenta, ¿cierto”? Con la mirada molesta de Kyra, él le dio unas palmaditas en su mano y continuó. “En primer lugar, las cámaras de propiedad particular, aún los reales, son construidos a los gustos personales, no para servir como emblemas”. “Así que dices que mi cuarto es rojo sólo porque es el color preferido de Zor”? “Sí”. La mirada de Cam se encontró con la de ella y le guiñó un ojo. “A él siempre les han gustado las uvas de color de fuego”. Kyra movió su cabeza y sonrió en forma abierta. El guerrero la recordaba de Dakterriblemente insolente, pero demasiado placentero al hablar como para enojarse con él. “Volvamos a la primera pregunta: “¿Porqué es rojo el piso del sur”? “Porque no lleva exactamente a sus apartamentos, así que no es oficialmente Q’an Tal”. Con la mirada confusa de Kyra, Cam se apresuró para explicar, “La puerta que usó ayer, la del lado del sur, en verdad es una puerta secreta de la cual saben muy pocos. Si el Alto Rey no se lo ha explicado, Estoy seguro que él lo hará antes que llame cualquier visita política, que no se le permite a usted pasar por esa puerta cuando nadie, sino familia, esté presente”. “Interesante”, dijo Kyra. Ella saludó con la mano a una sirvienta amistosa sin corpiño llamada Leha quien le había llevado el desayuno esta mañana. Leha le sonrió en respuesta y la saludó con la mano. “¿Entonces qué más se guarda en el lado del sur, además de la puerta secreta”? preguntó ella mientras continuaban su paseo. “En la mayor parte, cámaras de señores de alto rango y también algunos teatros”. “¿Teatros”? “Sí. Muchos actores caminan a Sand City, con esperanza de entretener al Alto Rey”.

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Kyra apretó el brazo de Cam mientras seguían caminando. “¡Qué emocionante! ¿Qué clase de actuaciones”? “De todas clases, supongo, aunque la mayoría son dotados en los artes eróticos”. “¿Artes eróticos”? Se le abrió la quijada de Kyra. Ella movió su cabeza sin creer. “¿Qué quieres decir por eso”? Cam le sonrió en forma abierta, entonces movió su muñeca para que se abrieran un par de puertas dobles, pesadas. “Las mujeres que soy bien versadas en el deporte de la cama, con seguridad. Me acuerdo de una actriz que el año pasado pudo llevar a diez guerreros a su placer a la misma vez”. “¿Diez”? “Sí”. “¡Guau! Una mujer dotada”. Cam asintió con un movimiento de su cabeza. Creo que ella va a entretener aquí otra vez a la salida de tres lunas”. El frunció el seño, entonces farfulló algo de prácticas injustas. Kyra alzó una ceja de color de fuego. “¿Injustas”? ¿Qué quieres decir”? “Nada, Su Majestad”. El rostro de Cam se sonrojó, lo que indicaba que había revelado más de lo que había querido”. Kyra se detuvo, despistada. Ella se dio vuelta para tenerlo de frente. “Dime lo que quieres decir”. Cam dio un suspiró, entonces se encogió de hombros un poquito, pensando que no era sabio rehusar a contestar lo que aparentaba ser una orden directa de la Alta Reina. “Es sólo que cuando los actores piden voluntarios del público, los guerreros más viejos, de alto rango siempre ganan”. “No entiendo”. Kyra revolteó su mano entre ellos. “¿Luchan por los honores de aparearse con las actrices o algo como eso”? “¡Lo haría si pudiera”! Cam se rió. El movió su cabeza y sonrió en forma abierta. “No, los jóvenes en rango nunca tienen tal oportunidad que los ayude, porque si un guerrero de mayor puesto escoge ser voluntario, nada podemos hacer, sino aceptar”. “En otras palabras, los guerreros jóvenes no se aparean ¿y los guerreros mayores las cogen a todas”? “Precisamente”. Cam dio un suspiró, claramente agitado. “Los guerreros mayores lo tienen todo. Todos tienen por lo menos una Kefa asignada a sus apartamentos, y casi siempre varias. Los guerreros más jóvenes que vienen a Sand City para entrenar bajo el Alto Rey y Emperador no se les da ni una, salvo, por supuesto, que vengan de un grupo rico y fueron dotados con algunas esclavas por sus padres para que trajeran consigo”. “Interesante”. “Sí. El único deporte que los guerreros más jóvenes tienen es cuando nosotros podemos seducir a una sirvienta obligada a que nos deje probar sus encantos”. Cam se sonrojó como tonto. “He dicho demasiado, Su Majestad”. El hizo un gesto hacia la 83

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puerta. “Venga. Esta puerta conduce a la nave del este, que es donde está la cámara dorada”. Kyra se tocó el mentón mientras seguía analizando a Cam, evidentemente frustrado. La imagen de cierta mujer encantada, pechugona, bella, de azul que brilla con el apodo de la mamadora le pasó por su mente. Ella sonrió con lentitud. “Luego podemos hablar más sobre lo otro. Por ahora, tienes razón, nos debemos ir”. Kyra tomó el brazo de Cam, sintiéndose muy aliviada ahora que ella sabía qué hacer con Muta. Y si Zor estaba acordaba con sus deseos, Cam se sentiría mucho de lo mismo muy pronto.

***** El vehículo descapotado en que fueron al viaje a Sand City no era el de propiedad de Kyra, pero era el vehículo flotante oficial del Alto Rey. Hecho de cristal negro y de alhajas incrustadas, era una gran muestra de decadencia. “Temía que mi primo Jik querría pasear con nosotros”, Zor dijo mientras mecía a Kyra en su regazo y mordisqueaba su cuello. “Seguramente, estoy contento de tenerte para mí para un hechizo”. “Mmmm”. Kyra cerró sus ojos y disfrutó el sentimiento de los labios de su esposo y dientes que la rozaban en lugares sensibles en su piel. “Yo también”. “Ya que mencionamos estar solos”, Zor dijo mientras movió su muñeca para invocar la qi’ ka del cuerpo de Kyra, “¿no te dije que estuvieras desnuda mientras fuéramos sino tú y yo”? El tiró su qi’ ka descartada al asiento vacío trasero, y entonces continuó mordisqueando. Kyra inhaló profundo, sus pezones se endurecían. “Qué si nos juntamos con otros después de que pasemos el perímetro del palacio a continuación”? preguntó ella sin respiración. “Quizá me vean desnuda”. “¿Y”? “Su cabeza se levantó con rapidez. “¿Y”? “¿Sientes pena de repente, mis corazones”? Zor sonrió en forma abierta con picardía, mientras le daba amasaba las nalgas de perla sekta mientras él analizaba su rostro. “Después de venirse con la Jefa Sacerdotisa en tu cámara de baño, ¿entonces otra vez cuando nos unimos? Después de venirte con guerreros en la fiesta de consumaciónque no hablaremos de eso. ¿Después de venirse por Jik y el placer de Tía? Después de-” “¡Está bien! ¡Está bien! Kyra le puso la palma de una mano sobre su boca. El la lameó y sonrió en forma abierta tras su mano. “Pero en serio, ¿Qué pensarán los demás si vienen hacia nosotros mientras estoy desnuda”? “Ellos pensarán que eres una nee’ ka leal y respetuosa”. Kyra frunció el seño. Eso sonaba demasiado sumiso como para que le gustara. Zor refunfuñó algo de los primitivos de la primera dimensión, pudiendo leer sus emociones mucho más fácil ahora que ya se habían unido. “No importa cómo eran las 84

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cosas en tu hogar anterior. Aquí, las mujeres procuran placer a sus Compañeros Sagrados”. Kyra resopló cuando le dijeron eso. Ella cruzó sus brazos bajo sus senos y por terquedad, frunció el seño. “¿Oh?” Zor alzó una ceja negra real mientras alcanzaba uno de los pezones de Kyra y la hacía dar vueltas entre su dedo pulgar y el índice. “¿Y darme placer ha sido tan mal”? “N-No”. Kyra aguantó su respiración. “Para nada”. Zor habló más suave mientras el vehículo descapotable se dirigía al perímetro del palacio encantado. “¿Entonces porqué no desearías darme placer”? “Yo- ¡ay, Dios”! Su otra mano ahora estaba ocupada frotando entre sus piernas. “Yo sí deseo darte placer”, confesó con un suspiro. “Buena chica”. Zor viró a Kyra hacia atrás para que la espalda de Kyra estuviera en su pecho. Zor abrió sus rodillas para abrirle las piernas en amplio, él liberó su verga erecta e hizo que la atravesara. Ella dio un grito, sus labios lisos se envolvían alrededor de él, y lo aceptaba completamente dentro de ella. Zor continuó su frote íntimo, una mano hacía círculos distraídos alrededor de su clítoris mientras que la otra jugaba con sus pezones, y se acomodaron para un largo viaje de Sand City. Entre más de un clímax, Kyra pudo ver mucho y hacer muchas preguntas. Ella estaba especialmente impresionada con la duna encantada que Zor dijo que vivía la sacerdotisa y sus esclavos masculinos la sacerdotisa y sus esclavos masculinos vivían. “¿Cuántos hombres son propios de Ari”? La última vez que se contaron, más de cuatrocientos. Kyra se rió entre dientes. “Bien, Ari”. Cuando el vehículo se dirigió otra vez al palacio tres horas después, Kyra lamentaba ver que su gira llegaba a su fin. Ella pasó un tiempo de maravilla, acostada en los brazos de Zor, haciendo el amor lentamente con él mientras jugueteaban. Ella sabía que todos los días no serían como este. El le había dicho con cautela aunque él se había ausentado de sus deberes y continuaría a hacerlo por unos días más por respeto a ella y su nuevo matrimonio, él mismo tendría que encargarse del entrenamiento de sus guerreros muy pronto. Kyra había asentido con la cabeza, diciéndole que ella entendía. Después de que unos de los guerreros de Zor levantó a Kyra por la cintura y la puso sobre el cristal rojo del área de despliegue, Zor invocó a la qi’ ka otra vez al cuerpo de Kyra. Tomando a su nee’ ka de la mano, él la condujo al mismo palacio.

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Capítulo 15 A los tres días, mientras Zor estaba ocupada afuera entrenando a sus hombres, Kyra deambulaba deprimida en el palacio, perdida en sus pensamientos, pensando en lo que Geris hacía en ese mismo momento, se preguntaba si su hermanita Kara seguía viva. El no tener a Zor paseándose alrededor de ella las cuarenta y cinco horas de un día Trystonni le daba a Kyra demasiado tiempo para pensar en todo lo que había perdido. Unos minutos después, Kyra se encontró con Dak en el gran pasillo. Lo primero de lo que se dio cuenta de su cuñado gigante de cabello claro fue cómo se veía pachucho hoy, en nada como era normal en él, alegre. Pensando en que el amargado busca al amargado, ella se desplazó a su lado y lo saludó. “Buenos días, Dak”. Dak quitó su mirada de analizar el matpow en su copa de vino y en un abrir y cerrar de ojos, recorrió de arriba abajo el cuerpo de Kyra. Ella se sonrojó, a sabiendas de que la qi’ ka plateada que ella hoy portaba era transparente como film transparente para cubrir alimentos. “Buenas, hermana. Hoy te vez excepcionalmente hermosa”. “Gracias”. Kyra dio un suspiro que dijo mucho. “Quisiera que me sintiera excepcionalmente hermosa hoy”. “¿Ánimos de depresión”? “Sí”. Dak resopló, hizo un gesto para que se sentara a su lado. “Entonces has venido a buen lugar”. Dak convocó a una copa de vino vacía de la mesa alzada a su lado, entonces lo llenó de matpow y la puso ante Kyra. “Ahora, cuéntame lo que te molesta y yo te diré lo que me molesta”. Kyra sonrió. “¿es como, ‘muéstrame el tuyo y yo te muestro el mío”? Dak contoneó sus cejas. “Ya he visto sus encantos en exposición, hermosa Kyra, pero estaría agradecido, por supuesto, si me enseñara otra vez”. “¡Ay, deja eso”! Ella se rió, y le dio un puño a Dak en el brazo. Él hizo como si lo sintió. Kyra levantó su copa de vino y se la ofreció brindando. “Por ti, por hacerme sonreír”. Dak inclinó su cabeza, entonces analizó sus ojos. “¿Qué la molesta, hermana”? Kyra se encogió de hombros, bebiendo a sorbos de la copa de vino llena con matpow azul turquesa fosforescente. “Extraño mi hogar”. Ella ladeó su cabeza, mientras fruncía el seño. “No, no es la verdad exactamente así. Yo extraño a cierta gente de mi hogar, pero sobre todo a mi hermana y mejor amiga”. “¿Quiere que vaya a cogerla por ti”? Los ojos de Kyra se iluminaron. “Tú podrías-”

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“Por supuesto, nunca podrían volver cuando fueran traídas aquí”. Sus ojos se opacaron, sus hombros cayeron. “Yo no les quitaría el escoger como Zor me lo quitó a mí”. Dak rascó su mentón pensativo. “¿Le guarda rencor a Zor por reclamarte”? Ella pensó en la pregunta. “Raro, pero no, no desde que nos unimos”. Ella tragó otra vez de la bebida, entonces puso la copa de vino en la mesa a su lado. “Es raro, pero desde el primer momento en que fijé en él mis ojos, aunque estaba aterrorizada, una parte de mí siempre supo que yo era parte de él, que él me necesitaba y yo lo necesitaba a él”. Ella pasó una mano por su cabello. “Extraño, jm?” Dak sonrió en forma abierta, y movía su cabeza. “Las nociones de aparearse no debe ser de mucho avance mental. Lo que acaba de describir es lo que le dirán todas las nee’ kas que ella sintió al primero fijar sus ojos en su Compañero Sagrado”. “Como…” “Dos mitades de un todo”. Kyra asintió con la cabeza con lentitud. “Sí, dos mitades de un todo. Me siento así”. Se puso en pie moviendo su cabeza. Ella no estaba lista para tratar con las implicaciones de eso todavía. “¿Caminaría por los jardines conmigo mientras hablamos”? “Seguramente”. Mientras se levantaba, Dak la tomó por el brazo y condujo a Kyra por el gran pasillo. “No debes tener pocos ánimos por dejar ese planeta lúgubre, hermana. El estándar de vida aquí es mucho superior”. “Te dije, es la gente a quien extraño. ¿Te acuerdas de la mujer con quien yo estaba cuando Zor me llevó”? “Sí”. Dak se excitó de inmediato con el recuerdo vivo. Sus largos mechones trenzados, su piel rara de ónice, su“Ella ha sido…” El labio inferior de Kyra comenzó a temblar. “Ella ha sido mi mejor amiga desde que yo era,”-ella parpadeó un ojo para no llorar-”una niña”. Respirando profundo, ella miró hacia arriba y le sonrió convincente a Dak. “Disculpa, dijo en un murmullo. “No se disculpe”, dijo en voz baja. Apretando su mano, Dak le preguntó, “¿Cómo se llama la joven”? “Geris”. “Geris”, repitió, permitiendo que el sonido pasara por su lengua. “¿Y qué de la bonita Geris? ¿Crees que le gustaría la vida en Tryston”? Kyra se encogió de hombros. “Estoy segura que aprendería a amarlo después de que se acostumbrara, pero no se trata de eso”. “¿Oh”? Dar arqueó una ceja dorada castaña mientras le prestaba atención. “¿Entonces de qué se trata”? Yo querría que ella tuviera la decisión”.

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Dak convocó a que se abrieran las puertas pesadas que conducían a un atrio lleno de matas frondosas y extranjeras. “¿Qué si te dijera que es posible que Geris sea mi Compañera Sagrada”? “¿Q-Qué”? Kyra tropezó, agradecida cuando Dak la aquietó. Ella se viró para confortarlo, tomando sus bíceps salientes. “¿Es ella”? chilló. “Yo no sé, confesó Dak, pero es verdad que guardo todos los sentimientos que se dice que los guerreros poseen cuando conocen a sus Compañeras Sagradas, pero son separados por guerras u otros acontecimientos”. Kyra movió su cabeza, su ceja arrugada. “No entiendo”. “¡Estoy deprimido!” “Oh”. Kyra se mordió el labio, y sonreía en forma abierta. “¿Pero no lo hubieras sabido cuando la viste si era ella”? “En circunstancias normales, sí”, explicó Dak, “mas estábamos en una dimensión que no conocíamos, encarando posibles enemigos de los cuales no podíamos estar seguros”. El se encogió de hombros, aunque el gesto era todo menos normal. “Yo estaba demasiado ocupado buscando amenazas para prestarle toda la atención a la linda joven de ónice, como ahora quisiera haberlo hecho”. A Kyra no le interesaba eso. Ella enterró sus uñas en sus brazos. “Pero es muy posible que Geris es tu compañera; que ella pertenece en Tryston”? “Envaine sus garras, hermana”. Dak sonrió en forma abierta, un hoyuelo atractivo le salió. “Pero sí, mientras más pienso en eso, más me convenzo de ello”. Kyra saltó a arriba y abajo, sus senos se sacudían con su emoción. “Eso haría a Geris una reina, ¿no”? “Sí”. Dak analizó los ojos de Kyra como si buscara respuestas “Ya que mencionamos títulos, yo soy rey y por ende tengo una colonia a la que debo volver cuanto antes. Así que si me voy, debo ir ya, hermana. ¿Qué piensas de eso”? Kyra sopló, dándole vueltas. “¿La obligarías a venir a aquí si ella resultara no ser tu Compañera Sagrada del todo”? “No. Yo le daría a la joven la opción si ella no me perteneciera, pero si es mía…” Dak movió una mano por el aire, señalado que el libre albedrío de Kyra no existiría. “Entiendo”. Kyra soltó el agarre que tenía en su brazo y dio un vistazo por el atrio, analizando en forma distraída el montón de plantas. Ella consideró lo mucho que había llegado a formar Zor de ella desde la unión, cuán sola estaba aún con tan sólo unas horas de separación de él, cuán melancólica se ponía aún con unas horas de separación de él. Esto es lo que eran los Compañeros Sagrados el uno para el otro él había dicho. La mente de Kyra estaba decidida. “entonces ve a Geris. Mira a ver si es tuya”. Ella giró y le apuntó con un dedo amenazador a Dak. “¡Pero si no es, le das la opción”!

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La tropa de actores viajeros que se especializan en las artes eróticas hizo una actuación en el palacio a esa salida de la luna. El teatro en que actuarían las jóvenes pechugonas estaba repleto, lleno de guerreros lujuriosos casi dos horas enteras antes de que estuviera programada a comenzar la función. Arriba en los balcones, las cajas individuales estaban llenas con los hombres de mayor rango de Tryston, los reyes menores y los altos señores. A diferencia de abajo donde sólo había asientos para descansar, cada caja propia contenían una cama gigantesca, desde donde los guerreros podían ver las actuaciones a gusto suyo, tomando sus propios placeres cuando les daba la gana. Mientras Kyra caminaba a su caja con Zor, ella de inmediato se dio cuenta que las cajas propias no eran exactamente privadas. La única partición que separaba una caja de la otra era una soga fina como alhaja. Su atención fue arrebatada por el guerrero en la caja al lado de la suya. Era evidente que no se había apareado, porque había diez sirvientas obligadas en su cama, que besaban y lo acariciaban por todas partes, lo que incluía a la infame Myn, quien ahora mamaba su pene. Aunque sus ojos estaban cerrados, las facciones del guerrero sólo podrían ser descritas como severas. Su cabello era negro azabache como el de Zor, su piel del bronceado profundo de los hombres trystonni, y su estatura parecía estar a la par con la de su esposo también. Una sola cicatriz dentada estaba acuchillada por su cachete derecho, lo que le daba una apariencia más bárbara que la de Zor. El hombre le daba escalofrío. “Ah Myn”, se alabó con modales groseros, mientras respiraba hacia adentro, “Veo que no has perdido tu destreza mientras yo estuve ausente. Gret, mama de mi saco de hombre mientras que Myn atiene mi vara”. Sin abrir sus ojos, él viró su cabeza y enrolló su lengua alrededor del pezón presentado para aceptación de otra sirvienta. Cuando el guerrero tuvo su clímax un minuto después, Kyra estaba desconcertada para darse cuenta que ella de inmediato fue excitada. Zor tenía razón. A ella le gustaba mirar. “¿Ves algo que te gusta”? Zor susurró en forma provocativa en su oído mientras se le ponía atrás. Kyra sonrió con lentitud, mientras todavía miraba la escena. Los senos cuantiosos de una sirvienta cubrían la cabeza del guerrero, pero Myn se puso en pie para atravesarse en su vara, ella se daba cuenta que él estaba completamente erecto otra vez. “Tienes razón”, confesó en una voz baja, “Soy una pervertida”. Zor se rió entre dientes en voz baja. “Yo nunca dije eso, tú lo dijiste, mis corazones. Es normal disfrutar ver si me lo preguntas”. Los senos enormes de Myn se balanceaban arriba y abajo mientras montaba su guerrero, lo que Kyra detestaba confesar, lo hacía con pericia que se celaba. El gemido de ella aumentó mientras que su paso se hacía más rápido y frenético. Esta mujer que era evidente sabía dar placer.

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Zor se rió entre dientes y convocó a la qi’ ka de Kyra al suelo. “Sí, pani, Myn es una excelente folladora, pero no lo hace ni cerca de lo bien que lo haces tú. El alcanzó alrededor de su cuerpo y deslizó los dedos de una mano por el parche de vello íntimo. Estás mojada de la necesidad, pequeña. Vamos a nuestra propia cama”. Kyra se dio vuelta en el abrazo de Zor y alzó sus brazos para que la levantara. El gruñó, agradeciéndola de una vez. Sus lenguas se encontraron mientras que Zor apretaba las nalgas de Kyra, gimiendo en su boca mientras que se saborearon. El había extrañado tocar su cuerpo tanto mientras entrenaba hoy. La música comenzó a tocar, lo que indicaba que la función pronto comenzaría. Zor se cayó en la cama con Kyra en sus brazos, entonces rompió el beso. “Acuéstate de frente al escenario para que nada te pierdas, nee’ ka. Yo me acostaré atrás de ti”. “Está bien”. Kyra se viró a su lado, reclinada en un codo. Ella respiró hacia adentro cuando el largo y grueso pene de Zor entraba en ella desde atrás. “Mmm. Eso se siente maravilloso”, confesó ella con un jadeo. “¿Harías que mis pezones den vuelta entre tus dedos”? preguntó ella en forma provocativa. “Joven lujuriosa, dijo Zor en broma. El acercó a Kyra sobre sí en tal manera que permitiera que él deslizara su brazo izquierdo bajo ella, dándole acceso a esa mano al pezón izquierdo de ella. Su otra mano alcanzó por encima de Kyra, descansando con cómoda mientras él le ponía atención a su pezón derecho. “¿Mejor”? le dijo entre un aliento en su oído. El remolineó su lengua alrededor del espiral hasta que ella se estremeció. “S-Sí”. Kyra rotó sus caderas, atravesándose y entonces atravesándose otra vez en forma lenta en su verga. Ahora era Zor quien inhalaba. “¿Te gusta eso”? “Mmm Kyra. Sí, pani”. Zor cerró sus ojos y disfrutó las sensaciones del coño con que su nee’ ka lo premiaba. Cuando ella le dio golpes en respuesta, entonces giró sus caderas con un movimiento moledor, él gimió. “Ah Kyra. Dame más de ese canal dulce, amor. Tómame entero”. “Zor”. El clímax de Kyra fue rápido. Ella dejó que los sentimientos se apoderaran de ella, sin intentar reprimir sus gemidos de éxtasi. “Zor”, se quejó. Los golpes de Zor se hicieron más fuertes, más rápidos. “Dame más, nee’ ka. Yo demando más del cuerpo que me pertenece”. El giró sus caderas y dio golpes más fuertes. Ella gimió más fuerte. “¿Me lo negarías”? “N-No”. Kyra encontró sus golpes con entusiasmo pícaro. A sabiendas de que los de esas cajas cercanas a ellos podrían ver todo, oír sus gemidos, era un afrodisíaco más. Ella se reventó, viniéndose con violencia. “Más duro”, gritó, azotando contra él como loca. “Necesito más”. “¿Mereces ser premiada más”? Pidió Zor mientras se metía en ella a golpes más rápido y duro, pellizcando sus pezones. “¿Has tratado de darme placer en todo lo que has hecho hoy”? El giró sus caderas y se enterró en ella, obteniendo otro gemido. “Sí- ay dios”. Kyra se montó sobre él, contrayendo sus músculos vaginales a propósito mientras que glotona aceptaba la folla que él le daba. El rugido de su esposo 90

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le dio a entender que a él le gustaba lo que ella le hacía. “Haz que las alhajas en mi collar parpadeen”, suplicó con frenesí. “por favor”. “¿Eres codiciosa por mi fuerza de vida?” inquirió Zor con dientes cerrados, moviendo sus caderas y dando golpes con rapidez. Cuando Kyra se desbarató y tuvo otro clímax otra vez, él no podía más. “Tu placer es mío, nee’ ka”. Con un último golpe, él chorreó su semilla dentro de ella. El collar matrimonial parpadeó. Kyra gritó. Zor hizo caer su cabeza hacia atrás y rugió. Ola tras ola de venirse delicioso recorría por sus cuerpos, uniéndolos más, uniéndolos por siempre en una forma que palabras humanas jamás podrían explicar. Las luces en el teatro con lentitud se atenuaron y los focos brillaron sobre los escenarios. Zor lamió el oído de Kyra mientras que la intensidad de las olas en forma suave bajó. “Ah nee’ ka. Tal placer me das”, confesó con un susurró fuerte. Con el suspiro contento de Kyra, él se sentó, con cuidado para no sacar su verga del cuerpo de Kyra, y puso a Kyra entre sus piernas- todavía atravesada- su espalda en su pecho. “Veamos el espectáculo”. “Sí”. Kyra extendió su mano y recorrió su mano su quijada. Zor lo frotó, entonces besó la palma de la mano de Kyra antes de soltarla. “Tengo necesidad de algo suave para reclinarme en ello. ¿Te molestaría mucho si yo llamara a una sirvienta para que me sirva de almohada”? “No”, confesó con veracidad, “para nada”. Unos minutos después, comenzó el espectáculo y Zor tenía su almohada. La sirvienta obligada le daba un masaje en sus hombros macizos mientras él recostaba su cabeza hacia atrás en los senos enormes sedosos. Kyra se recostó otra vez en el aguante de los brazos de Zor, su pene completamente metido dentro de ella. “¿Es esto demasiado peso para que Leha lleve”? preguntó Kyra. “No, pani. Yo me cuido de no lastimarla”. Apaciguada, Kyra puso su atención en los actores que entraban en el escenario. Ella casi no podía esperar para ver exactamente la actuación de las artes eróticas implicaba.

***** Cam se perdió de la vista de los demás en sus cuarteles propios, decidiendo que prefería no mirar a los actores cuando él sabía que nunca probaría de sus encantos. Era mejor no excitarse cuando el no tenía medios para sacarse la lujuria del cuerpo, él se quedó como era. De hecho, después del banquete de consumación, él había sostenido una erección dolorosa durante la mayor parte de dos días. El paso de Cam titubeó mientras daba la vuelta en el corredor, sorprendido cuando entonces encontraría con una sierva obligada que se iba de su cámara. “¿Qué haces

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aquí”? preguntó en forma analizadora, más por curiosidad que porque le incumbiera. En fin, ninguna sirvienta obligada tendría el atrevimiento de robarle a un guerrero. La sirvienta se inclinó, entonces se enderezó, exponiendo sus senos amplios con orgullo. “Yo fui enviada por la Alta Reina para enviar un regalo a sus recámaras. Porque usted no estaba ahí, un guardia me dejó entrar”. Ella sonrió con un gesto hacia la puerta de la cámara. “La Alta Reina deseó que yo transmitiera sus saludos y le dijera que el regalo es suyo”. Cam arqueó una ceja, sin tener idea de lo que alguien como Su Majestad pudiera desear regalarle. “Entonces te doy las gracias”. “Disfrute”. La sirvienta sonrió en forma coqueta, entonces giró en su talón y se fue tranquila. Cam la vio cuando se fue, disfrutando de la vista de su muy redondo trasero mientras se mecía al irse bajo la qi’ ka transparente. Mientras sacudía su cabeza para aclararse la mente, él caminó por las puertas de su suite y la cerró y aseguró tras sí. Buscó arriba y abajo por su regalo misterioso, pero nada vio. En su mente se encogió de hombros, se desvistió de su apariencia de guerrero mientras se acordaba preguntarle mañana a la Alta Reina qué había pensado en darle. Desnudo, Cam fue a su recámara y se dejó caer cansado en la cama alzada. El se dio vuelta en su espalda, puso sus manos tras su cuello para servirse de almohada, y cerró sus ojos. Alguien empezó a acariciar su pene. Los ojos de Cam se abrieron de la sorpresa. Sentada en sus rodillas a su lado, había una sorprendentemente hermosa Kefa con piel azul brillante y senos tan grandes que estaban completamente sobre ella hasta su ombligo. Su erección se hizo rígida al instante. La Kefa emitió un pequeño sonido de gemido, complacida por la respuesta de su cuerpo. “¿Quién eres”? preguntó con una voz ronca. La Kefa le entregó una nota, entonces inclinó su cabeza y se metió su verga en su boca. Cam inhaló entre sus dientes y rompió el pergamino que mostraba los garabatos femeninos de la Alta Reina. Esta es Muta. Su apodo es la mamadora. Disfruta. Cam puso la nota con reverencia en la cama mientras miraba hacia abajo a Muta en forma fija, mientras miraba cómo su gran verga desaparecía en su boca voraz. “Por las arenas”, murmuró entre sus dientes cerrados, mientras que la Kefa trabajaba en él en una forma que él nunca sabía que fuera posible. En el transcurso de las siguientes horas, Cam llegó a entender cómo Muta había adquirido su apodo. Cuando la mayoría de las Kefas se irían de la recámara cuando llevaran al venirse a sus amos, el flujo de vida de un guerrero parecía sólo obtener un mayor deseo de mamar.

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Dos horas después, Cam se dio cuenta que aún no había metido su vara en el canal de Muta. El dudó que lo haría esta noche, pero se sonrió, a sabiendas de que era de él y que podría probar esa parte de su encanto a la siguiente salida de la luna, o cuando tal lo deseara. Al cabo de siete horas y diez clímax, Cam empezó a pensar si era posible morir por el talento de Muta. Nunca le habían dado un placer tan profundo. El permitió que ella lo mamara hasta llevarlo a otra vez que se venía una última vez, y entonces le pidió que le sirviera de almohada mientras él dormía. Cam se acurrucó con los senos de Muta, mamando de un pezón azul regordete mientras quedaba en el sueño más profundo de su vida. El sonrió, sus pensamientos volvieron a Kyra. Viva la Alta Reina.

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Capítulo 16 Cuando Kyra fue a desayunar en la mañana siguiente, ella estaba por darse cuenta que el guerrero en la caja adyacente a la suya y de Zor anoche no era otro, sino Kil, el segundo mayor de la familia real de Q’an Tal. Los dos hermanos se abrazaban en uno al otro, se daban golpes en la espalda con afecto, cuando Kyra entró en el gran pasillo. “Dak se arrepentirá por no verte”, dijo Zor, con una sonrisa de sien a sien. “¿Y qué hay de Rem”? preguntó Kil, sus ojos azules tanto como los de Zor. “Bah. El siempre está en Sypar, donde la so-puta de su nee’ ka le ha pedido que se quede”. Kil resopló, un gesto que ablandó un poco sus rasgos severos. “La elogias con la alabanza inmerecida”. El sonido de clic de las sandalias de Kyra en el piso de cristal negro capturó la atención de Zor. El dio media vuelta, y sonrió al verla, sus ojos devoraban su cuerpo que hoy vestía una qi’ ka azul transparente. “Nee’ ka, ven”. El le hizo un gesto con su mano señalándole que se uniera a ellos. “Te presento a mi hermano, Kil”. Kyra respiró profundo para calmarse, entonces fue hacia donde estaban en pie ambos gigantes. Kil tomó su tiempo en analizar su forma, sus ojos se movían sobre cada pulgada de su cuerpo, sin prisa en sus partes más íntimas. Ella hizo como si no se diera cuenta. “Hola. Me llamo Kyra”. Ella le sonrió, aunque sus ojos todavía examinaba con detenimiento su cuerpo. Kil al fin llevó su mirada a encontrarse con los ojos de Kyra. El inclinó su cabeza, pero no le sonrió. Ella sintió que sonreír era algo que no solía hacer mucho. “Me acuerdo haberte visto anoche en la caja al lado de la mía. Yo soy Kil”. “Kil ha viajado a aquí desde Tron donde ha estado ocupada deshaciendo una insurrección”, le explicó Zor a Kyra, mientras extendía la mano para frotar con la yema del dedo pulgar en uno de sus pezones. “El está muy cansado, me imagino, así que cenaremos con él en privado. ¿Puedes pedirle a las sirvientas que envíen una cena a nuestros suites, mis corazones”? “Por supuesto”. Kyra asintió con un movimiento de la cabeza, contenta por tener una excusa para alejarse de la presencia desconcertadora de Kil, aunque fuera por un ratito. Ella le sonrió con gracia a los hombres, entonces dio giró sobre su talón y se fue. “Ella es hermosa”, confesó Kil. “Aún más ahora que la puedo ver en la fuerte luz del día”.

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“Sí”, dijo Zor con orgullo, “eso lo es”. El le dio una palmada a su hermano en la espalda. “¿Me imagino que no te opondrías en cumplir con tus deberes si algo me sucediera”? “No”, no tendría objeción”, confesó Kil sin reparo, “mas no quiero pensar en algo tan malo como eso, sea o no broma”. “Lo siento”. Zor se sintió contrito de inmediato. “Se me olvida que acabas de llegar de ver muchas muertes. Perdóname, hermano”. “No es para perdonar”. Kil le dio un golpazo en la espalda, con un abrazo otra vez. “No es para perdonar”.

***** Kyra aprendió mucho de la cultura trystonni en el desayuno a solas en sus recámaras, mucho de ello sorprendente, lo que la dejaba sin sensibilidad más y más. Por ejemplo, debido a sus leyes de sucesión, se suponía que Kyra se refiriera a Kil como a un tipo de esposo de menor grado. No se suponía que tuvieran relaciones sexuales, pero debido a que ella sería entregada a Kil en matrimonio si Zor muriera- un pensamiento que la horrorizaba- se suponía que tuviera cosas íntimas con él que hasta ahora sólo había compartido con Zor. Su qi ka fue quitada mientras estaba en presencia de Kil, lo que le fue dicho que sucedería cada vez que estuvieran solos, estuviera Zor o no estuviera presente. Kyra había comido desnuda con Jik y Tía en la cámara de ellos antes, pero eso fue parte del baño, así que no había parecido muy raro. Esto se sentía raro. Esto se sentía como lo que era- la forma de las leyes de Tryston para establecer otro dominio masculino sobre ella. También se suponía que Kyra se bañara con Kil a petición de Kil… pero aún otra intimidad dada al masculino sin su consentimiento. Ella también aprendió lo que era calmar. Kil y Kyra se encerrarían aparte en la recámara juntos, mientras que se requería por las leyes de sucesión que Kil la llevara hasta que se viniera hasta que ella ya no lo temiera o su toque, por ende “calmarla”. Esta relación fue establecida más como símbolo que cualquier otra cosa. Kyra estaba furiosa con Zor por no prepararla para un evento tan espantoso. Ella también estaba un poco más que horrorizada. El semblante de Kil era tan severo que hasta daba escalofríos que corrían por la espalda. Ella no se podía imaginarlo ser muy bueno con ella. No había muchos aspectos buenos para esta situación temerosa, por lo que Kyra podía ver, pero algunas existían, pese todo. Lo primero era que, durante el calmar, no se permitía que Kil hiciera cosa alguna con sus partes íntimas salvo tocarlas. En otros términos, la ley lo permitía hacer cualesquier cosas que él quisiera con sus manos mientras la calmaba, pero su lengua y su pene se excluían. El segundo buen aspecto era que había un final hipotético a la situación en consideración: cuando ya la hubieran calmado en forma apropiada, , Kil nunca podría

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calmarla otra vez. Se requería que aún se quitara su qi’ ka cuando estuviera sola con él, y se bañara con él a petición, pero ése era el límite de sus privilegios cuando este rito rarísimo llegara a cabo. El último buen aspecto era que a Kil ya no se le podría dar derechos de un esposo de menor grado, salvo el de quitarse la qi’ ka, cuando Kyra diera a luz al heredero de Zor. Como resultado de todo lo que había aprendido en la hora pasada, quedar embarazada y dar a luz habían llegado a la parte superior del listado de las cosas que era momento de considerar hacer. Cuando Zor se puso de pie para retirarse de la cámara con excusa de que necesitaba entrenar a sus hombres, Kyra se puso en pie también, desesperada para irse con él. “No” le había susurrado en voz baja, “debes familiarizarte con mi heredero vigente, nee’ ka”. “Pero Zor-” “No, pequeña”. El la amonestó con un movimiento de su cabeza. “Está bien. El no te hará daño. Pero debes ser calmada a su toque, no sea que algo me suceda y yo ya no te pueda cuidar. Yo no te dejaría aterrorizada de los destinos”. “Yo no quiero”, halando su mano. “Estará bien”, insistió Zor, sin abordar discusión. “¿Te acuerdas cuando me dijiste que disfrutaste a Ari en nuestro tiempo porque era parte de un rito tan antiguo como el tiempo”? “Sí”, confesó ella vacilando. “Esto lo es también, nee’ ka. Es un rito y nada más”. Después de explicar que a Kil no se le permitiría irse de la recámara hasta que Kyra ya no temiera sus ministraciones, él dio vuelta en su talón y salió de sus recámaras. Un guardia bloqueaba la puerta a la recámara, para asegurarse que no se pudiera ir. Kyra había visto a Kil, entonces corrió al otro lado de la recámara y se encerró en el armario más cercano. Le tomó una hora para persuadirla a que saliera, recordándola que lo antes que comenzaran el calmarla, lo antes que terminaría. Al fin, ella accedió y le quitó el seguro a la puerta del armario. Así que ahora Kyra estaba sentada en una mesa alzada- piernas abiertas ante Kil- lo que permitía que inspeccionara su cuerpo hasta que le bastó, queriendo acabar con todo. Agarró sus senos en con ambas manos, él apretó los pezones y los pellizcó, los frotó e hizo que giraran en sus dedos con cayos hasta que estuvieran bastante duros. Para el mayor disgusto de Kyra, su cuerpo traicionero se excitaba. “Abra más sus piernas para mí. Quiero conocerte toda”. Su voz era un ruido sordo, misterioso y oscuro, como él. La herida en su cachete derecho brillaba siniestra en la cámara con poca luz, lo que le daba una apariencia malévola. Kyra hizo como se le pidió, su excitación se hacía más aguda. Ella descubría otro aspecto de su sexualidad que ella deseaba nunca haber descubierto, sobre todo que este

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juego de dominación y sumisión la excitaba con fiereza. “Usa tus dedos para abrir los labios de tu coño”, ordenó, “muéstrame lo que es mío si la diosa lo ordena”. Los ojos de Dak se comían los labios vaginales y el clítoris hinchado. Él continuaba amasando sus senos y pellizcar suave sus pezones mientras sus ojos lo observaban todo. El olor de su excitación era embriagante, que le pedía que probara lo que no podía tener. Él sabía que él se iría a sus recámaras con sus sirvientas, quizá sin asomarse por algunos días, cuando esta sesión de tortura llegara a conclusión. Kil recorrió con la mano libre hasta abajo en su barriga cuando soltó un seno y sus dedos fueron por su parche de rizos de uvas de color de fuego. “Es más suave que la vesha, tu parche”. Kyra inhaló, cerrando sus ojos contra el placer que sus palabras le daban. “No”, le dijo como reprimenda, “abrirás tus ojos y verás quién es que te lleva a tu gozo de mujer”. Kyra tomó un aliento para tranquilizarse, entonces obedeció. Los dedos de Kil trazaban más abajo, con suavidad rozaba la orilla de las ondas de sus labios vaginales hinchados. Ella gimió, quería que le tocara el clítoris; necesitaba que lo tocara. “Todavía no, lujuriosa. Casi”. Kil le pellizcó uno de sus pezones, entonces lo hizo rodar entre su dedo pulgar e índice, una y otra vez, sin parar, gloriándose en sus gemidos. Su otra mano apenas frotaba lo ovalado de las ondas de sus labios otra vez, sus dedos saturados. “¿Quieres que toque el tu capullo de mujer”? preguntó con voz áspera, su voz ronca. “Sí”, confesó sin pensarlo dos veces. “Por favor”. “Por favor ¿qué”? “Por favor toca mi capullo de mujer”, le rogó en voz baja, usando la palabra trystonni para su clítoris. “Di mi nombre”, gruñó Kil, tirando de sus pezones, entonces lo rodó otra vez. “Dime quién quieres que toque tu capullo de mujer”. Kyra gruñó, casi en su clímax. “Kil”, suspiró ella, con más y más dificultad de mantener sus ojos abiertos, “Por favor, Kil, toca mi capullo de mujer”. Kil puso la yema de su dedo pulgar en su clítoris. “Mírame, Kyra. Que sepas quién te trae a tu placer”. Mientras se abrieron sus párpados, él comenzó a mover la yema de su pulgar en círculos, lento y agonizante. Ella gimió mientras miraba con detenimiento los ojos azules fosforescentes durante todo el tiempo. Sus caderas tiraron para tocarlo. “¿Quieres más, preciosa Kyra”? “Sí”. Kil comenzó a frotar su clítoris con rapidez, lo que causó que ella convulsionara por ahí, gimiendo. Ella dio un grito, mientras se desbarataba, mientras un clímax le recorría el cuerpo con violencia. Cuando pensaba que todo había terminado, Kyra se sorprendió cuando Kil la levantó en sus brazos y la cargó a la piscina de baño. Abriéndole las piernas amplias en

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una piedra suave alzada de alhaja, él repitió el proceso entero, obligándola a que tuviera varios clímax en forma repetida, ordenándola que lo viera durante todo el tiempo. A la hora, Kil cargó a Kyra a un catre reclinable por la piscina y comenzó su rumia aún otra vez. Una Kefa lo mamó hasta que él tuviera su clímax violento mientras continuaba ordeñando el cuerpo de Kyra de todo lo que tenía para ofrecerle. Él tocó y frotó, apretó y tiró, acarició y pinchó. Él no aceptó menos que el quejido de rendirse completo, sabiendo que cuando se fuera de la recámara, el cuerpo de Kyra se acordaría y respondería a su toque si se hiciera necesario. Kil la llevó al clímax unas veces más de lo que en verdad era necesario, y se decía que era para asegurarse que el calmarla se había llevado a cabo por completo y bien, pero sabía que era porque nunca se le permitiría tener otra sesión de calmarla a ella otra vez después de retirarse de las recámaras. Con avaricia se llenó lo que era su derecho por la ley, Kil ordenó que Kyra se montara en tres de sus dedos mientras él seguía estimulando su clítoris con la yema de su pulgar. Ella se vino así, con sollozos de la fuerza con que se venía, entonces se vino dos veces más antes de que la soltara. Kyra se desplomó en su pecho, lo que le indicaba su confianza en Kil para que la cuidara. Él se puso en pie, la cargó agotada, con el cuerpo repleto a la cama y, con cuidado la puso dentro de los cueros de piel de vesha. Al momento ella dormía profundo.

***** En los campos de entrenamiento, la mente de Zor peligrosamente no estaba enfocado. Su atención no era una de sus tareas, sino en lo que hacían su nee’ ka y hermano en su recámara aún ahora. Pensando que era imprudente practicar las artes de guerra mientras estaba distraído, él llamó a que se presentara un guerrero mayor en edad llamado Tym a que lo relevara de sus deberes. Zor convocó a una botella de matpow y se fue a su vehículo flotante, montando sin rumbo por Sand City durante horas, bebiendo pero sin encontrar alivio de los ánimos. Él sólo esperaba que su hermano siguiera la ley y no buscara placer entre los muslos de Kyra. Y sólo esperaba que su esposa lo perdonara por todo eso. Aturdía, tratar de averiguar cómo convertir a una mujer de la primera dimensión en las formas de la cultura de la séptima dimensión, en especial cuando esa cultura era la dominante de Tryston. Su vida nueva tan diferente que la de su pasado. Zor no podía declarar que tenía conocimiento de primera mano del planeta anterior de Kyra más allá de los pocos minutos que estuvo ahí, pero él no dudaba que era un mundo muy diferente. Todo ahí que involucraba el cuerpo se veía desde un punto de vista negativo, según había mencionado Kyra. Su nee’ ka había parecido tener miedo innatural del calmar, un rito que cualquier mujer nacida en Alta realeza criada en Tryston no sólo lo hubiera esperado, sino que era 98

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probable que lo hubiera anticipado. Era evidente que Kyra ni lo había anticipado ni lo había recibido bien. Y por más que Zor deseara que fuera de otra manera, él le estaba agradecido a la diosa que su pequeña no quería las manos de otro guerrero que la tocaran, sino las suyas. Por las arenas, quería que todo esto terminara, sabiendo bien que él no tendría que soportar más torturas como esta por muchas salidas de luna. Después del calmar, ningún otro osaría acariciar su mujer otra vez, salvo en los banquetes de consumación reales cuando todos se sintieran cachondos. Un sentimiento de que le prestaba demasiada atención a lo que no tiene importancia seguía dando vueltas en la mente a Zor. Desde la unión, su mente y sus corazones se habían afinado a las emociones de Kyra con cada hora que pasaba. Él sentía la vergüenza de Kyra, su vergüenza en encontrar placer en la ministración de otro. Él sentía su dolor, sin duda pensando en qué otros aspectos de la cultura trystonni ella tendría que soportar sin antes saber. La culpabilidad consumía a Zor, lo devoraba. Él debía haber preparado mejor a Kyra para esto. Él debió haber sido más comprensible de su ignorancia de las formas de los trystonnis, y enseñarle todo lo que había por saber, en lugar de ser lo suficiente arrogante de pensar que su manera era mejor, para creer que ella debía aprenderlo todo por sí misma. Zor ordenó al vehículo flotante que volviera al palacio, y una disculpa se formaba en sus labios. Él no estaba seguro de todo lo que le diría a su nee’ ka, pero una cosa era segura: él se aseguraría que ella entendiera que nunca tendría que soportar tal cosa de nuevo. Él nunca cedería e iría en contra de las formas de los suyos al permitirla que no se presentara en fiestas de consumación reales si era su deseo. Cualquier cosa. Zor haría cualquier cosa porque su pequeña lo perdonara.

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Capítulo 17 Kyra despertó a la hora con lágrimas surcando en sus mejillas. Los hechos de hace unas horas la azotaban con frenesí por su mente mientras se bajaba en cuatro de la cama alzada y portaba una qi’ ka azul que Zor le convocó de su cuerpo después de traerla a su recámara con su hermano. Zor se la había dado a Kil- se la había dado a él. ¿Cómo podía un hombre que ama a su esposa entregarle el cuerpo a otro, en especial a su propio hermano? Lágrimas gruesas caían como diamantes de los ojos de Kyra mientras ella consideraba la posibilidad de que Zor no la amaba del todo. Para él, ella era sin duda sólo un instrumento, un cuerpo para que se vaciara en la noche, un cuerpo para procrear herederos para la línea de Q’an Tal. Humillación la recorría, le daba una paliza, mientras ella huía de sus apartamentos por la puerta secreta y corría por el corredor largo y rojo que era un camino corto al lugar de aterrizaje del vehículo. ¿Sabían todos los del palacio lo que Kil le había hecho hoy? ¿Habían contado las muchas sirvientas que habían entrado y salido como si nada durante el calmar para atender a Kil de sus gritos, de que la dejaran rendida, de ser humillada hasta inclinarse, de ser humillada a rogar por su toque? ¿Le sería dicho a Zor de la forma en que había gemido? ¿De cómo ella había suplicado más? ¿De lo violento que había tenido su clímax en los brazos de otro guerrero? Kyra corrió por el corredor, sus senos se balanceaban hacia arriba y abajo, lágrimas cursaban sus mejillas, sin detenerse para hablar con nadie. En la zona de aterrizaje cuando cinco guardias del palacio habían pensado preguntarle de su destino, ella les dio la espalda como una bestia femenina, lista para atacar a cualquiera que estuviera en su camino. “¡Yo soy la Emperatriz”! dijo en forma brusca, lágrimas caían. “¡A ninguno de ustedes les rindo cuenta”! Los guardias estudiaron sus lágrimas, entonces se miraron con una mirada interrogante. Pensando que no era más que una rencilla con el Alto Rey, ellos le pidieron que siguiera en su camino, señalándole a un guardia que abriera la escotilla. “¡Ve!”, le ordenó Kyra en forma oral a su vehículo. “¡Conduce a las afueras de Sand City! No me importa dónde vayas, sólo ve”! De repente, todo era demasiado. Su nueva vida era demasiado. Kyra quería a Geris, quería a Kara, ella necesitaba estar con gente que la entendía, quienes habían sido criados en su cultura, que conocieran lo que ella consideraba aceptable y qué no. Ella estaba cansada del hedonismo dominado por los masculinos de Tryston, cansada de todo lo que incluía.

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Kyra se había acostumbrado a usar las qi’ kas y así exponer su cuerpo no la molestaba, pero lo demás era abrumante soportar. Había sexo en todas partes, hecho con todos. Acariciar era tan natural como respirar. “¡Soy una contadora de impuestos”! le gritó a la noche, riéndose con histeria. “¡Una maldita contadora”! La luna que brillaba esta noche era la luna Trystonni roja dominante. Lo fosforescente daba un color que le tiraba color a los rasgos de Kyra. Ella miró hacia arriba a la luna con odio porque no era amarilla, la detestaba porque no le pertenecía a la tierra, a su hogar. Cubriendo su rostro, Kyra no soportó más y sollozó en sus manos. Ella tenía que encontrar una forma para salir de aquí. Ella tenía que encontrar alguna forma de volver a su hogar.

***** Zor atrasó la confrontación con Kyra por todo el tiempo que se lo permitió su conciencia. Pensando analizar cuán mala era la situación a la que se dirigía por la cual era responsable, él primero fue a las recámaras de Kil para considerar su punto de vista sobre ello. Zor no se sorprendió al ver al encontrar la cama de Kil llena de sirvientas obligadas, muchas de las cuales había adquirido durante su última guerra en Tron, aparentemente dejaba que las sirvientas experimentadas le enseñaran a las iniciantes qué se esperaba de ellas. La lujuriosa Myn, con quien Zor mismo había compartido mucho deporte de la cama, ahora mamaba a su hermano hasta que se viniera, lo que era aparente que no fuera por la primera vez. “Eso es lavar con siete lenguas”, rugió Kil mientras tenía un clímax. Él apuntó a una mujer rubia que parecía penosa con senos enormes magníficos. “¿Crees que tu canal me pueda dar más”? La mujer rubia puso dio una mirada reservada al piso, asintiendo con la cabeza con lentitud. “Ven a mí”, le ordenó Kil. “Encárgate de mi descarga como es tu deber”. Vacilando, la rubia subió encima de Kil y atravesó su cuerpo con el suyo. “Monta”, le ordenó a ella. “Ordéñame”. Él le cogió los senos que se balanceaban mientras que sus caderas azotaban en una serie de incrustaciones, tirando de sus pezones. Ella hizo como se le pidió, montándolo duro y rápido. “Amo”, jadeó. “Amo”. Mientras tenía su clímax en su verga, sus temblores se disparaban con los de Kil. Zor sonrió con ironía. Él nunca había tenido la paciencia de domar las sirvientas obligadas con sus deberes, por lo que él siempre había enviado a Kil a la tarea. Su hermano era un verdadero aficionado al deporte aburrido. A diferencia, Zor las prefería ya domadas, o por lo menos antes de aparearse. Ahora no quería a otra, salvo a Kyra. “Quisiera hablar contigo, hermano”.

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Kil miró hacia arriba donde estaba Zor en pie. Él se acomodó en los senos de la sirvienta que lo servían de almohada, y entonces asintió con la cabeza. “Seguramente”. Con un gesto de la mano hacia la de cabello castaño, le indicó que era su turno. Zor se paseó a donde estaba su hermano acostado, sin prestarle más atención a la sirvienta que montaba y gruñía que Kil le prestaba. “¿Está bien Kyra”? “¿Todavía no la has visto? Kil parecía sorprendido. “Sí”, confesó Zor, disgustado. “Temo que esté enfurecida conmigo por no decirle de calmar”. “Porqué no la preparaste para eso? “Supongo que por arrogancia. Pensé que mi forma era mejor. Pensé que debía aprender todo lo de Tryston al descubrirlo por sí misma”. Zor encogió sus grandes hombros. Con distracción, más por costumbre que por cualquier otra cosa, él alcanzó los senos de la sirvienta rubia que acababa de montar a Kil hasta que se viniera, jugando con sus pezones mientras confiaba en su hermano. “Sólo espero que Kyra me perdone”. Tú nee’ ka te ama. Ella te va a perdonar”. “¿Cómo puedes saberlo”? Kil se encogió de hombros. En reacción la primera vez que se venía la de cabello castaño mientras lo montaba, él automáticamente le frotó el clítoris como recompensa, pero no le prestó más atención que eso. Me tardó varias horas calmarla”. “¿De verdad”? El corazón de Zor se hizo bastante liviano. Él se puso en pie más recto, con cuidado apartó a la rubia de sí, quien ahora trataba de liberar su pene para una mamada. “Sí”. Kil sonrió en forma abierta, algo raro en el hermano de Zor. “La mente de ella estaba feroz en contra de mí, hermano, me odiaba”. “Arggggg” [sonido de carraspear]. “Es verdad, seguramente”. Kil movió su cabeza. “Por la diosa te juro que yo fui calmado mucho antes que Kyra”. Zor no se pudo aguantar. Él movió su cabeza de un tirón hacia atrás y se rió. Él se imaginaba a su Kyra haciéndole eso a un guerrero, llevarlo casi hasta la locura. Él movió su cabeza y sonrió en forma abierta. “Gracias, hermano”. Kil gruñó. “No hablemos más de eso, ¿sí”? “Sí”. Zor le inclinó su cabeza a Kil, capiroteó un pezón de la rubia una última vez, y se fue de las recámaras de su hermano. Kil volvió a ponerle atención a la tarea en sus manos ante él. La mayoría de las estas sirvientas obligadas se darían como regalo, así que él quería domarlas cuanto antes. Aunque quizá se quedara con una o dos para sí. La de cabello castaño era seguramente una montadora lujuriosa, pero por supuesto, la rubia también lo era. Quizá las otras diez iniciantes podrían mostrarse igual de lascivas. “Ven, Myn”, le dijo con un señaló con un gesto de su mano, “enséñale a estas jóvenes otra vez cómo mamar”. Él le indicó a la de cabello castaño que terminara de 102

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montar. “Hiciste bien, Frey. Ahora ve a un lado y mira a Myn. Gret, enséñales cómo mamar de mi saco de hombre mientras que Myn trabaja en mi vara”. Kil inhaló con un gruñido. “Las demás de ustedes miren mientras contemplan nuevas formas de darme placer”.

***** Los grandes pasos de Zor hacia su recámara indicaba cuánto necesitaba a su nee’ ka. La charla con Kil le había aliviado los ánimos bastante. De alguna manera, él haría que su pequeña lo perdonara y ellos seguirían adelante con sus vidas. Por cierto fue preocupante para los ánimos cuando Zor encontró su recámara vacía. Kyra siempre lo esperaba aquí a la salida de la luna, tan ansiosa por su afecto físico como él por el de ella. Él puso su mano sobre sus caderas y respiró profundo. ¿Dónde podría estar? ¿Estaba tan enojado con él? Con un gruñido, Zor se fue con pasos grandes y ligeros de sus apartamentos, con dirección primero a los cuarteles de Cam. Él sabía que a Kyra le había tomado afecto al joven guerrero. Quizá ella lo visitaría si sus ánimos eran excesivamente hoscos. Con sentimientos de culpabilidad, él dio fuertes golpes en la puerta de Cam. No hubo respuesta. Se atrevería un Alto Rey tomar la libertad de entrar en el suite de Cam. Al pensarlo, el guerrero joven no había estado en el entrenamiento esta mañana, la primera vez jamás que él faltara a una práctica de las artes de guerra. Entonces Zor supo porqué. Sacudiendo su cabeza por la escena ante él, sonrió en forma abierta al saberlo. Cam roncaba tan fuerte como un vehículo que no funcionaba bien, estirado sobre su espalda, muy desgastado. Muta todavía trabajaba en la semi-flácida vara, estuviera o no dormido. Zor pudo oír los sonidos conocidos de mamar aún antes de verla. “Despierta, Cam. Es su Alto Rey”. Los ojos de Cam se abrieron lentamente. Cuando pudo darse cuenta quién estaba en pie ante él, hizo un movimiento para sentarse, y entonces se acordó de Muta cuando no lo pudo hacer. Zor alzó su palma. “No te levantes. Yo pensé preguntarte si habías visto a tu Alta Reina, pero es evidente que a cambio has estado ocupado”. “Lo siento”. Dijo Cam. Tan desgastado como estaba, su bandera todavía se alzaba a toda asta para la boca de Muta. Ella dio un pequeño quejido. Él dio un quejido, y entonces se viró para darle la cara a Zor. “¿Ha desaparecido”? preguntó él con ansia. “No, no exactamente, pero si viniera aquí, dile que necesito hablar con ella”. Ciertamente, Su Majestad”. Zor asintió con la cabeza, y entonces se fue en su camino para irse. Él vaciló. “Algo más, Cam”.

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“¿Sí”? Que estés en la práctica en la mañana”. El rostro de Cam se cubrió de escarlata. “Sí, Su Majestad”, dijo en un murmullo. Cuando la puerta se cerró tras Zor, Cam estiró su cuello para contemplar a Muta. Ella era tan hermosa, perfección azul. Él todavía casi no creía que ella le pertenecía a él por todos los tiempos. “¿Todavía tienes hambre, mi dulce”? Con el sonido del quejido de Muta, él se acomodó atrás en los cueros de vesha y cerró sus ojos con felicidad. “Entonces aliméntate, hermosa mía. Ordéñame de todo lo que tengo. Es tuyo”.

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Capítulo 18 Pasó una hora antes de que Zor confirmara sus peores sospechas: Kyra no estaba en ninguna parte del perímetro del palacio. “Lo sentimos, Excelencia”, le objetó un guardia guerrero que parecía fiero. “No teníamos orden de detener a la Alta Reina de irse y ella rehusó decirnos de su destino”. “¡En el futuro, la seguirás si sale sin mí”! rugió Zor, los orificios de su nariz temblaban. ¿”Queda claro?” “Sí Su Majestad. Otra vez, le pido disculpas por todo lo-” “Resérveselo”. Zor alzó una enorme mano. “No tengo tiempo para palabras. Suene la alarma. Envíe cuantos cazadores como se pueda disponer. En unos momentos, unas ruidosas cornetas estridentes sonaron por el palacio. Los guerreros se esparcieron por las suites del palacio apeados de sus camas, rápido lucían sus cueros y corrieron a toda velocidad al hangar del vehículo. Zor esperó hasta que ubicó a ambos, Kil y Cam entre el gentío, sabiendo que eran últimos por quienes esperaba. Por sus aspectos despeinados, era aparente que ambos convergieron en el hangar del vehículo con la debida prisa. Zor llegó al grano, su grito fuerte, que iba por el área gigantesca de aterrizaje. “La Alta Reina ha desaparecido”. Al sonido del ruido de incredulidad, él se apuró a añadir, “es posible que ella busque irse de Tryston, lo que por supuesto, no se puede permitir”. Él caminaba de un lado al otro en el área de aterrizaje alzado, sus rasgos lúgubres. “Yo quiero que todos ustedes vayan de caza. Ustedes se deben reportar a la torre y hacer que mis hombres sepan el mismo momento en que se localice. “Tengan cuidado en no lastimarla mientras la traigan, pero sin importar lo que ella les diga, las amenazas que ellas les dirija, deben traerla de vuelta. Ustedes me rinden cuenta a mí más que a todos los demás, ¿entendido?” “Sí”, repitieron los guerreros. Zor respiró profundo para tranquilizarse. Él necesitaba a estos hombres- los mejores guerreros en existencia, los mejores cazadores de todas las dimensiones conocidas- que se fueran cuanto antes, pero también necesitaba que ellos entendieran cuán grave era la situación. “La mayoría de los insurrectos en Tron han sido traídos a sus rodillas, mas hay algunos tan imprudentes entre ellos que intentarían un secuestro si pudieran pasar como de contrabando en Sand City, localizando a su Emperatriz despistada”. Un ruido sordo de escándalo recorrió toda el área de aterrizaje de vehículos, a lo cual Zor alzó una mano indicante de silencio. “Cada líder de escuadrón es responsable de ensamblar y dispersar sus hombres en varios puntos por Sand City y más allá”. Él dejó de dar pasos y se detuvo en el mismo centro del jaleo, y cada pulgada del temido y

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orgulloso guerrero que era. “Quien entre ustedes sea el que me traiga a mi nee’ ka será galardonado ricamente, sin importar su rango”. “¿Qué nos dará”? dijo un joven macho valiente, lo que incitó ataques de risa de lujuria que sonara por el área de aterrizaje. Zor tuvo que sonreírle. Entonces él alzó su voz con mucha seriedad y vociferó “un suite de honor suyo propio en la nave del sur”-cuando los guerreros comenzaron a chiflar con sus dientes-”y cinco de mis Kefas preferidas para que se encarguen de sus necesidades”. Los labios de Kil se torcieron con ironía mientras el sonido de los gritos de entusiasmo y los alaridos que rompieron por el área de aterrizaje. Con un sentimiento inesperado de una ola que no conocía de culpabilidad por la parte que inconscientemente formaba en la desaparición de Kyra, él brincó al lugar de aterrizaje alzado donde estaba Zor de pie. Dio un silbido estridente para llamar la atención de todos, él entonces gritó, “hombres, yo le añadiré a la recompensa de mi hermano. Eso les llamó la atención. “Al guerrero que encuentre la nee’ ka de mi hermano, dos esclavas obligadas, cada una con cinco años Yessat de trabajo serán suya”. Zor le dio una palmada en la espalda mientras una serie de murmullos de asombro hacían eco por el área de aterrizaje. “Ellas están recién domadas, acabadas de capturar en Tron”, vociferó Kil, “y tienen mucha hambre por ministraciones de un guerrero”. Alboroto se disparó entre los amotinados. Guerreros corrieron para alcanzar a sus líderes de escuadrón. Sirvientas obligadas eran hasta más costosas que Kefas y todos lo sabían. Porque ellas eran normalmente dadas como regalos de buena voluntad a reyes menores y altos señores, el guerrero normal en Tryston escasamente era dueño de tal premio. “Ahora vayan”, gritó Kil, con un movimiento lacónico por el aire. “¡La caza está en marcha”!

***** Kyra tomó otro trago de la botella de matpow brillo de la luna, entonces pasó su brazo por su boca, eructando, ella puso sus dedos en sus labios y le dio hipo. “Disculpa”. “No pida disculpa, Emperatriz”. La saludó con su botella de brillo de la luna un muy grande y muy tatuado expreso quien respondía al nombre “Death” [Muerte en español]. Kyra miraba detenidamente la gran calavera tatuada en su frente, pensando que era lo más fascinante que había visto. Por supuesto, ella también visto. Por supuesto, ella también estaba borracha. Death asintió con un movimiento de la cabeza. “Este moonshine es más dulce que la teta de una bestia-heeka, ¿no es así”?

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Kyra apretó sus dientes con un sonido de clic cuando se dio cuenta de lo tonta que probablemente parecía, su boca se cayó y abrió mientras escuchaba hablar a Death. Ella tenía dificultad en seguirle el hilo a un solo pensamiento, “Yo no sé”, confesó, “Yo nunca he probado una”. Risa rugió por todo la recámara llena de humo de Pika’s Place [Lugar de Pika], un establecimiento del lugar de abastecimiento de comidas por encargo para los de laya más baja de clientela en las afueras de Sand City. Hombres aguardentosos, matones, y hombres que tenían vidas menos que respetables componían la mayor parte del patrocinio de la cantina. La estructura de cristal azul de la cantina raída tenía más huecos en ella que en un pedazo de queso suizo. Los sistemas de ventilación podían ser mejores, pero un ventilador sobre la cabeza sería para refrescar la atmósfera de la cámara a un nivel aceptable. “Yo nunca supe que las jóvenes reales podían ser tan divertidas, otro personaje sombrío llamado Glok llamó. Era aparente que se ganaba la vida importando brillo de la luna, o algo así. Kyra lamió sus labios, mientras pensaba que hacer brillo de la luna ilegal era una ley tonta. Casi tan tonta como era eso de domar. “Yo no tuve crianza real”, le confesó Kyra a los hombres reunidos por ahí. “Yo era una contadora de impuestos en el planeta de donde vengo”. “Oh, ¿sí? Preguntó Death, sus bíceps monstruosos flexionaban mientras tomaba un mooka encendido, un aparato como cigarro para fumar, a Kyra. “Me parece algo bueno”. La jaula necesita una obra de arte valiosa como tú para alegrar las cosas un poco”. Kyra succionó la punta de la mooka, meciéndose hacia atrás y adelante en el taburete en compás con la música que se parecía al blues [un género musical norteamericano] que se oía en el fondo. “Ellos no quieren que yo alegre las cosas, Death. Ellos quieren que me conforme”. “Al’ diablo con el establecimiento”! clamó Glok con un puñetazo en el bar. “¿Cómo es que no te pueden ver como la mujer buena que eres”? “Sí”, acordó un tremendo hombre llamado Hod, con un movimiento de la cabeza. “Por la diosa, yo la querría tal y como es”. La mano de Kyra se fue a su garganta. Ella dio un gemido. “Eso es lo más dulce que un hombre me haya dicho”, sollozó, borracha y emocional. “Creo que voy a volver a llorar”. “No haga eso, uva pequeña de color de fuego”, le ordenó Death en forma áspera, evidentemente contento por haber dejado eso atrás. Él le dio una palmada en la espalda en una forma rara de intentar consolarla, casi tumbándola del taburete en el proceso. “Hará que sus ojos se manchen y harán que su nariz se dispare en un arrebato de mocos otra vez”. Kyra lo consideró en ese momento que le pusieron mientras ella bebía a succionaba de la punta de la mooka. “Es probable que tengas razón. ¿Entonces podemos cantar otra canción juntos”?

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“Sí”, contestó Glok por todos ellos. “Me gusta especialmente esa cancioncilla que usted nos enseñó. Ahora… ¿cómo se llamaba, Su Majestad”? “YMCA” [una canción muy famosa de los finales de la década de los setentas]. “Sí, el YMCA. Tomemos parte de esa cancioncilla. “Está bien”. Kyra tomó otro trago de brillo de la luna, entonces brincó desde su taburete al piso. “¿Te gustaría que te enseñara el baile que la acompaña”? “Seguramente”, Hod salió disparado, brincó para unirse a ella en la pista de baile. Kyra se meció, mirando de arriba abajo a Death. “¿No te vas a unir a nosotros”? “Sí” refunfuñó Death mientras se ponía en pie y se dirigía hacia ella. “Pero más te vale que seas cuidadoso conmigo esta vez, uva pequeña de color de fuego”.

***** Cam y otros dos del mismo escuadrón fueron los primeros en llegar a Pika’s Place, habiendo ubicado el vehículo de oro de la Alta Reina desde el aire. El equipo era el más joven del palacio y por ende un grupo bellaco. Cam era el único entre ellos que poseía una Kefa y había obtenido a Muta sólo un día antes. El trío de amigos había acordado entre ellos antes de comenzar la caza compartir sus caprichos. Debido a que un suite en la nave del sur era casi tan grande como diez suites unidas de las barracas comunes, ellos decidieron antes de la caza que si ellos se quedaban juntos y ganaban, todos ellos se mudarían a las recámaras de honor del nuevo suite, compartiendo los deleites de sus nuevas Kefas y sirvientas obligadas. “Por las arenas”, le susurró Mik a Cam, “mi vara está a punto de explotar al sólo pensar de lo que nos espera al regresar al palacio”. “Tu vara siempre está a apunto de reventar”, replicó afablemente. “Como estaba la tuya”, le contestó en defensa Mik con una sonrisa abierta, “antes de estar cerca de ser mamado casi hasta la muerte por tu Kefa en la última salida de la luna”. Cam sonrió mientras una visión de Muta le venía a la mente. “Ella está repleta de talento”, se maravilló, extrañando y sintiendo su boca calurosa que se movía hacia arriba y abajo en su verga ya. “Muta fue un regalo de la Alta Reina, seguro te acuerdas. Con alegría compartiré contigo sus encantos, pero si alguna vez me voy del palacio, ella es mía para que me la lleve”. “Por supuesto”. Asintió Mik con un movimiento de la cabeza, dándose cuenta que era un resultado ya dado. Ansioso de regresar al palacio, él miró alrededor por su amiga. “¿Ha vuelto Gio de señalarle a la torre”? “No, él-eh, ahí viene ya”. La forma de siete pies con tres pulgadas, de trescientas-y-tres libras, que estaba diseñado de los mismos músculos y aspectos guapos de los que estaban tallados Cam y

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Mik, se fueron a sus lados sonriente. “Ha terminado la caza, amigos. Nosotros ganamos”. Con palmadas que se dieron en la espalda, los tres sonrieron en forma abierta como tres niños verdes que iban a su primera cena de consumación. “Entonces dénos nuestras órdenes, le urgió Mik a Gio, cauteloso de mantener su tono callado, no fuera que los de adentro de Pika’s Place le dieran una advertencia a la Alta Reina. “El Alto Rey desea que nosotros no alertemos a su nee’ ka de nuestra presencia. No debemos entrar si las cosas no parecen estar fuera de control en la cantina”. Gio se encogió de hombros. “De otra manera, nos debemos quedar afuera. El Alto Rey y su hermano están de camino”. “¡Entonces lo logramos”! Mik se rió, dándoles palmadas a sus amigos en la espalda. “¡Tenemos seis Kefas entre nosotros tres, incluyendo a Muta, mas dos sirvientas obligadas y un suite de honor”! Gio sonreía en forma abierta de sien a sien. Desafortunadamente, Cam no lo estaba. Su sonreía vacilaba un poco, Gio dio una vuelta hacia él. “¿Qué pasa, amigo mío? ¿Qué te enferma”? Cam se encogió de hombros, incómodo de argumentar sus sentimientos con los otros guerreros. “Es sólo que…” Él suspiró, mientras se pasaba una mano por sus mechas doradas. “La Alta Reina no ha sido otra cosa sino buena conmigo. No puedo evitar sentir que la he traicionado en una forma fundamental”. Hablas de cosas inciertas”, lo consoló Mik, con una palmada en su espalda. “¿Qué si ella hubiera estado enferma- usada por los insurrectos de Tron? ¿Dirías eso entonces? “No, pero…” “Entonces no te sientas así ahora, interrumpió Gio. “Alguien tenía que encontrarla. ¿Porqué sentirnos culpables de mostrar que somos hombres de caza capacitados”? Cam suspiró, pero al rato cedió al asentir con la cabeza. “Tienes razón. Era necesario encontrar a la Alta Reina”. Él sólo esperaba que la Emperatriz lo viera así.

***** Zor nunca se había sentido tan aliviado en su vida como cuando su hombre en la torre le pasó la llamada a su vehículo de alta velocidad que Kyra había sido ubicada por Cam y otros dos guerreros. Él sintió tanto gozo al oír que ella estaba bien e ilesa que decidió agregar otra sirvienta obligada a la recompensa, así que cada uno de los guerreros jóvenes bellacos poseerían dos Kefas y una sirvienta obligada cada uno. Gio le había dicho a la torre de guardia que Kyra estaba dentro de Pika’s Place, un establecimiento desaseado en las afueras de Sand City. La cantina sórdida se había ganado un poco de reputación por su mala fama por sus acontecimientos, Zor no estaría completamente tranquilo hasta que su nee’ ka estuviera segura bajo techo dentro del 109

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perímetro del palacio. Él sólo se podía imaginar qué clase de matones y estafadores frecuentaban un lugar como el de Pika. “Nosotros estamos aquí”, le dijo Zor a Kil mientras aterrizaba en el vehículo. Kil apeado del vehículo al lado de Zor, sus rasgos más severos de lo normal. “¿Qué sucede ahí”? le preguntó a los tres guerreros más jóvenes mientras se acercaban. Cam dio un paso al frente para que estuvieran a la par. “No hemos oído gritos, ni chillidos, sólo música y risa. No podemos saber con certidumbre lo que resulta sin alertarlos de nuestra presencia, pero hemos estado escuchando por medio de huecos en las paredes raídas de cristal y nada encontramos fuera de lugar”. Zor asintió con la cabeza. “Han hecho bien. Acompáñennos adentro como reesfuerzo, porque no sabemos lo que nos espera”. “Sí, Su Majestad”. Un minuto después, las puertas del frente de Pika’s Place fueron rotas por patadas y cinco guerreros armados hasta los dientes se apresuraron a entrar a la decrépita cantina de cristal. Era tan escandaloso adentro, que ni uno de los clientes habituales los oyó. Los guerreros estaban en pie ahí, boquiabiertos, sin poder creer lo que veían. La Alta Reina estaba sentada sobre el hombro de un hombre gigantesco que lucía las marcas de una calavera en su frente. Ella tenía una botella de brillo de la luna ilegal en una mano y una mooka encendida en la otra. La Emperatriz parecía dirigir a los cuarenta clientes habituales en la cantina en algún tipo de rito de baile primitivo. El elemento criminal en Pika’s ahora contorsionaba sus brazos y cuerpos para hacer formas extrañas mientras cantaban algo de algún Ys de Ms, Cs y As. Zor captó los ojos de su hermano para que observara su reacción. Era evidente que Kil estaba tan atónito como él. La risa de Kyra hizo que Zor le volviera a poner atención a ella. El hombre grande con el tatuaje ahora le daba vueltas alrededor, aparentemente mucho al deleite de su nee’ ka. Las manos del hombre estaban engrapadas al rededor de Kyra, una de ellas justo sobre sus muslos de sekta cremosa. Los orificios de su nariz temblaban, Zor dio un grito de guerra.

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Capítulo 19 “¡Olvídalo”! Anunció Kyra en tonos arrastrados. “¡Yo no voy a ninguna parte contigo, menso”! Zor intentó controlar su temperamento mientras que su nee’ ka lo desafió una y otra vez, ante una cámara llena de nada menos que de esta gente. “Kyra”, gruñó, el músculo en su cuello hacía tic, “hablaremos de nuestros problemas en casa. Ahora vendrás conmigo para que no haya derramamiento de sangre”. “No”. Kyra cruzó sus brazos bajo sus senos y alzó sus cejas en desafianza. “Death, aquí presente dice que yo me puedo quedar con él”. Ella le dio unas palmadas al hombre enorme suave encima de su cabeza brillosa, un hecho que obtuvo un gruñido de aprobación del gigante que era como torre de ocho pies. “Él es simpáááático- dijo arrastrando la palabra”-para mí. A él le interesan mis… eh…” “Sentimientos”, le suplió Death. “Así es”, anunció Kyra, su mentón puesto en un ángulo terco. “A él le importan mis sentimientos”. Durante una serie de hipo, ella estudió el maldito tic en la quijada de su esposo, notó el tamaño lúgubre de los orificios de su nariz que temblaban, pero decidió que no le importaba. “Death jamás me enviaría a la cama de otro hombre”. Zor se ruborizó con los sonidos de Cam, Gio y Mik que inhalaron respiración de afrenta. “Ella habla de ser calmada”, oyó a Kil murmurar como explicación. “Kyra”, dijo Zor entre dientes, dejando pausas iguales entre las palabras, “yo te doy un minuto para venir a mí, si no, yo iré a ti”. Él movió su cabeza y sonrió sin ánimos. “No será lindo si te tengo que llevar, eso lo puedo asegurar”. Glok y Hod sacaron alguna clase de armas, la clase que Kyra nunca había visto. Eran largas, negras y pulcras, y tenían un color fosforescente pulsante que las recorrían. “Lindo”, anunció ella, mientras pasaba sus dedos sobre el cañón del arma de Glok. Los guerreros tomaron represalias de una vez, sacándoles sus armas a los hombres que ayudaban a Kyra. Kil apuntó su vista directamente a la calavera en la frente de Death. “Si quieres del todo a tu amigo, Kyra”, murmuró él, “no impedirás que él muera esta salida de la luna”. Ese anuncio le dio un escalofrío que le corrió por la columna, y la puso un poco sobria. Ella no sabía qué hacer. Ella estaba borracha, emocional, y conocía la prisión del palacio. “¡Yo no puedo vivir sin ti, Zor”! gritó ella, con esperanza de quitarle la atención a Kil de Death. “Déjame así. Vete. ¿Me oyes? Chilló ella. “¡Vete”! Zor la escucho muy claro. Él sintió que cada palabra traspasaba sus corazones. Sus rasgos permanecían impasibles, mas como un animal malherido, él hizo un pequeño sonido de morir desde el fondo de su garganta.

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“Su nee’ ka está borrachina”, le acordó Kil en voz baja, su arma aún apuntando a Death. “No escuches sus palabras, hermano”. “¡No dejes que estos hombres te den miedo”! un fugitivo al lado de Hod gruñó, mientras apuntaba su zykifat a Kil. “los superamos en número”. Más rápido que lo que Kyra pensó era posible, Kil sacó una segunda arma de sus pantalones de cuero y sin siquiera quitar sus ojos de Death, lo mandó dando vueltas al otro lado de la cámara hasta que dio en su blanco. El fugitivo soltó su arma y agarró su cuello, muerto antes de caer en el suelo. La mano de Kyra se disparó a su garganta mientras dio una bocanada. Ella no lo creía. Ella estaba demasiado pasmada para creerlo. Un hombre había muerto por ayudarla. Kyra miró en el rostro del gigante que se hizo amigo de ella, el mismo hombre que la apartó del peligro y la quiso por quién era, y supo que ella no podía hacer nada para poner en peligro su vida. Alzando la palma de una mano, ella se rindió, lágrimas surcaban por sus cachetes. “Tú ganas, ¡maldito seas! ¡Como siempre! ¡Yo iré contigo”! “¿Estás segura uvita de color de fuego”? preguntó Death con calma, indispuesto a dejar que Kyra se fuera sin una pelea salvo que fuera su propio escoger. “No”, gritó Zor entre los dientes apretados, “llames a mi nee’ ka ese nombre”. Death no le puso atención al Alto Rey. Todo su enfoque estaba en Kyra. “Estoy segura”, le dijo Kyra en voz baja. “Por favor ponme en el piso”. Yo no le pagaría su cariño así”. Ella le hizo un gesto a los guerreros, enfatizando lo que dijo. “Nosotros pelearemos porque usted lo merece”, dijo Hod. “No se vaya si es sólo por pensar en nosotros”. “Sí”, acordó Glok. “No”. Kyra negó con la cabeza. Primero dándole un vistazo a Zor y entonces a Kil, se dio cuenta quiénes serían los ganadores de esta escaramuza, pese el número a favor de oposición. Encontrando primero la mirada de su esposo y entonces la de su cuñado, ella dijo en un siseo, “ambos son despiadados”. Zor se estremeció por dentro, pero no hizo gesto para corregirla. En cuanto incumbía a Kyra, él era despiadado”. Él miraba con una satisfacción lúgubre mientras ella se deslizaba del hombro de Death y se ponía de pie. Kyra marchó estoicamente hasta el otro lado de la cantina, sin detenerse para hablar con algún guerrero hasta que se dio cuenta de Cam. Ella se quedó boquiabierta de sorpresa de verlo a él ahí. Sin creerlo, ella respiró hacia adentro. “Su Majestad”, comenzó a decir Cam, evidentemente disgustado por pensar que la había traicionado. Kyra alzó la palma de la mano. “¿Qué recibiste por esto”? La mirada de Cam cayó al piso de la cantina. “Su Majestad por favor”, murmuró él. “¿Qué”, gritó, “recibiste”?

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“Cinco Kefas y dos sirvientas obligadas. Kyra se enjugó la lágrima que caía de su ojo. “Bueno”, ella dijo temblorosamente, “felicidades”. Girando en su talón, ella se fue de la cantina.

***** Kyra se fue a sus recámaras, encerrando a Zor fuera de sus suites por tres salidas de luna completas. En el principio, su plan había sido encerrarse adentro y, como mártir de una novela trágica, dejar que se muriera una muerte violenta y mórbida cuando su collar matrimonial la estrangulara de la falta de reabastecimiento de la fuerza de vida de Zor. Cuando ella despertó viva la mañana siguiente también, Kyra se dio cuenta que el cabronazo de dos corazones había mentido de eso también. Furiosa, ella se quedó en sus recámaras otros dos días, rehusando confesarle a cualquiera, incluyendo a Tía. A la salida de la tercera luna de su exilio de auto-encerramiento en los suites reales, Kyra agarró una botella de moonshine de contrabando y salió para sentarse en el balcón. Cam había contrabandado el brillo de la luna de matpow ilegal a sus recámaras mientras ella dormía, junto con una nota de disculpa rogándole que lo perdonara. Luciendo una qi’ ka morada transparente, ella cayó en un catre afuera en el balcón y se acostó hacia atrás para ver la luna verde fosforescente que brillaba. Ella se sorprendió un poquito cuando, pocos minutos después, Kil cayó del techo y cayó sobre sus pies ante ella. “¿Qué quieres”? gritó ella, frunciéndole el seño brava. “¿No ves que estoy ocupada”? Kil alzó una ceja presuntuosa. “¿Haciendo qué? ¿Bebiendo matpow que se garantiza que carcomerá por sus paredes estomacales”? “Si yo lo quiero”, respondió de mala gana, sabiendo que ella hablaba como una niña, sin importarle. “Te portas como una niña consentida, para nada como una Emperatriz”. Kyra arqueó una ceja de color de uva de fuego. ¿Está Zor muerto”? “No”. “Entonces vete a la mierda. No te tengo que rendirte cuentas”. La boca de Kil se abrió de la indignación. Por muchos momentos, él estuvo demasiado indignado para responder. En fin, él movió su cabeza hacia atrás y se rió. “¡Eso se suponía que fuera un insulto, idiota”! gritó Kyra, ofendida. Ella se sentó recta en el catre reclinable con un carraspeo de desaprobación, mientras ponía una almohada tras su espalda para como apoyo. Kil cogió la botella de brillo de la luna del piso al lado de Kyra y tomó un largo trago. Al dar un suspiro lujurioso, se pasó el brazo por su boca y sonrió en forma

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abierta. “Lo sé”. Dejándose caer en el catre al lado de Kyra, él bromeó, “Creo que te calmé demasiado bien si me hablas con tanta falta de respeto”. Ella resopló a eso. Ellos estuvieron callados por un largo rato hasta que Kil por fin rompió el silencio. “Lo estás lastimando, Kyra”. Ella se estremeció, pero rehusó bajar los guantes. “¿Y qué de mí”? preguntó ella. “Ah, olvídalo, mis sentimientos no importan. Se me olvidó”. Ella agarró la botella de brillo de la luna de Kil y bebió un sorbo. “Por supuesto que importan”, le discutió Kil, agarrando otra vez la botella a la primera oportunidad. “Pero tú no lo dejas que se te acerque para que le dé sus disculpas”. “¿Él quiere pedir disculpa”? preguntó ella, con esperanza de no parecer demasiado curiosa. “Sí”. Kil bebió un trago de la botella, entonces se la pasó otra vez a ella. “Él ha estado frecuentando mis recámaras por la salida de tres lunas, cerca de llevarme a la locura”. Emblanqueciendo sus ojos, él continuó. “El hombre se castiga al rehusar hasta su placer”. Disculpa. ¿Qué? “Él a ninguna Kefa lleva al baño, rehusando liberar su fuerza de vida”. A Kyra le disgustaba lo bien que eso la hacía sentir. Ella frunció el seño a cambio cuando quería sonreír. “¿Y ninguna sirvienta obligada”? “¡No”! negó Kil, evidentemente insultado, ¡el hombre está unido con usted”! Él movió su cabeza. “Yo tengo diez sirvientas lujuriosas y descaradas que esperan su transferencia a sus nuevos amos-y ni decir la siempre lista Myn- que suplica a cada hora para que Zor les dé su gozo de mujer”. Él movió su cabeza otra vez. “Mi hermano a penas se da cuenta de su presencia, mucho menos les responde”. “¿En serio”? Le preguntó Kyra en voz baja, con esperanzas. “Sí, en serio”. Ellos se sentaron en silencio por un rato o más hasta que Kyra suspiró, haciendo un gesto hacia Kil. “¿Porqué viniste aquí”? preguntó ella sencillamente. “Porque yo amo a mi hermano”, contestó Kil sin vacilar, “y porque mi hermano la ama a usted”. Él inclinó su cabeza hacia abajo hacia ella, observando su expresión. “¿Cree otra cosa”? Cuando Kyra se encogió de hombros, él la empujó a que revelara más. “¿Porqué crees esto”? Kyra inhaló profundo, echando su cabeza hacia atrás y mirando a la luna verde suspendida baja. “De donde yo vengo, un hombre enamorado jamás dejaría a su hermano que hiciera lo que tú me has hecho a mí. Jamás”. “¿Y cree usted que Zor no se dolió por eso”? “¿Se dolió”?

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“Sí”. Kil movió una mano por el aire. “Él hizo su deber, aunque lo hirió en trocitos por dentro, sin saber lo que yo le hacía a usted aquí. Sí, es contra las leyes de sucesión que un esposo menor le introduzca su vara a la nee’ ka de su hermano, pero ¿no piensa que hay quienes lo harían de todas formas, atrapados en el frenesí del calmar”? Los labios de Kil se torcieron en un gruñido, torciendo su cicatriz en forma amenazante. “¿Cree usted que mi hermano estaba en el entrenamiento, pasando un buen día? Gruñó él. “Él se dio a las botellas, así de molesto estaba”. Kyra se mordió el labio. “Entonces, en primer lugar, ¿porqué permitirlo-insistir en ello”? “Es la ley santa”. “Él es un Emperador, un Alto Rey. Él puede cambiar la ley”. Kil movió su cabeza. “No. Cómo puedo hacer que usted entienda”? Respirando profundo y murmurando algo de las nociones de los primitivos de la primera dimensión, él empezó otra vez. “Por todos los que buscan placer en Tryston, nosotros también somos un pueblo excesivos en tradición, algunas tan antiguas que nosotros no nos acordamos cuándo o dónde comenzaron. Las leyes de sucesión están entre esas tradiciones antiguas. Lo que usted, Kyra, ha comparado con una bofetada en la cara, era la misma tradición que Zor usó para comprobar su cariño por usted. Kyra puso sus ojos en blanco, sin creer por un momento. Kil la agarró por su mentón, sus orificios temblaban. “No”, dijo en voz baja “hagas eso”. Él hizo un movimiento sutil de frote en sus cachetes para ablandar la ferocidad de sus palabras, entonces la soltó. “Estoy siendo muy serio”, dijo él mientras se acomodaba otra vez en el catre. “¿Cómo así”? preguntó en una voz baja, sintiéndose un poco contrita. “Cuando una mujer es una nee’ ka al mayor del linaje, pero ya no tiene un guerrero que la ordene, sea un hombre o esposo o un hijo, ella puede ser dada a otro como una sirvienta obligada o peor para proteger la línea de infiltración de la semilla de otro rey. Quizá usted no esté de acuerdo con la ley, pero sigue siendo la ley y ni un Alto Rey la puede cambiar”. Kil mantuvo la mirada de Kyra, obligándola que escuchara. “Las leyes de sucesión previenen que eso suceda”. “¿Y el calmar”? preguntó en voz baja. “Es un guerrero que prueba que quiere más la felicidad de su Compañera Sagrada que de la suya”. Es un hombre que le muestra a su nee’ ka que ella jamás tendrá que temer de su futuro si algo le sucediera, por cuanto sería cuidada y muy querida”. Kyra se mordió el labio. Ella lo mordisqueó por un momento. “Entiendo”. Ella se sentó en silencio por un rato, entonces, tomando la decisión de cambiar el tema, le preguntó a Kil de qué había resultado en Pika’s. “¿Fue necesario matar a ese hombre”? inquirió ella mientras estudiaba el piso. “Sí”.

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Su cabeza se levantó de un tirón. “¿Porqué”? “Él no era como los demás otros ahí. Lo reconocí de inmediato como un insurrecto quien tropecé mientras estuve en Tron”. Kyra asintió con la cabeza. Ella inclinó la botella de brillo de la luna en sus labios y bebió profundo de ella. Con un suspiro, ella consideró el asunto por un momento interminable “Está bien. Yo iré a él”. “Bien”. Kil le dio unas palmadas en la rodilla, entonces se puso en pie, extendiéndole la mano para levantarla”. “Y algo más”. “¿Sí”? Kil la miró de arriba abajo. “Yo nada dije en esta salida de la luna debido a su ignorancia de nuestras maneras de ser, pero ahora que usted ha sido informada, yo espero que honre sus deberes”. Kyra se ruborizó, sabiendo que él se refería a quitarse la qi’ ka mientras estuviera a solas con él. Ella asintió con la cabeza lentamente, cediendo. “Está bien”. Ella movió su cabeza. “Pero yo no veo la diferencia”, dijo en un murmullo tras su respiración. Las cosas malditas son transparentes”. Kil sonrió sin disculparse. “Yo pienso asegurar que mi hermano vive una vida larga y lujuriosa. ¿Me negarías el poco premio que yo puedo reclamar por la ley”? Kyra movió su cabeza y sonrió en forma abierta. “¿Te puedo hacer una pregunta? Sólo una por curiosidad”. “Sí”. “¿Qué sucedería si Zor se muriera y tú ya hubieras reclamado una Compañera Sagrada? ¿Seríamos ambas tu esposa”? preguntó con fría formalidad. Kil movió su cabeza lentamente, encontrando su mirada. “Yo ni puedo empezar a buscar una nee’ ka si en verdad tengo una por ahí, hasta que usted engendre un heredero. Si Zor muriera, su collar matrimonial nos uniría por todos los tiempos cuando nos uniéramos. De alguna manera el destino lo sabría y, aunque quizá sea místico, cualquier posible nee’ ka que yo pudiera haber reclamado de otra manera encontraría una verdadera pareja con otro”. “Guau”, Kyra dijo exhalando, ¡qué raro! Kil se encogió de hombros en forma negligente. “Para usted quizá; no para nosotros”. Ella asintió con la cabeza, entonces respiró profundo. “Voy a ir a encontrar a Zor”. Ella le sonrió, en forma vacilante. “Gracias a ti, Kil”. Él asintió con la cabeza, entonces giró sobre su talón y se fue por el camino en que había venido.

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Capítulo 20 Kyra encontró a Zor en la cámara de cristal azul donde ella se había bañado con Ari a su llegada a Sand City. Él estaba solo en la piscina de baño, acostado en su espalda en una piedra de alhaja suave, sin una Kefa a la vista. Dejando caer su qi’ ka morada al piso, Kyra se desplazó a las aguas frescas plateadas donde él estaba acostado. La cabeza de Zor si disparó al lado cuando se dio cuenta que no estaba solo. “Kyra”, susurró él ronco, sus ojos normales fosforescentes opacados de dolor, “¿qué haces aquí”? “¿Está bien que yo esté aquí”? preguntó ella con cuidado, mientras se acercaba. “Seguramente”. Cuando Zor hizo un movimiento para sentarse, Kyra lo empujó en el pecho y le pidió que permaneciera acostado. Ella miró por cada pulgada de su duro cuerpo musculoso, mirando con agradecimiento mientras él se excitaba con sólo verla. “Deja que yo te lave”. “¿Harías eso”? Preguntó Zor con una voz ahogada. “Eres mi esposo”, sencillamente dijo ella, “y yo te amo”. “Kyra-oh pani, yo-” “¡Chitón! Yo lo sé”. Ella usó sus manos para tomar el agua encantada, liberándola sobre el pecho de Zor. “Nada tienes que decir”. Ella puso sus palmas en la expansión enorme, entonces las pasó en forma refrescante sobre él. Sus pezones planos se endurecieron a su toque, lo que causó que él respirara inhalara. “Nee’ ka”, susurró él, su erección se hacía más gruesa y larga. “Te he echado de menos”. “Yo lo sé”. Yo también te he echado de menos”. Kyra pasó los siguientes veinte minutos limpiando cada parte del cuerpo de Zor a mano limpia, tocando y frotando todo menos su erección. Cuando ella por fin lo tocó ahí, él casi se quitó de la piedra. “Mejor será que no me limpies ahí, pequeña, o seré responsable de chorrear”. “Es mi deber asegurarme que cada parte de ti esté bien lavada”, dijo Kyra con picardía. “No pelees conmigo”. Zor inhaló cuando ella comenzó a darle masaje en su saco de hombre. “Oh pani”, gruñó él. Cerrando sus ojos, él se rindió en la pelea y disfrutó cada momento de la atención de su mujer. “Está apretada por la necesidad de ti”, susurró con voz áspera.

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“¿Me necesita”? preguntó Kyra en forma coquetona mientras ella agachaba su cabeza para lamer sus huevos. Cuando Zor rugió, ella se dio cuenta que la necesitaba. Mamando su escroto en su boca, ella acarició con sus manos a arriba y abajo la verga de su esposo mientras mamaba desde su saco de hombre. “Por la diosa”, suspiró Zor, su cabeza cayó hacia atrás en la piedra. Respirando profundo, se sentó, levantó a Kyra en sus brazos y se desplazó hacia media piscina. “No puedo soportar más tortura, mujer”. Abriendo su cuerpo amplio en una piedra suave llana de alhaja que puso su canal en el ángulo perfecto para que aceptara su vara, Zor alzó las caderas de Kyra y se metió a golpes. “Nee’ ka”. Él se metió en ella a golpes, fuerte y violento, con necesidad de ser uno con ella. “¿Ves lo que me haces, joven lujuriosa”? ¿Ves cómo mi cuerpo demanda el tuyo”? “Zor”. Kyra encontró los golpes de Zor deseosa, sus músculos vaginales ordeñaban su verga. “Más duro” suplicó ella “Te necesito todo”. Zor golpeó su coño rápido y duro, largo y profundo. Cuando Kyra arqueó su espalda y tuvo su clímax, él la cogió por sus senos presentados, amasándolos y tirando de sus pezones sobresalientes. “Dame más, nee’ ka. Yo ordeno más de ti”. Moliendo sus caderas al meterse en ella, él se la cogió con ferocidad, recompensándolo por su abstinencia. Cuando Kyra llegó a su clímax otra vez, Zor cambió de feroz a animal. Él continuó dando golpes en su resbaladizo e inundado canal mientras él le daba un masaje en su clítoris con su pulgar. “¿Es esto lo que quieres”? preguntó él con arrogancia. “Ay, dios-sí”. Kyra tuvo un clímax violento, sus caderas azotaban hacia fuera por más. “Por favor, Zor. Haré cualquier cosa.-sólo hazlo”. “¿Qué querrías que yo hiciera”? Zor gruñó entre sus dientes apretados, martillándose en ella. “¿Que chorree mi fuerza de vida? ¿Tienes sed por mi semilla”? “Sí-ay dios-sí”. Cuando Kyra llegó a su clímax otra vez, su esposo la premió con el premio que ella pidió. Chorreando muy dentro de su canal, las alhajas en su collar parpadeaban. Zor cerró sus ojos, los músculos de su cuello acordonados y apretados. “Mía”, rugió él, su rugido pasaba por toda la cámara de baño. “Toda mía”. Él continuó a meterse a golpes profundo mientras Kyra gritaba y las olas incesantes trajeron clímax tras clímax de alucinantes clímax.

***** Nadie del palacio oyó o vio que el Alto Rey y la Alta Reina asomaran la cabeza durante la salida de más de tres lunas. En fin, sintiéndose un poco preocupado, Kil se hizo entrar en los apartamentos para asegurarse que todo estuviera bien.

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Sus labios formaron una sonrisa semi-abierta cuando él llegó a la cama alzada y supo con seguridad que su hermano estaba de buenos ánimos. Era evidente que el pobre guerrero estaba muy enamorado con su nee’ ka. Kyra estaba dormida, sus brazos puestos sobre su cabeza, sus senos empujaban hacia arriba, pezones color rosado sobresalían hacia arriba en forma deliciosa. Una de sus piernas estaba doblada por la rodilla, dando una vista explícita de sus labios hinchados y clítoris. Zor roncaba con el sueño de los muertos, estirado con la mitad de él sobre ella, su cabeza recostada sobre sus senos, su boca atascada a uno de sus pezones dilatados. Una de las manos de Zor descansaba cerca del parche de vello de color de uva de fuego de su nee’ ka, sus dedos de vez en cuando rozaban el mechón de rizos. Kil movió su cabeza y sonrió en forma abierta. Su hermano tenía la mirada de desgastado, con la mirada de estar contento en extremo de un guerrero bellaco a quien se le acaba de dar su primer juguete para que se encargue de sus placeres. Él se acordó de hacía muchos años cuando por primera vez su padre le había dado tres Kefas para que se encargaran de sus baños. Kil, sin duda había sido el muchacho más limpio de todo Tryston. Cuando las Kefas luego le fueron verdaderamente dadas, que se le permitió que lo acompañaran en sus recámaras, nadie había visto a Kil durante una noche sen o más. “Despierten dormilones”, dijo Kil, mientras dio una patada con su pie en el piso de fundamento de cristal rojo. “Tienes visita”. Zor refunfuñó algo imperceptible mientras abría sus ojos entreabiertos, y entonces, al ver a su hermano, los cerró otra vez. “Vete. Estoy casi muerto”. “Tan malos modales”, comentó Kil con imitación de dolor. “Y cuando yo he viajado todo el camino desde el gran pasillo sólo para ver tu rostro guapo”. Zor se sentó y frotó sus ojos. Su cabello estaba despeinado y parecía tener las marcas de mordiscos de amor que tenía en manchas en su pecho. Kil se quería reír, pero se imaginó que su hermano no lo agradecería. “Veo que su nee’ ka duerme bien también”. Al mencionar a Kyra, los ojos de Zor se encendieron con su azul fosforescente normal. Él arqueó su cuello para mirar su dormitado. Él sonrió, tan dulce e inocente se miraba a su pequeña dormitando. En nada como la bestia mujer en celo que había sido a la salida de la última luna. “Sí”. Él dobló su cabeza y lamió su lengua por lo largo de su chocha, comenzando por apertura de su canal y terminando en su clítoris hinchado. “Se le ha amado bien estas últimas salida de la luna”. Con los ojos entornados, él miró arriba hacia Kil. “A propósito, ¿cuántas salidas de la luna han sido? Kil resopló. “Tres”. “¿Seguramente”? “Sí”.

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Zor se sentó, estiró sus músculos y bostezó. Manda a llamar unas Kefas. Tenemos una bendita necesidad de bañarnos. ¿Te bañarás con nosotros, hermano”? “Será un honor”. Kil inclinó su cabeza con formalidad, entonces se viró para llamar a las esclavas.

***** Kyra estaba acostada de lado, alzada sobre un codo, tomando parte del desayuno con Zor y Kil. Acabada de salir del baño, ella se sintió lánguida y adormecida y distraída mientras estaba acostada en la suave cama de cueros de vesha en el piso. Los hombres también estaban desnudos, puesto que era normal cuando se desayunaba junto después de bañarse. Kyra sonrió en forma discreta, perpleja por el hecho que después de que las Kefas la llevaran a venirse para el placer de la vista de los hombres, le había tomado cinco clímax a Kil antes de que se sintiera sedado lo suficiente para cenar. Pobre hombre. Cuando ella vio la situación desde el punto de vista de Kil, debió haber sido difícil ser obligado por la ley a observar todas las formalidades de un esposo, sino recibir ninguno de los beneficios de ello. Ellos cenaron con matpow añejo, quesos cremosos, y rebanadas gruesas de pan fragante. Y ni decir las inclusas uvas dulces de color de fuego-y alguna clase de estofado. Era la única comida completa en que habían tomado parte ella y Zor en días. Leha, una sirvienta hermosa con piel bronceada, cabello rubio sedoso, y pechos grandes que lucían pezones perfectamente redondos, vino corriendo a mil en la recámara, sus senos se balanceaban arriba y abajo. Resulta que a Kyra le gustaba la mujer mucho y por ende, en secreto tramaban engatusar a Zor para ayudarla en las finanzas cuando sus cinco años Yessat de servicio terminaran. “¡Su Majestad”! ella se disparó, sonriéndole a Kyra mientras corría hacia ella. “¡Tengo excelentes nuevas”! Kyra sonrió, sentada. Hubo algo de lo fosforescente de los ojos de Leha que le dijo que ella no exageraba. “¿Qué es”? “¡Es el Rey Dak”! Los ojos de Kyra se ampliaron. “¡¿Está aquí”?! Ella se puso de pie, con una sonrisa de sien a sien. “¿Qué es esto”? frunció Zor el seño, el seño fruncido cubrió sus rasgos. “No creo que me importe tanto de tu emoción de ver a mi hermano, nee’ ka”. “Sí”, se añadió Kil. Él le guiñó a Kyra. “Sobre todo cuando ella me trata con falta de respeto”. “Silencio, ustedes”. Kyra movió una mano, en indicación de que debían callar. Los hermanos se vieron y sonrieron en forma abierta. Kyra se viró hacia Leha. “Bueno. ¡Dime”! Leha se rió. “¡Él ha traído a su Compañera Sagrada”! 120

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Eso causó un murmullo entre los hombres. Kyra alzó la palma de su mano para silenciarlos. “¿Y”? insistió ella, agarrando a la sirvienta por los brazos. “¿Es Geris”? ¿Es mi mejor amiga”? “¡Sí”! Kyra chilló, brincando de arriba abajo emocionada-un hecho que le causó a ambos guerreros una erección dolorosa. “¡Ay, dios mío”! dijo ella. “Leha, por favor ayúdame a buscar una qi’ ka. ¡Yo quiero ir a ella ahora mismo”! “¿Qué es esto”? preguntó Zor, un poco desconcertado. “¿Hablas de la linda joven de ónice que estaba contigo cuando yo te reclamé”? Kil se sentó, evidentemente intrigado. ¿Dos de sus hermanos habían encontrado a sus mujeres en la primera dimensión”? Jmm. “¡Sí”! Kyra aplaudió con sus manos y brincó arriba y abajo otra vez. Ambos hombres rezongaron. “Dak dijo que por el hecho de que estaba muy ocupado buscando amenazas, él no pudo probar a Geris para ver si era su Compañera Sagrada. Nosotros hablamos el otro día, me imagino que hace una semana, y él me dijo que planeaba volver a la Tierra de la primera dimensión ¡para ver si ella era suya”! Sus palabras se tambaleaban una con la otra por su emoción. “¡Y ella lo es”! Leha fue con una qi’ ka negra en sus brazos. Ella ayudó a Kyra a ponérsela. “Es asegurado que la Reina Geris en nada le place la insistencia del Rey Dak que ella le pertenece a él. Tampoco le importa un comino el uso de su qi’ ka”. Kyra sonrió en forma abierta. “Yo sólo aseguro”. “ella ha estado despotricando. “Ella ha estado despotricando de ciertos derechos inseparables en el gran pasillo-lo que sea que por las arenas son esos-y ordena hablar con el hijo de puta encargado”. Leha se ruborizó mientras daba vuelta hacia Zor. “Ese sería usted, Su Majestad”. Zor gruñó. “Tu mejor amiga está loca, nee’ ka, si ella cree que yo voy a permitir que ella abandone a Dak y se vaya”. Kyra movió su mano distraídamente. “Yo me acuerdo de haber estado igual de enojada, Zor. Se la pasará. Además”,-ella dio una vuelta y sonrió en forma abierta-”ellos no se deben haber unido aún”.

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Capítulo 21 Kyra, Zor y Kil entraron al gran pasillo a tiempo para ser testigos de la Reina Geris cuando tenía un arranque de su temperamento. Ella estaba en pie sobre la mesa alzada, y se preparaba para tirar una botella de matpow añejo carísimo al piso. Su collar matrimonial brillaba en color rojo de mal agüero, lo que indicaba que su esposo estaba encabronado. “Ger-is”, dijo Dak en reprimenda con voz muy regañona, “guardarás la botella de matpow de mi hermano ahora, sino, estarás castigada sin tu gozo de mujer por una noche sen entera después de la unión”. Él cruzó sus brazos sobre su pecho y frunció el seño en forma formidable. Kyra estaba entretenida al darse cuenta que su mejor amiga en verdad vaciló. Entonces, con el seño fruncido, Geris levantó la botella más alto en el aire, mientras se preparaba para hacerla en fragmentos. “Por favor, no”, Kyra sonrió ampliamente, haciendo notar su presencia, “ese resulta ser mi etiqueta preferida”. Atónita, después de haber pensado que había sido engañada por Dak a venir a Tryston, Geris dio una vuelta. “¿Kyra”? preguntó ella en voz baja, sin creer lo que ella veía. “¿Ger”? Kyra dio un paso al frente. “¡Kyra”! gritó Geris, con una sonrisa de sien a sien. “¡Ger”! Ambas mujeres chillaron, corriendo la una hacia la otra a toda velocidad. Cuando se encontraron, ellas bailaron en un círculo, abrazadas y se reían. Dak cogió la botella de matpow de la mano de su mujer recalcitrante mientras ella estaba distraída. “¡Kyra”! se rió Geris mientras deslizaba su mano por el lado del rostro de su mejor amiga para asegurarse que en verdad ella estaba ahí. “¡Eres tú, muchacha”! “¡Y eres tú” le gritó Kyra, lágrimas surcaban su rostro. “¡Yo te extrañé Tanto”! Las dos mujeres charlaron sin parar, tomando asiento por la mesa alzada. Dak se viró hacia sus dos hermanos, y paseándose hacia ellos, entornó sus ojos. “Si pensabas que el calmar a Kyra fue una prueba, entonces más te dolerá la cabeza mientras calmes a mi nee’ ka”. Zor se rió entre dientes en el fondo de su garganta. “Ella es, eh, tenaz. “Sí”. “Pero encantadora”. Agregó Kil, sus ojos azules fosforescentes

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Capítulo 21 Kyra, Zor y Kil entraron al gran pasillo a tiempo para ser testigos de la Reina Geris cuando tenía un arranque de su temperamento. Ella estaba en pie sobre la mesa alzada, y se preparaba para tirar una botella de matpow añejo carísimo al piso. Su collar matrimonial brillaba en color rojo de mal agüero, lo que indicaba que su esposo estaba encabronado. “Ger-is”, dijo Dak en reprimenda con voz muy regañona, “guardarás la botella de matpow de mi hermano ahora, sino, estarás castigada sin tu gozo de mujer por una noche sen entera después de la unión”. Él cruzó sus brazos sobre su pecho y frunció el seño en forma formidable. Kyra estaba entretenida al darse cuenta que su mejor amiga en verdad vaciló. Entonces, con el seño fruncido, Geris levantó la botella más alto en el aire, mientras se preparaba para hacerla en fragmentos. “Por favor, no”, Kyra sonrió ampliamente, haciendo notar su presencia, “ese resulta ser mi etiqueta preferida”. Atónita, después de haber pensado que había sido engañada por Dak a venir a Tryston, Geris dio una vuelta. “¿Kyra”? preguntó ella en voz baja, sin creer lo que ella veía. “¿Ger”? Kyra dio un paso al frente. “¡Kyra”! gritó Geris, con una sonrisa de sien a sien. “¡Ger”! Ambas mujeres chillaron, corriendo la una hacia la otra a toda velocidad. Cuando se encontraron, ellas bailaron en un círculo, abrazadas y se reían. Dak cogió la botella de matpow de la mano de su mujer recalcitrante mientras ella estaba distraída. “¡Kyra”! se rió Geris mientras deslizaba su mano por el lado del rostro de su mejor amiga para asegurarse que en verdad ella estaba ahí. “¡Eres tú, muchacha”! “¡Y eres tú” le gritó Kyra, lágrimas surcaban su rostro. “¡Yo te extrañé Tanto”! Las dos mujeres charlaron sin parar, tomando asiento por la mesa alzada. Dak se viró hacia sus dos hermanos, y paseándose hacia ellos, entornó sus ojos. “Si pensabas que el calmar a Kyra fue una prueba, entonces más te dolerá la cabeza mientras calmes a mi nee’ ka”. Zor se rió entre dientes en el fondo de su garganta. “Ella es, eh, tenaz. “Sí”. “Pero encantadora”. Agregó Kil, sus ojos azules fosforescentes le dieron una breve ojeada a su forma oscura como estatua. “Muy encantadora”.

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“Sí”, contestó Dak, encantado mientras abrazaba a su hermano que no había visto en mucho más de un año Yessat. “Mi pequeña es una belleza ciertamente”. Kil le dio una palmada en la espalda mientras movía su cabeza. “ ¿Poseen todas las mujeres de La Tierra piel tan rara”? “No”, contestó Zor por su hermano, “aunque muchas sí”. “Es verdad”, expuso Dak, rumiando sobre lo que él había visto. “Aún las bellezas cuyos colores se encontraban entre la sekta y el ónice tienen un color muy distinto que el de las mujeres bronceadas de aquí”. “Interesante”, dijo en murmullo Kil. Con el suspiro de Dak, ambos hermanos se viraron en forma de pregunta, empujándolo a que diera información. “¿Qué te molesta”? preguntó Zor. “Necesitamos tener un banquete de consumación esta noche”. Zor frunció el seño, sabiendo que eso significaba que los guerreros sin aparear estarían tocando a su nee’ ka. Él no había pensado que tendría que soportar esto tan pronto después de de la pasada. A cambio, Kil lamía sus labios y frotaba sus palmas juntas. “¿Y cómo es esto un problema”? “Yo temo decirle a mi nee’ ka lo que sucede en una. Tú la has visto de mal genio”. Dak gruñó mientras se dio una palmada en la frente. “Y eso fue uno pequeño”. Kil se rió entre dientes. “Entonces no le digas. Deja que Kyra la prepare”. “O Ari”, dijo Zor. “Ari, sin duda, estará aquí cuanto antes para bañarse con ella. Ah”, sonrió él en forma abierta, “aquí viene la Jefa Sacerdotisa ahora”.

***** Kyra había pensado decirle a Geris de lo que iba a suceder esta noche en el banquete de consumación cuando ella vio a Ari que iba hacia ellas. Habiéndosele olvidado esa parte del rito, humedeció sus labios mientras se ponía nerviosa de cómo debía proceder. En verdad, ella no sabía lo que Geris pensaría de tener un venirse con una sacerdotisa mientras le daría un masaje íntimo una esclava. Ella pensó que la reacción no sería una buena si ella supiera lo que le esperaba antes que de sucediera. Kyra presentía que Geris ya tenía sentimientos por Dak. Su mejor amiga repetidamente lo negaba, por supuesto, aún mientras su mirada buscaba al guerrero de cabello dorado y le daba una mirada repentina en forma encantada.. Kyra entendió exactamente lo que ella sentía y, porque lo sentía, podía tenerle empatía a su mejor amiga de todo corazón. Por supuesto, ella también sabía que cuando Geris se uniera con Dak, ella nunca más trataría de dejarlo. Matarlo, quizá. Matarlo, quizá, pero nunca dejarlo.

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Fuera por egoísmo por mantenerla aquí por un deseo altruista de ver a su mejor amiga feliz, Kyra decidió no hacer cosa alguna que pudiera causar turbulencia. Si sólo pudiera pasar por este día y Geris y Dak se unieran con éxito, todo estaría bien. Así que, en lugar de decirle cosa alguna que pudiera causar que Geris sacara sus garras como un animal, ella sencillamente le dio unas palmadas en su mano y le sonrió, imaginándose que le dejaría lo demás a Ari. “Aquí viene la Jefa Sacerdotisa”. Kyra carraspeó. “Me imaginó que ella querrá hablar contigo en privado”.

***** Kyra hizo una mueca de dolor cuando ella vio la mirada de alboroto mientras ella venía al ataque hacia ella. Fingiendo ignorancia, ella hizo como si no la vio, mientras silbaba y miraba alrededor del gran pasillo cavernoso. La ceremonia de la consumación acababa de comenzar, pero nada había sucedido aún, mientras todos esperaban que llegara la invitada de honor. Ahora estaba aquí, con rabieta mientras tomaba asiento al lado de Kyra. Kyra no lo pudo aguantar más. Ella se dio por vencida en la pelea y se rió tontamente. “¡Ger”! sonrió en forma abierta con picardía. “¿Disfrutaste el baño”? Geris carraspeó molesta. Cruzando sus brazos bajo sus senos, ella puso su barbilla en un ángulo de terquedad. “¿Cómo”, preguntó ella mientras ella se acercó a Kyra y le susurró entre dientes apretados, “no me preparaste para eso”? Kyra tuvo la buena gracia de ruborizarse. “Temí que no lo tomarías a bien”. “¿Que no lo tomaría bien”? chilló ella. “Muchacha, tú sabes que soy una bautista del sur. ¡Mi mamita temblaría en su tumba si supiera lo que yo hice ahí con esa mujer sacerdotisa”! La mente de Kyra se adelantó de golpe a lo que Geris posiblemente podría terminar haciendo esta noche durante la unión. Ella se decía que ella guardaba silencio por el bien de Geris y no porque se acobardara, ella decidió no mencionarlo. “Sí, bueno, esa es la última vez que tendrás que bañarte con Ari”. Eso era verdad. “¿Es verdad lo de esas esclavas”? ¿Son ellas mujeres encantadas”? ¿No tienen cerebro ni sentimientos”? “Es verdad”. Kyra asintió con la cabeza sucintamente. Geris dejó salir un aliento, un poco relajante. “Gracias a Dios por eso. ¿Pero qué de ellas”? Su mano se movió hacia el otro lado del pasillo de cenar donde las sirvientas obligadas sin corpiño empezaban a ponerse en fila para ver a los guerreros, apareados y los no apareados también. “No me puedes decir que no son verdaderas”. Kyra en breve explicó lo que era una sirvienta obligada. Geris o aceptó su respuesta mejor que lo que Kyra había pensado que haría, o la nueva novia se sentía demasiado sobrecogida por la enormidad de todo como para hacerle más preguntas. Kyra le quitó la atención a Geris al presentarle a Tía, tanto como a algunos de los otros conocidos reales. La mayor parte de las partes de la novia ya apareadas, aunque 125

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algunas de las mujeres sin aparear tomaron parte en las festividades también. Cuando la atención de Geris estaba completamente metida en conversación, los ojos de Kyra rápido ojearon hacia la parte de la fiesta del novio al otro lado de la recámara. Todos los hombres tenían Kefas y las sirvientas obligadas les administraban. Zor, por supuesto, era en quien estaba enfocada la atención de Kyra, percibiendo la mirada de él tras ojos entrecerrados. Ella estaba celosa. Y ni decir excitada. Dos sentimientos volátiles cuando se juntaban. Zor no tenía a una Kefa que le administraba a él, sólo mujeres obligadas esta noche. Una de cabello castaño le servía de almohada desde atrás de él, sus manos le daban un masaje en sus amplios hombros, mientras que Leha se sentaba en su regazo y se reía tontamente. Zor, en respuesta le sonrió a ella, entonces mamó sus pezones, dejando un sonido de [Sonido de pequeña explosión] que hizo eco a su principio cuando él las soltó. Él le lució el nido de rizos rubios a Kil al abrir la qi’ ka de ella. “Bastante tentador”, le sonrió en forma abierta mientras pasaba su mano por sus vellos íntimos. Zor le frotó los labios vaginales y el clítoris hasta que ella gimió, mientras ella tenía un clímax en su mano. Kyra no podía creer cuánto se excitaba al ver la misma escena desenrollarse En verdad, ella lo podía creer, habiendo descubierto su lujuria al ver la noche que ella y Zor se habían unido. Ella también sintió celos, pero se hacía menos y menos agudo, y se le iba mientras que el placer se apoderaba. Leha le fue dada a Kil, Kil quien la había deseado desde que primero la vio y sus senos que se balanceaban que entraban en las recámaras reales esta mañana. Leha descansaba en sus brazos con sus piernas abiertas, le sonreía mientras el guerrero acariciaba su capullo de mujer, le ponía presión con la yema de su pulgar. Ella gruñó, y se vino a causa de él tres veces antes de que le hablara a ella otra vez. “Yo juro, hermosa Leha, que eres una joven linda. ¿te gustaría ser mía durante el resto de mi estadía aquí, y compartir los cueros de vesha conmigo”? Rugió él. “Sí”, dijo entre un aliento que salía. “Si me tuvieras, sería a ti a quien yo llamaría amo mientras estés aquí”. “Entonces dime amo”, gruñó Kil, mientras frotaba sus labios vaginales hinchados. “Y encárgate de mi vara antes que embarre mi fuerza de vida en mis pantalones”. Leha se rió tontamente, entonces hizo como se le pidió. Zor ahora aguantaba a dos gemelas sensuales en su regazo, tomaba turnos en mamar sus pezones mientras ellas acariciaban su vara liberada. Era el entendimiento de Kyra que el dúo había sido obtenido por Kil mientras hacía guerra en Tron. Kyra sintió el calor conocido en su barriga que se juntaba mientras Zor cerraba sus ojos y acostaba su cabeza en una de las de cabello castaño que le servía de almohada. Las gemelas ahora se ponían de rodillas, una de ellas mamaba hacia arriba y abajo a lo largo de su verga mientras la otra se encargaba de su escroto. “Mmm”, ronroneó él, “es felicidad, sus bocas”. 126

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La de cabello castaño que le servía de almohada a Zor comenzó a acariciar su pecho, deslizando la punta de sus dedos por sus tetillas mientras las gemelas continuaban mamando. Unos minutos después, Zor estaba teniendo su clímax y las gemelas voraces cambian qué hacía qué. “No sean muy codiciosas por mi semilla”, las provocó, “necesito tener algo para mi nee’ ka”. “¿Qué carajo…”, entonó Geris en un siseo, “¿… pasa ahí”? Sin excitación por el susto, Kyra dobló su cuello para analizar a Geris. Su mejor amiga ahora miraba la escena al otro lado del pasillo la cena con una mirada fascinada de horror en su rostro. Es parte de la ceremonia de consumación”, dijo en un murmullo. “Los guerreros son llevados a su clímax por las sirvientas y esclavas”. “¡Santo cielo”! ¿Son esos los guerreros sin pareja”? “Eh, no”. Geris entornó los ojos, entonces se dio cuenta que ella veía un chorro de orgasmo en la boca de una sirvienta “Muchacha, tu esposos acaba de… acaba de… acaba de…” Cuando se cayó la quijada de Geris, Kyra se mordió el labio, a sabiendas de que su mejor amiga había ubicado a Dak. “¡Cabrón”! gritó Geris, saltando a sus pies. ¡Animal cuernudo”! Dak palideció, hizo una mueca de dolor aún mientras tenía su clímax. “¡No es más que tradición, mis corazones”! dijo él en un gemido desde el otro lado del gran pasillo. “¡Al diablo con las tradiciones”! Geris gritó, sus ojos lo suprimían donde él estaba sentado. “¡Quítate a esa puta azul de encima de ti ahora”! Kyra y Tía halaron a Geris hasta abajo en su asiento. “Estará bien”, le informó Tía en forma refrescante. “Kyra tuvo una reacción muy parecida, aunque no en voz tan alta”. Con el seño fruncido de Geris, Tía se apresuró a agregar, “tendrás tu venganza muy pronto”. “Oh, ¿sí? Geris frunció el seño, y cruzó sus brazos bajo sus senos. “¿Cómo”? Kyra y Tía se miraron y entonces a Geris, se rieron tontamente y en forma simultánea le informaron, “ya verás”.

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Capítulo 22 Geris, parecía, tomó lo de la venganza muy en serio. Cuando la mayoría de las nuevas esposas estarían contentas por citarse con los guerreros sin aparear en el catre reclinable, Geris había ordenado que la mesa fuera limpiada para que se pudiera acostar ahí, asegurándose que Dak y todos los demás guerreros en el otro lado del gran pasillo tuviera una excelente mirada de ella, Jek, Mik, Gio y otro guerrero que Kyra desconocía, que seguían en eso. Dak estaba en pie al otro lado de la cámara, sus brazos cruzados en su pecho masivo, un tic nervioso en su cachete latía con furor. Kyra se sonreía, giró en un talón para volver a su asiento y en lugar, se encontró que ella era levantada en los brazos masivos de Cam. La acostó en un catre reclinable, se puso junto a Kyra y levantado sobre un codo para mirarla hacia abajo. “Ya no estés más enojada conmigo”, le suplicó Cam en un tono de voz callado. Él deslizó sus dedos por el parche de vello de color de uva de fuego al abrirle la falda qi’ ka y gruñó. “Me mata por dentro”. “¿Sí”? respiró, inhaló rápido cuando Cam comenzó a sobarla en forma íntima, masajeando su clítoris. “¿Te gusta eso”? le susurró en voz áspera. “Por la diosa, ¡cuánto quisiera meter mi vara en ti! No tienes idea de cuántas salidas de la luna yo me he llevado a venirme sólo pensando en ti”. “Oh, Cam”. Kyra pasó su mano por su quijada guapa, insegura de qué decir. Esto era evidentemente la versión Trystonni del primer enamoramiento y era evidente que él lo estaba tomando en serio. Abriendo sus piernas en forma amplia para recibir los dedos aventureros de Cam, ambos gimieron cuando ella giró sus caderas. “¿Has hecho el amor con tus nuevas sirvientas ya”? le preguntó sin aliento. “No. Se supone que nosotros vayamos a escoger las que queremos en unas salidas de la luna, mas no me puede apetecer cuando estás enojada conmigo”. Los dedos de Cam aún exploraban dentro de su coño, Cam usaba su otra mano para apartar el corpiño de la qi’ ka frágil y la tiraba para apartarla de ellos. Él gruñó. “Yo he pensado de estas uvas duras a cada salida de la luna desde la última vez que mamé de ellas”. Él cerró sus ojos mientras inclinaba su cabeza y enrolló su lengua alrededor de un pezón erecto, y mamaba de su pecho como una criatura destetada. Kyra se mordió el labio. Cam en verdad estaba muy enamorado de ella. Él era un corazón y lo que ella menos quería era que él la anduviera anhelando. La parte realista de ella discutía que el enamoramiento de Cam, sin duda tenía raíces del hecho de que ella era la única humana femenina en contacto constante con él. Andar todo menos 128

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desnuda mientras estaba cerca de él no podría haber mejorado las cosas mucho. Cam definitivamente tenía que ir a escoger a sus sirvientas. “No estoy enojada contigo, Cam”, le confesó Kyra, inhalando mientras el guerrero tiraba más fuerte de sus senos, sus dedos azotaban con frenesí dentro de ella. “OhCam”. Tuvo su clímax, sus pezones duros resaltaban dentro de la boca de Cam. Cam gruñó mientras mamaba más fuerte del pico rígido. Él sacó sus dedos del pasaje y los mamó hasta dejarlos limpios mientras alzaba su cabeza un minuto después. “Sí”. “Bien”. Sus ojos devoraban el cuerpo excitado de Kyra mientras él agarró un seno y apretó. “Deja que yo me encargue de ti otra vez, Su Majestad. Tu cuerpo me lleva casi hasta la locura” Kyra sonrió en forma abierta. “Con frases como esa, llegarás lejos con las mujeres”. “Es la verdad”, dijo Cam, mientras le sonreía también en forma abierta, sin embargo, serio. “Yo decidí no juguetear mucho en su banquete de consumación porque yo no tenía a Muta como alivio en ese entonces, pero ahora”- él meneó su ceja dorada en forma pícara- “estoy listo para atracarme”. “Ve a comer de las otras jóvenes”, una voz conocida le ordenó suave, “yo pasaría este tiempo con la Alta Reina”. Kyra se sorprendió al ver que Kil se bajaba a su lado. Sin querer formar un espectáculo, ella se viró hacia Cam y le dio una sonrisa y un golpecito. “Ve. Yo sé que quieres. Disfruta con las otras mujeres apareadas aquí”. “¿Seguramente”? “Sí. Ve”. Cam sonrió, entonces se puso en pie para diferir con los deseos de los reyes menores. Cuando él estaba fuera del alcance audible, Kyra se viró hacia Kil y buscó en su rostro. “¿Qué haces aquí”? “¿Qué parece”? Kil tomó el lugar que la partida de Cam dejó abierta. Él comenzó a darle un masaje en los labios hinchados de la vagina de Kyra. “Veo que el joven la ha preparado para mis ministraciones”. “De hecho”, confesó Kyra en un suspiro, “Ya me he venido dos veces, así que yo seguramente debo ir a Zor”. “No te oí que te vinieras.” “Bueno, de todas formas, lo tuve”. “Si tú lo dices” sonrió Kil en forma abierta. Metiendo dos dedos en su canal apretado a golpes, él continuó a frotar su clítoris hinchado, algo que Cam, mucho más joven no tenía la suficiente experiencia para saber hacer automáticamente. “Pero Zor no dejará el lado de la cámara hasta que te oiga tener tu clímax”. “Él vino por mí la vez pasada”. “Es mi entender que tú gritaste la vez pasada”.

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“Sí”, dijo Kyra entre su aliento, girando sus caderas en reacción natural a buscar placer. “Pero la vez pasada que yo estuve en el lugar de Geris en el centro del escenario, yo tuve todas las manos sobre mí”. Kil metió sus dedos más profundos a golpes, continuaba dándole un masaje en su capullo sensible. “Créeme, lujuriosa, yo podré llevar a cabo solo lo que tomaría a cuatro o cinco de estos jóvenes machos hacer”. Kyra no lo dudaba, y eso es lo que la preocupaba. Poniendo una mano en su muñeca para detenerlo, ella se molestó cuando no funcionó. “Kil”, gimió ella, “Por favor, para. Esto no parece correcto”. “Lo que no me parece correcto”, dijo Kil en forma descarada mientras le daba un masaje en su canal inundado, “es tener una tradición que me obliga a probar tus encantos, pero no permitirme saborearlas”. Sus labios se contornaron sin arrepentimiento. “Así que voy a remediar eso sólo un poquito”. Kyra estaba a punto de tener su clímax cuando Kil detuvo sus ministraciones en un paro abrupto. Sus párpados se abrieron parpadeando en forma interrogativa. “No se te perdona así de fácil”, le informó Kil a ella en burla, “porque yo lo dije, yo te saborearía primero”. “Pero-” Él alzó una mano para silenciar. “Es mi derecho como esposo de menor grado hacer esto en los banquetes de consumación si así lo deseo”. Él situó su cuerpo entre las piernas abiertas de Kyra y alimentó sus ojos en sus senos pesados. Ella debe sentir su erección. “¿Me niegas mis derechos”? Kyra ruborizó, acordándose de la promesa que él le había sacado a ella hacía unos días en el balcón. Ahora tenía que imaginarse cuán trazada estaba esta situación por la parte de su cuñado tramador. “No. Por supuesto que no”. Kil gruñó, satisfecho. “Agárrate tus dos senos para mí, entonces aguanta tus pezones para mi inspección. Dale, deja verte hacerlo”. Kyra hizo como se le pidió, la excitación en su barriga se hacía un nudo. Ella se sintió culpable por un momento, pero dejó que el sentimiento pasara cuando ella oyó a Zor tener su clímax por lo que debía ser la quinta vez en el otro lado de la recámara. “Leha”, él decía él en voz melódica, “si hubiera sabido de tu talento de mamar, yo mismo te hubiera aprovechado antes”. Los orificios de la nariz temblaban, Kyra empujó sus pezones alargados en su cachete derecho y lo torcía. “Si piensas tener una vida feliz en Tryston, es importante aprender que la lujuria y el amor no siempre van de la mano. Por lo menos no en los banquetes de consumación”. Él dobló su cuello, lamiendo ambas puntas rosas, entonces alzó su cabeza para encontrar la mirada de ella otra vez. “Pero sí, me gustaría poner a Zor celoso por ti”.

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Con un gruñido, Kil bajó su boca a los pezones regordetes y aprovechó. Ella inhaló fuerte, rozando sus caderas junto a él. Kil le rozó sus caderas junto a ella, en simulación del hecho de la unión. “Mmm”, dijo él en un gemido bajo una y otra vez, mientras él continuaba a tirar de sus pezones y mecerse hacia delante y atrás entre sus muslos. “Mmm”. “Mmm”. Kil giró sus caderas, llevando a Kyra más y más cerca a venirse. Y cuando ella casi llegó a él, él se detuvo- otra vez. Kyra lo golpeó en la espalda. “¡Eso fue dos veces”! “¡No más”! Él alzó su rostro de sus senos y sonrió en forma abierta con descaro. “¿Te frustras, lujuriosa”? Él dobló su cuello para rozar con su lengua sus dos pezones con un largo lamido, entonces alzó su cabeza otra vez. “Yo prefiero saborear más de ti antes de darte tu gozo de mujer”. “¿Tal como qué”? Kyra inhaló mientras que Kil se movía hacia abajo en su cuerpo, y le dejaba llover besos mojados en su camino. Atrás de ella oyó a Geris gritar con su liberación, entonces oyó a Dak gruñirle a los guerreros que lo provocaron mientras él la levantaba y se la llevaba de la recámara. “¿Estás lista para gritar así”? le preguntó Kil con arrogancia, abriendo las piernas de Kyra de par en par y fijó su cabeza entre ellas. Él la tentó con un muslo ligero en su coño, induciéndola a gemir. “Contéstame”. “Sí”. “¿Está mirando mi hermano”? Kyra sonrió en forma abierta sin quitar la mirada de Kil. “Sí”. “¿Cómo lo sabes”? “Mi collar matrimonial resplandece con rojo y verde fosforescente”. “Ah”. Kil lamió otra vez, saboreando el dulce, limpio sabor de su piel. “Él está cabreado y lujurioso- una combinación excelente”. Kyra giró sus caderas, rozando sus labios vaginales por la boca de Kil. Ahora era su cuñado que gruñía. “Pellizca mis pezones mientras me saborees”, dijo entre su aliento en un susurro áspero. “Por la diosa, eres una cosa muy lujuriosa”. Kil alcanzó hacia arriba ay agarró los dos pezones de Kyra y los hacía dar vueltas entre sus dedos. “Ay dios- sí”. El cuello de Kyra se puso débil su cabeza cayó hacia atrás en el catre reclinable. Cuando Kil gruñó profundo dentro de su garganta y su boca se tiró a comer su coño mojado, ella de hecho se levantó del catre un poco. “Ohhh”. Sabiendo que su esposo miraba, que luego él la follaría hasta dejarla sin sentido, sólo aumentaba el efecto de la habilidad estelar de Kil que tenía en ella. “Sí. Kil. Mama más fuerte – oh sí, ahí”. Kil cenó de su piel rosada hinchada como un animal hambriento. Aún tirando de sus pezones, él lamió y mamaba de sus labios vaginales y su clítoris, hacía ruido de sorbetones que hacían eco por todo el gran pasillo. 131

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“Dios”. Kyra envolvió una pierna alrededor del cuello de Kil sin pensar, presionando su cara en sus labios resbalosos. “Mmmmm”, dijo en un ruido sordo, vibrando en el clítoris de Kyra con el sonido “Mmmmmm”. Fue todo lo que ella podía aguantar. Arqueando sus caderas, Kyra envolvió ambas piernas alrededor del cuello de Kil, y aplastó su cara en su piel temblorosa, echó su cabeza hacia atrás, y dio un grito que trajo a las vigas hacia abajo. Unos momentos después, Kil se sentó, respirando en forma áspera. Kyra dio vuela hasta estar de barriga, entonces se puso en cuatro, haciendo lo mismo. Contando con que Zor la levantara y la llevara a sus recámaras, ella se sorprendió cuando en su lugar ella sintió sus manos coger sus caderas y su inmensa, gruesa verga meterse en ella desde atrás. “Zor- ¿¡Qué- ohhhhhh”! Los ojos de Kyra se entornaron den su cabeza mientras que un rápido clímax feroz prevaleció sobre su pensar. Ella encontró los golpes de su esposo con gemidos, ansiosa y descuidada. Kil se acostó de lado, se levantó en un codo, y sus labios se contornaron con ironía, miró el espectáculo. Más guerreros se unieron alrededor hasta que se formó un gran círculo alrededor de Kyra y Zor. No sería todos los días que les daría la oportunidad de ver un apareamiento real y todos lo sabían bien. Un Alto Rey sólo ponía a su nee’ ka en exposición al público cuando él quería mostrar su dominio sobre ella, cuando él quería comprobarle a sus guerreros que era él que tenía completo dominio sobre sus placeres. Zor golpeó su verga en Kyra desde atrás, una y otra vez, una y otra vez. Cuando ella tuvo su clímax, él dio más duro. Cuando ella suplicó por más, él golpeó sin misericordia. Cuando ella suplicó que él hiciera que las alhajas matrimoniales parpadearan, él se lo negó. Él hizo que ella suplicara por ello. Él la hizo que ella lo pidiera. Él hizo que ella se humillara por ello. Y aún, Zor se lo negó. Después del siguiente clímax terrible la convulsionara, Zor dio grandes golpes metiéndose en su piel mientras que él, con arrogancia preguntaba, “¿quién es dueño de este pedazo de carne lujuriosa entre tus muslos”? Ella se vino otra vez, con sollozos por su simiente. “¿Quién”? gritó él. “Tú. Ay dios- tú”. Zor giró sus caderas, rozándose en el coño de Kyra hasta que ella gritó. Con otro giro, él se martilló en ella desde atrás, sus senos se sacudían a tiempo con sus golpes. “¿Qué guerrero ha follado este canal dulce, sino yo”? gruñó en forma posesiva. “Nadie”. “Dilo otra vez”. “Nadie”. 132

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“¿Les mostraré a estos hombres porqué”? preguntó Zor con arrogancia, golpeando más fuerte, golpeando más rápido. “Sí-ay dios sí”. Los guerreros apareados se aquietaron, los ojos muy abiertos, penes erectos, todos ellos ansiosos por ver lo que sucedía cuando el collar de una esposa parpadeaba. Hasta Kil, tan sin entusiasmo como estaba, no pudo chapotear su implacabilidad creciente. Todos ellos oyeron cuentos. Ninguno lo había visto de primera mano. Músculos tensos y cordeados, Zor cogió las caderas de Kyra y se metió a golpes en ella. Duro. Rápido. Implacable. Una y otra vez. Otra y otra vez. Ella se montó y arqueó, gritó y pidió, suplicó y sollozó. Y justo cuando ella pensó que ya no lo podría aguantar, los orificios de la nariz de Zor temblaron y él rugió, “entonces toma mi simiente”. El collar matrimonial parpadeó. Kyra gritó. Zor rugió. Los espectadores palidecieron. Kyra y Zor convulsionaron y la sacudió fuerte, él rugía- ambos montaban clímax tras clímax tras clímax de clímax incesantes, sin fin, escalofriantes. Seguía y seguía, ola tras ola, intensidad que volvía loco. Cuando al fin las olas bajaron, Kyra se cayó al suelo, vacía. Zor se puso sobre ella respirando fuerte. Kil fue el primero en salir del estado como de trance y volver a cobrar un poco de semblante de razón. El se puso en pie mientras inhalaba profundo y apartó a los guerreros del gran pasillo para darle a su esposo y su hermano y cuñada su privacidad. “Hombres, busquen a una joven lujuriosa y vayan a sus recámaras”, ordenó Kil mientras echaba una bocanada de aire. “Yo sé que encontraré algunas”.

***** Dak arrastró su mirada de donde estaba la Jefa Sacerdotisa desnuda sentada a su lado y la puso en su prometida. Él observó la mirada del cuerpo tentador estirado de ónice y abierto de par en par, listo para acomodarlo a él, y los orificios de su nariz temblaban con la satisfacción de un cazador realizado. Su respiración era cortada, su control era mayor. Era hora. Dak invocó la ropa de su propio cuerpo, una ceja dorada arqueaba con arrogancia cuando él oyó el aliento corto de su nee’ ka al ver su fiera erección. ¿”Sí”? Geris lamió sus labios. Sus ojos en forma de almendras en forma incrédula. “Santo Cielo”, dijo ella en murmullo. Dak sonrió en forma abierta. “Sabes lo que dicen mis corazones”. “¿Q-qué dicen”?

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“Cuando te vas con Dak, nunca volverás”.

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Capítulo 23 En la mañana siguiente, Kyra salió de sus recámaras al desayuno sólo para darse cuenta que no sólo la acusación de anoche había reafirmado el enamoramiento de Cam por ella, pero ella también tenía unos reclutas adicionales para añadirle a su número. Mik, Gio y dos guerreros más a quienes no había sido presentada hasta ahora mismo, que seguían su camino como cachorros que clamaban por atención. “Soy yo quien debe escoltarla al desayuno”, declaró Cam. “No”, frunció el seño Mik, “tú la escoltas casi todas las mañanas”. “¿Crees que eres tú quien debe hacerlo”? Gio le habló en forma brusca a Mik. Así fue la conversación hasta que Kyra alzó la palma de una mano y les pidió a todos que la escoltaran al desayuno. Cuando entonces ellos casi se dieron hasta golpes por quién estaría a qué lado de ella, ya le fue demasiado. Kyra les dio crédito, entonces ella asignó a Cam a su izquierda, Gio a su derecha y, los otros tres atrás de ella. En el principio, los “perdedores” de la suerte pensaron en quejarse, pero entonces obtuvieron una mirada de cerca de lo que perder les ofrecía y cerraron sus bocas. Cam y Gio eran los más contentos, aunque, por estar a ambos lados de la Alta Reina les hacía más fácil mirara hacia abajo a sus senos sacudirse mientras ella caminaba. Con una sonrisa dulce e igual de falsa, Kyra les preguntó a sus escoltas si ya los habían mudado a sus nuevos suites. “No”, Gio dijo en pucho, su ceja guapa se arrugaba. “Puede ser quizá otra noche sen antes de que se nos preparen los suites”. “¿Así que eso significa que no han tenido a sus mujeres todavía”? “No”, contestaron todos en unísono. “Salvo a Cam”, dijo Gio, “quien tiene a Muta”. Kyra asintió con la cabeza, mientras se lo imaginaba. Ella decidió hacer que su siguiente proyecto fuera un truco de mago- ella averiguaría cómo convertir una noche sen en un día. Por favor, ella suspiró para sí misma, permite que sea posible.

***** “Ah”, Kil se burló de Zor. “Ahí viene tu nee’ ka ahora. Y mira, cinco guerreros tiesos están con ella”. Con un rugido de risa por su juego de palabras, él se cogió el estómago y se rió a carcajadas.

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Zor entornó sus ojos, evidentemente no asombrado por el ingenio alterado, aunque era bueno verlo reírse más y más estos días. “Cesa tu carcajada, burro. Ellos sólo procuran escoltarla a la mesa”. “Anjá. Entonces eso explica que sus cueros se estiren en el entrepierna”. Argg. [Carraspeó en desaprobación]. “Ellos no lo están… ellos están [carraspeo de desaprobación]. “Veo lo que quieres decir”. Los ojos de Zor se fueron en forma posesiva arriba y abajo a lo largo del cuerpo de su nee’ ka. Ella se veía resplandeciente hoy en una qi’ ka verde que encendía su vello de color de uva de fuego, ambos, en su cabeza y entre sus muslos. Casi no existía, la qi’ ka era tan transparente, así que él entendía la reacción que tuvo en los guerreros jóvenes bellacos. Si él era honesto, tenía el mismo efecto en él. “Soy yo quien le apartará la silla para ella”. “No, imbécil, soy yo”. “¡Ja! No creo que sea alguno de ustedes. Yo creo-” “Basta”. Zor frunció el seño a sus guerreros que daban objeciones mientras él se puso en pie. “Yo le aguantaré la silla a mi nee’ ka esta mañana”. Cuando ellos supieron lo suficiente como para ponerse en pie en forma extraña y poner sus miradas en el suelo, él se dio cuenta que ellos lo entendieron bien. “¿Cuál de ustedes ha cuidado de la Alta Reina hasta ahora”? “Cam”, contestó Gio con envidia. “Entonces Cam se va a encargar de ella de ahora en adelante, ¿sí”? “Sí”, contestaron en unísono. “Váyanse y vayan a los campos. Kil les enseñará más maniobras ofensivas este día”. Cuando los guerreros se habían ido y Zor todavía no le había hecho un gesto para sentarla, Kyra carraspeó con delicadeza, llamando la atención de su esposo. Él la miraba fijamente en forma territorial y, si ella no le hubiera dado al blanco, él quería unirse, pero había algo más. Un destello en sus ojos que Kyra no reconoció. “¿Sí”? preguntó Zor en un susurro áspero. “Mi silla” susurró ella. “Ah. Por supuesto, pani”. Con telequinesia hizo que la silla saliera. Cuando Kyra se sentó, él movió su muñeca para meterla otra vez. “Bueno”, dijo en forma fría mientras él mismo se sentaba. “¿de qué se trataba ese escenario pésimo”? Kyra se encogió de hombros, señalando a Kil para que le pasara el jugo de taka. “¡Qué sé yo! ¿Dónde están Geris y Dak”? “Ellos todavía no han emergido de sus recámaras. ¿Porqué te seguían esos jóvenes así”? Kyra le dio una mirada a Kil que era como decirle ¡No me digas! ¿Porqué será? “Yo no sé. ¿Los ha visto alguien? ¿Todo fue bien en la unión”?

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“Ellos se follan como dos bestias maki en pleno celo. ¿Porqué te siguen ellos” rugió Zor. El gran pasillo se silenció mucho. Las sirvientas trataron de no mirar mientras pasaban por la mesa alzada con cosas de comer y bebidas. El rostro de Kyra se ruborizó. Ella movió su mirada a su copa de vino de jugo. “Supongo que ellos están enamorados de mí”. “Entiendo. ¿Y porqué será eso? Preguntó Zor malintencionado. “¿Los dejabas que te tocaran antes de bajar? ¿Abriste tu qi’ ka y los dejaste acariciarte el canal”? “Hermano”, dijo Kil en murmullo, “avergüenzas a tu nee’ ka”. “¡No te metas”! Zor alzó una mano para callar a Kil sin quitar la mirada de Kyra. “Bueno, dime, mi nee’ ka devota. Dime porqué. Dime cuál de ellos te ha estado dando tu gozo de mujer, ¿o han sido todos ellos”? “¡Vete a la mierda”! Kyra se puso en pie, dio una vuelta en un talón, y se fue del gran pasillo. Kil tomó un aliento para tranquilizarse antes de atacar a Zor. “¡Mira que terminar así, hermano! Supongo que te gusta tener a tu nee’ ka pachucha contigo. Me parece que acabas de volver a estar en buena gracia con ella y ya saliste de ellas”. Zor golpeó su puño en el escritorio, tumbando copas de vino y platos de cristal. “¡Cómo te atreves a defenderla”! “¡Ella nada ha hecho”! “¿Oh”? ¿Y cómo sabes eso? ¿Por qué ella te guarda todos sus encantos”? “Tú”, gritó Kil “te pasas mucho de la raya”. “No tanto como tú con ella anoche”. “¡Fue un banquete de consumación”! Zor movió su mano por el aire en forma lacónica. “No me importa lo que haya sido”. ¡Hiciste todo menos follarla ahí mismo en el suelo!” Yo no le hice más a Kyra, y quizá mucho menos que lo que tú le hiciste a la nee’ ka de Rem durante su banquete de consumación. Y como sólo la nee’ ka del mayor necesita ser calmada, ambos sabemos que no le fuiste esposo menor a ella”. Cuando Zor se ruborizó, Kil sonrió sin gracia. “Ahora veo de qué se trata tu temperamento”. “Ahora entiendo lo que quieres decir”, gruñó en forma defensiva. “Sí hermano, entiendes”. Kil se puso en pie, preparándose para ir a los campos. “Te sientes peor que una bestia-heeka por abrir a tu mujer y follarla como un perro ante los guerreros comunes”. Kil movió su cabeza y suspiró. “Debiste estar agradecido porque ella todavía te hablaba, pero porque ella fue tan buena que te perdonó, la castigas por ello en lugar de darle las gracias”. Zor cerró sus ojos y bajó su cabeza entre sus manos. “Ella jamás me perdonará ahora”, susurró él. “Jamás. Lo sé”.

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Kil suspiró fuerte. “Te equivocas, hermano”. Él le dio una palmada en la espalda a Zor. “Si tan sólo abrieras tus ojos tontos, tal vez te des cuenta cuánto la joven pequeña te ama”.

***** Zor encontró a Kyra en Pika’s Place, sentada con desaliento en una taburete de cantina intentando emborracharse. ¡Valga! Ni Death ni Glok estaban en ninguna parte a la vista, sino Zor no estaba seguro de que él hubiera podido controlar tu temperamento. De hecho, no había muchos a la vista a esta hora del día, salvo una pareja de unos rezagados por ahí. Cuando Kyra alzó su mirada de la botella de brillo de la luna y lo vio, ella rápidamente apartó su mirada, diciendo en murmullo algo de todos los antros de ginebra del mundo y su suerte de que él llegara a la suya. Él no estaba seguro, pero Zor presintió que era su sarcasmo de la primera dimensión en acción otra vez. “¿Qué haces aquí, Zor”? Kyra le hizo la pregunta con un suspiro mientras frotaba sus sienes, como si ella estuviera demasiado cansada para discutir con él”Vine por ti, nee’ ka”. “¿Porqué”? “Perteneces conmigo”, dijo Zor en voz baja”. Kyra resopló. “Y si lo dices, con todos los demás”, refunfuñó ella. Zor se estremeció, odiándose por lo que dijo en el gran pasillo. “Pani, por favor. Yo no lo hice a propósito. Yo sólo… sólo…” “¿Sólo qué”? “Furioso con mí mismo” Kyra se viró en el taburete. Ella le dio una mirada de arriba abajo con curiosidad. Al abrir su boca para decir algo, ella cerró sus dientes de golpe, y lo consideraba mejor. Cuando dio una vuelta a como estaba antes, ella estaba a punto de beber otro sorbo de brillo de la luna, pero vaciló cuando sintió que la barriga le daba vuelta. Era la cuarta o quinta vez que sentía esto en las últimas semanas. “Por favor, mis corazones”, suplicó Zor en voz baja desde atrás de ella. Estrechándola y apretándola en sus brazos gruesos de músculos alrededor de ella, él frotó el cachete liso como la seda de Kyra con su propio cachete áspero. “Por favor sólo ven en un paseo en mi vehículo y hablemos. Yo me disculparé, y explicaré mi comportamiento”. “Zor…” vaciló Kyra, evidentemente indecisa. “Yo no sé. Yo-” “Por favor”. Él la apretó, la abrazaba como si temiera soltarla. “Yo no puedo”, confesó dijo en voz ronca, “pasar ni una salida más de la luna como hice cuando me encerraste fuera de nuestras recámaras”. Cuando él la mecía hacia delante y atrás en el taburete, Zor le imploró una vez más. “Por favor, pequeña”, susurró él áspero, “Yo te otorgaré cualquier bendición salvo dejarme si vienes conmigo ahora”. 138

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No le era necesario a Kyra adivinar si Zor se sentía tan mal como parecía, porque sus alhajas matrimoniales le decían que era probable que hasta se sintiera peor. Él tenía miedo de que ella no lo perdonaría, tenía miedo de que había dañado la relación en forma irreparable, y completamente aterrorizado que ella buscaría alguna forma de dejarlo. “¡Ay, está bien”. Ella suspiró y decidió rendirse un poquito y escucharlo. “Yo andaré contigo en tu vehículo y escucharé lo que tienes por decir”. “Gracias”, contestó Zor en una voz baja. Sin darle a Kyra tiempo para que cambiara de opinión, él la levantó y la meció en sus brazos mientras se iban de Pika’s a pasos grandes.

***** “Pensé que querías hablar”. Zor no había dicho ni una palabra desde el momento que se la llevó a sus asientos en el vehículo Q’an Tal. En su lugar, lo que había hecho era mostrar que era mucho más afectuoso con Kyra, sin embargo: Con su espalda junto a su pecho, él sencillamente la aguantaba. Desvestida de su qi’ ka con el masivo pene de Zor incrustado con firmeza en ella, Kyra se había sorprendido en el principio cuando él no había hecho intento de darse placer con ella. Él no hizo movimiento, nada que le diera liberación, sencillamente estaba sentado ahí y aguantaba a Kyra apretada, como si temiera soltarla. La estaba afectando. Sólo estar sentada en su regazo, ser aguantada por este primitivo que necesitaba acercarse cuanto más fuera posible físicamente a su pareja, le comía poco a poco su defensa. Era como si no pudiera soportar el pensamiento de ser quitado de ella ni por el tiempo en que ella se sentara a su lado. Zor le abrazó el cuerpo apretado mientras que el vehículo de cristal negro serpenteaba sin rumbo por Sand City. Él nada dijo, no hizo gestos ni movimiento. Kyra comenzaba a pensar que Zor nunca empezaría a hablar, ni para contestar su pregunta, pero con el tiempo lo hizo. “No le veo propósito a las palabras, mis corazones, salvo decir me arrepiento, porque fueron mis palabras que te lastimaron en primer lugar”. Él suspiró, su tono atenuado en forma innatural. “Pero ‘me arrepiento’ casi ni arregla el dolor a bien, ¿no”? “Yo no sé”, dijo Kyra en murmullo con voz dulce, “pero me gustaría oír las palabras de todas formas y saber que saber que es de verdad”. “Ah pani, por supuesto que me arrepiento, y por supuesto que es verdad”. Él inhaló profundo, el perfume del cabello de Kyra llegaba a los orificios de su nariz. “Yo estaba enojado conmigo mismo, pero nunca tuve el derecho de desquitarme contigo”. “Yo no lo entiendo”. Kyra movió su cabeza un poquito, sin entender. “¿Porqué estabas enojado contigo mismo”? 139

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“¿Porqué”? Zor se puso boquiabierto. Atónito, él parpadeó dos veces antes de contestar. “Por dejar que los celos pudrieran mi cerebro, por ser un Compañero Sagrado animal que necesita comprobar que te podía dar mejor placer que cualquier otro ante mis hombres en la salida de la luna pasada”. “¿Estás enojado por eso”? Kyra se mordió el labio. “¿De verdad”? “¿No lo estabas”? preguntó incrédulo él. “En realidad, no”. Con su fuerte inhalación de aliento, ella no se pudo aguantar y se rió tontamente. “¿Qué entretiene tanto”? rugió él. Sólo tienes que entender cómo es de donde vengo”. Kyra recostó su cabeza otra vez en el pecho de Zor y estaba sobrecogida de sentimientos de su crianza. “En la tierra, los placeres sexuales se ven de una forma mala. Aún algunos hechos eróticos son amorales. De hecho, en mi propio país-eh, colonia-ahí hay varios estados- digo, sectores-en que estimulación oral es ilegal”. “Por la diosa”, se quejó Zor, “me hubieran encerrado el mismo día que su señoría me trajera una Kefa. “No tenemos Kefas en la tierra, pero entiendo tu razón”. Kyra miró distraídamente las casas preciosas de cristal a las que le pasaban por arriba mientras continuaba su explicación. Cuando yo vine a Tryston, yo me sentí como la primera vez que tu padre te regaló una Kefa”. Ella movió su cabeza y sonrió en forma abierta. “Yo quería probar todo, reponerme por todo el tiempo que perdí, descubrir por mí misma lo que me excitaba y lo que no me excitaba”. Zor vio su primera sonrisa. “Tú estás resultando ser más de lo que un guerrero pudiera esperar. Un equipaje descuidado, eres”, dijo él en broma. Kyra extendió su mano tras sí y pasó su mano por la quijada de Zor. Él se dio a la caricia, y la acarició con el hocico su palma contento. “Pero me encanta, Zor. Todos los días aprendo algo de mí sexualmente. Ahora llego a entender mis necesidades en una forma en que nunca lo hice antes de que vinieras a mi vida, o quizá debo decir, corriste a mi vida”. Él sonrió con el recuerdo de la reclamación. “Entonces, yo me alegro que haya sido yo que te haya dado este tiempo para experiencias”. Él le tomó la mano y la besó suavemente. “Yo también”, confesó Kyra. Zor la apretó fuerte. “Entonces lo que dices es que viste nuestro apareamiento en la fiesta de consumación en la pasada salida de la luna como otra de estas experiencias”? “Sí”. Él gruñó. “Yo quisiera verlo así, y quizá así, te hubiera cogido por las buenas razones”. Con el cuello doblado, él la besó con dulzura en su hombro. “Pero yo te doy gracias por no odiarme por ello”, dijo él en voz baja. “Yo jamás te podría odiar”. Kyra movió su cabeza. “Jamás”.

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“Ah, nee’ ka”. Zor le besó un cachete, entonces viró su rostro un poquito para besar la punta de su nariz. “Yo no merezco a una tan linda como tú”. Cuando Kyra indicó que ella quería dar vuelta en su regazo, Zor de alguna manera lo logró sin romper su unión íntima. Con una risa tonta por su habilidad estrafalaria, ella alcanzó hacia arriba y ahuecó las manos en su rostro en sus manos. Lo besó primero en los labios, entonces deslizó su lengua dentro de su boca, ella comenzó a balancear sus caderas hacia delante y atrás encima de él. “Ah, nee’ka”. Zor dejó el beso por un momento y le agarró una nalga con su mano. “Quédate quieta, mi dulzura, y yo usaré mis poderes para balancearte”. “Mmmm”. Con los ojos cerrados, Kyra sonrió con el sentimiento conocido de la erección saliente enterrado dentro de ella, que le daba placer. Ella lo besó otra vez antes de agregar, “A propósito…” “¿Sí”? Yo descubrí algo más de mí misma anoche”. “¿Oh”? Zor invocó su cuerpo, la mecía más rápido. Ella gimió en forma hedonística, mientras respiraba hacia adentro. “¿Y qué fue eso, lujuriosa”? Kyra sonrió en forma abierta sin abrir sus ojos. “Soy una exhibicionista”.

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Capítulo 24 “¿Porqué no lo confiesas de una vez”? Kyra le sonrió en forma abierta a Geris, quien ahora estaba reclinaba a su lado en la cama real. Ella continuó pinchando a su mejor amiga para que confesara la verdad. “Tú estás enamorada de tu esposo. ¡No es un crimen decirlo”! Acostada, apoyada sobre un codo, Geris estiró sus labios y frunció el seño. “Y ¿cómo sabes que estoy enamorada del hombre”? “Jmm… déjame pensar”. Mantenida alzada sobre un codo, de frente a Geris, Kyra se tocó el mentón y fingió considerar en serio el asunto. “¿Será porque esta es la primera vez que alguien te ve en siete”- ella alzó sus dedos-”días? No lo es, sin embargo, la primera vez que alguien te oye”, contestó ella engreída. Geris suspiró. Su mano fue a su corazón. “¿La gente escuchaban desde la puerta”? “Las sirvientas hablan”. “¡Santo cielo! ¿Qué dijeron”? Kyra parpadeó sus párpados con rapidez y cayó de espaldas, los brazos puestos sobre su cabeza. “Oh Dak”, imitó con su mejor imitación de Geris, “Haz que las alhajas me canten, papito, haz que caaaaanten”. “Ay Dios”. Mortificada, Geris se dio una palmada en los ojos. “Yo estoy tan avergonzada”. Con risa, Kyra le apartó la mano a Geris de su rostro. “No lo estés. Eso es lo lindo de Tryston, ¿entiendes”? Ella se encogió de hombros. “Si en algo te ayuda a sentirte mejor, yo lo hice con Zor en una recámara llena de guerreros y se lo supliqué”. “Uuuhh muchacha, no lo hiciste”. “Definitivamente lo hice”. “¿Porqué presiento que estás orgullosa de eso”? Kyra sonrió en forma abierta. “Porque lo estoy”. Levantándose otra vez en su codo, ella hizo le hizo un gesto a su mejor amiga con su otra mano. “Allá en la tierra, yo nunca hubiera tenido el atrevimiento de hacer algo como eso, aunque yo tenía fantasías de hacerlo ante otros millones de veces. Pero aquí, es distinto. Nadie piensa mal de ti por darte gustos con tus fantasías. En Tryston, yo me siento…” “Hermosa”. “Erótica”. “Pecaminosa” “Malvada”.

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Ambas mujeres se rieron, disfrutando las bromas femeninas que echaron de menos durante su separación. “Ay, está bien, lo confieso”. Geris gruñó en forma cómica, mientras caía de espaldas y tiró sus manos en su cabeza en forma dramática. “Estoy enamorada del hombre. ¿Está bien? ¿Ya estás satisfecha”? “Anjá”. Kyra sonrió en forma abierta. “Yo no podría estar…” Se redondeaban los ojos, su sonrisa vaciló un poco. “Yo no podría…” Geris se sentó rápido, la mirada de dolor la alarmó. “Muchacha, ¿Qué sucede”? Cuando la única respuesta de Kyra fue palidecer y se apretó el estómago, Geris se alarmó hasta el desespero. “¡Kyra”! gritó ella. “¡Por favor, corazón- háblame”! Kyra se agarró el estómago y se arrastró hasta media cama. “Ger”, suspiró entre alientos, “Ayuda… Por favor”. “¡Qué quieres que yo haga”! Kyra movió su cabeza, realmente sin saber lo que ella necesitaba, pero se daba cuenta que ella necesitaba algo. “Aguántame”, suspiró ella. Geris meció la cabeza de Kyra en su regazo y acariciaba su cabello en forma refrescante. Ella hizo eso por unos quince minutos más, con esperanza de que el dolor se fuera. “¿Qué pasa, Corazón? ¿Fue algo que comiste”? La respiración de Kyra se dificultaba más y más. Con gemidos, ella agarró el brazo de Geris. “¡Muchacha, voy por socorro”! “¡No”! Kyra cerró sus ojos y gritó cuando un dolor agudo le dio en su barriga. “No me dejes”. Sin poderse controlar, Kyra gimió como un animal moribundo mientras sentía una torrente de líquido tibio se desbordó por sus piernas. Geris gritó mientras algo como una sustancia azul de plasma empapó a ambas. “¡Santo Cielo! Kyra, debo ir por socorro! ¡Ahora”! Kyra movió su cabeza aún mientras gemía, luchando por aliento. “No. Me dejes. Sola. Para. Morir… Por favor”, resolló entre sollozos. Geris apartó a Kyra de ella y saltó de la cama, corriendo a las puertas. “¡Yo no te dejaré”! gritó ella, lágrimas surcaban por sus cachetes. “¡Yo sólo le diré a un guardia que llame a Zor”! Geris abrió las puertas de golpe y salió corriendo por el corredor de cristal negro. Ubicó a Cam y Gio estacionados del otro lado del pasillo, ella gritó a todo pulmón, “¡Traigan socorro! ¡Kyra está muriendo”! Cam y Gio quedaron pálidos. Embobados mirando a la reina de Ti Q’won y entonces mirándose el uno al otro, y entonces se fueron. “¡Nosotros alertaremos al Alto Rey”! Cam dijo por encima de su hombro. Sin perder tiempo, Gio y él corrieron a toda velocidad hacia el gran pasillo.

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Geris corrió otra vez a la recámara, y llegó a un alto fijo ante la cama alzada. “Santo cielo que todo lo puedes”, ella dijo en murmullo, agarrándose el cuello, sus ojos sobresalidos. “¡Ayúdame, Geris”! Kyra sollozó, agarrándose el estómago y abría sus piernas mientras que ella comenzaba a sacar una estructura de tamaño colosal ovalada de su cuerpo. Con sentimiento de desmayarse, Geris se dio una palmada en su frente. “¡Muchacha, estás poniendo un huevo”! Desesperada, no habiendo visto a alguien poner un huevo antes, Geris comenzó a gritar con histeria, y corría hacia las puertas otra vez. Cuando abrió las puertas de golpe, ella chilló “auxilio”. ¡Necesitamos ayuda”! ¡Ella está poniendo huevos aquí! Ay, dios mío, ¡ella está poniendo huevos”!

***** Zor, Kil y Dak habían compartido una botella de matpow añejo en el gran pasillo cuando los tres encontraron en forma simultánea a Cam y Gio que corrían a toda velocidad hacia ellos. De instinto, se dieron cuenta que algo estaba mal, el trío de hermanos se dispararon sobre sus pies. “¿Qué sucede”? Rugió Zor. Cam llegó primero a la mesa alzada. Él la agarró para estabilizarse mientras jadeaba, aún mientras Gio llegaba a su lado. “Reina Geris dice…” Cam agarró su estómago, tratando de recobrar su respiración. “¿Qué”? rugió Dak. “¿Qué dice mi nee’ ka”? “Es la Alta Reina”, suspiró Gio. “Sí”, confirmó Cam entre jadeos. “Se está muriendo”.

***** Zor y sus hermanos no tenían idea de lo que encontrarían al llegar a los suites reales. Pensamientos tan fatales que trajeron lágrimas a sus ojos y revolotearon por la mente de Zor, pero nada- nada- lo hubiera podido preparar para esto. La nee’ ka de Dak estaba en pie al lado de la cama alzada gritando con histeria, agarrando un saco de pani junto a sus senos mientras que Kyra gemía y sollozaba, en el proceso de poner otro. Sus corazones se inundaban con alivio y euforia, Zor respiró profundo para tranquilizarse. “Por la diosa”, dijo en murmullo, sobrecogido de emoción. “¡Estás a punto de convertirte en un padre”! Kil sonrió en forma abierta, y le dio una palmada en la espalda. “¡Por dos criaturas”! dijo Dak entusiasmado mientras le tapaba con su mano la boca de su nee’ ka ella gemía y tomó el primer saco de pani de ella. “Está bien, mis corazones”. Dak le sonrió a su esposa. “Estos no son más que niños, joven pueril”.

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Los ojos de Geris se redondearon. Después de que Dak le entregó un saco de pani a Zor, que sonreía encantado, ella quitó la mano de Dak de su boca y pisoteó su pie. “¡Ay”! “¡N-Niños”! farfulló Geris. “¡Yo pensé que se moría! ¿Porqué nadie nos dijo que ustedes ponen huevos para tener niños por acá? Cristo Santo en el cielo”, sollozó ella, “¡Yo jamás tendré uno”“Basta, nee’ ka”, ordenó Dak, los orificios de su nariz temblaban. “¡Ciertamente empollarás mis niños”! “Bueno”, lloriqueó ella, su mentón se movió un poquito hacia arriba con terquedad, “¡ya veremos de eso”! “Sí, ciertamente lo veremos! Lo veremos mientras estés acostada en la cama y empolles”! “Basta, ustedes”. Kil movió una mano en lo cercano a ellos. “Kyra sigue dando a luz al otro saco de pani”. Contrita de inmediato, Geris se le acercó por encima de la cama y tomó la mano de Kyra. Kyra tomó el tiempo para sonreírle a su mejor amiga entre gemidos de dolor y malas palabras dirigidas a su esposo. “¡Esto es lo más despreciable que has hecho”! gimió ella. “¡Cómo no pudiste prepararme! ¡Cómo pudiste no decirme que yo tenía huevos”! “Pero mis corazones, yo no lo sabía. Debiste habérmelo dicho cuando primero sentiste los revoloteos de la barriga”. “¡Ay dios mío”! gritó Kyra, agarrada al brazo libre de Zor. Escenas de la película Alien [“extraterrestre” en español] le pasaron por la mente. De repente, ella estaba más que conmocionada y con miedo, ella estaba completamente aterrorizada. “¿Van a ser humanos”? gimió ella. Con ojos muy abiertos, Geris rápidamente aleteó sus manos hacia arriba y abajo y gritó detrás de la mano de Dak. Entonces al fin, sin poder soportar más sorpresas, los ojos de ella se entornaron en su cabeza y ella cayó coja sobre su esposo, desmayada en sus brazos. “Alabada sea la diosa”, dijo Dak en murmullo. Él movió su cabeza mientras levantó a su pequeña nee’ ka y la meció en sus brazos. “Ella estaba a punto de llevarme hasta la locura”. “¿Serán ellos humanos”? gritó Kyra. “No”, vociferó Zor con arrogancia, su quijada rígida con orgullo de la línea Q’an Tal. “Mi fuerza de vida no hace más que trystonnis”. Kil le dio una palmada en la espalda a Zor, con cuidado de no molestar a tu saco de pani que su hermano cogía contra su pecho con reverencia. “Creo que lo que ella quiere decir es si las niñas se parecerán a nosotros, no como un pugmuff, o una bestia heeka o alguna otra criatura”. “Oh, sí”. Zor movió su mano distraídamente.

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Kyra exhaló un aliento de alivio mientras inhalaba uno de dolor. “¡Ay dios”, gimió ella, “la cosa azul viene otra vez”! “¡Kil”! rugió Zor. “¿Sí”? “Agárralo”. Dos horas después, Geris estaba sentada en una cama recién hecha al lado de Kyra y Zor, cantándole a las niñas que cada padre tenía en sus brazos. Dak estaba en pie atrás de ella y sonreía en forma abierta. “¡Mis sobrinas son adorables”! exclamó ella mientras frotaba un dedo suave en la paja de rizos de color de uva de fuego en la cabeza de ambas. Kyra, quien todavía se maravillaba del hecho de que acababa de dar luz a dos hijas bellas después de haberlas llevado por no más que unas semanas, movió su cabeza y sonrió en forma abierta a las niñas. “Lo son. Sólo míralas”, dijo con orgullo ella como una verdadera madre, una lágrima se formaba en un ojo. “Son perfección pura”, confesó Zor con un suspiro de contentamiento mientras frotaba su barbilla suavemente sobre la cabeza esponjosa. “Deja que yo la cargue, hermano”. Kil hizo plaf al caer junto a Geris y extendió sus manos grandes. Zor frunció el seño, mientras le daba una mirada altanera a su hermano. “Justo ahora logré arrebatársela de su tía burra. Además, la pequeña Zora necesita pasar tiempo con su papá”. Él le echó un vistazo a Kyra y frunció el seño. “Ahora que pienso de ello, la pequeña Zara no se ha llenado de mí todavía. Nee’ ka, devuélvemela”. Kyra jadeó mientras le daba una mirada enfurecida que hizo que se echara para atrás de inmediato. A cambio, Geris no aceptaba un no. Ella se imaginó que la culpabilidad funcionaría donde las órdenes autocráticas de Zor no lo habían hecho. Después de toda la preocupación que me hiciste pasar, muchacha, por lo menos puedes dejar que yo cargue a Zara por un minuto”. Kyra entornó sus ojos y sonrió en forma abierta. “La última vez que dijiste eso, acaparaste a Zara por una hora”. Zor gruñó en acuerdo, pero no quitó la mirada de la niña en cuestión. “No fui sola yo”, dijo Geris majestuosamente, “Dak también la cargó”. “Sí”, dijo Dak en forma sentimental mientras abrazaba a Geris desde atrás. “Cuando yo mecía a la pequeña Zora en mis brazos, hizo que yo quisiera llevar a mi nee’ ka otra vez a los cueros de vesha y no dejar que se levantara hasta que ella empollara”. Kil carraspeó. “¿Debo recordarles a todos que yo todavía no he cargado a ninguna de mis sobrinas todavía”? Él entornó sus ojos. “Por la dios, Zor ni si quiera me dejó

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cargar los sacos de pani mientras estaban encubados la hora después de empollar. Él se aferró a ellas como un miserable que acumula créditos”. Zor resopló con arrogancia. “El hombre tiene derecho de cargar el fruto que sus entrañas fértiles produjeron”. Kyra gruñó y entornó sus ojos por el egoísmo de Zor. “¡Ya ves”! Geris aprovechó la oportunidad a su ventaja, tomando a Zara con cuidado en sus brazos. Kyra sonrió y se rindió. “Su tío Kil no la ha cargado todavía”, Geris le hablaba cantando mientras mecía a la niña en sus brazos, y hacía sonidos de cu. Kil le sonrió a su sobrina. “Ambas tienen nuestros ojos, hermano”, le informó él a los hombres de linaje Q’an Tal con orgullo. “Sí”, contestó Dak mientras se agachaba para frotar el cachete de Zara. “Y el cabello de color de uva de fuego de Kyra”. Zor gruñó como si fuera de dolor. “Por la diosa, yo estaré peleando con guerreros por todos lados cuando tengan edad”. “Ellas necesitan casarse con sólo reyes menores de muchos medios”, anunció Kil al inclinar su cabeza. “Sí”, se quejó Dak, “ningún alto señor mono, que tengan miedo de controlar sus propios sectores”. “Por favor”. ¡Kyra contornó sus ojos y gruñó. “Las niñas tienen dos horas”! “Nunca está demás”, dijo Zor fríamente “prepararse para estas cosas muy por adelantado”. “Sí”, Kil y Dak refunfuñaron en acuerdo. “Esto es maravilloso”. Geris se acercó a Kil y dobló su cuello para besar a Zara en la parte de arriba de su cabecita. “De donde nosotras venimos, las mujeres tienen a sus niños por nueve meses antes de dar a luz”. “¡Nueve meses”! Kil hizo una mueca de dolor. “Por la diosa, los huevos deben ser muy grandes”. “Nosotros no empollamos huevos”, dijo Geris con arrogancia. “Nosotros damos a luz a niños pre-encubados”. Ella estiró sus labios hasta fruncir el seño. “Aunque en reprospecto confieso”, concedió ella, “que yo lo prefiero así”. Kil gruñó. “Más te vale. Dak te va a hacer poner cuanto antes seguramente”. Sus labios salieron hasta hacer una sonrisa abierta irónica. “Después de verte en acción con Kyra empollando, yo no me perdería el tuyo por todos los reinos de Tryston”. Kil sólo se rió cuando Dak gruñó y Geris le echó una mirada de “¡qué gracioso”. “Ya que dicen cómo se hacen las cosas en la tierra…” Kyra se mordió el labio, dándole una mirada primero a una hija y entonces a la otra. Una alarma sonó dentro de ella mientras consideró algo de lo que no había pensado antes. Agarrándose uno de sus pezones y pinchándolo, ella se aterró cuando confirmó sus sospechas. “Muchacha, ¿qué haces”? preguntó Geris.

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“Yo no tengo leche en mis senos”, dijo Kyra en murmullo, aterrada. “¡Ay, no”! Geris le dio unas palmadas en la rodilla, y entonces miró a Zor. ¿Cómo las alimentará”? “¿Leche”? Zor quitó la mirada de Zora, su ceja se arrugó. “¿Qué clase de leche”? “Yo dije”, repitió Kyra, “Yo no tengo leche en mis senos para alimentar a las niñas con ella”. ¡Huy! se estremeció Dak, sus labios se contornaron de disgusto. “Le rezaré a la diosa que no”. Kil se miraba aterrado. “¿Quieres decir que cuando tú concibes el fruto de un hombre humano, tus senos se atiborran con leche”? Cuando ambas mujeres asintieron con la cabeza, él movió su cabeza. “Por las arenas, eso es casi asqueroso”. “¡Es nutritivo”! chilló Kyra, ofendida. Aún preocupada, ella se viró hacia Zor. “¿Entonces cómo alimentaré a nuestras hijas”? Zor entornó sus ojos como si su respuesta fuera evidente. “Igual que ellas mamaron cuando estaban dentro de tu vientre antes de empollar. Jugo dulce”. “¿Jugo dulce”? “Sí”. Los labios de Geris se estiraron hasta formar uno de sus famosos fruncidos de seño. “¿Quieres decir esa cosa azul fosforescente que salió derramándose fuera de ella como algo en una película de horror”? “Sí”. Cuando Zor no expuso con su respuesta, Kyra movió la mano hacia él. “¿Entonces no se alimentan de mis senos”? “Por supuesto que los alimentarás con el pecho, nee’ ka” Zor movió su cabeza y suspiró, como si lo forzaran a darle la espalda a la tarea importante de acurrucar a Zora para explicar la forma de las cosas a alguien simple. “Pero cuando des el fruto de un guerrero Trystonni”, presumió con orgullo, “tus senos se atiborran con jugo dulce, no con leche”. Él hizo una mueca, en imitación a la reacción de su hermano. “¿Quién rayos de las arenas ha oído de algo tan disparado? Leche- ¡Wákala”! Kyra y Geris compartieron un fruncido de seño de intriga. Con jades por falta de paciencia, Kyra cruzó sus brazos sobre sus senos y le frunció el seño a su esposo. “¿Cuándo viene el jugo dulce, Zor? Yo no tengo”. “No temas, nee’ ka. Zora y Zara son mis primeras, y he oído decir a otros guerreros que es unas horas después de la empolladura antes que se atiborran los senos de mani”. Mani-mamita en Trystonni, pensó Kyra. “¿Pero vendrá”? “Seguramente”. Kil asintió con la cabeza sucintamente. Él lamió sus labios y sonrió en forma abierta cuando le dio una mirada a Zor. “¡Cómo te envidio, hermano”! Zor y Dak se rieron tontamente con lujuria con lujuria, causando que Kyra y Geris se miraran y arquearan sus cejas. “¿Porqué”? preguntó Geris sin rodeos.

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Kil movió sus cejas con picardía, sus ojos parpadeaban por el la silueta del cuerpo de Geris. “Se dice que un guerrero al no montar su nee’ ka a cada hora del día mientras ella está atiborrada de jugo dulce”. Geris se dio una palmada en la frente. “Ustedes me están dando un dolor de cabeza”. “Dito”, lloriqueó Kyra. “¿Nadie de aquí me puede dar una respuesta directa? El hablar en adivinanzas es tontería”. Los labios de Kil se contornaron en forma irónica. Mírate en un espejo-holo en el tiempo de unas horas y tendrás la mitad de la respuesta de tu adivinanza”. “¿Y la otra mitad”? “Jmm”, dijo Kil en murmullo. “Está en manos de mi hermano que te enseñe”.

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Capítulo 25 Kyra estaba de pie con sus manos en sus caderas, daba golpecitos con su pie con sandalia con mucha molestia mientras Geris daba vueltas en la alta cama real y apuntaba a los senos de Kyra y aullaba de risa. “¡No es cómico, Ger”! Ella jadeó mientras le fruncía el seño a su mejor amiga. “Ahora que las niñas están dormidas, me gustaría ir al gran pasillo para el desayuno”. Ella alzó una ceja real de color de uva de fuego. “Si puedes controlar tu risa por ese tiempo”. “Ay”. Geris se enjugó las lágrimas de risa de sus ojos mientras ella se sentaba. “Ya comí”. “Bueno, yo no”. Su rostro amenazaba una sonrisa abierta, Geris a la fuerza estiró sus labios en un seño fruncido. “¿Ya ha visto Zor”- ella señaló el pecho de Kyra- “esos”? “No”, contestó Kyra directamente. “Mi jugo dulce vino un poquito tarde. Le dimos de comer jugo taka anoche”. “Quizá llegue un tarde, corazón”, le contestó Geris con una amplia sonrisa, “¡pero cuando llegó, llegó de golpe”! Kyra cruzó sus brazos bajo sus chichas colosales y frunció el seño”. “Sí, bueno, parece que a las niñas les gusta más el jugo dulce que el taka”. “Gracias a Dios por eso”. Geris movió su cabeza y se puso seria. “No me gustaría ver cuán grandes se ponen esos si no tuvieras a Zora y Zara que te aliviaran algunas veces al día”. Kyra hizo una mueca de dolor, sin importarle pensar la verdad tras ese pensamiento. Sus senos eran del tamaño de melones medianos como era. Ella no se los podía imaginar más grandes. De repente ella se sintió avergonzada, se sentó en la cama al lado de Geris y mordió su labio. Quizá sólo haga que me traigan el desayuno a acá arriba”, dijo en voz baja. Con el rostro avergonzado por reírse de la incomodidad evidente de Kyra, Geris le dio unas palmadas en la rodilla. “Me arrepiento de burlarme de ti, corazón. No dejes que tus senos dicten tu vida”. “Ay dios”. La cabeza de Kyra se inclinó entre sus manos. “Yo me parezco a aquella artista de striptease con quien se citaba nuestro amigo Mike. ¿Cómo era su nombre de artista”? Geris se mordisqueó el labio inferior. Nancy Knockers”. “Ay dios”. “Quizá esto era de lo que hablaba Kil anoche”. Geris alisó el cabello de Kyra y lo apartó de su rostro. “Quizá a Zor le gusten mucho estos, eh, cambios”. 150

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La cabeza de Kyra se levantó de un disparo. “¿Lo crees”? preguntó ella esperanzada. “No me sorprendería en Tryston”. “Cierto”. Kyra asintió con la cabeza, y entonces movió una mano hacia Geris, queriendo cambiar el tema”. “¿Estás segura que no quieres venir a desayunar”? “No, ve tú adelante”. Geris suspiró. “Dak quiere que vayamos a Ti Q’won mañana, así que necesito empaquetar”. “Eso es una luna, ¿verdad? ¡Qué chévere! ¡Eres la reina de una luna, Ger! Kyra, pensativa se apretujó el rostro. “¿Cuál luna es tuya”? Geris inhaló profundo, y entonces lo exhaló. “Es la verde que se ve baja”. Kyra alcanzó su mano y se la apretó. “¿Estás nerviosa”? “Un poquito”. “No lo estés”. Kyra analizó el rostro de Geris. Su mejor amiga parecía más que un poquito nerviosa, ella se veía muy nerviosa. “Yo haré que Zor nos lleve ahí para visitar muy pronto”. “¿Lo prometes”? “Definitivamente”. Geris exhaló un hálito de alivio. “Bien”. Ella se preparó para pararse e irse cuando le dio unas palmadas en la rodilla a Kyra. Tú, ve a comer. Yo iré a empaquetar y pasaremos el tiempo más tarde”. Kyra sonrió en forma abierta. “Hecho”.

***** Zor estaba sentado con pompa en la mesa alzada en el gran pasillo, aún con sentimientos de arrogancia por el hecho de que su fuerza de vida había sido tan potente. No sólo había engendrado dos nenas, sino que sus panis pequeñas ambas eran femeninas. En un planeta donde las empolladas femeninas eran una rareza, era a menudo pompa entre los guerreros con nenas que su semilla era superior a la de otros guerreros. De hecho, ni el linaje todopoderoso Q’an Tal había sido padre de una femenina empollada en casi cien años Yessat. “Míralo, hermano”. Kil hizo un gesto hacia Zor mientras le hablaba a Dak. “Pensarías que él era el primer guerrero en ser padre de una pani femenina”. “Sí”. Dak cruzó sus brazos sobre su pecho y sonrió en forma abierta. “No me sorprenderá si después de esto, si hace su vara de oro después de esta proeza. “Argg” [Carraspeó con pompa] Zor movió la mano con arrogancia. “Aunque lo merece, ciertamente, yo creo que mi nee’ ka lo prefiere como es”. Kil gruñó mientras entornaba sus ojos. “Por las arena, me llevas hasta la locura con tus reclamos de poderes superiores”.

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“Dos”. Zor alzó dos ojos, enfatizando sus palabras. “Dos panis femeninas. Y”inhaló él por la nariz, “no son idénticas, ni del mismo saco”. Él se enderezó más en su asiento, invocando con telequinesia su cuchara-tenedor de cristal. “Ahora dime ¿la semilla de quién se puede enorgullecer de eso, salvo el Alto Rey de Tryston y Emperador de Trek Mi Q’an”? Él le dio una mirada arrogante y giró su cuello hacia atrás y adelante en tal manera como había aprendido de Geris, él dijo, “Estoy esperando”. Kil y Dak simplemente entornaron sus ojos y gruñeron. “Argg” [carraspeó con pompa]. Punzó Zor una fruta de uva de color de fuego y la alzó a sus labios. “Como yo pensaba”. Dak le sonrió en forma abierta a Kil mientras alzaba su copa de vino de jugo de taka y tomó un gran trago. Él preguntó, suspirando con lujuria, “¿Llegó ya el jugo dulce de Kyra? Ella parecía preocupada por eso en la pasada salida de la luna”. “Ojalá que ya”, Zor contestó en serio. Yo tuve que irme de nuestros apartamentos temprano para ir a ladrarle al grenial esta mañana. Por fin van a tener él y sus artesanos el suite prometido en la nave del sur para los jóvenes”. Kil gruñó. “Ya es hora. Yo tendré que irme para ver mis colonias en cuanto antes y me gustaría llevar a los guerreros a que escojan sus sirvientas de inmediato”. “Ciertamente a los jóvenes también les gustaría”. Dak movió la cabeza. “Yo oí por casualidad a Gio ponerle la queja a Cam que si no compartía los encantos de Muta con él, él temía que su vara se le caería”. Zor se rió tontamente. “El maestro grenial ciertamente juró que su suite estaría lista antes de la salida de esta luna”. “Dale gracias a la diosa”, refunfuñó Kil. “Yo paso suficiente con mis propias sirvientas para encargarme sin tener que escuchar las peticiones constantes lujuriosas de los nuevos”. “¿Tú hasta dejarías a Myn sin reparos”? preguntó Zor perplejo. “Sí”. Kil entornó sus ojos. “Ella puede hace todo menos avergonzar a Muta la Exquisita. Las cejas de Dak se dispararon en arcos. Él se viró hacia Zor. “Yo no sabía que le diste Myn a Kil”. “Sí”, contestó Zor en forma distraída. “Kyra no la quería en nuestros suites”. “De hecho, ¿dónde está tu nee’ ka de todas formas”? contestó Kil. “Aún estoy por verla esta mañana”. Zor se encogió de hombros. “Yo envié a Cam para que la trajera, lo que por supuesto, el guerrero cachondo estaba más que deseoso por hacerlo”. Dak se rió tontamente con ironía. “¿Crees tú que es verdad que los senos de una nee’ ka se atiborran más grandes que los de un alce mientras maman los panis”? Él movió su cabeza “Yo temo que Cam va a derramar su fuerza de vida en el mismo momento que vea a Kyra si lo está”.

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Zor gruñó. “¿Es verdad”? Kil se sentó más recto en su silla, lamiendo sus labios en forma inconsciente mientras escuchaba a Zor. “¿Cómo lo sabría yo”? dijo maravillado, su voz un ruido sordo. “Zora y Zara son mi primer cría”. Él movió su cabeza indicando el negativo mientras pensaba en el asunto un poco. “Por lo menos, yo lo dudo. Sería una mala jugada de la diosa Aparna si los senos de una nee’ ka llegaran cerca de reventar mientras su Compañero Sagrado se quedara sin sus placeres por la primera quincena de ello. Kil se estremeció. “Yo no sé cómo harás sin aparearte por dos semanas enteras”. “Kefas”, sonrió Dak en forma abierta. “Zor va a ser el Alto Rey más limpio que haya reinado Tryston”.

***** Kyra y sus senos caminaron a la puerta de la recámara para abrírsela a Cam. Él golpeaba fuerte, llamaba desde el otro lado de la puerta que el Alto Rey deseaba su compañía en la comida de la mañana. Kyra se detuvo por lo suficiente para hacer una inspección rápida de para hacer una inspección rápida de la imagen que ella presentaba en el espejo-holo, lucía una qi’ ka transparente en honor de Dak y Geris anoche en Sand City. Santo cielo. Kyra no sabía si reírse o llorar por sus nuevas chichas de tamaño de melones, que valga que eran temporarias. Ella siempre había sido pechugona, pero esto estaba en el otro extremo de obsceno. Sus senos avergonzarían a Ana Nicole Smith. Y su escote¡santo cielo! Como si no fuera suficiente espectáculo caminar por ahí en una qi’ ka que dejaba nada en lo absoluto a la imaginación, ahora tenía suficiente escote para ahogar a diez hombres en él. Cam golpeó más fuerte, lo que sacó a Kyra de sus pensamientos. Ella caminó rápido hacia las puertas de la cámara cuando suspiró sin querer despertar con un chirrido a las de su sus sueños antes de que tuviera una oportunidad de comer. Ella le sonrió a Cam, mientras abrió a las puertas de golpe. “Buenos días”, dijo Cam en forma afable, “Yo vine para felicitarte por empollar a las Altas Princesas y a escoltarte a… a…” Cam tragó saliva con fuerza cuando se dio cuenta del pecho de la Alta Reina por la primera vez. “Por las arenas”, gruñó él. Ruborizada de escarlata, Kyra se hizo como si no se dio cuenta de la atención que le ponía, o de su fiera erección. “Gracias”, contestó ella sonriente. “¿Vamos”? Cuando el guerrero sólo se quedó de pie ahí, se quedó ahí con una mirada embobada en sus senos y no hacía movimiento para escoltarla, ella lo tocó en el hombro. “¿Cam”? “¿Qué? Oh, sí”. Cam forzó a apartar su mirada del pecho de Kyra a su rostro, mientras movía su cabeza para quitarse todo de ella. “Nosotros, eh, debemos irnos. Yo, eh…” Él la tomó por el brazo y suspiró. “Vámonos”, gruñó él.

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Kyra, Cam y sus senos gigantescos caminaron al corredor de cristal negro que conducía al gran pasillo. Kyra mantuvo su cabeza en alto, su columna erecta, aún mientras ella quería encogerse y morir por las miradas excitadas de guerreros con ojos muy abiertos por los que pasaron daban hacia ella. Cuando por fin llegaron ellas al gran pasillo, el primero en verlas fue Kil. Kyra hizo una mueca de dolor mientras miraba a su cuñado reaccionar tardíamente, y entonces, ojos redondos de incredulidad, sobrecogidos, o ambos, él dijo algo en murmullo que hizo que Zor y Dak giraran sus cabezas hacia ella. Kyra estaba enfurecida por las expresiones boquiabiertas, con ojos vidriosos, pero nada dijeron. Respirando por la nariz en forma real, ella se paseó tranquila hacia la mesa, Cam y sus senos en remolque.

***** “¿Qué hay de desayuno”? Preguntó Kyra lo más despreocupada que podía, con esperanzas de desalentar a su esposo y sus dos hermanos de mirarla detenidamente como alguna clase de actriz de artes eróticos. “¿Hay algo bueno”? Ellos tan sólo seguían boquiabiertos. Ruborizada, ella levantó un plato de cristal y se sirvió de una selección de panes dulces y frutas. “Es un lindo día hoy”, dijo ella en una forma de conversación. “¿No lo es”? Ellos nada dijeron Los orificios de la nariz de Kyra temblaban, Kyra arqueó una ceja y le frunció el seño a su esposo. “¿No lo es”? chilló ella. “¿Qué”? Preguntó Zor con voz áspera. Lo fosforescente de sus ojos decían sin palabras que él se quería aparear. “Oh sí, pani, eh, digo-sí, mani”. “Yo ya no soy tu pani”? provocó ella, con esperanzas de cambiar el tema. Una mani es mucho mejor”, dijo él con voz ronca. “Por la diosa, ciertamente es mejor”. “Yo debo irme”. Dak se puso de pie, sus ojos nunca se apartaban del pecho de Kyra. Llegando al grano como siempre el hermano, él confesó a secas, “Yo necesito llevar a mi nee’ ka a los cueros de vesha para trabajar en nuestras crías”. Kyra contornó sus ojos- no que alguien se diera cuenta. Diez minutos después de que partiera Dak, ni una palabra había sido hablada en la mesa alzada. Furiosa, Kyra tiró hacia abajo su tenedor-cuchara, cruzó sus brazos bajo sus senos monstruosos y frunció el seño. “¡Para”! Kil se dignó de mirarse disgustado, pero Zor trató de hacer que no se dio cuenta. “¿Que pare qué, mis corazones? Yo no hacía más que admirar tu hermosa qi’ ka. Es nueva, ¿verdad”? Kil resopló.

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“¡No lo hacías! Kyra humeaba, dio una palmada en la mesa. “¡Tú mirabas mis horribles senos”! “¿Horribles”? Repitió Kil incrédulo. Él movió su cabeza. “Muchas palabras vienen a la mente para describirlas, mas ‘horrible’ no se encuentra entre ellas”. “Ellas están llenas de jugo dulce para alimentar a tus niñas”, atacó Kyra, moviendo su dedo hacia su esposo. “¡Cómo osan ustedes dos hacerme sentir como si yo estuviera en exhibición”! Ella puso sus manos en sus caderas mientras se ponía en pie, ceñuda a los hombres odiosos. “¡Yo me voy a mis recámaras”! Y con eso, Kyra y sus senos se balancearon y fueron. Zor y Kil gruñeron.

***** “Entra”. Kil le inclinó su cabeza a Cam, Mik, y Gio, mientras los dejaba entrar en sus recámaras. “Ustedes pueden escoger una sirvienta cada uno de entre ellas”, dijo por encima de su hombro mientras él los llevaba por un corredor. “Yo las tengo ubicadas dentro del salón de acuerdo a cuántos años Yessat de servicio le quedan. En el lado izquierdo de la cámara están las jóvenes que deben cinco años, en el medio cuatro y en la derecha, tres”. Él les dio una mirada irónica mientras seguía caminando. “A ninguna le falta menos de tres”. Los guerreros más jóvenes se miraban y sonreían de sien a sien. “¿Hasta nos dejas escoger de tu propia reserva”? preguntó Cam. “Sí”. Kil encogió sus hombros. “Yo tengo demasiadas para que me importe”. Mientras daba una mirada hacia sus camaradas que evidentemente dijo que esperaba ser adinerado un día, Gio exhaló un soplo. “Espero no sea una decisión tan difícil”, dijo él en murmullo. “Yo me imagino que usted querrá que nosotros nos despidamos de sus suites cuanto antes, Su Majestad”. Cuando el grupo llegó a las puertas de la sala, Kil se dio vuelta para prestar atención a los guerreros más jóvenes. Sus labios se dispararon en una sonrisa media abierta de saber, pero yo les doy el resto de la salida de la luna para escoger”. Él inclinó su cabeza, entonces se viró para pasearse a su propia recámara donde sus favoritas lo esperaban. “Probar de sus encantos y disfrutar”, llamó el por sobre su hombro. “Alaben a la diosa”, susurró Mik entusiasmado, frotando sus palmas juntas. “Déjanos ver cuántas tenemos para escoger de entre ellas”. Gio e dio una palmada en la espalda. “Será casi la felicidad si hay quizá diez o veinte”. “Sí”, confirmó Cam con una sonrisa abierta. “Entremos y probemos”. Las quijadas de los tres guerreros se aflojaron mientras sus ojos se comían la recompensa ante ellos mientras abrían las puertas de la sala. Tenía que haber cien sirvientas obligadas adentro- odas hermosas, todas pechugonas, todas completamente

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desvestidas de sus faldas qi’ kas, y todas ellas acostadas con sus piernas muy abiertas para de muestra. “Por las arenas”, dijo Gio en murmullo. “Por las santas arenas”.Por las siguientes cinco horas, los guerreros tuvieron el tiempo de sus vidas. Gio terminó con escoger a Myn por sí mismo, habiendo sido enloquecido en forma literal por sus encantos. Y Mik escogió a Frey, una de cabello castaño acabada de ser domada quien comprobó su voracidad al acomodarse a los deseos de Mik. Cam era el único que todavía no había decidido. Estirado en su espalda, acostado desnudo para pensar en el asunto, Cam se sorprendió cuando él sintió aún otra mano envolverse alrededor de su vara que sobresalía. Él studio el rostro de la hermosa sirvienta como si la recordara de algún lugar cuando miró hacia abajo. “¿Nos hemos conocido”? “Sí”. La belleza rubia frotó hacia arriba y abajo a lo largo de su polla. Cam inhaló. “Me llamo Mara. Fui yo quien te llevó a Muta como un regalo de la Alta Reina”. La respiración de Cam se le hacía cortada y más cortada. “¿No eres obligada del Alto Rey”? “Sí” contestó ella suavemente, sus párpados revoloteaban en forma coquetona, “pero me fue dado permiso para venir aquí hoy. Si me quieres, yo te llamaré amo”. La mano de Cam se estiró para cubrir uno de los grandes senos de Mara. Él dobló su cabeza y tiró de un pezón, causando que la sirvienta gruñera. Al disfrutar el sentimiento de la ampulosa bombilla en su boca, él lo saboreó un rato antes de alzar su cabeza para prestarle atención. “Yo te he visto muchas veces pasar”, susurró el con voz áspera, “y siempre me estás mirando. ¿Porqué”? “Siempre he querido aparearme contigo”, confesó Mara, sonriendo en forma abierta. “Y lo haría si pudiera contigo ahora”. Cam le sonrió en respuesta. “¿Querrías comprobar tu deseo por darme placer”? “Sí”. Mara se encaramó sobre la forma y se atravesó en un frote de su largo y grueso pene. Cam gruñó, inhalando fuerte. “Si me escoges como tuya”, susurró Mara, “yo pasaría cada momento pensando en nuevas maneras de darte placer”. Ella montó hacia arriba y abajo a lo largo de él, sus senos se balanceaban en forma deliciosa. “Cuando regreses de los campos de entrenamiento, cansado y necesitado, yo mamaría tu vara hasta que te durmieras, entonces estaría lista para tus golpes cuando despertaras lujurioso”. Cam gruñó, con un golpe de sus caderas hacia arriba para acceso más profundo en su canal. “¿Desearías esto más que todo lo demás, Mara”? Él agarró las caderas de Mara y se incrustó más, causando que ella gimiera con descuido. “Sí”, confesó ella en un clímax, “Oh- sí”. Cam golpeó más duro, rechinando sus dientes. “¿No le darías acceso de tu canal a otro sin mi permiso mientras yo entreno o escolto a la Alta Reina”? “No”.

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“¿Cuántos años Yessat te quedan”? Mara le daba la bienvenida a los golpes profundos de Cam mientras ella cerraba sus ojos. “Cuatro”. “¿Oh”? Cam le dio vuelta en su espalda y se zambulló en ella otra vez, golpeando el coño de Mara sin misericordia hacia el clímax. “¿Y porqué debo escoger una sirvienta que le quedan cuatro años cuando puedo escoger una que daba cinco”? Los ojos de Mara se contornaron en su cabeza mientras se vino una, dos, tres veces bajo Cam. “Porque yo estoy dispuesta a jurarte cinco años más, dándote nueve años Yessat de servicio”. Los ojos de Cam se abrieron mucho mientras él golpeaba sin misericordia en su coño inundado. “¿Estás así de lujuriosa por mi polla”? gruñó él. “Sí. Oh- sí”. Cam se empujó más profundo, más duro, más rápido- premiando a Mara por su respuesta. “Entonces dime amo, joven lujuriosa, porque eres mía”.

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Capítulo 26 Después de alimentar a las niñas para su cena, Kyra cayó exhausta en su cama. Había sido un día largo. Zor ahora estaba en la guardería infantil arropando a las niñas en la cama, algo que planeaba hacer todas las noches. “Ciertamente mi rostro será lo último que mis empolladitas desearán ver en cada salida de la luna”, dijo con pompa. Kyra puso sus brazos sobre su cabeza y cerró sus ojos cuando bostezó. Ella sonrió al pensar en los acontecimientos del día. Era divertido ver al Bravucón ser traído a entrar en vereda por dos corazoncitos. Por la manera en que había cargado a Zora y Zara, las mecía hacia delante y atrás para tranquilizarlas en sus brazos gruesos de músculos, y la forma en que les sonrió y sonidos para adormecer, “hola ty’kas, papá las ama”, Zor las hacía enamorarse de él sólo más. Kyra debe haberse quedado dormida brevemente mientras esperaba su esposo venir a la cama, porque ella se despertó no mucho después al sentir que sus pezones eran mamados. Sólo que esta vez, no había panis que bebieran de ella, sino un guerrero. Su guerrero. Eso le dio a la experiencia un giro erótico. “¿Zor”? preguntó ella sin aliento. “Shh” [sonido de mandar a callar], nee’ ka, dijo en murmullo mientras paseaba su lengua en forma refrescante por sus pezones rosados hinchados. Él tomó un capullo erecto en su boca, bebió a sorbos de él, y entonces gruño. Ahora me toca a mí, mani”. Él tomó turnos en besar cada pezón cuando acomodó su cuerpo entre las piernas de Kyra y su cabeza entre los senos de Kyra. “Es mi derecho como tu Alto Rey y Compañero Sagrado de aliviarte la hinchazón cada salida de la luna”. Kyra gruñó mientras se arqueaba junto a él. “Yo quisiera poderme aparear”, confesó ella entre suspiros. “Oh Zor, eso se siente tan rico. “¿Tengo buen sabor”? preguntó ella con picardía. “Mmm, nunca he probado algo mejor, pequeña”. Él enrolló su lengua alrededor de una punta dura y tiró de ella y cerró sus ojos. Kyra giró sus caderas bajo él e inhaló profundo. “Kyra mis corazones”, susurró Zor en forma áspera, “No hay algo mejor para un guerrero que el sabor de los senos atiborrados de su mani”. “Yo no soy tu mami”, lo tentó. Zor apartó su mirada de lo que hacía por el suficiente tiempo para sonreírle en forma abierta a ella. “Es una palabra intercambiable y bien lo sabes, joven nefaria”. Ella se rió tontamente. “Tú eres la mami de mis empolladas, dijo él con reverencia mientras se agachaba para lamer sus pezones, “pero tú eres mi posesión”.

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Jmm. Eso parece un poco pesado”, dijo Kyra, “usar la misma palabra mami y posesión”. Zor gruñó. “Es una injusticia de las galaxias pensarlo luego”. Kyra frunció el seño y le dio una palmada en la espalda. “Entonces soy tu posesión, ¿lo soy”? “Mmm”. Él inclinó su cabeza mientras saboreó el jugo dulce. “Siempre. Yo nunca permitiría tu ausencia”. Ella inhaló y cerró sus ojos con un gemido. La manera en que Zor tiraba de su pecho era responsable por mandarla a dispararse por las nubes. “Yo te amo”, suspiró ella. “Ah nee’ ka”. Zor alzó su cabeza de los senos de Kyra por lo suficiente para besar con dulzura sus labios. “Yo te amo más de lo que pueden expresar las palabras, mis corazones”. Él se atiborró cuando bajó su cabeza en el pecho de Kyra.

***** Zor no sabía por cuánto tiempo más podría seguir sin unirse con el cuerpo de Kyra, pero era asegurado que él estaría encima de ella, deslizándose dentro de su coño exquisito en el mismo momento en que una noche fort terminara. Sólo empeoraba su erección como plaga cuando se atiborraba en su jugo dulce durante las salidas de la luna. Aún ir a la cámara de baño perdía su habilidad de aliviar la agonía de su lujuria. Zor quería; no necesitaba, atender su vara dentro de un canal caliente y lujurioso. Pero por supuesto, no sólo cualquier canal. Ningún pasaje lo atraía salvo el de Kyra y el éxtasis que su unión producía. Algunos de las sirvientas más descaradas lo habían probado con esperanzas de tentarlo y llevarlo a los cueros de vesha mientras el cuerpo de Kyra recuperaba. Todas habían aceptado su respuesta con cortesía, aunque cuando él con cuidado las apartó de sí mismo, las rechazaba. Zor necesitaba a Kyra, sólo a su nee’ ka. Ella tenía tres días más de su confinamiento y él no temía sino que estaría tan loco como una bestia-heeka loca antes del tiempo en que ella abriera sus piernas y lo invitara a probar de sus encantos. Así que cuando Zor entró en los apartamentos de Kil para hablar con él, no era lo que deseaba ver, mirar a su hermano en celo encima de una sirvienta en la manera en que él necesitaba estar en celo encima de su esposa. Zor movió su cabeza con un suspiro. Por la primera vez en todos sus cuarenta y dos años Yessat, él empezaba a creer que los guerreros trystonni se aprovechaban de canales calientes demasiado a menudo. Por supuesto, él era lo suficiente inteligente para darse cuenta de que era probable que él no se sentiría así si estuviera cogiendo canal él mismo.

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Kil ahora golpeaba su vara en Leha que se quejaba y gemía mientras lamía el coño de otra sirvienta obligada. Zor le permitió la liberación de su fuerza de vida en el pasaje de Leha antes de hacer su presencia notable. “Quisiera hablar contigo si puedo, hermano”. La mirada de Kil se fue donde estaba Zor en pie. “Seguramente”. Los músculos en sus brazos y espalda se flexionaban, él se levantó de entre las piernas abiertas de Leha. “Fue una excelente follada que me diste, cosita dulce”, dijo él en murmullo en voz baja. “Quédate con las piernas abiertas y lista para mí mientras hablo con mi hermano”. Kil se apeó de la cama, pero no sin antes hacerle cosquillas en los labios de la chocha de con un lengüetazo a Leha que se reía tontamente. “¿Qué puedo hacer por ti”? Una ceja negra se alzó un poco mientras él cruzaba a un lado de la recámara donde Zor estaba en pie. “¿Y porqué arenas te ves tan sombrío”? Zor gruñó. Con manos en ambas caderas, él le frunció el ceño a Kil. “¿Porqué crees, burro? Yo no puedo compartir los cueros de vesha por las salidas de tres lunas”. Gruñó él mientras movía su cabeza. “Ciento treinta y cinco horas Yessat, diez minutos núbicos y, dos segundos núbicos precisamente”. Kil no sonrió, pero sus ojos se movían entretenidos. “¿Es como se dice”? ¿Atiborrarse del jugo dulce lo empeora”? “Por las arenas, sí”. Zor cerró sus ojos en breve como si tuviera dolor, que lo estaba, por lo menos en el área de debajo de su anatomía. “Es una mala jugada de la diosa Aparna”, dijo él, cansado; verdaderamente una mala jugada”. Quitó una mano de su cadera para hacerla un puño, Zor gruñó. “Cada vez que yo me doy vuelta, Kyra y sus senos me plagan. Ellos se balancean por el palacio como sin problema alguno, mientras yo sufro las agonías de un hombre torturado”. Sus dientes cerrados mientras su puño cerrado más fuerte. “Esos pezones rosados se ríen de mí desde su gran asiento, y me conducen a mamar de ellos, y me ofrecen todas las tentaciones de mil Kefas, mas no me permiten liberación”. Los labios de Kil se contornaron medio fruncidos. “Hablas de los senos de tu nee’ ka como si ellos fueran otra entidad aparte de ella”. “Lo son; te lo digo”. Zor hizo un gesto distraído con su mano. “Por lo menos yo creo que están encantados, como una meditación de arena que atrae a un viajero que no espera su muerte”. Kil movió su cabeza. Esa fue la analogía más ridícula que él había tenido que soportar decir. Alabada sea la diosa que él no tenía nee’ ka para torturarse con ella. Él siempre había sido como lo era ahora, un hombre que caminaba sólo, capaz de encontrar sus placeres entre cualquier sin número de piernas. Aún, él dudaba que fuera la intención de Kyra plagar al pobre gamberro. Su hermano aparentemente era dado a lo grave mientras era obligado al celibato. “Yo creo que me muero”. Zor se dio una palmada en la frente y gruñó. “Siente mi cabeza, hermano. Dime si me siento como un hombre a quien le está dando fiebre amenazante de muerte”. 160

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Kil entornó sus ojos, pero le dio una palmada en la frente a Zor de todas formas. “No. Tú te sientes como un hombre que no está cogiendo canal alguno”. “Es verdad”, contestó él en forma sombría. “Yo me acuerdo de un guerrero de nuestra juventud que se llamaba Viejo Og. Og murió de esta misma condición, su vara reventó por falta de uso. Ciertamente es un presagio que se repita”. Kil cerró sus ojos mientras apretaba su nariz. Él inhaló profundo dos veces antes de contestarle a Zor. “Og murió porque su señora de alta alcurnia lo encontró apareándose con diez de sus sirvientas obligadas. Ella estalló su vara en pedazos con una zykif”. Zor hizo una mueca de dolor. “¿Cierto”? “Sí”. Él gruñó. “Olvídalo”. Zor hizo un gesto de falta de paciencia con su mano. “Yo no he venido esta mañana para hablar de aparear. Yo vine para informarte que nuestro hermano Rem y su nee’ ka están aquí”. Kil frunció el seño. “Trajo él a Jera consigo”? “Sí”. Zor movió su cabeza cuando daba un suspiro. “Y a mi nee’ ka, ciertamente no le gusta”. Kil cruzó sus brazos sobre su pecho. “Yo temo ya saber la respuesta, mas preguntaré. ¿Porqué”? “Jera se está portando como la bestia rabiosa femenina por lo que es infame. Ella le hizo insinuaciones a Kyra ayer en la mañana, informándola sin palabras de nuestros devaneos pasados juntos antes de que ella se apareara con Rem”. Kil entornó sus ojos. “La perra nunca cambia”. Sus pensamientos cambiaron a Rem, él hizo una mueca de dolor. “¿Ha visto nuestro hermano a Zora y Zara ya”? “No”. Las cejas de Zor se alzaron de golpe. “¿Porqué lo preguntas”? “¿Porqué lo pregunto”? Repitió Kil con tono incrédulo. Pasmado, él movió su cabeza. “Sin duda le será difícil al hombre, sabiendo que él jamás será padre de ninguna empolladura propia”. “¿Qué dices? ¿Tiene él alguna enfermedad extraña de la que nadie me ha informado”? Los ojos de Kil se abrieron mientras su mandíbula se abrió. “En verdad no sabes, ¿no”? “¿No sé qué”? gruñó Zor mientras le fruncía el seño a su hermano. Quizá si me dejaras de hablar en adivinanzas pueda averiguar”. “Quizá Rem no quiere que Tú y Dak se enteren”. Pensando en la salida de la luna en que él había descubierto el secreto de su hermano menor, Kil suspiró. “Yo me enteré por pura casualidad de haberlo oído y a Jera discutiendo por casualidad”. “Kil”, gritó Zor, sus dientes apretados, “como tu Alto Rey, yo te ordeno que me digas de qué es lo que hablas”.

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Kil miró fijo los ojos de Zor, sin querer perder su reacción. “Rem y Jera”, cijo en tonos distinguidos, “no son verdaderos compañeros”. “¿Qué”? “Es verdad”. Kil movió una mano mientras movía su cabeza. A él nunca le había importado la nee’ ka de Rem. “Jera emborrachó a Rem con matpow hasta el punto donde a penas se podía estar en pie, entonces lo condujo a los cueros de vesha, engañándolo a que cerrara su collar matrimonial en su cuello astuto”. “Por la diosa”, dijo Zor en murmullo, aturdido. ¿Porqué hizo esto? Al robarle a Rem su Compañera Sagrada, ella se ha robado del suyo también”. Kil se rió sin humor. “¿Crees que a Jera le importa amor de los corazones y uniones de la carne? No. Ella no quería, sino aumentar sus propias riquezas. “Por la diosa”, dijo Zor en murmullo. Él estaba demasiado pasmado para decir más. “Yo estoy dispuesto a apostar cincuenta de mis Kefas más lujuriosas que ella te había conducido a los cueros de vesha con la misma intención”. Kil frunció el seño, sus labios se contornaron en un gruñido. “Cuando engañar no funcionó contigo, ella apartó su mirada a nuestro hermano menor, quien, aunque puede ser un guerrero con quién vérselas ahora, era un muchacho cachondo crédulo en ése tiempo, lujurioso por el deporte de la cama”. “Pobre Rem”. Zor inhaló profundo, sus ojos fijos en su hermano. “Ser condenado a una vida entera sin esperanza de una verdadera compañera. Por las arenas, yo no podría querer una vida sin Kyra y mis panis”. “Sí, es triste, ciertamente. Su única esperanza sería la muerte de Jera, pero Rem es demasiado noble para desear algo así, aún a ella”. “Ni si quiera entonces, Kil. Un collar matrimonial no se quita en la muerte”. “Permanece atado a una verdadera compañera”, enmendó Kil, “pero se quitará de los compañeros que son falsos”. “¿Seguro”? “Sí”. Kil se encogió de hombros. “Cuando yo oí de este cuento asqueroso, yo fui a la sacerdotisa por guianza. Ellas me informaron que yo nada podía hacer, sino rezarle a Aparna, diciendo que Rem sería suelto con la muerte de Jera”. Él siguió explicando. “Así que como ves, es por eso que pregunté si ya había visto a las diablillas de cabeza de color de uva de fuego”. Zor se rascó el mentón. “¿Crees que debo quitar a Zora y Zara de su vista”? “No sé”. Kil inhaló profundo. “Yo no sé”. Lo que sea que Zor estaba a punto de decir del tema de sus empolladas, llegó a una pausa mientras Kyra y sus senos venían balanceándose en la recámara, su rostro rojo de furia. Zor frunció el seño. “Ah, aquí viene mi nee’ ka y sus secuaces ahora”. Kil le sonrió a las palabras de Zor de los senos de su esposa. “Te ves fuera de fuera de ánimos, hermana. ¿Qué te molesta”? dijo en burla de inocencia.

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Kyra frunció el seño mientras sus senos llegaron a un alto a medias ante ambos guerreros. “Kil, estás desnudo”. Con un vistazo a la cama alzada donde Leha y otra sirvienta esperaban acostadas, ella entornó sus ojos, y apretó sus labios en desaprobación. “Como tú debes estar en nuestra presencia, con nada, sino sirvientas obligadas como testigos. Quita tu qi’ ka”. Kyra pensó discutir con Kil, pero no perdió su tiempo. En lo que involucraba a las costumbres Trystonni, estos guerreros no eran maleables. Sobre todo cuando dicha costumbre involucraba ver mujeres desnudas. Ella hizo como se le pidió, al tirar su qi’ ka al suelo con un jadeo. Con eso hecho, ella volvió al grano de su visita. “¡Zor”! chilló ella mientras daba vuelta para mirar a su esposo. “¡Yo quiero a esa mujer fuera de mi palacio y la quiero fuera ahora”! “Pero ella es la nee’ ka de Rem, mis corazones. ¿Cómo puedo hacer que Jera se vaya sin obligar a mi hermano a que también se vaya”? “¡No me importa”! gimió ella mientras pisoteó con un pie que causó que sus senos se sacudieran con descuido y ambos guerreros gruñeran. “¡Piensa en algo! En el corto tiempo que ha estado aquí, ha logrado enfurecer al cocinero, tumbar una botella cara de matpow añejo de su estante, e insultó a Jik y Tía- ¡dos de nuestros mejores amigos, que de hecho, quienes son tan amables que me cuidan a nuestras niñas mientras yo vine acá para arreglármelas contigo porque ¡Kil está ocupado arreglándosela con la niñera que las debe estar cuidando”! Cuando los orificios de su nariz temblaban, Kyra dio vuelta para otro asalto con Kil. “Kefas y sirvientas obligadas también, tienes más de doscientas aquí para que se encarguen de tus necesidades y sólo sabe Dios cuántas más tienes en tu propio palacio! ¿Porqué insistes en aparear con la que yo necesito”? Cuando Kil abrió su boca para hablar, Kyra sostuvo una mano en alto que indicaba silencio. “Yo quiero a Leha de vuelta, y punto final. Si Leha y tú quieren hacer lo suyo, háganlo en la noche, cuando yo no necesito su asistencia con tus sobrinas”- ella le sacó un dedo acusador a él- “para situar tus sobrinas en mis senos colosales”. Kyra se dio una palmada en la frente, cerró sus ojos, a punto de salir de quicio completamente. “Si lo trato de hacer sin ayuda, a veces yo pierdo mi balance”, dijo con la garganta apretada. “Ah, nee’ ka”, dijo Zor en forma provocadora y refrescante, sintiéndose algo culpable por no haber considerado cómo Kyra se debía sentir al cargar sus dos malvadas tentadoras. “Yo iré a ayudarte a alimentar a nuestras pequeñas panis. Pero ella tiene razón, Kil, nosotros necesitamos a Leha durante los días porque yo estaré en entrenamiento la mayor parte del tiempo”. Kil asintió listo con un movimiento de su cabeza. Sus ojos parpadearon sobre la silueta fértil de Kyra, sin prisa en las mejores partes. “Me arrepiento por cualquier incomodidad que yo sin querer te haya causado o tus, eh”- él tosió en su mano“senos”.

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“Yo no sé por cuánto más las podré soportar”, ella sollozó y cayó en una silla tras ella. Me duelen y están inflamadas”. En forma inconsciente, ella les dio un masaje intentando aminorar el dolor. Su ceja se alzó de golpe cuando ella oyó a ambos hombres gruñir. “¿Qué pasa? ¿Están ambos bien”? “¿Ahora ves de lo que hablo”? Zor le dijo a Kil en murmullo. “¿Ves cómo sus chichas cantan la canción de las sirenas de arena, que me conducen a mi muerte”? “Sí”, dijo en voz ronca, su erección rápida y fiera. “Santo cielo, Kil, guarda eso”. Kyra le frunció el seño a su erección y movió su cabeza. “Yo necesito volver a las niñas. Que alguien me ayude a levantarme y me ayude a vestir”. Ambos hombres gruñeron. Cuando Zor rehusó hacerlo, balbuceando algo de tener fiebre palúdica, que dejó sólo a Kil para cuidar de ella. Kyra aceptó su ayuda y ella le dictó sus necesidades a él. “Ten cuidado al poner el corpiño de la qi’ ka sobre mis pezones. Se sienten especialmente tiernos esta mañana”. “Por supuesto”, dijo Kil, queriendo terminar y dejar esta sesión de tortura para quitarse la lujuria con una sirvienta. Con todo dicho y hecho y Kyra partió de su recámara, Kil giró en su talón y se dirigió directo a la cama alzada sin desvío. “Dile a Rem que lo veré en la comida de la noche”, le dijo él sobre su hombro a Zor. “Yo necesito aliviarme de inmediato”. Zor gruñó. Él le dio una Mirada al reloj-holo en la pared. “Ciento-treinta y cuatro horas Yessat, cincuenta minutos nuba, y quince segundos nuba”, balbuceó él con un suspiro con desánimo.

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Capítulo 27 Apoyada en un codo, Kyra estaba acostada en la cama alzada, y le hablaba en forma provocativa a Zora y a Zara que sonreían, ambas se preparaban para ser alimentadas. “Hola mis corazoncitos”. Ella dobló su cuello y puso sus labios sobre sus dos barriguitas un poquito bronceadas, que las hizo que se rieran en forma tonta y eructaran. “Dale un beso a mani, Zora. Y ahora tú, Zara”. Todavía sorprendía a Kyra que un día menos de dos semanas de edad, las niñas tenían el tamaño, fuerza motor y la agudeza de los bebés de seis meses en la tierra. Cuando Ari había pasado para ver a las princesas nuevas empolladas y darles su bendición el día después de su nacimiento, ella le había advertido a Kyra de esto, en preparación de lo rápido que las gemelas se desarrollarían en su primer año. Ari sin duda no había exagerado la verdad. Zora y Zara crecían a saltos y brincos. La Jefa Sacerdotisa le había informado a Kyra que a diferencia de los mundos “primitivos” como la tierra en donde los bebés eran más vulnerables durante su primer año, los trystonnis empollados evolucionaban distintos, crecían fuera de su indefenso primer año en el espacio de seis noches fort, o tres meses. Después de eso, envejecían como niños normales de la tierra hasta que se aminoraba el proceso hasta casi detenerse, muy cerca del tiempo en que llegan a la estatura de su belleza física. “¿Quiénes son las niñas más lindas de todo Tryston”? Kyra les dio una sonrisa muy amplia a sus bebés, y entonces les hizo cosquillas otra vez. Zora apretó su manita alrededor de uno de los dedos de Kyra y se rió en forma tonta. Zara hizo burbujas e hizo una sonrisa abierta cómica. “¿Quién es la mani más linda en todo Tryston”? Kyra inclinó su cabeza para estudiar a Zor y sonrió. “Yo no sabía que estabas aquí. “¿Cuándo llegaste de entrenar”? Zor se dejó caer en la cama alzada al lado de Kyra. Él dobló su cuello para besar sus labios, entonces se viró para ver a sus hijas. “Papá acaba de volver”, él les cantó con voz suave con la voz que usaba sólo para sus panis. Él meció a cada una en un brazo de Hércules. Zor puso un beso dulce sobre sus cabezas afelpadas, entonces, su voz volvió a su normalidad, su mirada parpadeó hacia Kyra. “Por lo menos, yo no estuve en el entrenamiento hoy. Kil y yo pasamos nuestro tiempo con Rem”. Él inclinó su cabeza. “Él ahora sabe que yo sé de su secreto”. “¿Bromeas”? Las cejas de Kyra se alzaron de golpe. Zor le había contado la historia de cómo Jera había engañado a Rem a aparearse con ella el mismo día que lo supo de Kil. “¿Qué dijo él”?

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Él se encogió de hombros. “¿Qué podía ser dicho”? Él lo confesó, pero pidió que la historia jamás sea repetida a los de afuera por temor de parecer un tonto”. “Yo no lo puedo culpar por eso”. Kyra movió su cabeza mientras daba un suspiro. Todo da pena, Zor. Rem es un hombre de muy buen aspecto, y ni decir un hombre genuinamente bueno. Él merece más que Jera. La mujer me da escalofrío”. Zor gruñó. “¿Crees que es guapo”? Kyra entornó sus ojos. “De todo lo que he dicho, ¿de eso es lo que escoges hacer un comentario”? Ella sonrió en forma abierta. “Tú nunca cambiarás, ¿no”? Zor tomó un momento para poner más besos sobre los mechones de color de uvas de fuego. “Es poco probable”. Él estrechó su mirada a Kyra. Has cambiado el tema, joven, y bien lo sabes. “Crees que mi hermano es guapo, ¿sí”? “Sí, lo creo. Él es la pintura de Dak, como Kil es la pintura tuya”. “¿Quién es el más atractivo de los hermanos, te pregunto”? Kyra pasó sus dedos por el labio superior de Zor. “Cazas comentarios”? “Sí”. Ella se rió en forma tonta. “Por lo menos eres honesto”. Sentada en sus rodillas, ella se inclinó en él y pasó su lengua por las orillas de su boca. Él gruñó profundo en su garganta. “Eres el hombre más guapo que mis ojos hayan visto, y eso es un juramento entre Compañeros Sagrados”. Él gruñó. Es buen gusto que tienes, mani”. Kyra movió su cabeza a su egotismo. Ya que mencionas mani, es hora de que esta alimente a sus panis. “¿Me puedes ayudar”? Seguramente, mis corazones”. Zor veía mientras Kyra se sentaba en forma cómoda por la última alimentación de la salida de la luna, y puso unas almohadas tras su espalda en el proceso. Él inhaló cuando ella se quitó su corpiño de qi’ ka. “No tenemos más que treinta horas más”, susurró él en forma áspera, sus ojos devoraban en su pecho fértil. “¿Me invitarás a probar de tus encantos mientras me atiborro de tu jugo dulce”? “Zor”, le susurró Kyra en respuesta con voz ronca, sus ojos se hacían vidriosos, “hablemos de esto después de que hayas cobijado arropes a las niñas en la cama y yo pueda disfrutar más esta conversación”. Sus ojos parpadearon a Kyra, y lo vieron todo. “Sí”. Él puso a Zora en uno de los pezones de su nee’ ka. Cuando sus empolladas se atascaron y empezaron a beber del jugo dulce de su mamita, él entonces puso a Zara en el otro, y ayudó a su otra empollada atascar el capullo de su boca alrededor del pezón. Entonces Zor sencillamente miró a sus panis alimentarse. Era la vista más linda de la creación de la diosa.

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Antes de la siguiente mañana, el rumor se había esparcido por toda Sand City, tanto como dentro de los perímetros del Palacio de las Dunas, que los insurrectos en Tron habían logrado penetrar el espacio aéreo trystonni. Zor le envió aviso a Dak, y después que el Rey de Ti Q’won le había informado con arrogancia que a Geris le habían comenzado revoloteos en la barriga, Zor lo había ordenado que regresara a Tryston de inmediato con su reina, por temor de la seguridad de cualquier nene que ella empollara. Él no tomaría riesgo con cualquiera del linaje de Q’an Tal hasta que los insurrectos se hubieran rendido o hubieran sido aniquilado. En el desayuno con Zor, Kil, Rem y su cuñada Jera- una mujer que no soportaba aún después de muchos intentos para allegarse a ella- Kyra estaba por aprender Tron era un planeta en las afueras de la galaxia Trek Mi Q’an. Por más de veinte años Yessat, los insurrectos ahí habían perpetrado actividades terroristas, algunas veces llegando hasta a incinerar sectores completos para mostrar su opinión. “Yo no entiendo porqué sencillamente no le das a los rebeldes lo que ellos buscan y acabar con eso”. Jera se soplaba con un abanico de mano adornado. Porqué ella hacía esto cuando el gran pasillo se mantenía a una temperatura tan cómoda, Kyra no lo sabía, pero la molestaba. Todo de la mujer voluptuosa rubia la molestaba. Podía ser hermosa, pero Jera también era malhumorada. La mujer arrogante parecía siempre tener un brillo de malicia en sus ojos. “Jera”, dijo Rem en murmullo, “ya basta. No sabes de lo que hablas”. Rem tenía cabello dorado y poseía el mismo azul fosforescente en sus ojos como sus hermanos. Él era de aspecto tan formidable como sus hermanos también, pero abrigaba una severidad dentro de sí que Zor y Dak no tenían. Ni si quiera Kil era tan serio y de aspecto tan severo. Por supuesto, Kyra se había dado cuenta de que tan brusco y inmisericordioso como Kil pudiera ser, era más alarde, por lo menos en lo que tenía que ver con la familia. El hombre tenía cicatrices, físicas tanto como cicatrices emocionales de las que Zor rehusaba hablarle a ella. Pero donde Kil había comprobado que era más charlatán, en especial en lo que tuviera que ver con sus dos sobrinas adoradas, Rem parecía ser más mordedor que ladrador. Él tenía una tristeza en sí, una melancolía que había sido enfocada en adustez. Era algo de lo que Kyra no se había percatado las primeras veces que ella le había hablado, pero se hacía más difícil no observarla. En el principio, Kyra había pensado que lo áspero de su cuñado había resultado de ser un guerrero y un rey menor formidable, pero mientras ella pasaba más tiempo con él, y vio de primera mano cómo él reaccionó a lo íntimo entre Zor y ella misma, Kyra se dio cuenta que Rem era así sencillamente porque había perdido toda esperanza de un futuro con felicidad. Rem jamás experimentaría la intensa emoción y uniones físicas que compartían Kyra y Zor, y por eso, él nunca sabría lo que era cargar a sus bebés en sus brazos. “¡Yo sé perfectamente bien de lo que hablo”! Jera husmeaba mientras tiraba su abanico en la mesa alzada. “Yo creo que todos ustedes tienen que abrir sus ojos. Los

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rebeldes han penetrado el espacio aéreo Trystonni. ¿Creen que van a detenerse con eso”? Ella movió una mano por el aire y gesticuló con desdén real. “Dales lo que buscan y acaben con eso”. Kyra se dio cuenta del rubor en los cachetes de Zor. Él trataba de controlar su temperamento. “Los insurrectos no son más que señores grandes por nacimiento que desean reclamar sectores que se les quitó a la fuerza después de que ellos abusaran de la gente que viven dentro de dichos sectores”. Él hablaba en una voz baja mientras alzó la copa de vino, le dio vuelta y vuelta entre sus dedos. “Yo no puedo entregar las vidas de inocentes a monstruos”. “Ellos torturaron a mujeres y sus panis”, gritó Kil, su tono mortal. Era visible que él luchaba por control, como si tratara extinguir una memoria que se lo comía sin misericordia, incluyendo a la Emperatriz que fue nuestra madre”. De repente, Kyra sabía. Por fin ella comprendía la angustia que consumía a Kil, que lo llevaba a caminar sólo por lo que Zor había dicho que algunas veces equivalía a años a la vez. Kil había estado ahí. Él había atestiguado el asesinato de su madre y él no pudo protegerla. Ella se preguntaba si fue ahí que se había ganado su cicatriz- en Tron, mientras trataba de ayudar a su madre. Kyra no sabía si Zor estaba dejando que sus sentimientos se rebosaran sin darse cuenta, transfiriéndolas por su collar matrimonial, o cómo era que ella sabía lo que sabía, pero ella estaba segura. Kil había sufrido mucho. Y aún peor, él se culpaba por ello. Kyra hizo que Kil supiera que ella lo apoyaba al alcanzar su mano y apretarla con cuidado. Kil cerró sus ojos como si espantara dolor, y entonces cuando él se tranquilizó, miró hacia ella y asintió sus gracias. Ella alzó su mano y le dio palmadas en la espalda, un gesto de afecto entre dos personas que habían llegado a ser amigos. El hecho no pasó por desapercibido por Rem. Él se viró hacia Jera, y la puso en su lugar con su mirada sombría. “Dije que ya basta. Aguántate la lengua o sé enviada a tus recámaras”. “Bueno”, dijo Jera echando humo, se puso de pie de un salto. “Quizá me sentía fatigada ya de todas formas. La diosa sabe que mi sueño fue interrumpido mucho en la salida de la luna pasada por los gritos de sus”- ella movió su mano hacia Kyra“¡pequeñas mocosas empolladas”! Antes que él pudiera reaccionar, Kyra tomó el puño de Zor con su otra manó y apretó. “No”, dijo ella en murmullo, “ella no vale la pena”. Kyra no sabía si había mejorado el asunto o no, pero una cosa era cierta- su esposo estaba furioso. Nadie, absolutamente nadie podía hablar de de sus hijas en esa manera y salirse con la suya, estaba por averiguarlo. Hasta los ojos de Kil se habían agrandado, en espera para ver cómo se desenvolvería esta escena. “Quítate de mi presencia de inmediato”. Gritó Zor, cada palabra distinguida y precisa mientras su mirada centelleaba en Jera. “Tú te quedarás en tus recámaras mientras estés aquí, atrancada como estás ahora de mi vista”.

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Jera se ruborizó, y era claro que se dio cuenta que se había pasado, mas ella continuó a hacer demandas. Kyra no podía sobreponerse al atrevimiento de la mujer. Ella o era descarada como diablos o más estúpida que algo que Kyra no sabía. Ella se imaginó que era una combinación de ambas cosas. “¡No puedes esperar que me quede en mis recámaras durante toda nuestra estadía”! gimió ella. “¡Yo tengo necesidad de salir en algún momento”! Asegúrate que yo no te vea”, contestó Zor con un ruido sordo, y entonces enfatizó “del todo”. Jera frunció el seño, pero asintió su consentimiento con la cabeza y entonces se fue para irse del gran pasillo. “Y Jera”, dijo Zor, su tono tranquilo y remoto. “Si hablas de mi nee’ ka o mis panis con términos tan traicioneros serás condenada como lo sería cualquier traidor lo sería”. Con el suspiro de ella, él dijo en forma sencilla, “recuerda quién posee todo el poder sobre la vida y la muerte en este mundo, de hecho en la totalidad de la galaxia, antes que se te salgan más palabras por tus labios de tu corazón negro”. Rem miró mientras su esposa pisoteaba a su suite, entonces se viró hacia Zor y dejó salir un aliento. “Yo te pido disculpas, hermano, por las palabras de Jera. Ella no tiene un alma buena, como tienes que haber supuesto”. “Zor no te tiene como responsable por la lengua de Jera, informó Kil, el hermano menor de ellos. Zor gruñó su consentimiento. “Si yo hiciera eso, ustedes, ambos hubieran enviado a un precipicio en una piedra hace muchas salidas de la luna”. Él movió su cabeza con tristeza. “La diosa sabe que me he aguantado la lengua más de una vez, y me digo déjalo así por respeto porque ella es tu nee’ ka. Por lo menos, lo hice antes de aprender cómo llegó a ser tu nee’ ka”. Los ojos de Rem se apartaron hacia Kyra. Su mirada parpadeó sobre su figura, sin prisa en sus senos atiborrados. “Fue mi propia tonteras de cabeza y por eso debo pagar”. “Ningún guerrero debe pagar por toda una vida, Rem”, le discutió Kil. “Yo juro, ¿porqué no has mandado a la perra a un palacio distinto, para que no tengas que verle la cara astuta”? Rem dio un suspiro, sus ojos se movían de los senos de Kyra al rostro de Kil. “El palacio principal de Sypar es enorme. Casi nunca la veo. Ella se queda en sus recámaras con sus amantes y yo me quedo con las mías con mis sirvientas obligadas y Kefas”. Zor movió su cabeza y dio un suspiro. “Eso es triste”. Rem se encogió de hombros en forma distraída. “Es la vida”. Y entonces agregó con una sonrisa abierta de sarcasmo. “Por lo menos en mi vida”. Mientras se silenciaba el gran pasillo mientras los hombres terminaban su comida, Kyra mordía su labio inferior y pensaba de la situación de Rem desde todas las perspectivas. Con rezos para que su esposo no la estrangulara por lo que estaba a punto

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de decir sin pedir permiso antes, suspiró. Ella hizo como mejor le pareció y siguió adelante. “¿Rem”? “¿Sí”? Él quitó su mirada de su comida. “¿Te gustaría conocer a Zora y Zara”? Kil dejó de masticar a media mordida, sus ojos se abrieron. Y sí, Zor ciertamente parecía que la quería estrangular. La barriga de Kyra apretado. Quizá ella había malinterpretado a Rem. Tal vez él no quería conocer a niños, aún esos de su propio hermano. Ella en verdad debía haber hablado con Zor primero. “Nee’ ka”, comenzó Zor en un tono de regañar, “Yo creo”“Sí”. Quijadas abiertas, Zor y Kil se viraron hacia Rem. “¿S-sí”? preguntó Zor vaciló. “Sí”. Rem inclinó su cabeza, y le brindó una sonrisa abierta a Kyra. “Me empezaba a preguntar si alguna vez me lo preguntarían”. Kyra dejó salir un aliento de aire que pensaba ella que ella estaba aguantando por un rato. “Entonces me escoltarías a mis apartamentos”? Ella sonrió, en un intento de aminorar la intensidad del momento. “Quizá puedas visitar a las niñas mientras yo me encargo de unas cosas. Yo quiero prepararme para la llegada de Geris mañana para que ella pueda empollar más cómoda que yo”. Ella dio una mirada a Zor que era evidente que decía que ella todavía lo tenía como responsable por su propia experiencia de empollar horrorosa. Zor hizo una mueca de dolor, sin molestarse en discutir con su nee’ ka cuando él tenía no más que unas horas antes de que él pudiera probar de sus encantos. “Me honraría escoltarte”, le contestó Rem en un tono galán mientras él se alzó a sus pies. “He llegado a entender por habla de mis sirvientas que mis sobrinas poseen tu rara melena de cabello, pero tienen los ojos de Q’an Tal y la tez bronceada”. “Un bronceado claro, pero sí”. Kyra sonrió en forma abierta. “Son hermosísimas”. “Yo iré a ver a las nenas también”, anunció Kil mientras se alzaba para ponerse de pie. “La pequeña Zara se enoja conmigo si me alejo de su vista por mucho tiempo”. Zor se rió en forma tonta. “Es verdad, ella lo hace”. Él inclinó su cabeza en un gesto de señorío. “Aunque mis dos empolladas prefieren el rostro guapo de su papá sobre todas”,- Kyra entornó sus ojos a la declaración arrogante, fuera la verdad o no”- es cierto que la pequeña Zara ve algo en el burro que nadie más puede sacar”. Kil gruñó. Kyra se rió en forma tonta. “Tú sólo estás celoso porque, a diferencia de Zora, tienes competencia en cuanto involucra a Zara”. Zor se burló de la idea. “¿De esta imbécil? Bahh”. A los veinte minutos, Zor cruzaba sus brazos sobre su pecho con una formalidad de fruncir el seño a sus empolladas camaleones. Ambas. Donde Zara le había tomado afecto a Kil, Zora también encontró a un tío favorecido en Rem. “Ingratas”, dijo él en murmullo, aunque sonreía en forma abierta cuando lo dijo. 170

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Zor sabía que sus panis lo preferían a él sobre todos los demás, así que no había sino bien que pudiera resultar de compartir su amor con dos guerreros endurecidos que lo necesitaban con desespero.

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Capítulo 28 Cuando el conteo final había terminado y una noche fort entera había pasado, Zor estaba más que un poquito disgustado al no encontrar a su nee’ ka en la cama real, desnuda y que lo esperara, sus piernas abiertas, y su canal ansioso para aceptar sus golpes. Todos los músculos del cuerpo de Zor estaba apretado en anticipación, su mandíbula estaba rígida, su erección dolorosa. Y Kyra y sus malditos senos no estaban en el único lugar donde debía estar. Zor dio un suspiro, mientras gruñía al caer en la cama. Él había llegado a los momentos finales de las dos semanas de tortura, sólo para ser engatusado por musa de arena hasta su muerte. Él se dio una palmada en la frente y gimió. Él ciertamente se moría. “Todos esos gemidos suena como si comienzas sin mí”. Los ojos de Zor se abrieron de golpe a la deliciosa vista de su nee’ ka que se montaba en la cama alzada, poniéndose y sus dos chichas a su lado. “Ah, pequeña”, suspiró él, “¡cuánto he soñado de esta salida de la luna”. Kyra sonrió en forma coquetona hacia él, mientras se sentía completamente femenina y carnal. A ella le encantaba este nuevo poder que ella tenía sobre Zor. Nunca fallaba en asombrarla que un guerrero tan poderoso la querría a ella, sencillamente a ella como era, la contadora de impuestos. Sencillamente a Kyra con, eh, las chichas grandes. Ella sintió que su estomago se le hizo un nudo con la excitación del sonido del gruñido profundo cuando ella frotaba sus labios hacia un lado y el otro sobre la erección en forma redonda del pantalón de cuero de su esposo. “¿Te gusta eso”? susurró ella con voz áspera. “Oh- pani, sí”. Ella sonrió. “He echado de menos que me llames eso”. Zor aguantó su respiración cuando Kyra giró sus caderas, rozaba su pelvis más profunda en la de Zor. “¿No te gusta mani, mis corazones”? “Sí, pero no en la cama”. Kyra rozó más fuerte, mientras a la vez frotaba sus manos en sus senos atiborrados. Ella cerró sus ojos y dio un masaje por todo alrededor de sus senos atiborrados. Ella cerró sus ojos y se dio un masaje por todos sus senos, secretaba una sonrisa cuando ella oyó que su respiración se hacía más cortada. “En la cama”, confesó ella sin aliento, “me gusta que me hagas sentir sucia y malvada, sumisa y dominada”. “Juega con tus pezones”, le ordenó Zor con un murmullo profundo.

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“Mmm. ¿Te gusta eso”? Kyra tomó cada pezón entre sus pulgares e índices, en forma experta se daba masaje en ellos mientras ella continuaba a rozar sus caderas en la excitación tiesa de Zor. Él inhaló y aguantó su respiración y rozó en respuesta. “Siempre eres tan rápido para convocar la ropa fuera de mí, esposo. ¿Porqué no convocas la tuya”? Rápido como un rayo, sus posiciones se cambiaron, Kyra acostada plenamente en su espalda y la figura de Zor completamente vestido que se ponía entre sus piernas abiertas. Él le devolvía la tortura que Kyra le había dado a punta pala, al rozar su erección contra sus labios vaginales empapados al ofrecerle suficiente fricción en su clítoris para excitarla, pero no lo suficiente para la liberación. Kyra echó su cabeza hacia atrás y gimió de deliciosa agonía. “¿Estás tú codiciosa por mi verga, joven”? Zor hizo la pregunta con un ruido sordo oscuro de ordenanza. Él se enterró en ellas lo suficiente para profundizar la fricción en su clítoris cuando giró Zor sus caderas. Ella dio un suspiro. “Contéstame”. “Sí. Ay dios- por favor”. “¿Me suplicas que pruebe de tus encantos”? “Sí”. Zor enterró sus caderas en ella otra vez, el cuero de sus pantalones se empapaban de la excitación de Kyra. No me has convencido. Suplícame otra vez”. “Por favor”. Ella se cogió de los antebrazos de Zor mientras ella se contorsionaba de necesidad bajo él, sus uñas se enterraban en la piel de Zor. “Por favor. Por favor. Por favor”. Zor usó una enorme mano para aguantar las dos más pequeñas de Kyra cautivas sobre su cabeza. Ella trató de liberarse, desesperada por arrancarle la ropa. Zor sonrió con la satisfacción de un predador mientras su pequeña nee’ ka trataba de soltarse de su empuñadura de sus manos. Eran como las manos de una nena que trataban de desalojarlo. Él giró sus caderas otra vez y se reveló a sus gemidos de súplicas. “¿Mereces sentir los golpes de mi vara en tu canal apretado”? preguntó él con arrogancia. “¿Han sido todos tus pensamientos hoy en cómo darme placer”? “¡Sí!” Zor por favor- ¡yo ya no puedo aguantarlo”! Kyra gimió en agonía. Zor encorvó su cabeza para lamer una lágrima descarriada, convocó a que se le quitara la ropa en el proceso. Él puso su erección en la coyuntura del canal de Kyra, aún aguantando las manos de Kyra prisioneras sobre su cabeza. “¿Es esto lo que quieres, nee’ ka”? preguntó él con voz áspera. “Sí”. Kyra gruñó cuando Zor encorvó su cabeza otra vez, esta vez para pasar su lengua por sus pezones sobresalientes. “Por favor”. “Entonces es tuyo”. Zor se metió en el coño de Kyra con un golpe largo mientras apretaba su mandíbula. Ella tuvo un clímax en forma instantánea. “Mmm. Sí, pani. Ordeña mi verga con tus temblores de mujer”. Su respiración se dificultó con la

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apretura exquisita al ofrecerle al cuerpo de Kyra una serie de fuertes golpes profundos. “Kyra”. Kyra golpeó con sus caderas hacia arriba, ansiosa por más. “Ay, sí-ay dios, sí”. Con necesidad de sentirlo incrustado más profundo dentro de ella, Kyra envolvió sus piernas alrededor de la cintura de Zor y se preparó para una montada dura. “¿Es esto lo que quieres? gruñó Zor mientras golpeaba en su chocha más rápido y más rápido, golpeando en el canal de Kyra en forma posesiva. Él arqueó su cuello y tomó un pezón regordete en su boca para tirar del mismo. Él se atiborró del mismo mientras gruñía. “¡Ay dios- Sí”! Kyra se vino con violencia mientras gemía lo suficiente fuerte para ser oída por los corredores del palacio. Ella encontró cada golpe que él le daba con necesidad primitiva. “Yo necesito más”, suspiró ella. “Hazlo. Tú sabes lo que yo quiero”. Zor golpeó en su canal inundado más rápido, más fuerte, y sin misericordia. Sus golpes eran primitivos y territoriales, que la marcaba suya. El sonido de la piel empapada de transpiración que golpeaba contra su piel empapada de transpiración sonaba por la recámara. “¿Suplicas por mi semilla, nee’ ka? ¿Quieres que el Alto Rey que es dueño de este canal lujurioso te dé otra de sus empolladas”? “Sí. Ay, por favor. ¡Dámelo”! Zor golpeó como un animal dentro de Kyra mientras rechinaba sus dientes. Él se la cogió en forma despiadada, al unir ella su piel con la de él mientras el collar matrimonial había unido sus sentimientos y vidas. “Tu placer es el mío, nee’ ka”. Zor chorreó su fuerza de vida profundo dentro del vientre de Kyra mientras bajaba su cabeza para atiborrarse de sus senos, mientras inducía a las alhajas del collar a pulsar. Kyra tiró su cabeza hacia atrás y gritó mientras convulsionaba con clímaxes incesantes que su esposo que se atiborraba hacía aún más feroces que lo normal. Zor rugió profundo en su garganta, su cuerpo se venía con violencia mientras él continuaba a atiborrarse. Mientras la intensidad de la unión se reducía, Zor gruñó con la satisfacción de una bestia maki masculina que había cogido a su preza y había comido bien. Él se mantuvo incrustado con firmeza dentro de su Compañera Sagrada mientras él se viró en su espalda y le pidió a Kyra que descansara sobre él. “Mmm”. Kyra sonrió en forma abierta, y apoyada en sus codos para mirarlo en forma fija. “Eso estuvo maravilloso”. Zor le dio un masaje en sus nalgas como perlas de sekta mientras él estudiaba el rostro de Kyra con una intensidad que casi le dio miedo a ella. Los orificios de la nariz de Zor temblaban, los músculos de su cuello estaban acordonados y apretados. “¿Zor? ¿Qué pasa? ¿Qué está mal”? “Ni pienses en dejarme, nee’ ka. Yo no lo permitiré. Yo te cazaría y te regresaría a mi cama siempre. Dime que jamás me obligarías hacer esto”. Kyra estaba asustada por su petición apasionada con ferocidad. Aunque había sido hecho en la forma típica autocrática de Zor, ella lo reconoció por lo que era… 174

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inseguridad. Porqué se sentiría él así, ella no tenía ni idea, pero ella rehusaba permitirle que se preocupara por algo que jamás sucedería. “Zor”, susurró ella mientras pasaba una mano sobre el mentón de Zor, “Yo nunca, jamás te dejaría. Jamás”. Él gruñó, un poco tranquilizado. “Dime que me amas”. “yo te amo. Mucho, mucho, mucho”. Kyra frunció el ceño cuando su única respuesta fue otro gruñido de egoísmo. “¿Y”? gimió ella. Zor encontró su primera sonrisa abierta. “Tú bastarás”. “¿Yo bastaré”? Kyra le dio un puño en el brazo mientras jadeaba. Con risa, Zor le cogió el puño mientras lo apretaba en el suyo enorme mientras se reía. Él susurró con mucha seriedad, “yo te amo, nee’ ka. Ahora y por siempre, sólo existes tú”. “Oh, Zor”. Kyra arqueó su nuca al encorvarse para besarle toda la boca. Ella metió su lengua entre los labios de Zor y lo besó en forma lánguida cuando ella suspiraba contenta. Ellos se saborearon por largos minutos, y entonces Zor comenzó a usar sus poderes para moverla hacia arriba y abajo a lo largo de su vara. “Mmm. De hecho, en la tierra nosotros tenemos un nombre para esto”. “¿Sí”? Kyra asintió con la cabeza. “Ajá”. ¿Qué es”? “Un hombre duro es duro encontrar”. Zor sonrió en forma abierta. “Es tu suerte que yo me aprovecharé de tu canal lujurioso todos los días y en cada salida de la luna por las siguientes tres semanas”. La ceja de Kyra se contornó. “¿Sólo por las siguientes tres semanas”? Él suspiró como un mártir. “Sí”. Zor continuó a amasar sus nalgas mientras una mirada pensativa impregnaba sus rasgos. “Aunque después de empollar esta vez, yo quiero esperar quizá otros seis meses o algo así antes de darte otro pani”. “¿Q-Qué”? Kyra se levantó de golpe. Todavía empalada, ella estaba sentada completamente a su lado. “¿Me diste otro bebé”? Ella chilló. “Sí”. Zor asintió con la cabeza con arrogancia. “Qué te parecen diez u once más”? “Diez u once- ¡Zor”! ¡Acabo de parir hace dos semanas”! “Fue felicidad, ¿no”? “¡No”! chilló ella. “¡Eso dolió como carajo”! jadeó Kyra, sus brazos cruzados bajo sus senos. “Santo cielo. ¿Porqué no me preguntaste”? “¡Lo hice”! rugió Zor, herido por lo que él percibía que era un rechazo de su empolladura. “Yo te pregunté si querías otra, tú dijiste que sí, y por eso me atiborré mientras yo te di mi fuerza de vida”. “¡Yo pensé que era una pregunta retórica para ponerme caliente”! Kyra se dio una palmada en la frente. A ella le estaba dando un dolor de cabeza. “Espera un momento. ¿Dices que me embarazaste por atiborrarte mientras te venías dentro de mí”?

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“Sí”. “¿Entonces cómo me embarazaste la primera vez”? Zor dio un suspiró. Era la única vez que él resentía la crianza primitiva de su nee’ ka, cuando era obligado a contestar preguntas tan tontas. “Nosotros nos apareamos, pani”. “¡Eso lo sé”! Kyra husmeó y jadeaba su descontento. Ella alzó la palma de una mano como un talismán por cordura. “Lo que quiero decir es, ¿cómo me embarazaste si necesitas atiborrarte para hacerlo”? “Ah, eso”. Zor movió una mano en forma distraída. “No hay forma de controlarlo la primera vez, por lo menos ninguna que yo conozca. Sencillamente tienes un saco de pani cuando lo tienes, me imagino que muy parecido a como es en tu Tierra. Él continuó cuando Kyra asintió con la cabeza. “Es después que has empollado y eres atiborrada que nosotros podemos controlar cuántos panis empollas cuando los pongas”. Kyra estaba curiosa, pese lo que sentía. La ceja de Kyra se arrugó de curiosidad. “¿Cómo es eso”? Zor se encogió de hombros en forma distraída. “En verdad, es sencillo. Si yo atiborro mientras te doy mi fuerza de vida, tendrás otro saco de pani. Si no lo hago, no”. “Fascinante”, dijo en murmullo. “Y cuando nosotros decidamos que no queremos más empolladuras”- Zor movió una mano en forma lacónica por el aire- “que no sucederá por muchos, muchos sacos de pani por venir”- Él ignoró el ceño fruncido de Kyra- “entonces yo en forma sencilla ceso de atiborrar mientras nos apareamos del todo hasta que venga el tiempo en que se seque tu jugo dulce”. Kyra estaba tan asombrada que se le olvidó estar enojada. “¡Eso es increíble! Eso es incre- espera”! La mano de Kyra fue a su garganta mientras se le ocurrió un pensamiento horroroso. “¿Quiere eso decir que yo voy a tener estos enormes senos hasta que nosotros dejemos de tener bebés del todo”? Un sonido lujurioso de ronroneo emitió la garganta de Zor. “Mmm… sí, mani”. “Ay dios”. La mano de Kyra fue otra vez a su frente. A ella en verdad le estaba dando un dolor de cabeza. “¡Zor! Nosotros tenemos que dejar después de que tenga el siguiente. ¡Yo no puedo soportar estos senos por mucho más”! Él gruñó. “En Tryston, nosotros tenemos una frase para esto, nee’ ka”. “¿De verdad, Zor? ¿Qué es”? “¡Qué mal”!

***** Dak que pavoneaba, quien había estado pavoneando por Ti Q’won desde que los revoloteos de la barriga de Geris habían comenzado, llegó con su reina en la mañana siguiente.

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Después de escoltar a su nee’ ka a los apartamentos de Kyra, Dak se sentó en la mesa alzada en el gran pasillo con sus hermanos, y le traía consigo nuevas de que algunos de sus guerreros de mayor confianza acababan de deducir de un insurrecto de Tron que habían capturado dentro del espacio aéreo de Trek Mi Q’an. “Ellos quieren secuestrar a la Alta Reina”. Dak sacó un comunicador, un aparato pequeño que proyectaba imágenes holográficas, y lo puso para volver a reproducir una memoria almacenada. “Aquí está el mensaje que el líder de los rebeldes les ha estado pasando entre sus seguidores”. Zor, Kil y Rem miraron con furia mientras el mensaje holográfico del líder de los insurrectos conocido sólo como Ty reproducía para ellos. Él era un hombre grande, aunque no tan grande como el guerrero normal. Él tenía un físico bajo y fornido, vigoroso en su fuerza y musculatura. El cabello había sido rasurado de su cabeza y él lucía sólo un corte de barba muy cortada. Saludos a ustedes, mis compañeros anarquistas. El momento ha por fin llegado para nosotros reclamar lo que es por nuestro por derecho y en virtud de nacimiento. No más sucumbiremos a órdenes injustas del inmundo Emperador Q’an Tal, al huir de nuestros sectores por temor de sus represalias. No hay qué temer, amigos míos. El Emperador no es más que un hombre… Ty sonrió en forma salvaje, y como hombre, puede ser matado… Zor escuchó lo perturbador que escupía por unos minutos antes de hacerle una pregunta a Dak. “¿Pudieron tus guerreros averiguar desde dónde este líder rebelde anunciaba? No sabemos mucho de Ty salvo el hecho de que él no es nativo de Tron”. “No”. Dak asintió con la cabeza. “Pero no es Tryston seguramente”. “¿Cómo lo sabes”? Preguntó Kil con curiosidad. “Mira esta parte que viene”, dijo Dak en murmullo mientras hacía un gesto hacia la imagen holográfica de Ty. “Date cuenta que él se refiere a Kyra como ‘la Emperatriz’, pero nunca como Alta Reina’”. Cuando la parte de la memoria guardada a la que se había referido Dak terminó de reproducir, Rem fue el primero en comentar. “Yo entiendo tu razón, hermano. Si Ty fuera trystonni de nacimiento, su primera inclinación sería por referirse a ella como la Alta Reina. Que sólo la llame Emperatriz insinúa que él es de otra parte dentro de Trek Mi Q’an, pero no de Tryston”. Zor inclinó su cabeza en asentimiento. “No hay mucho más por qué guiarse, pero por lo menos descarta este planeta y sus diecisiete lunas”. “Es un punto de partida”, dijo Kil en un ruido sordo en tono bajo. Dak apagó el comunicador y consideró a sus hermanos “Así que la pregunta es, ¿cruzamos los brazos y esperamos al loco que haga su jugada, o vamos de caza”? Zor tomó un largo y profundo trago de su matpow. Los orificios de la nariz de Zor temblaban, él golpeó la copa de vino en la mesa alzada, que provocó que el líquido turquesa que se derramara por los lados de la mesa. “Cazamos”.

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Capítulo 29 En la siguiente salida de la luna, Geris se había aliviado de una niña bebé con ojos azules fosforescente, de cabello dorado quien era el retrato de su padre. Dak estaba más orgulloso que algo que Kyra supiera, pavoneando como un pavo real, su pani femenina era mecida en sus brazos masivos. Kil, quien había disfrutado en forma inmensa ver a Kyra empollar- él nunca había oído tantas palabrotas de una vez- ahora estaba sentado en la cama al lado de su nueva mani, y trataba de tranquilizarla, mientras Zor, Rem y Kyra miraban. “¡Olvídalo, Kil!” Los labios de Geris se estiraron en un ceño fruncido. “No me importa lo que quiere mi esposo, y por ende no me importa un comino si era el nombre de tu abuela. Yo rehúso nombrar a mi hija Pyg”! “¡Es un buen nombre trystonni”! rugió Dak mientras él caminaba de un lado al otro con su empollada. “Lo que es, es estúpido”. Geris cruzó sus brazos sobre sus senos de aún tamaño normal y frunció el ceño. “Kyra, díselo muchacha”. Kyra- trataba con desespero no reírse- le dio una mirada a donde estaba Dak que caminaba y movía su cabeza. “En la tierra, ese nombre se refiere a un pequeño animal gordo que ronca como Kyta y come mucho”. “En Tryston”, le contestó con un desdén. “es el nombre de una antigua mística a quien se le acredita como descubridora de las arenas que curan”. “¡Olvídalo”! El ceño fruncido de Geris se convirtió de estirados a apretados en un segundo-nuba. “No lo permitiré”. Con una vuelta hacia Kil- el cuñado que le había permitido golpear su pecho mientras ella sacaba de empujones al saco de pani hacia fuera- ella agarró su hombro y le dio ojos de súplica hacia él. “Por favor, habla con él. ¡Yo no podría soportar nombrar a mi hija Pyg”! Kil dio un suspiro. No le había pasado por desapercibido que en lo que incumbía a sus dos cuñadas de primera dimensión, él resultaba ser un verdadero pusilánime. “Dak, ¿no puedes conformarte con un nombre que les guste a ambos? ¿Porqué tienes que enojar a tu nee’ ka así”? “¡Es buen nombre, Pyg”! Él tiró un brazo con muchos músculos hacia Zor y Rem. “¿No”? Ambos hermanos refunfuñaron algo, y rehusaron meterse. Dak se viró hacia Geris y cedió lo suficiente para escuchar algunas de sus sugerencias. “¿Qué nombre deseas tú, mis corazones”?

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Geris dio miró. Ella confesó mientras sonreía feliz, “bueno, yo siempre he sido dada a Helena”, comentó ella con pompa. Al Dak gruñir, ella carraspeó con desaprobación. “Está bien, entonces dale otro nombre. ¡Pero ninguna maldita Pyg”! “¿Qué te parece Mif”? “¿Mif”? Geris se dio una palmada en la frente. “¡Es feo como rayo, es lo que me parece”! Dak gruño. “¿Sig”? “¡No”! ¿Qué te parece Suka”? “¡No”! “¡Argg”! Kyra alzó una mano para silenciar su discusión. Ella se viró hacia su cuñado y le empujó la mano a sus labios. “Dak, todas tus sugerencias han sido en verdad atroces. Yo casi ni puedo culpar a Ger por odiar esos nombres”. “Son nombres buenos trystonnis, todos ellos”. Él movió su mano por el aire, los orificios de su nariz temblaban. “¡Ciertamente es mejor que Palena”! “Helena”, lo corrigió Geris. Ella frunció el ceño. “¡Y no lo es”! Él a penas gruñó. Sin poder soportar mucho más sus bromas, y con deseos desesperantes de revolcarse con su nee’ ka en los cueros de vesha, Zor se metió entre su hermano que discutía con poco peso y su cuñada para declarar su veredicto. “Como Alto Rey de Tryston y Emperador de Trek Mi Q’an, yo declaro mi derecho por la santa ley”. Él dio miradas como puñales a ambos antes de rugir su decisión. “Yo te doy cinco minutosnuba para escoger un nombre para mi sobrina con que estén ambos de acuerdo, sino la nombraré yo mismo”. Que Geris inhalara rápido disuadió a Dak de cualquier otro ataque de terquedad, que era precisamente lo que Zor había deseado. Dak no quería que su nee’ ka que se sintiera herida si hubiera otra opción. “Está bien, está bien”. El nuevo papá le entregó su pani a Rem que sonreía en forma abierta y se dirigió hacia la cama para sentarse al lado de Geris. Él buscó en sus ojos al tomar su mano en la suya. “Acordemos un nombre junto, mis corazones. ¿Qué te gusta además de Helena”? Geris lo contempló por un momento prolongado. El silencio de la recámara era ensordecedor. “Jmm”. Ella tocó con un dedo el brazo de Dak mientras ella consideraba la pregunta. Y entonces ella sonrió. “A mí me gusta el nombre de tu madre”, dijo ella en voz baja. La cabeza de Kil se alzó de un tiro. Un gesto de dolor le pasó por el rostro. Él miró hacia su sobrina y entonces a Geris. Entonces, con lentitud, sus labios se convirtieron en una sonrisa. “Ella tiene el cabello de nuestra mani”. Zor gruñó. “Sí, y es de mani que nosotros sacamos nuestros ojos”. 179

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“Ella también tiene su piel café dorada, dijo Rem en murmullo. “¡Entonces bien”! Kyra aplaudió sus manos juntas y sonrió en forma abierta. “Está decidido”. “Sí”. Dak movió la mano de su nee’ ka a sus labios por un beso. “La llamaremos Jana”.

***** Las siguientes varias semanas pasaron rápido sin incidente. Cuatro partes de caza habían sido enviadas a explorar por Trek Mi Q’an por señas de Ty y sus insurrectos. Todos los cuatro escuadrones de caza habían regresado sin novedad. Las mujeres pronto se cansaron de estar cercadas dentro de los confines del palacio, ambas con deseos de una excursión de cualquier clase para aliviar la monotonía de lo que se había convertido, en efecto, una prisión real. Los hombres no lo iban a tolerar. Kyra había dado a luz a salvo una tercer niña casi tres semanas desde el día en que empolló Geris. Ésta llamaron Kara, en nombre de la amada hermana desaparecida de Kyra. Donde Zora y Zara poseían la melena de su mani de cabello de color de uva de fuego, Kara era el retrato de su papá; lucía mechas negras azabache y ojos azules. La nueva Alta Princesita era muy amada y fue recibida con gozo por todos, e incluso sus dos hermanas mayores quienes todavía se desarrollaban a un paso ligero, ambas ahora con la mente y físico equivalente de los niños de un año en la tierra. Cuando la sentencia de celibato de Zor terminó dos semanas después de Kara empollar, con vehemencia él acordó con su nee’ ka que ellos debían esperar varios meses más antes de darle otro saco de pani. Pese cuán erótico y estimulante la experiencia era, atiborrar durante la unión era eludido, dándole a la pareja tiempo para sí, y mejorar los vínculos que compartían con las tres hijas que ya habían tenido juntos. Desde el punto de vista de Kyra, la única desventaja de posponer más empolladas era que la decisión obligaría a Kil a seguir atado a sus deberes como esposo menor, mientras a ella todavía le hacía falta dar a luz a un hijo. Hasta que Kyra engendrara un heredero, Kil no podía buscar su propia nee’ ka, una situación que la angustiaba profundamente. Sin embargo, Kil la aseguró que no le importaba. “Yo tengo demasiado de qué asegurarme”, había dicho él, “sin la distracción de una nee’ ka”. Cuando Kyra había pensado en sacar la cuestión, Zor la había besado hasta silenciarla. “Déjalo así”, él le susurró en el oído. “Mi hermano prefiere andar solo”. Kyra había diferido a los deseos de Zor, sobre todo porque él mejoraba y mejoraba en diferir a los suyos desde hacía mucho. Salvo en la cuestión de permitirla y a Geris tener una excursión fuera de los perímetros del palacio. En eso, él mostraba aceptarlo

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mucho menos que considerarlo. Y por eso, había decidido Kyra, que ella necesitaba a alguien a ayudar a persuadir a su esposo a su manera de pensar. Una mañana, después de alimentar a sus bebés su jugo dulce, Kyra se fue a los apartamentos de Kil para hablar con él. Kil alzó una ceja de curiosidad cuando él le abrió las puertas a Kyra, pero le pidió que entrara. Él le hizo un gesto para que tomara un asiento mientras le mostraba el salón. Él estaba contento cuando ella se quitó la qi’ ka antes de aprovechar la silla, sin tener que acordarle- por una vez – de su deber de hacerlo. Él tuvo que pensar de este repentino cumplimiento de tradición. La mujer ciertamente quería algo. Kyra dejó que el oro de su qi’ ka brillara hacia el piso, entonces tomó su asiento y se puso de frente a Kil. “¿Cómo te sientes hoy”? Los ojos de Kil se arrastraron en los senos atiborrados de Kyra, entonces se fueron a la paja de color de uva de fuego entre sus muslos antes de al final tirar la mirada hacia arriba para encontrar su mirada. “Yo estoy bien. ¿Y tú”? Ella dio un suspiro. “Yo estoy muy impaciente, Kil. Muy impaciente”. “Olvídalo, Kyra”. Ella carraspeó con desaprobación. Kyra cruzó sus brazos bajo sus senos y le dio miradas de puñales. “¿Porqué Jera puede ir de compras a los puestos”, lloriqueó ella, “cuando Geris y yo nos hemos convertido en prisioneras virtuales de aquí”? Los ojos de Kil se estrecharon en especulación. “¿Jera ha salido del palacio”? “Por supuesto”. Kyra movió una mano por el aire con desdén “Ni yo puedo culpar a la horrenda mujer por fugarse a escondidas. ¡El palacio se hace aburrido cuando es lo único que ves por semanas sin fin”! Kil le hizo caso omiso a eso. “¿Cuántas veces se ha ido? ¿Cuándo viste que se fue”? Kyra dio un suspiro. Era evidente que su cuñado no tenía intención de ayudarla. “Yo no sé cuántas veces. Por dios, yo no soy su sombra”. “Trata”, dijo él con voz con cuidado, “de recordar”. Los brazo de Kyra a cada lado de la silla, Kyra cruzó una pierna sobre la otra y la meció hacia delante y atrás. Ella se mordió el labio mientras buscaba en su memoria. “Déjame pensar”. Ella comenzó a dar golpecitos en el cachete en forma distraída con su dedo índice mientras se apretaba en la cara. “Oh, ¡por supuesto”! Ella le sonrió a Kil. “Yo sé de hecho que ella se fugó a escondidas en la tarde en que nació Kara”. ¿Seguramente”? “Sí”. Kyra asintió con la cabeza. “Yo me acuerdo haber tropezado en mi camino a las cocinas. El cocinero me había hecho un poco de esos caramelos de maza que me encantan, así que yo fui a cogerlos. Yo me acuerdo con claridad haberme sentido un poco herida porque aquí Jera planeaba fugarse a escondidas por compras que no están escritas cuando ella ni pudo tomar un segundo para felicitarme por el nacimiento de Kara”. Kil resopló. “Como si esperaras cortesía común de alguien tan cruel”. 181

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Ella se encogió de hombros. “Quizá no”. “¿Y qué de las otras veces”? Él se inclinó hacia adelante y puso sus codos en sus rodillas. Él hizo una punta al juntar la punta de sus dedos. “¿Te puedes acordar de ellas”? Kyra dio un suspiro malhumorada. “¿No me vas a ayudar a convencer a Zor a que nos deje salir del palacio, ¿no”? “No”. Ella carraspeó con desaprobación. “Está bien. Entonces no me acuerdo”, declaró ella malhumorada, su mentón se subió un poco. “Kyra”, gruñó Kil. “Me dirás lo que sabes de inmediato”. Ella tomó un momento para jadear por su molestia antes de ceder. “Hubo por lo menos dos incidentes, pero el único que puedo poner en un marco de tiempo fue el día que Zora y Zara tomaron sus primeros pasos”. Ella le dio una fecha en años Yessat. Kil asintió con un movimiento de la cabeza. Con el empollo de Kara, fue razonable que una mani se acordara de los momentos que rodearon tal acontecimiento bien. “Sigue”. “Yo estaba con las niñas en el atrio principal del gran pasillo. Nosotros mirábamos las flores y las plantas ahí”. Kyra descruzó sus piernas, lo que distrajo por un momento a Kil. Su visión estaba otra vez pegada por el mechón de rizos rojo oscuro en el ápice de sus muslos. Él dio un suspiro. A veces, ser un esposo menor era más molesto que un honor. “Sigue”. “¿Tú sabes que el atrio tiene un pasillo que corta camino al área de aterrizaje”? Kyra continuó rumiando con el asentimiento con un movimiento de la cabeza de Kil. “Jera vino corriendo hacia el atrio desde esa dirección, y se miraba, eh”,- ella tosió con discreción en su mano- “despeinada”. “¿Acabada de unir con”? Kyra se ruborizó. “Sí”. Ella volvió a cruzar sus piernas y en forma distraída meció una de ellas hacia delante y atrás. “Yo le pregunté dónde había estado y ella me informó que no me incumbía, pero que si lo tenía que saber, ella había estado en otra excursión de compras”. “Interesante”, dijo Kil en murmullo. “¿Qué fue eso”? “Nada”. Kil le extendió la mano a Kyra mientras se puso de pie. “Ven. “Ven. Yo necesito irme para encargarme de un recado”. Kyra le frunció el ceño a su cuñado, pero de todas formas se puso en pie. “Tú no vas a ceder para nada, ¿no”? Él movió su cabeza con lentitud. Sus labios se contornaron en una sonrisa abierta. “No”.

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Kil decidió que no le gustó la mirada amenazante que brillaba de repente de los ojos de Kyra. “¿Qué”? preguntó él con recelo. “Nada”. Ella dio media vuelta y, aún con sus piernas abiertas en el piso, se agachó lentamente para recoger su qi’ ka que se había quitado, exponiéndole todo a él. Kyra se sintió un poco justificada cuando ella oyó a Kil inhalar. Ella batió sus párpados y le extendió su qi’ ka a él. “Ten cuidado”, anunció ella en con un poco de dulzura mientras ella pasaba sus manos sobre sus senos atiborrados, “están muy sensibles esta mañana”. “Por supuesto”, dijo Kil, su mirada se estrechó. “Sensible”.

***** Kil encontró a sus hermanos en el campo de entrenamiento. Mientras Zor seguía mirando, sus manos se pusieron en cada cadera, Dak y Rem instruían a los guerreros en combate de cuerpo a cuerpo, una estrategia usada sólo cuando el combate de telequinesia se hacía inefectivo debido a heridas a la cabeza o roturas en las condiciones atmosféricas en el ambiente de batalla. Era un día perfecto para instrucción defensiva sin armas, mientras el oro que brillaba del aire de Tryston estaba muy ligero. Por la pasada noche fort ellos habían plagado brillo denso, lo que lo hacía más difícil ver su mano aún cuando se tenía ante su propia cara. Hoy el sol occidental tenía un despliegue claro, rojo-dorado, y rayos puros de luz. Bestias gulch volaban encima de la cabeza, saliendo de los pantanos para encontrar sus presas dentro de los hoyos. Kil sonrió con la satisfacción de un guerrero. Era un día hecho para las artes. Kil inclinó su cabeza al llegar a su lado cuando se paseaba hacia donde estaba Zor en pie. “Yo quisiera hablar contigo si pudiera, hermano. Y en lo que respecta eso, con Dak y Rem también”. Y entonces él enfatizó, “en privado”. Zor lo estudió con curiosidad, pero cedió con un gruño. Él rugió para que los guerreros tomaran un receso mientras formaba una copa con sus manos sobre su boca, entonces ordenó a Dak y a Rem a que fueran a su lado. Cuando todo el linaje de Q’an Tal estaba presente, Zor le asintió con la cabeza a Kil. “Ahora, ¿de qué es lo que deseas hablarnos”? “Es Jera”. Kil inhaló profundo mientras tres pares de cejas se alzaron en especulación con esperanza de que lo que estaba a punto de decir no fuera en el extremo de paranoia. Él no era un hombre en quién confiar con facilidad, en fin, así que sospecho de otros era natural para uno como él. Él dio una mirada hacia Rem mientras él cruzaba sus brazos sobre su pecho. “¿Sabías que Jera ha dejado el palacio unas veces en las varias semanas pasadas”? Los ojos de Rem se abrieron. “No. No es posible. Ella ha estado vigilada”.

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Kil dio un suspiro. Sin ser uno para andar con rodeos con el tema, él fue directamente al grano. “¿Es posible que ella esté follando a su guardia”? Rem gruñó. Él confesó la verdad mientras sonreía con sarcasmo. “Cualquier cosa es posible cuando se habla de mi amada nee’ ka”. “¿De qué se trata, Kil”? Zor consideró a su hermano con mente abierta. “¿Porqué piensas que Jera ha venido e ido del palacio a su voluntad”? “Kyra”. Kil sonrió en forma abierta cuando Zor alzó sus cejas. “Tu nee’ ka habilidosa vino a mis recámaras esta mañana en busca de recoger mi ayuda. Era su esperanza que yo te disuadiera en tu postura firme, que dejaras a Geris y ella salir del palacio por un hechizo”. “¿Me imagino que le dijiste que no”? Rugió Zor. Él movió su cabeza y dio un suspiro. “Por las arenas, la pequeña mujer no es sino una prueba constante. Para siempre me plaga”. “Tú no conoces una prueba”, dijo Dak en murmullo, “hasta que hayas desagradado a mi nee’ ka. Sólo el ceño fruncido de la mujer casi podría convertirte los miembros de hombre en piedra, y ni consideremos los chillidos que acompañan esos malditos fruncidos de ceño”. Rem se rió entre dientes, un hoyuelo mucho como el de Dak que le salía. “Sus temperamentos son peores que cuando ella estaba poniendo”. “Sí”. Gruñó Dak. “La noche fort después de que Jana pusiera no fue más que una pesadilla malvada. Ni si quiera pude montármela para callarla”. Zor no pudo detener la sonrisa abierta reacia que se esparció en su rostro. “No te sientas mal, hermano. Kyra me hace mucho de lo mismo a mí. Ella sólo lo hace en una forma diferente”. “¿Qué hace”? Preguntó Rem. Él estaba un poquito celoso de las relaciones que sus hermanos mayores tenían con sus Compañeras Sagradas, pero no tanto como para que no pudiera disfrutar estas bromas. “Si ella está fuera de sí especialmente, ella hace justo el contrario que Geris”. Resopló Zor de incredulidad, como si aún las memorias lo agitaran con profundidad. “Mi nee’ ka rehúsa hablarme, o si quiera reconocer mi presencia si yo entro a la cámara mientras ella está en él”. Él rechinó sus dientes y empuño el puño. “Una vez cuando ella me preguntó si yo pensaba que ella se veía gorda y le dije que me gusta que mi mujer sea carnosa, ella rehusó aparear por la salida de dos lunas, con declaración de que yo era gilipollas- lo que en las arenas sea eso”. Los hombres Q’an Tal se veían horrorizados. “¿Ella te negó tu derecho como esposo de unirse con su compañera”? preguntó Dak sin creer. “Sí”. Zor movió su cabeza, y parecía cada pulgada de él el mártir de la familia. “Les digo que fue tortura”. Kil resopló mientras movía su cabeza. “Fue tortura para mí también. Tú frecuentaste mis recámaras mucho como hiciste la vez que ella te prohibió después del

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calmar”. Él entornó sus ojos. “Yo podría vivir sin coger canal esas salidas de la luna si no me hubieras pedido que sintiera tu frente para ver si te morías de fiebre palúdica cada pocos minutos”. “Era posible”, insistió Zor, su espina rígida con defensiva. “Yo veía manchas ante mis ojos y oía voces de guerreros caídos que me susurraban de mi muerte”. Kil movía su mano con irritación de la memoria mientras gruñó. “Nos hemos alejado mucho del grano”. Dak se rascó la frente. Su sonrisa era disgustada. “Una vez más, ¿cuál era el grano? Se me olvidó de lo que hablábamos”. “Jera”. Después de que sus tres hermanos murmullaran sus “ohs, Kil movió una mano hacia Zor. “Por lo menos, cuando tu nee’ ka vino a hablar conmigo y yo le dije no, que yo no ayudaría”-él ignoró el gruño de aprobación de Zor- “ella se quejó de que no era justo que Jera pudiera ir de compras mientras ella y Geris estaban confinadas al palacio”. “¿De compras”? entonó Rem. “¿Qué es esto de compras”? Kil repitió palabra por palabra todo lo que Kyra había dicho, entonces les dio una mirada a sus hermanos en forma de interrogatorio. “¿Creen que soy paranoico, o es mucha casualidad que en ambas veces que Jera desapareció, insurrectos de Tron fueron vistos cerca del mercado, y se citaban con una mujer de alta alcurnia nada más”? Zor pasó una mano por su mandíbula. Él arqueó su nuca hacia atrás y miró distraído el cielo dorado. Él volvió su mirada a Kil mientras daba un suspiro. “No, no creo que estés paranoico”. “Ni yo”, dijo Rem en murmullo. Él se dio cuenta de las miradas penosas que sus hermanos le tiraban a él y frunció el ceño. “No” dijo él, “sientan pena por mi destino. Está hecho”. “Yo la quiero vigilada por guerreros de confianza en todo momento”, dijo Zor en un tono de conspiración bajo. “La próxima vez que Jera piense salir, deja que se vaya, pero haz que sea seguida”. Kil asintió con la cabeza en forma lenta con remordimiento. Él no deseaba que nada de eso fuera carga para Rem cargar. “Está hecho”.

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Capítulo 30 Kyra no podía dejar de pensar en su hermana. Cada vez que ella miraba el rostro de Zora o Zara- quienes eran la pintura de su hermana salvo el color de sus ojos y el color de su tez dorada- y cada vez que ella hablaba el nombre de su hija Kara en voz alta, recuerdos de la mujer por quien fue nombrada pesaba mucho en su mente hasta que era todo de lo que podía pensar. Después de una noche sen de ver su nee’ ka sufrir de ánimos deprimidos, Zor ya no podía soportar verla con dolor. Él insistió en que ella visitara a Ari, quien, como Jefa Sacerdotisa, era la consejera espiritual del trono. Kyra acordó de inmediato. No sólo ver a Ari significaba pasar tiempo con una amiga sabia, pero también significaba salir del palacio, o por lo menos así lo pensaba ella. Zor había tomado mucho placer en anunciarle a su nee’ ka que había una barrera encantada por la que ella podía cruzar- ahí mismo en los apartamentos reales- que cuando ya cruzado, la tiraba afuera dentro de la duna donde la sacerdotisa y sus esclavos masculinos vivían. En lugar de reaccionar en forma mala al anuncio de Zor, Kyra estaba eufórica. Tal vez no salía directamente del palacio durante su visita con Ari, pero en verdad, ella tampoco había visto una barrera mística antes y por ende, no aguantaba las ganas de salir. Zor, quien estaba muy acostumbrado a las pruebas de magia, había pensado que su emoción era ingenua, pero había decidido en contra de comentar sobre ello. Él en forma sencilla se consideraba afortunado, aliviado de que su nee’ ka y él no tendrían otra discusión de la vida de restricción que los insurrectos la obligaban a tener. Él ya se sentía bastante mal por su confinamiento, sin éxito como sus cazadores habían sido hasta ahora en detener a Ty y sus tontos. Así que aquí estaba Kyra, su corazón palpitaba con golpes de anticipación, mientras ella se preparaba para quitarle el seguro a la puerta dentro de las cámaras del palacio real de las que ella nunca se había dado cuenta. A diferencia de la mayoría de las puertas de cristal de joyas dentro del palacio, que se abrían y cerraban como las que se ven en la tierra- aunque aquí había bastantes guerreros para invocarlas a que se abrieran y se cerraran para ti- la puerta que llevaba a la barrera encantada era como las de abordo el vehículo de gastroluz, que se abrían y cerraban en forma automática cuando sentían la llegada y salida del calor corporal. Kyra alzó su palma al escáner de reconocimiento y esperó con ojos muy abiertos mientras las puertas con seguro hicieron un sonido de clic y se abrieron. Un momento después, la puerta de censores se deslizó y abrió amplia, y pedían su entrada al otro lado.

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Kyra dio pasos lentos hacia adentro, atolondrada de anticipación. Ella se sentía como si estuviera en un misterio de Nancy Drew donde ella misma era la estrella con el papel más importante. El cuarto estaba oscuro, un poquito frío, mucho como la temperatura en el corazón de una cueva. Nada que las escaleras de cristal de oro que brillaba que conducían a otro piso abajo, Kyra fue en forma sigilosa hacia él, dándose cuenta que éste tenía que ser el camino ya que ella no podía ver otra forma de salir de la cámara. Mientras ella iba hacia abajo en las escaleras de caracol que se enrollaban, los sonidos de una mujer que gemía se podía oír como si en la distancia. Kyra lo siguió curiosa, y si era honesta, un poquito excitada por él. Abajo en la escalera estaba un círculo dorado fosforescente donde se debía estar el piso, pero nada más. Era como si la escalera de caracol y el círculo que brillaba estaba a su final estuviera ubicado en una aspiradora donde nada más existiera. Kyra temblaba, sus pezones sobresalían hacia fuera, mientras ella pasaba sus manos hacia arriba y abajo por sus brazos para prevenir los escalofríos. La escena ante ella cambió de sentirse como un misterio de Nancy Drew a verse como un episodio de The Twilight Zone [un programa televisivo de ciencia-ficción de la década de los sesentas donde sucedían cosas extrañas, mas eran más extrañas de lo que se parecían al principio]. Con miedo ridículo de que un vampiro o una persona macabra y morbosa o algo como eso le estuviera a punto de salir, Kyra apresuró sus pasos y se dirigió a la orbe de oro que estaba en espera. Con recelo, ella primero puso un pie con sandalia y entonces el otro en la gran estructura plana con forma de disco. Otra puerta apareció. Construida de cristal rojo pulsante, la puerta estaba incrustada con alhajas trystonni alrededor de su marco. Los dientes de Kyra se hundieron en su labio mientras con lentitud lo giraba cuando estiró el brazo para alcanzar la estructura como diamante que sólo podría ser un pomo, entonces tiró su mano para atrás cuando la puerta comenzó a abrirse de su propia voluntad. La puerta se abrió. Los gemidos se hacían más fuertes. Ella pasó por el umbral y siguió los sonidos. Kyra recobró el aliento de la abundancia de lo que era, de hecho, el mismo reino de Ari. Todo dentro del mismo, desde el cielo raso al piso y a las paredes era hecho de arena dorada. Con una excepción, ella en silencio enmendó, después de llegar a la bifurca dentro de la duna donde uno tenía que decidir cuál camino se tomaría. Todos los caminos estaban pavimentados con trelli de oro, salvo uno pavimentado de arena roja que brillaba. Por instinto, Kyra supo que este camino era el camino que la llevaría a la Jefa Sacerdotisa de Tryston. Kyra sonrió en forma abierta. Ella había pasado de sentirse como si estuviera en una novela de Nancy Drew, a temer que ella había entrado en The Twilight Zone Ahora 187

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ella seguía el camino de ladrillo amarillo- o arena roja- que conducía directamente a la Jefa Sacerdotisa de Oz. Siempre y cuando ningún mono volante obstruyera su camino, ella se imaginó que podría soportar el resto de su aventura. Kyra se paseó por el camino rojo con un paso de precaución, en sobrecogimiento de de sus alrededores pese sí misma. El camino era largo, brillaba, y era angosto. Los sonidos de mujeres a quienes se les daba placer se hacían más fuerte. Cuando ella por fin llegó al final del sendero, Kyra estaba depositada en la boca de la enorme cueva dorada. Con ojos muy abiertos, su mirada tomó cada detalle hasta que al fin se quedó en lo superior. Una escritura Trystonni antigua parecida a las hieroglíficas estaba incrustada con firmeza en el túnel que brillaba. Q’i Liko Aki Jiq- Ella que es nacida de la Diosa. Kyra vaciló en la boca de la duna cuando de repente se sintió indigna de estar en un lugar que tenía un aire omnipotente, con cautela de seguir adelante. Ella tomó un aliento profundo y lo exhaló Ella enderezó su columna y caminó por el umbral de la cueva cuando se dijo que dejara de actuar como una gallina con pechuga inmensa. En el corazón de la duna estaba el paraíso. Las sacerdotisas desnudas estaban regadas en todas partes y se reclinaban en hendiduras dentro de la duna con tejado de almohadas de seda. Esclavos masculinos desnudos lucían físicos perfectos y penes enormes se encargaban de sus quejidos. Algunas sacerdotisas eran alimentadas, a otras se les hacía el amor, y aún a otras, ambas cosas en forma simultánea. La mirada de Kyra fue arrebatada por la hendidura más grande que estaba en el centro de la duna, directamente donde terminaba el pasillo rojo. Ésta hendidura era alzada sobre las otras por una formación de arena trelli, y con claridad declaraba que la sacerdotisa dentro de ella era exaltada más que las demás. Y, por supuesto, lo era, porque dentro de las almohadas coloridas tiradas en la hendidura estaba Ari reclinada, y le daban servicio aún ahora varios esclavos. Lo más que Kyra se acercaba a la escena erótica ante ella, lo más excitada que se ponía. Ari gemía mientras estaba acostada en su espalda. Sus piernas estaban abiertas con amplitud, sus pezones rosados sobresalían en forma seductora hacia arriba con excitación. La boca de un esclavo estaba cerrada sobre un pezón, atascada alrededor de ella y tiraba de ella. Otra boca descendía en el otro pezón de Ari y se pegaba a la protuberancia y mamaba. Deseo surgía por el cuerpo de Kyra, se hacía más y más agudo mientras la escena se desarrollaba. El coño de Ari era tan rosado como sus pezones, hinchado e inflamado de necesidad. Dos lenguas serpenteaban alrededor de sus labios finos mientras una tercer lengua capiroteaba su clítoris. Los ojos de la Jefa Sacerdotisa estaban cerrados en su pasión y una mirada de felicidad carnal pura grababan sus facciones. 188

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Por una bruma de deseo, se le ocurrió a Kyra que Ella Que Es Nacida de La Diosa era el arte erótico en carne. Los pasos de Kyra eran leves y metódicos mientras continuaba a caminar hacia donde estaba Ari acostada. Las subidas y las caídas rítmicas de los senos de la Jefa Sacerdotisa bajo bocas que mamaban señalaron que su clímax se acercaba. Su espalda arqueada y su cabeza caían en los senos masivos que le servían de almohada de una Kefa hermosa dorada que era evidente que era de arena trelli encantada, en lugar de las arenas coloridas que se encontraban en las tierras fronterizas. Las manos tiernas de la Kefa le daban masaje en las sienes de Ari, que refrescaban a la Jefa Sacerdotisa aún mientras se acercaba a venirse. Los gemidos de Ari se hacían más fuertes, su respiración más cortada. Ella abrió sus piernas más amplias, y le daba a sus esclavos masculinos tanto acceso a sus genitales como era posible. Los esclavos seguían mamando de cada parte íntima de su cuerpo. Bocas estaban atascadas en sus pezones que tiraban más fuerte ahora que el clímax de Ari que se avecinaba en el horizonte. Lenguas serpenteaban más rápido en los labios de su coño brilloso. El que poseía la lengua que atendía a su clítoris metió el capullo inflamado en su boca y lo mamó con vigor. Ari gimió más fuerte, su cabeza azotaba los senos de la Kefa. La Kefa la calmó y viró su rostro perfecto hacia un pezón sobresaliente dorado. La boca de la Jefa Sacerdotisa se atascó a él y mamó de él. Las convulsiones orgásmicas comenzaron un momento después. Su cuerpo temblaba con violencia, temblaba de su alivio mientras ella gemía en los senos en los senos dorados de la Kefa. Siempre voyeur, los ojos de Kyra lo observaban todo, estaba hechizada y excitada. “Ven, Kyra. Quítate tu qi’ ka y acuéstate conmigo”. La cabeza de Kyra se puso en forma instantánea en atención. Ella no se había dado cuenta que la Jefa Sacerdotisa sabía de su llegada, pero una vez más, Ari parecía saberlo todo. Kyra quitó su qi’ ka negra como se le instruyó que hiciera, y permitió que cayera en los escalones dorados que conducían a la guarida de Ari. La Jefa Sacerdotisa sonrió con serenidad mientras sus esclavos masculinos y Kefa continuaban dándole un masaje por todo. “Acuéstate en las almohadas a mi lado y permite que mis esclavos se ocupen de tu necesidad”. Kyra negó con su cabeza. Ella no se podía imaginar que a Zor no le importara que manos de hombre frotaran y la acariciaran en forma íntima. Era verdad que ambos llevaban Kefas al baño, pero no eran gente verdadera. Estos esclavos masculinos eran bastante verdaderos, sus teces eran las de carne y hombres de sangre. Ari sonrió en forma abierta, sus hoyuelos resaltaban. Ellos son encantados como las Kefas, mi Alta Reina”. Cuando los ojos de Kyra se abrieron en forma de pregunta, la Jefa Sacerdotisa completamente sonrió, sus dientes brillaban contra su piel bronceada. “Mis hombres son de las arenas”. “¿Entonces cómo es que se ven así…” 189

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“¿Verdaderos”? Ari explicó sin vergüenza cuando Kyra movió la cabeza. “El hechizo de su encanto es más poderoso; les da el aspecto puro de guerreros trystonni. Me fascina el aspecto de los guerreros”. Ella se encogió de hombros distraída. “Yo tengo los poderes de esclavizar a los verdaderos- los jóvenes por lo menos- si decidiera hacerlo, mas no creo en atar el espíritu de un humanoide. Aún poseer sirvientes obligados va contra mis creencias”. Una arruga de descontento apareció en la frente de Kyra. “¡Yo estoy de acuerdo contigo de todo corazón”! Ella se alzó sobre un codo cuando se sentó en las almohadas y se viró para encontrar la mirada de Ari. “Yo he tratado de decirle a mi esposo mil veces que a mí no me gusta tener mujeres atadas a nosotros, pero llega a oídos sordos. Él ya ni habla del tema conmigo”, confesó ella. Ari se rió en forma tonta en voz baja. “De alguna forma, esto no me sorprende”. Kyra dio un suspiro. “Sí, bueno, eso no quiere decir que yo no seguiré tratandoohhhh”. Ella respiró hacia adentro y cerró sus ojos en breve mientras cuatro esclavos masculinos aparecieron en forma virtual de la nada y comenzaron a darle un masaje en todas partes. “Está bien”, dijo en murmullo la Jefa Sacerdotisa. “Toma placer y podemos hablar con libertad después”. Pero Kyra casi no la oyó. Ella ya había caído en su espalda, sus muslos se abrían, y aceptaban las caricias íntimas que los esclavos le daban. Las manos grandes de guerreros le daban masaje en cada seno lleno hasta el límite, cogían y dejaban caer sus pezones. Ella gimió con delirio y excitación. Con ojos vidriosos, Kyra miró al rostro del esclavo masculino que le daba un masaje. Sus ojos eran la única parte suya que delataba el hecho de que él era encantado. Aunque era fabricado con cuidado de azul celeste, los ojos del esclavo estaban tan sin vida como los de una muñeca- igual que una Kefa. Como si saber le otorgara permiso de lascivia, Kyra cerró sus ojos y permitió los sentimientos eróticos que la sobrecogieran, ahora que ella estaba segura que vida no moraba dentro de los cuerpos de los guerreros. Arena. No eran sino arena encantada. Sííí. Kyra alzó sus brazos sobre su cabeza y los apoyó en las almohadas de seda atrás de ella. Manos la acariciaban en todas partes. Sus senos. Sus muslos. Su barriga. Sus labios vaginales. Hasta los dedos de sus pies. Ella gemía de necesidad y deseo mientras una llama líquida que se amontonaba y dormía en su barriga se encendió en vida. Kyra inhaló su respiración y la contuvo mientras abría sus piernas, y dedos masculinos se retiraban y lenguas tomaron su lugar. Mojadas, duras, lenguas insistentes serpenteaban por todas partes dentro de los labios de su coño. La boca de un esclavo se atascada en su clítoris hinchado y sacaba gemidos de ella con su juego íntimo. En un gruñido, la espalda de Kyra se arqueó y sus piernas se abrieron increíblemente más amplias, y le daba a las criaturas guapas sin vida acceso completo al centro de su necesidad. Una lengua femenina se enrolló alrededor de uno de sus 190

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pezones sobresalientes, y tiraban de ella. Ella no tuvo que abrir sus ojos para saber que era la hermosa y provocativa Ari que mamaba en su pezón, y cuidaba de la base de su erecta punta hasta la punta hinchada. Una y otra vez. Otra y otra vez. Los gemidos de Kyra se hacían más fuertes. Ella necesitaba tener su clímax, pero no quería el sentimiento erótico y urgente de estar en una receta erótica hasta el final. Después de unos deliciosos momentos robados más, su cuerpo tomó la decisión y golpeó con ferocidad hacia el clímax. El grito de liberación de Kyra sonó por la cavernosa guarida, mientras cada célula de su cuerpo hormigueaba con éxtasis. Sangre caliente corría a su rostro y sus pezones salían en forma tentadora hacia arriba. Todo su cuerpo se sentía vivo. Mientras la intensidad con que se venía se reducía y la refrescante calma lánguida se apoderaba de su cuerpo, Kyra suspiró encantada, entonces se viró otra vez para estar de frente a Ari. La Jefa Sacerdotisa estaba acostada de lado frente a ella, sonreía en forma abierta sin vergüenza, su cuerpo mantenido arriba por un codo. Kyra le respondió con una sonrisa abierta. Con un gemido de fatiga, ella se giró sobre su estómago y situó sus senos bajo sí en tal forma que hacía reclinarse posible. “Mmm”. Ella sonrió en forma lenta, sus ojos medio cerrados mientras los esclavos comenzaban a deslizar sus manos sobre su espalda y langas. “Eso está rico”. “Yo lo sé”. Ari hizo lo mismo; se desplomó en su barriga y permitió a sus hombres encantados que le administraran. “¿De qué deseabas hablarme”? “¿Jmm”? Kyra contornó su ceja, sin poder recordarlo por un momento. El toque que no era sexual se sentía bien, el elixir perfecto después de su clímax. Por estos pocos minutos preciosos, se le habían olvidado todas sus preocupaciones y penas, pero finalmente se acordó. “Es mi hermana. Kara”. Kyra movió su cabeza un poquito y dio un suspiro. En breve describió los eventos que cercanos a la desaparición de su hermana a la Jefa Sacerdotisa, ella entonces le dijo la pregunta más prominente en su mente. “Es no saber que me mata, Ari. ¿Fue Kara asesinada? ¿O está viva y bien? ¿La volveré a ver alguna vez”? Sus ojos se humedecieron al pensarlo. “Yo la extraño tanto”, dijo con voz ahogada en llanto. Ari alcanzó y con ternura frotó su mano hacia arriba y abajo a lo largo del brazo de Kyra. “Ella no está muerta”, dijo ella callada. “¿Qué? ¿De verdad”? La cabeza de Kyra se levantó de golpe. Sus ojos tenían esperanza, su sonrisa melancólica. “¿La volveré a ver”? Lo ojos de Ari se cerraron, ocultándose en breve mientras ella tomaba un aliento profundo. Yo quisiera poder decirte eso que tú anhelas oír, mi hermosa Alta Reina, mas yo simplemente no sé con seguridad. Yo la veo tomada por un vórtice de tiempo, muy parecido como fuiste tú. ¿Pero está ella en esta dimensión u otra”? Ella dio un suspiro. “Yo simplemente no sé”. La Jefa Sacerdotisa cerró sus ojos completamente mientras ella daba vuelta en su espalda, y se puso más cerca de Kyra. Ari puso sus manos atrás de ella mientras le 191

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mecía la nuca, que servía para empujar sus pezones hacia arriba. Kyra parecía no poder resistir pasar una de sus manos sobre los senos regordetes, su dedo hacía un camino sobre la punta del pezón. Kyra arrebató su mano como si hubiera sido quemada el momento que se puso al corriente de lo que ella acababa de hacer. Ella había tocado a otra mujer. En privado. En forma íntima. Con deseo. Horrorizada, sus cachetes se ruborizaron. “No hay de qué estar avergonzada”, dijo Ari en murmullo cuando tomó a Kyra por la mano y con cuidado la puso otra vez sobre su seno. “No tengas vergüenza”, susurró ella. Kyra se mordió el labio. Ella vaciló por un momento, entonces tomó su tiempo en sentir, explorar, saber lo que era aguantar el seno deseable de una mujer en su mano y sentir que el pezón se aprieta bajo su toque. El capullo rosado sobresalió hacia arriba, empujando la palma de su mano. La mujer a quien le pertenecía exhaló en forma temblorosa y lo disfrutó. Kyra bajó su boca al pezón de Ari con lentitud, en forma tentativa, y enrolló su lengua alrededor de él. Ella se lo metió e inhaló a sorbos mientras mamaba y lo lamía, excitada por los gemidos de la Jefa Sacerdotisa. “Eres tan hermosa”, dijo Ari en murmullo. “Tan hermosa…” Ella en verdad nunca lo había pensado así, pero la Jefa Sacerdotisa la hacía sentir así. Ella sabía que ella podía parar, pero había una cosa más que ella quería experimentar antes de hacerlo. “Ni la mitad de lo hermosa que eres tú”, susurró Kyra mientras su boca se desatascó del pezón de Ari. Su cabeza se alzó y ella le sonrió, sus miradas chocaron mientras ella con lentitud bajó su boca hacia la mística. Sus labios se encontraron en un beso suave. Kyra puso su mano como en una copa en los senos de Ari y pasó su palma sobre el pezón erecto mientras ella golpeaba con su lengua entre los labios de la Jefa Sacerdotisa. Ari gimió en su boca, su mano pasaba sobre la barriga de Kyra, y encontraba su camino hacia abajo a su coño excitado. Ella jugó con su clítoris, lo frotaba en círculos hasta que Kyra gruñó y se venía. Kyra arrebató sus labios, con jadeos fuertes, pensamientos de enterrar su rostro entre las pernas de Ari y sobrecogerla. Por instinto se dio cuenta que ella no estaba lista para una lección en indulgencias carnales todavía, ella decidió detenerlo ahora en lugar de excitar a esta mujer más, una mujer quien ella llamaba amiga. Ella inclinó su rostro y le dio un beso suave en la punta del pezón de Ari. “Lo siento”, dijo ella en murmullo suave, alzando su rostro de los senos de Ari. “Lo siento tanto”. Ari sonrió, sus ojos brumosos de deseo. Sus párpados estaban pesados, cansados. El sentimiento de manos masculinas vagar sobre su espalda y piernas, nuca y nalgas tenía un efecto agradable. Con lentitud, sin pensar, ella bajó su rostro a los senos de Ari y cayó en un sueño ahíto profundo.

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Capítulo 31 Kyra despertó al sentimiento de su cuerpo en clímax. Desorientada y respiraba con severidad, le tomó unos momentos para darse cuenta dónde estaba y lo que sucedía. Ella todavía estaba acostada en su barriga, las almohadas hacían que sus senos cupieran con comodidad bajo ella. Ella estaba muy excitada, pero Ari y sus esclavos no estaban al alcance de su vista. Kyra estaba a punto de levantarse a sus rodillas, cuando una polla larga, gruesa se deslizó en su coño desde atrás. Ella inhaló su aliento y lo exhaló en un gemido. “Mmm. Me hiciste falta”, susurró ella en forma provocativa. “¿Sí”? Zor se metió en ella en forma lenta, tomando su tiempo para deslizarse dentro y fuera de su canal mojado. “Mmmm”. Él giró sus caderas mientras rozaba fuerte dentro de la carne de su nee’ ka desde atrás. Cuando Kyra gruñó con apreciación, él la premió con golpes más fuertes, mientras la alcanzaba arriba y alrededor a la vez para frotar sus dos pezones entre sus dedos. Sus gemidos se hacían más fuertes. Los golpes de Zor se hicieron más rápidos. “Yo pude sentir tu excitación durante el entrenamiento”, dijo Zor, su respiración se dificultaba. Kyra giró sus caderas, golpeando hacia atrás para encontrar sus zambullidas. Él gruñó. “Sí, pani-dame ese canal lujurioso. Así mismo, mis corazones”. “Oh- sí. Oh dios- Zor”. “¿Los esclavos de Ari te trajeron a tu gozo de mujer”? Él golpeó con más fuerza dentro de ella, más rápido. Ella gimió más fuerte mientras golpeaba hacia atrás con deseos. “Contéstame”, gruñó él. “Nunca pienses en mentirme”. “Sí”, admitió Kyra, su preocupación atravesaba su bruma de deseo un poco, “lo hicieron”. Zor enterró sus caderas hasta que ella gimió otra vez, preocupación olvidada. “¿Y te gustó”? demandó él. “¿Te hicieron ellos sentir como te sientes ahora, nee’ ka”? “Sí- no”. Kyra cerró sus ojos y gimió fuerte mientras un clímax delicioso rompía por su barriga. “¡Sí”! clamó ella mientras le daba, “Me gustó… pero no, nunca fue como así, nunca podría ser como esto”. Los golpes de Zor se hacían rápidos y despiadado, primitivo y que marcaba. “¿A quién le perteneces”? preguntó él con arrogancia, su mandíbula rígida de retener su liberación. “¿A quién le permites que folle este canal apretado”? “Tú. Oh dios- sólo a ti”.

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“Buena respuesta”. Él tiró en forma posesiva de los pezones de Kyra, con golpes dentro de ella desde atrás hasta que su coño comenzó a temblar alrededor de su miembro viril. Él permitió que ella se beneficiara de su liberación como recompensa por venirse. “Para ti, pani”, gruñó él. Kyra gimió y se quejó, se contorsionaba de dolor de placer mientras que sus clímax deliciosos incesantes golpeaban implacables por todo su cuerpo. La semilla de su esposo era adictiva, las veces que se vino con violencia que le provocaba aturdimiento mental por su intensidad. Ella sabía que ella había hablado la verdad cuando ella le dijo que ningún otro hombre jamás la podría sentir de esta manera. Unos minutos después, mientras Kyra estaba acostada en el área doblada de los brazos de Zor, una línea arrugó la ceja de Kyra. Ella buscó en su mirada, la verdad cuando se levantó para analizar su rostro. Los ojos fosforescentes de su esposo estaban un poco oscuros con… ¿Tristeza? ¿Lastimado? ¿Traicionado? “¿Zor”? Él tomó un aliento profundo. “Sí, nee’ ka”? “¿Tú no estás enojado conmigo, o sí”? Ella pasó una mano sobre su mandíbula, los ojos de Kyra se llenaron de pesar. “Yo juro que jamás hubiera dejado que esos hombres encantados me tocaran si hubiera pensado que te hubiera lastimado a t”“¿Encantados”? Zor tomó a Kyra por el mentón, con cuidado de no lastimarla al hacerlo. Él buscó en los ojos de ella. Con esperanza. Con rezos a la diosa. “¿Ellos no eran de carne”? preguntó él con voz ronca. “N-No”. Kyra frunció el ceño por tristeza. Ella le dio un golpazo a su esposo en el pecho. “¿Tú pensaste que yo dejé a un hombre de carne verdadera tocarme”? ella chilló. “Yo creo que conozco la diferencia entre un banquete de consumación en el que tú estás presente y todo lo demás”. Ella jadeó un aliento de aire. “¡Cómo puedes”! Zor estaba demasiado tranquilizado por las palabras de su nee’ ka para estar preocupado con su lengua arpía. Él forzó su cabeza otra vez abajo en su pecho y la abrazó apretada contra sí. “Ah, pani- perdóname. Yo estaba sobrecogido con celos y pena”. “Oh Zor”, farfulló ella, su rostro apretado contra su pecho, “Yo- carraspeó con pompa- Deja que me levante”. “¿Eh? Ah, sí”. “Gracias”. Kyra miró fijamente en sus ojos mientras buscaba respuestas que ella no encontraba. “¿Me hiciste el amor pensando que yo había permitido a un hombre que me tocara”. Ella movió su cabeza con lentitud, sin entender. “¿Porqué”? preguntó ella en voz baja. Zor inhaló profundo. Él cerró sus ojos en breve y dio un suspiro mientras enrollaba una mecha de su cabello de color de uva de fuego alrededor de su dedo índice. “Yo no podría soportar perderte, mis corazones, pese lo que había sucedido en este lugar. Yo necesitaba saber que todavía eras mía, que ningún otro había estado dentro de tu

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canal”. Él puso un beso sobre la cabeza de su esposa. “Yo no puedo soportar perderte”, repitió él con voz ronca. “Oh Zor”. Kyra analizó sus rasgos mientras ella frotaba su mano en forma calmante por el pecho de Zor. Él tenía la mirada de un hombre que ella una vez conoció en la tierra quien había pensado que había perdido a su familia en un tornado violento, y entonces estaba demasiado sobrecogido de alivio como para hablar cuando se dio cuenta que no los había perdido. “Yo necesito tu confianza”, dijo ella con voz suave. “Yo te amo y necesito tu confianza. ¿La puedo tener”? Ella se inclinó hacia abajo y besó el hoyuelo en su mentón. “¿Por favor”? dijo ella en murmullo. Zor estuvo callado por un momento extenso, mientras frotaba los hombros de Kyra y ponía besos amorosos sobre la cabeza de Kyra. “Yo confío en ti más que alguna vez confié en otro”, admitió él con voz atenuado, “por favor dame tiempo, mi amada nee’ ka, para hacer esa confianza perfecta”. Kyra sonrió un poquito. “¿Lo procurarás”? “Sí”, confesó él, sus emociones genuinas. Ella sonrió otra vez. “Eso es todo lo que puedo pedir”.

***** Dos meses después, Zor, Kyra, y sus tres empolladuras se pasearon por el atrio principal por un poquito de aire fresco. Zora y Zara tomaron a su padre de ambas manos y lo guiaron al árbol pizi. “Wuk papá”. Zora apuntó con entusiasmo hacia los arbustos de hojas azules. Sus ojos fosforescentes azules se encendieron. “Wike mani”. Zor se rió en voz alta. “Sí, mis corazones. Es como Zora y como tú también. Él se agachó y cogió una fruta de uva de fuego del árbol pizi, entonces se la extendió a su primogénita, la mayor por cinco minutos nuba. “Zara y tú tienen cabello de color de uva de fuego también. ¿No es cierto, Zara”? Zara miró a su padre y sonrió en forma abierta como gamine. Mientras Zora era más sensible de las gemelas, la que era contemplativa y la que reflexionaba, Zara era el contrario, de corazón sensible y cándido. “¡Zawa cómetelo”! Sus dedos gorditos arrebataron la fruta de la mano de su papá. Siempre pensativa de su gemela, ella rompió la pelota jugosa en lo que podría pasar como mitades, y le dio a Zora un pedazo del mismo. Zor se rió en forma tonta en voz baja mientras frotaba a Zara en la cabeza. “No te importa cómo parece el color, sencillamente a lo que sabe, ¿sí”? Antes que Zara pudiera contestar, él oyó a Kara chillar atrás de ellos. Cuando se viró, Zor sonrió en forma abierta por la mirada exasperada en el rostro de su nee’ ka. Kara era la traviesa real y se había estado metiendo en problemas desde que primero aprendió a gatear casi en la noche fort de edad. Ahora, a las diez semanas desde su empolladura, el pequeño demonio comenzaba a caminar.

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Desafortunadamente, esto sólo le daba más oportunidades para meterse en problemas con mani. “No toques eso, cariño”, censuró Kyra. “Tiene frondas afiladas”. Zor entornó sus ojos. “Por las arenas, como si la bebé sabe lo que es una fronda”. Él se puso en pie y caminó hacia donde estaba Kara de pie. Ella ahora cogía todo lo que estuviera a la distancia de agarrar. “Ven a ver papá, mis corazones”. Kara extendió sus brazos y chilló. Su sonrisa abierta de dos dientes le daba un significado nuevo a la palabra intratable. Zor se rió en forma tonta mientras movía la cabeza. “un pequeño terror”. Kyra se paseó a los lados de Zora y Zara. Ella cogió cinco uvas de fuego más del árbol pizi y les entregó dos a ambas. “¿Puede mani tener un bocado”? Ella se rió cuando ambas negaron con la cabeza. “Papá coge”. Zora miró a su padre mientras lo instruía a coger una fruta de uvas de fuego para sus mani. Ella se había acostumbrado a ser una Alta Princesa hasta hacerlo parecer un arte. Zor inclinó su cabeza con solemnidad. “Por supuesto, Su Majestad”. Él cogió tres frutas mientras le guiñaba con un ojo a Kyra y le entregaba una a ella y se quedó con dos para Kara y para sí mismo. “¿Crees que Kara extrañe a Kana mucho”? preguntó él con voz seria. “Mi sobrina la acompañaba en sus caminatas”. Desde que los insurrectos de Tron se habían ido y desaparecido de Trek Mi Q’an, Dak, Geris, y Jana habían regresado a Ti Q’won hacía unas semanas. Rem y Kil permanecieron en Sand City, vacilantes en irse hasta que ellos estuvieran seguros que la amenaza terminara de verdad. Aunque con un poquito más de libertad dentro de los perímetros del palacio, a Kyra todavía no se le permitía irse por más que una expedición de compras, y peor aún, Zor rehusaba explicar porqué- la manzana de la discordia entre ellos. “Yo sé que Kara extraña a Jana”, contestó Kyra pensativa. “Pero Jana no caminó con nosotros durante toda la semana pasada de su estadía”. “¿Oh”? Zor alzó una ceja. “¿Porqué no? ¿Dónde estaba ella”? “en problema”, dijo Kyra alrededor de llenarse la boca con uvas de color de fuego. Ella se lo tragó, entonces sonrió en forma abierta. “Jana tiró la jaqueca más grande de temperamento en este lado de Trek Mi Q’an, así que Dak la encerró a su suite”. “Ah”. Zor entendió de inmediato. Ya le era evidente a todos mientras Zora y Zara eran gemelas por nacimiento, Kara y Jana eran gemelas por amor mutuo a hacer travesuras. Ésas dos por siempre mantendrían a los hombres de Q’an Tal en alerta. Zara haló la mano de Zor, en efecto arrebatando su atención. “¿Sí, mis corazones”? “Ma’ papá”. Sus ojos azules fosforescentes se encendieron cuando él le entregó otra fruta. “Zowa ahora”. Zor le entregó a Zora otra uva de color de fuego. “Ahora ustedes tienen dos y no más. Les quitará el apetito en la comida del medio día”.

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Kyra analizó el horizonte, sus ojos dieron un vistazo con ojos medio cerrados como si ella tratara de enfocar en un suceso particular. El brillo en el aire estaba un poquito denso esta mañana, brindando visibilidad menos que perfecta. Sin embargo, con el tiempo, le dio el reconocimiento. Ella le dio un puñetazo en el lado a Zor al que no estaba Kara atada. “Ahí va Jera otra vez. Lo juro, no es justo que ella puede salir mientras yo y tus hijas estamos trancadas”“¿Qué”? “Eh, Jera”. La mirada de Kyra se fue a donde estaba su esposo. “Se va. ¿Porqué gritas”? “Aguántate, Kara”. “¿Eh? ¡Zor!” Kyra puso a Kara en su cadera aún mientras le fruncía el ceño a la espalda de su esposo que se retiraba” “¡Yo explicaré luego, mis corazones”! El rugido de Zor se fue por encima de su hombro, mientras él corría a gran velocidad hacia el gran pasillo a toda velocidad. “Más te vale”, dijo Kyra en murmullo. Ella respiró profundo y despidió el comportamiento extraño de su esposo de su mente mientras movía su cabeza. “Bueno cariños, ¿a dónde debemos caminar hoy”?

***** Cam, recién promovido al rango de Comandante, volvió con el resto de sus partes de caza esa salida de la luna. Él había estado ausente por poco más de ocho semanas, en busca en Trek Mi Q’an por señas de los insurrectos. Ellos nada encontraron. Su promoción le había ganado un suite completamente propio en el lado del sur, él ya no compartía cuartos con Gio y Mik, aunque estaban sólo al lado. Cam extrañaba vivir con sus amigos a veces, pero por la mayor parte, él pensó igual de la nueva situación. Él estaba cansado, hambriento, con temperamento osco, y habiendo estado fuera de Mara y sus dos Kefas por tanto, él también estaba en especial, lujurioso. Fue con gran placer y mucho agradecimiento que él encontró a Mara que lo esperaba en su recámara, desnuda y con las piernas abiertas. Cam rechinó sus dientes mientras él golpeaba en su coño mojado. Él cerró sus ojos y saboreó el sentimiento de su carne pulsante que se envolvía en su vara. Él cogió un seno regordete en ambas manos mientras él tomó lo que necesitaba mientras se mecía hacia delante y atrás dentro de Mara. “Mmm- amo. Cómo he extrañado el sentimiento de ti dentro de mí”. “¿Sí”? preguntó él con voz áspera. “¿Has pasado tus días pensando en nuevas formas de traerme placer”? “Sí”. Mara envolvió sus piernas alrededor de la cintura de Cam, mientras cogía la mayor sensación de la montada que le dio. “¿Te gustaría que yo busque a Muta y a Frig para que se nos unan en los cueros de vesha”?

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“Sí”, dijo Cam mientras golpeaba más rápido. “Después que yo me venga, puedes traer mis bellezas a mí”. Cinco horas después, Cam se quedó dormido en los senos grandes de Frig. Muta siguió mamando de él, dormido o no. Sus labios azules brillantes se movían hacia arriba y abajo a lo largo de su vara, que aún mientras dormía permanecía media dura. Mara se retiró a su propia recámara dentro de la suite mientras se sentía muy harta, pero un poco aprensiva del futuro. Ella había seducido al guapo guerrero dorado con un propósito, atándose a él porque ella había pensado que él sería más fácil de controlar que el omnipotente Alto Rey, quien ella nunca había ejercido ningún poder porque él había tenido a tantas otras para encargarse de él y sus placeres como para tomar una compañera. Porque ella creía que él era manejable, le había jurado nueve años Yessat de servicio a Cam. En fin, no había vida más fácil que serle una sirvienta obligada a un guerrero lujurioso, dándole el tiempo libre que ella no tenía cuando se le obligaba a trabajar como oficio antes de que ella fuera capturada por el Alto Rey en guerra. Su madre la había llamado perezosa, pero a Mara no le importaba. Ella era la más contenta cuando estaba libre para hacer como ella ejercía, sin contestarle a alguno. A su modo de pensar, ser obligada a un guerrero le daba todos los placeres sensuales de una nee’ ka sin ninguna de las responsabilidades asociadas con tal estatus. No tener hijos o administrar una casa, ninguna función política o deberes de hospedar. Sólo follar. Follar y libertad. Mara se desplomó en la cama con un gruñido. Ella estaba dolorida entre sus muslos, habiendo traído al amo a placer muchas veces esta salida de la luna. Ella cerró sus ojos cuando suspiró. Si todo estaba según el plan, Cam debía estar más atado a ella en las emociones a ella a estas alturas, siendo Mara la única humanoide a cuyo canal él tenía acceso constante. Era necesario tener vínculos a fin de retener poder. Mara preocupaba su labio mientras estaba acostada en la oscuridad y volvía a pensar qué había hecho ella. Ella se empezaba a preocupar de que lo que decían los chismes era verdad… sólo un Compañero Sagrado podía tener esperanzas alguna vez de que un guerrero hiciera según sus antojos.

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Capítulo 32 Una semana después, Cam despertó mientras montaba un canal lujurioso hacia arriba y hacia abajo a lo largo de su vara. Era un canal del que no se había aprovechado en la salida de dos lunas, pues favorecía la boca de Muta más. Mara parecía especialmente lasciva este día. Ella lo montaba duro. Él premió a su sirvienta atada por su apetito al frotar su clítoris mientras ella continuaba rozándolo fuerte, lo que la mandaba a una serie de clímax que casi lo ordeñaban de su fuerza de vida. Casi. Pero no. Le tomó montar mucho, pero al fin Cam pudo chorrear su semilla profundo dentro del canal de Mara. Él le dio palmadas en las nalgas por sus esfuerzos, entonces se levantó para lucir su vestimenta de guerrero. Cam dio un suspiro mientras miraba el espejo holográfico en su cámara de baño. Él entendió ahora porqué los guerreros compraban tantas sirvientas obligadas como finanzas permitidas antes de encontrar y reclamar a sus Compañeras Sagradas. Él se aburría de Mara. ¿Y había pensado él quedarse con ella por nueve años Yessat? Por las arenas, ¡cuán ingenuo había sido! Sin lugar a duda, él no haría que Mara cumpliera ese juramento. Una Kefa siempre podía obtener la atención de un guerrero, pero no una sirvienta obligada. Era probable porque las Kefas sólo se llamaban a los cueros de vesha una vez cada mucho tiempo, mientras que la obligación primaria de una sirvienta obligada era hacerse siempre disponible para revolcarse. En la mayor parte, las Kefas se mantenían relegadas a los baños, salvo que un guerrero no pudiera comprar sus propias sirvientas obligadas, o como Muta, la Kefa en cuestión tenía un talento particular que la mayoría de las sirvientas humanoides no poseían. Cam casi detestaba los destinos que impedían a un guerrero de poder abrigar algún sentimiento hacia las mujeres con que estaban sexuales en lo íntimo, salvo que las Compañeras Sagradas. Quizá los sentimientos podrían hacer una revuelca más lujuriosa. Le iba a costar a Cam una fortuna si él deseaba comprar otra sirvienta obligada para aliviar su aburrimiento. Pero al volverlo a pensar, no había duda de que no se involucraran sus sentimientos. La diosa en toda su sabiduría omnipotente era probable que lo había declarado así, que una nee’ ka jamás tendría que competir con una rival. Cam salió de su suite y se paseó hacia los apartamentos reales, regalos para la Alta Reina y sus empolladas en sus brazos. Él había querido traer los regalos cuando

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primero regresado de cazar, pero por haber sido promovido a Comandante hace poco, él había estado muy ocupado en entrenamiento con su escuadrón para tener el tiempo. Cuando Su Merced abrió las puertas y le dio una sonrisa radiante, Cam supo que esperar su Compañera Sagrada valdría la pena. Él todavía podía recordar claramente la mirada de puro éxtasis sin adulteración que le había pasado por el rostro del Alto Rey después de llenar a la Alta Reina con su fuerza de vida durante el banquete de consumación pasado. Y esto de un hombre con tanta falta de entusiasmado, un guerrero que tenía más de trescientas Kefas y trescientas sirvientas obligadas más. “¡Cam”! le dio Kyra la bienvenida con entusiasmo, sin haberlo visto en más de dos meses. “¿Cómo estás? ¿Qué es eso que tienes”? “Son regalos que te traje y a la Alta Princesa”. Cam le sonrió en forma abierta a la pequeña Alta Reina que hoy se veía radiante con una qi’ ka rojiza. “¡Qué considerado! ¡No tenías que haber hecho eso”! Kyra movió una mano hacia el interior de los apartamentos reales. “Entra”. “Gracias”. Cam siguió a Kyra por el corredor que conducía a una sala de juegos, una cámara en que ella sin duda ahora pasaba mucho tiempo, ahora que tenía tres panis de que atender. “Todavía me hace falta conocer a tu empollada más joven, creo que es Kara”. “Sí”. Kyra dio una mirada irónica por sobre su hombro. “Zor tiene dos apodos para ella, ‘el demonio’ y ‘pequeño terror’. Ella se rió en forma tonta. “¿Te da eso alguna pista a cuánto me exhaustada me hace ella”? Cam se rió con buenos ánimos. “Sí”. Él movió su cabeza mientras él seguía Kyra. “Espero le guste mi regalo a la pequeña Kara. Yo estoy un poquito temeroso de desagradarla ahora”. Kyra se rió en forma tonta. “Estoy segura que le gustará”. Como resultó ser, Cam no tenía esa preocupación particular que lo preocupara, porque Kara se durmió rápido, aparentaba dormida en sus recámaras. Así que por los siguientes quince minutos, él dio sus regalos y disfrutó el sentimiento que le dio ver tantas sonrisas. A Zora y Zara les hacía muchísima ilusión los juegos holográficos que él les había comprado para ellas en Myrak, un planeta entre Tryston y Galis dentro del espacio aéreo Trek Mi Q’an. Él también les había adquirido tres kazis nuevas a cada una, una kazi que era una falda colorida pero conservativa y corpiño que las niñas portaban hasta que les crecieran a los dieciocho años Yessat y se les daban mazi. Una mazi tenía el corpiño transparente de una qi’ ka, pero la falda protectora de kazi. Las Qi’ kas les estaban prohibidas hasta que las niñas tuvieran edad de poder ser reclamadas a los veinte y cinco años Yessat. Kyra estaba igual de de ilusionadísima con sus regalos. Para ella, Cam había traído dos brazaletes enjoyados de Tron, tanto como una cesta llena con caramelos dulces variados que un talentoso confeccionador en Galis había preparado.

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“Estos son maravillosos”, dijo Kyra en murmullo con una boca llena de migi. Sus ojos se entornaron en su cabeza de felicidad. “Simplemente maravillosos”. “¿Qué es esto? ¿Nada para mí”? Zor le sonrió en forma abierta a Cam mientras él se paseaba en la sala de juegos y extendió sus manos para que sus empolladas corrieran a ellas. Zora y Zara tomaron gran deleite en enseñarle a su papá todo lo que Cam les había comprado. “Son kazis hermosas por cierto, mis corazones. Quizá Zara y tú las deben guardar para las celebraciones en las fases de la luna”. “Oh”, farfulló Kyra con la boca llena de caramelo, “Se me ovidó eso”. “Sí”. Cam asintió con la cabeza. “Faltan sólo tres meses, Su Merced. Entonces los cielos se convertirán en noche y todas las siete lunas serán visibles desde Sand City por cuatro días trystonni enteros”. Zor le dio una palmada a Cam en la espalda mientras cambiaba el tema. “Felicidades por tu promoción, Comandante. Si sigues mostrando que eres un cazador merecedor y líder, es mi esperanza hacerte un alto señor o quizá hasta un rey menor algún día”. Cam se puso en pie en forma torpe. “Es mi esperanza también”, confesó él en voz baja. “Bueno”, dijo Zor en un suspiro, “Yo necesito llegar al campo de entrenamiento. ¿Nee’ ka, ¿dónde está Kara? ¿No tiene ella besos para mí esta mañana”? Kyra se puso en pie tragó el resto de su migi. “Leha dijo que ella se despertó temprano y no pudo quedarse dormida otra vez, así que ella ya está en su sueñeci-eh espera”. Ella sonrió en forma abierta. “Aquí viene el demonio ahora”. Cam echó una mirada distraída hacia las puertas donde Leha sin corpiño entraba en la cámara con la más joven del linaje de Q’ana Tal, y así de rápido apartó la mirada. Él tuvo una reacción tardía. Él inhaló y sostuvo su respiración. Los ojos de Cam se ampliaron mientras él miraba a la Alta Reina recoger a la pequeña Kara y mecerla junto a su pecho. Él no lo podía creer. Él sencillamente estaba atónito. Cam estaba de pie ahí por lo que le parecieron horas, pero era probable que no fuera más de varios segundos, debatía con sí mismo de qué debía hacer. Y por fin, sin poder resistir la tentación de saber lo que el futuro le tenía, él buscó en la figura chiquita de Kara hasta que él ubicó una pulsera enjoyada que colgaba de su muñeca. Él cerró sus ojos en breve, y entonces los abrió. Él fijó toda su atención, todos sus poderes en invocar la pulsera pequeña. Cam oyó a la Alta Reina reírse mientras ella besaba a Kara que se reía en forma tonta. Él oyó a Zara que entusiasmaba a Leha de sus nuevos tesoros. Él lo oyó todo, mas le parecía un millón de millas de lejos. Como si fuera en cámara lenta, cada fibra de su sér, cada célula de su cuerpo estaba fijado en la muñeca gordita de la pequeña Alta

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Princesa. Él sudaba. Su respiración era cortada. Su garganta se sentía insoportablemente seca. Él envió sus invocaciones. La pulsera respondió al desatarse y caer al piso. Cam cerró sus ojos e inhaló en forma profunda. Por las santas arenas, era verdad. Cómo, él no sabía. Pero era verdad. En veinte y cinco años Yessat, la muchacha niña sería una mujer grande, y le pertenecería a él. “Por la diosa”, dijo Zor en murmullo. La mirada de Cam se fue al Alto Rey, el único otro que se encontraba en la cámara quien era aparente que ahora sabía. Los orificios de su nariz temblaban, él gobernó su temperamento y lo consideró. “Yo sé que soy de nacimiento común”, dijo él en voz baja y privada, “mas ni un Alto Rey tiene el derecho de negarle a un guerrero su verdadera compañera”. Cuando Zor nada dijo, sólo continuó buscando sus rasgos, Cam inclinó su cabeza. “No es mi fin ser insolente, Su Majestad, mas yo la reclamaré como es mi derecho por la santa ley en veinte y cinco años Yessat”. Zor no habló por un momento prolongado y suspendido que le pareció a Cam durar una eternidad. Pero al fin, el Alto Rey dijo en murmullo en voz baja, “entonces pasarás los siguientes veinte y cinco años en convertirte un cazador quien es elite aún entre los elites. No me importa lo que diga la ley, porque yo no le entregaré mi niña sino a un rey menor”. Su mirada fue donde Kara y entonces otra vez a Cam. “¿Queda claro”? Cam inclinó su cabeza en forma lenta. “Sí, Señor”, dijo él en murmullo. Zor asintió con la cabeza mientras tomaba un aliento profundo. Él no había pensado enfrentarse con esta situación por muchas, muchas salidas de la luna por venir. Por más que no estaba listo para admitirlo, él sí admiraba al guerrero más joven. Muy pocos llegaban al rango de Comandante del todo y serlo con tan pocos años no era hazaña pequeña. Cam se mostraría merecedor. De esto estaba seguro. “Es mejor que esté de camino, Comandante”. Zor miró con detenimiento a Cam a los ojos. “Yo le otorgo permiso para darle a Kara sus regalos si escoge hacerlo, pero de este día en adelante tus reuniones serán limitadas”. Cam no había esperado menos. Kara sería guardada de él hasta con más vigilancia durante los años en que saliera y reclamarla. “Sí, Señor”. Cam se paseó a donde estaba la Alta Reina y sus panis estaban de pie mientras tomaba un aliento profundo. Él le sonrió a Kyra. “¿Pudiera yo aguantarla por un momento”? dijo él en murmullo con respeto. Las cejas de Kyra se dispararon. “¡Por supuesto”! ella le sonrió en forma abierta a su hija mientras se la daba a le entregaba su hija más joven al guerrero. “Kara, sé buena. Este es Cam”. Cam miró detenidamente el rostro de la nenita, y estudiaba sus rasgos. Ella tendría cabello cuales noches más oscuras y ojos del azul fosforescente asociado con el linaje

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sanguíneo Q’an Tal. Era un azul raro, pálido y hermoso, como si pudiera ver a través de uno y ver dentro del alma. “Hola Kara”. Él sonrió. “¿Quizá te gustarían unas kazis también”? Las manitos rellenitas de Kara agarraron ambos lados del rostro de Cam. Ella le dio una sonrisa abierta con dos dientes que causó que él se riera en forma tonta. Entonces ella hizo algo que hizo que él se preguntara del sentido de humor de la diosa. La pequeña Kara lo pateó en su saco de hombre.

***** Zor, Kil y Rem no se hablaron ni una palabra mientras estudiaban la matanza alrededor de ellos. Mujeres, niños, artesanos, maestros, abuelas, abuelos… todos muertos. El sector entero desaparecido, acabados, completamente aniquilados, sus restos aún se incineraban en la tierra. Ty. El nombre del líder rebelde grabado en sangre, grabado en el pecho de uno de los altos señores, quien por su parecer, había sido torturado por horas por largas horas antes de sucumbir a la muerte piadosa. Ty. El nombre estaba garabateado con sangre en el pecho poco sobresaliente de una niña joven quien había sido violada con brutalidad antes que la muerte le llegara. Ty. El nombre estaba grabado en sangre por las nalgas de un niño varón quien había sido sodomizado con repetición, entonces dejado a morir de sus lesiones. Ty. Una memoria holográfica de él había sido dejada atrás. El hombre sádico sonrió con veneno mientras la memoria reproducía una y otra vez, el líder de los insurrectos cruzaba sus brazos sobre su pecho y se reía. “Es la Emperatriz que ahora busco… Es la Emperatriz que ahora busco… Es la Emperatriz que ahora busco…” Kil oyó el orgullo grabado de Ty de alguna parte en el fondo de su mente, pero no le prestó atención. Su misma atención estaba enfocada en la niña joven que estaba acostada, violada y asesinada a sus pies, su kazi desmenuzada en pedazos. Tan joven. Ella era tan joven. Y si ella hubiera sobrevivido más de doce años, quizá hubiera sido una belleza con guerreros que tropezaran sobre sus pies para hacer la voluntad de la muchacha. Kil inhaló en forma profunda, la vista de su cuerpo pequeño roto le recordaba otro cuerpo pequeño sobre el cual él se había parado hacía años pasados, como este- sin poder devolverle la vida otra vez a ella. Donde su madre pequeña, Jana, por lo menos había conocido muchos años preciosos de matrimonio y dar a luz antes de encontrar el fallecimiento horripilante, esta niña joven no se le había dado tanto premio.

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Kil se agachó a sus rodillas sobre el cuerpo de la niña. Él puso su mano sobre el rostro de la niña con cuidado y con reverencia, le cerró los ojos mientras se aguantaba las lágrimas. “Es la Emperatriz a quien ahora busco… Es la Emperatriz a quien ahora busco…” Cam recogió el comunicador que los rebeldes dejaron atrás y lo desactivó. La memoria holográfica de Ty se desvaneció en forma instantánea mientras despertaba un silencio espeluznante. Mientras caminaba en forma estoica a donde estaba el Alto Rey en pie, él dio un suspiro profundo y le entregó el comunicador desactivado a él. “Yo reconozco esta pieza, Señor”. Zor tomó el instrumento del agarre de Cam y estudió sus características. “¿Qué dice”? dijo él en murmullo. No parecía respetuoso de ninguno de sus coloniales, gente que había dependido de él por su protección- gente a quien él le falló- hablar en cualquier otra forma salvo una voz callada. Cualquier otra cosa le hubiera sonado como un rugido en un camposanto. “Ellos estaban tan seguros de sí mismo esta vez, tan ansiosos por dejar atrás la memoria de Ty, que ellos hicieron un pequeño, pero significante error táctico”. A la ceja alzada del Emperador, Cam se apuró para explicar. “Este comunicador es de Morak, ciertamente”. Zor podía oír a Kil que se atiesaba atrás de él. Él sintió el acercamiento de su hermano antes de oírlo hablar. “Déjame ver eso, Comandante”. Zor le entregó el aparato a su hermano. “Yo lo tengo”, dijo él en voz baja, “no Cam”. Kil investigó al comunicador por todos los ángulos, lo viraba hacia aquí y hacia allá, le inspeccionaba cada hendidura y mella. Al fin, él cerró sus ojos y dio un suspiro. Los orificios de su nariz temblaban, sus manos agarraban el comunicador hasta que sus nudillos se pusieron blancos. “Todo el tiempo”, dijo él, “estos ladrones asesinos han estado escondidos dentro de los confines de Morak, mi propia colonia”. Rem, quien se encontró con su hermano cuando primero Cam había dado las nuevas, puso una mano con cuidado en el hombro de Kil. Si no fuera por el baño de sangre que los rodeaba, la prueba de que la malignidad de Ty no conocía límites, él casi podía sentirse mal por el traidor. Cam tenía razón… el líder rebelde había cometido un grave error táctico. Rem entendió tan pronto los demás se reunieron, que guardarse en Morak, la luna roja dominante, era el error más peligroso que el acecino podía hacer. No había mejor cazador vivo que Kil, ni guerrero que detestara a Ty más. Y ahora, el líder rebelde había insultado al rey de Morak con su osadía. “Nosotros lo tomaremos”, dijo Rem en forma callada. “Él será nuestro antes de la siguiente salida de la luna”. Kil desbarató el comunicador con su puño, un acto de fuerza que causó que las cejas de todos los que fueron testigos que se levantaran de golpe de incredulidad. “Él será mío”, gruñó Kil mientras daba pisotones hacia su vehículo, “todo mío”.

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Zor miró la retirada de Kil con un sentido de destino inminente En verdad, el loco Ty había acababa de sellar su destino. Él inclinó su cabeza mientras se viraba hacia Rem. “Llama a Dak. Yo tendré a Geris y Jana dentro del Palacio de las Dunas sin más tardar”. Rem asintió con la cabeza, entonces se viró para hacer como se le había ordenado. Zor estaba en pie callado en un lugar por un momento alargado antes de girar hacia Cam y darle una palmada en la espalda. “Bien hecho”. Él estudió su rostro. “Sigue así”. En la siguiente salida de la luna, el escondite de los insurrectos en Morak había sido completamente aniquilado. Kil mismo se había asegurado de eso, tal como lo había jurado. Por mala fortuna, Ty, el siempre escurridizo había logrado escaparse una vez más. Pero no importa. Ellos se encontrarían otra vez. De esto Kil estaba seguro. El destino tenía una manera de salir bien, y el destino de Ty, se recordaba Kil con una satisfacción y sonrisa abierta, era morir en sus manos, como Jana la Emperatriz en las del líder rebelde.

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Capítulo 33 Mientras portaba una vestimenta de cuero de su esposo que ella había hurtado del armario real y usado- mucho- para acomodarlo a su tamaño más pequeño, Kyra caminaba en puntillas alrededor del área de aterrizaje del vehículo, y se cercioraba de que si algún guerrero vigilante merodeaba cerca. Ella tuvo cuidado en tener todas sus emociones bajo rienda al hacerlo, y se aseguraba que ninguno de ellos se vertiera y fuera en puntillas a Zor a sus planes bien planeados. No había moros en la costa. Tal como ella lo sabía que estaría a esta hora del día. Sííí. Kyra encendió su comunicador y le hizo una señal a Geris. Cuando la imagen holográfica de Geris apareció, ella estaba contenta por darse cuenta que Geris también pudo atracar el armario. No sólo eso, sino que también había tomado el tiempo de embadurnar pintura de camuflaje negro bajo sus ojos como Kyra lo había hecho. Porqué habían pensado hacer esto, ninguna sabía. El maquillaje simplemente parecía combinar bien con el papel de escapadas de la prisión. “No hay moros en la costa”, susurró Kyra. “¿Cómo están las cosas por el área de aterrizaje”? “Yo lo acabo de poner a funcionar”, le contestó Geris en un susurro. “Estoy en camino al área de aterrizaje mientras hablamos”. “Afirmativo”. Kyra asintió, su expresión seria. Ella se sintió cada pulgada una operativa que se preparaba para burlar al enemigo con una maniobra táctica genial. Su emoción era evidente. Ellas hasta habían hecho seudónimos por qué llamarse. Esto era simplemente era demasiado en onda “Cambio y fuera, Rambo”. “Cambio y fuera, muchacha- ¡digo! Comando”. Kyra desactivó el comunicador. Era hora. Ella sintió una mano en su hombro. Maldito sea. Se prepara para ocurrírsele una excusa verosímil por su vestimenta y por ser pillada cuando se movía sigilosamente en el área de aterrizaje, Kyra giró y terminó chocandoválgale- con nadie más, sino su mejor amiga. Geris trató de estabilizarla, pero la vuelta brusca de Kyra causó que ambos pares de senos colosales rebotaran el uno del otro, y enviara a las mujeres a volar al suelo con un golpe brusco sordo. “Jamás pasaremos como guerreros”, dijo Geris en murmullo mientras ella y Kyra se ayudaban la una a la otra a sus pies. Kyra le señaló a Geris con su mano a que la siguiera atrás mientras iban sigilosamente alas gradas del área de aterrizaje de cristal para apearse a la carreta Q’ana Tal flotante. “Tú no sabes eso con seguridad”.

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“¡Tenemos tetonas”! susurró ella en forma áspera. Geris esperó hasta que ella estaba acomodada al lado de Kyra en el asiento delantero del vehículo antes de estrechar sus labios y un fruncido de ceño. “Y en comparación con los verdaderos guerreros, nosotros somos notablemente chiquitas”. “Quizá la gente sólo pensarán que tenemos deficiencias de crecimiento o algo, como Gary Coleman de Different Strokes [programa estadounidense donde Gary Coleman, un hombre del tamaño de un niño que es un protagonista], o aquel niño Webster”. Ella movió una mano en forma distraída. “Siempre y cuando nos parezcamos a ellos en la distancia, estaremos bien, Ger”. Kyra puso su palma en el escáner de reconocimiento, que incitó a la carreta a que se sacudiera hacia arriba del área de despliegue y transcendiera la escotilla. Ella aplaudió sus manos juntas y sonrió en forma abierta con regocijo. “¡Aquí vamos”! A Geris se le olvidaron las reservaciones por el suficiente tiempo como para perderse en la emoción del momento. Tal y como Zor le había hecho a Kyra, Dak no le había permitido salir de los confines del palacio en que ella estaba escondida tampoco. Semana tras semana de confinamiento sin final a la vista le molestaba. “¡Lo hicimos”! Ella brincó hacia arriba y abajo en su asiento y se rió. “¡En verdad lo hicimos”! “¡Lo sé”! Geris se rió por unos momentos de triunfo más antes de que la realidad le llegara un poco. Ella se mordió el labio y lo mordisqueó. Por dos días Dak la había castigado de su placer de mujer por desobedecerlo la semana pasada que seguían frescos en su mente. De repente, ella estaba un poco aprensiva. “¿Estás segura que no nos van a coger, muchacha”? Kyra no le hizo caso a la preocupación de su mejor amiga, resopló, y movió una mano en el aire. “Yo he estado mirando el horario de la pista de despliegue por un mes entero. Créeme, siempre y cuando nosotras regresemos en exactamente cinco horas, nadie se va a enterar”. Ella se encogió de hombros. “Nosotras nos metemos otra vez y aterrizamos mientras los patrulleros cambian de turno, nos ponemos nuestras qi’ kas, nos quitamos el maquillaje de nuestros rostros y nos paseamos al entrar otra vez”. “¿Y tendremos cinco minutos enteros para aterrizar el vehículo”? “Ajá. Sin duda”. Geris lo pensó por un momento. Después de una pausa prolongada, ella asintió con la cabeza sucintamente y sonrió en forma abierta. “Entonces Pika’s Place, ¡ahí vamos”!

***** El guerrero guardián entró en la cámara de planear de artes de guerra de cristal negro y se acercó a la mesa alzada de adentro con pasos pesados. Él le iba a tener que confesar al Alto Rey que él había permitido que la Alta Reina escapara del palacio otra vez. Además, la Alta Reina de Ti Q’won había ido con ella, lo que no lo pondría en gracia con el Rey Dak tampoco.

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Alrededor de la meza alzada estaban sentado el Alto Rey, sus tres hermanos y cinco comandantes de caza. Ellos bebían matpow juntos y hablaban de sus planes de capturar al líder rebelde Ty. “Yo creo que Jera nos llevará directamente a él”, declaró Rem, sus rasgos lúgubres. “Es sólo cuestión de tiempo”. “Sí”, acordó Kil, “la perra nefaria no podrá estar aparte de los cueros de vesha de su amante por mucho tiempo”. El guerrero guardián estaba a punto de hacer que su presencia fuera notada, cuando el Comandante Cam K’al Ra vino a toda velocidad a la cámara de planear, y alertó a sus superiores y compañeros del paradero de Jera. “¡Ella se ha ido otra vez”! rugió él mientras se acercaba a la meza alzada. “Uno de los cazadores de mi escuadrón la ha seguido a Kogar, un área de terreno silvestre en las afueras de Sand City donde no hay más que bestias gulch y otros predadores surtidos”. “En casa al fin”, dijo Rem en murmullo. “¿Está ella sola”? rugió Zor mientras se alzaba para ponerse en pie. “No”. Sonrió Cam en forma abierta. “Ella está acompañada por un insurrecto que tiene la descripción de Ty”. Kil dio un golpazo con su puño en la meza. “Por la diosa, ya era hora”. “Sí”. Dak se puso en pie y amarró su zykif en la correa de cuero alrededor de su cintura. “Vamos”. “Su Majestad, yo quisiera hablar con usted”. El guerrero guardián esperó hasta que él tuviera toda la atención de la cámara antes de apretar su nerviosismo y confesar la verdad. Él se viró a Zor y asintió en forma lúgubre. “Es la Alta Reina”, dijo él en forma callada, “ella y la Reina Geris han huido”.

***** “Yo seguramente la voy a matar. Con el lujo de su vehículo de alta velocidad, Zor y sus hermanos miraron la memoria holográfica de la fuga taimada de Kyra y Geris del Palacio de las Dunas. Parecía que su nee’ ka astuta no había considerado la posibilidad de holo-cámaras deambulantes cuando hizo su trama necia para irse de los perímetros del palacio sin que él se enterara de ello. “El culo de la joven va a portar la marca de mi mano por casi un año Yessat”, dijo él. “Como la de Geris”. Dak apretó y soltó su puño, los nudillos de su mano blancos como la muerte. “¡Por amor a las arenas, yo me preguntaba qué le había pasado a mis cueros”! “¿Porqué lucen esas rayas extrañas bajo sus ojos”? Kil preguntó con curiosidad, un poco asombrado por la fuga de sus cuñadas. “Yo no tengo idea”, dijo Zor, su mirada ardía. “Quizá es una costumbre primitiva de la primera dimensión. Quizá todas las jóvenes que piensan burlar a sus Compañeros Sagrados portan esas líneas extrañas”.

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“No es posible que ellas piensen que alguien les crea que son guerreros”, entonó Rem. Él movió su cabeza, atónito de la audacia de las mujeres. “Ambas están atiborradas de jugo dulce”. “¡Ambas están atiborradas de idiotez”! Rugió Zor. Él dio un tirón por el aire. “Es Aparente que Kyra necesita ser puesta a empollar otra vez. Es el único tiempo que ella no piensa en enloquecerme, cuando ella acaba de poner un saco pani y demasiada cansada como para hacer travesuras”. “Geris puso a mi hijo hace sólo una noche sen”, dijo Dak en murmullo. “Es aparente que poner no funciona con mi nee’ ka”. “¿Dónde vamos”? gritó Rem desde el asiento trasero al lado de Kil. “¿Dónde crees que fueron”? Kil le dio una palmada en la espalda de Rem. Sus labios se contornaron en media sonrisa. “Pika’s”. “¿Pika’s”? “Sí”. Zor cambió el comunicador de canal, por ende cambiando la memoria grabada y abrió una frecuencia sin uso. “Ellas se fueron hace más de dos horas Yessat”, anunció él. “Si ellas han regresado al vehículo de Kyra ya, será mi placer darles el susto de sus vidas”. Kil alzó una ceja. “Kyra no sabe que tú puedes encender el comunicador dentro de su vehículo”? “Kyra ni sabe que hay un comunicador dentro del vehículo”. Kil y Rem se miraron y sonrieron en forma abierta. “Entonces, ¡Cómo no! Hazle señal”, le animó Kil, mientras trataba de mantener la risa fuera de su tono de voz. “Mira si sus nee’ kas están en el vehículo de Q’ana Tal”.

***** Kyra le entregó a su mejor amiga una mooka encendida mientras se reía a carcajadas de un chiste que Geris le acababa de contar, entonces tomó otro trago de la botella de matpow de brillo de la luna. Death y Glok les habían asegurado a ambas que su jugo dulce no sería afectado por la bebida, pues no tomaba más que “una orinada”, como lo dijo en forma tan linda Death, para sacar los contenidos del sistema. Brillo de la luna. Te tiene que encantar. Un poquito achispada después de haber salido del Palacio de Pika, las mujeres pasaban el mejor momento de sus vidas, flotaban sin rumbo en las afueras de Sand City mientras bebían su brillo de la luna y fumaban sus mookas. “¡Oh Ger”! Kyra sonrió en forma abierta mientras pasaba le devolvía la botella a ella. “¡Eso es comiquísimo”!

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“Lo sé. Ése tipo, Hod fue un encanto”. Geris movió su cabeza, y sonrió en forma perpleja. “Y a propósito, ¿cuántas horas nos quedan”? “Un poquito más de dos y media”. Kyra aceptó la botella de brillo de la luna otra vez de Geris y resopló de incredulidad. “No que esté preocupada. Yo he estado pensando de ello y he decidido que no me importa lo que diga mi esposo”. “A mí tampoco”. Geris tomó una chupada del mooka, entonces frunció el ceño de tristeza. “Es hora de que yo dé órdenes. Esta muchacha hace lo que diablos quiera”. Ella siguió el pronunciamiento con una serie de chasquidos y un giro de su cuello. “¡Ayyyyy”! La mano de Geris se disparó a su corazón mientras que la imagen con el ceño fruncido, furiosa, de Dak enfurecida aparecía ante sus ojos borrachines. “Yo entiendo lo que tú dices”, dijo maravillada, ajena del chillido de aviso de su mejor amiga. Ella estaba demasiado borrachina para darse cuenta que era importante. “Zor sólo va a tener que aceptar el hecho de que lo que yo digo es ley”. Ella carraspeó con pompa. “Yo creo que eso- ¡coñooooo”! Los ojos de Kyra se salían de órbita en forma notable mientras ella miraba en forma fija a la proyección holográfica ante ella. Se mandíbula se abrió y cayó. Zor estaba encabronado. Ambas mujeres se miraron, entonces a sus esposos, entonces otra vez a ellas mismas mientras se apuntaban. “¡Fue su idea”! aullaron en forma simultánea. “¡Kyra”! rugió Zor. “Le darás vuelta al vehículo de inmediato y regresarás para esperar mi regreso”. “Tú tienes las mismas instrucciones”, le dijo Dak a Geris, el tic letal en su cachete. Él continuó ese anuncio con una serie de chasquidos y giros de cuello en imitación. “Ahora”. Kyra le dio una mirada a las imágenes de Kil y Rem quienes ella miraba claramente sentados tras Zor y Dak. Ambos guerreros tenían las manos sobre sus bocas, y se reían atrás de ellos. Zor, sé razonable. Yo-ay dios mío”! “¿Kyra”? gritó Zor, preocupación se sobre puso a su enojo por el momento. “Pani, ¿qué es? ¿Qué ha pasado”? Cuando él oyó un golpazo y vio a las mujeres gritar, él rugió, “¡Kyra! ¿Qué sucede”? Kyra se volvió a virar hacia la imagen holográfica de su esposo. Sus ojos azulplateados estaban muy abiertos de miedo. “¡Ayúdanos! ¡Nos disparan”! “¡Ay dios mío”! gritó Geris. “Nuestro vehículo cae”.

***** El ritmo cardíaco de todos los hermanos Q’an Tal se aceleró en forma rápida cuando se cayó la frecuencia. Kil, Rem y Dak de inmediato se quitaron sus zykifs, preparándose para devolver el disparo cuando el vehículo Q’ana Tal y sus perseguidores estuvieran a vista.

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Zor aceleró el vehículo de alta velocidad al híper-modo, y le disparaban y dejaban un rastro chispa de gastroluz al pasar, él dio sus órdenes en forma callada. “Cada uno de ustedes mire a su lado del vehículo. Díganme cuando encuentren a Kyra y Geris”. Todo estuvo en calma mortal por un minuto-nuba entero hasta que Rem rugió la ubicación de las mujeres. “Rem tiene razón. ¡Ahí están”! Kil apuntó hacia el área de bosque alto hacia donde el vehículo Q’ana Tal descendía rápido. “¡Geris tenía razón! ¡Ellas caían”! “Por amor a la diosa, dijo Dak en murmullo. “No. Dime que ellas no caen en”“Temo que así es”, dijo Zor. “Ellas van a chocar en…” “Kogar”.

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Capítulo 34 “¿Estás bien”? Kyra ayudó a que Geris se pusiera en pie. Ambas tuvieron suerte de estar vivas por lo que podían ver. El vehículo había sido tumbado por lo menos veinte o treinta yardas cuando chocó. “¿Estás lastimada”? “No- estoy bien”. Los ojos de Geris muy abiertos alarmada. “Pero Kyra, ¿dónde estamos”? Este lugar parece una versión trystonni del Parque Jurásico. Kyra tomó a Geris por la mano y se la apretó. Ella hizo un escudriño profundo de los alrededores y no le importó lo que veía. El lugar era espeluznante. Le daba escalofríos. “Muy parecido a el Bosque Embrujado”, dijo ella en murmullo. Árboles altos nudosos tan oscuros porque arpillera los rodeaba hasta donde podía ver el ojo. Arena negra como lodo se batía con lentitud bajo sus pies. Hasta los vientos en este mundo de pesadillas parecían gemir. Las mujeres sabían que todavía era de día en Tryston, pero el terreno de bosque en que estaban perdidas estaba privado de luz. La única razón que ellas podían ver algo era por una savia espeluznante que rezumaba en corteza torcida de los árboles, que echaba una luz opacada azulosa fosforescente en el proceso. El grito de un humano hizo eco a lo largo del bosque. Fue rápido y ahogado por los sonidos de silbidos, un sonido extraño socarrona, y un fuerte crujido. Los gritos cesaron. Geris tapó ambas manos en su boca y dio quejido suave. “¿Porqué cesó”? Geris movió su cabeza, en indicación de que ella no sabía o que no le importaba examinar la razón tras el silencio repentino. Lo más probable era que un poquito o mucho de ambas cosas. Kyra con lentitud dio una mirada hacia arriba mientras tragaba en seco de los nervios. Ella normalizó su respiración y puso una mano sobre su boca antes de que gritara. Con un golpe a Geris en las costillas, ella le dijo con ojos alocados que mirara. Bestias predadores con alas de se avecinaban sobre sus cabezas. Sus cuerpos de reptiles poderosos estaban muy armados con una sustancia azul-negra metálica. Si las criaturas estaban erectas en pie, Kyra no dudaba por un momento que tuvieran más de ocho pies de altas. Uñas con filo como cuchillas de doce pulgadas salían de cada uno de los dígitos de las bestias. Como los seres humanos, poseían dos manos y cincho dedos como proyectiles en cada una. La musculatura de las criaturas era en gruesa y forma omnipotente y ágil.

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Kyra sólo podía agradecer que era aparente que los monstruos no habían captado su olfato… aún. “Ger”, susurró ella, su cuerpo temblaba de miedo. “Necesitamos empezar a caminar, corazón. “¿Estás bien”? “S-Sí”. Sus ojos se movían de un lado a otro sin descansar. “¿Pero por dónde vamos”? Kyra movió su cabeza. “Yo no sé”. Ella tomó un aliento profundo y miró en forma fija a Geris. En medio del bosque negro, era imposible hacer un estimado de a qué lado estaba Sand City y cuál camino los llevaría más adentro en el corazón del infierno. “¿Piedra, papel y tijeras”? dijo ella. “S- Sí”. Geris inclinó su cabeza, asintió con la cabeza en forma distraída. “Bien. Si yo gano”, susurró ella, “nosotras vamos al oeste, si tú ganas, vamos al oriente”. “Bien. ¿La que gane dos de tres”? “Sí”. Unos segundos después, las mujeres se dirigieron al oeste. Ambas dudaban que la dirección importara, ya que no podían encontrar prueba de luz de ningún lado. Si salían de aquí, ambas mujeres se daban cuenta que serían rescatadas o porque les tocó la suerte de ir por el camino que las conduciría a un claro. Media hora después, Kyra y Geris circularon un camino angosto que llevaba a un mechón de árboles negros más densos con torcidos. La savia azul que salía era más densa, iluminaba la sección casi no cruzada de bosque a un grado mayor. Un reflejo de luz roja llamó la atención del ojo de Kyra. Su cabeza se disparó en la dirección que vio el reflejo de color y moción, pero ella ya no podía discernir señas de vida más que de los árboles negros y la savia azul fosforescente. Ella movió su cabeza y continuó cuando tragó fuerte. “Yo siento que siempre hemos estado caminando”, dijo Geris en murmullo, “sólo que no nos estamos acercando a estar fuera de este lugar horrible”. Otro reflejo de rojo pasó en forma fugaz les pasó. Kyra inhaló profundo y apretó la mano de Geris. “¿Viste eso”? susurró ella, con los ojos muy abiertos. “¿Si vi qué? “Ese reflejo de rojo”. Kyra apretó su mano más fuerte. “Yo me siento como si algo nos estuviera mirando”. Ella tomó un aliento para estabilizarse. “Quizá algo que nos está cazando”. “Ay, Cristo santo, por favor no digas eso, muchacha”. Geris quitó su mano de Kyra por el suficiente tiempo para enlazar sus dedos juntos y apretar lo más humanamente posible. Otro reflejo de rojo pasó rápido. “¿Lo viste esa vez”? preguntó Kyra con tensión. Los ojos muy abiertos de terror, su cabeza se tiraba para se disparaba hacia atrás y adelante en intentos inútiles para localizarlo.

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“S-Sí”. Geris esperó que Kyra la mirara antes de que tomara su mirada en la suya y tragara en seco de nerviosa. “¿Y o-oíste ese siseo y la el sonido socarrón que hizo”? Los vientos se aumentaron, y gemían como un hombre viejo que daba su último suspiro de vida antes de sucumbir a la muerte. La mano libre de Kyra se disparó a su corazón. “S-Sí. Y-yo lo oí. Fue justo como antes cuando…” “El grito cesó”, dijo Geris en murmullo, mientras le terminaba el pensamiento por ella. “Tenemos que correr, Ger”. Kyra se sintió surreal, su cuerpo separado en forma extraña de su alma. “Empecemos a correr. Sólo corramos y-ay dios mío”. “Cristo Santo”. Geris agarró la mano de Kyra fuerte aún mientras la otra se disparaba a su boca, y la privaba de gritar. Un cuerpo. Muy destrozado y decapitado, había un cadáver al pie de un árbol negro torcido, y la savia azul absorbía los restos del hombre asesinado. Era evidente ahora que la savia era algún tipo de carroñero que se alimentaba de lo que un predador había dejado. “Ger”, gritó Kyra en forma suave, “salgamos de aquí”. Geris movió su cabeza hacia arriba y abajo en acuerdo. “Pasemos el cuerpo de ese pobre hombre y”El sonido de un pitido en tono alto causó que ambas mujeres dejaran de hablar, ypor lo menos por el momento- respiraba. Kyra conocía ese sonido. Aunque ella no era exactamente una aficionada de las artes de guerra, ella reconoció ese pitido estridente de un zykif que se encendía al modo de entablar en su juerga breve con el arma de Glok donde Pika cuando ella había huido de Zor. De alguna manera no la sorprendía mucho cuando se viró y vio… “Jera”.

***** “No hay señal de ellas”. Rem caminó donde sus hermanos estaban en pie y asintió en forma implacable. Sus rasgos eran severos. Este es sin lugar a dudas el vehículo Q’ana Tal, mas no están en la vecindad”. “¿Dónde podrían estar”? Farfulló Dak mientras rascaba su cabeza en agitación y más que un poquito preocupado. “Yo no sé”, dijo Zor con un ruido sordo en un voz baja, su voz profunda más baja que un eco que se pierde. “Aunque las posibilidades que venían a mente no valían la pena pensar”. “Kil movió su cabeza con un suspiro. No, las posibilidades que venían a mente no valía la pena pensar seguramente. Y aún ningún guerrero presente podría sacar los pensamientos horrorosos de que golpearan sin piedad en sus mentes. Quizá los rebeldes se habían llevado a las mujeres. O quizá bestias gulch se las habían comido. O, la diosa no quiera, bestias-heeka. Por lo 214

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menos una bestia una bestia gulch bajarían y se llevaría su presa con piedad. Una bestiaheeka no tenía piedad. A ella le gustaba matar, disfrutaba despedazar la presa y comerle los sesos, y entonces lo dejaba a la savia gulch para que se lo comiera. Zor respiró profundo y rehusó sucumbir a la pena profunda todavía. Él se aseguró que él sabría si ella se hubiera ido con la diosa a su reino. Como su Compañero Sagrado, él lo sabría. “Dividámonos en dos grupos. Kil y Rem, vayan al oriente y hagan un círculo y vuelvan”. “¿Qué del norte y sur”? preguntó Rem. “Kyra no lo haría”, le informó Zor. “Los árboles son demasiado densos. Ellas o se han ido al oriente o al oeste seguramente”. “Entonces estemos en camino”.

***** “Jera, ¿qué haces? ¿Estás loca”? Kyra mantuvo en alto ambas palmas como señal universal de rendirse antes de hacerle la pregunta a su cuñada que tramaba. “Yo no me puedo imaginar que a Rem le gustaría que nos mataras a Geris y a mí. De hecho, yo diría que es probable que él te tiraría al calabozo más cercano”. El pensar que era probable que Rem casi seguro jamás sabría a manos de de quién había pasado por su mente, pero ella rehusó pensar en eso más. Jera dio un resoplido de pompa. “¿Crees que yo me preocupo por los deceos de Rem”? No, cuando mi Ty amado se apodere de Sand City yo seré Emperatriz y Alta Reina, y tú”- ella movió el zykif en forma amenazante”- ya estarás muerta y comida y no podrás ser testigo”. Ella sonrió en forma abierta con malignidad. “Es una lástima”. “¿Quién es Ty”? preguntó Geris, enojo se tomaba el lugar de cualquier preocupación por su dilema, por lo menos por el momento. “¿Y porqué traicionarías a tu propio Compañero Sagrado por él”? “Ty es el líder de los insurrectos”, contestó Geris con orgullo, “y él es mi verdadero Compañero Sagrado”. “Por alguna razón no me sorprende eso”, dijo Kyra en murmullo más para sí misma que para cualquier otra persona, aunque ambas, Jera y Geris la habían oído. “¿Y qué se supone que signifique eso”? dijo Jera entre dientes apretados. “¡Significa que tú eres la perra que Zor dijo que eras”! “Sólo por eso”, dijo Jera en murmullo con un tono apretado en su garganta, “tú vas a morir primero”. Kyra tragó en seco. Si ella sobrevivía esta terrible experiencia por algún milagro del destino, ella trabajaría en controlarle la lengua. “Jera, yo”Una reflejo de rojo relampagueó pasó y arrebató la atención de Kyra por completo. “Ay dios, “¿viste eso”? susurró ella en forma histérica.

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“Sí”. Geris apretó la mano de Kyra y apretó su cuerpo junto al de ella. “Santo cielo, sí”. Jera entornó sus ojos y se rió en forma tonta en burla. “Las bestias gulch con alas no mirarán a los pozos por su presa por quizá otras dos horas. No trates de burlarte de mí porque no sucederá”. “P-Pero no parecía tener alas”, dijo Kyra con desespero, “era rojo y no volaba sobre la cabeza. Jera, yo sé que me odias por la razón que sea, pero esto ya se ha salido de lugar. ¡Todas moriremos si no salimos de aquí”! “Tú morirás de toda forma, mi querida Emperatriz, me atrevo a decir…” Jera continuó a divagar con sus palabras de vómito venenosas, pero ni Kyra ni Geris le prestaban atención a sus palabras. Con los ojos muy abiertos y sin palabra, ellas miraban en horror mientras la criatura roja que siseaba con el cuerpo de culebra desde el ombligo hasta abajo y cuerpo de mujer desde el ombligo hacia arriba serpenteaba atrás de Jera, y se precipitaba y precipitaba mientras la loca seguía hablando. La criatura era larga y fuerte, roja por todo alrededor, y se deslizaba hacia Jera en una cola que mantenía su cuerpo superior erecto. Los ojos de la bestia eran dorado, fosforescentes y pálidos que parecían encenderse más, aparentemente en anticipación, mientras se acercaba más a su presa. Cuando la bestia abrió su boca, tres hileras de dientes muy afilados brillaban el mismo color dorado. Por más que la odiara a Jera, ella no podía dejar que la mujer muriera así. Ella logró usar su voz y gritó un aviso. “¡Jera! ¡Atrás de ti”! “Yo no seré engañada con eso”, dijo Jera. Ella apuntó el miradero del zykif a la frente de Kyra. “Salúdame a la diosa, dulce Emperatriz”. Menos de un segundo después, Jera miró en horror mientras la mano que sostenía el zykif encañonó y se preparaba para acecinar a la Alta Reina fue arrancada de su brazo. El grito de Jera de agonía sonó por el bosque cavernoso. Ella alcanzó su mano intacta y hacia Kyra y Geris y sollozó en forma incontrolable. “¡Ayúdame”! gritó ella. “Por amor a la diosa, ayuda”Kyra y Geris taparon con sus manos, sus oídos y temblaron con violencia mientras oyeron la risa socarrona de la mujer-culebra arrancar cada una de las extremidades de su cuerpo, una por una, como si jugara con ella y lo disfrutara. Los gemidos de Jera de agonía eran sonidos que ambas sabían que jamás las dejarían de perseguir. No importaba que Jera era mala. Simplemente no importaba. “¡Corre”! Gritó Geris, lo que las sacó a ambas de su impresión. Entonces cuando el torso decapitado de Jera voló por el aire y cayó a sus pies, ella gritó otra vez, “¡corre”! Kyra miró de la mujer-culebra al torso. Ella tomó sólo un momento para coger el collar matrimonial de Rem de la carnicería a sus pies antes de correr de la escena junto a su mejor amiga. Amado Dios en los cielos, rezó Kyra callada, por favor, déjanos vivir.

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***** Kil se paró sobre el cuerpo muerto de Ty, el mismo cuerpo que a quien él le había traído muerte, y lo analizó. Los orificios de su nariz temblaban, su mirada ardía. Estaba hecho. Ty había violado y asesinado a la Emperatriz Jana y ahora él había pagado el precio mayor. La muerte le había llegado. “Ha acabado”, dijo Rem en voz baja mientras él se le acercaba desde atrás a su hermano. Él le puso la mano suave en un hombro de Kil y apretó en forma suave. “Ha acabado”. “Sí”. “¿Estas bien”? Kil inhaló un aliento irregular. El hombre cuyo cascarón de cuerpo estaba ante él había sido la obsesión de su vida desde que tenía memoria. Él había vivido sólo para cazarlo, se había levantado entero y curado de muchos lechos de muerte que debían haberlo reclamado sólo para llegar a este momento. Y ahora que estaba aquí se sentía… vacío. Era como si su vida ya no tuviera propósito ni rumbo. Él ahora era un nómada, un extranjero aún para sí mismo. Él no tenía hijos, ni hijas, y era probable que jamás los tuviera. Aunque Kyra ciara un heredero al imperio, él no se podía imaginar entregar sus sentimientos al cuidado de otra persona, y dándole el poder de destruirlo si ella muriera, como su padre antes de él había sido destruido después de la muerte de Jana su madre. No. Él no podría y no lo podía concebir. Y aún, era solo con el pensamiento de obtener su Compañera Sagrada que su dolor era aplastado un poco. Eso era un dilema extraño, y uno que él prefería pensar ahora. A Kyra, en fin, le faltaba tener un hijo. Él podía sobreponerse a estos sentimientos extraños y premoniciones luego. “Sí”, contestó finalmente Kil. “Tomará algún tiempo, pero yo estaré bien”. Rem asintió con la cabeza, aunque Kil no podía verlo porque su espalda estaba hacia él. “Vamos”.

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Capítulo 35 Los cuatro hermanos se encontraron en el vehículo Q’ana Tal. Ningún grupo había encontrado señal ni de Kyra ni de Geris. Pero Zor y Dak habían encontrado los restos de Jera. Ellos no podían evitar preguntarse si a sus nee’ kas habían les había tocado el mismo destino. ¿Estás tú seguro que era ella”? preguntó Rem, sus ojos en nada delataban sus sentimientos. “Sí”. Dak inclinó su cabeza. “Sin duda, hermano. Era está muerta”. “¿Y el collar”? “Nosotros tratamos de cogerlo”, dijo Zor en forma callada en forma de disculpa, “pero no estaba. Ni una señal de él en ninguna parte”. Él deseaba que él pudiera restaurar la felicidad de su hermano ya que parecía que la suya y la de Dak serían arrebatadas con violencia, pero no había esperanza. Jera estaba muerta y el collar desparecido. Rem nunca podría encontrar y reclamar una Compañera Sagrada. Rem cerró sus ojos e inhaló profundo. Cuando él los abrió al fin, desconcertó a todos los guerreros Q’an Tal a que observaran la leve prueba de lágrimas en ellos. Rem no se había dado a tal extremo de emoción. Rem no se había dado a ninguna emoción del todo. “Gracias por tratar”, dijo él en murmullo. “De nada”, ofreció Zor en voz baja. El silencio siguió por largos minutos. En fin, Kil miró hacia arriba a los cielos negros en el bosque y dijo lo que tenía que ser dicho. “Nosotros hemos rastreado minuciosamente el bosque, no hemos dejado atrás ningún precipicio o nido de heeka sin buscar en forma cuidadosa en él antes”. Él respiró profundo un aliento y encontró primero la mirada de Dak primero y entonces la de Zor. “Ellas no están aquí”, dijo él en forma callada. El silencio prevaleció otra vez. Y entonces, con pesar, con remordimiento, Zor se viró hacia Kil y dio un suspiro. “Yo sé”.

***** Kyra y Geris brincaron hacia arriba y abajo y chillaban de ambos, emoción y alivio mientras miraban el vehículo muy chévere de Death y Glok acelerado que hacía un aterrizaje en el claro del bosque a su lado. Este había sido un día hecho de pesadillas. Pero ellas lo habían sobrevivido. Kyra dio una mirada hacia arriba al sol dominante de Tryston que se ponía. Mientras se enterraba contento en el horizonte, brillaba hacia abajo el color rojo dorado

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del día mientras en sólo rojo. No era precisamente su color preferido después de su encuentro con la mujer-culebra, pero todavía se alegraba al verlo. No había pensado en volverlo a ver otra vez. “Oye, uvita de color de fuego. Tú y la nena de ónice ¿necesitan un aventón”? Kyra y Geris se dieron una mirada y entonces a Death y Glok. Ellas sonreían de sien a sien y parecían no poder dejarlo de hacer. Ellas estaban vivas. “¡Claro que sí”! Geris se rió en voz alta. “¡Nunca hemos estado tan contentas en ver dos rostros guapos como ahora mismo”! Glok en verdad se ruborizó. “Entonces entren, pedacitos de arte caliente”. Él contornó sus cejas. “Porque nosotros, como dicen ustedes, estamos aquí”. Cinco minutos después, Kyra ubicó el vehículo de Zor a la orilla del claro del bosque a varias millas debajo de donde ella y Geris habían emergido. “¡Death”! gritó ella. “Mi esposo está allá! ¿Puedes aterrizar esta cosa y ayudarme a encontrarlo”? “Sí, uvita de fuego”, le contestó con un ruido sordo mientras tiró el vehículo en el modo de sostenerse para un aterrizaje. “Pero nosotros sólo nos podemos quedar por quizá por otra hora. Después de eso, habrán demasiadas bestias gulch ahí abajo”. Se le ocurrió a Kyra que Dak hablaba en serio, porque era la mayor cantidad de palabras que les había pronunciado en una oración. “Está bien”, le respondió ella, “si no lo hemos encontrado, podemos probar el comunicador otra vez”. Los hermanos Q’an Tal caminaban en forma estoica del vehículo chocado Q’ana Tal y se dirigían hacia la orilla del bosque. Le había tomado un buen rato a Zor y Dak aceptar la única explicación lógica que existía, mas con el tiempo Kil y Rem habían convencido a sus hermanos a que se retiraran antes de que el bosque de Kogar trajera muerte a todos ellos. El tiempo, en palabras sencillas, ya no estaba a su favor. Las bestias gulch y heeka estarían a toda caza en una hora. Al comenzar el día, cuando la mayoría de las bestias hibernaban, ellos podrían comenzar a buscar los restos de Kyra y Geris. Muy dentro del bosque, ninguna de las mujeres tenía posibilidad de sobrevivido sin haber sucumbido a la muerte. No era posible. Ni un guerrero armado hasta los dientes podría haberlo sobrevivido. “Yo debí explicarle mis temores”, dijo Zor. Era lo primero que había hablado en muchos minutos. Él se detuvo en la orilla del bosque, lo que indujo a los demás a que también se detuvieran. “Yo debí explicar porqué yo no quería que se fuera del palacio, en lugar de sólo buscar protegerla por preocupación de las amenazas de Ty”. “Sí”. Se enjugó Dak una lágrima, entonces batió rápido sus párpados hasta abrirlos y los cerró para evitar que cayeran más. “Yo también debí hacerlo”. “No hagan esto, hermanos”. Kil estaba en pie entre ellos, mientras daba una palmada en los hombros de ambos. “Sus nee’ kas los amaron”. Él dio un suspiro, lágrimas propias amenazaban desbordarse. “Ellas no querrían que hicieran esto”.

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“Por la diosa”, dijo Rem con un aliento. Él entrecerró sus ojos para asegurarse que su vista no le fallara. Y entonces él supo que no lo hacía. Él sonrió en forma lenta. “¡Por amor a la diosa, miren”! Los hermanos Q’an Tal siguieron la dirección del dedo con que apuntaba Rem. Dos guerreros muy bajitos con senos muy atiborrados se apeaban de un vehículo que parecía ser operado por Death y Glok en la fama de Pika. Las guerreras lindas todavía iban hacia ellos, con los brazos abiertos hacia ellas, lágrimas surcaban sus mejillas. “Kyra”, dijo Zor en murmullo. “Kyra”. Zor partió y corrió hacia su nee’ ka. Él la agarró cuando la cogió, temeroso de jamás soltarla otra vez, y la tiró en su abrazo mientras la apretaba junto a su pecho. Zor podía oír los sollozos de Geris en los brazos de Dak de monstruos con alas y una mujer culebra roja. Él podía oír a Kil y Rem reírse con triunfo atrás de él. Él lo oía todo, pero no le importaba. Era sentir a Kyra en sus brazos que formaba su mundo entero. “Yo pensé que te había perdido”, dijo él en forma callada. “Por la diosa, yo pensé que te había perdido”. “Lo logramos”, contestó Kyra, su garganta apretada de la emoción. Ella acercó el rostro de su esposo hacia abajo y lo besó. “Estamos bien”. “Yo te amo, nee’ ka”. “Yo también te amo, Zor”. Unos minutos después, después que Zor y Dak soltaran a sus esposas, Kyra y Geris expusieron de su aventura angustiosa a todos los cuatro hermanos, sin faltarle nada. Ellas hablaron de bestias gulch sobre sus cabezas, de cómo Jera había muerto con el tiempo. “Jamás lo olvidaré”, dijo Kyra, sus ojos sin parpadear. “Mientras yo viva, la mirada en el rostro de Jera por siempre estará grabado en mi memoria”. “Ni yo tampoco”, confesó Geris en voz baja en forma simultánea mientras se mecía hacia delante y atrás en su abrazo. “Ustedes dos son buenas en verdad por llorar a alguien como Jera. Ella pensaba matarlas”. “Sí”. Zor movió su cabeza, sus dientes apretados. “Cogió lo que merecía por lo que les hizo a ustedes, como a ti, mi hermano”. “Ya terminó”, dijo Rem en forma sencilla, sin importarle sentirse mal por la muerte de Jera más. “No es necesario decir más”. “Yo aún todavía lamento que nosotros no pudiéramos arreglar las cosas para ti, Rem”. Dak quitó a Geris de los brazos de Kil con un jadeo de indignación, lo que indujo a su hermano a que se riera en forma tonta. Él apretó a Geris con firmeza a su lado, entonces le asintió con la cabeza a Rem. “Quisiéramos si hubiéramos podido traerte paz”. “Oh”. Kyra sacudió su cabeza y sonrió en forma abierta. “Casi se me olvida”.

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“¿Qué se te olvidó, nee’ ka”? Zor abrió sus manos en sus caderas y la escuchó. “¿Tienes más por decir”? Yo espero que mis corazones lo puedan soportar”, dijo él en murmullo. “Bueno, algo parecido”. Kyra se alejó del abrazo de Kil y se viró para estar de frente a Rem. Ella buscó en su bolsillo- en los cueros de Zor y sacó un collar matrimonial cuyas alhajas se veían… esperanzadas. “Para ti”. La mandíbula de Rem se abrió mientras él analizaba la pieza ofrecida de joya. Atónito, su mirada se disparó y se encontró con la de Kyra. “¿Pero cómo”? Kyra dejó salir un aliento. “Yo, eh…” Ella se alejó en el abrazó de Zor mientras se encogía de hombros y buscaba confort en los brazos de su Compañero Sagrado alrededor de ella. Ella tomó un aliento profundo y purgante y le dijo a Rem cómo había sucedido. “Yo lo arrebaté de su… su…” Ella movió su cabeza. “Yo lo arrebaté de su torso desmembrado antes que Geris y yo corriéramos”. “Oh, nee’ ka”. Zor la apretó un fuerte, como si para alejar memorias malas. “Gracias, hermana”. Rem buscó en sus ojos, todavía sin creer que el collar otra vez era suyo, o que durante todo lo que había ocurrido, ella pensó en quitárselo. “Jamás te lo podré agradecer lo suficiente por esto”. Kyra sonrió. “Puedes empezar por tomarlo de mi mano”. Ella tembló en forma que lo decía todo. “Sin ánimo de ofender, Rem, pero la maldita cosa trae tantas memorias para mí como para ti”. Rem no se pudo aguantar. Él se rió. “Yo espero remediar eso”. Kyra le sonrió en forma abierta a él. “Por favor hazlo”. Mientras Rem quitaba el collar matrimonial de la palma de Kyra, Death y Glok se paseaban al grupo para asegurarse que todo estuviera bien. “¿Estás bien uvita de color de fuego”? “Sí”. Kyra corrió donde Death y Glok y los abrazó fuerte. Geris se unió unos momentos después, mientras les daba un abrazo a los hombres grandes lo mejor que podía. Zor frunció el seño de tristeza, pero nada dijo. De hecho, los hombres habían tomado parte en el rescate de sus nee’ kas. Si no hubieran tropezado con Kyra y geris, bestias gulch podrían haberse devorado a las mujeres enteras antes de que se pudieran alejar lo suficiente de Kogar antes de que cayera la noche. Zor se acercó cuando amainó donde los hombres estaban en pie, todavía abrazando a las mujeres. Había algo del gigante llamado Death, una sospecha molestosa que le decía que había más que lo que podían ver sus ojos. Él inclinó su cabeza con agradecimiento. “Yo te debo tanto”. “No”. Death movió su cabeza. “Fue lo menos que pudimos hacer, Su Majestad. “Quizá”, contestó Zor en forma considerable, “pero de todas formas me gustaría pagarles”. “Oh, ¿sí? Pregunto Glok entre chupones de su mooka.

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“¿Cómo”?

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Capítulo 36 “Mmmm”. Kyra cerró sus ojos y gimió suave mientras su esposo con lentitud le daba la bienvenida a su chocha. Hubo muchas veces hoy cuando ella pensó que nunca sentiría esto otra vez. “Oh Zor. Tú te sientes tan bien”. “Ni la mitad de lo bien que te sientes tú, mis corazones”. Kyra secretó una sonrisa. Ella se podía acordar a todo color un tiempo en que las palabras cariñosas la habían molestado mucho, mas ahora era uno de los sentimientos más dulces de los que había oído hablar. Ella gimió con condicia mientras él continuaba metiéndose y saliendo de ella mientras sus manos se deslizaban por sus nalgas musculosas. “Yo te amo, Zor Q’an Tal. Alto rey y hombre común, sólo puedes existir tú”. “Ah, nee’ ka”. Kyra sonrió en forma completa. Ella abrió sus ojos e hizo un estudio profundo de sus rasgos. “Y gracias, por cierto, por lo que hiciste por Death y Glok”. Zor gruñó mientras se deslizaba en el canal de Kyra y enterraba sus caderas junto a las de ella. “No hablemos de ellos mientras nos apareamos, pani”. “Pero hablo en serio”. Kyra gruñó su alabanza de los poderes de Zor antes de volver al tema que ella escogió. “Eso fue tan amable de tu parte, hacerlos a ambos altos señores. Yo no puedo creer- mmmm”. Zor la silenció con un largo beso embriagador que vino completo con lengua, labios y un montón de amor. Mientras apresuraba el ritmo del apareamiento, él golpeó en el coño invitante de Kyra más rápido y más rápido, sus bocas nunca rompieron el contacto. Cuando se acercó el momento el momento de la verdad y Zor se dio cuenta que le faltaban momentos para chorrear su fuerza de vida, se soltó del beso para mirar a Kyra a los ojos. Él golpeó en ella más fuerte en forma posesiva. “¿Sí o no”?, dijo Zor, sus caderas golpeaban contra la suya. “¿Sí o no, nee’ ka”. Las caderas de Kyra golpearon hacia arriba para encontrar las de su esposo, sus propios golpes deseosos y necesitados. “Sí”, gimió ella. “Sí, Zor- hazlo”. “Tu placer es el mío, nee’ ka”. Y con esas palabras proféticas, el Alto Rey de Tristón y la Emperatriz de Trek Mi Q’an bajó su cabeza y se atiborró.

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Epílogo

A las tres semanas El Alto Rey y la Alta Reina de Tristón tuvieron una fiesta íntima para celebrar la llegada de su cuarta empollada, otra niña llamada Klea. Zor estaba complacido en forma eminente, porque el nacimiento de Klea era otra prueba de que su semilla era muy potente. Y como Kil había parecido aliviarse con la empollada de Kleaprobablemente porque él no estaba listo para bregar con las emociones intensas que una Compañera Sagrada trae consigo- Zor estaba eufórico en todo, su felicidad no decreció. La junta incluyó todos los hermanos Q’an Tal y sus empolladuras, y Kyra, Geris y Cam. Para gran disgusto de Zor, porque todavía no estaba preparado para aceptar el hecho de que él estaría aliviado de Kara el mismo día que tuviera veinte y cinco, Kyra insistió en invitar a Cam a la celebración y no aceptaría discusiones al contrario. Si él iba a convertirse en su yerno, ella había declarado, entonces él también sería un asistente regular en las funciones de la familia. Kyra más o menos había persuadido a Zor a su manera de pensar, mientras debatía con él que las reuniones familiares serían sólo unas veces al año, no había mal en incluir a Cam. Ella quería, en resumidas cuentas, que Kara no le tuviera miedo al guerrero, un guerrero que según los chismes sin duda alguna llegaría al rango de alto señor en un año. A propósito de altos señores, dos invitados más llegaron a la velada. Kyra sonrió en forma radiante mientras ambos hombres a quienes ahora se les refería como señor Death y señor Glok fueron a la mesa. Ya, y habían recuperado el control de sus sectores escasamente hace dos semanas, los dos altos señores únicos resultaban ser líderes bastante populares entre los que protegían. Death había mostrado precisión militar mientras tomaba control de primero su propio sector y entonces en ayudar a Glok, lo que sólo había encendido la curiosidad de Zor en cuanto el historial del gigante. De todas formas, los sectores de los altos señores ahora estaban bajo su control con firmeza. En sus sectores, Kyra estaba contenta de notar, brillo de la luna matpow había sido declarado legal. Ella planeaba visitar a ambos muy pronto. Death también había anunciado sus intenciones de cazar su Compañera Sagrada, mucho para la alegría de Kyra y Geris. Él nunca le había prestado mucha atención al concepto, había dicho él, pero ahora él necesitaba herederos, y él decidió que ya había pasado el tiempo. Las mujeres a penas asintieron con la cabeza mientras retenían sonrisas y trataban de imaginarse la mirada de pánico puro que cruzaría el rostro de su nee’ ka cuando Lord

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Dak golpeara su pecho tatuado y viniera corriendo hacia ella como un predador que enviste. Si la esposa sobrevivía el susto, Kyra pensaba perpleja que ella sin lugar a duda llegaría a amar al gigante de ocho pies. Por todos los refunfuños de Death y miradas feroces, él era bastante dulce y guapo en forma masculina y su forma ligeramente musculosa. La fiesta de cena privada se dio cerca del principio de la salida de la luna en una mesa de cristal redonda en el balcón real. La luna de Sypar estaba en lo alto y daba una luz azul-plateada magnífica. Lámparas de cristal de gelatina habían sido encendidas para añadirle más iluminación a la reunión. Death y Glok repartieron mookas caras a los guerreros y le pasaron a escondidas un par a Kyra y Geris mientras sus esposos no miraban. Rem, quien lo había visto, sólo movió su cabeza y sonrió. Rem se preparaba para regresar a Sypar antes de irse de caza por una novia con Death en una noche sen. Igual que Death, reclamar su verdadera Compañera Sagrada era algo que él no deseaba dejar para más tarde, aunque sus razones eran distintas que las de sus amigos recién encontrados. Rem nunca había pensado tener esta oportunidad; él nunca había pensado que se le daría otra oportunidad de realizar su gozo de tener una verdadera esposa o la alegría de tener sus propios panis en sus brazos. Ahora que dichos acontecimientos estaban sobre el horizonte, Rem estaba ansioso por encontrar su Compañera Sagrada y reclamarla como Q’ana Tal. Kyra casi se sentía apenada por la mujer que su cuñado reclamara. Rem estaría tan sobrecogido de posesión como para dejar a la nee’ ka aún por conocer de su vista cuando la encontrara. Ahora, ése sería un matrimonio interesante para ver florecer, pensaba ella en forma irónica. Pero la esposa se acostumbraría, estaba segura. En fin, Rem no permitiría algo menos. Kil planeaba irse del Palacio de Las Dunas en la mañana siguiente también. Él necesitaba volver a Morak y reunirse con los altos señores que controlaban sus varios sectores para cerciorarse que todo estaba bien y para asegurarse que ningún nuevo indicio de actividad de los insurrectos había sido hallada. Pero su permiso de ausencia era más que un deseo por gobernar y todos lo sabían. Kil necesitaba tiempo, él necesitaba caminar solo otra vez. Él necesitaba componerse y averiguar qué dirección él quería tomar en la vida ahora que su obsesión de Ty llegó a un fin de repente. Kyra sospechaba que aún cuando ella pusiera un hijo, su cuñado terco no se dignaría en comenzar una caza por una busca por una esposa. Ése tendría que tropezar con su Compañera Sagrada por accidente para encontrarla. Pero una vez que los destinos la trajeran a él… ¡Salve dios a la pobre mujer! Kyra entendía que en muchas maneras Kil era como un perro con un hueso. Una vez que enterrara sus dientes en algo, era suyo, y sólo suyo. Ella no se podía imaginar un guerrero como Kil poder sentarse y cruzar los brazos mientras mirara a guerreros más

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jóvenes poner sus garras sobre toda su Compañera Sagrada en un banquete de consumación. Él sentiría la necesidad de marcarla por todos los tiempos, poseer su cuerpo y alma, matar a cualquiera que se atreviera a tocar su hueso, o eh, nee’ ka. Dak y Geris se estaban en Sand City hasta que Geris pusiera en la siguiente semana. Porque ambos esposos se dieron cuenta que Kyra mandaría estar ahí para cuando pusiera su mejor amiga, ambos, Dak y Zor pensaban que no tenía sentido irse a Ti Q’won hasta que Geris estuviera aliviada de su saco de pani. Zor y Dak se rieron en forma tonta mientras miraban a Kara y Jana enloquecer a Cam al chillar y reírse mientras el Comandante las perseguía por el balcón y fingía ser una bestia gulch. El empollado más joven de Dak, su hijo Dar, estaba sentado en el regazo de Dak y mostraba una sonrisa atractiva cómica mientras miraba sus hermanas y primo pasar como saetas por donde Cam. Zor esperaba que Kyra besara el trapeador de cabello oscuro antes de que le entregara su empollada durmiente a Leha y le pidiera que la pusiera a la pequeña en la cama. Él gruñó cuando se dio cuenta que todos estaban ocupados cuando pensaba acurrucarse con otra de sus panis. Kara todavía jugaba el juego de la bestia gulch con Cam y Jana, y Zora y Zara estaba acurrucadas en los regazos de sus tíos preferidos. Zora le enseñaba a “tío Wem” su nueva pulsera de brazo, mientras Zara ponía besos en la nariz de Chío Qui-Wil”. Porqué Zara le metía una “w” al sonido del nombre de Kil estaba demasiado enloquecido con la diablilla para que le importara. Zor movió su cabeza entretenido y puso su atención en su nee’ ka. Kyra y Geris estaban ocupadas parloteando a mil con Death y Glok. Death mostraba cómo era posible hacer que la calavera en su frente guiñar con un ojo cuando él fruncía su frente así. Glok le pasaba “con discreción” un poco de su brillo de la luna casero, seguro como estaba de que nadie lo miraba. Zor sólo se podía reír de eso. Kyra, se alegraba Zor de decir, ahora estaba mucho más contenta ahora que Ty estaba muerto y ella tenía la libertad de ir a los puestos de tiendas cuando le dieran las ganas. Cuatro veces en las pasadas dos semanas su nee’ ka le había pedido a Gio y Mik que la escoltaran, Geris, y su prole de empollados al mercado. Las mujeres y panis habían regresado con tesoros escondidos cada vez, y obligaron a los hermanos Q’an Tal que miraran a las niñas probarse sus kazis nuevos y los modelaban en forma individual, uno por uno, para sus papás y tíos. El proceso entretenía en con tortura, largo e interminable como era. Mas, de alguna manera las niñas lograban hacer las sentadas obligadas divertidas, su emoción se desbordaba para enloquecerlos a todos. Zor captó el ojo de Kyra cuando ella le dio una mirada. Ella mordió su labio y sonrió en forma seductora, y reconoció esa mirada con sus ojos azul fosforescente que con claridad anunciaban que quería aparearse. Pero por supuesto, aparearse estaba prohibido por las siguientes dos noches fort, así que le tendría le bastaría atiborrarse esta salida de la luna. No que no fuera la felicidad atiborrarse. Era sólo que Zor prefería

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chorrear su fuerza de vida dentro del cuerpo que le daba la bienvenida a Zor, a cambio de dentro de los confines de sus cueros. Sí, él se podía llevar Kefas al baño si lo deseara, pero aún eso no lo atraía ya. Zor creía que era interesante que lo más que se apareaba, lo menos que podía soportar el pensamiento de cualquier otra persona, sino Kyra que lo tocara, aún cuando esa otra persona no fuera más que arena encantada. Así había sido desde que Kara se empolló que Zor sólo llevaba a una Kefa a la cámara de baño cuando Kyra estaba con él. Aún entonces era sólo por el deleite de ver a su nee’ ka venirse, como se había convertido en un deseo no participar. Dak había confesado lo mismo, lo que hizo que Zor se sintiera mejor, porque él nunca antes había oído contar de esta extraña necesidad de abstenerse de otros guerreros. Zor le sonrió a Kyra, entonces contornó su dedo, con telequinesia la convocó a su regazo. Ella dio un chillido apagado, pero sonrió en forma abierta por buenos ánimos, y entonces se acomodó en su abrazo. Mucho mejor. Si él no se podía acurrucar con sus panis, entonces Zor por lo menos sabría el gozo de acurrucarse con mani. “Haz puesto otra hija hermosa con qué enloquecerme”, dijo él en murmullo con un tono de privacidad. Él puso un beso dulce en su sien. “Gracias, nee’ ka”. “De nada”. Kyra tomó una mirada larga alrededor del balcón, y disfrutaba la vista de todos los que ella amaba sonreír y tener un tiempo tan bueno, antes de que su mirada divagara otra vez a Zor y se quedara ahí. “Absolutamente de nada”. “Yo te amo tanto, mis corazones”. Ella sonrió. “Y yo te amo mucho. Ahora y por siempre, sólo existes tú”.

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Acerca de la autora Aclamada por la crítica y altamente prolífica, Jaid Black es una escritora de numerosas historias erótico-románticas y thrillers eróticos de las más leídas. Su primer libro, The Empress’ New Clothes, fue reconocido como un favorito entre los lectores de literatura erótica femenina por la revista Romantic Times, y continúa apareciendo con regularidad en las listas de los libros más vendidos, aún años después de su publicación inicial. Novelista de tiempo completo, Jaid se considera “una generadora de fantasías, no una documentadora de realidades”. Conocida como una escritora “límite”, su trabajo explora frecuentemente las áreas más oscuras de las fantasías sexuales femeninas y las saca a la luz. Actualmente escribe para Ellora´s Cave, Pocketbooks (Simon & Schuster), y Berkley/Jove (Penguin Group). Jaid vive en un pequeño y acogedor pueblito del noreste de los Estados Unidos con sus dos hijos. En su tiempo libre, le gusta viajar, ir de compras, y agrandar su colección de arte africano y egipcio. Autora agradece comentarios de los lectores. Usted puede encontrar su sitio Web y dirección de correo electrónico en su autor página bio en www.ellorascave.com

Otras obras de autora Multiple Author Anthologies •

“Devilish Dot” in Manaconda (Trek series)



“Death Row: The Mastering” in Enchained (Death Row serial)



“Besieged” in The Hunted



“God of Fire” in Warrior



“Sins of the Father” in Ties That Bind

Trek Mi Q’an Series •

The Empress’ New Clothes



No Mercy



Enslaved



“No Escape” & “No Fear” in Conquest



Dementia



Seized

Single titles •

Breeding Ground



Death Row: The Trilogy



The Possession



The Hunger



Adam & Evil



Politically Incorrect: Stalked



The Obsession



Tremors



Vanished



Warlord

Descubra usted mismo por qué los lectores no se cansan nunca de la editorial Ellora´s Cave, ganadora de muchos premios. Independientemente de que prefiera libros electrónicos o impresos, asegúrese de visitar EC en Internet: www.ellorascave.com, para vivir una experiencia de lectura erótica que lo dejará sin aliento.

www.ellorascave.com

01- La Nueva Ropa De La Emperatriz.PDF

1056 Home Avenue, Akron, OH 44310-3502. Ésta es una obra de ficción ..... PDF. 01- La Nueva Ropa De La Emperatriz.PDF. Open. Extract. Open with. Sign In.

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