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LOS ROSTROS DEL INCOSCIENTE Psic. Fernando Bello Pineda (México)

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LOS ROSTROS DEL INCONSCIENTE Psic. Fernando Bello Pineda (México)

Maestría En Desarrollo Educativo (Universidad Pedagógica Nacional), Licenciado en Psicología Clínica (Universidad De Las Américas) Profesor de Educación Primaria (Escuela Nacional De Maestros). Diplomado en Derecho Sanitario (Universidad Estatal del Valle de Ecatepec).

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CRIMINOLOGÍA Y SEGURIDAD

INTRODUCCIÓN

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uando escuchamos la palabra “inconsciente” es posible que en nuestra imaginación se dibuje el contorno de un personaje extraño y raro; también con ese nombre pueden brotar muchas ideas; algunas de ellas, verdaderamente extrañas que van desde simbología y hasta formas fantasmagóricas que en nada se parecen a la vida cotidiana de las personas; pueden ser incluso, eventos ajenos del mundo intencional que controla la consciencia despierta de los individuos. El “inconsciente” es un rostro por demás indefinido para un mundo colectivo; siendo una imagen poco o nada compartida entre la gente; aunque a nivel de concepto es sumamente popular entre los habitantes del planeta; ya que, resulta difícil encontrar una persona que no lo haya usado como sustantivo, como adjetivo o como argumento-pretexto para disculparse de algún incumplimiento o de alguna actuación fuera de su control, diciendo “perdón, inconscientemente hice o dejé de hacer…” Al parecer, un rostro no basta para identificar al inconsciente porque si bien es cierto que se refiere a una entidad, también se puede hablar de una estructura psíquica; o bien, con ese nombre se describe un contexto; pero también se incluyen las acciones involuntarias y de manera más específica se dice de las intenciones de ellas; por lo tanto, muchas cosas indican que ese famoso rostro lo define para sí, la persona que lo evoca. Lo mismo suele pasar, también entre muchos de los estudiosos de la conducta humana; ya que, hay quienes aceptan, proponen e incluso sostienen que “el inconsciente”, como estructura psíquica, es el portador de los instintos de los seres vivos que tienen la función de salvaguardar a las especies; pero que, al mismo tiempo, dicen que el inconsciente también es el responsable de muchas conductas que tienden a su destrucción; aunque esas acciones sean contradictorias e incluso, excluyentes. Así, el inconsciente de las personas comentan, es el encargado de generar impulsos que garantizan la sobrevivencia del ser humano; pero y de manera simultánea, ese mismo inconsciente produce impulsos de muerte y destrucción del sujeto en cuestión. Buscando delimitar la identidad de ese “inconsciente” y dimensionar su potencial de acción e influencia en la vida de los sujetos, iniciaremos esta aventura entrando en un contexto de escasa visibilidad para el sentido común e información reducida para la ciencia; no obstante que, todos los seres humanos hemos transitado este mundo en compañía también de los misterios que encierra la parte oscura de nuestra existencia; entendida la expresión de “oscura” por faltarle la luz o la claridad que pensamos tiene la razón o la voluntad de los individuos. En cuál contexto sería sino en esta dimensión oscura donde precisamente se determinan las acciones y las intenciones de los eventos emocionales y mentales que el individuo lleva a cabo al margen de su voluntad. Se trata del contexto antagónico de la consciencia o la voluntad de los individuos; precisamente es el mundo antagónico de la conducta voluntaria-consciente de las personas el punto central del presente ensayo; visualizando dos vertientes: el inconsciente propiamente dicho y el sistema psíquico “preconsciente”, como un sistema fuera de la consciencia pero diferente al inconsciente.

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El sistema Preconsciente es la estructura psíquica encargada, entre otras cosas, de almacenar toda la simbología negativa de la vida de una persona y también, es el presunto responsable de muchas conductas que hasta ahora se les ha dado el apellido de “inconscientes”. El contexto consciente de la existencia de los individuos estará representado por el razonamiento lógico de las acciones manifiestas de la vida cotidiana con todos los argumentos que cualquier persona es capaz de manejar por el solo hecho de existir en sociedad. En este sentido, para el mundo manifiesto la comunicación es llana y directa, por lo general, la simbología no va más allá de un código compartido por el grupo social, donde el contexto social o geográfico delimita para todos los individuos que participan en un evento, el significado de las cosas que ocurren. En cambio, en el contexto latente (que no es manifiesto o que está fuera de la consciencia), la simbología es particularmente misteriosa, difusa o ajena para la razón y tiene un significado solamente entendible para el Preconsciente, sin importar que sea el individuo “de carne y hueso” el que haga cosas sin sentido o sin razón para él mismo. En el mundo consciente o manifiesto es cierto que la información llega a nosotros por lo que vemos, por lo que oímos y por lo que sentimos, pensamos o experimentamos; luego, también es cierto que en el mundo de la consciencia despierta o de la conducta voluntaria, esa información necesariamente será objeto de una interpretación; es decir, que las sensaciones se convierten en percepciones y de acuerdo a las herramientas que cada sujeto pueda tener, les damos un sentido o significado concreto. En el lado preconsciente de la existencia de los individuos hay además otros canales por los que fluye la información; también existen motivos, intenciones y propósitos que no percibe la consciencia pero que, dirigen las actuaciones que ese mundo del preconsciente controla; porque muchas de nuestras conductas, aunque se desarrollan en el mundo real y manifiesto, están controladas precisamente por ese lado oscuro de la existencia, que todos los individuos tenemos muy a pesar que ni cuenta nos demos de

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ello. Para llegar a caracterizar esta particular porción de la existencia humana que podemos señalar como “el lado oscuro de la existencia” por ser independiente de la voluntad, es necesario remontarnos hasta la Primera Tópica de Freud, que sugiere tres sistemas psíquicos en la estructura de personalidad de los individuos. Dice Freud (1923): “Tenemos, pues, tres términos -consciente (Cc.), preconsciente (Prec.), e inconsciente (Inc.)”(1) Para referirse a los sistemas psíquicos como estructuras fundamentales de los individuos y como base de su teoría Psicoanalítica. Al sistema preconsciente, por ser

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mar a todo ese contexto, inconsciente “a secas” (aunque incluya a los dos sistemas psíquicos); dejando una buena porción de la existencia psíquica, en la oscuridad, en el anonimato. La necesidad de retomar, mediante este abordaje, los argumentos teóricos que sostienen la existencia activa de esta instancia llamada “preconsciente” en el rango de sistema, responde a la también necesidad de contar con los argumentos mínimos necesarios para desde esta visión, generar una propuesta de atención coherente, que verdaderamente fortalezca al “Yo” del paciente, inquilino del sistema consciente y eterno rival o contrincante del lado oscuro-preconsciente de la conducta. Consciente e inconsciente son dos términos muy populares entre los individuos de la mayoría de las sociedades modernas; aún para aquellos que nada tienen que ver con la psicología como disciplina de estudio; sin embargo, el término preconsciente es poco usado y menos conocido que los anteriores; inclusive, su participación en la vida anímica de los individuos es desconocida también para un número considerable de profesionistas en el campo de la Psicología y de la terapéutica.

la instancia que recibe, guarda y maneja todos los impulsos que la consciencia rechaza, Freud le reconoce una particular importancia en la vida anímica de las personas; situación que es evidente cuando a lo largo de su obra, se refiere a “los motivos ocultos” o “latentes” de las actuaciones que responden a la voluntad de las fijaciones del sujeto en cuestión. No obstante lo anterior, pocas veces los académicos y/o los estudiosos de la conducta humana que se dicen insertos en el plano de la psicodinamia se hubieron interesado en “eso” que Freud llamara sistema psíquico preconsciente. De tal suerte que, la gran mayoría de las personas nos hemos conformado con lla-

Continuar entendiendo al sistema psíquico preconsciente como solamente la antesala de los eventos significativos del mundo anímico de los sujetos, sin que tenga ninguna otra función relevante en la respectiva psicodinamia, es tanto como sentenciarlo a ser análogamente, no más que un andamio en una construcción que, puede desecharse al término de la obra; no obstante, este supuesto compartido hasta hoy, puede promover que continuemos ignorando la verdadera identidad del eterno enemigo del “Yo” y que, como popularmente se cree, nos sigamos defendiendo de ciertas criaturas difusas que llegan del mundo externo y enferman la mente de los hombres o bien, que la magia nos lleve a enfrentar a los demonios que nos vuelven locos y se esconden en la oscuridad de la noche, de los callejones y no de la mente. Al parecer, desde el saber compartido entre los herederos de la interpretación clásica u ortodoxa de los documentos psicoanalíticos, el sistema psíquico preconsciente es parte del legado cultural Freudiano y dimensionado como el espacio o contexto donde

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se guardan ciertos elementos anímicos importantes en y para los eventos significativos de la vida de las personas, sin que este sistema intervenga en lo absoluto en los procesos que dichos elementos pudieran generar. Un sistema psíquico con las características descritas, sin duda alguna que hasta el nombre le queda grande. Resulta incongruente señalar o proponer la existencia de un sistema psíquico que no hace nada, que no provoca nada y que no aporta en absoluto, a los procesos donde se supone que participa. Sin embargo y no obstante que la literatura moderna especializada en el campo de la psicología o de la terapéutica, no señale y tampoco le asigne funciones de cierta categoría al preconsciente, lo cierto es que Freud acuñó tres sistemas psíquicos con funciones de sistemas y con especificidades para cada uno de ellos; de otra forma es obvio que se hubiera concretado a mencionar la existencia de solamente

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dos sistemas y una bodega de impulsos reprimidos para referirse al preconsciente; sin embargo, no lo hizo. Lo anterior indica que contrariamente a esa idea, el autor debió abordar de manera específica la razón de ser de este sistema; aunque, como todo indica, no haya cubierto la necesidad de especificidad que los lectores necesitamos; porque siendo coherentes, “no siempre se entiende en su justa dimensión lo que el autor comunica mediante sus escritos” y las interpretaciones pueden dibujar un gran abanico de posibilidades, como es el caso. Pero también puede ser que la explicación o el abordaje desmenuzado de esta temática no se hayan realizado del

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todo porque el tiempo le haya ganado al autor, quedándose en el tintero parte de esa intención. Sea lo que fuere, coincidiremos que la generalidad de las personas cultas y también las no tan cultas, ya hemos entendido que al sistema Consciente se le asignó la función de manejar los contenidos anímicos que se relacionan con la consciencia despierta e intencional de los individuos. Sabemos también, que en la mayoría de la literatura del área psicológica, al sistema Inconsciente se le atribuyen dos acciones contradictorias y excluyentes. Por una parte, se dice que es el encargado de generar los impulsos básicos innatos conocidos como instintos en los animales e impulsos para las personas; energía psíquica que garantiza la supervivencia de los organismos. De manera simultánea y por demás contradictoria, también (a esa energía) se le atribuye la presunta responsabilidad de causar, en las personas, los trastornos emocionales. El tercer sistema psíquico llamado por Freud Preconsciente, según los textos básicos, se encargará de dar albergue a las fijaciones; guardará los impulsos que hayan sido reprimidos por las defensas Yoicas; pero además, y aunque no lo digan los textos básicos ni los especializados, la tarea verdaderamente relevante de este sistema, consiste en que ha de procurar que esos pendientes “fijaciones” (entendidos como demandas reprimidas en la vida anímica de los sujetos), se satisfagan en algún momento de la vida de esa persona, sin importar el tiempo que pase o el lugar en que se lleve a cabo tal evento.

Parece ser que “a pesar de la inercia académica y los saberes generacionales que diluyeron al sistema Preconsciente dentro de la parcela del Inconsciente y anularon su existencia” la presencia y funcionamiento de este sistema llamado “preconsciente” se lleva a cabo independientemente de que nos demos cuenta nosotros los humanos y que los otros dos sistemas se enteren; muy a pesar de que éste, hablando del preconsciente, paradójicamente su existencia dependa directamente de la relación entre el inconsciente y la consciencia; es decir, el preconsciente no existiría si no hubieran impulsos inadmisibles o rechazados por las defensas del Yo. Una interpretación literalmente apegada a los sustentos teóricos del psicoanálisis, necesariamente debe compartir la idea de tres sistemas psíquicos en la constitución anímica de los seres humanos; situación que nos lleva a identificar una contradicción añeja, generalizada y compartida mediante la creencia de que solamente dos de los tres sistemas, son los que protagonizan la dimensión anímica de las personas; incluyendo las psicopatologías que pudieran padecer y que, discutiblemente se identifican como responsabilidad del inconsciente. Deshacer la incoherencia que se ha generado entre lo teóricamente planteado y el entendimiento terrenal, significa redimensionar el entendido acerca de ciertos conceptos y términos; pero también habría que delimitar las funciones y las responsabilidades de los sistemas, de las estructuras y de los contenidos psíquicos. Entre otras situaciones, el sistema preconsciente tendría que dejar el rol anónimo, indiferente e insignificante en las acciones, pensamientos y sentimientos de los individuos “rol que se le ha adjudicado por más de un siglo” para ahora jugar un papel protagónico en ese mundo anímico de las personas y también en la dinámica que generan las demandas de los contextos actuales cuando coinciden con las del pasado, entendidas estas ultimas demandas como “necesidades infantiles encapsuladas en fijaciones” cuyo resultante se traduce en alteraciones psicológicas. En este documento se busca generar un espacio para reordenar y consecuentemente redimensionar

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ciertos entendidos, significados y términos acuñados por Freud para que, de acuerdo a los contextos actuales de tiempo y lugar, se puedan generar herramientas que atiendan eficientemente los trastornos emocionales que los tiempos modernos registran en las sociedades contemporáneas y que sin duda alguna, responden a las fijaciones que guarda el preconsciente de estos sujetos que los padecen; conductas monitoreadas desde ese “lado obscuro para la consciencia” llamado preconsciente. Hace alrededor de cinco años propuse “La Terapia Psicoanalítica Breve”, una técnica terapéutica que se construye desde la visión de los 3 sistemas psíquicos. Esta perspectiva identifica al Preconsciente como la dimensión de las fijaciones, lugar que guarda las misiones infantiles o motivos de conductas inmaduras, mismas que interfieren con la existencia coherente de la evolución natural de los sujetos a través de las etapas ulteriores de su desarrollo. Las fijaciones que alberga el Preconsciente deberán entenderse como demandas latentes, inmaduras o infantiles que simbólicamente a diario exigen atención a la consciencia. En este contexto donde se presentan las necesidades infantiles simbólicas, de manera simultánea se generan y llegan a la consciencia las demandas actuales, entendidas como impulsos del inconsciente, que corresponden a ese día, a esa hora, a esa etapa del desarrollo que vive el sujeto en esos momentos. De tal suerte que, se diseña un escenario donde hay demandas actuales y también existen demandas “caducadas” que pertenecen a otros tiempos, pero que, simultáneamente piden atención. Una tarea por demás difícil para el Yo de la persona, que sin darse cuenta, deberá atender a ambos mundos; el pasado y el presente de un sujeto que, paralelamente exigen solución a sus necesidades. Para interpretar la vida simbólica de los sujetos o para identificar los motivos preconscientes que pudieran ser los responsables de cierta conducta, la Terapia Psicoanalítica Breve se enraíza en la técnica y en los sustentos teóricos del Psicoanálisis; al mismo tiempo, se plantea un encuadre que desecha el diván tal y como lo hacen las terapéuticas “cara a cara”; además, adopta la acción directiva del terapeuta en la mayoría de las etapas del tratamiento,

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sugiriendo al paciente visualice su problemática tanto en el plano manifiesto como en el latente en cada una de las sesiones; esto, con la intención de dar fluidez al proceso de reconstrucción; de aquí que se adquiera el apellido de “breve” en el único e invariable sentido de eficiencia en la resolución de los conflictos emocionales del paciente en el menor tiempo posible. Ahora bien, el propósito de retomar esta técnica de apellido “breve”, en el presente ensayo, tiene sentido solamente para realizarle algunos ajustes y precisamente ese será el cierre de este documento. Dice Freud: “La experiencia nos ha enseñado que la terapéutica psicoanalítica -la liberación de alguno de los síntomas neuróticos, inhibiciones y anormalidades del carácteres un asunto que consume mucho tiempo. Por ello ya desde el principio se han hecho intentos para abreviar la duración del análisis. Tales intentos no requieren justificación y es evidente que se basan en imperativas consideraciones de razón y de conveniencia” (2) “Así pues, el desarrollo de nuestra terapia emprenderá quizá otros caminos, ante todo aquellos a los que Ferenczi ha dado el nombre de psicoanálisis activa en su reciente trabajo sobre las «Dificultades técnicas del análisis de una histeria» (Internat. Zeitschcrift f. Psychoanalyse, V. 1919)”(3). “Yo había adoptado otro modo de acelerar un tratamiento psicoanalítico ya antes de la guerra”… “Gracias a la habilidad de una de mis alumnas, la doctora Ruth MacBrunswick, un tratamiento breve ha llevado a buen fin cada una de estas alteraciones.” (4)

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ANTECEDENTES Existen dos fuentes primordiales que sirven de cimiento al presente ensayo, sin que esto signifique que esas dos sean las únicas; La primera de ellas está representada por las obras completas de Freud desde que construye la primera tópica. La literatura psicoanalítica desde sus albores, ha identificado tres sistemas psíquicos en el mundo psicológico o anímico de las personas; siendo el consciente, el inconsciente y el preconsciente esos sistemas; tópica que nunca ha sido desechada y, por el contrario, cada vez se fueron agregando contenidos, términos, conceptos y estructuras psíquicas alrededor de esta idea; ya en 1923 Freud decía: “Tenemos, pues, tres términos -consciente (Cc.), preconsciente (Prec.), e inconsciente (Inc.)” (5)para referirse a los sistemas psíquicos como contextos de ciertos eventos o contenidos; “Lo inconsciente comprende, por un lado actos latentes y temporalmente inconscientes, que fuera de esto, en nada se diferencian de los conscientes, y por otro, procesos tales como los reprimidos, que si llegaran a ser conscientes presentarían notables diferencias con los demás de este género”(6). Considerando de esta manera a los actos latentes y a los procesos reprimidos, como temporalmente inconscientes sin que pertenezcan cabalmente a ese contexto pero, tampoco forman parte constitutiva de la consciencia. Lo anterior deja ver con claridad que esos actos, procesos o contenidos psíquicos que llevan el adjetivo de “latentes y reprimidos” pertenecen a un sector específicamente di-

ferente a lo inconsciente y también diferente a lo consciente; siendo entonces elementos del terreno preconsciente, que si bien no están al alcance de la voluntad de los individuos consciencia, no por eso son propiamente inconscientes aunque por tradición así se les llame. Entonces, estos actos preconscientes que fueron en su momento originalmente impulsos (catexias) de vida (Eros), tienen ya una historia desde que salieron del inconsciente hasta que fueron reprimidos, rechazados y enviados de regreso a un destino diferente a su origen; porque el sistema inconsciente es emisor y no receptor de impulsos; es decir, el inconsciente no acepta devoluciones. La segunda fuente que alimenta la temática que hoy nos ocupa es el documento de nombre “terapia psicoanalítica breve”; agregado al registro público del derecho de autor en el año de 2007, con el número 03-2007-020213133300-01; ensayo que, a pesar de pertenecer a la rama literaria, no deja de ser una propuesta terapéutica aplicable a ese lado oscuro de la conducta; razón por la cual, en seguida se plantean algunas aclaraciones y precisiones. En el año 2007, cuando escribí el ensayo de nombre: “Terapia Psicoanalítica Breve”, acertadamente consideré al sistema preconsciente o a los contenidos preconscientes (latentes y/o reprimidos) como los elementos auténticamente responsables de los trastornos psicológicos; liberando de este modo y desde esta perspectiva, al inconsciente de esa responsabilidad; No obstante que al sistema preconsciente, por el simple hecho de que sus contenidos están fuera de la voluntad de los sujetos, se le siga entendiendo como material inconsciente. En ese escrito también mencioné, pero de manera no atinada, la existencia de una subestructura psíquica que hipotéticamente se desarrollaba entre el sistema Consciente y el sistema Inconsciente y topográficamente, la colocaba de manera insensata, en el espacio del sistema Preconsciente, como si pudiera desplazarlo a voluntad, hacerlo invisible o desaparecerlo, para crear en su lugar una subestructura que dimensioné como un anexo al Yo. Esta entidad dije en ese escrito, tenía un desempeño antagónico a ese Yo; es decir, básicamente buscaría el malestar y el sufrimiento del individuo; y lo haría a través de su participación en la toma de decisiones

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al interior de cada persona; lo que sugiere que dicha subestructura debería de tener un funcionamiento independiente, entendido como un sistema psíquico como el preconsciente. Ahora bien, para entender lo antagónico de un procedimiento, supongo que será necesario hablar antes, de un protagónico. Por regla general, los seres vivos se conducen en busca del placer representado por la satisfacción de las necesidades que como especie le pudieran apremiar; esto puede entenderse como el “protagónico” que se busca definir en el párrafo anterior. El placer que representa la satisfacción de las necesidades de sobrevivir, alimentarse y ejercer la sexualidad o la reproducción, puede significarse como el cimiento de la motivación de la existencia natural o la razón de ser de la existencia “sana” para los organismos rudimentarios; no obstante, al parecer, también lo será para el sujeto sofisticado llamado persona, quien además de atribuirse la subjetiva necesidad de trascender mediante imágenes, significados y significantes en cualquier contexto de su existencia, sus acciones al final de cuentas, irán encaminadas a aten-

der esas necesidades básicas aplicables a todos los seres vivos. Es innegable que el ser humano ha tenido un desarrollo cognoscitivo considerable en comparación a los seres que le acompañan en este planeta; así mismo, ha desarrollado un aparato psíquico único entre los seres vivos; tiene una fuente instintiva que le provee de impulsos inconscientes entendidos co-

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mo demandas o necesidades; así mismo dispone de un sistema consciente o motor de la conducta intencional para planear y realizar las acciones de la vida que le procuren placer y evitar el displacer; pero además, cuanta también con un sistema preconsciente para alojar a los impulsos que las defensas de la consciencia rechacen. Es pertinente dejar claro que la consciencia de los individuos se construye con dos tipos de materiales; el primero lo forma el placer individual que un impulso le puede proporcionar y, el otro ingrediente lo obtiene de su condición gregaria que lo integra a un grupo social. De aquí que, cuando un impulso no es aceptado por el contexto social, se frustra y forma parte del material preconsciente. Una vez descrito ese protagónico de la vida, regresemos al documento de referencia para explicar que en la época en se elaboró se tenía la firme intención de mantener intacto el antecedente académico-psicoanalítico de una visión básica que incluye al sistema psíquico Preconsciente como una instancia sin responsabilidades relevantes en la psicodinamia de las personas y además, teniendo la firme idea de no tocar “ni una letra” de los escritos de Freud, se dibujó un contexto verdaderamente absurdo que me orilló a hacer agregados que, al final de cuentas me llevaron a enfrentar lo insalvable; es decir, a aclarar lo que ahora estoy aclarando; pero también me brindó la oportunidad de retomar la temática que ahora nos ocupa. En ese sentido, erróneamente llamé “subestructura” al sistema psíquico Preconsciente que se menciona en la literatura psicoanalítica.

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Mediante un disfraz le adjudiqué ciertas características que permitían ampliar mi visión y el significado de lo que en los textos se dimensiona como preconsciente; luego le di el nombre de “Yo reprimido” con la intención de hacer una descripción especial de esa supuesta subestructura, caracterizándola de tal forma que fuera diferente a lo inconsciente, diferente también a lo consciente; y por supuesto, que no se hablara de lo preconsciente que, de manera ortodoxa, nada tiene que ver con estos asuntos de la psicodinamia de las personas. Aunque se buscaba caracterizar o redimensionar con otro nombre al sistema preconsciente como una entidad que se encuentra al mismo nivel, categoría o rango que tienen los otros dos sistemas psíquicos, en ningún momento se puede justificar la arbitraria asignación de nombres a cualquiera de las estructuras psíquicas que, aunque no hubieran estado del todo desarrolladas, están atinadamente identificadas en la literatura correspondiente. Por esta razón es que, desde ahora mismo, llamaremos “al pan, pan y al vino, vino” siendo en nuestro caso, llamar Preconsciente al preconsciente, con la particularidad de que, en el presente ensayo y para esta perspectiva, significará mucho más de lo que hasta ahora ha significado. Entonces, hoy es preciso reconocer como inadecuado y fuera de lugar el procedimiento que seguí en el ensayo del 2007 en cuanto asignar nombres distintos a las entidades ya consideradas en la literatura clásica y que, en todo caso, pueden invitarnos a un abordaje especial; por ende, desde ahora “la idea de una subestructura y el nombre de Yo repri-

mido” se desechan en definitiva y no son más que un antecedente al trabajo que ahora nos ocupa. En memoria de Freud,1918-19, que humildemente decía: “Nunca hemos pretendido haber alcanzado la cima de nuestro saber ni de nuestro poder, y ahora, como antes, estamos dispuestos a reconocer las imperfecciones de nuestro conocimiento, añadir a él nuevos elementos e introducir en nuestros métodos todas aquellas modificaciones que puedan significar un progreso”(7). Es oportuno rectificar el planteamiento que se hizo en ese documento que si bien, ha pretendido ser una aportación al plano teórico y consecuentemente al nivel aplicativo de la ciencia, no ha sido lo suficientemente adecuado para ese propósito y deberá ser modificado de fondo; situación que al final de cuentas el presente abordaje pretende concretar, explicitando lo más posible cada uno de los argumentos y también cada uno de los momentos de la intervención terapéutica que se propone desde esta perspectiva. Dejando atrás las precisiones o aclaraciones alrededor del documento: “Terapia Psicoanalítica Breve” y ubicándonos en este mundo contemporáneo, nos daremos cuenta que los libros, artículos o los ensayos psicoanalíticos o por lo menos con cierta filiación a la psicodinamia, sencillamente no hablan del sistema Preconsciente y los autores de esos documentos, a lo sumo, podrán estar en el entendido de que este sistema psíquico si existe pero, integrado al plano de lo inconsciente y no tienen la necesidad de aclararlo en algún apartado de sus escritos. Para la mayoría de los autores, al parecer, “el preconsciente” no ha sido importante en los procesos mentales generales y mucho menos en los trastornos psicológicos. “Resulta, pues, que también las sensaciones y los sentimientos tienen que llegar al sistema P. para hacerse conscientes…”(8) Navegando por el mundo cibernético, también se puede obtener información sobre esta temática; no obstante será similar a la que existe en los escritos clásicos del psicoanálisis; o bien, podremos encontrar abordajes que dan explicaciones, que hacen descripciones o ciertas interpretaciones pero todas ellas no se saldrán de la visión ortodoxa de las propias obras; podemos constatar esta situación cuando en internet, después de usar un navegador bus-

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cando al preconsciente y eligiendo al azar damos un “clic” para encontramos por ejemplo, entre muchos, un artículo de la agencia NOVA: “ Eros y Tánatos, las dos caras de una misma moneda” donde Margarita Fernández, autora de este artículo, precisa que Freud elabora su "primera tópica" en los últimos

años del siglo XIX y que hace una revisión en 1920 (aclara que, después de la cual no queda anulada la primera, sino que sería sustituida por la segunda corregida), la autora hace mención de los términos: “el inconsciente, el preconsciente, y el consciente”; pero cuando los explica solamente se refiere al consciente y al inconsciente; es decir, el preconsciente desaparece, no es importante, prácticamente no existe. Esta observación la podremos repetir todas las veces que elijamos algún artículo de esta índole en la red. Lo anterior no siendo criticable, nos explica que

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se ha aprendido adecuadamente lo que se ha enseñado respecto a este sistema psíquico; no hay que explicar más de lo que es inteligible con los elementos que existen en el campo o con la interpretación que le hemos dado a esos elementos. Freud en cierto momento ubica al contenido preconsciente, en un contexto y en un plano claramente definido y exclusivo para este sistema cuando afirma: “Lo latente, lo sólo transitoriamente inconsciente, se denomina en consecuencia preconsciente y sistemáticamente se aproxima a lo consciente.”(9) Así mismo, pone la primera piedra para dimensionar la especificidad de este sistema psíquico muy a pesar del “limitado entendido clásico u ortodoxo” de una perspectiva que solamente ve dos sistemas psíquicos: “La diferenciación de actividad preconsciente y actividad inconsciente no es primaria sino que se establece después de haber entrado en juego la «defensa»”(10). Es decir, la actividad preconsciente se genera en el momento en que los impulsos son rechazados por las defensas del Yo; entendiéndose que no fueron satisfechas las demandas que el impulso transportó; demandas que al ser rechazadas o reprimidas reciben el nombre de fijaciones o contenidos latentes. Esta aseveración Freudiana nos proporciona el material suficiente para entender que existe una instancia preconsciente que ha actuado a la sombra de la creencia de que el “malo” es el sistema inconsciente; ya que, a este sistema inconsciente se le siguen atribuyendo responsabilidades que, a mi juicio y según los referentes anteriores, no le pertenecen. El Sistema Psíquico Preconscien-

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te, al que hasta ahora no se le ha reconocido una participación relevante en los distintos contextos de la vida anímica de las personas y específicamente en la psicopatología, en este ensayo toma su verdadero papel y es protagónico en la vida global de los sujetos, identificándose como el presunto responsable de toda alteración o trastorno psicológico no orgánico. “Suponemos que lo Preconsciente se halla más cerca que lo Inconsciente de lo Consciente, y como hemos calificado de psíquico a lo Inconsciente, podemos extender sin inconveniente alguno este calificativo a lo Preconsciente Latente”(11). Esta visión que identifica al sistema Preconsciente se vuelve sustento fundamental para el diseño de la técnica terapéutica que, en párrafos anteriores hemos identificado como “Terapia Psicoanalítica Breve”(12). La relación entre los sistemas psíquicos tiene su particular dinámica; dice Freud: “Emprendemos aquí, por vez primera, la tentativa de indicar caracteres de los sistemas Prec. e Inc., distintos de su relación con la consciencia”(13). Mientras el sistema Inconsciente demanda mediante impulsos llanos, manifiestos y directos satisfacción para sus necesidades que en ese preciso momento existen, el sistema Preconsciente (siendo reservorio de impulsos reprimidos) demanda al “Yo” atención a necesidades estacionadas en el tiempo (demandas que no fueron cubiertas o satisfechas en su momento), que han quedado como pendientes, como fijaciones o como motivos latentes de la conducta: “no nos sorprende oír que la actividad de las pasiones más bajas se desarrolla en lo inconsciente”(14); enten-

didas esas pasiones como impulsos que no deberán ser medidos desde la moralidad, la ética o cualquier otra palabra que se le parezca. “tenemos pruebas de que incluso una labor intelectual sutil y complicada, que exige, en general, intensa reflexión, puede ser también realizada preconscientemente, sin llegar a la consciencia.”(15) En lo que se refiere a la terapéutica, el lector encontrará términos que van a coincidir con otros abordajes y habrá también coincidencias aunque parciales, con algunos puntos de vista; como por ejemplo con la “Terapia Psicodinámica Breve y de Emergencia” de Bellack; con la que, además del apellido “breve”, coincidimos plenamente que “las funciones yoicas” son indicadores de suma importancia para el diagnóstico. Esas funciones o capacidades pueden, en ciertas circunstancias y por diversas razones verse afectadas e indicar claramente que algo ocurre con el Yo del paciente; “La condición básica de los estados patológicos que estamos considerando debe consistir, pues, en un debilitamiento relativo o absoluto del yo que le impida cumplir sus funciones”(16); sin embargo, la manera específica de interpretar al paciente y la participación del terapeuta en el tratamiento es exclusiva de esta propuesta y de esta perspectiva; es decir, el uso de técnicas de intervención terapéutica con los pacientes es diferente; muy a pesar de que es cierto que para ambas terapéuticas y en general para todas las terapéuticas, el objetivo debe consistir en fortalecer el Yo del paciente.

PARTE I LOS ROSTROS DEL INCONSCIENTE 1. El sistema psíquico Preconsciente De acuerdo a la literatura psicoanalítica, el material preconsciente es todo contenido susceptible de ser consciente; es decir, toda energía psíquica que tenga la posibilidad de convertirse en un significado y adquirir una forma cualquiera en el mundo de la razón se podrá considerar preconsciente; incluso aquello que sea solamente un proyecto o material que resulta de los impulsos que por un instante pudieron emerger a la consciencia pero que fueron in-

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mediatamente reprimidos o transformados por alguna resisten-cia o defensa. En 1912 Freud decía: ”Todo acto psíquico comienza por ser inconsciente y puede continuar siéndolo o progresar hasta la consciencia, desarrollándose, según tropiece o no con una resistencia. La diferenciación de actividad precon-sciente y actividad inconsciente no es primaria sino que se establece después de haber entrado en juego la “defensa”(17). Interpretando lo anterior, el camino o proceso que recorre la energía psíquica al interior de los sujetos se puede entender como: 1. Que los impulsos nacen en el Inconsciente y son enviados al Sistema Consciente a través de un mensajero llamado Sistema Preconsciente. 2. El sistema Consciente los selecciona para satisfacer a solamente aquellos que él considere merecedores de atención; las demandas o necesidades que para este sistema no sean importantes o prioritarias, sencillamente se regresan al preconsciente. 3. El sistema Preconsciente recibe los impulsos rechazados y como no los puede regresar al Inconsciente, los almacenará en una sección llamada “fijaciones”. 4. Este proceso se repite cotidianamente y cada vez que un impulso se frustra se suma a los almacenados. 5. El Preconsciente puede llegar a saturarse de fijaciones y tendrá que deshacerse de ellas. 6. En lo sucesivo, el Preconsciente tiene que desempeñar 3 funciones; ser mensajero, receptor de impulsos rechazados y gestor del material almacenado; entonces, en la comunicación ulterior con el sistema Consciente puede presentar los impulsos que le envía el inconsciente combinados con algunos contenidos de la sección de “fijaciones”; aunque también puede decidir llevar solamente esas fijaciones en lugar de los impulsos actuales o los más recientes. En este proceso el sistema Preconsciente va adquiriendo autonomía respecto a los otros dos sistemas y aún más, puede que su influencia sobre los asuntos de interés para el Consciente se torne defi-

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nitiva e indiscutible; lo que se traduce en un escenario donde el Preconsciente puede llegar a convertirse en amo y señor del propio proceso. Una posición que inicia como intermediario se transforma en un puesto de mando y control sobre la conducta y la existencia misma de un individuo. Mediante esta facultad de autonomía, el Preconsciente va construyendo una influencia significativa sobre el sistema Consciente, influencia que en poco tiempo se transforma en dominio sobre éste; de tal suerte que el sistema Consciente puede verse sometido a las decisiones y necesidades del sistema Preconsciente. La actuación manifiesta de los sujetos responde fielmente a los asuntos que está atendiendo el Yo de esa persona; de tal suerte que, aunque no veamos los motivos de cada conducta, si podremos ver las conductas aunque sin sus motivaciones y éstas actuaciones son susceptibles a ser calificadas como maduras o inmaduras; apropiadas al contexto o descontextualizadas y raras; adultas o infantiles, incluso patológicas, fantasiosas o “locas”; porque muchas actuaciones pueden ser solamente síntomas que impone el sistema preconsciente. Toda fijación representa motivaciones del pasado, son frustraciones que se dieron mucho tiempo antes de la fecha en que se actúa; motivaciones latentes o infantiles que a través del Preconsciente, mueven y controlan la conducta de las personas. Puede llegar el momento que el sistema Preconsciente no tenga la necesidad de consultar a ninguno de los otros dos sistemas para funcionar y tome el mando de las acciones. El psicoanálisis nos ha revelado

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(dice Freud, 1915) “que la esencia del proceso de la represión no consiste en suprimir y destruir una idea que representa al instinto, sino en impedirle hacerse consciente”; es decir, los impulsos que la consciencia no acepta, simplemente les niega la entrada mediante un filtro de nombre “represión”. Esos impulsos rechazados son mantenidos fuera del ámbito de lo consciente y como el inconsciente no admite devoluciones, se envían a un destino llamado Preconsciente, desde donde mediante un buen disfraz, pueden ejercer y de hecho lo hacen, un efecto significativo en la conducta. Mediante la represión de los impulsos se genera la energía preconsciente, entendida como los motivos latentes que mueven a la conducta no intencional; conducta que a diferencia de la intencional, no está dirigida por la consciencia de las personas; así, los contenidos preconscientes son en realidad, deseos, temores, intereses y necesidades que pertenecen al pasado de los individuos, misiones infantiles que no se concretaron, deseos o temores estacionados en el tiempo de los sujetos y que claman atención permanente a través de cierto tipo de conducta que día a día compite o se mezcla con las necesidades propias del contexto y de la etapa de desarrollo individual que cada sujeto pudiera estar viviendo. En la cotidianidad de las sociedades, es común que cuando no se identifican los motivos de una conducta, sencillamente se dice que es una conducta “inconsciente”; situación que responde fielmente al conocimiento que hasta ahora se ha generado alrededor de los ingre-

dientes de la actuación humana y su naturaleza; sin embargo, en las conductas humanas intervienen tres sistemas psíquicos; un inconsciente que es el generador incansable de impulsos conocidos como necesidades o demandas; un sistema preconsciente que hace las veces de intermediario, almacén y en ciertos momentos, quien toma la rienda de la conducta; y por último, el sistema consciente quien además de ser el receptor de las demandas que le presenta el preconsciente como gestor del inconsciente, es el sistema que está en contacto con el mundo tangible de las realidades humanas. Este sistema se encarga de analizar dichas peticiones, evaluarlas, clasificarlas y jerarquizarlas para satisfacerlas o de plano rechazarlas. Hemos de estar claros que el preconsciente es quien recibe y almacena todos los impulsos o demandas que el sistema consciente reprime, pero además, intenta y la mayor de las veces lo consigue, incluir algo de ese material que está a su cargo (material rezagado o caducado) en cada conducta ulterior del sujeto. Entonces, es de esperarse que en toda conducta humana haya intervención inconsciente, consciente y preconsciente; ya los porcentajes de cada uno de estos elementos estarán en proporción de las intenciones, de las consecuencias de cada conducta en particular y de las herramientas que cada Yo tenga (estructura de personalidad de cada sujeto) para atender la naturaleza de su razón de ser. Los contenidos que ahora son preconscientes, en el momento en que se crearon fueron impulsos al servicio de “Eros” (al menos esa era la intención cuando se originaron en el Inconsciente); pero que al ser reprimidos por la defensa, se transforman en pulsiones de muerte o destrucción, motivos latentes que por su finalidad, promueven acciones al servicio de tánatos; ya que, responden a necesidades atemporales, inmaduras o infantiles que interfieren en el desarrollo natural de las personas. El círculo se inicia cuando por satisfacer cierta fijación, se desatiende una de las demandas actuales de la etapa del desarrollo de ese sujeto en particular, continuándose ese círculo de manera interminable. Resulta aberrante suponer que absolutamente todas las conductas violentas y destructivas de las

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personas, puedan ser calificadas automáticamente como negativas, “inconscientes”, tanáticas, enfermizas o propias de un delincuente; sin que haya ningún elemento adicional que pudiera diferenciar el abanico de conductas humanas de este tipo. Acertadamente se dice que las acciones al servicio de tánatos son aquellas conductas violentas y destructivas que responden a las pulsiones de muerte y destrucción, sin que haya argumento tangible alguno en el contexto social donde se encuentre cierto individuo, evento que las pudiera estar motivando y justificando. Contrariamente también existen actuaciones que siendo violentas y destructivas no

debieran entenderse de la misma manera porque en el ambiente o contexto social donde actúa ese sujeto también existen factores tangibles que le afectan, que le agreden y que lastiman su existencia; de tal suerte que, una conducta violenta justificada por la propia autoconservación dejaría de estar al servicio de tánatos para pertenecer a Eros y esa es una gran diferencia de fondo.

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destructiva pudiera ser potencialmente más poderosa que las manifiestas como tales y esas conductas con sus propias particularidades también estarán al servicio de thanatos independientemente de lo poco ruidoso de su presencia. Reflexionando, si los impulsos que se generan en el Sistema Inconsciente no encontraran obstáculo alguno en su camino, ¿el llamado Sistema Psíquico Preconsciente existiría? La respuesta obviamente sería “un no rotundo”, porque de acuerdo a la teoría psicoanalítica el sistema Preconsciente necesita de los impulsos reprimidos para existir; por eso representan su esencia, su cuerpo y su alimento. El sistema preconsciente no sería necesario siquiera como intermediario entre los sistemas consciente e inconsciente porque no tendría sentido su existencia cuando todas las demandas fueran atendidas, aunque no todas resueltas, como sucede con los demás seres vivos. Ahora bien, si no hubiera impulsos rechazados o reprimidos en la historia de las personas y todas sus expectativas se realizaran cabalmente o por lo menos, no quedara huella simbólica de alguna expectativa fallida o parcialmente lograda, no habría frustraciones ni se formarían las fijaciones y por lo tanto, no habría necesidad de un almacén preconsciente que guardara los ingredientes de los trastornos psicológicos o emocionales. Una situación imposible para la

Suelen existir acciones sutiles y manifiestamente poco o nada “ruidosamente violentas” cuya finalidad

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naturaleza humana; la realidad nos exhibe la existencia de ciertas instancias psíquicas y su razón de ser. 2. Caracterizando a los sistemas psíquicos Para retomar los elementos que nos permitan diferenciar esos tres sistemas psíquicos que representan el material básico y relevante del presente abordaje, vayamos al principio del asunto. Partiremos del entendido de que el Sistema Inconsciente es en realidad, el material o contenido que existe dentro de la estructura que se identifica como “Ello” en la segunda tópica de Freud. Comprende los elementos somáticos naturales o potenciales psíquicos que genéticamente las generaciones de seres vivos y en este caso, las personas adultas heredan a sus descendientes. En otras palabras, el Inconsciente de los humanos está representado por los impulsos “demandas básicas” que por razones naturales, trae el hombre al nacer. Estos impulsos hipotéticamente se localizan dentro de un área o estructura que Freud, en la segunda tópica, llamó “Ello-Id”; cuya misión se concreta en garantizar la sobrevivencia de los protagonistas y la supervivencia de las nuevas generaciones. En este sentido y sólo por ilustrar con un ejemplo, el “Ello” se encargará entonces, de comunicar la necesidad de comida mediante el hambre que la persona experimenta en su consciencia; de la misma manera lo hará para todas las necesidades básicas de la vida de los individuos y también todos los días y cada momento de la existencia. “Eros” al ser-

vicio de la existencia de su portador; un inconsciente que no puede ser otra cosa que sinónimo de vida. “A la más antigua de esas provincias o instancias psíquicas la llamamos ello; tiene por contenido todo lo heredado, lo innato, lo constitucionalmente establecido; es decir, sobre todo, los instintos originados en la organización somática, que alcanzan en el ello una primera expresión psíquica”(18). Existen funciones y eventos orgánicosestructurales en la historia humana que se suceden de manera autónoma o independiente del aparato psíquico Consciente; esos eventos no necesitan ser comunicados a la consciencia y mucho menos estar autorizadas por ella para su ejercicio, el sujeto puede darse cuenta que sus órganos están funcionando sin que él así lo haya decidido. Tenemos por ejemplo al sistema nervioso autónomo, un mundo que funciona al margen de las decisiones intencionales de las personas o la simbología psíquica; pero que, al igual que cualquier otra parte del cuerpo, puede verse afectado por un aparato psíquico desequilibrado o enfermo. El Sistema Consciente es el contenido que da forma al “Yo” de la persona, estará representado por lo que comúnmente conocemos con el nombre de consciencia despierta (diferente a lo que se conoce como conciencia moral) es concretamente, el estado de vigilia-alerta o actuación intencional de los individuos. “Llamaremos, pues, «consciente», a la representación que se halla presente en nuestra consciencia y es objeto de nuestra percepción”(19). Este sistema entra en acción supuestamente y de manera automática en el momento en que las personas se despiertan e intencionalmente satisfacen sus necesidades; que como ya sabemos, son necesidades que el inconsciente le envía a través de los impulsos. En este ensayo, toda acción con apellido “consciente” además de ser provocada de manera intencional, deberá interpretarse como placentera por el simple hecho de atender y extinguir una necesidad; retomando el ejemplo anterior, ante el hambre (que es una necesidad-displacer), la acción de comer básicamente ha de generar placer porque desaparece el déficit de comida, se establece el equilibrio dinámico y se presenta el placer que pro-

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porciona un estado de confort. “El Yo representa lo que pudiéramos llamar la razón o la reflexión, opuestamente al Ello, que contiene las pasiones”(20). Entonces, para que una actuación pueda llamarse “consciente”, además de darnos cuenta que ocurre algo, invariablemente deberá ser placentera para la persona que actúa, sin que se tenga que compensar “a alguien” con algún tipo de riesgo innecesario que para el sujeto represente daño, dolor o sufrimiento proporcional al beneficio que se recibe. En la vida diaria, cuando las personas califican de “consciente” a una conducta, por lo general, se refieren a la situación de solamente darse cuenta que un evento ocurre; la mayor de las veces no se consideran los aspectos placenteros ni adaptativos de esa conducta; de tal suerte que podemos escuchar muchas expresiones parecidas a: “y estoy muy consciente que eso que hago me daña, me perjudica, pero…” Muchas conductas que parecieran ser conscientes en realidad son controladas o dirigidas por contenidos simbólicos preconscientes. Darse cuenta que un evento ocurre en el entorno o simplemente darse cuenta que estamos participando en una determinada acción independientemente que esa participación no sea una conducta al servicio del Yo, no debiera ser llamada “conscientemente intencional”. El ser humano es un ser eminentemente social que, para cubrir una de sus necesidades existenciales necesita el reconocimiento y la aceptación de por lo menos su familia o su pareja, como referente simbólico de su entorno social; por ende, una conducta intencional consciente deberá además, observar las consecuencias adaptativas de aceptación o rechazo social que pueda tener. Los animales en general pueden, al igual que los humanos, “darse cuenta que ocurren cosas”, todos esos organismos experimentan sensaciones al entrar en contacto con su entorno, sensaciones que se traducen en interpretaciones diversas y significados muy específicos y particulares; de aquí que se diseñen actuaciones de acuerdo al estatus que se ocupe en la naturaleza. Por ejemplo, un depredador actuará de forma muy diferente al animal que le toca jugar el papel de presa; un ruido en el ambiente tendrá un significado distinto para cada uno de ellos

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y será un motivo que guíe o condicione la forma de actuar de cada sujeto. Es claro que todos estos organismos se dan cuenta que ocurren cosas, independientemente del código que se emplee para su interpretación y que además, sin que califiquemos de “premeditada” o “planeada” cierta forma de proceder, de manera intencional los seres vivos actúan para ponerse a salvo, se conducen hacia lo seguro, evitan el displacer, el sufrimiento y su meta es el placer. ¿Qué podríamos pensar acerca de la conducta de un caballo que suele revolcarse en la tierra, comer hierba fresca, aparearse, dormir, tomar agua, por ejemplo? ¿Ese caballo, se dará cuenta de lo que está haciendo aunque no evalúe desde la perspectiva humana? ¿Será intencional su conducta, en el sentido de que quiere hacerlo o por lo menos, encontrará placer al realizarlo? ¿Serán solamente actos “reflejo”, instintos empaquetados en un dispositivo de conductas, sin que intervenga ningún otro elemento (como el placer) en ese animal en particular? Ahora bien, ¿Nos atreveríamos a pensar que una presa cualquiera (conejo, venado, pájaro) intencionalmente correría el riesgo de acercarse demasiado a su depredador por el simple hecho de experimentar la adrenalina que genera el riesgo en sí mismo? No obstante lo obvio de la respuesta a esta pregunta, no aplicaría si estuviéramos preguntando acerca de conductas humanas; en las personas participa el sistema preconsciente y eso, hace muy peculiar la manera de pensar y actuar de los

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individuos y, la respuesta sería distinta; ya que para los humanos aplican “las ganancias secundarias”.

3. Las ganancias secundarias y el preconsciente Entre las personas, nunca bastará con solamente darse cuenta que las cosas ocurren para que la actuación se pueda interpretar como “consciente” en el sentido de que una conducta está al servicio del Yo;

Ciertos individuos suelen llegar a verbalizar expresiones como: “me doy cuenta que hago cosas que me hacen sufrir, sin embargo no puedo evitarlo”, o bien, “me doy cuenta que no me conviene pero tengo que hacerlo”; entre otras tantas expresiones que significan lo mismo. En estas situaciones, es evidente la participación del preconsciente en la vida de los sujetos que llegan a expresarse de esta manera; es evidente porque la persona se da cuenta que actúa en contra de su voluntad y se vive gobernado por fuerzas extrañas o internas que le obligan a hacer cosas que incluso, ponen en riesgo su salud y hasta su vida a cambio de ganancias para el Preconsciente, a cambio de ganancias secundarias. La condición de “darse cuenta” estará presente en todos los casos que se nos ocurran; así tenemos por ejemplo, alguien que decide suicidarse, ¿se dará cuenta que se está haciendo daño?, ¿Los delincuentes se darán cuenta que su conducta no es lícita ni sana y que daña a las personas?

como ya se dijo, eso de “darse cuenta” sería en todo caso, una primera condición de lo consciente; además y como la segunda condición, será necesario que esa conducta beneficie directamente al que actúa, siendo placentera sin tener que correr riesgos innecesarios; pero, faltará como última condición, garantizar la integridad de su entorno social, entorno donde deberá estar incluida su propia persona, su integridad física y emocional.

Estoy convencido que coincidiremos en las respuestas; el sujeto que decide y procede a cortarse las venas “se da cuenta” que necesita presionar violentamente un instrumento contra su cuerpo; además de haber valorado como insana esa acción, ya que la planea en secreto, es planeada por el Preconsciente para obtener lo que llamamos “ganancias secundarias”. Los delincuentes por consecuencia están seguros de “ser los malos”, planean y actúan en las sombras “a escondidas del mundo social”, al margen de las normas de convivencia; “se dan cuenta” que están cometiendo un ilícito, que serán rechazados por las personas y perseguidos por la ley y que, su existencia doméstica-familiar, la mayor de las veces, es fugaz y está condenada al anonimato.

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Una actuación consciente “al servicio del Yo”, tendrá necesariamente que llevarse a cabo de manera intencional y voluntaria; y al mismo tiempo que reditúa placer, alegría o bienestar individual, también integra al individuo a su mundo social como un Yo generoso consigo mismo y con su entorno; sujeto que actúa sin tener que “pagar caro”, dañar a terceros o correr riesgo desproporcionado al beneficio que pudiera obtener por dicha acción. “El yo gobierna la motilidad voluntaria. Su tarea consiste en la autoconservación”(21). Y en este sentido las ganancias son primarias o directas para el Yo de la persona. Las ganancias que se identifican como “secundarias” son aquellas que recibe directamente el preconsciente como gestor de motivaciones enraizadas en demandas que se quedaron sin atención en el momento en que la necesitaban y por ende, que se quedaron sin solución. Quejas que se fueron alojando una a una en ese sistema psíquico que ubicamos entre lo inconsciente y lo consciente; un escenario donde se acumula la simbología negativa para la vida; que puede verse como amargura, coraje, frustración, abandono, tristeza, codicia, envidia, etc., energía estancada que, desgraciadamente en ningún momento puede regresar al inconsciente pero tampoco puede ingresar al sistema consciente. Los impulsos reprimidos no podrán ser nuevamente inconscientes y al mismo tiempo no son aceptados ni atendidos por el Yo consciente como demandas manejables; entonces, se convierten en material exclusivo del preconsciente, generando así, su propia dinámica y su razón de ser; de aquí que, lo más significativo de la existencia del Preconsciente sea la gestoría de esas fijaciones. Afirma Freud que la diferenciación de actividad preconsciente y actividad inconsciente no es primaria sino que se establece después de haber entrado en juego la defensa(22). El material rechazado por la consciencia del individuo (expectativas frustradas e impulsos contenidos durante la vida) son exactamente el origen y subsecuentemente, el alimento del Preconsciente. Resulta difícil pensar que el sistema inconsciente pudiera hacer “un reciclaje” de la energía psíquica que rechazan las defensas Yoicas; o bien, creer que esos impulsos reprimidos regresan al inconsciente y permanecen simbólicamente inalterables en ese sis-

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tema para algún propósito diferente al que fueron creados. Ahora bien, adjudicarle al Inconsciente dos funciones básicamente opuestas entre sí, ha de resultar mucho más complicado; ya que, si tomamos en cuenta que la función centralmente importante del inconsciente consiste en día con día, generar demandas “actualizadas” a favor de la vida; estaría fuera de contexto y de toda lógica asignarle también y al mismo tiempo, la función de gestionar que los pendientes emocionales y simbólicos que guarda una persona sean tomados en cuenta por el consciente. “Hasta aquí hemos hallado un preconsciente eficaz, que se hace fácilmente consciencia y un inconsciente eficaz, que permanece inconsciente y parece estar disociado de la consciencia”.(23) Si fuera posible que en el Inconsciente se llevara a cabo un reciclaje de los impulsos reprimidos, sencillamente no habría fijaciones en la historia de vida de las personas y por consecuencia tampoco habría psicopatologías; lo cual sería grandioso; sin embargo, los trastornos mentales -emocionales no orgánicos (neurosis y psicosis) conectados a la serie de fijaciones que se enraízan en la personalidad de los sujetos, son una realidad incuestionable. De esta manera es que emerge la figura del sistema Preconsciente como el lugar hipotético donde se han de alojar esos “pendientes”; una simbología que genera su propia dinámica y su lógica preconsciente, cuya misión es dar solución a todas las necesidades del pasado inmediato o remoto para dar salida a la energía simbólica que se quedara estancada en la historia de cada individuo en particular, aunque esos motivos se encuentren le-

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jos de su consciencia actual o histórica. Entonces el Preconsciente puede ser entendido (hablando simbólicamente) como “una entidad” invisible que habita en todo individuo y cuyo funcionamiento es autónomo a la consciencia despierta (voluntaria) de las personas. “Ente” responsable de las conductas no intencionales que todos los sujetos ejecutamos alguna vez en la vida; conductas que invariablemente responden a motivos que, por pertenecer al pasado histórico de cada persona, son clasificados como “motivos no conscientes” de la conducta y que pueden realizarse aún en perjuicio del propio sujeto que actúa, muy a pesar de que pudiera darse cuenta que esto está ocurriendo. “La cualidad de consciente o no consciente es la única luz que nos guía en las tinieblas de la psicología de las profundidades.En otro lugar, hemos expuesto ya la hipótesis de que la verdadera diferencia entre una representación inconsciente y una representación preconsciente (un pensamiento), consiste en que el material de la primera permanece oculto, mientras que la segunda se muestra enlazada con representaciones verbales.(24) Si quisiéramos explicar, de una manera más sencilla la razón de ser de los sistemas psíquicos, podríamos decir que visualizamos tres entidades luchando por alcanzar su

meta. El inconsciente, de manera cotidiana, como si fuera una batería, generando impulsos para garantizar la sobrevivencia de la persona; el consciente, con conductas voluntarias o intencionales, satisfaciendo las necesidades que le envía el inconsciente, pero solamente en la medida en sean coherentes con las exigencias sociales y morales que le plantea su entorno; por tal razón es que esta entidad se ve en la necesidad de rechazar aquellos impulsos que, por su naturaleza no reúnan las características especificadas. El sistema preconsciente se encarga, en primera instancia, de llevar las peticiones inconscientes hasta los dominios conscientes y almacenar

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aquellas solicitudes no aceptadas; una siguiente responsabilidad de este sistema será buscar un buen disfraz a cada una de las peticiones que ahora ya son de apellido “preconsciente”, para volver a presentarlas al sistema consciente, en busca de una solución. Esta dinámica significa que las peticiones actuales y las anteriores han de competir por un lugar en la consciencia; el presente y el pasado se enfrentan por una conducta que les permita su realización; el presente con acciones acordes a la etapa del desarrollo actual que son llamadas maduras; y el pasado, con conductas infantiles o inmaduras respecto a la etapa de desarrollo de la persona en cuestión. Cuando el preconsciente logra convencer al sistema consciente para que atienda una demanda

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atiende necesidades atemporales produciendo ganancias secundarias. Si se atiende el pasado se desatiende el presente. Mediante este procedimiento, el sistema preconsciente puede llegar a controlar la conducta de la persona para que satisfaga “la necesidad preconsciente” de dar salida a toda la simbología que la historia de existencia de ese sujeto pudiera haber acumulado; esto se sucede aún a costa del sacrificio de los intereses reales y actuales del sistema consciente; que puede, en todo caso, solamente darse cuenta que están ocurriendo cosas o que está participando en ellas pero que no puede resistirse o negarse a hacerlas, incluso estando en juego su existencia. El Preconsciente, siendo uno de los tres sistemas psíquicos que en teoría funcionan como equipo en el mundo anímico de los individuos, puede llegar a significarse como un contrincante significativo para el sistema consciente porque es una entidad autónoma a la consciencia, con objetivos propios y diferentes e incluso opuestos a los del sistema consciente; además, es una entidad que representa una fuerza suficientemente grande como “un monstruo invisible” que puede someter y obligar a la consciencia (al individuo) a hacer cosas en contra de su voluntad e incluso en contra de su integridad.

“disfrazada”, seguramente que el individuo estará exhibiendo una actuación inmadura, infantil, sintomática e incluso patológica, que por regla general, estará ocupando el lugar de otra actuación que debiera ser más acorde a una realidad actual de la persona y su entorno; pero que sin embargo, satisface muy bien la necesidad del preconsciente, es decir,

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La actuación o las conductas que una persona pudiera desarrollar “en contra de su voluntad”, “a la fuerza” u obligada, invariablemente serán acciones que dejan de ser placenteras para esa persona, dejan de ser placenteras para el sistema consciente, que es el titular de las conductas voluntarias. Estas conductas

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obligatorias, controladas desde una instancia diferente a la voluntad de la persona, han de generar ansiedad, displacer, dolor, sufrimiento, coraje y desacuerdo con un mundo que aunque no se visualice del todo, si somete y controla. Un “algo” diferente a la consciencia y la voluntad de los sujetos que es capaz de controlar, dirigir y decidir la conducta de las personas. Ese “algo” de nombre “sistema preconsciente” que se ha venido describiendo, no puede ser otra cosa que un verdadero monstruo durante la vida diurna de las personas, cuya actuación provoca, entre otras cosas negativas, el desgaste del Yo, su sufrimiento, el celo, la culpa, la apatía, el coraje, la violencia y también, el desgano para la vida que muchos sujetos padecen. Estos afectos y sentimientos que son incoherentes con los contextos reales de la existencia de las personas, pueden claramente entenderse como negativos para la vida, por ser emociones injustificadas e incoherentes; por no existir una razón real para que se generen. Estos contenidos incoherentes, sintomáticos, irracionales e inexplicables desde la razón y la lógica de la consciencia despierta, son el alimento del preconsciente. En términos generales, un sujeto promedio en su cotidianidad no podrá identificar a voluntad los motivos preconscientes de su propia conducta; la percepción que generalmente se tiene de sí mismo es de un ser indivisible, sin instancias ajenas al Yo; de tal suerte que solemos decir: “yo mismo me hago daño” por ejemplo, en donde debiéramos decir “mi preconsciente me hace daño o

se alimenta del sufrimiento de mi Yo”. “Estábamos acostumbrados a pensar que toda idea latente lo era a consecuencia de su debilidad y se hacía consciente en cuanto adquiría fuerza. Mas ahora hemos llegado a la convicción de que existen ciertas ideas latentes que no penetran en la consciencia por fuertes que sean. Así, pues, denominaremos preconscientes a las ideas latentes del primer grupo.” (25) El preconsciente es entonces el sistema psíquico que además de ser invisible para la consciencia despierta y autónomo en la capacidad de decidir, puede llegar a convertirse en el Dominante entre los sistemas, un ente que se estructura y desarrolla mediante los impulsos reprimidos o necesidades pendientes que se puedan generar en la historia de los individuos, va creciendo de manera simultánea al desarrollo del Yo de cada persona. Un preconsciente que la mayor de las veces no sólo pretende, sino que logra controlar la existencia de los sujetos, les arrebata el control y la capacidad de decidir cómo pensar, cómo sentir y cómo actuar; Freud (1912) comentaba: “La distinción de ideas preconscientes e inconscientes nos conduce a abandonar los dominios de la clasificación y a formarnos un juicio sobre las relaciones funcionales y dinámicas en la actividad psíquica.(26) Ambos sistemas, el consciente y el preconsciente, al desarrollarse al interior de un sujeto como “el yo” y “el no yo conmigo” (sólo por darle una denominación), van a compartir la temporalidad de su existencia; comparten las experiencias y los eventos de la historia cronológica de ese ser en particular aunque solamente como eventos globales, las especificidades serán distintas para cada uno; ya que son entidades opuestas; la simbología y los significados de esos eventos, por principio, serán siempre diferentes para cada una de ellas y la mayor de las veces, antagónicos y excluyentes. De esta manera se puede entender que el Yo y su contrario, “el monstruo” llamado Preconsciente, puedan compartir las experiencias que su particular forma de existir les permite; mientras el Yo procura “alimentarse” con el placer, la alegría, el goce, el amor, la satisfacción y todos los aspectos favorables a una vida contemporánea y coherente a la etapa del desarrollo; el Preconsciente se nutre de la amar-

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gura, se alimenta de los afectos pendientes, las frustraciones, el displacer, la agresividad, la ira, el desamor, la tristeza, el dolor, la soledad y el abandono, como ejemplos de los padecimientos humanos. De cualquier evento que se presente en la vida o de cada conducta que desarrollen los individuos, cada una de las estructuras psíquicas o cada sistema podrá o por lo menos intentará extraer y aprovechar la parte que le interesa; así mientras que el “Yo” propone que la persona desdpierta-consciente actúe conductas que produzcan placer, alegría y convivencia con su entorno; el Preconsciente tratará de que el mismo individuo desarrolle conductas que le signifiquen fracaso, displacer o por lo menos consecuencias de lamentables dimensiones, para nivelar la balanza. “…el Yo se nos muestra forzado, en ocasiones, a transformar en acción la voluntad del Ello, como si fuera la suya propia.” (27)

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conducta determinada; los sentimientos que produce una determinada actuación podrán alimentar al sistema consciente cuando esos sentimientos son positivos y alimentarán al preconsciente cuando sean negativos; en este sentido es que los contextos sociales o escenarios públicos toman una relevante importancia para los individuos y para los sistemas psíquicos de esos individuos; ya que, un evento cualquiera puede ser un excelente pretexto o motivo para que los individuos sufran, peleen, se agredan, se maten; o bien, disfruten,

Ahora bien, ambos sistemas, el consciente y el preconsciente obviamente necesitan de un cuerpo físico y de ciertas funciones como los pensamientos, las emociones y los sentimientos para poder existir; entonces, se ven en la necesidad de compartir a la persona en cuestión; ambos sistemas cuentan con solamente un cuerpo físico para actuar. En este sentido, el consciente y el preconsciente coexistiendo en el mismo cuerpo físico, escenifican una lucha sostenida y cotidiana por alcanzar cada uno sus objetivos; de tal suerte que, ante cualquier evento en el contexto social o pensamiento al interior de las personas, ambas entidades buscarán tomar la delantera y adjudicarse algunas ganancias, de esta forma se establece una dinámica de alternancia muy peculiar en la toma de decisiones que controlan y dirigen la conducta humana; pero que, en ciertas ocasiones esa alternancia (entre la conducta voluntaria e involuntaria) se pierde y el escenario se transforma en un contexto de sometimiento, que exhibe el dominio de uno de los sistemas psíquicos. Cuando el dominio lo ejerce el sistema preconsciente se asocia con situaciones patológicas, mientras cuando la estructura consciente es la dominante se entiende como solamente la actuación cotidiana promedio de los seres humanos. Lo que en realidad interesa a cada uno de estos sistemas psíquicos, son las consecuencias de una

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se ayuden, se solidaricen, se enamoren. Es claro entonces que las consecuencias de una conducta al mismo tiempo que afectan o repercuten en el contexto social donde actúa el individuo, también tienen eco al interior del propio sujeto. “También una parte del Yo, cuya amplitud nos es imposible fijar, puede ser inconsciente, y lo es seguramente. Y este Inc. del Yo no es latente en el sentido de lo Prec., pues si lo fuera, no podría ser activado sin hacerse consciente…”

Podríamos satanizar al sistema preconsciente por reconocerle solamente misiones encaminadas a generar resultados displacenteros para los individuos y ser un ente con intenciones destructivas y malévolas para la persona; sin embargo y muy a pesar de que eso sea cierto durante la vigilia, la dualidad de los eventos es una característica inherente a la propia existencia y en este sentido, la presencia del sistema preconsciente más que inevitable es necesaria, porque en todos los casos para los seres humanos no todos los impulsos que produzca el inconsciente podrán ser atendidos adecuadamente y esos contenidos necesitan de un lugar, de un sistema preconsciente donde existir, necesitan de ese contexto donde el tiempo no existe como tal, donde no hay etapas de desarrollo ni exigencias externas como prioridades; no existe el bien ni el mal; solamente existen pendientes que hay que atender y que bien pueden ser recreados durante el sueño que es el contexto adecuado para el preconsciente; ya que, cuando se lleva a cabo durante la vigilia, se convierte en una situación caótica para el Yo. El “Yo” (sistema consciente) tiene una obligación natural, misión que consiste en luchar y triunfar sobre el dominio o control de su conducta en situaciones de vigilia, que es el territorio de la consciencia despierta o intencional que caracteriza a los seres humanos. Deberá contextualizar su actuación y definir sus roles así mismo, marcar claramente los límites de acción de cada sistema psíquico durante la vigilia. En los sueños, el inconsciente y el preconsciente podrán desarrollar y de hecho así sucede, todas las acciones propias de esa dimensión, sin que el Yo voluntario tenga la más mínima oportunidad de intervenir.

4. El sueño y la vigilia Comenta Freud (1900) que Radestock incluye una serie de citas que relacionan los trastornos mentales con los sueños, entre las que destacan por ejemplo Kant dice que “el loco es un sujeto que sueña despierto”; así mismo Krauss define la locura como “un sueño dentro de la vigilia de los sentidos”;

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Schopenhauer dice que “el sueño es una demencia corta, y la demencia, un sueño largo”... (29) El sueño como actividad fisiológica y la vigilia como escenario de la voluntad son dos dimensiones que, al parecer coexisten en todos los seres vivos; mientras está la presencia de una de esas dimensiones, la otra será invisible para el sujeto; así cuando una persona duerme, se abre la pantalla virtual llamada sueño y donde esa misma persona que duerme, interactúa aunque virtualmente y bajo la dirección de voluntades ajenas al Yo consciente, pero de alguna manera actúa. Cuando la persona se despierta, automáticamente el mundo virtual se cierra y se hace invisible; podríamos pensar que desaparece, sin embargo solamente es invisible para el “Yo” consciente, la energía propia de esa dimensión continúa existiendo en su mundo, con sus leyes, su lógica y su métrica, pero en el único cuerpo del que dispone, el cuerpo del sujeto que ahora se encuentra en la dimensión de la vigilia y que tiene que atender lo que ve y también lo que no ve; pensamientos lógicos y entendibles pero también ideas raras y “locas” aunque, al final de cuentas, suyas sin importar que sean contenidos involuntarios. Todo individuo estará formado por dos dimensiones; un cuerpo que análogamente es la residencia de dos mundos; uno consciente y otro no consciente, en esa casa, que es nuestro cuerpo, habita el “Yo” que maneja las acciones voluntarias pero también acá vive el Preconsciente, que maneja las acciones involuntarias; un mundo que es visible y otro que no se puede ver durante la vigilia; sin embargo, ambas entidades se disputan el control de las acciones corporales porque es el único medio con que cuentan para entrar en contacto con el mundo tangible donde tú, yo y los demás existimos. En el escrito “El material onírico. La memoria en el sueño”, Freud dice que, “todo el material que compone el contenido del sueño procede, en igual forma, de lo vivido y es, por tanto, reproducido –recordado- en el sueño...”(30) El preconsciente decide a su antojo el contenido de los sueños, elige la etapa del desarrollo personal que se deba recrear o las condiciones específicas de los escenarios que deberán representarse simbólicamente en ellos. Freud comenta (1898

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-9) “el ingenuo juicio del individuo despierto acepta que el sueño, aunque ya no de origen extraterreno, sí ha raptado al durmiente a otro mundo distinto…” no obstante, el sueño y la vigilia son partes de una misma historia y de un mismo mundo.(31) En el contexto de los sueños, el “yo” (sistema consciente) no puede intervenir de manera intencional y a veces, ni siquiera podrá conseguir el permiso para “asomarse” a ellos; ya que, es posible que nada recuerde de lo soñado. Al despertarse un individuo es posible que no conserve ni vagos recuerdos del contenido de cierto sueño; pero también, en otras ocasiones el Yo llega a tener imágenes dispersas que pueden dar indicios de experiencias como haber estado en esos escenarios del sueño que son ajenos y extraños para él. “Las ideas latentes del sueño no se diferencian en nada de los productos de nuestra ordinaria actividad psíquica consciente. Puede aplicárseles el nombre de ideas preconscientes y en efecto, pueden haber sido conscientes en un momento de la vida despierta”.(32) Lo anterior no significa en ningún sentido, que el Preconsciente concrete su actuación al contexto de los sueños; durante la vigilia aunque de manera invisible, acompaña al individuo y establece una competencia amplia y permanente contra el Yo por ocupar espacios de esa vigilia, que en teoría, le pertenecen al sistema consciente. Para el preconsciente no existe división entre sueñovigilia; durante el sueño domina y durante la vigilia intenta y con reconocible éxito logra apropiarse de la voluntad de la persona, de su actuación, de sus sentimientos e incluso, elige los escenarios tangibles de

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esa realidad donde actúan las personas. Dice Freud (1900) “Observamos, ante todo, que en el contenido del sueño aparece un material que después, en la vida despierta, no reconoce como perteneciente a nuestros conocimientos o a nuestra experiencia… así pues, no nos explicamos de qué fuente ha tomado el sueño sus componentes y nos inclinamos a atribuirle una independiente capacidad productiva…” (33) Cuando el Yo de la persona se siente agredido por alguna situación o evento externo relacionado con el control de la voluntad o simplemente cuando percibe la intención de arrebatarle una porte del mundo de la vigilia, ese Yo entra en crisis y tiende a experimentar ansiedad; situación de emergencia que le abruma y le obliga a defenderse usando una serie de herramientas que ayuden a repeler dicho ataque. Algunas veces las herramientas que usa el Yo (para defenderse de esa ansiedad) le reditúan tranquilidad interna y adaptación con su entorno, lo que se puede interpretar como una ganancia primaria o directa para el Yo; pero no siempre es así; en otras ocasiones, las acciones que desarrolla ni son adaptativas y tampoco son exitosas para deshacerse de la ansiedad y en esos casos, los mecanismos de defensa o las herramientas usadas con la pretensión de defenderse, resultan una carga adicional a las quejas primarias y agudizan la situación de crisis para el “Yo” de la persona. En este sentido es que se dice que “los mecanismos de defensa” que usa el Yo, en ciertos casos pueden resultar efectivos contra la ansiedad; pero también, pueden ser perjudiciales para

ese Yo provocándose un incremento de síntomas patógenos que se suman a las quejas que originaron la necesidad de usar dichos mecanismos; aunque en todo caso, son “benéficos” para el preconsciente porque son ganancias secundarias que alimentan a ese sistema psíquico. Si podemos distinguir “los mecanismos de defensa” que se encuentran inmersos en la conducta de ciertos individuos, podremos identificar el tipo de fijaciones que determina ese actuar; ya que la manera de actuar de las personas coincide fielmente a las motivaciones que corresponden a cada una de las etapas del desarrollo psicosexual de los individuos; es decir estaremos en posibilidades de inferir respecto a los intereses simbólicos orales, anales o fálicos que el preconsciente esté recreando a nombre de ese sujeto en particular, ordenándole al Yo que actúe de tal o cual forma. En este sentido es que, los “mecanismos de defensa” que convencionalmente se han identificado como herramientas que usa el Yo a voluntad, son en realidad actuaciones controladas desde el preconsciente porque esas conductas que, no se manejan voluntariamente, además, de no resolver la problemática que pudiera haber generado la ansiedad en cuestión, consume mucha energía para sostenerlas; como por ejemplo: la racionalización, la identificación proyectiva, el desplazamiento, la intelectualización, la anulación, la negación, la proyección, entre otros; que podrán ser a lo sumo, intentos fallidos para resolver en la realidad, los conflictos que generan la ansiedad que padece el Yo. El ingrediente preconsciente de una conducta buscará lo que clásicamente se conoce como “ganancias secundarias” de una actuación; las cuales son, ni más ni menos que síntomas representativos de cierta alteración emocional; es decir, esas ganancias representan lo que ortodoxamente se ha

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entendido como los motivos inconscientes de la conducta de los individuos, pero que desde esta perspectiva es la esencia y el alimento del preconsciente, quien pretende, mediante los mecanismos de defensa, llevarnos al pasado, a lo simbólico, a la fantasía; contrariamente a la finalidad del Consciente que nos coloca en la realidad física y social de la vigilia actual; o por lo menos esa es su misión. Dos dimensiones antagónicas que comparten además de la temporalidad de la existencia de los individuos, su cuerpo físico, sus pensamientos y sus emociones. El sistema psíquico Preconsciente de una persona puede contener fijaciones que corresponden a cualquiera de las etapas de su particular desarrollo psicosexual; no obstante, habrá de manera central alguna fijación más significativa para ese individuo; de tal suerte que, la mayoría de sus actuaciones estarán determinadas por la simbología que distinga a esa fijación sea Oral, Anal o Fálica. Cuando durante la vigilia el preconsciente actúa como entidad dominante, en la conducta de los individuos se pueden identificar las características patógenas de estos procedimientos a través de las evidencias como: ideas de sacrificio, insatisfacción, culpabilidad, rechazo social, daño físico o sufrimiento emocional para el personaje en cuestión, aunque en el mundo fantasioso el preconsciente ofrezca dicha, felicidad y triunfo en lo inmediato para el Yo a través

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de acciones que satisfagan las necesidades que corresponden a un pasado y lo hará tomando tiempo de un presente del sujeto, obligándolo a actuar conductas inmaduras, infantiles y por lo tanto regresivas pero, todas enfermizas. “En mis tratamientos psicoanalíticos (de histerias, neurosis obsesivas, etc.), he tenido repetidas ocasiones de ocuparme de los recuerdos fragmentarios de los primeros años infantiles, conservados en la memoria individual. Tales recuerdos poseen, como ya en otro lugar hemos indicado, una gran importancia patógena”.(34) Una gran cantidad de las actuaciones que se dan en las poblaciones humanas actuales, se clasifican como conductas inapropiadas, enfermizas, neuróticas, de sufrimiento, sacrificio y amargura y hasta peligrosas psicóticas, en comparación a las mínimas de ternura, ayuda mutua, solidaridad, placenteras o de amor. Esta comparación se puede realizar tanto en las instituciones de las sociedades modernas como en las calles citadinas y en general en las relaciones que se entablan en el contacto diario entre los individuos independientemente del contexto social en que se generen y esta situación es la manifestación del estado que conservan los sistemas psíquicos de los sujetos contemporáneos. Al concepto de “salud mental” lo podremos entender como el equilibrio entre las fuerzas psíquicas; en el sentido de que cada sistema opere en los contextos y en las circunstancias que le correspondan; es decir, que el inconsciente sea esa batería generadora de impulsos; que el consciente se encargue de administrar la vigilia de la existencia humana con actuaciones sublimadas y que el precons-

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ciente sea el encargado de almacenar los impulsos rechazados por el consciente para recrearlos exclusivamente en el contexto del sueño. Durante mucho tiempo se ha hablado de “La Sublimación” como un mecanismo de defensa que es exitoso y adaptativo; que, sin dañar a nadie, produce placer al sujeto que actúa y al mismo tiempo, es generoso con el grupo social donde se actúa, porque brinda beneficios a las demás personas; La sublimación ilustra una actuación deseable para el Yo en todos los ámbitos de la existencia humana, lo que le permite representar a la conducta prototipo de la “salud mental”; la conducta “sublimada” puede ser constancia de un posible mundo dominado por el sistema psíquico consciente sobre un preconsciente reducido a su mínima expresión en la dimensión de la vigilia, que es la dimensión gobernada por el sistema consciente o bien, que debiera ser propiedad de la consciencia despierta de los individuos.

5. El mundo social de la consciencia despierta vs el acto de delinquir y los trastornos mentales El contexto social será el concepto que contenga la idea de la serie de individuos y los grupos de individuos que han decidido vivir juntos; así como el espacio y tiempo donde se desarrollan parámetros para evaluar la existencia de sus integrantes y regular sus acciones. Los parámetros que se construyan permitirán caracterizar las actuaciones como, entre otros adjetivos, aceptables, benéficas, deseables y productivas

o contrariamente, como no deseables, negativas o delictivas; dependiendo de los beneficios o perjuicios que le procuren al grupo social; ya que, delinquir será sinónimo de violar las normas sociales establecidas, independientemente de la intencionalidad o no intencionalidad de la acción. En este campo de lo social es donde se construyen requisitos o normas que van definiendo la visión desde dónde se interpreta la vida de las personas, la calidad de las relaciones entre los integrantes y también desde aquí se valoran y se juzgan las distintas actuaciones de las personas. De alguna manera la opinión clínica acerca del estado mental de los sujetos, en el sentido de saludenfermedad, ha venido a crear cierta confusión en el plano de la procuración de justicia, las leyes, la legalidad y el derecho como ejercicio profesional; donde, erróneamente se propone justificar las acciones delictivas (desarrolladas por determinado sujeto) porque presumiblemente es víctima de cierto trastorno emocional. La gran mayoría de los individuos que pudieran padecer algún trastorno emocional (como resultado del dominio preconsciente en su vida), mantienen la capacidad de “darse cuenta” que están ocurriendo cosas y que ellos están participando directa o indirectamente en esos eventos; y aunque sea cierto que desde el plano clínico, en la mayoría de las ocasiones esos sujetos no cuentan con las herramientas para desobedecer los mandatos del preconsciente, si tienen la oportunidad de, por lo menos, darse cuenta que están procediendo contrariamente a lo recomendable en el plano social. Esta situación permite inferir que, con su mínima excepción, en todo enfermo mental existirá un “Yo” con el cual se puede hacer contacto aun y cuando ese Yo sea literalmente un prisionero o rehén del preconsciente. Todo sujeto, en cierta medida se podrá “dar cuenta” que está participando en algún evento o que juega un papel de espectador; de igual manera podrá darse cuenta que aunque no sea su voluntad participar en alguna acción en particular, tampoco podrá evitar ser involucrado en situaciones dominadas por el sistema preconsciente; por ejemplo podrá desarrollar conductas que van desde la simple acción de cubrirse de la lluvia para no mojarse, hasta situaciones más complejas que implican

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planear y toman precauciones para no ser detectados por la policía al cometer algún delito. Por lo general, todo individuo o su sistema consciente se puede “dar cuenta” que su homólogo preconsciente le está arrebatando las decisiones de su actuar; cuando su capacidad de disfrutar la vida en el plano de la vigilia, se vea mermada; cuando el

desgano, el sufrimiento, la violencia o la amargura sean los ingredientes de su existencia cotidiana, seguramente que, al igual que todos, podrá darse cuenta que algo raro ocurre en su vida, porque es un proceso que avanza de manera paulatina. La actuación de los delincuentes clínicamente son, sin lugar a dudas, actuaciones enfermizas, conductas dominadas por el preconsciente. En este tipo de conductas los protagonistas “se dan cuenta” de su participación en los eventos, del daño que pue-

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den causar y de los riesgos que han de correr; situación que, además de enfermizas, esas conductas pueden ser perfectamente bien clasificadas como delictivas desde la perspectiva social. Pensar que el apellido “enfermizo” debe o puede justificar el

daño que cierta conducta delictiva cause a la sociedad o a cualquier otro individuo, es y será siempre un grave error; el simple hecho de que cierto individuo “se dé cuenta” que está desarrollando una actividad “ilícita” ya es motivo suficiente para desde una perspectiva social, responsabilizarlo de ser primero un delincuente y después un enfermo mental; aunque desde el punto de

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vista clínico primero sea un enfermo mental y luego un delincuente.

lo reprimido a la consciencia del enfermo le hemos dado el nombre de psicoanálisis”. (36)

De tal suerte que, todos los delincuentes, desde los asesinos, los secuestradores, los violadores, hasta los llamados rateros callejeros o de cuello blanco, entre otros tantos maleantes, planean y actúan “en las sombras” porque se dan cuenta que deben ocultarse; que están haciendo algo malo, que están cometiendo un ilícito y eso los hace responsables injustificables en el mundo social; ya en el campo de la salud mental, esos personajes peligrosos primeramente son enfermos mentales; sujetos que exhiben un trastorno emocional que puede manifestarse mediante actuaciones peligrosas para ellos mismos y para su entorno social. Recordemos que “ninguna persona sana (con salud mental) haría lo que ellos hacen”.

♦ Identificamos al Yo del paciente como la estructu-

PARTE II REFLEXIONES ACERCA DE LA TERAPIA PSICOANALÍTICA BREVE 1. Características generales Centralmente hemos de retomar las características que identifican a la terapia Psicoanalítica Breve, en los términos siguientes: (35)

♦ Tiene una orientación Psicoanalítica porque es la primera tópica Freudiana el marco de referencia y sustento teórico desde donde se inicia el entendimiento del mundo psicológico del ser humano y también desde allí se interpreta la acción terapéutica. Freud (1918-19) apunta: “A la labor por medio de la cual hacemos llegar

ra a fortalecer, la estructura psíquica que se necesita habilitar.

♦ La asociación libre sigue siendo una herramienta importante para el terapeuta; la particularidad de nuestra intervención es que en la primera oportunidad de interpretación el terapeuta señala al paciente las motivaciones “latentes” en su discurso, para que identifique la parte de su historia que guarda la fijación significativa que recrea el sistema Preconsciente en esta particular problemática.

♦ La sesión es cara a cara. ♦ Dado que el Yo es la estructura que se debe habilitar, la historia del desarrollo psicosexual es fundamental; ya que, ilustrará el desarrollo de su “sistema Preconsciente” que es donde se ubican las fijaciones (orales, anales o fálicas).

♦ Es una psicoterapia de corta duración; por lo general en un plazo no mayor de seis meses se puede abordar y resolver la problemática específica por la que el paciente llega al consultorio; desde luego, con la flexibilidad necesaria para dimensionar al paciente como un individuo único y también con su individual temporalidad evolutiva. En consecuencia, la palabra breve en ningún momento deberá ser interpretada como “un mientras” o como una intervención superficial.

♦ Asumimos la meta topográfica que Freud enunciara en 1916-17; y que consiste en que mediante la interpretación del terapeuta, el paciente engrose el ámbito de lo consciente a costa del inconsciente; para esta terapéutica en lugar de ser el inconsciente se entenderá “a costa del Preconsciente”. “Así, pues, para volver a nuestro argumento, si es éste el camino por el que lo inconsciente se hace preconsciente, la interrogación que antes nos dirigimos sobre la forma en que hacemos (pre) consciente algo reprimido, recibirá la respuesta siguiente: hacemos (pre) consciente lo reprimido, interpolando, por medio de la labor analítica, miembros intermedios preconscientes.

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Por lo tanto, ni la consciencia abandona su lugar, ni tampoco lo Inc. se eleva hasta lo Cc”. (37)

♦ Un aspecto fundamental para esta terapéutica es el manejo adecuado de la transferencia– contratransferencia; de tal suerte que, en coincidencia con el Psicoanálisis “la meta dinámica” de esta técnica busca que el paciente dirija sus fuerzas a la integración de objetos totales gratificantes; por lo tanto, mantendrá una intención persistente de reparación tanto de objetos internos como externos. “Poder ser neutro como objeto de transferencia-contratransferencia también demanda capacidad sublimatoria de parte del terapeuta…y así durante todo el proceso psicoterapéutico, para lograr las metas ideales y reales que como profesional se ha propuesto el psicoterapeuta, necesita poseer una fuerte capacidad de reparar, real, en sí mismo y en sus pacientes…al reparar a sus pacientes inconscientemente se repara a sí mismo y a sus propios objetos”. (38)

En lo sucesivo nos daremos a la tarea de plantear reflexiones acerca de esta técnica terapéutica en términos generales. Sin que se interprete como un manual de procedimientos rígidos e inflexibles, pue-

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de ser una guía que combinada con el talento de cada psicoterapeuta y la experiencia de su propio análisis, seguramente brindará resultados excepcionalmente positivos para los pacientes y una extraordinaria oportunidad para la auto-reparación del propio terapeuta.

2. La entrevista inicial Como regla general, en la entrevista inicial primeramente se procede a tomar los datos generales del paciente; ; entre otros datos que permitan tener una idea objetiva de la persona y de la situación donde vive el paciente (habitualmente ya existe un formato). No podemos recomendar la práctica de tomar apuntes de alguna extensión, formar protocolos, etc., durante las sesiones con el analizado. Podemos infringir sin remordimiento esta regla cuando se trata de fechas, textos de sueños o singulares detalles aislados, que pueden ser desglosados fácilmente del conjunto y resultan apropiados para utilizarlos independientemente como ejemplos. (39) Para identificar el motivo de consulta, el terapeuta preguntará al paciente acerca de la problemática que le obligó a solicitar ayuda; por ejemplo, ¿qué evento provocó que usted viniera hoy a consulta?; dígame, ¿qué problemática es la que está usted viviendo? El paciente expondrá las razones que le orillaron a solicitar ayuda, siendo ese material el motivo manifiesto que afecta al paciente;

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motivo que dará origen a la psicoterapia en cuestión; el terapeuta identificará su paralelo motivo “latente” de consulta, como parte del sistema Preconsciente que se debe analizar. Luego, será necesario hacer el encuadre (en el sentido de dejar claramente establecidas las reglas del tratamiento: horarios, cancelaciones, modificaciones de horarios, pagos, entre otras); además de visualizar las expectativas del paciente. Hasta aquí es recomendable anotar los datos que se obtuvieron de la entrevista incluso escribiendo frente al paciente; situación que se ha de modificar a partir de una siguiente sesión, siendo preferible realizar anotaciones inmediatamente después de terminada cada una de las sesiones, se podrán escribir desde solamente datos significativos que describan y den forma a un seguimiento, hasta anotaciones descriptivas del tipo etnográfico, lo cual es válido porque cada profesionista en específico podrá usar los medios y las formas que crea convenientes si eso ayuda al paciente y no violenta el fondo de la propia técnica de intervención. La primera tarea que encuentra ante sí el analista que ha de tratar más de un enfermo al día es quizá la que parecerá más difícil. Consiste en retener en la memoria los innumerables nombres, fechas, detalles del recuerdo, asociaciones y manifestaciones patológicas que el enfermo va produciendo en el curso de un tratamiento prolongado meses enteros y hasta años, sin confundir este material con el suministrado por otros pacientes en el mismo período de tiempo o en otros anteriores. (40) En esta primera sesión el terapeuta intentará que el paciente iden-

tifique quién o quiénes están desarrollando un rol “fuera de lugar” o inadecuado en ese contexto social donde se esté estructurando el conflicto o parte del mismo, porque el desempeño inadecuado de los roles se convierte en un factor importante en las crisis humanas y en los conflictos que generan las relaciones sociales, familiares, laborales o grupales en general; el análisis de esta cuestión de los roles se llevará a cabo a lo largo de las siguientes sesiones y no precisamente en esta primera; ya que, el desempeño de un rol se podrá interpretar desde la perspectiva Moral entendida como la perspectiva de las costumbres del grupo social en particular independientemente de la intencionalidad de las acciones mismas; pero también se podrán analizar desde el punto de vista Ético en el sentido de tener presente la intención (positiva-negativa) que cada una de las acciones tiene en sí misma, independientemente de la manera en que se haya construido la costumbre social o de grupo para actuar en circunstancias similares; pero además, habrá que tener en cuenta que cada una de las sesiones dispone de solamente un máximo de 50 minutos de duración. Con ayuda del terapeuta, el paciente también podrá plantearse algunos supuestos acerca de las cosas no intencionales que hace; conductas popularmente llamadas “inconscientes” y que en esta terapéutica llevarán el apellido “Preconsciente” porque son acciones fuera del control o la intencionalidad de la persona. Estas conductas podrán estar siendo actuadas por el propio paciente o por la gente que lo rodea. Las acciones NO intencionales representan un aspecto fundamental a lo largo del tratamiento; ¿pensará él que la gente hace las cosas sin darse cuenta o las hace intencionalmente? ¿Las cosas que él mismo actúa serán intencionales o ni cuenta se da de ello?

3. Las sesiones siguientes y los puntos clave A partir de la segunda sesión, el terapeuta buscará que el paciente se involucre en el análisis de las situaciones y los escenarios que le han representado conflicto; lugares y contextos donde ha participado recientemente e incluso donde pudo ser

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protagónico de alguna historia. Esta actividad la puede llevar a cabo mediante preguntas planteadas de manera impersonal como: o a través de analogías como por ejemplo: “le podemos preguntar al paciente de qué número calza y dependiendo de su respuesta planteamos una situación donde solamente existen zapatos de un número menor al que él necesita; ¿qué le pasaría si usted los usa aún siendo de un número

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Preconsciente por ser manejado por una voluntad distinta al “Yo”. Es recomendable que a partir de la segunda sesión, el paciente pueda identificar al Preconsciente, a su Preconsciente como un “ente” autónomo a su voluntad como persona y cuyas características fundamentales son:

♦ Que en el cuerpo físico de las personas, además de la razón y la intencionalidad, también existe el preconsciente, aunque sea de manera invisible durante la vigilia.

♦ El preconsciente se alimenta de las emociones negativas que experimenta el individuo durante el día; ya que su origen es precisamente todas las experiencias frustrantes y negativas que haya vivido la persona durante su vida.

♦ El preconsciente puede promover, sugerir y obligar a la persona a realizar actos que perjudiquen al propio sujeto que las realiza; porque a ese le interesan las experiencias negativas o dolorosas que pueda experimentar el sujeto en cuestión.

♦ Que es una fuerza psíquica menor? El paciente invariablemente contestará , de igual manera diría que no los compraría y que los desecharía; situación que no ocurre con las parejas que a pesar de dañarles son conservadas para perpetuar el sufrimiento. Un aspecto también importante será que el paciente logre ubicar si su actuación ha sido voluntariaintencional o contrariamente si ha sido “sin intención” pero sin resistencia; esto con la finalidad de que el paciente ubique su existencia de manera Bidimensional (intencional – no intencional) siendo el material intencional, el mundo de la consciencia despierta que caracteriza al “Yo” y, todo aquello que obedece a lo no intencional, podrá identificarse como material

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(interna) contraria a la voluntad intencional de las personas. En una tercera o cuarta sesión el paciente podrá visualizar más claramente la existencia bidimensional de los seres humanos; podrá ubicar la vida intencional organizada por la consciencia despierta de las personas que inicia cuando despertamos, que es el momento en que “se cierra” el mundo virtual llamado sueño; una dimensión que se hace invisible cuando la persona asume el rol de vigilia o consciente. El paciente con ayuda del terapeuta podrá distinguir

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la dimensión de la Intencionalidad de la vigilia y la dimensión de la NO intencionalidad durante el sueño; para que el paciente pueda entender que su “Yo” no controla las acciones durante el sueño pero si hacerlo mientras esté despierto. Lo más importante es que el paciente sea capaz de entender que la dimensión del sueño cuando se cierra, no desaparece ni tampoco se queda en la cama, el ropero o en las almohadas; el mundo virtual de la “no consciencia” se anexa a la persona de manera invisible para el Yo y la acompaña durante la vigilia controlando las conductas “no intencionales” que las personas actuamos y por lo general, por las que nos disculpamos en la vida cotidiana porque “son sin querer”.

consciente como un ente autónomo de su voluntad y además de ser un sistema psíquico, será ahora “su enemigo durante la vigilia”; un enemigo que se alimenta de “las emociones negativas” que pudiera experimentar la persona; contrariamente al Yo que se alimenta de las emociones positivas que se produzcan. Lo más significativo de esta re-dimensión es que el paciente construya una alianza con el terapeuta para enfrentarse al enemigo común que es el Preconsciente y ambos se den a la tarea de fortalecer al Yo. El terapeuta podrá ir interpretando las fijaciones que el paciente vaya señalando en su conversación para dimensionar las misiones infantiles que fueron conformando a su particular Sistema Preconsciente; podrá también identificar las etapas donde se dieron las frustraciones infantiles o episodios de sufrimiento que hayan marcado al paciente en su desarrollo temprano y que, cada vez que se presenta una oportunidad, su Preconsciente lo transfiere sobre los objetos y las figuras que como adulto ahora le acompañan.

En las siguientes sesiones el paciente podrá ubicar y darse cuenta que la fuerza psíquica que controla el mundo virtual del sueño (que es el preconsciente), puede ser una fuerza o factor importante en la manera en que se conduce una persona también durante el día; es decir, mientras se encuentre despierta; ya que ese mundo virtual e invisible se maneja de manera autónoma de la voluntad; a veces, quiera o no quiera el Yo de la persona, se verá obligado a obedecer un mandatosugerencia del Preconsciente; siendo este sistema, el responsable de que cierto sujeto haga o deje de hacer cosas aunque no le convengan. El terapeuta puede aclarar acerca de los 3 sistemas psíquicos de los individuos, sin que esta aclaración sea un requisito terapéutico.

Será importante lograr que el paciente visualice al Sistema Preconsciente como “su enemigo diurno”; es decir, que solamente será su enemigo durante la vigilia, mientras la persona esté despierta; ya que, si el Yo consciente se alimenta y se fortalece con las emociones, sentimientos e ideas positivas que experimenta el sujeto, el Preconsciente se alimentará de las emociones ideas y sentimientos negativos que produzca el individuo; se pretende lograr que sea el Yo del paciente el que decida su conducta; es decir, que la consciencia despierta sea la responsable de lo que haga o deje de hacer esa persona; en este sentido será claro que durante el día todo individuo deberá producir una cantidad mayor de emociones, sentimientos e ideas positivas si pretende fortalecer su Yo consciente, si pretende tener Salud Mental.

Con ayuda del terapeuta, el paciente podrá, a lo largo de las siguientes sesiones, ubicar al Pre-

Cuando el paciente pueda darse cuenta visualizar conscientemente la dinámica que le generó el motivo de consulta y que además, se perciba capaz o se piense con las herramientas suficientes para enfrentar y dominar a su propio sistema Preconsciente (lo que ocurre por lo general en un plazo no mayor a 6 meses), el terapeuta podrá determinar “dar de alta” a este paciente y solamente en ese preciso rubro o motivo de consulta, que permitió diseñar el plan te-

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rapéutico que se hubiera desarrollado. Lo anterior significa que habrá otras situaciones que podrán revisarse de manera particular, tal y como se hiciera con la problemática anterior, lo que sugiere que podrá abrirse un nuevo canal de comunicación terapéutico para el mismo paciente pero, con expectativas nuevas (motivo de consulta diferente) para esa también particular y nueva área de conflicto. Es claro que las problemáticas, conflictos o crisis que vivimos las personas no representan eventos aislados en la existencia de los individuos globales o totales; sin embargo y a pesar de que todas las problemáticas que pueda experimentar un sujeto están relacionadas, es recomendable revisar cada una de ellas de manera particular, para re-dimensionarla y hasta encontrar las herramientas suficientes que permitan reconstruirla a favor del Yo, será conveniente evitar adicionar otra cuestión aunque se pueda visualizar el hilo que las une; este procedimiento es básico en esta terapéutica que se presume breve en el sentido de atender en un plazo regularmente estimado, una problemática específica del paciente; sin que se interprete el “dar de alta” como el haber superado toda situación emocional de la persona global.

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practicar el psicoanálisis era condición indispensable haberse hecho analizar previamente por una persona perita ya en nuestra técnica. Todo aquel que piense seriamente en ejercer el análisis debe elegir este camino, que le promete más de una ventaja, recompensándole con largueza del sacrificio que supone tener que revelar sus intimidades a un extraño. Obrando así, no sólo se conseguirá antes y con menor esfuerzo el conocimiento deseado de los elementos ocultos de la propia personalidad, sino que se obtendrán directamente y por propia experiencia aquellas pruebas que no puede aportar el es-

4. El terapeuta El analista no basta que sea un individuo aproximadamente normal, debiendo más bien exigírsele que se haya sometido a una purificación psicoanalítica y haya adquirido conocimiento de aquellos complejos propios que pudieran perturbar su aprehensión del material suministrado por los analizados. (41) El terapeuta es el profesional que acompaña al paciente en ese camino de revisión, análisis y reconstrucción de la experiencia emocional, simbólica y significativa en la vida de la persona; el terapeuta coadyuva al paciente en la recuperación de los significados que tuvieron los escenarios, los objetos y las actuaciones que orientaron su desarrollo personal; siendo el terapeuta, un acompañante en la búsqueda de las experiencias que dieron forma y sentido a la existencia de su Yo; pero también, que dieron origen y fortaleza a su Preconsciente. “Para poder

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tudio de los libros ni la asistencia a cursos y conferencias”.(42) El terapeuta, durante su ejercicio profesional, jugará un rol exclusivamente de terapeuta; entendido esto, como que es el personaje capaz de manejar adecuadamente su “contratransferencia”; es decir, cada terapeuta está capacitado para interpretar todo tipo de afecto que el paciente pudiera provocar en su persona durante cada sesión; incluso aque-

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llos afectos que se colocan fuera del papel profesional. “El terapeuta no sólo tiene que lograr la neutralidad técnica sino que también debe ser un objeto neutro que favorezca la situación, en tal forma que el paciente ponga en él, introyecte de él, en la fantasía, lo que para él sea benéfico”.(43) De la misma manera, el terapeuta está habilitado para interpretar los afectos que el paciente pudiera experimentar por su persona, incluyendo aquellos que estén fuera del ámbito profesional; clasificarlos como “trasnferenciales” y los que excedan esos límites, explicarlos como parte del proceso pero señalando su característica perjudicial para el propio proceso terapéutico en caso de no ser manejados adecuadamente. José de Jesús González Núñez (1989) señala que “en la psicoterapia psicoanalítica uno de los ejes principales por los que rueda la labor terapéutica es la transferencia-contratransferencia. La transferencia es un tipo terapéutico característico de relación de objeto que consiste, como sabemos, en poner en la persona del terapeuta sentimientos en el presente que no le corresponden y que en realidad son desplazamientos de afecto del pasado hacia sus objetos importantes…La contratransferencia es una reacción global, por definición inconsciente, del terapeuta hacia su paciente. Es un fenómeno limitante del tratamiento porque expresa carencias, complejos del terapeuta no resueltos” (44)

mente entonces el terapeuta y el paciente estarán en condiciones de concluir el proceso o “dar de alta” al paciente; esta situación ilustra que las personas podemos tener varios motivos para consultar a un terapeuta y cada uno de esos motivos que en su momento son problemáticos deberán ser atendidos como un evento particular aunque los padezca la misma persona; es decir, cada “Motivo de Consulta” será también motivo de una terapéutica que busque superar la particular situación que la provoca. Identificar los mecanismos de defensa que nuestro paciente usa en su cotidianidad, será siempre un acierto terapéutico; ya que, los ahora mecanismos de defensa fueron en algún momento de la vida infantil, conductas “normales” para esa época de la vida e incluso pudieron ser herramientas sofisticadas para atender las situaciones conflictivas de ese entonces. Este escenario permitirá ubicar las fijaciones más significativas que exhibe el preconsciente del paciente en cuestión. El paciente sabe de lo manifiesto (lo que hace, siente y piensa); el terapeuta ha de conducirlo a comprender los motivos invisibles, latentes o infantiles que obligan a las personas a actuar de manera inmadura, inapropiada o enfermiza. La mayor de las veces el tratamiento inicia prácticamente desde la entrevista inicial; el terapeuta, desde esa primera sesión y conociendo el motivo de consulta, puede identificar el contenido latente del conflicto del paciente, por lo tanto, desde ese momento el terapeuta es un elemento permanentemente activo en el proceso terapéutico. Intentará colocar al paciente, las veces que sean necesarias, en la problemática central, con la clara intención de que el paciente descubra por sí mismo, el tipo de preconsciente que le acompaña; las fijaciones específicas que le obligan a actuar de cierta manera y a perseguir objetivos infantiles sobre los objetivos que pu-

El paciente y el terapeuta deberán estar claros que el tratamiento en concreto que acordaron iniciar, terminará cuando la problemática que acosaba al paciente, deje de tener esa carga problemática; sola-

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dieran considerarse contemporáneos; y para ello podrá sugerir al paciente que se plantee algunas interrogantes como por ejemplo: ¿Me conviene a mí, al de la consciencia despierta hacer lo que hago y sentir lo que siento? ¿Es placentero lo que hago, pienso y siento o lo estoy padeciendo? ¿Qué precio habré de pagar por ello? ¿Cuáles son los riesgos que corro? ¿Quién desea esta actuación mi Yo o mi Preconsciente? ¿A quién perjudico con mi decisión; a mí mismo o a otras personas? ¿Quién tiene ganancias con esta decisión; mi Yo o mi Preconsciente?

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El terapeuta Interpretará los motivos Preconscientes que obligan al paciente a actuar y sentir de la forma en que lo hace cuando se percibe en crisis, ansioso o alterado; por ejemplo, cuando un paciente se queja de insomnio y no existe razón médica para este padecimiento, el terapeuta se ha de preguntar: ¿para qué le servirá al paciente este tipo de padecimiento? ¿De qué lo libra, qué le evita? ¿Qué tipo de ganancias tie-

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ne? ¿A quién le sirven esas ganancias? Pero, de igual forma y aunque el paciente conteste que “no sabe”, habrá de preguntar a su paciente: ¿Para qué le sirve hacer lo que hace? ¿Qué ganancias obtiene con esa actuación? ¿Disfruta o padece lo que decide hacer durante un día? Ya que el simple hecho de reflexionar nos llevará a identificar que muchas de las actuaciones no nos traen ganancias a las personas y que solamente actuamos en obediencia al sistema preconsciente. La capacidad sublimatoria la entendemos como una actuación madura, adulta y sana; pero no exclusiva de la adultez como etapa, sino como una actuación madura y sana en el sentido de sus componentes de placer para el actor y, beneficencia y generosidad hacia la humanidad o hacia su grupo social; y esta conducta puede presentarse en cualesquiera de las etapas del desarrollo humano. Ese es el tipo de actuación que esperamos de nuestros terapeutas cuando pretendemos tener eso que llamamos capacidad sublimatoria.

5. Observaciones generales Una actividad terapéutica exitosa debe lograr atenuar, disminuir e incluso evitar la participación significativa de ese “ente invisible” llamado Preconsciente en las decisiones que el Yo de la persona tome para su vida diurna; el Yo, identificado como dueño de la consciencia despierta y de la conducta intencional, es la estructura psíquica responsable de percibir, analizar, valorar, planear y tomar decisiones sobre sus actuaciones, metas y objetivos que le se-

an benéficos en esta dimensión tangible que llamamos realidad. Un camino que consideramos adecuado para que la terapéutica sea eficaz consiste en que el propio paciente (acompañado de su terapeuta) vaya descubriendo las fijaciones que contiene su sistema Preconsciente y también que pueda ir asociando dichas fijaciones con las conductas que desempeña como adulto; es decir, que esas fijaciones se traducen en fuertes motivaciones que generan y llegan a controlar las conductas ulteriores a la experiencia negativa de la persona; esas maneras de proceder respondonden más a necesidades infantiles que a demandas adultas. Freud acepta: “Si, en realidad, me he limitado a un único método, al que Breuer denominó «catártico» y yo prefiero Ilamar «analítico», ha sido tan sólo por razones subjetivas. A consecuencia de mi participación en la génesis de esta terapia me siento personalmente obligado a consagrarme a su investigación y al perfeccionamiento de su técnica. Puedo afirmar que la Psicoterapia analítica es la más poderosa, la de más amplio alcance y la que consigue una mayor transformación del enfermo”. (45) Por regla general al inicio de todo evento se abre una expectativa para cada uno de los que en él intervienen; y no siendo la terapéutica la excepción, debe existir una expectativa clara para el terapeuta y consecuentemente para el paciente respecto a la actividad que se inicia. El objetivo o expectativa de una psicoterapia, sin duda que ha de consistir en que el paciente pueda recobrar la alegría de vivir y la capacidad de goce, en el menor tiempo posible. Freud (1912) comenta: “suelen también dirigir los enfermos al médico una pregunta poco grata: ¿Cuánto habrá de durar el tratamiento? En realidad, resulta imposible fijar de antemano la duración del tratamiento. Podemos en todo caso plantearnos”: “antes de poder determinar el tiempo que habrá de emplear en llegar a la meta necesitamos conocer su paso”. (46) La técnica de la “Terapia Psicoanalítica Breve” incide de manera significativa en “ese paso” que dice Freud, o en la velocidad del tratamiento; ya que, el motivo de consulta nos permite particularizar la problemática en el tratamiento; es decir, la temática manifiesta y latente que se deberá analizar es preci-

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samente ese motivo de consulta que el paciente ha identificado como “su problema”. Freud (1904) señala como duración del tratamiento “un período de seis meses a tres años; pero… En casos menos graves, la duración del tratamiento habría de ser mucho menor y se alcanzaría una mayor garantía de curación para el porvenir.”… (47) Para el año de 1912, Freud decía: “el psicoanálisis precisa siempre períodos prolongados, desde un semestre hasta un año cuando menos, y desde luego mucho más prolongados de lo que por lo general espera el enfermo. Por otra parte, rehusamos comprometer a los pacientes a seguir el tratamiento durante un período determinado y les permitimos abandonarlo cuando quieren, aunque sin ocultarles que la interrupción de la cura iniciada excluye todo posible resultado positivo” (48) Supuestamente el equilibrio dinámico de las personas se constituye, entre otros factores, con la movilidad de los afectos, sentimientos, pensamientos, creencias, percepciones y actuaciones, delimitados de manera manifiesta por la perspectiva contextual de lo exitoso y lo adaptativo en cada uno de los casos; es decir, en la medida en que la consciencia despierta (el Yo) sea capaz de tomar las riendas de su destino diario durante la vigilia, para lograr disfrutar y ser adaptativo con su entorno, podrá entonces califi-

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carse a una persona como un ser emocionalmente equilibrado. Cuando a una persona se le dificulta relacionarse con su entorno por considerarlo hostil o ajeno a su mundo y a sus intereses; cuando simplemente experimenta aversión por el medio ambiente y la sensación o la idea de vivir padeciendo el contexto donde vive y además, pierde la capacidad de disfrutar lo que hace, lo que ve y lo que recibe, es un buen indicador para que se le sugiera buscar las bondades de la psicoterapia. Los indicadores más claros radican en cuando un sujeto pierde de vista los límites del rol o de los papeles que le toca jugardesempeñar de acuerdo a los sistemas de vida colectiva que distinguen al ser humano y le permiten sobrevivir y sobretodo trascender.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA •ARAMONI, A. (2005) Población a la que prestan sus servicios los psicoanalistas en el siglo XXI. Edit. DEMAC México. pp 47 (español) •BELLO, F. (2007) Terapia Psicoanalítica Breve. Inédita y registrada con el N° 03-2007020213133300-01 en el registro público del Derecho de Autor. •FREUD, S. (1995) Freud Total. Obras Completas. Ediciones Nueva Hélade. Hipertexto: Bibliote-

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ca ele (editorial del libro electrónico). •GONZÁLEZ, N. J.J. (1989) La Fortaleza del Psicoterapeuta: La Contratransferencia. Eón Editores. México pp 154 •MACKINNON Y MICHELS (1984) Psiquiatría Clínica Aplicada. Interamericana 8ª Reimpresión pp 424 •MARTORELL, J.L. (1996) PSICOTERAPIAS. Escuelas y conceptos básicos. Pirámide pp130 •SANTIAGO, Z. (1989) Psicología. Scout, Foresman and Company. 1ª Edición. pp 632 NOTAS 1. Sigmund Freud (1923) La consciencia y lo inconsciente. Obras Completas, en Freud total 1.0 (versión electrónica) 2. Ibidem 3. Freud, 1919 4. Freud, 1904 Conferencia pronunciada en el Colegio de Médicos de Viena 5. Sigmund Freud (1923) La consciencia y lo inconsciente. Obras Completas, en Freud total 1.0 (versión |electrónica) 6. “Sigmund Freud (1915) La multiplicidad de sentido de lo inconsciente y el punto de vista tópico. 7. Freud, 1918 (1919) Obras Completas», en Freud total 1.0 (versión electrónica) 8. Sigmund Freud: El Yo y el Ello. Obras Completas, en Freud total 1.0 (versión electrónica) 9. Sigmund Freud (1922) Observaciones sobre el inconsciente. Obras Completas», en Freud total 1.0 (versión electrónica) 10.Sigmund Freud (1912) Algunas observaciones sobre el concepto de lo inconsciente en el Psicoanálisis. Obras Completas, en Freud total 1.0 (versión electrónica) 11.Freud (1923) op cit. (versión electrónica) 12.Bello, 2007 Terapia Psicoanalítica Breve. Propuesta de una terapéutica de corta duración. Inédita y registrada en derechos de autor. 13.Sigmund Freud: El Yo y el Ello. 14.Freud: El Yo y el Ello 15.Freud: El Yo y el Ello. 16.Sigmund Freud: El Yo y el Ello. 17.Freud (1912) 18.Sigmund Freud: La naturaleza de lo psíquico. Obras Completas, en Freud total 1.0 (versión electrónica) 19.Freud (1912) 20.Freud.(1923) 21.Freud: La naturaleza de lo psíquico , capítulo I El

aparato psíquico 22.Freud (1912) 23.Sigmund Freud (1912). 24.Freud: Obras completas 25.Freud: (1912) 26.Freud: (1912) 27.Freud: la consciencia y lo inconsciente 28.Freud: la consciencia y lo inconsciente 29.Freud S. El material onírico. La memoria en el sueño. Obras Completas 30.Freud S. El material onírico. La memoria en el sueño. Obras Completas, en Freud total 1.0 (versión electrónica) 31.Sigmund Freud: La Interpretación de los sueños Obras Completas, en Freud total 1.0 (versión electrónica) 32.Ibid. 33.Ibid 34.Freud 1899 Los recuerdos encubridores. Obras Completas, en Freud total 1.0 (versión electrónica) 35.Bello 36.Sigmund Freud: Obras Completas», en «Freud total» 1.0 (versión electrónica) 37.Ibidem 38.J.J. González Núñez 1989 La fortaleza del psicoterapeuta. La Contratransferencia 39.Freud 1912 consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico 40.Freud 1912 consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico 41.Freud 1912 Consejos al médico para el ejercicio del psicoanálisis 42.Freud 1912 Consejos al médico para el ejercicio del psicoanálisis 43.J.J. González Núñez 1989 La Fortaleza del psicoterapeuta; la Contratransferencia 44.J.J. González Núñez 1989 La Fortaleza del psicoterapeuta; la Contratransferencia 45.Freud (1904) Conferencia en Viena 46.Freud (1912) 47.Freud, 1904 op cit. (versión electrónica) 48.Freud (1912) Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico. Obras Completas, en «Freud total 1.0 (versión electrónica)

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