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Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Epílogos Sobre el autor

La historia de fondo que los seguidores han estado aclamando —cómo se enamoraron Rock y Trisha— es la última entrega de la serie Sea Breeze de la autora más vendida del New York Times, Abbi Glines. Y no te pierdas el increíble epílogo, ¡donde Abbi introduce a todas las parejas de las historias de Sea Breeze! Trisha Corbin siempre ha sabido cómo ocultar un moretón. Ya que los novios de su madre eran incapaces de mantener sus manos lejos de ella, no tuvo otra opción. Y siempre y cuando eso signifique que los hombres no van a acercarse a su hermanito, Krit, vale la pena. Pero los días de soñar que un príncipe azul vendría a rescatarla quedaron muy lejos en el pasado. Rock Taylor siempre tuvo un plan. A través del fútbol, logró superarse en la vida en la que nació. Tenía a su alcance una beca completa para jugar en un equipo universitario; asumiendo que él no dejaría que nada se interponga en su camino. Pero conseguir una cita con la chica más atractiva de Sea Breeze estaba resultando ser más difícil de lo que esperó. Trisha Corbin era la fantasía viviente de cada hombre, y ella ni siquiera miraba en su dirección. Cuando Rock por fin consigue que Trisha entre en su camión, no es para una cita. Sino porque él la recogió de un costado de la carretera, golpeada y magullada, dirigiéndose hacia el hospital local. Antes de que Rock lo sepa, el fútbol ya no es su vida. Trisha Corbin sí. Y hará cualquier cosa para salvarla. Y mantenerla. Además de la historia de amor de Rock y Trisha, esta novela especial contiene cuentos recapitulados de todas tus parejas favoritas de Sea Breeze: Sadie y Jax, Marcus y Low, Cage y Eva, Preston y Amanda, Jess y Jason, Krit y Blythe, y Dewayne y Sienna. Sea Breeze, #9

En la actualidad… … Traducido por Vane hearts Corregido por Jadasa

Rock —¡Papi, mira esto! —exclamó Daisy May emocionada. Como si ya no tuviera toda mi atención. —Estoy mirando —le aseguré. Corrió y comenzó a hacer volteretas en el patio trasero antes de girar hacia atrás en lo que ahora sabía que se llamaba un salto mortal hacia atrás. Mi niña tenía algo de gimnasta, y con eso venía un montón de prácticas. Pero cada vez que me sonreía y decía: “¡Papi, mira esto!” No podía pensar en otra cosa que preferiría ver. Los últimos dos años y medio, siendo el papá de mi niña, fueron algunos de los mejores de mi vida. Solo otra sonrisa me impulsaba tanto como la de Daisy May. Trisha salió por la puerta trasera, sonriéndome, con dos vasos de limonada en las manos. Esa sonrisa era la otra a la que le pertenecía. Daisy May se convirtió en mi niña hace unos años, pero Trisha era mi chica hace mucho más tiempo. Estuve fascinado por la adolescente que no me prestaba atención, y completamente cautivado por la mujer en la que se convirtió. Era la mejor madre del mundo si le preguntabas a Daisy May, Brent o Jimmy. Era la mujer más increíble del mundo si me lo preguntabas a mí. Y ella sabía que todos la adorábamos. —Lo hiciste bien, Daisy, cariño —respondió Trisha, y Daisy May se iluminó instantáneamente. Nuestra niña vivió los primeros siete años de su vida sin el

amor de una madre. La mujer que dio vida a nuestros hijos no podía amar a nadie. Se encontraba enojada y amargada por lo que descuidó no solo a los niños que ahora afirmábamos como nuestros, sino también a su hijo mayor, uno de mis mejores amigos, Preston Drake. Fue el único amor que estos niños conocieron hasta que su madre tuvo una sobredosis, dejándolos con la necesidad de un hogar. Preston se encontraba listo para acoger a sus hermanos menores, pero con Trisha nos enamoramos de todos. Cuando le pedimos que nos dejara adoptarlos, accedió. Quiso que tuvieran una vida, en un hogar, con padres que los amaban. Algo que nunca experimentó. Todos adoraban el suelo por el que caminaba Preston. Seguía siendo su hermano mayor, y los veía todos los jueves por la noche y en cualquier otro momento que Trisha y yo necesitáramos una noche a solas. Era una dinámica familiar que funcionaba. Yo era un afortunado hijo de perra. —Mamá, ¿crees que entraré al equipo la próxima semana? —preguntó Daisy May mientras Trisha le entregaba un vaso de limonada. —Creo que te has esforzado mucho y tienes una buena oportunidad como cualquier otra persona. Pero pase lo que pase, eres la número uno para nosotros. Como siempre, Trisha tenía la respuesta correcta para todo, y Daisy May le sonrió. —Preston dijo que estaría allí —dijo Daisy May, dejándose caer sobre la hierba a mi lado. —Entonces lo estará. Sabes que no se perdería por nada tus pruebas — repliqué, tomando el vaso que Trisha tendió hacia mí, y luego la estiré sobre mi regazo. Me gustaba tener a mi mujer en mi regazo. Siempre. —Estoy nerviosa —añadió Daisy May, luego tomó un sorbo. Trisha se acercó y tiró de Daisy hacia nosotros, colocándola bajo su brazo. —Estaremos ahí animándote. Te has esforzado mucho, y pase lo que pase, serás nuestra estrella. Estaremos tan orgullosos de lo que has logrado. La mayoría de esas chicas han estado practicando desde muy jóvenes. ¡Conseguiste tener una oportunidad en el equipo en solo dos años! Esa es una razón para estar orgullosa. Amaba a esta mujer. Podría hacer que cualquiera se sintiera mejor. Estaba sentado aquí, nervioso pensando en Daisy May tratando de entrar en el equipo competitivo, y Trisha no solo hacía que Daisy se sintiera mejor, sino que también me tranquilizaba a mí.

La verdad era que no me gustaba la idea de que alguien le dijera a mi niña que no. Pero Trisha me seguía recordando que no podía luchar todas sus batallas. Sin embargo, era malditamente difícil. Sufrieron lo suficiente en sus primeros años de vida. —La semana que viene volveré a ser la niña de las flores —dijo Daisy, sonriendo. No se concentraba en una cosa demasiado tiempo. Ya pensaba en la boda de Preston y Amanda. —Tienes varias bodas avecinándose. Pero imagino que la de la próxima semana es la que más te entusiasma —dijo Trisha, dando volumen a los rizos marrones de Daisy May. —¡Sip! No puedo esperar. Amanda nos dijo a mí, a Brent y a Jimmy que todos estaremos de pie allí con ellos cuando digan sus… Hmm… Las cosas que dicen. Olvidé cómo se llamaba. Trisha se apoyó contra mí en tanto me reía. —Mientras dicen sus votos — dije, y Daisy May asintió. —Eso es. Podremos estar allí. Y Jimmy le llevará a Preston el anillo. El que pone en el dedo de Amanda. Y yo tendré que darle a Amanda la sorpresa… —Los ojos de Daisy se hicieron grandes y cerró la boca. —¿Qué? —preguntó Trisha antes de que yo pudiera preguntar. Daisy May sacudió la cabeza y sonrió, luego giró una cerradura imaginaria en sus labios y lanzó una llave igualmente imaginaria. Al parecer, Preston tenía algún tipo de secreto que solo sabía Daisy May. —Bueno, ahora estoy incluso más ansiosa por la boda —dijo Trisha a medida que se hundía más en mí. Mis brazos se hallaban envueltos alrededor de su cintura, y empezaba a pensar a dónde me gustaría mover mis manos. Mi esposa era demasiado sexy. Siempre lo fue. Nunca se hacía costumbre verla en un par de pequeños pantalones cortos y una camiseta sin mangas. Este cuerpo podría detener el tráfico. Nuestro quinto aniversario de bodas se aproximaba en cuatro meses. Ya le avisé a Preston que necesitaba su ayuda. Tenía la intención de llevarla a algún lugar especial. Nunca tuvimos una boda de verdad. No podíamos pagar una. Pero me encontraba desesperado por hacerla mía. En ese entonces seguía pensando que ella creía que podría tener algo mejor y que me abandonaría. Cuando la convencí de ir al juzgado y que fuera mía para siempre, no pensé en la boda de cuento de hadas que merecía. Solo quería a Trisha.

Ya era hora de que mi mujer tuviera la boda de cuento de hadas que merecía justo antes de irnos a la luna de miel que nunca tuvimos. La primera vez que la vi, me quitó el aliento. Obtener su atención fue una aventura increíble. Se hallaba tan decidida a mantenerse alejada de mí. O de cualquier hombre. Entonces me enteré por qué… y me juré que nunca más tendría que volver a vivir con miedo. Cambió mi vida el enamorarme de Trisha. Mis amigos y mi familia dijeron que era un idiota. Que arruinaba mi futuro. Butch Taylor, mi padre, nunca desempeñó un rol importante en mi vida hasta que me convertí en una estrella del fútbol de la escuela secundaria. Por una vez tuve un padre al que le importaba. Fue algo que ansié desde que era niño. Hacerlo sentir orgulloso y demostrar que valía la pena que me amarán fue lo que me impulsó a esforzarme aún más. Mi sueño se hallaba a mi alcance. Tenía a mi padre animándome, y llegaría a la universidad y entonces… lo sabía, jugaría fútbol profesional. Hasta que mi sueño cambió el día en que los más bellos ojos azules que vi en mi vida me miraron a través del estacionamiento, una mañana, antes de que comenzaran las clases. Ese fue el primer día de mi segundo año, y pasaría otros doce meses antes de que pudiera hacer que Trisha Corbin me hablara. Con una sola mirada, esa chica cambió mis sueños.

Hace ocho años… … Traducido por Lu Corregido por Val_17

Trisha La mayoría de los niños agonizaban por volver a la escuela. Me senté en el autobús, escuchando a otros hablar de sus veranos en la playa, dormir hasta tarde, ir a fiestas, y cuánto temían la escuela. Era como si estuvieran hablando en un idioma diferente. Un mundo extranjero del que no sabía nada. Miré hacia el asiento frente a mí, a mi hermano menor, Krit, y a su mejor amigo, Green. Krit se sentía tan aliviado como yo por ir a la escuela. Esperamos este día todo el verano. Tener una excusa para escapar de la vida que vivíamos en casa era un bendito alivio. Green se hallaba emocionado porque ahora eran estudiantes de octavo grado. Hace dos años, Sea Breeze trasladó el octavo grado a una sección del edificio de la secundaria debido a que la escuela media se había llenado demasiado. Seguirían separados de los estudiantes de secundaria en su mayor parte, pero usarían la cafetería y el gimnasio del instituto. Mi hermano creció al menos quince centímetros este verano. Me recordaba a una maleza. Durante la noche, pasó de un niño delgado a uno alto y un poco intimidante. Sin embargo, no significaba que su mente hubiera alcanzado su figura de casi un metro con ochenta de altura. Todavía era un niño. Un niño asustado. Uno que me necesitaba para protegerlo. Incluso si tenía que echar la cabeza hacia atrás para hablar con él ahora. Pasó mi metro setenta de estatura en junio. Crucé mis piernas y tiré de mis pantalones cortos. Lo cual no ayudó. No tenía dinero para comprar ropa para la escuela este año. Tendría que usar las cosas del año pasado. Krit creció mucho más que yo, y había requerido un guardarropa

enteramente nuevo. Cada centavo que había hecho de salvavidas en la piscina fue para comprarle ropa decente en la tienda de segunda mano. El problema con usar las cosas del año pasado era que, aunque no crecí en altura, mis pechos y trasero se habían vuelto más grandes. Así que, aunque todavía medía lo mismo, igual que el año pasado, mis pantalones cortos eran más cortos. No sabía de dónde se alargaron mis piernas, pero lo hicieron… era eso, o mi trasero ocupaba espacio extra. Mis caderas también parecían más anchas. Probablemente eso tampoco ayudaba. Krit giró la cabeza para verme tirando de mis pantalones cortos, y me detuve. El ceño que arrugaba su frente me decía que no era feliz. Habíamos discutido acerca de gastar todo mi dinero en su ropa. Me dijo que necesitaba dos pantalones vaqueros y dos camisetas. Podía lavarlos todos los días. Me negué a dejarlo ir a la escuela con solo dos atuendos para cambiarse. Yo tenía mucha ropa. Solo tendría que hacer una dieta y lograr que me quedara bien otra vez. No estaba segura de cómo logré aumentar de peso, pero eso era lo único que tenía sentido. Esto era mi culpa. No suya. Le sonreí tranquilizadoramente y actué como si la corta longitud de mis pantalones cortos no fuera gran cosa. Recogiendo mi mochila, la coloqué en mi regazo cuando el autobús se detuvo frente a la secundaria. —Estamos aquí —dije, poniéndome de pie. —Son demasiado cortos. Te dije que compraras otros nuevos —fue la respuesta de Krit. No iba a dejar pasar esto. —Mi trasero y caderas engordaron. Comí demasiado durante el verano. Voy a perder peso y todo estará bien —le dije—. Ahora, olvídalo y concéntrate en la escuela. —No comemos lo suficiente para que hayas ganado peso —gruñó. —Por favor, por el amor de Dios, no pierdas peso. Me romperías el corazón —dijo Green con una sonrisa coqueta. Krit lo empujó hacia su asiento y le frunció el ceño. —No lo hagas. En serio, amigo. No lo hagas. Estaba acostumbrada al coqueteo de Green. Lo hacía desde el año pasado cuando descubrió que amaba a las chicas. Solamente empeoraba. Sabía que era inofensivo, y recordé cuando le tenía miedo de la oscuridad y llevaba ropa interior de Superman. Era como mi otro hermanito. —No me gustas en esos pantalones cortos. Muestras demasiado —dijo Krit en un susurro furioso cuando salimos del autobús.

—Estoy bien. Nadie está mirando —le dije. Alzó sus cejas hacia mí. —¿De verdad? ¿Me vas a decir una mierda así y esperas que lo crea? Comencé a decirle que se callara, cuando mi ritmo cardíaco se aceleró y mi respiración se detuvo. Él se encontraba aquí. Aún no lo veía, pero sabía que estaba aquí y se encontraba cerca. Mi cuerpo siempre reaccionaba de esa manera cuando Rock Taylor estaba cerca. Era así desde que salí del autobús el primer día de escuela el año pasado e hice contacto visual con el chico más hermoso que había visto. Por casi tres horas esperé ansiosamente para darle otro vistazo. Finalmente, al mediodía, lo volví a ver. Tenía a una chica en cada brazo, e incluso una se sentó en su regazo mientras comía. Todos sus amigos eran iguales. Las chicas actuaban de forma ridícula para llamar su atención, y se lanzaban contra ellos, quienes parecían pensar que era su deber. Como si tuvieran que mirar y escoger mujeres. Cuando Rock se levantó para salir de la cafetería, me volvió a mirar y me guiñó un ojo. Justo antes de que otra chica lo agarrara del brazo y saliera por la puerta con ella. Al final del día, sabía más de lo que quería sobre Rock Taylor. —¿Ese es Rock Taylor? —preguntó Krit con asombro. Como si Rock fuera una celebridad. El tipo era la estrella de fútbol de la secundaria. ¿Y qué? Era magnífico y talentoso, le concedería eso. Pero no era alguien al que quisiera que mi hermanito idolatrara. Rock Taylor utilizaba a las chicas. Lo había visto de primera mano. Una y otra vez. Pero no importó cuántas chicas hubiera visto en el cuarto de baño llorando un lunes por la mañana cuando Rock las ignoró después de dormir con ellas el viernes por la noche, mi cuerpo todavía reaccionaba a él. Como si estuviera en alerta. Comprendía la razón de que las chicas siempre fueran voluntariamente a sus brazos, aun sabiendo que terminaría mal. La diferencia era que yo tenía problemas serios con los que lidiar. La supervivencia era la cuestión número uno. Para mí y mi hermano. Ignorando el comentario de Krit, cambié el tema. —¿Tienes tu horario? Y recuerda, date por lo menos cinco minutos completos para ir de las aulas de arriba hasta las de abajo. No llegues tarde para el almuerzo o no tendrás tiempo suficiente para conseguir tu bandeja y comer. Y cómelo todo. ¿Entiendes? Krit me dirigió una sonrisa torcida. —Tengo esto controlado, hermanita. En serio, relájate.

Iba a ser un éxito aquí. Había estado en la escuela media. Krit siempre fue un chico hermoso. Las chicas iban a notarlo cada vez más. Me sentía orgullosa de él, pero también odiaba que se definiera por su apariencia. Tenía mucho más en su interior. —Sé que lo haces. Es un gran día y quiero que te vaya bien —respondí. —Esos de allí. ¿Los ves? —dijo Green, señalando hacia donde se encontraba Rock; lo supe sin siquiera mirar—. Ellos poseen esta escuela. ¿Ves a las chicas por todas partes? Demonios, eso es impresionante. Vamos a ser ellos en dos años. Krit se volteó para mirar, pero luché contra el impulso. Sabía lo que iba a ver. Dewayne Falco, Preston Drake, Marcus Hardy y Rock Taylor parecían los reyes del mundo mientras las mujeres hacían todo lo posible para llamar su atención. Personificaban cada cliché en el libro. Dewayne era el rebelde chico malo, Preston era el mujeriego con la sonrisa que bajaba las bragas de todas las chicas, Marcus era un chico rico privilegiado, y Rock era la estrella de fútbol. Todos tenían cuerpos y caras que enviaban a las muchachas en un frenesí. —Ustedes vayan a su lado del edificio. Lleva más tiempo llegar allí de lo que piensas. Compórtate. Te veré aquí a las tres. No llegues tarde o perderemos el autobús. Ambos rodaron los ojos, luego se dirigieron a la derecha, hacia el lado de octavo grado de la escuela, mientras yo giraba a la izquierda hacia la sección de la secundaria.

Traducido por Beatrix Corregido por Daliam

Rock Pasaron casi tres meses desde que la vi. Intenté todo para conseguir sacar a esa chica de mi cabeza, pero maldita sea, ella todavía me dejaba sin aliento. El año pasado era nueva. Era una estudiante transferida de una ciudad cercana. Su nombre era Trisha Corbin, e intervino en todas las fantasías que tenía. Eso era todo lo que sabía de ella. No por mi falta de intentos. Ella no me daba ni la hora del día. Era patético admitir que estuve esperando que la escuela empezara de nuevo solo para que pudiera verla. Pero vaya si no era la verdad. Incluso si no me hacía caso, tenía que observarla. Cada centímetro de su preciosa piel. Hoy se bajó del autobús acompañada por un chico, que parecía estar advirtiendo a cualquiera que mirara en su dirección. No sabía quién diablos era, pero sí era joven. Pude ver eso en su rostro. Su cuerpo no alcanzó su altura. Era desgarbado. —Parece su hermano. Ese color de pelo. Él tiene que estar relacionado —dijo Dewayne a mi lado. Estuvo observándome mirándole a ella. Mierda. —No importa —dije, apartando mi mirada de ella, de nuevo al enjambre de mujeres tratando de conseguir un poco de atención. —Mierda, lo que sea —murmuró Dewayne. Ocultar algo a mis amigos era imposible. Éramos unidos desde el segundo grado. Me conocían bien. Mi fascinación por Trisha Corbin era algo que todos percibieron el año pasado. Pero después de que me diera calabazas, no una sino dos veces, me eché atrás. Ser rechazado no era algo a lo que me hallaba acostumbrado. Nunca. —He oído que Gina y tú rompieron —dijo la animadora rubia, Kimmy algo, pasando sus uñas por mi brazo.

—Nunca salí con Gina —le contesté, molesto. Kimmy era fácil. No estaba interesado en eso. No cuando acababa de ver a Trisha Corbin luciendo como una fantasía. —Oh, bueno, ella le está diciendo a la gente que la follaste bien contra la pared, en el coche, y sobre la mesa —dijo, entonces se rió, pestañeando hacia mí. —Yo follo. No tengo citas —respondí, y luego quité su brazo de encima y di un paso lejos de las chicas. Era un masoquista, iba a ver si podía encontrar a Trisha y hacer que hablara conmigo. —Me gusta que sea difícil —dijo Kimmy mientras caminaba junto a ella. —Yo te puedo ayudar con eso —dijo Preston arrastrando las palabras, y sabía que el niño bonito me la sacaría de encima. Ella encontró al tipo que rasque su picazón. Los chicos con Trisha se volvieron hacia el ala de octavo grado. Dewayne debía tener razón. Era más que probable que el rubio fuera su hermano. No presté la suficiente atención a la persona para darme cuenta. Trisha se quedó mirando al horario en sus manos. La forma en que apretó los labios cuando se encontraba pensando era jodidamente linda. Ella tenía las mejores expresiones faciales. Casi se podía leer todos sus pensamientos con solo mirar su cara. —No es justo que estés más bonita cada vez que te veo —dije mientras me acercaba y detuve a su lado. Era patético, pero la chica me ponía nervioso. Decía cosas estúpidas cada vez que la tenía cerca. Trisha se tensó al igual que hacía siempre cuando me aproximaba. Odiaba eso. Ni una sola vez le hice algo para que me rechazara. Me había estado esforzando para conseguir que se fijara en mí desde hace más de un año. —¿Vas a hablar conmigo este año, o continuaré recibiendo el tratamiento del silencio? —pregunté. Su ceño se profundizó, pero esperé. No iba a dejar que me bloqueara. Al menos podría hablar conmigo. Por qué era la chica en esta escuela que no quería hablar conmigo, no lo sabía. Infiernos, incluso, cuando yo quería, las chicas que enfadé se derretían más fácil de lo que lo hacía ella. —No te estoy dando el tratamiento del silencio. Es que no quiero animarte. He tratado de ser agradable.

Auch. Maldición, la chica era mala. El problema era que no le creí. La vi mirándome cuando ella no pensaba que le prestaba atención. Y había interés en sus ojos. Algo más le hacía poner un muro. —Soy muy agradable. Ojalá al menos me des un descanso y seas mi amiga. —¿En serio acababa de pedirle que me ponga en la zona de amigos? Maldita sea, fue un paso en falso. No quería que sea mi amiga. Finalmente volvió la cabeza y la inclinó hacia atrás para mirarme. Era alta para ser una chica, pero yo era más alto. La expresión confusa en su rostro casi me hizo reír en voz alta. Ella también pensaba que perdí la cabeza. —No tienes amigas. Tienes a tu pandillita, y ninguno de ustedes son amigos de las chicas. Me tenía allí. Pero era diferente. —Pienso en que quiero probar las aguas. Además, si la única forma de que hables conmigo es ofrecer mi amistad, lo haré. Arqueó las cejas con incredulidad, y luego se echó a reír. Nunca le vi o escuché reír, y maldición, era increíble. Quería grabar y reproducirlo una y otra vez, empapado en el hecho de que le hice reír. Memorizar la forma en que sus ojos bailaban con diversión. Se me olvidó dónde nos hallábamos y todo lo demás a mi alrededor. —¿Crees que es divertido? —pregunté, incapaz de evitar sonreír como un tonto. Soltó una risa más suave, luego sacudió la cabeza. —No, creo que eso es hilarante. No durarías un día sin coquetear conmigo. —Mientras dijo esas palabras, dejó su momento de diversión. La chica tensa y frustrada se hallaba de vuelta—. Debo llegar al primer período. Perdona —dijo, y comenzó a alejarse. Pero no iba a desanimarme. Esta fue la vez que más habló conmigo, y no quería que terminara. Necesitaba la tranquilidad de que me hablaría otra vez. —Dale una oportunidad. Sé mi amiga. —Ya mendigaba. Los muchachos iban a burlarse de mí durante semanas después de esto. Suspiró y se volvió a mirarme. —Claro. Como quieras. Ahora tengo que ir a clase, amigo. Ante eso, le lancé una sonrisa, esa que tendría a mis pies a la mayoría de las chicas y la dejé ir. —Hasta luego, amiga —dije en voz alta hasta que corrió por el pasillo sin mirar hacia atrás.

Vi a los chicos mirarla dos veces cuando pasó a su lado. Ella no era consciente. El impulso de empujarlos a todos contra sus casilleros para que nunca miren de nuevo su dulce culo era difícil de resistir. Pero eso no los detendría, y yo terminaría suspendido. Me conformé con darle miradas de advertencia mientras caminaba hacia mi casillero. Todo lo que necesitaban saber es que era mía. Amiga o no, Trisha Corbin se hallaba fuera de los límites. Cada uno de estos cachondos debía entender eso.

Traducido por Vane hearts Corregido por Daliam

Trisha ¿Amigos? ¿Estaba loca? Después de tres clases esta mañana seguía repitiendo mi conversación con Rock Taylor una y otra vez en mi cabeza. Era como ver un accidente de tren en repetición. No podía ser amiga de Rock. No me quería como amiga. Quería entrar en mis pantalones. O bragas, para ser específica. Ignorarlo era tan difícil. Era enorme. Más grande que la vida. Sus brazos parecían poder proteger a cualquiera. Los chicos de la escuela secundaria no deberían parecerse a él. Era construido como un muro. Los hombres que nuestra madrastra traía a casa no se comparaban en nada a Rock. Él podía ocuparse de ellos. No. Sacudiendo la cabeza, aclaré ese pensamiento. Rock no tenía ni idea de qué equipaje me acompañaba. Quería añadirme a su lista de chicas que folló. No quería protegerme de los hombres que disfrutaban de darme una bofetada cuando no dejaba que me tocaran. Enfócate, Trisha. Enfócate. Mantener a Krit a salvo era mi único objetivo en la vida. Bueno, eso y sacarnos de esa casa. En lo único que podía encontrar consuelo era que había una línea con Krit que ella nunca cruzaría. Fandora Daily no dejaba que los hombres con los que jodía le hicieran mucho daño a su hijastro. Prefería que me golpearan. Su hijastra indeseada a la que también le gustaba golpear. Mi madre se marchó cuando yo tenía ocho años y me quedé con mi padre y su actual esposa, Fandora. Cuando él se fue, nos dejó a Krit y a mí detrás. Lo único que impedía que Fandora me botara junto con la basura era que yo me ocupaba de Krit. Podía salir a citas y vivir su vida sabiendo que tenía una niñera incorporada.

Así que tuve un hogar. Para cuando tenía diez años, mi madre y mi padre me abandonaron. Lo único que me quedaba era mi hermanito. Y me propuse mantenerlo a salvo y mantenernos juntos. Krit era la única persona en la tierra que me amaba. Vendería mi alma por él. Era lo que me impedía simplemente darme por vencida y dejar que los hombres de Fandora me golpeen hasta matarme. Luché por vivir por el bien de mi hermano. Tocando mi lado, inhalé bruscamente. Tenía miedo que esta vez mi costilla estuviera rota. No sabía qué hacer al respecto. Agarré un vendaje y lo giré en torno a mis costillas firmemente. Eso era todo lo que sabía hacer. Ir al hospital podría desembarcar que Krit y yo fuéramos a casas de acogida, y no podía arriesgarme a separarme de él. Me necesitaba. Sí… Rock Taylor no tenía ni idea. La próxima vez que coqueteara conmigo, debería mostrarle los moretones negros y azules debajo de mi camisa. O tal vez el feo tinte verde de la cicatrización en mi culo. O la cicatriz que dañó la piel en el lado izquierdo de mi cadera donde me azotaron con un cinturón tan duro que me cortó profundo. Necesitaba puntos de sutura para eso, pero nunca los conseguí. Fandora era inteligente. No quería que me hicieran daño donde la gente podía ver. También era completamente egoísta y amargada. Y sin embargo, amaba a Krit... bueno, hasta cierto punto. Estaba orgullosa del hombre guapo en el que se convertía, y creo que supuso que la cuidaría algún día. Así que lo mantuvo. Y porque él me amaba, me mantenía. Pero se aseguró que entendiera que yo era una carga para ella y siempre lo fui. Sonó la campana de fin de clase, y agarré mis libros antes de levantarme. Riley Owens dio un paso delante de mí y sonrió. Su cabello castaño oscuro fue cortado en un lindo estilo grueso este año, y usaba más maquillaje que el año pasado. Siempre pensé que era bonita, pero ahora era muy atractiva. —Te encontrabas completamente concentrada, chica. Intenté toda la clase llamar tu atención. No he visto ni escuchado de ti todo el verano. ¿Qué sucede? — preguntó Riley, golpeando mi hombro con el suyo mientras comenzábamos a caminar hacia la puerta y entrábamos al pasillo. Riley era una de los dos buenos amigos que tenía aquí. Había otros que eran amables, pero fue difícil entrar en esta multitud unida el año pasado. No aceptaban nuevas caras con tanta facilidad. —Lo siento. Trabajé en su mayoría. ¿Cómo estuvo tu verano? —le contesté.

Suspiró de una manera dramática que me hizo sonreír. —Bueno, tuve que ir a visitar a mi papá y a su nueva esposa en Pensilvania. Y, chica, déjame decirte, tienen campesinos allí también. Algunas personas darían a la gente de por aquí un verdadero desafío. Él vive en el campo, ¡y su esposa iba descalza a la tienda de comestibles! ¡En serio! ¿Quién hace eso? Eso era otra cosa de Riley: Siempre me hacía sonreír. —Suena traumático — respondí. Casi asintió en acuerdo, luego me entornó los ojos. —Estás siendo una sabelotodo, ¿no? Reprimí una sonrisa y comencé a decir algo cuando sus oscuros ojos verdes se abrieron al mirar algo detrás de mí. Comencé a girar y me detuve. Podía olerlo. Menta y cuero. ¿Por qué eso olía tan bien? Los ojos de Riley pasaron de sorprendidos a coquetos demasiado rápido. Se preparaba para llamar la atención de mi nuevo amigo. Con su nuevo aspecto, no tenía ninguna duda de que podía. Ella sería un blanco fácil. Debía salvarla. —Hola, Rock —dije, volviéndome hacia él. Se encontraba completamente concentrado en mí, no notando las pestañas ondulantes de Riley y la sonrisa seductora. Sus labios hicieron una sonrisa sexy. —¿Qué período de almuerzo recibiste? —me preguntó, manteniendo esos ojos determinados dirigidos a mí. —Segundo —dije, deseando que mi voz no pareciera afectada por él. Pero se hallaba tan cerca y olía muy bien. Me gustaba la menta y el cuero. Funcionaba. Totalmente funcionaba. —Yo también —respondió, y su sonrisa se convirtió en una complacida—. Déjame acompañarte. Acompañarme. Rock quería acompañarme a almorzar. Respira profundo, Trisha. Respira profundo. —Oh, iba a ir con Riley al almuerzo. —Era la única excusa que pude pensar. Finalmente, Rock apartó su mirada de mí hacia Riley, y estoy segura que ella soltó un suspiro embelesado. —¿Te importa si me uno a ustedes, Riley? — preguntó Rock. —No. De ningún modo. Digo, puedes acompañarnos a las dos. No me importa. O si Trisha no quiere, puedes acompañarme. En cualquier lugar, en cualquier momento. —Balbuceaba como una idiota.

Le lancé un ceño irritado. Acababa de decirle que podía llevarla a cualquier parte en cualquier momento. ¿De verdad? Querido Dios. No es de extrañar que el tipo pensara que todas las mujeres deberían caer a sus pies. Aparentemente todas lo hacían. Se rió entre dientes. —Me gustaría acompañar a Trisha. Es mi nueva amiga, y estoy esforzándome para que me conserve. —Su mirada se hallaba de nuevo en mí. Riley me dio un codazo con fuerza en mis costillas maltrechas, y caí en el pecho de Rock mientras soltaba un gritito. El dolor me atravesó, haciendo mi visión borrosa y humedeciendo mis ojos. Iba a vomitar. Si solo pudiera respirar, habría corrido al baño. Dos fuertes brazos me rodearon y me mantuvieron firme mientras me concentraba en no vomitar. —¿Estás bien? No pude responderle. El dolor seguía disparándose a través de mí, y luchaba para respirar. —Mierda, ¿qué tan fuerte la golpeaste? —preguntó enfadado. Sus brazos eran suaves, pero me sujetaron firmemente. No peleé contra él. El dolor disminuía, y podía oír a Riley disculparse mientras el golpeteo en mi cabeza se aliviaba. Debía decirle que me encontraba bien, que no era su culpa. Pero seguía luchando contra las náuseas. —¿Estás bien? ¿Necesitas que te acompañe a la enfermería? ¿Para que te echen un vistazo? —Lo preocupé. Si no me hubiera sujetado, estaría en el suelo en posición fetal. Ignorando el persistente dolor, me las arreglé para asentir y tomar una respiración honda. Enderezando los hombros, retrocedí, tratando de salir de sus brazos. Al principio pensé que no me iba a dejar ir, pero bajó lentamente los brazos, reacio a dejar que me alejase. —Lo siento mucho —susurró Riley—. No quise golpearte fuerte. Solo intentaba que te fueras con él. Quiero decir, es Rock Taylor, por el amor de Dios. Él es… —Hizo una pausa. —Está bien. Creo que solo golpeaste en el lugar equivocado y, uh… golpeaste mi, uh… codo. —Eso ni siquiera sonó creíble. Riley arrugó la nariz y frunció el ceño. —Pensé que golpeé tus costillas… Miré de vuelta a Rock. Iba a pensar que estaba loca. Pero tal vez entonces se rendía al tratar de hacer que me guste. —No voy a almorzar. Debo… ir a buscar un

libro de la biblioteca —dije a toda prisa, luego me giré y caminé tan rápido como pude por el pasillo. Ningún paso me siguió, y lo tomé como algo bueno. Conmigo desaparecida, Rock probablemente volvería el encanto a Riley y ella lo dejaría hablarle con dulzura hasta entrar en sus bragas. La idea me dio náuseas. No quería que Rock follara con Riley. Apartando ese pensamiento, pasé por la biblioteca y me dirigí a mi siguiente clase. El almuerzo era una de mis cosas favoritas sobre la escuela: Conseguía una comida caliente. Tenía hambre, y dudaba que consiguiera mucho, o algo, para comer esta noche. Fandora estaba de mal humor. Su último novio la dejó. Pasé más tiempo sin comida. Podría hacerlo hasta mañana en el almuerzo si era necesario. Lo que no me hallaba lista para hacer era enfrentar a Rock después de ese fiasco en el pasillo. Dudaba que intentara hablarme de nuevo. Él y Riley debían pensar que me encontraba loca.

Traducido por Lu Corregido por Val_17

Rock No me gustaba la amiga de Trisha. Primero la lastimó, luego no corrió tras ella. En cambio, la morena empezó a coquetear conmigo. Lo que me molestó. Después de tomar la hamburguesa de mi bandeja en la cafetería, me dirigí a la biblioteca para encontrar a Trisha. Comer habría sido imposible mientras me preocupaba por ella. Algo parecía mal en toda esa escena. Riley le dio un codazo en las costillas. Lo había visto y no me gustó, pero no pensé que fuera tan fuerte para la reacción que causó. Diablos, si no hubiera echado un vistazo a lo pálida que se puso y al dolor en sus ojos, habría pensado que solo actuaba para llamar mi atención. Su cuerpo temblaba mientras la sostuve. Mierda, realmente parecía estar sufriendo. Cuanto más lo pensaba, más me molestaba. La única razón por la que alguien reaccionaría así sería si ya estuviera herido. Y si ya estaba herida, ¿por qué no decirnos en lugar de inventar alguna mierda de la biblioteca y huir? Cuando retrocedí al pasillo de la cafetería, Preston tenía manchas de lápiz labial en la cara y el cabello desordenado, además de una rubia en el brazo cuyo nombre no recordaba. —¿Ya te vas? —preguntó, frunciendo el ceño. —Tengo que estar en otro lugar —le respondí, y me adelanté antes de que pudiera hacerme más preguntas. —¿Necesitas que vaya contigo? —gritó tras de mí. —¡No! Preston siempre se encontraba listo para una pelea. Supuso que eso era lo único que me sacaría de la cafetería. Tenía su futuro montado sobre su carrera de

béisbol, al igual que yo en mi carrera futbolística. Pero el idiota no pensaba en eso. Saltaría a una pelea sin pensarlo si creía que lo necesitábamos. Yo también lo haría. Pero me preocuparía. Tendría cuidado. Me encontraba demasiado cerca. No solo tenía una carrera universitaria esperándome. Tenía un papá por primera vez en mi vida. Estaba orgulloso de mí. Alguien se preocupaba, y eso significaba algo. Odiaba necesitar la atención de mi padre como un maldito niño. Pero nunca antes estuvo conmigo. Si podía evitarnos las peleas, lo haría. Por mí y por Preston. Dewayne y Marcus tenían padres. Buenos padres que se asegurarían de que fueran a la universidad. Tenían padres que los amaban. Preston y yo teníamos que trabajar un poco más. Demonios, teníamos que trabajar mucho más. Abriendo las puertas de la biblioteca, entré en la silenciosa sala llena de libros. Solo entraba aquí si era necesario. El lugar me daba escalofríos. Demasiados malditos libros y nadie debía hablar. Y la bibliotecaria. Ella era más vieja de lo que un ser humano debería ser y muy mala. Sus afilados ojos me miraron y me congelé como un niño travieso. Medía un metro cincuenta de altura y se encorvaba ligeramente. El poco pelo blanco que le quedaba encima de la cabeza se encontraba en un moño apretado. En serio, creo que podría haber estado bebiendo alguna poción para la vida eterna. Escaneé la habitación, pero ninguna de las mesas tenía la bonita cabeza rubia que buscaba. Mintió. No era allí adónde se dirigió. En el fondo, sabía que mentía. Pero todavía esperaba encontrarla aquí. Girándome, salí de la biblioteca y comencé mi búsqueda en las aulas vacías. No sabía cuál era su horario o esto habría sido más fácil. —¡Rock! ¡Vamos! El entrenador acaba de llamar a una reunión temprana en el campo. Se supone que debemos ir allí directamente —gritó Marcus cuando pasó junto a Preston y Dewayne por el pasillo. —Tenemos quince minutos más para almorzar —señalé con molestia. —El entrenador está entusiasmado con el juego del viernes —dijo Marcus con una sonrisa. Mierda. Después del almuerzo, fui al complejo deportivo para entrenar durante ese período, luego volví para álgebra II antes de salir a la práctica. El entrenador arruinaba todo. Quería hallar a Trisha y asegurarme de que estuviera bien. —Escuché que nos vamos el viernes después del mediodía para subir a los autobuses y dirigirnos a Rock Creek. El entrenador le dijo a Simmons que nos

quiere descansados y listos para ir al juego. Así que nos llevará hasta allá tres horas antes. Mirando hacia el pasillo, busqué el pelo rubio que me fascinaba, pero no vi nada. Tendría que encontrarla más tarde.

Traducido por Lu Corregido por florbarbero

Trisha Cuando llegué allí, Krit y Green ya esperaban en la parada de autobús frente a la escuela. Tenían grandes sonrisas en la cara y hablaban animadamente de sus días. No tenía que preguntar si les gustaba el octavo grado. Solo verlos hablar me respondió eso. Mis problemas desaparecieron mientras veía a mi hermanito sonreír como si fuera el dueño del mundo. No se le dio muchas cosas en la vida para sonreír. Saber que había tenido un buen día fue un alivio. Mis costillas palpitaron el resto del día, pero logré esquivar cualquier pregunta de Riley porque no tuvimos otra clase juntas. —Hola, nena —gritó Green cuando me vio. Le disparé una mirada de advertencia y se echó a reír. Krit rodó los ojos, no muy divertido por el constante coqueteo de su amigo conmigo. —No vuelvas a decirme “nena” si quieres vivir —le informé. Green agitó sus cejas hacia mí, y Krit lo empujó y dijo—: Amigo, basta. En serio. El cuerpo alto y esbelto de Green tampoco había tenido tiempo de adaptarse a su altura. Retrocedió y se echó a reír. —Eh. Ustedes dos están tensos. —¿Fue bueno tu día? —le pregunté a Krit, ignorando a Green. Conseguir que Krit atravesara un día de escuela sin que perdiera su genio o estallara era una realización. Él tenía un severo trastorno de atención, y empezaba a pensar que también sufría de algún tipo de trastorno de la personalidad que no conocíamos. Fandora no lo llevaría a hacerlo revisar. Odiaba darle medicamentos en absoluto. Tomaba tiempo de su día.

Cuando uno de sus novios me abofeteó y Krit le arrojó un ladrillo a la cabeza, ella fue a buscarle medicinas. Pero se acababan otra vez. Krit tendía a hacerse adicto a las cosas. Era como un cable con corriente, incapaz de quedarse quieto. Listo para la próxima aventura. Y si te interpones en su camino, estalla. Mantenerlo tranquilo era mi trabajo. —Hoy fui un ángel —me informó, luego me dirigió una sonrisa torcida. Mi corazón se oprimió. Amaba a mi hermano. Tantas veces lo sentí como si fuera mi hijo. No era lo suficientemente mayor como para ser su madre, pero lo que sentía por él era lo que creía que sería el amor de una verdadera madre. No había nada que no pudiera hacer por Krit. Nada. Cuando se sentía feliz, me hacía feliz. —No le mientas. Te enviaron a la oficina del director una vez —añadió Green. —¿Qué? —pregunté, con mi corazón hundiéndose. Krit se encogió de hombros, luego miró a Green. —Nada grave. Le dije al profesor que llegaría a la clase en un minuto. Estaba terminando algo. Se enojó. Eso era típico de Krit. No le gustaba que lo mandaran. Nadie más que yo. Podía salirme con la mía. A sus ojos, todo el mundo necesitaba retroceder. Incluso su madre. Krit empezó a decir algo más, pero se detuvo cuando sus ojos se iluminaron detrás de mí. Frustrado con su errática capacidad de atención, me volví para ver quién tenía su interés. Rock Taylor caminaba desde el campo de fútbol, vestido con hombreras y ese uniforme apretado que usaban. Su casco se encontraba en la mano, colgando olvidado a su lado. Tan impresionante como era toda esa perfección, la parte impresionante era que sus ojos se hallaban bloqueados en mí. —Se encamina hacia aquí, creo —susurró Green. No me encontraba lista para tratar con él de nuevo. ¿Y si me preguntaba por mis costillas delante de Krit? Mierda. Tenía que salir de aquí. Busqué el brazo de Krit. —Vámonos. El autobús está casi aquí. No queremos esos asientos traseros con los matones. Vamos a ponernos en la fila. —Pero creo que Rock Taylor viene por aquí. Por nosotros. O por… ti —dijo Krit, observándolo cuidadosamente. Ya no estaba tan hipnotizado. Parecía estar pensando en esto. —No viene por nosotros. Vamos —dije, empujándolos hacia la fila del autobús.

—Trisha. —La voz de Rock me detuvo. La mandíbula de Green cayó, y los ojos de Krit ya no tenían fascinación. Ahora estudiaba a Rock. Un ceño fruncido le recorrió el rostro y vi a mi hermano pequeño convertirse en un hombre mientras se ponía de pie y se paraba frente a mí. —¿Qué quieres de mi hermana? No parece muy emocionada de verte —dijo Krit en un tono frío. Rock era una pared de músculo, y Krit tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás para hacer contacto visual con él. Pero no parecía importarle ni retroceder. Se hallaba decidido a protegerme. Lo hacía mucho ahora. Me preocupaba tanto que termine lastimado. Era mi trabajo proteger a Krit. No al revés. La mandíbula de Rock se movió, y parecía que intentaba no sonreír. —Hoy, Trisha y yo decidimos ser amigos. ¿No es así? —dijo, mirando por encima del hombro de mi hermano hacia mí. Tuve que calmar a mi hermano pequeño. Asentí y me acerqué a Krit. —Sí, es así —le confirmé. —Entonces, ¿por qué intentabas llevarnos al autobús antes de que pudiera alcanzarte? —preguntó Krit, sin creerse nada. —Sí, ¿por qué hacías eso, Trisha? Hieres mis sentimientos —añadió Rock. Esta vez sonreía. Maldito sea. Se divertía con todo esto. Me puse frente a Krit y levanté los ojos para encontrarme con los de Rock. —Simplemente no quería quedarme con los asientos traseros del autobús. No me gustan. La sonrisa de Rock se hizo aún mayor. —Tengo una camioneta. Por suerte, me gusta darles un aventón a mis amigos. Oh no. No le dejaría ver dónde vivíamos. Hoy no. Jamás. —Uh, no, está bien. El autobús funciona muy bien. —Y justo a tiempo, el autobús dobló y el señor Freds llamó por su megáfono para que los pasajeros de A138 abordaran. Agarré el brazo de Krit. —Esos somos nosotros. Te veré mañana —le dije rápidamente, y llevé a mi hermano a la fila del autobús. No miré hacia atrás, y casi temía que Rock se uniera a nosotros. A pesar de que se suponía que se hallaba en la práctica de fútbol. Lograr que este tipo retroceda no iba a ser fácil. Conseguir que mi corazón dejara de entrar en un frenesí siempre que hablaba conmigo tampoco iba a ser fácil. Era todo sueño que me permití tener desde que era una niñita. Un hombre grande, hermoso y fuerte que podría mantenerme a salvo. Alguien que me quisiera

y montara en su caballo, y me envolviera en sus brazos para que nadie pudiera hacerme daño otra vez. Rock Taylor no quería salvarnos a mí y a mi hermano. Era un adolescente con una carrera futbolística por delante. Todo el mundo sabía que los exploradores universitarios lo observaban. Iba a ser grande un día. Yo sería una pérdida de su tiempo. —Rock Taylor se siente atraído por tu hermana —anunció Green a Krit mientras nos sentábamos. Ignoré su comentario. —Sí, lo vi —replicó Krit, sonando enojado. Me volví para mirar a mi hermano. Habría pensado que le encantaría cualquier excusa para hablar con Rock Taylor. —No es cierto. Krit frunció el ceño. —Sí, hermanita, es así. Yo lo vi. Sin embargo, no es lo que necesitas. No tiene tiempo para lidiar con nuestra mierda. No se quedará, y saldrás lastimada. Entonces tendré que matarlo. Green soltó una risa divertida y dura. —No puedes matar a Rock Taylor. Puede pisarte y aplastarte como un insecto. —No tienes ni idea de lo que puedo hacer —dijo Krit, mirando fijamente con un resplandor determinado en sus ojos. Tenía que tratar con Krit. Pero no aquí en este autobús donde la gente podía oírnos. Rock debía entender que no tenía tiempo para ser su amiga o cualquier otra cosa. No encajaría en su mundo. Ya tenía el mío para sobrevivir.

Traducido por Beatrix Corregido por Gypsypochi

Rock —¿Te encuentras bien esta noche? —le pregunté a Preston mientras íbamos desde la casa de campo a la camioneta de Marcus. Esta era una cosa diaria. La vida familiar de Preston era una mierda. Si no fuera por sus hermanos más jóvenes y su hermanita bebé, él no volvería a su casa. Su madre era una drogadicta. En una muy mala manera. —Sí. Está todo bien. Me siento ansioso por escuchar acerca del primer día de clases de Jimmy —dijo Preston con su sonrisa relajada que el mundo creía. Pero yo lo conocía bien. Detrás de su aspecto de niño bonito y sonrisa despreocupada era un tipo que vio cosas malas. Básicamente fue padre a los diecisiete años. Era el único amor y protección que tendrían sus hermanos. —¿Jimmy empezó el jardín de infantes? —pregunté. Preston asintió, y luego suspiró. —Estaba muerto de miedo esta mañana. Fue difícil no acompañarlo. Quería sentarme en su clase con él todo el día. Ya sabes. —Se rió y negó con la cabeza—. No me puedo imaginar haciendo esto con Daisy May. Daisy May era la bebé. Era la única chica. Preston estuvo cuidando de ella desde que nació. Su madre volvió a casa desde el hospital y luego les dejó por una semana. Preston perdió su trabajo en el verano porque no podía abandonar el remolque en que vivían. Jimmy tenía solo cinco años y Brent se acercaba a los dos, creo. —Iremos todos a sentarnos con Daisy May en su primer día de clases. Para amenazar a cualquier persona que la mire. Ella será la más protegida que habrá de primer grado —le aseguré. Preston se echó a reír, y luego su sonrisa se convirtió en algo real. Le recordé que no se encontraba solo. Todo lo que tenía que hacer era hacernos saber cuándo

nos necesitaba. Nosotros también éramos su familia. A veces necesitaba recordarlo. Era malo en descifrar algunas cosas solo. —Te vi hablando con Trisha Corbin —dijo Preston con una sonrisa—. Dos días seguidos. Hoy Trisha fue difícil de detectar. Era como si me estuviera evitando. La encontré de todos modos. Perseguir a una chica no era algo en lo que destacara. Pero, maldita sea, ella olía bien. Y esa sonrisa suya… Si yo pudiera lograr hacerle sonreír, entonces haría que todo valiera la pena. —Ella no va a ser fácil —advirtió Preston. No tenía ni idea. —Sí. Lo sé. No buscaba lo fácil. No se trata de sexo. Preston arrojó su bolsa en el asiento de la camioneta de Marcus y frunció el ceño. —Entonces, ¿de qué diablos se trata? ¿Has visto sus tetas y su culo? Maldita sea. Me habría roto si fuera cualquier otra persona que hubiera dicho eso. Pero era Preston, y clasifica a todas las chicas por sus tetas y culo. Era un jugador en una muy mala manera. Él no tenía una buena opinión de las mujeres, gracias a su madre. Daisy May era la única mujer que puso en un pedestal. Bueno, Amanda Hardy, la hermanita de Marcus, también. Pero se hallaba tan fuera de sus límites que ni siquiera era divertido. Al igual que todo nosotros, Preston le golpearía el culo a cualquiera que la tocara. Pero no quería hablar sobre su cuerpo ni acercarse a ella. —Es m{s. Algo sobre ella… —No iba a hablar de esto con él. Se burlarían de mí por semanas. Meses. Infiernos, todo el puto año. —¿Todos listos para irnos? —dijo Marcus mientras daba una palmada en el culo de Rachel Mann y la dejaba mirándolo con nostalgia. Rachel fue tras Marcus todo el año pasado. —¿Por fin decidiste sumergirte en el coñito de Mann? —preguntó Preston, divertido. Se acostó con Rose Mann, que era prima de Rachel. Las dos chicas tenían cuerpos espectaculares y la cabeza llena de rizos marrones. Eran calientes. Pero no iba allí. Eran insignificantes en comparación con Trisha. Marcus rodó los ojos y echó la bolsa en la parte trasera de su camioneta. —Deja de ser un idiota. —Ella es pegajosa. No digas que no te lo advertí —dijo Preston, poniendo las manos en los costados de la camioneta, luego saltó hacia arriba y lanzó sus

piernas en el asiento. Era su turno para tomar la parte de atrás—. ¿Dónde está D? —preguntó buscando a Dewayne. —Estaba distraído con dos de las porristas. Sin embargo no puede recordar sus nombres. Son nuevas —le respondió Marcus. —Mierda. ¿Es decir que no estará en casa así que no podemos ir a buscar algunas de las galletas de la señora T? —se quejó Preston. —Todavía podemos ir a buscar unas galletas. A la señora T no le importa si Dewayne está con nosotros o no —le aseguró Marcus. A veces Preston me recordaba a un niño. Pero era parte de su encanto, supongo. A las chicas les encantaba. Hasta que las rechazara una vez que llegaba alguna. Entonces no les gustaba tanto. Marcus cerró la puerta y se volvió hacia mí. —¿Piensas que siempre va a ser de esta manera? Riéndome, sacudí la cabeza. No. Sabía que no lo sería. Tenía tres niños que criar. Cuando se hallaba con nosotros, era libre para hacer lo que quería, así que vivía salvajemente. Cuando volvía a su casa, se convertía en un padre. —Él necesita esto. Cuando no está en casa, necesita eso para vivir —le contesté. Marcus frunció el ceño. Él tenía la vida más fácil de todos nosotros. A pesar que la de Dewayne era muy dulce, Marcus tenía la familia feliz y el dinero. La vida que tenía Preston era algo que Marcus no entendía completamente. Había estado tratando de cuidar de Preston desde que éramos niños, cuando vino a la escuela sin un almuerzo. Pero no sabía lo mal que se encontraba. Preston no hablaba mucho de eso. Solo lo sabía yo porque mi vida tampoco era color de rosa, y Preston sintió como que podía hablar al respecto conmigo. —Sí, supongo que tienes razón —dijo Marcus finalmente. Me incliné hacia delante y subí la radio mientras Marcus nos llevaba hacia la carretera. Tenía que esperar hasta mañana para ver a Trisha. Maldición.

Traducido por Beatrix Corregido por Anakaren

Trisha —Solo vete —me espetó Krit. Tenía miedo. Lo pude ver en sus ojos. Él sabía que su madrastra no lo golpearía con demasiada fuerza. Pero ella no tenía límites conmigo. No me importaba, sin embargo, no dejaría que lo lastimara. —No —le contesté, levantándome de la mesa donde Krit y yo comíamos la merienda después de la escuela. No se suponía que comiéramos el cereal sin permiso. Era solo para el desayuno. Pero teníamos hambre y pensamos que había tiempo antes de que ella llegue a casa. Si no se hallaba tumbada en el sofá viendo malos programas de entrevistas con una cerveza en la mano cuando llegábamos aquí, significaba que se encontraba fuera y no estaría en casa hasta más tarde. —¿Qué MIERDA? —chilló mientras Krit salió disparado de su silla para ponerse delante de mí. Por supuesto, él era más alto que yo ahora, pero aún era más joven. Se suponía que debía protegerlo. No al revés. Traté de empujarlo a un lado, pero no cedía. —Quédate detrás de mí — advirtió con una voz mucho más imponente de lo que me hallaba acostumbrada a escuchar usar a mi hermanito. Eso le hizo reírse de manera dura y sádica. —¿Qué, muchacho, piensas que vas a proteger a esta zorra vividora de mí solo porque eres más grande que yo? — Dio un paso hacia Krit, y todo el cuerpo de él se tensó. —No. Vas. A. Herirme — dijo en una suave voz que me dio escalofríos—. Soy tu madre. No me vas a tocar. —Queríamos un aperitivo. Hemos estado en la escuela durante todo el día y teníamos hambre. El almuerzo no nos llena —explicó Krit. Oí al niño saliendo de él. El asustado que siempre trataba de razonar con su madrastra loca. No iba a dejar que le tocara para protegerme. Nunca se perdonaría a sí mismo. Me moví rápido y salté delante de él. —¡Fuera de aquí, Krit! —le grité, y apenas tuve tiempo de prepararme para la bofetada en la cara.

—¡MIERDA!! Mamá, basta —exigió Krit, y sentí sus manos cerrándose alrededor de mis brazos. —Puta estúpida, estúpida y fea. —Lanzaba palabras que pensaba que me harían daño. Viniendo de alguien que me importaba, tal vez lo harían. Pero ella me ha estado diciendo así toda la vida. No me importaba lo que me diga. Se retiró al principio, y Krit trató de moverme del camino. Pero en su lugar, giró y dio un golpe en mis costillas heridas. El grito que se me escapó sonaba como si viniera de otra parte al tiempo que se formaron puntos negros en mi visión y caí al suelo, tratando de respirar. Oí gritar a Krit, pero no podía moverme. El dolor era paralizante, y no fui capaz de respirar de forma regular. Los puntos negros se unieron entre sí hasta que solo hubo oscuridad.

***

—Maldita sea, Trish, despierta. —La voz desesperada de Krit me preocupó. Luché para abrir los ojos. El dolor comenzó a disminuir. Ya respiraba de nuevo. Mirando a los alrededores, traté de sentarme en caso de que la loca a la que llamábamos madre se preparara para atacar de nuevo. —Quédate quieta. Se ha ido —dijo Krit, presionando una mano en mi hombro para impedir que me levante—. Es probable que no regrese esta noche. —¿Estás seguro? —le pregunté, entonces hice una mueca porque traté de moverme. El dolor se hallaba allí, pero si no me movía, me encontraba bien. Pareciendo enojado, Krit asintió. —Sí. La golpeé. Nunca le he pegado. Me asusté porque no te movías, y me enfureció tanto que le hicieras frente a su mierda. Perdí el control. —Suspiró y dejó caer la cabeza—. Ella dijo que iba a llamar a la policía. Krit golpeó a su madre. Justo de lo que estuve tratando de protegerlo. Se sentiría culpable por ello más tarde. Y estaría cuestionándose. —Si viene la policía aquí y me ven así, la encerrarán. No iba a llamar a la policía. Solo trataba de asustarte —le aseguré. Asintió y enderezó los hombros como si estuviera tratando de ser valiente. —Es necesario que veas a un médico. Las costillas lucen mal, Trisha.

Si iba al hospital, nos alejarían de ella y estaríamos separados en casas de acogida u hogares grupales. No iba a dejar que eso sucediera. No podía protegerlo allí. Me necesitaba. —No nos arriesgaremos. Solo ayúdame a ponerme de pie y después voy a necesitar tu ayuda para vendar esto —dije. Me miraba frustrado con el ceño fruncido. Luego gruñó con rabia. —Ya no soy un niño. ¿Cuándo vas a ver que puedo cuidarme solo, Trisha? ¡Deja de hacerte daño por mí! Puedo protegernos a los dos. Y quiero que te vea a un médico. —Nos van a separar —le recordé. Se veía derrotado. —Tal vez. Pero al menos no te golpearán. —No hay ninguna promesa de eso si escapamos de aquí. Al menos aquí sé qué esperar, y que tengo que hacer. Krit se inclinó y besó la cima de mi cabeza. —Un día no vamos a vivir así. Vamos a tener una vida real. Vamos a ser libres. Las lágrimas ardían en mis ojos. ¿Desde cuándo mi hermanito se convirtió en el que me consolaba?

Traducido por Julie Corregido por Vane hearts

Rock Trisha no vino a la escuela. Vi cómo su hermano y su amigo bajaban del autobús, pero ella no había estado con ellos. El niño me estudió mientras pasó por donde me hallaba de pie. Como si estuviera tratando de decidir algo. Sus ojos azules eran muy parecidos a los de su hermana. Y había un aspecto embrujado que recordaba haber visto en Preston cuando éramos más jóvenes. Algo andaba mal. Ese sentimiento permaneció conmigo todo el día. Cuando sonó la última campana, no fui al complejo deportivo. Me dirigí a la sala de octavo grado. Iba a encontrar a su hermano. Krit caminaba hacia la puerta que llevaba al exterior cuando llegué a su lado del edificio. —Krit —grité. Había una multitud de niños entre nosotros, y sabía que si salía por esa puerta, entonces lo perdería en el ajetreo. Se volvió y sus ojos me encontraron de inmediato. Lo que probablemente tenía que ver con el hecho de que yo era más que una cabeza más alto que la mayoría de estos niños. Después de decirle algo a su amigo, se abrió paso a través de la multitud y se dirigió hacia mí. Por suerte, su amigo continuó saliendo. Krit tiró de su bolsa de libros más arriba en su hombro y se puso más erguido, haciendo que su contextura alta y lánguida parezca aún más larga. —¿Qué quieres con ella? No es una chica a la que puedes follar y seguir adelante. Nunca se acostaría contigo. Es una buena chica. También tiene que lidiar con cosas de mierda, y un jugador como tú no lo entendería. Así que retrocede si solo la buscas para tenerla como a una más de tantas.

Me quedé impresionado. Ni una sola vez vaciló en su demanda. Defendía a su hermana, y no tenía miedo de que yo pudiera partirlo en dos. Me agradó este chico. —No la busco para acostarme con ella. Me gusta. Mucho —le aseguré—. ¿Dónde estaba hoy? Krit frunció el ceño como si no estuviera seguro de creerme. Pero pude ver que había esperanza en sus ojos. Quería que me gustara ella. —Está herida — respondió lentamente, y me di cuenta de que retenía algo. —¿Cómo? —le pregunté, deseando no haber esperado todo el maldito día para averiguar por qué no vino a la escuela. Apartó la mirada y apretó la mandíbula. Después de unos cuantos segundos de silencio, empezaba a pensar que no iba a decírmelo. Finalmente volvió su mirada hacia mí, y el dolor en sus ojos no me hizo sentir mejor. —Mamá la golpeó. Ya tenía las costillas lastimadas. Y la golpeó de nuevo allí. Traté de ayudarla. —Se detuvo, y sus ojos se llenaron de agua mientras una dureza caía sobre su expresión. Mierda. —¿Está en casa con tu mamá? —le pregunté, tratando de no dejar que el horror golpeando dentro de mi pecho se mostrara en mi cara. El chico necesitaba que fuera fuerte. Estaba a punto de derrumbarse, pero luchaba contra eso. —Yo… uh, golpeé a mam{. Cuando Trisha cayó al suelo, perdí el control y solamente… —Bajó la mirada y lo vi tragar con fuerza. —¿Tu madre se fue? —le pregunté. Asintió. Mierda. ¿Por qué la golpeó su madre? Los imbéciles enfermos no debían reproducirse. Dios debería haberlo hecho una regla. —Sí. Se enojó pero estaba sangrando. Se fue y no volvió esta mañana. Trisha tenía mucho dolor y la convencí de que se quedara en la cama. Necesita ponerse mejor. —Te llevaré a casa —le dije, agarré su brazo y me dirigí hacia las puertas de la salida. Esta noche no dormiría si no veía a Trisha con mis propios ojos. Krit intentó soltarse. —Amigo, suéltame. Ya perdí mi autobús. Necesito el aventón. No tienes que romperme el brazo. No sabía que mi agarre era tan fuerte. Lo solté.

—Lo siento —murmuré. Sacudió su brazo como para sentirlo de nuevo, pero siguió caminando a mi lado. —¿No tienes práctica de fútbol? —preguntó, echando una ojeada al campo en el que debí estar hace veinte minutos. —Sí —respondí, abriendo la puerta del camión destartalado de mi padre. Solo conseguía conducirlo cuando él trabajaba de noche y dormía todo el día. Eso fue esta semana. Solo tenía que llenarlo con gasolina y lavarlo. —¿Vas a jugar el viernes por la noche si faltas? Oí que tenías reclutadores observándote toda la temporada. Si mi padre se entera de que me perdí una práctica, estaría furioso. La única razón por la que no me había echado era porque podía jugar al fútbol. Le gustaba saber que su hijo iba a ser algo. Cuando era más joven, me dejó con mi mamá y apenas venía a visitarme. Luego, un día en la secundaria, le rogué que me dejara jugar al fútbol y se entusiasmó por ello. Cuando los entrenadores me elogiaron y me convertí en la estrella del equipo, papá me fue alejando de mi madre cada vez más. El día que llegué a casa de la escuela para encontrar todas mis cosas en la parte de atrás de su camión, mi madre estuvo de pie en el pórtico con el hombre con que el que salía. Explicó que necesitaba una vida y que era el turno de mi papá para cuidarme. Además, ya no podía permitirse el lujo de hacerlo. El mes siguiente se mudó a otro estado, y desde entonces no había tenido noticias suyas. Así que papá era todo lo que tenía. Un hombre que solo amaba lo que podía hacer. A mí no. —Si no juegas, todo el mundo estará enojado. No podemos vencer a los Dolphins sin ti. Sí podría a jugar. El entrenador estaría furioso y me haría pagar por ello con prácticas más largas. Pero me dejaría jugar. —Jugaré. Dime cómo llegar a tu casa. Krit señaló hacia la izquierda. —Ve por la calle principal hasta que casi salgas de la ciudad. A continuación, gira a la derecha en Forts Road. Quinto remolque a la izquierda.

Forts Road se encontraba en la mala zona de Sea Breeze. Vine por aquí una vez con mi madre cuando era niño. Ella había estado comprándole marihuana a alguien de allí. No vivimos en una gran parte de la ciudad, pero no era tan mala. Y papá tenía un apartamento que no estaba tan mal. Era mejor que la casa donde viví con mamá. Pero Forts Road… Mierda. Trisha no debería estar allí sola. —No es tan malo. Deja de parecer tan horrorizado —gruñó Krit. Empecé a discutir con él, pero lo dejé pasar. No hacía falta hacerlo sentir mal.

Traducido por MaJo Villa Corregido por Anakaren

Trisha Desde mi cama, en donde me había quedado acostada todo el día, podía oír el autobús de la escuela subiendo por la carretera. Mami Querida regresó a casa después de mediodía. Ella anduvo tropezando por el pasillo, y oí cuando cerró su puerta de un golpe. Entonces nada más. Tenía resaca o todavía estaba drogada y durmiendo. La puerta de mi habitación se encontraba cerrada, así que ella nunca pensó en echarle un vistazo al interior. Esperé a que la puerta principal se abriera y a que Krit entrara, pero nunca lo oí. Una vez que el autobús se fue y él todavía no había entrado, supe que tenía que levantarme. Algo andaba mal. Si perdía el autobús, me necesitaría. Contuve el aliento y traté de no gruñir mientras me sentaba y sacaba lentamente mis piernas de la cama. Una vez que las tuve sobre la alfombra, me levanté y tomé respiraciones cortas. Hoy me había comportado lo suficiente como una bebé. Mañana no podría hacer eso. Para empezar, la malvada bruja ahora se encontraba en casa. Entonces, por supuesto, si faltaba más a la escuela, empezarían a llamar aquí. Eso sería malo. Muy malo. Justo cuando di un paso hacia la puerta, oí a alguien estacionándose afuera. Me congelé y esperé. La voz de Krit atravesó la ventana. Dejé escapar un suspiro de alivio. Había conseguido que lo trajeran. Seguí caminando hacia la puerta, pero luego oí otra voz. Una vez m{s… Me quedé helada. Rock Taylor se encontraba aquí. Oh no. ¿Qué había hecho Krit? —Ese es el auto de mamá. Está en casa —¡Escuché a Krit decirle al jodido Rock Taylor! ¿Qué hacía?

Olvidando el dolor, abrí mi puerta, me dirigí al vestíbulo y entré en el salón justo cuando la puerta se abría y entraba mi hermano, seguido por Rock. Santo cielo. Era tan grande. Al entrar en nuestro remolque, se veía tan fuera de lugar. —Krit —gruñí, mientras mis ojos se encontraban clavados en Rock. Su mirada cayó a mis costillas, y me acordé de lo que tenía. Envolviendo los brazos alrededor de mi cintura, traté de ocultar la cinta que habíamos usado en mis costillas. No quise que mi ropa tocara mis costillas lesionadas, así que llevaba un sujetador deportivo y un par de pantalones cortados. —Perdí el autobús. Me trajo en su auto —comenzó a explicar Krit. Eso no tenía sentido. —¿Por qué perdiste el autobús? —pregunté, todavía tratando de averiguar por qué Rock se encontraba aquí. En nuestro remolque. —Él preguntó por ti. Como no apareciste en la escuela. Le dije… Aparté mi mirada de Rock y miré a mi hermano. Seguramente no le dijo lo que sucedió. —¿Qué le dijiste? Krit movió sus pies nerviosamente. Le contó de mamá. ¿Por qué habría hecho eso? Rock Taylor no iba a entrar corriendo para salvar el día. Se hallaba interesado en mí. Ahora que me vio así, esperaba que su fascinación por meterse en mis pantalones desapareciera. Mi cabello no se encontraba lavado y me veía horrible. —Gracias por traerlo a casa —dije, tratando de sonar como si lo dijera en serio. Pero tenía la sensación de que era culpa de Rock que Krit hubiera perdido su autobús—. Pero podemos encargarnos de esto. Ahora puedes irte. Krit abrió mucho los ojos. —¡Trisha! En serio, ¿por qué te comportas así? Él no está... —Ha visto lo suficiente, Krit. Mamá se despertará en cualquier momento, y él debe irse. —Dijo… —No importa lo que haya dicho. Te estoy diciendo que si te preocupas por mí, volverás a tu cuarto y comenzarás tu tarea en silencio. No quiero que se despierte, y tú tampoco. Se enojará si la despertamos. Todavía no estoy lista para otra ronda. Krit bajó la cabeza, luego asintió y comenzó a caminar hacia su habitación. Se detuvo y le hizo un gesto a Rock. —Gracias, hombre.

—Cuando quieras —respondió. Krit me miró y pude ver la frustración en su rostro. Sabía que pensaba que Rock estaba aquí para salvarnos. Ese niñito dentro de su gran cuerpo todavía se aferraba a la esperanza de un héroe. Finalmente, siguió caminando por el pasillo. Esperé a que la puerta de su habitación se cerrara y volví a mirar a Rock. —No vuelvas a hablar con él. No necesita que lo uses para llegar a mí —dije en el tono más frío que pude reunir. Rock no se movió. Sostuvo mi mirada, luego miró mis costillas de nuevo. —Necesitas ver a un médico —fue su respuesta. Dejé escapar una risa fuerte. —¿De verdad? Eres muy pero muy brillante. Noticias de último momento: Si veo a un médico, entran los de Recursos Humanos y pierdo a mi hermano. Eso no va a suceder. Retrocede, Rock. No estoy disponible. Me encuentro tan fuera de los límites para todos los hombres que ni siquiera es gracioso. Pierdes el tiempo y juegas con la cabeza de mi hermano. Él piensa que puedes hacer algo para ayudarnos. Detente. Aléjate. —¿Te golpea mucho? ¿De verdad? ¿No oyó nada de lo que acabo de decir? —Dije que te fueras —siseé. —Deja que te ayude. Conozco a un médico que puede verte. No llamará a Recursos Humanos. Lo juro. —Vete. —Me mordí la lengua y cerré los ojos. Había gritado. Mierda. Me volvía loca. Debía mantener la voz baja. —¿Puedes quedarte en cama mañana? ¿Te hará ir a la escuela? O era sordo o pensaba que estaba por encima de escuchar lo que otros le decían. —Rock, necesito que te vayas. Necesito que olvides todo esto. Ve a jugar fútbol y a ser la estrella de la que a esta ciudad le encanta hablar. Ellos te quieren. Yo no. Se quedó allí de pie y me observó unos segundos más. Entonces, justo cuando pensaba que no iba a escuchar otra vez y empezaba a sentir una pequeña punzada de esperanza de que tal vez quisiera algo más que meterse en mis pantalones, se dio la vuelta y se marchó. Su cuerpo perfecto y hermoso bajó los pequeños escalones y volvió a su camioneta. No me miró cuando se subió y se alejó. Se marchó. Justo como pensé. Quería algo que no iba a darle.

Supongo que recibió el mensaje. Si lo admitía, me dolía. Pero no admitiría eso. Ni pensaría en ello. No tenía el lujo de fantasear con nadie. Menos con un tipo que se iría a una universidad de su elección en dos años.

Traducido por Gesi Corregido por Beatrix

Rock Por fin llegó el viernes. El primer partido de la temporada. Iba a jugar esta noche, pero no desde el principio. El entrenador me mandó a la banca los primeros cinco minutos. Era parte de mi castigo por haber llegado tarde a la práctica del miércoles. Él me tuvo corriendo por las gradas durante tres horas. Había estado tan exhausto que después de vomitar dos veces, apenas llegué hasta el camión. Papá se hallaba furioso porque necesité su camioneta de vuelta. Toda esa mierda por nada. Trisha Corbin dejó muy claro que no me quería cerca de ella. No me detuvo de preguntarle a Krit sobre ella ayer cuando no apareció de nuevo. Él dijo que su mamá tenía un nuevo novio y se quedó afuera con él la noche pasada, por lo que Trisha tuvo que tomarse más de un día para sanar. Incapaz de no mirar su maldito autobús esta mañana, esperé para ver si bajaba de él. Cuando lo hizo, su mirada pasó a través de mí, como si nunca hubiera estado allí. Pasó a mi lado sin siquiera una mirada o una palabra. Maldita sea, era invisible para ella. Dolía esa mierda. No hice nada para merecer eso de su parte. Solo quería ayudar. Quería estar cerca de ella. Pero obviamente me odiaba. Así que esta noche iba a jugar como un maldito profesional, luego saldría y festejaría cuando ganáramos. Si tenía que sacar a Trisha Corbin de mi cabeza, lo haría. Era ridículo dejarla consumirme de esta forma. Sí, su vida era una mierda, ¿pero eso significaba que tenía que odiarme? Dewayne se sentó a mi lado en biología y me lanzó una barra de Snickers en mi pupitre con una sonrisa. —Mamá metió dos en mi bolsa esta mañana. Parece que necesitas algo por lo que sonreír.

Él tenía la mejor mamá en todo el maldito mundo. Todos amábamos a Tabby Falco. Recogí la barra de caramelo y desgarré el envoltorio con mis dientes. —Gracias —dije antes de dar un mordisco. —Esta noche es la noche. Pensé que serías todo sonrisas —señaló. Normalmente, lo era. Pero Trisha Corbin jodió mi humor. —Solo me mantengo concentrado. Se rió. —Mentira. Te he visto mirar a la chica Corbin como si quisieras una probada. ¿No está interesada? Mejor que agradezca que acababa de darme una maldita barra de caramelo. Le disparé una mirada de advertencia. —Lo superé —fue mi única respuesta. —Siempre está Ellie Nova. Ese culo es el mejor de por aquí. Pero estoy trabajando en obtener un mordisco de eso. Ellie Nova era la princesa de la secundaria. No era mi tipo. Ella sabía que era hermosa y lo aprovechaba. No le dije que en realidad ya tuve una probada. Vino hacia mí en una fiesta al final del año pasado. La besé, pero no me pasó nada. —Es toda tuya —le aseguré, luego di otra mordida a mi caramelo. Asintió y se inclinó hacia atrás, cruzando los brazos sobre su pecho. —Supongo que si Trisha Corbin se esfuerza, sería igual de malditamente caliente. Se esconde lejos de todos y no dice mucho. Su grupo de amigos es pequeño. Pero sí, puedo ver el atractivo. La chica tiene un buen cuerpo. Y su rostro… —Soltó un silbido bajo. No me di cuenta que mis manos se curvaron en apretados puños hasta que la mirada de Dewayne cayó hacia ellos. Sonrió burlonamente. —Sí, puedo ver que lo has superado. Libros cayeron en el escritorio a mi otro lado. —Demonios, D. ¿Qué has hecho para enojarlo? ¿Y de dónde obtuviste ese caramelo? —preguntó Preston mientras se deslizaba en el pupitre. —Está molesto por Trisha Corbin —dijo Dewayne, sonriendo de forma presumida. Maldito idiota. Largas y bronceadas piernas atraparon mi atención, y dejé que mi mirada subiera para ver una pequeña falda azul marino que no cumplía con el código de vestimenta. Pero demonios, era bueno. La pequeña cintura y tetas alegres tampoco eran malas.

Noah Miller, una estudiante de último año con el cabello rojo oscuro y grandes ojos marrones, me sonrió justo antes de tomar el asiento frente a mí. —Hola, Rock —dijo en una voz suave mientras se inclinaba y movía sus largas pestañas en mi dirección. Seguro, usaba un montón de maquillaje, pero no todo el mundo podía verse como Trisha Corbin sin él. La cara de Noah era atractiva. Siempre lo fue. —Hola, Noah —contesté. —¿Estás listo para esta noche? —preguntó. Los tres botones superiores de su blusa blanca se hallaban desprendidos, mostrándome su clavícula. No era una mala vista. —Sí, ¿vienes? —pregunté. Me dio una pequeña encogida de hombros, luego sonrió. —Supongo que lo haría si supiera que tendría planes para después. Esta era una invitación. ¿Quería ir ahí con ella? Mierda, ¿por qué no? Trisha no se hallaba interesada. Demonios, Trisha me odiaba. —Hay fiesta en la playa esta noche. Fogata ganemos o perdamos. Pero vamos a ganar —agregué. Se mordió el labio inferior, luego presionó los brazos contra los lados de sus tetas para juntarlas. Era un movimiento que conocía y apreciaba. —No quiero ir sola. Dewayne se aclaró la garganta para evitar reírse. Esto era a lo que yo estaba acostumbrado. Lo que conocía. Tal vez esa era la forma en la que se suponía que debía ser. No necesitaba ir tras chicas que no se encontraban interesadas. Debía quedarme con las que me querían. Me incliné hacia adelante en el escritorio y dejé caer mi mirada a sus tetas que ella tanto quería que mirara. —Creo que puedo arreglar eso para ti —le dije a sus pechos—. Después del juego, encuéntrame en el complejo deportivo. Se estremeció y estuve de vuelta en el territorio que conocía. —Está bien. Podemos usar mi nuevo auto —dijo—. Es un Charger, completamente rudo. Te dejaré conducirlo. No tendría la camioneta esta noche. Solucionado ese problema. Alzando la mirada para encontrar sus ojos marrones brillando con atracción y entusiasmo, sonreí. —Suena bien, nena. —Y él ha regresado al ruedo —dijo Dewayne.

Lo ignoré. En cambio, me incliné hacia delante, metí un mechón del cabello de Noah detrás de su oreja y le guiñé un ojo. Ella se derritió justo como sabía que lo haría. Esto era mucho más fácil. ¿Entonces por qué no se sentía bien?

Traducido por NnancyC Corregido por Jadasa

Trisha Riley abrió la puerta de la cafetería antes de que pudiera llegar. —¡Vamos a comer! —dijo con un tono de voz alegre y brillante. Me moría de hambre. Esta mañana el nuevo novio de Fandora salió de su habitación mientras nos preparábamos para salir. Sus ojos escudriñaron mi cuerpo y entonces usó esa sonrisa espeluznante que vi antes en sus novios. —Fandora no me contó que su hija era tan atractiva. —Fueron sus muy inteligentes palabras. —Ella también es muy joven. Menor de edad —respondí en un tono de advertencia. Luego me apresuré a salir con Krit. Por suerte, él pudo comer sus cereales. Yo, no tanto. Aún me movía lento, y tardé más de lo normal en alistarme. —¿Vienes al partido esta noche? —me preguntó. Era de lo único que todo el mundo hablaba el día de hoy. El partido de fútbol americano. Me sentí harta de que hablen de ello. El nombre de Rock siempre estaba vinculado a las conversaciones. No iba a jugar los primeros cinco minutos y todos entraron en pánico. Me sentí culpable por eso, aunque no sabía por qué. No era como si le hubiese pedido que faltara a su práctica y viniera a mi casa. Pero lo hizo. Y también se aseguró de no acercarse a mí el día de hoy. Tenía la certeza de que iba a tratar de hablarme cuando me bajé del autobús esta mañana, pero no lo hizo. Asimiló lo que le dije. No le tomó mucho tiempo descubrir que no valía la pena. —Lo dudo —respondí, parándome en la fila por la comida. Fandora se aseguró de aplicar para el almuerzo gratis para Krit. No se molestó en hacerlo para mí. Sin embargo, el sistema escolar me agregó al ver que veníamos de la misma casa. Nunca le avisé. Tenía miedo de que se desquitara conmigo.

—Puedes venir conmigo —dijo Riley esperanzada. ¿Y dejar a Krit en casa? De ninguna manera. No con un nuevo tipo andando por el remolque. —No puedo esta noche —contesté, deseando que lo dejara pasar. Suspiró. —Bien. De todos modos, puede que también deba renunciar a la idea de que tuvieras algo con Rock Taylor. Iba a vivir indirectamente a través de ti, pero se ve como que Noah ahora tiene su atención. —Resopló—. No me sorprende. Mírala, colgada de él. Por qué giré mi cabeza para mirar, no sabía. Quizás para probar que tuve razón sobre Rock Taylor. Por cual sea la razón, giré para ver a Rock sentando al final de su mesa como el rey del mundo, con Noah Miller inclinada sobre él y riendo por lo que le decía. Los otros jugadores también se encontraban en la mesa, con chicas muy parecidas a Noah sentadas en sus regazos o a sus lados. Esto era lo que esperaba de Rock Taylor. Sonreía como si no tuviera una preocupación en el mundo. Tenía los pechos de Noah contra su brazo y sus largas piernas envueltas alrededor suyo, como intentando evitar que se le escapara. Cuando bajó la cabeza para susurrarle al oído, su mirada encontró la mía. Por un breve momento hizo una pausa. Algo destelló en sus ojos, pero parpadeó y desapareció rápidamente, luego su mirada regresó a Noah y continuó haciéndola reír. Mierda. Simplemente mierda. —Ese es su tipo. Le gusta las chicas rápidas y baratas —le dije a Riley, intentando no sonar celosa. No respondió al principio. Lo agradecí porque necesitaba un momento para averiguar por qué me dolía el pecho. Rock nunca fue mío. No tenía sentido que me importara que estuviera con Noah. —Sí… por un momento tenía la esperanza de que no fuera como los otros — dijo Riley finalmente. —Yo también —susurré antes de que pudiera detenerme. Suavemente apretó mi brazo. —Eres mucho más bonita que ella. Y tienes clase. Él se lo pierde. Mis ojos ardieron y odié eso. Pero Riley era una buena amiga, y trataba de hacerme sentir mejor. Era triste que cualquier devoción o ánimo que conseguía de

alguien me pusiera emocional. Pero era raro. De manera que cuando se dirigía a mí, siempre tenía ganas de llorar. —Vas a venir esta noche —dijo Davey Marks, metiéndose en la fila para envolver su brazo alrededor de los hombros de Riley y me sonrió—. Ambas. No voy a ir a esta cosa de bárbaros llenos de testosterona yo solo. Davey era el otro amigo de verdad que tenía en la escuela. Era bajo. Diría que menos de metro setenta, quizás. Usaba gafas de montura gruesa y tenía pecas por todo el cuerpo y rostro. Sin embargo, siempre sonreía y se veía feliz. Era tan brillante. Sería quien daría el discurso de despedida de nuestro último año. No tenía dudas. El chico era un genio. —Pensé que estarías en la biblioteca resolviendo el hambre del mundo — bromeó Riley. Raramente venía a la cafetería para el almuerzo. En realidad, pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca o haciendo tareas para obtener crédito extra para una de sus clases avanzadas. El año pasado nos vimos más, pero esta última semana Davey se esfumó. —Hice eso durante el receso. Estoy bien como para salir a almorzar. La señora Barnaby dijo que debía asistir a más funciones escolares, como partidos de fútbol, y socializar más con otros estudiantes. Necesito tener más habilidades. La señora Barnaby era la consejera. Tenía que empujar a Davey a no ser solo el chico que rendía más de lo normal, académicamente, cada año… varias veces. —Trisha no puede ir —dijo Riley como quejándose. Los ojos de Davey se ampliaron. —¿Qué? ¡Tienes que estar bromeando! Es lo que esta ciudad adora. Es nuestro dios, Trisha. ¿No lo sabes? Rock Taylor es un semidiós. Deberíamos inclinarnos ante él en adoración. Esta vez me reí. Bromeaba. Cuando Davey se dejaba llevar divirtiéndose ante el mundo alrededor de él, era divertidísimo. —Lo siento. Odio no venir a adorar su altar, pero tengo que pasar la noche con Krit. Davey hizo un gesto como indicando que no era un gran asunto. —¡El Kritmeister! ¡Tráelo también! Y ese amigo suyo. Turquoise, ¿es? —Su nombre es Green —respondí con una carcajada. —Sí, el joven señor Green con el nombre más raro en el mundo excepto por el de Krit. ¡Tráelos a ambos! Veremos al semidiós arruinar al otro equipo y gritaremos como si nos importara alguna mierda.

Sacar a Krit podría ser bueno. Fandora estaría animada de que saliéramos. Es probable que esté feliz conmigo si llevaba a Krit a algún lado. Podría ponerme en su lado bueno lo suficiente para que mis costillas se curasen. —A ellos les gustaría eso. Si estás seguro. Necesitaríamos un aventón —dije. —¡SÍ! —Davey apuñaló el aire—. Mi papá me va a dejar usar la minivan. Así que saldremos de fiesta como estrellas de rock. Podría incluso conseguir algunas hamburguesas después. Esto sería bueno para Krit y para mí. Incluso si era Rock a quien tendría que estar viendo en el campo de juego toda la noche. Podría soportarlo. Ese pequeño lo que sea había terminado. Podía volver a ser invisible para Rock Taylor.

Traducido por Julie, Miry GPE, lvic15, Gesi, day•ale & karlalunab_ Corregido por Anakaren, Laurita PI & Julie

Rock Otra vez no me miraba. ¡Mierda! Tuve su atención y lo arruiné. Susurrarle a Noah había jodido esa mierda. Trisha no miró en mi dirección una vez más. Ni siquiera un vistazo. Se sentó con sus amigos. Se reía y hablaba con Riley y el chico cerebrito que apareció en la cola y la hizo sonreír. Lo odiaba. No lo conocía, pero odiaba que ella le sonriera tan fácilmente. Noah siguió deslizando la mano por mi muslo, y tuve que agarrar su mano y apretarla para que dejara de intentar agarrarme justo aquí en el maldito comedor. —¿Por qué me detienes? —me susurró al oído. Porque quería ver a Trisha y notar si me miraba de nuevo. Esta vez no iba a joderlo. Jugar con alguien como ella era estúpido. Lo sabía bien. Es que me enojó tanto que ella me rechazara y apartara. —Aquí no —respondí, viendo a Trisha cubrirse las costillas y reír. La risa le causaba dolor. Maldición. Sus ojos danzaron mientras miraba al cerebrito. ¿Le gustaba? —Vamos a algún lugar, entonces —dijo, tratando de liberar su mano de la mía. —Ahora no. Maldición, ya me estaba poniendo nervioso. Trisha me distrajo al levantarse. Varios chicos se volvieron a mirarla. Ella era inconsciente. Siguió hablando con Riley, y luego se dirigieron hasta los botes de

basura. Moví a Noah de encima mío y me dirigí hacia ella. No estaba seguro de qué diablos iba a decir, pero tenía que obligarla a mirarme de nuevo. Riley dejó de hablar cuando me vio por encima del hombro de Trisha. Tenía que decirle algo o se marcharía. —Trisha. Su cuerpo se tensó y odié eso. No quería ser el que la tensara. Quería ser el que la hiciera sonreír. Lentamente se volvió para mirarme. Aquellos ojos azules brillantes con los que soñé parecían cautelosos. —¿Sí? ¿Ahora qué? No tendría sentido que me disculpara por Noah. No tenía nada por qué disculparme. Realmente no. Infiernos. —Voy a irme —dijo Riley, y Trisha la miró. —Espérame. —No fue difícil perderse la súplica en su voz. Riley asintió y dejó caer su mirada al suelo. —¿Cómo estás? —le pregunté, necesitando decir algo. —Bien, gracias —fue la única respuesta que recibí. Necesitaba hacerla hablar conmigo. ¿Pero cómo? —¿Vienes al partido de esta noche? —Mierda. ¿En serio le pregunté eso? Como si no tuviera problemas más grandes que ir al partido de fútbol. Miró a Riley. —Sí, Krit y yo vamos con unos amigos. Así que iba a venir. Bueno. Tenía que cambiar mis planes. —Rock, ¿estás listo para ir a buscar un armario para terminar lo que empezamos? —Noah envolvió sus brazos alrededor de los míos y susurró lo suficientemente fuerte como para que todos la oyeran. Y así como así, los ojos de Trisha se abrieron y forzó una sonrisa que no era real. Esto no iba bien en absoluto. ¿Por qué no podía dejar de ser un tipo por un maldito minuto para no joder esto? —Mejor, eh… Regresa a eso —dijo Trisha, luego se volvió y se apresuró a irse. Riley me devolvió la mirada, luego rodó los ojos antes de ir rápidamente detrás de Trisha. —¿Por qué le hablaste? ¿Quién es siquiera? Esa ropa seguramente ha visto días mejores. Alguien tiene que decirle que ya no le quedan. —El tono malicioso de Noah no le ganó ningún punto conmigo.

El cerebrito se detuvo frente a nosotros, con su mirada disgustada en Noah. —Ella tiene clase. Algo que no podrías comprender —dijo. Luego me miró—. Y algo para lo que no eres lo suficientemente bueno. Luego se alejó. Noah soltó una carcajada. —¿En serio? ¿Ese idiota acaba de decirnos eso? ¿Sobre ella? Por favor. Ya quisiera. No, yo quisiera. Mucho. Liberándome, me alejé de ella. —He cambiado de opinión, Noah. Esta noche no es buena para mí —le dije, luego la dejé de pie allí. Se recuperaría pronto. Simplemente no tenía tiempo para preocuparme. Dewayne se acercó a mí y me dio una palmada en la espalda. —Y él se bajó de nuevo del caballo, gente. Trisha Corbin lo tiene muy jodido. No le respondí. Dewayne era típicamente un listillo. Le gustaba decir mierda que te exalte. Y a diferencia de Preston y Marcus, él podía pelear conmigo. Lo miré fijamente y me dirigí a mi siguiente clase. —Si sirve de algo, ella no lo tomó bien cuando te vio por primera vez con Noah. El rostro de la chica se puso pálido, y creo que le dolió. Así que tal vez tienes algo. Pero no intentes ponerla celosa. Ese no es su estilo. Odiaba cuando Dewayne tenía razón.

Trisha La multitud ya estaba ruidosa, y el partido ni siquiera comenzó. Había grandes pancartas de papel que las animadoras pusieron alineando la cerca. El más estúpido que vi fue “¡Rock te rockearemos!”¿Es en serio? Se necesita a todo el equipo. He visto fútbol antes. Rock no podría ganar el partido entero para ellos. Krit y Green se fueron con otros amigos una vez que llegamos aquí. Le dije que iba a ir a verlo cada media hora. Me puso los ojos en blanco y murmuró—: Como sea. Esto no era algo típico para él. Yo sabía que era algo importante venir y salir con amigos. Era algo normal que hacían la mayoría de los niños, pero estábamos limitados. Teniendo en cuenta que nuestra madre estaba loca. Busqué en la multitud hasta que vi su cabeza rubia con un grupo de hombres que nunca vi antes. Parecían más viejos. —¿Quiénes son? —le pregunté a Riley, preocupada. —Cálmate, mamá oso. Están en su grado. El más alto con esos brazos musculosos extrañamente impresionantes para un niño de trece años es el hermano pequeño de Dewayne Falco, Dustin. Es la gran mierda de su grado. Al parecer, cuando Krit escoge a sus amigos, lo hace a lo grande. No estaba segura de que me gustara la idea de que Krit saliera con el hermano de Dewayne Falco. —Tal vez debería ir a buscarlo —dije, mordiéndome el labio inferior. —¿Y hacer que te odie? No lo sugiero. Y Dustin Falco nunca se mete en problemas. Los Falco son buenas personas. Su padre es dueño de Construcciones Falco. He conocido a su madre. Muy dulce. Vino a la oficina el año pasado para dejar un medicamento para el dolor de Dewayne cuando yo trabajaba en el tercer período. Vale. El hecho de que Rock y Preston se acostaran con todas las mujeres de la tierra no significaba que Dewayne lo hiciera. Juzgué de nuevo. Ugh. Desearía no haberlo hecho. —Bueno. Tienes razón. Puedo verlo, de todos modos. Él está bien. Una linda pelirroja se acercó a ellos, y Dustin Falco pasó el brazo por sus hombros y la atrajo contra él. Tampoco me encontraba segura de que me gustó eso. Parecía demasiado familiar para estudiantes de octavo grado.

—¿Estás segura de que tiene la edad de Krit? —pregunté mientras él besaba la cabeza de la chica. —Sí, estoy segura. Esa es Sienna Roy. Es la mejor amiga de Dustin —explicó Riley. ¿Cómo lo sabía? Y ellos no parecían amigos. —¿Cómo conoces a toda esa gente? Se encogió de hombros. —Pueblo pequeño. He ido a la iglesia con Sienna Roy la mayor parte de mi vida. Davey subió los escalones hacia nosotros, apartando mi atención de mi hermano. Davey se fue a buscar “raciones”, según dijo. Tuve que sostenerme las costillas porque no podía no reírme. Él llevaba tres nachos con queso, tres perritos calientes, tres bolsas de algodón de azúcar, y lo que parecía un surtido de dulces amontonados en la parte superior. Había botellas de soda que salían de ambos bolsillos delanteros. Supuse que tenía una más en el bolsillo trasero. —¿Compraste los refrescos? —preguntó Riley, levantándose y tomando las cosas de sus manos. —No exactamente. Pero lo intenté —respondió. Tomé los artículos que ella me entregó, y nos las arreglamos para acomodarlos alrededor de nosotros. Era imposible que fuéramos a comer todo esto, pero sabía que probablemente Krit y Green lo harían. Iba a guardarle a Krit unos nachos con queso y un algodón de azúcar. Estaría dispuesto a reportarse pronto. —Lo que no comamos, podemos darle a los pozos sin fondo que Trisha trajo con ella —explicó Davey. —Gracias, Davey. No tenías que comprar toda esta comida —le dije. Sabía que sus padres eran generosos con él y le dieron dinero para que no tuviera que trabajar y se concentre en entrar en Yale. Todavía no significaba que esperaba que hiciera algo como esto. Me guiñó el ojo. —Tengo dos citas calientes esta noche. Debo alimentarlas bien para que regresen conmigo. Sonriendo, agarré un perro caliente y tomé un bocado. Había pasado mucho tiempo desde el almuerzo y tenía hambre. No iba a rechazar esto. Antes de que pudiera terminar el perrito caliente, la gente se puso en pie de un salto y aplaudió. Oí gritos y exclamaciones. Se gritaban los nombres de

diferentes jugadores desde las gradas. Miré fascinada mientras ellos sacudían pequeños pompones. Riley se agachó y me levantó. —Están entrando en el campo. Muestra un poco de espíritu escolar —gritó sobre el ruido. Mordí el último bocado y dejé que me pusiera en pie. Ella iba a tenerme gritando por otra razón si tiraba más fuerte. Vi por encima de las cabezas frente a mí y a través de los agitadores como un jugador de fútbol atravesó corriendo una pancarta de papel grande que decía “Somos los número uno” en el medio y tenía los nombres de los jugadores por todas partes. No sabía quién era quién desde aquí. Todos me resultaban parecidos. Riley se llevó las manos a la boca y gritó algo que no pude oír. Comenzaron los zapateos, y los jugadores alzaron la mirada a la muchedumbre y bombearon los puños. —Número diez —me exclamó Riley. —¿Qué? —Es el número diez —repitió. Sabía a quién se refería, pero aun así lo pregunté. —¿Quién? Puso los ojos en blanco y se echó a reír, luego miró hacia el campo. Después de que saliera el otro equipo, el señor Presley, el profesor de música, cantó el himno nacional. Entonces la multitud gritó de nuevo antes de que pudiéramos sentarnos todos de nuevo. Una vez que todo el mundo se acomodó de nuevo, busqué la cabeza rubia de Krit. Se había trasladado a la valla, más cerca de los jugadores. Se encontraba bien. Luego cedí a la urgencia y busqué el número diez. Cubierto de almohadillas, parecía aún más sólido y enorme. Tenía el casco en sus manos mientras se sentaba en el banco. Cuando los chicos tomaron el campo y Rock se quedó atrás, la multitud comenzó a abuchear. Rock no miró hacia atrás al sonido. No lo alentó. Solo mantuvo su atención en el campo. “¡Pon a Taylor!” y “¡Deja jugar a Rock!” Eran solo algunas de las cosas que se gritaban desde las gradas. —El entrenador va a hacer que todo el mundo esté enojado. Me pregunto si sobrevivirá a cinco minutos de tiempo de juego antes de que ponga a Rock. —¡Deja que mi hijo juegue! —exclamó una voz, y me volví para ver a un hombre calvo con el vientre cervecero frunciendo el ceño al campo. No se parecía

en nada a su hijo. Era más bajo que Rock, y parecía que no se cuidaba a sí mismo. Su cabello necesitaba lavarse, y su camisa se hallaba desvanecida y manchada. Me volví y miré el campo. Ese hombre me recordó el tipo de hombres que Fandora traía a casa. ¿Rock tuvo una mala vida en el hogar? ¿Ese hombre era un buen padre? —Dicen que se perdió la práctica del miércoles. ¿Por qué será? —dijo Riley, rellenando su rostro con nachos. —Krit se perdió el autobús. Lo llevó a casa —le dije antes de que pudiera detenerme. Simplemente no quería que ella pensara que él había perdido la práctica porque no le importaba. Riley se detuvo con una papa en la boca y se volvió para mirarme. —De ninguna manera —susurró. Asentí. Sus ojos estaban abiertos de asombro. —Oh, Dios mío —respondió antes de meter el trozo de tortilla cubierto de queso en su boca.

Rock Ganamos. Por dos touchdowns. Uno de ellos fue mío. Pero nada de eso parecía importar en este momento. Desde el medio tiempo, cuando habíamos corrido al vestuario y yo miré hacia arriba a las gradas y vi el cabello rubio de Trisha, me llené de adrenalina. Ella se encontraba aquí. E iba a llevarla a casa. Le rogaría a Marcus o a Dewayne que me dejen su coche. No podía dejar que esta noche terminara sin verla. Mi touchdown fue simplemente porque quería mostrarme para ella. Obtener su atención. Me hizo jugar mejor. Me despertó una vez que supe dónde mirar cuando me volvía para ver a la multitud. Siempre había estado allí. En el mismo lugar. Y me encantaba. Los chicos se dirigían todos al complejo deportivo, y ahí era donde yo también debía ir. Pero ella se iría antes de que salga de allí. No podía arriesgar esto. Esta noche era mi noche. Me encontraba en llamas. No más juegos. —Toma esto —le grité a Preston, y le lancé mi casco. —Ve a buscarla, tigre —me gritó con un tono divertido. Su comentario odioso solo me hizo sonreír. Yo estaba montando mi euforia. Ella no podía decirme que no. Esta vez no se lo permitiría. Abriéndome paso entre la multitud y asintiendo en agradecimiento a la gente que me decía que había jugado un buen partido, mantuve mis ojos en Trisha. No me vio dirigirme hacia ella. Bien. No quería que tuviera tiempo para correr. Llegué al fondo de las graderías justo cuando el amigo cerebrito de Trisha guiaba al trío por los escalones. Sus ojos se clavaron en mí y él frunció el ceño. Sabía que no era un admirador mío, pero podría arreglarlo. Si era amigo de Trisha, me aseguraría de agradarle. —Trisha —cuando dije su nombre, ella dejó de estudiar los escalones. Su cabeza se levantó bruscamente y sus ojos azules mostraron su sorpresa. Luego su confusión. Dios, era hermosa. Un estilo loco de belleza—. Déjame llevarte a casa. Te invito a cenar. Lo que sea, simplemente no te vayas. Quédate. Espera a que termine en el complejo deportivo —le supliqué. Parecía estar rogando. Estaba desesperado. La muchedumbre en movimiento se detuvo, y sentí todos sus ojos en mí. Llamaba la atención.

Miró a todas las personas que ahora la observaban. Esperando su respuesta. Tal vez la ponía en un aprieto, pero necesitaba que diga que sí. Que me dé una oportunidad. Justo cuando abrió la boca para decir algo, mi papá apareció frente a mí, bloqueando mi visión de ella. Traté de rodearlo para poder verla. Ella iba a decirme algo. Sus manos me agarraron los hombros, y me sacudió. Se encontraba cabreado. —Llegas tarde a la maldita práctica y tienes que sentarte por cinco minutos, ¡y ahora estás aquí afuera en vez de en el complejo deportivo! ¿Qué diablos, muchacho? Pon tu culo ahí dentro. No eches a perder todo por eso. — Agitó su mano hacia donde se hallaba Trisha. La rabia golpeó mis venas y cerré los puños. —Dame un minuto —dije, encontrando su mirada con una de las mías. —¡NO! ¡A la mierda eso! —Me cogió el brazo y trató de moverme. No me moví. El viejo olvidó que yo le había superado hace mucho tiempo. Podría pillarme desprevenido y sacudirme delante de todo el mundo, pero ya no iba a obligarme a moverme a su mando. Aparté mi brazo. —Dije que me dieras un minuto —repetí con calma, sabiendo que la gente me observaba. —¿Vas a echar a perder esto? ¿Por una chica? ¿Le demostrarás a todos que eres basura como tu mamá? ¿Cuál es tu plan, chico? Porque no te mantendré si eso es lo que estás planeando. —Escupió, y su repugnante aliento a cebolla y cerveza me dio náuseas. Lo ignoré. No iba a pelear con mi viejo delante de la ciudad. —Por favor, Trisha. Espérame. Mi papá rugía estupideces, y lo bloqueé, esperando mientras ella asimilaba la escena frente suyo. Luego asintió con la cabeza. Fue un pequeño asentimiento, pero uno en fin. Mi corazón se me salía del pecho. No podía borrarme la sonrisa de la cara. —Voy a ser rápido. No te vayas. Por favor —grité, y asintió otra vez, luciendo algo entre horrorizada y sorprendida. Me volví y me dirigí al complejo deportivo. Mi viejo se hallaba detrás de mí, todavía fastidiando. Lo ignoré y salí corriendo. El padre de Dewayne se dirigía hacia nosotros y parecía aún más enojado que mi padre. Me dio unas palmaditas en el hombro. —Buen partido, chico —dijo el señor Falco, antes de pasar por delante de mí. Luego dirigiéndose a mi padre, con voz dominante, le dijo—: Es suficiente. Deja de gritarle así al chico o llamo a la policía. No ha hecho nada malo.

Me apresuré adentro, listo para ducharme y cambiarme. Trisha Corbin me esperaba. ¡Maldición! Dewayne salió de las duchas con una toalla alrededor de la cintura. —¿Tienes lo que querías? —preguntó, sonriendo. —Dijo que me esperaría. Necesito un coche —le dije—. Pensé en preguntarle a papá, pero está furioso y gritando porque estuve en la banca al comienzo del juego. Tu padre lo está poniendo en su lugar en este momento. Dewayne abrió su casillero y sacó las llaves del coche. —Tómalo. Voy a ir con Marcus a la fiesta. Cogí las llaves de su Mustang. —Gracias. En serio. Cualquier cosa que necesites, dime —le dije. —Lleva tu trasero allí antes de que se vaya —dijo, y luego empezó a vestirse. Me dirigí a las duchas. Fue la ducha más rápida de mi vida.

Trisha —¡Santo cielo! Ese es el papá de Dewayne Falco regañando al papá de Rock —susurró Riley a mi lado. —Olvídalo. ¿De verdad le asentiste con la cabeza a Rock? —preguntó Davey, horrorizado. Sí. Le dije que sí. Él había salido corriendo a verme. Tuvo problemas con su padre, y éste se puso a gritar cosas malas y horribles sobre él. Los ojos de Rock se habían quedado en mí, rogándome que dijera que sí. ¿Que se suponía que debía hacer? —Él estaba… determinado. Y tenía miedo de que su padre fuera a golpearlo —admití. Davey se burló. —¿Qué, y romperse la mano en la pared de músculo de su hijo? Por favor. —Fue romántico —dijo Riley, soñadoramente—. Yo habría saltado de un puente por el hombre si me lo hubiese pedido. Él ignoró a su desagradable padre, completamente cautivado por ti. —Corta esa mierda, Riley —murmuró Davey, molesto—. Es Rock Taylor. ¿Cuándo se ha puesto serio con una chica? Riley se encogió de hombros. —Nunca ha ido tras una como lo hace con Trisha. Si ella no cedía, podría haber arruinado por completo la carrera futbolística de él. Se perdió la práctica por ella, y ahora se arriesga a meterse en problemas con su entrenador y su papá al romper las reglas y correr hacia aquí para conseguir que salga con él. Creo que es diferente. ¿Por qué quería creer tanto eso? Me debilitaba. —Hoy estuvo con Noah la zorra. ¿Qué cambió? —preguntó Davey. —No lo sé, pero deja que ella tome sus propias decisiones. Retrocede — replicó Riley. Luego me miró—. ¿Quieres que te esperemos? ¿O vas a dejar que te lleve él? Tenía a los niños conmigo. —No puedo dejar a Krit y Green —les recordé—. Me quedaré y hablaré con él. Davey suspiró. —Estupendo. Tenemos que esperar hasta que este accidente de tren haya terminado. Oh qué alegría. Quería una hamburguesa.

Riley lo fulminó con la mirada. —Cállate, Davey. —Entonces me miró—. Voy a ir a buscar a Krit y Green. Ve a esperarlo fuera del complejo deportivo. Hice lo que me dijeron y caminé lentamente hacia el complejo. ¿Qué iba a decirle? ¿Por qué estaba tan decidido a hacerme hablar con él? Davey tenía razón, ¿dónde se encontraba Noah? Supuse que estarían juntos esta noche. A menos que realmente terminaran las cosas en un armario en algún lugar de la escuela. La quemadura de celos en mi tripa me frustró. No tenía nada de qué estar celosa, pero lo estaba de todos modos. Las puertas se abrieron y Dewayne Falco salió con Marcus Hardy. Ambos me miraron y Dewayne asintió. Marcus sonrió como si supiera un secreto, y luego se dirigieron al estacionamiento. Movía sin parar las manos y finalmente las puse en los bolsillos delanteros de mis pantalones cortos de mezclilla. Miré a Riley y Davey para ver que mi hermano y Green ya regresaron con ellos. Los ojos de Krit se hallaban fijos en mí mientras hablaba. Le gustaba Rock. Me preguntaba cómo se sentiría al respecto. —Te quedaste. —La voz de Rock me sobresaltó, y volví mi mirada hacia atrás para verlo caminando hacia mí. Su cabello castaño oscuro lucía húmedo, y parecía que se hubiese pasado la mano para darle cierto estilo. Sus vaqueros abrazaban sus caderas y muslos. La forma en que la camiseta negra que llevaba acentuaba sus músculos creó todo el efecto perfección. Y él quería que lo acompañara a algún lado. —Dije que lo haría —le respondí. Sonrió. —Sí, lo hiciste. Pero no estaba seguro. Le señalé a Krit. —Tengo que ir a casa con él. Asegurarme de que está bien y todo eso. No puedo ir contigo a ninguna parte. Su sonrisa se borró, pero no pareció enojado. Pensaba en algo. —No sabía que él también había venido. Lo entiendo. ¿Puedo llevarlos a casa? —¿Por qué? —pregunté. No lo entendía en absoluto. ¿Qué sacaba de llevarme a mí y a mi hermano a casa? Una sonrisa torcida tiró de sus labios. —Porque me gusta estar cerca de ti. No esperaba eso. Mi corazón reaccionó como una niña y empezó a revolotear. Esa misma muchacha embelesada dentro de mí contestó—: De acuerdo.

Rock sonrió, mostrando sus bonitos dientes blancos. Maldición, era lindo mirarlo, y yo demostraba ser una mujer débil. —Ahí estás. —La voz dulce de Noah me recordó todo lo que me permití olvidar—. He estado esperando junto a mi coche una eternidad. Pensé que íbamos a divertirnos un poco antes de irnos a la fiesta y celebrar tu victoria. —Noah, te dije que se acabó. —La respuesta de Rock sonaba llena de frustración. —No, no lo hiciste. —Hizo una mueca, luego pasó la mano por su brazo—. No llevaba bragas —agregó. Bueno. Ya había tenido suficiente. Me iba ahora. —En serio, Noah. Esto no está bien. Te dije más temprano, después de la artimaña que hiciste en la cafetería, que esto se acabó. No voy a la maldita fiesta. — Su tono era frío. O ella mentía o lo hacía él. Di un paso atrás, pensando que podía escabullirme. Pero la mirada de Rock volvió a la mía, y sus ojos me suplicaban. —No lo hagas. Por favor, dame un minuto. Me pedía “por favor” de nuevo. Fue muy difícil no ceder cuando me lo pedía tan bien. —Rock, deja de jugar con ella. No va a darte lo que necesitas esta noche. Después de una victoria como esa, necesitas un paseo salvaje, y estoy lista para darte varios antes de que acabe la noche. Sí, eso fue suficiente. —Debo irme. Están esperándome —dije en un apuro, antes de precipitarme hacia mis amigos y hermano. Todos sus ojos se encontraban en mí. —Trisha —gritó la voz de Rock. Oí a Noah decir algo más, y luego Rock levantó la voz. Creí que él no quería estar con ella esta noche. Fue solo que esto era algo con lo que siempre trataría. Y yo no quería ser parte de ello. —¡Trisha, por favor! —gritó, y me di cuenta de que su voz sonaba más cerca. Me seguía. ¿Y tenía que decir por favor otra vez? Me volví y vi que Rock venía detrás de mí y una enojada Noah quedó de pie donde él la había dejado. Sus ojos me lanzaban puñales. Noah Miller era solo una de muchas. Podría hacer mi vida un infierno en la escuela. Y todas las otras chicas reaccionarían de la misma manera que ella.

Rock era hermoso y fuerte, y era tan difícil decirle que no. Pero no podía traer el drama a mi vida que vendría con decirle que sí. —Solo déjame ir —le supliqué—. No puedo hacer esto. Ella es solo una de muchas. Ve con ella. Tengo problemas más importantes que luchar por un hombre. Se estremeció y me aparté. El brazo de Krit rodeó mi hombro, y él le fruncía el ceño a Rock. No sabía lo que había sucedido. Tendría que explicarle a Krit que no tenía por qué enojarse con Rock. Pero en este momento solo quería irme. —Vamos a buscar esa hamburguesa —dijo Davey, rompiendo el silencio. Krit me acercó más hacia el hueco de su brazo. —Sí. Tengo hambre — concordó. Rock no vino detrás de mí de nuevo.

Rock Dos semanas intentando olvidarla. Tratando de no buscarla. Tratando de ignorarla cuando sonreía en la cafetería. Dos semanas de infierno. Trisha Corbin fue puesta en esta tierra para recordarme que hay algunas cosas que no puedo tener. Yo habría pensado que tener padres jodidos sería suficiente recordatorio. Pero no… El universo decidió que Trisha era necesaria. No me fui con Noah esa noche después del partido. Me sentía aplastado. Haber estado tan cerca de estar con Trisha por solo un ratito y que luego me lo arrebaten fue demasiado. Me fui a casa y me enfurruñé. Después de dos semanas de enfado, me decidí a sacar a Trisha de mi cabeza. Sin embargo, no estaría usando a Noah para hacerlo. Rose Mann, por otro lado, era atractiva y estaba más que interesada. Me reuniría con ella en la fiesta de piscina en casa de Marcus. Sus padres y su hermanita se encontraban fuera de la ciudad, por lo que iba a lanzar una pequeña reunión. Lo que significaba que la mayor parte de la escuela estaría allí. Papá trabajaba de día esta semana, lo que significaba que tenía su camión. Los dos últimos viernes por la noche fui dueño del campo, así que se encontraba de buen humor. Ya no me hallaba en su lista negra. Mientras yo fuera una estrella, él estaba feliz. Una vez, hubiera hecho cualquier cosa solo para tener su atención. Pero ahora no me importaba. Excepto que necesitaba su camión. Algo más adelante me llamó la atención, y encendí mis luces altas para ver qué parecía una muchacha paseando. ¿Qué demonios? Se encontraba oscuro afuera, y este camino no era una calle muy concurrida. Apagué mis luces y frené hasta que estuve a su lado. Lo que pasó después me perseguiría por el resto de mi vida. Trisha Corbin volvió la cabeza para mirarme, y uno de sus ojos se hallaba cerrado de la hinchazón, tenía el labio roto y había sangre en su rostro. Ella cojeaba y sostenía su brazo de forma rara. Ese bonito pelo rubio estaba hacia atrás en una cola de caballo y parecía haberse metido en una pelea. Tenía parte del pelo suelto y éste se extendía en direcciones locas. ¡Mierda! Iba a asesinar a alguien. Apretando mis frenos, salté del camión y corrí por el frente. —Trisha —fue todo lo que pude sacar de mi boca. Mi corazón estaba en mi garganta, y me temblaban mis malditas manos. Me miró fijamente a través de los ojos húmedos de lágrimas.

Iba a ir a la cárcel. Porque iba a poner a dormir a sea quien sea el mierda que le hizo esto. Lenta. Y dolorosamente. —Necesito… Necesito ir al… h-hospital —dijo cada palabra como si le hiciera daño. —Sí, cariño, lo necesitas. ¿Cómo puedo ayudarte a entrar en el camión? No quiero hacerte daño. —Era una sensación de impotencia. Recogerla en mis brazos fue lo que quería hacer. Y colocarla contra mi pecho para que nadie pudiera tocarla. Pero sabía por el extraño ángulo de su brazo que tocarla no era una buena idea. Inhaló bruscamente y contuvo la respiración un minuto. —Solo p{rate… detr{s de mí en ca-caso de que pierda el equilibrio. Creo que mis piernas —hizo una pausa y se estremeció, luego susurró—: son lo único que no está roto. —Mierda, Trisha. Maldición —fue todo lo que pude decir. Quería preguntarle quién había hecho esto, pero le hacía daño hablar. Lo descubriría más tarde. Abrí el lado del pasajero del camión y vi cómo ella cojeaba, y escuché sus gemidos. Había pensado que su rechazo fue un infierno. Esto era mucho peor. Odiaba verla dolorida. Prefería verla sana y rechazándome cualquier maldito día antes que esta pesadilla. Cuando empezó a levantar una pierna, perdió el equilibrio y me dejé caer para sostener sus caderas. —¿Puedo levantarte si te sostengo aquí? ¿Dolerá? — pregunté. —Eso no es tan malo —dijo en otro susurro. Tomé sus caderas inferiores con firmeza y la levanté lentamente hasta que estuvo sentada con seguridad en el asiento. Moví sus piernas para ponerlas hacia adelante. —Voy a conducir lento y seguro. El cinturón de seguridad podría ser demasiado. Asintió y dijo—: Gracias. Cerré la puerta y regresé corriendo para entrar a mi lado. Si ella caminaba sola, entonces Krit tenía que estar en algún lugar seguro. No quería hacerla hablar, pero tampoco quería que ese chico se quedara solo con quien le había hecho esto. —¿Dónde está Krit? —le pregunté mientras salía lentamente hacia la carretera.

—En casa de Green. Le prometí —dijo casi en voz muy baja—, si se iba corriendo hacia lo de Green y se quedaba allí… yo llamaría a Davey para que me llevara… al hospital. En vez de eso, intentó caminar los ocho kilómetros desde su casa hasta el hospital. Mujer obstinada. Pero al menos el chico se hallaba a salvo. —Me pondré en contacto con él tan pronto como lleguemos al hospital así le hacemos saber que estoy contigo y que te estás curando —le aseguré. —Gracias —se las arregló para decir antes de hacer una mueca. No iba a hacer que dijera nada más. Viajamos en silencio mientras imaginaba las muchas maneras en que iba a matar al que le puso las manos encima. Tomó solo siete minutos llegar al hospital local, pero se sentía como una eternidad. Oír sus gemidos y resoplidos me lastimaba. Odiaba esto. Odiaba que le hayan hecho daño. Odiaba no ser capaz de detener esta mierda. ¿Por qué no podía dejarme estar allí para ella? ¿Por qué me alejó? Llegué a la entrada y la miré. —Voy a traerte una silla de ruedas y ayudarte a salir. Quédate aquí. Me dio un pequeño asentimiento y una sonrisa tensa. Maldición, nunca más. No volverían a lastimarla. Juré a Dios que me aseguraría de ello. Quería prometerle eso en ese momento, pero no lo hice. Ella solo se preocuparía por mi intención de evitar que eso suceda. Iba a mostrárselo.

Trisha Dos costillas fracturadas, pero bueno, ya lo sabía. Por suerte, mis pulmones no fueron perforados. Un codo dislocado y una fractura en mi radio, lo que significaba que mi muñeca estaba rota. Cuando el nuevo novio de Fandora me agarró la mano y me tiró al otro lado de la habitación, oí la grieta. Así que ya lo sabía. Mi nariz no se encontraba rota, gracias a Dios. Me sangró tanto que no estaba segura. Solo agradecía que Fandora se hubiera quedado de pie frente a Krit y lo hubiera retenido. Él consiguió darle una bofetada, pero ella le puso un fin rápido. Krit se había puesto furioso tratando de llegar hasta mí, pero Fandora se quedó entre él y su novio, gritando al tipo que no tocara a su bebé. Todo esto porque su desagradable novio me agarró el trasero. Le dije que se detenga, y luego me había clavado contra la pared y empezó a decirme que quería probar mi coño. Krit había entrado en ese momento y se puso como loco. Comenzó a atacar al tipo, y el hombre usó su peso para sacarse de encima a Krit y tirarlo al suelo. Fandora salió corriendo de su dormitorio y vio el desorden en la sala de estar, y por supuesto me culpó. Contraataqué, pero cuando le pateé las pelotas al imbécil repulsivo lo más fuerte que pude, comenzó a golpearme en lugar de meterme mano. Cuando Gary Holmes, el hombre mayor que vivía en el remolque junto al nuestro, apareció en la puerta, Fandora y su excusa de hombre se fueron. Me escondí en el dormitorio, donde Krit me había seguido. Lo último que necesitaba era que el señor Holmes llamara a la policía. Oí a Fandora decirle que solo estaban discutiendo. Le rogué a Krit que se quedara callado. Al final accedió a ir a casa de Green si yo iba al hospital. Le dije que si no se iba en ese momento, no llamaría a Davey y nos quedaríamos allí toda la noche. Había luchado para no dejarme, pero cada vez que respiraba, lloriqueaba de dolor. Así que finalmente se fue, haciéndome jurar ir al hospital y llamarle tan pronto como estuviera allí. No podía dejar que Davey o Riley supieran esto. Querrían que le dijera a la policía. Pero no iba a separarme de Krit. Se encontraba seguro aquí. Fandora probó esta noche que no quería que nadie lo lastimara. Yo podría sobrevivir. Cuando Rock salió de la oscuridad, me hizo querer llorar de alivio. Había decidido que nunca iba a llegar al hospital. Luego él apareció. Y me salvó.

La enfermera me interrogó sobre Rock. Sabían que alguien me hizo esto, y su respuesta inmediata fue cuestionar al novio. Pero les juré que no fue él. Que me salvó. Ayudó el hecho de que él no tenía un rasguño. Entonces empezaron a preguntarme quién lo hizo. Les dije que me caí por las escaleras fuera de mi casa y aterricé sobre un ladrillo. Era lo mejor que se me ocurrió. No me creyeron. Seguí jurando que eso era lo que sucedió, y pude ver que lucían frustrados, pero finalmente dejaron el tema. La enfermera entró en la habitación con una sonrisa amable. —No podemos ubicar a tu madre por teléfono. Me temo que tendrás que quedarte aquí hasta que podamos conseguir que firme el papeleo para liberarte. ¿Sabes dónde está? Sí, en un bar en alguna parte. —No. Mi hermano menor pasaba la noche en casa de un amigo, y mamá salía en una cita. Como mi plan era quedarme en casa esta noche, ella no pensaría que hubiera ningún tipo de emergencia. La enfermera todavía no parecía estar creyéndolo, pero asintió. —Bueno. Vale, tenemos a dos muchachos muy ansiosos esperándote. ¿Está bien si los dejo entrar? Uno es tu hermano. Creo que el tipo que te trajo lo llamó y él consiguió un paseo hasta aquí. Oh mierda. ¿Qué estuvo diciendo Krit en la sala de espera para que todos lo oyeran? —Claro, sí —contesté, con una sonrisa que no sentía. Me miró una última vez con tristeza en los ojos. No necesitaba que me ayudara. Lo arruinaría todo. No iban a separarme de Krit. Me quedaban menos de dos años antes de cumplir los dieciocho años. Podría salvarnos a los dos entonces. Krit entró primero, con alivio y preocupación grabados en su rostro. —¡Estabas caminando! En serio, Trisha. ¿Caminando? ¿Y si Rock no hubiera pasado por allí? Podrías haberte muerto por ahí. ¡Dios! Nunca más confiaré en ti. No me iré la próxima vez. —No podía dejar que nadie se enterara de esto —susurré, mirando detrás de él para ver que era Rock quien se hallaba de pie justo dentro de la puerta, no la enfermera. Krit se pasó la mano por el pelo greñudo, que se negaba a cortar. —Me asustaste. Odio esto. Odio vivir allí. La odio. Ojalá no fuera mi madre. Odiaba verlo así. Sabiendo que no se le dio la oportunidad de ser un niño. Él estuvo tratando de protegerme toda su vida, a pesar de que realmente era yo quien

lo protegía. Incluso cuando éramos pequeños, él me sostenía la mano después de que Fandora me había golpeado, y me prometió que me mantendría a salvo y que todo estaría bien. Lo amaba. Era la única persona que amé y que me amó. Haría cualquier cosa por él. ¿No lo entendía? —No volverá a suceder. No voy a permitirlo. —La voz de Rock llenó la habitación, con una determinación que casi creí. Krit le devolvió la mirada. —No puedes detenerlo. Esta mierda ha estado pasando toda nuestra vida. Rock se acercó al pie de mi cama. Mantuvo su mirada fija en mí. —Sí puedo. Aunque no me quieras, te protegeré, Trisha. No me importan las excusas que me digas. No me importa si me ignoras. Estaré allí cada maldita vez que me necesites. Krit soltó una risa dura. —Eso es una mierda. Tienes una carrera futbolística por delante. No hagas promesas que no puedes cumplir. Me preocupó que Krit estuviera siendo demasiado duro con Rock. Coincidía con él, pero no tuvo que lanzarle palabras enojadas por intentar ser amable. —Voy a ganar tu confianza —dijo Rock—. De los dos. Krit frunció el ceño, pero detrás de su ira pude ver al niño que tenía esperanza. Él quería confiar en alguien. Confiaba en mí, pero necesitaba más. Ambos lo necesitábamos. —Lo que hiciste esta noche fue suficiente. Gracias —le dije antes de que Krit pudiera decir algo más. Rock sostuvo mi mirada, y parecía que se encontraba a punto de decir algo cuando un revuelo fuera de la puerta lo detuvo. Al instante, reconocí la voz.

Rock —¿Dónde están? ¿Le hizo daño a mi bebé? —preguntó una mujer con voz aguda como si estuviera asustada—. Siempre lo lastima. No puedo controlarla — continuó. —De ninguna jodida manera —gruñó Krit mientras pasaba por delante de mí hacia la puerta. Parecía furioso. Miré a Trisha. No sabía si debía ir tras él. —Es ella. Nuestra madre —dijo en voz baja. —¡Ahí está mi bebé! ¿Estás bien? ¿Te lastimó de nuevo? ¡¿Todos ustedes le echaron un vistazo?! ¿Esta mujer hablaba en serio? —Es suficiente, mamá. Trisha está ahí. Nadie cree en tu farsa. Es demasiado buena como para hacerle daño a alguien. Incluso a ti —gruñó Krit por sobre la voz de su madre. —Cariño, está bien. No tienes que protegerla —comenzó su madre. —MUJER, ¿ESTÁS LOCA? —gritó Krit. —Oh Dios. Por favor, ve a detenerlo —le suplicó Trisha—. Por favor. Si él les dice, nos separaran. No entiende que las casas de acogida podrían ser peores. La miré a la cara, todavía hermosa aunque golpeada e hinchada. Comprendí que tenía razón. Al menos donde estaba sabía qué esperar, y Krit se hallaba ahí con ella. El niño era más grande que ella y la amaba. También podría ponerse en contacto conmigo si me necesitaban. Las enfermeras trataron de calmarlos, y la seguridad subía cuando salí de la habitación. —Krit —grité. Me miró con un furioso ceño. —¡Eso es todo! ¿Vas a arreglarlo? ¡Sálvala de esta mierda! —me desafió. Ya era hora de que me probara a mí mismo. Me acerqué a Krit y le pasé el brazo por los hombros. —Tu hermana te necesita. Pregunta por ti —le dije mientras miraba a la mujer frente a él. Al principio no se movió. Por fin asintió y volvió a la habitación de su hermana.

—Cariño, no entres ahí con ella... —Déjalo en paz. Va a donde quiere estar. Con la hermana que lo ama y fue lastimada esta noche. Y debes calmarte. Demasiados tragos te hacen decir tonterías que nadie a tu alrededor cree. Es obvio que Krit ama a su hermana y ella lo ama. Si quieres mantener a tu familia, entonces podrías querer actuar como una madre y no como una psicópata borracha y desquiciada. Sus ojos se abrieron de par en par cuando le dije exactamente cómo irían las cosas. El excesivo maquillaje no cubría su vida dura. Su piel vio días mejores. El hedor que emanaba era nauseabundo. Whisky rancio y perfume barato. —Ahora, tienes que ir a firmar los papeles para el alta de tu hija. Ya fue tratada, y necesita ir a casa y descansar. Me aseguraré de que eso suceda. Si la molestas, te juro por Dios que perderás todo. ¿Me entiendes? Los hombros encorvados de la mujer retrocedieron mientras me miraba con odio. —¿Quién diablos te crees que eres? No me digas qué hacer. ¿Le hiciste daño a Trisha? ¿Eres algún perdedor con el que se vuelve salvaje y va a fiestas? Trataba de retorcer la situación para que luciera como el chico malo. Un guardia de seguridad se acercó a mí. —No, señora. Es la estrella de fútbol de la preparatoria Sea Breeze. Él nos pondrá en el mapa algún día. Buen chico. Lo miro jugar todos los viernes. Este joven nunca causa problemas. Miré al hombre a mi lado y lo reconocí como uno de los guardias de seguridad que trabajaba en los partidos. Le debía una. —Ustedes no saben cómo es ella —comenzó de nuevo la mujer. —Sí, lo sé. Es la madre que tu hijo no tiene en ti —respondí. El guardia de seguridad a mi lado me palmeó la espalda. —Eso está bien, hijo. ¿Por qué no vuelves con la chica? Nos encargaremos de que su mamá firme los papeles del alta. Le dirigí una mirada más de advertencia, y luego regresé a la habitación, donde encontré a Krit observándome desde la puerta. Había sorpresa en sus ojos. No esperó que me enfrentara a ella. Les mostraría a ambos una y otra vez que no iría a ninguna parte. El bonito rostro de Trisha fue lo que me atrajo a ella. La observé durante un año, queriendo ser la razón por la cual sonreía, y hacer que se acercara a mí se convirtió en un objetivo de vida. Ahora que llegué a conocerla incluso un poco, quería más. Me mató que esta chica bella, que debía ser amada y valorada no tuviera padres que la protegieran y la amaran. Se lo merecía.

—Está firmando los papeles —susurró Krit incrédulo mientras miraba a su madre desde la puerta—. La hiciste cerrar la boca y firmar los papeles —repitió mientras se giraba para mirarme con asombro. Fue un comienzo. Tenía un largo camino por recorrer para ganar su confianza. Pero después de esta noche esperaba que Trisha Corbin me diera una oportunidad. Si ella no lo quería, entonces bien. No la obligaría. Sería el amigo no deseado del que no podía deshacerse. La chica necesitaba a alguien que cuidara de ella. —Gracias. —Su voz se esparció sobre mí. Me reclamó con solo una mirada. —Te llevaré a casa. Y me quedaré ahí —le informé—. Tendré que regresarle mi camioneta a papá para que vaya a trabajar por la mañana, así que haré que Marcus o Dewayne me ayuden. Pero me quedaré contigo hasta el lunes por la mañana. Empezó a decir algo cuando la enfermera entró en la habitación, seguida por esa perra con la que vivía Trisha. La enfermera le sonrió, luego se volvió hacia mí. —¿La llevarás a casa? — preguntó la mujer, pero sonaba más como si afirmara que lo haría. Sonreí. —Sí, señora. Me quedaré con ella y su hermano en casa. —Rick se encuentra en el auto esperándome. Los papeles están firmados. Si él te llevará, te veré en casa —dijo la perra. —Claro, mamá —dijo Krit con evidente molestia. —Conduce con cuidado con mi bebé en el auto —me dijo la mujer. Asentí para hacerle saber que la escuché, pero no la miré. Me hallaba demasiado ocupado viendo a Trisha mientras la ayudaban a ajustar su cabestrillo del brazo. Vi a la enfermera fruncir el ceño al ver a Fandora irse sin decir una palabra a Trisha. Trisha no necesitaba a su madrastra. Me tenía a mí. Yo sería suficiente de ahora en adelante.

Trisha Cuando entramos al remolque, Fandora no se encontraba ahí. Su coche se no hallaba estacionado fuera, pero dijo que su novio, Randy, la acompañaba. Así que al parecer la llevó de regreso a cualquier bar en el que estaban cuando el padre de Green la localizó. No sabía que el padre de Green se encontraba en la sala de espera, consciente de todo este lío. —Vamos a llevarte a la cama —dijo Rock, entrando detrás de mí. No tenía la fuerza para alejarlo de nuevo. Era tan dulce, y permaneció ahí durante todo esto y nada lo asustó. Si solo quería acostarse conmigo, entonces seguro que no habría enfrentado a Fandora y se hubiera pegado a mí toda la noche. —Si necesitas una almohada extra, puedes tener la mía —ofreció Krit, flotando a mi alrededor como si tuviera miedo de romperme en cualquier momento. —Estaré bien con la mía —le aseguré. —¿Dormirás en su habitación? —preguntó Krit a Rock. —Ella y yo hablaremos de eso. ¿Por qué no vas y descansas un poco? Sabes que no me iré y ella está a salvo —le dijo Rock. Supuse que Krit discutiría, pero no lo hizo. —Sí, está bien —respondió, luego se inclinó y me besó la cabeza—. Descansa. Te necesito mejor —me dijo. —Lo haré —dije. Le dio a Rock una última mirada, luego se giró y se dirigió a su habitación. No le tomó mucho tiempo decidir que confiaba en Rock. Pero, después de observarlo en el hospital, yo también empezaba a confiar en él. —Una vez que te sientas cómoda, te traeré un poco de agua, y necesitas tomar una de las píldoras que el doctor envió a casa contigo. Te ayudará a descansar. —No tienes que quedarte —le dije. Prometió que no me dejaría, pero él tenía una vida. Yo no era su responsabilidad. —No, Trisha, no tengo qué hacerlo. Pero quiero quedarme —respondió—. Te traeré un poco de agua. Es hora de que tomes esa pastilla.

No respondí a eso. Me miró fijo, esperando que discutiera, antes de girarse y dirigirse a la cocina. El resplandor de determinación en sus ojos me confundió. ¿Por qué se hallaba tan decidido a quedarse aquí? Sabía, por escuchar a Rose Mann hablando en los baños de la escuela, que se suponía sería su acompañante esta noche en la fiesta de Marcus Hardy. Él también estuvo hablando con ella en su casillero, y lo vi besarla en el vestíbulo a inicios de esta semana. Me alejé, y él me lo permitió. Por lo visto, continuó con su vida. Ahora aquí estaba otra vez. No lo entendía en absoluto. Había un buen tipo bajo todo ese atractivo. No solo quiso ayudarme a llegar al hospital, sino que se quedó y lidió con Fandora. ¿Por qué alguien que tenía un futuro en el cual pensar perdía el tiempo conmigo y este desastre? —No tenías agua embotellada, y no estaba seguro de que el agua del grifo estuviera limpia, así que serví leche. Te he visto beberla en el almuerzo, así que pensé que era una opción segura. Rock llenaba de nuevo mi pequeña habitación con su presencia, haciendo que todo pareciera menos aterrador. Menos desesperanzador. Y sabía que bebía leche en el almuerzo. Mi corazón dio un vuelco tonto. —La leche está bien —le dije. No existía ninguna otra opción más que cerveza en la nevera. Pero él no lo señaló. Se suponía que no debía beber la leche, pero con Rock me sentía segura. Fandora no podía llegar a mí si Rock se encontraba entre nosotras. Abrió las dos botellas de pastillas y colocó mi dosis en la palma de su mano. —Siempre pensé que era lindo que bebieras leche en el almuerzo —dijo, dándome una sonrisa que me hizo olvidar que mi ojo se hallaba cerrado por la hinchazón, mi muñeca rota y mis costillas fracturadas. Bebía leche en la escuela porque era saludable, y no conseguía mucha en casa. Se suponía que fortalecía tus huesos y necesitaba huesos fuertes en esta casa. No le contaría eso. —Gracias —dije mientras me pasaba el vaso de leche y las píldoras. Tomé rápidamente las pastillas, teniendo cuidado con mi labio partido. Dejó de sangrar y quería que siguiera así. —Bebe toda la leche si puedes —me dijo. No discutí con él. Una vez que terminé la leche, tomó el vaso y lo puso al lado de mi cama. —Acuéstate —dijo, y como todo lo demás, hice exactamente lo que me dijo.

Rock luego procedió a arroparme y asegurarse de que mi muñeca estaba apoyada y mis costillas se encontraban bien. Verlo ayudarme con una expresión seria me impidió hablar. Cuando estuvo satisfecho de que me hallaba cómoda, retrocedió. —Tengo una toalla de playa en la camioneta y una mochila con un cambio de ropa. Iré por ellas y me cambiaré, después dormiré aquí en el piso esta noche. No podré dormir si no me lo permites. Así que por favor no me digas que no puedo. La mirada suplicante en sus ojos combinada con todo lo que hizo esta noche para Krit y para mí; sabía que no podía negarle nada en este momento. La idea de que Rock estuviera en mi habitación me daba paz. Nunca me sentí en paz en este remolque. O en cualquier lugar. Pero Rock me daba eso. No me asustaría ahora. Solo lo aceptaría. Lo necesitaba. —De acuerdo —susurré, y me sonrió. Quise sonreír en respuesta, pero me dolería el labio. Me guiñó el ojo como si lo supiera, luego se giró y salió de mi habitación. Krit tenía un edredón en la cama que no usaba. Le pediría que le dejara a Rock dormir en él para que no tuviera que dormir en la alfombra gastada. Como si fuera una señal, la puerta del dormitorio de Krit se abrió y mi hermanito entró en mi habitación con el ceño fruncido. —¿Volverá? —preguntó. —Fue por una toalla y un cambio de ropa a su camioneta —le aseguré. Krit soltó un suspiro de alivio. No se sentía dispuesto a tratar de nuevo con su madre. Rock quitó ese peso de los hombros de Krit, algo que siempre traté de hacer. —Dormirá en el suelo. Trae ese edredón que nunca usas para que pueda dormir allí. Krit asintió. —Sí, también le traeré una almohada. Y también puede tener mi manta. Iré a buscar una colcha de la habitación de mamá. La puerta del remolque se cerró cuando Rock volvió a entrar. Krit entró en el pasillo, y lo escuché hablar en voz baja a Rock. Sabía que hablaban de mí y Krit necesitaba consuelo. No quería que Rock le hiciera promesas a mi hermano que no pudiera cumplir. Él no necesitaba ese tipo de decepción en su vida. Ya tenía suficiente. Krit regresó a la habitación unos minutos más tarde con una almohada, su edredón y su manta. —Dijo que no necesitaba nada y que dormiría sobre su toalla de playa, pero no le hice caso. Se está cambiando en el baño.

Él trataba de hacerlo fácil para que Rock se quedara. Pero Rock no podía quedarse por siempre. También era un niño, con una carrera futbolística en su futuro. No tenía tiempo para salvarnos. —No puede quedarse para siempre, ¿sabes? Tiene una vida y un futuro. Estaremos bien cuando se vaya. Nos tenemos el uno al otro —le recordé. Krit no respondió. Siguió haciéndole a Rock una cama en el suelo junto a mi cama. —¿Sabes eso, verdad? —pregunté de nuevo, necesitando que Krit reconozca que esto no era algo a lo que debería acostumbrarse. Cuando dejó caer su almohada en la cama improvisada, volvió su mirada hacia mí. —No, Trisha, no lo sé. Creo... creo que puedes ser más importante para él que el fútbol. —Luego se acercó y me dio un beso en la frente—. Eres especial. El tipo de chica por la que un chico hace locuras. Comencé a decir algo, pero Krit salió de mi habitación antes de que pudiera pensar qué decir. Momentos más tarde, Rock entró de nuevo, vistiendo un par de lo que parecía pantalones cortos para surfear y una camiseta de fútbol de Sea Breeze. Su mirada aterrizó en el lugar que Krit preparó para él en el suelo, y una sonrisita se formó en sus labios. Luego volvió su atención hacia mí. —Creo que le caigo bien — bromeó. No sonreí. No porque me dolieran los labios, sino porque Rock no entendía la verdad en su comentario. Tenía que proteger a Krit. Dejarle confiar en Rock era una mala idea. —Cree que nos salvaras. No necesito que animes esa idea. Ha sido decepcionado muchas veces. No dejaré que también le hagas eso. Rock me miró por un momento, y luego se acercó a la cama. Su dedo trazó el lado de mi cabeza suavemente. —Te preocupa que lo decepcione. ¿Y qué sucede contigo? ¿Qué sucede conmigo? Sabía que mi corazón se rompería cuando Rock se alejara. Pero era fuerte. Podría lidiar con eso. Mi hermano tenía problemas emocionales los cuales yo no tenía. Perdía el control y se volvía incontrolablemente loco cuando las cosas eran demasiado para él. —Sé que te irás. No tengo grandes ilusiones. En la vida real no hay héroes. Rock no respondió al principio. Continuó trazando el lado de mi cabeza y frotó con su pulgar e índice mi oreja en una caricia que me pareció relajante.

—Algún día, Trisha Corbin, me considerarás tu héroe. Y ese día será el momento más importante de mi vida.

Rock No se despertó en toda la noche. Varias veces miré su pecho para asegurarme que respiraba. Fandora no volvió a casa, y Krit asomó la cabeza una vez esta mañana para revisarla. Tumbado de espaldas, tenía las dos manos bajo la cabeza mientras la veía dormir. Hacía tres horas escuché a Dewayne y a su padre venir a buscar la camioneta de mi papá para llevarla de regreso a casa. Lo llamé anoche cuando dejé mi camioneta. No quería que Trisha me escuchara. El padre de Dewayne me dejó una de sus camionetas de trabajo que no usaba todos los días. Las llaves se hallaban ocultas bajo el asiento trasero. Quería que tuviera alguna forma de moverme si necesitábamos llevar a Trisha de nuevo al doctor o necesitara escapar. Odiaba decirle a Dewayne la verdad, pero sabía que me ayudaría. Los ojos de Trisha comenzaron a parpadear, y me encontraba hipnotizado. Lentamente, se abrió su único ojo sano. Se centró en mí y una sonrisa tocó sus labios. Era una pequeña sonrisa. Una que no le lastimaba el labio partido. Me senté y tomé el bálsamo que el doctor sugirió para su labio. —Necesitas algo más de esto —le dije mientras me ponía de rodillas para estar a la altura de sus ojos. —Puedo hacerlo —respondió con voz soñolienta. —Sé que puedes. Pero puedo verlo mejor. —No era la mejor excusa, pero quería hacer esto. Permaneció inmóvil mientras aplicaba la crema sobre el labio lastimado. Anoche, después de que le dijera que algún día me vería como su héroe, no dijo nada más. La habitación quedó en silencio hasta que los sonidos suaves de su sueño llenaron mis oídos. La observé dormir y me aseguré de que se hallaba bien. La había encontrado, y todo iba a estar bien ahora. Ya no le permitiría alejarme. Podía apartarme todo lo que quisiera, pero no dejaría que mi maldito ego y orgullo se interpusieran. Trisha no trataba de que le probara algo. No se movía por celos. No eran juegos para ella. Si la quería, y era así, tendría que hacer esto en sus términos. No confiaba en mí. Era cauta y no esperaba nada de nadie. Ser tratada mal era lo que esperaba. Así que si actuaba como un idiota, lo aceptaba como el destino. Toda la mierda estúpida que hice tratando de hacerla ceder la alejó más de mí. —¿Krit despertó? —preguntó.

—Sí, se encuentra en la sala viendo televisión —le dije. Frunció el ceño. —¿Fandora? —Aquí no. No volvió a casa anoche. Dejó escapar un suspiro de alivio. —Bueno. ¿Tienes una manera de volver a casa? Aquí vamos. Ahora se alistaba para echarme. Protegía a Krit. La entendía ahora. —Tengo una camioneta que Dewayne me dejó. Pero no la necesito. No me voy. No dijo nada al principio, así que me puse de pie y empecé a doblar el edredón y una manta que usé anoche. —Hoy, Fandora vendrá a casa. Esperará que te hayas ido, así que volverá — dijo, como si me advirtiera de algo que no supiera. —Es su remolque. Espero que vuelva —coincidí. Puse mi ropa de cama doblada en la esquina. —A ella no le gusta que estés aquí. Se enfadaría. Lo esperaba. Pero no tenía miedo de una perra loca y malvada. —Sé que no le gustará. Pero tendrá que superarlo. —No esperé a que discutiera—. Cogí un Gatorade de mi camioneta anoche y lo puse en la nevera. Voy a buscarlo y te traeré tus pastillas. Entonces te prepararé algo de comer. ¿Suena bien? ¿Quieres algo liviano? —Eh, sí —respondió, frunciendo el ceño. —Voy a ver qué puedo encontrar. ¿Te gustan los huevos? —Fandora no compra huevos. Tostadas y mantequilla o cereales. No discutió conmigo. Me sentí como si hubiera ganado un premio. —Traeré ambas cosas. Veremos cuál va mejor. La dejé allí antes de que pudiera decidir que tenía que echarme de nuevo. Krit levantó la vista hacia mí cuando entré en la sala de estar. —¿Se despertó? —preguntó. —Sí. Necesita comer. ¿Cuál es su comida favorita? Se encogió de hombros. —No tiene una comida favorita. No tenemos una gran selección. Simplemente está contenta cuando tenemos comida. La comida en la escuela es el punto álgido de su día.

El chico no quiso decir nada que cortase un agujero en mi estómago, pero joder, eso fue difícil de tragar. A Trisha le gustaba la jodida comida de la cafetería porque tenía hambre. Mierda, eso me puso furioso. ¿Qué chica no tiene una comida favorita? Que Preston se emocionase por las galletas de la señora T tenía mucho más sentido ahora. Siempre se llevaba algunas a casa para los chicos y Daisy May ahora que tenía dientes. También tenía esta vida. Pero nos tenía. Trisha no tenía a nadie. No había tenido a nadie. Ahora sí. —A ambos nos gustan los cereales. No lo admitirá, pero los copos de azúcar son sus favoritos. También los míos, pero miento y me como los cuadrados de canela y dejo los copos para ella. Sé que son los que más le gustan. Me equivoqué. Tenía a Krit.

En la actualidad… …

Trisha Apoyándome contra el marco de la puerta, vi como Rock leía un capítulo de Harry Potter y la Piedra Filosofal con Daisy May. Era su ritual nocturno. Daisy May recorrió un largo camino desde que fue nuestra, pero su nivel de lectura era aún más bajo que el de la mayoría de los niños de su clase. Cada noche Rock leía un capítulo con ella del libro que escogió de la biblioteca. Le ayudaba enormemente. Esta noche verlos juntos me recordó el momento en que me di cuenta de que Rock Taylor era mi héroe. Luché contra él cada paso del camino, ya que no quería confiar en nadie, excepto mi hermano. Tenía miedo de ser herida o rechazada. Rock no renunció a mí, como tampoco se daba por vencido con Daisy May. Creía en ella, y sabía que iba a ser suficiente para ayudarla a conquistar esto. Cuando Rock Taylor creía en ti, entonces debías creer en ti mismo. —Buenas noches, papá —dijo Daisy May medio dormida. —Buenas noches, pequeña —respondió mientras ponía el libro sobre la mesa junto a la cama y se cernía sobre ella. —Buenas noches, mamá —dijo mientras me miraba. Entré en la habitación y me puse al lado de Rock. —Buenas noches, cariño. Leíste toda la última página tú sola y no fallaste una palabra. Serás la mejor lectora en tu clase algún día —le dije. Daisy May sonrió y miró de mí a Rock. Él asintió con la cabeza, y ella sonrió. Todo lo que hacía falta era un gesto de aliento de Rock para hacerla sonreír como si fuera la dueña del mundo. Lograba eso en las chicas. Me incliné sobre ella y besé su pequeña y dulce mejilla. —Te amo —susurré contra su piel suave. Esas eran las palabras que no había oído suficiente en su corta vida. Con Rock acordamos decirles a nuestros tres niños que los amábamos cada mañana, cada noche y en cada oportunidad que tuviéramos durante el día. —También te amo —dijo con una felicidad en su voz que apreciaba. Rock se puso de cuclillas por lo que se encontraba a su nivel. —Eres mi princesa. Te quiero sin importar el qué. Siempre. —Era algo que le empezó a decir

a Daisy May hacía poco más de un año cuando rompió una lámpara por accidente y se echó a llorar, ya que temió que ya no la amaría. —Te amo sin importar qué —repitió. Salí de la habitación y fui hacia el pasillo para esperar a Rock. Ya era hora de ir a comprobar a nuestros chicos. Se estaban duchando y terminando su tarea, mientras que Rock y Daisy leían. Rock cerró la puerta después de asegurarse de que tenía su lamparita de noche encendida. Su brazo se deslizó alrededor de mi cintura y me atrajo hacia él. —Hueles muy bien —dijo con una voz profunda y ronca mientras pasaba su nariz por el lado de mi cuello expuesto. —No empieces. —Le guiñé un ojo mientras me alejaba—. Primero tenemos que meter a los chicos en la cama. Rock se rió mientras con una mano ahuecaba mi trasero. —Entonces no te pongas tan endemoniadamente atractiva. Rodé los ojos. Tenía el pelo recogido en un moño en la cima de mi cabeza. Llevaba unos pantalones de chándal cortados y una de sus camisetas viejas, que también había cortado así que no me colgaba por las rodillas. Nada acerca de mi apariencia era atractivo. Incluso tenía salsa de espagueti de la cena salpicada por haber dejado que se sobrecalentase en la estufa. La puerta del baño se abrió, y Jimmy salió con el pantalón del pijama y una camiseta. Se dejaba crecer el pelo. Lo quería como Preston. En este momento, lo tenía húmedo y escondido detrás de las orejas. La vida con un adolescente se suponía era más difícil que esto. Jimmy tenía trece años, pero nunca ni una vez nos dio problemas. A Rock le preocupaba. Tenía miedo de que Jimmy estuviera siendo demasiado bueno porque temía perdernos. —¿Listo para la cama? —le pregunté. Su sonrisa, tan parecida a la de su hermano, tiró de sus labios. —Sí. Estoy listo. Pero no tienen que esperarme. Podrían haber metido a Brent en la cama sin mí. —Meto en la cama a todos mis hijos. Lo haré todo el tiempo que vivas bajo este techo —respondió Rock en tono de broma—. Incluso cuando tengas dieciocho años. Jimmy sabía que Rock se burlaba de él y rodó los ojos con una sonrisa. —Sí. Claro que lo harás.

Jimmy entró en la habitación que compartía con Brent, que ahora tenía diez años. Brent ya se encontraba en la cama, mirando la nueva revista deportiva que recibió por correo. El niño estaba obsesionado con el fútbol. Lo que a Rock le encantaba. Era su conexión. Hablaban de fútbol durante horas. Sus ojos se levantaron y nos miró. De los tres niños, era el más serio y cauteloso. Confiaba en Preston, pero nos tomó meses antes de que empezase a confiar en nosotros. Este último año había sido mucho más fácil. Empezaba a creer que nosotros le queríamos y que éramos una familia. Una en la que podía sentirse a salvo. —Tienes que leer esto. Las predicciones para el reclutamiento son ridículas —dijo Brent, lanzando la revista a Rock, quien la cogió. —Lo haré. Lo discutiremos mañana —respondió Rock, acercándose a él—. ¿Estás listo para el examen de matemáticas de mañana? Brent asintió. —Sí. Voy a sacar muy buena nota. Rock se inclinó y besó la parte superior de su cabeza. —Eso es lo que me gusta escuchar. Una vez que Jimmy se acostó, fui a su lado y le revolví el cabello. A veces sentía como si educara una buena versión de Preston. Recordé a Preston, el niño salvaje, que concurría a la secundaria, y Jimmy no se parecía en nada a él. Sin embargo, sus expresiones y gestos eran tan parecidos. —Que duermas bien —le dije, y besé su frente—. Te amo. —También te amo —dijo en un susurro. También eso era nuevo. Solo había estado respondiendo con su propio “Te amo” desde los últimos meses. Una vez que tuvimos a los dos chicos metidos en la cama, apagamos las luces y cerramos la puerta. Rock se quedó con la mano en el picaporte una vez que salimos al pasillo. —Eso nunca pasa de moda —dijo en un susurro. No tenía que explicarse. Le entendí. Hacía dos años nos dijeron que nunca podríamos tener hijos. Tener una familia era algo que ambos queríamos. Quisimos crear un mundo en el que no hubiéramos sido estafados. Queríamos tener una casa llena de amor y seguridad para dar a nuestros hijos; lo que siempre habíamos soñado tener. Lo teníamos ahora. No solo fuimos capaces de tener una familia con todas esas cosas que deseábamos, sino que éramos capaces de dárselo a unos chicos que vivieron un infierno muy parecido al nuestro, en el que crecimos. Sin embargo, se

encontraban aquí y ahora, y eran nuestros. Nunca más iban a sufrir o tener miedo o pasar hambre. Los amaríamos siempre. —Fuimos bendecidos —coincidí en voz baja. Rock me dedicó una sonrisa. —Sí, lo fuimos.

Hace ocho años… … Pasaron tres días antes de que Fandora volviese a casa. Tenía una nota del médico para faltar a la escuela, mientras que Rock hacía que Krit fuera todos los días mientras se quedaba en casa conmigo. No importó cuánto le rogué que fuera a la escuela, simplemente me ignoraba y actuaba como si no hubiera hablado. Faltó a las prácticas de fútbol, y no tenía una excusa para todas las clases que se perdía. Era egoísta por disfrutar de dormir sin miedo y con una sensación de seguridad. Pero que Rock se quedara conmigo me daba ambas cosas. Confiar en él me asustaba. No sabía por qué lo hacía o cuando iba a cansarse de hacerlo. Cuando Fandora entró en casa, y me encontró en el sofá envuelta con una manta viendo la televisión y a Rock sentado en el sillón, se puso furiosa. Los tonos de color púrpura que colorearon su cara fueron impresionantes. No me moví. Me quedé quieta allí por el horror, esperando que enloqueciera. —Tienes que comprar comestibles —le informó Rock mientras permanecía relajado en la silla junto a mí. Dejé de respirar. ¿Qué hacía? ¿No sabía que esta mujer estaba loca? —Sal de mi casa o llamo a la policía —le gritó Fandora. Rock no se movió. Ni siquiera se inmutó. No podía quedarse para siempre, y en algún momento me quedaría sola con esta mujer otra vez. Me haría pagar por esto. —Rock, no… —No voy a ninguna parte. Llama a la policía y me aseguraré de que sepan que no has estado en casa para vigilar a tus hijos durante tres días. Se están quedando sin comida. Trisha no puede cuidarse sola en este momento. Así que, por favor, Fandora, llama a la jodida policía. Me encantaría hablar con ellos. Fandora se congeló. Estaba furiosa, pero también insegura de cómo manejar esto. Nadie había estado aquí para corregirla o exigirle nada. En cuanto a las amenazas, tampoco se encontraba acostumbrada a recibirlas. Excepto por Krit, que amenazaba con huir si me echaba. —No te quedarás en esta casa —dijo entre dientes.

Se encogió de hombros. —No veo cómo puedo irme. Me voy y acabarás matando a Trisha, y no voy a permitir que eso ocurra. Porque juro por Dios que, si le pasa algo, voy a la policía. Y te lo advierto, me aman. Este pueblo me ama. Creo que obtuviste una prueba de eso en el hospital. Fandora me miró y señaló la puerta. —Fuera. Sal. Me harté, ya no te mantendré. He dejado que te quedes demasiado tiempo. Krit no me abandonar{… no puede, es menor de edad. Pero tú te vas de mi casa. Ya he terminado contigo. Entonces, Rock se movió. Fue tan rápido que Fandora se encogió. —La echas y Krit también se irá. No te engañes, mujer. Ese chico la adora y lo sabes. Sin embargo, te odia. Te dejará, y cuando los dos se hayan ido no tendrás ese cheque mensual del estado. Fandora arrojó su bolso al suelo y gritó—: ¡La odio! ¡Es una puta y la quiero fuera de mi casa! Rock le frunció el ceño, después solo se vio disgustado. Su mirada se giró hacia mí y se suavizó. Había tranquilidad en sus ojos. —Iré a hacer tu maleta. Descansa. ¿Adónde iba a ir? ¿Qué pasaba con Krit? Rock tenía razón, él me seguiría. Pediría ir donde yo fuera, y no sabía dónde iba a ser. —No hables con ella. No la toques. Te tendré entre rejas tan rápido que no sabrás qué te ha golpeado. Cuando Krit también se vaya, no tendré nada que me evite hacer que te encierren. Puedo hacer que tus dos hijos vayan a la policía y te incriminen lo suficiente como para encerrarte un tiempo. —¡No puedes hacer nada! —le gritó Fandora—. Les he dado comida y les he puesto un techo sobre sus cabezas. ¡Ambos son perezosos y no trabajan! Deberían darme un maldito premio por mantenerla por tanto tiempo como he hecho. Rock se le acercó, y observé mientras ella se retraía. Sus ojos finalmente mostraban miedo. —La insultas una vez más y lidiaré con esta mierda yo mismo. Es la chica más dulce, amable e increíble que he conocido. Así que cierra tu puta boca sucia. La puerta se abrió detrás de ella, y me senté. Krit estaba allí de pie, viendo a Rock en la cara de su madre dispuesto a matarla. —¿Qué ocurre? ¿Qué hiciste? —preguntó, mirando a Fandora—. ¿Has tocado a Trisha? —Su voz se elevó por el pánico. —No. Solo está echando a tu hermana. Voy a hacerle la maleta —replicó Rock con calma.

Krit me miró, y traté en silencio de pedirle que no dijera o hiciera nada estúpido. No pensaba que en verdad le hiciera daño, pero podría empezar si yo no estuviese aquí. —Iré a empacar mis cosas —dijo Krit, sin siquiera mirar a su madre. —No puedes irte. Eres mi hijo —chilló Fandora. —Una mierda que no puedo. Voy a donde vaya Trisha —le informó Krit. —¡NO! No te puedes ir. No lo permitiré —continuó. Krit dejó escapar una risa dura. —No me importa una MIERDA lo que me permitas. Luego se fue a su dormitorio. Mierda. También hacía las maletas para irse. ¿Adónde íbamos a ir? Había visto al padre de Rock. ¡Desde luego que no seríamos bienvenidos allí! Rock desvió su atención hacia mí. —No te levantes. Iré a empacar todo lo que necesitas. Pero, ¿a dónde iría?

Rock Casi llegaba a la habitación de Trisha cuando las palabras de Fandora me detuvieron. —¡BIEN! Se puede quedar. —No sonaba contenta, pero cedió. Me di la vuelta para mirarla. —¿Vas a tocarla? Porque pasaré por aquí todo el maldito tiempo. Un dedo sobre ella y juro que llamaré a la policía. Krit abrió su puerta y salió, luciendo dispuesto a matar a alguien. —Si alguna vez la tocas iré a la cárcel de por vida porque mataré a quien sea que le ponga sus manos encima. Incluida tú —le advirtió en un tono que la mayoría de los chicos de su edad no podrían lograr. El niño crecía con rapidez. Tenía que hacerlo. Los ojos de Fandora se agrandaron. —¿Estás amenazando con matarme? — preguntó con incredulidad. —Mataré a cualquiera que toque a Trisha. No dejaré que nada le pase. No se lo merece. Nadie se lo merece. No te dejaré que lo hagas más. —No seré atacada en mi propia casa. Si no hubiera coqueteado con mi novio, esto no habría sucedido. Él se enojó y la hizo callar para que dejase de tocarlo. Es por eso que herida ahora. Yo no la toqué. Krit dejó escapar una risa furiosa y dura. —¡Qué demonios! Él tenía sus manos sobre Trisha, y ella no se dejó. No quiere a tus repugnantes y enfermos hombres. Lo tiene a él. —Krit me señaló—. ¿Para qué querría a viejos gordos y grasientos? Fandora se quedó mirando a su hijo como si no lo hubiera visto nunca antes. Esperaba que este lado de él fuera una primera vez para ella. Era un hombre ahora. Obligó a su pequeño a convertirse en un hombre por culpa de sus acciones. Protegería a su hermana sin importar el qué. —Krit, no. Solo… ve a tu habitación y haz tu tarea. ¿De acuerdo? —La voz suave de Trisha rompió la tensión en la sala. Krit la miró, y una ternura en sus ojos sustituyó el odio que había estado allí. —Te amo. Y porque te amo he tenido suficiente de hacer lo que me dices que haga. No dejaré que me protejas más. Soy más grande que tú, hermanita. Es hora de que te mantenga a salvo. Me gustaba mucho ese niño.

Los ojos de Trisha se llenaron de lágrimas mientras miraba a su hermano pequeño. —Estoy bien. No te hagas esto. Cálmate y céntrate en tu tarea. —Oh, por el amor de Dios. Ya he terminado con esta mierda. Me voy a la cama. No me molesten —gruñó Fandora mientras caminaba hacia el pasillo, a la puerta de su dormitorio. Al pasar junto a nosotros, se detuvo y le dio algo a Krit—. Aquí tienes cincuenta para buscar cualquier alimento que necesites. —Luego cerró su puerta. Krit sostuvo el billete de cincuenta en su mano y me miró, después a Trisha. —¿Nos vamos o nos quedamos? —No tenemos a donde ir. Necesitamos quedarnos. Tarde o temprano me centraré en averiguar dónde podemos irnos. Necesito conseguir un trabajo tan pronto como pueda. Krit frunció el ceño. —No tienes un permiso ni un coche. Trisha se encogió de hombros. —Lo resolveré. Preocúpate de tus tareas. También iré por comida. Una mierda. No iba a ir a hacer nada. Necesitaba curarse. Cogí el dinero de Krit. —Voy a buscar comida. Cuídala hasta que vuelva. Asintió y se dirigió de nuevo a la sala de estar. —Haré la tarea aquí —nos dijo a los dos. —Rock, tienes que irte a casa. Debes ponerte al día con la escuela e ir a la práctica de fútbol —dijo Trisha preocupada. Tenía razón. Necesitaba hacer esas cosas si quería sobrevivir al regresar a casa. Mi padre iba a estar furioso. Pero ella era más importante que todo de eso. —Lo tengo bajo control —la tranquilicé, que era más o menos la verdad. Dewayne me traía la tarea todos los días, y su papá redactó una excusa por no asistir la escuela. Tenía gripe hasta donde todos sabían. Trisha suspiró y se recostó sobre las almohadas. —¿Por qué haces esto? —Porque me necesitas —respondí, luego me dirigí a la puerta. No le diría nada más que eso. —Compra leche —me gritó Krit.

Trisha Después de perderme una semana de escuela, me sentía lista para regresar. Fandora me ignoró completamente, tratándome como si no existiera, y eso era estupendo. Ella no estuvo mucho en el remolque. Permaneció fuera la mayoría del tiempo. Rock después de la escuela vino a casa para verme todos los días en el almuerzo y después de práctica. Contento de que Fandora estuviera quedándose lejos. También compró tantos comestibles que sabía que no valían solo cincuenta dólares. Agregó dinero. Cuando intenté discutir con me ignoró como si no hubiera hablado. Cuando Krit se sintió tan entusiasmado por las banderillas y uvas, decidí perdonar a Rock por gastar su dinero en nosotros. Esta mañana Rock venía por mí para llevarme a la escuela. Krit quiso ir en el autobús con Green, pero insistió en que fuera con Rock. Tampoco debía cargar mi bolsa o libros. Rock planeaba realizar esa tarea hasta que sanaran mis costillas. La idea de caminar a través de la secundaria Sea Breeze con Rock Taylor a mi lado todo el tiempo era excitante e intimidante. Sabía que las chicas no me iban a ver como una razón para quedarse lejos de él. —El autobús se encuentra aquí. ¡Te veo después de la escuela! —gritó Krit mientras corría por la puerta delantera. Fandora no vino a casa anoche. Suerte que no estuviera aquí para que nos preocupáramos. Krit cargó mi bolsa hasta la sala de estar y me hizo jurar que no la recogería, que esperaría hasta que llegara Rock. Me sentía inútil y odiaba eso. Cuando afuera la grava crujió debajo de neumáticos, mi corazón revoloteó. Corazón tonto. Caminé hacia la puerta para ver a Rock abrir la puerta de su camión y dar un paso afuera. Vestía vaqueros y su camiseta de práctica de fútbol. La usaban los lunes después de ganar el partido del viernes por la noche. Le sentaba muy bien. Golpeó una vez y entró. Tenerlo en el remolque me hizo recordar lo a salvo me sentí cuando se quedó conmigo. Me gustaba ese sentimiento. Me gustaba que estuviera aquí. —Buenos días —dijo en tono sexy. —Buenos días —repliqué, sintiendo mi rostro calentarse. Debía controlar esto. Rock era mi amigo. No coqueteó conmigo de nuevo después de la noche en

que me recogió del costado de la carretera. Toda nuestra dinámica había cambiado. Éramos… amigos. Solo amigos. Ese pensamiento me ponía triste. Ignorando la idea, sabía que era lo único que seríamos. Debía sentirme agradecida por eso. Era una excelente persona para tener de amigo. Su naturaleza protectora era una gran ventaja. —¿Estás lista para regresar? —pregunto, recogiendo mi bolsa. En realidad; no, pero era mejor que permanecer aquí. —Sí. Tengo que ponerme al día. Asintió, luego sostuvo la puerta abierta. —Te ayudaré. Siempre me ayudaba. Pronto se cansaría de esto. Me iba a convertir en una carga. —Tienes tu propia tarea con lo que ponerte al día. Estaré bien —le aseguré. Rock se rió detrás de mí. No me giré para mirarlo. Mis mejillas se sentían calientes y ni siquiera sabía con certeza la razón. Me rodeó y abrió la puerta de la camioneta para mí, luego extendió la mano. Bajé la mirada a su mano y fruncí el ceño. —Toma mi mano. Debo ayudarte a subir así no te esfuerzas —explicó, claramente entretenido. No estaba segura de que tocar su mano fuera una buena idea. Ya sentía mi corazón agitado y mi rostro caliente. De repente, Rock causaba que todo mi cuerpo reaccionara de formas locas. —Está bien —dije casi en voz baja. Cuando coloqué mi mano en la suya mucho más grande, la cerró alrededor de la mía, enviando cálidos estremecimientos por mi cuerpo debido al contacto. Estaba perdiendo el control. —¿Te encuentras bien? —me preguntó mientras todavía mantenía mi mano en la suya una vez que ya me hallaba sentada en su camioneta. Alejé la mano, sintiéndome como una idiota, y asentí. —Sí, gracias — murmuré sin mirarlo. No se movió de inmediato, y se tornaba difícil respirar sabiendo que me miraba. Por fin, giré los ojos para verlo mirando mis piernas. Bajé la mirada y me di cuenta que mis pantaloncillos se habían subido haciéndose aún más cortos de lo que ya eran. Tenía que conseguirme unos más grandes. No hacer ejercicio no me ayudaba a perder peso. Intenté tirar de ellos. Rock se aclaró la garganta y cerró la puerta.

Para relajarme, tomé varias respiraciones antes de que abriera su puerta y se subiera dentro. Tampoco tenía una remera lo suficientemente suelta como para cubrir el hecho de que mis costillas se encontraban vendadas. Mi ropa parecía estar encogiéndose. Encendió la camioneta y la voz de Tim McGraw llenó el espacio. Rock sonrió y se extendió para bajar la música. —Pongo fuerte la música para despertar en la mañana —explicó. Asentí. —Buena idea. Me miró un momento más largo de lo necesario, pero no encontraría su mirada. Tenía miedo de que mis sentimientos se plasmaran en toda mi cara, y debía resolver esto y protegerlo. Rock no pedía algo más conmigo. Quería que seamos amigos y dije que sí. Necesitaba respetar eso. —¿Dormiste bien? —preguntó. Lo hice. La medicina para el dolor que tuve que tomar a la noche para descansar me noqueó. —Sí. Dormí bien. ¿Tú? —pregunté. Se encogió de hombros. —Supongo. Duermo mejor en tu habitación. Oh. No sabía cómo responder. Por lo que estudié las manos en mi regazo. No dijo nada más. Viajamos en un incómodo silencio el resto del camino a la escuela. Milagrosamente, había un lugar vacío cerca del frente. Era donde siempre estacionaba él. A la derecha se encontraba la camioneta de Marcus Hardy, y a la izquierda estaba el Mustang de Dewayne Falco. Era como si los tres tuvieran estacionamientos designados. Nunca nadie estacionaba allí más que ellos. —Llegamos —dijo, resaltando lo obvio—. Quédate ahí. Te ayudaré a bajar. Hice lo que me dijo. Rock abrió mi puerta y se estiró por mi bolsa, luego la colgó sobre el hombro antes de extenderme su mano. Una vez más, deslicé mi mano en la suya, y me sostuvo con fuerza mientras me sacaba del vehículo. Solo en una ocasión realicé una mueca, y su mano apretó la mía cuando lo hice. —¿Estás bien? —preguntó, sonando preocupado. —Sí. Estoy bien. Gracias —contesté. No soltó mi mano mientras cerraba la puerta de la camioneta. Esperé para que me dejara ir, pero no lo hizo. En cambio, sus dedos se entrelazaron a través de los míos. —Vamos —dijo, y nos dirigimos hacia la entrada.

Excitación y confusión batallaban en mi interior. ¿Por qué sostenía mi mano de esta forma? Él sabía que no necesitaba su ayuda para caminar. Un silbido me sobresaltó, y levanté la mirada para ver a Preston Drake sonriendo de oreja a oreja mientras sus ojos se enfocaban en nuestras manos. Aflojé mi agarre, preparándome para que Rock dejara caer mi mano como si le quemara. En cambio, la apretó con firmeza. —Él es una perra rabiosa a veces. Ignóralo. Es un buen chico —dijo Rock, inclinándose hacia mí. Luego me dedicó un guiño. Rock me dedicó un guiño. ¿Qué sucedía? —Por fin conseguiste a la chica. Mierda, ya era hora. Te has esforzado lo suficiente para conseguirlo —dijo Preston con una sonrisa satisfecha en su cara. —Cállate, idiota —gruñó Rock. Preston solo se rió en respuesta. —Yo… no estamos… —No sabía si se suponía que necesitara explicar esto o no. —Sí, no estamos saliendo —terminó Rock por mí, mirando hacia Preston. Entonces su mano liberó la mía, y me sentí fría. Y sola—. Vamos a llevarte al primer periodo —dijo con voz tensa. Algo andaba mal con él. Su tono era duro, y no estaba acostumbrada a eso de su parte. Al menos no desde que nos convertimos en amigos. —De acuerdo —respondí.

Rock Me detuve en mi casillero, intentando no agarrar mis libros y comenzar a lanzarlos. Me encontraba en la maldita zona de amigos con Trisha, y ahora notaba que me encontraba atascado allí. Ella no nos veía de otra forma. Lo había puesto a prueba esta mañana sosteniendo su mano. Se había sonrojado cuando la recogí, y luego se estremeció cuando toqué su mano. Por primera vez pensé que tal vez logré meterme debajo de su gruesa piel. Me equivoqué. Maldita sea. Azotando la puerta de mi casillero, tomé una respiración profunda. Tenía que controlarlo. El hecho era, no estaba yendo a ningún lado. Ella me necesitaba, y mi enamoramiento ahora era algo más profundo. Detenerlo parecía imposible. Pero si iba a sobrevivir esto, tal vez necesitaba proteger mi corazón. Unas manos se deslizaron por mi espalda y uñas arañaron mi cuello. —Te extrañé este fin de semana en la fiesta —dijo Rose detrás de mí. Me perseguía como si su vida dependiera de ello. —Estuve ocupado —contesté, alejándome un paso de su alcance, entonces me dirigí a mi clase del primer periodo. Me siguió el paso a mi lado. —Escuché que trajiste a Trisha Corbin a la escuela esta mañana. ¿Ahora hay algo entre ustedes dos? No. Pero no por no intentar que ella confíe en mí. —Solo somos amigos — dije, odiando el gusto que eso tenía. Quería reclamarla como mía. —Oh, vale, eso es bueno. Mis padres se encuentran fuera de la ciudad esta semana. Esperaba que pudieras venir a quedarte… toda la noche. Sabía que si iba, echaría un polvo. Infiernos, era probable que también reciba varias mamadas. Rose era conocida por sus matadoras mamadas. Pero no me sentía siquiera ligeramente interesado. Joder, ni siquiera mínimamente. Lo que solo me dijo que estaba demasiado involucrado con Trisha. —No puedo. Tengo planes —le dije; luego entré en mi clase de literatura. Marcus ya se encontraba allí, sentado en su escritorio y coqueteando con una chica nueva que no reconocí. No le presté mucha atención a ella mientras me sentaba al lado de él. No apartó la vista de la rubia con la que coqueteaba. Era un hombre en una misión, y no tenía duda de que tendría éxito.

—¿Estás para algo divertido esta noche? —me preguntó Marcus, y giré la cabeza para mirarlo. —¿Qué? —pregunté, confundido. No estuve escuchando su conversación con la chica, así que no tenía idea a qué se refería. —Aquí Hilary tiene una amiga llamada Chandise, a la que le gustas. Quieren saber si nos encontramos disponibles para un buen momento esta noche. Le dije que siempre estamos listos para un buen momento. —Marcus sonreía como si ya hubiera echado un polvo. Odiaba bloquearle la polla, pero no iría con ellos. —Lo siento. Tengo planes. En vez, pregúntale a Preston. —Que todos sabíamos, siempre se sentía listo para un buen momento. Frunció el ceño. —Su amiga odia a Preston. Nadie odiaba a Preston, a menos que las hubiera follado y luego las dejara. Oh. Eso era. —Ya veo. Entonces Dewayne —contesté. Suspiró. —Sí, pero te quiere a ti. Yo quería a Trisha. Maldición, todos queríamos algo. Pero no siempre obteníamos lo que queríamos. —No puedo —contesté, y abrí mi cuaderno. Marcus recibió el mensaje y lo dejó. Lo dejé solucionar sus planes con la chica, y volví a intentar resolver que hacer con Trisha.

En la actualidad… … En nuestra habitación, Trisha se encontraba de pie desvistiéndose. Era algo que observé millones de veces antes, pero nunca me cansaba de verlo. Podría mirar esto con completa fascinación una y otra vez. Con cada año, de alguna forma, me las arreglaba para amar más a esta mujer. Verla ser la madre de nuestros niños solo hacía ese amor más fuerte. Cuando movió las caderas para hacer que su pantaloncillo cayera al suelo, dejándola en nada más que esas bragas negras de satén cubriendo su dulce trasero, renuncié a mi contención. Presioné mi pecho contra su espalda y deslicé las manos a su alrededor para apoyarlas en su abdomen plano. —Eres tan malditamente maravillosa —susurré en su oreja antes de mordisquear el lóbulo. Se estremeció en mis brazos y se derritió contra mí. —Mmmm —fue su única respuesta. Acuné sus senos en mis manos y dejé que su peso descansara en mis palmas antes de tironear sus excitados pezones. Su respiración se tornó más agitada mientras presionaba su pecho en mis manos, su forma de rogar en silencio por más. Hasta Trisha, fui un hombre de piernas. Pero después de verla desnuda la primera vez, me convertí en un hombre de tetas, culo y piernas. Era tan perfecta que no pude decidir que amaba más en su cuerpo. —Inclínate y pon tus manos en la cama —dije, apoyando una mano en su espalda y empujándola hacia adelante. Con el tiempo, Trisha llegó a amar cuando era demandante con el sexo. La hacía ponerse más caliente cuando le decía qué hacer. Al principio, no fue así. Fui tan delicado como fue posible, y la traté como el tesoro que era. Se inclinó y puso sus dos palmas en la cama, luego separó las piernas mientras arqueaba la espalda. Ella sabía que se veía como un maldito sueño mojado, y lo aprovechaba. —Dios, amo tu trasero —dije, corriendo mi mano sobre él cariñosamente antes de tironear sus bragas hacia abajo y hacerla quitárselas. —¿Mojada por mí, ya? —pregunté, sabiendo la respuesta. Deslicé una mano hacia arriba entre sus piernas y burlé del interior de sus muslos mientras jadeaba y

llorisqueaba. Luego, deslicé los dedos entre la tierna carne rosada—. Maldición, sí —gruñí mientras su excitación me cubría la mano. —Rock, no juegues conmigo. Necesito que me folles. Ahora. Podemos jugar después —dijo en un gemido suplicante. Cuando mi mujer quería ser follada, yo la follaba. Con una mano aún complaciéndola, usé la otra mano para desabrochar mis vaqueros y empujarlos hacia abajo, junto con mis bóxers. —¿Esta noche simplemente lo quieres? ¿Es así? —me burlé de ella. —Sí —jadeó—. Sí, por favor. —¿Puedo lamer mi dulce coño primero? —le pregunté, inclinándome sobre ella para darle un beso en la parte baja de su espalda. —Ah, Rock, por favor. —Ahora rogaba, meneando su trasero en mi rostro. Tendría que besar su coño después. Ahora, necesitaba estar en su interior. Con un fuerte empuje la llené, y presionó la cara en el colchón para sofocar su grito. Nos hallábamos al otro lado de la casa, alejados de los niños, pero aun así intentábamos tener cuidado cuando se encontraban en casa. Cuando estaban en la escuela, a menudo venía a casa para follar a mi mujer para hacerla gritar tan fuerte hasta que los vecinos pudieran escucharla.

Hace ocho años… …

Trisha Cargar mi propia bolsa me impediría sanar y posiblemente tornaría peor mi fractura. Sin embargo, después de tres días de Rock caminando a mi lado y llevándola a cada clase mientras chicas coqueteaban con él sin que las detuviera, me hallaba lista para conseguirme un carro para tirar. Cualquier cosa para poner alguna distancia entre Rock y yo, y su público adorador. No me decía mucho, excepto preguntarme educadamente si me sentía bien o si necesitaba algo. Con todos los demás, bromeaba y reía. Le guiñaba el ojo a algunas chicas y se reía de sus intentos de aferrarse a él. Era demasiado. Era como su hermanita que necesitaba ayuda pero él deseaba no tener la obligación. Rock era un buen chico. Lo sabía. Se comprometió a ayudarme, y aunque esto obviamente lo retenía, no se quejaba. La única solución era conseguir que alguien más cargara mi bolsa de libros. Tenía la certeza de que alegremente cedería la responsabilidad. —Rock —dijo una pelirroja, que no conocía, en un tono repugnantemente dulce. Hizo una pausa y miró hacia la chica, luego sonrió. —Hola, Ginger. ¿Qué pasa? Hola, Ginger. ¿Qué pasa? Repetí en mi cabeza, y luego vomité mentalmente. Tenía que alejarme de esto. —Esta noche hay una fiesta en mi casa. Vienes, ¿verdad? Tengo una nueva bikini especial que compré solo para ti. Mi vómito mental parecía a punto de convertirse en un vómito real. Esto era ridículo. En la desesperación comencé a explorar los pasillos en busca de alguien que me rescatara. Cualquiera. —Escuché sobre la fiesta. Sin embargo, no estoy seguro de si seré capaz de asistir —contestó. No parecía ni divertido ni disgustado con ella. Sonaba casi decepcionado de que fuera a perderse la bikini especial. Agh. Vi a Riley y Davey hablando, y los ojos de Davey encontraron los míos. Hablaban sobre mí. No les dije mucho en el almuerzo, aunque preguntaron sobre

Rock después de que nos depositara a mí y mi bandeja en su mesa antes de irse a la suya. Solo hice todo lo posible para cambiar de tema en cada ocasión. Sin embargo, en este momento estaba lista para pedirles a mis amigos que me rescataran. —Ayuda —le murmuré a Davey, y él instantáneamente se movió a través de la multitud hacia mí. Rock y Ginger todavía hablaban sobre la fiesta, y las cosas que ella podía hacerle, mientras mantenía mi enfoque en Davey. Cuando por fin se acercó, quise desplomarme de alivio. —Hola —dijo, mirando hacia Rock, entonces de vuelta a mí. —Hola, te diriges camino a mi siguiente clase. ¿Te molestaría cargar mi bolsa? —le pregunté en voz baja para no llamar la atención. En este instante, Rock escuchaba hablar a Ginger. —No —contestó Rock antes que Davey pudiera decir algo. Deslizó su brazo alrededor de mis caderas, cuidadoso de no tocar mi cintura, y apoyó una mano en mi cadera—. No hay necesidad de tu ayuda. Yo puedo —le dijo a Davey. Bueno, mierda. Intentaba liberarlo de mí. Pero no me ayudaba en absoluto. —Puedes quedarte y hablar con, eh… Ginger —le contesté, señalándola—, acerca de las opciones de sus trajes de baño. Y yo iré con Davey. Puede ayudarme con unos problemas que estoy teniendo en trigonometría. —No —repitió Rock con un tono más firme—. Puedes preguntarle más tarde. Te llevaré a clase. Vámonos. Y entonces empezó a caminar, guiándome suavemente junto con él. ¿Qué diablos? Volví a mirar a Davey y me encogí de hombros. Hablaría con Davey hoy en el almuerzo cuando Rock me dejara. Porque al parecer, no iba a permitir eso en este momento. Su mano se mantuvo firme en mi cadera mientras nos movía por el pasillo. Nunca dejó de sorprenderme cómo la multitud se apartaba para él mientras los cruzaba. Odiaba admitir que me sentía protegida a su lado, acurrucada de forma segura. —Tratabas de deshacerte de mí —dijo por fin mientras nos acercábamos a mi próxima clase. —Parecía que preferirías estar solo y tener más tiempo para hablar de su bikini especial. Traté de ayudarte —dije, sin querer. Encogiéndome, me abofeteé mentalmente por ser una idiota. —No me importa su bikini —respondió en un tono duro.

En lugar de asentir y dejar pasar esto, me alejé y me volví para mirar su rostro demasiado guapo. —No soy tu responsabilidad. Odio sentir que soy esta carga sobre ti de la que no puedes deshacerte. Tengo otros amigos que pueden ayudarme. No me gusta poner un obstáculo en tu vida social. Rock me miró como si no entendiera una palabra de lo que decía, y luego frunció el ceño. —¿Qué? ¿Qué? ¿En serio fue esa su respuesta? No hablé en otro idioma. Tenía que haber entendido las palabras que salieron de mi boca. —No tartamudeé —le dije. Una sonrisa curvó la esquina de su boca. —No, no lo hiciste —aceptó, luego dio un paso hacia mí y bajó su cabeza cerca de mi oído—. Pero te ves tan caliente cuando estás celosa. Era mi turno de sentirme confundida. —¿Qué? —pregunté, retrocediendo. Extendió la mano, agarró mi cadera y me acercó más a él mientras miraba a alguien detrás de mí. —Cuidado —gruñó a alguien—. Casi te has topado con ella. —Ella fue la que se topó conmigo —argumentó una voz masculina. Los ojos de Rock se encendieron y me acercó a su lado. —Entonces, muévete de su camino la próxima vez. El tipo era Felix Hardgrove. Tenía una nota media de 4.0 y era aproximadamente del tamaño de mi hermano hace dos años. Retrocedió y se escabulló. —Fue mi culpa. No tenías que asustarlo —dije, inclinando la cabeza hacia atrás para mirar a Rock. Apretó la mandíbula mientras miraba hacia adelante. —Nunca quise ir a su fiesta. No quiero ir a ninguna fiesta en la que no estás. Acepta el hecho de que todo lo que veo eres tú, Trisha Corbin. Luego decide lo que quieres hacer al respecto. — Me pasó para entrar a la habitación y metió la bolsa junto a la mesa donde me sentaba todos los días. Me quedé allí y observé mientras sacaba mis libros y un bolígrafo, luego los colocaba en mi escritorio. Siempre hacía eso también. No quería que me agachara. Cuando al final se volvió para irse, su mirada se clavó en la mía. No era una sonrisa burlona ni un guiño coqueto. Era intenso, y de alguna manera, era como si me suplicara.

Rock Me arriesgué. Conocía bastante bien a las muchachas, y por su insolencia repentina estaba casi seguro que Trisha se sintió celosa. Fue la única razón por la que dejé que Ginger siguiera y siguiera hablando de su bikini. Cualquier cosa para llamar la atención de Trisha. Casi me perdí el hecho de que su trasero descarado le hizo señas a su amigo para alejarse de mí. Diablos, no iba a pasar. Nadie llevaba los libros de Trisha. Eso fue todo para mí. Yo cuidaba de ella. Pasar por la siguiente clase no fue fácil. No podía concentrarme en nada de lo que decía el maestro. Planeaba cómo iba a arreglar esto con Trisha. Ya no iba a seguir siendo su amigo. Hoy no iba a llevarla a esa maldita mesa del almuerzo donde se sentaba con sus amigos y dejarla. Iba a sentarse conmigo. Era mía y ella necesitaba admitir esa mierda ya. Antes de que me volviera loco. Me hallaba en la puerta de su aula cuando sonó la campana, y me abrí camino para meter sus libros en su bolso. Suspiró cuando tomé el primer libro de sus manos. —Puedo hacer esto, Rock. No estoy completamente inútil. No respondí. Tiré la mochila por encima del hombro y luego tendí la otra mano a Trisha. —Es hora del almuerzo. Miró mi mano extendida y luego de nuevo a mí antes de al fin deslizar su mano en la mía. La ayudé a levantarse y la acerqué a mi lado. —No fue tan difícil, ¿verdad? —dije con una sonrisa maliciosa, luego nos llevé fuera de la habitación. Asentí a Preston, que me nombró. Dewayne levantó una ceja y luego sonrió cuando vio mi mano agarrar la de Trisha. No iría cerca de él. Solo diría algo estúpido y haría que ella se sintiera incómoda. Deteniéndonos junto al armario de Trisha, puse la bolsa dentro. Entonces, en lugar de volver a tomar su mano, puse la mía sobre su espalda y la moví hacia la cafetería. —No tienes que cargar mi bandeja —dijo. —Pero lo haré. —¿Por qué? Sé que estás cansado de esto. No tienes que cuidarme.

Traté de no sentirme frustrado, pero, maldita sea, ¿se encontraba ella tan desorientada? —Davey y Riley me ayudarán a llevar mis libros. Lo has estado haciendo toda la semana y me tienes como una carga... Eso fue todo. La cogí de la mano, la llevé a la sala vacía de arte que justo pasábamos y cerré de golpe la puerta. —¿Qué? —preguntó, mirando entre la puerta y yo. Probé las palabras con ella. Intenté con acciones. Intenté todo para hacerla darse cuenta de que la quería. Que quería estar cerca de ella. Que quería que fuera mía. Me estaba haciendo perder la cabeza. Caminé hacia ella, y retrocedió contra la pared mientras me observaba, con los ojos muy abiertos, y confundida. Maldición, era demasiado sexy para ser, también, jodidamente linda. Eso era una mierda que los chicos no podían ignorar. No se suponía que existían chicas como ella. Hacían que los hombres fueran débiles. Me tenía tan enredado en nudos que era doloroso. Coloqué las palmas en la pared de ladrillo a cada lado de su cabeza y me detuve a solo unos centímetros de hacer contacto con nuestros cuerpos. —¿Qué tengo que hacer para que entiendas esto? ¿Qué, Trisha? Mierda, eres todo en lo que puedo pensar —dije con suavidad mientras mi mirada bajaba de sus ojos a esos labios llenos con los que jugaba en mis fantasías. La punta de su lengua rosada mojó su labio inferior y yo me encontraba perdido. Mi boca cubrió la suya, y el pequeño jadeo que salió de sus labios era la única oportunidad que necesité para deslizar mi lengua sobre su dulce calor. Había besado a muchas chicas. Pero nunca me sentí como si mi mundo estuviera siendo completamente sacudido. Las manos de Trisha se deslizaron sobre mis hombros y se aferró a mí. Y eso era perfecto. No me empujó. Se aferró al paseo y, maldita sea, era uno muy bueno. La suavidad de sus labios se movió debajo de los míos, y luego comenzó a unirse al beso. Necesité toda mi fuerza de voluntad para evitar presionarla contra la pared. Tenía que tener cuidado con sus costillas. Pero quería mis manos sobre ella. Quería perderme en lo maravillosa que se sentía.

Cuando se inclinó hacia mí y lloriqueó, rompí el beso y retrocedí al instante. —¿Estás bien? —le pregunté, mirando sus costillas. No respondió, y el pánico de que le hice daño empezó a agarrarme. Hallé sus ojos y vi la misma excitación en ellos que había estado sintiendo hasta que ese gemido me asustó. Comencé a bajar la boca otra vez, necesitando probarla más. —No, espera —respiró, esta vez presionando las manos en mi pecho. —¿Te hice daño? —le pregunté. Negó con la cabeza. —No, es que… yo… No deberíamos… ¿Por qué has hecho eso? Cerré los ojos y me obligué a ser paciente con ella. Trisha tenía sus problemas, y la confianza era uno de ellos. —Porque estoy loco por ti. Porque tus labios son los más lindos que he visto. Porque piensas que eres una carga cuando solo quiero mantenerte cerca de mí todo el tiempo. Porque me estás haciendo perder la cabeza. Porque no quiero ser tu amigo, Trisha. Quiero ser tuyo. Su boca se abrió ligeramente mientras sus ojos azules me miraban sorprendidos. ¿Cómo no sabía ya todo esto? No fue como si hubiera sido sutil. —Tú… ¿Est{s loco por mí? —preguntó. Reprimí una risa. —Sí, y todo el mundo parece verlo, menos tú. Frunció el ceño y se mordió el labio inferior. Quería sacarlo y chuparlo. Apartó la mirada por un momento y le di tiempo. —¿Y el bikini de Ginger? —preguntó, sin mirarme. Esta vez me reí. —No podría importarme menos Ginger. Lentamente, Trisha me miró. —Pero las otras. Todas. Puedes tener una chica diferente cada noche. Se alinean para llamar tu atención. ¿Por qué yo? Le acaricié la cara con ambas manos y miré las hermosas facciones a las que parecía estar ciega. Por dentro y por fuera era hermosa. —No puedo ver a nadie más allá de ti. No he podido hacerlo desde hace mucho tiempo. Demonios, Trisha, has estado en mi cabeza, burlándote de mí, desde el primer día que te puse los ojos encima. —Oh —dijo en un susurro. —Sí, oh —repetí.

Trisha Mi corazón latía acelerado y mis labios aún hormigueaban cuando Rock me llevó a la cafetería. Me besó. Una especie de beso que hizo que mis rodillas se pusieran débiles. Incluso me había sentido mareada por un momento. La mano de Rock sostenía la mía mientras nos guiaba a través de la fila de almuerzo. Cuando recogió mi bandeja, miró a su mesa con sus amigos y luego miró a mi mesa donde se hallaban mis amigos. —Hoy te quiero para mí solo. Podemos averiguar dónde vamos a sentarnos más tarde. En este momento no quiero compartirte. ¿Cómo cambió tan rápido? Esta misma mañana apenas hablaba conmigo. Ahora me quería para él solo. —De acuerdo —dije, aún sin saber cómo se suponía que debía responder a eso. Rock nos llevó a la esquina de la habitación donde había una mesa vacía. Podía sentir los ojos de todo el mundo siguiéndonos. Era como punzadas de calor en mi piel. Quería salir corriendo de la habitación. Odiaba la atención, y ésta era por lejos la mayor atención que había recibido. Cuando dejó nuestras bandejas, tiró de su silla para sentarse contra la mía. Su muslo rozaba contra el mío cuando tomamos asiento. —Come —dijo cerca de mi oreja cuando no hice un movimiento para tocar mi comida. —No puedo comer con todo el mundo viéndome —le expliqué, con miedo de confirmar el hecho de que llamábamos la atención. —Lo superarán. La mayoría ya no observan —respondió con una sonrisa en su voz. Alcé la vista para mirarlo y me guiñó el ojo. —Por favor, come por mí —dijo, extendiendo la mano para acariciar mi barbilla. Su pulgar rozó mi labio inferior. —Bueno, ¿no es eso dulce? Maldita sea, es más interesante aquí que el lugar habitual —dijo Dewayne Falco mientras sacaba una silla y se sentaba. —Dewayne —gruñó Rock, sobresaltándome. —A Trisha no le importa si me siento aquí. ¿Verdad? —dijo, dirigiendo a mí su divertida sonrisa.

—Eh —empecé a decir, cuando Preston Drake se sentó a mi lado con un cartón de leche extra en los dientes. Lo dejó caer en su mano, luego me lanzó una sonrisa torcida. —La fiesta se ha trasladado. Me perdí el memo —dijo lentamente, después abrió la leche y tomó un trago. —No creo que Rock nos quiera aquí —dijo Dewayne mientras tomaba un trago de su refresco—. No es que nos importe una mierda. Rock se puso tenso a mi lado. Estaba enfadado. Estos eran sus amigos más cercanos. No quería ser una razón por la que pelearan. —Hoy no hay té dulce. ¿Qué diablos está pasando con eso? —dijo Marcus Hardy a modo de saludo mientras se sentaba junto a Dewayne y dejaba su bandeja—. Necesito té dulce para pasar la siguiente clase. Los poetas muertos me aburren. —Mierda —murmuró Rock a mi lado. —Rock no está muy acogedor, Marcus. Se está comportando un poco imbécil —dijo Dewayne, todavía pareciendo completamente divertido por todo el asunto. Marcus me dio una sonrisa de disculpa, luego se movió hacia Rock. —Con nosotros sentados aquí, ustedes no son el entretenimiento de la tarde —explicó con un encogimiento de hombros. Tenía razón. Bloqueaban a mucha gente. —¿Te parece bien que coman con nosotros? —me preguntó Rock. Asentí. Todavía no me sentía lista para hablar. Sentarme con estos cuatro era un poco abrumador. No quería decir algo estúpido, y no sabía si tenía algo para decirles, de todos modos. —Chicos, todos conocen a Trisha —dijo Rock. —Es difícil no conocerla. Has estado jadeando detrás de ella por más de un año. Estamos un poco cansados de verlo. Gracias por darle un descanso. Todos lo apreciamos —dijo Dewayne. Preston se rió entre dientes a mi lado, pero no abrió la boca. Tuve la sensación de que el único de estos cuatro que no tenía miedo de Rock era Dewayne. Tenían más o menos el mismo tamaño. —Dewayne —dijo Rock con un tono de advertencia. Simplemente sonrió. —¿Miento? —En serio, D. Cállate —dijo Marcus, lanzándole una mirada desaprobadora.

Dewayne se encogió de hombros y tomó un bocado de su hamburguesa. La mano de Rock se deslizó sobre mi rodilla y se quedó allí. —Juro que no son tan malos —me aseguró. Sonriendo, alcancé una papa frita. —Creo que son amables —le dije. Los cuatro empezaron a reír, y luego Preston estalló en carcajadas. Los miré a todos, luego a Rock, que me sonreía con algo cálido en sus ojos que hizo que mi corazón se agite.

Rock Trisha no se perdió otro partido de fútbol. Una vez que la temporada terminó, tuve mis noches de viernes libres para pasar con ella. Nunca pensé que esperaría con ansias el final de la temporada de fútbol. Cada vez que podía tenerla sola eran las mejores horas de mi día. Ella no se había entregado completamente a mí de inmediato, pero con el tiempo poco a poco comenzó a confiar en mí. Ahora, cuando me acerqué a ella en los pasillos de la escuela y la envolví en mis brazos, se arrimó de buena gana. Besar sus dulces labios cada vez que quería era también mi adicción favorita. No solo me dejó tener esa boca cuando la quise, sino que me besaba de la misma manera. La vida estaba muy cerca de ser perfecta. Si no tuviera que preocuparme de que regresara a ese maldito remolque todas las noches, entonces sería perfecto. Krit trataba con algunos temas últimamente que la preocupaban. Cuando el último hombre que su madre trajo a casa golpeó a Trisha, Krit enloqueció y casi lo golpeó hasta la muerte. Trisha me llamó gritando y llorando. Mi corazón casi se detuvo ante el sonido de su pánico. Cuando llegué allí, el tipo se encontraba en el suelo, inconsciente y cubierto de sangre, y Trisha tenía a Krit en una esquina calmándolo mientras miraba al hombre como si estuviera poseído. Había muebles rotos en todas partes, e incluso Fandora tenía un labio roto. Al parecer, golpeó a su madre para alejarla de Trisha. El chico era como una pistola cargada. Trisha quería que se hiciera un chequeo. Le preocupaba que tuviera algún daño emocional al crecer de ese modo. Tenía miedo de que el chico padeciera un trastorno de la personalidad. Antes, estuve enojado, y si hubiera visto al hombre tocar a Trisha, también le habría dado una paliza. Lo que me preocupaba era la mirada vidriosa en los ojos de Krit. Esta noche Krit iba a pasar la noche con Green, y su banda iba a practicar. Aún no daban conciertos, pero practicaban lo suficiente para que alguien pensara que sí ocurría. Sorprendentemente, también eran buenos. Krit podía cantar. Había sido un shock la primera vez que los escuché practicar. Entonces tenía a Trisha toda para mí. Toda la noche. Ahorraba cada centavo que lograba ganar para rentar un apartamento en el momento en que cumpliera los dieciocho años. Pero quería hacer algo especial para ella esta noche. La había dejado llevar un ritmo lento. No le dije unas cuantas cosas que quería porque tenía miedo de que se asustara.

La semana pasada trabajé por primera vez en la tienda de comestibles local. Con ese dinero nos conseguí una habitación de hotel en la ciudad vecina. Quería mantener a Trisha toda la noche en una cama. Ya que ahorraba mi dinero, esto era todo lo que pude pagar. No sería capaz de llevarla a comer también. Así que preparé sándwiches y compré algunas de las galletas de chocolate que le encantaban. También compré su refresco favorito, y una bolsa de patatas fritas. Me había registrado antes y acomodé el refrigerador en la habitación con los sándwiches y las papas. Dewayne me dio algunas velas de su casa que su madre no echaría de menos. Después de ponerlas alrededor de la habitación, dejé un encendedor de la cama, así podría encenderlas más tarde. La razón por la que no le dije a Trisha lo que haríamos era porque quería sorprenderla con una noche en algún lugar donde no tuviera que preocuparse de que Krit o Fandora regresaran a casa. Quería abrazarla mientras dormía y saber que se encontraba a salvo en mis brazos. Lo que no pensé era cómo Trisha interpretaría esto. Hasta que aparqué el camión y la miré. La mirada con los ojos abiertos en ella mientras observaba el hotel frente nuestro, me indicaba que había cometido un grave error. No entendía porqué hice esto. Pensó en algo totalmente distinto. No habíamos hecho nada más que besarnos. Hubiera deseado hacer más, pero tenía miedo por ella. No quería perderla o asustarla. He sido como un jodido santo con ella. Luego voy y hago algo como esto. Maldita sea. —Trisha, cariño, no es lo que est{s pensando. No te traje aquí… para eso. Solo quería que nosotros tengamos una noche en la podríamos dormir sin sentir temor o preocupaciones, quería abrazarte. Nada más. Lo juro, bebé. No me miraba. Seguía observando el edificio frente nuestro. ¡Mierda! —Lo juro por Dios, nunca te habría traído aquí esperado algo. No pensé en eso. Solo quería que tengamos un lugar que fuese nuestro. Donde no tuviéramos que preocuparnos de que alguien más viniera o regresara a la casa. Solo nosotros. Asintió ligeramente, pero aún no me miraba. Entonces esperé. Tenía que darle un momento para que procesara lo que le decía. Estaba a punto de decirle que iba a dormir en el piso, aunque quería abrazarla toda la noche, cuando por fin volteó la cabeza y se encontró con mi mirada. —Está bien —susurró. No parecía como si lo dijera en serio.

Me acerqué y la atraje a mí. —Escúchame —le supliqué, tomando su rostro entre mis manos e inclinándola, para que tuviera que mirarme—. Si todo lo que hacemos es besarnos, entonces seré el hombre más jodidamente afortunado del planeta. Porque te tengo. Yo… te amo, Trisha Corbin. Te amo con locura. Me tienes tan obsesionado contigo que no puedo ver algo o alguien más que tú. Cada plan que hago es por ti. Cada mañana que despierto solo pienso en verte. Cada noche cuando voy a dormir todo lo que pienso es en cuanto desearía tenerte entre mis brazos mientras duermes. Eres mi regalo. Tú. Solo tú. Esa habitación del hotel nos dará un lugar solamente nuestro. Tengo algo de comida allí e incluso alquilé un par de películas. No se trata de sexo, nena. Te lo juro. Parpadeó lentamente, y sus ojos se empeñaron. No estaba seguro de qué dije para hacerla llorar. Empecé a repetir mis divagaciones en mi mente y luego sus labios se movieron. —¿Me amas? Había tenido miedo de decirlo antes de esta noche. Salió en mi pánico para tranquilizarla. Pero era la verdad. No había amado a nadie más de la forma que amaba a Trisha. —Creo que quizás eres la única persona que todavía no lo sabía —dije sonriendo ante su asombro. Era tan malditamente adorable a veces. Una lenta sonrisa jugueteó en sus labios antes de que se inclinara hacia mí. —Yo también te amo —dijo suavemente, antes de besarme. Podría haber muerto en ese momento y sabría que había vivido.

Trisha Rock abrió la puerta de la habitación del hotel que alquiló para nosotros esta noche. Mi corazón seguía tan lleno de haberlo oído decir que me amaba, y no podía parar de sonreír. Había estado enamorada de Rock por meses. No se lo dije porque no estaba segura de que hubiera querido oír eso. Me lo había dicho él. Y también dijo muchas otras cosas hermosas que me hicieron amarlo aún más, y no pensé que eso era posible. —En el refrigerador está nuestra comida. ¿Tienes hambre? —preguntó en tanto di un paso dentro de la habitación. Había una cama enorme en el medio de la habitación y un televisor de pared frente a esta. Podría ver el fregadero y el espejo frente a este, y luego una puerta al cuarto de baño. Fue el mejor lugar en el que me he alojado. Hasta el mes pasado cuando fui a la fiesta en la casa de Marcus Hardy, ese había sido el lugar más bonito en que estuve. Pero la casa de Marcus Hardy me había volado la cabeza. No era como nada de lo que me hubiera imaginado. Esto, sin embargo, era nuestro. Por esta noche. —Te traje un refresco de uva. Varios, en realidad —dijo Rock, deslizando su mano alrededor de mi cintura y besando mi sien. Adoraba el refresco de uva, y una vez que lo descubrió, se aseguró de que tuviera uno a menudo. Otra cosa que amaba de él. Por lo general, me gustaría un refresco de uva. Pero no quería eso ahora. Había estado soñando durante tanto tiempo con el momento en el que le decía a Rock que lo amaba. Sabía cómo quería que sucediera. Fantaseé sobre esto tantas veces que ni siquiera estaba nerviosa cuando lo encaré. No podía decir las palabras porque en mis sueños él lo sabía. Nunca preparé las palabras para esto. Lo besé. Solamente le tomó un momento para responder. Sus manos estaban en mis caderas, tirando de mí fuertemente mientras su boca empezó a hacer su magia en mí. Su sabor a menta siempre me excitaba. Levanté las manos lo más alto que pude y me puse de puntillas para que mis dedos pudieran deslizarse en su corto cabello. Mis senos se presionaron contra su pecho, y el dolor solamente lo intensificó. Desde la primera vez que la manos de Rock se colocaron sobre mis pechos, y su pulgar rozó la parte inferior de ellos, habían llegado a excitarse demasiado por lo cerca que habían estado.

Era difícil no empezar a rogarle que las tocase. Me asustaba y me excitaba pensarlo. Lo vi mirar mis pechos un montón de veces. Le gustaban. Eso hizo que vistiera blusas que eran demasiadas pequeñas, sabiendo que le gustaba la vista. Cuando sus manos se deslizaron por mis lados y se detuvieron justo debajo de mis pechos, de nuevo, dejé escapar un gemido frustrado. Dejó de besarme un momento, pero su boca permaneció sobrevolando la mía. Su cálido aliento bañó mis labios y no estaba segura de poder respirar. Sus manos lentamente empezaron a moverse, y abrí mis ojos para mirar los suyos cálidos. Me estaba observando de cerca mientras subía las manos, hasta que tocaba la parte inferior de mis pechos. Tan cerca del centro, que dolían por la atención. En el momento en que se movió más arriba y sus dedos llegaron a mis pezones sensibles, suspiré y agarré a sus hombros. Esto era lo que quería. Lo que había querido desde hace tiempo. —¿Puedo quitarte la camisa? —preguntó Rock con voz ronca y baja. Asentí. No pude formar palabras. Cerró los ojos por un minuto, y sus fosas nasales se abrieron antes de que él se agachara y tirara mi camiseta de mi cuerpo. Levanté mis brazos, y movió la camisa, luego la tiró a un lado. Quería cerrar los ojos. Pero también necesitaba verlo mirarme. Vería la decepción en ellos si no le gustaba lo que vio. Sus ojos brillaron y tragó con tanta fuerza que pude ver su manzana de Adán moverse en su musculoso cuello. —Maldición —susurró con reverencia—. Tan perfecto. Mi cuerpo zumbó de placer con sus palabras. El temor al que me estuve aferrando por esto se fue alejando, y quería más. Estaba lista para que Rock Taylor me hiciera sentir bien. Sus grandes manos cubrían el sostén de raso que llevaba puesto. No era nada especial, pero funcionó. Era uno de los que Fandora me había dado después de que ya no lo quiso. Era una de las pocas cosas que me dio. —¿Puedo quitarte el sujetador? —me preguntó. Respiraba con dificultad. —Sí —me las arreglé para decir. Sus manos se deslizaron alrededor de mi espalda y desabrocharon el gancho con facilidad. Cerré los ojos esta vez. Estaba a punto de estar desnuda con él, y quería eso, pero tampoco estaba segura de cómo soportar poder mirarlo mientras me miraba.

—Oh, mierda, Trisha. Dios, estoy jodidamente arruinado —dijo mientras sus manos me agarraban la cintura. Quería sus manos en otro lugar. Palpitaban mis senos desnudos, necesitados de atención—. Ven aquí —dijo mientras él empezaba a moverme. Abrí los ojos cuando me apoyó contra la cama—. Acuéstate. Estaba dispuesta a hacer lo que me pidiera. Retrocedí y apoyé la cabeza en la almohada. Se quitó la camisa con un movimiento fluido, y tuve un momento para procesar la vista perfecta de su pecho antes de que se moviera sobre mí. Se sostuvo sobre mí y me besó suavemente esta vez. Su beso se sentía hambriento, lo que hizo que mi corazón se acelere. Levanté mi cuerpo y agarré su cabeza para tirar de él contra mí. Quería sentir su pecho contra el mío. Pero se sostuvo, luego se retiró, rompiendo el beso. Sus ojos se hallaban en mis pechos. —Si hago algo que no te gusta, dime. Me detendré. Lo juro. No creía que pudiera hacer algo que no quisiera. Pero asentí. —Bueno. No se movió para tocarme, y el latido en mis pechos había hecho un camino a entre mis piernas. El dolor me hacía sentir frenética. —Por favor, Rock. Tócame. —Esas palabras salieron antes de que pudiera detenerlas. Estaba desesperada. Un bajo gruñido vibró en su pecho y maldijo antes de que sus manos se deslizaran y cubrieran mis pechos. Luego los apretó, haciéndome retorcer ante el placer que venía con él. —Ah —grité. Los ojos de Rock quemaron con un brillo que nunca vi antes, mientras miraba desde mi pecho hacia mis ojos. Sus pulgares rozaron mis pezones y mordí mi labio inferior para evitar hacer ruidos más vergonzosos. Luego vi cómo Rock bajaba su cabeza hacia mi pecho mientras sus ojos permanecían en los míos. Cuando su lengua se deslizó sobre mi pezón derecho, solté mi labio inferior; un jadeo silencioso salió de mi boca, la cual estaba ahora abierta. Cuando se metió el pezón en la boca y chupó, tuve que cerrar los ojos para montar la ola de placer. Verlo hacer esto y sentirlo al mismo tiempo era demasiado. No estaba segura de poder soportarlo más. Mi cuerpo se sentía tan fuertemente encadenado, tarareando con un dolor delicioso que me enloquecería si durara demasiado. —No solo son las tetas más bonitas y perfectas de la tierra, sino que saben a miel. Y me encanta la miel —dijo Rock antes de lamer mis tetas de nuevo.

Oírlo hablar así me hizo temblar. Iba a tener que detenerse, pero si lo hacía, tenía miedo de atacarlo y exigir que aliviara este dolor. Continuó jugando con mis pechos, moldeándolos en sus manos, luego besándolos y haciéndome retorcerme y gemir. Cada vez que yo hacía un sonido por accidente, él gemía y se hacía más codicioso. Era como si un fuego estuviera encendido entre mis piernas. Tuve que apretarlas para no gritar de dolor. Cuando su boca empezó a moverse por mi estómago y luego por cada costilla, contuve el aliento. Me moví y apreté mis piernas mientras el latido entre ellas empeoraba al sentir la emoción de la boca de Rock acercándose. Sus manos se movieron sobre mi cintura, y luego deslizó un dedo debajo de la cintura de mis vaqueros. Lo miró por un momento, y esperé, incapaz de respirar hondo, para ver qué haría. Entonces sus ojos se alzaron para reunirse con los míos. —Quiero quitarlos. Sí. Oh Dios, sí. —Sí —jadeé. Sus fosas nasales volvieron a abrirse cuando empezó a desabrocharme los vaqueros. Levanté mi trasero de la cama para que pudiera bajarlos. Las bragas que llevaba no cubrían mucho. Eran demasiado pequeñas, como la mayor parte de mi ropa. También se habían despintado y el rosa casi parecía blanco. Las manos de Rock subieron lentamente por mis piernas, como si las estuviera memorizando. Cuando se puso de rodillas se detuvo, y estaba a punto de suplicarle que hiciera algo antes de que me quemara cuando abrió mis piernas. Le dejé, incapaz de decirle nada de nada en este punto. Respiró hondo y volvió a maldecir mientras miraba la entrepierna de mis bragas. El aire fresco que la golpeó me alertó de lo que observaba. Estaba mojada. Oh Dios. Estaba mojada. Comencé a apretar mis piernas, avergonzada. Besar a Rock siempre me mojaba las bragas. No pude evitarlo. Y por la forma en que sentía el aire frío que me tocaba, sabía que tenía que estar empapándome. —No. Dios, no, Trisha. No me ocultes esto —dijo en una desesperación que reconocí. Abriendo los ojos solo un poco, lo miré y lo dejé abrir mis piernas otra vez. Parecía hipnotizado—. Mierda, cariño. Eso está caliente. ¿Lo era? Movió una mano por el interior de mi pierna, y mi muslo hormigueó. Iba a tocarme allí. Quería hacerlo incluso aunque pudiera ver que estaba mojada.

Un solo dedo corrió mi dolorido y necesitado centro, y agarré las sábanas debajo de mí y grité. Los disparos de intenso placer que atravesaba cada célula de mi cuerpo me hicieron sentir como si estuviera a punto de explotar. Sus manos sacaban mis bragas antes de que pudiera concentrarme de nuevo. Abrí los ojos para ver su cabeza mientras bajaba para acomodarse entre mis piernas. El primer contacto caliente con su lengua mágica me hizo perder la cabeza. No me encontraba segura de lo que dije, rogué o prometí, pero estaba jadeando y suplicando. Eso era lo mucho que sabía. La boca de Rock besó y lamió la dolorosa necesidad, haciéndola peor y mejor cada vez. Agarré sus hombros, y mis uñas agarraron un pedazo de su piel. No pude detenerme. Estaba a punto de explotar y no sabía cómo controlarme. Quería esto y me aterrorizaba. —Nunca quise probar un coño, Trisha, pero juro por Dios que sabes como el sol y el azúcar. Podría comerte durante horas y no tener suficiente. —Rock insultó antes de deslizar su lengua dentro de mí. Me reprimí contra él y mi mundo explotó. La luz emitió un millón de colores detrás de mis párpados, y grité el nombre de Rock mientras la cama y todo lo demás se alejaban de mí. Montaba una ola de perfección de la que nunca quise salir. Escuché a Rock diciendo algo a lo lejos, pero mi cuerpo estaba tembloroso cuando esos dolores y palpitaciones llegaron a un punto en el que explotaron, como temí. Excepto que era hermoso. Tan hermoso que quería este sentimiento para siempre. Comenzó a desvanecerse, y mi mente procesaba lentamente el hecho de que me había perdido por un momento y no estaba segura de lo que había hecho o dicho mientras tanto. Rock me miraba fijamente cuando abría los ojos, y lo primero que me di cuenta fue que sus caderas estaban colocadas entre mis piernas y se encontraba desnudo. La dureza que había sentido a través de sus pantalones vaqueros muchas veces ahora presionaba contra mi delicado centro, que ya se estaba entusiasmando con otra ronda. —Eso fue lo más hermoso que he visto. Te juro, Trisha, que nada se comparará con la mirada de tu cara en este momento —dijo, con una intensidad en sus ojos que calentó mi corazón—. Quiero estar dentro de ti. Quiero hacerte el amor. Quiero estar tan profundamente dentro de ti como si fueras parte de mí. Sí. A todo eso. Sí.

Asentí, así que cerró los ojos y susurró lo que sonó como: “Gracias a Dios”. Cuando volvió a abrirlos, pasó sus labios por mi clavícula, luego por mi cuello, antes de besar el área detrás de mi oreja. —Al principio dolerá. Pero te juro que me aseguraré de que vuelvas a sentir ese lugar dulce. Créeme. —Te amo —fue mi respuesta. —Joder, cariño —susurró mientras su punta dura me penetró, estirándome de una manera que me parecía correcta. Dejé que mis piernas se abrieran por completo, y su cuerpo se estremeció sobre mí. Luego se acercó más hasta que una aguda estrechez me apretó justo antes de que lo sintiera romper la barrera. Agarré sus brazos y contuve el grito en mi garganta. No quería que se detuviera. Se congeló una vez que estuvo completamente dentro de mí. Me sentí llena mientras palpitaba el dolor agudo, hasta que comenzó a aliviar. —Estoy bien —le dije, y inhaló bruscamente. Luego se movió y un lento ardor comenzó en mí. Con cada movimiento de sus caderas, perdí el aliento e hice un ruido. —Te amo. Te amo demasiado, maldita sea. Me vuelves loco. Eres mía, Trisha. Siempre serás mía. Sus palabras me calentaron. Deslicé mis piernas por su espalda y las cerré alrededor de su cintura. —Miiiierda. —Gimió, y enterró su cara en mi cuello—. Tus largas piernas. Demonios, cariño. Soy el hijo de puta más afortunado del mundo. Sonriendo solo un momento, disfruté sabiendo que tenía el poder de llevar a este gran hombre a esto. Me deseaba, lo tenía tan insanamente envuelto en mí como yo estaba en él. La construcción que sentí antes comenzó a crecer de nuevo con cada giro de sus caderas. Ansiaba ese sentimiento. Presionándome con él, dejé que el placer se elevara en mí. Justo antes de que me reclame de nuevo, le supliqué. —¡AAAAHHHHH! —El rugido de Rock, y el temblor y la sacudida de su cuerpo me enviaron de nuevo en espiral. —¡Trisha! ¡Mierda! —gritó, justo antes de que perdiera mi alcance sobre la realidad.

Hace seis años...

Rock Parado dentro del departamento de un dormitorio el cual acababa de pagar un año de alquiler con el fin de obtener un aprobado para el arrendamiento, me di cuenta de lo que había hecho. Trabajar de noche no era fácil, pero valió la pena. Tenía todo el dinero que necesitaba trasladar a Trisha conmigo. Decirle a mi padre que no iba a firmar con alguno de los cuatro equipos de fútbol de la conferencia del sureste que trataban de conseguirme, era lo último que tuve que enfrentar. Estaría furioso y me echaría. Pero eso no me importaba ahora. Tenía un camión que me pertenecía y un departamento. Tenía un trabajo que sería capaz de ejercer una vez que me gradúe en seis meses. Trisha ya no se iba a quedar en esa mierda con su malvada madrastra. Una vez que la rescate, sabía que Krit también se iría. Ya se habría marchado si no fuera por Trisha. Krit ya había dicho que se mudaba con Legend, un hombre mayor de su banda, en el momento en que saqué a Trisha del remolque de su madre. A Trisha no le gustaba esa idea, pero su hermanito ahora tenía dieciséis años. También tenía un metro ochenta y ocho de altura y se había convertido en una de esas personas altas y delgadas. Podía cuidarse solo. Pero era difícil convencerla de eso. Dewayne y su padre me trajeron algunos mueble que la señora T dijo que ya no necesitaba e insistía en que debía tomarlos. Dewayne me dijo que también me estaba enviando toallas, ollas y sartenes, platos, alfombras e incluso un edredón. No discutí con ella, aunque tenía la sensación de que me daba cosas que iba a tener que reemplazar en su propia casa. Marcus me dio su cama y su tocador. Su madre dijo que quería redecorar su habitación y yo podría tener sus cosas viejas. Lo traería más tarde hoy. Con su ayuda, no pensé que necesitaríamos nada. Esperaba hasta tenerlo preparado y listo antes de mostrárselo a Trisha. Además, estaba hablando con Krit y asegurándome de que se hallaba preparado para mudarse también. Fandora había mejorado en no dejar que los hombres en su vida golpeen a Trisha. Pero cuando fueron a por Krit, quien era capaz de darles una paliza a los

hijos de puta, Trisha siempre saltaba y terminaba herida, aunque solo un poco, antes de que Krit les dé una lección en serio. Estaba listo para poder dormir con Trisha escondida en la seguridad de mis brazos. Dos años de dormir con un teléfono en la mano y, a menudo, en el piso de su habitación había sido duro. Odiaba dejarla en esa casa. Si Krit no fuera un tipo de cuidado, yo no habría podido hacerlo. Pero el chico tenía temperamento, y cualquiera que lo molestaba debía salir como del infierno de su camino. Y su hermana era la única persona a la que amaba en la tierra. Sabía que él mataría a cualquiera antes de dejar que la lastimen. —¿Esto es todo? —preguntó Preston. No lo oí entrar. Me hallaba absorto en mis pensamientos. —Sí —contesté dando una mirada atrás, donde se paró en la puerta. —Lo hiciste bien. Pensé que era así. Solo quería que Trisha lo pensara también. Ella era todo lo que importaba aquí. —Eso creo —acordé. Entró y asintió con la cabeza hacia las dos puertas a la izquierda. Una daba al cuarto de baño y la otra, al dormitorio. El resto del apartamento se hallaba justo aquí. Sala de estar y cocina, todo junto. —Solo hay una habitación, ¿dónde dormiremos? —preguntó él. Reí entre dientes. —Aquí no. —Diablos. Y se suponía que debíamos ser mejores amigos. Estoy herido. —Seguro que sí. —¿Ya le dijiste a tu padre? No iba a decirle a mi viejo hasta que tuviera todo arreglado para mudarme. Porque él se iba a volver loco. Mi plan era primero sacar de esa casa todo lo que necesitaba, porque mi padre posiblemente tiraría todo en el patio y le prendería fuego. El hombre no paraba de hablar sobre mis opciones de universidad. Él quería que fuera al estado de Florida. Me estaba volviendo loco con la elección. Yo sabía que no escogería ninguna de ellas. No podía aceptar ninguna beca escolar que se requiera jugar fútbol. Si jugaba no sería capaz de trabajar tanto como lo necesitaba y cuidar a Trisha. —Le diré una vez que tenga todo mudado —le dije.

—Inteligente —acordó Preston. Dos golpes en la puerta, luego un: —Esto no es una mierda. Me impresiona. Los dos volteamos para ver a Dewayne entrando por la puerta con una mueca seguido por Marcus. —No se les permite tener fiestas aquí a menos que esté en casa. No se admite nada de diversión en mi ausencia —dijo Marcus. Se estaba yendo a la universidad de Alabama el siguiente año. Él era el único de nosotros que dejaba el pueblo. Tratamos de no pensar en eso a menudo. Preston tenía una beca de béisbol en la Universidad local. Le habían ofrecido becas en universidades más grandes pero él no dejaría el pueblo, y sus hermanos lo necesitaban. —Diablos estábamos organizando la fiesta “Marcus deja el pueblo” —dijo arrastrando las palabras Dewayne. Marcus rió y volteó sus ojos. —Siempre supe que serías el primero en mudarse. Cuando admitiste que amabas a Trisha Corbin, supe que eso era todo. Primero te mudarías a tu propia casa y te casarías. Diablos, si eres rápido podrías tener una familia antes que Preston —dijo Marcus sonriendo —¿Qué? Yo no voy a tener familia —dijo Preston, llevando su atención de nuevo a Marcus, que parecía divertido. —Amigo. Solo se puede dormir con cierta cantidad de mujeres antes de que dejes embarazada a una. Pasará —contestó. Preston frunció el ceño. —No hables de esa mierda. Siempre uso protección. Todo el mundo se rió de eso. Hacer que un Preston sonriente frunza el ceño siempre fue divertido. En pocos meses nuestras vidas cambiarían. No sabíamos lo que deparaba el futuro, pero nos teníamos el uno al otro. Esta era mi familia. En la que me había apoyado desde que era niño. Al crecer como lo hice, podría haber tomado un camino muy diferente en la vida, pero tener a estos tres muchachos que se preocupaban por mí cambió eso. De alguna manera, evitamos los problemas reales. Marcus siempre había estado allí para recordarnos que debíamos comportarnos bien y quedarnos fuera de la cárcel. Iba a extrañar momentos como este. Pero tenía a Trisha, y mi futuro siempre la tendría en ella. Eso hizo que el futuro fuera emocionante en lugar de aterrador.

Desde el momento en que se sentó en la mesa del almuerzo, riéndose con las tres personas del mundo que yo consideraba familia, supe que lo era. Ella era mi futuro.

Trisha Krit se detuvo en un complejo de apartamentos y puso el coche de Fandora en el parque antes de mirarme. —Antes de que salgamos, quiero hablar contigo — dijo. Cuando me despertó esta mañana y me pidió que me vistiera para ir a un sitio con él, no me imaginé que llegaríamos allí. Sabía que quería mudarse con Legend, que era un año mayor que yo y parecía tener una buena cabeza sobre los hombros. Pero si me mostraba el lugar para convencerme de que dejara que se mudara, no tenía que hacer eso. Si quería irse, estaba lista para dejarlo ir. Sobreviviría de alguna manera. Estaba segura de que Fandora me echaría a patadas, pero encontraría a dónde ir. No quería retener a Krit por mi culpa. Odiaba vivir allí. Él la odiaba. No merecía vivir en el infierno para mantenerme a salvo. Parecía un hombre, pero era solo un muchacho con tanto potencial. —Sí. Si quieres mudarte con Legend, entonces sí. Quiero eso para ti —dije antes de que intentara venderme la idea. Krit frunció el ceño e inclinó la cabeza para mirarme. Esperé que diga algo. Cuando finalmente parecía enojado, me pregunté si había dicho lo incorrecto. —Te refieres a esa mierda. —Sacudió la cabeza y soltó una risa dura—. Maldita sea, Trisha. ¿Crees que te haría eso? Me di cuenta que cometí un error. Diablos. Tenía que arreglarlo. —Solo quería decir… Quiero que seas feliz, Krit. Pensé que traerme aquí, a un apartamento, significaba que ibas a tratar de convencerme para mudarte. No quiero retenerte. Quiero que lo tengas todo. Te mereces la felicidad. Pasó las manos por el cabello a la altura de sus hombros y las golpeó en el volante. —¿Qué hay de ti? Has sacrificado más que nadie. Recibiste putos golpes para mantenerme a salvo de niño. Si me mudo y te dejo con esa perra, ¿qué diría de mí? Me haría un maldito idiota que no merece vivir. Así que, no, hermanita, no te estoy pidiendo que me dejes abandonarte. Sacrificaría mi alma para protegerte. ¿No lo sabes? Solo te quiero a ti. Nunca amaré a nadie más. No se puede confiar en las perras. Eres la única mujer en la tierra que podría amar. Las lágrimas quemaron mis ojos y parpadeé. —Lo siento. Pensé… Yo solo… me equivoqué. Sé que quieres mantenerme a salvo. Somos familia. Nos tenemos el uno al otro. Siempre.

Krit asintió. —Pero ahora tienes a Rock. Y agradezco que lo tengas. Es un tipo grande con brazos de miedo y un pecho como una pared. Puede mantener a mi hermana a salvo, y él te ama. Como nunca he visto a un hombre amar, nunca. Eso lo hace digno de ti. Él tiene el mejor tesoro del mundo y lo sabe. —Soltó una carcajada y se encogió de hombros—. Puede que tenga que corregir algo que dije antes. Creo que también lo amo. Lo amo por amarte de la manera en que mereces ser amada. Esta vez dejé que las lágrimas me quemaran los ojos. Sorbí por la nariz, y luego rocé las lágrimas de mi cara. —Lo siento —dije, sonriendo—. Normalmente no dices cosas así, así que no estaba preparada emocionalmente. Sonrió. —Antes de que nos pongamos más sentimentales aquí, solo quiero decirte que estoy emocionado por lo que vas a ver en un minuto. Es cada sueño y deseo que he tenido. Me hace tan jodidamente feliz. No solo para ti sino también para mí. Así que ya lo sabes para cuando empieces a preocuparte por mí. —Abrió la puerta del coche y salió antes de darme una oportunidad de preguntarle de qué diablos hablaba. Krit cerró la puerta y se acercó a la entrada de la escalera, luego miró hacia atrás y me saludó para que viniera. No tenía idea de lo que quería mostrarme, y mi mente imaginaba un millón de escenarios diferentes. Me acerqué a él, pero no dijo nada. Solo asintió y se volvió hacia las escaleras. —Segunda planta. Caminamos por el único tramo de escaleras, luego giramos a la derecha y bajamos por tres puertas. Krit se detuvo frente a la calle 204. Luego tocó la puerta. ¿Íbamos a conocer a alguien? La puerta se abrió y Rock llenó el espacio. Le dio un asentimiento a Krit, y luego se volvió para mirarme. —Bienvenida a casa —dijo con una sonrisa, y extendió su mano para mí. —Acerca de mudarme con Legend, sí, voy a hacerlo esta noche. Te quiero, hermanita. Ve a vivir el felices para siempre que te mereces. —Entonces Krit se inclinó, me besó la mejilla y susurró—: Este hombre movió el cielo y la tierra para hacer que esto suceda. Es una de las razones por las que sé que te merece. Sé feliz. Comencé a decir algo, pero Krit se enderezó y se alejó hacia el camino por el que habíamos venido. Lo vi alejarse y luego me volteé para mirar hacia Rock. —Estoy confundida —dije finalmente, aún tratando de reconstruir todo. Rock salió, me recogió en sus brazos, y me llevó dentro antes de bajarme de nuevo y cerrar la puerta detrás de él. Me di cuenta de lo que me rodeaba. El sofá

que recordaba de la sala de los Falco estaba ubicado contra la pared izquierda con su mesa de café y un sillón negro que no reconocí. Una pequeña televisión estaba en una mesa frente a ellos. Cambié mi mirada al otro lado de la habitación para ver una mesita de fórmica con flores frescas en un florero en el centro y cuatro sillas a juego alrededor. En la pared, había enmarcada una foto tomada por Tabby Falco después de un partido de fútbol. Rock se encontraba de pie detrás de mí con sus almohadillas todavía puestas y sus brazos alrededor de mí mientras ambos sonreíamos ante la cámara. —Esto es nuestro —dije justo cuando un sollozo se liberó y se hundió la comprensión. Rock hablaba de conseguir un lugar propio, pero pensé que era un sueño para ayudarnos a superar los tiempos difíciles. Nunca imaginé que sucedería tan pronto. O en absoluto. Solo esperaba que pudiéramos llegar a este día. —Sí, lo es —dijo, tirando de mí en sus brazos y besándome la cima de la cabeza mientras yo seguía asimilando todo. —¿Cómo? —pregunté asombrada. —Muchas noches y horas extras —dijo con orgullo en su voz—. Está pagado el año. ¿El año? Oh Dios mío. Esto era real. Teníamos una casa. Las palabras de Krit en el coche volvieron a mí, y me eché a llorar al darme cuenta de lo que había estado tratando de decirme. —¿Qué sucede, nena? —preguntó Rock, volteándome para mirarlo. Sus grandes manos ahuecaron mi cara—. Lo arreglaré. Solo dime qué ocurre. Sacudí la cabeza. —Nada —dije en un sollozo—. No ocurre nada. Es perfecto. Rock Taylor… eres mi héroe.

Rock Miré como Trisha dormía en mis brazos. La luz de la madrugada llenaba lentamente la habitación. Dormimos nuestra primera noche en nuestra nueva casa. Krit había traído todas las cosas de Trisha antes de las nueve. Trasladó tanto sus cosas como las de ella después de dejarla aquí conmigo. Dijo que Fandora había estado más que feliz de sacarlos de allí. Se fue de aquí después de dar su nuevo discurso a su hermana y besarle la mejilla, diciéndole que ahora ambos estaban libres. Ella había llorado de nuevo. Ayer fue un día de lágrimas felices para ella. Saber que la hice tan feliz me hizo sentir como un maldito rey. Sus párpados comenzaron a abrirse lentamente y vi, fascinado por la belleza perfecta que era toda mía. Una vez que los tenía abiertos, esos ojos azules claros se centraron en mí, y sonrió. Esa sonrisa que hizo que mi corazón tartamudee y mis rodillas se debiliten. Solo esta mujer podía hacerme eso. Sería la única que tendría ese poder. No cuestioné eso. Ella era mi para siempre. —Buenos días —dijo suavemente. —Buenos días —respondí, inclinando la cabeza para besarle la punta de la nariz—. ¿Dormiste bien? —le pregunté, ya sabiendo que fue así. Sonrió. —Sí. —El brillo provocador en sus ojos me puso duro. Pero, Trisha podía bostezar y me ponía duro. No costaba mucho. Habíamos hecho el amor dos veces anoche antes de quedarnos dormidos desnudos, envueltos el uno en el otro. Mi mujer se excitaba fácilmente también. Ella me había hecho parar a un lado de la carretera más de una vez, ya que su boca me hacía cosas que me impedían conducir. Ella era mi propia pieza personal de perfección. Era difícil mantenerla saciada. No es que me quejara, nunca. Su mano se deslizó hacia abajo para envolverla alrededor de mi excitación. —Mmmm… Alguien está emocionado esta mañana. Empujé mis caderas hacia ella y apretó su agarre sobre mí. Mierda, eso estuvo bien. —Estás desnuda en mis brazos. Diablos, sí, estoy emocionado. Si así va a ser el resto de nuestra vida, me preocupa que nunca salgamos del dormitorio. Rió y comenzó a deslizarse hacia abajo hasta que sus grandes labios se envolvieron alrededor de mi polla. Tiré las cobijas al suelo mientras rodaba sobre mi espalda y metí una mano en su largo cabello rubio. —Ah, Trisha. Eso es tan

jodidamente bueno —gemí. Despertarme con mi mujer chupando mi polla era de lo qué estaban hechos los sueños. Ella murmuró en respuesta y me sacudí en su boca. Sabía que le encantaba cuando hacía eso. —Luego voy a lamer ese dulce coño. Ahora extiende las piernas y déjame ver cómo te tocas. Pero no te corras. Quiero que lo hagas en mi cara. Los ojos de Trisha se abrieron de par en par y ella gimió cuando levantó las rodillas y expuso su culo redondo en el aire, luego extendió sus piernas antes de deslizar una mano entre ellas. Cuando pasó el dedo por la húmeda hendidura, gimió de nuevo, y a mi polla le encantó. —Eso es, nena. Juega con ese coño bonito —dije mientras que cambié mi mirada de sus labios rosados envueltos alrededor de mí a sus dedos cubiertos con su excitación. Me excitaba verla masturbarse. Nunca logré dejar que terminara antes de apartar su mano y comerla o hundirme dentro de ella. Había intentado más de una vez dejar que lo hiciera todo, pero me volvía loco. No podía. —Me voy a venir —jadeé cuando mis bolas se apretaron—. Lo quiero en tus tetas —le dije. Me encantó cuando lo tragaba pero también me encantaba ver mi liberación en su cuerpo. Su culo y tetas estaban atados a mis lugares favoritos. Ella quitó la mano de entre sus piernas y se movió entre las mías, llevándome profundo en su garganta. Cuando se atragantó, sentí el calor lamer a través de mí—. Ahora, bebé. Me corro —le advertí, y ella sacó mi polla de sus labios hinchados y apuntó mi liberación a sus tetas mientras las sostuvo para asegurarse de que recibieran todo. Cuando acabé, alzó la mirada de sus tetas para sonreírme maliciosamente. —Maldición, eso es sexy —dije, mirándola—. Tan condenadamente sexy — repetí. Mi polla ya se emocionaba, aunque la cabeza todavía estaba tierna. Ver sus tetas cubiertas conmigo era suficiente para tenerme listo para la segunda ronda, rápido. Respiraba con dificultad, y mi cuerpo tarareaba de placer. Cogí una camiseta del lado de la cama y me senté y limpié lentamente sus tetas, luego jugueteé con sus pezones antes de deslizar mi mano entre sus piernas. —Acuéstate, cariño. Es hora de desayunar —le dije Ella se echó a reír, luego subió a la cama y se acostó, dejando que se abrieran sus largas piernas para revelar su coño desnudo. Cuando la lamí por primera vez, había sido como un perro en celo durante semanas. Ya me había obsesionado con su coño, pero el verlo desnudo me volvió loco. Lo quería todo el tiempo. Una vez

la empujé dentro del armario de un conserje, me arrodillé entre sus piernas abiertas y la comí con las bragas a un lado. A partir de ese día, si ella llevaba una falda sabía lo que iba a pasar. No tenía control. Cuando bajé la cabeza para lamer su estrecho clítoris apretado, ella gritó mi nombre, y eso fue todo lo que hizo falta para que mi polla haga un regreso completo. Besar su coño con sabor a caramelo era una de mis actividades favoritas. Me encantó la forma en que sus piernas temblaban y cómo ella agarraba mis hombros y suplicaba cosas que no tenían sentido. Cuando su cuerpo se tensó, me detuve y embestí dentro de ella en un movimiento. —¡OH DIOS! —gritó, luego su cuerpo se tensó y estremeció debajo de mí. Cuando Trisha tenía un orgasmo, fue como si estuviera perdida por un momento mientras su cuerpo me apretaba fuertemente y me rodeaba tan malditamente dulce que siempre seguía detrás de ella. —Te amo —le dije contra su cuello cuando la llenó mi liberación. Era mi hogar. Este apartamento no, sino ella. Mientras estuviera con ella, me hallaba en casa.

En la actualidad… …

Trisha Hoy fue uno de esos raros días en que yo me encontraba en casa mientras los niños estaban en la escuela. Rock se había ido a trabajar, y de camino, llevó a los niños. Se suponía que debía relajarme y disfrutar de mi día. Al menos, eso era lo que me informó mi marido antes de besarme y despedirse. No estaba segura de qué era eso, exactamente. Mi vida se hallaba llena y ocupada, y me encantaba eso. Ser madre y esposa eran las dos cosas que siempre quise ser. Cuando los niños fueron a quedarse con Preston y Amanda, pasaba ese tiempo con mi marido. Esta mañana me había tomado una ducha extra-larga, luego hice una tortilla para el desayuno. Estaba a punto de llamar a Willow, que sabía estaría en casa con Eli, que tenía casi tres años y estaba muy ocupada. Sonriendo, pensé en la última vez que fuimos de compras y cómo Low corrió tras él una vez que se desabrochó del cochecito. Ella lo había alcanzado en la ventana con el maniquí, donde trataba de quitarse los zapatos. Lo recogió justo antes de que el maniquí cayera a su muerte. Alcancé mi teléfono al mismo tiempo que sonó el timbre. Al bajar mi celular, caminé hacia la puerta principal para encontrar a Amanda Hardy con los ojos abiertos. —¿Qué pasa? —le pregunté, buscando su mano. Si Preston Drake hubiera hecho algo estúpido, yo mismo iba a darle una bofetada. No había pasado por toda la locura para hacer que esta mujer fuera suya solo para estropearlo semanas antes de la boda —Sadie. Ella acaba de llamarme —dijo, luciendo lista para llorar—. Viene a casa. O aquí. Es que… Jax interrumpió el compromiso. Jax Stone era un gran referente en la música rock, y cada año él se hacía más grande. Sadie White era una jovencita de la secundaria Sea Breeze cuando la conoció y se enamoró completamente de ella. Había sido divertido ver a un dios del rock enamorarse de una chica que yo conocía. —¿Qué? —pregunté, confundida. La última vez que los vi, él estaba tan enamorado de ella como lo recordaba. Eso fue hace solo un par de meses. La prima

de Rock, Jess, estaba comprometido con el hermano de Jax Stone, Jason. Jess estaba embarazada de un niño Stone. Les organizamos un baby shower, y Jax y Sadie asistieron a la reunión. Amanda se dejó caer en mi sofá y sacudió la cabeza, aturdida. —Ella sonaba hueca. No estaba llorando como yo esperaría con este tipo de noticias. Solo sonaba vacía. Vacía de emociones. Yo no… Nunca esperé que Sadie esté tan… —Se calló. Jax no era un mujeriego. Luchó para que Sadie fuera suya y, a diferencia de otras celebridades, tenían una relación sana y feliz. Diablos, si uno googleaba a Jax, entonces un millón de fotos de ellos aparecía en Internet. El mundo los amaba. —¿No te dijo por qué? —pregunté. —Ella… No. Ella… Solo dijo que Jax terminó las cosas y que regresaba a casa. Eso fue todo. Fui a buscar mi celular y marqué el número de Jess. Ella sabría algo. Jax Stone y Sadie White fueron del tipo que esperabas un para siempre. La forma en que él la miraba era la forma en que Rock me miraba. Algo andaba terriblemente mal.

Breathe Traducido por Lolitha♥♥♥, MaJo Villa & Samanthabp Corregido por Laurita PI & GraceHope

Sadie Jessica, mi madre, venía a buscarme. Cuando la llamé para decirle que mi avión llegaría a las diez al aeropuerto internacional de Pensacola, el aeropuerto grande más cercano a Sea Breeze, dijo que se encontraría allí. Teníamos suficiente tiempo para llegar y para recoger a Sam, mi hermano pequeño, de la escuela. Este año iba a jardín de infantes. Puse las manos en mi vientre y cerré los ojos. No estaba lista para decirle a Jessica nada. Querría saber. Jessica era indiscreta y, aunque maduró mucho desde la mujer que me crió y se convirtió en una buena mamá para mi hermanito, aún no era esa persona con quien quería hablar sobre esto. Tampoco me sentía lista para contarle a Amanda y ella era mi mejor amiga. Primero, necesitaba procesar todo. Ahora esto no era sobre mí. Si le hubiera dicho, quizás él podría haber cambiado de opinión y me habría escuchado. Pero no quería que el hecho de estar embarazada controlara la situación. Quería que me escuchara y confiara en mí porque me amaba. Durante los pasados cinco años, atravesamos mucho juntos. Hasta ayer, pensé que éramos sólidos como una roca. Que nada podría penetrar lo que construimos. Luego, hizo mover mis cimientos y se alejó. No fue mi Jax quien lo hizo. Fue Jax, pero uno diferente. Era un lado de él que nunca había visto. También me mostró que no podría confiar en alguien de esa forma nuevamente. Me enamoré de él con tanta facilidad. Tenía estrellas en mis ojos cuando niveló esa mirada azul con la mía. Robó mi corazón; caí a sus pies después de conocerlo tan solo unos pocos meses. Y nunca me arrepentí. Era suya.

Hasta ahora. Cuando salió de nuestra casa —o su casa— sin escucharme o preguntarme que pasó en realidad, mi corazón estaba destrozado. Esta mañana, después de haber estado en pie toda la noche llorando y esperando que regresara, recogí los trozos de mi corazón y los tomé conmigo antes de salir de la mansión en Beverly Hills que se había convertido en mi hogar. Era su hogar. Nunca fue el mío. Y nunca lo sería de nuevo. El avión tocó suelo y miré al aeropuerto que no me era familiar. Por lo general, volábamos a Sea Breeze en un jet privado. Pero había usado el dinero que ahorré en mi cuenta bancaria para comprar el boleto de avión. Todo lo que traje conmigo era la ropa que pude acomodar en el único equipaje que tenía: un set Louis Vuitton que Jax me regaló para Navidad dos años atrás. Todo lo demás lo dejé allí. La mayoría lo compró para mí de todas formas, y no lo quería. Había algunas cosas, como mis libros y mis fotografías de Sam y Jessica, que quería. Y había algunas fotos de Amanda en la boda de Marcus en la repisa de la chimenea. Le pedí a Barbara, la jefe de personal de la casa, que las empacara por mí y le dejé dinero y la dirección de mi madre para que las enviara. Me abrazó fuertemente y me dijo que él iba a volver. Que me quería y que creía que volvería pronto. No tuve el corazón para decirle que nunca volvería. Le di un fuerte abrazo y le prometí llamar y ponerme en contacto pronto. Luego salí de la casa, dejando atrás mis recuerdos y sueños. Cuando salí del avión y me dirigí a retirar el equipaje, la insensibilidad que se instaló en mí permanecía. No sentía nada. Nada en absoluto. Aunque sabía qué sucedía, no lo procesaba bien. Cuando salí de la escalera mecánica, Jessica se encontraba de pie allí, luciendo demasiado hermosa para tener una hija de mi edad. La mirada en sus ojos, tan llena de pena y dolor por mí, hicieron algo. Movió un interruptor. Las lágrimas llenaron mis ojos, caminé directamente a ella y dejé caer mi maleta a sus pies, después me lancé a los brazos de mi madre y comencé a sollozar. —Oh, mi niñita —susurró—. Lo siento mucho. Sabía que tenía que controlar mis emociones. Pero, ver a mi madre trajo todo el dolor de vuelta. Era como si reviviera la salida de Jax anoche después de decirme que se acabó. —Es un idiota. Voy a golpearlo —dijo mi madre mientras recorría con su mano mi cabello. Si no me sintiera tan herida, me reiría. Tenía que ser Jessica quien amenazara a alguien de asesinato.

Me tragué el siguiente sollozo y respiré hondo. Luego me aparté, agachando la cabeza mientras limpiaba mi rostro. Una vez que estuve segura que lo tenía bajo control, levanté la mirada para encontrar la de mi madre. —Hola. Frunció el ceño y tomó mi cuello. —Hola. Vamos a recoger tus costosas maletas y vamos a casa. Cuando llegue Sam, se sentirá dichoso de verte. Que me recordara que vería a Sam pronto hizo todo esto más fácil. Asentí y tomé la bolsa de lona que coincidía con el resto de mis maletas y nos dirigimos a la cinta de equipajes. Mis maletas salieron y luego nos encaminamos al auto. Mi madre conducía un Honda más nuevo. Se graduó de la escuela el año pasado y ahora era una enfermera de maternidad. Sus ingresos eran buenos y le daba a Sam un buen hogar. Me sentía orgullosa de ella. Pusimos el equipaje en el maletero y en el asiento trasero. Traje cuatro valijas incluyendo mi bolso de lona, donde coloqué mi ropa interior y accesorios. Logramos salir del aeropuerto sin que nadie me viera y se acercara a mí. Pero también iba sin maquillaje, mis ojos estaban hinchados de llorar toda la noche y tenía mi cabello atado en una cola de caballo con una gorra de béisbol cubriéndola. Un truco que Jax a menudo usaba, pero nunca funcionó para él. Mi fama provenía de ser la novia de Jax Stone y luego su prometida por los pasados cinco años. Una vez que fuera visto con chicas nuevas, tenía la certeza que eso terminaría. Las personas pronto olvidarían que existía. Mi mano fue de vuelta a mi vientre y recordé que quizá no sería capaz de desvanecerme. Si los medios alguna vez se enteraban que este bebé era de Jax Stone, tendría que ocultarme. Eso si alguna vez le decía a Jax. Pudo haber sido capaz de alejarme con facilidad, pero lo conocía bien para saber con seguridad que querría conocer al bebé. Pero, ¿podría confiar que también me protegería? ¿Y no dejaría que los medios se comieran mi vida?

Jax El Mercedes Roadster rojo de Sadie que le di hace dos meses atrás se encontraba aún estacionado en el espacio de la cochera que estaba designado para ella. El Jaguar que le regalé el año pasado se hallaba estacionado en el siguiente espacio. Los otros siete estaban llenos mientras estacionaba mi Escalade ESV en el último espacio. No se había ido. No le dije que se fuera. Sin embargo, sí terminé nuestra relación. El dolor me cortó mientras la idea de perder a Sadie me hundía. Mi cabeza palpitaba por la resaca del infierno con la que desperté en el ático del Wilshire. No sabía con certeza cómo había llegado allí. Después de haberme tomado la botella entera de vodka, las cosas empezaron a desvanecerse. La traición de Sadie y el dolor de tener mi corazón rasgado en mi pecho me atontaron, dejándome beber mi peso en alcohol. Fue un alivio hasta que desperté en mi propio vómito esta mañana, sintiéndome como que me atropelló un camión varias veces. Salí del Escalade y cerré la puerta. Tenía que enfrentarla de nuevo. Ella tuvo toda la noche para decidir qué hacer. Cuando tomé una ducha esta mañana y con lentitud recuperé la sobriedad, el miedo de que se hubiese ido cuando llegara a casa se apoderó de mí y me fue difícil respirar. Había estado besándose con mi baterista a mis espaldas. Verlo de mi publicista antes de que hoy saliera en los medios de comunicación, fue tan doloroso como tener mi cuerpo cortado lentamente con un cuchillo romo. Le propiné tal paliza a mi baterista que terminó hospitalizado, luego llegué a casa y terminé de desencadenar mi furia gritándole a Sadie. Nunca imaginé que mi dulce Sadie podría hacer algo como esto. Solo verla tratando de explicarlo me enfureció y rompió mi corazón al mismo tiempo. No quería sus mentiras. Vi la prueba. Se volvió insensible por esta vida y de alguna manera no lo noté. Justo lo que temí que ocurriría, pasó. Las personas dedicaban sitios webs para lo que ella usaba y dónde concurría para arreglar su cabello. La cambié. La chica de la que me enamoré desapareció. La perdí y todo era mi culpa. Traerla a este mundo la arruinó. Nunca debí haberla tocado. Mi egoísmo convirtió a la mujer más hermosa en lo que despreciaba. Tendría que irse. Si ahora no se había ido y probablemente estaba lista para rogarme para no perder la vida que le di. Si no era la prometida de Jax Stone, no

era nadie. Al parecer, amaba esa vida y no se iría fácilmente. Recordar que la chica de la que me enamoré ya no existía sería difícil. Forzar a Sadie a que saliera de mi casa iba a destruirme. Esto era un infierno que nunca superaría. Que nunca querría repetir. Ninguna mujer me tendría otra vez. Nunca. Me encontraba decidido. Abrí la puerta, dirigiéndome a la casa por la cochera y entré. No me esperó. Al menos tenía un momento antes de que su humillación comenzara y debía tolerar ver a la mujer que amaba transformada en un monstruo codicioso que este mundo había creado. Dejé las llaves en la mesa, sabiendo que alguien las pondría donde debían ir y me encaminé hacia el vestíbulo que me dirigía al lado trasero de la casa. No escuché a nadie, pero sabía que había al menos seis empleados en este momento. Cuando por fin llegué al pasillo que conducía a nuestra habitación, me detuve y tomé una profunda respiración. Si se encontraba allí dormida, tendría que ser fuerte. Duro. No podía dejar que la visión de ella durmiendo en la cama donde tuvimos los mejores momentos de mi vida me afectara. Sadie me destruiría por completo si no hacía esto. Ya me había arruinado. No tenía más alma. La tomó y la mató. Si iba a superar esto y avanzar, tenía que irse. Tenía que ser el que la hiciera irse. La puerta de nuestra habitación se abrió y Barbara salió con una caja en las manos. Se detuvo cuando me vio y su rostro se endureció. ¿Qué demonios? ¿Sadie la embaucó? ¿La mujer hoy no miró los canales de entretenimiento o vio el periódico? Demonios, apareceríamos en las noticias de esta noche antes de que esto hubiera terminado. No era con quien debía estar enojada. Pero luego, el dulce rostro de Sadie podía encantar a una maldita serpiente. Belleza como la de ella cegaba a la gente. —¿Se encuentra allí? —le pregunté, molesto de que Sadie pusiera a mi personal en mi contra tan fácilmente. Barbara me frunció el ceño y negó con la cabeza. —No, señor. Se fue. He terminado de empacar sus cosas, aunque me pidió que no le enviara la ropa que dejó. No quería las cosas que usted le compró. Tuvo que tomar algunas de ellas, porque usted estuvo en su vida por los últimos cinco años. Pero quería sus fotografías y algunas de las cosas que trajo con ella. Le dije que se las enviaría a casa de su madre. Las cosas que dejó siguen en el vestidor. Supuse que podría decidir que quería hacer con ellas.

Mi respiración se detuvo y mi pecho se contrajo. —¿Se fue? —pregunté, sabiendo ya la respuesta. Barbara asintió. —Sí, señor. —No profundizó. Asintió de nuevo y avanzó, pasándome como si no pudiera alejarse de mí lo suficientemente rápido. Miré la habitación, incapaz de moverme. Se fue. Se había ido. No me rogó que la perdonara ni se excusó ni me mintió. Anoche me rogó que la dejara explicar, pero cuando le grité que se callara, lo hizo, y no dijo otra palabra. No queriendo entrar a la habitación que compartí con Sadie, pero sabiendo que tenía que enfrentarlo, me moví hacia ella, preparándome para no encontrarla. Al entrar, la habitación se sentía fría. Como si la calidez que alguna vez tuvo se hubiera evaporado. Dejé que mi mirada viajara por la habitación. Las fotografías de nosotros no se encontraban allí, como tampoco las fotografías que Sadie tenía de Jessica y Sam. Las paredes se sentían desnudas. La mesita de su lado estaba vacía ahora. Su labial que mantenía junto a la cama y el libro que leía desaparecieron. La foto de nosotros de la noche de nuestra fiesta de compromiso también faltaba. ¿Se la llevó? Sabía que abrir su vestidor iba a desgarrarme de par en par. Su olor todavía permanecería allí. ¿Me sentía preparado para enfrentarlo? No. Me encaminé al baño principal. No ver todas sus lociones, perfumes y sus joyas dispersas en el mostrador de mármol transformó la habitación en aburrida y sin vida. Le hice el amor en el mostrador muchas veces. Los recuerdos aparecían en mi cabeza, haciendo el dolor tan intenso que tuve que inclinarme para atravesarlo. Mis rodillas comenzaron a rendirse y me di la vuelta y me alejé. Tenía que salir de allí. Podía olerla mientras pasaba el guardarropa e inhalé con profundidad. ¿Cómo viviría sin ese olor otra vez? ¿Sin escucharla gritar mi nombre y pegarse a mí mientras la llenaba? Lo que tenía con Sadie no era algo que un hombre pudiera olvidar. Abriendo la puerta de su vestidor, me paré allí y dejé que su esencia me consumiera. Los bolsos que le compré se encontraban alineados en los estantes, junto con cada par de zapatos de diseñador que le regalé. Los trajes que usó en los conciertos, en las premiaciones a la música y todos los eventos a los que acudimos continuaban colgados en las bolsas como si estuvieran almacenados. Lo único que faltaba era la ropa de Sadie. Las cosas que la hacían mi Sadie. Sus vaqueros, pantaloncillos y camisetas. No tomó la ropa costosa. Dejó todo eso. ¿Tenía siquiera algún bolso ahora? ¿Tenía suficiente ropa?

¿Volvió con su mamá? ¿En Sea Breeze? ¿Dónde trabajaría? Tenía una licenciatura en educación que no utilizó todavía porque no teníamos tiempo suficiente para que consiguiera un trabajo. Había ido a las giras conmigo y cuando tenía que viajar ella también lo hacía. ¿Enseñaría en una escuela ahora? Necesitaría dinero. ¡Diablos! Me volteé para mirar en los cajones que sabía que tenían toda su joyería. Quizás se la llevó. Podría venderlo y vivir por años. Abrí bruscamente y examiné el cajón superior para verlo completamente lleno. Sabía sin mirar que los otros estarían igual de repletos. Estirando la mano, recogí el diamante de cinco quilates que le puse cuando le pedí que estuviera por siempre conmigo. Había llorado y asentido antes de arrojarse a mis brazos. Ahora se hallaba guardado muy seguro en este cajón. Ya no más en su dedo esbelto, diciéndole al mundo que era mía. Ahora, ya no era mía. Rindiéndome a la devastación. Caí de rodillas y tomé mi cabeza en las manos mientras los sollozos rompían a través de mí. Perdí a mi mundo.

Sadie Sam se encontraba acurrucado a mi lado, sonando dormido, mientras me sentaba en el sofá de la casa de mi madre, la que fue comprada por Jax Stone. Era una pequeña casa de tres dormitorios en un agradable y seguro vecindario en Sea Breeze. No le permití comprar algo más grande. No tenía ningún sentido. Eran solo ella y Sam. Mantenía la tercera habitación arreglada para las veces que Jax y yo la visitábamos, aunque rara vez pasábamos la noche aquí. Le dejé mi teléfono a Barbara. Era una de las muchas cosas que Jax Stone me dio. No iba a conservar un teléfono que pagó él. Llamaría mañana a Amanda cuando me sintiera lo suficientemente fuerte. Ahora necesitaba dejar que Sam me distrajera. Me mostró cómo podía escribir el abecedario y cantó el himno nacional para mí. Pintó varias páginas de su libro para colorear de Las Tortugas Ninjas que le envié la semana pasada por correo. Preguntó varias veces cuando vendría Jax. Había sido como un cuchillo en mi corazón cada vez que dijo su nombre. Jessica le explicó las primeras veces que no lo veríamos más. Pero había estado preocupado y siguió preguntándome. Él amaba a Jax. Por fin, me esforcé para mirar a mi hermanito y explicarle que Jax y yo rompimos y no éramos amigos. Entonces intenté aliviar ese golpe diciéndole que significaba que me mudaría a esta casa con él y con mamá. Se sintió molesto por no ver a Jax y no dejaba de traerlo a colación. Pero estaba muy entusiasmado acerca de que me quedara aquí con ellos. —Debo llevarlo a la cama. Tiene que despertarse temprano para la escuela —dijo Jessica mientras caminaba para recogerlo y tomarlo en sus brazos. —Está bien. Gracias por dejarlo levantado y que mantuviera mi mente despejada. Lo extrañé. Sonrió. —Él es la mejor medicina —dijo, besando su frente antes de caminar por el pasillo que llevaba a las habitaciones. La llegada de Sam al mundo fue dramática y destructiva, pero mi madre se recompuso y obtuvo ayuda médica, gracias a Jax. Se convirtió en la madre que nunca tuve. Cuando la vi con Sam, me regocijó. Amaba verlos felices. Tiré de la manta del respaldo del sofá y me envolví con ella antes de recostarme y cerrar los ojos. No dormí anoche y los eventos de las últimas cuarenta y ocho horas comenzaban a pesarme. No encendí la televisión en todo el día. No sabía en qué momento las noticias dirían que habíamos terminado. Imaginé que

sería cuando una fotografía de él con alguien nuevo fuera restregada por todos los medios. No me sentía preparada para verlo. Jessica lo entendió. —¿Cómo te sientes? ¿Lista para dormir? —preguntó, volviendo a la habitación. Asentí y forcé a mis ojos a abrirse. —Sí, lo estoy. Jessica caminó y se agachó a mi lado, luego me abrazó. —Odio ver a mi niña tan rota —susurró en mi cabello mientras me acurrucaba en sus brazos. —Mamá —dije en un susurro; no pensaba decirle acerca del bebé, pero necesitaba que alguien supiera. —Sí, cariño —dijo abrazándome fuerte. —Estoy embarazada. Dejó de acariciar mi cabeza y la escuché inhalar bruscamente, luego exhaló. —¿Lo sabe? Iba a decirle. —Lo iba a sorprender ayer con la noticia. Lo tenía todo planeado. Iba a hacer que Barbara nos preparara un picnic en el sótano donde tenemos esa increíble vista en la noche de las luces fuera de la colina. Incluso había puesto velas en todos lados que Barbara me ayudaría a encender. No le dije para qué hacía todo esto. Quería decirle a él primero. Pero entonces no llegaba a casa ni contestaba su teléfono. Tres horas después apagué las velas, dejé el picnic en el sótano y me dirigí a nuestra habitación. Ahí fue donde me encontró. —Me detuve y cerré los ojos. No me hallaba lista para repetir lo que dijo—. Me gritó. Me dijo que era como todas “ellas” y que lo usé para tener cosas. Después, antes de irse me dijo que era una mentirosa y que todo había terminado. El cuerpo de Jessica se tensó. Sabía que se molestaría por esto. —¿Te explicó la razón? Negué con la cabeza. —No. Cuando le pregunté, me dijo que yo sabía. Luego me dijo que me callara. Nunca me calló. Así que lo hice. Los brazos de mi madre se apretaron a mi alrededor. —Oh, cielo. Lo siento mucho. Va a lamentarlo. Recuerda mis palabras, lo lamentará. Lo perseguirá y se dará cuenta de que cometió un error y vendrá arrastrándose. Hazlo suplicar a tus pies por un tiempo antes de rendirte. ¿Me escuchas? No lo perdones fácilmente por esto. Pero perdónalo. Porque ha cometido un horrible error. Un consejo sobre relaciones era algo que no tomaría de mi madre. Jessica no era la mujer más inteligente cuando se trataba de hombres. Aunque Sam también

en eso la cambió. Pero aun así, cometió tantos errores en su vida. Yo era uno de sus primeros errores. —No puedo. No confiaré en un hombre así otra vez. Menos en él —susurré. Mamá suspiró y descansó la barbilla en mi cabeza. —En verdad la jodió, ¿no es así? —me dijo con un tono triste.

Jax El sueño nunca vino. Toda la maldita noche. Ni siquiera me levanté y fui a otra habitación y traté de dormir allí. No funcionaría. Todo lo que podía ver era el rostro manchado en lágrimas de Sadie mientras me rogaba que le dijera qué ocurría. Nunca tuvo un rastro de comprensión en sus ojos. Había sido tan buena actuando inocente. ¿Durante cuánto maldito tiempo mi Sadie fue una manipuladora mentirosa? Me dirigí hacia la cocina, porque no iba a comer en el comedor solo para recordar todos los buenos momentos que tuve con Sadie allí. Agarraría algo de comida y saldría de esta casa. Barbara salía de la cocina con el ceño fruncido. No sonrió cuando me vio. ¿Olvidó esta mujer para quién trabajaba? —Discúlpeme, señor Jax —replicó formalmente—. Necesito terminar de limpiar el picnic que Sadie preparó para usted, al que nunca llegó. ¿Picnic? —¿Qué? —pregunté, molesto porque mi personal se pusiera del lado de Sadie después de que fuera yo el que se había quemado. —El picnic que preparó con velas para usted la otra noche. Parecía tan emocionada. Pasó días preparándose. Aunque no me contó de qué se trataba. No tenía que preguntarle, en realidad. Ya lo sabía. La chica tonta se olvida de que soy consciente de todo en esta casa. Sé lo que hay en su basura. Confundido, permanecí allí mientras Barbara pasaba por delante de mí, y parecía aún más enojada que antes. —¿De qué diablos hablas? —grité, haciéndola retroceder justo antes de que se diera la vuelta para lanzarme dagas con los ojos. —Me refiero a la sorpresa que Sadie tenía preparada para usted, señor. —¿Qué sorpresa? —pregunté, furioso de que me hiciera seguir este estúpido juego. Barbara levantó una de sus blancas cejas e inclinó la cabeza mientras me estudiaba. —No me corresponde decirle, señor. Era la sorpresa de Sadie. No mía. ¡A la mierda esto! No iba a vivir en una casa con gente que no respetaba el hecho de que firmaba sus jodidos cheques de pago. —Sabes que no trabajas para Sadie, ¿verdad, Barbara? Trabajas para mí.

Frunció el ceño y luego se encogió de hombros. —He decidido que no estoy segura de querer trabajar para usted, señor. Si quiere despedirme, haré las maletas y me iré. La cólera se desbordó y encontré su mirada asesina con una de las mías. —¿Viste las noticias ayer? ¿Revisaste un periódico? ¿Entraste en el jodido internet? Barbara gruñó, luego lució disgustada conmigo. —Sí, señor, lo hice. Y estoy segura de que Sadie también lo hizo. Sin embargo, nunca lo llamó. A pesar de que su teléfono está aquí en la oficina, podría haber encontrado otro teléfono al que llamar. La cosa es, señor, ella no lo hizo. Mi opinión sobre esto es que si Sadie era culpable de lo que esa foto la acusa e intenta manipularlo, entonces habría inventado una excusa y le hubiera llamado, rogándole que la escuchara. Habría estado dispuesta a escucharlo gritándole y atacándola si había esperanza de que pudiera recuperarlo. —Se detuvo y me señaló con el dedo—. Pero no lo hizo, ¿verdad? No lo llamó ni una vez. Porque usted le dijo que se marchara. Le gritó y la insultó de manera que nunca en mi vida imagino que esa chica dulce ha sido insultada. La rompió. No volverá a confiar en usted, y nunca le dará otra oportunidad. Así que no, no lo llamó ni trató de explicarse. No cree que usted se merezca una explicación. Barbara desató el delantal alrededor de su cintura, luego se acercó y me lo entregó. —He decidido que he terminado aquí. Me doy cuenta de que tengo razón y que la hermosa alma que ha destruido no volverá jamás a este lugar. Se ha ido. Y no creo que pueda soportar quedarme aquí y ver su vida saliéndose de control. Porque así será. Ha perdido la luz. Se volvió y se marchó. Me quedé allí de pie y escuché mientras hablaba con los empleados, y luego la oí darle las llaves a alguien. No me moví. No sabía se podría hacerlo. Porque lo que dijo tenía sentido. ¿Qué mierda me perdí? Cuando por fin me moví, no fui a la cocina. Mi apetito desapareció. En vez de eso fui a la oficina. Y claro, estaba el nuevo iPhone de Sadie. La última versión acababa de salir la semana pasada, y la tuve para ella cuando despertó ese día. Dijo que acababa de aprender a usar el último y no estaba lista para el nuevo, pero se había reído de mí. Luego pasamos una hora en la ducha juntos. Sin ella, mi vida no significaba nada. Este vacío no iba a desaparecer nunca. ¿Qué quería decirme Sadie? ¿Había conseguido un trabajo? No estaba seguro de

qué otra cosa sería lo suficientemente importante como para planear una gran noche sorpresa. A no ser que… Por Dios Santo… No. Me lo habría dicho. No se habría ido. —La rompió. No volverá a confiar en usted… —Las palabras de Barbara volvieron a mí. Saqué el teléfono de mi bolsillo y marqué el número de Jessica. Sonó tres veces antes de que la madre de Sadie respondiera. —Tienes cinco segundos —fue su saludo. —¿Se encuentra allí? —pregunté. —¿En dónde más crees que se encontraría? —respondió. —Ella… ella… ¿Est{ embarazada? —pregunté, sintiendo que una mezcla de esperanza y miedo se debatía en mi pecho. Soltó una risa dura. —Lo siento, hijo de puta. Tus cinco segundos han terminado. Resuelve esta mierda por tu cuenta. Luego me colgó. Miré el teléfono en mi mano y pensé en volver a llamar. Pero ¿de qué serviría? Jessica no iba a responder a mi pregunta. Lo que me hizo pensar que yo tenía razón. Caminé hasta el fondo de la casa, en donde supe que encontraría a alguien que lo supiera. Mi personal sabía algo. Jean-Claude, el mayordomo, me lanzó una mirada enojada. Incluso él estaba enojado conmigo. —¿Está embarazada? —le pregunté. Se encogió de hombros. —¿Qué le importa a usted? Podría ser de cualquiera, ¿no? —gruñó, como si la idea le repugnara y se sintiera decepcionado de mí por haber pensado mal de Sadie. Luego se alejó. Atravesé de golpe las puertas de la cocina y nadie se encontraba allí. Me preguntaba si Barbara despidió a todos antes de irse. No me sorprendía en este punto.

Sadie Me desperté con el olor del café y con mi madre sentada en el borde de la cama. —Tengo café. No puedes dormir todo el día. Incluso consideraré hacer panqueques si los comes. Me estiré y me tapé los ojos contra la luz que entraba por las ventanas. —Mañana, ahora vete —murmuré, luego volví a cerrar los ojos. Sacó las mantas para dejar que el frío de la habitación me golpeara. —No. Tenemos cosas que hacer y necesito que estés alerta para que podamos enfrentarlo y estar preparadas para el ataque. Porque, cariño, ya viene. Eso no sonaba bien. Me senté y le quité la taza de café de su mano. —Los medios lo saben —dije antes de tomar un sorbo y dejar que el calor del café me calentara. —En realidad, no saben nada. Ese es el problema. Piensan que sucedió algo, lo que intento averiguar. Sin embargo, esto explica por qué Jax perdió la cabeza. Extendió su mano detrás de ella y sacó el periódico de la mañana. —Ya está en las noticias locales. Sección de entretenimiento, primera página. Prepárate —me dijo, entregándome el papel y quitándome la taza. Le arranqué el papel de las manos, y en el centro de la página en color había una foto de Nave Anikin, el baterista de Jax y amigo de siempre, besándome. Esa noche Nave estaba drogado y me tomó por sorpresa. Pegó su boca viscosa a la mía, y me sentí tan sorprendida un momento hasta que me di cuenta de lo que sucedía y lo pateé en las bolas. Se había caído hacia atrás y gemido de dolor. En más de una ocasión casi le conté a Jax, pero odiaba acabar con su amistad. Tenía la certeza de que Nave no lo recordaba. Nunca actuó raro a mi alrededor ni nada. Lo dejé pasar y mantuve mi distancia de todos los miembros de la banda en las fiestas. Se emborrachaban y hacían cosas estúpidas. Cuando me sentía culpable por no decirle a Jax, recordé lo culpable que me sentiría cuando Nave estuviera sin trabajo y Jax hubiera perdido a su amigo. No creía que el resultado de contarle a alguien al respecto valiera la pena. Había sido dos años atrás. Después de todo ese tiempo, lo olvidé. Pero alguien lo vio y esperó hasta este momento para compartir la foto. —¿Me vas a contar por qué el mundo piensa que la prometida de Jax Stone ahora está tocando a la banda? —preguntó Jessica, repitiendo el título del artículo.

Dejé caer el papel y miré por la ventana. Jax vio esto antes de que llegara a los medios de comunicación. Lo vio, y en lugar de preguntarme sobre ello, me atacó. —No lo leíste —dijo Jessica. —No quiero hacerlo. Todo es mentira —dije, odiando darme cuenta que Jax no confió en mí. —No todo. El hecho de que Nave Anikin permanezca en el hospital con su mandíbula cerrada con cables y varias partes del cuerpo rotas es un hecho. Se cree que Jax Stone lo golpeó hasta dejarlo al borde de la muerte, pero él no habla. Se niega a presentar cargos. Dejé caer mi cabeza en las manos y suspiré. —¿Qué hiciste, Jax? —murmuré para mí. —¿Vas a llamarlo y a explicarle esto? —me preguntó Jessica. No, no iba a hacerlo. Debería haberme dado esa opción antes de que Jax golpeara a Nave de forma sangrienta y me alejara. Ahora era demasiado tarde. Negué con la cabeza. —Si quiere creer en los medios, entonces deja que lo haga. No quiere que me explique. Si quisiera, me habría dejado hacerlo antes de terminar las cosas. Jessica me dio la taza de café. —Tienes razón, por supuesto, pero lo amas, Sadie, y estás embarazada de su bebé. En algún momento tendría que decírselo. Pero primero necesitaba mi espacio. —Probablemente siempre lo amaré. Pero no significa que pueda volver a confiar en él. Eso no hace una relación. Los hombros de Jessica decayeron. —Sí. Supongo que eso es cierto. Pero sigue siendo una mierda. —Necesito un tiempo a solas. Saldré en un momento. Dime si tenemos medios afuera. No sé cómo lo lograré sin la ayuda de Jax, pero resolveremos algo. Asintió y se levantó. —Iré a patearles el trasero. No necesito que el apestoso de Jax Stone mantenga a mi chica a salvo —dijo, antes de salir de la habitación y cerrar la puerta detrás de ella. Para el momento en que había terminado mi café, oí las primeras puertas de coche. Echando un vistazo por mi ventana, vi a un representante de cada canal de noticias de Alabama y de los estados circundantes, y nacionales también.

Golpearon la puerta y llamaron al timbre. Estaba agradecida de que Sam ya se encontrara en la escuela. Sin embargo, esta locura tendría que terminar. Incluso si tenía que ir a buscar una habitación de hotel para quitar el foco de la casa de mi madre. Me coloqué unos vaqueros y una camisa de mangas largas, luego cepillé mi cabello y lo recogí en una coleta antes de abrir la puerta de mi dormitorio. Mamá se encontraba en la cocina, mirando por la ventana con el teléfono en la oreja. —Sí, está aquí. Traigan sus traseros hasta aquí y sáquenlos de mi propiedad antes de que yo haga que los lleven a la cárcel por invasión de morada. Ustedes no tienen suficiente espacio en su cárcel para toda esta mierda. Hagan algo al respecto ahora. Hablaba con la policía. Eso ayudaría un poco y por un tiempo. Pero esta sería una batalla continua. No sabía cómo desactivar la situación. Mamá colgó y se volvió para mirarme. —Está empezando —dijo, con un gesto de disculpa. —Sí, así es —respondí, hundiéndome en la silla de la cocina y preguntándome cómo mi vida había salido tan mal.

Jax Cuando mi jet aterrizó en el aeropuerto privado Sea Breeze, había seguridad en todas partes. Salí del avión y fui inmediatamente rodeado por unos guardias enormes. —Buenas noches, señor. La mayoría de los medios de comunicación están acampando en la casa de la madre de la señorita White, pero tenemos a algunos andando como escoria alrededor de la línea de propiedad. Queríamos llevarlo al coche y salir de la zona de manera segura —me explicó uno de los hombres que me esperaban. Mierda. Ya estaban detrás de Sadie. No me tenía allí para ayudarla. —Aléjalos de la casa de Jessica White. Ahora —le exigí, caminando hacia la camioneta negra que me esperaba. —Sí, señor —respondió el hombre. —¿En dónde está mi conductor habitual? —pregunté cuando un hombre que no reconocí me abrió la puerta. —Él, eh, renunció, señor —respondió el tipo. —¿Qué? —Renunció, señor. Esta mañana —repitió. No tuve que preguntar la razón. Era por Sadie. A pesar de que había una foto de ella besando a mi baterista por todas partes en las noticias, todavía se colocaban de su lado. El miedo de que fuera el único idiota que no confié en ella y lo hubiera creído empeoraba. ¿Por qué no le di la oportunidad de explicarse? Porque la imagen de las manos de Nave sobre ella y sus labios sobre los suyos me volvieron tan loco que perdí la cabeza. No podía pensar claramente por la ira y el dolor que fluía a través de mis venas. Entré en la camioneta y miré hacia delante. —Llévame con Sadie. Tenía música reproduciéndose, y una de las canciones que escribí para Sadie apareció en la radio. —Apaga la radio —ladré. Rápidamente la apagó, y me recliné en mi asiento, tratando de averiguar cómo manejaría esto si tuviera una explicación. Si me equivoqué y salté a conclusiones precipitadas. Incluso si ella no tenía una explicación… ¿Y si estaba embarazada? ¿De mi bebé? ¿Qué demonios haría entonces? No iba a abandonarla y a dejarla arreglárselas por sí misma. Por mucho que odiara esa foto, la amaba. Dios, siempre la amaría.

El conductor me llevó a la entrada de la casa que compré para Jessica y para Sam. El Honda de Jessica se hallaba estacionado afuera, así como varios autos de la policía. Mi ejército de protección se nos acercó, y no esperé a que aseguraran el perímetro antes de abrir la puerta y acercarme a la casa. Ni siquiera golpeé antes de que Jessica abriera la puerta y sus ojos me lanzaran dagas de odio. —¿Qué demonios haces aquí? ¿No crees que has hecho suficiente? La echaste como una basura, y ella ha terminado contigo. Así que vuelve a tu casa y a tu vida de lujo, ¡y deja a mi niña en paz, maldita sea! Jessica nunca me había hablado así. Me sorprendió, pero su reacción solo hizo que mi miedo de que lo estropeé por completo fuera más real. Pero con ese temor había una esperanza de que mi Sadie siguiera siendo la misma chica que pensé que era hasta que vi esa foto. —Tengo que hablar con ella —dije, dispuesto a pasar por delante de Jessica si tuviera que hacerlo para entrar en la casa. —Es Jax —dijo la voz de Sam, emocionado, mientras atravesaba corriendo las piernas de Jessica—. Sadie dijo que no iba a volver y que ya no era su amigo. ¡Pero cambió de opinión! —Se entusiasmó y aplaudió—. ¿Quieres jugar a Las Tortugas Ninjas conmigo y con Sadie? —preguntó, mirándome fijamente. Ella estaba allí. Jugando con su hermanito. Mierda. Eso no sonaba como la mujer que la acusé en que se había convertido. Dios, ¿qué hice? —Vuelve con tu hermana. Voy a pedirle a Jax que se vaya. Hace que Sadie se ponga triste —le dijo Jessica, y la sonrisa de Sam decayó. —¿Es por eso que sigue llorando? Su pregunta fue mi última gota. —Necesito verla ahora —dije. Saqué a Jessica de mi camino, luego palmeé a Sam en la cabeza mientras caminaba por la casa en busca de Sadie. Cuando entré en la sala, ella se levantó de su lugar en el suelo con un ejército de tortugas a su alrededor y se apartó de mí. —¿Qué haces aquí? — preguntó, con el miedo y el dolor brillando en su rostro. Tenía los ojos hinchados y rojos. No llevaba maquillaje, y su ropa era algo que se compró por sí misma. Lo más difícil de ver fue su mano desnuda. Me había acostumbrado a ver mi anillo en su dedo. —Por favor, vete. Ya has dicho suficiente. No quiero que Sam oiga esto. Vete. No tomé nada que fuera tuyo, o al menos, traté de no hacerlo. No inventaba excusas. Se sentía preocupada por Sam.

—¿Lo hiciste? —le pregunté. Lo que debería haber hecho primero. Su espalda se puso rígida y levantó su barbilla con orgullo. —No puedes preguntármelo ahora. El tiempo para eso ha terminado. Debes irte. El temor se apoderó de mi estómago. Una enfermedad comenzó a agitarse. —Sadie. —Di un paso hacia ella—. Debería haberte dado la oportunidad de explicarlo. Lo arruiné. Pero te lo estoy preguntando ahora. ¿Lo hiciste? Retrocedió, colocando más espacio entre nosotros. —¿Te irás y no volverás si te lo digo? —preguntó. ¡No si no había hecho nada malo! No si no se hubiera besado con mi maldito baterista. Iba a mendigar como un maldito perro si eso era lo que tenía que hacer, pero no la abandonaría si lo que ahora sospechaba era cierto. —No —respondí. Frunció el ceño y movió su mirada para enfocarse en algo más al otro lado de la habitación. No quería mirarme. —Las cosas que dijiste… Tienes que irte. Independientemente de mi respuesta, lo que teníamos ha terminado. No lo besó. Podía verlo en el dolor que brillaba en sus ojos mientras miraba fijamente el punto al otro lado de la habitación que no era yo. —Estaba drogado. Ni siquiera lo recuerda, no creo que lo haga. Nunca lo mencionó. Pero hace dos años en una fiesta después de un concierto… me agarró y me besó. Lo golpeé entre las piernas después de que me di cuenta de lo que sucedía. Debí habértelo dicho, pero estaba segura de que nunca me habría tocado si no hubiera estado borracho y fuera de sí. Decidí que eso salvaría la amistad de ustedes y como no pasó nada, no tenía sentido que te contara. Ahora veo que fue un error. Nave ingresó en rehabilitación dieciocho meses atrás, después de que tuvo una recaída histórica y casi se suicidó con una sobredosis. En aquel entonces había estado drogado. No dudé de ni una de las palabras que acababa de decir. Tenía sentido por completo. —Lo siento. —Las palabras salieron de mi boca, e incluso yo supe que no eran suficientes. Nunca sería suficiente. —Yo también —respondió, y finalmente cambió su enfoque de nuevo hacia mí—. Pero tienes que irte. Se acabó, Jax. No. No había terminado. No iba a dejarla solo porque me equivoqué. —No quería que te fueras. Pensé que volvería al día siguiente y que estarías allí. Pensé… —Me echaste. No confiaste en mí. Y no quiero pasar nunca por eso otra vez. No puedo vivir con miedo de que algo vuelva a suceder y me echarás sin pedirme

la versión de los hechos. Ya no confío en ti. —Dijo esas palabras y las lágrimas le llenaron los ojos—. Lo siento. Pero tienes que irte. No me iba a ir. Tenía que averiguar cómo salvar esto. Salvarnos a los dos. —¿Estás embarazada? —pregunté, rogando a Dios que así fuera. Se puso rígida, y sus manos fueron a su vientre, contestando mi pregunta sin que dijera una palabra. Finalmente asintió. —De nueve semanas. Cuando la respiración me abandonó, tuve que agarrar mis rodillas para sostenerme. El alivio y la alegría se mezclaron con el dolor y el miedo. Estaba embarazada de nuestro bebé. Pero quería que la dejara. Nunca podría dejarla. —Si crees que es tuyo y quieres ser parte de su vida, no castigaré al bebé de tener una relación con su padre. Llegarás a ser una parte tan grande de la vida de nuestro bebé como quieras serlo. Pero no seremos una familia. Es un sueño en el que no puedo confiar ahora. Si creía que era mío… Maldición, pensaba que todavía no le creía lo de Nave. —Sadie, sé que es mío. Debería haberte escuchado y dejarte explicar lo de Nave. Me sentía tan malditamente dolido que dejé que la foto y la nota que vino con ella me rompieran. He actuado en base a celos y a la angustia. Me destrocé al creer que habías cambiado por la vida que tenemos. No podía pensar con claridad. —Y cuando suceden cosas así, tienes que confiar en la gente que amas. No asumir lo peor de ellos. Si me amas tal como yo te amé, entonces habrías confiado. No confiaste en mí. Así que no me amaste lo suficiente. Necesito más que eso, Jax. No puedo dejar que me destruyas. Ahora tengo otra vida que cuidar. Esto ya no es sobre mí. Se trata del niño en mi interior. —Te amo más que a la vida. Perdí la cabeza porque te amo demasiado. Te equivocas sobre eso, cariño. Estás muy equivocada. Sacudió la cabeza. —No importa. Hemos terminado. Excepto por el niño que compartimos, eso es todo lo que habrá entre nosotros. Ahora, por favor, vete. Si no fuera por las lágrimas no derramadas en sus ojos y la angustia en todo su rostro, habría creído que realmente me dejaba fuera. Pero la conocía demasiado bien. Esto no se terminó. Nunca terminaríamos. Solo tenía que hallar una manera de demostrárselo. Las palabras no iban a ser suficientes. Las acciones nos habían arruinado, y las acciones tendrían que salvarnos.

Sadie A la mañana siguiente me desperté con mi madre sentada junto a mi cama otra vez con otra taza de café y otro periódico. —Buenos días, cariño. Hoy soy portadora de buenas noticias. Los medios de comunicación ya no nos van a acechar y Jax Stone ha hecho una declaración. Me senté y agarré el papel que me tendía. —Deberías buscar en Google y ver su video, o simplemente ver las noticias. Hace un trabajo fantástico. Pero aquí tienes la versión impresa. Había una foto de Jax con un micrófono en su cara, mirando directamente a la cámara. —Jax Stone explica los rumores alrededor de la traición de Sadie White. Son falsos. Dejé caer el papel en la cama, me quité las cobijas de encima y me dirigí a mi MacBook. Lo abrí y busqué “Jax Stone” y fue la primera cosa que apareció. Hice clic en el vínculo de YouTube y lo vi. —Los rumores que surgieron de una foto de mi baterista, Nave Anikin, besando a mi prometida, Sadie White, son falsos. Nave no estaba bien de la cabeza hace dos años. Todos ya saben que ha estado en rehabilitación desde entonces y está en un mejor lugar ahora. Pero en ese momento, hizo cosas que no haría normalmente. »Besar a mi Sadie fue una de ellas. Ella lo empujó y nunca volvieron a hablar de eso de nuevo. Lo que ven aquí es una Sadie White sorprendida por ser abordada por un Nave Anikin irracional. No es una situación de amantes. Nada romántico. Sadie es inocente de todas las incriminaciones que la rodean y apreciaría si mis fanáticos se ponen de su lado y la apoyan a través de este truco cruel de los medios. Gracias. —Se alejó del micrófono y los reporteros estuvieron gritando preguntas para él mientras los guardaespaldas lo rodeaban y caminaban lejos. Hacia su jet. —Parece que se ha ido y los buitres también —dijo Jessica detrás mío. —Sí, eso parece. —Le había dicho que se fuera y se fue. Esta era su disculpa hacia mí, y sabía que lo perdonaba. Incluso sin esto, lo perdoné ayer cuando se disculpó. Pero tenía tanto miedo de ser herida por él que el mismo no me permitió darle una oportunidad de arreglar esto. A cambio, lo rechacé y él lo permitió.

—¿Vas a estar bien? Tal vez, puedes ir a visitar a Amanda, la calle y la entrada del coche están despejados. Ha llamado varias veces en los últimos dos días. Necesitaba visitar a Amanda. Tenía que salir de esta casa y aclarar mi cabeza. Asentí, después agarré la taza de café de las manos de Jessica y tomé un largo sorbo. —Para tu información, éste es un descafeinado. No puedes tener el auténtico ahora que estás embarazada. No pensé en eso. —Gracias. —Oye, tú cuidaste de mí cuando estaba embarazada de Sam, así que ahora es mi turno de devolverte el favor —bromeó. Si aún pudiera sonreír, lo habría hecho.

***

Dos horas después, Amanda Hardy abrió la puerta de su apartamento y se abalanzó sobre mí. —Dios mío, he estado tan preocupada por ti —dijo mientras sus brazos se envolvían alrededor mío. —Lo siento. Debí haber llamado. Solo necesitaba un tiempo antes de venir aquí —dije mientras se apartaba de mí, pero sosteniendo mis hombros. —Él estuvo en el pueblo ayer, ¿verdad? Ese discurso que dio fuera del aeropuerto de Sea Breeze se ha vuelto viral. Asentí. —¿Hablaron? —preguntó con cautela. —Sí —respondí. Tristeza llenó su cara. —¿Así que de verdad se acabó? Asentí de nuevo. Tomó mis manos y me llevó dentro de su apartamento, después cerró la puerta. —Necesitamos helado. Tengo galletas, crema y pastel de cumpleaños. ¿Cuál quieres? —preguntó mientras caminaba hacia su cocina. La seguí. —No tengo hambre —dije.

—No tienes que tener hambre para comer helado —me informó. Se detuvo en la ventana y se congeló. Después se dio vuelta lentamente—. ¿Estás segura de que se fue? —¿Qué? —le pregunté confundida. Apuntó hacia la ventana. —Esa es una camioneta costosa estacionada al frente, con una gran cantidad de hombres que lo siguen deteniéndose fuera de ella. No conozco a nadie aparte de Jax Stone que pasee por Sea Breeze de esa manera. El timbre de la casa sonó y nos quedamos viéndonos la una a la otra. Era Jax. Lo sabía sin ir a la puerta. ¿Qué hacía aquí? —¿Quieres que abra? —preguntó Amanda con una mirada esperanzadora. Podría decir que no y podríamos sentarnos mientras Jax se quedaba fuera de la puerta, pero eso atraería a una multitud. No quería más atención de los medios. Y si admitiera la verdad, quería ver si realmente era él. —Voy a abrir —le dije. —Bien, uhmm... Me quedaré aquí a menos que me necesites. Fui a la puerta y la abrí lentamente, preparándome para el hecho de que podía ser Jason o solo uno de sus mensajeros. Pero cuando Jax llenó la entrada, mi corazón se oprimió. No se había ido. —Fui a la casa de tu mamá y me dijo que estabas aquí —dijo, con su mirada en mí como si estuviera tratando de memorizar cada característica. —Pensé que te habías ido —dije antes de poder detenerme. —Estás aquí, Sadie. No pertenezco a ningún otro lugar. No sabía que decir a eso. —¿Por qué estás aquí? ¿Ahora? Una sonrisa triste curvó sus labios. —No tienes tu teléfono. Y quería saber si ya tienes un ginecobstreta aquí, y si es así, quería saber cuándo es tu próxima cita. Él vino donde Amanda para preguntarme sobre la cita con mi doctor. —Oh, uhmm... no. Tengo que registrarme con Medicaid1 primero. Supongo que ya no tengo seguro. —Me detuve ahí. Jax pagó para que yo tuviera Blue Cross y Blue Shield. No sabía que se suponía que debía hacer ahora. No esperaba que él siguiera pagando por eso. Aunque estuviera embarazada de su bebé.

1

Programa federal y estatal conjunto que ayuda con los costos médicos a algunas personas de

ingresos y recursos limitados.

Frunció el ceño. —Aunque no te amara con cada fibra de mi jodido ser, aun así, me aseguraría de que tuvieras seguro de salud, Sadie. Sé que piensas que soy un monstruo malvado ahora, y demonios, lo tengo bien merecido, pero no lo soy. Tendrás lo mejor y también nuestro bebé. Los amo, a los dos. Eres mi vida, aunque yo ya no sea la tuya. Mi corazón se retorció con sus palabras y agarré el picaporte fuertemente con mi mano. —No creo que seas un monstruo malvado. —Porque no lo creía. Ya no estaba segura de lo que pensaba honestamente. —Llamé y conseguí el nombre del mejor ginecobstreta en el área. Puedo conseguirnos una reunión privada con él en cualquier momento y así puedes decidir si te gusta. Solo dime lo que quieres o lo que necesitas. Estuvo buscando el mejor doctor para el bebé y para mí. Mi corazón se retorció un poco más. —Me gustaría eso. Necesito ver a alguien —dije—. El doctor Andredai confirmó el embarazo, así que necesitaría que envíe mi expediente al nuevo doctor desde su oficina. Jax asintió. —Lo llamaré y tendré eso hecho tan pronto como estés segura de qué doctor quieres tener aquí. Me hablaba como si se fuera a quedar aquí. No podía quedarse de manera permanente. —Jax, no has terminado de grabar el nuevo álbum. Necesitas regresar a Los Ángeles —le recordé. Dejó salir una risa fuerte. —Sí, bueno, pueden irse a la mierda. No puedo terminarlo ahora. Tengo cosas más importantes que hacer en mi vida. —Tu gira es en cuatro meses. El disco tiene que lanzarse antes de eso — discutí. Había estado con él a través de cinco lanzamientos de álbumes y giras. Sabía cómo funcionaba esto. —La gira debe cancelarse de todas maneras. No me puedo ir contigo embarazada. No voy a ir a ningún lado al que tú no puedas ir —dijo como si esto tuviera completo sentido. —Jax —comencé, y él se acercó y tomó mi mano con la suya deteniendo mi tren de pensamiento. —Sadie, tú eres eso. Mi vida. Mi mundo. Así no me quieras o no puedas confiar en mí, todavía eres mi razón de vivir. Y nuestro bebé, no perderé ni un minuto de eso. Quiero estar a tu lado a través de todo. Creamos una vida juntos. Lo jodí y viviré con eso toda mi vida, pero no te dejaré. Estaré aquí para lo que sea que me permitas estar.

—No puedas desechar tu carrera musical. Eso es loco. No estás pensando claramente —comencé a discutir, pero el bulto en mi garganta estaba creciendo y tuve que empujarlo hacia abajo. —Nada importa si no estás en mi vida. Nada —dijo y dio un paso hacia mí—. Tú y nuestro bebé son lo único que importarán para siempre. Al principio pensé que me iba a besar y traté de decidir si eso era una buena idea, pero dejó caer su mano y después se dio la vuelta y se fue. ¿Qué iba a hacer con él? —Por favor, dime que lo vas a perdonar —dijo Amanda detrás mío. Supuse que escuchó todo. —¿Cómo puedo hacerlo? ¿Y si me vuelve a lastimar así? ¿Cómo puedo confiar en él? Suspiró y envolvió un brazo alrededor de mi cintura. —Lo entiendo. Pensé que después de saber que mi novio había pagado para dormir con mujeres, nunca podría ser capaz de confiar en él de nuevo. Eso fue una mentira que nunca imaginé que podía perdonar. Pero lo hice. Porque me amó lo suficiente por los dos cuando yo no creía que podía amarlo más. Ahora mismo Jax está amando lo suficiente por ti, él, el bebé, que debo agregar, estoy extasiada por las buenas noticias. Dios, ese hombre se siente despreciable. Vamos, Sadie, dale un descanso. —Apoyó la cabeza en mi hombro—. Vas a ser la mamá de los bebés de Jax jodido Stone —se rió. Una sonrisa tiró de mis labios ante su descripción ridícula. Tal vez tenía razón. Jax nunca hizo nada como esto anteriormente. Habíamos peleado, pero eso siempre terminó en sexo caliente en lugares locos. Esta había sido nuestra primera pelea grande. Y mis emociones eran tan crudas ahora que no manejaba las cosas de la manera correcta. —No quiero amarlo. Pero lo hago. Tanto. Amanda suspiró. —Únete al club. Él tiene muchos clubes de fans alrededor del mundo. Y las mujeres se ofrecen a tener su bebé millones de veces en un día en internet. Era una broma, pero tenía razón. Me reí esta vez. No fue una completa, pero fue una risa. —Voy a ir a casa a hablar con Jessica y después creo que iré a su casa y lo veré. Ahora que los dos hemos tenido tiempo para pensar y procesar, necesitamos hablar. —Sí, lo necesitan —coincidió.

Jax Cuando el timbre resonó a través de la casa, sabía que era ella. Nadie más habría venido a buscarme aquí. No le dije a ninguna alma dónde estaba. Pero Sadie lo sabría. Corrí por las escaleras y me dirigí a la puerta principal, desbloqueándola y abriéndola antes de que el primer repique del timbre terminara. Se hallaba de pie ahí, vestida con los mismos vaqueros y la camiseta que tenía puesta antes. Sus ojos se encontraron con los míos y podía ver que estaba nerviosa. Odiaba pensar que Sadie estuviera nerviosa por venir a verme. Quería tocarla y sostenerla de por vida. Pero ella no se veía como si estuviera esperando eso. Di un paso atrás y me moví para que entrara. —¿Abriendo tu propia puerta? —me preguntó y no estaba seguro si era una broma o no. —No hay ningún empleado aquí. Se fueron esta tarde cuando les dije que se podían ir —expliqué, aunque incluso si hubiera habido alguien aquí, nadie me habría despegado de la puerta esta noche. —Oh, bien, eso es lo mejor. No necesitamos a nadie escuchándonos hablar sobre esto. Estuve de acuerdo. Quería a Sadie solo para mí mismo. —¿Tienes hambre? ¿Tuviste una buena cena? —le pregunté, pensando en el hecho de que necesitaba comer no solo por su salud sino también por la de nuestro bebé. —Jessica me hizo ensalada de pasta y pollo al horno —dijo con una pequeña sonrisa. Esa sonrisita me dio esperanza. No había visto una sonrisa en su cara desde la mañana antes de que perdiera mi cordura. —Bien. ¿Quieres postre? —le pregunté—. La señora Mary dejó pastel de chocolate. Sacudió la cabeza. —No, todavía estoy muy llena. Entonces podíamos hablar. —Vamos a la habitación grande. Hay sillas más cómodas allí, y tengo la fogata encendido. —Está bien —contestó. Antes de que me diera la vuelta para ir allí, estiré mi mano hacia la suya como siempre lo hice antes de que fuéramos a cualquier parte. Era un hábito y uno que amaba. Ella siempre venía hacia mí de buena gana. Esta vez sus ojos fueron de

los míos a mi mano y se congeló. Otra cosa que había arruinado. Mi chica ya no quería venir hacia mí con facilidad. —¿Ya no me quieres tocar? —le pregunté incapaz de mantener mi boca cerrada y de ser paciente con ella. Subió su mirada de nuevo a la mía. —Yo... Por supuesto que quiero. Es solo que... Dios Jax, esto es muy confuso. Di un paso hacia ella, la alcancé y tomé su mano, entrelazando sus dedos con los míos. —Esta parte no. Esto —dije sosteniendo hacia arriba nuestras manos—, nunca es confuso. Dejó que la llevara a la gran habitación sin soltar su mano. La llevé hacia el sofá de cuero en frente de la chimenea y sin ganas, solté su mano para que pueda sentarse. Aunque no me iba a alejar de ella en la habitación. Íbamos a hablar, pero íbamos a estar cerca al hacerlo. Me senté a su lado y puse mi cuerpo para enfrentarla mientras estiraba mi brazo alrededor del espaldar del sofá. —Viniste a verme. No voy a mentir, Sadie, estoy jodidamente esperanzado. Apretó las manos en su regazo y las miró en lugar de verme. —¿Puedes prometerme que nunca harás eso de nuevo? ¿Nunca asumirás algo de mí sin preguntarme antes? —preguntó y después, lentamente alzó sus ojos para mirarme. Estaba aquí para darme una segunda oportunidad. —Nena, te juro por Dios, nunca te lastimaré así de nuevo. Debí haberlo escuchado directamente de ti antes de haber creído cualquier cosa mala. E incluso entonces, no creo que lo hubiera creído. Mi chica es aún tan perfecta como lo fue cuando me enamoré de ella. Me lo cuestioné, y eso me devorará por un gran tiempo. No me puedo perdonar, pero realmente quiero que tú lo hagas. Haré lo que sea que me pidas. Solo ámame otra vez, Sadie, por favor. Inhaló profundamente y mantuvo sus ojos en mí. —¿Si no hubiera estado embarazada, habrías vuelto por mí? Ya me había hecho la misma pregunta a mí mismo. La respuesta era sí. No hubiera sido capaz de pasar otra noche sin verla y estar seguro de que estaba bien. —Sí. Incluso cuando creí esa mierda, me preocupé por ti. Te extrañé. Nunca dejé de amarte. Me estudió un momento, después asintió. —Te creo.

Me encontraba listo para atraerla a mis brazos ahora. —¿Puedes amarme? Después de todo esto... ¿Puedes amarme de nuevo? —pregunté necesitando saber si su corazón iba a estar cerrado para mí para siempre. Sonrió. —Nunca dejé de amarte. Quise. Hubiera sido más fácil. Pero no puedo apagarlo como si fuera un interruptor. Te he amado por cinco años, y te amaré por cien más. Estiré mi mano de nuevo. —Ven aquí. —Esperé para ver si lo hacía. Su mano pequeña se levantó y después la deslizó en la mía. La tiré hacia mí y tomé su cintura, después la puse en mi regazo. —Te necesito ahora —le dije mientras llevé mi boca hacia la suya. —Bueno —fue su respuesta antes de que mi boca cubriera la suya.

Sadie Jax rompió nuestro beso lo suficiente para empujar mi camiseta por encima de mi cabeza y tirarla a un lado. Después quitó mi sujetador, me recostó en el sofá mientras me besaba la parte superior de mis senos y hacía círculos en los pezones con su lengua. Cuando mordió cada pezón, grité. Pero él sabía que lo haría. Me encantaba la picazón de sus dientes. —Seremos dulces más tarde. Ahora mismo te necesito —dijo mientras sus manos comenzaron a trabajar en mis vaqueros, arrastrándolos hacia abajo por mi cuerpo. Una vez que me tuvo completamente desnuda, se puso de pie y se quitó la ropa. Era una vista con la que la mayoría de las mujeres del mundo fantaseaban pero que yo tenía a diario. El espectáculo desnudista de Jax Stone. Nada era mejor que eso. Besó las puntas de mis dedos, después tocó su lado, donde mi nombre se hallaba tatuado en la forma del símbolo del infinito. —Si nunca me hubieras creído... ¿Te hubieras quitado esto? —le pregunté. Jax bajó su cuerpo sobre el mío y dejó un camino de besos desde mi estómago a través del medio de mis senos y después por mi clavícula. —Estaba herido, Sadie. Pero una vez que salí de mi neblina de dolor, me di cuenta de que no importaba si lo habías hecho o no. No puedo vivir sin ti, nena. —Nunca te lastimaría así. No quiero que creas que podría hacerte algo como eso —le dije. —Mmmmm —murmuró en mi oreja—. Bien entonces, haz que mi dolor se sienta mejor ahora. Ponte de pie para mí y muéstrame ese trasero dulce. Mi cuerpo ya temblaba, pero esas palabras hicieron que los temblores se volvieran llamas. Se movió lejos de mí y me puse de pie para inclinarme y sostenerme del espaldar del sofá. Sus manos rodearon mi cintura y gimió. —Mierda Sadie. Tu trasero es asombroso. —Puso su mano entre mis piernas—. Sepáralas más amplio. Hice lo que me dijo y esperé ansiosamente para que me llenara. Así era como normalmente terminábamos las peleas. En una embestida, estaba dentro de mí. Grité su nombre y me sostuve del sofá mientras él movía sus caderas para deslizarse dentro y fuera de mí. —Mi dulce trasero —dijo mientras le daba una palmada a una de mis nalgas.

Cuando peleábamos, Jax necesitaba el tipo de sexo que le recordaba que yo era suya. Lo tranquilizaba. Esto era parte de eso. De reclamar mi cuerpo. La buena parte para mí era que sus palabras me excitaban más. —Nadie más consigue tocar esto. Solo yo. Siempre ha sido mío —dijo en un tono reverente mientras acariciaba el lugar que acababa de azotar—. Dime que es mío, Sadie. Mordiendo mi labio, me contuve de sonreír, pero no dije nada. Cuando no le decía nada se ponía más exigente, y amaba eso. Su mano azotó mi otra nalga. —Dime —repitió y presioné mi espalda hacia él con mi trasero, y gruñó. Su mano se deslizó a mi clítoris inflamado y dejó de moverse. Yo estaba jadeando, necesitando que me llevara al límite—. Dime —repitió con una voz profunda y exigente. —Es tuyo. Soy tuya —dije, desesperada por que me llevara allí. —Por supuesto que sí —gruñó y se abalanzó hacia mí mientras su pulgar jugaba con mi sensibilidad en medio de mis piernas. Empecé a temblar mientras mi orgasmo se construía—. Ahora, Sadie —dijo, y justo así, exploté en sus brazos envueltos alrededor mío sosteniéndome mientras él vaciaba su liberación dentro de mí. Los dos nos encogimos y gritamos el nombre del otro. Después estábamos en el sofá y yo estaba acurrucada al lado de Jax mientras él estiraba una manta de cachemira encima de nosotros. Posé mi cabeza en su pecho y tracé el infinito con mi nombre en su lado. —Gracias. Siempre sabes cuándo lo necesito así y lo haces jodidamente asombroso —dijo mientras me besaba la cima de mi cabeza. —De nada, pero disfruté ese orgasmo alucinante al final, así que no fue todo por ti —bromeé. Sonrió y me movió más cerca. —Quiero tenerte de nuevo en unos minutos. Seré dulce esta vez —dijo. No estaba segura de que lo necesitara dulce ahora. —Tal vez podemos ser dulces mañana. Me gusta la idea de que me folles contra la pared después. —Dios, te amo —dijo, mientras su pulgar se deslizaba bajo mi barbilla e inclinaba mi cabeza hacia atrás para que lo pudiera mirar—. Me dices que quieres ser follada, y estoy duro al instante. ¿Estás lista para manejar la reacción que creaste? Me reí, y moví encima de él. —Creo que puedo manejarla.

Alcanzó sus vaqueros del piso y buscó en el bolsillo. —Primero, esto debe volver a dónde pertenece. Dónde siempre pertenecerá. Por siempre, maldición — dijo mientras deslizaba mi anillo de compromiso de vuelta a mi dedo. Después lo besó—. Nunca más me dejes, nena. Incluso si actúo como una mierda. Golpéame o desnúdate. Cualquiera llamará mi atención. Sonreí, me incliné hacia él y besé su nariz. —¿Por qué no pensé en eso la primera vez? Sonrió y se estiró para apretar mi trasero con sus manos. —No habrá una próxima vez. Sé cómo se siente caminar hacia nuestra habitación y no tenerte allí. Nunca quiero sentir esa mierda de nuevo. Besé su frente y arrastré besos hacia un lado de su cara hasta encontrarme con sus labios. —Bien —dije antes de hundirme en un beso que me empujaría a la pared llena de Jax Stone dentro de unos minutos.

Because of Low Traducido por Vane hearts & Annie D Corregido por Mary Warner

Willow Eli se encontraba de pie en un taburete a mi lado, ayudándome a enrollar la masa de galletas, y luego a aplanarla. Su clase de preescolar iba a tener una fiesta mañana, y fue asignado a llevar las galletas. Era todo de lo que habló durante toda la semana. Para un niño de tres años, las galletas eran de suma importancia. —¿Podemos guardar una para papá? —preguntó mientras rodaba la masa más de lo realmente necesario, luego la golpeó con su palma. —Creo que le encantaría. ¿Por qué no le das esa? —sugerí. Eli me sonrió. —¡Bien! Lo haré —respondió—. Pero no querrá comerla solo. Quizá debería hacer una para mí también. Solo mi pequeño podía razonar cómo podría conseguir una galleta esta noche. Sonriendo, fingí pensar en ello. —Está bien, supongo que tiene sentido. Marcus estaba en la casa de Trisha y Rock, ayudando a Rock a construir una cancha de baloncesto en su patio trasero. Dijeron que el proyecto solo tardaría unos días. Había tardado dos semanas hasta ahora. Trisha dijo que si dejaran de jugar a la pelota, podrían terminar la cancha. Oí abrirse la puerta principal. Eli detuvo lo que hacía y saltó de su silla, luego salió corriendo hacia la puerta por su padre. Todos los días Eli se parecía más a Marcus. Toqué mi estómago y me pregunté si la niña allí dentro iba a parecerse a mí o tener más de las hermosas facciones de su padre. Desde luego, no me importaría si se parecía a él. —¡Larissa! —Eli aplaudió, y dejé de rodar masa de galletas y fui a lavarme las manos. Si Larissa estaba aquí, entonces algo extraño sucedía. Mi hermana no me llamó para decirme que venía mi sobrina.

—Llévate a Larissa a tu habitación, amigo. Jueguen un rato mientras hablo con mamá —le dijo Marcus. Esa fue otra gran bandera. Nunca enviaba a Eli a jugar cuando no lo había visto en todo el día. Normalmente se quedaba con él hasta que lo metíamos en la cama. Me dirigí hacia el pasillo justo cuando Marcus apareció en el umbral de la cocina. Su rostro se encontraba grabado con preocupación. —¿Qué pasa? —pregunté, sin siquiera necesitar preguntar si algo andaba mal. Me daba cuenta por su cara. —Tawny se fue. Su ropa y cosas desaparecieron. Se fue —dijo Marcus, mirándome con dolor en sus ojos. No quería tener que decirme esto. El hecho de que mi hermana fuera la mujer horrible que terminó el matrimonio de sus padres y ahora se hallaba casada con el padre de Marcus mientras criaban a su hija, eso fue algo que aceptamos y con lo que lidiamos. —¿Qué quieres decir? —pregunté, teniendo dificultades para creer que mi hermana acababa de dejar a su hija. Era un montón de cosas, pero seguramente no era tan egoísta. Amaba a Larissa. Al menos, pensaba eso. Sabía que al menos amaba a Jefferson Hardy, el padre de Larissa y Marcus. —Papá recibió una llamada de la escuela de Larissa. Eran las tres y media, y nadie fue a buscarla. Tawny no respondía a sus llamadas. Papá dijo que fue a buscar a Larissa y luego se dirigió a casa para ver si Tawny se quedó dormida o algo así. Su coche ya no estaba, y sus cosas tampoco. Los dejó. También apagó su teléfono y vendió su coche por dinero en efectivo. Fue encontrado ya en un concesionario de mala calidad en Mississippi. Papá está haciendo llamadas telefónicas y tratando de localizarla. No quería que Larissa oyera esto. Ya le preguntó por su mamá dos veces. Agarré una silla en la mesa y me hundí en ella. —Oh Dios. En el fondo, siempre me preocupé de que la vida de felices-para-siempre que Tawny quería no iba a funcionar para ella. Simplemente no me imaginé este escenario. Nunca pensé que dejaría a su hija. Sin una palabra. Marcus sacó la silla a mi lado, se sentó y deslizó sus manos sobre mis rodillas. —Tengo que decírselo a mamá antes de que alguien lo haga. Debe oír esto de mí y no de un amigo curioso de ella. No quiero llamarla y decirle por teléfono. Y necesito que Amanda sepa también. —Sí, ve a decirles. Voy a poner a los niños en la cama. Todavía tenemos galletas por hacer, y luego podemos leer un libro. No te preocupes por nosotros. Solo llámame y mantenme actualizada si tu padre se entera de algo. Pensaré en

alguien que pueda saber dónde encontrarla y haré algunas llamadas una vez que los niños estén en la cama. Marcus asintió y metió la mano en mi cabello, luego acercó mi cabeza a él para que pudiera reclamar mi boca en un beso. —Te amo —me dijo, luego me besó con más intensidad. Disfrutaba del sabor de mi marido, pero me aparté después de algunos segundos porque él no se calmaría. —Tienes que irte —le recordé. Asintió. —Sí. Me apuraré. Dile a Eli que prometo compensarle mañana. No irá al preescolar y se quedará en casa, y puede ir a trabajar conmigo. Me reí y sacudí la cabeza. —Mañana es día de fiesta, y llevará las galletas. Marcus sonrió. —De acuerdo, noche de cine mañana por la noche —dijo. —Mucho mejor —concordé. Me besó una vez más, rápidamente. —Dios, eres tan sexy. Es difícil regresar a casa y luego escapar de nuevo. —Vuelve rápido —le dije, y luego di una palmada en su culo apretado. Me guiñó y luego se dirigió a la puerta. Esperé hasta que se cerró detrás de él para ir a ver a los niños. Quería abrazar a Larissa y hacerle saber que la amaba. Necesitaba un poco de amor extra en este momento. Tawny no era la mejor mamá, pero sí amaba a Larissa. Sin embargo, su padre no era el hombre más afectuoso del mundo. La cabecita de Eli se giró cuando entré en la habitación. Tenía a Larissa ayudándolo a juntar su nuevo set de Lego. —¿Dónde está papi? —preguntó, perplejo. Pensó que Marcus sería el que vendría a buscarlos. —Tuvo que correr donde la abuela. Volverá pronto —le aseguré. Luego dirigí mi atención a Larissa—. Hola, princesa, ¿tienes algunos abrazos para mí? — le pregunté a la mini Tawny. —Hola Lowlow —dijo mientras se levantaba. Corrió hacia mí y se arrojó en mis brazos. Me sostuvo con fuerza y la apreté del mismo modo. Tenía seis años y sabía que algo andaba mal. —Te amo mucho —dije. —Te amo mucho más —dijo, y mi corazón se rompió un poco más. ¿Cómo Tawny podía dejarla? Más de una vez en mi vida odié a mi hermana. Esta era una de esas veces.

—Estamos haciendo galletas. ¿Quieres ayudarnos a acabarlas? —pregunté. Se apartó y asintió emocionada. —¡SÍ! —Eli aplaudió, y salió corriendo de la habitación hacia la cocina. Larissa rio y me puse de pie. Su manito se alzó y se metió en la mía. Su pequeño agarre era apretado, y la sujeté igual de fuerte mientras seguíamos a Eli de vuelta a la cocina.

Marcus Cuando estacioné en la entrada de mi madre, el auto de mi padre ya se encontraba allí. ¿Qué hacía? ¿El idiota viene corriendo a mi mamá para pedir ayuda cuando su actual esposa lo deja? Maldita sea. Salté de mi camión y cerré la puerta antes de acercarme a la casa. No llamé. Solo abrí la puerta y entré. Podía oír sus voces desde la sala de estar, así que me dirigí hacia allí. Mejor que mi papá haya tenido una maldita buena razón para venir aquí. Y cuando digo buena razón, es mejor que el culo de Tawny estuviera escondido en la cochera. Si esa no era la razón, entonces se reuniría con mi puño en su cara. Mi madre no necesitaba esta mierda. —Pensé que ella dijo que estaba bien. Se encontraba bien con el divorcio — escuché decir a mi madre. Dejé de caminar. —Oí la puerta. Espera —exigió mi padre, antes de aparecer en el pasillo. Nuestras miradas se encontraron. —Necesito una explicación. Ahora —ordené. Papá dejó escapar un suspiro y pasó la mano por su cabello corto. —Debería haber pensado que vendrías aquí. —Esa no es una respuesta, papá —dije. Mi madre salió al vestíbulo, me vio y suspiró. —Hola, cariño. Vengan y siéntense, los dos. También podrías decirle todo, Jeff —dijo como si todo esto fuera normal. Nada sobre mis padres hablando tranquilamente en la misma casa era normal. Él destrozó la vida de mi madre y envió a Amanda a una depresión cuando embarazó a Tawny y huyó con ella. Ahora, cuatro años más tarde, está pasando el rato en la casa en la que crecí, como si esto estuviera bien. No estaba jodidamente bien. —Bien —respondió, y se giró para seguir a mi madre de vuelta a la sala de estar. Vi cómo mi papá hacía exactamente lo que decía mi madre. Más allá de confundido, entré en la sala de estar. —Siéntate, Marcus —dijo mi madre, señalando el sofá frente al que ella y mi padre se sentaron.

—No, mamá, creo que me quedaré de pie —respondí, metiendo las manos en los bolsillos y mirando a mis padres como si fueran extraterrestres. Lo cual era cómo actuaban en este momento. —Jeff, empieza —dijo mamá, y se recostó, cruzando las piernas. Se hallaba completamente tranquila. —Tawny y yo nos est{bamos divorciando. Ella… —Se detuvo y miró a mi madre, que asintió para que continúe. Luego volvió su atención hacia mí—. Descubrió que venía aquí las noches que llegaba tarde a casa. Le confesé que ella fue un error que cometí durante un tiempo difícil en mi matrimonio. No estaba enamorado de ella. Larissa fue la única razón por la que nos encontrábamos juntos. —Papá levantó las manos y se encogió de hombros como si esto estuviera bien—. Lo tomó bien. Dijo que odiaba estar casada y tratar de estar a la altura de las expectativas establecidas por tu madre. No es que alguna vez se acercara. Quería salirse también. Aceptó la custodia compartida de Larissa. Estaba emocionada por ello, aunque trató de esconderlo. Yo tenía el papeleo elaborado y todo iba bien. Hasta que se enteró ayer que el acuerdo prenupcial que firmó dice que si tenemos la custodia compartida de Larissa, no recibiría manutención de hijos. Me encargaré de todas las necesidades de Larissa, pero no le daré dinero a Tawny. También dice que no recibe nada, ni dinero de mi parte. Le dije que le dejaría la casa en Mobile porque quería que Larissa tuviera un hogar seguro cuando estuviera con su madre. Tawny gritó que necesitaba más que eso y no quería quedarse atrapada en esa casa en Mobile. —Cuando se detuvo, mi madre se acercó y envolvió una de sus manos perfectamente cuidadas alrededor de la de él. Como si esto fuera un sueño loco, mi padre abrió la palma y enredó sus dedos con los de mi madre. ¿Qué mierda? Le señalé, luego a mi madre. —Est{s diciendo… ¿Que has estado, estado aquí? —le pregunté, con la voz elevada. Mi madre parecía casi culpable, y mi padre le apretó la mano. —Sí, Marcus. Eso es lo que quiero decir. He estado enamorado de tu madre por la mayor parte de mi vida. Cuando me llegó el estrés laboral y yo trabajaba más de lo que estaba en casa, cometí un error que habría destruido a la mayoría de las familias. Pero tu madre estuvo allí para ustedes, niños. Mantuvo a los tres juntos y los ayudó a sanar. Miré a mi madre. —Y tú simplemente… ¿lo dejar{s volver? —pregunté, recordando los días que la abracé mientras ella lloraba y juré que odiaría a mi padre por el resto de mi vida. —No lo dejé volver fácilmente, si eso es lo que piensas. Se esforzó por un tiempo. Pero amo a tu padre. Una partecita de lo que pasó fue mi culpa también.

Descuidé sus necesidades y coloqué a mis organizaciones por encima de él. No le estoy dando una excusa, porque lo que hizo fue inexcusable, y juré que nunca le perdonaría. Pero descubrí que cuando amas a alguien, puedes perdonar cualquier cosa. Con el tiempo. Esta vez me senté. Necesitaba un minuto. —Así no es como queríamos que se enteraran tú o Amanda. Íbamos a avanzar con el divorcio y lentamente hablarles de tener cenas familiares donde yo asistiría. Teníamos la intención de tener cuidado con sus emociones y permitirles aceptarlo con el tiempo. Sin embargo, Tawny decidió escapar, así que cambió todo. —¿Así que sigues casado con ella? —pregunté, mirando las manos de mis padres aún unidas. —No. Dejó los papeles de divorcio firmados en la mesa de la cocina con una nota de que no podía llevar a Larissa. Y eso fue todo. Nada más. Mierda. ¿Cómo es que la mujer a la que adoraba más que a la vida estuviera relacionada con esta perra sin corazón? Era una pregunta que me hice a mí mismo más de una vez a lo largo de los años. —Larissa va a venir a quedarse aquí. Con nosotros —dijo mi madre, sacándome de mis pensamientos. —¿Qué? —pregunté, otra vez en shock. Mi madre inclinó la cabeza y me miró. —Sabes que amo a esa niña. Una vez que superé todo, empecé a dejar que Amanda trajera a Larissa. Me encariñé. Necesita una madre en este momento, y tengo la intención de darle el amor que necesita. Si a Amanda le parece bien, voy a convertir su habitación en la de Larissa. Mi esperanza es que Tawny madure y vuelva a ser parte de la vida de su hija. Pero hasta que llegue ese día, seré la madre de esta niña. Se ríe como mi propia niña lo hizo una vez, y cuando sonríe se parece a la nuera que amo mucho. Incluso tiene los gestos de Willow. Y luego veo a tu padre en ella también. Nada de esa niña no es adorable. Larissa era encantadora. ¿Pero mi madre estaba dispuesta a aceptarla? ¿Y amarla? Mierda, la mujer en serio era una santa. Siempre puse a mi madre en un pedestal, pero ahora veía que se lo merecía. Sacudiendo la cabeza, me levanté. Necesitaba irme a casa y hablar con Low. Ella me ayudaría a lidiar con todo esto. —No puedo… Yo solo… Necesito irme —dije, luego me volví y caminé hasta la puerta. —Siento haberte lastimado. Siento haberme perdido y haber puesto demasiado en ti mientras crecías. Lo arruiné, Marcus. Lo siento, hijo. Pero te amo,

y estoy muy orgulloso del hombre que te has convertido. Tienes una madre maravillosa. Me detuve y me giré para mirarlo. Necesitaba decir esto, y tenía que decirlo ahora antes de dejar que esto empeore hasta que explotara. —Entonces, ámala. Por el resto de tu maldita vida es mejor que ames a esa mujer. Si alguna vez la lastimas otra vez, no tendrás una tercera oportunidad. Me aseguraré de que no obtengas mucho de nada. Era un niño cuando la dejaste la última vez. Ahora soy un hombre maduro, y es mejor que no arruines esto. No esperé a que hablara. Abandoné la casa.

Willow Larissa se hallaba metida en la litera inferior de la litera de Eli. Estuvo dormida durante los últimos diez minutos. Eli, por el contrario, por fin se rendía y cerraba sus ojitos. Sabía que esperaba a Marcus, e intenté todo lo que pude para que durmiera. Pero se encontraba decidido a dar a su papá un beso de las buenas noches. La puerta principal se abrió y se cerró, y los ojos de Eli volvieron a abrirse. Me miró con una sonrisa adormilada. —¿Papi está en casa? Asentí. —Sí, cariño, lo está —susurré. Marcus llenó la entrada, luego entró en la habitación oscura. Me atrajo hacia él y besó mi cabeza. Algo andaba mal. Podía sentirlo en la forma en que se sujetaba a mí. Como si yo fuera su salvavidas. —Papi —susurró Eli, y la cabeza de Marcus giró. Me dejó ir y se fue para estar junto a la litera superior mientras Eli se frotaba los ojos y se sentaba. —¿Todavía estás despierto, amigo? —preguntó. —Esperándote —dijo Eli, como si eso tuviera completo sentido y Marcus debería saberlo. —Lo siento, amigo. Tuve que ir a ver a la abuela y ayudarla con algo. Mañana es noche de cine. Tú y yo —dijo, despeinando su cabello, luego besándolo en la frente. —¿Pueden mamá y Larissa verlo con nosotros? —preguntó. Marcus se detuvo un momento. Me preguntaba si Tawny regresó. —Larissa va a ir a visitar a la abuela mañana y se quedará allí un poco. Pero mamá puede verlo con nosotros. Apuesto a que incluso nos hará palomitas de maíz —dijo Marcus. ¿Por qué en la tierra Larissa iba a casa de mi suegra? ¿Para nadar con Amanda? Simplemente parecía extraño. Quiero decir, había estado allí antes, pero aun así, ¿por qué ahora? —¿Lo harás, mamá? —preguntó Eli. Sonreí rápidamente y asentí. —Sí, señor. Incluso podría hacer brownies. Eli dio un gritito y le dio a su padre un choque de manos. —Shh, ustedes dos. Larissa está dormida —les recordé.

Marcus se inclinó y besó la mejilla de Eli, que se recostó mientras su padre le reacomodaba las sábanas. —Duerme bien, amigo —dijo—. Te amo. —Te amo también, papá —respondió Eli. Marcus se inclinó y apartó los rizos de Larissa de su cara, luego besó su frente. —Mi princesa tiene algunos días difíciles por delante. Pero creo que las cosas van a estar bien —dijo tranquilamente mientras se levantaba de nuevo. Entrelazó su mano con la mía y me sacó de la habitación. Continuó hasta que llegamos a nuestro dormitorio. Cerrando la puerta, la bloqueó, lo cual era un hábito la mayoría de las noches. Eli nos sorprendió una vez haciendo cosas que tuvimos dificultades para explicar. Ahora teníamos más cuidado. —Mis padres están juntos. Tawny y papá se divorciaban por esto. Tawny se separó cuando descubrió que con la custodia compartida de Larissa, no recibía manutención de hijos. Papá se ofreció a darle la casa en Mobile, pero ella dijo que no quería eso. También dejó una nota, con los papeles de divorcio firmados, diciendo que no podía llevar a Larissa. Me hundí en el borde de la cama, asimilando que sus palabras. Mi hermana dejó una nota. Abandonó a Larissa. Oh Dios. ¿Y los padres de Marcus? Levanté la mirada y miré a mi esposo mientras caminaba de un lado a otro, pasándose la mano por el cabello. —Él se hallaba en la casa de mi madre. Mi padre se encontraba allí como si perteneciera al lugar. Como si no le hubiera roto el corazón. Como si no la hubiera echado a un lado como si no significara nada para él. Pero ella le sostenía la mano, Low. Sostenía su maldita mano. Guau. Simplemente… Guau. Dejó de caminar y me miró. —Va a mudarse de vuelta. Mamá va a criar a Larissa y le dará el afecto maternal que necesita hasta que Tawny decida que puede ser madre. Lo juro, Low, mi madre es una santa. La iglesia católica necesita tomar nota de esta puta locura. Mi hombre era un remolino de emociones, y yo me encontraba sentada ahí dejándolo enloquecer. Me puse de pie, envolví los brazos alrededor de su cintura y me aferré a él. —Respira profundo —le dije—. Tu madre siempre ha sido una santa. Ya lo sabíamos. No debería sorprenderte mucho. Ha aceptado a Larissa y no ha sido nada sencillo para ella. Lo has visto. Lo he visto. Es una buena mujer. La mejor. Te crió, ¿verdad?

Marcus suspiró y me dio un beso en la oreja. —Mi madre es una mujer maravillosa, pero no es la mejor —dijo, antes de besarme la mejilla—. Tengo a la mejor aquí en mis brazos. Sonriendo, subí los brazos y los coloqué alrededor de su cuello. —Son adultos, Marcus. Si están listos para arreglar lo que se rompió, es su decisión. Tu madre es una mujer inteligente. No aceptaría nada a la ligera. No tengo ninguna duda en mi mente que ese hombre tuvo que mendigar y probarse a sí mismo. En cuanto a Larissa, ese es un buen lugar para crecer. Si mi estúpida y egoísta hermana no vuelve, Larissa tendrá una vida que se merece. Llegará a ver lo que las princesas reales tienen en la vida. Una madre como la tuya y un padre que quiere estar en casa con su familia. No escondiéndose de la furiosa y loca mujer con la que está casado. —Pasé las manos de su cabello a la base del cuello y le sonreí al hombre que poseía mi alma—. Las cosas estarán bien. Créelo. Marcus bajó la cabeza y me besó los labios suavemente. Los abrí de inmediato, y su lengua se deslizó dentro de mi boca, saboreándome como si fuera su última comida en la tierra. Disfruté tener la boca devorada por mi marido. Cuando se apartó, me dio esa mirada intensa que amaba. Me excitó. —Eres mi centro. Me mantienes firme. Me tranquilizas. Me ayudas a ver las cosas bajo una mejor luz. Lo que siento por ti es mucho más que amor, Willow Hardy, que no tengo nombre para ello. Me encantaba cuando decía cosas de este estilo. Tenía un hombre muy romántico. —Entonces muéstrame —susurré, retrocediendo y quitándome la camiseta—. Tienes un bono esta noche. Huelo a galletas —lo provoqué. Un brillo depredador iluminó sus ojos mientras se aflojaba la corbata y se la quitaba, luego comenzó a desabrocharse la camisa mientras yo me quitaba los pantalones cortos y bragas bajo sus ojos vigilantes. —Puedes oler a galletas, pero más vale que ese coño huela como se supone que huela mi dulce coño. He estado pensando en eso todo el maldito día. Sobre todo con el pequeño y travieso texto que me enviaste en el almuerzo. Riendo, me aparté y me arrastré hasta el centro de la cama. Me senté en el fondo, luego dejé que mis piernas se abrieran. Los ojos de Marcus se convirtieron en llamas calientes y ardientes mientras maldecía, luego tiró de sus pantalones con el bóxer y se acercó. Su cabeza fue directamente entre mis piernas, y caí hacia atrás, jadeando por aire. No se tomó el tiempo para provocarme esta noche. Su lengua corrió directo sobre mi clítoris antes de que me follara con la boca.

Marcus Low siempre sabía tan increíble. Cuanto más excitada estaba, más dulce sabía. Mantuve sus piernas abiertas con ambas manos hasta que estuvo gritando y jadeando por respirar después de bajar de su primer orgasmo. Trató de empujarme y no la dejé. Me encantaba lamerla mientras se volvía loca de lo sensible que la liberación dejó su clítoris. Cuando empezó a jadear y a suplicarme, sonreí, luego dejé que tuviera un momento. Ella me dio una sonrisa soñolienta que decía que le encantaba cuando yo era malo. Mientras recuperaba el aliento, deslicé las manos sobre su estómago hinchado. Mi hija se encontraba bien protegida dentro. Teníamos un par de meses más antes de que Crimson Joy Hardy entrara en nuestras vidas. El tercer dormitorio ya fue pintado de un cielo azul con lunares púrpura. Todos los fines de semana Willow tenía algo más para trabajar en la habitación de Crimson. Sabía lo rápido que pasaba todo. Parecía que fue ayer cuando nació mi niño. Quería absorber cada minuto. No perder un momento. Willow se mordía el labio inferior y me observaba de cerca cuando volví a mirarla. —Está grande —dijo. Asentí. Su estómago era cada vez más grande. Pero ella sabía que amaba que llevara a mi bebé allí. Moví las manos para cubrirle los pechos. —Y estos son más grandes. Willow se echó a reír, pero se convirtió en un gemido mientras tiraba uno de sus perfectos pezones rosados a mi boca. Después de darles atención a ambos pechos, me acerqué a besar la mancha en su cuello, lo que la hizo retorcerse. Entonces agarré la cintura de Willow mientras rodaba sobre mi espalda y tiré de ella para que estuviera a horcajadas sobre mí. —Tómalo, nena —le dije, moviéndole las caderas hacia atrás hasta que la punta de mi erección la presionara. —Mm, está bien —respiró, luego levantó las caderas y se hundió en mí—. ¡AAAAAH! —gritó. Otra cosa hermosa del embarazo era que siempre se sentía hinchada por dentro, también. Era increíble. —Tan bueno —le dije, extendiendo la mano para agarrarle los pechos cuando comenzó a montarme.

Sus suaves gemidos y grititos dulces me dificultaron recostarme y dejarle controlar esto. No le daba ese control a menudo, pero a veces necesitaba que tomara las riendas. Dejando de lado sus pechos, deslicé las manos para agarrarle el culo mientras mis ojos se quedaron pegados a la vista de sus tetas rebotando en mi cara. Malditamente precioso. —Me encanta este culo —dije, apretándolo. Ella cayó hacia adelante con las manos, y sus tetas se hallaban en mi cara. Mi boca fue a trabajar comiéndolos mientras Willow decía mi nombre y lo bien que se sentía. Cuando se sentó de nuevo, las puntas duras se encontraban húmedas de mis besos, y mi pene palpitaba ante la vista. —Voy a acabar —dijo, mirándome mientras sus ojos comenzaban a retroceder en la cabeza—. Estoy… acabando —gimió, y las sedosas paredes me apretaron la polla y se contrajeron, llevándome a la liberación con ella. Sacudí las caderas y encontré su embestida mientras me derramaba dentro de ella. Marcando lo que era mío.

Willow Tres días después de que mi hermana hubiera decidido huir y dejar a su hija, Larissa se mudó al viejo dormitorio de Amanda Hardy. Con la ayuda de Amanda, Margaret y yo, Larissa hizo la habitación suya. Incluso parecía estar pegada a Margaret, como si supiera que esa era la mujer que iba a cuidar de ella. Quién iba a quererla. Ya confiaba en ella. Mi hermana la negó tanto. Sin embargo, Margaret Hardy arreglaría eso. Amaría con ese gran corazón suyo, y todo estaría bien. Marcus estuvo calmado y aceptó que sus padres se juntaron de nuevo. Amanda reaccionó muy diferente a su hermano. Chilló y saltó de arriba a abajo. Estuvo molesta de que Tawny dejara a Larissa como lo hizo, pero se sentía más que encantada de que su padre volviera a estar con su madre. Marcus no lo entendía en absoluto. Como yo en realidad no tuve una vida como en la que creció Amanda, no lo entendía por completo. Pero le dije a Marcus que suponía que después de crecer con dos padres a los que amas, nunca es algo a lo que renuncias. Ella era una niña pequeña que vivió un cuento de hadas, y luego fue apartada de eso. Acababa de recibir de vuelta esa vida. Una semana antes de su boda, también. No podía imaginar que hubiera una novia tan feliz como Amanda Hardy en este momento. —Todavía es difícil creer que están juntos de nuevo —dijo Marcus, caminando detrás de mí y deslizando las manos alrededor para descansar en mi estómago—. Pero voy a admitir, en el fondo se siente bien. Incluso si me asusta porque no estoy preparado para confiar en papá, ver a mis padres juntos hace que las cosas parezcan bien de nuevo. Solo deseo que Larissa tenga eso. Pensé en mi hermana, que nunca fue feliz por ser madre. Incluso cuando Jefferson Hardy decidió darle la vida familiar, solo fue feliz por un tiempo corto. No le gustaba jugar a la casa. Y no le gustaba quedarse con un “viejo”. Lo sé porque me lo dijo hace unas semanas cuando fui a visitar a Larissa. No tenía la seguridad de que algo pudiera hacer feliz a Tawny. Y Larissa merecía una vida con amor de sus padres. Tawny y yo no tuvimos ese tipo de vida hogareña. Tal vez por eso ella estaba tan jodida. Pero quería que Larissa tuviera una oportunidad para más. No quería que terminara como su madre. Quería que amara la vida y no viviera siempre buscando algo. —A Larissa le gusta mucho tu mamá. Ella es su pequeña sombra. Creo que sabe que Tawny se ha ido. Margaret dijo que la última vez que le preguntó por su

madre fue la primera noche que pasó aquí. Cuando Jefferson estuvo aquí para arroparla, parecía contenta. No ha vuelto a preguntar. Marcus suspiró y apoyó la barbilla en la cima de mi cabeza. —Mamá la ama. No la he visto tan feliz desde que Amanda y yo vivíamos en casa. Está cocinando galletas y haciendo pasteles con Larissa como hacía con nosotros. Creo que va a ser bueno para ambas. Si vuelve Tawny, entonces tendrá que luchar contra papá por Larissa. Ya dijo que no aceptará la custodia conjunta. Ha presentado cargos de abandono contra Tawny y se le ha confiado la custodia completa de Larissa. Dijo que le permitiría algún otro fin de semana, pero eso es todo. No confía en que vuelva a la vida de Larissa, no la ponga de cabeza y salga de nuevo. —Bueno. Porque eso es lo que hará. Creo que en el fondo, en su propia manera extraña, ama a Larissa. Pero tener una hija no es algo que Tawny haya querido. Me volví en sus brazos y besé al hombre que me dio mi cuento de hadas. Nunca esperé un Marcus Hardy en mi vida. Tenía un amigo en Cage York y pensé que era todo lo que necesitaba. Cage fue mi protector. Pero me di cuenta de que necesitaba un amor consumidor, salvaje y mágico. Y eso es lo que conseguí con Marcus. Mi cuento de hadas no terminó. Justo empezaba.

Just for Now Traducido por Mely08610 Corregido por Gypsypochi

Amanda Cuando tenía dieciséis años, estaba segura que no podría llegar a amar a nadie como amaba a Preston Drake. Claro, él era el mejor amigo de mi hermano y solamente me miraba como una niña, pero yo lo amaba. Cada sueño que tenía era de Preston. Incluso aunque fuera un jugador nato y coqueteara con todas las chicas, lo amaba. Ni una vez pensé que podía amar a un hombre tanto como amaba a Preston Drake. Y tenía razón. Incluso a los dieciséis años tenía tanta razón. En tres días se suponía que me iba a casar con el hombre que he amado por los últimos siete años. Las lágrimas quemaron mis ojos mientras pasaba mis dedos por el satén blanco del vestido que había hecho especialmente para mí. Para un día especial. El día que he estado soñando mucho tiempo antes que Preston Drake me amara. —¿Amanda? —preguntó Willow al tiempo que abría la puerta de mi habitación—, ¿estás bien? Comencé a asentir, luego dije—: No. Su mano descansó en mi hombro. —Lo que viste… pienso que ese mensaje es algo que él necesita una oportunidad para explicarte. Una vez Marcus lo halle, si él vive a pesar de eso, entonces tienes que hablar con el cariño. No llames a nadie por el momento. Dale una oportunidad, si no está en el hospital, para que pueda explicarte. No quería que Marcus lo lastimara. Incluso después de ver ese mensaje de texto en el celular de Preston. Él dejó su celular en el carro cuando lo fui a dejar esta tarde después de que tuviéramos la última prueba de su esmoquin.

Greg: Mismo lugar. Lista para ser follada tan duro como lo hiciste la última vez. Mi coño está todo mojado. Me quedé sentada en mi carro, mirando el mensaje de texto de Greg, que sabía trabajaba con él. Y, la última vez que comprobé era un hombre. Dos veces marqué el número, pero no pude hacerlo. Revisando sus otros contactos encontré otro Greg, pero era de diferente número. La única explicación era que usaba el nombre de Greg para guardar el número de una… una puta. Me sentí mal otra vez. —No puedo creer esto. Pensé… o sea, actúa como si me amara. Él siempre está conmigo. Nunca ni una vez me dio una pista… —Me quedé con la vista perdida sin ver mi vestido. —Te adora, eso es lo que hace que ese mensaje no tenga sentido. Así que solo respira profundo, vamos a tomar una copa de vino. Puedes regresar a mi casa si no quieres quedarte aquí. Me quedé en el apartamento en donde vivía con Preston, esperando que regresara a casa. Él tenía que trabajar esta noche. Marcus había ido a buscarlo de inmediato. Willow llamó a Dewayne y Rock para que fueran detrás de Marcus; ella tenía miedo que el matara a Preston. —Simplemente no puedo ver, como puede haber una explicación para esto —dije sentándome en la silla detrás de mí. —Si llamas a ese número, tal vez puedas tener la respuesta a tu pregunta. Tal vez Greg estaba... bromeando… —Se quedó callada. Eso no era creíble, pero tampoco lo era el hecho de que Preston me engañe. Él me amaba. —Estoy llamando al número, tiene que haber una explicación. Necesitamos averiguarlo antes que tu hermano mate a tu prometido —dijo Willow tomando el celular de la cama, donde lo había tirado y dejado. Marcó el número y lo sostuvo en su oído. La miré, conteniendo el aliento. Cuando sus ojos se abrieron grandes, mi estómago cayó y mi pecho se sintió como si iba a explotar. —¿Quién habla? —preguntó pasando de sorprendida a enojada—. Jill ¿quién?, Willow Hardy. Ahora responde a mi pregunta. —Frunció el ceño—. ¿Cómo conoces a Preston Drake? —Cerró los ojos y maldijo—. Colgó. No podía hablar ni respirar. Me incliné y agarré mis rodillas, deseando despertar de esta pesadilla. Eso tenía que ser; esto tenía que ser una pesadilla, una horrible.

—Su nombre es Jill Vick, estaba en el bar. Escuché a Jackdown en el fondo. Jill Vick. No era Greg. Era Jill Vick. No conocía a Jill Vick. No conocía a nadie con el apellido Vick. Oh Dios, quería gritar pero no podía respirar lo suficiente para eso. —Traté de ser positiva acerca de esto, pero ahora espero que Marcus le haya pateado el trasero —dijo Willow tirando de vuelta el celular a la cama. —Nos íbamos a casar —dije, levantando la mirada hacia Willow—. El sábado. Íbamos a prometernos un para siempre el uno al otro. No lo entiendo. Un sollozo salió de mí, me acurruqué en la silla y dejé que el dolor en mi pecho fuera libre. Tenía que hacer algo antes de que me quebrara totalmente en dos. —Lo siento, cariño. Lo siento tanto. —Willow se sentó a mi lado tratando de calmarme, pero no ayudó. Nada podría ayudar. No podía pasar por esto. Estaría rota para toda la vida.

Preston Después de que la tripulación de Dewayne hubo trabajado en el condominio que están construyendo en el este de la playa, salí y me aseguré de que las cosas estuvieran desconectadas y las mierdas costosas, bajo llave. Era la noche libre de Dewayne. Cuando él me trajo hace unos meses, estuve de acuerdo de tomar algunas responsabilidades así podía irse a casa con su familia. Pronto estaría tomando una semana de descanso para mi luna de miel, así que le debía algunas horas extras esta semana. Él no lo pidió, pero sentía que era lo correcto. Me contrato tan pronto como pudo darme un trabajo que pudiera pagarme lo mismo que mi trabajo de gorila. Odiaba trabajar por las noches, y él lo sabía. Esto resolvió mi problema. Tenía una prometida en casa, que deseaba esté acurrucada desnuda en nuestra cama. Para follarla. Mucho y mucho sexo. Sonriendo, recogí la basura que quedó atrás, y luego me dirigí hacia el basurero. Estos tipos eran unos cerdos. Dejaron botellas vacías de coca cola y bolsitas de papas fritas por todo el lugar. ¿Cuál era el gran problema con levantar y limpiar la mierda? Unas luces iluminaron el aparcamiento vacío, seguido por otras y luego un tercer juego de luces. ¿Qué demonios? ¿Iba a haber una fiesta en el estacionamiento que tendría que detener? Yo solo quería llegar a casa con Manda. Estúpidos adolescentes. Cerrando la tapa del contenedor de basura, me volteé y comencé a caminar hacia las luces, cuando una puerta de carro se cerró de golpe y escuché a Marcus gritando mi nombre. Confundido, me detuve en el camino. —Hijo de puta, te voy a matar —gritó Marcus y me di cuenta que pasaba algo muy malo. Marcus era mi mejor amigo, y yo sería su cuñado en algunos días. ¿Era alguna broma? —Preston, ¡aléjate, maldita sea! Marcus, para y pregúntale primero antes de que cometas un asesinato. —La voz de Rock salió de la oscuridad. —Tiene razón, Marcus. Déjame hablar con él. Y si la está engañando, nosotros le daremos una paliza —gritó Dewayne. Oí una pelea, y los gritos de Marcus, mientras Rock demandaba que se calmara.

Quitándome de los faros que me cegaban, caminé hacia ellos. Una vez que ya no tenía luces en mi vista, pude ver a mis tres mejores amigos en lo que parecía una discusión. Marcus balanceaba los brazos y gritaba que me iba a matar, y Rock y Dewayne lo estaban sosteniendo. —¿Puedo preguntar por qué demonios quieres matarme? —le pregunté, tratando de pensar que fue lo que le causó este nivel de ira al racional Marcus. —¿Estás engañando a Amanda? —preguntó Dewayne con un gruñido. ¿Qué mierda? —¡No! ¡Mierda, no! ¿Por qué siquiera pensarías eso? ¿Es por eso que él ha perdido la cabeza? ¿Piensa que estoy engañando a Manda? ¿Mi Manda, a quien adoro más que mi propia vida? ¿Me estás jodiendo, verdad? —Te dije que no lo hizo. Hay una explicación, Marcus. Cálmate, maldición, y deja que hable —dijo Rock agarrándole los brazos por la espalda, mientras él me miraba. Parte de su rabia se tranquilizó mientras me estudiaba. —Suéltenme, dejaré que hable. ¡Pero más vale que tenga una maldita prueba! ¿Me entiendes? ¡UNA JODIDA PRUEBA! Dewayne lo soltó un poco, pero Rock no. —Prométeme que dejarás que hable. Amanda lo querrá vivo si no ha hecho nada malo —dijo Rock. —Lo prometo. Suéltame —espetó Marcus, liberándose del agarre. Comenzó a dirigirse hacia mí, y Rock volvió a agarrarlo. —¡Solo quiero preguntarle! —gruñó Marcus. —Entonces hazlo con varios metros entre ustedes dos —le respondió Rock con calma. —Está bien —gritó, soltándose de nuevo, sus ojos tan llenos de dolor y furia, que ni siquiera era Marcus. Nunca lo vi de esta manera. Ni siquiera aquella vez cuando se enteró que salía con Amanda. —Dejaste tu celular en el carro de Amanda. Y recibiste un mensaje de Greg —dijo Marcus con disgusto—, pero Greg no tiene un coño que tú puedes hacer que se moje, así que Amanda estaba confundida ya que encontró que al Greg con el que trabajas lo tienes guardado en tu celular pero con otro número. —Espera… ¿Qué? —Hablaba acerca de coños mojados y de Greg del trabajo. Nada de esto tenía sentido. —¿Tienes el número de una mujer que encubres con el nombre de Greg en tu teléfono, porque la follas a espaldas de Amanda? —preguntó Dewayne.

—Demonios, ¡¡¡no!!! —grité furioso de que incluso ellos pudieran pensar eso. —Sabía que él no la engañó —dijo Dewayne, levantando las manos como si siempre tuviera razón. Esta vez sí la tenía. Toda la maldita razón. —Tienes que tener una muy buena explicación entonces, porqué acabo de recibir un mensaje de Willow. Llamó al número de tu teléfono y respondió una chica llamada Jill Vick. Se hallaba en el Live Bay. Willow pudo escuchar al fondo a Jackdown. Cuando le preguntó como conocía Preston Drake, la chica colgó —dijo Marcus, ya no tan enojado, sino más bien necesitando una prueba. —¿Manda cree que la he engañado? —pregunté, viendo a los tres chicos. —¡Claro que sí! Ella es un maldito desastre —respondió Marcus levantando la voz de nuevo, como si se fuera a descontrolar otra vez. Ahora todo tiene sentido. Amanda… Tengo que buscarla. Maldición, debe estar devastada. —Tengo que hablar con Manda. ¡Ahora! —dije pasando entre ellos. —¡No! Primero irás a Live Bay con nosotros. Vamos a encontrarnos con Jill Vick para averiguar por qué demonios su nombre estaba guardado como Greg en tu celular —dijo Marcus extendiéndose para agarrar mi brazo. Amaba a este chico, pero no iba a dejar que Amanda pensara un minuto más que la había engañado. ¡A la mierda! VOY. A. IR. CON. AMANDA. —Está bien, mira, yo iré a Live Bay contigo —le dijo Dewayne a Marcus—. Sé que estás enojado porque Amanda es un desastre, pero él necesita buscarla y arreglar esto. Ella necesita que él lo arregle. Y nosotros iremos a averiguar quién demonios es Jill Vick. Me quité la mano de Marcus y corrí hacia mi Jeep. Cuando abrí bruscamente la puerta, recordé dónde escuché ese nombre antes. —Jill Vick es esa morena de Live Bay con las grandes tetas falsas y rayos rosados en su pelo. Ha estado encima de mí por meses. Solo la ignoro y se va. —¡La conozco! La semana pasada pediste que cambiaran de mesera —dijo Dewayne chasqueando los dedos. Asentí. —Sí. Así es como conozco su nombre. Rock me lo dijo cuando fui y le pedí que la mantuviera lejos de mi mesa por el resto de mi vida.

Amanda —Hola —dijo Willow parándose cuando su teléfono suena y se lo coloca en su oído—. No lo hizo. Sabía que no lo hizo… Detente, Marcus... Estás demasiado involucrado en esto. Cálmate. ¿Dewayne y Rock le creen? —Ella caminaba de un lado a otro, y yo estaba atenta a cada palabra—. ¡¡¡Vees!!! Le creen… Solo me estoy quedando hasta que me diga que me vaya. No me iré de aquí porque tú quieras, solo si ella quiere que me vaya. —Me miró y rodó los ojos—. Ve a resolver eso, y déjanos en paz. Va estar bien. Él está diciendo la verdad. Sabes en tu interior que es así… también te amo —dijo, y luego colgó—. Preston está en camino. Marcus dijo que está desesperado por llega a ti. Jura que nunca ha tocado a nadie. Y Jill Vick es aquella mesera de Live Bay con los rayitos rosados en el pelo, esa que Preston le pidió a Rock que cambiara de mesa la semana pasada. Aparentemente, ella está coqueteando con él. La recordé. Realmente tenía pechos grandes. Me puse celosa, y Preston se enojó cuando ella no captó la indirecta. Sin embargo no sabía que le había pedido a Rock que la cambiara de mesa. —No paraba de enseñarle a Preston su escote, o tratando de enseñárselo. Él no la miró, y seguía acercándome, hasta que estaba atrás mío, rodeándome con sus brazos. Pero tengo una gran envidia por los pechos grandes, y los de ella me hicieron ser consciente de los míos. Willow se sentó a mi lado y le dio unas palmaditas a mi rodilla. —Creo que le han tendido una trampa a Preston. Está en camino. Cuando llegue aquí, ¿quieres que me quede o que me vaya? No quería hablar acerca de todo esto enfrente de mi cuñada. —Te puedes ir —le dije—, sin embargo gracias por venir. Asintió. —Todavía no ha terminado. Si Marcus no tiene alguna prueba, volverá a atacar a Preston. Dewayne y Rock, continúan con Marcus, sin embargo no pueden mantener a tu prometido vivo, o a tu hermano fuera de la cárcel. Si no estuviera hablando en serio, me habría estado reído. La puerta de nuestro apartamento se abrió. —¡Manda! —gritó Preston. —Está aquí —dijo Willow, luego se levantó—, los dejaré hablar. Willow caminaba hacia la puerta del baño cuando Preston, gritó de nuevo mi nombre, con su voz llena de pánico. —Se encuentra aquí —respondió Willow y salió del baño. Preston se acercó rápidamente; se miraba como un hombre en una misión.

—Lo juro por Dios que no tengo idea de cómo ese número llegó a mi teléfono, y jamás he tocado a alguien más que a ti —juró Preston, envolviendo los brazos alrededor de mí, y jalándome hacia él—. Ni siquiera conozco a esa perra. Solo sé que se llama así porque Rock la nombró cuando le pedí que la mantuviera lejos de mí. Obtuvo mi número de alguna manera, lo averiguaré, pero necesito que creas en mí. Nunca, bebé. Por dios, nunca te haría algo así. La desesperación en su voz y el modo que me sostuvo tan fuerte, que era difícil el respirar, era todo lo que necesitaba. Me decía la verdad. Este era el hombre que yo conocía. El hombre que me amaba. El único a quien confié con mi vida. Mi felicidad. Él era mío. —Te creo —le dije, levantando mi mano para tocar sus largos y rubios mechones—, pero no puedo respirar. Sus brazos me soltaron un poco, pero siguió allí, respirando con dificultad. —Lo juro por Dios —dijo de nuevo. —Lo sé —le aseguré. Ahora me balanceaba. Podía sentir su corazón latiendo contra mi pecho. Esto lo había asustado. Todo el dolor que sentí era remplazado por simpatía por él. —¿Marcus te tocó? —le pregunté, tratando de hacerme un poco para atrás así podía ver más de cerca su cara, pero él no me dejó alejarme ni aunque sea un centímetro. Enterró su cara en mi cuello. —No, pero solo porque Dewayne y Rock lo detuvieron mientras él gritaba. —Lo siento —dije mientras trataba de calmarlo. —No te disculpes por esto, Manda. Esta mierda fue por mi culpa. No tuya. —Finalmente me alejó un poco para poder darme un suave beso—. Solo tú, niña bonita —dijo contra mi boca. —Lo sé —le aseguré. —Me voy a casar contigo, niña bonita. Sonreí ante el recordatorio. —Sí. —Te necesito ahora, chica bonita —dijo mientras iba dejando besos por mi cuello y empezaba a trabajar rápidamente en mi ropa—, odio cuando has estado llorando. No quiero que llores. Lo odio. Te quiero sonriendo —dijo contra mi clavícula—. Solo llora mi nombre cuando te vengas.

—Ajam —coincidí cuando su atención se movió a mis pechos, los que se pusieron muy contentos. Parecía que no le importaba su tamaño. Me hizo sentir perfecta y hermosa. Él era tan mío.

Preston Me sacaron el teléfono de la mesa la semana pasada, cuando yo me hallaba bailando con Amanda, mientras Rock fue a traer más cerveza. La mesera que él mandó era amiga de Jill, así que ella había hecho el trabajo sucio. El plan de Jill era enviarme mensajes sucios hasta que Amanda los viera o yo llamara al número, y de ser así, iba a tratar de convencerme de reunirme con ella. La otra mesera cantó como un pájaro cuando Rock las llamó a todas a la oficina y preguntó acerca de eso. Jill fue despedida y también la mesera que le ayudó. Marcus ya no seguía queriendo matarme, y volvimos a estar felices de que nos íbamos a convertir en familia. No es que no lo fuéramos ya. Dewayne, Rock y Marcus han sido mi familia desde el segundo grado. No me permitieron ver a Manda en todo el maldito día. Willow dijo que era de mala suerte. Traté de decirle que nada acerca de Manda era de mala suerte. Willow me sonrió y regresó a cuidar a Manda. Las fotos de la boda que iban a ser tomadas sin que yo pudiera ver a mi novia, fueron tomadas, y teníamos una hora antes de que la boda empezara. Quería ver a mi niña bonita. No me gustó despertarme y descubrir una nota en la almohada explicando que Willow vino en medio de la noche para llevársela. En este momento no me gustaba mucho mi futura cuñada. —¿A dónde vas? —preguntó Dewayne, con una sonrisa cuando bajé todo el vestíbulo de la capilla hacia la habitación nupcial. —Exactamente a donde piensas que estoy yendo — le dije. —Solo falta una hora. ¿No puedes esperar hasta entonces? —preguntó en tono divertido. —Tú eres el que sigue. Cuando estés esperando para ver a Sienna y ellas no te lo permitan, necesitarás ayuda. Vendrás a buscarme, y yo te lo devolveré. Dewayne asintió y luego rio entre dientes. —Bien, yo me ocupo. Ve a ver a tu chica. Esa fue una venta fácil. Me agaché detrás de la esquina, cuando la puerta de la habitación de Manda se abrió. Willow dijo que necesitaba ir a revisar a Eli, y estaría de vuelta pronto

para ayudarla. Sonreí, y esperé hasta que Willow estuviera fuera de vista y corrí hacia la habitación. El pomo se giró y me deslicé dentro, cerrando la puerta y bloqueándola detrás de mí. Amanda se hallaba sentada de espalda, usando un sostén de encaje blanco y unas bragas a juego y Dios me ayude, ella tenía un cinturón francés y una liga en el muslo. Jesús… Debo de haber hecho algún ruido, porque Amanda se dio la vuelta. —Preston —dijo en un susurro de sorpresa. Entonces empezó a reírse—. Willow se pondrá furiosa. Me importaba una mierda cómo se pondrá Willow. —Levántate —dije mientras daba los tres largos pasos que me llevarían hacia mi novia. Ella se levantó y los brillantes tacones blancos que no había visto con todas las otras cosas, ahora pude verlos. —¿Cómo demonios voy a superar toda la ceremonia, sabiendo que luces así por debajo? Se encogió de hombros. —Tal vez es por eso que se supone que no tenías que verme. Eso es pura mierda. No me gustaba esa regla. —Manda, estás usando una tanga —dije cuando noté sus nalgas. Asintió. —Siéntate en la mesa —dije, acosándola mientras se sentaba en la mesa detrás de ella. —Ahora, niña bonita, extiende esas piernas para mí —le demandé, e hizo exactamente lo que le dije—. Pon esos tacones arriba de la mesa, pero mantén tus piernas abiertas. Mi prometida hizo todo tal como le dije. Sonriendo, me hinqué sobre mis rodillas, viendo su cara mientras lo hacía. Ella ya tenía amplio conocimiento de lo que haría mientras le decía exactamente lo que planeaba hacerle. Y lo quería. Tenía una novia traviesa. —Cuando mi niña bonita camine por ese pasillo vestida de blanco, sus muslos estarán mojados por mi boca —dije, luego hice la tanga a un lado y empecé a saborear el dulce más dulce de todo el mundo. —Preston —gimió, alcanzando mi cabeza. Sus manos agarraron mi pelo en puños, y levanté mi mirada hacia ella. Sus rodillas levantadas, sus piernas bien

abiertas, brazos hacia abajo sosteniendo mi cabeza entre sus piernas, y era lo más erótico que cualquier novio ha visto en su boda. —Dulce coño —dije con una sonrisa y ella me miró con la boca abierta. Esos labios suyos estaban perfectamente pintados del rosa que le ayudé a escoger. No le arruinaría eso hasta que pueda besarla enfrente de todos. Se escuchó un golpe en la puerta, y sus ojos se abrieron mientras su atención pasó de mí hacia la puerta. —Está con llave —le aseguré. —Pero… No le di oportunidad de pararme. Jugué sucio y empecé a succionar su clítoris como un bombón. Sus ojos rodaron hacia atrás, mientras ponía las manos en mi cabeza para sostenerme ahí. —Sí, sí, sí… ahí…como… me gusta... —jadeó, luego chilló mientras trataba de evitar el ser ruidosa. Le di una lamida, hasta que ella se echó a reír y me empujó hacia atrás. Sonriendo, me limpié la boca con la manga y me puse de pie. —No te limpies. Quiero decir mis votos sabiendo lo húmeda que estás. Ese pedacito de tela que llamas bragas está empapado. Me gusta. Amanda se encontraba sin aliento. —¡Oh, por el AMOR DE DIOS! ¡Preston, tienen el resto de sus vidas para eso! —gritó Willow a través de la puerta. —Podré saborearte toda la noche —dije lamiéndome los labios—, antes de la recepción, necesitaré follar a mi esposa. Frunció los labios como si estuviera pensando, luego suspiró. —Supongo, que puedo manejar que mi sexy esposo se escape conmigo antes de que vayamos a bailar y celebrar. —Es bueno escuchar eso —dije, luego presioné mis labios en un beso simple en su nariz, así no arruinaría su maquillaje—. Voy a dejar que te vistas. Te veo en unos minutos. Seré el chico guapo al final del pasillo. Ven a mí.

Amanda Preston me dio un beso, y luego abrió la puerta y salió. —No puedo creerte —le dijo Willow a Preston mientras pasaba junto a él para entrar a la habitación. Preston se encogió de hombros y Willow se echó a reír. Cuando ella cerró la puerta luego de que él saliera de la habitación, se giró para verme. —Supongo que si una novia va a tener sexo salvaje y caliente con su novio minutos antes de la boda, sería la novia de Preston Drake —dijo sacudiendo la cabeza y riéndose de nuevo. —Me disculparía por haberlo dejado quedarse pero… te estaría mintiendo. —Lo sé. Venía caminando y casi llegando escuché lo suficiente para saber que no quería pararme cerca de la puerta. Regresé y mantuve a todos los demás alejados. Puedes agradecerme más tarde por salvar a tu madre del horror de escucharte con un orgasmo. —Mi cara se ruborizó y Willow se rió—. Chica, es demasiado tarde para ruborizarte. —Se giró y agarró mi vestido, el cual me había quitado después de las fotos, así podría usar el baño y retocar mi maquillaje—. Es momento de ponerte esto de nuevo. Ya casi es hora de casarte con el renovado playboy de Sea Breeze. Oh, todavía era un playboy. Solo que era mi playboy. Levanté los brazos y dejé que Willow dejara caer el vestido en mi cuerpo. —Sadie, Eva, Trisha y Jess, están listas ya en fila para salir. Me aseguré de eso antes de regresar a revisarte. —Gracias. —No sabía cómo podría haber hecho todo esto sin Willow. Mi madre tenía sus manos llenas con mi hermanita, Larissa. Un pensamiento que solo me hizo feliz. Willow dio un paso adelante y había sido la mejor madrina del planeta. La dama de honor era Sadie, pero Willow dejó que se encargue de las otras damas de honor, mientras ella se encargaba de mí. —De nada. Me encantó ser parte de todo esto —dijo sonriéndome en el espejo. —Vamos a hacer esto.

Cuando abrí la puerta, Larissa se topó conmigo con un vestido lleno de Tul blanco. —Te ves como una princesa —le dije mientras daba vueltas alrededor de mí. —Daisy May tiene un vestido igual al mío. Tal como lo dijiste. —Sonrió hacia mí. —Estoy segura que ambas serán las princesas más hermosas que aquellas personas hayan visto. Larissa levantó su cesta. —Se encuentra vacía. Daisy May está guardando mis pétalos hasta que ya sea hora. Yo seguía arrojándolos por accidente. Ella no quería que los tirara, así que dijo que los iba a guardar para mí. —Ven conmigo. Me ocuparé de que Daisy May y tú ya estén listas para caminar por el pasillo, y así puedes arrojar todos esos pétalos todo lo que quieras. Solo espera hasta que sea el momento —dijo Willow sonriéndome mientras movía a Larissa de nuevo a la alineación. Las damas de honor ya comenzaron a dirigirse al interior cuando empezó la música. Sadie me sonrió. —Te ves hermosa. —Gracias. Sus ojos brillaron y se inclinó para acercase a mí. —¿Es cierto que tuviste una pequeña actividad antes de la boda? Me sonrojé de nuevo. Aparentemente todos sabían lo que pasó. —Supongo que sí pasó. Te casas con Preston Drake, después de todo —dijo. Y luego se dio la vuelta y salió por la puerta. —Chicas, ustedes dos van cuando me vean llegar al frente —dijo Willow, y las dos asintieron. —Lo tengo controlado —le confirmó Daisy May. Me reí un poco. Ella realmente sabía lo que hacía. Ya había hecho esto unas cuantas veces. Daisy May le dio un codazo a Larisa. —Tu turno. Estaré detrás de ti. Larissa me dio una sonrisa mostrando todos sus dientes, caminó hacia el pasillo demasiado rápido, y había arrojado todos los pétalos antes de haber llegado al medio camino. Pero ella era feliz y adorable. Mi padre se acercó a mi lado y me dio su brazo. —Él te hace feliz, ¿verdad? —dijo mirándome fijamente.

—Sí, papi, más que nada en el mundo. Asintió. —Entonces es hora de dejarte ir. Le di un golpecito en su brazo y me sostuvo mientras caminábamos hacia el hombre de mis sueños que me estaba esperando.

Misbehaving Traducido por Umiangel & Jadasa Corregido por Beatrix

Jess Me paré en el espejo y miré mi estómago. Se hallaba en ese punto donde me veía gorda, pero no estaba embarazada. No me gustó esta fase del embarazo. Mis tetas eran más grandes, y a Jason le encantaba eso. Hasta hoy no me preocupé. Me encantaba saber que llevaba al bebé de Jason Stone. Tenía clases todo el día, y quería sorprenderlo en el almuerzo. Pero cuando le envié un mensaje de texto, dijo que tenía que ir a la biblioteca y sacar algunas investigaciones de algunas blah, blah, blah cosas que no entendía. En el momento en que respondió mi texto, ya me encontraba en el campus de Harvard y tuve que regresar a casa. Me encontré a chicas de mi edad en blusas apretados y lindas faldas pequeñas por todo el lugar. Todas eran inteligentes y brillantes como Jason. Parecían todo lo que yo no era, y las odiaba. Odiaba que estuviera allí todos los días con chicas así. Yo me encontraba en casa, embarazada, tomando cursos universitarios en línea porque mis náuseas me impidieron asistir a la universidad en persona. Mientras estoy en casa, él se encuentra aquí viviendo esta vida de un chico universitario, viendo todo lo que le quité. Las lágrimas brotaron en mis ojos en tanto miraba mi propia imagen en el espejo frente a mí. Arruiné su vida. No era nada en comparación a lo que se merecía. Tuve mi cuerpo y apariencia antes, pero ahora perdía eso. ¿Y qué tenía que competir con esas chicas? No tenía nada. Era exactamente lo que decía su madre: una carga. —Jess, bebé, ¿estás llorando?

Levanté la cabeza para ver a Jason entrando en la puerta del dormitorio, moviéndose directamente hacia mí en una zancada. Al verlo vestido con su camisa blanca y pantalones, pareciendo una de esas personas de élite que nunca seré, envió mis lágrimas a un sollozo. No hice amigos aquí porque nadie me quería. No era como ellos. Yo era diferente. Jason se distanció de sus amigos en la escuela, y sabía por qué. A ellos no les gustaba. No era elegante y rica. Sus brazos me rodearon y me presionaron contra su pecho. —¿Qué pasa, cariño? —Su voz era tan suave y paciente. Lo que me hizo llorar aún más—. Me estás asustando, Jess —dijo con un tono preocupado mientras pasaba su mano por mi cabeza y luego tomaba mi cara—. Dime qué ocurre. Odio cuando lloras. Traté de controlar mis sollozos y me limpié el rostro con lágrimas, ahora preocupada porque iba a estar toda roja y manchada. No es exactamente algo que un hombre quiera al volver a casa. —¿Alguien te dijo algo? Juro por Dios que, si lo hicieron, mataría a alguien... Se vio obligado a defenderme mucho en este mundo. Ahora que no hacíamos mucho con la gente con la que solía pasar tiempo, sucedía cada vez menos. Sacudí la cabeza para que se tranquilizara. Sorbí, tragando el más reciente ataque de lágrimas que amenazaban con liberarse. —Soy una... carga... —me ahogué, con mis palabras seguidas por un sollozo. —¿Ha estado mi madre aquí? —preguntó enfadado. Sacudí la cabeza. —No, es justo... solo la ver…verdad —hipé—. No encajo en tu mundo. Solo obstruyo tu vida —terminé, luego enterré mi cara en su cuello. Sus brazos se apretaron alrededor de mí. —Pones color en mi vida, Jess. Me haces reír y me das una razón para sonreír incluso cuando las cosas son una mierda. Eres mi mundo. No sé de dónde sacas esta mierda. Bebé, nunca has sido y nunca serás una carga. Nunca. Le besé el cuello y bufé. Sus palabras siempre me ayudaron a estabilizarme. El mes pasado, mis emociones fueron como una montaña rusa. Mi exterior en general duro se estrelló y quemó en alguna parte alrededor de las doce semanas de embarazo. Y todo hirió mis sentimientos. Jason pasó las manos por mis caderas anchas y agarró mi trasero. —Sin bragas. Jodidamente caliente —dijo, sonriendo—. Te extrañé hoy. Odio estar lejos de ti. Ojalá pudiera ponerte en mi bolsillo y llevarte a todas las clases conmigo.

Sonriendo entre mis lágrimas, lo besé bajo la barbilla. —Estoy demasiado gorda para meterme en tu bolsillo. Sus manos apretaron mi trasero. —Nada en ti es gordo. Eres toda curvilínea, suave y llevas a mi bebé. La mujer más perfecta en la Tierra. Terminó esa pequeña declaración dulce, luego cubrió mi boca con la suya. Hambrienta, gimoteé y me abrí para él. El suave empuje de su lengua mientras giraba alrededor de la mía antes de moverse hacia adentro y fuera me hizo pensar en dónde más me gustaría que se introdujera en mi cuerpo. Me meneé contra él, sintiendo su erección presionando contra mi estómago. —Olvidé mencionar: siempre tan caliente y excitada, también —dijo Jason con un gruñido, alcanzando mi camisón y quitándomelo con una mano. Estaba completamente desnuda debajo—. ¿Qué necesitas, nena? ¿Qué te hará sentir bien? Es hora de que me haga cargo de mi chica, y soy todo tuyo. Cuando un hombre como Jason Stone se ofrece a cuidarte, es difícil reunir pensamientos. Cualquier cosa que hiciera me haría feliz. Pero sabía exactamente qué hacer para volverlo loco. Siempre le encantó mi trasero, pero ahora que se encontraba más lleno, se hallaba obsesionado con él. Me di la vuelta y puse mis palmas sobre el tocador, pegando mi trasero hacia él y extendiendo mis piernas. —Necesito ser follada —dije dulcemente, mirando hacia atrás sobre mi hombro en dirección a él y moviendo mis pestañas con burla. Sus ojos eran calientes y pegados a mi culo. Levantó su mirada con lo que le pedí para mirarme. Hice un puchero con los labios que lo volvían loco. —Date prisa, estoy muy dolorida. —Mierda, Jess. —Gimió, sacando su camisa sin siquiera desabrochársela, luego arrancó sus pantalones más rápido—. Me encanta este culo. Y la chica traviesa a la que está unido. Ella me pertenece. Agarró las mejillas de mis nalgas con las manos y las apretó, luego me dio una palmada en el culo, viéndolo moverse. Con otro gruñido calmó la piel rosada de sus manos, y luego se inclinó para besar cada punto que abofeteó. Meneé el trasero esta vez. —Estoy excitada. Por favor —supliqué, y mordí mi labio. Su mirada volvió a mi cara, y se inclinó sobre mí y besó mis labios, luego tiró el que mordí poniéndolo en su boca y chupándolo. —¿Quieres que te folle? ¿Eso hará que mi chica sea feliz? —preguntó con una voz ronca que me hizo temblar. —Ajá —respondí, y me presioné contra él.

Sus manos agarraron mis caderas y entró, deslizándose dentro de mí lentamente. Los músculos de su cuello destacaron cuando echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Era hermoso. Y cuando lo hizo, me hallaba tan jodidamente caliente. —El mejor coño del mundo —jadeó, y luego sus ojos se abrieron y me encontraron mirándolo—. Mi coño. Mi coño apretado y caliente —dijo mientras se balanceaba dentro y fuera de mí. —Sí —concordé, dejando caer la cabeza hacia adelante. Cada vez que se hallaba completamente dentro de mí, golpeó el punto que me hizo llorar—. Todo tuyo. —Mierda sí, lo es —coincidió—. Te amo, Jess. Te amo mucho. Pero también amo a este coño. Sonriendo, miré hacia arriba y lo encontré mirándome en el espejo. Sus ojos ardían de necesidad y lujuria. Me encantó saber que le hice salir de control. Me gustaba probar a mi chico bueno. Hacerle actuar como el chico malo que era solo cuando estaba en la cama conmigo. —Más duro —dije, luego me lamí el labio inferior. Sus ojos brillaron y su agarre en mis caderas se tensó. —Jess —jadeó cuando nuestras miradas se quedaron fijas. Quería que dijera más. —Hoy te necesitaba tanto que tuve que jugar con mi coño. Quería tu polla grande y dura —dije, haciendo pucheros—. Me encontraba muy mojada. Se estremeció. El oírme hablar sucio lo excitaría antes de que estuviera listo. Pero lo quería de todos modos. —Tocaste mi coño... Si hubiera sabido que me necesitabas, cariño, habría saltado la clase para volver a casa y follar a mi chica. —Quería tu pene en mi garganta —dije, observando su rostro cambiar mientras luchaba por liberarse. Su mano se deslizó hacia abajo hasta frotar mi clítoris en el ritmo de su empuje—. Haciéndome jadear mientras me jalas el pelo — dije a través de mi jadeo. —JESS, mierda, nena. —Su voz fue estrangulada mientras me golpeaba con más fuerza. El orgasmo se estrelló en mí, y agarré el tocador antes de gritar su nombre y empujar contra él. —¡¡Miiiiiiierda!! AAAHH, MIERDA SÍ, Jess —gritó Jason mientras se sacudía detrás de mí, llenándome con su liberación.

Caí hacia delante y apoyé la cabeza en mis brazos. Todavía se hallaba enterrado en mi interior. Podía sentir su polla sacudirse con cada gota de su liberación. Empezó a acariciar mi espalda, luego se movió para frotar mis pechos, luego mi estómago. —Eres increíble. Juro por Dios, no sé cómo me las arreglé para salir de esta habitación. —Se rio, luego lentamente salió de mí—. Quieta —dijo en un susurro—. Déjame ver mi liberación corriendo en ti y bajando por tus piernas. Temblé y me quedé quieta. Jason podía ser muy travieso cuando quería serlo. Esta noche definitivamente estaba siendo un chico malo. —Ahí está. Justo por esos muslos cremosos y suaves. Maldición, eso es bonito. —Respiró, de cuclillas y poniendo una mano en cada una de las mejillas de mi trasero y extendiéndolas para que pudiera ver mejor. —¿Vas a dejarme moverme pronto? —le pregunté. Pasó el dedo por los pliegues cubiertos de su liberación. —Esto me hace querer follarte de nuevo. Maldita sea, Jess, nunca me cansaré de ti. —Entonces deja que me mueva y tomaremos una ducha muy larga —sugerí. Jason se puso de pie. —Hecho.

Jason Jess se encontraba en la cocina con el ceño fruncido mientras miraba fijamente la receta delante. Últimamente empezó a cocinar cada noche. Traté de decirle que no tenía que hacerlo, pero realmente quiso hacerlo. Así que la dejé. Momentos como este, cuando se veía adorable mientras trataba de averiguar algo, lo hizo valer la pena. Sin embargo, a veces la comida que hacía era difícil de tragar. Me acerqué por detrás y agarré su cintura creciente. —¿Necesitas ayuda? — pregunté, y gritó. —Me asustaste. No te oí entrar —dijo, dejando caer la receta y dándose la vuelta para besarme. —Probablemente es el hecho de que tengas la radio tan fuerte que los vecinos puedan oírla —respondí. Se echó a reír, luego agarró el control remoto del sistema estéreo y lo apagó. —Lo siento. Me ayuda a pensar. ¿Qué haces aquí? Pensé que no llegarías a casa hasta las ocho. Empezaba a hacer la cena. Me apoyé en el mostrador y la llevé conmigo poniéndola entre mis piernas. —Decidí que la sesión de estudio podía irse a la mierda. Quería salir con mi chica esta noche. Te extrañé. Me dio esa sonrisa sexy de la que me enamoré desde el primer momento en que me la mostró. —Pensé que te di un poco de amor extra esta mañana para mantenerte feliz durante el día. La mamada que me despertó fue fantástica. —Cariño, todo lo que hizo fue hacerme pensar en esta dulce boca todo el día —dije, inclinándome para besarla. Envolvió los brazos alrededor de mi cuello y se hundió en el beso también. Si dejara que esto dure demasiado, acabaríamos desnudos en la maldita cocina. Últimamente lo hacíamos por toda la casa. Rompí el beso. —¿Qué dices? ¿Quieres salir conmigo y cenar? Puedes pedir postre, y luego podemos regresar y puedes darme mi postre. Sus ojos brillaron. Sabía lo que quería para el postre. —Está bien. Sí. Esta receta es demasiado complicada, de todos modos. Le di un mordisco de su cuello, luego me alejé. —Vámonos. Sonrió burlonamente hacia mí. —Sabes que no estoy vestida para ir a ninguna parte. Necesito al menos treinta minutos.

—Jess, en serio, cariño, no puedes ser más hermosa. Si te arreglas más bella de lo que eres, terminaré en una pelea esta noche porque un estúpido hijo de puta estará mirando a mi mujer. Se echó a reír y me dio una palmada en el brazo. —No digas tonterías. Seré rápida. La miré mientras corría hacia el dormitorio.

***

Le tomó treinta y seis minutos, pero verla arreglada y sentirse bien consigo misma valió la pena. Se encontraba radiante, y me encantó. Jess se despertaba hermosa. No tenía que hacer nada para volverse impresionante. Pero eso la hacía sentirse bien consigo misma. Eso era lo que importaba. El pasado par de meses actuaba diferente. Sabía que se suponía que era emocional, pero parecía que trataba de aferrarse a mí. Como si tuviera que trabajar duro o algo. Al igual que con hacerme las comidas. Ese fue el comienzo. Ahora teníamos sexo como conejos. Por mucho que me encantara el hecho de que cayera de rodillas y empezara a chuparme la polla en cualquier momento, me molestaba que lo hiciera. Antes, nuestra vida sexual solía ser buena. No, era increíble. Pero últimamente se desesperaba por ello. Como si estuviera tratando de cumplir todas mis fantasías. Cuando traté de hablar sobre ello, me distraía con el sexo o comenzaba a hablar de otra cosa completamente diferente. Y aunque contraté a alguien para limpiar el lugar tres veces a la semana, Jess también limpiaba. Le ocurría algo. Solo necesitaba averiguar qué. Pensé en llamar a su madre, pero no sabía si tendría alguna idea. Ella no vivía aquí con nosotros, y no veía lo que Jess se encontraba haciendo. Además, decirle a su mamá que de repente chupaba mi polla todo el tiempo tampoco parecía apropiado. Tenía que resolver esto por mi cuenta. Quería a Jess feliz. No tratando de hacerme feliz. Me hacía feliz solo con el hecho de respirar. No necesitaba que se convirtiera en Martha Stewart con un lado travieso. Me gustaba Jess tal como era. El camarero del lugar italiano que sabía que a Jess le encantaba nos sentó en una mesa. Intentó decirme que quería ir a comer comida tailandesa. Eso era una

mentira. Era a mí a quien le encantaba la comida tailandesa. Una vez más, trataba de darme lo que pensaba que yo quería. Esto se salía de las manos. Sus ojos se iluminaron mientras tomaba el menú y empezaba a leerlo. Eso me hacía feliz. Ver a mi prometida embarazada babeando por comida. Ella ansiaba cosas. Sabía que sí, pero no me lo diría. Habría ido a casa y ella habría salido y comprado cosas extrañas que nunca solía comer. —Quiero que ordenes tres cosas. Come lo que quieras y nos llevaremos a casa las sobras para que puedas disfrutarlas durante el resto de la semana, en caso de que tengas antojo y yo no esté allí. Jess me miró desde su menú. —¿Cómo sabías que intentaba decidir entre tres cosas? Sonreí. —Porque eres mía y te conozco. Decidir entre la ricotta y Grana Padano gnocchi, lasaña pesto y canelones es siempre difícil. Solo llévate los tres. Jess apretó los labios y cerró el menú. —Bien entonces. Lee mi mente. Supongo que soy predecible. Riendo, negué con la cabeza. —Jess, no eres nada predecible. Y me encanta eso de ti. Inclinó la cabeza mientras me miraba. Como si no creyera que amara eso. Jess no necesitaba afirmaciones como esta. Otra cosa nueva que me molestaba. —Jess —dije, apoyado en la mesa y más cerca de ella—. Adoro todo sobre ti. No deberías preguntar eso ahora. Me sonrió y pareció que dejó escapar un suspiro de alivio. —Jason, ¿cómo estás? Apenas te veo fuera del campus —dijo Jamieson Kennedy mientras se detenía junto a nuestra mesa. Miró a Jess, y pude ver el destello de aprecio en sus ojos. Era algo con lo que aprendí a lidiar. Jess era hermosa, y los hombres siempre lo notaban. —Tengo mejores cosas que hacer cuando terminan las clases —contesté con una sonrisa, luego le guiñé un ojo a Jess. —Jason, hola. Te extrañamos en el grupo de estudio anoche —dijo Vivian Northrop mientras caminaba junto a Jamieson. Ellos tenían una relación inestable y llevaban años así. Ese círculo social, parecían practicar la endogamia y seguir saliendo unos con otros. Era extraño y aburrido. A Vivian, sin embargo, le gustaba recordarme que una vez dormimos juntos. No es algo en lo que haya pensado hasta que me preocupé de que lo mencionara. Especialmente delante de Jess.

—Vivian. Ambos ya conocen a Jess —dije; asintiendo hacia ella en tanto que, de repente, parecía que preferiría estar en cualquier otro lugar. —Oh, no me di cuenta de que seguían juntos. Pensé... —Vivian fue abrazada por Jamieson y ambos utilizaron esas sonrisas falsas que odiaba. —¿Pensaste qué? —pregunté, ahora sintiéndome molesto. Porque dejé muy claro que tenía una relación con Jess y la mencionaba regularmente. Hizo un gesto como si no fuera nada. —Simplemente no les he visto fuera de clases, y supuse que tenías una relación seria. Frunciendo el ceño, me recordé que era una perra. —Estoy en una relación seria. Estoy comprometido —dije, tomé la mano de Jess y la cubrí con la mía—. Con Jess. Vivian actuó sorprendida a medida que miraba a Jess, después giró la cabeza. —Oh, bueno, estoy segura de que tu madre está emocionada —dijo—. Nos veremos luego, Jason. —Entonces se fue. Jamieson se encogió de hombros. —Esa es solo Viv. Ya sabes cómo es —dijo, excusándola. —Sí, lo sé —respondí. Cuando se alejó, miré a Jess, quien miraba fijamente su regazo. Apreté su mano. —Oye, no te molestes por eso. Vivian es una perra de primera clase. Está nerviosa y le gusta decir cosas que la hacen sentirse mejor consigo misma. Jess solo asintió. Entonces la vi respirar profundo a la vez que levantaba la cabeza para mirarme. —Está bien. Ya estoy acostumbrada a esto. —No me engañó la sonrisita forzada. —¿Es eso lo que te molesta? ¿Los elitistas idiotas por aquí? Dado que ninguno de ellos tiene importancia. Nada de lo que hagan o digan es importante. Suspiró y apartó la mirada, mirando hacia el comedor. —Lo sé. Está bien. No, no lo estaba. —Jess —empecé, pero entonces se acercó el camarero. Dejé que Jess hiciera su pedido. Solo ordenó la lasaña. Por lo que pedí lo que yo quería, y sus otras dos opciones para llevar. No dejaría que Vivian maniática Northrop arruinara la cena de Jess.

Jess Al día siguiente, a la hora del almuerzo, me sentí muy agradecida de que anoche Jason pidiera mis otros dos platos favoritos. Coloqué un poco de ambos en un plato y los calenté. Anoche me costó mucho quedarme dormida. Una vez que por fin lo hice, dormí tanto que no desperté cuando Jason se marchó esta mañana. Se levantó e hizo su propio café, y se fue sin siquiera un beso de mi parte. Arruinó mi mañana. Me preocupaba no ser lo que él necesitaba. Lo que pensaba que lo haría feliz. Anoche había estado decidido a que fuéramos a comer a mi restaurante favorito y, al final, deseé tanto que hubiéramos elegido comida tailandesa. Me quitó el apetito enfrentar a esas personas, aquellas que me consideraban menos. No quise comer. Bajo la mirada vigilante y preocupada de Jason, me obligué a tragar. O al menos, la mitad. No pude con más que eso. En algún momento, Jason se daría cuenta de lo que ha hecho. Me hallaba sentada aquí, esperando que lo averiguara. Es brillante y va a hacer grandes cosas. ¿Qué podía hacer? ¿Hacer ropa? ¿Quién quiere que le haga ropa? Nadie. Eso es quién. Me hundí en el sofá con mi plato de comida y froté mi estómago. Íbamos a ser padres en tanto Jason seguía en su universidad de la Ivy League. Pronto habría pañales y noches sin dormir, y no tendríamos casi ningún momento para tener sexo. ¿Qué tanto tiempo pasaría antes de que alguna chica de una de sus clases le quitara todo el estrés y satisficiera sus necesidades? Mi apetito desapareció de nuevo. Bajé el plato y me puse de pie. No debería haber comido todos esos carbohidratos. Iba a engordar. En cambio, necesitaba caminar. Mi cuerpo tenía que seguir siendo perfecto para que cuando nuestro bebé estuviera durmiendo, pudiera mantener a Jason interesado. ¿Estaríamos casados para entonces? Jason no mencionó elegir una fecha. Cuando me propuso casamiento, no me encontraba embarazada. Ahora, no parecía muy emocionado con llevar a cabo la boda. Lo cual no ayudaba a sentirme segura con esta relación. Quería ir a ver a mi mamá. Hablarle sobre todo esto. Me haría sentir mejor. Sería un cambio lindo estar cerca de gente que no me despreciaba. Mi teléfono celular sonó justo cuando ataba mis deportivas. Era Jason. Lo presioné contra mi oreja. —Oye, tú —dije, intentando sonar feliz. —Oye, cariño. Dormiste bien. Esta mañana me gustó verte acurrucada en la cama como un ángel. —Su voz me hizo sonreír.

—Lamento no haberme despertado para despedirme. —No lo lamentes. Me gustó dejarte arropada y descansando. Me hallaba a punto de almorzar y sé que tienes comida italiana en el refrigerador, pero pensé que querrías venir al campus y comer conmigo. Bajé la mirada hacia mis leggings y la camiseta sin mangas que vestía. No usaba maquillaje y tenía recogido mi cabello en una cola de caballo. —¿Ahora? — pregunté, esperando que dijera: No, en media hora. —Sí, lamento decírtelo recién, pero cancelaron una reunión con un profesor y me di cuenta de que hoy tendría tiempo para comer. Deseé verlo. Y no quería rechazarlo. —No me veo bien. Iba a caminar. Estoy con mi ropa de realizar ejercicio. Jason se rió. —Me di cuenta. Pero, nena, te ves preciosa sin importar lo que llevas puesto. Ven a comer conmigo. Por favor. A las Vivian de Harvard les iba a encantar esto. Iba a darles algo con lo cual burlarse durante semanas. Quizás meses. —Está bien, ya mismo salgo para allá. —Te esperaré en el patio de la cafetería principal. Genial.

***

Todo el camino me preparé para todas las chicas esnobs y delgadas que me miraban como si fuera un insecto que necesitaba ser aplastado. Pero el rostro sonriente de Jason, en cuanto doblé la esquina hacia el patio, hizo que no importara nada. Me sonrió y comenzó a caminar hacia mí de forma decidida. Cuando nos encontramos, agarró mi cara y me besó con ganas. Era un tipo de beso de reclamación que le gustaba hacer en público. Me hizo sentir especial y me encantó. Cuando se alejó, oí un abucheo y un silbido. Alguien más nos dijo que consiguiéramos una habitación. Jason era ajeno a todos. —Hola, nena —susurró, luego presionó un beso más en mi boca—. Anda. Vamos a comer. Deslizó su brazo alrededor de mi espalda a medida que caminábamos hacia la cafetería. En cuanto entramos, sentí ojos sobre mí. Pero no me concentré en ninguno de ellos.

—Hoy tienen lasaña, pero no creo que se comparará con la de anoche. Aunque está bueno el pollo a la parmesana. Creo que te gustará. —Suena bien. Confío en ti —le dije. Me condujo hasta una mesa y sacó una silla para mí. —Espera aquí. Iré a traer la comida. No tienen tu refresco, pero sí Sprite. ¿Quieres eso? Asentí y le sonreí. Guiñó un ojo, luego se dirigió a ponerse en la fila. Aquí era la única chica embarazada. No tenía que mirar a mi alrededor para saberlo. Las chicas que asistían a esta universidad no se quedaban embarazadas. La silla a mi lado se movió, y un tipo se sentó, mirando fijamente mi pecho. —¿Este asiento está ocupado? —preguntó. —Sí —respondí. Éste, en realidad, tenía un suéter atado alrededor de su cuello. ¿En serio? —No te he visto por aquí. ¿Qué clases estás tomando? ¿Acaso no le había dicho que ese asiento se hallaba ocupado? —No soy de aquí. Y ese asiento está ocupado. Sonrió y se inclinó. —Eso lo explica. No te ves como las chicas de aquí. Pero me gusta la forma en que rellenas una camiseta. ¿Con quién estás aquí? ¿Novio? —Conmigo. Muévete, Devin —gruñó Jason, bajando la bandeja de golpe, haciendo que Devin y yo nos sobresaltáramos. Devin se puso de pie. —Maldición, Jason, contrólate. Solo hacía que tu amiga se sienta bienvenida. Era obvio que no era de aquí. Jason dio un paso hacia él, y el enfadado apretón en su mentón me decía que Devin necesitaba huir. —Es mi prometida, idiota. Y el hecho de que no encaje aquí es una de las muchas razones por las que la amo. Se encogió de hombros. —Ya entendí. —Levantó las manos en señal de rendición—. Ya me voy. Jason permaneció de pie mirándolo fijamente hasta que estuvo contento con lo lejos que se movía Devin. Luego volvió su mirada hacia mí. —Iré a traerte algo de beber, pero estoy intentando decidir si necesito llevarte conmigo. Comencé a decir algo cuando sonrió. —Es broma. Regresaré enseguida, y me disculpo por él. Es un imbécil.

Jason Me sentí agotado cuando llegó el fin de semana. Entre estar al día con mis estudios y tareas, y asegurarme de que Jess era feliz, todo lo que quería hacer era dormir. El sábado por la mañana en cuanto abrí los ojos y me concentré en el despertador al lado de la cama, era las once. En todo el semestre no había dormido hasta tan tarde. Oí la ducha y el olor a café y panqueques llenaba el apartamento. Olía a que Jess llevaba un tiempo despierta. Aparté las mantas, me puse de pie y me estiré. Aún me encontraba desnudo de la última ronda de sexo que tuvimos anoche. Después de hacerlo por tercera vez en una noche, no creo que volviera de la última. Todo lo que pude recordar fue que sostenía a Jess a medida que el placer me recorría. Tuve que haberme desmayado después de eso. Fui al baño, y se hallaba empañada la mampara de cristal, pero todavía podía ver a mi preciosa prometida enjuagando el champú de su cabello. Tenía los ojos cerrados y la cabeza reclinada. Abriendo la mampara, entré y ella abrió los ojos. Su jadeo sorprendido se convirtió en una sonrisa. —Buenos días —dije, deslizando mis manos alrededor de su cuerpo resbaladizo y acercándola—. Hacía frío en la cama. Se rió. —Algunos no podemos dormir toda la mañana. Tenemos hambre — bromeó. —Olí eso. ¿Me preparaste algo? —Por supuesto. Moví la mano para tocarla suavemente entre las piernas. —¿Estás adolorida? Porque yo sí, y estoy pensando que si me duele, entonces a ti también. Jess me abrió las piernas y montó mi mano. —Un poco —susurró—. Pero si te duele, puedo besarlo y hacer que se sienta mejor. La agarré bajo los brazos justo cuando comenzaba a arrodillarse de nuevo. —No —dije, deteniéndola. Me hizo sonreír el ceño fruncido que arrugó su frente— . Siéntate —dije, empujándola hacia el banco detrás de nosotros—. Y abre tus piernas —ordené. Luego me arrodillé. —Jason, estoy... bien...

—Yo no. Tengo hambre —respondí, abriendo sus piernas con las manos. Se estremeció con la primera lamida. Sus manos estaban en mi cabello con la segunda. Empecé a burlarme y a complacer cada lugar, excepto el único que sabía necesitaba mi lengua. Cuando empezó a estirar mi cabello y a suplicar, cedí y acaricié con mi lengua su clítoris hinchado, luego lo estiré y succioné. Era algo bueno que tuviera muchísimo cabello porque estiraba tan fuerte que tenía la certeza de que me arrancó un poco. —¡JAAASON! —gritó, temblando en tanto su cuerpo convulsionaba y sus muslos sostenían mi cabeza con firmeza a medida que cabalgaba la ola. Cuando sus piernas se relajaron y cayó contra la pared, presioné un beso en su estómago, luego dos en el interior de sus muslos antes de levantarme y sentarme a su lado. —Ese es mi desayuno favorito. Se rió y puso su mano sobre mi hombro. —Sí, bueno, tengo mucha suerte. Sin embargo, iba a besar el tuyo para hacerlo mejor. —Esta mañana necesitaba mimarte. Por mucho que me encante cuando estás entre mis piernas, me gusta ser quien hace que mi chica grite de placer. Me sonrió, luego besó mi barbilla. —Gracias. —De nada, pero ¿me estás agradeciendo por la manera impresionante en que desayuno, o por querer? —Ambos y ninguno. Por amarme. Me acerqué y subí a Jess en mi regazo. Luego acuné su rostro entre mis manos. —Nunca, jamás, me agradezcas por amarte. Eres la mujer loca de todos mis sueños. Jess envolvió sus brazos a mi alrededor y suspiró felizmente. Quizás era esto. Tal vez con lo que sea que lidiaba, ahora desapareció. Dios, lo esperaba.

Jess La semana siguiente fue más fácil. No tenía tanto miedo de perder a Jason. Pasamos el fin de semana viendo películas, acurrucados en el sofá, y comiendo comida china y pizza. Me ayudó emocionalmente tener un fin de semana perezoso. A pesar de que esta semana Jason estuvo hasta tarde, dos veces, con grupos de estudio; logré no entrar en pánico o sentirme necesitada. Él también se veía más feliz. No siempre me preguntaba qué ocurría. Esta noche, sin embargo, íbamos a un evento. El cumpleaños de su amigo Finn era esta noche, y a él le encantaba tener fiestas. Organizaba la mayoría de las fiestas de cualquier ser humano que conocía. Porque tenía más dinero que Dios, era un evento en vez de solo una fiesta. Finn y Hensley eran los únicos amigos de Jason que me gustaban. Eran amables conmigo, y me sentía cómoda con ellos. Elegí un vestido que hice recientemente, y no permitía usar bragas o un sujetador. El vestido escondía mi pancita de bebé, pero acentuaba mis senos de modo que un sujetador era imposible. El hermoso color azul, era uno por el que desarrollé recientemente una debilidad. Y la tela daba una sensación cremosa y suave. Dejé mi cabello suelto y me puse los tacones que Jason me compró hace un par de meses cuando babeé por ellos. La mirada en la cara de Jason cuando salí del dormitorio, le dio un aumento extra a mi autoestima, lo cual necesitaba para enfrentar a esta multitud. Seguido de un—: Maldición, estás sexy. Estacionamos en el club de campo en el cual solo estuve una vez y nunca quise volver. Había sido una comida familiar que terminó mal. Sadie, básicamente, discutió con la madre de Jason y Jax. Antes de entrar, necesitaba saber quién estaría allí. O si una persona estaría allí. —¿Estará Johanna? —pregunté. Asintió, luego deslizó su mano alrededor de mi cintura. —Y se sentirá muy inapropiada en cuanto vea a mi hermosa prometida. No te preocupes por ella. Intenté creer eso, pero sabía lo atractiva que era. También sabía que se acostó con mi hombre. Eso me enfurecía. La detestaba. Las puertas se abrieron para nosotros, y nos recibieron dos hombres en esmoquin. Luego nos dirigimos al salón de baile. Cuando entramos, el lugar ya se hallaba lleno. El baile en pleno apogeo, y por todas partes, había grupos de personas fabulosamente vestidas con bebidas elegantes en sus manos.

—¡JESS! —gritó Finn al vernos entrar. Jason se rió a mi lado. —Creo que ya está borracho —dijo a medida que nos acercábamos al cumpleañero. —Creo que tienes razón. —¡Viniste! Baila conmigo, Jess. Déjala, hombre. Es mi cumpleaños —dijo Finn, extendiendo las manos para tocarme. Jason me estiró hacia atrás y sacudió la cabeza. —Feliz cumpleaños, Finn. Pero mi mujer está fuera de los límites. Encuentra a otra. Sacó su labio inferior y pateó. Sip, definitivamente se encontraba borracho. —Pero quiero tocarla. Jason me acercó más. —La tocas y cuando te despiertes sobrio, tu nariz estará rota. ¿Lo comprendes? Finn soltó una carcajada y luego le dio una palmada en la espalda. —Eres un dominado. Antes de que pueda decir algo más, alguien vino a hablar con él y se olvidó de nosotros. Jason me apartó de Finn y nos acercamos a la barra. —Si no se encontrara borracho y no fuera uno de mis mejores amigos... — murmuró Jason—. Necesito una bebida. ¿Quieres agua con gas? ¿Un poco de jugo de arándano? Asentí y Jason se volvió para pedir un whisky solo y para mí agua con gas. Vi a una chica que conocí cuando fuimos a una fiesta en la ciudad de Nueva York. Nuestra noche terminó mal y me fui a casa sola. —Hola, Jason. No te he visto mucho este semestre —dijo la chica, mostrándole su sonrisa e ignorándome por completo, aunque ya nos conocíamos. —Hola, Vanessa —respondió mientras me entregaba mi agua con gas, teñida de rosa por el jugo de arándano. —Tú y Jo no han estado haciendo nada juntos últimamente —dijo Vanessa, al fin dándome una rápida mirada antes de mirar de nuevo a Jason. —No. Desde que estoy comprometido y esperando un bebé, no paso tiempo con otras mujeres. Tengo a la que quiero —respondió Jason, luego tomó mi mano—. Disfruta de la fiesta, Vanessa —dijo sin mirarla, llevándome lejos. —La recuerdo de Nueva York —dije. —Lo siento. Ella es un buitre —dijo.

Asentí, y luego Jason se detuvo a hablar con algunas personas que no parecían muy interesadas en mí. Mientras hablaban de una clase que tomaban, miré alrededor de la habitación. Cuando una voz femenina se unió, volví mi atención hacia el grupo hablando. —Puedes tomar mis notas. Las necesito también, pero si quieres quedarte después de clase, puedes conseguir una copia de las mías. Solo te pediré que me lleves a tomar un café a cambio —dijo ella, moviendo su pelo rojo sobre el hombro. —¿Tienes todas las notas? —preguntó Jason, en lugar de decirle que no la llevaría a tomar café. —Sí. Hasta la última. Soy meticulosa —contestó. ¿Por qué suena como si quisiera decir otra cosa? No era su admiradora. —Eso sería genial, Phoebe. Gracias. ¿Espera, qué? —No hay problema —dijo, y luego empezaron a hablar de cosas de las que ya no sabía nada. La sensación de no encajar en este mundo comenzó a hundirse de nuevo. Lo alejé, pero cada vez que Phoebe decía algo y Jason reía, me encogía. Era alta y esbelta. Demasiado esbelta. Y compartían tres clases. Se especializaban en la misma cosa. —Jess —dijo Hensley, acercándose a nosotros con un vaso en la mano y sonriendo. Me gustaba Hensley. Era amable. —Hola, Hensley —respondí. —Baila conmigo, Jess —dijo, moviendo las cejas hacia Jason. —No, Hensley. Vete —dijo Jason, sonando divertido. —Bailaré contigo, Hensley —dijo Phoebe, empujando a través del grupo para caminar muy cerca de Jason antes de deslizar un brazo alrededor de Hensley y susurrar algo en su oído mientras miraba a Jason. Las cejas de Hensley se elevaron. —Sucia, Phoebe. Me gusta —dijo, y la sacó a bailar. Me alegré de verla irse, pero cuando me sonrió por el hombro de Hensley, supe que no me imaginé cosas.

Jason La mano de Jess agarró mi brazo. —Llévame al baño —dijo, cerca de mi oído. Dejé nuestros vasos y la llevé a los baños más cercanos. —Parece que uno está vacío —le dije. No estaban separados para mujeres y hombres. Solo existían seis baños privados. Tres a cada lado del pasillo fuera del salón de baile. Abrió la puerta, luego se volvió hacia mí y me agarró la mano para llevarme dentro. —¿Me necesitas? —pregunté confundido. Jess cerró la puerta y le puso llave, luego se volvió y me agarró la cara y me atacó. Dejé que su boca regordeta creara el camino mientras yo disfrutaba del paseo. No sabía muy bien de qué se trataba, pero últimamente aprendí a no cuestionarlo. —No estoy usando bragas —dijo contra mis labios—. Fóllame. —Sus manos se movieron para subir su vestido, revelando su culo redondo en el espejo detrás de ella. Mierda. Desabroché mis pantalones y liberé a mi polla mientras la besaba. —Quiero tus tetas libres para que pueda verlas rebotar mientras te follo —le dije, buscando la cremallera de su vestido. Noté que no llevaba sujetador. Me volvía, y a todos los hombres aquí, loco. Tuve que evitar cubrirla con mi chaqueta. Hizo a un lado el vestido cuando cayó al suelo, y rompí nuestro beso para poder recogerlo y colgarlo en el gancho detrás de la puerta. Mi hermosa Jess se paró delante de mí, usando esos sensuales tacones de plata que le compré cuando se enamoró de ellos hace unos meses después de verlos en una vitrina de una tienda. Dejaba que mis ojos lentamente tomaran la visión de su cuerpo justo cuando Jess levantó su pierna y apoyó en el asiento de inodoro cerrado. —Te necesito dentro de mí, Jason. Maldita sea. La agarré por la cadera, empujé hacia adelante y luego me deslicé dentro de su coño ya húmedo. —Mieeeeeda —gruñí, enterrando mi cabeza en su cuello y

moviéndome dentro y fuera de ella mientras coincidía con cada empuje—. ¿Esto es lo que querías, nena? —le pregunté mientras le lamía el cuello. —Dios, sí —gimió, y puso sus manos en el fregadero para prepararse. Retrocedí lo suficiente para ver sus pesados senos rebotando. —¿Quieres que me corra afuera para que no gotees toda la noche? —le pregunté mientras sus paredes comenzaban a apretar mi pene de una manera que dispararía mi liberación en un momento. —Dentro de mí —jadeó. No podíamos quedarnos aquí mucho tiempo si caminaba sin bragas y goteando mi semen entre las piernas. Me pasearía con un pene semi-erecto, incapaz de no pensar en ello. Jess movió su pierna hacia arriba y la envolvió alrededor de mi cadera. —Sí, sí, oh Dios, sí, eso es... Me voy a... ¡AAAHHHH! —Echó la cabeza hacia atrás y su cuerpo se sacudió bajo mis manos. Entre la vista de su liberación y el conocimiento de que alguien se hallaba obligado a escucharnos aquí, me corrí detrás de ella, gritando mientras llenaba a mi chica. Sosteniéndola. No fue hasta después de que lentamente salió de mi pene que me di cuenta de lo extraño de la situación. ¿Por qué Jess me arrastró lejos de la fiesta para hacer esto? Sabía que las mujeres embarazadas eran cachondas, pero parecía diferente. Se comportaba de forma salvaje y se sujetaba a mí con fuerza mientras follábamos. Como si tuviera que aferrarse a mí. —Vas a arrepentirte de no hacer que me corra afuera —le dije besando el lado de su cara. —Nunca me arrepiento de eso —respondió. Quise creer que se encontraba tan satisfecha como yo y que esto no era una manera de tranquilizarse a sí misma de que yo era suyo. No tenía que usar el sexo para aferrarse a mí. —Jess —le dije, alisando el pelo de su frente—, por mucho que me guste el hecho de que me trajiste al baño en una fiesta para follarme, me preocupa que lo hayas hecho por las razones equivocadas. Se puso rígida debajo de mí. —Solo te deseaba. Este no era el lugar para hablar de esto, pero íbamos a hablarlo pronto.

La limpié y la vestí. Entonces me enderecé mientras se arreglaba el cabello y el maquillaje. Cuando finalmente abrí la puerta y Jess salió, Phoebe se quedó allí, mirándonos con los ojos muy abiertos. Me preocupaba que Jess se avergonzara, así que comencé a inventar una excusa. Pero se volvió hacia mí y me besó, presionándose a mí. Luego sonrió con una mueca complacida, se dio la vuelta y se pavoneó más allá de Phoebe, pareciendo una mujer muy arrogante. Miré a Phoebe, que no sonreía. Y entonces me di cuenta: la sugerencia de Phoebe de que le comprara un café a cambio de pedir prestado sus notas alteró a Jess. Nunca tuve la intención de llevar a Phoebe a tomar un café. Iba a comprarle uno y llevarlo a clase como agradecimiento. Pero Jess no lo vio así. Marcó a su hombre. Me reí y sacudí la cabeza. Entonces fui detrás de mi escandalosa mujer. Nunca había un momento aburrido con Jess. Dios, amaba a esa mujer.

Jess El resto de la noche, Jason mantuvo su mano sobre mí en todo momento. No hablaba con otras chicas, y seguía preguntándome por mis muslos mojados. Para cuando nos fuimos, me encontraba lista para llevarlo a casa y tener una sesión más larga y más intensa en la cama. De vuelta en casa, me quité los zapatos y los metí en el armario. Cuando giré, Jason se encontraba apoyado en la puerta del dormitorio con una sonrisa en los labios. —Entonces, le mostraste a Phoebe que te pertenecía esta noche. No me quejo, pero la próxima vez no tendrás que recurrir a ese tipo de medidas. Puedes decirme que te hace sentir incómoda. Phoebe es una coqueta, y la he ignorado durante tanto tiempo que ni siquiera me doy cuenta. Pero entiendo por qué lo hiciste. Salir del baño para encontrar a Phoebe parada allí mirándonos era incluso mejor de lo que esperaba. Necesitaba recordarle a Jason cómo podía hacerle sentir. Y necesitaba recordarme a mí misma que me quería. Que era yo quien lo excitaba. —No sabía que nos escuchó —dije honestamente. Se rió entre dientes. —Estoy seguro de que no, pero apuesto a que el hecho de que fue ella quien nos atrapó hizo tu noche. Asentí. No tenía sentido mentir. Jason se echó a reír y cubrió el espacio entre nosotros en dos grandes zancadas. —Estás muy loca. Ella no compite contigo, Jess. Nadie lo hace. Para mí: Eres todo. —Me intimidan. Todas ellas. Son como tú. No soy así. —Eso fue tan honesto como lo fui con él. Asintió. —Sí, todas tienen los mismos objetivos de carrera que yo. Algunas incluso más. Mucho más que yo. Todos crecimos de manera similar. Pero ninguna me ha hecho sentir que no podía respirar sin ella. Ninguna eres tú, Jess. Y nunca lo serán. No saben cómo hacer su propia ropa. No saben lo divertido que puede ser un día entero de tumbarse en un sofá viendo todas las películas de Rocky, o cómo salir de la cama pareciendo una maldita diosa. Solo tú, Jess. Grábatelo en la cabeza, nena. Pero si quieres jalarme a los baños y follarme para recordarme cuánto quiero tu cuerpito sexy, entonces hazlo. Porque fue excitante. Muy caliente. Sus palabras trajeron lágrimas a mis ojos, y una risa burbujeó en mí. ¿Me volví loca con esto del embarazo?

Jason me sostuvo y nos quedamos allí mientras me recuperaba. —Me encanta este armario —dijo—. Huele a ti. Cuando no estás y te echo de menos, vengo aquí. La otra mañana, cuando te encontrabas durmiendo, entré aquí antes de irme y respiré hondo. Incliné la cabeza hacia atrás y lo miré. —¿En serio? —pregunté, sorprendida. Sonrió. —Sí. Estoy tan loco por ti como lo estás por mí. Te olvidas de eso. Siento que estoy fallando de alguna forma. No quiero que dudes de lo obsesionado que estoy contigo. —La próxima vez recuérdame que hueles mi armario cuando me extrañas. Creo que eso me ayudará. —Lo haré.

***

Durante el mes siguiente me las arreglé para poner mis emociones en orden. Seguía saltando sobre Jason regularmente, pero a él no parecía importarle cuánto deseaba tener sexo. Dijo que la noticia de nuestra pequeña escapada en el baño durante la fiesta de Finn se esparció, y ahora era la envidia entre sus amigos. Parecía pensar que era gracioso, y me alegré de que mi momento de celos no causara problemas. Hoy era viernes, mi día favorito de la semana. Significaba que tendría a Jason dos días enteros. Incluso cuando estudiaba se hallaba aquí, así no le echaba de menos. Trabajé en algunos trajes nuevos de maternidad para mí mientras él leía. Me aseaba después de terminar mis cursos diarios en línea. Quería mi título de negocio. Finalmente decidí que quería diseñar mi propia ropa, no trabajar para otra persona. Tal vez crearía una línea de boutique para niños. Todavía no estaba segura. Pero sabía que para dirigir un negocio, necesitaba un título. La puerta se abrió y Jason entró, llevando dos grandes bolsas de papel, con una sonrisa en la cara. —Estoy en casa. Riendo, me acerqué y le besé la cara. —Eso veo. Me besó, luego se apartó. —No empieces eso ahora. Te tendré desnuda y contra una pared antes de que lo sepamos. Y antes de jugar, tenemos trabajo que hacer —dijo, luego levantó las bolsas que llevaba. —¿Trabajo? —pregunté, confundida.

—Sí. Trabajo. Del tipo divertido —me aseguró, y se acercó a la mesa de café y dejó las bolsas. Lo seguí cuando comenzó a retirar... ¿Folletos? —¿Qué es eso? Jason levantó un puñado y me los tendió. —Son lugares. Destinos de boda. Tenemos que decidir para poder usar la fama y el poder de mi hermano para obtener la fecha y el lugar que quieras. Alcancé los folletos que me entregaba, pero mi mente no procesó esto lo suficientemente rápido. —He estado ocupado con la escuela —continuó Jason—. Has estado muy ocupada con la escuela y follándome como conejos. Y aunque he disfrutado mucho de esa parte, necesito que reservemos la fecha. Estoy listo para hacerte Jess Stone. Me harté de ser paciente y darte tiempo. Vas a decidir para este fin de semana. —En cualquier lugar —dije honestamente. No lloraría porque tenía dos bolsas llenas de lugares para bodas. No lloraría porque él era tan increíblemente dulce. Me miró de nuevo mientras sacaba su propio puñado para revisar. —Quiero casarme contigo. Me casaré contigo donde quieras. Diablos, Jess, iré a Las Vegas y dejaré que Elvis lo haga. Pero te mereces la boda de tus sueños. La que has pensado desde que eras niña, y por Dios, te la daré. Tener un hermano que el mundo adora es útil para algunas cosas. Esta es una de ellas. Ahora, ven a sentarte conmigo y veamos esto. Se sentó y estiró su brazo para que me uniera a él. Respiré y sonreí. —De acuerdo. Me senté cerca de él y puse mi pila en su regazo. —Miremos todos hasta que vea uno que me gusta. —No. Tienes que amarlo. No me detendré hasta que esto sea todo lo que siempre quisiste. Puse la cabeza sobre su pecho. —Eres todo lo que siempre quise. Me besó en la cabeza. —Bien. ¿Quieres que Elvis haga esto? Riendo, meneé la cabeza. —No lo creo. Empecemos con los lugares de la costa este. Podemos movernos hacia el oeste desde allí.

Jason El sol decidió brillar hoy. Eran principios de primavera en Alabama del sur, y la brisa podría ser fría si el sol no estuviera. Pero hoy apareció. Las peonías coloridas (sí, sé lo que son ahora) decoraron los extremos de las filas de sillas blancas y fueron tejidas en la pérgola de madera. Me paré justo al lado de mi hermano. —Cuando solíamos jugar aquí en los veranos, ¿te imaginaste esto? —le pregunté, sonriendo, sabiendo la respuesta. —Diablos, no —dijo con una risita. Asentí viendo hacia las bolas de cristal con velas encendidas colgando de los árboles. —Espero que no incendiemos el lugar. Jax sonrió. —Creo que estamos a salvo. Mirando a su alrededor, vi varios pares de ojos observándonos con sonrisas grandes y cursis. Trisha Taylor, Amanda Drake y Willow Hardy sostenían ramos de peonias y llevaban vestidos de estilo similar pero no idénticos. Y cada uno era de un color diferente, a juego con las peonias por todo este lugar. —Se supone que deben estar callados en este momento —dijo Marcus desde el otro lado de Jax, con una sonrisa en su rostro. Daisy May Taylor y Larissa Hardy llegaron caminando por el pasillo, arrojando pétalos al suelo mientras sonreían a los amigos y familiares que las observaban. —Es el momento —susurró Jax cuando la música, que fue elegida después de un montón de debate y cambios, comenzó. Mi pecho se apretó y luego mi corazón comenzó a golpear mientras esperaba a que Jess entrara por ese rincón de árboles. Primero apareció el satén blanco, y luego vino mi chica. Sus ojos me encontraron de inmediato, y todas las cosas que alguna vez se encontraban mal en el mundo eran correctas ahora. Nunca pensé en sentar cabeza. Entonces una rubia salvaje y magnífica con un bate de béisbol hizo señas hacia mi coche y subió adentro. Mi mundo nunca fue el mismo desde entonces. Escuché la inhalación de Jax y supe la causa. Pero ahora mismo solo veía a Jess. No pude ver nada ni nadie más. Pasó el último mes haciendo su vestido. Trabajó hasta altas horas de la noche y le dedicó tanto amor. Fue perfecto. Ella era perfecta. Cuando llegó a mí,

bajé el escalón, tomé su mano, y la atraje a mi lado. Mi hermano bajó y tomó la mano de Sadie, y se pusieron a nuestra izquierda. Cuando planearon esto, Jess y Sadie consideraron dejar que sus madres las acompañaran por el pasillo. Ambas fueron criadas solo por sus madres. Pero al final decidieron caminar una al lado de la otra para encontrarse con nosotros. —Estás impresionante —susurré mientras miraba a Jess con asombro. —Gracias —dijo, sonriendo tan brillante que puso el sol en vergüenza—. Te amo. —Te amo más —le dije mientras metí su mano en mi brazo y la mantuve a mi lado. Eché un vistazo a mi hermano, que sostenía a su novia en su brazo, pareciendo tan consumido como me sentía. Compartir este día entre nosotros no fue idea nuestra. Las chicas llegaron con la idea de una boda doble en la casa de Jax en Sea Breeze. Quisieron casarse donde todos tuvimos buenos recuerdos. Cerca de la familia y amigos que nos vieron enamorarnos. Que estuvieron allí a través de los altibajos. Y fue perfecto. —Estamos reunidos aquí hoy —comenzó el ministro, y Jess me apretó el brazo. Este era el momento. Al parecer, en mi intento de darle a Jess su cuento de hadas, ella me lo dio a mí. Y yo ni siquiera sabía que tenía uno. Hasta ahora. Era este. Se dijeron los votos, y aunque mi hermano era famoso por sus letras, mis votos eran exactamente como me sentía. No intenté hacerlos tan bonitos como los de Jax. Pero los míos fueron para nosotros. Míos y de Jess. Nuestra historia. Nuestro principio y nuestro para siempre. —Ambos pueden besar a sus novias. Mi parte favorita de la ceremonia. Acuné la cara de Jess en mis manos y miré a la hermosa mujer que ahora era mi esposa. —Hola, señora Stone —susurré antes de tomar su boca y besarla. Las felicitaciones desaparecieron mientras sostenía a mi esposa en brazos. Mi esposa. Maldición, era un afortunado hijo de puta

Bad for You Traducido por Mely08610, Val_17 & NnancyC Corregido por Julie

Blythe Tantos números… Tantas personas… Oh por Dios. Me senté en mi escritorio, viendo la pantalla de mi Mac. No fui capaz de hacer mucho durante una hora. Había tantos jodidos números. No lo esperaba. Nunca en un millón de años había experimentado algo como esto. Pero estaba ahí. ¿Era erróneo? Agarrando el borde de mi escritorio, pestañeé varias veces y respiré hondo. Cuando los números siguieron iguales, me pellizqué. Auch. Sí, estaba despierta, esto no era un sueño. Había escuchado sonar mi teléfono, pero no podía responder. Mis ojos se hallaban completamente pegados a esos números. Hablar ahorita no era posible. Estaba sin palabras. No sabía cuando tiempo llevaba sentada aquí cuando la puerta de nuestro apartamento se abrió y Krit entró frenéticamente, gritando mi nombre. Escuchar su voz me sacudió de mi estado de shock, y levanté la mirada para ver a mi hermoso novio, con su cara pálida y pelo rubio, y ojos azules, mirándome como si estuviera aterrorizado. —Estás bien —suspiró—. Mierda… Maldición, amor, me asustaste. Te he estado llamando por al menos una hora. Incluso hice que Green se acercara y llamara a la puerta. No escuché tocar a Green, pero, de nuevo, solo me di cuenta que mi teléfono había sonado una vez. —Ven aquí. Ven a ver —me las arreglé para decirle. —¿Qué es eso?

Vino detrás de mí, apoyando las manos en mis hombros mientras presionó un beso en mi cabeza. —Espera... ¿Esos son los números de las ventas de tus libros? —preguntó con temor en su voz. —Sí… —asentí y luego dejé salir una risa—. Yo... ¿Puedes creer esto? —le pregunté, volteándome para mirarlo fijamente. Me sonrió, tan orgulloso de mí, que mi corazón se sentía lleno. —Demonios, sí. Lo creo. Estos estúpidos que te enviaron cartas de rechazo no sabían lo que hacían. Esto lo prueba. Eres brillante, bebé. Nunca lo dudé. Pasé siete meses tratando de hallar un agente literario para mi novela. No lo logré. Después de diez rechazos, hice una búsqueda en línea y me enteré de la auto-publicación. Llevó tres meses más conseguir un editor y tener el manuscrito listo, encontrar el artista para la portada, y construir una presencia en línea. Hace dos semanas di clic en publicar en las tres principales tiendas de libros electrónicos. No dejé que Krit le dijera a nuestros amigos. Saber que mis palabras se hallaban expuestas para que las personas de afuera las leyeran me aterrorizaba. Con los días, los blogueros empezaron a hacer reseñas. No había visto los números de las ventas porque tenía miedo. —¿Puedes creer que en dos semanas, ocho mil personas han comprado mi libro? ¡Lo han leído! —Estaba sorprendida. —Bebé, es acerca de nosotros. Esa es una buena mierda —bromeó. Sacudí la cabeza y me paré, poniendo mis manos en la cadera. —Krit, eso... esos son veinticuatro mil dólares en dos semanas. —Incluso el decirlo en voz parecía una locura. Las personas no hacían ese tipo de dinero en dos semanas, menos los estudiantes universitarios. —¿Qué? —preguntó lentamente. No hablé acerca de los precios con él, o de la cantidad de beneficios que recibía por libro. Fue ahí cuando recibió el impacto. —Veinticuatro mil, gano tres dólares por libro —le expliqué. Los ojos de Krit se abrieron totalmente, y luego pasó algo. La emoción y orgullo que vi allí se perdieron. Algo lo reemplazó antes de que él girara y se alejara de mí. —Eso es asombroso, amor, muy asombroso. Sabía que lo podías hacer, te lo mereces —dijo, mirándome finalmente—. Tengo que regresar a clases, te veo esta noche —indicó, luego me besó en la boca antes de salir del apartamento que compartíamos.

¿Qué demonios fue lo que acababa de pasar?

Krit Volver a clases no tenía sentido. Mi cabeza era un desorden. Todo estaba jodido. Esto solo era el principio para ella. Dos semanas, y ella ya había ganado lo que me tomó alrededor de seis meses. Santa mierda. Necesitaba hablar con mi hermana. No, ella no. Era mujer. Necesitaba hablar con Rock. Él lo entendería más que Trisha. El maldito anillo que he estado pagando por los últimos seis meses ya no lucía jodidamente impresionante. Ocho mil dólares me patearon el trasero, pero iba a hacer el último pago de eso este viernes. Planear como iba a proponerle matrimonio a Blythe había sido un calvario aún más largo. Cambié el plan en mi cabeza ya diez veces. Pensé que ya estaba seguro de lo que quería hacer. Pero después de esto… ¿Podría? Maldición. Esto estaba tan jodido. Veinticuatro mil malditos dólares. Mierda, esto era una locura. Y se iba a poner peor. Ella iba a llegar a hacer millones a este ritmo. Casi terminaba la segunda novela. Y entonces tendría dos libros ahí fuera haciendo esa cantidad de dinero. Aparqué mi moto y llamé a Rock. —¿Qué pasa? —dijo a modo de saludo. —¿Dónde estás? Necesito hablarte. —Estoy en los condominios que está construyendo Dewayne. Iba a ir con él y Preston a buscar algo para almorzar. ¿Quieres unírtenos? Decirle a Rock era una cosa. Era de la familia. Esta mierda no se comparte con las demás personas. —No, solamente necesitaba hablar contigo. ¿Cómo a qué hora terminarías el almuerzo? —Espera un segundo —dijo—. D, tengo que reunirme con Krit, hablamos más tarde. —Luego, a mí—: Voy camino a mi casa, encuéntrame ahí en cinco minutos. Deslicé el teléfono en mi bolsillo y regresé con mi Harley a la calle para llegar a la casa de mi hermana. Para cuando llegué, el auto de Rock ya se hallaba aparcado fuera y él estaba recostado en contra de este con los brazos cruzados sobre el pecho, observándome. Casi nunca venía a verlo por mis asuntos; usualmente me daba consejos que yo no

quería. La verdad era que Rock podría ser unos cuantos años mayor, pero se convirtió en un lugar seguro para mí cuando yo era un niño asustado. Cuando él entró en nuestras vidas, yo tenía catorce años y trataba de mantener a mi hermana viva. Entonces Rock Taylor había intervenido y nos salvó a los dos. Él era mi familia. Estacioné mi motocicleta al lado de su auto y caminé hacia él. —Parece algo serio —dijo, estudiándome de cerca. —Lo es. Eso creo. Maldición, no lo sé. —Esto era tan confuso. —Vamos a escuchar de qué se trata. Vine aquí para contarle mi problema y que me diera un consejo. Retroceder ahora era un movimiento de niña. Con un suspiro frustrado, miré al hombre que consideraba mi hermano. —No puedo proponerle matrimonio a Blythe. Ahora no se vería bien —dije. Eso no había sido exactamente la forma en que quería decirlo, pero así fue cómo me salió. Mi mayor miedo. Lo único que me perseguía y me volvía loco. Rock frunció el ceño. —¿Te refieres a después de gastar todo ese dinero en un anillo y trabajar esas horas extras con Dewayne para hacer dinero extra? ¿Qué demonios pasó? —Ella… publicó su libro. No quiso que le diga a nadie de ustedes. Lo hizo hace dos semanas —le expliqué. Sonrió. —Eso es asombroso. ¿Por qué ella no quería que nos lo dijeras? —Porque estaba nerviosa, asustada. Demonios, no lo sé. Solamente no dije nada, pero está yendo mejor de lo que esperaba. Mucho mejor. Como, cinco cifras en dos malditas semanas. Rock soltó una fuerte risa. —De ninguna maldita manera. Es genial. ¿Cuál es el problema? Apuesto a que está emocionada. Él aún no lo entendía. Frustrado, pasé la mano por mi pelo y gruñí. —Sí, es genial. Está emocionada, y yo estoy feliz por ella, no me malinterpretes. Estoy tan malditamente orgulloso, pero… pero ahora que genera ese tipo de dinero, no puedo ir a proponerle casamiento. Va a parecer que ahora que gana buen dinero, la quiero enganchar conmigo. Frunció el ceño. —Esa no es la verdad. Has estado trabajando mucho para darle un anillo que es más grande lo que espera Blythe. —Mal momento —dije.

Finalmente lo entendió. —Mierda. —¿Qué hago? —le pregunté. Suspiró y se encogió de hombros. —No lo sé, amigo. Nunca me he tenido que preocupar de eso con Trisha; que piense que quiero estar con ella por dinero. Tal vez esto no es algo permanente, y no habrá esa cantidad de dinero en el futuro. ¿Cuándo esté ganando menos, te sentirías mejor para proponerle matrimonio? —Odio tener que esperar. Quiero mi anillo en su dedo. Es solo que me mata por dentro la idea de que piense que quiero casarme por algo más que no sea ella. Me preocupa que la duda exista en el fondo de su mente. Quiero pedirle que se case conmigo, pero cuando lo haga, quiero que entienda que ella es mi maldito universo. Me parecería bien estar con ella en una caja de cartón mientras esté conmigo. Solo necesito que sea feliz. Ahora todo ese jodido dinero… —Quería gritar por la frustración. —Espera. Dale a esto una semana o un poco más. Tal vez un mes, si te preocupa el dinero. Siendo honesto, no creo que Blythe piense que le propones casamiento por que ahora tiene éxito con ese libro. Cuando vea ese diamante que le compraste, sabrá que has estado trabajando un tiempo por eso. —O, puede pensar que lo compré en crédito, planeando pagarlo todo, una vez que ya esté casado con una mujer adinerada —gruñí. Maldito dinero. Tenía que venir a complicar todo. Nunca pensé que haría mi vida tan complicada. Mi chica escribió una novela; fue tras su sueño y lo logró. En vez de celebrarlo, me quejaba al respecto. ¿Qué tan jodido era esto? Ella se merecía esto. Necesitaba tranquilizarme. A la larga estaría correcto. Solamente debía esperar.

Blythe La extraña reacción y la partida de Krit, me molestó tanto que no podía concentrarme. Cerré mi computadora y limpié el apartamento, luego fui por unas golosinas para tratar de olvidar su extraño comportamiento. Alrededor de las cuatro, Krit regresó a la casa, con su usual y encantadora sonrisa y me jaló hacia sus brazos para besarme. Se las arregló para poder borrar todas mis preocupaciones con un beso posesivo. Nos limpiamos mutuamente en la ducha —varias veces— antes de alistarnos para ir al concierto de Jackdown en Live Bay. —No olvides que tienes que cantar esta noche —gritó Green mientras se iba por la entrada trasera, dejándonos a mí y a Krit solos. Era un ritual ahora. A veces todos nos dejaban solos para que pudiéramos besarnos. Y otras veces como que solo… lo hacíamos. Dependía de lo que necesitaba Krit. —¡Jódete! —gritó Krit, molesto. Agarré su cara y la moví para que pudiera verme. —Sé un buen chico. Me dio una sonrisa malvada. —Eso no es divertido, amor —dijo deslizando una mano entre mis piernas—. Los chicos buenos no hacen eso. Su dedo ingresó dentro de mí. Ya me encontraba mojada cuando Krit estaba cerca. Su cara, y la manera en que su boca se movía al hablar, por no mencionar su pircing, simplemente… me hacía estar excitada la mayor parte del tiempo. —¿No? —jadeé, tratando de seguirle la corriente mientras él encontraba el lugar dentro de mí que siempre me enviaba en un espiral del olvido. —Ajá. No tienen ni la menor idea —susurró contra mi oído, luego mordió el lóbulo antes de besar mi cuello. Me agarré de sus hombros mientras me llevaba al clímax. Cuando ya me tranquilicé, él sacó su dedo y lo llevó hacia su boca para chuparlo. Riendo, sacudí la cabeza. —Eres un chico muy malo. Tengo suerte de que seas mi chico malo. Se acercó a mí e inclinó la cabeza hacia un lado mientras una sonrisa torcida apareció en su rostro. —¿Te gusta este chico malo, amor? —me preguntó, pasando su dedo húmedo, el cual olía a mí, por el lado de mi cara.

—Está bien —bromeé, sabiendo que lo que en realidad quería era que le dijera que lo amaba. Me hizo un mohín y esos labios gruesos hicieron que mi corazón se acelere. —Eso no fue agradable. Estoy obsesionado con tu dulce coño, y Dios sabe que te amo. M{s te vale que sea m{s que un “est{ bien”. Me acerqué y pasé mi pulgar por sus labios gruesos. —Sabes que te amo. Grité lo mucho que te amaba hace unos momentos en la ducha. Lo grité tan alto que nuestros vecinos golpearon la pared para callarme. La risa malvada que vibró en su pecho era deliciosa. —Cuando mi cabeza está entre tus piernas, follándote con mi lengua, no cuenta. Por supuesto que me quieres en ese momento. Mejoré en no sonrojarme cuando Krit hablaba sucio, pero a veces todavía no podía evitarlo. Como cuando decía lo mucho que lo amaba mientras él me besaba allí. —Te amo, Krit Corbin. Te amo tanto —le aseguré. Cerró los ojos y metió mi pulgar en su boca y lo mordió gentilmente. —Eso es lo que necesitaba escuchar —dijo, luego abrió sus ojos y pasó su brazo alrededor de mi cintura—. Vamos a hacer esto. Caminamos a la entrada trasera, y Green sacudió la cabeza hacia nosotros como si fuéramos unos chicos sucios. No era como si Green no tuviera sexo con las chicas detrás del escenario. Justo hace una semana lo encontré follando a una chica en contra de la pared en el camerino. Vi un destello de su trasero y los pechos de ella antes de que cerrara la puerta de golpe con horror. Krit se enojó porque vi el trasero de Green, y perdió el control contra todo el mundo, gritando que no se permitía tener sexo entre bastidores. Ellos señalaron que nosotros follábamos detrás del escenario, así que lo enmendó con un: “Cierren con llave la maldita puerta”. Había dejado de pensar que Krit, eventualmente, me querría afuera con el público. Quería que esté en cualquier lado pero detrás del escenario, así él podía verme. Por qué si veía que un chico en la audiencia se acercaba a mí, se pondría como loco, saltaría del escenario, y terminaría en la cárcel. Así que para ayudar a mi hombre y su temperamento, me quedaba aquí atrás con él. Cantaba y me miraba la mayor parte del tiempo, pero nadie parecía notarlo o importarle. Las chicas todavía seguían arrojándole sus bragas. Gritaban que querían tener sus bebes y acostarse con él. Podía oír todo desde aquí, pero ya no me importaba.

A él no le importaba lo que decían. Ni una vez pareció tentado hacia ellas. Cuando conocí a Krit, compartía su apartamento con Green encima del mío. Ahora, yo compartía ese apartamento con él y Green vivía abajo, en mi antiguo apartamento. La banda se convirtió en mi familia. Al igual que Trisha y Rock, y sus niños. Yo no había tenido una familia verdadera, así que tener a estas personas en mi vida, que me amaban, era lo más maravilloso del mundo. Hallé mi esquina especial y me senté en la silla que Krit siempre tenía para mí. Me guiñó el ojo al tiempo que se sacaba la camisa, mostrando sus pezones perforados y su pecho tatuado. Las curvas de sus músculos me hacían retorcerme. Pronto estaría todo sudado en el escenario y su pelo sería aún más desordenado de lo que ya estaba. No era de extrañar que le dejara llevarme de regreso al camerino durante el receso para estar conmigo. Solo escucharlo era suficiente para excitarme, pero ver su pecho desnudo y sudoroso, la manera que se movía en el escenario hacían un charco de mí. Me encontraba siempre lista para pasar mis manos por su cuerpo resbaladizo. —¿Eres la novia de Krit? Alcé la vista a la rubia, que me hizo recordar al ángel en la cima del arbolito de navidad en la iglesia. Su pelo era largo, dorado y curveado en las puntas. No tenía maquillaje, lo que era extraño para las groupies. Ellas normalmente estaban llenas de maquillaje. Por supuesto, esta chica no lo necesitaba. Tenía el tipo de rasgos que eran únicos. Comencé a imaginarla como la heroína de mi novela. —¿Blythe, cierto? —dijo, sacándome de mis pensamientos. —Mmm, sí —asentí, confundida de cómo logró llegar hasta aquí. Me sonrió genuinamente. —Soy Trinity, la prima de Matty. Vine de visita porque mi madre quiere que me vuelva unida a Matty y vaya al Sur de Alabama para la universidad. Sin embargo, no creo que este emocionado por eso —dijo, mordiéndose el labio con nervios—. Pero él dijo que ibas a estar aquí atrás, y que eras amable. Matty era el baterista de Jackdown. Él tampoco tenía ningún parecido con esta chica, que era un año o dos más joven que yo. Su acento era diferente. Tenía un tono que no lograba reconocer. —¿Dónde vives? —le pregunté cuando ella puso una silla a mi lado. —En un pueblito de Texas del que nunca has escuchado. —Sonrió de nuevo, y le aparecieron dos hoyuelos. Ella me recordaba a una muñeca. Eso era, tenía la cara, el pelo y los hoyuelos como una muñeca—. Se llama Berryville. Si me voy la

población pasará de novecientos noventa y nueve a novecientos noventa y ocho. No sé cómo sobrevivirán. —Había un tono de broma en su voz. Me agradaba. —Vaya. Sí, quizá deberías volver a pensar sobre irte —le respondí. Sonrió y luego levantó las piernas en el asiento. —Matty dijo que vives con Krit, y eres muy importante. No voy a decir o hacer algo que pueda ofenderte. Pero voy a admitir que me siento un poco nerviosa. Krit parece aterrador. Levanté la vista para ver a Krit mirándonos con el ceño fruncido. Se pasaría por aquí en un minuto. Esto iba a molestarlo. —¿Me está frunciendo el ceño? ¿Debería moverme? —me preguntó en un tono de voz bajo. Negué con la cabeza. —No, estarás bien. Lo juro. Krit solamente es intenso. Cuando se entere de que eres la sobrina de Matty y no una grupie tratando de enojarme, se relajará. En ese momento, Matty se acercó a Krit, le agarró el hombro, y le dijo algo al oído. Krit asintió, y luego me miró para tranquilizarme. Le devolví un pulgar hacia arriba. Se relajó y volvió a calentar y a revisar el sonido. —¿Eso significa que puedo quedarme? —preguntó. Riendo, asentí.

Krit La chica al lado de Blythe lucía joven e inocente. Matty dijo que era su prima que vino de visita desde Texas. Me juró que no era nada parecida a él, y que ella y Blythe se llevarían bien. Hasta el momento, Blythe se encontraba bien. Aunque la chica continuaba platicando con ella y manteniendo su atención lejos de mí. No me gustaba eso. Quería toda su atención. Sí, era un egoísta, pero a la mierda. Durante nuestro primer descanso, llegué al lado de Blythe antes de que se levantara. —Ven aquí, amor —dije jalándola a mis brazos. Estaba sudado, pero ella nunca retrocedió ni actuó como si le molestara. Se acercó ansiosa. Me encantaba eso. —Krit, ella es Trinity. Trinity, él es Krit —dijo Blythe, presentándonos. —Encantado de conocerte, Trinity. Pero tengo que llevar a mi chica por un momento, ¿sí? —Enganché mi brazo alrededor de su cuello y la llevé detrás del escenario, lejos de Trinity y su boca habladora. —¿Qué fue eso? —me preguntó Blythe, mirándome fijamente. No encontré su mirada; ocultaba mi comportamiento egoísta lo mejor que pude. Ella estaba malditamente cerca de la perfección y me amaba; a este jodido idiota. Tenía que ocultar mis peores rasgos lo mejor que podía. —¿Krit Corbin, estás celoso de… una chica? —La diversión en su voz era obvia. No le respondí. —¡Oh por Dios, lo estás! Krit, ¿en serio? No voy por ahí para nada. Te lo garantizo. Es una chica muy hermosa, pero estoy enamorada de ti. Incliné la cabeza y besé su sien. —Sí, así es. Se río y apoyo la cabeza en mi pecho sudado. —¿Qué es lo que voy a hacer contigo? Solamente te pones peor. —Quedarte conmigo. Eso es lo que tienes que hacer conmigo. Deslizó una mano por mi pecho y la puso sobre mi corazón. —Sí, sin duda me voy a quedar contigo. Eso me hizo sentir mejor.

—No estaba celoso de ella. Simplemente no me gustó que hablara tanto. Me gusta que me mires. Asintió. —Lo entiendo. Y lo sé, pero trataba de no ser grosera. Me lo imaginé. Blythe no quería ser mala con nadie. Era dulce, amable y mía. —Podemos salir a ver a Trisha. La vi entrar con Amanda hace unos minutos. O podemos ir al camerino a follar. Se rió en voz alta, y mi pecho se apretó ante el sonido. —No lo sé, Krit… ¿qué quieres hacer tú? La volteé hacia el camerino. —Contigo, amor, esa respuesta siempre será follar. Estoy obsesionado con tu coño, ¿recuerdas? Tembló en mis brazos; abrí el camerino y les grité a los chicos que salieran antes de cerrar la puerta y bloquearla detrás de ellos. —Súbete esa falda —gruñí mientras me acercaba hasta que estuvo presionada contra la pared. Por supuesto, eso fue exactamente lo que hizo.

Blythe —¿Conoces bien a Green? —me preguntó Trinity. Mantuve los ojos en Krit, así él estaría feliz. Era como un niño malcriado. Era adorable. —Sí, lo conozco bastante bien. Es el mejor amigo de Krit. Trinity no dijo nada durante unos minutos, y estuve tentada a mirarla. Hizo una pregunta al azar y luego terminó la conversación. —Es muy talentoso. En realidad no esperaba eso, teniendo en cuenta lo que vi de él hasta ahora. Es decir, no fue mi intención decir que era tonto ni nada… es solo que me fijé en él… o, bueno, tuve que fijarme en él porque pasó por casa de Matty con algunas chicas, y no se veía sobrio, no lo creo. Matty me envió a mi habitación y discutió con Green, y las chicas se fueron. Salí de la habitación pensando que Green también se había ido, pero no fue así. Se encontraba allí, bebiendo una cerveza. Se disculpó por las chicas casi desnudas que trajo con él, luego me dijo que era una “bloquea-pollas”. Matty le dio una palmada en la nuca, y bueno, me puse nerviosa, así que volví a mi habitación. Entonces… él no parecía tan inteligente, o tal vez no parecía tan dedicado a cosas serias como ser músico. Pero ha sido muy bueno y agradable esta noche. No ha hablado conmigo, pero lo he visto con todos los dem{s. Parece mucho m{s inteligente… de lo que pensé al principio. Eso tampoco sonó bien. Lo que quería decir es que es muy guapo y me alegra saber que tiene un cerebro en la cabeza. Es una pena cuando los hombres tan guapos como él resultan ser tontos. Ahora me voy a callar. Eso fue tan largo como un discurso. Trinity logró conseguir mi completa atención con sus largas divagaciones sobre Green. De todo lo que dijo, hubieron dos cosas que se destacaron mayormente: primero, que Green la ignoró toda la noche, y segundo, que pensaba que él era guapo. Eso era muy interesante. Green era un buen tipo, y si conoció a Trinity antes, incluso borracho, no podía imaginar que estuviera ignorándola. Nunca haría eso. La estudié por un momento, y el rubor en sus mejillas me dijo que se sentía avergonzada por su arrebato de información. ¿Acaso tenía un enamoramiento por Green? Seguramente no. Él no solo era demasiado viejo, sino que ella era la prima de Matty. Esto terminaría muy mal. A menos, por supuesto, que Green la ignorara para evitar la atracción que sentía por ella. Era posible que se enamorara de una chica y cambiara sus costumbres. Él era una apuesta más factible que Krit antes de que yo llegara.

—Green está en la escuela de leyes. Es brillante, y sí, es muy talentoso. Pero aprenderás, si te quedas cerca de estos chicos, que los músicos son un poco extraños. Viven la vida a su manera. En cuanto a ignorarte, no le daría mucha importancia a eso. Simplemente se enfoca cuando se encuentran en el escenario. Tiene esa fachada, donde coquetea con las fanáticas y atrae a la multitud. Es lo que hacen. Trinity se puso muy pensativa por un momento, luego asintió. —Está bien. Sí. Eso tiene sentido. Gracias, Blythe. Asentí y volví a girarme hacia Krit, que esperaba que lo mirara. Sonreí y le lancé un beso. Lo atrapó y lo presionó contra sus labios, luego me guiñó un ojo. Me podía imaginar a las mujeres desmayándose en la audiencia en este momento. Yo era una chica muy afortunada.

Krit Dos semanas más tarde, Blythe vendió un total mensual de veinte mil libros. Tenía un anillo de diamantes escondido debajo de la cama. Todos los planes para proponérselo se encontraban en espera. ¡JODER!

Blythe Tecleé la última palabra de mi segunda novela y dejé caer las manos sobre mi regazo. Era extraordinaria la sensación de logro y satisfacción que vino con saber que había escrito dos novelas completas. Todavía faltaban las ediciones y correcciones, pero la historia se hallaba completa. Dentro de un mes podría cargarlo y hacer clic en “publicar” de nuevo. El poder que vino con eso me sorprendió. No esperaba este sentimiento de triunfo. Varias veces en el último mes, pensé en llamar al señor Williams. También conocido como el hombre que ayudó a darme la vida. Sin embargo, no estaba segura de lo que diría. Él me crió, en el sentido más ambiguo de la palabra. La señora Williams, su esposa, que no era mi madre, hizo la mayor parte de la crianza. La disciplina y el abuso emocional; el señor Williams solo dio un paso atrás y dejó que ocurriera. Intervino cuando creía que necesitaba hacerlo. Dado que no supe que era mi padre hasta el año pasado, no había ninguna conexión ni amor allí. No me encontré deseando vincularme con él. Para mí, parecía un anciano vacío que confiaba en el púlpito en que se encontraba cada domingo y le contaba a la gente lo que Jesús quería que hicieran. Dejé de escuchar eso hace mucho tiempo. En mi opinión, Jesús no quería que los padres abandonaran a sus hijos y los dejaran crecer en un hogar sin amor ni afecto. Por lo que él fracasó miserablemente allí. No me encontraba dispuesta a perdonar eso. Parecía inútil llamarlo y contarle sobre mi libro. Y no lo aprobaría si lo leyera. Cambié algunas partes por hechos de ficción, pero aun así se basaba en la vida en la que me dejó crecer. Si alguien se daría cuenta, sería él. Alejé al señor Williams de mi mente. Un día tal vez lo llamaría; o tal vez no. Él no hizo ningún esfuerzo por contactarme. Y ahora tenía una familia, y amigos. Tenía el amor que él me negó. Levantándome, estiré la espalda, ya que estuve sentada todo el día en mi escritorio y fui a prepararme un vaso de té dulce. Antes de que pudiera llegar a la cocina, hubo un golpe en la puerta. La abrí para revelar a Green, que parecía no haber dormido en días. —Green… ¿te encuentras bien? —pregunté, preocupada de que pudiera estar enfermo. Se veía débil.

—No. Dios, no —dijo, pasándose la mano por el pelo, luego maldijo—. Lo jodí, Blythe, y sé que Krit no está aquí, pero necesito un consejo. De una chica. O cualquier persona en este momento en quien pueda confiar y que no sea un idiota. Entonces podría necesitar que me encierres en una habitación y me protejas. Eso no sonaba bien. —Entra. Justo iba a tomar un poco de té. ¿Te gustaría un poco? —le pregunté. Sacudió la cabeza. —No, pero cierra esa puerta. Bloquéala, también. Por si acaso. —Empiezas a asustarme, Green. Entró, se dejó caer en el sofá y hundió la cabeza en sus manos. —Él no te matará. Solo a mí. Va a matarme, y lo merezco. Pero ella es tan… y su cabello… y huele… ¡MIERDA! ¿Qué hice? Juro por Dios que nunca volveré a beber. Me senté en la silla frente a él. —Ve más despacio. Comencemos por quién va a matarte. Green se quitó el pelo de la cara pero mantuvo la cabeza gacha. —Matty. Oh, no. —Green… ¿qué hiciste? ¿Acaso tú, uh… tocaste a Trinity? —Me llamó la atención el hecho de que estuviera ignorando a Trinity en los conciertos durante una semana y media, y después hace dos noches, no dejara de mirarla y luego apartara la vista. Pero decidí que era inofensivo. —Ella era… virgen —soltó. ¿Lo era? Oh, no. Oh no, oh no, oh no… —Green, dime que estaba dispuesta, por favor… Dejó caer la cabeza hasta su regazo y gimió. —Dios, sí que estaba dispuesta. No soy un maldito violador. Pero se hallaba tan jodidamente dispuesta por todo lo que hice que me perdí las señales. Hasta que estuve en su interior, siendo exprimido hasta la muerte por su coño apretado. —¡DEMASIADA INFORMACIÓN, GREEN! —lo detuve. Levantó la cabeza y frunció el ceño. —Sí. Lo siento, lo fue. Pero no lo sabía, Blythe. De verdad no lo sabía. Estaba bebiendo, y Matty se desmayó. Ella se levantó, tenía todo el pelo desordenado y no llevaba sujetador. Luego me sonrió, con este lindo y sexy aspecto, y tiene hoyuelos tan jodidamente profundos, ¡DIOS! Solo soy un hombre, Blythe. Soy un hijo de puta que se folló a la prima virgen de su amigo.

De verdad se hallaba en problemas. Matty iba a matarlo, o él iba a ir a la cárcel. —¿Cuántos años tiene? ¿Supiste su edad primero? —pregunté, lista para ir a ocultarlo si tenía que hacerlo. —Tendrá diecinueve el próximo mes. Es legal. Ya le pregunté a Matty su edad antes de que las cosas fueran extrañas con nosotros. Eso también es su culpa, porque tiene ese pelo, huele bien, me sonríe y me mira. Cuando la veo mirándome fijamente, no aparta la vista, solo me sonríe con esos hoyuelos. ¿Ya mencioné su pelo? Contuve una sonrisa. —Sí, mencionaste su pelo varias veces. Green se levantó y volvió a tirarse el pelo con ambas manos. —¡ESTOY TAN JODIDO! —¿Dónde está ella ahora? Quiero decir, ¿tomaste su virginidad y huiste, o te encargaste de ella, la limpiaste y hablaron al respecto? Green dejó caer las manos a sus costados y echó la cabeza hacia atrás en tanto miraba el techo como si tuviera respuestas para él. —Nosotros… ya sabes… ambos, uh… terminamos. Y luego la limpié. Ella era todo sonrisas con hoyuelos, y yo me sentía tan molesto. Pero los hoyuelos jodían con mi cabeza. Dijo cosas como que fue maravilloso y como siempre lo había soñado. Luego preguntó si podía decirle a Matty que éramos pareja. —Me miró fijamente con los ojos abiertos—. ¡Pareja, Blythe! Pensó que porque follamos éramos pareja. Uh-oh. Esto no sonaba bien. ¿Qué había hecho? Esta vez se dejó caer sobre la mesita de café y apoyó los codos en las rodillas mientras su cabeza colgaba en lo que solo podía describirse como vergüenza. —Le dije que debió decirme que era virgen. Que nunca habría dormido con ella. Le eché la culpa a beber demasiado whisky, y luego le dije que había demasiadas cosas en mi vida para estar en alguna relación. Que follaba a las chicas, no salía con ellas… luego me fui. Oh, Green. ¿Cómo pudiste? —¿Y qué hiciste cuando la dejaste? —Vine directamente aquí. Necesitaba un lugar seguro para esconderme antes de que se lo contara a Matty. Él tenía razón. Y Krit debía llegar a casa. No estaba segura de que pudiera evitar que destruyeran el lugar sin Krit aquí para controlarlos. Pobre Trinity.

Krit Abrí la puerta del apartamento de un golpe y entré, listo para golpear algunas cabezas. Encontré a Green paseándose delante de la ventana y a Blythe sentada en el sillón con las piernas por debajo de ella, mirándolo con un ceño fruncido preocupado. Ella me envió un mensaje diciéndome que Green se acostó con Trinity y que Matty iba a matarlo. Ven a casa, por favor. Green está aquí. Le dije a Dewayne que tenía que irme de inmediato. Me preguntó si se trataba de una emergencia y si necesitaba respaldo. Le dije que no sabía bien, pero que le avisaría si lo necesitaba. —Te ves como una mierda —le dije a Green mientras me acercaba a Blythe. —No sabía que era virgen. Ella coqueteaba y me provocó. Y tiene este pelo. —Se detuvo y maldijo. —Él tiene una obsesión por su pelo. Lo ha mencionado mucho —me susurró Blythe. Deslicé la mano por debajo del pelo de mi chica y ahuequé su cuello. —¿Ella es lo suficientemente mayor? —pregunté con disgusto. Green me fulminó con la mirada. —¡Sí! Es tan mayor como Blythe cuando tú te enganchaste con ella. —Estaba enamorado de Blythe —espeté. —¡Al principio, no! Te obsesionaste con ella. Solo era una de tus locas adicciones. El amor vino después. Tenía razón, pero me molestó escucharlo descargar mis sentimientos por ella. —Cuidado. En este momento soy lo único que se interpone entre tú y Matty. Suspiró y parecía arrepentido. —Sí, lo sé. Soy un desastre. No puedo creer lo que hice. Es ese maldito cabello… y los hoyuelos. Al parecer, Blythe tenía razón. Realmente le gustaba el pelo de la chica. —¿Ella se enojó contigo y dijo que se lo contaría a Matty? Quiero decir, ¿se va a enterar siquiera? Blythe echó la cabeza hacia atrás. —Ella pensó que eso los hacía una pareja. Él dijo que solo follaba, que no tenía relaciones. Luego la dejó. Auch. Él recibiría un puñetazo justo en la cara.

—No puedes quedarte aquí en nuestro apartamento. Sin embargo, me aseguraré de que llegues a tu casa sano y salvo. Entonces esperaremos. Tal vez la chica no planea contárselo. No la conoces lo suficiente como para saber si lo hará. Permanece con vida hasta nuestro concierto de mañana por la noche. Green miró con ansiedad hacia la puerta que solía ser su dormitorio. —Me quedaré en esa habitación. No saldré ni los molestaré. Negué con la cabeza, fui a la puerta y la abrí para que pudiera salir. —No te quedarás aquí. Ya basta. Vamos —dije, señalando la salida. Green volvió a mirar por la ventana. Esperaba que Matty apareciera. —Aprovecha que no hay moros en la costa, vas a tener que correr —le recordé. —Bien —espetó, y finalmente salió corriendo de mi apartamento.

Blythe Antes de mudarme con Krit, nunca hice mi cama. Fue mi único acto de rebelión después de que me obligaran a hacer mi cama mientras crecía en esa casa estricta. Si no lo hacía bien, me ataban con un cinturón. Así que hacer la cama no era algo por lo que me preocupaba ahora. Sin embargo, a Krit le gustaba una cama hecha. Durante mucho tiempo lo hacía por las tardes cuando llegaba a casa. Nunca se quejó ni lo mencionó. Solo lo hacía. Le gustaba la cama arreglada. Después de verlo hacer esto por un tiempo, decidí que yo podría hacerlo cada mañana. Él no era exigente en el sentido de que la sábana estuviera metida en los bordes o si el edredón se hallaba perfectamente estirado. Simplemente le gustaba que estuviera ordenada. La primera vez que lo hice, la sonrisa en su rostro, cuando entró en la habitación, hizo que valiera la pena. Ahora lo hacía solo para ver esa sonrisa. Le gustaba que lo hiciera por él. Porque sabía que era algo que antes odiaba. Esta mañana no tuve clases. En su lugar, me dispuse a hacer una limpieza profunda. Todavía esperaba que Green pidiera ayuda. Hasta el momento, Matty no aparecía ni mencionaba nada. No creía que Trinity planeara contárselo. Poniéndome de rodillas, saqué las bragas y los calcetines que se encontraban debajo de la cama. La mayoría de las veces tirábamos la ropa mientras nos atacábamos, así que las cosas desaparecían y terminaban por todo el lugar. Mi sujetador favorito se perdió durante un mes porque fue a parar detrás de la cómoda. Pensé en buscar toda la ropa perdida, luego sacudir y pasar la aspiradora. Había varias cajas bajo la cama. Eran de Krit, y nunca le pregunté sobre ellas. Era en su mayoría CDs, por lo que podía notar, y artículos de recuerdo. Me agaché para enderezarlas y revisar por si alguna cosa quedó entre ellas y la pared. Mis dedos rozaron una cajita de terciopelo. Confundida, envolví la mano a su alrededor y la saqué lentamente. Sabía lo que había dentro de las cajitas de terciopelo, pero Krit no me mencionó el matrimonio. A pesar de que era todo en lo que podía pensar durante las últimas bodas que asistí. Amaba a Krit, y quería estar con él para siempre, pero no parecía estar listo para dar ese paso. Me sentía feliz con vivir juntos. La cajita era negra. La sostuve en mi mano mientras me encontraba sobre mi estómago junto a la cama. Casi tenía miedo de abrirla. ¿Y si hubiera algo ahí que

no tenía que ver? ¿Y si este fuera un anillo de su pasado? ¿Le había dado un anillo a Jess? No. No me pondría celosa por esto. No saltaría a conclusiones. Pero había polvo en la caja. No mucho, pero aun así, había un poco. Las cosas bajo la cama se ponían polvorientas rápidamente. Después de esa pequeña charla, abrí la caja. Ubicado en medio del satén había un enorme anillo de diamantes. De todas las cosas que esperaba ver, esto no era lo que imaginé. Este anillo era caro. Y muy real. El interior de la caja tenía el nombre de la joyería con tinta negra sobre el satén blanco. Echando un vistazo por encima del hombro para asegurarme de que Krit no hubiera llegado a casa, decidí que iba a probármelo. Me senté en el suelo y tomé suavemente el anillo como si pudiera romperse. Entonces lo deslicé con delicadeza en mi dedo anular. Encajaba perfecto. Moví la mano de un lado a otro para ver las luces reflejando la piedra. ¿Por qué tenía esto? ¿Lo guardaba para mí? Si así fuera, se podría pensar que él hubiera mencionado el matrimonio, o al menos lo habría insinuado. Pero en el último mes no dijo nada. De hecho, cuando le pregunté que creía que debería hacer con el dinero que gané y donde debería depositarlo, sugirió que fuera a hablar con el gerente del banco y que le pidiera información al respecto. No se ofreció a ir conmigo. Ni siquiera volvió a sacar el tema. Eso no sonaba como un hombre que estaba a punto de proponer matrimonio. Agarré la caja de nuevo y estudié el polvo sobre ella. No parecía que lo hubiera comprado y puesto bajo la cama recientemente. Cuanto más la observaba, más comprendía que se encontraba aquí desde hace un tiempo. Era una tontería pretender que lo dejó ahí abajo para mí. No era mío. Salió con la misma facilidad que me lo puse, y luego lo volví a colocar en la caja tal como lo encontré. Con un triste suspiro, me recosté sobre mi estómago y volví a colocar la caja en su escondite. Ya no me sentía de ánimo para limpiar.

Krit Algo andaba mal con Blythe. Le pregunté si se sentía bien, y ella forzó una sonrisa, luego me aseguró que se encontraba bien. Cuando no estuvo mejor al día siguiente y siguió viéndose malhumorada, le pregunté si alguien la molestó, y dijo que se encontraba bien. Una semana más tarde, cuando seguía actuando extraña y aun más retraída, le pregunté si hice algo para molestarla. Hubo una pausa antes de que dijera que no… que se encontraba bien. No parecía estar jodidamente bien. Es solo que no sabía que ocurría. Pero decidí que era culpa mía. Por primera vez en nuestra relación, Blythe se veía molesta. La única vez que sentí como si estuviéramos bien era cuando follábamos. Así que últimamente lo hacía aún más para tranquilizarme, diciéndome que me amaba y que no iba a perderla. Escuché los gritos antes de llegar a los escalones. Era Matty… mierda. Cuando él no lo mencionó durante toda la semana, me imaginé que la chica no iba a decirle nada sobre Green. Sonaba como si hubiera cambiado de opinión. Subí las escaleras de dos en dos. Cuando llegué al primer rellano, donde se encontraba el apartamento de Green, la puerta estaba abierta y Matty le gritaba a Blythe que se apartara del camino. ¡Hijo de puta! Entré en estampida al cuarto para ver a Blythe parada entre Green y un muy enojado Matty. Ella tenía sus manos en el aire como si estuviera protegiendo a Green. —NO des un paso más cerca de ella —rugí, empujando a Matty sobre el sofá y envolviendo a Blythe en mis brazos mientras lanzaba dagas con los ojos a mi mejor amigo, quien le permitió a mi mujer ser su escudo. —¡SE FOLLÓ A MI PRIMA! ¡VOY A MATARLO! —gritó Matty, y lo sentí moverse a mi lado. Empujé a Blythe detrás de mí, luego me volví para bloquear a Matty. —No vas a tocarlo con Blythe en este cuarto. Podría resultar lastimada. Y antes de que vayas a cometer un delito, déjale hablar. —¡Por favor! —rogó una voz femenina, entonces comenzó a llorar otra vez. Sacudí mi cabeza para ver a la prima de Matty y la causa de todo este drama observar esto desarrollarse, con su rostro rojo y manchado. Seguro que ella no iba a salvar a Green con su cuerpo. Iba a dejar que Blythe lo hiciera.

—Es mi prima —chilló—. ¡Habría pensado que siendo mi mejor amigo, respetaría eso! Concordé. Pero Green nunca la cagó así. La cantidad de tiempo que pasó hablando del cabello de la chica y los hoyuelos me hizo pensar que estaba más que encariñado a ella de lo que quería admitir. —¿Tenías que decirle? —gruñí a la rubia sollozante. No entendí lo que él vio en eso. Sacudió la cabeza frenéticamente. —¡No le grites! Ella se encontraba aquí conmigo y él la siguió. —Finalmente Green entró en la conversación. Volví mi atención a Blythe. —Necesito que te vayas a parar en la puerta, lejos del peligro. ¿Puedes, por favor, hacer eso por mí? Se mordió el labio inferior y pareció que tuvo que pensar seriamente las opciones. Maldición, ¿en verdad pensó que iba a salvar a Green? —Amor, si alguien fuera a tocarte accidentalmente, yo perdería la cabeza. Esto iría muy mal, y ambos lo saben. Los dos necesitan que salgas del medio del peligro. Por fin asintió y le echó un vistazo a Green antes de ir a pararse junto a la puerta. Miré a Green esta vez. —¿Por qué ella vino aquí? Pensé que fue una cosa de una sola vez y se terminó. Palideció un poco, entonces pareció enojado. —Yo… yo la llamé ese día después, ya sabes… para ver si se sentía bien. Hablamos, y luego vino. Pasó por un montón esta semana. Qué me jodan. —¡Voy a asesinarte! —Matty me empujó ahora que Blythe no se hallaba en el camino, y tuve que agarrar sus dos brazos y sacudirlo hacia atrás antes de que aporreara a Green. —Deja que lo expliquen primero, maldición —ordené. Después miré a la chica—. ¿Te gusta Green? ¿Coqueteaste con él y viniste aquí por tu propia voluntad? Asintió, y aulló—: ¡Sí! Traté de decírselo a Matty. Traté de decirle que amo a Green. Pero no me escucha.

Sí, bueno, Green no la amaba, así que ahora yo entendía por qué Matty lo quería matar. Esta chica era gravemente inocente. —¿Green? —pregunté, mirando atrás—. ¿Sabías que ella te amaba? Se pasó las manos por el cabello y sacudió la cabeza. —No hasta que se lo gritó a Matty. —¿Le dijiste o la hiciste pensar en algún momento que la amabas? Negó con la cabeza. —No. Solo… me gusta. —La miró—. Un montón. Me gusta estar con ella y me gusta hablar con ella. —¡Y te gusta follarla! —rugió Matty, intentando liberarse de mi agarre. Green lo fulminó con la mirada. —No digas eso. La angustia. ¿No puedes callarte y dejar de hacer esto en frente de ella? Está llorando y ni siquiera te importa. Está asustada y disgustada. Deja que Blythe la lleve y la calme. Entonces podemos seguir con esto. Bueno, esto era interesante. —A él más que le gusta, amigo. ¿Escuchas esto? —susurré al oído de Matty mientras lo contenía. —Es demasiado joven para él. La lastimará. Demonios, ya piensa que lo ama. ¿Cómo va a manejarlo cuando lo vea follando una groupie? Green caminó hacia nosotros. —CALLATE. LA. MALDITA. BOCA. —Su rostro era de un rojo intenso, y la vena en su frente sobresalía. —Retrocede, Green, o voy a soltarlo —advertí. —¡Noooo, por favor! —lloró la chica. Green la miró y su expresión se suavizó. Maldita sea. Casi me reí. —Está bien, Trinity. Está bien. Solo, por favor, deja de llorar. —Su voz era más suave cuando le hablaba. La tensión de Matty disminuyó un poco. Él también lo escuchó. Green volvió a mirar a Matty. —Ella es… diferente. Para mí. Intento averiguarlo, pero no quiero estar con nadie más. Es algo exclusivo y la respeto. Deseo protegerla y jamás quiero lastimarla. Hice eso una vez, y juro por Dios que no lo volveré a hacer. Solo danos un minuto, ¿de acuerdo? Necesita calmarse. —No puede enamorarse en una maldita semana. Dale tiempo —dije, y Matty suspiró profundamente. Luego asintió.

—Bien. Te quiere. Vas a ser bueno con ella. ¿Qué diablos voy a hacer al respecto? Su mamá nunca debió enviarla para que la vigile. Mis amigos son unos condenados imbéciles. Condenados imbéciles cachondos. Solté a Matty, y por suerte no se lanzó a Green. Se volvió para ver a Trinity. —Es un buen chico. Mayormente. Pero no es perfecto, y tanto como no quiere, lo arruinará. Green gruñó, y levanté una mano para callarlo. Matty negó con la cabeza y se dirigió a la puerta. Se detuvo cuando llegó allí. Mirándome, dijo—: Nunca lo habría tocado con Blythe tan cerca. No soy estúpido. —Se volvió a Green—. Si haces cualquier cosa aparte de respetarla y apreciarla, te encontraré donde Krit no esté cerca para salvar tu culo. Nos quedamos en silencio por un rato hasta que estuvimos seguros de que Matty se marchó. Green se volvió a la chica y ella corrió hacia él. Terminé con este drama. Blythe fue a nuestra habitación y yo fui directo a ella. —Nunca me asustes así de nuevo. Me dio una pequeña sonrisa. —Sabía que nunca me tocaría. Yo era lo más seguro para Green. —No tienes que salvar el culo de Green de ser un idiota. Sonrió satisfecha. —Tú lo hiciste.

Blythe Él sabía que algo andaba mal conmigo. Me esforzaba para no dejar que me afectara el hecho de que él tenía una anillo oculto bajo la cama lleno de polvo. Pero todo lo que podía pensar era que lo compró para Jess. Tanto como me gustaba Jess, me sentía muy celosa. Habíamos estado juntos mucho más tiempo que él con Jess. Estuvo listo para proponérsele solo después de un par de meses. Estuvimos juntos casi un año, y él ni siquiera lo mencionaba. Hoy cedí y lloré por ello. Cada día que pasaba y no decía nada sobre casarse conmigo, más me convencía de que no era mi anillo. Era para alguien más. Quién se encontraba casada con otro hombre ahora. ¡DIOS! Odiaba sentirme así. Amaba a Krit. Incluso si nunca quería casarse conmigo, me quedaría por tanto tiempo como me quisiera. Era tan patética. Verlo sonreír volvió mi día más brillante. Cuando me besó, olvidaba momentáneamente que no me amaba tanto como amó a Jess. Entonces calaría el miedo asqueroso de que seguía enamorado de ella, y estaría arruinada por el resto del día. Mirar las ventas de mi libro ya no me hacía feliz. Mi corazón se rompía más y más con cada día. Me curvé en el sofá con una taza de café y me cubrí con una manta. Krit aún dormía, pero los sueños de él proponiéndosele a Jess, lo cual era ridículo, me despertaron. Necesitaba alejarme y poner mi cabeza en orden. Él se despertaba y se ponía triste de que no estuviera allí a su lado. Me sentí culpable por no estarlo. Su parte favorita de despertar era el sexo. Pero las imágenes de él poniendo ese anillo en la mano de Jess no me ponían de humor para tener sexo. Quería distancia. Subiendo la manta, me acurruqué contra el frío de la mañana y sorbí mi café. No existía razón para que actuara así. Tenía una vida maravillosa. Krit me amaba. No tenía dudas al respecto. Terminé dos novelas, y parecía que tal vez iba a hacer una carrera de este negocio de autora. Eran sueños que tuve por tanto tiempo: estar enamorada y escribir. Este estúpido anillo arruinó todo. Dejaba que una roca bonita me disgustara y quitara mi alegría. Tal vez si le dijera que lo encontré. Le explicara que estaba siendo una bebé por eso, pero que me molestaba saber que había estado por pedirle a otra mujer que se casara con él. Entendería por qué estuve de tan mal humor, y entonces podría superarlo.

Sus pies golpearon el piso en el dormitorio. Podía escucharlo estirarse, y supe exactamente cómo lucía. Todos esos bonitos músculos en exhibición. Amaba esa vista. Y debido a un anillo estúpido, me hallaba aquí perdiéndomelo. Creo que odiaba a ese anillo. Cuando su mirada me llegó, levanté la cabeza de mi taza de café y lo vi. El ceño fruncido en su cara arrugó su frente. —¿Por qué estás aquí? —preguntó con su voz soñolienta y áspera. Le mentí toda la semana y le dije que estaba bien. No era justo para ninguno de nosotros. El anillo arruinaba las cosas. —Encontré el anillo —solté, deseando que lo hubiera pensado mejor. Su ceño se profundizó, como si no estuviera seguro de lo que hablaba. El momento de comprensión llegó, y vi que transformó su cara. —Limpiaba. No fisgoneaba. Solo… solemos perder mis bragas, sostenes y babydolls cuando los arrojas. Y tus medias. Revisaba detrás de los muebles y bajo la cama… Krit dejó salir un gruñido de frustración y se pasó una mano por su cabello despeinado. —¿Cuándo lo encontraste? ¿Por eso has estado mal toda la semana? No negó que era para Jess. No me decía que era mío. Se veía angustiado. La mirada en su cara era una de preocupación y tal vez miedo. Nada bueno. —Sí. Ha sido una semana. Pero —levanté una mano— está bien. Creo que solo necesitaba decirte. Estoy lidiando con ello. Claro, no es fácil de digerir, pero lo haré. Fue antes de mi época. La confusión en su cara fue seguida por—: ¿A qué te refieres con antes de tu época? No quería hablar de esto, pero era bueno para nosotros. Podríamos discutirlo y podría dejarlo en el pasado. —Asumo que era para… Jess. Ella estuvo antes de, ah… mí. La nariz de Krit se arrugó en un aspecto que decía que pensó que me volví loca. ¿Hubo otra chica? ¿Una de la que no me contó? ¿Una de la que se enamoró más que de Jess? Iba a vomitar. Se me quedó mirando un par de minutos más antes de acercarse y sentarse en la mesita de café así que me enfrentaba. —Amor, nunca le compré un anillo a Jess. Infiernos, ni siquiera lo consideré. ¿Por qué pensarías eso?

Así que había alguien más. Alguien tan importante que ni siquiera me contó sobre ella. Esto era peor de algún modo. —¿Quién, entonces? Pensé que ella era la única relación seria que tuviste. Krit dejó escapar una risita como si estuviera sorprendido por mi pregunta. —La única mujer con la que alguna vez consideré un para siempre eres tú. Pero el anillo… Oh. Oh Dios. —Sí. Tú. Solo tú. —repitió. Entonces se movió para sentarse a mi lado en el sofá—. ¿Por qué asumirías que era para alguien más? —Porque tenía polvo. Y nunca mencionaste casarnos. Ni siquiera en broma. Gruñó y apoyó la cabeza en el sofá. —Arruiné tanto esto. Esperé a que dijera más. Los músculos de su cuello y cuerpo sin camisa me distraían un poco. —He trabajado para Dewayne para hacer dinero extra y así poder pagar por ese anillo. Costó varios meses, pero lo logré. Amé cada maldito minuto de ello. Quería que tuvieras lo mejor. Quería que el anillo en tu dedo le diga al mundo que eras mía y que te adoraba. Pero… pero entonces tu libro… —Hizo una pausa y apretó las manos en su regazo—. Lo hizo fantástico. Fue jodidamente asombroso, y estaba tan malditamente orgulloso de ti. Todavía lo estoy. Me volaste la cabeza. Pero… no podía pedirte que te casaras conmigo ahora. Porque no… nunca quise que pensaras… —Se detuvo otra vez y me miró. La frustración y el miedo en sus ojos tiró de mi corazón. Lo entendí ahora. Entendía sus preocupaciones. Qué hombre loco. Me incliné hacia arriba y puse mi taza en la mesa, entonces giré mi cuerpo para enfrentar el suyo. Alcanzando su cara, la sostuve en mis manos y lo miré a los ojos. —Sí. Sí. Un millón de veces sí. —Las lágrimas escocieron en mis ojos mientras dije las palabras, pero seguí—: Eres el único hombre que amaré por siempre. Eres el único hombre con el que quiero pasar mi eternidad. Eres la primera persona que me ama, y encontré que, con tu amor, no necesitaba nada más. Llenaste cada vacío en mi vida. Mi corazón fue completado contigo. Así que cual sea la idea tonta que tienes en tu cabeza sobre el dinero que he hecho de este libro o los libros que escriba en el futuro, olvídalo. No creo que me quieras por mi dinero. —Me reí cuando lo dije. Krit cerró los ojos por un segundo y dejó escapar un suspiro. Cuando los abrió, frunció el ceño otra vez. —Mierda. Arruiné esto. Iba a proponértelo en el escenario. Iba a hacer que la multitud levante sus luces, y Rick iba a oscurecer el lugar. Entonces iba a ponerme de rodillas y decirte lo mucho que te amo mientras

te pedía que seas mi esposa. Esto —dijo, ondeando entre nosotros sentados juntos en el sofá— no era el plan. Me reí una vez más, entonces me incliné y lo besé en los labios. —Tan dulce como suena, esto es mejor. —¿Cómo es mejor? —preguntó con un mohín. Empujé la manta, alcancé la camiseta que usaba, y la quité. —Porque —dije, arrastrándome a su regazo completamente desnuda—, podemos hacer esto. Las manos grandes de Krit agarraron mi cintura, y murmuró una maldición antes de chocar su boca a la mía. Me hundí y gemí mientras su rígida erección se presionaba en mí. Levantó las caderas para aplastarse contra el ansioso hormigueo ya comenzando en mi interior. Entrelazando mis manos en su cabello, me retorcí en sus brazos mientras mis senos rozaron su pecho. El pulso entre mis piernas se intensificó más con cada caricia de su lengua. —Mierda, amor. Estás mojando mis boxers. Tan malditamente caliente — murmuró a mis labios. Me besó como si fuera algún raro dulce sabroso, y me pregunté si alguna mujer alguna vez sintió una euforia tan perfecta o si ser poseída por Krit Corbin era la única forma de experimentar esto. —Espera. Para —dijo Krit mientras rompió el beso. No quería esperar. Me acurruqué en su cuello y mantuve su longitud dura acunada fuertemente entre mi calor necesitado. —Mierda, amor. Voy a… solo dame un minuto. Necesito… —Se detuvo cuando comencé a mecerme en su regazo—. Joder. Sí. De repente estaba siendo arrojada a través del aire. Krit me presionó contra el sofá mientras su mirada calentaba mi cuerpo y se bajaba sus boxers con una mano. Levanté una pierna y la lancé sobre la parte posterior del sofá, abriéndome para él. Solo hizo que las flamas en sus ojos ardieran más brillantes. Sabiendo que le había provocado esto me hizo estremecer con anticipación. Sabía cómo me haría sentir. La maravilla de que él me tomaría era adictiva. Krit Corbin logró hacerme una adicta también. Era tan adicta a este hombre como él a mí. En lugar de agarrarme y embestir en mí, se acercó despacio, sus ojos todavía fijos en los míos. Entonces lentamente comenzó a presionar hasta que entró en mí con un suave empujón. Jadeando, alcancé sobre mi cabeza y agarré el apoyabrazos.

Sus ojos cayeron por un minuto a mi pecho. La punta de su lengua salió y se lamió los labios. —Tetas exquisitas, amor. Mis malditas asombrosas tetas. Jadeé y solté un suspiro, necesitando oxígeno y sabiendo que eso las haría rebotar y darle a su mirada lujuriosa una provocación. Bajando la cabeza, chupó un pezón en su boca mientras lentamente comenzó a deslizarse fuera de mí. Entonces, justo cuando salió casi al completo, excepto por la punta, se metió de vuelta con un gruñido que me curvó los dedos de los pies. —Amo esto. No puedo vivir sin ello —jadeó; entonces se movió para darle a mi otro pecho la misma atención. Con cada balanceo atractivo de sus caderas, susurró en mi oreja lo mucho que amaba. —Eres mi chica. Te amo. Tan malditamente hermosa. Cuando comenzó a decirme cuán preciosa era para él, choqué con las estrellas, y se sintió como si estuviera volando.

Krit Cuando fuéramos viejos y tuviera que contar la historia a nuestros hijos y nietos sobre cómo le pedí a Blythe que se casara conmigo, tendría que inventar una versión apta para menores para compartir con ellos. Pero maldición, la versión para adultos era muchísimo mejor. El cabello oscuro de Blythe se curvó alrededor de sus hombros y se esparció sobre mi pecho mientras dormía en mis brazos. Después de que le hice al amor a mi chica minuciosamente en el sofá, la recogí y la traje aquí para que lo hiciéramos de nuevo. Constantemente teníamos sexo caliente y salvaje donde ella me arañaba y yo le hablaba sucio. Pero no era a menudo que me tomaba mi tiempo y le dejaba saber cómo había cambiado mi vida. Como amarla era la mejor maldita cosa que me sucedió alguna vez. Decidí que me gustó. Un montón, maldición. Ahora quedó exhausta y curvada en mis brazos. Esto era una perfección que nunca quería perder. Lucharía mi vida entera para mantenerla. Alcanzando su mano izquierda, tomé el anillo en mi mano y lo deslicé en el delicado dedo que chupé antes. Los ojos de Blythe parpadearon y finalmente los abrió. No me miraba, pero sí a su mano, ahora exhibiendo el anillo que escogí para ella. Solo ella. Sonriendo, observé mientras levantaba la mano y la inclinaba, viendo el diamante relucir contra la luz del sol entrando por las ventanas. Se mordió el labio inferior, y una sonrisa apareció en sus labios cuando por fin me miró. —Sí, sí, sí —dijo, entonces soltó unas risitas. —Ya me has dicho que sí, amor —dije mientras agachaba la cabeza para besarla en los labios. —Me gusta decirlo —respondió. Hice una pausa. —¿En serio? Porque puedo pensar en un montón de cosas a las que me gustaría que digas que sí. Podría comenzar a probar esa teoría muy pronto. —Sí —repitió. Mi vida iba a ser malditamente asombrosa.

Hold on Tight Traducido por NnancyC & Dannygonzal Corregido por Miry GPE

Dewayne Un sonido que ningún hombre quiere escuchar me sacó con un sobresalto de mi sueño. Mientras me frotaba los ojos, intentado despertar, el ruido de vómito vino otra vez. Arrojando las mantas, me levanté de un salto y corrí al baño para hallar a Sienna sosteniendo su cabello hacia atrás mientras se abrazaba al inodoro. Me moví rápido, agarrando un trapo y humedeciéndolo mientras me inclinaba para tomar su cabello, así podía sostenerse al inodoro con las dos manos. Le di al trapo un apretón con una sola mano. —¿Por qué no me despertaste? —pregunté, frustrado de que estuvo aquí vomitando sola. —No. No quiero que veas esto —dijo con un gruñido. —Tienes razón, no quiero verte enferma, pero por supuesto que no voy a dejarte vomitando sola. Se alejó del inodoro. Estiré una mano y tiré la cadena, entonces me dejé caer de rodillas y comencé a limpiar su cara con el trapo en mis manos. Lucía pálida, pero tenía una mirada aliviada en sus ojos mientras me dio una sonrisita. —Gracias. Estoy mejor ahora. Solo desperté y fui a hacer café, cuando lo olí, me dieron ganas de vomitar —dijo, bajando la vista como si no pudiera mirarme. Me puse de pie y la ayudé a levantarse también. —Vamos a meterte en la cama. Llamaré a Hillary y le diré que no irás hoy. Sacudió la cabeza. —No. Tengo que hacer dos colores y algunas extensiones hoy. Estoy bien. Estaré bien. Tiré el trapo en el cesto de ropa sucia y la conduje al lavabo con mis brazos aún alrededor de ella. —Acabas de devolver, nena. No estás bien. Anda y cepíllate

los dientes. Entonces puedes volver a acostarte. Pondré el cesto de basura al lado de la cama. Una vez que lleve a Micah a la escuela, les avisaré que no puedo ir hoy y estaré aquí. Sienna tenía el síndrome supermamá. Siendo una madre soltera tan joven y sin tener a nadie que la ayudase, aprendió a pasar por mierda como esta ella sola. Yo estaba aprendiendo que tenía que ser firme con ella. Ella intentaría continuar cuando tenía fiebre. Una vez la mujer loca intentó volver a trabajar el día después de que le sacaron la muela del juicio. Nadie hace eso. —En serio. Me encuentro excelente. Yo… yo estoy bien. —Eres contagiosa. Si vas a trabajar, vas a enfermar a todas esas personas. Preferirían no hacerse el color hoy que conseguir un virus estomacal. Lo prometo. La única forma de lidiar con ella era señalar cómo su decisión afectaba a otros. Se preocupaba sobre todos los demás. Pensaba que ella podía luchar a través de cualquier cosa. —No lo soy —discutió. Puse la pasta dental en su cepillo y se lo entregué. —Quítate el sabor desagradable de la boca. Te compraré un nuevo cepillo hoy. —Terminé de discutir. Lo agarró obedientemente y se cepilló los dientes. Llené una taza con agua y se la entregué para que pudiera enjuagarse. Mientras se cepillaba, continuó mirándome nerviosamente. Una vez que finalizó, dejó la taza. —Voy a trabajar —repitió—. Estoy bien. Eso fue un… no estoy enferma. Ahora me encuentro bien. Ignorándola, puse una mano en su espalda y suavemente la empujé hacia la habitación. —Hice que Micah empacara su almuerzo anoche. Está listo para llevar y en el refrigerador. Tenemos esto controlado. Ve a la cama. Cuando llegamos allí, se dio la vuelta e inclinó la cabeza hacia atrás de modo que pudo verme a los ojos. —Dewayne. No estoy enferma… estoy embarazada. Me quedé allí. Sin palabras. No sabía si en verdad me encontraba despierto. Sienna esperaba que hablara. Necesitaba hacerlo. Al no decir nada iba a preocuparla. Me obligué a respirar, entonces logré formar palabras. —¿Embarazada?

Asintió y me dio una sonrisa nerviosa. —Tuve un atraso. Me hice una prueba la semana pasada. En realidad me hice cuatro. Con toda seguridad, estoy embarazada. Tengo una cita con el médico la semana siguiente. Pensé que esperaría hasta entonces para decirte. Pero al igual que con Micah, me dieron náuseas al inicio. Me dan náuseas en las mañanas. Y luego solo cuando huelo ciertas cosas. Hoy fue café. Mañana podría ser crepés. Nunca sé. Estaba embarazada. Con mi bebé. Íbamos a tener un bebé. —Un bebé —dije, sin saber qué más decir. Teníamos a Micah, mi sobrino, pero no estuve allí para él cuando era un bebé. Me perdí esos años. Todos nos lo perdimos. Mis padres. Mi hermano. Yo. Pero ahora… íbamos a tener un bebé. La emoción apretó mi pecho y sentí que mi garganta se oprimió. Alcanzando a Sienna, la atraje a mi pecho y la sostuve. Mi corazón latía tan malditamente fuerte que tuve miedo de que escapara si no me calmaba. ¡Pero un bebé! ¡Santo infierno! Iba a tener un bebé. —¿Esto significa que estás feliz? Sé que aún no estamos casados, y planeábamos la boda y esas cosas. ¿Me sentía feliz por ello? ¿Estaba loca? No podía creer que tuviera que preguntarme eso. —Nena, no he estado más feliz en mi vida —dije, con mi voz gruesa por la emoción. Metí la cara en la curva de su cuello y la sostuve—. Vamos a tener un bebé —repetí anonadado. Sienna se echó a reír y acunó la parte posterior de mi cabeza con sus manos. —Sí. Vamos a tenerlo. —¿Quién va a tener un bebé? ¿Nosotros? —preguntó la voz soñolienta de Micah, y ambos nos sacudimos. Me giré para verlo en su pijama de Miami Heat. Con su cabello levantado por todas partes, entrecerraba los ojos como si aún no hubiera sido capaz de abrir los ojos completamente. Sienna se movió rápido y se acercó hacia él. Se agachó y lo besó en la mejilla. —Buenos días, guapo. Puso sus bracitos alrededor de ella y la abrazó. —¿Vamos a tener un bebé? ¿Está en tu pancita? —preguntó de nuevo, con sus ojos más alertas ahora mientras miraba a su madre.

Este era uno de esos momentos cuando yo no tenía respuesta. No sabía cómo tomaría la noticia Micah. Quería que estuviese tan entusiasmado como yo. Sienna agarró sus pequeñas manos en las suyas y le dio esa sonrisa que se hallaba llena de amor y tranquilidad. —Sí. Vamos a tener un bebé. Serás un hermano mayor. ¿Te gusta la idea? Los ojos de Micah se agrandaron. —¿De verdad? ¿Puede ser un niño? Quiero enseñarle a jugar básquetbol y también puede jugar en mi cuarto. Su madre rió por lo bajo. —No sabemos qué será. No podemos elegir eso. Si pudiéramos, escogería un niñito igual a ti, porque te amo muchísimo. Pero lo que sea que consigamos, lo amaremos. Él pensó sobre eso por un minuto, y entonces frunció el ceño. —¿Este bebé te dirá papá? —me preguntó, esta vez luciendo pensativo. Necesitaba que Sienna me sacara de aquí. No estaba seguro de que contestar sí era lo que él necesitaba en este momento. O si se suponía que lo introdujéramos con cuidado en el hecho. —Sí, el bebé le dirá papá. Micah no miró a su madre cuando ella contestó. Siguió mirándome. Luego infló el pecho como si sacara coraje de muy dentro suyo. —¿Puedo… puedo decirte papá también? No era un hombre que llorara. Las lágrimas no me venían fácilmente. Pero en ese momento, la habitación se puso borrosa y tuve que parpadear para aclarar mi visión. Las lágrimas llenaron las esquinas de mis ojos y sorbí por la nariz. —Sí, amigo. Puedes decirme papá también —logré decir con voz ahogada. Sienna me echó vistazo, y supe que la sorpresa en su cara no era debido a que le dije que sí a Micah. Era porque una lágrima bajaba por mi cara.

Sienna Mis emociones ya se encontraban sensibles. Las hormonas en mi cuerpo alcanzaron el nivel demencia de embarazo. Así que ver a mi hombre, más grande que la vida, llorar por el hecho que su sobrino le pidió llamarlo papá era demasiado. Me eché a llorar y me cubrí la boca en un sollozo. Sentí la manito de Micah en mi espalda al instante. —Lo siento, mami. No quise angustiarte. No tengo que decirle papá. Sacudí la cabeza y jadeé por respirar. —No. Sí. Quiero decir, deseo que lo llames papá si es lo que quieres. Estoy muy feliz. Son lágrimas de felicidad. Haré un montón de esto mientras el bebé esté en mi vientre. Lo hice contigo también. El gran cuerpo de Dewayne se acercó a nosotros, se agachó y nos atrajo en sus brazos. —Tenemos un trabajo muy difícil, amigo. Ella va a ser un terremoto — bromeó y, Micah soltó risitas. Dewayne nos sostuvo así por varios minutos. Fue perfecto.

***

Micah llegaba tarde a la escuela y yo al trabajo. Pero Micah y Dewayne decidieron que debían hacerme el desayuno, luego decidieron que necesitaban empacar mi almuerzo. Fue lindo. Pero si intentaban asfixiarme así por nueve meses, tendría que detenerlos. Que comiera mi tostada y tomara mi jugo de naranja no era lo más importante en el mundo. Aún no quería decirle a Hillary ni a los otros en el salón. Recién me acostumbraba a la idea de que Dewayne y Micah lo supieran. Desde que las pruebas me mostraron esas dos líneas, no fui capaz de aceptarlo. Mi última experiencia con el embarazo fue mala. Muy mala. Mi novio murió, mis padres me sacaron de mi casa y me mandaron a vivir con mi tía, quien me trató como una mera conocida. Sobreviví a las náuseas matutinas por mi cuenta. Nadie sostuvo mi cabello y lavó mi cara. Nadie me hizo el desayuno y empacó mi almuerzo. Aquellas no eran las cosas en las que siquiera pensé. Hasta ahora.

Micah fue mío. Sufrí a través de los malos momentos para que me concedieran un bebé hermoso que hizo que luchar valiese la pena. Lo superamos juntos. Ver a Dewayne y a él trabajar juntos, hablar sobre el bebé y cuidar de mí esta mañana conmovió algo en mí que no pude explicar. Supe que ahora éramos una familia, que nuestro dos se convirtió en tres. Y amé tener a Dewayne en nuestro pequeño mundo. Lo completó. La idea de tener un bebé de Dewayne y saber que no estaría sola, que él estaría allí a través de todo, casi me asustaba. O me asustó. Porque me hizo querer eso tantísimo que tenía miedo de perderlo.

Dewayne Sostuve la mano de Micah en la mía mientras cruzábamos la calle para ver a mis padres. Después de recogerlo de la escuela lo llevé a una de las tiendas en la ciudad que tenían cosas de bebé. Le di la misión de encontrar algo para el bebé que pudiéramos darle a sus abuelos. Se suponía que se aferrara al regalo que se hallaba metido en la bolsa marrón hasta que llegara su madre. Era la cena de los martes en la noche con mis padres. Mamá vivía por los martes y por los domingos, cuando veníamos a comer. Micah venía por galletas casi cada tarde, pero a ella le gustaba tenernos a todos juntos. Cuando vio el anillo en la mano de Sienna la primera vez, estalló en lágrimas y aplaudió, después la abrazó hasta dejarla sin aliento. Solo pude imaginar cuál sería su reacción a esto. Seguro, todavía no nos casábamos, pero iba a lidiar con eso mañana. Quería disfrutar esta noticia primero antes de adelantar la fecha de la boda. No iba a esperar otros dos meses. Quería que Sienna fuera mi esposa ahora. —¿Cuándo llegará mamá? —preguntó Micah mientras subíamos los escalones hasta la casa. —En… —Hice una pausa mientras el auto de Sienna estacionaba en la entrada—. Ahora —terminé. Micah hizo un sonido de festejo y soltó mi mano para correr hacia ella. —¡Adivina qué compramos! Ella le sonrió y salió del auto. Su cabello recogido con un lazo en su cuello, el escote profundo de su blusa me dio un dulce destello mientras se agachaba para abrazarlo. —Sé lo que compraron. Dewayne me mandó una foto. Muy buena elección —dijo, besando su cara, entonces entrelazó sus dedos a través de los suyos antes de pararse para mirarme. Su sonrisa se volvió suave y sexy. Esa era la sonrisa que era solo mía. Nadie más conseguía esa sonrisa. Y maldición, nunca lo harían. —¿Estás listo para esto? —me preguntó a medida que caminaban para unírseme. Reí por lo bajo. —Sí. Van a estar emocionados.

Se puso de puntillas y presionó un rápido beso en mi mejilla. —Necesito besar a mis dos hombres cuando llego a casa. Micah gruñó y jaló su brazo. —¡Vamos! Mamá ya nos había visto venir. La puerta se abrió y salió al pórtico, sonriéndonos mientras nos hacía señas para que entráramos. —Entren aquí todos. Micah soltó la mano de Sienna, subió las escaleras y entró directo a la casa. —Está tan ansioso de contarles —susurró Sienna a mi lado. —Debiste verlo decidiendo qué comprar —le dije. Se rió en voz baja, entonces apoyó la cabeza en mi hombro. —Gracias. Quiero que se sienta involucrado. Como si este fuera su bebé también. —Lo es —le aseguré. —Detente. Vas a hacerme llorar de nuevo —dijo, dándole un golpe a mi pecho, y después besó mi mejilla. —Dejen de besarse y entren a la casa —dijo mamá mientras llegábamos a la puerta. Sonreía de oreja a oreja cuando lo dijo. —Lo hacen todo el tiempo —espetó Micah—. Nos hace llegar tarde a todo. —Oye, basta. No nos delates —reprendí y le guiñé un ojo. —¿Podemos dárselos ahora? —preguntó, ondeando la bolsa. La sonrisa de mamá se convirtió a una confundida. —Sí. ¿Dónde está papá? —le pregunté. —En la sala. Vamos —dijo, dirigiendo el camino—. ¡Dave, los niños están aquí! —gritó mientras nos aproximábamos a la sala de estar—. Deberías recibirlos en la puerta. Papá estaba en su sillón reclinable. Se volvió para mirarnos y sonrió. —¿Por qué? Casi los tacleaste cuando llegaron aquí. No creo que necesiten que revolotee sobre ellos también. Mamá le dio un golpecito en el brazo y él le guiñó un ojo mientras Micah le daba un abrazo. Ese pequeño era lo mejor que alguna vez le sucedió a mis padres. Especialmente a mi papá. Ahora sonreía mucho más. Además salía y jugaba con él. Era lindo verlo. —Les tenemos un regalo —anunció Micah, levantándolo—. Es uno muy bueno también.

—¿Un regalo? Bueno, ¿qué día es? ¿Olvidé algo? —preguntó papá, alzando la vista a mamá. Ella negó con la cabeza y se encogió de hombros. —No sé. No creo. —Toma —Micah lo empujó en las manos de papá—, ábrelo. Papá me echó un vistazo y me encogí de hombros. Pero la sonrisa en mi cara fue difícil de disfrazar. Mamá se acercó para pararse atrás de papá. —Anda, Dave. Ábrelo. Lo levantó en sus manos como si tuviera miedo de que ardiera en llamas. —Oh, por el amor de Dios. Abre la bolsa —dijo mamá, quitándosela y abriéndola ella misma. Metió la mano y sacó la caja blanca que se encontraba adentro. Sienna deslizó una mano en la mía mientras mamá levantó la tapa. No habló al principio. Entonces una mano fue a su boca mientras se quedó mirando el babero que Micah eligió con cuidado. Cuando lo levantó, se lo mostró a papá y entonces rompió a llorar, riendo y llorando al mismo tiempo. Papá leyó el babero en voz alta. —“Soy perfecto. Solo pregúntenle a mis abuelos”. Entonces se volvió para mirarnos. Su mirada fue al vientre de Sienna, y Micah no pudo aguantar esperar a que hablaran. Así que anunció—: ¡Vamos a tener un bebé! El rostro de papá se volvió una gran sonrisa y sus ojos se empañaron. A ellos también les robaron esto con Micah. Conseguirían experimentarlo todo con este bebé. —Estoy tan… —chilló mamá y corrió para envolver a Sienna en sus brazos—. Gracias. Gracias. No puedo pedir por una mejor madre para mis nietos. Cuando terminó con Sienna, me agarró por la cintura y me sostuvo con fuerza. —Mi chico va a tener un bebé. —Sollozó en mi pecho. Papá caminó y abrazó a Sienna. —Si esto no es una sorpresa. —Rió entre dientes, intentando ocultar el hecho de que se puso un poco emocional. —¿Papá, podemos comer ahora? Tengo hambre —preguntó Micah. Mis dos padres se paralizaron al escucharlo llamarme papá por primera vez. Honestamente, también fue un poco intenso para mí. Era el hijo de mi hermano. Pero en mi corazón, él era mío. —Sí, hijo, podemos ir a comer ahora —respondí.

Entonces mi madre sin demora rompió en una nueva ronda de lágrimas de felicidad.

Sienna Cuando salté de la cama y corrí al baño dos días después, Dewayne estaba justo detrás de mí. Sostenía mi cabello hacia atrás y humedecía un paño para cuando mis rodillas tocaron el baño. Ayer lo hice bien en la mañana hasta que el olor del tocino que Micah pidió de desayuno pasó por mi nariz y me tuvo corriendo hacia el baño. Pero hoy amanecí así. —Te amo —dijo Dewayne sinceramente mientras sostuvo mi cabello en tanto yo tenía arcadas. Si no estuviera vomitando mis tripas, me reiría. Este no era el momento en el que las mujeres más esperaban oír que sus hombres les dijeran que las amaban. Una vez que terminé, Dewayne tiró de la cadena del baño y comenzó a limpiar mi cara por mí. Esto iba a arruinarme. Me ayudó a ponerme de pie y empezó a preparar el cepillo de dientes por mí. —Puedo hacerlo —le dije. —Lo sé —fue su respuesta mientras continuaba colocando pasta dental en el cepillo, luego me lo entregó. Me reí cuando llenó el vaso con agua para que me enjuagara y esperó pacientemente a que terminara como si fuera una niña. Cuando acabé y me sequé la boca, tomó mis brazos y me volteó para quedar frente a él. —Cásate conmigo —dijo simplemente. —Ya me lo preguntaste. Y dije que sí. Me dio una sonrisa torcida. —Quiero decir hoy. Ya. Mañana. Pronto. ¿Hoy? ¿Se ha vuelto loco? No podía organizar una boda para hoy o mañana. —Solo porque estoy embarazada no significa que tenemos que apurarnos y casarnos. Dos meses no es tanto tiempo para esperar. Sacudió la cabeza como si fuera la respuesta incorrecta. —Quiero un anillo de boda en tu dedo. Quiero que tu apellido sea el mío. Quiero poder decir: “¿Ya conoces a mi esposa, Sienna?” —dijo, viéndose exasperado. —¿Entonces voy a ser tu esposa trofeo? —bromeé por su último comentario. Sonrió con suficiencia. —Vamos, nena. Cásate conmigo. No esperemos.

Cuando el hombre más perfecto y hermoso del mundo, a quien amas más que a la vida, te pide que te apresures y te cases con él, es difícil decir que no. Especialmente cuando usaba solo un pantalón de chándal. —Dos semanas —dije, tratando de sonar firme. Gruñó. —¿Dos semanas? Eso es una eternidad. Riéndome porque así sonaba como Micah, deslicé mis brazos alrededor de su cintura. —La próxima semana es importante porque vamos al doctor. Necesito tiempo para adaptarme al embarazo y planear al mismo tiempo. No quiero nada extremo, pero incluso una pequeña boda toma algo de tiempo. Suspiró, luego por fin asintió. —Bien. Dos semanas. Pero en dos semanas desde hoy serás la señora Sienna Falco. —De acuerdo.

Una semana y seis días después… … Observaba mientras Dewayne llevaba a Micah a la casa de sus padres. La pequeña maleta azul rodante que mamá T le dio era arrastrada detrás. Él iba a quedarse con ellos durante la próxima semana. Mañana en la tarde Dewayne y yo nos comprometeríamos a estar siempre juntos en una boda sencilla en la playa. Luego, para nuestra luna de miel, íbamos a algún lado… pero no sabía a dónde porque él no me lo diría. Si Micah no amara tanto a Tabby y a Dave, no habríamos sido capaces de dejarlo tanto tiempo. Pero sería cuidado y consentido mientras nos encontrábamos lejos; sabía que todo estaría bien. Esta noche, Dewayne quería que fuéramos solo nosotros. Si no lograba verme mañana hasta la boda, entonces quería pasar la noche anterior conmigo. Solos. Sonriendo para mí misma, fui a la habitación y me quité la ropa que usé hoy para el trabajo y abrí el grifo para llenar la bañera. Necesitaba estar limpia. Me sentía asquerosa de trabajar todo el día. Antes de que Dewayne pasara su maravillosa boca por todas partes, necesitaba un baño. Una vez el agua estuvo lo suficientemente caliente, me metí y me hundí. Con un suspiro, cerré los ojos y recosté la cabeza. Meterme en la bañera era una de mis cosas favoritas para hacer. La puerta principal se abrió. Él regresó. Tendría que tomar este baño rápidamente porque, incluso con Micah aquí, estuvo juguetón esta tarde. Sus manos siguieron deslizándose debajo de mi camiseta mientras hacía la cena. Sentí su presencia al momento en que llegó a la entrada. Abriendo los ojos, giré la cabeza para mirarlo. —Necesitaba estar limpia. Sonrió con suficiencia. —Te tomaré limpia o sucia, nena. De hecho, me gustas sucia. Riendo, levanté los dedos de los pies y cerré el agua. Dewayne caminó hacia la bañera y tomó el paño puesto a mi lado, luego mi jabón para el cuerpo. —Pero bañarte también tiene sus ventajas —dijo mientras metía el paño al agua y lo pasaba por mi muslo mientras sus ojos vagaban por mi cuerpo—. Estoy ansiando ver ese estómago plano volverse lindo y redondo —dijo rozando el paño sobre él. Disfrutando su toque, cerré los ojos y lo dejé jugar todo lo que quería. Su respiración estaba en mi cara justo antes de que sus labios tocaran los míos. Lamió

mi labio inferior, luego lo mordió antes de dejar besos por mi mandíbula y bajar por mi cuello. —Hueles bien cuando estás sucia —susurró—. Pero te haré oler mejor. Temblando, esperé que el paño tocara de nuevo mi cuerpo. Pero en cambio lo que sentí fue mejor. Dewayne enjabonó sus dos manos y las usó para lavar mi cuerpo meticulosamente. Este hombre me derrumbaba con cosas como estas. Nunca me hacía cuestionar si me amaba. Nunca me hacía preguntar si esto era para siempre. Con cada mirada y cada toque, Dewayne Falco me probaba lo que yo era para él. Que nuestra historia iba a estar llena de felicidad y amor. Nuestra casa estaría llena de risa mientras criábamos a nuestros hijos juntos. Entonces un día, cuando estuviéramos viejos y grises, nos sentaríamos en el columpio de la entrada, sosteniendo nuestras manos y hablando sobre todas los recuerdos que habíamos creado.

While It Lasts Sometimes It Lasts Traducido por Dannygoonzal Corregido por Vane hearts

Cage Hoy era el tercer cumpleaños de mi bebé. Parpadeé y ella había pasado de ser un bultito rosado a usar tutús y tiaras, literalmente, y a diario. Como todo el tiempo. Incluso cuando iba a la guardería. Ellos aprendieron a aceptar el hecho de que Bliss usaba lo que quería. Por un tiempo lució como yo, pero eso se desvaneció. Cada día que crecía se veía más como su madre. Lo que solo me estresaba. No podía imaginar lidiando con esto cuando se convirtiera en una adolescente. Ahora entendía por qué el papá de Eva no quería que tuviera nada que ver conmigo. Habría encerrado a Bliss en su habitación y lanzado lejos la llave si alguien como yo hubiera aparecido para husmear a su alrededor. Riéndome entre dientes, me estiré y jalé a mi hermosa esposa más cerca de mi pecho. Aún no se había despertado. Trataba de dejarla dormir hasta tarde ya que hoy tenía una fiesta de cumpleaños que sacar adelante. Intenté decirle que no teníamos que invitar a cada amigo que teníamos y alimentarlos a todos. Pero me dijo que me equivocaba. Acepté su corrección. Además, era el cumpleaños de mi bebé, y amaba que todo el mundo le diera su atención. Tenía tres y actuaba de treinta. Hablaba como si fuera grande, y el pobre Eli Hardy era uno de sus sometidos leales. Le daba órdenes a ese chico, y él solo las acataba. Su papá se reía y decía que Eli reconocía a una chica linda cuando la veía.

En este momento eso era divertido, pero esa mierda no lo sería en diez años. Eli Hardy era el chico de Low, y yo lo amaba. Pero era mejor que nunca mirara a Bliss como algo más que una amiga. Mi niña era demasiado buena para algún hombre de allá afuera. —Hmmm… te sientes bien —murmuró Eva en su voz adormilada mientras se estiraba, lanzando una pierna sobre mí. —Demonios sí, lo hago —concordé con ella, y dejó salir una risa suave. Cuando dejó de estirarse y calentarme, levantó la cabeza para mirarme. Al principio no dijo nada. Luego me dio una sonrisa llorosa. —Nuestra niña tiene tres. ¿Cómo pasó? Acababa de nacer. Me imaginé que un día diríamos esto cuando se graduara de la secundaria, y entonces cuando la enviara a la universidad. Luego el día que se casara… espera, no. Esa mierda no iba a suceder. Sin casarse. Hasta que tuviera, como, tal vez cuarenta, o yo estuviera muerto. —Está emocionada. Anoche pensé que no se dormiría —dije, pensando en ella diciéndome quién iba a venir y a qué iban a jugar. —Le gusta ser el centro de atención —dijo Eva, luego me sonrió con suficiencia—. Muy parecida a su papi. Incliné mi cabeza y mordí el lóbulo de la oreja de Eva. —No tengo idea a qué te refieres. Se rio y se retorció, presionando sus senos en mi pecho. Todos los pensamientos de hoy me abandonaron, y me enfoqué en mi esposa desnuda. Jalándola sobre mí, reclamé su boca con la mía. —Cage, no podemos —dijo, contoneándose sobre mí—. Despertaremos a Bliss. —Podemos ser rápidos y silenciosos. Intenta no gritar mi nombre —dije, levantándola y deslizándome dentro de ella fácilmente—. Joooodeer sí, esa es una forma de despertar —susurré en su oído mientras hacía sus dulces y sensuales sonidos y después presionaba su rostro en mi pecho para suavizarlos—. Estás mojada. Alguien más también despertó caliente —bromeé. Elevó su cabeza y me miró, luego gimió. —Deja de hablar. Estoy intentando ser silenciosa. Llevé mis manos a su espalda y jalé su cabello, luego lamí su cuello. —Cage —gimió, luego se mordió el labio de nuevo.

—Móntame duro, nena. Hazlo rápido —le dije mientras levantaba mis caderas y embestía más profundo. El placer iluminó sus ojos, y cubrí su boca con mi mano libre. Sus dientes mordieron mi palma. —Joder sí, muérdeme —la animé. Comenzó a moverse de atrás hacia adelante mientras gemía en mi mano. —Dije que me montes, no que juegues conmigo. Sus ojos destellaron. Levantó las caderas y los golpes de nuestros cuerpos chocando llenaron la habitación. Una y otra vez, hasta que gritó en mi mano y seguí justo detrás de ella.

Eva Estar casada con Cage York nunca era aburrido. Esta mañana fue un ejemplo. Sonreí mientras volteaba los panqueques con chispas de chocolate que pidió Bliss. Los fuegos artificiales que Cage siempre se las arreglaba para activar en mi cuerpo aun dejaban cosquillas entre mis piernas una hora después. Realmente era bueno en eso. Y era mío. —¿Puedo ponerme ya mi nuevo tutú brillante, mamá? —preguntó Bliss desde su silla en la mesa. —No, cariño, podrías regarle miel o chocolate. Espera hasta que desayunes para vestirte para la fiesta —le dije. Suspiró dramáticamente. Bliss hacía todo dramáticamente. Incluso dormir. Era imposible dormir con ella. El movimiento y la conversación que seguía era lindo pero nos mantenía despiertos la mayor parte de la noche. —¿Puedo usar mis botas con mi tutú nuevo así puedo ayudarle a mi papi a alimentar a las vacas? —preguntó Aunque emocionaría a Cage que ella se pavoneara en su tutú brillante y las botas de trabajo que le compró para cuando lo ayudara a alimentar a las vacas y esparcir el heno, no podía dejarla hacer eso. Estaría molesta si se ensuciaba antes de la fiesta. Esas eran lágrimas que no quería en su gran día. Le serví los panqueques en el plato de bailarina rosado que amaba y fui a ponérselo frente a ella. —Allí también podrías ensuciar el tutú. Tal vez puedes usar el que usaste para ayudarle a papi afuera ayer. Frunció su naricita. —Eh, no. Ese tiene que lavarse. Sí, y cualquier cosa que usara para ayudarle hoy a Cage también tendría que lavarse. —Bueno entonces, ponte el azul. Está limpio. Bliss levantó su tenedor y tomó un pedazo de sus panqueques. —Está bien. Eso funciona. Las cosas que esa niña decía a veces. Con una sonrisa, regresé a la estufa para limpiar el desorden que hice para el desayuno especial de cumpleaños de Bliss. Era lo que ordenaba cada sábado en la mañana, pero era lo que quería, así que se los hice. Tenía una cubierta de manzana que hacer y una ensalada de pasta que preparar antes de la hora del almuerzo. Hice todo lo demás anoche. Incluido el ponqué. Cage asaría costillas a la parrilla para la fiesta porque era la comida favorita de Bliss.

—Hmmm, están buenos, mami. Los mejores panqueques en todo el universo —dijo Bliss mientras comía. Solía decir el mundo hasta que recientemente aprendió que el universo era más grande. —Eso es porque los hice para mi chica favorita en todo el universo —le dije, luego me enfoqué en cortar los vegetales para la ensalada de pasta.

Cage Parado junto al asador con una cerveza en mi mano, analicé la escena de mi patio trasero. Mi mejor amiga, Willow Hardy, estaba de nuevo embarazada. Se encontraba sentada en el columpio bajo el árbol con sus pies apoyados en las piernas de su esposo. El hijo de Willow y Marcus, Eli, se hallaba con Bliss, deslizándose por el gran inflable de agua que rentamos para el evento. Al otro lado de ellos se sentaban Preston y Amanda Drake. Preston estaba inclinado contra el árbol, con Amanda sentada entre sus piernas. Se reían de algo que dijo Marcus. Aún no tenían hijos, pero conociendo a Preston, uno llegaría lo suficientemente pronto. Dewayne y Sienna Falco, también casados recientemente, con un bebé en camino. Su hijo, Micah, se encontraba cerca de las vacas, alimentándolas con algo de alimento viejo que dejamos para ellas, con Daisy May Taylor. Los chicos de Rock y Trisha Taylor lanzaban el balón de fútbol con su papá y su tío Krit. Nunca imaginé que Krit Corbin se casaría, pero demonios si no estaba comprometido, y la fecha de su boda establecida para el próximo mes. Su prometida lo tenía tan envuelto en su pequeño dedo que era cómico. Era divertido de ver. Lo entendía completamente. Él pensaba que era malo ahora, pero solo espera hasta que tenga una hija. Seguro yo esperaba que la tuviera. Todos los mujeriegos reformados necesitaban a una niña propia. —Esas huelen bien. Cambié mi atención hacia quienes llegaron más recientemente. Jason y Jess Stone se encontraban en la ciudad durante la semana, visitando a su madre. Jess fue otra que me sorprendió. Antes fue problemas. La chica causó todo tipo de mierda. Pero entonces Jason Stone llegó a la ciudad, y todo cambió. El anillo de diamantes y el de boda destellaban en el sol cuando apoyaba la mano en su barriga de embarazo. Daría a luz en cualquier momento. Al menos, así parecía. —Sadie y Jax también enviaron un regalo. Querían estar aquí, pero Sadie se encuentra en cama descansando —dijo Jess sosteniendo dos regalos envueltos en papel rosa brillante. —Me alegra que vinieran. Eva está por allá, organizando la mesa con ayuda de Larissa y Trisha. Las cervezas se encuentran en la hielera, y las bebidas en la gran cubeta de hielo debajo del árbol. —Gracias. ¿Necesitas algo de ayuda aquí? —preguntó Jason.

—No, lo tengo controlado. Toma una cerveza y relájate. Pronto tendrás un hijo al que perseguir. Jason sonrió y se volteó para mirar a Jess. Nunca me la imaginé con un chico lindo de Harvard. Pero ellos dos funcionaban. Bliss los vio llegar y saltó del tobogán en su nuevo tutú de traje de baño y corrió hacia Jess. Era el gran día de Bliss e iba a mojarlo todo. —Hola, hermosa —dijo Jess cuando Bliss llegó a ella—. Adoro ese traje de baño. Necesito uno. Bliss giró para ella y luego hizo una reverencia. —Gracias. Es un regalo de cumpleaños de Amanda —dijo. Jess asintió como si eso tuviera todo el sentido. —Amanda encontraría el regalo perfecto. —Puedes poner mis regalos en la mesa —le informó—. Y si quieres comer, tenemos salsas, papas y galletas. Mi pequeña anfitriona. Era hija de su mamá. La mayoría del tiempo. Eva levantó la mirada hacia Jess y Jason, y los saludó. Ellos se dirigieron hacia la gente. —Papi —gritó Bliss. Dejó de correr de regreso hacia sus amigos y me miraba. —¿Sí, cariño? —Te amo montones y montones. Gracias por hacerme costillas. —Luego volteó y regresó corriendo al tobogán. Por esos tipos de gracias, hacía todo lo que quería. Su madre la llamaba una encantadora, y decía que consiguió eso de mí. Sonriendo, descubrí que tal vez sí. Costó algo de maldito encanto intenso para llegar a Eva. La observé hablando con Jess. La forma en que su cabello oscuro volaba con la brisa y sus lindos ojos azules brillaban… Dios, esa mujer era hermosa. Me dejó sin respiración la primera vez que la vi. Observando la entrada principal, recordé el día que salió, mirándome como si yo fuera inferior. Esos pantalones cortos, mostrando todas esas piernas. Su boca descarada fue una jodida excitación. Mi trabajo de verano en la granja de su padre se veía mucho más brillante después de conseguir verla.

Una vez pensé que no podía ser amado. Eva me probó que era, de hecho, digno de amar. Y cualquiera que sea merecedor del amor de Eva es jodidamente increíble. Así que soy malditamente especial. Los ojos de Eva se encontraron con los míos al otro lado del patio, y me dio esa sonrisa que era solo mía. Esta era nuestra vida. Hicimos esto. Todos nuestros amigos se encontraban aquí, y pronto el último de ellos estaría casado. Los niños nacerían, y nuestras familias crecerían. Es difícil creer que hace cuatro años, cada uno de nosotros aparte de Rock, vivía una vida de soltero. Buscando algo pero sin saber qué necesitábamos. Como magia, cada uno tuvo a ese alguien especial entrando a nuestras vidas, amándonos lo suficiente para luchar por nosotros. La vida es curiosa. El destino sucede y es mejor de que lo que imaginaste en primer lugar. Eva era mucho mejor que cualquier cosa que alguna vez pude haber pensado para mí mismo. Era más. Mucho más. —¡Papi, mira! —gritó Bliss, y cambié mi atención a mi niñita mientras sostenía la mano de Eli y se deslizaban por el tobogán, riendo juntos, hasta que golpearon el agua acumulada abajo. Cuando se pararon, todo el mundo aplaudió. Bliss, por supuesto, hizo otra reverencia. Porque mi bebé era una princesa y lo sabía. Era la hija de Cage York.

Diez años después… Traducido por Julie Corregido por GraceHope

Bliss York Por mucho que amaba a la familia grande y loca de la que yo era parte, cuando todos nos reuníamos en la casa de playa de Dewayne y Sienna, las cosas podían ser abrumadoras. Se hablaba tanto y los niños estaban por todas partes. Era como si este grupo no pudiera dejar de reproducirse. Dios. En algún momento tenían que dejar de hacerlo. Yo no era una de las más viejas de los niños. Jimmy, Brent y Daisy May Taylor ya asistían todos a la universidad, y no salían con los “niños”. Ellos lograban pasar el rato con los adultos. Micah Falco y Larissa Hardy se encontraban conduciendo ahora, y estaban en su propio mundito adolescente. Así que eso nos dejaba a Eli y a mí para asegurarnos de que las hermanas de Eli, Crimson y Cleo, no se mataran. Solo había dos años entre ellas, y a los diez y a los ocho parecían listas para iniciar una guerra cada vez que se las dejaba solas. Agradecí no tener una hermana. Pero sí tenía hermanos. Tres. Cruz, Cord y Clay tenían menos de diez años. Fue un milagro que todavía no hubiesen quemado algo. Mamá se reiría de ellos y miraría a mi papá como si estos hombres locos fueran maravillosos. Solo mi papá era maravilloso. Mis hermanos se hallaban descontrolados. Luego estaba Hadley Stone. Tenía diez años, y admitiré que se comportaba más madura que la mayoría de los chicos de su edad, pero era como una celebridad porque su padre era famoso. No podía salir y jugar con el resto de los niños sin un maldito guardaespaldas. Fue raro. Tenía una hermana, Evangeline, de solo tres años. Uno pensaría que todos esos niños serían suficientes para volver loco a una persona. Pero noooo, había más. Micah no era el único niño Falco. Su hermano menor, Jude Falco, tenía diez años, y su hermana, Mila, cinco. Luego estaban los chicos Drake. Que Dios nos ayude a todos, eran muy posiblemente peores que mis

hermanos. Yo sentiría lástima por esta ciudad cuando los chicos York y Drake tuvieran coches. Hendrix, River y Keegan Drake tenían todas las edades exactas de mis hermanos. Eran los terribles seis. O al menos, así era como Eli y yo nos referíamos a ellos. En el último grupo entraba James Stone, de diez años. Era el hijo de Jason y Jess Stone. También tenían una hija, que tenía ocho años, y, bueno… Iban a tener las manos llenas con ella. Eso era todo lo que decía. Juliette Stone era una libertina. Ella tenía a los terribles seis en ascuas, y eso es decir algo. Saffron y Holland Corbin fueron los dos últimos niños en esta locura de reproducción. Eran gemelos idénticos, pero eran completamente opuestos. Saffron hacía todo lo que podía para llamar la atención, mientras que Holland se hallaba normalmente en un rincón con un libro. Para ser niños de diez años, me gustaban bastante. Solía decir que sus padres eran los únicos sanos en el lote. Tuvieron gemelos y se detuvieron. Pero hoy la gran noticia era que Krit y Blythe esperaban un bebé para Navidad. Ahora que sabía qué era el sexo, me horroricé cada vez que otra de las adultas nos decía que estaba embarazada. ¿Acaso solo tenían relaciones sexuales o era un accidente? ¿Lo planearon? ¡Uff! No quería pensar en ello. Me alegraba que mis padres parecían haber terminado con sus cuatro. Después de tener tres hijos seguidos, creo que mi mamá se sentía demasiado nerviosa para intentarlo de nuevo. Ella no recibiría otra como yo. Le había dicho eso, y se rió de mí. Entonces me dijo que me parecía más a mi padre de lo que pensaba. No me importó ser como mi papá. Me parecía a mi madre, o por lo menos eso dice mi tío Jeremy cada vez que me ve: “Es tu viva imagen, te lo juro, Eva”. Eso me hace sonreír porque mi madre es hermosa. —Oye —dijo una voz profunda, y alcé de golpe la mirada de las olas que se estrellaban en la orilla y miré hacia el sol. Definitivamente había un hombre allí, pero no lo reconocí. Haciendo sombra a mis ojos, vi que no era solo un chico, sino uno notablemente hermoso. Parecía un poco mayor que yo. Tal vez quince o dieciséis. —Uh, hola —le respondí, sin saber qué hacer al respecto. Conozco a todos en Sea Breeze alrededor de mi edad. Siento que estoy relacionada con la mayoría de ellos. El chico se sentó a mi lado, pero en lugar de hacerlo de una manera incómoda como la mayoría de la gente, lo hizo lucir bien. También llevaba vaqueros en la playa. Por supuesto, era otoño y la brisa estaba fresca, pero, aun así. No miré mucho a sus botas de combate negras, que eran súper impresionantes.

—¿Vives por aquí? —preguntó, apoyándose en un brazo y volviéndose hacia mí. Parecía tan casual y seguro de sí mismo. Tenía que ser mucho mayor que yo. Eli nunca podrá hacer eso y parecer tan genial. —Sí, toda mi vida. Bueno, no toda. Viví los primeros años en una granja a casi unos cincuenta kilómetros de aquí. Pero papá consiguió el trabajo de entrenador de béisbol en la universidad, y nos mudamos aquí para estar más cerca. Además, la mayoría de mi familia está aquí. —Compartía mi vida con este tipo. Me preguntó si vivía aquí, no pidió la historia de mi vida. Mi cara se sintió caliente, y miré lejos de él, rezando para que se fuera. Pero no se rió de mi estupidez. —Estoy de visita. Mi abuelo vive aquí ahora. Se mudó aquí hace unos seis años y abrió un restaurante. Me di la vuelta para mirarlo, y el color de sus ojos plateados destellaba. Una niña solo podía soportar ciertas cosas. Los ojos como esos necesitaban venir con una advertencia: Ten cuidado con los ojos increíblemente calientes. Una sonrisa maliciosa levantó la esquina de sus labios, y me di cuenta de que esos labios eran tan impresionantes como sus ojos. —¿Por qué estás aquí murmurando para ti misma? —preguntó. Una vez más, mi cara se encendió en rojo y miré hacia otro lado. Esta vez se rió entre dientes. Quería enterrar mi cabeza en la arena y esperar a que dejara sola a la loca en la playa. —Oye, lo siento. No quise reírme. Eres muy linda. Con ese sonrojo. Dios mío, dijo que era linda. Este muchacho hermoso que era demasiado viejo para mí pensó que yo era linda. Respira, Bliss. Respira. Te desmayarás si no respiras. —¿Tienes un nombre? —me preguntó. Enderecé mis hombros y traté de no parecer la idiota que me había estado comportando hasta ahora. —Bliss York —le informé como si estuviera rellenando algún formulario. Todo formalmente. Su mueca se convirtió en una sonrisa. La forma en que sus ojos brillaban con ese color plateado cuando él se divertía me dificultó esa cosa de respiración que trataba de hacer. —¿Qué edad tienes? —preguntó, estudiándome de cerca. Probablemente pensó que era una de esas niñas tontas de diez años. Estaba segura de que incluso Holland podría haber manejado esto mejor que yo, y ella rara vez hablaba con nadie.

—Trece —le dije, esperando que no me creyera. Asintió como si eso fuera lo que pensaba. —¿Qué edad tienes tú? —pregunté. —Catorce —respondió. Mi boca se abrió. ¿Este tipo con toda su genialidad tenía solo catorce? Actuaba como alguien mucho más viejo. Eli tenía trece años, como yo, y no era tan maduro. También era más fácil estar cerca de él porque, aunque tenía el pelo rubio muy lindo y los ojos verdes bonitos, era simplemente Eli. —Pareces sorprendida —dijo con una sonrisa—. ¿No parezco de catorce? Tragué y traté de respirar de nuevo. Cuando los ojos de este chico estaban sobre ti, entonces te olvidabas de hablar o hacer casi cualquier cosa. —Yo, eh, sí, digo no, quiero decir… Pareces m{s grande que eso. Y te comportas como alguien mayor. No pensé… Pensé… No importa. —Paré mis divagaciones, y una vez más, pensé en enterrar mi cabeza en la arena. Necesitaba darme un descanso. No había chicos por aquí que se pareciesen a él. Cualquier chica frente a este tipo de… de… perfección también se asustaría. Tenía el pelo oscuro corto, pero en la parte superior llevaba un estilo desordenado que lo hacía parecer un poco más largo. Se rió de nuevo y dejé caer mis ojos a la arena. —Ah, vamos, Bliss York. Mírame otra vez. No quise reírme, pero tú me obligas a hacerlo. No puedo evitarlo. —Bueno, me pones nerviosa —exclamé. —¿Sí? ¿Por qué? No iba a decirle a este hermoso chico que era hermoso. Así que me encogí de hombros. —¡Bliss! —gritó la voz de Eli, y me volví hacia la casa de los Falco para verlo haciendo un gesto para que regrese. Me puse de pie rápidamente y eché un vistazo al chico, que también se puso de pie, pero lo hizo con suavidad, sin la torpeza de mi intento de levantarme. Lo último que necesitaba era que Eli le diga a mi padre que estuve hablando con un chico. Papá se volvería loco. —¿Ese es tu novio? —preguntó el chico, y esta vez me reí.

—¿Eli? Uh no. Es como mi hermano… No, mis hermanos me vuelven loca. Es más, como mi primo. O mejor amigo. Nuestros padres están unidos. La boca del chico se curvó en una sonrisa complacida que hizo que mis rodillas se pusieran débiles. Tenía que caminar de regreso a casa de los Falco y Eli. No sabía cómo lo iba a hacer si el Señor Hermoso seguía sonriéndome. —Tengo que irme —le dije. —Si estás segura —contestó él. Me encontraba segura. Este chico era el epítome de lo genial, pero aún no había conocido a Cage York. Y no quería hacerlo. —Yo, eh, sí. Es probable que mis padres me busquen. Sonrió. —Bueno. Tal vez te vea de nuevo, Bliss York. Entonces me di cuenta de que no tenía ni idea de cuál era su nombre. Me tuvo en un lío tan revuelto con esa cara que nunca se lo pregunté. —Sí, quizás. Nunca me dijiste tu nombre. Regresó esa sonrisa atractiva, y miró hacia las olas, luego hacia mí. Inclinó la cabeza de esa manera que hacen los chicos de las películas y te desmayas. Lo había logrado, y yo estaba a punto de desmayarme seriamente. —Nate Finlay.

Abbi Glines puede ser encontrada saliendo con estrellas de rock, paseando en su yate los fines de semana, haciendo paracaidismo o surfeando en Maui. Está bien, quizá ella necesita mantener su imaginación sólo enfocada en su escritura. En el mundo real, Abbi puede ser encontrada acerrando a niños (que siempre suelen parecer que no le pertenecen a ella) a todos sus eventos sociales, escondida bajo las sábanas con su MacBook con la esperanza de que su marido no la descubra viendo Buffy en Netflix de nuevo, y escabulléndose en Barnes & Noble para pasar horas perdida en libros.

9. Until the end - Abbi Glines.pdf

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