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Staff Moderadora: Luna West

Traductoras: Luna West Miry GPE Snow Q Mire★ Verito Michelle♡ florbarbero Niki AntyLP

CamShaaw Zöe.. Dannygonzal Liillyana Julieyrr Niki Alexa Colton Janira Sandy

Sandry Beatrix yure8 Jasiel Odair Annie D Jeyly Carstairs NnancyC Sofía Belikov Adriana Tate

Sofía Belikov Vani Val_17 Katita Mary ElyCasdel

Correctoras: Vanessa Farrow Mire★ Jasiel Odair ElyCasdel Jaky Skylove♡ Karool Shaw itxi Verito Gabbita -Valeriia<3

Laurita PI Sofía Belikov Daniela Agrafojo Key *Andreina F* Chio West Emmie Aimetz Volkov NnancyC Amélie.

Revision Final: Luna West

Diseno: Hanna Marl 3

Niki SammyD Victoria Paltonika Mel Markham Valentine Rose Lizzy Avett' Alexa Colton Michelle♡ Miry GPE

Sinopsis Todo el mundo en Rosemary Beach cree saber cómo Rush Finlay y Blaire Wynn se enamoraron. Pero Rush está de regreso para contar su lado de la historia… Rush se ganó a pulso su reputación de chico malo. La enorme casa en la playa, autos lujosos y una fila de chicas rogando pasar tiempo entre sus sábanas es lo que lo convierte en el chico más envidiado de Rosemary Beach, y Rush puede manejar todo con la despreocupación de ser el hijo de una estrella de rock. Todo lo que necesita es a su mejor amigo Grant y su hermana Nan. Hasta que Blaire Wynn llegó a la ciudad en su camioneta destartalada y una pistola oculta debajo del asiento. Esa chica de Alabama atrapa al instante la atención de Rush, pero una vez que descubre que esa belleza angelical es su nueva hermanastra decide mantener su distancia. Incluso si ella necesita su ayuda. Incluso si él la anhela. Cuando Rush descubre porque Blaire está sola en el mundo, es obligado a pedirle ayuda al padre que la abandonó tres años atrás. Y sabe que si se acerca demasiado a ella podría destruir a Nan, quien tiene una conexión secreta con Blaire. Él tiene todas las razones del mundo para mantenerse alejado de ella. Pero no puede evitarlo.

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Índice

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Prólogo

Capítulo 15

Capítulo 1

Capítulo 16

Capítulo 2

Capítulo 17

Capítulo 3

Capítulo 18

Capítulo 4

Capítulo 19

Capítulo 5

Capítulo 20

Capítulo 6

Capítulo 21

Capítulo 7

Capítulo 22

Capítulo 8

Capítulo 23

Capítulo 9

Capítulo 24

Capítulo 10

Capítulo 25

Capítulo 11

Capítulo 26

Capítulo 12

Capítulo 27

Capítulo 13

Capítulo 28

Capítulo 14

Capítulo 29

Prólogo Traducido por Luna West Corregido por Vanessa Farrow

Dicen que los niños tienen los corazones más puros. Que los niños no pueden odiar porque no entienden completamente la emoción. Perdonan y olvidan fácilmente. Dicen un montón de basura como esa porque les ayuda a dormir por la noche. Te dicen esas buenas y agradables palabras mientras te sonríen. Pienso diferente. Los niños pueden amar como nadie más. Pueden tener la capacidad de amar con más fiereza que nadie. Es muy cierto. Yo mismo sé que es cierto. Porque yo lo viví. A la edad de diez, sabía lo que era el odio y el amor. Tanto que te consumían. Tanto que alteraban tu vida. Y tanto que te cegaban por completo. Mirando hacia atrás, desearía que alguien hubiera estado allí para ver como mi madre sembraba la semilla del odio dentro de mí. Dentro de mi hermana. Si alguien hubiera estado allí para salvarnos de las mentiras y la amargura que ella permitió que nos invadiera, entonces quizás las cosas pudieron haber sido diferentes. Para todos los involucrados. Nunca hubiera actuado tan tontamente. Nunca hubiera sido mi culpa que una chica se quedara sola al cuidado de su madre enferma. No hubiera sido mi culpa que la misma chica estuviera de pie junto a la tumba de su madre creyendo que la única persona en la tierra que la amaba estaba muerta. No hubiera sido mi culpa que un hombre se destruyera a sí mismo, su vida siento rota, convirtiéndose en un cascarón vacío. Pero nadie nos salvó. Creímos las mentiras. Nos aferramos a nuestro odio. Sin embargo, sólo yo destruí la vida de una chica inocente. Dicen que cosechas lo que siembras. Eso es mentira, también. Porque debería estar ardiendo en el infierno por mis pecados. No debería tener permitido despertar cada mañana con esta hermosa mujer en mis brazos, amándome incondicionalmente. No debería poder sostener a mi hijo y conocer lo que es la pura alegría. 6

Pero puedo. Por qué eventualmente, alguien me salvó. No lo merezco. Diablos, más que alguien más, es mi hermana quien necesita ser salvada. Ella actúa por odio. Manipuló el destino de otra familia, sin importarle el resultado. Pero la amargura aun la controla mientras‖yo‖ya‖he‖sido‖rescatado.‖Por‖un‖chica… Pero no es cualquier chica. Es un ángel. Mi ángel. Un hermoso, fuerte, feroz y leal ángel que entró a mi vida en una camioneta, cargando un arma.

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1 Traducido por Luna West Corregido por Mire★

Esta no es una típica historia de amor. Es real y completamente jodida como para ser encantadora. Pero cuando eres el bastardo del legendario baterista de una de las bandas del rock más amadas en el mundo, se esperan serias cagadas. Eso es lo que nos caracteriza. Agrega la egoísta y caprichosa madre que me crío a la mezcla, y el resultado no es muy bueno. Hay muchos lugares donde yo podría comenzar esta historia. En mi dormitorio, sosteniendo a mi hermana mientras lloraba de dolor por las crueles palabras de nuestra madre. En la puerta principal, mientras la veía con lágrimas corriendo por su rostro cuando mi padre me llevaba por el fin de semana, dejándola sola. Ambas cosas sucedían con frecuencia, marcándome por siempre. Odiaba verla llorar. Sin embargo, así era esa parte de mi vida. Compartimos la misma madre, pero nuestros padres eran diferentes. El mío era un famoso rockero, quien me introdujo al mundo del sexo, drogas y rock and roll cada fin de semana y por un mes durante los veranos. Él nunca me olvidó. Nunca puso excusas. Siempre se hallaba allí. Con todas las imperfecciones que tenía, Dean Finlay siempre aparecía para buscarme. Incluso si no se encontraba sobrio, venía. El padre de Nan nunca vino. Se encontraba sola cuando yo no estaba, y aunque amaba estar con mi papá, odiaba saber que me necesitaba. Yo era su padre. Era la única persona en la que ella podía confiar para cuidarla. Eso me hizo crecer rápidamente. Cuando le pregunté a mi papá si podría llevarla con nosotros, me dio una triste mirada y negó con la cabeza. —No puedo, hijo. Desearía, pero tu mamá no va a permitirlo. Nunca dijo nada más. Sabía que si mi madre no lo permitía, entonces no había esperanza. Así que Nan se quedaba sola. Quería odiar a alguien por eso, pero odiar a mi madre era difícil. Era mi madre. Yo un niño. Luego encontré una persona para concentrar mi odio y el resentimiento por la injusticia en la vida de Nan. El hombre cuya sangre corría por las venas de ella, que no 8

la amaba lo suficiente para siquiera enviarle una tarjeta de cumpleaños. Él tenía su propia familia. Nan lo visitó una vez. Obligó a mamá a que la llevara a su casa. Quería hablar con él. Ver su cara. Creía que la amaría en cuanto la viera. Creo que, en el fondo, pensaba que mamá no le contó a él sobre ella. Tenía un cuento de hadas en su cabeza donde su padre se lanzaría de picado y la salvaría al descubrir su existencia. Le daría ese amor que tan desesperadamente buscaba. Su casa era más pequeña que la nuestra. Mucho más pequeña. Se hallaba a siete horas de distancia en una pequeña ciudad en Alabama. Nan dijo que era perfecta. Mamá la llamó patética. Sin embargo, no era la casa lo que obsesionaba a Nan. No era la pequeña cerca blanca que describía a detalle. O el aro de baloncesto afuera y las bicicletas apoyadas contra la puerta de la cochera. Fue la chica que abrió la puerta. Tenía el cabello largo y rubio, casi blanco. Le recordó a Nan a una princesa. Excepto que ella usaba tennis sucios. Nan nunca tuvo un par de tennis, ni siquiera zapatos normales sucios. La chica le sonrió, y Nan estuvo momentáneamente encantada. Luego vio las fotografías en la pared detrás de la chica. Fotografías de esta chica y otra casi idéntica. Y un hombre sosteniendo sus manos. Él sonreía y reía. Era el padre de ellas. Eran las dos hijas que amaba. Fue obvio, incluso para los infantiles ojos de Nan, que él era feliz en esas fotografías. No echaba de menos a la niña que olvidó. La que nuestra madre le contó que existía. Todas esas cosas que nuestra madre trató de decirle a lo largo de los años y que se negó a creer, repentinamente cayeron en su lugar. Le dijo la verdad. El padre de Nan no la quería, porque ya tenía una vida. Una con dos hermosas y angelicales hijas y una mujer que se parecía a ellas. Esas fotos en la pared torturaron a Nan durante años. Una vez más, quise odiar a mi madre por llevarla hasta allí. Restregándole la verdad en la cara. Al menos cuando Nan vivía en su cuento de hadas, era feliz, pero su inocencia se perdió ese día. Y mi odio por su padre y su familia comenzó a crecer dentro de mí. Ellas tenían la vida que mi hermana pequeña merecía, un padre que las amaba. Esas chicas no lo merecían tanto como Nan. Esa mujer con la que estaba casado usaba a esas dos lindas niñas para mantenerlo apartado de Nan. Las odiaba. Eventualmente, actué por ese odio, pero la historia realmente comienza la noche en que Blaire Wynn caminó a mi casa con un nervioso ceño fruncido y el rostro de un jodido ángel. Mi peor pesadilla... 9

***

Le dije a Nan que no quería a nadie esa noche, pero hizo la fiesta de todos modos. Mi hermana pequeña no aceptaba un no por respuesta. Recostándome en el sofá, estiré las piernas frente a mí y tomé un sorbo de mi cerveza. Necesitaba quedarme aquí el tiempo suficiente para asegurarme que las cosas no se iban a salir de control. Los amigos de Nan eran más jóvenes que los míos. Eran un poco ruidosos algunas veces. Pero no me oponía porque esto la hacía feliz. Mamá huyó a París con su nuevo esposo, el aun irresponsable padre de Nan, eso no ayudaba a su humor últimamente. Esta era la única manera que podía pensar para animarla. Por una vez en su vida, deseé que mi madre pensara en alguien más antes que en sí misma. —Rush, conoce a Blaire, creo que ella te pertenece. La encontré afuera un poco perdida. —La voz de Grant irrumpió mis pensamientos. Miré a mi hermanastro y luego a la chica de pie al lado suyo. Vi ese rostro antes. Era mayor, pero la reconocí. Mierda. Era‖una‖de‖ellas.‖No‖sabía‖sus‖nombres,‖pero‖recordaba‖que‖eran‖dos.‖Ella‖era…‖ Blaire. Posé mis ojos en Nan, encontrándola no muy lejos con un ceño fruncido en su rostro. Esto no iba a ser bueno. ¿Acaso Grant no notó quién era esta chica? —¿Ah, sí? —pregunté, mi cerebro buscando velozmente alguna manera de sacarla de aquí, y rápido. Nan iba a explotar en cualquier momento. Estudié a la chica que fue fuente de dolor para mi hermana la mayor parte de su vida. Era hermosa. Su rostro en forma de corazón destacaba con un par de grandes ojos azules con las pestañas naturales más largas que vi jamás. Rizos platinados caían sobre un par de buenas tetas que ocultaba en una ajustada blusa de tirantes. Maldición. Sí, ella debía irse—. Es linda, pero joven. No puedo decir que es mía. La chica se estremeció. Si no la estuviera observando tan de cerca, no lo hubiera notado. La expresión perdida en su rostro no tenía sentido. Entró en esta casa sabiendo que era territorio de no bienvenida. ¿Por qué parecía tan inocente? —Oh, sí que es tuya. Ya que su papi huyó a París con tu mamá por las próximas semanas. Yo diría que ahora te pertenece a ti. Yo con mucho gusto le puedo ofrecer una habitación en mi casa, si quieres. Eso es, claro, si se compromete a dejar su arma mortal en su camioneta. —Grant encontró eso divertido. El cabrón. Sabía quién era todo este tiempo. Amaba el hecho de que eso molestara a Nan. Grant haría cualquier cosa que cabreara a Nan. 10

—Eso no la hace mía —contesté. Ella necesitaba pillar la indirecta e irse. Grant aclaró su garganta. —Es una broma, ¿verdad? Tomé un trago de mi cerveza, luego nivelé mi mirada con la de Grant. No me encontraba de humor para su drama con Nan. Esto iba demasiado lejos. La chica debía irse. Parecía lista para huir. Esto no era lo que esperaba. ¿En serio creyó que su querido padre se hallaría aquí, esperándola? Esa historia sonaba a basura. Vivió con el hombre por catorce años. Yo tenía tres de conocerlo, y sabía que era un pedazo de mierda. —Tengo una casa llena de invitados esta noche y mi cama ya está llena —le informé, y luego miré de regreso a mi hermano—. Creo que es mejor si la dejamos ir a buscar un hotel hasta que pueda ponerme en contacto con su papi. Blaire cogió la maleta que Grant sostenía. —Él tiene razón. Debo irme. Esto fue una mala idea —dijo con un nudo en la voz. Grant no soltó la maleta fácilmente. Ella tiró con fuerza para liberarla de su agarre. Podía ver las lágrimas contenidas en sus ojos, y sentí un pinchazo de culpabilidad. ¿Había algo que me perdía? ¿En serio creía que la esperábamos con los brazos abiertos? Blaire se apresuró hacia la salida. Vi la mirada de satisfacción en el rostro de Nan mientras pasó a su lado. —¿Te vas tan rápido? —le preguntó Nan. Blaire no respondió. —Eres una mierda sin corazón. ¿Lo sabías? —gruñó Grant a mi lado. No me encontraba de humor para lidiar con él. Nan se pavoneó hacia nosotros con una sonrisa triunfante. Disfrutó esto. Entendía el porqué. Blaire le recordaba todo lo que Nan careció mientras crecía. —Se ve exactamente como la recuerdo. Pálida y simple —ronroneó Nan, hundiéndose a mi lado en el sofá. Grant resopló. —Eres tan ciega como malvada. Puedes odiarla, pero me hace agua a la boca. —No comiences —le advertí a Grant. Nan podría parecer feliz, pero sabía que si la presionabas demasiado, se venía abajo. —Si tú no vas detrás de ella, yo lo haré. Voy a llevar ese sexy trasero a mi casa. No es lo que ustedes dos asumen. Hablé con ella. No sabe nada. Ese tonto padre suyo le dijo que viniera aquí. Nadie es tan buen mentiroso —dijo Grant mientras miraba a Nan.

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—Papá nunca le hubiera dicho que viniera a casa de Rush. Vino aquí por avariciosa. Olió el dinero. ¿Viste lo que usaba? —Nan arrugó la nariz con disgusto. Grant rio. —Diablos, sí, vi lo que llevaba puesto. ¿Por qué crees que quiero llevarla a mi departamento? Es jodidamente sexy, Nan. No creo una mierda de lo que me dices. Es una chica inocente, perdida y malditamente caliente. Grant se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. Iba a ir detrás de ella. No podía permitirle hacer eso. Era tan fácil de engañar. Aceptaba que la chica parecía inocente a simple vista, pero él pensaba con su polla. —Alto. Yo iré tras ella —dije, poniéndome de pie. —¿Qué? —preguntó Nan con la voz horrorizada. Grant dio un paso atrás y me permitió pasar a su lado. No me volví hacia atrás para ver a mi hermana. Grant tenía razón. Necesitaba ver si esta chica era una actriz o si realmente el cabrón de su padre le dijo que viniera aquí. Por no mencionar que quería echarle otro vistazo sin audiencia.

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2 Traducido por Miry GPE Corregido por Jasiel Odair

Ella se dirigía hacia una camioneta vieja y destartalada cuando abrí la puerta y salí. Me detuve un momento, preguntándome si era de ella o si alguien la trajo. Grant no mencionó a nadie más. Entrecerré los ojos en la oscuridad para ver si podía distinguir a alguien dentro de la camioneta, pero no podía decirlo desde esta distancia. Blaire abrió de golpe la puerta del lado del conductor y luego hizo una pausa para tomar una respiración profunda. Era casi dramático, o por lo menos lo sería si supiera que era vigilada. Pero por la forma en que sus hombros se hundieron en derrota antes de que subiera a la camioneta, supe que ella no tenía idea de que tenía audiencia. Pero, de nuevo, tal vez lo sabía. No sabía nada de esta chica. Sólo sabía que su padre era un jodido mantenido. Tomó lo que mi madre y Nan le dieron, y sin embargo, nunca correspondió sus muestras de cariño o amor. El hombre era frío. Lo veía en sus ojos. No se preocupaba para nada de Nan o de mi estúpida madre. Las usaba a ambas. La chica era hermosa. No tenía ninguna duda al respecto. Pero también fue criada por ese hombre. Podría ser una maestra de la manipulación. Usando su belleza para conseguir lo que quería, sin importarle a quien lastimaba en el camino. Bajé las escaleras y me dirigí a la camioneta. Todavía se hallaba sentada ahí, y quería que se fuera antes de que Grant saliera y cayera en su actuación. La llevaría a su casa. Y ella lo usaría hasta que se aburriera. No sólo protegía a mi hermana; también protegía a mi hermano de ella. Grant era un blanco fácil. Se giró y sus ojos chocaron con los míos antes de que ella dejara escapar un grito. Sus ojos enrojecidos lucían como si hubiera llorado lágrimas de verdad. No se encontraba nadie aquí para verla, así que cabía la pequeña posibilidad de que esto no era parte de una estafa elaborada. Esperé a que hiciera algo más que mirarme como si yo fuera el desconocido, cuando era ella quien se hallaba en mi propiedad. Como si leyera mi mente, giró su mirada hacia el volante e hizo un movimiento para encender la camioneta.

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Nada. Comenzó a ponerse frenética en sus intentos para lograr que la camioneta arrancara, pero por el clic que escuché, supuse que no tenía ni una gota de gasolina en su tanque. Tal vez se encontraba desesperada. Todavía no confiaba en ella. La visión de ella golpeando su volante con frustración era graciosa. ¿De qué servía eso si la idiota condujo con su tanque completamente vacío? Finalmente abrió la puerta de la camioneta y me miró. Si no era tan malditamente inocente como parecía, entonces la chica era una actriz condenadamente buena. —¿Problemas? —le pregunté. La expresión en su rostro decía que no quería decirme que no podía irse. Me recordé de nuevo que se trataba de la hija de Abe Wynn. La que él crio. Por la que abandonó a Nan durante todos esos años. No sentiría lástima por ella. —Me he quedado sin gasolina —dijo con voz suave. No jodas. Si dejo que vuelva a entrar, tendría que lidiar con Nan. Si no lo hacía, Grant se haría cargo de ella. Y entonces sería más que probable que se aprovecharía de él. —¿Cuántos años tienes? —pregunté. Ya debería saber, pero maldición, pensé que era mayor de lo que parecía. La mirada asustada de grandes ojos en su rostro la hacía parecer muy joven. La forma en que llenaba esa camiseta sin mangas y pantalones vaqueros era la única señal de que era por lo menos mayor de edad. —Diecinueve —respondió. —¿En serio? —pregunté, sin hallarme seguro de creerle. —Sí. En serio. —El ceño de enojo era lindo. Maldición. No quería pensar en que era linda. Era una jodida complicación que no necesitaba. —Lo siento. Simplemente pareces más joven —dije con una sonrisa. Luego dejé que mi mirada viajara por su cuerpo. No necesitaba que pensara que yo era alguien en quien podía confiar. No lo era. Nunca lo sería—. Retiro lo dicho. Cada trozo de tu cuerpo parece de diecinueve años. Es esa cara tuya la que parece tan fresca y joven. ¿No usas maquillaje? No se ofendió, pero su ceño aumentó. No era el efecto que deseaba. —Me he quedado sin gasolina. Tengo veinte dólares conmigo. Mi padre se ha marchado y me dejó después de decirme que me ayudaría hasta que me pudiera hacer cargo de mi misma. Confía en mí, él era la última persona a la que quería pedir ayuda. No, no uso maquillaje. Tengo problemas más grandes que lucir bonita. Ahora, ¿vas a llamar a la policía o una grúa? Me quedo con la policía en caso de tener una elección. 14

¿En serio me sugirió que llamara a la policía? ¿Y fue desdén por su querido papá lo que escuché en su voz? Me encontraba muy condenadamente seguro de que lo era. Tal vez no fue el padre modelo que Nan imaginó en su cabeza por la breve visita que hizo a esa casa cuando era niña. Sonaba como que Abe se hallaba en su lista negra. —No me gusta tu padre y por el tono de tu voz, a ti tampoco—dije, dejando que la idea de que tal vez era otra víctima de Abe Wynn penetrara en mí. Él abandonó a Nan, y bastante seguro que sonaba como que abandonó a esta hija también. Me encontraba a punto de hacer algo de lo que me arrepentiría—. Hay una habitación que está vacía esta noche. Lo estará hasta que mi mamá vuelva a casa. No mantengo a su criada cuando no está aquí. La señora Henrietta sólo viene a limpiar una vez a la semana cuando mamá está de vacaciones. Puedes tener su habitación bajo las escaleras. Es pequeña, pero tiene una cama. La mirada de incredulidad y alivio en su rostro casi hizo que la idea de enfrentar a Nan valiera la pena. Aunque me encontraba muy condenadamente seguro de que Blaire y Nan tenían problemas de abandono, por parte de su padre, en común, sabía que Nan nunca aceptaría eso. Se hallaba decidida a odiar a alguien, y Blaire se llevaría la peor parte de su ira. —Mi única otra opción es esta camioneta. Te puedo asegurar que lo que estás ofreciendo es mucho mejor. Gracias —dijo con firmeza. Joder. ¿Realmente estuve a punto de dejar a esta chica en su camioneta? Eso era peligroso. —¿Dónde está tu maleta? —pregunté, con ganas de acabar con esto y hablar con Nan. Blaire cerró la puerta de la camioneta y se dirigió hacia la parte trasera para conseguir su maleta. De ninguna manera su pequeño cuerpo la tomaría y la levantaría por encima de la cama de la camioneta. Me acerqué por detrás de ella y la tomé. Se dio la vuelta, y la mirada de asombro en su rostro me hizo sonreír. Le guiñé un ojo. —Puedo llevar tu equipaje. No soy tan imbécil. —Gracias, otra vez —dijo con un tartamudeo, mientras esos ojos grandes e inocentes se clavaban en los míos. Maldición, sus pestañas eran largas. No veía chicas sin maquillaje a menudo. La belleza natural de Blaire era sorprendente. Tendría que recordarme que ella no era otra cosa más que problemas. Eso y mantener mi jodida distancia. Tal vez debí dejar que bajara su propia maleta. Por lo menos así ella pensaría que era un idiota y se mantendría a distancia.

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—Ah, bueno, la detuviste. Te estaba dando cinco minutos para luego venir aquí y asegurarme de que ella no había escapado —dijo Grant, sacándome de cualquier trance bajo el que esta chica me puso. Hijo de puta, tenía que parar esta mierda ahora. —Va a tomar la habitación de Henrietta hasta que pueda ponerse en contacto con su padre y encontrar algo mejor —le contesté, y empujé la maleta hacia Grant—. Toma, llévala a su habitación. Tengo compañía con la que regresar. No la miré de nuevo, ni hice contacto visual con Grant. Necesitaba distancia. Y tenía que hablar con Nan. No estaría feliz, pero de ninguna jodida manera dejaría a la chica dormir en su camioneta. Llamaría la atención. Era hermosa y completamente incapaz de cuidar de sí misma. ¡Maldición! ¿Por qué fui y metí a Abe Wynn en nuestras vidas? Él causaba toda esta mierda. Nan se encontraba de pie en la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho, mirando hacia mí. La quería enojada. Mientras se hallara enojada conmigo, no lloraría. No sabía cómo lidiar con ella cuando lloraba. Era el que trataba de aliviar su dolor desde que era pequeña. Cuando Nan lloraba, de inmediato comenzaba a tratar de arreglar las cosas. —¿Por qué aún está aquí? —espetó Nan, mirando por encima de mi hombro antes de que yo pudiera cerrar la puerta y ocultar el hecho de que Grant se dirigía hacia aquí con Blaire. —Tenemos que hablar. —La tomé del brazo, apartándola de la puerta y yendo hacia la escalera—. Arriba. Si vas a gritar, no quiero hacer una escena —dije, asegurándome de usar mi voz severa. Frunció el ceño y pisoteó subiendo las escaleras como una niña de cinco años. La seguí, esperando que se alejara lo suficiente de la puerta principal antes de que se abriera. No tomé una respiración profunda hasta que ella entró al dormitorio que solía utilizar cuando ésta era nuestra casa de verano. Antes de convertirme en un adulto y tomara lo que era mío. —Le estas creyendo esa excusa, ¿no? ¡Grant te convenció! Sabía que debí seguirlo afuera. Es un imbécil. Sólo hace esto para molestarme —espetó antes de que yo pudiera decir algo. —Se quedará en el cuarto debajo de las malditas escaleras. No es como si la pusiera aquí arriba. Y sólo se quedará hasta que pueda hablar con Abe y averiguar qué hacer. No tiene gasolina en su camioneta y no tiene dinero para conseguir una habitación de hotel. Quieres enojarte con alguien, bien, ¡enójate con el hijo de puta de Abe! —No tenía la intención de alzar la voz, pero cuanto más pensaba acerca de Abe corriendo a París sabiendo que su hija se dirigía hacia acá en una destartalada 16

camioneta vieja sin dinero, más me molestaba. Cualquier cosa pudo suceder. Ella era demasiado condenadamente frágil y necesitada. —Crees que es ardiente. Vi la mirada en tus ojos. No soy estúpida. De eso es de lo que se trata todo esto —dijo Nan, antes de que sacara su labio en una mueca—. Verla me hiere, Rush. Lo sabes. Ella lo tuvo por dieciséis años. ¡Es mi turno! Sacudí mi cabeza con incredulidad. ¿Ella pensaba que tenía a Abe ahora? ¿En serio? Él se largó a disfrutar la vida en París con el dinero de mi madre, y ¿Nan pensaba que eso significaba que ganó? —Es un maldito perdedor, Nan. Ella tuvo al idiota durante dieciséis años. No creo que eso signifique que ganó algo. La dejó venir aquí pensando que él le ayudaría y no pensó dos veces sobre el hecho de que es una niña indefensa con esos grandes ojos tristes de la que cualquier hombre se podría aprovechar. —Dejé de hablar, porque me encontraba diciendo demasiado. Los ojos de Nan se abrieron ampliamente. —¡Santo infierno! ¡No te la folles! ¿Me escuchas? ¡No te la folles! Se va tan pronto como puedas echarla. No la quiero aquí. Hablar con mi hermana era como hablar con la pared. Era tan testaruda. No haría esto nunca más. Ella podía hacer todas las demandas que quisiera, pero era el dueño de esta casa. Era dueño de su apartamento. Era el dueño de todo en su vida. Tenía el control. No ella. —Regresa abajo, a tu fiesta y tus amigos. Me voy a la cama. Déjame manejar esto de la forma en que se necesita —dije, me di la vuelta y me dirigí a la puerta. —Pero te la vas a follar, ¿no es así? —preguntó Nan detrás de mí. Quería que dejara de decir esa palabra en relación a Blaire, porque, maldito sea el infierno, me hacía pensar sobre todo ese cabello rubio platinado en mi almohada y esos ojos mirándome mientras ella llegaba a su clímax. No le respondí a Nan. No follaría a Blaire Wynn. Me mantendría lo más lejos posible de ella. Pero Nan no me daría órdenes, tampoco. Tomaba mis propias decisiones.

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3 Traducido por Snowsmily Corregido por ElyCasdel

La música fluía fuerte por las escaleras, pero sabía que no sería capaz de escucharla en mi habitación. No me encontraba de humor para toda esa mierda ahí abajo. No estuve de humor antes de que Blaire Wynn apareciera, y de seguro no estaba de humor ahora. —Ahí estás —dijo una mujer con voz suave, y me giré para ver a una de las amigas de Nan del club caminando hacia mí. Su falda era tan corta que su trasero casi salía de la parte trasera. Esa fue la única razón de que la notara. Es difícil perderse un trasero exhibiéndose así. Sin embargo, no podía recordar su nombre. —¿Te perdiste? —pregunté, sin agradarme que viniera arriba. Mi regla era mantener la fiesta lejos de mi espacio personal. Sacó su pecho y mordisqueó su labio inferior antes de batir sus pestañas en mi dirección. Largas y falsas pestañas. Nada como las de Blaire. Jódeme. ¿Por qué pensaba en Blaire? —Estoy exactamente donde quiero estar. Contigo —dijo en un susurro ronco, antes de presionar sus tetas contra mi pecho y pasear sus manos hacia abajo para acunar mi polla—. He escuchado cuán bien puedes hacer sentir a una chica. Cómo puedes hacer gritar orgasmos, una y otra vez —dijo, apretándome con suavidad—. Hazme venir, Rush. Extendí‖la‖mano‖y‖agarré‖un‖mecho‖de‖su‖cabello‖rubio.‖No‖era‖tan‖rubio‖como…‖ no. Maldita sea. Iba a hacerlo otra vez. Comparar cada cosa de ella con Blaire. Era un problema del que necesitaba tomar control, ahora. —Ruega —dije. —Por favor, Rush —respondió con rapidez, y frotó mi polla desinteresada para ponerla dura—. Quiero que me folles, por favor. Era buena. Sonaba casi como una estrella porno. —Es solo sexo, nena. Nada más. Y solo por esta noche —dije. Siempre me aseguraba de que conocieran las reglas. No tendríamos repetición a menos de que fuera malditamente buena. 18

—Mmm. Te recordaré que dijiste eso —dijo, guiñándome como si no me creyera en absoluto. O era malditamente brillante haciéndolo, o era una ilusión de su parte. Difícilmente alguna vez regresaba para una segunda vez—. ¿Dónde está tu habitación? —preguntó, presionando un beso en mi pecho. —No te llevaré a mi habitación —dije, y la empujé hacia atrás hasta que trastabilló en la habitación de invitados que utilizaba para sexo. Las chicas no iban a mi habitación. Ese era mi lugar, y no quería recuerdos de chicas ahí arriba. —Oh, señor Impaciente —dijo, riéndose mientras se contoneaba fuera de su falda y lamía sus labios—. Soy una profesión chupando pollas. Me saqué la camisa y me acerqué para sentarme en la cama. —Muéstrame — respondí.

***

El aroma a perfume golpeó mi nariz, y entorné los ojos contra el sol, maldiciendo a quien sea que no hubiera cerrado las malditas cortinas la noche anterior. Giré, y el cuerpo desnudo a mi lado hizo un ruido. Se quedó toda la noche. Mierda. Odiaba a las que no se marchaban. Eran las pegajosas. Las que creían que eran más que una follada. ¿En serio creían que ponerse de rodillas y chuparme hasta correrme sin decirme su nombre iba a ganarles puntos? Me puse de pie y encontré mis vaqueros, luego me los coloqué de un tirón. La chica bostezó, y decidí que olvidaría la camisa y saldría de aquí mientras tuviera tiempo. Entendería la pista cuando no me encontrara en ningún lugar. Abrí la puerta lentamente, me deslicé en el pasillo, y me dirigí a las escaleras. Si iba a mi habitación, vendría a tocar mi puerta. Podría marcharme a la playa y meterme en una carrera temprana. Pero primero, necesitaba café. Preparé una taza rápida, luego caminé hacia las puertas francesas que conducían al exterior. En el momento en que llegué a la puerta, la vi. Su largo y sedoso cabello ondeaba en la brisa mientras permanecía en mi pórtico mirando el agua. Me encantó la vista. Era tranquilizante. Me pregunté qué pensaba. ¿Le preocupaba que Abe podría no regresar? ¿Realmente iba a encontrar una manera de irse? ¿O era vaga como su padre? Después de una noche de sexo con una desconocida amiga de mi hermana, me pregunté cómo sería acercarme a Blaire. No se arrojaría hacia mí, y seguro como el infierno de que no ser arrodillaría y me chuparía porque se lo ordenara. ¿Por qué la idea de inocencia me parecía atractiva? Eso era complicado. No hacía cosas complicadas. Sin embargo, no podía ignorarla. No esta mañana. Necesitaba ver su rostro de nuevo y ver 19

si esa sincera mirada todavía se encontraba ahí. ¿Se encontraba enojada por dormir debajo de las escaleras? ¿Las garras saldrían ahora? —Esta vista no pasa de moda —dije, provocando que se girase y me mirara boquiabierta. La había sorprendido. Comencé a reír cuando su mirada viajó por mi pecho desnudo y se concentró en mis abdominales. ¿Qué demonios? Me echaba un vistazo. Tal vez no era tan inocente. La idea le provocó acidez a mi estómago. —¿Estás disfrutando de la vista? —pregunté, cubriendo mis decepción con diversión. Parpadeó rápidamente como si despertara de un trance y levantó la mirada de regreso a mi rostro. Detesté la idea de que se me arrojara. No quería que fuera como las otras. Por qué mierda importaba. No lo sabía, pero lo hacía—. No dejes que te interrumpa. También yo la estaba disfrutando —dije, incapaz de evitar la molestia en mi voz. Tomé un sorbo de café. Sus rostro de volvió rojo brillante, y se giró para enfrentar al agua de nuevo. ¿Por qué el simple hecho de que hubiera sido atrapada mirando y se avergonzara me hacía tan malditamente feliz? Maldición. No pude evitar reír de alivio. —Ahí estás. Te he extrañado en la cama esta mañana. —Reconocí la voz de la noche anterior. Mierda. Desperdicié el tiempo y me encontró. Blaire se giró de nuevo para mirarme, y luego sus ojos fueron a la chica presionándose contra mí. Esto era bueno. Necesitaba ver que jodido pedazo de mierda era yo. Era lo que quería. Permanecería lejos de mí si veía esto. Pero el destello de interés en los ojos de Blaire mientras la chica recorría mi pecho con sus uñas, me hacía cosas que no quería admitir. —Es hora de que te vayas —dije, apartando su mano y apuntando en dirección a la puerta principal. —¿Qué? —preguntó con sorpresa en su voz, como si no le hubiera dicho anoche que no sucedería de nuevo. —Conseguiste lo que querías, nena. Me querías entre tus piernas. Ya lo tienes. Ahora he terminado —le recordé. —¡Me estás tomando el pelo! —respondió con un gruñido furioso. Tal vez no me creyó anoche. Su error. Negué con la cabeza por mi propia estupidez y bebí otro trago de café. Un día aprendería que estos ligues con fiesta de pijamas eran un problema. —No vas a hacerme esto. Anoche fue increíble. Lo sabes —dijo con voz aguda mientras‖alcanzaba‖mi‖brazo,‖que‖aleje‖de‖su‖agarré.‖Ya‖no‖era‖momento‖de‖“Ruégale‖a‖ Rush”.‖Hicimos‖eso‖anoche.‖Fue‖divertido.‖Se‖corrió‖m{s‖veces‖de‖las‖que‖podía‖contar.‖ Pero para mí, fue mediocre. 20

—Anoche cuando viniste a mendigar quitándote la ropa, te advertí que solo sería una noche de sexo. Nada más —dije, molesto de que incluso tuviera que recordarle. No miré hacia ella. Mantuve mis ojos en el agua y bebí mi café como si ya se hubiera ido. Con dramático y fuerte paso, se marchó. La mirada horrorizada en el rostro de Blaire me hizo superar rápidamente la interrupción del error de anoche. —Así que, ¿cómo dormiste anoche? —pregunté. Tenía que estar apretado en esa habitación, además de las escaleras y el ruido de la casa probablemente apestaba. Esta era su oportunidad para quejarse. Mostrarse verdaderamente. —¿Lo haces a menudo? —preguntó con una mirada de molestia en su rostro. Era adorable…‖maldición. —¿Qué? ¿Preguntarle a la gente si durmió bien? —No iba a dejar que ese rostro me consiguiera. Iba a irse tan pronto como hablara con Abe. Era su problema, no mío. El hecho que disfrutara mirándola era incluso más que una razón para sacarla de aquí. —Tener sexo con chicas y luego tirarlas como basura —respondió. Esos grandes ojos suyos se ampliaron como estuviera sorprendida por las palabras que salieron de su propia boca. Quería reír. Hacia tan difícil quedarse concentrado. Dejé mi taza abajo y me estiré en la silla a mi lado. La mejor acción a tomar era hacer que Blaire me detestara. Nos haría a ambos un favor. Si me odia, podía mantener mi distancia con facilidad. — ¿Siempre metes la nariz donde no te incumbe? —pregunté. En lugar de la ira que esperé destellar en sus ojos. Vi remordimiento. ¿En serio? Fui un imbécil. No tenía que lucir como si lamentara resaltar mi mierda. —Normalmente no. Lo siento —dijo con una media sonrisa de disculpa, y se apresuró dentro. ¿Qué mierda? ¿Realmente se había disculpado conmigo? ¿De dónde venía esta chica? Las mujeres no actuaban como ella. ¿Nadie le enseñó a no retroceder antes los brabucones? Me puse de pie y giré para mirar dentro y la encontré recogiendo botellas vacías y basura que quedaba en todo el lugar de la noche anterior. Odiaba el desorden, pero trataba de ignorarlo cuando Nan quería festejar. —No tienes que hacer eso. Henrietta estará aquí mañana —dije, detestando verla limpiar. Colocó las botellas que había reunido en el cesto y me miró. —Solo quería ayudar. 21

Llamaría a su padre esta mañana. Necesitaba sacarla de aquí. Hasta entonces, tenía que asegurarme de que me odiara. —Ya tengo un ama de llaves. No estoy buscando contratar a otra si eso es lo que estás pensando. —El áspero tono en mi propia voz me hizo querer encogerme, pero mantuve la mirada aburrida en mi rostro. La había perfeccionado hace años. No podía mirarla justo ahora. —No. Ya lo sé. Solo estaba tratando de ser útil. Tú me dejaste dormir en tu casa anoche. —Su voz era suave y suplicante como si necesitara que le creyera. A la mierda. Necesitábamos fijar algunas reglas antes de que lo jodiera. —Acerca eso. Tenemos que hablar. —Está bien —dijo en un susurro. Maldición. ¿Por qué parecía tan derrotada de nuevo? No había pateado a su maldito cachorro. —No me agrada tu padre. Es un vividor. Mi madre siempre tiende a encontrar hombres así. Es su talento. Pero creo que tú ya sabes eso acerca de él. Lo que se me hace curioso, ¿por qué has venido a él en busca de ayuda si sabías lo que era? —Necesitaba que me dijera algo real. O necesitaba atraparla en una mentira. No podía seguir aquí por mucho más tiempo. Esas malditas piernas largas suyas y sus grandes ojos azules me enloquecían. —Mi madre acaba de morir. Ella tenía cáncer. Tres años de pena y tratamientos. Lo único que poseía era la casa que mi abuela nos dejó. Tuve que venderla y todo lo demás para pagar los gastos médicos de mi madre. No he visto a mi padre desde que nos abandonó hace cinco años. Pero es la única familia que me queda. No tenía a nadie a quién pedirle ayuda. Necesito un lugar donde quedarme hasta que pueda encontrar un trabajo y obtener unas cuantas monedas. Entonces podré rentar mi propio lugar. Nunca tuve la intención de quedarme mucho. Sé que mi papá no me quiere aquí. —Se detuvo y rio, pero no fue real. Se encontraba llena de dolor, lo que solo hizo mi estómago retorcerse—. Aunque nunca esperaba que saliera corriendo antes de que llegara. Maldita mierda. Iba a matar a Abe Wynn. ¿El hijo de puta abandonó a su hija mientras cuidaba de su madre enferma? ¿Qué clase de monstro enfermo hacia esa mierda? No podía echarla. Sin embargo, iba a hacer de la vida de Abe un infierno viviente. El imbécil pagaría por esto. —Lamento lo de tu mamá —me las arreglé para decir a través de la sangre hirviendo en mis venas—. Eso tiene que ser duro. Dijiste que estuvo enferma por tres años. Así que, ¿fue desde que tenías dieciséis? —Era una niña. Y él la abandonó, y solo era una niña. Asintió simplemente y me observó cautelosamente. —Estás pensando conseguir un trabajo y un lugar propio —dije, queriendo recordarme que este era su plan. Podía ayudarla por el tiempo suficiente para que 22

pudiera lograr esto. Alguien necesitaba ayudarla, maldición. Se hallaba malditamente sola—. El cuarto de las escaleras es tuyo por un mes. Debes ser capaz de encontrar un trabajo y conseguir el dinero suficiente para un apartamento. Destin no está demasiado lejos de aquí y el costo de vida es más accesible allí. Si nuestros padres regresan antes de ese tiempo, espero que tu padre sea capaz de ayudarte. Dejó escapar un pequeño suspiro, y sus hombros se hundieron. —Gracias. No podía mirarla. Me hacía querer asesinar a Abe solo con mis manos. Justo ahora, no podía concentrarme en Nan y su necesidad de un padre. El hombre que quería como un padre era un bastardo. Un bastardo al que iba a hacer pagar por esta mierda. —Tengo algunas cosas que hacer. Buena suerte en la búsqueda de empleo — dije, antes de alejarme de ella. Tenía una llamada que hacer.

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4 Traducido por Mire★ Corregido por Jaky Skylove♡

Dejé que el teléfono sonara tres veces antes de colgar y volver a marcar. Llamaría a mi madre hasta que me contestara. Será mejor que no joda conmigo, o complicaría las cosas y cancelaría sus tarjetas de crédito. Entonces me llamaría. —Honestamente, Rush, ¿es realmente necesario qué me llames sin cesar? Si no contesto, deja un mensaje y te devolveré las llamadas cuando sea conveniente para mí. —Me importa una mierda tu conveniencia. Quiero hablar con el hijo de puta con el que estás casada. Ahora. Mamá resopló en el teléfono. —Sin duda no voy a escuchar a mi hijo hablarme de esa manera, o a mi marido. Puedes volver a llamar cuando estés listo para hablar con respeto‖y… —Mamá, que Dios me ayude. Si no pones al hombre en el teléfono, tú teléfono y tus tarjetas de crédito serán canceladas en los próximos diez minutos. No me jodas. Eso la calló. Su brusca inhalación fue la única respuesta que obtuve. —Ahora, mamá —repetí con firmeza. Hubo murmullos atenuados antes de escuchar a Abe aclararse la garganta. — Hola —dijo, como si no estuviera ignorando el hecho de que había abandonado a su hija. —Entiende una cosa. Yo controlo todo. El dinero. Mi madre. Todo. Es mío. Me jodes, y me las pagarás. Te traje aquí porque amo a mi hermana. Pero me estás mostrando que no eres digno de su tiempo. Ahora, explícame cómo le dices a tu otra hija que venga a mi casa y luego simplemente te marchas del maldito país. Abe hizo una pausa. Le oí respirar hondo. —Olvidé que iba a venir. Y una mierda que lo hizo. —Está aquí ahora, imbécil. Necesita ayuda. Tú y mi madre necesitan subirse a un avión y traer sus culos de vuelta aquí.

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—No‖la‖he‖visto‖en‖cinco‖años.‖No‖sé…‖No‖sé‖qué‖decirle.‖Es‖una‖adulta‖ahora.‖ Puede arreglársela sola. No debí haberle dicho que vaya a tu casa, pero necesitaba decirle algo. Me pidió ayuda. Si no la quieres ahí, envíala devuelta. Es una chica inteligente. Tiene un arma. Va a sobrevivir. Es una sobreviviente. Es una sobreviviente. ¿Acababa de decir eso? ¿En serio? Mi cabeza comenzó a palpitar, y presioné mis dedos contra las sienes buscando algún alivio. —Tienes que estar bromeando. —Me las arreglé para decir a través de mi completa, horrorizada conmoción—. Acaba de perder a su madre, pedazo de mierda. Está jodidamente indefensa. ¿La has visto? Es demasiado malditamente inocente como para andar sin protección. No puedes decirme que es una sobreviviente, ya que la chica que apareció en mi puerta anoche parecía completamente rota y sola. El tirón en su respiración fue la única señal que tuve de que le importaba un poco su hija. —No puedo ayudarla. Ni siquiera puedo ayudarme a mí mismo. Eso fue todo. Abe, se negaba a volver a casa y hacer algo al respecto. Blaire fue dejada aquí para mí, para ayudarla o botarla. No le importaba. No podía formar palabras. Terminé la llamada y dejé caer el teléfono en el sofá antes de mirar hacia la ventana frente a mí. Nan odió a esta chica la mayor parte de su vida. La había envidiado. La culpaba. ¿Por qué? ¿Por tener un padre peor que la madre que teníamos? No hubo ninguna llamada a la puerta que conducía al último piso, que reclamé por completo. Oí la puerta abrirse, seguido por el sonido de pisadas. Solo una persona caminaría hasta aquí sin llamar. —Puse gas en su camioneta —dijo Grant, pisando el último escalón—. No tienes que pagarme nada. No miré hacia el hombre que consideraba mi hermano. Fuimos hermanastros una vez, cuando nuestros padres estuvieron casados por un corto tiempo. Necesitaba a alguien en quien apoyarme en ese punto de mi vida, y Grant fue ese alguien. Eso nos unió. —¿Vas a dejarla bajo las escaleras como Harry maldito Potter? —preguntó, dejándose caer en el sofá frente a mí. —Está más segura bajo las escaleras —contesté, dirigiendo mi mirada en su dirección—. Lejos de mí. Grant rio y levantó los pies para descansarlos en la otomana frente a él. —Sabía que no podías ignorar el hecho de que es muy caliente. Esa inocencia, y esos grandes ojos que tiene a su favor, la hacen aún más tentadora.

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—Mantente alejado de ella —dije. Grant no era nada mejor para Blaire. Los dos estábamos jodidos. Y necesitaba seguridad. No teníamos eso para darle. Mi hermanastro guiñó un ojo y echó la cabeza hacia atrás, mirando al techo. — Cálmate. No voy a tocarla. Es la clase de chica que admiras desde lejos. Sin embargo, no puedo prometer no admirar. Porque maldita sea, está muy buena. —Su madre ha muerto —dije, todavía incapaz de creer que Abe supo que su madre estuvo enferma todo este tiempo y no hizo nada. Grant bajó sus pies al suelo y se inclinó hacia mí, apoyando los codos sobre sus rodillas. El ceño preocupado en su rostro solo me recordó lo tierno que mi hermano podría ser. No podía dejar que cometiera un error y lastimara a Blaire. No lo pretendería, pero lo haría, eventualmente. —¿Muerta? ¿Cómo recientemente? — preguntó. Asentí. —Sí. Está sola. Vino aquí porque Abe le dijo que la ayudaría hasta que pudiera mantenerse por sí misma. Luego se fue. Grant dejó escapar un siseo enojado entre sus dientes. —Hijo de puta. Estuve de acuerdo. Completamente. —¿Has hablado con Abe? Antes de mi conversación con Abe, me desagradaba y estaba disgustado con él. Ahora lo odiaba. Odiaba haberlo traído aquí. Dejar a su egoísta, frío corazón entrar en esta familia. No había nadie a quien culpar sino a mí. —Dijo que no podía ayudarla — contesté. El disgusto en mi voz era obvio. —Sin embargo, ¿tú vas a ayudarla, verdad? —preguntó Grant. Quería gritarle que no era mi problema. Que no pedí este problema. Pero lo hice cuando traje a ese hombre a esta casa. —Me aseguraré de que consiga un trabajo que pague bien y sea seguro. Cuando tenga suficiente dinero para conseguir su propio lugar, voy a hacer lo que pueda para ayudarla a encontrar algo accesible. Grant dejó escapar un suspiro de alivio. —Bien. Quiero decir, sabía que lo harías, pero es bueno escucharte decirlo. —Solo Grant esperaba que yo hiciera lo correcto. Todos los demás me veían como el hijo mimado de una leyenda del rock. Grant veía más. Siempre lo hizo. No defraudarlo fue una de las razones por las que hice algo con mi vida. No me convertí en lo que el mundo suponía que sería. O lo que muchos pensaban que era. Hice mi propio camino porque alguien creyó en mí. —El mejor lugar para Blaire es el club —le dije, tratando de alcanzar mi teléfono. Era un miembro de Kerrington Country Club, que era el centro de esta pequeña ciudad turística de Rosemary Beach. Un trabajo allí sería seguro para Blaire, y le pagarían bien. 26

—No llames a Woods. Es un idiota. La tendrá en su mira y la convertirá en su objetivo para follar —dijo Grant. La idea de Woods Kerrington, hijo del dueño del club, tocando a Blaire hizo que se me pusiera la piel de gallina. Woods era un tipo agradable, hemos sido amigos la mayor parte de mi vida, pero amaba a las mujeres. Las amaba por una noche, luego tenía suficiente de ellas. No lo juzgaba, yo era de la misma manera. Solo que no tenía intención de dejar que Woods tocara a Blaire. —No va a tocarla. Me aseguraré de eso — dije, antes de llamar al director de recursos humanos del club.

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Blaire ya había encontrado el club, Darla ya le había dado un trabajo. No pude evitar sonreír. Tal vez era más dura de lo que parecía. Pero el pequeño tirón de orgullo que sentí detuvo mi repentino buen humor. ¿Por qué demonios sonreía como un idiota porque Blaire Wynn consiguió un trabajo por sí misma? ¿Y qué? Tenía diecinueve años, no diez. No se suponía que debía sentir nada hacia ella. Era una maldita extraña. Una que había despreciado la mayor parte de mi vida. Cogí el teléfono y llamé a Anya. Siempre estaba disponible, y siempre se iba cuando terminábamos. No se quedaba a dormir. Esa era la única razón por la que la traía de vuelta una y otra vez. Eso, y el hecho de que daba la mejor mamada del mundo, además ella hacía unas deliciosas comidas italianas. Ella alejaría a Blaire fuera de mi mente. Cuando llegara a casa esta noche me vería con Anya. No es que Blaire necesitara recordar mantenerse alejada de mí. Me tenía miedo. La única vez que vi el interés en sus ojos fue esa mañana cuando se volteó para verme observándola. Tuvo más que un deleite viéndome sin camisa. El problema era que jodidamente lo amé. Sí…‖ Llamaría‖ a‖ Anya.‖ Un‖ polvo‖ sin‖ ningún-compromiso; la belleza de pelo oscuro era exactamente lo que necesitaba.

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5 Traducido por Verito Corregido por Karool Shaw

Ella me había visto. Mierda. Fue tan fácilmente cerrar los ojos y hundirme en Anya imaginando el rostro de Blaire mirándome. Su boca levemente abierta y sus mejillas rosadas. Las rápidas respiraciones que tomaría mientras la llenaba una y otra vez. Me había corrido tan duro que quedé débil al terminar. Tampoco pude mirar a Anya. Me sentí como un idiota. No follaba a las mujeres mientras me imaginaba a alguien más en mi cabeza. No era correcto. Pero sentí a Blaire verme. Mi cuerpo entero revivió cuando el calor de su mirada me encontró. En el momento que giré mi cabeza sólo lo suficiente para darle un vistazo, la puerta de la despensa se cerraba tras ella. Se había marchado. Pero su presencia me puso más duro que nunca. ¿Por qué me tenía así? La primera cosa que noté esta mañana al entrar en la cosa fue que el lugar se hallaba limpio. No lo dejé así. Envié a Anya a casa con un beso en la mejilla y un gracias, antes de cerrar la puerta y correr a mi habitación para calmarme y maldecir. Lo que significaba... Blaire limpió. ¿Por qué limpiaba el desorden? Le dije que no necesitaba limpiarlo. Me moví para hacer café, golpeando gabinetes y cajones al hacerlo. Odié pensar en Blaire limpiando el desastre que hice con Anya. Odié el hecho de que lo hizo luego de verme follar a Anya. Pero más que eso, odié el hecho de que me importara. —¿Quién mierda meó en tu cereal? —La voz de Grant me sobresaltó, haciéndome derramar café hirviendo en la mano. —Joder, deja de acercarte sigilosamente —gruñí. —Toqué a la maldita puerta al entrar. ¿Cuál es tu problema? —Grant sonaba imperturbable por mi arrebato de ira como esperaba. Fue detrás de mí para servirse una taza de café. 28

—Hiciste que quemara mi mano, idiota —alegué, todavía enojado por haber estado tan perdido en mis pensamientos que ni siquiera escuché a Gran entrar en la casa. —Sin café aún, ¿no? Bébetelo. Estás comportándote como un idiota. Luego de tu noche con Anya y sus talentosas habilidades orales, pensaría que estarías de mucho mejor humor. Coloqué mi mano bajo el grifo, el agua fría intentando refrescar mi piel caliente. —Recién desperté. ¿Y cómo supiste que Anya estuvo aquí anoche? Grant saltó y se sentó en el mostrador antes de tomar un sorbo de café. Sequé mi mano en una toalla y esperé que me dijera como supo sobre Anya. —Me llamó anoche. Quería saber quién era la chica viviendo en tu casa. —Se encogió de hombros y bebió otro sorbo. No me sentía seguro de que me gustara el sonido de ello. ¿Cómo supo sobre Blaire? No le dije. —Detente con esa cosa de fruncir el ceño confundido. Es molesto —dijo Grant, agitando su taza en mi dirección con una sonrisa—. Vio a Blaire anoche cuando vino a casa. Aparentemente, ustedes se encontraban ocupados afuera, pero notó a Blaire sobre tu hombro. Le dio curiosidad por qué desapareció bajo tus escaleras... —dijo, desvaneciéndose. Podía decir que había más de la historia, por lo que esperé. En cuanto Gran no continuó, lo miré. Se rio en respuesta, luego se encogió de hombros. —Bien. Iba a dejar afuera la parte en que miraste a Blaire y luego follaste como un poseído a Anya. Apreció que algo cambió en ti. Lo siento, pero no eres muy bueno cubriendo tus emociones. —Su sonrisa creció—. No obstante, la mejor follada que ha tenido. Pero bueno, no me ha tenido a mí. Tendría que enviarle flores. O algo. ¡Mierda! Supo que fue Blaire por quien me corrí anoche. Era más idiota de lo que creí. —Es Anya. No le importa. Sabes eso. Está ahí por el sexo, como tú. Nada más. Pero te sugiero que detengas esto, y rápido. Si Blaire se está metiendo bajo tu piel, necesitas pararlo. Ahora. Ella no es una Anya, y lo sabes. Además, no puedes tocarla. Va a odiarte cuando se sepa todo. Su padre, tu hermana, todos. No puedes ir ahí, lo sabes. Tenía razón. Blaire no era alguien a quien me pudiera acercar. Pronto sería su enemigo, y me odiaría tanto como la odié durante varios años. La única diferencia sería

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que tendría una razón para odiarme. Merecería su odio. —Sí, lo sé —dije, odiando la manera en que sabía en mi lengua. La verdad. —Debo ir a trabajar. Aunque pensé en venir aquí y dejarte saber sobre mi conversación con Anya primero —dijo Gran, saltando hacía abajo y llevando su taza al lavabo. —Gracias —dije. Golpeó mi espalda. —Para eso estoy aquí. Para salvar tu culo —bromeó, y luego se fue. Esperé hasta que la puerta se cerró tras él para ir a la ducha. Tenía un día completo por delante. Primero, necesitaba mandarle flores y una tarjeta de disculpa a Anya. Ese sería por el bien de nuestras sexo-visitas. No podía hacerle eso ahora. Incluso aunque para ella estuviese bien, para mí era incorrecto. Nan me esperaba cuando caminé escaleras abajo después de vestirme. Me pregunté cuanto tiempo estaría manteniendo la distancia y haciendo pucheros. Sabía que Blaire se quedaba aquí, y se sentía molesta. Su largo cabello lo traía peinado en una coleta que caía por su hombro izquierdo. La falda blanca de tenis que usaba tenía destinada una camisa polo a juego. Sin embargo, eso era muy aburrido para Nan. Ella decidió usar una camiseta con nombre brillante en ella. Me burlé por semanas por eso. —Ella aún está aquí —dijo Nan en un tono enojado. —No, está trabajando —respondí, sabiendo que aquello no era lo que deseaba decir. —¿Trabajo? ¿Está trabajando? ¡Tienes que estar bromeando! —El tono de Nan fue de molesto a chillón. Mi pequeña hermana no estaba acostumbrada a no salirse con la suya conmigo. Yo era quien movía montañas para asegurarme de que estuviese feliz. Pero esta vez... esta vez, era diferente. No heriría a alguien inocente sólo para hacer feliz a Nan. Tenía mis líneas, y ella me presionaría. —Nop —dije, pasando más allá de ella hacia la sala de estar, donde creí dejar mi cartera anoche antes de desnudarme afuera. —¿Por qué trabaja? ¿Por qué sigue aquí? ¿Llamaste a mamá? Nan no tomaba la indirecta. Tendría que decirle que no cedería esta vez. Perdería esta discusión conmigo. No echaría a Blaire. No por ella... demonios, no por nadie. La chica necesitaba ayuda. —Tiene un trabajo. Necesita dinero para valerse por sí misma. Su madre murió, Nan. Enterró a su madre sola. Jodidamente sola. Ahora el padre que ustedes comparten se encuentra de vacaciones en Paris, disfrutando la vida. No la echaré. Esto es mi culpa. 30

Nan se dirigió a mí y tomó mi brazo fuertemente. —¿Tu culpa? ¿Cómo es tu culpa, Rush? Ella no es nadie para nosotros. Nadie. Su madre murió, pero no me importa. Su madre arruinó mi vida. Es problema de ella. Nada de esto es tu culpa. Para de tratar salvar el mundo, Rush. Yo creé a esta mujer sin corazón. Otra cosa que era mi culpa. Nan fue descuidada cuando niña, y traté siempre de darle lo que quería. En su lugar, creé a una adulta sin sentimientos, vengativa. Haría cualquier cosa para cambiar eso, pero no conocía cómo. La miré y deseé no seguir viendo a la pequeña niña triste que quería salvar. Se me haría mucho más fácil ser duro con ella. Pero era mi pequeña hermanita. Siempre lo sería. La amaba para bien o para mal. Era mi familia. —Todo es mi culpa. Los problemas de Blaire y tuyos —dije, y tiré mi brazo de su agarre. Tomé mi billetera de la mesa de café y caminé a la puerta. Debía alejarme de mi hermana. No ayudaba a mi humor. —¿Dónde está trabajando? —preguntó Nan. Deteniéndome en la puerta, decido que eso era algo que Nan eventualmente descubriría sola, pero no le diría. Blaire necesitaba más tiempo para asentarse antes de que mi hermana fuera tras ella. Vería que podría hacer cuando eso pasara. —No sé — mentí—. Ve a visitar a tus amigos. A jugar tenis. De compras. Simplemente ve a hacer lo que sea que te haga feliz. Olvídate de que Blaire está aquí. Ella es mi problema, no el tuyo. Confía en mí, voy a solucionar esto. Abrí la puerta y la dejé antes de que dijera algo más. Había terminado con esa conversación. Tenía mierda que arreglar.

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6 Traducido por Michelle♡ Corregido por Itxi

Un texto de Anya dijo que dos docenas de rosas amarillas no eran necesarias. Eso era todo. Nada más. Sabía que era el final a nuestras folladas ocasionales. Mi culpa se desvaneció, así que puse mi teléfono en mi bolsillo y seguí corriendo. Corría cuando necesitaba pensar y aclarar mi mente. También corría cuando bebía mucho la noche anterior. Esta noche sólo necesitaba correr. No quería estar en casa cuando Blaire entrara. No quería hacerle frente. No quería oír su voz. Sólo quería distancia. Se merecía mi ayuda. Pero eso era todo. No quería llegar a conocerla. Seguro que no quería ser su amigo. El día que se fuera, sería capaz de respirar tranquilo de nuevo. Tal vez ir a visitar a mi padre. Alejarme de aquí y disfrutar un poco de la vida. Pero el destino tenía una manera de reírse de mis planes. Bajé la velocidad cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, y fácilmente se creó la silueta de Blaire bajo la luna. No me jodas. No me vio... todavía. Miraba hacia el agua. Su largo cabello rubio volaba hacia atrás de su cara y bailaba alrededor de sus hombros. La luz de la luna hizo que el color de sus sedosos mechones lucieran plateados. Volvió la cabeza, y esos ojos suyos se encontraron con los míos. Mierda. Debería haber asentido solamente. No decir nada. Simplemente seguir mi camino. La dejaba vivir aquí; no tenía que hablar con ella. Pero, maldita sea, no iba a ser capaz de hacer eso. Me detuve frente a ella y vi como su mirada se centró en mi pecho. El hecho de que de repente me sentía contento por estar sin camisa no era bueno. No debería importarme que mirara mi pecho como si quisiera una lamida. Mierda. Mierda. ¡No! No quería lamer mi pecho. ¿De dónde diablos había venido esa idea? Ella jodía mi cabeza. Maldita sea. Necesitaba conseguir que sus ojos se apartaran de mi pecho. Ahora. —Has vuelto —dije, rompiendo el silencio y sacándola de sus pensamientos. 32

—Acabo de salir de trabajar —respondió, levantando la mirada hacia mi cara. —¿Así que conseguiste un trabajo? —pregunté, necesitando mantener su atención en mi cara. —Sí. Ayer. —¿Dónde? —Ya sabía la respuesta, pero quería oír cómo lo había conseguido. Qué hacía y sí le gustaba. Espera... ¿llevaba puesto maquillaje? Santo infierno, tenía rímel. Esas pestañas en realidad podrían ser más largas. —En el Kerrington Country Club —dijo. No podía dejar de mirar sus ojos. Eran increíbles sin el puto maquillaje. Pero, maldita sea, con sólo un poco, eran irreales. Deslicé mi mano bajo su barbilla y levanté su cabeza para que pudiera tener una mejor visión. —Estás usando rímel —dije como explicación de mi extraña conducta. —Sí —dijo, moviendo su cabeza de modo que se liberó de mis caricias. Dejé caer mi mano lejos. No debí haberla tocado. Ella tenía razón en detener eso. No tenía derecho a tocarla de esa manera. —Te hace parecer más de tu edad —dije, dando un paso hacia atrás y bajando la mirada a su uniforme. Conocía ese uniforme bien. A lo largo de los años me había acostado con más chicas del carrito de lo que quería admitir. Fue la razón por la que elegí el golf en mi adolescencia. Una vez que las chicas universitarias en trabajaban allí averiguaron quién era mi papá, estaban muy interesadas en llevarme a pasear en sus carritos. En muchas maneras. —Eres la chica del carrito del club de golf —dije, levantando los ojos para volver a mirarla. Ya sabía eso, pero al verla con el uniforme me hizo sonreír. Lo vestía bien. —¿Cómo lo sabes? —El atuendo. Pequeños pantalones blancos estrechos y un polo. Es el uniforme. Estás consiguiendo un jodido éxito financiero, ¿verdad? —En realidad no era una pregunta; se trataba de una declaración. Se encogió de hombros, luego los enderezó, moviéndose hacia atrás un poco más de mí. Sintió la necesidad de mantener su distancia de mí. Buena chica. Ella podría ser más dura de lo que pensaba. —Estarás aliviado de saber que estaré fuera de aquí en menos de un mes. Debería haber estado aliviado. Infierno, jodidamente deseaba que eso fuera justo lo que sentía. Significaría que tenía un problema menos. Pero me gustaba ella aquí. Me gustaba saber que podía mantenerla a salvo. O que hacía algo para compensar el daño 33

que ya le había hecho. Incapaz de detenerme, di un paso hacia ella. —Probablemente debería estarlo. Aliviado, quiero decir. Jodidamente aliviado. Pero no lo estoy. No estoy aliviado, Blaire. —Me incliné hacia abajo hasta que mi boca estaba sólo a un suspiro de distancia de su oído—. ¿Por qué es eso? —le pregunté en un susurro, antes de inhalar su dulce olor a limpio. ¿Olería así entre sus piernas? ¿Sería tan dulce y fresca? Un nuevo tipo de sudor estalló en mi cuerpo, y retrocedí. Divagaba—. Mantén tu distancia conmigo, Blaire. No quieres acercarte demasiado. Anoche…‖—Joder, ¿por qué hablaba de esto con ella? Necesitaba olvidar lo que sucedió—. La noche pasada está obsesionándome. Sabiendo que estabas viéndome. Me vuelve loco. Así que mantente alejada. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo para mantenerme alejado de ti —dije en un tono duro destinado para mí, más que nada. Pero no podía explicarle eso a ella. Sólo me di la vuelta y corrí. Tenía que escapar. Una vez arriba en mi habitación, me acerqué a la ventana y bajé la mirada a la playa. Blaire todavía se encontraba allí. Pero no miraba las olas en esta ocasión. Miraba hacia la casa. ¿Qué pensaba? ¿La asusté completamente? ¿O esperaba a que yo cambiara de opinión y volvería? Extendí la mano y toqué el frío cristal con la palma y la observé. Parecía como interminable y no suficiente tiempo antes de que ella regresara a la casa. Esa noche, soñé con ella por primera vez. Imágenes vívidas de ella debajo de mí. Sus dos largas piernas envueltas alrededor de mí, y su cabeza echada hacia atrás cuando la llevé a la liberación que ambos sentíamos. Estaba tan jodido.

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7 Traducido por florbarbero Corregido por Verito

—¡Rush! —gritó Jase desde un taburete de la barra cuando entré en el club. Esta no era mi escena normalmente, pero cuando recibí tres mensajes de texto de personas diciéndome que todo el mundo se encontraba reunido aquí esta noche, decidí que necesitaba la distracción. —Finlay está aquí —gritó alguien. Me dirigí a la barra, y Jace deslizó un chupito para mí mientras me acercaba. Jace era el mejor amigo de Woods Kerrington. Un buen tipo. Simplemente no nos llamaría cercanos. No era cercano a nadie que no fuera Grant. Era el único en quién confiaba. —Bebe —dijo Jace, sonriendo. La rubia en su brazo me resultaba familiar, pero Rosemary Beach no era un lugar demasiado grande. Probablemente estuve con ella en algún momento. —Hola, Rush —dijo la chica con una sonrisa coqueta, y noté que la conocía. Sin embargo, no podía recordar su nombre. Asentí y tomé rápidamente el tequila. No solía tomar chupitos, pero si iba a tener que soportar este lugar, necesitaría unos tragos de algo. —¿Te has perdido? —me preguntó Grant con una sonrisa mientras caminaba a mi lado. Sonreí. —Probablemente —contesté—. ¿Y tú? Miró por encima del hombro. —No. Estoy aquí por Nan. Con el ceño fruncido, seguí su mirada y vi a Nan dando tumbos y riendo a carcajadas, mientras un tipo que no conocía se aferraba a su cuerpo apenas cubierto por ropa. —¿Qué diablos? —Comenzaba a moverme en torno a él cuando me agarró del brazo. —No lo hagas. A ella le gusta. Están saliendo. Pero últimamente está bebiendo demasiado. Pensé en venir a verla, y me encontré con esto. Sólo da un paso atrás y 35

obsérvala. Si cualquiera de nosotros hace algo antes de tiempo, se irá con el idiota, y ambos estaremos tratando con más drama del que queremos. Se hallaba en lo cierto. Nan era adulta. No era su papá, y tenía que dejar que cometiera sus propios errores. Aclarar su camino era agotador, y no la ayudaba. — ¿Preguntaste por ahí acerca de él? —dije. Grant puso una cerveza en mi mano. —Vamos a sentarnos y esperar. Creo que ella está muy bien. Él es Charles Kellar, el nieto del viejo Morrison. Va a Harvard. Está aquí visitando a sus abuelos durante esta semana. Siquiera era de su edad. Tomé un trago de la cerveza y vi como Nan tiraba del chico a la pista de baile y se quitaba los tacones de aguja. Al menos no se le rompería el maldito tobillo. —No está tomando bien el asunto de Blaire, ¿verdad? —preguntó Grant. Me encogí de hombros. Quería no tener razones para que Nan estuviera disgustada. Necesitaba crecer de una puta vez y darse cuenta de que no era la única persona en el planeta. Pero no podía hacer que no me importara. —No. Pero tiene que aceptarlo. No es como si estuviera durmiendo con Blaire. Sólo estoy dándole un lugar para quedarse —contesté. —Pero quieres dormir con ella —dijo Grant, sonriendo. —Cállate —gruñí, y le lancé una mirada de advertencia. —Maldita sea, Rush, yo quiero dormir con ella. No, retiro lo dicho. Quiero follarla‖hasta‖que‖pierda‖la‖razón.‖Ella‖es… Me encontraba fuera de mi asiento y en su rostro tan rápido que me sorprendí a mí mismo. —¡No lo hagas! —grité. Tomé una respiración profunda para controlar la repentina ira hirviendo dentro de mí—. Mantente alejado de ella. ¿Entiendes? Grant no se contrajo ni asintió asustado por haberme hecho enojar. En cambio, mi hermano se rio entre dientes. —Santa mierda —murmuró, y sacudió la cabeza—. Ella te tiene. Eso me hizo retroceder y sacudir la cabeza. No sabía lo que decía. Simplemente no me gustaba que hablaran así de alguien indefenso y dulce. —Rush, no pensé que vendrías esta noche —dijo Nan arrastrando las palabras mientras paseaba a nuestra mesa y se agarraba del taburete vacío delante para no perder el equilibrio—. ¿Has conocido a Charles? ¿O no? No me acuerdo —dijo, y se tiró sentándose en el taburete. —No, no lo he hecho —respondí, contento por la interrupción, incluso si se trataba de Nan borracha. 36

—Charles Kellar —dijo el hombre, tendiéndome la mano—. ¿Eres Rush... Finlay? —preguntó, sus ojos ampliándose un poco cuando dijo mi apellido, con un tono casi reverente. Era un fan de mi padre. Conocía esa mirada. Asentí y tomé un sorbo de mi cerveza mientras ignoraba la mano. No estrecharía la mano del hijo de puta. Conocía a su tipo. Averiguó la conexión de Nan con Slacker Demon e hizo su camino congraciándose con ella. Ella no comprendía que él era uno de muchos. Estuve en esta situación antes. Una Nan sobria hubiese visto esta basura de inmediato. —Es un gran fan de Dean —dijo Nan, rodando los ojos y moviendo la mano hacia Foster—. Lo sé. Me está utilizando para conocerte, y lo estoy usando porque es un muy buen polvo —dijo demasiado alto. Grant se encontraba fuera de su asiento y moviéndose antes de que pudiera decir nada. —La tengo —me dijo. Asentí en su dirección antes de mirar a Foster. Nan chilló y se agitó sobre Grant, pero usó sus encantos para calmarla mientras la llevaba hacia la salida. —No me llevo bien con idiotas que usan a mi hermana. Hazte un favor y quédate jodidamente lejos de ella. Me gustan tus abuelos, pero no me importa una mierda quienes son. No juegues con mi familia. ¿Entendido? —Mantuve mi voz baja y uniforme, mientras los ojos de Foster se abrían y asentía. Bajando de golpe mi cerveza, me levanté y seguí la misma ruta que Grant tomó con Nan. La camioneta de Grant se había ido cuando finalmente llegué a los estacionamientos. Llevaba a Nan a casa. No tenía que llamarlo para comprobar eso. Me dirigí a mi auto y decidí que era seguro ir a casa ahora. Blaire debía estar en la cama. No tendría que verla. El alivio que sentí al ver a su camioneta destartalada estacionada de manera segura en el camino de entrada fue algo que no me encontraba con ánimos de admitir en ese momento. Sí, me ponía obsesivo sobre su seguridad, pero eso era porque era un jodido protector. Mi madre me obligó a cumplir ese rol a una temprana edad, y se encontraba en mi maldita sangre ahora. No podía evitarlo. Nada más. Si teníamos suerte, Blaire estaría dormida.

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8 Traducido por Niki Corregido por Gabbita

Pasaron dos días desde que vi a Blaire. Evitarla no había sido fácil. Era difícil luchar contra el impulso de bajar y verla cada mañana. Pero no era por eso que rompía mi regla hoy. Al menos eso era lo que me decía a mí mismo. Grant apareció borracho con una de sus chicas habituales. No sabía si se iban a levantar temprano, pero no quería que Blaire se encontrara con ellos en la cocina. Para ser honesto, no quería que recibiera una idea equivocada si la chica estaba allí sola. Ya dejó en claro sus sentimientos acerca de mi vida sexual. Debería dejarle creer que esto era otro de mis encuentros... pero me dirigí la planta baja de todos modos. Incapaz de detenerme. —¿Acabas de salir de la despensa? —La chica, cuyo nombre no recordaba, le preguntaba a Blaire en un tono confuso. Tomé pasos más largos, necesitando entrar a la maldita cocina y hacer callar a la chica. Blaire no tenía que responderle. —Sí. ¿Acabas de salir de la cama de Rush? —preguntó Blaire. Su voz suave acurrucada alrededor de las palabras, por lo que la pregunta parecía inocente. Bajé la velocidad, sorprendido de detectar un matiz territorial. —No. No es que es que quisiera entrar en su cama si él me dejara, pero no le cuentes a Grant eso. No importa. Él probablemente ya lo sabe —dijo la chica. Me detuve en la puerta y busqué en la cocina a Blaire. Se encontraba de pie al otro lado de la isla. La chica estaba entre nosotros, estorbaba mi vista. —Así que, ¿acabas de salir de la cama de Grant? —preguntó Blaire. Contuve una sonrisa. La confusión en su voz sonaba muy parecida al alivio para mí. —Sip. O al menos de su antigua cama. —¿Su antigua cama? —preguntó Blaire. Luché contra la tentación de quedarme y escuchar lo lejos que iría Blaire con su interrogatorio. Jodidamente me gustaba. Yo le importaba, y me gustaba. Maldita sea, esto era malo. 38

La chica se movió, los ojos de Blaire se movieron hasta que se encontraron con los míos. Atrapado. Conversación terminada. Tiempo de arreglar lo que se estaba convirtiendo en un problema. Lidiar con mi interés por Blaire era una cosa; interesándose en mí era otra. Ella no sabía nada. No podía dejar que le gustara. Ni siquiera un poco. Al final, me odiaría, nunca lograría tenerla sintiendo algo por mí que no fuera un poco de interés. —Por favor, no dejes que yo te detenga, Blaire. Continúa interrogando a la invitada de Grant. Estoy seguro que a él no le importara —dije, mientras me apoyaba contra la puerta y actuaba como si me estuviera poniendo cómodo. Los ojos de Blaire se abrieron antes de que agachara su cabeza y se sacudiera las migas de sus manos en el cubo de basura. En realidad nunca la había visto comer. Me alegré de ver señales de que comía. —Buenos días, Rush, gracias por dejarnos dormir aquí anoche. Grant bebió demasiado como para manejar todo el camino de regreso a su lugar —dijo la chica. —Grant sabe que tiene una habitación cuando él lo quiera —dije, sin mirarla. Mantuve mis ojos en Blaire, entonces me dirigí a la isla. —Bien, uh, creo que voy a ir a buscarlo, entonces. —La chica siguió hablando, pero no le hice caso. No tenía ninguna importancia para mí. Preferiría que se fuera. Cuando escuché sus pasos desvanecerse por el pasillo, cerré la distancia entre Blaire y yo. —La curiosidad mató al gato, dulce Blaire —dije, amando la manera en que sus mejillas se sonrojaron—. ¿Creías que había tenido otra pijamada? ¿Tratabas de descubrir si estuvo en mi cama toda la noche? —Joder, quería tocarla. Se movía nerviosamente, pero solo por un maldito minuto, quería sentirla cerca de mí. ¡No! Tenía que recordar quién era. Lo que hizo. Que mantenerla lejos de mí nos salvaría a ambos al final—. Con quién me acueste no es tu asunto? ¿No hemos pasado por esto antes? —Se suponía que debía estar enojada conmigo. No se suponía que estuviera mirándome con esos ojos grandes, indefensos. Incapaz de mantener mis manos lejos de ella, me acerqué y envolví un mechón de su cabello alrededor de mi dedo. La textura sedosa me hizo temblar ligeramente. Estaba demasiado cerca. Esto era malo y peligroso—. No quieres saber de mí. Puedes pensar que lo quieres, pero no es así. Te lo aseguro. Si tan solo pudiera ver eso, esto sería más fácil. Pero en vez de huir de mí, me miró como si hubiera algo más. Algo más que un idiota arrogante. ¿Cómo diablos veía a través de la persona que le proyectaba? No tenía que ver nada excepto el chico mimado que el resto del mundo asumía que era. —No eres lo que yo esperaba. Me gustaría que lo fueras. Sería mucho más fácil — susurré, dándome cuenta de que lo había dicho en voz alta. Dejando caer su cabello, di 39

un paso atrás, luego me di la vuelta y salí de la cocina. Necesitaba estar lejos de ella. Pero ¿cómo diablos iba a hacer eso con ella en mi casa?

***

Me llevo horas quedarme finalmente dormido, solo para ser despertado por el teléfono sonando. Dándome la vuelta, tomé mi teléfono celular de mi mesita de noche y entrecerré los ojos contra la luz de la pantalla. Era Will. Mi primo pequeño. Mierda. No otra vez. —¿Qué? —gruñí en el teléfono, aunque ya sabía porque llamaba. O bien había huido de nuevo y estaba en camino a mi casa, o ya estaba en mi casa y tenía que entrar. La hermana de mi madre era una puta. Una perra rabiosa. Entendí eso por completo, pero el chico no podía seguir huyendo. Especialmente aquí. —Estoy fuera —dijo. —Mierda, Will. ¿Qué es esta vez? —pregunté, arrojando las mantas y buscando un par de pantalones en el suelo para ponerme. —Quiere hacerme ir de campamento. Todo el maldito verano —contestó—. ¡En Irlanda! Que se traducía en: quería un verano libre de la carga de la maternidad y se preparaba para embarcarlo. Probablemente sería el mejor verano de su vida. Un verano libre de ella. Terminé la llamada y tiré el teléfono antes de hacer mi camino hasta la puerta principal. Al abrirla, me estremecí al ver a Will sosteniendo una bolsa de viaje, como si no me importara dejarle mudarse aquí. Ya había criado a una niña; no iba a criar a otro. —Te vas a casa en la mañana. Jodidamente amarás Irlanda. Ve a la habitación de Grant por esta noche. Duerme allí —me quejé, cerrando la puerta tras de él. —Ni siquiera hablo irlandés —se quejó. ¿Cómo diablos este chico había pasado a la secundaria? —Idiota, ellos hablan inglés —dije, dándole una palmada en la coronilla—. Estoy exhausto. Me despertaste. Ahora, ve a dormir, maldita sea. Asintió y se arrastró como si hubiera acabado con su mundo. No hice caso de su mala cara y lo seguí por las escaleras. Esta no era la primera vez para nosotros. Se escapaba a mi casa cada vez que estaba cerca. A su madre le gustaba visitar la playa de Rosemary durante los veranos, por lo que ocurría más a menudo entonces. 40

—¿Alguna vez has estado en Irlanda? —preguntó, al llegar a la puerta de la habitación en la que iba a pasar la noche. —Sip. País magnífico. Ahora, ve a dormir —contesté, luego regresé a la cama. Se iba a casa mañana, pero tendría que llamar a Grant para que viniera a buscarlo. Tan pronto como llegara a casa de mi tía y comenzara a pelear con ella, mi voluntad se rompería y lo traería de vuelta aquí conmigo. Grant sería capaz de llevarlo a casa. Lo había hecho por mí más de una vez.

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9 Traducido por AntyLP Corregido por -Valeriia♥

La puerta de mi habitación se cerró de golpe y me senté en la cama, frotándome mi rostro para tratar de tapar la luz del sol. —Se encuentra de vuelta en casa —anunció Grant. —Gracias —murmuré. Le envié un mensaje a Grant anoche sobre la aparición de Will y pregunté si llevaría a Will a su casa antes de que fuera a trabajar por la mañana. —La pequeña mierda es difícil. Intentó llevar a Blaire a su casa. —Grant rio. Al oír su nombre, dejé caer mi mano y lo miré. —¿Todavía se encuentra aquí? — pregunté. Grant señaló con su cabeza hacia la ventana. —Ahí afuera. En un jodido bikini. Tal vez me quede aquí todo el día en lugar de ir a trabajar, si no te importa. Además, me debes una por llevar a Will a casa y lidiar con la bruja malvada. Agarré mis pantalones de correr descartados y tiré de ellos rápido antes de caminar hacia la ventana. Kilómetros y kilómetros de playa vacía se estiraban un poco más allá de mi jardín delantero. Blaire yacía ahí fuera con los ojos cerrados y su rostro inclinado hacia la luz del sol.‖Sí…‖el‖trasero‖de‖Grant‖iba‖a‖ir‖a‖trabajar.‖No‖se‖quedaría‖aquí‖de‖brazos‖ cruzados y la miraría todo el día. —Se va a quemar —dijo Grant en un susurro silencioso, y aparté mi mirada de Blaire para verlo mirándola justo con la misma reverencia que yo. A la mierda con eso. —No mires —espeté y me alejé de la ventana. Grant dejó salir una risa. —¿Qué‖demonios‖significa‖“no‖mires”?‖ Significa que no jodidamente mires. —Yo‖ no…‖ solo…‖ recuerda‖ quien‖ es.‖ Nos‖ odiará, y se irá pronto. Así que no —No sabía que decía. Solo quería que dejara de mirarla. Se encontraba apenas cubierta, y toda su suave piel se hallaba justo ahí para cualquiera que observara. No quería que nadie la viera. 42

—No nos odiará, sólo a ti. Y a Nan. Y a su padre. Pero yo no hice nada —dijo Grant. Mis manos se cerraron en puños a mis costados, cerré mis ojos y respiré profundo. Lo hacía a propósito. Quería ver si reaccionaba con ella. Trataba de hacerme enojar. —¿No tienes trabajo que hacer? —pregunté con calma. Grant miró de nuevo a la ventana y se encogió de hombros. —Amigo, trabajo para mi padre. Soy el jefe. Puedo faltar cuando una emergencia aparece. Además, ¿no celebramos el cumpleaños de Nan esta noche? Me provocaba. Recordándome eso, caminé hacia el armario y encontré un par de shorts. Iba a salir ahí afuera. Ella podría no tener bloqueador solar, y lo necesitaba. Su piel se quemaría. Y la odiaría por quemar su piel. —¿Vas a ir a nadar? —preguntó Grant burlonamente. No lo miré de nuevo. —Vete a trabajar, Grant. La fiesta de Nan es esta noche — respondí, y golpeé la puerta del baño detrás de mí. Me olvidé que le daría una fiesta a Nan por su cumpleaños esta noche. Blaire me hacía olvidar de todo. —Juegas con fuego, hombre. ¡Unas masivas llamaradas de comerán! Deberías dejarme tenerla. Esto no va a ser bonito —gritó lo suficientemente fuerte para que lo pudiera oír a través de la puerta. —No sabes sobre qué demonios hablas. Nadie la tiene. Se irá pronto —grité en respuesta. La risa de Grant se desvaneció mientras dejaba mi habitación. Tenía razón. Esto era fuego, y yo no era capaz de alejarme. Me seguía acercando, sabiendo que me consumiría si no era cuidadoso. No pensé lo que hacía. Solo me cambié y me dirigí afuera para comprobarla. — Por favor, dime que te aplicaste bloqueador solar —dije entretanto me sentaba en la arena a su lado. Se cubrió los ojos del sol antes de abrirlos y mirarme. No respondió. ¿La desperté? —Estás usando bloqueador solar, ¿o no? —pregunté. Asintió y se sentó en la pequeña toalla de baño que usaba. Su cuerpo me distraía como el infierno. —Bien. Odiaría ver que esa suave y cremosa piel se tornara rosa —respondí antes de que pudiera detenerme. —Yo, uh, me puse un poco antes de venir aquí. 43

De verdad debería apartar la mirada de ella, pero parecía imposible en ese momento. Las cimas de sus pechos se encontraban ahí, sobresaliendo de la parte superior de su bikini. Si fuera cualquier otra persona, no tendría problema en estirarme y tirar el pequeño pedazo de tela hacia abajo hasta que pudiera ver sus pezones. Luego haría…‖¡no!‖Maldita sea. Necesitaba concentrarme en otra cosa. —¿No te toca trabajar hoy? —pregunté. —Es mi día libre. —¿Cómo va el trabajo? Esta vez, no respondió de inmediato. La miré mientras me miraba. No prestaba tanta atención a mis palabras como estudiaba mi cara. Me gustaba eso. Jodidamente mucho. —Um, ¿Qué? —preguntó mientras su cara se volvía ligeramente rosa. —¿Cómo te está yendo en el trabajo? —pregunté de nuevo. No era capaz de mantener la diversión fuera de mi voz. Se sentó derecha y trató de lucir menos interesada en mí. —Va bien. Me gusta. Los chicos quienes sin duda le coqueteaban y le daban ridículas propinas me irritaban. —Apuesto a que sí —dije. —¿Qué se supone que significa eso? —preguntó. Dejé que mi mirada bajara por su cuerpo lentamente. —Sabes cómo te ves, Blaire. Por no mencionar tu maldita sonrisa dulce. Los golfistas te están dando buenas propinas. No se enojó o me abofeteó. En cambio, lució sorprendida. Volví mi atención hacia el agua. No necesité mirarla. Me distraía. Me olvidaba de todo lo demás cuando me centraba en ella. Recordar porque se encontraba aquí y que yo tenía en mi mano su dolor debió haber hecho bastante fácil mantenerme concentrado. Pero me hizo olvidar de todo. Una batida de sus pestañas y estaba perdido. Fui tan estúpido en ese entonces. Preguntar porque Abe estuvo tan dispuesto a dejar a su familia de dieciséis años por una hija que ignoró por incluso más tiempo habría tenido sentido. Pero no le pregunté. Estuve agradecido cuando apareció. Pero el imbécil dejó una familia rota atrás. Una joven niña sola para cuidar a su mamá. —¿Cuánto hace que tu mamá murió? —le pregunté. Repentinamente necesité saber por cuanto tiempo estuvo luchando sola. No era como si pudiera arreglarlo ahora. Solo quería saber. —Hace treinta y seis días —murmuró.

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Maldición. Perdió a su mamá hace un poco más que un mes atrás. Ni siquiera tuvo la oportunidad de llorar. —¿Tu papá sabía que ella estaba enferma? —pregunté. Lo mataría. Alguien necesitaba hacerle pagar al bastardo. Dañaba cada cosa que tocaba. —Sí. Él sabía. Además, lo llamé el día en que ella murió. No me respondió. Le dejé un mensaje. Nunca odié a alguien de la forma en que odiaba a Abe Wynn en ese momento. — ¿Lo odias? —pregunté. Debería. Demonios, yo lo odiaba lo suficiente por nosotros dos. Cuando golpee su cara, lo haría por ella. Por su madre. Y no estaba seguro que sería capaz de parar. —A veces —dijo. No esperaba la verdad. Admitir que odiabas a tu papá no podía ser fácil. Incapaz de detenerme, me estiré y deslicé mi dedo meñique alrededor del suyo. No podía sostener su mano. Eso era demasiado. Demasiado íntimo. Pero tenía que hacer algo. Necesitaba cierta reconfirmación de que no se encontraba sola. Incluso si yo era la última persona en el mundo que merecía estar ahí para ella, iba a ser esa persona. Solo tenía que encontrar la manera de hacerlo y arreglar el infierno que creé. —Habrá una fiesta esta noche. Es de Nan, el cumpleaños de mi hermana. Siempre le doy una fiesta. Puede que no sea tu lugar pero estás invitada a asistir si así lo quieres. —¿Tienes una hermana? Pensaba que ya lo sabía, pero cuando pensé en la noche que Blaire llegó, me di cuenta que Nan mantuvo su distancia y en realidad no conoció a Blaire. —Sí —respondí. —Grant dijo que eras hijo único —dijo, mirándome detenidamente. Grant le habló sobre mí. Él no necesitaba explicarle nada a ella. Quería protegerla de la verdad. Moví mi mano lejos de la suya. —Grant no debería contarte mis asuntos. No importa que tan condenadamente mal quiera entrar en tus bragas —dije, antes de girarme y volver de nuevo a la casa. ¿Por qué deje que eso me afectara? Maldita sea.

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10 Traducido por CamShaaw Corregido por Laurita PI

Nan contrató a un organizador de fiestas. Me puse de pie en la parte superior de la escalera y vi cómo el equipo de decoración acarreó rosas blancas desde un camión de carga. ¿Creyó que se trataba de su boda? ¿Qué demonios? —No quiero saber lo que esta fiesta te está costando. Aquí —dijo Grant, mientras caminaba detrás de mí y puso un vaso en mi mano que olía y parecía whisky—, bébelo. Lo vas a necesitar. Tomé un largo trago y dejé que la suavidad del licor cubriera mi garganta. No era fácil el hecho de que estuviera a punto enfrentarme con todos los amigos de Nan. Normalmente, cuando tenía fiestas aquí, limitaba las personas que podía invitar. Esta noche no le puse ningún límite. Tenía miedo. Era probable que toda Rosemary Beach apareciera. —Veo que la princesa ha ordenado rosas —dijo Grant, divertido, mientras se apoyaba contra la barandilla y veía la actividad de abajo. —Parece que sí —dije. Todavía estaba enojado con él por hablar con Blaire de mí. Sabía que no le diría nada que ella no necesitara saber, pero todavía me molestaba. —¿Has invitado a Blaire? —preguntó Grant, intentando sonar casual. —¿Esperabas que la hiciera ocultarse debajo de las escaleras toda la noche? — contesté. Porque, sinceramente, pensé en ello. Invitarla a esta maldita cosa sólo significaba que tenía que seguirla de cerca. Los chicos estarían todos sobre ella, y las chicas serían crueles. Necesitaría la protección de ambos. —Bueno, no estaba seguro. Esta es la fiesta de Nan —me recordó, como si necesitara que me lo recordaran. —Esta es mi casa —dije, lanzándole una mirada molesta. Grant rio y negó con la cabeza. —Maldición. Nunca pensé que te vería poner a otra persona antes de Nan. 46

—No —advertí—, no vayas allí. Sólo estoy siendo amable. Nada más. Grant arqueó una ceja, sabiendo que me molestaba. —¿En serio? Golpeé mi vaso sobre la barandilla y regresé a mi habitación. No estaba de humor para ver más de esto o escuchar a Grant. Iba a ser una larga noche.

***

Por la forma en que lucía mi casa cuando los decoradores terminaron, uno podía pensar que Nan era hija de la realeza. Me movía a través de las habitaciones, manteniendo mis ojos en la cocina y, cuando podía, en la puerta de la bodega. El resto del día, no vi he visto a Blaire, pero sabía que estaba aquí. La observé, mientras estuvo acostada en la playa mucho después de que la dejé. La miré bañarse en el mar y luego dar un paseo. Diablos, incluso la vi leer un libro. Cuando por fin recogió su toalla y se dirigió de nuevo a la casa, me levanté de mi posición relajada en el sofá frente a los ventanales y fui a prepararme para esta noche. Quería asegurarme de estar allí cuando saliera de su habitación para la fiesta. La fiesta estaba llena, y la música era cada vez más fuerte. Aún sin señales de Blaire. Me pregunté si tenía miedo de salir a esto. ¿Debía dejar que se quedara escondida en su habitación de manera segura? ¿O necesitaba ir a buscarla? —Mantendré mis ojos en la puerta de la despensa mientras tú vas afuera y consigues que ese surfista rubio se aparte de la maldita barandilla antes de que caiga y muera —dijo Grant en mi oído, antes de empujarme hacia el balcón. Malditos universitarios borrachos. Salí y encontré a Jace bajando al tipo del borde. —Viejo, ve a beber un poco de café —dijo Jace, con disgusto, y le dio una palmada con fuerza en la espalda. —¿Lo conoces? —pregunté. Jace negó con la cabeza. —No. Sólo no tenía ganas de ver morir a alguien esta noche —respondió, antes de tomar un trago de cerveza. —Gracias —dije. Anya se acercó y envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Jace, sonriéndome. Parecía que consiguió seguir adelante. Bien por ella. —Anya —dije, asintiendo un saludo en su dirección. —Rush —respondió con una sonrisa burlona. 47

—Y yo soy Jace —dijo él en voz alta sobre el ruido—. Por mucho que ame la diversión y la incomodidad, creo que vamos a ir a un pequeño paseo por la playa — dijo, antes de guiar a Anya hacia las escaleras que conducían a la arena. Me dirigí al interior, hacia la cocina. Iba a sacar a Blaire fuera de ese maldito cuarto. No necesitaba quedarse allí toda la noche. —Ella ya salió —dijo Grant, caminando a mi lado—, Woods la tiene en el vestíbulo. —¿Woods? —Sí, viejo. Kerrington. A esta altura, seguro la ha descubierto en el campo de golf. Él juega mucho jodido golf. Empujé a las personas delante de mí y me dirigí al vestíbulo. La tímida sonrisa en la cara de Blaire, mirando a Woods mientras la llevaba a la sala me paró en seco. Alguien me hablaba, pero no podía concentrarme en lo que me decían. El rubor en las mejillas de Blaire tenía toda mi atención. La mano de Woods la tocó de nuevo de una manera posesiva, lo cual me molestó. ¿Qué tan bien conocía ella a Woods? ¿Había perdido esto por completo? Blaire le dijo algo a Woods, y él se detuvo para mirarla. Discutían sobre algo. Luego se inclinó hacia ella, y mi fastidio al instante se transformó en enojo. Los ojos de Blaire se movieron y se encontraron con los míos. Se abrieron por la sorpresa, como si ella no esperaba verme en mi propia casa. Entonces se alejó de Woods y le habló con rapidez mientras ponía más distancia entre ellos. Le decía algo, pero él parecía divertido y dispuesto a decir lo que necesitaba para conseguir que ella se quedara. Sabía exactamente el tipo de persona que era Woods, porque era igual que yo. No iba a dejar que la tocara. Él la veía como una conquista, y lo mataría antes de permitir que la use. La idea de Blaire haciendo cualquier cosa con Woods me erizó la piel. Empecé a moverme. No me detuve a pensar en ello, y no me importó una mierda si mi hermana me veía. —No hay nada sobre ti que sea indeseado. Ni siquiera Rush es tan jodidamente ciego —decía Woods mientras se le acercaba. Ella trataba de alejarse. —Ven aquí, Blaire —dije, extendiendo la mano para tomar su brazo y tirar de ella hacia mí. Woods necesitaba entender que estaba conmigo. La protegía. Él debía mirar a otro lado—. No esperaba que vinieras esta noche —le dije al oído. Si hubiera sabido que iba a salir de esa habitación luciendo tan bien como para querer devorarla, habría custodiado la maldita puerta.

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—Lo siento. Pensé que dijiste que podía venir —susurró, su cara se puso roja brillante. No tenía intención de avergonzarla. Me malentendía. —No esperé que te aparecieras vestida así —expliqué, manteniendo los ojos fijos en Woods. No quería hacer esto en frente de ella, pero si él me presionaba, yo lo haría. El pequeño vestido rojo se aferraba a Blaire en formas que deberían ser jodidamente ilegales. ¿No tenía un espejo en esa habitación? Diablos, no podía recordarlo. Blaire de repente liberó su brazo y comenzó a moverse hacia la cocina. —¿Cuál es tu jodido problema, hombre? —preguntó Woods, mirándome y haciendo un movimiento para ir tras ella. —Está fuera tus límites —advertí, adelantándome para cerrarle el paso—. Necesitas mantenerte lo más lejos posible de ella. La furiosa mirada de Woods se calentó cuando me miró. —¿Decides reclamarla ahora? Un familiar trabajando en el club es bajo, incluso para ti, Rush. Di un paso hacia él. —No te metas en esto, y mantente alejado de ella. Esa es la única advertencia —dije, antes de alejarme para buscar a Blaire. Grant se encontró conmigo en el pasillo. —Está herida. Ve a solucionarlo —dijo, lanzándome una mirada molesta mientras caminaba delante de mí y volvía a la fiesta. ¿Por qué estaba herida? ¿Qué había hecho salvo impedir que Woods la utilice? Ignoré a dos personas y sacudí la cabeza a Nan cuando venía hacia mí. No quería tratar con ella ahora. —¿Estás yendo allí? —siseó furiosa conmigo. —Ve a disfrutar de tu costosa fiesta, hermanita. —Abrí la puerta de la bodega y la cerré detrás de mí, bloqueándola. No quería a alguien siguiéndome allí dentro. No llamé a su puerta. Sabía que no iba a abrirla. En su lugar la abrí y la miré mientras estaba de pie, tratando de desabrochar su vestido. Dejó caer sus manos a los costados mientras me miraba, luego dio un paso atrás, chocando con la cama y sentándose. No había mucho espacio para moverse, y eso me hizo enojar. ¿Cómo podía vivir en este pequeño espacio? Entré y cerré la puerta. —¿Cómo es que conoces a Woods? —pregunté. La irritación en mi voz no fue intencional. —Su padre es dueño del club de campo. Él juega golf. Yo sirvo las bebidas —dijo nerviosamente. Ya sabía todo eso. Sólo quería asegurarme que era la única forma en que lo conocía. No podía soportar la idea de ella pasando tiempo con él. Con nadie. —¿Por qué 49

usaste eso? —pregunté, mirando hacia el vestido que iba a protagonizar mis fantasías nocturnas. Blaire retrocedió, y sus ojos cambiaron rápido de nerviosos a acalorados. — Porque mi madre me lo compró para usarlo. Fui plantada y nunca tuve la oportunidad. Esta noche me invitaste y yo quise encajar. Así que usé lo mejor que tenía. Lo siento si no fue lo suficientemente lindo. ¿Sabes qué? Me importa una mierda. Tú y tus arrogantes y malcriados amigos todo lo que necesitan es dejar de pensar en ustedes mismos al menos un minuto. —Entonces me empujó con la mano como si quisiera derribarme. Lo hizo con un poco de fuerza, aunque no me moví. No me comprendió, para nada. Ella no entendió, y santo inferno, pensó que no era lo suficientemente buena. ¿Bromeaba? Estaba tan malditamente cerca de la perfección que dolía. Cerré los ojos con fuerza, tratando de no mirarla. Tenía que alejarme.‖Esta‖habitación‖era‖tan‖pequeña.‖Y‖ella‖olía‖tan‖bien… —¡Joder! —Maldije, antes de enterrar mis manos en su cabello y cubrir sus labios con los míos. Tuve que saborearla. No pude controlarme. Estábamos solos y demasiado cerca, y olía como el cielo. Esperaba que Blaire peleara conmigo, pero se fundió fácilmente en mí. Tomé lo que pude cuando aún estaba demasiado conmocionada para abofetearme. Su boca se movió debajo de la mía, y lamí la curva de su labio inferior. —He deseado probar este dulce labio carnoso desde que entraste en mi sala —dije antes de tomar más. Deslicé mi lengua entre sus labios, y ella los abrió para mí. Cada oscuro rincón era mejor que la miel. Podría emborracharme de su sabor. Sus pequeñas manos agarraron mis hombros y los apretó. Yo quería más. La quería a ella. Su lengua empezó a moverse contra la mía. Luego mordió mi labio inferior. Santo infierno. Agarré su cintura y la puse en la cama antes de cubrir su cuerpo con el mío. Más. Necesitaba más. Más de Blaire. Más de su olor. Más de su sabor. Más de los sonidos que hacía. Sólo jodidamente más. Cuando coloqué mi evidente excitación entre sus piernas, ella gimió y echó la cabeza hacia atrás. Mi pulso se aceleró, y sentí mi control deslizarse aún más. Más. —Dulce, muy dulce —susurré contra su boca, y me di cuenta de que estaba casi hecho. No sería capaz de parar. Y era dulce. Jodidamente demasiado dulce para esto. Me separé de ella y retrocedí fuera de la cama, me quedé mirándola. El sexy vestido rojo estaba alrededor de su cintura, y el satén rosa de sus bragas estaba a la vista. La humedad que las había oscurecido hizo rugir la sangre en mis venas—. Carajo. — Golpeé mi mano contra la pared para no volver a tomarla. Entonces abrí la puerta. 50

Tenía que respirar aire que no estuviera lleno de Blaire. Su olor envolvía mi cuerpo. Tenía que liberarme. Ella era demasiado. La palabra más siguió golpeando en mi cabeza, recordándome lo dispuesta que había estado a dejarme probarla. A tocarla. Y madre de Dios, lo mojada que había estado. Cerré la despensa y me dirigí a la puerta que daba al exterior. Al aire fresco. Aire sin Blaire. Joder. La quería. Más. Quería mucho más.

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11 Traducido por Zöe.. Corregido por Sofía Belikov

No había dormido. En toda la maldita noche. Caminé kilómetros por la oscura playa y luego fui a mi habitación y caminé por la planta. La ducha fría tampoco fue de ayuda. Cada vez que cerraba los ojos veía esas bragas rosas y escuchaba los dulces sonidos de Blaire. Tenía que sacarla de mi cabeza. Necesitaba tener sexo. No había dormido con nadie desde el incidente con Anya. Yo no era así. Esta noche tenía que sacar esto de mi sistema. Mantener a Blaire a distancia era todo lo que podía hacer para evitar que saliera lastimada. Sólo era cuestión de tiempo antes de que lo supiera y me odiara. Tomé mi celular y escaneé los números que tenía guardados hasta que encontré uno que sabía era seguro para una noche sin ataduras. Requeriría una cena y un poco de atención al principio, pero Bailey había estado intentando llamar mi atención desde que vino a una de las fiestas de Nan. Tomé su número y dije que alguna vez llamaría. Una vez que dispuse de una cita para esa noche, me preparé para mi día con Nan. Hoy íbamos a jugar golf, su petición de cumpleaños. Esperaba que no nos encontráramos a Blaire, pero si lo hacíamos, podía manejar comprarle una bebida. Sólo no inhalaría su aroma cuando estuviera cerca de mí. Ni la miraría. Y no pensaría en sus bragas. Mierda. Necesitaba otra ducha fría.

** * Nan se encontraba de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho y un puchero en su rostro cuando llegué al club diez minutos tarde. —Lamento llegar tarde —le dije y me incliné, dándole un beso en la mejilla para endulzarla un poco. Empujó mi hombro. —No es por eso que estoy molesta. Acabo de llegar —dijo, rodándome los ojos—. ¿Por qué tuve que oír de Bailey que la invitaste a salir esta noche y no de ti? —me preguntó, viéndose enfadada.

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Porque esta noche se trataba de follar hasta sacarme a Blaire de la cabeza. Nada más. —No sabía que te importara saber a quién planeara follar esta noche —respondí con un guiño, mientras sacaba la mochila de mi Range Rover y se la alcanzaba al caddy que se apresuró a recibirme cuando llegué. —Rush, ¿en serio? —espetó Nan. —Cuando me dio su número sabía lo que hacía. Pero si quieres llamarla y advertirle sobre mis planes, entonces adelante. Preferiría mucho más si me cancelara ahora para poder encontrar un remplazo. Nan sacudió la cabeza y dejó escapar un suspiro. —Eres horrible. —Me amas —le dije, luego la tomé de la mano, tirando de ella hacia el carrito de golf—. Quiero manejar y no necesito alguien que lleve mis cosas por mí. ¿Estás bien sólo conmigo o necesitamos un caddy? —le pregunté. Subió regiamente en el asiento del pasajero y se encogió de hombros. —En tanto tengas la intención de cargar mis cosas y limpiarlas, no me importa. —Diva —murmuré y le entregué un billete de cien al caddy por su tiempo, luego me subí y nos conduje al primer hoyo. —Princesa, Rush. Soy una princesa —me recordó. —No, hermanita, no lo eres. Eres una diva malcriada. Casarte con alguien de la realeza sería la única forma en que podrías ser llamada princesa —bromeé. Nan me golpeó en el brazo y se rio. Esta era la hermana con la que era fácil lidiar. La que era mi amiga, con la que podía ser yo mismo. La que no me demandaba cosas que no podía hacer. —Bailey es muy agradable. Su papá es cirujano del corazón y ella está diseñando su propia línea de ropa. Creo que te agradaría si le dieras más que una noche en tu cama. Aparqué el carrito y salí. —No estará en mi cama. Nunca las llevo a mi cama. Mi sofá, tal vez, posiblemente la mesa de mi cocina. Infiernos, tal vez intente en la lavadora esta noche. Una vez que descubra en dónde demonios está. ¿Alguna vez has lavado algo en mi casa? —Intentaba cambiar el tema. No quería escuchar sobre Bailey y sentirme culpable por usar su cuerpo esta noche. —¡Eres imposible! —Nan caminó hacia el soporte, esperando que yo llevara sus cosas. Hablaba en serio sobre eso. Le gustaba jugar, pero no tenía idea qué palos usar para cada tiro. —Estoy caliente, y Bailey tiene unas buenas tetas —le dije. 53

Nan me frunció el ceño. —Le voy a advertir que eres un perro. Necesita saberlo. Le entregué a Nan su palo y sonreí maléficamente. —Lo sabe, hermanita. Lo sabe o no me habría dado su número. Nan me hizo un gesto con la mano y tomó su palo. Me había volteado para agarrar mi propio palo cuando el carrito de golf que venía en nuestra dirección llamó mi atención. Noté el cabello rubio de Blaire. Sus ojos se hallaban enfocados en mí. Mierda. Sabía que había una fuerte posibilidad de que la viera, pero esperaba que hablar sobre el sexo que esperaba tener con Bailey esta noche me enfriaría. Alejé la mirada de ella. No iba a dejarla llegar a mí. Podía ignorarla. Comprar una bebida y actuar como si fuera la chica del carrito promedio. Bethy, otra de las muchachas de los carritos, se encontraba en el asiento delantero con Blaire. Miraba a Nan mientras hablaba. Hice una mueca, pensando en lo que Bethy podría saber para decirle a Blaire. No sabía cuán cercanas eran. Seguramente no muy cercanas. Bethy no era nada parecida a Blaire. La inocencia dejó a Bethy hace mucho. —Me estás tomando el pelo. ¿Woods la contrató? —siseó Nan. Miré hacia mi hermana y vi que había notado el carrito de bebidas que se acercaba. —No —le advertí y me acerqué lo suficiente a Nan para controlarla si era necesario. —¿Van a querer algo de beber? —La dulce voz de Blaire envió escalofríos por todo mi cuerpo. —Por lo menos sabe su lugar —dijo Nan. Estaba siendo cruel y necesitaba detenerla, pero eso sólo haría que Blaire pensara que yo era bueno. No era bueno. Ella tenía que ver eso. —Voy a tomar una Corona. De limón, por favor —dije en vez de eso. La mirada de Blaire voló hacia la mía, pero rápidamente la aparté de ella—. Pide una bebida. Está haciendo calor —le dije a Nan. A Nan le gustaba que estuviera ignorando a Blaire como si fuera alguien que no conociera. —Agua con gas. Límpialo bien porque no me gusta la forma en que sale todo mojado por el hielo —indicó Nan. Bethy se movió para agarrar el agua antes de que Blaire pudiera hacerlo. Qué interesante. Parecía estar protegiendo a Blaire. —No te he visto por aquí últimamente, Nan —dijo Bethy mientras limpiaba la botella con una toalla. 54

—Probablemente porque estás muy ocupada en los arbustos, abriéndole las piernas a Dios sabe quién en vez de trabajar —dijo Nan. Podía sentir la tensión saliendo de Blaire mientras abría mi Corona. Sus hombros estaban rectos, y su espalda lucía tensa como una pizarra. —Ya es suficiente, Nan —le dije, esperando terminar esto para que pudieran irse. Blaire me alcanzó la botella y entonces no pude ignorarla. Se enfocaba en cualquier cosa excepto en mí en ese momento, pero sólo por un segundo, quería que me viera. Que me mirara. Sus ojos se levantaron y encontraron los míos, y me golpeó fuerte. —Gracias —dije, entonces deslicé un billete en su bolsillo. Era una excusa para tocarla y esconder de Nan lo mucho que le daba de propina. Me alejé y tomé el hombro de mi hermana. Hora de alejarla de ellas. —Ven y muéstrame cómo aún puedes patear mi trasero jugando —bromeé. Ella cayó en mi juego. —Estás acabado —dijo y se alejó de las chicas. Escuché a Bethy murmurarle algo a Blaire y miré hacia atrás para verla mirándome. Una sonrisa tocó mis labios. No pude evitar sonreír cuando la miré. Alejé la mirada de ella y regresé a hablar con Nan. Discutía sobre el palo que le di. Me gustaba una bebida fría mientras jugaba al golf, pero por primera vez en la vida, esperaba que el carrito de bebidas no nos encontrara de nuevo en esta ronda.

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12 Traducido por Dannygonzal Corregido por Daniela Agrafojo

Bailey era sexy. No lo negaba. Usaba adecuadamente su vestido caro y ajustado y los tacones que tenía le hacían cosas increíbles en la noche, se presionó contra mí e hizo promesas increíbles con sus ojos. Cuando me dejó deslizar la mano en su vestido justo ahí en el restaurante y jugar con ella, sabía que era más que consiente del por qué la había llamado. Nan me aburrió con su charla sobre que Bailey es una chica buena y que se merecía más que una rápida follada. El hecho era, que era linda. También me gustaba lo suficiente. Sería grandiosa para algún chico que quisiera ese tipo de cosa. Yo no. Solo quería sacar a Blaire Wynn de mi cabeza. Bailey envolvió sus brazos a mí alrededor y comenzó a besarme y a mordisquear mi cuello mientras yo abría la puerta principal. Blaire llegaría pronto. Pero no iba a llevar a Bailey a mi habitación. Miré el reloj, y supe que tenía treinta minutos. Lo comenzaría aquí y luego la llevaría a la playa a algún lugar oscuro y escondido. Blaire no nos vería. Y yo no estaría pensando en cómo de cerca se encontraba. ―¿Apurada?‖―pregunté‖mientras‖abría‖la‖puerta. Bailey‖me‖sonrió‖y‖frunció‖los‖labios.‖―Tal‖vez.‖He‖fantaseado con tenerte dentro de‖ mí,‖ Rush‖ Finlay,‖ por‖ demasiado‖ maldito‖ tiempo‖ ―dijo,‖ alcanzando‖ su‖ espalda‖ y‖ bajando la cremallera de su vestido, deslizándolo hacia abajo. Sus doble D cayeron libres,‖ y‖ unos‖ pezones‖ grandes‖ y‖ cafés‖ me‖ saludaron―.‖ Quiero‖ esa‖ boca‖ sucia en mí ―dijo,‖ sacando‖ su‖ pecho‖ y‖ sosteniendo‖ sus‖ senos‖ pesados‖ en‖ sus‖ manos.‖ Las‖ uñas‖ perfectamente arregladas largas y rojas apretaron sus pezones mientras retrocedía dentro‖de‖la‖casa―.‖Me‖he‖venido‖muchas‖veces‖imagin{ndote‖chupando‖mis‖pezones‖y‖ desliz{ndote‖dentro‖de‖mí,‖m{s‖duro‖y‖m{s‖duro‖―dijo‖en‖un‖susurro‖ronco. No había estado duro, pero la imagen sugerente que pintaba ayudaba a tenerme muy interesado. Agarrando su cintura, me obligué a mantener mis ojos en ella. Para recordar con quién me encontraba. Esta no era Blaire. Estaba con Bailey.

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―¿Quieres‖esto?‖―pregunté‖levant{ndola,‖así‖su‖pezón‖se‖hallaba‖en‖mi‖boca‖y‖ sus piernas rodeaban mi cintura. Sacando mi lengua, golpeé su pezón con el aro en que llevaba la lengua, sabiendo que esta noche mi boca complacería a una mujer. ―Sí,‖Dios,‖sí.‖¡Chúpalo!‖―gritó. Disfruté la plenitud de su seno en mi mano mientras empujaba el duro pezón en mi boca. Abrí los ojos frecuentemente para recordarme quién era. No iba a usar a alguien más de esta forma de nuevo. Si iba a follarla, entonces iba a follarla. Solo a ella. Comenzó a restregarse contra mi pecho. Eso era caliente. Ella iba a estallar rápido y varias veces. Bien. Yo lo necesitaba varias veces. La lancé sobre el sofá, subiendo su vestido alrededor de su cintura, y enterré mi cara en su escote mientras gritaba mi nombre. No olía dulce como Blaire. Sus sonidos no eran suaves y sexys. ¡Maldición! Tenía que parar esto. Separé sus piernas y deslicé mis manos dentro de sus bragas. Mirándolas, vi que eran negras. No rosadas. También eran de encaje. No de raso. Nada como Blaire. No era Blaire. Deslicé mis dedos dentro de ella, y la humedad me empujó más a fondo. Estaba lista. Más que lista. Iba a agotarnos a los dos. ―Sí,‖Rush,‖nene,‖justo‖así.‖M{s‖fuerte.‖¡M{malo‖m{s‖fuerte!‖―gritó. Necesitaba que se callara. Eso no me ayudaba, demonios. ―Umm,‖sí,‖por‖favor‖tócame‖―suplicó. ―Shhh―le‖ dije,‖ lejos‖ de‖ su‖ boca.‖ Tenía‖ algo‖ sobre‖ las‖ bocas.‖ No‖ confiaba‖ en‖ dónde habían estado. Nunca besaba fácilmente. Todos sus sonidos estaban mal. Era demasiado‖ruidosa.‖Demasiado…‖demasiado… Una puerta se cerró de golpe, y me congelé. Mierda. Me alejé de Bailey y me puse de pie al instante. ―Cúbrete.‖B{jate‖el‖vestido‖―exigí,‖y‖salí‖de‖la‖habitación‖para‖detener‖a‖Blaire‖ antes de que viera algo. Metí mi mano en mi bolsillo cuando pensé en el olor de Bailey en mis dedos. ―Salió‖corriendo.‖Quienquiera‖que‖sea‖―dijo‖Bailey‖detr{s‖de‖mí,‖y‖me‖detuve. No. Joder, no. No en este momento. No ahora. ¡Demonios! ―¿Quién‖era?‖―preguntó‖Bailey‖detr{s de mí. ―Vístete,‖ te‖ llevaré‖ a‖ casa‖ ―le‖dije,‖y‖ me‖ dirigí‖ al‖ baño‖ donde‖ podía‖ lavar‖ mis‖ manos. Blaire había salido corriendo. ¿Por qué corrió? La última vez se fue a su habitación. Esta vez, salió corriendo y cerró la puerta de golpe. 57

Fue el beso. Yo no besaba. Follaba. Pero había besado a Blaire. Sabía que su boca era limpia y dulce. La quería. Más. Siempre más con ella. Siempre quería más. No podía tener más. Cuando salí del baño, me dirigí hacia a la puerta. La jalé con brusquedad para abrirla, y mi corazón se hundió cuando me di cuenta de que la camioneta de Blaire no se hallaba. Había estado aquí y se fue. Trabajaba todo el día. Tenía que estar cansada y hambrienta. Necesitaba venir a casa y conseguir algo para comer. Probablemente querría una ducha. Pero ¿qué fue a hacer? ¿Manejar por ahí? Ni siquiera tenía un maldito celular. Joder. Le iba a dar uno. Necesitaba un maldito celular. ―¿Por‖qué‖se‖encontraba‖aquí?‖¿Tenías‖una‖cita‖doble?‖―preguntó‖Bailey‖en‖un‖ tono afilado. La había molestado. Pero no podía seguir tocándola mientras imaginaba a Blaire viéndonos. Odiaba la idea de Blaire viéndonos. ―No.‖Vamos‖―dije.‖No‖le‖debía‖una‖explicación‖sobre‖Blaire. ―No‖me‖importa.‖Sé‖que‖esto‖es‖cosa‖de‖una‖noche.‖Soy‖consciente‖de‖que‖es‖la‖ forma en la que Rush Finlay trabaja.‖ Quiero‖ esa‖ única‖ noche,‖ Rush‖ ―dijo‖ Bailey,‖ caminando‖hacia‖mí‖y‖tirando‖de‖mi‖camisa―.‖Necesito‖ser‖follada‖duro.‖Donde‖sea‖y‖ como sea que quieras. Grandioso. Ahora la tenía caliente, e iba a ser incluso más difícil librarme de ella. ―Escucha,‖esa‖chica…‖―Me‖detuve.‖¿Qué‖iba‖a‖decir?‖Iba‖a‖usar‖a‖Bailey‖ para‖ sacar a esa chica de‖mi‖cabeza.‖Ahora‖todo‖lo‖que‖podía‖hacer‖era‖pensar‖en‖ella―.‖Es…‖ es especial. Necesito estar pendiente de ella y traerla de regreso. Se está quedando aquí, lo que vio…‖no‖se‖merecía‖ver‖eso. Bailey dio un paso atrás. Sus tacones hicieron clic contra el suelo de mármol. ―¿Est{s‖en‖una‖relación?‖―preguntó,‖con‖incredulidad. Sacudí‖ la‖ cabeza.‖ ―No.‖ No‖ tengo‖ nada‖ con‖ nadie.‖ Pero‖ ella‖ es…‖ ―Me‖ detuve.‖ Maldición. No tenía tiempo‖ para‖ esto―.‖ Necesito‖ llevarte‖ a‖ casa‖ en‖ este‖ momento‖ y‖ encontrarla, o tengo que llamar a alguien para que venga por ti. No tengo tiempo para esto. Bailey‖ giró‖ sobre‖ sus‖ tacones‖ y‖ fue‖ hacia‖ la‖ puerta.‖ ―Bien,‖ Finlay.‖ Pero‖ ni‖ siquiera me llames de nuevo. Esto fue todo. Tu única oportunidad. Se acabó. Las mejores noticias que había escuchado en todo el maldito día.

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Llevé a Bailey a su casa y luego manejé hacia el pueblo, sin signos de Blaire. Me di prisa para regresar a la casa, esperando que estuviera allí. Era casi media noche, y ya iba a llamar a la maldita policía. Podría estar herida en cualquier parte, o alguien podía tenerla,‖ o…‖ no.‖ Estaba‖ dejando‖ que‖ mi‖ imaginación‖ se‖ me‖ adelantara.‖ Se‖ encontraba‖ molesta. Yo había hecho que se molestara. Ese beso lo hizo. Nada más. Ni siquiera iba a dejar que fuera más para nosotros. Su camioneta aún no se encontraba cuando me estacioné en la cochera y entré. La esperaría por quince minutos, pero luego iba a llamar por apoyo. Tendría un equipo para buscarla a los diez minutos de mi llamada. Era demasiado peligroso para ella salir corriendo tan tarde como ahora. Incluso en la playa de Rosemary. Unas luces delanteras llenaron el camino, y dejé salir la respiración que sostenía. Se hallaba en casa. Esperé hasta que salió de la camioneta y se dirigiera a la puerta principal antes de abrirla. No le iba a dar la oportunidad de huir de mí. Se quedó de pie frente a mí y luego miró alrededor de mis pies como si esperara encontrar algo. ―¿En‖ dónde‖ has‖ estado?‖ ―pregunté,‖ tratando‖ de‖ no‖sonar‖tan‖ frustrado‖ como‖ me sentía. ―¿Por‖qué‖te‖importa?‖―preguntó.‖No‖se‖veía‖enojada.‖Parecía‖confundida. Cerré‖un‖poco‖el‖espacio‖entre‖nosotros.‖―Porque‖estaba‖preocupado‖―dije‖con‖ honestidad. Tenía que saberlo. Me había asustado. ―Me‖ es‖ difícil‖ de‖ creer.‖ Te‖ encontrabas‖ muy‖ ocupado‖ con‖ tu‖ compañía‖ como‖ para‖notar‖algo.‖―El‖disgusto‖en‖su‖voz‖era‖obvio. ―Llegaste‖ m{s‖ temprano‖ de‖ lo‖ que‖ esperaba.‖ No‖ era‖ mi‖ intención‖ que‖ presenciaras‖ eso‖ ―dije,‖ sabiendo‖que sonó mal cuando lo dije. Pero no tenía ninguna excusa. Incluso si deseaba tenerla. Movió‖sus‖pies‖y‖dejó‖salir‖un‖suspiro.‖―Vine‖a‖casa‖a‖la‖misma‖hora‖que‖vengo‖ todas las noches. Creo que querías que te viera. ¿Por qué?, no estoy segura. No albergo sentimientos por ti, Rush. Sólo necesito un lugar donde quedarme por unos días más. Me mudaré fuera de tu casa y tu vida muy pronto. Maldita sea. Iba a hacerme sentir. No podía malditamente sentir. No con ella. Cerrando los ojos, mascullé una maldición y traté de calmarme. ―Hay‖cosas‖sobre‖mí‖que‖no‖conoces.‖No‖soy‖uno‖de‖esos‖tipos‖a‖los‖que‖puedes‖ domesticar. Tengo equipaje. Mucho. Demasiado para alguien como tú. Esperaba a

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alguien diferente considerando que he conocido a tu padre. No eres para nada como él. Eres todo lo que un tipo como yo debe evitar. Porque no soy el adecuado para ti. Se rio. Malditamente se rio. Estaba siendo honesto, y ella se reía de mí. ―¿En‖ serio?‖ ¿Eso‖ es‖ lo‖ mejor‖ que‖ tienes?‖ Nunca‖ te‖ pedí‖ nada‖ m{s‖ que‖ una‖ habitación. No espero que me quieras. Nunca lo hice. Estoy consciente de que tú y yo estamos en dos ligas diferentes. Nunca estaré a tu altura. No tengo sangre azul. Uso vestidos baratos y tengo una afectuosa conexión con un par de zapatos plateados que mi madre usó el día de su boda. No necesito cosas de diseñador. Y tú sí eres de diseñador, Rush. Eso fue todo. Me empujó demasiado lejos. Agarré su mano y la llevé dentro de mi casa y la empujé contra la pared. Su cuerpo enjaulando con el mío se sentía bien. Eso hizo que mi cuerpo zumbara con la excitación que no necesitaba sentir. ―No‖soy‖de‖diseñador.‖Métete‖eso‖en‖la‖cabeza.‖No‖puedo‖tocarte.‖Quiero‖tanto‖ hacerlo‖que‖duele‖no‖poder,‖pero‖no‖lo‖haré.‖No‖voy‖a‖arruinarlo‖contigo.‖Eres…‖eres‖ perfecta‖ e‖ intacta.‖ Y‖ al‖ final,‖ nunca‖ me‖ perdonarías.‖ ―Ahí, dejó de reírse de mí. La delicada O de sus labios me tenía ansiando su sabor de nuevo. ―¿Y‖ si‖ quiero‖ que‖ me‖ toques?‖ Tal‖ vez‖ no‖ estoy‖ tan‖ intacta.‖ Tal‖ vez‖ ya‖ estoy‖ corrompida. Ahora yo quería reír. ¿No sabía que me había dado cuenta de la clase de chica que era? Acaricié su rostro, necesitando tocarla en algún lado. ―He‖estado‖con‖muchas‖chicas,‖Blaire.‖Créeme,‖nunca‖he‖conocido‖a‖alguien‖tan‖ jodidamente perfecta como tú. La inocencia en tus ojos me grita. Quiero quitar cada centímetro de tu ropa y enterrarme dentro de ti, pero no puedo. Me viste esta noche. Soy un bastardo enfermo. No puedo tocarte. ―De‖ acuerdo‖ ―dijo,‖ luciendo‖ casi‖ aliviada.‖ ¿Había‖ estado‖ asustada‖ de‖ que‖ quisiera‖algo‖m{s‖con‖ella?―.‖¿Podemos‖al‖menos‖ser‖amigos?‖No‖quiero‖que‖me‖odies.‖ Me‖gustaría‖que‖fuéramos‖amigos‖―dijo‖luciendo‖esperanzada. ¿Amigos? ¿Pensaba que podía ser su amigo? Cerré los ojos así no podría ver su rostro. Así no podría perderme en sus ojos. Ser su amigo era algo que estaba seguro no podría hacer, pero sabía que no podía decirle a esta chica que no. Se hallaba debajo de mi piel y por eso me encontraba acabado, abrí los ojos y miré su hermoso rostro rompecorazones. ―Seré‖ tu‖ amigo.‖ Haré‖ todo‖ lo‖ posible‖ por‖ ser‖ tu‖ amigo‖ pero‖ tengo‖ que‖ ser‖ cuidadoso. No puedo estar demasiado cerca. Me haces desear cosas que no puedo tener. Ese‖pequeño‖y‖dulce‖cuerpo‖tuyo‖se‖siente‖increíble‖debajo‖de‖mí‖―dije,‖antes‖de‖bajar‖ mi‖cabeza‖hasta‖que‖mis‖labios‖casi‖rozaron‖su‖oreja―,‖y‖la‖forma‖en‖la‖que‖sabes.‖Es‖ 60

adictiva. Sueño con ello. Fantaseo‖sobre‖ello.‖Sé‖que‖serías‖igual‖de‖deliciosa‖en…‖otras‖ partes. Se inclinó hacia mí, y su respiración aumentó. ¿Cómo se suponía que iba a ser su amigo? Era muy tentadora. ―No‖ podemos.‖ Jódeme.‖ No‖ podemos.‖ Amigos,‖ dulce‖ Blaire.‖ Solo‖ amigos‖ ―susurré,‖ luego me separe de ella y me dirigí hacia las escaleras. Espacio. Necesitábamos espacio. Iba a tocarla si no conseguía más espacio. Llegué a las escaleras, y la idea de ella durmiendo ahí debajo se deslizó a través de mí. Me molestaba más y más cada maldito día. Pero ¿cómo la movería más cerca de mí? Necesitábamos espacio. Se encontraba segura ahí abajo. ―No‖te‖quiero‖debajo‖de‖esas‖malditas‖escaleras.‖Lo‖odio.‖Pero‖no‖puedo‖traerte‖ aquí arriba. Nunca sería capaz de mantenerme alejado de ti. Te necesito en un lugar seguro‖ ―expliqué,‖ sin‖ mirarla.‖ Quería‖ ver‖ si‖ me‖ creía,‖ quería‖ verla‖ una‖ última‖ vez.‖ Quería…‖m{s. No podía. Corrí el resto del camino arriba de las escaleras y mi cuarto, cerrando la puerta de un golpe y encerrándome dentro. Tenía que alejarme de ella.

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13 Traducido por Liillyana & Julieyrr Corregido por Key

Grant se reunió conmigo en el gimnasio temprano esta mañana. Aún no habíamos obtenido una rutina para nuestros entrenamientos este verano, pero como no estaba durmiendo tan bien, con Blaire frecuentando mis pensamientos, me imaginé que podría ir temprano al gimnasio con Grant antes de ir a trabajar. Blaire todavía se encontraba en su habitación cuando salí del camino de la entrada por la mañana, pero el sol aún no estaba arriba, tampoco. Tenía que expulsar un poco de esta agresión. Si el sexo no iba a suceder a corto plazo, entonces golpearía mi cuerpo en sumisión con las pesas. Tal vez podría dormir después de esto. Grant me esperaba fuera del gimnasio en la ciudad. No era el único en el club, pero Grant dijo que el gimnasio era para maricas. Los hombres de verdad trabajaban en gimnasios reales, de acuerdo con él. —Ya era hora de que llegaras —gruñó cuando me acerqué a él. —Cállate. El sol ni siquiera está todavía arriba —le contesté. Grant sólo sonrió y tomó un trago de su botella de agua. —¿Te hidrataste esta mañana? —preguntó. —No. Necesito un poco de café. ¿Tienen en este lugar? Grant rio a carcajadas. —Es un gimnasio, Rush. No hay Starbucks. Aquí —dijo, lanzándome una botella de agua de su bolsa—. Necesitas agua en estos momentos. Café más tarde. —No me gusta tu elección de gimnasios —le informé. —Deja de ser una chica. Trabajamos por más de dos horas antes de que se me permitiera un poco de café. Mi lección había sido aprendida para el futuro: beber una taza antes de salir de la casa. —¿Fiesta esta noche? —preguntó Grant cuando caminamos fuera del gimnasio. —¿Dónde? 62

—En tu casa. Sólo unas pocas personas. Necesitas la distracción de tu compañera de cuarto, y yo necesito una excusa para persuadir a esa amiga de Nan, Bailey, creo, para visitar mi cama —dijo. Hice una mueca. —Una fiesta en mi casa no es la manera de hacer que eso suceda. Tuve a Bailey la noche pasada. No terminó bien. Grant dejó de caminar. —¿Qué? ¿No conseguiste nada? Parecía una cosa malditamente segura para mí. Estaba seguro de que ella estaría encima de ti. —Blaire nos vio antes de que se pusiera demasiado climatizada, y consiguió joderlo. Envié a Bailey a casa. Grant dejó escapar un silbido. —Guau…‖así‖que‖Blaire‖te‖atrapó,‖y‖enviaste a la chica fuera —dijo, sacudiendo la cabeza—. Hermano. Necesitamos una fiesta. Necesitamos chicas. No a Bailey, puesto que ya fue allí, pero algunas chicas nuevas. Nan tiene amigas. Necesitas tener tu cabeza fuera del país de las maravillas de Blaire. No puede suceder. Sabes eso. Asentí con la cabeza. Estaba en lo cierto. No podía suceder. —Claro. Lo que sea. Invita a quien quieras.

***

La multitud era pequeña. Me quedé impresionado con Grant por mantenerla íntima. Mantuve la mirada hacia la puerta, esperando a que Blaire llegara a casa. No estaba preparada para los huéspedes. Tenía que estar cansada después de la tarde noche de anoche. Tenía la intención de mantener la música baja y mantener a la gente fuera de las escaleras para que pudiera dormir. Consideré dejarla dormir en uno de los dormitorios de invitados sólo por esta noche para que pudiera descansar. La gente podría estar aquí hasta tarde. Podría volverse ruidoso. No. No. No sería capaz de mantenerme alejado de ella. No es una buena idea. Ella tenía que permanecer bajo las escaleras. Era más seguro allí. Ella podía dormir; me aseguraría de que pudiera. —¡Rush! —llamó Grant desde el balcón. Miré hacia la puerta antes de salir a ver lo que él quería. No podía quedarme allí mucho tiempo. Tenía que volver para mirar a Blaire. —¿Sí? —le pregunté a Grant, que se encontraba sentado en el sillón con una chica nueva en su regazo. Señaló con su botella de cerveza hacia Malcolm Henry. No lo había

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visto desde que llegué a la playa de Rosemary. Sus padres vivían en Seattle, y lo último que supe es que estaba asistiendo a Princeton. —Malcolm no puede conseguir entradas para Slacker Demon en Seattle para el próximo mes —dijo Grant, sonriendo. Normalmente no conseguía boletos para que la gente vea la banda de mi padre en la gira, pero Malcolm había sido amigo de Grant cuando crecían. Él también había estado cerca de Tripp Montgomery y Tripp era mi amigo. Aunque no lo había visto desde que había escapado un par de años atrás. —Voy a hacer una llamada—le dije, y la sonrisa de Grant creció. —Dile a alguien, y voy a patear tu culo —le advirtió Grant a Malcolm, sin dejar de sonreír—. Él no reparte entradas por cualquiera. Está haciendo esto por mí, así que no lo arruines. Grant ya había tenido demasiado esta noche. Él era muy generoso y alegre cuando estaba borracho. Lo que significaba que me hizo entrar en su caridad. Sacudí la cabeza y me dirigí hacia el interior. Alguien gritó—: Hola Woods. —Y dejé de caminar y me volví bruscamente. ¿Qué demonios estaba haciendo Kerrington aquí? No lo había invitado, y Grant habría dicho algo si lo hubiese invitado. Sabía que yo no estaba contento con Woods en estos momentos. Aceché a la ventana y miré hacia afuera para ver la camioneta de Blaire estacionada hacia la parte posterior del camino. Eso me molestó. No deberían haber bloqueado la salida. Debería haber pensado en eso. Pero ella estaba aquí. Y también lo estaba Woods. Mierda. No hice caso de la gente y me moví pasando a Woods para ir directamente a la despensa. Blaire estaba allí. ¿Se estaba cambiando? ¿Había ella invitado a Woods? ¿Qué demonios‖iba‖a‖hacer‖si‖ella‖lo‖hizo?‖Éramos…‖amigos‖ahora.‖Mierda.‖A‖la‖mierda‖los‖ amigos. Eso ni siquiera sonaba posible. Deteniéndome en la despensa, vi como ella salía de su habitación como si la estuviera dejando. Tal vez ella iba a ver a Woods. —¿Rush? ¿Pasa algo malo? —preguntó ella, mirando sinceramente. Esperé un momento para responder. No quería asustarla o sonar duramente. — Woods está aquí —dije finalmente, con toda la calma que pude. —Que yo sepa él es amigo tuyo —dijo ella.

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La última vez que lo comprobé, él estaba caliente por su rastro. —No. No está aquí por mí. Vino por alguien más —le dije. La expresión confusa de Blaire se cambió a defensiva y cruzó los brazos bajo sus pechos, realmente no lo tenía que hacer si quería que mantuviera mis ojos de ellos. — Tal vez sí. ¿Tienes un problema con que tus amigos estén interesados en mí? —Él no es lo suficientemente bueno. Es un triste imbécil comemierda. No debería llegar a tocarte —le contesté sin pensar. La idea de él haciendo algo con ella hace que me hierva la sangre. Blaire parecía estar considerando lo que acababa de decir. Maldición, era adorable cuando estaba frustrada. —No estoy interesada en Woods de esa manera. Él es mi jefe y, posiblemente, un amigo. Eso es todo. No estaba seguro de qué decir a eso. No podía pedir que se quedara debajo de las malditas escaleras. —No puedo dormir mientras que la gente está subiendo y bajando las escaleras. Me mantiene despierta. En lugar de sentarme en mi habitación sola, preguntándome con quién estás arriba follando esta noche, pensé en hablar con Woods en la playa. Charlar con alguien. Necesito amigos. Hijo de puta. —No te quiero fuera con Woods —le dije. Quería decirle que no había ninguna posibilidad de que llevara a cualquiera arriba y follara con ellas. Ella me había arruinado de alguna manera, y lo único que había hecho era besarla. —Bueno, tal vez yo no quiero que folles a una chica, pero lo harás —disparó ella, de nuevo, a mí. La mirada feroz en su rostro hizo que me dieran ganas de reír y besarla sin sentido, al mismo maldito tiempo. Ella me estaba empujando. Estaba demasiado cerca de olvidar por qué esto era una mala idea. Me acerqué a ella, y retrocedió hasta que estábamos de vuelta en el interior de su pequeña habitación. A salvo de Woods Kerrington. Quería mantenerla aquí. —No quiero follar a nadie esta noche —le dije. Entonces no podía mantener la diversión de mi cara. Debido a que era una mentira—. Eso no es exactamente cierto. Permíteme aclarar. No quiero follar a nadie fuera de esta habitación. Quédate aquí y habla conmigo. Charlaremos. Dije que podíamos ser amigos. No necesitas a Woods como amigo. Ella me empujó hacia atrás sin mucha fuerza. —Nunca me hablas. Hago la pregunta equivocada, y te vas sin decir palabra. Pero ella había dicho que éramos amigos. Me gustaría jugar esa carta toda la maldita noche si tuviera que hacerlo. —Ahora no. Somos amigos. Responderé y no me iré. Sólo por favor, quédate aquí conmigo. 65

Miró a su alrededor y frunció el ceño. —No hay mucho espacio aquí —dijo ella, sus manos todavía planas en mi pecho. Me preguntaba si podía sentir mi corazón latiendo. Latía con tanta fuerza que lo podía oír golpeando en mis oídos. —Podemos sentarnos en la cama. No vamos a tocarnos. Sólo hablar. Como amigos —le dije. Cualquier cosa para conseguir que se quede aquí lejos de Woods. Se relajó y se sentó en la cama, sus manos dejándome. Quería llegar y apoderarme de ellas y mantenerlas en mi pecho. —Entonces vamos a hablar —dijo ella, mientras se deslizaba en la cama y cruzaba las piernas. Me senté en la cama y me apoyé contra la otra pared. No estábamos lejos, pero era tanto como esta habitación lo permitía. La situación me hizo reír. —No puedo creer que le supliqué a una mujer para que se sentase y hablase conmigo. —¿De qué vamos a hablar? —preguntó ella, estudiándome. Me di cuenta por su expresión que esperaba que yo disparara en cualquier momento. —¿Qué te parece sobre cómo diablos sigues siendo virgen a los diecinueve? —le dije, antes de que pudiera detenerme. Ella era condenadamente demasiado hermosa para ser tan inocente. No tenía ningún sentido para mí. Ella se puso rígida. —¿Quién dijo que soy virgen? —preguntó, sonando molesta. Había sabido que era virgen desde la primera vez que la había atrapado checándome afuera. El rubor en su rostro había sido todo lo que necesitaba saber. La chica era inocente. —Conozco una virgen cuando beso a una —le dije en su lugar. Se relajó de nuevo, luego se encogió de hombros como si no fuera gran cosa. Cuando se trataba de una gran cosa de mierda. No conocía a vírgenes de diecinueve años, que se vieran como ella. —Estaba enamorada. Su nombre es Caín. Fue mi primer novio, mi primer beso, mi primer más allá de besos, aunque suene aburrido. Me dijo que me amaba y afirmó que era la única para él. Entonces, mi mamá se enfermó. Ya no tenía tiempo para ir a citar y pasar tiempo con Caín los fines de semana. Él necesitaba salir. Necesitaba libertad para tener ese tipo de relación de otra persona. Por lo tanto, lo dejé ir. Después de Caín no tuve tiempo para salir con nadie más. ¿Qué demonios? Ella amaba a ese idiota y, ¿el la dejó? —¿No se quedó contigo cuando tu mamá estaba enferma? Ella se tensó de nuevo y jugueteó con sus manos en su regazo. —Éramos jóvenes. Él no me amaba. Sólo pensó que lo hacía. Tan simple como eso. —Lo estaba defendiendo. Al diablo con eso. Él necesitaba una patada en el culo.

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—Todavía eres joven —le dije, pero yo estaba tratando de recordármelo a mí mismo más que nada. —Tengo diecinueve, Rush. He cuidado de mi madre durante tres años y la enterré sin la ayuda de mi padre. Confía en mí, me siento de cuarenta la mayor parte del tiempo —dijo. El cansancio en su voz hizo doler mi pecho. Estaba queriendo patear el culo de un chico que no conocía cuando esta mierda era mi culpa. Mi instinto torcido me recordó que había jugado un papel en su dolor. Cogí su mano porque tenía que tocarla de alguna manera. —No deberías haber tenido que hacerlo sola. Ella no dijo nada al principio. Las líneas de expresión en su frente de borraron antes de que levantara su mirada de mi mano sobre la de ella a mi cara. —¿Tienes un trabajo? —preguntó. Me eché a reír. Ella estaba cambiando el tema y dirigiendo las preguntas hacia mí. Un movimiento inteligente. Apreté su mano. —¿Crees que todo el mundo debe tener un trabajo una vez que acaba la universidad? —le pregunté, burlándome de ella. Ella se encogió de hombros como respuesta. Me di cuente de que sí, ella pensaba eso. Mi vida era algo a lo que no estaba acostumbrada. —Cuando me gradué de la universidad, tenía suficiente dinero en el banco para vivir el resto de mi vida sin tener que trabajar, gracias a mi papá. Después de unas semanas de no hacer nada además de salir de fiesta, me di cuenta de que tenía una vida. Así que empecé a jugar con la bolsa de valores. Resulta que soy jodidamente bueno en eso. Los números siempre fueron lo mío. También dono apoyo financiero para Hábitat para la Humanidad. Un par de meses al año soy un trabajador de construcción y voy a echar una mano en el sitio. En el verano me despego de todo lo que puedo, vengo aquí y me relajo. No tenía intención de decirle la verdad, o al menos todo esto, pero lo hice. Acababa de salir de mi boca. Ella me tranquilizó. Las mujeres nunca me tranquilizaban. Estaba siempre en guardia por su motivo ulterior. Blaire no tenía uno. —La sorpresa en tu cara es un poco insultante —le dije. Le estaba tomando el pelo, pero también era la verdad. No me gustaba que pensara que era un niño mimado, a pesar de que había estado empujando esa idea en ella todo el tiempo que había estado viviendo bajo mi techo. —Simplemente no esperaba esa respuesta —respondió finalmente. Necesitaba distancia. Podía olerla otra vez, y santo infierno, ella olía bien. Volví a mi lado de la cama. El tiempo de tocarse pasó.

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—¿Cuántos años tienes? —preguntó. Me sorprendió que no supiera ya. Todo lo que tenía que hacer era buscar en Google. —Demasiado viejo para estar en esta habitación contigo y demasiado malditamente viejo para los pensamientos que tengo de ti. —Te recuerdo que tengo diecinueve. Voy a tener veinte en seis meses. No soy un bebé —dijo. No parecía nerviosa en absoluto de que yo acabara de admitir que fantaseaba con ella. —No, dulce Blaire, definitivamente no eres un bebé. Tengo veinticuatro y obsoletos años. Mi vida no ha sido normal y por eso tengo algo de seria y jodida mierda. Ya te he dicho que hay cosas que no conoces. Dejarme tocarte sería un error. — Necesitaba que entendiera eso. Uno de nosotros tenía que recordar por qué tenía que mantener mis manos lejos de ella. —Creo que te subestimas. Lo que veo en ti es especial. —Sus palabras hicieron que el dolor en mi pecho ardiera. Ella no me conocía. En realidad no. pero, maldita sea, se sentía bien oírla decir que vio en mí algo más que el hijo de la estrella de rock. —No ves al verdadero yo. No sabes todo lo que he hecho. —Porque cuando ella supiera, momentos como este sólo serían recuerdos agridulces que me rondarían por el resto de mi vida. —Tal vez —dijo y se inclinó hacia mí—. Pero lo poco que he visto no es del todo malo. Estoy empezando a pensar que podría ser simplemente otra capa más de ti. Santo infierno, tenía que regresar. Ese olor y esos ojos. Empecé a decir algo, pero me contuve. No estaba seguro de qué decirle. Aparte de eso quería desnudarla y hacerla gritar mi nombre una y otra vez. Algo que vio hizo que sus ojos se agrandaran y se acercó aún más a mí. —¿Qué tienes en tu boca? —preguntó, con un toque de sorpresa en su voz. Llevaba una barra en mi lengua esta noche. No siempre me pongo algo que se pueda ver, porque había superado la perforación, o al menos lo sentía a veces. Sin embargo, las mujeres lo disfrutaban. Abrí la boca y saqué mi lengua para que Pequeña Señorita Curiosa pudiera ver. Ella había ladeado la cabeza para mirar dentro de mi boca. Si no se lo mostraba, hubiera subido a mi regazo para acercarse. —¿Te duele? —preguntó en un susurro, estando cada vez más cerca de mí. ¿Qué demonios? Iba a conseguir una visión personal de eso cuando lamiera su maldito cuello si no se retiraba.

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—No —le contesté, manteniendo mi lengua en mi boca por miedo a que la tocara en realidad y me hiciera perder mi mente. —¿Qué son los tatuajes en tu espalda? —me preguntó, retrocediendo un poco. Su olor todavía se aferraba a mí. Yo inhalaba con más frecuencia de lo necesario sólo para obtener su esencia dentro de mí. Era patético. Céntrate en algo más. Contesta sus malditas preguntas y deja de pensar en su piel. Y su sabor. Tatuajes… ella quiere saber sobre mis tatuajes. —Un águila en la espalda inferior, con sus alas extendidas y el emblema de Demon Slacker. Cuando tenía diecisiete mi padre me llevó a un concierto en Los Ángeles y después me llevó a conseguir mi primer tatuaje. Quería su banda marcada en mi cuerpo. Cada miembro de Demon Slacker tiene uno en el mismo lugar exacto. Justo detrás de su hombro izquierdo. Papá estaba muy drogado esa noche, pero aún así es un recuerdo muy bueno. No tuve la oportunidad de pasar mucho tiempo con él mientras crecía. Pero cada vez que lo veía, bien añadía otro tatuaje o piercing a mi cuerpo —le expliqué. Sus ojos inmediatamente fueron a mi pecho. Joder, ella se preguntaba sobre mis pezones. Ducha de agua fría. Iba a necesitar una ducha de agua fría muy larga. O tal vez caliente, con un poco de maldito aceite de bebé y mi puño. Dios conocer su olor y la vista que tenía por su camisa era suficiente para enviarme al borde. —No tengo perforaciones allí, dulce Blaire. Los otros están en mis oídos. Puse un fin a los piercings y tatuajes cuando cumplí diecinueve —le aseguré. Tenía que apartar los ojos de mi maldito pecho. Ahora. Se veía triste o preocupada. ¿Qué había dicho? Joder, no había verbalizado mis planes de ducha, ¿o sí? —¿Qué dije para hacerte fruncir el ceño? —le pregunté, tocando su barbilla para inclinar sus ojos para poder verlos. —Cuando me besaste anoche, no sentí la cosita con barra de plata. —¿Eso era lo que la hacía fruncir el ceño? Ella iba a matarme. No podía aguantar mucho más de esto. —Porque no lo llevaba puesto —le dije, acercándome a ella. Su olor me estaba tirando. —¿Cuándo tú, uh, besas a alguien con eso dentro, se puede sentir? Santo jodido infierno. Mostrarle a la Pequeña Señorita Curiosa era tan tentador. Ella quería experimentarlo, y estoy seguro que quería mostrarle. —Blaire, dime que me vaya. Por favor —le supliqué. Era la única forma de evitar besarla—. Lo habrías sentido. En cualquier parte que quiera besarte lo sentirías. Y te gustaría —le susurré al oído y luego le di un beso en el hombro e inhalé profundamente. Joder, esto era bueno.

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—¿Est{s…?‖ ¿Vas‖ a‖ besarme‖ otra‖ vez?‖ —preguntó ella, mientras corría mi nariz hasta su cuello, empapándome de su olor. Maldito olor embriagador. —Quiero. Quiero tan jodidamente mal, pero estoy tratando de ser bueno — admití. —¿Podrías no ser bueno para un solo beso? ¿Por favor? —preguntó, acercándose a mí. Sus piernas se apretaron contra las mías. Un centímetro más y estaría en mi regazo. —Dulce Blaire, tan increíblemente dulce. —Estaba perdiéndolo. Mis labios estaban tocando cada centímetro de su piel suave que podía mientras luchaba conmigo mismo para no tocarla. Era inocente. Era demasiado buena para mí. Esto estaba mal. Probé su piel con la punta de mi lengua y mi polla palpitaba. Era deliciosa. Todo en ella. Besé un sendero hasta su cuello y cuando llegué a sus labios, me detuve. Los quería.‖La‖quería‖a‖ella.‖M{s.‖Siempre‖m{s.‖Pero‖ella‖era‖mi…‖amiga.‖Yo‖había‖causado‖ su dolor y ella ni siquiera lo sabía. Tenía que para esto. —Blaire, no soy un tipo romántico. Yo no beso y abrazo. Sólo doy sexo. Te mereces a alguien que te bese y te abrace. No yo. No estoy hecho para eso, nena. No eres para alguien como yo. Nunca me he negado algo que quiero. Pero eres demasiado dulce. Esta vez tengo que decirme a mí mismo que no —dije. Más para mí que para ella. Tenía que recordarme a mí mismo qué tan fuera de mi alcance estaba. Ella gimió y me levanté de un salto, moviéndome hacia la puerta. No le haría esto. No podía. —No puedo hablar más. No esta noche. No aquí contigo, a solas —dije y me fui antes de que me perdiera con ella. Nunca podría tener a Blaire.

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14 Traducido por Niki & Alexa Colton Corregido por *Andreina F*

Caminé pasando las pocas personas en la cocina y me dirigí a la puerta principal. Tenía que salir a la calle y calmarme. Al aire fresco sin nadie alrededor para verme perder mi mierda. Rechazar a Blaire casi me había matado. Rechazar sus dulces y dispuestos labios... santo infierno, ningún hombre debería pasar a través de esta tortura. —¿Quieres hablar de eso? —preguntó Grant, cuando la puerta se cerró detrás de mí. —Necesito estar solo —le dije. Agarré la barandilla del pórtico y mantuve los ojos fijos en la calzada llena de coches. —No vas a ser capaz de seguir con esto. Está bajo tu piel ahora —dijo Grant, llegando a estar a mi lado. Debería haber sabido que ignoraría mi petición de dejarme solo con mis pensamientos. —No voy a hacerle daño —le dije. Grant suspiró, se inclinó sobre la barandilla, y me miró mientras cruzaba las manos sobre su pecho. —Tan dulce como Blaire es, no estoy preocupado por ella. Estoy más preocupado por ti —dijo. —Lo tengo bajo control. —No. No lo haces. Estás manteniendo tus manos fuera de ella, cuando es obvio, para cualquiera que ve como ella te mira, que dejaría que la tocaras de cualquier manera que quisieras. Pero no vas a tocarla. Nunca, y me refiero a jodidamente nunca, te‖ he‖ visto‖ rechazar‖ a‖ alguien‖ que‖ luce‖ como‖ Blaire.‖ Lo‖ que‖ significa…‖ que‖ tienes‖ sentimientos por ella. Ese es por qué estoy preocupado por ti. Va a averiguar acerca de su padre y Nan, y cuando lo haga, va a correr como el infierno. Los odiará a todos ustedes. No quiero verte sufrir. —Lo sé —le dije. Joder, lo sabía. Es por eso que no la transportaba en brazos a mi habitación y la encerraba allí conmigo. No podía ir ahí con ella. —Está afuera, en la parte de atrás, con Woods —dijo Grant. 71

De pie con la espalda recta, solté la barandilla y miré la puerta. —¿Cómo lo sabes? —La vi caminar por ahí antes de venir tras de ti —contestó. No iba a dejar a Woods cerca de ella, tampoco. Le haría daño. La usaría, y nadie iba a usar a Blaire. Nadie. Nunca. Me aseguraría jodidamente de ello. —Tengo que ir a buscarla. La hice enojar —le dije, en dirección a la puerta. —Sabe que ella es inocente. Woods no es un idiota. Es un buen tipo. Deja de actuar como si fuera un maldito cachondo. Apreté mis manos en el pomo de la puerta y respiré hondo. —No me digas qué hacer, Grant. Soltó una breve carcajada. —Nunca, hermano. Nunca. Tiré la puerta y di un paso de vuelta al interior, con intención de encontrar a Blaire y enviar a Woods a casa. —¡Oyeee Ruuush! —Una mujer arrastró las palabras con entusiasmo y se aferró a mi brazo. Bajé la mirada para ver a una de las amigas de Nan, cuyo nombre no podía recordar, aferrándose a mí. —No —le contesté, y seguí caminando. No me soltó. En cambio, se mantuvo riendo y hablando de sus bragas mojadas. Esta mierda me solía encender, pero el olor a Blaire y el pensamiento de sus grandes ojos mientras se arrastraba más cerca de mí para que pudiera estudiar mi lengua hizo a todo lo demás parecer barato. —Soy Babs. ¿Te acuerdas? Solía pasar la noche con tu hermana en la secundaria —dijo, apretándose contra mí. —No estoy interesado —le dije, tratando de liberarme cuando entramos a la cocina y mis ojos se fijaron en Blaire. Se encontraba sola. Sin Woods. Y me miraba. Con... Babs, o quien estuviera en mi brazo. Mierda. —Pero tú lo dijiste. —Babs empezó a discutir. No tenía idea de lo que pensó que dije. Luego besó mi brazo. Mierda—. Me quitaré las bragas aquí mismo, si quieres — continuó la chica, no aceptando un no por respuesta. Se tambaleó sobre sus talones y se aferró a mí, incluso más ahora. —Babs, ya he dicho que no. No estoy interesado —repetí en voz alta, manteniendo los ojos fijos en Blaire. Quería que me escuchara. Sabía que esto no era lo que quería. A quien quería. —Será travieso —me prometió, y luego comenzó a reír. Nada en ella era atractivo. 72

—No, sería irritante. Estás borracha, y tu cacareo me está dando un dolor de cabeza —le dije, sin dejar de mirar a Blaire. Ella tenía que creerme. Blaire bajó los ojos de los míos y se volvió a ir a la despensa. Bueno. Se hallaba a salvo allí, y necesitaba dormir. —Oye, esa chica va a robar tu comida —susurró Babs en voz alta. El rostro de Blaire se puso rojo, y tiré a Babs de mi brazo, dejándola tropezarse para estar por su cuenta. —Vive aquí, puede comer lo que quiera —le informé a cualquier otra persona que pudiera decir algo para avergonzarla. Los ojos de Blaire se agitaron de vuelta a encontrarse con los míos. —¿Vive aquí? —preguntó Babs. El dolor en los ojos de Blaire quemó un agujero en mi pecho. No podía soportarlo. —No dejes que te mienta —dijo Blaire—. Soy la invitada no bienvenida viviendo bajo sus escaleras. He querido un par de cosas, y él sigue diciéndome que no. Mierda. Cerró la puerta detrás de ella. Quise ir tras ella, pero sabía que si iba ahí, no saldría. No sería capaz de mantener mis manos y mi boca fuera de ella. Woods entró a la cocina y giró su mirada hacia mí. —No la mereces —dijo fríamente. —Tú tampoco —le contesté, y luego me di la vuelta y me dirigí hacia las escaleras. Tenía que alejarme de estas personas. Grant se encontró conmigo en el pasillo. —Asegúrate de que Woods se vaya. Si Blaire sale de su cuarto, ven a buscarme — le dije, sin siquiera mirarlo. Entonces me dirigí a mi habitación. Así podría recordarme a mí mismo, una vez más, por qué no podía tocar a Blaire.

***

¿Podrías no ser bueno para un solo beso? ¿Por favor? Esas palabras me habían mantenido despierto toda la maldita noche. Cómo diablos me salí de esa pequeña habitación, no tenía ni idea. Tenía que parar esto. No podía dejarla entrar más. No sabía la verdad. Tenía que protegerla. Mis sentimientos por ella ya eran demasiado peligrosos. 73

Por mucho que quisiera hablarle de Nan, no podía. Me odiaría, y ya había ido demasiado lejos ahora. No podría vivir con Blaire odiándome. Al menos no tan pronto. No me hallaba listo a que me dejara. Eché un vistazo por encima del hombro hacia la puerta cerrada de la despensa. Ayer por la noche, los comentarios finales de Blaire acerca de no ser bienvenida me habían cabreado. Cambiaría eso. Tal vez no me encontraba listo para pasarla al piso de arriba todavía, pero me gustaría darle de comer. No tenía claro qué era lo que comía en las mañanas, pero ya que dormía hasta tarde hoy, tuve tiempo para hacer su desayuno. La puerta de la despensa se abrió detrás de mí, y di un vistazo atrás para ver a Blaire mirándome con una expresión de sorpresa en su rostro. No habíamos terminado bien las cosas anoche. Esta mañana, iba a cambiar eso. —Buenos días. Debe ser tu día de descanso. No se movió y me dio una sonrisa forzada. —Huele bien. —Saca dos platos. Hago un tocino que está de muerte. —Iba a ablandarla. Sabía que todavía se sentía enfadada conmigo por haberla rechazado la noche anterior, pero maldita sea, lo había hecho por ella. No por mí. —Ya he comido, pero gracias —dijo, y se mordió el labio inferior mientras miraba con nostalgia el tocino. ¿Qué diablos fue todo eso? ¿Y cuando había comido? Había estado despierto por dos horas, y ella no había salido de su habitación. Dejé el tenedor que estaba usando y me centré en ella en lugar del tocino. — ¿Cómo es que has comido ya? Acabas de despertarte. —La miraba con atención por si decidía no decirme toda la verdad. Si se trataba de no querer comer delante de mí o algún ridículo tema de chica como ese, ella iba a tener que superarlo. —Tengo mantequilla de maní y pan en mi habitación. Lo tenía desde antes de venir. ¿Qué demonios acababa de decir? —¿Por qué tienes mantequilla de maní y pan en tu habitación? —le pregunté. Se mordió nerviosamente el labio por un momento, luego dejó escapar un suspiro. —Esta no es mi cocina. Guardo todas mis cosas en mi habitación. ¿Guardaba todas sus cosas en su habitación? Espera… ¿qué? —¿Me estás diciendo que sólo has comido mantequilla de maní y pan desde que llegaste? ¿Eso es todo? Lo compras y lo guardas en tu habitación y, ¿eso es todo lo que comes? —Un nudo enfermo, que no había sentido desde que era un niño, se había formado en mi estómago. Si me decía que todo lo que comía eran sándwiches de mantequilla de maní de mierda, iba a perderlo. ¿Le había hecho pensar que no podía comer mi comida? ¡Mierda! 74

Asintió lentamente. Esos grandes ojos suyos eran incluso más grandes ahora. Era un idiota. No... era peor que un idiota. Estampé mi mano contra el mostrador y me centré en el tocino mientras trataba como el infierno conseguir controlarme. Esto era mi culpa. Jódeme, esto era mi culpa. Nunca se quejó cuando cualquier otra mujer en el planeta lo habría hecho. Y comía sándwiches de mantequilla de maní de mierda todos los días. Me dolía el pecho. No podía seguir con esto. Había tratado. Ya no iba a alejarla. —Ve a buscar tus cosas y muévelas al piso de arriba. Toma cualquier habitación que quieras en el lado izquierdo del pasillo. Tira esa jodida mantequilla de maní, y come lo que te dé la gana en esta cocina —le dije. Se quedó congelada en su lugar. ¿Por qué no me escuchaba? —No te quedes allí, Blaire, mueve tu culo arriba ahora. Luego ven aquí y come algo de mi maldito refrigerador mientras te veo —gruñí. Se puso rígida ante mi respuesta. Necesitaba calmarme. No quería asustarla; solo quería que se mudara al piso de arriba, maldita sea. ¡Y que comiera un poco de tocino! —¿Por qué quieres que me mude arriba? —preguntó en voz baja. Moví el último trozo de tocino a la toalla de papel antes de mirarla de nuevo. Verla me lastimó físicamente. Sabiendo que la había tratado tan mal y que ella lo había tomado sin quejarse me hacía difícil respirar. —Porque quiero que lo hagas. Odio ir a la cama por la noche y pensar en ti durmiendo bajo mi escalera. Ahora tengo la imagen de que comes esos malditos sándwiches de mantequilla de maní sola allí abajo, y es más de lo que puedo manejar. —Listo, lo había dicho. No discutió esta vez. Se dio la vuelta y volvió a entrar a la despensa. Me quedé allí y esperé hasta que volvió a salir, llevando una maleta en una mano y un tarro de mantequilla de cacahuate y algo de pan en la otra. Puso el tarro y el pan en el mostrador sin mirarme y se dirigió hacia el pasillo. Me concentré en sostener el borde de la encimera para evitar tomar el tarro de mantequilla de maní y romperlo contra la pared. Quería golpear algo. El dolor dentro de mí empezaba a tomar el control, y tenía que herir algo para aliviar la ira. La ira que estaba completamente dirigida a mí mismo por ser un culo ensimismado. Había estado tan jodidamente preocupado por no tocarla que la había descuidado de otras maneras. Ella vivía de mantequilla de maní de mierda. —No tengo que mudarme arriba. Me gusta este ambiente. —La voz suave de Blaire irrumpió dentro de mis pensamientos, y me tuve que agarrar aún más del mostrador. Yo la había maltratado. Siendo negligente con sus necesidades. Todo lo que 75

quería era tocarla y jodidamente olerla y abrazarla, pero la dejé abajo. No iba a ser capaz de perdonarme por esto. —Perteneces a una de las habitaciones de arriba. No perteneces bajo las escaleras. Nunca lo hiciste —le dije, sin mirarla. —¿Quieres decirme al menos qué habitación tomar? No me siento bien eligiendo una. Esta no es mi casa. La asustaba. Una cosa más que no se merecía. Solté el agarre que tenía sobre el mostrador y la miré. Parecía estar lista para encerrarse en la despensa en cualquier minuto. —En el ala izquierda hay sólo habitaciones. Hay tres. Creo que disfrutarías la vista de la última. Tiene vista al mar. La habitación central es toda blanca con tonos color rosa pálido. Esa me recuerda a ti. Por lo tanto, elige. Cualquiera que desees. Toma una y luego ven aquí y come. —Pero no tengo hambre. Acabo de comer... —Si me dices que has comido esa maldita mantequilla de maní de nuevo, voy a golpear una pared. —Mierda, la sola idea me enfureció. Respiré profundo y me centré en sonar calmado—. Por favor, Blaire. Ven a comer algo por mí. Asintió y subió las escaleras. Debería haber tomado su maleta por ella, pero sabía que no me quería cerca en estos momentos. Tenía que hacer esto sola. Acababa de actuar como un loco. Lavé la sartén donde había cocinado el tocino. Una vez que lo guardé, y Blaire todavía no había llegado a la planta baja de elegir su habitación, tomé un plato grande de la alacena y lo llené con los huevos y el tocino antes de sentarme a la mesa. Ella podía comer de mi plato. Blaire entró en la cocina, y levanté la vista para verla mirándome fijamente. — ¿Has elegido una habitación? —pregunté. Asintió y se mantuvo de pie al otro lado de la mesa. —Sí. Creo que sí. La que dijiste que tenía una gran vista es... ¿la verde y azul? —Sí, lo es. —No pude evitar sonreír. Me gustó que eligiera la que yo creí que escogería. Incluso si era la habitación más cercana a mí. —¿Y estás de acuerdo con que me quede en esa habitación? Es muy bonita. Me gustaría tener esa habitación si esta fuera mi casa. —Todavía intentaba asegurarse de que no cambiaría de opinión y la lanzaría de nuevo bajo las escaleras. Le sonreí para tranquilizarla. —No has visto mi habitación todavía. —Había dicho todavía. Me hallaba en camino a hundirme. No tomaba chicas en mi cuarto. Era mío. Pero quería verla allí. Con mis cosas. 76

—¿Tú habitación está en el mismo piso? —preguntó. —No, la mía ocupa toda la planta superior —expliqué. —¿Quieres‖ decir‖ que‖ todas‖ esas‖ ventanas…‖ es‖ toda‖ una‖ gran‖ habitación?‖ —La admiración en su voz era difícil de pasar por alto. Me encontraba dispuesto a llevarla hasta allí para que la viera incluso antes de que terminara. —Sip. —Me comí un trozo de tocino mientras trataba de corregir mis pensamientos díscolos de Blaire en mi habitación. Eso nunca sería una buena idea—. ¿Has guardado ya tus cosas? —le pregunté, tratando de pensar en otra cosa. Cualquier cosa. —No, quería comprobarlo contigo antes de deshacer todo. Probablemente no debería desempacar. A finales de la semana que viene voy a estar lista para mudarme. Mi sueldo en el club es bueno y he ahorrado bastante. No. Ella no podía vivir sola. Eso no era seguro. Pensó que debía mudarse debido a mí. Su arrepentido, cabrón padre ni siquiera había llamado para ver cómo se encontraba. No tenía a nadie, y ella era tan condenadamente vulnerable. Alguien tenía que protegerla. No se mudaría de esta casa. No podía soportar la idea de que alguien le hiciera daño. Mantuve mi concentración en la playa en el exterior, esperando a calmarme, pero el pánico asentándose en el pensamiento de ella viviendo sola empezaba a tomar el control. —Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, Blaire —le aseguré. Yo la necesitaba aquí. No respondió. Saqué una silla junto a mí. —Siéntate a mi lado y come algo de tocino. —Se sentó lentamente, y empujé mi plato hacia ella—. Come —le dije. Cogió un trozo de tocino y le dio un mordisco. Sus ojos se agitaron haciendo que sus pestañas abanicaran sobre su pómulo. Jódeme, eso era sexy como el infierno. Empujé el plato hacia ella de nuevo. —Come más. —Me sonreía como si encontrara esto divertido, y el dolor dentro de mí se alivió. Podía mantenerla aquí. Me gustaría hacerlo de modo que ella nunca quisiera irse—. ¿Cuáles son tus planes para hoy? —pregunté. —No lo sé todavía. Pensé en buscar un apartamento tal vez. Y volvió fácilmente. Mierda, no, ella no buscaría un apartamento. —Deja de hablar de mudarte, ¿de acuerdo? No quiero que te mudes hasta que nuestros padres vuelvan a casa. Tienes que hablar con tu padre antes de salir corriendo y empezar a vivir sola. No es exactamente seguro. Eres demasiado joven.

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Se echó a reír. Ese suave, sonido musical que he oído tan poco. —No soy demasiado joven. ¿Qué pasa con tu edad y la mía? Tengo diecinueve. Soy una chica mayor. Puedo vivir por mi cuenta de forma segura. Además, puedo darle a un blanco en movimiento mejor que la mayoría de los oficiales de policía. Mis habilidades con un arma son bastante impresionantes. La idea de Blaire y una pistola, me excitaban y aterrorizaban a la vez. Tan sexy como eso sonaba, también me preocupaba que se hiciera daño a sí misma. —¿Así que realmente tienes un arma? Sonrió y asintió. —Pensé que Grant sólo bromeaba. Su sentido del humor apesta a veces. —Nop. Le apunté con ella cuando me sorprendió mi primera noche aquí. Ahora, eso me hizo reír. —Me hubiera gustado ver eso. Sólo sonrió y mantuvo la cabeza baja. No me miraba, y supe que su primera noche aquí no era un recuerdo agradable. —No quiero que te quedes aquí sólo porque eres joven. Sé que puedes cuidar de ti misma o por lo menos creo que puedes. Te quiero aquí porque... me gusta tenerte aquí. No te vayas. Espera hasta que tu padre vuelva. Parece que ustedes deben hablar. Luego puedes decidir lo que quieres hacer. Pero ahora, ¿puedes subir y deshacer las maletas? Piensa en todo el dinero que puedes ahorrar viviendo aquí. Cuando te mudes tendrás una cuenta de banco acolchada y agradable. —Terminé diciendo mucho más de lo que quería. Pero necesitaba conseguir que se quedara. —De acuerdo. Si realmente lo dices en serio, gracias. Los pensamientos de ella en mi cama, desnuda, comenzaron a burlarse de mí. No podía permitirme caer en eso. Tuve que recordar a Nan. Y lo que todo eso significaría para Blaire. Ella me odiaría al final. —Lo digo en serio. Pero eso también significa que la cosa de amigos entre nosotros tiene que permanecer en plena vigencia —le dije. —Bien —contestó ella. No había querido que estuviese de acuerdo. Quería que me suplicara como anoche. Porque en este momento, yo era débil, y se lo daría. Obligué a todos los pensamientos sexuales de Blaire a salir de mi mente. No podía pensar así, o me volvería loco. —Además, comenzarás a comer la comida de esta casa cuando estés aquí. Negó con la cabeza hacia mí. —Blaire, esto no está a discusión. Lo digo en serio. Come mi maldita comida. 78

Se puso de pie y me niveló con una mirada decidida. —No. Voy a comprar mi comida y me la comeré. Yo no soy... no soy como mi padre. Mierda. Una vez más, todo esto era mi maldita culpa. Me puse de pie para mirarla directamente a los ojos. —¿Crees que no sé eso a estas alturas? Has estado durmiendo en un maldito armario de escobas sin quejarte. Limpias la casa más que yo. No comes correctamente. Soy consciente de que no te pareces nada a tu padre. Pero eres una invitada en mi casa y quiero que comas en mi cocina y sientas como si fuera tuya. La rigidez en los hombros de Blaire se relajó un poco. —Pondré mi comida en la cocina y comeré aquí. ¿Te parece mejor? No. Eso no era mejor. ¡Quería que ella comiera mi comida! —Si todo lo que vas a comprar es mantequilla de maní y pan, entonces no. Quiero que comas adecuadamente. Empezó a negar con la cabeza, y extendí la mano y agarré la suya. —Blaire, me hará feliz saber que estás comiendo. Henrietta compra los comestibles una vez por semana y las reservas de este lugar están esperando mucha compañía. Hay más que suficiente. Por favor. Come. Mi. Comida. Se mordió el labio inferior, pero no antes de que una risita se le escapara. Maldita sea, eso fue lindo. —¿Te estás riendo de mí? —le pregunté, sintiendo la necesidad de sonreír yo mismo. —Sí. Un poco —respondió. —¿Eso significa que vas a comer mi comida? Dejó escapar un profundo suspiro, pero aún seguía sonriendo. —Sólo si me dejas pagarte semanalmente. Negué con la cabeza, y ella tiró de su mano liberándola y comenzó a alejarse. ¡Maldita mujer terca! —¿A dónde vas? —pregunté. —Ya he terminado de discutir contigo. Voy a comer tu comida si pago por mi parte. Ese es el trato, sólo estaré de acuerdo con eso. Así que lo tomas o lo dejas. Gruñí, pero yo iba a tener que ceder. —Está bien. Págame. Me miró. —Voy a ir a desempacar. Luego tomaré un baño en esa gran bañera y luego no lo sé. No tengo planes hasta la noche. ¿Esta noche? —¿Con quién? —pregunté, no muy seguro de que me gustara como sonaba eso. —Bethy. 79

—¿Bethy? ¿La chica del carrito con la que se junta Jace? —Realmente no me gustaba el sonido de eso. Bethy no era más que problemas. Se emborracharía y se olvidaría de Blaire. Pensé en los hombres que podrían hacerle daño. No, ella no iba sin mí. Alguien tenía que proteger su sexy culo. —Corrección. La chica del carrito que Jace utiliza para perder el tiempo. Ella es inteligente y está superando eso. Esta noche vamos a un bar de música country a buscar chicos normales. —Se dio la vuelta y corrió por las escaleras. Esta conversación no había terminado.

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15 Traducido por Janira Corregido por Chio West.

Se encontraba arriba ahora. Justo al lado de la puerta que daba a mi habitación. Tomando un baño... Mierda. Debía salir. Poner espacio entre nosotros hoy era importante. Esta mañana fue buena. Nunca más iba a mantenerla distanciada de modo que sus necesidades básicas fueran desatendidas. Comería mi comida, maldita sea. Dormiría en una buena cama y se bañaría en un baño grande y bonito. No la trataría como a una maldita caridad. El peso sobre mis hombros fue reemplazado por el miedo. Miedo de no ser capaz de mantenerme alejado. Sabiendo que estaba ahí, durmiendo. Viéndola comer, lo que ahora haría con regularidad para asegurarme que comía comida de verdad. No sería capaz de mantenerme alejado. Grant. Hablaría con Grant. Me recordaría porque no puedo tenerla. Por qué no podía abrazarla y sostenerla. Después de mirar hacia las escaleras una vez más, me dirigí a la puerta. Para tener un respiro alejado de ella, hablar con alguien racional sería bueno para mí. Me subí en mi Range Rover y marqué el número de mi madre. Debía que regresar pronto a casa. Me quedaba sin tiempo. Blaire se enteraría de todo, y la perdería. Sin embargo, me aseguraría de que estuviera cuidada. No iba a dejar que huyera. Sostendría una maldita pistola sobre Abe si tuviera que hacerlo con el fin de conseguir que la siguiera. Maldito estúpido. —Rush —dijo mi madre después del tercer timbre. —¿Cuándo vuelves a casa? —Pregunté. No me encontraba de humor para conversaciones triviales. —No estoy segura. No lo hemos discutido —respondió. El tono de disgusto en su voz no me sorprendió. Odiaba saber que podía hacerla volver a casa si quisiera. —Déjame hablar con Abe.

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Suspiró dramáticamente. —¿Por qué Rush? ¿Para que puedas gritarle por no estar ahí para su hija adulta que puede cuidarse sola? Agarré el volante, tomé varias respiraciones profundas y me recordé que maldecir a mi madre no estaba bien. Era sólo mi madre egocéntrica. —Las tarjetas de crédito, casas, coches, todo es mío, mamá —le recordé su lugar. Hizo un ruido que sonó como un siseo. —Hola, Rush —. La voz de Abe llegó por teléfono. —Tiene un trabajo en el club. Dice que va a mudarse y conseguir casa propia pronto —solté. Seguramente vería la mala idea que era que Blaire viviera sola. —Bueno. Sabía que sería capaz de resolver las cosas —dijo. Moví el Range Rover a un lado de la carretera. Mi sangre latía en mis oídos, y mi visión se puso borrosa. Maldito pedazo de mierda ¿Realmente acababa de decir eso? — No mereces respirar, hijo de puta —gruñí en el teléfono. No respondió. —Es jodidamente inocente. Es tan inocente y confiada. Es hermosa. Deslumbrantemente preciosa. Tanto que hace girar cabezas, tan preciosa que mata. ¿Lo entiendes? Tu hija no tiene a nadie. A Nadie. Esta vulnerable. Herida y sola. Cualquier idiota podría utilizarla. ¿No te importa? —Me costaba respirar. Mis nudillos se pusieron blancos cuando agarré el volante, tratando de controlar mi rabia. —Te tiene a ti —fue su única respuesta. —¿A mí? ¿Me tiene a mí? ¿De qué carajos hablas? Ya me conoces. Soy el hijo de Dean Finlay. ¿Quién soy? Estoy seguro de que no su protector. Soy el idiota sin corazón que le quitó a su padre cuando más lo necesitaba. Eso es quién mierda soy—. A mí, dijo que me tenía a mí. Como si fuera digno de esa responsabilidad. ¿No la quería? ¿Cómo podía un padre tener una hija como Blaire y no querer protegerla? —Pude marcharme sin tu aparición, Rush. No podía quedarme. No me ha necesitado en años. No me necesita ahora. No soy lo que necesita. Pero tú... tal vez tú lo seas. ¿Cómo diablos pensaba que eso poseía algún sentido? —Estará bien. Estará mucho mejor sin mí. Adiós Rush —dijo Abe, con una sensación de pesadez en su voz que no había oído antes. Luego se cortó la comunicación. Colgó.

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Me quede ahí mirando la carretera delante de mí. No haría nada por ella. Realmente dejaría que arreglara las cosas por su cuenta. Y guardaba la pequeña esperanza que la ayudara. Eso fue todo. Se encontraría bien. Me aseguraría de ello. Se encontraría jodidamente perfecta. No dejaría que nadie le hiciera daño. La protegería. Sin un padre para mantenerla a salvo, me tenía a mí. No estaba sola. Nunca más. Me tenía. Ya no quería hablar con Grant. Necesitaba estar solo. Para pensar. Para planificar. Blaire era mi protegida. Debía de asegurarme de no dejarla de nuevo. Se lo merecía tan jodidamente tanto.

*****

Llegué a casa horas después con una nueva determinación. Me gustaría ser amigo de Blaire. Me gustaría ser su mejor amigo. El maldito mejor jodido amigo que alguna vez tendría. Nada podría tocarla o hacerle daño. No me querría haciéndole las cosas fáciles o cuidándola, así que tendría que hacerlo en silencio. Hacerle creer que estaba manejándolo. Abrí la puerta, una sonrisa tocando mis labios. Saber que se encontraba dentro hizo que las cosas parecieran bien en el mundo. Hasta que la vi en las escaleras vestida como un jodido sueño húmedo. Santo infierno, ¿por qué llevaba puesto eso? Una falda corta de mezclilla con botas, botas vaqueras... querido Señor, ten piedad. —Maldición —murmuré, cerrando la puerta detrás de mí. Llevaba eso. A la discoteca…‖ con‖ Bethy.‖ Mierda.‖ —¿Tú, uh, usarás eso para salir a la discoteca?— pregunté, tratando de no dejar que escuchara el pánico en mi voz. —Iré a un bar de música country. Estoy bastante segura que es una cosa completamente diferente —dijo, sonriéndome nerviosamente. Un bar. Iba a un bar. Vestida así. Me pasé la mano por el cabello y traté de recordarme a mí mismo que quería que fuéramos amigos. Los amigos no se vuelven locos y exigen cambios de ropa antes de salir de casa. —¿Puedo ir con ustedes esta noche? Nunca he estado en un bar de ese estilo — dije. 83

Blaire abrió mucho los ojos. —¿Quieres venir con nosotras? Dejé que mi mirada viajara por su cuerpo otra vez. Oh, diablos, sí, lo haría. —Sí, eso quiero. Se encogió de hombros. —Está bien. Si realmente quieres ir. Sin embargo, necesitamos irnos en diez minutos. Bethy está esperando que la recoja. Dejaría que fuera. Sin discusión. Gracias a Dios. —Puedo estar listo en cinco —le aseguré, y me fui por las escaleras. Me podría cambiar y bajar con tiempo suficiente. Hombres borrachos en un bar con Blaire viéndose como un ángel en un par de botas vaqueras. Eso no pasaría. Al menos no sin mí allí para quitárselos de encima. Si iba a un maldito bar de música country, lo experimentaría luciendo igual que el hijo de Dean Finlay. Los bares country no eran lo mío, aunque las botas de Blaire formaban parte sin duda de mi lista de cosas favoritas. Por algún motivo verla en esas botas era un extra. Agarré una playera de Slacker Demon y la tiré sobre mis vaqueros. Después añadí el anillo para el pulgar. Me lavé los dientes y agregué desodorante antes de parar y mirarme en el espejo. Me faltaba algo. Cogí algunos de los pequeños aros que llevaba de vez en cuando y los deslicé en mi oreja. Sacando la lengua, sonreí, pensando en el interés de Blaire en mi piercing. Anoche prácticamente la tuve en mi regazo tratando de mirarlo. Si intentaba eso esta noche, podía ser que la dejara arrastrarse encima de mí. Sacudiendo esos pensamientos de mi cabeza, los cuales me llevarían a nada más que problemas, corrí por las escaleras. No me tomé los diez minutos, pero me apuraba. En mi camino de regreso por las escaleras, mis ojos encontraron a Blaire, que me observaba de cerca. Lo que hizo que mi corazón se acelerara cuando me miró como si fuera algún tipo de delicia. Dios sabe que había pensado en saborearla de muchas, muchas maneras. La idea que tuviera pensamientos sucios sobre mí me puso más excitado de lo que necesitaba en estos ajustados pantalones. Cuando sus ojos hicieron su camino a mi cara, saqué la lengua para que pudiera ver el piercing. Sus ojos se ensancharon, y quise gemir. Maldita sea, las cosas que quería hacerle con esta pequeña pieza de plata. —Me imaginé que si voy a ir un bar sureño con chicos en botas y sombreros vaqueros, necesito permanecer fiel a mis raíces. El Rock and Roll está en mi sangre. No puedo fingir encajar en ningún otro lugar —expliqué. Se echó a reír. —Esta noche estarás tan incómodo y como yo me siento en tus fiestas. Esto será divertido. Vamos, engendro del rock —dijo, luciendo satisfecha antes de dirigirse hacia la puerta. 84

Me apresuré a su alrededor y le abrí la puerta. Otra cosa que debería hacer todo el tiempo. —Dado a que tu amiga viene con nosotros, ¿por qué no tomamos uno de mis autos mejor? Estaríamos más cómodos que en tu camioneta —sugerí. Quería que Blaire se sentara junto a mí. Cerca de mí. Y así poder ver esas piernas... y esas botas. No quería estar apretado en una camioneta con Bethy. Me miró por encima de su hombro. —Pero encajamos mejor si vamos en mi camioneta. Saqué un pequeño control remoto del bolsillo para abrir la puerta del cochera, donde estaba estacionado mi Range Rover. Blaire giró su mirada y veía cómo la puerta se abría. —Eso es ciertamente impresionante —dijo. —¿Eso significa que podemos tomar el mío? No me emociona compartir asiento con Bethy. A la chica le gusta tocar las cosas sin permiso —le dije. Nunca me ha tocado, pero he oído hablar de ella. —Sí, le gusta. Es un poco coqueta, ¿verdad? —dijo Blaire sonriendo. —Coqueta se queda corto —contesté. —Bien. Seguro. Usaremos el auto de Rush Finlay si tanto insiste —dijo Blaire con un encogimiento de hombros. Anotación. Ahora la metería en el asiento del copiloto antes que tratara de subir a la parte de atrás. Me dirigí hacia el Range Rover, asintiendo para que me siguiera. Le abrí la puerta, se detuvo y me miró. —¿Abres la puerta de todas tus amigas? Nunca abrí las puertas para las chicas. Eso les esperanzaba. Pero con Blaire, quería hacerlo. Quería que se sintiera querida. Maldita sea, esto era peligroso. —No —le dije sinceramente y me alejé para entrar en mi lado. No debería coquetear. No debería tratarla como si pudiera haber algo más. Subí. No estaba seguro de qué decir. —Lo lamento, no quise ser grosera —dijo, rompiendo el silencio. Le hacía esto extraño. Trabajaría para que esto funcionara. —No. Tienes razón. No tengo ninguna amiga, por lo tanto no soy bueno para equilibrar lo que debo o no hacer. —Así que ¿Abres las puertas para tus citas? Es algo muy caballeroso. Tu madre te crió bien —.‖Sonó‖algo‖celosa.‖Pero…‖No.‖Eso‖no‖tenía‖sentido.

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—En‖realidad,‖no.‖Yo…‖tú…‖pareces‖el‖tipo‖de‖chica‖que‖merece‖que‖le‖abran‖la‖ puerta. Tuvo sentido en mi cabeza al momento. Pero comprendo tu punto. Si vamos a ser amigos, necesito dibujar una línea y permanecer detrás de ella. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Gracias por abrirla para mí. Fue dulce. Me encogí de hombros. No creía que pudiera decir algo sin sonar como un idiota. —Necesitamos recoger a Bethy. Estará en la parte trasera del campo de golf. Tenía que trabajar hoy. Se duchará y vestirá allí —explicó Blaire. Salí del camino de entrada y giré hacia el club. Blaire y Bethy eran dos personas completamente diferentes. La idea de ellas siendo amigas no encajaba. —¿Cómo se volvieron amigas tú y Bethy? —Trabajamos juntas un día. Creo que ambas necesitábamos una amiga. Es divertida y un espíritu libre. Todo lo que yo no. No pude evitar reír. —Lo dices como si fuera una cosa mala. No quisieras ser como Bethy. Confía en mí. No discutió conmigo. Al menos sabía que Bethy no era alguien a quien imitar. Cuando no dijo nada más, me concentré en llegar al bar y no en mirar a sus piernas, las cuales cruzó, haciendo a su falda aún más corta. Blaire tenía buenas piernas. El poco sol que había tomado en la playa hizo que su piel brillara. La idea de esas piernas envueltas a mí alrededor me hizo temblar. Mantuve los ojos en la carretera, y cuando se movió, no bajé la mirada. Movía las piernas. Maldita sea. Cuando aparqué frente a la oficina, abrió la puerta inmediatamente y bajó de un salto. Mierda. ¿Se movía para dejarle a Bethy el asiento del pasajero? No quería a Bethy a mi lado. Blaire había avanzado hacía la puerta cuando esta se abrió y Bethy salió caminando vestida como si cobrara por sexo. ¿Pantalones cortos de cuero rojo? ¿En serio? —¿Qué diablos estás haciendo en uno de los coches de Rush? —Preguntó, mirando al Range Rover y luego a Blaire. —Viene con nosotros. Rush quiso ir con nosotras al bar, también. Así que...— Blaire me miró. —Esto limitará tus oportunidades de ligar. Sólo digo —dijo Bethy, mientras caminaba por las escaleras. Luego hizo una pausa y estudió el atuendo de Blaire. —O no. Luces caliente. Quiero decir, sé que eres hermosa pero luces realmente caliente con 86

eso. Quiero unas botas vaqueras para mí. ¿De dónde sacaste esas? —No Jodas. Se veía jodidamente increíble. No había pasado tiempo con Bethy, pero me gustó el hecho de que no fuera maliciosa al admitir que Blaire lucía increíble. —Gracias, y por lo de las botas, las conseguí en navidad dos años atrás por parte de mi mamá. Eran suyas. Las he amado desde que las compró y después de que se puso,‖después...‖de‖que‖enfermó…‖me‖las‖dio‖a‖mí. Mi pecho se contrajo. No sabía que eran de su madre. Mierda. Estuve pensando en hacerle cosas malas mientras usaba esas botas y eran un recuerdo de su madre. Me sentí como un idiota. —¿Tu mamá se enfermó? —Preguntó Bethy. Al parecer, no habían hablado mucho. ¿O era yo el único al que Blaire habló sobre su mamá? —Sip. Pero eso es otra historia. Vamos a buscar a nuestros vaqueros —dijo Blaire, evitando su pregunta. Quería encontrar un vaquero. Maldita sea, eso me dificultó respirar. No tendría problemas para encontrar a un hombre. Todos vendrían corriendo cuando la vieran. No podía entorpecer su diversión. Nunca me dejaría acompañarla otra vez. Encontrar una manera de estar cerca y verla sin interponerme en su camino iba a ser complicado. Y jodidamente difícil. Querría arrancarle los brazos a cualquiera que la tocara. No haría ninguna promesa si alguien le tocaba el trasero. Lo haría en ese caso. Bethy caminó hacia el Range Rover, sonriéndome como si supiera mi secreto. Luego pasó por delante de la puerta del pasajero y abrió la puerta del asiento trasero. — Te dejaré ir adelante, porque tengo un fuerte presentimiento que es donde el conductor te quiere —dijo, mientras dejaba caer su pelo sobre su cara y me guiñaba un ojo. Ja. La chica no era tan mala después de todo. Blaire volvió a subir en el asiento delantero y me sonrió. —Es hora de buscar nuestro vaquero interior —dijo con un brillo en su mirada.

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16 Traducido por Sandy Corregido por Emmie

—Rush Finlay yendo a un bar de country, qué pensamiento tan divertido —dijo Bethy en tono divertido que decía que entendía exactamente por qué estaba aquí. —Divertido. —Estuve de acuerdo—. ¿Hacia dónde vamos, Bethy? —le pregunté, para distraerla de ir más allá con las burlas y de avergonzar a Blaire. —Vamos hacia la línea de Alabama. Está a unos cincuenta kilómetros por este camino —me dijo. Me imaginé que tenía que ser un local. Ningún lugar en Rosemary Beach o sus alrededores sería dónde encontrarías a clientes vaqueros. Bethy habló sobre el trabajo de ese día y todo lo que se había perdido Blaire. Algunos dramas de chicas. Al parecer, una chica pensaba que Jimmy era caliente, y era un camarero en el restaurante del club. Ella se enojó con otra chica porque estaba coqueteando con Jimmy. Era muy querido entre los clientes en el club, también. El problema era que él prefería a los hombres. Era un gran secreto, porque a Jimmy le gustaban los cumplidos que recibía de las mujeres de mayor edad. Así que todos estaban perdiendo su tiempo. Pero la gente no sabía que competía en el otro equipo. Blaire lo encontró divertido, y disfruté escuchando su risa. Incluso bajé la música para que pudiera concentrarse en lo que estaba diciéndole a Bethy. Ella trató de incluirme alguna vez, pero sobre todo escuchaba hablar a Bethy. Nos detuvimos frente a un bar que reconocí. Debería haber sabido que nos dirigíamos aquí cuando Bethy había dicho de ir hacia la frontera del estado de Alabama. Este no era cualquier bar. Era uno famoso. Campesinos sureños de todos los lugares hacían su camino aquí para tomarse una cerveza. Blaire abrió su propia puerta antes de que pudiera llegar a ella. Decidí retroceder y dejarla disfrutar. Por lo menos lo mejor que podía. Caminé junto a ellas mientras Bethy explicaba sobre el bar y por qué era famoso. Después de abrir la puerta del bar, di un paso atrás y dejé que las chicas entraran. Los ojos de Blaire estaban muy abiertos mientras entraba en el lugar. Bethy explicó que la banda en vivo tocaría en breve, y la sonrisa de Blaire se hizo más grande. No miré alrededor. Sabía que los hombres las 88

estaban revisando, y yo no estaba seguro de poder manejar la situación. Mantuve mi concentración en ella. Entonces Bethy mencionó los chupitos de tequila. Mala idea. Me moví detrás de Blaire y puse mi mano en su espalda. No se dio cuenta, pero eso mostraba posesión, y estos imbéciles necesitaban saber que estaba con ella. Dirigí a las chicas al reservado vacío más lejos de la pista de baile. La música estaba tan condenadamente alta que no podía oír la suave voz de Blaire. Blaire se deslizó a un lado, y me aseguré de estar de pie de forma que Bethy no tuvo más remedio que empujarme a un lado o sentarse frente a Blaire. Entonces me deslicé al lado de Blaire. Bethy no se perdió mi movimiento y me lanzó una mirada. Ella quería que Blaire cazara a los vaqueros esta noche. No lo iba a poner así de fácil, incluso si Blaire quería. No estaba seguro de que podría permitírselo, sin patear el culo de alguien. —¿Qué quieres tomar? —pregunté, inclinándome hacia la oreja de Blaire para que pudiera oírme. Y para que yo pudiera olerla. —No estoy segura —dijo, y miró a Bethy—. ¿Qué puedo beber? —le preguntó. Bethy la miró sorprendida y se echó a reír. —¿Nunca has bebido antes? No, ella no había bebido antes. ¿Podría Bethy mirar a Blaire y ser capaz de darse cuenta de eso? —No soy lo suficientemente mayor como para comprar mi propio alcohol, ¿y tú? —preguntó ella dulcemente. Estaba tan contento de estar aquí. La idea de esto sucediendo sin que yo estuviera aquí para protegerla, me hizo enfermarme. Bethy aplaudió como si estuviera mareada de placer ante la idea de que Blaire era completamente inocente. —Esto será muy divertido. Y sí, tengo veintiuno o por lo menos eso dice mi identificación. —Ella me miró—. Debes dejarla salir. La voy a llevar al bar. Un infierno. Miré a Blaire, ignorando a Bethy. —¿Nunca has bebido alcohol? —le pregunté, aunque ya sabía que no lo había hecho. —Nop. Pero pretendo remediar eso esta noche —dijo con determinación. Demasiado dulcemente. —Entonces, necesitas ir lento. No tendrás una tolerancia muy alta —le expliqué, entonces volví para agarrar el brazo de la camarera caminando junto a nosotros. Tenía que alimentar a Blaire primero—. Necesitamos un menú.

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—¿Por qué vas a ordenar comida? Vinimos aquí para beber y bailar con vaqueros. No a comer —dijo Bethy enojada. Ella podía joderse. Yo no iba a dejar que le hiciera daño a Blaire. Beber podía hacer daño si no se hace bien. Si Bethy quería discutir conmigo, íbamos a tener un problema. —Ella nunca ha tomado antes. Necesita comer primero o vomitara sus tripas en dos horas más. Bethy agitó su mano hacia mí, como si estuviera hablando chino. —Como sea, papá Rush. Voy a buscarme algo de beber y le traeré algo a ella, también. Así que aliméntala rápido. La camarera regresó con un menú, así que lo tomé y volví mi atención a Blaire. — Escoge algo. No importa lo que la diva borracha diga, necesitas comer primero. Blaire asintió amablemente. No le gustaba la idea de enfermarse, tampoco. Por lo menos ella era cautelosa. Me alegré mucho. Bethy, no tanto. No me gustaba ella acercándose a Bethy. —Las papas fritas con queso se ven bien —dijo Blaire casi demasiado bajo. No iba a perder el tiempo. Bethy había ido por las bebidas, y yo quería la comida de Blaire rápido. Le hice señas a la camarera. —Papas fritas con queso. Dos órdenes y un vaso grande de agua —le dije. Ella asintió y salió corriendo. Me sentí mejor sabiendo que la comida estaba en camino. Y que iba verla comer. Quería verla, pero lo del sándwich de mantequilla de maní estaba jodiendo mi cabeza. —Así que estás en un bar country. ¿Es lo que esperabas que fuera? Porque si soy honesto, la música es dolorosa —le dije, echándome hacia atrás y mirando a Blaire. Realmente no había prestado atención a la música country desde que habíamos caminado adentro. Estuve más preocupado por conseguirle comida a Blaire. Ella se encogió de hombros y miró a nuestro alrededor. —Acabo de llegar y no he bebido ni bailado todavía, así que te diré después de que suceda. ¿Ella quería bailar? Fantástico. —¿Quieres bailar? —Sí, quiero. Pero necesito una inyección de coraje primero, y necesito que alguien me lo pida. —dijo. —Pensé que te había preguntado —le dije. Quería ser la persona que la sostuviera durante las lentas canciones de country. No un vaquero borracho. Blaire se inclinó hacia adelante y puso sus codos sobre la mesa, y luego apoyó la barbilla sobre las manos antes de mirar por encima de mí. —¿Crees que es una buena idea? 90

No tenía que preguntarle por qué. Los dos sabíamos lo que pasó cuando nos tocábamos o estábamos demasiado cerca. Perdía el control. Ella quería un amigo. Nada más de mí. Era inteligente. —Probablemente no —admití. Ella asintió. La camarera deslizó las papas fritas con queso frente a nosotros, junto a una taza de agua fría. Blaire rápidamente cogió una papa y le dio un mordisco. No pude evitar sonreír. —Esto es mejor que los sándwiches con mantequilla de maní, ¿no? —preguntó. Ella sonrió y asintió, recogiendo otra papa frita. Yo no iba a ser capaz de comer. Ella era malditamente fascinante. —Pensé que deberías empezar con algo fácil —dijo Bethy, volviendo a sentarse en su lado de la cabina—. El tequila era una bebida de chicas grandes. No estás lista aún. Este es un caramelo de limón. Es dulce y delicioso. Mierda. Ella traía sus chupitos. ¿Qué estaba mal con la cerveza? Las chicas siempre iban por esos dulces chupitos y acaban destrozadas demasiado rápido. —Come más papas fritas primero —animé a Blaire. Ella no discutió conmigo. La vi comer un poco más, y entonces alcanzó la bebida de limón. —Bien, estoy lista —dijo, sonriendo a Bethy. Recogieron sus copas juntas y llevándolas hasta sus labios. Vi como Blaire echó la cabeza hacia atrás y bebió demasiado del dulce líquido. Le iba a gustar. No sé cómo podría manejar a una Blaire borracha. —Come —le dije cuando sus ojos se encontraron con los míos sobre el vidrio. Ella apretó los labios, y luego una risita se le escapó. Se estaba riendo de mí ahora. Un maldito trago, y se reía. —Me encontré con algunos chicos en el bar —le contó Bethy mientras comía papas—. Te señalé y nos han estado viendo desde que llegamos. ¿Estás lista para hacer nuevos amigos? Oh, mierda no. Me acerqué más a Blaire, luchando contra el impulso de abrazarla en su asiento. Ella quería hacer esto. Estábamos aquí para que ella tuviera un buen rato. Blaire asintió y me miró. —Déjala ir, Rush. Puedes mantener la cabina caliente en caso de que regresemos —dijo Bethy, sonando molesta conmigo otra vez. No quiero hacer esto. Ella estaba a salvo aquí conmigo. Si podía oler su dulce aroma, entonces esos mirándola también podrían. Mierda, odiaba esto.

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Los ojos de Blaire tenían esperanza, y pude ver su emoción. No podía impedir esto. De mala gana, me deslicé fuera de la cabina y la dejé salir. —Ten cuidado. Estaré aquí por si me necesitas —le susurré al oído mientras caminaba junto a mí. Ella asintió y volvió a mirarme como si pudiera estar cambiando de opinión. Me gustaría llevármela de aquí rápido. Todo lo que tenía que hacer era decir la palabra. —Vamos, Blaire. Es tiempo de conseguir bebidas gratis y hombres. Eres la compañera más sexy que he tenido. Esto deberá ser divertido. Sólo que no le digas a los chicos que tienes diecinueve. Diles a todos que tienes veintiuno —dijo Bethy. Mis manos se apretaron en puños mientras me senté de nuevo en la cabina que se había quedado vacía. —Está bien —dijo Blaire. No podría verla hacer esto. No sería capaz de mantenerme alejado. No miraría. No miraría. Ah, demonios, iba a mirar. Había empezado a girarme cuando una rubia se acercó a mí y se sentó en la mesa frente a mí. —Tú no encajas aquí —dijo ella, con un acento del sur, que era más grueso de lo habitual. Miré hacia atrás a Blaire. Estaba sonriéndole a un chico con rizos. Mierda. Sin embargo, se veía feliz. Él no la estaba tocando. Parecía que se divertía. Tenía que dejarla hacer esto. Si no necesitara conducir a casa, me emborracharía. Haría esto mucho más fácil de soportar. —¿Es tuya? —preguntó la chica, deslizando una pierna por encima de mi regazo. Me volví hacia ella. —No. Ella es... somos amigos —le expliqué. La rubia se inclinó hacia adelante, dándome un buen vistazo de sus grandes y compradas tetas. Era un hombre normal, por lo que no tuve ningún problema con eso. Buenas tetas eran agradables. Las suyas lo eran. Simplemente no estaba interesado. Tenía que vigilar a Blaire. —Está loca al irse para estar con alguien como él cuando tiene a alguien como tú esperando por ella —dijo la chica, moviendo su pierna más cerca de mí. Miré de nuevo a Blaire, que hablaba con el otro chico ahora. Bethy estaba con el del pelo rizado. Blaire parecía estar bien. Tuve que dejar de mirarla. —Ella, eh, nunca

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había estado en un bar antes. Está explorando las cosas —le dije, volviendo la atención hacia la rubia. La rubia movió su pierna hasta posar su tacón en el asiento junto a mí. Bajé la mirada para tener una vista directa a la falda. Bragas rojas. Agradable. Deslicé un dedo por su muslo antes de mover la falda hacia abajo. Ya que aquí toda la maldita barra podía ver... o Blaire. —Puede que quieras cerrarlas —dije, con una sonrisa para aliviar el rechazo. Ella se echó a reír, y se movió para levantarse y deslizarse a mi lado. —Tal vez si me siento aquí, tú puedes seguir centrándote en tu amiga, que parece estar pasándolo muy bien. Y si abro mis piernas, nadie más que tú y yo podemos ver —dijo, inclinándose hacia mí para que sus tetas se exhibieran de nuevo. Si pudiera conseguir realmente el deseo de jugar con esos juguetes que ella me mostraba, entonces tal vez no estaría tan desanimado. Pero no ser capaz de ver a Blaire me estaba poniendo nervioso. —Mira, eres caliente. No hay duda. Pero estoy aquí para mantener a mi amiga segura. Se trata de ella —le expliqué, cuando mis ojos encontraron a Blaire caminando hacia la pista de baile con el chico que había estado hablando. Su mano estaba en su espalda ahora. No la mía. Los celos eran dolorosos, y nunca los había experimentado antes. Pero, maldita sea, cuando se apoderan de ti, los sientes. Sabes jodidamente cómo son. —Mírala, ella está bailando. No está en absoluto preocupada por ti —dijo la rubia, presionándose más cerca de mí y deslizando su mano por mi pierna. Me agaché y la agarré antes de que se deslizara por encima de mi polla. Aunque yo no quería su mierda, mi maldita polla iba a reaccionar por la atención y darle una idea equivocada. Puse la mano de nuevo en su propio regazo. —Ella te tiene en sus manos, ¿verdad? Maldita sea. —La mujer miró a Blaire y se encogió de hombros—. Supongo que el ser joven y fresca es lo que hace a los hombres. Pero, ella no será siempre tan dulce y nueva. Entendía todo mal. La mayoría de las mujeres como ella lo hacía. No entendían que un hombre pudiera querer a alguien por algo más que su apariencia. Que no era siempre el sexo lo que lo hacía caer. Que a veces era algo más. Más... —Puedo hacer que te olvides de que existe —dijo la rubia, moviendo su boca a la mía. —Guau. —Le tomé la cabeza para detenerla. Yo no beso. Las bocas que no conocía habían estado en demasiadas pollas para contar—. No vayas allí, cariño. Lo

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siento, pero tienes razón. Ella me tiene en su mano. No me quiere de esa manera, pero tiene toda mi atención. Nadie más nunca se va a comparar. La mujer sacó su labio inferior en un puchero que parecía ridículo, a continuación, pasó la pierna a mi lado. Sin darse por vencida fácilmente. —Un beso. Sólo un beso realmente bueno —dijo ella, apoyándose en mí otra vez. Tuve que mantener su cuerpo de nuevo con fuerza otra vez. —No beso bocas que sé que han tenido en su interior a pollas que no sean la mía —le dije sin rodeos, sabiendo que la detendría. Se quedó inmóvil, y sus cejas se alzaron. —¿Quieres decir que sólo lo haces con vírgenes? —preguntó, incrédula. Me reí y sacudí la cabeza. —No. Quiero decir que yo no beso. Follo, pero yo no beso —le aclaré. Ella se echó hacia atrás y me miró. —¿En serio? ¿Y las chicas están de acuerdo con eso? Había empezado a responder cuando vi que la cita de Blaire estaba solo en la pista de baile. ¡Mierda! ¿Dónde estaba ella? —Muévete —le exigí, empujando a la mujer para que yo pudiera salir de la cabina—. ¡Ahora, maldita sea, muévete! —le grité. Ella se movió hacia atrás, mirándome, pero yo no tenía tiempo para explicaciones. Blaire se había ido, y yo no la vi salir. Se suponía que debía estar observándola. Apestaba en esto. Tenía que encontrarla. Su pareja de baile se dirigió hacia la puerta, pero una mujer se acercó a él y le distrajo. Me ocuparé de él más tarde si lo necesitase. Ahora mismo, iba a ver si Blaire había ido fuera.

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17 Traducido por Sandry Corregido por Aimetz Volkov

Mi corazón latía tan duro que el alivio, cuando la vi de pie fuera del bar, apoyada contra el edificio, hizo que mis rodillas se debilitaran. Se encontraba aquí. Estaba bien. —¿Blaire? —la llamé. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho defensivamente. No me sentía seguro de lo que pasó allí, pero si el paleto aspirante a vaquero se pasó de la raya, iba a arrancarle los brazos. —¿Sí? —respondió. Hubo un titubeo en su voz. Algo iba mal. No sonaba como ella. —No podía encontrarte. ¿Por qué estás aquí? Aquí no es seguro. —Estoy bien. Vuelve dentro y continúa con tu sesión de besos en nuestra mesa. —Estaba celosa. Mierda. Pero yo quería que estuviera celosa. Eso hizo que me atravesara una cálida trayectoria que se sentía muy mal, pero no podía evitarlo. Me gustaba saber que se hallaba celosa. A pesar no de haber ninguna razón para estarlo. —¿Por qué estás aquí afuera? —le pregunté, poco a poco dando otro paso hacia ella. —Porque quiero —dijo, lanzando una furiosa mirada en mi dirección. —La fiesta es adentro. ¿No es eso lo que querías? ¿Ir a un bar con hombres y bebidas? Te lo estás perdiendo aquí fuera. —Trataba de aligerar el ambiente. La expresión de su rostro, dijo que no funcionaba. Se hallaba realmente cabreada. ¿Todo esto porque pensaba que ligaba con la rubia en la cabina? —Aléjate, Rush —espetó. Bueno, mierda, se sentía enfadada conmigo. No hice nada. Fue ella la que bailó con el aspirante a vaquero. Di otro paso hacia ella. No conseguía verla con suficiente claridad en la oscuridad. —No. Quiero saber qué pasó. —Estaba molesta, y me costaba creer que todo era debido a la rubia en la cabina conmigo. Tenía que haber algo más. 95

Blaire puso sus dos manos sobre mi pecho y me empujó. —¿Quieres saber lo que pasó? Tú pasaste, Rush. Eso es lo que pasó. —Su voz estaba al borde de un grito. Se volteó y comenzó a alejarse. ¿Qué demonios? Extendí la mano y la agarré antes de que pudiera ir demasiado lejos. No permitiría dejar pasar esto. Se encontraba enojada, y no tenía ningún puto sentido. Toda esta ira, a pesar de que me vio con otras mujeres. Había estado bailando con otro hombre sólo unos minutos antes. ¿También cambió todo para ella? ¿Ahora todo esto no era por mí? Porque si quería más, entonces no iba a ser capaz de decirle que no. Superé eso. —¿Qué significa eso Blaire? —pregunté, pegando su espalda contra mi pecho. Se retorció en mis brazos, haciendo pequeños gruñidos frustrados. —Déjame. Ir. —Exigió. Ni lo sueñes. —No hasta que me digas cuál es tu problema —dije. Comenzó a retorcerse y a luchar contra mí con más fuerza, pero me aferré a ella con bastante facilidad. No pretendía hacerle daño, no obstante necesitaba entender lo que era malo. Ya sea porque la he molestado o aquel tipo en el bar lo había hecho. —No me gusta verte tocar a otras mujeres. Odio cuando otros hombres agarran mi culo. Quiero que seas tú quien me toque allí. Quien desea tocarme allí. Pero no lo haces, y tengo que lidiar con eso. ¡Ahora, déjame ir! No esperaba eso. Aprovechó el hecho de que me sorprendió muchísimo y se soltó de mi agarre, y luego se echó a correr. No estaba seguro donde pensaba que iba a la oscuridad por sí sola. Quería que la tocara... allí. Mierda. Me encontraba hundido. No lograba luchar contra esto. Lo necesitaba. Si quería ahorrarnos el dolor más tarde, podía dar la vuelta y volver a entrar. Pero, maldita sea, no pude encontrar la fuerza para luchar contra esta necesidad. La deseaba. La deseaba tan jodidamente mal que me disponía a hacer este trabajo. Negarme a mí mismo era una cosa, pero rechazar a Blaire era un asunto completamente distinto. No pensé acerca de ello. No pude. Simplemente actué por instinto. Fui tras ella. Una vez que llegué lo suficientemente cerca del Range Rover, hice clic en el botón de desbloqueo. La tocaría esta noche. Ahora mismo. Justo ahora, joder. Y era la cosa más estúpida que podía hacer. Para los dos. Pero simplemente ya no me importaba una mierda. Tomaría lo que quería. Lo que ella quería. —Entra, o te meteré —exigí.

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Sus ojos se abrieron como platos por la sorpresa, y se lanzó rápidamente en el asiento trasero. Su pequeño dulce culo estaba estirado en el aire, y mi pene estaba duro al instante. Dios, ¿por qué la deseo tanto? No debería hacer esto. Blaire era la única persona que no podía tener. No sabía nada sobre Nan y de su padre y de mí. Todo esto acabaría por destruirme. O quizás no. Tal vez ella me escucharía. Comprendería todo esto. Subí detrás de ella. —¿Qué estás haciendo? —preguntó. No le respondí, porque no tenía ni puta idea. La presioné contra el asiento y se me hizo la boca agua. La inocencia que se vertía fuera de ella era embriagadora. Ella era pura. No sólo con su cuerpo, sino también con sus pensamientos. No era rencorosa. No buscaba venganza. Confiaba en mí. Yo era el mayor cretino del mundo. Agarré sus caderas y la moví para que pudiera establecerme entre sus piernas. Necesitaba la conexión. La calidez. Blaire no luchó contra mí, sino que hizo exactamente lo que le pedí. Quería reclamarla. Completamente. Pero estaba mal. Demasiado se interponía entre nosotros. Cosas que ella nunca me perdonaría. Cosas que nunca entendería. Frenético, alcancé el borde de su camisa. —Quítatela —dije, mientras la levantaba sobre su cabeza y la arrojé en el asiento delantero. La perfecta piel suave de sus pechos se asomó fuera de la parte superior del sujetador de encaje que llevaba. Tenía que verlo todo. Quería probarlo todo—. Quiero que te quites todo, dulce Blaire —cogí el cierre del sujetador y rápidamente lo abrí, luego se deslizó por sus brazos. Era hermosa. Tenía que haberlo sabido. Pero viendo los duros pezones rosados contra su suave, cremosa piel, hizo darme cuenta de que no sería capaz de retroceder—. Esto es por lo que traté de mantenerme alejado. Esto, Blaire. No seré capaz de detenerlo. No ahora. Cuando alguien está sosteniendo un trozo de cielo, no puede sólo olvidarlo. Mi respiración se hacía difícil mientras la acercaba y bajaba mi cabeza para atrapar uno de esos pezones en mi boca y chuparlo, como me imaginé haciéndolo más de una vez. Blaire agarró mis hombros y gritó mi nombre, haciendo que cualquier control que pensé que sostenía se desvaneciera. Dejé su pezón libre de mi boca para que pudiera sacar mi lengua y dejar que viera la barra de plata que había estado tan interesada en que se moviera rápidamente sobre su piel. —Sabes a caramelo. Las chicas no deberían saber tan dulce. Es peligroso —le dije, y luego acaricie mi nariz a lo largo de su cuello e inhalé profundamente—. Y hueles increíble. Nada volvería a oler tan bien como Blaire. Nada. Su boca permanecía ligeramente abierta, y tomó rápidamente pequeñas respiraciones mientras cogía sus pechos con mis manos. Esa boca y esos labios. No pude conseguir que se fueran de mi 97

cabeza. Besar siempre había sido algo que no hacia fácilmente. Pero con Blaire, era todo en lo que podía pensar. Sabía tan dulce y limpia. Su boca era mía y sólo mía cuando besé sus labios. Tirando de sus pezones, me burlé de ella, y gimió en mi boca. Sus pequeñas manos se deslizaron bajo mi camisa y comenzó a explorar mi estómago. Pasaba un montón de tiempo en mis abdominales, provocando que una sonrisa se estirara de mis labios. A mi chica le gusta mi estómago. Le daría un mejor acceso si eso era lo que quería. Tomé mi camisa con una mano, sacándola por encima de mi cabeza, y la tiré lejos, y luego volví enseguida de nuevo a besar esos ahora hinchados labios. Me encantó la forma en que se sentían contra los míos. Blaire arqueó su espalda, frotando sus pechos contra mi pecho ahora desnudo, y tuve que aspirar para recuperar el aliento. Mierda, eso se sintió bien. Era tan simple, pero fue increíble, porque era Blaire. Todo con ella se sentía como si fuera nuevo. No quiero perderme nada de eso. Quería sumergirme en cada gemido y grito de sus labios. La envolví en mis brazos y la apreté contra mí, y arañaba suavemente mi espalda mientras un sonido emocionado salió de su boca. —Dulce Blaire —dije, y me liberé de su boca lo suficiente como atrapar su labio inferior en mi boca para que pudiera chuparlo. Me encantó lo lleno que estaba. Podría pasar horas sólo con su boca. Pero se contoneaba debajo de mí y abriendo más las piernas. Buscando, y sabía exactamente lo que quería, aunque no estaba seguro. Quería tomarme mi tiempo y cuidar de ella, pero su pequeño cuerpo sexy se estaba poniendo necesitado y moviéndose frenéticamente debajo de mí. Le toqué la rodilla, y saltó por mi toque y luego se calmó. Poco a poco, pasé mi mano por su muslo, dándole tiempo para detenerme si esto era demasiado rápido. Sus piernas se abrieron completamente, como si me ofreciera una invitación, y el olor de su calor me golpeó. Mierda, eso era bueno. Muy, muy, muy bueno. Aspiré profundamente antes de mover un dedo a lo largo de la tela húmeda de sus bragas. Blaire se sacudió contra mi toque y dejó escapar un pequeño gemido. Dios, ¿cómo sería capaz de controlarme a mí mismo? Esto era demasiado. Olía muy bien, y sus sonidos... joder, eran calientes. —Tranquila. Sólo quiero ver si aquí abajo es tan jodidamente dulce como el resto de ti —dije, y temblaba en mis brazos. No quería que me detuviera. El temblor y la mirada desesperada en sus ojos me hicieron saber todo lo que necesitaba saber. Le sostuve la mirada y la respiración mientras deslicé un dedo dentro del satén y sentí la humedad allí, esperándome. 98

—Rush —dijo con voz desesperada en lo que apretaba mi hombro. —Shhh, está bien —dije. Pero, ¿lo era? Joder, estaba empapada, y el olor era embriagador. Todo el maldito coche olía como la excitación de Blaire. Me hallaba tan cerca de correrme en mis pantalones vaqueros que eran ridículo. Ni siquiera me había tocado. Enterré mi cabeza en su cuello y traté de oler el dulce aroma de su piel y conseguir un poco de control. Su excitación estaba a punto de matarme. —Esto es jodidamente difícil —dije. Luego mudé mi dedo a través de su caliente y pulida abertura, y se resistió debajo de mí y gritó mi nombre. Mierda. Oh, mierda. Mierda. Yo jadeaba. No podía respirar. Moví mi dedo y me deslicé dentro de la opresión esperarme, y su cuerpo me apretó, chupando mi dedo dentro. —Mierda. Madre del maldito infierno. Húmeda, caliente... tan jodidamente caliente. Y Jesús, estás tan apretada —Mis palabras sonaron tan fuera de control como me sentía. Nada debería ser tan jodidamente increíble. —Rush. Por favor —suplicó—. Necesito... —no terminó su pensamiento, porque era tan condenadamente inocente que no sabía lo que necesitaba. Dios, me tenía. Eso fue todo. Me tenía. No podía dejarla ir. No ahora. Estaba poseído. Me dio un beso en la barbilla, mientras echó la cabeza hacia atrás y se arqueó hacia mí. —Sé lo que necesitas. Es sólo que no estoy seguro de que pueda manejar el verte teniéndolo. Me tienes excitado de muchas maneras, chica. Estoy tratando de ser un buen chico. No puedo perder el control en la parte trasera de un maldito auto. Negó con la cabeza frenéticamente. —Por favor, no seas bueno. Por favor. No me jodas. —Mierda, nena. Basta. Voy a explotar. Te daré tu liberación, pero cuando finalmente me entierre dentro de ti por primera vez, no vas a estar tendida en la parte trasera de mi auto. Estarás en mi cama. —No voy a hacérselo en la parte trasera de este coche. Era demasiado malditamente preciosa para eso. Moví mi mano y deslicé mi dedo pulgar sobre su clítoris para frotarlo suavemente mientras deslizaba mi dedo dentro y fuera de su golosa entrada. Comenzó a arañarme y a jadear mi nombre. La mendicidad estaba a punto de matarme. Todo en lo que podía pensar era en lo que se sentiría al estar enterrado en el interior de este cielo y tenerla rogando por su liberación. Joder, iba a correrme. —Eso es. Córrete para mí, dulce Blaire. Córrete en mi mano, y déjame sentirlo. Quiero verte —No estaba seguro de si entendía lo que le pedía, pero no podía estar callado. 99

—¡RUUUUUUSH! —gritó mi nombre y comenzó a montar mi mano mientras se sacudía y temblaba. Sus manos me agarraron como si pensara que se estaba cayendo. La abracé mientras coreaba mi nombre. Mi mundo explotó e incliné mi cabeza para respirar en ella mientras me estremecía, incapaz de creer lo que acababa de suceder. —Ahhhh, sí. Eso es. Mierda, sí. Eres tan hermosa —dije, mientras dejaba que las olas de placer me inundaran. Comenzó a ceder su dominio sobre mí mientras una lánguida y dulce sonrisa tocó sus labios. Quité mi mano de entre sus piernas y disfruté de su olor, antes de introducir el dedo en mi boca y probándola. Ella sabía aún mejor de lo que me esperaba. ¿Era siquiera jodidamente posible? Las pestañas de Blaire revolotearon, y abrió los ojos para mirarme. Pude ver el momento en que se dio cuenta exactamente por qué tenía mi dedo en mi boca. La mirada de asombro fue seguida por mejillas rosadas. Gritó mi nombre y deshecho en mi regazo, pero la vista de mí chupando mi dedo la hizo ruborizarse. —Tenía razón. Eres tan dulce en ese pequeño y caliente coño tuyo como lo eres en todas partes —Le dije, sólo para ver si sus ojos pudieran estar más grandes. Los cerró con fuerza, incapaz de mirarme. Me eché a reír. Era perfecta. —Oh, vamos, dulce Blaire. Acabas de correrte toda salvaje y sexy sobre mi mano e incluso dejaste marcas de arañazos en mi espalda para probarlo. No te pongas tímida conmigo ahora. Porque, nena, antes de que termine la noche, estarás desnuda en mi cama —Y quería decir eso. La quería en mi cama. Y si incluso pudiera ser mejor, no la dejaría salir. Echó un vistazo hacia mí, y el interés en sus ojos hizo que me mordiera un gemido. No haría nada en este maldito coche. Era demasiado buena para un auto. Quería darle lo mejor de todo. Eso incluyó la mejor de las relaciones sexuales. —Déjame vestirte, entonces iré a buscar a Bethy y ver si necesita un aventón o si encontró un vaquero que la lleve a casa —dije. Estiró su cuerpo fuera como un gato, y apreté mis puños para no agarrarla y reclamar su boca de nuevo. —Está bien —concordó. —Si no estuviera tan duro como una maldita roca ahora mismo, consideraría quedarme justo aquí y disfrutar esa pequeña mirada satisfecha y somnolienta en tus ojos. Me gusta saber que la puse allí. Pero necesito un poco más —le susurré al oído. Se tensó, luego de apoyó suavemente hacia atrás contra mí. Maldita sea, tenía que‖ponerle‖la‖ropa…‖y‖r{pido.

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18 Traducido por Beatrix Corregido por NnancyC

Yo alcancé su sujetador y me concentré en vestirla. Presioné un beso en su hombro antes de cubrirlo con su camisa. Me dejó ponerle el sujetador y la camisa sin protestar, y el hombre de las cavernas en mí se golpeaba el pecho. Me encantaba cuidar de ella, y que me lo permitiera sólo me hizo enloquecer un poco más en lo que a ella concernía. —Preferiría que te quedaras aquí, mientras voy a encontrar a Bethy. Tienes esa mirada de muy satisfecha en tu cara, y en serio es sexy. No quiero acabar en una pelea —le dije una vez que la cubrí de nuevo. —Vine aquí con Bethy porque trataba de animarla a no dormir por ahí con chicos que nunca la verían por más que un momento de diversión. Entonces, viniste con nosotras, y ahora aquí estoy, en el asiento trasero de tu coche. Siento que le debo una explicación —dijo, pareciendo preocupada. Asumí que Bethy trataba de arruinar a Blaire, pero Blaire fue la que invitó a Bethy. Interesante. Mi dulce Blaire trataba de salvar al mundo de sí mismo. Nunca nadie la salvó a ella. Hasta ahora. Maldita sea, hora de que alguien le mostrara cuán especial era. Me observaba con nerviosismo. ¿Pensó que hizo lo que trataba de evitar que Bethy hiciera? Seguramente entendió que esto era diferente. —Estoy tratando de decidir si querías decirlo para que sonara como si estuvieras haciendo lo que la animaste a no hacer —dije, mientras me movía sobre ella y deslizaba una mano en su cabello—. Porque he tenido una probada y no estoy compartiendo. Esto no es sólo por diversión. Puede que sea un poco adicto. —Esto no era nada parecido a lo que intentaba que Bethy dejara de hacer. Nunca hubiera tocado a Blaire si no hubiera estado seguro de que la reclamaba como mía. No habría nadie más tocándola.

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Me incliné y besé esos labios que me encantaban tanto. Probar su labio inferior con la punta de mi lengua se convirtió en una de mis cosas favoritas para hacer. Siempre se estremecía cuando lo hacía, y el sabor era siempre delicioso. —Mmm, sí. Quédate aquí. Voy a traer a Bethy para que hable contigo —susurré contra su boca. Asintió, pero no dijo nada más. Me aparté de su calor y abrí la puerta para salir. Tenía que encontrar a Bethy y llevarnos a casa. Quería a Blaire en mi habitación. En mi cama. Quería más de lo que acabábamos de tener. Podría arreglar el pasado. Podría hacerlo correcto. Haría lo que es debido por Blaire. Tenía que hacerlo. No podía perder esto. De vuelta en el bar, busqué y encontré a Bethy con un tipo, tomando un chupito de algo que no se parecía a otra bebida de chicas. Genial. No quería que una Bethy borracha obstaculizara mis planes. Blaire no podía arreglar lo que estuvo estropeado durante años. En otro tiempo, Bethy fue diferente. La recordaba cuando era más joven. La vi con Tripp una vez. Fueron amigos, creo, pero luego él se escapó, y la siguiente vez que vi a Bethy se encontraba debajo de un tipo cuyo padre poseía condominios a lo largo de la costa del Golfo. Comenzó a follar a los mocosos con fondos fiduciarios desde entonces. Su mirada se posó en mí, y le hice señas para que me encontrara afuera, luego giré y salí hacia la noche. Miré en la dirección de mi Range Rover y me aseguré de que Blaire seguía a salvo en el interior. —Ustedes dos desaparecieron —dijo Bethy, arrastrando la voz y con una gran sonrisa en el rostro. Me volví para verla caminando hacia mí. Luego se tropezó, y tuve que extender la mano y agarrarla antes de que plantara su cara en el pavimento—. Oops. —Se rio tontamente, quedando lánguida en mis brazos—. No puedo sentir mis pies —dijo a través de su risa. No iba a ser capaz de dejarla aquí. —Parece que te llevaré a casa ahora, también —le dije, y la puse de pie con la espalda recta. —¿Qué? No, no, no, no. No me quiero ir todavía —dijo, agitando un dedo en mi dirección—. Blaire tiene que venir a ver los nuevos vaqueros que encontré. Les encantaran. Me tensé y le di un tirón hacia el coche. —Blaire ya no está interesada en los vaqueros. ¿Entiendes eso? No más chicos para Blaire. Va a volver a casa conmigo —le dije con rabia.

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Bethy se detuvo y se tambaleó, luego me miró, sus ojos redondos con la comprensión. —Vive en tu casa. ¿Te refieres a casa a su habitación o a casa a tu habitación? —preguntó, eructó y se tapó la boca. —Mi habitación. Vamos —dije, haciéndola caminar de nuevo. —Oh, mierda —dijo Bethy en un intento alto de un susurro—.‖Tú…‖oh,‖mierda,‖ Rush, no puedes follarla. No es... Creo que es virgen —susurraba Bethy en voz lo suficiente alta para que toda la zona de aparcamiento la escuchara. —Cállate, Bethy —gruñí, y abrí la puerta del coche para ella—. Quiere ir a casa, conmigo. Pero primero, quiere hablar contigo. —No era así como quería pasar el viaje de regreso a Rosemary Beach. Esperaba poder hablar con Blaire. Ahora teníamos una Bethy borracha hablando de la virginidad de Blaire. Mierda. —Bueno, mírate. Haciéndolo con la cosa más caliente de Rosemary en la parte trasera de su Range Rover. Y pensaba que querías un hombre de clase trabajadora —le dijo Bethy a Blaire. —Súbete, Bethy, antes de que deje tu culo aquí afuera —ordené, deseando poder callarla de una puta vez. —No me quiero ir. Me gusta Earl, ¿o se llamaba Kevin? No, espera, ¿qué pasó con‖Nash?‖Lo‖perdí…‖creo.‖—murmuró Bethy, subiéndose en el interior torpemente. —¿Quiénes son Earl y Kevin? —preguntó Blaire. Bethy buscó algo para agarrar, luego cayó de espaldas sobre el asiento y casi encima de Blaire. —Earl está casado. Dijo que no lo estaba, pero lo está. Me di cuenta. Los casados siempre tienen el olor sobre ellos. Cerré la puerta de Bethy y luego caminé alrededor para sacar a Blaire del asiento trasero. Iba a ir al frente conmigo. Abrí la puerta de un tirón y le tendí la mano. —No trates de darle sentido a todo lo que dice. La encontré en el bar terminando una ronda de seis chupitos de tequila que el casado Earl le compró. Está destrozada. —Quería aclarar cualquier cosa de lo que Bethy dijo o iba a decir que podría disgustar a Blaire. Blaire deslizó su mano en la mía, y la apreté para tranquilizarla. —No hay necesidad de explicarle nada esta noche. No lo recordará por la mañana —le dije a Blaire. Se preocupaba por aclarar las cosas con Bethy, y Bethy hacía exactamente lo de siempre, sólo que sin los fondos fiduciarios. Ayudé a Blaire a bajar, luego la presioné contra mí y cerré la puerta, dejando a Bethy adentro. —Quiero saborear esos dulces labios, pero voy a negármelos. Tenemos 103

que llegar a su casa antes de que se enferme —dije, no queriendo que esto estropeara lo que acababa de pasar con nosotros. Blaire asintió, mirándome con esos ojos confiados. Nunca quería fallarle a esa cara. —Pero lo que dije antes. Lo dije en serio. Te quiero en mi cama esta noche —le recordé, en caso de que fuera posible que lo hubiera olvidado. Asintió de nuevo. Puse una mano en su espalda baja y caminé junto a ella hasta la puerta del pasajero. Ya no iba a fingir que éramos amigos. No éramos amigos. Nunca lo fuimos. Era más que eso. Con Blaire, siempre había más. —A la mierda lo de ser amigos —le dije, antes de tomar su cintura y levantarla para ponerla en el asiento. Era alto, y yo quería una razón para tocarla. Cerré la puerta y caminé alrededor para subir, y la sonrisa en su rostro me calentó por dentro—. ¿Por qué la sonrisa? —pregunté, con la esperanza de haberla puesto allí. Se encogió de hombros y se mordió el labio inferior. —“A‖ la‖ mierda‖ lo‖ de‖ ser‖ amigos”.‖Me‖hizo‖reír. Me eché a reír. Bueno, yo puse esa sonrisa allí. También la hice reír. ¿Por qué se sentía como si acabara de solucionar el hambre en el mundo? —Sé algo que no sabes. Sí, lo sé. Sí, lo sé —empezó a corear Bethy con una voz cantarina de ebriedad. No la quería distrayéndonos. Arruinando esto. Era mi tiempo con Blaire, y deseaba eso. ¿Por qué no podía simplemente desmayarse o algo así? Blaire se removió en su asiento para mirar hacia atrás a Bethy. —Sé algo —susurró Bethy en voz alta como estuvo haciendo fuera. —Escuché eso —dijo Blaire. —Es‖un‖gran‖secreto.‖Uno‖enorme…‖y‖lo‖sé.‖No‖debo,‖pero‖lo‖sé.‖Sé‖algo‖que‖tú‖ no sabes. No lo sabes. No lo sabes —comenzó a cantar de nuevo. Sabía un secreto. Un nudo retorcido se formó en mi estómago. Yo tenía secretos. ¿Ella conocía mis secretos? ¿Conocía lo que Blaire no sabía? ¿Cómo podría tener a Blaire si Bethy le contara antes de que pudiera arreglarlo? —Es suficiente, Bethy —advertí. Blaire se dio la vuelta, y me di cuenta que la sorprendí. Sólo quería que Bethy se callara. No quería escuchar ningún secreto que conocía. Extendí y deslicé una mano sobre la de Blaire. Necesitaba tranquilizarla, pero ahora mismo no podía mirarla. El pánico en mi garganta se hacía cargo.

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Bethy no podía saber. ¿Cierto? Nadie lo sabía. ¿Nan se lo contó a alguien? Joder. No podía dejar que esto se descubriera. Tenía que arreglar esto. Blaire me necesitaba. No podía perderla. —Ese fue el mejor momento, de siempre. Me gustan los muchachos trabajadores. Son muy divertidos —comenzó a balbucear Bethy de nuevo—. Deberías haber mirado alrededor por algunos más, Blaire. Hubiera sido más inteligente de tu parte. Rush es una mala idea. Porque siempre habrá una Nan. ¡Jodido infierno! Sabía algo. No. No podría saber. No la verdad. Moví mi mano de Blaire para agarrar el volante. Necesitaba pensar, y echar el culo borracho de Bethy fuera del coche no era una opción. Blaire nunca me perdonaría por eso. —¿Es Nan tu hermana? —preguntó Blaire. La confusión en su voz me hizo hacer una mueca de dolor. Cuestionaba mi relación con Nan. Si sólo supiera la verdad. No la tendría a ella. No estaría aquí. Me limité a asentir. No pude decir nada más. Tenía la garganta pastosa. —Entonces, ¿qué significa lo que dijo Bethy? ¿Cómo dormir juntos le afectaría a Nan? ¿Cómo respondía a eso? No sabía lo que Bethy se enteró exactamente, pero no podía decirle la verdad a Blaire. No descubrí cómo arreglar el pasado. Cómo hacer que Blaire no me dejara cuando averiguara la verdad. Iba a seguir haciéndome preguntas. Tuve que detenerla. No podía decirle nada. No ahora. —Nan‖es‖mi‖hermana‖menor.‖No…‖No‖puedo‖hablar‖de‖ella‖contigo. El cuerpo de Blaire se puso rígido. La tensión en el coche era dominante. Tenía que haber una manera de salir de esto. Blaire confiaba en mí. Anhelaba esa confianza. Anhelaba merecerla. Bethy no pude enterarse. No lo sabría. Nan nunca le dijo nada a nadie. Era un secreto que mantuvo oculto. Yo exageraba. Los ronquidos de Bethy llenaron el coche, y Blaire fijó su mirada en la carretera. Ninguno de los dos dijo nada. No quería que Bethy despertara y dijera cualquier cosa. Estaba mejor inconsciente. Para mí era más seguro de esa manera. Mis secretos permanecían más seguros. La distancia entre Blaire y yo parecía crecer a cada segundo, y lo odiaba. La quería en mis brazos otra vez. La quería gritando mi nombre. No quería este muro entre nosotros.

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Cuando llegué a la oficina, no le pregunté a Blaire si aquí era dónde necesitábamos dejar a Bethy. No podía decirle nada. Me aterrorizaba que ella supiera. ¿Se sentó allí y lo resolvió todo? Sacudí a Bethy lo suficiente para despertarla y ayudarla a salir del coche. Empezó a murmurar que su padre la mataría y que quería dormir en la oficina. Me sentía bastante seguro de que su tía Darla le patearía el culo en la mañana, pero eso no era mi problema. Saqué la llave del bolso de Bethy y abrí la puerta, luego la llevé adentro. El sofá de cuero grande estaba cerca de la puerta, gracias a Dios, porque Bethy apestaba a tequila barato, y no pretendía estar sosteniéndola en brazos cuando empezara a vomitar. La dejé caer en el sofá. —Acuéstate —le indiqué. Agarré el bote de basura más cercano y lo coloqué junto a su cabeza—. Vomita en esto. Consigues esa mierda en el suelo, y Darla estará aún más enojada. Bethy gimió y se dio la vuelta. Fui a salir. Justo cuando abrí la puerta, la voz de Bethy me detuvo. —No voy a decirle sobre el papá de Nan. Pero tienes que decírselo. —Se veía triste y sus ojos vidriosos se encontraron con los míos. Se enteró quién era el papá de Nan. Mierda. —Lo haré. Cuando llegue el momento —le dije. —No esperes demasiado tiempo —dijo, y cerró los ojos. Su boca se abrió con un suave ronquido. Bloqueé la puerta y la cerré con fuerza detrás de mí. Ella tenía razón. Tenía que arreglar esto antes de que fuera demasiado tarde.

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19 Traducido por Yure8 Corregido por Amélie.

—Tú habitación está arriba ahora. —Le recordé una vez que entró en la casa y se dirigió a la cocina. Todavía no habíamos hablado. No estaba seguro de qué decirle o incluso la forma de hablarle ahora. Se detuvo, luego dio media vuelta y se dirigió a las escaleras. No podía dejarla ir así. —Traté de mantenerme lejos de ti. —dije. Se detuvo y se volvió para mirarme. El dolor en sus ojos era demasiado. No quería hacerle daño. Sin embargo, yo sería su mayor angustia. Me odiaba a mí mismo. Odiaba lo que yo era, quién era. —Esa primera noche, traté de deshacerme de ti. No porque no me gustaras. —Me reí amargamente ante la verdad—. Sino porque lo sabía. Sabía que te meterías debajo de mi piel. Sabía que no sería capaz de mantenerme alejado. Tal vez entonces te odié un poco a causa de la debilidad que serías capaz de encontrar en mí. —Supe desde el primer momento que ella era un problema. Me rompería. Pero no supe que me poseería. —¿Qué es lo que está tan mal de que te sientas atraído por mí? —preguntó, una lágrima brillando en el rabillo de su ojo. Mierda. Odiaba saber que no entendía. —Porque no sabes todo, y no puedo contarte. No puedo contarte los secretos de Nan. Son suyos. La amo, Blaire. La he amado y protegido toda mi vida. Es mi hermana pequeña. Es lo que hago. A pesar de que te quiero como no he querido ninguna otra cosa en mi vida, no puedo contarte los secretos de Nan. —Si ella solo pudiera tomar eso como su respuesta y darme tiempo. Todas las cosas que hice tenían que ser corregidas. Tenía que haber una manera de corregir los errores. —Puedo entender eso. Está bien. No debería haber preguntado. Lo siento. —dijo con una voz suave. Ella quería decir eso. Estaba jodidamente disculpándose. A mí—. Buenas noches, Rush. —dijo, se volvió y me dejó allí. 107

La deje ir. Me decía que estaba bien tener mis secretos, pero también que no podía tenerla. ¿Cómo haría esto? La sentí en mis brazos. Sabía lo que su sonrisa podía hacerme y cómo la forma en que me miraba controlaba mi maldito humor. Era como si se hubiera convertido en el sol, y yo había comenzado a girar alrededor de ella. Era mi centro. Sin embargo, yo era la razón por la que vivió en el infierno. Le di a su padre un lugar para correr. Fui a él cuando él estaba débil y necesitaba estar con su hija y su esposa. Le había dado otro lugar para ir. Otra vida para entrar. Otra hija para reclamar y otra familia para pertenecer. Y él la dejó. Completamente sola. Si sólo me hubiera importado lo suficiente para averiguar a quién le estaba tomando. . . pero no me importó. Sólo quise dar a Nan lo que tanto deseaba. No pensé en nadie más. Sólo Nan. Siempre era Nan. O había sido. No lo era más. No podía ignorar la verdad. La felicidad y la seguridad de Blaire significaban mucho para mí. La protección de Nan ya no era mi primera prioridad. Blaire estaba tomando ese lugar. Se trasladó directamente en mi vida y lo cambió todo. Debería odiarla por eso. Pero no podía. Nunca la odiaría. Eso era imposible. Subí las escaleras y me detuve ante la puerta de la habitación donde estaba ahora escondida. La quería en mi cama esta noche. Pero sabiendo que estaba durmiendo en lujo, significaba que sería capaz de descansar mejor. El pesar en mi pecho sería mi única compañera en la cama esta noche. El sonido de un timbre del teléfono irrumpió a través de la dulce oscuridad, y me obligó a abrir los ojos para llegar al sonido infractor. Había permanecido despierto la mayor parte de la noche. Por supuesto, ahora que finalmente me había quedado dormido, mi maldito teléfono tenía que sonar. Agarrándolo, noté el sol a través de las persianas. Era más tarde de lo que pensaba. Tal vez estuve dormido durante más tiempo de lo que pensaba. —Hola. —Gruñí en el teléfono. —¿Todavía estás dormido? —La molesta voz de Woods no mejoró mi humor. —¿Qué quieres? —Le pregunté. No era asunto suyo si todavía estaba dormido. —Se trata de tu hermana. —dijo. Me senté en la cama y froté el sueño de mis ojos. No estaba de humor para despertar y hacer frente a los problemas de Nan. Tenía los míos. —¿Qué? —Ladré.

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—Si le habla a Blaire o cualquiera de mis otros empleados con falta de respeto, me aseguraré de retirar su afiliación. Puede que no te importe que sea una mocosa malcriada, pero cuando su veneno causa una escena y avergüenza a la mejor camarera que hemos tenido en el comedor en el mes, entonces se convierte en un problema. ¿Blaire? ¿Qué? —¿Qué estás diciendo? ¿Nan le hizo algo a Blaire? ¿O a una de tus camareros? Estoy confundido. —Blaire es uno de mis camareros. La trasladé al comedor la semana pasada. Y la perra de tu hermana la llamó basura blanca y exigió que la despidiera hoy. Delante de todos. —La voz de Woods fue cada vez más fuerte. Él estaba enojado pero nada cerca del nivel de enojado con el que yo estaba tratando—. Me doy cuenta de que no te importa Blaire. Es obvio por el hecho de que está durmiendo en tu maldita despensa. Pero ella es especial. Trabaja mucho, y todos la quieren. No voy a permitir que Nan la lastime. ¿Me entiendes? No me gustaba Woods diciendo que Blaire era especial. Joder, sabía que era especial, y él tenía dejar de entrometerse. ¿Y por qué la trasladó dentro del campo de golf? ¿La quería cerca de él? ¿Era eso? Por mucho que quisiera aliviarme de que estaba fuera del calor, la idea de que la trasladó dentro para estar cerca de él me enfureció. Y Nan. Joder. Me empujó demasiado lejos. Iba a tener que lidiar con ella. No estaba bien con ella hablándole a Blaire de esa manera, tampoco. Nadie iba a insultar a Blaire. Nunca. Otro problema que tenía que corregir. Otra cosa que era mi culpa. —Me. Entiendes. —La voz de Woods me recordó que no le había respondido. Si no fuera por el hecho de que él estaba enfadado por cómo fue tratada Blaire, le habría recordado a quién exactamente le estaba hablando. Pero sólo por esta vez, iba a permitir que se enfadara conmigo. Porque él estaba en lo cierto. Esto era mi culpa. Mi hermana se convirtió en el monstruo había creado. —No la tengo más en la despensa. La trasladé a una habitación. Me encargaré de Nan. —Le dije, luego, decidí que también necesitaba entender algo más—. Blaire es mía. No la toques. Te mataré. ¿Me entiendes? Woods dejó escapar una risa sin humor. —Sí. Lo que sea, Finlay, no estoy asustado de tus amenazas. La única razón por la que no tocaré a Blaire es porque no me quiere. Es jodidamente obvio a quien quiere. Así que cálmate de una maldita vez. La has tenido desde el principio. Sin embargo, estás seguro como el infierno que no la mereces. —dijo, y luego colgó. Woods, pensaba que me quería. Dios, esperaba que tuviera razón. Me levanté y llamé a Nan. —Hola. —dijo en un tono molesto. 109

—¿Dónde estás?—Pregunté mientras me dirigía al baño. —En el Club. Estoy jugando al tenis en diez minutos. —respondió. Me tomaría treinta minutos ducharme y tomar un poco de café. —Mi casa, treinta minutos. —dije, y colgué, sin esperar a que discutiera. Sabía que no debía hacerme enojar, y no tenía duda de que sabía exactamente de qué se trataba. Me aseguraré de que mi hermana deje tranquila a Blaire. Luego conseguiré un teléfono para Blaire. Necesitaba un maldito teléfono. Quería asegurarme de que estaba bien cuando no sabía dónde estaba. Y cocinaría para ella. Quería verla comer. Quería darle de comer. Compensar lo mal que jodí las cosas antes. Además, no la quiero durmiendo en esa habitación esta noche. La quería en la mía.

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20 Traducido por Jasiel Odair Corregido por Niki

Me encontraba de pie en el balcón, cuando oí la voz de Nan desde el interior. — ¿Dónde estás? —gritó. Ella no estaba feliz de estar aquí. Bien. No estaría feliz de eso cuando terminara con ella. Entré en la sala de estar cuando ella llegó vestida con su falda de tenis y luciendo enojada. Esperaba que se enojara, pero me molestaba que pensara que tenía el derecho a estarlo. Después de la forma en que trató a Blaire, ¿en serio pensaba que no la reprendería? —Arruinaste mis planes. Más vale que sea bueno —dijo bruscamente. Puse mi taza de café en la mesa más cercana y volví a mirar a mi hermana. — Vamos a dejar esto claro, porque necesitas recordarlo. A menos que quieras conseguir un trabajo y pagar por toda tu mierda, tengo voz y voto en cómo actúas. Te he dejado actuar como una niña la mayor parte de tu vida, porque te amo. Sé que la vida con mam{‖ fue‖ injusta‖ para‖ ti.‖ Pero‖ no…‖ —Me detuve y di un paso hacia ella nivelando nuestras miradas para que pudiera ver lo serio que era—. No permitiré que le hagas daño a Blaire. Nunca. Ella no te ha hecho nada. La culpas por la pobre excusa de padre que tienes. Blaire es víctima de ese hombre tanto como tú. Así que no le hables como lo hiciste hoy nunca más. Te lo juro, Nan, te quiero, pero no voy a dejar que le hagas daño. No me pruebes. Los ojos de Nan se abrieron con sorpresa, y las lágrimas falsas a las que estaba acostumbrado inmediatamente brillaron en sus ojos. —La estás eligiendo sobre mí. ¿La est{s…‖la‖est{s‖follando?‖Eso‖es,‖¿no‖es‖así?‖¡La‖pequeña‖zorra! Estuve en su cara tan rápido que se tambaleó hacia atrás. Extendí la mano, le agarré el brazo para evitar que se cayera y la sacudí. —No lo digas. Lo juro por Dios, Nan, vas a empujarme demasiado lejos. Piensa antes de hablar. Se sorbió la nariz y dejó que las lágrimas que podía derramar como un maldito grifo corrieran por su rostro. Odiaba hacerla llorar. El nudo enfermo que me salía en el estómago cuando alguien hería a Nan se empezaba a formarse. —Soy…‖ soy‖ tu‖ 111

hermana.‖ ¿Cómo‖ pudiste‖ hacerme‖ esto?‖ Yo‖ era…‖ ¿Sabes‖ lo‖ que‖ hizo?‖ ¿Quién‖ es‖ ella?‖ ¡Ella lo mantuvo lejos de mí! Mi padre, Rush. He vivido esta vida porque no lo tuve. — Lloraba ahora y sacudía la cabeza, como si no pudiera creer que yo olvidara todo eso. Ella nunca vería la verdad. Estaba decidida a culpar y odiar a alguien, pero se negaba a odiar a la persona que se lo merecía más. —Blaire era una niña. No te hizo nada. No podía evitar nacer. No tenía ni idea de que existías. ¿Por qué no puedes verlo? ¿Por qué no puedes ver la clase honesta y trabajadora que es tu hermana? ¡Nadie puede odiarla! ¡Es jodidamente perfecta! —No‖ la…‖ —Me señaló con el dedo, con horror en su rostro—. ¡No la llames mi hermana! —gritó histéricamente. Suspirando, me senté en el sofá y sostuve mi cabeza en mis manos. Nan era tan testaruda. —Nan, comparten un padre. Eso la hace tu hermana —le recordé. —No. No me importa. No me importa. La odio. Es manipuladora, y falsa. Está usando el sexo para controlarte. Me tiré en el respaldo de mi asiento. —¡No la he follado, así que no digas eso! Para de acusarla por una mierda de la que no sabes nada. Blaire no es una puta. Es virgen, Nan. Una virgen. ¿Quieres saber por qué es virgen? Porque pasó sus años de adolescencia cuidando a su madre enferma mientras atendía el hogar e iba a la escuela. No tuvo tiempo de ser una chica. No tuvo tiempo para ser algo salvaje. Su padre la abandonó por ti. Así que si alguien debe odiar a alguien, ella debería odiarte a ti. Nan enderezó la espalda, sus lágrimas ya secas. Lo que hizo esto más fácil para mí. Era todo lo que Nan tenía en el mundo, y lo sabía. No quería que pensara que la había abandonado. Ella siempre sería mi hermana pequeña. Pero era una adulta ahora, y ya era hora de que comenzara a actuar como tal. —Y a ti. Debería odiarte, también — dijo Nan, luego se giró y se dirigió a la puerta. No la llamé de regreso. Estaba demasiado cansado como para enfrentarla más por hoy. Confiaba en que dejaría a Blaire en paz por ahora. *** Pasé el resto del día sacando las palabras de Nan de mi cabeza. Me centré en conseguirle a Blaire un teléfono y luego comprar las cosas que necesitaba para hacer la comida. Una buena. Algo para impresionarla y hacerla hablarme. Perdonarme por rechazarla completamente la última noche. Sabía que no aceptaría el teléfono de mí, así que le dejé una nota en su camioneta diciéndole que era de su padre. Odiaba darle a ese estúpido cabrón algún crédito, pero quería que Blaire aceptara el teléfono. Ella debía tener un teléfono para mi salud mental. Si la iba a mantener a salvo, entonces lo necesitaba. 112

Mirando la hora, me di cuenta de que era más que probable que estuviera en su camioneta ahora. Cogí mi teléfono y marqué su número, lo había guardado en mi teléfono. —Hola —dijo en voz baja. Podía oír la confusión en su voz. ¿Acaso no leyó la nota? —Veo que tienes el teléfono. ¿Te gusta? —le pregunté. —Sí, es muy bonito. Pero, ¿por qué papá quiere que lo tenga? —preguntó. Por eso estaba confundida. No esperaba que el hijo de puta egoísta hiciera cualquier cosa por ella así. No era una idiota. —Medida de seguridad. Todas las mujeres necesitan un teléfono. Especialmente los que conducen vehículos mayores que ella. Podría descomponerse en cualquier momento —le contesté, decidiendo qué le diría el por qué quería que tuviera un teléfono. —Tengo una pistola —dijo, con determinación en su voz. Estaba tan segura de que podía cuidar de sí misma. —Sí, la tienes, impresionante. Pero un arma no puede remolcar tu carro. —Eso es, déjenla argumentar a eso—. ¿Vas a venir a casa? —pregunté. No había pensado en el hecho de que podría tener planes para esta noche cuando me decidí a cocinar su comida y crear una escena de seducción. —Sí, si te parece bien. Puedo ir a hacer otra cosa, si necesitas que me quede lejos —respondió. Todavía no lo entendía. Pensaba que quería que se quedara fuera. Que había algo en el mundo que preferiría hacer que estar cerca de ella. —No. Te quiero aquí. Cociné —le dije. Hizo una pausa, y escuché un poco el jadeo de sorpresa que me hizo sonreír. — Oh. Bien. Bueno, voy a estar allí en unos minutos. —Nos vemos pronto —le dije, y terminé la llamada antes de que me escuchara reír de pura jodida felicidad. Venía a casa. Aquí. Para pasar la noche conmigo. Seguiría arreglando esto. Iba a encontrar una manera de hacerla entender. No podía perderla. Volví a mi preparación de comida. No cocinaba para la gente a menudo. La mayoría de las veces solo para mí mismo, cuando realmente quería algo. Ser capaz de cocinar para Blaire era diferente. Disfruté cada maldito minuto. No estaba acostumbrada a ser atendida o cuidada en exceso, y eso era una lástima. Blaire era el tipo de mujer que debía ser valorada. Abrí la nevera, saqué una cerveza Corona y la abrí, luego puse una rodaja de limón en el borde. La mayoría de las chicas que conocía les gustaba el limón con sus cervezas. No estaba seguro si a Blaire le

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iba a gustar la cerveza, pero hice comida mexicana, y tenía que haber una Corona con esta comida. Trabajé en el queso, el pollo y la mezcla de verduras dentro de las tortillas de harina, y luego los coloqué en la sartén caliente. —Huele bien. —La voz de Blaire interrumpió mis pensamientos. Miré por encima del hombro para verla vestida con el uniforme del club. Tenía el cabello recogido en una cola de caballo, y había una pequeña sonrisa tirando de sus labios. Me atrapó tarareando una de las canciones más nuevas de mi padre. —Lo es —le aseguré, luego me limpié las manos con una toalla y recogí la Corona que había dejado para ella—. Aquí, bebe. Las enchiladas están casi terminadas. Tengo que voltear las quesadillas y necesitan unos minutos más. Debemos estar listos para comer pronto. Ella tomó la cerveza y poco a poco se la llevó a los labios. Esta era su primera vez con la cerveza. No la escupió, lo cual fue una buena señal. —Espero que comas comida mexicana —le dije, mientras sacaba las enchiladas del horno. Lo que realmente esperaba era que esto estuviera bueno. No había hecho enchiladas desde hace tiempo. Incluso tuve que googlear algunas recetas para asegurarme de que lo necesitaba. —Me encanta la comida mexicana —dijo, sin dejar de sonreír—. Debo admitir que estoy muy impresionada de que puedas cocinarla. Bueno. Quería impresionarla esta noche. Convencerla de que no era un imbécil. Levanté la mirada y le guiñé un ojo. —Tengo toda una clase de talentos que volarían tu mente. Tenía las mejillas sonrojadas, y tomó un trago grande de la Corona. La hacía nerviosa. No quería hacer eso. Era fácil olvidar que Blaire no estaba acostumbrada a coquetear. —Tranquila, chica. Tienes que comer algo. Cuando dije bebe, no significaba que te la terminaras —le dije, no queriendo que se emborrachara o enfermara. Asintió y se limpió la gota de cerveza que había aferrado a sus labios. Todo lo que podía pensar era lamerla por ella. Cómo de regordete y suave se sentía el labio inferior debajo de mi lengua. Tuve que apartar la mirada. Mi comida se iba a jodidamente quemar. Ya había hecho los tacos y burritos, así que volteé las quesadillas para el plato que se hallaba después de los otros sucesivamente. No había manera de comernos todo esto. Me había ido por la borda, pero no estaba seguro de lo que le gustaba, y quería 114

que disfrutara su comida. Mi necesidad de verla comer se sentía rápidamente como una adicción. —Todo lo demás ya está en la mesa. Agarra para mí una Corona de la nevera, y sígueme —le dije, pasando la mesa con el plato. Me dirigí a la terraza exterior. Al principio, me disgustó la idea, porque ella me vio por aquí una vez antes en una cita, y no quería esa imagen en su cabeza. Pero las olas y la brisa hacían que todo pareciera más íntimo. Solo esperaba que ella no estuviera pensando en mí follando a otra mujer todo el tiempo que estuviésemos aquí. —Siéntate. Voy a arreglar tu plato —le dije. Asintió y se sentó en la silla más cercana a la puerta. Pude ver la sorpresa en sus ojos, y me gustó el hecho de que esto no era algo que esperaba. Quería sus pensamientos en nosotros. Nadie más. Mi pasado era solo eso: pasado. Además, si ella supiera‖con‖quién‖había‖estado‖fantaseando‖esa‖noche‖en‖que‖había‖estado‖con‖Anya… Serví su plato y lo dejé delante de ella. Entonces me incliné a su oído para que poder olerla, porque me estaba volviendo loco. —¿Puedo conseguirte otra bebida? —le pregunté, necesitando una razón para respirar en su cuello. Sacudió la cabeza. Me obligué a pasar al otro lado de la mesa. Serví mi plato y la miré. —Si no te gusta, no me lo digas. Mi ego no puede manejarlo. Le dio un mordisco a la enchilada. El parpadeo en sus ojos me dijo que le gustaba. Me sentí como suspirando de alivio. No jodí todo. —Está delicioso y no puedo decir que me sorprenda —dijo. Decidí probarlo yo mismo. Sonriendo, comencé a comer y vi como ella se relajó y tomó otro trago de su cerveza antes de comer un poco más. Cada vez que ella daba un mordisco, contuve el impulso de parar y verla. Era enfermo, de verdad. Estaba solo jodidamente comiendo. ¿Por qué me encontraba tan obsesionado con su alimentación? Tenía que ser culpa de la mantequilla de maní. No superaría eso en el corto plazo. Comimos en silencio. No la quise interrumpir, ya que parecía que se divertía. Cuando se echó hacia atrás y tomó un largo trago de su botella, y luego la bajó, supe que había terminado. —Lo siento por cómo te trató Nan hoy —le dije. No era suficiente. Nan le debía una disculpa, pero nada se podía hacer para conseguir una disculpa de Nan. —¿Cómo sabes eso? —preguntó Blaire, moviéndose nerviosamente en su asiento.

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—Woods, me llamó. Me advirtió que a Nan se le pediría que se fuera la próxima vez que fuese grosera con un empleado —le expliqué. Odiaba hacerlo como un maldito héroe, pero era la verdad, y no iba a añadir mentiras a las que ya había entre nosotros. Blaire asintió. No parecía muy impresionada, lo que era bueno. No me gustaba que ella tuviera algún sentimiento en lo que a Woods se refería. —No debió haberte hablado de esa manera. He tenido una charla con ella. Me prometió que no volvería a suceder. Pero si lo hace en otro lugar, entonces ven y dime, por favor —dije, lo que no era exactamente la verdad. Nan no prometió nada. Pero mi advertencia había sido suficiente. Lo sabía. Decepción brilló en los ojos de Blaire, y se levantó. —Gracias. Aprecio el gesto. Fue muy amable de tu parte. Te aseguro que no tengo la intención de hablar con Woods si Nan es grosera conmigo en el futuro. Él acaba de pasar a ser testigo de primera mano hoy. —Cogió su bebida—. La cena fue encantadora. Es bueno tenerla después de un largo día de trabajo. Muchas gracias. —No me miró mientras se giraba y se apresuraba a entrar. Mierda. ¿Qué dije de malo? Me levanté y la seguí adentro. Esta noche no terminaría de esta manera. Me volvía loco. Blaire debía dejar de lanzarme pistas tan jodidamente inentendibles. Hice esto como una disculpa por mi comportamiento idiota anoche y porque quería hacer algo por ella. Cuidar de ella. Lavaba su plato en el fregadero, y la caída de sus hombros me quebró. —Blaire —dije, enjaulando su cuerpo contra el mostrador. Su aroma llenó mi cabeza, y tuve que cerrar los ojos para evitar marearme. Joder, era bueno—. Esto no fue un intento de disculparme por Nan. Fue un intento de disculparme por mí. Siento lo de anoche. Me acosté en la cama toda la noche deseando estar allí, contigo. Deseando no haberte apartado. Alejo a la gente, Blaire. Es un mecanismo de defensa para mí. Pero no quiero alejarte. —No sabía de qué otra manera explicarle esto. Se recostó en mi pecho, y lo tomé como mi luz verde. Le aparté el cabello rozando su hombro y le di un beso en su piel cálida y suave de allí. —Por favor. Perdóname. Una oportunidad más, Blaire. Quiero esto. Te quiero. Dejó escapar un profundo suspiro, y luego se giró hacia mí. Sus brazos alrededor de mi cuello. Esos hermosos ojos azules clavándose en los míos. —Te perdono con una condición —dijo en voz baja. —Está bien —le dije. Le daría cualquier jodida cosa. —Quiero estar contigo esta noche. No más coqueteo. No más espera.

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No era lo que había estado esperando, pero sí. Eso era lo que quería. —Diablos, sí —dije, y tiré de ella hacía mí para poder sentirla en mi piel. Esto era para mí. Blaire sería mía después de esto. Lucharía un infierno por ella si tenía que hacerlo.

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21 Traducido por Annie D. Corregido por SammyD

Besar nunca fue mi cosa. Era algo que raramente hacía. Pero sabiendo cuan pura era su boca y cuan jodidamente increíble sabía, me hizo enloquecer un poco cuando mis labios tocaron los suyos. No podía obtener suficiente de ella. Acuné su rostro y la devoré. Mi cabeza me gritaba que redujera la velocidad. Que no la asustara o presionara muy rápido, pero Dios, no podía hacer que mi boca escuchara. La Corona en su lengua mientras deslizaba la mía sobre la suya me hizo más hambriento. El sabor a cerveza y lima en Blaire parecía maravilloso. Cuando sintió la barra en mi lengua, jaló mi cabello desde atrás y dejo salir un gemido. Joder, debía reducir la velocidad. No podía tomarla contra el lavabo. Necesitaba una cama y mucho juego previo. No quería herirla. Nunca quise hacerle daño. Me separé una fracción de sus labios. Me gustaba sentir su cálido aliento en mi rostro. — Ven conmigo arriba. Quiero mostrarte mi habitación —Una sonrisa se formó en mis labios—, y mi cama —añadí. Asintió, y eso fue todo lo que necesité. Soltando su rostro, alcancé su mano. Iba a llevarla arriba. No existían reglas que concernieran a Blaire. Se encontraba en un plano superior, por encima de cualquier regla que tuviera en cuanto a las mujeres. Solo la quería. Llevándola de la mano en mi emoción de volver a besar esos labios, la guié arriba en las escaleras. Mirándola cuando llegamos al segundo piso, vi el sonrojo en sus mejillas, y me rompí. Sólo una probada, me dije, luego la presioné contra la pared más cercana y mordisqueé su labio inferior antes de lamerlo y reclamar su boca de nuevo. Se derritió en mi fácilmente, y estaba casi seguro que podía hacerlo bueno aquí mismo. Podía ponerme de mis rodillas y besarla entre sus piernas hasta que gritara mi nombre. Pero no. Íbamos a hacer esto en mi cama. Me separé y tomé una respiración profunda, tratando de calmarme. —Un tramo más de escaleras —dije, más a mí mismo que a ella. Luego le agarré la mano y la llevé por el pasillo a la puerta que dirigía a mi habitación. Saqué la llave de mi bolsillo. 118

Nunca dejaba mi cuarto sin cerrar. Me gustaba mantenerlo privado. Sabiendo que nadie podría entrar a menos que los quisiera allí. La puerta se abrió, retrocedí e le hice señas para que entrara. El deseo de verla en mi habitación, alrededor de mis cosas y compartir todo con ella era casi tan poderoso como mi deseo de verla en mi cama. Desnuda. Se detuvo cuando alcanzó el escalón superior y jadeó. La vista del agua desde las ventanas del suelo al techo era de lo que me enamoró cuando niño. —Es por esta habitación que mamá tuvo que comprar esta casa. Incluso a los diez años, sabía que era especial—le dije, envolviendo mis brazos a su alrededor. Amaba que pudiera ver esto. Que la afectara, también. —Es increíble —dijo, con asombro en su voz. Era increíble. Pero tenerla conmigo aquí lo hacía mucho más maravilloso. —Llamé a mi papá ese día y le dije que había encontrado una casa en la que quería vivir. Le traspasó a mi madre el dinero, y la compró. Amaba la ubicación, así que esta es la casa en que hemos pasado nuestros veranos. Tiene una casa propia en Atlanta, pero prefiere esta. —Nunca querría irme —dijo. Sonriendo, besé la suave piel en su oído y luego susurré—: Ah, pero no has visto mi cabaña en Vail o mi piso en Manhattan. —Pero lo haría. Quería que viera eso, también. Compartir mi vida y espacio personal con las personas era algo que siempre odié y me rehusé a hacer. Pero con Blaire, ansiaba tenerla siendo parte de eso. Incluso si todo lo que podía hacer era abrazarla, la quería aquí esta noche. La giré hacia la enorme cama que se encontraba a la derecha y cubría la mayor parte de esa pared. —Y esta es mi cama —le dije, y agarré su cadera y nos moví hacia la cama. Podía sentirla tensa. Estaba nerviosa. Hablar acerca de eso y estar de hecho parada en mi habitación, mirando mi cama, eran dos cosas diferentes. La quería más de lo que quería respirar, pero no la forzaría—. Blaire, incluso si lo único que hacemos es besarnos o simplemente yacer allí y hablar, estoy bien con eso. Sólo te quería aquí arriba. Cerca de mí. Se giró para mirarme. —No quieres decir eso. Te he visto en acción, Rush Finlay. No traes chicas a tu habitación y esperas sólo hablar. —Su intento de sonar burlona falló. La intranquilidad en su voz me afectó. ¿Vino aquí conmigo pensando que era otra de esas chicas a quienes follaba y enviaba a casa? Mierda. ¿Cómo podía hacerle entender que esta cosa era más? Mucho más. Que ella significaba más.

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—No traigo chicas aquí en absoluto, Blaire. —La primera noche que llegué aquí, dijiste que tu cama se encontraba llena — dijo, frunciéndome el ceño como si me hubiera agarrado con una mentira. Maldición, era linda. —Sí, porque dormía en mi cama. No traigo chicas a mi habitación. No quiero sexo sin sentido contaminando este espacio. Me encanta aquí —le dije honestamente. Pero la traje aquí. ¿No entendía lo que eso significaba? —La mañana siguiente, una chica todavía se encontraba aquí. La dejaste en la cama, y vino buscándote en su ropa interior —dijo con una voz tensa. Chica loca. No tenía ni una jodida idea lo que me hizo. Necesitando tocarla, deslicé mi mano bajo su camisa y acaricié la suave piel de allí. Su pequeño escalofrío me hizo sonreír. —La primera habitación a la derecha era la habitación de Grant hasta que nuestros padres se divorciaron. La uso como mi habitación de soltero ahora. Allí es a donde llevo a las chicas. No aquí. Nunca aquí. Eres la primera. Bueno, dejo a Henrietta subir aquí una vez a la semana para limpiar, pero prometo que no hay nada de metida de manos entre nosotros —expliqué, mientras le sonreía. —Bésame, por favor —dijo, luego agarró mis hombros y se inclinó para presionar su boca contra la mía sin esperar que respondiera. Esto debía ser lo más dulce que alguna vez escuché. Bésame, por favor. Joder, esta chica iba a arruinarme. Quería que me perteneciera. Que su cuerpo me conociera. Completamente. Empujando su espalda, la acosté en la cama y separé sus piernas así podía ponerme entre ellas sin romper el jodido beso más dulce que tuve alguna vez. Agarró mi camisa con sus pequeños puños como si quisiera arrancarla de mi cuerpo. Si mi chica quería sus manos en mi pecho, lo haría un infierno mucho más fácil para ella. Me separé lo suficiente para sacar mi camisa sobre mi cabeza y arrojarla antes de tomar su boca de nuevo. Podía besar su boca por jodidas horas. Debí agarrar puñados de las sabanas para evitar desnudarla mientras le permitía explorar. Cada toque de sus manos se volvía más demandante y valiente. Comenzó rozando sus dedos en mis brazos, su toque casi suave como pluma. Pero los pasaba por mi pecho ahora como si no pudiera tener suficiente. Cuando sus pulgares frotaron mis tetillas juro por Dios que casi perdí el control. Quería tocar sus pezones, también. Sus duros pequeños pezones. Alejé mi boca de la suya y desabotoné la camisa que usaba, empujándola hacia atrás. No tenía paciencia para quitársela. La necesitaba en mi boca. Ahora. Cuando bajé su sujetador, ambos senos, seductores y atractivos cayeron libres de sus confines, me alimenté como 120

un hombre hambriento. Los lamí sólo para escucharla gemir, luego succioné fuerte. Se sacudió contra mí. No se encontraba lista para eso ahora, temblé y luché por recuperar mi aliento cuando gritó de placer al sentir mi polla presionada contra su necesitado coño. Estaría hinchada y caliente. Quería probarla. Sabía tan dulce en mi dedo. Desabroché su falda y la bajé junto con sus bragas mientras mantenía mis ojos en su rostro. Si se ponía nerviosa, debía disminuir la velocidad. No iba a asustarla. Su boca se abrió mientras respiraba fuerte y me tocaba. La completa confianza en sus ojos me deshizo. Quería todo fuera. Doblé mi dedo para que se sentara. Lo hizo con ganas, y rápidamente me deshice de la camisa y sujetador, dejando su dolorosamente hermoso cuerpo desnudo. Era toda mía.‖ Esto‖ era‖ todo‖ mío.‖ Ningún‖ hombre‖ había‖ tocado‖ esto…‖ o‖ visto‖ esto.‖ Joder.‖ La‖ emoción me abrumó mientras la tomaba. —Desnuda en mi cama eres incluso más increíblemente‖hermosa‖de‖lo‖que‖pensé‖que‖serías…‖y‖créeme‖que‖he‖pensado‖en‖ello.‖ Mucho. Sus ojos se abrieron, y me sonreí a mí mismo. Le gustaba que le hablara. Necesitaba el elogio. Por supuesto que lo hacía. Se encontraba insegura de sí misma. Esto era nuevo para ella. Me aseguraría que supiera cuan maravillosamente perfecta era. Bajando, presioné mi palpitante erección sobre su ahora desnudo coño. —¡Sí! ¡Por favor! —gritó, y arañó mi espalda. Se encontraba lista para que hiciera más. Iba a entrar en pánico cuando se diera cuenta en donde estaba a punto de poner mi boca. La necesitaba caliente y necesitada, así me dejaría entrar. Bajando, besé su estómago plano y el casi desnudo montículo, que olía jodidamente increíble. Mirando hacia arriba, mantuve su mirada antes de sacar mi lengua y pasar mi piercing directamente sobre su muy hinchado clítoris. Su grito hizo a mi polla vibrar mientras se arqueaba y agarraba las sabanas con puños apretados. —Dios, eres dulce —susurré en su contra. Iba a volverme adicto a su sabor. Santa mierda, era bueno. —Rush, por favor —gimoteó. Dejé de lamer. —¿Por favor qué, bebé? Dime lo que deseas. —Sacudió su cabeza. Sus ojos cerrados fuertemente como si estuviera luchando por recuperar su aliento—. Quiero oírte decirlo, Blaire —le dije. Quería esas palabras sucias viniendo de su boca. No debería hacerlo, pero maldición, quería escucharlas tanto. —Por favor, lámeme otra vez —dijo con un sollozo desesperado. Maldición, eso fue mejor de lo que podía haber esperado. No sabía si duraría un segundo una vez que me hundiera en su cuerpo. Comencé deslizando mi lengua a 121

través de sus pliegues con emoción pura. Si tan sólo supiera el poder que tenía. Se lo di todo. Podía tenerme en mis rodillas y entre sus piernas con un sólo puchero de sus lindos labios. Iba a ansiar esto. Se estremeció y gritó mi nombre mientras sostenía mi cabeza contra su cuerpo como si quisiera dejar esto. Una vez que obtuvo su liberación y ya no me necesitaba, alcancé el condón al lado de mi cama y lo abrí. Sus ojos comenzaron a abrirse. Quería dejarla disfrutar la emoción, pero no podía. Debía estar dentro de su cuerpo. Y eso aliviaría su dolor, tener el nirvana de su orgasmo aun flotando a través de ella. —El condón está puesto. Tengo que estar adentro —susurré en su oído mientras me movía entre sus piernas y rozaba mi punta contra su calor—. Santa mierda, estás tan mojada. Va a ser difícil no caer directo dentro de ti, voy a tratar de ir despacio. Te lo prometo. —No quería que esto la hiriera. Joder, quería que fuera bueno para ella, porque iba a ser otro nivel del cielo para mí. No se tensó como esperé. En cambio, gimió y se movió contra mí mientras lentamente comencé a entrar. Su cuerpo me sujetaba y jalaba como una succión. Santo infierno. —No te muevas. Por favor, bebé, no te muevas —le rogué. Dios, no podía hacerle daño, pero quería golpear dentro completamente. Encontré la barrera que esperaba, y me detuve. Lo sintió y finalmente se puso tensa debajo de mí—. Eso es todo. Voy a hacerlo rápido, pero luego voy a parar una vez que esté dentro y dejaré acostumbrarte a mí. Envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, cerré mis ojos, incapaz de mirarla. No podría controlarme si veía su rostro. Control. Necesitaba el jodido control. Dios, quería estar dentro completamente. Con una sola embestida, rompí la fina pared y me hundí en un aterciopelado calor que nunca antes conocí. Mi polla era apretada tan malditamente fuerte que no podía respirar. Jadeando por aire, me mantuve quieto. Necesitaría adatarse a mí. Pero quería moverme tan jodidamente mucho; quería llenarla. —Está bien. Estoy bien —susurró. Forzándome a abrir los ojos, la observé. Debía estar seguro que no sólo lo decía. No podía hacerle más daño. —¿Estás segura? Porque, bebé, quiero moverme malditamente tanto. Asintió, y miré su rostro mientras me movía hacia atrás y luego me impulsé hacia adelante dentro de su cuerpo. —¿Duele? —pregunté, usando cada pizca de fuerza que tenía para quedarme quieto y esperar. 122

—No. Me gusta —dijo con emoción en sus ojos. No estaba seguro si creerle, pero comencé a moverme. Debía moverme. Mi condenada polla gritaba que me moviera. Nunca sentí este tipo de placer. Gimió, y mi corazón golpeó contra mi pecho. Santa mierda, lo disfrutaba. —¿Te gusta eso? — pregunté. —Sí. Se siente tan bien. Dios, sí. Se encontraba bien. No tenía que controlarme. Echando mi cabeza para atrás, dejé salir un gemido de placer que rasgó desde mi pecho mientras comencé a moverme dentro de ella. Bombeando dentro y fuera en la apretada succión, la cual me jalaba como si estuviera jodidamente hambrienta de mí. Levantó sus caderas y agarró mis manos, buscando mis embestidas. ¿Cómo diablos sabía hacer eso? —Sí. Dios, eres increíble. Tan apretada. Blaire, estás tan jodidamente apretada. — La alabé. Necesitaba saber cuan increíble esto era para mí. Sus piernas se levantaron y se colocaron cerca de mis costados, abriéndola más para mí. Mi cuerpo se hundió más profundo dentro de su calidez, y comencé a temblar. Iba a acabar. Alcancé mi límite. Sólo existía una cantidad que un hombre podía soportar. —¿Estas cerca, nena? —le pregunté. Quería que acabara conmigo. —Creo —dijo, jadeando mientras su agarre en mis brazos se tensaba. No iba a acabar sin ella, maldición. Quería que sintiera esto conmigo. Moví mi mano para rozar mi pulgar contra su clítoris. La sensible parte se hinchó bajo mi toque. —¡Ah! ¡Sí, justo allí! —gritó, mientras su cuerpo se apagaba debajo de mí. No me encontraba seguro de que grité, pero un rugido salió de mi pecho mientras la más épica sensación de mi vida sacudía mi cuerpo, enviándome a algún lugar que no sabía que existía.

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22 Traducido por Jeyly Carstairs Corregido por Victoria

¿Me‖ había‖ desmayado?‖ Mierda.‖ Eso‖ era…‖ eso‖ era…‖ no‖ había‖ palabras‖ para‖ lo‖ que era. Todavía acostado sobre Blaire, probablemente sofocándola, aunque sus brazos estaban fuertemente alrededor de mi cuerpo. No trataba de empujarme. No quería salir de ella. Estando dentro de ella me sentía como en casa. Pero acababa de tomar su virginidad y en algún momento perdido la cabeza en el proceso. Retrocedí, y apretó su agarre en mí. El placer que me dio fue más del que penséme gustaba saber que me quería cerca. —Volveré. Tengo que ocuparme de ti primero —le dije, luego la besé suavemente antes de levantarme y dirigirme al baño. No me preocupé por la ropa. Había visto todo de mí ahora. Podía manejarlo. Tomé una toalla y puse el agua caliente antes de empapar la tela y asegurarme de que estuviera agradable y cálida. Necesitaría limpiarse. Tanto como quería hacerlo de nuevo, iba a necesitar tiempo. Regresé a la habitación, y los ojos de Blaire se clavaron en los míos para luego bajar a mi cintura. Sus ojos se agrandaron, y su cara se puso roja. —No te avergüences de mí ahora —bromeé. Toqué su rodilla y la moví. No ayudaba—. Ábrete para mí —instruí y suavemente empujé su rodilla de nuevo—. No demasiado —le dije. Solo necesitaba conseguir un mejor acceso. La pequeña mancha de sangre en sus rosados pliegues hizo a la bestia en mí rugir de placer. Esto era mío. Había hecho esto. Nadie había estado aquí antes de mí. Estaba jodido, pero no pude evitarlo. La idea de alguien más tocándola me hacía demente. —¿Te duele? —pregunté, mientras limpiaba el área tan suavemente como pude. Quería besarla allí y hacer que todo fuera mejor, pero no estaba seguro de que estuviera preparada para eso de nuevo por el momento.

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Cuando quedo tan perfectamente sin mancha como antes de que la tomara, pare de limpiarla y arroje el trapo en el cubo de la basura. Había llegado el momento del abrazo. Liberado disfrutando del conocimiento de que era mía. Me arrastré para acostarme a su lado y tomarla en mis brazos. —Pensé que no eras de los que abrazaban, Rush —dijo Blaire, mientras inhalaba la piel de mi cuello con su pequeña nariz. —No lo era. Sólo contigo, Blaire. Eres mi excepción —palabras más ciertas nunca fueron dichas. Blaire era mi única excepción. Siempre lo sería. Tiré las mantas más sobre nosotros, luego metí su cabeza debajo de mi barbilla. Ella necesitaba descansar y yo necesitaba abrazarla. Para alimentar a la posesiva bestia que se despertó dentro de mí con la certeza de que estaba a salvo aquí conmigo. Solo tomó minutos antes de que su respiración se hiciera más lenta y sus brazos se‖ aflojaran‖ a‖ mí‖ alrededor.‖ Estaba‖ exhausta.‖ Trabajando‖ todo‖ el‖ día…‖ y‖ luego‖ esto.‖ Sonriendo, cerré los ojos y aspire su aroma. El miedo en el fondo de mi cabeza por el hecho de que me dejaría cuando descubriera la verdad amenazaba con arruinar este momento.‖Pero‖lo‖empujé‖lejos.‖Me‖amaría.‖Haría‖que‖se‖enamorara‖de‖mí.‖Entonces…‖ entonces me escucharía y me perdonaría. Tenía que hacerlo. Me desperté con un desnudo, suave y hermoso cuerpo todavía acurrucado contra mí. El sol se asomaba a través de las persianas. No me importaba la hora que era, pero sabía que a ella le importaría. La quería aquí conmigo, pero esto no era sobre lo que yo quería. Esto era sobre Blaire. Y ella no querría llegar tarde al trabajo. Su sentido de la responsabilidad no le permitiría eso. Tuve que despertarla aunque dejarla dormir en mis brazos me atraía más. Tomando una respiración profunda, deje que su aroma llenara mi cabeza. El recuerdo de su otro aroma hizo que mi polla ya semierecta se levantara por completo. No la obligaría a hacer algo que sería doloroso, pero podría hacer que su tierna carne se sintiera bien y calmar mi hambre. Me moví hacia abajo por su cuerpo y cogí uno de sus adorables pies descalzos, entonces coloque un beso en el empeine. No se movió. Sonriendo, seguí arrastrando besos hasta su pantorrilla y hacia debajo de nuevo, saboreando su piel cada pocos besos. El cuerpo de Blaire comenzó a estirarse y moverse. Sólo un poco al principio, pero en el momento que despertó, lo supe. Los movimientos lentos y suaves se detuvieron, y sus ojos se abrieron de golpe. Seguí besando su pierna, sonriendo mientras observaba su somnoliento rostro. —Ahí están tus ojos. Estaba empezando a preguntarme hasta qué punto iba a necesitar besar para que despertaras. No es que me importe besar más arriba, pero 125

conduciría a un poco de más increíble sexo y ahora solo tienes veinte minutos para llegar al trabajo. Los ojos de Blaire se abrieron, y se sentó en la cama tan rápido que tuve que dejar ir su pierna. Sabía que no querría faltar al trabajo. —Tienes tiempo. Iré a arreglar algo de comer mientras te preparas —dije. Quería pasar el desayuno entre sus piernas, pero de nuevo, no era sobre lo que Rush quería en ese momento. —Gracias, pero no tienes que hacerlo. Tomare algo en la sala de descanso cuando llegue allí —dijo, sonrojándose mientras agarraba la sabana para mantener sus pechos desnudos cubiertos. La cariñosa mujer de la noche anterior desapareció, y había una nerviosa e insegura en su lugar. ¿Qué había hecho mal? —Quiero que comas aquí. Por favor —dije, mirándola detenidamente. El pequeño destello en sus ojos me dijo que necesitaba escuchar eso. ¿Necesitaba seguridad? —De acuerdo —dijo—. Necesito ir a mi habitación y tomar una ducha — aún se veía nerviosa. Quería‖que‖se‖quedara‖aquí.‖La‖quería‖usando‖mis‖cosas.‖Pero…‖mierda.‖—Estoy dividido, porque quiero que te duches aquí, pero no creo que sea capaz de irme sabiendo que estas desnuda y jabonosa en mi ducha. Querré unirme —admití. —Por más atractivo que suene eso, llegaría tarde al trabajo —dijo con una pequeña sonrisa. —De acuerdo. Tienes que ir a tu cuarto —miró a su alrededor a su ropa tirada. La quería en mi ropa esta mañana. Que cuando saliera de mi habitación se viera como un ángel arrugado, quería mi camiseta contra su piel, cubriendo lo que me pertenecía—. Ponte esto. Henrietta viene hoy. Estará lavando y pondré tu ropa de anoche —dije, recogiendo la camiseta que había usado la noche anterior y lanzándosela. No discutió. No pude apartar la mirada mientras tira la camiseta sobre su cabeza y deja caer la sabana una vez estuvo segura de que no podría ver sus tetas. Supongo que el hecho de que los chupe y lamí como un hombre obsesionado anoche no importaba. Estaba cubriéndose esta mañana. —Ahora levántate. Quiero verte —le dije, necesitaba verla en mi camiseta. Era una imagen que tenía la intención de grabar en mi cerebro para toda la eternidad. Se puso de pie, y la camiseta golpeó sus muslos. Sabiendo que estaba desnuda debajo y la facilidad con la que podría cogerla y abrir sus piernas me hizo repensar mis planes para hoy. —¿Puedes reportarte enferma? —pregunté, mirándola con esperanza. 126

—No estoy enferma —respondió, con el ceño fruncido entre sus cejas. —¿Segura? Porque creo que yo tengo fiebre —dije en broma, caminando alrededor de la cama y tirando de ella a mis brazos—. Anoche fue increíble —presione mi nariz en su cabello. Sus brazos fueron alrededor de mi cintura y me abrazo con fuerza —Tengo que trabajar hoy. Me están esperando. Esa era Blaire. Era una de las muchas cosas que me habían atraído de ella. No mentiría o ignoraría una responsabilidad. Dejándola ir, di un paso atrás y puse distancia entre nosotros. —Lo sé. Corre, Blaire. Baja con tu lindo y pequeño trasero por las escaleras y alístate. No puedo prometerte que te dejare ir si estas parada aquí luciendo así por mucho tiempo. Una sonrisa estalló en su cara, y salió corriendo hacia las escaleras. Su risa desvaneciéndose detrás de ella, y todo lo que pude hacer fue quedarme ahí como un tonto y sonreír. Me duche y me vestí rápidamente, entonces llamé a Jace. No quería preguntarle a Blaire sobre su horario, pero quería una excusa para estar en el club. Nunca iba a allí a menos que Nan quisiera que nos encontráramos para jugar golf o cenar. —¿Hola?—dijo Jace, sonando sorprendido de que lo estuviera llamando. —Hola. ¿Están todos jugando golf hoy? —pregunte. —Eh , sí. Nosotros jugamos golf todos los días. Sabes eso. —Quiero entrar —dije. —¿Vas a jugar Golf? —preguntó, conmoción en su voz. No vi cual era la gran cosa. Había jugado Golf con ellos antes. Jugaba con Nan y Grant de vez en cuando. —Sí, ¿Y? —dije. Jace rio. —Está bien, seguro. No has jugado con nosotros en un tiempo. ¿Qué te dio hoy? Normalmente, tienes que ser arrastrado al campo de golf por Nan o Grant. No respondería a eso. No necesitaba que tuvieran una idea equivocada sobre Blaire. Necesitarían verme con ella. Me aseguraría de que todos supieran que tan fuera de los límites estaba. —Estoy de ánimo para jugar golf —respondí. —Muy bien, entonces. Nos vemos a las 11:30. Woods tiene que estar en una reunión esta tarde con su padre, así que estaremos jugando temprano. No señale que la mayoría de la gente pensaba que un juego de golf temprano era a las seis o siete de la mañana. No a las 11:30. —Gracias. Nos vemos entonces. 127

Baje las escaleras para ver si Blaire ya se había ido. No podría haber tenido tiempo de vestirse y comer. No si tomo una ducha. Abrí la puerta en el fondo de la escalera y miré a la derecha. La puerta de Blaire estaba abierta. No estaba allí. Las luces apagadas. Me dirigí a las escaleras y las tome de dos en dos, esperando poder alcanzarla a tiempo para un beso de despedida. Estaba de pie al lado de la barra, con un plato de cereal en la mano y una cuchara elevándose hacia su boca. Comiendo. Bien. —No dejes que te detenga —dije, caminando hacia la cafetera, no queriendo ponerla nerviosa. Parecía tan asustadiza— ¿Estás trabajando dentro hoy? —pregunte. Negó con la cabeza y luego trago. —Ellos me necesitan afuera hoy —dijo. Me gire hacia la cafetera antes de sonreír. La vería, entonces. Joder amaba el golf. Vi su teléfono celular sobre el mostrados y lo recogí. Lo había olvidado ya. Encendí la cafetera y la vi caminar hacia el fregadero con su tazón. Me puse delante, bloqueando su camino y tomando el tazón de ella, poniéndolo en el fregadero detrás de mí. —Esta…‖ ¿Est{‖ todo‖ bien?‖ —pregunté, luego deslice mi mano hacia abajo para gentilmente ahuecar el lugar entre sus piernas, que me preocupaba le molestaría hoy. Tendría que trabajar afuera en el calor, y no quería que fuera doloroso. Se sonrojo y agacho la cabeza. —Estoy bien —dijo con la voz entrecortada. —Si te quedas aquí, te haría sentir mejor —le dije. Su respiración se aceleró. —No puedo. Tengo que ir a trabajar —dijo, levantando los ojos para encontrarse con los míos. Deslice su teléfono en el bolsillo de sus pantalones cortos. Lo quería con ella todo el tiempo. —No puedo soportar la idea de lastimarte y no poder hacer nada al respecto —le dije, acariciando lentamente el exterior de sus pantalones cortos. —Tengo que darme prisa. Tuve que saltarme la ducha, lo cual es terrible, lo sé, pero‖no‖podía‖ducharme‖y‖comer.‖No‖quiero‖que‖tu…‖Quería‖comer‖así‖serias‖feliz‖ — dijo. No se había duchado. Bueno, mierda. Enterré mi cabeza en la curva de su cuello e inhale profundamente. —Joder, Blaire. Me encanta que vas a oler a mí todo el maldito día —admití. Saber que no se había lavado hizo a mi bestia interior rugir. Estaba fuera de control.

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—Me tengo que ir —dijo, dando un paso atrás. Con un pequeño adiós con su mano, corrió hacia la puerta. No fue hasta que oí cerrarse la puerta que me di cuenta que no conseguí mi beso. Me distrajo con el hecho de que todavía me llevaba por todo su cuerpo. La estúpida sonrisa en mi cara empezaba a hacer que mi rostro doliera. No había sonreído tanto en mucho tiempo, pero esa chica se mantenía dándome razones para hacerlo.

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23 Traducido por NnancyC Corregido por Paltonika

—¿De vuelta al carrito hoy? Por mucho que me gusta tenerte adentro, esto hace al golf tremendamente mucho más divertido —le dijo Woods a Blaire cuando estacionó el carrito al lado del hoyo uno. Aclararía esta mierda ahora mismo. —Aléjate, Woods. Eso es un poco demasiado cerca —advertí, mientras caminaba hacia ellos. Blaire se giró con una mirada sorprendida en el rostro. No me esperaba. Pronto descubriría que no podía liberarse de mí. —¿Así que ella es el porqué de repente querías jugar hoy con nosotros? — preguntó Woods, sonando molesto. No me interesaba responderle. Mi concentración permanecía en Blaire. Ya tenía el nacimiento del pelo húmedo por el sudor. Hacía calor aquí afuera, y ella podría estar sufriendo. Si estuviera dolorida en lo más mínimo, entonces Woods la dejaría ir a casa. La arrojaría sobre mi hombro y me marcharía con ella si necesitaba hacerlo. Deslicé una mano alrededor de su cintura y la presioné contra mí, de un modo posesivo, antes de bajar la cabeza para poder susurrarle al oído. —¿Estás adolorida? —le pregunté. —Estoy bien —contestó. Le besé la oreja, pero todavía no me sentía listo para soltarla. —¿Te sientes estirada? ¿Puedes notar que he estado dentro de ti? —pregunté. Tanto como no la quería sufriendo, quería que me sintiera allí. Que recordara que estuve allí. Asintió y se fundió en mí. A la pequeña Blaire le gustaba que le hablara sucio. Necesitaría recordar eso. —Bien. Me gusta saber que puedes sentir donde he estado —dije, luego lancé mi mirada a Woods. Quería asegurarme que me entendía. —Pensé que esto pasaría —dijo Woods, sonando enojado. —¿Ya lo sabe Nan? —preguntó Jace, y Thad, uno de los amigos cercanos de Woods, pero Jace, le dio un codazo como para callarlo. 130

—Este no es asunto de Nan. O tuyo —respondí, fulminando con la mirada a Jace. Necesitaba escuchar a Thad y callarse. Lidiaría con Nan. Ellos no sabían una mierda. —Vine aquí a jugar golf. Mejor no hablemos de esto aquí. Blaire, ¿por qué no consigues las bebidas de todos y te diriges al siguiente hoyo? —dijo Woods. No me gustaba que le dé órdenes a diestro y siniestro. Lo hacía a propósito. El hijo de puta mejor se cuidaba. Su papi me tendría en la oficina malditamente rápido. El dinero Finlay mantenía este lugar funcionando. No haría esto en frente de Blaire, porque la disgustaría, pero Woods sería puesto en su lugar. Blaire dio un paso fuera de mis brazos y fue a conseguir las bebidas para todos. Me entregó una Corona sin preguntarme lo que quería. Le entregó a Woods su cerveza, y él deslizó un maldito billete de cien en sus manos. Podía ver la forma en que los hombros se tensaron mientras lanzó la mirada hacía mí y rápidamente lo metió en el bolsillo. No me enojaría debido a que le pagaba bien. Él podía permitírselo, y ella lo merecía por trabajar para su lamentable culo. Desgraciado. Me acerqué a ella y coloqué doscientos en el bolsillo, luego presioné un beso en sus labios. Reivindiqué mi derecho, y mejor que todos entendieran eso. Le guiñé un ojo y se dirigió al carrito. No miraría a Woods hasta que Blaire se marchara, porque una sonrisa complacida de él, y rompería su maldita nariz. Cuando miré atrás, vi a Blaire conduciendo lejos. Saqué mi teléfono y le envié un texto. Lamento lo de Woods. Fue un imbécil, y me preocupaba que la disgustara. Era su jefe. Ella necesitaba saber que él no haría eso de nuevo. Estoy bien, Woods es mi jefe. No es la gran cosa. ¿Estaba acostumbrada a él actuando así? Sí, él y yo tendríamos una charla. Ahora. —Entonces, ¿tú y Blaire, eh? No vi venir eso —dijo Jace, sonriendo como un idiota. Woods dejó salir una risa amargada. Caminé hasta pararme frente a él. —¿Quieres decirme algo, Woods? Porque si quieres, adelante y dilo ahora, ya que estoy seguro como la mierda, que tengo algo que decirte. La ira en los ojos de Woods no me sorprendió. No le gustaba que le recordaran que no podía intimidarme. Sacudió la cabeza y miró hacia el carrito de Blaire, que 131

desapareció en la colina. —Es muy buena para que folles con ella. Pensé que existía alguna oportunidad de que tendrías el suficiente corazón para no tocarla. Merece muchísimo más de lo que obtendrá de ti. Si apenas me hubiera dado una oportunidad, le habría mostrado cómo merecía ser tratada. Pero tú —señaló a mi pecho—, tú, Finlay, no tienes más que chasquear tu dedo de hijo de estrella de rock y vienen corriendo a ti. Y te deshaces de ellas sin un pensamiento. Blaire no es lo suficientemente experimentada para manejar eso. No es tan fuerte, maldita seas. —Lucía como si quisiera estampar el puño en mi cara. El único motivo por el que le permití pararse allí y gritarme, era que él no entendía. Pensó que la usaba. Él tenía intención de protegerla. No llegaría a hacerlo, porque no le dejaría acercarse a ella, pero aprecié el hecho de que viera lo que hice. Blaire era preciosa. Lo empujé lo suficiente para apartarlo de mi rostro. —¿En verdad piensas que la habría tocado si no hubiera sabido todo eso? ¿Piensas que habría puesto en peligro a mi hermana por cualquiera? No. Blaire no es solo otra chica más. Es todo para mí. Ella. Es. Todo. Pronunciar las palabras en voz alta, no solo sorprendió a todos alrededor de mí, sino que también, me dejó estupefacto. Ella era todo. Nunca querría a alguien más. Jamás. Sólo Blaire. —Hijo de puta —susurró Jace desde atrás—. Rush Finlay no acaba de decir lo que creo que dijo. La mirada furiosa de Woods lentamente se disipó. Mientras mis palabras traspasaban su grueso cráneo, vi la incredulidad y luego la aceptación cruzar su cara. — Mierda —dijo finalmente. Retrocedí y me encogí de hombros. —Tú mismo lo dijiste. Excepto que te equivocaste en una cosa. Ella no es especial. Es malditamente perfecta. —Giré, luego me detuve y miré atrás, hacia él, enfáticamente—. Y es mía —dije, lo suficiente fuerte para que todos me oyeran. Balanceando la mirada a modo de advertencia entre los otros dos, quienes me observaban como si me hubiera vuelto loco, repetí—: Mía. Blaire es mía. —Bueno, mieeerda —dijo Thad al fin—. Supongo que debería prestarle más atención a la chica nueva. Tiene al jugador más grande que conozco hecho un lío. Maldi-ción, estoy impresionado. Esta vez, Jace empujó a Thad. —Cállate —siseó.

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—Vamos a jugar un poco de golf —dije, tomando mi palo de golf y yendo a colocar la bola en el soporte.

***

Tuve un almuerzo tardío con Grant, luego fui a casa a ducharme y decidir qué hacer con Blaire esta noche. Aunque el sexo se encontraba condenadamente alto en mi lista de prioridades, sabía que necesitaba tomarlo con calma. También quería charlar. Existía tanto que no sabía de ella. Quería saber todo; sentarme y escucharla hablarme. Contarme cosas. Llevarla a algún sitio era una opción, pero era codicioso. Aún no quería compartirla. Deseaba toda su atención. No quería saber lo que otros llegaban a ver en ella. Sólo anhelaba que estuviéramos aquí en esta casa, a solas. Juntos. Luego, por supuesto, pretendía besar todo su cuerpo y saborear la dulzura entre las piernas de nuevo. Pero primero, aspiraba a platicar. No deseaba que esto fuera algo únicamente sexual. Por primera vez en mi vida, quería dejar entrar a alguien. No quería mantener a Blaire afuera. Tenía que amarme. Para que yo sobreviviera a esto, tendría que amarme. Cómo demonios conseguiría que se enamore de mí, no sabía. Llegar a conocerla ayudaría. Comer su coño no era el camino al corazón. Tenía que recordarme que mi adicción a saborearla no podía hacerse cargo. ¿La amaba? Nunca estuve enamorado. Aparte de mi papá, Nan y Grant, no podía decir que alguna vez amé a alguien más. ¿La elegiría por encima de uno de ellos? Sí. ¿Moriría para protegerla? Demonios, sí. ¿Podría vivir si me abandonaba? No. Quedaría hecho añicos. ¿Esto era amor? Parecía muchísimo más fuerte que algo tan simple como el amor. Un golpe en la puerta del dormitorio penetró en mis pensamientos. Mierda. No era Grant. Sino Nan. Con quien no deseaba lidiar justo ahora. Tomé mi tiempo yendo a la puerta. El golpe se volvió más fuerte.

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Abriendo la puerta de un tirón, fui recibido por la cara manchada con lágrimas de mi hermana. No se le permitía entrar a mi habitación. En realidad, no se lo comenté, pero era sabido. Di un paso en el pasillo y cerré la puerta detrás de mí. Nan‖señalaba‖al‖cuarto‖en‖el‖que‖Blaire‖dormía…‖o,‖m{s‖bien,‖en‖donde‖mantenía‖ sus cosas. Estaría durmiendo conmigo a partir de ahora. —¡Así que es cierto! Está allí. ¿La dejaste mudarse arriba? ¿También la estás follando? ¿De eso se trata? No es tan atractiva, Rush. No es como si no pudieras tener a cualquiera que quieras. Es solo otra cara bonita. ¿Por qué no puedes no follarla? ¿No tienes control sobre tu maldita polla? ¡No puede ser tan buena en la cama! —¡Détente! —rugí antes de que dijera algo más. Nan me presionaba. Odiaba que estuviera llorando, pero con Nan, nunca sabías si eran lágrimas reales o no. De hecho, no la vi llorar, así que no podía estar seguro. Pero no quería que se disgustara. Sólo ansiaba que me permitiera ser feliz. Por una vez en mi maldita vida, que me dejara tomar una decisión por mí mismo. No por ella. —¡No me grites! —Lágrimas reales llenaron sus ojos y comenzó a llorar de nuevo. De acuerdo, tal vez de verdad se sentía disgustada. No le gritaba a menudo. Normalmente no me hacía enojar tanto—.‖ Desde…—sorbió por la nariz—, desde que llegó‖ aquí,‖ has‖ estado‖ grit{ndome.‖ Todo‖ el‖ tiempo.‖ No‖ puedo…‖ —Dejó salir otro sollozo—. No puedo soportar esto. Me estás dando la espalda. Por ella. Esto no era culpa de Blaire. ¿Por qué Nan no podía verlo? Era como hablar en círculos. La alcancé y estreché en mis brazos. La niñita que cuidé mi vida entera me miraba con ojos hinchados. Era todo lo que ella tenía. —Lamento gritarte —le dije, y sollozó más duro contra mi pecho. —Simplemente…‖simplemente…‖no‖entiendo‖—dijo. Decirle a Nan que me enamoré de Blaire no era la solución. Para empezar, aún no le decía a Blaire que la amaba, y tenía que decirle primero. Segundo, Nan se volvería loca si le dijera eso. Podía ir de un desastre deplorable y sollozante a un tornado salvaje y demente en un segundo. Presencié eso más de una vez. —No es sobre el sexo. He intentado decirte que Blaire no tiene la culpa. También he intentado explicarte cómo ha sido tratada injustamente aquí. No eres la única víctima. No deberías odiar a alguien que ha sufrido lo mismo que tú. No entiendo por qué no puedes ver eso, Nan. Te amo. Siempre te amaré. Sabes eso. Pero no puedo elegirte por encima de ella. No esta vez. Esta vez, estás pidiendo demasiado. No renunciaré a ella. Nan quedó inmóvil en mis brazos. Tenía la esperanza de que me escuchara, de que la hiciera entender, pero conocía a mi hermana. Eso sería malditamente fácil. Tomaría algo mucho más grande para que renunciara al rencor que mantuvo por la mayor parte de su vida. —¿Por qué no puedes darle dinero y echarla? —preguntó Nan 134

en voz baja mientras se alejaba de mi abrazo y cruzó los brazos sobre el pecho, a la defensiva. —Porque‖no‖puedo‖dejarla‖ir.‖Ella…‖me‖hace‖feliz,‖Nan‖—le admití eso. Los ojos de Nan destellaron con ira, que sabía que encendería si creyera, por un minuto, que sentía más por Blaire de lo que sentía por ella. Tan jodido como era eso, Nan esperó ser mi número uno durante la vida entera. Nunca consideró qué sucedería si me enamoraba un día. Le desesperaba tanto ser la prioridad de alguien que decidió forzarlo en mí. —¿Debido a que es una buena follada? —dijo con acritud. Cerré los ojos con fuerza y tomé una profunda respiración. Mantener la calma era importante. Perderla con Nan de nuevo no ayudaría en nada. Cuando abrí los ojos, dirigí la mirada a mi hermana. —Nan. No hagas eso otra vez. Blaire no es solo una follada para mí. Consigue meterte eso en la cabeza. No está controlándome con sexo. Es más que eso. Nan se tensó y giró la cabeza para fulminar con la mirada la puerta abierta del cuarto de Blaire. —Ni siquiera la conoces. La acabas de conocer. Y aun así, quieres elegirla por encima de mí —espetó. —La conozco. Hemos estado compartiendo una casa desde hace semanas. He sido incapaz de apartar los ojos de ella. La he observado. Hemos conversado. La conozco.‖Ella‖es…‖Dios,‖Nan,‖ella‖es‖lo‖que‖me‖hace‖feliz.‖¿No‖puedes‖aceptar‖eso?‖¡Deja‖ ir esta cosa con ella! Nan no me miró o respondió. La lucha acabó por ahora, pero sabía que no gané. No superaría esto fácilmente. Nos quedamos en silencio por unos cuantos minutos, y esperé para que dijera algo. Lo que fuera que decidió, necesitaba ser tratado con mucho cuidado. Nan poseía el poder de arruinar las cosas para mí. Podría decirle de todo a Blaire, y perdería. No podía perder a Blaire. —Quiero tener amigos aquí esta noche —dijo, osciló la mirada de regreso a mí. Bien. Me obligaba a otra de sus fiestas. Típico de Nan. Necesitaba saber que todavía cedería ante ella en algún nivel. —Bueno —respondí sin discutir. Llevaría a Blaire a mi habitación, para estar lejos de la multitud y el ruido. Nan asintió, luego dio media vuelta y se alejó. Eso era todo. Por ahora.

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24 Traducido por Sofía Belikov & Adriana Tate Corregido por Mel Markham

No me sentía de humor para esto, pero le dije a Nan que podía tener su fiesta. Debería haber esperado que ella exagerara las cosas cuando no le di reglas. No iba a beber esa noche. Intentaría pasar mi nombre con Blaire. Los chicos podrían haber sido informados del hecho de que Blaire estaba fuera de los límites, pero las chicas no habían aceptado el que yo no estuviera disponible. Negué con la cabeza hacia otra de las amigas de Nan que me ofrecía una mamada justo al frente de todos. Los ojos de Grant encontraron los míos por encima de la multitud. Se encontraba recostado en el sofá, con una chica a la que le dije que no más temprano media sentada en su regazo. Rodó los ojos y tomó un trago de su cerveza. Le pedí que viniera y vigilara las cosas esa noche. No quería interrupciones. Había aceptado con tal de que pudiera quedarse en su habitación usual si una de las chicas llamaba su atención. No me importaba lo que hiciera, mientras nadie nos molestara a Blaire y a mí. Asentí hacia la chica que acababa de rechazar. Si quería algo de fácil e intrépido sexo, estaba seguro de que esa era una buena opción. Arqueó las cejas con interés y la observó contonearse hacia la sala de estar. Iba a subir y esperar a Blaire en su habitación. No debería tardar demasiado. —¿Vas a subir? —preguntó Nan. Asentí. —Sí. Grant estará aquí por si lo necesitas. —¿Qué con ella? ¿También va a quedarse allí arriba? —preguntó Nan, tratando de lucir como si no le importara lo que Blaire hiciera. —Blaire estará conmigo. Buenas noches, Nan. Disfruta tu fiesta. —Se giró sobre sus talones y caminó furiosamente hacia la cocina. Me giré para mirar a Grant, y él sólo negó con la cabeza. 136

Sabía que Nan me molestaba por lo de Blaire. Sabía que él no estaba de acuerdo con la idea de no contarle a Blaire. Creía que debería decirle ahora, antes de que fuera demasiado lejos. El problema con eso era que ya había permitido que llegara demasiado lejos.

*** La habitación de Blaire ya olía a ella. No encendí las luces. Podía ver mejor la luz de la luna en el golfo en la oscuridad. Sentándome al borde de su cama, inhalé, tratando de alimentar mi hambre por ella. Llegaría en cualquier minuto. Pero me ponía impaciente. Si pudiera hacer que dejara de trabajar y me permitiera cuidar de ella, lo haría, pero sabía que no era buena idea sugerir eso. Blaire se enojaría. Le tuve que mentir para que aceptara el maldito teléfono. Aún planeaba pagarme por la comida en mi cocina. Pero aun así, iba a encontrar una forma de poner lo que me entregara en sus ahorros. De alguna forma. La testaruda mujer no aceptaba nada más de mí que mi cuerpo. Sonreí ante el pensamiento. Estaba más que dispuesto a darle mi cuerpo. También aceptaba felizmente mi lengua. Tenía algo con ella. La forma en que sus ojos bailaban con anticipación cuando veía mi perforación era demasiado sexy, maldición. Escuché pasos y me giré para ver a Blaire entrar a la habitación. Sus manos volaron a su boca para cubrir un grito sorprendido, el cual murió al momento en que se dio cuenta de que era yo. Me levanté y caminé hacia ella. Ya no podía esperar por tocarla. —Hola —dije. —Hola —respondió, y luego una mueca tiró de sus labios—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿A dónde más estaría? —Esperándote. Pensé que era un poco obvio. Bajó la cabeza para ocultar esa sonrisa complacida que aun así veía en sus labios. —Puedo verlo. Pero tienes invitados —dijo. Ya había olvidado que estaba allí. Había estado completamente centrado en ella. —No son mis invitados. Confía en mí, quería que la casa estuviera vacía —le aseguré, y ahuequé un lado de su rostro—. Ven arriba conmigo. Por favor. Lanzó su cartera en la cama, y luego deslizó su mano en la mía. —Muéstrame el camino.

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Me las arreglé para permitir que alcanzara el último escalón antes de empujarla entre mis brazos y presionar mis labios contra los suyos. Estuve pensando todo el día en cuán delicioso sabía y cómo amaba sentir su lengua deslizándose contra la mía. Envolvió los brazos en mi cuello, besándome con la misma ansiedad. El anhelo en su beso igualaba al mío, y supe que tenía que detenerme si quería hablar con ella esa noche. Me alejé de golpe. —Hablemos. Vamos a hablar primero. Quiero verte sonreír y reír. Quiero saber cuál era tu programa favorito cuando eras una niña, quién te hizo llorar en la escuela y de qué grupo de chicos colgabas carteles en tu pared. Luego, te quiero desnuda en mi cama de nuevo —dije. Sonrió y caminó hacia el sofá. Imágenes de ella desnuda en mi inmenso transversal destellaron en mi mente, y tuve que sacudirme para detenerme. Sigue el plan, Rush. —¿Sedienta? —pregunté, abriendo el refrigerador que mantenía en mi habitación. —Algo de agua con hielo estaría bien. Comencé a servirle un vaso de agua fría, pensando en todo lo que quería saber. No en cómo lucía cuando llegó. —Rugrats era mi programa favorito. Ken Norris me hacía llorar por lo menos una vez a la semana, luego hizo llorar a Valerie, me enojé y lo lastimé. Mi ataque favorito y de mayor éxito fue una patada en las bolas. Y, vergonzosamente, The Backstreet Boys cubrían mis paredes. —Blaire respondió cada pregunta que hice. Le tendí el agua y me senté a su lado en el sofá. —¿Quién es Valerie? —pregunté. Ella nunca había mencionado a sus amigos. Asumí que no tenía muchos debido a lo de su madre. Blaire se tensó junto a mí, y mi interés se intensificó. ¿Valerie la lastimó? —Valerie era mi hermana gemela. Murió en un accidente de coche hace cinco años. Mi papá conducía. Dos semanas después, él salió de nuestras vidas y nunca regresó. Mamá dijo que teníamos que perdonarlo porque él no podía vivir con el hecho de haber estado conduciendo el auto que mató a Valerie. Siempre quise creerle. Incluso cuando no vino al funeral de mamá, quería poder creer que él no podía hacerle frente. Así que lo perdoné. Ya no lo odio, ni dejo que la amargura y el odio me controlen. Pero vine aquí y, bueno…‖tú‖sabes.‖Supongo‖que‖mam{‖estaba‖equivocada. Mierda. Mierda. Mi estómago se sentía enfermo. Me recliné en el sofá y puse un brazo a su alrededor. Quería ponerla sobre mi regazo y consolarla. Decirle que haría cualquier cosa que me pidiera con tal de hacerla sentirse mejor. De arreglar esto. De 138

cambiar el pasado; habría movido cielo e infierno. Pero no podía. Así que dije todo lo que podía decir. —No tenía idea de que tuvieras una hermana gemela. —Eso era mentira. Lo sabía. Pero era fácil olvidar que la chica de la cual sabía todos estos hechos fuera la misma mujer de la que estaba totalmente enamorado. La que había sufrido por lo que hice. —Éramos idénticas. No podías distinguirnos. Tuvimos un montón de diversión con eso en la escuela y con los chicos. Sólo Cain podía distinguirnos. Pasé una mano por su cabello y jugué con las sedosas hebras. —¿Cuánto tiempo se conocieron sus padres antes de casarse? —pregunté. Quería oírlo de ella. Había tanta verdad que temía no saber. Tantas mentiras que había creído. —Fue una cosa del tipo de amor a primera vista. Mamá visitaba a una amiga suya en Atlante. Papá había roto recientemente con su novia y se acercó una noche cuando mamá se encontraba en el apartamento con su amiga sola. Su amiga era un poco salvaje según lo que me dijo mamá. Papá miró a mamá y se hundió. No puedo culparlo. Mi madre era preciosa. Tenía mi color de cabello, pero tenía grandes ojos verdes. Eran casi como joyas y ella era divertida. Eras feliz con solo estar cerca de ella. Nada la deprimía. Sonreía a través de todo. La única vez que la vi llorar cuando me contó sobre Valerie. Cayó al suelo y lloró ese día. Me habría asustado si no me hubiera sentido de la misma manera. Fue como si una parte de mi alma fuera arrancada. —Blaire se detuvo y sentía su rápida inhalación. No podía imaginar cómo se sentiría el perder a Nan o a Grant. Aun así, ella perdió a su gemela. Luego a su padre. Y a su madre. Mi pecho se apretó con dolor. La abracé. —Lo siento mucho, Blaire. No tenía idea. Blaire levantó la cabeza y presionó sus labios contra los míos, con hambre. Buscaba consuelo, y esa forma era la única que conocía para conseguirlo de mí. Quería que supiera que podía abrazarme, y que la sostendría cuando me necesitara. Pero no podía decirlo ahora. Aún no. —Las amaba. Siempre las amaré, pero ya estoy bien. Ellas están juntas. Se tienen entre sí —dijo, rompiendo el beso. Trataba de hacerme sentir mejor. Las había perdido, y aun así trataba de consolarme. —¿Qué tienes tú? —pregunté, sintiéndome más emocionado de lo que alguna vez me sentí en mi vida. —Me tengo a mí. Me di cuenta hace tres años, cuando mi mamá se enfermó, que mientras me aferrara a mí misma y no olvidara quién era, siempre iba a estar bien — dijo con determinación. No podía respirar. Joder. No merecía respirar. 139

Era tan malditamente fuerte. Había enfrentado al infierno, y aun encontraba razones para sonreír. No creía que necesitara a alguien. Pero, Dios, yo la necesitaba. Yo no era tan fuerte como ella. No la mecería. Pero no un buen tipo. Nunca haría lo correcto y detendría esto, porque no sería físicamente capaz de verla alejarse. Pánico y desesperación apretaron mi pecho. —Te necesito. Ahora mismo. Déjame amarte justo aquí, por favor —le rogué. Estaba listo para arrodillarme y todo. Esto no iba bien. Ella necesitaba alguien que la escuchara y abrazara, pero aquí estaba yo, rogándole para que cuidara de mí. Blaire se sacó la camiseta y alcanzó la mía. Alcé los brazos y dejé que me la quitara. Me gustaba que me desnudara. Estirándome por detrás de ella, desabroché su sujetador y lo lancé a un lado. Ahuecando sus llenos pechos en mis manos, dejé que su peso llenara mis palmas. —Eres tan jodida e increíblemente hermosa. Por dentro y por fuera —le dije—. Por mucho que no lo merezco, quiero estar enterrado en ti. No puedo esperar. Necesito estar tan cerca de ti como sea posible. Blaire se alejó de mí, haciendo que sus pechos se balancearan. Mi boca se hizo agua, y mis palmas picaron para que las alargara y los apretara. Mimara una vez más su perfecta y satinada gordura en mis manos. Luego comenzó a quitarse los zapatos. Mis ojos cayeron en sus manos, las cuales trabajaban ahora en el botón de sus pantalones cortos. Se estaba desnudando para mí. Sin la timidez que había sentido esa mañana. No iba a tener que coaccionarla para que se quitara la ropa de nuevo. Se contoneó y salió de sus pantalones cortos, y estaba bastante seguro de que yo jadeaba. —Desnúdate —demandó, y su mirada cayó sobre mi obvio deseo. Mierda. ¿A dónde se fue mi dulce Blaire? No discutí. Me levanté y quité mis vaqueros, luego alargué un brazo hacia ella y la empujé hacia mí mientras me sentaba. —Ponte a horcajadas sobre mí —le dije. Hizo lo que le dije. Sus muslos se encontraban abiertos, y la dulzura de su calor encontró mi nariz. Quería probarle. Pero eso tendría que esperar. —Ahora —me las arreglé para decir a través de la emoción en mi voz—, tranquilamente baja sobre mí. Agarré mi polla y la sostuve para que pudiera hundirse en mí. No tenía la certeza si esta era una buena posición para ser su segunda vez, pero quería intentarlo. Se agarró de mis hombros con ambas manos. —Tranquila, bebé. Lento y con calma. Vas a estar dolorida. 140

Asintió justo cuando mi punta rozó contra su apertura. La moví sobre su raja, causándole que temblara mientras rozaba su clítoris con ella. —Eso es todo. Te estás poniendo tan jodidamente húmeda. Dios, quiero probarlo. —Sabía que le gustaba que le dijera lo que pensaba. Me encantaba ser capaz de hablarle sucio y no asustarla. Su mirada se fijó en la mía, y se movió hasta que estuve rozando su entrada. Su pequeño y perfecto diente blanco salió y mordió su labio inferior, y luego se hundió en mí duro y rápido. Su gritó resonó en la habitación, y yo removí mi mano, permitiéndole que me tomara por completo. —¡Mierda! —gemí cuando su calor me apretó fuertemente con esa loca succión que me volvió loco anoche. De alguna manera era más intenso está noche. Se encontraba más caliente, y santa mierda, estaba mojada. Como un terciopelo resbaladizo cubriéndome hasta que me mató de placer. Comencé a preguntarle si se encontraba bien cuando su boca cubrió la mía y su lengua se enredó salvajemente con la mía. Su sabor. Oh, Dios, su sabor era tan bueno. Ahuequé su rostro con mis manos y devoré su boca. Tanto mi lengua como mi polla se encontraban enterradas dentro del dulce cuerpo de Blaire, y luché por contenerme de agarrarla y follarla como un maniático. Ella echó su cabeza hacia atrás y agarró mis hombros con más fuerza, luego comenzó a cabalgarme como si no pudiera tener suficiente. El miedo de que estuviera dolorida se desvaneció cuando capturé la mirada de pura felicidad en su rostro mientras me cabalgaba duro y rápido. Mi mirada cayó sobre sus tetas, rebotando cada vez que se alzaba y golpeaba de regreso sobre mi polla. —Blaire, oh, santa mierda, Blaire —gruñí, incapaz de creer esto. Mis manos agarraron su cintura, y perdí la cabeza. Quería acariciarla, pero maldición, también quería follarla. Quería follar su cuerpo con abandono total. Era la cosa más excitante y alucinante que jamás había experimentado. —Mierda, bebé. ¡Dios, Blaire! Sí, así bebé, fóllame. —Las palabras salían de mi boca y no me podía detener—. Tu coño apretado es jodidamente perfecto. Succionando mi polla, mierda, ningún coño debería sentirse así de bien. Santo infierno, bebé. Eso es. Fóllame. Fóllame, Blaire. El jodido coño más dulce en el mundo. —Entonces me di cuenta. Nunca antes follé sin un condón. Santa mierda, no tenía puesto un condón. Estaba limpio. Me había chequeado recientemente. Nunca lo hice sin un condón, pero…ella‖ me‖ apretó,‖ y‖ no‖ me‖ importó.‖ Dios,‖ quería‖ esto‖ con‖ ella.‖ Sin‖ nada‖ entre‖ nosotros. Los movimientos de Blaire cambiaron, y comenzó a menearse de atrás hacia delante. Mi boca ávidamente buscó sus pezones y los chupó mientras rebotaban delante de mí. —Me voy a venir —gimió, meneándose con más fuerza. 141

—Joder, bebé, tan bueno. Y entonces gritó mi nombre, retorciéndose contra mí mientras su cuerpo se estremecía. Exploté dentro de ella, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura para evitar caerme de la maldita tierra sin ella. Su nombre salió de mis labios más de una vez. Mi cuerpo vibraba y temblaba mientras luchaba por respirar. Mi liberación se disparó dentro de ella, marcándola. La bestia dentro de mí rugió volviendo a la vida. Mía. Mía. Mía. El sexo de Blaire todavía me apretaba con fuerza mientras los espasmos golpeaban su cuerpo. Cada vez que apretaba mi polla, yo gritaba. Era como si me estuviera viniendo una y otra vez. No existía un final para esto. Finalmente, su cuerpo comenzó a relajarse, liberando mi polla del agarre de pura nirvana del que había sido puesto. Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cuello y cayó sobre mí, completamente cansada. —Nunca. Nunca en mi vida. —Me las arreglé para jadear por la falta de oxígeno—.‖ Eso‖ fue…Dios, Blaire, no tengo palabras. —No podía dejar de tocarla. De acariciar su espalda y ahuecar su trasero en mis manos, dejé que mi cuerpo disfrutara de las secuelas. —Creo que la palabra que estás buscando es épico —dijo Blaire. La risa brotaba de su pecho y se echó para atrás para mirarme. —El sexo más épico conocido por el hombre —le aseguré—. Estoy arruinado. Sabes eso, ¿no? Me has arruinado. Se movió en mi regazo. Todavía me encontraba enterrado dentro de ella. Todavía no me sentía listo para moverme. El hecho de que mi polla incluso pudiera agitarse tan pronto de nuevo después del sexo me sorprendió. —Mmm, no, creo que todavía podrías funcionar —dijo, sonriendo con malicia. —Dios, mujer, vas a tenerme duro y listo de nuevo. Tengo que limpiarte —le dije. Me miró con una emoción de la que tenía demasiado miedo de desear, luego trazó mi labio inferior con la punta de su dedo. —No voy a sangrar de nuevo. Ya lo hice —dijo con timidez. Puse su dedo dentro de mi boca y lo chupé. Sabía que tenía que decirle. Todavía no se había dado cuenta del impacto de tener sexo sin un condón. No quería arruinar este momento, pero tenía que saber que no tenía nada que pudiera hacerle daño. Y si no se encontraba en control de la natalidad, todavía era muy poco probable que acabáramos de hacer un bebé. A la mayoría de las parejas le tomaba meses de

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intentarlo. Un infortunio no lo haría. —No tenía puesto un condón. Sin embargo, estoy limpio. Siempre uso un condón y me chequeo con regularidad —le dije con calma. No se movió o habló. Mierda. —Lo siento. Tú te desnudaste y mi cerebro se apagó. Te prometo que estoy limpio —le aseguré. —No, está bien. Te creo. No pensé en eso, tampoco —dijo, con la impresión todavía en su rostro. La empujé de nuevo contra mí. —Bien, porque eso fue jodidamente increíble. Nunca lo había sentido sin un condón. Saber que me hallaba dentro de ti y sentirte desnuda me hizo de verdad endemoniadamente feliz. Te sentías increíble. Toda caliente, húmeda y muy apretada. Se meció contra mí y mi polla comenzó a levantarse de nuevo. Dios, se sentía bien. —Mmm —murmuró. Quería‖m{s.‖Como‖esto.‖Justo‖aquí.‖Pero…‖ —¿Estás en algún tipo de control de natalidad? Negó con la cabeza. Por supuesto que no lo estaba. No tenía ninguna razón para estarlo. Sin embargo, iba a tener que cambiar eso. Tenía que tenerla desnuda de nuevo. Ahora que sabía cómo se sentía, no había marcha atrás. Gimiendo, me moví hasta que ya no me encontraba enterrado dentro de ella. — No podemos hacer esto hasta que lo estés. Pero me tienes duro otra vez. —Extendí mi mano hacia abajo y pasé mi dedo por encima de su hinchado clítoris. Ya se encontraba caliente de nuevo, también—. Tan sexy —susurré, mientras observaba el pequeño bulto pulsar contra mi dedo pulgar. Echó la cabeza hacia atrás y gimió. Necesitaba tenerla otra‖vez.‖Lo‖sacaría‖esta‖vez.‖Sólo…oh,‖mierda,‖tenía‖que‖estar‖dentro‖de‖ella—. Blaire, toma una ducha conmigo —le dije. —Está bien. Me dejó guiarla hacia el baño. Encendí la calefacción del suelo cuando entramos, así el piso de mármol no estaría tan frío para sus pies descalzos. Luego encendí la ducha y la opción de vapor. Dándome la vuelta, tomé su mano. —Te quiero en la ducha. Lo que hicimos allá fuera fue el mejor sexo que he tenido en mi vida. Pero aquí adentro, va a ser más lento. Voy a cuidar de ti. —La coloqué en la gran ducha. El agua nos golpeó directamente desde arriba y desde las dos duchas montadas en cada pared lateral. Cerrando la puerta, presioné el sellador así el vapor llenaría la ducha.

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Blaire miraba alrededor con asombro. —No sabía que hacían las duchas así de grandes‖ o‖ así‖ de‖ complicadas.‖ Tienes‖ agua‖ saliendo‖ desde‖ todas‖ partes…‖ ¿y‖ es‖ eso‖ vapor? Sonriendo, la coloqué encima del gran banquillo. —Sostente de mis hombros —le dije, antes de agacharme. Tomar su pierna y levantarla hasta que su pie estuvo en el banquillo. Su coño se encontraba completamente abierto para mí, y no dije nada más. Llené mis manos con gel de baño y lo froté en una espuma antes de pasar a lavar el interior de sus muslos. —¡Rush! —jadeó, apretando mis hombros e inclinándose más hacia mí. Continué lavando mi semen de sus muslos, donde se chorreó fuera de ella, poniéndolos pegajosos. Levantando mi cabeza, observé su rostro mientras tocaba sus delicados pliegues. No quería causarle ardor o escozor, sólo quería limpiarla. Sus párpados se cerraron, gimió y se meció contra mi mano. Quería limpiarla primero, antes de hundirme dentro de ella otra vez, pero si seguía así, no iba a ser capaz de detenerme. —¿Se siente bien? —le pregunté. Ella sólo asintió. Tenía los ojos cerrados, y su cabeza echada hacia atrás ligeramente. El agua empapó su cabello, y se encontraba hacia atrás, fuera de su cara. Tracé besos a lo largo de su frente y por sus mejillas mientras continuaba lavándola—. ¿Estás dolorida? —le pregunté contra su oído. Se estremeció. —Sí. Pero me gusta estar dolorida. Saber que tú me pusiste dolorida‖por…‖—Hizo una pausa—. Follarme —terminó en un susurro. —Blaire, nena, voy a tener que follarte ahora. No debiste haber dicho esa palabrota. No puedo seguir siendo bueno y haciéndote sentir mejor. —El tono en mi voz delataba lo cerca que me encontraba de agarrarla y agacharla. Abrió los ojos, y el calor en su mirada me quemó. —¿Me vas a follar contra la pared? —preguntó, con la respiración pesada. —De cualquier forma que quieras, dulce Blaire. Ahuequé mis manos y las llené con agua, la cual usé para limpiar el jabón entre sus piernas. Cuando lo quité todo, la agarré y la empujé contra la pared. Pero me detuve. Iba hacerlo dulce y lento ahora. Ella pudo haber dicho que le gustaba, pero mañana estaría sensible, y tenía que recordar ser amable. —No voy a usar un condón. No puedo. Necesito sentirte. Pero te juro que lo sacaré antes de venirme —le dije. —Está bien. Sólo, por favor, Rush, mételo —rogó. Mi control se quebró. 144

25 Traducido por Sofía Belikov &Vani Corregido por Valentine Rose

Abriendo los ojos contra la brillante luz del sol, bizqueé, dándome cuenta de que me había olvidado cerrar las persianas la noche anterior. Luego la esencia de Blaire me golpeó, y rodé sobre una cama vacía. Mierda. Se había ido. Había estado durmiendo cuando se fue para el trabajo. Maldita sea. Había querido besarla para desearle una buena mañana. ¿Se acordó de tomar desayuno? Frustrado, me quité las cubiertas y me senté. Blaire tenía un trabajo. Tenía que aceptarlo. No me permitiría no aceptarlo. Incluso si apestaba. No me gustaba que trabajara tanto, especialmente después de que la mantuve ocupada casi toda la noche. Había dormido muy poco. Iba a estar tan cansada hoy. Cuando saliera del trabajo, la alimentaría, le daría un masaje y la bañaría. Esa noche la compensaría por el hecho de haberla follado como un demente toda la noche. Nos acostaríamos temprano. Conseguiría descansar. Podía evitar follármela por una noche. Pero probablemente me comería su coño. Sólo tenía cierto autocontrol. Decidí saltarme la ducha. Podía oler a Blaire en mi piel, y no me sentía dispuesto a quitarme su olor aún. Quería recordar por el resto del día cuán jodidamente afortunado era. Para el momento que en bajé a comer algo, era casi mediodía. El timbre sonó, y un urgente golpeteo le siguió. —¡Rush! ¡Abre la puerta! ¡Tengo las manos ocupadas! — gritó Nan desde el otro lado. Mierda. Abrí la puerta, y mi hermana se quedó allí, con el cabello en grandes rulos, varias bolsas‖de‖compras,‖y‖un‖porta‖trajes‖que‖decía‖“Marc‖Jacobs”.‖¿Qué‖diablos? —Nan, ¿por qué estás en mi puerta con bolsas de compras? Y la última vez que comprobé,‖no‖había‖una‖tienda‖de‖Marc‖Jacobs‖o…‖ —Miré las bolsas en sus manos—, Burberry o Chanel o Saks en Rosemary Beach. ¿De dónde salió toda esta mierda? 145

Nan dejó caer las bolsas y levantó la mirada como si yo fuera el único que había perdido la cabeza. —Manhattan. Las compré cuando estuve allí el mes pasado. Tengo dos vestidos de Marc Jacobs de los que no estoy‖segura.‖Y‖luego‖est{n‖los‖zapatos…‖esa‖ es otra historia. Ni siquiera puedo comenzar a decidirme. Necesito saber qué planeas usar, y necesito usar el baño en la habitación de mi madre para que mi estilista me arregle el cabello y me ponga maquillaje. Hay más espacio aquí que en mi departamento. Aparte, de esta forma, podemos irnos juntos —dijo, como si cualquier cosa de lo que dijo tuviera sentido. No tenía idea de qué diablos pensaba que hacía, pero si una Blaire desnuda no estaba incluida, yo tampoco. —¿De qué hablas? —pregunté, deseando haberme tomado al menos una taza de café antes de que Nan hubiera llegado con su loco despotrique. Se congeló a medio camino en las escaleras y se giró para mirarme. Su rostro decía que el drama estaba a punto de comenzar. Mierda. —Esta noche, Rush. ¿Lo olvidaste? ¿En serio? —La voz de Nan se hizo una octava más fuerte, y supe que estaba a punto de estallar. Joder, necesitaba algo de café. —¡Oh, por Dios! Lo olvidaste. Estás tan metido en ella que ni siquiera recuerdas algo que es importante para mí. —Nan gritaba ahora. Cerré los ojos y me froté las sienes, esperando no terminar con un dolor de cabeza. Sólo quería beber café y planear mi tarde con Blaire. No este desastre. —Nan, acabo de despertar. Por favor, deja de gritarme —dije. —¿Que deje de gritar? ¿En serio estás diciéndome que deje de gritar cuando mi propio hermano se olvidó que esta noche es el baile de debutante? He estado planeando este baile desde que tenía cinco. Lo sabes. Sabes cuán importante es esta noche. ¡Pero lo olvidaste! Mierda. No quería llevar a mi hermana a un baile con un puñado de consentidas y arregladas niñitas y tratar de superar las siguientes horas. Blaire no cuadraba en esa ecuación, y quería estar con Blaire. —No quieres ir —dijo Nan con un ruidoso chillido. Sonaba como una niña. —Lo olvidé. Lo siento. Pero no has hablado de ello en meses, y ya sabes que esto no es lo mío. Nan tiró la bolsa en su mano. Genial. Íbamos a tener una rabieta con artículos de ropas que me costaban una jodida fortuna. Blaire trabajaba un montón a diario, y mi hermana se compraba zapatos con mi dinero, zapatos que costaban más de lo que Blaire podría hacer en dos semanas. 146

Era jodidamente injusto. Odiaba esto. Odiaba no ser capaz de darle a Blaire todo lo que quería. —¿Estás diciendo que no me llevarás, Rush? No tengo un padre que me lleve. Eres el único hermano que tengo. Mi escolta tiene que ser un miembro de la familia que también sea miembro del club. No tengo a nadie más. Sólo a ti. —Ya no gritaba. Sonaba herida. La pequeña niña perdida que necesitaba a su hermano mayor para salvar el día. —Por supuesto que voy a llevarte, Nan. Sólo lo olvidé. Y comenzaste a gritarme antes de que hubiera tomado mi jodido café —dije, sin querer ver la tristeza en sus ojos. Sorbió y asintió rígidamente. —Vale. Gracias —dijo, luego se arrodilló para recoger la bolsa que había botado—. Después de que te tomes tu café y estés menos mezquino, ¿podrías, por favor, subir las bolsas? —pidió mientras subía las escaleras. No necesitó que respondiera. Sabía que lo haría. Fui a la cocina. Tenía que controlarme. Ir enojado esta noche no era justo para Nan. Sólo era una noche. Se lo explicaría‖a‖Blaire.‖Ella‖entendería,‖pero‖era…‖Blaire.‖No‖esperaba‖que‖hiciera‖nada.‖No‖ requería nada de mí. Era la primera persona en mi vida que sólo me quería por mí. No por favores. Mi pecho se apretó. Probablemente estaría durmiendo para cuando llegara a casa. La quería en mi cama. No quería que durmiera en otra habitación. No iba a dormir sin ella. Me serví un café y lo bebí, luego me serví otra taza, antes de dirigirme de regreso al vestíbulo para recoger toda la mierda que Nan compró. Bajaba las escaleras cuando empecé a subir. —¿Te sabes la combinación de la caja de joyas de mi madre? Quiero usar el collar de‖zafiros‖que‖compró‖en‖Tiffany’s‖esa‖navidad. —La abriré para ti. —No iba a permitir que llamara a mamá. Había una buena probabilidad de que mamá le dijera que no, y entonces Nan haría una rabieta, y también tendría que solucionar ese desastre. Nan sonrió con suficiencia. —¡Gracias! Voy a usar uno de los vestidos de Marc Jacobs, y el collar combinará perfectamente. Creo que también compró los aros a juego. O los pidió prestado. —Nan hizo un gesto con la mano como si no importara—. No importa. El collar se verá increíble con las gotas de diamante. La dejé parloteando sobre joyas, llevé las bolsas a la habitación de mamá, y las dejé en la cama. Tenía algunos trajes allí; sólo escogería uno. Lo que usaría no era un problema. Pero necesitaba hablar con Blaire primero. Hacerle saber dónde estaría esta noche.

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* * * Resultó que estaría trabajando. Mis llamadas fueron directo a su buzón de voz, lo que significaba que su teléfono estaba en silencio o se había descargado, lo cual no era una sorpresa, conociendo a Blaire y la importancia que le daba a su teléfono. Cuando tenía que llamar al club, llamaba a Woods. Me informó que Blaire estaba ocupada. Estaban atochados alistándose para esa noche. Luego me dijo que Blaire estaría trabajando y me advirtió que si Nan le decía una cosa a Blaire, la echaría. Luego me colgó. Idiota. Llegaba al club en un esmoquin y con mi hermana enganchada a mi brazo, vestida como una princesa. Tratar con el hecho de que Blaire estaría sirviendo esa noche mientras yo permanecía allí, vestido así, señalando nuestras diferencias, me estaba matando. Odiaba esto, joder. Quería que Blaire usara un vestido por el que hubiera pagado una ridícula cantidad de dinero y sonriera con emoción. Quería que el mundo viera que era mía. Que estaba conmigo. Pero esa noche era de mi hermana. Si podía superar esto, entonces nunca tendría que estar en esa posición de nuevo. Blaire nunca serviría en otro evento al que estuviera yendo. Estaría cogida a mi jodido brazo, donde pertenecía. —Recuerda lo que dije sobre Blaire. No le dirás nada a menos que sea algo agradable. Woods te echará si lo haces, y yo le ayudaré. ¿Me entiendes? No estoy bromeando, Nan. Nan asintió rígidamente. —No le diré nada. Lo juro. Ahora, ¿podrías, por favor, dejar de hablar sobre ella y dejarme disfrutar mi noche? Ni siquiera has dicho algo sobre cómo luzco. Lucía hermosa, pero ella siempre lucía así. Nan tenía una elegante belleza que era imposible de ocultar. —Luces preciosas. Nadie podría compararse contigo —le aseguré. Me sonrió, y me sentí culpable por no pensar en el hecho de que no le había dicho cómo lucía más temprano. Estuve tan concentrado en Blaire que no pensé en ello. Nan me necesitaba esa noche. Tenía que pensar en ella. Por unas cuantas horas. Esto era por Nan. —Gracias —dijo, sonriendo como la princesa que sabía que era. —Vamos —dije, extendiendo mi codo para que lo cogiera. Caminamos hasta la entrada, y un hombre en un esmoquin nos sonrió y asintió. Anunció nuestros nombres mientras entrábamos a la habitación. Todos los ojos se volvieron hacia nosotros. Este era el momento de Nan. Quería impresionar a las otras chicas, y lo hizo. No tenía ninguna duda. 148

Cuando Nan vio a unas de sus amigas, me apretó el brazo y fue a unirse a ella. Si sólo eso fuera todo. Tenía que soportar tres horas más de esta mierda. —¿Le dijiste? —dijo Woods, parándose junto a mí. Asentí. —Se comportará. Si dice algo, te ayudaré a echarla. Lo sabe. Woods le echó un vistazo a la habitación y asintió. Comenzó a irse, pero se detuvo y movió nerviosamente sus colleras antes de mirarme. —Espero que sepas lo que haces —dijo simplemente, luego se alejó para saludar a algunos de los miembros más antiguos parados cerca. Woods estaba allí como un anfitrión esa noche. No estaba con nadie. No dejé que sus palabras me molestaran. Estaba molesto, porque había sido a quien escogió Blaire. No permitiría que sus comentarios me jodieran. Tenía que prepararme para ver a Blaire trabajando. Sirviéndole a estos presuntuosos idiotas y a sus mimadas hijas. Me dirigí hacia la pared más lejana y esperaba no tener que hablar con muchas de esas personas. Varios se detuvieron y hablaron conmigo, y asentí con una sonrisa forzada. Echando un vistazo a mi teléfono, me di cuenta que aún quedaban dos horas y cuarenta y cinco minutos. Entonces la vi. Entró en la sala, sosteniendo una bandeja con copas de champán y con una sonrisa en su rostro. Toda la habitación parecía iluminarse con su presencia. Los miembros o bien no le hicieron caso y tomaron una copa o hablaron con ella con una sonrisa amistosa. Me di cuenta que la mayoría de los golfistas mayores querían hablar con ella. Sin duda, era popular entre ellos. Sus esposas incluso le sonreían cariñosamente. Una vez que terminó rodeando la habitación, se fue, y me sentí perdido. No me había visto, ni me había buscado. Tenía la esperanza de que me buscara entre la multitud. Pero no lo había hecho. Ni una sola vez. ¿No quería verme? ¿Pensaba que no quería verla? Mierda... ¿No sabía que estaba aquí? ¿Podría ser que verme con Nan había sido una sorpresa? ¿Woods no le había dicho que yo estaría aquí? Antes de que pudiera alterarme, Blaire volvió a entrar a la habitación con una bandeja de Martini. Hizo otra ronda. Cuando por fin se volteó y sus ojos se encontraron con los míos, sentí cómo mi aliento me dejó. Una pequeña sonrisa apreció en sus labios, y luché contra el impulso de tomar la maldita bandeja de sus manos y empujarla a las personas que llegaban a ella por las bebidas. Forcé una sonrisa que no sentía, y entonces alguien le habló, y se giró a sonreírle. No miró hacia mi camino de nuevo antes de que saliera de la habitación. 149

—Rush —llamó Nan. La vi hacerme señas desde donde yacía parada. Estaba con Drummond y su hija, Paris. Nan y Paris habían ido a un internado juntas. Estaba seguro de que en algún momento, había estado con Paris cuando estuvo en nuestra casa. No estaba seguro de que en realidad hubiéramos tenido sexo. Ella todavía tenía diecisiete años, y no me metía con ilegales. Nan agarró mi brazo mientras me acercaba y me volvió a presentar a la gente que ya había conocido. Asentí y escuché a Nan y Paris hablar de su último viaje de esquí juntas. Cuando Nan se tensó a mi lado, me di la vuelta para mirar a la puerta, sabiendo que Blaire debió haber entrado a la habitación. Bethy hablaba con Blaire, pero Bethy no trabajaba ahora. Ella estaba vestida. Confundido, vi como Jace dio un paso entre la multitud para unirse a ella. Había traído a Bethy como su cita. No me esperaba eso. Dejaba claro que era más que una follada para él. La sonrisa en el rostro de Blaire me sorprendió. No tenía celos. Estaba feliz por la gente. Bethy estaba aquí como invitada porque Jace la había llevado, pero Blaire servía a la gente, mientras yo vestía un maldito esmoquin. ¿Pensaba que no quería reconocerla como nada más que una follada? Mi estómago se sentía enfermo. Tenía que saber la vedad. Blaire nunca miró en mi dirección, pero sabía que yo la miraba. El conjunto de sus tensos hombros me dijo que me estaba ignorando. Mierda. Hijo de puta. Malentendía esto. Yo no había querido venir. Estaba aquí para escoltar a mi hermana. No estaba no reconociéndola. La protegía de Nan, pero no podía mantenerme haciéndolo si significaba que hería a Blaire. —¿No es así, Rush? —dijo Nan, su voz sonaba demasiado brillante y aguda. Estaba enojada. No quería verme mirando a Blaire, y eso me hizo enojar. Me hallaba aquí con Nan como quiso. Estaba bastante seguro de que llevaba un valor aproximado de diez mil dólares de ropa y accesorios que yo había pagado, sin contar el collar de nuestra madre. ¿E iba a controlar a quién miraba y con quién hablaba? Diablos, no. No lo haría. —Discúlpenme —dije, con la intención de alejarme, pero Nan clavó sus uñas en mi brazo. —Sólo decía que mamá y Abe deben estar en casa pronto desde Paris. No pueden tener una luna de miel por siempre —dijo con una sonrisa falsa. No los quería en casa. —Espero que no —dije. Las uñas de Nan cavaron más profundo en mi brazo. Tiré de su agarre de muerte.

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Se rio y dio una palmada en mi brazo. —Es un gruñón en estas cosas. Los esmóquines no le hacen bien. —Es el hijo de una estrella de Rock. Dudo que requieras llevar un esmoquin muy a menudo —dijo el Sr. Drummond en un tono divertido. No señalé que mi padre estrella de rock podía comprarlo a él y su compañía varias veces. No iba a perder mi aliento. —No. No tengo muchas razones para usar uno. —¿Qué está diciendo Laney a esa camarera? Ella se ve como si estuviera a punto de... —Paris puso su mano sobre su boca, y me volteé para ver lo que pasaba. Blaire se encontraba de pie en medio de la habitación con caracoles en todo el frente de su vestido, y la bandeja que había estado llevando resonó ruidosamente a sus pies. Estaba congelada por la sorpresa y el horror. Laney, la amiga de Nan, cacareaba de risa. —Ah y mira que es torpe. Woods debería ser más selectivo acerca de sus empleados —dijo Laney en voz alta. La mano de Nan agarró mi brazo, pero lo quité y salí hacia Blaire. Esa perra de Laney pagaría por esto. —Muévanse. —Rugí, empujando a Laney y sus amigas de mi camino para que pudiera llegar a Blaire. Agarrándola por la cintura, la miré fijamente—. ¿Estás bien? — pregunté, comprobando cualquier daño causado a su cuerpo que no sea la mantequilla por todas partes. Asintió, pero sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas, y estaba listo para comenzar a rasgar las extremidades de los cuerpos. Nadie tenía permitido tocarla. Nadie. No pude girarme por completo para mirar a Laney. Estaba demasiado cerca de hacerle daño. —No te acerques ni a mí ni a ella de nuevo. ¿Entendido?—dije con voz destinada a Laney y cualquier otra persona de pie quién pensaba que jugar con Blaire era aceptable. —¿Tú estás enojado conmigo? Ella es la torpe, se arrojó la bandeja a sí misma — dijo Laney con voz aguda y molesta. Dios, era una perra. —Si pronuncias una palabra más, voy a retirar todas mis contribuciones a este club hasta que seas escoltada fuera. Permanentemente —le advertí. —Pero soy amiga de Nan, Rush. Su amiga más antigua, no puedes hacerme eso a mí, especialmente por el personal contratado. —Laney sonaba sorprendida. Estaba a punto de darle algo para sorprenderse. —Pruébame —dije, nivelando mi mirada furiosa sobre ella para que supiera que no debía ir allí conmigo. Me volteé hacia Blaire. —Tú vienes conmigo —dije.

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Miré hacia atrás para ver a Bethy allí de pie, lista para derribar a Laney justo en frente de todos. —La tengo, Bethy. Está bien. Vuelve con Jace —dije. Entonces me volví hacia Blaire—. Cuidado con los caracoles, son resbaladizos. —Tenía que sacarla de aquí. Segura. Había salido herida. De nuevo no la había protegido. Debí haber estado aquí con ella. La jodí. Fue mi culpa. Siempre le fallaba. Cuando salimos del salón y al pasillo oscuro que conducía a la cocina y las oficinas, Blaire se liberó de mi agarre y se alejó de mí. Cruzó los brazos sobre su pecho en un movimiento defensivo. Estaba molesta. Había permitido que esto pasara. —Blaire, lo siento. No esperaba que algo así sucediera. Ni siquiera sabía que ella tenía problemas contigo. Voy a hablar con Nan acerca de esto, tengo la sensación de que tiene algo que ver con esto. —La pelirroja me odia por el interés de Woods en mí. Nan no tiene nada que ver con esto y tú tampoco. Eso no tenía sentido. ¿Por qué Laney estaba molesta con Woods? —¿Woods sigue molestándote? —Los ojos de Blaire se abrieron, y se dio la vuelta, dispuesta a salir. Extendí la mano y agarré su brazo. No fue lo que debí decir. Malditos celos. Tenía que controlarme—. Blaire, espera, lo siento. No debería haber preguntado eso. Ese no es el problema ahora mismo. Quería asegurarme de que estabas bien y ayudarte a limpiarte. —Sonaba como si estuviera rogando, que lo hacía, hasta cierto punto. Dejó escapar un suspiro, y sus hombros se desplomaron. —Estoy bien. Tengo que ir a la cocina y ver si aún tengo trabajo. Me había advertido esta mañana que algo así podría suceder por Woods y que sería culpa mía. Así que, ahora mismo tengo problemas más grandes que tu repentina necesidad de ser posesivo conmigo. Lo cual es ridículo, ya que estabas haciendo lo mejor que podías para ignorarme hasta que ocurrió este incidente. O me conoces o no, Rush. Elige. —Sacó su mano de la mía y se dirigió hacia la cocina. ¿Estaba enojada porque la había ignorado? Había visto cada movimiento suyo, maldita sea. —Tú estabas trabajando. ¿Qué querías que hiciera? —pregunté. Se detuvo y tuve la oportunidad de defenderme de mis acciones—. Reconociéndote le había dado una razón a Nan para atacarte. Estaba protegiéndote. Los hombros de Blaire se hundieron. —Tienes razón, Rush. Tú ignorándome mantendrá a Nan lejos de atacarme. Yo sólo lo soy la chica que te follaste las últimas dos noches. A fin de cuentas, no soy tan especial. Soy una de tantas —entonces se alejó de mí. Me quedé allí, congelado, tan condenadamente confundido. El sonido de los portazos hacía ecos por el pasillo. Estaba herida. Había estado haciendo lo que creía que quería que hiciera, y la había dañado. 152

¿Realmente pensaba que era sólo una chica que follé? Dios, ¿cómo no iba a ver lo que significaba para mí? Estaba tan completamente obsesionado con ella que controlaba todas las decisiones que hacía. ¿Qué diablos esperaba de mí? ¡La amaba, maldita sea!

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26 Traducido por Val_17 Corregido por LizzyAvett’

Nan llegó acechando del salón de baile. Sus ojos me encontraron de pie allí solo, y la furia que sabía que hervía bajo la superficie explotó. —¿Cómo pudiste hacerme esto? —demandó—. Esta era mi noche. Sólo necesitaba que la ignoraras por una noche, y no pudiste hacerlo. ¡Ni siquiera por una hora! —Solo para —dije, levantando mi mano. No me encontraba listo para esto. Tenía que encontrar a Blaire. —No me digas que pare. Me humillaste ahí. Amenazaste a mi amiga, un miembro de este club, ¡porque una camarera fue torpe! Di un paso hacia Nan. —Laney arrojó esa bandeja sobre ella. Lo sabes. Paris lo vio. Bethy lo vio. No me corrijas. Pasos me interrumpieron antes de que pudiera decir algo más. Me giré para ver a Blaire, aun cubierta de esa mierda, luciendo como si quisiera meterse en el hoyo más cercano. Se alejó rápidamente hacia la puerta de salida. —Blaire, espera —llamé. Tenía que hablar con ella. —Deja que se vaya, Rush —exigió Nan. —No puedo —respondí, y corrí tras de ella. La puerta se cerró detrás de Blaire, pero la abrí y la seguí. —Blaire, por favor, espera. Habla conmigo —supliqué. Dejó de caminar, y la alcancé. Me estaba dando una oportunidad. —Lo siento, pero te equivocas. No te ignoré ahí. Pregúntale a cualquiera. Mis ojos nunca te dejaron. Si había alguna duda en la mente de alguien de lo que sentía por ti, el hecho de que no pudiera apartar la mirada de ti mientras caminabas alrededor de esa habitación, debería haberlas disipado. —Tenía que decir esto bien. No podía joderlo. Necesitaba que entendiera cómo me sentía—. Entonces, vi la mirada en tu rostro cuando viste a Bethy con Jace. Algo dentro de mí se desgarró. No sabía lo que estabas 154

pensando, pero sabía que te estabas dando cuenta de lo erróneo de esta noche. Nunca deberías de haber estado allí, sirviendo a todos. Debías haber estado a mi lado. Te quería a mi lado. Estaba tan malditamente tenso esperando a que alguien hiciera un movimiento en falso hacia ti que me olvidé de respirar la mayor parte del tiempo. Mi mirada cayó a sus puños cerrados a los costados. Odiaba verla así. Pasé un dedo por su mano. —Si me puedes perdonar, prometo que esto nunca volverá a suceder. Amo a Nan. Pero estoy cansado de complacerla. Es mi hermana y tiene algunos problemas que necesita resolver. Le he dicho que voy a hablar contigo acerca de todo. Hay algunas cosas que necesitas saber. —No quería decir eso, pero tenía que hacerlo. Iba a perderla si no se lo decía ahora. Le diría que la amaba en primer lugar. Quería que lo supiera—. Estoy lidiando con el hecho de que puedes alejarte de mí una vez que las conozcas y nunca mirar atrás. Eso me asusta como el infierno. No sé qué es esto que está pasando entre nosotros, pero desde el momento en que puse mis ojos en ti supe que ibas a cambiar mi mundo. Estaba aterrorizado. Cuanto más te miraba, más te acercabas. No parecía acercarme lo suficiente. —Está bien —dijo simplemente. ¿Qué significaba eso? —¿Está bien? —pregunté. Asintió. —Está bien. Si realmente quieres mantenerme tan desesperadamente que estás dispuesto a abrirte a mí, entonces está bien. Una sonrisa tocó mis labios. Maldición, siempre me hacía sonreír. —¿Te enseño mi alma y lo único‖que‖consigo‖es‖un‖“est{‖bien”?‖—pregunté. —Has dicho todo lo que necesitaba oír. Ahora estoy enganchada. Me tienes. ¿Qué vas a hacer conmigo? El alivio que corrió a través de mí hizo que mis rodillas se debilitaran. Tenía que mantener la calma. No podía asustarla con mi intensidad. Demonios, a mí me asustaba. —Estoy pensando que sexo en el hoyo dieciséis junto al lago estaría bien. Blaire ladeó su cabeza y actuó como si estuviera considerándolo. —Mmm…‖ el‖ problema es que tengo que cambiarme e ir a trabajar en la cocina por el resto de la noche. No es lo que quería escuchar. —Mierda. Se acercó a mí y presionó un beso en mi mandíbula. —Tienes una hermana a quien acompañar —dijo. No iba a soportarlo esta noche. —Todo en lo que puedo pensar es estar dentro de ti. Tenerte apretada contra mí y oírte haciendo esos pequeños gemidos sexis. 155

El deseo brilló en los ojos de Blaire mientras sus pupilas se dilataban. Decidí seguir hablando, ya que eso le gustaba. —Si pudiera alejarme de ti, fácilmente te llevaría a esa oficina y te presionaría contra la pared y me enterraría profundamente dentro de ti. Pero no puedo tener un rapidito contigo. Eres demasiado adictiva. Las manos de Blaire seguían en mis hombros. Los apretó, y su respiración se dificultó. —Cámbiate. Estaré aquí, así no estaré tentado. Luego, te acompañaré de regreso a la cocina —dije. Tomó una respiración profunda, luego retrocedió y fue a cambiarse. La tentación de entrar ahí con ella y hacerle el amor antes de enviarla de vuelta al trabajo era difícil de ignorar. Pero quería terminar de trabajar esta noche. Era importante para ella. Quería demostrarle que lo que era importante para ella era importante para mí. Cuando volvió a salir, llevaba un uniforme limpio y me sonreía. —¿Segura que no quieres llevarme de vuelta al hoyo dieciséis? Prometo que seré rápido. Sólo déjame lamer tu coño hasta que te corras. Blaire tembló y dejó escapar un suspiro tembloroso. —Rush, no digas eso. No puedo. Tengo que volver al trabajo, y no quiero a Jimmy preguntándose por qué soy un revoltijo de nervios. Sonriendo, alcancé su mano y pasé mis dedos sobre ella. —Estás limpia —le dije bromeando. Blaire se rio. —Estoy segura que huelo mejor ahora, también —dijo. La tiré a mi lado y agaché la cabeza para inhalarla. —Siempre hueles increíble, dulce Blaire. Se inclinó hacia mí, y moví mi mano para pasarla sobre sus hombros mientras la acompañaba de vuelta al edificio y a la puerta de la cocina. —Voy a besarte. Sé que estás en el trabajo, pero ahora mismo, simplemente no me importa. Necesito probarte. —Me agaché para presionar mis labios contra los suyos. Lamí su labio inferior, tiré de él en mi boca y lo chupé, luego lo solté con un renuente besito. Blaire me lanzó una última sonrisa antes de dejarme ahí de pie, sin ella.

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Atravesar las propuestas y terminar la noche había sido un infierno. Pero lo había hecho, y Nan parecía feliz. Habló todo el camino de regreso a casa sobre un viaje de compras que quería hacer a París y me preguntó si tenía contacto con mamá últimamente. Cuando Nan se marchó, dejé escapar un suspiro de alivio y entré a la casa. Blaire estaría en casa pronto, y le daría ese masaje. Ella lo necesitaba más ahora. Había estado corriendo todo el maldito día. Pasé por la cocina en mi camino a las escaleras. La botella vacía de cerveza y la copa de vino en el bar me detuvo. En ese momento, el mundo se sentía como si hubiera dejado de girar, y se moviera en cámara lenta hacia el cristal. El familiar lápiz labial rojo en el cristal me revolvió el estómago. Joder, no. Aún no. Dios, todavía no. Necesitaba esta noche. Hijo de puta. Necesitaba una noche más. Ella no se encontraba lista. Tenía que planear esto. ¡Mierda! Me dirigí a las escaleras y las subí de dos peldaños a la vez, necesitando verlo por mí mismo. Mientras caminaba por el pasillo, vi que la puerta de la habitación de mi madre estaba cerrada. Se encontraban ahí. Sabía que lo estaban. Esa puerta por lo general quedaba abierta. No toqué la puerta. Tenía miedo de verlos. Tenía miedo de que destruyeran esto. Le dirían todo y la alejarían de mí. No. Dios, no. No, no, no.

***

Ella no regresó a casa durante horas. No sabía cuántas; sólo sabía que era tarde. Había estado sentado frente a mi puerta en el piso, esperándola. Mirando fijamente al frente. Necesitando verla y sostenerla y saber que se encontraba aquí conmigo. Que no se había ido. El sonido de la puerta principal abriéndose envió mi corazón a un frenesí salvaje. Blaire estaba en casa. Este podría ser. El final. No. No. No. No lo permitiría. La haría amarme. Haría que me perdonara.

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Cuando se detuvo en el último escalón y me vio, me quedé allí y la miré. Mi dulce Blaire. Apareció y robó un pedazo de mi corazón sin abrir la boca. Entonces me consumió. Lo tomó todo. La dejé tenerme libremente. Comenzó a caminar hacia mí, me levanté y acerqué a ella. —Te necesito en el piso de arriba. Ahora. —La desesperación en mi voz pareció sorprenderla, pero no me preguntó. Agarré su mano y la arrastré hasta mi puerta. Tenía que apresurarme y ponerla segura en mi habitación. Lejos de ellos. Le empujé adentro y cerré la puerta, antes de girarme hacia ella y presionarla contra la pared. Pasé las manos por su cuerpo, memorizando cada curva. No era suficiente. Necesitaba quitar la ropa. Agarrando la parte delantera de la camiseta que llevaba, la rasgué. No tenía tiempo para los botones. Ella jadeó, y cubrí su boca con la mía. Probé su dulce calidez con mi lengua una y otra vez, mientras hacía un trabajo rápido con el botón de sus pantalones cortos y los bajaba por sus piernas. Se hallaba desnuda. Mi Blaire. Mi perfecta y dulce Blaire. Gruñendo contra su boca, sabía que necesitaba más. No me dejaría. No podía dejar que se fuera. La dejé de vuelta en sus pies y saqué sus zapatos, luego tiré de sus pantalones y bragas el resto del camino. Completamente desnuda. Sólo para que yo la viera. Nadie más. Jamás. Sólo para mí. Cayendo de rodillas, separé sus piernas y pasé la lengua por sus pliegues, lamiendo su clítoris que ya estaba hinchado y listo para mí. Blaire gritó mi nombre y se apoyó en sus codos. Sus muslos se abrieron más cuando deslicé mi lengua dentro de ella, antes de pasarla a lo largo de los suaves pliegues otra vez. Mi nombre era un canto en sus labios. Empecé a besar la suave piel de sus muslos, y ella se estremeció con gemidos necesitados. —Mío. Esto es mío. —Levanté mi cabeza, la miré—. Mío. Este dulce coño es mío, Blaire. —Era mía. Se estremeció mientras empujaba mi dedo en su calor. —Dime que es mío —exigí. Asintió mientras deslizaba mi dedo más profundo dentro de ella. —Dime que es mío —repetí. —Es tuyo. Ahora, por favor, Rush, fóllame —dijo, jadeando. ¡Sí! Esa era mi chica. Sí, era mía. Necesitaba saber que era mía. Esto era mío. Levantándome, bajé los pantalones de pijama que estaba usando y los pateé a un lado. —Sin preservativo esta noche. Lo sacaré. Sólo tengo que sentirte por completo —dije. 158

Nunca volvería a poner un condón entre nosotros. Nunca quería ser separado de ella. Agarrando sus muslos, la levanté mientras me movía y alineaba mi polla en su entrada. No podía estrellarme contra ella sí quedó adolorida. Dios, debía estar tan malditamente cansada, pero tenía que tenerla. Lentamente, me moví dentro de ella. —¿Te duele? —pregunté, sosteniendo. —Se siente bien —dijo con un suspiro. Iba a lastimarla. Me detuve y lo saqué. —Estas escaleras son demasiado duras para ti. Ven aquí. La cogí en mis brazos y la subí por las escaleras. Estaba demasiado débil esta noche para presionarla contra la dura madera de las escaleras. —¿Harías algo por mí? —pregunté, salpicando besos en su nariz y párpados mientras me encontraba al lado de mi cama. —Sí —respondió. La puse en el suelo y la sostuve, incluso después de que sus pies tocaron la alfombra. —Inclínate hacia delante y pon tu pecho en la cama. Pon tus manos sobre tu cabeza y deja tu trasero al aire. Había fantaseado con verla de esta manera. No preguntó ni discutió el por qué. Simplemente lo hizo. Sabiendo que quería complacerme con tanta facilidad hizo crecer el pánico. Ella era para mí. Tenía que saberlo. Pasé mi mano por el redondo y suave culo que de ella voluntariamente me mostraba. —Tienes el culo más perfecto que he visto —le dije mientras lo acariciaba. Tomando un firme agarre de sus caderas y separando más sus piernas, entré en un empuje. —¡Rush! —gritó Blaire. —Mierda, estoy profundamente —gruñí, y mis ojos rodaron en mi cabeza. Mejor de lo que imaginé. Siempre era más con ella. Siempre jodidamente más. Comencé a bombear dentro de ella. Se apretó contra mí y agarró puñados de sábanas mientras gemía con fuerza y suplicaba por más. Escuchar su placer me hizo empujar más duro. No podía ir lo suficientemente profundo. Quería vivir ahí. Encerrado dentro de ella. La ajustada succión agarró mi polla, haciendo que mis rodillas se doblaran. Estaba cerca. Bajando la mano entre sus piernas, la deslicé sobre su coño. —Dios, estás empapada. Mis palabras fueron todo lo que necesitó. Blaire se sacudió contra mí salvajemente, gritando mi nombre. Tomó todo mi control salirme y disparar mi 159

liberación sobre su culo. Lo quería dentro de ella. Mi placer mezclado con el suyo. Pero no podía hacerlo otra vez. Aún no. —¡AH! —grité, mientras mi polla se sacudía en mis manos y disparaba mi carga en su suave espalda. Verme allí me hizo sentir como que la había marcado. Pude verlo. Todo de mí sobre ella—. Maldita sea, nena, si supieras cuan jodidamente increíble se ve tu culo en este momento —dije. Cayó sobre la cama, sin ser capaz de sostenerse. Giró la cabeza hacia un lado para mirarme. —¿Por qué? No se dio cuenta que dispare mi liberación. —Digamos que tengo que limpiarte —expliqué. Una risita se le escapó, y enterró su cara en las sábanas. Amaba escuchar su risa. También amaba pararme aquí y mirar su culo cubierto de mi liberación. Esas dos cosas combinadas eran jodidamente impresionantes. Necesitaba dormir. No podía hacer que se acostara con mi semen sobre ella porque yo era un maldito hombre de las cavernas. Moviéndome a su alrededor, me dirigí al baño y conseguí una toalla húmeda y tibia, entonces me fui de vuelta a la habitación. Podía ver sus ojos siguiéndome, y la somnolienta y satisfecha sonrisa en su rostro. Yo puse esa sonrisa allí. No sabía si debía trabajar mañana o no, pero no iba a ir. Lidiaría con eso. Tenía que hablar con ella. Tenía que saberlo. Su papá se encontraba aquí. Ya era hora de enfrentarlo y luchar por ella. Limpié el semen de su parte inferior. —Todo limpio, nena. Puedes subir y cubrirte. Estaré de vuelta —dije. Pero no se movió. Me di la vuelta y miré su cara. Quedó profundamente dormida. Sonreí ante la idea de ella durmiéndose mientras la limpiaba. La bestia posesiva dentro de mí golpeó su pecho. La levanté y la moví a las almohadas, luego la cubrí con cuidado. Inclinándome, presioné un beso en su cabeza. —Arreglaré esto. Juro que haré lo correcto. Te amo lo suficiente para pasar a través de esto. Sólo necesito que tú me ames a mí lo suficiente. Por favor, Blaire. Ámame lo suficiente —supliqué. No se movió. Su lenta respiración nunca cambió. Pero esperaba que me escuchara en sus sueños. Y que mañana lo recordara.

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27 Traducido por Katita Corregido por Alexa Colton

No podía dormir. Me quedé allí durante horas, viendo a Blaire dormir en mis brazos. Ella se había acurrucado contra mí y se aferró a mí como si fuera su único calor. El temor de que nunca podría tener esto de nuevo era muy real. Por mucho que no quería creer que ella me dejaría, sabía que podía perderla. ¿Cómo sobreviviría a eso? La atraje hacia mí y la abracé con más fuerza. Si tan sólo pudiera tomarla y salir corriendo. Nunca dejarle saber la terrible verdad. ¿Por qué siempre tengo que hacerle daño, cuando lo único que quería hacer era protegerla? —Te amo —susurré en su cabello. Eso tenía que ser suficiente para nosotros. Vi salir el sol y la mañana hacerse más clara. Blaire necesitaba dormir. Probablemente dormiría hasta el mediodía. Tenía que hablar con mi madre y Abe antes de que Blaire despertara. Necesitaban saber lo que sentía por ella. Se había convertido en mi principal prioridad. Eso tenía que quedar claro. Cerré los ojos e inhalé y me empapé en la sensación de tenerla en mis brazos. Muy confiable. Obligándome a levantarme de la cama, saque mis brazos de su cuerpo y la moví. Estaba listo para bajar y hacer frente a la verdad. La fea, horrible y sórdida verdad que iba a hacerle daño. No podía parar eso. Sólo podía esperar ser lo suficiente para ayudarla a sanar. Yo. Me puse mi ropa y me dirigí hacia las escaleras, pero me detuve y miré hacia Blaire acostada en mi cama. Estaba acurrucada en las mantas ahora. Su largo cabello rubio estaba desplegado sobre mi almohada. Cuando era niño, me había preguntado a menudo si los ángeles eran reales. En ese momento yo tenía diez años, había decidido que no lo eran. Era todo mentira. Me di cuenta ahora de que me había equivocado. Blaire era mi ángel. 161

***

Abe estaba de pie en la cocina, bebiendo una taza de café y mirando por la ventana. Este era el hombre que había abandonado a mi Blaire. La había dejado enterrar a su madre y la dejó para resolverlo todo por su cuenta. Lo odiaba. No se merecía a Blaire. Abe se giró y se encontró con mi mirada. Un ceño tiró de su boca, y él tomó otro sorbo de café antes de volver a mirar por la ventana. Estaba acostumbrado a mi odio. Pero no tenía ni idea de lo mucho que había aumentado desde que me había visto por última vez. Quería empezar a romperle los brazos. Sólo mirarlo me enfureció. —¿Vas a preguntar por ella? —gruñí. Él se encogió de hombros. —Ella está aquí, supongo —asumió. No le importaba. Él acaba de aceptarlo. —¿Qué coño te pasa como para que seas tan jodidamente cruel? —pregunté, el odio atado en mis palabras. —Un dolor que nunca podrás entender, muchacho —respondió. Su voz era carente de emoción. —Enterró a su madre sola, hijo de puta. Y lo sabías. No respondió. —Ella es tan jodidamente inocente y está sola —dije, necesitando que la reconociera, o iba a perder mi temperamento. —Ya no lo es, ¿verdad? Inocente y sola, quiero decir —dijo. Mi ira golpeó un punto de ebullición, y me moví a través de la cocina. Se giró justo a tiempo para que lo agarrara y lo tirara contra la pared. —¡Tú, hijo de puta pedazo de mierda! Ni se te ocurra nunca, y me refiero a jodidamente nunca, insinuar por un minuto que Blaire no es nada menos que inocente. ¡Voy a terminar contigo! ¡Me importa una mierda quien te quiera! —Estaba gritando. Abe había dejado caer el café y la taza se había hecho añicos en el suelo, pero me ignoró. No parecía que le importada. Había un vacío en este hombre que no entendía. Era como si no tuviera alma. —¿Te has acostado con ella? —dijo con calma. 162

Le golpeé contra la pared otra vez, lo suficientemente fuerte para sacudir las paredes y enviar las placas a caerse para unirse a la taza rota. —¡Cállate! —rugía. —Rush —la voz histérica de mi madre rompió a través de mi rabia. —No es asunto tuyo, mamá —dije, sin apartar los ojos del hombre que estaba dispuesto a matar con mis propias manos. —No suena como si estuviera sola nunca más —dijo Abe. Me tragué el miedo que estaba arañando mi pecho. —No lo está. Nunca lo estará. Siempre voy a estar allí para ella. Voy a mantenerla a salvo. Me ocuparé de ella. Siempre me tendrá. —¿Quién? ¿De qué estás hablando, Rush? ¡Suelta a Abe! —Mi madre estaba a mi lado, tirando de mi brazo. Blaire iba a bajar pronto las escaleras. No podía matar a su padre. No, a menos de que ella me lo pidiera. Entonces era hombre muerto. Lo solté y retrocedí. —Cuidado con como hablas de ella. No quiero nada más que verte sufrir —advertí. —Rush, ¡es suficiente! —Las uñas de mi madre se clavaron en mi brazo, y me sacudí. —No me toques, tampoco. Querías a este saco de mierda en nuestras vidas. Dejaste que la abandonará —la señalé con mi dedo. El shock de mi madre paso a la confusión mientras miraba a su alrededor, a las cosas rotas. —Hiciste un completo lío. Ve a la sala antes de que alguien se corte. Necesito una explicación para este comportamiento —dijo, saliendo de la habitación y esperando a que la siguiéramos. La vi alejarse y luego mire a Abe. —No hay nada que puedas hacerme que se compare al sufrimiento que he pasado —dijo Abe, y luego se dio la vuelta y siguió a mi madre fuera de la cocina. ¿Cómo era que el hombre había traído al mundo a alguien como Blaire? No entendía cómo esa mujer arriba en mi cama podría ser un producto de este hombre. Con Nan podía verlo, pero no con Blaire. Tenía que hablar con mi madre y Abe. Era por eso que me había levantado y salido de mi cama con Blaire todavía escondido en ella. Entré en la sala de estar, y mi madre me miró con la boca abierta. Al parecer, Abe había dicho algo.

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—Tú…‖tú...‖No‖puedo‖creerlo,‖Rush.‖Sé‖que‖tienes‖un‖problema‖con‖dormir por ahí, pero hay que trazar la línea en alguna parte. Esa chica usa su cuerpo para manipularte. Negué con la cabeza y me dirigí hacía mi madre. Estaba harto de escucharlos hablar sobre Blaire. Ya no me importaba quién demonios lo dijera, pagarían. Abe se interpuso entre nosotros, pero su atención estaba en mi madre. —Ten cuidado con lo que dices de ella. Blaire es mi hija —la advertencia en su tono me sorprendió. No tenía para su otra mierda, pero él la había defendido. —No lo puedo creer, Rush. ¿En qué estabas pensando? ¿Sabes quién es? ¿Lo que significa ella para esta familia? —dijo mi madre en un tono horrorizado, como si hubiera cometido un crimen. Culpó a Blaire por algo que nunca había sido su culpa. ¿Cuán loco era este proceso de pensamiento de mi familia que creía en tanto? —No puedes hacerla responsable. Ella ni siquiera había nacido todavía. No tienes idea de lo que todo lo que ha pasado. Lo que él ha hecho pasar —dije, señalando a Abe. Porque lo sabía, y nunca lo olvidaría. —No vayas por ahí todo arrogante y soberbio. Fuiste tú el que fue y lo encontró para mí. Así que todo lo que él la hizo pasar, tú lo empezaste. ¿Después duermes con ella? En serio, Rush. Dios mío, ¿en qué estabas pensando? Eres igual que tú padre. —Mi madre amaba acusarme de ser igual que Dean cuando estaba enojada conmigo. Estaba agradecido de no ser nada como ella. —Recuerda quien es dueño de esta casa, madre —le recordé. —¿Puedes creer esto? Se está volviendo en mi contra por una chica que acaba de conocer. Abe, tienes que hacer algo. Mi madre miró suplicante a Abe, y me entraron ganas de reír. Ella esperaba que él hiciera algo. Eso era una estupidez. Estaba cansado de esto. Necesitaba conseguir esta mierda solucionada antes de que Blaire despertara. —Es su casa, Georgie. No puedes obligarlo a hacer nada. Debí haber esperado esto. Ella es tan parecida a su madre. Sus palabras me hicieron pensar. ¿Qué demonios quería decir con eso? —¿Qué se supone que significa eso? —gritó mi madre, obviamente, sabiendo lo que quería decir, o no estaría a punto de perderlo con él. —Ya hemos pasado por esto antes. La razón por la que te dejé por ella era porque tenía este magnetismo por ella. Me parecía que no podía dejarla ir. 164

—Ya sé eso. No quiero volver a oírlo. La querías tan desesperadamente que me dejaste embarazada con un montón de invitaciones de boda para anular —dijo mi madre, interrumpiéndolo. —Cariño, cálmate. Te quiero. Sólo estaba explicando que Blaire tiene el carisma de su madre. Es imposible no sentirse atraído por ella. Y ella es tan ciega como su madre. No puede evitarlo —dijo Abe. Lo miré con horror. ¿Pensaba que lo era? ¿De verdad creía eso? No estaba enamorado de su puta carisma. Ella era mucho más. ¿No veía eso? Bastardo ciego. —¡Agh! ¿Nunca me dejará en paz esa mujer? ¿Siempre arruinará mi vida? Se ha ido, por el amor de Dios. Tengo al hombre que amo de nuevo y nuestra hija tiene finalmente a su padre y ahora esto. Vas y duermes con esta, ¡esta chica! —Mi madre estaba comenzando a ponerse histérica, y no tenía tiempo para una de sus rabietas. Tenía que preocuparme por Blaire. —Una palabra más contra ella y tendrás que irte —le advertí a mi madre por última vez. No iba a faltar el respeto a Blaire de ninguna manera. —Georgie, cariño, por favor, cálmate. Blaire es una buena chica. Su estancia aquí no es el fin del mundo. Ella necesita un lugar donde quedarse. Ya te lo expliqué. Sé que odias a Rebecca, pero ella era tu mejor amiga. Ambas habían sido amigas desde que eran niñas. Hasta que llegué y arruiné todo lo de ustedes, eran como hermanas. Esta es su hija. Ten un poco de compasión. —El razonamiento que estaba lanzando por no a funcionar en mi mamá. Era tan increíblemente egocéntrica como mi hermana. —¡No! Todos ustedes cierren la boca —La voz de Blaire envió una hoja recta a través de mi corazón. No. Dios no, todavía no. Ella no tenía que escuchar esto de esta manera. —Blaire. —Me acerqué a ella, pero alzó las manos para mantenerme atrás. La mirada salvaje en sus ojos mientras miraba a la derecha junto a mí me detuvo en seco. —Tú —dijo, señalando con el dedo a Abe—, sólo estas dejándolos mentir sobre mi madre —gritó. Había estado aterrorizado que estuviera herida pero la completa frialdad en sus ojos era aterrador. —Blaire,‖déjame‖explicarte…‖—empezó a decir Abe. —¡Cállate! —rugió Blaire, interrumpiéndolo—. Mi hermana, mi otra mitad, murió. Ella murió, papá. En un coche de camino a la tienda, contigo. Era como si mi alma hubiera sido tomada de mí y partida en dos. Perderla fue insoportable. Vi a mi madre lamentarse, llorar y afligirse, y entonces vi a mi padre alejarse. Para no volver jamás. Mientras su hija y su esposa estaban tratando de recoger los pedazos de su mundo sin Valerie en él. Entonces, mi madre se enferma. Te llamo, pero no contestas. 165

Por lo tanto, tengo un trabajo extra después de la escuela y me pongo a hacer los pagos para la atención médica de mamá. No hago más que cuidar de mi madre e ir a la escuela. Excepto mi último año, ella se pone tan enferma que tengo que abandonar los estudios. Toma mi GED y acábalo. Porque tenía a la única persona en el planeta que me amaba muriendo mientras estaba sentada y miraba sin poder hacer nada. Sostuve su mano mientras ella tomó su último aliento. Organicé su funeral. Los vi bajarla a la tierra. Nunca llamaste. Ni una sola vez. Luego, tuve que vender la casa que la abuela nos dejó y todo el valor en ella sólo para pagar las facturas médicas. —Ella dejó de hablar, y un sollozo se le escapó. Las lágrimas corrían por su rostro, y mi corazón explotó. No sabía todo eso. Sólo me había dicho un poco. Envolví mis brazos alrededor de ella, necesitaba abrazarla, pero comenzó a balancearse y a luchar contra mí como alguien que había perdido la razón. —¡No me toques! —gritó, y tuve que dejarla ir o arriesgarme a que se hiciera daño a si misma—. Ahora estoy siendo forzada a oírte hablar de mi madre, que era una santa. ¿Me oyes? ¡Ella era una santa! Todos ustedes son unos mentirosos. Si alguien es culpable de esta mierda que oigo saliendo de su boca es ese hombre —Ella señaló a su padre. Me había engañado a mí mismo al pensar que ella me escucharía y me dejaría explicarle. Su mundo estaba del revés con la noticia. No le había dicho. No había querido ver la mirada de dolor en sus ojos, que no sabía cómo aliviar. Pero había dejado que esto sucediera en su lugar, y era mucho peor. —Él es el mentiroso. No vale la tierra bajo mis pies. Si Nan es su hija. Si estabas embarazada... —Blaire había estado apuntando a Abe mientras hablaba, pero se detuvo y trasladó su atención a mi madre. Por primera vez, ella en realidad miro a mi madre. Y recordó. Se tambaleó hacia atrás, y yo quería acercarme y abrazarla de nuevo, pero no lo hice. Tenía que recuperar primero el control sobre sí misma. Ella no quería mi ayuda. —¿Quién eres tú? —preguntó, mientras mi madre la miraba con una mirada atormentada en sus ojos. —Ten cuidado a cómo responder a eso —le advertí a mi madre, luego me acerqué por detrás a Blaire, por si acaso me necesitaba. Mi madre miró a Abe y luego de vuelta a Blaire. —¿Sabes quién soy, Blaire? Nos hemos visto antes. —Vino a mi casa. Usted... usted hizo llorar a mi madre. Mi madre rodo los ojos, y se tensó. 166

—Última advertencia, madre —gruñí. —Nan quería conocer a su padre. Así que la llevé a él. Llegó a ver a su pequeña y agradable familia con bonitas gemelas rubias que amaba y a una mujer igualmente perfecta. Estaba cansada de tener que decirle a mi hija que no tenía padre. Ella sabía que lo tenía. Así que le mostré exactamente lo que él había elegido en lugar de ella. No preguntó por él hasta mucho más tarde —las rodillas de Blaire se pusieron débiles y se quedó sin aliento. Mierda, ella iba a tener un ataque de pánico. —Blaire, por favor, mírame —supliqué, pero no respondió. Mantuvo la mirada en el suelo, mientras todo se hundía lentamente en ella. Odiaba ver esto. Quería ordenarles a todos que salieran de aquí para que pudiera sostener a Blaire hasta que todo estuviera bien otra vez. Pero necesitaba esto. Estaba por esto. Quería sus respuestas. Abe habló. —Estuve comprometido con Georgianna. Ella estaba embarazada de Nan. Tu madre vino a visitarla. Ella era como nadie que hubiese conocido. Era adictiva. No fui capaz de mantenerme alejado de ella. Georgianna todavía estaba sosteniéndose mientras Dean y Rush seguían visitando a su padre todos los fines de semana. Esperaba que Georgie dejará ir a Dean en el momento en que decidiera que quería una familia. Ni siquiera estaba seguro de que Nan fuera mía. Tu madre era inocente y divertida. Ella no estaba con rockeros y me hacía reír. La perseguí y ella me ignoró. Entonces, mentí. Le dije que Georgie estaba embarazada de otro de los hijos de Dean. Sintió lástima por mí. De alguna manera, la convencí de huir conmigo. Tirar la amistad que había tenido toda su vida. —Cuando Abe terminó su explicación, me di cuenta que era lo máximo que había oído que le decía por una vez. Blaire se tapó los oídos y cerró los ojos con fuerza. —Detente. No quiero oír eso. Sólo quiero mis cosas. Sólo quiero irme —Blaire sollozó, rasgándome en dos. —Nena, por favor, háblame. Por favor —le rogué y toqué sus brazos, necesitando algún tipo de conexión con ella. Se alejó de mí sin mirarme. —No puedo mirarte. No quiero hablar contigo. Sólo quiero mis cosas. Quiero ir a casa. No. No. No. No podía perderla. No. No iba a dejarme. Yo la quiero. Ella me pertenece. Tenía que luchar por nosotros. Necesitaba su luchar. —Blaire, cariño, no hay casa —dijo Abe. Sabía que quería decirlo para recordarle que no tenía adónde ir, pero quería enterrar a mi puño en su cara. Ella no necesitaba escuchar eso de él en este momento. Blaire miró a su padre. —Las tumbas de mi madre y mi hermana son una casa. Quiero estar cerca de ellas. He estado aquí y escuchado a todos ustedes decir que mi 167

madre era alguien que yo sé que no era. Ella nunca hubiera hecho lo que le acusan. Quédate aquí con tu familia, Abe. Estoy segura de que te amarán tanto como la última lo hizo. Trata de no matar a ninguno de ellos —dijo en palabras mezcladas con odio. Luego dio media vuelta y huyó por las escaleras. La miré fijamente y consideré encerrarla en mi habitación y obligarla a quedarse conmigo. Para escucharme. ¿Me perdonaría entonces? ¿Podría hacerle eso a ella? —Es inestable y peligrosa —dijo mi madre entre dientes. Me dirigí hacía ella y levanté la cabeza por primera vez en mi vida. —Su mundo acaba de ser destruido. Todo lo que ella conocía. Así que por una vez en tu vida no seas una puta egoísta y cierra la boca. Porque estoy dispuesto a echarte y a dejar que averigües una forma de mierda para que sobrevivas por tu cuenta. No esperé a escuchar su respuesta, porque sabía que empujaría mi límite. Tenía que tratar de hablar con Blaire sin su padre y mi madre en el camino. Me quedé en la puerta de su habitación mientras ella echaba su ropa en la maleta con la que había llegado hacia solo unas semanas. —No me puedes dejar —dije, luchando contra la emoción construyendo en mi garganta. —Mírame —respondió ella. El vacío en su voz me estaba matando. Esta no era mi Blaire. No dejaría que esta mentira la alejará de mí. Mi Blaire no era tan inerte y fría por dentro. —Blaire, no me dejaste explicar. Iba a decirle todo hoy. Llegaron a casa ayer por la noche y entré en pánico. Necesitaba contarte primero —no tenía sentido, y ella se iba, pero no sabía qué carajo decir para conseguir que se quedara. Dando un puñetazo en el marco de la puerta, traté de concentrarme. Tenía que decir lo correcto—. No se suponía que lo supieras de esa manera. No así. Dios, no así —estaba perdiéndolo. El pánico y el miedo obstruían mis pensamientos. —No puedo quedarme aquí —dijo—. No puedo verte. Representas el dolor y la traición, no sólo a mí, sino el de mi madre. Todo lo que había se ha acabado. Murió el momento en el que bajé las escaleras y me di cuenta de que el mundo que siempre había conocido era una mentira. Sus palabras eran tan definitivas. ¿Cómo podía luchar si se negaba a darnos una oportunidad? ¿Ella nunca sería capaz de mirarme de cualquier otra manera otra vez? No podría vivir en un mundo así. Uno sin Blaire.

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28 Traducido por Mary Corregido por Michelle♡

Luchando por respirar a través de dolor, me giré y la seguí. Ella no me quería. No quería esto. Pero no podía sólo dejarla ir. ¿Dónde iría? ¿Dónde dormiría? ¿Quién se aseguraría de que comiera? ¿Quién la sostendría cuando llorará? Ella me necesitaba. Y Dios. Yo la necesitaba. Blaire alcanzó el último peldaño de la escalera, tomó el teléfono de su bolsillo, y lo metió en el de Abe. —Tómalo. No lo quiero —dijo. —¿Por qué tomaría el teléfono? —preguntó Abe. —Porque no quiero nada de ti —le grito a él. —Yo no te lo di —dijo él. —Acepta el teléfono, Blaire —dije—. Si quieres irte, no puedo retenerte aquí. Pero por favor, acéptalo. —Estaba listo para ponerme de rodillas y suplicar. Tenía que tomar el teléfono. Maldita sea, necesitaba un teléfono. Blaire lo puso en la mesilla junto a la escalera. —No puedo —dijo y sabía que no podía hacerla tomarlo, tampoco. No podía hacer nada. Era jodidamente inútil. Su mundo acababa de ser volado en piezas, y yo era jodidamente inútil. —Te pareces a ella —dijo mi madre a la espalda de Blaire. —Solo espero que pueda ser la mitad de la mujer de lo que ella era —dijo Blaire, con completa convicción en su voz. La puerta se cerró detrás de ella. Tenía que hacer algo. Me moví a través de las escaleras sin quitar mis ojos de la puerta. No podía sólo quedarme aquí y dejarla conducir lejos. —¿A dónde irá? —pregunté a Abe. Él tendría una idea.

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—Irá de vuelta a Alabama. El único otro lugar que conoce, tiene amigos allí. Ellos la tomarán —dijo. Los gritos de Nan venían de afuera, y mi corazón se detuvo. ¿Le había pasado algo a Blaire? Corrí a través de las escaleras, pero no antes que mi madre y Abe se hubieran movido hacia la puerta. —¡Blaire! Baja el arma. Nan, no te muevas. Ella sabe cómo usar esa cosa mejor que la mayoría de los hombres —ordenó Abe en una calmada voz. Jodida mierda, Blaire estaba sosteniendo una pistola hacia Nan. ¿Qué diablos había dicho Nan? —¿Qué hace con esa cosa? ¿Es incluso legal que la tenga? —preguntó mi madre. —Ella tiene un permiso, y sabe lo que está haciendo. Mantén la calma —dijo Abe, sonando molesto. Blaire bajó el arma. —Voy a meterme en esa camioneta e irme fuera de tu vida. Para siempre. Simplemente mantén tu boca cerrada sobre mi madre. No lo escucharé de nuevo —dijo Blaire, mirando a Nan. Luego escaló dentro del camión y sin una mirada hacia atrás, condujo lejos. —Está jodidamente loca —dijo Nan, volteándose a mirarnos. No podía pararme aquí y escucharlos. Me estaba dejando. No podía sólo dejarla ir sola. Nada le podía pasar. Me giré, fui dentro y subí a mi cuarto. El olor de Blaire me golpeó cuando llegué al último escalón, y tuve que parar y apretar los dientes a través del dolor. Solo dos horas atrás, la tenía tendida en esa cama y la sostuve en mis brazos. Caminé hacía a la cama, me senté y recogí la almohada donde ella había estado durmiendo y la sostuve en mi cara. Dios, olía justo como ella. Un sollozo rompió libre, y luché para mantenerlo atrás, pero no pude. La había perdido. Mi Blaire. Había perdido a mi Blaire. No. No. No estaba aceptando eso. Me levanté y puse la almohada de vuelta con reverencia. Estaba yendo detrás de ella. Necesitaba algunas prendas y mi cartera. La iba a alcanzar. Ella me necesitaba. No me quería ahora mismo, pero lo haría después de que el shock se disipara. Podría sostenerla y aliviar su dolor. La sostendría mientras llorara. Luego pasaría mi vida haciendo las cosas bien. Haciéndola feliz. Tan malditamente feliz. Volví a bajar las escaleras con mi maleta en mis manos, mientras mi madre, mi hermana y Abe estaban de pie en el vestíbulo hablando sobre Blaire y lo que había pasado, estaba seguro. No los estaba escuchando, me estaba yendo. 170

—¿A dónde vas? —me preguntó mi madre. —Sostuvo un arma en mi cabeza, ¡Rush! ¿No te preocupas acerca de eso? ¡Pudo haberme matado! —Nan sabía a dónde estaba yendo. Me detuve y miré a mi madre primero. —Voy por Blaire. —Luego miré a mi hermana—. Aprenderás a cerrar tu jodida boca. Dijiste la cosa equivocada a la persona equivocada esta vez y aprendiste tu lección. La próxima vez, piensa antes de arrojar mierda. —Tiré de la puerta abierta. —¿Qué si ella no quiere regresar a casa contigo? Ella nos odia, Rush —dijo mi madre, sonando enojada a la idea de incluso ella viniendo aquí. —Si ella no volviera conmigo, entonces todos ustedes tendrán que mudarse. No viviré en mi casa con las personas que destruyeron su mundo. Decide dónde planeas ir, porque no te quiero aquí cuando vuelva. —Azoté la puerta detrás de mí. *** Las ocho horas manejando a Summit, Alabama, habrían sido más fáciles si no hubiese estado siguiendo a Blaire e incluso tratando de evitar que me viera. Esconder un Range Rover negro en los caminos rurales no fue fácil. Tuve que dejar que se fuera de la vista más veces de las que quería, pero era la única manera de seguirla. Tenía la pequeña cuidad colocada en mi GPS y afortunadamente, Blaire parecía estar tomando la misma ruta que el GPS sugería. Cuando entré a la pequeña ciudad, vi que la señal Bienvenido a Summit, Alabama, estaba desgastada y necesitaba alguna nueva pintura, pero se podía entender lo que decía bastante bien. La dejé obtener unos buenos diez minutos por delante de mí porque era la única manera de quedarme fuera de su visión. Paré en el primer semáforo. De acuerdo a Google, está cuidad tenía sólo tres semáforos. En la siguiente, vi la señal del cementerio y giré. El estacionamiento estaba vacío excepto por el camión de Blaire y otro camión. No aparqué donde ella pudiera verme; me aseguré de aparcar más abajo en el camino. Había venido a ver su madre. Y su hermana. ¿Tuve mi corazón alguna vez verdaderamente roto por alguien más así? había odiado cuán descuidada fue Nan, ¿pero había alguna vez sentido esta clase de emoción por su dolor? La idea de Blaire lidiando con esto sola era demasiado. Tenía que escucharme. Cuando vi su camión azul moverse, esperé hasta que estaba seguro de que había vuelto al camino antes de seguirla a una distancia segura. Giró a la derecha en el primer semáforo y entonces aparcó en un motel. Estaba seguro de que era el único motel en kilómetros y kilómetros. Tanto como odiaba la idea de ella quedándose ahí, estaba

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agradecido de que no tendría que hacer esto en alguna casa extraña. Teníamos privacidad aquí. Mientras ella estaba adentro obteniendo un cuarto, aparqué mi carro, salí y esperé. No estaba seguro de qué iba a decirle o si iba sólo a rogar. Pero tenía que hacer algo. Blaire caminó fuera de la oficina y sus ojos se trabaron con los míos. Su paso vaciló y luego suspiró. No había esperado que la siguiera. De nuevo, ¿no entendió cuán jodidamente loco estaba poro ella? Una puerta de carro se cerró de golpe justo mientras ella caminaba hacia mí, giró su cabeza y frunció el ceño al chico que había sólo saltado fuera del camión, el mismo que justo había visto en el cementerio. Sabía sin una presentación que el chico era Cain. La manera posesiva en que la veía me dijo que él había tenido una pretensión con ella. Él solo necesitaba saber que esa pretensión ya no era válida. —Estoy esperando como el demonio que conozcas a este tipo, porque te ha estado siguiendo aquí desde el cementerio. Lo noté del otro lado del camino mirándonos mucho antes, pero no dije nada —dijo Cain mientras se dirigía a estar delante de Blaire. —Lo conozco —dijo Blaire sin pausa. —¿Él es la razón por la que volviste corriendo a casa? —preguntó Cain. —No —dijo, luego miró de vuelta a mí—. ¿Por qué estás aquí? —me preguntó, sin venir un poco más cerca. —Estás aquí —repliqué simplemente. —No puedo hacer esto, Rush. Sí, ella podía. Tenía que lograr que viera eso. Tomé un paso hacia ella. —Habla conmigo. Por favor, Blaire. Hay tantas cosas que quiero explicarte. Sacudió su cabeza y retrocedió —No. No puedo. Quería golpear la cabeza de Caín. —¿Podrías darnos un minuto? —le pedí. Él cruzó sus brazos sobre su pecho y se paró completamente en frente de ella. — No lo creo. No parece que ella quiera hablar contigo. Y no puedo decir que vaya a obligarla. Y tú tampoco lo harás. Había empezado a moverme hacía él cuando Blaire salió de detrás de él. —Está bien, Cain. Este es mi hermanastro, Rush Finlay. Ya sabe quién eres tú. Sólo quiere hablar. Así que vamos a ir a hablar. Puedes irte. Estaré bien —dijo sobre su hombro, antes de desbloquear la habitación 4A. Acababa de llamarme su hermanastro. ¿Qué carajos? 172

—¿Hermanastro? Espera. . . ¿Rush Finlay? ¿El único hijo de Dean Finlay? Mierda, B, eres familia de una celebridad del rock —dijo Cain. Su boca se aflojo mientras me miraba. Justo lo que necesitaba, un fan suficientemente grande de Slacker Demon que sabe el nombre del hijo de Dean. —Vete, Cain —dijo ella con severidad, luego camino dentro del cuarto.

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29 Traducido por ElyCasdel Corregido por Miry GPE

Blaire entró a la habitación y fue a la esquina más lejana antes de girarse. — Habla. Apúrate. Quiero que te vayas —dijo en voz áspera. Debí haberle dicho antes. Debí haberle dicho ayer. Debí haberle dicho malditamente en el momento en que lo supe, pero no lo hice. —Te amo. Comenzó a negar con la cabeza. No iba a escucharme. Iba a tener que malditamente rogar. Lucharía lo suficiente por ambos. —Sé que mis acciones no parecen respaldar eso, pero si tan solo me dejaras explicarme. Dios, nena, no puedo soportar verte sufrir tanto —dije suplicando. —Nada de lo que puedas decir arreglará esto. Era mi madre, Rush. El único recuerdo que tiene algo bueno en mi vida. Es el centro de cada momento de infancia feliz‖ que‖ tengo.‖ Y‖ tú…‖ —Se detuvo y cerró los ojos—.‖ Y‖ tú,‖ y…‖ y‖ ellos…‖ todos‖ la‖ desgraciaron. Las mentiras horribles que dijeron como si fueran la verdad. Me odiaba a mí mismo. Odiaba las mentiras. Odiaba a mi madre y a Abe. —Lamento que te hayas enterado de esta forma. Quería decírtelo. Al principio, eras solo un producto que lastimaría a Nan. Pensé que le se causarías más dolor. El problema fue que me fascinaste. Admitiré que estuve inmediatamente atraído a ti porque eres hermosa. Fue impresionante. Te odié por eso. No quería estar atraído a ti. Pero lo estaba. Te deseé terriblemente aquella primera noche. Sólo estar cerca de ti. Dios, inventé razones para encontrarte.‖ Luego…‖ luego‖ llegué‖ a‖ conocerte.‖ Estaba‖ hipnotizado por tu risa. Era el sonido más increíble que jamás había oído. Eras tan honesta y determinada. No lloriqueabas ni te quejabas. Tomabas lo que la vida te daba y te las arreglabas con eso. No estaba acostumbrado a ello. Cada vez que te veía, cada vez que estaba cerca de ti, me enamoraba un poco más. Di un paso hacia ella, y levantó su mano como para mantenerme alejado. Tenía que seguir hablando. Necesitaba que me creyera. 174

—Luego esa noche en el bar. Te pertenecí después de entonces. Puede que no te hayas dado cuenta, pero estaba atrapado. No había vuelta atrás para mí. Tenía mucho que arreglar. Te había llevado por el infierno desde que habías llegado, y me odiaba por ello. Quería darte el mundo. Pero‖ sabía…‖ sabía‖ quién‖ eras.‖ Cuando‖ me‖ dejé‖ recordar‖ exactamente quién eras, me eché atrás. ¿Cómo podría estar tan completamente envuelto alrededor de la chica que representaba todo el dolor de mi hermana? Blaire se cubrió los oídos. —No. No voy a escuchar esto. Vete, Rush. ¡Vete ahora! —gritó. —El día que mamá regresó a casa del hospital con ella yo tenía tres años. Sin embargo, no recuerdo. Ella era tan pequeña y recuerdo preocuparme de que algo pudiera pasarle. Mamá lloraba mucho. También Nan. Yo crecí rápido. Para cuando Nan tenía tres, yo estaba haciendo todo, desde hacerle el desayuno hasta arroparla en la cama en la noche. Nuestra madre se había casado, y ahora teníamos a Grant. Jamás hubo estabilidad alguna. En realidad, deseaba llegar a los tiempos en que mi padre volvía a mí porque no sería responsable de Nan por unos días. Tendría un descanso. Luego ella comenzó a hacer preguntas sobre por qué yo tenía un padre y ella no. —Me detuve necesitando que Blaire entendiera por qué hice lo que hice. Estuvo mal, pero tenía que entenderlo. —¡Detente! —gritó, moviéndose rápido hacia atrás contra la pared. —Blaire, necesito que me escuches. Esta es la única manera en que entenderás — rogué. El sollozo en mi garganta causó que mi voz se rompiera, pero no me detendría. Tenía que escucharme—. Mamá le decía que no tenía un padre porque era especial. No funcionó por mucho tiempo. Fui y exigí que mamá me dijera quién era el padre de Nan. Quería que fuera el mío. Sabía que mi padre tomaría sus lugares. Mamá me dijo que el papá de Nan tenía otra familia. Él tenía dos niñas pequeñas a las que amaba más que a Nan. Quería a esas niñas, pero no quería a Nan. No podía entender como alguien no podría querer a Nan. Era mi hermana pequeña. Seguro, a veces quería matarla, pero la amaba ferozmente. Luego llegó el día en que mamá la llevó a ver a la familia que su padre había elegido. Ella lloró por meses luego de eso. Dejé de hablar, y Blaire se dejó caer en la cama. Se rendía y me escuchaba. Sentí un pequeño rayo de esperanza. —Odiaba a esas niñas. Odiaba a esa familia que el padre de Nan había elegido por encima de ella. Juré que un día le haría pagar. Nan siempre decía que tal vez un día él vendría a verla. Soñaba sobre él deseando verla. Escuché esos sueños por años. Cuando cumplí diecinueve fui a buscarlo. Sabía su nombre. Lo encontré. Le dejé una foto de Nan con nuestra dirección en la parte trasera. Le dije que tenía otra hija que era especial, y ella solo quería conocerlo. Hablar con él. 175

Pude ver hacer las cuentas en su cabeza. Perdió a su hermana menos de un año antes de que encontrara a Abe. Pero yo no sabía. Dios, no tenía idea. Intentaba ayudar a mi hermana, no destruir la vida de Blaire. No conocía a Blaire. —Lo hice porque amaba a mi hermana. No tenía idea de las cosas por las que su otra familia estaba pasando. No me importaba, honestamente. Sólo me importaba Nan. Ustedes eran el enemigo. Luego, llegaste a mi casa y cambiaste completamente mi mundo. Siempre juré que jamás me sentiría culpable por romper esa familia. Después de todo, ellos habían roto la de Nan. Cada momento que estuve contigo, la culpa de lo que había hecho comenzaba a comerme vivo. Ver tus ojos cuando me dijiste sobre tu hermana y tu madre. Dios te juro que me sacaste el corazón aquella noche, Blaire. Jamás superaré eso. Me acerqué a ella, y me lo permitió. —Te juro que por mucho que amo a mi hermana, si pudiera volver y cambiar las cosas lo haría. JAMÁS habría ido de vuelta a ver a tu padre. Nunca. Lo siento, Blaire. Lo siento tanto, maldita sea. —Las lágrimas comenzaron a nublar mi visión. Necesitaba que entendiera. —No puedo decirte que te perdono —dijo suavemente—. Pero puedo decirte que entiendo porque hiciste lo que hiciste. Alteró mi mundo. Eso jamás puede ser cambiado. Una lágrima se escapó y cayó por mi cara. No me moví para secarla. No me encontraba seguro de cuándo fue la última vez que lloré. Fue siendo un niño. Era algo a lo que ya no me encontraba acostumbrado. Pero ahora, no podía contenerlas. El dolor era abrumador. —No quiero perderte. Estoy enamorado de ti, Blaire. Jamás he querido a nada o a nadie de la manera en que te quiero a ti. No puedo imaginar mi mundo ahora sin ti en él. —No puedo amarte, Rush —dijo. Dejé que el sollozo, que intentaba tan duramente contener, se liberase y mi cabeza cayó en su regazo. Nada importaba. Nada. Ya no. la amaba completamente, pero no logré ganar que correspondiera mi amor, y sin eso, nunca la tendría de regreso. Perdí. ¿Cómo podía vivir ahora que conocía la vida con Blaire? —No tienes que amarme. Solo no me dejes —dije, y dejé salir sollozos que agitaban mi cuerpo y escondí la cara en su pierna. ¿Alguna vez me sentí tan roto? No. Y nunca lo haría de nuevo. Nada podría compararse con tener el cielo y perderlo. —Rush. —Su voz sonaba dolorida. Levanté mi rostro de su regazo. Se levantó y comenzó a desabrochar su blusa. Me senté ahí, con miedo de moverme, mientras que lentamente comenzaba a quitarse la

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ropa, removiendo cada pieza cuidadosamente y con propósito. No entendía, pero tenía miedo de hablar. Si estaba cambiando de idea, no quería arruinarlo. Una vez que se encontraba completamente desnuda, se acercó y quedó de pie a horcajadas sobre mí. Agarrándola por la cintura, escondí mi cabeza en su estómago. Podía sentir mi cuerpo temblando por tenerla así de cerca, pero no sabía lo que significaba. No podía asumir que significaba que me perdonaba. Acababa de decir que nunca podría amarme. —¿Qué estás haciendo, Blaire? —pregunté finalmente. Agarró mi camisa y tiró de ella. Levanté los brazos y la dejé quitarla. Luego se hundió en mi regazo, agarró mi cabeza y me besó. Ese dulce e intoxicante sabor que era Blaire me llenó, enredé mis manos en su cabello y la acerqué a mí. Temía que cambiara de idea. No tenía que amarme; solo quería que me dejara amarla de esta forma. Eso sería suficiente para mí. —¿Estás segura? —pregunté, mientras se balanceaba contra mi erección. Solo asintió. La levanté para recostarla en la cama. Luego me quité los zapatos y los vaqueros. Cuando me hallaba igual de desnudo, me sostuve sobre ella y la miré. Me quitó el aliento. —Eres la más hermosa mujer que alguna vez vi. Por dentro y por fuera —le dije. Entonces la besé en todos lados donde pude, cada centímetro de su rostro, antes de jalar su labio inferior en mi boca. Levantó sus caderas y abrió sus piernas, pero aún no me encontraba listo. No quería apresurar esto. Quería saborearla. Se merecía ser saboreada y adorada. Merecía ser amada y cuidada. Haría eso por ella. Aún si ella no me amaba, yo podía hacerlo lo suficiente por ambos. Pasé mis manos por su cuerpo, memorizando cada parte de ella. No quería creer que esto era un adiós. No pensé que Blaire lo terminaría de esta forma. Pero el miedo se encontraba ahí, y no podía tener suficiente de ella. —Te amo tan jodidamente demasiado —le dije, y bajé mi cabeza para besar su estómago. Sus piernas se abrieron más. La miré, sabiendo que tenía que preguntar esta vez. No me prometía un mañana. —¿Necesito usar un condón? —pregunté, moviéndome hacia arriba por su cuerpo. Asintió, y sentí que lo que quedaba de mi corazón se rompía aún más. Ponía una barrera entre nosotros. Alcancé mis vaqueros y saqué el condón de mi cartera, luego lo deslicé. Los ojos de Blaire se encontraban en mí. Mi polla temblaba por su atención. 177

Pasé mis manos a lado de sus muslos. Nadie nunca estuvo aquí además de mí. Nadie la tocó más que yo. —Esto siempre será mío —dije, queriendo marcarla permanentemente. Bajé hasta que la punta de mi erección estuvo dentro de ella. — Nunca ha sido tan bueno. Nunca nada ha sido tan bueno como esto —juré, luego la llené con un empuje. Envolvió sus piernas a mí alrededor y gritó. Mi abollado corazón latió salvajemente contra mi pecho. Este era mi hogar. Blaire era mi hogar. No me di cuenta cuán solo me hallaba hasta que ella entro en mi vida. Me moví dentro de ella lentamente, sin quitar mis ojos de su rostro. Quería ver sus ojos mientras le hacía el amor. Eso era lo que esto era para mí. Le hacía el amor a su cuerpo. Esto no era follar. Era yo mostrándole cuánto le pertenecía. Deslizó sus piernas más alto en mí y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello. —Siempre te amaré. Nadie nunca se comparará. Me posees, Blaire. Mi corazón y alma son tuyos —le dije mientras me balanceaba en su interior. Rocé un beso en sus labios—. Solo tú —le prometí. Siempre sería solo ella. Ahora era mi vida. Nuestras miradas se encontraron, y gritó. Su orgasmo me apretó fuerte, enviándome en una espiral detrás de ella. Cuando el placer lentamente se desvaneció, la miré, y lo supe. Sus ojos me decían lo que temía. Esto fue su despedida. —No hagas esto, Blaire —rogué. —Adiós, Rush —susurró. Me rehusé a aceptarlo. No podía dejarla hacer esto. —No. No nos hagas esto a nosotros. Dejó que sus piernas cayeran de mi cuerpo, flácidas. Luego puso sus manos a su lado y giró su rostro lejos de mí. —No me pude despedir de mi hermana o mi mamá. Esos eran los adioses finales que nunca tuve. El último adiós que necesitaba. Esta ocasión entre nosotros sin mentiras. —La oquedad en su voz me rasgó abierto. Agarré las sábanas bajo mis manos. —No. No. Por favor, no —rogué. Continuó mirando lejos de mí y recostada sin fuerzas debajo de mí. ¿Cómo podría luchar por alguien que no me quería? ¿Alguien que me odiaba? No tenía oportunidad de ganar. Hice todo lo que sabía hacer. Pero no me quería. No ahora. Salí de ella y me estiré por mi ropa. Me deshice del condón, luego con movimientos torpes me puse mi ropa. Quería dejarme. Y se suponía que saliera de esta habitación y la dejara. ¿Cómo mierda podría? Cuando estuve vestido, me giré para mirarla. Se sentó, jalando sus rodillas a su barbilla para cubrir su desnudez.

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—No puedo hacer que me perdones. No merezco tu perdón. No puedo cambiar el pasado. Todo lo que puedo hacer es darte lo que quieres. Si eso es lo que quieres, me iré, Blaire. Me matará, pero lo haré. —Haría la única cosa que podía hacer: darle lo que quería. —Adiós, Rush —repitió, y retiró su mirada de mí. Dejaría mi corazón ahí. Mi alma, también. Los poseía. Me encontraba vacío sin ella. Nunca sería el mismo. Blaire Wynn me cambó. Me mostró que podía amar con un amor que todo consume y sin obtener nada a cambio. Nunca amaría de nuevo. Ella era la única. Lo era para mí. Con una última mirada a la mujer que amaba, me giré y dejé la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Cuando salí a la noche, dejé que el resto de mis lágrimas cayeran. Amar a alguien que no mereces no era fácil. Duele demasiado. Pero no lamentaría ningún momento de mi tiempo con Blaire.

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Abbi Glines Abbi Glines puede ser encontrada saliendo con estrellas de rock, paseando en su yate los fines de semana, haciendo paracaidismo o surfeando en Maui. Está bien, quizá ella necesita mantener su imaginación sólo enfocada en su escritura. En el mundo real, Abbi puede ser encontrada acerrando a niños (que siempre suelen parecer que no le pertenecen a ella) a todos sus eventos sociales, escondida bajo las sábanas con su MacBook con la esperanza de que su marido no la descubra viendo Buffy en Netflix de nuevo, y escabulléndose en Barnes & Noble para pasar horas perdida en libros.

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