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Staff Moderadora de Traducción Aleja E.

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Aleja E. CaaritoSwagger

Traductoras EyeOc JackieC

Aimetz Dafne

Moderadora de Corrección Cami G.

*Andreina F* GusFuentes

Correctoras

AriannysG CarolHerondale Paltonika

Lectura Final

EyeOc & Carolina

Diseño Fiioreee

Alessa Skylove

Índice Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Sobre el Autor

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Sinopsis H

ace ocho años, la vida era buena para Tate Reilly. Viviendo en Atlanta y yendo a la universidad, su sueño de convertirse en doctora estaba a su alcance y estaba enamorada de Ryan Hart. Entonces, una noche mientras Tate dormía, Ryan desapareció. Sin una nota, ni una llamada telefónica, nada quedaba de un amor que ella creyó que dudaría para siempre. Confundida y con el corazón roto, no se detuvo en su búsqueda para convertirse en doctora. En todo caso, el dolor y la decepción solo le sirvieron para alimentar su deseo de triunfar.

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Ryan nunca quiso dejar a Tate atrás en la forma que lo hizo, pero algunas veces la vida se lleva las opciones. La mejor manera de evitarle a Tate la interrupción de su brillante futuro con sus problemas era hacer una ruptura limpia. Así que hizo la cosa más difícil que jamás haya hecho antes… se alejó de ella. Ahora Ryan está de regreso en Atlanta, trabajando como un Sous Chef ejecutivo en el restaurante más popular de la cuidad y tiene toda la intención de ganarse a Tate de nuevo. Sin importar lo que le tome. No es fácil porque Tate quiere respuestas que Ryan no está listo para darle todavía. Primero, él tiene que recordarle lo que una vez tuvieron juntos. El calor entre ellos es innegable y no pasa mucho tiempo antes de que su resistencia se derrita y ella comience a perder el control sobre su corazón otra vez. Pero hasta que Ryan no pueda ser honesto con Tate sobre el porqué se fue, ella no puede perdonarlo completamente y seguir adelante. El tiempo no siempre cura todas las heridas. A veces tienes que derramar más sangre para estar completa de nuevo.

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1 Traducido por JackieC & CaarithoSwagger Corregido por *Andreina F*

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a mujer que se reía tontamente en la estación de enfermería era demasiado para Tate. Normalmente esa pequeñez no le molestaba. Incluso solía unirse a la diversión en algunas ocasiones, cuando las noches en la sala de emergencia eran lentas y relativamente calmadas. Esta noche no era uno de esos momentos.

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Se encontraba exhausta, gracias a los dioses de los colchones que estaba cerca del final de su turno. Su cabeza le latía como una batería, había sido pateada y vomitada por un irritable niño de cuatro años. A pesar de que se había cambiado de uniforme, el olor no dejaba sus fosas nasales, cuatro ibuprofenos y tres tazas de café, no habían hecho nada para aliviar las otras dos cosas. Odiándose a sí misma un poco, miró a la historia médica en la que escribía y aclaró su garganta. Las risas pararon, y por algunas de las miradas que le dieron mientras las mujeres se dispersaban mientras decía su nombre con unas cuantas mierdas en la lista. Suspiró haciendo una nota mental para complacerlas con un decadente postre, con la esperanza de borrar el apodo de “perra” que le habían asignado. Colleen, una amiga y una de las enfermeras que se habían unido al personal en el Atlanta General alrededor del mismo tiempo que Tate, se acercó a donde se encontraba, con una sonrisa comprensiva en su rostro. Desafortunadamente, Colleen todavía sostenía una historia médica de un paciente en la mano. Le dio una palmadita en la espalda a Tate. —Todo terminará pronto. —Sólo para ponerse en marcha otra vez en doce horas —dijo Tate con ironía. No es que odiara su trabajo. Eso se hallaba muy lejos de la realidad. El turno de hoy había sido particularmente difícil, y el dolor de cabeza incesante sólo lo hizo peor.

—Esto podría hacerte sentir mejor. —Colleen le entregó el archivo y le guiñó un ojo—. Habitación seis. Curiosa, Tate miró la hoja, por costumbre escaneó la información médica primero antes de que sus ojos se posaran en el nombre. Yendo con reserva por el medio del pasillo concurrido, parpadeó, pensando que de alguna manera había leído mal lo que decía, y miró el nombre de nuevo. Ryan Hart. Nope, no había error. Tal vez no era el mismo Ryan Hart que había conocido hace ocho años. Hart era un apellido muy común. Así como lo era el nombre Ryan, se dijo. Pero entonces, leyó la fecha de nacimiento. El año coincidía con el suyo. Maldita sea. Bueno, eso explicaba los comentarios de Colleen y por qué las enfermeras estuvieron tan animadas, porque le habían dado un vistazo a él. Miró a Colleen que ahora se hallaba en el teléfono, y luego miró a su alrededor para ver si había otros médicos a quienes podría entregar el archivo, para poder ir a esconderse en un armario de suministros hasta que este particular Ryan Hart, abandonara el edificio. Claro, era cobarde de su parte y poco profesional también, pero ver a este particular Ryan Hart de nuevo podría ser desastroso. No servía de nada. La sala de emergencias estaba llena, y estaban cortos de personal esta noche. No había más remedio que enfrentarse al demonio de su pasado. Tate reunió todas las fibras de la fortaleza que tenía dentro y abrió la puerta a la sala de examen número seis. Cuando Ryan levantó la mirada, la sonrisa de pirata dividió su boca llena y arrugó las comisuras de sus ojos azules, azules. Parecía más grande de lo que recordaba, más lleno en todos los lugares correctos, sus rasgos de belleza clásica se habían agudizado un poco con la madurez. Llevaba el cabello rubio muy corto, y en uno de esos estilos desordenados que envidiaba de los hombres que lucían como si tardaran dos segundos en lograrlo. Que Dios la ayudara, el tiempo había sido muy, muy bueno con él. Tate, por otro lado, se sintió un poco marchita en sus Nike. Probablemente parecía basura reciclada y olía a vómito. No llevaba maquillaje, su cabello rojo se encontraba recogido en una cola de caballo andrajosa, que no había tocado desde que se había duchado antes de venir a trabajar, y su bata de color verde podrido sin duda hacía que su tez se viera demacrada. Impresionante

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Espera, ¿Por qué se preocupaba por cómo se veía? Y maldita sea, también se sonrojaba. Con esa piel blanca, su cara se iluminaba como un anuncio de neón. —Hola, Tate —le dijo con la misma voz de chocolate que aún podía oír en sueños ocasionales. No, pesadillas. —Ryan. Tate reunió toda su fuerza para dar un paso más cerca de donde se hallaba sentado, posado en el borde de la estrecha camilla de hospital. Sus largas piernas colgaban sobre un lado, los dedos de sus pies casi tocando el suelo. Llevaba vaqueros desteñidos, botas de cordones desgastados, y una camiseta blanca. Una chaqueta de motociclista de cuero negra y un casco plateado en la silla junto a la cama. Al menos tuvo el buen sentido de usar uno. —Es bueno verte. Felicidades —dijo, señalando a la identificación que se hallaba en la parte superior de su bata.

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—Gracias. —A propósito no hizo recíproco el comentario “es bueno verte” porque no le gustaba tener que mentir a menos que fuera absolutamente necesario. —Siempre supe que lo harías. —Entonces tenías más confianza en mí que yo. Estuve a punto de renunciar más de una vez. —Pero no lo hiciste, y ahora mírate. Doctora Tate Reilly. Me alegro por ti. Tate murmuró otro incómodo—: Gracias. —Y echó un vistazo a la historia médica de Ryan con la esperanza de evitar más charla. Se encontraba aquí por una quemadura en el antebrazo izquierdo. Se dio cuenta de que sostenía un poco el brazo hacia un lado para que no rozara la ropa, con la mano apoyada en el muslo. Al darse cuenta de que tenía que tocarlo, Tate se puso un par de guantes de látex. Aunque era necesario, también proporcionaría una barrera fina entre los dedos y la piel. —Déjame ver la quemadura. Extendió el brazo frente suyo, torciendo la muñeca para que pudiera examinar la lesión. Podía sentir su mirada como un contacto físico, sentir el calor de su cuerpo irradiando hacia ella. Ryan siempre había sido una de esas personas que eran intrínsecamente amables y tolerantes. Nada parecía inquietarlo. Y, a pesar de su buena apariencia y una personalidad de buen trato, olía increíble, como el cuero mezclado con un toque sutil de algo

picante y masculino. Su jabón, tal vez, o una espuma para después de afeitar. Caray, Tate, enfócate en tu trabajo. La quemadura abarcaba un área de aproximadamente el tamaño de la palma de la mano, a mitad de camino entre la muñeca y el codo. Parecía irritado, con la piel roja, hinchada y caliente. Había un par de puntos más cerca del centro que empezaban a subir en pequeñas ampollas, pero por suerte para él no era grave. —Es más que nada de primer grado con una superficie de segundo grado leve en el centro. No será necesario desbridamiento, sólo un poco de crema antibiótica y un vendaje suelto por una semana o más mientras se recupera. También necesitarás permanecer alejado del sol. Puedo escribir una receta para analgésicos si crees necesitarlos. —No, estoy bien. —El ibuprofeno te ayudará con la inflamación. —Lo tengo. ¿Qué es “desbridamiento” exactamente? —Con las quemaduras más graves, las capas destruidas de la piel tienen que ser fregadas y extraídas. Se estremeció visiblemente. —Suena doloroso. —Ahí es donde la morfina viene muy bien. ¿Cómo te ocurrió la lesión? —Gajes del oficio. Soy el Sous Chef de Bite. El estómago de Tate hizo un pequeño descenso extraño al saber que se hallaba de vuelta en Atlanta, trabajando sólo a unas pocas cuadras del hospital. —¿Has oído hablar del lugar? —preguntó cuándo permaneció en silencio. —Eh, sí, creo que sí. Muy popular y un éxito entre los críticos locales. Es propiedad de Kevin, ¿Ese tipo que está en la televisión una vez a la semana? Ryan sonrió y Tate dio un paso atrás, como si esa sonrisa de alguna manera la metería aún más en su campo de fuerza. Ciertamente lo había hecho antes. —Ese es él. Kevin Lattimore es quien me contrató. Un gran chef y un buen chico. Por alguna razón inexplicable, le preguntó—: ¿Cómo acabaste siendo un chef?

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Se encogió de hombros, y la sonrisa se le escapó. —Supongo que fue algo que me encontró. Es una larga historia. Una que no quería oír y, obviamente, él no quería contar, sobre todo, no a ella. Sólo era una chica desechable que había follado en la universidad durante siete meses y luego arrojó lejos como el par de guantes, que se quitaba de las manos y depositó en el cubo de la basura. Tate tomó su historial médico, sosteniéndolo contra su pecho para que sus temblorosas manos tuvieran algo a que aferrarse. —Una enfermera vendrá dentro de unos minutos para darte tu receta e instrucciones de cuidado. Buena suerte, Ryan. —Agarró el picaporte en un intento desesperado por huir de la sala de examen de repente claustrofóbica. —¿Qué? ¡Espera! —Antes de que pudiera abrir la puerta, se puso de pie, bloqueando su salida con una gran mano extendida a través del marco—. Tate, no te vayas todavía. Hay cosas que yo... tengo que decir algo, ¿de acuerdo?

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Durante mucho tiempo se quedó mirando a través de la estrecha ventana en la puerta, esperando que alguien la viera allí de pie y la convocara al exterior, solicitando su ayuda, cualquier cosa para alejarla de Ryan Hart y los recuerdos que flotaban a través de ella, luego de que la represa que los había estado conteniendo, de nuevo hubiera reventado. —Mírame, por favor —dijo Ryan. Respiró hondo y se volvió hacia él, sacudiendo la cabeza. —No necesito escucharlo, Ryan. Sea lo que sea que piensas que tienes que decir, no necesito escucharlo. —Lo siento, Tate. Realmente no tenía necesidad de oír esas palabras. —¿Por cuánto tiempo? Frunció el ceño. —No te sigo. —¿Cuánto tiempo lo lamentaste? ¿Ocho años? ¿O sólo por los veinte minutos que han pasado desde que caminé por la puerta? Mi apuesta está en la segunda. Incluso me atrevería a aventurar una respuesta: que ningún arrepentimiento ha cruzado por tu mente hasta esta noche. —¡Eso no es cierto! —Pasó una mano por el pelo antes de colocarlas en sus caderas. Tate se negó a mirar su pecho, la forma en que el suave algodón de su camisa se aferraba a él. Ni siquiera era una camisa real, por el amor de Dios. Era una camiseta de resaque, lavada miles de veces y estirada a través

de su torso. Y podría resistir estar en un tamaño más grande, por lo que no destacó claramente el fenomenal pulido de sus pectorales, la llanura de sus abdominales y el balanceo de sus bíceps. Camisetas así deben permanecer ocultas debajo de otras piezas de ropa, de ahí la razón por la que fueron llamadas camisetas de resaque. Si trataba lo suficiente, todavía podía recordar cómo olía su piel en ese espacio poco profundo entre sus pectorales después de una ducha, después de un entrenamiento, después del sexo. Estúpida memoria olfativa. —Siempre lo he lamentado, Tate. Siempre. Tienes que creerme. Nunca hubiese querido dejarte si no hubiera tenido una muy buena razón para ello. Se veía tan increíblemente sincero y arrepentido. Tate tuvo que luchar para mantener su fachada de indiferencia ilesa y en su lugar. — Entonces vamos a escucharlo. Tragó saliva. Su boca se movió como si quisiera formar palabras que no vendrían. Mudo, negó con la cabeza en el suelo. —Está bien, Ryan, de verdad —dijo con resignación, aunque no lo sentía—. Fue lo mejor de todos modos. Con mi pesada carga académica y tratando de entrar en la escuela de medicina, no necesitaba distracción. El dicho era cierto: una mentira conduce a otra, y solo había dicho una mentira. Él había sido nada más que apoyo en ese entonces, un oído dispuesto a escuchar, una distracción cuando lo necesitaba, su mejor amigo. Ryan había sido la única persona que la ayudó a aliviar su ansiedad sobre su futuro. Y también estaba el buen sexo, un potente calmante para el estrés en sí mismo. —Oh, ¿Así que eso es todo lo que era? Una distracción. Como una molesta avispa tratando de meter mi aguijón en ti. —Torció la comisura de su boca. Si pensaba que iba a convertir algo pesado en algo ligero, se equivocaba. También se encontraba decepcionada de sí misma, por todavía aferrarse al dolor después de tantos años. Debería haber estado ausente mucho tiempo por ahora, al igual como pensaba que él lo estaba, pero obviamente ese no era el caso. Al verlo de nuevo trajo todo de prisa hacia la realidad. Tate alzó la barbilla. —Algo por el estilo. —Oh. Recuerdo las cosas muy distintas. Me parece recordar que te gustaba mi aguijón.

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—Tienes razón, Ryan. Me gustaba. —Forzó una sonrisa—. Bastante en realidad. Justo hasta el momento en que, junto como su dueño, desapareció. Sin una nota, ni una llamada, nada. Lo menos que podrías haber hecho por mí fue haber escrito una carta “Querida Jane” o algo, así no hubiese estado preguntándome si habías sido golpeado por un autobús. Tuve que saber que te habías ido de la escuela por tu compañero, Robbie. Se acercó más y se echó hacia atrás. Dejarlo en su espacio personal era peligroso. —Es curioso, suena como a mucha preocupación por mí. Pensé que habías dicho que era nada más que una distracción. Tate apartó la mano de la puerta y la mantuvo abierta. —Ten cuidado con esa herida —dijo antes de prácticamente correr a la estación de enfermeras. Empujó el historial a la primera enfermera disponible que encontró, dándole instrucciones rápidas sobre qué hacer mientras garabateaba su firma en los papeles, y luego se dirigió directamente a la sala de descanso y a su casillero. Su turno había terminado oficialmente. Pero no pudo salir del hospital con la suficiente rapidez.

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—¿Estás bien? —dijo Colleen detrás de ella, haciéndola casi saltar fuera de su piel. Puso una sonrisa falsa. —Por supuesto, ¿Por qué? —Por una cosa, tienes tu suéter al revés. —Mierda. —Tate se lo quitó, apagada, y hurgó para darle vuelta al lado correcto. —Creo que deberías saber que preguntó específicamente por ti, Tate. Dejó caer el suéter, así que pateó la cosa nada colaboradora en su armario y cerró la puerta. A la mierda. Acababa de pasar frío durante unos minutos hasta que se metió adentro de su coche y se calentó. Era finales de marzo, no mediados de enero. Sobreviviría. —Estoy adivinando que podrían haber significado algo el uno para el otro en algún momento en el pasado. —Ah, has atinado allí, Colleen. En. El. Pasado. Te veré mañana. Tate se colgó la mochila al hombro y salió de la sala de descanso. Tomó la primera orilla de los ascensores y volvió en sí, pulsando repetidamente la flecha hacia abajo como si eso lo fuera a convocar más rápido. Tan pronto como las puertas se abrieron, se lanzó dentro y apretó el botón P1 para el primer nivel del estacionamiento. Por la forma en que el hospital fue diseñado, una buena parte de su estacionamiento se hallaba

bajo tierra. Por desgracia, una mano masculina violó la brecha en el último segundo. Ryan entró, ligeramente sin aliento. Debería haber tomado las escaleras. El único otro pasajero, una pequeña señora mayor con un mechón de pelo blanco y un bastón púrpura, miró a Ryan interrogantemente. —Oh, también voy al estacionamiento, gracias —dijo con una sonrisa que le diría a las flores que florecieran tempranamente. La mujer le sonrió y agarró el pasamano. Probablemente para mantener el equilibrio de toda la testosterona flotando sobre ella. Ya era bastante difícil para una persona joven. Una persona de su edad era susceptible de tener un ataque al corazón. Tate se quedó allí y lo miró, con la espalda pegada a la pared de acero inoxidable del ascensor durante la breve caída de dos pisos. No había aparcado en el estacionamiento. El estacionamiento de emergencias se encontraba en otra área del hospital. Y no puedes dudar que se veía aún más caliente en la chaqueta de cuero. Cuando las puertas se abrieron, Ryan dio un paso atrás, apoyando su mano contra ellas, dejando a la mujer bajar. Tom, uno de los guardias de seguridad del hospital, se detuvo en su trucado carrito de golf. —Buenas noches, Dra. Reilly —dijo con un cabeceo. —Hola, Tom. —¿Necesita que la lleve? —No, gracias, pero estoy segura de que a esta buena señora le encantaría. Tom saltó y rodeó el carro para ayudar a la señora. Cuando estuvo seguro de que se sentaba en el lugar correcto, se alejó. Tate ignoró a Ryan y comenzó a caminar hacia su coche, pero, naturalmente, la siguió. Por supuesto, lo hizo. Iba detrás de ella hacia su Honda Accord de segunda mano que había tenido mejores días, para tratar de cauterizar la herida que había abierto de nuevo. Nada de eso importaba. Podía pedir disculpas hasta el cansancio, pero hasta que le diera una razón legítima por la que le había hecho tanto daño, no quería oír nada más de lo que tuviera que decir. Fue en el pasado, como le había dicho a Colleen, y ahí es donde necesitaba quedarse. O devolverse a toda prisa. Buscó en su mochila hasta encontrar sus llaves, lo cual era otra cosa que le había hecho, la agitó tan a fondo que automáticamente no las tenía en su mano cuando apretó el paso del elevador. Una regla básica pero vital de la seguridad de las mujeres, y que Ryan Hart la había hecho olvidar,

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como si no lo hubiera hecho sin falta todas las noches cuando su turno terminaba. Tate quería dar vuelta y arrojarle las llaves a la cabeza en señal de frustración. En cambio, apretó los dientes y las metió en la cerradura en el segundo que llegó a su coche. Ryan puso su casco en el techo del coche, la agarró por el brazo y la hizo girar hasta que su espalda quedó apoyada contra la puerta. —¿Qué? —Fue todo lo que logró graznar antes de que su boca cubriera la suya. Su resistencia se derritió más rápido de lo que se podría decir "stat"1. Con un débil gemido, abrió los labios para dejarlo entrar. Su lengua violó el espacio, mientras sus brazos se abrieron paso por la cintura de Tate, alejándola del coche y estrellándola en su cuerpo duro y caliente. Sabía que no debía permitir que eso sucediera. Permitir que la besara redefinió la palabra estúpido, pero con cada segundo que duraba el embriagador beso, otra capa de suciedad se despegó de los recuerdos que había enterrado hace tantos años. Hasta que la rodeaban, inundándola en su calor e intensidad. Hasta que juró que podía sentir su piel desnuda presionada a la suya y su peso entre sus muslos.

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De alguna manera, sus manos habían hecho su camino hasta sus hombros, sus talones se separaron del concreto para poder acercarse aún más a esa deliciosa boca suya. Siempre había sido tan bueno en esto de los besos, acoplamiento, follando, lo que sea. Al igual que las dos mitades de un todo, cuando se reunieron fue magia. Ryan Hart era la mejor cosa mala que jamás había hecho. Pero las palabras específicas se destacaron desde ese pensamiento... malo y hecho. Recuperó sus pensamientos confundidos, lo empujó lejos de ella, ampliando la brecha tanto como el espacio entre los coches le permitían. Ambos respiraban con dificultad, se miraban el uno al otro, con las bocas húmedas, sus dedos se cerraron en nada a falta de algo físico. Casi se estremeció ante la pérdida. El hombre era peligroso para todas las partes de su cuerpo, no sólo para su lívido oxidada. —Regresé, Tate. Esta vez para siempre. —Voy a avisar a los medios de comunicación.

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Se refiere a urgencia, es algo de suma urgencia.

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WebMD: Es un sitio web de EEUU que ofrece información médica.

Se echó a reír. —No me di cuenta de lo mucho que echaba de menos esa listilla boca tuya hasta que tuve una verdadera muestra nuevamente. Tate recogió su mochila de donde la había dejado caer al lado de sus pies. —Saboréalo porque no habrá una próxima vez. Ryan extendió la mano y pasó el pulgar por su labio inferior, que hormigueó. —Vamos a ver eso. —Agarró su casco de la parte superior del coche, metiéndolo bajo su brazo sano—. Conduce con cuidado. Gruñendo por lo bajo, abrió la puerta del coche y se metió dentro, cerrándolo de nuevo al momento en que su trasero golpeó el asiento. Sólo que ahora no lo hacía para protegerse de algún atacante al azar.

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2 Traducido por EyeOc Corregido por GusFuentes

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abía flores esperándola cuando llegó al hospital al día siguiente. Tate sabía que eran para ella tan pronto como las divisó. No necesitaba leer la tarjeta que Colleen le pasaba con una sonrisa engreída.

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Era un bulto enorme de gladiolas en cada forma conocida por el hombre. Dándose cuenta que Ryan recordaba su flor favorita no debería poner su cara roja y hacer que su sangre bombeara más rápido por sus venas. Tate restregó su esternón con sus nudillos como si eso haría que el sentimiento cursi se fuera mientras le fruncía el ceño al hermoso ramo tan fuerte que era un milagro que no se marchitaran y murieran en el lugar. —¿No vas a leer la tarjeta? —preguntó Collen. —En algún momento. —Cuando estuviera en un mejor estado mental y no sintiéndose tan cegada por el regalo de Ryan. —Si yo estuviera en tus zapatos. Lo tomaría mientras pudiera. Está obviamente aun embelesado por ti, y es hermoso. Hubieras pensado que Brad Pitt entró aquí anoche con la manera que todas las mujeres reaccionaron. Algunos hombres también. —De verdad no entiendo toda la fascinación con Brad Pitt —dijo Tate en un intento de cambiar el tema—. Seguro, estuvo lindo en Leyendas de Pasión, pero actualmente tiene un candado alrededor de su pene y una camada detrás de él. Sabes que probablemente huele a Play-doh y a pañales orinados. Colleen se rió a carcajadas. —Aún así, no lo patearía fuera de la cama por comer galletas saladas. Y tú particularmente no te preocupas mucho por los niños, ¿Verdad? Tate giró su ceño fruncido a Collen. —No es que no me gusten los niños. La mayoría de mi contacto con ellos es cuando están en su peor

momento. He sido vomitada, gritada o atacada. A veces, todas las anteriores. Los pequeños imbéciles son malos. —¿Acaso tu hermana no tiene unos cuantos? —Vive en Detroit. Como máximo, los veo dos veces al año. —Cuando Colleen elevó una ceja, Tate dijo—: No me des esa mirada. Hablamos por Skype cada cuanta semana. Amo a mi hermana y sus hijos malcriados, pero vivo para servir. Estaré todavía pagando préstamos estudiantiles cuando tenga noventa. Mientras más trabaje, más pronto puedo comenzar a ahorrar dinero para mi nicho funerario. —Cristo, Tate. Necesitas tener una vida fuera de este hospital. Eso es todo lo que estoy diciendo. —Colleen se giró para alejarse, a continuación dijo sobre su hombro—: Abre la tarjeta. Tate cargó la tarjeta alrededor de la mayoría de su turno, el peso de ello casi tangible en su bolsillo. No quería abrirla porque sabía que diría algo ingenioso o encantador, y eliminaría su resolución. Ryan era bueno en hacer su camino cuando quería algo. Las flores las habían mandado a los pisos de cuidados a los ancianos donde hicieron sonreír a alguien en vez de fruncir el ceño en confusión. Innecesario decir que no había dormido mucho la noche anterior. La conversación que había tenido con Ryan se mantuvo repitiendo en su cabeza, pausando en su disculpa y la declaración de que estaba de vuelta para bien. ¿Pero a donde irías y por qué? Y luego estaba el beso. Difícil de olvidarlo, también. Ryan debería de tener un huracán nombrado en su honor, irrumpiendo por aquel salvaje azul, entristeciendo la progresión normal de vida, dejando devastación en su estela. Una categoría cinco de seguro. En su descanso para cenar, juntó suficiente valor para abrir el pequeño sobre. Gracias por el cuidado de primera, Dra. Reilly. El beso hizo sentir mí herida mucho mejor. Quiero verte otra vez. Y había escrito su número telefónico debajo de las palabras. Abruptamente se dio cuenta que estaba sonriendo, así que borró la expresión de su cara y comenzó a partir la tarjeta por la mitad. Sin embargo, no lo hizo. Por alguna razón, no pudo permitirse destruirla.

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Las cosas siempre se sintieron inconclusas entre ellos, aún después de que la había dejado abandonada. En la parte trasera de su mente, lejos de toda ira y dolor, ha habido un sentimiento persistente de que algo no estaba del todo bien. No con su relación, sino con Ryan. En las semanas antes de que desapareciera, se había vuelto callado y menos animado, como si tuviera el peso del mundo sobre sus hombros repentinamente. Le aseguró una y otra vez que no era ella o ellos juntos, pero no había habido una explicación real. Después se desvaneció como si nunca estuvo ahí. Varias veces en los meses después, alguien la había llamado de un número desconocido y había contestado, solo para escuchar silencio del otro lado de la línea. Tate se había convencido que era él, pero a lo mejor había visto demasiadas películas melodramáticas.

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Después de haber pasado por unas cuantas citas miserables, se había rendido a favor de concentrarse en la escuela de medicina. Hubo algunas breves aventuras para reducir el periodo de sequia, pero nada alguna vez se tornó serio. Y para ser sincera, nadie nunca había llegado a la altura de Ryan. Ahora se tenía que preguntar si había estado subconscientemente aun languideciendo por él todos estos años. Malditamente segura que lucía así. Ese era un pensamiento depresivo. Pero si seguía en su camino actual, terminaría como una señora mayor con cuarenta gatos y sin hijos que eventualmente la encontrarían muerta, su cadáver seco. Colleen tenía razón. Necesitaba una vida fuera de la que existía dentro de las paredes del hospital. La pregunta era si podía confiar en Ryan para no destruir su corazón otra vez si le daba la oportunidad.

Ryan checó su teléfono incesantemente mientras hacía sus deberes en el restaurant. Como Sous Chef Ejecutivo, estaba de segundo al mando de Kevin Lattimore. Cocinaba por supuesto, pero también supervisaba a su staff, abastecía comida y suministros, ayudaba a planear los menús, y se aseguraba que la cocina estaba segura y sanitaria todo el tiempo. En otras palabras, se mataba trabajando, pero amaba cada minuto de ello. Bueno, la mayoría de ello. Lidiando con los problemas con su staff no siempre era divertido. Luck había jugado una gran parte en que obtuviera el trabajo en Bite, junto con sus habilidades de cocina.

Había conocido a Kevin mientras trabajaba como Sous Chef Junior en el restaurant allá en Birmingham. Cuando Kevin estaba planeando abrir su propio lugar en Atlanta, había visitado alguno de los mejores restaurantes en el sur, y eso lo llevo a donde Ryan trabajaba. Después de cenar, Kevin pidió conocer a los chefs. El jefe de Ryan estaba fuera esa noche, así que Ryan tuvo el privilegio de ser presentado a Kevin, y escuchar de primera mano cuanto había disfrutado la comida. Ambos se llevaron bien instantáneamente, terminaron compartiendo una botella de vino y conversando mucho después de que el restaurant había cerrado por esa noche. Ryan le dijo cuanto había amado vivir en Atlanta y que esperaba eventualmente regresar algún día. Kevin debió de haber estado lo suficientemente impresionado con Ryan como para recordarlo porque cuando Bite se convirtió en un éxito, levantó el teléfono y le ofreció trabajo. El momento era correcto para que dejara Birmingham detrás y mudarse de vuelta a Atlanta. No se había arrepentido de la decisión. Tampoco podía negar que Tate nunca estuvo fuera de su mente el tiempo completo que había estado lejos. Todo lo que tenía que hacer era atrapar una visión de rojo en la multitud o pensar que había escuchado su risa y su estómago dolería tan intensamente que casi lo doblara en arrepentimiento. No había sido su decisión dejarla o a la escuela, pero a veces la vida aleja tus opciones. Te recuerda no ponerte demasiado cómodo donde estas porque en cualquier minuto la alfombra podría ser arrebatada de debajo de tus pies, dejándote en tu espalda y jadeando por aire. El alivio que sintió cuando se enteró que ella estaba de vuelta en Atlanta, también, trabajando en un hospital aquí y aun soltera, había sido inmensurable. Como si la suerte estaba finalmente de su lado. Había significado jalar algunas cuerdas para obtener información, pero había algunas personas importantes que eran clientes regulares en Bite, uno era el Jefe de Staff en Atlanta General. Pudo no haber sido la manera más ética de hacerlo, pero a Ryan realmente no le importaba. Lo que le importaba más era el resultado final. Tan lejos como las paredes que había levantado alrededor de su corazón, bueno, encontraría una manera de escalarlas también. Dos cosas que Ryan tenía a montones eran paciencia y resistencia. Kevin entró detrás de Ryan y colocó la mano sobre su hombro. — ¿Cómo está el brazo? —Algo sensible, pero tolerable. —había seguido las instrucciones de la enfermera sobre como limpiar y emendar la herida. La probabilidad era

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que tendría una cicatriz de eso, pero se ha herido peor cayendo de su motocicleta. —¿Seguro que no necesitas tomarte la noche libre? Era agradable que Kevin se preocupara sobre su bienestar, pero era innecesario en estas circunstancias. —No duele, Kev. De verdad, mientras que siga alejado del calor directo por unos cuantos días, estaré bien. —Sólo estoy contento de que no fuera peor. Ryan se encogió de hombros. —Los accidentes pasan. Y eso es lo que fue, un maldito accidente. Seth giró con una olla al mismo tiempo que me estiré por un tazón. Es una cocina comercial. Es de esperarse. Lo sabes. ¿Cuántas veces te has quemado la mano o cortado algún dedo? Kevin hizo una mueca. —Más veces de las que me importa contar. —Sí, yo también, y puedo decirte, los puntos son un dolor mucho más grande que esta quemadura en mi brazo, así que déjalo pasar.

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—De acuerdo, está olvidado. Pero si comienza a doler o necesitas un descanso, tómalo. —Lo haré. —Entonces, ¿Viste a Tate? Si algo bueno podía salir de estar herido, era que se había forzado a tragarse su ansiedad sobre verla otra vez y arrastró su trasero indeciso hacia su sala de emergencias por tratamiento. Su reacción había sido lo que había esperado, a lo mejor un poco mejor considerando que no lo pateo en las bolas. Ryan asintió a la pregunta de Kevin. —No fue exactamente un momento Hallmark. —Espero que eso no fuera lo que esperabas. —No, pero tuve algunas expectaciones ridículas de que a lo mejor habrían por lo menos algunas cuantas sonrisas de su parte, a lo mejor una conversación racional detrás de los incómodos hola y la charla medica. Kevin frunció el ceño. —¿No te dijo que te jodieras por completo, o sí? Ryan tomó una respiración profunda, la sacó lentamente por su nariz. —Bueno, a lo mejor. Es difícil estar seguro con Tate. Alardea, pero ese es su mecanismo de protección para mantener a las personas a distancia.

—Tengo una de esas en casa en este momento —dijo Kevin irónicamente. —Santa mierda, ¿Elle se mudó? —El fin de semana pasado. Ha sido un ajuste por decir poco. Mi apartamento luce como si una bomba explotó ahí. Excepto por la cocina por supuesto. Se conduce lejos de mi cocina. Si no estuviera tan loco por la mujer, ya la habría estrangulado. Un pinchazo de celos golpeó a Ryan. Estaba listo para eso también, compromiso y domesticidad. Discutiendo sobre quién se bebió lo ultimo del jugo de naranja y puso de vuelta el envase vacio en el refrigerador, o quien dejó las toallas mojadas en el piso del baño. Peleando por el control remoto o las secciones del periódico sobre el café en las mañanas. Despertando con un cálido y suave cuerpo acurrucado a su lado, un derrame de cabello rojo a través de la almohada. Dios sí, quería eso. Felicidad y beligerancia. También sabía dónde encontrarla. Ahora solo tenía que hacer un maldito buen trabajo en convencer a la otra parte. —Herí a Tate muy fuerte —dijo. —¿Le dijiste lo que pasó con tu familia? —Todavía no. Necesito arreglar las cosas entre nosotros primero, ver si aún queda algún destello de esperanza. Estoy tratando de recordarle las partes buenas de nuestra relación antes de ir y echar los sucios problemas de mi familia a la mezcla. Aun después de todo este tiempo, amargura aún se elevaba en la garganta de Ryan cuando pensó sobre lo que su padre hizo. Como había partido sus vidas y familia. Le debía la verdad a Tate, pero primero quería saber si se podría preocupar profundamente por él otra vez antes de contarle todo. No quería que la lastima corrompiera sus sentimientos. Si tenía alguna oportunidad de tenerla de vuelta, Ryan quería que sus emociones fueran genuinas. —Así que, ¿Cuál es tu siguiente movimiento? —le preguntó Kevin. —La voy a molestar demasiado hasta que se rinda.

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3 Traducido por Dafne Corregido por AriannysG

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yan iba a molestar jodidamente a Tate. Ahora estaba claro que ese era su trabajo, exasperarla hasta el punto en que cediera y aceptara verlo. Primero, habían sido las flores, ahora era la comida.

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Exactamente a las seis y media de la siguiente tarde, y exactamente el momento en que tomaba su descanso para cenar, tres hombres vestidos en pantalones negros, chalecos negros, y camisas blancas de algodón, entregaron suficiente comida como para alimentar a todo el personal de urgencias. Pero no cualquier comida. No, rindió honor a su herencia preparando pan de soda, estofado irlandés, y una especie de extravagante pastel de manzana para el postre. Incluso ella no estaba tan enterada sobre los platos tradicionales irlandeses. Tate no entendía cómo podía estar halagada por el espléndido gesto y mortificada al mismo tiempo por el posterior murmullo de sus compañeros de trabajo. Había corrido la voz con bastante rapidez sobre su apuesto pretendiente, gracias a la rabiosa vid de chismes del hospital. —¿Eres irlandesa? —preguntó uno de los otros doctores, su plato colmado con comida. Tate lo miró atónita, peleando contra la compulsión de preguntarle cómo incluso se había convertido en doctor. Pero de nuevo, algunas personas viven en sus propios pequeños mundos, ajenas a lo que sucedía alrededor de ellas fuera del ámbito de sus trabajos. Aún así, todo lo que tenías que hacer era echarle un vistazo a ella, el cabello, los ojos, la piel clara, y sospechar que había por lo menos un poco de sangre irlandesa en sus venas. El apellido lo finalizaba bastante con un lindo y pequeño moño. Señaló con su tenedor a su cabeza y luego su tarjeta de identificación antes de llevar un bocado de estofado a su boca. Y no sabes cuan increíble estaba: rica, tierna y perfectamente sazonada. Probablemente incluso mejor

que el que su abuelo Reilly solía hacer, y eso era mucho decir teniendo en cuenta que sus recetas se había transmitido a través de generaciones de cocineros irlandeses. Tan pronto como terminó de comer se puso un suéter y salió con su teléfono. Todavía tenía la tarjeta de las flores con el número de Ryan en ella. Sonó varias veces antes de que cayera en cuenta de lo tonto que era llamarlo a esta hora. Probablemente estaba ocupado y ni siquiera tenía su… —¿Te estoy convenciendo? —preguntó, humor coloreando su tono. Había un montón de ruido de fondo al principio, pero luego oyó cerrarse una puerta y se desvaneció en la nada. —No voy a admitirte nada por el momento. Salvo que has dominado el comercio y que estás haciendo muy felices a una gran cantidad de estómagos de personas con exceso de trabajo en este momento. —Puedo continuar, Tate. O puedes ceder y acordar verme fuera del hospital. Bebidas, cena, una lucha de boxeo. Tú eliges. —¿Una lucha de boxeo? —Apuesto a que te gustaría darme unos cuantos golpes. Tate sucumbió a una risa verdadera, por primera vez desde que había puesto los ojos en él de nuevo, y respondió con honestidad—: Lo haría. —Entonces vamos a cinco rondas. Incluso te dejaré atar uno de mis brazos a mi espalda. Eso no debería sonar tan sucio como lo hizo. —El boxeo no es lo mío —dijo, esperando que su voz no sonara ronca de excitación ante el pensamiento de atarlo a la cama y lamerlo. Había pasado demasiado tiempo desde que se había tenido un buen revolcón. Tal vez incluso desde que Ryan se fue. Ese sólo pensamiento era como estar sumergido en un baño de agua helada. —No, es el beisbol. —Solía serlo —dijo Tate. Otro pasatiempo que habían disfrutado juntos, tardes perezosas de domingo viendo a los Bravos jugar. Cervezas caras, perros calientes fríos y más diversión de la que dos personas se deben permitir tener juntos fuera de una cama. Ryan prácticamente la arrastró fuera de su apartamento, insistiendo en que necesitaba el aire fresco y un descanso de sus estudios. Tenía razón, y ellos tendrían un buen rato. No había sido capaz de

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decidirse a asistir a otra después de que la dejara, aún cuando había tenido el tiempo y las ofertas. —¿Tate? ¿Sigues ahí? —Estoy aquí. —¿Ya no te gusta el beisbol? Tate decidió continuar siendo directa. Posiblemente si le decía la verdad, se sentiría obligado a corresponder. —No es lo mismo ahora, Ryan. Perdió su atractivo una vez que te fuiste. —Jesús, Tate. —Incluso a través del teléfono, oyó el pesar en su voz, y estaba empezando a debilitar su armadura más de lo que quería admitir—. Es imposible que sepas cuánto lo siento. Si me das la oportunidad, te prometo que te lo compensaré. —Necesito volver al trabajo —dijo—. Sólo llamé para agradecerte por las flores y la comida. Ambos gestos fueron… realmente dulces, e increíblemente generosos. Suspiró pesadamente en el receptor. —No me estoy rindiendo.

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Se paró en medio de la acera, mirando cómo la tarde se desvanecía en la noche, su corazón como un gran bulto pegajoso en su garganta. —Sé eso también. —¿Por lo tanto me verás? —una pausa, y luego—: Por favor. Las lágrimas picaban la parte posterior de sus ojos. —Pensaré en ello. —Está bien, es justo. Ten una buena noche entonces. —Tú también. Tate colgó y dejó caer el teléfono en su bolsillo, sintiéndose casi tan perdida como el día en que Ryan desapareció. Se estremeció por una ráfaga de aire frío y se abrazó más. ¿Podía hacer esto, dejarlo entrar? ¿Quería arriesgarse después de lo mal que la había devastado antes, cuando todo terminó tan abruptamente? ¿Estaba siendo demasiado dura con él y ella misma? Después de todo, podría ser genial de nuevo, increíble incluso. Pero la confianza es una cosa difícil de reconstruir una vez que ha sido destrozada como una casa de cristal. Cuando Tate llegó a las puertas corredizas para volver a entrar al hospital, se dio cuenta que había cometido otro error cuando se trataba de Ryan y su resistencia: él ahora tenía su número de teléfono.

Ryan tenía libres los miércoles. Eran dos días desde que Tate había llamado, y se estaba poniendo cada vez más ansioso. Cuanto más tiempo dejará pasar entre el contacto, mayor sería el impulso que perdería en su lucha por recuperarla. Se había contenido en regalarle algo anoche porque no quería presionar demasiado su suerte. Y además de eso, había oído algo en su voz en el teléfono que había sonado muy parecido a la tristeza casi al final de su conversación. La última cosa que nunca quiso hacer fue herirla más. Así que formuló un plan, un último esfuerzo para tratar de verla frente a frente. Tenía un presentimiento que quería explorar. Tate podría poner un sólido frente de auto-protección, más aún cuando no había distancia entre ellos, pero todavía se sentía atraída por él físicamente. El beso que habían compartido en el garaje había probado que todavía tenían esa conexión, y no estaba explotándolo ni de cerca. Su idea era astuta y podría ser contraproducente, o podría ser el catalizador para una resolución entre ellos. Si todavía se resistía, él retrocedería. Sin rendirse, pero dándole el espacio y el tiempo para que decidiera. Lo mataría, ahora que la había visto, la había tocado, probado otra vez, pero lo haría. Y si decidía que no lo quería de vuelta en su vida, tendría que vivir con eso, también. Agarrando el teléfono antes de que pudiera cambiar de opinión, le envió un mensaje de texto. —¿Estás trabajando hoy? Se sintió como una hora antes de que su teléfono sonara con su respuesta. —No. Lavando la ropa. ¿Por qué? —Creo que mi brazo se está infectando. —Descríbelo. —Rojo. Caliente. Hinchado. —gracias, WebMD2—. ¿Debería volver a la sala de urgencias y revisarlo? Otro minuto completo antes de que respondiera. Y se dio cuenta demasiado tarde de que podría decir todo tipo de cosas. Cosas como “Toma una foto y envíamela”, o “sí, ¡Ve a la sala de emergencia ya!” O “Espero que tu brazo se pudra por lo que me hiciste, idiota”. Pero no lo hizo. —Dame tu dirección. 2

WebMD: Es un sitio web de EEUU que ofrece información médica.

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Podría haber visto a través de su astucia y venía a darle lo que se merecía en persona, o estaba realmente preocupada y dispuesta a hacer una visita a domicilio. Fuera lo que fuese, tuvo su oportunidad por lo que escribió su dirección y pulsó Enviar. —Estaré allí en veinte minutos. Ryan corrió alrededor del apartamento, limpiando, ocultando la ropa sucia en el armario, y pretenciosamente poniendo una buena botella de vino en la nevera para enfriarla antes de tomar una ducha rápida. Acababa de terminar de remendar la quemadura en el brazo y ponerse un par de vaqueros limpios cuando sonó el timbre de la puerta. Enviando una rápida plegaria, abrió la puerta. La boca de Tate se abrió antes de que la cerrara y espetara—: ¿Siempre contestas la puerta sin camisa? —Acababa de salir de la ducha cuando sonó el timbre de la puerta. — Extendió la mano y suavemente agarró su muñeca, instándola a entrar. Cerró la puerta detrás de ella y apoyó su espalda contra la puerta, bloqueándola de hacer una salida apresurada. Su conciencia rápidamente sacó lo mejor de él—. Te mentí sobre mi brazo.

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Sus ojos verdes se entrecerraron con sospecha. —¿Cómo es eso? —Bueno. De hecho, se ve genial. Difícilmente duele más. Quería una excusa para volverte a ver. Y verla lo hizo, el hermoso rostro que rondaba sus sueños y esos labios de rubí que sabían mejor que el postre más decadente que jamás había probado. Su cabello de fuego caía sobre sus hombros en ondas suaves, gruesas. Siempre había maldecido a su color. A Ryan le encantaba. Quería extenderla y trabajar esa piel de alabastro durante días, besar cada pequeña peca que encontrara. Los pantalones vaqueros flojos y el suéter celeste que llevaba sólo acentuaban su constitución delgada. No comía bien, nunca lo hizo. Necesitaba a alguien para ayudarla a cuidarse, para asegurarse de que comía una comida decente por lo menos una vez al día. Podía hacer eso, si no lo mataba primero. Por la mirada en su cara, estaba a punto de hacerlo.

4 Traducido SOS por Aleja E & Aimetz Corregido por CarolHerondale

U

na pequeña parte de Tate quería matar a Ryan por engañarla, sólo tenía que extender la mano, envolverla alrededor de su garganta y asfixiarlo.

Pero la mayor parte de ella, que por desgracia incluía sus partes femeninas, quería tocarlo por otras razones, razones que sospechaba dictaron sus acciones cuando le había preguntado por su dirección en lugar de decirle que fuera de nuevo a la sala de emergencias para ser revisado. Además, si realmente hubiera estado preocupado por su brazo, posiblemente infectado, no habría preguntado si estaba trabajando, habría ido sólo al hospital. Ryan valora sus extremidades demasiado como para arriesgarse a perderlas por algo como celulitis o septicemia. Así que eso la hacía tan culpable como él. No podía concentrarse mientras lo miraba sin camiseta. Su pecho era demasiado atractivo y distractor. Todo abultado con músculos sólidos sobre sus huesos, suave piel bronceada, pequeñas y oscuras areolas en... ¡Mierda, uno de sus pezones estaba perforado! Antes de que Tate pudiera detenerse, había llegado hacia él como si fuera una especie de anomalía intrigante. Había visto piercings en los pacientes como algo natural, pero nunca uno que quisiera tocar tanto como lo hacía con ese. Ni siquiera le miró a la cara por permiso. Cuando sus dedos se pusieron en contacto con el pequeño aro de plata, se estremeció, pero no se movió para detenerla. Se acercó más, manteniendo la punta de su dedo alrededor del pezón para verlo apretarse, antes de que le diera al aro un pequeño tirón. Ryan siseó entre dientes, y sus manos salieron disparadas a capturar sus caderas, atrayéndola al ras de su cuerpo. Cuanto más jugaba con la joya, más crecía su rígida polla contra su estómago y más duro se clavaban

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sus dedos en su piel cubierta por los vaqueros. Y tenía que admitir que le gustaba poder causar esa reacción en él con un toque tan simple. Sin embargo, sintiendo eso le hizo preguntarse otra cosa. —¿No te perforaste tu...? —Tate se lamió los labios, inexplicablemente tímida con sus palabras repentinas. Sus ojos saltaron hacia él. —¿Mi pene? —Sonrió—. No soy tan valiente. —O loco. He visto historias horribles por eso, créeme. —Puedo imaginarlo. Esto fue un impulso de ebriedad hace cuatro años. Siguió tocando la joya. —Si lo sacas, el agujero se tapará. —Empecé a hacerlo, pero entonces... Como que me acostumbré a él. Tate le dio otro tirón, creando un suave gruñido en la garganta de Ryan. —Hay una correlación directa entre los nervios en el pezón y los nervios en los genitales.

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Ryan se echó a reír, presionando su erección contra su estómago. — No es broma, doctora. Estoy tan duro como una roca. Por supuesto, tiene mucho que ver por quien me acompaña. Tate había abierto la puerta por tocarlo tan íntimamente, y estaba a punto de entrar a través de ella. Y ahí no podía negar que lo deseaba. Ceder al deseo puede que no sea la cosa más inteligente que haya hecho, pero era Ryan. Tenían una historia, a pesar de que el último capítulo fue deprimente. No había duda de que el sexo con él sería increíble. Se preocuparía acerca de las repercusiones más tarde. Por una vez, quería actuar imprudente, atrevida y egoísta. Volvió a colocar el dedo y su boca en el pezón. Ryan gimió, poniendo la mano con cuidado en la parte posterior de su cabeza y llevándola más cerca. Rodeó el pequeño brote con la punta de la lengua antes de coger el metal entre los dientes. Colocándolo en su boca, chupó con fuerza. La mano se apretó en su cabello, y sus caderas se instintivamente. —Joder, Tate. Me estás matando.

sacudieron

Deslizó su palma a la parte delantera de sus vaqueros, enmarcando el impresionante bulto con sus dedos, sintiéndolo endurecerse aún más bajo su toque. La dejó explorar, volver a familiarizarse por un momento mientras continuaba atormentando a su sabroso pezón perforado. Antes de saber lo que pasaba, la tenía de espaldas apoyada contra la puerta y los

brazos por encima de su cabeza, con sus dos muñecas en una de sus grandes manos. Su boca cubrió la suya. Tate gimió por la dominación completa del beso de Ryan. Nunca nadie la había besado como él lo hizo. Como si no pudiera tener suficiente de su sabor. Como si su boca le perteneciera. Su lengua se encontró con la de suya en una danza dulce, pulida de calor, antes de que se apartara para explorar la columna de su garganta. Mientras tanto, su mano libre trabajaba en los botones de la parte delantera de su camiseta. El aire frío se encontró con su piel desnuda mientras Ryan empujaba con impaciencia el material fuera de su camino para rozar sus labios a través de la cresta de cada pecho cubierto de encaje. Su cálido aliento se filtraba a través de la fina tela, endureciendo sus pezones. Giró sus muñecas aflojándolas y alcanzo sus rodillas, los dedos pasando del sujetador a sus vaqueros. Sus movimientos eran urgentes y un poco torpes, pero eso sólo parecía añadir frenesí dentro de su cuerpo. Su piel se sentía caliente y demasiada apretada mientras bajaba sus pantalones vaqueros y las bragas por las piernas. Comenzó a salir de ellos antes de que se diera cuenta de que todavía tenía los zapatos. —Zapatos —dijo, impaciente. ¿No era la mandona, desvergonzada sin sentido esta noche, viniendo a su apartamento, sabiendo inevitablemente que así era como las cosas iban a ir entre ellos? Porque no importa cuántas veces trató de mentirse a sí misma y decir que el sexo no era la razón por la que había dejado todo y corrió hasta aquí, fue la posibilidad de esto lo que lo había hecho. Su cuerpo había conocido la verdad, incluso si su cerebro quería negarlo. Ryan quitó cada zapato y terminó quitándole los pantalones y las bragas. Tate se quitó la camisa, tirándola en la creciente pila en el suelo de su vestíbulo. Sus manos se colocaron en sus muslos, haciéndola temblar. Hicieron su camino alrededor de su culo donde dio un pequeño tirón, desalojándola de su puesto en la puerta. Su boca lista esperó cuando se inclinó hacia él. Ryan enterró su cara entre sus muslos, descaradamente acariciando su coño. Murmuró palabras que Tate no podía distinguir sobre el zumbido en su torrente sanguíneo. Recorrió los dedos por el cabello para sostenerlo cerca y cambió su postura un poco, dándole libre acceso a todo lo que quería explorar con esa boca pecaminosa. Separó sus labios con los dedos y luego hundió su lengua a través del valle resbaloso que creó. Tate gimió, inclinando la cabeza hacia atrás para golpear la puerta con un toque suave.

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El placer se extendió a través de su núcleo y hasta en sus pechos mientras bromeó con su clítoris en largos, movimientos de agonía lenta. Quería que fuera más rápido, más duro, pero si hacía cualquier tipo de demanda, Ryan sólo lo utilizaría como excusa para torturarla más. No es que lo que estaba haciendo en ese momento no fuera una verdadera tortura. Oh no, no dudaba de eso. No había nada cruel acerca de la forma en que usaba su ágil lengua. Nada tortuosa sobre la forma en que perezosamente engatusaba su cuerpo hacia el clímax. Un largo dedo se deslizó dentro de ella, aliviando el vacío adolorido ahí. Su coño se apretó con impaciencia alrededor de la intrusión. La miró y sonrió, su boca brillante con sus jugos. Fue un espectáculo tan erótico, que sus rodillas casi se le doblaron de la embestida de lujuria cruda. —Extrañaba esto, Tate. El corazón hizo un pequeño baile gracioso, similar al que había realizado cuando había visto las flores. Dios, también lo había hecho. Lo único que podía hacer era asentir porque tenía algo grueso y sólido que obstruía su garganta.

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Ryan bajó la cabeza, cubriéndola con su boca de nuevo. Sus caderas se resistieron cuando rodeó su clítoris con la lengua. La languidez fue repentinamente reemplazada con propósito, su mano se apretó en la mejilla de su culo, obligándola a quedarse quieta para su asalto directo sobre la hinchada y sensible carne. Todo entre los huesos de su cadera se tensó como una cuerda de arco. Sus pezones se estremecieron debajo de las copas de seda de su sujetador. Tate empujó sus dedos debajo de la tela de seda y se pinchó un poco más duro. Cuando Ryan empujó dos dedos profundamente dentro de ella y cerró los labios alrededor de su clítoris en una dura batalla, se hizo añicos, meciéndose contra su cara mientras que él continuaba, empujando implacablemente su orgasmo cerca del dolor. Jadeante, con la espalda ahora presionada a ras de la puerta, Tate abrió sus ojos para verlo abrir sus vaqueros. Su pene se arqueó hacia su estómago con orgullo, y lo único que podía pensar era en el vaivén, saboreándolo, envolviendo sus manos alrededor de su longitud y de llevarlo al fondo de su boca. En cambio, deslizó sus manos bajo su trasero y la levantó. Envolviendo sus piernas alrededor de su cintura y sus brazos alrededor de sus hombros, Tate le dio un beso, tomando su tiempo para conseguir plenamente reencontrarse con las profundidades y contornos de su sublime boca. A regañadientes, admitió a ella misma que había extrañado sus besos, sus caricias, su todo. Sintiendo todo de nuevo sólo

condujo a una realización cómoda, seguido por una fuerte punzada de malestar. ¿Qué iba a hacer con esa información?, no lo sabía, pero ahora no era el momento para considerarlo. Más tarde. Quizás. Ryan la llevó a través de su departamento, por un pasillo, a una habitación a oscuras. La cama se hallaba revuelta, la habitación fresca. Esas sábanas olían como él. El pensamiento la hizo estremecerse en sus brazos. —¿Frio? —preguntó. Tate sacudió con la cabeza. Puso su espalda en la cama, pero no la siguió hacia abajo con su cuerpo. Ayudó a deshacerse de su sostén, lo arrojó detrás de él en el suelo. Manteniéndose sobre ella en sus manos, la miró pensativamente. —¿Ese orgasmo robo tú voz? —No —dijo con voz ronca. —¿Entonces por qué tanto silencio? Es desconcertante. —Sus ojos hicieron esa cosa arrugada atractiva en las esquinas mientras se burlaba de ella. Tate extendió la mano para tocar su boca. —Soy capaz de decir algo completamente diferente a mí misma en momentos como estos. Bajó sus dedos, sus labios se curvaron. —Lo recuerdo. —¿Lo haces Ryan? —Sí. —Le besó los dedos, luego la dejó por un momento para pescar un condón de una caja en el cajón de su mesita de noche. Una caja sin abrir, señaló, y le dio una tonta emoción egoísta. Tan pronto como lo tenía, se arrastró sobre su cuerpo, instando con el suyo aún más para meterse a través de la cama—. Me acuerdo de todo. Oh, no. Eso iba sacudir sus cimientos, las cosas que le diría. Se colocó entre sus muslos, deslizando una mano sobre su cadera hasta sus costillas, la expresión de su rostro era casi reverente mientras contemplaba su cuerpo. —Tus sonidos, tu sabor y olor. Esas pequeñas cosas, como el amor a la jalea de fresa en las galletas saladas. La forma de jugar con tu cabello mientras estas absorta en un buen libro. Como escribes esas largas listas de tareas, y luego no haces nada de la lista. —Dejé de hacer eso —dijo. El hecho de que realmente recordará esas pequeñas cosas insignificantes, hizo que le doliera el corazón. Su polla dio un empujón a su entrada, encendiendo una pequeña hoguera. —Todavía recuerdo cómo te veías la primera vez que hicimos el amor, con tus ojos muy abiertos de asombro y tu piel perfecta.

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Tate giró la cabeza hacia un lado y cerró los ojos, pero Ryan no la dejaría escapar de los recuerdos agridulces. Tomó su mandíbula en la mano y la besó con fuerza. Cuando finalmente empujó dentro de ella, sus ojos se abrieron para tomarlo a él. Oh sí, también recordaba esto, lo bien que eran en el sexo, lo bien que encajan entre sí, lo maravilloso que se sentía. —¿Cómo podría olvidar esto, Tate? ¿Cómo podría olvidar algo de esto? No respondió, porque no podía. La había atrapado debajo de él y la tomó con dulzura, deseo y recuerdos. Y como si hubiera sido ayer, todo llegó de golpe. Tenía un punto, lo sabía, demostrándole que el tiempo no había apagado la profunda conexión que alguna vez habían tenido Cuando Ryan empezó a mecerse en su cuerpo, el placer la atravesó, y la mente de Tate se vació.

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Ryan tuvo que luchar para mantener su cuerpo centrado en tomar las cosas con calma. Dentro de su pecho, su corazón martilleaba con alivio. Tate aun podía estar enojada por el pasado, pero quería esto, aun si lo admitía o no. Como él, no podía negar la atracción entre ellos, la atracción física. Sí, lo que había hecho para conseguir que estuviera aquí era un poco retorcido, pero lo importante fue que estaba en lo cierto. Todavía lo deseaba tanto como él a ella. Mientras pudiera recordarle eso, con suerte, el resto iría de la misma manera. El agarre caliente de su cuerpo lo trajo de vuelta de sus oscuros y preocupantes recuerdos de su cerebro. El dulce olor de su piel, deslizándose como seda bajo sus manos. Lo suaves y roncos gemidos que escapaban de su garganta. Catalogó todos. Era suya de nuevo, y aunque sólo duraría una hora, la tomaría. Empujó sus caderas, enterrándose profundamente dentro de su interior, apretado y húmedo. Poco a poco se retiró, observando el deseo aflojarse en sus rasgos mientras se hundía de nuevo. Sus labios, magullados por los besos, estaban ligeramente separados y húmedos, y sus jadeos suaves, calentaban su garganta.

Ryan sintió que todo su cuerpo serpenteaba más y más fuerte. Las uñas se clavaron en sus costados, y sus muslos se apretaron alrededor de su cintura, su clímax se acercaba al punto de ruptura. Estaba muy cerca también. Demasiado cerca. Preferiría que esto durara toda la noche, pero eso no iba a suceder, no con la forma en que se veía, se sentía y sonaba. No con su sabor todavía aferrándose a sus labios. No con la forma en que su cuerpo reaccionaba al de suyo, codicioso e impaciente. Las pequeñas puntas de sus senos rozaron su pecho. Bajó la cabeza y tomó uno en su boca, succionando con firmeza, lamiéndolo con su lengua, antes de utilizar sus dientes para rozarlo fuerte. Su espalda se arqueó en una súplica silenciosa por más, por lo que pasó al otro pezón, mostrando la misma atención ferviente. —¡Oh Dios! Ryan. Una pequeña fisura de emoción corrió por su espina dorsal detrás de sus palabras. La urgencia lo empujó a acelerar, pero Ryan luchó por el mayor tiempo que pudo. Trabajó con su mano entre sus cuerpos humedecido por el sudor y encontró su clítoris hinchado con el pulgar, aplicando una presión firme mientras lo movía en pequeños círculos. Una mano voló hasta alcanzar la parte posterior de su cuello mientras que el otro puño estaba en la sabana. La barbilla de Tate se inclinó hacia atrás, dejando al descubierto la larga línea de su pálida garganta. Sus ojos se cerraron y gimió profundamente. Su coño se apretó alrededor de su polla. La increíble sensación causó que manchas blancas bailaran en la periferia de su visión. Ryan abandonó la lucha por mantener su propio orgasmo a raya, siguiéndola hasta el borde. Equilibró su peso en sus antebrazos mientras recuperaba sus sentidos, presionó su rostro contra la bella maraña de pelo de Tate. Olía a hojas de menta fresca. Su piel olía incluso mejor, a nada, pero a una dulce y caliente mujer. Suspiró y levantó la cabeza para mirarla, esperando a ver cuál sería su reacción, ahora que la fantástica reunión de sexo había terminado. Cuando le dio una leve sonrisa, la ansiedad apretada en su pecho se moderó, pero no desapareció por completo. Retiró su cuerpo y se puso boca arriba, con la mirada perdida en el techo hasta que reunió la energía para levantarse y botar el condón. Rápidamente se limpió y apagó la luz del baño. Cuando volvió a entrar en el dormitorio, Tate se sentó en el borde de la cama abrochándose el sujetador. El resto de su ropa estaba todavía en el vestíbulo, junto a la de él.

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—¿Tienes hambre? —Se sentó a su lado—. No me tomaría mucho tiempo improvisar algo para nosotros. —Aún tengo que terminar de lavar ropa. —hizo una mueca, después de murmurar la excusa para no quedarse. Esa no era la razón por la que quería irse, pero Ryan no iba a presionarla con más fuerza. Si tenían que hacerlo en pequeños pasos, entonces así sería. Aunque lo que acababa de pasar se sentía más como un gigante salto de una cornisa de diez pisos. Intentando ocultar su decepción, se puso de pie de nuevo. —Traeré nuestra ropa. Cuando regresó, le preguntó—: ¿No estás molesta conmigo por mentirte para que vinieras aquí? —Tomó su ropa, y él se metió en sus pantalones vaqueros. —Después de lo que acabamos de hacer, no creo que tengo derecho a estarlo. —Sus ojos se dirigieron a su torso antes de encontrar su rostro—. Por lo menos encontraste una excusa con bastante rapidez. La mentira que es esto. Supongo que estás haciendo algunos progresos en ser honesto. Ouch. —Está bien. Me merezco eso pero, ¿Cuánto tiempo vas a seguir castigándome?

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Comenzó señalando con su ropa. —No es mi intención castigarte, Ryan. O tal vez lo es, no lo sé. Sólo necesito que me digas por qué me dejaste como lo hiciste. Es la única manera en la que voy a enterrar finalmente todo este viejo dolor, ponerlo detrás de mí para siempre, y quiero desesperadamente hacer eso. —Parpadeó, alejando un brillo de lágrimas y se alejó de él, recogiendo sus zapatos antes de salir de su habitación. Ryan la siguió, su corazón latía con tanta fuerza que pensó que podría romperle una costilla. —Tate, escucha. Te diré por qué me fui... Yo solo... —Se detuvo en seco y lo enfrentó, lista para escuchar lo que tenía que decir. La única cosa era que no creía que pudiera confesar sus cosas en este momento. El pasado era un tema que dolía como el infierno al hablar—. Tenía una razón válida, ¿De acuerdo? Pero es algo que no va a ser fácil que te lo diga. —¿Por qué no? ¡No entiendo por qué no puedes simplemente decirlo! ¿Has matado a alguien? —¡No! —¿Me engañaste con alguna chica y tienes un hijo en alguna parte? Apretó los dientes y la miró. —Mierda, no. Ni siquiera miré a otra mujer cuando estaba contigo.

—Entonces, ¿Qué es? —preguntó, su voz cada vez más fuerte—. Maldita sea, ¡Sólo escúpelo! —Fue mi familia, ¿Sí? —Sacudió como si la hubieran abofeteado, sus labios se separaron por la sorpresa. Ryan se tragó la bilis que le subió de la garganta y sacudió la cabeza. —No fui yo ni tú. Fue mi familia, y no tenía más remedio que dejarte. No estoy mintiendo acerca de esto. Y eso es todo lo que voy a decirte esta noche, así que solo vas a tener que confiar en mí. Por favor, ¿Al menos puedes hacer eso? Soltó el aliento entrecortadamente, algo de la tensión en su cuerpo se esfumó, antes de asentir débilmente. —Voy a dejarlo pasar por ahora. Pero si esperas que confíe en ti alguna vez, vas a tener que hacer lo mismo conmigo. Tate abrió la puerta y salió. Ryan apretó la frente contra la madera fresca, dándose cuenta de que sus días estaban contados. Si quería a Tate de vuelta en su vida para siempre, tenía que sincerarse muy pronto. De lo contrario, se deslizaría entre sus dedos una vez más como el azúcar. Y ese pensamiento lo hizo enfermarse más.

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5 Traducido por Aleja E & Aimetz Corregido por Paltonika

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urante los siguientes tres días, Tate trabajó en un estado de estupor exhausto a propósito. Incluso cubrió algunos medios turnos de otros médicos, sólo para no tener tiempo de pensar en lo que Ryan le dijo. Todo fue en vano. Trataba de descifrarlo en su auto, de camino a casa, en el lavabo mientras se cepillaba los dientes y en su cama antes de dormir, aquello se apoderaba de ella. Entonces, de alguna manera, sus sueños formaban conclusiones y tejían escenarios ridículos que no tenían ningún sentido en absoluto pero, ¿cuándo los sueños tenían sentido? Cualquiera que sea la causa por la cual Ryan se fue, evidentemente, todavía le causaba mucho dolor para hablar, y por esa razón Tate se sentía como una imbécil egoísta por ver las cosas de manera unilateral. Hizo gigantescas suposiciones de que se fue de Atlanta por motivos puramente egoístas, y ese podría no ser el caso en absoluto. No había lugar en su vida profesional para suposiciones, así que el por qué hizo uno tan monumental en su vida personal estaba más allá de su comprensión. Tal vez ella le debía una disculpa. O quizás no. La verdad no sabía qué pensar. Al menos, no hasta que finalmente decidiera que se encontraba listo para hablar y podrían aclarar este problema, que colgaba entre ellos como una densa nube de tormenta gris. Mientras tanto, la llamaba o le enviaba mensajes. Algunos mensajes un poco cortos, pero dulces, preguntándole cómo fue su noche, o cuál fue la última película que vio. Si pensaba que comer para la cena. O si estaba trabajando. Tate podía sentir derritiéndose como una vela de cera, el perdón superando a la vieja herida y al resentimiento, hasta que lo único que quedaba era deseo. Tenía que darle crédito. Jugó bien sus cartas. Sabía que el sexo serviría como un recordatorio potente de la conexión física que compartieron. Ahora, iba llenando poco a poco el espacio vacío, con su

ternura, con los gestos preocupados que tocaron sus sentimientos, como si sólo él supiera los acordes. ¿No lo hacía? Nunca dejó que nadie se acercara como Ryan lo hizo. Su partida dejó heridas que no quería volver a abrir, por lo que levantó barreras demasiado impenetrables para cualquier hombre. Hasta ahora, cuando la única persona que fue responsable de esas barreras, las destrozó como si estuvieran hechas de seda. —Ha sido por mi familia, y no tenía más remedio que dejarte. Esa sola frase siguió corriendo por su mente en un círculo sin fin, marcada por el dolor y la seriedad que escuchó en su voz mientras le contó. Trató de pensar en las cosas que su familia pudo haberle hecho para dejar todo y se fuera con ellos en contra de su voluntad, algo que no quería que nadie más supiera, ni siquiera los más cercanos, y todo lo que se le ocurrió era sombrío. Cosas oscuras, profundamente inquietantes como asesinato o abuso sexual. Ryan tenía una hermana menor, Dannie, quien era muy cercana a él. Tate se encontró con ella un par de veces, cuando llegó a Atlanta para una visita rápida con los padres de Ryan. Era una muchacha hermosa, brillante, llena de alegría, con el típico entusiasmo adolescente por todo. El pensamiento de ella siendo abusada física o mentalmente, hizo que el estómago de Tate se revolviera. Dannie habría tenido alrededor de trece en el momento que Ryan se fue. ¿Podría haber sido eso? ¿Se enteró que su padre o madre la maltrata de alguna manera y Ryan intervino? Que sin duda, sería algo doloroso, lo cual es difícil de hablar. Todos sienten vergüenza y culpa en estos casos, incluso cuando no se justificaba necesariamente. Tate enterró sus dedos en las cuencas de los ojos, que le picaban, en un intento inútil por alejar la fatiga y aceptó que ya estuvo expuesta a demasiada oscuridad en la sala de emergencias. Su imaginación fue sembrada por todos los abusos horribles que vio de primera mano. Ahora, su cerebro permanecía dañado de forma permanente. Se hastió del mundo, y eso la entristecía. En raras ocasiones veía el lado bueno de la humanidad, pero en su mayoría veía el horrible. Los intentos de asesinato, las víctimas de los conductores ebrios, la violencia doméstica y violaciones. Era difícil mantener su perspectiva a veces. Esta noche fue un buen ejemplo. Hubo un accidente de seis autos en la Interestatal 75, producido por un conductor ebrio que cruzó el centro hacia el tráfico, y el Hospital Atlanta General absorbió la peor parte de las consecuencias. Por todas partes que Tate mirara, había derramamiento de sangre y muertes. La sangre acumulada debajo de las camillas, se escapaba de cuerpos más

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rápido de lo que podría ser sustituida por las transfusiones. Los gritos de agonía se convirtieron en la banda sonora de la velada, marcada por los tonos monótonos, alarmas de las máquinas y las órdenes a gritos de los miembros del equipo que intentaban todo lo posible para salvar las vidas de los que podían. Durante estos tiempos difíciles, la formación de Tate se hacía cargo, y corría en piloto automático, haciendo lo que era necesario, bloqueando las emociones humanas como la tristeza, la frustración y la ira. No tenía lugar para nada de eso mientras se hacía a la idea durante el calor del momento. Dejarlo entrar sólo serviría como una distracción, y eso, podría causar errores mortales en la sala de emergencias. Cuando el último paciente finalmente se estabilizó lo suficiente como para transportarlo a cirugía, Tate se quitó los guantes y miró la bata desechable. Se encontraba salpicada de sangre, por lo que las manchas gruesas en algunas zonas formaban patrones de Rorschach3 sobre el fondo azul del material. Sus zapatillas Nike de cuero blanco permanecían salpicadas de gotas carmesí profundo. Desafortunadamente, no se acordó de poner un juego limpio de repuesto de batas en su casillero desde el incidente del vomito hace varios turnos.

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El hospital tenía botines protectores y batas para cubrir la ropa cuando se trabaja en casos desordenados, como el que tuvieron esta noche. Tate lo encontraba mayormente complicado, ya que, por lo general, en el momento en que pensaba en ponerse algo, se encontraba demasiada centrada en el paciente como para preocuparse por el atuendo. Además, usaba batas, que si no venían limpias del lavado, las botaba. Trabajó durante muchas noches bajo un estrés abrumador, pero por alguna razón, esta noche en particular, la golpeó con la fuerza de una locomotora. Se sentía agotada de la vida, como si también hubiera sido una de las víctimas del accidente. Extrañamente, las lágrimas comenzaron a picar en sus ojos. Como no quería que nadie la viera quebrarse, corrió al baño más cercano, encerrándose dentro de una de las cabinas para desplomarse encima de la tapa del inodoro. Sacó un pañuelo y limpió las lágrimas de sus mejillas, maldiciendo este abrupto estado de vulnerabilidad. Unos minutos más tarde, escuchó abrirse la puerta y el ruido de tenis en el suelo. —Tate, ¿Eres tú? —preguntó Colleen. —Sí. —¿Estás bien? 3

Manchas que son usadas para una terapia del mismo nombre.

Tate tomó aire profundamente por la boca, con la esperanza de evitar el olor a sangre, y luego lentamente lo soltó. —Lo estaré. Todo me llegó de repente. —¿Quieres tomar un café y hablar? Tate salió de la cabina y se dirigió hacia el fregadero, salpicándose el rostro con las manos llenas de agua fría. —Gracias, pero creo que voy a volver a casa. Colleen puso una mano en su hombro, apretándolo suavemente. — Algo está pasando contigo, y no es el trabajo. ¿Tiene algo que ver con el chef sexy de tu pasado? —No era un chef en mi pasado. —Tate se secó la cara con una toalla de mano y la tiró a la basura—, era el chico lindo de mi clase de literatura dramática que odiaba tanto a Shakespeare como yo lo hacía. Entonces un día me llevó magdalenas de chocolate después de que mencioné casualmente que eran mis favoritas. Las hizo por sí solo desde el principio. —sonrió débilmente—. Hasta el día de hoy, siguen siendo las mejores malditas magdalenas que he probado. Así que supongo que tal vez nació para ser un chef, y no se dio cuenta de todo su potencial en ese entonces. —¿Por qué su reaparición te tiene tan emocional? Tate suspiró. —Las cosas terminaron mal entre nosotros. No con alguno de nosotros engañando o peleando todo el tiempo. Si hubiéramos roto por algo así, podría haber sido más fácil aceptarlo y recuperarme. En su lugar, desapareció de repente. Ni una sola explicación del por qué. —¿Ni siquiera una nota o una llamada de teléfono? —Nop. Colleen parecía tan perpleja como Tate se sintió el día en que ocurrió. —Dios, ¿Quién hace algo así? —Ni en un millón de años pensé que Ryan. —Obviamente estabas profundamente enamorada de él. Frotándose la parte posterior de su cuello, Tate tuvo que estar de acuerdo. —Obviamente. —De otra manera no estaría todavía doliendo tanto como lo hacía después de todo este tiempo. No seguiría llevándolo dentro como una úlcera, una llaga abierta que no sanaba. —¿También te amaba? —Nunca dijo las palabras, pero sabía con seguridad que lo hacía. Pero, nunca profesé mis sentimientos tampoco. No verbalmente, de todos modos.

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—No siempre se tiene que decir las palabras para transmitir el sentimiento. —Entonces, ¿Por qué escuchamos a tantas personas decir que desearían haber dicho “Te amo” una última vez? —Porque que no hacían el resto de las cosas bien. Si les muestras cada día, lo sabrán sin tener que escuchar las palabras. —¿Es el dejar a alguien en medio de la noche mostrar que lo amas? Colleen negó con la cabeza. —No a primera vista, no. Pero no suena como el tipo que sólo renuncia a alguien durante la noche. Se tomó la molestia de hornear magdalenas caseras. Después de todos estos años, recuerda tu flor favorita, y te cocinó y prácticamente a todo el personal de urgencias, una cena irlandesa. Entre todos los hospitales y centros de atención en Atlanta, te buscó y encontró. Cariño, a mí me dice mucho acerca de lo que todavía siente por ti. La emoción se hinchó en el pecho de Tate, llenando su garganta, hasta que pensó que la dividiría en la mitad. Colleen tenía razón. Colleen siempre tenía razón.

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Acarició la espalda de Tate y la dejó sola en el baño, para reflexionar sobre lo que le dijo. Veinte minutos después de que terminara su turno a medianoche, Tate se encontró parada frente a la puerta de Ryan. De alguna manera su auto solo dirigió el camino hasta allí, y sus pies cansados la cargaron los dos tramos de escaleras hasta su departamento. Debería haber llamado primero antes de presentarse tan tarde y sin previo aviso. Probablemente se encontraba dormido, agotado por una noche muy agitada, también. O bien, podría estar con amigos, tomar una copa y reír. No pensó en mirar por su motocicleta estacionada en la calle. En realidad, no había pensado en nada, su mente se sentía tan agotada para pensar lógicamente. Tal vez ni siquiera racional. Sólo parecía como si su cuerpo sabía lo que necesitaba y tomó la decisión por ella. Levantó la mano y golpeó, luego escuchó en silencio por sonidos de movimiento al otro lado de la puerta. Después de un momento de nada, empezó a alejarse cuando oyó deslizarse la cadena a través del cerrojo y el cerrojo se movió. —Hola —dijo ásperamente cuando abrió la puerta. Su cabello permanecía desordenado, sus hermosos ojos azules, lánguidos por el sueño. Todo lo que llevaba era un par de calzoncillos verde oscuro—. Entra.

Tate caminó a través del umbral, recorriendo las palmas húmedas sobre sus caderas, mientras cerraba y colocaba el seguro de la puerta detrás de ella. —Yo… —empezó antes de que se diera cuenta que el propósito de su visita improvisada era algo irracional y egoísta. No había manera simple de explicar por qué se encontraba allí. Frunció el ceño hacia su uniforme. —¿Todo eso es sangre? Suspiró con voz cansina. —Fue una noche muy mala. —Parece que lo fue. —Recorrió su mano a través de su cabello, causando que los músculos del costado izquierdo de su pecho se alargaran—. ¿Ese es el motivo de la visita tan tarde? ¿Aliviar la tensión? Me volví insensible, y me haces sentir algo de nuevo. Tragó su vergüenza. —Sí. Ryan se acercó, sus dedos fueron al botón de su camisa. —Entonces vamos a empezar a sacar esos recuerdos. —Tate asintió, levantando los brazos amablemente. Dejaron un rastro de ropa en el camino al dormitorio, despojando pieza por pieza entre besos húmedos y profundos. En el momento en que llegaron a la cama, los dos estaban felizmente desnudos, desesperados mutuamente, y Ryan se colocaba un condón. Juntos se fundieron en la cama, una maraña cálida de extremidades y entusiasmo, buscando sus bocas calientes. Le quitó la banda elástica del cabello y masajeó la parte posterior de su cuero cabelludo con las yemas de los dedos. Tate cerró los ojos, gimiendo en voz baja por el placer de ese gesto simple y tierno. Sus labios encontraron cada punto sensible en su garganta mientras su mano ahuecaba su pecho, con el pulgar burlándose de su pezón, haciéndolo endurecerse. Lo capturó entre sus labios y lo torturó con su lengua, hasta que Tate se retorció y gimió debajo de él, arañando los hombros con sus uñas, acercándolo más aún, su polla se deslizó en la unión de sus muslos donde ya estaba resbaladiza y adolorida por la necesidad. La animó a girar sobre su costado, curvando su cuerpo grande contra su espalda. Cubriendo su pierna sobre el muslo para abrirla, facilitándose dentro de ella tan lentamente, que Tate tuvo que morderse el labio para no rogarle que se diera prisa. No había ninguna prisa.

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Y Dios, se sentía maravilloso tenerlo tomándola así —paciente y cuidadoso— a pesar de lo avanzado de la hora y el cansancio compartido. Ambos sólo encajan como piezas de un rompecabezas, siempre lo fue. La mano de Ryan acariciaba los pechos y vientre mientras lentamente movía sus caderas. Su boca le rozó la oreja, haciéndola temblar. Tate giró la cabeza para mirarlo. La expresión de su cara era tierna, la sonrisa suave en su labios familiares. La besó, larga y lánguidamente, sin sentir la necesidad de acelerar las cosas. Aun así, un orgasmo se construía entre los huesos de la cadera, cobrando fuerza con cada empuje perezoso. Antes, cuando estaban juntos en la universidad, ella y Ryan habían hecho el amor tantas veces que era imposible llevar la cuenta. Conocía su cuerpo tan bien como ella lo hacía. Sabía cómo hacerla sufrir en un sala llena de gente y ponerse más calientes que el sol cuando se encontraban solos. Se convirtió vergonzosamente fácil para él hacerla venir. Podía excitarla con sólo el más breve toque, miradas, algunas palabras sucias susurradas al oído. Era casi capaz de conseguir un orgasmo instantáneo.

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El sexo desde entonces estuvo bien en ocasiones, insatisfactorio en otras. A menudo se encontraba ante el conocimiento de que había fantaseado sobre Ryan cuando no se hallaba excitada con otro hombre, pero no quería pensar en eso ahora. No cuando su propio dios sexual personal la follaba como algo salido de un sueño húmedo. Ni siquiera tenía que oírle decir algo. El sonido de sus gemidos suaves y dichosos, y sus cuerpos calientes moviéndose juntos fueron suficientes. Su mano se movió por su estómago, encontrando infaliblemente su clítoris hinchado. Tate vaciló al borde de un clímax deslumbrante. Hizo un ruido áspero en la garganta, una súplica muda por más, más, más, jadeando y Ryan le dio lo que necesitaba. Agarrando su cadera con la mano, ella se rompió bajo su hábil toque. —Cristo. —Escuchó murmurar antes de que empujara profundamente dos veces más, y luego hundió su rostro en el cuello, respirando entrecortado sobre su piel mientras se estremecía al culminar. Tate podía sentir las garras del sueño apretando su agarre sobre ella. Si se quedaba quieta y silenciosa durante un minuto sucumbiría. Tenía que levantarse, arreglarse, volver a casa, mientras todavía tenía una minúscula cantidad de energía. Ryan bajó de la cama. Lo vio pasear por el cuarto de baño, todos los músculos moviéndose gráciles y su trasero firme. No pudo evitar sonreír. Pero entonces abrió la ducha y regresó a donde estaba, ofreciéndole una mano para ayudarla a levantarse. —Ryan —dijo débilmente—. Yo debería…

—Deberías quedarte callada y dejarme frotar tu espalda. —Una sonrisa retorcida curvando sus labios—. Y a lo mejor, también tu frente. Sin más protesta, la llevó a la ducha pero no se unió a ella en ese momento. —Voy a meter tu ropa a la lavadora. No colapses mientras no estoy. Tate se movió debajo del rocío caliente, dejando que la calidez del agua aliviara los nudos en su cuello y hombros que el sexo no había soltado. En cuestión de minutos, estaba de vuelta. Enjabonó una esponja, y lo dejó que la lavara de la barbilla hasta los pies. Después lavó su cabello, sus dedos haciendo una magia sutil en su cuero cabelludo. Para el momento que tenía su cuerpo completamente enjuagado y seco, estaba sin fuerzas como un trapo usado. —No pretendía pasar la noche —murmuró mientras él pasaba el peine por su cabello mojado—. ¿Pusiste mi ropa en la lavadora así no podría irme? —A lo mejor. —Encontró sus ojos en la cómoda y no vio ni un rastro de remordimiento—. Sin embargo te querías quedar, ¿Verdad? Lo hacía. Aparte de la falta de energía para conducir a su casa, quería pasar la noche en los brazos de Ryan. Desde que reapareció, su pudor, su mundo predecible fue volcado en su cabeza, pero no podía ignorar el hecho de que los lugares vacíos en su interior, no se sentían tan fríos y desérticos nunca más. Aun si era un arreglo temporal, no podía negar más el ansia por más de él, de ellos juntos. Siempre fue tan bueno con ella, justo hasta el momento en que se esfumó. Castigándolos a ambos, aferrándose a la ira que no era productiva o saludable. Le diría sus razones para irse a su debido tiempo, aunque esperaba que fuera más pronto que tarde. Tendría que ser paciente y esperar, tan difícil como esto podría ser. Tate no era conocida por poseer una gran paciencia. Ahora era un buen tiempo para empezar a trabajar en ello. —Sí, me quiero quedar.

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6 Traducido por Dafne & JackieC Corregido por Alessa Masllentyle

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yan estaba terminando el tocino cuando Tate se arrastró a la cocina, con los ojos nublados por el sueño y su cabello hecho una impresionante maraña de colores brillantes alrededor de su cara. Había encontrado la camiseta limpia que le había dejado, el dobladillo le llegaba hasta la parte superior de sus muslos cremosos. Un pequeño rastro de blanco en su labio inferior le dijo que también había encontrado el nuevo cepillo de dientes que había colocado en el borde del lavabo del cuarto de baño. Extendió la mano y agarró un puñado de su camiseta, arrastrándola hacia él para un beso de menta. —Buenos días —dijo antes de quitar un poco de pasta dental con su pulgar. —Buenos días. Gracias por… —Ondeó una mano, señalando la camiseta y luego el área general de su cara. Sonrió. Tate nunca había sido muy locuaz por la mañana. —De nada. ¿Café? —Dios, sí. Le sirvió una taza y la dejó en el bar mientras se deslizaba en una silla, luego añadió una cucharada de crema y esperó a ver si había hecho bien. Agarró una cuchara y lo revolvió algunas veces antes de levantarla a sus labios para beber un sorbo vacilante. —¿Cómo suena un omelet con un montón de queso y verduras? —Como el cielo, sólo que sin cebollas o espinacas, por favor. — Empezó a tomar otro trago de café, y luego con una mueca dijo—: O tomates o champiñones. Ryan rió, sacudiendo su cabeza. —Un omelet de queso, enseguida.

Mientras batía los huevos, ella masticaba un trozo de tocino. —Me alegro de ver que no te convertiste en uno de esos chefs tercos de la salud frutal que están todo sobre el tofu y la soja. —Estoy todo sobre el sabor, nena. Trae la manteca y al cerdo gordo. Lo apuntó con su tira de tocino. —Veo grandes cosas en tu futuro, joven padawan4. —Hablando del futuro… —Cuando alzó la vista, se congeló a mitad del bocado—. Kevin está planificando las primeras etapas de otro restaurante. —¿Sí? —En Buckhead. Ya encontró el lugar. —Guau, lujoso. —Más lujoso que Bite. —Ryan vertió los huevos en una sartén—. El menú no va a cambiar mucho, más que nada el nombre y la atmósfera. —Podrá incrementar los precios y los residentes de Buckhead ni pestañearían. —Está eso también. —Entonces… ¿Contratará a otro chef para el nuevo lugar o… él lo…? —¿Lo dirigirá él mismo? Asintió. Es cierto que Ryan estaba hostigando a Tate para calcular su interés en su futuro, o más bien la posibilidad de que tuvieran un futuro. Kevin dio a entender que le podría gustar que Ryan dirigiera finalmente el nuevo lugar, y Ryan estaba interesado, pero no si eso significaba que causara problemas para él y Tate. No cuando su relación reavivada permanecía tan frágil como las cáscaras de huevo que acababa de romper. —A Kevin le gusta la ciudad. —Le añadió el queso a su omelet—. Mencionó hacerme el chef principal del nuevo lugar. Tate agarró su taza como si estuviera tratando de calentarse las manos, mirando su café. Cuando volvió a hablar, sus palabras fueron cuidadosamente elegidas y exactamente lo que él esperaba que dijera. —Eso sería genial para ti. Agarrando un plato del armario, deslizó el omelet sobre él y lo dejó delante de ella, luego colocó un tenedor y una servilleta. —Hay algunos 4

Es una frase sacada de una de las películas de la famosa saga: Star Wars.

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muy buenos hospitales en Buckhead. Está Piamonte y el Centro Shepherd y… —No —dejó escapar un suspiro tembloroso, negando—. No puedes tenerme en cuenta para cada decisión que tomes, Ryan. —¿Qué si quiero tenerte en cuenta? Se paró bruscamente y rodeó la barra para detenerse frente a él. Sus manos se cerraron en puños a los costados. Sus profundos ojos verdes ardían. Por un momento pensó que podría estar a punto de darle un puñetazo. —No tienes que hacerme esto de nuevo. ¡No puedo dejarte regresar de nuevo a mi vida, sólo para verte salir de ella por segunda vez! No creo que pudiera sobrevivir a ello. —Lágrimas se derramaron de sus ojos, se apartó, saliendo disparada fuera de la cocina. —Mierda. —Eso se había vuelto épicamente en su contra—. ¡Tate, espera! La perdió en su apartamento hasta que la oyó hurgar en la lavandería. Cuando llegó a su lado, estaba temblorosamente fregando la ropa, todavía húmeda y arrugada por la lavadora.

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—No te vayas —dijo. Aspiró, tratando de meter un pie en sus pantalones mientras se equilibraba con el otro. Alejó sus manos y envolvió sus brazos alrededor de su cintura por detrás mientras ella luchaba por sacárselo de encima. Todo lo que logró fue que se aferrara con más fuerza. Cuando dejó de retorcerse, enterró el rostro en su cabello. — Escúchame. No te estoy dejando de nuevo, ¿de acuerdo? Sé que jodí todo y que todavía no confías en que no voy a herirte por segunda vez, pero todo lo que puedo hacer es demostrarlo. Para poder hacer eso, tienes que estar alrededor para observar. La sostuvo hasta que sintió la rigidez de sus músculos yéndose lentamente, e incluso entonces no la soltó, sólo aflojó un poco su agarre. —Deberíamos poner fin a esto ahora, antes de que las cosas se pongan más intensas y se nos salgan de las manos. No es justo de mi parte impedirte una promoción, y no es justo que pongas ese tipo de peso sobre nuestra relación cuando no te harás cargo de ella tan pronto. —Está bien, admito que traer a colación el trabajo era injusto y estúpido. Quería medir tu reacción a la posibilidad, y no lo pensé hasta el final. Lo siento por eso, pero al menos sabes que soy honesto contigo. —Me gusta la ciudad, también —dijo en voz baja—. Me gusta mi hospital.

Susurró en su oído—: ¿Todavía te gusto? Cuando no respondió de inmediato, besó su hombro, donde la camisa se había deslizado hacia abajo por su brazo, rozando su barbilla sin afeitar sobre su piel sólo para sentirla temblar en su contra. —No peleas justo —se quejó. —Te ofrecí darme una paliza. —Y tal vez todavía quiero dártela. —Se giró en sus brazos, aplanando sus manos en su pecho—. Por supuesto que todavía me gustas, pero no más minas terrestres, ¿de acuerdo? No soy buena con las sutilezas, y no seré la razón por la que rechazarás un trabajo que te mereces. —Buckhead es accesible en auto, sabes. Arrugó su cara. —Tal vez para ti lo es. Besó su boca. —Maldición, extrañé tu obstinado trasero.

Durante las siguientes dos semanas cayeron en una clase de rutina: sexo, comida, sueño, o alguna variación de los tres, ya sea en el apartamento de Tate o en el de Ryan, en función de los horarios de trabajo y los niveles de fatiga. Tate no se sorprendió al descubrir que había ganado siete libras por su cocina. Se podría haber pensado que con todo el sexo quemaría algunas de las calorías adicionales que consumía, pero lo que no estaba siendo utilizado se estaba asentando en su trasero. Era hora de empezar a utilizar exclusivamente las escaleras en el hospital en lugar del ascensor. Y tal vez renunciar a una segunda porción de la increíble comida de Ryan. Por desgracia, al igual que él, sus platos eran difíciles de resistir. Era domingo, y tenían una cita. Una verdadera cita, fuera de sus apartamentos con él recogiéndola y todo. Llevando ropa. Le había dicho que usara algo casual, algo en lo que estaría cómodo al aire libre. Cuando Tate brincó bajo las escaleras a la una en punto, vestida con un pantalón vaquero, unas zapatillas deportivas y una camiseta de manga larga de algodón. Ryan se reclinó contra el asiento de una elegante Kawasaki azul, con los brazos cruzados sobre su pecho, piernas largas cruzadas en los tobillos. Estaba vestido similar a ella. Tuvo que detener su andar por el miedo de que su lengua la traicionara, ¿Cómo era posible que un cuerpo contuviera tanta sensualidad?

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El día era hermoso como él, cielo azul sin una nube sobre sus cabezas. El aire crispaba con temperaturas por arriba de los sesenta, posiblemente llegaría más tarde a los setenta. Un día perfecto para hacer algo divertido afuera, lo cual era una anomalía para Tate. Normalmente pasaba sus días poniéndose al día con la lavandería, pagando cuentas, y tomando ocho horas ininterrumpidas de sueño. El aire fresco sería bueno para ella. Ryan se acercó para un beso rápido, luego colocó sus lentes de sol en el compartimento de la motocicleta, mientras ella miraba con precaución a la máquina. Notando el segundo casco en la parte posterior del asiento. —¿Iremos en esto? —Depende de ti, pero pensé que si te daba la opción, te gustaría hacerlo. Distintivamente oyó el desafío en su voz, ¿estaría dispuesta a andar por las agitadas calles de la ciudad de Atlanta en la parte trasera de una moto, y los brazos envueltos alrededor de la cintura de Ryan, terminando con el pelo en forma de casco?

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—Diablos, sí —dijo Tate, golpeando la ola de nerviosismo. Nunca había tocado una motocicleta en su vida, pero sabía que se ocuparía de cuidarla bien y por encima de todo sería excitante, si no fuera por el poquito de miedo que sentía. Está bien, probablemente era aterrador, pero solo se vive una vez, ¿No? Sonrió. —Tenía la esperanza de que dijeras eso. —Me lo imaginaba, ¿a dónde vamos? —Es una sorpresa. —Estaba esperando que no dijeras eso. —Te gustará, lo prometo. Mientras dure el viaje, recuerda relajarte y disfrutarlo. Las primeras veces que giremos en una esquina se sentirá raro para ti. Tu instinto natural hará que te tenses y quizás que pelees contra la gravedad, es normal, pero no te caerás. Apóyate en mí y has que tu cuerpo haga lo que hace el mío, ¿de acuerdo? —Está bien. —A pesar de la sequedad en su boca y el sudor que humedecía su labio superior. —Súbete. Ryan la ayudó a montar, asegurando la correa de la hebilla de su casco con fuerza y luego bajó el visor del frente. Señaló las clavijas donde debía colocar sus pies.

Satisfecho porque estaba lista para andar, paso una de sus piernas encima del asiento, donde antes estaba su casco y pateó la manivela de la moto, Tate se acercó a su espalda, envolviendo los brazos en su cintura. Tocó sus manos una vez antes de agarrar el manubrio. —¿Lista? —preguntó en voz alta, pero ahogada por el casco. Con el corazón golpeteando en el pecho, Tate le dio pulgares arriba. —Espera. Tensó su agarre alrededor de él, juntando sus dedos, y Ryan se alejó de su complejo de apartamentos. Al principio era raro, como había dicho que sería, acostumbrarse al movimiento de la moto sin tensarse (o gritar de terror) cuando tomó una esquina, y estaba segura de que Ryan condujo más despacio de lo que normalmente lo haría si hubiera estado viajando solo. Pero después de unos kilómetros de ir manejando a través del tráfico se acostumbró al movimiento, confiando en los instintos de Ryan, y se relajó en su contra. Tenía que admitir que era un poco caliente, el que dos cuerpos estén presionados tan cerca el uno del otro, montados en lo que sería un vibrador gigante entre las piernas. Habían estado andando durante unos quince minutos cuando vio que Turner Field se avecinaba por delante y se sorprendió. Le sonrió a la parte posterior de su cabeza, y le dio un apretón en la cintura. Navegó por el laberinto de aparcamiento, hasta encontrar un área específicamente para motocicletas, y rodó la bicicleta a una parada suave. Se bajó primero antes de ayudar a que ella hiciera lo mismo. Tate se quitó el casco y se sentó en la parte trasera de la moto, luego prestó atención a su pelo. —Dime que te gustó el paseo. —Me encantó el paseo. Levantó su puño. —Sí. Esa es mi chica. Esas simples palabras enviaron un ridículo calor a su cara y entre las piernas. Desde el mismo compartimiento donde Ryan había guardado sus gafas de sol, sacó unos para ella y dos gorras de béisbol Atlanta Braves. —Te ves hermosa —dijo—, pero traje uno para ti, para que no te preocupes por tu cabello. Tate le arrebató la gorra de la mano y se colocó sus gafas de sol. Envolvió una mano alrededor de la parte posterior de su cuello para tirar

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de él y darle un beso de agradecimiento. Se detuvo en sus labios mucho más tiempo de lo que había esperado, gimiendo por tener que detener su manifestación pública de afecto. —Gracias por las sorpresas —dijo. —Y aun no se han terminado. Una vez que Ryan tenía los cascos asegurados a la moto con algún tipo de cable y las llaves en su bolsillo, le agarró la mano y se dirigió al interior del estadio. Los recuerdos vinieron volando mientras los aromas la golpearon, el pasto recién cortado, palomitas de maíz, cerveza rancia y perros calientes asándose, junto con las muchas tardes que habían pasado aquí en lo que parecía una vida atrás. Ocho años se desvanecieron en minutos. De repente fue ayer, la mano de Tate apretó la suya mientras se abrían camino a través de la densa multitud de aficionados a los asientos baratos, en la sección más alta y lejana a las gradas. Se había aferrado como si temiera perderla entre la multitud si la soltara.

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Ahora, la tomaba de la mano con la misma fuerza, y Tate se dio cuenta, que nunca la había perdido, aun cuando algo o alguien lo habían obligado a irse. Las partes de su corazón que se habían convertido en hielo sólido después de su partida fueron descongelándose y ahora quedaba sólo uno o dos puntos de hielo. Tal vez, si alguna vez, se decidiera a contarle lo que había sucedido, ese hielo se iría también. Había habido un par de veces últimamente donde había tenido la sensación de que estaba a punto de explotar, pero entonces una sombra oscurecía sus ojos, el momento pasaba y Tate empujaba lejos su decepción. Demostró sus boletos al acomodador, y se dejaron llevar cortésmente a los asientos no muy lejos detrás del revestimiento. Bueno, esto no era muy lejos como en los viejos tiempos cuando los jugadores parecían soldaditos de plástico en el campo debajo de ellos. Tate dejó escapar un silbido mientras se acomodaban. Ambos equipos estaban en el campo calentando, y estaban tan cerca que podía lanzar una pelota de béisbol y golpear a uno de ellos desde donde estaban sentados, de preferencia un miembro de los Cachorros de Chicago ya que eran el oponente para este juego. —Bien hecho, Sr. Hart. Bien hecho. —Ayuda conocer a la gente adecuada. —Le guiñó un ojo. —¿Y quién podría ser esa gente que consiguen asientos tan buenos si tan pronto en la temporada?

Asintió sobre el hombro de Tate. —Estás a punto de reunirte con ellos.

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Traducido por CaarithoSwagger Corregido por Skylove♡

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ate reconoció inmediatamente a Kevin Lattimore mientras se abría camino por las escaleras un hombre alto, precioso y llevando consigo a una mujer morena. Cada pocos pasos alguien los detenía para saludarlos con un apretón de manos, chocar las cinco o para una foto y Kevin gentilmente obedecía mientras que detrás de él la expresión de la chica decía que para ella eso era completamente natural por el hecho de salir con una celebridad local. Si Tate no estaba mal, había rodado los ojos varias veces. —Él es Kevin, mi jefe —murmuró Ryan, cerca de su oído.

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—¿Quién es la mujer? —Su novia, Elle. —Es bonita —dijo Tate, estudiando objetivamente como ellos se acercaban. Su vestuario destacaba en sus pantalones de mezclilla Góticos rotos, botas negras, un top negro con mangas tres cuartos y una gigante letra roja A en el frente, un irónico mensaje a La Letra Escarlata5 tal vez —su cabello era oscuro como la noche, rozando sus hombros con rizos sueltos. Alrededor de su cuello había una gargantilla de algún tipo —más negro— pero no estaba muy maquillada. De hecho parecía que no llevaba maquillaje en absoluto. A Tate le gusto enseguida y eso que aún no habían sido presentados. —Es muy divertida —dijo Ryan—. Espera a que la conozcas. Finalmente llegaron a su fila de asientos, y Kevin dio un paso atrás para permitir que Elle fuera delante de él, manteniendo una mano en la espalda baja. Por la mirada llena de ternura entre el uno y el otro, Tate se dio cuenta de que estaban profundamente enamorados. The Scarlet Letter: Titulo de la novela de Nathaniel Hawthorne, en español La Letra Escarlata. 5

Cuando Ryan se puso de pie, Tate hizo lo mismo, quitándose sus gafas de sol y deslizándolas sobre su gorra. —Tate, este es mi jefe, Kevin Lattimore, y su novia, Elle Conner. Se estrecharon las manos. —Es un placer conocerlos a ambos. —A ti también Tate —dijo Kevin. —Estábamos empezando a creer que eras un mito —dijo Elle, cuándo se volvieron a sentar, las dos chicas en el centro con los hombres al costado. Tate miro a Ryan con curiosidad. —He estado manteniéndola solo para mí —dijo, dándole una sonrisa intima. —No puedo decir que te culpo —dijo Elle. Kevin se inclinó en su asiento. —Ryan, vamos a buscar aperitivos antes de que comience el juego. Elle y Tate pueden cotillear sobre nosotros mientras estamos afuera. —Sip, y mientras más rápido se vayan, más pronto podremos comenzar —dijo Elle. Tate río y encogió sus pies para que Ryan pudiera pasar. Se detuvo frente a ella, inclinándose hacia adelante para sujetarle las manos en sus brazos, y bajo su rostro al suyo, las puntas de sus gorras se tocaron. —¿Cerveza, hot dog, palomitas de maíz, cacahuates, dedo de espuma? —Los comestibles serian ideales. Todos ellos por favor. —Dios, Amo como comes. —inclinó la cabeza para darle un sonoro beso en los labios, y después se fue con Kevin. —Ryan nos dijo que eras médico de urgencias en Atlanta General — dijo Elle, una vez que estuvieron solas. Tate asintió, preguntándose cuanto Kevin y Elle sabían de su pasado. —Llevo cuatro años ahora. Tuve suerte en conseguir volver a Atlanta después de hacer mi residencia en Florida. —Trabajo difícil. Te admiro por eso. —Gracias. —¿Es todo lo que esperabas que fuera y más? —La mayor parte del tiempo, a pesar de que tiene sus días, como la mayoría de las profesiones supongo. ¿Qué es lo que haces?

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—Diseño gráfico. Trabajo para una agencia aquí en Atlanta, pero me dejan trabajar principalmente en casa. Súper buenos puntos de extra porque no soy una persona muy sociable. Tate sonrió ante su franqueza. —¿Ah, sí? La boca de Elle se torció irónicamente. —No tengo mucho filtro. Se ha vuelto mejor desde que conocí a Kevin. Tiene una manera de frenarme, considerando que en el pasado, esto me ha costado relaciones y varios puestos de trabajo como camarera en la universidad. Aguanta mi mierda, que es probablemente por eso que lo hacemos tan bien juntos… La mirada de Tate corrió hasta el collar que estaba alrededor del cuello de Elle, preguntándose si eso significaba lo que pensaba que era, que era más que simplemente una bonita decoración para su delgado cuello. No era ingenua sobre las tendencias sexuales más oscuras de algunas personas, pero no tenía curiosidad por explorarlos tampoco. Si mantenías el control o mantenerte en línea como en el caso de Elle y luego golpearte a ti mismo. Siempre y cuando no hicieras algo estúpido o lo suficientemente peligroso para terminar en la sala de emergencias…

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Notó un poco de tinta interesante en el interior de la muñeca izquierda de Elle. —Me gusta tu tatuaje. ¿Es una flor? Elle movió su brazo más cerca para que Tate pudiera verlo mejor. —Es una alcachofa. Tate se había dado cuenta de eso entonces. Extraña elección para un tatuaje, pero aun así un dibujo muy realista, alrededor de una pulgada y media de diámetro, y perfectamente coloreada. Cuando Tate miró la cara de Elle de nuevo, se mordió el labio. —Mi hermano lo hizo por mí. Por suerte, el gen artístico viene de familia. —Estoy adivinando que hay una historia interesante detrás de él — dijo Tate. —La hay, pero es sucio —sonrió Elle—. Si alguna vez bebemos juntas, estoy segura que mi filtro saldrá y te contare todo lo miserable. —No puedo esperar —quiso decir Tate. Elle le palmeó el brazo, riendo. —Sabía que me gustarías, Tate. —Así que, ¿Hace cuánto conoces a Ryan? —preguntó Tate, buscando donde no debería. Elle frunció sus labios, haciendo el cálculo mental. —Bueno, déjame ver. Kevin y yo hemos estado juntos durante casi seis meses, así que… supongo que cuatro meses. Me tomo un par de meses de estar con Kevin antes de estar lista para conocer a su personal. O lo más probable, para

que Kevin estuviera listo para presentarme a ellos. Pero me gusto Ryan al instante. A todo el mundo, especialmente a Kevin. Tener a Ryan en el restaurante le ha sacado gran peso de sus hombros. Tate sonrió. —Ryan es un tipo fácil de agradable. —Es increíblemente dulce, también —dijo Elle—. Demasiado dulce para todo el infierno que su familia le hizo pasar. A pesar de estar sentada bajo el sol, la piel de Tate se erizó con inquietud. ¿Debería aprovechar la apertura que Elle solo le había dado? ¿Ver la cantidad de información que podía conseguir engañándola? —Estoy de acuerdo —dijo. —Quiero decir, si mi padre hiciera algo así no le hablaría de nuevo — dijo Elle, frunciendo el ceño a la cabeza de la persona que estaba en la fila en frente de ellos—. Qué lío tan repugnante. —Y Ryan tenía que limpiarlo —dijo Tate, sintiéndose una mierda total pero incapaz de detenerse. —¡Sí! Exactamente —dijo Elle, murmurando—. Horrible. Lo sabe todo, pensó Tate y eso la molestó otra vez. Tan cercanos como eran —en ese entonces y ahora— Ryan aún dudaba para decirle que pasó, sin embargo, había derramado sus entrañas a su jefe y su novia. Sí, eso duele como una perra. —Y luego su pobre madre, tratando de suicidarse por eso. ¡Oh mi Dios! Tate debe haber hecho un ruido extraño, como si se estuviera ahogando o sufriendo un ataque cerebral, algo lejos de los sonidos humanos comunes, porque Elle giró su cabeza hacia ella tan rápido que era un milagro que no se hiciera un esguince en el cuello y todo el color desapareció de su rostro. La forma en que los ojos de Elle se abrieron era exactamente de la forma que Tate lo hacía. —A la mierda todo ¿No lo sabías cierto? Tate se limitó a solo sacudir su cabeza, sintiéndose un poco mareada, y muy parecido a algo que necesitas sacar de la suela de tu zapato. —Jesús, pensé que lo sabías. Kevin me estrangulará por esto. —Elle cubrió su boca con los dedos. Tate finalmente se recuperó para hablar. —Elle, no diré nada, lo prometo. Y soy yo la que debe disculparse. Lo siento muchísimo. Fue terrible de mi parte llevarte por ese camino. Es solo que Ryan no va a

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decirme lo que pasó y no puedo conseguir más allá de algunas cosas hasta que lo haga. Elle le tomó la mano, apretándola con fuerza. —Lo hará, solo se paciente con él. Te dije lo suficiente para que sepas que eso fue malo. Pero para que lo sepas, Ryan no me contó. Kevin lo hizo y si se entera que te dije alguna cosa no me dirá ningún secreto en tanto tiempo como yo viva, que no será mucho tiempo. —Para. Te prometo que nadie sabrá que dijiste una palabra. —por encima del hombro Tate vio a Ryan y Kevin regresando a sus asientos, con los brazos cargados de alimentos y bebidas—. Aquí vienen. Toma una respiración profunda. —Tate hizo lo mismo—. Relájate. Vamos a comer un montón de basura que es mala para nosotras, beber mucha cerveza tibia, y abuchear hasta la mierda a los Cachorros de Chicago. Eso consiguió una risa de Elle, y Tate se echó a reír también, a pesar de que no estaba de visita en cualquier lugar remotamente cerca de Felicilandia.

57 Por el resto del juego, Tate logró poner un sólido frente de chica divertida, animando y conversando y en general pasando un buen rato, a pesar de que durante los momentos de calma su mente volvía a lo que Elle le había dicho. Así que bebió más cerveza esperando que los engranajes de su cerebro se pegaran e inactivaran. No se emborrachó. Tate no fue hecha de esa manera. Pasar demasiados años en y alrededor de una sala de emergencias había moldeado a su cerebro para evitar problemas a toda costa. Vio el peligro donde otros no lo hicieron, o donde ellos decidieron ignorarlo, y yendo de un poco zumbado a rotundo chapoteado era definitivamente peligroso después de hoy. El alcohol afloja más que las inhibiciones, afloja la lengua, también, y una boca fugitiva puede ser desastrosa. Elle se mantuvo dándole miradas interrogantes, básicamente preguntando si estaba bien sin pronunciar una sílaba y Tate chocaría sus hombros o haría un guiño y sonreiría. Realmente le gustaba la chica, quería pasar más tiempo junto a ella y Kevin, y no sucedería si Elle pensaba que no podía confiar en Tate de mantener su palabra, o si temiera que iba a caer bajo la presión y tener luego problemas con Kevin. El día paso en un borrón surrealista y Los Bravos ganaron el partido, cuatro a tres. Se intercambiaron abrazos antes de salir del estadio y Tate le

susurro al odio a Elle otra vez que no se preocupara. Hicieron planes tentativos para ir a cenar juntos la próxima vez que tuvieran tiempo libre. Ryan se detuvo en un mercado de camino a casa, comprando algunos suministros para la cena, mientras Tate esperaba afuera en la motocicleta con la información que Elle sin ser consciente había divulgado como espinas. Ryan volvió con una bolsa bastante pequeña que podía caber entre sus cuerpos por el resto del paseo, Tate era curiosa pero no echó una ojeada dentro. Las posibilidades eran que no sería capaz de entender mucho de todos modos debido a sus carentes habilidades culinarias. —Sé que estas cansada. Adelántate y toma una ducha mientras empiezo la cena —dijo Ryan, una vez que estuvieron dentro de su departamento—. ¿Quieres una copa de vino, o ya tienes mucho con la cerveza? —Creo que podría beber un galón de agua ahora, pero quizás una copa con la cena más tarde. Sintiéndose abatida Tate caminó hacia el baño, su cabeza punzando por los niveles de ruido en el juego y por ser forzada al punto en que la cerveza no trabajara sobre el misterio de los padres de Ryan. Abrió los grifos, luego se sentó sobre la tapa del inodoro para tirar fuera sus zapatillas de deporte y calcetines. Había dejado abajo su ropa interior cuando Ryan dio un golpecito en el marco de la puerta con los nudillos y se acercó, con una botella de agua sin abrir en la mano. El cielo la ayudara, ¿Por qué tenía que ser tan dulce, perfecto y bueno? ¿Por qué no podía tener algún defecto evidente en su personalidad que la hiciera sentir menos miserable sobre la forma en que lo había tratado esa semana que regresó a su vida? —¿Estás bien, cariño? —y ahí venía de nuevo, haciendo que sus ojos picaran con lágrimas queriendo desesperadamente brotar como un manantial. Tate mintió con una inclinación de cabeza y bajó la cabeza, frotando su aplanado cabello mientras conseguía control. —Sólo el duelo final de mi día libre —murmuró. —¿Te has divertido? Tomó la botella de agua fría que le ofreció, girando la tapa. —Tuve un momento increíble. Gracias por llevarme contigo. —Es un placer. —Se inclinó para darle un beso suave, pero no se detuvo—. Le agradaste mucho a Elle. Kevin acaba de enviarme un texto diciendo que no para de hablar sobre ti. —Me agradó mucho, también.

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—Bueno. Los veremos de nuevo pronto. —Le paso un dedo por las mejillas—. Tomaste un poco de sol. —Bien, más pecas. Sus ojos se suavizaron. —Más para besar después. Me gustaría acompañarte en la ducha, pero tengo que ir a chequear al restaurante, y empezar a trabajar en nuestra cena. —¿Qué estás haciendo? —Spaghetti Carbonara. La comida chatarra que había comido antes se había ido, a juzgar por la forma en que su estómago rugió en aprobación. Ryan se rió y la dejo sola. —¡Me consientes demasiado! —gritó Tate. —¡Lo vales! —gritó de vuelta. —No, tú lo vales —susurró—. Y no te merezco.

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8 Traducido por JackieC & Aleja E Corregido por GusFuentes

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yan salió de un sueño donde jugaba en la primera base para los Bravos y en algunos juegos de vida real. Una boca, húmeda y tibia exploraba su polla mientras unos dedos talentosos pasaban hacia el sur, acariciando y mimando suavemente sus bolas. Siguiendo con la cursi metáfora del béisbol en su cabeza, rodeó la segunda base y se dirigió rápidamente hacia la tercera. De todas las maneras agradables en la cual un hombre puede ser despertado, una mamada de una hermosa pelirroja tendría que estar cerca de la parte superior de la lista. Gimió de placer, sintiendo su pene hincharse y tensándose aún más por la sangre, parpadeó un par de veces para despejar la niebla del sueño y orientarse. Estaba en la cama de Tate, la cual habían profanado totalmente la noche anterior. El crespúsculo rezumaba por las rendijas de las cortinas, con una suave luz filtrándose en la habitación. Aún era temprano—demasiado pronto para que se despierte con sexo en el cerebro. Pero entonces lo tomó profundo, y decidió simplemente apreciar el cerebro sexy de Tate, sin importa la hora. Mordiéndose el interior de la mejilla para mantener su orgasmo dentro de él, se agachó para acariciarle la mejilla con ternura. Lo liberó con un tirón lento, acariciando la base de su pene con su nariz, murmurando algo en voz baja que no podía descifrar. Era casi como si estuviera dentro de su propio sueño. —Tate —abrió los ojos lánguidamente, apoyando la barbilla en su cadera. La mano entre sus piernas mantuvo su caricia, a través de su perineo y luego más bajo. Sus músculos se tensaron un poco ante su audacia, pero no trató de detenerla. —¿Qué? —preguntó. —Me preguntaba si estabas realmente despierta. Un suave zumbido fue lo único que obtuvo como respuesta mientras un dedo rozó su trasero. Ryan siseó bruscamente, empujando su cabeza hacia atrás sobre la almohada. Intentó agarrar la base de su pene, apretando con fuerza para no perder su carga encima de él, ella, y la cama.

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Rondando la tercera base. —Fantásticos reflejos para esta hora en la mañana, señora —dijo Tate con un acento irlandés falso. La risa de Ryan sacudió la cama. Lee apartó su mano y lo llevo hacia el interior del paraíso de su boca una vez más, con un solo dedo inquisitivo ahora frotando y frotando, volando su mente. Ryan movió las piernas separándolas más, dejándola salirse con la suya en su cuerpo ya que parecía decidida a hacerle perder el control. Todo entre sus caderas creció firmemente, al igual que la succión de la boca perfecta de Tate. No hubo tiempo para una cortés advertencia, se corrió en su garganta. Afortunadamente, ya habían restablecido donde estaban sus respectivos límites sexuales. Un gemido gutural vibraba en su pecho cuando se vino, el placer alcanzando el máximo, nivelándose, y luego decayendo, la oscuridad del olvido temporal lo absorbió como si hubiera soñado toda la maldita cosa. Llegando hasta base. El cabello de Tate le hizo cosquillas en el estómago mientras se reubicaba contra él, su pequeño suspiro se alineó sobre su piel. Levantó una mano para acariciar su espalda mientras recuperaba su cordura.

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Debería responderle de la misma manera, pensó. Moverla debajo suyo y deslizarse dentro de ella una vez que su polla se recuperara, o por lo menos decir algo estúpido como "Eso fue increíble, gracias". Pero en cuestión de dos minutos, tres a lo sumo, estaba prácticamente roncando. Ryan la bajó suavemente a su lado, tirándola más cerca, y puso la sábana alrededor de sus cuerpos. El amor creció con fiereza dentro de su pecho. No servía de nada negar que fuera eso exactamente, de la misma manera en la que reconoció que nunca había dejado de amarla. ¿Cómo podría?, si durante años había soñado con ser capaz de sujetarla de nuevo así. Sólo tenía un obstáculo más por borrar. Las razones anteriores para dejarla no podían colgar entre ellos para siempre. El tiempo para sincerarse se acercaba más con cada día que pasaba. Se preocupó de que ayer por la noche pudo ser el día. Durante la cena, estaba casi taciturna. Se sentía como si le sacará a la fuerza cada palabra, pero Ryan no insistió, pensando que estaba simplemente cansada de su largo día de diversión en el sol. Su estado de ánimo cambió una vez que terminaron de limpiar la cocina. En el momento en que su culo golpeó el sofá, se estaba subiendo a horcajadas sobre su regazo, quitándose la camisa, con las manos explorando con avidez sobre su piel. No tenía ninguna queja. Era simplemente... raro dada la forma en la que se había comportado antes. Su vida sexual se había convertido casi frenética antes de que lograra fatigarla lo suficiente como para reducir la velocidad. La había hecho venir cuatro veces. Incluso en el sueño, parecía inquieta. La había sentido dejar la cama por lo menos dos veces durante la noche antes de que lo despertará hasta hace unos momentos con su dulce boca envuelta alrededor de su polla.

Por lo general, dormía como un tronco, especialmente en las noches antes de trabajar. Su cambio de turno iniciaba a mediodía. Ryan tenía que estar en el restaurante a las ocho de la mañana para una reunión de planificación con Kevin y el arquitecto en el nuevo restaurante, así que no se permitió volver a dormirse. En cambio, se quedó allí disfrutando del cálido cuerpo acurrucándose cerca de él y se maravilló de lo afortunado que había llegado a ser, teniéndola de vuelta en su vida. Con el tiempo dejó la cama cuando el reloj marcó cerca de las seis y media, vistiéndose en la sala de estar, para no despertar a Tate, y luego rebuscó en sus gabinetes de cocina. Cuando encontró la mitad de una bolsa de chips de chocolate, le llegó la inspiración.

Tate se despertó en una casa silenciosa que olía increíble. Las sábanas olían como el sexo y Ryan, y ese era un olor bastante potente, pero en la parte superior de la misma había el aroma celestial de productos horneados. Salir con un cocinero sin duda tenía sus ventajas. Se dio la vuelta para estirar sus sensibles músculos y encontró una nota en la almohada. Lo siento, no pude despertarte correctamente para devolverte el favor. Tengo una reunión temprano con Kevin. Ha dejado una sorpresa en la cocina para compensarte. Te veo pronto, R. Sonriendo mientras se abría paso fuera de la cama, se puso una bata. En la barra de la cocina había un pequeño plato de magdalenas. Con chispas de chocolate y hechos desde cero, lo cual era un milagro que haya encontrado todos los ingredientes necesarios en su patética excusa llamada despensa. Estaba completamente, totalmente e irremediablemente enamorada de Ryan. Sin dudas esta vez. Tate no se molestó en luchar contra la fuerza de esa aceptación. Sólo se sirvió un vaso de leche, se sentó en la barra, y en poco tiempo, devoró los tres panecillos enteros, mientras un par de lágrimas se deslizaron silenciosamente por sus mejillas. Cuando había inhalado hasta la última miga, se limpió su cara con una servilleta, puso las tres magdalenas restantes en un recipiente hermético y se duchó para el trabajo. Esa mañana, la sala de emergencia se hallaba tranquila, para variar. Le permitió a Tate ponerse al día con algo de papeleo que tenía pendiente, pero desafortunadamente también le dio tiempo para pensar en lo que Elle había dicho de la madre de Ryan. Estar pensando era todo lo que había hecho desde el engaño a Elle, algo más que estaba carcomiéndole la conciencia, en cualquier momento que tenía un

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instante calmo y tranquilo, y por eso quería que Ryan, básicamente la jodiera hasta dejarla sin sentido, y funcionó, por algunas horas… hasta que se despertó a las dos, y luego a las cuatro. Y a las cinco y media cuando asalto sexualmente a su pobre y cansado pene. Estar luchando contra la tentación de preguntarse tanto, le estaba dando un dolor de cabeza , por lo que Tate se dio por vencida, garabateando en el interior de la parte de atrás de un gráfico mientras meditaba las cosas terribles que el padre de Ryan podría haber hecho para hacer que un buen corazón como Evie Hart intentara suicidarse. El pensamiento incómodo de abuso infantil siguió resurgiendo en su cerebro. Eso ciertamente podría destrozar a una madre en pedazos, a su vez una familia de adentro hacia afuera, destruir un hogar. Supuso que podría haber sido infidelidad, o el abuso conyugal, pero ¿sería esa la razón para que Ryan se fuera corriendo de vuelta a casa sin una explicación a Tate? Probablemente no. Sin embargo los pecados más oscuros, lo harían. Probablemente habrá estado perturbado, avergonzado, enojado, y la idea de que pasara a través de todo ese caos solo, hacía que el corazón de Tate doliera.

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Las pocas veces que había visto a su familia, siempre le habían parecido muy felices, mental y físicamente saludables, aunque el abuso podría estar oculto también. Se había hablado de viajes de esquí en Colorado y vacaciones en la playa en Florida, y Evie había querido visitar Paris por su vigésimo quinto aniversario de boda. Dannie había hablado incesantemente acerca de los chicos y, posiblemente, convertirse en maestra algún día. El padre de Ryan —Dios, ¿Cómo se llamaba? Daniel, ¿Verdad?— Era más reservado que su esposa e hijos, pero educado, sino un poco pretencioso de tener dinero. Si no recordaba mal, estaba bastante en lo alto de la escalera de alguna compañía de Fortune 500 en Birmingham. Su vida en ese entonces tenía todos los ingredientes del sueño americano: salud, la riqueza, la felicidad. No había grietas visibles. ¿Qué había pasado con ellos? Cuando Colleen pasaba, Tate la llamó—: ¿Tienes algún momento para tomar un café? Colleen miró su reloj. —Siempre tengo tiempo para el café, especialmente cuando tú me lo compras. —Vamos a sentarnos afuera —dijo Tate. Una vez que tuvieron sus cafés y estaban sentadas en un banco de piedra en la zona de descanso al aire libre, Tate decidió contarle su dilema a Colleen. — Necesito hablar con alguien. —Pensé lo mismo. Tate frunció el ceño. —¿Cómo es eso?

—Bueno, para empezar, que rara vez me pides sentarme al aire libre durante un descanso, y por otro, la pila de archivos en la que has estado trabajando durante la última media hora no ha disminuido… —Es molesto cuan observadora eres —dijo Tate graciosamente, pero sin malicia real. Colleen se encogió de hombros. —Alguien tiene que mantener a los doctores a raya. —Entonces —dijo Tate—, este gran secreto de Ryan está lentamente volviéndome loca. He intentado muy duro sacarlo de mi cabeza, y estaba haciendo un trabajo bastante bueno, también, hasta que conocí a unos amigos suyos. El Domingo... vinieron e inadvertidamente me dieron un poco de información. Ahora es todo lo que puedo pensar. Estoy bastante seguro de que he llegado a mi límite, Colleen. —Espera, retrocede un segundo. ¿Cuál es la información que obtuviste? Tate se frotó la parte posterior de su cuello, incómoda por decirle a Colleen los magros trozos que conocía hasta el momento, a pesar de que mantendría su conversación confidencial. Además de eso, ¿A quién iba a contárselo? Tal vez estaba preocupada de que Colleen pensaría mal de ella por ser tan confabuladora. Una dura palabra, pero así es como Tate sentía que se había comportado con Elle. —Bueno, Ryan finalmente me dijo que su partida tuvo algo que ver con su familia, pero eso es todo lo que me dijo. Y para ser justos, me di cuenta de que le dolió solo decirlo, así que retrocedí. Pero luego este domingo hice algo verdaderamente horrible. —Miró a Colleen, y esta hizo un gesto para que continuara. —Estaba teniendo esta conversación con alguien, la amiga por asociación, qué sabe lo que pasó, y como estoy con él pensó que lo sabía. Pero entonces dijo algo sobre la madre de Ryan tratando de suicidarse, como resultado de lo que hizo su padre y yo... hice un ruido que prácticamente delató que no sabía nada. —Oh Jesús, Tate. Tate bajó la cabeza. —Lo sé. Soy una persona horrible, lo entiendo, pero aparte de mi naturaleza podrida, ¿qué hago ahora? —No, no me refiero a lo que hiciste fue horrible. Un poco deshonesto, tal vez, pero con tu historia pasada con Ryan, creo que es perdonable ¿Su madre intentó suicidarse? —Al parecer. —Pobre chico. Sea lo que sea que su papa hizo, debió ser terrible. —Confía en mí, he pasado por todas las situaciones que se me ocurren por la cabeza por lo menos cien veces. —Realmente no es bueno para ti que estés distraída en el trabajo —dijo Colleen, no es que Tate no era muy consciente de esto ya.

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Miserablemente, Tate dejó caer su rostro en sus manos. —¿Qué hago, Colleen? —Tienes que decirle. —Pero decirle que ¿Qué engañé a la novia de su mejor amigo por información? Se pondrá furioso conmigo, y con razón. Colleen hizo una mueca. —Oh, no lo sé. Podría encontrar un gran alivio por finalmente sacar eso de su pecho. —Pero voy a ser la que le obligó a sacarlo antes de que esté listo. Es obvio que es algo traumático, algo que aún le duele. Tate se puso de pie y se acercó a la baja pared de hormigón alrededor de la zona de descanso. La situación se sentía desesperada, pero ya no sería capaz de ignorarla por más tiempo. La barrera entre el pasado y su futuro parecía tan sólida como la fría pared de piedra en sus caderas. Ryan tendría que haber sido honesto con ella, por más duro que fuera, de lo contrario los porque siempre estarían en el medio como una nube gris sobre sus cabezas. ¿Por qué se fue, por qué no llamó ni escribió? ¿Por qué se había ido por tanto tiempo, por qué no la amaba lo suficiente como para confiar en ella con la verdad? —No quiero perderlo, no cuando acabo de encontrarlo.

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—Él te encontró, ¿Recuerdas? —dijo Colleen, dejando caer una mano consoladora en el hombro—. Y si se empiezas con eso, todo va a estar bien. Tate dejó su café sin tocar el muro. De todos modos se había enfriado. Frío e incómodo. Las cosas que tu familia hace están más allá de tu control. Entendió que de ninguna manera Ryan era responsable. No afectaba ni en un ápice a la forma en que se sentía por él. Pero todavía quedaba el fantasma del dolor de cuando la había dejado, y con el fin de ordenar su relación, para sentirse enteros y sanos, debían abrirse por completo. —¿Sabes el nombre de pila de su padre? —preguntó Colleen. —Creo que es Daniel. ¿Por qué? —Podrías buscarlo en Google, para ver que aparece. La mayoría de las cosas de interés periodístico están Internet. Por lo menos puedes encontrar un artículo en su periódico local. Podría disminuir el deseo de escuchar esto de él. Luego, cuando se decida a decírtelo, no será tan chocante. —O podría simplemente multiplicar la culpa que ya siento por engañar a Elle. —¿Quién? El ascensor del sistema hospitalario crujía a la vida, trayendo a Tate de nuevo a la sala de emergencia. —No importa —dijo a Colleen mientras se dirigía en su interior.

9 Traducido SOS por EyeOc & Aimetz Corregido por Alessa Masllentyle

días”.

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yan estaba molesto. Tate no contestaba su teléfono, no regresaba sus llamadas. Respondió a sólo un mensaje de texto la noche anterior, diciendo que estaba exhausta y que lo vería en “unos cuantos

Entendía que trabajaba largas horas y que quizá tendría que recuperar el sueño eventualmente. Tenía un trabajo duro, y tenía el mayor respeto por ella y por toda su carrera en la salud en general. Honestamente, se preguntaba cómo se las arreglaba para permanecer cuerda con todos los horrores que veía diariamente. ¿Pero unos cuantos días?, ¿Qué jodidos significaba eso? Tan pronto como pudiera salir del restaurant más tarde esa noche, lo descubriría. Personalmente. —Ryan, ¿Tienes un minuto? —le preguntó Kevin antes de que el ajetreo de la cena comenzara. —Seguro. —Ryan colocó el cuchillo que estaba usando a un lado, limpiando sus manos con una toalla. Kevin lideró el camino a su oficina estrecha y abarrotada, y cerró la puerta detrás de él. Ryan se colocó contra un archivero mientras Kevin se sentó en su silla detrás del escritorio. —¿Qué pasa? —preguntó Ryan. El suspiro pesado de Kevin no era un buen presagio para lo que sea que estaba a punto de decir. —Elle se quebró esta mañana y me dijo que algo se le salió sobre tu madre con Tate en el juego de beisbol el domingo. Frunció el ceño, repasando las noticias de Kevin en su cabeza. — ¿Cómo…?

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—¿Lo sabe Elle? —preguntó Kevin, y Ryan asintió—. Después de que te conoció, le conté la historia, nunca esperando que alguna vez conociera a Tate y se llevaran tan bien. Lo siento, amigo. —Está bien —dijo Ryan distraídamente—. ¿Qué le dijo a Tate exactamente? —Estaban hablando sobre el gran tipo que eres, y Elle dijo algo sobre que efectivamente eres demasiado dulce para todo el infierno que tu familia te hizo pasar. Supongo que Tate debió haberle… seguido la corriente, así que Elle pensó que sabía todo. Cuando mencionó el intento de suicidio de tu madre, Tate cedió y admitió que aún no sabía nada. —Hijo de perra. —Ryan se sentó en la esquina del escritorio de Kevin, frotándose la cara. —Ha estado carcomiéndose a Elle, preocupada sobre los dos, y si causó algún problema.

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—Esto de hecho como que explica unas cuantas cosas —murmuró Ryan. La sonrisa tensa que le había dado el día del juego, la manera peculiar que actuó después de eso, el maratón de sexo después de la cena esa noche, ahora evitando sus llamadas. Esta era exactamente la cosa que Ryan quería evitar, su lástima, pero era su culpa por retardar lo inevitable por tanto tiempo. —¿Elle le dijo algo más? —No. —Kevin negó con su cabeza, mirando a Ryan directo a los ojos—. Le pidió a Tate que fuera paciente contigo, eso es todo. Era el turno de Ryan de suspirar pesadamente. —Y lo ha sido. Más de lo que merezco. —Fue una experiencia de mierda, Ryan, y fuiste mejor hombre que la mayoría por como lidiaste con eso. Puedes estar orgulloso de ello, aun cuando te costó demasiado. Está de vuelta en tu vida otra vez, y es probablemente el momento de que le digas todo, así ambos lo pueden dejar atrás de una vez por todas. Ryan asintió determinadamente. Tiempo de asumir las consecuencias. Unas cuantas horas después, estaba tocando el timbre de la puerta de Tate. Dio un paso atrás así lo podría ver por la mirilla. Fue una eternidad antes de que hubiera algún sonido en la otra parte de la puerta, pero los cerrojos no sonaron o fueron quitados rápidamente. Juró que podía escucharla respirar a través de la barrera que los separaba. Acercándose a la madera, dijo—: Abre la puerta, cariño.

Retiró los cerrojos y la abrió. Cuando Ryan entró, presionó su espalda contra la pared detrás de la puerta y dejó ir la perilla. La aseguró antes de girarse hacia ella otra vez. Tate se desplomó como un acordeón. Era difícil de creer que un ser humano pudiera lucir tan pequeño y frágil, aun así ahí estaba, curvándose a sí misma como si el simple aire alrededor suyo fuera demasiado pesado para aguantar. Enterró su cara en sus manos. Sus hombros comenzaron a sacudirse con silenciosos lloriqueos. Ryan se agacho enfrente de ella y alejó sus manos. Había demasiada angustia en sus húmedos ojos verdes que él casi lloró, también. —Oh, bebé. Ven aquí. Se tiró a si misma contra él, casi derrumbándolo hacia atrás. Ryan se sostuvo, trayéndola con él, luego la levantó y la cargó hacia el sofá. Gentilmente la depositó en una esquina. —Creo que necesitamos una bebida fuerte —murmuró, el “necesitamos” en esa oración siendo él mayormente, pero ella probablemente no rechazaría una. Ryan raramente bebía algo más fuerte que la cerveza, pero en este caso particularmente necesitaba algo mucho más fuerte. Recordó haber visto una botella de vodka enterrada en la parte trasera del congelador de Tate, congelado por encima, y mitad escondido detrás de alguna horrible cena congelada. Tomó dos vasos, agregando unos cuantos cubos de hielo a cada uno, y llevándolos junto con la botella helada de vuelta a la sala. —Lo siento mucho, Ryan —dijo, luego aspiró mientras más lágrimas caían en sus pálidas mejillas. Echó una saludable porción del licor en el vaso y se lo pasó. — Necesito saber por qué te estás disculpando. En vez de sentarse a un lado de ella, se sentó en frente en un pesado baúl de madera que usaba como mesita de centro, engullendo un trago de su bebida. El alcohol quemó el camino a su estomago, pero el estremecimiento debajo de su piel subsistió. Tate miró hacia el vaso en sus manos, golpeando un lado con su uña. —Engañé a Elle en el juego. Ella estaba siendo agradable… —Ya sé sobre esa parte —dijo Ryan—. Kevin me dijo eso más temprano esta noche, se quebró y le dijo lo que te había dicho. Restregó su frente. —Dios, soy una persona horrible por ponerla en esa posición. ¿No está enojado con ella, o si?

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—No, están bien. Estaba más preocupada sobre nosotros. —Estoy preocupada sobre nosotros, también —dijo, su labio inferior temblando. El corazón de Ryan se apretó. Se acercó para limpiar una lágrima de su mejilla. —Estaremos bien, cariño, después de esta noche. Asintió levemente. —Ya que sabes lo que le hice a Elle, supongo que también debería decirte que busqué en google el nombre de tu papá ayer, pero no pude leer los artículos del periódico que aparecieron. Tomando el resto de su bebida, Ryan bajó el vaso y frotó sus manos juntas entre sus rodillas. —¿Y qué palabras viste cuando los artículos aparecieron? Tate se recolocó en el sofá, parecía haber un poco de calma, ahora que estaban hablando. —Vi algo sobre… ataque sexual a una menor. Dejé de leer después de eso. —Hizo un gesto de dolor, parpadeando más lágrimas—. Por favor dime que no fue Dannie, no que mengue la seriedad del crimen para nada.

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Muchas veces se había preguntado si alguna vez sería capaz de dejar en el pasado el desastre de sus padres de una vez por todas. Cuando había visto a Tate esa primera noche en el hospital la esperanza floreció dentro de él, su luz al final de cada túnel largo y rocoso. Era lo que había estado extrañando, lo que había estado esperando encontrar otra vez, pero pudo haber ido muy mal también. Afortunadamente, no lo fue. Su plan de recordarle lo que alguna vez fue para cada uno había funcionado, su conexión aún fuerte un poco deshilachada al principio. Había pasado por el infierno para llegar a donde estaba ahora, y merecía ser capaz de finalmente relajarse, tomar un respiro profundo y tener lo que quería en vez de hacer lo que su familia necesitaba. No había ni un arrepentimiento sobre la manera que manejó las cosas. La vida siempre iba a arrojar obstáculos que tenías que vencer. Pero teniendo el amor de Tate se sentiría como una exoneración. —No fue Dannie. —Frotó su rodilla—. ¿Crees estar lista para escuchar el resto? Asintió. —Entonces, es momento de llenar los espacios en blanco.

Tate se desenroscó del nudo en el que se había colocado y se movió más cerca del borde del sofá, estirándose para tomar una de las manos de Ryan entre las suyas en una muestra silenciosa de apoyo. Tomó una respiración profunda y comenzó a hablar. —Alrededor de un mes antes de que dejara Atlanta, Dannie llamó una noche llorando. Dijo que su mejor amiga, Melanie, había estado quedándose a dormir demasiado porque sus padres estaban teniendo algunos problemas con su matrimonio. Melanie tenía quince en ese tiempo, un año mayor que Dannie, pero de alguna manera en el mismo grado. Así que una de las veces que Melanie se estaba quedando a dormir, Dannie se despertó durante la noche, y Melanie no estaba en la cama. Fue a buscarla, la encontró en la cocina con mi papá. Dannie dijo que él… estaba besando a Melanie en la boca, y que tenía su mano debajo de su blusa. —Ryan se aclaró la garganta, mirando sus manos juntas—. Dannie salió corriendo de la cocina, completamente asustada de lo que había visto. Melanie subió, dijo que no era gran cosa, y que por favor no le dijera a nadie. Al día siguiente mi papá la lleva aparte y le dijo que sabía que fue inapropiado, pero que sólo había pasado esa vez, sólo un beso y un toqueteo, nada más. Le rogó que no le dijera a mamá porque sólo la molestaría, y le prometió que no pasaría otra vez. Me llamó preguntando qué hacer. Pensaba que si delataba a papá, el matrimonio de mis padres se derrumbaría, y Melanie estaría mortificada y la odiaría, también. —¿Qué le dijiste que hiciera? —Le dije que tenía que decirle a mamá, no importa lo que papá dijo, y que Melanie ya no debería estar alrededor. —Supongo que no tomó tu consejo. —Esperó demasiado tiempo para decidir. En el momento en que encontró el coraje para decir algo, ya era demasiado tarde. En retrospectiva, no debería haberlo dejado a su manejo. Debería haber llamado a mamá yo mismo al día siguiente y decirle: "Mira, algo está pasando con mi padre y la amiga de Dannie, tienes que enfrentarlo". Pero no lo hice. Lo dejé en manos de Dannie, una chica de catorce años, y eso fue estúpido y equivocado. Supongo que pensé que todo el mundo sólo lo negaría, basado en lo que Dannie me había dicho. Y estoy seguro que parte de mí quería creer que mi padre, ese hombre que había buscado hace tantos años, era incapaz de hacer algo tan horrible. —¿Cómo lo atraparon? —Los padres de Melanie descubrieron que algo estaba mal con su hija, y cuando le preguntaron se derrumbó y les contó todo. Papá fue arrestado y acusado de asalto sexual a un menor bajo la edad de dieciséis

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años. Mi papá tenía una posición de alto rango en una de las corporaciones más grandes de Birmingham, así que por supuesto fue despedido inmediatamente de su puesto de trabajo. La empresa no podía permitirse el lujo de tener su nombre unido a un escándalo, lo cual es comprensible. Mientras tanto, mi madre estuvo al borde de un ataque de nervios. Los honorarios legales eran astronómicos. Iba a través de sus ahorros, y estaba siendo rechazada por todo el mundo que había conocido. No importaba que no supiera nada acerca de lo que estaba pasando. Para los de afuera, era tan culpable como mi padre. Incluso mis abuelos paternos negaron ayuda financiera. Mis abuelos maternos están muertos, por lo que no quedaba nadie que pudiera ayudarla y a Dannie de sobrevivir al maldito desastre que papá creó. —Excepto tú —dijo Tate simplemente.

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—Bueno, en ese momento estaba luchando contra mi conciencia. No se trataba de lo que papá hizo, que estuvo mal, no hay duda. Merecía ser castigado con todo el peso de la ley. Con lo que luchaba era con aceptar la responsabilidad de sacarlas del lío, el cual cayó únicamente en mis hombros. Una parte de mí reconoció lo inevitable, pero el resto siguió orando por un milagro. Mis clases fueron pagadas hasta el final del semestre. Tenía un poco de dinero en ahorros. Después tener que solicitar becas y préstamos estudiantiles para terminar de pagar por la escuela, pero bueno, era factible. Entonces, una tarde me encontraba en la sala de estar estudiando para un examen. Habías ido a la cama, y Dannie me volvió a llamar, histérica. Mamá tragó una botella de píldoras, y había sido trasladada de urgencia al hospital. Mi hermana de catorce años estaba a ciento cincuenta kilómetros lejos de mí, sola, aterrorizada y... —Ryan parpadeó lejos el brillo en sus ojos mientras Tate le apretó la mano—. Se sintió como si el suelo abandonara mis pies. De repente estaba sin opciones. Levantó la mano a su boca, presionando sus labios en los nudillos. — Me puse de pie junto a la cama viéndote dormir mientras corría a través de todos los escenarios que se me ocurrieron. Ninguno de ellos funcionó, así que me fui. —¿Por qué no me despertaste? —No sabía qué decir. Estaba furioso y avergonzado por lo que mi padre había hecho. Y luego, encima de eso mi mamá derrumbándose. Mi familia se caía a pedazos, y no sabía cómo repararla. —Podríamos al menos haber hablado de ello, tratar de resolverlo juntos. —De eso se trata, cariño. Mi vida había sido girada de arriba a abajo. No había opciones para mí, pero tú las tenías. Un futuro brillante.

Trabajaste tan duro para entrar en la escuela de medicina, y no iba a echar a perder todo eso. No podía hacerte eso. Sabía que mi salida iba a herirnos demasiado, pero al menos era un corte limpio. Te dejé sin distracciones. Tate dio un apretón a su mano y se deslizó en el sofá, envolviendo sus brazos alrededor de ella. —Entiendo por qué lo hiciste ahora —susurró, con la garganta hinchada por la emoción. —Creo que nunca sabrás lo difícil que fue para mí salir de tu vida, Tate. Cogí el teléfono una docena de veces esa noche cuando regresé a Birmingham, pero seguí recordándome a mí mismo que era lo mejor. Que te merecías algo mejor. Estarías confundida cuando despertaras, y más tarde enojada, probablemente me odiarías por ello, y luego más decidida que nunca a tener éxito. Se rió en voz baja. —Tenías razón sobre la mayor parte de eso, pero nunca te he odiado. —Me odiaba a mí mismo lo suficiente por nosotros dos. Créeme cuando digo que hubo unos años autocompasivos en los que no te habría gustado estar cerca de mí. Bebía demasiado, despreciaba al mundo, incluso conseguí una o dos peleas a puñetazos antes de arañar mi camino a través de la amargura, decidido a vivir por mí mismo de nuevo algún día. —¿Qué pasó con tu familia? Suspiró contra su cabello. —La versión resumida y detallada es que papá fue a la cárcel, mamá se recuperó, ella y Dannie, recibieron consejería y prácticamente perdieron todo lo que tenían. Vendí mi carro por algo más barato, alquilé un modesto apartamento de tres habitaciones, dos trabajos para pagar las facturas, y me encargué de mamá y Dannie. —Uno de esos trabajos fue en un restaurante. Trabajé de personal en la cocina y descubrí en el camino que era un muy buen chef, y que era algo que realmente disfrutaba. Me las arreglé para conseguir un trabajo como sous chef en uno de los restaurantes más de moda de la ciudad. Luego, el año pasado Kevin vino a cenar y mi jefe estaba fuera esa noche. Era el bastardo con suerte que llegó a su encuentro. Con una botella de vino, hablamos de comida y el futuro. Cuando mencionó que planeaba abrir un restaurante en Atlanta, le dije que me moría de ganas por volver aquí. Hace cuatro meses, recibí una llamada suya, y era el momento perfecto para mí, para finalmente hacer el cambio. Dannie está terminando su último semestre de la universidad y haciéndolo bien por su cuenta, mamá está mentalmente sana otra vez. Se trasladó a Mobile para estar más cerca de su hermana. —¿Qué pasa con la chica… Melanie?

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—Lo último que supimos era que estaba asistiendo a la Universidad de Auburn. —¿Y tu padre? —Él y mamá se divorciaron un año después de que fue a la cárcel. No he hablado con él en más de tres años, e incluso cuando hablábamos, era difícil. Le escribe a Dannie de vez en cuando, pero no tengo nada que decirle. —Estoy segura de que se arrepiente de lo que hizo, Ryan. Terminó costándole todo. —Tarde o temprano encontraremos nuestro camino hacia el perdón, pero, sin embargo no estoy listo todavía. Tate se sentó de vuelta, jugando con los botones de su arrugado zapato oxford. —Espero que puedas perdonarme por ser tan malvada contigo la primera vez que apareciste en mi sala de emergencias.

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Tomó su cara entre sus manos y la besó, tomándose su tiempo, asegurándole con su boca que todo fue perdonado. Cuando rompió el beso, ella le persiguió por otro. Sus dedos trabajaron en los botones de su camisa, liberándolos uno por uno, hasta que se vio obligado a soltarla para que pudiera empujar el material de sus hombros. Ryan se sacó las mangas, luego metió sus manos en el dobladillo de su camiseta. Ahora ambos estaban medios desnudos, la empujó hacia atrás en el sofá, cubriendo su cuerpo con el suyo. Tate suspiró, haciendo espacio para él entre sus piernas. La barba áspera en su mandíbula se sentía deliciosa contra su piel mientras besaba su cuello, la clavícula, abriéndose paso lentamente por su pecho hacia su seno. Resopló con decepción cuando él levantó la cabeza, apoyándose en sus antebrazos. Nunca había visto sus ojos tan cálidos y azules, como el agua del océano en los trópicos. —Te amo, Tate. Nunca me detuve. Era la esperanza de encontrarte de nuevo lo que me mantuvo pasando por lo peor de los últimos ocho años. Se mordió el labio inferior para reprimir su necesidad de temblar. — Te amo, también. Tal vez… muy en el fondo, sabía que no habíamos realmente terminando. Ryan sonrió y besó la comisura de su boca. —Nunca terminaremos. Quiero envejecer y arrugarme con tu culo testarudo. —¿Seguirás haciéndome magdalenas de chocolate cuando tengamos ochenta? —Bebé, incluso voy a dártelas de comer con la mano.

Fin

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Sobre el Autor C

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omencé leyendo cuando tenía cuatro, gracias a una niñera que se dio cuenta que la única manera de hacer que me quedara quieta (y callada) era poniendo un libro en mi mano. Para el momento que entré al jardín de niños, había pasado por cada Little Golden Book alguna vez impreso. Diez años después–para la consternación de mi madre– encontré su reserva oculta de novelas románticas de bolsillo. Trató de desviar mi atención de vuelta a algo más decente comprándome Harlequins, pero aun escabullía copias de sus Kathleen Woodiwiss y Johanna Lindsey cuando no estaba viendo. Shanna, The Flame and the Flower, y Fires of Winter siempre tendrán un lugar especial en mi corazón porque me introdujeron a héroes revoltosos, testarudas heroínas, y el problema en el que se podían meter juntos. Vivo en una pantanosa pequeña esquina en la parte norte central de Florida con mi familia, ambos de la variedad de dos piernas y de cuatro piernas. Amo leer, alternándolo junto con apreciar la cocina, y nunca me pierdo un episodio de Justified, Longmire o Dexter. Supongo que me gusta la justicia en todas sus varias formas. A parte de mi pagina web, me pueden encontrar diciendo cosas inapropiadas en Twitter como @JennyLynwrites; en Goodreads; y Amazon http://www.amazon.com/author/jennylyn. Info encontrada en http://www.authorjennylyn.com/bio/

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