La nave de Nausicaa

La nave de Nausicaa Marga López Díaz

Colección Las Ofrendas Escuela de Estudios Literarios Universidad del Valle

Santiago de Cali, septiembre de 2011 Rector Universidad del Valle Iván Enrique Ramos Calderón Decano Facultad de Humanidades Darío Henao Restrepo Director Escuela de Estudios Literarios Juan Julián Jiménez Pimentel Director Programa Licenciatura en Literatura Héctor Fabio Martínez © Colección Las Ofrendas Director: Julián Malatesta Consejo editorial: Julián Malatesta Fabio Martínez Cristina Valcke © La nave de Nausicaa Marga López Díaz © Escuela de Estudios Literarios Universidad del Valle E-mail: [email protected] ISBN: 978-958-670-923-1 Ilustración de carátula: Pedro Alcántara Herrán Fotografía: Mónika Herrán Diseño, diagramación e impresión: Unidad de Artes Gráficas, Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, Cali - Colombia Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita del autor.

Contenido Prólogo: Sentimiento y razón Sola por las umbrías de Petrarca Jesucristo

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LOADAS SEAN El dolor de Ts`ai Yen Hipatia Hildegarda de bingen Barbara Caballero Safira Amelia Earhart Meira Delmar

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LOADOS SEAN Marco Polo Magallanes al cruzar el estrecho de su nombre Avistamiento de la estrella albatros en la galaxia nube de Magallanes Galileo Jorge Isaacs Epifanio Mejia Quijano Omar Rayo Panis Angelicus

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ADAGIO PARA OBOE DE AMOR Soneto del amor desolado La puerta de la Myrrha ¡Llama! Amar en solo amar solo navio Liturgia del amor votivo Los vagabundos de Borobudur El canto mismo Antes de Garcilaso en el fablar Estancia de los merecimientos Lazo de afelios

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Singladura Aziz y Aziza Luna de jaguar Abadia del viento Soneto con una huella de Sahara

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ALBRICIAS A DOÑA CASILDEA DE VANDALIA De Lindaraja, princesa de la Alhambra, a la muy deleitosa Casildea de Vandalia, dama de la gloriosa imprenta Apidama. De Inìrida, hada de los raudales del Jirijirimo, a Casildea de Vandalia, flor de los mares de Utrìa De una juglaresa mora, hija del reino de Fez, a la muy donosa Casildea de Vandalia, hermana en el alfèizar de la palabra

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LINCE Y FLORA Lince y Flora A don Juan de Ovalle por su ascension al Nevado del Tolima Guayacanes El baño Aduar de amor Mañana Lluvia de oro al andar

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Sentimiento y razón De la vieja disputa entre sentimiento y razón que fatigó tantos espíritus y suscitó arduas pesquisas sobre ese aliento vital que conduce a la obra de Arte, y que de algún modo la modernidad denunció poniendo en franco desuso el avieso vínculo con los poderes sobrenaturales, recibimos de ofrenda una herencia de moldes literarios con los cuales los poetas de diversas épocas registraron su aplicación consciente al trabajo poético, disminuyeron la superstición según la cual la poesía era un asunto de musas, un diálogo inesperado y fortuito con la divinidad y propia de seres escogidos. El sentimiento más elevado del hombre era atributo de Dios y sólo Él, el innombrable, guiaría la escritura. Muy pronto los poetas advirtieron que la forma en que la obra debía acontecer le pertenecía sólo a los poderes humanos, era la razón del creador hurtada al creador del origen. La jornada cruzó los siglos hasta que de sublevación en sublevación le fue sustraída a la divinidad lo que aún era de su dominio, el gobierno de la sensibilidad. Los poetas habían descubierto que la forma era el contenido y que sentimiento y razón asistían con los mismos privilegios al taller del orfebre. Desde los hexámetros, yambos, ditirambos y trenos, las jarcias medioevales, cantos ejecutados con reglas exigentes, hasta los mesteres de juglaría y los mesteres de clerecía, se delata en el hacer poético una intención racional que distancia al poema de la espontaneidad y de su forzosa

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sujeción a los arcanos. Pero es en el Renacimiento y, de modo especial para nuestra tradición, en el Siglo de Oro Español, donde los poetas se aplican en la construcción de formas y metros que ligan al creador con su obra y lo despojan aún contra su voluntad de las cadenas invisibles del numen, así el bardo se confiese devoto de los poderes divinos. El villancico, el zéjel, la canción, el madrigal, la sextina, el romance, la silva, formas ajustadas a reglas y determinadas en muchas ocasiones por eventos de la cultura, son su legado. Pero, de todas estas formas, una de mayor tráfico entre nosotros, logró salir airosa de los avatares de las confrontaciones: el soneto. De ese lejano encuentro en Granada entre el dandi y diplomático italiano Andrea Navajero con Juan Boscán, en un día de 1526, nos quedó el soneto, técnica que se practicaba en Italia y que el poeta, que nunca fue diestro en él pero que consiguió logros superiores a los del Marqués de Santillana –hoy reconocido por su medianía literaria–, puso en conocimiento del gran poeta de la lengua española, Garcilaso de la Vega, quien habría de difundir la extraordinaria forma métrica de los dos cuartetos y los dos tercetos. La fórmula versal que cruzó la frontera y benefició la tradición poética en lengua castellana fue el endecasílabo, verso de uso exclusivo de grandes poetas italianos como Gianni, Dante, Petrarca. Su música constituida por un juego de alternancia de acentos renovó la poética española anclada en el octosílabo; produjo un camino de salida de los cancioneros populares y guió la poética, de la mano de este extraordinario artefacto, conocido como soneto,

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a un lugar donde podría unirse la dimensión lírica activada por la relación sensible con la naturaleza, una especie de mímesis primaria, con los fecundos procesos de creación del pensamiento. En el soneto se reúne de un modo explícito el sentimiento y la razón. Las vanguardias enfrentadas a la preceptiva literaria y a todas las expresiones que implicaran una coerción normativa en la ejecución de la obra de arte, lograron retirar de sus atavismos y de su desconcertante utilería, la rima y la métrica; sin embargo, el soneto sobrevivió a sus veleidosas agresiones, así descubrimos a Neruda destrozando sus reglas de composición al mismo tiempo que humilde le rendía tributo. Son memorables los sonetos ocultos en el poemario Trilce, emblema de la vanguardia latinoamericana. César Vallejo los descompone de tal modo que, a los ojos del lector desaparecen sus medidas, pero se conserva la compleja relación entre el sentimiento y la razón en la que el poeta peruano laboraba con exquisitez y riguroso deleite, no obstante, en mi criterio, aflige en estos ejercicios la liquidación de la música, que como decía Paul Valery, es la más pobre de todas las músicas, pero es nuestra música. En Jorge Carrera Andrade, el poeta ecuatoriano, percibimos el uso de esa herencia y sobre todo su aplicación a los endecasílabos. El joven Borges se pronunció, en aquellos sugestivos manifiestos del Ultraismo, contra las formas métricas y muy pronto devolvió sus pasos conmovido ante esa extraña combinación de cálculo y armonía. Tal como lo advirtió Dámaso Alonso:

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La fórmula está ya hallada en los introductores del dolce stil novo. Produce en seguida esa maravilla primaveral: el soneto de Dante. Poco después, esa criatura apasionada y exacta: el eterno soneto en que resuena el nombre de Laura. Pero en el fondo se trata de un juego, de un pueril artificio. Morirá en seguida… Debe morir enseguida… Nada de eso. La extraña criatura seguirá viviendo, seguirá extendiéndose por el mundo. Será nostalgia temblorosa en Garcilaso, apasionada ternura en Camoens, frenética y lujosa complicación en Góngora, ímpetu vital y salada gracia en Lope de Vega, hiriente sentencia, o zarpazo, en Quevedo. Invadirá el mundo, y con las mínimas modificaciones necesarias temblará otra vez de amor y de belleza en Ronsard y en Shakespeare, imprecará desgarradamente a Dios en Antero de Quental. Y pasarán los años y los años, irán modas, vendrán modas, y ese ser creado, tan complicado y tan inocente, tan sabio y tan pueril, nada, en suma, dos cuartetos y dos tercetos, seguirá teniendo una eterna voz para el hombre, siempre igual, pero siempre nueva, pero siempre distinta.

La audacia de Marga López, que celebramos en su libro La nave de Nausicaa, consiste en instaurar de nuevo, y de forma pública, el vínculo con ese sobreviviente artefacto de todas las alevosías que es el soneto. La poeta se sitúa en el verso endecasílabo y nos ofrece un conjunto de poemas donde acude con igual premura el paisaje, la celebración de los cambios, la vida cotidiana, los atónitos sucesos que enriquecen la memoria de los viajeros, las geografías del pasado que nos legaron la tierra que hoy somos, los descubrimientos que orientan nuestra ciencia, la religión y sus devociones. Así leemos en Hildegarda de Bingen.

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Atravesar el Rin en armonía y ver a Dama Caridad ligada a la divinidad, oír el día de Adán y el ángel en la piedra hablada.

Estos sonetos de factura ortodoxa –no obstante el legado modernista que hacía música con la asimetría de los acentos, disonancias célebres por la ubicación sonora de las palabras esdrújulas, de uso breve y cauteloso en Marga–, se sitúan en cualquier lugar de la memoria, toman de la anécdota el más olvidado vestigio, y la poeta con maestría le recobra su significado y lo pone en común para nosotros sorprendidos lectores que nos enteramos, como si fuera la primera vez, de un extraordinario suceso. Hipatia Biblioteca de Alejandría año 414 d.c. Lee a Aristarco y deja en el armario el rollo de papiro escrito en griego. Ya entendió el movimiento planetario, cada órbita al sol, arco andariego, abisal llama fruto solitario. En el jardín, un canto solariego le enseña en flor la luz del herbolario. Pasa al observatorio, canta, luego recita en alta voz un silogismo en la gran sala de filosofía. Sabe la honda justa del guarismo, toma a Esquilo y presiente la jauría. Sajada en el horror… ve en espejismo su carruaje hacia el mar, de Alejandría.

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Del mismo modo canta al amor y aunque el tema siembre zozobra por ser un tópico delicado que bordea la trivialidad y porque se halla atrapado en una forma de origen lejano, logra introducirnos en versos donde las palabras se desdoblan y con cierta picaresca intercambian sus sentidos, un juego de estirpe vanguardista, asombrosa huella encontrada en Lope de Vega, que la poeta, quizá inconsciente no puede eludir, pero que pertenece a nuestro modo de ejercer el oficio hoy. Mañana Te invito a mañanar amor ahora, al sábado de hoy en mayo, quiero, una amañada y boreal aurora hecha de junio y lunes, vos y enero. No mañanamos viernes, se demora abril en florear, tarde en su esmero una fiesta de jueves a deshora, un miércoles de marzo mañanero. Mañanemos un martes, julio llega, zarpemos en agosto hacia la casa. La luz de nuestro amor es andariega y en mañanares nuevos nos enlaza. Hoy es un mañanar, el día juega. Mañanemos amor… diciembre pasa.

El rigor de la forma es superfluo sin la libertad creadora, sin la voluntad de construir un mundo que nos redima del mundo, y la libertad creadora es fútil si no encuentra la forma adecuada para su

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acontecimiento. Decía Zaratustra: La libertad del esclavo se llama rebeldía, la libertad del guerrero se llama obediencia. Marga López nos hace una ofrenda que enaltece la poesía colombiana, pone a prueba su talento y su sensibilidad, se exige en su condición de guerrera donándonos estos bellos sonetos que tienen la facultad de unir el júbilo y el pensar. Julián Malatesta

Sola por las umbrías de Petrarca Sólo por ese verso de Petrarca: En su rostro la muerte se hizo bella, dedicado a su amada Laura, y escrito también, -los siglos ya han pasado-, al rostro de mi madre Rosa Emilia. Sólo por el soneto de Dante a los peregrinos y por el soneto V de Garcilaso. Por todos los sonetos de Lope de Vega y por este endecasílabo de Quevedo: Medulas que han gloriosamente ardido. (Medulas sin esdrújula, que aquí es llana la palabra, para mayor hondura del acento). Sólo por los sonetos de Borges a Spinoza: Labra un arduo cristal: el infinito mapa de aquel que es todas sus estrellas; se atreve uno a entrar, de nuevo, al laberinto. Extraña prisión del lenguaje, sueño cerrado, abadía en lago, casa de Asteriòn, donde Borges entrecruza las catorce puertas al infinito. En ciento cincuenta y cuatro sílabas hay que enclaustrarse y padecer las rigurosas leyes de las rimas del soneto clásico, al desamparo de un idioma escaso en la palabra precisa. Y alcanzar a descubrir que lo único que rima con alma es mariposa, o vela, o silencio. En tan breve silabario hay que hacer morar un cosmos y con la ondulación matemática de la música, además. Entonces, en el centro de la cámara inefable, con agujero de sol arriba, se corta el diamante y surge, diáfano, el misterio. Sensación de alto alivio de salida airosa, –si es que se vislumbra–, la que se experimenta luego del punto final en el verso catorce de un soneto.

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Cuando se va por la octava línea, por la segunda cámara de ese universo dividido por ocho, hay un descanso soberano, antes de entrar en las ondulaciones que faltan; la décima es la clave, la aldaba fundamental, porque sella el final. Como si todo lo anterior no bastara, quien escribe no manda el soneto, al decidir las rimas iniciales, el poema se hace solo y toma otras vías al antojo de su andar. “Aliento no humano, la inspiración “, decía Meira Delmar. Hay que aprenderlos de memoria, hay que emprender el regreso a la literatura oral, para entenderles el disfrute. Volver a decir, con entonado acento, el soneto de Luis Carlos López a su ciudad nativa: Ya no viene el aceite en botijuelas. O el Paisaje Tropical de Silva: Magia adormecedora vierte el río, O los de León de Greiff: Pero es tan bello ver fugarse los crepúsculos… Pura locura escribir un soneto al sol de hoy; juego muy serio, ajedrez de ciento cincuenta y cuatro casillas; bien pasado de moda, barroco, churrigueresco y rococó, el soneto se ha quedado bien solo en las galerías sombrías del lenguaje; máscara de museo egipcio, a la cual ya nadie mira, por no tomarse el empeño de bajar a la cripta. Sin embargo, valió la pena hacer varios sonetos a estas horas de la vida y defender el derecho al laberinto, a ese tanteo a tientas en lo oscuro y por haber logrado unas líneas de algún mérito: por ese soneto visionado al leer a Dante, donde los supliciados no pueden llorar, por esa lágrima dura en el último renglón; por el dolor de Ts`ai Yen, asistir a ese don

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palpitante de sus dieciocho poemas y dividirme con ella, entre el cielo y el corazón, al dejar a los hijos en la tierra de los hunos; por la abadesa Hildegarda de Bingen, quien visionó el halo que se formaría en el cielo a su muerte; botánica, sanadora, teóloga de la Dama Caridad, la parte femenina de Dios, mujer música, nos dejó un libro: “La lengua ignota”, donde se escuchan las novecientas palabras que Adán habló con las piedras y los ángeles en el paraíso. Siempre faltarán sustantivos para decirla. Por la estrella Albatros, en la galaxia de Magallanes; esa ave magna, transfigurada en las geografías invisibles de su amaraje, bajo el azimut de la luna. Por Epifanio Mejía Quijano, pariente muy cercano de don Alonso el Bueno. El poeta veía un hada, Amelia, en su celda de tierra apisonada, en el manicomio de Bermejal, en Medellín; esperaba un cargamento de sedas que le llegaría de Francia. Cuando Juan de Dios Uribe le contó las penurias de Jorge Isaacs en el Tolima, soñó compartir con él toda esa riqueza imaginaria. Quería hacer un poema que contara la historia del mundo, para enviarlo a Yarumal. Poseía una isla lejanísima, –hay una de nombre semejante en los mares australianos–, donde vivía Zaida. Valió la pena regresar a 1913, oírle repetir sus poemas de mañanas luminosas y traerse en el alma su tristeza. De pronto Marco Polo, en su celda, contando mirabilias al escribano Rustichello de Pisa, y éste, aumentando o recreando a su parecer lo que oía, se aproxime a uno de los símbolos del poeta; ambos, el narrador y el oidor, en infinitas direcciones, son la poesía.

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Imagino al novio de Donata, solo por una calle de Venecia, alejado aún en su reino de Melibar. Quién tendría la paciencia de escuchar a un soñador de mundos… Invoquemos un fuego medieval para esta lectura. Mientras tanto, imaginemos a Hipatia, sola, de espaldas a nosotros, entrar en ese mar de Alejandría; o a Meira Delmar, niña en el sol de su escuela, descifrando ella sola el arco iris. Esta es una nao formada por quinientas setenta y cuatro lajas de madera noble. Nausicaa, la hija de Homero, va más allá de las costas de Odiseo y de las seguridades de su mar semicerrado; continuará, arriesgada hacia el océano de lo desconocido, farera sola entre el enjambre de las estrellas. Mientras vuelve, sigamos Juan contando guaya­ canes... Marga López Díaz. Casa de campo “Bonanza “. Oriente de Antioquia. Agosto 2011

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Jesucristo Cuando llegues, la lumbre no estará bajo el velo y nacerá del agua la palabra sentida. Todos los actos simples volverán del anhelo y un ave –o una hoja– compendiará la vida. Tres círculos felices, de cantares al vuelo, sellarán la constante mutación de la herida y la sola plegaria, como siembra en desvelo, te hallará, verdadera, como lucha ofrecida. Más allá de Tu Puerta, la sublime pastura, la fortaleza libre con el poder del ruego y la sangre nutrida, de infinita frescura. En la casa del hombre, por la sombra en relego, Tú, La luz bajo el velo de la ceguera oscura, esperas, silencioso, que quiera ver, el ciego. 1977

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LOADAS SEAN

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El dolor de Ts`ai Yen Poetisa china, siglos II al III

La tienda de los hunos raja al viento arena y amargor, hondo desvío. Silenciada rechazo el alimento, mi cítara es pesar, cantar umbrío. Junto a la gran muralla mi lamento. Pace una oveja su candor y ansío, acordar a mi ser su pensamiento y posar este sabio dolor mío. La hoguera sume en el desierto helado mi palpitar de amor de madre extraña. Con gorritos de fieltro he abrigado este amor a los hijos, en mi entraña dos tierras separadas, desgarrado va el cielo al corazón…tras la montaña. 2009

“Poetisa de talento y sensibilidad indudables, quien dejó en sus “Dieciocho compases para ser cantados en la trompeta de los hunos”, su experiencia al ser robada por las tribus bárbaras y su casamiento con uno de los jefes. El emperador Ts`ao Ts`ao consiguió su rescate, pero ella llora al volver a su China natal la ausencia de sus hijos bárbaros. “ Poesía China. Selección, traducción y prólogo de María Teresa León y Rafael Alberti. Compañía General Fabril editora, Buenos Aires, 1960. Pág. 12

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Hipatia Biblioteca de Alejandría, año 414 DC

Lee a Aristarco y deja en el armario el rollo de papiro escrito en griego. Ya entendió el movimiento planetario, cada órbita al sol, arco andariego, abisal llama, fruto solitario. En el jardín, un cacto solariego le enseña en flor la luz del herbolario. Pasa al observatorio, canta, luego recita en alta voz un silogismo en la gran sala de filosofía. Sabe la onda justa del guarismo, toma a Esquilo y presiente la jauría. Sajada en el horror…ve en espejismo su carruaje hacia el mar, de Alejandría. 2009

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Hildegarda de bingen Abadía de Rupertsberg, 17 de septiembre de 1179

Atravesar el Rin en armonía y ver a Dama Caridad ligada a la divinidad, oír el día de Adán y el ángel en la piedra hablada. Vivir el Buenamor de la Abadía entre el laude y el arce a la alborada y hermanarse a Dama Sabiduría en la celda al fulgor santificada. Música milagrosa en la escritura. Melisma de los aires al salterio. Sus caminos alabe la criatura. “ Yo, pobrecita forma “ en cautiverio, veré en visión el halo de dulzura y la luz coronada en el misterio. 2009

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Barbara Caballero Por mucho tiempo, en las noches de luna su sombra se perfila, franca y precisa, en cualquier pared de esa plaza; aparece después un poco vaga; al fin, de ningún modo, porque las sombras de los muertos también mueren. Don Tomás Carrasquilla. Palabras finales de su obra: “La marquesa de Yolombó.“

Fernando de Orellana. Ella reza jaculatorias diarias por su vida, por la ira y el odio, la vileza, y la burla y la afrenta sin medida. En su vagar, es solo la marquesa que duerme en breve lecho, ya vencida. Después de la locura, la simpleza de remendar y ornar la hoja leída. Va por el corredor, en la chambrana enseña la doctrina y ve el sembrado. Un azulejo posa en la ventana. La costura al revés y el agua al lado. En el sol de su última mañana, bendice el fiel dolor de haber amado. 2009

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Safira Hoy me ha mirado un tigre siberiano. Hoy, demudada en Maga o Artemisa, libo el aire del vino meridiano y me glorío en abrazar, Felisa, a mi energía de animal ufano, a mi antigua santera profetisa, al inspirado temple azul liviano de mi substancia lenta e insumisa. Hoy se miembra la rótula del paso. ¡Fuera! la plañidera del espliego. ¡Fuera! la tribulada muda en lazo. Hoy conjuro a la tierra, me almo, siego, me agazapo en sibila, soy mi vaso. Hoy me ha mirado un tigre ¡ y voy de fuego! 2007

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Amelia Earhart Océano Pacifico, 2 de Julio de 1937.

Mar de Arafura ayer. Tiempo nublado. La línea más ancha es mi andadura. Y volar sobre el mundo nunca andado, Ìcara sola al sol de su aventura. Este ímpetu de vuelo apasionado, esta energía viva en la cordura, este sobrevolar el miedo anclado en la niebla sumida en la espesura. Navego ahora por mi sombra, llegan las amadas colinas, madre…el cielo, las grutas del Missouri… se me anegan los ojos de no ver la isla, anhelo no sentir el morir. Nubes me ciegan el abismo y el mar. Me lanzo al vuelo. 2011

El deseo íntimo de volar sola sobre el Atlántico no era novedad para mí. Ya antes lo había hecho. Todos tenemos un Atlántico personal que sobrevolar. Cuando alguien tiene el intenso deseo de hacer algo que se opone a la tradición, a la opinión de los vecinos y al llamado « sentido común « -eso es un Atlántico...» Amelia Earhart. Revista National  Geographic. Vol. 2, No. 1, enero 1998. Editorial Televisa, México DF. 2000.  Pag. 130

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Meira Delmar Jazminera de Arabia, sinfonía, hada de la añoranza, corza alada, áurea rosa de melancolía, Olga Isabel del mar, Alicia amada. Una gracia constante descendía sobre tu ser de luz, lluvia enmayada, el amor te selló en la lejanía y te dejó la frente diademada. Niña en la escuela el sol en la ventana te enseñó la belleza suspendida en un simple tamito azul de lana. Ola roja en la tarde, resurgida, siempre serás el mar que nos hermana al poema incesante de la vida. 2011

“Empecé a creer en la poesía una vez que estando en el aula de la pequeña escuela donde aprendí las primeras letras, vi filtrarse un rayo de sol por la ventana: finas partículas de polvo danzaban en el trazo luminoso, y repetían los colores del arco iris. Tal vez intuí en ese momento que la belleza, sinónimo de poesía, puede habitar no sólo en el cielo, sino también en el sencillo recinto donde la maestra enseñaba a separar en sílabas las palabras. “ Meira Delmar. “Meira Delmar poesía y prosa”. María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio, Ariel Castillo Mier. Editores. Ediciones Uninorte, Universidad del Norte, Barranquilla, 2003, pag 517.

LOADOS SEAN

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Marco Polo

Prisión de Génova, año 1298

El escribano surca el mar cerrado más allá de la celda genovesa. Navíos de alcanfor, oro bordado, navíos de jengibre, la corteza de los sándalos rojos, alejado el reino de Cipango, la rareza del ámbar de Zanzíbar, fabulado el reino de Samudra, ligereza de huella de Pamir. El escribano mira en el fuego medieval el cuento del soñado viajero veneciano. Marco Polo será el encantamiento. Vivirá de mil mundos, no va en vano la maravilla en su navío al viento. 2011

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Magallanes al cruzar el estrecho de su nombre Capitano generale lacrimó per allegreza Antonio Pigafetta. Noviembre de 1520.

La vela llega al abra. Decidido el capitán se adentra en la ensenada. Vientos de nieve y roca han descendido y cimbrean la gavia aparejada. Ronda el bajel su laberinto herido y el cielo anubla a la bahía helada. Fuegos de hierba, lejos, se han prendido y no halla hondura abajo la plomada. Por fin verdores a estribor. Encima la Cruz del Sur vigila un pez volante y al Cabo Deseado se aproxima el galeón sufrido. Anhelante la voz ¡thalassa! fúndese y lagrima al solo corazón del navegante. 2010

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Avistamiento de la estrella albatros en la galaxia nube de Magallanes Tal vez alguna noche al sur del viaje como Odiseo un hombre vio su vida escrita en las estrellas, al viraje de una galaxia a su navío asida. Y un albatros, al signo del estiaje, formó una nebulosa sumergida al solísimo fiel de su amaraje con sola luna en azimut habida. Todo el mar en un hombre ensimismado, todo el negror, todo el abismo arriba y el dolor en silencios amurado. Un hombre nube por los astros iba, bajó los ojos y miró alelado de un albatros pasar…la sombra altiva. 2010

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Galileo En alguna luna de 1609

“Oh rosa mía gentille “…alba mía, laudaba en su laúd, enamorado, por calle angosta de la mercería, cuando Bianca Capello había pasado. El hijo del pañero, fiel, abría la pirámide al centro figurado y en la balanza de agua sumergía el sol en la jofaina asoleado. Una noche de Padua a la hora lumbre, solo y más solo en la vigilia pura, vio el milagro acercado de la cumbre y la hondonada sombra de la albura. Y contempló la luna en mansedumbre como una rosa ungida en la espesura. 2002

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Jorge Isaacs Tu libro a nuestras almas es el bruñido espejo Guillermo Valencia. Cabe la vida entera en un soneto. Manuel Machado. “Alfa y omega”.

“Era yo niño aún…” el tiempo vaga el árbol y los pasos de María. Era un manojo en flor, el frío amaga la casa solariega al mediodía. Era el Dagua y Felisa… un aire apaga en Chile un canto de Araucanía. Y la noche guajira…el millo halaga al Cauca en su valle, todavía. Y fue el Tolima al fin. Las soledades arraigan a la piedra su vacío. La humildad de la gloria da orfandades. El Combeima a la casa da el rocío. Y el hijo de Manuela, de bondades, abrigó el alma al corazón del río 1999

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Epifanio Mejia Quijano Y mis mañanas, bulliciosas y alegres, llegan a casa .

Viajador de su tierra apisonada en la celda bermeja. Un Caunce umbrío, asilo de agua para Amelia el hada, hechiza el aire en su avidez de río. Zaida espera al poeta, floreada en su isla de sola. Un desvarío la une al espejismo, visionada en el muro de asfódelo sombrío. La sedería llegará e Francia y el poema del mundo celebrado saldrá hacia Yarumal, desde la estancia. Quijano vuelve de su mar ansiado. Y en el vagar de su vagabundancia, la celda es ancha…y el dolor labrado. 1998

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Omar Rayo Yo vi la nebulosa, vi su brillo, vi en Asia una mañana mandarina, vi en una tempestad el amarillo y en un manglar verdor de luz salina. Vi el rojo en un anturio un mar de millo, vi un espejismo en una flor beduina, vi un samán desdoblado en Roldanillo y una clara ventana submarina. Vi lo azul en el sol, la curvatura de una tijera herida, su mutismo, vi la sombra en un Rembrandt, su negrura vi el nudo de Moebius, vi su abismo, vi la hija en el blanco y la pavura de la gran soledad…me vi a mí mismo 2010

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Panis Angelicus En la mesa tendida en la bonanza, el mantel de lomillo ha dibujado una jarrita azul, una alegranza, un ave y una hoja un sol morado. Y entre la canastilla dulce y mansa una hogaza de pan bien horneado aroma el corazón, huele a templanza, germen de trigo, soya, arroz, salvado. Pan de mañana simple, pan amable con agua de panela o miel querida. Mermelada de mora inolvidable untada a la frescura bendecida. Remojado en la leche ¡oh inefable, alimento sencillo de la vida! 2007

ADAGIO PARA OBOE DE AMOR A Juan Mario Díaz Arévalo

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Soneto del amor desolado Junto al muro los ojos. El afuera me olvida, no me ve, se transfigura. Entro por las paredes. Soy una esfera resguardada en la tierra. Luna oscura. Me alumbro hacia mí misma. Compañera de la víscera fiel a la osatura, soy adentro la sangre, luna velera que navega en el mar de su envoltura. Es mi razón de amar, en desolado, desnuda de abrazo, luna vencida. Detrás de la pared, un muro amado vuelve a guardarme tu mitad perdida. Y así en el fondo de mi amor sellado, tapiada en el dolor, entro en la herida. 1998

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Marga López Díaz

La puerta de la Myrrha La puerta de la myrrha bien sellada y el corazón, aljaba del olivo, suplica reposar en la morada del corazón que guarda el amor vivo. La puerta del silencio bienamada y el corazón, por días opresivo, firme a la llave azul de la mirada, vigila estacionado y sensitivo. Nómade corazón alucinado, frente a una muralla fortalecida. No hay rendija de entrar, todo es cerrado. Y el corazón, enigma de salida, escucha un palpitar acompasado al otro lado oculto…de la vida. 1998

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¡Llama! Muda tu voz. No llama el aire ahora. Muda la soledad, luz reverente. La sombra de mi nombre se demora ante el umbral de tu llamar ausente. No es el hilo de agua de la aurora ni el aromar de noche en el ambiente. Es el hablaje umbro. Nada sonora. Sahara del vagar, indiferente. Tu voz a mí se niega como un fuego quebrado en el manar de la saliva. Llama a la casa, llama, va mi ruego por ondas y arcos, llama… onda esquiva. Pronúnciame de amor y calla luego. Nómbrame, di mi nombre y hazme viva!. 1998

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Marga López Díaz

Amar en solo amar solo navio Amar en solo amar en lo imposible lejano de la tibia pesadumbre guarecido en la paz de lo indecible limpio en la solidez de la costumbre. Amar en solo amar en lo terrible de no entender pavor y reciedumbre. Saber que se ha de amar en lo morible y reservarse solo en mansedumbre. Canto de rueda complacida en río goce de fuerza núbil desafiante sabia lágrima alta en el vacío. Amar en solo amar en lo constante. Y en el pasar de vientos, ser navío alejado en su amar, solo y distante. 1998

La nave de Nausicaa

Liturgia del amor votivo Liturgia del domingo de Isaías, entrada en la ciudad del ramo ungido, así el amor, un pomo de alegrías, en su horario de laudes, bendecido. Salmo de adviento para amar los días. Uno Corintios Trece, renacido. El ángel trae mes de epifanías, seráfico donar de amor tejido. Habito en Nazaret adolescente. Mirto y címbalo. Coro del salterio. Escribana de maga hacia el oriente. Lámpara en voto. Flor de sahumerio. El Verbo hace al amor ser inocente y lo eleva, gaudioso en el misterio. 1998

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Marga López Díaz

Los vagabundos de Borobudur Juego del viaje de Lisboa a Nara. Vagabundaje de Mombasa a Oruro. Absorbidos de árbol en Ankara. Pájaros inasibles en Zamuro. Una calle de Roma a Fuente Clara, El Trastévere huele a vino puro y nos ensueña en Vedas de Negara en la isla de Bali un hombre oscuro. Vámonos por las pampas de amaranto. Breve es la tierra y ancho el amaraje. Un bambú canta en Angkor Vat su canto. Chagall deja un cordero en el paisaje. Hora de leva al sol del agapanto. Vámonos por la risa… ¡alista el viaje! 1998

La nave de Nausicaa

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El canto mismo Levatemi dal viso i duri veli Canto 33, verso 112

Como en ese pasaje inolvidable de Dante en el Infierno junto al hielo, bajo el cristal del frío irrespirable un suspirante clama por su duelo. Cada lágrima vuelve a lo entrañable, no brota en el llorar de su consuelo porque se hiela entre la faz helable y forma sobre el ojo un duro velo. Coraza vertical de frío rojo que vuelve en el cantar del desterrado a quemar una lágrima en su ojo. Glaciar coraza del amor velado que regresa a la entraña de su alojo por su lágrima dura desamado. 1998

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Marga López Díaz

Antes de Garcilaso en el fablar Colgad en vuestro carro mis despojos

Guiadme golondrina a la alabanza orhuela, vientecillo, sed mi guía. Cantad vihuela agora mi alegranza torres, puentes, dezid la fidalguìa. Non osaré trovar vuestra olvidanza no alongaré d’ esta umanal porfía, omillo la cerviz en perdonanza juro d’ amor fermosa juglaría. Farina soy de escuro sofrimiento, vagarosa en fablar de mi tristura muger en su leal defendimiento bienamadora en puerto de folgura, guarirme en vos deseo en juntamiento. A laúdes fabladme, sed dulzura. 1998

La nave de Nausicaa

Estancia de los merecimientos No merece este amor gesto amoroso, no merece esta voz maravillada ni esta hoguera de fuego memorioso ni esta cántiga en loa enamorada. No merece este amor a vos dichoso mi gavilla de días ofrendada, esta folía fiel amando en gozo esta fragilidad de vos dejada. No merece este amor contentamiento. En la estancia solemne del olvido debe aislarse en apacible aliento. Este amor lleva un claustro florecido y en el obrar de su merecimiento crece y se alumbra en buen amar prendido. 1998

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Marga López Díaz

Lazo de afelios Muerte niña, sentémonos unidas, muéstrame el resplandor de lo innombrado, recibamos el alba compartidas, dame la bruma al borde de tu lado. Palpemos invisibles recogidas, éntrame al lontanar desapegado, regocijo de niñas escondidas en su juego de ver lo oculto hallado. Pásame de tu orilla el lazo vivo del amor, que entrelaza mi ventana a tu afelio de astro relativo. Y al hombro déjame la rosa humana de tu rozar en hálito furtivo, niña en la muerte y el amor, hermana. 1998

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La nave de Nausicaa

Singladura Vela para sueñeros.

Hora de los sargazos. Navegamos un salomar de adelfas verdeantes. Se abre en alhaja el tiempo. Vadeamos alminares de hadas deseantes. Hora de los nautilus. Desandamos la hondura y los abismos semejantes. Una medusa ciega. Nos alejamos a las lentas burbujas abrazantes. Es medianoche. Descendemos dunas a la hora del limo incandescente. El aguaje nos siembra de maithunas, nos ovilla en madeja reluciente. Madre antigua devana las alúnas y nos teje en el ámbar transparente. 1998

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Marga López Díaz

Aziz y Aziza Uassalam, ¡Oh Aziz de mis ojos! Noche 128.

Aziza amaba a Aziz en la paciencia bajo el sol de Ispahan, en su mirada la elipse imperturbable de la ausencia esplendía su lumbre, resignada. Proveía el ropaje en la obediencia, la taza de azufaifas, perfumada, la hojaldra y el jarabe, munificencia de su alma en deleites, abnegada. Sibila de su Aziz, ella sabía descifrar los espejos y el narciso, gacela hilada en seda, defendía su pradera de Job, su amor sumiso. Aziz no vio su Alhambra al mediodía y Aziza halló, negada…el paraíso. 1998

La nave de Nausicaa

Luna de jaguar Mañana del copal, selva y resina aromosas de lunes junto a enero. Asunción de tu voz, onda felina en el ara del voto mañanero. Yo sin saber mi ser, luna sabina sin morada refleja ni asidero. Una mujer de verde, Melusina, negado tacto, renunciar austero. Amarillo al acecho de la duda, un anhelar de aldabas con seguro, un anudar de amor que no se anuda. Vi el resplandor secreto de oro duro en tus ojos solares de agua muda y fui la luna en un jaguar oscuro. 1999

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Marga López Díaz

Abadia del viento En Orden d’ enamorado y ell ábito recebido. Jorge Manrique de Lara.

Pavana de Fauré, lenta en andares, hacia un solaz de muros apacibles, de monasterio en lago, de olivares, a sosegados reinos inasibles. Exilio de navío en desamares, la jarcia atemperada a las sufribles vaguedades del aire a los azares de sedes, hambre y soles inmovibles. Irse de la mirada perdurable, (ojos glaucos de mucho miramiento), huir de ausencia en gozo deleitable. Y en Orden del Amor sin mudamiento, Profesar sin hallar presencia amable. Salmo de aurora, mi abadía al viento. 1999

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La nave de Nausicaa

Soneto con una huella de Sahara Pastores los que fuereis, allá por las majadas al otero, si por venturas viereis aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero. San Juan de la Cruz

Asselam Aleikum. Día Sahara. Vuelve Gacel, targuí de cobra asida, de escorpión rojo y tahalí de Asmara, amor de Laila hacia la noche huida. Y es en la tarde. Un aire de mampara guarda diciembre al sol de la partida. Y es un domingo en mansedumbre clara, solsticio de sol muisca, tarde unida. Prodigio de domingo sabanero, atisbo de dulzura aparecido por una fugaz lumbre, sol velero. Manso milagro del amor herido, majada de San Juan por el otero. Hoy te he visto y hallado, te he perdido. 2008

ALBRICIAS A DOÑA CASILDEA DE VANDALIA Al comienzo del libro de Guiomar Cuesta Escobar, a la manera de Cervantes.

La nave de Nausicaa

De Lindaraja, princesa de la Alhambra, a la muy deleitosa Casildea de Vandalia, dama de la gloriosa imprenta Apidama Lanzada en ristre contra las mudeces de las féminas, Alta Casildea, Caballeresa de la Luz, te acreces en cada voz, por quien asaz te lea. En Hablajes del Agua te apareces, defiendes el candor de Melibea, eres Aldonza si al andar floreces, eres Marcela, del honor, presea. Quijotesa cimbrada en la cordura, Sancha de Barataria y de La Umbría, Oriana de Amadís, Ínsula Pura. Te acompaña del Sol la valentía, te dio la Luna grácil armadura y Antares te nombró: Sabiduría 2008

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Marga López Díaz

De Inírida, hada de los raudales del Jirijirimo, a Casildea de Vandalia, flor de los mares de Utría Jaramaga de envía la guirnalda de nueve flores a tu andar ungidas, bosques de la Princesa Risaralda aroman tu pasar. Y las lucidas fuentes en el albor de La Giralda te dicen amorosas bienvenidas. En la mano te deja su esmeralda una Maga de Muzo. Florecidas regresan las sibilas a ofrendarte los enigmas de Delfos, La Encantada. Una rama de olivo es tu baluarte. La Libertad tu plena llamarada. Y de lo Azul, el ángel, Flor del Arte, desciende para ti, la Voz Sagrada. 2008

La nave de Nausicaa

De una juglaresa mora, hija del reino de Fez, a la muy donosa Casildea de Vandalia, hermana en el alféizar de la palabra En hablajes del Fuego eres el Agua y en el sonido fiel del silabario tejes la a de alfas a la fragua de cada verbo en su afinado almario. En la dichura de decir: Talagua almohada, cantar, nube, santuario, aljibe, melonar, ser, Chimichagua, Abenamar, mujer, niñez, herbario, te saludo en un silbo mañanero. Soy anáfora, aliso y alborozo. Albatros soy, un mirlo, un sonajero de oveja de San Juan cerca del pozo. Soy juglaresa al signo del jilguero y te saludo en el umbral del gozo. 2008

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LINCE Y FLORA A Don Juan de Ovalle

La nave de Nausicaa

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Lince y Flora En nuestro idilio los mirtos hablan.

La flor del frailejón es aladina, concede a la mirada una presencia de alba paramuna y alma andina, de laguna de Otún y agua de esencia. Nuestro beduino amor de casta fina va por dunas de clara adolescencia y enlaza guayacán y anacardina a la huella constante de la ausencia. Cómo entender el aire de la espora, el gozo volandero, la mudanza en libélula y flor del ser ahora. Cómo decir la sola bienandanza. Deleitoso vivir. Van Lince y Flora por su amarilla bienaventuranza. 2009

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Marga López Díaz

A don Juan de Ovalle por su ascensión al Nevado del Tolima



Sus pensamientos son como un crepúsculo de los Andes. James Joyce.

Hacer cumbre en silencio sosegado y subir a ser ave sola en brío. Nevado ser en sol atemperado y ser agua y ser llama en cumbrerío. Perplejidad de azul. Aire esenciado en Huila y Huaylas, cascarón de río. Ofidio de Urubamba. Cerro anclado en su niebla de ser, roca y navío. ¡Ah! ¡Los Andes!, prodigio solferino, cima del Huascarán, lumbre cimera y blanca de Perú en su cielo andino. Cotopaxi de medio mundo afuera. Ser Chile y Aconcagua en fiel destino y hondura ser, de astro y cordillera! 2009

La nave de Nausicaa

Guayacanes Vamos contando guayacanes, vemos catorce a la bajada de Quinchía. El Carambá nos vio, siempre sabemos otear hacia un cerro la alegría. Setenta y cinco van, no lo creemos, vamos bajando Anserma todavía. A la derecha el amarillo olemos… ¡setenta y siete! hasta Belén de Umbría. Amarillo amarillo silfo al viento. Azul sílfide azul cobalto duro. Amarillo de azul recogimiento. Párvulos vamos al andar seguro y de pronto en el valle ¡incendiamiento! vemos el ciento dos, por sobre el muro. 2009

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Marga López Díaz

El baño Agua de manzanilla, lento oro en la jofaina de la dicha pura. Sobreaguar del pezón, en el decoro de un pétalo dejado a su blancura. Barquito de canela, el jabón moro va del ombligo al surco de pavura. Dentro del agua es fácil el azoro y el desvío a la débil curvatura. Una caléndula, leve anagrama, navega por el muslo, curativa. Y el aceite de almendras emparama a la mano que viaja a la deriva. Te levantas y el agua me derrama un salivar de miel y leche viva. 2009

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Aduar de amor Un recuerdo de Playa Blanca junto a San Antero.

Agua de coco, palma, lecho y mesa, aljibe junto al mar, agua libada, aromosa frescura en la tibieza de tu rostro al mirar una bandada de nueve aves santas, realeza en pluma y ojo y ala enmadejada. (Un cangrejito afina la pureza de la arena en el agua sombreada). Somos agua sandía, agua ciruela, poema de Naloko, agua de aljibe, gente de Mongodoro centinela del agua lluvia donde el canto vive. Savia de melonar, la brisa vuela sobre este aduar de amor, agua caribe. 2009 Islas Fiji. Melanesia “El viento sopla sobre los grandes montes de Mongodoro… sopla entre las rocas de Mongodoro y también entre los rizos de Naloko. Tú me amas Naloko y yo te soy fiel. Si me olvidaste no conocería más el sueño. Si estrecharas a otra en tus brazos, cada comida tendría para mí el sabor de amarga raíz. El mundo estaría atrozmente privado de felicidad, sin ti, mi joven esbelto, de las anchas espaldas, de la fuerte nuca.“ Antología de poesía primitiva. Selección y prólogo de Ernesto Cardenal. Alianza Editorial, Madrid, 1979. Pág. 87

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Marga López Díaz

Mañana Siempre mañana y nunca mañanamos. Lope de Vega

Te invito a mañanar amor ahora, al sábado de hoy en mayo, quiero, una amañada y boreal aurora hecha de junio y lunes, vos y enero. No mañanamos viernes, se demora abril en florear, tarda en su esmero una fiesta de jueves a deshora, un miércoles de marzo mañanero. Mañanemos un martes, julio llega, zarpemos en agosto hacia la casa. La luz de nuestro amor es andariega y en mañanares nuevos nos enlaza. Hoy es un mañanar, el dia juega. Mañanemos amor…diciembre pasa. 2010

La nave de Nausicaa

Lluvia de oro al andar El valle de Cócora nos embarga, hay una piedra nuestra junto al río, abonado tu andar de arcilla marga ofrendado a mi ser el palmerío. Nuestros los tulipanes, se aletarga el helecho en su arbóreo añerío, una ceiba rosada nos alarga esta vida de estambre y sembradío. Vivo el suribio al mimo de su antera, vivo el totumo y el uvito alados, morácea mujer, cadmia velera. Mimosácea lumbre. Amparados bajo un samán de luna y a la vera filamentos de amor, entrelazados. 2011

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Este libro se terminó de imprimir en el mes de septiembre de 2011 en la Unidad de Artes Gráficas Facultad de Humanidades Universidad del Valle

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