Esta traducción fue realizada por un grupo de personas que de manera altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a traducir, corregir y diseñar libros de fantásticos escritores. Nuestra única intención es darlos a conocer a nivel internacional y entre la gente de habla hispana, animando siempre a los lectores a comprarlos en físico para apoyar a sus autores favoritos. El siguiente material no pertenece a ninguna editorial, y al estar realizado por aficionados y amantes de la literatura puede contener errores. Esperamos que disfrute la lectura

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Argumento Un ángel caído con unas características medias y un mohawk, Hades ha pasado miles de años sirviendo como Carcelero del Inframundo. Las almas que el guarda son tan malvadas como vienen, pero pocas se atreven a cruzarse en su camino. Todo eso cambia cuando una sexy ángel caído se infiltra en su prisión, y sin querer inicia un motín. Es bastante fácil sofocar un levantamiento, pero por primera vez, Hades se debate entre repartir justicia —u otorgar misericordia— a la hermosa mujer que podría ser su salvación... o su perdición. Gracias a su participación involuntaria en la trama de otro ángel para empezar el Armagedón, Cataclysm fue expulsada del Cielo y ahora es un ángel caído al servicio del jefe de Hades, Azagoth. Todo lo que ella quiere es redimirse y volver a donde pertenece. Pero cuando se queda atrapada en el territorio de la prisión de Hades con solo un Hades engreído pero irresistible para ayudarla, Cat encuentra que donde pertenece podría estar en el lugar que menos espera...

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Acerca de Larissa Ione Veterana de las Fuerzas Aéreas, Larissa Ione abandonó la carrera como meteoróloga para perseguir su pasión por la escritura. Ha publicado ya docenas de libros, golpeó varias listas de los libros más vendidos, incluyendo el New York Times y USA Today, y ha sido nominada para un premio RITA. Ahora pasa sus días en pijama con su ordenador, café fuerte, y los mundos de ficción. Cree en la celebración de todo, y nunca sería atrapada sin una botella de champán frío en la nevera... por si acaso. Después de una docena de mudanzas por todo el país con su esposo ahora retirado de la Guardia Costera de los Estados Unidos, se ha instalado en Wisconsin con su esposo, su hijo adolescente, un gato del refugio llamado Vegas, y su propio sabueso del infierno, un King Shepherd llamado Hexe. Para obtener más información acerca de Larissa, visite www.larissaione.com.

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Agradecimientos Cada historia presenta desafíos únicos para un autor, y cada historia hace que el autor aprecie a los que le ayudan a hacer el mejor libro que puede ser. En su mayor parte, Hades jugó bien, pero tengo que dar las gracias a Liz Berry, Kim Guidroz, y Pamela Jamison por todo su duro trabajo entrenando a Hades y poniéndole en forma. ¡Os quiero, señoras! Solo desearía que a Hades no le hubiera gustado tanto la flagelación...

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Mil y una noches oscuras Érase una vez, en el futuro... Yo fui un estudiante fascinado con las historias y el aprendizaje. Estudié filosofía, poesía, historia, lo oculto, y el arte y la ciencia del amor y la magia. Tuve una vasta biblioteca en la casa de mi padre y coleccioné miles de volúmenes de cuentos fantásticos. Aprendí todo sobre las razas antiguas y tiempos pasados. Sobre mitos, leyendas y los sueños de toda la gente a través de los milenios. Y cuando más leía, más fuerte se hacía mi imaginación hasta que descubrí que era capaz de viajar en las historias... hasta realmente ser parte de ellas. Ojalá pudiera decir que escuché a mi profesor y que respeté el regalo, como debería de haber hecho. Si así fuera, no estaría contando esta historia ahora. Pero era temeraria y estaba confusa, presumiendo de valentía. Una tarde, curiosa con el mito de las Noches de Arabia, viajé atrás en el tiempo a la antigua Persia para ver por mí misma si era verdad que cada día Shahryar se casaba con una virgen nueva, y luego enviaba a su esposa del día anterior a ser decapitada. Fue escrito y había leído, que en el momento en que conoció a Scheherazade, la hija del Visir, había matado a mil mujeres. Algo fue mal en mis esfuerzos. Llegué a la mitad de la historia y de algún modo intercambié lugares con Scheherazade —un fenómeno que nunca había ocurrido antes y que todavía hasta hoy en día, no puedo explicar. Ahora estoy atrapada en el pasado antiguo. He tomado la vida de Scheherazade y el único modo en el que me puedo proteger y permanecer con vida es hacer lo que ella hizo para protegerse y seguir viva.

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Cada noche el Rey me llama y escucha mientras tejo historias. Y cuando la noche termina y rompe el amanecer, me detengo en un punto que lo deja sin aliento y anhelando más. Y así el Rey perdona mi vida un día más, para poder escuchar el resto de mi cuento oscuro. Tan pronto como termino una historia... comienzo con una nueva... como la que tú, querido lector, tienes ahora.

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Glosario El Aegis: Sociedad de guerreros humanos dedicada a proteger al mundo del mal. Una disensión reciente entre sus filas redujo sus números y envió al Aegis en una nueva dirección. Inner Sanctum: Un reino dentro del Sheoul-gra que consta de 5 Anillos, cada uno contiene las almas de los demonios clasificados por su nivel de maldad como lo define el Ufelskala. El Inner Sanctum está dirigido por el ángel caído Hades y su personal de alcaides, todos ángeles caídos. El acceso al Inner Sanctum está estrictamente limitado, ya que los demonios contenidos pueden tomar ventaja de cualquier objeto exterior o persona viva con el fin de escapar. Emim: La descendencia sin alas de dos ángeles caídos. Los emims poseen una variedad de poderes de ángel caído, aunque son generalmente más débiles y de un alcance más limitado. Ángeles Caídos: Aunque la mayoría de los humanos creen que son seres malignos, en realidad se pueden dividir en dos grandes grupos: los auténticos caídos y los semi caídos. Los semi caídos han sido expulsados del Cielo y están atados a la tierra y sin alas, viven una vida en la cual no son ni verdaderamente buenos ni verdaderamente malignos. En ese estado, raras veces consiguen regresar al Cielo. O pueden escoger entrar en el Sheoul, el reino de los demonios, para completar su caída, conseguir nuevas alas, ser verdaderos ángeles caídos, y ocupar un lugar junto a Satanás como verdaderos demonios. Harrowgate: Portales de desplazamiento, invisibles a los seres humanos, que usan los demonios para desplazarse entre lugares de la Tierra y el Sheoul. Muy pocos seres pueden convocar sus propios portales personales.

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Memitim: Ángeles atados a la Tierra asignados para proteger humanos importantes llamados Primori. Los Memitim permanecen atados a la Tierra hasta que completan sus deberes, momento en el cual Ascienden, ganando sus alas y entrando en el Cielo. Ver: Primori. Primori: Humanos y demonios cuyas vidas están destinadas a afectar al mundo de una manera crucial. Radiante: La más poderosa clase de ángel celestial de la existencia, excepto Metatron. A diferencia de otros ángeles, los Radiantes pueden ejercer un poder ilimitado en todos los reinos y pueden viajar libremente a través del Sheoul, con muy pocas excepciones. La designación es otorgada a un solo ángel a la vez. Dos no pueden existir nunca simultáneamente, y no pueden ser destruidos salvo por Dios o Satán. El ángel caído equivalente es llamado Ángel Sombra. Sheoul: Reino de los demonios. Situado en su propio plano en las entrañas de la Tierra, accesible sólo a través de los Harrowgates y bocas del infierno. Sheoul-gra: Un depósito de retención para las almas demonio. Un reino que existe independientemente del Sheoul, que es gobernado por Azagoth, también conocido como La Muerte. Dentro del Sheoul-gra está el Inner Sanctum, donde las almas demonio se mantienen en un limbo tortuoso hasta que puedan volver a renacer. Sheoulic: Idioma Universal hablado por todos los demonios, aunque muchas especies hablan su propio idioma. Shrowd: Cuando los ángeles viajan a través del tiempo, existen dentro de una burbuja impenetrable conocida como shrowd. Mientras estén dentro del shrowd, los ángeles son invisibles y no pueden interactuar con nadie —humano, demonio, o ángel— fuera del shrowd. Salir del shrowd es una seria trasgresión que puede, y tiene, como resultado la ejecución.

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Ter’taceo: Demonios que pueden pasar por humanos, ya sea porque su especie es de apariencia humana naturalmente, o bien porque pueden transformarse adoptando dicha forma. Vigilantes: Los encargados de estar pendientes de los Cuatro Jinetes. Como parte del acuerdo original entre ángeles y demonios que maldijeron a Ares, Limos, Thanatos y Reseph a ser los que encabezaran el Apocalipsis, un vigilante es un ángel y el otro un ángel caído. Ningún vigilante tiene permitido ayudar directamente a alguno de los Jinetes para empezar o detener el Apocalipsis, pero sí que pueden hacerlo de forma indirecta, lo que provoca que, en ocasiones, anden sobre una línea muy fina que, de traspasarla, podría resultar fatal. Ufelskala: Un sistema de puntuación para los demonios, en función de su grado de maldad. Todas las criaturas sobrenaturales y humanos malignos se pueden clasificar en los cinco niveles, y el quinto nivel se comprende es el peor de los malvados. Vyrm: La descendencia sin alas de un ángel y un ángel caído. Más poderoso que los emim, los vyrm también poseen una habilidad que convierte su misma existencia en una amenaza para los ángeles y los ángeles caídos por igual. Con un simple intercambio de miradas, un vyrm puede acabar con un ángel caído o con toda la familia inmediata de un ángel. Considerados extremadamente peligrosos, los vyrm son cazados sin piedad, y también lo son sus padres.

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Capítulo 1 El camino al Hades es el más fácil de viajar. —Diogenes Laercio Disfrute el viaje, porque la estancia va a ser un infierno. –Hades

Si Cataclysm tenía que limpiar un inodoro más en este purgatorio de demonios conocido como Sheoul-gra, iba a saltar y caer por sí misma. Siempre había asumido que cuando los ángeles eran expulsados del Cielo tenían que hacer las cosas divertidas de ángeles caídos. Como aterrorizar a la gente religiosa y beber espumosas tazas de cerveza Pestilencia con demonios. Pero no, había conseguido quedarse limpiándole el culo a el Reaper Grim. Bueno, en realidad no le limpiaba el culo a Azagoth. Y si lo hacía, su compañera, Lilliana, habría tenido algo que decir al respecto. Y por ‘decir’, Lilliana implicaba ‘decapitar’. Cat reconsideró eso. Lilliana, que todavía era, técnicamente, un ángel completamente con halo, no haría nada tan drástico. Probablemente. Pero Cat tampoco quería figurar en la lista negra de la hembra. Cualquiera que cabreara a Lilliana cabreaba al Reaper Grim, y eso... bueno, Cat no podía pensar en nada peor. Excepto tal vez la limpieza de baños. Deja de quejarte. Aceptaste el trabajo de buena gana. Sí, era cierto, pero sólo había accedido a servir a Azagoth porque quería ganar su camino de regreso al cielo, y hacer lo se requería de ella A) mantener la nariz

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limpia, B) evitar entrar en el Sheoul, el reino de los demonios, al que los seres humanos a menudo llamaban el Infierno, y C) hacer algo heroico para salvar al mundo. Como robarle un caramelo a un niño. Ella resopló mientras se llevaba una bandeja de platos sucios del dormitorio de Azagoth y Lilliana, sus pies descalzos abofeteando en el frío suelo de piedra que cubría cada pulgada de la antigua mansión de estilo griego. Él sorprendió a Lilliana con el desayuno en la cama esta mañana, que era algo que también habría sorprendido a Cat unos meses atrás. ¿Quién hubiera pensado que el Reaper Grim era un blando semejante? Supuso que debería haberlo sabido mejor después de que le diera un trabajo y un lugar donde vivir, evitando tener que preocuparse porque algún idiota la arrastrara, contra su voluntad, al Sheoul por diversión o beneficio. No, el Sheoul estaba fuera de sus límites. Al entrar en el reino de los demonios completaría su caída en desgracia y se convertiría en una Verdadera Caída, un ángel caído, sin esperanza de redención. Como Semi caído, tenía un poco de margen de maniobra, pero aun así, muy pocos ángeles habían recuperado sus alas. De hecho, ella solo conocía a dos. Uno, Reaver, era ahora no sólo un ángel, sino uno de los ángeles más poderosos que hayan existido nunca. Su compañera, Harvester, también había pasado un tiempo como ángel caído, pero sus circunstancias eran únicas, y aunque Cat no sabía toda la historia, sabía que Harvester había salvado al Cielo y a la Tierra, y que se merecía que cada una de sus plumas regresaran. La idea de ser sanada y recuperar sus alas hacía que las inútiles alas ancladas en su espalda picaran. Sus lujosas alas marrón visón se habían ido, cortadas en un acto brutal, y con ellas, su fuente de poder. Entendía perfectamente por qué un

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Semi caído cruzaría la barrera entre el reino de los humanos y el de los demonios para transformarse en un Verdadero Caído y así conseguir nuevas alas y nuevos poderes. ¿Pero valía la pena hacerse malvado? Cat no lo creía. —¡Cat! —La voz de Azagoth la sobresaltó de sus pensamientos, y casi dejó caer la bandeja de platos sucios cuando levantó la vista para verle caminando por el pasillo desde su oficina. Bajo la luz parpadeante proyectada por los apliques de la pared de hierro, no se veía feliz. Tampoco estaba solo. Hades, segundo al mando de Azagoth y el carcelero designado de los Muertos, caminaba a su lado. No, no caminaba. Por la forma en que los músculos de sus muslos se flexionaban en esos pantalones negros ajustados a cada paso en silencio, más bien merodeaba. Su cuerpo cantaba con energía apenas contenida, y ella se estremeció en primaria respuesta femenina. Maldito, Hades era caliente. Pómulos de corte duro y una firme mandíbula cuadrada le daban un aspecto robusto que rayaba lo siniestro, especialmente cuando se combinaba con un Mohawk azul que mataría por acariciar. Pero claro, ella mataría por recorrerle entero con las manos, y empezando por el pecho musculoso, que llevaba por lo general, tentadoramente desnudo. No es que fuera a quejarse de lo que estaba usando ahora, una camiseta sin mangas que cambiaba de color y que se aferraba a su abdomen duro como una piedra. Intentó no mirar, pero en realidad, incluso si hubiera estado de pie en medio de la sala con su lengua fuera, no habría importado. Nunca la miraría así. Nunca se fijaría en ella. Ella no era nada para él. Ni siquiera valía la pena echarle un vistazo. Esos fríos ojos azul hielo miraban a través de ella. Y, sin embargo, este era el tipo que se reía con Lilliana, intercambiaba bromas con los otros Semi caídos que vivían aquí, y jugaba con los sabuesos del infierno como si fueran cachorros gigantes. Gigantes cachorros antropófagos.

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Azagoth se detuvo frente a ella. —¿Cat? ¿Estás bien? Ella parpadeó, se dio cuenta de que había estado perdida en el mundo de Hades. —Ah, sí. Lo siento, señor. ¿Qué ha dicho? —¿Has visto a Zhubaal? Ella asintió. —Se dirigía hacia los dormitorios hace una media hora. Creo que decía que iba a enseñar a algunos de los nuevos Semi caídos cómo ser un idiota o algo así. Hades soltó una carcajada, y ella alcanzó a ver dos blancos colmillos nacarados. Solía pensar que los colmillos eran repulsivos, pero si Hades quería hundir sus colmillos en ella, descubriría con mucho gusto su garganta y se la ofrecería. Se tocó con la lengua sus propios pequeños colmillos, las versiones más pequeñas que a los Semi caídos les crecían unos días después de quedarse sin alas. En su mayor parte, se había acostumbrado a ellos. Ya ni siquiera se mordía el labio. —Z por fin les está enseñando que conoce bien —dijo Hades. No había amor entre esos dos, pero Cat no tenía ni idea de por qué. Sin embargo, sabía por qué ella pensaba que Zhubaal era un culo. No es que quisiera pensar en ello, y mucho menos hablar de ello. Sólo tenía que esperar que nadie más lo supiera. Porque era humillante. —Gracias, Cataclysm —dijo Azagoth, inclinando su oscura cabeza en reconocimiento—. He oído que has estado ayudando también a los Semi caídos. Lilliana dice que les aconsejas que usen sus nombres celestiales en lugar de sus nombres caídos. Sabes que está prohibido, ¿verdad?

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La ansiedad la inundó, pero levantó la barbilla y con valentía le miró a los ojos. —No en el Sheoul-gra. Las reglas son diferentes en vuestro reino. Me imaginé que si usaban sus nombres Celestiales aquí, les recordarían que deben quedarse en el camino correcto, si quieren ganar su regreso al Cielo. La mirada de Hades se centró en ella, la inteligencia chispeando en sus ojos. Sin duda, se estaba preguntando por qué no seguía su propio consejo, pero por suerte no aprovechó la oportunidad de preguntárselo. —Muy inteligente. —La aprobación de Azagoth la emocionó en secreto, y luego fue de nuevo a subordinada para las tareas, como de costumbre, cuando dijo—: Por cierto, mi oficina podría necesitar un poco de atención. Es un poco… desastre. Azagoth pasó junto a ella, ¿y era su imaginación o Hades se retrasó un segundo de más? Cada pulgada de piel expuesta por su corsé azul y negro se estremeció, y podría haber jurado que él la acarició con una mirada apreciativa y caliente. Pero entonces volvió a ser tan frío como siempre, caminando junto a Azagoth como si ella no existiera y nunca fuera a hacerlo. Con un suspiro, dejó los platos en la cocina y agarró su kit de limpieza antes de dirigirse a la oficina del Azagoth. Una vez dentro... bueno, no estaba bromeando cuando dijo que la había dejado hecha un desastre. Recorrió un paño sobre las paredes de piedra y madera, limpiando los restos de sangre del demonio al que Azagoth había vaporizado. Y debía haber sido un demonio grande. Al parecer, no destruía demonios a menudo; se tenía que pagar el precio por la destrucción de las almas. Pero cuando lo hacía, el desastre era considerable. Gastó dos botes de limpieza y docenas de trapos antes de que la oficina dejase de parecer un matadero, y hombre, iba a necesitar una larga ducha. Aliviada por

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haber acabado, comenzó a recoger sus suministros cuando una mancha oscura en la pared detrás de la mesa de Azagoth le llamó la atención. Maldiciendo, pasó otro trapo sobre la mancha, frotando para asegurarse de que saliera cada gota pegajosa de sangre derramada. Pero maldita sea, la sangre se había metido en una grieta, y... frunció el ceño. Dejando a un lado el trapo, trazó la grieta con el dedo, entrecerrando los ojos a lo que parecía ser una hendidura redonda en la pared. ¿Qué diablos era eso? Impulsada por la curiosidad, empujó ligeramente. Hubo un clic, seguido de un torrente de luz procedente de detrás de ella. Oh… mierda. Se volvió lentamente, y sus entrañas cayeron a sus pies. Una gran parte de la pared había desaparecido, dejando al descubierto un portal entre el plano humano y el de los demonios. Una corriente de griminions presentada a través de sus formas cortas y robustas escoltaban las almas de los demonios y los seres humanos malvados en el reino de Sheoul-gra. Los pequeños griminions espeluznantes chillaron debajo de sus túnicas negras encapuchadas tipo monje mientras recolectaban las almas, cuyos cuerpos en el Sheoul-gra eran tan corpóreos como el de ella, a través del túnel en la sección transversal, sólo para desaparecer por otro portal que llevaría a los demonios a su último destino… el Inner Sanctum de Hades. —¡No! —gritó—. ¡Alto! ¡Azagoth no ha aprobado las transferencias! Pero no se detuvieron. Siguieron saliendo de la parte derecha del túnel y desapareciendo a través de la barrera brillante de la oscuridad a la izquierda. Presa del pánico, empujó la palanca de nuevo, pero los griminions siguieron marchando. Ella movió y empujó con más fuerza, le dio puñetazos, y por último, con un silbido, el portal se cerró, dejando solo una pared sólida en su lugar.

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Cat tragó secamente, su corazón a cien, el pulso resonándole en los oídos. Tal vez no había metido la pata lo suficiente como para que nadie se enterase. Tal vez nadie se daría cuenta de que esas almas habían llegado al Inner Sanctum sin la aprobación de Azagoth. Y tal vez acababa de ganarse un lugar en la sala de los horrores del Reaper Grim, el Salón de las Almas en la entrada de la mansión, donde las estatuas hechas de los cuerpos de sus enemigos se exhibían para que el mundo las viera. Lo peor de todo era que las personas encerradas en esas estatuas no estaban muertas. Al borde de la hiperventilación, se desplomó contra el gigantesco escritorio de Azagoth y se obligó a ralentizar su respiración. ¿Cómo había podido meter tanto la pata? Y no solo meter la pata, sino meter magníficamente la pata. Apenas la semana pasada había roto una de las espadas centenarias japonesas de Azagoth. Y un mes antes, había derramado refresco de piña sobre una alfombra que no tenía precio de lana de oveja demonio tejida por artesanos Oni. —¿Sabías que, a diferencia del refresco de piña, la sangre de ángel caído no mancha la lana demonio? —Le había preguntado con voz oscura, ominosa mientras ella limpiaba la alfombra. Y no, como cuestión de hecho, no lo había sabido. Cuando ella le había respondido, él se limitó a sonreír, que era mucho, mucho peor que si acabara de salir y decirle que si la fastidiaba otra vez, su sangre definitivamente no mancharía la condenada alfombra. La soda, sin embargo, sí que la manchó, tal como había dicho. Le pareció que tardaba horas antes de que dejara de temblar lo suficiente para reunir su mierda y huir de la oficina, y por suerte no se cruzó con Azagoth en su

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camino a su habitación. Pero, se las arregló para captar otro vistazo de Hades cuando dobló una esquina, los duros globos de su culo flexionándose bajo los pantalones negro medianoche ajustados. Tal vez podría intentar hablar con él algún día. Tratar de decir algo más coherente que, ‘Hola, señor, um, Hades. ¿O prefiere Carcelero? ¿O Señor? ¿O...?’ Él la había mirado como si hubiera salió de un hoyo de víboras. —Hades —retumbó—. Es bastante fácil. Y eso había sido la suma de su conversación. Su única conversación. Desde siempre. ¿Pensaba que tenía la viruela aureolada o el maldito sarampión demoníaco? Y, ¿por qué estaba morando en esto de todos modos? Estaba claro que no estaba interesado en ella, y ella tenía cosas más importantes de qué preocuparse. Como si Azagoth iba o no iba a no manchar su alfombra con su sangre cuando se enterara de que había permitido que almas no autorizadas entraran en el Inner Sanctum.

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Capítulo 2 Hades tenía un montón de nombres. Señor de los Muertos. Guardián de las Almas. Carcelero de los Malos. Estúpido. Los tenía de todo tipo. Gobernaba su trozo del inframundo con puño de hierro. No le temía a nada. Corrección. No temía a nada, excepto al Reaper Grim. Azagoth era la única persona que había demostrado una y otra vez que podía revertir los bajos fondos de Hades boca abajo y sacudirle como una bola de nieve. Así que Hades en general despreciaba las reuniones mensuales entre Azagoth y él, pero por suerte, esta última había sido refrescantemente breve y limpia en la búsqueda de errores. Lo cual era bueno, porque el cerebro de Hades había estado ocupado con imágenes de Cat. Recordó la primera vez que la había visto cuando vino a trabajar para Azagoth hacía unos meses, recordó que se había sentido atraído por su energía. Ella era nueva en la vida de este lado de las Puertas del Cielo, y aunque la mayoría de los ángeles caídos recientemente o estaban aterrorizados o amargados, ella no. Según Lilliana, Cat era curiosa. Estaba ansiosa por aprender. Entusiasmada con experimentar cosas nuevas. Hades podría enseñarle un par de cosas nuevas. Excepto que no podía, ¿verdad? No, porque la pelirroja curvilínea estaba fuera de sus límites, e ir jadeando detrás de ella como un sabueso del infierno tras la pista de una perra del infierno en celo sólo terminaría en dolor. Dolor que probablemente llegaría de la mano de Azagoth, y Hades hacía mucho tiempo que aprendió que molestar a su jefe era estúpido más allá de lo estúpido... más allá de estúpido.

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Aun así, se hubiera arriesgado a que le leyera la cartilla sobre Cat si no fuera porque estaba un noventa y nueve por ciento seguro de que Zhubaal se había acostado con ella. Entonces, ¿qué con eso? Z era un maldito mal humorado con la mecha corta y un palo en el culo, ¿pero de alguna manera ese mestizo era lo suficientemente bueno para Cat? Hay que fastidiarse. Hades tomó uno de los tres portales preparados para viajar entre el reino de Azagoth y el Inner Sanctum para volver a su residencia, y cuando se materializó dentro de su casa un cosquilleo de caos se deslizó sobre su piel. Qué… raro. Claro, el infierno era sobretodo caos, pero esto era diferente, y había sido diferente durante unos meses. Antes, siempre había habido una mezcla equilibrada entre el orden y el caos. Caos organizado. Organización caótica. Incluso aquí, en Inner Sanctum del Sheou-gra, donde las almas de los demonios muertos venían a jugar hasta que nacían de nuevo, había orden. En raras ocasiones se producía el caos. Por lo menos, el caos que solía ser raro. Pero ahora que Satanás había sido encarcelado y el Sheoul ya no estaba bajo su gobierno, todo el infierno se había desatado… literalmente. El Sheoul ahora estaba operando bajo un nuevo régimen, con un ángel oscuro llamado Revenant como su jefe supremo, y no todo el mundo estaba contento con el nuevo liderazgo. Igual que los seres humanos, los demonios no aceptaban el cambio fácilmente, y la tensión que rodeaba la rebelión de Revenant había sangrado encima del Sheoul-gra. Completamente inaceptable. El cosquilleo comenzaba a picar, como si Hades estuviera cubierto de avispones. Resistiendo la tentación de rascarse la piel, entró en su portal personal junto a la

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chimenea. Como las Harrowgates que transportaban demonios entre el Sheoul y el reino humano, algunos de los portales dentro del Inner Sanctum se habían construido para viajar solo entre dos lugares, mientras que otros podrían transportar a una persona a uno de los múltiples lugares por la manipulación de los símbolos dentro del portal de cuatro paredes. Pero Hades también podría operar con su mente, permitiendo que cualquier portal le llevara a cualquier lugar dentro del Inner Sanctum al que deseaba ir. O, como ahora, para llegar a donde tenía que estar, simplemente tenía que concentrarse en la sensación de caos que recubría su cuerpo, y un momento después, el portal se abrió. No estaba en absoluto sorprendido al materializarse en un sector quemado del quinto anillo, un vasto reino lúgubre de niebla, ardiente y lleno de desesperación que contenía a los más malvados de los malos. Frente a él, los demonios se dispersaron en la niebla en el momento que lo reconocieron. La mayoría de los demonios, de todos modos. Unos pocos se mantuvieron firmes, su desafío admirable, aunque estúpido. Un demonio que había sido un torturador profesional antes de ser asesinado hacía varios años por los asesinos de demonios del Aegis le bloqueó el paso. Aquí, los demonios podían elegir su apariencia, y este bastardo había elegido su antigua forma de un Soulshredder esquelético, sus grotescas garras dentadas extendiéndose desde los dedos largos. —Aparta. —Hades desaceleró, pero no se detuvo. No tenía tiempo para esta mierda. Su piel ardía y su interior vibraba, advirtiéndole de algún tipo de perturbación violenta cercana. Y tenía que ser grave para que la hubiera sentido desde el interior de su casa en el otro extremo del Inner Sanctum... que era más o menos la distancia de un polo terrenal al otro. —Vete a la mierda, Soul Keeper.

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La sorpresa le sacudió; pocos eran lo suficientemente valientes, o estúpidos, como para desafiarle. Pero Hades mantuvo su expresión cuidadosamente educada. La tensión del lugar corría con fuerza, y no podía permitirse el lujo de dejar que nadie pensara que estaba perdiendo el control del Gra. A dos docenas de pies de distancia y sin romper su paso, Hades desolló al demonio con una sola idea. Le quitó la piel como a un plátano. El demonio gritó en agonía, y Hades le dejó. Ese ruido llegaría a millas de distancia, advirtiendo a todos al alcance del oído de las consecuencias de fastidiarle. Claro, Hades podría haberle ‘matado’, pero el alma del demonio simplemente habría huido y con el tiempo su cuerpo roto tomaría una nueva forma. Dictar dolor era mucho más satisfactorio. Hades continuó su camino, sus botas crujiendo sobre huesos carbonizados y madera, y mientras caminaba sobre el Soulshredder, el demonio detuvo su molesto grito el tiempo suficiente para croar. —Tú… vas… a fallar. Hades no le hizo caso. Porque, ¿en serio? ¿Fallar en qué? Su trabajo era bastante simple y directo. Todo lo que tenía que hacer era mantener las almas de los demonios y los humanos malvados dentro del Inner Sanctum, hasta que llegara el momento, si es que lo hacían, de que renacieran. Cómo les mantenía allí era solo asunto suyo. Podría dejarles en paz, torturarlos, lo que quisiera. ¿Fracaso? Eso era ridículo. No había nada en que fallar. En realidad, este lugar era aburrido como la mierda la mayor parte del tiempo. Dejando al estúpido atrás, se abrió paso más allá de la clase de horrores que uno esperaría encontrar en un lugar donde el más malvado de los males vive, pero los órganos, sangre y edificios destrozados ni siquiera le llamaron la atención. Lo había visto todo en sus miles de años aquí, y nada le podía perturbar.

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Ni siquiera el sabueso del infierno agazapado en las sombras del árbol de espinas retorcidas le hizo detenerse. Las bestias podían cruzar la barrera entre el Sheoulgra y el Sheoul, y en su mayor parte, Hades les dejaba. De alguna manera tenía que hacerlo, ya que su rey, Cerberus, se había autoproclamado como el guardián de los infiernos, específicamente, del Sheoul-gra. Por alguna razón, los sabuesos del infierno odiaban a los muertos y eran una de las pocas especies que podían verlos fuera del Sheoul-gra. Dentro del Sheoul-gra, conseguían su oportunidad de fastidiarlos y rasgarles a placer. Mientras limitaran sus actividades al tercer, cuarto y quinto Anillos, donde los peores de los demonios vivían, no daba una mierda de lo que hacían los perros. Por delante, desde el interior de las ruinas de un antiguo templo, llegó un coro de voces cantando. Ich esay tun. Ich esay tun. ¡Ich tun esay alet! Frunció el ceño, reconociendo la lengua como Sheoulic, pero el dialecto le era desconocido, dejando algunas de las palabras abiertas a la interpretación. De alguna manera, Hades dudaba que su interpretación fuera correcta y que los cantores no estaban hablando de la apertura de una tienda de todo a cien. Siguió el sonido, y al acercarse a la luz rojiza que se filtraba bajo la puerta de entrada al edificio, el pelo de la nuca se le puso de punta. ¿Qué demonios? Nada le había dado malas vibraciones o asustado en siglos. Muchos siglos. Ich esay tun. Ich esay tun. Ich tun esay alet... ¡blodflesh! Qué. Maldita. Mierda. Algo gritó, el sonido torturado de un alma-profunda que le puso la piel de gallina a Hades. Algo estaba mal, muy mal. Saliendo disparado a toda velocidad, Hades corrió hacia la sala cavernosa

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iluminada por el fuego... y se detuvo de golpe, sus botas resbalando en los charcos de sangre en el suelo de piedra. Un centenar de demonios de docenas de especies estaban reunidos alrededor de una gigantesca olla de hierro que colgaba sobre el fuego. Dentro de la olla, los gritos de un demonio Neethul murieron cuando su cuerpo burbujeó en algún tipo de ácido líquido. —¡Alto! —Hades no daba una mierda sobre el demonio. Lo que sí le importaba una mierda era el ritual. En el Sheoul-gra, todos los rituales estaban prohibidos y se castigaban con la desintegración del alma, por lo que no sucedían a menudo. Oh, Hades había atrapado a uno o dos solitarios que realizaban rituales religiosos de vez en cuando, ¿pero este tipo de reunión y ceremonia masiva? Esta era la primera vez. Y, por las bolas de Azagoth, que sería la última. La masa de demonios cantando se giró como si fueran uno, sus sonrisas espeluznantes y los ojos vacíos hicieron que le invadiera un sentimiento repugnante de fatalidad. La alarma se disparó a través de él, y en un instante, reunió su poder y se preparó para explotar a cada uno de estos fenómenos al Rot, la prisión para los que eran peor que los peores, donde el sufrimiento era más que una leyenda, y donde llegaban en un único lanzamiento cuando Azagoth destruía tu alma. Con una palabra, lanzó su poder. En el mismo momento, uno de los demonios volcó el bote de ácido. El líquido, mezclado con la sustancia viscosa del Neethul disuelto, salpicó el suelo con un silbido de vapor. De repente, como si el poder de Hades hubiera golpeado un muro invisible, rebotó hacia él, envolviéndolo en un capullo de oscuridad. A medida que era transportado por su propio hechizo a la cárcel a la que todos los demonios temían, oyó el canto nuevo. ¡Ich tun esay alet!

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Oh, mierda. Esta vez, lo entendió. Los demonios no estaban intentando abrir una tienda de todo a cien. De alguna manera habían adquirido un objeto prohibido o una persona poderosa y estaban intentando abrir los mismos muros del Sheoul-gra, para liberar a las millones de almas en los reinos humano y demoníaco. Buscaban empezar una fiesta.

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Capítulo 3 Hades no tuvo problemas para liberarse del Rot, a pesar de que había tardado un tiempo infernal convenciendo a uno de los guardias, un ángel caído llamado Vype, de que no era un demonio disfrazado. Una vez que había hablado con el chico, Hades reunió a un puñado de su personal de ángeles caídos y volvió al lugar del ritual demoníaco. A las pocas horas, habían capturado a dos de los demonios que habían estado allí. Habían cambiado su apariencia física, pero Hades podía ver a través de sus disfraces sus almas. Idiotas. Después de enviarlos al Rot, se dirigió de inmediato a Azagoth, que estaba inspeccionando los vastos estantes de su biblioteca de libros, algunos de los cuales vibraban cuando su mirada se posaba en ellos. Hades se quedó atrás, una lección que aprendió después de ser mordido por uno de los tomos rabiosos de Azagoth. ¿Quién sabía que los libros podían morder? Pequeños bastardos viciosos. Hades se aclaró la garganta para anunciar su presencia. Azagoth ni siquiera se dio la vuelta, simplemente soltó un brusco: —Siéntate. La voz del Reaper Grim no dejó lugar a discusión. Por supuesto, rara vez lo hacía. Así que Hades se sentó en la silla de cuero... de cuero hecho de la más fina piel de demonio Molegra. Azagoth se sentó en el sofá de felpa frente a Hades y dejó un libro hecho jirones en el reposabrazos. —Entonces —dijo—, ¿qué está pasando en el Quinto Anillo?

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Hades no se molestó en preguntar a Azagoth cómo lo sabía. Sin duda, uno o más de los guardianes de Hades eran agentes de Azagoth. La red de espionaje del tipo se extendía desde los pozos profundos del Sheoul a los niveles más altos del Cielo. —No tengo ni idea —dijo Hades—. Pero sea lo que sea, es malo. Pillé a un montón de idiotas realizando un ritual prohibido lo suficientemente poderoso como para desviar el mío y lanzarme a mi maldita prisión. Una de las cejas oscuras de Azagoth se elevó. —Supongo que te hiciste cargo de la situación. —Una vez me liberé a mí mismo de mi propia cárcel, sí. Solo encontré dos de los delincuentes, pero les tengo encadenados y en espera de tu interrogatorio. Creo que pusieron sus manos en algo desde el exterior. El poder que ejercían era como ningún otro que he sentido. —Maldita sea —escupió Azagoth—. Estás perdiendo control… —Mi culo —espetó Hades—. El Gra se está sobrecargando con las almas malvadas. Tienes que dejar de reencarnar solo demonios no malos y empezar a trabajar en los malos. Devuélvelos al Sheoul donde pertenecen. He estado pasando demasiado tiempo moviéndome con los demonios Ufelskala Tier 4 y 5 a los Anillos menos equipados para manejar ese tipo de maldad. El Ufelskala, una escala desarrollada para categorizar los demonios en cinco grados sobre la base de la intensidad del mal inherente a su especie, era también una de las herramientas que Azagoth utilizaba para ordenar a los demonios en los Cinco Anillos del Inner Sanctum. No es que el tipo no pudiera enviar a nadie al Anillo que quisiera, pero en general, seguía a la información establecida en el Ufelskala.

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—El Primero y Segundo Anillo están siendo limpiados —dijo Azagoth—. De acuerdo con las órdenes de Revenant, estoy reencarnando una gran cantidad de los demonios no malignos de esos niveles. Así que haz un poco de reasignación creativa. No sólo sería eso un montón de trabajo, sino que requeriría la incorporación de más ángeles caídos para supervisar los Anillos que contenían a la mayoría de los demonios más malvados, y ningún ángel caído se ofrecería como voluntario para trabajar en el Inner Sanctum. No cuando no se les permitía salir y sus poderes estaban limitados. Tendrían que ser... reclutados. A la fuerza. —Señor, esto es una mierda —gruñó Hades—. ¿En qué quiere convertir el infierno el siempre maldito amado nuevo poder supremo? Azagoth abrió el libro. —Eso no es algo que tú puedes cuestionar. Hades se levantó. —Mi culo caliente —espetó—. Nunca pensé que diría esto, pero al menos Satanás mantenía el orden y el equilibrio en el Sheoul. Este nuevo picho… Un dolor ardiente le atravesó, y sólo tardíamente se dio cuenta de que había sido golpeado por un rayo de fuego del infierno que se había transmitido directamente desde los dedos de Azagoth. —Así son las cosas —dijo Azagoth con calma—. A Satanás no le importaba una mierda lo que decían acerca de él. ¿Pero Revenant? Ha sofocado a todos los que hablan en su contra. Infiernos, ha eliminado incluso a los que sospecha que podrían rebelarse.

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—Eso es porque es un tonto paranoico. Aprender su verdadera identidad le ha hecho débil. —Al parecer, Revenant había crecido en el Sheoul creyendo que era un ángel caído, cuando la verdad era que siempre había sido un ángel celestial. ¿Cómo podría un verdadero ángel, no importa lo empañado que fuera su halo, esperar ser lo suficientemente despiadado para gobernar el infierno? —Y, sin embargo, se las arregló para derrotar y encarcelar no solo a Satanás, también a Lucifer, a Gethel, y al arcángel Rafael. —Azagoth cerró el libro con un ruido sordo—. Respétale. —No podría haberlo hecho sin la ayuda de su hermano —murmuró Hades. —Tal vez no. Pero hay que tener en cuenta que su hermano y él se cubren las espaldas. No molestes a ninguno de los dos. Juntos son mucho más peligrosos de lo que Satanás nunca fue. A Hades en realidad le gustaba el hermano de Revenant, Reaver, que resultó ser uno de los ángeles celestiales más poderosos que haya existido nunca. Reaver había pasado un poco de tiempo en el Inner Sanctum como prisionero de Azagoth y Hades, y realmente, incluso cuando el chico había estado sufriendo, había sido un buen tipo. Pero Revenant podría chupar las bolas de Hades. La idea de tener sus bolas aspiradas hizo que se le cruzara una imagen de Cat por la cabeza, que, concedió, era mucho mejor que pensar en Revenant. Pero aun así, fuera de los límites era fuera de los límites. Maldita sea. —Sí, lo que sea —dijo Hades, resistiendo el impulso de rodar los ojos—. Desde que Rev asumió el puesto de Rey del Infierno, el Inner Sanctum ha sido una zona de guerra.

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—Qué es, en parte, porque pidió que sólo reencarnara demonios Ufelskala nivel uno y dos. —Y el resultado de esa estúpida orden es que mi dominio se está llenando de malditos idiotas mayormente malos que sólo quieren causar problemas. Los ojos oscuros de Azagoth brillaron mientras su paciencia con Hades disminuía. También era verdad que nunca tuvo mucha paciencia, para empezar. —Aguántate. Ahora. Tus rebeliones están goteando encima de mi parte del Sheoul-gra, y los arcángeles están empezando a ponerse nerviosos. —¿Los arcángeles están empezando a ponerse nerviosos? Yo soy el que está atrapado ahí abajo con los demonios que están desesperados por salir. —Entonces evita que ocurra. ¿Evita que ocurra? ¿Como si Hades se quedara sentado en la playa y bebiendo margaritas mientras el Inner Sanctum ardía? —¿Qué narices crees que he estado haciendo durante miles de años? Hubo un silencio largo y frágil, y luego la voz de Azagoth fue baja. Y tal vez un poco crítica. —Ha habido fugas. —Muy pocos, y nunca más de uno a la vez. Y vienen en... hubo circunstancias especiales de cada caso. —Ningún demonio podía escapar por su cuenta, no cuando los demonios no tenían poder en el Sheoul-gra. Escapar requería de la energía o los objetos de una fuente externa, y por eso los visitantes eran muy raramente permitidos dentro del Inner Sanctum. Una sola pluma de un ángel podría ser utilizada en hechizos para destruir muros o matar a un objetivo. El colmillo de un vampiro aparentemente inofensivo una vez le había dado a un Neethul el poder de reencarnarse a sí mismo sin la ayuda de Azagoth.

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—Sin embargo, debes ser extra vigilante. —Azagoth se pasó la mano por el pelo negro, pareciendo de repente cansado. Bien. Hades no debería cargar con todo el estrés él solo—. Nunca he visto el Sheoul tan inestable. Vigilante. Vigilante, había dicho. Como si Hades fuera un novato total. Pero en vez de decir eso, simplemente apretó los dientes y le ofreció una sonrisa tensa. —Sí, señor. Cualquier cosa que usted diga, señor. —Bien. Ahora sal. Y no me vuelvas a fallar.

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En algún lugar fuera de la mansión de estilo griego de Azagoth, un ave de presa chilló. Cat amaba escucharlo. No hacía mucho tiempo, el Sheoul-gra había sido un reino muerto, una manifestación física del estado emocional de Azagoth. Oscuro y lúgubre, el ‘Gra’, como era llamado a veces, había sido un páramo tóxico en el que no podía sobrevivir ningún tipo de vida animal o vegetal que no hubiera salido del infierno. Pero el amor de Lilliana había cambiado a Azagoth, y con él, su reino. Ahora, cuando Cat paseaba frente al palacio, los jardines y los edificios que la rodeaban rebosaban de vida, la exuberante hierba, los árboles de hojas verdes y agua borbotando, conejos, pájaros, e incluso un zorro ocasional o ciervos. Sonriendo, dejó el plumero y se dirigió desde la habitación de la piscina de Azagoth a la entrada de la mansión, y cuando dobló una esquina, chocó con un cuerpo.

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Un enorme y musculoso cuerpo. Hades. Al instante, un cálido cosquilleo le recorrió la piel cuando saltó hacia atrás, chocando contra algo que estaba detrás de ella. Oyó que algo se rompía, pero en ese momento, no le importaba. Esta era la primera vez que había tocado a Hades. La primera vez que su capacidad de sentir el bien y el mal como un síntoma físico en la superficie de su piel se había desencadenado. Por lo menos, era la primera vez con Hades. Siempre había sospechado que emitiría una intensa ráfaga de maldad, pero no había esperado que la maldad estuviera atemperada por una cinta de bondad. Tampoco había esperado estar tan... tentada por las vibraciones que le rodeaban. Por otra parte, con solo mirarle se excitaba, ¿por qué tocarle no iba a hacer lo mismo? Se quedó allí, con el torso desnudo y un par de pantalones plateados que mostraban todos sus músculos apretados y presentaban una impresionante protuberancia en la ingle como un regalo envuelto. Maldición, bien podría estar desnudo. Deseó que estuviera desnudo. —P... perdón —chilló. La miró, una esquina de su boca perfecta inclinándose en una media sonrisa. Lo que era otra primera vez. Todo el mundo parecía tener una sonrisa suya, menos ella. —Rompiste a Seth. Ella parpadeó. —¿Qué?

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Él asintió a algo detrás de ella. Se volvió y tragó horrorizada al ver la negra mano de cera caída en el suelo y la estatua ahora sin manos a su lado. —Oh, mierda. Azagoth va a enfadarse. Era su Salón de Almas, una sala gigante llena de cráneos y fuentes montadas que derramaban sangre. También era el lugar donde los que hacían cosas especialmente viles, o que hicieron enfadar de verdad a Azagoth, se convertían en estatuas torturadas. En el interior, aún estaban vivos, gritando por toda la eternidad. Y ella acababa de amputar a una de esos seres agonizantes. Se lanzó a colocar la mano, pero Hades solo se rió. —No te preocupes. Seth era un demonio que se hizo pasar por la reencarnación de un dios egipcio en su día. Torturó y mató a miles de niños. Se merece algo peor que cualquier cosa que Azagoth o tú podáis hacerle. Se quedó mirando la estatua, el cuerpo desnudo retorcido en la posición de agonía que Azagoth le estaba suministrando cuando le convirtió en piedra, con la boca abierta en un grito perpetuo. —¿Niños? —Niños. Bastardo enfermo. Dejó caer la mano, agarró el pequeño pene de Seth, y lo arrancó. —Espero que sienta eso. La risa en pleno auge de Hades se hizo eco alrededor de la cámara, y ella juró que el líquido carmesí de la fuente central dejó de fluir por un instante. —Apuesto a que acabas de conseguir que todos los desgraciados tiesos de aquí te teman más a ti que a Azagoth. Impresionante.

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Dejó caer el desagradable apéndice al lado de la mano. —Sí, bueno, probablemente será mejor que encuentre algo de Superglue antes de que él se entere. Hades dio un puntapié a las piezas con su bota. —Yo lo arreglaré. Yo soy el que chocó contigo, y además, vivo para este tipo de cosas. La nota de travesura que se deslizó en su voz la hizo sospechar, y entrecerró sus ojos hacia él. —¿Qué escondes en la manga? Ya sabes, si tuvieras mangas. —No te preocupes —dijo con pícara alegría—. Yo sé qué hacer con un pene. — Desvió la mirada hacia ella, dándole una mirada pícara que la calentó aún más que se la hubiera tocado—. Así que, ¿por qué llevabas tanta prisa? ¿Una cita caliente? Nerviosa, porque era la primera vez que había hablado con ella cuando ella no estaba enferma, se quedó allí como una idiota antes de finalmente hablar. —Oí un pájaro —reconoció impulsivamente. Se la quedó mirando como si estuviera loca. —Y eso es importante... ¿por qué? El calor inundó su rostro. Debía estar tan roja como el trasero de un demonio Sora. —Tienen alas. —Caray, ¿podría sonar más tonta?—. Supongo que echo de menos las mías.

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—Si las echas tanto de menos, solo tienes que entrar en el Sheoul. —Unas masivas alas de cuero negro brotaron de su espalda y se estiraron lo suficientemente alto como para rozar el techo. Unas venas azules que hacían juego con su pelo se extendían desde la punta hasta desaparecer detrás de sus hombros, y ahora que sus alas eran visibles, las vetas aparecieron bajo su piel, también. Era como si fuera una estatua de mármol con vida. El aliento de Cat quedó atrapado en su garganta cuando fue testigo de su magnificencia. Se había transformado, y por primera vez, podía ver por qué los demonios en el Inner Sanctum se arrodillaban ante él. Yo me arrodillaría, pensó, pero por razones muy diferentes. Esa imagen quemó su cerebro, y se preguntó si su cara se puso aún más roja. Entonces, para su horror, se encontró rozando el borde de sus alas con los dedos. Él se tensó, pero el cuerpo de ella hizo exactamente lo contrario cuando unas estremecedoras sensaciones salvajes sacudieron su sistema y se acumularon entre sus muslos. Maldita sea, este macho era un peligro para todo lo que la hacía ser mujer, y ella se tambaleó hacia atrás con las piernas temblorosas. —Lo siento. —Esperando que su voz no traicionara su lujuria—. Como he dicho, las echo de menos. Las quiero de vuelta, pero quiero conseguirlas regresando al Cielo, y no puedo hacer eso si me convierto en una Verdadera Caída. —No te unirás a mí en el lado oscuro, ¿eh? —Ahora que ya no intentaba tocarle, él se había relajado, probablemente aliviado de que la loca y excitada Semi caída mantuviera las manos para sí misma. Encogiéndose de hombros, guardó sus alas, y las venas bajo su piel se desvanecieron. Bien, porque sus dedos podrían haber ido hacia sus alas, pero su lengua había querido rastrear cada vena vibrante de su cuerpo—. Haz lo que quieras. Más galletas malas para mí.

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Lanzándole un guiño, paseó por uno de los portales que permitían viajar entre el Sheoul-gra en sí y el Inner Sanctum. Cat le observó… y a su extremadamente digno trasero… hasta que desapareció en una esquina. Fuera, el ave rapaz chilló de nuevo, pero ahora que había visto las alas de Hades, no estaba segura de que nada más se podría comparar. Mientras contemplaba su siguiente movimiento, miró la estatua castrada y, espontáneamente, en su mente apareció una imagen de la protuberancia en los pantalones de Hades. Bajó la mirada hacia el pequeño triste apéndice masculino en el suelo y se echó a reír. No. No hay comparación.

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Capítulo 4 Habían pasado tres días desde que Cat había abierto el portal al reino humano y permitido a las almas entrar en el Inner Sanctum, y por lo que sabía, nada catastrófico había sucedido. Tal vez nadie se había dado cuenta. Después de todo, había millones de almas encarceladas en el Sheoul-gra. ¿Y qué si un puñado se había deslizado en su interior sin el sello de aprobación de Azagoth? Racionalizar todo el asunto no la hizo sentir mucho mejor, así que sacó su frustración en el suelo de la Gran-Salón-barra-Salón-de-las-Almas en la entrada de la mansión de Azagoth. ¿Por qué demonios tenía que pulir la piedra de obsidiana a mano, de todos modos? ¿Azagoth no creía en las máquinas de pulir? Bueno, para ser justos, nunca le dijo que limpiara el suelo. Los grandes puestos de trabajo, igual que fuera estaba el paisajismo y el mantenimiento de las plantas, el interior había sido asignado a docenas de Semi caídos que, como Cat, habían venido a vivir a la seguridad que el Sheoul-gra proporcionaba a aquellos atrapados en la brecha entre ángel Celestial y Verdadero Caídos. Pero las huellas en el suelo volvían loca a Cat, y hoy en día, algún imbécil lo había llenado de tierra y hierba, ignorando por completo el nuevo tapete que había colocado en la entrada que decía, en letras rojo vivo, SACUDA SUS CONDENADOS PIES. Ella pensó que el juego de ‘condenados’ era divertido, ya que casi todo el mundo que venía al Sheoul-gra era una especie de demonio. Hades había pillado la broma, se había reído cuando lo vio. Todavía sonreía cuando pensaba en ello. Lanzó una mirada fugaz sobre la estatua de Seth, que todavía no había sido reparada, por lo menos las dos partes del cuerpo que faltaban. Tal vez Hades estaba tratando de recomponerlo. Con suerte, estaba tratando de recomponerlo.

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Un cosquilleo de conciencia marcó la llegada de un recién llegado al reino, era una especie de plus que aquellos que residían en el Sheoul-gra desarrollaban una sensibilidad a la presencia de los forasteros. Por lo general era el trabajo de Zhubaal atender a los visitantes, pero estaba ocupado, así que ella se puso de pie. Feliz de dejar sus productos de limpieza a un lado por unos minutos y siempre curiosa por saber quién les visitaba, salió de la mansión de Azagoth al gran patio de la parte delantera, donde el portal al exterior brillaba dentro de su círculo de piedra. Y allí, caminando hacia ella, estaba un magnífico macho con una cabeza llena de pelo rubio, largo hasta los hombros y una postura regia que sólo podía decir que era de una orden superior de ángel. Como humilde Serafín, ella rara vez había visto ángeles de rango más alto que un Trono, pero no había duda de que este macho estaba en lo más alto. Tal vez incluso un Principado, un rango por debajo de un arcángel. —D... discúlpeme, señor —dijo ella, su voz apenas un susurro—. ¿Puedo ayudarle? El gran macho asintió, su rubia melena rozó contra la camisa azul zafiro rico hacía juego con sus ojos. —Vengo a ver a Azagoth. —Lo siento, pero está ocupado… —Ahora. Boca. Seca. Toda una vida de temor a los ángeles superiores hizo que su interior se estremeciera, incluso cuando se dio cuenta de que los ángeles celestiales no poseían ningún poder aquí. Inhalando profundamente, se calmó. Como ángel caído empleada de Azagoth, ella era en realidad más influyente en el Sheoul-gra de lo que este nuevo tipo era.

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De alguna manera, ese pensamiento no la hacía sentir mejor. —Este no es tu reino, ángel —dijo con severidad—. No puedes simplemente hacer puf aquí y exigir una audiencia con Azagoth. —Es así. —La voz del macho estaba en calma. Calma mortal. Calma terrorífica. —Sí. Es así. —Estaba orgullosa por la forma en que su voz no tembló. No mucho, de todos modos. Una lenta sonrisa curvó los labios del macho, y si no hubiera sido tan horripilante, habría sido hermosa. —No quiero causarte problemas, Cataclysm. Así que, o le buscas, o me llevas a él. Esos son tus únicas opciones. —¿O? —preguntó, y, ¿cómo demonios sabía su nombre? De repente, el aire se quedó inmóvil y espeso, y unas alas de oro macizo surgieron de su espalda, extendiéndose como sol líquido muy por encima de los dos. —Adivina. Santa... mierda. Él era... era... un Radiante. Un ángel que superaba incluso los arcángeles. Y como solo podía existir un Radiante en la existencia en un momento dado, eso significaba que se trataba de Reaver, el hermano de Revenant, el Rey del Infierno. Eso por sí solo habría sido suficiente para aterrorizarla, pero las cosas eran peores, mucho peores, por el hecho de que había perdido sus alas, ya que había estado en la liga de un ángel que no solo le había traicionado, sino que había intentado matar a su nieto recién nacido. Las rodillas de Cat cedieron, pero antes de que cayera al suelo, Reaver la atrapó, manteniéndola vertical con un brazo alrededor suyo. Al instante, su piel se cargó con su energía divina, su magnitud dejándola casi sin aliento.

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Era demasiado intenso, esparciendo sus pensamientos de una manera que tocar a Hades no hacía. Como ángel, había tocado a otros ángeles, pero nunca había sido así. Como un ángel caído, había tenido contacto piel con piel con Lilliana, y mientras que la hembra había desprendido un ligero zumbido de energía positiva, no había sido como lo que estaba experimentando con Reaver. Tal vez el hecho de que fuera un ángel caído hacia la sensación de bondad demasiado abrumadora para ella. O tal vez la intensidad tenía que ver con el hecho de que Reaver era un Radiante. Fuera lo que fuera, le daba ganas de vomitar, como si hubiera comido más allá de sus límites comida de lujo. —¿Estás bien? —preguntó, en voz baja y suave. Ella no podía decir palabra. Pero su incapacidad de hablar era algo más que su reacción a su toque. Él era una estrella del rock en el mundo ángel. Más que una estrella del rock. Él era... la estrella del rock. El ángel. Y ella casi había destruido a su familia. —¿Qué demonios? —La voz de Azagoth resonó desde algún lugar detrás de ella. Aturdida, giró la cabeza para verle caminar hacia ellos, su mirada clavada en Reaver—. Sabes que cuando un ángel de alto rango pone un pie en mi reino, lo siento, ¿no? Igual que una migraña. Con las piernas temblorosas, ella se alejó de Reaver. —Señor… Una ola de mano de Azagoth la hizo callar. —Tengo esto. Reaver es un amigo. —¿Amigo? —preguntó Reaver, incrédulo—. ¿Te recuerdo que tú ordenaste a Hades mantenerme en el vientre de un demonio gigante, donde fui digerido lentamente durante siglos?

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Cat no podía creerlo cuando Azagoth puso los ojos en blanco. No era por lo general informal con los ángeles celestiales. Pero entonces, Reaver le había enviado regalos a él y a Lilliana. —Fueron tres insignificantes meses. —Sí, bueno, se sintió como siglos —murmuró Reaver. —Bien. —Ahora era más como Azagoth—. ¿Estás aquí para ver a Lilliana? Reaver negó. —Desafortunadamente, estoy aquí para verte a ti. Hay un alma en el Sheoul-gra que necesito que sea liberada. —¿Demonio? —Humano. Azagoth arqueó una ceja oscura. —¿En serio? ¿Y por qué habría de hacerlo? —Debido a que no debería estar allí. Tus griminions se lo llevaron antes de que su alma pudiera cruzar. —Incluso si ellos hubieran cometido ese error, yo lo hubiera notado —dijo Azagoth, y se formó un nudo en el estómago de Cat. —Te perdiste esta. —Imposible. Un pájaro sonó en la distancia, su canto alegre tan fuera de lugar en la creciente tensión que rodeaba a Azagoth y a Reaver. Cat no podía dejar de pensar que el

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viejo, sin vida Sheoul-gra podría haber sido un mejor escenario para la confrontación que estaba sucediendo en ese momento entre estos dos hombres poderosos. Reaver miró a Azagoth, su expresión oscureciéndose con ira. —¿En serio? ¿Crees que el Cielo iba a cometer ese tipo de error? —¿Crees que yo lo haría? —replicó Azagoth—. En miles de años, ¿he permitido alguna vez que un alma humana no malvada entrara en el Sheoul-gra? Oh, no. El nudo en el vientre de Cat se hizo más grande cuando su pequeño incidente de hacía tres días cruzó sus pensamientos. —Los errores ocurren. Cuando Azagoth gruñó, Cat comenzó a sudar. Ella era responsable del alma inocente que se envió al tanque de retención. Era la única explicación. —Yo no cometo errores. —Azagoth habló entre dientes con tanta fuerza que Cat juró que escuchó uno o dos crujidos. —Entonces, alguien más lo hizo —dijo Reaver—. Me importa poco de quién es la culpa. Lo que sí me importa es el hecho de que hay un alma humana en el Inner Sanctum que no pertenece allí, y lo quieren de vuelta antes de que sea dañado o alguien se dé cuenta de que no es malo y lo utilice para salir del Sheoul-gra. —Um... perdón —interrumpió Cat—. Pero esta persona de la que está hablando... es un alma, no un ser físico, al menos no en la Tierra o en el Sheoul, así que ¿cómo podría ser utilizado para ayudar a escapar a los demonios? —Aquí, como en el Cielo, su alma es sólida —dijo Reaver—. Un demonio devora almas podría absorberle, o su alma podría ser cosechada y licuada para ser

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utilizada en hechizos. —A medida que comprendía el horror de lo que podría estar sucediéndole a un humano inocente, Reaver se volvió hacia Azagoth—. La has fastidiado a lo grande. Azagoth resopló. —Muérdeme. —Tienes una semana. —Y yo te repit… —¡Reaver! —Se oyó la voz de Lilliana, y un momento después, se arrojó a sus brazos—. Es tan bueno verte. Empezaron a charlar, dando tiempo a Cat para escabullirse. Mierda, ¿qué había hecho? Azagoth le había dado un propósito, una casa, y seguridad, y ella acababa de arriesgar que los del Cielo le escaldaran. Y ese pobre hombre. Había visto de primera mano cómo de traumática podría ser la muerte para los seres humanos. Incluso en el cielo a veces les llevaba meses ajustarse, sobre todo si sus muertes eran violentas o repentinas. ¿Pero morir y luego encontrarse atrapado en el Infierno sin tener ni idea de por qué o que habías hecho para merecerlo? Ella se estremeció mientras se arrastraba por el camino de piedra hacia el palacio de Azagoth. Tenía que arreglarlo, pero ¿cómo? Tal vez podría encontrar al humano ella misma. Su capacidad para diferenciar entre las almas demonio de las humanas y desde grandes distancias sería una ventaja, así que tal vez, solo tal vez, podría arreglar esto rápidamente. Si pudiera entrar y salir del Inner Sanctum antes de que nadie se diera cuenta de que se había ido, seguramente Azagoth la perdonaría. Incluso era posible que los arcángeles consideraran el rescate una buena obra suficiente para permitirle volver al Cielo.

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Nadie se dio cuenta de que se alejaba del grupo, por lo que tomó los pasos de dos en dos y se apresuró a través de las enormes puertas. En el momento en que estuvo lejos de miradas indiscretas, ya no pudo mantener la compostura. Se lanzó a la acción, corriendo tan rápido por los pasillos que patinó alrededor de una esquina y casi chocó con la pared en su camino a la oficina de Azagoth. Como era de esperar, la oficina estaba vacía. Aterrorizada, pero con la esperanza de que lo que estaba a punto de hacer le ayudaría a enderezar una gran cantidad de errores, se apresuró a la palanca que había abierto accidentalmente, la que había empezado todo este lío. Junto a la palanca se abrió el túnel de almas que había visto a Azagoth y a Hades utilizar para acceder al Inner Sanctum. Cuando le dio la vuelta, una sección de la pared se desvaneció, lo que dejó una vista de un tenebroso cementerio oscuro, situado entre ennegrecidos árboles sin hojas en el otro lado. Por un momento, dudó. En el Cielo, siempre había sido la primera de sus hermanos y hermanas en asumir riesgos, con el paso hacia lo desconocido. Pero ninguno se había enfrentado nunca a nada como esto. Para ellos, tomar riesgos significaba hablar en las reuniones o perseguir a un demonio en una Harrowgate. Sus dos hermanos y dos hermanas se cagarían encima si es que alguna vez llegaban a estar donde estaba Cat en ese momento. El pensamiento le dio una medida de comodidad e incluso la hizo sonreír un poco. Por lo tanto, antes de que cambiara de opinión, tomó una respiración profunda, y dio un paso a través del portal. Al instante, el calor tan espeso y húmedo que apenas podía respirar la engulló. Cada bocanada de aire fétido la ahogaba. El lugar olía a cuerpos en descomposición. Y los sonidos... dioses, era como si la gente en las tumbas se quejara y arañara sus ataúdes.

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¿Por qué alguien estaba en los ataúdes? El miedo brotó, una sensación asfixiante que parecía exprimir todo su cuerpo. Esto era un error. Un terrible error. Tenía que volver. Tenía que confesar lo que había hecho a Azagoth. Presa del pánico, se dio la vuelta tan rápido que casi se cayó. De prisa, su mente gritaba. Entonces se congeló a medio grito. El portal se había ido. Frenética, buscó en la pared una palanca de algún tipo. O un botón. O un maldito hechizo que le permitiera usar una maldita palabra mágica. —¿Ábrete Sésamo? —dijo con voz ronca. Nada. —Déjame salir. Nada. Ella golpeó la pared en la que la puerta había estado. —¡Abre el maldito portal! Los sonidos procedentes de las tumbas se hicieron más fuertes, y su garganta se obstruyó por el terror. Estaba atrapada.

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Capítulo 5 Cat pasó lo que parecía una eternidad intentando encontrar un camino de regreso al reino de Azagoth, pero la pared sólida, que se alzaba hacia arriba en un cielo negro como la pez tan lejos como el ojo podía ver, era al parecer interminable. Así como el cementerio. ¿Por qué había un cementerio aquí, de todos modos? Más extraño aún, las lápidas, todas de diferentes tamaños, formas y materiales, estaban sin marcar. Al menos, no con nombres o fechas. Algunas habían sido talladas con lo que parecía ser grafiti, y otras por escrito, sobre todo en el lenguaje de demonio universal, Sheoulic. Varias eran advertencias de no entrar en cualquiera de los cinco mausoleos que parecían estar colocados al azar alrededor del cementerio en expansión. Desafortunadamente, había oído lo suficiente sobre el Inner Sanctum para saber que los mausoleos eran las puertas de entrada a los cinco niveles, o Anillos, como se les llamaba oficialmente, que albergaban a los demonios que Hades vigilaba. Tenía que entrar. Pero, ¿a cuál? Ninguno marcaba en modo alguno con una indicación de a qué Anillo llevaban. ¿Se suponía que tenía que elegir al azar y esperar haber escogido el correcto? Ugh. Ahí estaba, otra razón por la que quería volver al Cielo. Allí todo estaba claramente señalizado. Observó los cinco mausoleos y finalmente se decidió por el más cercano. Pero antes de entrar, encontró una pesada pieza de madera que pudiera utilizar como un bate si era necesario. Cuando perdió sus alas, había perdido todas las armas defensivas innatas, pero de todos modos no habrían hecho ningún bien aquí. Sin dudad, debería haber pensado en esto un poco mejor. Tu impulsividad te va a meter en problemas algún día.

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Las palabras de su madre resonaban en sus oídos, y también los hacían las voces en eco de sus hermanos, ‘te lo dije’, que pronunciaron justo antes de que sus alas fueran cortadas. Cat se quedó a las puertas de reja de hierro del mausoleo. Al parecer, ni siquiera perder sus alas le había enseñado una lección. Maldiciéndose, y lanzando algunas palabras bien escogidas a sus hermanos, abrió la puerta, encogiéndose por el crujido oxidado que hizo que las cosas en las tumbas chillaran. El interior estaba oscuro y polvoriento, pero cualquier cosa era mejor que la falta de humedad del cementerio. También era menor de lo que parecía ser desde el exterior, aproximadamente del tamaño de una cabina de teléfono. La puerta se cerró detrás de ella, y casi gritó por el ruido metálico del metal golpeando la piedra. Un instante después, se abrió por sí misma, y ​salió a un desierto de arena sin rasgos. No había nada más que arena de color amarillo pálido y el cielo gris. Nada se movía. No había brisa, ni sonido, ni olor... ¿qué diablos era este lugar? De acuerdo, esto podría haber sido un error. Se dio la vuelta para volver al cementerio y un mausoleo diferente, pero igual que antes, cuando salió de la biblioteca de Azagoth, se encontró con nada más que aire vacío donde la puerta debería haber estado. El pánico se levantó, pero antes de que pudiera formar un pensamiento coherente, oyó un ruido detrás de ella. Un escalofrío se disparó por su espalda mientras se daba la vuelta lentamente. Con el corazón palpitante, los dedos clavándose en el bate de madera, entrecerró los ojos en la distancia, y ahí fue cuando lo vio, un brillo en el aire que se solidificó lentamente en una serie de formas borrosas. Y entonces las formas se definieron, y ​su corazón se estrelló en una repentina parada dolorosa por el soplo del mal que la golpeó.

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Al menos cincuenta demonios de varias especies diferentes formaban un semicírculo a su alrededor, un muro de colmillos, garras y crudas armas hechas a mano. La multitud se apartó para permitir que uno de ellos, una cosa de siete pies de altura, sin ojos, con diminutos dientes afilados y la piel de color gusano, se mostrara. En su esbelta garra, tiraba de una cadena, y en el otro extremo de esa cadena, gateando a cuatro patas como un perro, estaba un varón humano, con el pelo enmarañado con sangre, su piel magullada y sangrante, sin una oreja. Este era el muy humano a por el que había venido. El alivio dio rápidamente paso a la culpa y horror ante lo que se había hecho con él. Y en lo que todavía podría hacerse con él. Con los dos. —¿No eres una cosa sabrosa? —El demonio gusano arrastró las palabras, su voz blanda y tamizada a través de afilados dientes. Un terror, diferente a cualquier cosa que jamás había experimentado, le obstruyó la garganta. Oh, había tenido miedo antes, muchas veces. Pero esto era diferente. Nunca se había enfrentado a tantos demonios, y ciertamente nunca lo había hecho con solamente un palo de madera como arma. Sosteniendo el bate, encontró su voz, temblorosa y chillona como era. —Demonio, soy un ángel caído en una misión del mismo Azagoth —mintió—. Debes entregar al humano inmediatamente. El hombre gusano se rió. —Tonta kunsac. —Su Sheoulic estaba oxidado, pero estaba bastante segura de que acababa de llamarla con un término del argot bastante desagradable para ano de un demonio—. Es un farol. Y vas a morir. —Sonrió, mostrándole sus horribles dientes—. Pero no antes de que consigamos lo que queremos de ti.

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Otro demonio dio un paso adelante e hizo un gesto hacia los demás. —Lo que todos queremos de ti. ¿Lo que querían de ella? ¿Cómo la habían incluso encontrado? Llegaron a ella en un segundo. Giró su bate, acertando a uno en la mandíbula con fuerza suficiente para saltarle algunos dientes, pero cuando lo giró de nuevo, algo la golpeó en la cabeza. Probó su propia a sangre y oyó un grito, pero sólo más tarde se dio cuenta de que el grito era de ella.

***

—Mi señor. Dentro de una de las cientos de pequeñas células en los niveles más bajos de las mazmorras del Rot, Hades se apartó del cuerpo roto de uno de los dos demonios que había capturado hacía tres días. Silth, el comandante ángel caído a cargo del Quinto Anillo, estaba en la puerta. —Dime que has localizado el resto de los insurgentes. Silth bajó la cabeza rubia en una breve inclinación de cabeza. —Sí, pero… —¿Confío en que los has tirado al ácido del Rot? —Ese era uno de los castigos favoritos de Hades. Los demonios chapoteaban mientras sus cuerpos eran disueltos lenta y dolorosamente, hasta que sólo quedaban sus almas.

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Era entonces cuando las cosas se ponían muy divertidas. Las almas expuestas eran delicadas, y el ácido era aún más doloroso en sus formas crudas y tiernas. Los demonios podrían tomar otro cuerpo físico, y luego el ácido volvería a hacer el trabajo, comenzando de nuevo el ciclo. Por lo general, no tardaban más que unos pocos días antes de que los malditos empezaran a hablar. Y si eso no funcionaba, colocándolos en una de las tumbas en el cementerio durante un par de décadas lo haría. —Por supuesto. —Silth cambió el peso de un pie a otro nervioso, haciendo que su cadena traqueteara y que Hades se pusiera rígido—. Una situación requiere su atención. Una sensación oscura y ondulante se desplegó en el intestino de Hades al oír esas palabras de Silth y el tono sombrío. —Dispara. —Todo el Quinto Anillo se está desestabilizando, y la violencia se está extendiendo al Cuarto Anillo. Inteligencia indica que próximamente habrá una fuga a gran escala del Sheoul-gra. —Imposible. —Hades dio una patada en la paja en el suelo y observó a una rata infernal escurrirse en otra pila sucia—. No hay manera de que pudieran reunir suficiente poder para lograr algo así. Silth, al que Hades había elegido personalmente como alcaide del Quinto Anillo porque era un maldito malvado al que le gustaba el dolor y no temía a nada, de repente parecía que preferiría estar en cualquier lugar excepto aquí. Incluso dio un paso atrás de Hades, como si esperara ser sacrificado. Lo que significaba que el tipo tenía una mala noticia de mierda.

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—De alguna manera —gruñó—, ellos se apoderaron de un Semi caído. Hades parpadeó. —¿Un Semi caído? ¿Cómo un vivo, aún respirando, ángel Semi caído? ¿Cómo? Azagoth no habría permitido a nadie entrar sin decírmelo. —De ninguna manera. Cualquier ser vivo al que se le diera acceso al Inner Sanctum tenía que ser escoltado y contenido para evitar exactamente lo que parecía estar pasando en este momento en el Quinto Anillo. —La vi yo mismo —dijo Silth. —¿Ella? —Hades frunció el ceño—. ¿Quién? —No lo sé. Solo atrapé un vistazo —dijo Silth, volviendo a lo que a Hades le gustaba llamar su ‘hablar medieval’. El tipo había caído del Cielo a finales del 900 y había pasado demasiado tiempo jugando con los asuntos humanos y recogiendo sus molestos hábitos—. Cuando capturé a uno de los rebeldes, admitió que la Semi caída estaba siendo utilizada en un ritual que rompería las paredes del Inner Sanctum. La rata del infierno asomó su cabeza entre la paja y le dio un mordisco al demonio inconsciente en el suelo. Esos lindos pequeños bichos. —Algo todavía no está bien. —Hades apartó la mirada de los roedores—. Se necesitaría más de una sola Semi caída para liberar el tipo de magia que destruiría los límites del Inner Sanctum. ¿Qué más tienen? —Desconocido. Pero me temo que si no actuamos ahora, no importa si las paredes caen o no. El levantamiento se está extendiendo, y si llega a todos los niveles... —Se calló, a sabiendas de que Hades comprendía la gravedad de la situación.

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Una rebelión a gran escala podría no resultar en la destrucción de las paredes del Inner Sanctum, pero obligaría a Azagoth a detener la admisión de nuevas almas en el Inner Sanctum, lo que acabaría en un rebote que afectaría tanto a los reinos demoníaco y humano. Incluso Azagoth había teorizado que un motín lo suficientemente grande podría derribar las barreras internas que separaban el reino de Azagoth del Inner Sanctum, que daría como resultado una ola de caos que destruiría todo lo que a Azagoth le era querido. No es que Hades diera una mierda por lo Azagoth quería, pero toda amenaza para Azagoth era también una amenaza para Hades. Si Azagoth cayera, así lo haría Hades, no importa que pudiera estar conectado con la profecía bíblica trazada para Thanatos, el Jinete conocido como Muerte. Y miré, y he aquí un caballo amarillo; y el que estaba sentado sobre él tenía por nombre Muerte, y Hades le seguía. Sí. Eso. Hades ya había ayudado a salvar a los Cuatro Jinetes en varias ocasiones, pero no tenía ni idea de lo que a él le deparaba el destino. Sin duda, no sería bueno. Los Jinetes tenían talento para meterse en problemas. Hades pasó junto a Silth y empezó a bajar la estrecha sala de antorchas, el ángel caído en su flanco. —¿Dónde están los insurgentes con la Semi caída? —Mis chicos y yo les enfrentamos en la Montaña Garra Rota en el Quinto Anillo. —Silth hizo una pausa mientras se detenían en la armería, donde Hades agarró un arnés de cuero cargado con cuchillas hechas de materiales del Inner Sanctum. Cualquier cosa del exterior estaba estrictamente prohibida, excepto en el interior de la casa de Hades—. Los supervivientes huyeron hacia el cañón con la hembra. Yo creo que están atrincherados allí.

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Hades resopló. —¿Crees que están acorralados? ¿A la espera de ser sacrificados? —Probando el borde de una hoja de hueso, él negó con la cabeza—. Tienen un plan. —¿Cree que es una trampa? —Diablos, sí, es una trampa. —Sonrió porque tan mierda como era la agitación en el Inner Sanctum, había un lado bueno. Miles de años de monotonía le habían desgastado, pero ahora había un poco de emoción. Algo que le desafiaba y que le hacía sentirse vivo. Pensó en Cat y cómo, cuando había chocado con él en el Pabellón de las Almas de Azagoth, había tenido un momento en el que se había sentido más vivo de lo que lo había hecho en siglos. Había sido suficiente para hacerle olvidar, solo por unos minutos, que estaba fuera de los límites para él. Su pulso se había acelerado, su cuerpo se había endurecido, y había deseado con ganas envolverse a su alrededor y deleitarse con el contacto piel a piel. Pero eso no iba a suceder, por lo que tendría que conformarse con la segunda mejor opción. Una buena pelea a la antigua.

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Capítulo 6 Resultó que Silth no había estado exagerando cuando dijo que el Quinto Anillo era un caos. En el cañón donde supuestamente estaba atrapada la Semi caída, Hades se encontró que tuvo que luchar para abrirse paso a través de hordas de demonios que solamente estaban viendo la zona de concentración donde los líderes estaban cantando, bailando y sacrificando criaturas demoníacas por su sangre. Mientras Hades y su equipo de ángeles caídos se enfrentaban a un sinfín de demonios, mantuvo un ojo en la idiota Semi caída que se las había arreglado para meterse en una mierda de toneladas de problemas. Porque incluso si los demonios no la mataban, Hades lo haría. E iba a divertirse haciéndolo. Levantando la mano, envió una ola de poder destructivo a la multitud de los demonios delante de él. Salieron volando como si estuvieran hechos de papel, dejando un camino de carne y sangre frente a él. Los sabuesos del Infierno corrieron a festejar y morder a las almas que surgían de los cuerpos en ruinas. No pasaría mucho tiempo antes de que se reorientaran y generaran nuevos cuerpos de carne y sangre, así que Hades tenía que darse prisa. Aunque sólo Hades y sus guardianes ángeles caídos poseían poderes sobrenaturales aquí abajo, los demonios aún tenían tamaño, fuerza, dientes y garras en sus arsenales, por no hablar de cifras. Si Hades y su equipo se veían desbordados, las cosas podrían ponerse feas. Muy feas. Peor aún, había ido a su casa para ponerse en contacto con Azagoth solo para encontrar que las comunicaciones no funcionaban, y debían haber estado así por

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horas. Azagoth siempre enviaba un mensaje de actualización de estado precisamente a la medianoche, pero por primera vez en miles de años, no había nada. Probablemente debería haber aparecido en la oficina de Azagoth para ver qué pasaba antes de cargar a la batalla, pero maldita sea, el Reaper Grim Darth Vader-ish le había advertido que no le fallará de nuevo si no quería convertir su cerebro en un moretón, y no se sentía como para eso. Sin embargo, podría haber sido útil saber cómo diablos una Semi caída se había metido en el Inner Sanctum. Lo que sea. Lamentarse era para los idiotas. —¡Ahí! —Silth señaló un crucifijo de madera en bruto cerca del lugar donde la sangre animal corría espesa de un afloramiento de piedra en los acantilados—. La Semi caída. Hades corrió hacia el crucifijo, esquivando una lluvia de lanzas de parte de los demonios encaramados en los afloramientos de roca de las paredes del cañón. Deseó poder usar sus alas, pero el vuelo le convertiría en un objetivo. Por ahora, era más seguro en la multitud enemiga. Mantuvo sus ojos en el crucifijo mientras corría. Desde allí, pudo distinguir el cuerpo delgado de una mujer colgando fláccido del crucifijo, los brazos atados a la cruz, con la cabeza caída hacia adelante, con el rostro oculto por una mata de pelo rojo brillante. Una chispa de reconocimiento brilló, pero se apagó como una luciérnaga aplastada cuando un hacha le golpeó en la cabeza. El dolor le atravesó cuando los fragmentos de hueso de su cráneo se clavaron en su cerebro. —Bastardo —gruñó mientras se daba la vuelta hacia su atacante, un Ramreel corpulento con un hocico negro y ojos rojos brillantes—. Has jodido mi Mohawk. —Por lo menos, eso es lo que pensaba que había dicho. Las palabras eran ilegibles. Claramente, los fragmentos de hueso también habían fastidiado la parte de su cerebro que controlaba el habla.

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Tampoco le funcionaba un ojo, pero su habilidad para cortar y desmembrar a un demonio con un solo pensamiento todavía estaba intacta, como demostró un instante después. Con la cabeza palpitante mientras carne y hueso se curaban, Hades corrió hacia la hembra Semi caída. Le cayó un rayo encima, y ​el calor eléctrico chisporroteó sobre su piel. Ese rayo no era natural. Miró más allá del crucifijo de madera gigante, y se le erizó el pelo de la nuca. Un Orphmage, uno de los más poderosos demonios de clase hechicero que existía, se movía hacia la hembra, con una plantilla de hueso en la mano. Y desde el escenario, diminutos relámpagos aumentaron. Imposible. Im-maldito-posible. Nadie más que Azagoth, Hades, y sus guardianes podían ejercer el poder aquí. Ninguno. No sin una fuente de fuera del reino. Supuso que el demonio podría estar tomando energía de la Semi caída, pero ella ni podía tener suficiente para el tipo de magia que blandía. No, algo mucho, mucho más grande estaba en juego aquí. Hades se lanzó, enviando una corriente de electricidad al rojo vivo al demonio. El Orphmage volcó en el aire, evitando el arma de Hades como lo hizo todo el maldito tiempo. Cuando aterrizó, se giró, y con un movimiento violento y rápido, apuñaló a la Semi caída en el pecho con el último rayo de su arsenal. Ella gritó, un sonido de tal sufrimiento que de alguna manera ahogó la violencia de la batalla y redujo los gritos de los heridos a susurros apagados en el fondo. Hades se congeló. Finalmente reconoció esa voz. Y ese pelo. Y, cuando su grito comenzó a desvanecerse en una escofina torturada y su cuerpo quedó inerte, reconoció su ropa. Descoloridos pantalones vaqueros rasgados. Corsé negro y esmeralda. Pies descalzos.

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Cat nunca llevaba zapatos. El Orphmage dio un paso atrás, con la cabeza cubierta por una capucha de arpillera, pero Hades pudo distinguir una sonrisa siniestra estirando sus delgados labios en una mueca horrible. Levantó su bastón para golpear a Cat de nuevo. Con un rugido, Hades lanzó una serie de bolas de fuego al demonio aún cuando estos rebotaron contra él. De alguna manera el demonio bloqueó el fuego, pero la fuerza de los impactos contra su escudo invisible todavía lo tiraron hacia atrás con cada golpe. En la visión periférica de Hades vio a uno de sus guardias caer, su cuerpo yendo en una dirección, la cabeza en otra, y maldita sea, Geist podría haber sido una herramienta sádica, pero había servido a Hades durante casi mil años. Rápidamente, Hades apartó al ángel caído muerto de su mente y subió por la ladera rocosa, utilizando su mente para continuar lanzando mierda contra el Orphmage. Una flecha de hueso atravesó el brazo de Hades, y cuando se la sacó de un tirón, varias más le atravesaron las piernas y la espalda. Apretando los dientes contra el dolor, se arrastró por la pendiente y saltó sobre la meseta donde los demonios habían estado haciendo sus sacrificios y donde Cat colgaba lánguidamente del crucifijo. —Cat —exclamó—. ¡Cat! Corrió hacia ella, ignorando la lluvia de proyectiles que caían sobre él. El dolor le sacudió, la sangre cubrió sus ojos, y sus poderes se agotaban, pero nada de eso importaba. Tenía que llegar a Cat. Solo estaba a unas treinta yardas de distancia, pero se sentía como si hubiera corrido millas para cuando desenvainó una daga y cortó las cuerdas que la mantenían cautiva. Torpemente, la tiró por encima del hombro y buscó con sus sentidos el portal más cercano. No estaba lejos, pero, naturalmente, una horda bien armada de demonios gigantes estaba entre él y la salida.

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—¡Sabuesos del Infierno! —gritó hacia el Cielo. De la nada, dos caninos negros desdibujado salieron disparados del cañón hacia él—. ¡Abrid un camino! Al instante, los sabuesos del infierno se volvieron hacia el grupo de demonios y los atravesaron como bolas de boliche a través de pasadores. Hades siguió las estelas de las bestias, alcanzando el portal cuando un demonio con un brazo amputado levantó un bate sobre él. Con gusto, Hades envió una ráfaga de energía en la cabeza del maldito, estallando en una fabulosa fiesta gore. El portal se lo tragó, y un instante después, jadeando y exhausto, salió del mausoleo del Quinto Anillo en el cementerio. Voló la corta distancia a la pared donde estaban los portales hacia y desde la parte de Azagoth del Sheoul-gra y que se activaba solo con su voz y la de Azagoth. —Abre —ladró. No pasó nada. Con el ceño fruncido, lo intentó de nuevo—. Abre. Una vez más, nada. ¿Qué demonios? Extendiendo la mano, alisó su mano sobre la superficie de piedra oscura. Se sentía igual que siempre, ¿así que por qué no se abría? —¡Abre! —Dioses, bien podría haber estado hablando con una pared. Resopló. A veces se la jugaba él solo—. Maldita seas, ¡maldición, abre! Teniendo en cuenta que el pasaje era la única manera de salir del Inner Sanctum, esto no era bueno. ¿Azagoth había sellado la puerta a propósito? ¿Era un fallo raro? ¿O los demonios del Quinto Anillo tenían algo que ver con esto? Hades no estaba seguro de cuál escenario era el mejor. Cat gimió, y mierda, necesitaba llegar a algún lugar seguro donde ella pudiera recuperarse de lo que fuera que el Orphmage le había hecho. Y tan pronto como fuera capaz de hablar, tendría que dar serias explicaciones.

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Capítulo 7 Todo era gris. Gris claro. Gris oscuro. Y cada tono de gris en el medio. Cat parpadeó. ¿Dónde estaba? Entrecerrando los ojos, movió la cabeza de lado a lado. Al parecer estaba acostada dentro de una especie de caja de piedra sin tapa. Era enorme, del tamaño de una cama extra grande, y como una cama, tenía mantas y almohadas. ¿Quién demonios dormía en una caja gigante? Se sentó, pero estaba tan débil que tuvo que hacer dos intentos, y mientras miraba alrededor de la habitación, la cabeza le daba vueltas. —Ah, la Bella Durmiente despierta. Cat se volvió hacia el dueño de la voz, y ella habría jadeó si la respiración no se hubiera atascado en la garganta. ¿Hades? ¿Qué estaba haciendo aquí? Por supuesto, podría ayudar saber dónde era ‘aquí’. ‘Aquí’ parecía ser una habitación construida con la misma piedra que la caja en la que estaba sentada. Los apliques de hierro en las paredes despedían una luz sombría, pero el fuego en la chimenea evitaba que el lugar fuera completamente de película de terror chic. —¿Dónde estoy? —Su voz sonaba cavernosa, lo que parecía apropiado, teniendo en cuenta que la habitación parecía una tumba. —Mi casa. —Hades se acercó a la pared del fondo, donde había una olla al vapor sobre las llamas rugientes del fuego. Estaba sin camisa hoy, y la luz del fuego parpadeaba sobre su piel, las sombras definiendo cada glorioso músculo cuando se puso en cuclillas y coló algo en una taza. Dioses, estaba confusa. ¿Por qué estaba aquí? ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era estar en la oficina de Azagoth... no, espera. Había ido al Inner Sanctum para encontrar a un ser humano. Pero todo estaba muy nublado después de eso.

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Se frotó los ojos, que estaban tan nublados como sus recuerdos. —¿Qué me pasó? Hades se acercó, moviéndose en esa forma suya, como una pantera a la caza. Ni siquiera las cadenas en sus enormes botas negras hacían un sonido cuando caminaba. —Esa es la pregunta que quería hacerte. —Le tendió la copa, que era realmente más un tazón. Se parecía sospechosamente a la parte superior de un cráneo—. Bebe esto. Ella estudió el contenido mientras tomaba la taza, casi salpicándose el líquido transparente de color amarillo en la mano. Parecía lo suficientemente seguro, sin globos oculares flotantes ni nada. —Huele bien —dijo mientras se lo llevaba a los labios—. ¿Qué es? —Es un caldo de curación. Hecho por mí mismo de la piel y huesos de una Víbora Croix. Cat intentó no escupir a pesar de que el líquido en realidad sabía decente, como la sopa de pollo picante. —Gracias. —Bajó la taza, pero él negó con la cabeza. —Bébetelo todo. Curará el resto de tus heridas. Se miró a sí misma, pero no había ninguna marca. Sus pantalones estaban sucios, y había manchas de lo que podría ser sangre en sus pies, pero no parecía ser suya, y por lo demás, parecía estar en muy buena forma. —¿Qué heridas? Cogió una de varias cuchillas que había colocado sobre una mesa de madera en bruto y comenzó a limpiarla con un trapo.

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—Estabas en muy mal estado cuando te encontré. Tengo la capacidad de curar el daño físico menor, pero los otros asuntos están más allá de mi capacidad. —¿Los otros asuntos? —Le vio deslizar la hoja en un arnés de cuero colgando de una silla. —Heridas psíquicas —dijo con voz ronca—. Del tipo que se obtiene cuando un Orphmage mete su varita mágica en ti. Ella contuvo el aliento. —¿Varita… mágica? —No es ese tipo de varita mágica. En serio, ¿alguna vez has visto la chatarra de un Orphmage? —Resopló—. Me imagino que utilizan sus equipos para compensar sus diminutos penes. Se habría reído si no estuviera tan confusa acerca de por qué estaba allí y lo que le había sucedido. No había hablado con Hades mucho, pero había visto cómo interactuaba con otros, y ella adoraba su sentido del humor. Era muy inapropiado y nada como la gente que había conocido en sus sesenta años de vida en el Cielo. Estaba bastante segura de que la mayoría de los ángeles tenían varitas mágicas metidas por el culo. —Tal vez podría salir de este... —Miró a su alrededor a la caja en la que estaba sentada—. Este... um, ¿ataúd? ¿Estoy en un maldito ataúd? —En realidad es más un sarcófago. —Sonrió—. Genial, ¿eh? En realidad, sí. Hades, guardián del cementerio de los demonios, tenía un sarcófago como cama. Él realmente vivía su parte, ¿no? Le ofreció su mano, que ella tomó, saboreando el zumbido de cálida estática que se deslizó sobre su piel mientras la ayudaba a ponerse de pie y salir del ataúd

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gigante. Y hombre, su mano era grande. Y fuerte. Y hacía preguntarse cómo se sentirían sus dedos acariciando su piel. Era la segunda vez que se habían tocado. A ella le gustaba. Quería más. Estar tan cerca de un hombre era raro y extraño, y aparte del lamentable incidente con Zhubaal, nunca tuvo más de un contacto casual con el sexo opuesto. En el Cielo, muchos ángeles eran todo ‘amor-libre’ y ‘si se siente bien hacedlo’, pero los Serafines tendían a ser conservadores, decididos a utilizar las prácticas antiguas, como apareamientos, como dispuestas a fin de preservar las capacidades inherentes que hacían a los Serafines únicos entre los ángeles. Siempre había pensado que las costumbres Serafines eran un lastre, a pesar de que sus padres no habían sido tan militantes como los demás. Aun así, justo antes de que ella hubiera sido arrancada del Cielo, la habían comenzado a empujar en dirección a compañeros adecuados. Ahora estaba sola, curiosa, y, francamente, estaba caliente. Su breve encuentro con Zhubaal había sido mal concebido y solo la había dejado frustrada sexualmente. Aunque, si fuera honesta consigo misma, probablemente podría sentar un poco de su frustración por su propio pie, ya que no había tenido reparos en preguntar a Lilliana sobre el sexo con Azagoth. Lilliana había estado sorprendida al principio, pero se habían hecho cercanas, y pronto la pareja de Azagoth confió en Cat, compartiendo lo que hacían en la ducha, en el banco de nalgadas, en el bosque... Cat se estremeció ante la idea de hacer algunas de esas cosas con Hades. El deseo de sentir más que el rumor de lo que estaba recibiendo a través de sus manos entrelazadas se convirtió en una necesidad ardiente, y ella dio un paso más cerca de él, atraída por su pecho desnudo y sus brazos gruesos. Si pudiera suavizar la palma sobre su bíceps o abd…

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De repente, él la soltó y dio un salto hacia atrás, casi como si ella le hubiera chamuscado. Un músculo en su mandíbula tembló mientras permanecía allí, mirándola por encima de su nariz perfectamente recta, como si fuera un enemigo. Y sin embargo... había una corriente subterránea de calor que fluía detrás del hielo de sus ojos. ¿Podía leer su mente? Y si lo hubiera hecho, ¿sus traviesos pensamientos no le habrían hecho querer tocarla más? No sabía mucho sobre los machos de su especie, pero sabía que no se necesitaba mucho para conseguir que se interesasen. —Ponte cómoda —dijo con voz ronca—. No suelo tener visitas, así que... —Se encogió de hombros mientras hacía un gesto a una de las dos sillas en el pequeño espacio. Cierto. Así que... pretender que a ninguno le había afectado el breve momento de... bueno, no sabía cómo llamarlo. Tal vez la evasión era lo mejor. Se aclaró la garganta con la esperanza de no sonar como una idiota. —¿Esta es tu casa? No habría esperado que vivieras en un solo cuarto... ¿qué es esto? ¿Una cripta? —Ding, ding —dijo, con la voz llena de sarcasmo, pero no malicia—. Dale a la niña un premio. ¿Más sopa de serpiente, tal vez? Ella levantó su plato todavía lleno. —Gracias, pero estoy bien. —El fuego crepitante llamó la atención sobre las gárgolas talladas en los extremos de la repisa de la chimenea y la pintura descolorida de ángeles que luchaban contra demonios en un cementerio colgando por encima de ella. Bueno, tal vez Hades se estaba tomando lo de ser guardián del cementerio un poco demasiado lejos—. Así que, ¿por qué vives en una cripta? Seguramente podrías tener una mansión si quisieras.

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—Se podría pensar, ¿no? —Hizo un gesto hacia la silla de nuevo—. Siéntate. No se le ocurrió no obedecer, así que se sentó con cuidado en la desvencijada silla que debía haber sido elaborada por un niño de cinco años de edad. Por lo que podía decir, estaba hecha de ramas y tiras de cuero. Hades cruzó los brazos sobre su enorme pecho y se la quedó mirando hasta que se retorció en su asiento muy incómoda. Como si su incomodidad fuera exactamente lo que estaba esperando, por fin habló. —Dime, Cat. ¿Qué hiciste para cabrear como la mierda a Azagoth, y por qué te ha enviado al Inner Sanctum sin decírmelo? Mierda. Era una mentirosa horrible, y tenía la sensación de que Hades vería a través de una mentira de todos modos, pero la verdad... hombre, probablemente iba a conseguir que la castigaran a lo grande. Se estancó bebiendo la sopa de serpiente. —Además... —Presionó, sin perder el ritmo—, ¿qué sabes sobre que las comunicaciones no funcionan y que la puerta entre el reino de Azagoth y el Inner Sanctum está bloqueada? Ella se atragantó con el caldo. —¿Está bloqueada para ti también? —Ante su asentimiento, la boca se le secó. Esto era malo. Muy malo—. Intenté volver, pero no pude. Pensé que había fastidiado algo. —Tú la fastidiaste, está bien —dijo—, pero no podrías haber vuelto. Sólo Azagoth o yo podemos operar las puertas. —Lanzó un leño al fuego—. ¿Por qué has venido aquí? El miedo hizo que se le revolviera el estómago, como si la sopa se hubiera transformado de nuevo en una serpiente en su vientre.

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—Antes de responder a tus preguntas, tengo que preguntarte algo. —Claro —dijo arrastrando las palabras, los brazos todavía cruzados sobre el pecho—. Por qué narices no. Bueno, eso no sonaba prometedor. —Azagoth tiene la capacidad de destruir las almas. —Se estremeció ante la idea, en el puro poder que uno debía poseer para deshacer lo que Dios mismo había hecho—. ¿Y tú? Una esquina de su boca perfecta apuntó hacia arriba. —¿Estás preocupada? —Un poco. —¿En serio? —Perdió la sonrisa—. ¿Qué diablos has hecho? —Sus ojos se estrecharon, convirtiéndose en fragmentos de hielo enojado—. Azagoth no sabe que estás aquí, ¿verdad? Has entrado en el Sanctum sin su conocimiento. Mierda, Cat, ¿sabes lo que tengo que hacer con los intrusos? Podía adivinarlo, pero realmente no quería. El cuenco en sus manos comenzó a temblar. Cálmate. Es probable que no te vaya a matar. Probablemente. —¡Cat! —ladró—. Por lo menos uno de mis guardias está muerto por tu culpa, así que necesito algunas respuestas. Ahora. No podía mirarle a los ojos, así que se concentró en sus pies y le dijo en voz baja: —Accidentalmente dejé entrar algunas almas en el Inner Sanctum. —¿Accidentalmente? —Por supuesto que fue un accidente —le espetó, molesta porque dudara de sus

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motivos—. ¿Quién en su sano juicio abriría el túnel sin el permiso de Azagoth? Yo ni siquiera sabía cómo abrirlo. Estaba limpiando, y accidentalmente… —Está bien —interrumpió—. Entiendo. Fue un accidente, pero eso no explica por qué estás aquí. Dejó la copa sobre el borde del ataúd y dejó escapar un suspiro. —Quería arreglar mi error. Sé que fue una estupidez. Cambié de idea, pero el portal estaba cerrado y no pude volver. —¿Así que bajaste al Quinto Anillo? —preguntó, incrédulo—. ¿Qué tipo de movimiento idiota fue ese? ¿En qué mierda estabas pensando? —Estaba pensando en que tenía que encontrar el humano —replicó ella, sintiéndose un poco a la defensiva. Podría ser impulsiva, y era incapaz de tomar nunca la mejor decisión, pero había estado tratando de hacer las cosas bien—. Pero te juro que apenas había salido cuando los demonios me rodearon. —Eso es porque eres diferente. Estás, por falta de una palabra mejor, viva. Pueden sentir tu fuerza vital de una manera que mis guardias y yo no podemos. —Frunció el ceño—. Espera. ¿Humano? —Él se movió un poco más cerca, y de repente se sintió abrumada—. ¿Qué humano? Ah, sí, aquí era donde las cosas se ponían pegajosas. Y malas. —Una de las almas que pasaron... era humana. —¿Y? —Tomó otro de sus cuchillos de la mesa y pasó el pulgar sobre la hoja—. Los seres humanos malvados son admitidos en el Inner Sanctum todos los días. Las almas que permitiste pasar habrían hecho su camino a uno de los cinco Anillos... lo cual no es una catástrofe. Con el tiempo nos habríamos dado cuenta

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de que estaban en el lugar equivocado. Si estuvieran en el lugar equivocado. Entonces, ¿por qué te preocupas por ella? ¿Porque tenías miedo de la ira de Azagoth? No es que no debieras tener miedo —añadió—. Él me peló una vez. Me peló. ¿Sabes lo que se siente al ser malditamente pelado? Te voy a dar una pista. No es tan divertido como suena. Er... no pensaba que sonara divertido en absoluto. Y vaya, ella sabía que Azagoth podría ser aterrador, pero también había visto su lado tierno y cuidador, y nunca había oído que fuera innecesariamente cruel. Por otra parte, todos decían que Lilliana le había suavizado considerablemente. Cat no habría querido conocer al Azagoth pre-Lilliana. —Yo... no estoy segura de cómo responder a eso. —Pero estaba segura como el infierno de tener más miedo de Azagoth que nunca—. Quiero decir, sí, estaba preocupada por la reacción de Azagoth, pero el problema es que el alma fue erróneamente traída aquí. Es humana, pero no malvada. Fue segada por error. —¿Un error? ¿Cómo sabes todo esto? —Porque Reaver visitó a Azagoth. Quiere que el humano sea devuelto incluso por las malas. Hades se quedó en silencio, dando vueltas para pasear, sus pesadas botas golpeando el suelo con grandes grietas en la temblorosa tumba. —¿Cuándo ha ocurrido? ¿Cuándo enviaste al humano a mi reino? Ella no envió al humano al reino, pero no estaba dispuesta a objetar acerca de la terminología en ese momento. —Hace tres días. —Lo reconsideró, puesto que no sabía cuánto tiempo había sido mantenida cautiva por los demonios—. Podría ser un poco más.

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Hades dejó escapar un silbido mientras se pasaba la mano por el Mohawk. —Maldita sea, Cat. Sólo... maldición. —Lo sé —dijo miserablemente. —No, no lo sabes. Todo tiene sentido ahora. El ritual que encontré hace unos días. El poder esgrimido por el Orphmage. El humano estaba alimentando todo. El condenado humano es el por qué toda esta mierda está pasando, y con las comunicaciones cerradas, Azagoth no tenía manera de avisarme. —¿Qué mierda? —Los disturbios aquí. La rebelión. —Lanzó el cuchillo a la mesa. La punta de la hoja golpeó en la madera y vibró, el ruido llenando el pequeño espacio con un eco inquietante—. La magia. Ella sacudió la cabeza, completamente perdida. —No lo entiendo. ¿Ha habido disturbios? ¿Qué magia? —La magia que cortó la comunicación con Azagoth y selló las salidas del Inner Sanctum. —¿Selladas? ¿No sólo bloqueadas? Como, ¿no hay nada que puedas hacer? —No podía creerlo. ¿Cómo podría un humano muerto causar tantos problemas?—. Eres Hades. Seguramente… —No, Cat. Eso es lo que estoy tratando de decirte. Las salidas están selladas. Estamos atrapados aquí, y si los demonios son lo suficientemente inteligentes, pueden utilizar al ser humano para revelar la ubicación de mi casa también. Y una vez que eso suceda... —Se calló, y tragó. Duro. Ella sabía que no debía preguntar, pero como la ángel psicótica con la que solía trabajar dijo una vez, que era ‘fatalmente curiosa’.

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—Una vez que eso suceda... ¿qué? —Vamos a ser invadidos por millones de los demonios más malvados en la escala Ufelskala. Nos matarán, Cat, y si tenemos suerte, sólo pasarán un par de días haciéndolo.

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Capítulo 8 Hades no podía creerse esta mierda. En sus miles de años presidiendo el infierno que era el Inner Sanctum, ni una sola alma había entrado por error. Tanto él como Azagoth habían sido muy cuidadoso en quién —y lo qué— pasaba a través de la barrera. Las consecuencias de que un objeto extraño, por pequeño que fuera, o una persona no autorizada entrara en el Inner Sanctum eran precisamente la razón por la que ni siquiera a sus guardianes ángeles caídos se les permitía salir una vez que comenzaban a trabajar aquí. El propio Hades no podía traer nada adentro, excepto bajo ciertas circunstancias, y solo con el permiso de Azagoth. Hecho que hacía difícil para un hombre conseguir una pizza. Y ahora, en cuestión de días hubo al menos dos entradas no autorizadas, y la magnitud de los daños resultantes todavía no se habían visto. Cat empujó sus pies descalzos, que estaban decorados con esmalte púrpura. Lindo. Le habían ordenado no tocar sexualmente, pero, ¿chupar los dedos de sus pies contaba? —¿Estás diciendo que no tenemos ningún recurso? —Sus manos formaron puños a los costados, y se preguntó si ella estaba conteniéndose de golpear algo—. ¿No hay manera de ponerse en contacto con Azagoth? —Lo he estado intentando. Mi teléfono no tiene señal, e incluso nuestros viejos métodos de comunicación a través de pergaminos hechizados y sangre no están funcionando. Me había estado preguntando por qué Azagoth estaba tan tranquilo. —¿Tienes un teléfono por aquí? —Miró a su alrededor como si buscara dicho dispositivo—. ¿Un teléfono que funciona?

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—Sé que no has sido rechazada Celestialmente mucho tiempo, pero nunca subestimes la capacidad de los demonios para secuestrar y ajustar los avances humanos. —Hizo un gesto a un armario en la esquina—. También tengo televisión. No me molestes en la noche de The Walking Dead. Sus delicadas cejas jengibre se elevaron con escepticismo. —¿Estás diciendo que los demonios son más inteligentes que los humanos? —Estoy diciendo que los demonios piensan fuera de la caja y son mucho más creativos. —Se encogió de hombros—. Además, la mayoría no están limitados por sofocantes valores morales. Cat pareció considerar eso, sus labios rojo sangre fruncidos, su impertinente nariz pecosa arrugada mientras reflexionaba. —Muy bien, entonces vamos a buscar al humano. Deben estar usando su no-mala energía para alimentar el hechizo que aisló al Inner Sanctum del resto del Sheoulgra. Le gustaba que estuviera pensando en eso en vez de estar volviéndose loca. Y tan estúpida como podría ser su decisión de entrar en su reino, tenía que admitir que era audaz y valiente. ¿Cuánta gente hubiera hecho lo mismo? ¿Y cuántos podrían haber pasado por lo mismo que ella y todavía estar no sólo intactos mentalmente sino dispuestos a seguir intentando corregir su error? —Tal vez —dijo Hades—. Pero, ¿qué es lo que querían de ti? ¿Lo sabes? Cerró los ojos, sus largas pestañas dibujando sombras sobre su pálida piel. —No estoy segura. Pensé que iban a hacerme daño, pero si lo hicieron, no recuerdo mucho.

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Bien, porque Hades recordaba lo suficiente por los dos. Oh, no había sido testigo de todo lo que le había pasado, pero sabía que había recibido una paliza en algún momento. Todavía no podía quitarse de la cabeza todas las contusiones y los moretones que habían marcado cada pulgada expuesta de su cuerpo. Un gruñido amenazó con romper de su garganta al pensar en ello. A pesar de que la había puesto cuidadosamente en su cama y canalizado las ondas de curación en ella, había jurado dar caza a cada uno de sus atacantes y presentarles a sus cuchillos favoritos. —¿Te dijeron algo? —dijo entre dientes, todavía enfadado al recordar que le habían hecho. Se lamió los labios, dejándolos brillantes y besables, y estaba agradecido por tener algo más en lo que concentrarse aparte de sus ya sanadas heridas. —El Orphmage habló sobre usarme para marcar el comienzo de un nuevo orden mundial. O algo así de loco. —Eso suena bastante bien. Los Orphmages están locos. Pero son del tipo de científicos locos psicóticos que son peligrosos como la mierda, ya que pueden hacer que sus ideas dementes cobren vida. —Que en realidad sonaba bastante impresionante—. Hombre, si alguna vez tengo que ser reencarnado, quiero volver como un Orphmage. —Los ángeles caídos sólo pueden renacer en otros ángeles caídos —señaló, como si no lo supiera—. Además, eres retorcido. —Lo cual no te impide ir jadeando detrás de mí cada vez que me ves en casa de Azagoth. —Él consiguió un pleno por la forma en que su rostro se puso rojo brillante, y se preguntó si iba a negarlo.

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No era un idiota; había visto cómo le miraba. Cómo se ponía nerviosa cuando estaba cerca. A él le encantaba. Había llegado a desear su atención cada vez que visitaba a Azagoth. Supuso que buscaba intencionadamente salir solo para poder obtener una reacción que no podía regresar como una especie de auto-tortura, pero bueno, la tortura era a lo que se dedicaba, ¿no? —¿Q... qué? —balbuceó con indignación—. Yo no hago eso… —Lo haces. —No. —Lo haces. —Se rió. Se sentía bien, pero no porque no se riera mucho. Solo que no había tenido una risa burlona por una mujer en mucho tiempo—. Está bien. No hay vergüenza en desearme. Soy caliente, después de todo. Ella resopló, haciendo que sus pechos casi se derramaran del ajustado corsé negro y esmeralda que llevaba. —Lo que sea —murmuró. Y entonces sonrió tímidamente—. No creía que te hubieras dado cuenta. Estuvo a punto de tragarse la lengua. Había estado bromeando; no esperaba que fuera lo suficientemente valiente para admitir que le deseaba. Hora de cambiar el tema, y ​rápido, porque no estaba del todo seguro de tener la fuerza de voluntad para resistirse a ninguna evasión por llegar. No había estado con una mujer en años, no desde la última vez que Azagoth le dejó salir del Sheoul-gra. Todo el mundo dentro del Gra, incluyendo demonios, estaban fuera de los límites para él, y siempre lo habían estado. Eso es lo que obtienes cuando te metes con la familia del Reaper Grim.

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Sí, se lo había buscado, pero maldición, había cometido ese error hace miles de años. ¿Acaso no había pagado su deuda a estas alturas? Le había hecho a Azagoth esa misma pregunta hace poco. Al final resultó que Azagoth tenía una larga memoria, guardaba rencor, y no era del tipo que perdonaba. Empujando lejos de su mente los errores del pasado, cambió de tema. —Entonces, ¿qué te hizo pensar que podrías entrar en el Inner Sanctum y encontrar al humano? La decepción por el cambio de tema brilló en los ojos de jade de Cat, pero lo cubrió con un encogimiento de hombros casual. —Poseo una particularmente poderosa capacidad de sentir el bien y el mal. —¿Todavía la tienes? ¿Incluso después de perder tus alas? Ella miró a su alrededor, y en lugar de responder, le preguntó: —¿Tienes algo de beber? Ya sabes, ¿algo que no tenga serpientes? —Claro que sí. —Con un movimiento de su muñeca, la pared detrás de la televisión se abrió, revelando una pequeña cocina que parecía sacada de Los Picapiedra. Excepto que tenía electricidad demonio-instalada. Hurra por la refrigeración y la placa de cocina calientes. —Oh —dijo Cat—. No me esperaba eso. ¿Tienes un cuarto de baño también? —La otra pared. —Mientras caminaba a la cocina, oyó la pared detrás de él abrirse y su murmullo de aprobación. —Feliz de ver la ducha. No tan feliz de ver un... ¿qué es eso, un aseo cubeta? —Su tono consternado le hizo gracia—. Eso se ve como algo de lo que los cerdos comen.

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—Estoy anticuado. —Su diversión pasó rápidamente a vergüenza cuando metió la mano en el armario para sacar sus dos únicas tazas. Cuando las dejó sobre el mostrador de piedra picada, maldijo sus duras condiciones de vida. Nunca le habían molestado realmente antes, pero ahora, ver cómo vivía a través de los ojos de Cat había levantado el velo un poco, y no le gustaba en absoluto. Así que en lugar de ir por el rotgut de luz de luna hecho aquí en el Inner Sanctum, tomó su preciada botella de ron que Limos, una de los Cuatro Jinetes, le había dado hacía tres décadas—. ¿Ron está bien? Y no has contestado a mi pregunta. —¿Que pregunta? Oh, cierto. Um, sí, ron está muy bien, y en cuanto a mi capacidad, no es tan fuerte como lo era antes de que perdiera mis alas, pero todavía puedo sentir la diferencia entre el bien y el mal desde una distancia mayor que la mayoría de los ángeles con halos o Verdaderos Caídos. Mientras servía dos dedos de ron en cada taza, se dio cuenta de que con todas las veces que había visto a Cat y formulado preguntas durante sus visitas a Azagoth, sabía muy poco de ella. Oh, había oído la historia de cómo cayó de la gracia, cómo se había asociado con Gethel, el ángel traidor que vendió su alma para tener un hijo de Satanás. También sabía que Cat había sido lo suficientemente valiente como para admitir sus errores en lugar de tratar de encubrirlos. Admirable. No era la ruta que habría seguido en su situación, pero bueno, nunca había sido un ejemplo de nobleza y luz, incluso cuando todavía había sacudido un halo. Al deslizar las copas, se volvió hacia ella. Maldita sea, era hermosa, de pie en medio de su sala de estar, descalza, sus pantalones vaqueros rasgados en varios lugares, una estrecha franja de vientre plano asomándose entre su cintura y la parte superior. Pero el verdadero atolladero era su pelo, esa gloriosa melena ondulada jengibre que fluía sobre sus hombros y pechos en una maraña de rizos salvajes. Parecía una guerrera arrancada del pasado de la Tierra, y lo único que le faltaba era una espada y un escudo.

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Y lo único que a él le faltaba era un cerebro porque esos eran pensamientos que no debería estar teniendo. Se dirigió de nuevo a ella y le dio una taza. —Así que, con ese tipo de capacidad especializada —comenzó—, ¿qué hacías en el Cielo? —Quieres decir, ¿qué hacía antes de empezar a trabajar para una traidora que consiguió que me echaran del Cielo? —Su voz era ligera, sarcástica, pero no había duda de la nota amarga que agriaba la sopa. Por supuesto, si le hubieran engañado para que casi empezara un Apocalipsis, también estaría amargado. —Sí. —Levantó su pequeña taza de hueso triste en pan tostado—. Eso. Ella le dio una mirada molesta. —Soy un Serafín. ¿Qué crees que hacía? Como Serafín, quienes Hades sabía que eran una de las clases más bajas de ángel a pesar de lo que pensaban los estudiosos humanos, habría tenido que trabajar muy cerca de los seres humanos. —¿Tipo cosas de ángel de la guarda? Ella resopló. —Los Serafines no trabajan en el reino terrenal. Principalmente hacemos el trabajo administrativo para los seres humanos que han cruzado recientemente. Esperaba que no fuera demasiado grosero temblar, porque lo hizo. —Suena aburrido como la mierda.

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—Lo es —admitió—. Pero gracias a que mi capacidad para distinguir el bien y el mal era tan fuerte, mi trabajo era un poco más interesante. Ella era interesante. —¿Cómo? —Bueno, todos los seres humanos son una mezcla de bien y mal, pero la mayoría son buenos. Cruzan casi inmediatamente al Cielo cuando sus cuerpos terrenales mueren. —Se sentó en la silla de nuevo, con cautela, como si fuera a astillarse. Podría. Hades mismo la había hecho, descubriendo en el proceso que era un mejor Señor de las Almas de lo que sería como Señor de los Muebles—. Los malvados son recogidos por los griminions de Azagoth y son traídos aquí. Pero si hay alguna duda en absoluto sobre su nivel de maldad, se supone que los griminions los dejan por su cuenta para que puedan ya sea permanecer en el reino de los humanos como fantasmas o cruzar al Cielo por su cuenta. Las personas como esas son una mezcla muy específica de cantidades iguales de bien y mal. Y otros, los seres humanos llamados sociópatas, son aún más complicados. Oh. Hades en realidad nunca había pensado en eso. Sí, sabía que había más sombras entre el bien y el mal que estrellas en el cielo, pero nunca se le ocurrió que existieran aquellos que caminaran en una línea muy fina que les haría difíciles de colocar ya fuera en el Cielo o en el Sheoul. —¿Así que trabajabas con los bichos raros? —Los llamamos Neutrales. O Esquivos. —Tomó un sorbo de ron, la nariz pecosa se arrugó delicadamente en ese primer trago—. Y sí, mi trabajo era sentir su salida, supongo que se diría así. A él le gustaría sentir su salida. Probablemente era mejor no decir más. —¿Cómo hacías eso?

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Ella sonrió e hizo un gesto a los brazos y los pies descalzos. —Nuestra piel es nuestro poder. No podemos discernir el bien y el mal como los animales, algunos seres humanos, y otros ángeles hacen, como un sexto sentido. Para nosotros, la conciencia se asienta en nuestra piel. Por eso me cubro lo menos posible sin ser indecente, y porqué mi ropa tiene que estar ajustada, o la sensación no puede pasar y siento que me ahogo. Ahora eso era interesante. Nunca había conocido a alguien que compartiera su afecto por la ropa ajustada. La mayoría de la gente pensaba que la ropa apretada era ataduras, pero Hades hacía mucho que había descubierto que las prendas que se adaptaban como una segunda piel eran más liberadoras y le permitían sentir el mundo que le rodeaba. El aire. El calor o frío. El toque de una mujer... cuando podía conseguirlo. Tomó un trago de su ron. —¿Así que hacías tu trabajo desnuda? Sus ojos se cruzaron con los suyos, reteniéndole valientemente, y vaya si no dejó de respirar. Él había estado bromeando; ella no. —Algunos de mis colegas lo hacían. —Levantó la mano e hizo girar un mechón de pelo alrededor de su dedo, y juró que era casi... juguetón—. Yo prefería nuestro uniforme estándar de lo que los humanos llamarían un top tubo y minifalda. Se la imaginó y al instante se puso duro. Por supuesto, también le gustaba en pantalones vaqueros rasgados y el corsé revelando el vientre que llevaba ahora. La vio levantar la copa a los labios, casi a cámara lenta, observó trabajar su garganta mientras tragaba. Maldita sea. Echó hacia atrás todo el contenido de su copa, desesperado por conseguir un poco de humedad en la boca.

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—¿Y cómo se sienten el bien y el mal? —dijo con voz áspera—. En tu piel, quiero decir. —Te lo mostraré. —Se acercó a él, cada paso haciendo estallar hacia fuera sus caderas y haciendo que sus pechos rebotaran con un ritmo suave y seductor. Su boca se secó de nuevo, pero entonces se hizo agua cuando se acercó y colocó su palma en el centro de su pecho. Muy lentamente, arrastró su mano a lo largo de los contornos de sus pectorales, su toque suave como una pluma que apenas sintió, y sin embargo, era hiperconsciente de cada movimiento de su mano, cada centímetro de piel por la que su palma pasaba. —La bondad y la luz —dijo ella en voz baja—, es como bañarse en champán. Es hormigueante y efervescente. Te despierta aún cuando te relaja. —Igual que el sexo —murmuró—. Con alguien que te gusta. —¿Con alguien que te gusta? —Ella parpadeó—. ¿Por qué tener sexo con alguien que no te gusta? Un ronroneo sordo vibró en su pecho. —Bebé, es como la lucha, pero con orgasmos. —Y menos sangre, supongo. —No, si lo estás haciendo bien. —Él movió las cejas, y ella puso los ojos en blanco —. Entonces, ¿cómo te hace sentir el mal? Si el bien se siente bien, ¿entonces el mal se siente mal? —Eso es lo curioso. —Se acercó más, añadiendo la otra palma a su pecho, y él agarró la copa con tanta fuerza que la oyó resquebrajarse. Más. Necesitaba más. Y

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maldita fuera por hacerle anhelarla cuando había estado perfectamente bien solo durante todos estos años—. Es tan seductor como el bien, pero de una manera diferente. —Se estremeció con delicadeza—. Es caliente. Si el bien es como bañarse en champán, el mal es como bañarse en whisky. Deja una quemadura, pero es casi siempre una encantadora quemadura. Sí, sentía una encantadora quemadura donde ella le estaba tocando. Mientras hablaba, se extendió sobre el pecho y el abdomen, luego más abajo, a la pelvis y la ingle. Todo se apretó y creció febril de lujuria. —Me parece —dijo con una voz áspera y humillante—, que chocar contra el mal sería una tentación increíble para los ángeles como tú. —Lo es —ronroneó—. Es por eso que no se nos permite salir del Cielo, excepto bajo ciertas circunstancias, y aun así, debemos llevar una escolta. Es una de las razones por las que sé que no puedo entrar jamás al Sheoul. Convertirme en una Verdadera Caída significaría tener restaurados mis plenos poderes de detección, y estaría sesgada hacia el mal. Los pocos Serafines que se han convertido en ángeles caídos son como drogadictos, en busca de los seres más malvados que pueden encontrar, para servirles, sólo para estar cerca de ellos. Se preguntó cómo se las arreglaría teniendo a un ángel Serafín caído como guardián en el Inner Sanctum. Entonces Cat arrastró sus manos por el pecho a sus abdominales, y se olvidó de todo excepto de lo que estaba sucediendo en este momento, aquí en su casa. —Y, ¿qué es lo que sientes cuando estás cerca de mí? —Él sabía que no debía preguntar. Sabía que estaba alentando algo que no debía ser alentado, pero santo infierno, estaba hambriento de contacto femenino. Tal vez este poco sería suficiente. Y tal vez se estaba mintiendo a sí mismo.

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Cerrando los ojos, inhaló. —Como si quisiera escalar tu cuerpo como un árbol para poder enroscarme a tu alrededor. Caliente… Maldita sea. No estaba seguro de si el ron se le había subido a la cabeza o si estaba afectado por su mal interior, pero lo que había dicho le hacía querer desesperadamente jugar a ser un roble gigante para que ella pudiera hacer lo que quisiera con su dura madera. Roble gigante. Dura madera. Hombre, seguía jugándosela a sí mismo a veces. La diversión huyó cuando sus dedos rozaron su cintura y la realidad se estrelló contra él, astillando el árbol de fantasía. Ella claramente no estaba en el estado de ánimo correcto para entender las consecuencias de ponerse física con él, mientras que él las entendía demasiado bien. Cataclysm está prohibida para ti. La profunda voz de Azagoth se hizo eco dentro de los oídos de Hades. Había ido a Azagoth hacía unos meses, esperando que le concediera permiso para ver a Cat. Hades habría sido feliz de hablar con ella, de llegar a conocerla, pero Azagoth había sido inamovible. Y entonces, cuando Hades le había preguntado a Azagoth por qué, después de miles de años de servicio, no podía siquiera dar un paseo por los exuberantes bosques del Sheoul-gra con Cat, la respuesta había sido insatisfactoria, Sabes por qué. Sí, lo hacía. ¿Y si desobedezco? ¿Recuerdas la última vez que me desobedeciste? Como si Hades pudiera olvidarlo. El solo recuerdo todavía hacía que los testículos de Hades se marchitaran. De mala gana, se apartó de Cat, pero ella se movió con él, sus manos extendiéndose por su torso mientras le acariciaba en círculos lentos y sensuales.

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Tan. Malditamente. Bueno. Dioses, se sentía como si hubiera estado privado de aire durante tanto tiempo que ya no sabía cómo respirar, y ahora alguien le estaba ofreciendo una máscara de oxígeno, pero no le dejaban tomarlo. —¿Es esto realmente lo que quieres? —Obligó a sacar la pregunta de su boca, porque maldita sea, esto era realmente lo que él quería. Solo quería tomar un respiro—. ¿Conseguir excitarme? —¿No me has acusado antes de jadear detrás de ti? Lo había hecho. Había estado bromeando, pero no había nada divertido en esto. Su flirteo había sido lindo y halagador, pero tenía que parar. Por el bien de los dos. —Sí —dijo arrastrando las palabras, intentando alcanzar la chulería que le había servido cuando las cosas se ponían demasiado serias—. Pero para ser justos, todas las mujeres lo hacen. Una lenta sonrisa seductora curvó su boca, y le tomó mucha más moderación de lo que quería admitir no bajar la cabeza y besarla hasta dejarla sin sentido. —Diría que eres arrogante, pero estoy segura de que ya lo sabes. Y me gusta. Hombre, no tenía ni idea de cómo manejar a esta pequeña zorra. Ella parecía tanto inocente y como con experiencia, y no estaba seguro de cuál era la verdad. Tal vez había llegado el momento de averiguarlo.

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Capítulo 9 El corazón de Cat latía con tanta fuerza que se preguntó si al tejido circundante le iba a salir moratones. Después de meses de tratar de llamar la atención de Hades, ella le tenía entero para sí misma. Tenía sus oídos, sus ojos, y con suerte, le tendría en ese ataúd-cama. Sí, había asuntos urgentes que atender, pero en este momento, no estaban muy arriba de su lista, porque lo único que importaba era el primer plano. Y menudo primer plano era. El problema, se dio cuenta, era que no tenía ni idea de cómo proceder. Las cosas con Zhubaal habían ido desastrosamente mal, y no quería repetir los errores que había cometido con él. Ella solo deseaba saber qué, exactamente, tenía que hacer. Dioses, más valía que esto no fuera una repetición de su incidente con Z. Cerró los ojos y dejó sentir la mezcla única de Hades del bien y del mal en su piel. Había hecho la comparación de buenos sentimientos como el vino espumoso, mientras que el mal se sentía como el whisky, y Hades era una mezcla arremolinada de ambos. Whisky carbonado. Podría ser un sabor extraño, pero su piel se sentía viva por el calor hormigueante que se extendía a su cuero cabelludo, dedos de los pies, y todo lo demás. Se concentró especialmente en sus partes femeninas. Tan delicioso. —Hades… —Apenas había dejado su nombre la lengua cuando su boca descendió sobre la de ella. —¿Es esto lo que quieres? —gruñó contra sus labios—. No soy de los que cuestionan los motivos cuando se trata de mujeres que están dispuestas a copular conmigo, pero me tienes confundido como la mierda.

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Ella no estaba confundida en absoluto. Zhubaal... él había sido un experimento. Un medio para un fin. Oh, le gustaba, supuso. Él era brusco y grosero, pero nunca cruel. Al menos, no que ella hubiera visto. Pero Hades era único. Desde la ropa hasta el pelo, desbancaba a los otros ángeles caídos. Y donde la mayoría de los otros ángeles caídos eran serios y adustos, Hades era juguetón, incluso tonto a veces. Una vez, cuando Thanatos, uno de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, había ido al Sheoul-gra con su hijo pequeño, ella había visto a Hades perseguir al muchacho chillando por el patio delante de él con suavidad y luego hacerle cosquillas en la tripa al niño con su Mohawk. Había estado fascinada de ver a una leyenda como Hades, un hombre cuyo trabajo era hacer la vida imposible a millones de demonios, manejar a un niño con tanta ternura. Y lo hizo con tanta exuberancia, sin preocuparse por ser observado. ¿Cuántas veces había visto al orgullo masculino interponerse con la diversión, como si disfrutar de la vida y mostrar emoción estuviera mal o te hiciera débil? No, se necesitaba fuerza para vivir como Hades lo hacía y aun así ser capaz de reírse de una broma o disfrutar de la risa de un niño. Ese fue el momento fatal en que Cat había decidido que tenía que conocer a Hades un poco mejor. También en el que decidió que quería sentir que esa raya azul de pelo le hiciera cosquillas en sus puntos sensibles. Antes de que pudiera decir algo, él la hizo girar, la empujó con fuerza contra la pared, su cuerpo sobre el de ella. Se quedó sin aliento al sentir su erección, que se presionaba desde su centro hasta su vientre. Oh, dulce cielo, ¿cómo se sentiría en su interior? —La mayoría de las mujeres me quieren porque soy un monstruo. —Se arqueó contra ella, y ella gimió por la presión erótica contra su sexo—. ¿Ese es tu juego?

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¿Fastidiar al carcelero más notorio de los bajos fondos y ganar algunos puntos para presumir? Una nota de amargura se deslizó en su voz, pero no podía decir si estaba amargado por lo que él era... o si estaba amargado porque pensaba que sólo le quería para presumir. De cualquier manera, le dio ganas de abrazarle. No hace mucho tiempo, habría pensado que era un monstruo, pero incluso si no le hubiera visto jugar con un niño o robar pan de la cocina de Azagoth para dárselo a las palomas, las historias de Lilliana sobre la redención de Azagoth la habían tocado. Azagoth había estado en el límite del precipicio de maldad del que no se podía volver, pero Lilliana le había atraído lejos del acantilado. Oh, todavía había oscuridad en él —del tipo que haría que Cat enfermara durante días después de tocarle accidentalmente. Tenía la sensación de que si algo le pasara a Lilliana, Azagoth caería en ese negro agujero de maldad y nunca volvería. Pero Hades, con todas sus malas acciones y toda la maldad que lo rodeaba, había evitado convertirse en tóxico. Así que no, no era una especie de monstruo, y no iba a convencerla de lo contrario. Ella levantó la pierna y la envolvió a su alrededor, intentando acercarse. Consiguiendo algo de fricción de paso. —No creo que seas un monstruo. Acarició su oreja con los dientes. —¿Por qué no? —gruñó, en voz tan baja que las llamas crepitantes del fuego casi le ahogaron. Podría haberle contado la historia de Thanatos. Podría haberle dicho lo atractivo que era cuando se reía con Lilliana. Podría haber mencionado la vez que le vio

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sonriendo mientras veía a un par de zorros jugando en el borde del bosque fuera de la mansión de Azagoth. Pero por alguna razón, quería que supiera por qué su opinión sobre él era tan personal. —Porque he trabajado con Gethel —susurró—, que era una traidora que conspiró con Peste para matar a un bebé recién nacido y empezar el Apocalipsis. Llevó una mano entre ellos para acariciar con sus dedos a través de la curva de sus pechos, y sus piernas se convirtieron en mantequilla. —Estás diciendo que, en comparación, soy un santo. —No. —Le mordió el labio—. Estoy diciendo que tienes matices. Eres malvado, pero también eres bueno. —No lo sabes. —Expón más de mi piel, y lo haré. Ella sintió su tirón en el pecho contra el de ella. Una vez. Dos veces. Y entonces, como si se hubiera dado a sí mismo permiso, llegó detrás de ella y le arrancó el corsé. Gracias a Dios que había elegido uno con el cierre de velcro ese día. —Ahora dime. —Sopló en su cabello—, ¿me sientes? —Sí. —Gimió, ondulando su cuerpo entero, desesperada por conseguir tanto contacto piel con piel como fuera posible. Sus pezones, tan sensibles que era casi doloroso, se frotaron contra los duros planos de su pecho. Ella no sabía que podían doler así. —Mierda —dijo con voz áspera—. Demasiado. Esto es demasiado. ¿Demasiado qué? No era suficiente, en lo que a ella se refería. —Me gusta tocarte.

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—Nunca nadie me toca. —Tomó una respiración profunda estremeciéndose, de alguna manera parecía... sufrir, y no en el buen sentido—. Nada más que el viento y la lluvia. ¿El viento y la lluvia? ¿Era por eso que a menudo llevaba el torso desnudo? ¿Le gustaba la sensación de algo que acariciara su piel, porque la gente no lo haría? ¿O tal vez no dejaba que ocurriera? No podía imaginarse viviendo así. Le gustaba tocar y ser tocada. Para demostrarle lo mucho que lo disfrutaba, metió la mano entre ellos y encontró su erección ya tensa contra sus pantalones. Oh… Dios. Podía sentir cada cresta y vena a través de la fina tela mientras pasaba sus dedos a lo largo de su longitud. Sus caricias, realizadas incómodamente por su inexperiencia y su posición, se las arreglaron para obtener un gemido torturado de él. El sonido le dio valor, y lo agarró con más fuerza. Su gruesa longitud pulsó, la sangre caliente golpeando en su palma, y ​su grito de placer llenó la sala. Entonces, de repente, él estaba de pie cerca de la puerta del portal y estaba apoyado contra la pared, que le mantenía en pie. ¿Cómo se había movido tan rápido? Más importante, ¿por qué se había movido tan rápido? —Me tengo que ir. —Por una fracción de segundo se veía reventado, el pecho agitado, las fosas nasales dilatadas. Luego sonrió, una sonrisa de medio lado engreída que no se ajustaba a la situación—. Pasar el rato contigo es genial, pero tengo gente a la que torturar y mierda. Tú puedes... —Miró alrededor de la habitación—. No sé. Limpiar o algo. —¿Limpiar? —Claro, todavía estaba desorientada por la niebla de lujuria y sorpresa de que él desconectara tan rápido, pero aun así... ¿limpiar?—. Yo trabajo para Azagoth. No para ti.

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Se encogió de hombros. —Entonces duerme. Cocina. Ve la tele. Lo que sea. Eso sí, no dejes la cripta. —Pero tengo que encontrar al humano. Se dio la vuelta y palmeó el símbolo tallado en la puerta del portal, que se abrió, convirtiéndose en un arco brillante de luz. —Yo lo haré. Ella se apartó de la pared, esperando que sus piernas temblorosas la sostuvieran. —Puedo ayudar. —No. —Su tono era duro, pero se suavizó mientras continuaba—. Los demonios estaban usándote para algo. Hasta que no sepa el qué, no podemos correr el riesgo de que estés entre la población general. Quédate aquí. Volveré pronto. — Antes de que pudiera protestar, dio un paso a través del portal y desapareció. —Bastardo —gritó tras él. Ella juró que escuchó el eco de risas saliendo del portal.

***

Lilliana atravesó los pasillos del edificio que, hace apenas unos pocos meses, había considerado su prisión. Ahora era su casa, y el macho al que se dirigía era el amor de su vida. Le encontró en su biblioteca, de pie delante del fuego, su gran cuerpo delineado por un resplandor naranja. No se volvió cuando entró, aunque sabía que la había

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oído acercarse. Poniéndose detrás de Azagoth, envolvió los brazos alrededor de su cintura y apretó la mejilla contra su ancha espalda. —Oye. Él cubrió sus manos con las suyas. —Mi amor —ronroneó. Adoraba eso, cómo reservaba ciertos tonos y palabras para ella y solo para ella—. ¿Qué pasa? Creía que estabas ocupada con los nuevos reclutas Semi caídos. —Lo estaba, pero no puedo sacarme a Cat de la cabeza. —¿Cat? ¿Está bien? Suspiró. —No lo sé. ¿La has visto? —Hoy no. —Su voz retumbó a través de ella mientras hablaba—. Pero he estado ocupado intentando averiguar por qué Hades no responde a mis mensajes y por qué están sellados los malditos portales al Inner Sanctum. Sí, Azagoth no sólo estaba ocupado con ese lío —estaba obsesionado. Algo iba mal, muy mal en el Inner Sanctum, y con el Cielo respirándole en la nuca por el ser humano atrapado en el interior, Azagoth había estado en un sin parar. Entre investigar formas de abrir los portales y solicitar ayuda a los mejores ingenieros demonios vivos, apenas había tenido tiempo para comer, mucho menos para dormir. —No has hecho ningún progreso, ¿verdad? —Él hizo un sonido infernal que iba a tomar como un no—. Lo siento —susurró ella, y así de rápido, él se relajó un poco.

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—Está bien. —Dentro de la jaula de sus brazos, se volvió hacia ella, su mirada intensa pero preocupada—. Ahora, ¿qué está pasando con Cat? —¿La enviaste a hacer un recado al reino humano? La preocupación arrugó su frente. —No. ¿Qué le pasa? ¿Está perdida? —Durante dos días. —Se alejó de él, necesitando espacio para liberar energía nerviosa ahora que sabía que su amiga estaba realmente perdida—. No me preocupé hasta hoy, ya que a veces la envías fuera con mensajes o para ir a buscar las cosas. Pero nunca ha estado fuera tanto tiempo. —¿Has mirado en todas partes? ¿El bosque? ¿Los dormitorios? ¿Los viejos edificios? Ya sabes lo que le gusta explorar. Verdad. Lilliana nunca había visto a nadie tan inquisitiva y curiosa por el mundo que la rodeaba. Al principio, cuando Cat llegó, sus constantes preguntas indiscretas habían irritado a Lilliana hasta que se dio cuenta de que Cat estaba simplemente intentando aprender y experimentar.—He rastreado todo el Sheoulgra. —Lilliana suspiró—. Supongo que podría estar escondida, pero no hay razón para que haga eso. —Tal vez se cansó de trabajar aquí. Ella negó. —Se siente a salvo aquí. Y aunque decidiera irse, no lo habría hecho sin decir adiós primero. —Un mal presentimiento apretó su pecho—. ¿Podría alguien haberla hecho daño? Él se tensó un poco, solo un ligero cambio de sus anchos hombros, pero Lilliana le conocía lo suficientemente bien como para reconocer genuina inquietud.

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—¿Crees que uno de los Semi caídos que viven aquí le ha hecho algo? Dios, esperaba que no. Había sido idea de Lilliana utilizar los viejos edificios exteriores para albergar a los Semi caídos que no querían entrar en el Sheoul, que querían una oportunidad de reparar lo que habían hecho para caer del Cielo. Si uno de ellos había hecho daño a Cat, nunca se lo perdonaría. —No lo sé —dijo—. Pero si de algo estoy segura, es que no se habría ido tanto tiempo sin decírnoslo a uno de nosotros. Y el Sheoul-gra es enorme. La he buscado, pero hay un montón de sitios donde una persona podría ocultar un cuerpo o mantener a alguien cautivo. Los ojos de Azagoth se tornaron tormentosos y Lilliana estaba muy contenta de que la tempestad de ira no estuviera dirigida a ella. —Si alguien se ha atrevido a tanto como a tocar a una mujer bajo mi protección — gruñó—, voy a crear un Sexto Anillo en el Inner Sanctum sólo para ellos, y lo llenaré con cada pesadilla que he tenido. Pasarán la eternidad solos, huyendo de lo que más teman, y justo cuando piensan que no pueden aguantar más, me convertiré en aquello de lo que están huyendo. Se estremeció. ¿Y cómo era posible que encontrara sus amenazas sexys? No hacía mucho tiempo que hubiera pensado que era un monstruo. Bueno, todavía era un monstruo, pero solo con aquellos que se lo merecían... y con esos, no mostraba una pizca de misericordia. Ni siquiera Lilliana se atrevería a interponerse entre él y en quien posara su vengativa mirada. Así que, que el Cielo ayudase a cualquier persona que tocara a Cat, porque Azagoth seguro que no lo haría.

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Capítulo 10 Cataclysm se pasó las siguientes horas hurgando en la casa-cripta de Hades. Era probablemente muy grosero hurgar en sus cosas, pero era también de mala educación excitarla y luego, de repente salir, decirle que le quite el polvo a su cripta, y luego largarse. Así que no se sentía muy mal por espiar a través de sus cosas. Y qué cosas interesantes eran. Infiernos, toda la cripta resultó ser un tesoro de misterio. Además de la cocina oculta y el baño, había una oficina, pero en lugar de ocultarse detrás de una pared, había sido camuflada por la brujería. Su escritorio, una monstruosidad de bloque que parecía haber sido tallado con una navaja de bolsillo, estaba a solo pulgadas de distancia de la silla desvencijada en la que ella se había sentado, pero nunca lo habría visto —o tropezado con él— si no hubiera cogido el libro ahuecado que encontró en un estante. El simple acto de abrir el libro había revelado el escritorio y los archivadores ocultos. Por desgracia, los armarios estaban cerrados, presumiblemente con más brujería. Pero el contenido de su escritorio era más que suficiente para mantenerla ocupada. Encontró los planes de construcción de una ampliación del Primer Anillo, la contabilidad de los presos en alguna fortaleza llamada el Rot, y una lista de todos los alcaides ángel caído empleados en el Inner Sanctum. Luego estaban los adornos de su escritorio. Pasó el dedo sobre una talla de piedra del tamaño de un huevo de un sabueso del infierno, riéndose cada vez que tocaba la cola porque la talla cobraba vida y mordía antes de congelarse de nuevo en una postura agachada. También había una foto enmarcada de un lago azul enclavado entre montañas cubiertas de nieve. Era hermosa, pero ¿por qué la tenía?

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Cuando fue a devolverla a su sitio sobre la mesa, chocó con el codo, y la imagen cayó al suelo. El vidrio se rompió, enviando fragmentos en todas direcciones. Mierda. Hades iba a matarla. Mientras se apresuraba a limpiar el desorden, el portal por el que Hades había pasado se abrió. Por supuesto. Al parecer, Hades tenía la misma sincronización impecable que Azagoth cuando se trataba de pillarla con las manos en la masa. —Lo siento mucho… —¿Quién eres tú? —Una voz profunda y desconocida la hizo gritar de sorpresa. Ella se puso de pie, y su sorpresa se convirtió en terror. Un enorme macho entró en la habitación, con el rostro ensombrecido por una capa sucia con capucha que ondeaba sobre la armadura de cuero que ondeaba al caminar. El collar de dientes alrededor de su cuello y la cadena de orejas colgando de la cinta alrededor de su cintura, decía que estaba bastante malditamente cómodo con cortar cosas, y ella esperaba que la alabarda gore costrosa que llevaba en un puño enguantado no fuera el arma que utilizaba para cortarle sus cosas. —¿Q... quién eres tú? —preguntó, su voz temblando tan ferozmente como sus manos. Al avanzar hacia ella, arena y mierda crujientes cayeron de sus botas a cada paso, ¿y no era una locura que quisiera gritarle por ensuciar el suelo? —Yo soy un alcaide del Cuarto Anillo, y... —La agarró por la garganta—, tú eres una intrusa. —No. —Se quedó sin aliento, y luego trató de respirar porque apretó con más fuerza, cortándole la voz y el aire. Sus labios se abrieron ampliamente para mostrar los dientes ennegrecidos y un juego perverso de colmillos cuando puso su rostro frente al suyo.

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—Los Anillos Cuatro y Quinto están en caos, ¿y sabes por qué? Hay informes de que hay seres no autorizados en el Inner Sanctum, y parece que cogí a uno de ellos. —Él sonrió, y si ella no hubiera estado luchando por respirar, habría gritado —. ¿Sabes lo que hacemos a los intrusos, mujer? Te reto a imaginar lo peor porque te prometo que la realidad se verá mucho, mucho más horrible. Su puño carnoso llenó su visión, y luego hubo oscuridad.

***

Hades estaba metido hasta las bolas en una horda de demonios. El Quinto Anillo, literalmente, se había fijado en el fuego, y por todas partes, las bombas de crudo y flechas de fuego estallaban en humo y llamas. Todos los alcaide del Quinto Anillo y él habían estado luchando durante horas, y no estaban más cerca de encontrar al ser humano. Informes de violencia llegaban de los Anillos Tercero y Cuarto, así, y hacía unos momentos, Silth habían traído noticias muy preocupantes. Había encontrado un punto débil en la membrana que separaba el Inner Sanctum del resto del Sheoul-gra. Si el lugar no era apuntalado, y rápido, los demonios invadirían el reino de Azagoth, lo que llevaría a una desestabilización catastrófica y permitiría que las almas escaparan, inundando las tierras humanas. Al menos Cat estaba a salvo en su casa, a pesar de que había llegado a darse cuenta de que no había nada ‘seguro’ sobre ella. Podría haber sido un ángel una vez, pero no le sorprendería si había un poco de súcubo en su árbol genealógico.

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Golpeó a un demonio feo como el culo en su cabeza escamosa con su hacha de guerra y disparó un rayo a otro. El perno rebotó alrededor de la multitud de demonios, derribando a otra docena antes de que se perdiera en la distancia. Mierda, esto apestaba. Siempre le había gustado una buena pelea, pero esto estaba a una escala que no había visto desde... bueno, nunca. Jadeando por el cansancio, aprovechó el breve respiro de la carga de los demonios. Estaba rodeado por ellos, pero los guardianes les mantenían ocupados, así que pensó que tenía unos treinta segundos para respirar. —¡Mi señor! —Un guardián imponente del Cuarto Anillo se abrió paso entre la multitud y corrió hacia él, su espada chorreando sangre—. Malonius me envió con un mensaje. Le necesita en el Rot de inmediato. —No me digas que también estamos tratando con motines en las cárceles — gruñó Hades. El alcaide, Rhoni, se limpió la suciedad de los ojos con el dorso de su mano enguantada. —No señor. Capturó a un intruso. Frunció el ceño. —¿Otra persona fue capaz de entrar en el Inner Sanctum? —Eso parece, señor. Sí. Los portales debían estar funcionando de nuevo. Azagoth debió darse cuenta de que algo estaba mal y había puesto gente a trabajar en el problema desde su lado. Por fin. Ahora podría devolver a Cat a donde pertenecía.

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Una sensación incómoda le apretó el pecho. Él no estaba dispuesto a renunciar a ella todavía. Claro, no podía tenerla, no como quería, pero ahora que había conseguido una muestra, por así decirlo, quería más. Su valentía e impulsividad le fascinaban, y su mezcla única de ingenuidad y seducción le hechizaban. Le encantaba la forma en que sus besos eran ansiosos pero inexpertos, y sus emociones eran transparentes. Algo raro en este tipo de ángel caído. Sí, era recién caída, y sin duda perdería esa pátina inocente con el tiempo, pero solo si se exponía a la fealdad. Algo dentro de él quería protegerla de la fealdad, recordándole como había protegido a los seres humanos cuando era un ángel. En aquel entonces, había ido demasiado lejos en su deseo de proteger a los inocentes, y eso le costó sus alas y su alma. Pero, ¿hasta dónde iría para proteger a Cat? Supo al instante la respuesta. No se detendría ante nada. Lo que significaba que, si los portales estaban abiertos, tenía que enviarla de vuelta. Con una sola excepción, el Inner Sanctum era feo, y Cat se merecía algo mejor. Se merecía no perder su brillo. El susurro del paso de una lanza demasiado cerca de la oreja de Hades para su comodidad, le sacudió de nuevo a la fealdad a su alrededor. El tipo del que necesitaba proteger a Cat. —¿Cómo están las cosas en el Cuarto Anillo? —preguntó. —Son malas —dijo Rhoni—, pero no así de malas. Hades golpeó al chico en el hombro. —Vuelve allí. Yo iré a la cárcel.

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Extendiendo sus alas, se lanzó al aire, esquivando y rechazando los proyectiles. La quemadura de hielo de algún tipo de arma le destrozó un ala, pero unos segundos después, atravesó el portal y bajó a grandes zancadas hacia la oscuridad del Rot, las salas húmedas del centro de procesamiento donde todos los invitados eran interrogados antes de ser enviados a una celda o una cámara de tortura. Cuando llegó a la fría antesala, Malonius le saludó. —Ella está en la Jellybean —dijo, su aliento visible en el aire helado—. Parece que su mayor temor son las arañas. Desde sus paredes pulsantes a su techo de filtro, Jellybean era una habitación que se alimentaba del miedo y cobraba vida cuando alguien estaba encerrado dentro. Una vez que se apoderaba de los temores de alguien, los hacía reales. En una ocasión había visto la habitación llena de caramelos mientras que el demonio dentro gritaba de terror... de ahí el nombre de la habitación. Malonius había empujado un caramelo de naranja bajo la nariz del tipo, y el demonio había confesado todos sus considerables pecados. Malditos caramelos. —Espera. ¿Ella? —preguntó Hades, cada alarma interna zumbando cuando comprendió lo dicho por Malonius. Abrió la boca, pero lo que iba a decir huyó cuando vio el montón de ropa en la mesa detrás del otro ángel caído. Un par de desteñidos vaqueros rasgados y un corsé. Cat. ¡Maldición! Girando sobre sí mismo, salió disparado de la habitación y se dirigió a la entrada, su pulso golpeando en sus oídos aún más fuerte que las suelas de sus botas en el suelo de piedra. Santo infierno, si estaba herida, alguien iba a pagar con sangre, médula y dolor, y Hades iba a ser el que lo recolectara.

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Más adelante, un guardián montaba guardia fuera de la Jellybean. —¡Abre la maldita habitación! —gritó Hades. El tipo saltó, buscó a su lado la llave, pero antes de que pudiera abrir la puerta, Hades estaba allí. Arrancó la llave de la mano del alcaide y le empujó a un lado. Sus dedos temblaban mientras introducía la llave maestra de hierro pesado en la cerradura, pero de alguna manera se las arregló para descorrer el cerrojo. Abrió la puerta, y una ola de arañas de todas las especies y tamaños se deslizó fuera, derramándose en sus botas. —¡Dach niek! El comando Sheoulic desactivó la habitación y los arácnidos desaparecieron. Irrumpió en el interior, y sus rodillas casi cedieron al ver a Cat temblando acurrucada en un rincón desnuda. Sus brazos cubrían su cabeza mientras se balanceaba adelante y atrás sobre sus talones. Los moretones estropeaban su piel pálida, y la furia hizo que le hirviera la sangre. —Cat. —Se arrodilló a su lado y le puso la palma de la mano suavemente en el hombro, maldiciendo cuando ella se estremeció—. Cat, soy yo. Soy Hades. Un estremecimiento sacudió su cuerpo, y ella soltó un sollozo que se le clavó en el corazón que creyó mucho tiempo inmune a casi cualquier cosa emocional. Bajó la voz a un tono que pretendía ser calmante. —Las arañas se han ido. No eran reales. Estás a salvo. Muy lentamente, bajó los brazos, y asomó los ojos entre los dedos extendidos. Sus enrojecidos ojos húmedos le dieron un puñetazo en el estómago. —¿Hades?

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—Sí. —Se aclaró la ronquera que se había deslizado en su voz—. Está bien, te lo prometo. Ella bajó las manos, pero su mirada se movió y sus ojos se agrandaron cuando el sonido de pasos le advirtieron de que alguien había entrado en la habitación. —Mi señor... —empezó Malonius, su voz abrumada por el miedo, demostrando que no era completamente estúpido. Era evidente que se había dado cuenta de que la había fastidiado a lo grande—. La encontré en su cripta... había saqueado el lugar... pensé… —Sé lo que pensaste —espetó Hades. No se volvió a mirar al macho porque, si lo hacía, no sería capaz de controlar la furia asesina que latía a través de sus venas —. Y esa es la única razón por la que no estás colgando de tus entrañas en este momento. Por mucho que quería culpar al alcaide de esto, en última instancia, la culpa era de Hades. No había pensado en hablarle a su personal sobre Cat, pero ese error no lo cometería de nuevo. —Díselo a los demás —dijo—. Diles que esta Semi caída es mía, y a ella ni se le hará daño, ni se la mirará lascivamente ni malditamente se respirara en su dirección. —Sí, señor. —Malonius arrojó la ropa de Cat a Hades, y un instante después, estaban otra vez solos. —¿Cat? Voy a llevarte a casa... ah, quiero decir, a mi casa. Empezó a cogerla en sus brazos, pero se echó hacia atrás al ver la sangre que goteaba de sus brazos. Maldiciendo, se miró a sí mismo y fue consciente de que parecía que se había duchado en un matadero. Nunca había sido inusual para él estar cubierto de sangre, pero después de lo que acaba de pasar Cat, ella no necesitaba esto también.

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Tanto para protegerla de la fealdad del Inner Sanctum. La culpa cobró vida dentro de él, y tenía dientes. Le corroía el corazón y le desgarraba alma, porque esto podría haberse evitado. Los dientes de Cat comenzaron a castañetear, así que permitió que el monstruo de la culpa se alimentara de él y la tomó en sus brazos inmundos contra su mugriento pecho y les sacó de allí, gruñendo a todo el que se interpusiera en su camino. O a quién mirara su cuerpo desnudo. O que respirara en su dirección. Llegó al portal de salida en un tiempo récord, pero mientras entraba, se preguntó qué más podría salir mal.

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Capítulo 11 Con la cara enterrada en el poderoso pecho de Hades, Cat se aferró a él con todas sus fuerzas, que parecían ser escasas. No podía parar de temblar, pero cuando Hades la alzó en sus reconfortantes brazos y le susurró al oído, la maravillosa sensación de whisky-espumoso que él despedía se envolvió a su alrededor como una manta caliente y ayudó a aliviar el temblor un poco. No abrió los ojos para ver a dónde iban. No le importaba. Mientras no estuviera atrapada con las arañas en esa horrible habitación con paredes pulsantes y el débil sonido del latido de un corazón, estaba encantada. Además, confiaba en Hades. No le había dado ninguna razón para no hacerlo. Más importante aún, trabajaba para Azagoth, y nadie en su sano juicio dañaría intencionalmente a ningún empleado del Reaper Grim. Hades dejó escapar una dura maldición, se quejó, y maldijo de nuevo. No miró. Lo que fuera que le había cabreado no era algo que quisiera ver. Él comenzó a andar de nuevo, y luego, de repente, sintió una brisa fresca sobre su piel desnuda. El olor de la hierba recién cortada y flores llenó sus fosas nasales, y cabalgando sobre la balsa de aire estaba el débil olor del océano. ¿Dónde estaban? ¿Habían escapado del Inner Sanctum? Aun así, no se asomó, ni siquiera cuando habló con alguien en Sheoulic, frustrando sus esperanzas de estar libres. Unos momentos más tarde, oyó una puerta abrirse, y el apetitoso aroma a carne asada y pan recién horneado, finalmente formó grietas en sus párpados. Su madre siempre había bromeado con que nada podía hacerla volver a casa corriendo como el sonido de la campana de la cena, y era muy cierto. Le

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encantaba la comida. Le encantaba cocinar. En secreto disfrutaba cuando Azagoth o Lilliana le pedían que preparara algo en la cocina, a pesar de que tenían varios chefs a tiempo completo. A veces incluso ayudaba en la cocina que servía a las docenas de Semi caídos que vivían y entrenaban en el reino de Azagoth. Se preguntó cuánto tiempo pasaría antes de que pudiera hacerlo de nuevo. —¿Dónde estamos? —Su garganta, en carne viva por gritar, dejó su voz destrozada. Santo infierno de ocho patas, odiaba las arañas. Y, como había descubierto en esa habitación horrible, las demonio arañas dejaban a cada especie de arácnido del reino humano en comparación en cachorros adorables. —Estamos con amigos. Nos van a dejar usar su casa por el tiempo que necesitemos. —La mano de Hades le acarició el pelo suavemente—. Voy a bajarte a la cama. ¿Vale? Ella asintió, y él la dejó con cuidado sobre un colchón que sospechaba que era de paja. Antes de soltarla del todo, la cubrió con una manta y dejó su ropa en una pequeña mesa junto a la cama. Parecían estar en una especie de casa estilo Tudor que, siendo primitivo en comparación con los estándares de hoy en día, estaba prístina, como si aún no la hubieran estrenado. El mobiliario y la decoración eran sencillos pero elegantes y claramente se habían hecho por manos talentosas. Un pequeño cuarto de baño sin puerta estaba instalado en una de las paredes, pero como en la casa de Hades, el inodoro era rústico, un simple agujero en una caja de piedra y madera que adivinaba que se vaciaba por algún tipo de tubería por fuera de la casa. Se sentó a su lado en el colchón.

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—Siento lo que ha pasado. Trataré con Malonius más tarde. —No —dijo, sorprendiéndose a sí misma. Antes, había maldecido a todos los machos de aquí a Marte hasta que tuvo que dejar de maldecir para gritar—. Me pilló hurgando en tus cosas. Puedo ver por qué pensaba que era una intrusa. —Se estremeció—. Aunque la sala de las arañas ha sido una exageración. —Eres mucho más tolerante de lo que la mayoría de la gente sería... Espera, ¿hurgando en mis cosas? —Por el tono de voz, supo que le estaba tomando el pelo y riéndose de ella, de modo inesperado y muy bienvenido. ¿Cómo sabía exactamente lo que necesitaba? —Estaba aburrida. Y quería conocerte mejor. —Se puso el labio inferior entre sus dientes, preguntándose en qué momento la curiosidad se convertía en intrusión —. Vi la foto de tu escritorio. El lago en las montañas. ¿Es un lugar especial? Él gruñó. —Crater Lake. Siempre he pensado que era uno de los lugares más bellos del mundo, y necesito un recordatorio de vez en cuando. Sobre todo porque la mayor parte del Inner Sanctum es catastróficamente feo. Eso era tan... dulce. Y de nuevo, inesperado. ¿Quién hubiera pensado que el tipo que operaba en una prisión de demonios querría algo hermoso cerca de él? —Iré a buscar algo de comer. —Hades se acercó y le apretó la mano, pero cuando él vio la forma en que sus dedos estaban entrelazados, se apartó de ella—. Lo siento... estoy cubierto de... estaba luchando antes de ir al Rot... maldición. —Un rubor cubrió sus mejillas cuando se levantó de un salto—. ¿Estarás bien por ti misma?

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—No tengo miedo de un poco de tierra y sangre —dijo con voz cansada—, y no soy una niña al que no se puede dejar sola. —Dicho esto, revisó la habitación por si acaso había arañas. Y no era capaz de ralentizar el latido de su corazón que le resonaba en los oídos. —Lo sé. —Había una extraña nota en su voz... ¿admiración, tal vez? La idea de que él, una poderosa leyenda bíblica, admirara algo de ella, una Semi caída en desgracia con pocas habilidades de supervivencia, le dio el impulso de energía que tanto necesitaba—. Vuelvo enseguida. Esperó en la cama con la manta de lana áspera envuelta apretadamente a su alrededor. Unas voces suaves flotaron ida y vuelta desde la otra habitación, y unos minutos más tarde, regresó con una taza de cerámica y un plato de carne humeante y con pan para mojar en la salsa. Su estómago gruñó ferozmente, y no sintió la más mínima vergüenza cuando le arrebató el plato y atacó la carne. Completamente desterrados los modales de cortesía, se llevó un bocado a la boca y masticó. —Oh, maldición —gimió—. Esto es increíble. Pero no voy a preguntar qué tipo de carne es. Él se rió entre dientes mientras dejaba la taza en la mesilla de noche. —Te puedo decir que no es de serpiente demonio. —Bien —murmuró—. He tenido suficiente para toda la vida. —Tomó otro bocado, masticó y tragó—. ¿Por qué no estamos en tu casa? —Porque Malonius bloqueó el portal a mi cripta para protegerla, y no puedo abrirlo sin él. Podría romper su bloqueo, pero no quise perder el tiempo. Además, supuse que estarías más cómoda aquí. Ella lamió la salsa y decidió que quería la receta.

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—¿Dónde es aquí? —Estamos en la versión del infierno de Cloud Cuckoo Land. —¿Qué? —¿No ves películas? —Sacudió la cabeza, haciendo olas en su Mohawk—. Estamos en un reino de reciente construcción que Azagoth y yo creamos para los demonios que no encajan realmente en ninguno de los Cinco Anillos. Ella frunció el ceño. —Pero creía que los Anillos estaban coordinados con el Ufelskala. —Lo están. —Se acercó a la ventana y se asomó, con una expresión vigilante pero no tensa, que la alivió más de lo que admitiría. Siempre había pensado en sí misma como resistente, pero el último par de días había probado su resolución, y estaba lista para un descanso—. Pero el Primer Anillo no parecía adecuado para todos los demonios buenos. No había ninguna recompensa para los demonios que han hecho más que simplemente existir. Que han contribuido a la sociedad y al bien común. Como ángel que había pasado toda su vida en el Cielo, había sido educada con historias de la depravación de los demonios, así que mientras no tenía problemas para creer que había demonios que eran ‘menos malos’ que otros, no estaba convencida de que existieran ‘buenos’ demonios. —¿Buenos demonios? —preguntó, sin molestarse en ocultar su escepticismo—. ¿En serio? Se apartó de la ventana, su gran cuerpo bloqueando parcialmente la luz anaranjada espeluznante del exterior.

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—Tú misma dijiste que los humanos vienen con una amplia gama de bien y mal, ¿por qué no iban a hacerlo los demonios? Dios siempre ha querido el equilibrio, por lo que por cada ser humano malo, existe un demonio bueno. Cat tomó un poco de pan y salsa. —Tiene sentido, supongo. Pero, ¿de qué tipo de demonios buenos estás hablando? Los músculos de su espalda ondearon cuando se encogió de hombros, y su pulso dio un brinco. Cuando estaba aferrada a él antes, sus labios habían estado allí. Podría haberle besado. Lamido su piel para ver si sabía al humo que olía. Por lo menos, podría haber hecho todo eso si no hubiera estado tan ocupada en evitar acurrucarse en una bola de llanto traumatizada por las arañas. —Tipos como los que trabajan en el Hospital Underworld General. —Apoyó una bota contra la pared detrás de él, su pose casual, pero la energía mortal seguía arremolinándose debajo de la superficie, de modo tan tangible que Cat juró que podía sentir la danza bajo su piel. Podría decir que estaban a salvo, pero estaba preparado para otra cosa. Así que tal vez él no sintiera que estaban a salvo, pero ella sí. Nada iba a conseguir pasar más allá de él. —O los que viven entre los humanos y no hacen nada más que tratar de encajar —continuó—. Antes de esta expansión, iban al Primer Anillo, que todavía es una experiencia bastante infernal. Aquí los demonios pueden disfrutar de verdad de su tiempo hasta que se reencarnen. Lo cual, gracias a que Revenant es el nuevo jefe supremo del Sheoul, sucede con bastante rapidez. Alguien que parecía humano pasó por delante de la ventana con una pelota en la mano. Hades ni siquiera miró al tipo, pero Cat tenía la sensación de que era muy consciente de cada paso que el macho daba.

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—Tengo curiosidad —dijo después de que el chico desapareciera—. En el Cielo, los seres humanos eligen su apariencia, pero todo el mundo todavía puede ‘ver’ a cada individuo como la persona que siempre había conocido, incluso si en la Tierra era un niño de doce años de edad, pero en el cielo aparece como de veinticinco. ¿Es lo mismo aquí? Hades bajó la cabeza. —Esencialmente. Los demonios del Inner Sanctum escogen su apariencia, pero la gente no siempre les reconoce. Creo que es porque raramente se reencarnan en la misma especie. Oh. No se le había ocurrido que un demonio Seminus no iba a nacer de nuevo como Sem. —¿Cómo funciona eso? Él arqueó una ceja. —¿De verdad quieres hablar de esto? —Es culpa tuya —dijo con la boca llena de pan—. Has despertado mi curiosidad. —Vale, entonces —dijo con una sonrisa de medio lado y un brillo pícaro en sus ojos—. Supongo que tendré que satisfacer tu… curiosidad. Oh, sí, por favor. Satisface lo que quieras. Tragó un millón de veces para evitar abrir la boca y dejar que esas palabras exactas salieran. Hades no pareció notar la angustia lujuriosa que había causado, continuando su lección de reencarnación demoníaca como si no acabara de bromear con ella con connotaciones sexuales.

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—Los demonios de aquí generalmente renacen como un miembro de una especie que se ajuste al Ufelskala de su alma, pero de vez en cuando un nivel uno se reencarna como especie que clasifica a cinco, o viceversa. Es por eso que a veces encuentras a un Soulshredder que quiere ayudar a los demás, o a un Slogthu que le gusta matar. Eso tenía sentido, supuso. Las anomalías se daban en todas las especies de la Tierra, así que, ¿por qué no en el Sheoul? —Entonces, ¿cómo es todo este trabajo? ¿Cómo mantienes a todo el mundo en línea? —Esa es la razón por la que los Anillos se basan en el Ufelskala. No importa su puntuación, puedes viajar a cualquier nivel que esté más alto en tu escala, pero nunca inferior. Así que un demonio Ufelskala Nivel Dos puede viajar entre el Segundo, Tercer, Cuarto y Quinto Anillo, pero no puede ir al Primero. Y ningún demonio de cualquier Anillo puede venir aquí. Consideró eso por un momento. —Pero como has dicho, la escala Ufelskala se basa en el nivel de maldad de una especie en su conjunto, y no que cada individuo es representativo de su raza. —Que es la razón por la que mi equipo y Azagoth revisamos a cada persona que atraviesa el portal. —Hades se inclinó y se quitó las botas—. Ahora, si no te importa, tengo que limpiarme. Recogió otro bocado de pan empapado en salsa. —Adelante. —Oh, espera... ¿iba a utilizar el, muy abierto, baño? Él se acercó allí, los dedos desatando los lazos de sus pantalones. Oh, muchacho, iba a… Dejó caer sus pantalones, y ella estuvo a punto de tragarse la lengua junto con el

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pan. Con cada silencioso paso, los músculos de sus piernas y su culo se flexionaban, haciendo que sus dedos se doblaran con el deseo de clavarse en su dura carne. Hades golpeó una palanca, y el agua brotó de una amplia ranura de la pared de piedra. Dio un paso debajo de la cascada de vapor, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Él era una obra de arte que vivía y respiraba. Ángel y demonio, todo en un paquete de perfección física. Su boca se hizo agua, pero ahora no tenía nada que ver con la comida. Ella quería algo mucho más sabroso. Le deseaba desesperadamente. Y la cuestión era, que la lujuria la había impulsado antes, pero algo había cambiado. Sí, cuando le miraba, la lujuria era una contorsión, una entidad ardiendo en su interior, pero también había un aleteo de atracción hacia el macho que había dentro de ese magnífico cuerpo. ¿Pero él la deseaba? Había pasado meses evitándola, o al menos eso parecía. Y recordó que en su cripta, se había apartado justo cuando las cosas se ponían calientes. Pero las cosas habían sido caliente. Y había coqueteado un par de veces, como hacía un momento cuando hablaba de satisfacer su curiosidad.... Así que había algo allí. ¿Verdad? Necesitaba saberlo con seguridad. Su curiosidad siempre la había guiado, incluso cuando debería haberse ocupado de sus propios asuntos, pero un hombre leopardo no puede cambiar sus manchas, ¿verdad? Reuniendo todo su coraje, se puso de pie, dejando caer la manta al suelo. Estaba de espaldas a ella, así que no la vio avanzar hacia él, su pulso ganando velocidad con cada paso. —¿Te ayudo a lavarte la espalda? Él se dio la vuelta con los ojos enormes, sus labios abiertos por la sorpresa. Un

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rubor se deslizó por su cuello y su rostro mientras su mirada viajaba a lo largo de su cuerpo. Entre sus piernas, su sexo se agitó, hinchó y alargó mientras él la apreciaba. Entre las piernas de ella, estaba empapada, y ni siquiera había entrado en el agua todavía. —Yo... ah... lo estoy haciendo bien solo... —Era adorable lo nervioso que estaba. El gran malo Hades había perdido completamente el equilibrio. Iba a aprovecharse al máximo de él. —Te has perdido algunos puntos. —Avanzando hacia él, cogió su bíceps y lo obligó a darse la vuelta. El cosquilleo caliente de su whisky inmediatamente cosquilleó en su piel, dándole ese alto contacto que había sido tan increíblemente seductor en su cripta. Absorbió la sensación mientras palmeaba la dura barra de jabón hecho a mano y comenzaba a frotarle desde su cuello y descendiendo. Maldita sea, su cuerpo era firme, su piel suave. Ella nunca había tocado a un hombre así, e hizo una nota mental para hacerlo de nuevo. Esperaba que con Hades. Intrigada por esta nueva experiencia, memorizó todo, la forma en que sus músculos saltaban bajo su tacto. Como el agua y la espuma se deslizaban sobre la dura carne que rodaba con cada una de sus rápidas respiraciones. Como sus dedos se clavaron en la pared de piedra como si estuviera intentando desesperadamente sostenerse en pie. —Cataclysm —dijo más o menos—. Esta podría no ser la mejor idea. Con el pulso aleteando en sus venas, ella dejó caer las manos, rozando sus nalgas mientras frotaba en amplios círculos. —¿Por qué no? —Esperaba que sus palabras salieron como risas y burlas, que el sonido del agua escondiera el temblor de su inseguridad. ¿Y si la rechazaba de nuevo?

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Tomando una respiración profunda, siguió bajando, deslizando el jabón sobre su firme culo y las caderas. —Porque. Su voz, ronca y chorreando necesidad masculina, le dio valor. —Esa no es una razón —murmuró mientras metía el jabón en la grieta de su culo y deslizó su mano hacia abajo, sus dedos alcanzando entre sus piernas… Su mano se echó hacia atrás para agarrarle la muñeca, y luego le dio la vuelta y empujó su espalda contra la pared. —Creo —dijo, mientras presionaba su cuerpo contra el de ella—, que es mi turno. ¡Sí! ¡La deseaba! Bajó la cabeza y capturó su boca, arrebatándole el jabón de la mano. Su beso fue más caliente que el agua que caía sobre ellos, y sus manos, oh, dulce infierno, sus manos. Recorrían su cuerpo con delicadeza, alternando el contacto entre suavidad y firmeza, burlonas y vamos-a-hacer-esto serias. Cada paso del jabón sobre sus pechos y nalgas la hizo gemir, y cuando él dejó caer la barra y metió los dedos entre sus piernas, ella gritó de alivio y asombro. Nunca había sido tocada tan íntimamente antes, pero ahora se alegraba de haber esperado. Infierno, habría felizmente abandonado sus alas por este hermoso momento. —Te gusta esto —dijo en una voz gutural profunda—. A mí también me gusta. No debería, pero es así. Había una nota extraña en su voz, un hilo torturado de... ¿lamento? Antes de que pudiera pensar demasiado en eso, él hizo algo pecaminoso a su clítoris, y ella casi se deshizo. Sus dedos se deslizaron hacia atrás y adelante entre sus pliegues, la presión cada vez más firme al tiempo que su respiración se aceleraba. Cambió el

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ritmo cada pocos trazos para frotar círculos alrededor de su sensible protuberancia o para deslizar las yemas de sus dedos sobre su apertura, llegando a un punto sensible que no sabía que tenía. —Por favor —rogó, sin estar segura de lo que estaba pidiendo. Quería todo lo que podía hacerle, y gracias a Lilliana, Cat sabía que un montón de cosas eran posibles. Él sonrió mientras besaba un camino de su boca a su mandíbula y cuello. Arqueando la espalda, ella dejó caer la cabeza contra el muro de piedra para darle tanto acceso como quisiera. Él gruñó en aprobación y mordisqueó su garganta, la pequeña picadura echando más leña al fuego que se estaba construyendo en su interior. Otro pase de dedos la dejó jadeante y bombeando sus caderas en su mano. Luego deslizó un dedo en su interior. Sí, oh, maldición... ¡sí! La trabajó por un rato, retorciéndose en sus suspiros y gemidos antes de añadir otro dedo. La quemadura de sus tejidos siendo estirados cedió al placer en un par de latidos de corazón, y se entregó a sí misma a su juego magistral. Sus dedos bombeaban mientras su pulgar rodeaba su clítoris, y demasiado pronto ella explotó, su primer clímax con un hombre lanzó a su cuerpo a una caída libre sin control. Cuando todavía tenía sus alas, a veces subía alto en el aire, recogía las alas, y se dejaba caer en picado sobre cumbres y profundos valles. El orgasmo que Hades le dio fue así. Liberación, reafirmación de la vida... y peligroso. Se conocía lo suficientemente bien como para saber que para ella, el sexo y la emoción estaban estrechamente vinculados. Era un defecto de carácter horrible, uno que tenía el potencial de hacerle mucho daño. Supuso que fue bueno que Zhubaal la hubiera rechazado, pero ahora tal vez Hades también debería haberlo hecho.

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La hizo descender lentamente, su toque más ligero y suave aún cuando ella era sensible a cada sensación menguante. —Eres tan hermosa. —Su voz retumbó a través de ella como un segundo clímax, lo que desató una nueva ola de placer rozando su piel—. Dios, el sonido que haces cuando llegas. —Necesito oírte —dijo ella, tomándolo en su puño—. Déjame. Él se quedó sin aliento, su cuerpo rígido mientras apretaba su erección. Ella nunca había tocado una antes; Zhubaal y ella no habían llegado tan lejos. Ni siquiera cerca. La piel era tan sedosa y la textura de las venas de su eje quería trazarlas con la lengua. De repente, él le agarró la muñeca y empujó su mano. Confundida, ella le miró. Él no se encontró con su mirada mientras se alejaba, dejando un rastro de charcos en el suelo de madera. —Me tengo que ir. ¿Qué demonios? —No lo hagas otra vez. —Apagó el agua—. Por favor, Hades. ¿Qué es lo que ocurre? Alguien llamó a la puerta, y ella juró que saltó un pie en el aire. —¿Quién coño es? —gritó. —Silth. Tengo noticias que quiere escuchar. La urgencia en la voz de Silth aclaraba que la noticia no era buena, pero Hades parecía aliviado. ¿Estaba feliz por tener una excusa para salir de la habitación?

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—Salgo en un segundo. —No se molestó en secarse, simplemente metió los pies en sus pantalones. No la miró cuando habló—. En esta parte del Inner Sanctum, y solo en esta parte, puedes vestirte con lo que quieras, con solo un pensamiento. Pero al segundo en que salgas, la ropa desaparecerá. Genial, pero la ropa era la menor de sus preocupaciones en este momento. —¿Puedes frenar un segundo? —Cogió una de las telas plegadas en el estante junto a la ducha—. Tenemos que hablar. —Hablar —dijo bruscamente—, no es lo que parece que quieres de mí. —Él levantó la mano que le había dado, hacía unos momentos, tanto placer—. Te he dado lo que querías, ¿no? Picada por su repentina ira inexplicable, ella arremetió. —No, no lo has hecho. Ni siquiera de cerca. ¿Crees que me siento a fantasear con tu mano? Dicha mano formó un puño a su lado. —Siento decepcionarte, nena. —Abrió la puerta con tanta fuerza que el mango de hierro se rompió—. Pero estoy seguro de que Zhubaal estará encantado de darte lo que sea que fantaseas. —Vaya —dijo en voz baja—. Ya veo de donde viene tu reputación como torturador profesional. Sabes exactamente donde hundir el cuchillo, ¿no? Él se sacudió como si le hubiera golpeado, y luego salió corriendo, dejándola con sus fantasías. Lo cual, en este mismo minuto, incluían golpear a Hades en su terca cabeza exasperante.

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Capítulo 12 ¿Qué narices he hecho? Gruñendo, Hades cerró la puerta del dormitorio y entró en el salón de la cabaña, su pene duro empujando en sus pantalones y su arrepentimiento acumulándose con cada paso. Nunca llegó a ser de humor cambiable, pero en este momento le encantaría encadenar a un vampiro con fuerza en el Rank de la prisión del Rot. La frustración sexual combinada con la ira de la situación con Cat y la mierda que pasaba en el Inner Sanctum le habían dejado condenadamente cerca de un nivel crítico. Se consideraba a sí mismo un tipo bastante relajado de trato fácil, sobre todo para un ángel caído, pero maldita sea, cuando estaba con Cat era como si estuviera desenterrando los deseos y las emociones que guardaba en lo más profundo, y ahora le había golpeado una vena que corría espesa con furia y desesperanza. Habían pasado siglos desde la última vez que sucumbió a ese tipo de sentimientos que generalmente señalaba un ataque catastrófico inminente de autodestrucción. También quería matar algo, o quería copular con algo... y este último algo era Cat. Estúpido, Hades. Sería tan malditamente estúpido comenzar una relación que no puede ir a ninguna parte, por no mencionar el hecho de que Azagoth te partirá en dos como si fueras un lápiz. Ah, ¿pero no había abordado ese estúpido tren cuando la hizo enfadar por no ser capaz de hacerle el amor? Ella no se merecía nada de eso. Entonces lo había empeorado metiendo a Zhubaal, que solo había servido para lanzar los celos y la vergüenza a la mezcla tóxica que circulaba en su interior.

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Le había hecho daño cuando había jurado protegerla. Había hecho lo que mejor sabía; encontrar un punto débil, deslizar un cuchillo en él y darle un buen giro. Maldito idiota. El agua goteaba por su espalda, recordándole cómo los dedos suaves de Cat le habían acariciado en la ducha. Se había sentido como si su piel fuera un mapa y ella la exploradora en busca de lugares interesantes que visitar. Había deseado tanto dejarla. Su toque era un regalo, una conexión que no había tenido con nadie desde antes de caer. Incluso entonces, sus relaciones no habían sido serias. Había sido joven e impulsivo, y las mujeres habían sido una distracción divertida de su trabajo de mierda y sus mojigatos y fríos padres. Desde su caída, las pocas mujeres con las que había estado habían sido parejas sexuales y nada más. ¿Cómo podrían ser algo más cuando el tiempo que pasaba fuera del Sheoul-gra podría medirse en horas en lugar de días? Rechinando los dientes, se detuvo frente a Silth e intentó hablar con un tono civilizado. —¿Qué ocurre? —Capturamos al Orphmage que tenía a la Semi caída que rescataste —dijo, y el corazón de Hades saltó. Por fin. Tal vez tendría a alguien que matar después de todo. —Está vivo, supongo. —Sí, señor. —Silth tocó la empuñadura de la espada al cinto, la cota de malla de armadura tintineando suavemente al moverse—. Le tenemos en el Rot. Pero tuve la oportunidad de interrogarlo en el sitio donde le capturamos. —¿Habló?

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—Después de que metiera la mano en su cavidad torácica y empezara a romper costillas. —Bien. —Hades asintió en señal de aprobación—. ¿Y qué te dijo? ¿Conseguiste al humano? —No señor. Pero sí dijo que cuando metió su bastón en la Semi caída, lanzó un encantamiento en su interior. El corazón de Hades dejó de latir. —Su nombre es Cat. ¿Y qué clase de hechizo? —Del tipo que drena la fuerza vital. Oh, mierda. Su corazón empezó a latir de nuevo, pero en un ritmo errático. —¿Con qué propósito? —Abrir agujeros en las barreras entre el Inner Sanctum y Sheoul, así como la barrera entre el Sanctum y el Sheoul-gra. No era inesperado, los demonios siempre estaban intentando salir del Inner Sanctum para causar estragos como fantasmas en el Sheoul y en la Tierra. Pero habían estado intentándolo por eones, así que, ¿qué hacía este intento diferente? —Todavía no tengo claro cómo funcionaría —dijo—. ¿Qué papel juega el ser humano en todo esto? —También le están drenando. La Semi caída, ah, Cat, y al ser humano se programaron para drenarse al mismo tiempo. Las tripas de Hades estaban empezando a agitarse. —¿Y cuánto tiempo tenemos antes de que este evento se lleve a cabo?

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—Unas veinte horas. Pero podría suceder antes si el humano y la Semi caída son decapitados a la vez. Cuando sus almas huyan de sus cuerpos, aparecerán perforaciones en las barreras, y los demonios escaparán. Malditos monos Santos. —Encuentra a un sabueso del infierno —dijo Hades—. Rápido. El labio superior de Silth se elevó, dejando al descubierto dos colmillos brillantes. Como casi todos los demás, odiaba a los sabuesos del infierno. —¿Por qué debo localizar a uno de esos sucios chuchos? —Porque necesito que le entreguen un mensaje a su rey. Dile al sabueso del infierno que necesitamos la ayuda de Cerberus. Podemos utilizar a cada sabueso del infierno para encontrar al ser humano. La maldición de Silth aclaró a Hades exactamente cómo se sentía acerca de tratar con las bestias. —¿Y si eso no funciona? —Entonces necesitaremos que los sabuesos del infierno patrullen las fronteras. No podemos permitir ni una sola fuga de un demonio, menos millones de ellos. Y no había manera de que pudiera dejar morir a Cat. —Hay algo más, señor. Por supuesto que sí. —¿Cuál? —El encantamiento dentro de la Semi caída... puede ser usado para rastrear su paradero. Madre. Mierda.

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—No puede quedarse sola. —¿Quiere que me quede con ella? Oh diablos, no. Silth era un maldito desagradable, pero era tan guapo como una estrella de cine y tenía un apetito sexual insaciable. No pensaba dejarle cerca de Cat, que había demostrado ser muy abierta acerca de sus propios apetitos sexuales. Dioses, era una mujer de ensueño. Hermosa y amable, aunque un poco imprudente, y cuando empezaban los roces, no era tímida... y, sin embargo, estaba esa molesta inocencia en ella que le intrigaba. Y le volvía loco, como su arrebato en el dormitorio había probado. —¿Mi señor? —le solicitó Silth, y Hades se dio cuenta de que se había perdido en sus pensamientos—. ¿Voy a quedarme con ella? —No —dijo Hades rápidamente—. Tengo todo por ahora. Envía el mensaje a Cerberus, y luego ponte en contacto conmigo una vez los sabuesos del infierno estén buscando en los Anillos. Cat les puede ayudar a buscar al ser humano, pero no quiero que esté por ahí hasta que tengamos a los perros protegiéndola. Silth hizo una reverencia profunda y se fue, dejando a Hades preguntándose qué hacer mientras tanto. Una cosa era cierta, no iba a contarle a Cat nada de esto. Ya había pasado bastante. Ahora tenía que encontrar la manera de quedarse sin ceder a su deseo por ella. De alguna manera, tenía que fingir que estar con ella era fácil, sin ser gran cosa, cuando la verdad era que estar cerca pero sin estar dentro de ella podría ser lo más difícil que había hecho nunca.

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Capítulo 13 Cuanto más tiempo tardaba Hades en volver, más se enfadaba Cat. Sí, comprendía que él estaba manejando sus asuntos. Y teniendo en cuenta el estado de... todo, probablemente eran asuntos serios. Pero había sido insultante la forma en que había salido de la ducha y huido de la habitación. Por supuesto, sus insultos también habían sido insultantes. ¿Estaba jugando con ella? ¿Se estaba echando unas buenas risas con la Semi caída que había dejado jadeante? ¿Era solo un juguete para su diversión? Maldiciéndose a sí misma, terminó de secarse con la tela de lino en bruto que asumía que estaba destinada a ser una toalla, y luego intentó lo que Hades había mencionado de ‘ropa pensada’. Al instante, vestía unos vaqueros y un corsé idénticos a los reales en la cama. Oh. Cambió los colores, convirtiendo el corsé a naranja brillante y los pantalones vaqueros a negro. Perfecto. Aunque tal vez debería probar algo diferente. Algo que dejara a Hades fuera de balance. Si creía que debía ir a Zhubaal para conseguir lo que quería, tal vez debería mostrarle lo que se iba a perder exactamente. ¿Pero qué? Si quieres llamar la atención de un hombre, dale algo que mirar. Lilliana se lo había dicho a Cat mientras escogía un atuendo para distraer a Azagoth de algún tipo de trabajo de biblioteca que había estado estudiando detenidamente durante semanas. Horas más tarde, si el ritmo gracioso de los pasos de Azagoth había sido una indicación, la elección de la ropa de Lilliana había sido perfecta.

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Qué demonios, pensó Cat. Replicó el traje, pasando por una minifalda de cuero rojo y un sujetador superior de cuero, acabado con tacones de aguja a juego. Mirándose hacia abajo, sonrió. Deja que Hades se resista a esto. Como si fuera una señal, él abrió la puerta. Sin embargo, para su frustración, no le echó más que un vistazo mientras se acercaba a la ventana. —Silth encontró al Orphmage. —Apartó las cortinas—. No debería tardar mucho en escupir la ubicación del ser humano. Genial. Terrorífico. Probablemente debería decir algo al respecto, dado que ella había comenzado todo este lío cuando llegó al Inner Sanctum para encontrar al humano. En cambio, abrió la boca, y algo diferente salió. —¿Qué es lo que te pasa? —le espetó—. He estado coqueteando con mi culo, y actúas como te estuviera vendiendo guisado de gusanos. —Oye —dijo con un gesto de la mano—. No te metas con los gusanos guisados. Con suficientes especias y tomate… —¡Argh! —Se apartó de él, demasiado enfadada para continuar con esto. Y esperaba como el infierno que no se diera cuenta de que casi se rompió el tobillo con esos estúpidos zapatos que claramente no funcionaban para atrapar su atención. Nada lo haría. Tal vez era el momento de darse por vencida y dejar de hacer el ridículo—. No importa. Una mano se cerró sobre su hombro, deteniéndola en seco. Un instante después, Hades estaba frente a ella, su expresión seria. —Confía en mí, no soy inmune a tus artimañas de mujer...

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—En primer lugar —dijo, encogiéndose lejos de su toque—, no tengo ninguna artimaña. Y en segundo, eres un gran mentiroso. —Bebé, llevas malditas artimañas. —La agarró de la muñeca, y antes de que pudiera resistirse, apretó su erección en la palma de su mano—. ¿Y esto se siente como si fuera inmune? ¿Parecía inmune cuando estaba en la ducha y me acariciabas? Mierda. Se quedó congelada en el sitio, su mano ahuecando la enorme erección de Hades. Finalmente, le miró, conteniendo la respiración en su garganta por el fuego en sus ojos. —Y... yo no lo entiendo. Si me deseas, ¿por qué has sido tan cabeza culo? Una esquina de su boca se torció en una sonrisa. —¿Cabeza culo? Me gusta. Con un resoplido, se alejó de él. —No era un cumplido. —Tu mano estaba en mi pene. Cualquier cosa que digas habría sido un cumplido. ¿Cómo había pasado de ser un idiota a ser encantador tan rápidamente? —Todavía no has contestado a mi pregunta. —¿Quieres la verdad? —Levantó la mano para pasársela por el pelo y dejó escapar un suspiro largo y cansado—. Estás fuera de límites para mí. —¿Fuera de los límites? —preguntó con incredulidad—. ¿Según quién? —Azagoth.

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Ella frunció el ceño, buscando en su cerebro la razón por la que Azagoth diría eso, pero estaba en blanco. —¿Por qué diría que estoy fuera de los límites? —Quieres decir, ¿por qué me lo diría cuando no parecía dar una mierda para que Zhubaal copulara contigo? Ouch. Nerviosa, abrió la boca. La cerró. La abrió de nuevo. —Eso no es lo que… —Maldijo—. ¿Cómo sabes lo de Zhubaal y yo? ¿Te lo dijo él? —Él no dijo nada. Ese maldito es tan hermético como Ghastem. Viendo que Ghastem no tenía boca... sí. —Entonces, ¿cómo lo sabes? Y ¿por qué tengo que seguir haciendo la misma pregunta dos veces? Se encogió de hombros, los músculos rodando lentamente. —No lo sé. Ella iba a matarle. —¿Cómo. Lo. Sabes? —soltó entre dientes. —A los griminions les encantan los chismes. Esos pequeños retoños viven para ello. Cuando no están recolectando almas, estoy bastante seguro de que tienen fiestas de té y tejer o algo. Hmm. Tal vez la razón por la que lo ocurrió con Z hubiera sido tan desastroso tenía sentido ahora. Por qué la había llevado a sus aposentos, pero luego se había

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negó a tener relaciones sexuales con ella. Había estado enfadada, pero, ¿y si el motivo de su reticencia era que Azagoth le había prohibido que estuviera con ella? Suspirando, deseó que los zapatos desaparecieran y caminó descalza hasta la silla de madera en el extremo de la cama. —¿Crees que me está castigando? Siempre la fastidio y me he perdido algunas telarañas en las esquinas, y una vez, incluso me dejé cenizas en su biblioteca. —Se dejó caer en la silla, con el estómago revuelto—. Me va a enviar de vuelta a la esfera humana, ¿no? Allí estaría en peligro, indefensa, presa fácil para los demonios que odiaban a los ángeles y los Verdaderos Caídos que practicaban como deporte arrastrar a los Semi caídos al Sheoul. Peor aún, perdería a Lilliana como amiga. Y nunca vería a Hades otra vez. Al menos, no hasta que muriera y volviera al Inner Sanctum como un alma en espera de ser reencarnada. Gimiendo, se frotó los ojos con las palmas de las manos. Podía perderlo todo, y no era divertido teniendo en cuenta lo poco que en realidad tenía. Sintiéndose repentinamente muy vulnerable, deseó ropa nueva que la cubriera entera. Ni siquiera le importaba la sensación sofocante de tener tanta piel oculta. En este momento, la ropa era una armadura muy necesaria. —No te está castigando a ti —dijo Hades, con la mirada fija en algún lugar del exterior. —¿Cómo lo sabes? Obviamente le he enojado de alguna manera. —Confía en mí, si estuviera enfadado contigo, lo sabrías. —Negó con la cabeza—. No, Cat, esto no es sobre ti. Se trata de mí. —Levantó la mano y se frotó la nuca

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—. Yo soy al que está castigando. Todas las mujeres en el Sheoul-gra están fuera de los límites para mí, incluyendo los sirvientes y sus hijas. Y confía en mí, cuando el Reaper Grim te dice que sus hijas están fuera de los límites... le escuchas. Miré a una demasiado tiempo, y me empaló. Una gran estaca metida por el culo y salida por la parte superior de mi cráneo. Todavía la noto cuando pienso en ello. —Su tono era ligero, fresco, como si su dolor no fuera gran cosa, pero cuando su mirada atrapó la de ella, ella exhaló en una respiración áspera por la tristeza que vio en ellos—. Te deseo, Cat, y si todo lo que me costase estar contigo fuera un palo puntiagudo por el culo, volvería a pagar ese precio. Pero no se detiene ahí. Y no sé qué precio tendrías que pagar tú también. Aturdida por su confesión, ella se sentó allí, sin saber qué decir. Lo único que sabía era que Hades la deseaba después de todo, y que debería estar feliz, pero lo único que hizo fue hacerle miserable.

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Tanto para jugar a que se enfríe. Hades se sentía como un idiota total. No debería haberle dicho nada sobre su castigo, sobre desear a Cat, nada en absoluto. La única forma de que se mantuviera cuerdo era dejar salir todo como la lava salía de un Gargantua. Se preguntó si los propietarios de esta casa habían almacenado alcohol en alguna parte. Se podría tomar una copa. O diez. —¿Hades?

Miró por la ventana hacia el estanque de lirios de agua en la parte de atrás y se preparó para un montón de compasión. —¿Qué? —¿Es por eso que vives en el Inner Sanctum? ¿Porque Azagoth no quiere que seas tentado o algo así? —No. —Vio a un grupo lanzando una pelota en un patio cercano. Odiaba este lugar. Era demasiado... humano. Demasiado brillante y alegre. Le recordaba que su vida era todo pesimismo y culos de demonios. —¿Así que eliges vivir en el Sanctum? ¿En lo que es poco más que una choza? Se volvió hacia ella, y se sobresaltó sorprendido por su ropa. Mientras había estado mirando por la ventana, se había cambiado en medias y a una ajustada camiseta de manga larga. Incluso tenía calcetines en sus pies. Desde que su piel era un calibre para el bien y el mal, ahora no debía querer sentir esas cosas. No debía querer sentirle a él. No es que la culpara, pero todavía sintió una pizca de dolor que hizo su voz más aguda de lo que pretendía. —¿Qué, esperabas un palacio? Ella le miró. —Vives en una cripta y duermes en un ataúd. Ahora hacen esas cosas llamadas camas. Menuda broma. —Azagoth limita mis comodidades. ¿Sabes lo que más echo de menos? Mantequilla de cacahuete. Y el chocolate. Limos me los presentó cuando

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aparecieron por primera vez en la escena humana, ¿sabes? Siempre asalto la cocina de Azagoth mientras estoy en ese lado, pero por lo general me llena de mierda como pizza y Doritos. Cat había estado estudiando una flecha de madera en miniatura en el estante a su lado, pero ahora se congeló, sus cejas bajando con confusión. —¿Azagoth ni siquiera deja que te lleves comida decente a tu casa? —Oh, lo hace. Sólo que no me ayuda a conseguirlo. Tengo que pedir favores. O chantajear a otros. Limos me trajo helado una vez, pero se fundió en el momento en que a Azagoth la dejó pasar. Cat se quedó sin aliento. —Eso es horrible. Él se rió. —Fue helado. Apenas un desastre global. —Azagoth es un idiota —le espetó. Probablemente no debería estar encantado con que ella se enfadara en su nombre—. ¿Por qué te hace todo esto? —Larga historia. Ella cogió la flecha y acarició suavemente con los dedos la superficie lisa. —Bueno, no tenemos mucho más que hacer mientras esperamos a que el Orphmage nos entregue al humano. Él podía pensar en un montón de cosas que podrían hacer. Si Azagoth no le hubiera prohibido hacerlas.

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La ira y la frustración amenazaban con desbordarse. Había evitado cabrear el culo de Azagoth durante miles de años, pero ahora... ahora sentía como si estuviera en una encrucijada, en un lugar donde no podía soportarlo más. ¿Acaso no había pagado por sus pecados durante el tiempo suficiente? Gruñendo para sí mismo, salió de la habitación y buscó el refugio del licor. Unas pisadas suaves le siguieron, pero ignoró a Cat e hizo estallar el corcho de una jarra de barro que olía a vino de sangre extremadamente potente. Cat se sumó en su visión periférica mientras comprobaba los adornos en las paredes. Los demonios amaban sus tallas de madera y hueso. —Entonces, ¿cómo acabaste aquí? Bebió unos tragos del vino de sangre, saboreando el hormigueo caliente que quemó su camino por la garganta. —Eres un ángel caído, también. Ya sabes todo sobre los trapos sucios. El rosa se extendió por sus mejillas. —Mi caída no fue del todo culpa mía. —Todavía vas con esa historia, ¿eh? Su barbilla se elevó. —Es cierto. Te he contado lo que pasó. Él resopló. —Y los demonios seminus odian el sexo. Agarró la jarra de él y tomó un trago. Tuvo que ocultar una sonrisa divertida cuando ella tosió.

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—¿Así que eres el culpable de tu propia caída? —soltó mientras se sentaba en la mesa de la cocina. —Sí. —Tomó de nuevo la jarra—. La fastidié regiamente. —Se llevó el recipiente a los labios, haciendo una pausa para decir—. ¿De verdad quieres oír esto? ¿Quieres saber cómo llegué aquí? Al verla asentir, bajó la jarra. No se lo había contado a nadie. No era que diera una mierda por quien lo sabía. Era solo que nunca hablaba con nadie. No acerca de sí mismo o de su vida. Esto era nuevo, y no estaba seguro de que fuera algo bueno. Finalmente, apoyó la cadera en el borde de la mesa. —Cuando era todavía un ángel, mi trabajo consistía en procesar a los nuevos seres humanos que llegaban al cielo después de morir en la Tierra. Era aburrido como la mierda, y cada vez que alguien venía porque había sido asesinado por otro ser humano, me enfadaba. Así que empecé a pasar mi tiempo en el reino humano, deteniendo a los pecadores antes de que cometieron pecados. —¿Detenerles? ¿Cómo? —Al principio, causaba distracciones. Terremotos, tormentas repentinas, enjambres de mosquitos, lo que fuera necesario. Entonces encontré a un bastardo vil violando a una mujer joven. No pensé, ni me detuve. Le freí con un rayo. Y lo raro es que no sentí ni una pizca de culpa. Sabía que iba a ser castigado porque, con muy pocas excepciones, los ángeles no deben matar a los seres humanos. Esperaba que ella mostrara algo de asco, pero simplemente apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante como un niño que escucha un cuento antes de dormir.

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—¿Te pillaron? ¿Fuiste castigado? Él negó. —No. Supongo que nadie prestaba atención. Así que la próxima vez que me encontré con un ser humano malvado cometiendo una atrocidad, le maté. Maldita sea, se sentía bien. —Tan. Malditamente. Bien—. Y ahí es donde todo salió mal. —Ah —murmuró—. Te gustaba matar. Malditamente cierto, lo hacía. —No pasó mucho y no solo estaba matando a seres humanos malvados, sino a seres humanos malos. —Existía una diferencia, una diferencia muy importante. La maldad no puede ser reparada. No podría ser perdonada. Pero las cosas malas sí—. No hice ninguna distinción entre los que eran malvados y los que eran simplemente idiotas. Sentía la necesidad de castigar, y me hice más audaz por el hecho de que no me pillaran. No hasta que fui a por un maldito que era famoso por sus métodos de tortura. Resultó que era Primori. —Los Primori son las personas cuya existencia es crucial de alguna manera — murmuró, y luego sus ojos se clavaron en él—. Lo que significa que tenía a un ángel Memitim para protegerlo. Y todos los Memitim... —Son los niños de Azagoth —finalizó. —Oh, mierda. —Sí. —Él tomó otro trago saludable de la jarra—. El Memitim salió de la nada, y nos metimos en una pelea desagradable que terminó con él muerto. —¿Qué hiciste?

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A pesar de que esto había tenido lugar hace más de cinco mil años, el intestino de Hades se hundió igual que en aquel entonces cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Había matado a un compañero ángel. Casi matado a un Primori. Y peor aún, no le había preocupado tanto. Su preocupación había sido por él mismo, y durante miles de años, nada había cambiado. Hasta ahora. Ahora su mayor preocupación era asegurarse de que Cat estuviera a salvo. Su propio destino no era importante. —Sabía que iban a atraparme —dijo—, así que huí por un tiempo. Me perdí entre en la población humana. Pero mis padres eran profesores de Ética Angelical, y me habían perforado sus enseñanzas desde el nacimiento, por lo que cuando los ángeles empezaron a acercarse, me imaginé que ganaría puntos entregándome voluntariamente. —Frunció los labios—. Resulta que no tantos. Me quitaron las alas, pero en vez de que me dieran un nuevo nombre y me expulsaran del Cielo, me entregaron a Azagoth. Al principio, había pensado que la decisión de los arcángeles de mantener su nombre y enviarle con Azagoth había sido puramente para hacer al Reaper Grim feliz, pero una vez que apareció la profecía bíblica relacionada con los Cuatro Jinetes, comprendió que estaba destinado a algo más que ser el juguete de Azagoth. No es que ser una leyenda bíblica le hubiera evitado el dolor. En absoluto. —Vaya. —La piel ya pálida de Cat era una sombra pálida, y sus pecas destacaban en su nariz y sus mejillas—. Me sorprende que no te matara. —Azagoth no mata a la gente. —Hades reconsideró eso—. En su mayoría. Es un gran fan del tormento eterno. —No, Azagoth no tomaba el camino más fácil a la

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hora de la venganza. O la justicia. Definitivamente no era del tipo que perdonaba —. Necesitaba a alguien que dirigiera el Inner Sanctum, así que me dio alas y poder, convirtiéndome en el único Semi caído en la historia que puede entrar el Sheoul sin convertirse en un Verdadero Caído. —Sonrió con amargura—. Pero también hizo su misión hacer de mi vida un infierno. Y desde hace miles de años, lo ha estado haciendo. Sentada en su silla, frunció los labios en una expresión pensativa. —¿Es la situación de tu vida parte de eso? —Sí. —Se encogió de hombros—. Sólo recientemente comenzó a dejarme salir del Inner Sanctum por períodos cortos de tiempo. Sólo han pasado cincuenta años más o menos desde que me permite tener lujos del exterior si puedo conseguir que alguien me los traiga. —Como el helado de Limos. La pena en la voz de Cat le hizo apretar su mandíbula. —Sí. —Pero has dicho que puedes salir ahora. ¿Con qué frecuencia? —He dejado el Sheoul-gra cinco veces en los últimos cien años, y me costó cada vez. —Incluso cuando los Cuatro Jinetes le habían sacado para ayudar en una enorme batalla hacía unos años, había pagado un alto precio a pesar del hecho de que estuvo en el lado de los buenos. Por eso, Azagoth le había quitado su único amigo verdadero, un demonio que había estado viviendo en el Primer Anillo durante dos mil años. Azagoth le había reencarnado, dejando a Hades con solo sus estúpidos guardianes como compañía.

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—Así que supongo que no te citas mucho si no puedes salir, ¿eh? Has dicho que las hembras en el Sheoul-gra están fuera de los límites, pero, ¿qué pasa aquí, en el Inner Sanctum? Él se rió. Pero fue un sonido amargo, duro, incluso a sus propios oídos. —Todo el mundo está fuera de los límites para mí, Cat. Mis guardianes pueden copular a quien quieran en el Inner Sanctum, ¿pero yo? ¿Recuerdas el pelado del que te hablé? Sí. El celibato y yo somos malditamente íntimos. —Debes haber estado muy solo —dijo en voz baja. Él parpadeó. ¿Solo? Ese pensamiento no se le había ocurrido, y tampoco creía que se le ocurriría a nadie más. Aunque, ahora que lo pensaba, sí, había sentido siempre una extraña tensión en su interior que no podía identificar. Eso que siempre había tomado como de naturaleza sexual. Pero ahora que había pasado tiempo con Cat, le estaba matando saber que era solo cuestión de tiempo antes de que perdiera su compañía y su tacto suave. Maldición, no podía pensar en ello, porque si lo hacía, perdería el control. Redirigiendo sus pensamientos, se volcó de nuevo en su talento predeterminado de la desviación. —No sé si me sentía solo, realmente, pero definitivamente estaba cachondo. Ella murmuró algo que sonaba sospechosamente como: —Conozco la sensación. Un grito del exterior les hizo levantarse de un salto. Él corrió a la ventana e hizo un gesto a Cat de quedarse atrás, fuera de la vista de cualquiera que pudiera tener un arma de largo alcance.

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—¿Qué es? —preguntó—. ¿Qué está ocurriendo? Algo menos que impresionante, eso es lo que ocurría. En cuanto a ella, él sonrió. —¿Alguna vez has visto El Señor de los Anillos o El Hobbit? Ya sabes, ¿cómo las águilas gigantes siempre aparecen para salvar el día? Ella apoyó las manos en sus caderas. —¿Vas a decirme que aves gigantes van a ayudar a buscar al humano? Fuera, la gente seguía gritando. —Mejor. Los sabuesos del infierno han llegado. —Los sabuesos del infierno comen gente —señaló. —Hilarante, ¿verdad? —Le tendió la mano—. Vamos. Te voy a presentar. —¿A los sabuesos del infierno? —No a solo los sabuesos del infierno —dijo, cogiendo su mano en la suya—. Al mismo rey. Vamos a saludar a Cerberus.

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Capítulo 14 Cataclysm había visto un montón de mierda terrorífica en su vida —la mayor parte en los últimos días— pero la enorme bestia de dos cabezas de fuera, rodeada de perros que eran tan grandes como bisontes, pero todavía de la mitad de su tamaño, era una de las criaturas más intimidantes que jamás había encontrado. Negro como la noche, con brillantes ojos carmesí y dientes que harían sentir celos a un tiburón, Cerberus usaba una enorme pata para rastrillar profundos surcos en la hierba. El humo se elevaba de la tierra dañada, convirtiendo todo a su alrededor en cenizas. —Oye, amigo —dijo Hades—. ¿Un sorbo? Las dos cabezas se miraron la una a la otra antes de que la izquierda echara las orejas hacia atrás y bajara al nivel de los ojos. Un profundo gruñido ahumado se acurrucó desde lo más profundo del pecho de la bestia. Hades se volvió hacia ella. —Ha dicho que sus hermanos están buscando en los Anillos al ser humano, y se disculpa de antemano por los accidentes. —¿Accidentes? —La mayoría de los sabuesos del infierno odian a los ángeles caídos, o de cualquier otro tipo. El viejo Cerb aquí apenas me tolera. Así que podemos esperar algunas bajas entre mis alcaides. —Cogió un palo, lo lanzó, y dos de los sabuesos del infierno despegaron en un borrón de pelaje negro—. Además, en realidad no lo siente. Era más bien una descripción de cómo piensa que van a portarse.

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No sabía si hablaba en serio o no, y, francamente, no quería saberlo. La otra cabeza de Cerberus hizo algunos ruidos de gruñidos, y Hades le gruñó en respuesta. Estuvieron así un rato hasta que, finalmente, Hades alzó la mano y se volvió hacia ella de nuevo. —Yo... eh... olvidé mencionar algo antes. Miró a Hades. Ella odiaba que la mantuvieran a oscuras sobre cualquier cosa. —Maldita sea, Hades, ¿qué es lo que no me has dicho? —El Orphmage que te capturó está usando tu fuerza vital para alimentar el hechizo que abrirá las barreras del Inner Sanctum. Le hizo lo mismo al ser humano. Cerberus cree que si podemos acercarte lo suficiente al humano, podrás detectarle. También deberían abrirse las puertas entre el Inner Sanctum y el reino de Azagoth. Básicamente, el chucho quiere usarte para seguir al humano. Es curioso, ¿no? Cómo es al contrario que en el reino humano, cuando los seres humanos utilizan perros… —Lo entiendo —soltó ella. Y maldición, ¿esta situación podría ser peor?—. Pero no puedo creer que me ocultaras esto. ¿Mi fuerza vital? ¿En serio? —Lo siento —dijo, pero no sonaba muy contrito—. No quería preocuparte. Sobre todo después de que fuera un idiota contigo antes. Bueno, al menos admitía ser un idiota. —No estoy preocupada —explicó—. Estoy enfadada. Tenemos que buscar al humano. Tengo que arreglar esto para que el mundo no sea invadido por espíritus demoníacos y que Azagoth no me expulse del Sheoul-gra. —Vio a los sabuesos del infierno agarrar el palo y empezar un juego de tira y afloja—. Y arreglar esto podría acortar el largo camino que me queda para recuperar mi lugar en el Cielo.

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La cabeza de Hades se echó hacia atrás como si le hubiera dado una bofetada. —¿Por qué narices siempre deseas volver con la gente que te echó a patadas? —El Cielo es mi casa —dijo simplemente. Incluso con los gruñidos y rugidos procedentes de los sabuesos del infierno y los gritos de la gente gritando a las bestias desde una distancia segura, el silencio de Hades fue ensordecedor. Por último, dijo en voz baja: —Me parece que el hogar es donde está la gente a la que quieres. Por alguna razón, sus palabras le quitaron el aliento. —¿Y quién sería? —preguntó— ¿Azagoth? Puedo limpiar su casa. Y no muy bien. Cualquiera puede hacer eso. Probablemente va a despedirme de todos modos, una vez se entere de que fui yo la que dejó entrar al humano aquí en primer lugar. ¿Lilliana? Yo la considero una amiga, y espero que ella sienta lo mismo por mí, pero estaría bien sin mí. ¿Los otros Semi caídos que viven en los dormitorios? A veces cocino para ellos. Echarían de menos mi tarta marrón de vainilla y mantequilla de cacahuetes, pero aparte de eso... Se encogió de hombros, como si no fuera nada del otro mundo, pero ser consciente de algo tan insignificante dolía. Para empeorarlo, estaba su estatus como Semi caída. No tenía poderes, ni estado, ni identidad. Tal vez debería haber entrado en el Sheoul y convertirse en una verdadera Caída. Por lo menos entonces tendría alas y poder. Pero el coste habría sido su alma. De repente, las manos de Hades descendieron sobre sus hombros.

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—Yo te quiero, Cat. Te quiero más de lo que he querido nada desde que caí. Su corazón latió con alegría, pero un manto de tristeza se envolvió alrededor de él, amortiguando la felicidad. —¿Y de qué nos sirve eso si Azagoth está tan sediento de venganza? —Cat… Ella se apartó de él. —No empeores la situación. Tenemos que encontrar al humano, y yo volver al Cielo. ¿Podemos hacer eso, por favor? ¿Antes de toda mi vida sea drenada? Un escalofrío se instaló en el aire, tan notable que incluso los sabuesos del infierno miraron a su alrededor para ver de donde procedía el frente frío. Cat no se molestó en buscar. La escarcha nubló los ojos de Hades y convirtió en piedra su expresión. Las venas azules subieron a la superficie de su piel, que había perdido unos tonos de color, igual que aquella vez en la mansión de Azagoth, cuando le había enseñado sus alas. Una oscuridad emanaba de él, haciendo que le hirviera la piel, y se le ocurrió que este era el Hades que salía a jugar cuando las cosas iban al infierno. Este era el Carcelero de los Muertos. El Guardián de las Almas. El Maestro de la Tortura. —Dime, Cataclysm. —Su voz se había profundizado, raspando el fondo escarpado de las fosas de fuego del infierno—. ¿Cómo conseguiste tu nombre? Oh, Dios. Él lo sabía. La humillación estremeció su piel. —No importa. Tenemos que irnos. —Se dio la vuelta. La puerta de la casa estaba a solo unos pasos distancia…

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Un sabueso del infierno le bloqueaba el paso, la baba goteando de sus dientes al descubierto. Claramente, Hades no había terminado con esta conversación, pero no iba a darle la satisfacción de darse la vuelta para mirarlo. —¿Elegiste tu nombre? —Ella saltó ante el sonido de su voz, tan cerca de su oído derecho que sintió su aliento en el lóbulo. —Sabes que no lo hice —respondió entre dientes, su humillación cambiando bruscamente en ira porque él había elegido sacar el tema. Pero claro, era el Maestro de la Tortura, ¿no? Había demostrado antes que sabía dónde golpear con el fin de extraer el mayor dolor de su víctima, y ​los nombres eran un tema extremadamente sensible para los ángeles caídos. Cuando un ángel perdía sus alas, por lo general elegían ellos mismos sus nuevos nombres. Demonios, un ángel caído podría cambiar su nombre una y otra vez, mientras no volvieran a usar su nombre de ángel... excepto en el interior del Sheoul-gra. Pero a veces, los arcángeles elegían el nombre del ángel caído. Como castigo, insulto o lección... daba igual su motivación, cuando seleccionaban un nombre para un ángel caído en desgracia, jamás podría referirse a sí mismo con otro nombre que el que le habían dado. Si hubieran querido que el nuevo nombre de Cat fuera Poopalufagus, estaría obligada a utilizarlo. Demonios, ni siquiera podía pronunciar su nombre angelical si lo intentaba... y lo hizo. El nombre siempre quedaba atascado en su garganta. —¿Por qué los arcángeles eligieron Cataclysm? —Sus labios le rozaron la oreja mientras hablaba. —Porque era un desastre. —Su voz se quebró, y se odió por ello. Odió a Hades

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por hacerla recordar el peor momento de su vida. Le odiaba más por obligarla a enfrentar una verdad que no estaba preparada para enfrentar todavía—. Ayudé a que el mundo casi acabara, y querían que lo recordara para siempre. El silencio se extendió, y ella sintió a Hades retirarse. Cuando por fin habló, su voz volvió a la normalidad, pero de alguna manera, sabía que nada iba a ser normal otra vez. —Y esas son las personas con las que quieres volver. —Pasó junto a ella y apartó al perro. Cuando abrió la puerta de la cabaña e hizo un gesto para que entrara, sonrió con frialdad—. Entonces, por todos los medios, no perdamos tiempo en devolverte allí.

***

Hades pasó más de doce horas con una manada de perros infernales voraces y una mujer ferozmente silenciosa mientras buscaban en el Quinto Anillo al condenado humano. Por supuesto, que no tenía sentido que tuviera ganas de hablar, ya sea, porque en última instancia, ¿qué tenían que decirse Cat y él? ¿Su deseo de volver al Cielo, a la gente que la obligó a cargar con un nombre que la perseguiría para siempre? ¿Era egoísta por parte de él desear evitar eso? En última instancia, no había nada que pudiera hacer para convencerla de que no regresara al cielo si le daban la oportunidad. Ella no quería estar aquí, e incluso si lo hacía, no podían estar juntos. No si Azagoth seguía decidido a castigarle. Miró a Cat, que estaba de pie apartada a treinta yardas en un acantilado sobre un río de lava. A lo lejos, un volcán ennegrecido arrojaba humo y vapor como venas

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rojas anaranjadas de roca fundida fluyendo hacia abajo. Estaba vestida con vaqueros y corsé, y cuando Hades dejó claro que iban a pisar un terreno abrasador, ella accedió a llevar un par de botas prestadas por los demonios dueños de la casa que habían alojado. Los sabuesos del infierno la rodeaban, protegiéndola. Los caninos demoníacos eran asesinos descarados, pero cuando se les daba algo que proteger, se tomaban en serio su trabajo. No había nada en el planeta más leal que un sabueso del infierno. Tampoco existía nada más voraz que media docena de perros infernales destrozando a algún demonio desventurado que probara a acercarse. Hades hizo señas a Silth, y el tipo saltó desde de donde había estado utilizando un bastón mágico, hecho del hueso del muslo del Orphmage que había capturado a Cat, para localizar al humano. El estúpido mago se había negado a hablar, así que habían pasado al Plan B. O, como Hades le llamó, el Plan de Hueso. —¿Mi Señor? —preguntó Silth mientras subía la colina de roca de lava irregular para llegar a él. —Los perros quieren pasar a otra región. —Lo que era genial porque Hades la odiaba, despreciaba el calor y el olor. El único aspecto positivo era que unos demonios vivían aquí. Lo que la convertía potencialmente en un gran lugar para ocultar a un ser humano—. Pero quiero que tú y unos perros os quedéis. —¿Sospecha algo? Hades no podía poner el dedo, pero había un sentimiento de maldad aquí que iba más allá, simplemente no le gustaba la zona. No habían encontrado nada sospechoso, pero… —¡Hades! —Cat corría hacia él, los sabuesos del infierno sobre sus talones—. Creo que puedo sentir al ser humano.

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Uno de los sabuesos del infierno con ella tenía algo en su boca, y cuando ella se detuvo frente a Hades, el perro juguetonamente lo arrojó hacia ella. Ella lo cogió, gritó, y lo dejó caer. —Oye —dijo Hades—, le gustas. Te acaba de dar un dedo. —De algún tipo de demonio. Ella le dirigió una mirada de disgusto. —¿Cómo puedes bromear sobre eso? No es gracioso. —No —dijo—. En cierto modo lo es. —Bruto. —Ella dio una patada al dedo, y el perro lo cogió, tragándolo en poco tiempo. Ella hizo una mueca y luego se frotó los brazos—. Como estaba diciendo, estoy sintiendo algo cerca. Es una sensación de bien, que no debería estar aquí, ¿verdad? —¿En el Quinto Anillo? De ninguna manera. —Su pulso se aceleró cuando entendió lo que eso implicaba—. Tiene que ser el humano. ¿Puedes limitar la búsqueda a una dirección? Ella negó. —Es extraño, como un hilo de bondad tejido en una enorme de maldad. Hay demasiado mal a su alrededor para tirar de él. —Uh... ¿jefe? —Silth sostuvo el bamboleo del hueso adivinador—. Tiene algo. Mientras Hades observaba, la cosa pasó de apenas moverse a vibrar con tanta intensidad que Silth tuvo que utilizar las dos manos para sujetarlo. —Mierda. —Hades llamó a los sabuesos—. ¡Llama a los refuerzos! Ahora…

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Una flecha atravesó su pecho. El dolor explotó en la zona de impacto, pero cuando una lluvia de flechas cayó sobre ellos, lo único en lo que pudo pensar fue en llevar a Cat a un sitio seguro. Un instinto feroz y protector se apoderó de él, la tiró al suelo y la cubrió con su cuerpo, mientras que los sabuesos del infierno cargaban contra un ejército de demonios que se vertían de las fisuras en el suelo que no habían estado allí hacía un momento. —¡Maldito! —Silth, atravesado por una media docena de flechas, gritó de ira y dolor, pero no cayó. Desenvainando su espada, saltó a la pelea. —Déjame levantarme —gritó Cat contra el pecho de Hades—. El ser humano está cerca. Si puedo llegar a él… —Están intentando atraerte. —La abrazó con fuerza, cubriéndoles con sus alas mientras se asomaba entre las piernas de los sabuesos del infierno—. Necesitan decapitaros al mismo tiempo para abrir los agujeros en la barrera. —¿Decapitarme? —le gritó— ¿Tal vez podrías haber compartido ese pequeño detalles antes? —Tal vez —dijo, manteniendo el tono ligero para ocultar lo malditamente aterrorizado que estaba por ella—. Pero no. —Hizo una señal a uno de los perros que habían ido a la cabaña con Cerberus, un hijo lleno de cicatrices del rey sabueso del infierno al que Hades conocía solo como Crush—. Llévala al cementerio. Si no estoy allí en diez minutos, llévala a la cabaña. —¿Qué? —Cat le dio un puñetazo en el brazo y se puso en pie—. No. ¡Puedo ayudar! No tenía tiempo para esto, pero la agarró por los hombros y la sacudió. —Hay miles de demonios que vienen a por nosotros, todos con un solo objetivo; decapitarte.

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—Pero, ¿qué hay de ti? Si no estás allí en diez minutos… —Entonces estoy muerto. —Antes de que pudiera decir otra palabra, la besó. Duro. Y derramó tanta emoción en el beso como pudo. Porque si ganaban la batalla o no, este sería el último beso que compartirían. Rápidamente, dio un paso atrás y le hizo otra señal al sabueso. Un instante después, la bestia se había ido, y con él, Cat. Incluso por encima de los sonidos de la batalla, la oyó gritar, ‘Noooooo’, mientras se desvanecía.

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Capítulo 15 Cat y el sabueso del infierno se materializaron en el extraño cementerio donde había iniciado este estrafalario viaje. ¡Maldito Hades! Miró los mausoleos que correspondían a los cinco Anillos, pero incluso cuando se concentró en el que había entrado en un principio que iba al Quinto Anillo donde la batalla se estaba luchando, el estúpido sabueso del infierno se interpuso en su camino. Incluso le gruñó. —Eres un idiota —le espetó. Ladeó la cabeza grande, levantó sus orejas puntiagudas, y la miró como si esperara que fuera a tirarle un palo o algo así. Luego eructó. Y Dios mío, ¿qué había comido hoy ese bicho? Intentó no vomitar dándose la vuelta y buscando en la pared el portal al reino de Azagoth. Sí, sabía que estaba bloqueado, pero intentarlo no le haría daño. No era como si no tuviera nada mejor que hacer, ya que era evidente que el gaseoso sabueso del infierno no iba a dejarla volver al Quinto Anillo. Date prisa, Hades. Su beso todavía quemaba en sus labios. Su piel todavía ardía por su toque. Le echaba de menos, y solo habían estado separados un par de minutos. ¿Qué pasaría cuando —y si— por fin salía de aquí? ¿Cómo podía enfrentarse a que estaban solo a una puerta de distancia? Tal vez sería mejor si volviera al Cielo. No iba a ser una tentación para ella nunca más. Y, además, ser aceptada de nuevo en el Cielo significaba que su familia la llevaría de vuelta, ¿no? Sus amigos le perdonarían. Podría olvidar las terribles cosas que le habían dicho cuando fue arrastrada a la guillotina.

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Traidora. Bruja de Satanás. Tú no eres hija mía. Me pones enfermo. Sí, podía olvidar. Con suficiente vino de sangre de demonio, de todos modos. Un cosquilleo cargó el aire de electricidad, y se le erizó el pelo de la nuca. Se dio la vuelta para ver a Cerberus materializarse, su brillante pelaje negro cubierto de sangre, una de sus enormes mandíbulas apretadas alrededor de un humano quebrado y sangrando. Y colgando inerte del segundo juego de mandíbulas estaba Hades. ¡Oh, mierda! Corrió hacia el gigantesco sabueso del infierno, que dejó caer los dos cuerpos en el suelo. Arrodillándose, recogió el cuerpo sin vida de Hades en sus brazos. —¿Hades? ¡Hades! —Le sacudió, pero nada. Ni siquiera estaba respirando. ¿Cómo era posible esto? ¿Cómo podía estar muerto? No podía, ¿verdad? —Solo está casi muerto. Levantó la cabeza y vio Azagoth caminando hacia ellos, un rastro de griminions sobre sus talones. —¿C... casi muerto? —¿Nunca has visto La princesa prometida? Le tomó un segundo darse cuenta de que estaba haciendo una broma. El Señor Serio, el Maldito Reaper Grim, estaba bromeando.

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La abertura en la pared debía conducir a una realidad alternativa. Los griminions recogieron al humano y se apresuraron a través de la puerta donde Lilliana estaba esperando. —Vamos —gritó—. Deja a Hades a Azagoth. Cat vaciló, y cuando Azagoth le ladró un seco: ‘Ve’, una secreta parte oscura de si se rebeló. Sólo había pasado lo que eran probablemente días en una dimensión infernal con un hombre que la quería, un hombre al que quería, y la persona que les mantenía separados quería que se fuera. Que se fastidiara. Sostuvo a Hades y audazmente encontró la mirada de Azagoth. —Me quedo. Los ojos de Azagoth brillaron, pero su voz era tranquila. —Lo que estoy a punto de hacer no va a funcionar si no estoy a solas con él, así que si quieres que viva, te vas. Lilliana le tendió la mano. —Confía en él. Tragando secamente, Cat asintió. Muy suavemente, bajó la cabeza de Hades al suelo, le acarició el pelo con la mano, y dijo un adiós silencioso. ¿Por qué era tan difícil? —Azagoth —dijo con voz ronca—. El ser humano y yo... los demonios nos encantaron, y a menos que sean quebrantados…

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Él la interrumpió con un ligero gesto de la mano. —Lo que se os hizo perderá su poder cuando dejes el Inner Sanctum. Entonces vete. Ahora. Sintiendo que había llegado a los límites de su paciencia con ella, a regañadientes se puso en pie. Se las arregló para mantener la compostura hasta que estuvo dentro de la oficina de Azagoth. En el momento que la puerta se cerró, comenzó a llorar, y Lilliana la atrajo en un abrazo. —Estoy tan contenta de que estés bien —dijo Lilliana, ¿y estaba llorando también?—. Sabía que algo estaba mal hacía días, y luego, cuando tratamos de abrir la puerta del Inner Sanctum y no funcionó, nos temimos lo peor. —Se echó hacia atrás lo suficiente para mirar a Cat a los ojos, como si estuviera asegurándose de que era realmente ella, y luego la abrazó de nuevo. Y sí, estaba llorando. —Lo siento —murmuró en el hombro de Lilliana—. Cometí un error, y cuando traté de arreglarlo, solo empeoré las cosas. —Está bien —dijo Lilliana—. Podemos exprimirlo después. —Envolvió el brazo alrededor de los hombros de Cat y la guió hacia la puerta—. Vamos a limpiarte y a alimentarte. Debes estar agotada. Cat giró la cabeza hacia el portal cerrado. —Pero Hades… —No hay nada que puedas hacer por él. Azagoth nos pondrá al día cuando pueda. Cat quería discutir, no permitir que la alejara, pero Lilliana tenía razón. —¿Qué pasa con el ser humano? —preguntó mientras caminaban hacia sus aposentos—. ¿Qué le pasó?

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—Los griminions le llevaron al reino humano donde va a ser recibido por ángeles y escoltado al Cielo. Bien. Cuando la mayoría de los seres humanos morían, sus almas cruzaban al otro lado por su cuenta, pero este pobre chico había pasado por la peor pesadilla imaginable, y si alguien se merecía una escolta Celestial, era él. Definitivamente le enviarían a una Unidad de Cuidados Especiales, donde los seres humanos que morían como consecuencia de un traumatismo iban para darles tiempo para adaptarse. Cat tenía la sensación de que necesitaría una eternidad. Sólo deseaba poder hacer más por él. Cat estaba tan perdida en la culpa y la preocupación por Hades que apenas se dio cuenta cuando llegaron a su pequeño apartamento. La fragancia de su popurrí casero de manzana crujiente la sacó del aturdimiento, y no perdió el tiempo en ducharse y limpiarse los restos del Inner Sanctum. Intentó no pensar en el hecho de que Hades era parte de eso. Atrás quedó su olor a humo sobre su piel. Atrás quedó su toque. Sus besos. Se esforzó por no seguir llorando mientras se secaba y se vestía. Cuando terminó, Lilliana la estaba esperando con una bandeja de comida y una taza de té caliente. —Gracias —dijo Cat mientras tomaba asiento. La comida parecía increíble, pero no podía comer. No hasta que supiera que Hades estaba bien—. Es raro que tú me estés sirviendo a mí. —Es lo que hacen los amigos —dijo Lilliana—. Además, Azagoth llamó diciendo que Hades está muy bien. —Cat casi se deslizó de su silla por el alivio—. Como él dijo, Hades sólo estaba casi muerto. —Sonrió—. He obligado a Azagoth a ver La princesa prometida aproximadamente un millón de veces. Se queja y gime, pero se ríe todo el tiempo.

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Eso era difícil de imaginar. —¿Qué significa 'casi' muerto? —Significa que Hades fue asesinado, pero los griminions agarraron su alma y se la llevaron directamente a Azagoth. —Lilliana empujó una taza de té hacia Cat—. Si Azagoth devuelve un alma a un cuerpo lo suficientemente rápido, puede... reinstalarla y reiniciarle. —A lo que debía ser la expresión de Cat de asombro, Lilliana asintió—. Sí, yo tampoco lo sabía hasta hoy. —Apoyó los codos en la mesa y se inclinó, sus ojos ámbar brillando con curiosidad—. Entonces. ¿Qué está pasando entre Hades y tú? Cat no iba a molestarse preguntando cómo lo sabía Lilliana. Probablemente lo llevaba escrito en la cara. Pero se tomó su tiempo, bebiendo su té hasta que Lilliana tocó sus dedos impacientemente en la mesa. —Nada. —Cat finalmente suspiró—. No hay absolutamente nada pasando con Hades. —Vocalizarlo hizo que su corazón le doliera mucho más de lo que nunca habría sospechado. —¿Por qué? ¿Es que no comparte tus sentimientos? —Ese no es el problema. —Hombre, estaba cansada. Se arrastró hasta la cama y se sentó en el borde del colchón—. El problema es tu compañero. La mano de Lilliana se congeló cuando iba a coger una uva del plato de comida. —¿Qué quieres decir? —Probablemente deberías preguntárselo tú misma. —Los párpados de Cat empezaron a pesarle, y se sintió irse a sí misma—. ¿Por qué estoy tan somnolienta?

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—El té. —Lilliana ayudó a Cat a tumbarse en la cama—. Está hecho de raíz de Sora. Te ayudará a descansar. Descansar sería bueno. Tal vez en sus sueños Hades y ella podrían finalmente estar juntos.

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El acontecimiento de morir hacía que un tipo pensara en su vida. Lo que había hecho en ella. Lo que potencialmente podría hacer en el futuro. Y como inmortal, el futuro de Hades podría ser muy largo. Y muy solitario. La idea de vivir un día más igual que había vivido los últimos cinco mil años le dieron ganas de vomitar mientras merodeaba a lo largo de su cripta hasta que juró que las suelas de sus botas clamaban por misericordia. Azagoth le había dejado hacía horas con todo tipo de garantías de que Cat no sería duramente castigada por lo que había hecho. Pero la idea de Azagoth de ‘dura’ era muy diferente de la de Hades. Bueno, no lo era por lo general, pero para Cat, sin duda lo era. Hades solo esperaba que Azagoth no sospechara que algo había pasado entre ellos. Técnicamente, Hades no había ido en contra de las órdenes de Azagoth, pero el Reaper Grim no era fan de los tecnicismos. Y si hacía cualquier cosa para castigar a Cat por lo que Hades había hecho, Hades lucharía contra ese bastardo hasta que quedara demasiado muerto para arreglarse. Gruñendo, Hades lanzó el puño contra la pared. Nunca, en toda su vida, había sentido esto por una mujer. Infiernos, no había sentido esto por nada. Oh, había

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sido siempre un apasionado de hacer justicia, pero esto era un tipo diferente de pasión. Era un deseo por otro ser que lo consumía todo. Querer ser algo mejor para alguien. No hacía mucho que había conocido a Cat, pero en su breve tiempo juntos, había compartido lo que siempre había mantenido en privado. Le había dado comodidad y la había consolado. Había amado, y había sido amado de vuelta. Ella quiere volver al Cielo, idiota. Sí, entonces ahí estaba. Las posibilidades de volver eran extremadamente delgadas, ya que en toda la existencia angelical, solo a un puñado de ángeles caídos se les había ofrecido la oportunidad. Pero solo el hecho de que quisiera ir era preocupante. Oh, lo entendía. ¿Quién iba a optar por vivir en la oscuridad sombría del Inframundo cuando podría revolotear en torno a la luz y el lujo? Pero maldita sea, Cat era querida aquí abajo. ¿Podría hacerle ver eso? Cerrando los ojos, apoyó la frente en la fría pared de piedra que acababa de golpear. El dolor le sacudió y no solo porque se había roto los huesos de la mano y estos se estaban reparando al tiempo que la piel se curaba a una velocidad agonizante. Ese dolor no era nada comparado con el dolor de su corazón. Necesitaba estar con Cat, pero ¿cómo? Supuso que podría intentar razonar con Azagoth. A veces el tipo no era completamente inflexible. Sobre todo ahora que tenía a Lilliana. Ella le equilibraba y le daba una nueva perspectiva de la vida y las relaciones. Pero, ¿sería suficiente? Porque una cosa era cierta. Si Hades no podía tener a Cat en su vida, entonces Azagoth le había salvado para nada.

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Capítulo 16 Cat soñó con Hades. Era tan real, tan sexy, que cuando despertó, se le volvió a romper el corazón al encontrarse sola en la cama y excitada por las cosas que habían hecho en su sueño. Dejó su mano a la deriva por su estómago, su mente aferrándose a las imágenes que había reproducido en su cabeza como una película erótica. Casi podía sentir el látigo de su lengua entre sus piernas mientras sus dedos se sumergían bajo la tela de sus bragas. Oh, sí. Si no le podía tener en este momento, en su cama, al menos podría… Alguien llamó a la puerta, y luego la voz de Lilliana se filtró a través de la gruesa madera. —¿Cat? ¿Estás despierta? Cat gimió. —No. La suave risa de Lilliana flotó en el aire. —Azagoth quiere verte en su biblioteca. Un puño frío de oh mierda apretó su corazón, y a su libido. Estaba más muerto de lo que Hades había estado ayer. —Voy enseguida —dijo en voz alta. Tardó menos de cinco minutos en vestirse con un par de pantalones cortos y una camiseta sin mangas —quería tanta piel expuesta como fuera posible con la

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esperanza de poder sentir el nivel de la ira de Azagoth en forma de maldad. No es que el conocimiento la ayudara en algo, pero podría al menos prepararse mentalmente para la desintegración o algo así. Con los intestinos revueltos, se apresuró a la biblioteca, encontrándola vacía. Se sentó en una de las sillas de cuero, y en cuanto se instaló, Azagoth entró. Ella temblaba incontrolablemente mientras él tomaba asiento. —Hades me contó lo ocurrido —dijo, yendo al punto—. Sé que dejar que las almas no autorizadas pasaran al Inner Sanctum fue un accidente. Lo que no sé es por qué no me lo dijiste en cuanto pasó. Podríamos haber evitado todo esto. —Lo sé —susurró. Metió las manos entre las rodillas para que dejaran de temblar. No fue así—. Debería haberlo hecho. Pero tenía miedo. Pensé que podía arreglarlo por mi cuenta, pero luego me quedé atrapada y no podía volver... todo fue un gran error. Una ceja oscura se alzó. —¿Un error? Fue una cagada colosal que podría haber causado la destrucción a una escala global. Y después del reciente casi-Apocalipsis, tener a millones de espíritus demoníacos perdidos en el mundo humano habría estado malditamente cerca de comenzar otro. Sus ojos ardían, y la vergüenza en forma de lágrimas corrió por sus mejillas. —¿Va a matarme? —O peor aún, darle un lugar de honor en su Salón de Almas, donde gritaría para siempre dentro de un cuerpo congelado. Pero no pensaba sacar el tema. No tenía sentido darle alguna idea. Azagoth se quedó boquiabierto.

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—¿Matarte? ¿Por qué demonios piensas que iba a matarte? ¿Estaba bromeando? —Eres conocido por no dar segundas oportunidades. Y por desintegrar a las personas que te cabrean. Él pareció considerar eso. Finalmente, asintió. —Es cierto. Nunca he negado que soy un monstruo. —Se pasó la mano por el pelo de ébano y se recostó en la silla, con los ojos esmeralda ilegibles mientras la estudiaba—. Eres un ama de llaves terrible Cat. Siempre estás rompiendo y colocando mal las cosas, y dudo que siquiera sepas lo que es una aspiradora… —Lo haré mejor —juró—. Voy a esforzarme más y trabajar más horas. Por favor, no… —Déjame terminar —la interrumpió—. Como he dicho, eres una terrible ama de llaves. Pero eres una excelente cocinera. Zhubaal y Lilliana te han observado con los Semi caídos, y los dos están de acuerdo en que también eres una gran profesora. Eres ambiciosa y entusiasta, y no creo que jamás haya visto a nadie esforzarse tanto como tú en hacer lo correcto. Es esa cualidad la que te llevó a solucionar el error que cometiste al permitir entrar al ser humano en el Inner Sanctum. Admiro tu determinación, y me gusta tenerte cerca. Así que no, no voy a matarte. Además —murmuró—, Lilliana clavaría mi cabeza en una pica si lo hiciera. Cat se congeló, aturdida. ¿Él la admiraba? ¿Le gusta tenerla alrededor? Aún más increíble, el Reaper Grim temía a Lilliana. —Y... yo no lo entiendo. ¿Qué vas a hacer conmigo? —Nada. Creo que te has castigado a ti misma mucho más de lo que yo jamás

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podría. —Él sonrió, apenas, pero para él, era enorme—. Puedo contratar a alguien para limpiar si prefieres hacer otro trabajo en el Sheoul-gra. Solo díselo a Lilliana y ella lo arreglará. El alivio la inundó en una ola tan poderosa que casi se cayó de la silla. Apenas podía funcionar cuando Azagoth se puso de pie en un suave movimiento. —Me alegro de que hayas vuelto, Cataclysm. Lilliana estaba inconsolable. ¿Inconsolable? El calor se unió a la ola de alivio. Lilliana realmente se preocupaba por ella. Oh, Cat había tenido amigos en el Cielo, pero nadie se había preocupado por ella. Bueno, claro, que no se preocupaban porque el Cielo era un lugar bastante seguro, pero incluso cuando había ido a trabajar con Gethel, nadie había expresado su preocupación. Cuando había sido declarada culpable de complicidad de un traidor con el fin de iniciar el Apocalipsis, sus amigos y familiares habían estado tristes, enojados y avergonzados, pero decir que les había perturbado o estar inconsolables sería una gran exageración. —Gracias —dijo, su voz llena de emoción—. Pero antes de irme, ¿puedo preguntarte algo? Él asintió con la cabeza. —Pregunta. Se aclaró la garganta, más para comprar un poco de tiempo que para disimular la emoción ñoña de su voz. —Quiero algo de ti. —Azagoth arqueó una ceja, y ella revisó su declaración—. Quiero decir, me gustaría algo de ti. —¿Y qué sería? —Dejar que Hades tenga algunos muebles.

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Claramente, Azagoth no esperaba eso porque la otra ceja se unió a la primera. —¿Muebles? —Ha estado durmiendo en una losa de piedra dura como el culo y usando restos de quien sabe que otros muebles. Sus propias cartas las hizo con trozos de madera. —¿Y? Se impulsó para ponerse de pie, lista para ir mano a mano con él sobre esto. Hades se lo merecía. —¿No crees que ha sido castigado lo suficiente? —Sabes lo que hizo, ¿no? ¿Sabes que él mató a mi hijo? —Estoy al tanto —dijo suavemente... pero con firmeza—. Sé que debe ser doloroso para ti. Pero también soy consciente de que ha estado pagando por eso durante miles de años. Cruzando los brazos sobre su amplio pecho, Azagoth la estudió. Sus ojos verdes la atravesaron, y se preguntó qué era lo que estaba buscando. —Él no pediría estas cosas. Entonces ¿por qué lo haces tú? —Porque es lo que hay que hacer. —¿Eso es todo? —preguntó, y su estómago cayó a sus pies. Lo sabía. —Me preocupo por él —admitió—. Y se merece algo mejor… —¿Que cómo le estoy tratando? Oh, diablos, no, no iba a caer en esa trampa.

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—Algo mejor que la forma en que vive actualmente. Cuando Azagoth sonrió, dejó escapar el aliento que no sabía que estaba conteniendo. —Bien. Puede tener lo que quiera para su casa. Casi señaló que su casa era una maldita cripta, pero pensó que sería empujarle demasiado. Así que hoy, aceptaría la victoria. Pero no había acabado. Hades había luchado por ella, y ahora era el momento de que ella hiciera lo mismo por él. Pero primero, tenía que ver a alguien.

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Capítulo 17 —¿Puedo hablar contigo? Cat estaba en la puerta de la oficina del Zhubaal en los dormitorios de los Semi caídos, su estómago un poco revuelto. Sinceramente, no quería tener esta conversación, pero la curiosidad siempre había sido su perdición. Como un gato real. Zhubaal había estado mirando por la ventana hacia el patio de abajo donde varios Semi caídos jugaban un partido de voleibol, pero ahora se volvió hacia ella, su hermoso rostro una máscara de indiferencia. —¿Acerca de qué? —Quiero saber por qué, ah... —Hombre, esto era muy raro—. Ese día, en tus cámaras... Apoyado en el alféizar de la ventana, cruzó sus botas en los tobillos y metió los pulgares en los bolsillos de sus pantalones vaqueros. —Quieres saber por qué me negué a tener sexo contigo. Sus mejillas se calentaron. Eso había sido realmente humillante. —Sí. ¿Hice algo malo? —No hiciste nada malo. Yo tenía mis razones. Probablemente no debería preguntar, pero... —¿Me puedes decir qué razones? Se quedó allí durante mucho tiempo, su expresión pétrea, con la boca un poco más que una barra sombría. Por último, cuando se hizo evidente que no iba a decir nada, ella sacudió la cabeza y comenzó a alejarse.

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—Está bien —dijo—. No tenía derecho a preguntar. Se dirigió por el pasillo, dando unos diez pasos cuando dijo: —Estoy esperando a alguien. Oh. Ella se giró hacia él, que había salido de su oficina. —¿Alguien que conoces? ¿Tienes una amante? ¿Una compañera? Él desvió la mirada y se dio cuenta de que desde que le conocía, ésta era la primera vez que había mostrado alguna vulnerabilidad. —No exactamente. Como no quería arruinar el momento, dio unos pasos lentos y cautelosos hacia él, acercándose como lo haría si fuera un perro salvaje. —Esto... ¿Azagoth te advirtió de que te mantuvieras alejado de mí? —No. Eso pareció extraño, ya que había leído a Hades la cartilla. —¿Por qué no? Con la mirada aún clavada en el suelo, él respondió: —Porque él sabe acerca de mi voto. —¿Qué voto? —Eso —dijo, levantando la cabeza—, no es de tu incumbencia. Tocado. Pero ahora tenía curiosidad. ¿Qué tipo de voto? Recordó sus interacciones con los residentes Semi caídos y todos los visitantes del reino y se dio cuenta que nunca había visto a Zhubaal con una hembra.

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—¿Eres gay? Él resopló. —Difícilmente. Ahora que lo pensaba, tampoco le había visto nunca con un hombre. Entonces, ¿cuál era su problema? Estaba esperando a alguien... ¿alguien en concreto? ¿Era su voto…? Ella respiró hondo. —Tú... tú eres virgen, ¿no? Me rechazaste por honor. Su mirada se estrechó, y sus labios se torcieron en una mueca desagradable. —No confundas mi falta de experiencia sexual con inocencia o bondad, y sobre todo no honor. No cuando intentaste usarme para librarte de tu virginidad. —No lo sabía. Lo siento. Voy a irme ahora. Pero Zhubaal... espero que encuentres a quien quiera que estás esperando. Mientras se alejaba, ella juró que escuchó un suave: —Yo también lo espero.

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Zhubaal vio desaparecer a Cat por la esquina, con el corazón pesado, su cuerpo entumecido. Ella había sido su único momento de debilidad, el único en casi un siglo.

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Habían pasado noventa y ocho años desde que su amada ángel, Laura, había sido expulsada del cielo. Noventa y ocho años desde que la buscó en el Sheoul y conseguir su propia patada Celestial en el culo en el proceso. Cat había llegado a él en un momento de debilidad, un día en que se había desesperado porque nunca iba a encontrar a Laura. Pero mientras besaba a Cat, la tocaba, comenzó a desnudarla, Laura había llenado sus pensamientos. Como ángeles jóvenes, Laura y él habían hecho un pacto de sangre para ser los primeros de cada uno, y había guardado ese voto, incluso después de perder sus alas. La había buscado, finalmente perdiendo sus propias alas, pero aun así, se mantuvo fiel. Y entonces, incluso después de descubrir que había sido asesinada por un ángel, se aferró a ese pacto como un niño con su cómoda mantita. Después de todo, su alma había sido enviada al Sheoul-gra, y había descubierto que podía encontrarla allí, incluso si tenía que hacerse matar para hacerlo. Por lo menos habrían estado juntos en el Inner Sanctum. Pero el destino había intervenido en forma de Azagoth, que había necesitado un nuevo asistente, lo que dio acceso a Zhubaal a información privilegiada sobre los residentes del Inner Sanctum. Entonces el destino le lanzó una bola curva. Era demasiado tarde. Laura había, de hecho, sido residente del Primer Anillo del Inner Sanctum. Hasta que Azagoth la reencarnó hace treinta años. El dolor apuñaló a Zhubaal en el pecho. Su Laura estaba por ahí en alguna parte. Era una persona diferente con un nombre diferente, pero seguía siendo suya, y no iba a romper su voto hasta que la encontrara.

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Por desgracia, ahora estaba obligado a Azagoth con un voto tan vinculante como el que había hecho con Laura. Podía dejar el Sheoul-gra, pero solo por un par de horas a la vez, lo que hacía buscar a Laura —o cualquier nombre que fuera el suyo ahora— casi imposible. Sobre todo porque Azagoth se negaba a darle ningún detalle con respecto a su estado, sus padres, o incluso su especie. Como ángel caído, debería haber nacido solo en lo que un ángel caído se convierte, ya fuera emim o vyrm, pero Z había aprendido hacía mucho tiempo que había muy pocas reglas que no podían ser rotas. Por lo que sabía, su Laura podría alimentarse de los despojos y acechar en los montones de basura como un demonio Slogthu. La gran pregunta era si la reconocería o no. Seguramente su vínculo había sido lo suficientemente fuerte para que pudiera ver a su Laura, en quien se había convertido. Y si ella había tenido la rara buena suerte de retener los recuerdos de su alma, podría recordar fragmentos de su vida anterior. Si era así, puede que incluso ella estuviera buscándole a él. Suspirando, volvió a entrar en su oficina, pero no tenía ganas de trabajar más. Quería estar en el mundo, recorriendo los reinos por Laura. Era un tonto y lo sabía, pero maldita sea, había hecho un voto, y aunque no podía tener al ángel de la que se había enamorado, no iba a romper el pacto con alguien a quien no amaba. Había herido a Cat, y se sintió un poco mal por eso, pero no la quería. Cat se merecía algo mejor. Laura se merecía algo mejor. No estaba seguro de lo que él se merecía, pero sabía lo que quería. Solo que estaba perdiendo la fe de conseguirlo alguna vez.

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Capítulo 18 Cat pasó los siguientes dos días planeando formas de convencer a Azagoth de liberar a Hades. Lilliana se había ofrecido a ayudar, y Cat con mucho gusto había aceptado su oferta. El truco, Lilliana le había dicho, sería hacerle creer que era idea suya. Como Cat había sospechado, podía ser un increíble cabeza dura cuando se trataba de ciertas cosas, como ofrecer segundas oportunidades. Abrió la puerta de su apartamento, con la intención de hacerle a Lilliana una visita. Pero en lugar de hacer frente a una sala vacía, se encontró de pie a meras pulgadas de Hades. Con el corazón saltando por la sorpresa y la emoción, le miró. —Hades —jadeó. Dios, se veía bien, tan bien que le robaba el aliento. Usando nada más que unos pantalones reflectantes, armas y botas negras, llenaba la puerta, sus enormes hombros casi tocando el marco—. ¿Qué estás haciendo aquí? Vas a meterte en problemas… Estaba sobre ella en un instante. Su boca descendió sobre la suya cuando la tomó en sus brazos, aplastándola contra él. Su mano se enredó en su pelo, sosteniéndola en su sitio para el asalto erótico. Una prohibida emoción estremecedora la atravesó, y su centro se derritió. —No me importa —dijo sobre sus labios—. Te necesito. Estoy ardiendo por ti. Ella gimió, su corazón volando por sus palabras mientras él la empujaba hacia la cama. Pero cuando sus rodillas golpearon el colchón y los dos cayeron sobre las cubiertas blandas, puso sus manos entre ellos y le empujó. —No puedo —dijo ella, y oh, cómo le dolía tener que decirlo—. No puedo verte sufrir por mi culpa. Hades le tomó la mejilla en su cálida palma.

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—Iba a ir a Azagoth primero, pero le conozco. Va a decir que no. —Razón de más para no hacer esto. —Escuchó la súplica en su voz, la debilidad en la cara de deseo de Hades. Tenía que ser más fuerte, pero le deseaba tanto que no tenía fuerzas para rechazarle. Se inclinó y rozó sus labios con los de ella en un plumoso tierno beso. —Razón de más para hacerlo. ¿Cómo es el viejo dicho? ¿Es mejor pedir perdón que pedir permiso a un imbécil que va a decir que no? Maldito sea, esto no era divertido. —Hades… —Shh. —La silenció con otro beso. Uno más profundo. Más duro—. Sólo por esta vez, Cat —murmuró—. Necesito aferrarme a esto cuando esté solo por las noches. Podría haber discutido un poco más. Podría haberle empujado. Podría haber hecho un montón de cosas si no hubiera deslizado su grueso muslo entre sus piernas cuando le quitó el corsé y liberó sus pechos. Si no hubiera sumergido la cabeza para tomar un pezón dolorido en su boca. —Hades —gimió. Abrió la boca totalmente sobre su pecho, su aliento caliente bañando su piel mientras trabajaba en los botones de sus pantalones vaqueros. Su lengua se burló de ella durante su descenso, bajo la curva de su pecho antes de centrar su atención en el otro. Sintió su inmensa excitación pulsando contra su muslo, una presencia caliente, inflexible que nunca había sentido en el único lugar que necesitaba que estuviera.

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Se arqueó y se retorció para que su erección se instalara entre sus piernas, pero los malditos vaqueros y sus pantalones… Como si Hades estuviera pensando lo mismo, se alzó e hizo un rápido movimiento para quitarle los vaqueros. —Me encanta que no uses zapatos —dijo, con la voz sin aliento y necesitada—. No hay nada que se interponga para quitarte los pantalones. Los tiró al suelo, se quitó las botas, y luego se despojó de su propia ropa, dejándolo muy bien gloriosamente desnudo. Su pene sobresalía hacia arriba desde el grueso saco entre sus piernas, la cabeza ancha brillando en la punta. Espontáneamente, su mano se extendió, pero él la agarró por las muñecas y las sujetó sobre su cabeza mientras estiraba su cuerpo sobre el de ella. —Todavía no —dijo mientras acariciaba su cuello—. Si me tocas, estoy acabado. Vergonzoso, pero cierto. Está bien, eso la dejó descolgada. Por ahora. Pero más tarde, quería tocarle. Olerle. Saborearle. Tenía mucho que aprender, e iba a utilizar todo el tiempo que tenían sabiamente. —Déjate ir —murmuró—. Relájate. Cierra los ojos. Voy a hacer esto bueno para ti. Relajarse, ¿eh? Era extraño cómo su cuerpo se sentía al mismo tiempo dolorido y líquido. En la oscuridad detrás de sus párpados, se imaginó la expresión de su rostro mientras besaba su camino por su cuerpo. Su lengua rodeó su ombligo, y la tirantez subió un nivel. La anticipación la hizo retorcerse, pero le puso las manos sobre las caderas para obligarla a someterse. Su limitada capacidad de movimiento elevó la intensidad de cada sensación hasta que estuvo arañando la colcha y en silencio rogándole que la hiciera venirse.

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Pero no, Hades era un maestro de la tortura, y se tomó su tiempo correteando lentamente, su lengua arrastrándose por su abdomen y rozando su montículo. Ella tiró hacia arriba, su cuerpo instintivamente siguiendo su boca mientras le besaba el pliegue de la pierna. —¿Estás bien? —Su voz era un gruñido profundo y sexy que envió puñaladas de placer a través de cada una de sus terminaciones nerviosas. —Uh-huh. —Fue todo lo que pudo manejar. Él se rió entre dientes mientras le separaba las piernas y se acomodaba entre ellas. El roce de su cabello contra la sensible piel de sus muslos internos hizo que silbara de placer, y luego ese suave y espinoso Mohawk cambió, encontrando su centro. Ella gimió cuando Hades asintió con la cabeza arriba y abajo entre sus piernas. —Oh... mi —suspiró—. Qué... travieso. Él asintió, enviando una caricia sedosa sobre su sexo. —No hay una parte de mí que no pueda traer placer —ronroneó, la vibración sumándose a las sensaciones increíbles que caían en cascada sobre ella en una onda erótica. Sus manos se deslizaron hacia arriba y abajo de sus piernas, rodeando sus tobillos y cosquilleando sus pantorrillas mientras pasaba el pelo sobre su sexo en decadentes barridos lentos. La tensión se fue acumulando en un nudo que se retorcía de necesidad, que crecía más caliente con cada sacudida erótica de la cabeza. Necesitaba más, y él lo sabía porque acercó la cabeza y sacó la lengua, y sus ojos se agrandaron cuando se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer. —Sí, por favor —susurró.

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Con una primaria maldición erótica, él la extendió con sus pulgares y bajó la cabeza. Su boca se encontró con su núcleo, envolviéndolo en calor mientras su cálido aliento avivaba las llamas. Ella gritó con el primer toque tentativo de su lengua. La punta se movió con un susurro ligero sobre su oh-tan-listo nudo de nervios antes de utilizar la longitud de la lengua para lamerla entera de una vez, desde el núcleo hasta el clítoris. Ella cayó hacia atrás con un gemido ahogado y empujó sus dedos por el pelo sedoso para retenerle allí, para mantenerle haciendo exactamente lo que estaba haciendo tan perfectamente. La lamió, empezando por largos lametones perezosos antes de cambiar y arremolinar la lengua entre sus pliegues. Pero cuando empujó su lengua dentro de ella y se acurrucó con firmeza mientras se retiraba, ella se estremeció con tanta fuerza que tuvo que sujetarla con las manos en los muslos para poder hacerlo de nuevo. Sin descanso, condujo su lengua dentro de ella y lamió su camino de vuelta, una y otra vez, hasta que la construcción de vapor en su interior explotó. El orgasmo que le había dado en la ducha había sido increíble, pero esto... esto la hizo no solo ver las estrellas, sino unirse a ellas. La supernova de éxtasis la envió a toda velocidad hacia el cielo —donde nunca se había sentido así. El placer rodó sobre ella en grandes olas, y justo cuando pensaba que todo había terminado, Hades hizo algo con los dedos y la lengua que la envió a una espiral fuera de control otra vez. Oyó un grito lejano... su nombre. Había gritado su nombre... En algún lugar profundo dentro de ella se le ocurrió que alguien podría haberla oído, pero cuando Hades la trajo de vuelta a la Tierra con una serie de lentas y suaves lamidas, el peligro que enfrentaban se escabulló hasta que lo único que quedaba era el gran macho rondando sobre su cuerpo, sus labios brillantes, sus ojos ardiendo con la promesa de que había más por venir.

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Hades nunca en toda su vida había estado tan excitado. Como ángel, había tenido un par de parejas sexuales, pero había sido demasiado impaciente y sin experiencia. Los encuentros habían sido agradables, pero después de tantos años, apenas podía recordarlos. Como ángel caído, no había tenido muchas oportunidades de mojar y ensuciarse, pero cuando las tuvo, se había aprovechado. Las raras ocasiones en que Azagoth le permitió salir del Sheoul-gra, había copulado a cada súcubo que pudo encontrar, visitando cada palacio de recreo demonio al que podía llegar en su tiempo asignado. Había aprendido un par de cosas, a ciencia cierta, pero había una que nunca había aprendido. A tomarse su tiempo para disfrutar de una hembra, no solo con su cuerpo, sino con su mente y alma. Tal vez porque siempre había sabido que no podía quedar unido a nadie, así que había mantenido las distancias, usando chistes y una actitud despreocupada a través de una aventura de una hora. Pero Cat cambió todo eso. Se había abierto camino hasta su corazón como una sanguijuela grave, y lo único que podía hacer era esperar a que ella le drenara. Sosteniéndose con los brazos, miró hacia abajo mientras ella yacía jadeante, con la cara enrojecida, sus labios separados para revelar un toque de dientes perlados y unos minúsculos afilados colmillos. Cuando la punta de su pene empujaba en su apertura húmeda, se quedó sin aliento y rodó sus caderas, invitándole. —Nunca he hecho esto antes —dijo. No había ninguna timidez, sin conciencia de sí misma, sólo un hecho simple y llano que lo dejó sin habla por un segundo.

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—Pero... Zhubaal —soltó por fin. Ella sacudió la cabeza, haciendo que su cabello rojo brillante ondeara en la colcha de color amarillo pálido. —No pasó nada. Oh, genial, había sido un imbécil celoso para nada. También era probablemente algo bueno que no hubiera cedido a su deseo de arrancarle la cabeza a Zhubaal y empujársela por el culo cada vez que lo viera. Hades la miró a los magníficos ojos cándidos, amando que confiara en él para ser el primero. Estaba orgulloso, pero cerca de los talones era vergüenza. Esta podría ser la única vez que tuvieran, y tomar el don de su virginidad, a sabiendas de que tal vez nunca volverían… —Ya basta. —Ella le clavó las uñas en el hombro, los pequeños pinchazos de dolor sacándole de su línea de pensamiento—. Puedo ver tu mente trabajando, y sé lo que estás pensando. Soy capaz de tomar mis propias decisiones, e incluso si no podemos estar juntos de nuevo, quiero recordar esto para siempre, igual que tú. Ah, maldición, ella era un regalo. Valía la pena pasar por cualquier castigo de Azagoth. Cualquier cosa. Alcanzando entre ellos, agarró su pene para guiarlo en su interior, pero una vez más, ella le clavó las uñas. —Espera. Quiero... —Se interrumpió, una explosión de color rosa floreciendo en sus mejillas—. Quiero saborearte. Ante esas palabras, su maldito pene por poco le humilló. Se estiró en su mano, todo, sí, por favor, y hazlo ahora.

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—Está bien —dijo, orgulloso de no sonar completamente estrangulado por la lujuria—, pero sólo por un segundo. Me tienes demasiado excitado. Su sonrisa arrogante le hizo lamentar aceptar mientras ella subía por su cuerpo y se arrodillaba al lado de su cabeza. Apenas tuvo tiempo de empujar su erección rebelde hacia abajo cuando ella levantó la boca y movió la lengua por la gota de líquido pre-seminal en la punta. Él siseó ante el contacto y silbó fuerte cuando ella lo hizo de nuevo. Y entonces esa loca pequeña ángel se tragó su pene desde la cabeza hasta la base y chupó como si hubiera nacido para ello. Un sonido a medio camino entre un grito y un rugido se le escapó mientras deslizaba su boca hacia arriba y su lengua se arremolinaba alrededor de la corona. Santo infierno, no era una tentativa gatita lamiendo un tazón de leche. Esta era una tigresa con hambre de un hombre, y… Se echó hacia atrás y apretó su pene con tanta fuerza que perdió la vista por un instante. Un clímax caliente latía en sus testículos y su pene, y no había manera de que se desbordara en su garganta. Necesitaba estar piel con piel, con cuerpo, sexo con sexo. Para el primer orgasmo, de todos modos. —No es agradable —la reprendió, pero ella solo le dio una mirada de cierva con los ojos muy abiertos que podría haberse tragado si no acabara de experimentar la carnívora rabiosa que era realmente. —Pensé que estaba siendo muy agradable. —Batió las pestañas, siguiendo con el juego de la inocente, lo que solo hizo que su pene palpitara más fuerte. Era hora de darle una lección.

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En un rápido movimiento, la giró sobre su vientre y se lanzó entre sus piernas otra vez, levantando sus caderas para tener acceso privilegiado y apuñaló su sexo goteante con su lengua. Ella lanzó un grito de sorpresa y placer cuando él la lamió, esta vez ni siquiera tratando de ser amable. Gruñó contra su núcleo, mordisqueando y soplando mientras apretaba su pene contra el colchón para mantener al maldito feliz. Entonces, justo cuando sus gritos y respiraciones señalaban que estaba en el borde, le dio la vuelta otra vez. Le separó las piernas, extendiendo esa hermosa carne rosada ampliamente para él. Quería lamerla un poco más, pero el juego previo le había prendido fuego, y el juego preliminar había avivado las llamas. Tiempo de arder. Se colocó entre sus muslos y empujó contra su apertura. Ella se arqueó, dándole aún más acceso, y su cabeza se deslizó en su calor. —Apretada —se quejó—. Ah, maldición, estás apretada. —Sus ojos se cruzaron con los suyos, sujetándole mientras empujaba un poco más. Como muchos ángeles, ella no parecía tener una barrera, pero la invasión todavía no podía ser cómoda—. ¿Duele? —No —jadeó ella—. Se siente... bien. No podía haber dicho algo mejor. Lanzando la cabeza hacia atrás, él se empujó profundamente. Ante su sollozo, le entró el pánico, pero la expresión de su rostro no era de dolor. Sino de felicidad. Ella estaba tan lista, tan ansiosa, y él era tan condenadamente afortunado. Salió casi del todo de su cuerpo y se deslizó de nuevo, manteniendo un ojo en ella, midiendo sus reacciones en caso de que sufriera o se asustara, pero estaba gloriosamente libre de inhibiciones, miedo o malestar.

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—Más —rogó—. No te reprimas. Lo quiero todo. Era la misma fuerza de carácter que había exhibido en el Inner Sanctum, la voluntad de conseguir lo que quería a toda costa, y esta vez, iba a dárselo. Dejándose caer sobre los codos, la besó mientras bombeaba entre sus piernas, sus embestidas cada vez más rápidas y más fuertes mientras comenzaba a sentir el hormigueo de su clímax en la base de la columna vertebral. Las bofetadas húmedas de sus cuerpos se hicieron más furiosas mientras se aferraba a él, envolviendo sus piernas alrededor de su cintura con más fuerza de la que había imaginado que tenía en todo su cuerpo. Le encontró empuje por empuje, con sus caderas y su lengua. Oyó la cama golpeando contra la pared y arrastrándose por el suelo por la furia de su unión, y a la mierda, estaba cerca, tan cerca que cuando llegó, lo único que pudo hacer fue aferrarse para el paseo. Su sexo onduló lo largo de su eje, retorciendo el clímax de él en ráfagas largas que rayaban en la agonía. Dulce, dulce agonía. No podía pensar, no pudo ver cuando se vino una vez, luego dos veces, la segunda enviando todo su cuerpo en espasmos de éxtasis. La llenó, pero ella lo llenaba también, con una emoción que nunca había conocido. Y cuando se derrumbó encima de ella, su piel cubierta de sudor, sus pulmones luchando por tomar aire suficiente, se preguntó si debía decirle lo que sentía por ella. ¿Creería que era capaz de amar? No había pensado en eso, pero, ¿qué otra cosa podría explicar su incapacidad para dejar de pensar en ella? ¿Qué otra cosa podría explicar su voluntad de desobedecer a Azagoth? ¿Sería justo decirle que se había enamorado de ella? Después de todo, solo se conocían desde hacía poco tiempo. Peor aún, Azagoth podría matarle.

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Y entonces, como si solo pensar en el macho fuera una maldición, la puerta se abrió de golpe. El Reaper Grim estalló en el interior, el blanco de sus ojos tragados por una piscina de remolinos de tinta negra. Unas enormes alas coriáceas rozaban el techo, pero fue el conjunto de cuernos de ébano que brotaban de su frente y se encrespaban sobre la parte superior de su cráneo, lo que llenó de pavor a Hades. Azagoth solamente sacaba los cuernos cuando estaba enojado. Sí, Hades estaba muerto. Y esta vez, tenía la sensación de que la parte ‘en su mayoría’ no se aplicaría.

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Capítulo 19 Esto era una pesadilla. El terror invadió a Cat cuando Azagoth entró en su pequeño apartamento, con los cuernos negros sobresaliendo de la parte superior de su cráneo. Lilliana le dijo una vez que cuando los cuernos salían, también lo hacía su temperamento. El cual era malo, teniendo en cuenta que la mayoría de las veces asesinaba mientras estaba perfectamente tranquilo. Ni siquiera quería tratar de imaginar lo que haría estando seriamente cabreado. Hades y ella saltaron de la cama, y mientras ella rebuscaba algo con lo que taparse, él se puso muy fríamente los pantalones. Azagoth tuvo la decencia de evitar mirarla, pero sus ojos abrasaban agujeros a través de Hades. Quién, por su parte, no mostró emoción alguna, aunque sí se mantuvo entre ella y Azagoth. Era dulce de su parte querer protegerla, pero tenía la sensación de que él estaba en peligro mucho más que ella. —Azagoth. —Hades alzó las manos en un gesto conciliador, pero Azagoth siguió moviéndose hacia ellos en una marcha lenta y depredadora—. Esto no es… —¿No es lo que parece? —Las palabras de Azagoth, sonando como si hubieran sido espolvoreadas con humo, eran un desafío, y Cat esperaba que Hades no lo aceptara. —No —dijo Hades, manteniéndose firme y pareciendo completamente imperturbable—. Es exactamente lo que parece. Pero no es culpa de Cat. Yo vine a ella. Cerrando la bata, Cat dio un paso al lado de Hades.

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—Por favor, Azagoth —rogó, y dispuesta a arrodillarse si tenía que hacerlo—, no le castigues. Me salvó la vida. Azagoth se detuvo a unos pies de distancia, abriendo y cerrando los puños a los costados. Las garras en las puntas de sus dedos destrozaron su carne y la sangre empezó a gotear de sus manos. —¿Y te sentiste lo suficientemente agradecida para dormir con él? —Por supuesto que no. Esto comenzó antes de que él me salvara. —Cat de inmediato se dio cuenta de su error cuando Hades gimió y Azagoth gruñó. Rápidamente, ella agregó—: Fue culpa mía. Él me decía que no podía, y yo seguí... seduciéndole. —¿Esperas que me crea eso? —Es la verdad —dijo—, así que, sí. Azagoth se volvió a Hades, ¿y era su imaginación o sus cuernos habían retrocedido un poco? —¿Y tú qué tienes que decir? —Está diciendo la verdad. Pero... —Pero, ¿qué? —Pero yo podría haber resistido más. Elegí no hacerlo. —Tomó su mano—. La quiero. —Ya veo. —Azagoth restregó su palma sobre su rostro, dejando manchas de sangre como malvadas pinturas de guerra—. Lilliana me ha hecho suave — murmuró. Dejó caer la mano y los estudió a cada uno de ellos antes de enfocar su mirada láser en Hades—. ¿Vas a luchar por ella?

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Hades gruñó. —Lucharía contra el mismo Revenant por ella. El labio superior de Azagoth se levantó para revelar un conjunto de enormes colmillos. —¿Lucharías contra mí? —Preferiría no hacerlo, pero si me veo obligado, lo haré. La expresión en el rostro de Azagoth se convirtió en piedra, enviando un escalofrío por la espalda de Cat. —¿Rogarás? ¿Rogar? Qué extraña pregunta. Pero parecía que significaba algo para Hades, porque se puso rígido. —Yo... nunca he… rogado... —Lo sé. Hades cayó al suelo tan rápido y duro que sus rodillas se rompieron en la losa de piedra. —Por favor, Azagoth —comenzó, con la mirada clavada en el suelo, sus manos convertidas en puños contra sus muslos—. Te he servido bien, pero si quieres que lo haga mejor, lo haré. Si quieres torturarme todos los días por el resto de mi vida, con mucho gusto lo aceptaré. Lo único que pido es que me permitas ver a Cat entre las sesiones. —Levantó la cabeza, y ella tuvo que ahogar un grito al ver las lágrimas en sus ojos—. Lamento lo de tu hijo. Su muerte debe sentarse en tu

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corazón como un moretón, y si pudiera sanarlo, lo haría. Solo puedo seguir intentando que lo superes, pero sin Cat, no sé cuánto tiempo puedo sobrevivir para hacerlo. Por favor, mi señor, déjanos encontrar la misma felicidad que has encontrado con Lilliana. —Su voz se quebró por la emoción—. Por favor. Cat lo perdió. En verdad, sin remedio, perdido. Sollozando, se dejó caer junto a Hades y se envolvió alrededor de él, necesitando consolarlo tanto como ella necesitaba consuelo. Le dolía el corazón y la garganta se le cerró, y su piel se estremeció con el sentimiento de bondad que irradiaba de Hades. En este momento, no era un ángel caído que gobernaba un purgatorio de demonios. En este momento era un macho sufriendo y vulnerable, cuyas intenciones eran verdaderamente puro. —Sí, sí —murmuró Azagoth—. Bien. Levantaos. Tenéis mi bendición. Eso no fue tan difícil, ¿verdad? Cat casi estalló de felicidad cuando Hades parpadeó hacia Azagoth. —Mierda, ¿así que todo lo que tenía que hacer era rogar por tu perdón? —Sí. —¿Así que podría haberlo tenido hace siglos? —Sí. —La voz de Azagoth adquirió una cualidad embrujada que golpeó en el corazón de Cat—. Todo lo que quería de ti... después de bastante dolor, por supuesto... era una disculpa por tomar la vida de mi hijo. Los ojos de Cat se humedecieron de nuevo y Hades tragó saliva. —Lo siento de verdad, Azagoth. Y así de rápido, la apariencia de Azagoth volvió a la normalidad, la sangre desaparecida, sus ojos brillando como gemas.

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—Lo sé. Luego, en un movimiento que dejó sin habla a Cat, ofreció una mano a Hades. Juntando la mano de Cat primero, Hades estiró la otra y permitió que Azagoth les levantara. Los dos hombres encontraron sus miradas por un instante, pero en ese breve momento intenso, algo pasó entre ellos. Algo que solo podría describirse como el respeto mutuo, y cuando Azagoth dio un paso atrás, sabía que este era el comienzo de una nueva relación entre los dos. Hades tiró cerca a Cat. —Sabes, me alegro de no haber rogado antes, porque si lo hubiera hecho, no tendría a Cat. —Sí, bueno —dijo Azagoth con ironía—, has tenido a Cat, y déjame decirte que todos en Sheoul-gra lo saben. Un rubor caliente cubrió la cara de Cat. Ahora sabía cómo Azagoth había descubierto lo suyo. A medida que el rubor ascendía por su cuerpo, Hades le plantó un beso en la frente, y el rubor se volvió instantáneamente en un feroz deseo incontrolable. —Creo —dijo—, que todo el mundo va a saberlo de nuevo. Azagoth se encogió. —Me voy de aquí. —Hizo una pausa—. Antes de irme, ¿alguno de vosotros sabe por qué mi estatua de Seth se está follando a sí misma? Cat casi se atragantó con su propia saliva, y Hades alzó las manos en negación. —No tengo ni idea de que estás hablando. —¿En serio? —La expresión dudosa de Azagoth decía que no se lo creía—. ¿Así

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que no tenéis absolutamente ni idea de quién ha pegado el pene de Seth a su culo? —No. —Hades deslizó su mano al trasero de Cat y le dio un pellizco juguetón—. ¿No has dicho que te ibas? Murmurando obscenidades, Azagoth se apresuró a salir del apartamento, y Cat se volvió a Hades con una sonrisa socarrona. —Eres muy travieso. Los ojos de Hades brillaban cuando pasó un dedo a lo largo de su escote. —¿Tú crees? —Lo sé. —Se puso de puntillas y rozó sus labios sobre los suyos—. ¿Qué dices? ¿Les mostramos a todos por qué tienen que invertir en tapones para los oídos? Hades rasgó la bata y tiró de ella contra él. —¿Tapones para los oídos? Bebé, vamos a necesitar insonorizar la habitación después de lo que voy a hacer contigo. —¿Y qué... —dijo ella, mientras acariciaba su erección hinchada—, sería? —Todo. —¿Prometido? Llegó a su alrededor y deslizó sus dedos entre sus mejillas mientras bajaba su boca a la de ella. —Prometido. Al final resultó que Hades cumplió su promesa. Y que también todo el mundo lo sabía.

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***

—Hola, Cataclysm. Cat gritó sorprendida cuando se dio la vuelta para enfrentar al recién llegado que se había materializado en el patio frente a la mansión de Azagoth. Ella estaba yendo a los dormitorios de los Semi caídos para ayudar a Lilliana a establecer un nuevo programa de formación después de pasar un día entero en la cama con Hades, y si se daba prisa, podría regresar a tiempo para unirse a él en la ducha. —Reaver —exhaló. Él permaneció junto a la fuente, su resplandor angelical irradiando a su alrededor—. Es bueno verte de nuevo. Azagoth está... —No estoy aquí por Azagoth. —Su profunda voz retumbó a través de cada célula de su cuerpo—. Estoy aquí por ti. El corazón le dio un vuelco. Luego otro. Y otro, hasta que sintió como si el órgano no fuera más que una cáscara arrugada en su pecho. ¿Y si estaba aquí para castigarla finalmente por su estupidez al ayudar Gethel a conspirar contra él? —¿Yo? —preguntó con voz ronca— ¿Por qué? —Porque con tus acciones en la prevención de la fuga de millones de almas malvadas has ganado un premio. —Él sonrió, sus ojos azules brillantes—. Estoy aquí para devolverte tus alas. Ella contuvo el aliento cuando el alivio y alegría la llenaron de tanta felicidad que su cuerpo vibró. ¡No estaba aquí para destruirla! Pero... ¿por qué no? —No quiero parecer desagradecida, pero... seguro que sabes lo que os hice a tu familia y a ti. Conoces mi historia con Gethel, ¿no?

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Unas sombras oscuras cubrieron sus ojos, y ella al instante lamentó mencionar a la malvada perra que había tratado de iniciar el Apocalipsis. —Soy muy consciente de tu papel en las maquinaciones de Gethel. Pero también sé que no te diste cuenta de la profundidad de su depravación hasta que fue demasiado tarde. —Las sombras desaparecieron—. Ella está pagando por lo que hizo, y tú has pagado el precio también. —No estoy segura de que lo haya hecho. —Se miró los pies descalzos como si su fresco esmalte de uñas azul la fuera a ayudar—. Tampoco te he pedido disculpas. Lo siento mucho, Reaver. No sabía lo que estaba planeando Gethel, pero sabía que no era bueno. Traté de decírselo a Raphael, y juró que la vigilaría, pero… —No lo hizo. Ella sacudió la cabeza tristemente. —No. —Porque estaba enredado en un millón de complots diferentes para derrocar al Cielo y fastidiar hasta el final —dijo Reaver—. Siempre he pensado que tu sentencia fue demasiado dura, pero una vez me enteré de que fue Raphael quien te condenó, tenía sentido. Te quería fuera del Cielo porque sabías demasiado. —Pero yo no sabía nada —protestó. —Lo sé. Pero él no podía correr ningún riesgo. Obligar tu nombre fue innecesariamente cruel, pero no es exactamente una sorpresa. Era, como uno de mis seminus demonio amigos dirían, un idiota importante. —Él sonrió—. Tiene que estar odiando seguir vivo en este momento. Sin duda. Gracias a Reaver y a su hermano Revenant, Rafael estaba compartiendo una jaula de diez por diez con Satanás, Lucifer, y Gethel durante los próximos mil años. No el tiempo suficiente, a juicio de Cat.

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Un conejo atravesó el patio. Podría haber sido uno de los que Reaver había traído para repoblar lo que había sido un reino muerto. —Así que de todos modos —dijo Reaver después de que desapareció bajo un arbusto—, estás perdonada. Vuelve a casa, Cat. Además, podrás obtener tu nombre de vuelta. Una vez más, la alegría la envolvió, como si se hubiera tragado el sol. Que el Cielo quisiera que volviera era todo lo que había deseado la primera vez que había llegado aquí, asustada, sola y llena de pesar. Pero ahora... ahora era feliz. Más feliz de lo que nunca había sido en el Cielo. —Gracias, Reaver —dijo—. Pero me temo que voy a tener que rechazar tu oferta. Una ceja rubia se elevó, pero dado que solo había rechazado volver a tener sus alas y su halo, pensó que habría estado más sorprendido. —Es Hades, ¿no es así? Ahora era ella la que estaba sorprendida. —Ah... ¿cómo lo sabes? —Tiene sentido. —Inclinó la cabeza y la miró con una intensidad que la hizo sentir positivamente desnuda—. ¿Seguro que quieres quedarte aquí como Semi caída? Tus poderes están silenciados, eres casi tan frágil como una humana… —Estoy segura. No necesito poderes aquí abajo, y con gente como Hades, Azagoth, Zhubaal y Lilliana a mi alrededor, no tengo que preocuparme por mi seguridad. Él asintió.

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—Genial. Pero que sepas que si cambias de opinión, la oferta permanecerá abierta todo el tiempo que no hagas nada para traicionar al Cielo o a la Tierra. Y entiende que podrías aceptar mi oferta y aun así ser capaz de viajar a los reinos humanos y celestiales, mientras vives y trabajas aquí en Sheoul-gra, ¿no? —Lo entiendo. Pero Hades reside en el Inner Sanctum, y como ángel completamente halo sería demasiado peligroso para mí vivir allí con él. —Ella puso la mano en su antebrazo de modo tranquilizador, pero la retiró antes de que su bondad celestial la quemara la piel hasta las cenizas—. Ser Semi caída me pone en seria desventaja en todas partes, excepto aquí. Aquí, en realidad estoy más segura que si fuera un ángel. Estoy bien, Reaver. De verdad. No todo el mundo tiene que tener superpoderes patea-culos para ser algo especial. —¿Puedo por lo menos darte la posibilidad de elegir tu propio nombre? ¿O devolverte el de Nova? Es un nombre precioso. Un nudo se formó en su garganta. Era la primera vez que alguien le había llamado por su nombre Celestial en meses. Le trajo recuerdos, muchos, tanto buenos como malos. Pero era su pasado, no su futuro. —No —dijo ella—. Estoy contenta con lo que soy ahora. Rafael intentó avergonzarme cuando me dio mi nombre de ángel caído, pero no voy a dejar que haga eso. Lo tendré para recordarme que tomé decisiones sabias. —Entonces que así sea. —Le dio un breve abrazo—. Sé feliz, Cataclysm. Entonces él se había ido, y ella estaba abrazando el aire vacío.

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Capítulo 20 Un mes después de irse a vivir con Hades, su nueva ‘cripta’ estuvo finalmente terminada. Azagoth había eliminado por completo todas las restricciones de Hades, y ahora tenía una casa decente que hacía juego con el antiguo estilo griego del resto del Sheoul-gra. Desafortunadamente, Hades había estado tan ocupado repartiendo castigos a los demonios que habían participado en el levantamiento que no había tenido mucho tiempo para disfrutarla. Ella se había tomado el día libre de su nueva tarea trabajando con los Semi caídos, e iba a obligar a Hades a hacer lo mismo. Necesitaban un poco de tiempo de calidad juntos, y había planeado un picnic increíble. Él estaba en el Rot, como de costumbre, donde, además de su casa, era el único lugar donde a ella se le permitía ir en el Inner Sanctum. La había llevado una vez a las Tierras de Nubes de Cuckoo para que pudiera agradecer a los demonios que les habían prestado su casa, pero él le había dejado muy claro que era demasiado peligroso hacerlo de nuevo. Terminó de vestirse en un linda falda violeta a cuadros negros y un top negro y le dio al pequeño perro de madera en la mesa de Hades un golpe en la cola, riendo cuando la ladró. Era un pequeño ritual tonto que había desarrollado cada vez que salía de la casa. Hades había prometido hacerle un gato pequeño a juego, pero estaba buscando cómo hacer que ronroneara en vez de morder. Frotando su vientre en un vano intento de sofocar los revoloteos ansiosos, entró en el portal y llegó al Rot un latido de corazón más tarde. Odiaba este lugar, no podía dejar de pensar en la sala de las arañas cada vez que estaba allí.

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Malonius estaba en la entrada, y le dio indicaciones de cómo llegar a una especie de salón de clases en la torre superior de la prisión donde se suponía que Hades estaba con un grupo de íncubos ingobernables. Solo podía imaginar qué tipo de castigos se repartían a los demonios del sexo. Subió las estrechas y sinuosas escaleras de piedra y encontró a Hades sentado en un escenario ante un público horrorizado. Justo cuando entró por la puerta de detrás del escenario, Hades habló, leyendo un libro en sus manos. —Lléname con tu palo de pis sucio. —Hizo una pausa para el efecto dramático—. Y lame mis exuberantes, tetas como melones. Ella tropezó con sus propios pies. ¿Palo de pis? ¿Tetas? ¿Qué demonios? —Vamos, muchacho —dijo Hades arrastrando las palabras, su voz agudizándose al leer lo que era claramente el punto de vista de una mujer—. Mi vieja raja necesita un poco de carne joven. Cat se aclaró la voz para anunciar su presencia, aunque, en realidad, era más como asfixia. Hades miró por encima del hombro, con la cara dividida en una amplia sonrisa. —¡Bebé! Oye, es bueno verte. —Movió las cejas mientras le daba a su traje un repaso—. Especialmente bueno es verte en eso. Ella miró a la sala llena de demonios, todos humanos en apariencia, que estaban sentados en sus demasiado pequeñas sillas, sus ojos salvajes, sus caras pálidas. Claramente, se sentían miserables. —¿Qué estás haciendo? Hades alzó el libro.

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—Estoy leyendo porno malo a un público cautivo. —¿Porno malo? ¿Malo? Eso es un cumplido. Sea lo que sea que estás leyendo es horrible. El que lo escribió debería ser asado lentamente sobre un lecho de brasas. La sonrisa de Hades se ensanchó. —Me gusta tu forma de pensar. —Meneó las cejas—. ¿Quieres jugar con mi palo de pis? Lo hacía, pero no hasta que dejara de llamarlo palo de pis. —¿Es una oferta real o te estás divirtiendo diciendo ‘palo de pis’? —Te diré qué... —dijo, saltando sobre sus pies—. ¿Qué te parece si vamos a mi casa, y te sirvo una buena taza de macarrones con queso, del bueno de la caja azul, y me puedes decir como prefieres llamar a los penes? —¿Significa esto que hemos terminado? —Alguien gritó desde el público—. ¿Por favor? Hades resopló. —Ya quisierais. Voy a dejar a un subordinado aquí. —Echó un vistazo a su reloj —. Sólo os quedan veinte días y tres horas sin interrupciones y entonces podréis volver a ser los pervertidos que sois. —Les saludó con la mano, y ellos gimieron —. Nos vemos. —Eso ha sido un poco cruel —dijo Cat mientras se dirigían hacia el portal que les llevaría a casa. —Pero gracioso. —Echó el brazo a su alrededor y le plantó un beso en la parte superior de la cabeza—. ¿Y? ¿Qué pasa? ¿Me estás sacando de la cárcel por algo bueno?

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—Sí. —Entraron en el portal, pero en lugar de pasar la mano por el símbolo que les llevaría a su casa, les llevó al reino de Azagoth. Cuando salieron a la sala de recepción de la cocina, ella le explicó—. Vamos a ir de picnic. Frunció el ceño. —¿Aquí? —Difícilmente. —Tomando su mano, le guió a través de la mansión hasta el portal que podría llevarles a la esfera humana. Azagoth había eliminado las restricciones de los viajes de Hades, pero hasta ahora, Hades no se había aprovechado de su nueva libertad. Ya era hora de que lo hiciera. Él no habló hasta que llegaron a una pradera iluminada por el sol, rodeada de montañas y con vistas a un vasto lago azul. Un águila calva arrojaba su sombra sobre el agua mientras volaba por encima en busca de comida, y en algún lugar en el bosque, un coyote aulló. —Crater Lake. —Aspiró el aire fragante a pinos y flores silvestres de verano—. Es como en la foto. Ella había hecho un montón de exploración para encontrar el lugar exacto desde donde se había tomado la foto, y Reaver la había acompañado para mantenerla fuera de peligro. Infiernos, Reaver incluso lo había arreglado para que sus padres se reunieran con ella allí hacía un par de días. Se habían disculpado por como la habían tratado, aunque su padre aún era un poco frío. Pero claro, había sido siempre un poco cargado. Habían estado horrorizados por la idea de que su hija saliera con el Carcelero de las Almas, habían intentado que reconsiderara volver al cielo, y cuando se negó, habían prometido una línea abierta de comunicación. Incluso sus hermanos y

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hermanas habían acordado estar en contacto con ella. Era mucho más de lo que nunca habría esperado. —Vamos. —Apretando la mano de Hades, le llevó al lugar donde había preparado la botella de vino y una cesta de pollo frito, ensalada de patatas y frutas que había colocado sobre una manta a cuadros rojos y blancos. Gracias a Reaver y un pequeño hechizo de invisibilidad, los animales no se habían acercado. Hades se dejó caer sobre la manta, extendiendo una pierna y doblando la otra para descansar un brazo casualmente sobre su rodilla. Parecía absolutamente comestible así, más a gusto de lo que ella le había visto nunca. —Nunca he estado en un picnic antes —dijo mientras se asomaba en la cesta. —Lo sé. Me lo dijiste una vez. —De rodillas junto a él, sirvió dos vasos de vino tinto y le entregó uno—. Mis compañeros de trabajo y yo solíamos hacerlo todo el tiempo en el Cielo. Todo es tan hermoso que te hace querer estar fuera en la naturaleza, disfrutando de cada minuto de ella. Su mirada cayó, e incluso su pelo azul consiguió parecer triste. —¿Lo echas de menos? —preguntó en voz baja, como si le preocupara su respuesta—. Lo dejaste todo para estar conmigo. —No —dijo ella con fuerza, alcanzando la punta de la barbilla para que la mirara directamente a los ojos—. Hubiera renunciado a mucho más si me hubiera ido. —Te amo, Cat —susurró—. No sé lo que hice para merecerte, pero espero que sepas que lo haría todo de nuevo para estar contigo. Miles de años de soledad valen la pena por cada segundo que has estado en mi vida.

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Algo se estremeció en su pecho. Las lágrimas le escocían en los ojos. Era la primera vez que le había dicho que la amaba. —Yo también te amo —respondió con voz áspera—. No puedo creer que alguna vez pensara que el Sheoul-gra no podía ser mi casa. Tenías razón. El hogar es donde está la gente a la que quieres. —Mmm. —La miró desde encima del borde de su vaso, su caliente mirada enfocada en ella. Sosteniéndola en su sitio. Muy lentamente, dejó el vaso y se movió sobre sus manos y rodillas, rondándola como un tigre a su presa. La excitación se disparó desde su interior. Una excitación eléctrica y temblorosa. —¿Me deseas? —La empujó hacia atrás, bajando su cuerpo sobre el de ella. —Sí —dijo entre dientes mientras él raspaba sus colmillos sobre su yugular—. Oh, sí. Una mano se deslizó por debajo de su falda y la encontró húmeda y lista. —Entonces llévame a casa. Con tanto amor que pensó que podría estallar, felizmente le dio la bienvenida en casa.

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Instintos Básicos Una Historia de La Demonica (M / M) Por Larissa Ione A Finales de 2015

Según las noticias, el parte meteorológico que arreciaba sobre Damon Slake era un asesino probado. Pero claro, Slake también era un asesino, y él podría garan-maldita-tizar que era mucho más letal que una tormenta eléctrica. La lluvia y el granizo le atacaban mientras permanecía de pie fuera de una de las varias entradas secretas al Third, un club nocturno vampiro que operaba en las sombras de un lugar goth frecuentado por humanos llamado La Cadena de Terciopelo. Como la mayoría de los clubes exclusivos de vampiros, éste atendía a todos los seres del otro mundo, así como a los seres humanos que estaban dispuestos a entregarse como aperitivo para los que se alimentaban de la sangre. Y, como la mayoría de los clubes de vampiros de lujo, este lugar incluso tenía una clínica médica. La reputación lo era todo, y el dueño del club no quería lidiar con un montón de muertes humanas por culpa de la sobrealimentación o muertes de demonios en una pelea de borrachos. Lo cual era inteligente, sobre todo ahora, cuando el reciente casi-Apocalipsis había revelado el mundo de los demonios a los seres humanos, causando tensión, miedo y caos. Los seres humanos estaban ahora en modo exterminio, mientras que los demonios trataban con algún tipo de reorganización política en el Sheoul,

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el reino al que los seres humanos llamaban Infierno. Slake no tenía ni idea de lo que estaba pasando en el Sheoul, y francamente, no le importaba. Tenía un trabajo que hacer, y siempre terminaba sus deberes. Después de mucho tiempo y esfuerzo, había seguido a su presa hasta aquí, y no había sido fácil. El astuto súcubo había cubierto bien sus huellas en el último par de décadas, pero Slake tenía una habilidad especial para sonsacar secretos, y tan bueno como la hembra llamada Fayle era en mantenerse en la clandestinidad, Slake era mejor en su tarea. Entró en el club poco iluminado, su estatus como demonio proporcionándole la capacidad de entrar por una de las puertas que solo las criaturas sobrenaturales podían ver. Al instante, el estruendo de la música rock, el hedor de la sudoración, la gente bailando, y la eléctrica energía sensual del pecado le asaltó. Si no hubiera estado en el trabajo, hubiera disfrutado de la escena del club, en busca de socios potenciales para llevarse a casa para pasar la noche. Socios como ese médico sexy-como-el infierno apoyado contra la pared, cerca de la estación médica, su mirada barriendo la multitud con la intensidad de un soldado de batalla que sabía que estaba en territorio enemigo. Incluso desde el otro lado de la habitación, Slake podía ver el estado de alerta en los ojos verdes del tipo y la disposición de saltar a la acción por cualquier cosa en la tirantez sutil de su cuerpo. Y menudo cuerpo era. Su negro uniforme tenso en los hombros y abdominales, las mangas enrolladas revelando brazos densamente musculosos hechos para clavar a su pareja en un colchón. Slake no tenía ni idea de si al tipo le iban machos, hembras, o ambos, pero el chico prácticamente rezumaba confianza y sexo. El médico cruzó los brazos sobre su

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amplio pecho, dando a Slake una vista privilegiada de una manga de tatuajes sinuosos en sus dedos hasta donde desaparecían bajo su uniforme en su bíceps y reaparecían en la parte superior del cuello de la camisa. El patrón terminaba justo por debajo de la mandíbula, aunque Slake no podía distinguir los diseños individuales. Maldita sea, Slake adoraba los tatuajes. Se preguntó a qué especie de demonio pertenecía el tipo. No era un ser humano. La capacidad de Slake de distinguir un aura humana azul de la roja anaranjada de un demonio lo dejó claro. No es que Slake fuera exigente cuando se trataba de compañeros de cama, pero había dibujado la línea en la mierda de cualquier especie de demonio que calificara cinco en la escala Ufelskala del mal. Cuatro era bastante malo, pero con un cinco, nunca se sabía si tu pareja iba a matarte después de venirte. O antes de venirte, para el caso. De mala gana alejó su atención lejos del médico, atravesando el club a zancadas, con los ojos bien abiertos buscando a su objetivo. Había aproximadamente un millón y medio de hembras pululando alrededor, pero ninguna se parecía a la pequeña asiática de pelo negro de la foto que le había dado hacía dos meses su jefe en Dire & Dyre, la firma de abogados que le empleaba como Adquiriente. Sí, si alguien quería algo o a alguien, Slake era el enviado a conseguirlo. Excepto que este trabajo era diferente. Este trabajo era el que determinaría el curso del resto de su vida. Y el resto de su vida futura. Pero bueno, como su jefe señaló, era sólo su alma en la línea. El imbécil.

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Vio una cabina vacía cerca de una salida de poco uso a las alcantarillas y se dirigió derecho a ella, gruñendo a un demonio de piel verde corpulento que intentó deslizarse en el asiento delante de Slake. El demonio maldijo, pero una mirada a las armas que Slake escondía debajo de su chaqueta de cuero le obligó a pensarlo dos veces. Probablemente también una tercera vez. Un camarero trajo a Slake un whisky doble, ordenado, y se acomodó, esperando a que su presa mostrara su cara bonita. En el ínterin, sin embargo, no vio ningún daño en chequear al médico en la parte trasera del club un poco más. Ese macho era algo especial. Incluso su coloración era perfecta. No estaba moreno, pero tampoco pálido, y dado el pelo rojizo del tipo, más corto por detrás que por delante, Slake apostaría que de cerca, vería algunas pecas en espera de que las acariciara con la lengua. La boca de Slake se hizo agua por el pensamiento, y tuvo que pasar a hacer un poco más de espacio en sus pantalones, pero no dejó que su lujuria le distrajera de su misión. No, no cuando el éxito significaba la libertad... y el fracaso significaba darle un beso de despedida a su alma. Se bebió la mitad de su copa y tomó su móvil cuando este vibró en el bolsillo de su abrigo. El nombre que aparecía en la pantalla de texto era exactamente el que había estado esperando oír en varios días. Con la esperanza de buenas noticias de su espía del submundo favorito, leyó el mensaje. Hey, Atrox, ya era hora. Dime que tienes una actualización de nuestro premio. Esperó un insoportablemente largo tiempo la respuesta. Los dedos gordos de Atrox y sus largas garras no eran exactamente compatibles con los teclados de pantalla táctil. El demonio reptil tenía que utilizar sus nudillos para escribir, lo que Slake había encontrado que era divertido... hasta que el tipo lagarto utilizó esos nudillos para golpear a Slake en su culo.

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Por último, el teléfono sonó con el texto de entrada de Atrox. Conseguí una pista. Uno de los tíos que pillé anoche es un habitual en el Third. Dijo que ha visto a la súcubo varias veces en compañía de un hombre con el pelo rojo y tatuajes en su brazo derecho. Entonces, ahora. Slake miró al médico caliente y sonrió. Esta asignación acababa de volverse interesante.

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¡¡¡Visítanos!!!

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