Un libro digital es un libro inmortal D.L

ÍNDICE Love U Volúmenes 1-2 En la biblioteca: Los deseos del multimillonario - Volúmenes 1-2 En la biblioteca: Tú y yo, que manera de quererte En la biblioteca: Todo por él En la biblioteca: Muérdeme En la biblioteca: Mr Fire y yo – Volumen 1 1. Bienvenida a Los Ángeles 2. La proposición 3. Embrollos en Hollywood 4. Gossips en Malibú 5. Paso de dos 6. Pretty Woman 7. La primera alfombra roja 8. Nuevo comienzo 9. La historia de Rose 10. Una buena noticia 11. Escape romántico 12. En la tormenta En la biblioteca: Love U – Volúmenes 3-4 En la biblioteca: Poseída

Kate B. Jacobson

LOVE U Volúmenes 1-2

En la biblioteca:

Los deseos del multimillonario - Volúmenes 1-2 Cuando Lou entra en el magnífico vestíbulo de la casa Bogaert, cree estar soñando. ¡La casa de moda más exclusiva de París le abre finalmente las puertas! Ahí, conocerá al tenebroso Alexander, empresario frío y cínico con un encanto… devastador. De Paris a Mónaco, el millonario le mostrará una nueva vida; llena de lujo y placeres… Pero Lou perderá la cabeza, ¿podrá su corazón reponerse de las heridas? Descubra la nueva novela de June Moore, quien retrata con delicadeza las aventuras amorosas de la bella Lou y su misterioso millonario…

En la biblioteca:

Tú y yo, que manera de quererte Todo les separa y todo les acerca. Cuando Alma Lancaster consigue el puesto de sus sueños en King Productions, está decidida a seguir adelante sin aferrarse al pasado. Trabajadora y ambiciosa, va evolucionando en el cerrado círculo del cine, y tiene los pies en el suelo. Su trabajo la acapara; el amor, ¡para más tarde! Sin embargo, cuando se encuentra con el Director General por primera vez -el sublime y carismático Vadim King-, lo reconoce inmediatamente: es Vadim Arcadi, el único hombre que ha amado de verdad. Doce años después de su dolorosa separación, los amantes vuelven a estar juntos. ¿Por qué ha cambiado su apellido? ¿Cómo ha llegado a dirigir este imperio? Y sobre todo, ¿conseguirán reencontrarse a pesar de los recuerdos, a pesar de la pasión que les persigue y el pasado que quiere volver? ¡No se pierda Tú contra mí, la nueva serie de Emma Green, autora del best-seller Cien Facetas del Sr. Diamonds! Pulsa para conseguir un muestra gratis

En la biblioteca:

Todo por él Adam Ritcher es joven, apuesto y millonario. Tiene el mundo a sus pies. Eléa Haydensen, una joven virtuosa y bonita. Acomplejada por sus curvas, e inconsciente de su enorme talento, Eléa no habría pensado jamás que una historia de amor entre ella y Adam fuera posible. Y sin embargo… Una atracción irresistible los une. Pero entre la falta de seguridad de Eléa, la impetuosidad de Adam y las trampas que algunos están dispuestos a tenderles en el camino, su historia de amor no será tan fácil como ellos quisieran. Pulsa para conseguir un muestra gratis

En la biblioteca:

Muérdeme Una relación sensual y fascinante, narrada con talento por Sienna Lloyd en un libro perturbador e inquietante, a medio camino entre Crepúsculo y Cincuenta sombras de Grey. Pulsa para conseguir un muestra gratis

En la biblioteca:

Mr Fire y yo – Volumen 1 La joven y bella Julia está en Nueva York por seis meses. Recepcionista en un hotel de lujo, ¡Nada mejor para perfeccionar su inglés! En la víspera de su partida, tiene un encuentro inesperado: el multimillonario Daniel Wietermann, alias Mister Fire, heredero de una prestigiosa marca de joyería. Electrizada, ella va a someterse a los caprichos más salvajes y partir al encuentro de su propio deseo… ¿Hasta dónde será capaz de ir para cumplir todas las fantasías de éste hombre insaciable? ¡Descubra la nueva saga de Lucy Jones, la serie erótica más sensual desde Suya, cuerpo y alma! Pulsa para conseguir un muestra gratis

1. Bienvenida a Los Ángeles

« Miss, please step back! » A pesar de que se esfuerza por ser cortés, veo bien que el gigante frente a mí, jamás me dejará entrar en elViper Room. Yo no tengo nada que ver con las espigas altas con ropa de marca que vienen del brazo de hombres de negocios de cabello cano, a quienes deja entrar con toda disposición a este club nocturno de moda de West Hollywood, y tampoco tengo más parecido a las aprendices de actriz con sus looks buscados, que hacen línea bajo la mirada indiferente de los paparazis. El portero ni siquiera intentó comprender mis explicaciones vacías. Es evidente que no tiene tiempo que perder con las pequeñas extranjeras mal vestidas. Odio mi vestimenta de viaje de algodón arrugado. ¡Gracias tita por los consejos de moda! Detesto a Paulina y detesto Los Ángeles. El taxi que me trajo hasta aquí se fue con mis últimos dólares. Decido intentarlo todo. « Se equivoca al no dejarme entrar. ¡Soy Marion Cotillard! ¡Gané un óscar! » Pero, ya sea que el guardia jamás escuchó hablar de la actriz francesa, o que la conoce demasiado bien para no ver que no tenemos nada en común; la razón que sea, ni siquiera me miró. Estoy agotada por el viaje y el cambio de horario, me siento sola en el mundo. No tengo más que esperar a que Pauline termine su servicio, si es que trabaja esta noche, lo cual no es muy seguro. Pensando en esto, siento cómo mis últimas fuerzas se van volando y, en cuclillas contra un muro, dejo escapar algunas lágrimas, con la cabeza puesta en mis manos. « ¿Le puedo ayudar, señorita? » No estoy soñando, el hombre que me habla se expresó en francés, le estoy agradecida inmediatamente por eso y también por la dulzura en su cálida voz que tranquiliza mis lágrimas. No me atrevo a levantar la cabeza, pero el hombre, quien se pone en cuclillas igualmente, remueve delicadamente la gran mecha de cabello que cubre mi rostro. Él aparta mis manos. Yo abro los ojos, aún empañados en llanto y lo que veo me desconcierta: el hombre que me mira con tanta dulzura y compasión es, ni más ni menos, que Terrence Grant. ¡El actor que ha ganado dos veces el óscar cuando a penas cuenta con 30 años de edad! ¡El mismo que acabo de ver en el avión en Sweet dreams! ¡Me encuentro delante de él, con las mejillas y labios cubiertos de lágrimas y no me he lavado los dientes en más de veinticuatro horas! – ¿Usted es… Terrence Grant ?

– ¿Y usted es… fisonomista, francesa y está desesperada, correcto? – Pero… ¿cómo supo que era francesa? – La escuché hablar con Jim, el portero. Siento informarle que su inglés no es perfecto…. pero su acento es delicioso, agrega precipitadamente con una sonrisa que es, para mi gran alivio, todo menos burlona. Su rostro está a sólo unos centímetros del mío. Siento un dulce calor invadir mi cuerpo, por poco he olvidado la situación problemática en la que me encuentro. ¡Vamos Zoé, reponte! No me puedo quedar decentemente así, llorando mi suerte. La compasión que demostró Terrence Grant expulsó el abatimiento que me invadía, me arrepiento ya de haber permitido esa debilidad. Me enderezo y Terrence Grant lo hace también, me acerca un pañuelo de papel y mientras lo tomo, sus dedos rozan los míos. Ese simple contacto me electriza. Me esfuerzo por disimular mi alteración y, después de secarme el rostro, comienzo a explicarle porqué absolutamente quiero entrar al club nocturno. Me llamo Zoé Scart, tengo 22 años, vengo de París, mi amiga Pauline, quien vive aquí, debía venir a buscarme, pero el avión tuvo varias horas de retraso y ella no estaba en el aeropuerto, si me dejó mensajes, no los recibí ya que dejé por accidente mi teléfono móvil y mi cartera en una de mis maletas registradas y para rematar, ¡las maletas se perdieron! Al no conocer su dirección o número de teléfono, vine a su trabajo esperando que estuviera en servicio. Terrence escucha divertido la historia de mis desventuras, luego me presiona el antebrazo para hacerme callar: ya no es hora de explicaciones, los paparazis se dieron cuenta y parecen estar muy interesados en su acompañante a la cual ninguno de ellos reconoce. « ¿Quiere entrar, mi querida Marion? » ¡Ups! ¡Escuchó! Muerta de vergüenza, recuerdo que Terrence actuó en una película con Marion Cotillard. Afortunadamente, mi pobre tentativa de engaño, hecha sin creer y por una buena causa, parece divertirlo más que impactarlo y sus ojos brillan con esta evocación. Sin esperar mi respuesta, él rodea mis hombros con su brazo y me guía hacía la entrada del Viper Room. Debemos hacer una pareja graciosa, él, súper elegante en su traje negro seguramente hecho a la medida, camisa blanca y corbata, y yo, toda frágil en comparación a él, con mi sweat un poco deforme y usando Converse, sin un rastro de maquillaje, con el cabello suelto. Su mano, de la cual siento el calor a través del algodón, me hace como una quemadura en la piel, pero no tengo tiempo de entretenerme con mis sensaciones. Bajo la cabeza para intentar escapar de los flashes de los fotógrafos y de las miradas de los curiosos, y sobre todo de las curiosas que me miran con insistencia sorprendidas, y hasta parece ser que celosas. Me enderezo sólo para juzgar al portero, para quien, hace unos minutos, no tenía más valor que una hamburguesa podrida y la amabilidad que veo en sus ojos me consuela de la humillación pasada.

Me digo a mí misma que, finalmente, tal vez hice una buena elección al dejar París, comenzaba a dudarlo. Ya estoy en L.A. En « El ay », como dice Pauline. Yo, Zoé Scart, de 22 años ¡y por primera vez fuera de Europa!, no puedo creer estar aquí, lista para comenzar una nueva vida. Pero, cuando digo « lista »… por un momento tengo problemas para apreciar mi llegada: todo estará mejor cuando haya encontrado a Pauline. Pauline es mi amiga de la infancia. Está instalada desde hace un año en Los Ángeles, antes de eso, pasó dos años en Londres. Es una verdadera aventurera que va a donde su pasión por la música la lleva. Toca la guitarra y canta en un grupo en « El ay » y, mientras espera el éxito, es mesera en este club nocturno de moda. Fue ella quien me convenció de reunirnos aquí cuando terminara mi maestría en literatura general y comparada en Sorbonne. Me dijo que aquí encontraría rápidamente un empleo y que tendría suficiente tiempo para escribir. Ella me conoce bien, sabe que desde la infancia quiero ser escritora. Además no podía quedarme eternamente bajo el abrigo de mi querida tita. A decir verdad, la hermana de mi padre, Hélène, odia que le llame tita, pero yo lo adoro; ella es quien se hizo cargo de mí cuando murieron mis padres en un accidente, cuando tenía 12 años. Tenía la edad que yo tengo ahora, es una edad muy joven para tantas responsabilidades, pero ella se hizo cargo de mí con mucho amor y atención, sin duda, sacrificando su vida privada. Desde hace dos años, vive una historia de amor con Matthieu, pero no viven juntos. Nunca me hizo sentir que mi presencia la incomodaba y estoy segura de que me habría cuidado toda la vida si yo así lo hubiera querido. Pero creo que es tiempo de que puedan vivir su historia plenamente y de que yo aleje, finalmente, la nariz de mis queridos libros para afrontar la «vida real» y ver un poco eso que me depara. « ¿Zoé? » Tengo dificultad para mantenerme seria al ver la cabeza de Pauline. Ella abre sus ojos grandes como platillos y yo de verdad creí que iba a dejar caer la charola que tenía en la mano. No sé qué es lo que la sorprende más: verme aquí o verme acompañada de Terrence Grant, pero nada desestabiliza mucho tiempo a Pauline, así que recupera su aplomo rápidamente. – ¡Estoy contenta de verte! Empezaba a preocuparme por ti. Vi en el sitio del aeropuerto que tu avión estaba inmovilizado en Chicago, intenté comunicarme contigo unas cien veces, pero fue imposible. – ¡Mi teléfono se quedó en una maleta registrada! – Ah, ¿no te llegó mi mensaje entonces? Tuve que terminar yéndome a trabajar, te dejé un mensaje para decirte que te fueras directamente al apartamento, dejé las llaves muy tontamente bajo la alfombrilla. – ¡Ya ni siquiera tenía tu dirección! Sólo recordaba el nombre del club. – Bueno, no hay problema, todo está bien, aquí estás sana y salva y con una encantadora compañía¬¬... ¿No nos presentas?, me dice señalando a mi compañero. Ella casi grita para hacerse escuchar sobre el sonido del grupo que toca en escena.

« Eh… » Mi pareja se me adelanta y le tiende la mano – Terrence, encantado. – ¡Vaya! ¿Habla francés? – Un poco, sonríe modestamente, mi madre era francesa. – ¿Se conocen desde hace mucho tiempo?, dice ella irónicamente. – Eh… el Sr. Grant quiso amablemente hacer que me dejaran entrar, la compañía perdió mi equipaje y… – Espera, discúlpame, mi supervisor me hace señas, debo ir. Es un caos esta noche, hay un evento privado. Dedo bajar al lounge. Señor Grant, encantada de conocerlo. Zoé, espérame allá, regreso en cinco minutos, dice antes de escabullirse, no sin lanzarme un guiño poco discreto. Molesta, miro a mi acompañante quien hace como si no se hubiera percatado de nada. Es aún más guapo en persona que en la pantalla, con su cabello marrón, corto pero abundante, un poco desarreglado, su barba de tres días, sus ojos muy verdes y su media-sonrisa que me desconcierta. – Well, ya está salvada. – Muchas gracias, es muy amable de su parte. – No es nada. ¿Qué va a hacer en L.A. ahora? – Primero voy a buscar empleo. Acabo de terminar una maestría en literatura, ¡pero dudo que eso me ayude a encontrar un trabajo de mesera! Y no creo que pueda esperar más por el momento, además me dejará tiempo para escribir… – ¿Es escritora? – Ese es un gran título, digamos que intento lograr una primera novela. – Bien, eso cambia un poco a los wannabes y a las aspirantes principiantes que se cruzan por L.A. Al menos usted no viene aquí por sus quince minutos de fama. Usted es refrescante Zoé, una especie rara en la fauna californiana. Espero con ansias leerla algún día, siempre me ha gustado la literatura, y los autores franceses en particular. También espero que la ciudad la inspire. Desafortunadamente para mí, voy a tener que dejarla ahora, me están esperando. Buena suerte en adelante y bienvenida a los Ángeles. Antes de que tuviera tiempo de responderle, desapareció en la multitud compacta, bajo la mirada de algunos happy few con vestimentas rebuscadas que tuvieron la oportunidad de entrar al club nocturno e intentan fingir indiferencia ante la estrella, dándose pequeños golpes con los codos. Algunos me miran con insistencia pero, ya que el gran Terrence Grant me ha dejado, pronto ya no causo mucho interés. Quedo algunos instantes aturdida, como desequilibrada por su partida. Su perfume aún flota a mi alrededor. « Desafortunadamente para mí »… ¿Escuché bien? « ¡Pero mira qué entrada! ¿Apenas llegas y ya le pusiste la mano a la más grande estrella?»

Le cuento a Pauline en pocas palabras lo que pasó: mi equipaje se perdió y las circunstancias de mi encuentro con Terrence. – ¡Bien, tienes suerte! No podías haber encontrado un caballero más atractivo, más sexy y más rico. Cuando pienso en todas las chicas que sueñan con la noche en la que les pase esto, que fraguan los planes más torcidos para conocerlo y tú, tú, tú… ¡Tú lloras y ya está! – Sí, en fin, sólo tuvo piedad de mí. – Tal vez sí, tal vez no. Eres muy bonita, lo sabes Zoé. Además eres muy diferente a las bellezas que se encuentran aquí. ¡Puede ser que el guapo Terrence se cansó de las anoréxicas llenas de silicona! – Estás delirando. De cualquier forma, sin duda nunca lo volveré a ver. – Yo no juraría en tu lugar. Olvidas que aquí es la capital del cine, todo puede pasar. Bueno, está bien, dejo de fastidiarte. Vamos, ven, pedí salir más temprano, mi jefe, Richard, aceptó, le he hecho muchos favores últimamente. Te llevo a casa.

2. La proposición

A pesar de la fatiga, no logro dormirme enseguida. No puedo creer que esté en Los Ángeles, donde ni siquiera he visto gran cosa además, ya que llegué por la noche. Pauline me trajo a su pequeño apartamento en una modesta, pero linda residencia de West Hollywood. Lo comparte con una joven creadora de joyería japonesa, Itsuko, quien regresó por algún tiempo a su país. Yo me instalé en su habitación mientras encontramos otro apartamento para nosotras dos. Echada en su cama de sábanas perfumadas, pienso en las dos últimas horas, sobre todo en Terrence Grant. Vuelvo a ver su sonrisa, su mirada tierna mientras le contaba mis desaventuras, su sonrisa maliciosa cuando me llamó Marion, aún siento su presencia protectora, su brazo alrededor de mis hombros... Involuntariamente, revivo sin cesar la escena, no quisiera olvidar nada de esos instantes. Sé que no lo volveré a ver y esta certitud me es asombrosamente dolorosa. Sin embargo, no lo conozco. Es un extraño para mí, un hombre que solamente me socorrió y sin duda ya me olvidó, pero, durante esos minutos, tuve la impresión de que éramos cercanos. Sus ojos verdes...es la última cosa que veo antes de hundirme finalmente en el sueño. « ¡A levantarse! » Despierto con dificultad para descubrir a Pauline en el borde de mi cama. Con las ideas aún confusas, trato de esconderme bajo las sábanas. « ¡Ni lo pienses, holgazana! Entonces, ¿cuál es el informe de tus aventuras? » Todo regresa a mi cabeza: estoy en Los Ángeles. – ¡Oh! Es verdad, estoy en L.A., lo había olvidado... – Eres la única que lo olvidó. Me tiende la tableta electrónica que sostiene en su mano. ¡¡¡Pero si soy yo!!! – ¿Pero qué...? – Así es cuando se sale con una estrella. ¡Apareces en una de las revistas y sitios de people! – ¡Ay Dios mío! Aviento las sábanas y salto fuera de la cama. « ¡No te acerques a la ventana! ¡Cuidado con los paparazis! » Me alejo también bruscamente de la ventana cuando Pauline estalla en risa.

« Claro que no idiota, acabas de llegar, nadie te conoce, ¿cómo quieres que sepan quién eres y dónde vives? Además tienes el cabello sobre los ojos en la foto, es difícil identificarte si no se te conoce bien. » Comprendí bien que mi amiga bromeaba, pero no estoy completamente tranquila. Me acerco para mirar la pantalla, halando de la corta playera que Pauline me prestó y que no alcanza a cubrir completamente mis bragas Petit Bateau. – ¿Hacen bonita pareja, no? – Con mi altura de 1,60 metros, apenas le llego al hombro. – Yo creo que se ven muy bien juntos, sabes, aquí no importa gran cosa la estatura. Mira a Natalie Portman, Salma Hayek, Scarlett Johansson, Eva Longoria... ellas son tan altas como tú y eso no les impide ser sex-symbols y tú eres al menos igual de encantadora que ellas, deja de ser tan modesta. Siempre le has gustado a los hombres con tu encantadora carita, simplemente no quieres darte cuenta del efecto que causas. Tienes una silueta perfecta, te vistes casual, pero siempre con el pequeño truco que agrada, tienes un verdadero estilo... Es cierto que no le apuestas al maquillaje, a los zapatos altos, al escote, pero es mejor así, serás más original aquí. Seguro que no se te puede confundir con todos los sustitutos de Kim Kardashian o con las otras Paris Hilton que están alrededor de Mister Grant. Para él debes ser una gran bocanada de aire puro. Desde que se instaló en Los Ángeles, no debió haber conocido chicas con senos reales, ¡y además con un título en literatura! Como su análisis me deja pensativa, ella cambia de tema. – Bueno, escúchame, te tengo una noticia buena y una mala, empiezo por... – ... ¿la buena? – Vinieron a entregar tu equipaje. – ¡Uf! ¿Y la mala? – Itsuko está en el avión, llega antes de lo previsto y va a ser necesario que duermas en el sofá hasta que encuentre otro apartamento. La idea no me encanta porque el apartamento, aunque es lindo, es pequeño, y yo necesito mi espacio para aislarme y escribir, pero Pauline parece segura de que es solo cuestión de unos días para que encuentre una vivienda y yo quiero confiar en ella. La pobre: veo bien que ella se siente apenada por mí y yo lo estoy también por ella. Sé que le gusta mucho este apartamento. Me dijo que había tenido mucha suerte al encontrar uno de este tipo y así de barato. No quisiera que por mi culpa ella esté obligada a tomar uno que sea menos de su agrado, ni que mi presencia perturbe su relación con su actual co-locataria. « Después pensamos qué hacer, ven, preparé el desayuno » Debo vaciar casi por completo mis dos maletas para recuperar un pantaloncillo corto, luego la sigo por la pequeña terraza en la que nos esperan panecillos de arándanos, pancakes, jugo de naranja recién exprimido y café. Adoro los desayunos americanos y Pauline lo sabe: el fin de semana, íbamos seguido en París a un pequeño diner para hacer una orgía de panecillos. Verdaderamente

tengo la mejor de las amigas, siempre tiene muchas atenciones conmigo y eso no es nuevo. Nos conocemos desde maternal y siempre ha sido adorable conmigo. La quiero como a una hermana y, a pesar de los e-mails o el Skype, la he echado mucho de menos estos últimos meses. Devoro todo mientras escucho a Pauline hablarme de su vida en L.A. Está aquí desde hace seis meses y se ve muy feliz. Su estadía en Londres se terminó a causa de una dolorosa ruptura, pero se le ve muy repuesta. Cuando no está de servicio en el Viper Room, ensaya con su band, los Hollywood Bastards. Con su linda carita, su cabello negro, corto y parado, su cuerpo grácil, su encanto mordaz, Pauline tiene todo para gustar y yo estoy segura de que aquí, como en París o Londres, no le faltan pretendientes. Sin embargo, por ahora, ella no parece estar interesada más que en la música. « Vas a venir a vernos, deberíamos tocar pronto en el... » El teléfono del apartamento suena. « Debe ser Richard, mi patrón. Sólo él me llama al teléfono fijo... » Pauline se levanta para ir a responder. Mis ojos se pierden en el pequeño jardín que rodea el inmueble. Estamos a primeros días de junio y ya hace calor... En París aún llovía y el verano no se veía cerca. « Zoé, es para ti. » Pauline me acerca el teléfono con una expresión de burla, tomo el auricular sin entender bien lo que la pone risueña. – ¿Tita? Llegué con bien, iba a llamarte... – Zoé, soy Terrence, Grant. ¡Como si conociera a otros Terrence! Ese acento casi imperceptible, esa voz cálida, y se acuerda de mi nombre. – ¿Se siente mejor? – Yo...por supuesto, pero...cómo... – Richard del Viper Room es un amigo, le pedí el número de teléfono de Pauline. – ¿Ah? – Espero que me perdone por esta intrusión, pero quería extenderle una disculpa y una proposición. – ¿Una disculpa? – No sé si ya lo sabe, pero aparece en una foto conmigo en uno de los sitios de people y seguramente pronto en la prensa del mismo género. Siento mucho que esté así de expuesta a causa mía, usted no está preparada para consecuencias eventuales, usted no eligió estar bajo la luz de los reflectores. Verdaderamente espero que no esté molesta; lo cual me lleva a la proposición de la que le hablaba.

– Eh... ¿Qué tipo de proposición? Me giro para ya no ver a Pauline, quien me hace gestos. Necesito tranquilizarme, y rápido « Es una proposición honesta. Estoy en un rodaje en el que varias escenas supuestamente transcurren en Francia, pero están filmadas en estudio. Había contratado un consultor francés, pero fue hospitalizado hace algunos días, me gustaría que usted lo remplazara mientras esperamos su regreso, el cual no será antes de varias semanas. Quisiera que verificara la coherencia de ciertas escenas en cuanto a la ambientación y las réplicas. Aquí se tiene una molesta tendencia a disfrazar ridículamente a los extras con boinas y baguettes para hacerlos más parisinos, o a darle a los que tienen pequeños papeles un texto en un muy mal francés. Creo haber entendido ayer que buscaba trabajo, ¿le interesa? » ¡¿Que si me interesa?! ¡Pensaba que nunca lo volvería a ver y ahora me propone trabajar a su lado! Siento mi corazón latir a cien kilómetros por hora. « Sí, por supuesto. » Trato de no mostrar mi emoción. « Eso me hace muy feliz. » ¿Es mi imaginación o es simplemente una fórmula de cortesía? Su voz se volvió tan dulce… – Una última cosa: me gustaría que viniera a vivir en mi propiedad por un tiempo. En primer lugar porque será más práctico para trabajar juntos y para sus traslados al estudio. Además... porque pronto los paparazis van a encontrar su rastro, son verdaderos perros de caza. – Pero nadie me conoce... – Eso no va a durar. Van a conversar con los clientes, el personal, algún colega de tu amiga dirá que se fueron juntas, etc. Doy un vistazo con desconfianza por arriba de la barandilla de la terraza. « ¿Entonces? Estoy presionado Zoé, necesito una respuesta. No tenga miedo, no soy un serial killer. Aun cuando fuera un Dexter en potencia, tendría muchos problemas para satisfacer mis instintos con la prensa siempre pegada a mis faldas, y tampoco soy un predador sexual, agrega al sentirme dudosa. A decir verdad, soy más bien yo quien pasa su tiempo repeliendo los ataques y... » No sé qué responder, ¡no me esperaba tal proposición! Conocer a Terrence Grant es de por sí un evento inesperado, pero que me proponga vivir con él... reflexiono con rapidez. Él mencionó propiedad, no casa, seguramente es inmensa, con búngalos llenos de invitados. Mi mirada cae en ese

momento sobre el sofá que veo por la puerta-ventana y recuerdo el regreso de Itsuko... – De acuerdo. – Muy bien. Le envío a Max, mi chofer, en dos horas. Nos vemos esta noche. No tengo tiempo de darme cuenta de que Pauline me salta encima. Le relato en pocas palabras la conversación, lo cual le arranca un silbido. – Ah bueno, no pierde el tiempo, el apuesto Terrence. – ¡Es estrictamente profesional! – Sí, claro. De cualquier forma esto encaja bien. No me atrevía a decírtelo, pero Itsuko no es muy compartida con su espacio, no sé si te hubiera soportado por mucho tiempo en el sofá. Esto me da un poco de tiempo para encontrarnos un nidito agradable. En fin.... si regresas. Me mira mitad irónica, mitad inquieta. « En fin Pauline, ¡basta de tus fantasías y ayúdame a arreglar mis maletas! » ¡Vaya! Apenas me atrevo a respirar. Estoy instalada en la parte trasera de la limusina inglesa Jaguar verde y me siento muy pequeña sobre estos asientos de piel rojizos, en el pequeño vestido ligero que me prestó Pauline, demasiado escotado para mi gusto, pero toda mi ropa estaba arrugada y tenía ganas de mostrarme a Terrence con una mejor apariencia que la que tuve el día que nos conocimos. Max, el chofer, quien porta un traje de buen corte, ajustado a su cuerpo poco corpulento, pero poderoso, gafas de sol redondas y una barba bien delineada, no es muy conversador. Lo único que me explicó mientras metía las valijas en el maletero, fue que nos dirigíamos a Bel Air, en la parte alta de Los Ángeles. A falta de conversación, devoré con la mirada el paisaje y los letreros que anunciaban las rutas que, para mí, hasta ahí eran títulos de películas: Sunset Boulevard, Mulholland Drive... Aún estoy maravillada cuando el automóvil baja la velocidad para subir a lo largo de un pequeño camino, antes de hacer una pequeña pausa frente a un enorme portón que se abre frente a nosotros como arte de magia. El Jaguar se detiene finalmente frente a un enorme edificio, del cual, sin embargo, no me había percatado desde la carretera. Parecía un buque, muy blanco, perforado con inmensos ventanales, encallado entre la vegetación, cuya proa apunta hacia arriba, al vacío, dominando el abismo y la ciudad desde lejos. Max me abre la puerta y salgo del automóvil, con las piernas un poco temblorosas. « ¿Zoé? » Una mujer se encuentra parada frente a mí, inmediatamente me parece simpática. De unos cincuenta años, hispánica, de cabello en chongo, negro, con apenas unas pocas canas, alta y un poco fornida, pero elegante en su vestido negro recatado. Me lanza una gran sonrisa que me pone en confianza. A la americana, me llamó en seguida por mi primer nombre.

« ¿Cómo está? Bienvenida a nuestro hogar. Yo soy Isabella, la ama de llaves del señor Grant. Venga, le voy a mostrar la casa. » Se expresa en inglés con un ligero acento que me parece mexicano. Me hace ingresar en la imponente residencia. La entrada es de hecho un estudio grande, de techo alto, con el suelo embaldosado de blanco y grandes paredes de cristal con vista a las colinas de los alrededores. El mobiliario combina Arte Deco y diseño contemporáneo: sillones suntuosos, de piel o terciopelo, mesas bajas preciosas y mesas de billar están repartidos en los diferentes espacios creados por desniveles. Alcanzo a ver por un ventanal una piscina gigantesca que se encuentra a lo largo de lo que parece ser la proa de un buque que, en lugar de surcar el agua, parece flotar en el espacio. Isabella me invita a seguirla por la larga escalera en espiral que lleva al piso. « Por aquí. Ahí es la habitación del señor Terrence, me dice indicándome una puerta al fondo de la galería; y aquella es su habitación. » ¿Una habitación? Son al menos 60 metros cuadrados, es decir, la medida de un apartamento parisino para una familia de tres. « La dejo para que se instale, si necesita algo, puede utilizar el teléfono interior para llamarme. Sólo estoy yo en la casa, Max fue a recoger al señor Grant al estudio. » Y para aumentar mi expresión asombro: « El señor Grant no es un hombre que le guste estar rodeado de empleados domésticos. Trato de que el equipo que viene a limpiar la casa y darle mantenimiento a los jardines y piscinas venga a horas en las que él está ausente, se acaban de ir. En cuanto a mí, yo vivo en un pabellón de la propiedad en el que paso mis noches, pero tengo aquí, en la planta baja, un apartamento independiente con mi oficina. Yo creo los menús y mando a comprar las comidas, me encargo de que las alacenas y los refrigeradores estén bien llenos. Max se encarga del sistema y, cuando es necesario, del personal de seguridad, quienes están entrenados para ser invisibles. Bueno, la dejo, hasta más tarde. » Es absolutamente encantador. Tengo una cama gigante, un buró con una computadora último modelo, una pantalla plana en el muro, televisión de paga, un pequeño refrigerador lleno de bebidas frescas, un armario enorme, las cómodas fueron adornadas... ¡Ups! ¡Preservativos en el cajón de la cómoda! Supongo que hay en todas las habitaciones... A menos de que ésta sea la habitación que reserva para las jóvenes que atrae hasta aquí bajo diversos pretextos. Sólo Dios sabe cuántas han dormido en esta cama con él... Este pensamiento me entristeció, pero no por mucho tiempo. En primer lugar, Terrence no necesita un pretexto para atraer mujeres a su casa, más bien debe necesitar de guardaespaldas para evitar ser

asaltado por las fans del mundo entero que venderían su alma por una noche con él. Enseguida... me acuerdo de la dulzura en su mirada cuando me encontró llorando frente al Viper Room, del calor en su voz en el teléfono cuando acepté su proposición... ¡no tenía absolutamente nada de predador! Retomo mi inspección. Incluso tengo mi propia terraza de dónde puedo ver el océano y una isla a lo lejos. ¡Estoy impaciente por contarle todo a Pauline! La llamaría en este momento si no tuviera miedo de ser escuchada por Isabella, sería inapropiado, pero le haré un informe general muy rápido. Después de haber acomodado mis pocas prendas en el inmenso vestidor, voy en la búsqueda de Isabella, a quien encuentro en su oficina. – No tengo el número telefónico de Terrence. No sé qué es lo que debo de hacer, ¿dejó algún mensaje para mí? – No esté ansiosa. Me dijo que la vería esta noche al regresar del estudio. Mientras espera, descanse, aproveche los jardines, la piscina... Yo debo ir a la ciudad. – Yo... hem... ¿Hay otros invitados en la casa? – No, sólo está usted. Al señor Grant le gusta la soledad, casi nunca tiene invitados, salvo por su abuela Ethel. Pero no tema, la propiedad está protegida, no debe tener miedo a alguna intrusión. ¡Ni siquiera lo había pensado! Mi conflicto con lo que dijo Isabella no se debía al miedo de quedarme sola, sino a la sorpresa de saber que Terrence no recibe a nadie y que por lo tanto no hay mujeres aquí. Me siento aliviada y al mismo tiempo un poco asustada de encontrarme de manera exclusiva y cotidiana con Terrence. El agua de la piscina está a la temperatura ideal, me di un chapuzón desde que Isabella me dio la espalda para ir a la ciudad, después de haber hablado por Skype con mi querida tía Hélène y por teléfono con Pauline. Antes de irse, Isabella me hizo visitar la casa y los jardines. Ella elogia bastante a Terrence, para el que trabaja desde hace diez años. Cuando lo conoció, él era un muy joven actor que venía de New York y se instalaba en Los Ángeles con el fin de lanzarse al cine. Yo me adapté un poco a esta mansión gigantesca de seis habitaciones y aún más cuartos de baños, con un billar, una sala de cine, dos jacuzzis, un sauna, una sala de deportes e incluso una biblioteca con obras en inglés y francés, la cual me parece muy lejana de ser decorativa. Se puede ver que los libros fueron leídos y que su propietario muestra gustos innovadores, aunque también eclécticos. Estuve tentada a tomar un libro en la espera de Terrence, pero el llamado de la piscina fue más fuerte. « ¿Zoé? » ¡Caramba, ya llegó! ¡Y yo chapoteando en la piscina! Pensaba que escucharía el automóvil llegar y tendría tiempo de ir a cambiarme antes de encontrarme frente a Terrence, pero lo estropeé. Él se para en la orilla de la piscina, yo nado hacía él, horriblemente incomoda con la idea de tener que salir del agua y mostrármele casi desnuda. « ¿Todo está bien? ¿Vio a Isabella? ¿Le gusta su habitación? »

Sin salir de la piscina, respondo a sus preguntas con la esperanza de que termine por alejarse para que yo pueda regresar a mi habitación a hurtadillas, pero él no parece tener para nada la intención de moverse y me mira con una sonrisa pícara; veo que notó mi incomodidad y eso le divierte mucho. « ¿Viene? Vamos a comer un bocado y hablar de trabajo. » En lugar de alejarse como yo esperaba, me acerca una bata de baño que Isabella había dejado para mí. Lo único que puedo hacer es salir de la piscina fingiendo una expresión lo más despreocupada como me es posible. Es curioso cómo mi traje de baño me parece de pronto minúsculo y me da la impresión de que se encoge aún más bajo la mirada abrasadora que me lanza Terrence, quien me mira con detalle sin molestia. Él pone una sonrisa a medias y yo veo que entendió mi incomodidad y que no pretende ponerle fin. Me coloca delicadamente la bata sobre los hombros y sus brazos se detienen alrededor de mí. El tono de su Iphone suena. ¡Uf! Tuve tiempo de tomar una ducha y cambiarme mientras que Terrence respondía su llamada. Cuando vuelvo a bajar, lo encuentro muy ocupado alrededor del enorme islote de su cocina de madera cepillada, cristal lacado y aluminio, realzado con una campana de diseñador. Se cambió de ropa: camisa blanca y pantalón de lino del mismo color, remangado a la altura de sus pies descalzos. Tiene una apariencia impactante. ¡No es por nada que fue elegido el hombre más elegante del mundo por la revista Esquire durante los dos últimos años! Por su parte, parece apreciar el lindo vestido escotado que Pauline me prestó y no lo esconde. Temo haberme sonrojado bajo su mirada aprobadora e insistente, sobre todo a la altura de mi pecho, el cual está demasiado expuesto para mi gusto...pero evidentemente no hasta los senos. Me acerca una copa de vino blanco. « ¿Chardonnay? » Yo lo tomo con gusto. Me encuentro lejos de sentirme cómoda en su presencia. Todo ha sido muy rápido desde mi llegada a L.A., apenas he tenido tiempo de realizar lo que pretendía, pero ahora que nos encontramos frente a frente en este ambiente grandioso e intimidante, necesito hacerme de un poco de valor. « Sígame. » Él toma la bandeja que preparó con algunos bocadillos y su copa de vino, y me guía hasta la terraza del techo, a la cual no había ido; ésta revela, a trecientos ochenta grados, un paisaje que corta el aliento. « Allá está el valle de San Fernando. Allá, a lo lejos, la Isla de Santa Catalina, por allá el Runyon Canyon Park, las colinas de Hollywood y más abajo, Downtown Los Ángeles, el centro de la ciudad, si se le puede llamar a eso un centro... Sabe, aquí no es, ni siquiera New York, es muy extenso, no se puede ir de un barrio al otro sin automóvil... Instálese. »

Tomo un lugar en la mesa que está puesta para dos. Hay algunos sushis, una pimentada ensalada de quínoa: únicamente cosas ligeras y refinadas. Mientras el sol se pone y las luces de la ciudad comienzan a centellar, voy ganando confianza y el delicioso vino blanco me ayuda a relajarme. Hace poco a penas me atrevía a mirarlo y ahora no puedo despegar mis ojos de su rostro. Es tan bien parecido, su cabello marón despeinado, ligeramente bronceado. Lo escucho con atención y todo mi cuerpo vibra con el sonido de su voz grave. Terrence me explica lo que espera de mí y sabe mostrarse lo suficientemente tranquilo para que yo no me asuste con la idea de afrontar este medio del cine, el cual no conozco. Será mi empleador, ya que no se conforma con ser el protagonista de la película y es también el productor, por lo que el contrato me relacionará directamente con él. Se comporta con mucha elegancia y cortesía, simplicidad también. En ocasiones olvido que es una estrella mundial, doble de un millonario, uno de los solteros más codiciados del planeta. Sabe ser gracioso, la comida es muy agradable y me parece que no le soy indiferente. En ocasiones su ojos se detienen en mi boca, su sonrisa se hace cariñosa y tengo la impresión de que va a inclinarse sobre la mesa para besarme. Para mi gran vergüenza, debo reconocer que lo vuelvo a dudar, ¡pero también que espero ese instante! Para intentar esconder mi confusión, le hago muchas preguntas, le pido que me cuente de su llegada a New York, donde creció, si olvida algunos años en Londres, sus comienzos escandalosos en Hollywood, con apenas 20 años de edad. Sé por Pauline, quien me contó, porque ella es más adepta a la prensa de people que yo, que Terrence es el heredero de una gran familia neoyorquina, que ha coleccionado aventuras con modelos y actrices, pero nunca se ha casado. Si responde a mis preguntas, veo que es por educación: le gusta muy poco hablar de él. Prefiere interrogarme sobre mi vida, mis gustos, mis deseos, mis proyectos; se ve muy interesado en la novela que estoy escribiendo. – Usted me impresiona, Zoé. – ¿Yo? ¿En qué? – Tiene una manera tan fina y apasionada de hablar de literatura. Yo elegí esta profesión para ponerme al servicio de las palabras. Sé encarnar personajes, pero tengo el más grande respeto por los que saben inventarlos, hacerlos vivir por medio de las palabras, contar historias, traducir los sentimientos y pensamientos más complejos...Yo no tengo ese talento y lo lamento. Pero usted sí lo tiene. – ¿Cómo puede decir eso? No ha leído nada mío. – Es joven, pero puedo ver el fuego dentro de usted. Le tengo confianza, Zoé. Ante mi mirada dudosa, toma mi mano y la besa. Siento un fuego extenderse desde la punta de mis dedos, hasta el resto de mi cuerpo. No sé cómo retirar mi mano, la cual está guardada en la suya, retomando la conversación como si nada pasara. Me interroga sobre mi infancia y se muestra

conmovido cuando le comento que mis padres murieron en un accidente. « ¿Y sus padres, Terrence? » Su mirada verde se ensombrece al instante, retira su mano y mueve hacia atrás su silla; me da la impresión de que hice la pregunta que no debía hacer. « Mis padres están muertos desde hace mucho. Zoé, se hace tarde, es mejor que nos vayamos a acostar, debe sufrir de jet lag y partimos al estudio a las 6 de la mañana. Me gustaría presentarle al equipo desde mañana » Se levanta bruscamente y a mí no me queda más que seguirle el paso. Me da la impresión de que la temperatura bajó varios grados, y no solamente porque el sol se puso.

3. Embrollos en Hollywood

Fascinante. Es la primera vez que voy a un rodaje y no me pudo ir mejor. El productor del thriller, cuyo protagonista es Terrence, Angry Man, es nada menos que Matt Nicholson, a quien todo el mundo apoda « el nuevo Tarantino ». En sus primeros años de los cuarentas, alto, moreno, con apariencia deportiva y gorra siempre apuntando a la cabeza. Terrence comparte cartelera con la inglesa Tessa Loyd-Bennett, quien a sus 25 años, ha estado en la portada de casi todas las revistas de moda. Es la última adquisición de los confeccionistas, tiene una apariencia muy aristócrata, con su melena rubia veneciana, larga y ondulada, alta, muy delgada y sus vestimentas tan a la moda como provocadoras. Terrence, quien caracteriza a un agente de servicios secretos, tiene también como compañero a James Harper, quien va ascendiendo en Hollywood, moreno de cabello rizado, barba de tres días, cara de ángel y temperamento de fuego. Se hizo notar tanto por la calidad de su actuación como por las locuras en las que se ha visto envuelto. A penas llegando al escenario, Terrence me presentó a todo el equipo. Matt se mostró muy amable, pero se fue rápidamente a dirigir a sus técnicos. James Harper me pareció más pequeño de lo que pensaba, pero absolutamente encantador y cortés conmigo, a pesar de su reputación de bad boy. En cuanto a Tessa, ella simplemente me miró de arriba abajo antes de regresar al maquillaje. Ahí está una con la que tengo pocas oportunidades de hacer amistad. Gracias a Terrence pude asistir al rodaje de una escena. Terrence es un perfeccionista, pidió que se volviera a hacer la escena, hasta que estuviera seguro de que ya no podía quedar mejor. A mí me pareció excelente e impresionantemente mejor en cada toma; no es sólo su buen físico y carisma, es un gran actor y puedo ver que todo el equipo comparte mi punto de vista. Una vez que la escena quedó lista, él se acerca a mí. « Venga, vamos a almorzar. » Lo sigo hasta su « caravana », una gigantesca casa rodante, color negro metálico, en la cual dispone de una sala de estar con sofá, un buró, un gran comedor, una cocina, un baño y hasta una habitación. – ¿No toma el almuerzo con el equipo? – No, prefiero retirarme entre las dos tomas, ya sea para repetir la escena siguiente, para dirigir a distancia mi casa de producción o para tomar almuerzos « privados », me dice lanzándome una mirada que no puedo descifrar. Instálese, vamos a ordenar algo para comer y luego le daré el guion para que lo lea, es momento de que se ponga a trabajar. « Hi sweetie! »

La mujer que acaba de entrar en la caravana de Terrence se dirige directo a él, sin siquiera mirarme. Acurrucada en una esquina del sofá de piel negro, aparto la vista del libreto que Terrence me pidió leer para admirar al espécimen. De unos cincuenta años, sino es que sesenta; es bastante alta, pero trepada en esos Louboutin, se ve gigantesca; envuelta en un pequeño vestido de diseñador, que parece haber sido cosido sobre su cuerpo perfecto, el cual sin duda no se debe exclusivamente a la práctica de yoga. Ella arroja su Kelly Hermès de piel de cocodrilo sobre un sillón y toma asiento en el otro sofá, frente al sillón donde Terrence revisa sus diálogos. « Zoé, dice Terrence en francés, le presento a Jane Kilding, mi publicist. Un tipo de oficial de prensa, corrige mis tonterías y les cuenta a los periodistas, acalla los escándalos, indemniza a las chicas a las que violo, o a las familias de los que mato accidentalmente -o a propósito-, ella entierra los cadáveres... Jane, te presento a Zoé, a quien acabo de contratar para el rodaje, remplazando a Oliver. Zoé es francesa. » Jane apenas parece notar mi presencia, baja sus finas gafas de escamas y me juzga por unos instantes. – ¿Entiende inglés? Dice en su lengua materna, dirigiéndose a Terrence. – Yes, I do, le respondo insultada. – Well, suspira con algo de fastidio, empujando hacia atrás un mechón de su melena desarreglada, de un castaño miel perfecto que no tiene nada de natural. Y bien Terrence, ¿qué significa esto entonces? ¿Es tu nueva girlfriend? – Por supuesto que no, no es más que lo que te mencioné y tú entiendes muy bien el francés que yo sé. – Bueno, es mejor así porque vamos a tener que exponerte con Tessa. Ya comencé el rumor de que ustedes dos tenían un Love affair, la información ya fue publicada, pero ahora necesitamos agregar un poco de imágenes a todo eso. Piensa en lo siguiente: ella es inglesa, es parte de la aristocracia, se roza con la alta sociedad europea. ¡Ya me imagino las fotos de ti con el príncipe Harry, o aún mejor, con el príncipe William y su Kate! El mercado europeo está en nuestro bolsillo. Veo a Terrence un poco desconcertado. – Y sí, Zoé, bienvenida a Hollywood. Por mejor que sea el productor, el escenario o los actores, eso no es suficiente para hacer exitosa una película. Me comprometí con esta película por su interés artístico, pero también soy el productor, por lo que tengo todo el interés de que haga entradas; las ganancias me permitirán financiar otras películas, a las cuales tengo ganas de darles una oportunidad. Así que, si nuestro supuesto romance puede ayudar a la promoción de Angry Man antes de su estreno y darle, al mismo tiempo, un golpe de boost a la carrera americana de nuestra joven británica, quien me resulta muy simpática, no me opongo. Hay peores compromisos que involucrarme con la bella Tessa, ¿no lo piensa así? – Yo... sí, claro. Tocan a la puerta, el asistente del productor vino a buscar a Terrence.

« Regreso en cinco minutos, quédate aquí Jane, tengo algunos puntos que discutir contigo. » No me siento particularmente cómoda al estar a solas con Jane. Yo vuelvo a sumergirme en el libreto, mientras que ella teclea en su IPhone. – No crea que no la reconocí. – ¿Disculpe? – Usted es la chica con la que estaba en el Viper Room, la que todas las revistas people buscan identificar...No, no se sorprenda, es mi trabajo controlar todo lo que aparece acerca de mis clientes, en este caso Terrence. Hace una pausa y luego se inclina hacia mí y me mira directo a los ojos. « Honey, me tiene sin cuidado a quién mete Terrence a su cama, con la condición de que no afecte su imagen, puede acostarse con una desconocida de vez en cuando si quiere, pero, sobre todo, no sueñe con un love affair. He visto desfilar a muchas chicas, sabe; ciertamente, es la primera vez que le ofrece un trabajo a una en recompensa, pero supongo que siempre hay una primera vez para todo, no tendría por qué volverse un hábito, pero tal vez usted tenga un cierto... talento. En fin, sobre todo no se encapriche con él, podría salir lastimada. » No, ¡pero qué zorra! « Le agradezco su solicitud, es muy amable de su parte. » Mi ironía la hace sonreír. – Es verdad, su corazoncito roto es la última de mis preocupaciones. Lo que me molestaría más es que esparciera confidencias en la prensa de people... – Está sofocando aquí, ¿no cree? Voy a tomar aire. Salgo furiosa de la caravana y me pongo casi a correr, sin ver a dónde voy. No, ¿pero qué se cree esa, con sus senos de plástico y su lifting?, ¿que mi único objetivo en la vida es acostarme con una estrella? ¡Por lo menos tengo un poco más de ambición! Cuando finalmente miro a mi alrededor, tengo la impresión de estar soñando. Estoy en París, en la plaza Tertre, en Montmartre. Está todo: el pavimento, las farolas, los cuadros y las caricaturas, pero los pintores abandonaron sus taburetes. Yo me siento en uno de ellos, tengo un poco de melancolía, creo que ya extraño París. ¿Qué... Un perro lamiéndome los pies descalzos en mis sandalias. ¡Guau!

Retiro mis pies de su lengua, pero el fox-terrier a manchas pone sus patas sobre mis rodillas y mueve la cola. Me mira a los ojos, inclinando ligeramente la cabeza de lado: parecería que trata de entender lo que me está inquietando. ¿Cómo poder resistírsele? « ¡Hitchcock, Hitchcock! ¿Quieres dejar en paz a la señorita? » Pero el perro se hace el que no escucha y sigue disfrutando de mis caricias. – No me molesta, no se preocupe; es adorable. – Es un farsante, debe pensar que es normal cuando se crece en Hollywood. Buen día, me presento: Jack di Carlo. La simpática personalidad que está delante mío tiene un nombre italiano, pero un físico muy irlandés con sus pecas, su cabello, su corta barba rubia-rojiza y su ojos muy azules; bastante bajo de estatura, regordete, en los 45 años, con mejillas rojas de hombre que vive bien, con una inclinación por el alcohol, pequeñas gafas rectangulares de intelectual, detrás de las cuales brillan unos ojos maliciosos. Porta un traje de tres piezas de un rosa suave y un sombrero. – Zoé Scart. – Se ve perdida, señorita Scart. ¿Puedo ayudarle? – No gracias, qué amable, todo está bien. – ¿Es canadiense? – No, soy francesa. Definitivamente debo trabajar mi inglés, me desenmascaro desde la primera palabra. – Para nada, su inglés está muy bien y su acento es sin duda encantador. Usted es mucho más comprensible que cualquier americano que venga de.... ¡Texas, por ejemplo! ¿Es usted comediante? Me da la impresión de haberla visto antes. – No, soy consultora en Angry Man. – Ah, la película con Terrence Grant... Se detiene y me mira de arriba abajo. « ¡Pero si usted, es la chica de la foto! » Me sonrojo de tal manera que no es necesario que asienta para darle una respuesta. – No parece encantarle que la reconozcan. Sin embargo, en esta ciudad, es lo que todo el mundo busca. – No vine a L.A. en busca de gloria, para convertirme en una actriz famosa, a mí lo que me gusta es escribir, el anonimato me conviene mucho, ¡pero véame, ahí en todos los sitios de people! Él me mira con diversión. « Tenga cuidado jovencita, yo soy periodista, especializado en el cine y sus secretos, me atrevo a decir que soy uno de los más conocidos de la Ciudad de los Ángeles, ¡una de las más peligrosas

hienas de Hollywood, dirían algunos, depende del punto de vista! Es probable que yo no sea uno de los mejores confesores. » Lo miro y estallo en risa. – ¡Usted no se parece a una hiena! Más bien a un... bulldog. – ¿Un bulldog? ¿Oíste eso Hitchcock? ¡Me parezco a un bulldog! – Pero un bulldog simpático y sonriente… – ...que puede morder, ¡no lo dude! Nos reímos juntos. Es la primera vez que río desde mi llegada y se lo debo a Jack. Continuamos conversando, y yo le cuento en pocas palabras de dónde vengo y, sobre todo, cómo conocí a Terrence. Tiene una manera de ver las cosas en la que dramatiza todo y, desde su punto de vista, mis desaventuras del día anterior parecen finalmente alegres peripecias. De pronto, mira detrás de mí y me interrumpe. ¡Mira! Pero fíjese quién está ahí: su empleador. ¡Hola, Terrence! – Y entonces Jack, ¿no estás hurgando en la basura? – Claro que no, responde Jack sin desmoralizarse, encontré un pasatiempo más agradable, dice mirándome. – ¿Le dijo Jack que era periodista? – Por supuesto, digo yo. – ¿Y que el escándalo era con lo que se ganaba la vida, no? – Yo no lo diría así, mi querido Terrence, interviene Jack. Si los amores y las extravagancias de algunos hacen vivir a otros, más de uno de sus semejantes son muy felices de ver sus caras en alguna de las revistas que usted desprecia, incluso diría que hacen de todo para figurar en ellas. La notoriedad, Terrence, permite revisar las remuneraciones en aumento, rodar publicidades que aportan grandes ganancias... Aquí, si no se habla de usted, usted no existe. Yo diría que las dos partes se satisfacen. Eh, bien, señorita, dice girándose hacía mí, en esta pequeña lección acerca de los secretos de la máquina de sueños, es necesario que la deje. Espero tener el gusto que verla otra vez pronto. ¿Vienes Hitch? Se la regreso, le dice a Terrence, dirigiéndole una sonrisa burlona, antes de alejarse. « Zoé, ¿su tía nunca le enseñó a no hablar con extraños? » Terrence se dirigió a mí con una voz impactantemente fría. Su comentario, así como su tono de voz, me alteran de verdad. « En primer lugar, ya no soy una niña; además, si hubiera seguido ese consejo, no estaría trabajando para usted en este momento. » Terrence me mira un poco desconcertado, luego, estalla en risa. – Exacto. Discúlpeme Zoé, no quiero ser paternalista, usted está lejos de ser estúpida, pero no conoce este medio como yo lo conozco.

– Pero Jack se mostró muy agradable conmigo, contrariamente a otros. Sí, me refiero a su publicist, Jane, quien me toma como una grupi que no sueña más que con entrar en su cama. Jack me reconoció, sabe que soy la chica de la foto y me prometió que no diría nada. – Y probablemente mantendrá su promesa, pero, si es así, es únicamente porque espera algo a cambio. Créame Zoé, me he cruzado con muchos periodistas de su tipo y él es sin duda uno de los más temibles. Usted es libre de creer que es un hombre correcto, pero reflexione bien antes de confiarle todos sus secretos, o los de otros, agrega con un tono solemne, y sus palabras suenan como una advertencia.

4. Gossips en Malibú

« ¡Vamos! ¡La señora no se molesta! » Aunque vive desde hace algún tiempo en Los Ángeles, Pauline no está aún acostumbrada a las residencias de las estrellas; hay que decir que no es invitada seguido. – Afortunadamente traje mi traje de baño, dice Pauline antes de sacarse el vestido y sumergirse en la piscina. Mmm... Demasiado buena, oye, es agradable la mujer que me dejó entrar. – Sí, mucho, Isabella, la ama de llaves de Terrence, hace todo para que yo me sienta cómoda aquí, es un amor. – ¿Y su jefe? ¿Le avisaste que venía? – Claro, no estoy en mi casa y como está bastante expuesto... Pero dijo que sí enseguida, creo que le causaste una buena impresión. – Y se tuvo que informar de Richard para verificar que yo no era del tipo que propaga rumores. Mientras que ella hace algunos braceos, yo me vuelvo a sentar en la reposera en donde estaba trabajando cuando llegó. Se espera que yo retome los diálogos de los papeles secundarios que están escritos en un muy mal francés. – ¿Entonces te diviertes mucho con este trabajo?, me dice Pauline, quien vino a apoyarse en el borde de la piscina. No hemos tenido tiempo de hablarnos realmente desde que te mudaste a este castillo y comenzaste tu carrera en el cine, apenas y has tenido el tiempo de enviarme mensajes. – Lo admito, me encanta y aprendo mucho. – ¿Pero qué haces, por ejemplo? – Ayer asistí a la audición de los papeles pequeños que intervendrán en las escenas que serán rodadas más tarde. Por poco contratan a un belga con un acento grueso que supuestamente era un parisino. El director de casting no veía la deferencia. – ¿No trabajabas con Terrence, entonces? – Paso mucho tiempo con él, pero no todo mi tiempo. En un rato, voy a encontrarme con James. – ¿James? – Hunter. – ¡¿Conoces a James Hunter?! ¡No! ¡Lo adoro! ¿Cómo es en persona? – Es absolutamente encantador, gentil y divertido. He tomado el almuerzo varias veces con él. – ¡Una estrella no te basta, ahora necesitas dos! – Almorcé con él, le decía, y su hermana, Erika, quien es maquillista en la película. Se llevan sólo 2 años de diferencia, él tiene 24 y ella 26, son muy cercanos. Son muy agradables conmigo, no como esa estirada de Tessa. – Déjame adivinar...¿Tessa Loyd-Benett? – Exacto, hace como si yo no existiera, es exasperante. – Lo que te exaspera es que sale con Mister Grant.

– Por supuesto que no, le respondo, y me doy cuenta de que tomé una actitud alterada. No le puedo decir que todos esos rumores son estratégicos. No es que no le tenga confianza a Pauline, sé bien que no lo repetirá con nadie, pero tengo una cláusula de confiabilidad en mi contrato y pretendo respetarla. Además, la verdad es que empiezo a preguntarme cual es la naturaleza real de la relación entre Terrence y Tessa. Ella se ve muy enamorada de él y creo que es en parte por eso que me trata mal. No se puede decir que trabajamos en la misma categoría y, sin duda, ella piensa que no tiene nada de qué preocuparse, tiene razón además, pero es evidente que no le gusta vernos pasar tiempo juntos, los dos. No es raro que haga visitas improvisadas en la caravana de Terrence cuando trabajamos ahí entre las tomas. Y, por su lado, Terrence parece apreciar su compañía, su humor pesado y su alegría; además hay que reconocer que ella tampoco es desagradable a la vista. – ¿Entonces no sucumbiste al encanto del bien parecido Terrence? Debes ser la única. Cuando pienso que hasta vives con él... ¿Ya te lo topaste en ropa interior? – Buen día, señoritas. Yo volteo horrorizada. Cerca de la pisca se encuentra una mujer de unos setenta años, con un traje sastre elegante, recto, gris y amplio, agarrado por una cinta, usando medias a pesar del calor y anunciando una sonrisa desdeñosa. Yo me quedo paralizada, incapaz de responder, recordando las últimas palabras que Pauline pronunció y que esta desconocida forzosamente escuchó. Con un poco de suerte, ella no entiende el francés. « Soy Ethel Grant, la abuela de Terrence. Vengo a pasar algún tiempo en su casa. » Error, acaba de expresarse en mi lengua materna. « Terrence me previno de su presencia en su casa, continúa ella en inglés, mientras venía por mí. Le ha hablado de mí, supongo. » A decir verdad, un poco: sé que ella maneja la fortuna familiar, que vive en New York y que prácticamente ella lo educó. – ¿Y usted es...? dice dirigiéndose a Pauline, quien observa la escena, divertida desde la piscina. – Pauline, una amiga de Zoé, pasé a verla. – Ya veo. No sé bien lo que « ve » pero por su sonrisa fría, no se ve gratificante, tanto para Pauline como para mí. – Entonces trabaja para mi nieto, dice Ethel girándose hacía mí, abandonando a Pauline, a quien veo ahogando un ataque de risa en una voltereta acuática. Siento molestarla en plena sesión de... trabajo, dice de manera sarcástica. – Pauline vino a verme con el acuerdo de su nieto. – Y Pauline ya se va además, dice la interesada saliendo del agua y tomando una toalla. ¡Tengo ensayo!

– Pero si no quería echarla de aquí, susurra Ethel con una sonrisa melosa. – ¡Pero claro que no! responde Pauline, haciendo muestra de la misma falsa amabilidad. – Buen día Pauline, dice una voz por encima de nosotros. Mi amiga levanta la cabeza y hace un saludo con la mano. Terrence regresó del estudio y está parado en la terraza de su habitación que da a la piscina. – Granny, en lugar de aterrorizar a mis invitadas, sube ya a verme. ¿Tuviste un buen viaje? – Terrence, yo también me voy, le digo. James me espera. No participa en el rodaje de hoy, voy a hacer que repita las líneas en francés para la escena que se ruedan pasado mañana, quiere que le diga lo que pienso de su acento. – Ah...bueno, muy bien. Contaba con usted para... No, pero está bien, vaya, me dice, un poco fríamente para mi gusto. ¿Estará celoso de mi visita a James? – ¿Subes, abuela?, dice antes de regresar a su habitación. – Diviértase mucho, me dice Ethel con una sonrisa llena de sobreentendidos, antes de darnos la espalda. En cuanto se fue, Pauline estalla en risa. « Eh, bien, no te vas a divertir todos los días con esta arpía en la casa. No te conviene acercarte demasiado a su nieto, corres el riesgo de que te saque los ojos. ¡Buena suerte! » Pienso que efectivamente, tengo el riesgo de no continuar mucho tiempo con esta cohabitación. – ¿Cómo vas con la búsqueda del departamento? – De hecho no muy bien. Es más difícil de lo que pensaba. Tengo algunas pistas, he preguntado en los alrededores, pero por el momento nada. Pero no me desespero, tomará el tiempo que sea necesario, encontraremos un departamento genial para nosotras dos. No esperes, por lo tanto, vivir con el lujo al cual estás acostumbrada. – Tú sabes que estoy consciente, desde el principio, de que esta situación sería provisional; Terrence e Isabella han hecho todo lo posible para que me sienta bien aquí, no es como si estuviera en mi casa. Cuando el consultor de Terrence salga del hospital, ya no habrá razones para mantenerme en su equipo, ni para alojarme en su casa. Además desde que se dice que Terrence y Tessa están juntos, los paparazis ya no están buscando a la desconocida del Viper Room. Desde la infancia soñaba con compartir un departamento, ¡así que será genial, con o sin piscina! Pienso en lo que acabo de decir, en lo que no menciono, esa punzada en el corazón que siento con la idea de ya no ver a Terrence. Max me dejó frente a la casa de James y Erika, ellos comparten una beach house en Malibú, un cubo blanco grande, escondido en la vegetación. Una vez adentro, estás encerrado: la casa sobresale a la playa y los grandes ventanales no esconden nada del paisaje. Parquet en el suelo, muros con

revestimiento blanco, inmensos sofás bajos, recubiertos de telas étnicas y preciosas, que dan de frente al mar y a la larga terraza de teca, donde están instaladas algunas sillas altas y una gran hamaca. – Se puede ver que te gusta, me dice Erika, divertida al verme boquiabierta. – Quieres decir que me encanta. – Ah sí, es lindo tener un hermano menor estrella de cine. Nunca habría podido pagarme esto con mis ingresos de maquillista. – Sweetie, con tu físico, podrías fácilmente ser top model y estar llena de contratos de publicidad, interviene James. Sólo con tu cabellera, alabando los méritos de un champú, podrías pagarte una casa como ésta. Porque tú lo vales, agrega estallando en risa. James tiene toda la razón. Erika es una muy hermosa chica: alta, de magnífico cabello largo, rubio y grueso, ligeramente ondulado, un cuerpo magnífico de deportista o de ex-animadora. Es muy simple, tiene una apariencia de prom queen. Además estoy segura de que fue reina de promoción. Sin embargo, no se aprovecha para nada de su físico. La he visto en el rodaje rechazar, siempre con gracia, las propuestas de una gran parte del equipo técnico, ciertos actores y hasta a un productor ejecutivo. Es dulce y reservada y desde que nos conocimos, me tomó un poco bajo su protección. También es maternal con su alocado hermano, vela por él y, por la manera en la que lo mima con la mirada mientras que yo le hago repetir su texto, se ve que está muy apegada a él y que lo admira. « ¿Y si fuéramos a nadar, chicas? » James tiene problemas para concentrarse desde hace mucho tiempo, no trabajamos más que una hora. Tiene mucho talento, pero no es trabajador. Se me queda viendo con una mirada suplicante y yo asiento: su acento es bastante bueno para las pocas frases que tiene que decir. No habla francés, pero tiene un buen oído y sabe aparentar muy bien. Afortunadamente, tuve la precaución de ponerme un traje de baño antes de partir de casa de Terrence. Bajamos a la playa por el acceso privado. James tomó mi tabla de surf, me ofreció una de su colección pero me negué, no me siento preparada para afrontar las olas de esa manera, pero espero lanzarme próximamente. Extraño París en ocasiones, sus pequeñas calles, los muelles, el río Siena, sus cafés, pero creo que pude haber encontrado un peor punto de caída que Los Ángeles, sus espléndidas residencias, sus palmeras, su sol y sus playas; además me gusta mucho ver el lado oscuro del ambiente hollywoodense, es muy instructivo y tengo mucha suerte, Terrence es un pase de oro puro que me permite recorrer los secretos del mundo del cine a mi manera. Sé que todo este lujo, estas villas sublimes, la vida con chofer, no es la vida real, no es mi vida y cuido mucho el mantener la cabeza fría y el no tomarle demasiado gusto. Pronto todo esto no será más que un recuerdo. Mientras espero, estoy en la playa de Malibú, nadando con una estrella en ascenso y su hermana, los dos adorables, y yo disfruto el instante. James se pone su pantaloncillo para nadar y se va a surfear mientras Erika y yo nos dejamos secar

por los últimos rayos del sol. – ¿Va bien la convivencia con Terrence? – Sí, muy bien. Sabes, pasamos muy poco tiempo en su casa. Ya sea que está en el rodaje, o que trabaja en los locales de su casa de producción, o que está en una cita con su agente; y yo, cuando no trabajo, escribo en mi habitación. Erika no muestra más curiosidad. Le estoy agradecida por no haber hecho mal entendidos acerca de mi situación. Erika y su hermano, así como Jane, la publicist, son los únicos que saben que vivo con Terrence. Ya he escuchado algunos comentarios acerca de la proximidad que tengo con Terrence, o notado algunas miradas maliciosas, ¡¿qué diría la gente si todo el mundo supiera que vivimos en la misma casa?! « Entonces chicas, ¿están chismeando? » James se quita el traje de baño y se divierte mientras nos salpica de agua al quitárselo. – ¡Para nada! – Vamos, no de mí. ¿Nada de gossip del equipo? ¿Nadie comenta la repentina pérdida de peso de Beverly? ¿El lifting de Gary? – Ah, ya me decía que tenía algo diferente. – Sí, se volvió extremadamente… sonriente. Es normal, ya no puede hacer otra cosa. – ¡Detente, qué malo eres! – Y es por eso que la gente me quiere, hermana mayor. Y entonces, dice dirigiéndose a mí, ¿Erika no te ha dicho de Tessa? Saca un porro de su bolso, lo enciende, le da una gran fumada y me lo ofrece. Yo lo rechazo con un gesto de mano. « ¿Qué con Tessa? » Siento mi corazón presionarse, a pesar de mí. « ¡James! » Yo miro a Erika, quien le acaba de indicar que se comporte por medio de una mirada severa. Evidentemente no es el porro lo que la molesta, es que no quiere que se aborde un tema así. ¡Y yo quiero saber! ¡Sobre todo si es algo que tiene que ver con Terrence! – ¿Qué pasa con Tessa? – Nuestra inglesa favorita se acuesta con… ¡Que no sea Terrence, que no sea Terrence !

– …¡con Matt! – Matt. ¿Matt Nicholson? ¿El director de escena? Claro que no, ¿estás bromeando? Miro a Erika y puedo ver con su sonrisa que James dice la verdad. – ¡Pero si él tiene 20 años más que ella! – La cual es, según los criterios hollywoodenses, una muy pequeña diferencia de edad. – ¡Pero está casado! – Lo cual es común aquí también, pero que por el contrario, es muy mal visto, sobre todo de las grandes personalidades. Su esposa, Ann, es una animadora de televisión muy conocida y apreciada en los Estados Unidos y tienen tres hijos de poca edad. Si esto se sabe, no hay nada más que hacer que una confesión pública y convincente, tal vez incluso en el mismo programa de su desconsolada esposa. En cuanto a Tessa, ella no tiene opción más que regresar a jugar a las cartas con su amiga la reina de Inglaterra, ¡hay pocas posibilidades que vuelva a grabar una película aquí! – James… ¿Podemos cambiar el tema? – ¿Qué pasa Erika, no te gusta que se burlen de la gentil Tessa? – No me gusta que se burlen, simplemente. Además Tessa, puede que no tenga un carácter fácil, pero es una excelente actriz y en lo que a mí concierna, yo no tengo ningún problema con ella. – Eso está claro, tú la maquillas divinamente, no se puede ver su fea piel, prefiere tener una buena relación contigo. Conmigo es insoportable, no intenta fingir ser agradable. Es normal, sabe que no tiene ninguna oportunidad. – ¿No es tu tipo? Estalla en risa. « ¡Ah, no, eso no! ¡Digamos que me gustan más…peludos! » Volteo a ver a Erika sin entender, luego miro a James otra vez. Siento que me estoy perdiendo de algo. – ¿No sabes? – ¿Qué? – Soy gay, Zoé, ¿no habías entendido? – Bueno…pues no. No está marcado en tu frente. – Afortunadamente, porque aquí, todo el mundo, o casi todo el mundo, lo es, pero es mejor que no se sepa, sobre todo cuando interpretas a héroes románticos. No se debería hacer que el público femenino te dé la espalda, dice entristecido; o cuando actúas en películas de acción, en ese caso son los machos quienes no te soportan. La querida Tessa lo sabe porque salí con uno de sus amigos durante un rodaje, en Londres. – No te preocupes, no le diré nada a nadie. – Tengo completa confianza en ti, Zoé. Eres tan pura, sincera, un milagro en L.A… de hecho, si no fuera gay, francamente me hubiera enamorado de ti. – Señor, es usted muy lindo.

– El señor se muere de hambre. ¿Regresamos, chicas? James me llevó en su carro deportivo, un Porsche rojo. Me dejó frente al portón, el guardia de la propiedad me dejó entrar. Creyendo que no había nadie en la casa, me dirigí a la cocina para saciar un loco antojo por chocolate. Las puertas que dan al patio estaban abiertas, escuché voces que venían del exterior. – Te digo que desconfíes de esta chica, no la conoces y la contratas; peor aún, la instalas en tu casa. – No es como si aquí fuera una residencia de dos habitaciones, es casi un hotel aquí, podría alojar a dos familias sin siquiera topármelas. – No bromees con eso. Es una arribista y una francesa, es decir, dos puntos en común con tu madre. ¡Desconfía de ella! Sabes cómo tu madre llegó a su fin, con engaños, utilizándote a ti, y todo lo que sufriste y… – ¡Ya escuché suficiente! Antes de que pudiera darme la vuelta, Terrence aparece frente a mí. La habitación está tenuemente iluminada por la luz exterior, él también me ve de último momento. Me veo como una niña atrapada en delito fragante de gula, con la mano en el frasco de mermelada, ¡salvo que el frasco de mermelada es una caja de chocolates! – Yo… – ¿Escucha en las puertas? – Pero claro que no, le digo recuperando mi aplomo ante su tono agresivo, acabo de llegar, pensaba que no había nadie; además la puerta no está cerrada, está abierta. – Discúlpame, me dice suavizándose, adoro a Granny, pero tiene un don para sacarme de mis casillas. Después de lo que acabo de oír, tengo muchas ganas de responderle que debe tener ese efecto en todo el mundo, pero me contengo; de todos modos es su abuela y no soy más que una invitada aquí, pero mis sentimientos deben leerse en mi cara, a pesar de la débil luz. Él se acerca a mí y me toma de la mano, delicadamente, con su mano libre, acaricia mi cabello. Su mirada hacia mí es tan tierna, que siento cómo me derrito y cómo el cólera que me había invadido al escuchar las declaraciones de Ethel comienza a alejarse. – ¿Escuchó?, me dice con un tono compasivo. Le ruego que no se ofenda. Ella no es mala, sólo es muy posesiva. Me adora y ninguna mujer que se me acerque le simpatiza. – Le habría podido decir que no hay nada entre nosotros, que no soy más que su empleada, eso la hubiera calmado. Al escuchar mis palabras, esboza una sonrisa enigmática. Con la punta de sus dedos, limpia ligeramente un rastro de chocolate en la esquina de mis labios, antes de llevar sus dedos a su boca y lamerlos, sin alejar la mirada.

« ¿Eso cree? ¿No hay nada entre nosotros? » No sé qué responderle, me parece que mis piernas tiemblan un poco, se me acercó a una distancia peligrosa. Ahora me murmura al oído y su mano subió a lo largo de mi brazo, el cual acaricia. Huelo el aroma de su piel, su torso está demasiado cerca de mí y tengo unas ganas súbitas de acurrucármele, pero la presencia de su abuela del otro lado del ventanal me impide perder el control. – No creo que le gustaría a su abuela encontrarnos así de cerca si regresara aquí. – ¿Cree que le tengo miedo a mi abuela?, me murmura poniendo una mano en mi cadera y acercándose un poco más. Con ese contacto, mi respiración se acelera. Tengo ganas de una sola cosa: lanzarme a sus brazos; pero me resisto a la tentación. – Aparentemente no le gustan mucho las francesas, alcanzo a articular. ¿Terrence, le puedo hacer una pregunta? – Lo que usted quiera, Zoé, me susurra con la boca pegada a mi oreja y su mano acariciando mi espalda. Me dan escalofríos. « ¿Su madre era realmente como ella la describe? » ¡Pero qué idiota! ¿Por qué dije eso? ¡¿Y ahora?! Incluso antes de haber terminado mi frase sabía que era un error. Si hubiera querido hacer a Terrence huir, no habría podido ser más eficaz. Él se aleja instantáneamente de mí y yo me siento inmediatamente embargada de frío sin el calor de su cuerpo tan cerca del mío. Se ve enojado sin que yo sepa porqué. Inhala profundamente como para darse valor. « Mi madre dejó a mi padre, yo iba a cumplir 10 años. Se fue de la casa diciéndome que regresaría a buscarme para mi cumpleaños, una semana después. Nunca la volví a ver. Se fue y me dejó detrás sin ningún arrepentimiento, sin duda para ser más libre con su nuevo amor. No sé si es a lo que se le llama justicia divina, pero murió un año después. Es tema está cerrado, no lo volveré a abordar con usted, ¿entendió, Zoé? Le ruego que no me vuelva a hablar de eso. Ahora, si me disculpa, voy a acostarme. Le deseo buena noche. » Y antes de poder decir lo que sea, él trepa por la escalera y desaparece fuera de mi vista.

5. Paso de dos

« Estoy enamorado de ti. Te amo y te amaré toda mi vida » James me abraza lánguidamente y se cuelga de mí para besarme. « ¿Interrumpo? » Reconocí la fría voz de Terrence. Empujo a James, pareja apasionada el instante anterior y ahora risueña, y descubro a Terrence detrás de mí. Nunca lo había visto así de furioso, me fusila con la mirada. « Eh, relax, man, ensayábamos la escena. Tessa estaba otra vez en maquillaje y necesitaba una compañera. » Terrence ignora el comentario de James y se dirige a mí con un tono muy seco y en francés. – Zoé, cuando haya terminado de jugar, me gustaría que fuera con el asistente de Matt a darle un vistazo a la nueva decoración parisina. – Lo siento molesto, ¿hay algún problema? – Haga lo que quiera con su cuerpo, pero fuera del horario de trabajo, por favor. Terrence se aleja rápidamente, dejándonos boquiabiertos. « What the fuck… ¿Qué dijo? » se muere de risa James. No es por coincidencia que Terrence se dirigió a mí en francés, sabe muy bien que James no habla ni una palabra. – Nada, le respondo avergonzada. Tengo que ir a ver una nueva decoración. – Tengo la impresión de que dijo un poco más, me dice James, burlón. Dime, hermosa, ¿tu patrón no estará enamorado de ti? Tengo la impresión de que nos ha hecho una escena de celos. Yo desvío la cabeza, me cuesta trabajo mantener la mirada curiosa y amablemente burlona de James. Efectivamente, parecía bastante una escena de celos. – Para nada, supongo que tiene miedo de que me pervierta en el infierno de Hollywood. – ¡Es verdad que soy el diablo! Aunque detesté el tono empleado por Terrence, no puedo evitar estar contenta con la idea de que los celos puedan haber provocado este arranque de humor. ¿Será posible?

« Acabo de cruzarme con Terrence, ¡no se veía para nada contento! » Tessa se nos une. Ya está personificada con un magnífico vestido en tubo, negro, que resalta su silueta alargada. Evidentemente vio toda la escena de lejos. James no puede evitar provocarla. « No pudo soportar ver a Zoé en mis brazos. » Ella me mira con un aire altanero. – Eso me asombraría. Sin ofender, agrega mirándome con una sonrisa maliciosa. – No me ofendo. Tiene razón. ¿Cómo pude creer que tenía sentimientos por mí? Es necesario que vuelva a poner los pies en la tierra, ¡sino la caída será más dura! – Yo no estaría tan asombrado como tú, responde James. Zoé es una joya. – ¡Es verdad que tú conoces mucho de mujeres! – Ciertamente menos que tú de hombres, eso es seguro, los coleccionas. – Tal vez antes, pero ahora mi corazón pertenece a un sólo hombre y voy a cenar con él esta noche. Estamos listos para vivir nuestro amor a la luz del día. Ella nos mira sonriendo para ver el efecto de sus palabras en nosotros, luego nos deja con sus comentarios confusos. – ¿De quién crees que hablaba? ¿Va a exponerse con Matt? – No sé, con Tessa no hay que fiarse de nada. Hablando de cena, ¿y si nos vemos está noche? Erika tiene un curso de yoga. Te invito al Spago, en Beverly Hills. Tienes que ir por lo menos una vez, es parte de las instituciones de L.A. – ¡Vendido! Mi amiga Pauline está de gira con su grupo por algunos días, Isabella va a ver a sus hijos y yo no tengo ganas de pasar otra noche en mi habitación para evitar a la abuela de Terrence, quien le tiene otra vez una cena de negocios, creo. ¡Salir me hará bien! Esta vez no cometí el error de llegar en los brazos de James a este restaurante exclusivo. Sé bien que aún no es una estrella de la envergadura de Terrence, pero no tengo ganas de encontrarme bajo los reflectores como la novia potencial de un actor célebre. Me vestí para la ocasión, un pequeño vestido Marni con un diseño algo clásico, en tonos verdes que compré en Melrose, en un almacén con mi primer ingreso, porque Terrence me paga por semana. Era mi primera y, hasta el momento, única sesión de compras desde mi llegada. Pauline me llevó a dar el tour a sus tiendas preferidas, elegantes y baratas. Traigo también zapatillas de tacón nuevas y, hecho rarísimo, me maquillé. No tengo ganas de que me rechacen otra vez en la entrada. Lo cual, razonablemente, no puede pasarme, ya que tengo cita con una estrella de Hollywood, a quien encuentro, por cierto, ya sentado en la barra del bar. – ¡Vaya! Estoy a dos pasos de cambiar de bando. – Basta de tus tonterías.

Sé que a James le encanta el galanteo, pero aun así no me sonrojo menos con su cumplido. Una mesera muy amable, y seguramente modelo en sus horas libres, viene a buscarnos para acompañarnos a nuestra mesa. Estamos instalados en unos banquillos a lo largo del muro de cristal. El sommelier nos trae nuestra botella de vino – un vino francés, elegido por James en mi honorcuando James me hace una seña. « Mira detrás de ti. » Terrence. Terrence y Tessa hacen una entrada bastante teatral en el restaurante y todas las miradas giraron hacia ellos. No se puede decir que este tipo de lugar rebosa de turistas, pero incluso las personas que tienen el hábito de convivir con las estrellas -productores, agentes, periodistas, directores- se convierten en simples fans delante de Terrence. Tessa tiene otra vez una de esas tremendas vestimentas cuyo secreto posee: un vestido de seda tejido a la talla y con un gran escote, lo cual le queda muy elegante con su menudo pecho. Su cabello ondulado, arreglado como en los años 20’s, se ve simplemente asombrosa. Terrence porta un traje gris que no reconozco, con una banda de satín más oscura, a lo largo del pantalón y en el cuello del blazer. Nuestra amable mesera va a buscarlos y los conduce a una mesa en el centro de la sala, bajo el ventanal. James estalla en risa. – Decididamente quieren llamar la atención. No pudieron encontrar un restaurante más discreto, ¡ni mesa más discreta! ¡Qué teatro! – ¿Tú crees? Se ven más bien enamorados. Mira, él le toma la mano. – ¿Y quién dijo que no era un gran actor?, me susurra James. ¿Esos dos nos harán un numerito? Yo estoy menos segura que James y para mi gran disgusto, me doy cuenta de que mi humor ya no es tan bueno como cuando nos sentamos. James se da cuenta de eso, pero hace como si nada pasara y me vuelve a servir una copa de vino. Para cambiar mis pensamientos, me cuenta algunas anécdotas picantes de ciertas personas que están en la sala y sabe mostrarse muy divertido. Me río discretamente, me digo, pero mi voz, la cual él ha reconocido sin duda, hace girar a Terrence. Él me lanza una sonrisa amistosa que contradice su mirada oscura, se disculpa con su compañera y se acerca a nuestra mesa con su paso felino. – Zoé, James. ¿Pasan una buena noche?, nos dice con una amabilidad que me parece un poco sobre actuada. – Muy buena, gracias, responde James con el mismo tono. ¿Por qué trabajas aquí ahora, Terrence, haces una encuesta de calidad? – Muy simpático, James, dice Terrence con una larga pero helada sonrisa, antes de plantar sus ojos en los míos y de inclinarse hacia mí. ¿Le gusta el lugar?, me pregunta cambiando al francés. – Sí, mucho. Yo estoy un poco desestabilizada por la intensidad de su mirada, juego con mi servilleta nerviosamente.

« En fin, retomo, digamos que es una experiencia divertida, pero no cenaría aquí todos los días. Conozco un restaurante en Ménilmontant dónde se come también muy bien; se puede degustar un delicioso cuscús por menos de diez euros y sin dress code ni reservación. Debería de probarlo en alguna otra ocasión. Y usted, ¿se divierte con Tessa? », Le pregunto con la sonrisa más amable posible. Puede ser que percibió un poco de celos en mi voz, porque parece haberse suavizado y me mira con una sonrisa divertida y enternecida, me parece. – Es posible que nos veamos y platiquemos un poco esta noche. Me gustaría hablarle. – Tal vez, si no regresa muy tarde. – Se ve impactante esta noche, me dice antes de regresar a su mesa donde lo espera una Tessa evidentemente exasperada. – Va a ser necesario que aprenda francés, suspira James. ¿Qué te dijo? – Nada interesante, habló de trabajo. – Me tomas de idiota, Zoé. Eso no es amable, yo no te he escondido gran cosa, pero está bien, está bien, me dice al ver mi expresión de incomodidad, guárdate tus secretitos, villana, ¡aun así te quiero! – ¡Pero qué declaración! Sorpresa, levanto la cabeza: Jack di Carlo está parado frente a nosotros, muy sonriente, con una gorra en la cabeza y traje verde suave. « ¡Mira, buenas noches Jack! » Él me besa la mano y se gira hacia mi compañero. – Buenas noches James, ¿cómo estás? Hace mucho tiempo que no nos veíamos. – Es cierto. – ¿Se conocen? – ¿Quién no conoce a Jack en esta pequeña ciudad de Los Ángeles? – Entonces jóvenes, ¿la vida es bella? Zoé, ¿ya se aclimató? – Voy mejor, sí , y pues he conocido personas encantadoras aquí. – ¿Verdad que sí? Es verdad que esta pequeña depravada es particularmente hechizante, me dice señalando a James, a quien veo por primera vez un poco incómodo. Mi teléfono móvil empieza a sonar. « Lo siento señores, debo ausentarme, pasé el día entero tratando de encontrarme con mi amiga. » Respondo el teléfono y salgo de la sala para responderle a Pauline. Empezaba a preocuparme, se fue con su grupo y hace ya dos días que no tengo noticias. Pero todo va bien, sólo le ha faltado tiempo y señal, se divierte en San Diego; ya estoy tranquila. Me preparo para volver a entrar al restaurante cuando siento una mano en mi brazo. « ¿Señorita? »

Yo salto con este contacto inesperado y la mujer retira inmediatamente su mano con una expresión de disculpa. Me doy cuenta de que me habló en francés. – Lo siento, no quería asustarla, se disculpa ella, evidentemente confundida por su propio atrevimiento. – ¿Sí? ¿Qué desea? – Siento mucho abordarla así, pero lo que tengo que decirle es extremadamente importante. Mi asombro crece más. ¿Pero para qué me quiere esta mujer? – Debe estar en un error… – Soy Rose Belmont. Veo bien en su mirada suplicante que ella piensa que su nombre debería decirme algo, pero yo intento recordar en vano, ¡no conozco a ninguna Rose Belmont! – ¿Sí? – La madre de Terrence. ¡Esta mujer está loca! « Pero… la madre de Terrence está muerta. » Hablo tan suavemente como puedo por miedo a provocar un arranque de demencia en esta mujer, quien no parece tener toda su razón. – No, estoy viva, retoma con una dulce sonrisa. Necesito hablarle, pero necesitaría su ayuda para eso. Yo cenaba en la terraza, los vi de lejos, parecían ser muy cercanos. Mi presencia aquí es pura coincidencia, pero una feliz coincidencia. Quería contactarla, sé que trabaja para él, que es francesa… – ¿Pero, cómo sabe todo eso? – No le puedo decir. Inquietante. Debí he haber huido inmediatamente, pero tal vez porque habla mi lengua materna, me quedé a escucharla y, con excepción de sus comentarios extraños, esta mujer no tiene la apariencia de una loca. De estatura media, el cabello medio largo y lacio, está vestida sobriamente, pero su vestimenta es de un corte impecable; tiene unos ojos verdes inmensos que me recuerdan…a los de Terrence. ¡Pero él no es el único que tiene ojos verdes, Zoé! ¡Y sobre todo, no entres en su delirio! Habla con una voz muy dulce, tiene una compostura tan digna que no me atrevo a pedirle que se

vaya, aun si sé que es lo que debería hacer. Ella debe leer esta duda en mis ojos. – Debe pensar que soy una loca, pero se lo juro, es la verdad. Puedo traerle la prueba. – ¿Pero por qué no va a verlo directamente? – Cree que estoy muerta desde hace veinte años. Es imposible plantarse así en este restaurante, frente a todo el mundo. Pero tengo tantas cosas que contarle, tantas cosas que él no sabe… Me mira con insistencia, llena de esperanza y yo no sé qué responderle, me da un poco de miedo y también un poco de pena. Parece creer en su historia. No hay nada repulsivo en esta mujer, es incluso del tipo que inspiran confianza… si tan sólo no contara historias tan extraordinarias. – Escuche, lo siento, no puedo hacer nada por usted. – Yo entiendo. Tenga, es mi tarjeta, piénselo bien y llámeme si cambia de opinión. Tomo la tarjeta sin reflexionar y vuelvo a entrar en el restaurante casi corriendo. A penas y respondo al saludo de Jack, quien sale del establecimiento. Meto mi teléfono, junto con la tarjeta, en mi bolso de mano de lentejuelas. – ¿Qué pasa? Parece que viste un fantasma. – Nada, nada, todo está bien. Bebo un poco de vino para recuperarme. Algo, no sé qué, me retiene de contarle esta historia a mi compañero de cena. « Entonces, ¿dónde estábamos?, le digo un poco animada por el alcohol. ¿Pedimos un postre? » James me llevó a casa y regresó a Malibú, mañana tiene rodaje temprano. Cenamos bastante temprano, a la americana. Subo a la terraza del techo. Me gusta venir aquí, mirar las luces de la ciudad y además sé que Ethel nunca sube. Si Terrence me busca, me encontrará rápido, es aquí a dónde vengo a trabajar o escribir cuando no estoy en mi habitación o en la piscina. Encuentro este lugar inspirador y, si se está un poco abrumado por el calor del día, en la noche es fresco. El tiempo avanza y Terrence no aparece, Me siento un poco agitada. No sé de qué me quiere hablar, me doy cuenta con consternación e incluso vergüenza de que la idea de un acercamiento entre Tessa y Terrence me aterroriza y me da horror; unos celos perversos se insinúan en mi mente, pero trato de apagar este sentimiento lo más rápido posible. Así como las visiones de Tessa y Terrence besándose fogosamente empiezan a torturarme y, entre más crece la espera, éstas son más numerosas e insistentes. « Zoé. » Apoyada en el pasamano, con los ojos sumergidos en la semioscuridad del cañón, no me giré cuando lo escuché acercarse. No sé por qué tengo un poco de nervios. Aun cuando aprendí un poco a conocerlo, aun si convivo con él todos los días, Terrence ejerce una fuerte impresión en mí. Además no sólo sobre mí, es por eso que es una estrella de la pantalla grande y, aun si no lo fuera, tiene un

carisma natural, un magnetismo que hace que lo vean en cuanto entra en una habitación, lo conozcas o no, aun si intenta ser discreto. – ¿Está usted ahí? Regresó muy temprano, a pesar de que parecía apreciar su encuentro con James. – James es una muy buena compañía y es agradable a la vista. No agrego nada más. Aparentemente, Terrence no sabe nada de la orientación sexual de James y, ya que nuestra proximidad parece exasperarlo, no tengo ninguna intención de desengañarlo. – Supongo que Tessa es también muy entretenida. – ¿Está celosa? Su voz ya grave, me parece aún más profunda, más sensual, lo que me causa más dificultades. Está muy cerca de mí, me recargo en el pasamano que está a mis espaldas. « Por supuesto que no. » ¡Dios mío, tiene razón, estoy celosa y me odio por eso! – Sí, lo está, me dice tomándome del mentón para forzarme a verlo. – Es usted quién está celoso de James. Él sonríe. – No hay nada entre Tessa y yo, usted lo sabe bien, asistió a mi conversación con Jane. – Pero esta noche se veían muy cercanos. – ¿No es nuestra profesión « aparentar »? Me mira con una sonrisa muy dulce. Huelo su aroma a almizcle y el de su piel mezclados, y eso casi me embriaga. « Es el mundo en el que vivimos, Zoé, el mundo del cine, un mundo de mentiras. Se nos paga para mentir en la pantalla grande, mentimos para complacer a la mayoría, inventamos historias de amor y escondemos otras. Todo eso para hacernos querer por personas que también mienten, para conocernos, para acercársenos. La gente es capaz de cualquier cosa, ni siquiera se imagina. Mujeres que nunca hemos visto nos hacen pruebas de paternidad, nos acusan de violación; algunos se hacen pasar por miembros de nuestra familia, antiguos novios o novias del bachillerato… ¡Mi agente fue incluso contactado por una mujer que dice ser mi madre! » ¡Oh ! ¡Dios mío, debe ser la mujer con la que me crucé esta noche! « ¿Por qué cree que vivo solo, que siempre he vivido solo? ¿En quién se puede confiar cuando se es una estrella de cine y un millonario? Las mujeres le hacen declaraciones apasionadas a los cinco minutos de conocerlas, se le ofrecen sin que haya tenido que levantar un dedo para seducirlas. Ni siquiera saben quién soy, ven mi apariencia, mi fortuna, pero mi humanidad, mi corazón, lo que

pienso o lo que me gusta no les interesa. ¡Ah! No voy a quejarme, lo disfruto y conservo mi libertad completa. Es un mundo de locos, pero es el mío, el que elegí. Pero usted, Zoé, usted no es así, la he observado, usted se interesa en las personas; el dinero y la gloria la impactan, la intrigan, a veces todo eso la divierte, pero no corre detrás de eso y es por eso que me gusta tanto. » Se inclina hacia mí y sus labios rozan los míos, sé que debería rechazarlo pero no quiero, mi cuerpo no quiere. Su boca se hace más insistente y bajo su dulce presión, entreabro los labios. Su lengua acaricia la mía y siento cómo me fundo en sus brazos. Él cubre mi rostro con besos. Con un esfuerzo sobrehumano, logro recuperar la razón y lo empujo firmemente con las dos manos. Él me mira con asombro. – Lo siento, Terrence. No puedo. Soy su empleada, no una grupi recogida en un club nocturno, no soy del tipo que se acuestan con alguien una noche y olvidan al día siguiente y, si llegamos más lejos esta noche, ¿cómo podría verlo a la cara mañana, trabajar para usted como si nada hubiera pasado? Usted sin duda es capaz, pero yo no. – Tiene razón, me dice pasándose una mano por el cabello. Fui estúpido, perdóneme. Se da la vuelta y se aleja rápidamente, dejándome sola en la terraza. Yo aún tiemblo por el golpe de emociones que ese beso despertó. Me arrepiento de haber sido así de caballerosa, tengo ganas de gritarle que regrese, de correr detrás de él para atraparlo y encontrar sus brazos, su boca, pero mis pies son de plomo y me quedo fija, con una mano en mis labios, en los cuales siento aún el calor de los suyos.

6. Pretty Woman

- Buen día Jane. – Buen día eh… Ni siquiera me esfuerzo en darle mi nombre, lo va a olvidar de cualquier manera. Jane está obsesionada con su trabajo, puede retener centenas de nombres, siempre y cuando sean los de actores, periodistas, directores… No es desagradable ni despreciativa conmigo cuando me la cruzo, simplemente no existo, y es tan así que no cree que tenga ninguna influencia en la imagen o carrera de su cliente. Se molestó un poco cuando supo que vivía con él, pero Terrence supo tranquilizarla y, en su presencia, él es bastante distante conmigo. Además seguramente piensa que no soy una rival potencial para Tessa, a quien le lanza a los brazos. Sin duda alguna, si nos hubiera visto hace dos días en la terraza, se habría interesado más en mí y, además de mi nombre, conocería más o menos todo sobre mí, desde mis estudios hasta mi talla. Me sirvo un café que la atenta Isabella acaba de preparar. Terrence no ha bajado aún y Jane, asombrosamente matinal, espera hojeando periódicos en la barra, híper arreglada desde las 8 de la mañana, con un traje sastre veraniego, blanco, y calzando unos stilettos altos de pantera. « Lindo trabajo », la escucho comentar. Luego, acercándome el periódico: « ¿No le parece que combinan maravillosamente? » Ahí, delante de mí, Terrence besando a Tessa en un automóvil. Jane me mira y yo trato de esconder todas las emociones que invadieron como un sofoco de fiebre. « Sí, es verdad », le respondo con una voz floja. Miro más atentamente y reconozco el escote y el peinado de los que Tessa hacía gala la otra noche en el Spago. Entiendo entonces que eso era parte de un plan: ellos sabían muy bien que los paparazis les seguirían los pasos a la salida del restaurante y que tendrían así estas fotos supuestamente robadas en el automóvil, así como esas de Terrence siguiendo a Tessa en el interior de su casa, pero yo sé con seguridad que él no pasó la noche con ella. – Tengo la impresión de que esos dos están hechos el uno para el otro, retoma Jane. – Jane, olvida que yo estaba ahí cuando le sugería a Terrence mostrarse con ella, para hacer rumor alrededor de la película. – My dear, ¡si supiera el número de parejas que se han formado así en Hollywood! Algunas han durado incluso años, algunos incluso han tenido hijos, entonces… tengo fe. La pequeña Tessa me

parece bastante amorosa, tal vez sea ella quién lo lleve a la iglesia, ¿quién sabe? Su sonrisa satisfecha, su expresión alegre, sus comentarios y la mirada irónica que me lanza por encima de sus gafas Chanel comienzan a exasperarme seriamente. « En primer lugar debería elegir entre los dos. » ¡Ay! ¡Se me salió solo! « ¿De qué me habla? » Me quedo muda, con la nariz inclinada a mi panecillo de arándanos, pero la fina y hábil Jane comprendió que yo poseía información importante y sé que no me soltará hasta que le haya escupido la sopa. Debí enrollarme la lengua siete veces en mi boca, antes de hablar. Detesto divulgar chismes y lo que hace Tessa no me concierne después de todo. Jane se levantó de su taburete y se me acerca, haciendo sonar sus tacones en la baldosa. « Zoé, por favor, viene a susurrarme al oído como la serpiente de El libro de la selva, Kaa, con su hipnotizante “Tenga confianza”, dígame lo que pasa. » Me siento paralizada y desprovista de cualquier fuerza para resistírmele. El hecho de que esta vez recuerde mi nombre le da un tiro de gracia a toda esta inconsistencia de guardar la información para mí y ella tiene argumentos imparables. – Es la carrera de Terrence que está en juego, Zoé, debe decirme. – Parecería… Me dijeron que… que… – Hable sin miedo. Jane puso su mano con una perfecta manicura y enormes uñas rojas en mi antebrazo. Sus ojos no están más que a unos pocos centímetros de los míos. ¡Kaa! – Escúcheme bien, sweetie. Si Tessa tiene una Aventura con otro hombre y eso termina por saberse, podría tener consecuencias en la carrera de Terrence. Si bien le va, pasaría como un cornudo, lo que no es lo mejor para su imagen: pasaría directo del estatus de sex symbol, de hombre ideal, al de víctima. Si, como me imagino, porque no veo otra razón para su silencio, ella tiene una aventura con un hombre casado, entonces ahí… va a haber una lluvia de suposiciones, cada periodista va a partir de su versión, va a ser una explosión monstruosa, de todo y cualquier cosa. Se acusará a Terrence de haber servido de pantalla para esconder una relación extraconyugal, luego que tiene falta de moral, de haber actuado que estaban enamorados cuando no había nada entre él y Tessa para promover su película…. – ¡Lo que es verdad! – ¿Pero quiere usted que eso se sepa? Me dice secamente, mirándome por encima de sus gafas.

No, no quiero, no lo apruebo, pero entendí las motivaciones de Terrence y que este romance de ficción no traía consecuencias. « Y ni siquiera le menciono las repercusiones en la carrera de Tessa. Esa joven atolondrada no se da cuenta de lo que hace, ni de las consecuencias de sus actos, se arriesga a no salir ilesa. Dígame lo que pasa y yo arreglaré todo. » Debo hacerle caso a la razón, aun si me repugna, los argumentos de Jane son justos. Doy un gran respiro. « Tessa sale con Matt Nicholson. » Se me queda viendo fijamente por algunos instantes y yo creo ver lo engranes de su cerebro ponerse en movimiento, luego sale rápidamente a recuperar su teléfono y su bolso Vuitton que están en la barra y sale precipitadamente, sin siquiera decirme adiós. Veo que hace una corta llamada telefónica antes de subirse a su coche Mercedes y arrancar rápidamente. Algunos minutos más tarde, Terrence aparece en la cocina. Su cabello está aún húmedo, bien afeitado. « ¿Jane se fue? Escuché su automóvil, pero teníamos cita… ¿Qué pasó? » Me avergüenzo de mi participación en lo que acaba de pasar y prefiero mantenerme evasiva. – Tuvo que irse precipitadamente, una emergencia aparentemente, pero dejó los periódicos para usted. – Pff, no es necesario, sé muy bien lo que hay ahí, me dice desdeñosamente. Bueno, hoy Zoé, va a ir a una misión a Beverly Hills. – ¿Ah sí? – Sí. Usted sabe que el rodaje se interrumpió durante una semana. Voy a aprovechar para partir de promoción a algunas ciudades para It Happened again. Esta noche es estreno en Los Ángeles y me gustaría que me acompañara. – ¿Yo? – Sí, usted. Tómelo como una recompensa por su dedicación y el buen trabajo que realiza en esta película. Ya verá que será una experiencia nueva y es bueno tomar todas las experiencias cuando se es escritor. Nos va hacer falta una vestimenta para la noche. Max va a acompañarnos a Rodeo Drive, él se hará cargo de las facturas, usted no se preocupe de nada, tome todo lo que necesite: vestido, zapatos, bolso… No quiero que escatime en gastos. Ya se habrá dado cuenta de que no tengo particularmente problemas de dinero, agrega irónicamente, así que complázcase. Eso me complacerá a mí, insiste. – Pero no puedo aceptar. – Si no lo hace usted, voy a elegir por usted y le enviaré el vestido, o aún mejor, le voy a pedir a Granny que lo haga. ¿Le gustaría usar un vestido elegido por Ethel?, me dice con una falsa actitud interrogadora.

¡Por supuesto que no! Pretty Woman. Conozco mis clásicos y tengo la impresión de ser Julia Roberts mientras me alisto para recorrer las aceras de Rodeo Drive. Salvo que es Max y no Terrence quien está a mi lado. Me cae bien Max, hemos aprendido a conocernos, es un hombre profundamente gentil bajo su caparazón de músculos, pero no le gusta mucho hablar y no me veo probándome vestidos frente a él, aún menos pedirle su opinión. En el camino, le llamé a Pauline al rescate, su opinión me será muy útil; además yo no me siento cómoda con la idea de entrar en estas tiendas glamurosas, pero a Pauline nada la intimida. ¡Qué calle tan graciosa! Me pongo a reír cuando me doy cuenta de los candelabros de cristal dentro de los cubos de vidrio que están colgados en las farolas. Todo se ve un poco como de papel maché, tengo la impresión de estar en Disneyland. « ¿Nos vamos? » Pauline se nos unió. Mientras esperamos a Max, quien fue a estacionar el automóvil, le cuento a Pauline mi encuentro con la mujer que pretendía ser la madre de Terrence. – ¡No! ¿Le comentaste a Terrence? – Es muy sensible con respecto al tema de sus padres, de su madre en particular, así que preferí callarme. – ¡Pero tendrías que haberlo hecho! ¿Ella cómo es? – Eso es lo raro, es una mujer muy bonita, muy elegante, que cenaba en un restaurante fino, ¡nada que ver con una loca! – ¿Por lo menos se parecía a Terrence? – Pues… Tiene los ojos verdes que se le parecen bastante, le digo un poco dudosa. – ¡Ah, es muy gracioso! ¡Te dio su tarjeta, deberías de contactarla! ¡Me gustaría mucho saber qué « revelaciones » quería hacer! – ¡Basta, no es gracioso! Esa pobre mujer debe estar completamente chiflada, no voy a alentar su delirio. Max regresó, podemos recorrer Rodeo Drive: Prada, Vuitton, Yves-Saint-Laurent, Gucci y Armani nos abren los brazos. No sé si es la presencia de Max a nuestro lado (con sus gafas oscuras, su traje entallado y su apariencia imponente) que inspira tanta consideración, pero el personal de las boutiques es particularmente amable con nosotras. A pesar de todo eso, no encuentro nada de mi gusto o del de Pauline. « No, demasiado moderado. » « ¿Vas a hacer tu primera comunión? » « Muy ochentero. » « Demasiado largo. » « Definitivamente no es tu color. »

Empiezo a sentir el desánimo, nunca encontraré nada aquí esta noche. « Ven, vamos a buscar Dior. Si no encuentras tu felicidad ahí adentro, dejo de llamarme Pauline, además es una marca de nuestro país, ¡presiento que pondrás en alto los colores de Francia! » Ingresamos en el enorme cubo de cristal y metal de la boutique Dior; la decoración es maravillosa, en tonos grises. Mientras admiramos las maravillosas piezas de confección en la planta baja, veo a Max hablar muy bajo con una elegante vendedora, la cual asiente y se dirige hacia nosotras. « Síganme, por favor » Nos lleva al segundo piso. Estamos en el salón VIP y nadie parece estar molesto por nuestras vestimentas informales. Comprendo que la influencia de Terrence se extiende hasta aquí. Max parece ser conocido aquí: me pregunto cuántas mujeres llevó a Dior. Mi corazón contrae con este pensamiento. Instalada en el sofá, Pauline bebe a sorbos su champaña con deleite, mientras degusta galletas. Yo me pruebo algunos modelos exclusivos que me trajeron, piezas de alta costura. Me quedo atónita frente a un vestido corsé rojo profundo, sexy pero muy elegante. – Ah, encontraste algo… ¿Te lo vas a probar? – Me encanta, pero no es muy mi tipo. – ¿Y cuál es tu tipo? Está genial, vamos, pruébatelo, deja ver. Me pongo esa maravilla y me siento transformada inmediatamente. – ¿Qué piensas? – Te ves… wow… impresionante. – ¿Tú crees? No soy yo. – Es tu nuevo « tú ». El « tú » de Los Ángeles, el « tú » que va por la red carpet y no por Sorbonne. Te ves magnífica, ¿no es cierto, señorita?, dice deteniendo a una vendedora. – Ese vestido le va perfectamente, señorita, me responde en francés, y el rojo le sienta maravillosamente. Le envío a la costurera para hacer algunos retoques rápidos en el largo del vestido, algo muy sencillo. Mientras espera, ¿desea ver los zapatos y accesorios? Miro a Pauline y veo que, como yo, le cuesta mucho trabajo no estallar en risa. « Sí, claro, dice de la manera más seria del mundo. ¡Tráigale zapatos y ropa interior! ¿Ya no tiene más galletas en el café? » – Zoé, ¿está visible, puedo entrar? – Me estoy probando la vestimenta para esta noche, Terrence. Si pudiera esperar…

Pero no espera a que termine mi frase, entra en la habitación y su silueta se recorta en el reflejo del espejo. Trae jeans ajustados y una camisa, pies descalzos. Su vestimenta tan simple contrasta con la mía, tan sofisticada. Los roles parecen invertidos. Percibo en su mirada algo que vacila. Ya está, un vistazo fue suficiente, me encuentra ridícula en este vestido escarlata de seductora patentada que no se me parece. Jamás querrá ser visto conmigo del brazo, cuando tiene el hábito de anunciarse con bellezas impresionantes. ¡¿Pero qué estaba pensando al elegir este vestido?! « Sí, lo sé, Terrence. Lo siento, parezco un jarrón de porcelana, pero… » Su voz, que de pronto se volvió ronca, me detiene en seco. « Se ve espléndida. » Con mis ojos abiertos como platos por la sorpresa, veo por el espejo su mirada que sigue el escote que deja ampliamente ver mi espalda. Se me acerca y siento el calor de un dedo rozar la parte alta de mi columna y quedarse ahí; ese simple contacto cambia todo. Sus ojos se fijan en mis glúteos estrechos pero redondos, muy hábilmente moldeados en la fina tela. Yo tengo tal malestar que cierro mis ojos para no ver el deseo que leo en sus ojos, en ocasiones tan distantes. Siento su aliento en mi nuca, su palma caliente que dibuja curvas en mi espalda, desciende y vuelve a subir en forma de onda, que me parece interminable. Una sorda languidez me invade. De pronto, Terrence me hace girar hacia él. – Zoé, sweetheart, supo esconder su juego. – Terrence, yo no escondo nada, yo… – Calla. Él pone dulcemente un dedo sobre mis labios, siento el deseo subir en mí y éste es al menos igual de fuerte que el que puedo leer en sus ojos. Lentamente, retira una a una las pinzas que mantenían el chongo que yo había amarrado torpemente. Se apodera a manos llenas de mi cabello, el cual vuelve a soltar sobre mi espalda y sumerge su rostro en mi cuello, el cual cubre de dulces besos. Mordisquea mi oreja, la explora con la punta de la lengua y regresa a mis labios; tengo la impresión de nunca haber sido besada antes de esto, no así, no con tal fogosidad y, al mismo tiempo, con tanta delicadeza. Sus labios suaves, su lengua hábil… Me agarro de su camisa para no tambalear, estoy tan temblorosa que no me doy cuenta de inmediato de que sus manos se disponen a abrir la cremallera de mi espalda. Un aire de pánico me ahoga, él debe sentirlo porque se detiene. « ¿Sí quieres? » Ese tuteo repentino me altera más aún que sus manos en mi piel. Su voz tiene una infinita dulzura, su mirada es tan tierna… ¡Ya me harté de ser razonable! No me importa saber que es mi patrón, que es una estrella, que

probablemente me tirará como una vieja calceta; tengo ganas de él. Pongo mis manos alrededor de su cuello. Terrence sonríe, comprendió que me estaba entregando a él, totalmente. « Cierra tus ojos. » Lentamente, desliza el vestido a lo largo de mi cuerpo estremecido. Estoy delante de él, casi desnuda. Me hace girar delicadamente hacia el espejo. « Mírate. » Abro los ojos y me veo, los senos cubiertos con sus manos cálidas, el sexo a penas disimulado con una braga de encaje rojo. « ¿Ves lo hermosa que eres? Me vuelves loco. » Tengo problemas para reconocerme en esa chica despeinada, con el cuerpo expuesto, tenso por el deseo que se muestra frente a mí, pero lo que veo me gusta. Terrence despega una de sus manos de mis senos, la hacer recorrer mi vientre antes de abrir el elástico de mi frágil ropa interior y perder sus dedos en el vello de mi pubis; siento su dedo índice insinuarse en mi hendidura, muy lentamente. ¡Oh Dios mío! Mi sexo está excitado y se excita aún más cuando su dedo cosquillea mi clítoris. Lo deseo, tanto como él a mí, considerando la presión cada vez más fuerte de su sexo contra mis glúteos. Me giro hacia él y, antes de que comprenda lo que voy a hacer, bajo su cremallera y halo su pantalón, su mirada un poco desconcertada me da el valor que me faltaba y saco su sexo rígido de su calzoncillo de seda. Rozo el largo y grueso miembro erigido con la punta de mis dedos exaltados y Terrence comprende la invitación. Él brama con mi audacia, se libera de sus jeans y me levanta con pasión, con las manos encajadas en mis glúteos. Me arroja a la cama, yo lo espero palpitante y ofrecida. Mis piernas se abren involuntariamente, como una invitación. Siento por fin el peso de su cuerpo musculoso sobre mí, sus bellas manos tan cuidadas deslizan mi braga de encaje muy delgado hasta mis tobillos, la retira sin quitar los zapatos de tacón muy alto que me puse para probarme el vestido. Con las rodillas en la orilla de la cama, Terrrence contempla mi cuerpo lascivamente abandonado, y esta vez completamente desnudo, simplemente adornado con las zapatillas rojas. Su mirada se fija en mi sexo que se enciende rápidamente. Él retira su camisa, mostrando un torso poderoso y liso, el cual ansío ver presionado contra mis senos. Estiro mis manos hacia él para invitarlo a tomarme, pero él ignora mi solicitud para subir lentamente a lo largo de mis piernas, las cuales roza con sus labios, pausando su irresistible ascenso con besos tiernos.

Él lame el interior de mis muslos, los que se estremecen con ese contacto cálido y húmedo, luego los abre de una manera decidida y su seguridad masculina me altera y excita aún más. Su boca se coloca por fin en mi sexo. ¡No, ahí no! ¡Bueno… sí! Un poco incómoda, quisiera resistirme, pero esa lengua que siento hundirse en mi intimidad me quita toda mi decencia. Mis manos se pierden en su sedoso cabello, presiono su cabeza entre mis muslos, mientras él acaricia con su lengua mi clítoris hinchado por sus delicadas caricias; él lo lame dulcemente, luego lo pone entre sus labios y succiona, vuelve a hacerle un cosquilleo con su lengua, la cual enseguida introduce más abajo y su deliciosa maniobra me hace perder la razón. Gimo involuntariamente y doy un vistazo inquieto hacia la puerta, me doy cuenta de que tuvo la delicadeza de volver a cerrarla al entrar, entonces gimo más fuerte, empujo mi sexo contra él y gozo contra su boca. Mientras recupero un poco mis cabales, Terrence se endereza y va a abrir el cajón de la cómoda, cerca de la cama, dónde encontré los preservativos cuando llegué aquí. Yo aprovecho para admirar su espalda de hombros anchos, sus glúteos con músculos maravillosamente dibujados, su cadera estrecha, sus largas piernas de gran fiera. Su cuerpo es perfecto y totalmente deseable. Él se gira hacia mí y, al ver su pene levantado, me emociono a causa del deseo que le inspiro. Terrence se pone rápidamente el preservativo que sacó del cajón y regresa a arrodillarse cerca de la cama. Me mira y comprendo que busca mi consentimiento pleno y completo, yo muevo la cabeza en señal de consentimiento; a pesar de mi placer, el deseo está aún presente: se acuesta entonces sobre mí y me penetra. Su verga no se topa con ninguna resistencia, soy completamente suya mientras entra en mí. Nos miramos maravillados al ser uno mismo. Su boca se apodera apasionadamente de la mía, nuestras lenguas se mezclan y comienza un exquisito vaivén. Siento su miembro introducirse cada vez más en mí; acaricio su espalda, su piel es curiosamente suave, casi femenina sobre sus músculos tan viriles; yo empuño sus glúteos duros, acompañándolo en sus movimientos cada vez más rápidos. De pronto se detiene y se pone a lamer mis senos, mordisquea mis pezones, los cuales se endurecen apuntando hacia él como una ofrenda, acaricia mi cabello. Mi cuerpo está ardiendo de nuevo, me arqueo bajo él. Nunca había sentido algo así. Terrence sonríe cuando le suplico que retome su penetración, pero veo bien que él tampoco puede retener más su excitación. Vuelve a ir y venir sobre mí y yo cruzo mis piernas sobre su espalda baja para retenerlo. Él me coge por la cintura y se levanta. Aquí estoy colgada de su pene, con las piernas enganchadas en su espalda, mis senos a la altura de su boca golosa, los cuales besa y mordisquea con pasión. Nos veo a través del gran espejo, al pie del cual yace mi vestido, como una mancha de sangre sobre el piso encerado. Terrence me anima a imponer mi ritmo y yo me dejo llevar escuchando mis sensaciones y ganas, frotando mi pubis contra el suyo; mi clítoris estimulado por esta fricción irradia placer. No puedo quitar la mirada del reflejo de nuestro abrazo en el espejo de cuerpo entero, observando mi propia forma, tan fascinada como excitada por mi cuerpo y por el de mi compañero. Me descubro a mí misma como amazona impúdica, Terrence me reveló a mí misma. Adoro la sensación de sus manos sobre mis glúteos, los cuales manosea y aleja para acompañar mis movimientos de cadera. De pronto

me deja caer de espaldas, está de nuevo sobre mí. Una de sus manos mantiene mis muñecas por encima de mi cabeza, la otra está agarrada a un seno. Hago como si intentara soltarme, pero esta débil resistencia no hace más que reforzar su deseo y el mío también. Nuestros movimientos concuerdan maravillosamente y pronto nos dejamos llevar por movimientos ondulatorios sexuales. Abro ligeramente mis ojos por el placer, justo a tiempo para admirar el goce en su rostro. Terrence está recostado cerca de mí, pero su mano se quedó sobre mi seno, su rostro está acurrucado contra mi hombro, yo me giro hacia el ventanal y lo siento pegarse a mí inmediatamente, mientras me rodea con sus brazos. No termino de creer lo que acaba de pasar, me gustaría quedarme así toda la vida, entre sus brazos, nunca moverme, pero tengo las ideas lo bastante claras para recordar que debemos prepararnos para la noche y, sobre todo, que Jane va a llegar, ¡y sobre todo que no puede encontrarnos desnudos, en reposo post-coital! Estoy segura de que Terrence guardaría su compostura habitual, pero yo… Lo único que podría hacer es tomar el primer avión a París para esconder mi vergüenza. Sin que quiera realmente, trato de soltarme de los brazos de Terrence, quien me retiene firmemente. – ¿A dónde vas? – Es necesario que tome una ducha y me prepare para el evento y usted debe ir a hacer lo mismo. – ¿Me hablas de usted otra vez?, me murmura al oído. – Por favor, Terrence…. – Háblame de tú… – Terrence, te lo ruego… Pero no quiere aflojar su abrazo y retoma sus caricias en mis senos y glúteos. ¡Tiene otra erección! Siento con asombro el sexo endurecido de Terrence nuevamente contra mis glúteos. ¿Ya ? –Terrence, ¡Jane va a llegar! – Esperará. Siento una de sus manos deslizarse hacia mi sexo adormecido, el cual se despierta de inmediato con sus dedos expertos. Él juega con él, mientras que su lengua se insinúa en mi oreja. Es delicioso y estoy excitada muy rápido. Viéndome lo suficientemente húmeda como para no tener ganas de escarpar, Terrence se gira rápidamente para tomar otro preservativo del cajón, el cual se pone con destreza. Se presiona contra mí, frota su sexo en mis glúteos, mientras que su miembro se introduce lentamente en mí, con mi pelvis, acompaño su movimiento. ¡Es tan bueno! Yo me giro a medias para pedirle un beso, su lengua se introduce en mi boca y yo la succiono glotonamente, presionando su mano contra mi sexo, con la otra mano, agarra su pene.

¡Pero qué hace? Hace bajar su pene a lo largo de mis glúteos, antes de introducirse ahí, dónde su mano me daba tanto placer. Su sexo me parece aún más enorme que la primera vez que estuvo en mí. Levanto una pierna para que pueda entrar más profundamente. Yo miro nuestro reflejo en el espejo: él, con una mano fija en mi cadera para mantenerme apretada contra él, la otra agarrada a mi muslo muy abierto. Veo que se asoma por encima de mi hombro y nuestras miradas se cruzan el en espejo. Yo acaricio mi clítoris sin quitar la mirada, veo bien que su excitación aumenta al verme tocarme, sus movimientos de pelvis se hacen más poderosos aún. Escucho entonces el automóvil de Jane entrar a la propiedad. Tengo un instante de pánico y a pesar del placer, trato de separarme, pero Terrence me retiene contra él. « No te preocupes, me dice con su voz enronquecida por el deseo, Isabella la hará esperar abajo. » No obstante, acelera el movimiento y pronto el placer es tan grande que olvido a Jane. Cuando se aseguró de que yo terminé, Terrence se corre también, con un largo gemido. Pone su cabeza suavemente en el hueco de mi hombro, su cuerpo está cubierto de sudor como el mío, un fuerte olor animal parece flotar en el aire. Yo me pregunto cómo voy a reparar los estragos, una ducha no va a ser suficiente, siento que voy a guardar en mi rostro los rastros de culposos de estas caricias. Terrence parece estar adormecido. – Terrence, debes ir. – No tengo ganas de dejarte, no después de esto… – Te lo pido yo. – ¿Y si nos quedamos en la cama hasta mañana? – No tengo ganas de que Jane fuerce la puerta y nos encuentre así, sabes que es capaz, me moriría y además tengo muchas ganas de ir a este evento. Quiero que me veas con mi bello vestido, que además te costó sin duda excesivamente caro. No has podido apreciarlo bien en mí, le digo riendo. – Ten cuidado, ¿ya viste el efecto que me causa? Corro el riesgo de acorralarte contra un muro en los pasillos, o tal vez hasta frente los flashes de los fotógrafos. Termino por empujarlo fuera de la cama. Él se resiste a reírse y se vuelve a vestir rápidamente y sale de la habitación, no sin haber besado suavemente cada uno de mis senos y poner un dulce beso en mis labios.

7. La primera alfombra roja

¡Hice el amor con Terrence Grant! Ya es muy tarde para arrepentirse y además no puedo, el placer que experimenté está muy presente todavía. Nunca había conocido esto anteriormente, la intensidad de estas sensaciones es muy nueva para mí y mi corazón aún da vueltas cuando vuelvo a pensar en nuestros abrazos. Nunca antes, tampoco, había deseado a nadie hasta este punto y me doy cuenta de que ya lo extraño aunque no llevamos separados más que unos minutos. El rostro que miro en el espejo de mi baño no puede esconder la evidencia. Tengo ojeras en los ojos, pero el placer me dio también un tono rosa en las mejillas, mis labios están rojos por sus besos y no tengo una cara tan mala. Después de una larga ducha, trato de tapar la evidencia utilizando todos los trucos de maquilladora profesional que me enseñó la hermana de James, Erika. Me pongo mi vestido Dior y los zapatos que van con él. Isabella vino a darme una mano con el peinado y debo confesar que el resultado llegó más allá de mis expectativas; le brinco al cuello para besarla. – ¡Gracias Isabella! – No hice gran cosa. Ya es usted muy bella, me dice amistosamente el ama de llaves de Terrence, acariciándome la mejilla. Bajo a encontrarme con Terrence, quien me espera frente a la puerta con su abuela y su publicist, Jane. Ethel no viene al evento, tiene cierta aversión por el medio del cine. – Zoé, está espléndida, me dice Terrence con una gran sonrisa cómplice. – Muy bien logrado, ese vestido la cambia, me dice Ethel con una sonrisa melosa y una mirada oscura. Tiene el don de decir cosas que en la boca de otra persona podrían ser amables, pero que en la de ella, suenan como un insulto. Jane me juzga por encima de sus gafas de concha y hace una mueca aprobadora. Siento que lo que ve le gusta y que incluso le sorprende su propio apego a mi elección vestimentaria. Terrence me envía un giño y una sonrisa llena de sobrentendidos que yo finjo no entender y nos subimos los tres en la limusina, color negro metálico, que debe llevarnos a Hollywood Boulevard, al Grauman's Chinese Theatre, donde tiene lugar el estreno de la película. Justo al lado se llevan a cabo los premios Óscar cada año. Una vez pasé frente a esta especie de pagoda china con Pauline,

quien me mostró las famosas huellas de las estrellas en el cemento: el Walk of Fame, con todas las estrellas dedicadas a las glorias de Hollywood. En este boulevard, te cruzas con Spiderman, Chewbacca o Jack Sparrow de Piratas del Caribe más o menos parecidos a los originales, con los que te puedes sacar fotos por algunos dólares. Pero esta noche el ambiente corre el riesgo de ser uno completamente distinto: las más grandes estrellas participaron en esta gran producción, va a haber mucha gente bella en esta red carpet, una multitud y fotógrafos en delirio. Jane, con el cabello más marcado que nunca, con un vestido asimétrico negro con blanco, Armani, sobre su cuerpo bronceado, usando Chanel (un modelo más « festivo » que habitualmente), se ve de excelente humor. – Todo se anuncia muy bien esta noche. Según mis fuentes, las primeras críticas son muy favorables. – Ah, bueno, dice Terrence, sin quitarme los ojos de encima. – Y particularmente las tuyas. Hiciste muy bien al aceptar este proyecto. La noche va a ser deslumbrante, voy a intentar hacerte salir por la alfombra roja antes que a Brad Pitt… – Si quieres… – ¡Hey! No te ves muy interesado, ¿qué te pasa? – Nada, relájate. Hice todo lo que me dijiste, hasta me puse el traje de tres piezas Yves-SaintLaurent que elegiste. – Y te ves magnífico. Discúlpame, este día ha sido agotador. Afortunadamente logré reparar ese chisme de Tessa, ya se habían tomado algunos negativos de ella con el imbécil de su director, ¡y son completamente inequívocos! De hecho, dice girándose hacia mí, muchas gracias Zoé; y no se ve nada mal esta noche. De repente, ya no puedo seguir la conversación que continúa entre Terrence y Jane, hablan de una próxima producción, de una conferencia de prensa, pero mi mente está en otro lado, me pregunto qué artimaña realizó Jane para « reparar ese chisme de Tessa ». No…no hizo eso. ¡No hicieron eso! La veo hacer una corta llamada mientras se va… Terrence, quien baja un poco después… Su invitación al evento… ¡Soy un señuelo! ¡Un substituto! Terrence me invitó y va a mostrarse conmigo esta noche únicamente para no pasar por el tonto de la farsa cuando las fotos de Tessa y Matt salgan. Estoy fuera de mí. Me utilizó. ¿Y acostarse conmigo era el pequeño plus, la cereza del pastel? ¿O era sólo para que me viera más conquistada, más enamorada en las fotos? Llegamos al teatro. Jane se baja primero para verificar la posición de los fotógrafos y el orden de llegada de los invitados. Terrence me toma la mano, yo lo rechazo con determinación.

– ¿Pero qué pasa? – Se burló de mí. ¡Me utilizó! Él me mira evidentemente sin comprender. « Me invitó para usarme. Jane le dijo que Tessa se acostaba con Matt, que las fotos iban a aparecer y que debía venir acompañado esta noche para no ser ridiculizado cuando las fotos aparecieran. Jugó con mis sentimientos, me utilizó. No bajaré de este automóvil. » La mirada de Terrence hacia mí es fría, así como su voz cuando termina por responder, después de un largo momento de paralización. – Se va a bajar de este auto y no hará ningún escándalo. No me le acercaré en la alfombra roja, ni después, no tema. – Muy bien, pero salgo de su casa desde esta misma noche. – De acuerdo. Me deja el tiempo para reparar los estragos que mis lágrimas de rabia ocasionaron en mi maquillaje y sale del automóvil primero. Yo me uno a Jane y lo veo exponerse a los fotógrafos y los fanáticos, muy sonriente; la escena que acaba de pasar no dejó en su rostro ningún rastro. Yo estoy deshecha, hace algunas horas estaba más feliz que nunca. En la sala, nos instalamos el uno al lado del otro, pero nos ignoramos. Yo no veo nada de la película, estoy destrozada. Un coctel es organizado enseguida, yo me pongo en la esquina de la sala, esperando poder regresar a casa. Jane revolotea de una persona a la otra con una facilidad que no deja de sorprenderme, a pesar de que ya la he visto en acción; pero esta noche se excede. Terrence está en una gran conversación con George Clooney y Matt Damon. Vi al real Jack Sparrow, no la pálida imitación del otro día en el Hollywood Boulevard. Johnny Depp, al verme sola, me lleva amablemente una copa y me dirige algunas palabras en francés, antes de alejarse a los brazos de su nueva acompañante. Si no estuviera así de herida, estaría pasando un momento memorable, pero ni siquiera puedo saborear mi oportunidad. « My dear, está resplandeciente esta noche. » Jack di Carlo se encuentra frente a mí, en un smoking blanco inmaculado. – ¿Dior? – No se le puede esconder nada. – Eso es cierto. Y entonces, ¿cómo va nuestra joven estrella? Está más divino que nunca. – Como puede ver. – Estuvo cerca, sin embargo. Afortunadamente tiene a su lado a una profesional como Jane Kilding. – ¿De qué habla?

– Vamos, mi niña, usted trabaja con él, lo ve todos los días, es bastante cercana a él para que la haya traído aquí. Usted sabe como yo que no hay nada entre él y Tessa. Como repudio mentir, prefiero no responder. «…y que ella tiene una relación con el mejor de los maridos de Hollywood, me refiero a Matt Nocholson. Vi algunas fotos que no dejan ninguna duda sobre ese tema. » Yo me sobresalto y miro a mi alrededor para ver si nadie escuchó. Eso hace reír a Jack. – Tranquilícese, nadie puede escuchar y el secreto está bien guardado, gracias a la increíble Jane. – ¿Cómo es eso? – Pagó lo necesario y movió sus relaciones, las cuales son muchas y poderosas, para acallar el romance y hacer desaparecer las fotos dudosas. Nadie sabrá nunca que Nicholson se comportó mal. En todo caso, no esta vez, no con esta actriz. – Pero usted está enterado… ¿y es periodista, no? Usted también puede hablar. Él sonríe por mi ingenuidad. « No le diré que Jane es una amiga, pero llevamos una relación cordial y nos ayudamos de vez en cuando; digamos que esta vez la ayudo yo a ella. » Lo dejo ir a saludar a Angelina Jolie y me hundo en mis reflexiones. Terrence no se aprovechó de mí, no me mintió, ¡no necesitaba ser acompañado esta noche! Es necesario que lo encuentre, que le diga que me disculpe. Fuerzo mi paso en medio de la multitud y termino por encontrarlo en la terraza, está en plena discusión con un hombre que no conozco, sin duda en el marco de los estudios. Él se da cuenta de mi presencia y frunce el ceño, yo le hago señas de que debo hablarle y él interrumpe su conversación para venir hasta mí. « ¿Ahora qué pasa? » Se comporta muy frío y el corazón casi me falta al verlo así de distante, mientras hace poco tiempo éramos tan cercanos. « Venga » Lo llevo a un espacio más discreto. « Lo sé todo. Vi a Jack di Carlo, me dijo todo, lo que Jane había hecho. Le pido perdón, Terrence, estaba herida, creí que… » Él me mira un largo momento en silencio.

– Dudó, creí que había entendido que podía confiar en mí. – ¡Sí confío en usted! – No lo suficiente, no la culpo, todo el mundo miente aquí. – ¿Me perdona?, le pregunto llena de esperanza. – Sí, claro. Siento un gran peso quitárseme del pecho, sin embargo, me doy cuenta de que me respondió con un tono aún muy distante. – Terrence… – Pero pienso que tiene razón, retoma sin dejarme el tiempo de terminar, con una voz metálica que nunca le había escuchado. Es mejor que se vaya de la villa. Usted es mi empleada y supongo que la situación no es apropiada, debí comprenderlo antes. Le voy a pedir a Max que la acompañe, así podrá hacer sus maletas. Mañana en la mañana, a primera hora, la llevará a donde le parezca mejor, a casa de su amiga, o incluso al hotel, yo pagaré los gastos. Yo regresaré a casa más tarde. Y me da la espalda para llamar a Max a quien le da algunas instrucciones. Me siento envuelta en frío a pesar del agradable clima de la noche. Sin mirarme, Terrence me toma del brazo para conducirme a la puerta donde Max ya me espera. Él regresa a mezclarse entre la multitud sin voltear hacia atrás. Yo subo al automóvil, donde puedo por fin dejar escapar mis sollozos; me avergüenza llorar frente a Max, pero veo por el retrovisor su mirada llena de compasión y mis lágrimas aumentan. Al llegar a la propiedad, salgo del automóvil hacia la calle, sin esperar a que Max me abra el portón. Me quito los zapatos y subo la escalera rápidamente, dos escalones a la vez. Me cruzo con Ethel, pero me sigo de largo sin dejarle el tiempo de hacerme ninguna pregunta; ya puedo por fin tirarme en la cama y sollozar a mi gusto. ¡Qué idiota fui! ¡Lo eché todo a perder! Lo que me entristece no es dejar esta casa, no es la mía, yo sabía muy bien que era temporal, ¡pero dejarla de esta manera! Después de lo que vivimos Terrence y yo, en esta habitación, en esta cama, donde huelo aún el aroma de su piel en las sábanas, ahora empapadas en mis lágrimas. La confianza se rompió entre nosotros y, aún si continuamos trabajando juntos hasta el final del contrato, ya nada será como antes. Termino por encontrar las fuerzas para levantarme y tomar una ducha, me quito el maquillaje que me queda, libero mi cabello de las pinzas y me quedo un largo tiempo bajo el agua, tratando de borrar todo rastro de esta noche maldita. Un poco más serenada, recojo mis cosas, después de todo, el lazo con Terrence no está completamente cortado, haré todo por al menos recuperar su confianza. Salgo por última vez a la terraza de la que solía ser mi habitación, en una larga playera que tomé prestada de Terrence, un día para no sé qué ocasión. Son las seis de la mañana y ya está muy fresco. Terrence sube el camino que lleva a la puerta de entrada, con la cabeza baja. El lazo de su cuello cuelga, deshecho. Él levanta la cabeza y nuestras miradas se cruzan. Su rostro se ve serio y veo en sus ojos un dolor que se parece al que vi en los

míos hace poco, en el cuarto de baño. Sé que soy la única responsable de este desastre y huyo a mi habitación, llorando de nuevo. Luego, abrumada por la fatiga y las lágrimas, me quedo dormida. Cuando me despierto ya son las nueve y media de la mañana. Es necesario que me vaya de aquí, pero no quiero ir al hotel, necesito ir con Pauline, ella me comprenderá y consolará. Itsuko regresó de Japón, pero sé que se volvió a ir por unos días a New York, ya encontraré una solución cuando regrese, por el momento necesito estar con mi amiga. Le envío un mensaje de texto a Pauline. [Voy para allá. ¿Puedo quedarme algunos días en tu casa? Te explicaré después. Please, no me interrogues.] Prefiero contarle todo en persona y no me atrevo a hablarle en este momento. Pauline comprendió, responde brevemente: [Te espero.] Antes de salir de mi habitación, dejo el vestido Dior sobre la cama. Los zapatos debieron haber quedado debajo de la escalera. ¡Qué triste cenicienta hago! Bajo con mi equipaje. No puedo partir como una ladrona, Terrence y yo acordamos continuar trabajando juntos. Lo conozco lo suficiente para saber que seguramente no le dijo a nadie por qué dejo la casa, debe de haber tenido la elegancia de decir que era mi elección; ¡pero estoy segura que después de haberme cruzado llorando en mi vestido de noche ayer, su abuela no habrá creído una palabra! Voy a besar a Isabella a su oficina, ella me abraza, yo le digo que regresaré a verla, tomo un tono alegre, pero puedo ver que ella está entristecida por mi carita. Su dulzura y calor me van a hacer falta. Siempre tenía alguna atención para mí, ponía frascos de Nutella en mi habitación porque una vez dije que era lo que más extrañaba en California, hacía llenar mi refrigerador con mis bebidas favoritas… A veces iba a acompañarla para cenar en su pabellón, donde descubrí los lienzos que pintaba con bastante talento. En la cocina me encuentro con Ethel y Terrence, de frente el uno del otro, separados por la barra. Ethel está sumergida el en Wall Street Journal , como le es habitual. Terrence mira la taza vacía. No está afeitado, evidentemente no durmió, pero se cambió de ropa. Su abuela me dice adiós de una manera tan educada como fría. Yo me acerco a Terrence. – Bien, pues adiós. ¿Nos vemos después de la pausa, en una semana? – Sí, así es, en una semana. Tengo ganas de abrazarlo, besarlo, de que me mire como me miraba ayer, en la intimidad de mi habitación, pero él se conforma con darme un apretón de manos. Tal vez si estuviéramos solos, habría intentado disculparme otra vez, pero no puedo decir nada frente a la anciana, quien, lo siento, ha abandonado el periódico y nos observa atentamente.

Me dirijo al Jaguar, en el cual Max ya ha depositado mi equipaje. Estoy a punto de subirme al automóvil cuando, en el último momento, cambio de opinión. No me puedo ir así. Me dirijo con rapidez dentro de la casa. Voy a convencer a Terrence, voy a… « Bien, qué bueno que te deshiciste de ella, no podía soportarla. ¡Pero qué ideas de invitar a esa chica a la casa! El lobo en el rebaño de ovejas. Te digo que es como tu madre: una francesa y una mentirosa, ¡debe venir de la mano! Esa también quiere aprovecharse de ti, como tu madre se aprovechó de tu padre y de ti: se hizo embarazar y luego tomó la fortuna. Por ti jamás se preocupó, te abandonó y ésta no vale más, si fuera tú, la despediría también de la producción. » Esas explosiones de voz detuvieron mi trayecto. Con el corazón latiendo fuerte, espero la respuesta de Terrence, escondida en la escalera, pero nada, ni una palabra para defenderme, se queda mudo. Cambio de dirección corriendo y me precipito en el Jaguar. « ¡Arranque Max! », le digo antes de explotar en sollozos. Max sale de la propiedad. Sus ojos se cruzan con los míos en el retrovisor, disminuye la velocidad y se estaciona en la zona de descanso. Baja del auto y abre la puerta, haciéndome una seña para que me baje, yo obedezco y él me abraza. « ¿No cree que ya lloró suficiente ayer? » Le sonrío llorando. – ¡Pero ayer fue mi culpa! Hoy… no entiendo qué le hice a esa mujer, ¿por qué me detesta tanto y por qué detesta tanto a la madre de Terrence? Me acusa de arribista, de golfa, de una ambiciosa capaz de todo, pero yo no soy eso. Tal vez era el caso de su nuera, ¡pero no es el mío! – Pues no, usted no es así y tampoco la madre de Terrence, por otro lado. Recuerdo haberla conocido hace quince años, cuando vino a firmar los papeles del divorcio. Fue antes de la muerte del señor Edward, el padre del señor Terrence. En ese entonces trabajaba para él, en New York, acababa de ser contratado. Era una mujer buena, lo noté enseguida, y el señor Edward me lo confirmó después, estaba conmocionado al hablar de la señora Rose, él tenía muchos arrepentimientos. Me quedo atónita.

– ¿Cómo es eso? ¿La vio? ¿Le comentó a Terrence? – Cuando eso pasó, el señor Terrence no estaba ahí, hacía sus estudios en Inglaterra y, luego de eso, nunca comentó el tema frente a mí, ni yo frente a él y la señora Ethel me dijo que era un tema absolutamente tabú, el cual no se debía abordar bajo ningún pretexto. Parece que la madre del señor Terrence murió poco después, es lo que me dijo la señora Ethel. Ideas muy descabelladas me cruzan por la cabeza. « Gracias Max, ya estoy mejor, gracias, es muy amable de su parte reconfortarme, le digo tomándolo esta vez del brazo. Gracias a usted siento que vuelvo a tomar fuerzas. Estoy lista, vámonos. » Nos volvemos a subir al auto. Yo reflexiono con rapidez. Terrence me dijo que su madre murió algunos meses después de su partida, en ese entonces él tenía diez años, es decir hace veinte años, no quince. Nunca mencionó el divorcio de su padre. ¿Qué significa todo esto? ¿Y si Rose seguía viva? ¿Y si era la mujer con la que me crucé la otra noche en el restaurante? Mi teléfono suena, recibí un mensaje. [Ya la extraño.] ¡Terrence!

8. Nuevo comienzo

« ¡Dime que estoy soñando! » Estoy igual de impresionada que Pauline, mi mejor amiga, quien no pudo contener esta exclamación al abrir la puerta de nuestro nuevo alojamiento. ¿¡Verdaderamente vamos a vivir en este espléndido pent-house con vista a los rascacielos de Los Ángeles?! Es verdad que es distinto a la residencia de Terrence, pero también es bastante espectacular. Terrence… Lo extraño tanto… « Zoé, ¿no te gusta? » Pauline escuchó el suspiro que no pude retener al pensar en el desastre del cual soy la única responsable. « Sería difícil… No, es magnífico », le digo mirando alrededor de mí. Y es verdad que este apartamento, situado en el 32 e y último piso de una torre en Downtown, se ve maravilloso. « Aún piensas en tu apuesto Terrence, me dice Pauline abrazándome, y es más una afirmación que una pregunta. » Efectivamente, no puedo evitar darle vueltas en mi mente a lo que pasó hace casi una semana. Desde que acusé a Terrence de haberme invitado a un estreno para servirle de coartada no he tenido noticias de él. « Ya verás, todo se va a arreglar », escucho a Pauline murmurarme al oído. ¡Si tan sólo eso fuera posible! Me disculpé al saber la verdad, pero ya era muy tarde, estaba lastimado por mi falta de confianza en él. Fue tan frío cuando me fui, fue horrible. Afortunadamente, me envió un mensaje de texto cuando dejé la casa, y desde entonces, lo leo varias veces al día para darme un poco de fe para el porvenir. ¡Oh! ¡Terrence! ¡Qué estúpida fui! Se fue a Japón para la promoción de su película y, desde entonces, hay silencio en la radio. El rodaje deAngry Man hizo una pausa, pero se retoma mañana. Estoy ansiosa por verlo, pero no estoy segura de dónde está nuestra relación en este momento, después de todos estos eventos y esta separación que me ha parecido interminable. « Ven, vamos a dar el tour con el propietario », me dice Pauline tomándome de la mano para

arrancarme de mis oscuros pensamientos. Trato de olvidar a Terrence por un instante para seguir a Pauline a través del gran estudio. Es muy bonito, pero sus proporciones son razonables… ¡para L.A.! Contigua a la entrada, hay una gran habitación, de techo muy alto, no bling-bling, más bien party, con el suelo encerado y sus muebles raros pero bien elegidos, entre ellos una mesa inmensa de madera rústica, dos sillones amplios de piel esquineros y el gran sofá de tela beige que invita a soñar… o a mirar la inmensa pantalla plana, colgada en la pared, que separa los dos espacios. Dos de los muros de la pieza son de cristal, dejando mostrar una maravillosa terraza y, más allá, construcciones que dan la impresión de que abandonamos Los Ángeles por New York. La gran pieza es un salón/comedor y también está equipada con una cocina americana de barra larga, frente a la cual se encuentran unos banquillos altos de cuero. Continuamos con la presentación del apartamento que cuenta con dos habitaciones, encantadoras con su gran ventanal que da a dos partes diferentes de la terraza, y también dos baños completos, contiguos a las habitaciones. – ¿Y no vamos a pagar nada por esto? – Que no, te dije que la hermana de Richard está muy contenta de que el apartamento esté ocupado durante su ausencia. Cuando salí de casa de Terrence, regresé a vivir con Pauline, donde viví dos días en la habitación de su co-locataria Itsuko, quien había vuelto a salir de viaje. A su regreso, me instalé algunos días en un pequeño hotel, necesitaba encontrarme sola para recobrar mis fuerzas, no me veía a mí misma lloriqueando en el sofá en medio del apartamento, pero ayer Pauline me anunció esta noticia increíble: la hermana de Richard, su jefe en el Viper Room, una pintora, se había ido a hacer una estancia de seis meses a Barcelona y estaba de acuerdo con que habitemos su gran estudio durante su ausencia. « Prefiere que el apartamento esté ocupado para disuadir a los ladrones fortuitos. De cualquier forma, dejó varios de sus lienzos aquí y además nos encargó ocuparnos de sus plantas, es lo que me dijo Richard cuando me dio las llaves, me explicó Pauline. Aparentemente, él no es muy hábil con las plantas, o al menos, no tiene ninguna disposición para hacerla de jardinero. » Y mejor para nosotras, porque este lugar es magnífico. Lo que le da el encanto, y sin duda el precio, al estudio, es su increíble terraza. Es tan grande como el apartamento y su propietaria hizo de ella un verdadero jardín suspendido; está cubierta de plantas y arbustos con follajes frondosos, que se ven de una vitalidad insolente. Ciertos espacios fueron dejados libres, dejando mostrar el suelo de madera exótica, café-rojo, sobre el cual reposan una larga banca baja en la esquina, ornamentada con cojines esponjosos, frente a la cual está posicionada una gran mesa baja de estilo árabe, y más allá, una amplia cama para exteriores, de madera y mimbre con baldaquín, así como un balancín, ¡a donde prometo venir muy pronto a buscar inspiración! – Oye, ¿pero tú sabes de jardinería?, le pregunto, un poco inquieta. – No te preocupes, dice Pauline sacando una carpeta de anillas de bajo de la mesa baja, la

hermana de Richard dejó instrucciones precisas. Hay todo el equipo necesario, me dice mostrándome una pequeña cabaña reluciente, instalada en la esquina de la terraza, y también está un número de rescate, el del jardinero que creó el espacio. ¡Propuso venir de vez en cuando para controlar el estado de la jungla! No hay de qué preocuparse. ¿Vienes a ver el resto? Hay una lavandería para el edificio en el sótano y un gimnasio en el 17o piso. Pasamos por el gimnasio primero, donde te puedes ejercitar mientras miras a través del ventanal a la multitud que se agita diecisiete pisos más abajo. Está perfectamente equipado: bandas caminadoras, máquinas de remo… ¡no hay excusa para ganar peso! No hay nadie ahora que está terminando la mañana, sin embargo, mientras entramos en la lavandería, Pauline se presenta con un joven que va saliendo, cargado con un canasto con su ropa. – ¡Sorry!, deja escapar ella. – Hi, le responde él con una gran sonrisa. ¿Son nuevas en el edificio?, nos pregunta con esa soltura que tienen los americanos en cuanto a las relaciones vecinales. – Sí, vamos a vivir en el último piso. – ¡Bienvenidas entonces! Yo también vivo aquí desde hace poco y, como a menudo estoy desplazándome, no conozco a muchas personas. Soy Leonard, dice estirándole la mano a Pauline y luego a mí. Mira, parece causar un efecto en Pauline, ese Leonard. No la había visto coquetear ni parecer apenada desde hace… ¡mucho tiempo! Es cierto que es lindo, alto y musculoso bajo su camisa abierta a cuadros, el cabello rubio, que parece decolorado por el sol, con su apariencia de surfista. – ¿Lo reconociste?, me dice Pauline, toda emocionada en cuanto nuestro nuevo vecino desapareció. – No… ¿Debería de haberlo reconocido? – En realidad no. Es Leonard Brisball, el cantante de la banda The girl is waiting. No son aún muy famosos, pero son muy apreciados en la escena indie. Me encanta lo que hacen. – Sí, claro… Es sobre todo él quien te gusta. Vi cómo lo mirabas y todos tus gestos… – Para nada, yo… – ¡Oh!, está bien, le digo estallando en risa, ¡por una vez soy yo la que te molesta! Anda, ven, vamos a instalarnos. Nos preparamos, cada quién eligió su habitación. Yo opté, con la aprobación de Pauline, por la que da a la esquina tranquila de la terraza, donde se encuentra la cama de baldaquín y el balancín rodeados de follaje, donde me veo muy bien a mí misma retirándome para escribir, un verdadero paraíso para un escritor. Pauline y sus tres guitarras se encuentran en la parte opuesta. Es curioso, ya no hay ni una sola prenda de la propietaria en la casa y, aunque hay artículos de cocina y ropa de cama y casa, es como si se hubiera ido definitivamente, sino es por la presencia de sus gigantescos cuadros colgados en los muros. Pauline me dice que es porque en realidad no tuvo tiempo de mudarse aquí, vivió mucho tiempo en el extranjero antes de regresar a California. Luego de haber

comprado este apartamento y haber acondicionado la terraza a su gusto, vivió poco tiempo aquí, antes de conseguir una residencia de artista en España. Aparentemente es una nómada que casi no carga con objetos personales. Luego de desempacar algunas cosas, me encuentro con Pauline, quien toca la guitarra, instalada en la banca exterior. Yo sé que esa pieza está dedicada para mí: tiene un aire de choro brasileño retirado que me gusta mucho, muy diferente a la música pop que toca en escena, pero Pauline tiene gustos eclécticos, es un buen y verdadero músico, que se interesa por todos los estilos musicales. Me encanta escucharla, es una verdadera felicidad oír esta melodía conocida en este contexto. « ¿Entonces, no hay noticias? » Pauline, baja su guitarra. Sé muy bien de quién me habla, ni siquiera aparento cuestionármelo. – Ninguna, pero mañana nos vemos en el set. – ¿Te estresa? – Un poco… ¡Mucho, de hecho! Nos vamos a encontrar frente a frente por primera vez desde ese episodio absurdo. Si supieras cuánto me arrepiento. – No te enfermes con eso, él no es idiota, debe haber comprendido que tenías razones para dudar de él. – ¡Acusé de manipulación y engaño a un hombre con el que hice el amor dos horas antes! – Era normal que te interrogaras, después de todo no tenía por qué inventar esa historia de su relación con Tessa Loyd-Bennett para darse importancia con los medios de comunicación. Yo le hago un gesto. Yo estaba enterada de esta historia ficticia y se la escondí a Pauline para respetar un tipo de « secreto profesional »; y admito que no tenía ganas de que viera a Terrence bajo ese aspecto poco reluciente. Sin embargo, nada de eso traía consecuencias, Terrence y Tessa habían vagamente intercambiado unos besos dentro de un automóvil, a la vista de los paparazis, pero no planeaban inventar un matrimonio falso, ni siquiera un compromiso, ni nada parecido. Creo que para Terrence era también una manera de burlarse de la prensa people, a quien nunca le preocupa inventar historias y falsas relaciones. – ¿Y su madre? – ¿Qué con su madre? – Esa mujer, Rose Belmont. ¿La contactaste? Hace algún tiempo, una mujer se me presentó diciendo llamarse Rose Belmont y ser la madre de Terrence, ¡salvo que supuestamente ella está muerta! Ella me dio su tarjeta, pero yo no la llamé, persuadida de que estaba loca, como todas las que se encuentran alrededor de las estrellas. Sin embargo, algo me perturbó y he pensado en eso algunas veces desde ese encuentro extraño: esa mujer se veía completamente cuerda, a excepción de su historia disparatada. Tenía los ojos de un verde intenso, los que se parecían un poco a los de Terrence. Yo pensaba que era una simple coincidencia, ¡pero desde que Max, el chofer de Terrence, me dijo que él había visto a la madre de Terrence, quien se llamaba Rose, hace unos quince años, es decir cinco años después de la fecha supuesta de su

muerte, tengo dudas! « Deberías de llamar a esta mujer. » La voz de Pauline me trae fantasías en las que ella me había sumergido. – ¿Tú crees? – Esta historia es muy rara. Llámala, habla un poco con ella y te decidirás. Hazlo antes del regreso de Terrence. Muda por este impulso repentino, me levanto del sofá. « Tienes razón. » Corro a mi nueva habitación para buscar el bolso de mano en el que había guardado la tarjeta. Tengo una pequeña duda antes de marcar el número que está escrito y pienso en los pros y contras por última vez. Evidentemente, ciertas cosas le fueron escondidas a Terrence: ¿no tiene el derecho de saber la verdad? Pero, ¿qué derecho tengo yo para permitirme hurgar en su pasado? De acuerdo, probablemente no es mi asunto, pero tampoco es mi culpa estar mezclada, fue de hecho a mí a quien esta mujer, esta Rose Belmont, se dirigió. Lo que me temo también es que, si está demente, yo esté fomentando el delirio de esta mujer. ¿Qué hago entonces? Ya le comenté esta historia varias veces a Pauline, ella piensa que no dejaré de pensar en esto hasta que haya tomado el paso de encontrarme con esta mujer y, finalmente, creo que tiene razón.

9. La historia de Rose

Tengo una cita con Rose Belmont a las 18 horas. Me pregunto si no cometí un error al hacer la cita en el Library Bar, en el hotel Roosevelt, en Hollywood. Es un establecimiento muy frecuentado por el medio del cine, no es imposible que me encuentre ahí a un miembro del equipo de rodaje, quien podría mencionarle algo a Terrence. Me hizo falta astucia, pero aún no conozco bien Los Ángeles y Rose todavía menos que yo, evidentemente. Cuando ella me preguntó dónde vernos, pensé en ese bar al que James Harper, quien es parte de la distribución de Angry Man, y con quien he simpatizado, me llevó a tomar una copa una noche. Pensó que a la escritora que soy, o que intento ser, le gustaría un bar que se llamase « la biblioteca ». Salgo del ascensor del edificio pensando si aún tengo tiempo de llamar a Rose para cambiar el lugar de nuestra cita, cuando mi teléfono móvil suena dentro mi bolso. Siento mi estómago hacerse nudo al ver que es Terrence quien me llama. – ¿Terrence?, digo con una voz sofocada. – Buen día Zoé, ¿cómo está? – Yo… estoy bien. ¿Y usted, ya está de regreso?, logro articular a pesar de la emoción que me invadió al escuchar su voz. – Me hizo mucha falta estos últimos días, me dice sin responder a mi pregunta. ¿Está despejado en Los Ángeles? – Eh…sí, le digo levantando la nariz hacia el cielo. Acabo de salir del edificio. – Me temo que empiece a llover, hubiera podido traer un paraguas. – ¿Qu… qué? – Me gusta mucho ese vestido, le va muy bien, lo traía la noche que se mudó a mi casa; un poco escotado, lo necesario para causar ganas de ver más y permite admirar sus piernas tan perfectas. Me quedo un instante estupefacta sobre la acera, luego miro a mi alrededor y alcanzo a ver el gran Jaguar verde con vidrios polarizados de Terrence, estacionado un poco más lejos. Me acerco casi corriendo, con el corazón acelerado. Max, el chofer de Terrence, sale y me hace una gran sonrisa antes de abrirme la puerta trasera. Descubro sobre el asiento a un Terrence más apuesto que nunca, con sus ojos cansados por la diferencia de horarios, con una barba de tres días y que me mima con una mirada vehemente. Me hace una seña para que suba junto a él, pero me quedo boquiabierta frente a la puerta abierta. « Creo que ya puede apagar su teléfono », escucho en mi oreja derecha, contra la cual tengo aún pegado mi teléfono. Estallo en risa, apago mi Blackberry y me meto al automóvil donde, antes de que me pudiera dar cuenta de qué pasaba, Terrence me toma en sus brazos y me besa. Inquieta, doy un vistazo hacia adelante, pero me doy cuenta de que la ventana de separación polarizada está cerrada. Entonces me

dejo llevar por la fogosidad de Terrence y respondo a su beso. Ya no puedo ni pensar, estoy completamente entregada a la emoción de este reencuentro inesperado. Tengo la impresión de que mi cuerpo se despierta después de días de letargo, revivo bajo las caricias de sus manos que se pasean sobre mi cuerpo sin que yo tenga ganas de detenerlas. – Terrence, ¿cuándo regresó? – Vengo del aeropuerto. Debo asistir a una reunión de trabajo en el estudio, pero tenía ganas de verte antes, ya no podía esperar. Hablamos en francés siempre que estamos solos. Él adora este idioma, el de su madre, el cual habla perfectamente. Hasta ahora, siempre nos hemos hablado de usted, salvo cuando hicimos el amor; escucharlo volver al tuteo me da emoción. Me alejo un poco de él para recuperar mi aliento y para mirar a mi gusto su rostro, el cual ha embrujado mis últimas noches. Parece que efectivamente está muy feliz de verme, lo cual, para ser sincera, no dudaba en realidad considerando la intensidad de sus besos. Él acaricia mi mejilla suavemente. – Realmente te he extrañado, sabes. – ¿Por qué no me llamaste? – Era difícil, me dice entristeciéndose, con todo lo que pasó. Estaba molesto contigo, pero también conmigo, debí comprender tu reacción. Pensé que este viaje a Japón, lejos de ti, me permitiría ver las cosas más claras, pero fue un suplicio, me dice estallando en risa. Esta confesión me deja muda: sufrió como yo con nuestra separación, no me atrevo a creer lo que escucho. – Zoé, me dice poniéndose serio, tengo unas ganas locas de tomarte aquí, sobre este asiento, pero, sonríe al ver que me sonrojo, dudo que logremos olvidar la presencia de Max en la parte delantera, a pesar de los vidrios polarizados y, qué mejor para nuestro reencuentro, que un acercamiento amoroso rápido, en la parte trasera de un auto. Desafortunadamente, tengo esa cita esta noche. – Y yo también tengo una cita, dejo escapar. – ¿Ah sí?, me dice mirándome repentinamente de manera suspicaz, con sus ojos deteniéndose en el escote que devela el nacimiento de mis senos. ¿Puedo llevarte?, me pregunta un poco fríamente. No puedo dejar que note mi incomodidad, la podría mal interpretar. Puede imaginarse que tengo una cita amorosa, siendo que estoy incómoda porque me voy a encontrar con una mujer que dice ser su madre fallecida. « Debo ver a Erika, tenemos cita para una sesión de spa en el W Hollywood. » ¡Uf! ¡Es la única dirección cercana a Roosevelt Hotel que se me vino a la mente! Erika, la hermana de James Harper, quien es maquillista en Angy Man, me llevó efectivamente un día a que me hicieran masaje en ese delicioso lugar.

« Max, dice un Terrence evidentemente aliviado, apoyando un botón, llevamos a Zoé al W. » Me alejé un poco de él para observarlo mejor e intentar leer sus pensamientos. Él guardó mi mano en la suya. No reflexioné cuando lo volví a ver, estaba tan contenta que me dejé llevar con la felicidad de volverlo a encontrar, pero ahora que giramos hacia Hollywood, no puedo evitar el recuerdo de nuestros últimos momentos juntos y resurgirlos. Hicimos el amor y, a causa de nuestro conflicto de justo después, no tuvimos la ocasión de hablar del tema, juntos. No sé qué es lo que pudo significar para él, pero para mí no era un acto casual, no tengo la costumbre de entregarme así. « ¿Estás bien, Zoé? » Terrence sintió mi incomodidad, mis interrogaciones. « Necesitamos darnos una gran explicación los dos, retoma él, y no te preocupes, será muy pronto, pero creo que ya llegaste », me dice mirando por la ventana. Efectivamente, ya estamos frente al W. Se inclina sobre mí y atrapa mi rostro con las dos manos, antes de besarme muy dulcemente en la boca. Aún palpitante, me escapo de sus brazos para salir del vehículo. Me giro una última vez para mirar a Terrence. – Hasta mañana, Zoé. – Hasta mañana. Finjo entrar al hotel, pero antes de alcanzar la puerta, veo cómo el Jaguar desaparece en la circulación. Corro entonces hasta mi cita, un poco más lejos, sobre el Hollywood Boulevard. El Library Bar está en la planta baja de esta institución que es el Roosevelt Hotel, donde Marilyn Monroe vivió durante algún tiempo, se dice. Es un pequeño espacio famoso por sus cocteles, un lugar acogedor, intimista, con su decoración de madera oscura, sus banquillos de cuero, sus taburetes rayados, su luz tamizada y por supuesto algunos estantes de libros. Rose Belmont ya está en el lugar, me espera instalada frente a una mesa baja, tecleando en su teléfono móvil. Aprovecho para observarla de lejos. Es una mujer muy bella, cuya simplicidad al vestir no hace más que resaltar su elegancia. No trae puesta joyería, sino una bella túnica de seda salvaje, blanca, sobre un pantalón largo, negro, y sandalias delicadas. Levanta la cabeza al acercármele y cruzamos miradas, lo que me disturba profundamente: sus ojos, de un verde intenso, son los del hombre que acabo de dejar en la parte trasera del automóvil. ¿Cómo puede eso ser una coincidencia? « Buen día, Zoé. » Se levantó para estrecharme la mano y su saludo es seguro y firme, a pesar de que veo, por su mirada y sonrisa forzadas, que está tensa. – Me peleo con esta máquina, se queja mostrándome su iPhone. Allá donde vivo, lo utilizo rara

vez y no es así de sofisticado. ¡Acabo de comprar éste y enviar un simple mensaje de texto es una tortura! – Buen día. – Pero siéntese, se apresura a responder a mi saludo. Tomamos asiento una junto a la otra en el banquillo. Rose me muestra la copa frente a ella con una pequeña sonrisa culpable. « No le puedo esconder que necesitaba un pequeño vigorizante antes de esta entrevista. ¡Tomé un coñac! ¿Qué desea beber usted? » Creo que necesito estar en mis cinco sentidos, en caso de que mi vecina aquí no lo esté, así que ordeno un coctel sin alcohol al mesero, quien vino a traernos unos aperitivos. Rose y yo nos miramos con una sonrisa un poco dudosa en los labios. Ninguna de las dos se atreve a tomar la palabra. Finalmente, ella respira profundo antes de atreverse. – Zoé, sé bien que debe tomarme como una loca y no la culpo, pero… – ¿Cómo conoce mi nombre? ¿Cómo conoce de mi existencia? – Ese tema, si usted lo desea, lo abordaré más tarde… – No. Se me salió así, sin pensarlo, un « no » rotundo que parece haberla sorprendido en un principio. Me siento obligada a explicarme, pero no demasiado. « Si quiere que la escuche y, a fortiori, que le crea, es necesario que me diga toda la verdad, que responda francamente a mis preguntas. » Le hablé sin ninguna agresividad y me parece que Rose, quien me sondea con la mirada, lo entendió bien. – Muy bien. Es Isabella quien me habló de usted. – ¿Isabella? Casi me ahogo con mi coctel de frutas. ¿El ama de llaves de Terrence? – ¿Cómo la conoce? – Conocí a su padre hace mucho tiempo, trabajaba para Edward, el padre de Terrence, era el jardinero de su propiedad de los Hamptons, donde viví varios años. Cuando llegué a Estados Unidos, Isabella ya vivía en California. Su padre, con quien tenía muy buena relación, me hablaba seguido de ella, pero nunca la conocí en ese entonces, retomé el contacto con ella hace unos meses. – ¿Y le pidió espiar a Terrence? Me mira de una manera apenada y yo me siento culpable enseguida. Trato de proseguir pero ella me pone una mano en el brazo.

« No se disculpe, tiene razón en estar desconfiada, usted no me conoce y soy yo quien debe ganar su confianza. No, no le pedí a Isabella « espiar » a mi hijo, como Terrence, ella también pensaba que yo estaba muerta y fue un gran impacto para ella cuando la contacté. Aunque no me tomó mucho tiempo convencerla de mi existencia, una larga y bella amistad nos relacionaba: su padre y yo. Yo tenía muchos recuerdos y anécdotas, ella había visto fotos de mí… Por razones que no le develaré, porque están relacionadas con la vida privada de Isabella y no me corresponde comentársela a nadie, ella sabía que podía confiar en mí completamente. Por un lado, yo sí era la que pretendía ser, y por otro lado, mis intenciones eran buenas, no había regresado para aprovecharme del dinero y la fama de mi hijo. » Esta historia es definitivamente cada vez más y más increíble. ¡Isabella, una amiga, una aliada de Rose! – Isabella la aprecia mucho, retoma Rose, ella piensa que usted podrá ayudarme a restablecer la verdad ante mi hijo acerca de lo que pasó, de mi desaparición. – ¿Por qué no lo hace ella misma? – Terrence aprecia mucho a Isabella, pero sigue siendo una empleada, ¿y si Terrence, al enterarse de que nos conocemos, la despide? Sé que Isabella le tiene mucho afecto a mi hijo, no quería tomar el riesgo de que una revelación altere su relación. Le pedí no intervenir en este asunto. – ¿Pero por qué Terrence la cree muerta? Bueno, quiero decir… ¿por qué Terrence cree que su madre está muerta? – Es una larga historia. Hace una pausa, la veo retomar el aliento. – Debo contarla desde el principio. Cuando conocí a Edward, en París, era muy joven. Acababa de terminar el bachillerato, desembarcaba en París de mi provincia natal con un poco de dinero que me dejaron mis padres fallecidos y el cual heredé a mi mayoría de edad, no era gran cosa, pero era lo suficiente para poder instalarme un poco en París y continuar mis estudios; había elegido historia del arte. Edward, de más edad, había terminado los suyos y, como muchos americanos de esa época, daba un tour por Europa, pero después de nuestro encuentro, no fue más allá de París. Nos enamoramos locamente a primera vista. Él rentó un pequeño apartamento, trabajaba en un bar… Yo no sabía nada de su fortuna en ese entonces. Muy rápidamente, nos fuimos a vivir juntos. Edward nunca hablaba de su familia, yo sólo sabía que había roto lazos con ellos. Fuimos muy felices durante dos años y nos casamos, luego quedé embarazada, no era un accidente, estábamos seguros de nosotros, muy enamorados. Edward le dijo a su familia y fue ahí que conocí a su madre. Me di cuenta entonces de con quién me había casado. Ethel vino a París y lo convenció de volver a Estados Unidos y de retomar la empresa familiar. Yo sentía que eso hacía feliz a Edward, aun si le dio la espalda por un tiempo a esa familia y al destino que sentía estaba programado para él, así que partimos a instalarnos en New York, donde di a luz a Terrence. Con el paso de los años, Edward comenzó a cambiar, estaba cada vez más ausente, de viaje de negocios, ya no nos entendíamos… Yo me sentía muy sola, abandonada, sentía que la vida se escurría entre mis dedos. Un día decidí irme. Por ningún motivo me iría sin mi hijo, pero Edward me echó de nuestro apartamento, utilizó su fortuna y sus relaciones para que yo no pudiera volver a ver a Terry. Habría logrado volver a verlo

si no hubiera tenido ese accidente… – ¿Qué accidente? Visiblemente, bajo el golpe de una gran emoción, Rose parece ya no tener las fuerzas para decir más. Me hace una seña para que la espere un momento y bebe lentamente varios tragos de coñac, luego continúa con su historia. – Dos meses después de mi partida, el día del cumpleaños de Terrence. Le había prometido a mi pequeño que vendría, habría hecho todo por mantener mi promesa… Pero, por la carretera que me llevaba a New York, tuve un accidente de auto. Quedé en coma durante ocho meses, desperté incapacitada, ya no podía caminar. Intenté retomar el contacto con mi marido y Terrence, pero me dijeron que ya no vivían en Estados Unidos, que se habían ido a Londres. Atrapada en mi cama de hospital, no sabía cómo hacer para ir a reunirme con ellos. Tuve que afrontar varios meses de depresión y un largo, muy largo periodo de reeducación. No recobré mi movilidad y fuerza moral hasta casi dos años después. Fui a buscar a Ethel, la madre de Edward y me dijo que Terrence estaba muerto, ahogado en una piscina. – ¡¿Qué?! – Sí, es lo que me dijo. Yo ya estaba débil, devastada por esos años de infelicidad, perdí la cabeza y le creí. Me mostró pruebas, certificados… estaría impactada de saber lo que el dinero puede comprar. El hospital en el que yo había sido sanada pertenecía a una orden hermanas religiosas que también tiene orfelinatos en África. Ya no tenía ataduras a Estados Unidos ni a Francia, me fui a trabajar a un orfelinato en Camerún. Fue ahí que un empleado de Edward me encontró algunos años después. Edward quería que nos divorciáramos, regresé a New York para firmar los papeles del divorcio. – ¿Cuándo fue eso? – Hace quince años. ¡Como dijo Max! – Venía también para percibir una herencia. Invertí ese dinero en una fundación que se ocupa de niños desfavorecidos en el mundo. Regresé a vivir a África, luego a Asia, vengo muy poco a Estados Unidos o Europa, sólo cuando es necesario para el buen manejo de la fundación y hace algunos meses, cuando estaba de paso en New York, me topé con la foto de Terrence en la portada de una revista. Estaba en la calle, me detuve en seco: ¡es el retrato de su padre a su edad! Sin contar sus ojos… Compré la revista y todo lo que encontré sobre él, es así que me enteré que me habían mentido sobre la muerte de mi hijo, que Edward estaba muerto y que Terrence me creía muerta también. O por lo menos eso es lo que él decía en las entrevistas. Intenté contactarlo por medio de su agente, pero me tomaron de loca. Terrence es una estrella, es también un hombre muy rico, es muy difícil acercársele; todos los días, mujeres, jóvenes o viejas, inventan historias increíbles para entrar en su perímetro. Fue en mi último viaje a Estado Unidos, para mi fundación, hace algunos meses. En esa ocasión supe que Isabella trabajaba para él y la conocí, como ya le dije. Regresé a Malí, reflexioné mucho acerca de todo. Sabe, le hice luto a mi hijo, verdaderamente conocí la desesperanza y sólo el hecho de poder ayudar a niños que en realidad lo necesitan me ayudó a sobre vivir. Enterarme de que mi hijo estaba vivo fue una gran alegría, pero también un gran trastorno. Hacía

veinte años que vivía sin él y que lo creía muerto. Con la retrospectiva y el alejamiento, he tenido el tiempo de imaginar nuestro reencuentro, pero también el impacto que sería para él saber que estoy viva y hasta qué punto eso podría trastornar su vida, sus certitudes. Nunca tuvo ninguna razón para dudar de mi muerte. Pensando en todo eso, he estado a punto de abandonar la idea de hacer que me conozca, pero luego pensé en que nada podía remplazar el amor de una madre. – ¿Pero por qué le hicieron creer a Terrence que estaba muerta? ¿Por qué le hicieron creer a usted que él lo estaba? Rose me sonríe con una sonrisa triste. – Hasta el momento no he tenido una explicación para eso, pero mi objetivo en este momento es obtener una. – ¡Me cuesta trabajo creer que se pueda se capaz de tanta crueldad! Incluso de Ethel. Rose se ha mostrado muy convincente hasta ahora y admito que estoy lista para creer su historia, pero, esperando mis últimas palabras, su mirada vacila y baja la cabeza. En ese momento, me da la impresión de que Rose no me dice todo, pero se recupera pronto. – Regreso esta noche a África y luego me dirijo a París, tengo ahí los papeles de mi divorcio en un baúl, siempre guardé ese baúl, aún si ya no vivía realmente en París. Se los haré llegar si aún tiene dudas sobre mi identidad. No, no, me dice al verme abrir la boca, sus dudas son todavía legítimas. – Pero, ¿qué espera de mí? ¿Por qué se dirigió a mí? Rose sonríe dulcemente y me toma la mano. « Isabella me habló de usted, me dijo cuánto la aprecia mi hijo. » Siento cómo me sonrojo con esas palabras. « Me dijo cómo se comportaba con las mujeres que han pasado por su vida antes de usted, que las mantenía a distancia fácilmente. De eso, suspira, me temo mucho ser la responsable. Pero usted, me dice haciendo una ligera presión en la mano, usted rompió el caparazón, la invitó a su nido de águila, a su fortaleza. Le tiene confianza. » Me siento horriblemente alterada, y al mismo tiempo, deliciosamente conmovida por las palabras de Rose. ¿Y si Terrence realmente me aprecia tanto? – Sabe, ya no vivo en su casa. – Isabella me lo dijo, sí. ¿Cortaron todo lazo? Me pongo colorada al pensar en los besos en el automóvil, hace menos de una hora. – No, no, no realmente, le digo balbuceando y tengo la impresión de que Rose, quien muestra una gran sonrisa, adivina la razón de mi vergüenza.

– Zoé, no quiero incomodarla, pero los vi en el restaurante la otra noche, había mucha química entre los dos. Vi cómo él la miraba, pero también cómo usted lo miraba a él. Incómoda, bajo la mirada para tratar de escapar a su mirada demasiado perspicaz. – Discúlpeme si la he avergonzado, Zoé. Sólo quería explicarle porqué pienso que es usted una buena persona, a la cual puedo confiar mi pasado, quién me ayudará a reconciliarme con mi hijo. Todavía no sé bien cómo acercarme porque, aun si él acepta la idea de que estoy viva, ¿me creerá cuando le explique las razones de mi silencio todos estos años? ¿Zoé, él le ha hablado de mí? ¿Cuáles son sus recuerdos de mí? – Yo… ¡Claro que no puedo repetirle todos los horrores que Ethel ha dicho acerca del tema! « Es un tema que se niega a abordar. » Los ojos de Rose, no se despegan de los míos, como si hubiera entendido que le escondía algo, pero logro sostener la mirada. « Lo que le pediría, Zoé, si lo acepta, es simplemente sondearlo, ver cuáles son sus sentimientos por mí y, cuando esté convencida de mi identidad, tal vez podría ayudarme a revelarle la verdad de la mejor manera posible. » Le da un vistazo a la hora mostrada en la pantalla de su teléfono. « Lo siento, pero debo dejarla. Debo regresar al hotel a recuperar mi maleta y partir al aeropuerto, ya voy retrasada. » Se levanta rápidamente y, tomando su bolso, choca con el sillón de la persona sentada en una mesa cercana a la nuestra. Ella se disculpa con el hombre, quien voltea, le sonríe amablemente antes de girar hacía mí, él me saluda con una pequeña seña y para mi gran consternación, reconozco a Jack di Carlo, el periodista temido por todo Hollywood, el rey de los gossips. ¡Ojalá que no haya oído nada!. Mientras nos dirigimos hacia el bar para pagar nuestro consumo, mi cerebro reflexiona a toda rapidez. Jack no estaba solo en la mesa, conversaba con una estrella novata, de la que se empieza a hablar mucho en el medio. Espero que estuviera lo suficientemente concentrado en su parloteo para no haber escuchado nada de la conversación entre Rose y yo. ¿Hablábamos muy fuerte? ¿Nos podía escuchar a esa distancia? Estoy sudando frío al pensar en la manera en la que podría explotar la historia de Rose si la conociera. Pienso en su rostro cuando me vio, me parece no haber percibido ningún sobreentendido en su sonrisa… Perdida en mis reflexiones, ni siquiera intervengo cuando Rose paga nuestro consumo y cuando me doy cuenta, ella me hace callar y me abraza. – Muchas gracias, Zoé.

– Pero… ¿por qué? – Por haberme escuchado, por estar ahí para mi hijo. Aun si no lo dice, veo que lo aprecia mucho, si no estuviera segura de eso, no le habría contado todo, no le confiaría todos estos secretos de familia a cualquiera, corriendo el riesgo de dañarlo. Piense, ¡si todo esto llegara a oídos de personas malintencionadas! Si personas ávidas por dinero o popularidad supieran esto, sería dramático. Con estas palabras, el rostro de Jack di Carlo se me viene a la mente, pero rechazo rápidamente esta visión inquietante. Rose continúa: « Sé que con usted, mis secretos y los de Terrence están en buenas manos. Isabella la aprecia mucho y tengo entera confianza en ella y en su juicio. » Después de un último abrazo y la promesa de retomar contacto conmigo a su regreso, Rose huye para atrapar un taxi. Yo me quedo unos minutos en el vestíbulo del hotel repasando toda nuestra conversación. Me voy dando cuenta, poco a poco, el alcance de todas las revelaciones que Rose me hizo, no descarto la idea de que toda esta historia sea ficticia, pero mi corazón e instinto me dicen que esta mujer me dijo la verdad: ¡la madre de Terrence está viva! Y si realmente es el caso, ¡debo hacer todo lo posible para que él lo sepa!

10. Una buena noticia

Dios sabe lo ansiosa que estaba de volver a ver a Terrence, ¡pero si hubiera sabido que lo encontraría besándose apasionadamente con Tessa, con gusto habría aceptado esperar un día más! Sí, bueno, de acuerdo, aunque solos en el mundo el cual aparentan, están rodeados de un equipo de rodaje y sus caricias, tan lánguidas como parecen, son teleguiadas por el director, Matt Nicholson. Pero, mientras éste último, quien tiene, sin embrago, una aventura con su actriz principal, verdaderamente no se ve afectado al verla pasmada (y medio desvestida), en los brazos de Terrence, yo siento la cruel picadura de los celos. Hace sólo un momento que merodeo en los estudios de filmación, pero se puede pensar que me hace falta algo más de distancia o que estoy verdaderamente enamorada de Terrence. Y creo que lo estoy. ¡Dios mío, es terrible, estoy enamorada de Terrence! Parada detrás de la silla del director, con los ojos fijos en el escenario donde Terrence y Tessa rehacen incansablemente su escena de amor, me encuentro fulminada por esta constatación. Ya no puedo ocultarlo por mucho tiempo más como lo hice con Pauline o Rose, o incluso con mi tía Hélène, quien me molestaba por Skype acerca de mi « irresistible empleador ». No había querido detenerme hasta ahora en los síntomas que, sin embargo, son muy evidentes: mis piernas que se doblan cuando lo veo, la falta cruel que sentí que me hacía durante su ausencia, esas horas pasadas soñando con él en lugar de escribir y ese deseo que me consume por la noche… En mi fuero interior, había querido aceptar una atracción por él, una increíble conexión sexual, pero no me había dado cuenta de qué tan profundos eran mis sentimientos. Aturdida por este descubrimiento, me giro para dejar el escenario mientras reajustan las luces y choco con Erika, la hermana de James, quien estaba parada detrás de mí sin que yo lo supiera para ver la filmación de la escena. « ¡Oh, perdón Erika! » La veo entonces derramar dos grandes lágrimas. – ¿Erika, estás bien? – Sí, sí, ¡no te preocupes! – Pero… ¿estás llorando? – Tuve… tuve una llamada de James, fue a ver a nuestro abuelo a San Francisco, él no está bien, fue hospitalizado, estoy preocupada. Lo siento por Erika y por James Harper, su hermano, los dos han sido adorables conmigo desde mi llegada y los he visto a menudo fuera del estudio, en su beach house de Malibú, o en los lugares

de moda de Los Ángeles que me han llevado a descubrir. – ¡Oh!... Lo siento, Erika. – Está bien, todo va a estar bien, asegura ella, y veo que hace algunos esfuerzos por reponerse. Me tengo que ir, me dice mostrándome a Tessa, debo hacer unos retoques de maquillaje. Entristecida por las lágrimas de Erika, preocupada por la toma de consciencia de mis sentimientos por Terrence, voy a buscar refugio a su caravana, un enorme bus de dos niveles, un tipo de mastodonte sobre ruedas, en el cual Terrence descansa, almuerza y recibe gente entre las escenas. Ese trailer me sirve también un poco de oficina. Debo rehacer diálogos en francés (escritos por un americano, no realmente francófono, ¡quien seguro trabaja con el traductor de Google!) para una escena que se filmará muy pronto, es mejor que me aísle para concentrarme y evacuar esos pensamientos que me atormentan. – ¿Qué pasó? Te vi huir del escenario. – No hui. – ¡Oh, qué sí!, dice Terrence hincándose frente a mí, que estoy sentada en el sofá. Pone sus manos en mis rodillas y acerca su rostro al mío. « ¿Es porque besaba a Tessa? Sabes que soy un actor y no uno tan malo, al parecer », bromea él. Decido ser honesta, o más o menos… « ¿Y si fuera el caso?, ¿y si estuviera celosa? » Me mira con sus grandes ojos verdes y para mi gran alivio, esta suposición no parece disgustarle. « No debes estar celosa de ella, sabes bien que no me interesa y también sabes el efecto que causas en mí. » Y como para recordármelo, sube mi falda y me da besos en las piernas descubiertas, subiendo lentamente. Siento mi piel calentarse, tengo ganas de deslizar mis manos en su cabello, de presionar su boca entre mis muslos, pero halo con una mano mi falda para volverla a bajar, mientras con la otra intento alejarlo a él. – No Terrence, no, ¿y si alguien entrara? – ¿Pero quién lo haría? – Sabes bien que Jane llega siempre sin tomarse la molestia de tocar a la puerta. – Entonces, ¿subimos? Aún no has visto la habitación del piso superior, me dice de manera muy sugestiva y una parte de mí encuentra la proposición extremadamente tentadora. – Terrence, por favor. No tengo ganas de convertirme en el tema de burla de todo el equipo y además creo que deberíamos hablar. No sé dónde estamos: hicimos el amor, nos peleamos, te fuiste y ahora nos encontramos y… y…yo ni siquiera sé quién soy para ti, ¿una empleada a quien se lo haces a tu gusto?

Con estas palabras, Terrence levanta la cabeza, me mira seriamente antes de dejarse caer hacia atrás. Sentado en la alfombrilla, frente a mí, me mira fijamente y yo siento mi corazón acelerar. – Lo siento Terrence, no quería… – No, tienes razón, creo que deberíamos hablar. Veo para mi gran alivio que no hay enojo en su voz, sino más bien una gran dulzura. Es el momento que eligió el asistente del director para tocar a la puerta. – Señor Grant, se le espera en escena. – Voy para allá, dice Terrence levantando la voz. Luego se endereza y pone un suave beso en mis labios. – Retomaremos esta conversación, Zoé. Cenemos mañana juntos, si estás libre y si quieres. Me encantaría verte esta noche, pero tengo una cena prevista con mi abuela. Le pediré a Max que pase a recogerte al final de la tarde mañana, ¿estás de acuerdo? – De acuerdo, Terrence. ¡Tenemos una cita mañana! Respondí muy tranquilamente pero, una vez sola en la caravana, ya no puedo contener mi emoción, nos vamos a ver frente a frente mañana y finalmente vamos a hablar de nosotros. Aunque Terrence sabe muy bien expresar su atracción sexual, cuando se trata de sus pensamientos, y aún más de sus sentimientos, fuera de un escenario, expresarlos no es su fuerte. Me siento feliz, pero también un poco ansiosa con la idea de lo que va a pasar mañana. Mi mirada cae en la escalera que lleva a la habitación donde quería llevarme y donde todo mi cuerpo habría amado seguirlo. Me doy cuenta de que nunca he subido y me acuerdo de la expresión un poco burlona que tomó al hablarme de sus « desayunos privados » que daba. Nunca entendí bien lo qué insinuaba con eso. ¿Era una provocación, una broma? Movida por la curiosidad, decido subir. Tengo un poco de miedo a encontrar una caricatura de soltería, con recuerdos de todas las conquistas que pudo haber llevado. Estoy sorprendida y aliviada al descubrir una sala muy simple, sólo con una gran pantalla, una mesa baja, un sofá y un pequeño refrigerador antiguo, y una habitación con una decoración elegante, pero minimalista, sin cortinas rojas, ni cama en forma de corazón, columpio de cuero u otros muebles y accesorios grotescos que había podido imaginar. Me detengo un momento para considerar el mueble a lado de la cama. Muero de ganas por abrir los cajones. ¿Qué encontraré?, ¿un sostén de encaje olvidado?, ¿preservativos?, ¿sex toys? Trato de resistir la tentación durante algunos minutos, pero con un poco de vergüenza, decido ceder. Abro lentamente el primer cajón… nada. Estoy aliviada, pero también, curiosamente, un poco decepcionada. Abro el segundo cajón y descubro… una foto. Invertida, me quedo durante algunos minutos mirando el reverso de esta foto que podría develarme algo de lo que me voy a arrepentir haber visto, pero la curiosidad es más fuerte que mis miedos. La volteo y me encuentro frente a un pequeño niño sonriente, en los brazos de una mujer muy

bella, los dos sonríen al fotógrafo y esa mujer se parece mucho a la mujer que dice ser Rose Belmont, una Rose más joven, radiante, con el cabello muy largo, aún ilesa por la vida, pero sin duda es ella. Instalada en el balancín de la terraza del estudio, con mi computador sobre las rodillas, tengo problemas para concentrarme en la novela que estoy escribiendo, pienso en mi descubrimiento que ocurrió más temprano en el día. Si Terrence guarda cerca de él una foto de su madre, significa que aún la quiere, a pesar de todo lo que le haya podido contar su querida Granny, su abuela Ethel. Realmente va a ser necesario que le hable de Rose, ¿pero en qué momento?, ¿de qué manera? De repente escucho el ruido característico de una llamada por Skype. Mi tía Hélène está tomando contacto conmigo por medio de mi computador. « Buenos días, querida. ¿Cómo van las cosas de tu lado del Atlántico? » Siempre estoy feliz de ver a Tita, como yo la llamo, aunque ella lo detesta. Ella me educó cuando mis padres murieron, yo tenía doce años y ella tenía diez más que yo. A veces dice que crecimos y aprendimos juntas, pero lo que yo sé es que, a pesar de su poca edad, ella fue verdaderamente sólida, atenta y llena de dulzura hacia mí. La dejé para hacer mi vida y también para dejarla hacer la suya, finalmente. Jamás se quejó de haber tenido tantas responsabilidades tan temprano en su vida, pero creo que ya era tiempo de que tuviera derecho a un poco de despreocupación y que pensara un poco en ella misma. – Estoy bien, mi querida Tita. Terminé mi jornada laboral y trabajo un poco en mi novela. Pero, mira, me llamas muy temprano, ¿son las 6 de la mañana en tu casa, no? Espero que no haya pasado nada. – No, todo está bien. De hecho, todo está muy bien. Efectivamente, el hermoso rostro de mi tía parece resplandecer de alegría y no se le ve rastro de fatiga o sueño a pesar de la hora. – ¡Matthieu y yo estamos comprometidos! – ¡¿De verdad?! ¡Genial! ¡Estoy tan contenta por ti! Hélène, a pesar de haber conocido algunas aventuras amorosas, nunca dio el paso al compromiso anteriormente, consagrando lo esencial de su tiempo, fuera de su trabajo, a velar por mí como una madre gallina. Desde hace dos años sale con un colega, Matthieu, y yo me di muy bien cuenta de que esta vez era serio. « ¡Cuéntame todo! ¿Cómo te lo propuso? » Hélène merece tanto ser feliz, fundar una familia. Le encantan los niños, además es profesora de escuela; es muy dedicada a su profesión. En cuanto a mí, me dio tanto amor… Estoy contenta de que haya encontrado al correcto, Matthieu. Conviví con él algunas veces y lo aprecio mucho. Estoy segura de que hará feliz a mi tía. ¡Lo merece!

– ¿Y cuándo piensan casarse? – De hecho… ¡muy rápido! – Eh… muy rápido… ¿qué tan rápido? ¿No hoy, verdad? – No. Deja un momento de silencio antes de retomar. « Pero sí en tres semanas. » Veo la pantalla, en la cual se muestra el rostro sonriente de Hélène, con una expresión suspicaz. « Dime, ¿no estás embarazada? Levántate, que te vea completa. » Ella estalla en risa. – ¡Pues no, no estoy embarazada! Pero tú sabes bien que yo nunca soñé con una gran boda, los vestidos de princesas, las wedding planners que eligen hasta las servilletas de la mesa y el color de tu labial, ¡no es lo mío! Junto con Matthieu, decidimos casarnos, estamos seguros, ¿por qué esperar? Hasta pensamos en volar a Las Vegas y casarnos sin nadie, pero no quise causarles una pena a los padres de Matthieu, ni al abuelo y la abuela, ni a ti, agrega al ver mi rostro descomponerse con la idea de que pueda casarse sin mí. ¡Quería tenerte a lado de mí! Entonces vamos a hacer por lo menos una fiesta, una bella, porque el primo de Matthieu tiene una barcaza en el Siena que renta para eventos. Nos propuso una fecha… en tres semanas, es por eso que te llamo, quería saber si estabas libre. – ¡No me lo perdería eso por nada del mundo! Y encaja muy bien, el rodaje hace otra pausa en ese momento, bueno, una pausa que me concierne a causa de la construcción de una decoración que se retrasó y de los compromisos de Terrence, quien se vuelve a ir por una promoción de la película que va a salir. – ¡Está genial! Entonces voy a confirmar la fecha, debemos mandar invitaciones muy rápido y debo intentar encontrarme un vestido decente. – Con lo que te pongas estarás magnífica. ¡Me hubiera gustado tanto estar contigo para ayudarte a organizar todo! – A mí también me hubiera gustado que estuvieras aquí, pero no te preocupes. Les llamé al abuelo y a la abuela para anunciarles la noticia, ¡la abuela comenzó a hacer sus maletas para París incluso antes de que hubiera terminado la frase! Estallamos en risa las dos. Mis abuelos, los padres de Hélène y de mi padre, son adorables. Viven en el sur de Francia y hace poco que están retirados. Con la muerte de mi padre, ellos quisieron pedir mi custodia, pero Hélène, quien vivía con nosotros en París en el momento del deceso accidental de mis padres, los convenció (así como el juez de las tutelas) de que ella podía educarme y que era mejor para mí no ser desarraigada, además del duelo por el que pasaba y yo no podía separarme de ella después de este trauma. Sin embargo, mis abuelos se mantuvieron muy presentes y venían a vernos a menudo cuando no íbamos a pasar las vacaciones a su casa.

– Hélène, si supieras cuánto gusto me da. Estoy ansiosa por verte en tu vestido… ¿blanco?, ¿rosa?, ¿pastel?, ¿pero no negro, verdad? – ¡Ya verás! Anda, tengo que prepararme para ir a trabajar, ¡y tú vete a acostar!, y ten lindos sueños. ¡Me va a ser difícil dormir después de una notica como esta! ¡Pero quisiera tener noticas como éstas todos los días!

11. Escape romántico

- ¿A dónde vamos, Max? – Es una sorpresa, no puedo decirle nada. Max vino a buscarme para mi cena con Terrence. Éste no me dijo a dónde nos dirigíamos, así que me puse una vestimenta bastante elegante, en caso de necesitarla: un vestido negro con tirantes delgados, entallado y sandalias negras con plateado de tacón alto, que dejan entrever mis dedos de los pies con las uñas pintadas de rojo intenso. Me maquillé ligeramente, mi cabello largo está simplemente suelto y porto unos largos y finos zarcillos de plata labrada, los cuales heredé de mi madre. A excepción de la noche que cené con James en el Spago, donde me crucé con Terrence, y la funesta noche del estreno, Terrence nunca me ha visto así de arreglada. Estoy ansiosa por ver su expresión cuando me descubra. Si me baso en la sonrisa aprobadora de Max cuando me abrió la puerta, el resultado está bien logrado. No tengo ni idea de a dónde podemos ir, me parece que nos dirigimos hacia Santa Monica o Venice, pero no es en una playa donde terminamos deteniéndonos, sino en un puerto, donde cientos de yates y veleros se tambalean suavemente al ritmo de la brisa. « Ha llegado a Marina Del Rey, me dice Max. ¿Me sigue? La están esperando. » Se ve muy divertido con el pequeño juego de pistas organizado por Terrence y por mi expresión intrigada. Se me adelanta sobre un muelle y se detiene frente a un yate blanco, de tamaño modesto, pero muy elegante, bautizado One-of-a-Kind. « Único en su género » es el título del primer gran éxito de Terrence en el cine. Él está sentado en uno de los banquillos blancos, en la parte trasera del barco, leyendo lo que parece ser un guion. Está descalzo y porta una camisa azul marino, con mangas arremangadas y un pantalón cargo de tela blanca. Siempre se ve tan increíblemente guapo. Levanta la cabeza al acercarnos y me dirige una inmensa sonrisa que me hace derretir. « Hello Zoé. Gracias Max, te relevo », me dice acercándose, tendiéndome la mano por encima del puente para invitarme a subir a bordo. Avanzo prudentemente sosteniéndome de la cuerda que sirve de pasamanos y me arrepiento de haberme puesto zapatos altos. Atrapo la mano que me tiende Terrence, quien me sonríe: – Vas a tener que quitarte esos encantadores zapatos, están prohibidos a bordo. – Lo siento, no sabía que había un dress code. – El resto es perfecto, pero no estás obligada a conservarlo tampoco, agrega bromista. ¿No te mareas?, espero. – Nunca, le digo orgullosamente. – Muy bien, nos vamos rápidamente entonces porque tengo unas ganas locas de besarte y, aunque

normalmente en este puerto deportivo me dejan muy en paz, nunca se está a salvo de una cámara fotográfica o de un teléfono móvil. A mí me da igual, pero no quisiera que te encuentres víctima de los paparazis. ¿Vienes? Yo estoy en la cabina, donde lo veo con sorpresa ponerse al mando. – ¿Vas a navegar tú mismo? – Sí. Tengo otro barco, un gran velero, que necesita tripulación, pero compré éste para poder escaparme solo, encontrar la paz en el mar, ir a pescar incognito… Tenía ganas de estar a solas contigo para cenar, es el mejor medio que encontré y el más agradable. En los restaurantes nunca se sabe quién va a escuchar la conversación y Ethel aún está en la casa… Vine antes para preparar el barco y también un poco para la puesta en escena, para crear un poco de suspenso, lo reconozco, me dice estallando en risa. ¿Te gusta? – ¡Me encanta! Pero no tenías que esforzarte tanto, podrías haberme invitado a una cueva, lo habría preferido de cualquier forma a una cena con tu abuela. Yo aguardo a su reacción, pero con la pequeña sonrisa que me muestra, constato que mi broma acerca de su abuela no lo molestó. ¡Uf! Mientras salimos del puerto, instalada un poco apartada, sobre un banquillo, tengo todo el tiempo para mirarlo y hasta me olvido del paisaje. Su camisa golpeada por el viento del trayecto se pega a sus anchos hombros, su cabello marrón se mueve con el viento, veo con detalle sus caderas estrechas, sus glúteos musculosos y me dan unas ganas locas de rodear su cuerpo con mis brazos y pegarme contra él, de oler el aroma de su cuerpo. – ¿Es lindo, no? – Sí, sí, absolutamente, encuentro el espectáculo definitivamente encantador, le digo con mis ojos fijos en sus glúteos. Evidentemente, no hablamos de lo mismo y contengo el reírme. Le quito los ojos de encima para admirar la vista. Salimos del puerto deportivo y nos alejamos de la costa. Es verano, aún es de día pero el sol comienza a descender en el horizonte. Avanzamos por algún tiempo en silencio, luego, cuando estamos lo suficientemente lejos de la orilla, Terrence apaga el motor. « ¡Al fin solos! » Él se gira hacia mí para tomarme en sus brazos y darme un beso de los más tiernos, pero también de los más apasionados y yo respondo con la misma intensidad. « Mmm… Por fin está hecho, me dice soltando un poco su abrazo. Me moría de ganas. Pero nuestro viaje no ha terminado, vamos a partir otra vez, pero antes, acércate más » Yo me instalo en su asiento, entre sus piernas y me acurruco, mi espalda contra su torso, sus brazos me rodean mientras enciende su poderosa máquina. Él mira derecho frente a él, pero en ocasiones cubre mi nuca y mi oreja de suaves besos. Yo me dejo llevar, con los ojos fijos en el

horizonte que se pone rojo, y tengo la impresión de nunca haber sido tan feliz y serena como ahora, ese momento que compartimos en el silencio. Ya ni siquiera tengo consciencia del tiempo. Me doy cuenta de que el sol se puso cuando veo centellar luces sobre una isla, a la cual nos acercamos. Terrence apaga el motor. « ¿Es Santa Catalina? » Terrence asiente. Recuerdo que la primera vez que vi esa isla fue desde la terraza de mi habitación en su casa. « Ven, vamos a cenar », me dice Terrence tomándome de la mano. Estoy sobre el puente inferior, donde se encuentra una mesa rodeada de banquillos. Él entra en el barco y regresa con una gran canasta, una botella de champaña descorchada y dos copas de cristal; él llena una y me la acerca, antes de servirse para él, brindamos sin quitarnos los ojos de encima. – ¿No tienes nada en contra de un picnic? – Me encanta hacer picnics. Desde que aparece el primer rayo del sol en París, voy a mordisquear sándwiches en el parque Buttes-Chaumont o en Vincennes. ¡Pero en un yate, es la primera vez! Él pone sobre la mesa un mantel delicadamente bordado, sobre el cual se encuentran la vajilla de porcelana, pan fresco, foie gras, así como aperitivos y ensaladas elaboradas, evidentemente preparados por un gran especialista. – Tienes una idea de picnic bastante… poco común. – Si la dama no está satisfecha, la próxima vez cocinaré. – La se-ño-ri-ta, le respondo separando las sílabas, está muy satisfecha y tienes mucha razón, un jamón con mantequilla con esta ambientación, en este barco, habría sido una falta de gusto. – No te equivoques, cuando estoy solo, me embarco con un paquete de cervezas y hamburguesas. – ¿Y entonces guardas la champaña y el foie gras para las jóvenes que traes a bordo? Inmediatamente deja de masticar su pan tostado, el cual pone sobre su plato, antes de inclinarse hacia mí por encima de la pequeña mesa. – Nunca he traído mujeres a este barco. – ¿Es verdad?, le digo con el corazón latiendo fuertemente. – Es verdad, pero no estás obligada a creerme tampoco esta vez, me dice un poco fríamente. Obviamente no ha olvidado la escena del otro día. Yo me levanto de la mesa para sentarme en sus rodillas y rodeo su cuello con mis brazos. « Te creo, Terrence », le digo muy seriamente. Luego, tomando un tono más ligero:

« Mea culpa, fui una verdadera estúpida el otro día, ¿cómo pude pensar por un instante que tenías otras razones más que mi cuerpo admirable para tener ganas de hacerme el amor? ¿Eh, francamente? » Él me mira atentamente y veo que sus rasgos se suavizan. « Zoé, me importas, más que ninguna mujer antes que tú. No sé por qué, porque eres diferente, porque me ves como soy y no como una estrella de cine que todo el mundo conoce, porque el dinero y el éxito no te interesan, porque adoro tu delicioso cerebro complicado, tu acento cuando hablas inglés, tu frescura, pero también tu rostro delicioso, tu cuerpo REALMENTE admirable… » Él deja de hablar y desliza el tirante de mi vestido, antes de darme un beso sobre el hombro, yo vuelvo a subir el tirante y lo alejo con la punta de mis dedos. No es que no tenga ganas de él, pero quisiera que termináramos una conversación aunque sea una vez, ¡que se entregue un poco! – ¿Qué más quieres saber?, me sonríe. No sabría ser más preciso acerca de mis sentimientos, estoy un poco perdido, nunca había sentido esto antes. Siempre tengo ganas de estar contigo, estar separado de ti me es doloroso, extraño tu voz, me inquieto por ti cuando estás lejos de mí… – …estás celoso de James, le digo retomando su enumeración por mi cuenta. ¡Ay, pero por qué dije eso! ¿No podía sólo decirle que estaba emocionada, conmovida, que sentía lo mismo que él? ¡Cualquier cosa! Me doy cuenta de que mi broma puede parecer muy presuntuosa y no puedo evitar hacer una pequeña mueca. Cierro los ojos esperando el disparo. ¡Bravo, Zoé, si te pone en tu lugar, es porque te lo buscaste! Pero Terrence no decía nada, entreabro un ojo para verlo, él con los ojos abiertos como platos, listo para negar, luego estalla en risa. – Sí, es verdad, lo admito, estoy celoso de James. – No deberías, es gay. Terrence, levanta una ceja. – ¿Ah sí? No sabía nada. Es una lástima, me hubiera ahorrado momentos desagradables. ¿Desde cuándo lo sabes? – Hace mucho, antes de la cena en el Spago, donde nos viste. – Qué gracias haces, me dice halándome ligeramente del cabello, con una gran sonrisa, antes de besarme fogosamente. Pero no me quiero dejar distraer y continúo mi interrogatorio. – ¿Qué hacemos ahora?

– ¿Cómo que qué hacemos? – ¿Qué soy para ti? ¿Tu… girlfriend? – ¿Qué quieres exactamente, Zoé, un contrato de exclusividad? Muy indignada, me levanto bruscamente y voy a recargarme a la borda. Miro las colinas de la isla que comienzan a desaparecer en la oscuridad. Siento la presencia de Terrence detrás de mí, me rodea dulcemente con sus brazos. – Zoé, me importas mucho, te lo he dicho y no quiero a ninguna otra. Te deseo, no puedo decirte nada más, no te puedo hacer promesas para el futuro. – Y no es lo que quiero. Para mí también es muy nuevo, no lo había sentido antes de conocerte, también necesito tiempo para saber lo que quiero. No te estoy pidiendo un compromiso, simplemente deseo que seas honesto conmigo. – Lo seré, Zoé, te lo prometo. – Y yo también lo seré. Luego, después de un momento de silencio: – Me gustaría también que nuestra historia se quede entre nosotros, le digo en un tono más grave. No quiero aparecer a tu lado en las revistas, ser un número más en tu lista de conquistas, ni que ensuciemos con mentiras e inventos lo que hay entre nosotros, quiero que esto se mantenga puro. Mientras no estemos solos, seré tu empleada, sin privilegios de ningún tipo, una empleada más entre los demás. – De acuerdo, Zoé. Haremos lo que tú quieras y ya que hablas de tu estatus de empleada, quiero que sepas que corre el riesgo de evolucionar muy pronto. – ¿Por qué? – El consultor al que remplazas va a salir del hospital en unos días, por lo que retomará su lugar en el rodaje desde el lunes. Pero no te preocupes, me dice muy rápidamente al ver mi rostro entristecerse. En primer lugar, por supuesto que serás indemnizada hasta el final de tu contrato y mantienes libre acceso al estudio. Luego, tengo otro proyecto para el que voy a necesitar tu lindo cerebrito. No te puedo decir más por el momento, pero te hablaré de ello muy pronto. Estoy un poco triste con la idea de haber terminado pronto mi misión en la película, pero yo sabía que debía terminar pronto y me había hecho un poco a la idea. Por otro lado, estoy curiosa por saber qué otro proyecto me quiere proponer Terrence, pero parece no estar listo para decirme más al respecto, por el momento. A juzgar por su mano que acaba de poner en mi seno y que lo roza con sabias caricias, realmente no tiene la cabeza en el trabajo. En cuanto a mí, con esa simple caricia, siento el fuego, que se formaba desde sus primeros besos, comenzar a propagarse en todo mi cuerpo. Yo empujo a Terrence quien, sorprendido, no esboza un gesto, y subo rápidamente los escalones que llevan al puente superior. Con un movimiento rápido, deslizo los tirantes de mi vestido, que no necesitaban más que eso para caer al suelo. Lo retengo, sin embrago, contra mis senos, sin quitar los ojos de Terrence, quien me mira con curiosidad y excitación desde debajo de la escalera. Luego lo hago deslizar lentamente

contra mí, hasta mis caderas, develando mis senos disimulados con un sujetador de encaje negro, antes de soltarlo. Empujo el vestido que cayó al suelo con la punta de mis pies. Veo que Terrence tiene la expresión de que quiere acercase a mí, pero se contiene y se queda contemplándome desde abajo; mi pequeño número de strip-tease le gusta indudablemente. Deslizo mis bragas a lo largo de mis piernas y me arqueo exageradamente para desabrochar mi sujetador, dejando surgir mis senos a la luz de la luna. Estoy desnuda frente a Terrence, cuyos ojos brillan de deseo. Veo su mano tomarse con fuerza de la rampa de la escalera. « ¿Vienes? », le digo con mi voz más sensual, invitándolo con un gesto a seguirme, antes de sumergirme en el océano. El agua está un poco fría pero, aun si el sol ya se puso, la temperatura del aire se mantiene algo cálida. Siento con deleite el agua sobre mi cuerpo completamente desnudo. ¡Es mi primer baño a media noche! Todo está tranquilo en esta cala donde anclamos, ni una presencia, sólo dos o tres barcos que oscilan en la oscuridad cerca de la orilla. Nosotros estamos más alejados, pero sólo lo necesario para estar resguardados del viento y del oleaje. Veo a Terrence desvestirse por el reflejo del barco. No había vuelto a ver su cuerpo desnudo desde que hicimos el amor y estoy emocionada de encontrar su torso liso y sus piernas finamente musculosas. Mientras se baja el pantalón, me doy cuenta de que no porta ropa interior y de que su sexo está erecto. Él instala la escalera que nos permitirá volver a subir a bordo antes de sumergirse a mi encuentro. Emerge a algunos metros de mí. Jugando, trato alejarme, pero él me atrapa por el tobillo y, a pesar de mi resistencia, logra halarme hacía él. Nos salpicamos como niños y luego el deseo es más fuerte que el juego. Yo enredo mis piernas alrededor de su cintura y me pego a él, enganchada a sus hombros; lo beso salvajemente mientras él mueve sus manos y pies para mantenernos a flote. Nuestras lenguas mezcladas tienen un sabor a agua de mar, esos besos exacerban mi deseo. Termino por despegarme de él e, invitándolo con la mirada a seguirme, nado rápidamente hacia la escalera; siento sus ojos fijos sobre mí, sobre mis glúteos mientras subo suavemente por la escalera, el agua goteando por mi cuerpo. Me gusta sentir su mirada en mí, combinada con la caricia de la brisa que roza mi piel y cosquillea mis sentidos. Regreso a servirme una copa de champaña rosada, cuyas burbujas me ponen eufórica. Yo, normalmente tan púdica, me siento libre expuesta de esa manera a los elementos y a sus ojos, en esta cala tan bella que parece haber sido construida solamente para nosotros. « Te va a dar frío », me susurra al oído la voz cálida y sensual de Terrence. Volvió a subir al yate y vino a poner una toalla sobre mis hombros. Me seca un poco, luego sus movimientos se hacen más lentos, luego lánguidos. A través de la toalla, siento su mano insinuarse entre mis glúteos, entre mis grandes labios. La frescura del océano no calmó en nada el fuego que me consume y sus caricias le dan aún más vigor. Yo me dejo llevar con delicia, con los ojos cerrados, concentrada en los movimientos de la esponja sobre mi cuerpo, siento sus dedos a través de la tela; luego me enrolla en la toalla y me aprieta contra él. « Humm… la champaña te cae bien », me murmura metiendo la cabeza en mi cuello.

Estallo en risa, divertida por la sutil ironía teñida de admiración que percibo en su comentario. Evidentemente, parece apreciar mi nueva seguridad y estar listo para seguir mi juego. Me apropio de la botella para servirle una copa de ese brebaje decididamente afrodisiaco. « Toma », le digo con firmeza, aunque suavizando mi orden con una sonrisa. Esta noche soy yo quien lleva el baile y eso está muy lejos de disgustarle a Terrence, quien se divierte jugando al compañero sumiso. Se sienta en la orilla de la mesa para degustar su bebida burbujeante, con una toalla atada alrededor de su cintura. Yo me pongo de rodillas frente a él y me dispongo a deshacer la toalla, la cual cae a sus pies. Frente a mis ojos, su miembro comienza a levantarse de nuevo y se endurece aún más cuando lo rozo delicadamente con mis dedos. Excitada por esta respuesta, me apropio de él y lo acaricio más vigorosamente. Me doy cuenta de los preservativos que están cerca de la botella de champaña, rompo el empaque y desenrollo el condón muy fino, antes de ponerlo sobre su sexo, el cual pongo entonces en mi boca. Terrence ahoga un gemido, levanto los ojos hacia él, tiene la cabeza ligeramente echada hacia atrás y los ojos cerrados. Recorro el largo de su pene con la punta de mi lengua, mientras lo acaricio con mis dedos en la base. Chupo su glande para provocarlo, luego lo succiono, hundiendo más profundamente su sexo dentro de mi boca. Tengo una mano tomando fuertemente su pene, la otra aferrada a sus glúteos contraídos por el placer. Terrence, con las manos enterradas en mi cabello, presiona mi rostro contra él, acompañando mi vaivén. Luego, de repente, me hala hacia atrás. Yo lo miro sorprendida. « Me voy a correr, me murmura con los ojos brillantes de excitación. No quiero ahora, no todavía », agrega suplicante y febril. Me enderezo, la toalla que me rodeaba se cae otra vez; pego mi cuerpo desnudo contra él, presionando mis senos excitados contra su torso. Lo beso con la boca muy abierta y no parece molestarle, ya que hunde su lengua glotonamente hasta mi garganta. Mi mano derecha está aún en su sexo, el cual acaricio. Sentada sobre su pierna con las piernas abiertas, pego mi pubis contra su muslo, tomando un poco de placer mientras se lo doy. De pronto, tiene una especie de gruñido y todo su cuerpo se tensa antes de relajarse en un espasmo. Yo miro a Terrence, quien sonríe frente a mi expresión satisfecha. « ¿Estás orgullosa de ti? Espera un poco a que me recupere », bromea. Tengo ganas de jugar esta noche, de aprovechar esta sensación de libertad, desnudos como estamos a la luz de la luna. Me sirvo otra copa de champaña y me dirijo a la proa del barco, segura de ser pronto acompañada. Me siento llena de ardor esta noche, ¡y creo bastante que voy a probarlo en todas las esquinas de este yate! ¿Qué teatro más bello para nuestros retozos habríamos podido encontrar? Me estiro, apoyada de un codo, como si ofreciera mi cuerpo a los rayos del sol, pero simplemente me estoy dejando acariciar por la dulce brisa nocturna. Estoy ansiosa por que Terrence venga cerca de mí. Lo veo que me mira con la mirada de un lobo que se prepara para comer un cordero, pero que toma su tiempo, deleitándose mientras avanza. El deseo no me ha abandonado; para reavivar el suyo,

abro ampliamente las piernas de manera provocadora y empiezo a rozar mi clítoris. Evidentemente, nunca había hecho nada parecido frente a alguien y sólo el alcohol me da el valor de superar mis inhibiciones. Siento muy fuerte el estremecimiento de la transgresión. No dejo de mirar a Terrence, tengo un poco de miedo de impactarlo, pero lo que veo en sus ojos me alienta a hacerme más temeraria. Deslizo un dedo dentro de mi abertura, con una sonrisa provocadora, lo veo entonces dirigirse hacia mí. « Entonces, señorita Zoé, ¿comenzando sin mí? » Terrence está parado frente a mí con su sexo erecto de nuevo, el mío está húmedo, el deseo es tan fuerte que es casi doloroso. Él se acuesta a lado de mí y, antes de que comprenda lo que pasa, me hace balancearme sobre él. Su cabeza está entre mis piernas, su lengua en hunde en mí, yo sobre sus hombros. Tengo un momento de retroceso, un último momento de pudor inesperado, él se agarra de mis glúteos y me mantiene contra él, yo no pongo más resistencia y me arqueo de placer mientras el succiona mi clítoris; mi cuerpo cae hacia atrás y el movimiento de mis senos con las puntas duras que sobresaltan exacerba mi excitación. Él se prende de un pezón, mientras que su otra mano se desliza de mis glúteos a mi vagina, en la que introduce un dedo, sin dejar de lamerme. Desenfrenada, froto mi pubis contra su rostro y gimo al a luz de la luna, como una loba en celo, con el cabello pegado a mi rostro por el agua salada y el sudor. Me corro en su boca con una gran sacudida en todo mi cuerpo. Después de un pequeño instante letárgico, me deslizo de lado y me recuesto sobre su vientre, intentando recuperar el aliento. Apoyado en la borda, me muestra un chocolate, yo asiento, él lo pone en su boca y me hace una seña. « Ven a tomarlo. » Yo dejo la copa sobre el suelo y me levanto. Vengo a deslizarme contra Terrence y, sobre la punta de sus pies, pego mis labios con los suyos. Busco con mi lengua esa golosina, de la cual pronto siento el poderoso sabor en mi paladar. Me doy cuenta de que, a pesar del orgasmo, el deseo no me ha abandonado. Terrence me hace girar repentinamente y quedo pegada a la borda que se termina justo por debajo de mis senos, la cual veo apuntar por encima del agua negra, a penas atravesada por la débil luz que proviene del yate. Escucho el ruido del empaque del preservativo que se rompe. Siento a Terrence que se presiona sobre mi espalda, su pene acariciando la parte alta de mi trasero. Soy mucho más baja de estatura que él; trepo sobre una barra que le da la vuelta a la borda para que mis glúteos estén a la altura de su sexo y abro ampliamente las piernas. Él se inclina y siento su boca besar mis glúteos, su lengua que los lame, y ese dulce calor que se extiende me hace arquearme contra él. Después de este delicioso suplicio, él se levanta y yo me arqueo para ofrecer mi sexo húmedo a su miembro vigoroso que me penetra por fin. Él se engancha de mí y me mantiene contra la borda, sacudida por los asaltos y por el balanceo que se acentuó ligeramente. « ¡Más fuerte! »

¿Fui yo quien gritó? Creo que estoy perdiendo el control completamente. Lo animo a penetrarme una y otra vez. Me gusta sentirlo ir y venir en mí; esa sensación de convertirse en un mismo ser, es una felicidad más grande que la de una semana entera, creí que ese sentimiento ya no llegaría nunca más. Como la primera vez, y en ese momento era una sensación nueva para mí, tengo la impresión de que todo mi cuerpo se desborda de alegría, cada empujón aumenta mi placer, cada caricia me hace perder un poco más la cabeza. Me gusta sentirlo dominarme con su gran estatura y poder, con una mano pegada a mi pubis, la otra agarrando uno de mis senos, como un náufrago se aferra a un bote salvavidas. « Quiero ver tu rostro », Me dice Terrence con una voz que se volvió ronca por el placer. Él se retira bruscamente y me hace girar frente a él. Me mira de arriba abajo intensamente, antes de que su boca se apodere de mis labios. « Te ves tan hermosa cuando hacemos el amor. » Nunca me había sentido tan deseable y deseada. Amarro mis brazos a su cuello, cubriendo su rostro con besos. Él sujeta sus manos a mis glúteos, me levanta y penetra nuevamente en mí. Su lengua registra mi boca como su pene mi sexo, yo me engancho de sus hombros, en los cuales encajo mis uñas. De pronto, me echo hacia atrás, mi cabello vuela por encima de la borda, mientras que el placer me inunda y siento entre mis piernas su cuerpo sacudirse y vacilar bajo el movimiento del impacto que lo atraviesa. Nos quedamos algunos instantes soldados el uno al otro, los latidos de nuestros corazones se desaceleran con la misma sintonía, acariciados por la brisa. Yo saboreo ese maravilloso instante de plenitud… Me desperté en la cabina techada, puedo ver por las ventanillas las verdes colinas de Santa Catalina Island, bañadas con la luz del día. Son las siete, no nos esperan en el estudio hasta las dos de la tarde. Terrence duerme a mi lado, era nuestra primera noche juntos, nunca lo había visto dormir antes. Estoy agotada por esta loca noche candente. No dejamos de hacer el amor hasta en la ducha, donde nos limpiamos de la sal del océano y de nuestros fluidos, antes de acostarnos. Dormimos en los brazos el uno del otro, deliciosamente arrullados por el balanceo y, aunque él se durmió muy rápido, yo resistí un poco para saborear la inmensa quietud que se había apoderado de mi cuerpo y también de mi alma. Intento moverme sin despertarlo, pero es difícil porque se acostó sobre mi espalda, sus brazos entre mi cuerpo. Con los primeros movimientos, me doy cuenta de que mi cuerpo está adolorido, siento en mi espalda las marcas de las barras de la borda, pero incluso me gusta ese dolor que me recuerda tanto placer. Remuevo la delgada sábana que cubre a Terrence. Él aún tiene el pene erecto. Me gusta verlo dormir, rendido, sumergido en sus sueños, con una ligera sonrisa en los labios, no se parece en nada a la gran estrella, en ocasiones un poco distante. Rozo con mi dedo su gran y bello sexo y tiene un pequeño gemido en su sueño, pero no se despierta. Este hombre, definitivamente, me causa un efecto increíble: todavía tengo ganas de él, sin que ni siquiera me acaricie; su virilidad expuesta sin defensa me emociona y excita, y siento mi sexo que reacciona, acaricio su sexo un poco

más fuerte. ¡Aunque es un buen actor, sé que se despertó! ¡Pero como el señor finge dormir, yo hago como si le creyera! Soplo ligeramente sobre su sexo y ese dulce calor lo hace estremecerse involuntariamente. Siento mis senos hincharse de deseo, mi sexo se pone increíblemente húmedo. Tomo uno de los preservativos que están tirados cerca de la litera y lo pongo sobre el sexo de Terrence, luego me trepo en él, agarro su miembro y lo introduzco en mí. Excitada por la pasividad, subo y bajo sobre su pene a mi antojo, siguiendo mi propio ritmo, como si fuera un sex toy, un objeto sin vida, duro, grueso, cálido, del que puedo disfrutar a mi gusto. Continúo ese juego un momento, balanceando mis glúteos, enderezándome por un instante antes de pegarme a él, volviendo a empezar; luego, quiero más. Sin dejar de presionar mis muslos, me inclino hacia Terrence y lo beso ardientemente. Con sus ojos aún cerrados, responde a mi beso, entonces mordisqueo sus pezones: él comprendió lo que esperaba, entonces me toma firmemente de las caderas y se arquea para penetrar aún más profundamente en mí. Mi sexo y vientre están ardiendo, ondas de placer irradian en todo mi cuerpo mientras él me lo hace. Mis manos se enganchan de su torso cubierto de sudor y yo me corro en un grito, mientras siento su cuerpo tensarse, en un último estremecimiento.

12. En la tormenta

Desde la noche abrazadora que pasamos en su yate, no he vuelto a ver a Terrence a solas, pero he tenido ampliamente el tiempo de pensar en nuestro encuentro ¡y no puedo creer haberme mostrado tan liberada!, pero era tan estimulante hacerme desear, ver su excitación subir a merced de mis provocaciones… Era tan bueno hacer el amor, desnudos a la luz de la luna, acariciados por la brisa, sobre el puente del yate, ¡y además no sólo sobre el puente! Hay una verdadera química entre nosotros, con él me siento libre, bien en mi cuerpo, sabe mostrarme lo que me desea y me da tanto placer. Y su cuerpo… debo admitir que el recuerdo de sus abrazos perturbó un poco mi sueño estas últimas noches. Me hubiera gustado pasarlas con Terrence, pero tuvo una semana cargada, con muchas citas de negocios y noches caritativas en su agenda. Pero, esta noche, debemos partir a Cabo San Lucas, en México. Claro que estoy contenta de ir a México, donde nunca he puesto un pie, pero lo que me emociona más es encontrarnos sin nadie que nos conozca, poderlo besar y no solamente entre dos puertas. Las caricias fugases y los besos robados son divertidos, pero también muy frustrantes. Ciertamente, Terrence es mundialmente conocido y hay pocas posibilidades de que podamos pasear tranquilamente tomados de la mano en las calles y los mercados de Cabo, pero al menos podremos disfrutar un poco el uno del otro discretamente. Antes de volar a México, debo pasar a casa de James y Erika, debo hacer que James repase otra vez sus diálogos en francés, quien no cree haber aprendido bien el idioma para la película. Como muchos de sus colegas, piensa que es suficiente tener un mínimo de mimetismo vocal para ser creíble y, debo admitir que, para los pocos diálogos que tiene que decir en esta lengua, lo hace bastante bien. Es su empleada de la casa quien viene a abrirme la puerta de su casa en Malibú. Me conduce hasta la sala de estar, donde encuentro a James jugando un videojuego. – Hello, darling. ¿Puedes esperar un momento?, estoy en Grand Theft Auto, debo terminar un truco. – Ok, tómate tu tiempo. Dime, ¿cómo sigue tu abuelo? – Está muy bien, ¿por qué? – Eh… No sé, ¿Erika me dijo que había sido hospitalizado? – Debes estar confundida. Granddad está de lo mejor, hablé por teléfono con él hace dos horas, iba a ir de caza con amigos en Nevada. – ¿Ah sí? Pero, yo… sí, debí entender mal. ¿Erika está aquí? – Sí, está en su habitación, puedes subir, siempre está contenta de verte. Subo los escalones hasta el primer piso, pensativa. ¿Por qué demonios Erika me habrá contado esa historia cuando la vi llorar el otro día en el estudio? « ¿Erika? », digo suavemente.

Ninguna respuesta, pero conforme avanzo por el pasillo, me parece escuchar un llanto proveniente de su habitación. « ¿Erika? » Empujo la puerta entreabierta y encuentro a la hermana de James de rodillas al pie de su cama, llorando a rienda suelta. « ¿Pero qué pasa? » Me acerco a ella y la abrazo, pero ella me rechaza suavemente. « ¿Erika? ¿Qué pasa? ¡Dime! ¿Te puedo ayudar? » Entonces alcanzo a ver el objeto que yace sobre el suelo cerca de ella: una prueba de embarazo, es positiva. « ¿Estás embarazada? ¿Pero de quién? » La veo, aturdida por la noticia y tratando de imaginar quién podría ser el padre. Desde que la conozco, no he visto a Erika con ningún hombre, sin embargo, el sexo masculino no es insensible a su encanto. Erika es una muy bella y alta rubia, con físico de top model y, en el estudio, he visto a más de uno merodearla, pero por lo que sé, ella no ha cedido a las proposiciones de nadie. En varias ocasiones, me dio a entender claramente que era soltera, pero, ¿tal vez no me dijo todo? Su llanto se intensifica y yo me disculpo. « Discúlpame, esto no me incumbe, no me digas nada, cálmate. » Y la tomo en mis brazos para acunarla como un niño. « Es Terrence » Después de un instante de estupor, siento mi sangre congelarse en mis venas. – Terrence… ¿Qué con Terrence? Logro balbucear. – Terrence es el padre. Me quedo ahí, sin entender, mientras sus sollozos se intensifican y esconde su rostro entre sus manos. « Déjame sola, te lo ruego, Zoé, déjame. » Como en automático, me levanto y salgo lentamente de la habitación. No sé lo que hago, ya ni siquiera sé qué pensar.

¿Terrence? ¿El padre del bebé de Erika? Con las piernas temblorosas, trato de recobrar la compostura. Vuelvo a ver las lágrimas de Erika en el estudio, mientras Terrence besaba a Tessa para la escena. Debí haber comprendido la razón de su llanto, yo misma estaba afectada. Termino por recuperar el suficiente aplomo para regresar con James a la planta baja, aparentemente, terminó de jugar. – ¿Qué te pasa, darling? Te ves alterada. – James, necesito hablarte. Consternado por mi seriedad, se acerca a mí, me toma de la mano para conducirme hasta el sofá para que me siente, luego se sienta cerca de mí. « ¿Qué pasa? » No soy yo quien debe anunciarle el embarazo de su hermana, sin embargo, él puede esclarecerme algunas cosas. – ¿Terrence y Erika tienen una aventura? – ¡Ah, se trata de eso! Suspira y baja la cabeza, apenado. – Zoé, tú no me lo confiaste, pero comprendí que tenías una debilidad por Terrence. Yo soy una persona que habla mal de los demás, pero no de las personas que quiero y tú eres parte de ellos, así que no le he dicho nada a nadie, ni siquiera a Erika… e incluso ni a ti. Esperaba a que tú me hablaras del tema y es por eso que no te dije nada de Erika y Terrence. – ¿Tienen una relación? – No sé nada. Bueno, no sé si es serio, sé que hace tres meses aproximadamente se acostaron, después de una party del rodaje. Vi a Terrence huir de la casa una mañana. Si se vieron después, no lo sé, Erika es siempre discreta con ese tipo de cosas, incluso conmigo. En cuanto a Terrence… ¡me parecía que estaba muy ocupado contigo! Con la cabeza escondida en mis manos, no sé qué pensar. El golpe fue violento y tuve problemas para recuperarme. – ¿Pero tú cómo sabes?, retoma James. ¿Fue Erika quien te lo dijo?, me dice levantando la cabeza hacia la escalera. ¿Cómo es posible? – Creo que deberías ir a verla. Yo me voy a casa. Y, sin esperar su respuesta, salgo de la casa. Tengo que hablar con Pauline. « ¡Pauline! »

Entro rápidamente al apartamento. No veo a Pauline, pero escucho el sonido de una guitarra venir de la terraza. « ¡Pauline! », vulevo a decir, saliendo de las plantas. La música se detiene inmediatamente. Mi amiga está sentada en la banca, frente a nuestro vecino, el seductor, Leonard. Se miran de manera sorprendida. « ¡Oh!, discúlpenme, no quería interrumpirlos. » Estoy alterada y obviamente, eso se nota. Pauline y Leonard, intercambian una mirada comprensiva y nuestro vecino se levanta precipitadamente. – Hola, Zoé y adiós. – No… por favor, pueden quedarse, les digo sin mucha convicción. – De verdad debo irme, ya será la próxima vez. – Lo acompaño y regreso, me dice Pauline. Esperando su regreso, voy a mi habitación y me pongo en posición fetal sobre la cama y estallo en sollozos. Es así como mi amiga me encuentra. – ¿Pero qué pasa?, me dice alarmada. – Es Terrence… – ¿Qué hizo? ¿Le pasó algo? – No… Una vez que mi llanto se apaciguó, logro contarle entre sollozos de lo que acabo de enterarme. No le escondo nada a Pauline, ella sabe que Terrence y yo tenemos una relación. – ¿No crees que te estás alterando muy pronto? – ¿Qu… Qué? – ¿Le crees, a esta Erika? – Sí, le creo, he aprendido a conocerla estas últimas semanas, es una persona buena, no inventaría historias así y aún más, le creo a James. – ¿Y Terrence, si le dieras una oportunidad para explicarse? Después de todo, no sabes desde cuándo está embarazada, la fecha puede ser anterior a su encuentro. Con esas palabras, el enojo se transforma en dolor. Exploto. « ¿Por qué no me dijo que tuvo una relación con Erika? ¡Es que tenía algo que esconder! En el yate me dijo que sería completamente honesto conmigo, pero no mencionó este episodio. ¿Por qué? Convivo con Erika todos los días en el estudio, ¡y él también! ¡Es mi amiga! ¡Si no dijo nada es porque tal vez continúa con esta relación! Y aunque no sea el caso, ¿cómo puedo seguir con él cuando otra mujer carga su hijo? »

Con estas palabras, mi llanto se intensifica. Pauline ya no intenta convencerme, sabe que no estoy en un estado que me permita comprender argumentos. Simplemente me abraza, esperando que mis lágrimas cesen, y espera mucho tiempo. Agotada, termino quedándome dormida. Me despierto con el sonido de mi teléfono móvil, es Terrence. No respondo. Pauline ya no está, pero me dejó una nota; tuvo que irse a trabajar. Mi teléfono vibra, es un mensaje de Terrence: [¿Dónde estás? ¿Estás lista? Cabo nos espera.] No puedo irme con él de fin de semana romántico como si nada pasara, como si una mujer no fuera a traer al mundo a su bebé, no quiero hablarle. Estoy hasta el límite de mis fuerzas y de mi dolor. [¿Estás en la ducha? Tengo una cita, te envío a Max a buscarte para llevarte al aeropuerto. Besos.] Otro mensaje de Terrence. Sin siquiera reflexionar, tomo un bolso, en el cual meto ropa al azar. Abro todos los cajones de la cómoda y los volteo sobre el piso antes de encontrar mi pasaporte en el fondo de un bolso. Me cruzo con mi rostro en el espejo: desencajada, con el rostro rojo, los ojos hinchados, parezco una loca. Llamo a un taxi. En camino, le llamo a Pauline para prevenirla. Mientras me bajo, el taxi me espera frente a la puerta del inmueble. Me precipito a toda velocidad. ¡Uf! Max todavía no ha llegado. – ¿A dónde va? – Al aeropuerto, a la salida de los vuelos internacionales. Como una niña herida que corre a consolarse con su madre, voy a refugiarme con mi tía Hélène. No tengo el valor de volver a ver a Terrence. Cuando pienso en él, lo imagino con Erika, los veo besarse, hacer el amor, ¡y eso me destroza el corazón! Para reflexionar la situación, necesito alejarme, poner al menos el océano entre nosotros. Me voy a París.

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