Kate B. Jacobson

LOVE U

volúmenes 5-6

En la biblioteca:

Los deseos del multimillonario - Volúmenes 1-2 Cuando Lou entra en el magnífico vestíbulo de la casa Bogaert, cree estar soñando. ¡La casa de moda más exclusiva de París le abre finalmente las puertas! Ahí, conocerá al tenebroso Alexander, empresario frío y cínico con un encanto… devastador. De Paris a Mónaco, el millonario le mostrará una nueva vida; llena de lujo y placeres… Pero Lou perderá la cabeza, ¿podrá su corazón reponerse de las heridas? Descubra la nueva novela de June Moore, quien retrata con delicadeza las aventuras amorosas de la bella Lou y su misterioso millonario…

En la biblioteca:

Tú y yo, que manera de quererte Todo les separa y todo les acerca. Cuando Alma Lancaster consigue el puesto de sus sueños en King Productions, está decidida a seguir adelante sin aferrarse al pasado. Trabajadora y ambiciosa, va evolucionando en el cerrado círculo del cine, y tiene los pies en el suelo. Su trabajo la acapara; el amor, ¡para más tarde! Sin embargo, cuando se encuentra con el Director General por primera vez -el sublime y carismático Vadim King-, lo reconoce inmediatamente: es Vadim Arcadi, el único hombre que ha amado de verdad. Doce años después de su dolorosa separación, los amantes vuelven a estar juntos. ¿Por qué ha cambiado su apellido? ¿Cómo ha llegado a dirigir este imperio? Y sobre todo, ¿conseguirán reencontrarse a pesar de los recuerdos, a pesar de la pasión que les persigue y el pasado que quiere volver? ¡No se pierda Tú contra mí, la nueva serie de Emma Green, autora del best-seller Cien Facetas del Sr. Diamonds! Pulsa para conseguir un muestra gratis

En la biblioteca:

Todo por él Adam Ritcher es joven, apuesto y millonario. Tiene el mundo a sus pies. Eléa Haydensen, una joven virtuosa y bonita. Acomplejada por sus curvas, e inconsciente de su enorme talento, Eléa no habría pensado jamás que una historia de amor entre ella y Adam fuera posible. Y sin embargo… Una atracción irresistible los une. Pero entre la falta de seguridad de Eléa, la impetuosidad de Adam y las trampas que algunos están dispuestos a tenderles en el camino, su historia de amor no será tan fácil como ellos quisieran. Pulsa para conseguir un muestra gratis

En la biblioteca:

Muérdeme Una relación sensual y fascinante, narrada con talento por Sienna Lloyd en un libro perturbador e inquietante, a medio camino entre Crepúsculo y Cincuenta sombras de Grey. Pulsa para conseguir un muestra gratis

En la biblioteca:

Mr Fire y yo – Volumen 1 La joven y bella Julia está en Nueva York por seis meses. Recepcionista en un hotel de lujo, ¡Nada mejor para perfeccionar su inglés! En la víspera de su partida, tiene un encuentro inesperado: el multimillonario Daniel Wietermann, alias Mister Fire, heredero de una prestigiosa marca de joyería. Electrizada, ella va a someterse a los caprichos más salvajes y partir al encuentro de su propio deseo… ¿Hasta dónde será capaz de ir para cumplir todas las fantasías de éste hombre insaciable? ¡Descubra la nueva saga de Lucy Jones, la serie erótica más sensual desde Suya, cuerpo y alma! Pulsa para conseguir un muestra gratis

1. Preguntas sobre una ausente

Terrence encendió la pantalla plana de la sala de estar. Las imágenes giran en espiral: las de Terrence, sonriente en alfombras rojas, y ésta de periódico, intitulada: «Rose Belmont se confiesa con Jack di Carlo: «Soy la madre de Terrence Grant». «¿Bueno, y ahora qué hacemos?», dice Terrence, mirando con una expresión seria a Jane Kilding, su publicist, encargada de su imagen. Esta mujer debe volar, o bien, llamó mientras ya estaba en camino, lo que me parece más plausible. Aunque la imagino muy bien transportándose sobre una escoba… Lo cierto es que pasó el umbral de la casa solamente cinco minutos después de haber lanzado su bomba. Yo todavía estaba en shock por el descubrimiento de la noticia y ni siquiera pude hablar de ello con Terrence, a penas tuvimos tiempo de vestirnos. Jane llegó enfurecida y le pidió a Terrence que le explicara los hechos, y eso es lo que acaba de hacer. Él que es tan discreto y púdico, no tenía otra opción que contarle todo a Jane; después de todo tiene un precio muy alto que pagar simplemente por intervenir en este tipo de situaciones. - En primer lugar, mi querido Terry, declara Jane después de un momento de reflexión, debería estar muy molesta contigo por no haberme hablado de todo esto antes. Si no fueras mi cliente favorito y, por supuesto, no me pagaras tan generosamente, te habría presentado mi renuncia. Pero bueno, el mal está hecho, agrega ella con una expresión forzada, así que, voy a intentar protegerte. Lo primero por hacer es contactar a tu madre. - Ya le dejé mensajes ayer, antes de… esto, pero nada, no me llamó. - Creo que tenía que regresar a África, digo yo con una voz débil, eso me dijo cuando nos vimos en París. Terrence y Jane se giran hacia mí; tengo ganas de enterrarme bajo tierra. Es la primera vez que cruzo la mirada de Terrence desde que nos despertamos y me siento tan culpable por este desastre que me cuesta trabajo mantenerla. - O se hacía la muerta sabiendo bien lo que se iba a producir el día de hoy, dice burlona Jane. - ¿Tú qué piensas, Zoé?, me pregunta Terrence. Mientras se dirige a mí, su voz es más dulce de lo que me temía. ¿Es posible que no esté molesto conmigo? - No es la Rose que conozco… Bueno, no puedo decir que la conozco realmente, balbuceo yo, pero me cuesta trabajo creer que haya podido hacer algo así. - Y tal vez tienes razón, me dice él con una voz firme. Conocemos a esta prensa y sus métodos, tal

vez mi madre no dio ninguna entrevista. - ¿Entonces, cómo explicas que el autor del artículo, Jack di Carlo, sepa de su existencia?, interroga Jane. - Eh…, balbuceo yo. A penas me atrevo a continuar frente a sus miradas interrogantes, apuntando nuevamente hacia mí. «El día que Rose me contó su historia, logro continuar con problemas, fue en el Library Bar. Cuando nos levantamos para irnos, me di cuenta de que él estaba sentado justo detrás de nosotras. No creo que haya escuchado todo, pero…» Jane emite una pequeña risa sarcástica. - El querido Jack no necesita escuchar TODO, es un excelente espía, unas pocas palabras son suficientes para lanzarle una pista. De cualquier manera, en vista de todo lo que me contaste… ¿me contaste TODO?, insiste ella, mirando fijamente a Terrence, por encima de sus gafas de concha. - Sí, lo sabes todo, dice Terrence con una voz cansada. - Bien, entonces Jack no ha sacado todo, lo único de lo que nos enteramos en este documento es que tu madre no está muerta y que se llama Rose Belmont, no hay accidente, tío fallecido, ningún cuento de tu ahogamiento inventado por tu abuela… Ya sea que Jack no sabe todo, o lo guarda bajo la manga para una próxima edición. Así que, tenemos que enterarnos de lo que Rose le dijo exactamente… - … o lo que él escucho, consigo decir. - … antes de hablar con la prensa, continúa Jane sin hacer caso a mi comentario, voy a intentar pasar por la fundación, Niños en desamparo, para saber dónde está. ¿Zoé, tiene algún otro medio para contactarla? - Voy a intentar enviarle un e-mail enseguida; sino, no tengo más que el número que le di a Terrence, admito, avergonzada. - Bueno, ni modo, dice Jane con una pequeña mueca disgustada. Voy a manejar a los periodistas mientras tanto. Tuve que apagar mi teléfono porque no dejaba de sonar desde el amanecer, pero voy a necesitar encenderlo de nuevo y tranquilizarlos. En cuanto a ti, Terrence, lo único que tienes que hacer, mientras esperamos a contactar a tu madre es… callarte. Obviamente, no respondes a ninguna entrevista, sales lo menos posible, incluso no sales para nada, es el momento de disfrutar tu espléndida piscina… ¡Afortunadamente, tu rodaje terminó! Ella deja escapar un gran suspiro y se aleja a la terraza sobre sus stilettos, con su teléfono en la mano. Yo me quedo sola en la gran sala, frente a Terrence, acurrucada en un sillón, él se acerca a mí, se arrodilla y toma mis manos en las suyas. - Lo siento, Terrence, todo esto es mi culpa, le digo con lágrimas en los ojos, nunca debí mezclarme en esto. - Por supuesto que no, Zoé, lo que sucede no es tu culpa. Hiciste lo que tenías que hacer, yo habría hecho lo mismo si una mujer se hubiera presentado conmigo diciendo ser tu madre. Siempre te agradeceré por haber hecho que mi vida no estuviera construida con mentiras, agrega tiernamente,

tomándome en sus brazos. - Sí, pero mira en qué situación estás ahora… - Aún no sabemos lo que pasó realmente, si mi madre en verdad dio esa entrevista y, si lo hizo, tal vez tenía razones válidas. Sabes, ésa prensa emplea métodos realmente divertidos. Me has dicho muchas cosas buenas de ella, confío en tu instinto, en tu juicio. Esperemos su versión… En ese momento, Jane regresa a la sala de estar. No demuestra ninguna sorpresa al vernos entrelazados, al menos no más de la que mostró al encontrarme aquí esta mañana. «Entonces, par de tórtolos, dice con un tono sarcástico, una cosa a la vez. Por el momento, yo gestiono el dossier de la madre resucitada, guardemos la love story para después, ¿ok? Bueno, basta de bromas.», dice ella. ¡Pero estoy más o menos segura de que hablaba completamente en serio! «Terrence, ya me dieron la base, Rose Belmont está en África en un lugar apartado e inaccesible por teléfono o por e-mail. Están intentando enviar a uno de sus corresponsales al país para prevenirla, yo les solicité la más estricta confidencialidad, cualquier información de Rose y su localización no será divulgada y se sujetarán a ello, confía en mí, ¡los amenacé con más demandas de las que podían contar!» ¡En eso sí confío! ¡Jane sabe ser tan seductora como aterradora cuando es necesario! - Creo que es momento de que discutamos la estrategia a seguir, retoma ella. ¿Vamos a tu oficina?, dice mostrando el piso superior. - Yo ya me voy, me apresuro a decir, saliendo del sillón. Tengo que avanzar en la serie antes de la próxima reunión de trabajo con Fitz. Prefiero dejarlos con su estrategia de guerra, no les sería de ninguna ayuda quedándome aquí y tengo una tonelada de cosas por implementar en mi guion antes de avanzar con Fitz, mi script doctor. Es mejor que regrese a trabajar… ¡si logro reponerme de este nuevo sobresalto! No hay nadie en la casa, Pauline, sin duda, está con Leonard, nuestro vecino músico, quien es también su apuesto novio. Encontré en el buzón un primer correo de rechazo de un editor, dirigido a mi pseudónimo, Émilie Trax (anagrama mejorado de mi apellido Scart), el cual tuve el cuidado de agregar al buzón. Admito que estoy un poco decepcionada, pero supongo que todos los escritores pasan por esto y conservo la esperanza, envié (por medio de mi tía) el manuscrito a varias casas editoriales. ¿Es posible que tenga más éxito con otro editor? Me instalo en la terraza para trabajar y, a pesar de mis preocupaciones, me sumerjo rápidamente en mi proyecto de serie. Ya trabajé mi galería de personajes con Fitz, debo perfeccionar la intriga y sus sobresaltos en una sesión. Estoy tan absorbida que no veo el tiempo pasar, es mi estómago quien me llama a poner orden, rugiendo de hambre. Me dispongo a dar una vuelta al refrigerador, cuando mi teléfono suena. Es Erika, la hermana de James Harper, mi compañero comediante. La última vez que nos hablamos fue por la vía del Skype y me anunció que Terrence no era el padre de su bebé.

- ¿Diga? - Zoé, soy Erika. ¿Estás bien? - Pero es a ti a quien hay que preguntarle. ¿Cómo te encuentras? Tu hermano me dijo que estabas en San Francisco. - Justamente acabo de regresar. Quería proponerte que almorzáramos juntas, podrías evaluar mi estado por ti misma, me dice de manera bromista. ¡Parece estar mucho más alegre que la última vez que hablamos por Skype! - Claro, ¿cuándo? - ¿Hoy? Me quedo un breve instante muda, un poco sorprendida por su apuro. - Lo siento, te tomo un poco desprevenida… - Claro, por supuesto, hoy. ¿Dónde nos vemos? - En el Ivy, ¿te parece? - Ahí estaré en treinta minutos. Erika y yo estamos instaladas en una mesa de la terraza cerrada y llena de plantas del Ivy, frente a unas ensaladas abundantes y creativas. Es un lugar preciado del Gran Hollywood, con ambiente relajado y campestre, con árboles cubiertos de hiedra sobre el pavimento, muros de ladrillo y postigos verdes. Erika se ve en forma y muestra orgullosamente sus primeras curvas de mujer embarazada. Recuerdo cuando me informó que esperaba un bebé, cuando creía que Terrence era el padre… Parece estarlo viviendo mucho mejor en este momento. Estoy un poco angustiada por la idea de que evoque a Terrence, pero su nombre no ha sido pronunciado ni una sola vez, por el momento… La comida apenas comienza y, hasta el momento, nuestra conversación se ha fijado únicamente en las alegrías – y en los pequeños desagrados – de su embarazo. - Bueno, ¿y tú?, me dice Erika. James me dijo que te vio, que habías terminado tu novela, que estabas trabajando en una serie… Parecía encontrar el proyecto genial, además. - ¡Es muy amable! Sí, aún estoy trabajando en los guiones de los primeros episodios, pronto deberíamos estar grabando el episodio piloto. Afortunadamente, tengo a Fitz para apoyarme, Fitzgerald Brown, le digo, lo más naturalmente posible. Con esas palabras, Erika se sonroja violentamente, bebe un trago de agua con gas y por poco se atraganta. Yo finjo que no me doy cuenta de su incomodidad. - Ah…eh. Fitz, ¿está bien? Lo conozco, sabes, nos cruzamos en el rodaje, me dice, visiblemente avergonzada. - Se ve en buena forma. En todo caso, estoy encantada de trabajar con él, ese tipo es un genio y es muy gentil… Me da un poco la sensación de estar «alabándolo», pero pienso en cada palabra que digo y, como Erika parece ávida de información sobre Fitz, no me privo del placer de decir todo lo bueno que

pienso de él. Tengo la impresión de haber atinado en mi especulación: Fitz fue, de hecho, la aventura de una noche de Erika y es el padre de su bebé. ¿Y si Erika comenzara a reconsiderar el futuro de su relación? Espero que Fitz tome en cuenta mi consejo y vuelva a contactarla… Una camarera viene a proponernos postres, yo los rechazo mientras Erika ordena un pastel de chocolate, glotonamente. ¡Visiblemente, ahora come por dos! «Sabes, me dice de pronto, con una expresión seria, quería verte para hablarte de algo en particular. » Mi corazón se acelera frente a su expresión preocupada. - ¿Qué pasa? - Se trata de James… Está en tratamiento de desintoxicación. - ¿Qué?, le digo, desconcertada. Pero lo vi hace no mucho tiempo y se veía bien. ¿Qué pasó? - Tú sabes que tenía la costumbre de fumar marihuana de vez en cuando, pero estas últimas semanas se convirtió en una verdadera dependencia. Sé que probó otras drogas ocasionalmente, afortunadamente, sin caer en las drogas duras. Además de eso, comenzó a beber realmente, de verdad demasiado: vodka desde que se despertaba y un poco de todo durante el resto del día. Yo y uno de sus amigos lo convencimos de entrar en un centro de desintoxicación, antes que sea demasiado tarde. - Erika, no sé qué decir, lo siento, le digo, consternada. - Prefiero considerarlo como una advertencia, me asegura ella, incluso si su bello rostro afligido me dice que no está tan optimista. Después de todo, aceptó ir antes de que sea demasiado tarde, eso me da esperanza. Creo que el hecho de convertirse en tío lo hizo reflexionar, me dice con una débil sonrisa. Cuando me di cuenta de que estaba sobrepasando los límites, me sentí muy culpable. Si vivo con él desde que se instaló aquí, es también para vigilarlo, para impedirle ceder a las tentaciones y a sus demonios. James siempre ha sido un poco wild, alocado. Pero, a pesar de toda mi vigilancia, no pude evitar que cayera en la adicción, continúa ella, con un tono culpable. Afortunadamente, tomó la decisión correcta muy pronto, los médicos son muy alentadores, pero por ahora, James necesita sentirse apoyado. La mirada que me lanza parece un llamado de ayuda. - ¿Qué puedo hacer? ¿Lo puedo llamar? - Voy a pasar a verlo esta tarde, está a una hora de camino de aquí; quería proponerte que vinieras conmigo. - Pero… ¿tiene derecho a visitas? - Sí, son limitadas, pero está en una fase de su tratamiento en el que puede ver personas, aunque los visitantes son seleccionados cuidadosamente, deben ser positivos, bondadosos… ¡como tú!, me dice tomándome la mano por encima de la mesa. El mismo James pidió verte, él no podía llamarte, se les retiran sus teléfonos a los pacientes, es el equipo médico quien me da noticias de él entre mis visitas. Entonces, ¿quieres acompañarme?, me dice, con sus grandes ojos, llenos de esperanza, mirándome de arriba abajo.

Yo ni siquiera me tomo el tiempo de reflexionar: «¡Por supuesto que voy contigo!»

2. Un mal por un bien

Si no hubiera sabido que era un centro de desintoxicación para adictos diversos, habría creído que el lugar a donde Erika me condujo era un club vacacional híper-selecto. En mi favor, es fácil equivocarse: la propiedad, que sobresale al océano, es suntuosa, los edificios muy blancos, están rodeados de inmensos jardines adornados con palmeras y una gran piscina, así como de una cancha de tenis. Desde que ingresamos en la propiedad de alta seguridad, me crucé con una cantante mundialmente conocida, una joven actriz de reality show, un antiguo niño estrella y una gloria pasada del tenis mundial; y el estacionamiento sólo cuenta con automóviles Porsche, Mercedes, Ferrari, Corvette, Lamborghini y otras joyas a motor de la misma índole. Nos encontramos con James en el gran jardín y nos instalamos, un poco alejados de los demás, bajo unas grandes sombrillas. James se ve en forma y feliz de verme. Al principio, yo no sabía muy bien qué decir, pero él me puso cómoda bromeando acerca de su situación «de alcohólico de lujo». Tiene muchas ganas de salir de esto y su proyecto con Gus Van Sant no por nada es parte de su motivación. Hablamos de todo un poco, luego, de la serie en la que estoy trabajando. Ya lo hablé con James y le gustaría mucho encarnar uno de mis personajes; a decir verdad, lo creé un poco pensando en él y espero tener influencia durante el casting. - ¿Me parece que estás trabajando con Fitzgerald Brown?, me lanza James y yo no puedo evitar lanzarle una mirada a Erika, quien, me parece, se sonrojó. ¿Sabes que estaba enamorado de Erika? - Por supuesto que no, se exaspera su hermana. - Pues claro que sí, cuando venía al rodaje de Angry Man, pasaba su tiempo mirándola y siempre buscaba un pretexto para hablarle, bromea James; parecía un adolescente enamorado. Obviamente, Erika no le ha dicho a James quién es el padre del hijo que carga. Eso me sorprende, pero no demasiado: ella sabe bien que, con su temperamento explosivo, si James se entera de la identidad del padre de su futuro sobrino o sobrina, hay muchas posibilidades de que vaya a encontrarlo directamente. - De cualquier forma, es alguien cargado de talento y con quien adoro trabajar. - ¡Para eso, el hombre es un genio, pero para la conquista, no es muy hábil!, bromea James fingiendo que no ve la exasperación de su hermana. Busco cambiar el tema, cuando de pronto, mi mirada es atraída por una silueta peinada con un gorro panamá que se dirige hacia nosotros, con un perro en correa. Me falta el aire: es Jack di Carlo, el periodista. Furiosa, salto de mi asiento y corro hacia él. Al verme, Jack soltó la correa y el foxterrier liberado sale corriendo en mi dirección, antes de pasarme de largo a toda velocidad.

- ¡No tiene vergüenza!, digo, fuera de mis casillas, plantándome frente a Jack. ¡Viene hasta aquí para espiar! ¡Usted vive de la infelicidad de los demás, cómo puede mirarse al espejo por las mañanas! - Pero Zoé, no, no es lo que usted…, comienza él. - ¿Ahora que mentiras va a inventar?, le rujo yo. Entonces escucho la voz de James detrás de mí. «Zoé, Jack es un amigo.» Me giro y veo a James con Hitchcock en los brazos, quien le lame alegremente el rostro. «Es él quien me decidió entrar en cura de desintoxicación. Le debo mucho», añade James con una gran sonrisa, divertida por mi error. Me quedo sin voz. después de un momento de estupefacción: «Bien, puede ser tu amigo, pero mío no. Los dejaré entre ustedes, yo regresaré a verte otro día. Cuídate, yo me las arreglo para regresar, Erika.» Diciendo esto, me doy la media vuelta y me alejo tan rápido como puedo, ignorando los gritos de James y Erika. De pronto siento una mano sobre mi hombro que me fuerza a detenerme. Me giro y me encuentro con Jack, con su gorro torcido y sin aliento. - Jovencita, deme una oportunidad de explicarme. Tendrá derecho a insultarme, pero por favor, disminuya la velocidad, mi corazón se va a salir de mi pecho, hace veinte años que no corro. - Se nota, le suelto, examinando de manera burlona su silueta regordeta. Divertido por mi comentario traidor, Jack estalla en risa, luego, me muestra un banquillo bajo una palmera. «Por favor Zoé, vamos a sentarnos.» Sin lo que hizo por James, sin duda no le hubiera dirigido ni una mirada, ni un segundo de atención, pero en vista de la situación, después de un instante de vacilación, acepto tomar asiento cerca de él. Lo miro con una expresión obstinada, esperando que él hable primero. «Está molesta conmigo, Zoé, y tiene razón, pero sepa que si revelé la historia de Rose Belmont es porque estaba obligado a hacerlo.» Yo dejo escapar una pequeña risa incrédula. - ¡Oh! No voy a hacerme el honesto, retoma Jack, puse al alcance del público muchas historias que no debieron estarlo para ganarme la vida, e incluso, en ocasiones lo hice con mucho gusto, lo admito; hay cosas que he hecho de las que no estoy orgulloso, sobre todo al principio de mi carrera. Desde

que me volví «intocable», desde que estoy instalado, trato de ser justo, de no meterme más que con quienes lo merecen. Sí, sí, me dice al ver que abro la boca para protestar. ¿Qué puedo hacer?, me cuesta trabajo sentir pena por esos hombres y mujeres que pasan por esposos o esposas ejemplares, que hacen de ellos su fondo de comercio y que tienen sexo en la primera ocasión. - ¿Entonces por qué atacó a Terrence? ¡Él nunca ha pretendido ser un modelo de virtud! - Exactamente, asiente Jack, y sin embargo, casi podría serlo. Es un hombre al que respeto y aprecio infinitamente, incluso si la simpatía no es recíproca. Hay pocos como él en esta profesión, pero en esta ocasión no tuve elección, era él o James. Nuestras ventas están bajando, mi jefe de redacción amenazaba con outer James, tenía que darle otra historia en lugar de eso. No siempre tenemos cosas picantes para publicar y, en ocasiones, tampoco imaginación para inventarlas, en todo caso yo me niego a eso. Créalo si quiere, Zoé, me dice muy seriamente, en su traje rosa brillante de tres piezas, pero soy gay. Para mí no es un problema, nunca me he escondido, pero yo no soy como James, un joven actor, un supuesto sex-symbol, por el cual los productores apuestan para atraer a las mujeres a las salas. En su caso, si esto se sabe y si, además, se exponen sus problemas de adicción… su carrera está estropeada. Conozco a James desde sus primeros pasos en el cine, adolescente; creo que fue a mí a quien le dio su primera entrevista, me conmovió con su pureza, su inocencia y su lado deslumbrante, lo quiero mucho. Digamos, para hacer psicología barata, que es como el hijo que nunca tuve. Lo aconsejé como pude, intenté evitarle malas amistades dentro del medio… y fallé, me dice suspirando. - ¿Pero por qué haber tomado a Terrence? - Porque es el único deal que pude hacer para que James fuera salvado, la única historia que hizo ceder a mi jefe. Ya no sé qué decir. Examino su rostro de bulldog simpático y admito que ya no tengo ganas (totalmente) de golpearlo, pero tampoco puedo perdonarle lo que le hizo a Terrence. - ¿Así que utilizó una conversación privada, la cual escuchó por accidente, y persiguió a Rose hasta que aceptara una entrevista? - A decir verdad…, comienza a decir, avergonzado, la señora Belmont no aceptó la entrevista. Efectivamente, escuché la conversación, enseguida intenté contactarla, pero ella nunca aceptó recibirme. - ¡Y usted afirmó lo contrario!, le digo levantándome del banquillo de golpe. - Sí, no es la parte más satisfactoria de mi trabajo, es verdad, me dice con una expresión arrepentida. Yo no invento los hechos, pero, a veces, hago algunos pequeños arreglos… Alterada por sus confesiones, pataleo de indignación. Jack se levanta y me agarra por la muñeca; en el momento en el que me disponía a dejarlo plantado ahí, algo en sus ojos me impide empujarlo. «¿Zoé, leyó el artículo? Escuché casi TODA su conversación, ¿y qué es lo que se lee? No gran cosa, únicamente la identidad de la madre de Terrence. Hay muchas cosas que omití, le di a mi jefe sólo lo que era necesario para proteger a James, pero el resto lo guardé para mí. No le pido que me agradezca, pero quería que lo supiera», me dice con una voz dulce. Lo examino durante algunos instantes sin decir palabra; nunca me ha parecido tan honesto y

amistoso como hoy. - Bueno, muy bien. Creo que… sería mejor si regresara a mi casa, le digo, indicándole con la mirada mi muñeca, la cual Jack aún sostiene. - Vaya, Zoé, me dice soltándome inmediatamente. Mis saludos para Terrence; es curioso, desde hace algo de tiempo que no se le ve acompañado de ninguna mujer. Él, que coleccionaba conquistas… Y todo eso desde… espere… ah sí, desde que usted entró en su vida, ¿es extraño, no?, me dice con una mirada sincera, antes de alejarse. Recibí bien el mensaje: sabe de Terrence y yo. Tomo un taxi para regresar, la nota va a ser desorbitada, pero prefiero eso a regresar con Erika, habría tenido que contarle las razones del clash con Jack y no hubiera podido omitir mis sentimientos por Terrence, y aún no estoy lista para hablarle de eso porque no sé si ella está lista para escucharlo. Ella estuvo enamorada de él (¿probablemente aún lo está?) y, cuando me lo confesó, yo no le dije anda de lo que pasaba entre nosotros… Espero a estar de regreso en el apartamento, resguardada de los oídos indiscretos, para llamar a Terrence. Únicamente le envié un SMS del taxi para decirle que Rose no había dado la entrevista, agregando que esperara mi llamada. No quería tomar el riesgo de que el conductor quisiera vender la historia a las revistas people. - ¿Terrence, estás bien? - Sí, ¿y tú?, me responde Terrence al otro lado de la llamada. - Sí, acabo de regresar, fui a ver a James Harper… ya te contaré, y me crucé con Jack di Carlo. Rose no le concedió la entrevista. - Es lo que me dijo ella también, bueno, no la tuve en persona, me dejó un mensaje del aeropuerto, estaba tomando el avión para Los Ángeles. Tenía que venir para su evento de caridad, pero apresuró las cosas para verme. Debo encontrarme con ella mañana, en mi casa. Percibo en su voz una gran emoción. ¿Cómo podría ser de otra manera? Va recibir a su madre, a la que creyó muerta durante casi veinte años. «Zoé…, me dice un poco dudoso, me gustaría que estuvieras a mi lado cuando ella esté aquí.» Estoy terriblemente conmovida por su solicitud. Terrence no es del tipo que pide ayuda, que expone su fragilidad. Estoy contenta porque haga caso omiso a su pudor. ¡Realmente me necesita! - Por supuesto que estaré ahí. ¿Cuándo quieres que vaya? - Mi madre estará aquí aproximadamente a las 9, mañana en la mañana. ¿Y si vinieras… ahora? Te extraño, agrega, como para excusarse de su apuro. Su cálida voz me conmueve como una caricia.

«¡Pero con mucho gusto!, le digo con un tono exageradamente ligero, para esconder mi propia emoción. ¡Prepárame un mojito, voy para allá!»

3. La confrontación

Terrence envió a Max, su chofer, a buscar a Rose al aeropuerto. No sé si fue Terrence quien se lo solicitó, o si fue su iniciativa, pero abandonó el Jaguar para tomar el Bentley gris metálico, una de las maravillas que dormitan en el garaje de Terrence. Max detiene el imponente vehículo frente a la puerta, donde Terrence y yo esperamos, tomados de la mano. Con el corazón contraído, veo el tenso rostro de Terrence. Por más que sea un actor ganador del Óscar, le cuesta trabajo aparentar estar tan indiferente como se quiere mostrar, aunque tenga varios días preparándose para este encuentro. Max sale primero y va a abrir la puerta de Rose, quien aparece vestida toda de blanco y con los rasgos cansados. A pesar de eso, la encuentro aún más bella que de costumbre, ya que su rostro brilla al ver a su hijo. La veo tambalearse de la emoción y, antes de que pudiera dar un paso para socorrerla, Terrence suelta mi mano y corre a su rescate. Literalmente, ella cae en sus brazos y rompe en llanto. De pronto, la veo parecer tan frágil en los brazos de su hijo, quien la domina con su estatura y la rodea con sus poderosos brazos. Max desapareció y yo hago lo mismo: su reencuentro no le pertenece más que a ellos. Voy a la cocina para preparar café y aprovecho para secar las lágrimas que corren en mi rostro. Terrence puso, él mismo, una mesa para tres personas en la terraza soleada, para el desayuno, la cual está inundada de la bollería que fue entregada temprano, esta mañana, aunque dudo que alguno de los tres logre probarla. Terrence viene a reunirse conmigo, con su madre agarrada de su brazo. Ella únicamente lo suelta para venir a abrazarme. «Gracias, gracias Zoé», me murmura al oído, mientras me abraza muy fuerte. Salimos a instalarnos en la terraza. Rose no quiere nada, pero Terrence se sirve su enésima taza de café desde que se levantó, aunque, ciertamente, fue al amanecer. Aunque Rose parece estar al máximo de la felicidad, me parece que Terrence está aún muy tenso. Después de ese instante de abandono frente a la puerta, parece haberse recuperado y muestra un rostro entristecido. Rose también parece haberse dado cuenta y un ligero velo de tristeza parece haberse colocado sobre ella. - Terrence, he esperado este momento desde hace tanto tiempo, mi felicidad es inmensa, sin importar las circunstancias de nuestro encuentro, dice ella, con una sonrisa forzada. Pero comprendo que, para ti, puede ser de otra manera, con todo lo que pasó estas últimas semanas… Zoé sin duda te contó todo lo que le dije, tu abuela debe haberte dado su propia versión de los hechos, debes tener tantas preguntas… Y yo tengo tantas cosas por decirte que no sé por dónde empezar… - ¿Por qué te fuiste? La pregunta estalló de la boca de Terrence, clara, directa, terrible. Yo estoy sentada al lado de Terrence, intento hacer un movimiento para levantarme y dejarlos solos, pero Terrence pone su mano en mi antebrazo y, con la mirada, me pide que me quede, lo cual hago; le prometí estar a su lado si

me necesitaba y, aparentemente, éste es el caso. Rose da un gran respiro, como para reunir fuerzas. Ella también debe haberse preparado para esta confrontación desde hace mucho tiempo. - ¿Por qué me dejaste?, asesta Terrence, despiadado, mirando a los ojos de su madre, cuyo rostro se deshace. - Jamás quise abandonarte, si es lo que piensas, y comprendería si ése es el caso. Yo era infeliz con tu padre, él ya no era el hombre que conocí y amé apasionadamente en París desde que vinimos a instalarnos a Estados Unidos. Había retomado la empresa familiar, iba de viaje de negocios sin cesar, me abandonaba. Me sentía sola, perdida en este país que no era el mío, y, es verdad, me equivoqué al enamorarme de Michael. Tu tío siempre estaba ahí para mí, mucho más presente que tu padre, y te adoraba. ¿Te acuerdas?, dice mirando a Terrence, con el rostro iluminado por ese recuerdo. Poco a poco, retoma ella, nos fuimos acercando; nunca quise que pasara, pero pasó, y después no pude dar marcha atrás. Realmente lo amaba, él también me amaba, y queríamos rehacer nuestras vidas, juntos. Pero tu padre se opuso, estaba fuera de sí cuando le dije que quería irme llevándote conmigo. Me corrió de la casa, levantó un ejército de abogados para privarme de mis derechos de madre. Yo no tenía recursos, Terrence, Michael me apoyó, me acogió en su casa en Boston, donde había montado su empresa con su parte de la herencia de su padre. Él me había conseguido un abogado, y luego, el día de tu cumpleaños, regresábamos a New York en automóvil para venir a verte, esperaba traerte de regreso conmigo y tuvimos ese accidente, dice ella y su voz se rompe. Miro a Terrence, quien estrecha muy fuerte mi mano; él mira fijamente a su madre, con una intensidad conmovedora. «Luego supe que él no había muerto en el impacto, retoma con dificultad Rose, pero sabía que no sobreviviría. Hizo un testamento a mi favor, sabía que si salía del coma en el que estaba sumergida, necesitaría dinero para recuperarte y, que si yo moría, todo mi dinero regresaría a ti. Todo esto me lo contaron las hermanas que me curaron. Habían transcurrido ocho meses desde el accidente cuando salí del coma, ustedes se habían mudado a Londres, yo había perdido a Michael, estaba discapacitada… me sumergí en una profunda depresión. Tú sabes lo que siguió, me tomó dos años volver a levantar la cabeza, salir del precipicio, luego tu abuela me dijo que estabas muerto. Hui, me fui a trabajar a un orfanato africano, para el colegio de las hermanas que me había ayudado a salir de todo esto. Edward, tu padre, terminó por encontrarme y me hizo regresar para firmar los papeles del divorcio. Fue en ese momento que acepté tocar la herencia de Michael. De cierta manera se había quedado en suspenso, pero, durante esos años, vi tanta miseria, desamparo, niños infelices, que pensé que crear una fundación para los niños que sufrían en el mundo sería la mejor manera de utilizar ese dinero. Así que continúe viviendo en Asia o África, no regresando al Occidente más que para las necesidades de la fundación, y fue en el transcurso de una de esas estadías que me enteré que estabas vivo…» Terrence la examina durante algunos minutos, sin decir nada, puedo ver que está conmovido, pero su mirada es seria. De pronto dice:

«¿Cómo pudiste engañar a mi padre? ¿Cómo pudiste engañar a mi padre con SU HERMANO?» Rose está conmovida con la mención de esos recuerdos y visiblemente herida por el tono de su hijo. Ella abre la boca para responder, pero las palabras parecen estar bloqueadas en su garganta. Termina por lanzarse: - Era infeliz con tu padre. Me apena decírtelo, no quería hablarte de eso, no quería manchar la imagen que tienes de él, pero siento mucho decírtelo, Terrence, él me engañaba desde hacía años. Ya no era el hombre que había conocido y amado apasionadamente, me mantenía alejada, partía sin cesar y… - ¿Por qué no ibas con él?, le dice Terrence, exasperado. - Lo intenté, fui varias veces, dice Rose con vehemencia, pero él siempre inventaba algo para desmotivarme, o no me llamaba hasta que ya estaba en el jet para avisarme que se había ido. Luego me enteré que llevaba a sus conquistas en sus viajes, que no eran únicamente para negocios. Multiplicaba sus conquistas, incluso tuvo una relación con la única amiga que me había hecho… Y, durante todo ese tiempo, Michael estaba ahí y él me amaba. - ¡Es fácil acusar a mi padre, está muerto, ya no puede defenderse!, explota Terrence, levantándose por el golpe de la indignación. - No puedo darte como prueba más que mi palabra, dice Rose con un tono serio, levantándose ella también. Yo los veo, madre e hijo, haciéndose frente. Estoy paralizada en mi asiento. Es Rose quien rompe primero silencio. «Terrence, voy a dejarte. Sin duda, tienes que reflexionar acerca de todo esto, me convertí en una extraña frente a tus ojos. Sin embargo, quiero que sepas que no dejé de pensar en ti ni un minuto y que te amo con todo mi corazón.» Terrence la mira fijamente, sin decir nada, lo percibo vacilante. Frente a su silencio, Rose retoma: - ¿Puedes llamarme un taxi, por favor? - Le voy a pedir a Max que te lleve, dice Terrence con un tono seco. Ven. Yo los miro alejarse, con el corazón contraído. Terrence regresó a sentarse a lado de mí, en la terraza, pero, desde entonces, está sumergido en un profundo silencio, el cual no me atrevo a romper. «¿Señor Terrence?» Isabella, la ama de llaves, está de pie en el marco del ventanal, se ve muy alterada, e incluso, inusualmente intimidada. Terrence sale de sus pensamientos y la mira, claramente sorprendido por la expresión de Isabella. - ¿Sí? ¿Qué pasa Isabella?

- Señor Terrence, quisiera hablar con usted. Es muy importante. - Pues… claro, por supuesto, dice Terrence, cada vez más intrigado. Siéntese, agrega, señalando la silla que ocupaba Rose hace unos instantes. - En primer lugar, le pido que por favor me escuche hasta el final, sin interrumpirme, sino, temo perder el poco valor que tengo, dice Isabella, sentándose. Sin duda, debí haberle dicho todo antes, pero es hasta hoy que lo entiendo y ya no puedo callarme. Le pido perdón por adelantado por haberle escondido este secreto, el cual cargo como una cruz desde hace todos estos años, pero sepa que, si lo hice, fue únicamente para evitarle una pena. Terrence parece abrumado por este preámbulo. Yo estoy igualmente abrumada, a pesar de que tengo un poco de ventaja sobre Terrence, ya que sé que hay un lazo entre Rose e Isabella, pero dudo que sea de eso de lo que se trata. - Hable Isabella, la escucho, dice Terrence, y no la interrumpiré. - Cuando me postulé para ser su ama de llaves, yo no lo conocía, pero conocía a su familia. Mi padre era su jardinero en los Hamptons. - ¿Abelardo?, dice Terrence, desconcertado, olvidando su promesa de no intervenir. - ¿Se acuerda de él?, dice Isabella, enternecida. Sí, Abelardo. En la época de su nacimiento, yo ya vivía en California, mi padre vino a reunirse conmigo cuando murió su madre, él murió algunos años más tarde. Su madre, sin siquiera conocerme, me había ayudado mucho. Cuando supe que usted venía a instalarse aquí, probé mi suerte, pensé que necesitaría a alguien que cuidara de usted; era tan joven… - ¿Pero entonces por qué no me dijo quién era, Isabella?, no puede evitar preguntarle Terrence. - Porque no quería despertar historias antiguas. Cuando vi ayer la noticia de los periódicos con su madre, quise hablar con usted, pero pensé que sería más inteligente que usted se encontrara con ella antes. No obstante, acabo de verla partir y comprendí que su encuentro no sucedió como ella esperaba… - ¿«Como ella esperaba»? ¿Pero usted la conoce?, dice Terrence, incrédulo. - Nunca la había visto antes de que me contactara hace unos meses, la creía muerta, al igual que usted. Cuando la conocí, me contó todo. Ella no quería que le hablara para defender su causa, tenía miedo de que usted se molestara conmigo por haberme callado y que me despidiera. Me dijo que prefería que, pasara lo que pasara, me quedara a su lado para cuidarlo, me mantuve callada hasta ahora. Pero vi bien cómo se fue la Sra. Rose, dudo que su reencuentro haya sido tan feliz como habría debido ser. Así que, le diré algo que jamás he dicho, ni a su madre, ni a nadie. Ella guarda silencio de pronto, como si buscara la fuerza para decirnos lo que tiene en el corazón, antes de retomar: «Le dije que su madre me había ayudado mucho sin conocerme. Si me fui a vivir a California, es porque estaba embarazada. Era muy joven, muy infeliz, el padre no quería al niño; me fui a esconder mi vergüenza y mi pena a Los Ángeles. Hacía pequeños trabajos para vivir, pero me era difícil alimentarnos, a mí y a mi bebé, Victor, usted lo conoce, se lo cruzó en algunas ocasiones, dice ella mirando a Terrence, quien menea la cabeza. Mi padre me enviaba dinero cuando podía. Al llegar a Estados Unidos, su madre hizo una gran amistad con mi padre y ella se enteró de mi situación.

Durante meses, le dio sumas de dinero para mí, para que yo pudiera vivir decentemente y retomar mis estudios; no sé cómo logro hacer que mi padre aceptara, ya que era muy orgulloso. Sé que le decía que no se merecía la pensión que su esposo le daba, que ya tenía todo lo que necesitaba, y que algún día, quién sabe, yo podría hacer algo por ella para regresarle el favor.» Observo a Terrence, se volvió a sentar, veo que está conmovido por la historia de Isabella, como yo lo estoy. «Lo que mi padre, o la Sra. Rose no sabían, dice Isabella muy conmovida, sin dejar de mirar a Terrence, es que ese niño, mi hijo, Victor, era también hijo de su padre, Edward.»

4. El uno o el otro

¡Desde esta mañana, las emociones suben y bajan, me da la impresión de que mi corazón se va a detener! ¿Isabella tuvo un hijo con Edward? Pero entonces… ¡Victor es el medio hermano de Terrence! Estoy pasmada por esta revelación, Terrence no ha pestañeado. Con la boca abierta, miro a Isabella: ésta busca en la mirada de Terrence un aliento para continuar, y lo encuentra: «No tenía ni veinte años, estaba locamente enamorada de él y creía que él también lo estaba de mí. Era un amor secreto, él tenía miedo de que su madre se enterara, pero me decía que, algún día, le diría la verdad y se casaría conmigo. Pero cuando quedé embarazada, cambió de actitud: me dijo que por ningún motivo reconocería al niño, que le puse una trampa. Se fue a Europa súbitamente y nunca me volvió a dar señal de vida. No le dije nada a mi padre, no quería que perdiera su trabajo, tenía miedo de que matara a Edward, le escondí el nombre del padre de mi hijo. Edward fue mi primer amor, e incluso el único.» Ella hace otra pausa, no deja de mirar a Terrence. «Me casé diez años más tarde, pero no funcionó, de ese matrimonio, no conservé más que el apellido. De hecho, fue bajo mi apellido de casada que postulé para convertirme en su ama de llaves. Cuando mi padre aún trabajaba para su familia, me daba noticias de Edward, sin saber cuánto me lastimaban: fue él quien me dijo que se había casado en Europa, y luego, algunos años después, me contó que su esposa era infeliz a causa de sus infidelidades. Mi padre fue testigo de ciertas cosas, estaba harto de tener que escondérselas a la Sra. Rose, quien era tan buena para él. A mí no me alegraban todas esas historias, ya que su madre era mi benefactora, pero, de cierta manera, eso me consoló, comprendí que nuestra historia nunca habría podido durar, no era un problema de clase social. Edward era un seductor y nadie pudo ganarse su corazón.» Isabella se calla. Veo una lágrima rodar por su mejilla. Sin duda le costó mucho revelar este secreto que cargó por más de treinta años. Veo a Terrence, quien se queda silencioso, con la mirada perdida en el vacío. Me ha hablado poco de su padre, creo haber entendido que estaba ausente bastante, pero sé que Terrence lo quería profundamente, no debe ser fácil para él enterarse que Edward se comportó tan mal, y no solamente con su madre. Si a él lo desatendió un poco, a su otro hijo lo abandonó rotundamente. De pronto, Terrence se endereza y abraza a Isabella, quien estaba postrada en su silla, sin duda, preocupada por su reacción. Ella lo mira sin decir nada, pero sus ojos están llenos de agradecimiento. Yo también me levanto y entonces Terrence se gira hacia mí y me abraza, besándome con fogosidad, «Gracias por todo lo que hiciste, mi Zoé», me dice.

Para mi gran sorpresa, una gran sonrisa ilumina su rostro, parece liberado. Después de un último beso, Terrence se gira de pronto y parte a toda marcha. - ¿Pero, a dónde vas?, le grito, sorprendida por su partida repentina. - ¡Voy a buscar a mi madre!, me lanza sin siquiera tomar el tiempo para girarse, entregado ya a su nueva búsqueda. Y su grito parece a un grito de alegría. ¡Qué día! Estoy contenta porque se termine con un concierto de Pauline, necesito bastante cambiar mis pensamientos, después de todas estas emociones. Desde que Terrence se fue en búsqueda de su madre, no he tenido noticias de él, pero no me preocupa, supongo que tienen muchas cosas por decirse, después de veinte años de separación. Esta noche, no quiero pensar más que en Pauline, quien necesita mi apoyo, va a tocar con su grupo los Hollywood Bastards en una sala bastante confidencial, pero con una excelente reputación, los más grandes dieron sus primeros pasos aquí. Es un concierto importante para ella… ¡y por lo tanto para mí! Aunque es pequeña, está llena. Me da la impresión de que todos los jóvenes a la moda de Los Ángeles se dieron cita aquí esta noche y el ambiente es demente. Tengo que admitir que el concierto está genial: ¡estoy tan orgullosa de mi amiga! Pauline siempre me ha parecido encantadora, pero cuando está sobre el escenario, resplandece. Está vestida con leggings de leopardo y un blazer Yves-Saint-Laurent para hombre vintage que le regalé, una pequeña locura que pude conseguir a un precio accesible para mi presupuesto, en un almacén. Firmé un contrato con la sociedad de producción de Terrence para el desarrollo de la serie y él es bastante generoso. ¡No me atrevo a imaginar lo que voy a ganar si la serie es comprada por una televisora! Estaba tan contenta cuando recibí mi primer pago que le compré este regalo a Pauline, quien lo adoró; me conmueve que lo haya elegido como vestimenta de escenario. Pauline es la guitarrista del grupo pero canta algunas de las canciones, y tiene una voz… No me canso de escucharla y, según lo que veo a mi alrededor, el resto del público comparte mi punto de vista. Y sobre todo ese gran tipo de ahí… ¡pero si es Richard, su jefe, el propietario del Viper Room! Él la devora con los ojos, escondido a medias detrás de un pilar. Vacilo en ir a saludarlo, algo en su actitud me retiene, es como si estuviera aquí incognito. Tiene una apariencia mucho más relajada que la primera vez que lo vi, con sus jeans deslavados y su playera simple, pero, aun así, sigue estando más elegante que la mayoría de los hombres en la sala. Es realmente un hombre apuesto y no soy la única en pensarlo: dos chicas fueron a contonearse justo frente a él, pero él no pone nada de atención a su coqueteo: sus ojos están apuntando al grupo en el escenario. ¡De hecho, están apuntando sobre todo a Pauline! Al final del concierto, cuando se disponía a partir, termino por decidirme y voy a su encuentro. - ¡Buenas noches, Richard! - ¡Oh! Buenas noches Zoé.

Parece avergonzado de verme. Evidentemente, contaba con que su presencia en el concierto se mantuviera discreta. - Qué amable al venir a apoyar al grupo, le digo con un tono animado. - Eh… sí, tenía curiosidad de ver lo que hacían, no había escuchado gran cosa hasta ahora. - ¿Y le gusta? No puse ningún sobreentendido en la frase, pero él me examina durante algunos instantes, avergonzado, antes de hacerme una sonrisa cómplice. «Sí, mucho, asiente, antes de agregar mirándome a los ojos: Pauline tiene muchísimo talento.» Él sabe que sé. Nos miramos, un poco incómodos, y decido cambiar la conversación. ¿Pero qué tema abordar con él, a quien apenas conozco? «Estamos súper bien en el penthouse. ¡Gracias otra vez! Va a ser una pena dejarlo. De hecho, ¿cuándo regresa su hermana? Yo que quería aligerar el ambiente, lo logré, Richard parece más incómodo que nunca. - Escuche, Zoé, termina por decirme, no puedo mentirle más tiempo. Mi hermana sí vivió ahí, sí se fue a Barcelona, pero el apartamento no es de ella, le pertenece a Terrence. - ¿Qué?, le digo, atónita. - Él se lo prestó cuando regresó un tiempo a instalarse a Los Ángeles, son muy amigos, es por ella que conocí a Terrence, de hecho. Él tenía miedo de que usted rechazara su oferta, así que me pidió que no le dijera nada y le contara esta historia. De verdad, lo siento, pensaba que terminaría por decírselo… - No lo sienta, lo interrumpo con una gran sonrisa. No es importante, él tenía razón, en ese momento, hubiera rechazado su oferta… ¡Y Pauline y yo habríamos estado muy avergonzadas! No se preocupe, no le haré ninguna escena a Terrence. ¡Sería muy ingrata! Bueno, veré a Pauline en camerinos, ¿viene conmigo? - No, debo irme, me dice con apuro, Zoé… - ¿Sí? - No vale la pena decirle a Pauline que estaba aquí… - Pero… Richard ya se fue, dejándome muy perpleja. - ¡Pauline, estuvo genial!, digo besando a mi amiga, con quien me reúno en bastidores. - ¿Estabas en la sala? - Sí, prefiero eso a seguirlo desde bastidores, se disfruta más… y hay mejor temperatura. ¡Qué éxito! - Sí, no es tuvo mal, dice con una sonrisa modesta. ¿Viste a Leonard?, agrega ella.

- Eh… no, pero había tanta gente, le digo rápidamente, al ver su expresión contrariada. Ah mira, ahí está, le digo señalándolo con el dedo, quien entra al gran camerino colectivo, con sus mechones rubios al viento y una gran sonrisa en los labios. - ¿Acabas de llegar?, le pregunta Pauline, sin siquiera dejarle el tiempo de acercarse. - Eh… sí, estaba haciendo algo, no vi el tiempo pasar babe, le dice, evidentemente sin notar la exasperación de Pauline. ¡Ay, mala respuesta! No es necesario conocer bien a Pauline para ver que la impertinencia de Leonard la hizo enojar y la comprendo: si se preocupara tan sólo un poco por ella, habría entendido que este concierto era importante para ella y que le habría gustado tenerlo a su lado en esta ocasión. Me agrada Leonard, pero no estoy segura de que sea el novio ideal, en todo caso, no para mi mejor amiga. Veo a Pauline, quien intenta mantenerse tranquila, pero aparta el rostro cuando Leonard se inclina para besarla. En ese momento, un repartidor se acerca, cargado de un enorme ramo de flores. - ¿Pauline Baltard?, grita él, a los cuatro vientos, para cubrir el alboroto que reina en bastidores. - Sí, soy yo, dice Pauline, levantando la mano para guiar al repartidor. Ella recibe su ramo, radiante, y mira a Leonard, ya suavizada. «¿Eres tú?» Leonard estalla en risa. «¿Yo? ¿Estás bromeando? ¿Quién envía flores a un concierto de rock?» Intrigada, Pauline abre la tarjeta adjuntada al ramo, mira las palabras escritas y se paraliza, incrédula. Yo ya no puedo contener mi curiosidad: - ¿Entonces, de quién es? - Es… Richard, dice, con las mejillas rosadas. - Lo vi, estaba en la sala, le digo con una expresión inocente. Si Leonard no estuviera aquí, le habría lanzado el «te lo dije»… ¡Que se atreva a volver a decirme que Richard no se interesa en ella! - ¿Crees que siga aquí?, me pregunta Pauline, mirando a su alrededor, como si esperara encontrarlo entre las personas que se presionan alrededor de los músicos. - No, lo vi irse desde que el concierto terminó. ¿Estoy soñando, o se ve decepcionada? Creo que hice bien en decirle que vi a Richard, aunque me haya pedido que no lo hiciera. Después de todo, no le prometí nada… Creo que actué por una buena causa.

«¿Chicas, vamos a comer pizza?», interviene Leonard, sin duda exasperado porque no le prestemos atención. El rostro de Pauline se endurece al escuchar la voz de su novio, a quien, evidentemente, olvidó durante algunos instantes. «Ve sin nosotras, Zoé y yo tenemos otros planes», dice ella, mirándome fijamente y yo comprendo que por ningún motivo debo contradecirla. Conozco esa expresión, verdaderamente, Pauline no está contenta y está decepcionada. Me temo que Leonard se haya metido un autogol al no asistir al concierto y viniendo sin siquiera disculparse, pero el pobre no sabía que tenía un opositor en este partido para ganar el corazón de Pauline. ¡Con este espléndido ramo, ya está advertido! Fuimos a cenar con el resto de los Hollywood Bastards a una pizzería de Santa Monica. Pauline, afortunadamente, se olvidó rápidamente de la actitud de Leonard, para disfrutar con sus compañeros del éxito que tuvieron esta noche. Para aumentar su felicidad, se enteraron que fueron seleccionados para abrir a Linkin Park durante un concierto excepcional en San Francisco. El evento fue festejado abundantemente y es a una Pauline bebida, pero satisfecha, a la que traje a casa. Estoy a punto de meterme a la cama, cuando oigo mi tono de SMS. Tomo mi teléfono de la mesa de noche y leo: [Estoy con mi madre. Estoy feliz y te debo mi felicidad. Te llamo mañana. Te amo] Terrence me ama y leerlo me causa el mismo efecto que cuando me lo dijo por primera vez. Yo también lo amo con todas mis fuerzas, incluso si durante meses intenté esconderme la verdad, tenía tanto miedo a que no fuera recíproco, no quería dejarme llevar por mis sentimientos… Pero hoy, ya no dudo de los sentimientos de Terrence y me parece que no podría ser más feliz. [Yo también te amo.] Me duermo con una sonrisa en los labios, segura por primera vez en mi vida de haber encontrado el amor, el verdadero…

5. Trabajo… y tantas más afinidades

«Hola, belleza, ¿te despierto?» Acurrucada en mi cama, con mi teléfono móvil, escucho la voz de Terrence susurrar a mi oído. - Eh no, estaba a punto de levantarme, tengo que ir a una reunión de trabajo con Fitz. - ¿Dormiste desnuda? Yo le sonrío a mi teléfono. ¿Cómo puede ser tan sexy hasta al despertar? ¡Oh! ¡Este hombre perfecto es mío!... - Veo que el señor está de buen humor, pero no tengo tiempo para este tipo de atrevimientos, le digo, falsamente impactada. - Qué lástima, me dice con su suave voz. - ¡Terrence, basta! ¡Que continúe, que continúe! «¿Y tú, te acabas de despertar?» Terrence se ríe al teléfono. - No me he acostado, justo acabo de llegar, pasé la noche hablando con mi madre. Voy a tomar una ducha y me voy a dar a la tarea de dormir algunas horas, tengo algunas cositas que hacer, y te veré en la tarde, en la oficina; te contaré todo. - ¡Eh! ¿No creerás que me voy a conformar con eso? ¡No aguantaré hasta esta noche! ¿Cómo estuvo? - Mi madre es por mucho la mujer maravillosa a la cual recuerdo. Zoé, no puedo decirte qué tan feliz estoy por haberme reencontrado con ella, y todo es gracias a ti. - Claro que no, le digo avergonzada. Tú… - Sí, Zoé, me interrumpe Terrence. Estoy tan feliz como nunca lo había estado, y no solamente porque reencontré a mi madre, porque tú entraste en mi vida, porque le diste un sentido. Me quedo silenciosa un instante, conmovida por esta declaración. - ¿Zoé?, dice Terrence, ¿sigues aquí? - Sí, aquí estoy, es sólo que… Terrence, yo también te amo tanto. Tengo la impresión de no haber vivido antes de conocerte; es como si estuviera destinada. Es tonto, pero cuando pienso en nuestro encuentro, cuando apenas había llegado…

Bajo el impacto de la emoción, ya no encuentro las palabras. Elijo bromear para esconder mi incomodidad: «¡Si el avión no se hubiera retrasado, tal vez nunca te hubiera conocido! Nunca me volveré a quejar de los retrasos aéreos, le digo estallando en risa. Bueno, tengo que prepararme o terminaré llegando tarde. Hasta dentro de poco.» Después de una pequeña pausa, agrego al momento de colgar: - Por cierto, ya sé lo del penthouse… - Yo… ¿qué sabes?, balbucea Terrence. - Me crucé con Richard ayer. No te preocupes, no te voy a reprochar nada. Sólo quería decirte que eres un hombre verdaderamente generoso y adorable, y fue muy delicado de tu parte prestarnos el estudio sin decirnos que era tuyo. Y tienes muy buen gusto en cuestión de apartamentos… - y de amante también, porque estoy loco por ti, agrega Terrence maliciosamente. La palabra amor en su boca… ¡No hay nada más bello para comenzar el día! La sesión de trabajo fue particularmente alegre y productiva. Fitz está muy emocionado: Erika aceptó cenar con él esta noche. Yo me alegro por él, pero, en vista de que no ha hecho ninguna alusión, obviamente no sabe aún que Erika está embarazada; va a ser un shock cuando la vea, ya que sus curvas comienzan a ser difíciles de esconder, me pregunto cómo va a reaccionar. «¿Los molesto?» Terrence deslizó su cabeza por la puerta entreabierta. «¡Para nada, ven a unírtenos!, lanza Fitz, visiblemente feliz de verlo. Instálate, Zoé tiene cosas para que leas.» Terrence entra y toma asiento en un sillón. Se ve cansado pero radiante y yo tengo unas ganas locas de besarlo. ¡Le he dicho bastante a Terrence que quería conservar nuestra relación privada, no le voy a saltar encima en nuestro lugar de trabajo! Mientras escucha las noticias de Fitz, yo imprimo las páginas del guion del episodio final de la primera temporada, en el cual estuvimos trabajando. Terrence las lee atentamente, luego levanta la cabeza hacia nosotros, quienes esperamos su veredicto, uno al lado del otro, sentados sobre el sofá como buenos colegiales. «¡Está súper! Realmente trabajaron.» Fitzy yo nos miramos con una expresión alegre. «Hice circular un poco los primeros libretos entre algunos agentes de actores muy reconocidos y las respuestas son excepcionales, se pelean por actuar en la serie. Almorcé con Tarantino hace unos días y, absolutamente, quiere hacer una aparición. ¡Incluso propone realizar el capítulo piloto!»

Yo me quedo con la boca abierta. Incluso Fitz, que está más acostumbrado a este tipo de noticias, parece estar loco de alegría; me toma en sus brazos, frente a un Terrence completamente risueño. «Ya hicimos hacer algunos ensayos, pero realmente comenzamos el casting la semana próxima. Zoé, como la creadora de la serie, obviamente tu decisión cuenta, así como tú, Fitz, y yo, por supuesto, ya que yo soy el muy poderoso productor. Espero que podamos lanzar el piloto muy rápidamente. HBO ya se está encargando de la difusión, me encontré con el jefe la semana pasada para un acuerdo de coproducción, deberíamos firmar rápidamente. Si el piloto convence, estaremos al aire para la próxima reaparición. Bravo a los dos», dice Terrence aplaudiéndonos. Fitz y yo saltamos del sofá, nos felicitamos bajo la mirada bondadosa y las carcajadas de Terrence. - Creo que esto merita una copa, dice Fitz, quien va a sacar una botella de Dom Pérignon del refrigerador y la destapa, antes de servirnos. - Es delicioso este champaña, dice Terrence, con un gesto de conocedor. - Sí, el jefe nos consiente, él sabe llenar sus minibares, responde Fitz, burlón. Estoy en las nubes, no puedo creer lo que me está pasando. Vuelvo a pensar en mi llegada catastrófica a Los Ángeles y en el camino recorrido en unos pocos meses: ¡heme aquí como la creadora de una serie, promesa del mejor futuro! Algo para consolarme por la nueva carta de rechazo de mi manuscrito que encontré esta mañana en mi buzón. Me deshago de ese último pensamiento: la partida no ha terminado, espero las respuestas de muchos otros editores. No voy a dejar que este editor aguafiestas me arruine este día. Mientras degustamos nuestro Dom Pérignon, debatimos acerca del casting ideal. De pronto, Fitz da un vistazo a su reloj y sofoca un grito. - Disculpen por dejarlos en un momento tan bello, chicos, pero tengo una cita importante, dice haciéndome un guiño. - Vete, dice Terrence, yo voy a revisar algunos puntos con Zoé. ¿Me sigues a mi oficina?, me lanza con una mirada llena de sobreentendidos. «Eh, ten cuidado, si tu secretaria regresara», digo yo, intentando extraerme de los brazos de Terrence, quien me cubre de besos. Acaba de contarme la noche pasada con su madre, cómo comenzaron a reanudar los lazos deshechos, a volverse a conocer. Jamás lo había visto tan feliz y estoy orgullosa de haber jugado un papel en su reencuentro. ¡También estoy aliviada, en algún momento pensé que más bien había provocado una catástrofe! «Mi secretaria no entra más que si yo la invito, mi amor, dice Terrence poniendo otro beso sobre mis labios, además, de cualquier manera, ¿no crees que es tiempo de que nos mostremos en público? No quiero esconder por más tiempo mi felicidad.» Sorprendida, lo rechazo con una mano. Lo miro atentamente para ver si bromea, pero se ve de lo

más serio. - Pero… nos vamos a encontrar en todos los periódicos. - Estoy acostumbrado, dice Terrence, con una pequeña sonrisa en los labios. - Pero yo no, le digo levantándome del sofá de piel blanco de la inmensa oficina de Terrence, decorada con obras de arte, cuyas inmensas ventanas, en el 42o piso, ofrecen una vista desde lo alto de la ciudad. Doy algunos pasos, como si eso pudiera ayudarme a reflexionar. «Zoé, yo te amo y creo que tú también me amas, retoma Terrence. ¿No? ¿Es así como ves el futuro: tú viviendo escondida, enterrada, y yo yendo a los estrenos solo, o de la mano de jóvenes actrices para hacer ilusión?» ¡Ah, por supuesto que no! ¡De ninguna manera! Y sí, yo te amo… No respondí, pero Terrence pudo leer mi reacción en mi rostro. Viene a plantarse frente a mí, con una tierna sonrisa en el rostro: «¿Y cuando tengamos hijos, entonces? ¿También los esconderemos?», me pregunta. ¿Hijos? ¿Habló de hijos? - ¿Quieres… hijos? ¿Conmigo? - Preferiría que fuera contigo, sí, bromea Terrence. ¿Por qué, tú no quieres?, agrega él, inquieto, de pronto. - Sí, sí, claro, con todo mi corazón, pero… no habíamos hablado de eso hasta ahora. - Zoé, me dice tomándome en sus brazos y mirándome fijamente con sus ojos verdes con dorado. Te amo, como nunca había amado a nadie, quiero vivir nuestra historia a la luz del día. Comprendo que sea difícil para ti encontrarte en primera página de los periódicos, detallada, examinada, comentada por internet, pero créeme cuando te digo que te acostumbras y yo haré todo para protegerte. Yo pego mi nariz a su torso y respiro su aroma deliciosamente almizclado. «Yo también te amo, Terrence, con todo mi corazón, con toda mi alma. Creo que ni siquiera sabía que se podía amar tan fuerte y no veo qué podría hacerme más feliz que tener hijos contigo.» Acurrucada en él, siento toda la fuerza de su poderoso cuerpo y me da el valor para afrontar el mundo. «Ok, quiero ser tu girlfriend oficial», le digo con un pequeño gesto de niña mimada.

Terrence sonríe frente a mi broma, conoce mi pudor y sabe que, a menudo, me escondo detrás del humor, cuando mis emociones son demasiado intensas. Me besa tiernamente, luego se aleja de mí. - Súper. Entonces, comenzamos esta noche, me dice abriendo un armario, del cual saca una gran caja adornada con cintas. - ¿Pero cómo… qué… por qué esta noche… qué es eso?, logro balbucear. - Esta noche es la gala caritativa organizada por la fundación de mi madre. ¡Quiero que me acompañes! - ¿Qué? Pero estará toda la prensa, cámaras… - ¿Se puede soñar con una mejor primera aparición? ¿A menos de que prefieras esperar los premios Óscar? Él sonríe al ver mi expresión ante esta perspectiva, luego regresa hacia mí, con la gran caja blanca, adornada con cordones negros en la mano. - No tengas miedo, yo te cuidaré, pero si no estás lista, puedo esperar, me murmura al oído. - No, estoy lista, le digo con una voz firme. ¿Qué hay en tu caja? - Pasé a Chanel. Pensé que no tendrías tiempo de ir de compras, pero si no te gusta, puedo llamar al director de la boutique y… - ¡Muéstrame!, le digo arrancándole la caja de las manos. Extraigo de ella un vestido delgado, rosa pastel, es espectacular, ligero, delicado… Inmediatamente me vuelvo loca por él. «También están los zapatos, dice Terrence mostrando el armario, no estaba seguro de la medida, así que tomé dos pares…» Él no tiene tiempo de terminar la frase, cuando le cierro la boca con un beso apasionado. ¡Me pregunto si existe en el mundo un hombre más atento! - Parece que te gusta el vestido, me dice riendo. - ¡Oh, sí, bueno… me gustas más tú! ¡Me lo voy a poner enseguida! El teléfono suena, le indico a Terrence que responda y corro al baño contiguo para cambiarme. Sé que ahí se encuentra un espejo inmenso. Me desvisto a toda velocidad, pero soy de lo más cuidadosa al ponerme el delicado vestido; es sublime, parezco una glamurosa diosa romana en él. Me pongo en pose, como si estuviera (¡ya!) frente a las cámaras. Estoy ansiosa por mostrarme frente a Terrence. Cuando salgo de la sala de baño, él está todavía al teléfono. Evidentemente, está revisando los detalles de una producción, ¡y en japonés, además! Es un idioma que estudió en su juventud y que perfeccionó, me dijo, durante las estadías en las sucursales Grant en Japón, en la adolescencia, luego entre los rodajes. ¡Realmente no lo puedo juzgar, pero me da la impresión de que no se desenvuelve mal! Mientras continúa la conversación, Terrence me da el visto bueno con una inmensa sonrisa de aprobación, la cual saludo con una graciosa reverencia. Me quedo un instante mirándolo conversar

de lejos, me encanta cuando porta su vestimenta de businessman. Terrence es, sin duda, un maravilloso actor, pero también es un temible hombre de negocios. En algunos años, supo imponer a Hollywood su sociedad de producción, la cual produce películas artísticamente ambiciosas y reconocidas mundialmente como tales, y ahora también una o dos series reconocidas. Pero para eso, tuvo que mostrar lo que yo llamaría su «lado Grant»: ¡al haberlo escuchado en ocasiones negociar ávidamente, comprendí cómo su familia construyó su colosal fortuna! Acepto que al observarlo, instalado en su escritorio de diseñador, adornado con una pequeña escultura de metal que representa un animal fantástico y grotesco, firmado por Jeff Koons, en su traje Lagerfeld gris oscuro, zapatos Gucci impecablemente encerados en los pies, experimento sensaciones curiosas. Su lado «dueño del mundo» me excita innegablemente. Súbitamente, tengo unas ganas locas por él y no quiero esperar a que termine su llamada. Tranquilamente me acerco a su escritorio y con un movimiento delicado, comienzo a bajar la invisible cremallera del vestido. Terrence me mira con una expresión interrogante, mientras continúa su conversación. Entonces, deslizo lentamente el vestido sobre la gruesa alfombra, revelando mi cuerpo vestido solamente con unas pequeñas bragas Petit Bateau a rayas. Terrence se ve alterado, pero se esfuerza por no demostrarle nada a su interlocutor. Así que, señor Grant, ¿crees que puedes resistirte? ¡Vamos a ver cuánto tiempo aguantas! Le doy la vuelta al escritorio y me pongo detrás de él. Apoyo mis senos desnudos contra su espalda, mientras mi boca se acerca a su oreja libre. Comienzo a cosquillearla con la lengua, le muerdo el lóbulo. Percibo que la voz de Terrence ya no es tan segura, me parece que está perdiendo el control, no de su latín, sino de su japonés. Hago girar hacia mí su silla giratoria y me dispongo a deslizar mis bragas a mis pies, luego me siento en sus rodillas, completamente desnuda y pongo su mano que no sostiene el teléfono sobre mi seno, el cual se electriza bajo el contacto. La voz de Terrence se hace más débil, pronuncia apuradamente algunas palabras en japonés y cuelga. - Pero, Zoé… estaba haciendo un deal de varios millones de dólares, me dice con una expresión falsamente disgustada. - ¿De verdad? Eso es lo que yo te iba a proponer, le digo mostrando mi cuerpo desnudo, pero, por favor, vuelve a llamarlo, le digo fingiendo que me voy a levantar. Pero Terrence me mantiene contra él, luego, con un rugido, me inclina sobre su escritorio. ¡Obviamente valgo algunos millones de dólares! Volcada a medias sobre el escritorio, con las piernas separadas, dejo a Terrence cubrir mi pecho con besos. Él está de pie entre mis muslos y yo veo su erección que deforma la bragueta de su lujoso traje gris oscuro. Lo rechazo un poco para poder bajar su cremallera y revelar su vigoroso miembro, el cual, bajo mis dedos que lo acarician, se vuelve aún más vigoroso. Mi sexo ya está muy húmedo y no necesito de más preliminares: quiero que me penetre inmediatamente, lo juro, Terrence parece bastante tentado por la idea. Tomo firmemente su sexo y lo conduzco dentro del mío, sin dejar a Terrence el tiempo de desvestirse. Ser tomada por él, cuando todavía está vestido con su impecable traje, con la corbata anudada, hace crecer mi excitación. Yo saboreo los movimientos poderosos de su pene en mí, cuando el teléfono sobre su escritorio suena. Para mi gran sorpresa, veo a Terrence, con su pene aún introducido,

contestar. «¿Sí, Claire?» ¡Es su secretaría difícilmente no podría haber respondido, ella sabe que está aquí, su escritorio está justo detrás de la puerta! «Pásemelo.» ¿Va a tomar la llamada? ¡Qué cochino! Exasperada, hago un movimiento para alejarme, pero entrelazado y aún dentro de mí, se vuelve a sentar en su sillón; ahora estoy montada en él. Por la sonrisa que me hace, comprendo que la situación lo divierte, incluso lo excita, basándome en su sexo, el cual siento todavía muy duro en mi vagina. Mientras escucha a su interlocutor, muerde uno de mis pezones y una mano se pierde en mi trasero. Ya que él me está animando, no voy a detenerme en tan buen camino. Así que vuelvo a empezar a mover lentamente mis glúteos, introduciéndome en su pene, frotando mi pubis contra el suyo, molestándolo con mis senos de puntas incitadoras, los cuales coloco bajo su nariz. El placer regresa rápidamente, en ondas cada vez más fuertes. Miro a Terrence, quien continúa sobriamente su conversación telefónica, mientras no deja de mirarme. Al ver mis ojos desmesuradamente abiertos, comprende que no tardaré en correrme y pega una mano a mi boca para ahogar los gemidos que están llegando. Yo me arqueo sobre su sexo, como un pez en una caña de pescar, antes de contraerme en un relámpago de placer. «¿Estuvo bien?», me pregunta Terrence, después de haber colgado, muy contento por su pequeño juego. Yo asiento con una pequeña sonrisa, sumergida en un letargo post-orgásmico, antes de acurrucarme contra él. Él me acaricia tiernamente el cabello, devorándome con sus ojos verdes, hechizantes. «Mi belleza, mi amor», murmura acariciando mis senos, antes de pegar su boca a la mía. Sus besos, cada vez más profundos, insistentes, y sus dedos encantadores, despiertan un deseo que apenas tuvo el tiempo de adormecerse. Terrence también está excitado, siento bastante su sexo, todavía duro, contra mí, y sus ojos brillan con un resplandor que conozco bien. Con una sonrisa a medias que se entiende claramente, Terrence descuelga de nuevo el teléfono. «¿Claire? No quiero ser molestado, le dice, mientras me acaricia los glúteos. No recibo a nadie y no me pase ninguna llamada hasta nuevo aviso, por favor. Gracias, Claire.» Vuelve a colgar y me mira con una expresión satisfecha. «Bueno, es nuestro turno ahora», me dice.

Me levanta y él también se pone de pie. Con un movimiento apurado, me hace darme media vuelta. Toma mi largo cabello, el cual levanta para darme un ardiente beso sobre la nuca, siento su respiración en mi cuello; sé lo que quiere. Me apoyo del escritorio con las dos manos, ofreciéndole mis glúteos, arqueada. Siento sus dedos recorrer el largo de mi columna vertebral, deslizarse entre mis glúteos, hasta rozar mis labios húmedos. Escalofríos me recorren el cuerpo, todo mi cuerpo está alerta, vibrando bajo la mínima caricia. Luego, siento el pene de Terrence insinuarse en mí, mientras sus dedos llegan a acariciar mi pubis; yo me arqueo más para que me penetre aún más profundo. Amo la sensación de su poderoso cuerpo pegado al mío, de esa mano que hurga entre mis grandes labios; mi cabello cobre su rostro, impregnado de sudor. Siento el vientre duro y musculoso de Terrence, que llega en sacudidas cada vez más cercanas, sacudirse contra mis glúteos. Sus jadeos en mi cuello acompañan los gemidos que intento retener mordiéndome los labios, tengo miedo de que nos escuchen del otro lado de la puerta, pero el placer se vuelve tan intenso que pronto siento que me abandona cualquier miedo. La única cosa que ocupa mi mente – y cuerpo – es el sexo de Terrence, que viene y va, quitándome cada vez más las ganas de control. Sus dos manos están agarradas de mis senos, él los estrecha tan fuerte que casi me lastima, sin embargo, incluso ese dolor es fuente de placer. «Me voy a correr», dice la voz ronca de Terrence en mi oreja. Oírlo expresar su placer tan crudamente detona en mí un orgasmo instantáneo y violento, y siento que es del mismo modo para Terrence, quien se apoya una última vez contra mí. Satisfechos, vaciados de toda energía, los dos caemos entrelazados en su sillón. Nos quedamos así algunos instantes, en una suave torpeza. Con el rostro pegado a su pecho, escucho los latidos de su corazón tranquilizarse lentamente, al ritmo del mío. Yo regreso primero a la realidad. - ¿A qué hora debemos estar en la gala? - Debemos estar ahí a las 9 de la noche, me responde Terrence, con la voz aún tomada por el placer, pero le dije a mi madre que pasaríamos a recogerla aproximadamente a las 8:30 a su hotel. - ¡Oh, Dios mío, nunca estaré lista!, le digo saliendo precipitadamente del sillón. - Claro que sí, dice tranquilamente Terrence. - ¡Claro que no!, le digo, asustada. - Que sí, tu vestido te queda maravillosamente. ¿De qué número calzas? - Del 37. - Tienes los zapatos que te esperan en el armario, la vendedora me dijo que estaban hechos para este vestido. Corro al armario, donde descubro unas deliciosas sandalias de tacón, de piel rosa pastel y dorado, en dos medidas; las 37 me quedan perfectamente. «También traje un bolso», me indica Terrence.

Es simplemente sublime, estoy encantada frente a este bolso de piel, tan fino que parece piel humana al tacto. «¡Pero toda la prensa estará ahí! ¡Terrence, no puedo aparecer por primera vez de tu brazo vestida con Chanel, pero sin maquillaje y despeinada! Dios mío, ¿cómo me veo?», digo precipitándome a la sala de baño, asustada. Al pasar, recojo mi vestido Chanel, que había dejado sobre la alfombra (¡qué sacrilegio!) y lo pongo sobre un sillón. Lo que veo en el espejo me deja dubitativa: aunque nuestro encuentro le dio color a mi rostro, tengo los ojos ojerosos y mi cabello está espantoso, pegado por el sudor. ¡No veo cómo voy a poder ponerme presentable! Terrence viene a reunirse conmigo, espléndido en su desnudez y con una calma olímpica. «Toma una ducha, yo me encargo de todo. Voy a mandar pedir una persona para que te peine y una maquillista. Yo también tengo todo lo necesario, mi traje de noche me espera en el ropero, nos iremos de aquí. También le voy a avisar a Max para que venga a buscarnos.» No tengo otra elección que confiar en él. Me sumerjo en la ducha a la italiana, embaldosada de negro que destaca en el espléndido baño que Terrence hizo que le acondicionaran. Mientras el agua caliente corre por mi cuerpo, me doy cuenta que voy a dar el paso esta noche, que me voy a mostrar al lado de la estrella mundial, Terrence Grant, y la angustia se apodera de mí. ¿Cómo voy a soportar todas esas miradas sobre mí? Mi vientre se contrae y tengo problemas para respirar: tengo la impresión de que voy a entrar en una crisis de pánico. «¿Estás bien, Zoé?» Terrence se deslizó bajo la ducha. Con una mirada comprendió lo que pasaba por mi cabeza, me toma en sus brazos. Encontrarme contra su pecho tranquilizador aminora un poco mi angustia. - ¿Tienes miedo? - Sí, un poco, debo admitirle de mala gana. - No es necesario, yo estaré contigo. Tú sabes cuánto te amo, me dice mientras comienza a enjabonarme, como si fuera una niña. Yo me dejo llevar, por mi desasosiego. - ¿Tienes dudas?, me pregunta después de un instante, mirándome a los ojos. - No de ti, no de mi amor, ni del tuyo. Tú sabes que te amo, pero tengo miedo de no estar a la altura, de no hacerte honor… Terrence estalla en risa y me abraza. - ¡Nunca había tenido una mujer tan bella! Eres perfecta, tienes el cuerpo más bonito, la carita más

encantadora del mundo y estoy orgulloso de ti. - ¿Yo?, le digo con una expresión dudosa, pero interiormente, saboreo sus dulces palabras y estoy loca de alegría. - Mmm, tú necesitas relajarte. Ya sé lo que te hace falta, agrega con un tono convencido. Me besa el cuello, desciende hasta mis senos, hasta mi ombligo, desliza su boca a lo largo de mi cuerpo, antes de arrodillarse frente a mí, con la nariz entre mis muslos. - Terrence, le digo, tratando de rechazarlo débilmente. No es el momento, la maquillista va a llegar… - Tenemos tiempo, me dice despegando su boca de mi sexo, antes de regresar a besarlo con más ganas. - Terrence, te juro que no es esto lo que me va a re… ¡Bueno sí, es posible que sí! Su lengua llega a lamer suavemente mi clítoris y, de pronto, estoy mucho menos tensa. Yo acaricio el cabello de Terrence, quien cautiva mi entrepierna con una infinita suavidad y mucha sensualidad. Veo el agua correr sobre su amplia y musculosa espalda y una sensación de bienestar me invade. Paso una pierna por encima de su hombro, para que su lengua pueda tener el campo libre en mi intimidad. Sus caricias, que hace poco eran salvajes y apasionadas, aquí están llenas de ternura y dulzura, y, con cada uno de sus besos, siento que recupero la seguridad. Terrence me ama, me desea ardientemente, y este poder que ejerzo sobre él, como él sobre mí, tiene poderes mágicos. Conforme el placer me invade, me siento más fuerte, lista para afrontar este futuro a su lado, y qué importa si es bajo los reflectores.

6. A la luz del día

Afortunadamente, la maquillista y estilista que Terrence hizo venir a las localidades de su sociedad hicieron milagros, volviendo invisibles los rastros de nuestros encuentros apasionados en su oficina. A base de ternura y palabras de amor, pero también de caricias ardientes, supo darme el valor para mostrarme de su brazo esta noche, para hacer pública nuestra historia, pero estoy bastante nerviosa y un poco ansiosa. Es con el corazón latiendo fuertemente como me preparo para salir de la limusina negra que nos trajo, con Max al volante, hasta Bel Air Bay Club, en Pacific Palisades. En el camino, pasamos a recoger a Rose a su hotel en Beverly Hills. Es una verdadera primera aparición a la cual tendré derecho esta noche. Con un nudo en el estómago, casi no dije nada durante el viaje, dejando a Terrence y a su madre la conversación; solamente le envié un SMS a Pauline para avisarle y un email a mi tía Hélène. Es muy probable que esté desde mañana en alguna foto en internet, y muy pronto, en todas las revistas, yo, la nueva French girlfriend de Terrence Grant; es mejor que estén preparadas. Dejé a Terrence y a su madre salir del automóvil primero, yo los miro desde el asiento: los dos se ven espléndidos, él en traje negro ajustado Dior, y ella en un conjunto sobrio, pero elegante marca Armani. Después de haber posado brevemente frente a los fotógrafos con su madre, Terrence se gira hacia mí y me extiende la mano, con una inmensa sonrisa en los labios. Let’s go! Los flashes chasquean mientras tomo la mano de Terrence. Estoy vestida con un look completamente Chanel, de la punta de mis sandalias, al sublime bolso elegidos por mi enamorado. A pesar de mis tacones, me siento minúscula a su lado (¡y lo soy!) e intimidada por los fotógrafos que llaman a Terrence por todas partes. Vuelvo a pensar en mi llegada a Los Ángeles, en mi encuentro con Terrence, cuando atravesamos juntos la puerta de entrada del Viper Room. En ese entonces, bajé la cabeza para evitar las miradas y los flashes; sonrío ante ese recuerdo y miro a Terrence, nuestras miradas se cruzan y comprendo que pensó lo mismo. Él se inclina hacia mí. «¿Te acuerdas?», murmura. ¡Oh, muy bien! Me parece que fue ayer… y fue hace siglos. Oprimo un poco más fuerte su mano y levanto la cabeza orgullosamente, en dirección a los flashes. Esta vez, nadie necesitará pasar horas estudiando las fotos para saber qué se esconde bajo este largo cabello. Además, esta noche, está alzado en un maravilloso chongo; ya no puedo – y ya no quiero –

esconderme. ¡Uf! Pasamos la primera prueba. Después de la photo call de la entrada, podemos deambular tranquilamente en este sublime lugar, hasta el encuentro con la prensa, previsto dentro de poco. Este lugar escondido en la bahía de Santa Monica, es espléndido. Las grandes terrazas dan hacia jardines en espaldera, cubiertos de palmeras e iluminados a esta hora, los cuales descienden hasta la playa. Algunas mesas fueron puestas para el aperitivo en el patio, en medio del cual resalta una fuente florida. Enseguida, cada quién llegará al comedor, donde algunos generosos donadores y algunas estrellas tomarán su comida cocinada por un gran chef. Alcanzo a ver a Sean Penn en plena conversación con Sharon Stone y a Robert Pattinson quien bromea con una camarera. Definitivamente, Rose tiene un equipo muy eficaz que trabaja para su fundación: lograron convencer a toda la nata de Hollywood de estar presentes esta noche. Tener estrellas de cine en una gala es la garantía de una importante legibilidad mediática (y entre más es conocida una obra caritativa, más donaciones recibe), pero también la presencia en la cena de billonarios, listos a pagar fortunas por convivir con estrellas por una noche. Rose está en la gloria: todo este lujo, hasta su propia vestimenta, la incómoda, pero ella sabe que con una sola noche de gala va a poder ayudar a miles de niños desfavorecidos en el mundo, así que lo disfruta. Las dos nos sentamos en una mesa de frente al océano, brillando a la luz de la luna, mientras Terrence conversa con Charlize Theron y un productor, cuyo nombre no recuerdo. - Zoé, me dice Rose, con los ojos brillantes, le debo mi felicidad. Ni siquiera sé cómo podría agradecerle algún día por todo lo que ha hecho por mí. Me regresó a mi hijo. - Claro que no, le digo, incómoda, yo no hice nada. Si yo no hubiera conocido a Terrence, ustedes de cualquier forma hubieran terminado por reencontrarse, de una manera u otra. - Es probable, responde Rose, con una sonrisa maliciosa, pero si usted no lo hubiera conocido, mi hijo no habría estado tan feliz. Avergonzada, bajo la cabeza. Rose estalla en una risa de niña y me toma la mano. «Estoy muy feliz por mi hijo, no habría podido soñar una mejor compañía para él.» Para esconder mi incomodidad y emoción, cambio de conversación. - ¿Qué planeó decirle a la prensa?, le digo a Rose. Corre el riesgo de que le hagan más preguntas acerca de usted, la madre fallecida que regresa de entre los muertos, que acerca de las obras y necesidades de la fundación. - Oh, dice Rose con una pequeña mueca, no debería de transcurrir muy mal, Jane Kilding – ¡qué mujer tan divertida! – nos hizo un pequeño briefing, a Terrence y a mí. Según su versión, Terrence quiso hacerme pasar por muerta para que no fuera molestada por su fama, mientras yo había prometido pobreza y humildad al lado de los niños del tercer mundo, algo como eso. No me gusta mucho ese cuento, no me gusta que me hagan pasar por una santa, pero es mejor a la exposición de la que nos escapamos. La señora Kilding se encarga de «limpiar el perímetro», como dice ella, para que no haya otras fugas; tuvo una conversación acerca del tema con el periodista Jack di Carlo y del

lado de Ethel, no hay ningún riesgo de que algo se divulgue. ¡Le da horror el escándalo y, además, es malo para los negocios! Rose me mira con una mueca desengañada. - ¡Bienvenida a L.A.!, le digo levantando mi copa de campaña y las dos estallamos en risa. - ¿Qué las tiene tan contentas?, pregunta Terrence, poniendo una mano sobre mi hombro. - La champaña, por su puesto, le digo, girándome para mirarlo. Se ve verdaderamente magnífico esta noche y con una elegancia extrema. ¡Lo amo, lo amo, lo amo! «Te amo, sabes…» ¡No pude evitarlo, esta noche, todo parece muy obvio! Él me besa cautelosamente, susurrándome al oído unas palabras dulces, antes de retomar: «Vine a buscarlas, declara él. La rueda de prensa tendrá lugar ahora, lo que nos permitirá cenar tranquilamente enseguida. ¿Vienen?» Me doy cuenta de que Rose está al menos tan incómoda como yo, al verla enganchada del brazo de Terrence, como yo lo estoy también, de su otro brazo, mientras nos dirigimos a la sala donde fue instalada una pequeña tribuna. En cuanto a Terrence… ¡Él irradia felicidad! Terrence, Rose y yo nos instalamos detrás de la tribuna con las celebridades que vinieron a apoyar a la fundación, viendo de frente a los periodistas, así como a las cámaras y los fotógrafos que fueron autorizados para cubrir el evento. Rose no deseaba tomar la palabra, es el director de la fundación quien viene a presentar las acciones de Infancia en desamparo, pero es a ella a quien los fotógrafos acosan. Luego, es el turno de Terrence, nuevo padrino de la fundación, de venir al micrófono. Como siempre, estoy emocionada por verlo tomar la palabra. No es un ejercicio que adore, sin embargo, destaca en él: se puede ver que está acostumbrado a estar expuesto y siempre se expresa perfectamente, con un humor devastador que, sistemáticamente, pone a todo el mundo de su lado. La fundación no podía encontrar un mejor embajador. Enseguida, le da la palabra a la presa, como es costumbre. «¿Señor Grant, podría decirnos por qué hizo creer durante años que era huérfano?» Mi corazón se estrecha. Era de esperarse, si los periodistas son tantos esta noche, no es únicamente para saber más acerca de la fundación, sino también porque están atraídos por el aroma del escándalo, como los tiburones por el aroma de la sangre. Afortunadamente, Terrence es un excelente actor y, evidentemente, Jane lo guio bien. Explica su texto con una soltura desconcertante, tan bien que yo misma encuentro sus explicaciones perfectamente plausibles. Las preguntas se encadenan en el mismo tema. Feliz por no ser el blanco de la atención, dejo que

mi mirada vague; percibo a Jack di Carlo en la segunda fila. No parece estar poniendo atención a Terrence, sus ojos están fijos en mí y muestra una gran sonrisa. Me saluda de lejos levantando su gorro panamá, yo le respondo su saludo con mucho gusto. No puedo evitar que este tipo me agrade bastante, además, ahora que Terrence se reconcilió con su madre, ya no tengo razones para estar molesta con él. Es en ese momento que lo veo levantar la mano para reclamar la palabra. Súbitamente inquieta, yo frunzo las cejas: ¿qué podrá preguntar? - Buenas noches, Terrence. ¡Qué noche tan maravillosa para la fundación de su madre y qué lugar tan espléndido! - Gracias Jack, responde Terrence, como si fueran los mejores amigos del mundo. ¿Tiene una pregunta, o solamente quiere una rebaja por organizar una fiesta aquí? Toda la sala estalla en risa, incluyendo a Jack. «No, Terrence, únicamente quería preguntarle: ¿quién es esa simpática joven que lo acompaña esta noche?» Tengo ganas de huir, pero mis pies están pegados al suelo. Siento la mano tranquilizadora de Rose colocarse sobre mi brazo. - Pues bien, esta deliciosa joven se llama Zoé Scart, es francesa, escritora y guionista, y creo que pronto escucharán mucho hablar de ella, dice Terrence, con la más grande naturalidad, y se gira hacia mí para hacerme un guiño. - No lo dudo, le responde Jack con una expresión amable, estoy seguro de que está llena de talento. ¿Y entre ustedes, es serio? Estoy sin aliento, tengo zumbidos en mi cabeza, incluso me parece que dejé de respirar. Miro a Terrence, aterrada, pero él me hace una nueva sonrisa, antes de retomar la palabra, yo ya no entiendo nada, mis pensamientos se mezclan. «Efectivamente Jack , es serio, responde Terrence a un Jack di Carlo visiblemente satisfecho por su pregunta. Zoé es la mujer a la que amo, con la que quiero hacer mi familia, si ella lo acepta, por supuesto», dice volviéndose a girar hacia mí, con los ojos brillantes. Tengo la impresión de que el suelo se hundió bajo mis pies. Siento la mano de Rose sobre mi brazo, veo la mirada amorosa de Terrence, pero me parece que ya no puedo oír nada. Los flashes de los fotógrafos, que saltaron para colocarse frente a mí, me ciegan. Estoy completamente aturdida. ¡Y tan feliz! ¿Qué fue eso, una propuesta de matrimonio?

7. La propuesta

- ¡¿Mister Grant, Mister Grant, es una propuesta de matrimonio?! - ¿Terrence, se van a casar? La gran sala del Bel Air Bay Club se hundió en el caos, los periodistas están desenfrenados, ya nadie espera su turno para tomar la palabra, ellos gritan sus preguntas, todos juntos, en un bello barullo. Unos fotógrafos saltaron para venir frente a mí, cegándome con sus flashes, y los periodistas que los acompañan, tienen todas las mismas preguntas en los labios: - ¿Zoé, Zoé se va a casar con él? Estupefacta, me giro hacia Rose a mi lado, quien me mira con una expresión sorprendida y alegre a la vez, luego hacia Terrence, frente a su pupitre, quien me mira fijamente, con una sonrisa en los labios, ignorando las preguntas de la prensa. Sin duda luzco aterrorizada, ya que el rostro radiante de Terrence se vuelve serio y, volviéndose a girar hacia la sala y el micrófono, retoma la palabra: - Lo siento, no comentarios. Esta conferencia de prensa se terminó, vamos a salir a la sala de recepción para reunirnos con los generosos participantes en la cena y espero que esta noche permita a un gran número de niños desfavorecidos… El resto de su frase es cubierto por un increíble alboroto. Los fotógrafos que se presionan frente a mí no parecen querer retirarse tan pronto, continúan asaltándome con sus flashes y preguntas y yo veo frenéticamente a todos lados, como para encontrar una escapatoria. Entonces alcanzo a ver la gran puerta-ventana que lleva a la terraza, está abierta. Sin siquiera darme cuenta de lo que hago, me levanto de golpe y salgo volando hacia la puerta. Estupefacción: de pronto se hace silencio, luego el alboroto a mi alrededor recomienza aún más fuerte y me parece escuchar a Terrence llamarme, pero yo soy incapaz de reflexionar, soy como un animal en un forcejeo, huyo de la jauría y de pronto ya estoy en la terraza. Por puro reflejo, sin siquiera pensarlo, me quito los zapatos y corro hacia el océano, el cual alcanzo a ver más abajo, reluciendo bajo la luna. Mientras bajo rápidamente la escalera que lleva a la playa, me doy cuenta de que nadie me está siguiendo, pero continúo corriendo, involuntariamente, hacia la playa, desierta a esta hora de la noche. ¡¿Pero qué hice?! Al llegar a la orilla del agua, sin aliento, con mis sandalias en la mano, de repente me doy cuenta de lo ridícula que es la situación. Yo que quería ser discreta… Voy a estar en todos los periódicos. ¡Magnífica entrada al mundo de people! Termino por recuperar poco a poco mi aliento y el control. En mi espléndido vestido de noche,

con los pies descalzos y el chongo torcido, recorro la arena, insegura: ¿y ahora qué podré hacer? No puedo escaparme nadando, voy a tener que regresar al club y afrontar a los invitados y a los periodistas que cubrieron el evento. ¡Pobre Terrence, lo avergoncé completamente! Pero también es su culpa, si no hubiera dicho… lo que dijo. Pero, es verdad, los periodistas tienen razón, ¿qué quiso decir exactamente con eso? - ¿Zoé? Me giro como mordida por una serpiente. Sumergida en mi reflexión, no había escuchado a Terrence venir. - Terrence, lo siento, lo siento muchísimo, le digo, yendo a refugiarme en sus brazos. Pero Terrence no se ve para nada desalentado y suelta una carcajada antes de besarme y abrazarme fuerte. - Pues no, no es tu culpa, me dice sonriendo tiernamente, fui yo quien te lanzó a la fosa de los leones. Además… no debí decir lo que dije… Me quedo insegura un instante por el sentido de su frase. ¿Y ahora qué está haciendo… retira lo que dijo? ¿No soy la mujer con la que quiere hacer su vida? Frente a mi rostro deshecho, Terrence comprende el curso que tomaron mis pensamientos. - No retiro por completo lo que dije, Zoé, quiero hacer mi vida contigo, simplemente me arrepiento de haberlo dicho frente a los fotógrafos y periodistas. Fue estúpido de mi parte, pero estaba aturdido, quería que el mundo entero supiera que eres el amor de mi vida. Lo que… Yo no le dejo el tiempo de terminar y me cuelgo de su cuello para jalarlo hacia mí y besarlo fogosamente. - No fue planeado, fue un impulso, retoma él. No tendría que haber dicho eso frente a ellos y lo entendí hasta después, y es por eso que no respondí a sus preguntas. Mi respuesta, me dice tomando mis manos, con el rostro serio, de pronto, y la mirada colocada en mí, estaba reservada, porque sí, Zoé, es eso lo que quería decir, quiero casarme contigo. Me parece que mi corazón y el tiempo se detuvieron. Escucho el chapoteo de las olas cerca de nosotros, la brisa oceánica despeina el cabello de Terrence, percibo a lo lejos la música jazzy que proviene del Bel Air Bay Club. Estoy consciente de que recordaré toda mi vida este instante mágico, suspendido. Terrence toma mi rostro en sus manos y me jala hacia él, sus ojos verdes me examinan, creo

detectar una inquietud. - ¿Y tú, mi dulce, bella, deliciosa Zoé, quieres casarte conmigo? ¿Cómo puede dudarlo? Me doy cuenta de que mi corazón no se ha detenido, no, incluso late más rápido, lo escucho dar grandes golpes en mi pecho. - Sí, Terrence, sí, quiero ser tu esposa, le digo con una voz débil de emoción, antes de ser arrastrada por un torbellino de besos apasionados. Miro a Terrence bailar con su madre, qué apuesto es y qué feliz se ve ella. Yo sigo en mi pequeña nube, en esta sala de baile del Bel Air Bay Club. La propuesta de Terrence me enardeció, regresé a la gala de su brazo, ya sin ningún miedo de burlas posteriores con respecto a mi fuga y, de hecho, durante la cena, únicamente me crucé con miradas cómplices: creo que mi salida de Cenicienta más bien los divirtió. ¡Jennifer Lawrence vino a felicitarme!, e incluso me ayudó a acomodar discretamente mi chongo. Yo marco la música con el pie, con una sonrisa plácida en los labios. ¡Me voy a convertir en la Sra. Grant y pasar el resto de mi vida a lado de mi gran amor! - ¿Me concedería este baile, señorita? Jack di Carlo está de pie frente a mí, vestido todo de blanco, hasta su gorro panamá. No puedo hacer nada, este hombre me pareció simpático desde el día en el que lo conocí y aún me lo parece. Sé que debería mantenerme alejada del hablador más grande de Hollywood, pero es más fuerte que yo, este pequeño hombre me agrada, con sus vestimentas extravagantes y su apariencia de bulldog con sonrisa rapaz. - Con gusto, le digo, levantándome de mí asiento. Mi respuesta parece sorprenderlo – sin duda recuerda la escena que le hice en el centro de desintoxicación de James –, pero se recupera muy rápidamente y se apresura a tomar la mano que le extiendo. - ¡Disculpe si le aplasto los pies, no soy una especialista del vals!, le digo después de algunos pasos vacilantes. - Pero yo sí lo soy, no tenga miedo, afirma él, con una sonrisa satisfecha. Y rápidamente me doy cuenta de que, efectivamente, se arremolina con una gracia sorprendente, guiándome con una tal destreza, que casi podría pasar por una experta del vals vienés. - Luce extremadamente contenta esta noche, me dice, mirándome de arriba abajo, con una gran

sonrisa. ¿Pasó algo en la playa? - ¡Jack! Continúa pescando información. ¡Deje de trabajar dos minutos y disfrute de este baile! Jack estalla en risa. - ¡Lo siento, es mi segunda naturaleza! Pero sépalo, Zoé, no tiene nada qué temer conmigo, nunca haría nada que pudiera herirla. - ¡Ah, mira! ¿Y a qué se debe el honor? Usted no es conocido por su gran mansedumbre, le digo para molestarlo. - Ciertamente no es mi virtud principal, me concede él, pero usted me agrada bastante, Zoé, es una buena persona. - ¿Y de dónde saca eso?, me pregunto yo. - De Hitchcock, mi perro, usted le gustó desde su primer encuentro. Ese animal tiene olfato, sabe reconocer a las personas que tienen un alma buena, confío completamente en su juicio. - ¡Sin embargo, parece apreciar a su dueño!, le digo, irónica. Los dos estallamos en risa. Percibo a Terrence, quien nos mira con una expresión intrigada, por encima del hombro de Rose. - ¿Qué le pareció mi salida?, le digo de pronto, movida por la curiosidad. Con el objetivo de conocer el punto de vista de un experto, para prepararme para los encabezados de mañana. - Absolutamente deliciosa. - ¡Ridícula, quiere decir! - Para nada, Zoé. Usted es como un viento fresco que sopla en Hollywood y le aseguro que lo necesitábamos bastante. - ¡Ya me imagino los medios de comunicación, mañana!, le digo con un escalofrío. - Créame, la prensa no será muy malvada con usted, usted no está al acecho de la fama y, créame, ésa es una virtud muy apreciable, y apreciada, por aquí. Sin embargo, no digo que no se hablará de usted y de su huida. Terrence Grant, el gran soltero eterno, quiere casarse, es una información muy grande, todo el planeta querrá saber quién es la afortunada elegida. Pero, una vez que el huracán haya pasado, si mantiene el rumbo, si se mantiene como es, discreta, modesta, natural, los entrometidos cambiarán de dirección. Los medios siempre tendrán alguna actriz principiante a quien comerse, concluye él. - ¡Lo siento por todas esas chicas, pero espero que no se equivoque! - ¡Pero, mi querida Zoé, olvida usted con quién habla!, me dice Jack, con una expresión falsamente indignada, dejando de bailar bruscamente, conozco este mundo mucho mejor que nadie. Olvídese de esos alborotos, esa histeria, ignore los chismes y viva plenamente su bella historia de amor. Además, nunca olvide esto: ¡siempre tendrá un aliado en el medio!, agrega, haciéndome un guiño, antes de hacerme dar muchas vueltas sobre la pista.

8. La familia crece

- ¿Y entonces, enamorados, cuándo piensan casarse?, nos pregunta Rose, mirando el diamante que brilla en mi dedo anular. Una sortija de compromiso de la joyería Tiffany, la cual no puedo evitar mirar desde que Terrence me la dio. Fue durante un fin de semana en Las Vegas, Terrence se reúne ahí en ocasiones, con algunas amistades famosas, como Ben Affleck y Matt Damon – ese día, para una partida de póker. Yo nunca había entrado en un casino, Terrence me instaló en una máquina tragamonedas y, después de haber jugado, sin éxito, dos o tres monedas, la máquina comenzó a tintinar, indicándome que había ganado el premio mayor, pero cuando presioné el botón para recuperar mi premio, ¡fue la sortija la que salió! En ese momento, me quedé mirándola fijamente, desconcertada, pero comprendí al ver la sonrisa de Terrence, quien me la puso en el dedo frente a los aplausos de los otros jugadores. No sé cómo organizó todo eso… De la manera que haya sido, estoy loca por esta sortija, estoy segura de que es la que yo hubiera elegido. Estamos en el jet privado de Terrence, que nos lleva a Rose, Terrence y a mí a San Francisco, vamos a encontrarnos con Victor, el hijo de Isabella, la ama de llaves de Terrence. Con esta historia, mi apuesto amante descubrió, por lo tanto, un medio hermano… Terrence se cruzó con Victor algunas veces, cuando éste venía a ver a su madre a Los Ángeles, pero ninguno de los dos sabía entonces que tenían el mismo padre, Edward Grant. Después de haberle contado su historia de amor con Edward a Terrence, Isabella no podía seguir mintiéndole más tiempo a Victor acerca de su origen; fue a verlo a San Francisco, donde vive con su esposa. Terrence, después de la sorpresa, pidió encontrarse con él y Victor aceptó. Y así que, aquí estamos los tres, en el avión con dirección a la costa de Oeste, oscilando entre la emoción y la inquietud. Rose está feliz de pasar tiempo con su hijo y, aunque nunca podrán recuperar el tiempo perdido, tratan de no pensar en eso y saborear la felicidad de sus encuentros. Terrence convenció a Rose de retrasar su regreso a África e instalarse en su casa algún tiempo, así podrán volver a conocerse. Yo continúo viviendo con Pauline en el penthouse, me pareció mejor así; Terrence y yo tenemos toda la vida por delante, así que yo lo dejo reconciliarse con su madre, mientras yo disfruto de mis últimos meses de soltería con mi mejor amiga, aun si me muero de ganas por instalarme con él, por cruzármelo todas las mañanas en el desayuno, por compartir su cama todas las noches… - Aún no hemos fijado la fecha, responde Terrence a su madre. Zoé está ocupada con la puesta en obra de su serie, yo voy a comenzar el rodaje de la nueva película de Tarantino. - ¿Pero qué tipo de boda quieren?, pregunta Rose. Terrence, debido a tu fama, va a ser difícil escapar de la prensa. - Cuando realmente se quiere, siempre se puede ser discreto, no estamos obligados a imitar a las

Kardashian, responde Terrence, sonriendo. Le prometí a Zoé que no habría periodistas, ni fotógrafos. ¡Además, ahora que hice mi propuesta y que la prensa está enterada, tenemos todo el tiempo para pensar en ello! ¡Sí, todo nuestro tiempo, incluso toda nuestra vida! - Por cierto, ¿le avisaste a Jane?, le digo, inquieta. Terrence estalla en risa y asiente. Ya me imagino la expresión de Jane, quien está encargada de la imagen de Terrence, cuando supo que nada se filtraría de esta ceremonia. - ¿Cómo lo tomó? - Bastante bien… bueno, después de dos días, dice Terrence, divertido. Terminó comprendiendo que no podría hacerme cambiar de opinión, pero, para que dejara de acosarme para convencerme de vender las fotos a tal o cual revista, tuve que amenazar con despedirla y no invitarla a la boda. Créelo o no, pero fue la última razón la que la decidió a dejar de hacerlo, creo. ¡No me sorprende para nada! Así de refinada como es, Jane preferiría vender a su madre que no estar en la lista de invitados para la boda de la gran estrella Terrence Grant. - ¿Se van a casar en Francia o en California? - Todo esto es aún muy reciente, realmente no hemos tenido el tiempo de pensar en ello, le digo yo, pero a mí me gustaría que la boda transcurriera bajo en sol, en ropa ligera, sin abrigos, sin sacos ni paraguas. Sin duda, esperaremos este verano, o tal vez la primavera… - Yo me hubiera casado con ella enseguida, a escondidas, interviene Terrence, pero Zoé quiere tener a su familia alrededor de ella, su tía, sus abuelos… Además, yo también quiero tenerte cerca de mí, dice él, tomando la mano de su madre, quien lo mima con la mirada. - Pero, de cualquier manera, nos casaremos con comité restringido, únicamente nuestros seres queridos, le digo. De mi lado, tener a mi tía y su esposo, mis abuelos y Pauline bastará para que yo esté feliz. - ¿No quieres a tu prima Bertille?, se burla Terrence, a carcajadas. - ¡A ella menos que a nadie!, digo yo, horrorizada por la idea. Nunca la he querido y únicamente quiero a las personas que quiero y que me quieren a mi alrededor. ¿Sabes que dejó un montón de mensajes para felicitarme? Nunca le contesté el teléfono, debe haber engañado a mi abuela otra vez para conseguir mi número. ¡Todo para que la invite! - Jane, quien está al pendiente de la prensa con aún más intensidad que habitualmente, me mostró una revista francesa, donde Bertille habla de nuestro parentesco, dice Terrence, risueño. Bertille es la prima peste de Zoé, agrega, dirigiéndose a su madre. Parece como si hubieran sido siempre las mejores amigas en el mundo y se mandó a hacer un vestido sublime para nuestra boda… para San Valentín, en Río. ¡Jane se molestó conmigo por no haberle avisado! ¡Ya estaba reservando un boleto para Brasil!

Yo lo miro haciendo gestos. Todo esto divierte mucho a Terrence, pero a mí mucho menos. Tuve que cerrar mi cuenta de Facebook y cambiar de correo electrónico, acosada por supuestos amigos de la infancia y conocidos que comenzaron a tener buenos recuerdos míos al día siguiente de mi aparición al lado de Terrence; los mismos que, desde entonces, hablan de mí en las revistas, contando recuerdos de instantes que supuestamente pasamos juntos. En cuanto a Bertille, quien nunca ha perdido una oportunidad de darse a notar, consiguió, como por arte de magia, varias portadas de revistas. ¡Muy bien por ella si nuestro parentesco le permite hacer progresar su carrera de top model, pero que no me pida, además, invitarla a mi boda! Por la mirada inquieta que me lanza Rose, entiendo que, sin quererlo, dejé notar en mi rostro mis pequeñas contrariedades. - No se preocupe por mí, Rose, yo sé que todo esto se va a arreglar. Los periodistas van a encontrar rápidamente una cliente mucho más fructuosa que yo, no hacen falta candidatas… Yo no voy a cambiar nada en mi forma de vivir, ni de ser y rápidamente se van a aburrir de seguirme. ¿Además, honestamente, cómo podría quejarme de mi nueva vida? Voy a casarme con un hombre maravilloso, al cual amo profundamente y quien me ama, le digo tomando la mano de Terrence. ¡Puedo soportar bastante bien algunos comentarios desagradables y algunas fotos poco relucientes de mí en el periódico! - Pero no has tenido ninguna así, te ves encantadora en todas las que has aparecido, protesta Terrence. - ¡Eres adorable, pero espera a que Bertille les venda fotos de mí, pre-adolescente, con un flequillo demasiado corto, botones y frenillos en los dientes!, le digo, estallando en risa. Su amabilidad, su mente, su humor… siempre sabe tocar mi corazón por completo. Desde su propuesta de matrimonio, nunca habíamos sido tan cercanos, híper-cómplices, siempre juntos, riendo, hablando, contándonos nuestra vida… y la que nos espera. ¡Encontré al príncipe azul y por nada del mundo nos separarán! En el aeródromo, un chofer nos espera para llevarnos al Spruce, un restaurante gastronómico, donde Terrence reservó un salón privado. A nuestra llegada, un mayordomo bastante amable nos hace atravesar la sala principal para conducirnos hasta una sala aislada por pesadas cortinas color chocolate. La pieza está decorada con una chimenea donde arden leños; una mesa lujosa para seis fue puesta. Nosotros somos los primeros. Unos aperitivos absolutamente irresistibles nos fueron traídos y yo me apresuro a probarlos. ¡Son divinos! Terrence solicita ver al sommelier para supervisar la lista de vinos finos que acompañan la comida, éste se apresura a reunirse con nosotros. Rosé se ausentó. El sommerlier se fue, visiblemente satisfecho del conocimiento de Terrence en materia de vinos, yo lo miro, curiosa de saber con qué estado de ánimo se prepara para encontrarse con su medio hermano; él está de pie, del otro lado de las cortinas, cerca de la puerta de cristal que da a la calle, con la mirada perdida, yo me acerco a él.

- ¿Estás tenso, mi amor?, le digo poniendo mi mano sobre su hombro y poniendo un pequeño beso en su cuello. - Un poco. Hace no mucho tiempo, era huérfano e hijo único, ya reencontré a mi madre y ahora me encuentro con un hermano. Definitivamente, la familia crece, me dice girando y abrazándome. Luego se inclina hacia mí y me susurra al oído: - Y espero que la agrandemos más, muy rápidamente. El corazón me late un poco más rápido siempre que Terrence evoca nuestra futura familia. Puedo imaginarnos desde ahora, cuidando a un bebé… y luego, después, rodeados de nuestros hijos, riendo, divirtiéndose, descubriendo la vida y todas sus alegrías… - Ya están aquí, me dice discretamente Terrence, poniendo fin a mis ensueños. Me giro y descubro a Victor. Al volver a verlo, entiendo por qué me parecía tan familiar cuando nos encontramos por primera vez. Hay algo en su silueta, su presencia, la forma de su rostro, que, indudablemente, se le parece a Terrence, pero tiene la sonrisa llena de dulzura de Isabella, quien se encuentra a su lado, visiblemente orgullosa de su hijo. Allison, la esposa de Victor, por lo que puedo juzgar, está embarazada. - Terrence, creo que tu familia va a crecer un poco más, antes de lo previsto, le digo muy bajo, antes de avanzar para saludar a todo el mundo. - ¿Y si vamos a tomar un aperitivo al bar?, lanza Terrence mirando a Victor, girándose luego hacia nosotros. Victor acepta inmediatamente, mientras que Rose, Isabella, Allison y yo declinamos la oferta, comprendimos que esta propuesta estaba destinada, sobre todo, a su medio hermano, que necesitaban estar solos para conocerse y, sin duda, para hablar de Edward… Una vez que los hombres se fueron, nosotras nos instalamos alrededor de la mesa para parlotear de todo y de nada, cómodamente, mordisqueando los aperitivos. - ¿Isabella, regresará con nosotros a Los Ángeles?, le digo. - No, Zoé, regreso en algunos días, pero será temporal: voy a dejar mi puesto. - ¿Ah, sí, le digo desconcertada, pero… por qué? ¿Soy yo quien la hizo huir? - Para nada Zoé, exclama Isabella. Estoy tan feliz por usted y el Sr. Terrence, eh, Terrence, agrega ella, sonrojándose. Terrence le pidió llamarlo por su nombre, lo cual le había pedido desde antes de conocer su «parentesco», pero Isabella siempre se negó; parece que ya cambió de opinión. - Pienso que usted es lo mejor que le ha pasado, retoma Isabella, pero pronto tendré a otro pequeño del cual me gustaría cuidar, dice, señalando el vientre regordete de su nuera. Voy a mudarme a San Francisco.

- Y nosotros necesitaremos mucho que esté cerca de nosotros, continúa Allison. Yo miro a Isabella con un pequeño estremecimiento en el corazón. - La vamos a extrañar. ¡Y Terrence va a estar perdido sin usted! - ¡Oh!, no tenga miedo, no lo dejaré antes de haber encontrado a un remplazo digno de confianza. - Ah, miren, ahí vienen. Podrá anunciarle la noticia a Terrence. ¡Vamos a ver qué dice! Puedo ver en sus rostros que Rose, Isabella y Allison están tan ansiosas como yo por saber cómo transcurrió la conversación íntima entre los dos hermanos; evidentemente, bastante bien, los dos lucen radiantes. Me siento aliviada y puedo ver que mis acompañantes también. Al ver cómo se llevan esos dos ahora, me siento completamente tranquilizada. La comida transcurrió maravillosamente, los platillos estaban deliciosos y el ambiente era de los más relajados y calurosos. Rose se quedó dormida en el avión, Terrence y yo nos acurrucamos en el sofá. - Todo estuvo muy bien con Victor, parece que se llevan muy bien. - Muy bien, de hecho. Ya me lo había topado algunas veces y ya me había dado una buena impresión, y se confirmó. Es normal, un hombre educado por Isabella, sólo puede ser una buena persona. - Hablaron mucho tiempo en el bar… - Sí, él quería saber más acerca de mi… nuestro padre, obviamente, no tenía un buen concepto de él, pero tenía curiosidad de saber cómo era el hombre, de confrontar mi visión a la de su madre, quien le había contado, paradójicamente, muchas cosas buenas. Evidentemente, ella lo amó mucho y se mantiene apegada al chico que conoció antes… antes de que la abandonara. Le conté recuerdos de la infancia a Victor, le dije que, si bien estuvo muy ausente, siempre fue un padre muy afectuoso, para mí. Murió muy joven, tal vez si hubiera vivido más tiempo, habría buscado conocer a Victor, me dice soñador. Nunca se sabe. Lo siento conmovido, yo llevo su mano a mis labios y beso su palma. - Propuse compartir con Victor la fortuna familiar, lo que heredé de mi padre. - ¿En serio?, le digo, enderezándome para mirarlo. - Se negó, me dijo que si Edward Grant no lo había encontrado digno para ser reconocido como su hijo, no tenía ninguna razón para heredar su fortuna. - ¿Y…?, le digo para incitarlo a continuar. Conociendo a Terrence, estoy segura de que no se dejó derrotar enseguida. - Y… decidí poner la mitad de la suma que heredé en una cuenta que estará a nombre del hijo de Victor que va a nacer y de los que vengan después, claro, si tienen otros. Tomo su rostro entre mis manos y clavo mi mirada en la suya.

- ¡Señor Grant, no sabía que era posible, pero lo amo aún más después de esto! De pronto tengo muchas ganas de él. - Ven, digo, tomando la mano de Terrence. Después de una última mirada a Rose, quien duerme profundamente en su asiento, en la parte delantera del avión; lo arrastro hacia la pequeña habitación del fondo.

9. Una nueva vida

- ¡Otro! Con el mentón, Pauline me muestra un paparazi que nos apunta mientras estamos instaladas en la terraza de un restaurante de Melrose. - Oh, es Mitchell. Hola, Mitchell, digo yo, haciendo una seña con la mano. Pauline me mira, desconcertada. - ¿Conoces su nombre? - ¡Incluso conozco el nombre de su hija!, le digo, riéndome a carcajadas. ¿Qué esperabas?, hace casi un mes que estoy en la escena pública, he tenido tiempo para conocer a los que me persiguen. Algunos, como Mitchell, son muy simpáticos. En mi opinión, eligieron una manera curiosa de ganarse la vida, pero esto es lo que les permite alimentar a su familia, pagar los estudios de sus hijos. Lo acepto, algunos son feroces, están dispuestos a todo, invasores, pero se dieron cuenta de que no les daba pie a nada y comprendieron que iban a tener problemas para atraparme bañándome desnuda o completamente ebria a la salida de los clubs nocturnos, así que se cansaron. Algunos, como Mitchell, continúan siguiéndome para vender algunas fotos inocentes, y si eso le permite ofrecerle atención dental a su pequeña Claudia, a mí no me causa ningún problema. - ¡Vaya, qué filosofía la tuya, la selva hollywoodense ya no tiene secretos para ti! - ¡Tuve un buen maestro! - ¿Terrence? - No, no es él en quien estaba pensando, le digo, estallando en risa frente a la expresión boquiabierta de Pauline. Tengo que decir que los consejos de Jack di Carlo me ayudaron mucho para integrarme en este mundo que me era tan extraño hace tan sólo seis meses. ¡Qué camino he recorrido desde mi llegada a Los Ángeles! - Bueno, de acuerdo, ya te acostumbraste a los fotógrafos, ¿pero y los artículos? ¡Todas esas personas que pretenden ser tus mejores amigos y que dan testimonios, tu prima Bertille a la cabeza!, retoma Pauline, no sé cómo haces para reírte de eso. Y todos esos rumores: un día se separaron, al otro estás embarazada… Sin contar a todos los que especulan sobre la fecha de la boda. Por cierto, ¿ya tienes una idea? Me encantaría acompañarte para hacer el tour en las boutiques de lujo y no solamente para mordisquear galletitas y beber a sorbos copas de champaña, como la última vez. - Hum, le digo yo, evasiva. - Oh, ya elegiste, me dice Pauline señalándome. - No, bueno… sí. Sabes, hay un vestido de novia que siempre me ha encantado. Cuando era adolescente, y que imaginaba mi boda, me veía a mí misma en este vestido, con un velo atado por un

pequeño lazo de seda, en la parte alta de la cabeza… Debo haberte hablado de él en esa época, ¿no? - No me digas… ¿el de Audrey Hepburn en Funny Face?, me dice Pauline, asombrada. ¿Todavía piensas en ese vestido? ¡Teníamos como once años cuando vimos la película! Y es como de los años cincuenta, ¿no quieres nada más moderno? - Ese vestido es atemporal, tiene gracia, es elegante… - Es verdad que es espléndido, pero parece un traje de ballet con esa falda de tul… - Me encanta. Vi un poco los vestidos de diseñador actuales, pero no puedo olvidar ése. - Es verdad que estoy segura de que te quedará de maravilla, te puedo ver muy bien en él, me dice Pauline entrecerrando los ojos, mientras me mira con detalle, como si me viera por primera vez. Se queda soñadora por un instante, luego retoma: - Pero tienes tiempo para decidirte, ya que no quieres casarte antes de que haya buen clima. Te propongo organizar un gran día de pruebas, después de las fiestas, habrá nuevas colecciones y tal vez encuentres algo mejor. - Tal vez, le digo, en realidad poco convencida de que alguien pueda igualar esta maravilla de Hubert de Givenchy, pero tienes razón, aún tenemos tiempo por delante. Te quería hablar de otra cosa y es por eso que te invité aquí, quiero que sepas que estamos en un almuerzo de negocios. - ¿Un almuerzo de negocios?, dice Pauline, sorprendida. ¿Puedo pedir caviar? - Y foie-gras y dos malteadas si quieres, quedará a cuenta de la producción, le digo riéndome. - Mejor voy a pedir un cosmo para comenzar. - Yo también, y no me hagas preguntas, no responderé hasta que nos hayan servido, le digo, haciéndole cara de pocos amigos. - ¿Y entonces?, se apresura a preguntar Pauline, ahora que la camarera acaba de colocar frente a nosotras dos copas de un elixir, hermosamente rosado. - Sabes que me encanta la canción que escribiste, How to make it in L.A. - Sí, dice Pauline, frunciendo el ceño, sin entender a dónde quiero llegar. - Entonces, como creadora y productora ejecutiva de la serie Bienvenida a L.A, quisiera comprar los derechos de la canción para hacer los títulos de crédito. Pauline se queda con la boca abierta. - ¿Qué? - Tranquilízate, no tiene nada que ver con el hecho de que seas mi mejor amiga. Me encanta esa canción, adoro tu interpretación; te grabé el otro día, cuando la tocabas en la terraza, se la di a escuchar a Terrence, productor, a Fitz también, y ellos están tan entusiasmados como yo. ¡Esa canción es perfecta! Pauline me mira con los ojos redondos, antes de estallar en risa; luego, se levanta de la mesa y viene a abrazarme, dando pequeños gritos de alegría. - Deja de hacer esto enseguida o mañana estaremos en todos los periódicos en una foto con la leyenda: «Zoé Scart anuncia a su mejor amiga que está esperando gemelos». - O mejor aún, dice Pauline, volviéndose a sentar, «la prometida de Terrence Grant lo engaña con

una mujer». Nos reímos tan fuerte que las personas sentadas cerca de nosotras comienzan a mirarnos de una manera rara. Mal que bien, finalmente conseguimos controlar nuestro júbilo. - Por tu canción, para que se convierta en el éxito que merece ser, le digo levantando mi copa. - Por tu serie, que sea un gran éxito y que yo gane lo más que se pueda por los derechos de autor, para así poder, por fin, vivir de mi música, dice Pauline, antes de dar algunos tragos a su cosmopolitan. - Vamos a hacerte un muy lindo cheque para la compra de la canción, algo con lo que podrás vivir tranquila por algunos meses. - ¿Es en serio?, me dice Pauline, radiante, voy a llamar a Richard y renunciar desde esta noche. No hemos hablado de él desde el famoso concierto del grupo de Pauline, en donde estaba entre el público, y al final del cual le envió flores. Después de eso, ella rompió con Leonard y yo tenía, lo admito, la esperanza de que se acercara a Richard, quien, Terrence me informó, terminó con Tessa, después de un muy corto idilio. Ésta última regresó inmediatamente a Gran Bretaña, ¡sin duda para echarle el guante a otra presa! Por lo que pude juzgar, Richard parece estar realmente enamorado de Pauline y estoy segura de que ella tampoco es insensible a su encanto. - ¿Ustedes en qué situación están? Pauline me mira de arriba abajo por un instante, visiblemente molesta. - ¿En qué situación quieres que estemos? Me invitó a cenar, pero yo… lo esquivé. Es mi jefe, te lo recuerdo, soy camarera en su club de noche, bueno, es mi futuro ex-jefe, me dice regocijándose, gracias a tu cheque. Una vez que haya renunciado, ¿quién sabe…? Y levanta una copa en mi dirección para brindar de nuevo. Nuestra comida es muy alegre. Me preparo para atacar un apetecible cheesecake, cuando mi teléfono móvil suena. Miro la pantalla de manera dudosa: no conozco ese número y parece venir de Francia. Tengo dudas para responder, pero algo me empuja a hacerlo de cualquier manera. - ¿Diga? - ¿Émilie Trax? Durante una fracción de segundo pienso que es un número equivocado. Abro la boca para rechazar la llamada, cuando de pronto recuerdo que Émilie Trax es mi pseudónimo de escritora, lo que quiere decir que la voz femenina del otro lado de la llamada trabaja en una casa de edición. - ¿Sí?, le digo, con una voz sofocada. Frente a mí, Pauline me mira, intrigada, con el tenedor suspendido en el aire, a medio camino entre su pastel de chocolate y su boca.

- Buen día, es Pascale Brandini quien le llama. ¡Pascale Brandini! ¡La gran escritora a la que admiro tanto desde que fue a dar una conferencia a la Sorbona! - Buen día, le digo, tan embargada de asombro que soy incapaz de hacer una frase completa. - Uno de mis lectores me animó a leer su manuscrito, lo cual hice y no me arrepiento. Me gustaría publicarlo, espero que no sea demasiado tarde y que no haya firmado ya con otra casa editorial. - No… no. - ¡Qué bueno!, exclama la voz del otro lado del teléfono. ¿Podemos vernos? - Es decir… estoy en el extranjero, pero… ¡sí, por supuesto, puedo ir a París muy rápidamente! Pascale Brandini, quien ha publicado a tantos autores que admiro, comienza a hablarme de mi novela, La Bella Durmiente y, incluso si no está frente a mí, yo me sonrojo detrás de mi teléfono, bajo sus cumplidos. Pauline parece haber entendido de qué se trataba y gesticula gritos de alegría. Después de haber hecho la promesa de llamarla muy rápidamente para arreglar una cita, cuelgo, impactada. ¡No puedo creer haber sido tan reconocida por esta mujer, ésa a la que más respeto en el medio, después de haber recibido tantas cartas de rechazo! - ¡Voy a ser publicada!, digo con una sonrisa plácida. Pauline me salta encima para besarme de nuevo, lo cual ni siquiera pienso en rechazar, esta vez. Una vez digerida la noticia, me repongo. - ¡Tengo que avisarle a Terrence! ¡Lo voy a llamar enseguida! O mejor no, voy a encontrarme con él, digo, levantando la mano para llamar a la camarera. - ¿No te vas a terminar tu postre?, me pregunta Pauline, quien atacó su pastel con entusiasmo. - Lo siento, Pauline, pero pago la cuenta y me voy, le digo depositando unos billetes sobre la pequeña bandeja traída con rapidez por la camarera. No puedo esperar, necesito compartir esto con Terrence. ¿Me entiendes, no es así?, le digo, plantándole un beso en la mejilla. - ¡Anda, vete! ¡Nos vemos en el Goncourt!, me lanza Pauline, mientras yo me precipito a tomar un taxi. El taxi me deja frente al estudio donde Terrence está en sesión de pruebas de vestuarios que usará en la próxima película con Tarantino. Afortunadamente, todo el mundo comienza conocerme aquí y puedo ingresar en el lugar sin problema, sin tener que avisarle a Terrence; quiero darle la sorpresa. Un asistente me conduce a los camerinos donde se llevan a cabo las pruebas. Deslizo la cabeza en la obertura de la puerta y alcanzo a ver a Terrence en vestimenta de vaquero, con dos personas de vestuario afanándose a su alrededor. La pieza está llena de soportes que se hunden con vestuarios diversos, kimonos con vestimentas de astronautas. Me quedo viendo a Terrence por un instante: lo encuentro muy sexy con su sombrero en la cabeza, su poncho indolentemente inclinado hacia atrás y su corta barba, a la Clint Eastwood en los principios de su juventud, sexy y peligroso, con su arma colgada de su muslo moldeado en un pantalón de piel; es increíblemente deseable y lo único que

quiero es: ¡saltarle encima! De pronto, Terrence se da cuenta de mi presencia y su rostro se ilumina con una gran sonrisa. - ¿Zoé, qué haces aquí? ¿Qué pasa?, me dice, un poco inquieto de verme llegar así a su lugar de trabajo. Tengo que decir que esto realmente no es parte de mis hábitos, incluso si ahora todos saben que somos una pareja, y aunque sé que a Terrence le gusta tenerme a su lado, prefiero mantenerme discreta. ¡No me voy a poner a jugar a la prometida que se la pasa pegada a su novio! - Nada, nada, no te preocupes, le digo, sólo tenía algo que decirte, pero puede esperar… Terrence me mira con una expresión interrogante, pero no me hace más preguntas, entendió que quería hablarle en privado. - Entonces chicas, dice, dirigiéndose a las encargadas de vestuario. ¿Creo que ya está bien así, no? Las dejo ocuparse de Johnny Deep, quien debe estar impaciente en el camerino de al lado. ¡En lo que me concierne, hicieron un maravilloso trabajo, creo que Quentin estará encantado! ¡Felicidades! Las «chicas» en cuestión están a medio soponcio frente a los cumplidos sinceros de Terrence. Jóvenes o con más edad, ninguna se resiste a su encanto, me digo a mí misma, sin la más mínima pizca de celos. ¡Después de todo, es a mí a quien eligió! Espero a que salgan del camerino para lanzarme en los brazos de Terrence. Nos dejamos esta mañana, pero así es esto, por más que tenga un trabajo apasionante, aprecie pasar tiempo con mis amigos, como con Pauline en el almuerzo, siempre me hace falta cuando estamos separados y, cuando nos reencontramos, ¡es como si no nos hubiéramos visto en siglos! Todos mis sentidos están alterados, tengo la impresión de que mi cuerpo adormecido regresa a la vida. - ¿Qué pasa, mi amor, todo está bien?, se inquieta Terrence. - Muy bien, sí, le digo, muy emocionada. ¡Voy a ser editada! Y le platico mi conversación telefónica con Pascale Brandini; Terrence me levanta del piso y me besa. - ¡Estoy tan orgulloso de ti! Luego me vuelve a colocar en el suelo y sumerge sus ojos verdes en los míos. - Pero lo estaría de igual manera si nadie te hubiera publicado. Leí tu libro, sé lo que vale, nunca dudé de tu talento. Estoy feliz de que otros, además de mí, reconozcan tu trabajo, pero si no hubiera sido el caso, seguirías siendo mi novelista querida y preferida, me dice seriamente, antes de estrecharme fogosamente.

Mi corazón se hincha de gratitud por las palabras de Terrence: sé que con él encontré a un compañero maravilloso y a mi mejor seguidor. Sin embargo, si para él, el hecho de que sea publicada no es importante, sí lo es para mí, es un reconocimiento precioso, me motiva, me hace saber que no me equivoqué de carrera. Y también es importante con relación a él: Terrence es una estrella, ha ganado los Oscar, es un actor mundialmente aclamado por su talento, cuando me conoció, yo no era más que una pequeña estudiante, él me apoyó y me ayudó a abrirme paso al darme mi oportunidad con la serie; pero esta novela la hice yo sola, en mi rincón, trabajaba en ella incluso antes de conocerlo. La envié a los editores bajo un pseudónimo, si el día de hoy es aceptada, si va a ser publicada, no tiene nada que ver con el hecho de que soy la prometida de Terrence Grant. ¡Y para mí es una gran victoria! - Mi futura editora quiere conocerme muy rápidamente, pienso ir a París la semana próxima para la firma del contrato. - No podré ir contigo, estaré en rodaje la semana próxima, suspira Terrence. Te voy a extrañar terriblemente. - Me habría gustado mucho tenerte cerca de mí, pero me quedaré la menor cantidad de tiempo posible, te lo prometo. - Más te vale, me dice Terrence, haciéndome una cara de amenaza. No te dejes seducir por uno de esos viejos y brillantes intelectuales de Saint-Germain-des-Prés… - No te preocupes, le digo abrazándolo. No cambiaría un premio Goncourt, por muy lindo que se escuche, por mi vaquero, le digo riéndome. ¿Sabes que te ves muy sexy en esa vestimenta?, le digo, mirándolo de arriba abajo. En verdad luce atractivo con su sombrero en la cabeza y su pequeña barba, tiene una ligera apariencia rebelde y salvaje, que está muy lejos de resultarme indiferente. - Así que me encuentras sexy, susurra Terrence, pegándose a mi cuerpo. Sus manos se deslizan bajo mi suéter y sus caricias se hacen más insistentes. De repente tengo ganas de él, pero temo que alguien entre en la habitación. - Terrence, las chicas de vestuario podrían regresar… Él me suelta bruscamente y se dirige hacia la puerta para cerrarla con llave. Se gira hacia mí y me lanza: - ¿Ya has hecho el amor con un forajido? Yo estallo en risa, pero Terrence luce muy serio y listo para hacerme el amor aquí mismo, en este instante, sin preocuparse por los miembros del equipo de la película que escuchamos hablar en el pasillo y en la habitación de al lado. Él regresa hacia mí, me levanta como si fuera una brizna de paja y me lanza sobre su hombro, como John Wayne. Yo lucho, sin mucha convicción, lo admito, y recibo en respuesta un nalgada, la cual, también debo admitirlo, únicamente aumenta mi excitación. Terrence me deja caer sobre el gran sofá, que previamente desalojó de la ropa que lo ocupaba, lanzándola al

suelo. - Terrence, le digo susurrando, esto no es razonable. - Pero yo no soy razonable, querida, me dice, arrancando mi suéter para cubrir mi pecho con besos. Yo intento empujarlo, pero más por juego que por convicción real: embriagada por sus caricias y su excitación, todo lo que quiero es que me haga el amor. Sus manos ahora se agitan al costado de mi falda, la cual levanta, para después deslizar mis medias y mis bragas a lo largo de mis piernas. Coloca su mano sobre mi sexo, me acaricia con el dedo y sonríe al constatar la intensidad de mi deseo; por el bulto que se contorna en su pantalón ajustado, yo puedo imaginar el suyo. Se endereza para retirar el arma ficticia colgada de su muslo y hace un movimiento hacia su cabeza. - ¡No!, exclamo yo. ¡El sombrero no! Terrence estalla en risa, luego desabrocha su bragueta y deja salir su sexo en erección. Sin siquiera bajar su pantalón, con su sombrero de vaquero todavía en su cabeza, se acuesta sobre mí, separando mis muslos para introducirse en mí. Yo me aferro a él, acompañando con mi pelvis sus movimientos vigorosos. Agarrada de su cabello, muerdo su hombro a través del chaleco para reprimir mis gemidos. Olas de placer llegan a mí, ya no escucho el alboroto que viene del exterior, mi atención está completamente dirigida a su sexo que me proporciona un placer inefable. Terrence jadea encima de mí, con sus manos contraídas en mis glúteos. El orgasmo nos llega en el mismo instante, fulminando nuestros cuerpos con su descarga eléctrica. Después de habernos agitado, los latidos de nuestros corazones regresan, poco a poco, a la normalidad. Nos miramos, sorprendidos, para después ser sacudidos por una alocada risa: La incongruencia de la situación nos aparece claramente, ahora que nuestro deseo está saciado. Estamos desvestidos a medias sobre el sofá usado, en medio de sustentadores de vestuario y Terrence aún trae puesto su sombrero de forajido, como un chiquillo de juegos pervertidos. Tocan a la puerta, yo bajo mi falda a toda velocidad, intentando volver a subir mis medias, tan rápido como me es posible. Terrence se mantiene tranquilo y se levanta lentamente. - Un momento, dice, dirigiéndose a la persona detrás de la puerta, al mismo tiempo que vuelve a abotonar su bragueta. Se inclina hacia mí y pone un beso en mis labios. - ¿Me esperas en mi caravana?, no he terminado contigo, agrega con una sonrisa. Antes de abrir la puerta, Terrence espera a que haya terminado de reajustarme, lo cual trato de hacer a toda velocidad. Salimos mostrando una expresión inocente, bueno, yo lo intento: aunque Terrence sabe muy bien actuar su comedia, yo soy menos experta que él y tengo mucho miedo de que,

al verme, todo el mundo adivine lo que estábamos haciendo en esta habitación, hace un momento. Me dirijo a la mobil-home negro metálico que le sirve de camerino a Terrence y que lo sigue en los rodajes, lo conozco bien, pasé bastante tiempo dentro durante el rodaje de Angry Man y vuelvo a él con placer. Sé por experiencia que Terrence puede tardar un momento con los ensayos de maquillaje, así que aprovecho para tomar una ducha en la sala de baño acondicionada en el piso, al lado de su habitación, luego me recuesto sobre la cama, pensando de nuevo en la noticia del día: mi próxima publicación. Dejo a mi mente divagar un instante, pero, incluso si el tema es estimulante, mis pensamientos regresan a Terrence. Debe haberse acostado en esta cama entre las escenas, huelo su aroma en la almohada; vuelvo a pensar en nuestro encuentro entre los vestuarios y siento el deseo invadirme de nuevo. Acaricio mis senos imaginando que se trata de él, rozo mi pubis, el cual se despierta… ¡y comienzo a sentir que el tiempo pasa lento! De pronto, escucho la puerta de la caravana abrirse. Me deshago de la bata de baño en la cual me había enrollado. Desnuda, me siento en medio de la cama, con las piernas separadas de frente a la puerta de la habitación, apoyada sobre mis manos, con la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, con los pezones orgullosamente erguidos, en una pose que pretendo sea lasciva y provocadora. Escucho los pasos de Terrence, quien sube la escalera y, en la espera, mi excitación crece. Es entonces cuando veo aparecer en el marco de la puerta a un hombre que no es Terrence: es viejo, arrugado y su rostro está atravesado por una enorme cicatriz. Yo lanzo un grito y salto fuera de la cama para esconder mi desnudez detrás de la puerta del baño. El personaje que irrumpió en la habitación se parte de risa y, para mi gran asombro, reconozco la risa de Terrence. Doy un vistazo al otro lado de la puerta y miro atentamente al hombre que ríe frente a mí. Detrás del maquillaje, efectivamente, me parece reconocer a mi amado. Mi corazón dejó de latir por un segundo: me precipito hacia él y comienzo a golpear su pecho con mis manos; me pongo a gritar: - ¡No, pero eso no estuvo bien! ¡Me asustaste tanto! Mis gritos parecen multiplicar su diversión. Terrence me mira patalear un instante, luego termina por atrapar mis muñecas y besar mis manos. - Te pido perdón, mi amor, fue tan tentador, me dice con su cálida voz. Me quedo mirándolo por un momento, tranquila pero molesta, pero termino por percibir la simpatía de la situación. - Y yo que estaba toda excitada, estaba esperando a que regresaras a hacerme el amor. - Pero eso no tiene importancia, me dice Terrence atrapándome por los glúteos y pegando su boca a la mía. Yo respondo a su beso con cierta molestia, me da la impresión de besar a un desconocido, quien además es un desconocido horrible.

Terrence se da cuenta de mi poca disposición. - ¿No te gusto así? ¿Entonces si subo algunos kilos y me salen algunas arrugas, ya no me querrás? Qué lindo es el amor, me dice burlón. - Claro que no, no es eso… ¡Pero la transición es un poco agresiva! ¡Y esa cicatriz es espantosa! - Sí, la maquillista trabajó bien, dice Terrence con una expresión satisfecha, aunque entiendo que te asuste, agrega, pero tengo tantas ganas de ti… Toca, me dice metiendo mi mano en su sexo endurecido, y no me puedo quitar el maquillaje por el momento, debemos sacar algunas fotos. Espera, tengo una idea, me dice, después de un instante de reflexión. Va hacia el ropero y toma un pañuelo. - ¿Quieres?, me pregunta con una mirada suplicante. Comprendí lo que tiene en mente y estoy completamente dispuesta. Yo asiento con la cabeza. El gordo y viejo hombre, a quien me cuesta trabajo considerar como mi prometido, acaba de poner un pañuelo sobre mis ojos; no puedo reprimir una mueca de disgusto cuando, antes de eso, al pasar, acaricia mis senos. - Relájate, me dice suavemente al oído Terrence, y efectivamente, el hecho de escuchar su voz, calma mi aprehensión. Al principio, un escalofrío recorre mi cuerpo cuando siento su dedo pasear a lo largo de mi columna para ir hasta mis glúteos. Aún tengo en la cabeza a la espantosa persona que ingresó en la habitación, pero, cuando sus labios se colocan en mi trasero, cuando sus manos se aferran a mis caderas, olvido ese horrible rostro y reconozco el tacto y la sensualidad de mi enamorado. De pie en medio de la pieza, con los ojos vendados, dejo a ese falso extraño tomar posesión de mi cuerpo, el cual recorre con besos. Yo arqueo mis glúteos contra esa boca que desencadena fuego en mí. Lentamente, Terrence me hace girar, arrodillado, sumerge su nariz en mi sexo, con las manos colocadas en mis senos. Yo conservo mis manos juntas en mi espalda, para no arriesgarme a acariciar ese rostro que yo sé está transformado. - Me encanta tu aroma, dice Terrence oliendo mi entrepierna, antes de deslizar en ella su lengua. Esta cálida intrusión despierta mis sentidos como nunca. Mientras Terrence me agarra por los glúteos, yo presiono mi sexo contra su hábil boca, dejándome beber a lengüetadas, succionar, lamer, hasta el límite del orgasmo que me arranca un largo gemido. Jadeante, me deslizo al piso, con los ojos todavía vendados. Me corrí, pero aún tengo ganas de Terrence, lo busco a tientas, mis manos se deslizan hasta su bragueta. Mis dedos se apoderan de su sexo, lo acarician, me inclino y lo meto a mi boca, con una mano apuntada firmemente a su base. Lo succiono con pasión, acariciando su glande salado con mi lengua golosa. Escucho los jadeos de Terrence y eso le da aún más vigor a mis caricias. Cuando lo siento a punto del orgasmo, me giro y, a cuatro patas, le ofrezco mi sexo, húmedo de deseo; todo esto

sin que ninguna palabra sea intercambiada. Siento el miembro de Terrence deslizarse en mí, mientras sus manos se aferran de mis senos, con un placer salvaje, me dejo cabalgar por este hombre al que no veo y que somete mi cuerpo, consintiendo su deseo. Tengo la impresión de que, con la pérdida de la vista, todos mis otros sentidos se afinaron. El aroma de Terrence, su piel… mis sensaciones aumentaron y el placer es aún más fuerte, intenso. Sé que estoy haciendo el amor con el hombre que amo, pero hacerlo sin ver le agrega un sabor desconocido, extrañamente estimulante. Me enderezo, apoyándome ahora tan sólo de las rodillas. En mi espalda, Terrence está pegado a mí, una de sus manos desciende de mis senos a mi pubis, sus dedos acarician mi clítoris, el cual vibra de placer. Su lengua se introduce en mi oreja, lame mi cuello; ahora soy yo quien impone el ritmo más sostenido, yendo y viniendo frenéticamente sobre su pene. El placer llega, brutal irreprimible. Terrence suelta un grito bajo el aumento del placer, su cuerpo se tensa, luego, nos tiramos de frente, sobre la alfombra, aún entrelazados. Yo recupero suavemente mi aliento, acurrucada contra mi amante. No me atrevo a retirar el pañuelo que aún cubre mis ojos, pero la mirada de Terrence después de hacer el amor me hace falta. Así que deslizo la venda y me giro hacia su rostro maquillado; esta vez ya no tengo miedo: a pesar de la cicatriz, las arrugas, el cabello canoso, por supuesto es mi amado al que reconozco en esos ojos, importa poco lo que parece, tiene un dominio innegable.

10. Grandes esperanzas

Terrence y yo estamos recostados, desnudos en su cama, y yo floto en la tranquilizadora beatitud que sigue de hacer el amor. Acabo de regresar de París, solamente pasé tres días ahí, para firmar mi contrato de edición, pero lo extrañé terriblemente y, aparentemente, era recíproco. ¡Fue difícil dejarlo, pero debo admitir que adoré este reencuentro sensual! Un poco somnolienta, dejo que mis pensamientos divaguen. Recuerdo mi emoción al conocer a mi editora, Pascale Brandini, para la firma. Ya habíamos conversado bastante al teléfono e intercambiado mails antes de que fuera a París, pero se tomó el tiempo de almorzar y, más tarde, cenar conmigo, y el conocerla mejor me hizo decidirme para firmar con ella, ya que, para mi gran sorpresa, otros dos editores me contactaron después de ella para proponerme publicarme; fue inesperado, después de todas esas cartas de rechazo. Sin embargo, elegí a Pascale: adoro su forma de hablar de mi novela, la entendió muy bien y sé que la defenderá como se debe y, probablemente más importante aún: me señaló ciertas debilidades del texto y encontré sus comentarios muy pertinentes y justificados; con ella estoy dispuesta a volver a trabajar en ello para mejorarlo aún más. Estaba tan feliz de volver a ver a mi tía Hélène durante esa corta estadía, se ve tan feliz con su Matthieu. De pronto, recuerdo algo que me contrarió. - ¿Te dije?, digo dirigiéndome a Terrence, quien me mira detrás de sus párpados semi-cerrados. ¡La tía Hélène va a pasar navidad con sus suegros y mis abuelos se inscribieron a un crucero! No puedo creer que lo hayan decidido sin hablarme de ello. ¡Va a ser la primera vez que no pase navidad con ellos! - Pues te fuiste a vivir a kilómetros de ellos, no puedes esperar que manejen su agenda en función tuya, me dice Terrence con una sonrisa divertida. - Lo sé, es tonto, pero… me encanta navidad, es mi fiesta preferida, ellos lo saben bien. Pensé que aún querrían festejarla conmigo, le digo escondiendo mi cabeza en su cuello, como una chiquilla sorprendida teniendo un capricho. - Pero yo estaré aquí, contigo, me dice Terrence, tiernamente, e incluso tengo proyectos que podrían gustarte… - ¿Qué?, le digo enderezando mi cabeza, despertando mi curiosidad. - Podríamos ir a mi isla, la cual pronto será también tuya, por cierto. En esta ocasión, la sorpresa es tan grande que inmediatamente me encuentro completamente despierta y sentada. - ¿Qué? ¿Tienes una isla? - Tenemos una isla, sí, en las Bahamas. No es inmensa, no fantasees, un pequeño banco de arena, pero suficiente para arrullarnos en paz y nadar desnudos en una de las playas, sin temer de los paparazis.

- ¡Pero… nunca me lo mencionaste! - Querida, soy propietario de un montón de propiedades en el mundo de las que nunca te he hablado, no se había presentado la ocasión y no me veía presentándote el catálogo de mis riquezas, me dice bromeando, riquezas que además serán igualmente tuyas, dentro de poco. Yo lo miro con una expresión perdida. ¡Nunca había pensado en este aspecto de nuestro matrimonio! - Esa isla la compré justo antes de conocerte, retoma Terrence. Sólo he ido una vez, con un arquitecto, para explicarle lo que quería hacer para la residencia principal. Por poco me atraganto: - ¿Porque hay varias residencias? ¡Pensaba que esa isla era muy pequeña! ¡« Sólo un pequeño banco de arena», dijiste! - Está la residencia principal, con su pequeña playa de arena dorada, es a ésa a la que le mandé hacer algunos acondicionamientos, que ya están terminados; y además, hay algunos búngalos del otro lado de la isla, que sobresalen a la playa grande… ¿Entonces te gustaría estrenar nuestra nueva casa para navidad? - Hum… ¡Creo que podré encontrarme una buena razón, sí!, le digo, haciéndome la desganada, pero en realidad estando muy emocionada. Por supuesto, la idea de pasar navidad bajo el sol me encanta, pero también me doy cuenta de que, de ahora en adelante, voy a pasar todas mis navidades con Terrence, con los hijos que tendremos juntos y esa perspectiva me llena de alegría y me conmueve infinitamente. Siempre tuve navidades maravillosas, con mis padres, luego con mi tía y mis abuelos, quienes hicieron todo para hacer siempre, a causa de la huérfana en la que me había convertido, mágica esa fiesta. Del lado de Terrence, por el contrario, apenas existe la tradición familiar y no tiene, como yo, el recuerdo de cantos, risas, comidas festivas, únicamente el de regalos muy costosos, que no lo hacían feliz. Haré todo para que, de ahora en adelante, navidad sea una cita del año tan importante y alegre para él, como lo es para mí. - Tengo otra noticia que darte, tal vez menos alegre, me dice Terrence, con una voz vacilante. - Mi abuela nos invitó a una cena en su casa, en New York. Me dijo que quería conocer mejor, y cito: «a ésa con la que mi nieto, mi heredero, mi única familia, eligió hacer su vida». Planeó una noche especial, con sus mejores amigos, entre los cuales nosotros seremos los invitados de honor. Yo sabía que Terrence había retomado el contacto con Ethel, incluso fue a verla a New York dos veces desde que se reencontró con su madre y, muy obviamente, yo no tengo nada en contra de eso, incluso me parece conmovedor el afecto y la fidelidad que le tiene. Esa mujer nunca fue muy amable conmigo, es lo mínimo que se puede decir, pero no puedo negar que adora a Terrence y es ella quien lo educó en parte. Si Terrence pudo perdonar sus artimañas y sus mentiras con respecto a la supuesta muerte de su madre, yo puedo hacer lo mismo.

- ¿Le hablaste de Victor? ¿Sabe que tiene, no sólo uno, sino dos nietos? - No aún, Victor no quiere que le hable de él, supongo que no quiere que lo acuse de querer demandar su parte de la herencia, pero terminará conociéndolo, pero no será sino hasta nuestra boda, me dice tomándome la mano, con una gran sonrisa en los labios, como cada vez que mencionamos esta futura ceremonia. ¿Entonces aceptas esa cena? - ¿Cómo podría negarme? Además será «en nuestro honor»… Pero prométeme que te quedarás cerca de mí para protegerme de los esnobs del Upper East Side. Según lo que he leído… ¡tal vez logré domar a Hollywood, pero no estoy segura de que salga tan bien librada con la alta sociedad neoyorquina! Aunque muy cansada por el desfase horario, me arranco de los brazos de Terrence para tomar camino hacia la oficina, ya que tengo una reunión importante con Fitz, quien debe irse esta misma noche de viaje. La serie está tomando forma, estamos haciendo audiciones y no paramos de consultar books de comediantes, visionar fragmentos de ensayos. Fitz ya no es un simple script doctor, aunque estaba aquí al principio para ayudarme con la construcción de los guiones, encontramos una sinergia y un placer al trabajar juntos tan grande que aceptó convertirse, del mismo modo que yo, en el show runner, como decimos aquí de la serie. Nosotros supervisamos todo, desde las audiciones, hasta las futuras ambientaciones, incluso si Terrence nos rodeó de un equipo formidable y muy entusiasta. Todo es nuevo para mí, pero con Fitz todo me parece mucho más fácil, con él las cosas parecen caer por su propio peso, es un hermoso encuentro profesional, pero también humano y yo sé que entre nosotros está naciendo una verdadera amistad. Fitz está ausente de la oficina, cuando escucho que alguien toca a la puerta, yo elevo los ojos y veo el lindo rostro de Erika aparecer en el resquicio de la puerta. - ¿Puedo entrar?, me dice. No la he vuelto a ver desde nuestra visita a James, las cosas se fueron encadenando desde entonces, entre el trabajo, la propuesta de matrimonio… Erika fue una de las primeras en enviarme un mensaje de felicitación. Yo estaba horriblemente apenada por no haber sabido hablarle antes de que mi idilio con Terrence fuera hecho público, le llamé después de eso, pero no pudimos hablar en persona, le dejé un mensaje en su contestadora. Tuve algunas noticias de ella por Fitz, quien está tan enamorado y feliz por la idea de convertirse en padre que no deja de hablarme de Erika. Sé que estuvo fuera algún tiempo donde su familia, con su hermano, James, quien salió de desintoxicación. Aparentemente, está de regreso a Los Ángeles. - Pero claro, entra, le digo yo, levantándome de mi asiento para ir a su encuentro. Erika nunca había estado tan bella como con sus curvas de mujer embarazada, luce más alegre que nunca. Ella me abraza con una tal calidez que calma mis inquietudes. - Fitz no está aquí, él… - Lo sé, me lo crucé abajo, le pedí que no regresara de inmediato, que quería conversar con mi amiga, dice Erika instalándose sobre el sofá.

La miro, intrigada, y de nuevo un poco preocupada. Ella me hace una seña para que me siente a su lado y me toma la mano. - Sólo quería felicitarte en persona por tu futuro matrimonio. Yo estoy extremadamente incómoda. - Erika, en verdad, yo quería hablar contigo antes de que se supiera, pero… - Lo sé, me dice con una linda sonrisa, era difícil para ti, con lo que pasó, me dice mirando su vientre regordete. Es verdad que me impresionó un poco cuando me enteré, pero entiendo muy bien que no me hayas hablado del tema antes. Yo también necesité de un poco de tiempo antes de poder hablar contigo, el tiempo para limpiar mi cabeza, pero quería decirte que no estaba para nada molesta contigo, incluso estoy feliz por Terrence y tú. Siento que es sincera y que también está muy conmovida, como yo. - Siempre supe, retoma, que Terrence nunca me amaría. Creí estar enamorada de él, o más bien, lo estaba, pero ahora sé que era más un capricho que otra cosa. Lo que estoy viviendo con Fitz me hace más feliz de lo que hubiera podido imaginarme, me da confianza con respecto al futuro, me tranquiliza con su amor, pero va más allá de eso. Te dije que había sido una aventura de una noche, pero tú me conoces lo suficiente para saber que nunca he sido el tipo de chica que tiene aventuras, creo que si pasó algo entre nosotros esa noche, es porque realmente estaba atraída por él, pero no podía ver claro, estaba aferrada como una adolescente a esa fantasía de romance con Terrence. Ahora aprendí a conocer a Fitz y es aún más maravilloso de lo que nunca pude percibir entonces. Lo amo sinceramente, profundamente y pronto vamos a vivir juntos. Si lo hubiera escuchado, ya viviríamos juntos, agrega sonriendo, pero no quise precipitar las cosas, lanzarme a una relación por las razones incorrectas, para darle un padre a mi hijo. Fitz es el padre de mi hijo, y lo seguirá siendo estemos juntos o no, pero ahora tengo la seguridad de que mi hijo crecerá con dos padres que se aman, me dice con lágrimas en los ojos, mientras yo hago todo lo posible por contener las mías. Yo la abrazo y nos quedamos así, entrelazadas sobre el sofá, cuando Fitz hace su entrada en la habitación. - Ya ves, Erika, declara, muy contento de sí mismo, te dije que sabía guardar un secreto. ¡Sabía que querías anunciárselo tú misma, no le dije que esperábamos un niño! Erika y yo estallamos en risa bajo la mirada confundida del pobre Fitz, quien no comprende nuestro júbilo, pero quien, ganado por nuestra alegría, se nos une gustosamente.

11. Una cena en el Upper East Side

- ¿Cómo me encuentras?, digo, inquieta, mirando a Terrence. - Divina, me responde, sonriéndome tiernamente. No completamente tranquilizada, le doy un último vistazo a mi vestido en el gran espejo del ascensor que nos conduce al dúplex de Ethel en el Upper East Side, en la famosa Park Avenue. Me puse un vestido de coctel de terciopelo negro de Prada y un grueso abrigo de cachemir camel Armani que me regaló Terrence para enfrentar el duro invierno neoyorquino; estoy muy poco maquillada y mi cabello está sostenido con un chongo. Yo sé bien que no tengo nada que temer con Terrence a mi lado, pero esta primera cena entre la alta sociedad neoyorquina me angustia un poco, tengo miedo de cometer alguna torpeza y, para ser sincera, tengo un nudo en el estómago por la idea de encontrarme frente a Ethel. Afortunadamente, Terrence está aquí a mi lado, sentirlo cerca de mí me tranquiliza y finalmente recupero un poco de mi seguridad. Un mayordomo viene a abrirnos la puerta, ya es hora, respiro profundamente. - Hola Theodore, le lanza Terrence, mientras yo le dirijo una tímida sonrisa al serio mayordomo, quien se mantiene como estatua. La entrada de este apartamento es inmensa, se podría dar un gran baile. Me dejo despojar de mi abrigo por el impenetrable Theodore, al mismo tiempo que doy un vistazo a mí alrededor. Noto varias puertas que dan a un inmenso pasillo, cuyos muros están cubiertos por libreros, que se hunden bajo los libros antiguos. Terrence me toma la mano para llevarme en dirección a los ruidos de conversación que se escapan de una pieza al fondo. Entramos en una gran sala ovalada, resaltada por un gran candelabro de cristal, pesadas cortinas floreadas enmarcan las puertas-ventanas, el espléndido suelo de mármol blanco y negro está recubierto de hermosas alfombras. Unas quince personas están presentes, esparcidas en pequeños grupos, algunos sobre un sofá recubierto de seda adamascada, otros sobre una silla de terciopelo rojo, o sobre la adorable otomana de la misma tela floreada que las cortinas. Todos tienen una copa de champaña en la mano, Ethel domina de pie en medio de la pieza, en un traje Chanel, rosa con blanco, un largo collar de perlas al cuello y nos recibe con una gran sonrisa de mujer de mundo. - Terrence, querido, dice ella, tomándolo en sus brazos. Ella se gira hacia mí con una expresión estudiada y me extiende una mano blanda. - ¿Zoé, cómo le va? Sin siquiera esperar mi respuesta, comienza a presentarme con sus invitados, Terrence parece conocerlos a todos desde hace mucho tiempo.

- Zoé, la prometida de Terrence. Zoé es… ¿a qué te dedicas, querida?, me pregunta de manera condescendiente, es periodista, creo. Terrence interviene antes que yo pueda responder: - Zoé está titulada de la Sorbona, pero ahora es creadora y guionista de una serie de la cual pronto todos van a escuchar hablar. Algunos se expresan educadamente, me felicitan, pero puedo ver bien que para estas personas de buena familia y esnobs, la industria de la televisión no es el medio que los impresiona más. Ethel continúa presentándomelos uno por uno, pero con una rapidez tal, que me cuesta trabajo captar sus nombres y retener las profesiones de sus «queridos amigos». Puedo ver entre las viejas antipáticas, estiradas y algunos encopetados a una hermosa y joven rubia sofisticada, a quien ya he visto en una revista, una heredera de un magnate de la prensa, si no me equivoco; ella usa un vestido de coctel de un verde profundo, con un naturalidad, como si fuera una piyama, y estoy segura de que usa su piyama con la misma distinción. También puedo ver a un anciano barbudo y distinguido, de punta en blanco, quien, me doy cuenta rápidamente, no ha dejado de molestar a Ethel, sin que, curiosamente, ella parezca molestarse; el nombre de él, sí lo retuve: Alfred. Parece que se le asignó la misión esta noche de servirme como galán, lo cual no me disgusta, ya que, en cuanto llegamos, Terrence fue acaparado por una parte del grupo y, particularmente, la altiva heredera, quien parece ser una vieja conocida. Alfred me instaló en una reposera y me puso, automáticamente, una copa de champaña en la mano. Sentado en una silla para el fuego, cerca de mí, me hace preguntas acerca de mi serie y tanto su interés, como su entusiasmo, no me parecen fingidos, mi manera de describir el pequeño mundo de Hollywood lo divierte mucho y, cuando lo interrogo sobre la alta sociedad de New York, hace una pintura de ella realmente cautivadora y llena de malicia. Yo disfruto muchísimo su conversación y rápidamente me olvido de todos lo que nos rodean. Ethel, sin duda intrigada por nuestro buen humor, se acerca y se instala cerca de nosotros, escucha nuestra conversación con una expresión discreta, conservando su mirada puesta al otro extremo de la pieza, de manera tan insistente, que nos obliga a Alfred y a mí a seguir su mirada. El objeto de su atención es nada más y nada menos que la pareja que forman Terrence y la heredera, en plena conversación. - ¿No les parece que se ven bien juntos?, nos dice con una voz melosa, sin dejar de mirarlos. Está tan fuera de lugar, es tan irrespetuoso para mí, que pierdo el aliento. Incluso antes de que pueda responder, Alfred se me adelanta. - No realmente, no, le dice con un tono seco. Ciertamente, Aurora es una belleza, pero no hay nada genuino en ella, agrega él con una risa ahogada. Prefiero, y por mucho, la belleza natural y radiante de nuestra nueva amiga, dice tomando mi mano y depositando un beso en ella. - Pero… por supuesto… no quería, balbucea Ethel, con una sonrisa forzada en los labios y un destello de celos en los ojos. Únicamente quería decir que… ellos se conocen desde la infancia,

nuestras familias pensaron por mucho tiempo que estaban hechos el uno para el otro y que se casarían. - Mi querida amiga, además de ti y esa pobre de Aurora, me pregunto quién más pudo haber creído eso, le replica Alfred. ¿Cómo pudo pensar que Terrence se casaría con una mujer, aunque encantadora, tan vacía como Aurora? ¿Alguien cuyo único mérito es haber heredado la fortuna familiar y cuyos pasatiempos favoritos son las compras y la manicura? Alégrese, con Zoé, Terrence encontró una joya y no una de esas arribistas a las cuales temía todos estos años, créame, podemos estar felices. ¡Vamos, arriba el ánimo! ¿Le sirvo otra copa?, me dice poniendo una mano, con confianza, sobre mi hombro. Entonces una luz se enciende en mi cabeza: a pesar de que le habla de usted, Alfred es mucho más que un «viejo amigo» para Ethel. Cuando conocí a su abuela en Los Ángeles, le pregunté a Terrence si vivía sola y me habló de un «viejo acompañante de camino», con quien no vivía, pero con el que compartía sus noches, partidos de bridge y sus viajes desde hacía mucho tiempo. Sin duda alguna, es Alfred de quien se trataba. Comienzo a pensar que tal vez esta mujer tiene algo bueno si supo elegir a un acompañante tan astuto y fino como Alfred; de cualquier manera, qué pareja tan extraña, él respira la alegría de vivir, la espontaneidad y tiene una amabilidad poco común, mientras ella es atrozmente estirada y tajante. Los misterios del amor… Pasamos a la mesa, a un lujoso comedor que no tiene gran cosa que envidiarle a Versalles en cuestión de fastuosidad. Alfred se deslizó a mi derecha y tengo a Terrence a mi izquierda. Yo a penas pongo atención a las conversaciones, concentrada en la idea de no hacer ninguna torpeza. La cena es servida por empleados domésticos, lo cual no me pone muy cómoda, no más que el número de cubiertos alrededor de mi plato, pero intento tomar una expresión relajada e imitar los modales del resto de los invitados. Por otro lado, ellos están particularmente distendidos por el gran banquete y los vinos finos y apenas me ponen atención, yo misma termino por estar menos alerta y las bromas de Alfred, que refieren los comentarios de algunos de los invitados más esnobs, no son por nada. De pronto, Aurora, sentada cerca de Ethel, me interpela, es fan de las series (Ethel gesticula) y quiere saber más acerca de mi nueva profesión de guionista. Yo intento, bien que mal, explicarle mi nueva profesión, cómo construyo mis personajes y mis intrigas. Veo de reojo a Ethel hacer muecas, antes de lanzar: - Hoy en día, elevamos a los guionistas a la altura de escritores. No tengo nada contra ustedes, querida Zoé, se apresura a agregar, frente a la mirada sombría de Terrence, pero, hoy de día, es lo único que podemos decir de ellos. ¿Cómo poder compararlos con… Fitzgerald? - … quien también fue guionista, dice discretamente Terrence. - ¿… con Hemingway, continúa Ethel, como si no hubiera escuchado la intervención de su nieto, Faulkner, Dickens? O con Proust, por supuesto, porque no hay que olvidar a los escritores franceses, dice ella, dirigiéndome una pequeña sonrisa, como si me hiciera un favor personal al evocar el patrimonio literario francés, aunque es verdad que hoy en día, ya no encontramos novelistas de este temple, ¿no es así, Alfred? Usted tiene una buena posición para saberlo.

Yo miro a Terrence con una expresión interrogante, él se inclina hacia mí y me susurra al oído: - Este buen viejo Alfred es propietario de una de las más grandes casas editoriales del país. No tengo el tiempo para salir de mi sorpresa, cuando Alfred toma la palabra. - Ah, querida, si pensara como usted, hubiera terminado con esta profesión desde hace mucho tiempo y remaría por los cálidos mares, sobre mi velero, en lugar de morirme de frío en nuestra bella ciudad, pero lo que me hace continuar son esos bellos encuentros inesperados, la felicidad de descubrir de pronto – después de muchas lecturas insípidas, lo acepto – un texto que te toca el corazón y que te regresa la esperanza en la literatura. No hay nada que se compare con la felicidad de hacer descubrir a los fanáticos de las letras un autor que, sin nosotros, sin duda hubiera continuado siendo un desconocido para todos y sus obras siendo olvidadas para siempre en el fondo de un cajón. - ¿Y es posible que esos encuentros ocurran a menudo?, dice irónicamente Ethel. - No todos los días, debo aceptarlo, pero de vez en cuando sí y eso es suficiente para mi felicidad. Por ejemplo, acabo de recibir de una amiga editora francesa un libro que va a publicar y sobre el cual quería llamar mi atención. Aún no está traducido, pero pasé el suficiente tiempo en Francia en mi juventud para poder leer en la lengua de Molière. Pues bueno querida, siempre le estaré agradecido a esta amiga: esta mañana terminé el manuscrito y de inmediato le envié un e-mail para expresarle mi deseo de comprar los derechos de publicación en nuestro territorio. - ¿Y entonces, quién es esta maravilla francesa? ¿Una sórdida obra de auto-ficción más, como las que los escritores franceses modernos se han acostumbrado a ofrecernos? - Para nada, se trata de la primera novela de una joven novelista llena de talento, muy prometedora, un relato de iniciación con una frescura y delicadeza poco comunes. Se llama La Bella Durmiente. Por poco me atraganto con mi galleta, Terrence me mira, radiante, puedo ver que arde en ganas por hablar, pero yo le suplico callar con la mirada. - ¿Y cómo se llama la joven pródiga?, pregunta Ethel. - Émilie Trax, según la cubierta del manuscrito. Parece que vive en Estados Unidos, pedí conocerla, su editora, con quien no he podido hablar en persona, me indicó por e-mail que intentaría contactarla para hacerle la propuesta. Efectivamente, Pascale me dejó un mensaje durante la noche, pero no he tenido tiempo de regresar su llamada, no me dijo cuál era la razón de su llamada. - Mi querido Alfred, dice Terrence, ignorando la presión de mi mano sobre su muslo, si quiere hablar con ella, éste es el momento, ella está sentada cerca de usted. Las conversaciones se detienen y todas las miradas están fijadas en mí. Me gustaría deslizarme bajo la mesa y tengo que agarrarme de mi copa de cristal para mantenerme sentada con la apariencia más relajada posible, pero puedo percibir bien que estoy color carmesí. Intento sostener la mirada de Alfred, quien me mira de arriba abajo, sorprendido. Doy un vistazo de lado hacia Ethel, quien

también luce tan petrificada como una estatua de sal. Afortunadamente, Alfred estalla en una carcajada estrepitosa, rompiendo el pesado silencio. - ¡Mira nada más! ¡Ya tenía un buen concepto de usted, mi querida Zoé, pero ahora me inclino a sus pies!, me dice, haciendo como si fuera a realizar el movimiento junto con sus palabras, pero yo lo retengo por el brazo, muy avergonzada, con las mejillas ardiendo. Terrence está encantado por su efecto. - Terrence, si alguna vez cambias de opinión, yo me caso con ella, le lanza Alfred a mi prometido, quien se ve muy divertido por esa declaración. Yo, estoy muerta de la vergüenza, pero el orgullo que leo en los ojos de Terrence me llena de alegría. Miro hacia Ethel, con un poco de temor. ¡Estoy segura de que no debe apreciar tal homenaje! Pero, curiosamente, me mira detenidamente con una expresión que nunca había visto en su rostro; tengo problemas para descifrar su mirada, pero me parece ver en ella una cierta dulzura e incluso… respeto. Ella se levanta de repente y toda la mesa hace lo mismo. - Bien, dice dirigiéndose a sus invitados, ¿y si vamos a tomar unos digestivos al salón azul? Zoé, querida, ven conmigo, tenemos tantas cosas de qué hablar, me dice tomándome del brazo, afectuosamente.

12. Para el mejor

- ¿Entonces te gusta nuestra isla?, me pregunta Terrence mostrando el punto cubierto de una vegetación exuberante que acentúa el océanos debajo de nosotros. Yo me quedo con la boca abierta, no puedo creer que vamos a pasar las fiestas en esta isla paradisiaca y, verdaderamente, no tan pequeña como Terrence quiso hacerme creer. Ayer en la noche aterrizamos en Nassau y esta mañana despegamos en helicóptero para White Sand Island, la isla de Terrence. Hay un clima magnífico en las Bahamas: ¡esta noche voy a cenar el día de Noche Buena, por primera vez en mi vida, en playera y sandalias! El helicóptero se coloca sobre la pista, en la cima de la pequeña colina que domina la isla, Terrence me ayuda a bajar, mientras yo intento controlar la falda ligera que vuela bajo el efecto del viento, provocado por el movimiento de las hélices, esto hace reír a Terrence. - Aquí no hay paparazis, me dice Terrence. - ¡Sí, pero el piloto sigue aquí!, le digo mostrando el helicóptero que, justamente, está retomando altura y que se aleja en el cielo. Nos quedamos viéndolo por un instante, luego Terrence me lleva hasta una gran choza, que de hecho es un garaje que resguarda dos cochecillos que se parecen a los que se ven en los campos de golf, con un pequeño techo para resguardarse del sol. Terrence coloca nuestro equipaje en uno de ellos y rápidamente entramos en el sendero de asfalto que baja hacia el océano. Yo estoy muy emocionada y aturdida por tanta belleza tropical; Terrence sonríe al verme alegrarme como una niña frente a la vitrina de una repostería. Mientras descendemos hacia una playa, distingo entre los follajes una casa de madera; me quedo sin aliento: realmente no se parece nada a una cabaña de Robinson. - ¡Oh, Dios mío!, es suntuoso, exclamo yo, mientras Terrence estaciona nuestro vehículo en frente. La casa, disimulada a medias bajo las palmeras, tiene una apariencia balinesa con su techo en punta, así como los muebles de madera exótica que la decoran, los cuales descubro con un encanto que va en aumento, y el suelo de piedra volcánica. El gran salón de la planta baja, en el cual penetro, está ampliamente abierto hacia el océano que perfila la playa de arena dorada, la cual se extiende frente a mis ojos maravillados. Terrence me abraza y sus labios depositan un tierno beso sobre mi cuello. - Es maravilloso, Terrence, nunca había visto un lugar tan bello. - ¿Entonces no estás muy decepcionada por pasar navidad aquí? - ¡Ah no, para nada! Claro que hubiera sido perfecto si mi familia estuviera aquí, le digo, soñadora. ¡Y Pauline! Me dijo que Richard la llevaría a esquiar, así que no podía insistir, es su

primer viaje como pareja, pero, agrego rápidamente por miedo a haber herido los sentimientos de Terrence, esto es espléndido y vamos a pasar unas fiestas maravillosas aquí, sólo nosotros dos. - ¿No crees que sería un lugar perfecto para casarnos? - ¡Eso estaba pensando mientras nos acercábamos en el helicóptero, sería fantástico! - Puedo mandar buscar un juez, un sacerdote, alguien que nos case, me dice Terrence, haciéndome girar para hacerle frente. Yo lo considero un instante, vacilante. Es verdad que sería maravilloso unirnos aquí, enseguida, sin esperar…. - Pero Terrence, le digo tiernamente, acariciándole la mejilla, no podemos casarnos aquí, solos. Piensa en mi familia, en tu madre… estarían tan decepcionados. - ¿Si ellos estuvieran aquí, dirías que sí?, insiste Terrence. Yo estallo en risa. - Inmediatamente, aunque tendría que casarme en mi camisón Petit Bateau, prácticamente, no tengo más que trajes de baño en mi maleta… De pronto, Terrence me toma de mano y me arrastra a su suite, hasta la habitación vecina. Lo que descubro ahí, me llena de asombro: ¡en la magnífica sala, me encuentro cara a cara con mi tía Hélène y su esposo, Matthieu, así como con Rose y mis abuelos, Pauline, tomada de la mano de Richard, Ethel y Alfred, Victor y Allison, así como Isabella, Erika y Fitz, Jane, e incluso Max! Es el caos, todo el mundo deja de hablar de golpe y se gira hacia mí. Sorprendida, conmovida hasta las lágrimas, contemplo esta foto familiar poco común, y de pronto todos comienzan a aplaudir, lanzando gritos de alegría. Las cámaras fotográficas chasquean, todo el mundo se apresura hacia mí para besarme, felicitarme de nuevo… Debo estar haciendo una mueca graciosa, ya que todos estallan en risa al mirarme, en un hermoso conjunto. Pero se detienen, al verme hundirme en las lágrimas. Sorprendido, pero comprensivo, Terrence me toma en sus brazos y me abraza, mientras yo intento calmar mi llanto. - Perdón, perdón, murmura Terrence, soy un idiota, debí haberte prevenido. - Claro que no, le digo hipando, esto es maravilloso. Es sólo… es la emoción, es… demasiado bello, Terrence. ¡Dios mío, cuánto te amo!, le digo estrechándolo con todas mis fuerzas contra mí. Mis lágrimas aún no se han secado, cuando soy invadida por una gran risa nerviosa, para el gran alivio de todo el mundo. El silencio de estupefacción rápidamente es remplazado por un alegre alboroto, me encuentro a mí misma rodeada, besada, abrazada… Todo el mundo parece tan emocionado como yo por esta boda sorpresa… ¡Aunque no sea una sorpresa más que para mí! Todos lucen muy felices de estar aquí. Nunca había visto a Ethel tan relajada, en su vestido ligero de estampado exótico. ¡El aire del trópico le hizo bien!

- Estoy tan feliz de que estén todos aquí. Gracias, muchas gracias, les digo, acurrucada en los brazos de mi tía Hélène. - ¡Somos nosotros quienes estamos felices por la invitación!, dice Pauline. ¡Es el paraíso aquí! De cualquier manera hubiéramos venido aunque la boda se llevara a cabo en el polo Norte, pero tal vez con un poco menos de entusiasmo, bromea ella. Instalada en un banquillo entre mi abuela y mi tía, poco a poco, recupero la compostura. Me doy cuenta de que Terrence contrató personal: lindas camareras circulan entre nosotros, con las bandejas cargadas de refrigerios. - ¿Desde cuándo están aquí?, le pregunto a Hélène. - Ayer. Terrence había organizado todo. Viajamos desde París en primera clase hasta Nassau, luego llegamos a la isla en barco, en el cual se encontraban también Ethel y Alfred, así pudimos conocerlos. ¡Fue increíble! Un equipo nos dio la bienvenida al llegar, se encargó de nosotros completamente, nos acompañó a nuestros alojamientos, nos sirvió la cena… - ¿Dónde se están hospedando? - En los búngalos, al borde de otra playa, del otro lado de la isla. El nuestro es un verdadero sueño, con una ducha exterior, un jacuzzi, una terraza con vista al océano y hamacas… ¡Gracias a ti y a Terrence, Matthieu y yo estamos teniendo una verdadera luna de miel en el paraíso!, me dice alegremente Hélène, evidentemente impresionada. - ¿Tuvieron tiempo de conocer a los demás?, le digo mostrándole al resto de los invitados, que platican alegremente alrededor de Terrence. - Todos compartimos la cena ayer en la noche. Rose, Isabella, Victor y su esposa ya estaban aquí cuando llegamos a la isla, así como Erika y Fitz; Max también, él se mantenía un poco alejado al principio, pero simpatizó mucho con Matthieu durante la comida, ya hicieron planes de pesca juntos. En cuanto a la alta mujer impecable de allá, quien debe hacer pilates… - Jane. Es la persona encargada de la imagen de Terrence, su publicist, ya te he hablado de ella… Es temible en su profesión, pero, aunque aparenta ser dura y no lo quiere mostrar, le tiene mucho afecto a Terrence y es recíproco, ¡incluso si en ocasiones la quiere estrangular! - Pues bien, Jane entonces, llegó a penas dos horas antes que ustedes, no hemos tenido tiempo para conversar… y no se veía muy dispuesta para la conversación, lo único que le preocupaba era encontrar señal para llamar por teléfono, agrega Hélène con una sonrisa pícara. La viva imagen de Jane… Entonces Terrence se acerca a mí y se dirige a Hélène y a mi abuela: - ¿Se las puedo quitar algunos instantes? - ¡Pero claro!, responden ellas en coro. Terrence, muy sonriente, me toma de la mano y me lleva a su suite, subimos al primer piso, hasta una pieza que es, obviamente, nuestra habitación, muy colorida y que se abre hacia las aguas azules del océano; en medio destaca una inmensa cama de baldaquín, recubierta de largos faldones de tul de un mosquitero.

Terrence aguarda a mi reacción y el encanto que ve en mi mirada parece colmarlo. Yo me lanzo a sus brazos, por fin resguardados de las miradas, nos besamos larga y apasionadamente. - Terrence, gracias por haber organizado todo esto, no podías hacerme más feliz, le digo en un murmullo. - Espero hacerte así de feliz a lo largo de toda tu vida, me responde, acariciándome el cabello amorosamente. - ¿Pero realmente vamos a casarnos aquí, hoy? ¿Cómo es posible? - Tu tía me dio todos los documentos necesarios para la licencia de matrimonio, hace ya dos meses; un juez del registro civil estará aquí muy pronto. Para la ceremonia y las festividades, organicé todo con la valiosa ayuda de mi madre e Isabella, ellas están aquí desde hace una semana, manejando las provisiones, los alojamientos, supervisando un pequeño equipo – cuyos miembros firmaron una cláusula de confidencialidad, para que estés tranquila – de cocineros, camareros, etc., todo lo necesario para asegurarnos a todos una buena estadía y, sobre todo, una hermosa fiesta de matrimonio. Yo lo miro, atónita, no puedo creer que haya logrado orquestar todo sin que yo me diera cuenta. De pronto, me doy cuenta de hasta dónde llegó para hacerme esta increíble sorpresa. - ¿Entonces fuiste tú quien le pidió a mi familia mentirme con respecto a la navidad, decirme que todos tenían planes?, le digo, levantando un índice, falsamente amenazador. - ¿No estás molesta conmigo, espero?, me pregunta Terrence, con una sonrisa conmovedora, era por una buena causa. - Te perdono por esta ocasión, le digo con una pequeña mueca, pero que no se repita. Terrence me abraza de nuevo y yo me pongo en la punta de mis pies para tomarle un beso. De pronto, un pensamiento me llega a la mente. - ¿Pero con qué me voy a casar? - ¿No me hablaste de un camisón Petit Bateau?, me dice Terrence con una expresión inocente. Lo miro, intrigada por su actitud. No es posible que haya pensado en todo esto sin pensar en mi vestido… Advierto a sus espaldas un gran ropero, me escapo de sus brazos y corro a abrir sus puertas. Entonces veo, colgado en una percha, bajo una funda, la réplica del vestido de Audrey Hepburn en Funny Face… Pauline… Terrence hizo un complot con mi mejor amiga para saber qué vestido me gustaría usar para el gran día. Tengo lágrimas en los ojos, no puedo creer la suerte que tengo: tengo un novio y unos amigos maravillosos. - ¿Puedes volver a cerrar ese ropero, por favor?, me dice Terrence del otro lado de la pieza. No quiero ver cómo es tu vestido, Pauline me lo prohibió rotundamente, al igual que todas las mujeres

presentes en esta isla, de hecho; ella misma vino a colocarlo aquí. Me giro: Terrence me da la espalda, dejandome claro que mantendrá su promesa. Sonriendo, cierro las puertas del closet. Vuelo a su encuentro y lo alcanzo. –Ahora mi amor,me dice Terrence, voy a dejarte descansar y prepararte, aproximadamente a las 5 de la tarde, un vehículo vendrá a buscarte para llevarte al lugar de la ceremonia. Pauline y Hélène se quedarán contigo, yo llevo a los demás al otro lado de la isla. ¿Te parece bien? - Está perfecto y cuando nos volvamos a ver, le digo, conmovida, seré tu esposa. Mi corazón late a toda velocidad. Avanzo lentamente al brazo de mi abuelo sobre el sendero de madera que fue acondicionado sobre la arena y que lleva hacia un dosel blanco, adornado con ramos de flores del mismo color. Todos los invitados están instalados en asientos revestidos de una tela inmaculada, repartidos en los dos lados del sendero, de frente al dosel y al océano. El sol comienza a bajar en el horizonte, jaspeando de rosa y amarillo el azul turquesa del agua. Es el momento perfecto, aún es de día pero el aire ya refrescó un poco, sólo lo suficiente para convertir el calor, ardiente del día, muy agradable. Todos están volteando hacia mí, Hélène me sonríe con un orgullo de madre, sosteniendo la mano de mi abuela, quien seca sus ojos mojados por las lágrimas. Rose luce espléndida, con su gran sombrero de paja, al lado de Isabella: ésas dos, después de haber amado al mismo hombre, son ahora las mejores amigas del mundo. Alfred, sentado al lado de una Ethel en vestido largo y capelina, y visiblemente conmovida, me hace una pequeña seña con la mano. Fitz tiene una mano sobre el vientre regordete de Erika y los dos respiran felicidad; Erika me dijo que James estaba en rodaje, no pudo venir, por lo que tengo un pensamiento para él, el día de hoy, mi primer amigo en Hollywood y la futura estrella de mi serie. También pienso en mis padres, fallecidos cuando era una niña, y que aún me hacen falta; desde su desaparición, no pasa un día sin que piense en ellos y sé que habrían estado terriblemente felices de estar entre nosotros el día de hoy. Con la garganta cerrada por la emoción, siento las lágrimas rodar a lo largo de mis mejillas; sin embargo, esa bocanada de tristeza es rápidamente desechada por la felicidad de ver a los que aman y que me rodean en este momento tan importante para mí. Ellos me sonríen, visiblemente conmovidos por verme en este sublime vestido blanco de bailarina, tan pequeña, del brazo de mi abuelo, y yo les sonrío de regreso, a través de mis lágrimas. Luego, dirijo mi mirada hacia abajo del dosel, donde Pauline y Richard, nuestros testigos, rodean a Terrence, quien me devora con los ojos. Terrence luce terriblemente apuesto en su traje de lino blanco, sus rizos marrones revolotean en la brisa, se ve tan radiante, como nunca lo había visto. Tengo ganas de correr hacia él, de lanzarme a sus brazos, pero me contengo y continúo avanzando lentamente, al sonido de la marcha nupcial, la cual resuena, viniendo de no sé dónde. Al final del sendero, mi abuelo le da mi mano a Terrence y, después de un último beso en mi mejilla húmeda, va a tomar un asiento entre los invitados. Mis ojos no pueden despegarse de los ojos verdes de Terrence, a penas escucho el discurso del juez del registro civil, encargado de celebrar nuestra unión. En esta playa, a miles de kilómetros de París, donde crecí, de Los Ángeles, donde

encontré el gran amor, voy a unirme con el hombre que amo locamente, para toda mi vida. A pesar de los intensos sentimientos que siempre tuve por Terrence, durante mucho tiempo tuve miedo de aceptar este amor, de vivirlo a la luz del día, tenía miedo de ese mundo de dinero y fama, de las mentiras y la vanidad, tenía miedo de que nos destruyera, de que estropeara lo que había entre nosotros, pero Terrence supo darme fe en nuestra relación. Sé que sus sentimientos por mí son puros, fuertes e inviolables, así como los míos. El día, de hoy no tengo ningún miedo por el futuro, únicamente una inmensa felicidad y la seguridad de que nada podrá separarnos, sin importar las barreras que debamos atravesar; es por eso que miro con diversión al juez que acaba de hacerme la pregunta clásica. ¿Que si quiero casarme con Terrence Archibald Edward Grant? ¡Por supuesto que sí quiero!

FIN

En la biblioteca:

Poseída Poseída: ¡La saga que dejará muy atrás a Cincuenta sombras de Gre! Pulsa para conseguir un muestra gratis

Love U - Volumenes 5-6 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf ...

Page 3 of 80. Love U - Volumenes 5-6 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf. Love U - Volumenes 5-6 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf. Open. Extract.

1MB Sizes 3 Downloads 145 Views

Recommend Documents

Love U - Volumenes 3-4 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf ...
Page 3 of 81. Love U - Volumenes 3-4 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf. Love U - Volumenes 3-4 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf. Open. Extract.

Love U - Volumenes 1-2 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf ...
Love U - Volumenes 1-2 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf. Love U - Volumenes 1-2 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf. Open. Extract. Open with.

Love U - Volumenes 1-2 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf ...
Page 1 of 15. SULIT 55/1. SCIENCE. Ogos 2012. 1 jam. Kertas ini mengandungi 29 halaman bercetak. 55/1 © 2012 Hak Cipta BPSBPSK [Lihat Halaman ...

Love U - Volumenes 1-2 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf ...
Un libro digital. es un libro inmortal. D.L. Page 3 of 103. Love U - Volumenes 1-2 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf. Love U - Volumenes 1-2 (Spanish ...

Love U - Volumenes 3-4 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf ...
Love U - Volumenes 3-4 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf. Love U - Volumenes 3-4 (Spanish Edition) - Kate B. Jacobson.pdf. Open. Extract. Open with.

56(B).pdf
Ho$db àíZ-nÌ H$mo n ‹T> |Jo Am¡a Bg Ad{Y Ho$ Xm¡amZ do CÎma-n wpñVH$m .... C6H5NH2. , (C2H5. )2 NH. Page 3 of 16. 56(B).pdf. 56(B).pdf. Open. Extract.

Descargar i hate u i love u
paulo coelho en pdf.761359954582 - Ui descargar hate u lovei.descargar libros gratis opds.Thethreeliving pups, but descargar i hate u i love. u and the ...

B = B , A B , A \ B = AA, B U (A [ B) C = AC \ BC (A \ B) C ...
0 2 0. 0 ⇢ 0. 0 2 10l. 0 ⇢ 10l. A [ B = B , A ⇢ B , A \ B = A. A, B ⇢ U. (A [ B)C = AC \ BC. (A \ B)C = AC [ BC. P Q R. U. A B C. U. P. Q R. P Q. R. A B C. A \ BC ⇢ C. AC [ BC ⇢ C. AC [ B ⇢ CC. AC ⇢ BC [ C. A ⇢ BC [ CC. B < A = 1x ;

u u u u u u u u.
Programme Development and Technical. Contributions. Pat Daily. John Tobin. Ger DiConnor, Shane Flanagan. Noel Delaney, Lester Ryan. Joey Carton. Pat D*5hea. Terence Mc'I-i'iliiiiams. Paudie BU'IIEF, Jimmy D'Arcy. Peter Horgan, Tony Watene. Niamh Spra

spanish-billionaire-innocent-wife-by-kate-walker.pdf
Autor: Kate Walker (Goodreads Author). Rating: 4.8 of 5 stars (2827) counts. Original Format: Paperback, 187 pages. Download Format: PDF, FB2, DJVU, iBook.

man-56\b-flat-clarinet-sheet-music-free.pdf
man-56\b-flat-clarinet-sheet-music-free.pdf. man-56\b-flat-clarinet-sheet-music-free.pdf. Open. Extract. Open with. Sign In. Main menu.

Fallen In Love di Lauren Kate 3.5.pdf
Y no sabes rectificar. Si puedes definir. el odio o el amor. Amigo que desilusión. No todo es blanco,. O negro: es gris. Todo depende del matiz,. Busca y aprende a distinguir. La luna puede calentar. Whoops! There was a problem loading this page. Fa

Fallen In Love di Lauren Kate 3.5.pdf
www.fallensaga.it e laurenkatebooks.net. Page 3 of 183. Fallen In Love di Lauren Kate 3.5.pdf. Fallen In Love di Lauren Kate 3.5.pdf. Open. Extract. Open with.

C N H | K E Y C L U B
It's OK if you don't get the job done right the first time. Instead of being terrified of failure, people should embrace it. How else are we supposed to learn?

U | U 1
Applications: 5,388,413 A ... air inside an enclosed area communicating With the device. 415561180 A 12 ... and Development Division, FAA William J. Hughes Tech ..... mobile fuel tanks, sea tankers and cargo ships, underground fuel tanks at ...