Kate B. Jacobson

LOVE U

Volúmenes 3-4

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Los deseos del multimillonario - Volúmenes 1-2 Cuando Lou entra en el magnífico vestíbulo de la casa Bogaert, cree estar soñando. ¡La casa de moda más exclusiva de París le abre finalmente las puertas! Ahí, conocerá al tenebroso Alexander, empresario frío y cínico con un encanto… devastador. De Paris a Mónaco, el millonario le mostrará una nueva vida; llena de lujo y placeres… Pero Lou perderá la cabeza, ¿podrá su corazón reponerse de las heridas? Descubra la nueva novela de June Moore, quien retrata con delicadeza las aventuras amorosas de la bella Lou y su misterioso millonario…

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Tú y yo, que manera de quererte Todo les separa y todo les acerca. Cuando Alma Lancaster consigue el puesto de sus sueños en King Productions, está decidida a seguir adelante sin aferrarse al pasado. Trabajadora y ambiciosa, va evolucionando en el cerrado círculo del cine, y tiene los pies en el suelo. Su trabajo la acapara; el amor, ¡para más tarde! Sin embargo, cuando se encuentra con el Director General por primera vez -el sublime y carismático Vadim King-, lo reconoce inmediatamente: es Vadim Arcadi, el único hombre que ha amado de verdad. Doce años después de su dolorosa separación, los amantes vuelven a estar juntos. ¿Por qué ha cambiado su apellido? ¿Cómo ha llegado a dirigir este imperio? Y sobre todo, ¿conseguirán reencontrarse a pesar de los recuerdos, a pesar de la pasión que les persigue y el pasado que quiere volver? ¡No se pierda Tú contra mí, la nueva serie de Emma Green, autora del best-seller Cien Facetas del Sr. Diamonds! Pulsa para conseguir un muestra gratis

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Todo por él Adam Ritcher es joven, apuesto y millonario. Tiene el mundo a sus pies. Eléa Haydensen, una joven virtuosa y bonita. Acomplejada por sus curvas, e inconsciente de su enorme talento, Eléa no habría pensado jamás que una historia de amor entre ella y Adam fuera posible. Y sin embargo… Una atracción irresistible los une. Pero entre la falta de seguridad de Eléa, la impetuosidad de Adam y las trampas que algunos están dispuestos a tenderles en el camino, su historia de amor no será tan fácil como ellos quisieran. Pulsa para conseguir un muestra gratis

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Mr Fire y yo – Volumen 1 La joven y bella Julia está en Nueva York por seis meses. Recepcionista en un hotel de lujo, ¡Nada mejor para perfeccionar su inglés! En la víspera de su partida, tiene un encuentro inesperado: el multimillonario Daniel Wietermann, alias Mister Fire, heredero de una prestigiosa marca de joyería. Electrizada, ella va a someterse a los caprichos más salvajes y partir al encuentro de su propio deseo… ¿Hasta dónde será capaz de ir para cumplir todas las fantasías de éste hombre insaciable? ¡Descubra la nueva saga de Lucy Jones, la serie erótica más sensual desde Suya, cuerpo y alma! Pulsa para conseguir un muestra gratis

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Muérdeme Una relación sensual y fascinante, narrada con talento por Sienna Lloyd en un libro perturbador e inquietante, a medio camino entre Crepúsculo y Cincuenta sombras de Grey. Pulsa para conseguir un muestra gratis

1. El hastío en París

«¿Escuchaste? Terrence Grant estará en París en dos días.» Mi tía Hélène me mira con curiosidad por encima de la mesa puesta para nuestra cena familiar. ¡Oh, sobre eso, ya escuché! ¡Creí que mi corazón se detendría cuando el presentador del programa dijo que Terrence sería su invitado dentro de dos días! Tomo el control remoto y apago el televisor que habíamos dejado encendido mientras preparábamos la comida. Después me dejo caer en el sillón, estupefacta. «¿Planeas verlo?» No sé qué responderle a mi tía. Hace dos semanas que regresé a París sin avisar. Le dije que me libré un poco antes del rodaje para venir a ayudarla a organizar su boda, pero ella me conoce muy bien y noté que tenía dudas sobre lo que le conté. Traté de disimular, pero creo que se dio cuenta de que no me sentía muy bien, aún si tuvo el detalle de no hablar de ello. Hasta ahora, Hélène evitó mencionar a Terrence mientras ella bromeaba en Skype cuando estaba en Los Ángeles, sin duda entendió que mi rápido regreso a L.A. tenía algo que ver con él. Desde mi llegada, doy vueltas sin cesar a pensamientos sombríos. Cuando bajé del avión, tenía en mi buzón varios mensajes de Terrence que no tuve la fuerza de escuchar. Pero terminé por enviar un SMS para avisarle que había dejado L.A., que todo había terminado entre nosotros y no tratara de buscarme. Por eso dejó de llamarme y enviarme mensajes. Hoy me pregunto si actué bien. ¿Debí darle la oportunidad de explicarse en lugar de huir? Ahora el mal ya está hecho y no sé cómo repararlo. Si se resignó tan rápido a mi partida, significa que después de todo, no le importaba tanto como pensaba. Era sincera cuando le pedí que me olvidara, estaba triste, enojada, pero no sabía que me haría tanto mal verlo superarme tan pronto y olvidarme, sin duda. «¿Zoé? Desde que llegaste, aunque hagas esfuerzos por sonreír te veo debilitarte, languidecer. ¿Estás bien?», me pregunta mi tía con una voz suave. Se sentó junto a mí sobre el sillón y me mira con ternura. Nunca he podido engañarla. - No realmente, le digo con una mueca no muy convencida, tratando de disimular los sollozos que contengo. - No te he preguntado nada hasta ahora, querida, pero vi que no estabas muy bien desde que regresaste precipitadamente. Sabes que me puedes confiar las cosas, no te juzgaré, más bien, podría ayudarte. ¿Se trata de Terrence?

La miro un instante sin decir nada, después me derrumbo: le digo todo, todo lo que retuve durante estas dos semanas. Le confieso todos mis sentimientos por Terrence, nuestra relación, el embarazo de Erika… y me siento más liberada. Mi tía espera algunos instantes, después me toma dulcemente la mano: «¿Quieres mi opinión?» ¡Claro que sí, querida tía! ¡Necesito ayuda! Asiento vigorosamente con la cabeza. - Pienso que fuiste un poco radical. Tu amigo James Harper te dijo que su hermana - ¿Erika, verdad?- y Terrence habían tenido relaciones hace tres meses; suponiendo que fuera verdad, fue antes de tu llegada a Los Ángeles. Estás consciente de que Terrence tuvo una vida antes de ti ¿no es así? ¿Quién te asegura que la volvió a ver, de esa manera, después de haberte conocido? - ¿Pero por qué no me lo dijo? - Querida, ¡es a él quien debes preguntarle! No le diste oportunidad de explicártelo y te imaginas cosas. Tengo la impresión de que conoces bien a Erika, a él tal vez le incomodó hablarte de su antigua relación, sin duda esperaba que no supieras… De acuerdo, ¡ya está hecho! Tal vez te demostró cobardía, pero debes aceptar que no es fácil confesar algo así cuando alguien te importa. Eso no quiere decir que no es digno de confianza. - ¡Pero va a tener un bebé con Erika! Esa idea me vuelve loca… - Tener un hijo, es decisión de dos personas… Ah, tocan la puerta, deben ser nuestros invitados. Hablaremos más tarde, si quieres. Pero creo que debes hablar, antes que nada, ¡con el principal interesado! Y mi tía me da un beso en la mejilla antes de correr para abrir la puerta de entrada. La boda de mi tía Hélène y su prometido Matthieu es en pocos días. Nunca la había visto tan contenta y me siento mal por arruinar su felicidad con mis problemas. Mejor hubiera dejado mis penas en la luna, o en Tombuctú. Sin contar que ahora, voy a tener que… ¿quién es esa? «¿Zoé? ¡Estoy feliz de verte!» ¿Esta mujer pelirroja que me toma en sus brazos y me abraza tan afectuosamente contra ella es Bertille? «Entonces dime, continúa, ¡no has crecido mucho desde la última vez que nos vimos! ¿Ah, pero traes tacones?» Sí, es mi querida Bertille. ¡Genial! Sabía que vendrían sus padres, pero no contaba con su presencia. Bertille tiene la misma edad que yo. Es la hija de una prima de mi padre. Nos conocemos, por supuesto, desde la infancia ¡y desde entonces nos odiamos! Siempre ha habido una especie de rivalidad entre nosotras y creo

sinceramente que no es de mi parte. Mi padre era muy allegado a su madre y nuestras dos familias se reunían a menudo, aunque ellos vivían en Lyon. Cuando veía mi ropa, Bertille quería la misma y sus padres siempre accedían. Cuando me enteraba, ya no me ponía la prenda, aún si me encantaba. Ella lo comparaba todo, nuestras boletas escolares, nuestro desarrollo deportivo… La frecuenté menos desde que mis padres murieron, pero a veces me la encontraba cuando iba de vacaciones a la casa de mis abuelos, en el sur. Ellos la invitaban, pensando que sería bueno tener compañía de mi edad, mientras que mis libros bastaban para mi felicidad. No podía decir nada, porque esta grandulona era encantadora con los demás y todo el mundo la adoraba… excepto yo. Esto empeoró en la adolescencia. Me quedé diminuta y ella de pronto creció veinte centímetros más que yo. Así que no desperdiciaba ocasión alguna para decirlo mirándome de arriba abajo, con el pecho hacia adelante. Por qué sí, lógicamente tiene un gran busto, es lo único que le he envidiado… mientras que el mío aún no crece. Me deshago de la grandulona de Bertille y miro exasperada a mi tía, quien me guiña el ojo con complicidad. Voy a saludar a los padres de Bertille, Marthe y Richard, a quienes aprecio mucho y nunca se han dado cuenta de los problemas entre su hija y yo. Los Lefort dejaron la metrópolis para irse a La Réunion hace algunos años, y gracias a eso pude terminar mi adolescencia lejos de Bertille. Regresaron a Lyon en verano y helos aquí en París para la boda de Hélène. «Bertille acaba de regresar de Nueva York, tenía muchas ganas de verte, cambió todos sus planes cuando supo que estarías aquí esta noche», me dice Marthe, sonriendo, mientras su hija me mira embaucadora e hipócritamente. En ese momento, mis abuelos llegan. Desde hace algunos días se quedan en su apartamento parisino que compraron después de la muerte de mis padres para poder pasar tiempo cerca de Hélène y de mí. Nos colocamos alrededor de la mesa. Bertille se sienta a mi lado, no pude escaparme. - ¿Qué tal la vida en Los Ángeles, Zoé? ¿Vives en la zona de los stars? ¿No es así? ¿Todavía no has hecho contacto con alguno? Lo dice lo suficientemente fuerte para que nadie de la mesa pierda una pizca de su conversación. - No fui para eso. - ¿Entonces, para qué? Oh, es cierto, quieres ser escritora. ¿Qué tienes en mente? ¿El Goncourt, el Nobel? No, bromeo, por supuesto. Odio esa manera que tiene de decir al final «No, bromeo» de todas las tonterías que puede decir. Todos en la mesa toman sus frases como bromas, pero yo, comienzo a hartarme. ¡Respira Zoé, respira! «Y tú, Bertille, ¿a qué te dedicas?» Más que enojarme, elijo divertirme. Bertille adora hablar de ella: en esos casos es demasiado exasperante, ¡pero al menos, inofensiva!

- ¿No sabes? Me dice mirándome como si no entendiera. Hace tres años fui reclutada en la playa de Boucan- Canot, en La Réunion, por un talent scout que quería hacerme una top model. Preferí terminar mis estudios, pues no tenía ganas de ser una modelo descerebrada más. Pero imagínate que me volvió a ver hace seis meses, y ahora vivo en Nueva York cuando no estoy en París, Londres o Milán y he desfilado en muchas pasarelas, para Marc Jacobs, Prada... - ¿No estás muy vieja para empezar en ese negocio?, le digo, pérfida. Bertille no puede contener la risa y sacude su cabellera roja ondulada. «Escucha, sí, es lo que pensaba, pero Mario Testino… ¿Conoces a este fotógrafo?, pues bien, continúa sin esperar mi respuesta, Mario me dijo que hiciera una sesión, está loco por mí, dice que tengo una encarnación excepcional… como es un ícono, los demás lo imitaron… » Una vez que comienza, parece que nada hará que Bertille pare y pueda continuar mi cena tranquilamente mientras ella le relata a toda la mesa sus aventuras de top model. Después de habernos contado historias de amor complicadas entre un gran diseñador y un fotógrafo se voltea hacia mí, haciendo una pausa muy teatral. «¿Y Terrence Grant, para el que trabajas, no es gay?», me pregunta con una gran sonrisa inocente. Casi pierdo la respiración. - ¡Para nada! - Pondría las manos al fuego por ello. Es gorgeus, soltero, nunca se le ve más de dos veces con la misma chica, continúa, muy segura de ella misma. No te creo, esconde muy bien su juego. Cree en lo que te digo, es homosexual, lo veo a diario en el mundo de la moda, por eso sé reconocerlos. Cruzo la mirada de Hélène y veo que entendió que esta vez, estaba a punto de salir de mis casillas. Pero en ese momento sonó el timbre de la puerta. Me levanto rápidamente de la mesa, feliz de haber encontrado una excusa para escapar de las garras de Bertille, aunque fuera por unos segundos. «Debe ser Matthieu» dice Hélène. Abro la puerta y… me topo nariz con nariz con Benjamin. Mi enamorado del colegio. Nos separamos en el bachillerato, pero seguimos siendo buenos amigos, antes de que se fuera a estudiar a Alemania. «¿Qué… haces aquí?», logré balbucear. Lo miro, anonadada. Hace dos años que no lo veo, y la última vez fue muy poco tiempo, durante las vacaciones de verano. Sigue igual de apuesto, con sus ojos grandes de color marrón, su cabello enredado, su aire de niño pequeño que resalta por su anchura de jugador de fútbol americano.

Me toma entre sus brazos, levantándome treinta centímetros del suelo para abrazarme antes de dejarme sonriendo. «Acabo de ver a tu tía y me dijo que estabas en París, así que quise sorprenderte. ¿Tienes ganas de ir por un trago?» Estoy contenta de ver a Benjamin y no me molesta para nada tener una excusa para librarme de Bertille. - ¿Quién es? Pregunta mi abuela. - No, es para mí, respondo. Después le digo al oído a Benjamin: - ¡Qué gran idea, salgamos! Como ves, tenemos reunión familiar, no te hago entrar porque si Hélène o mi abuela te ven, querrán detenerte, pues te adoran. Prefiero que nos veamos frente a frente, espérame aquí, no me tardo: Agrego haciendo una mueca: «¡Además, Bertille está aquí!» Benjamin hizo una mueca también, vio a esta apreciable prima repetidas veces en el pasado, sabe que no la soporto y él tampoco es muy fan. Ella le coqueteaba cuando salíamos juntos, pero sin éxito. Dejo a Benjamin en la escalera y entro corriendo al comedor. Hablo muy rápido para que no me puedan detener: «Benjamin vino a París. Vamos por un trago. ¡Hasta pronto!» Corro a buscar mi bolso y un chaleco sin escuchar las protestas de los demás antes de volver a la puerta rápidamente.

2. Vuelve a arder la llama

«Has cambiado, Zoé.» Me da la impresión de escuchar admiración en la voz de Benjamin. «¿Te parece? ¿Cómo?» Le pregunto, curiosa. Tengo la impresión de haber hecho un salto al pasado, Benjamin me acompaña hasta mi casa, por los callejones de Marais, como en los viejos tiempos. Pasamos una noche genial tomando mojitos, recordando nuestra adolescencia y contándonos nuestra nueva vida. Benjamin siempre me ha hecho reír, creo que eso no cambiará jamás. Nos conocimos en 6 o y Pauline, que estaba en mi clase, me decía que estaba enamorado de mí. Yo no quería escuchar nada, aún era muy joven para interesarme en los chicos, pero comencé a verlo de otra manera en 4o. Era muy lindo y atento conmigo. Salimos en 3o. En Segundo. Y en primero. Hasta que al final, decidí romper. Me di cuenta de que sus sentimientos eran más fuertes que los míos y no quería darle falsas esperanzas. Había previsto ir a estudiar a Alemania después del bachillerato y quería que me fuera con él. Me di cuenta que éramos muy unidos, pero que nuestra relación de adolescentes se había transformado, por mi parte, en una bella amistad. No era, como dicen, «el hombre de mi vida». No era con quien me veía construyendo una vida, mientras que él pensaba ya en los nombres de nuestros hijos. La separación se hizo sin problemas, con respeto, creo que sufrió pero agradecía mi honestidad. Después se fue a Berlín. - «Cambiada» tal vez no es la palabra correcta, tú eres la misma Zoé que recuerdo, dice. Pero una versión más afirmada, más conquistadora, más femenina, me dice mirándome. - Ya no tengo 17 años, tengo 22 ¡eso es diferente! Ya soy vieja, le digo riéndome. - No, es otra cosa. Antes eras espectadora, siempre observabas, un paso atrás de las personas para hacer un análisis dudoso. Aún tienes ese lado, pude notarlo cuando me describiste el modo en el que vivías en Los Ángeles, tenía la sensación de estar contigo. Pero tengo la impresión que eres tan actriz como espectadora, estás en la vida. Me gustaría saber quién encendió ese fuego en ti. En otro momento, hubiera dado todo por ser esa persona. Estoy muy conmovida por lo que Benjamin acaba de decir. Mientras estábamos en un bar, sin duda un poco confuso por el alcohol, me hizo ver que siempre había tenido sentimientos por mí. Le dije que no podía ser y le hice comprender que ya había alguien en mi vida, sin decir más, para no herirlo. No pude hablarle de Terrence, pero Benjamin, sin conocerlo, tiene razón, creo que mi relación con Terrence me reveló a mí misma. ¡No sólo en el plano sexual!

Conmovida por los recuerdos, lo tomo ligeramente del brazo. Ahí lo veo, sentado en las escaleras del porche de mi edificio. Terrence. Benjamin también lo vio y sin duda sintió en ese momento que mis dedos se enterraron en su antebrazo. Me mira, intrigado por mi reacción y mira al que parece haberlo provocado. Nos quedamos mirándonos a algunos metros de Terrence, quien se levantó. Miro su alta silueta que se corta en el halo de la luz, sus bucles castaños despeinados y siento que mi corazón se detiene. Terrence viene hacia nosotros caminando tranquilamente y extiende la mano a Benjamin que lo mira sombríamente, si puedo juzgar por la luz de la lámpara. Benjamin la estrecha y me mira, sorprendido por conocer al star Terrence Grant, que está esperándome en la puerta ¡a media noche! Yo tomo su brazo con más fuerza porque tengo miedo de que mis piernas me dejen caer. El hombre en el que he pensado sin cesar desde hace quince días y que creí haberlo perdido para siempre, está frente a mí. «Tu tía me dijo que habías salido, me dieron ganas de esperarte.» Me dice tranquilamente. Conociendo a Terrence, es muy educado como para visitar tan tarde a mi tía. ¡Debió pasar un buen rato esperándome en la acera! «Te fuiste por un malentendido y pensé que te debía algunas explicaciones, retoma Terrence fríamente. Pero, obviamente, le di mucha importancia a esa historia, más que a ti. Creo que ya olvidaste todo, debió ser el aire parisino» dice mirando detenidamente a Benjamin. Vacilo con la indirecta, lo tomo como una bofetada. «Escucha Zoé, me voy a mi casa. Fue un gusto volver a verte. ¿Te llamo mañana?» Me dice Benjamin cuya presencia había olvidado. Entendió que estaba de más y decidió esfumarse rápidamente. Me despido mecánicamente y me doy cuenta de que se fue hasta que da vuelta en la esquina de la calle. - No creo que seas el indicado para juzgarme, le digo seriamente a Terrence mirándolo a los ojos. - Zoé, no volé miles de kilómetros para que peleemos, comienza con tono suplicante. - No, volaste para la promoción de tu película, le respondo ásperamente. Visiblemente herido, Terrence me mira un momento antes de continuar: «Efectivamente, tenía que hacer este rodaje europeo y aunque no hubiera sido así, de todas maneras hubiera venido. Me tomó tiempo ya que en principio tuve que entender por qué te habías ido y después a dónde habías ido. Afortunadamente tu amiga Pauline terminó por tener piedad de mí y contarme todo.» Frente a su aire consternado, me arrepiento de haberme ido.

Pero acusarme de pasar buenos momentos con otro, mientras que una mujer espera un hijo suyo… es atrevido. - ¿Qué querías decirme? Terrence. Le digo, más calmada. Al contrario de lo que insinuaste, no he olvidado «esta historia» como dices, desde que regresé, es la primera tarde agradable que paso, y sí, gracias a Benjamin, que es mi amigo de la infancia. Si me marché, fue porque sufría y este sufrimiento sigue latente Terrence, a pesar de «los aires de París». - Te pido disculpas Zoé, me dice Terrence y me toma en sus brazos, tan fuerte que me duele. Aplauden en la terraza del pequeño bistró del otro lado de la calle. Terrence se da vuelta y saluda a dos señores que beben y fuman ahí. «Me acompañaron un momento en la noche. Bebimos algunos tragos, conversamos, ellos no tenían idea de quién soy. No me había pasado en mucho tiempo, se siente bien», sonríe mientras lo dice y siento que me derrito. Lo extrañé tanto, su sonrisa. Y su voz. Y su olor. Sumerjo mi nariz en su camisa, embriagada del aroma de su perfume. Tengo miedo de hablar, pero más de que él hable. No sé si me dé explicaciones y quiero retardar este momento que sé ineluctable. Entonces le pregunto: «¿Vamos a caminar un poco?» No le propongo que suba. No sé si toda la familia esté ahí aún y ¡la última cosa que quiero es encontrar a Bertille! Desde que regresé, he imaginado varias veces esta escena: Terrence y yo, caminando por las calles de esta ciudad que amo, donde crecí y que conozco a la perfección. Quiero que la vea con mis ojos. En el día sería impensable, no podríamos caminar veinte metros sin que nos encontraran los fans y los flashazos. Pero esta noche ¡París es nuestro! Terrence me abraza por el hombro, yo a él por la cintura. No habla, entendió que no estoy lista para escucharlo. Se deja guiar por las callecitas que nos llevan al borde del Sena. Sin decir nada, pero abrazados, atravesamos el puente Marie para ir a la isla de Saint- Louis. Lo invito a seguirme por una escalera que desciende a la orilla y lo guío a una banca que parece esperarnos al borde del agua. «Tienes frío, me dice, estás temblando.» Si en Los Ángeles el verano parece interminable, en París, septiembre presenta colores muy otoñales. Hace frío y no estoy bien cubierta. Dejé la casa precipitadamente, el chaleco que tengo es muy delgado. Terrence se quita el saco y me lo pone en los hombros. Me acurruco dentro y lo miro. De pie frente a mí, parece esperar mi señal. «Háblame», le digo simplemente.

Entonces comienza a hablar. Diez días antes de conocernos, pasó la noche con Erika. Al final del día del rodaje, se la había encontrado cuando ella trataba de pedir un taxi, le propuso acompañarla. Ella lo invitó a tomar un trago y una cosa llevó a la otra… Terminaron en la cama. Cierro los ojos, en una vana tentativa para no ver las imágenes que se imponen a pesar de mi. Terrence y Erika, ¡uno contra el otro! Siento una quemadura en el pecho. Terrence se arrodilla frente a mí, con sus manos sobre mis muslos, se aleja, su frente toca la mía. - Zoé, fue antes de conocernos, me dice dulcemente. ¡No tiene nada que ver contigo, con nosotros! - ¿No te protegiste? - Claro que sí. Pero los accidentes ocurren… agrega contrariado. Después continúa: - Fue una historia de una noche, Erika lo sabía. Tuvimos relaciones una vez, no volvió a pasar, te lo juro. Esa tarde, fue ella quien comenzó, yo continué, acepto que no soy un santo, pero antes le dije que no sentía nada por ella, que no debía imaginarse cosas ni planear un futuro. Ella sabía perfectamente mis intenciones y me dijo que ella entendía, que pensaba lo mismo. Si no hubiera bebido tanto, sin duda lo hubiera evitado, porque este tipo de relaciones no son buenas para el trabajo, menos con alguien que frecuentamos todos los días. Pero entonces, sin planearlo, sucedió… - ¿Y qué vas a hacer ahora? - Fui a ver a Erika. Con mi abogado. - ¿Cómo que con tu abogado? - Para pedirle a Erika que haga un test prenatal. ¿Crees que es la primera vez que esto me pasa? ¡Estoy en mi quincuagésimo test de paternidad! Y aún… Hubiera hecho muchos más si mis abogados no hubieran logrado probar que en muchos casos, ¡nunca había visto a esas mujeres que decían estar esperando a mi hijo! Con las demás, siempre tuve mucho cuidado, los test eran pura formalidad. Es la primera vez que un accidente así ocurre, a decir verdad, estaba un poco borracho, no pensaba en el futuro. Siento tristeza por él. Estas últimas semanas, supe que ser una celebridad puede ser pesado, a veces doloroso, pero no había pensado en este aspecto de las cosas. Cuando uno se llama Terrence Grant, tal vez te aman millones de mujeres, pero este «amor» que no es verdadero, puede ser un veneno. Cuando uno es una estrella, como él, la mínima relación sexual puede ser una emboscada. No me sorprende que se muestre desconfiado en sus relaciones con las mujeres. Sin embargo, noto y confirmo que tiene confianza en mí y eso me alegra el corazón. - No creo que Erika sea ese tipo de persona, le digo con tono serio. Creo que puedo decir que la conozco un poco y no es así. Por otro lado, no te ha pedido nada. Fue por mí que supiste que esperaba un hijo tuyo. - Quién sabe si me lo hubiera dicho después. Además, tal vez no creía que ibas a decirme, aún si no sabe que entre nosotros… y a fortiori si lo sabe. ¿Le dijiste algo? - No, le digo titubeando un poco, porque pienso en lo que dijo James.

Tal vez le dijo a su hermana lo que suponía de Terrence y yo. Sin embargo, me aseguró lo contrario y le creo. Quiero mucho a James y espero no haberme equivocado sobre él. Dios mío, ¿no se puede confiar en nadie en Hollywood? - Como sea, continúa Terrence, Erika sabe que nos conocemos muy bien, pues fui yo quien te contrató en el rodaje. Me dijiste que los dos sabían que habías vivido en mi casa un tiempo. Ella debía pensar que éramos cercanos como para decirme. - ¡No calculó nada! Me la encontré de improviso, ¡se acababa de enterar que estaba embarazada, tenía al lado su test! - Tal vez… me dice Terrence, dudándolo un poco. Pero debo considerar todas las posibilidades. Cuando se trata de una celebridad, de dinero, las personas están listas para todo. Por eso fui a verla con mi abogado. No podía verla sin un testigo. Le dije que me diste la noticia, no pude decir que fue Pauline. Imagino la impresión de Erika cuando vio a Terrence con su abogado. Debe pensar que fue mi culpa ¡debe estar maldiciéndome en este momento! «Tranquilízate, me dice Terrence viendo mi consternación, le dije que me habías dicho todo porque pensabas que debía asumir mi responsabilidad, para protegerlos a ella y al bebé. Le dije que estaba bien porque tenía la intención de hacerlo, si fuera el padre del bebé.» Lo miro, un poco perdida. - ¿Qué vas a hacer?, balbuceo. - Si está embarazada de mi hijo, lo cual no he confirmado, pero es algo que debo considerar, me aseguraré que tenga todas las comodidades materiales que necesite y aprenderé a conocerlo. Pediré un derecho de visita. No quiero que crezca sin padre. Yo crecí sin madre y eso no deja a nadie indemne, las heridas son irreversibles, agrega, con amargura. Pero en cuanto a nosotros, Zoé, eso no cambia nada. Si estoy aquí hoy, es para decirte que no soy el patán que crees y que me importas. No sé a dónde nos lleve esta relación pero no quiero que se termine así. - ¿Por qué no me habías dicho que tuviste relaciones con Erika? - Porque fui un tonto, confiesa Terrence con una mueca de incomodidad. En la mañana, antes de irme de la casa de Erika, tuvimos una conversación. Quedamos de acuerdo en que no hablaríamos nunca de lo que pasó, para que nuestra relación profesional no se mezclara con la aventura. Erika había bebido la noche anterior y parecía arrepentida de lo que había sucedido. Cuando supe que se hicieron amigas, tenía miedo de que te contara. Pensé en decírtelo ¿pero cómo se dicen esas cosas? «Por cierto, tu amiga, me acosté con ella ¡pero fue cosa de una noche!» Me dije que después de todo, lo que había pasado antes de conocernos, no te concernía. La verdad es que tenía miedo de tu reacción si te decía, no tuve el valor. Esperaba tontamente que nunca lo descubrieras. ¡Ahora ves el resultado! Separo mi vista de Terrence y mi mirada se pierde del otro lado del Sena, donde brillan los faros de los autos que circulan a esta hora tardía, en las vías de la orilla. Pienso en todo lo que Terrence

acaba de decirme. No puedo odiarlo realmente por no haberme dicho nada sobre Erika, era un tema difícil de tocar. Y no puedo exigirle nada sobre su pasado. Sufro con la idea de que pueda tener un hijo con otra, pero tal vez, él sufre más. Creía haber tomado las precauciones necesarias para que esto no sucediera, pero no fue suficiente. Claramente, todavía tiene la esperanza de que Erika no esté embarazada, o no de él. Me gustaría creerlo también, pero conociendo a Erika… ¿Pero, la conozco de verdad? Tal vez Terrence tiene razón, no es tan pura como pienso. El dinero, el poder, la fama, el amor te vuelve loco. ¡Todos reunidos! «¿Zoé?» La voz tierna de Terrence me saca de mi ensimismamiento. - ¿Me perdonas? Me dice, preocupado. - No tengo nada que perdonarte, tomo su rostro con mis dos manos para acercarlo a mí y darle un dulce beso. Me mira con agradecimiento, después atrapa mis labios. Nos besamos con cierta rabia, una tensión en la que puedo sentir toda la pena, la frustración y las heridas de dos semanas de separación. Me acomodo en su cuello, sigue arrodillado frente a mí y lo abrazo con las piernas mientras él me aprieta con pasión. Nos abrazamos bajo el saco que puso en mis hombros. Unidos de los labios y la lengua. Siento sus manos en mi espalda, sobre mi piel desnuda, después se coloca sobre mis senos, que se despiertan al contacto a través de la tela fina. Un ruido de pasos en el pavimento nos hace regresar a la realidad. A pesar de la hora, no estamos solos en el muelle. Nos separamos con pesar. - Jovencita, tengo que ir a dormir, me dice Terrence sin separarse de mí. ¿Vienes conmigo? Mañana tengo un día ocupado, estaré en entrevistas todo el día en el hotel, en el Meurice. Tengo que estar un poco presentable, tengo que mantener mi reputación, agrega, irónico. - No, gracias por la invitación, no quisiera dañar tu imagen, estoy segura de que habrá muchas fans durmiendo en la puerta y no me gustaría que sufrieran, le digo con el mismo tono. Voy a regresar, ya pasó un rato desde media noche. - ¡Te acompaño, Cenicienta!

3. Una entrevista diferente

[Buenos días, Zoé, estoy en París. Mañana iré al banco a recuperar los documentos de los que le hablé. ¿Puede darme su dirección para que se los haga llegar? ] ¡Un SMS de Rose! La última vez que la vi en Los Ángeles me había dicho que iba a ir a París a buscar documentos que probarían que Terrence era su hijo. Le respondo por SMS. [Buenos días. También estoy en París.] Mi teléfono suena enseguida. Es Rose. - ¡Zoé! ¡No sabía que había regresado a Francia! - Vine para la boda de mi tía. Ahora estoy en el metro y no escucho muy bien… ¿Hola?, Sí, le decía que iré a alcanzarla para probarse su vestido. - Si gusta, nos vemos en mi banco después. ¿Le parece? - No, disculpe, hoy no puedo. ¿Le es posible mañana? - Claro, ¿a las 11? - De acuerdo. Rose apenas tiene tiempo de darme la dirección de su banco antes de que se corte la comunicación. Muy bien. Mañana sabré la identidad de Rose. Si se demuestra que es la madre de Terrence… prefiero no pensar en eso por el momento. Entre la boda de mi tía y mis recientes salidas con Terrence, tengo muchas cosas en la cabeza. «Mañana es otro día», ¡como Scarlett decía! «¡Estás magnífica! ¡Magnífica!» No puedo separar mi vista de Hélène, que luce su vestido de novia frente a mí. Tiene un vestido Empire con un bustier nacarado, se evade un poco bajo los senos para bajar hasta los pies en un juego de muselina fluida que logra un drapeado discreto. - ¿Te parece? Me interroga mi tía, sonrojándose. - Te queda muy bien. Es sencillo e increíblemente elegante. ¿Cómo te vas a peinar?, le digo considerando su larga cabellera rubia y ondulada. - Creo que voy a dejarme suelto el cabello, dice Hélène, no muy convencida. - ¡Oh! Podrías ponerte esta corona, le digo tomando del tocador que sirve de probador una hermosa corona de pequeñas flores blancas y rosas, poniéndosela en la frente. ¡Está perfecta!, le digo satisfecha del toque que acabo de darle a su atuendo. Se ve feliz.

- Esta diseñadora es genial, ¿cómo la conociste? - Gracias a Bertille. - ¿Bertille? Le digo, sorprendida. - Cuando le dije a mamá que iba a casarme, se encargó de decirle a todo el mundo. Al día siguiente me llamó Bertille que estaba de paso en París, me dijo que contactara con esta joven diseñadora que ella conocía bien. Ya le había llamado para que me hiciera un descuento. Bueno a mi mamá, porque fue ella quien me regaló el vestido. Creo que pensó que nunca me casaría y estaba tan aliviada ¡que estaba lista para pagar una fortuna! Dice antes de echar a reír, igual que yo. - ¿Vio el vestido? Le digo, recuperándome. - Por supuesto, vino a la primera prueba, cuando estabas en Los Ángeles. Por eso no vino, fue a hablar con el especialista en comida preparada para hacer la orden. En realidad, escogimos el que te gustó el día de la degustación. - ¡Qué buena noticia! - Pero te tengo otra noticia, tal vez no tan buena, agrega Hélène un poco incómoda. - ¿Qué sucede? Le pregunto algo inquieta. - Con la euforia de la boda y los preparativos, tu abuela quiso regalarte tu vestido de dama de honor, comienza mi tía, titubeante. ¡Mi vestido! Entre los preparativos para la boda y las horas que pasé pensando en el embarazo de Erika lo había olvidado. Bueno, no completamente, pensaba ir de compras, esta tarde, mañana o… - Ya te lo compró, continúa Hélène. Por eso te pedí que vinieras hoy. Te quería mostrar mi vestido, pero también quería que te probaras el tuyo. - Dime que lo escogiste con ella, lo digo cada vez más asustada por su aire culpable. No le falta buen gusto, pero no está exactamente a la moda y a veces hace elecciones un poco «extremas» cuando se trata de una ceremonia. - No, no podía acompañarla, la escuela comenzó hace poco y no podía faltar. Pero fue con alguien que sabe mucho de moda, agrega con un aire apesadumbrado que no me deja ninguna duda sobre la identidad de la persona en cuestión. - ¿¡Bertille!? Estoy desolada. Sé que Bertille no tiene los mejores sentimientos por mí e imagino qué tipo de vestido obligó a mi abuela a escoger. No puedo retener una exclamación: - ¿Por qué no esperó a que regresara? - ¡Porque no se suponía que regresaras tan pronto!, me dice Hélène, y tiene razón. Te recuerdo que llegaste sin avisar. La abuela tomó fotos tuyas y de tu ropa para que la diseñadora tuviera idea de tu talla. Me hizo prometer no decirte nada hasta la prueba y el vestido estuvo listo hasta hoy. La abuela me pidió que te vigilara para que no compraras otro vestido: pero como no has mostrado ningún

interés para buscar tu ropa, no había podido revelarte la verdad. Agrega, viendo mi enojo aumentar: «Hizo todo sin decírmelo, cuando lo supe ya era muy tarde y no quería hacerla sentir mal diciéndole que había sido muy mala idea.» Miro a mi tía, torcer sus manos en su vestido de novia y eso calma inmediatamente mi irritación. Después de todo ¡no es mi vestido de novia! No importa si me veo mal, no tendré un caballero a quien ridiculizar. Imagino la escena y suspiro. Hélène me mira, desconcertada por mi cambio de actitud antes de comenzar a reír. - Bueno, voy a probármelo, le digo después de pasar saliva. ¡No creo que esté tan horrible! Esta diseñadora te ha hecho un vestido maravilloso… - Si, pero la abuela dijo que Bertille tenía una idea precisa de lo que debías usar y pidió algunos «ajustes», y nuestra risa aumenta. Mira, ese paquete que te espera allá, dice Hélène indicándome una funda sobre el biombo. - No te muevas. Voy a traerlo. Cierra los ojos y no los abras hasta que te diga. Me deslizo detrás del biombo y abro la funda. Ahogo un grito. - ¿Qué pasa? Pregunta mi tía, llena de pánico del otro lado del biombo. - Nada, cierra los ojos, ya voy. Me pongo el vestido que logré sacar con cuidado de la funda. «¡Abre los ojos!» Aún si estaba preparada para el espectáculo, Hélène no puede evitar soltar un grito. Me mira con los ojos muy abiertos, después comenzamos a reír otra vez. «¡Oh Dios! ¡Oh Dios!», tartamudea Hélène limpiándose las lágrimas que corren por sus mejillas. Efectivamente, hay mucho de que reír, tengo puesto un montón de tafetanes trenzados con nudos y listones… color mostaza. ¡Sí, MOSTAZA! «Al menos, es de mi talla» Logro decir y nuestras carcajadas se agudizan. Cada vez que nos miramos, reímos más y nos toma un rato calmarnos. - No puedes ponerte eso, termina por decir Hélène, una vez calmada. - ¡Oh! Sí me lo voy a poner. No quiero que se sienta mal la abuela, sólo no debió dejarse engañar por Bertille y sus consejos fashion. Si te fijas bien, no está tan mal. Voy a pedir que le quiten casi todos los listones. Desafortunadamente, con el color no se puede hacer gran cosa. Sabes qué, voy a pedir que le

cambien el color con photoshop en tus fotos de la boda. - ¿Vas a regresar a la casa? Me pregunta mi tía, mientras yo me deshago de esta prisión de nudos detrás del biombo. - No, le digo. Después, le digo tímidamente: «Voy a ver a Terrence.» Esta mañana, le conté nuestra conversación nocturna. - Sabes que puedes invitarlo a la boda. - Ya no estará aquí, le digo saliendo del biombo, cerrándome el cinturón de mi trench-coat Burberry heredado de mi madre. Se va mañana a Berlín, después estará en Londres, Roma… además, sabes, le digo un poco incómoda por este tema que me atormenta, no quiero exhibirme con él. Todas las miradas están siempre sobre él, creo que ya no lo nota, pero yo sí. Eso pensaba ayer cuando nos paseábamos por París, de noche que nadie lo había notado. Pero no podríamos hacer lo mismo de día, sería un escándalo. - Pero si su relación se hace seria, Zoé, te vas a tener que acostumbrar a las miradas de la gente. - ¡Por Dios! Prefiero no pensar en eso ahora, todavía no es serio. Bueno, me voy, le digo para cortar la conversación sobre el futuro de nuestra historia, un tema del cual prefiero no pensar. - ¿No quieres que te lleve tu bolsa? Se ve muy pesada. - No, le digo con una sonrisita, yo la llevo. Después de darle un beso en la mejilla, corro a tomar el metro, en dirección al Meurice. «Zoé, ¿está usted en París?», se sorprende Jane Kilding, la publicist de Terrence, quien me mira por debajo de sus lujosos lentes de carey. Su peinado está más perfecto que nunca, su silueta de quincuagenaria adicta a los pilates y al bisturí remata con un traje sastre rosa fucsia de Valentino. Monta guardia frente a la puerta de la suite donde se desarrolla el press junket, una especie de maratón de encuentro con la prensa al que Terrence se dio cita desde la mañana. - Ah, sí estoy aquí, vine a ver a Terrence. - Terry está extenuado. Pasó toda la mañana respondiendo a los periodistas, a posar para sesiones fotográficas. Ahora termina su último one-on-one me dice con un tono seco. ¿Su qué? Ah, sí una entrevista frente a frente.

«Bueno, le digo, con una sonrisa de las más encantadoras, dígale que hay una suplementaria. Please.» Jane me juzga un momento, después me toma por el brazo, para llevarme lejos de los oídos de los periodistas. Me dirige a otro cuarto. La producción de It Happened Again rentó muchas habitaciones del palacio parisino. El pasillo de la planta está lleno de reproducciones grandes de cartón de Terrence, de Brad Pitt y George Clooney, que comparten esta súper producción. Terrence no es del tipo blockbuster, pero lo sedujo el proyecto, algo como The Magnificent Seven en una nueva versión y no de cualquiera, sino del gran Terrence Malick, un cineasta genial que Terrence admira desde siempre. Todas las estrellas matarían por aparecer en sus películas, aunque fuera por algunos segundos. Escogió a Terrence para encarnar uno de los roles principales. Terrence está muy feliz de defender esta película que organizó el plan del rodaje de Angry Man en función de la gira promocional de It Happened Again que se está llevando a cabo en París. Jane me invita a sentarme en el sillón floreado y se sienta en una silla frente a mí. - Tiene usted una relación con Terrence, me dice mirándome a los ojos. - No… no… para nada, le digo. - No era una pregunta. Lo sé, me interrumpe. Olvida que es parte de mi trabajo saber todo sobre todos, y sobre mis clientes en especial, aún si mis clientes me ocultan cosas. Sé que tienen una aventura desde hace algún tiempo, sé que vino a verla ayer ¿me equivoco? No respondo ¿para qué? Sólo trato de guardar un poco de mi dignidad y de aplomo, y de ofrecer un rostro impasible a los ojos interrogantes de Jane. «No puedo decir que esta historia me encanta. No es nada personal, no tengo nada contra usted, dice cruzando sus piernas en un movimiento muy estudiado, solamente tengo una visión profesional de las cosas, en términos de imagen, no creo que sea muy benéfica para Terrence. Es bonita, hermosa, pero no es glamour, no tiene notoriedad alguna, no sabemos de dónde viene… Pero el lado bueno de su relación es que parece que la quieren mantener en secreto. Ahora que Tessa está «fuera del juego» me alegra que Terrence se quede a los ojos de sus fans como un soltero enojado… que su imagen muestre que no ha encontrado a la mujer de su vida… Eso mantiene la esperanza de seducirlo algún día, por eso el interés.» ¡Qué cinismo! ¡Tengo escalofríos! «Y para ser sincera, continúa tranquilamente, no creo que su historia vaya a durar mucho tiempo. Usted es una especie de… capricho. Hay que creer que él se ha cansado de las actrices bien dotadas, top models, cantantes y todas esas creaciones perfectas que pasaron por sus brazos… You know, usted es lo suficientemente exótica para sus premios de caza. ¿Sabe?, he visto a muchas desfilar antes que usted. Se quedaron menos tiempo en escena. Se lo concedo, pero… » Me cansé de que me sermoneen como niña pequeña y la interrumpo.

«¿Quién es usted para hablar en su lugar? No sabe nada de lo que hay entre nosotros ni de lo que él siente por mí. Le paga para escoger sus trajes y hacerse amiga de los periodistas, pero no es ni psicoanalista ni confidente, sólo una empleada.» Jane me analiza fijamente sin decir nada. Me acabo de hacer de una enemiga. Y no cualquiera. «Creo que empiezo a entender lo que ve Terrence en usted», me dice Jane esbozando una sonrisa. ¡Increíble! En lugar de ofuscarse por mi comentario, parece que Jane aprecia lo que dije. Enfrentándome a ella ¡gané su respeto! Bueno, eso creo… «Tiene razón, continúa. No soy más que una empleada… » Cuando lo dice hace una mueca de duda que me indica que está lejos de considerarse como tal. «Y como todos los empleados, mi vida es más bella cuando el patrón está de buenas. Últimamente, no lo ha estado para nada. Ha estado odioso. Entonces si su presencia puede calmarlo un poco, no estoy en contra. Tengo que pasar los días siguientes recorriendo Europa con él y me alegra que esté en buena compañía. Venga, sígame, me dice levantándose después de haber consultado su reloj Vuitton. Ya debió terminar su última entrevista, le voy a llevar presentándose como una periodista. Estoy de mal humor esta tarde» me dice lanzándome una mirada y tratando de sonreír, de modo poco convincente. Me lleva hasta la suite vecina y me hace un gesto de quedarme en la entrada. La escucho hablar con Terrence del otro lado de la puerta entreabierta. - Terry my dear, lo siento mucho, pero tuve que cambiar tu agenda, tienes otra one-on-one. - Ah no, ya me cansé, ya no puedo más. Además tengo una cita, solo estoy esperando una llamada. - Créeme, es una entrevista con una compañía muy influyente. Tienes que hacerla, me conoces, no te insistiría si no fuera tan importante. - De acuerdo, termina por ceder Terrence, visiblemente exasperado. Pero no más de veinte minutos, después tengo que irme. - Muy bien. Jane reaparece en la puerta y me hace una señal. «Puede entrar, señorita.» Me levanto con el corazón sobresaltado. Detrás de esa puerta, al escuchar el sonido de su voz, me sentí como los periodistas que logran tener una entrevista con Terrence. Y estoy tan intimidada como la mayoría de ellos. Con todo este protocolo, el equipo de marketing, las asistentes y los agregados de prensa atareados, los periodistas apostados en el pasillo para intercambiar opiniones, los carritos de comida y bebidas que andan por aquí y por allá en los pasillos del palacio, casi olvido que conozco a Terrence. Íntimamente.

Entro en la sala donde Terrence está frente a la persiana, rodeada de colgaduras adamascadas color champaña, que dan hacia el verde jardín de Tuileries que muestra su belleza del otro lado de la calle de Rivoli. Más allá se puede ver el Sena. Terrence se voltea, esperando mi paso y se queda mirándome. Tiene un perfecto dominio de sí, y lo demuestra en ese momento. Me dirige una sonrisa de las más educadas y me pide que me coloque sobre uno de los sillones estilo Luis XVI lleno de cojines y recubierto con telas coloridas. Trae puesto un elegante traje de rayas y tenis azul marino sin corbata… se ve increíble. «Bienvenida… señorita.» Después dirigiéndose a Jane, que está detrás de mí en el marco de la puerta: «Jane, no quiero que me molesten, bajo ningún pretexto, dice, categórico. ¿Puedes cerrar la puerta detrás de ti?», agrega amablemente. - ¿No va a grabar? - No, trabajo… a la antigua, digamos. - Muy bien señorita, soy todo suyo, me dice, exageradamente afable. - Señor Grant… - Le suplico, llámeme Terrence… ¿Me recuerda su nombre? - Zoé. Zoé Scart. - La escucho, Zoé. - Señor Grant… sí, prefiero llamarle así… En esta película, tiene una escena tórrida con su coestrella, Keira Knightley. ¿Es una escena en la que se siente cómodo? - Bueno, dice recargándose en el respaldo de su sillón y mirando al vacío, con la sonrisa en los labios, como si recordara — con gusto— el rodaje, algunos quieren creer que este tipo de escena es una tortura. Yo diría que hay cosas más desagradables en el mundo que encontrarse desnudo en una cama con una joven bella, sobre todo si se le paga por hacerlo. Keira es una mujer deliciosa… ¿no toma notas? - Tengo una excelente memoria. Diría usted que besa mejor que Scarlett Johansson, que también fue su compañera… por lo menos en la pantalla. - Dígame, sus preguntas me parecen un poco orientadas, me dice Terrence, claramente divertido. ¿Para qué revista trabaja? - Sexo y pantalla grande. ¿Entonces, Scarlett, Keira?, continúo, sin desmoralizarme. - Uhmm… No quisiera herir a ninguna de estas actrices tan talentosas. A decir verdad, mi mejor recuerdo de un beso en el cine, se lo debo a… Matt Damon. Para la película Mis noches en San Francisco llevaba un encantador bigote, que hacía cosquillas a mis labios y ¡me dio una sensación única! Estallo de risa antes de continuar, seriamente. - ¿Se ha enamorado de alguna de sus colegas? - ¿Además de Matt Damon?, me pregunta sin reír. No… de nadie más. A veces se puede entrar en el juego, me dice desafiándome con la mirada, puede ser que las escenas se prolonguen fuera del lente. Pero no cuente conmigo para darle nombres.

Me pregunto si hice bien en hacer esta pregunta. ¡Hay cosas que prefiero no saber! - Señor Grant… - Terrence. - Señor Grant, continúo. - Dígame Zoé, ¿no tiene calor? Todavía conserva su abrigo… Asiento: «Sí, tiene razón, creo que es mejor quitármelo.» Me levanto y desabrocho el cinturón del trench-coat, me lo quito lentamente, mostrando mi ropa interior, que escogí particularmente sexy esta mañana. Después de probarme el vestido ya no me puse la ropa, que está hecha bola en mi bolso… el que mi tía vio curiosamente cargado y ¡me propuso regresar a la casa! Coloco mi abrigo en el sillón y me siento, cruzando mis piernas cubiertas con medias, mirando a Terrence, quien claramente, no cree lo que ve. Orgullosa de mi pequeño efecto, miro de reojo mi agenda donde realmente anoté algunas preguntas en el metro y continúo la entrevista como si nada pasara: - Decíamos… - ¿Se sujetan solas?, pregunta señalando mis medias. - Sí, se sujetan solas… Señor Grant, ¿le gustan los preliminares? - Voy a proponerle una cosa… Zoé ¿es así?, dice frunciendo el ceño como si hiciera un esfuerzo por recordar. Puede hacerme todas las preguntas que quiera pero en cada respuesta debe quitarse una cosa. - Temo no poder hacer tantas preguntas, terminaremos pronto… - Me dirá en ese momento… - ¿Eso exige a todas las periodistas que vienen a entrevistarlo? - ¡Solamente a las más bellas! - ¡Es un poco grosero, señor Grant! - ¿Le parece? Dice, aparentando inocencia. Y usted no parece del tipo salvaje. Pero para responder a su pregunta, sí, adoro los preliminares. Considero que es un arte, que practico modestamente, pero creo que voy a progresar en el dominio. Me mira y comprendo que espera que me quite algo; escojo quitarme la media derecha y se la lanzo a la cabeza. La atrapa en el aire y estalla de risa. - ¿Otra pregunta, señorita Scart? - ¿Hay una mujer en su vida en este momento? Me mira largamente, pensativo. Tengo la impresión de que duda sobre la proporción de su respuesta.

«Definitivamente hay alguien en mi vida. Una joven deliciosa, inteligente, llena de vida, sensible y que no está nada mal, tiene un cuerpo de ensueño que me enloquece y con la que tengo relaciones bastante… intensas.» Halagada, no puedo evitar sonreír de alegría, Terrence lo nota y se muestra pícaro acercando su asiento al mío, antes de poner sus manos en mis muslos. - Pero cuando la veo, en esa silla, con esa excitante lencería, me digo que usted es muy inquietante y deseable como para que no explore otros horizontes. - ¡Eh! Exclamo, y lo empujo con las manos mientras estalla de risa. Tengo que tener cuidado de no jugar con fuego. Corro peligro de quemarme y no me gusta la idea de que Terrence tenga ganas de otra mujer, ¡aún si se trata de mí! Entonces, veo a Terrence levantarse y deslizarse en la entrada para cerrar la puerta que da hacia el corredor. Después regresa al cuarto y toma su teléfono celular. «¿Jane? Tómate la tarde libre. Asegúrate de que nadie me moleste. Te llamaré mañana en la mañana. Que tengas buena tarde.» Enseguida se coloca frente a mí en su asiento. Después me dice, con una voz dulce y una sonrisa carnívora en los labios: «¿Tiene más preguntas, señorita Scart? Mi noche es suya.» Tratando de contenerme a pesar de mi vestimenta, continúo la pseudo-entrevista. - ¿A qué edad tuvo su primera relación sexual, señor Grant? - A los dieciséis. Quítese la otra media. Lo hago dócilmente. ¡Un trato es un trato! «¿Con una mujer?», le dije muy seriamente. Terrence ríe. - ¡Sí, con una mujer! Esta pregunta merece que se quite… el sostén. ¿Necesita ayuda? - No, gracias, creo que puedo lograrlo sola, respondo. Desabrocho mi sostén por el frente. Mis senos surgen bajo la mirada cada vez menos impasible de Terrence. Me levanto y me dirijo hacia una mesita donde están acomodadas bebidas y dulces, vestida solamente con mis bragas ligeramente transparentes. Siento la mirada ardiente de Terrence en mis nalgas. - ¿Puedo? Le digo mostrándole un macarrón. - Por supuesto, lo siento, falto a todos mis deberes, haciendo como si se levantara pero con un

gesto lo invito a quedarse sentado. Muerdo un macarrón oscuro de los más untuosos y me coloco detrás de él. Le susurro al oído: - ¿Cuál es su posición favorita? - Me agradan todas las posiciones, responde. Además estoy dispuesto a ensayar todas con usted. - ¿De verdad?, le digo inocentemente. - Creo que fue su última pregunta, señorita Scart. Rodeo el sillón y me coloco frente a Terrence. Sin decir una palabra deslizo mis bragas a lo largo de mis piernas. Estoy desnuda frente a él. Mi sexo está a la altura de su boca, me toma por la cadera y me acerca a él, coloca sus labios entre mis muslos. Una descarga eléctrica atraviesa mi cuerpo. Meto mi mano en su cabello y lo abrazo contra mí. «¡Te extrañé mucho!», suspiro. Terrence se levanta bruscamente, me levanta y me carga en su hombro como si yo no pesara nada. Tengo la impresión de ser Jane cuando la carga Tarzán. Trato de discutir cuando me doy cuenta de que intenta llevarme a otro cuarto, pasando por una puerta comunicante. - ¿Qué haces? ¿A dónde vamos? - ¿A dónde crees? A mi habitación. ¿Crees que puedo esperar más? Hace ya tres semanas que no te toco, me haces este número seductor y ¿crees que voy a controlarme más?, dice, falsamente enojado. Me da una pequeña palmada en mis nalgas desnudas. El cuarto donde estábamos formaba parte de la suite que le reservaron. Nos encontramos en una habitación lujosa y vasta, donde reina una cama inmensa con un voluptuoso cubre cama y coronado por un candelabro de cristal. Con una mano agarrando mis nalgas, me mantiene contra él y con la otra, abre la cama, esparciendo los cojines de seda, se quita el saco y me cubre con su cuerpo. Nuestras bocas se unen en un beso ardiente, siento sus manos recorrer mi piel desnuda. Mi deseo es más grande que nunca. Quiero sentir su piel contra la mía y con los dedos temblando de excitación, comienzo a desabotonar su camisa. Terrence está más impaciente que yo, y con un gesto de rabia, jala su camisa y los botones ceden. La envía muy lejos, antes de hacer lo mismo con sus zapatos, pantalón y bóxer. «Espera, espera», me dice de pronto. Se levanta, espero que vaya a buscar un preservativo. Pero se dirige hacia las cortinas de la ventana. Deshace el nudo con pompones que sostiene las pesadas cortinas. Después regresa hacia mí y toma mis manos, las cuales pone detrás de mi cabeza.

«¿Quieres?», me dice. Asiento con la cabeza, entendí a dónde quiere llegar y no estoy en contra de la idea de explorar esta vía. Terrence entrelaza mis muñecas con el cordón de terciopelo y después de algunas contorsiones logra amarrarme a una esquina de la cama. Esta puesta en escena no hace más que aumentar mi excitación, y si puedo juzgar por la rigidez del sexo de Terrence, él siente lo mismo. Me mira, satisfecho del espectáculo. «Finalmente, creo que puedo esperar un poco» me dice con una sonrisita, cubriendo mi rostro con una mirada impaciente. Se arrodilla frente a la cama y comienza a cubrir mi cuerpo con besos. Tengo la sensación de que mi cuerpo arde con cada contacto de sus labios. Pero Terrence se detiene, me mira con aire pensativo y descuelga el teléfono ultramoderno acomodado en un mueble Louis XVI. Llama al servicio de cuarto y pide varias cosas. - ¿Tienes hambre? Le digo intrigada. - ¡Sobre todo de ti, Zoé!, me responde sonriendo, después cosquillea mis senos con su lengua. Muero de ganas de tocarlo, pero no puedo por esta imposibilidad que no hace más que acrecentar mis ganas de sentir su piel en mis manos. Escucho un ruido en la habitación de al lado y me invade el pánico, estoy desnuda, amarrada a la cama. No me puedo liberar, desesperada, miro a Terrence que parece divertirse. «Un momento», dice Terrence levantando la voz. Después se aleja y empuja una puerta que no había visto. Sale vestido de una gruesa bata de baño, que gracias a Dios, esconde su erección. Después sale tranquilamente de la habitación. Escucho ruidos de una conversación y de pronto, una detonación. Me siento muy vulnerable, con las muñecas atadas, no puedo escaparme. Termino por entender mi hipótesis, ¡seguramente saltó un tapón de champaña! ¡Calma, Zoé! Terrence regresa unos segundos después y empujando un carrito cargado, de donde emerge un cubo de hielo. «¿Tienes sed?», me pregunta y como le digo que sí, llena una copa de champaña y la lleva a mis labios. El líquido burbujeante hace girar un poco mi cabeza y enciende mis sentidos. Terrence bebe en la misma botella, la cual vuelve a poner en el carrito, de donde saca luego un sifón plateado.

«¿Quieres probar?» Acepto. «Cierra los ojos», me dice. Dócil, abro la boca y cierro los ojos. Una suave espuma ligera y untuosa, con ligero sabor a vainilla, llena mi boca. Sin duda es la mejor chantilly que he probado jamás. «¿Te gusta? Es mi turno.» Terrence diseña dos estelas con esta crema untuosa en mis piernas y comienza a lamerlas. El contacto de su lengua en mi piel me electriza hasta la punta de los pies. Toma su tiempo para subir hasta mi entrepierna, sobre la que diseña algunas formas de chantilly y comienza a quitar con pequeñas lamidas rápidas, cada vez más insistentes. Pego mi sexo contra su lengua, que se insinúa entre mis labios mayores, acaricia mi clítoris y se introduce en mi vagina. Estoy al borde del orgasmo, pero se detiene justo a tiempo. Desata un poco los nudos para que me pueda voltear. Estoy sobre mi vientre, con las muñecas amarradas. Escucho el ruido del sifón que se pone en marcha y una sensación de frescura se expande sobre mis nalgas, remplazado muy rápido por el calor de las manos de Terrence que se pone a amasarlas. El olor avainillado cosquillea mi nariz. «¡Quiero!», le imploro. Terrence suelta una risa antes de acercar su índice lleno de crema en mi boca. Lo atrapo y lo succiono golosamente hasta que no queda nada de chantilly. Terrence hunde su nariz entre mis nalgas, que lame con vigor. Sobreexcitada, me levanto sobre las rodillas, con las piernas separadas, me ofrezco, con las manos atadas al techo de la cama. Terrence se levanta y va hacia el baño de donde sale con un preservativo puesto. Da la vuelta a la cama para colocarse detrás de mí. Volteo hacia el gran espejo en la pared, para ver lo que pasa a mis espaldas. Veo que se arrodilla detrás de mí en la cama, con el sexo colocado a algunos centímetros de mis nalgas arqueadas, aún pintadas de blanco. Toma mi cintura con una mano, toma su pene con la otra y lo pasea entre mis nalgas. Se pierde en la parte baja y lo introduce en mi sexo, que lo esperaba ansioso. Está agarrando mi cintura con sus dos manos y sus vaivenes, al principio lentos, se hacen cada vez más rápidos. Amo la sensación de mis nalgas tocando su vientre. Tengo la impresión que su miembro se introduce cada vez más profundamente en mi vagina, que parece abrirse más a cada golpe de placer. No puedo retener mis gemidos, lo que parece excitar aún más a Terrence, que acelera el ritmo. Siento que pierdo el control de mis sentidos; siento un orgasmo violento, brutal, mientras siento el cuerpo de Terrence estirarse después un último asalto. «¡Pero no podemos dormir ahí!»

Terrence me liberó de mis lazos. Ahora que estoy en mis sentidos, enloquezco por el espectáculo de las sábanas, llenas de chantilly. - Voy a pedir que hagan de nuevo la cama, dice Terrence dirigiéndose hacia el teléfono. - ¡No! ¡No!, grité enloquecida. ¿Qué crees que van a imaginar al ver todo esto? - Que hicimos el amor con chantilly, me responde con la mano en el teléfono y una sonrisa en los labios. Estoy seguro de que han visto cosas peores. Pero quédate tranquila, agrega viéndome cremosa, guardaré las apariencias diciendo que volteé el sifón sobre la cama accidentalmente. Dejaré una gran propina para la persona que venga a hacerlo, me parece lo mínimo. Hace una llamada para dar instrucciones. - Van a venir… ¿qué hacemos? - Usted, jovencita, irá a la ducha de inmediato. Haré que nos traigan algo de comer. Adoro la comida de Alain Ducasse, que dirige la cocina del hotel. Estoy seguro de que te va a encantar. Corre, van a llegar. Saben ser rápidos y eficaces en los palacios. Y me toma la mano para llevarme al baño. Es muy suntuoso, de mármol de Carrara blanco con vetas negras. Terrence me guía hacia la ducha. Comienza a enjabonarme para retirar los restos blancos que están en mi cuerpo. Me ocupo de limpiar el suyo. Su torso fuerte y liso y sus nalgas musculosas despiertan mi deseo, apenas satisfecho. Su miembro comienza a levantarse, mi cuerpo desnudo y brillante tiene el mismo efecto. Nuestros movimientos se hacen más intensos. Sus manos se quedan sobre mi pecho. Muerdo su pecho, acaricio su sexo duro y lo presiono contra mi vientre. A pesar del agua que corre, escucho ruido en la habitación de al lado. ¡Alguien está limpiando «la escena del crimen»! Eso no parece perturbar a Terrence, que me coloca contra la pared de mármol frío y me levanta tomándome por los muslos para que mi sexo esté a la altura del suyo. Trato de protestar a media voz, incómoda por la presencia ajena justo al lado, pero me abraza para que me quede callada, llenando mi boca con su lengua imperiosa, antes de ponerse otro preservativo e introducirse en mí. Con las piernas enredadas alrededor de él, me agarro de sus hombros mientras me toma con un nuevo vigor. El agua cae sobre nosotros, mi cabello se pega a mi cara. Me muerdo los labios para no gemir con las sacudidas, que me inundan de un placer infinito. Estoy aterrada con que el ama de llaves entre al baño, o nos escuche, pero al mismo tiempo, esta inquietud vuelve más intensas mis emociones y mi excitación. El orgasmo llega, barriendo todos mis miedos. Viendo esto, Terrence se retira rápidamente para terminar fuera de mí. Nos quedamos unos instantes juntos, uno contra el otro, de pie bajo el agua caliente, mientras los latidos de nuestros corazones se calman lentamente. Al cabo de algunos minutos, Terrence cierra la llave del agua. Escucho el sonido de la puerta de la habitación que se cierra.

4. La hora de la verdad

«¡De pie, jovencita!» Mmm… Trato de abrir un ojo pero hundo mi nariz en las sábanas de algodón egipcio. Hicimos el amor casi toda la noche y me cuesta trabajo despertarme. No tengo ganas de salir de esta cama que acoge nuestros encuentros ardientes. O una parte… ¡donde estaba cubierta de chantilly! Pero Terrence decidió no dejarme dormir y recorre mi cuello con pequeños besos que apartan mi torpeza y despiertan mis sentidos. Lo atrapo por el cuello y lo beso. - No Zoé, no tengo tiempo, me dice Terrence empujándome suavemente, me encantaría pero tengo un avión que tomar. Mira, pedí el desayuno. - ¿Qué?, le digo, de pronto bien despierta. Pero ¿no harás una emisión en vivo en la tele esta noche? Escuché… - Querida, el programa fue grabado ayer, lo demás será en directo. En la televisión también hacemos trampas algunas veces. - Entonces te vas, le digo decepcionada. - Pero ¿nos veremos muy pronto, no?, me dice sonriendo. Pero, frente a mi silencio repite su pregunta con un tono más inquieto: - ¿No? ¿No tienes intenciones de regresar a Los Ángeles? - Sí, por supuesto, pero no he planeado nada, tengo la boda de mi tía el sábado… Ah, estás invitado, le digo sonriendo. - ¿El sábado? Qué lástima, estaré en Roma. Más entrevistas… Desafortunadamente, no todas las periodistas hacen preguntas en ropa interior, me dice con una sonrisa coqueta. Puedo ir a buscarte el domingo después de mediodía, pasaré en el jet… Aprovecharemos el viaje para hablar de un proyecto que tengo en mente. - También tengo un proyecto en mente. - ¿Ah sí? ¿Qué es? - No, ahora no, tengo una idea pero tengo que trabajarla un poco antes de hablarla. Veremos después de la boda. - No me dijiste en dónde sería. - En un barco en el Sena. La Bagatelle. Será muy romántico, no se ve bling bling. Fui a verlo, está bonito, no es de esos barcos enormes para turistas; pertenece a un primo del novio, es su regalo de bodas. - Un bonito regalo. No soy un fan de las bodas, pero comienzo a lamentar no poder estar ahí, dice

Terrence, pensativo. - A decir verdad, no tenía muchas ganas de que me acompañaras. No quiero a todos mirándome toda la tarde, ni quiero responder preguntas, que no van a faltar… Además no quiero que me veas con el horrible vestido de dama de honor que tendré que ponerme. Estallo de risa de los montones de listones color mostaza en los que debo mostrarme. Le cuento el ensayo a Terrence, muy curioso ante mi risa. - Hubiera adorado verte allá, ríe. Me mostrarás las fotos… Me hubiese encantado volver a ver a tu tía, la encuentro encantadora. - Oh, vil seductor, te recuerdo que se casa, le digo falsamente enojada. - Lástima, voy a tener que contentarme con la sobrina, bromea Terrence antes de tomarme en sus brazos. Trata de cubrirme de besos mientras simulo que me defiendo. Dejo a Terrence y me siento triste de estar de nuevo separada de él por algún tiempo, pero feliz de que hayamos regresado. Sólo hay una sombra en el cuadro: el embarazo de Erika, pero trato de no pensar en ello porque no tenemos los resultados del test de paternidad. Embriagada por las caricias y los besos de Terrence, no me di cuenta de que era tarde. Tengo una cita con Rose Belmont en su banco y tengo que apresurarme si quiero llegar a tiempo. Cuando llego al establecimiento, me doy cuenta de que ya me está esperando. Una mascada detiene su cabello, cubierta por un abrigo ligero, extremadamente bien cortado, su elegancia me sorprende de nuevo. Entramos en el banco donde nos conducen a la sala de los cofres. Una vez solas, abre el suyo. «Estoy un poco conmovida, hacía años que no veía todo esto», me dice ella con la voz ahogada. Saca varios documentos del cofre. Efectivamente, veo los papeles del divorcio, pero también veo muchas fotos, algunas un poco dañadas, donde reconozco a Terrence, niño, con su madre. Sin duda, es la mujer que está a mi lado, con lágrimas en los ojos. - Se las confío, me dice. Sí, sí, insiste mientras abro la boca para protestar. Deles el uso que quiera, confío en usted, agrega sacando una bolsita de cuero de su bolso Kelly d’Hermès y llenándola de documentos, antes de extendérmela con un aire resuelto. - Rose, le creo. Le dije que le ayudaría a encontrar a su hijo en cuanto tuviera la prueba de su identidad y ya la tengo. Sin duda no me quedaré sin hacer nada, Terrence tiene que saber que su madre, a quien amaba tanto, no está muerta. No puedo quedarme callada. Las lágrimas resbalan por las mejillas de Rose, que me toma en sus brazos. «Hasta ahora, continúo, está inflexible cuando trato de tocar el tema, pero encontraré una forma de hablarle.» Salimos del banco. En la acera, Rose me agradece efusivamente. La miro irse en un taxi y me

dirijo a la estación del metro. Me siento un poco incómoda, no sé por qué. Al principio me siento algo culpable por actuar así a espaldas de Terrence, aún si estoy segura de haber actuado bien. ¿Qué pasará cuando se entere de que volví a ver varias veces a Rose a pesar de que me dijo que no me metiera en esa parte de su vida? Tengo un sabor amargo en la boca. Además, algo me intriga: ¿de dónde viene la fortuna de Rose? Porque, obviamente, es rica. Siempre está vestida sobriamente, pero su ropa con tan buen corte fue realizada por grandes diseñadores. Anda en aviones, se desplaza en taxi, su lujoso bolso Hermès no es una copia. Cuando nos vimos en Los Ángeles, me dijo que había recibido una herencia, gracias a la cual creó una fundación para niños sin hogar. ¿Pero qué heredó? Ella misma me contó que proviene de un medio muy modesto, que no tenía familia… Algo me dice que Rose también tiene secretos y eso me hace sentir mal. Me acuerdo de su angustia cuando le dije que Ethel, la abuela de Terrence, no se podría mostrar tan cruel mintiendo a una madre sobre la muerte de su hijo. ¿Rose tendrá cosas que reprocharse? Decido dejar estas preguntas en suspenso para interesarme un poco por mí. Con todas las emociones de los últimos días no he trabajado nada en mi novela. Sin embargo, estoy casi por terminar. Pero escojo dejarlo un poco, mientras asimilo la famosa idea que evoqué frente a Terrence: ¡tengo en la cabeza el proyecto de una serie! Terrence tiene una casa productora que trabaja tanto para el cine como para la televisión. Cuando les conté a mis abuelos, a mi tía y a Benjamin mi vida en Hollywood, viendo sus reacciones divertidas, me dije que sería buena idea hacer una serie de televisión. No de mi vida, claro está, sino las aventuras de una francesa en Hollywood que no conoce nada de los códigos del cine y que se encuentra en el corazón de la máquina de sueños y descubre sus misterios, las pequeñas mentiras y otros engaños. Todo en comedia, por supuesto. Con su influencia en el medio, estoy segura de que Terrence podrá obtener de sus colegas stars bellos cameos. Ya tengo en mente un escenario para el primer episodio y una lista de personajes y me pongo a trabajar en mi computadora. Emocionada por este nuevo proyecto, no siento cómo pasa el tiempo. El ruido característico de una llamada de Skype me regresa a la realidad. ¡Rayos! Olvidé desconectarme. Me llama James, no puedo ignorarlo, puede ver que estoy disponible. Me conecto. Pero en lugar de ver en mi pantalla el rostro de James, es el de su hermana el que aparece, ¡Erika! Me quedo boquiabierta. - Hi, Zoé. Perdón por sorprenderte, no quería tenderte una trampa, pero usé la computadora y la cuenta de James, no tengo cuenta de Skype ni tu nombre de usuario. - No te preocupes, Erika. ¿Cómo estás? «¿Cómo estás?» Es todo lo que se me ocurre decirle. Pero que más podría decir, dado lo que pasó la última vez que la vi ¡y de lo que me enteré después! Enseguida, veo que su cuerpo ha cambiado un poco en estas dos semanas, su pecho está redondeado bajo su camiseta y deja ver cómo nace un pequeño vientre. Está embarazada, no hay duda alguna. «Estoy bien, me dice con la dulce sonrisa que le conozco. Discúlpame por no haberte dado noticias… » ¡Soy yo quien debería preguntar por ella!

«… pero creo que te debo una explicación sobre lo que pasó la última vez que nos vimos. Tenía la intención de hablarte el lunes en el rodaje, pero descubrí que el consultante que habías remplazado estaba de regreso, después supe que volviste a Francia para la boda de tu tía.» La miro sin saber qué decir, sonrío tontamente, pero parece ser suficiente para motivarla a continuar. - No sé cuando vuelves y no quiero hablar de eso por teléfono. Pensé en Skype ¿te molesta? - Para nada, le digo escondiendo la angustia que me tiene apresada por lo que seguirá. - Nunca te conté, pero pensaba que nunca podría tener hijos. Tuve una infección de las trompas y los médicos me hicieron entender que debía olvidar mis proyectos de maternidad. Fue un choque cuando resentí los primeros síntomas y fue mayor cuando hice el test. Estaba desolada por estar embarazada de un hijo que no tendría padre, que no era deseado, pero finalmente… ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Me dirá que Terrence es el padre! «… finalmente, me dije que este hijo era un don del cielo, un milagro. Y que de todas maneras lo amaré doblemente. No importa lo que haga su padre.» Deja de hablar y parece esperar una reacción mía. - ¿Quieres hablar de Terrence?, le digo tímidamente. - No tenía la intención de contarle a nadie lo que pasó entre Terrence y yo. Y no quiero mentirte, estoy enamorada de Terrence desde hace mucho tiempo, confiesa Erika con una infinita tristeza. Trato de guardar mi aire impasible tanto como puedo, pero esta conversación, casi monólogo, ¡es una verdadera tortura! «Pero siempre supe que mis sentimientos no eran recíprocos. Esa noche me acosté con él con conocimiento de causa. Fue un error de mi parte, subestimé mis sentimientos por él. Antes, frecuentarlo no era un sufrimiento, pero sí lo fue después de esa noche. Hacía como si nada pasara, pero el simple hecho de verlo besar a su coestrella me ponía loca de disgusto. Comprendí mi error rápidamente.» Continúa, más pausadamente, como si buscara sus palabras. - Unos días después fui a una reunión y me acosté con alguien, sólo para probarme que podía hacerlo, para olvidar, para castigarme, no lo sé. Además sin protección. - Pero entonces, el bebé… balbuceo, bajo el golpe de esta revelación. - Cuando te dije que era de Terrence, fue porque lo esperaba. Tenía mucha vergüenza como para confesar que no sabía quién era el padre del niño. Erika pone sus manos en su rostro y veo lágrimas resbalar entre sus dedos. Me siento muy mal, a kilómetros de ella, ¿cómo puedo ayudarla?

- Erika… - No es nada, estoy bien, dice esbozando una pobre sonrisa y limpiándose las lágrimas. No sé si supiste estando en París, pero Terrence vino a verme. No te preocupes, no estoy enojada contigo, hiciste tu deber de amiga hablándole y te lo agradezco, querías protegerme. Estoy muy avergonzada frente a mi pantalla. Me siento horriblemente culpable y no puedo decirle a Erika que yo no dije nada, sino que Terrence supo porque huí cuando me enteré. ¡Porque somos amantes! «Me pidió que hiciera un test de paternidad.» ¿Y? ¿Y? «Y, dice ella después de una pausa que me parece que dura siglos, este niño no es de Terrence, te llamé para decírtelo.» Es como si un peso enorme cayera de mi pecho. No sé cómo logro mantener la calma, pero estoy sumergida en un profundo sentimiento de alivio y de alegría. Logro no dejarme llevar ni pensar en las repercusiones que esta noticia tendrá en la relación de Terrence y mía, para concentrarme en Erika. - ¿Se lo dirás al padre?, le pregunto. - Aún no lo sé, voy a pensarlo. No siento nada por este hombre. Como te dije, este niño es para mí, un regalo, lo tomaré como tal. Me siento capaz de hacerlo feliz aunque esté sola. Y si le falta una figura masculina, tendrá a su tío James, quien está, como imaginas, loco de alegría. - ¿Estás feliz, Erika? - Contra lo esperado, sí, estoy feliz; voy a ser madre, no creía que eso fuera posible, me dice, visiblemente conmovida. - Entonces, estoy feliz por ti. En ese momento suena mi celular. Es Terrence, quiere darme los resultados del test. No estoy segura de contestar. - Adelante, contesta, me dice Erika. De todos modos, tengo una cita con la partera y estoy retrasada. Estoy contenta de habértelo dicho Zoé, espero verte muy pronto. - Adiós Erika, nos vemos. Miro la pantalla de mi computadora donde la ventana Skype acaba de cerrarse. Mi teléfono sigue sonando. Contesto. «Hola ¿Terrence? Sí, lo sé… »

5. Boda en el Sena

«Tú eres la próxima, querida», me murmura tiernamente al oído mi abuela. Frente a nosotros, Hélène y Mathieu, los recién casados, se dejan fotografiar, con NotreDame de fondo. El barco está todavía anclado en el muelle, nos iremos a navegar por el Sena un poco más tarde. «Eso me sorprendería, abuela» le digo con una mueca, no muy segura. De pronto, escucho resonar la voz de Bertille detrás de mí. - Entonces, Zoé, ¿no tienes acompañante? - No, como puedes ver. - Es una lástima, con un vestido tan bonito, me dice inocentemente. Debo reconocer que se ve resplandeciente en su vestido negro y plateado, su gran cabellera pelirroja con una banda de plata de una sola pieza, combinado con tacones altísimos a pesar de su metro setenta y cinco. - Viniste sola también, si me lo permites, replico. - Mi prometido está en Nueva York. Mañana lo alcanzo. Por otro lado, no te he enseñado mi anillo, me dice acercando su anular a mi nariz, es de plata con una piedra incrustada. ¡No está nada mal! «Ah sí, al menos es discreto», digo sin que Bertille parezca notar la ironía. Me alejo después de proponerle a mi abuela ir a buscar una copa de champaña, no tengo ganas de dejar que Bertille me arruine la velada. Mi tía Hélène se casa, sin duda es el día más feliz de su vida, lo que significa que también es muy importante para mí, porque la amo mucho. Bertille obtuvo lo que quiso, tengo puesto este vestido mostaza, arreglado, lo suficiente para volverlo usable, pero mi abuela dice que está magnífico, dice que me veo magnífica con él, es lo importante. Puedo caminar con la cabeza en alto… Bueno, no tanto, ¡debo tener cuidado de no tropezarme con esta horrible prenda horrorosa! Junto al bar, encuentro a Benjamin. Mi tía lo conoce desde la infancia, pasó mucho tiempo en nuestra casa, lógicamente lo invitó cuando supo que estaba en París. - Dios mío, qué vestido Zoé, no tuve la oportunidad de hablarte en el ayuntamiento… pero… es… es…

- Horrible, lo sé. No te preocupes, fue una jugada de Bertille, no tengo nada que ver. - ¡Ah! Dice aliviado, me preguntaba si el sol y la fastuosidad de Los Ángeles no te habían hecho perder la noción y el sentido de la sobriedad. Estallamos de risa. - Sin embargo, te encuentro muy bella. Lo estarás aún más cuando uses un vestido de novia. - ¡Oh! No será pronto… - Depende de ti que lo sea. Ups. ¿Es una pregunta? Miro extrañada a Benjamin, que parece incómodo. - Benjamin, comienzo a hablar sin saber realmente qué decir. - Discúlpame, me dice con una sonrisa tranquila, no debí decir eso. Te vi el otro día con Terrence Grant. Entendí que para nosotros ya era muy tarde. También sé que lo era antes de que lo conocieras. Pero es verdad que a veces te imaginé de novia, tomada de mi brazo, es más, volví a pensarlo hoy. No sé qué responderle a Benjamin, lo quiero con ternura, pero no estoy enamorada de él y no soporto la idea de que sufra por mí. «Eh, ¡todo está bien!, dice alarmado al ver mi rostro descompuesto. La vida es larga y apenas comienza. Nunca olvidaré lo que pasó entre nosotros, siempre te querré pero no tengo la intención de quedarme solo e inconsolable, te lo aseguro, dice con aplomo y humor. Por ejemplo, en este momento iré a seducir a esa encantadora joven, que creo que es prima del novio, parecía interesarse en mi número de teléfono.» Después de darme un beso en la mejilla, Benjamin se aleja para perderse entre los invitados que invadieron el barco. Me quedo sola con las dos copas y mi vista perdida en el horizonte. Mi historia con Benjamin forma parte de mi pasado, pero ¿qué hay de lo que me une a Terrence? Como me lo hizo ver la encantadora Bertille, en este día importante estoy sola. Estoy perdida en mis pensamientos, entre nostalgia y miedo del futuro cuando nos dicen que los novios abrirán el baile. De pronto, escucho que me susurran al oído: «Dígame, coronel Mostaza, ¿me concedería esta pieza?» Mi corazón se acelera. Volteo y veo a… ¡Terrence! - Pero, ¿qué haces aquí? - ¿No me dijiste que estaba invitado? Así que vine, ¿bailamos? Me toma por el brazo, coloca las copas en el buffet y me lleva a la pista. Miro de reojo a mi alrededor y veo miradas sorprendidas sobre nosotros. Escucho, cada vez más fuerte un rumor que

cubre casi la música. - ¡Qué vestido!, exclama Terrence. No me lo hubiera perdido por nada del mundo. Afortunadamente, me diste el nombre del barco, no me costó mucho trabajo encontrarlo. Bueno, confieso que fue una de mis asistentes quien lo encontró, ¿y si nos besamos? - ¡No te atrevas a besarme! Le digo, presa del pánico. Todo el mundo nos mira y tengo la impresión que hay más cámaras listas que en Cannes para la alfombra roja. - ¿No te da gusto verme?, me pregunta, divertido. - Sí, claro, le digo alejándome un poco, pero él acerca su rostro al mío peligrosamente. Pero por favor, seamos discretos. - Con tu vestido, va a ser difícil, dice. No puedo evitar reírme. Sigo riendo hasta que veo a Bertille en la orilla de la pista de baile: su rostro está tan rojo como su cabello, ¡parece que va a sofocarse! Lo que temía no pasó. Algunos invitados se quisieron fotografiar con Terrence, sobre todo los más jóvenes, pero aceptó las proposiciones sin perder su buen humor, a todo el mundo le pareció agradable y después lo dejaron en paz. Mi tía Hélène le hizo llegar el mensaje: estaba ahí porque ella lo invitó, para agradecerle de haberme cuidado en Los Ángeles, él le había hecho el honor de aceptar su invitación y basta. Gracias por dejarlo en paz. Bertille trató de acomodarse a su lado en la mesa, pero mi abuela que no siempre es víctima de sus engaños, la apartó. Y fue con mi abuela con quien Terrence habló casi todo el tiempo en la comida. Me costó acomodarme, pero me sentí en las nubes, aproveché para coquetearle con mi pie bajo la mesa. Después los dejé conversando para ir a admirar el paisaje desde el puente. El barquito dejó el muelle y miro las luces de París destellar. Me siento muy bien. De pronto siento la presencia de Terrence detrás de mí. - Tengo que irme, me dice. Cambié mi agenda para escapar esta noche, Brad está tomando un descanso en Roma, pero debo estar en Los Ángeles mañana. ¿Vienes conmigo? - Sí, voy, le digo. Los recién casados pronto dejarán la fiesta para ir a su habitación en el palacio que les ofreciste para el fin de semana. Es muy generoso de tu parte, porque no pueden irse enseguida de viaje de bodas por el trabajo y de todos modos, no tienen tanto dinero. Señor Grant, usted es un tipo elegante y yo me controlo para no arrojármele. Sí, vámonos, mis cosas están casi listas, sólo tengo que ir por ellas. - Muy bien, ¿puedo besarte ahora? Estamos solos, es de noche. Sin esperar mi respuesta, Terrence me toma en sus brazos y me da un beso ardiente. Me abandono a sus labios apasionados, a su lengua insistente, cuando escucho un grito detrás de él. Nos separamos un poco y veo a Bertille, con la mano cubriendo su boca abierta. Nos miramos de arriba abajo un momento y después gira sobre sus talones y se va sin decir nada.

- Un golpe duro para su ego. Nunca hubiera pensado que tuviéramos este tipo de relación. La buena noticia es que no le dirá a nadie: ha de ser incomprensible para ella, que puedas verme mientras ella está aquí. ¡No es algo de lo que se enorgullezca! - Sin embargo, entre ella y tú, no hay nada en común. Chicas como ella, hay en todos lados. ¡Como tú, no se ven muy seguido! - Solamente en Los Ángeles, llorando frente a las discotecas. Si crees que vas a robarme otro beso con tus halagos viles, te equivocas. ¡Vamos a despedirnos de Hélène, Mathieu, mis abuelos y partamos! «Zoé, quería hablarte de un proyecto», comienza Terrence. Pero lo interrumpo: «No, espera, déjame hablarte del mío.» Estamos instalados en su jet privado y en este momento sobrevolamos el Atlántico. No somos los únicos a bordo, una parte del equipo que acompañaba al tour de promoción está presente. Jane Kilding, si entendí bien, se quedó a hacer shopping en Londres. Nos alejamos de los oídos indiscretos en la parte trasera del jet, en dos enormes asientos de cuero beige convertibles en camas muy cómodas. «Excelente, pensé… » Y le describo mi idea de serie de televisión, resumiendo el guión de lo que podría ser el piloto. «A grandes rasgos. Si quieres echar un vistazo, escribí una sinopsis bastante detallada y una lista de personajes. Imprimí todo, está en mi bolso… » Terrence me mira con admiración. - ¡Es una idea genial, Zoé! - ¿Lo crees? Le digo un poco incómoda por su entusiasmo que me parece algo exagerado. - Si, de verdad, insiste. No es el hombre con el que te acuestas quien te habla, es un reconocido productor. Soy conocido en el medio por no regalar nada. Tienes algo, eso es seguro. Por supuesto, necesitas trabajar mucho, para que aprendas algunas reglas de escritura de guiones, etc. Pero por lo que puedo ver, aprendes rápido y te adaptas bien. Creo en ti. Es de eso de lo que quería hablarte, quería proponerte hacer un ensayo con mi team de guionistas que desarrollan proyectos televisivos. - ¿En serio? ¿Por qué? Le digo francamente sorprendida. - Porque te gusta escribir historias y quieres ser escritora; ¿sabes cuantos grandes de la literatura han trabajado para los estudios? Fitzgerald, Dorothy Parker, ¡incluso Aldous Huxley! Y aún hoy, mira a James Ellroy, entre varios otros. Pienso que al comienzo aprenderás mucho y te divertirás también y que sería un trabajo ideal para que afines tu técnica narrativa y ganarás tu independencia financiera. No es mala idea ¡porque tienes tu proyecto de serie! En cuanto lleguemos a Los Angeles, te llevo a mi sociedad y te presento al equipo, para que te

familiarices con su forma de trabajar. Después firmaremos un contrato de opción, que te garantizará derechos como autor y guionista y un adelanto para el desarrollo del guión y… - Oh, vas muy rápido. Ok, entendí que te interesó, hablaremos de ello en tierra firme. Estoy muy cansada, ¿dormimos un poco? - ¿Ya has hecho el amor en el cielo?, me susurra Terrence. - No, ¡pero no creo hacerlo esta vez! Hay demasiada gente, digo antes de comenzar a reír. Me gustaría poder recargar mi cabeza en su hombro, darle la mano, pero tengo que tener cuidado con las miradas de los demás. Su equipo tiene la costumbre de verme a su alrededor, así que no es extraño que Terrence se detenga en París con su jet para buscarme, es lo que hace normalmente por sus amigos o sus relaciones de trabajo. No creo que hayan comprendido la proporción de nuestra relación, o en todo caso, no dejan aparentar nada. De todos modos, prefiero guardar las apariencias. Me volteo hacia la ventanilla, cubierta por una suave cobija, lista para dormir. - ¿Puedo darle una hojeada a tu sinopsis? Me pregunta Terrence. - Claro, murmuro, medio dormida. Tómalo, está en mi bolso negro. Me apresuro a abandonarme a los brazos de Morfeo cuando un rugido me hace sobresaltarme. Pasmada, volteo hacia Terrence quien tiene en su mano la bolsa de cuero donde Rose Belmont metió sus papeles de divorcio y sus fotos familiares. En mi torpeza, había olvidado completamente que todo estaba en mi bolso: Terrence sostiene dos fotos en su mano y mira con dolor el resto. Me quedo congelada. «Terrence, articulo con dificultad, puedo explicarlo todo... »

6. Revelaciones

- Terrence, di algo. Lo siento, hubiera querido hablarte de esto antes, pero quería estar segura. - Por favor, Zoé. Yo… necesito estar solo. Un poco despavorido, Terrence deja su asiento y se dirige a la parte salón del jet privado. Se instala en el sofá de cuero color crema, de espaldas a mí, con la cabeza entre las manos. Yo miro hacia la parte delantera del avión, pero los otros pasajeros, el equipo de la promoción de la película, parecen dormir, abrigados en sus cobijas, y de cualquier forma estamos demasiado lejos, con el ruido del avión, sin duda no escucharon nada de nuestra conversación. Ordeno en mi bolso los papeles de divorcio y las fotos que Terrence descubrió. Debo confesarle todo: que conocí a esta mujer que dice ser su madre, Rose Belmont, que la volví a ver varias veces y cómo me convenció de su identidad. Le conté todo lo que ella me dijo, su accidente que la dejó incapacitada varios meses, que enseguida lo creyó muerto y que no se enteró de que estaba vivo hasta hace poco; que también intentó reunirse con él, pero que su entorno profesional le hizo barrera, tomándola como una loca, como una fan que había perdido la cabeza, y que es por eso que se dirigió a mí. Terrence me escuchó casi sin hacer preguntas, sucesivamente aterrado, escéptico, atónito, abatido, y luego, se quedó mucho tiempo silencioso, con los ojos fijos en los míos, como si se diera cuenta poco a poco de la magnitud de lo que le acababa de contar. Yo no quería que esto pasara así, si no hubiera descubierto esos documentos, lo hubiera preparado para esta revelación, hubiera ido con suavidad. No me atrevo a pensar en lo que debe estar sintiendo en este momento. Suponiendo que ahora cree que su madre está viva, ¿cómo podría alegrarse por esto con todos los dramas y las mentiras que implica? Me siento muy mal por esto: ¡qué impresión para él! Al mismo tiempo, no logro arrepentirme de lo que hice: ¿no era mí deber descubrir si la madre de Terrence, que se creía muerta, estaba viva? ¿Podría dejar al hombre que amo ignorar una parte tan importante de su vida? Hace horas que Terrence está refugiado en el otro extremo del avión y no me atrevo a ir a encontrarme con él. Lo mejor que puedo hacer es dormir esperando llegar a Los Ángeles, pero ¿cómo podría hacerlo con lo que acaba de pasar? No dejo de girarme sobre mi asiento-cama. Terrence tampoco parece estar cerca de dormir, no se ha movido ni un centímetro desde que me dejó. Termino por caer en un semi-sueño agitado cuando percibo un movimiento cerca de mí, el cual me arranca inmediatamente a mi somnolencia. Descubro que Terrence regresó a sentarse; está pálido y sus ojos verdes tienen un brillo extraño. «Zoé, pronto vamos a aterrizar, deberías volver a ponerte el cinturón», me dice con una calma que me congela la sangre. Estoy aliviada: ¡es frío, pero por lo menos me habla! ¡Había pensado que jamás me volvería a dirigir la palabra!

- Pero… ¿qué vas a hacer ahora?, le digo, inquieta por su repentino desapego. - ¿Quieres decir con respecto a mi… madre?, me dice pronunciando esa última palabra con una especie de repulsión. Sabes, lo pensé bien. Todo lo que me dijiste me parece muy convincente, pero hoy en día, con dinero, se puede comprar cualquier cosa: falsos papeles de divorcio que parecen auténticos, una nueva identidad, incluso un nuevo rostro, ¡si pienso en algunos, y sobre todo, algunas de mis colegas!, agrega con una pequeña risa seca. No puedo creer que sea capaz de bromear en un momento así; sin embargo, la expresión de su rostro, dolorosamente tenso, y su tono amargo, contradicen la ligereza de sus comentarios. «En resumen, no me queda más que una sola cosa por hacer, retoma; si quiero saber si mi madre está realmente viva, no tengo más que hacerle la pregunta a mi abuela. Y eso no será en más de una hora porque ella está en este momento en mi casa.» ¡Ethel! ¡Mi sangre se congela al pensar en la reacción de la temible Ethel! «Y debo pedirte que vengas conmigo», agrega Terrence. ¡Si él se ve muy tranquilo, por mi lado, estoy en pánico! - Pero… ¿Pero por qué? Terrence, ella ya me odia, no va a… - No tengas miedo, me interrumpe con una voz templada, poniendo su mano en mi brazo como para tranquilizarme, no la dejaré meterse contigo, pero necesito que estés ahí. Sólo tú escuchaste la versión de… esta mujer, tú podrás ver si hay fallos en las respuestas de mi abuela y revelar su contradicción… si es necesario. Porque, en este momento, Zoé, quiero darle a mi abuela, la mujer que me educó, quien me dio todo su amor durante todos estos años, el beneficio de la duda. ¿Lo merece, no crees?, me dice fijando sus ojos en los míos. Yo meneo la cabeza en señal de asentimiento. Volver a ver a Ethel es una prueba, después de lo que la escuché decir acerca de mí y sobre todo en tales circunstancias, pero sé que esta vez no se trata de mí, sino de Terrence, debo estar a su lado, pase lo que pase, y no solamente porque yo estoy en el origen de estas revelaciones, el hecho de que Terrence considere la posibilidad de que la mujer que dice ser Rose Belmont no sea su madre, me ha estremecido un poco; algo en mí me dice que ella no mintió. Tengo más razones que Terrence para estar convencida: en primer lugar, conocí a Rose y me pude hacer una idea de su personalidad. Enseguida, sé que Isabella es su aliada e Isabella es una mujer de fiar, ¡dudo que ella sea una pieza de una enorme conspiración! No obstante, comprendo que Terrence tenga problemas para aceptar la idea de que su abuela haya podido mentirle acerca de un tema tan grave. Él la ama infinitamente, a pesar de su carácter poco cómodo, y debo admitir que ella también lo quiere profundamente. «Por supuesto, Terrence, voy contigo», le digo tomándolo de la mano. No la retira, pero la siento helada e inerte en la mía. Mi corazón se estrecha: ¿qué va a quedar de

nuestra relación después del paso del ciclón en el cual acabamos de penetrar? Es muy temprano cuando desembarcamos en Los Ángeles. A pesar de la hora matinal, puedo sentir la diferencia de temperatura entre aquí y París. El otoño tiene retraso. Me quito el saco; me cambié antes de partir, cambié mi horrible vestido color mostaza por unos jeans Slim y un suéter de algodón gris que me mantienen casi caliente. Terrence aún trae puesto el traje que tenía en la boda y su casida, desabotonada, está toda arrugada. Había planeado cambiarse en el avión, pero no hizo nada de eso. Al verlo así, con el cabello despeinado, la barba naciente, lo encuentro terriblemente apuesto, pero también muy vulnerable, y una inmensa tristeza me invade: veo bien que, a pesar de su apariencia indiferente, está aquejado y quisiera poder tomarlo en mis brazos y decirle cuánto lo amo, pero no hago nada. Terrence preparó varios automóviles para llevar a su casa a nuestros compañeros de viaje y se toma el tiempo de agradecer y despedirse de cada uno de ellos, sin mostrar nada de lo que verdaderamente debe estar aquejándolo. Cuando todos se fueron, nos subimos a la última limusina. Como me sorprendo de la ausencia de Max, Terrence me responde que está de descanso unos días; por su respuesta brusca, me doy cuenta de que no es el momento para esa conversación y ya no le digo nada. El viaje transcurre en un silencio total, hasta la gran residencia de Terrence en Mulholland Drive. El vehículo se detiene frente a la propiedad. Terrence da un vistazo y las rejas se abren como por arte de magia, frente a nosotros: el chofer se introduce al pequeño camino que lleva hasta la casa. En la escalinata, Isabella nos espera; Terrence tuvo que llamarla desde el avión para prevenirla de nuestra llegada. Yo tomo algunos segundo para encontrar el valor de salir del auto, pero Terrence es más rápido que yo, abre la puerta y me espera enfrente. ¿Tiene miedo de que me escape? Le hago una pequeña seña a Isabella, quien está dándole órdenes al chofer con respecto al equipaje. Estoy contenta de volver a verla, pero la hora no es para efusiones. Por la sonrisa compasiva y la mirada que me lanza, veo que comprendió que el momento era grave. Ella conoce lo suficiente a su patrón para saber cuándo algo no anda bien: si no lo comprendió hace poco, por su voz al teléfono, indudablemente lo dedujo por el rostro huraño que él muestra; y tal vez también por mi presencia inesperada a su lado. - ¿Previno a mi abuela?, le pregunta Terrence a Isabella. - Sí, los espera en la sala de estar del primer piso. Es seguro que esta cita matinal debió advertirle que algo no andaba bien y estoy segura, ahora que Isabella me vio, que comprendió que esto tenía relación con Rose. Terrence me toma de la mano, y es así como entramos en su casa; sin duda sintió que necesitaba que me transmitiera un poco su valor. ¿A menos de que sea él quien haya necesitado sentirme a su lado? Con las piernas un poco débiles, subo los escalones que llevan al primer piso. Ethel nos

espera en el salón contiguo a la habitación que Terrence le acondicionó en su residencia y según sus gustos. La puerta está abierta. Me esperaba un poco encontrar a Ethel en pijama, pero no, es la impecable Ethel la que nos recibe, instalada en el sillón de su salón, con un libro en la mano, con el peinado perfecto a pesar de la hora matinal, con una cinta de terciopelo colocada en la cabeza y vestida con un vestido un poco austero, pero elegante, azul marino con blanco. «¿Terrence, querido, qué pasa?, dice ella al ver a su nieto aparecer en el marco de la puerta. Isabella me dijo que querías verme de urgencia y… ¿Pero qué hace ella aquí?», deja escapar con un tono seco, descubriéndome detrás de Terrence. Bajo el efecto de la sorpresa, ella se levantó de su sillón. La mirada que me lanza está lejos de ser tierna. No nos hemos vuelto a ver desde el día que dejé la casa y, sin duda, habrá pensado que sería la ocasión para desaparecer también de la vida de su nieto. «Granny, por favor, basta. Tengo preguntas por hacerte: ¿puedes retomar tu lugar en tu sillón? Zoé y yo nos pondremos aquí», dice indicando un sofá inglés floreado que está de frente al sillón. Terrence se dirigió a Ethel con un tono educado pero firme y la anciana es suficientemente inteligente para entender que es inútil protestar. Por su manera de sentarse, deteniendo su vestido de manera que no se arrugue, comprendo que ya recobró su sangre fría; puede que aún no sepa de qué se trata, pero tiene puesta la guardia y está lista para contraatacar lo que advenga. - Bien, ¿entonces qué pasa querido?, pregunta ignorándome ostensiblemente, manteniendo los ojos fijos en los de Terrence. - ¿Mi madre está verdaderamente muerta? Tan preparada como estaba, Ethel ciertamente no se esperaba esto, basándome en sus ojos exorbitados y su boca abierta, el golpe la afectó. - ¿Pero bueno, qué dices? ¡Es una locura!, se enfurece, indignada. - Zoé conoció a una mujer que dice ser mi madre, proporcionó algunos documentos y varias fotos de mi infancia para probar sus alegaciones. Así que, no busques excusas ni evasivas, te lo ruego, dime la verdad. ¿Mi madre está viva?, retoma Terrence con un tono muy firme, un poco excedido. Ethel continúa mirándolo fijamente, pero esta vez sus labios se pellizcan en una mueca severa. Veo que está reflexionando, pesa los pros y los contras: ¿debe luchar otra vez y mantenerse en su posición, fingir indignación, o aceptarlo todo? En fin, es lo que supongo que pasa en su cabeza. ¡A menos de que me equivoque en todo el asunto y la madre de Terrence esté bien muerta y Rose me haya arrastrado en un sombrío complot! «¿Darling, tenemos que hablar de nuestros asuntos familiares delante de… ella?», dice señalándome desdeñosamente con el dedo. Antes de que yo pudiera reaccionar, Terrence me toma la mano y responde, desafiando a su abuela con la mirada:

«Granny, puedes decir cualquier cosa frente a la mujer que amo. Zoé no se moverá de aquí.» ¡Él… me ama! ¡¿Eso es lo que acabo de escuchar?! ¡Yo me quedo con la boca abierta! Terrence acaba de hacerme una declaración de amor. Salvo que… no me la hizo directamente. No puedo creer lo que oí, me parece sentir que mi corazón brincó en mi pecho. Terrence me ama. Yo lo miro, boquiabierta, mientras él continúa mirando a su abuela, pero comprendo que sintió mi mirada sobre él porque me hizo una pequeña presión en la mano. Ethel se inmutó al escuchar esta declaración, pero logra contener su sorpresa y su cólera. Si Terrence me ama como dice, yo me vuelvo peligrosa, no quiere meterse conmigo sin ofender a Terrence; la antipatía y la desconfianza que yo le causo no la hacen perder la razón. Ethel tiene muchos defectos, pero es una mujer remarcablemente inteligente. «Pues bien, sí querido, dice Ethel levantándose de su asiento, aparentemente esa mujer es tu madre.» Con una fina táctica, Ethel eligió no enredarse en la mentira. Sin duda comprendió que Terrence haría todo para conocer la verdad, ya no puede correr el riesgo de mentirle de frente, ya que lo perdería para siempre al descubrirlo todo. - ¿Cómo que «aparentemente»? - Quiero decir que si estás aquí hoy, haciéndome pasar por este interrogatorio, es porque esa mujer se manifestó. No sabía si ella seguía viva, esperaba bastante lo contrario en vista de que no se había manifestado antes, pero sí, sabía que no estaba muerta durante tu infancia. Saltando ante esta declaración, Terrence se levantó él también. - ¿Pero… cómo pudiste hacerme creer lo contrario? - Esa mujer es mala Terrence, dice Ethel levantando la voz, sólo quise protegerte de ella y tu padre también. Te mentimos por tu bien, Terrence. - ¡Pero me mintieron! Es inexcusable, imperdonable, no es posible, explota Terrence. - Esa mujer te abandonó una primera vez, retoma Ethel con un tono seco. Luego quiso rencontrarte, sin duda para volver a encontrar su confort perdido, pero yo le impedí hacerlo. Y mira ahora, regresa, sin duda atraída por tu fama. ¡Se olvidó completamente de ti durante casi veinte años! ¡Es por eso que estaba en contra de esta carrera de cinematografía, sabía que esto pasaría algún día! - ¡Pero no es posible! ¿Cómo pudiste hace esto? ¿Y cómo pudiste decirle que yo estaba muerto? Es lo más ruin que haya podido escuchar. ¿Qué tipo de mujer eres? ¿Qué monstruo eres?, Terrence se enfurece. La violencia de su reacción me paraliza.

Esta vez, Ethel vacila. Para mi gran sorpresa, sus ojos se llenan de lágrimas; ella regresa a su lugar en el sillón. Con las manos nerviosas sobre los brazos del sillón, el rostro agachado, parece estar recuperando el aliento. Pero ese instante de debilidad no dura, se endereza dignamente sobre su asiento. «Terrence, créeme, es de ella de quien debes desconfiar, no de mí. No sé qué le contó a… Zoé, pero yo te diré lo que pasó. Ella abandonó a tu padre porque tenía un amante. Quería hacer su vida con él, en otro país; incluso cuando tu padre le dijo que en ese caso ya no te vería, ella mantuvo su decisión. Y entonces, tuvo un accidente. Con su amante. Él murió.» La voz de Ethel se ahoga en estas palabras. Yo la observo fijamente, tratando de comprender por qué parece súbitamente tan destrozada. No obstante, ella se recupera y retoma la palabra. «Ese hombre, su amante, era tu tío, Michael. Era mi hijo.»

7. Confidencias por confidencias

¿Ethel tiene dos hijos? ¡Nunca antes había escuchado hablar de es Michael! Hay que decir que Terrence siempre ha sido discreto en lo que concierna su historia familiar. Era un tema que lo desanimaba… ¡y pensar que no conocía ni siquiera la mitad! Yo miro a Terrence, quien parece estar acabado por este nuevo golpe. - ¿Tío Michael?, repite aturdido. - Sí, mi Michael. No le bastó con robarme un hijo, me robó al segundo, continúa Ethel con una voz cortante como una cuchilla, y ella sembró la discordia entre los dos, el odio. Se fue dejando desolación detrás de ella y, como si eso no hubiera bastado, lo mató; mató a mi bebé. Escucho los sollozos en su voz, pero ninguna lágrima corre de los ojos de Ethel. Tengo el sentimiento, viéndola de esa manera, con el rostro devastado, de que ya ha derramado demasiadas lágrimas. Por primera vez, experimento un sentimiento de simpatía, incluso piedad, por ella. Pero Ethel no es el tipo de mujer que se muestra vulnerable y se repone rápidamente: veo los rasgos de su rostro endurecerse de nuevo. «Te mentí, le mentí a ella, por tu salvación, Terrence, por tu bien y no tengo ningún arrepentimiento. ¡No vas a rechazarme, a mí que te eduqué, que te quiero, y preferir a esa zorra que trajo la infelicidad a nuestra familia!», dice enfureciéndose ella también. Terrence la mira, petrificado: luego, se vuelve a girar, lentamente, y se dirige a mí: «¿Vienes Zoé?», me dice con una voz tenue, extendiéndome la mano. Yo me levanto del sofá, con las piernas un poco débiles, y me dejo guiar fuera de la habitación por Terrence. Él ni siquiera tiene una mirada para su abuela, quien nos observa salir, como fulminada. Terrence me hace bajar la escalera después de él hasta la oficina de Isabella donde entra, él que es tan educado, sin siquiera tocar a la puerta. Isabella está en su escritorio, con unas gafas sobre la nariz, frente a un montón de papeles. Ella se levanta a nuestra entrada. «Isabella, quisiera que se ocupara de Zoé. Haga que la lleven a su casa. Zoé, dice girándose hacia mí, debo irme. Tengo que estar solo para reflexionar todo esto.» Y, más que irse, huye, después de una última presión en la mano, sin darme el tiempo de agregar cualquier cosa. Yo me quedo helada, en medio de la pieza, aún en shock por la escena que acabo de presenciar.

Isabella le da la vuelta a la oficina y me rodea afectuosamente los hombros con su brazo. «Sabe todo, lo de Rose», le digo en un murmullo. Isabella menea la cabeza, con el rostro serio. No hace ninguna pregunta, pero veo que comprende la situación, tampoco hace como si no supiera nada, Rose sin duda le dijo que me había contado todo, considerando que las dos se conocen. «Haré que la acompañen a su casa. Max está de vacaciones pero mi hijo Victor está de paso, durmió conmigo, debe irse al aeropuerto, lo voy al llamar para pedirle que la deje en el camino.» Estoy tan afectada por los últimos eventos que ni siquiera intento protestar. Estoy contenta de que Isabella se haya hecho cargo de las cosas, la emoción y la fatiga de esta noche en vela me dejaron deshecha, ya no tengo la voluntad, ni la capacidad de reflexionar realmente. Escucho el ruido de un vehículo que abandona la propiedad; sin duda Terrence está al volante. Dejo que Isabella me instale en un sillón mientras esperamos a que su hijo llegue. Isabella vive en una pequeña casa alejada de la gran residencia, pero dentro de la propiedad. Nunca he visto a su hijo, sé que vive en San Francisco y que es arquitecto, hizo una visita rápida a Los Ángeles cuando yo vivía aquí, pero recuerdo que dormía en un hotel. Una noche Isabella salió a cenar con él. Victor está aquí pronto. Es un apuesto hombre moreno, de unos treinta años, con un físico vagamente hispánico. Él me mira sonriendo y su rostro me inspira confianza, tiene la misma expresión naturalmente buena que su madre; aparte de eso, no se parece realmente a ella, sin embargo, es curioso, me parece familiar… Isabella nos presenta y Victor me estrecha la mano calurosamente, luego nos acompaña hasta el automóvil. Mientras su hijo instala mi equipaje en el cofre del auto, Isabella me toma las dos manos, las cuales estrecha entre las suyas. «No se preocupe, Zoé, todo terminará arreglándose, me susurra. Terrence ha sufrido un gran shock, necesita tiempo para reponerse, para verdaderamente entender lo que le pasa. Lo conozco ya desde hace mucho tiempo, lo he visto convertirse en hombre. Terrence es alguien púdico, sin duda está inundado por emociones contradictorias en este momento, necesita vivir esos momentos sin testigos; eso no tiene nada que ver con usted, con lo que él puede sentir por usted. Esta familia tuvo su porción de dramas, Terrence sobrevivió estos últimos años haciendo como si nada hubiera pasado nunca, pero el pasado lo está atrapando hoy con su porción de revelaciones. Pero Terrence es fuerte, ya lo verá, saldrá adelante y sabrá tomar buenas decisiones y superara esta prueba; y sin duda la necesitará a usted a su lado.» Isabella se interrumpe al ver a Victor acercarse. Ella me toma en sus brazos para un último abrazo, luego, tiernamente, le da un beso a su hijo. Se queda haciéndonos grandes señas desde la escalinata, hasta que el automóvil desaparece al final del camino. Escuché a Isabella prevenir a su hijo que yo regresaba de viaje y que estaba cansada, sin duda para evitar que yo tuviera que hacer conversación, ella vio muy bien que no estaba en estado de

socializar. Efectivamente estoy afectada, no es solamente por el desfase horario y eso se ve en mi rostro, el cual pude ver por el retrovisor. Victor respeta mi silencio y yo le agradezco su delicadeza. No obstante, intento hacer un esfuerzo de civilidad haciéndole algunas preguntas banales – sobre su profesión de arquitecto y sobre San Francisco –, a las cuales él responde muy amablemente, antes de dejarme frente a mi rascacielos. A pesar de mis pretensiones, él incluso se toma el tiempo de poner mi equipaje frente al elevador, antes de irse al aeropuerto. Todo está silencioso en el pent-house. Pauline está acostada, trabajó en el Viper Room la noche anterior. Le llamé antes de subir al avión en París para prevenirla de mi llegada, me preparó un pequeño plato con dos panecillos de arándano y una nota: «En caso de». En caso de que no durmiera en casa de Terrence… Es lindo de su parte, sus atenciones siempre me conmueven, pero en realidad no tengo hambre. Voy a mi habitación, la cual estoy feliz de reencontrar, después de estas tres semanas de ausencia. Veo que Pauline acomodó la ropa que dejé esparcida en mi prisa por huir; incluso cambió las sábanas. Pauline, qué haría sin ti… Me desvisto y me meto a tomar una ducha. La habitación de Pauline está del otro lado del apartamento, puedo dejar el agua caliente correr en mí sin temer hacer demasiado ruido, mientras repito los eventos de estas últimas horas. Tengo problemas para imaginar que hace menos de veinticuatro horas estaba en la boda de mi tía Hélène. Todas las bellas emociones fueron lanzadas al olvido, barridas por el horrible viaje en avión y la escena con la abuela de Terrence. Vuelvo a pensar en Rose: tal vez, finalmente, me equivoqué acerca de ella. Ethel ciertamente le mintió a Terrence, pero tal vez era realmente para protegerlo de una mala madre. ¡Tal vez nunca debí intentar conocer la verdad, creía que era lo mejor para Terrence, pero después de todo, él ya había pasado el duelo de la muerte de su madre! ¿No es peor la situación para él ahora? Vuelvo a ver su rostro deshecho, el coraje y el dolor de su abuela… Y, en medio de este psicodrama, ¡Terrence dijo que me amaba! ¡Y frente a un testigo! No pude disfrutar de esta declaración que no me atrevía a esperar pero que esperaba desde hace tanto tiempo. Termino por cortar el agua y me pongo una playera antes de deslizarme en mi cama, después de haber bajado las persianas del ventanal que dejaba pasar un insolente sol. Me parece que sólo han pasado diez minutos cuando me despierto, pero un vistazo a mi teléfono me indica que no es así. ¡Ya son las 4 de la tarde! El cansancio físico y nervioso se apoderó de mí, y me desvanecí completamente en el sueño en cuanto me deslicé entre las sábanas. Salgo de la cama para subir las persianas y abrir mi ventanal. Salgo a la terraza; escucho acordes de guitarra que hacen su camino hasta mí a través de los follajes del jardín suspendido. Me dejo guiar por las notas hasta Pauline, instalada con su instrumento sobre la banca de cuero. - ¡Ah por fin, te despertaste! ¡Entonces, ven aquí, dando golpecitos sobre la banca cerca de ella, cuéntame todo! ¿Cómo estuvo la boda?

- Estuvo… súper, le digo forzándome por sonreír. - ¿Estás segura?, me dice Pauline, intrigada por mi expresión poco alegre. ¿Pero por qué tienes esa cara? No le escondo nada, o casi nada, a Pauline. Cuando estaba en París nos mantuvimos en contacto todo el tiempo por Skype, por e-mails, por teléfono. Por supuesto que le platiqué la venida de Terrence, mi cita con Rose… No me hago del rogar por mucho tiempo para contarle los últimos episodios. - ¡Pues bueno, siempre pasa algo donde los Grant!, exclama Pauline al final de mi historia. - Y creo bastante que no ha acabado. - ¿Crees que va a volver a ver a su madre? - No sé nada. Yo en su lugar, evidentemente lo haría… Me interrumpo al pensar en mi propia madre, quien murió y no regresará jamás. Pauline, quien comprendió el giro que tomaron mis pensamientos, me toma la mano. - Pero, yo retomo, con lo que nos dijo Ethel… No, realmente no sé qué es lo que va a hacer. Me pregunto si no terminará por resentirse conmigo por haber fisgoneado en su vida, y si se molesta conmigo, yo lo entendería… Honestamente, me pregunto si no hubiera hecho mejor al no buscar saber más del asunto. - Claro que no, no podías hacer otra cosa. No ibas a esconderlo y meter la cabeza en la tierra cuando sabías que existía la posibilidad de que su madre estuviera viva. Todo el resto, las mentiras de unos con los otros, eso no es tu culpa, me dice Pauiline. - Tienes toda la razón, le digo después de un instante de reflexión. Pero de ahora en adelante, ya no me mezclaré en nada. Sólo espero que Terrence se reponga de todo esto y que no me odie por haber sacado a la luz todo este asunto. - Él es bastante inteligente para discernir las cosas y, en vista de lo que ha hecho últimamente – venir a verte a París, acortar su promoción para venir a la boda de Hélène –, me parece que probó bastante bien que se preocupa por ti. ¿Qué más quieres? - Él…, comienzo a decirle con un tono dudoso. Él… me dijo que me amaba, le digo muy rápidamente. - ¿Qué?, se atraganta Pauline. - Frente a su abuela. Le dijo que hablara frente a «la mujer que ama». - ¡Wow! Frente al dragón, además. ¡Pero eso es genial! ¡¿No podías decírmelo antes?! ¿Cómo puedes tener esa expresión después de eso? Las dos estallamos en risa. Me siento culpable pero, a pesar del caos, no puedo evitar estar feliz: ¡Terrence me ama y eso es lo más importante! - Bueno, ya hablamos suficiente de los Grant. ¿Y tú? Me parece que viste mucho durante mi ausencia a nuestro querido vecino el músico, me refiero a Leonard Brisball. ¿Entonces? - Entonces… entonces nada. Salimos juntos un poco, me dice Pauline, vacilante. - ¿Cómo que «salimos un poco»?

- Fuimos a dos conciertos y… pasamos una noche juntos. - ¡Ah sí, mira!, exclamo. - Sí, bueno… Estábamos bien, habíamos bebido un poco, vinimos a tocar un poco de música a la terraza y una cosa lleva a la otra… - ¿Qué?, le digo incorporándome de golpe, horrorizada. ¿Lo hicieron sobre el sofá? Pauline estalla en risa. «No, está bien, te puedes volver a sentar, ¡aprovechamos la cama de dosel!», me dice estallando de risa. Yo giro la cabeza en dirección de la cama exterior que descansa más lejos, en los follajes de la terraza. «¡Pero cálmate, cambié las sábanas!», retoma Pauline jovial. Yo me vuelvo a sentar con una mueca cautelosa. - Bueno, olvidemos tus piruetas. ¿Es en serio con el apuesto Leonard? - Ah, serio, serio… es una palabra poderosa, suspira Pauline. Yo no soy una romántica como tú, no estoy forzosamente en la búsqueda del gran amor. Nos llevamos bien, nos divertimos, nos gusta la misma música y es agradable a la vista, ¡pero no estamos comprometidos! Además… me gustaría que me dieras tu opinión. No has tenido el tiempo de conocerlo, es por eso que hice cita con él esta noche para una copa. Está regresando de San Diego, donde dio dos conciertos. Debemos encontrarnos con amigos de él en el Skybar. Le dije que estarías ahí. - ¿Qué? Pero no estoy… - Vamos, ven. Te despejará la mente, por favor. ¿No te vas a quedar aquí con los ojos fijos en tu teléfono, esperando a que Terrence se manifieste? ¡Yo no respondo, pero sé bien que si no me hubiera invitado a salir, es más o menos lo que habría hecho! «Bueno, ok. Voy a prepararme.» Es necesario que me vuelva a aclimatar a Los Ángeles después de este paréntesis parisino. Regreso a mi habitación para revisar, en primer lugar, que Terrence no haya intentado contactarme; pude haber perdido su llamada mientras estaba en la terraza, pero no, ninguna llamada perdida, ningún mensaje de texto. Reflexiono un instante, luego decido enviarle un mensaje de texto. Tengo algunos problemas para encontrar las palabras, definitivamente no puedo decirle que lo amo por primera vez, por SMS. [Espero que todo esté bien. Recuerda que estoy aquí para ti. No importa a qué hora, si necesitas de mí, házmelo saber.] Espero algunos instantes frente al teléfono, pero nada. Ninguna reacción de Terrence. Sólo Dios

sabe dónde puede estar a esta hora… ¡y en qué estado! El Skybar es un lugar apreciado por las personas que trabajan en el medio del cine o gravitan alrededor, es decir, una buena parte de la población de Los Ángeles. He escuchado hablar de él a menudo, pero es la primera vez que voy. Se encuentra en el Sunset Boulevard, en el último piso del Mondrian Hotel, un tipo de pabellón cubierto de hiedra, puesta encima de la piscina al aire libre del hotel. Ésta está rodeada de altas paredes en las que se recortan ventanas gigantes que ofrecen una vista alocada de la ciudad. Es un lugar que se parece a la esta ciudad, con todo ese lujo un poco ostentoso, ese sentido del espectáculo. Es el principio de la noche, el lugar aún no está abarrotado de beautiful people y Pauline y yo podemos tomar un lugar en una de las mesas alrededor de la piscina. Dejo a Pauline sentarse en una silla alrededor de la mesa y yo me resguardo en uno de los asientos corridos instalados en la entrada de una de las ventanas colosales. Ordenamos unos Martini, esperando a Leonard y a sus amigos. Mientras parloteamos, veo a un hombre muy elegante, con apariencia bastante relajada, acercarse a nosotros muy sonriente. Tiene el cabello un poco largo y marrón, y una sonrisa de lo más encantadora. Pauline nos presenta y descubro que es nada más y nada menos que Richard, su jefe, propietario del Viper Room y amigo de Terrence. Nunca lo había conocido antes y estoy sorprendida: ¡me esperaba un hombre de más edad! - ¿Y entonces, Zoé, le gusta Los Ángeles? - Mucho, sí, y estoy segura de que Pauline ya le dijo gracias, pero realmente, muchas gracias por el estudio, ¡estamos verdaderamente bien ahí, está genial! Él se ve un poco avergonzado por los agradecimientos y cambia el tema. - ¿Quieren venir a mi mesa? Estoy con algunos amigos, dice mostrándonos una mesa del otro lado de la piscina, donde ya se encuentran cuatro personas. Entonces descubro a Tessa, a quien no he vuelto a ver desde que dejé el rodaje, quien nos mira con una expresión fuerte, poco simpática. - No gracias, responde muy rápido Pauline, esperamos amigos. - Muy bien, entonces no voy a molestarlas más tiempo. Pasen una buena noche, dice alejándose. - ¡Entonces, señorita Pauline, no me habías dicho que tu jefe era el doble de Keanu Reeves, y más joven! ¿Tiene qué, 31, 32 años? ¡Creía que era mucho más viejo! - ¡Pero nunca dije que fuera viejo! - Mmm, me parece sospechoso que no me hayas dicho más acerca de él, ¿no te parece? Porque me da la impresión de que le gustas, no te quitaba los ojos de encima, además un jefe que viene a saludar a su empleada… - Claro que no, dice Pauline, incómoda. Sabes, aquí no es Francia, los jefes pueden tener relaciones más relajadas con sus empleados. ¡Además, él es propietario de un club nocturno, de moda, no el jefe de una multinacional cotizada en la bolsa de valores! Es muy agradable, adora a los músicos en general y las ayudas siempre que puede; ¡además fue por eso que me contrató, no por mi talento de camarera!, dice estallando en risa. En ese momento, nos acaban de traer nuestro Martini; la camarera nos informa que el Sr. Richard

Hazacs pagó nuestro consumo. Yo miro a Pauline con una expresión clara. «¡Basta, inventas cosas!, me dice. Además, mira hacia allá, realmente no parece languidecer de amor por mí.» Doy un vistazo del otro lado de la piscina. Tessa puso sus brazos alrededor de los hombros de Richard y le habla devorándolo con la mirada. - Pff. Tessa es una seductora innata y una come-hombres; ahora que su aventura con Matt terminó y que comprendió que no tenía ninguna oportunidad con Terrence, busca otra presa. - Y la encontró, me dice Pauline con lo que me parece ser una mueca contrariada. - ¿Entonces, dime, estás segura de que no sientes nada por el apuesto Richard? Al ver tu expresión, tengo dudas. - ¡Claro que no!, niega Pauline tajante, además es mi jefe, jamás lo he visto de otra manera. Siempre ha sido adorable conmigo, como con los otros empleados, pero no somos del mismo planeta. Por el contrario, con él sí, me dice señalando con el dedo a Leonard, quien llega, acompañado de una pareja de amigos. Mientras Leonard besa a Pauline, no puedo evitar lanzar un rápido vistazo al otro lado de la piscina, donde alcanzo a ver a Richard, fulminando con la mirada a Leonard; me pregunto si no me equivoco, finalmente… La noche es muy agradable y Leonard me da una buena impresión, pero tengo muchos problemas para mantenerme concentrada en la conversación que gira, básicamente, alrededor de la música. No es el tema lo que me molesta: no puedo dejar de pensar en Terrence y mantengo mi teléfono a la mano, sin dejar de revisar si tengo suficiente señal, si mi timbre no se cortó… Tampoco estoy de humor para ir a bailar, dejo a los demás unirse a la pista de baile y me quedo sola en mi mesa. La noche cayó. Desde mi asiento pegado al cristal, veo las luces de la ciudad centellar, como esa primera noche con Terrence, en su terraza… «¿Zoé?» Levanto la cabeza. Frente a mí se encuentra Jack di Carlo, el periodista, muy sonriente, en tres piezas azul lavanda y un sombrero sobre la cabeza. Tengo sentimientos encontrados hacia él: es muy simpático, y eso es desde nuestro primer encuentro, pero también sé que debo desconfiar de él, porque está dispuesto a todo en su búsqueda por información sensacionalista. - Hola, Jack. - ¿Puedo sentarme?, me dice tomando asiento cerca de mí, sobre el asiento corrido, sin esperar mi respuesta. Hace mucho tiempo que no la veía en este pequeño pueblo de Los Ángeles. - Sí, estaba en París, con mi familia. - ¡Es muy bueno que nos crucemos aquí!, exclama con una gran sonrisa. Quería contactarla, pretendía pedirle su número a James, James Harper. Él está conmigo esta noche, le arreglé una cita con un gran cineasta: Gus Van Sant. Creo que van a hacer una película juntos. Los dejé conversar a

solas. - ¿Por qué quería verme? - Preparé un escrito acerca de Rose Belmont. Tengo la impresión de que mi corazón se detuvo. Logro, finalmente, creo, mantenerme indiferente. Al ver que no digo nada, Jack continúa. - Ella prepara un gran evento caritativo para su fundación consagrada a los niños desfavorecidos. Deberían participar en él una gran cantidad de nuestras amigas las estrellas. No pude entrar en contacto más que con su equipo, muy eficaz, eso es seguro, en vista de que logró reunir a toda la nata de Hollywood, o casi; pero Rose en sí, es un personaje misterioso, del cual nadie sabe nada. ¡Así que, ya me conoce, Zoé, cuando hay un misterio… acudo! - ¿Y cuál es la relación conmigo?, le digo lo más tranquilamente como me es posible. - ¡Oh! Pues bien, las vi juntas la otra noche, en el Library Bar, se veían muy cercanas. Bueno, Jack ya comenzó a investigar, porque sabe cómo es físicamente Rose. - ¡Oh! No, no realmente. A penas la conozco, nos cruzamos porque… es francesa, como yo, usted sabe… yo también oí hablar de ella y me preguntaba si no podía trabajar para ella. - ¿Ella la solicitó para que Terrence viniera al evento? - Yo… no, pero creo que Terrence… estará de viaje en ese momento. Finalmente, no sé, yo no llevo su agenda. Finalmente, no era relacionado con Terrence, digo muy torpemente y me maldigo interiormente por mi falta de seguridad. - Y consiguió tener una cita. Bravo. Yo estoy pidiendo una entrevista desde hace varios días y no he obtenido más que un no. - Pero usted es periodista, Jack. Creo que Rose es alguien a quien no le gustan los reflectores, es muy discreta, piensa en su fundación ante todo. - ¿Si no me puede decir nada acerca de ella, tal vez podría interceder a mi favor para que tenga una cita? Definitivamente, él nunca afloja. ¡Pitbull! - Lo siento, Jack, pero no podré ayudarlo en ese movimiento, le digo firmemente. - Muy bien, me dice con una gran sonrisa, no se me podrá reprochar que no lo intenté. Gracias, Zoé, agrega levantándose, siempre es un placer verla. Voy a ver si los negocios avanzaron en mi mesa. Hasta pronto, espero, me dice dibujando un besamanos. Lo veo alejarse con alivio. Yo no sé mentir y estoy lejos de estar segura de haber simulado bien. Me pregunto a qué juega Jack, sus sonrisas inocentes me dejan perpleja: ¿realmente no escuchó nada de la conversación entre Rose y yo? ¿O sabe más de lo que dejó ver? Sólo faltaría que él descubriera que Rose es la madre de Terrence… ¡la que todo el mundo cree muerta! Tiemblo solamente al pensar en las repercusiones.

Aún estoy dándole vueltas a estas terribles perspectivas cuando veo a Pauline y a sus amigos regresar hacia mi mesa, con copas en la mano. Leonard pone otro Martini frente a mí y yo le agradezco su atención: realmente es lo que necesitaba. Después de esta difícil noche, es tiempo de que me relaje y disfrute de la noche. ¡Siempre podré preocuparme mañana!

8. Heridas de la infancia

- ¿Sin noticias?, me pregunta Pauline, pero mi rostro deshecho parece haberle dado ya una respuesta. - Ninguna. ¡Cuatro días! Hace cuatro días que estoy sin noticias de Terrence y comienzo a preocuparme seriamente. - No te preocupes, acabará por manifestarse, me dice Pauline tomando un lugar a lado de mí sobre la banca de la terraza. - Sí, sin duda… ¿Tú cómo estás? ¿No estás demasiado cansada? Son las 6 de la mañana y Pauline acaba de terminar su servicio. - Estoy bien, había un buen grupo en el club esta noche, conversé con su mánager, quiere escuchar a los Hollywood Bastards, tal vez para hacerlos parte por primera vez de su próxima gira. - ¿En serio? ¡Eso es genial!, le digo, sinceramente feliz por mi amiga. - Sí ¿eh?, me dice con una gran sonrisa en los labios, pero no me quiero emocionar, no debemos ser los únicos en audicionar. Debemos ir a verlo esta tarde, es mejor que me vaya a acostar, me dice levantándose. - Sí, ve, claro. - ¿Y tú? ¿Al menos dormiste? - Sí, sí, le digo para tranquilizarla, no te preocupes. La verdad es que me costó mucho trabajo dormirme y, después de haberme despertado varias veces, terminé por levantarme a las 4 de la mañana. - Acabo de terminar mi novela, le digo mostrando mi computador que está frente a mí. Voy a imprimirla para poder releerla y corregirla. ¿Te gustaría leerla cuando tengas tiempo? - ¿Ya está, terminaste? ¡Aleluya!, exclama con alegría Pauline. Estoy trabajando en esta novela desde hace un año. He pasado mucho tiempo en ello desde que vivo en Los Ángeles: la mayor parte de mis noches, después de las jornadas en el estudio, cuando Pauline trabajaba, mis días de descanso cuando no estaba con Terrence. Me dediqué a ella a fondo durante estos últimos días, para sobrellevar su ausencia. - ¡Por supuesto que la voy a leer!, dice Pauline, muy emocionada. ¡Hace un año que lo espero! Ni siquiera sé de qué habla, siempre te has negado a decirme. - Eh bien, ya lo vas a descubrir, es aún mejor. - ¡Dámela, voy a comenzar a leerla de inmediato!

- Por supuesto que no, te vas a ir a acostar, debes estar en forma para la audición, lo harás cuando regreses. - Bueno, de acuerdo, voy a dormir, suspira Pauline. ¡Pero estoy ansiosa! Una vez Pauline acostada, retomo el curso de mis pensamientos tristes, no puedo hacer nada al respecto, regresan incansablemente a Terrence. Pensé en contactar a Rose para decirle que él sabía todo y luego, renuncié a la idea; creo que ya hice bastante, ya no quiero mezclarme en sus historias de familia. Además, creo que estoy un poco molesta (mucho, de hecho) con Rose por no haberme dicho todo, por no haber mencionado su relación con Michael Grant. No tengo ninguna duda de la veracidad de esa historia, jamás había visto a Ethel tan frágil, ¡y no es del tipo de las que muestran su… humanidad! Desde mi computador portable, envío la impresión de mi novela a la impresora wi-fi del apartamento. En lugar de ir a acostarme de nuevo, decido ir a regar las plantas. Desde que nos instalamos en este pent-house, soy yo quien se encarga de eso la mayor parte del tiempo y con un placer infinito. Sigo sin entender la incongruencia del asunto: ¡es una verdadera jungla la que crece en este tejado, con vista a los rascacielos del Downtown! Disfruto de estos instantes de serenidad cuando escucho mi teléfono sonar, corro hasta la mesa baja donde lo había dejado. ¡Es Terrence! - ¡Diga! - ¿Zoé? - Sí, Terrence. ¿Cómo estás? ¿Dónde estás? Estoy en Hamptons. ¿En Hamptons? ¿En la costa este? ¿Pero qué hace allá? «¿Puedes venir a alcanzarme?» Se le escucha una voz extraña… «Sí, claro Terrence» Ni siquiera reflexioné. Terrence necesita de mí y me lo dice, no veo cómo podría dudar. - Voy a intentar encontrar un boleto y… - Te envío a Max, me interrumpe Terrence. Va a ir a recogerte en una hora, te llevará al jet que te espera. Organizó todo. Me quedo sin voz, mi silencio inquieta a Terrence. - ¿Zoé? ¿Estás ahí? - No quiero obligarte a venir, dice de pronto, avergonzado, si…

- Envía a Max. Voy a preparar mi maleta enseguida. - Gracias Zoé, me dice y siento alivio en su voz. Entonces te espero. Y cuelga. Me quedo pensativa por un instante. La voz de Terrence no era como habitualmente: tengo la impresión de que bebió, nunca antes lo he visto ebrio. Preocupada, corro a mi habitación a preparar una maleta y a tomar una ducha. Vuelvo a prender mi computador para enviar otra impresión de mi manuscrito: tal vez tendré tiempo de revisarlo en el avión. Le dejo una nota a Pauline sobre la mesa grande con el segundo juego del borrador de mi novela, luego desciendo. No tengo la paciencia para esperar una llamada de Max, voy a aguardarlo afuera del edificio. El jet aterriza en East Hampton al comienzo de la noche a causa del desajuste de horario. Una limusina me espera en el descenso del avión. Me encuentro aquí en el feudo de la nata neoyorquina, donde los grandes adinerados tienen su residencia de descanso. La región más encopetada de la costa atlántica, en la isla de Long Island, donde Gatsby, el héroe de Fitzgerald, daba sus memorables fiestas… Recuerdo todo lo que he podido leer o escuchar acerca de este rincón paradisiaco para la alta sociedad americana mientras el paisaje desfila frente los cristales del Cadillac. Creo saber lo que está haciendo aquí Terrence. Rose me dijo que vivió años en Hamptons antes de dejar a su esposo, fue aquí donde conoció al padre de Isabella, quien era su jardinero. Supongo que Terrence quiso volver a ver los lugares de su infancia… Atravesamos un lindo pueblo blanco, algunas aldeas, antes de bordear unas dunas de arena, moteadas de hierbas silvestres. Finalmente penetramos en una propiedad ceñida de altos setos; el vasto jardín es impresionante, pero notoriamente perdió su soberbia después de haber sido descuidado, aun cuando conserva rastros de un esplendor pasado. En medio destaca una mansión de torrecillas, con la fachada cubierta de ripias de madera oscura, de la que se desprenden molduras blancas. Mientras el automóvil se acerca a la casa, la puerta de entrada se abre. Terrence aparece en el marco de la puerta, mi corazón se estremece al verlo. El chofer apenas tiene tiempo de detenerse cuando yo salto fuera del auto para correr hasta él y lanzarme en sus brazos. Él me estrecha fuertemente contra él y puedo oler el aroma del alcohol sobre su ropa y su piel. Deja de abrazarme para ir a pagarle al chofer y recuperar mi equipaje. Yo lo observo, su ropa está arrugada y su barba ya tiene varios días; él observa el automóvil alejarse y viene a abrazarme de nuevo, me besa largamente, en un beso donde se mezclan pasión y desesperanza. No hemos pronunciado una palabra. - Mi Zoé…, dice finalmente, abrazándome. - Tienes mala cara, le digo haciendo una mueca. - No he dormido mucho este tiempo, me dice, irónico. - Y bebiste más de la cuenta. - Sabes, en ocasiones, la razón… dice eludido. Decido cambiar el tema.

«¿No me muestras la casa?», le digo con un tono ligero, un poco forzado. Él rodea mis hombros con su brazo y me hace penetrar la entrada que da a un inmenso salón donde el blanco es el color predominante y en medio del cual destaca una inmensa chimenea de piedra. Al mirar a través del ventanal, me doy cuenta de que la casa está inclinada sobre una duna de arena cubierta por hierbas alocadas que sobresale al océano. Incluso si una parte de los muebles está todavía cubierta por sábanas, puedo darme cuenta de que todo aquí es de un lujo discreto, de muy buen gusto… y excesivamente femenino. - Es la casa de mi infancia, dice Terrence. - Lo sé. Ay, hablé demasiado rápido. Y lo comprendo incluso antes de ver el gesto dibujarse en los labios de Terrence. «¡Es verdad que sabes muchas cosas!», me dice con un tono sarcástico. Se aleja de mí para ir a ponerse en uno de los inmensos sofás, un vaso y una botella de whisky lo esperan sobre la mesa baja, se vuelve a servir y traga el alcohol de un solo trago, luego pone su cabeza entre sus manos. Yo me acerco y me arrodillo frente a él. «Terrence, te pido perdón, jamás quise herirte, es por eso que no te dije nada antes y…» Él pone su mano contra mi boca para hacerme callar y apoya su frente contra la mía. «No estoy molesto contigo, Zoé. Tú no eres responsable de nada.» Se inclina para volver a servirse, yo intento detenerlo pero la mirada que lanza me paraliza. Se levanta, con el vaso en la mano, y va a apoyarse contra el ventanal, con los ojos perdidos en el océano, sobre el cual el sol está poniéndose. «La última vez que vine aquí fue hace diez años, antes de ir a instalarme en California. Aquí viví los años más bellos de mi vida, mi infancia, hasta la muerte de mi madre. Bueno, se corrige con una sonrisa amarga, antes de su supuesta muerte. Mi padre siempre estaba de viaje de negocios, mi madre no soportaba la vida en New York en su ausencia, cerca de mi abuela, así que vivíamos aquí tanto como podíamos, incluso nos quedamos un año entero, tenía un tutor que venía a darme cursos a domicilio. Mi madre hacía jardinería, yo jugaba en la playa… jamás he sentido una felicidad más grande. Como estaba creciendo, regresamos a New York para que yo asistiera las mejores escuelas, pero veníamos aquí lo más a menudo posible, con o sin mi padre. Y luego, ella… desapareció, y yo ya no tuve el valor de regresar, era demasiado difícil para mí, para mi padre también. Lo intentamos algunas veces, pero yo pasaba mis noches llorando, todo me la recordaba. Terminamos por ya no volver a venir. A pesar de eso, mi padre se negó a vender la casa y luego yo después de él. La

alquiló durante algunos años, luego se la prestó a unos amigos, a algunas relaciones de negocios. Hoy en día, yo pago porque darle un mantenimiento mínimo.» De pronto, se calla, como absorbido en sus pensamientos. Nos quedamos algunos instantes sumergidos en el silencio, del cual emerge también bruscamente. «Ves Zoé, creía todo eso en el pasado. La muerte de mi madre fue una terrible experiencia para mí, en realidad nunca me curé de su ausencia. Estaba enojado con ella por su abandono, por haber sido la que mi abuela decía que era, pero me hacía falta. Crecí con dolor, pero también con enojo, no confiaba en nadie, sobre todo en las mujeres, tenía miedo a encariñarme y verme abandonado, de nuevo… Tenía miedo a amar y entonces te conocí a ti y aprendí a tener confianza», me dice con su voz dulce de nuevo, mirándome con los ojos brillantes. Viene a sentarse de nuevo en el sofá. Su paso no es nada seguro, el alcohol hace su efecto. «Y ahora, retoma con una voz fuerte, me entero de que ella está viva, que todo el mundo me mintió, mi abuela, mi padre; y ella… lo que ella hizo… ¡Ya no sé qué pensar, qué hacer!» Él se acurrucó en el sofá, yo lo abrazo y acaricio su cabello tiernamente, desamparada y triste frente a su sufrimiento. Es el niño al que tengo en mis brazos, no al actor, a la estrella de cine, no, un niño con el corazón roto. «Sabes, mi tío Michael… retoma Terrence, con sollozos en su voz, yo lo adoraba. Quería mucho a mi padre, pero cuando era niño, estaba mucho tiempo ausente, siempre en viaje de negocios, y mi tío llenaba un poco esa ausencia, era otra… figura paterna, de cierto modo. Es él quien me enseñó a andar en bicicleta; había instalado una canasta de basquetbol para mí en el jardín. Venía seguido aquí… ahora ya sé por qué, agrega con una risa amarga. Cuando murió… fue horroroso. Cuando me enteré, mi madre se había «ido», me había «abandonado», como me decían en esa época, desde hacía varios días. Mi abuela estaba abatida por el dolor, esa mujer tan fuerte lloraba día y noche, mi padre se encerró en el silencio. Me quedé solo con mi dolor y ni siquiera tenía a mi madre para consolarme; y luego, Michael se convirtió en un tema tabú, ya nadie debía pronunciar su nombre y yo era un niño, hice como todo el mundo. Las pocas ocasiones en las que me atreví a mencionarlo frente a mi abuela, eso realmente la afectó y me detuve. Tuve que hacer como si nunca hubiera existido y, creo bastante que forzadamente, casi terminé por olvidarlo, incluso su recuerdo, me lo robaron. Ves, toda mi infancia estuvo construida en la mentira…» Yo le susurró al oído: «Terrence, aquí estoy yo… nunca te mentiré y estaré aquí hasta que tú quieras.» Continúo hablándole muy bajo, mis palabras parecen tranquilizarlo. Nos recostamos en el sofá, acurrucados el uno contra el otro. Lo abrazo, su cabeza está recargada sobre mi pecho y siento su respiración alentarse poco a poco. Después de todas esas noches de insomnio, todo este alcohol, finalmente duerme.

«Terrence, le digo con un murmullo, te amo…»

9. Cabo en el porvenir

Me quedé dormida al lado de Terrence, pero el hambre me despertó en medio de la noche, no he comido nada desde la mañana. Logré desprenderme de su abrazo sin despertarlo y voy a la cocina en búsqueda de comida, donde no encuentro nada comestible más que una media pizza en una caja. El refrigerador ni siquiera está conectado. La mesa está cubierta de cajas de pizza vacías y botellas de alcohol. Como los restos de pizza mirando el desastre, luego voy en busca de un baño por la casa sumergida en la oscuridad, con mi bolsillo en la mano. Termino encontrando la habitación donde se instaló Terrence en el primer piso, la única donde la cama está hecha. Hago correr el agua en la sala de baño adyacente y me sumerjo en el agua muy caliente; me quedo ahí tal vez una hora, perdida en mis pensamientos. Termino por salir del agua y, envuelta en la bata de baño de Terrence, vuelvo a bajar al salón, donde duerme tranquilamente. Pongo una manta de viaje sobre él y me quedo mirándolo, bajo el débil resplandor de la luna, reflexionando acerca del futuro de nuestra relación: ahora estamos en un momento crucial de nuestra historia. El día se levanta; yo salgo a caminar en las dunas. Recorro la costa, con el viento agitando mi cabello. La belleza de la costa atlántica, casi salvaje, me maravilla. Comprendo el apego que Terrence tuvo por esta región y porqué su regreso lo alteró tanto. Al final de una hora, comienzo a sentir el cansancio y doy la media vuelta. Mientras me acerco a la casa, percibo una silueta sobre la duna, frente al ventanal. Terrence está levantado; lo veo correr para venir a mi encuentro. Para mi gran sorpresa, me toma por la cintura, me levanta y me da vueltas. Yo estallo de risa. «¿Pero qué te pasa?» Él vuelve a colocarme sobre la arena, con una gran sonrisa en los labios. ¡Qué cambio de humor desde ayer! «Me amas», me dice mirándome plácidamente. Siento que me sonrojo hasta las orejas. ¡No estaba dormido ayer en la noche! - ¿Podrías volver a decírmelo?, me pide apretándome contra él. - ¡Cuando tú lo hayas vuelto a decir!, le digo desafiándolo con la mirada. Esta vez es él quien estalla en risa, luego, se pone serio de nuevo y, fijando sus ojos en los míos, declara:

«La amo, Zoé Scart, incluso estoy loco por usted.» Tengo las piernas débiles y creo que mi corazón va a explotar. «Terrence, te amo, te amo tanto.» Creo que nunca habíamos intercambiado un beso tan intenso, tan ardiente. No podemos despegarnos el uno del otro, estoy hundida en la felicidad y estoy como maravillada por lo que no pasa. ¡Y Terrence parece estar en el mismo estado! «Mi amor, me dice, te pido perdón por ayer, lo siento por haber bebido tanto, por haberme mostrado en ese estado.» ¡Mi amor! Me dijo «mi amor», ¡podría perdonarle todo y lo que sea! - Estás perdonado, pero pienso que ahora es tiempo de que tomes una ducha, mi querido Terrence, y que te afeites, ¡picas!, le digo para molestarlo. - Voy enseguida. Después, vamos a dejar muy rápido esta casa y regresar a Los Ángeles. Ya llamé al piloto y un automóvil nos espera para conducirnos al aeródromo. - ¿Ya organizaste todo? ¡Pero cuánta energía tienes esta mañana!, le digo sorprendida. - Al parecer la noche brinda consejo. Todo estaba más claro esta mañana: voy a afrontar la realidad, voy a retomar contacto con mi madre, ya que está viva, y escucharé lo que tiene por decirme. Luego… ya veremos. Anda, ven, el chofer estará aquí en treinta minutos. «Zoé. Despiértate, vamos a aterrizar.» La voz de Terrence en mi oído me arranca de un sueño profundo. En cuanto llegamos al avión me quedé dormida, como una masa, sin duda el rebote del viaje, de todas estas emociones… y muy tontamente, la falta de sueño. - ¿Llegamos a Los Ángeles? - No exactamente, dice Terrence con una pequeña sonrisa que entreveo a través de mis ojos semicerrados. Esta curiosa respuesta y su expresión divertida terminan por sacarme de mi torpeza. ¡Esta vez, tengo los ojos bien abiertos! - ¿Cómo que no exactamente? - Pues bien, al huir a Paris, me dejaste plantado. Te recuerdo que teníamos proyectos, digamos… exóticos. Tengo la gran intensión de recuperar el tiempo perdido. - ¿Estamos en Cabo San Lucas? ¿En México?, digo con los ojos redondos. - Estaremos ahí en algunos minutos, darling, me dice besándome. Pero es necesario que te pongas el cinturón antes. Yo obedezco, con una sonrisa en los labios.

¡Adoro las sorpresas, sobre todo de este tipo! Por fin vamos a poder tener la pausa amorosa con la que soñaba, los dos solos, en so… «¿Estás bien amarrada?», pregunta Terrence con un tono, de pronto, grave, mirándome con una expresión culpable. ¡Oh! ¡Oh! - Pues claro, le digo mirándolo, un poco intrigada. - Tengo una confesión que hacerte. ¡Era demasiado bello! ¡¿Ahora qué?! ¡Después de todo lo que ha pasado últimamente, espero lo peor! - ¿Qué pasa, Terrence?, le digo, angustiada. - Como vamos a México… Tú dormías tan bien… Al verlo tergiversar, me exaspero un poco. - ¡Anda, dime! - Quería estar seguro de que tuvieras tu pasaporte, para las formalidades habituales de la frontera. Después de la noche que pasaste por mi culpa, no me atreví a despertarte. Así que, antes de darle instrucciones al piloto para cambiar de rumbo, quise verificar que tuvieras tu pasaporte y revisé tu bolso. Te juro, agrega rápidamente al ver mi rostro paralizarse, que no soy del tipo que husmea en los bolsos de las chicas, palabra de scout, me dice con la mano sobre el corazón. Su semblante incómodo me inquieta. ¿Qué pude haber dejado en mi bolso que sea tan comprometedor? «Encontré tu manuscrito», dice con una expresión culpable. Yo lo miro, desconcertada. - Y lo leí, agrega conservando su semblante arrepentido, pero veo que reprime una sonrisa. ¿No estás molesta conmigo? - Eh… no… A decir verdad, había pensado en dárselo a leer una vez que estuviera terminado, pero aún no había tenido el tiempo de prepararme a la idea. Yo lo miro, un poco inquieta. - Y… - Y me encanta. ¡Me encanta!, me dice con una sonrisa inmensa. Es genial, estoy tan orgulloso de ti, me dice tomándome en sus brazos, por encima de nuestros cinturones de seguridad. Estoy aliviada. Hasta ahora, jamás había dejado a nadie leer mis escritos y no tengo idea de cómo

pueden ser percibidos; ¡además es Terrence Grant, su punto de vista es importante para mí! «¿Es verdad?», le digo mirándolo fijamente para ver si su entusiasmo es real. Y lo juro, parece que éste es el caso. «Adoro tu manera de escribir, con mucha elegancia, refinada y tan moderna, como tú, y esta historia es muy conmovedora. Es una verdadera novela hermosa de aprendizaje, sensible, y tu heroína es increíblemente atrayente… en fin, bueno, no voy a hacerte una crítica literaria, pero, ¡Dios Mío, estoy tan orgulloso de ti!» Yo estallo en risa, eligiendo bromear para esconder mi emoción. «¡Bueno, estás perdonado! ¡Pero es la última vez que registras mi bolso!», le digo, dándole un pequeño golpe en la mejilla, luego lo beso. ¡Caramba! Siento que me va a encantar México. ¡El clima está maravillosamente bello, Terrence me ama, le gusta mi novela, me siento aún más feliz que si me hubiera ganado un premio Nobel! En el maravilloso hotel a donde me lleva, vamos a olvidar rápidamente los últimos días horribles que atravesamos. Aquí estaremos solos en el mundo y no pensaremos más que en nosotros. Tengo unas ganas locas de encontrarme en sus brazos, de hacer el amor con él… y será aún más maravilloso que de costumbre porque, por primera vez, prescindiremos del preservativo. Terrence se hizo el examen, yo también, todo está bien y yo estoy tomando anticonceptivos. Nos hospedamos en una suite magnífica, con una gran terraza de piedra que da a la playa, con nuestra propia piscina desbordante y un jacuzzi. - ¡Ya viste, hay un telescopio! - Sí, para las estrellas, pero también para las ballenas, en ocasiones se ven en la costa. Hum. Terrence parece conocer muy bien el lugar. Prefiero no preguntar con quien vino aquí, no voy a arruinar este momento de ensueño con celos retroactivos. Voy a explorar la sala de baño, una joya de mosaico color crema. «¡Eh, hay un jacuzzi aquí también!» Estoy como una niñita frente al árbol de Navidad y ni siquiera intento esconder mi asombro. Desde que conozco a Terrence, he frecuentado numerosos lugares lujosos, pero aquí, estoy realmente impresionada y encantada. No se puede soñar un nido de amor más lindo. «¿Una margarita?» Un shaker de coctel nos esperaba en la habitación, entre otras bebidas, así como una cesta de

magníficas frutas coloridas y unos aperitivos mexicanos. ¡Es necesario que tenga cuidado, realmente voy a tomarle gusto a esta vida de millonario! Dejo a Terrence ir a tomar una ducha y me recuesto en una de las sillas largas, rayadas con verde y blanco, de la terraza, bebiendo a sorbos mi margarita. Para mi felicidad, escucho a Terrence, vagamente, salir de la sala de baño y dar instrucciones desde el Iphone que el establecimiento puso a nuestra disposición para localizar a nuestro «mayordomo personal». ¡Por supuesto, tenemos un «mayordomo personal» y el Iphone que bien con él! ¡Cuando me enteré, casi me atraganto! Terrence se me une en la terraza y se arrodilla cerca de mí, en bata de baño. Se ve descansado, feliz… y enamorado. Cubre mi rostro de pequeños besos y me permite dejarme llevar inocentemente. - Ordené una colación, me anuncia, y reservé dos masajistas, estoy seguro de que un pequeño masaje nos va a hacer mucho bien. ¿No te opones? - ¡Para nada!, le digo enderezándome súbitamente. Es una muy buena idea, pero… ¿me pongo alguna vestimenta? ¡No traje traje de baño! - Toma la bata de baño, puedes conservar las bragas si quieres; de cualquier manera, lo que debe estar escondido, lo estará por las toallas. Corro a la sala de baño para tomar una ducha mientras veo a Terrence instalarse sobre la mesa de masaje, luego me deslizo en una bata de una blancura deslumbrante y de una suavidad que acaricia. Cuando salgo de la pieza, constato que las dos masajistas ya están ahí. Una de ellas se encarga de Terrence, acostado boca abajo en una de las dos mesas de masaje que fueron instaladas en el comedor de la suite, donde la luz fue difuminada. Tengo un pequeño dolor en el corazón al verla masajear la espalda y el cuerpo musculoso y desnudo de Terrence; únicamente sus glúteos están cubiertos por una toalla y veo las manos de la masajista, una belleza morena, acercarse a ellos peligrosamente. Al acercarme, Terrence abre los ojos y me recompensa con una sonrisa sugestiva. Dejo caer mi bata sobre el sofá e intento tener una expresión tan cómoda como él al colocarme, íntegramente desnuda, sobre la mesa de masaje al lado de él. La segunda masajista, una esbelta hermosa, tan rubia como su colega es morena, me dirige una bella sonrisa, antes de colocar una toalla sobre mi trasero. Espero que el hotel no elija a su personal más que por su físico: estas dos chicas podrían ampliamente concursar para el título de Miss México, ¿pero, son tan talentosas como bellas? Después de algunos segundos, ya no tengo ninguna duda. Ella domina su arte a la perfección y todo mi cuerpo se destensa bajo sus dedos de hada y la música de ambientación que crea una atmósfera particularmente relajante. Yo cierro los ojos y me sumerjo en una especie de semi-sueño. Las manos de la joven amasan mis hombros y siento todos mis músculos relajarse; ellas descienden a mi espalda, rozando la toalla y la parte alta de mis glúteos. Luego la masajista se apodera de mis pies, de los cuales masajea cada centímetro cuadrado, luego vuelve a subir muy suavemente a lo largo de mis piernas. Ni siquiera pongo atención a Terrence cerca de mí, no estoy sensible más que a la sensación de estas manos expertas, que en ocasiones desaparecen y regresan, después de haber sido sumergidas en el aceite perfumado. La masajista

trabaja ahora en mis muslos, los cuales amasa con fuerza y suavidad a la vez. Sus manos suben poco a poco bajo la toalla colocada sobre mi trasero; en esos movimientos, sus dedos rozan la parte baja de mis glúteos y de mi sexo. Esto no me molesta al principio, pero me parece que estas caricias accidentales se hacen cada vez más frecuentes. De pronto estoy mucho menos relajada; no me atrevo moverme, ni a girar la cabeza hacia Terrence sobre la otra mesa. ¿Pero qué está haciendo? Las dos manos de la masajista pasaron bajo la toalla y ahora masajea mis glúteos enérgicamente. No estoy muy cómoda, comienzo a encontrar estos contactos… perturbadores, y sus movimientos se hacen cada vez más lentos y… lascivos, ¡sí, lascivos! ¡Tengo como un sofoco! «¡Hey!» ¡Me giro con un movimiento ágil, como si hubiera sido picada por una abeja! ¡Sus dedos se extraviaron en mi sexo! Espantada, me doy cuenta de que ya no estamos más que Terrence y yo en la pieza; éste se encuentra de pie, justo al lado de mí, con una toalla alrededor de la cintura, jovial. Ya no hay rastro de las dos reinas de belleza. - Pero…, balbuceo, aturdida. - ¿No le gusta mi masaje, señorita?, me pregunta Terrence, volviendo a ponerse serio. - ¿Pero desde cuándo…? - No hace mucho tiempo. Cuando vi que ella atacaba mi parte favorita, pensé que iba a tomar el relevo. ¿No te molesta si continúo? - Para nada, le digo volviendo a ponerme boca abajo, pero me sorprendería que lo hicieras tan bien como ella. - No conoces mis talentos, Zoé. Me reinstalo boca abajo, con una sonrisa de lado. Por el ventanal, veo el sol ponerse sobre el mar de Cortés. Siento que la noche que comienza va a ser inolvidable. Terrence hace volar la toalla que se había quedado sobre mis glúteos. Siento sus labios posarse sobre mis curvas, las cuales besa golosamente. - Señor, le digo en un tono que intento se escuche seco, su comportamiento no es muy profesional. Voy a quejarme con la dirección. - Lo siento, señora, era tan tentador, pero sabré guardar la compostura de ahora en adelante, no tenga miedo. Entonces comienza a masajearme la espalda. Sin ser tan profesionales como las de la masajista, sus palpaciones son bastante precisas y relajantes, y sobre todo, sensuales, en ocasiones ligeras, a veces insistentes. Efectivamente, Terrence tiene bastantes talentos escondidos. Sus manos siguen mi columna vertebral, descienden más abajo por mi espalda, pero se detienen siempre en una frontera

invisible, arriba de mis glúteos, para volver a subir hacia mis hombros. Empiezo a tener muchas ganas de que se entretenga más abajo y le lanzo algunas miradas para animarlo, pero él parece divertirse con la excitación que percibe en mí. Termina por poner sus manos en mis glúteos, los cuales masajea sensualmente, con sus dedos yendo a rozar en ocasiones mi sexo (¡cada vez más húmedo!), como inadvertidamente. Luego, siento un índice que se insinúa ligeramente, se retira y me penetra de nuevo; y la misma maniobra se retoma varias veces. Yo muerdo mis labios para reprimir un gemido de placer. «Se puede girar, señorita.» Me pongo dócilmente sobre la espalda, Terrence ajusta la toalla al nivel de mi sexo. «Le aconsejo conservar los ojos cerrados, señorita, es el mejor medio para disfrutar de las sensaciones.» Encuentro muy excitante escucharlo hablarme con tanta reverencia, con esa sumisión fingida. Ahora me siento muy cómoda en el papel de la cliente rica, rendida a su masajista con manipulaciones no muy inocentes como aparentan. Terrence se adueña de mi pie derecho, entonces tengo la sensación de algo húmedo y cálido sobre mis dedos del pie. Abro un ojo, el cual vuelvo a cerrar muy rápido: llevó mi pie a su boca y succiona metódicamente cada dedo; luego, hace lo mismo con el otro pie. Mi excitación no deja de crecer, siento como un fuego besar mi sexo e irradiar en mi vientre. En este momento, sus manos vuelven a subir a lo largo de mis pantorrillas, sin entretenerse en ellas, luego se pasean por mis muslos. Sus manos se ausentan, sin duda para sumergirse en la cúpula donde las masajistas derramaron aceite perfumado; ellas regresan a acariciar el interior de mis muslos, pero sin aventurarse más allá. Repentinamente, ya no las siento y lucho por no abrir los ojos. Algunos instantes más tarde, siento las manos de Terrence sobre mis senos. Él está colocado detrás de mí, con sus dos manos sujetando mi pecho, el cual masajea. Con las pupilas entreabiertas, percibo a través de mis pestañas, las puntas endurecidas que se yerguen entre sus dedos. Yo me arqueo y mis piernas se abren involuntariamente: tengo tantas ganas de él. «Terrence…» Fue más un gemido que una palabra. «¿Sí, señorita? ¿La lastimo, quiere que me detenga?», me dice, falsamente servil. En señal de respuesta, pego sus manos contra mis senos. Abro los ojos y veo su rostro por encima del mío: sonriendo a medias, se inclina hasta besarme, pero sólo me roza los labios. Luego, desprende suavemente sus manos y yo comprendo que se colocó de lado cuando siento sus manos acariciar mi vientre. Luego, siento el dulce paso de su lengua que sube de mi ombligo a mis senos; cada centímetro de mi piel me parece en ebullición. Una de sus manos se extravía en mi pubis, luego desciende más abajo, juega con mi clítoris, todo hinchado de la excitación. Es más de lo que puedo soportar, tengo la impresión de estar en carne viva, todas sus caricias me llevan a la locura. Yo me

enderezo y me vuelvo a encontrar sentada sobre la mesa frente a él; él arranca mi toalla, exponiendo un miembro orgullosamente erguido, el cual observo con avidez. Yo rodeo sus caderas con mis piernas y me pego contra él; él me penetra inmediatamente. Con su sexo clavado en mí, me toma por los glúteos y me levanta de la mesa de masaje. Unidos de esa manera, vamos a la habitación donde me abalanza sobre la cama sin separarse de mí. Estoy impregnada de caricias, mi cuerpo no necesita estar más excitado y aprecio su precipitación. Terrence penetra en mí salvajemente y yo lo sostengo por sus glúteos musculosos, los cuales araño y presiono para animarlos a ir aún más rápido, más fuerte. Lamo el sudor de su torso, cuyo olor se mezcla con el perfume almizclado de su piel. Ese aroma animal, que los olores de los aceites esenciales no logran disimular, me embriaga y no hace más que hacer crecer mi excitación. Terrence me toma del cabello y, con la mirada ardiendo, se apodera de mi boca, introduciendo su lengua, mientras su sexo hace surcos en el mío. Siento subir a mí un placer intenso, violento, y veo en los ojos de Terrence que él también está cerca del orgasmo. «¡Vente! ¡Ahora!», me escucho ordenarle. Sin retenernos más, nos dejamos llevar por esta ola de placer que nos arrastra juntos, enganchados el uno con el otro, como dos náufragos. El orgasmo fue poderoso y me deja un poco desorientada. Pegado a mí, Terrence se adormeció y yo saboreo esta torpeza que se apodera de mí. Una suave brisa marina se infiltra por el ventanal abierto y viene a acariciar nuestros cuerpos húmedos. Creo haberme quedado dormida algunos minutos. Intento desprenderme sin despertar a Terrence. «¿A dónde vas?» ¡Fallé! - No he acabado contigo, me dice con un gesto falsamente amenazador. - Ni yo contigo, mi amor, solamente tengo ganas de otra margarita y de mordisquear algo. Quieres… - Vuélvelo a decir. - ¿Qué? - ¡«Mi amor», vuélvelo a decir!, me dice con una voz suplicante. Yo estallo en risa. ¡Es tan formidable este instante! «¿Quieres que te traiga algo… mi amor?», le digo con una expresión inocente. Él me atrapa por los brazos y me jala hacia él, me tomó por las muñecas para evitarme huir y se pone a cubrirme de besos. Yo me retuerzo riendo bajo su boca y su lengua ávidas. Aparento ceder bajo este delicioso suplicio pero, mientras Terrence relaja su abrazo, yo aprovecho para escapar de la cama, con una gran carcajada.

- Pero… se queja Terrence. - No te apresures tanto, mi amor, tenemos toda la noche. ¿Y por qué conformarse con la cama?, le digo tentadora. Antes de salir a la terraza, tengo la precaución de ponerme mi bata de baño, nuestra habitación parece estar muy al abrigo de las miradas, pero aprendí a desconfiar de los paparazis. Examino la playa a través de la oscuridad, pero no percibo nada sospechoso y únicamente escucho el ruido de las olas que rompen en la orilla. Mientras lleno dos copas de margarita, Terrence se me une desnudo. Tiene un cuerpo maravilloso, no me canso de mirarlo, su vientre tan plano, sus piernas musculosas, el pliegue de la ingle tan bien dibujado, el cual me gusta tanto acariciar… ¡Me causa un tal efecto! - Ten cuidado, si te tomaran fotos, le digo, un poco preocupada. - No te preocupes, este hotel es conocido por preservar la intimidad de sus clientes. - ¿Pero y la playa de allá?, le digo mostrándole la extensión de arena más abajo. - Está vigilada, ningún intruso puede aventurarse en ella, me dice. Además es de noche. ¿Y si vamos al jacuzzi?, me propone llevando su copa de margarita a sus labios. Te tranquilizo, el agua es cambiada con cada cliente nuevo, me dice riendo. ¡Y no hay ninguna cámara submarina! Sin esperarme, se dirige al otro lado de la terraza y penetra en el jacuzzi, se sienta frente a mí y me extiende la mano. La propuesta es tentadora y, con pequeño escalofrío, dejo caer mi bata sobre una silla larga y voy a reunirme con él en el jacuzzi. La mirada que me lanza Terrence al ver mi cuerpo desnudo bajo las estrellas no me deja ninguna duda acerca de sus intenciones. ¡Y no parecen ser muy lejanas a las mías! El aire es cálido y el agua lo es aún más, lo que crea un tipo de vapor por encima de nosotros. Me siento de frente a Terrence, tengo mi copa de margarita en la mano, y admiro las estrellas por encima de nosotros. Esta noche es perfecta. «¡Una estrella fugaz! ¡Pide un deseo, Zoé!» ¡Que siempre seamos así de felices y estemos así de enamorados, que nuestra vida sea como esta noche! - ¿Entonces, cuál es tu deseo?, me pregunta Terrence. - ¡No te diré nada, ansío mucho que se realice! Terrence me sonríe tiernamente del otro lado del jacuzzi. De pronto, siento una extraña sensación entre mis muslos y no es debido a las burbujas que se agitan en el agua. Me doy cuenta de que el pie de Terrence se deslizó entre mis piernas y que llega a cosquillear mi sexo. Es un poco torpe, pero nada desagradable y no impide excitarme nuevamente. Pongo mi copa de lado y me levanto para acercarme a Terrence y besarlo. Aprovecho para deslizar mi mano en el agua y verificar lo que los remolinos no me permiten ver: está muy erecto. Mi mano se entretiene en su sexo, el cual, alternativamente, acaricio y presiono firmemente. Siento su pene ponerse aún más duro bajo mis

dedos. Continúo esa pequeña maniobra durante algunos minutos mientras nuestras lenguas se mezclan. Sus manos juegan con mis senos, lo cuales se estremecen bajo estas caricias. De pronto, me enderezo en el agua, ofrezco mi sexo a la boca de Terrence, quien lo lame apresuradamente, me atrapó por los glúteos para pegarme mejor contra sus labios y su lengua se insinúa en mis repliegues; esta sensación me hace perder el control. Me agarro de su cabello, con la cabeza inclinada hacia atrás a causa de mi placer. Podría correrme aquí, inmediatamente, pero quiero contenerme. Me vuelvo a lanzar al agua para apagar el fuego que me consume, pero el agua, muy caliente, apenas apacigua mi fiebre. Las burbujas cosquillean mi sexo, ya hinchado por la excitación. Miro a Terrence, cuyo torso poderoso y liso emerge del agua y una idea, un deseo, me llega. Me acerco a él, girándome de espaldas, tomo firmemente su sexo y lo monto; comienzo a subir y bajar sobre su miembro, con mi pecho sumergiéndose, luego emergiendo de las burbujas, en un movimiento cada vez más rápido. Tengo extrañas sensaciones en las puntas de mis senos, que han obtenido una sensibilidad extrema, bajo el efecto mezclado de las burbujas y la brisa que entra golpeando mis pezones mojados, cada vez que emerjo. Con una mano, Terrence se engancha de mi cintura; la otra se deslizó por el frente, sobre mi sexo, contra el cual frota con la palma, con un dedo que viene a cosquillear intermitentemente mi clítoris, lo que aumenta el placer que me da su pene. Pego mi espalda contra su torso. Terrence cubre mi cuello con besos, luego siento su lengua introducirse a mi oreja, la cual tengo muy sensible… lo que experimento es este momento es absolutamente delicioso. Me giro para pegar mi boca a la suya. Sus dos manos están ahora en mi cintura y ahora es él quien impone el ritmo, haciéndome ir y venir sobre su pene a su agrado. Terrence me dijo que nadie podía vernos, pero estoy tranquila sólo a medias. No obstante, curiosamente, ese temor, real, aumenta aún más mi placer, imagino que unos ojos extraños están observándonos y, si bien eso me asusta, también aumenta mis sensaciones. Los jadeos de Terrence en mi espalda se hacen más fuertes y comprendo que va a correrse. Yo me giro a medias, justo para verlo inclinar la cabeza hacia atrás en un largo gemido; clavada en su sexo, me apoyo una última vez, antes de volver a caer, fulminada por un resplandor de placer.

10. Escándalo en primera página

«Estás segura de que quieres adquirir un pseudónimo?», me dice Pauline, con una expresión de duda. Regresé el día anterior de Cabo San Lucas, donde pasé dos días maravillosos… y muy sensuales, con Terrence. Después de esta pausa amorosa y erótica, me encontré con una Pauline muy entusiasta: adoró mi novela y me convenció de enviarla a algunas casas editoriales sin demora. Estamos instaladas en la barra de la cocina. Cosa rara, estamos tomando nuestro desayuno juntas, Pauline estaba de descanso el día anterior y aprovechamos para cenar entre chicas. - Sí, prefiero tomar un pseudónimo. Sabes, va en serio con Terrence. Nos amamos, le digo sonrojándome un poco. Por el momento no me siento lista para enfrentar los flashes de los fotógrafos, pero no podremos esconder siempre nuestra relación. Lo hablé con Terrence, él comprende mi reticencia, pero no sé si podrá, y querrá, fingir ser soltero durante mucho tiempo. En resumen, tengo mucho miedo de que en algún tiempo, mi nombre circule en las revistas, y no tengo nada de ganas de que un editor quiera firmar conmigo porque me vio en los brazos de Terrence Grant gracias a Google. Si me publican, quiero que sea por la calidad de mi escritura, no por mi novio. - Hummm… Eso tiene sentido. Ok, aprueba Pauline. - Mi tía se ofreció a imprimirla y enviarla a algunas casas editoriales. Será mucho más sencillo que enviarla de aquí. - ¡El premio Goncourt será tuyo! Yo estallo en risa. - No estoy aspirando a los premios, pero a ser publicada sí, sueño con eso, será un reconocimiento de mi trabajo y la prueba de que no me equivoqué de camino. Considerando eso, las casas de edición reciben miles de manuscritos por año y rechazan una buena parte de ellos; además hay un montón de grandes escritores a quienes les han rechazado sus escritos, por ejemplo a Proust para el primer volumen de la Búsqueda… - Yo estoy segura de que serás publicada, me interrumpe Pauline. Su seguridad me hace sonreír. - Dices eso porque me quieres. - Por supuesto que no. En primer lugar, no te quiero tanto, me dice con una semi-sonrisa. En segundo, ¡porque La Bella Durmiente es genial! Es conmovedora pero divertida, sensible… ¡Los editores no pueden dejarla pasar de lado! - Que Dios te oiga. Bueno, mientras espero a vivir generosamente de mis derechos de autor, voy a la productora de Terrence para intentar ganarme la vida como guionista. ¡Sólo tengo que aprender la

profesión antes! Terrence me arregló una cita con Fitzgerald Brown. - ¿Quién es?, me dice Pauline, volviéndose a servir una taza de café. Yo trago un bocado de panecillo antes de responder. «Es el guionista de Angry Man. Me lo he cruzado varias veces en el rodaje, pero no lo conocía realmente, sólo lo suficiente para encontrarlo brillante. Está bajo contrato con Terrence para desarrollar otros escenarios y, si mi proyecto de serie sale a la luz, él sería mi spin doctor; es decir que estará ahí para respaldarme, darme consejos acerca de la narración, de la evolución del relato y la coherencia… Tal vez tengo una idea interesante, ¡pero crear toda una serie a partir de eso, construir un hilo que se mantenga en varios episodios, incluso varias temporadas, es un arte que aún no se domina! ¡Ups, digo al mirar la hora que se muestra sobre el horno de microondas, tengo que irme, casi voy retrasada!» Me cae bien Fitzgerald, no me lo he cruzado más de una o dos veces, pero siempre me ha parecido simpático. Debe tener unos 35 años, tiene el cabello corto y rizado en la parte de encima, las entradas a penas encanecidas. No es muy alto ni apuesto, pero tiene cierto encanto con su inmensa sonrisa, llena de amabilidad, y una mirada azul, atenta y risueña, siempre chispeante, detrás de sus pequeñas gafas ovaladas y metálicas. Un chico encantador y muy inteligente, quien se interesa en todo, y las pocas conversaciones que hemos podido tener siempre han sido muy enriquecedoras para mí. Estoy encantada de que Terrence lo haya elegido para respaldarme y guiarme por este nuevo camino. Instalados en una gran oficina de cristal del rascacielos, donde se encuentra la sede de la sociedad de producción de Terrence, pasamos el día trabajando en mi proyecto. Nombre en clave: «Bienvenida a L.A.», en francés en el texto, después veremos el título definitivo. Fitz (ya que es así como quiere que lo llame) me dijo que adora la idea de partida, la vida en Los Ángeles y los pasillos de Hollywood vistos por una pequeña Frenchie, recientemente desembarcada en el suelo americano. Como Terrence, él cree mucho en el proyecto, el cual describe como una versión femenina de Entorno. ¡Adoro esa serie, así que aprecio la comparación! Me hizo hablar mucho, me interrogó acerca de la manera en la que veía la evolución de la serie, de los personajes, me explicó los puntos por trabajar para hacer una serie de calidad: personajes secundarios consistentes y buenos cliffhangers , esos finales de suspenso que hacen que se espere la continuación con impaciencia. Adoré esta primera sesión de trabajo, apenas mordisqueé una rebanada de pizza que nos trajeron a domicilio, de lo absorbida que estaba por nuestra conversación. - ¡Uf, trabajamos mucho!, dice Fitz, cerrando su computador portable. Beberé una copa, ¿y tú? Veamos lo que tenemos en existencia, me dice acercándose al mini-bar. Entonces, tengo cerveza, vodka, incluso tengo un chardonnay californiano, te juro que no lleva días en el refrigerador… además hay whisky escocés, si prefieres, agrega mostrándome una jarra colocada sobre una estantería, al lado de copas de todas las medidas. - Me gustaría una copa de vino blanco. Mientras Fitz abre la botella de chardonnay, yo hago un poco de acomodo: coloco mis notas en mi

bolso y vuelvo a cerrar mi computador portable, colocado sobre la mesa baja, frente al sofá de cuero rojo donde estoy sentada. «¿Has vuelto a ver a los miembros del equipo de rodaje de Angry Man?», me pregunta Fitz extendiéndome una copa de vino. Él eligió el whisky. - Tomé un café con James hace unos días. - ¿Ah sí? ¿Y… y su… hermana, Erika? ¿Ustedes son amigas, no? Tal vez no lo hubiera notado si Fitz no se hubiera puesto rojo de pronto y a balbucear. Parece haber hecho un esfuerzo sobrehumano para hacerme la pregunta, y de la manera más natural posible, pero falló. Entendí muy bien que la pregunta no era al azar: todo me hace pensar que Fitz tiene sentimientos hacia Erika. - James me dijo que desde el final del rodaje, se fue a San Francisco, con su familia. - Ah, dice Fitz, evidentemente decepcionado. - Pero regresa pronto, según James. Con esas palabras, Fitz parece alegrarse de nuevo. Bebe un trago de whisky, con una sonrisa en los labios, luego percibe mi mirada interrogante y se sonroja de nuevo. - Me cae muy bien Erika, es una chica amable. - Y muy bonita, digo tratando de contenerme de reír frente a su expresión incómoda. Con el pobre Fitz que parece estar en suplicio, decido cambiar el tema, para no mostrarme indiscreta; aún no lo conozco tan bien para decirle que me di cuenta de su incomodidad. Sin embargo, parece ser que el tímido Fitz necesita una confidente y soy yo a quien ha elegido. Él ignora mi intento por cambiar el tema, incluso creo que no me escuchó, y regresa al tema que le preocupa. «Aprecio mucho a Erika. Yo… incluso tal vez un poco de más», me dice bruscamente. Va a tomar la jarra de whisky y se vuelve a servir una copa, luego regresa a instalarse cerca de mí. «Durante el rodaje, retoma, ella en realidad no parecía notarme y bueno… yo no soy un gran conquistador, me dice con una risita forzada. Sin embargo, hubo una noche donde… yo había bebido un poco, estaba más temerario, y ella también había bebido un poco. Conversamos mucho en la playa y… nos… acercamos, agrega un poco incómodo. Yo pensaba que tal vez podía haber algo entre nosotros, pero al día siguiente, ella volvió a ser fría, y después… intenté invitarla a cenar pero ella siempre se negó… muy amablemente, pero se negó… terminé por dejarlo así.» Una idea me fulmina:

¿Y si esa famosa noche en la playa, ellos hicieron más que «acercarse», como dice púdicamente Fitz? ¿Y si fuera él el padre del hijo de Erika? Afortunadamente Fitz, clavado en sus recuerdos, no parece percibir mi malestar. «Sabes, Zoé, estoy realmente enamorado de Erika, desde hace varios meses; esa noche tuve la impresión de que algo era posible. Tú que la conoces, ¿crees que debo rendirme o perseverar?» No sé qué responderle. No he vuelto a ver a Erika desde que me habló por Skype para anunciarme que Terrence no era el padre de su hijo. Planeé volver a verla a su regreso de Los Ángeles, pero esa posibilidad me dio un poco de miedo, porque sé que estaba – ¿o está? – enamorada de Terrence y no voy a poder esconderle por mucho tiempo la naturaleza de nuestra relación. ¡Es una amiga, ella me considera como tal, no puede enterarse por una indiscreción o peor aún, por los periódicos! «Sabes Fitz, le digo después de un instante de reflexión. Erika es una persona muy discreta, no habla mucho acerca de sus sentimientos, en todo caso, no conmigo, y por lo que sé, incluso ni con su hermano. No puedo hablar en su lugar, pero en lo que a mí me concierne, creo que cuando se ama sinceramente a alguien y se cree que una historia de amor es posible, hay que intentarlo y pelear; y creo que Erika vale la pena.» Es lo que pienso sinceramente, no se lo digo a Fitz porque es lo que quiere escuchar, ni porque saber a Erika feliz en pareja me ayudaría a asumir mejor mi relación con Terrence frente a ella. Fitz parece estar realmente enamorado de ella y no es del tipo de Erika el entregarse a alguien una noche, incluso si bebió. Pienso que esa noche, realmente fue seducida por Fitz. No sé lo que ha pasado por su cabeza desde ese día, dónde está, pero lo que sé es que conservó al hijo que carga, no lo haría si sintiera desagrado por el padre, me parece, y si esa persona es Fitz… tal vez su historia tiene un futuro. Él, por el momento, no parece estar enterado de su embarazo, seguramente es para esconderlo que Erika dejó la ciudad; pero James me dijo que su regreso era inminente. ¿Será que Erika está lista, finalmente, para asumir esta historia? Es a un Fitz entonado y listo para la (re)conquista al que dejo para ir a reunirme con Terrence, quien me invitó a su casa para una cena a solas. Mientras degustamos deliciosas lasañas en el tejadoterraza, me anuncia que intentó contactar a su madre al número que le di, pero que no tuvo respuesta. No me dice nada más y yo no hago más preguntas: ¡Ya me mezclé bastante en esta historia! Muy temprano, el timbre de un teléfono me despierta, yo busco automáticamente mi teléfono móvil cuando me doy cuenta de que es el de Terrence el que suena. «¿Qué pasa, Jane?», dice la voz adormecida de Terrence. ¿Jane Kilding? Bruscamente, completamente despierta, doy un vistazo a mi teléfono: son las 8 de la mañana, un sábado. Si Jane molesta a su cliente preferido a esta hora, sin duda no es por nada. «Ok, está bien, no te enojes, la enciendo. ¿Qué canal dices?»

Yo me enderezo y veo hacia la inmensa televisión que hace frente a la cama de Terrence. - … es un verdadero hecho imprevisto en Hollywood, dice la presentadora en la pantalla, y ahora Terrence Grant tendrá que responder a las preguntas que todo el mundo se hace. ¿Por qué mintió con respecto a su madre? Siempre fingió que estaba muerta y ahora sabemos que… La periodista continúa su comentario pero yo ya no escucho nada. Con la boca y los ojos abiertos grandes, veo fijamente el televisor: en la pantalla aparece la primera página de un periódico titulado: «Rose Belmont se confiesa con Jack di Carlo: Soy la madre de Terrence Grant y él se niega a verme.» ¡Qué hice, Dios mío, qué hice! Estoy atónita. ¿Cómo pudo Rose ir a hablar con la prensa, exponer de esta manera su vida y la de su hijo, provocar un escándalo como éste? ¿Me equivoqué tanto con respecto a ella? ¿Me manipuló? ¿Qué tipo de madre es para hacerle eso a su hijo? ¿Qué es lo que quiere REALMENTE? Terrence salió de la cama y mira fijamente el televisor, con los brazos colgando. Su teléfono cayó al suelo y, desde la cama donde me quedé postrada, escucho los gritos indistintos de Jane que todavía se escapan de él. Estoy preocupada, me siento muy molesta, es en parte mi culpa si se encuentra el día de hoy en la primera página de esta prensa que él aborrece. Ethel tenía razón al querer protegerlo de esta mujer. ¡Cuando pienso en que ahora él está enojado con ella por mi culpa! ¡¿Terrence, mi amor, me perdonarás este desastre?!

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Autor: Kate Walker (Goodreads Author). Rating: 4.8 of 5 stars (2827) counts. Original Format: Paperback, 187 pages. Download Format: PDF, FB2, DJVU, iBook.

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