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Companeros de cordada Muy cerca de la cumbre diviso tres puntitos en lento movimiento. Sigo su traza en la nieve desde que he salido del refugio. Se trata de una cordada especial. En ella hay un perro. Lo delata la huella de sus cuatro pies y el continuo y delicado rastro que va dejando su cola sobre la blanca y fría nieve. Texto: LLUÍS LLEIDA Fotografías: JOSEP MARÍA OLIVERAS “MAIO” Y ARI CASELLES www.moviendolacola.net
E
n absoluto me sorprende. Cada vez es más común ver perros que acompañan a sus dueños en sus salidas montañeras. Durante los fines de semana, es fácil encontrar esta conjunción en muchas de nuestras sierras y cordilleras. Sin embargo, aquí donde estoy, al límite de los cuatro mil metros de altitud, esto ya no es tan habitual. Tengo curiosidad por llegar hasta ellos y conocer quiénes son, qué hacen aquí y porqué. Los distingo en la cumbre. Hacia allí voy yo. Me cuesta respirar, pero avanzo a ritmo alpino y en pocos minutos estaré con ellos. La nieve está ideal. Dura, como corresponde a esta hora de la mañana. Los crampones clavan bien en ella. El sol, que apenas hace una hora luce sus primeros rayos, todavía no calienta suficiente como para que empiece el fundido que más tarde, durante el descenso, hará de este manto blanco una superficie más fatigosa y también más peligrosa. Ando sumido en mis pensamientos, inmerso en un silencio sólo roto por el ritmo constante del “crac-crac” que producen las veinticuatro afiladas puntas de los crampones al penetrar en el hielo y que me aseguran al suelo. Subir. Subir. Subir. Mi atención despierta al enfrentarme a la famosa rimaya y a las zetas que dibuja la traza que sigo, en rampas de hielo de hasta 40 grados. Una vez alcanzada la arista cimera, el punto más elevado del Dôme está a tocar. El Dôme de Neige, de 4.015 metros de altitud, está situado en el sureste francés, dentro del Parc National des Écrins, entre los departamentos de Isère y Hautes-Alpes. El
los riesgos. Tanto por su seguridad como por la nuestra y la de quienes nos rodean. Se trata de pasarlo bien juntos, disfrutar y jamás molestar. Durante más de media hora comparto la cumbre con Maio, Ari y Elbrus, porque él también está contemplando, sintiendo y viviendo como nosotros. La escena es espectacular. La montaña, el horizonte, la luz, el blanco… y Elbrus. Es un macho de 40 kg cruce entre samoyedo y pastor belga. Rubio de gran pelaje, su envergadura llama mucho la atención.
Elbrus en Bastiments.
macizo des Écrins es un territorio de altas montañas y profundos valles, cuyo punto culminante es la Barre des Écrins, de 4.102 metros de altitud, a muy poca distancia del Dôme.
A cuatro patas
El día es espléndido, como espléndidas son las vistas del glaciar y el valle que regala la cumbre. Un pequeño premio al esfuerzo y el tesón que transporta a mi mente aún más lejos y más arriba, hasta que un “bonjour” que suena más catalán que francés me devuelve y me da la bienvenida. Es la cordada híbrida hombre-perro, perro-hombre. Devuelvo el saludo con un “hola, bonito perro”. – Se llama Elbrus, como el techo de Europa. – ¿Sois españoles? – Soy Maio, de Sant Celoni, al pie del Montseny, en Barcelona. Él es Ari, de Salt, en Girona.
Como buen cruce entre las razas samoyedo y pastor belga, Elbrus tiene un punto anárquico en la obediencia, pero una gran resistencia al frío y al esfuerzo físico Amanecer en el Montseny.
– Encantado. Me llamo Lluís y vivo en Borredà, un pequeño pueblo prepirenaico de la provincia de Barcelona. Elbrus es un perro alpinista –digo. Arnés, cuerda… Y en lugar de barritas energéticas, pienso. Ya veo que no le falta de nada. – Ya sabes que toda actividad en montaña es potencialmente peligrosa –responde Maio. En el caso de un perro, todavía más. Hay que equiparlo, alimentarlo y minimizar
Elbrus, Xatina y Mossa
Me cuenta Maio que es su segundo perro montañero. Xatina fue antes que Elbrus, pero ya no está. Ella abrió el camino y aportó las experiencias. También la que transmitió confianza a Elbrus en sus primeros pasos pirenaicos. Y antes que Xatina fue Mossa,
Elbrus y Txatina al Tristaina(Andorra).
Elbrus en el Pic de la Dona(Cataluña). 16
la perra de Ari, una hembra muy inteligente y obediente, cruce entre boxer, pastor catalán (Gos d’Atura Català) y dogo de Burdeos. Mossa, hoy retirada, acompañó durante muchos años a Ari en sus recorridos por picos y valles del Pirineo. La experiencia adquirida por Maio y Ari en el manejo de perros en montaña es amplia y es fruto de la unión de sus dos pasiones: los perros y las montañas. Con siete años sobre sus cuatro patas, Elbrus cuenta con un amplio historial montañero. Además de dosmiles y tresmiles en Pirineos, en su lista de ascensiones aparecen varios cuatromiles, entre los
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que sobresalen el Breithorn (4.149 metros) y ahora, también, el Dôme de Neige. Me fijo en lo tranquilo que está. Descansa sobre la nieve oteando el horizonte casi ilimitado que tiene delante. Maio me asegura que Elbrus es feliz en la montaña. Creo que soy capaz de percibirlo. Hay algo >P>
Descenso del Aneto.
en el ambiente que también a mi me hace sentir feliz. Y no es sólo el hecho de estar aquí, en la cumbre. Es el compartirla con un animal que, curiosamente, parece humanizar este lugar inhóspito. – Habéis salido pronto. No os he visto en el refugio. Maio mira a Ari y ambos dibujan una suave sonrisa. – Vivaqueamos y salimos muy temprano hacia cumbre. Procuramos hacer montañas a las que va poca gente o, como en este caso, salimos muy, muy temprano para progresar con Elbrus y disfrutar con él de amaneceres solitarios. – Sí, perseguimos una especie de soledad compartida aguardando la explosión de luz y color del amanecer. Ese momento es el que más nos gusta captar con nuestras cámaras de fotos. Justo entonces, Elbrus se levanta y empieza a mover la cola con energía. Es una reacción instintiva y natural. Todos los perros lo hacen cuando algo les gusta. Y lo que ve y siente ahora Elbrus le gusta, sin duda. Acaricio su irresistible pelaje y hago saltar los pequeños copos de nieve que lo cubren desde la cruz hasta la
grupa, mientras comento con Ari y Maio que Elbrus reacciona como lo hacemos nosotros ante aquello que despierta nuestras mentes y acelera nuestros corazones. A los cuatro, la montaña, con las sensaciones y sentimientos que vivimos en ella, nos despierta y acelera de tal forma que la reacción de Elbrus de mover la cola equivale al intento de Maio y Ari de captar con sus cámaras el momento y transmitir el sentimiento. En mi caso, el intento es a través de lápiz y papel, escribiendo sobre lo que siento, vivo y pienso. Puesto en pie, imponente, Elbrus mira a Maio. Sin duda, forman una buena cordada. Entre ellos sobran las palabras. Se conocen muy bien. Una sutil mirada ha sido suficiente para que ambos se pongan en marcha. El sol calienta el cuerpo e ilumina el camino. Ha llegado el momento de iniciar el descenso. Me uno a ellos.
Txatina en la cima de las Agudes (Montseny).
afrontar el reto de subir montañas. “Antes nos cansamos nosotros que él”, asegura Maio. Voy observando a Elbrus, asegurado a Maio por la cuerda. Se desenvuelve muy bien. Se nota que se siente seguro y contento. En algunos pasos mira a un lado y a otro, como hacemos nosotros, y el gesto de Maio le indica la mejor opción. En otros momentos es Elbrus quien descubre el mejor paso y nos guía a los tres. El momento culminante es cuando Maio decide dejar libre de cuerda
Instinto animal
Como buen cruce entre las razas samoyedo y pastor belga, Elbrus tiene un punto anárquico en la obediencia, pero una gran resistencia al frío y al esfuerzo físico. Estas dos cualidades, además de su potencia y buen carácter, le dotan de las capacidades necesarias para
a Elbrus. La arista, la rimaya y las grietas han quedado atrás. Ahora es totalmente libre. Va de un lado a otro husmeando, sin alejarse. Le llamo y acude. Me mira. Le sonrío y el me regala un ladrido, el único que le he escuchado durante estas horas. Maio, más adelantado, lo llama: ¡Elbrus! Encogiendo y estirando las cuatro patas a la vez, Elbrus acude a la llamada de su compañero de cordada. Galopa libre y feliz sobre la nieve. Quién sabe si pensando cuál será su próxima cumbre.
Durante más de media hora comparto la cumbre con Maio, Ari y Elbrus, porque él también está contemplando, sintiendo y viviendo como nosotros Amanecer en Bastimerts. 18