EL PARADIGMA AUTÓNOMO TEÓNOMO: Una alternativa para fundamentar la moral en el protestantismo latinoamericano Luis Marcos Tapia R.*

Resumen El presente artículo tiene como objetivo buscar una alternativa al problema la fundamentación de la moral en el contexto cristiano protestante/evangélico latinoamericano. Se presentan los paradigmas dominantes en la fundamentación de la moral cristiana y se propone el paradigma autónomo teónomo como alternativa de solución. Finalmente se ofrecen algunas correcciones teológicas como ayuda para que las comunidades protestantes y evangélicas latinoamericanas puedan aceptar dicho paradigma. Palabras claves: moral, ética, fundamentación, autónomo,

teónomo.

INTRODUCCIÓN Las deficiencias en la reflexión teológica protestante en latinoamerica son múltiples. Una de las áreas dónde hay mayor escasez de reflexión teológica académica y sistemática es el ámbito de la ética. Basta con realizar una somera búsqueda bibliográfica sobre moral y ética evangélica o protestante en Latinoamérica para percatarse de la carencia de una reflexión teológica exclusiva dentro de estos ámbitos. Esta artículo busca

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Pastor Bautista y Profesor de Filosofía. Bachiller en Teología, Seminario Teológico Bautista de Santiago de Chile. Licenciado en Educación y Licenciado en Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile.

ser un inicio de reflexión ética desde y para Latinoamérica. La moral del protestantismo evangélico latinoamericano esta influida mayormente por misioneros norteamericanos y británicos, iniciadores y pioneros de la tradición cristiana protestante en Latinoamérica. Lo interesante es que no sólo se ha importado la moral, sino que la reflexión teológica en torno a ella tampoco escapa de la influencia foránea. La moral exportada ha dado lugar a una ética exportada1. La moral en las comunidades protestantes y evangélicas latinoamericanas se prescribe generalmente en forma oral, y se fundamenta apelando a una lectura literal del texto sagrado, en este caso, la Biblia. Esto ha originado algunos de los aspectos más negativos de la moral en la tradición evangélica, tradición de sello pietista, como son: el legalismo, la oposición de lo material y lo espiritual y la “separación del mundo”. Esto induce en la práctica a una doble moral, produciendo criterios sociales y políticos problemáticos2. Estos

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1 Como una guía para la presente reflexión es necesario establecer, como paso previo, la distinción entre moral y ética. Estas palabras se usan indistintamente en algunos casos, pero en el presente artículo se hará distinción entre ellas entendiendo la moral como el conjunto de principios, normas o valores por los cuales una persona o una comunidad se orienta en su conducta, y la ética como aquella disciplina filosófica que reflexiona sobre la moral, lo que también se conoce como moral pensada. El tránsito de la moral a la ética implica un cambio de nivel reflexivo, el paso de una reflexión que dirige la acción de modo inmediato a una reflexión filosófica, que sólo de forma mediata puede orientar el obrar. La ética es, por tanto, una disciplina dentro de la filosofía que se pregunta por el por qué de tal o cual comportamiento moral. Tanto la moral como la ética puede desarrollarse dentro de un ámbito de convicciones religiosas. En ese caso la ética será una reflexión sobre la moral vivida desde la propia religión o espiritualidad. Desde el cristianismo se hablará entonces de una ética teológica, esto es, una moral pensada desde la propia racionalidad de la fe. 2 Cf. ver MÍGUEZ, BONINO, José. Rostros del protestantismo latinoamericano, Ed. Nueva Creación, Grand Rapids 1995. p. 52.

aspectos han ocasionado innumerables problemas para las comunidades de fe y sus feligreses. Otro de los problemas en la moral protestante/evangélica en Latinoamérica está en la consideración implícita de las normas morales. Se piensa que las normas morales son comprendidas íntegra y uniformemente por todos los miembros de la comunidad de fe evangélica, ya que, como anteriormente se mencionó, se pretende apelar directamente al texto bíblico. Pero, en la práctica, no todos los miembros de la comunidad comprenden las normas de la misma manera, aunque se pretenda apelar a las mismas escrituras sagradas. Esto ocasiona múltiples desacuerdos y confusión dentro de las comunidades.

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Por otra parte, el hecho de que no se evidencien las normas morales de forma explícita, producto de una reflexión y validación desde las propias comunidades de fe locales, da lugar a que las normas se concentren en aspectos prohibitivos más que orientadores, y a que no se dé una adecuada regulación en aspectos como la disciplina y excomunión dentro de las comunidades.

Todo lo anterior indica la urgente necesidad de comenzar una reflexión ética desde el propio contexto protestante/evangélico latinoamericano. Una reflexión que supere los aspectos negativos de la tradición evangélica heredada, estableciendo algunas características correctivas desde sus mismas bases. Por ello se hace necesario abordar, antes que todo, el problema de la fundamentación de la moral, esto es, dado que la moral no busca sólo describir conductas sino que prescribe cómo estas deben ser, hoy surge la pregunta sobre el apoyo o fundamento de determinada moral para prescribir actitudes y conductas con validez intersubjetiva universal. La moral evangélica latinoamericana ha sido, hasta el presente, heterónoma en su fundamento, esto es, se ha considerado que la moral que deben seguir los seres humanos, tanto cristianos como

no cristianos, esta prescrita directamente en la Biblia como texto revelado por Dios. Para dar respuesta a los problemas morales actuales, tanto individuales como sociales, se recurre y se apela directamente al texto bíblico, sin una previa reflexión ética y teológica contextualizada. Esto ha causado que muchos rechacen de manera absoluta la moral ofrecida por los cristianos, por considerar que una moral así atenta contra sus derechos de autonomía. Un ejemplo de esto se ha dado en Chile en torno al debate sobre la denominada “píldora del día después”3. El debato de mayor importancia no se da sobre las posibles consecuencias abortivas de la píldora, sino que el problema real es el rechazo de la moral cristiana dominante, presente tanto en las iglesias evangélicas como en la Iglesia Católica Romana, por considerarla retrógrada y anacrónica.

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El presente artículo tiene como objetivo buscar una alternativa al problema la fundamentación de la moral en el contexto cristiano protestante/evangélico latinoamericano. Para ello se expondrán los paradigmas más importantes en la fundamentación de la moral cristiana, apelando al paradigma autónomo teónomo como la alternativa más válida para dar respuesta el presente contexto histórico. Finalmente se ofrecerán algunas correcciones teológicas que ayuden a las comunidades protestantes y evangélicas latinoamericanas a aceptar dicho paradigma. LA FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL EN EL CRISTIANISMO La ética teológica, lo mismo que la moral vivida de los cristianos, se mueve dentro del horizonte de la fe, esto es, la confesión cristológica de Jesús, la aceptación de la presencia de Dios en la historia,

3 Píldora que es considerada abortiva por algunos sectores, argumentando que atenta contra la vida del embrión, mientras que otros sectores sólo la consideran meramente anticonceptiva.

la vivencia del Espíritu en la comunidad de los creyentes y la confianza en la esperanza escatológica. Estos son los puntos de referencia y las bases de apoyo para el compromiso moral de los cristianos, por lo que no se puede entender la moral de los creyentes sin la referencia a todo ese universo religioso cristiano. Sin embargo, en el plano de la moral, no todos entiende de la misma forma esta referencia a aquel universo simbólico de fe, sino que se pueden detectar dos tendencias en el modo de comprender la influencia de la fe en la moral. Para unos la fe es “fuente” de una moral específica, la cual ha de ser entendida y vivida como una moral propia de la fe cristiana. Para otros, la fe es el contexto o ámbito de referencia para una moral que tiene que ser autónoma o, llamada también, moral autónoma teónoma. Estas dos tendencias se contraponen en el plano de la ética teológica actual. Vidal señala que el paradigma de la ética de la fe, la fe como fuente de una moral específica, corresponde a opciones de signo neoconservador, mientras que el modelo de la autonomía teónoma va más vinculado a posturas de signo progresista dentro de la teología moral actual4.

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1. El paradigma de la ética de la fe Vidal señala que el paradigma de la ética de la fe pretende justificar la ética teológica en el dinamismo propio de la fe cristiana, pero no por esto desprecia la racionalidad humana sino que también la tiene en cuenta. Se caracteriza por justificar críticamente la moral cristiana desde la dinámica interna del las propias creencias. El mundo de la fe constituiría un ethos propio suficientemente validado desde sí mismo, aunque aun se debe conectar con las situaciones reales y con los saberes autónomos. Se pone énfasis en la validez 4 Cf. ver VIDAL, Marciano, “Fundamentación de la ética teológica” en: VIDAL, Marciano. Conceptos fundamentales de ética teológica, Ed. Trotta, 1992, p. 240.

absoluta de las normas éticas del las Sagradas Escrituras y se tratan de destacar los elementos propios del ethos cristiano aun en lo que se refiere a los contenidos y valores concretos5. La forma en que se ha fundamentado la moral evangélica latinoamericana se puede entender dentro de este paradigma, aunque en una perspectiva mucho más radical debido a la influencia fundamentalista. Como se indicó anteriormente, la moral evangélica latinoamericana se ha fundamentado apelando directamente al texto bíblico. Se indica cómo debe ser la conducta moral de los seres humanos, tanto de los que están dentro de la propia comunidad religiosa como de los que están fuera de ella, apelando a la voluntad universal de Dios presente en la Biblia entendida como única fuente de revelación divina. Debido a la influencia fundamentalista norteamericana, se recurre a la Escritura como fuente infalible, específica e irrefutable y se afirma que toda norma moral debe fundarse en una lectura literal de la Biblia. En la apelación a la Biblia no se elabora un estudio exegético de ella ni una reflexión teológica desarrollada en base a éste. Parece ignorarse que toda lectura de la Biblia es ya una interpretación de ella y se considera que la voluntad de Dios para la conducta moral, y la respuesta a los problemas morales del tiempo presente, se pueden obtener de una lectura superficial y literal de la Biblia.

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Por otro lado, esta perspectiva evangélica extrema del paradigma de la ética de fe desprecia la misma racionalidad humana y no considera necesario el diálogo con otros saberes autónomos como la ética filosófica. La moral de las comunidades evangélicas latinoamericanas es, por tanto, una moral heterónoma de carácter 5 Cf., Ibid., p. 240.

nominalista6, fundamentada y justificada desde las mismas creencias cristianas. La voluntad de Dios para la conducta del ser humano estaría manifestada de una forma positiva en la revelación divina presente únicamente en las Sagradas Escrituras cristianas. Es, por tanto, un voluntarismo ético expresado en un positivismo moral de carácter bíblico. Esta fundamentación de la moral evangélica causa problemas desde el punto de vista de la realidad socio-histórica actual. Desde la Modernidad los cristianos han tenido la tarea de justificar su moral ante sí mismos y ante los demás dentro del pluralismo teórico y práctico de proyectos e ideologías distintas a la cristiana. Como señala Cortina:

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frente a la imposición o la propuesta de normas; frente a la invitación para seguir determinados ideales de conducta, los hombres - tanto más cuanto más críticos- preguntan «por qué». Y la respuesta no puede consistir en un dogmático recurso de autoridad al «porque sí» o a sentimientos ambiguos, equívocamente interpretables. La respuesta tendrá que consistir en razones, tendrá que posibilitar la continuidad de la argumentación, la prosecución del diálogo7.

La justificación en tal caso tiene que tener en cuenta la afirmación de la autonomía del ser humano frente a cualquier forma de tutelaje moral, esto es, emancipación de dependencias heterónomas, y la afirmación de “adultez” como quehacer ético por el que el hombre asume esta autonomía en libertad y corresponsabilidad 6 El nominalismo afirma que la moralidad de la acción humana se mide por su correspondencia con la voluntad divina. La moralidad residiría en el querer libre de Dios: “es bueno lo que Dios quiere y es malo lo que Dios no quiere”. 7 CORTINA, Adela, Ética Mínima: Introducción a la filosofía práctica, Ed. Técnos, Sexta edición, 2000, p. 42.

frente al mundo y la sociedad8. Además, como la moral cristiana entra necesariamente en diálogo frente a otros proyecto morales, se entiende que una moral fundada en una Biblia, considerada como revelación sobrenatural que contiene los únicos preceptos morales válidos universalmente, es volver a una moral heterónoma excluyente de los diversos proyectos morales que no se apoyan literalmente en la Biblia judeocristiana, sean de índole religiosa o secular. Se hace necesaria, por tanto, una fundamentación de la moral cristiana que no se encierre en el ámbito de la fe, autovalidando su propio saber moral de forma sobrenatural y fideísta, sino que es imprescindible una ética evangélica que pueda justificar la moral cristiana en este contexto socio-histórico presentándose como una moral que reconozca la autonomía del ser humano, además de estar abierta al dialogo desde una razón multidimensional.

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2. El paradigma de la autonomía teónoma Por lo señalado anteriormente, se puede afirmar con Vidal que los intentos más serios en la fundamentación de la ética teológica son los que aceptan como presupuesto imprescindible la autonomía de la razón ética y tratan por tanto de justificar una estructura teónoma de ella que no impida la autonomía moral, sino que la apoye y la favorezca9. La comprensión de la moral cristiana fundamentada en una autonomía de base teónoma acepta el orden humano con su 8 Cf. ver RUBIO, Miguel, “El contexto de la modernidad y de la posmodernidad” en: VIDAL, Marciano, Conceptos fundamentales de ética teológica, Ed. Trotta, 1992, p. 131. 9 Cf. ver VIDAL, Marciano, op cit. p. 241.

normatividad consistente y autónoma, pero, por estar circunscrita al universo religioso cristiano, considera al ser humano como creación y, por tanto, afirma que es Dios quien da sentido y fundamento a la autonomía del hombre. En este sentido, Vidal señala que “la ética cristiana teónoma es la expresión de la relación normativa de Dios con el hombre, relación que no contradice ni suprime la normatividad autónoma del hombre sino que más bien la posibilita y le da un fundamento válido”10. La estructura teónoma no es de carácter nominalista, y por tanto heterónoma, sino de carácter racional. El punto de partida es la razón como fuente de normatividad, basada en la autonomía humana. Sin embargo, esta autonomía humana racional tiene como base o fundamento al mismo Dios. La teonomía es, por tanto, la síntesis entre autonomía humana y heteronomía. Afirma Tillich:

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la autonomía y heteronomía están enraizadas en la teonomía, y cada una de ellas se extravía cuando se quiebra su unidad teónoma. La teonomía no significa la aceptación de una ley divina impuesta a la razón por una muy alta autoridad; significa la razón autónoma unida a su propia profundidad. En una situación teónoma, la razón se actualiza obedeciendo a las leyes estructurales y arraigando en el poder de su propio fondo inagotable. Siendo Dios la ley tanto de la estructura como del fondo de la razón, ambos, estructura y fondo, están unidos en Dios, y su unidad se manifiesta en una situación teónoma11.

Es importante señalar la originalidad y peculiaridad del cristianismo en este punto. En este, como en el judaísmo y en las 10 Ibid., p. 242. 11 TILLICH, Paul, Teología Sistemática. Barcelona, 1972, p. 116. Citado en: TORRES QUEIRUGA, Andrés, Recuperar la creación: por una religión humanizadora, Ed. Sal Terrae, 1997. p. 179

demás religiones monoteístas de orientación profética, se ha expresado la moral en forma de mandamientos a través de sus libros sagrados, pero en el cristianismo estos mandamientos no son efecto de una voluntad exterior al hombre que le impone una manera de vivir. Afirma Martín Velasco:

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Los mandamientos son más bien la expresión y la consecuencia de la nueva forma de vida que se deriva del hecho de que el creyente haya sido introducido en la vida misma de Dios y agraciado con su Espíritu. De ahí que la aceptación de los mandamientos no se exprese de forma adecuada en términos de obediencia sino que deba comprenderse como consecuencia del amor de Dios con que el creyente en Jesucristo se ha beneficiado12.

Desde esta perspectiva, el rol de la religión cristiana en el terreno moral no es crear una exigencia moral heterónoma que cargue de culpabilidad a los seres humanos, sino que consiste tan sólo en prestar una ayuda positiva que se manifiesta en tres aspectos específicos. Primero, el cristianismo ayuda en el orden del descubrimiento, esto es, la vivencia religiosa cristiana debería facilitar la captación de las autenticas pautas morales. Segundo, el cristianismo debería ayudar al cumplimiento de las normas morales, esto es, que desde la fe la libertad humana se sienta iluminada, acompañada y potencializada por la presencia salvadora de Dios13. Tercero, y este aspecto es el de mayor importancia, el cristianismo, al fundamentar la autonomía del hombre en Dios, permite que la autonomía no naufrague en el nihilismo de la permisividad ni degenere en total relativismo.

12 MARTÍN VELASCO, Juan, “Religión y moral” en: VIDAL, Marciano, Conceptos fundamentales de ética teológica, Ed. Trotta, 1992, p. 188. 13 Cf. TORRES QUEIRUGA, Andrés, Recuperar la creación: por una religión humanizadora, Ed. Sal Terrae, 1997. p. 164.

DIOS COMO FUNDAMENTO DE LA MORAL AUTÓNOMA El paradigma autónomo teónomo reconoce que ya no es posible partir de un sistema tradicional de normas morales eternas, rígidas e inmutables aceptadas pasivamente y autovalidadas desde la propia fe, sino que es necesario aceptar la autonomía humana. Sin embargo, aceptar esta autonomía no es aceptar necesariamente que el ser humano y su razón esta obligado a constituirse a sí mismo un fundamento moral. Aceptar la autonomía humana es aceptar que cualquier fundamento que se proponga deber ser validado racionalmente, aunque este sea tan diverso como las relaciones socioeconómicas, el consenso de la sociedad, una revelación religiosa, u otros fundamentos similares. Aceptar la autonomía humana es aceptar que “en cualquier caso, sólo una respuesta que apunte a ellos [a los fundamentos] racionalmente, sólo una respuesta racional en su forma, sienta las bases para continuar el diálogo entre seres dotados de razón dialogante”14.

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El problema central de la fundamentación moral en las presentes sociedades liberales es que el hombre no puede fundar la incondicionalidad y universalidad de la obligación moral, pues: ¿Por qué debería un malhechor - si no corre personalmente riesgo- abstenerse de asesinar a sus rehenes, o un dictador no reprimir a su pueblo, o un grupo financiero no explotar a su país, una nación no emprender una guerra, un bloque de poder, en caso extremo, no irrumpir con mísiles contra la otra mitad de la humanidad, si todo ello supone un urgente interés y no existe una autoridad trascendente incondicionalmente válida para todos? ¿Por qué comportarse todos de un modo distinto? ¿Hasta qué punto basta una “llamada a

14 CORTINA, Adela, Op. cit., p. 42.

la razón”, con cuya ayuda puede demostrarse igualmente una cosa que su contraria?15

Por tanto, el postular la autonomía desde una perspectiva teológica cristiana no quiere decir que no hay nada ni nadie que proporcione una orientación o una escala de valores, sino que es la invitación a encontrar en Dios el sentido y fundamento válido a la moralidad autónoma, pues sólo una legitimación teológica puede ofrecer una fundamentación última. Küng señala:

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Lo categórico de la pretensión ética, el incondicional “tú debes”, no puede fundamentarse en el hombre, en un hombre condicionado en todos los sentidos, sino únicamente en lo Incondicional: en un Absoluto capaz de comunicar un sentido trascendente y que comprende y penetra al hombre concreto, a la naturaleza humana y a toda la comunidad humana. Esto sólo puede ser la última realidad, ciertamente no demostrable racionalmente, pero que puede ser aceptada en una confianza razonable, independiente de cómo se la nombre, entienda o interpreta en las diversas religiones16.

La ética teológica que considera que la moral debe fundamentarse en una autonomía teónoma opta por una apertura al pluralismo sin dejar de buscar qué es lo moralmente recto y bueno. El hombre, afirma Küng, consciente o inconscientemente, tiene una necesidad vital de estar radicalmente vinculado al sentido, a la verdad, a la certeza, a unos valores y normas y, por tanto, si vive sin vinculaciones últimas, en este caso de tipo moral, correrá todos los riesgos de un fracaso en su humanidad o bien se vinculará a una ideología totalitaria de cualquier signo que le prometa lo que él anda 15 KÜNG, Hans, Proyecto de una ética mundial, Ed. Trotta, 2006, p. 74. 16 Ibid.

buscando. Con lo cual abdicará de su libertad interior, a menudo dolorosamente, para recibir a cambio verdad y sentido, valores, ideales y normas a las que atenerse17. La afirmación de la teonomía ayuda a que el ser humano no quede abandonado a una total desorientación, sino que trata de ofrecer una verdad, un sentido, unos ideales y normas, pero sin que las personas se vean obligadas a sacrificar su libertad de pensamiento, de palabra, o de acción, a un sistema ideológico, tanto religioso como irreligioso. Es siempre, por tanto, ofrecimiento, invitación a fundamentar la realidad humana y moral. Küng afirma:

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Este abismo, sentido original y finalidad última de ningún modo constituyen para el hombre una heteronomía. Al contrario, tal fundamento, solidez y orientación abren al hombre la posibilidad de un verdadero ser y actuar por sí mismo, le posibilitan la autonormatividad y la responsabilidad personal. En su correcto sentido la teonomía no es heteronomía, sino principio y garantía, aunque también frontera de una autonomía humana que nunca debe degenerar en arbitrariedad del hombre. Sólo el vínculo con lo infinito proporciona al hombre libertad para todo lo finito18.

CREACIÓN Y REVELACIÓN Para fundamentar la moral cristiana desde esta perspectiva teónoma y para que, por tanto, preste una ayuda positiva en el terreno moral, es necesario aceptar dos presupuestos teológicos específicos que desde la fe evangélica latinoamericana tradicional pueden ser problemáticos. En primer lugar, es imprescindible que las 17 Cf. ver KÜNG, Hans, Ser cristiano, Ed. Trotta, 2003, p. 566 . 18 KÜNG, Hans, Op. cit. p. 75.

comunidades de fe recuperen integral y correctamente el concepto teológico de creación y, en segundo lugar, es necesario superar la concepción fundamentalista de la revelación. 1. Creación para la realización del ser humano En las iglesias evangélicas latinoamericanas se tiene a experimentar la realidad en forma dualista. Una aspecto de la vida es el religioso, el ámbito sagrado de la vida eclesial con sus creencias, ritos y deberes propiamente religiosos. Es el ámbito sacro de la vida que le pertenece a Dios. El otro aspecto es el profano, el ámbito en el que se vive en forma diaria donde se trabaja, estudia, se divierte, etc. En el lenguaje popular evangélico se le llama “cristiano” al primer ámbito y “secular”, o incluso “carnal”, al segundo. Si se establecen conexiones entre estos dos ámbitos estas serán meramente extrínsecas, esto es, las actividades diarias o normales de la vida se pueden santificar, “cristianizar”, pero siguen siendo profanas en sí mismas, “seculares”. Se crean, por tanto, dos esferas de intereses, la de Dios y la de los hombres, separados totalmente.

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Desde este dualismo es imposible entender la moral fundamentada en la autonomía con basé teonoma, ya que el ámbito de la realidad creada estaría totalmente separado de Dios. Debido a esto, Dios tiene que imponer extrínsecamente su voluntad a los hombres manifestada en mandamientos y leyes, ya que en sí todo el ámbito creatural estaría apartado de su persona, incluyendo el ámbito moral humano. Los seres humanos tendrían una esfera de intereses propios que nos son respaldados por Dios directamente. Por tanto, cuando los intereses humanos no coinciden con los intereses divinos, hay que renunciar “por” e incluso “a favor” de Dios. El extremo de esta lógica es la total renuncia a los propios intereses e incluso al propio ámbito humano-profano.

No es extraño entonces que para el presente contexto historico-social Dios y el cristianismo aparezcan “como enemigos de la vida humana, como amenaza para su autonomía e impedimento para su realización”19. Se olvida que, desde una perspectiva histórica, el descubrimiento de la autonomía hunde sus raíces en la conciencia bíblica de la creación, ya que al desdivinizar toda la realidad que no sea Dios, hace posible examinarla y tratarla por sí misma conforme a sus leyes intrínsecas. Tampoco es extraño entonces que para el contexto evangélico latinoamericano todo el ámbito humano que busque realizarse a sí mismo en plena autonomía, sea considerado algo negativo.

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Es imprescindible, por tanto, recuperar el concepto teológico de creación. Dios crea desde la infinita gratuidad, no para su alabanza ni para su servicio sino para el bien del ser humano y su realización. Dios crea por amor y, por tanto, cumplir su proyecto creador trae como consecuencia para el ser humano la realización del ser y la realización de su ser es cumplir el proyecto creador de Dios. Señala Torres Queiruga: Tomar en serio la creación es reconocer que la criatura esta entregada a sí mismo, realizando las propias potencialidades. En la naturaleza eso sucede espontáneamente. En la persona humana la realización tiene que ser buscada libremente a través de la propia inteligencia y de la opción de la voluntad. Auscultando los dinamismos de su propio ser más auténtico y analizando las relaciones con su entorno, va descubriendo los caminos de su verdadera realización, de su posible ‘felicidad’20. 19 Ibid. p. 37. 20 TORRES QUEIRUGA, Andrés, “Moral y religión: de la moral religiosa a la visión religiosa de la moral” en: Selecciones de teología, ISSN 0037-119X, Nº 174, 2005, p. 87.

Encontrar aquellas pautas de conducta que llevan a una vida más auténtica y a una convivencia más humana siempre será una tarea del propio ser humano, esto es, encontrar normas morales concretas siempre será una labor que se realice desde la realidad humana y con medios humanos, una tarea autónoma. La perspectiva teónoma califica esa autonomía no para negarla, de hacerlo así negaría la misma idea de creación, sino para evitar la ruptura de su relación con lo divino. Torres Queiruga afirma:

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Creando desde la libre gratuidad de su amor, Dios funda y sostiene la libertad sin sustituirla; crea para que la criatura se realice a sí misma. La llamada divina que, de entrada, pudo parecer una imposición (heteronomía), aparece como la tarea insustituible de la propia persona, invitada a realizarse, optando y decidiendo por sí misma (autonomía), para acabar reconociendo su acción como idéntica al impulso amoroso y creador de Dios (teonomía).

2. Hacia una concepción no fundamentalista de la revelación

Por otra parte, también es necesario superar la concepción fundamentalista de la revelación. Aunque en teología se ha superado la concepción de revelación bíblica a través de un dictado mecánico o experiencias extáticas en los autores, en la imaginación colectiva de los evangélicos, popular y teológica, todavía se piensa que Yavé escribió sus mandatos a Moisés en tablas de piedra o dictó sus leyes a su pueblo por medio de profetas. Se acepta la existencia de un cambio radical en la concepción de la revelación, pero se siguen manteniendo los antiguos esquemas de fondo. Esto hace que los evangélicos utilicen la Biblia como un manual de normas que cubrirían cada situación específica, de forma literal o a través de principios bíblicos que reducen de forma negativa la misma historia bíblica 21 Ibid., p. 86.

a principios moralistas. Las normas morales bíblicas, tanto las del Antiguo Testamento como las del Nuevo Testamento, son normas para sus propios contextos histórico-sociales y, por tanto, no cubren toda la gama de problemas morales contemporáneos. Esto no significa que los cristianos puedan desechar la Biblia como guía moral, sino que hay que entenderla dentro de este ámbito de autonomía teónoma que tiene lugar en ser humano como ser creado. La Biblia es uno de los grandes testimonios de cómo el ser humano, desde su propia razón multidimensional, llega a la convicción de la moralidad inherente al ser humano y de principios morales ineludibles. La religión cristiana, así como el resto de las religiones universales, cumplen una función heurística, esto es, han ayudado históricamente al descubrimiento de los principios morales. Aunque es necesario decir que no se puede reducir la religión a la moral, como muchos teólogos y filósofos modernos pensaron.

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Hoy se sabe que el proceso por medio del cual se formularon las normas morales no fue literalmente como lo señala la Biblia, sino que las leyes y mandamientos bíblicos brotaron de la experiencia concreta de un pueblo, con sus problemas bien precisos, con abundantes influencias externas y con una evolución histórica cambiante e incluso contradictoria. Dios no dictó nada literalmente sino que fueron los distintos legisladores bíblicos los que, recordando la alianza e impregnados de su espíritu, fueron descubriendo lo que era mejor para el pueblo, aprendiendo a través del diálogo y del entorno, y así reconociéndolo como voluntad de Dios en forma posterior. Torres Queiruga afirma que una vez que se acepta esto empezamos a comprender en qué sentido cabe hablar de la Biblia como «palabra de Dios». Lo es de verdad, en cuanto que en ella se expresa lo que él quiere manifestarnos. Pero lo es, siempre y necesariamente, en y a través de las palabras

humanas mediante las cuales logra expresarse. Y éstas, de manera inevitable, llevan la marca de su tiempo y lugar: recogen realmente la manifestación de Dios, pero «traduciéndola» en los modos limitados de una subjetividad, una sociedad, un tiempo y una cultura muy determinadas. Lo cual explica que la revelación sea un proceso real y humanísimo, que avanza a base de recuerdos viejos y experiencias nuevas, con tanteos y contradicciones, vacilaciones y aun retrocesos. De modo que en ese proceso cada libro y cada frase tienen su fecha concreta, que mide la altura de su verdad, al tiempo que deja abierto lo que falta en el camino22.

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Desde esta noción de la Biblia enraizada en el concepto teológico de creación se puede superar el nominalismo: “descubrir algo como querido por Dios equivale a reconocerlo como bueno; y descubrirlo como bueno significa reconocerlo como querido por Dios”23. CONCLUSIONES Se ha sostenido que la forma más adecuada en que las iglesias protestantes y evangélicas pueden fundamentar la moral en el contexto social y cultural presente es la perspectiva teónoma que tiene en cuenta la autonomía del ser humano pero invita a la confianza en Dios como fundamento último para de esta manera no hundirse en un nihilismo extremo. De acuerdo a este paradigma las iglesias evangélicas deberán, por tanto, renunciar a definir, cuidar y sancionar las normas morales en las presentes sociedades autónomas y entrar al dialogo ético 22 TORRES QUEIRUGA, Andrés, Del terror de Isaac al abbá de Jesús: Hacia una nueva imagen de Dios, Ed. Verbo Divino, 2000, p. 35. 23 TORRES QUEIRUGA, Andrés, op cit. 1997, p. 167.

de la misma manera que otras instituciones serias y responsables, esto es, argumentando con razones propiamente morales, tan válidas como válidos sean los argumentos en que se apoyen. Deberán además presentar el mensaje cristiano como una opción que da la posibilidad de fundamentar la moral en un absoluto y, debido a este, encontrarle un sentido a la misma autonomía. El cristianismo será, por tanto, una apoyo para fundamentar la moral, a la vez que una ayuda para descubrir y hacer realidad una moral a favor de la humanidad y su realización. Entrará en el diálogo sin renunciar a tradición bíblica, pero la verá y presentará como testimonio de una valiosa autonomía moral que los cristianos ven como aprobada y acompañada por el mismo Dios.

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Por último, las iglesias protestantes y evangélicas en Latinoamérica deberán aspirar al diálogo teológico y ético dentro de sus instituciones teológicas e, incluso, dentro de sus comunidades de fe locales. La moral debe ser autovalidada desde las mismas bases de convivencia comunal de la fe para que sea un instrumento de bienestar y no meramente punitivo, de lo contrario, se seguirán encontrando problemas en este ámbito.

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racionalidad de la fe. 2 Cf. ver MÍGUEZ, BONINO, José. Rostros del protestantismo latinoamericano,. Ed. Nueva Creación, Grand Rapids 1995. p. 52. Page 2 of ...

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