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Créditos Moderadores de traducción Alexiacullen & Eli25

Traductores Lucach AntoD Joshel

Moderadora de corrección Eli25

Correctores Gorelia QueenDelC Eli25

Recopilación Eli25

Revisión Alina Eugenia

Diseño

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Francatemartu

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Índice Sinopsis Capítulo 1

Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Próximo Libro

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Biografía del Autor

Sinopsis

S

oy Logan Quinn, el guerrero Espartano más mortífero en la Academia Mythos. Al menos lo era, hasta el día que casi asesiné a Gwen Frost.

La Profesora Metis y Nickamedes dicen que estoy bien, que Loki y los Cosechadores no me tienen bajo control ya, pero no puedo arriesgarme. No puedo arriesgarme a herir a Gwen otra vez. Así que he dejado Mythos y me voy a algún sitio muy, muy lejos.

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Sé que Gwen se pregunta qué me está ocurriendo, si estoy a salvo. No puedo decírselo, pero esta es mi historia...

Capítulo 1 Traducido por Lucach

I

Corregido por Gorelia

ba a matarla. Quería matarla, más que cualquier otra cosa. —Logan. ¡Alto! ¡Soy yo! ¡Tu chica gitana!

Gwen Frost dijo esas palabras una y otra vez. Engatusando. Rogando. Abogando. Ella empujó su pelo castaño ondulado atrás de su cara, y luego extendió la mano como si pudiera pararme con solo tocarme. Fruncí el ceño y detuve el feroz ataque que había estado a punto de desatar en ella. Tal vez podría, dada su magia psicométrica, el extraño poder que tenía que le permitía aprender acerca de las personas y los objetos con solo tocarlos. Tal vez todo lo que se necesitaría para librarme de este horrible dolor palpitante en mi cabeza era un simple roce de sus dedos fríos contra mi cabeza. Un gruñido de rabia se levantó en el fondo de mi garganta y mis dedos se cerraron alrededor de la empuñadura de mi espada, mi mano envuelta con tanta fuerza alrededor del metal que se sentía como un pico clavándose en mi palma. Bueno, no iba a averiguarlo. No quería saberlo. Todo lo que quería hacer era matarla. Los labios de Gwen se detuvieron en una suave sonrisa, como si no atacarla inmediatamente fuera una señal de que sus tontas, estúpidas súplicas y lágrimas estuvieran realmente funcionando. Me obligué a sonreírle de vuelta, a pesar de que podía sentir el rostro terriblemente retorcido, como si llevara una máscara de goma por encima de mi propia piel.

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Sus zapatillas chirriaron y el suelo de madera del escenario crujió mientras seguía avanzando hacia mí con pequeños y cuidadosos pasos cada vez. Por un momento, me quedé junto a ella, mirando las filas de asientos acolchados que rodeaban el escenario y me pregunté por qué la sala estaba vacía. Había un montón de gente por aquí antes. Mi

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Gwen se insinuó un poco más cerca de mí… y luego un poco más todavía…

padre. Mi tío Nickamedes. El entrenador Ajax. Oliver. Kenzie. Carson. Daphne. La profesora Metis. Los estudiantes que eran miembros de la banda de la Academia Mythos. Recordé haber visto todas esas personas y más. Mis ojos recorrieron los asientos una vez más, pero estaban tan vacíos como antes. Por alguna razón, todo el mundo había desaparecido, dejándome a solas con ella. —Logan —dijo Gwen, tanto amor, tanta simpatía, tanta esperanza en ese suave susurro. Mi mirada regresó a ella. Me dio otra sonrisa vacilante, luego estiró su mano hacia mí de nuevo. Levanté mi espada hacia ella, tratando de arrancarle la cabeza de un solo golpe. Gwen se echó hacia atrás en el último momento, la hoja apenas falló el corte que separaría el cuello de los hombros. La sonrisa de esperanza se fue de su rostro, y provocó la tristeza en sus ojos violetas. Por un momento, casi sentí su cambio. Casi sentí su decepción. Casi sentí la profunda y dolorosa tristeza. Casi sentí lo equivocado que estaba. Pero las emociones parecían susurros humeantes que no podía oír, y cuanto más me concentraba en ellos, se hacían más sutiles y más confusos hasta que se desvanecieron por completo. Entonces, la cosa dentro de mí se levantó una vez más, arañando su camino a la superficie de mi mente, rasgando, desgarrando y triturando a través de todo mi esfuerzo, toda mi resistencia, todos mis intentos por detenerlo. No, no, no era una cosa, era Loki. El malvado Dios nórdico del caos. El poderoso ser cuya alma estaba invadiendo mi cuerpo, corrompiendo mi propia alma y devorando todo lo que era. Sustituyendo todo mi ser, con todas las cosas viles que había en él.

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Furia porque esta… esta chica, todavía estaba viva, a pesar de todos mis muchos, muchos intentos de matarla, para matar a su madre y a su abuela, para borrar a todos sus antepasados de la faz de la tierra. Pero no importaba lo que hiciera, no importaba lo que le ordenara a mis Cosechadores que hicieran, no importaba cómo lo planeara, conspirara y manipulara, la familia Frost siempre se las arreglaba para sobrevivir. Ella siempre se las arregló para sobrevivir, junto con esa estúpida Diosa a la que servía. Nike, la Diosa griega de la victoria. Mi némesis.

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Ese fue el último pensamiento coherente que tuve antes de que la rabia se hiciera cargo.

El furor se levantó de nuevo en mí, hirviendo, burbujeando como la lava en mi pecho. Todo en mi campo de visión tomó lentamente un tono rojo furioso, como si una niebla sangrienta barriera a través del auditorio. Las filas de asientos vacíos. El escenario de madera bajo mis pies. La espada en la mano. Incluso los pantalones vaqueros de Gwen, su camiseta y sudadera con capucha de vuelta a aquel glorioso color. Sus ojos eran del mismo color violeta, aunque sutil, color del crepúsculo que odiaba más que a nada en el mundo. —Logan. ¡Alto! ¡Soy yo! Tu chica gitana. Gwen repitió sus lamentables palabras. Sus débiles súplicas hacían que mis dedos lentamente apretaran y aflojaran la empuñadura de mi espada. La anticipación se apoderó de mí, más caliente y más potente incluso que la ira. Mi corazón palpitaba a un ritmo rápido, familiar. Los Espartanos no éramos conocidos por ser amables con los enemigos, y no tenía ninguna simpatía y piedad en ese momento, especialmente no por ella. Dejé escapar un fuerte grito y cargué contra ella de nuevo, pero una vez más, se las arregló para evitar mis golpes viciosos, que la cortarían, todos los cuales fueron diseñados para matarla cuando la alcanzara. Gwen se metió debajo de mi último corte y se dio la vuelta, levantando su propia espada en una posición defensiva con un movimiento suave. Admiré su técnica por un momento. Había conseguido mejorar mucho en la lucha estos últimos meses. Pero no iba a salvarla, nada lo haría. No de mí. —Ese no es Logan en estos momentos —informó otra voz baja y áspera, coloreada por un acento inglés—. Y no se detendrá hasta que uno de ustedes esté muerto. Hazle el favor al Espartano, Gwen. Sácalo de su miseria. Reconocí la voz como perteneciente a Vic, la espada parlante de Gwen, el arma que esgrimía en estos momentos. Asentí con la cabeza en señal de aprobación. Vic tenía la idea correcta. Siempre tuvo la idea correcta, ya que la espada sanguinaria quería matar Cosechadores más que cualquier otra cosa.

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Pensar en el Dios nórdico hizo que la cosa dentro de mí a la que servía de madriguera se hundiera un poco más en mi corazón, y sentía más y más de mí apartarse, como si me estuvieran carbonizando, volviéndome cenizas de adentro hacia afuera. El sudor corría

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Y en ese momento, yo era el más grande y malo Cosechador de todos, el mismo Loki.

por mi cara y resbalaba por mi cuello, y pude oír el furioso crepitar, el chisporroteo y el silbido de las gotas saladas que resbalaban sobre el collar ceñido alrededor de mi cuello. El círculo de oro era delgado, pero más que eso, estaba caliente, tan terriblemente caliente, como si fuera a encenderme y hundirme en llamas en cualquier momento. De alguna manera, sabía que solo había una cosa que podía detener el calor, el dolor, la agonía. La muerte de Gwen. Entonces levanté la espada y me lancé al ataque de nuevo. Y esta vez, no me detuve. Perseguí a Gwen alrededor de todo el escenario, blandiendo mi espada contra ella una y otra vez. ¡Clash, clash, clang! ¡Clash, clash, clang! ¡Clash, clash, clang! Durante un tiempo, ella esquivó mis golpes, y nos movimos de un lado a otro, pisando fuerte sobre el escenario, cada paso más fuerte y más duro que el anterior, hasta que la madera amenazó con romperse en astillas bajo nuestros pies. Pero mientras mis golpes crecieron más rápidos, más fuertes y más crueles, alimentados por mi rabia y ese ardor insoportable en mi interior, ella se volvió más lenta, más débil y más floja, hasta que apenas lograba esquivar mis ataques. Me miró, sus ojos violetas totalmente abiertos. La tristeza había desaparecido, reemplazado por el choque, la sorpresa y lo más importante, el miedo. Eso era lo que me encantaba —esa mirada de absoluta desesperación cuando mi enemigo comprendía finalmente que no había forma de ganar esa lucha— y no había posibilidad de detener su propia muerte.

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Por un momento, todo lo que sentía era… satisfacción. Fría, cruel, satisfacción triunfante de que por fin había matado a mi enemiga mortal, la que me había frustrado una y otra vez, la que era una amenaza tan grande para mí.

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Golpeé mi espada en la de Gwen, tirando la suya de inmediato. La hoja fue deslizándose por el escenario, levantando una lluvia de chispas púrpuras antes de caer por el borde al suelo del auditorio. Podía oír a Vic gritándole a ella y a mí también, pero no me importaba. Rápidamente giré mi arma en mi mano, me acerqué sin más, y la hundí en su corazón.

Entonces, Gwen extendió la mano ensangrentada, tomando la mía, a pesar de que sus dedos ya estaban fríos y aún más con la muerte. Su toque era suave como un copo de nieve que cae sobre mi piel, pero las emociones que acompañaban su toque eran todo lo contrario. Su tristeza, agonía y angustia se estrellaron contra mí, cortando mis entrañas, al igual que la espada había embestido en su corazón. Demasiado tarde, me di cuenta de lo que había hecho, que acababa de matar a la chica que amaba. Gwen finalmente gritó y yo grité junto con ella... Me di la vuelta una y otra vez, golpeando en las suaves sábanas de franela que cubrían la cama tamaño rey. Por un momento, me agitaba contra el vacío, mis puños arremetiendo en duros y feroces arcos, luchando contra enemigos que no estaban realmente allí. Un segundo después, me golpeé contra el suelo. El fuerte doble impacto de mi hombro izquierdo y la cadera golpeando contra la madera fría me sacó de mi sueño. Me quedé allí en el suelo durante unos segundos, la cara aplastada contra la madera, esperando que mi corazón redujera la velocidad, que mi respiración volviera a la normalidad, y que mi cuerpo dejara de temblar. Cuando me sentí capaz, me impulsé y me recosté contra el costado de la cama. Dejé escapar un suspiro largo y cansado y pasé las manos por el pelo negro, haciendo que mis cabellos sudorosos quedaran hacia arriba. No, no era un sueño. Era una pesadilla. Una que era demasiado real, debido a que no había atacado a Gwen solo en mis sueños, lo había hecho en la vida real.

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Pero Gwen había usado su psicometría para romper la magia de los Cosechadores y la terrible posesión que Loki tenía sobre mí, y me recordó quién era yo para ella: Logan

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Todo había sucedido hacía unas semanas durante el Concierto de Invierno de la banda en el Auditorio Aoide, cuando mi madrastra, Agrona Quinn, había revelado por fin que era la jefa de los Cosechadores del Caos, los malvados guerreros que servían a Loki. Antes de darme cuenta de lo que estaba pasando, Agrona me había puesto un collar de oro al cuello, que estaba repleto de joyas de Apate, el nombre de la Diosa griega de la decepción. Con la ayuda de las joyas, un libro, y alguna que otra magia horrible, Agrona y los Cosechadores habían intentando poner el alma de Loki en mí, por lo que el Dios tendría un cuerpo joven, sano, fuerte, en lugar de su propio nudoso, torcido y roto cuerpo.

alucinante Quinn, feroz guerrero Espartano, el hombre al que amaba lo suficiente como para sacrificarse con el fin de intentar salvarme. Oh sí, mi chica gitana había estado allí cuando más la necesitaba. Y a cambio, yo la apuñalé en el pecho con una espada, como Agrona me había ordenado. Gwen me había salvado, y yo casi la había matado. La hubiera matado si la profesora Metis y Daphne no hubieran estado allí. Todavía podía ver la horrible escena que había pasado como hacía un momento. Gwen derrumbada en el escenario, la sangre por todo su pecho y aún más acumulada debajo de su cuerpo, sus ojos cerrados, su pecho aún sangrante, Vic enfundado en su vaina colgada del cinturón alrededor de su cintura. Yo, Oliver, todo el mundo reunido a su alrededor. Yo le gritaba a Metis y a Daphne para que hicieran algo, para ayudarla, para salvarla. Los resplandores dorados de Metis y los rosados de la magia sanadora de Daphne centrados en el corazón de Gwen y en la profunda, fea herida que había dejado allí. Los minutos pasaban lentamente, cada uno más largo y más insoportable que el anterior. Y entonces, por fin, gracias a Dios, el pequeño ahogo, el sonido que Gwen hizo cuando su aliento jadeó, y me di cuenta de que no iba a morir, que no la había matado después de todo. Pero los recuerdos horribles no se detuvieron allí. Porque me acordé de algo más de ese día. La forma en que los demás estudiantes se habían apresurado a alejarse de mí, mirándome con ojos asustados, como si fuera un Cosechador que iría a por todos y los atacaría de nuevo en cualquier momento… Froté las manos sobre la cara, tratando de bloquear los horribles recuerdos, tratando de olvidar lo más horrible que le había hecho a la chica que amaba. Un golpe fuerte sonó en la puerta del dormitorio. —¿Logan? —La voz de mi padre flotó a través de la gruesa madera—. ¿Estás bien? Me pareció oír un ruido. Me tomó un momento alejar los restos del recuerdo y encontrar mi voz. —Sí, estoy muy bien —grité, esperando que no se escuchara cuan deprimentes, difíciles y estranguladas eran mis palabras—. Yo solo, ah, tiré algo.

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—Bueno, está bien —me respondió—. El desayuno estará listo pronto. Baja, cuando quieras.

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Silencio.

Después de un momento, se fue arrastrando los pies alejándose de la puerta, sus pasos lentos y constantes, como si todavía estuviera escuchando y listo para venir corriendo aquí al menor ruido o señal de que estaba en problemas. Pero, yo no estaba en problemas. Yo era el problema. No quería desayunar. No quería comer y ciertamente no quería volver a dormir y tener otra pesadilla. No quería hacer nada más que sentarme en la oscuridad y tratar de olvidar todo lo que había hecho. Pero eso era lo único que no podía hacer. Porque, me gustara o no, la vida continuaba, especialmente para los guerreros como yo. Librabas una batalla, matabas a tantos Cosechadores como podías, lamías tus heridas, y te preparabas para la próxima pelea. Además, mi padre estaba intentando mejorar las cosas entre nosotros, finalmente, tratando de solucionar nuestros problemas y pensé que se lo debía por intentarlo tan duro.

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Así que, aunque no quería, me desenredé de las sábanas, me puse de nuevo en pie, y fui al baño a lavarme y afrontar el día.

Capítulo 2 Traducido por Lucach

T

Corregido por Gorelia

omé una larga ducha caliente y me puse unos vaqueros, junto con una camiseta blanca, un suéter azul intenso y unos calcetines de lana y botas gruesas.

Me quedé mirando mi reflejo en el espejo de la cómoda mientras peinaba mi pelo. Pelo negro, ojos azules, sonrisa agradable, los músculos en todos los lugares correctos. Más de una chica me había dicho que era lindo, hermoso, incluso de ensueño, y me gustaba usar mi aspecto a mi favor. Una lenta sonrisa, una mirada socarrona, una carcajada, un cumplido susurrado y la mayoría de las chicas se derretían en mis brazos —excepto Gwen. Ella me dijo que podía ser más que eso. Su sarcasmo atrevido fue la primera cosa que noté —y me gustó— acerca de ella. Pero no me vería como un galán nunca más. No más apuesto y especialmente no de ensueño. No, a menos que rabioso psicópata asesino fuera la idea del hombre perfecto. Solté un bufido y tiré el peine sobre la parte superior de la cómoda. Oh, por supuesto, mis rasgos eran los mismos de siempre, hasta la peculiaridad de la boca torcida y el remolino terco del pelo que nunca podía aplanar. Pero no podía dejar de inclinarme hacia adelante y mirar en el espejo, tratando de comprobar si había una ominosa chispa roja brillante en mi mirada. Hector Oliver, uno de mis mejores amigos, me había dicho que mis ojos se habían vuelto completamente rojo Cosechador cuando había estado poseído por Loki en el auditorio. Busqué y busqué por cualquier destello de color que no debería estar allí, pero mis ojos eran del mismo azul pálido que siempre habían sido. Sin embargo, la imagen no me hizo sentir mejor.

Me acerqué y pulsé el botón para poder responderle.

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—Logan. —La voz de mi padre crepitó a través del intercomunicador que había en la pared junto a la puerta—. El desayuno está casi listo.

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Siempre me gustó el hecho de que las chicas pensaran que era bien parecido. ¿A qué hombre no le gustaría? Pero ahora, me sentía horrible —por dentro y por fuera. Sucio. Contaminado. Dañado.

—Estaré ahí en un minuto. Abrí la puerta y salí de la habitación, caminé hacia el final del pasillo y bajé las escaleras hasta el primer piso. La madera crujía bajo mi peso recordándome cómo el escenario había hecho el mismo sonido en mi sueño —mi pesadilla. Me estremecí y aceleré el ritmo, agarrando la barandilla y saltando los tres últimos escalones. Había dejado la Academia Mythos, dejé Cypress Mountain, Carolina del Norte, la noche que había atacado a Gwen. Mi padre me había llevado a Ashland, entonces había volado hasta Bigtime en su avión privado, antes de entrar en otro coche y conducir a nuestro destino final, la mansión Quinn de verano en las montañas de Adirondack en Nueva York. La casa no estaba demasiado lejos de la sucursal de Nueva York de la Academia Mythos, que era donde mi padre pasaba la mayoría de su tiempo. La mansión había sido su base de operaciones desde que se había convertido en el jefe del Protectorado, la fuerza policial para el mundo mitológico que rastreaba Cosechadores y los ponía en prisión donde pertenecían. Pero lo más importante, la mansión no era donde mi madre, Larenta, y mi hermana mayor, Larissa, habían sido asesinadas por Agrona y sus Cosechadores cuando tenía cinco años. No había malos recuerdos aquí. Nada de sangre empapaba el suelo de madera. No había huellas desvanecidas del rasguño de las armas en los gruesos muros de piedra y tampoco habían removido de entre los escombros el cráneo de alguien. No había gritos imaginarios que me persiguieran acerca de cómo había fallado en proteger a mi familia, cómo había fallado en resistir y luchar con mi madre y hermana contra los Cosechadores. No había susurros insidiosos que me recordaran lo decepcionado que mi padre estaba de mí debido a eso, porque yo no había actuado como un verdadero Espartano ese día. Porque me había escondido como mi madre y mi hermana me habían dicho, en vez de pelear —y morir— con ellas.

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Seguí caminando, moviéndome de un pasillo a otro. La mansión era toda de madera pulida, cristal brillante y piedra gris, más como un gran pabellón de caza rústico que cualquier otra cosa. Pero en vez de un lobo Fenrir, un merodeador de Nemea, y cabezas de Roc negro disecados, había armas cubriendo muchas de las paredes: espadas, hachas,

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Me reí de nuevo. Tal vez había estado dando vueltas alrededor de Gwen demasiado tiempo. Debido a que estaba casi empezando a pensar que podía oír y ver cosas que no estaban allí realmente y recoger los recuerdos y sentimientos como ella hacía con su psicometría.

mazas, dagas, arcos con carcaj lleno de flechas que colgaban a su lado. Algunas de las armas eran para decoración, pero la mayoría eran por si acaso los Cosechadores atacaban. Una amenaza que se cernía aún mayor ahora que Loki estaba libre de su prisión en el Helheim, y sus Cosechadores a punto de declarar una segunda Guerra del Caos. Caminé por una serie de ventanas que iban desde el suelo al techo, que daban al patio trasero y las boscosas crestas de las montañas que rodeaban la mansión. En el exterior, gordos copos de nieve flotaban lentamente desde el cielo gris opaco, añadiendo otra capa a la que ya había caído en la noche. Había estado nevando desde que habíamos llegado aquí hacía unas dos semanas. Más de un pie cubriendo el suelo en un momento dado, y no mostraba señales de detenerse en el corto plazo. Por mí estaba bien. El frío helado acompañaba mi estado de ánimo. Un reloj de péndulo adornado con un grifo de oro posado en lo alto de la cúpula de madera empezó repicar al pasar por uno de los salones del primer piso. La carátula de oro del reloj también tenía la forma de un grifo, completo con dos ojos de color topacio y un pico de ébano. La boca de la criatura estaba abierta en un silencioso gruñido, como si quisiera utilizar su afilado pico para liberarse de la caja de cristal que le albergaba. Eché un vistazo a las manecillas del reloj, que parecían dos espadas de plata que apuñalaban la cara del grifo. 7 a.m. en punto.

Sin embargo, más de una vez, me encontré mirando mi teléfono, tratando de reunir el coraje para, al menos, contestarle un mensaje y decirle que no se preocupara por mí. Que

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Gwen me había enviado un mensaje y me dejó varios mensajes de voz durante las últimas dos semanas, pero no había respondido a ninguno de ellos. De hecho, siempre comprobaba mi teléfono cuando sonaba para no contestar accidentalmente una de sus llamadas. Aun así, repetí las grabaciones que me dejaba una y otra vez, escuchando cuidadosamente cada palabra y tratando de averiguar si realmente estaba tan bien cómo sonaba su voz. No podía soportar la idea de hablar con ella, sin embargo. La sola idea de hacerlo lograba que mi pecho se tensara y el estómago se contrajera de culpa.

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Gwen debería estar en el gimnasio ahora para el entrenamiento de armas con Oliver y Kenzie Tanaka, otro de mis mejores amigos. Daphne Cruz, la mejor amiga de Gwen, y Carson Callahan, el novio de Daphne, probablemente estaban allí también. Tendría que enviar un mensaje a Oliver más adelante y ver cómo estaba Gwen, al igual que había hecho todos los días desde que dejé la academia. Oh, sabía que ella estaba bien — físicamente, al menos, ya que la herida había sanado— y que todos nuestros amigos estaban cuidando de ella. Pero Oliver había dicho más de una vez que Gwen había estado silenciosa últimamente, y que le pregunta por mí todos los días.

no merecía un solo segundo de su tiempo. Ya no más. Pero ni siquiera podía hacer eso. Todavía no. Tal vez nunca más. No después de lo que le había hecho. El reloj tocó una última vez, sacándome de mis oscuros pensamientos, y seguí mi camino. Finalmente, llegué a la cocina, que era una de las habitaciones más grandes en toda la mansión. Más madera y piedra componían el suelo y las paredes, mientras que varios tragaluces cuadrados se fijaban en el techo, pero el cristal estaba cubierto de nieve, al igual que todo lo demás. Una delgada y larga isla de mármol gris dividía la parte delantera de la cocina en dos grandes mitades, con relucientes aparatos cromados que flanqueaban las paredes a ambos lados. Una mesa de comedor rectangular ocupaba la mitad trasera de la habitación, las cuatro patas de madera talladas cada una con el aspecto de gárgolas subiendo desde la base. La propia mesa de cristal se apoyaba en las criaturas que se extendía hasta las patas delanteras, como si fueran reales y sosteniéndola con sus patas con garras con espolones. Un conjunto de puertas dobles de cristal estaba detrás de la mesa, dejando al descubierto todavía más del frío exterior y la nieve. Un hombre estaba en una de las cocinas que había a lo largo de la pared derecha, revolviendo algo en una sartén. Cabello rubio, ojos azules, figura alta y delgada. Linus Quinn, mi padre, y el jefe del Protectorado.

Papá se giró al oír el roce de las botas en el suelo.

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Carpetas, papeles, bolígrafos y más estaban desordenados en ese extremo de la mesa desde que podía recordar. Papá siempre estaba trabajando en algo. Incluso cuando yo era un niño, y nos gustaba venir aquí para relajarnos y disfrutar de unas vacaciones, él todavía traía montones y montones de informes sobre lo que los Cosechadores podrían estar haciendo, o dónde podrían dar el próximo golpe. Su dedicación a su trabajo, para detener a los Cosechadores y mantener a los miembros del Panteón lo más seguros posible, fue una de las cosas que más admiraba y odiaba de él al mismo tiempo. Porque papá había sido capaz de perderse en sus funciones del Protectorado después de que mamá y Larissa fueron asesinadas. Lo único que yo podía hacer era extrañarlas.

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Papá llevaba vaqueros, botas y un suéter pesado como yo, a pesar de que su larga túnica gris del Protectorado estaba arrojada sobre la silla en la cabecera de la mesa y su espada estaba apoyada en un asiento cercano. Su teléfono móvil también estaba situado en la superficie de madera, aunque con su ordenador portátil abierto, varias carpetas y tres pilas de papeles gruesos. Las gafas negras de lectura encaramadas en lo alto de una pila de fotos brillantes, junto con una lupa.

—Estás ahí —dijo—. Estaba empezando a preguntarme si te habías perdido. Él soltó una risita, tratando de hacer una broma y me obligué a devolverle la sonrisa. —Sí. La casa es más grande de lo que recordaba. Giré a la izquierda en lugar de la derecha. Él asintió con la cabeza y cogió los huevos con los que había estado luchando y los sirvió calientes en un plato blanco. —Bueno, llegas justo a tiempo. Ven toma un plato. Me acerqué al mostrador al lado de la estufa. Los huevos estaban al lado de una fuente aún mayor de tocino crujiente, salchicha ahumada y jamón frito nacional. Tortitas de trigo sarraceno, galletas de mantequilla, salsa de pimienta negra, y croquetas de patata completaban el menú, junto con jarras de recién exprimido zumo de naranja, manzana y pomelo. Los olores de la carne, huevos, y las patatas fritas hicieron rugir a mi estómago. No había estado comiendo mucho últimamente. Levanté una ceja. —Realmente fuiste a por todo esta mañana. —¿Qué es lo que dicen? El desayuno es la comida más importante del día. —Papá soltó otra risita. Esta vez, no respondí. Estaba demasiado interesado en la comida. En su lugar, tomé un plato, de arriba de la pila, me acerqué a la mesa y me senté en mi lugar habitual, tres puestos por debajo y bien fuera del camino del orden en que papá había dividido su trabajo para terminarlo.

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No sabía si estaba decepcionado de no haber elegido sentarse cerca de mí o feliz. Después de un momento, me decidí por feliz, o al menos aliviado, ya que así era más o menos el status quo. Esto era lo que éramos y esto era lo habíamos sido durante un largo tiempo. Ahora tan lejanos e impersonales como extraños compartiendo una comida. Esa era la única manera en que habíamos sido capaces de no gritarnos el uno al otro en los últimos años. En ser educados, comer rápidamente para no arrancarnos la cabellera el uno al otro,

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Papá fijó su propio plato y se acercó a la mesa. Comenzó a sentarse en su asiento en el extremo, pero luego vaciló y me miró, como si estuviera pensando en rodear la mesa y sentarse frente a mí. Mantuve la mirada fija en mi plato y paleé otro bocado de huevos en la boca. Después de un momento, él se sentó en su lugar habitual, moviendo su ordenador portátil a un lado para dejar espacio para el plato.

ir a diferentes partes de la mansión, y hacer nuestras propias cosas por separado tan pronto como podíamos. Durante varios minutos, nos centramos en nuestros alimentos, y los únicos sonidos eran el roce metálico de nuestros cuchillos y tenedores en los platos y el ocasional chapoteo del zumo en los vasos. Mi padre no era cocinero gourmet, no como los chefs en Mythos, que hacían desde bolas de langosta, hasta tortillas de huevo, salchichas de ternera picante y otras invenciones elaboradas a diario, pero la comida estaba caliente, sabrosa y abundante. Las tortitas eran claras y suaves, mientras que el jarabe de arándano silvestre que derramé sobre ellas era agrio, amargo, y dulce al mismo tiempo. Los huevos revueltos con queso pasaron muy bien con el jamón ligeramente salado, galletas de mantequilla, salsa picante, y croquetas de patatas fritas. Y, oye, el tocino lo hacía todo mejor. Cuando terminamos nuestras primeras raciones y había conseguido segundo de todo, mi padre se aclaró la garganta. Cauteloso, lo miré. Solo hacía eso si deseaba hablar conmigo, por lo general sobre algo que no me iba a gustar. En realidad, nunca hablábamos de algo que me gustara. —Así que —dijo, tratando de sonreír tal como yo lo había hecho antes—. ¿Qué tienes en tu agenda para hoy? Me encogí de hombros. —No sé. Tal vez algún entrenamiento en el gimnasio. Debo trabajar en mi tiro con arco. He estado haciendo el vago con eso últimamente. Además, los arcos y las flechas no me hacían recordar inmediatamente lo que había hecho a Gwen. No como todas las espadas que colgaban de las paredes. Papá frunció el ceño.

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Me encogí de hombros otra vez. No iba a decirle que llevarme hasta el punto del agotamiento total era la única manera que podía evitar soñar con apuñalar a Gwen de nuevo, que podía al menos postergar algunas de las pesadillas. Y ciertamente no le iba a

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—Eso es todo lo que has hecho desde que llegamos. Estoy a favor de ejercitarse, mantenerse fuerte y al tope de tu desempeño, pero creo que estás llevando las cosas un poco lejos, Logan. Has pasado por lo menos tres horas en el gimnasio todos los días desde que vinimos aquí, a veces incluso más. Luego después del entrenamiento, haces senderismo por el bosque durante otro par de horas y no regresas hasta que oscurece.

decir la otra razón por la que estaba entrenando tan duro: para poder matar a Agrona la próxima vez que la viera. Una parte de mí todavía no podía creer que fuera la jefa de los Cosechadores, la persona que había dirigido el ataque contra mi madre y mi hermana, con la esperanza de matarlas y secuestrarme hacía tantos años. Agrona había estado realmente bien, en la medida de lo que eran las madrastras. Siempre había sido amable conmigo, y ciertamente nunca trató de ocupar el lugar, ni nada de mi madre. Ella ni siquiera andaba dándome órdenes casi nunca o me fastidiaba por cuan desordenada estaba siempre mi habitación. Incluso había escuchado cuando me quejé con ella acerca de mi padre, y siempre había alentado que los dos tratáramos de llevarnos mejor. De hecho, Agrona era prácticamente la única razón por la que mi padre y yo habíamos sido civilizados, entre nosotros los últimos años. Pero todo el tiempo —todo el maldito tiempo— ella estuvo utilizándonos. Espiando en el Protectorado por medio de mi padre y sus amigos y secretamente saboteando las misiones en que ella iba con ellos, vigilándome para que pudiera intentar poner el alma de Loki en mi cuerpo cuando el Dios del mal, finalmente lograra liberarse de Helheim. —Bueno, pensé que podríamos ir a la academia hoy —dijo mi padre cuando se hizo evidente que no iba a decir nada más sobre mis razones para el entrenamiento tan duro— . Tener todo listo para las clases la próxima semana. —Me pareció que ya lo habías hecho —murmuré.

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Oh, yo sabía que era la comidilla del mundo mitológico. Cómo Logan alucinante Quinn se había vuelto todo un Cosechador y casi había matado a la Campeona de Nike y a un montón de otros chicos en el Auditorio Aoide. Oliver y Kenzie me habían informado de todas las llamadas, textos y preguntas que habían recibido de los compañeros en la academia. Por no hablar de los rumores locos que iban por el campus; todo desde Gwen matándome, yo uniéndome voluntariamente y escapando con los Cosechadores, mi

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Yo no había querido volver a la academia de Carolina del Norte, pero no quería transferirme a la de Nueva York, o a cualquiera de las otras en todo el mundo. Pero mi padre era muy estricto con las normas, e insistió en que volviera a una de las academias y que me pusiera al día con todo el trabajo que me había perdido las últimas dos semanas. Como si no hubiera pasado nada. Como si no hubiera estado conectado a Loki. Como si no hubiera intentando asesinar a Gwen. Y sobre todo, como si todo el mundo no supiera nada de todas las cosas terribles que había hecho.

cuerpo almacenado en frío en el depósito de cadáveres en el fondo del edificio de matemáticas y ciencias. Al parecer, Kenzie había comenzado a apagar su teléfono, de forma que no vería todas las preguntas tontas y mensajes estúpidos. Nadie había tenido el valor de enviarme un mensaje o llamarme, sin embargo. Supuse que me temían demasiado para hacerlo. Nadie a excepción de Gwen, es así. Incluso me había enviado una carta, diciéndome que había visto exactamente lo que Loki había hecho conmigo, cómo me había torturado desde adentro hacia afuera, y lo duro que había luchado contra él. Ella también dijo que me perdonaba todo lo que había hecho, por haberla herido. Tal vez lo hizo, pero yo no había podido perdonarme. Pero poniendo aparte las preguntas, rumores, y mi propia culpa a un lado, todo el mundo me estaría observando en el segundo que pusiera un pie en cualquier campus Mythos en cualquier parte del mundo. Y ahora mismo, solo no quería hacer frente a todas las miradas, susurros y chismes estúpidos. Ya era bastante difícil manejar lo que había ocurrido en realidad. —¿Logan? —preguntó papá—. ¿Estás bien? —Estupendo —murmuré, empujando mis huevos revueltos de un lado del plato en lugar de comerlos—. Simplemente estupendo. —Mira, sé que es difícil, pero realmente creo que el regreso a la escuela y volver a algún tipo de rutina diaria te ayudará… a enfrentar las cosas —dijo—. No puedes simplemente sentarse aquí todo el día y no hacer nada. —No estoy haciendo nada. Me estoy entrenando. Igual que un Espartano verdadero haría, ¿no? —No me molesté en ocultar el sarcasmo en mi voz, pero no podía ocultar el dolor que iba con mis palabras.

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Un fuerte golpe tronó en la puerta principal, interrumpiéndolo antes de que pudiera empezar. Un segundo después, la puerta se abrió. Me tensé y me senté con la espalda recta en la silla, mis dedos tomando el cuchillo y el tenedor en la otra mano, así podría

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Papá suspiró y empezó a abrir la boca, probablemente para darme algunas lecciones más acerca de regresar a la escuela…

atacarles. Al igual que todos los Espartanos, no necesitaba un arma para luchar. Gracias a mi instinto asesino innato, sabía que podía ensartarle el cuchillo en el cuello o pinchar a alguien en uno de sus ojos con el tenedor. En el peor de los casos, siempre podía romper uno de los platos y utilizar los fragmentos como dagas o empujar la cabeza de alguien a través del tablero de la mesa de cristal… Papá hizo un gesto conciliador con la mano hacia mí. —Relájate Logan, estoy esperando compañía. Es la hora de la reunión de la mañana, ¿recuerdas? Todas las mañanas, al menos un par de miembros del Protectorado pasaban por la casa y junto a mi padre discutía los últimos avistamientos de los Cosechadores, crímenes y actividades sospechosas. Había sido la rutina de papá desde que podía recordar, y me sentí estúpido porque me había olvidado de ello hoy. —Oh, sí cierto. Le di una breve inclinación de cabeza, pero aun así me tomé un momento para aflojar mis manos alrededor de los utensilios, y colocarlos en el plato. Había estado en el borde desde ese día en el auditorio, esperando a Agrona aparecer en cualquier momento, poniendo otro collar tachonado de joyas de Apate alrededor de mi cuello, y tratando de terminar el ritual que había empezado. O peor aún, por Loki y una repentina tormenta de nuevo en mi mente, tomando el control de mí otra vez más, y haciéndome asesinar a todos a mi alrededor. Nickamedes y la profesora Metis me habían dicho que no iba a pasar, que ya no estaba conectado con el maligno Dios, que no podía forzar su voluntad sobre mí así nunca más, pero no sabía si les creía.

—Linus, Logan —dijo Sergei, con acento ruso un poco más pronunciado de lo habitual.

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Pesados pasos sonaron, y dos hombres aparecieron en la puerta de la cocina. Uno de los hombres era bajo y fornido, con un grueso y musculoso cuerpo, mientras que el otro era alto y delgado. Sergei Sokolov e Inari Sato, dos de los mejores amigos de mi padre e importantes miembros del Protectorado. Normalmente, a estas horas de la mañana, Sergei y Inari llevarían vaqueros, botas y suéteres, como papá y yo, pero hoy, ya se habían puesto sus grises ropas encima de su ropa habitual, y sus espadas estaban ceñidas alrededor de la cintura, las empuñaduras metálicas me hacían unos guiños similares a astutos ojos conocedores. Algo pasaba.

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No sabía qué creer, sobre todo no si se trata de mí.

Ambos asentimos hacia él. Inari estaba al lado de su amigo, quieto y en silencio, como era su costumbre. El Ninja nunca hablaba mucho. Papá hizo un gesto hacia las bandejas de comida en el mostrador. —Siéntese y sírvanse. Hice suficiente para todos. Sergei negó con la cabeza. —No hay tiempo. Odio interrumpir tu comida, pero tenemos un informe de unos Cosechadores usando un edificio cercano como base de operaciones —gruñó, sus ojos color avellana oscuro y serios—. De acuerdo con nuestra información, hay al menos media docena de Cosechadores allí ahora mismo. Quizá más. Creemos que es el mismo equipo que ha estado robando artefactos de algunos de los museos locales. La mirada de papá se movió a las fotos en la parte superior de la mesa. Él las separó, y se inclinó para que pudiera tener una mejor vista de ellas. Todas eran pulidas, planos brillantes, el tipo de cosas que se podían ver en un folleto de museo, fotos ingeniosas que mostraban los elementos en la mejor luz posible. Una lanza, un escudo, unos anillos y una vela a medio usar estaban entre los artefactos destacados en las fotos. Papá había estado trabajando en este caso sin parar desde que habíamos llegado a Nueva York. Un grupo de Cosechadores, todos vestidos de negro y llevando máscaras de goma de Loki, habían estado dando vueltas, entrando en museos y robando artefactos: armas, armaduras, ropa, y más que habían pertenecido a los dioses y diosas y los guerreros y criaturas que les habían servido durante los siglos. Me froté el cuello, que de repente se sintió duro, rígido y caliente, como si ese collar de oro todavía se sujetara alrededor de mi garganta. Los Cosechadores habían estado robando joyas también, algunas de ellas similares a las joyas de Apate que Agrona había usado para ayudarse a controlarme. Hasta ahora, papá no había sido capaz de averiguar lo que los Cosechadores querían con los artefactos, ya que algunos de ellos eran bastante oscuros y parecían tener algo de magia, pero en realidad no importaba. Por lo menos no para mí. Lo único que importaba era detenerlos, para bien.

—Y no sabemos cuánto tiempo más pueden los Cosechadores permanecer en su ubicación actual.

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Inari asintió con la cabeza, su pelo negro reluciente bajo las luces de la cocina.

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—Hemos pedido refuerzos, pero debido al mal tiempo, no van venir por lo menos en dos horas —dijo Sergei.

Papá me miró con pesar y resignación parpadeando en sus ojos, junto con la determinación obstinada. Su expresión sombría era muy familiar, ya que su trabajo siempre había sido primero —sobre todo antes que yo. —Supongo que el viaje a la academia tendrá que esperar, ¿eh? —dije. Dejó el tenedor en la parte superior del plato, se apartó de la mesa y se puso de pie. —Lo siento, hijo, pero tengo que ir a ver esto. Sabes lo importante que es que no permitamos que ningún otro artefacto caiga en manos de los Cosechadores. Lo sabía mejor que él, desde que Agrona había utilizado algunos de esos artefactos robados en mí. Esta no era la primera vez que mi padre había sido llamado en medio de una comida, y no sería la última. De hecho, no podía recordar un momento en que habíamos realmente conseguido cenar sin que él tomará una llamada de teléfono, consultará el correo electrónico o charlara con los miembros del Protectorado que habían llegado a la casa para hablar con él acerca de un asunto urgente en persona. Solía molestarme, que no se olvidara del trabajo durante una hora miserable, pero ya no. No desde que Loki había cavado su camino a través de mi mente. No desde que había sentido todo el intenso, ardiente odio del malvado Dios hacia los miembros del Panteón. Desde que supe exactamente a qué horrores mi padre y los demás miembros del Protectorado se enfrentaban. Me puse de pie, también. —También voy. Papá ya estaba sacudiendo la cabeza antes de que terminara de hablar. —No, absolutamente no. Puse mis manos a mis costados.

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No era exactamente la verdad, pero era lo suficientemente cerca. No creía que Agrona estuviera en ese edificio, sin tener en cuenta lo cerca que estaba de nuestra mansión, pero si estaba allí, entonces quería ser el que la enfrentara. Yo quería ser el que la matara.

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—¿Qué otra cosa voy a hacer aquí todo el día? Como has dicho, no tengo que empezar las clases en la academia hasta la próxima semana. Incluso solo puedo jugar a unos cuantos videojuegos en un día. Vamos. Déjame ir contigo, por favor. Quiero hacer algo, cualquier cosa, para ayudar. Lo sabes. ¿Por qué crees que he estado entrenando tan duro?

Y si ella no estaba allí, bueno, me conformaría con los Cosechadores que estuvieran. Sergei se acercó y me dio una cordial y aprobadora palmada en mi hombro. —Bueno, yo digo que es una buena idea. Siempre podemos usar un par de ojos y oídos, por no hablar de otra espada, ¿cierto, Linus? Inari se movió para estar a mi lado, así, y ofrecer en silencio su apoyo. Papá miró a sus amigos a su vez, antes de que su mirada azul se centrara en mí otra vez. Levanté la barbilla y le devolví la mirada.

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—Está bien —dijo papá suspirando un poco—. Está bien. Puedes venir. Pero asegúrate de agarrar algunas armas de camino a la puerta. Si los Cosechadores están utilizando ese edificio como escondite, no sabemos quién o qué podemos encontrar allí.

Capítulo 3 Traducido por Lucach

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Corregido por QueenDelC

apá se echó su túnica del Protectorado, mientras fui a mi habitación y me puse un traje para la nieve negro pesado sobre mi ropa de invierno. A la salida de la puerta principal, agarré una espada de una de las paredes. Sergei e Inari ya estaban afuera esperando en el Range Rover negro de Sergei. Papá y yo subimos a la parte trasera del vehículo, y los cuatro arrancamos. Sergei condujo durante unos treinta minutos, girando y serpenteando por las montañas antes de perder velocidad en una sección remota de la carretera y parando el coche en el andén. Sergei metió la mano en la guantera, sacó un shapka 1 negro, y tiró de él en su cabeza, ocultando su cabello castaño de la vista. Cogió otro shapka y me lo entregó. Tiré de la tela hacia abajo sobre mis oídos, agradecidos por la calidez que les proporciona. —Ahora, vamos de excursión —dijo Sergei con una gran sonrisa y un guiño. Le sonreí. Dejamos el coche y desfilamos en fila por el bosque cubierto de nieve, con Sergei abriendo una ruta de acceso por la nieve y el resto de nosotros siguiendo su ruta. El bosque estaba completamente en silencio, a excepción de nuestras respiraciones abrasivas, rasposas y heladas, y hasta los pájaros estaban quietos y callados en sus nidos ocultos en las ramas por encima de nuestras cabezas. Todo olía a fresco, agudo, frío y limpio, y respiré profundamente, disfrutando de la fría quemadura del aire invernal en mis pulmones.

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Shapka: Sombrero de orejeras flexibles.

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Un enorme edificio estaba en el claro delante de nosotros, era aún más grande que la mansión de mi familia. También era de madera, vidrio y piedra y tenía tres alas que

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Finalmente, alcanzamos la cresta de la cordillera que habíamos estado subiendo durante los últimos diez minutos y llegamos a la parte trasera de la propiedad que servía como escondite de los Cosechadores. Los cuatro nos pusimos de cuclillas en la profundidad de los ventisqueros en el borde de los árboles y miramos alrededor.

estaban unidas entre sí, cada una de las cuales terminaba con su propio techo de línea A. A pesar de que era media mañana, las luces seguían ardiendo dentro de la estructura, luchando una batalla perdida contra la penumbra inexorable del día, pero no vi a nadie moviéndose a través de la pared de cristal que estaba en la parte posterior del edificio. —¿Qué es este lugar? —murmuré. —Parte de una estación de esquí abandonada —susurró Sergei también. —El banco ejecutó la hipoteca incluso antes de que comenzara la temporada, así que ha estado vacío todo el otoño y el invierno. —Todo eso lo hizo un lugar perfecto para que los Cosechadores se la apropiaran y la utilizaran —agregó Inari, sus ojos oscuros fijos en la estructura. —Bueno, parece que en la casa hay alguien, con todas esas luces encendidas —murmuró papá. —Entonces, ¿a qué estamos esperando? —pregunté—. Vamos a saludar. Mi voz era oscura, áspera y fea —tan oscura, dura y fea como me había sentido ese día en el auditorio. No quería hablar con los Cosechadores, solo quería matarlos. No, tacha eso. Ni siquiera quería matarlos. En realidad no. Quería hacerles daño, como había herido a Gwen. Más que nada, quería hacerles sufrir. Sobre todo a Agrona. Y a Vivian Holler también, si estaba aquí. Papá debió haber reconocido mis sentimientos porque frunció el ceño, y su mirada bajó a la espada en mi mano. A pesar del frío, no llevaba guantes, y mis nudillos estaban blancos debido al tan apretado agarre con que sostenía el arma. Levanté la barbilla y le devolví la mirada. Ya no era un niño. No lo había sido desde hacía mucho tiempo, y no iba a fingir ser otra cosa que no era: un Espartano en busca de sangre. Suspiró de nuevo, pero después de un momento, asintió. —Bien, Logan tienes razón. Vamos a ver en qué andan los Cosechadores.

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Papá, Sergei y yo nos quedamos donde estábamos, ocultos por la nieve y los árboles, pero Inari se deslizó por detrás de los pinos y hacia la estación de esquí. A pesar de que lo estaba mirando directamente, nunca lo vi moverse. Un momento, estaba agachado a mi lado en la nieve. Al siguiente, estaba en la puerta de atrás del edificio, alcanzando la

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***

perilla. Los ninjas tenían este genial sigilo mágico, una sorprendente capacidad para integrarse con las sombras y el fondo tan bien que la gente pasaba la vista sin verlos, hasta que era demasiado tarde. Inari probó la perilla. Debió haber estado sin seguro porque abrió cautelosamente la puerta. Asomó la cabeza durante un segundo antes de indicar que nos acercáramos. Sergei, papá y yo salimos de nuestro escondite en el bosque, caminando penosamente a través de la nieve y el patio, y entramos por la puerta abierta de la casa. Inari ingresó y sin ruido cerró la puerta detrás de él. Nos quedamos allí, las espadas en alto, los cuerpos tensos, los músculos apretados, mirando y escuchando cualquier señal de los Cosechadores. Nada, no vimos ni oímos nada. Inari se adelantó una vez más y se dirigió hacia la derecha por el largo pasillo en el que estábamos. Sergei le siguió, después yo, con mi padre en la retaguardia y vigilando nuestras espaldas. El pasillo parecía correr toda la longitud de las tres alas del edificio, la pared de la derecha hecha de cristal y habitaciones en el lado izquierdo. Nos parábamos, hacíamos una pausa y mirábamos en cada habitación por la que pasábamos, pero aún no veíamos ni oíamos a nadie moviéndose en la estructura. Pero alguien tenía que estar aquí. No eran solo las luces encendidas, sino que podía oír un horno tarareando ligeramente, y el aire estaba caliente y tostado. Incluso pensé que olía a tocino, pero eso era probablemente mi decepción por no haber terminado el desayuno. Estudiaba cuidadosamente cada una de las habitaciones, pero el mobiliario era lo que esperaba encontrar en una estación de esquí. Un montón de chimeneas de piedra, un montón de mullidos sillones y sofás, un montón de coloridas alfombras cubriendo los suelos de madera relucientes. Pero había otras cosas aquí también, cosas que me indicaban que este lugar era sin duda un escondite de los Cosechadores.

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Las encontramos cerca de una de las entradas laterales. Más de una docena de máscaras de goma de Loki estaban enganchadas en una serie de perchas que sobresalían de la pared, con los ojos bien abiertos y la boca caída, como si las caras huecas estuvieran a punto de comenzar a gritar y alertar a los Cosechadores que estábamos aquí. Largas túnicas negras también estaban colgadas al lado de las piezas de goma, como si se tratara de un perchero normal y no algo mucho más siniestro.

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Como las máscaras de Loki decorando la pared.

Me estremecí y bajé mi mirada a las máscaras. Los objetos no me produjeron ninguna sensación, no como Gwen lo hacía, pero mirar las piezas retorcidas de goma me hacía enfermar del estómago de todos modos. Loki había estado dentro de mi cabeza, con un ojo azul y el otro ojo rojo quemando en mi cerebro. No necesitaba ningún recuerdo de su aspecto, de cómo una parte de su rostro era tan suave y perfecta y la otra parte arruinada y derretida. Nunca olvidaré la horrible imagen de su rostro amenazante en mi mente una y otra vez, y sobre todo cómo el dios del mal me había hecho sentir, como si estuviera sacándome de dentro de mí y paleando su propio yo podrido en su lugar. Y riendo todo el tiempo. Esa había sido una de las peores partes: tener que escucharlo reírse de mí y saber que no había nada que pudiera hacer para impedir que tomara control de mí. Incluso ahora, podía oír el débil eco de su baja y ronca risa en mi cabeza, sonando una y otra vez de la misma manera que el reloj de esta mañana. Papá me tocó el hombro con la mano, haciéndome estremecer por la sorpresa, y sus ojos azules se encontraron con los míos. —¿Estás bien, Logan? Apreté los dientes para ayudar a tragar el dolor, un gruñido de rabia se elevó en el fondo de la garganta. Sabía que él estaba preocupado por mí, que solo estaba tratando de ayudar, pero aun así me encogí de hombros lejos de su contacto. —Estoy bien —murmuré.

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Loki, Agrona, y el resto de los Cosechadores me habían hecho atacar y casi matar a Gwen. ¿Quién sabía qué otra magia podrían haber realizado en mí? ¿Quién sabía qué otras cosas malas podrían haber implantado en mi interior? ¿Quién sabía qué otras cosas horribles podrían obligarme a hacer en cualquier momento? Los otros tenían razón para no confiar en mí, porque yo mismo no lo hacía.

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Inari y Sergei me miraban también, sus ojos oscuros, pensativos, y solo un poco preocupados. Casi podía sentir a los tres conteniendo la respiración, como si la vista de todas las túnicas negras y las máscaras de Loki pudieran hacer algún cambio dentro de mí y obligarme a ser un Cosechador y atacarlos. La ira brotó de mí por el hecho de que en realidad no confiaban en mí —ya no— sin importar lo mucho que afirmaban lo contrario. Pero una parte de mí también se alegró de que fueran tan cautelosos y desconfiados conmigo —porque estaba asustado de mí.

Más rabia me atravesó, quemando los últimos ecos de la risa de Loki y todo lo demás, dejando solo mi deseo de hacer daño a todos los Cosechadores de punta a punta en la estación de esquí. —¿Logan? —pregunto papá. —Vamos —dije, mi voz más firme que antes—. Debemos movernos. Con mi hombro me abrí camino entre él, Inari y Sergei, y empecé a avanzar una vez más. —Logan espera —exclamó papá en voz baja. Pero era demasiado tarde.

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Porque tres Cosechadores salieron de la habitación justo en frente de mí.

Capítulo 4 Traducido por AntoD

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Corregido por QueenDelC

or un momento, simplemente nos quedamos allí, todos sorprendidos de vernos. Quizás era la ira todavía pulsando por todo mi cuerpo, pero me recuperé más rápido que el resto. Solté un fuerte grito de batalla, elevé alto mi espada y me lancé hacia los Cosechadores.

Slash, slash, slash. Los tres hombres eran guerreros, como yo, y el instinto se hizo cargo, causando que ellos se apartaran de un salto del camino de mi espada silbando. —¡El Protectorado! —gritó uno de los hombres—. ¡El Protectorado ha violado el perímetro! El hombre continuaba alejándose de mí, incluso mientras sacaban sus propias espadas de las fundas ceñidas alrededor de sus cinturas. Para este punto, Inari, Sergei y mi padre estaban justo detrás de mí. Juntos, los cuatro avanzamos hacia los otros hombres. —Bajen sus armas, ríndanse pacíficamente —dijo papá con voz sombría—, y los llevaremos en custodia. Nadie tiene que salir herido y nadie tiene que morir hoy. Uno de los Cosechadores soltó un bufido; un chico alto, fornido y de cabello rubio que había sido rapado casi totalmente.

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Me tensé, pensando que él podría levantar su espada y atacarnos, pero en cambio, el Cosechador puso su dedo en los labios y dejó salir un feroz silbido. Me tensé de nuevo, chasqueando la cabeza de izquierda a derecha, medio esperando que un Roc Negro, un Merodeador de Nemea o alguna otra feroz criatura mitológica saliera precipitado de una de las habitaciones en el pasillo o rompiera la pared de vidrio y tratara de hacernos

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—Olvídalo. Preferimos morir a terminar en una de las prisiones de tu Protectorado. —Él sonrió. Sus ojos azules pálidos tomando una siniestra luz—. En realidad, preferimos matarles a todos en su lugar.

pedazos a las órdenes del Cosechador. Pero debía haber sido una señal entre ellos tres porque los hombres giraron y salieron corriendo. Los perseguimos. Los hombres corrieron hasta casi el final del pasillo antes de virar hacia la izquierda a una habitación grande. —¡Logan! ¡Espera! —gritó papá detrás de mí. Para este punto, yo estaba en la delantera, lo ignoré y corrí tras los Cosechadores, un buen impulso de velocidad y podría atraparlos —los atraparía. No iba a dejar que se escaparan. Y no solo porque eran Cosechadores. Si Agrona no estaba aquí, entonces quizás uno de los Cosechadores sabía dónde se estaba escondiendo. También Vivian Holler. No podía soportar enfrentar a Gwen ahora mismo, pero podía ayudarla matándolos. Haría todo lo que pudiera para mantenerla a salvo —desde lejos. Así que contuve el aliento y fui a alta velocidad, irrumpiendo en la habitación justo detrás de los tres hombres. Estaba en el centro de una enorme área antes de darme cuenta que era un comedor —uno que estaba lleno de Cosechadores. Una docena de Cosechadores estaban reunidos alrededor de una mesa, comiendo un desayuno tardío de jamón, huevos, tortitas, tocino y zumo de naranja, justo como papá y yo habíamos comido temprano esa mañana. No me había imaginado ese olor a tocino, después de todo. —¿No escucharon mi grito? ¿O mi silbido? —siseó el rubio líder Cosechador—. ¡Atrápenlos, idiotas! Con un solo pensamiento, los Cosechadores empujaron sus sillas lejos de la mesa, buscaron sus espadas atadas a sus cinturas y se dirigieron hacia mí. Giré la espada en mi mano, familiarizándome con el peso y la longitud del arma. Con la empuñadura acomodada en mi mano, apreté mis dedos alrededor del liso metal, de la forma en que lo había hecho mil veces antes. Luego, sonreí y cargué contra los siguientes Cosechadores. ¡Clash-clash-clang! ¡Clash-clash-clang!

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Giré de un lado al otro, moviéndome más y más profundo en la lucha, mi espada rebanando a cada uno de los Cosechadores que podía alcanzar. Gritos y alaridos rasgaban el aire, y la sangre salpicaba la comida todavía caliente sobre la mesa.

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¡Clash-clash-clang!

Me mantuve sonriendo durante toda la cosa. La sensación de la espada en mi mano, el brillante destello plateado mientras el arma cortaba el aire, la satisfacción cuando la cuchilla iba exactamente a donde yo quería que fuera. Esto —esto era lo que los Espartanos hacían. Nosotros luchábamos. Batallábamos. Nos enfurecíamos. Y amaba cada segundo de ello. Yo había estado tan débil, tan inútil, tan malditamente indefenso cuando Agrona había deslizado ese collar de piedras a Apate alrededor de mi cuello. Sin importar qué tan duro lo hubiera intentado, sin importar cuán duro hubiera luchado, no había sido capaz de detener a Loki de tomar el control sobre mí. Bueno, el malvado dios no estaba aquí ahora, y yo iba a aprovecharlo al máximo. Un Cosechador cayó debajo de mi espada. Luego otro y otro. Inari, Sergei, y papá también se habían metido en la pelea, y podía escucharlos gritar una y otra vez, lanzándose de aquí para allá, protegiéndose las espaldas mientras luchaban y se abrían camino hacia mí en la mitad del comedor. Sergei, en particular, giraba de un enemigo a otro, sus movimientos absolutamente gráciles, casi como si estuviera bailando durante la pelea, su magia Bogatyr en funcionamiento… ¡Crack! Un Cosechador vino por mi lado ciego y estrelló su puño en un lado de mi cara, haciéndome trastabillar contra la mesa. Levanté mi espada, pero él golpeó su arma contra la mía, sacando la espada de mi mano, enviándola a deslizarse por el suelo. Sacudí mi cabeza, tratando de desvanecer las estrellas blancas titilando en mi visión. A través de la neblina, pude ver al Cosechador sonriendo y levantando su espada para dar el golpe mortal.

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Esta vez, el tazón se rompió en mis manos y agarré una afilada pieza curva con forma de tarta, antes que cayera al suelo con el resto del desastre. El Cosechador se giró y arremetió con su puño, pero atrapé su mano con la mía. Nos balanceamos de un lado al otro por un

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Mi mano chocó contra algo sobre la mesa. El instinto se hizo cargo. Agarré un tazón lleno de huevos revueltos y se lo aplasté todo en la cara. El Cosechador gritó de dolor y sorpresa, pero continuó con su golpe. Me tiré hacia un lado, y la espada se hundió en la cima de la mesa de madera en lugar de atravesar mi cráneo. El Cosechador gruñó e intentó liberar su espada, pero yo me acerqué y estrellé el recipiente en un lado de su cabeza.

momento antes de que yo levantara el tazón roto y le cortara la garganta con él. El Cosechador murió con un sangriento gorgoteo. Lo empujé a un lado, quité su espada de la punta de la mesa y me giré para enfrentar al siguiente Cosechador, pero no quedaba ninguno con quien pelear. Inari, Sergei y papá estaban todos concentrados con un Cosechador cada uno, mientras los otros yacían en el suelo, muertos o sangrando por las heridas que habían recibido. Por el rabillo de mi ojo, noté al último Cosechador —el chico rubio que había silbado y avisado a los otros— corriendo por la puerta abierta en el lado más alejado del comedor. Me dirigí inmediatamente en esa dirección. —¡No, Logan! —Escuché gritar a mi papá—. ¡Espera! Pero no quería esperar, y no iba a dejar que el último Cosechador se escapara. Así que apreté el agarré sobre mi espada y lo perseguí. *** El Cosechador zigzagueó a través de la estación de esquí, corriendo de un pasillo y habitación a la siguiente. Tenía que ser un Romano, dado lo rápido que se estaba moviendo, y todo lo que yo podía hacer era mantenerlo a la vista. Los sonidos de la pelea en el comedor se desvanecieron rápidamente, y no tenía idea en dónde estábamos en la estación. Pero no me importaba. Se lo preguntaría al Cosechador cuando lo atrapara —si es que lo dejaba vivir tanto. Finalmente, el Cosechador llegó al final del pasillo en el que estábamos y se lanzó dentro de una habitación, desapareciendo de mi línea de visión. Tomé otra respiración y me obligué a moverme aún más rápido. Porque si había otra salida en esa habitación, y él la alcanzaba antes de que yo viera qué camino tomó, él podría fácilmente desaparecer en alguna otra parte de la estación. O peor, podría volver y atacar a papá, Sergei e Inari de nuevo. Así que corrí a la habitación, mi espada en alto y lista para contrarrestar cualquier ataque que el Cosechador pudiera hacer.

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Di vueltas a mi alrededor, pero no vi al Cosechador en ningún lado. Después de un momento, mis ojos se enfocaron en una puerta abierta en el fondo de la habitación. Escuché, pero no oí ningunas pisadas alejándose corriendo. Él debió haberse ido por allí y por el pasillo detrás, lo que significaba que lo había perdido después de todo.

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Pero él no estaba allí.

Solté una maldición en voz alta y me giré, listo para tratar de encontrar mi camino de regreso al comedor para advertirles a los otros que el Cosechador se había escapado. Di cinco pasos hacia la puerta por la que había venido antes de darme cuenta que estaba en un gran estudio, uno lleno de artefactos. Estaban alineados en una fila en la cima del escritorio en el lado derecho del estudio. Una lanza, un escudo, una vela a medio usar, incluso algunos anillos y brazaletes. Reconocí los artículos como aquellos que habían sido robados de varios museos en el área. Eran los mismos objetos que estaban en las fotos que papá había dejado en la mesa de la cocina esa mañana. Pero lo raro era que todos estaban puestos allí, algunos de ellos aún unidos con sus etiquetas identificadoras, como si alguien los hubiera puesto sobre el escritorio y luego se hubiera olvidado de ellos rápidamente. Fruncí el ceño, preguntándome por qué los Cosechadores habrían dejado los artefactos allí de esa forma, pero al menos los encontramos, incluso si el último Cosechador se había escapado. Así que, una vez más, me dirigí hacia la puerta para ir a encontrar a los otros. Esta vez, un destello de cristal al otro lado del estudio llamó mi atención. Me giré en esa dirección, y vi una mesa en la esquina llena de libros. Pero lo que en realidad me llamó la atención fue la mesa al lado de esa y el laboratorio químico que había sido puesto allí. Tubos de vidrio, vasos de precipitados y goteros apiñados sobre la mesa junto con varias hornillas y pequeñas bolsas llenas de hierbas verdes y plantas. Fruncí el ceño de nuevo, luego caminé hacia la mesa así podía tener un mejor vistazo de las cosas. ¿Los Cosechadores habían de repente desarrollado cierta fascinación por el crisol? Porque eso era lo que parecía, que se estaban perdiendo con ello aquí. Uno de los vasos de precipitado contenía un líquido verde oscuro que aún estaba burbujeando, como si hubiera sido sacado recientemente de una de las hornillas. El vapor se escapaba por la cima del vaso, y cautelosamente me incliné sobre él y aspiré rápidamente. Lo que fuera que estaba en el vaso de precipitados olía fuerte y ligeramente penetrante, casi como una especia de savia de pino que había sido hervida. Extraño. Incluso para los Cosechadores.

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Salté hacia un costado y la espada del Cosechador falló a mi cabeza por un centímetro.

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Había comenzado a buscar por uno de los libros abiertos para ver si podía descubrir de qué se trataba todo este experimento químico cuando escuché un débil crujido detrás de mí y sentí un remolino de aire contra la nuca.

Yo había estado de pie delante del equipo de química, y su arma chocó justo en el medio de todos los vasos de precipitado, las bolsas y las hornillas. Los vasos se rompieron, enviando líquido volando por el aire, mientras que una llamarada estalló de una de las hornillas encendidas. El Cosechador gritó. Al principio, pensé que era de frustración por no haber sido capaz de matarme. Pero luego, se giró y me di cuenta que un poco de líquido de los vasos había salpicado su rostro. No sabía lo que era, pero ya le había sacado ronchas rojas y ampollas en la piel, incluyendo alrededor de su nariz y boca. Me preguntaba si él se había tragado accidentalmente algún líquido. Aún peor, se le había metido en los ojos, hinchándolos y haciéndolos casi tan rojos como el ojo quemado de Loki. El Cosechador gritó de nuevo. —¡Quema! ¡Quema! ¡Quema! Él se agitaba alrededor ciegamente, batiendo su espada de un lado al otro mientras intentaba ver a través de lo que fuera que se estaba comiendo su piel y ojos para podía atacarme. Me alejé de él, sin querer obtener lo que fuera que estuviera en él también en mí. Él levantó su espada sobre su cabeza y me alejé unos pasos una vez más. Pero en vez de tratar de matarme, el Cosechador dejó escapar un murmullo ahogado, luego cayó al suelo. Convulsionó durante varios segundos antes de que su cuerpo se aflojara y quedara inmóvil, y un poco de espuma blanca goteó de las comisuras de su boca. Muerto, el Cosechador estaba muerto. Me cerní sobre él, con mi espada en alto y preparada por si acaso esto fuera alguna clase de truco, pero los ojos enrojecidos del Cosechador ya habían tomado la mirada ciega de la muerte. Me incliné sobre él, y cautelosamente aspiré otra bocanada de aire. Ese aroma fuerte y penetrante parecía mucho más fuerte que antes. Miré a la mesa, pero el vaso de precipitados con el burbujeante líquido verde había sido destruido, junto con todo lo demás. Me preguntaba si eso era lo que se había salpicado sobre todo el Cosechador, pero no tenía manera de saberlo.

Unos segundos después, papá entró corriendo en la habitación, seguido por Inari y Sergei. Frenaron de golpe al verme de pie sobre el Cosechador muerto. Miraron alrededor

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—¡Aquí! —respondí gritando—. ¡Por aquí!

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—¡Logan! —Escuché gritar a mi padre—. ¿Dónde estás?

de la habitación, buscando más enemigos. Cuando se dieron cuenta de que estaba solo, sus miradas se volvieron más especulativas, posándose sobre los artefactos, los libros, los vasos rotos, y todas las bolsas de hierbas verdes y plantas que yacían esparcidas por el suelo. Después de un momento, papá caminó hasta mí, y puso sus manos sobre mis hombros. —¿Estás bien? Asentí. —Sí, estoy bien. Una dura mirada destelló en sus ojos, y papá abrió la boca como si estuviera por darme un sermón, probablemente por ser imprudente, alejándome corriendo y persiguiendo al último Cosechador de la forma en que lo hice. Suspiré y me preparé para tener a mis oídos ardiendo por su usual tono ácido. Gwen pensaba que Nickamedes podía dar un buen sermón, pero no tenía nada en comparación con mi padre. Pero en el último segundo, papá apretó sus labios, cerrándolos. —Bueno, me alegra que estés bien —dijo finalmente con voz dura. Lo miré con sorpresa. Antes de todo lo que sucedió en el Auditorio, probablemente habría hecho algún comentario sarcástico acerca de no recibir un sermón. Pero podía decir que lo estaba intentando, así que decidí hacer lo mismo. Mientras tanto, Sergei se dirigió al escritorio, su mirada moviéndose desde las armas hasta la joyería y de regreso. Dejó salir un bajo silbido. —Bueno, parece que definitivamente era este el grupo de Cosechadores que estaban robando los artefactos. —Estoy más preocupado sobre todo esto —dijo Inari, señalando los restos del equipo de química—. ¿Qué crees que estaban haciendo aquí? Me encogí de hombros.

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Señalé con mi cabeza al hombre muerto.

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—No lo sé. No obtuve un buen vistazo de ello antes de que el Cosechador me atacara. Pensé que se había ido, pero debió haber regresado y esperado a que bajara la guardia.

—Fuera lo que fuera, sin embargo, no le gustó tenerlo por toda su cara. Creo que él podría haber tragado algo de eso, también. Eso fue lo que lo mató. No yo. —¿Qué crees que es esto, Linus? —preguntó Inari, mirando al Cosechador muerto—. Alguna clase de ácido, ¿quizás? Papá apretó su boca.

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—No estoy seguro, pero traeré a algunos técnicos aquí para ver si pueden descubrirlo. Mientras tanto, mantengámonos alejados de ese lado de la habitación. Solo porque los Cosechadores estén muertos, no significa que no hayan dejado alguna desagradable sorpresa detrás.

Capítulo 5 Traducido por Jhosel

N

Corregido por Eli25

os movimos a través del estudio, cautelosamente mirando todo, pero no encontramos ninguna trampa o señales de que los Cosechadores hubieran estado esperándonos. De otra forma se habrían tomado más molestias por ocultar los artefactos. El vapor comenzó a salir de los vasos rotos y varios líquidos que se habían derramado por el suelo, así que Inari abrió una de las ventanas del estudio, dejando que algo del frío aire entrara para limpiar la zona y conseguir deshacernos de humos potencialmente peligrosos. Después de eso, solo fue cosa de esperar hasta que más miembros del Protectorado se presentaran para ir a través del resto de la casa e intentar identificar a los Cosechadores muertos. Mientras los otros continuaban examinando las hierbas y otros desechos sobre el suelo, me moví hacia los artefactos y miré todos los objetos. Algunos de ellos había oído hablar antes, como el escudo de Ares, el Dios Griego de la guerra, o una lanza que había pertenecido a Sekhmet, una diosa Egipcia de la guerra. Pero algunos de los objetos eran bastantes confusos, como un conjunto de pequeños anillos de diamantes que se supone habían pertenecido a Afrodita, la diosa Griega del Amor, o un vela medio utilizada que una vez había sido la posesión de Sol, la diosa Nórdica del Sol.

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Aun así, a pesar de mi incomodidad sobre que los Cosechadores fueran capaces de poner sus manos en demasiados artefactos y mi preocupación sobre que habían estado planeando en usarlos, no pude evitar sino pensar en Gwen y cuanto habría amado esto. Podría quejarse sobre trabajar para Nickamedes en la biblioteca, pero secretamente disfrutaba estar rodeada por los libros y todos los extraños y curiosos objetos, artefactos

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Fruncí el ceño. Podía comprender robar las armas, pero ¿qué querían hacer los Cosechadores con anillos y una vela? Sacudí mi cabeza. Lo que fuera no podía ser nada bueno. Por el momento, no había pensado mucho sobre los Cosechadores robando las joyas de Apate de la Biblioteca de Antigüedades, y Agrona había terminado utilizando los rubís y las otras gemas para intentar convertirme en un caparazón para Loki.

u otras cosas, que Nickamedes y los otros bibliotecarios antes que él habían coleccionado durante los años. Si hubiese estado aquí, Gwen se habría movido de un objeto al siguiente, sus ojos violetas brillando con emoción mientras utilizaba su psicometría para descubrir todos los secretos de los artefactos. Algunas veces, al escucharla hablar sobre libros y espadas y arcos, habrías pensando que los objetos estaban realmente vivos, por la forma en que soñadoramente volvía a contar todo y las muchas maneras en que habían sido utilizados durante los años. Por supuesto, la habría molestado por estar tan emocionada sobre un montón de libros, armas y joyería. Habría arrugado su nariz de esa forma linda, girado sus ojos, me hubiera empujado en el hombro, y me hubiera dicho que estaba siendo un completo aguafiestas por arruinarle su diversión. —¿En qué estas pensando?— dijo papá, acercándose para estar de pie junto a mí. —Nada. Solo… nada. ¿Por qué preguntas? Él dudó. —Porque estabas sonriendo. Esta es la primera vez que te he visto sonreír en, bueno, en un tiempo. —Ah. No estaba sorprendido. Pensar en Gwen siempre me hace sonreír... Hasta que recordé que le había hecho. No dije nada más. Esperé a que papá se alejara después de unos pocos momentos, pero se quedó justo a mi lado. Estuvimos de pie allí delante del escritorio, mirando las armas y los otros objetos en lugar del uno al otro. Finalmente, papá se aclaró la garganta para romper el torpe silencio.

—No soy un niño. Papá. No lo he sido durante un largo tiempo. Lo que soy es un Espartano, y a los Espartanos les gusta la pelea. Sabes eso porque también eres un

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Giré mis ojos.

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—Luchaste bien hoy— dijo—. Aunque no deberías haber corrido como lo hiciste. No sabías cuantos Cosechadores más podrían haber estado en la estación. Si allí hubieran estado mas de ellos, te habrían aislado del resto de nosotros y te habrían matado.

Espartano. Vi a ese Cosechador, y supe que no podía dejarlo escapar. No fui detrás de él para molestarte. Lo hice porque tú y los otros tenían al resto de ellos bajo control. Fue la cosa correcta para hacer, ir detrás del Cosechador, en especial desde que me trajo directamente a los artefactos. ¿Quién sabe cuántas horas nos habría llevado encontrarlos de otra manera? Además, no estaría dándole a Sergei o a Inari esta charla, si hubiesen hecho lo que yo hice. Por un momento, la ira brilló en sus ojos, y su mandíbula se apretó. Me tensé, pensando que íbamos a entrar ya en otra pelea, que era todo lo que parecíamos hacer. Que era todo lo que habíamos hecho desde que mi madre y mi hermana habían sido asesinadas. —Lo sé —dijo—. Y tienes razón. No estaría cuestionando el juicio de Sergei o de Inari si hubiesen hecho lo que hiciste. Pero eso es porque son miembros del Protectorado. Están entrenados para situaciones como esta y conocen los riesgos. No solo eso, sino que de buena gana aceptaron esos riesgos al unirse al Protectorado en primer lugar. Abrí mi boca para decirle que conocía los riesgos también, pero él sostuvo su mano en alto, y me tragué mis palabras por el momento. —Es solo… ya he perdido a tu madre y tu hermana por los Cosechadores. A causa de Agrona y… todo lo que hizo. La voz de papá era áspera y ronca, como si le lastimara decir las palabras, por finalmente darle voz a la crueldad de Agrona, la malvada traición. A pesar de todo lo que había ocurrido en el auditorio, él no había pronunciado su nombre desde entonces. Al menos no a mí, aunque estaba seguro que había hablado con Sergei e Inari sobre ella, sobre cuan mejor sería encontrar a Agrona y detenerla para siempre. Papá se aclaró la garganta de nuevo.

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Papá me miró, el dolor y el cansancio grababan líneas tenues alrededor de su boca. Por primera vez, noté los hilos grises alrededor de sus sienes, la débil caída de sus hombros, y la forma en que sostenía su espada ensangrentada bajo su costado, como si el peso del arma fuera repentinamente demasiado para cargar. Toda mi vida, mi padre había sido la figura de autoridad más grande que la vida que nada nunca parecía molestar o tocar, ni siquiera los asesinatos de su esposa e hija. Pero ahora, me di cuenta que era mortal, igual que el resto de nosotros. Y que estaba herido, al igual que yo.

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—No quiero perderte también, Logan. Ya he perdido demasiado por los Cosechadores. Todos lo hacemos. En especial tú.

—Lo sé, y lo lamento —dije—. Y no quiero perderte tampoco. Pero eres la cabeza del Protectorado, y yo soy tu hijo. Ambos somos objetivos para los Cosechadores. Pero más que eso, ambos somos Espartanos. Siempre vamos a estar en el fragor de la lucha. Eso es lo que ambos somos, y allí no hay nada que podamos hacer para cambiar eso. Pero qué tal si hacemos un trato para que ambos seamos un poco más cuidadosos en el futuro. ¿De acuerdo? Me dio un rígido asentimiento y parpadeó unas cuantas veces, cuando pensé que tenía algo en sus ojos. Sí. Yo también. Puse mi propia espada ensangrentada sobre el escritorio, di un paso hacia delante y envolví mis brazos alrededor de él. Papá se puso rígido y mi respiración se atascó en mi garganta, peguntándome si hice algo equivocado, pensando que podría no devolver el gesto, que podría estar asustado de mí como todos los demás habían estado en el auditorio, a pesar de todas sus palabras por lo contrario. Pero después de un momento, extendió sus manos y me devolvió el abrazo igual de tenso. Un abrazo era casi tan emocional como mi padre y yo lo fuimos el uno con el otro, y rápidamente dejamos caer nuestros brazos y dimos un paso hacia atrás. Papá asintió hacia mí, luego se movió fuera para hablar con Sergei e Inari al otro lado del estudio. Asentí de regreso y lo observé alejarse. Después de un momento, me di cuenta que estaba sonriendo de nuevo y sintiéndome mejor sobre cosas por las que hacía días no sonreía. *** Treinta minutos más tarde, muchos otros miembros del Protectorado llegaron, hombres y mujeres vistiendo los mismos tipos de túnicas grises que papá, Inari, y Sergei. Allí había casi un par vistiendo trajes especiales, desde que mi padre les había hablado sobre los químicos esparcidos y todas las bolsas raras de hierbas y plantas en el estudio.

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Eventualmente, sin embargo, los artefactos fueron examinados, se tomaron muestras de los vasos rotos, los cuerpos de los Cosechadores fueron metidos en bolsas, y fue hecho lo

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Me puse de pie en uno de los lados del camino y observé a todo el mundo trabajar. Papá de pie en medio de todo, dirigiendo a los otros guerreros, escuchando lo que le decían, y escribiendo notas y más en el smartphone. El orgullo me llenó mientras lo observaba trabajar. Él era realmente un buen tipo y hacía su mejor esfuerzo para mantenernos a todos seguros de los Cosechadores.

que podía ser hecho. Papá, Sergei, Inari y yo dejamos la estación de ski tarde esa noche y nos dirigimos de regreso a la mansión. En este momento, el sol había caído, y las ráfagas estaban levantándose otra vez, hasta pareció como si estuviéramos viviendo dentro de un gigante globo de nieve. Nos detuvimos a lo largo del camino y agarramos muchas pizzas, desde que Sergei e Inari iban a quedarse para la cena. Luego, nos lavamos y nos reunimos dentro de la cocina. Papá y los otros hablaban sobre unos cuantos detalles que habían planeado para terminar mañana, pero yo estaba muriéndome de hambre así que abrí una de las cajas de pizza. Pelear siempre me ponía hambriento. El vapor se enroscó fuera de la caja de cartón, haciéndome la boca agua por el olor y la mozzarella derretida, el pepperoni, las salchichas y las cebollas en ella. Mi estómago rugió y rápidamente devoré un pedazo de pizza en el mostrador y extendí la mano por otra, sin siquiera molestarme en agarrar un plato. Acababa de terminar mi segundo pedazo de pizza cuando mi teléfono sonó. Agarré una servilleta y limpié mis manos antes de sacar el teléfono fuera del bolsillo de mis vaqueros. ¿Que estás haciendo? El mensaje era de Oliver. Comer pizza con Papá, S & I. ¿Tú? Envié en respuesta. Sentado en la biblioteca con G. Miré al reloj sobre la pared. Eran después de las seis ahora, lo que significaba que era la hora para que Gwen estuviera trabajando en la Biblioteca de Antigüedades. Dudé, luego respondí. ¿Como está ella? Bien. Malhumorada porque no estás aquí. Lo sé. Dile que lo siento. Otra vez. El teléfono sonó nuevamente unos pocos segundos más tarde.

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Suspiré. No podía hacer eso, y Oliver lo sabía. Aun así, me preguntaba cuando iba a regresar a la academia cada vez que nos enviábamos mensajes. Le envié una réplica

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Ven a decírselo tú mismo, Espartano.

diciendo que tenía que irme, luego empujé mi teléfono en el bolsillo de mis vaqueros. Incluso pensé que había perdido la mayoría de mi apetito, me hice a mí mismo comer otro pedazo de pizza, solo así papá y los otros no se darían cuenta de que algo estaba mal. Papá, Sergei e Inari agarraron algunos platos, servilletas, y tenedores, junto con sus propios pedazos de pizza y algunos refrescos de la nevera. Sergei e Inari tomaron asientos en medio de la enorme mesa, y agarré un cuarto pedazo y me senté frente a ello. Papá fue el último en venir y vaciló, sus ojos una vez se movieron rápido a su acostumbrado asiento. Pero después de un momento, vino alrededor de la mesa y tomó la silla junto a la mía. Me dio una sonrisa tentativa. Le devolví la sonrisa. El humor era mucho más ligero de lo que había sido cuando los cuatro habíamos estado en la cocina esta mañana, y pronto me encontré a mí mismo relajándome y hablando y bromeando con los otros. Todos sabíamos que habíamos vencido a los Cosechadores, por hoy, al menos. Por una vez, todo se sintió como si finalmente estuviera consiguiendo volver a la normalidad —hasta que el teléfono de papá sonó casi media hora a través de la cena. Entonces, de nuevo, eso era bastante normal también. Se inclinó, lo cogió, miró al número, y frunció el ceño. Él me miró, luego comenzó a dejarlo como si no fuera a tomar la llamada. —Está bien, papá— dije en una voz suave—. Probablemente deberías cogerlo. —¿Estás seguro? Puede esperar hasta después de la cena. Nos estamos… divirtiendo, y no quiero que el trabajo interrumpa eso —dijo—. No más. Sergei e Inari siguieron comiendo, aunque miraban una y otra vez entre nosotros dos. Asentí. —Sí, estoy seguro. Y estoy bien con ello, también. El teléfono siguió sonando, pero él todavía no contestó.

—¿Sí?

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Me miró unos pocos segundos más, antes de finalmente asentir y levantar el teléfono a su oído.

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—Cógelo, papá —dije—. Tal vez los técnicos tengan alguna información sobre lo que los Cosechadores estaban haciendo en el estudio.

La persona al otro lado de la línea comenzó a hablar, las palabras agudas, cortadas y apresuradas. Lo que fuera que estaba diciendo no podía haber sido bueno porque la boca de mi padre inmediatamente se aplanó en una línea severa, y comenzó a dar golpecitos con su dedo índice sobre la mesa, un signo claro que estaba molesto. Inari y Sergei intercambiaron una mirada. Conocían esa hermética, preocupada mirada en su rostro tan bien como yo. —¿Cuándo? —ladró finalmente—. ¿Y cómo exactamente? Otra ráfaga de palabras. —¿Puedes detenerlo? —preguntó—. ¿O al menos ralentizarlo? ¿Cuál es tu plan de ataque? Silencio. Luego, más palabras, más lentas y más bajas esta vez. —Bien —dijo finalmente—. Llamaré a los otros miembros del Protectorado y veré si hay alguna investigación sobre ello. Si averiguamos algo, te dejaré saberlo inmediatamente. Mantenme informado. Finalmente colgó. Papá miró su teléfono durante unos pocos segundos antes de ponerlo al lado de la mesa. Apenas quitó su dedo antes de que mi propio teléfono comenzara a zumbar. Lo saqué de mis vaqueros y miré la pantalla. Oliver estaba llamándome sobre algo, en realidad llamándome para hablar conmigo. Raro. Él normalmente prefería los mensajes de texto. —¿Quién es? —preguntó papá, su voz todavía afilada. —Oliver. Comencé a responder el teléfono, pero papá negó con su cabeza. —Sé sobre qué está llamando —dijo finalmente—. Algo ha ocurrido. En Carolina del Norte. En la Academia. En la Biblioteca, en realidad. Oliver había estado en la biblioteca antes, y también Gwen. —¿A Gwen? —Un puño de hielo apretó mi corazón—. ¿Qué? ¿Qué ocurrió? ¿Está bien?

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Papá me informó sobre lo que había ocurrido, quién había estado hablando, lo que le habían dicho sobre el incidente en la academia. Cada palabra que dijo solo se añadía a mi

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—No exactamente.

ira hacia los Cosechadores, especialmente hacia Agrona, quien no dudo que alegremente planeó todo el asunto. En ese momento, me hice la silenciosa promesa a mí mismo que iba a encontrar a mi madrastra y hacerla pagar por todo lo que hizo. Donde sea que estuviera ocultándose, cualquier agujero profundo y oscuro en el que estaba agachada, por más que muchos de los otros Cosechadores estuvieran cubriéndose detrás, la rastrearía y trataría con ella de la forma en que un verdadero Espartano haría. Agrona no iba a herir a nadie más que me importara. Nunca otra vez, juré, mis manos curvándose en fuertes y apretados puños. Aun así, la rabia quemando en mi corazón no era nada comparado al repentino y horrible miedo desgarrador que sentí por Gwen y el resto de mis amigos en la Academia Mythos.

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Porque, ahora, estaban en más peligro que nunca antes, y no sabía que podía hacer para salvarlos.

Próximo Libro

Aquí vamos otra vez...

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Como la Campeona de Nike, todos esperan que yo lidere la carga contra los Cosechadores, incluso si aún estoy herida por lo que ocurrió con el guerrero Espartano Logan Quinn. Tengo que poner mis manos en el antídoto rápido. Sino, una persona inocente morirá. Pero la única cura conocida está escondida en unas espeluznantes ruinas, y los Cosechadores seguro que me están esperando allí.

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Justo cuando parece que la vida en la Academia Mythos no puede ponerse algo más peligrosa, los Cosechadores del Caos se las arreglan para probarme que estoy equivocada. Era justo una típica noche en la Biblioteca de Antigüedades, hasta que un Cosechador intentó envenenarme. Las buenas noticias son que aún estoy viva y pateando. Las malas noticias es que el Cosechador envenenó a alguien más en su lugar.

Sobre la autora La autora de Bestseller en New York Times, Jennifer Estep, está continuamente merodeando las calles de su imaginación buscando su siguiente idea de fantasía. Jennifer escribió la serie fantástica para urbanos adultos Elemental Assassin para Pocket. Los libres en esta serie son: Spider’s Bite, Web of Lies, Venom, Tangled Threads, y Spider’s Revenge, entre otros.

Thread de Deathead, es una novela, fue lanzada el 31 de Enero del 2012, Py a Thread, el sexto libro, fue publicado el 28 de Febrero del 2012, mientras que Window’s Web, el séptimo libre provisionalmente será lanzado el 21 de Agosto del 2012. También, Haints ando Hobwebs: An Elemantal Assadin Short Story, será lanzado en The Mammoth Book od Ghost Romance para ser publicado en Octubre del 2012. Jennifer también escribe la serie de fantasía para jóvenes adultos Mythos Academy para Kensington. Los libros en la serie son: Touch of Frost y Kiss of Frost. Dark Frost, el tercer libro, fue publicado el 29 de Mayo de 2012, mientras que Crimson Frost, el cuarto libro, tentativamente será lanzado el 13 de Enero del 2013. First Frost, una precuela de la serie, se puede descargar. Halloween Frost, una historia corta, está disponible en Entangled Antología. Jennifer también es autora de series de romance paranormal del Bigtime. Los libros en las series con temas de súper heroínas son: Karma Girl, Hot Mama y Jinx. A Karma Girl Christmas, una historia corta, también está disponible.

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Es miembro de los Escritores de Romance de América, Ciencia Ficción y Fantasía Urbana Escritores de América, y otros grupos de escritores. Los libros de Jennifer han sido mencionados en el Cosmopolitan, Entertainment Weekly, Southern Living, y una variedad de otras publicaciones.

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Page 2 of 76. Página. 2. La traducción de este libro es un proyecto del Foro Purple Rose. No es ni pretende ser o. sustituir al original y no tiene ninguna relación con la editorial oficial. Ningún. colaborador —Traductor, corrector, Recopilador— ha recibido retribución material por. su trabajo. Ningún miembro de este foro es ...

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