Lorelei James – Chasin’ Eight Serie Rough Riders 11
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Lorelei James – Chasin’ Eight Serie Rough Riders 11
ARGUMENTO:
Ella lo quiere. Él lo tiene. Y la caza ha comenzado. El jinete de toros Chase McKay finalmente aterrizó sobre una pila demasiado grande como para salir de allí utilizando únicamente su encanto. Pillado con los pantalones bajados, no tiene otra opción que abandonar el Tour PBR* hasta que vuelva a organizar de nuevo su vida. La actriz de Hollywood Ava Cooper se convirtió en el objetivo favorito de los tabloides cuando su novio de toda la vida se autoproclamó gay. Necesita un lugar para esconderse y una oportunidad para demostrarse a sí misma que puede satisfacer a un hombre caliente entre las sábanas. El sexy y robusto vaquero que encuentra escondido en su refugio de Wyoming parece ser la respuesta a cada una de sus fantasías. Pero Chase ha prometido pasar de las mujeres. Para siempre... O al menos durante un mes. Lo que ocurra primero. Cuando se echan a la carretera para conseguir que Chase tenga más experiencia en la monta de toros, tienen toda la intención de mantener lejos las manos el uno del otro, pero las dos testarudas estrellas terminan montando rápidamente un caliente y excitante circuito de rodeo propio… hasta que la prensa se entera de su romance. Cuando el polvo se despeje y los flashes de los paparazzi se desvanezcan, ¿estarán dispuestos a renunciar a perseguir sus sueños por una oportunidad de encontrar un “para siempre” entre ellos dos? *PBR Tour: Professional Bull Riders Tour, es decir, Tour de Jinetes de Toros Profesionales.
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CAPÍTULO 01
No había nada como el porno en directo. Chase McKay apoyó sus hombros contra el barato cabecero, tomando un largo trago de su cerveza mientras se acomodaba para el show. La rubia desnuda de tetas grandes se balanceaba sobre sus rodillas, con la cabeza hacia atrás, mientras la morena, también desnuda, con un conjunto igualmente impresionante de dobles D1, se daba un ruidoso festín con sus pezones. Cuando la rubia… ¿Lane, o era Renee?... agarró la cabeza de la morena, tratando de obligarla a tomar más de su pezón dentro de la boca, la morena… ¿Leah, o era Gia?... le abofeteó el culo. —Rhea, —susurró la rubia—, eso duele. Así que la morena era Rhea. Comprobado. Rhea agarró en un puño la melena de la rubia, ganándose su completa atención. —Cada vez que me toques sin permiso, detendré lo que estoy haciendo, Janae. ¿Me entiendes? Ah, así que eso hacía que la rubia fuera Janae. Y la gente decía que él era malo con los nombres. El gesto de asentimiento le valió a la rubia una recompensa de Rhea. Un beso. Uno profundo, con la boca abierta, con un montón de vislumbres de intermitentes lenguas rosadas y femeninos gemidos. Tazas D, equivalente a 95 cm.
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Maldición. Esto era jodidamente caliente. Pero no tan caliente como ver la mano de Rhea deslizándose hacia abajo, al centro del cuerpo de Janae. La polla de Chase se agitó… una feliz sorpresa dado que ya había recibido la adoración oral del dúo. Hablando de un esfuerzo en tándem… un beso francés con la cabeza de su polla entre las combativas lenguas y labios de las mujeres. Luego Janae atrapó su eje mientras la hambrienta boca de Rhea lo ordeñaba hasta el orgasmo, pero Rhea no lo tragó. Él observaba, sin aliento y con los ojos como platos, mientras Rhea besaba a Janae, compartiendo su semen con ella. Sí, eso había sido algo nuevo para él. Pero no para ellas, según parecía. —Hemos sido egoístas, —susurró Janae, añadiendo un ronco—, tu turno. Mientras se hundía en un paradisíaco lugar donde los bochornosos tiempos de monta eran un mal recuerdo, y dos juegos de suaves y talentosas manos lo acariciaban, oyó la puerta abrirse y el suave golpe contra la pared. —¿Chase? ¿Cariño? ¿Estás bien? He estado tan preocupada… —Un jadeo. Luego otro. Más fuerte. Más horrible y teatral que el primero—. Y pensar que vine hasta aquí porque… —La duración y el tono de sus gemidos se intensificaron. Su puta madre. —¿Qué está sucediendo aquí, en nombre de Dios? —Tronó una indignada voz masculina. La impasible mirada de Chase zumbó a toda velocidad de Sheree Bishop… y sus triunfadores ojos llenos de lágrimas de cocodrilo…, a su padre… Lou Bishop, entonces a Winnie, su publicista de la PBR, y a Elroy, su enlace en la PBR. ¡Joder! ¡Joder! Toda la jodida pandilla estaba aquí. —¿Cómo consiguieron la maldita llave de mi habitación? —Exigió saber Chase.
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—¿Ves, papi? Él no siente ni el más mínimo arrepentimiento por haber sido atrapado in‐fraganti con… —Sheree jadeó dramáticamente—. ¿Hay dos? Janae saludó con la mano a Sheree, mientras Rhea decía: —Hey. ¿Cómo están? Chase podría haberse reído si no estuviera tan indignado. Sheree rompió a llorar. Lou Bishop dio unas palmaditas en la espalda de su hija cuando ésta cayó en un ataque de histeria. —Había oído rumores sobre ti, McKay. Y te has superado a ti mismo esta vez. —Lou lanzó una furiosa mirada a Elroy—. ¿La PBR condena este tipo de comportamiento de sus jinetes? —No. —Le aseguró Elroy—. Pero creo que todos nosotros deberíamos tomar una profunda respiración y dar un gran paso hacia atrás… —Sí, siéntanse libres de dar un gran paso en dirección al infierno fuera de mi habitación, —dijo Chase bruscamente. Lou apuntó su dedo en forma de salchicha hacia Chase. —No pienses que no voy a golpearte en el culo, imbécil, por tu bocaza y por lo que le has hecho a mi Sheree. Lo absurdo de esta situación era lo único que detenía a Chase de saltar de la cama y dejar a Lou Bishop fuera de combate. —Papi, por favor, —sollozó Sheree—. Vámonos ya. —En un calculado movimiento que definió perfectamente el tipo de manipulación en la que Sheree Bishop estaba especializada, tiró de un anillo de su dedo y se lo arrojó—. Puedes quedarte con esto, Chase McKay. Hemos terminado. Para siempre. —Gimiendo, salió. Winnie fue tras ella.
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La furia de Lou latió a través de la habitación. Sin apartar su ardiente mirada de Chase, le dijo a Elroy: —Quiero esto arreglado. Esta noche. Sabes lo que está en juego. —Después de lanzar su mirada más mortífera a Chase, se movió atropelladamente detrás de su hija. Tratando de mantener la calma, Chase recogió el anillo y lo deslizó en el primer nudillo de su dedo meñique. —McKay. Levantó la mirada hacia Elroy. —Nos vemos en el aparcamiento. Después de que te hayas puesto algunas ropas. — Elroy miró a las mujeres, que estaban vistiéndose apresuradamente—. Solo. Chase dejó caer su cabeza hacia atrás, contra el barato cabecero, después de que la puerta se cerrara de golpe. —Joder. Esta era la última cosa que necesitaba esta noche. Nunca debería haberse involucrado con Sheree Bishop. O tal vez no deberías haberte consolado a ti mismo por tu decepcionante momento de monta con un provocador trío. Probablemente fuera cierto. Pero había cabreado a Elroy, y su publicista acaba de caer sobre él como si fuera un joven delincuente que necesitaba constante supervisión. Lo que hiciera para limpiar la mugre no era asunto de nadie más que de sí mismo. No importaba quienes fueran ellos. Chase se deslizó los vaqueros por sus piernas desnudas. Los cerró, abotonó y abrochó, tomando su camiseta. —¿Chicas, van a algún lugar? —¿No quieres que nos vayamos? —Le preuntó Janae. 6
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—Quizá ellos lo quieran, pero yo seguro como el infierno que no. —¿Esa mujer no era tu esposa… o algo así? —Ni siquiera de cerca. —Metió sus pies dentro de sus botas sin ponerse calcetines… Dios odiaba eso… y enganchó su sombrero de la mesita de noche—. Volveré. —¿Lo prometes? —Susurraron al unísono. —Oh, sí. —Pasó la punta del dedo subiendo por la parte interior del brazo izquierdo de Rhea, reflejando el movimiento en el brazo derecho de Janae—. Estoy seguro de que las dos podrán encontrar interesantes formas de entretenerse a sí mismas mientras no estoy. Enganchando la tarjeta llave de la cómoda, se deslizó dentro de la húmeda noche. El estacionamiento estaba casi vacío. Había elegido este motel por su ubicación alejada de las carreteras habituales, lo que le hacía preguntarse si Sheree habría colocado un dispositivo de rastreo en su camioneta. Él no situaría a este comportamiento muy lejos del de una completa psicótica. Chase se detuvo a diez metros de donde Elroy paseaba frente a un gran remolque estampado con el logo de mercancías de la PBR. —No, señor. Esa es una solución extrema. —Elroy gesticulaba salvajemente—. Porque los patrocinadores no deberían tener esa clase de poder… —Bajó la cabeza—. No dije que lo haría. Dije que no estaba de acuerdo en que se necesitara hacer eso en absoluto. Bien. Llámeme. —Golpeó un botón y dejó que el teléfono se balanceara a su lado. Chase caminó sin prisa cruzando el asfalto. —¿Haciendo que el gran jefe mastique tu culo? —Jesús, McKay. ¿Qué crees? —Elroy se frotó la piel entre sus cejas—. No puedo solucionar esto por ti. Lou Bishop está amenazando con retirar cada centavo del patrocinio de la PBR si no tomamos acciones contra ti.
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—¿Qué tipo de acciones? —Lou quiere suspenderte de la competición. La sangre de Chase entró en punto de ebullición. —¿Voy a ser suspendido porque Lou Bishop irrumpió en mi habitación privada y no le gustó pillarme en la cama con dos mujeres? —Ninguna de las mujeres en cuestión era su hija. —¿Y eso qué carajo tiene que ver? No estoy con Sheree. Elroy sacudió su cabeza. —¿Sheree lo sabía? —¿Qué clase de jodida pregunta es esa? —PTI2, McKay, Sheree ha estado parloteando a cada revista de monta de toros y blog de rodeo profesional que ustedes dos están prácticamente comprometidos. Él nunca leía esas revistas. Lo cabreaba que cualquier cabrón “experto” hiciera comentarios sobre cómo mejorar el rendimiento de un jinete específico en la monta de toros. Sí, Chase tenía una idea de cómo mejorarlo también… permaneciendo sobre el condenado toro durante los ocho segundos. —Eso es una chorrada. —Entonces, ¿por qué te lanzó el anillo? —No tengo ni idea. —Levantó su dedo meñique—. ¿Piensas que yo le di este anillo? Nunca le he dado a una mujer una pieza de joyería en mi vida. —Chase arrojó el anillo al suelo y machacó el barato pedazo de mierda con el tacón de su bota—. Además, nadie le creería. —Su padre le cree. Ese es nuestro grandísimo problema. PTI: Para tu información.
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Chase se congeló. Nuestro. No suyo. Elroy comenzó a pasearse. —Te dije que no te involucraras con ella, Chase. Te dije que no la llevaras a cenar. Te dije que no la animaras. Te dije que no hicieras nada con ella… que no te acostaras con ella. ¿Pero me escuchaste? No. Las mujeres como Sheree obtienen lo que quieren. Punto. Por alguna razón, puso sus ojos en ti. —Ya que no puede tenerme, provoca una escena con papi como testigo para dejarme afuera de la gira. —No tenía ni la más remota idea de que una lunática total acechaba bajo la superficie de la elegante Sheree Bishop, ex Miss Rodeo USA. Sheree estaba a la caza de un marido… un marido jinete de toros. Su mayor error fue ignorarla, creyendo que ella cambiaría sus afectos hacia otro jinete una vez que se enterara de sus extracurriculares actividades sexuales. Pero la determinación de Sheree solo se había incrementado. —Así que este incidente, junto con el de Lubbock la pasada semana… Sus pensamientos volvieron a su última actuación en la PBR. Había resistido dos coma cuatro segundos y decidió ahogar sus penas en un garito local. Algún paleto imbécil hizo una observación sobre la superioridad de los montadores de toros de Texas. Teniendo en cuenta el estado de ánimo de mierda de Chase y las cuatros copas de Chivas, dejó caer que los cowboys de Texas eran blandengues, burlándose de que no aguantarían un solo día de invierno en el Oeste real. A continuación añadió una broma sobre el horripilante ganado de Texas, que no eran buenos para nada más que para usar sus cabezas como trofeo. Dos tipos de Texas se ofendieron. Lo arrastraron afuera, hinchados con el orgullo de la Estrella Solitaria, y concentrados en enseñarle una lección a un follador de ovejas de Wyoming. Chase los golpeó como la mierda. Otros tres tipos se metieron en la refriega. Cuando Chase pudo controlar su ira, cinco hombres estaban gimiendo sobre la tierra, limpiándose la sangre de sus magulladas caras, y él estaba todavía de pie. Tambaleándose un poco, pero todavía de pie. 9
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Hasta que los policías lo abordaron, lo esposaron y lo amenazaron con arrestarlo por asalto. Pero diez minutos más tarde lo habían liberado, porque ningún hombre se acercó a presentar cargos. Todos ellos alegaron estar demasiado borrachos para recordar quien había lanzado el primer golpe. Pero la verdad era que ningún hombre quiso admitir que Chase McKay, con su metro setenta, había enfrentado a cinco tipos duros de Texas, todos superando el metro ochenta… y había salido ganando. Afortunadamente, nadie había subido a youtube el vídeo del chico malo de la PBR, Chase McKay, reventando cabezas. Pero su culo ardió después de que Elroy le echara una bronca al día siguiente. Y esto era más de lo mismo esta noche. —Esta actitud no te ayuda. Y ambos sabemos que esta situación ha estado creciendo desde hace un tiempo, porque a ti, mi amigo, te gusta pelear y follar. No necesariamente en ese orden. —Dijo Elroy. A través de la bruma de ira, quiso saber: —¿Cómo consiguieron una llave de mi habitación de todos modos? —Sheree le dijo al gerente que estabas abatido por tu mala monta y que temía que fueras a hacer algo drástico, como suicidarte. —La perra pensó en todo, ¿no? —Murmuró—. Entiendo por qué los grandes jefes se cabrearon por lo ocurrido en Lubbock. La cagué. En público. Pero, ¿esta noche? Yo estaba en mi habitación privada. Si la mentira de Sheree fue lo suficientemente convincente como para irrumpir ahí, ¿por qué Lou no sospechó que estaba mintiendo cuando le dijo que nosotros estábamos prácticamente comprometidos? —Ni idea. Pero eso no cambia nada. —Elroy suspiró—. En pocas palabras: estás fuera de la gira. La furia encendió sus entrañas y Chase fue directamente a la cara de Elroy.
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—Esto es una chorrada y lo sabes. Tengo fans. Esos fans llevan ingresos a la PBR. ¿Y qué vas a decirles a los blogs y revistas sobre mi repentina desaparición? Porque, si este “incidente” es manifestado públicamente diciendo que tengo problemas de indisciplina, contraatacaré directamente sobre el nepotismo con el más reciente patrocinador de la PBR, Papi Warbucks. —En primer lugar, firmaste un montón de formularios de confidencialidad. Incluso aunque estés cabreado… y entre nosotros, sí, tienes derecho a estarlo… no puedes violar los términos de los contratos. Esto es por un breve tiempo, Chase. ¿Qué apesta? Absolutamente. Es por eso que el departamento de relaciones públicas dará a conocer la noticia de una recaída por una lesión anterior, lo cual es una excusa perfecta del motivo por el que montaste tan jodidamente mal esta noche después de haber sido el campeón del año pasado. Los fans estarán felices de saber que estás recuperándote hasta que estés listo para montar de nuevo. La máquina manipuladora de las relaciones públicas pensaba en todo. —Dime que Winnie no va a estar involucrada en la emisión de la declaración. — Había estado burlándose de Winnie, la persona asignada como su encargada de relaciones públicas, durante el último año. La mujer era demasiado perspicaz, y había calado sus estúpidos intentos de ponerla nerviosa y distraerla. Además, sus comentarios, siempre dichos con suavidad, habitualmente lo irritaban porque ella era directa en sus evaluaciones. Y odiaba que viera las cosas de él que intentaba ocultar a todos los demás. —Míralo de esta manera. La PBR entra en recesión durante dos meses. Así que realmente solo te estarías perdiendo tres actuaciones en lugar de once. Chase no estaba exactamente relajado, pero se dio cuenta de que si iba a joderla, había escogido el momento ideal para hacerlo… porque realmente podría tener una oportunidad de arreglarlo. —¿Puedes garantizarme que estaré en la lista del próximo agosto? Elroy le echó una mirada reflexiva. 11
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—Hay dos cosas que tienes que hacer antes de que considere recomendar tu reincorporación. —Dilas. —Mantente fuera de los malditos focos. No quiero escuchar sobre ti, no quiero leer sobre ti en las revistas ni ver tu culo desnudo en YouTube. Ni entrevistas, ni peleas de borrachos, ni excesos con mujeres fáciles, ni avistamientos de Chase McKay en ninguna parte. Desapareces. ¿Entendido? —Sí, señor. —Chase exhaló el aliento que no sabía que había estado reteniendo—. ¿Qué más? —Mientras tanto… intenta recordar cómo montar un maldito toro, ¿ok? Practica, vuelve a aprende, haz lo que infiernos sea necesario para volver al nivel profesional donde perteneces. Dame tu palabra de que reflexionarás sobre lo que has estado haciendo mal y que ensayarás y lo arreglarás. Jesús. Eso realmente dolió. —Tienes mi palabra, Elroy —le dijo, y se preguntó cómo se suponía que debía volver a aprender algo que había estado haciendo durante más de una década. —Haces esas dos cosas. Me pruebas que puedes hacerlas y te impulsaré para que puedas volver tan pronto como la temporada se reinicie. Chase no se molestó en mencionar que el descanso le pondría fuera de la contienda por el título mundial de este año porque él no estaba ni tan siquiera cerca para mantenerlo. De hecho, si no conseguía arreglar esta mierda, pronto estaría fuera del tour PBR por completo. Cojonudo lío en el que te metiste, McKay. —Trata de comportarte, estaré en contacto, —dijo Elroy.
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Sin nada más que decir, Chase comenzó a atravesar el aparcamiento hacia el motel. Perdido en sus pensamientos, casi golpeó a Winnie cuando ella se salió de entre las sombras. Lo bloqueó como un centinela, los brazos cruzados sobre su plano pecho, sus ojos extrañamente desafiantes detrás de las gafas. —¿Te has quedado para regodearte? —se mofó él. Winnie suspiró. —No, no estoy disfrutando de esto, pero es necesario que diga mi parte mientras tengo la oportunidad. —Así que adelante y dime que soy el Anticristo. —Ya empiezas otra vez, poniendo palabras en mi boca. —Ella levantó la mano para detener su refutación—. Y no necesito escuchar por enésima vez que preferirías poner algo más en mi boca. —Me tienes calado, ¿sabes exactamente lo que voy a decir? —Sí, no eres especialmente complejo, Chase. Golpe bajo. —¿Me estás llamando simplón? —Hay tres cosas importantes para ti. Montar toros, el sexo y Chase McKay. Eso parece bastante simple para mí. —Sandeces, —escupió. —Entiendo que los atletas en lo más alto de sus competiciones sean egocéntricos. Privilegiados. Trabajé con un equipo de beisbol profesional antes de unirme al staff de la PBR, —Winnie se burló de él—. Apuesto que no sabías eso. ¿Sabes por qué? Porque no te molestaste en preguntar. Nunca esperé que nosotros fuéramos los mejores amigos,
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pero me merecía tu cooperación. Merecía tu confianza en que yo sabría cómo hacer mi trabajo tan bien como tú hacías el tuyo. Merecía tu respeto. Cuando me llamabas… —¿Tetas dulces? —le facilitó. —Nada sobre ti llamándome tetas dulces puede considerarse ni remotamente respetable, —le dijo bruscamente—. Sabes exactamente donde golpear para hacerme sentir pequeña, pero eso no te hace un gran hombre, Chase McKay. Un rubor subió por su cuello. Había sido una gran estupidez decir eso y no tenía excusas por ello, además del ataque verbal por pura frustración. Antes de que pudiera armarse de valor y disculparse con ella por una oportunidad, Winnie lo atacó. —Pero aquí está la cuestión: es mi trabajo saber todo acerca de ti. Debido a tu natural talento para la monta desde pequeño, todo el mundo en tu familia de rancheros hace la vista gorda, creyendo que estás destinado a grandes cosas, y tú aceptaste eso como si lo merecieras. Quizá al principio trabajaste duro para ser el mejor jinete de toros, pero no he visto nada de ese instinto este último año. Ahora pones excusas por tus muy pobres promedios de monta. —Enumeró los motivos con sus dedos—. Debe ser la organización la que te limita. O los toros de mierda. O los compromisos de los patrocinadores. No puede ser que te hayas convertido en un vago. Durmiéndote en tus anteriores laureles. Usanto tu encanto y tu buena apariencia para mantener a tus patrocinadores, en lugar de utilizar el talento que debería mantenerte en la cabeza de la tabla de posiciones. —La PBR no es el único juego de la ciudad, —le recordó. Winnie sonrió. —No creo que la PBR no esté al tanto de que hablaste a la gente de la PRCA sobre los circuitos de saltos. No lo hemos tratado porque, ¿dado la forma en has estado montado? Había una alta posibilidad para que la situación se resolviera por sí sola y fueras pateado del tour PBR de todos modos. —Chase echaba humo, pero mantuvo su boca cerrada mientras otra capa de dura realidad se instalaba—. Intenté encaminarte. Sugiriéndote que te enfocaras en mejorar tu promedio para regresar a lo esencial. Manteniendo las distracciones durante la temporada al mínimo. Y por distracciones, sí, 14
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quiero decir mujeres. No necesitabas que yo te dijera lo bien que luces. Pero señalaré que incluso los más agraciados jinetes de toros en la PBR son muy codiciados. Esa clase de mujeres desean la emoción de cabalgar a un hombre que monta un toro. Sueñan con ser las esposas en las tribunas, el foco de las cámaras mientras tú consigues una pezuña en el intestino. Son folladoras de estrellas. No están interesadas en tu persona tanto como en el hecho de que tú estás en la televisión cada semana. O que estás hablando sin cesar en los fansites. O que tu carrera se analiza en las revistas. Oh, y sin olvidar la posibilidad de que los jinetes de rodeo en lo más alto hacen más de un millón de dólares en una sola temporada. Eso es un poderoso atractivo para una mujer que solo tiene que mostrar un poco de escote para obtener tu atención. —Tienes una alta opinión de los fans de la PBR, ¿verdad, Winnie? —Medio gruñó—. Porque te recuerdo que ellos pagan tu salario. Ella agitó un dedo en la cara de Chase. —No tergiverses esto, Chase. Los fans están ahí para verte cabalgar. Están tras de ti en una buena temporada. Y en una mala temporada. El noventa y nueve por ciento de los fans de la PBR no quieren meterse en tu cama. Así que encuentro irónico que solo la mierda del uno por ciento de los fans haga eso. Buena cosa que las sombras ocultaran el calor que quemaba sus mejillas y su cuello. Nunca había tenido un rapapolvo como este. Nunca. Lo necesitabas. ¿Y el hecho de que viniera de la comedida Winnie quien, normalmente, no diría una mierda si tuviera la boca llena? Parecía hacer todo lo relacionado con esta de situación pesadilla cien veces peor. —Tienes mucho potencial. Lo estás desperdiciando. Pido al cielo que uses este tiempo libre para que saques la cabeza fuera de tu culo antes de empezar esa espiral descendente. —¿Realmente te preocupas por mí? —le preguntó con total sinceridad.
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—No, me preocupa la imagen que proyectas. Una imagen que la PBR no necesita. —¿Qué imagen es esa? —Malcriado. Tú, Chase McKay, eres un mocoso malcriado. —Con eso, Winnie giró sobre los altos tacones de sus botas y se marchó enojada. Dolido por el rapapolvo, Chase esperó hasta que escuchó el coche de Winnie rugir lejos antes de moverse y sentarse en un banco. Lo había llamado un mocoso malcriado. Por amor de Dios, era un hombre de veintiocho años. Era demasiado condenadamente viejo para ser un mocoso. ¿Verdad? ¿Cómo te comportaste esta noche tras conseguir que tu culo fuera expulsado por un toro fácil? Había salido pitando para disfrutar de un trío en lugar de quedarse por allí hablando con los fans. Sí. Eso fue una especie de comportamiento de nene malcriado. ¿Cómo había respondido después de haber sido pillado en la cama con dos mujeres por los representantes de la PBR? Se había indignado. Como si estuviera siendo perseguido por sus malas decisiones. Como si estuviera siendo acusado. Sí. Ese era el comportamiento de un mocoso malcriado también. Se frotó las manos sobre su cara. Lo había jodido de todas las maneras posibles. Pero no era tan delirante o egocéntrico como para no admitir que la astuta Winnie tenía un punto. Varios de ellos. No tenía que llegar mucho más lejos para caerse y tocar fondo. Y Winnie supo justo dónde lanzar el golpe más duro… mencionando a su familia. Quizá sus padres lo habían mimado, dándole carta blanca con las tareas del rancho. A sus hermanos Quinn y Ben no les había importado. ¿Verdad? 16
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Incluso si ellos se hubieran quejado, hubiera sido un esfuerzo inútil. ¿Qué haría si este “descanso” se convertía en permanente? ¿Quién sería Chase McKay si no fuera un jinete de toros? ¿Qué haría? No regresaría a Sundance y cabalgaría los campos buscando el ganado perdido con sus hermanos y primos. Había vendido su parte del rancho a los McKays que querían mantener el legado vivo para sí mismos y sus hijos. Chase no había pensado que una vida en Wyoming fuera algo que quería. Había optado por no ir a la universidad ni a la escuela vocacional, sino que se dirigió directamente hacia el mundo del rodeo. Nunca había desarrollado un hobby. No había nada en su vida que lo apasionara fuera de la monta de toros. Así que, ¿por qué había permitido que sus habilidades de monta mermaran al punto de estar al borde de perder todo lo que le importaba? ¿Por otro pedazo de culo sin nombre en un barato motel durante otra parada a lo largo del tour? Joder. Necesitaba un plan. Necesitaba volver a lo básico. Necesitaba demostrarse a sí mismo que podía tomar el control de su propia vida. Necesitaba tomar una decisión y mantenerse firme. Y realmente necesitaba alejarse de las mujeres fáciles. Joder, necesitaba mantenerse alejado de todas las mujeres. Renunciar a las mujeres. Para siempre. De acuerdo, quizá no para siempre. Por lo menos durante un mes. En ese instante, una estrella cayó del cielo y lo que tomó como una señal. Ninguna mujer durante un mes. Sin sexo. Sin excepciones. Chase nunca se había abstenido en serio. Oh seguro, se había jactado ante sus hermanos y primos de haber estado cuatro meses sin sexo… pero eso había sido una 17
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completa mentira. Había estado demasiado avergonzado para admitir que no tenía fuerza de voluntad cuando se trataba de ofertas de sexo gratis y fácil, y que lo había echado a perder durante la primera semana. No solo eso, había jodido su oportunidad de ganar un premio en el rodeo porque no pudo mantener la cremallera de sus wranglers cerrada. Ni siquiera su compañero diciéndole que era un jodido‐patético‐ prostituto había cambiado su comportamiento con las mujeres de una noche. ¡Maldita sea! Su vida había estado yendo a toda velocidad saliéndose de control durante la mayor parte del año. No había tocado fondo, pero sin duda podía oír sus botas escarbando, agarrándose a ese borde dónde se estaba tambaleando. Suficiente. Enfócate en el aquí y ahora. Con la mente acelerada, caminó penosamente de regreso al motel. Abrió la puerta e intentó no quedarse mirando embobado a las dos mujeres satisfaciéndose en un mutuo sesenta y nueve. Janae levantó su cabeza de entre los muslos de Rhea y le sonrió. —¡Chase! Has vuelto. Hemos estado entreteniéndonos entre nosotras, como pediste. —Lo veo. Y tanto como aprecio vuestros… esfuerzos, me temo, chicas, que tengo algunas malas noticias. Dos semanas después… Kane McKay respondió al teléfono con un brusco: —¿Chase? ¿Por qué me llamas? —Es bonito oír tu voz también, primo. —Lo siento. La falta de sueño me pone de mal humor. ¿Qué pasa? —Necesito un favor. Y va a sonar realmente jodidamente extraño, así que solo escúchame.
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—Ok. —Necesito un lugar para quedarme a dormir. Y no quiero que nadie… y sí, por nadie quiero decir mis padres, mis hermanos y el resto de los diferentes McKay… se enteren que estoy en Wyoming. Silencio. —¿No has matado a alguien y estás huyendo de la ley o algo por el estilo? —No. Me suspendieron de la PBR. Principalmente a causa de la política de mierda… —¿Sigues negándolo, amigo?—, pero necesito tiempo para reflexionar cómo continuar. No puedo hacerlo con mi familia merodeando. —Entonces, ¿solo serás tú? —Le preguntó Kane con escepticismo. —Síp. —¿Ninguna mujer? —Renuncié a las mujeres. —¿Otra vez? ¿Qué es? ¿La cuarta vez este año? —Eres jodidamente gracioso. Esa es otra razón por la que necesito escabullirme. Demasiadas tentaciones de carne femenina a mi alrededor, y estoy dispuesto a admitir que soy un hombre muy, muy débil. Kane se rió. —Entonces, ¿hay alguien viviendo en tu viejo remolque? —No. La pelirroja y yo pasamos el rato allí ocasionalmente cuando necesitamos un descanso de los niños. Le preguntaré a Ginger… —Esa es otra cosa. ¿Podemos mantener esto estrictamente entre nosotros? Un suspiro.
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—No voy a mentirle a mi esposa. Haré esto. No voy a decirle a Ginger que vienes, pero una vez que estés aquí, se lo haré saber. Si ella sospecha que alguien está ocupando ilegalmente nuestro nidito de amor, llamará a Cam. ¿No querrás que nuestro primo te dispare por accidente? —Eso lo resolverá. Gracias. —Feliz de ayudarte. Sin embargo, necesito señalar que tus padres y hermanos se cabrearán si se enteran que estás por aquí y te escondes de ellos. Así que si eso sucede, déjame afuera de todo esto. Acabamos de arreglar el último drama familiar. —Quinn y Ben me contaron que con la nueva disposición se trabaja mejor. —La generación más vieja se había retirado oficialmente en los últimos meses, obligando a cambiar el funcionamiento de los ranchos McKay, dejando a sus hermanos y primos a cargo por primera vez. —Hasta ahora, —dijo Kane. —¿No hubo puñetazos todavía? —Oh, yo no diría eso. Una vez más Chase estuvo agradecido de haber cobrado por su parte del rancho McKay con el cambio de titularidad. La inesperada ganancia financiera le abasteció de opciones y libertad. Sin embargo… tenía que preguntarse si al no tener una acuciante necesidad por el dinero del premio, habría contribuido a bajar su rendimiento en el tour. —¿Cuándo piensas estar aquí? —Preguntó Kane. —No sé. Te llamaré cuando llegue. —Me parece bien. Hay una llave bajo el escalón inferior del porche. —Gracias, Kane, realmente te lo agradezco. —Encantando de ayudar. Conduce con cuidado. 20
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CAPÍTULO 02
—¡Ava! ¡Aquí! Ava Cooper ignoró a los fotógrafos disparando fotos mientras esperaba a que el aparcacoches trajera su Mazerati. —Vamos, —la persuadió el fotógrafo—. Danos algo. Cualquier cosa. Ella reconoció al hombre gordo y calvo, el más agresivo de los paparazzi. En un pasado no muy lejano le habría dado un fragmento de entrevista. Ahora ellos la rodeaban, esperando para caerle encima y recoger los pedacitos restantes de su dignidad. Jodidos buitres. —Ava. Ábrete a nosotros. Sabes que nuestros lectores están de tu lado. ¿No tienes nada que decirles a tus fans? Su deportivo blanco retumbó en la acera. Ella rodeó la parte trasera, chocando con el aparcacoches. —Perdóneme, Srta. Cooper. —No hay problema. Estoy lista para salir como el infierno de aquí. —Ava salió quemando rueda antes incluso de haberse abrochado el cinturón de seguridad. El tráfico estaba despejado en la autopista a esta hora del día mientras ella se dirigía… ¿dónde? ¿A casa? La mayoría de los paparazzis se enfocaban en historias más recientes, pero un par de persistentes de mierda detallaban sus idas y venidas alimentando twitter. Si no hubiera dejado su casa durante unos días, volarían rumores sobre que ella estaba demasiado depresiva, demasiado borracha, demasiado emocionalmente destrozada para ser vista en público. Si salía a hacer recados, o se 21
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encontraba con su agente, o visitaba amigos o familiares, o salía a comer fuera, había fingido tener buena cara a pesar de su angustia personal. Ava no estaba segura de cuándo la ridiculez de la situación cayó sobre ella. Era una actriz de serie B. ¿Por qué alguien daría una mierda por ella? Porque durante el último mes, la vida que había tenido, se había vuelto patas para arriba, y todo el mundo miraba embobado a un tren descarrilado. Ella no había permanecido en un estado de negación tanto como en un shock. No todos los días una mujer descubría, vía rueda de prensa, que el hombre con el que había estado involucrada durante meses tenía una relación… con otro hombre. Desgraciado Jake Vasquez. Hablando de un golpe doble… la había traicionado tanto a nivel personal como profesional. Se habían conocido mientras rodaban una comedia romántica independiente de bajo presupuesto en la que habían sido elegidos para los papeles principales. Jake era el hombre más exquisito que jamás había visto. Oscuro cabello negro, soñadores ojos dorados, un matador cuerpo constituido por poderosos músculos sobre una luminiscente extensión de piel oliva. Su atracción fue instantánea y, para cuando la película terminó de rodarse, ya eran amantes. Después de que la película se estrenó, comenzó la grabación de temporada en la TV. El popular show de televisión de Jake se filmaba en Vancouver; el suyo en Los Ángeles. Pero nunca, durante esos meses en los que mantuvieron una relación a distancia, había sospechado que Jake prefería a los hombres en la cama. La sospecha incluso no se levantó la noche que Jake apareció en su casa, medio borracho, con su nuevo amigo Decker. La creciente agresividad sexual de Jack hacia ella frente a su amigo había puesto a Decker todo caliente e incómodo, por lo que Jake espontáneamente sugerió un trío. Habiendo crecido en California, Ava había visto muchas cosas pervertidas, e incluso experimentado unas pocas. Pero había evitado los ménages, principalmente porque los hombres querían acción chica‐chica. El pensamiento de besar y tocar a otra mujer no iba con ella. 22
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Pero, ¿dos chicos calientes atendiéndola a ella? Sin pensarlo. Los tres habían pasado la noche y parte del siguiente día en la cama. Incluso ahora, Ava se sobrecalentaba recordando el erótico hedonismo. Intercalada entre dos calientes hombres, con los cuerpos resbaladizos por el sudor y presionados firmemente juntos mientras follaban hasta la extenuación. En ese momento, había quedado alucinada por la buena disposición de Jake al cederle el control a otro hombre. Para hacer todo y cada cosa que Decker había sugerido. O demandado. Observando el guapo rostro de Jake, perdido en el placer, mientras Decker lo chupaba. Viendo cómo, expertamente, Jack se la chupaba a Decker. Encontrando tan excitantes a sus vigores como a sus inesperadas ternuras tras toda esa agresividad. En retrospectiva, debería haberse dado cuenta de que Jake y Decker estaban demasiado bien sintonizados entre sí. El hecho de que los paparazzi hubieran atrapado a Jake y Decker juntos en un forcejeo cuerpo a cuerpo en un club gay bien entrada una noche en Los Ángeles, debería haber garantizado una llamada de advertencia de Jake. Pero no. Antes de que cualquiera de sus equipos publicitarios fuera informado, Jake celebró una conferencia de prensa, admitiendo que no podía mentir más sobre su verdadera orientación sexual. Entonces había afirmado que tanto la productora como Ava habían sabido que su relación era una farsa para generar expectación sobre la película… lo cual era una mentira total. Ella había estado completamente sorprendida. La productora había descartado toda la campaña publicitaria de la película a solo un mes antes de lanzarla. La película fracasó estrepitosamente. Su teléfono sonaba continuamente con solicitudes de entrevistas. Los paparazzis habían acampado en los alrededores de su casa, forzándola a contratar guardias de seguridad para mantener a la prensa fuera de su espacio de playa privada. ¿Cómo podría recobrarse de todo esto? ¿Incluso lo deseaba? La brutal verdad era que se sentía frustrada con su carrera en estos últimos años. Cada papel se suponía que iba a ser el conductor para lanzarla a un “gran” papel estelar. No había sucedido. Ahora, 23
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todos sus años de tanto trabajo habían sido eclipsados por acontecimientos que estaban más allá de su control. Con el escándalo fermentando en el subconsciente de las mentes de los directores y productores, tendría que trabajar el doble de duro para demostrar su valía. ¿A quién? Sus padres nunca habían estimado su valía por su éxito público, creían que seguir una carrera artística era un desperdicio. Como heredera de la fortuna Cooper, que incluía una cadena de hoteles, una empresa de fabricación de neumáticos y una línea de herramientas eléctricas, su madre tenía la esperanza de que Ava se uniera al negocio familiar. Pero Ava sabía que convertirse en una mujer de negocios reprimiría su creatividad, independientemente de la vía que siguiera después de que esta última debacle se calmara. Quizá debería huir y unirse al circo. Mientras esperaba en el tráfico, atisbó un vistazo de sí misma en el espejo retrovisor. Ugh. Se veía como una fracasada de mierda. Llamó a su chico para todo para un peinado y maquillaje, engatusándolo para que le hiciera un hueco inmediatamente. Horas después, cuando Ava salió del salón de belleza, caminaba más alegremente porque nadie la había reconocido. Manteniéndose a tono con su fabulosa idea de huir, necesitaba encontrar un lugar fuera de sus habituales guaridas. Algún lugar donde nadie pensaría en buscarla. Algún lugar remoto. Despoblado. Hola… Wyoming. Ava esperó mientras la secretaria la conectaba con su vieja amiga, la única persona con la que siempre había sido capaz de contar para ayudarla a salir de un aprieto. —Ginger Paulson. —Pensé que serías Ginger McKay.
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—¡Ava! Justo estaba pensando en ti. Soy Ginger Paulson mientras estoy en el Despacho de Abogados Paulson. Pero cuando Kane, los niños y yo estamos en casa, soy… ah, infiernos, soy solo mamá. Una mamá agotada. —¿Cómo están los niños McKay? —Hayden ha desarrollado un gusto por el trabajo del rancho y se olvidó de su X‐box. Paul gatea tan rápido como una cucaracha. Maddie es un ángel, si puedes pasar por alto el mortal grito metálico que estrenó esta última semana. Ava sonrió. —Tú lo amas. ¿Y cómo está ese caliente maridito tuyo? Ginger suspiró. —Increíble. Puede hacer trabajo físico durante todo el día, volver a casa, cambiar pañales y cuidar de los dos bebés, ayudar a Hayden con sus tareas de la escuela, jugar a las cartas con mi padre y aun así mantenerme ronroneado como una gatita satisfecha. Así que, increíble ni comienza a describir lo fabuloso que es mi Kane. De todas formas, ¿qué pasa contigo? Porque, cariño, raramente me llamas de improviso. —Lo siento. —Salió por la puerta del patio y contempló a través del turbulento océano—. Yo… Necesito aclarar mi cabeza, Ginger. Pensé que este desastre se disiparía. En su mayoría lo ha hecho, pero hay bastante de esto subsistiendo, ni siquiera puedo ir a comer en esta ciudad sin ser acorralada por la prensa. Es por lo que necesito un descanso. Ginger estuvo en silencio durante un latido demasiado largo. —¿Qué? —Solo recordaba cuando eras una punky de diecisiete años pavoneándote dentro de mi oficina. Tenías toda tu carrera profesional trazada. No podías esperar para ser el foco de los paparazzi. Ava inclinó la cabeza para captar mejor la brisa salada del océano. 25
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—Era tan engreída. —Hizo una mueca ante el amargo recuerdo—. Y no tenía ninguna razón para serlo. Sin experiencia. Nada más que una férrea creencia en mí misma. Si hubiera sabido entonces lo que sé ahora… —¿Podrías haber escuchado a tus padres y entrado en uno de los negocios familiares? —Añadió Ginger con un empalagoso sarcasmo. —Ja, ja. —Vamos, Ava. No ha salido tan mal para ti. Participaste de un programa de televisión aclamado por la crítica y de algunas películas. Lo hiciste mayormente por tu propia cuenta. Deberías estar orgullosa. —¿Pero? —Ava apuntó. —Pero la inteligente y espabilada chica que conocí tenía la ambición de ser mucho más que una simple actriz. Estabas escribiendo guiones, estudiando dirección y cinematografía3, planeabas montar una compañía de producción para exhibir los proyectos que quisieras. —Cierto. Entonces, ¿qué me pasó? —Cariñito. Te volviste perezosa. En lugar de dejar que el dinero de las actuaciones pagara esas aspiraciones, utilizándolo como un trampolín para cosas más importantes, los últimos años permitiste que la autocomplacencia te empujara a un lugar en el que no quieres estar. La habilidad de Ginger para llegar al corazón de las cosas era exactamente lo que Ava necesitaba. —Bien, permitir que un actor con un muerto en el armario apareciera y aniquilara mi carrera es un trampolín que me hubiera gustado saltearme. Ginger se rió.
Cinematografía: arte de la dirección fotográfica de la película.
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—Algunas veces lo que parece el peor giro de los acontecimientos puede convertirse en el mejor. Y sí, estoy hablando por experiencia, como tú bien sabes. —Eso es lo que estoy diciendo. Necesito nuevas experiencias. Necesito un cambio. Necesito vivir algo real. —Ava respiró el familiar aroma de la arena mojada y exhaló lentamente—. Quiero ir a Wyoming. Sé que tu vida está mucho más que ajetreada, y nunca me atrevería a irrumpir en tu casa. Pero un cambio de escenario me obligaría a salir de la autocomplacencia. Necesito dejar de ser Ava Cooper durante un tiempo. Averiguar quién es Ava Dumond. —Estoy de acuerdo contigo, pero no importa que nombre uses, eres una celebridad. Serás reconocida incluso en la pequeña localidad de Sundance, Wyoming. —Ahí es donde te equivocas. Sin maquillaje, ropa de diseño y mi elegante deportivo, dudo que alguien me reconozca. —Se giró, comprobando su reflejo en el ventanal—. Mi estilista volvió hoy mi cabello a su castaño original. Si su asistente no me reconoció, y he tratado con él durante años, estoy bastante segura de que nadie me reconocerá tampoco. Además, no estoy siendo snob cuando digo que no quiero mezclarme con los lugareños de Sundance. Afortunadamente el antiguo remolque de Kane está en mitad de ninguna parte. ¿No lo habéis alquilado todavía? —No. Para dos adultos, encontrar tiempo a solas en una casa con tres niños y mi padre, es imposible algunas veces. Y Kane y yo necesitamos un lugar para conectar. —¿Podrías poner tu libido en espera una semana y prestarme tu nidito de amor? —Déjame hablar con Kane… —¡No! Quiero decir, no quiero que ni siquiera Kane sepa que estoy allí. —¿Por qué no? —Preguntó Ginger. —Porque tu caballeroso maridito podría preocuparse por mí, deteniéndose cada día para ver si necesito algo. Prefiero no ponerlo en la situación de sentirse obligado. —¿Qué se supone que voy a decirle, Ava? No voy a mentirle.
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Había olvidado que las persuasiones no servían con Ginger. —No le digas que voy a ir, pero una vez que esté allí, me dejaré caer por tu casa y le haré saber que voy a pasar un poco de tiempo en Wyoming. —Pero… —No quería jugar esta carta, pero no me estás dejando ninguna elección. Kane y tú pasaron vuestra luna de miel en mi casa durante una semana entera. Me deben una semana en Wyoming. —Deberías haber estudiado leyes. Bien, iré a recoger el banco de azotes y las sujeciones del techo antes de que llegues aquí. Qué es… ¿cuándo exactamente? Ava no estaba segura de si Ginger estaba bromeando sobre sus prácticas sexuales maritales4. —Pienso volar primero a Denver y, una vez allí, alquilar un coche para ir a Wyoming. Te llamaré cuando llegue. —Está bien. Voy a asegurarme de que el remolque esté abierto esa mañana. Y si realmente no quieres que nadie sepa que estás ahí, aparca en el granero. Ava se dejó caer contra la pared erosionada. —Eso es exactamente lo que necesito. Gracias. —Me alegro de poder ayudar. Sé que lo resolverás, Ava. Nos vemos pronto. A continuación llamó a su padre. —¿Y a qué debo el placer de una llamada telefónica de mi bella hija? —Hola papá. Solo llamo para saber cómo te está yendo.
En el original “marital aids”: Se conoce con este término a un juguete sexual o cualquier dispositivo destinado a mejorar la estimulación sexual. 4
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—Estoy seguro de que no quieres oír nada sobre las modificaciones que hemos hecho en el último test de ingeniería. Así que, tan contento como estoy que los modales de la escuela haya dado sus frutos, déjate de estupideces, Ava, y dime qué quieres. —Hizo una pausa e sopló aire, lo que indicaba que estaba en el patio, fumando un cigarrillo, lo que también quería decir que su madre no estaba cerca. ¿Realmente lo llamaba solo cuando necesitaba algo de él? Sí. Pero trataría con esa culpa más tarde. —Necesito alejarme de Los Ángeles durante un tiempo. —¿Alguna idea de adónde? ¿El resort de México? ¿O el chateau en Francia? He oído que la nueva propiedad de Barcelona es inspiradora. —Ninguna de las anteriores. Estoy pensando en Colorado. —El esquí no es bueno en esta época del año en Aspen. —Muy gracioso, papá. Lo sé. —Sé que no necesitas dinero, así qué ¿por qué me llamas? —Necesito tomar prestado el Citation5. —Silencio. Ava espetó—: ¿Por favor? Los paparazzi están por todas partes y no tienen acceso a la pista de aterrizaje privada, así realmente podría desaparecer. Uff, uff. —¿Cómo de pronto necesitas irte? —Mañana a primera hora. Eso me daría tiempo para encontrar una manera de escabullirme de los tipos de los tabloides, que están determinados a ser los primeros en informar de mi suicidio. Su padre se rió.
Citation: Marca de avión privado.
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—La gente es idiota si creen que estás abatida por ese chupapollas de Jake. —Espero que el efecto “ojos que no ven, corazón que no siente” pueda curar su persistente curiosidad. —¿Realmente estás bien, Ava Rose? —Le preguntó en tono brusco—. Has estado tan condenadamente rara desde que todo esto salió mal. Cambiando el teléfono a su otra oreja, Ava apoyó los codos sobre la barandilla. —La última cosa que querría sería que ustedes fueran inundados por mi tormenta de mierda. —Bueno, cariño, eso es lo que hace la familia… se mantiene unida y saca el dedo medio al mundo6. Te recordaré que tu madre y yo hemos atravesado una tormenta de mierda o dos en los treinta años que llevamos casados. Somos más fuertes que el crédito que nos das. —Uff, uff—. Por lo que sé, tu mamá no necesita el avión mañana. Así que llamaré y lo organizaré. —Gracias, papá. —Mantente en contacto. Eres una chica mayor y todo eso, pero nosotros nos preocupamos, ¿ok? La culpa la inundó. Su justificación para desconectar de su familia era solo parcialmente cierta. Ellos nunca habían entendido su búsqueda de una carrera artística, y cuando fracasó tan públicamente en esa carrera y en su vida personal, lo sintió como una vergüenza y una decepción. —Ok. Te quiero. —Yo también te quiero. Ten cuidado, disfruta y… —Machácalos, —terminó ella y colgó.
Flip the world the bird: gesto en el que con el puño cerrado se saca el dedo índice.
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—Me encanta el lema de la familia Dumond, —entonó una mordaz y femenina voz detrás de ella. Ava se giró hacia Hannah, su fiel amiga/asistente personal/compañera de los viernes. —Hey Han. No sabía que estabas aquí. —Deduje eso. Bien, ¿qué es esa mierda que planeas sobre esconderte en algún lugar de mala muerte en el Oeste? —No es como si fuera permanente. Solo ver las atracciones. —¿Por cuánto tiempo? —No lo sé. —¿Con quién vas? —Con nadie. Solo yo. Hannah levantó una ceja con su habitual altivez. —Oh, ¿en serio? Eso es sorprendente. —¿Por qué? —Porque nunca vas a ninguna parte sola, Ava. Nunca. Ava se enfadó. —Sí voy a sitios sola. Fui a comer hoy. —No, te encontraste con tu agente para comer. —Levantó la mano para detener la protesta de Ava—. Y por favor, no pienses que conducir cuatro kilómetros en tu coche para comer cuenta como sola. Mierda. Hannah la conocía muy bien. —Fui a Madrid sola el año pasado.
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—Volaste a Madrid sola el año pasado, en el avión de tus padres. Tan pronto como tus Manolos pisaron suelo español, tuviste un traductor, un estilista y un conductor. — Hannah sacudió la cabeza—. Ahora que pienso en ello, eso es un pequeño séquito para ti. —Vete a la mierda, —dijo Ava enfadada. Hannah se rió. —Llevo tu agenda, así que conozco dónde estuviste y adónde vas mejor que tú. Quizá eso fuera otra parte del problema. Tomaban sus decisiones por ella. No había hecho cosas por sí misma… bueno, nunca. Además de Hannah, tenía empleados a un ama de llaves, un jardinero, un entrenador personal, un estilista, un publicista, un chef a tiempo parcial, un asesor financiero, un agente… y la lista continuaba. Hizo un giro con su cabeza. Cerró las manos en puños a sus lados y dijo, —Basta. —¿Basta? —Preguntó Hannah, alarmada—. Basta, ¿qué? ¿Vas a terminar con esto? —No. Necesito parar. Con todo. Necesito parar con ser Ava Cooper. Necesito saber si Ava Dumond es capaz de cuidar de sí misma, porque es obvio que Ava Cooper no puede. Hannah guardó un silencio mortal. Después sonrió. —Sé que debería estar preocupada por la seguridad laboral con tu repentina crisis de identidad, pero no lo estoy. —Bien. ¿Así que no vas a intentar convencerme para que descarte esto? —No. Además, sé que regresarás la primera semana de agosto. —Hannah entrecerró los ojos—. Tienes programado empezar a filmar la nueva película de Lynch en México esa semana. Y dado que el contrato se firmó antes de que esta mierda pillara a la productora y a Jake, no puedes joderla en absoluto, Ava.
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—Lo sé. —¿Lo sabes? —La presionó Hannah—. Sabes que no hay advertencia de cuándo te llamará el director de casting para una prueba, así que necesitas estar en algún lugar donde puedas saltar a un avión al momento del aviso. —Relájate. Dudo que me vaya tanto tiempo. Solo necesito un descanso. —Vio como las líneas de expresión se profundizaban en la frente de Hannah—. ¿Estás reconsiderando ese comentario de estabilidad laboral? —No. Marcharte lejos de aquí es idea tuya, creo que es algo que necesitas hacer. Solo quiero que tengas cuidado. Ava la abrazó. —Lo tendré. Gracias. Eres la mejor, Han. —De nada. Ahora, ¿al menos me dejarás ayudarte a hacer las maletas y planificar? Ella sacudió la cabeza. —Necesito hacer todo por mí misma. Como hace la gente normal. —A excepción de volar en un vuelo comercial como hace la gente normal—, añadió Hannah. —Circunstancias atenuantes. —Ava se permitió una mirada avergonzada—. Ah, ¿puedes decirme dónde guardo mis maletas? —Debajo de la cama de la habitación de invitados. Las traeré. Mientras le echaba un vistazo a su armario, se debatía. ¿Qué ropa llevar? Cómoda. Casual. Apropiada para el tiempo. ¿Tenía algo que encajara con esa descripción? Hannah colocó sus maletas en el suelo junto a la puerta del armario. La mirada de Ava se desvió a la gran bolsa de viaje que nunca había usado. Si tenía que arrastrar sus pertenencias por todos lados por sí misma, necesitaría una bolsa manejable. Eligió la bolsa gris. 33
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—Tomaré esta. —Ava. No entran ni tus zapatos en eso. —A Ava Cooper no le entran ni los zapatos. Ava Dumond viaja ligera. —Necesito una copa de vino, —dijo Hannah con cansancio. —Sírvete tú misma. —Mientras Hannah salía de la habitación, Ava gritó—, Oh, cuando regreses de la cocina, ¿podrías traer la caja de preservativos del baño principal? Hannah asomó su cabeza de nuevo. —¿No te preocupas en llevar zapatos pero llevas condones? —Sip. Voy a encontrar a un hombre caliente y ofrecerle sexo ilimitado, del tipo vale‐ todo, sin ataduras, sin remordimientos, solo montones de desnudos y desataduras. —Así que estás dispuesta a probar que Ava Dumond es una sórdida zorra7. —Si eso es lo que se requiere para recobrar mi confianza sexual en lo que concierne a los hombres… Entonces sí. —Olvida la copa de vino, regresaré con toda la maldita botella. Ava se echó a reír. Su aventura en el Salvaje Oeste estaba a punto de comenzar.
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En el original “ho‐bag”: Mujer de mala reputación o mujerzuela que se caracteriza por su absoluta falta de decencia, clase y respeto de sí misma. 34
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CAPÍTULO 03
Chase apenas podía mantener los ojos abiertos. Desorientado, aminoró la marcha de su camioneta hasta que sólo se deslizaba por el camino de grava, frenando ante la cerca de ganado que bordeaba el desvío al remolque de Kane. Aparcó bajo la cubierta y salió a trompicones de su camioneta, tomándose un momento para estirar las piernas y aliviar un calambre en el cuello. Pero el deseo de caer de bruces en un mullido colchón y dormir al menos doce horas hizo que acelerara el paso. Una vez que encontró la llave y abrió la puerta, se deslizó en el interior del oscuro remolque y percibió cierto olor a flores, procedente probablemente de los productos de limpieza. Demasiado cansado para ducharse, Chase se despojó de sus boxers en la sala de estar y vagó hasta el fregadero para lavarse lo peor de la suciedad de la carretera. En lugar de encender las luces, arrastró los dedos a lo largo de la pared del pasillo para orientarse mientras se dirigía hacia la habitación del fondo. La puerta del dormitorio estaba cerrada. Con el calor que estaba haciendo, la habitación estaría sofocante, pero estaba demasiado cansado como para abrir incluso una ventana. Se dejó caer sobre el colchón y se estiró, pero su brazo chocó con algo sólido. Y caliente. Y suave. Y en movimiento. Chase saltó de la cama al mismo tiempo que se iniciaban unos gritos estridentes. Buscó a tientas el interruptor de luz, parpadeando frente al repentino resplandor. Continuó parpadeando porque no se fiaba de lo que estaba viendo. Había una mujer
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desnuda en su cama. Una desnuda mujer cabreada que había dado un salto y adoptado la pose de una experta en artes marciales al mejor estilo Jackie Chan. ―¡Atrás, pervertido! Soy cinturón negro de taekwondo y te golpearé si das un paso hacia mí. Chase levantó las manos en señal de rendición, intentando, realmente intentando duramente, mantener los ojos fijos en los de ella. ―Guau, calma Tigresa. Vamos a intentar calmarnos. ―Apuesto que te gustaría eso, pendejo8. ¿Pendejo? Cristo. Sólo su suerte hacía posible que se encontrara con otra mujer psicótica. ―Tal vez deberías decirme por qué has allanado esta casa. ―No he allanado nada, idiota. ―Oye, ya basta de insultos, ―espetó―. Tal vez debería llamar a la policía y permitirles que sean ellos los que traten con tu mentiroso culo. ―Oye, ya basta de insultos, ―respondió ella imitándolo impecablemente―. Venga, haz la llamada. Maldita sea. No tenía ninguna garantía de que Cam estuviera de servicio esta noche. Y realmente ¿él quería tratar de explicar... esto? ―¡Aja! Te agarré, ¿no? ―se burló ella. ―Sí, pastelito, seguro que lo hiciste. Sólo me estoy preguntando si por un allanamiento de mierda debería llamar a mi primo… que es el policía al que llamaría… y si vale la pena hacerlo a las jodidas dos de la madrugada. Ella bajó las manos y lo estudió. Lo insulta diciéndole “fuckface”. Se traduce como “pendejo” o “pelotudo”, pero literalmente sería “cara de polla”.
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―Espera un segundo. ¿Tu primo es un policía? ―Sí. ―¿Cuál es su nombre? ―Cam McKay. ―Oh, no me jodas. Eres uno de los doscientos hombres McKay de los que Ginger siempre habla. Eso sorprendió Chase. ―¿Conoces a Ginger? ―¿Quién crees que me invitó a quedarme aquí? ―Bueno, pues tenemos un problema porque mi primo Kane dijo que yo podía quedarme aquí. Mientras Chase trataba de mantenerse enfocado en sus ojos, se dio cuenta de que algo en esta mujer le resultaba muy familiar. Su mirada vagó. Tetas estupendas. Cintura pequeña. Caderas con curvas. Piernas largas. ―Ojos arriba, amigo. No exactamente con prisa su mirada recorrió a su curvilíneo cuerpo desde abajo hacia arriba. Maldita sea, la mujer era un bombón. ―¿Te conozco? ―¿Te conozco? ―Le replicó ella con sarcasmo. ―Lo digo en serio. ¿Has salido en Playboy? ―¿Es esa tu idea de un piropo? ―Sí, luces un cuerpo cojonudo para las páginas centrales, pastelito ―Mierda. Se suponía que debía dejar de decir cosas como esas. 37
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Sin mostrar ninguna incomodidad por su total desnudez, la mujer empujó hacia arriba la máscara de ojos de satén rosado que se estaba resbalando. ―No recuerdo haberte visto en la boda de Ginger y Kane. ¿Qué McKay eres tú? ―Chase. No estaba en la boda. Entonces, ¿me dices tu nombre? ―Ava. ―¿Ava...? ―Ava Cooper es mi nombre artístico. Ava Dumond es mi verdadero nombre. Nombre artístico. Con un cuerpo como el suyo y su cero modestia tenía que ser una stripper. ―Bueno, Ava, parece que somos compañeros de cuarto, al menos por esta noche. Ava no respondió. Su mirada estaba pegada a su vientre. ―¿Qué diablos te ha pasado? Chase bajó la vista a su estómago y tocó la herida debajo de su caja torácica. ―Esto es lo que setecientos kilos de toro cabreado pueden hacerte. ―¿Toro? ¿Igual que el macho de la vaca? ¿Estabas haciendo un trabajo en el rancho o algo así? ―No. Estaba tratando de montar la maldita cosa, pero él no quería ser montado. Me tiró sobre mi culo y me pisoteó para asegurarse. ―¿De verdad te dedicas a eso? ¿A montar toros? ―Ese es mi trabajo. Sus ojos se abrieron. ―¿En serio? ¿Eso es un trabajo de verdad? ¿Te pagan y todo?
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Él frunció el ceño. ―En serio. Y mira, no te ofendas, pero estoy muerto de cansancio. Me quedo con el sofá esta noche. Hablaremos sobre el resto de esto en la mañana. ―¿Cómo sé que no eres un asesino serial? ―No lo sabes, ―Chase le ofreció una sonrisa de suficiencia―. Dulces sueños.
Cuando Ava vio al vaquero semidesnudo espatarrado en el sofá, roncando suavemente, supo que la noche anterior no había sido un sueño. Apoyó el hombro contra el tabique que separaba el pasillo de la sala y miró hasta saciarse. El hombre era, sencillamente, impresionante. Y viviendo en California, rodeada de los hombres más guapos del mundo, sabía lo que era impresionante. Pómulos esculpidos que resaltaban la delgadez de sus mejillas. Una mandíbula ancha y masculina. Labios carnosos y maduros. Su nariz estaba ligeramente desviada, pero encajaba entre el resto de sus rasgos perfectos. Sus cejas oscuras se juntaban en un ceño, incluso mientras dormía. Su cabello, de un llamativo color negro como el carbón, tenía cierta tendencia a rizarse. Su mirada deambuló hacia el sur, sobre la expansión de su grueso cuello y su pecho desnudo, lleno de músculos. Más vello oscuro destacaba sus definidos pectorales, siguiendo hacia abajo para bisectar sus marcados abdominales. La maldita manta ocultaba su mitad inferior, desde sus caderas hasta sus rodillas, pero una pantorrilla desnuda asomaba junto con su pie. Probablemente era asqueroso mirarlo embobada mientras él estaba inconsciente, pero el hombre la había visto desnuda anoche, así que ojo por ojo. Había arrojado el brazo izquierdo por encima de su cabeza, lo que arrastró su atención a sus… virgen santa… enormes bíceps y sustanciosos antebrazos. Su mirada cayó sobre su entrepierna. Había altas probabilidades de que tuviera la polla pequeña. 39
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Los hombres tan guapos como él siempre tenían un defecto físico, y dado que ella no podía ver ningún otro... Espera. Sus ojos se estrecharon barriendo la longitud de su cuerpo. Sus pies no llegaban al extremo del sofá. Eso significaba que era bajo. Por lo menos tres centímetros más bajo que ella. No es que eso supusiera la más mínima diferencia en su mente. Todavía estaría a la altura de sus ojos cuando tuvieran sexo al estilo misionero. Y eso no importaría en absoluto cuando ella estuviera encima. Deja de mirarlo embobada antes de que te pille, pervertida. Estás actuando como si no hubieras visto a un hombre semidesnudo en años, y no en meses. Se preparó una taza de café, lamentando el hecho de que no hubiese ningún Starbucks en doscientas millas a la redonda, y encendió su portátil, lanzando una última mirada al vaquero que todavía estaba durmiendo. Anoche había afirmado que era una especie de... vaquero de rodeo. Hola, buscador de Google. Ava se sorprendió al ver todos los vínculos que aparecieron cuando escribió Chase McKay. Este hombre era una figura en el mundo del Rodeo Professional. Tenía una página web. Tenía una página de fans en Facebook. Se desplazó hacia abajo. Ey. Chase McKay tenía más “me gusta” que ella. Pero no había nuevos mensajes desde el anuncio de que planeaba tomarse un tiempo para curarse una lesión recurrente. No parecía herido. Continuó con su ciber‐acecho, fascinada por un mundo del que no sabía nada. Encontró fotos de Chase McKay con alcaldes y gobernadores. Con otros jinetes de toros. Con cantantes de country. Con subcontratistas de ganado. Con representantes de la PBR y patrocinadores. Fotografías en primer plano de sus mejores rodeos y sus peores fracasos.
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Pero la mayoría de las fotos eran del caliente vaquero con mujeres. Montones de mujeres... Jóvenes, viejas, gordas, flacas. Reinas del rodeo y otras mujeres cubiertas de diamantes falsos que no eran reinas, pero que lo parecían. ¿Una cosa curiosa? Ni una sola mujer era más alta que él. Ava siguió un enlace que la dirigió a una serie de artículos sobre Chase. Contenta con su hallazgo intentó averiguar cuál era la opinión de los expertos del rodeo en el último año. Chase McKay estaba acabado. Su porcentaje de monta… sea lo que fuera que significara eso… había tocado fondo. Abundaban los rumores acerca de la estela de corazones rotos que había dejado por todo el país. Un par de reporteros sensacionalistas lo apodaron Chase “rabo” McKay, puesto que su vida personal había eclipsado a su carrera profesional. Bienvenido al club, colega.
La siguiente serie de artículos, fechados hacía tres meses, daban a entender que Chase tenía una relación con Sheree Bishop, hija de Lou Bishop, el multimillonario dueño de Artículos Deportivos Bishop, nuevo patrocinador de la PBR. Durante una entrevista, Sheree admitía que ella y Chase iban “en serio”, pero Chase ni confirmó ni negó la afirmación de Sheree. De hecho, no había fotos de Chase y Sheree juntos. ¿Estaban manteniendo su relación en secreto? ¿O es que no había nada de lo que informar? ―Parece que has encontrado una lectura interesante, ―dijo Chase, arrastrando las palabras detrás de ella. Ava saltó. El calor se apresuró a su rostro y luchó contra el impulso de cerrar de un golpe su portátil. ―¿Puedes culparme por ser curiosa? ¿Después de dormir en la habitación de al lado sin querer confirmar ni negar si eras un asesino en serie? ―Supongo que no. Pero sólo podrías haberme preguntado.
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―Estabas dormido. ―Lo observó servirse una taza de café. Llevaba pantalones cortos deportivos, sin camisa, al parecer perfectamente cómodo estando medio desnudo frente a una mujer que no conocía. Como si tú pudieras juzgarlo. Estuviste desnuda delante de él anoche. Y ¡guau! ¿Con un cuerpo tan estupendo como ese? El hombre debería andar desnudo todo el tiempo. ―¿Y bien? ―Él frunció los labios y sopló su café―. ¿Has encontrado la prueba de que no soy un asesino en serie? ―Sí. Pero parece que eres como una especie de “asesino” de damas. Chase puso los ojos en blanco, pero no lo negó. ―Alegaré una ignorancia total sobre lo que significa ser un jinete de toros, así que hice algunas investigaciones. El resto del material apareció, ―Ava contuvo un suspiro femenino cuando su hermosa mirada azul conectó con la suya―. ¿Realmente estás fuera del circuito de PBR por una lesión? Chase le sostuvo la mirada el tiempo suficiente como para hacer que su corazón se acelerara. Justo cuando pensaba que no iba a contestar, le dijo: ―No. Estoy suspendido indefinidamente por conducta inapropiada. ―¿Qué hiciste? ―Otra de sus intensas miradas. Pero no parecía inclinado a responder esta vez, así que se lanzó―: No soy ajena a la pesadilla de las relaciones públicas. Independientemente de si yo era la culpable. ¿Si estás buscando a alguien de quién apiadarte? Esa sería ser yo. Él sonrió. Y, mierda santa, era una sonrisa que abriría las puertas del cielo. O las del infierno. Lo que, francamente, ella prefería. ―¿La versión corta? Hace dos semanas me encontraron en una posición comprometida con un par de damas. No voy a poner excusas, era lo que parecía, y estoy pagando el precio. De repente me encontré con tiempo libre, mientras espero que el PBR 42
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me llame de vuelta. Mis padres y hermanos viven aquí, pero no quería lidiar con su lástima, así que le pregunté a Kane si podía pasar aquí un tiempo y hacer planes. ―Suena como si hubieras estado leyendo una página de la historia de mi vida. ―Ava escribió su propio nombre en el buscador y giró el portátil―. Echa un vistazo. Chase arrastró la silla frente a ella y se sentó. Sus dedos se movieron en el teclado. Sus cejas se levantaron un par de veces. Sin embargo, no dijo nada durante unos minutos. Ella volvió a llenar las tazas y se preparó cuando lo sintió mirándola fijamente. ―¿Tu ex era gay? ―Sí. Fue toda una sorpresa para mí. ―No me hubiera sorprendido en absoluto. Parece gay. Ava parpadeó. ―No puedes decir eso con solo mirarlo. ―Claro que puedo, ―Chase giró el portátil y amplió una foto de Ava y Jake en una fiesta después de los Premios Emmy. Señaló los pies de Jake, encerrados en unos blancos zuecos de charol decorados con brillantes lunares de colores―. Ningún hombre que se respete como tal usaría jamás zapatos como estos. ―Eso es porque no entiendes. Son zapatos de alta costura. ―Son zapatos claramente gays. Quería reírse, y realmente lo hizo. Habían pasado siglos desde que había conocido a un hombre tan dispuesto a decir lo que pensaba. ―¿Los zapatos son tu indicador para determinar la preferencia sexual? ―No, el mejor indicador es el sexo. ¿Con qué frecuencia tenían sexo? ―No veo cómo eso pueda sea relevante, ―lo cortó ella.
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Chase se inclinó más cerca. ―Esa es la única cosa realmente relevante. Porque si no te estaba arrastrando a la cama por lo menos dos veces al día, el hombre era un jodido idiota o bien era totalmente gay. Probablemente ambas cosas. Eso fue una especie de piropo... al estilo de un hombre de las cavernas. ―No todo tiene que ver con el sexo. ―¿Ah, no? Si eso fuera cierto, entonces este tipo, Jake, no te hubiera dejado para tener sexo con otro tipo, ¿verdad? Ava se quedó boquiabierta. ―Mierda. Lo siento. Eso sonó muy feo. Lo que quise decir… ―No. No, ―apoyó la mano sobre su brazo―. Creo que eres la primera persona que ha sido totalmente honesta conmigo. Él se relajó. Sonrió de nuevo y ella reprimió un suspiro. ―Así que, ¿esto es lo que te sacó corriendo de California? ―Me cansé de los paparazzis. ―Recordó lo que él había dicho sobre su familia―. Me cansé de dar lástima. De la prensa sensacionalista haciendo un gran negocio con todo esto. Necesitaba irme y demostrar... Ahí estaba su fantástica sonrisa de nuevo. ―No irás a cerrar el pico ahora, Hollywood. —Ava se rió del apodo que había improvisado para ella—. ¿Tienes miedo de que te vaya a juzgar? Piénsalo de nuevo. ―Acertaste con la cuestión del sexo. ¿Una de las razones por las que estoy aquí? Para encontrar a un tipo con el que pueda ser salvaje. Para demostrar que soy caliente entre las sábanas. Para demostrar que puedo mantener a un hombre sexualmente satisfecho. ―¿Es eso cierto? ―Respondió arrastrando las palabras.
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Su cerebro se puso en modo seducción, como si fuera la mujer fatal que había interpretado en la televisión durante dos temporadas. ―Tal vez... tú seas el hombre que me puede ayudar con eso.
El mal karma volvió a morderte en el culo, McKay. De todas las veces que había renunciado al sexo, ¿tenía que pasarle esto? ¿Ahora? ¿Cuando la mujer más caliente del planeta estaba sentada justo frente a él? ¿Quemándolo vivo con sus ojos ardientes? Oh, y ella quería demostrar… con él, que era una tigresa entre las sábanas. Mierda. Se preguntó por qué Dios le odiaba. Se preguntó si era demasiado temprano para comenzar a beber. Se preguntó si Ava tendría condones, porque él no había traído ninguno. No, no, no. No rompería la promesa que se había hecho a sí mismo. Había estado dándose excusas por su comportamiento durante demasiado tiempo. Esta “pausa” se suponía que le devolvería al buen camino, no que lo sacaría de él por completo. ―¿Chase? ―preguntó ella en un tono suave. Apartó su mente de la imagen de su curvilíneo ¡oh! tan curvilíneo cuerpo retorciéndose alrededor del suyo mientras la follaba como un loco. ―Ah, bueno, esa es la cosa. Mira, después del último… incidente juré mantenerme alejado de las mujeres. Ella parpadeó confusa. ―¿Para siempre? ―No. Por un tiempo. 45
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―¿Hasta cuándo?
Empezó a decir dos meses para eliminar toda tentación de tener sexo duro y sucio con ella, pero se corrigió: ―Un mes. ―¿Debo entender que es un gran reto para ti estar sin sexo durante un mes? Chase, asintió con la cabeza. ―Puedes llamarme perdedor. Me lo merezco. ―Estamos en la zona de no‐juzgar, ¿recuerdas? Pero tengo que admitir... ―¿Qué? ―Que estoy decepcionada. Su polla decidió demostrar su disconformidad con la reciente falta de actividad poniéndose dura como una piedra ―Yo también, Ava. Más de lo que te puedas imaginar. En cualquier otro momento de mi vida te estaría desnudando allí mismo donde estás de pie. ―Eso no está ayudando, Chase. ―Lo siento. Sin embargo, parece que lo estamos llevando bien. ¿Podemos ser amigos mientras ambos nos escondemos aquí? Ava dijo: ―Por supuesto, ―pero su sonrisa decía ¿Quieres apostar sobre cuánto tiempo puedes llevar adelante esa cosa de “amigos”, vaquero? Sus ojos se estrecharon. ―No estoy bromeando, Ava. No voy a dormir contigo. ―Entiendo. 46
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―De verdad. No vamos a desnudarnos juntos. ―Totalmente comprendido. ―Lo digo en serio. No vamos a tener sexo. ―Está bien. Lo tengo. Manos afuera. Ni abrazos, ni besos, ni tomarnos de la mano, ni miradas calientes, ni toqueteos. Ninguna posibilidad de un duro, rápido, sudoroso, estridente y cachondo festival de sexo contra la pared, ni en el suelo, ni en la ducha, y definitivamente, no en la cama. Por Dios Santo. ―Pero siento curiosidad sobre cuánto tiempo llevas con esto de la abstinencia. Estuvo tentado a mentir. Sin embargo, admitió: ―Llevo dos semanas. Ella hizo una mueca. Y Chase juraría que estaba marcando en su mente los días del calendario restantes con grandes cruces rojas. Cambia de tema. ―¿Tienes planes para hoy? ―En realidad no. Pensé que podría salir a caminar. Disfrutar del aire puro y del cielo. Oír mugir al ganado durante mi paseo por la naturaleza. Correr de los toros. Son fáciles de distinguir de las vacas, ¿no? Se echó a reír. Ella era divertida de esa manera fuera de lo común que le atraía. ―¿Cuáles son tus planes? ―Preguntó Ava. ―Tengo que hacer una llamada esta mañana. Pensaba tomar un todoterreno y dar una vuelta más tarde, ―frunció el ceño―. Pero tendré que tener cuidado dónde me meto, para no encontrarme con nadie de mi familia.
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―¿Puedo acompañarte? Hay espacio para dos pasajeros en la mayoría de los vehículos todo terreno, ¿no? Nuevas imágenes se desataron en su cerebro. Los delgados muslos de Ava aferrados a la parte exterior de sus piernas. La entrepierna de Ava acurrucada contra su trasero. Los brazos de Ava rodeándole la cintura, mientras descendieran de una cuesta arriba. Las bondadosas tetas de Ava presionando en su espalda. La respiración de Ava soplando en su oído. La fragancia de Ava, su pelo azotado por el viento rozándole el rostro. Ava de espaldas sobre el barro mientras él se clavaba en ella. De ninguna manera podrían ir juntos. De ninguna manera. Así que se sorprendió al escuchar decir: ―Por supuesto, ―saliendo de su traidora boca. ―¡Genial! Me iré a arreglarar para que podamos irnos a donde quieras. Chase terminó de vestirse en el living y se cepilló los dientes en la cocina. Cuando oyó la ducha, las imágenes del agua cayendo sobre el húmedo y desnudo cuerpo de Ava lo hicieron salir huyendo hacia afuera.
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CAPÍTULO 04
Él deambuló detrás del establo y miró a través de las pasturas. Las fuertes nevadas del invierno dieron paso a la hierba verde, una bendición para el negocio del ganado. Incluso la artemisa había perdido el polvoriento brillo plateado y parecía más luminosa. Los arbustos que bordeaban el lecho del arroyo seguían el ejemplo con un follaje verde oscuro. Algunas manchas de flores silvestres salpicaban el paisaje, las tonalidades extendiéndose desde el amarillo brillante al púrpura suave. Deja de admirar las flores y haz la llamada, cagón. Chase dejó escapar un suspiro y marcó. Mientras escuchaba los timbrazos, se paseaba por delante de la valla. —¿Hola? —Hola Cash, soy Chase McKay. ¿Me recuerdas? —¡Chase! Por supuesto que te recuerdo. ¿Cómo estás? He oído que estabas en la lista de lesionados de la PBR . —Bueno, no realmente. —Forzó una risa—. Es una larga historia. Una que estamos manteniendo en secreto, si entiendes lo que quiero decir. —Entonces, ¿por qué me llamas, eh? —Necesito tu ayuda. Una pausa. Entonces, —Te diré algo. Dime la verdad sobre lo que está pasando realmente con el PBR y te haré saber si estoy dispuesto a ayudar. —Me parece justo. —Chase se lanzó. 50
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Cuando terminó, Cash rechifló. —No es nada que el resto de nosotros no hayamos hecho en el camino, aunque las cosas son diferentes ahora. Pero no comprendo cómo piensas que puedo ayudarte. —Tengo que conseguir volver a la pista a montar. Parece que hago todo de la misma manera que siempre, pero no es el caso o mis resultados serían mejores, o al menos similares, no una completa mierda como lo son ahora. Me preguntaba si todavía mantienes la escuela de monta de toros. —De vez en cuando. ¿Por qué? ¿Piensas volver a la escuela? —Sí. —Se dejó caer contra el granero—. Y antes de que te cabrees y pienses que esto es una broma, te diré que hablo mortalmente en serio. Necesito que un experto me observe montar de manera objetiva y me ayude a entender qué demonios estoy haciendo mal. —Experto. —Cash resopló—. Pero un veterano como yo no es inmune a todas esas sandeces melosas. Chase sonrió. —Tuviste una buena carrera ¿Cuánto? ¿Casi veinte años como profesional? Con mi promedio de mierda, sería puñeteramente afortunado si puedo hacer otros dos. —Así que ¿cuándo pretendes empezar? —Estoy teniendo tiempo libre y tú tienes un rancho del que ocuparte, puedo acomodarme a tu horario. —Lo siento. No tengo programada otra sesión de entrenamiento hasta finales del mes que viene. Eso probablemente no te ayude. No sólo eso, Chase no quería entrenar frente a los novatos. Tal vez era una cuestión de ego. Algo relacionado con su costumbre de ser malcriado. Pero quería una atención del cien por ciento sobre sus problemas de monta.
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Antes de que pudiera decir gracias y colgar, Cash dijo: —Pero si puedes estar aquí en dos días, voy a ponerte tantos toros como puedas manejar. —¿En serio? Eso sería genial. No estaba seguro de si tú... ah, tomarías como una ofensa de mi parte si me ofrecía a pagar una sesión privada. La risa de Cash resonó. —McKay, si creyera que no te lo puedes permitir, no lo habría sugerido, porque no va a ser barato. Pero hay otra cosa. Parecía que siempre había un problema. —¿Qué? —Voy a meter a tu primo Colby en esto. Estuvo fuera del circuito de rodeo durante un tiempo, pero sigue siendo un profesional hasta la médula y confío en su juicio. Dos pares de ojos serían mejor que uno, ¿no lo crees? —Sí. Supongo. —De todos sus primos, Colby era el segundo menos probable en irle con el chisme a los otros miembros de la familia, justo después de su primo Kane. —Bien. Hay una barraca, si necesitas un lugar para quedarte. —Eso funcionará. Gracias, Cash, te lo agradezco más de lo que crees. Te veré en un par de días. Tan pronto como colgó, Chase dejó escapar un alarido girando en círculos. Ava estaba parada en el espacio abierto entre el granero y la valla. Sus manos metidas en los bolsillos delanteros de su sudadera, el sol brillando sobre su pelo. Luciendo tan infartantemente guapa que él casi se olvidó de respirar. —Ese fue un auténtico grito de entusiasmo, —comentó. —Tuve algunas buenas noticias, para variar.
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Ava no le pidió más detalles. —¿Estás listo para romperla en el todoterreno? Chase, sacudió la cabeza. —Tengo que comer primero. ¿Hay algo de comida en la casa? —Solo las cosas básicas que compré. Café, crema, uvas, ensalada, pan y un par de latas de sopa. —¿A eso le que llamas comida? Por favor, dime que no eres una de esas actrices que se mueren de hambre para parecerse a un adicto a la heroína. —¿Me veo muerta de hambre? Su mirada podría haberse detenido en ciertas curvas más tiempo de lo correcto. —No, Hollywood, te ves exactamente como una mujer debe verse. Vayamos a la ciudad. La estación de servicio Shell tiene los mejores perritos con chile9 que probé en mi vida. —¿Tienen perritos de tofu? La sonrisa de Chase se desvaneció. —Oh, infiernos no. ¿Eres vegetariana? —¿Y si lo fuera? —Entonó ella dulcemente. —Tomaría como un deber absoluto, como hijo de un ganadero, pedirte que hacieras tus maletas y te fueras de las tierras McKay inmediatamente. Ahí estaba esa sexy sonrisa de nuevo.
Perrito caliente cubierto de chili con carne.
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—Relájate, vaquero. Soy carnívora hasta la médula. Tengo mis serias dudas de que Wyoming pueda presumir del mejor perrito con chile, pero estoy dispuesta a darle una oportunidad. —Lo apuntó con las llaves del coche—. Tú alardeas, tú pagas. —Hecho. Cuando Ava comenzó a tironear la palanca para abrir la puerta del establo, Chase la movió gentilmente a un lado. No estaba seguro si esperaba verla montando una Ferrari, pero el vehículo detrás de la puerta fue un baldazo de agua fría. Una Toyoya RAV4 negra de cuatro puertas. Con placas de Colorado. —¿No viniste conduciendo? —Volé a Denver, alquilé este coche y conduje el resto del camino. Así que realmente no me importa si derramas el chile y el queso sobre los asientos. Otro atisbo de su bizarro sentido del humor, el cual la hacía parecer normal y no una actriz de películas. En Sundance, Chase tiró de la capucha de su sudadera sobre su cabeza. —Vas a tener que ir dentro y traerlos. —¿Por qué no puedes ayudar? —La familia. Los fans. Estoy de incógnito, ¿recuerdas? —¿Qué debo untar exactamente sobre esos perritos, además de chile? —Mostaza. Cebolla. Un par de chorros de esa imitación de queso. —Chase sacó un arrugado billete de veinte de su bolsillo delantero y lo puso en la mano de ella—. Y cualquier cosa que se te antoje. —¿Debería dejar el coche en marcha en caso de que necesites escabullirte de tus fervorosos fans? —No, pero te diré esto. Lo dejaré en marcha en caso de que necesites hacerlo tú —le replicó. 54
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Ella se echó a reír. —Estamos bastante empatados, ¿eh? Chase se dejó caer en el asiento, tratando de mantenerse oculto. Después de casi diez minutos la puerta del coche se abrió. —Cuidado, están calientes y rezuman esas cosas por los lados. —Eso significa que lo has hecho bien. —Chase espió dentro de la bolsa que Ava había dejado caer sobre su regazo. Dos paquetes envueltos en papel mantequilla blanco, dos paquetes de porciones individuales de Doritos con sabor a queso y dos barras Heath10. Cuando ella metió dos botellas de gaseosa de uva en los posavasos, él le disparó una mirada recelosa—. ¿Cómo sabes que esto es exactamente lo que hubiera querido? —¿Golpe de suerte? —Giró la parte superior de una botella de refresco—. O tal vez hay un cartel informando ¡Sundance posee los favoritos del jinete de toros de la PBR, Chase McKay! sobre la pared de la sección de comida caliente. —¿Hablas en serio? —Síp. —Cristo. Eso es bochornoso. —¿Y ahora? —Le preguntó con una sonrisa. —Sigue las señales hacia la Torre del Diablo. —Comenzaron con el sinuoso ascenso de la salida de Sundance. Después de unos pocos kilómetros entraron en un valle y él dijo—: Gira a la izquierda y toma la carretera hasta el final. —¿Esto se considera una carretera? —¿En Wyoming? Sí. Una vez que dieron la vuelta en la última curva, Ava dijo: Chocolatina o barra de chocolate de toffee.
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—Oh, wow. Mira esa vista. La Torre del Diablo sobresalía y la tierra que la circundaba era una paleta de arco iris de tierra rojiza, oscuros pinos verdes, cerros de color caramelo… y, como telón de fondo, un cielo azul sin nubes. —¿Te gusta? —Es espectacular. Apuesto a que la mayoría de los turistas ni siquiera saben que esta vista está aquí. —Algunos tropiezan con ella. Pero normalmente es un secreto local. —Chase le arrojó una bolsa de Doritos y un perrito caliente. A medida que desenvolvía lentamente la comida, el familiar aroma del chile picante, del queso crema, de la acidez de la mostaza y de la cebolla, le provocó una aguda punzada, no de hambre, si no de nostalgia. Habían pasado años desde que se había tomado tiempo para detenerse en la Shell, que en otro tiempo había sido una constante en su vida. Ava lanzó un largo y profundo suspiro. Un suspiro que sonó como a una mujer a punto de deshacerse de puro placer. Chase la observó de soslayo. Su hermoso rostro tenía una ensoñadora mirada que se describiría mejor como post‐orgásmica. ¿Por comer un perrito caliente? —Este es el mejor perrito con chile que comí alguna vez. —Ava siguió haciendo gemidos guturales. Su cerebro se sobrecargó. Se imaginó arrastrándola a través de la consola, dándole otra razón para gemir. Empujándole hacia abajo los pantalones de chándal y abriéndole las piernas de par en par. Enterrando el rostro entre sus muslos. Volviendo sus gemidos en gritos de éxtasis mientras se corría contra su boca en una fiebre mojada. —¿Chase? Se sobresaltó por la cercanía de la voz en su oído y estalló, 56
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—Jesús, ¿qué pasa? —¿Estás bien? —Uh. Sí. ¿Por qué? —Oh, estás apretando ese perrito con chile tan fuerte que pensé que la carne podría salir disparada fuera del panecillo. Maldita sea. Echó un vistazo a la envoltura hecha una bola en su mano. —¿Terminaste el tuyo? ¿Ya? —Tenía hambre, —le respondió—. Y después de todos tus lamentos por estar muriéndote de hambre, seguro que estabas mirando a ese perro caliente como si quisieras comerte algo más. No tienes ni idea. Chase le dio un mordisco y masticó. —¿Podemos saltarnos la cosita del todo terreno hoy y contemplar el campo? —Supongo. —Bien. ¿Y podrías conducir para que yo pueda filmarlo? Gracias a Dios. No había nada que odiara más que ser un pasajero en cautiverio en un viaje sin fin. —Por supuesto. ¿Quieres que elija nuestro camino? Cuando sus extraordinarios ojos aguamarina se iluminaron, Chase estuvo cerca de quedar estúpidamente ensimismado por su belleza. —¡Eso sería increíble! Pero necesito imágenes de este lugar antes de irnos. — Enganchó sus cámaras del asiento trasero y saltó del coche. Chase se deshizo de su sudadera y salió de la camioneta. Deslizándose entre las sombras, apoyó su trasero contra el panel del cuarto delantero, y la observó.
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Estaba filmando, a continuación cogió su cámara y disparó tomando algunas fotos. La elegancia de sus movimientos, incluso simplemente agachándose en la arena, eran naturalmente graciosas. Varias mechas de brillante cabello castaño volaban alrededor de su cara, pero ella no los apartó. En ese momento, Chase deseó disponer de una cámara para capturar la belleza del perfil de Ava. Ella le sonrió. —¿Ya estás aburrido? —Nop. Es un día precioso, estoy paseando con una preciosa... eh, amiga. ¿Qué más podría desear un hombre? Su abrasadora mirada le dijo que un hombre de verdad debería querer más. Mucho más. Como besos calientes y toqueteos frenéticos que conducirían al roce de piel desnuda sobre piel desnuda. Como cuerpos colisionando entre sí, respiración fuerte y gemidos de crudo placer. Pero Ava no le puso voz a esa imagen. No tenía que hacerlo. Cada pensamiento estaba justo allí, en su hermoso rostro. Un movimiento en el borde de la cresta captó la atención de Chase. —Rápido, trae tu cámara de vídeo. Ella recogió el equipo y dijo: —¿Dónde? Él apuntó al cielo. —Allá. Dos halcones de cola roja asoman sobre la columna termal. —Los veo. —No hablaron, solo miraban la gracia de las aves. Dando vueltas en círculos más altos, descendiendo en picado, luego flotando, permaneciendo tan quietas que se verían como manchas en el horizonte para un observador casual. Después de que los pájaros se alejaron, ella apagó su cámara y se volvió hacia él. —Gracias.
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—¿Por qué? —Por ser observador. Él no arruinó el momento confesando que si no hubiera estado observándola, no se habría dado cuenta de las aves. Le devolvió la sonrisa. —No hay problema. ¿Estás lista para seguir adelante? —Sí. Al ver la larga fila de turistas en la entrada de la Torre del Diablo, él sugirió una alternativa. —¿Cuántas tierras de éstas son de los McKay? —Muchas. —De hecho todo durante las próximos quince kilómetros. Pero sabía que ella no podría comprender la enormidad del alcance de la tierra McKay. —No conozco cómo funciona la sucesión del rancho. ¿Tienes, o serás dueño de una parte del negocio? —No dado que opté por salirme. —Se sentó en el asiento del conductor, robándole miradas mientras Ava hablaba acerca de las expectativas de las empresas familiares—. ¿Cómo funciona la sucesión en el tuyo? —Mi madre era hija única, por lo que heredó todo. Estuvo al frente de la cadena de hoteles Cooper y de las otras empresas del conglomerado Cooper desde antes de que yo naciera. Puesto que no tengo interés en dirigirlo, mi hermano estuvo aprendiendo cómo funciona todo, pero aún soy dueña de un pedazo de todo por defecto. Era heredera del conglomerado Cooper, lo que significaba que estaba forrada. Es decir, realmente jodidamente forrada. —Esto puede sonar extraño, pero como actriz, ¿utilizas deliberadamente Cooper como tu apellido debido a...?
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—¿Paris Hilton? Síp. Funcionó con ella, ¿no? Pero mientras estoy de tiempo sabático, soy Ava Dumond. Él condujo, a pesar de que parecía que se detenían cada dos kilómetros para que ella pudiera bajar a filmar algo nuevo. Todo, desde los postes retorcidos, las diferentes razas de vacas, o las agrupaciones de arbustos. Disfrutó enormemente de los terneros retozando y de las mamás vacas mugiendo una advertencia hacia ella. Chase notó que los terneros eran terriblemente pequeños para la época del año. Entrecerró los ojos ante el marcador de millas al final de la carretera de grava. Hasta donde sabía, estaban cerca de las tierras de los Glanzers. Había oído rumores de los McKay sobre que el trío había aumentado su superficie en los últimos cinco años y estaban experimentando con diferentes razas. No quería quedarse y averiguar si estos terneros prematuros eran suyos. Ava alejó la cámara de video. —¿A qué distancia estamos de la ciudad más cercana? —¿Por qué? ¿Ya estás aburrida? —No, Sundance no me aburrió. Mierda. Dame un poco de crédito. —Sundance. Divertido. —Necesito utilizar el aseo. —De acuerdo. —Chase detuvo el coche en el borde de la carretera. Señaló a través del campo—. ¿Ves ese árbol? Te ofrecerá un poco de intimidad, pero ten cuidado cuando saltes sobre la valla de alambre de púas. Y cuidado con las serpientes. Los ojos de Ava se abrieron como platos. —Yo nunca... Ni siquiera sé... Chase estalló en carcajadas.
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—Deberías ver tu cara, Hollywood. Es una lástima que no me hayas dado la cámara para poder capturar tu mirada de horror. —¿Haciendo sentir idiota a una chica de ciudad a la primera oportunidad? —Le lanzó una mirada acusadora—. ¿Tratas a todos tus amigos de esta manera? —Síp. —Entonces no quiero ser tu amiga. Lo mismo pienso, pastelito. —Estamos a sólo unos dieciséis kilómetros de Moorcroft. —Genial, porque ahora además tengo hambre. Chase, estacionó frente al C‐Store y Ava salió disparada del coche. Cuando vio a la familiar mujer de pelo negro demorada frente a la puerta principal se le ocurrió que debería haber elegido el aparcamiento trasero. Cuando Ava se deslizó en el asiento, Chase le pasó un brazo por los hombros, arrastrándola más cerca, acunando su cara en la base de la garganta de ella. —¿Qué demonios? —No mires, pero mi prima Keely está de pie junto a la puerta y, maldita sea, está terriblemente interesada en nosotros. Quédate así por un segundo, ¿de acuerdo? Parecerá que nos estamos besando y con un poco de suerte ella y su curiosidad se meterán dentro la tienda. Ava inclinó su cabeza hasta que sus labios le rozaron la mejilla. —No sé si lo notaste, pero soy una actriz de método. Lo que significa que prefiero que nos besemos de verdad para que pueda entrar en el personaje. Chase gruñó. —Eres un demonio, ¿sabías eso, verdad?
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Su risa baja y sexy vibró contra su mandíbula. —Esa soy yo, Ava la malvada tentadora. —Hablando de tentación. —Contra su mejor juicio, dejó que su nariz siguiera el arco de su cuello dulcemente perfumado—. Maldita sea, mujer, hueles genial justo aquí. —Gracias. De hecho, huelo así por todas partes. Antes de exigirle estúpidamente que se lo demostrara quedándose desnuda, besó el hueco de su garganta. Entonces espió por encima de su hombro. —No hay moros en la costa. Vámonos mientras podamos. —Dió marcha atrás y pronto estuvieron de vuelta en el camino. Ava agitó un pedazo de caramelo de regaliz rojo11 frente a él. —¿Quieres un poco? —Realmente no me gusta mucho el regaliz. —¿Cuál es tu dulce favorito, además de la barra Heath? Chase se acomodó ahora que Moorcroft estaba en el espejo retrovisor. —En realidad, no soy un gran comedor de dulces. Ella atascó un pedazo de regaliz en su boca y alcanzó la cámara. —Entonces, amigo ¿puedo hacerte una pregunta? —Depende. —¿De qué? —De a quién piensas mostrarle la respuesta.
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Caramelo de regaliz, o regaliz: es un dulce con una textura similar a la goma que se saboriza con los extractos de las raíces de la planta del regaliz, así como también aceites de anís. “Gomitas” en Argentina. 62
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—Hablas como un hombre que fue burlado por las funciones de los teléfonos con cámara. —¿Has visto ese video en YouTube? —¿Cuál? ¿Ese donde la chica rubia está montándote como un jinete mientras su amigo está comentando y grabando? ¿O aquel donde estás en el final de recibir una seria adoración oral? —Ella se aclaró la garganta—. No le eché más que una breve mirada a cualquiera de los videos. Chase frunció el ceño. —Es por eso que me aseguro que nadie tenga el móvil a su alcance. —Ah. ¿Entonces no cambió tu comportamiento con las mujeres, simplemente cambió tu comportamiento con la tecnología? Mujer astuta. —Estamos desviándonos del tema, Hollywood. Mi pregunta es, ¿quién va a ver esto? Ava bajó la cámara, pero Chase sabía que estaba encendida. —Yo. Es un video‐diario personal sobre cómo pasé mis vacaciones de verano. De mala gana, respondió: —Está bien, pero si alguna parte de este video‐diario se hace público, contrataré a Ginger… o peor… te demandaré. —Oh, eso es malo. Pero entendible. —Jugueteó con la cámara. —Mi primera pregunta es, ¿cuál es la mejor cosa que te ha sucedido? A nivel personal o profesional. —Para mí son lo mismo. —¿Eso lo hacía sonar unidimensional?—. Lo mejor fue cuando gané la competición Man of Steel12 el año pasado. —¿Y la peor cosa que te ha pasado? Man of Steel: Hombre de Acero.
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—Ser expulsado del Tour PBR. —¿En serio? —Sí, ¿por qué? —Pensé que elegirías otra cosa. Algo trágico. —No todos tenemos tragedias en nuestras vidas que nos definan. —E incluso si la tuviera, nunca lo compartiría—. Las mismas preguntas para ti. —Lo mejor fue conseguir un papel en Miller’s Ridge. ¿Lo peor? Cuando mi abuelo Cooper murió. De lo único que hablaba la gente era de mi herencia. Como si fuera tan codiciosa y me creyera con derecho a derrochar hasta el último centavo que él había ganado tan duramente por una mierda estúpida. —¿Qué clase de mierda estúpida? —preguntó Chase. Un latido pasó. —No me di cuenta que mi batería está baja. Suficiente por hoy, —ella bostezó—. Creo que tomaré una siesta mientras regresamos. Interesante la rapidez con la que interrumpió sus preguntas. Lo dejó pasar. Esta vez. —Me parece bien. Yo también tengo un poco de sueño. El resto del viaje continuó en silencio. Al llegar al tráiler, Ava agarró su portátil y se retiró a su habitación. Chase se inquietó. Había dejado su teléfono y vio que había una llamada perdida de Elroy. Y de su antiguo compañero de viaje, Justin Donohue. Y de su hermano Ben. Ninguno había dejado mensajes. Probablemente porque saben que no les devolverás la llamada. Sin nada más que hacer, escribió “Ava Cooper” en el buscador en su teléfono, solo para ver lo que encontraba.
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CAPÍTULO 05
Ava descargó en el ordenador todas las secuencias que había filmado. Aturdida por el calor que hacía en la caravana, se quitó la ropa, se tendió en la cama y se quedó profundamente dormida. Se despertó a las once de la noche, sintiéndose refrescada. Tras ponerse la ropa, se encaminó hacia la cocina. Oh, qué vista. El delicioso plato conocido como Chase McKay estaba sentando en el mostrador, tan apetecible como para comérselo. Por supuesto que sí. Me encantaría que fuera mi aperitivo, plato principal y postre. Una ración de vaquero caliente y viril marchando. Compórtate, Ava. —Pensaba que te habías ido a la cama, —dijo Chase. —Admito que me desplomé durante un rato. Antes tuve que poner al día algunos asuntos. Tardé bastante tiempo en descargar todo el material de mis cámaras a las carpetas correctas de mi portátil. Luego escribí las notas que había tomado para no olvidar las cosas. —Suena tedioso. ¿Por qué hacerlo de nuevo? —Estoy probando suerte en lo de tener un hobby, —respondió sardónicamente—. Y, no, no me pagan. ¿Nunca has hecho algo sólo porque era lo que deseabas hacer? —Hasta ahora, no. De hecho, todo lo contrario. Me encontraba haciendo cosas que no quería todo el maldito tiempo. La sonrisa de Ava se desvaneció. 65
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—Podrías haberme dicho que no, si no me querías tenerme de compañía hoy. —Se dio la vuelta y se marchó. Se oyó un golpazo y entonces unas fuertes manos le rodearon la cintura y la hicieron volverse. Lo tenía frente a su cara, tanto como podía pese a la ventaja en altura de ella. —¿Me dejarías terminar? No hablaba de ti. Ni de hoy. Hoy ha sido genial, Ava. Me divertí mucho. —¿Pero? —Sin peros. Parece que nunca hago cosas como esas. Al menos, no me tomaba el tiempo de hacerlas porque estaba ocupado haciendo otras cosas que no quería hacer. Estas dos últimas semanas me han demostrado que realmente no estaba viviendo mi vida. Sólo mataba el tiempo entre eventos de monta de toros. Y no tomé las mejores decisiones sobre qué hacer con mi tiempo libre. Tranquilizada y sorprendida por su sinceridad, Ava se obligó a mantener las manos a los lados. Era dada a mostrar afecto a amigos y amantes, pero había algo en el lenguaje corporal de Chase que le advertía que se contuviera, por temor a que malinterpretara su simpatía como un acercamiento sexual. No significaba que no quisiera flirtear con él, pero tocarlo sin invitación era un definitivo no‐no. —¿No tienes colegas con los que salir cuando no estás de rodeo? —A veces. La verdad es que tengo pocos amigos. Así que, gracias por lo de hoy. ¿Le habría mostrado Chase a alguien este lado dulce? Probablemente no. ¿Por qué el hecho de que la llenara de calidez era estúpidamente juvenil? —De nada. Yo tampoco tengo muchos amigos, así que me alegro de no haberte matado anoche con un golpe de karate en la cabeza. —Asesinado por una ninja desnuda no suena tan mal, —sonrió. No me des falsas esperanzas de que me estuviste imaginando desnuda.
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—¿Qué estabas haciendo? —Nada. Estaba sentado afuera mirando la puesta de sol. Realmente tendrías que grabarla mañana por la noche. Rebusqué comida en los armarios y encontré esto. —Se estiró a su alrededor y meneó una botella de whisky Marker’s Mark. —Oh. ¿Cena líquida? Me uno a eso. —Bien. Porque evidentemente no hay comida, aunque encontré una tableta de chocolate en el cajón de las verduras. Ava se puso de puntillas para alcanzar dos copitas de chupitos del estante superior. Se dio la vuelta y Chase no se molestó en disimular que se había comido con los ojos su trasero. Tras sentarse a la mesa, ella dijo: —Vamos a brindar. —¿Por qué? Por la manera sexy en la que tu sombrero te tapa la cara. Por tu carnoso labio inferior que se ve tan suculento que quiero darle un bocado. Por tus manos, grandes y con cicatrices, y por cómo se sentiría esa carne áspera rozando sobre mi piel. —¿Ava? Se tragó su creciente lujuria. —Oh, no sé. Podríamos brindar por Kane y Ginger, por permitirnos escondernos aquí. —Suena bien. Ava sirvió dos chupitos. Sostuvieron las copas en alto. —Por Kane y por Ginger. Chocó la copa contra la de ella y apuró su whisky.
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Ella hizo lo mismo. El alcohol desapareció tras el trago, dejando un rastro de fuego, y empezó a resoplar. —El segundo será mejor. —Chase rellenó las copas y repartió dos botellines de Coors Light. —¿Otro trago? —Vamos. Pensaba que eras una chica de fiestas salvajes, Hollywood. Por lo menos, eso es lo que los tabloides cuentan de ti. —Y yo pensaba que a estas alturas me habrías atado a la cama con tus cuerdas de toros, haciéndome gritar tu nombre mientras me cabalgabas duro, —le replicó con dulzura—. Eso es lo que las revistas de rodeos cuentan de ti, Chase “rabo” McKay. — Ava se echó hacia delante, regalándole una excelente vista de su escote—. ¿Me has buscado en Google mientras dormía, vaquero? Tomó un segundo para que sus ojos se encontraran con los de ella. —Sí. —¿Y qué encontraste? —Ningún jugoso video en YouTube pillada en actos sexuales indecentes. Pero revisé tu página web. Me di cuenta de que te había visto en alguna parte hace poco. Una película para televisión. —¿En cuál? —En la que interpretabas a una preuniversitaria colgada de... algún tipo de droga, y vendías tu cuerpo para alimentar la adicción. Hasta que un cura joven te rescata, devolviéndote al buen camino. —Ah. Chica mala de la noche. Uno de mis primeros papeles. Me sorprende que ni siquiera conozcas lo que es Lifetime TV, sin hablar de coger dramas para el “escándalo” de cada semana.
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—Estaba matando el tiempo, una tarde antes de un evento de la PBR, y recuerdo claramente que me quede mirando sólo para echarle un vistazo a tus piernas con aquellas minifaldas. —¿Entonces eres hombre de piernas? —Cariño, —contestó con sonido suave—, soy hombre de todo. Si una mujer me parece atractiva, todas y cada una de sus partes son sexys para mí. —¿Pero todavía vas a seguir dando vueltas con esta cosa de la abstinencia? Su rostro se le volvió sombrío rápidamente. —Tengo que hacerlo. Mi carrera está en juego. Trabajé condenadamente duro y durante mucho tiempo para que me echen porque me follé a las mujeres equivocadas. —Dijo él, con cierto grado de amargura. —Qué graciosa. Nos hemos desviado del tema. Mi turno de hacer un brindis. Pero, te lo advierto, no voy a ser muy original. —Suéltalo. —Un brindis por nosotros dos, para volver a encender esa mágica chispa que nos permita continuar haciendo lo que amamos. —Nada original, mi culo, —farfulló y se tragó el líquido de un trago, soltando un sincero—, Ah. —Buena bebida. Si seguimos a este ritmo, le deberemos a Kane una botella entera. —Entonces sigamos. Él levantó las dos cejas. —¿Estás segura? Es un poco tarde. —Ninguno de nosotros tiene que madrugar. Y, además, no estoy cansada, ¿y tú?
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—Nop. —Bien. Ya que ambos estamos lamiéndonos las heridas provocadas por una mentira, de una u otra forma. Juguemos a “Verdadero o Falso”. Chase la miró con recelo. —¿Qué clase de juego es ése? —Te cuento algo sobre mí y tienes que adivinar si es verdad o mentira. Si es mentira y aciertas, bebo. Si fallas la respuesta, bebes tú. —¿Intentas acabar en pedo esta noche, Ava? Se encogió de hombros. —No hay nadie a nuestro alrededor más que nosotros, Sundance. Y como hemos decidido ser amigos… —enfatizó la palabra con un siseo debido a que sentía a su orgullo herido porque este hombre guapo, rudo y viril no quisiera tener con ella un prueba de monta— …creo que deberíamos conocernos mejor. Empiezo yo. —No creo que esto sea justo, eres actriz profesional, —refunfuñó Chase. —También me podrías haber llamado mentirosa profesional, Chase. —Si el tacón te encaja… —esquivó el puntapié de ella por debajo de la mesa—. No puedes negar que el ser actriz te da ventaja. —Chúpatela, vaquero. Apuesto a que tu cara de póquer es jodidamente impresionante cuando estás triste y debes mostrarles a tus fans y a tus patrocinadores que te encuentras genial. Él bebió cerveza. —Punto para ti. De acuerdo, Hollywood, atúrdeme y confúndeme con una página del libro de Ava. ¿Por dónde empezar?
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—Posé desnuda al principio de mi carrera y las fotos llamaron la atención de un productor, que terminó dándome mi primer trabajo como actriz. Chase levantó la cabeza, estudiándola. —Falso. Puede que hayas hecho fotos de desnudo, pero sospecho que nadie las ha visto. Ava no podía creer que hubiese perdido la primera pregunta. —Tocada. Tu turno. Chase le llenó el vaso. —Antes de montar mi primer toro, practiqué mis habilidades montando ovejas. —Ya he oído el chiste… Wyoming: donde los hombres son hombres y las ovejas están nerviosas. Intentas confundirme, así que digo… falso. —Nop. Verdadero. El rodeo “agarra un cordero” es el precursor infantil de la monta de toros y potros salvajes. Es donde muchos jinetes lo prueban por primera vez. —Hundida. Me estás dando una paliza. —Te recuerdo que esto fue idea tuya. Pero creo que deberíamos alternar la cerveza con el whisky. Ava levantó la copa entre las palmas. Quizás Chase no se daría cuenta si no se lo bebía todo ahora mismo. —Bébetelo para que puedas preguntar, —le dijo, arrastrando las palabras. Maldición. Arrojó el líquido ámbar dentro de su boca, conteniendo un estremecimiento. Momento de poner su cara de poker. —Verdadero o falso: Mi hermano menor se llama Axel porque mi madre escuchó “Sweet Child o’ Mine” en la radio del hospital cuando lo estaba dando a luz. Chase se quedó callado por un momento, después sonrió. 71
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—Es fácil. Falso. Dudo que tu madre haya oído hablar de Guns N’ Roses, mucho menos que sepa quién es el cantante. Ava empujó con el codo la copa llena en dirección a él. —¡Salud! Verdadero. El nombre completo de mi hermano es Axel Rose Cooper Dumond. Mamá escuchó la canción, que es una de sus favoritas de siempre, al final del parto. Y dado que mi segundo nombre es Rose, creyó que era una señal llamar al bebé Axel, después Axel Rose. PTI, mamá es una rockera total y una gran fan de las bandas metálicas de los ochenta. —Estoy jodido. —Chase se bebió la copa—. Entonces, Ava Rose, ¿qué dijo tu padre acerca de llamar a su hijo Axel? —Bueno, es mecánico, así que estuvo de acuerdo. Pero era mucho mejor que el nombre que él había escogido. —¿Cuál era? —Festus Merle. Chase frunció el ceño. —¿Es verdad eso? —Dímelo tú, —lo retó Ava—. ¿O temes tener que beber de nuevo? Una arrogante sonrisa se extendió por la cara de Chase y un calor subió por el vientre de Ava. Oh, ella realmente no quería ser sólo amiga de este hombre guapo. Quería probar en sus labios aquella sonrisa autosuficiente. Chupar el whisky de su lengua. ¿Y cuando se reía? Casi podía imaginarse con la cabeza apoyada en su pecho mientras escuchaba ese profundo estruendo. —No tengo miedo porque eso también es una mierda. Ava echó cerveza en la copa.
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—Tómate otra. Porque es cien por cien verdadero. Mi padre quería llamarlo Marshall Dillon Dumond. Dado que mi madre descarta su primera sugerencia sobre cualquier cosa, propuso Festus Merle, sabiendo que la horrorizaría. Entonces, cuando le propuso Marshall Dillon, estuvo de acuerdo en que era mucho mejor y consiguió lo que quería. —¿Tu padre es aficionado a los pistoleros? —Sí. Veíamos westerns cada día después del colegio. —Tus padres no suenan como me los había imaginado. —¿Cómo te los imaginabas? Se estiró en la silla. —Como el resto de los ricos, impecables, personas artificialmente flacuchas que salen en televisión y viven en California. Sin ánimo de ofender. —Tengo que admitir que no quería crecer, pero nos vigilaban de cerca a mi hermano y a mí. Papá se siente orgulloso de ser un obrero y se negaba a permitir que nos volviéramos unos mocosos ricos malcriados. —Bebió su agua a sorbos—. ¿Cómo son tus padres? —Papá es ranchero, mamá la mujer de un ranchero. Llevan casados mucho tiempo. Pero casi estuvieron a punto de no casarse. —¿De verdad? ¿Qué pasó? —El padre de mamá era predicador y no quería que su hija saliera con uno de “los salvajes chicos McKay”, así que cogió a toda la familia y se la llevó de Wyoming. —¿En serio? Chase sonrió. —Dímelo tú. ¿O temes tener que beber de nuevo?
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Había un cincuenta por ciento de probabilidades. Estudió su rostro. Demasiado impasible. Lo último que le había contado había sido verdadero, así que esto tenía que ser… —Falso. Apuesto a que tu madre y tu padre eran novios en el instituto y no se han separado desde que se conocieron. —Fallaste. A beber. Suspiró y se bebió la cerveza de un trago. —De acuerdo. Ahora cuenta la historia completa. —Evidentemente, mi abuelo pensaba que la familia de mi padre eran un montón de paganos inmorales. Envió a mi madre a un instituto cristiano privado en Colorado cuando pareció que lo de mamá y papá se estaba volviendo algo serio. Tan pronto como encontró quien le reemplazara como predicador en su parroquia de Hulett, se marcharon todos. —¿Entonces cómo volvieron a estar juntos tu padre y tu madre? —Según papá, perdieron el contacto y ella apareció en Sundance un día, cuatro años después. Le echó un vistazo y supo por qué no había sentado cabeza. Se casaron en una semana. —Qué romántico. —Romántico no es la primera palabra que me viene a la cabeza cuando pienso en mis viejos. ¿Qué hay de los tuyos? —Mamá destrozó su coche. Lo llevó al taller y papá le echó la bronca por su indiferencia ante la belleza de semejante pedazo de máquina. Saltaron chispas. Literalmente. Papá estaba soldando. Sintieron una intensa antipatía por el otro, aunque de alguna manera acabaron fugándose a Las Vegas un mes después para casarse. Están juntos desde entonces. —¿Lo ves? Eso es romántico. 74
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—¿Alguna vez has estado a punto de arrodillarte y pedirle a alguien que se casara contigo? Chase negó con la cabeza. —¿Por qué no? —No he encontrado una mujer que no me vuelva loco después de dos semanas. Ava levantó las cejas. —¿Tu relación más larga duró dos semanas? —Más o menos. —La miró por debajo del ala del sombrero—. ¿Y tú? ¿Llevas planeando tu boda desde que eras pequeña? —Estoy totalmente a favor de una boda en una playa solitaria sin nadie más que el oficiante y mi prometido. —¿Cuál fue tu relación más larga? —Le preguntó. Al menos habían bajado el ritmo de los tragos. La cabeza se le estaba embotando. —Jake, el hijo de puta bisexual, estuvimos juntos durante seis meses. —¿Juntos como… viviendo juntos? —No, él estuvo en Vancouver la mayor parte de la temporada de TV. Chase frunció el ceño. —¿Entonces no tenías ni idea de lo que hacía cuando estaba lejos de ti? —No era que no lo viese. Volaba a Vancouver o él venía a Los Ángeles. Cuando volvía a Los Ángeles, estaba liada con la cancelación de mi show y no pensé mucho en que pasaba demasiado tiempo con su nuevo amigo Decker, —gruño—. Quizás los tabloides tuvieran razón. ¿Cómo no me di cuenta de que estaban tan unidos? Soy una idiota.
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Curvó la mano alrededor de las suyas. —Ey. A veces vemos lo que queremos ver. Eso no te convierte en idiota, Ava. Para mí, eres una víctima. Te mintió. Te utilizó. Te engañó. Es una mierda que sucediera en público. Lo estás llevando mejor de lo que muchos lo harían. —¿Lo piensas de verdad? —Sip. —Chase sonrió y le apretó la mano, mirándola de cerca—. ¿Aún quieres que sigamos con el juego? Durante un segundo, esperó que se refiriera al juego que tenían en marcha, aparentando no sentir una atracción salvaje el uno por el otro. Pero cuando continuó mirándola fijamente, entendió que se refería al juego verdadero de los tragos. —Ah. Claro. Mi turno, ¿no? —Sí. De acuerdo. Piensa, Ava. Algo... sexy. —En un episodio de Miller’s Ridge, compartí en pantalla un beso húmedo con la coprotagonista femenina. —Te dije que no veo la tele. —Lo que significa que tienes un cincuenta por ciento de probabilidades de... equivocarte. —Cuando levantó la vista y vio su mirada fija en sus labios, supo que él se había estado imaginando aquel beso retorcido entre chicas. Con todo lujo de detalles. —Verdadero, —respondió con voz ronca. —Lo siento. Una absoluta mentira. —Mierda. —Fue más lento al tomarse éste último. Y cuando volvió a mirarla, tenía un brillo en sus ojos. —Mi turno. La primera vez que monté un toro, mi puto suspensorio estuvo cerca de arrancarme las pelotas.
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Ella respingó en señal de empatía. —Oh, apuesto a que eso dolió. —Sus ojos vagaron por su cara angulosa, advirtiendo que el color le subía por los pómulos. Hablar de ello lo avergonzaba. Ella se permitió una pequeña sonrisa de suficiencia—. Verdadero. La malvada sonrisa de él apareció y le llenó la copa. —Falso. Los jinetes de toro no llevan suspensorio. —Maldita sea. Nunca voy a jugar al póker contigo. —Ava tomó aire y lo soltó mientras se tragaba de golpe el whisky. Dejó escapar un resoplido que sonó como un siseo. —¿Estás empezando a notar los efectos de tu racha perdedora, Ava Rose? Dios, adoraba la manera ronca en la que alargaba su nombre completo. —¿Racha perdedora? Creo que vamos empatados. —O quizás Chase tenía razón. Quizás estaba perdiendo porque los chupitos se hacían borrosos. Ava lo miró entrecerrando los ojos—. ¿Estás sintiendo el efecto del whisky? ¿O sólo soy yo la que se siente floja? —Lo siento. Ella se esforzó realmente mucho en concentrarse en aquellos labios tentadores y en esos arrasadores ojos azul‐ahumado, pero su bello rostro se mantenía saliéndose de su foco. —¿Ava? ¿Estás bien? En lugar de admitir No, estoy totalmente en pedo, le ofreció la encantadora sonrisa por la que era tan famosa. —Sólo pensaba en el tema de las mentiras. —¿Entonces?
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—¿Cuál es la mentira más grande que dijiste? Que no me voy a acostar contigo. Jesús. ¿De dónde había salido eso? De la bebida, probablemente. Irónico, habían estado hablando de errores alimentados por el alcohol. De ningún modo dejaría que la batalla del whisky con ella se convirtiera en una excusa para llevársela a la cama. Además, Ava Cooper, estrella de televisión, estaba fuera de su liga. Fuera. La explosiva chica rica no lo habría mirado dos veces si él no hubiera acabado escondiéndose accidentalmente en el mismo lugar. Además, su orgullo femenino y su autoestima sexual habían sufrido un golpe a causa del cabrón de su exnovio gay, por lo que la chica quería probar su sex appeal ante un hombre. Cualquier hombre. Él sólo pasaba a ser conveniente. A Chase no le gustaba ser conveniente. —Ey, vaquero, ¿me ignoras porque estoy borracha? —Ava se tapó con una mano la boca y soltó unas risitas tontas. —Creo que deberíamos dejarlo por esta noche, Hollywood. —Por mí, bien. —Se levantó, se balanceó. Y habría caído al suelo si Chase hubiera tenido reflejos más lentos. —Guau, no. No tan rápido. Ella inhaló profundamente. Y exhaló un suspiro. —¿Sabes, hoy cuando me dijiste que olía muy bien? Bueno, apuesto a que tú hueles muy bien por todos lados, también. —Frotó la nariz contra un lado de su cabeza.
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—Deja de olisquearme. Me haces cosquillas. —¿En qué otras partes tienes cosquillas? —En los pies. Ava frunció el ceño. —Mentira. Apostaría a que tienes más cosquillas debajo de las pelotas. Te apuesto que puedo demostrarlo. Venga. Vamos a comprobar tu teoría ahora mismo No. No. No. No —Ah, Ava, ya no estamos jugando. —Oh. Mierda. Todo me da vueltas. Sólo necesito irme a dormir ya. Buenas noches. — Comenzó a marcharse por el pasillo, quitándose ropas mientras rebotaba de una pared a la otra como una lenta bola de pinball. El séptimo… ¿o fue el octavo?... lo había golpeado fuerte. El pasillo se convirtió en una especie de túnel con espejos de la casa de la risa. Distorsionado. Oblicuo. Extendió los brazos en forma de T y colocó un tembloroso pie delante del otro. Tuvo que detenerse y agarrarse del marco de la puerta del dormitorio cuando vio a Ava repanchingada de bruces sobre el colchón. ¿Reparaste en eso? Podía estar borracho, pero no era un jodido ciego. El más dulce, prieto y exquisito trasero que había visto nunca… y había visto más culos bonitos que la media… pedía a gritos ser acariciado. Besado. Que apretaran aquellos perfectos globos redondos, mientras le levantaba las caderas y deslizaba su polla dentro de ella. Al dar otro paso, tropezó con un zapato, o con su maldito propio pie, y resbaló sobre la alfombra. La habitación empezó a dar vueltas mientras se giraba de espaldas, parpadeando hacia el techo.
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La cama se movió. Suaves y fragantes mechones de pelo se extendieron sobre su pecho y entonces una cara de ángel apareció suspendida sobre él. —¿Vaquero? ¿Estás bien? —Oh. Sí. —¿Necesitas ayuda para incorporarte? —No. Nunca necesito ayuda para incorporarme. Ese es mi problema13. —Se rió. Mucho. No tenía ni idea de por qué, pues aquello no era especialmente gracioso, pero Ava debió verle la gracia también porque se estaba meando de la risa con él. Después de secarse las lágrimas de su visión borrosa, farfulló—. En realidad, estoy muy cómodo. Podría dormir aquí esta noche. —No. Ven a la cama. Hay un dormitorio. Chase se pudo de rodillas. Trepó a la cama. Lo último que recordaba, antes de perder el conocimiento, fue a Ava balbuceando, —¡Guerra de almohadas!
Get up, en el original. Significa tanto “levantarse”, “ponerse de pie”, como “correrse”.
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CAPÍTULO 06
—¿Qué coño está pasando aquí? Ava no reconoció la voz, la estridente voz, que resonaba en su cabeza como una taladradora. Se movió en el colchón y sintió el cálido peso de algo sobre su trasero. Girar la cabeza requería esfuerzo, pero de algún modo lo logró y se encontró mirando el guapo rostro de Chase McKay. Un momento. ¿Cómo había acabado en la cama con el sexy vaquero? ¿Cuando él había reiterado que no se acostaría con ella? —Tierra llamando a Ava, —trinó una voz femenina. Ahora sí reconocía la voz. Ginger. Ava se estiró hacia abajo, retiró la mano de Chase de su culo y rodó sobre su espalda. La brillante luz del sol que entraba por la ventana le acuchilló las retinas y gruñó. Chase se removió. Restregó repetidamente su pierna contra la de ella, provocando carne de gallina subiendo por sus muslos. —Chase. Tenemos compañía. —Deshazte de ellos. Jesús, me duele la cabeza. Lo puzó en sus costillas hasta que se dio la vuelta. Kane estaba en cuclillas al lado de la cama, con una mirada algo divertida. —Lo tienes bien merecido, Chase, por haberte bebido todo mi maldito whisky. Chase se plegó en una bola y sus manos volaron arriba para agarrarse la cabeza.
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—Uh, joder. Grítame en el oído otra vez, primo y te devolveré el whisky de otra forma. Kane se rió. —¿Así que han estado aquí un día y ya duermen juntos? Finalmente, Ava miró a Ginger. —No. Ginger arqueó la ceja. —Sé lo que parece, pero Chase y yo sólo somos amigos, ¿verdad, McKay? —Sí, pero tú y yo jamás volveremos a beber juntos. La sonrisa con la que le respondió le provocó una punzada de dolor en el cerebro. Chase se recostó para apoyarse contra el cabecero y fulminó con la mirada a Kane y a Ginger. —Hubiera estado bien si ustedes dos nos hubieran dicho que íbamos a ser compañeros de cuarto. La tortuga ninja estuvo cerca de matarme. —Oh, por favor, —Ava tiró de la sábana hacia el pecho mientras se sentaba—, como si no hubiera más de diez formas de asustar a una chica de ciudad que está en medio de ninguna parte, despertada a altas horas de la madrugada por un tipo medio desnudo que lleva un gran sombrero y un petate cargado de cuerdas. —Estoy seguro de que no llevaba puesto el sombrero cuando me dirigía a la cama. —Así no es como lo vi yo. —Lo que no entiendo es cómo pudiste ver algo dado tenías los ojos medio cubiertos por una elegante pedazo de peluche rosa. —Ya te expliqué esa mierda. Eres un…
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Kane soltó un silbido agudo y tanto Chase como Ava hicieron un gesto de dolor. —Basta. No nos culpen a mi mujer y a mí por guardales vuestros secretos. Recién esta mañana nos dimos cuenta de lo que pasó, y por eso estamos aquí. Ava miró a Chase. No le gustaba el pelo desaliñado en un hombre, ¿pero en él?, era un caso completamente diferente. Le daba un aspecto más duro, atenuando su belleza casi demasiado perfecta. ¿Por qué simplemente no le escribes al hombre un jodido soneto? Dios. ¿Qué le estaba pasando? Nunca un hombre le había puesto los ojos como platos. Nunca. Chase la miró con el ceño fruncido. —¿Por qué me estás mirando fijamente? Miente. —Sufres un agudo caso de pelo revuelto por la almohada. —Quien fue a hablar. Tu pelo parece como si hubieras metido la mano en un exterminador de insectos, —le replicó. Ella alcanzó el coletero de la mesita de noche y empezó a enrollar el rebelde pelo en un moño descuidado. —¿Mejor? Pero los ojos de Chase no estaban prestando atención a su peinado improvisado. Su mirada estaba firmemente pegada a sus pechos moviéndose debajo de la ceñida camiseta. Él tragó saliva. Pero no apartó la vista. Ajá. Así que el vaquero era un hombre de pechos. Ella viviría con camisetas escotadas si eso le haría repensar su decisión de “sólo amigos”.
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—Tal vez deberíamos vestirnos, —sugirió Chase, con la mirada clavada en sus pezones—. Con manga larga. Parece que hace frío aquí. Maldito listillo. —Buena idea, —contestó Kane—. Estaremos en la cocina. Ava había olvidado que Kane y Ginger estaban en la habitación. Chase puso los pies en el suelo y recogió su ropa. —No recuerdo haberme quitado la ropa, —refunfuñó. —Yo tampoco. La miró, entrecerrando los ojos, por encima del hombro. —Tardaré menos tiempo en el baño, así que entraré primero. —Perfecto. Tan pronto como oyó cerrarse la puerta del baño, se incorporó de un salto. Oh. Demasiado rápido. Se mareó. Se puso unos pantalones de yoga estilo Capri y la sudadera de la universidad de Santa Clara. Al pasar delante del baño, se detuvo. La boca le sabía como el culo. Se oía la ducha y seguramente Chase no se daría cuenta si entraba y cogía el cepillo y la pasta de dientes. Ava giró el picaporte. Sin pestillo. Lentamente empujó la puerta y se encontró cara a cara con un Chase totalmente desnudo. Sus ojos siguieron la oscura línea de vello… su mapa del tesoro… deteniéndose cuando llegó al filón. Guau. Chase estaba excitado y bien dotado. Muy bien dotado. —Jesús, Hollywood. ¿No sabes lo que es la privacidad? En lugar de recordarle que la puerta tenía un pestillo, le dijo: —Necesito mi cepillo de dientes.
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Él se acercó, lo que provocó que la polla le rebotara contra su vientre. —Fuera. —Dios, Chase, relájate. Sólo es un pene. Y tengo noticias de última hora para ti. He visto antes otros penes, así que no es para tanto. Qué mentirosa, Ava. —Lo es para mí, —gruñó—. Sal de una puta vez del baño y espera tu turno. —Déjame coger el cepillo y la pasta de dientes y me iré. —Aparta los ojos de mi aparato y verás que tengo tu cepillo y pasta de dientes en la mano. Oh, mierda. Levantó la mirada sólo lo suficiente para ver que, de hecho, Chase sostenía sus artículos de higiene bucal. Se los arrancó de la mano y salió del baño. La puerta se cerró detrás de ella. Escuchó el clic del pestillo y alguna amplia variedad de palabras malsonantes. Se detuvo fuera de la cocina al ver a Kane y Ginger en un momento privado. La parte baja de la espalda de él descansaba contra el mostrador, con la parte delantera del cuerpo de Ginger pegada a él. Tenía una mano sobre el pelo de ella mientras le besaba en un lado del cuello y la otra mano metida en el bolsillo trasero de sus vaqueros. Todo en la forma en la que estaban entrelazados gritaba que estaban enamorados, que no eran sólo amantes. A pesar de la alegría que sentía porque Ginger hubiese encontrado a un hombre que la amara tan completamente, Ava sintió una pizca de celos. ¿Alguna vez encontraría aquel amor y aceptación total para sí misma? Se aclaró la garganta y la pareja se separó. Kane sonrió sin remordimientos. —Suelo dejarme llevar cuando tengo un rato a solas con mi preciosa esposa. 85
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—Ya me imagino, —respondió distraídamente, fijándose en el trozo de piel donde la blusa de Ginger se había deslizado hacia abajo—. ¿Desde cuándo tienes un tatuaje? Ginger se rozó el hombro izquierdo con los dedos. —Lo tengo desde que nacieron los mellizos. —¿Qué es? —El símbolo de los McKay. —Ginger puso los ojos en blanco—. Oh, no te muestres tan horrorizada. No es un símbolo de propiedad. Se ha convertido en una tradición para las mujeres que se casan con un McKay. —¿Quién empezó la tradición? —Keely. Cuando ella era la única chica McKay. Después de casarse con Jack Donohue insistió en que él, al igual que los demás conyuges que se casaban en la familia, debía tatuarse el símbolo de los McKay. Jack se negó… nada sorprendente si lo conoces… e insistió en que Keely se tatuara sus iniciales en el cuerpo, dado que ella ya no era una McKay. —¿Qué pasó al final? —Keely hizo que India le pusiera las iniciales de Jack debajo del par de labios que tenía tatuados en su trasero. —Kane sacudió la cabeza—. Y Jack pensaba que una vez casados se volvería dócil. Esa chica es tan mansa como un puma. Ava sonrió de oreja a oreja. —Sabía que me gustaría. Ahora, si se hacen a un lado, necesito usar el fregadero. Kane la miró, entrecerrando los ojos. —¿Qué? —Es raro. Vista por la tele pareces más pequeña. Siempre olvido lo alta que eres en persona.
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—Parezco más baja en Miller’s Ridge porque el coprotagonista, Alex Summers, mide casi dos metros. Es el primer hombre que me hace parecer pequeña. Pero no es el primer tío que hace que me sienta pequeña. Maldita sea. Nada de negatividad hoy. Después de lavarse la cara y cepillarse los dientes, Ava preparó una cafetera. Una inyección de cafeína aliviaría el martilleo en su cabeza. Miró por la ventana, perdida en sus pensamientos, y sólo salió de la ensoñación al escuchar a Chase unirse a la conversación de Kane y Ginger sobre otro de los miembros de la familia McKay. Ginger se le acercó sigilosamente. —Lamento la confusión con Chase. —No pasa nada. No te di otra opción. Y realmente aprecio que me permitieran dormir aquí. —¿Has sacado en claro algo? Le dedicó a Ginger una mirada irónica. —¿Aparte de que no volveré a beber Marker’s Man en la vida? —Qué graciosa. —En realidad, estuve grabando cosas interesantes con mi cámara de vídeo. No sé lo que haré con ello, pero ese es el punto. Intentar averiguarlo. Quién soy cuando no estoy en Hollywood. Lo que quiero hacer cuando vuelva, ¿verdad? —Vale. Espero que no incluyas en tus planes a Chase el tiempo que estés aquí. — Ginger bajó la voz—. Chase es un gran tipo para la mayoría de la gente. Un poco demasiado egocéntrico, a la manera de los McKay. Pero todos están tan condenadamente orgullosos de él que le perdonarán su comportamiento negligente. Eso quiere decir, Ava, que no te líes con él. Los problemas con las mujeres lo persiguen por dondequiera que vaya y no necesitas eso después de lo que has pasado recientemente.
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—¿Está Kane dándole el mismo consejo a Chase? ¿No te líes con Ava, porque los problemas con los hombres la persiguen dondequiera que va? —Mierda, Ava, no quería decir… —No te preocupes, porque no va a pasar nada entre nosotros. Te lo juro. Sólo somos amigos. Nos lo pasamos genial ayer. Y para ser sincera, Chase entiende mejor que nadie lo que he tenido que pasar con la prensa dado que él ha pasado por lo mismo. Ginger parecía sorprendida por la observación de Ava. —No había pensado en ello de ese modo. —Eso es porque aún me ves como la chica ingenua de diecisiete años que se metió en tu bufete por error. —En eso te equivocas. —Ginger la golpeó a Ava con la cadera—. Mientras contemplas la vida y tu sitio en ella… haz algo con ese resentimiento, ¿vale? Ava sonrió. Pero se sentía forzado, no es que Ginger lo notara. —Entonces, háblame de la prole McKay. Kane y Ginger estaban cautivados por sus vástagos, pero claramente exhaustos. El temperamento de Maddie era un testamento de su pelo rojo. Hayden había bautizado la mata de tirabuzones de la cabeza de Maddie como “tirabuzones malignos” y lamentaba el hecho de que Paul fuese un escalador y tirase constantemente el tablero de ajedrez al suelo. Dado que el padre de Ginger vivía con ellos, había sido de gran ayuda para mantener cierto aspecto de orden en la casa. Pero el modo en que la describían, la hacía parecer más bien un zoo. —Oh, antes de que me olvide, Ava, ¿dejaste tu coche aparcado delante de la casa ayer? Ava miró a Kane —Sólo unos cinco minutos, ¿por qué?
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—El hermano de Chase, Ben, pasó y se preguntó si habría alguien aquí. Llamó esta mañana, así que tuve que decirle que estabas en la ciudad, pero que guardara el secreto. Kane miró a Chase cuando abrió la boca. —Le hablé de Ava para cubrir el culo, primo, así que no te quejes. Pero te sugiero que mantengas la camioneta fuera de la vista. Kane se levantó y le extendió la mano a Ginger. —Vamos, Pelirroja. Necesito tu ayuda para comprobar esa puerta antes de ir a casa. Ginger lo miró confundida. —¿Qué puerta? —Ya sabes, la puerta de la que hablamos cuando veníamos hacia aquí. —Oh, ¡oh! Esa puerta, —se puso colorada—. Claro. Estaré encantada de ayudarte. — Ginger se detuvo en la puerta—. Si necesitan algo, llamen. —Lo haremos. Nada más cerrarse la puerta, Chase se rió por lo bajo. —Arreglar una puerta, mi culo. Kane está arreglando hacerlo con su mujer en su camioneta. —¿”Puerta” es algún tipo de eufemismo rural para sexo? —Nop. Pero creo que a nuestros tortolitos, que estemos ocupando su nidito de amor, los ha obligado a ser creativos en sus actividades maritales. No tenía respuesta para aquello. —¿Alguna vez lo has hecho en una camioneta, Hollywood? —No. —No preguntes—. ¿Y tú?
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La sonrisa de “yo‐puedo‐sacudir‐tu‐mundo” de Chase hizo que le fallaran las rodillas. —Nací y crecí en Wyoming. Nunca tuve un vehículo distinto a una camioneta… así que, ¿tú qué crees? —Creo que imaginarnos a ti y a mí empañando las ventanas y agitando las ruedas hasta que la suspensión chirríe, no ayuda a apartar el sexo de mi mente. —Ava apoyó la taza de café sobre la mesa—. Mi turno en el baño. —No olvides echar el pestillo, —le gritó. No tenía claro si la había visto levantarle el dedo medio. Más tarde, aquella noche, estaban jugando a un emocionante juego de pesca14, cuando unos faros barrieron la ventana de la cocina. —¿Esperas a alguien? —Preguntó Chase. —Se supone que yo no estoy aquí, ¿recuerdas? ¿Y tú? —Nadie sabe que estoy aquí, ¿recuerdas? —Corrió la cortina del salón y se congeló. ¿Qué carajo estaba haciendo su hermano Ben allí? Agarró a Ava por el codo y la arrastró fuera de la vista. —¿Qué diablos estás haciendo, Chase? —Sssh. —No me digas que me calle. ¿Quién está ahí? Cuatro insistentes golpes sonaron en la puerta mosquitera.
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¡Pesca! (conocido también como ¡ve a pescar! y en inglés como Go Fish) es un juego de naipes sencillo. El número de jugadores es variable, entre dos y seis. Se utiliza una baraja francesa a la que se le retiran los comodines. 90
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—¿Ava? Sé que es tarde, pero me preguntaba si todavía estarías levantada. Soy Ben McKay, el primo de Kane. No sé si me recuerdas, pero nos conocimos en la boda de Kane y Ginger. Ava le sonrió a Chase y gritó: —Claro que me acuerdo de ti, Ben. Espera, deja que me ponga algo de ropa y enseguida salgo. —¿Estás hablando jodidamente en serio? —Siseó Chase en su oído—. No puedes dejar entrar a mi hermano. —Por supuesto que puedo. Y si no quieres que te descubra como mi sucio secretito, será mejor que te quedes en el dormitorio. —Ava lo esquivó, se puso su chaqueta Juicy y se sacudió el pelo. Entonces hizo un gesto para ahuyentarlo—. Vete. —No puedo creerlo, —murmuró, agarrando sigilosamente su bolso de viaje. Dejó la puerta de la habitación entreabierta, con la esperanza de que el recibidor tuviese una acústica aceptable. —¡Ben! Guau. Estás genial. Muchas gracias por tomarte tiempo para venir a ver a esta pobre rata de ciudad. —No es nada. Sólo estoy siendo amistoso. Y una mierda. Ben vivía a más de veinticinco jodidos kilómetros de aquí. Quizás Ben viera que Ava se encontraba bien y saliera pitando a casa. Esperaba que Ava no le ofreciera una cerveza. —¿Quieres beber algo? —Preguntó Ava, con demasiado entusiasmo para el gusto de Chase. —Una cerveza estaría genial. Maldita sea. Se sentaron en los sillones, lo que significaba que Chase no tenía manera de verlos y sólo podía escuchar a su hermano manteniendo una encantadora cháchara con Ava. 91
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—Kane y Ginger estuvieron por aquí hoy, y me han dicho que habías visto mi coche aparcado fuera. —Tengo que admitir que me sorprendí de tener a una bella celebridad entre nosotros de nuevo. Jesús. ¿Cuando Ben escupía aquella mierda patética realmente se echaba un polvo? Increíble. —Más como una fugitiva que una celebridad, ya que estoy huyendo de mi vida. —Leí algo sobre aquel desagradable asunto con tu ex. ¿Estás bien? —Poco a poco. Necesitaba tiempo para despejar la mente y hay demasiada niebla tóxica en Los Ángeles para hacerlo, así que me vine a los espacios abiertos. —¿No te encontrarás demasiado sola aquí? ¿Por qué simplemente no te lanzas y le preguntas si puedes pasar la noche para que puedas mantenerla a salvo? —Aún no. —Si te aburres, o te sientes sola o… diablos, si tienes hambre, llámame. Soy un cocinero decente y estoy cansado de cocinar para uno. —Gracias, Ben. Puede que lo haga. Sus voces bajaron. Todo lo que Chase podía oír, eran los profundos murmullos de Ben y los ocasionales trinos de risa de Ava. Echaba humo, preguntándose cómo la improvisada visita de Ben se había convertido en una estancia prolongada. Entonces escuchó la voz de Ben, clara como una campana. —También podrías salir, Chase. Sé que estás por ahí. Reconocí esa maldita colonia con la que te bañas. Y tus botas están en la puerta.
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Chase salió del dormitorio y encaró a su hermano mayor. Incluso de niño, Ben poseía un aire de fortaleza. Dado que Ben sonreía y reía más que su otro hermano mayor, Quinn, todo el mundo asumía que Ben era despreocupado. Tranquilo. Pero no lo era. Ni por asomo. Ben tenía un nivel de intensidad que podía ser verdaderamente aterrador. Por suerte, Ben no había heredado la tendencia de usar los puños para resolver los problemas, un rasgo que algunos de los primos McKay compartían. No tenía pelos en la lengua, no tenía tiempo para cabronadas o mentiras. Cuando un hombre se definía por lo duro que trabajaba, el primero en el que pensaba Chase era en Bennett McKay. —¿Nos perdonas un momento? —Le preguntó Ben mientras se incorporaba—. Necesito hablar con mi hermano menor afuera por un momento. Ava soltó el aire. —Claro. Ben salió de la caravana. Continuó andando hasta que llegaron al granero. Entonces se volvió hacia Chase, con las manos en las caderas y un tono tan frío como el acero. —¿Qué carajo te pasa? ¿Vuelves a casa, te quedas en lo de Kane y no le dices a nadie de tu familia que estás aquí? El cerebro de Chase comenzó a darle forma a una mentira, pero su boca no pudo hacerse eco de ella. —Lo siento. —¿Lo sientes? ¿Ahora eres demasiado bueno para nosotros? ¿Los parientes del pueblo avergüenzan al gran jinete de la PBR? La vergüenza le subió el color a las mejillas. —Maldita sea, Ben, no. Yo no soy así, lo sabes. Me expulsaron del tour y no quería que lo supieran para que no piensen peor de mí de lo que ya lo hacen.
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Ben lo miró. Duro. Con tal mezcla de emociones inundando sus ojos que Chase no pudo apartar la vista. Entonces dijo de manera cortante. —La verdad sobre lo que ha pasado. Todo. Ahora mismo. Chase se lo contó todo. Su hermano caminó hasta la valla. Miró fijamente los pastos. Regresó. —De acuerdo. Te creo. Aquello escocía. ¿Lo primero que Ben había pensado era que había estado mintiendo? Vale. Ben lo había pillado mintiendo en más ocasiones de las que le gustaría admitir. —Pero no vuelvas a soltar esa mierda de comentario acerca de que “pensaremos lo peor de ti” porque es totalmente falso. Todos estamos orgullosos de ti, Chase. El problema es que tú no estás orgulloso de ti mismo. Eso me pone loco, y estamos hartos… tu familia… de ser lo último en tu lista de prioridades. Deberías haber acudido a nosotros primero. —¿En serio? La última vez que volví a casa, terminé quedándome con Tell porque mamá estaba repintando todo el interior de la casa, los hijos de Quinn y Libby estaban enfermos, y tú tenías “planes”, así que no vengas con la mierda de que debo acudir a ustedes primero. No sabes lo que es no tener una casa a la que poder ir cuando quieras. Ben parecía sorprendido por la explicación de Chase. —Independientemente de eso, mamá está preocupada por ti a causa del anuncio de la lesión, y no has dado ninguna explicación al respecto. —Señaló a Chase—. Entonces, no se supo nada de ti durante dos semanas, más allá del “estoy bien, nos vemos” que nos enviaste a todos. Eso es poco convincente, y lo sabes. —Sí, apesto, estoy seguro de que eso es una gran jodida sorpresa, —respondió—. ¿Están cabreados? —No tanto como lo hubieran estado en el pasado. Todo ha cambiado entre ellos después de que la tía Joan dejara al tío Casper. 94
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Su tío y su tía separados tras tantos años de matrimonio era difícil de creer. —¿Cómo qué? —Bueno… —suspiró y estudió sus botas—. Es como si estuvieran en una fase de luna de miel. Suena estúpido, pero cada vez que veo a Brandt y Jessie, me doy cuenta de que mamá y papá se comportan como ellos. Quizás tenga que ver el que papá se haya jubilado. No estar al corriente de las cosas que habían cambiado en su familia le hacía sentirse más culpable todavía. —Por lo que viniste a esconderte en Wyoming, porque ¿pensaste que yo te juzgaría? Sí, probablemente te hubiese masticado el culo. Te habría recordado que cuando las cosas se van al carajo, no debes huir de tu familia, se supone que debes acudir a ellos. Te habría recordado que hablamos el año pasado de algunas de estas distracciones de mierda. No me escuchaste. Ni a Quinn. Pero me imagino que tengo derecho a reñirte ahora siendo el hermano mayor y más sabio y todo eso. Chase sonrió. —Creo que he visto algunas canas nuevas en esa testaruda cabeza tuya. —Chúpame un huevo. —La sonrisa de Ben se desvaneció—. Te he dado mi opinión. Pero hay algo en lo que no te voy a sacar del atolladero. Esperaba que sacara el tema de Ava y se cruzó de brazos. —¿Qué? —Vas a hacer una visita “sorpresa” a mamá y a papá antes de irte. —Ben frunció el entrecejo—. Yo llamaría antes para asegurarme de que no se lo están montando en salón. —Gracias por esa imagen mental, hermano. —Ey, yo tuve que verlo en vivo, así que, considérate afortunado.
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—No. Ni hablar. ¿Mamá y papá? ¿Haciendo cochinadas en la alfombra de flores sobre la que casi ni se nos permitía caminar? Ben asintió. —No me vieron y me marché en silencio cuando los vi. Después me fui a casa y bebí hasta perder el conocimiento. A Quinn no le hizo feliz que al día siguiente no le sirviera para nada. Así que le di una versión mucho más gráfica de la que te estoy contando sobre lo que había visto. Y cuando vayas, pásate a ver a Quinn, a Libby, y a los niños. —Nunca voy a largarme de la ciudad mañana, —refunfuño. —Me alegro de que te marches. Espero que tengas un plan mejor que esconderte en el trailer y pasar el verano enfurruñado. Sabía que Ben estaba preocupado, y el modo en el que mostraba su preocupación era provocándolo. Extraño, pero siempre funcionaba. —¿A dónde irás? —Cash Gran Cuervo me ayudará a averiguar qué ha cambiado en mi estilo de monta. Supongo que montaré bastantes toros hasta descubrirlo. —Brillante. ¿Y después? Chase no podía hablarle a su hermano “sin‐mentiras” sobre su falso carnet de la PRCA y su intención de montar tantos toros como le fuera posible en el mes próximo. —¿Sinceramente? No lo sé. Intentaré como sea mantenerme fuera de escena. Quizás el PBR me conmute la sentencia. —Será interesante ver lo que ocurre. Tan sólo mantenme informado, ¿de acuerdo? Tenía la sensación de que había algo más. ¿Estaba Ben, de algún modo, sintiéndose solo? —¿Así que estás ganando en las partidas de póquer de los McKay?
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Ben se encogió de hombros. —Algunas. La cara de póquer de Dalton es una mierda. Tell está trabajando en su cara profesional desde que obtuvo la licencia de juez de rodeo. La verdad es que las partidas han disminuido gradualmente, a pesar de que nuestros primos casados reclamaban unirse. Demonios, incluso Brandt no puede apartarse de Jessie para una noche de cartas. —¿Y tú que has estado haciendo? —Nada en particular. Pasando tiempo en Gillete. Construyendo muebles. Estoy en el Jackson Hole, en régimen de cama y desayuno, ya que me hicieron un pedido de ocho dormitorios completos. Pero quieren ocho diseños distintos, así que está siendo un desafío. Ben había transformado su talento para construir muebles de madera en una actividad suplementaria. —Qué bien. Pero sé que no te pasas todo el tiempo serrando troncos. —Ja, ja. Sigue sin ser tan divertido como las primeras cincuenta veces que lo dijiste. —¿Estás viendo a alguien? —Me estoy trabajando a un par de señoritas. Nada a largo plazo. Hablando de corto plazo… ¿qué hay entre Ava y tú? —No hay nada porque he renunciado a las mujeres. —¿Otra vez? —Ben puso los ojos en blanco—. ¿Por cuánto tiempo esta vez? —Un mes. —¿Hay dinero en juego o una participación en una monta de toros? —No. Lo que está en juego es mi carrera. —Aquello dio que pensar a Ben—. Mira, Ava es algo más que una cara bonita. Tiene un cuerpazo. Sin embargo no es en absoluto la falsa y presumida estrella televisiva que supuse que sería. Es divertida. Y lista. 97
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Curiosa como una maldita gata. Y es… real. Me gusta. Somos amigos. Es por eso por lo que no me voy a acostar con ella. ¿Tratas de convencerlo a él o a ti mismo? Una expresión extraña cruzó la cara de Ben. —¿Qué? —Bueno, es más alta que tú, así que de acuerdo con tus reglas para las citas, no tiene ninguna posibilidad. —Vete a la mierda, —le espetó Chase. —En serio, tengo que admitir que ya he apreciado algunos cambios en ti. Espero que puedas mantenerlos y recuperar tus habilidades para montar toros. Pero voy a darte un consejo para cuando tus buenas intenciones con Ava se vayan al carajo. Su hermano asumía que no podría mantener la polla dentro de los pantalones, lo que sólo fortalecía su determinación de hacer justamente eso. —¿Y cuál es? Ben fijó la mirada en Chase. —Sé un hombre. Chase se irritó. —¿Qué carajo se supone que eso quiere decir? —Te he visto en acción con las mujeres a lo largo de los años. Me sabe mal admitir esto, pero eres demasiado guapo para tu propio bien, y encima encantador. Todo lo que tienes que hacer es sonreír y las damas caen a tus pies y se meten en tu cama. —¿Y por qué eso es… malo? —Porque no tienes que luchar por una mujer. Una vez que la tienes en tu cama, apuesto a que haría lo que fuera para impresionarte. 98
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¿Cómo había descubierto eso Ben? Pero en su defensa, no era el tío holgazán que se relajaba sobre un montón de almohadas y dejaba que las mujeres se sirvieran. Era un participante activo en el sexo. Era un buen amante. Respetuoso. Se aseguraba de que su compañera disfrutara. Y nunca había tenido quejas. Las mujeres no se quedan el tiempo suficiente para quejarse. —¿Debo suponer que tienes un punto? —Le dijo bruscamente. —Tienes una sensación de privilegio. Miras a una conquista y piensas, ¿qué puede hacer ella por mí? —Cristo, Ben, eso es normal. Todos los tíos son así. Ben le enseñó los dientes. —Yo no. Veo a una mujer que deseo y pienso, ¿qué puedo hacer para darle todo lo que ella necesita? ¿Darle lo que ningún otro hombre le ha dado? Era demasiada información de su hermético hermano. —¿Estás diciendo que tengo que ser más… generoso? —No. Estoy diciendo que tienes que ser más contundente a la hora de demostrarle a Ava que puedes ser el hombre que finalmente vea más allá de la superficie. Como princesa de Hollywood, también suele ser adorada, sin necesidad de mucho esfuerzarse demasiado para eso. Ava no necesita un hombre que la mime y la acaricie. Que espere su señal. Necesita un hombre que tome el mando. Sin excusas, sin disculpas, sin contención. En esencia, sé un hombre. —¿Podrías ser tú ese hombre? —Preguntó Chase, algo irritado. —Yo soy ese hombre. —La mirada de Ben nunca vaciló—. El asunto es que tú también eres ese hombre. Mientras trabajas en conseguir que vuelvan tus habilidades para montar toros, recobra las otras habilidades de macho. —¿No me has oído? Soy célibe. He renunciado a las mujeres, ¿recuerdas?
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Ben sonrió y le dio una palmadita en la espalda. —Dime cómo acaba eso. Mientras, piensa en lo que te he dicho, ¿vale? —¿Sueles dar a menudo este consejo? —Nop. Sólo a aquéllos que lo necesitan. Como tú. Y Quinn. —¿Quinn? ¿En serio? —No es mérito mío que él y Libby estén juntos, pero sé que mi charla le provocó un modo de pensamiento diferente. Uf. Estaba maravillado por los cambios en Quinn. Parecía mucho más seguro de sí mismo que en los últimos años, sobre todo cuando se trataba de Libby. Ben caminó hacia su camioneta y Chase le siguió el paso. —Despídete de la adorable Ava por mí. Y mantente en contacto, maldita sea. —Lo haré. Gracias, Ben. Por darme un patada en el culo cuando la necesitaba. — Agarró a su hermano y le dio un abrazo fuerte. Ava se preguntaba por qué Ben se había llevado a Chase. ¿Alguna discusión familiar supersecreta? ¿Para advertirle que se mantuviera centrado en el premio y no en su compañera de cuarto accidental? Mientras ellos mantenían su pequeña reunión de machotes, ella había hecho una lista de razones por las que Chase debería dejarla acompañarlo al día siguiente. La puerta mosquitera dio un portazo. Ava levantó la vista para ver a Chase sonriéndole. Maldito fuera él y aquel curioso cosquilleo en el estómago que le provocaba su sonrisa.
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—¿Todo bien? —Bien. Siento haberte puesto en un brete con mi hermano. —Tranquilo. Pero debo admitir que Ben es un poco… enérgico. En un sentido tranquilo. Es embarazoso admitir esto, pero después de mirarlo a los ojos, tuve la imperiosa necesidad de hacer lo que me dijera. Sin importar lo que fuera. Chase se quedó paralizado. —¿En serio? —Ajá. Ben es increíblemente sexy en ese modo Tarzán “yo hombre‐tú mujer”. Normalmente ese tipo de masculinidad descarada tiene en mí el efecto opuesto y quiero huir. Pero tuve la perversa idea de que ¿si hubiera huido? Realmente habría disfrutado que me persiguiera. Y me cazara. —Recordó el oscuro calor en los ojos de Ben. Una mirada invasora que le hacía saber que si alguna vez la tocaba, se metería dentro de su cabeza, la llevaría al límite y ella estaría agradecida por cada segundo. Hablando de pura fuerza sexual. —Jesús, Ava, quita esa expresión soñadora de tu cara, —gruñó Chase—. Es mi puto hermano. —¿Y qué? ¿Está prohibido? —Sí. Ava suspiró profundamente. —Tú estás prohibido. Él está prohibido. ¿Qué tiene que hacer una mujer para echar un polvo aquí? Él abrió la boca. La cerró. —Chase, estaba bromeando. —Le dio una palmadita al cojín del sofá más cerecano a ella—. Por favor, siéntate. Quiero hablar contigo. —Bien. —Se dejó caer a su lado—. Habla. 101
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—Sé que te marchas mañana. Y escuché por casualidad tu conversación sobre adónde vas y lo que vas a hacer. Chase frunció el ceño. —No es de buena educación escuchar conversaciones ajenas, Ava. —Lo dice el hombre que prácticamente se cayó por la puerta tratando de escuchar lo que su hermano y yo estábamos hablando, —señaló—. Como sea, sé que vas a ir a una escuela privada de monta de toros. Si voy contigo, podríamos ayudarnos mutuamente. —¿Cómo? —He estado pensando, mientras grababa otro material, que sería útil que alguien grabara en vídeo tus montas para que puedas dividirlas fotograma a fotograma, y así ver lo que haces bien y lo que haces mal. Te ofrezco humildemente mis servicios como tu camarógrafa, si me dejas acompañarte. —Eso no parece ser lo tuyo, acostumbras a estar detrás de la cámara, no adelante. ¿Cómo podría explicárselo sin resultar patética? O peor, ¿sin parecer una de esos parásitos a los que deploraba? Pellizcó el ribete del asiento del sofá mientras trataba de encontrar el mejor modo de decirlo. Chase sujetó con dulzura su inquieta mano dentro de la suya y su estómago dio un vuelco. —Sin juzgar, ¿recuerdas? Te escucho. Animada por su apoyo, continuó. —Mi oferta de ayudarte es absolutamente desinteresada. Admito que nunca he hecho algo así en toda mi vida… salir a la carretera con mi bolso de viaje, mi videocámara y sin orden del día, con un hombre al que apenas conozco. Pero Dios, es algo que quiero hacer. Quiero ser parte de algo real. Experimentar la vida tal y como se presente. Sin guión. Donde los corrales no están en un set de rodaje y los concursantes del rodeo no son dobles. Donde sólo soy una mujer de aventuras. Donde sólo soy… normal. 102
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—Ava. Cariño, no sé cómo decirte esto sin que lo tomes a mal. Pero, eres tan jodidamente caliente como el infierno, eres una estrella de televisión y sales en películas, así que no creo que ir de incógnito sea una opción para ti. Sin ánimo de ofenderte, pero no necesito estar preocupándome de que la gente te reconozca. Eso nos haría ser el centro de atención de nuevo, justo lo que no queremos ser. Ava trató de no darle importancia a los continuos toques sobre sus nudillos del áspero pulgar de Chase. —¿Qué habías planeado? Porque parece algo más complicado que el que vayas a River Bend a probar toros durante unos días. —Lo es. —Se pasó las manos por la cara y soltó un largo suspiro—. ¿Recuerdas durante el juego de verdad o mentira, cuando me preguntaste por la mentira más gorda que había contado? Ava asintió. —No dije la verdad, porque ésta es enorme. —¿Mataste a alguien? —Dios, no. —¿Hiciste un pacto con el diablo para que te diera cinco años de éxitos a cambio de tu alma, y ahora que han pasado los cinco años viene para llevarte al infierno? Chase la miró boquiabierto como si le hubieran salido cuernos. —Jesús, Ava. ¿De dónde sacas esas ideas? —Eh, ¿hola? Trabajé en un programa de televisión que trataba de seres sobrenaturales y otros asuntos espirituales. Siempre he estado en esa onda. En cualquier caso, continúa. —Cuando cumplí los dieciocho y empecé a competir profesionalmente, todos decían que había nacido para ello. Uno de los mejores novatos surgido en mucho años. Pero la
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verdad era que ya había tenido dos años de experiencia. Llevaba compitiendo en la PRCA desde los dieciséis. Ava frunció el entrecejo. —¿Cómo? —Utilizando otro nombre. Mi colega Jet me prestó el certificado de nacimiento de su hermano mayor, y así pude registrarme y conseguir el carnet del PRCA. Cada fin de semana Jet y yo corríamos al evento más cercano, si había conseguido suficiente dinero para el registro. —¿Pero por aquí no se conoce a todo el mundo? ¿Y los McKay no son famosos en el mundo del rodeo? —Mantuve un perfil bajo. Además, yo era una mierda. —Gruñó—. Era malo. Conseguí cogerle el tranquillo tras una docena de eventos. Comencé a meter algún dinero en el bolsillo. Pero eso no fue lo mejor. La mejor parte era que por fin hacía lo que siempre había soñado: montar toros. —¿Con qué nombre montabas? Sonrió de oreja a oreja. —Eso es lo irónico. El apellido de Jet era Chase. Su hermano se llamaba Bill Chase, así que pensamos que estaba predestinado. —¿Así que nadie aparte de Jet lo sabe? —No se los dije ni a mi familia ni a mis amigos. Entonces sólo me importaba montarme en el mayor número posible de toros y aprender lo básico. Por eso ahora necesito aprender de nuevo. —Sacó la cartera del bolsillo trasero y ojeó un montón de tarjetas hasta que encontró la que buscaba—. Aún soy miembro de PRCA. Así que creo que es hora de hacer regresar a Bill. Ava se le acercó y le levantó el ala del sombrero.
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—Ah, odio bajarte de la nube vaquero, pero ¿qué vas a hacer con tu cara? No pasa precisamente desapercibida. Te recuerdo que has salido en televisión y tienes un considerable número de fans. Eres conocido. Debería preocuparte que los fans de PBR reconozcan tu sonrisa de alto voltaje. Y esta preciosa cara cincelada. Y este sorprendente cabello característico. —Es fácil de arreglar. Frunciré el ceño todo el tiempo. Me dejaré una perilla. Incluso me raparé la cabeza. —Lo dices en serio. —Sí. No he hablado más en serio en toda mi vida. Le quitó el sombrero, lo ubicó sobre la mesa… boca arriba, como le había visto hacerlo a él. Tocó con los dedos las puntas de su pelo, entonces metió la mano a través de las suaves hebras para acariciarle el cuero cabelludo. —Odiaría que tengas que cortártelo. Incluso a pesar de que su longitud me recuerda a un pirata aventurero más que a un vaquero. Él no rechazó que lo tocara. —Volverá crecer. —Si estás seguro de cortártelo, y si tienes unas tijeras, y si me dejas que te acompañe, te lo cortaré. Chase la miró de extrañado. —¿También eres peluquera? —Axel pasó por una fase punk y conseguí cortarle muy bien los lados de su cresta. —¿Tú cerca de tu hermano? —Evitaba que lo vieran conmigo en público en aquella época a causa de la mala prensa. —Quizás era por eso por lo que Chase le estaba dando largas. Lentamente, Ava dejó caer sus manos y apartó la mirada. 105
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Pero Chase le agarró la barbilla, obligándola a encontrarse con sus ojos, y aquella pequeña muestra de fuerza la estremeció. —No me siento avergonzado de ser visto contigo, Ava. Ni mucho menos. Pero será una mala imagen tuya para la prensa si me pillan haciéndome pasar por otro jinete, y estás conmigo. —Es un riesgo que estoy dispuesta a correr. ¿Qué pasa contigo si te pillan? —No lo sé. Por eso debo ser jodidamente cuidadoso para que nadie me reconozca. — Su mirada se volvió dura—. Esto es más que una aventura para mí, Ava. Es mi vida, mi forma de sustento. Todo mi futuro está en juego. ¿Lo entiendes? —Sí. Te prometo que no haré nada que ponga en peligro esta oportunidad para ti, Chase. Pero, por favor, estoy pidiéndote la misma oportunidad. Déjame ser alguien distinta por un tiempo también. Justo cuando pensó que le recordaría su decreto de “no sexo”, Chase cedió. —De acuerdo. Vienes conmigo. Antes de que nos vayamos mañana, tengo que parar a ver a mis viejos. Y a mi hermano y su familia. —Genial. Eso me dará tiempo para grabar un CD con música de carretera. Él gruñó. —Ya me estoy arrepintiendo y aún no hemos salido. —Pero será la banda sonora de nuestro viaje de amigos. Como Thelma y Louise. O aquellas viejas películas de Bob Hope y Bing Crosby. —O Mel Gibson en Mad Max. Ava le dio un rodillazo. —Esa no cuenta. No tenía amigos. Sólo conducía por ahí matando gente. —Quizás nos matemos tras unas semanas juntos en la carretera.
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—Altamente improbable, porque voy a ser la mejor amiga de la historia. —Le soltó una sonrisa falsa—. ¿Dónde está el campo de entrenamiento? —A unas dos horas y media. Se le ocurrió algo. —¿Tendrá la gente que te aloja un sitio para que me quede? —Estoy seguro de que se nos ocurrirá algo. —Pero… Chase la tomó de la mano otra vez. —Querías una aventura, Ava. Parte de ella es aprender a dejarse llevar por la corriente. Las cosas no siempre salen como se habían planeado. ¿Podrás hacerlo? —Lo intentaré.
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CAPÍTULO 07
Chase había sospechado que Ava hablaría durante todo el camino a la Barra 9. Pero estaba absorta con el paisaje y escribiendo en su cuaderno. De vez en cuando hacía una pregunta o una observación. Dado que Chase pasaba la mayor parte de su tiempo viajando solo, apreciaba su compañía, pero también los largos períodos de silencio. Se habían puesto en marcha un poco más tarde de lo que él había planeado. Sus padres se alegraron de verlo. Especialmente después de darles más información sobre su vida profesional y la forma en que tenía intención de volver a la pista. Nadie señaló los errores que había cometido, y ellos siempre habían sido propensos a hacerlo en el pasado. Fue la primera indicación aparente de que habían cambiado. Chase casi se cae de la silla cuando su padre se levantó de la mesa para ayudar a su madre a servir el pastel de caramelo. Y se quedó todavía más sorprendido cuando su padre lo siguió hasta su camioneta para aconsejarle que no permitiera que los errores del pasado afectaran su futuro, y que el verdadero deber de un hombre era aprender de esos errores y no residir de ellos. Así que Chase había estado introspectivo cuando pasó por la casa de Quinn y Libby. Cinco minutos con el bravucón de Adam lo curaron. El chico hablaba a mil por hora. Corría por todas partes en vez de caminar. Ladró como un impresionante perro estelar. Entonces se acercó al rostro de su pequeña hermana Amelia, para el deleite y los chillidos de la pequeña. Amelia había crecido tanto desde la última vez que la había visto, que una vez más Chase sintió una punzada de culpa por no ser parte de la vida de sus sobrinos. Después de dejar el coche de alquiler de Ava en Spearfish, comieron algo en el McDonald’s. Chase había elegido deliberadamente ese restaurante porque siempre estaba lleno, para tantear si alguien reconocía a Ava. Un par de chicos lanzaron miradas 108
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apreciativas en su dirección, pero eso fue todo. Con la ropa deportiva, el pelo recogido en una coleta y una gorra de beisbol de la Torre del Diablo en la cabeza, no se parecía nada a una glamorosa actriz de Hollywood. Para Chase esa era una señal de la verdadera belleza. Informal o vestida de gala, Ava se veía exactamente de la misma manera… sorprendentemente bella. El paisaje cambió radicalmente a partir de las colinas de Pine Point, por arcilla roja y vistas panorámicas. Aquí la tierra era llana hasta que aparecía un profundo cañón de roca rugosa. Los robles abundaban, al igual que diferentes tipos de salvia. Las vallas de madera nevadas, separadas a intervalos aleatorios, fijadas en extraños ángulos y alturas variables, despertaron la curiosidad de Ava. Chase, señaló a una recubierta por cardos y le explicó que los patrones de la ventisca de nieve eran imprevisibles a través de las altas llanuras del desierto, por lo que las vallas nevadas eran elementos permanentes a lo largo de Wyoming. Unos diez kilómetros más adelante apareció el desvío al rancho de Gemma y Cash. —Casi llegamos. —Dijo Chase. Ava guardó su cuaderno y se volvió para mirarlo. —¿Estás emocionado? ¿Nervioso? —Las dos cosas. Me encontré con Cash un par de veces en los últimos años, pero no lo conozco. Mi padre y mis tíos han tratado con Gemma, la esposa de Cash, pero tampoco la conozco bien. Aquí es donde la cosa se complica. Mi primo Carter está casado con Macie, la hija de Cash de una relación anterior. —Probablemente conocí a Carter y Macie en la boda de Ginger y Kane. —Probablemente. Si hay una celebración familiar, todos los McKays estarán ahí, — excepto yo. —Así que, realmente, este es un caso del amigo de un amigo de un amigo para ti, ¿no? ¿Con la excepción de tu primo? —Sí. 109
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—Eso me hace sentir mejor. Chase sintió que ella estaba estudiándolo. —Dime lo que estás pensando, Hollywood. —Te estás dejando ver conmigo. ¿Cómo explicarás eso? Quiero decir, ¿sería más sencillo si les dijéramos que tenemos una relación? Él había considerado eso, y sacudió la cabeza. —Vamos a decirles la verdad. Somos amigos, nunca has estado en el Oeste y yo te estoy facilitando la información que necesitas para tu proyecto. A cambio, tú estás ayudándome a grabar mis viajes. —Creo que será lo mejor también. Eso sí, sólo… no me abandones, ¿de acuerdo? Al ver su tímida sonrisa y un atisbo de vulnerabilidad, lo pateó algún desconocido instinto de protegerla. Y eso lo aturdió como el infierno. —No voy a abandonarte dulzura, pero sería mejor que estés preparada para pasar mucho tiempo en la tierra. Chase dobló por el camino de grava que conducía al rancho. Cuando estacionó frente a la casa, los perros bajaron corriendo los escalones. Tan pronto como salió de la camioneta, un niño apareció corriendo y se detuvo ante él. Llevaba botas gastadas, pantalones vaqueros sucios y una enorme sonrisa sin dientes. —¿De verdad eres Chase McKay? —Sí, soy yo realmente. ¿Quién eres tú? —Ryder Gran Cuervo. Chase, le tendió la mano. —Encantado de conocerte, Ryder.
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Ryder le cogió la mano y no se la soltó. —Te veo todas las semanas en la televisión. ¡No puedo creer que estés en mi casa! ¡Papá! ¡Mira quién está aquí! —Gritó. Cash se acercaba pausadamente. —Ya lo veo, —Le tendió la mano, por lo que Ryder tuvo que renunciar a la de Chase—. Me alegro de verte, McKay. —Es un placer estar aquí, Cash. Te agradezco que me hayas acomodado dentro de tus ajetreadas ocupaciones de verano. —No te preocupes. —La mirada de Cash se desvió, y Chase supo lo que… quién… había llamado su atención. Chase le sonrió a ella. —Cash y Ryder Gran Cuervo, ella es mi amiga Ava. Está aquí para ayudarme. La sonrisa de Cash no vaciló, pero algo atravesó sus ojos cuando le ofreció la mano. —Ava. Encantado de conocerte. —Hombre, mi mamá estará feliz de que estés aquí, —dijo Ryder—. Siempre se queja de que nunca hay suficientes chicas. Ava se echó a reír. —No puedo esperar para conocerla. —Primero vamos a instalarlos en el barracón. —Vamos, es por aquí, —dijo Ryder, saliendo a la carrera. —¿Está seguro que no es una imposición que me quede aquí, señor Cuervo? —Llámame Cash. —Se colgó la bolsa de viaje de Ava en el hombro, y comenzó a caminar—. No. Tenemos habitaciones. Sin querer sonar como un mojigato... debido a 111
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que nuestros niños están alrededor y curiosean como pequeños monos, me temo que voy a insistir en que estén en habitaciones separadas en el barracón. —Eso está bien, —añadió Chase—. Ava y yo somos sólo amigos. —Sí, sólo amigos, —reiteró Ava—. Nunca he estado en el Oeste y Chase es mi guía turístico, a cambio de mis habilidades para filmar. —Es inteligente tener un registro de tus montas, para poder volver a verlas, —dijo Cash. —Ey, cada pequeña cosa ayuda, ¿verdad? —De acuerdo. Empezaremos en la mañana, después de que yo termine con mis tareas. —Me parece bien. ¿Cuándo llega Colby? —Pasado mañana, cuando está previsto que llegue el ganado. Podrían ser un par de días largos para ti, Chase, con todo el ganado que me gustaría poner a prueba. —No puedo esperar. Parece que he estado en un compás de espera demasiado tiempo. Cash asintió con la cabeza. —Va a ser bueno que encuentres tu sitio otra vez. Entonces Ryder empezó a saltar arriba y abajo delante de ellos. —¿Puedo ayudar a elegir una litera? ¿Por favor? —Por supuesto. Pero no literas de arriba, ¿vale? —Vale, —y salió como un tiro. —Ryder está un poco entusiasmado por tu llegada aquí, por si no lo has notado. — Cash miró a Ava—. ¿Alguna pregunta?
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—Una que espero no suene demasiado extraña. —Dispara. —¿El barracón tiene Wi‐Fi? —Síp. Los vigorosos jóvenes que vienen aquí no pueden estar lejos del mundo cibernético durante dos semanas enteras. Un porche con tablones se extendía delante del barracón. Dos puertas indicaban los dos lados. Una puerta estaba abierta y Ryder asomó la cabeza fuera. —¡Lo tengo todo elegido! —¡Qué bueno! —Chase se metió en el interior. La habitación era rústica. No tenía aire acondicionado ni agua corriente. Un ventilador de techo giraba por encima y otro ventilador colocado delante de la ventana tiraba el aire frío desde el exterior—. Es un gran lugar, Cash. ¿El otro lado tiene la misma distribución? —Sí. Hay un cuarto de baño comunal con duchas en la parte de atrás. —¿Realmente tienes dieciséis jinetes de toros aquí a la vez? —Siempre estamos al completo, ya que sólo tengo sesiones cuatro veces al año. Ryder se sentó en la cama más alejada de la ventana. —¿Espero que tal vez mi papá me deje quedarme a dormir aquí afuera, en esta litera, esta noche? —Nop. —Cash levantó la mano y la protesta de Ryder murió antes de comenzar. Chase vagó hasta el otro lado del barracón para ver cómo le estaba yendo a Ava. Dudaba que hubiese estado en un lugar como este en su vida. Pero ella ya había elegido una litera y estaba poniendo la lámpara sobre la mesa, más cerca de la ventana. —¿Cómo te va por aquí? 113
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Ava se dio la vuelta. —¡Genial! Me siento como si estuviera en el campamento. Podría colar una linterna y leer bajo las sábanas esta noche sólo para que la experiencia fuera completa. Cash asomó la cabeza por la puerta. —Cualquier cosa que necesites Ava, solo avisa a Gemma. —Voy a tener eso en cuenta Cash, gracias. —Tengo que hacer un rápido chequeo del ganado, por si quieres cabalgar un rato, — le dijo Cash a Chase. —Y abrir los portones para ti, —respondió Chase secamente. —Síp. —¿Puedo ir? —Preguntó Ava—. Estaría encantada de abrir portones. —Cuantos más, mejor. —Cash dio unas palmaditas en el hombro de Ryder—. Vamos, hijo, carga a los perros. Ava hizo un millón de preguntas, pero ninguna de ellas se entrometió en los temas que los ganaderos odiaban, tales como: el número de cabezas de ganado que tenían, o cuál era el tamaño del área cultivada. Ella y Cash habían estado tan absortos en la conversación que a Chase le había tocado la apertura de los portones. Pero no le importaba. Con Ava centrada en la conversación con Cash, él podría enfocarse en ella. Hermosa, vivaz, divertida… se preguntó si alguna vez se sentiría fuera de lugar. Se manejaba en cualquier situación con facilidad. A pesar de que trató de ignorar a la voz de la razón recordándole: Por supuesto que se adapta fácilmente, es una actriz, Chase no podía descartar por completo ese hecho. Sin embargo, Ava parecía genuina. No se había inmutado ni una vez por el lento avance de la sucia camioneta de Cash. Incluso la había
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atrapado alborotando las orejas del perro cuando se había acercado con Ryder. Lo tenía fascinado, no se parecía a ninguna mujer que hubiese conocido. ¿Por qué? Había estado involucrado con mujeres hermosas antes. ¿Encontraba a Ava tan atractiva solo porque habían accedido a ser sólo amigos? ¿No estaba intentando ser encantador sólo para poder meterse dentro de sus pantalones? ¿Realmente podría ser él mismo? Chase se había devanado los sesos tratando de recordar si alguna vez había sido sólo amigo de una mujer. No en la última década, era algo de lo que estaba malditamente bien seguro. Sin embargo, sabía que si hacía una señal, ella estaría encima de él, y su amistad en ciernes terminaría. ¿Ves? Ese es tu problema. Automáticamente la colocaste en el papel del agresor… incluso cuando la opción de cambiar los parámetros de la relación... es tuya. ¿Realmente era tan pasivo cuando se trataba de sexo? Sí. El consejo de Ben, Sé un hombre, todavía lo irritaba. Sobre todo porque era verdad. Difícil de tragar, pero no era tan agresivo en todos los ámbitos de su vida como cuando estaba en el lomo de un toro. Aunque ahora mismo, durante los próximos días, el tiempo que pasaba sobre el lomo de un toro era lo que importaba. Más tarde esa noche, una fresca brisa entraba por la ventana, y el sonido de los grillos junto al ocasional ulular de una lechuza adormecían a Chase. Una serie de fuertes golpes lo sacudieron de su letargo. La puerta crujió mientras sus pesados ojos se abrían. —¿Chase? ¿Estás despierto? —Lo estoy ahora, —se quejó—. ¿Qué pasa?
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Los rápidos pasos sobre la madera fueron la única advertencia, antes de que Ava se lanzara sobre él. —¿Qué demonios? —Estaba aferrada a él, temblando de pies a cabeza—. ¿Qué pasa? —Tengo miedo. No dejo de oír ruidos extraños. Cosas rozando el lado del barracón debajo de mi ventana. Entonces, ese espeluznante aullido empezó, seguido por un grito más espantoso. Y pensé, ¿y si se trata de un puma y salta directamente por la ventana abierta para atacarme? —Ey, toma un par de respiraciones profundas. —Chase la acercó a su cuerpo, echando la manta encima de ellos y pasando suavemente los dedos arriba y abajo por su columna vertebral. Su pecho presionaba contra el de él a medida que ella inhalaba. Una bocanada de aire suave le rozaba el pecho cuando exhalaba. Cuando ella se concentró en la respiración, los temblores se tranquilizaron. Y finalmente se detuvieron. Se acurrucó contra él, y Chase no pudo resistirse a rozar los labios por la parte superior de su cabeza. Se quedaron entrelazados durante varios minutos. Ella habló primero. —Probablemente piensas que soy una gallina. —¿Tú? ¿Gallina? ¿No eres tú la mujer que amenazó con patearme el culo hace sólo un par de días mientras se paseaba desnuda con el culo al aire? —Solo estaba alardeando. Estaba muerta de miedo al ver a un tipo extraño en mi habitación y solté lo primero que se me vino a la cabeza. La mano que acariciaba su espalda se detuvo. —Así que, ¿no eres cinturón negro en taekwondo?
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—No. Una vez interpreté un personaje que practicaba artes marciales. Me entrené lo mínimo para aparecer como una profesional en la pantalla, —hizo una pausa—. ¿De verdad pensaste que podría hacerte daño? —Sí. Maldito buen trabajo de actuación, Hollywood. —Bueno, soy una profesional. Él se rió entre dientes. Ava frotó la mejilla contra su pectoral. —Gracias por no reírte de mí, Chase. —No soy esa clase de hombre, —comenzó a acariciarle la espalda de nuevo—. Dicho esto, por favor, nunca vuelvas a utilizar tu talento actoral con este crédulo vaquero, ¿de acuerdo? Ella levantó la cabeza. —No lo haré, —le aseguro, entonces se acurrucó contra él. Chase cerró los ojos, disfrutando de las suaves curvas de Ava fundiéndose con él y oliendo su loción con perfume de azahar. Después de haber visto la botella en el cuarto baño de la casa de Kane, se dijo que no era un pervertido por cogerla y olerla un par de veces. —Así que, ¿le contaste a alguno de tus amigos de Los Ángeles tu gran aventura en el oeste? —No hay nadie a quien contárselo. —¿En serio? —Suena extraño. Uno pensaría que tengo una multitud de amigos, ¿verdad? Como soy nativa de California, una actriz de televisión, un objetivo de los tabloides… Ooh, y no olvidemos una chica rica, —se removió un poco, como si tuviera intención de levantarse. 117
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Chase presionó la palma de su mano entre los omóplatos, como una señal de que no quería que se levantara de allí y, sorprendentemente, eso pareció calmarla. —Entonces, ¿por qué estás rodeada de gente, pero no tienes amigos? —Es complicado. —No tengo nada que hacer, cariño, así que, ¿por qué no me ayudas a entender? Ella caviló unos minutos antes de hablar. —Las chicas con las que fui a la escuela están todas casadas y con familia, o concentradas en sus carreras. Se ha vuelto más y más difícil conectar con ellas. Las otras actrices son tan condenadamente competitivas que nunca estoy segura de sus motivaciones para hacerse amigas mías, porque siempre…. y quiero decir siempre… están por alguna razón oculta. Por no mencionar las descaradas observaciones acerca de que, como no necesito trabajar como actriz dado que tengo dinero en el banco, debería retirarme y dejarles espacio a ellas. —¿Las mujeres te dicen mierdas así? Ava suspiró. —Todo el tiempo. Por eso me encanta la camaradería en los rodajes de las películas. Sin embargo, desaparece en cuanto la película termina de rodarse. Dudo que mantenga el contacto con cualquiera de los actores de Miller’s Ridge, porque es sólo un trabajo. Esa es otra cosa. Rodar un programa de televisión semanal es agotador. Durante la semana, por lo general, caigo en estado de coma en la cama porque no he estado en casa y la última cosa que quiero hacer es salir. —Pero lo haces, ¿verdad? —Hay eventos a los que estoy obligada a asistir. Algunos no son tan malos. Es lo que ocurre después de las fiestas lo que me hace cuestionar la honestidad de las personas y sus intenciones amistosas. Como, ¿van a un club conmigo porque les gusta y quieren pasar tiempo conmigo, o van porque saben que tengo dinero y esperan que les costee la
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fiesta? ¿O salen conmigo con la esperanza de terminar en alguno de los tabloides de moda? Quiero decir, mi fama no es espectacular, pero algo vale. —¿Y eso te hace cuestionar tu valor? —Le preguntó con suavidad. —Sí. —Hizo una pausa y luego se rió en voz baja—. Ya sé que suena horriblemente neurótico, o bastante desagradecida por las ventajas que tengo, simplemente por mi derecho de nacimiento. No soy tan cruel o insensata. Es difícil confiar ciegamente en las personas. Termino pasando un montón de tiempo a solas, un poco atrapada por mi propio éxito mediocre. —Ella trazó con los dedos el borde de su clavícula—. Mis así llamados problemas palidecen en comparación con lo que la mayoría de la gente tiene que lidiar en su vida, y me siento como un gran bebé llorón malcriado, incluso al mencionarlo. Pero no hablo de ello porque no tengo con quien hablar. —Me alegro de que estés hablando conmigo. —Así que, ¿mis tonterías no te hacen replantearte ser mi amigo? No de la manera en que estás pensando. —Nop. Me alegro de que seamos amigos, Ava. —Lo mismo digo. Me siento aliviada de tener un descanso de toda esa basura por un tiempo. —¿Durante cuánto tiempo? —Empiezo a rodar una película en México en agosto. Estoy en espera de las lecturas, el vestuario y todas esas cosas. Chase, frunció el ceño. —¿Qué significa eso? —Si me llaman, tengo que volver a Los Ángeles de inmediato. —Así que, entre yo esperando que vuelvan a llamarme del PBR, y tu esperando una llamada del estudio de cine, ¿cualquiera de nosotros podría irse en cualquier momento? 119
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—Parece que es así. Por lo que será mejor que aprovechemos al máximo nuestro tiempo juntos. El viejo Chase habría sugerido pasar todo ese tiempo entre las sábanas. El nuevo e improvisado Chase... mantuvo la boca cerrada. —¿Quiénes son tus amigos en el PBR? —Quiso saber Ava. —Bueno, yo no los llamaría a todos amigos. La mayoría son buenos tipos, en su mayor parte. Luego están los que actúan de una manera cuando están en el centro de atención, y detrás de las cámaras actúan totalmente diferente. Hablan de juego limpio, sobre sus creencias religiosas y la vida del vaquero, y luego van a los garitos, después de cada actuación, tratando de acumular tantos pecados como les sea posibles. —¿Te molesta? —Sólo si su mal comportamiento consigue más tiempo en el aire que yo. Ava le dio un ligero puñetazo en el estómago. —Lo digo en serio. —Yo también. Creo que si estamos en público, en cierta medida, debería ser nuestro verdadero yo, o al menos la versión pulida de nosotros mismos que los relaciones públicas quieren proyectar, lo que deberíamos mostrar. Pero también creo que la parte más privada de lo que somos no debería estar ahí. Deberíamos guardarnos esa parte para tener algo especial sobre nosotros mismos y compartirla con las personas que más nos importan. Ella no dijo nada, sólo levantó la cabeza y le estudió con sus grandes y expresivos ojos sorprendidos. —¿Qué? ¿Crees que es extraño? —No. Creo que es realidad poética, Chase. Y es una buena regla para vivir. Aliviado de que no le encontrara idiota, la besó en la frente.
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Aquella dulce sonrisa tímida que rara vez veía, le iluminó su hermoso rostro un segundo antes de que ella se acurrucara de nuevo contra él. Hombre. Le gustaba ella. Mucho. Realmente podría enamorarse de ella. Intensamente. Incluso antes de que tuvieran sexo. No es que fueran a tener sexo. Sigue diciéndote eso, amigo. Chase empezó a divagar. Una brisa fresca y una cálida mujer… Algunas veces, las mejores cosas de la vida eran las más simples. —Probablemente debería volver a la habitación de las chicas, ¿eh? —Tal vez. No me gustaría que te echaran del campamento con una patada en el culo por confraternizar en la habitación de los chicos en tu primera noche. —Es cierto. Pero valdría la pena si no tuviera miedo. —Ava, si todavía estás asustada te puedes quedar aquí. Pero esta litera es horriblemente pequeña. Sería mejor para los dos si estuvieses arriba mío. —No era lo que él quería decir—. Me refiero a la litera de arriba. Ella besó su esternón y se desenredó de él. —Gracias por la oferta. Pero, ¿qué tipo de aventurera sería si dejo que mi temor a ser atacada por un puma me desanime? Chase, sonrió. —Realmente eres divertida. —Buenas noches, Sundance. —Buenas
noches,
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Hollywood.
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CAPÍTULO 08
Ava acababa de terminar su entrenamiento a la mañana siguiente cuando oyó tres golpes en la puerta del barracón. —¡Pase! Gemma asomó la cabeza por la puerta. Su mirada cayó en la lona de yoga y la gran bola de ejercicios. —¿Interrumpo? —No. Acabo de terminar. Entra. Tal deberíar quedarte de frente al viento por como huelo. —Ava se secó el sudor de la frente—. Gracias por dejar que me quede aquí. Espero que no sea una imposición. Gemma se sentó en la silla de respaldo recto. —Estamos felices de que estés aquí. A pesar de que estoy segura que no es a lo que estás acostumbrada. Ava se secó el pecho y debatió su respuesta. Gemma sabía quién era ella. —Es como ir a un campamento, lo cual nunca tuve la oportunidad de hacer. —Así que, ¿te importa si una mujer cotilla de un viejo rancho hace una pregunta acerca de tu vida como actriz de Hollywood? —Siempre y cuando no te importe que una actriz de Hollywood despistada haga preguntas acerca de la vida en el rancho. —Hecho. —Gemma sonrió—. ¿Es difícil vivir tu vida de la forma que deseas cuando tienes que preocuparte por la gente que está pendiente de todos tus movimientos?
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Ava sacó la otra silla de la mesa y se sentó frente a Gemma. —No fue un problema hasta que conseguí el papel en Miller’s Ridge. Entonces yo era la “nueva actriz del momento”, a pesar de que había estado haciendo pequeños papeles en la televisión desde hacía unos años. ¿La primera vez que los paparazzi gritaron “Miren allá, la señorita Cooper” y me sacaron fotos? Pensé que era jodidamente genial. No podía entender por qué otros actores se quejaban de los fotógrafos que los siguen por todas partes. Parecía que había alcanzado el gran momento cuando el mercado de la moda envió a un fotógrafo para que me siguiera la pista mientras yo estaba haciendo recados. Di algunos pasos en falso. Pasando por mi etapa de vergüenza, lo que naturalmente, los paparazzi capturaron en video. Siendo detenida por una luz trasera rota, cosa que los tabloides distorsionaron diciendo que estaba bajo sospecha de conducir borracha. Empecé a salir con un asistente de director de la compañía que produce el programa. Él insistió en que mantuviéramos nuestra relación en secreto ya que era un tipo al que le gustaba la privacidad. Así que nos pusimos... cariñosos en el patio de mi casa, sin pensar en nada de eso, porque está apartada, ¿no? Yo estaba en mi propia casa, ¿verdad? —Esto no va a terminar bien, ¿no es así? —No. Algún fotógrafo idiota ignoró la advertencia de Propiedad Privada y nos sacó fotos desnudos y fuera de control. Las fotos estuvieron puestas en todos los tabloides al día siguiente. Por supuesto, a él no se le veía la cara, pero se podía ver la mía. Rompió conmigo inmediatamente. Dijo que estar conmigo era demasiado trabajo. —Gemma respingó—. Y no me hagas hablar del fiasco de Jake. Tuve que irme de California para escapar de ello. —Cuando Gemma no pidió detalles, Ava supo que la mala prensa había llegado incluso a la zona rural de Wyoming. —¿Tanto te encanta actuar que puedes soportar esa parte horrible del negocio para llegar a hacer lo que te hace feliz? Ava suspiró.
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—Pensaba que me encantaba actuar, pero ya ni siquiera estoy segura de eso. —¿Por qué era tan fácil soltar estas cosas a un desconocido? Sonrió a Gemma—. Basta de hablar de eso. ¿Qué hay de ti? —Me encanta mi vida. Estoy verdaderamente bendecida. Estoy casada con el hombre más maravilloso del mundo, tenemos los renacuajos que ambos siempre hemos querido, —sonrió suavemente—, y estamos criándolos en torno a la familia en la tierra que amamos. Unos pasos golpearon sobre los tablones de madera y una joven de cabello oscuro con un pequeño niño de pelo oscuro irrumpieron en el barracón. —Mamá, ven. Papá ha sacado el toro de entrenamiento. Dice que podría necesitar tu ayuda. Gemma se levantó. —Está bien. Dile que voy para allá. ¿Vienes a ver practicar a Chase? —Estaré allí en diez minutos. Ava se deshizo de su sudorosa ropa de yoga y se puso un par de pantalones vaqueros y una camiseta. Con el bolso de la cámara colgado estilo bandolera, un cuaderno, gafas de sol y gorra, estuvo lista para salir. El viento soplaba a lo loco, lo que desvanecía el calor de los abrasadores rayos del sol. Un polvo blanquecino cubrió sus zapatos y su ropa. Había llegado a tiempo para ver a Chase cayendo de una parte del equipo que se parecía a un potro de gimnasia, excepto que el potro de gimnasia no giraba ni se inclinaba. Chase se levantó de las gruesas colchonetas de gimnasia. —Cinco punto nueve, —gritó Cash—. Mejor. ¿De nuevo? —Sí. Ava se trasladó junto a Gemma y dejó caer los brazos por encima de la valla metálica.
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—¿Qué está pasando? —Cash puso a trabajar a Chase en el toro mecánico, hoy. Cuando un jinete no ha estado en un toro durante unas semanas, ayuda a recuperar el movimiento y el equilibrio. —¿Es como si estuvieras en el verdadero? —Los chicos hablan de que se parece. Supongo que la máquina es más suave, incluso se establece en intervalos aleatorios. Observó como Chase utilizaba la cuerda enrollada alrededor del centro de la máquina para levantarse a sí mismo. —¿Por qué Chase lleva un chaleco, chaparreras y espuelas sólo para la práctica? —Porque el peso y la constricción de la ropa tiene que ser constante. Si se acostumbra a practicar sin ello, cambiaría el equilibrio y el movimiento cuando lo use durante la competición. Ellos tratan de mantener cada sesión de práctica en línea con la real. —¿Listo? — Gritó Casch, y Ava buscó en su bolso la cámara de vídeo. Pero Gemma puso la mano en el brazo de Ava. —No hay necesidad de grabar esto. Sólo presta atención. La bestia mecánica se sacudió, girando en una dirección y cambiando abruptamente el curso. La parte trasera rotó. La parte delantera se levantaba y golpeaba hacia abajo. Los pies de Chase volaban en el aire, su mano izquierda se levantó inmediatamente por encima de su cabeza. Su cuerpo respondía a cada movimiento. El siguiente cambio lanzó a Chase sobre las colchonetas infladas. Ava se encogió. Eso tuvo que doler. Pero Chase no se quedó allí, gimiendo de dolor. Estaba de vuelta sobre sus pies, gritándole a Cash por otro intento.
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Esto se prolongó durante una hora hasta que Cash instó a Chase a tomar un descanso. Se acurrucaron en un rincón, Cash gesticulando y Chase asintiendo con la cabeza. —¿Cómo empezó Cash a entrenar jinetes de toros? —Preguntó Ava a Gemma. —Cash montó toros en la PRCA durante veinte años. Nunca ganó un campeonato nacional, lo cual es irónico porque si él hubiera competido en el circuito de Rodeo Indio, probablemente podría haber tenido múltiples campeonatos. —¿No tuvo la tentación de cambiar de circuito? Gemma sacudió la cabeza. —Quería ser juzgado por su capacidad de montar toros junto a todos los otros jinetes, no sólo con los que tienen el mismo color de piel. Entonces Cash pasó por algunos momentos difíciles y no pudo seguir compitiendo. Después de casarnos, le animé a compartir su experiencia. —¿Así que está contemplando convertir a tus muchachos en jinetes de toros campeones? Gemma echó un vistazo a Ava sobre sus gafas de sol. —Por encima de mi cadáver. Ava se rió. —Traeré algunos sandwiches para los chicos en un ratito. ¿Quieres uno? —Por supuesto. El mío en pan integral, con mayonesa baja en grasas, queso de cabra y pavo orgánico rebanado. Y me gustaría aguacate, coles de bruselas y cilantro también. Gemma se quedó helada. Ava se echó a reír. ―¡Ah! ¡Te pillé! Apuesto a que pensabas que estaba mostrando mi verdadero lado de diva de Hollywood.
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—Sólo por eso, voy a hacerte uno con mantequilla de maní y jalea. Y ni siquiera me pidas que corte las cortezas. Chase se había esfumado ayer después de enredarse con el toro mecánico y ayudar a Cash durante la tarde. Ava supuso que se había ido a la cama temprano porque le dolía el cuerpo, pero él lo atribuyó a la fatiga, no al dolor, y ella lo dejó pasar. A media mañana, Ava se dirigió al corral para empezar sus labores como camarógrafa y notó a más niños colgando de los rieles. —Gemma, ¿encerraste a tus otros niños en la leñera ayer? Gemma se rió por lo bajo. —Son los nietos de Cash. Thane, —señaló al chico mayor que llevaba una gorra de beisbol y aparentaba unos seis años—, y Parker. —Parker llevaba una gorra de piel de mapache. Gemma le susurró—: Parker está en su fase pionera y se niega a quitarse el sombrero. Está a punto de volver loca a su madre. Debe ser por ello que Macie envió a los chicos mayores junto con su padre hoy. —Gemma hizo un gesto hacia la rampa de enfrente—. Su padre, Carter, está ayudando a cargar los toros de Cash. —Carter, —repitió Ava—. Creo que lo conocí en la boda de Kane y Ginger. —Probablemente. Está casado con la hija de Cash. También es primo de Chase. —Nunca tendré todo esto en claro. —Me tomó un tiempo también. No sé qué diablos estaban pensando esas mujeres con todos los nombres con C y K en la familia McKay. —Ryder salió corriendo y Gemma gritó—: ¡Eh, eh! amigo. Vuelve aquí. Papá no te quiere cerca de esos toros hoy. —Oh, mamá, eso no es justo. —Así son las cosas. Quédate a mi lado o ve a la casa. Ryder suspiró. Pateó un puñado de tierra y escaló los rieles de metal como un mono. 127
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—Parece que Chase está a punto de salir de la rampa. ¿Estás lista? —Todo listo. —El sombrero de Ava la resguardaba de lo peor de los reflejos del sol. Un hombre dentro de la arena abrió la puerta. El toro se precipitó furiosamente desde la rampa, con las cuatro patas al aire. El cuerpo entero de Chase se sacudió hacia adelante mientras las patas delanteras del toro aterrizaban. Luego la bestia retorció su parte trasera, tratando de tirar a Chase. De alguna manera, él se quedó en su sitio. Pero el siguiente giro del toro mandó a Chase por los aires y chocó contra el suelo. La correa para el cuello sujetó la cámara mientras Ava se precipitaba hacia adelante, sorprendida al ver a Chase tendido en el suelo. Inmóvil. El hombre que había abierto la puerta estaba conduciendo al toro por otra puerta, ignorando completamente a Chase. —¿Por qué no lo está ayudando alguien? —Empezó a escalar el corral de metal. —Espera. —Gemma tiró de ella hacia atrás, forzando a Ava a encontrarse con su mirada. —Nunca has visto en realidad una monta de toros ¿verdad? —¡No! Pensé que sería como ayer, con esa cosa mecánica. No así. No lastimándose realmente. —Ava. Cariño. La monta de toros es un deporte extremadamente peligroso. Los toros son altamente impredecibles. No hay ningún factor de control. ¿Y estos toros que Chase está tratando de montar? Son realmente salvajes porque la mayoría no han sido montados. No tenemos idea de cómo el toro va a reaccionar hasta que sea probado. — Sus ojos preocupados buscaron los de Ava—. Chase sabía en lo que se metía al probar este ganado. ¿No te explicó los riesgos? ¿Lo que podrías ver? Ava negó con la cabeza. —¿No viste alguna monta de toros en TV antes que aceptaras grabarlo?
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—Vi un video en Youtube. Pero no es nada como verlo en vivo, con los cuernos y las pezuñas, y el escalofriante sonido de su cuerpo estrellándose contra el suelo. —Presionó la mano contra su vientre—. Yo... yo no tengo estómago para esto, Gemma. —Claro que sí. —¿Y si se lesiona? ¿Y si resulta malherido? —Ese es el riesgo. También es parte del atractivo para los hombres que hacen esto para ganarse la vida. Ava, debes entender eso sobre Chase. Esto es lo que él es. Montar toros no es solo su trabajo, es también su pasión. Alcanzó el máximo nivel del deporte y no llegas a esa posición sin ser un atleta muy bueno. —Frotó el brazo de Ava—. Ves, él ya está arriba y yendo por más. Por mucho que Ava no quisiera mirar, no podía evitarlo. Efectivamente, el fleco en las chaparreras de Chase se agitaba mientras se apresuraba de nuevo a la rampa. —Si tiró al chico pródigo sobre su culo, debe ser una joya, Cash. —gritó el tipo de la puerta. Una risa masculina hizo eco en respuesta. —Ese es Colby, —dijo Gemma—. El hermano mayor de Carter y primo de Chase. Llegó aquí esta mañana. —¿Colby tiene conocimientos sobre el ganado del rodeo? Gemma asintió. —Cash y Colby compitieron en el mismo circuito de la PRCA durante años. Renunciaron casi al mismo tiempo, pero el amor por el rodeo nunca los abandonó realmente. Han estado comprando y criando toros de rodeo desde hace un par de años. Estamos haciendo las cosas de manera muy poco convencional con respecto a las pruebas del ganado. Pareció una señal el que Chase necesitara ayuda con su cabalgata al mismo tiempo que Cash y Colby necesitaban un jinete con experiencia para probar nuevos toros.
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Los gritos masculinos compitieron con los fuertes ruidos metálicos. —Ese es un maldito luchador, —informó Gemma—. Lo cual es un problema. Lo dejarán luchar hasta que se calme. Pero puede que esté demasiado cansado para corcovear y ellos no tendrán uma idea exacta de su habilidad para corcovearse. Después de que Chase lo haya montado hoy, probablemente tendrán que volver a montarlo mañana para ver como se desempeña. Un toro que es un luchador agresivo es un peligro extra para el jinete. Un montón de lesiones ocurren antes de que se abran las puertas. —¿Eso que lleva puesto, la máscara de receptor, qué previene? —No todos los jinetes llevan esos cascos de protección, pero Cash los ha hecho obligatorios aquí. Más sonidos fuertes de carne golpeando contra acero y gritos masculinos de advertencia. —¿Chase está sobre el toro en este momento? —Dios, no. Están esperando a ver si el toro se calma. —Ella señaló a la cámara—. Deberías tener esto en video. Finalmente, el enorme toro, un horrible bicolor blanco amarillento con manchas marrones, se calmó. Chase aseguró su mano, asintiendo con la cabeza en dirección a Colby. Una vez más, Chase no alcanzó la marca de ocho segundos antes de que su culo se encontrara con la tierra. Un lanzamiento menos contundente que el anterior, pero la fuerza con la que su cuerpo impactó contra el suelo tuvo que sacudir sus huesos y zarandear su cerebro. La idea de Chase siendo constantemente sometido a fracturas en el cráneo por un cuerno o una pezuña clavada en la cabeza le hacía subir la bilis a la garganta. Ella se agachó y recogió la botella de agua de su mochila. Bebiendo lentamente el líquido tibio, medio temerosa de terminar lanzando sus galletas y medianamente tentada a obligarse a lanzarlas para poder tener una excusa válida para irse.
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Supéralo. Te apuntaste en esto por propia voluntad y no puedes renunciar el primer día. Ella tiró de la pernera de su pantalón. —¿Señorita Ava? ¿Jugaría con los gatitos conmigo? —Claro, pequeña. Vamos ahora mismo. Gemma apretó los hombros de Ella. —Tal vez luego, cariño. Ava está filmando las montas de Chase para que él pueda verlo esta noche. —Está bien. —Ella corrió hacia el viejo granero. —¿Cómo es que ella se va adonde quiere y yo no puedo? —Se quejó Ryder. —Porque a ella no le importan los toros. Tú, mi curioso hijo, si tuvieras la oportunidad estarías allí tirando de la cuerda del toro de Chase. Aquí vamos. Ava volvió a situar su cámara. Vamos, Chase. Monta este. La puerta se abrió, el toro salió disparado como un cohete, zigzagueando. A mitad de camino a través de la arena, Chase lo esquivó, deslizándose hacia los lados y aterrizando sobre sus manos y rodillas. Incluso en la distancia ella podía notar el duro conjunto de su mandíbula y el rígido ángulo de sus hombros. —Levántalo otra vez. Uno grande esta vez. —Gritó Chase. —Sabes, ayudaría si tomáramos nota de las veces que es lanzado. —Dijo Gemma. —Buena idea. Hay un cuaderno en mi mochila. El toro número cinco saltó a la rampa como un bailarín de novecientos kilos y Chase salió volando como un trapecista del Cirque du Soleil. Rodó sobre sus pies después de aterrizar sobre su hombro. El polvo lo siguió, como Pig‐Pen15 en Snoopy16 mientras se Es un personaje de las tiras cómicas Charlie Brown. Él es un niño que siempre está sucio.
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acercaba a la cerca. Ava se rió tontamente, hasta que pudo ver de cerca el doloroso rostro de Chase. Estaba herido. Pero eso no lo detendría. ¿A cuántos toros más se subiría hoy? A todos, hasta que los montó al menos una vez. Pasó otra hora. Luego dos. Chase permaneció sobre el toro número dieciséis los ocho segundos completos. Ella no se hizo partícipe de los aplausos y silbidos de Gemma, los niños y los hombres porque estaba muy ocupada grabando la mirada triunfante en la cara de Chase ¿Él se retiró después de eso? No Se subió a tres toros más. Montó a dos de ellos. Pero el número veinte era otro luchador violento. En el momento en que el toro se calmó, pudo oír a Cash y Carter gritándole a Chase para que tomara un descanso. Él sacudió la cabeza, rebotó alrededor del lomo del toro y asintió con la cabeza a Colby. Era evidente que Chase no estaba listo dado que cuando el toro se volvió abruptamente, expulsando su trasero con tanta fuerza, la cuerda se sacudió de la mano de Chase. Dio una voltereta en el aire antes de estrellarse contra el corral. ¿Pero el Hombre de Acero se quedó allí, revolcándose de dolor? Nop. Se tambaleó sobre sus pies. Utilizando los rieles de la cerca de metal como soporte, cojeó a través de la tierra, rechazando la ayuda que Colby le ofrecía, mientras desaparecía dentro del establo. —Eso será todo por hoy, —dijo Gemma—. ¿Vienes a la casa a comer con nosotros, Ava?
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También llamada Charlie Brown. Es una tira cómica escrita e ilustrada por Charles M. Schulz. Es el cómic más popular e influyente en la historia. 132
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—Gracias por preguntar, pero no. Estoy segura de que será genial, pero lleva un tiempo editar esto. Me imagino que Chase querrá ver las imágenes más tarde, así que será mejor que me ponga a ello. Tan pronto como Ava estuvo dentro del barracón cerró la puerta, cerró la ventana, corrió las cortinas y se dejó caer en la cama. Benditamente fresco. Benditamente oscuro. Las lágrimas llegaron antes de que pudiera detenerlas. Y no estaba exactamente segura de por qué estaba llorando. No era como si hubiera sido arrojada como una muñeca de trapo veinte veces. Su trabajo no se prestaba al peligro. Tal vez podría cortarse un dedo con el papel de las páginas del guión. O posiblemente quemarse la boca con una taza de café. O podría tener una reacción alérgica al maquillaje. Pero nada remotamente que pusiera en peligro su vida. Hablando de estar fuera de su elemento en muchos, muchos niveles. Nunca se había citado con atletas profesionales, por lo que nunca había sido testigo de esa actitud y esa combinación de perfección física y determinación que se necesitaba para impulsarse hasta el máximo nivel. Hoy había sido testigo de ese comportamiento en Chase. Estaba muerta de miedo. ¿Así que esta sensación de desolación provenía del miedo por Chase? No. El suyo era miedo a lo desconocido. Aquí, en el mundo real, las personas trataban con graves peligros cada día. Peligros que ella nunca había considerado en su universo ordenado, donde ojos que no ven, corazón que no siente, no solo era un dicho sino también una forma de vida. Ava dejó que su mirada paseara por el barracón. Había visto la manera cautelosa en que Gemma, Cash e incluso Chase la miraban, esperando ver el disgusto en su rostro por el rudimentario alojamiento. Ahora mismo, la última de sus preocupaciones era dónde apoyaba la cabeza de noche. A pesar de su discurso audaz acerca de experimentar la vida real, no sabía si podría manejarlo.
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¿Y eso la hacía una nena mimada? Podía darse el lujo de empacar sus cosas y escapar si así lo decidía. Estas personas no. Entonces, ¿cuál era el atractivo de mantener este estilo de vida, cuando estaba compuesto de un trabajo agotador, temperaturas extremas, aislamiento y peligro físico a diario? No parecía tener una ganancia monetaria. ¿Era la satisfacción de superar los estados climáticos y a los animales año tras año? La única manera de recabar el más mínimo pedacito de comprensión sería soportándolo. Entendiéndolo. Tal vez al hacer eso, ella encontraría su camino. Porque una cosa que había llegado a entender era que estaba más que un poco perdida en su propia vida, independientemente de su ubicación física. Sus pensamientos vagaron de vuelta al insomnio de anoche y tuvo un atisbo de comprensión de lo importante que era para Chase demostrar que podía mantener la promesa de “sin sexo” que se hizo a sí mismo. ¿Quién era ella para hacerle cambiar de parecer? Solo porque quería demostrar que tenía las habilidades necesarias para mantener a un hombre sexualmente satisfecho, ¿Chase debería meterse en la cama con ella? Hablando de expectativas de diva. Con la necesidad de ordenar sus emociones, abrió su cuaderno y encendió la lámpara del escritorio. Garabateó pensamientos al azar, sugerencias, ideas. Mayormente tonterías sin sentido, pero finalmente sintió algo bajo control. Estaba siendo honesta en el diario. No estaba escribiendo furtivamente o tratando de encajar, o ser graciosa, sino que estaba siendo real. Ava también se dio cuenta de que nunca conocería realmente a Chase, excepto a un nivel superficial, a no ser que estudiara su obsesión y profesión desde un ángulo diferente. No por miedo, sino por curiosidad. Se volvió hacia su computadora e hizo una búsquedo de los rodeos de años anteriores de Chase McKay, creando un disco aparte con ellos, para que él pudiera comparar el antes y el ahora.
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El tiempo se fue volando mientras lo editaba, copiando los archivos y pasándolos a un DVD, por lo que el golpe en la puerta del barracón la sobresaltó. La dulce Ella estaba en el porche, saltando de impaciencia. —¿Todavía quieres ir a ver a los gatitos? Le vendría bien un descanso mental. —Por supuesto. Se entretuvieron con las bolas de pelos hasta que Gemma llamó a Ella para la cena. Cuando Ava volvió al barracón, notó que Chase estaba en el baño. Esta era su oportunidad para conseguir llevar los discos a la casa sin tropezar con él. Necesitaba tiempo para entender cómo lidiar con estos sentimientos encontrados, y si el precio emocional de deshacerse de su vida normal valía la pena a corto plazo. No podría evitarlo por mucho tiempo, pero intentaría hacerlo.
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CAPÍTULO 09
Cuando Chase se sirvió una ración de salchichas y patatas fritas, Gemma dijo: —Ava dejó los videos que hizo de tus rodeos de hoy. Uno de los discos tiene todos tus mejores y peores rodeos anteriores en la PBR, para compararlos con los de hoy. El tenedor de Chase se detuvo a medio camino de su boca. —¿En serio hizo eso? Es más de lo que le pedí. —Tal vez verlo en cámara lenta pueda darte una idea de lo que estás haciendo de manera diferente, —dijo Colby—. Algo está mal en tu manera de montar, pero que me aspen si puedo precisar exactamente qué es. —Eso es porque hay demasiadas cosas mal para centrarse en una sola, —dijo Cash con una sonrisa. Si los niños de Cash no hubieran estado en la mesa, Chase lo hubiera golpeado. Oh, seguro. El brazo le dolía jodidamente mal como para intentar levantarlo. —Voy a echarle un poco la culpa al casco de seguridad por algunos cambios en mi rendimiento. —Si quieres entrenar aquí tienes que usarlo. Cuanto antes te acostumbres a ello, más pronto podremos volver a la pista. Además, ya tenías muchos problemas antes de la normativa del casco. Colby apuntó a Chase con su cuchillo de mantequilla. —Estoy con Cash en eso. —¿Así que usarías el casco sin quejarte si todavía estuvieras en el rodeo?
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—Síp. Chase resopló. Su enorme y machote primo no lo hubiera usado. Punto. —Todos mis hijos usan cascos cuando están compitiendo en eventos de rodeo junior. No conocen la diferencia, ya que siempre han usado equipos de seguridad. —Antes de que Colby tomara aire y continuara con su diatriba, su teléfono móvil sonó y se excusó. Chase jugó con la comida de su plato. Estaba dolorido como el infierno, peor de lo que había estado en meses. No tenía ganas de comer. Pero eso no le gustaría a Gemma, especialmente después de que Ava hubiera rechazado estar en la cena. Ryder chachareaba. Ella relataba hechos al azar acerca de los gatos. El hijo menor, Jansen, parecía a punto de quedarse dormido en su silla. —¿Está todo bien? —Preguntó Gemma cuando Colby volvió a la mesa. —Sí. Chaning dice que la casa está tan silenciosa con todos sus chicos afuera que realmente se asusta de sí misma. Eso hizo pensar a Chase en la primera noche que habían llegado y el miedo de Ava a los ruidos desconocidos. Parecía extraño que estuviera afuera, sola, en alguna parte. —Me gustaría que Gib y Braxton hubieran podido venir, —se quejó Ryder. Cash revolvió el pelo de Ryder. —Estás lleno de quejas esta noche hijo. ¿Qué pasa? —Hoy fue aburrido estar sin hacer nada. Quiero ayudar con los toros mañana. —No puedes hacerlo, pero te diré algo. Te dejaré ver el rodeo de Chase un rato. Después de asearte. —Ay, papá. ¿Tengo que hacerlo? —Sip, —dijo Cash—. Y ustedes dos, —señaló a Ella y Jans— vayan subiendo por las escaleras en dirección a la ducha.
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Cuando los niños se fueron, Colby suspiró. —¿Qué pasa con los chicos que le temen tanto al agua y al jabón? Vuelven loca a mi mujer. —Apuesto a que la princesa Talía huele muy dulce, —bromeó Gemma—. Seguramente ya está demasiado grande. El rostro de Colby se iluminó. Se movió para sacar su billetera del bolsillo trasero del pantalón y pasó alrededor una foto de su bebé. Dado que Chase no había visto la última incorporación familiar de Colby y Channing… era difícil mantenerse al día con la prole de sus prolíficos primos… respetuosamente miró a la niña de cabello oscuro y ojos azules. Definitivamente una McKay. —Es la cosa más bonita del mundo. Bueno, después de su mamá, —dijo Colby—. Incluso a los seis meses, la niña ya tiene a sus hermanos envueltos alrededor de su dedo meñique. —Suena como si se pareciera a Keely, —dijo Chase con una sonrisa. —Hablando de la reciente casada McKay… —Gemma preguntó a Colby—. ¿Cómo está la niña salvaje? —Ocupada. Su negocio funciona, lo que es decir algo con esta economía. Los primos West, Chet y Remy, comenzarán a construir su casa y la de Jack tan pronto como la tierra se descongele. No es que Jack o mis primos necesiten la supervisión de mi padre, pero al parecer aparece en la obra todos los días para asegurarse de que Keely es feliz. Al maldito hombre todavía se le cae la baba por ella. —Es fácil que te pase eso con tus hijas, —dijo Cash—. No importa la edad que tengan. —No me puedo creer que mis padres llevaran a pescar a los cuatro chicos. Pero no es como si vivieran sin comodidades, la nueva caravana del abuelo y abuela tiene aire acondicionado y Tv satelital.
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—Por lo menos, si están cerca de un lago, Carolyn puede arrojarlos al agua para no tener que aguantar a todos esos mocosos malolientes en un espacio pequeño. —Gemma se levantó—. Chicos vayan al salón. Serviré pastel después de que hayan terminado de ver los rodeos. Chase intentó no hacer una mueca de dolor cuando se levantó. Se dejó caer en la silla más cercana, pero no se relajó, por temor a que sus músculos se agarrotaran y tuviera que pedir ayuda para levantarse. Cash introdujo el DVD. —Vamos a echar un vistazo. Los ruedos eran dolorosos de observar. No por el recuerdo del dolor físico, sino porque parecía como si Chase McKay nunca hubiera montado un toro. Después de ver todas las cortas pruebas de monta, Cash insertó el disco con los ruedos que Chase había ganado, o al menos los ruedos en los que se las había arreglado para aferrarse durante los ocho segundos completos. Escuchaba mientras Colby y Cash discutían todo, desde el ángulo de su barbilla, la altura y posición de su brazo en el aire y su técnica con las espuelas, hasta su postura inicial en el toro. Chase no hizo ningún comentario, ni se defendió, como podía haber hecho en el pasado, sólo escuchaba. Luego volvieron a ver el disco desde el principio otra vez. Ryder corrió y cayó a los pies de Chase. El chico no dijo ni esta boca es mía, su atención se centró por completo en las montas exitosas. Cash cambió al disco con los intentos que Chase había hecho hoy. Aproximadamente en el quinceavo toro Ryder abrió la boca. —¿Papá? ¿Puedo preguntarte algo? ¿Cómo es que el hombro izquierdo de Chase está hacia atrás, y no directamente en línea como el derecho? Parece como que sobresale por encima de sobre su pierna. Chase miró al chico y luego a la televisión. 139
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—Rebobina eso. —Efectivamente Chase notó la diferencia inmediatamente—. ¿Podemos volver atrás y ver el disco donde realmente monto algunos toros? Cash intercambió los discos. Bajos y alineados, los hombros de Chase estaban rectos. Colby dijo, —Maldita sea. No creo que ese sea todo el problema, pero es un buen lugar para comenzar. —Sonrió a Ryder—. Gib estará muy enfadado cuando le diga que tu ojo de águila pilló eso. Probablemente querrá que empecemos a grabarlo a él para poder ver los errores en su monta. —¿Qué errores? —Se burló Ryder—. Gib va a ser campeón del mundo algún día. — Miró a Chase idolatrándole con verdadera adoración—. Después de que tu ganes el título mundial varias veces. —Realmente eso espero. Colby se levantó del suelo. —¿Cómo te sientes primo? Como mierda de perro. —Bien. ¿Por qué? —Me gustaría que te subieras a ese toro mecánico mientras esto está fresco en mi mente. —Cuando Chase no respondió, Cash dijo. —A menos que estés muy dolorido. Podemos hacerlo mañana por la mañana. La mirada de Chase se movió entre los dos hombres. Estaban sacrificando su tiempo con la familia para ayudarle. Montaría sin importar lo malditamente mucho que le doliese. Retuvo una mueca de dolor mientras se levantaba de la silla. —Estoy dentro. Puede que después necesite algunos tragos de whisky. —Me imagino que todos los necesitaremos.
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Gemma se apoyó en la puerta. —Así que, ¿debo esperar con el pastel? —Creo que Ryder se merece el trozo más grande por su ayuda, —dijo Chase. Ella sonrió a su radiante hijo. —Tendré listo un pedazo del tamaño de vaquero cuando regreses. Cash no tuvo piedad de Chase en la monta. Lo puso a toda velocidad. Colby recorría el perímetro en las colchonetas. Tras el cuarto intento de Chase, Colby se acercó para palmear el muslo izquierdo. —Dobla hacia adentro esta pierna y dejarás de inclinarte hacia atrás sobre esta cadera. Si la cadera está alineada, también lo hará el hombro. Se movió para encontrar la posición apropiada. —Se siente raro. —Bien. Ahora asegúrate cuando arrojes el brazo izquierdo hacia arriba, que no cambie esta alineación. Chase levantó el brazo izquierdo. El toro mecánico pateó duro a la derecha y luego giró a la izquierda. Chase se centró en mantener el torso alineado. Funcionó. Cayó después de oír el timbre. Tanto Cash como Colby le sonrieron. Pero Cash silbó cuando Chase comenzó a caminar fuera de las colchonetas. —No‐no, McKay. Una monta podría ser un golpe de suerte. Necesito por lo menos dos más. —Bastardo sádico, —murmuró en voz baja Chase, mientras subía de nuevo. Piensa. Alinea. Enfoca.
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Terminó de montar los dos siguientes. Tan dolorido y cansado como estaba, no podía esperar a mañana por los toros. De vuelta en la casa, se zampó un pedazo de pastel de fresas y se tomó un trago de whisky con Cash y Colby, antes de regresar al barracón. Se volvió a duchar, necesitando el agua caliente para adormecer los achaques del día. La puerta de Ava estaba cerrada y no salía luz por las ventanas cuando pasó por delante de su lado del barracón. Quería contarle sobre el gran avance que había hecho esa noche. ¿Qué significaba que fuera ella la primera persona a la que había pensado contárselo? Que todavía no estás centrado en la principal razón por la que estás aquí. Cuando se movió pesadamente dentro del barracón, vio a Colby sentado en la litera al otro lado de la suya. Colby levantó la vista de las teclas de su teléfono móvil. —Espera un segundo, tengo que decirle a Cord que me mandé una cagada y antes de irme me olvidé de comprobar la zanja de drenaje del lado este de la casa de los viejos. Chase se tragó tres aspirinas y se desplomó en su cama. —¿Cómo lo llevas? —Le preguntó Colby y apagó la luz. —He estado mejor. —Reacomodó su almohada—. ¿Alguna vez tuviste un momento tan malo cuando estabas de gira? —Un montón de veces. No puedo creer que me quedara durante el tiempo que lo hice. Ese estilo de vida le cobra peaje a un hombre. Pero me encantaba. La competencia. Los viajes. Pasar el rato con los chicos. Las mujeres fáciles. —Se rió entre dientes—. Si me hubieras preguntado, habría jurado que la abundancia de mujeres dispuestas fue mi razón número uno para seguir en ello. —Sólo un tipo que había estado allí podía entender esa atracción—. ¿Pero ahora? Sospecho que la razón por la que sobresalía era
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porque estaba esperando a una mujer que no quisiera a un vaquero de rodeo, sino a mí. Por suerte la encontré. —¿Echas de menos la vida en la carretera? —Al principio. Después, para nada. Chase no podía entender eso. —¿En serio? ¿Así que si hubieras conocido a Channing dos años antes de lo que lo hiciste, gustosamente hubieras renunciado a tus viajes en el rodeo para establecerte con ella? —Veo que tu opinión sobre el matrimonio no ha cambiado. No puedo responder a eso, porque por mucho que hubiera planeado dejar los rodeos al final del verano, mi lesión no me dejó otra opción. —Su pausa pesó mucho en la habitación—. Me pregunto cuáles son tus planes si no te permiten volver a la gira. O si no puedes mantener el porcentaje de rodeos para permanecer en la gira ¿Estas considerando la PRCA? —Parece que he tenido dos opciones en mi vida. Rodeo o rancho. —El pago de tu porcentaje en el rancho seguramente te da más de dos opciones ahora, Chase. ¿Qué pasa con ese amigo tuyo? El que te ofreció una participación en un toro. ¿Te interesa en la cría? —No. Eso se los dejo a ti y a Cash. —Chase suspiró y miró a la litera de arriba—. Todo lo que siempre quise hacer es montar toros. Nunca he mirado más allá de eso. —Esa es una mentalidad fácil en la que caer cuando uno es joven y está en la cima creyendo que permanecerá ahí para siempre. —¿Pero? —Dijo Chase. —Pero montar toros no es una ocupación para siempre. —Colby suspiró—. Mira, tienes suficiente en tu cabeza ahora mismo. Todos estamos malditamente orgullosos de ti.
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Si todos estaban tan orgullosos de él, ¿por qué se sentía como una decepción? ¿O estaban orgullosos de él por la razón equivocada? —Gracias Colby, agradezco el consejo. Chase estaba cansado de que Ava lo evitara. Sobre todo cuando no tenía ni idea de si había hecho algo para cabrearla. Durante los dos últimos días, había grabado diligentemente sus montas, había hecho copias de DVD y se las entregaba a Gemma todas las tardes. ¿Pero llegar a tener una conversación mano a mano entre ellos? Ni una sola vez. Tal vez había cambiado de idea sobre continuar con esta aventura en el oeste con él. Después de la cena, Chase la siguió hasta el prado de entrenamiento, su silueta se reflejaba como una sombra iluminada por la luna sobre la tierra, debajo del toro mecánico. A pesar del dolor que sentía desde la muñeca hasta el hombro, Chase se balanceó sobre un brazo y saltó la valla. Cuando se paró frente a ella, le dijo, —¿Vas a practicar un poco? —Ella se encogió de hombros—. ¿Ava? ¿Estás bien? —No. —¿Qué pasa? ¿Estás herida? Su mirada finalmente encontró la suya. —¿Lo estás tú? —No, yo estoy… —Bien ¿verdad? Actúas como si no fuera gran cosa caer sobre tu culo media docena de veces. O que hayas sido pisoteado por un toro por lo menos cuatro de todas esas
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veces. Ah, y eso sólo hoy. Eso sin contar los dos primeros días que te vi. Y te grabé. Y quería… —¿Y querías qué? —Esconderme, —dijo en voz baja. —¿Por qué? —Para no tener que ver cómo te lastimas una y otra vez. Filmar que te lastimas una y otra vez. Chase no se esperaba eso. Se subió al toro mecánico, para que pudieran estar cara a cara, rodilla con rodilla, con las piernas envueltas a los lados. —¿Todo este alboroto es por mí? ¿En serio? Ava asintió con la cabeza, pero todavía no lo miraba. —Yo sabía que subirse a un toro era peligroso, pero verlo de primera mano, me asusta como la mierda, Chase McKay. —Tal dulce honestidad lo dejó boquiabierto—. ¿Sabes el último toro que hoy te lanzó por la puerta? Estaba realmente contenta de que llevaras un casco. —Yo también. Me estoy acostumbrando a la maldita cosa. Pero todavía recibí un golpe bastante bueno. —¿Te asustaste? —Para ser honesto, no me acuerdo. —No desestimes mis preocupaciones haciéndolas a un lado, Chase. Tú casi… —Casi no cuenta en un rodeo, Hollywood. Mantenerse los ocho segundos es la única cosa que cuenta. —¿Mirándote a veces…? Dios. Un par de montas parecen durar como ocho horas. —Eso me parece a mí también a veces, —murmuró Chase. 145
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Los ojos de Ava estaban llenos de frustración. —¿Por qué haces esto? —¿Por qué caminas sobre un decorado falso y pretendes ser alguien que no eres? — Le devolvió él. —No es lo mismo. —Sí, lo es. Ambos tomamos riesgos en nuestros trabajos, son sólo diferentes tipos de riesgos. Los dos somos profesionales. —Pero… —Ava. Para. —Incluso mientras la conciencia de Chase le advirtía, No. No. No, su cuerpo lo urgió a acercarse con un Sí. Sí. Sí. Deslizó la mano alrededor de la parte posterior de su cuello y ladeó la cabeza hasta que sus labios estuvieron apenas a una pulgada de distancia. La besó en la mandíbula, en el mentón. Con besos suaves y provocadores. Depositando besos inocentes hasta que el calor se activó. Cuando Ava abrió la boca, y la caliente piel de su boca rozó a través de sus labios, perdió la cabeza. Su intención de darle el beso más sensual de la historia se desvaneció. Chase la inhaló, manteniéndola en el lugar mientras se deleitaba con su boca. Cuando las manos de Ava subieron una pulgada por sus brazos, él hizo un bajo sonido de advertencia y ella curvó los dedos en sus bíceps. Bebió de su sabor. Alimentándola con besos calientes. Besos húmedos. Deslizando su lengua profundamente para explorarle la boca y luego retirándose con un suave besuqueo sobre esos labios hinchados por sus besos. Durante uno de esos tiernos y fugaces besos, murmuró: —¿Chase?
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Reconoció la pregunta en su voz, era la misma que pasaba por su mente, ¿Qué carajo estás haciendo? Enroscando los sedosos mechones de su pelo alrededor de los dedos, apoyó la frente contra la de ella, respirando entrecortadamente. —Maldita sea, Hollywood. Lo siento. —¿Lo dices de verdad? —No. Permanecieron así durante unos maravillosos minutos, incluso mientras Chase sabía que debía apartarse. —¿Estás dudando lo de golpear la pista de rodeo conmigo? Sobre todo porque acabo de darte la madre de todas las señales confusas mediante un gran beso mojado. —Mis dudas no tienen nada que ver con eso. —Ava presionó los labios contra los suyos—. Además, un besito no me va a asustar. ¿Tú y yo? Somos amigos. Socios. Camaradas. Guerreros de la carretera. Perros callejeros. Probablemente vamos a estar pavoneándonos desnudos uno junto al otro en el momento en que nuestra aventura haya terminado. Pavoneándonos juntos, totalmente desnudos y sin siquiera un parpadeo. No había una sola posibilidad en el infierno de que eso ocurriera si Ava estaba desnuda. Chase le levantó la cara para mirarla a los ojos. —¿Vas a estar bien viéndome competir? —Creo que sí. Estás haciéndolo mejor. —Eso es porque mi culo no ha golpeado el suelo con tanta frecuencia, —dijo secamente. Se bajó del toro y le tendió la mano para ayudarla a bajar—. ¿Vienes al barracón? —En un rato. Esto es tan hermoso. Casi como si estuviera en un decorado de una película y no fuera real. Quiero quedarme a observarlo.
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—¿No te preocupa que un puma te salte por detrás y te caiga encima? O el viento estaba gastándole una broma, o le pareció oírle murmurar, —Me gustaría que te pusieras detrás de mí y me cayeras encima. —¿Perdón? —dijo Chase. —Dije que voy a estar bien. Buenas noches, Sundance. —Buenas noches, Hollywood. Ava se estiró sobre el toro mecánico y contempló las estrellas. Tan tranquilo. La profusión de estrellas reforzaba su sensación de insignificancia. Parecía ser una constante en su vida. Estuvo a punto de decirle a Chase que se volvía a Los Ángeles tan pronto como le fuera posible. Desde que había mejorado con los toros, había estado esperando que le dijera, con su encantador tono de vaquero, que no iba a necesitar más su ayuda para filmar sus montas. Tal vez fuera infantil que hubiera intentado dejarle antes de que lo hiciera él. Pero no había rescindido su oferta. En cambio, la había besado. ¿Alguna vez la habían besado así? Ava recordó cómo su cálido aliento le rozó la mejilla. Un no‐beso, una provocación, pero una que le había puesto la piel de gallina en todo el lado izquierdo de su cuerpo. Había contenido un escalofrío, suponiendo que él iba a interpretar su reacción de una forma equivocada. Y podría haber tenido éxito en convencerse de que su beso sólo fue un gesto amistoso si él no hubiera arrastrado esos diestros labios lentamente por la línea de su mandíbula. Si no hubiera emitido ese casi imperceptible gruñido con la parte posterior de su garganta. Si no hubiera tomado delicadamente la punta de su barbilla en su camino para 148
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besuquearla tiernamente en la boca. Una vez. Dos veces. El tercer beso permaneció. Ningún indicio de lengua, sólo una suave presión de labios sobre labios. De alguna manera, la mano izquierda de él se había curvado alrededor de su cuello. De alguna manera, sus manos terminaron aferrándose a sus bíceps. Ava había esperado que mantuviera el beso lento y poco exigente. Por lo que, cuando Chase le partió la boca con el beso, comprendió que no conocía a este Chase en absoluto. El Chase que le sujetó la cara entre sus grandes manos. El Chase que hábilmente deslizó la lengua más allá de sus dientes, derritiéndole los circuitos con un beso que despertó algo en su interior, que nunca había sentido con ningún hombre. Lujuria con un filo de peligro. Una lujuria que no tenía límites. Justo en el momento en que Ava estaba a punto de dejarse llevar por la sensación de rendición, Chase rompió el beso. Y entonces se disculpó. Y sí, había tenido esa juvenil sensación de alegría cuando él admitió que no lo lamentaba. Ella podría trabajar con ello. Una brisa clemente flotaba sobre ella. La calidez del cuero penetraba por su espalda y se dejó llevar por una relajación total. Suspiró y cerró los ojos. —Ava, —susurró él—. Ven. —¿Qué? —Ella se enderezó y lo miró. —Ven aquí. —Usando el estribo Chase saltó sobre el lomo del toro mecánico. Ava lo observó acomodarse, no era muy diferente a cuando se situaba para montar un toro de verdad. Le tendió la mano y la arrastró más cerca, riéndose ante su grito de sorpresa cuando arrastró sus muslos por encima de los de él. —Me he estado muriendo por hacer esto, —murmuró Chase, y esa boca pecadora bajó a su cuello, impartiendo besos calientes y chupetones que convirtieron a su sangre
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en llamas. Su lengua le delineó la clavícula, del hombro a la garganta—. Pon tus manos sobre mí Ava. Chase casi ronroneó cuando empujó las manos a través de su pelo. Le acarició el escote con la nariz mientras desabrochaba su blusa y abría su sujetador para que sus pechos cayeran libres. Un bajo gruñido de placer masculino vibró a través de su cuerpo mientras chupaba los pezones con una resuelta devoción. —Tan sexy. —Chase desperdigó besos subiendo hasta su oreja—. ¿Estás lista para asumir un riesgo real? Mareada por sus besos, ella murmuró. —Por supuesto. —Bien. Agárrate a mí. Voy a encender la máquina en modo lento. —¿Qué? Oh no. —Oh, sí. —La parte trasera del toro mecánico se levantó, haciendo que Ava se deslizara hacia adelante. Todo su cuerpo se tensó cuando su peso descansó plenamente sobre Chase. —Ves, por eso estoy atrás. El toro giró a la izquierda y ella cerró los ojos. —Mírame. Ava parpadeó. Entonces la boca de Chase estuvo en la de ella. Sus manos sobre ella. Su cuerpo se movía con el ritmo del toro, instando al suyo a hacer lo mismo. Cayó sobre él, rindiéndose a su gracia, a su agilidad y a su sensualidad. —Eso es, —murmuró en contra de sus labios—. Relájate bebé, confía en mí. El permanente nudo en su estómago se desvaneció, principalmente porque Chase la distraía. Y qué dulce y caliente distracción era. Los ásperos dedos acariciaban el interior
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de sus muslos. Los abrasadores besos. El sexy gruñido contra su piel. La presión de su clítoris pulsando contra el duro musculo de su abdomen con cada movimiento descendente del toro. El caliente aliento masculino fluyó sobre su oreja, provocándole un escalofrío de anticipación, al susurrarle, —¿Estás mojada para mí, Ava Rose? —Bésame una vez más y estaré lista para ti. Las sacudidas se detuvieron. —Deslízate hacia atrás un segundo. —Manteniendo sus ardientes ojos azules en los de ella, Chase se desabrochó los vaqueros, abrió la cremallera y sacó su polla. Se estiró a su alrededor, atrayéndola de vuelta a su regazo—. Tú me montas a mí. Yo montaré al toro. —La levantó y toda esa masculina dureza la llenó con un profundo empuje. Entonces Chase volvió a encender el toro, volviendo a acoplarse al ritmo del sexo. Sentir a sus músculos ensamblarse a ritmo con la máquina la llevaron a otro nivel de apreciación de sus habilidades de monta. El aparato giratorio añadía otra dimensión. Cuando el toro se inclinó hacia delante, movió las caderas de un lado al otro, tratando de crear fricción sobre su clítoris. Incluso estar completamente empalada sobre la polla de Chase, no era suficiente. —Chase, estoy cerca. Necesito… —Lo sé bebé. Yo también. —Detuvo al toro en un ángulo pronunciado. Besando las crestas de sus pechos, le dijo—. Túmbate. Cuando su espalda se encontró con la dura superficie, Chase metió los pies en los estribos y se incorporó. Sus manos se deslizaron por debajo de su trasero, levantándola para poder empujar más duro dentro de ella. Su mirada alternaba entre su cara y la forma en que sus senos rebotaban con cada uno de sus empujes. —Tócate, —jadeó—. Quiero ver cómo haces que te corras. 151
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Ava se cubrió su monte con la mano, presionando los dedos índice y medio sobre su clítoris, antes de deslizarla hacia abajo, hasta donde la polla de Chase se hundía dentro y fuera, imitando el mismo movimiento. Sus abrasadores ojos atraparon los de ella. —¿Me estás provocando? Ella negó con la cabeza. —En el momento en que toque mi clítoris me correré. —Hazlo. Arrastró su dedo corazón hasta la costura húmeda de su sexo. Una vez que llegó a su clítoris, frotó arriba y abajo, y rápidamente se deshizo. La sangre latía debajo de la yema del dedo con el que se acariciaba, apretando los músculos vaginales alrededor de la polla de Chase. Él susurró su nombre y empujó con fuerza, permaneciendo enterrado dentro de ella en el último golpe cuando se corrió. Entonces Chase se inclinó hacia delante, continuando incrustado dentro de su cuerpo, atrapándole la mano entre ellos, ubicando los antebrazos al lado de su cabeza mientras la besaba. Un beso como ningún otro. Ava se sentía levitar. Sin huesos. Mareada. Zumbando. Buzz, buzz, buzz. Apartó al molesto insecto pero éste seguía zumbando alrededor de su cabeza. Vete. Estoy disfrutando de la relajación postcoital. Golpeó con fuerza una vez más conectando con un objeto solido. Sus ojos se abrieron de golpe.
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Las estrellas brillaban sobre ella. Todavía estaba estirada sobre el toro mecánico. Pero estaba sola. No había calor, ni estaba pegajosa entre los muslos. No tenía el cuerpo de Chase sobre ella ni la besaba con dulzura tras hacer entusiastamente el amor. Sólo había sido un maldito sueño. La verdad era que sabía que, por lo menos durante las próximas dos semanas, el único lugar donde ella consiguiría revolcarse con él, sería en sus sueños.
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CAPÍTULO 10
Ava comprobó las protecciones en las cuchillas eléctricas. Mejor dejarlo un poco largo que muy corto. Se inclinó, permitiendo que las puntas del oscuro cabello de Chase le hicieran cosquillas en su mejilla cuando sus labios le rozaron la oreja. —¿Estás listo? Chase liberó un temblor y ella sonrió. Él no era el único que podía enviar señales confusas. Parándose delante de él, encajó las rodillas entre sus muslos mientras envolvía los dedos de la mano izquierda alrededor de su mandíbula. Manteniéndole la cabeza en el ángulo correcto. —No te muevas, —advirtió Ava, y presionó las tijeras. El primer mechón de pelo en caer fue el de la frente, de adelante hacia atrás. Luego se movió para atacar el lado derecho y acabó con el lado izquierdo. Le sacudió el pelo de los hombros, deseando que algunos hubiesen aterrizado en sus brazos, dándole una excusa para sentir esos abultados bíceps. —Echa un vistazo. Él se levantó y serpenteó hacia el espejo. Ava lo observó rozar la mano por la parte superior de su cráneo. —Guau. Se ve diferente, ¿no? —¿Es que nunca has llevado el pelo corto? —Nop, —dijo Chase, inclinándose de un lado a otro. —¿Es bueno o malo? 154
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—Bueno, supongo. —Los vívidos ojos azules de Chase se encontraron con los suyos en el espejo—. ¿Qué te parece? Creo que cortar tus magníficos mechones negros acaba de incrementar tu calentura sólo en un factor de diez millones. —Me gusta. Él hizo caritas en el espejo. —Me gusta, pero creo que quiero tenerlo un pelo más corto… ja, ja. —Está bien. Deja de admirar tu belleza y siéntate para que podamos terminar con esto. Se dejó caer de nuevo en la silla. Ava se sentó a horcajadas sobre sus piernas y le colocó la cabeza en su sitio. El segundo repaso no tomó tanto tiempo como el primero. Le afeitó el pelo en la parte posterior del cuello. Sus manos dieron un último persistente barrido por el pelo rapado, por su cara bonita, por sus anchos hombros. Ella se deslizó hacia atrás. —Te ves bien con el pelo corto, Chase. —Gracias. ¿Estoy reconocible? —La perilla ayuda. Él le quitó la escoba. —Yo termino. Tenemos que ponernos en camino para poder inscribirme. —¿Es muy lejos? —A cuatro horas. Una vez que cruzaron el aparcamiento, Ava manipuló su ventanilla abriéndola para que entrara aire fresco.
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—¿Adónde vamos? —A un rodeo de una noche en Broken Bow, Nebraska. Entonces iremos a rodeos más pequeños en coche, a poca distancia, durante la semana. El próximo jueves, viernes y sábado estaremos en Scottsbluff, Nebraska. En algún momento estoy pensando en ir a Cody, Wyoming. Su rodeo está configurado de forma diferente. Durante la temporada turística, tienen una nueva pizarra cada noche, y entregan un nuevo bolso por noche. —¿Qué tipo de bolso? Porque me gustaría ganar un bolso. Chase se rió. Fuerte. —¿Qué es tan gracioso? —Tú. En un rodeo, bolso significa la cantidad de dinero que se paga a los ganadores. —Se echó a reír de nuevo—. No es como un bolso que puedas comprar en Rodeo Drive en Los Ángeles. —Vas a recibir una enorme patada porque soy una neófita. —Mírala, utilizando palabras elegantes para confundir a un simple vaquero. ¿Qué es un neófito? —Alguien que es inexperto en un área determinada. —¿Te refieres a un novato? ¿O un principiante? —Por supuesto, si prefieres términos del viejo oeste. —Ya que estamos en el tema, tenemos que conseguir aclarar algunas cosas sobre este viaje. Los gastos de viaje de los participantes se dividen a medias. El objetivo es llegar al próximo evente lo más barato y rápidamente posible. A veces eso significa que no hay tiempo para comprobar la limpieza en un motel, especialmente si los eventos están alejados geográficamente. —¿Ha sido mi imaginación, o enfatizaste barato? Chase sonrió. 156
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—Me alegra saber que registraste eso. No vamos a quedarnos en ningún lugar tan elegante como la cadena hotelera Cooper. —Me lo imaginaba, —dijo secamente. —¿Eso va a ser un problema? —¿Por qué lo sería? —Porque, Hollywood, eres rica. —¿Y? —Dijo Ava un poco bruscamente. —Pues que tu idea de apañárselas y la mía probablemente son polos opuestos. — Chase, apartó sus ojos de la carretera y la miró por encima de sus gafas de sol—. No te lo pregunté esto porque trataba de no ser un entrometido, pero ¿alguna vez intentaste vivir con un presupuesto? Ella no había tenido ningún motivo para hacerlo. —¿Qué tiene eso que ver ahora? Puedo pagar mi mitad de los gastos de viaje, no hay problema. —¿En efectivo? No utilizaremos en absoluto tarjetas de crédito en este viaje. Se supone que ambos estamos bajo el radar. ¡Infierno!, incluso estamos utilizando nombres falsos. —Dame un poco de crédito, Chase. Realmente sé cómo no dejar rastros con una tarjeta de crédito. —Pero sigues sin decirme si alguna vez has hecho un presupuesto y si te has adaptado a él. ¿Sabes lo que se siente al estar completamente sin dinero? Ava luchó por no estremecerse ante la sola idea de estar sin dinero de forma permanente. —No.
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—No lo creo. ¿Cuánto dinero tienes en este momento? —No quiero hablar de dinero contigo, —lo cortó. —Una mierda. ¿Cuánto? Se debatió entre decir la verdad o mentir y, a hurtadillas, llenar sus bolsillos con dinero en efectivo de algún cajero automático en su próxima parada. Chase le dio en el hombro. —Vuelca tu bolso y cuenta el dinero de tu cartera. —¿Por qué tenemos que hacer esto ahora? Él le ofreció una sonrisa lobuna. —Porque no creo que vayas a jugar limpio. Ava exclamó con sarcasmo total. —¿Me estás llamando mentirosa o tramposa, McKay? —Ambos, supongo, —palmeó el asiento—. Extiéndelo sobre mí, nena. Me gustaría extender algo sobre ti… mis labios, mis manos, todo mi cuerpo. Amigos, Ava, ¿recuerdas? Amigos, compañeros, camaradas… enfócate. Ocultando su mirada de superioridad porque ella había planeado usar solo dinero en efectivo, Ava desabrochó la parte de la billetera de su cartera. Contó 1.700 dólares y rebuscó en su bolso, encontrando otros doscientos dólares en billetes arrugados y doblados. Chase sacó la cartera y contó 2.000 dólares, entonces buscando en la guantera, subieron 500 más. Mierda. Él tenía más dinero que ella. No era justo. —¿Podemos parar en un cajero automático? Así estaremos empatados. 158
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Él negó con la cabeza. —No vamos a parar. Recuerda que además tenemos que pagar la inscripción. —Pero si ganas... tendrás más dinero. —No me voy a quedar con nada de lo que gane. No sé qué voy a hacer con ello todavía. —Se metió nuevamente el dinero en la billetera—. Así que tengo que saberlo, Hollywood. ¿Estás preparada para el desafío de vivir como el resto de nosotros que no tenemos un montón de dinero en efectivo para reponer fácilmente? —¿Y si digo que no? —Entonces sabré que no eres sincera sobre el deseo de experimentar algo real, porque vivir de un presupuesto es real para la mayoría de la gente. Ava entendía por qué Chase estaba empujándola. Eso no significaba que le gustara pero, si ella le decía que no, todo terminaría antes de empezar. ¿Y qué si ella estaba fuera? No era como si una cena gourmet pudiera ser un problema. O ir de compras a una boutique por diseños originales. O usar mucho dinero en una manicura‐pedicura en un spa de moda. O comprar caros cócteles en las discotecas de moda. —¿Ava? Lo enfrentó, devolviéndole una mirada desafiante. —Estoy dentro. —Ahora comienza la verdadera aventura. —Después de gratificarla con una sonrisa deslumbrante, volvió su atención a la carretera. Ella se quedó dormida en algún momento. Después de despertar, con el sonido del crujido de las semillas de girasol, le preguntó: —¿Vas a estar bien para montar o tan dolorido como lo has estado en los últimos días?
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—No es tan malo como antes. Voy a estar rígido, no importa lo que haga, así que puede ser que también intente esperar el timbre. —¿Cuál es la cuota de inscripción? —Sesenta y cinco dólares. —¿Quieres que te deje allí mientras encuentro un motel? —Sip. Pero tiene que ser de menos de cien dólares por noche. —Ava comenzó a tararear la música de Misión Imposible y Chase se rió—. Cuando me dejes. Vas a tener que aparcar en un aparcamiento público, ya que no tengo una tarjeta de concursante todavía. —¿Tienen un área separada para los concursantes? Él asintió con la cabeza. —En tiempo de concursos los competidores llevan sus caballos y remolques ocupando un montón de espacio de estacionamiento. Los competidores que viajan con su familia tienen auto‐caravanas. —Suena como si el área de concursantes fuera un pueblo de fiesta viajando. —Tienes razón. Cuando empecé a competir, sin tener un centavo a mi nombre, me arrastraba con una vieja tienda. Algunas de las cosas que vi hacer a la gente... me dieron bastante educación sexual a la tierna edad de dieciséis años. —Dame los detalles jugosos, así no me sentiré conmocionada por lo que pueda ver. Chase sonrió. —Conmocionada. Seguro. Apuesto que has visto cosas salvajemente locas en Cali‐ fornicar, por lo que la versión campestre probablemente te parecerá doméstica. —Eso no es una respuesta, Sundance. Él tamborileó con los dedos sobre el volante.
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—Fui solo por primera vez a un evento durante la noche porque mi amigo Jet no podía conseguir tiempo libre en el trabajo. Monté mi tienda de campaña. Tenía un par de cervezas robadas en mi nevera, haciéndome sentir que era el mejor, ¿no? Así que me senté en mi tumbona, viendo lo que pasaba en torno al campamento después de que el concurso terminara. Oí un ruido y me desplacé alrededor de mi tienda para ver a dos chicos y una chica en el refugio del área para picnics. Estaban pasando un buen rato. Un chico y la chica eran claramente una pareja casual que no podían mantener sus manos fuera el uno del otro. Empezaba a retroceder cuando el otro chico agarró a la chica y la besó. Pensaba que su amigo iba a noquearlo de un puñetazo por tocar a su chica, pero tiró para abajo del top de la chica. Ésta comenzó a frotarse entre ambos. El hombre detrás le levantó la falda y metió la mano entre sus muslos. Vi su brazo moviéndose y me pregunté qué le estaría haciendo para hacerla estremecerse de esa manera. Ella empezó a gemir verdaderamente fuerte y el hombre que estaba detrás le giró la cabeza hacia un lado y la besó para mantenerla callada. El relato de Chase rememorando la historia estaba haciendo retorcerse a Ava. —Me imaginé que habían terminado. Pero esta chica se dejó caer de rodillas. A los dieciséis años, yo sabía lo que eso significaba, incluso cuando no había encontrado una chica dispuesta a... eh, llevar a cabo ese acto particular conmigo. Pensé que se la mamaría a un tipo por vez, mientras el otro miraba. Pero no, se entretuvo con ambos al mismo tiempo. Cambiando de un lado a otro. Y me sorprendió que se movieran, follándole la boca, no dejándole hacer el trabajo. Entonces los chicos dieron un medio paso para atrás y se corrieron sobre sus tetas. Nunca había visto nada como esto en vivo y en directo. Ava apoyó los hombros contra la puerta, sorprendida por su honestidad. —¿Eso te calentó, Chase? —Me puso tan duro como un maldito ladrillo. —¿Qué hiciste?
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En sus mejillas floreció una encantadora sombra rosada y le sonrió con aire de culpabilidad. —Me masturbé allí mismo. Claro, después me sentía como un pervertido. Pero eso no me impidió salir al área de picnic la noche siguiente para ver si ellos volvían. Ella se echó a reír. —Entonces, ¿cómo te afectó eso, aparte de calentarte? —Deseaba experimentar eso por mí mismo. —Supongo que has experimentado eso, o algo por el estilo. —Sip, a la larga. Fue entonces cuando él se negó a seguir hablando. Ava esperó un par de minutos antes de decir, —Vamos, Chase. Somos amigos. Los amigos comparten cosas así todo el tiempo. —Yo no. —¿Ni siquiera con tus hermanos? —Nop. Entonces, ¿podemos dejarlo ya? —De ninguna manera. —Ava puso las manos en el centro del asiento—. Para demostrar que esto del intercambio de información entre amigos no es unilateral, si me cuentas el resto de la historia, yo te contaré una historia acerca de mí. —Cristo. —Levantó la gorra de su cabeza y tiró de ella hacia abajo—. ¿Va a ser así todo el viaje? ¿Tú acosándome? —¿Acosándote? ¿En serio? —Mala elección de palabras. Lo que quise decir es, ¿vas a seguir importunándome con la mierda del cotilleo sobre cosas personales que nadie más en el planeta sabe de mí? 162
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—De verdad, Chase, es demasiado jodidamente malo que quiera llegar a conocerte más allá que a un nivel superficial, porque sólo Dios sabe que tengo suficientes de esas falsas amistades y relaciones en mi vida. —Ava… —Sé que es más difícil para ti ser mi amigo… confiar en mí, hablar conmigo tan honestamente… que saltar sobre mis huesos y follarme hasta hacerme perder la cabeza. Pero tú fuiste quién estableció los parámetros de amistad, no yo. Y los amigos hablan. —¿Podemos por favor sólo dejarlo de una puta vez? —No es una posibilidad. —Se cruzó de brazos sobre el pecho—. ¿Quién no está siendo real ahora? ¿Esperas que yo cambie, pero tú no? —¿Has pensado alguna vez que no quiero quedar mal delante ti? Cuánta autoprotección machista. Chase era tan diferente a los sensibles chicos de West Coast que constantemente compartían todas sus emociones, cada pensamiento, cada proeza mala y buena. Él era una persona más solitaria de lo que ella había sospechado en un principio. Mantenía a la gente a la distancia de un brazo… un rasgo que reconocía porque así era ella también. Para llegar al Chase real, tendría que desnudarse ante él. La sola idea le provocaba el impulso de saltar, pero no lo haría. —Genial. ¿Primero no te callabas y ahora me estás dando el tratamiento del silencio? —No. Estoy tratando de encontrar una manera de convencerte para que confíes en mí. Eso de que no quieres quedar mal delante de mí, planeo hacer lo mismo. Silencio. Ava observaba el marcador de los kilómetros que atravesaban. Después de haber pasado el cuarto, Chase habló. —Quería ese tipo de experiencia, infierno, cualquier tipo de experiencia sexual, pero sabía... —soltó aire con un suspiro—. Mira, la verdad es que era un bajito y flacucho niño de dieciséis años. No había crecido en altura durante más de un año. Confía en mí. 163
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Me medía cada semana, y cada semana era lo mismo. Ya conoces a mis hermanos. Y a mis primos. —Cogió su botella de agua del posavasos y bebió un largo trago—. Más de una persona me preguntó si había sido adoptado por los McKays, porque estaban seguros de que no estaba a “su altura”. Probablemente pensaban que estaban siendo graciosos, y yo no tenía la suficiente madurez para contestarles. El primer verano que comencé a escaparme a los rodeos, me di cuenta de que necesitaba entrenamiento con pesas. No sólo para fortalecerme como jinete de toros, sino también para cambiar mi apariencia física. Me convencí de que si era un manojo de músculos, entonces tal vez a las chicas no les importaría tanto que fuera petiso. Los músculos del estómago de Ava se anudaron con esa admisión, pero no dijo nada. —Además del trabajo en el rancho, levantaba pesas y agregué cardio17 diariamente. Los cambios en mi cuerpo llegaron muy rápido. Sin esteroides, en caso de que te lo estés preguntando. Para el verano siguiente había ganado músculos y ya no era un adolescente flacucho. Después de la transformación física... bueno, finalmente tuve mi retoño de damas. Así que vengo mantenido un régimen de entrenamiento de pesas durante los últimos doce años, medio temiendo que si no lo hago, volveré a los débiles cuarenta kilos sentado a la sombra con mi polla en la mano, sólo observando. Sabiendo que él necesitaba un momento antes de que ella respondiera, sacó una barra de proteínas y le ofreció la mitad, sorprendiéndose cuando él la tomó. Tal vez pensaba que era una ofrenda de paz. —¿Sin comentarios? —Dijo él a la ligera. —Tomaste las riendas de tu cuerpo porque quisiste. Y eso cambió tu vida. Eso es admirable. Yo no puedo decir lo mismo. Permití que las percepciones y expectativas de otras personas cambiaran mi modo de pensar. —Se inclinó sobre el asiento, pero esta vez se ahuecó sus pechos—. ¿Estas? No son reales. Los ojos de Chase bajaron a su escote y se levantaron a su rostro. —¿En serio? Ejercicios cardiovasculares.
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—En serio. Me operé los senos dos meses después de cumplir diecinueve años. ¿Quieres sentirlos? Se quedó con la boca abierta. —¿Qué? No. —Claro que sí. —Ava le agarró la mano y la ahuecó alrededor de su pecho izquierdo, manteniéndola en su lugar—. Porque sé que eres un hombre al que le gustan las tetas. —Jesucristo, Ava, ¿qué coño estás haciendo? —Estoy ofreciéndote un espectáculo visual para apoyar mis palabras. —Cuando trató de quitar la mano, le rodeó la muñeca con la otra mano—. No estoy tratando de convertir esto en algo sexual. Te estoy mostrando a lo que renuncié por poder tener el cuerpo perfecto de Hollywood y una delantera que hace que los hombres quieran llorar. —¿A qué renunciaste? —Le preguntó con voz ronca. —Tengo muy poca sensibilidad en mis pechos. Pasé de pecho plano a tetona en tres horas y, tan pronto como las incisiones sanaron, me llamaron para castings. —¿Funcionó eh... la mejora? —Sí. Me dieron el papel en la primera audición que hice. Y en la segunda. Pero fue en la tercera cuando me di cuenta de que me parecía a todas las demás. Éramos clones. Intercambiables. Pelo rubio, tetas grandes, cuerpos bronceados y tonificados, labios de colágeno. Las únicas diferencias eran el color de nuestros ojos, pero eso podría cambiarse también. —Ava gentilmente le alejó la mano. —¿Tus padres...? Ella cerró los ojos. —Mis padres estaban horrorizados con mi “mutilación”. Fue horrible. No tener su apoyo me dolía tanto que arremetí, recordándoles que era mi cuerpo, mi elección, mi
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vida, toda esa basura. Tuvimos un contacto bastante limitado durante casi un año. Pero eso no es lo peor. —Ey. Ava cariño, mírame. Cuéntamelo. Ava le miró. —¿La primera vez que terminé en la cama con un tipo, después de recibir mis gigantescos pechos nuevos? No sentí nada cuando me tocó. —¿Podría haber sido un error del cirujano? Ella se echó a reír y vio su sonrisa rápida. —Había esperaso... hasta que sucedió lo mismo con el siguiente individuo con el que me enrollé. Y el siguiente. La estimulación por mi propia mano o la mano de un amante rara vez me hace sentir algo. Así que... —Un honesto y divino rubor calentó sus mejillas porque nunca lo había admitido ante nadie. —Vamos, amiga. No me hagas esperar ahora. —Bueno, soy una actriz. Aprendí a fingir mis respuestas cuando los tipos se volvían locos con mis tetas. —Ella frunció el ceño—. No era algo por lo que tuve que preocuparme con Jake. El hecho de que no estuviera enamorado de mis pechos debería haber sido un punto a su favor. Chase sonrió. —Sip. Esos zapatos y que no estuviera encima de ti 24/7 fueron pistas que te perdiste. —Extendió la mano y trazó el contorno de su mandíbula—. Es triste decirlo, pero la mayoría de las mujeres con las que estuve en los últimos años eran intercambiables y nada memorables, así que conozco de clones. Y tú, Ava Rose Cooper Dumond, no eres un clon. No estás ni malditamente cerca de serlo. Ese fue el cumplido más dulce y sincero que jamás había recibido. —Gracias.
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El volvió a centrarse en la conducción. —Estamos a unos diez kilómetros de la ciudad. —¿Te dejo en la zona de concursantes y me dejarán volver allí después para encontrarte? Chase negó con la cabeza. —El área de concursantes es solamente para los concursantes. Son estrictos con ello y tienen guardias de seguridad para impedir la entrada de personas no autorizadas. —Entonces, ¿cómo se supone que voy a conseguir los primeros planos de tus montas? —¿Tu cámara de video tiene zoom? —Sí, pero las imágenes serán mejores si estoy más cerca. —Realmente no podía creer que no hubiera alguna manera de burlar la regla de seguridad—. ¿Nadie logra entrar allí? —Personas autorizadas. Empresarios de ganado. Coordinadores del evento. Los medios de comunicación. Eso le dio a Ava una idea. Podría tardar unos días en llevarla a cabo, por lo que no dijo nada. Chase parecía distraído y no habló hasta que estacionó en la entrada principal del recinto ferial. —Puedes pasar el rato en el recinto. Te buscaré cuando el rodeo termine, —cogió su bolsa con el equipo del asiento de atrás—. ¿Vas a estar bien conduciendo el coche por aquí? Ava le arrebató las llaves. —Soy de LA, ¿recuerdas? —Le apretó los bíceps—. Sé cuidadoso esta noche, Sundance.
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—Siempre. ¡Nos vemos más tarde!
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CAPÍTULO 11
Chase se acomodó su bolsa con el equipamiento, tratando de no golpear a los espectadores, mientras se abría camino a la mesa de registro. La larga fila indicaba que había encontrado el lugar correcto. Levantó la mano automáticamente para ajustar su sombrero vaquero, un hábito nervioso que había tenido toda su vida, pero su dedo conectó con la visera curva de su gorra de béisbol, no con su Stetson. Se sentía malditamente extraño estando aquí. Miró a su alrededor. Parecía que las rampas estaban bien cuidadas. Las tribunas para espectadores estaban cubiertas, para evitar lo peor del calor del mediodía y algún chaparrón ocasional. Un marcador electrónico completamente nuevo estaba anclado en un extremo. En definitiva, un buen rodeo de pueblo. La fila avanzó unos metros. Cuando Chase cogió su mochila, algo lo golpeó en el hombro izquierdo. Levantó la vista bruscamente para ver al jovencito delante de él retrocediendo, con una expresión de alarma en su rostro. —Lo siento. Mi bolsa se soltó y se cayó... no era m‐mi intención... Cristo. El chico apenas tenía dieciocho años y parecía asustado de que Chase fuera a golpear su mierda contra de él. Chase se encogió de hombros. —No pasa nada. Estoy todavía en pie. —Extendió su mano—. Bill Chase. El chico dejó caer su bolsa de equipamiento tan rápido que la apoyó apenas a un centímetro del pie de Chase. —Yo soy Ryan, Ryan Ackerman. —Bueno, Ryan, Ryan Ackerman, ¿en qué evento vas a competir? 169
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El rostro de Ryan se iluminó como un petardo. —Monta de toro. —¿Sí? Yo también. —Soy oficial y todo. —Ryan buscó la billetera en su bolsillo trasero y sacó una tarjeta PRCA. Chase la tomó, comprobando la fecha. La tarjeta todavía olía a plástico nuevo, ya que tan sólo tenía una semana de edad. —Felicitaciones, está en regla. —Gracias. Estoy muy emocionado de estar aquí. No era mentira. El chico claramente rebotaba de bota en bota. Chase sonrió. —Has estado encima de un toro antes, ¿verdad? Él asintió con la cabeza. —Estaba en el equipo de rodeo del instituto. Terminamos cuartos en las semifinales del condado, pero el tercer lugar es el límite para las finales, así que no tuvimos la oportunidad de ir a las del estado. —Pero estás aquí, eso es todo lo que importa. La fila se movió y Ryan mantuvo un agarre más firme en su bolsa cuando se dio la vuelta para hablar con Chase. —¿Cuánto tiempo has estado montando toros? —¿Oficialmente? Cerca de once años. Enrando y saliendo. Fuera, sobre todo últimamente. Decidí asistir a los rodeos de este verano para tratar de volver a la pista. La mirada de Ryan bajó brevemente a la hebilla del cinturón de Chase, que era la forma más rápida de averiguar si estaba en presencia de un campeón. Pero Chase no
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podía usar su cinturón con la hebilla de Man of Steel en estos eventos, por lo que había optado por un cinturón con una hebilla sencilla. —Eso es lo que estoy tratando de hacer también. Mientras tanto trabajo en la construcción para el novio de mi madre. —Un hombre tiene que vivir. Así que, ¿tu madre ha venido a ver tu debut? Él negó con la cabeza. —Está trabajando este fin de semana. Ryan llegó a la cabeza de la fila. Mostró su tarjeta profesional PRCA y, cuando la señora dijo: —Son sesenta y cinco dólares, —Ryan abrió su cartera y se quedó helado. Chase miró furtivamente sobre el brazo del chico. Él tenía dos billetes de veinte, uno de cinco y cuatro de uno. Ryan tartamudeó. La mujer que manejaba el registro era simpática, pero Chase sabía que no dejaría competir al chico sin pagar la cuota de inscripción. Entonces cogió un billete de veinte de su bolsillo y lo dejó caer en el suelo. Luego golpeó a Ryan en el hombro. —¿Está todo bien? Cuando Ryan se volvió, Chase notó que la cara del chico estaba más roja que un coche de bomberos. —Ah, lo siento, sólo estaba tratando… —Creo que algo cayó fuera de tu bolsillo cuando sacaste tu billetera. El alivio invadió la cara de Ryan cuando vio los veinte dólares detrás de su bolsa de equipamiento. —Dios. Gracias. Pensé que tenía suficiente.
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—Sin problema. —Chase se conmovió al ver la emoción de Ryan cuando la mujer le dio su número de concursante. Ryan sonrió a Chase. —Encantado de conocerte. —Nos vemos detrás de las rampas. Chase entregó su tarjeta de PRCA y el efectivo de la inscripción a la secretaria. —Señorita, ¿hay una sección reservada para la familia? —Sip. Sección F, primeras seis filas. Es por orden de llegada. —Gracias por la información. —Buena suerte. Echó un vistazo a su teléfono móvil. Faltaban dos horas para empezar. Envió un mensaje a Ava con la información de la sección de familiares y miró hacia la entrada de cocursantes. Normalmente le gustaba estar detrás de la rampa, hablando con el resto de los jinetes, pero temía que pudieran reconocerlo, así que optó por hacer estiramientos, calentar y encontrar un rincón apartado en los corrales para concentrarse en la competición. Cuando el equipo de amarre comenzó, Chase se paseaba por la cerca trasera hasta que oyó un ruido que sonaba como... arcadas. Dobló la esquina y se encontró al novato inclinado, con las manos sobre sus rodillas. ¿Y Chase pensaba que estaba nervioso? Pobre chico. Él había estado allí. Se apoyó en la barandilla y esperó hasta que Ryan se puso en posición vertical. Con su tez blanca‐ pastosa, el chico parecía un zombi. Chase no dijo nada, simplemente le dio una botella de agua.
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Ryan se dejó caer a su lado. Tomó un trago, lo agitó alrededor de su boca y lo escupió. —Gracias, hombre. —No hay problema. —¿Alguna vez...? —¿Vomité antes de montar? Sip. Por supuesto, siempre me decía que era algo malo que había comido o bebido y, definitivamente no por estar cagado de miedo. —Eso hizo ganar a Chase una débil sonrisa—. Es normal. De hecho, yo creo que lo anormal es no estar temblando dentro de las botas. —¿Sí? —Ajá. Pero el truco es utilizar ese miedo y controlarlo, no dejar que te controle él a ti. ¿Tiene sentido? Ryan asintió. —¿En qué puesto montas esta noche? —Catorce. —Yo monto el dieciséis. Si quieres, puedo ayudarte a tirar de la cuerda. —¿Harías eso? —Le preguntó Ryan con total sorpresa. —No es como si estuviéramos compitiendo uno contra el otro. Estamos tratando de superar a un toro y, desde mi punto de vista, eso nos pone en el mismo lado. —Tienes razón, supongo. Chase lo empujó con su hombro, o lo intentó, pero el chico era robusto y quince centímetros más alto que él. —Yo siempre tengo razón. Venga, vamos a prepararnos para montar algunos toros.
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La carrera de barriles había terminado. La mayoría de los competidores estaba detrás de la escena, dispuestos a echar una mano a quien lo necesitara. Chase observaba como tres de los primeros ocho jinetes cubrían sus toro. A continuación, tres más. El chico rápidamente colocó su mano en posición y la plegó. Un hombre mayor se quedó para ayudar y liberó su agarre sobre el chaleco de Ryan cuando el chico asintió con su cabeza, cubierta con un sombrero. La puerta se abrió y salió. Lo primero que Chase notó fue que Ryan no estaba espoleando mucho, pero permanecía sobre el toro, haciendo coincidir los movimientos de la parte superior de su cuerpo con cada tirón y giro. Cuando sonó el timbre, Chase chilló y voceó con el resto de los jinetes. La puntuación retumbó a través de los altavoces. —¿Qué tal una monta de setenta y ocho para el debut en PRCA de este vaquero de Nebraska? —No es una mala puntuación para un novato. Nada mala en absoluto. Chase se dirigió hasta su rampa y realizó un par de estiramientos antes de asegurar su casco protector. Lo curioso era que, por mucho que se había quejado inicialmente de llevar el casco durante el entrenamiento con Cash, se había acostumbrado a él. —Aquí. Déjame sujetarlo, —dijo Ryan. Una vez que estuvo colocado, Chase se deslizó el protector de la boca y repasó su lista mental por última vez. Buen asiento. Comprobado. Caderas alineadas. Comprobado. Barbilla levantada, brazo arriba. Verificado y comprobado. Listo para el rock and roll. Chase asintió al hombre de la puerta.
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Salieron volando de la rampa, esparciendo polvo. Chase no oía a la multitud. Mantuvo su enfoque, adaptándose a cada mínima maniobra que el toro hacía y, de alguna manera, todo encajó. El toro no era un codicioso18, sino un huido19. O al menos eso pensaba Chase, hasta que el animal casi se puso en posición vertical. Pero apretó los dientes y se mantuvo hasta que el timbre sonó. Tan pronto como le dieron la señal, saltó y se quitó el casco, mirando con los ojos entrecerrados al marcador. Nada todavía. El torero se acercó corriendo con su cuerda de toro y le chocó los cinco. Finalmente, al llegar a la puerta lateral, oyó: —Amigos, tenemos un nuevo líder. Un aplauso para el jinete de Wyoming, Bill Chase, que ha conseguido ochenta y un puntos montando un toro de categoría extraordinaria, traído para ustedes por el Contratista de Ganado Jackson. Chase saludó a la multitud y desapareció en la zona de concursantes, cambiando su casco por su maltratada gorra de béisbol. Se apoyó en la barandilla para recuperar el aliento. Y volver a reproducir la monta mientras estaba fresca en su mente. ¿No es ese el trabajo de Ava como camarógrafa? ¿Proporcionarte la repetición instantánea? Ava. No había pensado en ella en horas. Así que, cuando alguien le punzó en el pecho con fuerza tres veces, medio esperaba encontrarse con sus impresionantes ojos color aguamarina. No tuvo suerte. Ryan punzó el dedo en el esternón de Chase dos veces más. El chico parecía furioso. Antes de que Chase pudiera hablar, Ryan espetó. —Necesito hablar contigo. En privado. Ahora mismo. —Caminó dando pisotones hacia la esquina de los corrales vacíos. Chase le siguió. Codicioso: Dícese del toro que que embiste con vehemencia. Huido: Dícese del toro que esquiva las suertes y rehúye los engaños.
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—¿Qué pasa? Ryan se cernió sobre él. —He querido ser un jinete de toros desde que tenía nueve años. Así que, como cualquier niño que descubrió un sueño, me obsesioné. Observe cada evento de monta de toro en la televisión, incluso me he pasado los últimos cinco años estudiando a los jinetes. —Bajó la voz a un feroz susurro —. ¿De verdad piensas que nadie reconocería tu estilo
de
monta,
Chase
McKay?
—Mierda—.
Estudié tu técnica más que la de cualquier otro jinete, incluyendo a los campeones reinantes. Eres como mi héroe... y en lugar de estar feliz porque al fin llegué a conocerte, estoy cabreado porque estás compitiendo por aquí, mintiéndole a la gente. ¿Estás haciendo esto por diversión? ¿No recibes suficiente adoración montando en las grandes ligas y estando en la televisión todas las semanas? Chase aplastó de inmediato la llamarada de ira. —Entiendo que estés molesto. Pero, si realmente conoces mis porcentajes y cómo monto, entonces también sabes lo mal que lo he estado haciendo. No sólo en los últimos meses, sino en el último año. He tenido un bote lleno de distracciones y tomado algunas decisiones de mierda que afectaron a mi capacidad de concentración. —Lanzó a Ryan una mirada inquisitiva—. ¿Cuándo fue mi última buena monta? —¿Además de ganar el campeonato Man of Steel del año pasado? —Ryan se rascó la barbilla—. Yo diría que Tacoma. En Mala Reputación. Cubriste todos tus toros, y si no fuera por esa única puntuación baja de ochenta, hubieras ganado. —Pero no gané. Ha sido una lucha. Casi como si me hubiera olvidado de cómo montar un maldito toro. No tienes ni idea de lo frustrante que fue para mí. —Chase soltó un lento suspiro —. Mira, no tengo la intención de engañar a nadie. Sólo quiero conseguir montar tantos toros como pueda. Así que te pido por favor que no me delates, Ryan. Toda mi carrera depende de que nadie sepa que soy yo.
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—Jesús. No voy a delatarte. —Suspiró, clavando la punta de su bota en el suelo—. No puedo imaginar como sería ser tú, pero tener que fingir que eres otra persona... Una persona promedio. Alguien menos exitoso. ¿No te sientes raro? —Un poco. Pero principalmente se siente bien montar. —Estuviste mejor que en mucho tiempo. —Gracias. ¿Crees que alguien más reconoció mi monta? —Tal vez. La mayoría de la gente pensará que las similitudes son una casualidad, como lo hice yo al principio. Porque nadie creería que Chase McKay está compitiendo en un rodeo PRCA en Broken Bow, Nebraska. Chase se rió entre dientes. —Es verdad. Es por lo que estoy intentando mantener un perfil bajo con los otros concursantes y con el público. —Eso va a ser difícil de hacer ahora que has ganado, —dijo Ryan. Los oficiales los condujeron de nuevo a la arena para la presentación de los ganadores. El hombre mayor que ayudó a Ryan en la rampa dijo: —Gran monta, chico. —Y ofreció su mano a Chase—. Taz Lashlee. —Encantado de conocerte, Taz. —No te he visto en el circuito. —He estado fuera haciendo otras cosas. Pensé en darle una oportunidad de nuevo. — Chase cruzó los brazos sobre el pecho—. Lo siento, me perdí tu monta. —Yo fui el último. Así que cubrí mi toro. No tan bien como lo hiciste tú, pero estoy contento de haber terminado tercero. 177
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—¿Cuánto tiempo has estado en el rodeo? De la sonrisa de Taz habían desaparecido unos cuantos dientes, lo que no era inusual en el mundo de los jinetes rudos. —Más de lo que es inteligente, de eso estoy condenadamente seguro. Estoy bastante entrado en años para probarlo. —Sonrió de nuevo. —Taz también monta a pelo, —añadió Ryan—. Y está siendo modesto. Ha llegado a la final mundial tres veces. Dos veces a pelo y una vez en la monta de toros. —Eso es impresionante, Taz. Felicidades, —dijo Chase—. ¿Dónde vives? —Aquí y allá. Pasé la mayor parte de mi tiempo en la carretera. Conozco una gran parte de este maravilloso país. Conocí a un montón de buena gente. Entonces Chase lo entendió. Taz era parte de una especie en extinción, hombres tan obsesionados con el rodeo que habían renunciado a algo parecido a una vida normal. El atractivo de la hebilla del campeonato era demasiado fuerte y, como un adicto, Taz no podía separarse de su posible dosis de gloria en el rodeo. Ser un vaquero de rodeo era todo lo que sabía hacer. Todo lo que quería saber. Chase recordó haber estado en un evento con Colby y la conversación que mantuvieron por la noche en el campamento sobre los veteranos que compiten en el circuito. Ambos, Colby y su compañero de viaje, Trevor Glanzer, juraron que lo dejarían antes de dar su vida entera a este deporte. Al ser un nuevo competidor en ese momento, Chase no había entendido nunca la renuncia a la emoción de montar. Pero cuanto más tiempo pasaba en la profesión, más claro tenía su futuro. No quería ser ese tipo de hombre… el canoso cincuentón o sesentón como tantos perros de rodeo… viviendo en su camioneta, sin nada que mostrar de su vida, excepto dolores, achaques e historias sobre la vida en la carretera. Entonces, ¿cuántos años buenos le quedaban? ¿Qué iba a hacer con su vida? ¿Su futuro? —Te has quedado horriblemente callado, —dijo Taz—. ¿Estás bien? Chase le ofreció una sonrisa. 178
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—Sí. Acabo de recordar que tengo que encontrarme con alguien. —¿Alguna fémina? —Le preguntó Taz, lanzando codazos y guiños lascivos a Ryan. —En realidad, sí. Un placer haberlos conocido muchachos. —¿Vas a cabalgar por aquí otra vez? —Voy a estar fuera de Nebraska hasta el segundo día del evento en Scottsbluff el próximo fin de semana. El rostro de Ryan se iluminó. —¡Grandioso! Estaremos allí también. —Nos vemos entonces. —Chase enganchó su bolsa de equipamiento y salió de la zona de concursantes. No había hecho más que traspasar la puerta cuando tres mujeres lo rodearon. El viejo Chase hubiera sonreído encantadoramente, coqueteando descaradamente, haciendo planes con una o todas las rollizas conejitas de hebilla. El nuevo Chase mantuvo la cabeza baja después del comentario, —Bonita monta, vaquero, —y las esquivó. Pero las determinadas mujeres lo siguieron, charlando como cuervos, al parecer sin importarles que él tuviera que estar en otro lugar. Alzó la vista para ver lo lejos que estaba de las gradas y la vio. Ava. Cristo, ella le quitó el aliento. Chase tuvo unos tres segundos antes de que la bella Ava se lanzara contra él. La envolvió en sus brazos y la apretó. —¡Qué gran monta! Estuviste increíble. Parecías tener el control totalmente. La soltó, pero depositó un rápido pico en su boca antes de encontrarse con su mirada.
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—Te gustó verme teniendo el control, ¿eh? Un suave rubor se esparció sobre sus mejillas. —Lo grabé, pero el ángulo no era muy bueno, así que no sé cómo ha quedado. —Estoy seguro de que va a estar genial. —En ese momento Chase notó la hostilidad que fluía de las conejitas de hebilla. Acercó a Ava a su lado antes de abordar al trío detrás de él—. Señoras, que tengan una gran noche. —Entonces se alejó con Ava, deteniéndose debajo de las gradas. Ava lo empujó contra la pared de cemento y acercó su cara a la de él. —¿Siempre es así que para ti? ¿No importa si te afeitas a rape, o te dejas crecer una barba más fea que la mierda al estilo ZZ Top, o te vistes como Charlie Brown, las mujeres de todas las edades todavía harían fila para tener una oportunidad contigo, verdad? Inseguro de qué responder, se puso incómodo. Los ojos de Ava buscaron los suyos. —¿Qué? —Y me besaste de nuevo. Inesperadamente. Cerrando los ojos, Chase dejó caer la cabeza contra la pared. —Te has dado cuenta, ¿eh? —Gran respuesta, McKay, sobre todo cuando no tienes excusa. Entonces los labios cálidos y suaves de Ava presionaron contra los suyos. Él reprimió un gemido. Combatió el impulso de girarla, inmovilizarla contra la pared y besarla hasta que se le nublara la vista. Ella se echó hacia atrás y Chase abrió los ojos. Ava sonrió.
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—Te lo advierto. Si me robas un beso, yo también lo haré. Cualquier cosa que me hagas, yo te la haré a ti. Maldita sea, ella era un infierno para sus buenas intenciones. —Entonces, no más besos. Algo parecido a la resignación revoloteó en sus ojos. —¿Estaremos mañana temprano de vuelta en la carretera? —Sip. Tenemos un trasnocheo para la semana que viene. —Suena como si estuvieras en un territorio familiar. Chase se detuvo y la miró fijamente. —¿Eso fue un disparo para mí? Ella le dio un puñetazo ligero en el brazo. —Los amigos se lanzan mierda todo el tiempo. Aguántalo, vaquero. Vamos a alimentarte, así se te pasa ese mal humor.
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CAPÍTULO 12
Un rodeo por la tarde dio paso a una inusual mala noche. Acababa de ponerse su último par de vaqueros Cinch limpios, cuando dos golpes precedieron a Ava abriendo la puerta y bailando el vals dentro del baño. Era una maldita buena cosa que no se hubiera quedado demorándose en bolas. —Ey, Chase, oh, lo siento... No parecía lamentarlo particularmente mientras contemplaba su pecho. Antes de que él retrocediera para recoger su camisa, Ava trazó una magulladura fresca en la curva inferior de su caja torácica. Su piel se estremeció debajo de su caricia. —¿Es este el único moretón que tienes hoy? —Susurró. —Supongo. Realmente no miré. —¿Entonces no te duele? —Nop. Sus hermosos ojos escépticos conectaron con los suyos. Chase le cubrió la mano con la suya sobre su estómago. —No estoy siendo un tipo duro para impresionarte, Ava. Muerdo el polvo con los toros todas las semanas, así que normalmente tengo dolor en un lugar u otro, —dio un paso atrás—. ¿Tienes hambre?
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—Sí, y por favor dime que tienes un restaurante real en mente y no sólo una parada en el Qwickie Mart20 para más semillas de girasol y regaliz. Él sonrió. —Veo un vislumbre de la presumida chica de California, pero de hecho, he oído hablar de un supper club llamado Steakʹn a Claim. —Y dime, por favor, ¿qué es un supper club? —Se come en un lado y hay entretenimiento y un bar en el otro lado. ¿Es algo en lo que estarías interesada? —¿No tienes miedo de que nos reconozcan? Probablemente se lo merecía, ya que deliberadamente había tratado de pasar desapercibido desde la primera semana en el camino. —Si no quieres ir, Hollywood, sólo dilo. Ava se irguió en toda su ventaja de altura de siete centímetros y medio y lo enfrentó. —Sólo hice una pregunta, McKay, así que no te pongas irritable. —Los hombres no se irritan. Los hombres se cabrean. Ella le dio un golpecito en el pecho. —Está bien. No te cabrees. —Bien. Entonces, ¿eso es un sí o un no? —Sí. ¿Qué se supone que debo ponerme? Sus largas piernas estaban encerradas en jeans ajustados. Llevaba un top que ondulaba con remolinos plateados y azules que le recordaban al océano. 20
El Kwik‐E‐Mart (El Badulaque en España y El Mini‐súper en Hispanoamérica) es un supermercado ficticio en la serie animada Los Simpson. 183
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—Estás genial ahora mismo. Ava puso los ojos en blanco. —No tengo ni un poco de maquillaje, mi pelo está recogido con un clip y llevo sandalias. —Estás tratando de no llamar la atención, ¿recuerdas? Vítete glamoroso, viéndote como la estrella de Hollywood que eres, y captaremos más la atención. —Él se puso de puntillas y besó su frente—. Además, no necesitas toda esa basura de todos modos. Siempre estás hermosa. —Esa dulce mierda, —lo imitó—. ¿Cuánto tiempo tengo antes de que estés listo para irnos? —Tan pronto como tenga las botas puestas. —Voy a cambiarme los zapatos también. Chase se metió la cartera en el bolsillo de atrás y, tal vez por primera vez desde que salía con mujeres, no hizo una doble comprobación de su suministro de preservativos. El lugar estaba repleto y consiguieron la última mesa. El menú era bastante básico. Diferentes cortes y tamaños de bistec. Pollo frito. Pasta. Mariscos. La especialidad de la casa era el pollo frito y el bistec de búfalo, servido con puré de patatas, salsa y una ensalada de brócoli frío. —Todo se ve bien. Estoy demasiado hambrienta para elegir algo. —¿Confías en mí para que pida por ti? —Le preguntó Chase. Ava dobló su menú y puso los codos sobre la mesa. —Por favor.
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La camarera dejó dos vasos de té de melocotón helado, y Chase vertió tres azucarillos en el suyo. —Es un lugar fantástico. —Bastante convencional para una pequeña ciudad del Medio Oeste. Trato de encontrar lugares como este en lugar de comer en restaurantes de comida rápida cuando estoy en la carretera. Ella murmuró algo mientras se concentraba siguiendo los movimientos de alguien al otro lado de la habitación. —¿Ves a alguien conocido? —Bromeó él. —Veo a alguien que me gustaría conocer, —ronroneó Ava—. Un buen, buen espécimen de vaquero. Los celos hicieron a Chase girar la cabeza para ver al hombre que le había llamado la atención. —¿Dónde? —No importa. Se ha ido. —Tal vez tengas suerte y te topes con él en el bar. —Jesús. ¿Qué demonios le había poseído para decir eso? Miró hacia arriba y vio que Ava le miraba con escepticismo. —¿Qué? —Le dijo. —Me doy cuenta de que sólo somos amigos, Sundance, pero ¿no tienes ningún problema en verme bailar lento con otro tipo? ¿Ante tus ojos? Chase esperaba que su encogimiento de hombros pasase por indiferencia. —¿Y si la química sexual fuera extraordinaria y quisiera irme a casa con él? La idea de que un tipo cualquiera la tocara de todas las formas en que Chase se imaginaba tocándola, le hizo apretar los dientes y pulsar sus glóbulos oculares. Rasgó
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dos paquetes más de azúcar y los arrojó airadamente en su té, agitando violentamente el líquido. —Tanto azúcar no es bueno para ti. —Tampoco lo es una enfermedad de transmisión sexual que puedas pillar de alguna perdedora rata de bar. —¿En serio? ¿Chase “rabo” McKay me está advirtiendo? Él levantó la vista. —No. Lo siento. Obviamente, no puedo decirte qué debes hacer, aparte de advertirte de no traer a ningún tipo extraño a la habitación de motel. —No quiero discutir contigo, pero no voy a mentirte tampoco. Si bien este viaje por carretera está cumpliendo con algunas de mis necesidades, no está cumpliendo con todas ellas. Puedo satisfacer cada una de tus necesidades y algo más. Cuando Ava se inclinó sobre la mesa, Chase pudo ver tan abajo en su camisa que juraría que alcanzó a vislumbrar un pezón. —No tuve sexo en cuatro meses, Chase. No me daba cuenta de lo mucho que me estaba perdiendo hasta que no lo tuve. Es como si mi cerebro estuviera en un continuo bucle imaginando ásperas manos acariciando mi piel, deseando ardientemente dulces y perezosos besos, o besos calientes y duros, necesitando una intensa conexión cuerpo a cuerpo. —¿Qué es exactamente lo que estás tratando de hacerme? —Medio gruñó él, odiando… y encantado… que le hubiera puesto esas imágenes gráficas en la cabeza. —¿Qué? Nosotros somos amigos. Estoy compartiendo mis frustraciones contigo — Ava parpadeó inocentemente—. Oh, guau. Lo siento. Por un momento me olvidé de que tú eres el capitán de la USS Abstinencia... Bueno, de todos modos, tu falta‐de‐sexo es una situación auto‐impuesta, la mía no lo es. Y no creo que deba sufrir por tu elección. 186
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La comida llegó. Chase observó a Ava devorar cada bocado tratando de ignorar los pequeños gemidos felices que susurraba, recordándole el sexo. Diablos, todo en ella lo hacía pensar en sexo. Ava hizo a un lado su plato vacío. —Tienes razón. Será divertido pasar un rato en el bar. Yupii. Era un idiota. Ahora pasaría el resto de la noche observándola atraer a los palurdos locales. —¿Disculpen? —Ambos miraron a la joven mujer que estaba en el extremo de la mesa—. Esto puede sonar extraño, pero mis amigos y yo nos preguntábamos si eres... Chase se preparó. Aquí venía. Debería haberlo pensado mejor antes de aparecer en un lugar público, incluso en un garito rural, con la radiante Ava Cooper. —Claro, me encantaría tomarles una foto, —dijo Ava, sacando a Chase de sus aprensivos pensamientos—. ¿No es maravilloso que sus amigos la hayan invitado a salir para celebrar su cumpleaños? —Le apuntó Ava a Chase. Enormemente aliviado, le ofreció a la cumpleañera una sonrisa sincera. —Mientras tomas las fotos, voy a pagar la cuenta. —Agarrando la factura, se puso de pie y arrojó un billete de diez en la mesa como propina. Ava se levantó de la mesa. Con los cinco centímetros de sus botas añadidos a su altura, Ava se alzaba sobre él por unos trece cetímetros. Se inclinó un poco hacia delante y puso la boca en su oído. —Confiesa, vaquero. Te preocupaba que alguno de nosotros hubiera sido reconocido. Su aliento caliente envió un hormigueo directamente a su polla. Resistiendo la tentación de volver la cabeza y presionar un beso en la base de su cuello, la esquivó.
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—Nos vemos por ahí. Chase consiguió una mesa alta en medio de la sala, con la barra y la pista de baile a la vista. Una de las cosas que había notado a lo largo de los años, era que los clientes habituales de los pequeños bares de pueblo eran una mezcla diversa de personas. Los viejos se mezclaban con los más jóvenes. Nadie actuaba muy estirado, frío o distante. Ni llevaba ropa de moda, aunque algunas damas solteras se habían puesto vestidos ceñidos y diamantes de imitación para una noche en el pueblo. Él buscaba a propósito lugares como éste, como un recordatorio de que verdaderamente la tierra de los vaqueros existía. Pequeños pueblos donde el trabajo duro y la integridad eran tan apreciados como un título universitario. Donde las botas, los pantalones vaqueros y los sombreros se utilizaban como ropa de trabajo y como ropa formal. Donde nadie te miraba raro por pedir una cerveza barata, porque la mayoría de la gente tenía un presupuesto. Donde tu vecino se aseguraría de que llegases a casa con seguridad si habías bebido un poco de más. ¿Podría Ava ver eso? ¿Entenderlo? ¿Lo encontraría pintoresco? ¿O pueblerino? Ava se deslizó junto a él con un ronco, —Hola. —Ey. ¿Qué te gustaría beber? —No lo sé. Daré una vuelta hasta el bar y veré lo que tienen. Él levantó una ceja. —¿Estás segura de que vas al bar buscando un... trago? —Sí. Pero no estaría de más comprobar mis otras opciones. —No hay una gran cantidad de opciones. Es una noche aburrida. —Entonces ¿has estado investigando para mí? —Le preguntó vacilante.
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—Un hombre que examina a otros tipos en un garito como éste conseguirá que su culo sea lanzado afuera antes de que puedas decir Brokeback21, confía en mí. Ava se rió. Le encantaba oír su risa. Era dulcemente melódica y aún completamente desafectada. La camarera se detuvo, y Ava habló con ella en voz baja antes de pedir. —¿Qué has decidido? Una secreta sonrisa floreció y entonces ella centró su atención en otra parte. —¿Ves a ese tipo de la camisa a cuadros rojos? ¿A tu izquierda? ¿Qué piensas de él? —¿Él? ¿En serio? Es demasiado viejo para ti, —Chase dejó que su mirada vagara, actuando como si estuviera siguiéndole el juego Ava‐encuentra‐a‐un‐tipo‐para‐follar, cuando con toda probabilidad, él sacaría a patadas a cualquier hombre que le pusiera una mano encima—. ¿Y el tipo de la camisa azul brillante? —Puaj. Tiene barba de ZZ Top. Y creo que tiene restos de comida en ella. —¿No te gustan las barbas? —Sólo en Abraham Lincoln, Van Gogh y en la anteriormente mencionada pequeña banda de Texas. —Podrías haberme dicho que odias la perilla que me estoy dejando crecer, —le dijo con algo de brusquedad. Ella estiró la mano y acarició tiernamente su barba crecida. —No dije eso. Me gusta. Tus labios están perfectamente enmarcados y se ven tan besables. Me pregunto si sería suave o áspera. Chase no se movía. Demonios, ni siquiera respiraba mientras los dedos repetidamente acariciaban su rostro, todo su rostro, no sólo la parte con exceso de vello. Se refiere a la película Brokeback Mountain. Se aplica cuando se cuestiona la masculinidad de un hombre.
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—No puedo creer lo espesa que está. Dios, ¿cuántas veces te tienes que afeitar al día? —¿Cuándo estoy de gira? Por lo general, dos veces. No puedo soportar cómo se siente el escozor de la barba en mi cara. —Me gustaría sentir el escozor de tu barba en mi cara, —le susurró. Tal vez no había querido decir eso en voz alta. O tal vez sí. La camarera colocó una servilleta sobre la mesa y apoyó un vaso sin pie en el centro. —Al barman le tomó un momento descifrar cómo hacer esto, —sonrió—. No hay muchas peticiones de esta bebida por aquí. Cuando Ava abrió su bolso para pagar, Chase puso la mano sobre la de ella. Sacó dinero del bolsillo de su camisa y lo dejó caer sobre la bandeja. Ava no habló hasta que la camarera se fue. —Puedo pagar mis propias bebidas, Chase. —Lo sé. También puedes abrirte la puerta y pagarte la cena, pero eso no sucederá esta noche, así que supéralo. Sorprendentemente, ella no discutió. Tomó un sustancioso sorbo de su bebida y le dijo, —Guau. Está bueno. —¿Qué es? —Átame a la cama y fóllame. Chase se ahogó con su cerveza. Se atragantó con tanta fuerza que Ava tuvo que darle una palmadita en la espalda. —¿Qué carajo acabas de pedirme que te haga? 190
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—Yo no te pedí que me hicieras algo, porque sabía que ibas a decir que no. El nombre de mi bebida se llama Átame a la cama y fóllame. Sus ojos se estrecharon. —Mentira. Ella levantó su mano con la postura de honor de un explorador. —Fue la bebida du jour22 en la fiesta de despedida de soltera de mi amiga Bella. Y si no me crees, pregúntale a la camarera. Seguro. Ava sólo quería oírle decir el nombre de la bebida en voz alta. En un bar lleno de paletos borrachos. Ni pensarlo. Se quedaron observando a los bailarines durante tres canciones. Ava se inclinó más cerca. —¿Ves a esa pareja de ancianos vestidos con camisas azules a juego? —Él asintió con la cabeza—. ¿Cuánto tiempo crees que han estado juntos? —Probablemente toda su vida. ¿Por qué? Ella lanzó un suspiro melancólico. —Son magníficos. Así, tan en sintonía el uno con el otro. No puedo imaginar lo que sería tener esa conexión tan sólida cada día. Me gustaría tener mi cámara de video para poder captar su felicidad. Tal vez Ava entendía realmente más de lo que él creía. —Por cierto, ¿cuándo planeas enseñarme a bailar foxtrot? —No voy a hacerlo. —¿No bailas? du jour: del momento.
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—Sip. Ella frunció el ceño. —¿Pero no quieres bailar conmigo? —Olvídalo, Ava. Por supuesto que no lo hizo. —No voy a soportar ese comportamiento prepotente. Me estás haciendo enojar. Responde la pregunta. ¿Por qué no quieres bailar conmigo? —Porque soy petiso, —espetó. Pasaron alrededor de veinte segundos antes de que ella estuviera en su rostro. —¿Eso es todo? ¿Esa es tu razón para no bailar conmigo? Aquí es donde te digo que no es una razón válida. Esa es una razón de mierda. —Es una razón válida para mí. Cristo, Ava, eres unos buenos diez centímetros más alta que yo, cuando no usas esos zapatos con tacones fóllame de siete centímetros. No voy a hacer un maldito espectáculo de mí mismo contigo elevándote por encima de mí, como si yo fuera un enano de bolsillo que consigue placer enterrando el rostro en tu pecho. No importa lo mucho que me lo pidas. —Maldita sea. No era un buen momento para soltar esa confesión—. ¿Quieres llamar la atención sobre nosotros? Confía en mí, eso lo haría. —Chase. No quise decir… —Eres hermosa, perfecta y una diosa de California, ¿de acuerdo? Tú nunca tendrás que lidiar con el complejo de inferioridad, como hacemos el resto de los mortales. —Eso no es justo. Él bebió, negándose a dejarse enredar por ella.
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—Así que si estuviera sin tacones y tú llevaras las botas de tacón que tienes ahora. Entonces, ¿bailarías conmigo? —¿Por qué estás tan interesada en querer bailar conmigo, Hollywood? Ava abrió la boca. Luego la cerró. —Me gusta bailar. Bailar con mis amigas en los clubes de Los Ángeles no es como bailar cerca de un hombre. Sólo pensé que podría ser divertido. Supongo que estaba equivocada. —Y, diciendo esto, se fue. Vaya manera de ser un cabrón. Mientras Chase estaba pensando alguna encantadora disculpa, una voz femenina le dijo. —Oye, yo te conozco. La mujer estaba probablemente en la mitad de los treinta años. Tentador cabello rubio con laca. Pesado maquillaje brillante. Una camiseta ceñida de corte bajo que delineaba unos pezones duros. ¿Su primer pensamiento? Era un clon. Intercambiable con el noventa por ciento de las mujeres con las que había estado en la última década. Infierno, podría haber estado realmente con ella. ¿Y no lo convertía eso en el peor tipo de prostituto? Chase negó con la cabeza. —Lo siento. Me has confundido con otra persona. Su boca, densamente cubierta con lápiz labial rosado, se curvó en una sonrisa mientras apoyaba sus tetas en la mesa. —Conozco a mis vaqueros de rodeo. Los jinetes de toros son mi especialidad. Incluso un bombón como tú no puede esconderse en Pine Bluff, Wyoming, sin esperar que sus fans lo reconozcan. Eres Chase McKay. —Maldita sea. Chase tomó un trago para humedecer la repentina sequedad de su boca—. No te preocupes, amor, tu secreto está a salvo conmigo. 193
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—¿Qué secreto? —Susurró Ava, deslizando posesivamente la mano por sus hombros—. Siento haberme ido por tanto tiempo, cariño. ¿Me echaste de menos? Sonrió al oír, precisamente a Ava, imitando el dulce y suave acento sureño. —Nada. Un caso de identidad equivocada. —No estoy equivocada, —replicó la mujer—. Tú eres Chase McKay, el jinete de toros de la PBR, ¿no? Ava exclamó. —Oh, cariño, desearía que lo fuera. Este es sólo mi viejo y aburrido Bill. Que es el señor Calzón Gruñón esta noche. ¿El señor Calzón Gruñón? ¿Qué mierda? Inclinándole el sombrero hacia atrás ligeramente, Ava lo besó cuatro veces, cada beso un poco más largo. —Sólo tenemos a la niñera durante otra hora, Billy. ¿Qué te parece si nos vamos yendo para el camión? Conozco cómo poner una sonrisa en la cara del papá de mi bebé. —Lo siento, me equivoqué, —dijo la mujer y se alejó. Los ojos de Ava se iluminaron con el triunfo. —Si quieres salir del apuro, será mejor que nos fuéramos ahora mismo. Y por el amor de Dios, actúa como si no pudieras esperar para tenerme desnuda y joderme. Reprendido y aún excitado, Chase se puso de pie, manteniendo el brazo de Ava sobre su hombro. Apretando los dientes para soportar las miradas respecto a sus diferencias de altura, enroscó un brazo alrededor de su cintura conduciéndola afuera. Después de entrar al interior de la cabina del camión, Ava dijo. —¿Todavía eres el Sr. Calzón Gruñón? Él gruñó. 194
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—Cristo. ¿En serio? ¿Tenías que llamarme Sr. Calzón Gruñón? —Tuve que preparar el escenario. Además, funcionó, ¿verdad? —Sí. —Bueno, salió algo bueno de que exhibiera sus tetas ante ti y yo corriera a interferir para proteger tu virtud. —¿Qué fue? —Me impidió preguntarte si la gran carga que llevas sobre tus hombros por ser un hombre de baja estatura te pesa cuando estás montando un toro tanto como lo hace el resto del tiempo. —Ouch. Golpe directo—. Por otra parte, podríai haber dicho simplemente gracias por una gran cena y dejarte cavilando, mientras yo merodeaba a la excelente selección de traseros en Wrangler. Pero no pude hacerlo, ya que estaba demasiado ocupada salvándote de otra de tus aduladoras fans femeninas. —Mira, lo siento… —Ahórratelo, —Ava bostezó y se dio la vuelta, tratándolo con la frialdad que se merecía.
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CAPÍTULO 13
Ava había pasado un lindo momento con Chase anoche en el supper club, a pesar de su negativa a bailar con ella. No se le había ocurrido que el jinete de toros, aparentemente tan seguro de sí, tendría un complejo con su altura, o la falta de ella. Era más alta que muchos de los hombres con los que trabajaba. Y Chase era tan condenadamente guapo, tan musculoso, tan encantador, que parecía más grande que la vida. Probablemente una decisión inteligente por su parte, evitando terminar aplastados cuerpo a cuerpo mientras se balanceaban sobre la pista de baile. Ava había mantenido la compostura, siguiendo sus amistosas pautas, incluso siguiéndole el juego cuando él había comenzado a escoger potenciales conquistas para ella. Pero rápidamente fue evidente que ningún hombre en el tugurio estaba a la altura de Chase McKay. También era evidente que las mujeres interesadas en el llamativo vaquero no se sentían intimidadas por el hecho de que Chase estuviera con ella. No era de extrañarse que pudiera acostarse con una mujer diferente cada noche si las damas constantemente le estaban coquetando. ¿Qué hombre de sangre caliente no tomaría cada perversa cosa que se le ofrecía libremente? Excepto que él no está tomando nada de ti después de haberte ofrecido. Varias veces. De diferentes formas. Como si ella necesitara ese recordatorio. No era diferente de cualquier otra mujer, sufría regularmente de cuestiones de autoconfianza, de desagrado con su cuerpo, de problemas con las citas. La gente asumía que dado que tenía una carrera de alto perfil y una vida supuestamente glamorosa tendría hordas de hombres compitiendo por su compañía. Pero en realidad era todo lo contrario, raras veces tenía citas. Tal vez no la invitaban a cenar porque los hombres temían que los rechazase de plano, cruelmente. Tal vez los hombres asumían que ya tendría emocionantes planes con otras 196
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celebridades. Tal vez los hombres huían despavoridos por su cuenta bancaria. Tal vez los hombres pensaban que era tonta por no haber terminado la universidad. Tal vez los hombres la asociaban con el papel de devoradora de hombres que representaba en la televisión. Tal vez su verdadera personalidad era demasiado extraña. Tal vez su verdadera personalidad era demasiado abrasiva. O peor aún, tal vez ella no tenía una personalidad en absoluto. Guau. ¿Demasiado insegura? El problema era que... una vez que esas inseguridades salían a la superficie, se multiplicaban. Tal vez los hombres eran cautelosos por temor a convertirse en carne de tabloides si se citaban públicamente con ella. Tal vez los hombres estaban hartos de las rubias tetonas. Tal vez debería perder cuatro kilos, cambiar completamente su guardarropa por uno cachondo y entonces tendría hombres cayendo a sus pies. Tal vez podrías agitar tu varita mágica del departamento de utilería y generar la paz mundial. Toda esta negatividad y conjeturas no están ayudando. Nunca necesitaste de la aprobación de un hombre para sentirte segura o definirte en ningún nivel… personal o profesionalmente. Eso no era cierto. Había logrado fingir ese aire de autoconfianza con muchos de sus propios pares… al menos cuando se trataba de su carrera. Pero fracasaba miserablemente a la hora de tomar la actitud de ¿soy‐tan‐caliente‐no‐me‐deseas‐bebé? en torno a los hombres. Con un guión podría actuar de forma descarada y sexy. No era tan fácil en el mundo real. ¿No era patético? Incluso el pequeño trozo de confianza en las relaciones que había ganado siendo la novia de Jake se había desvanecido tras la historia sensacionalista que se desencadenó. Por esos meses que había estado casi en pareja, se había sentido bien consigo misma, a sabiendas de que un hombre guapo y deseable como Jake se sentía atraído por ella. ¿Esto no la hacía bella y deseable también a ella? Lo que más tarde, en cierto modo, la hizo sentirse patética por haber necesitado tan desesperadamente un reconocimiento como para haberse perdido las señales de advertencia en su relación. Antes de que Jake entrara en escena, se había jurado a sí misma salir de Hollywood y encontrar a un hombre que no estuviera en la industria del entretenimiento. Como la 197
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mayoría de las mujeres solteras la mortificaba la idea de pedirles a sus padres que arreglaran alguna cita. Así que había estado cerca de suscribirse a un servicio privado de citas. Había pasado demasiadas noches de fin de semana sola en pijama viendo la televisión y comiendo helado directamente del envaso. ¿No sería esto un gran titular en un periódico sensacionalista? La actriz Ava Cooper… ¿por qué Ben & Jerry23 son los únicos hombres en su vida? Maldita sea. Por primera vez en años Ava se sentía totalmente cómoda siendo ella misma alrededor de un hombre por el que se sentía salvajemente atraída. Sí, había estado divertida y coqueta, sexy incluso, pero esto no se sentía como una actuación. Había corrido el riesgo de mostrarle a Chase la verdadera Ava. Él no había salido corriendo pensando que era un bicho raro, sin embargo la había relegado a la “zona de amigos”, probablemente para siempre. Podía decirse a sí misma una y otra vez que su negativa a convertirse en su amante no era nada personal, pero esa herida parte femenina de su interior se lo tomó muy a pecho. El problema era que no sabía qué hacer al respecto. ¿Debería provocar a otro hombre con la esperanza de que prendiera fuego las sábanas con ella? Esta idea le resultaba poco atractiva en este momento, aun cuando muchos de los vaqueros que se habían cruzado en su camino habían dejado muy claro que les encantaría darle una cabalgata. Desear lo que no se puede tener sólo haría que este viaje terminara siendo lamentable. Y este viaje no se trataba sólo de conseguir revolcarse con Chase McKay. Eso también era cierto. Disgustada por dejarse llevar por la autocompasión, se centró en la tarea que tenía entre manos para el día de hoy… encontrar un motel dentro de su presupuesto. Chase vagaba comprobando el rudo ganado del contratista. Ava no se sintió satisfecha enviándole mensajes de texto y lo llamó.
Ben & Jerry: marca comercial de helado.
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―Ey, nos encontré una habitación. En realidad, hice comparación de precios. Este lugar no es tan bonito como en el primero que vi, pero tiene conexión Wi‐Fi gratis. Lo divertía como el infierno que sonara tan condenadamente orgullosa de sí misma. ―¿Es de menos de cien dólares? ―Por supuesto. Sería agradable si tuvieras un poco de confianza en mí, Sundance. De todos modos. Estoy muerta de hambre. Probablemente voy a tratar de encontrar algo saludable antes de ir al reciento del rodeo. ¿Quieres que te lleve algo? ―¿Si es saludable? Infierno, no. Creí ver un par de tentadores antojitos mientras pasaba delante de los stands de los proveedores. ―Estamos hablando de golosinas, ¿no? ―Le dijo ella bruscamente. ―Sería agradable si tuvieras un poco de confianza en mí, Hollywood ―replicó él. ―¿Demasiado confiado, no? ―Eso nos compite a ambos. ―Esto nos compite también. Por favor, ten cuidado esta noche, Chase. Promételo. Conmovido por su genuina preocupación, le dijo bruscamente, ―Lo prometo. ―Bien. Y espero que compartas tu idea de un tentador antojito conmigo después de que el rodeo termine. De ninguna manera iba a confesar que ella era la cosa más tentadora en su vida ahora mismo. Imaginando su hermosa silueta extendida desnuda sobre su cama mientras adoraba cada milímetro de su cuerpo. Con sus manos. Con su boca. Con su lengua. Por lo menos dos veces. ―¿Chase? ¿Sigues allí? ―Sólo pensaba en el antojito que te voy a ofrecer. 199
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―¿Me puedes dar una pista? ―Es largo, duro y lleno de una dulce crema blanca. Ava suspiró ensoñadoramente. ―¿Soy pervertida por admitir que no puedo esperar para envolver mis labios alrededor de ello y saborearlo? Él se rió entre dientes, incluso mientras interiormente gruñía por la sexy imagen mental que ella proporcionó. ―Puedes dar por seguro que será una gran sorpresa. Nos vemos más tarde. ―¿Te das cuenta que tienes que permanecer sobre el toro un total de ocho segundos y no bajar a los seis punto nueve? ―le dijo Ava después de salir de la zona de concursantes. ―Qué graciosa, ―Chase intentaba no cojear, pero se había subido a un verdadero destructor de culos. ―Es una mierda que no pueda pasar detrás de las rampas. ―Eso es lo que me has estado diciendo. Después de cada actuación, ―le respondió secamente―. Continuarás con esa suerte de mierda a menos que milagrosamente puedas demostrar que eres una contratista de ganado, un promotor o un miembro de los medios de comunicación. Ava se detuvo y lo miró. Sus ojos se estrecharon. ―¿Has estado husmeando en mi ordenador? ¿Por qué carajo ella le preguntaba eso? ―No. ―¿Miraste siquiera en algunas de las montas los correos electrónicos que te envié? 200
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Probablemente no sería prudente admitir que tenía pendiente de ver varios de los rodeos que ella había filmado con tanto esfuerzo. Pero estaba montando unas cien veces mejor que hacía apenas dos semanas. Arrastraba suficientes supersticiones de rodeo como para temer que observarlo pudiera maldecir su racha de buena suerte. Así que lo eludió. ―Vamos, cosita dulce. Es hora del antojito que te prometí. ―La condujo a un puesto de comida en el recinto de las carnavas―. Llevaremos dos Twinkies24 fritos. ―Eso no es lo que esperaba después de tu descripción, Sundance. ―Lo noté, Hollywood. —Chase pagó y entregó el pastelito a Ava, advirtiéndole—, cuidado. Está caliente. ―Tal vez simplemente lo soplaré un poquito. —Levantó el objeto con forma fálica acercándolo a sus labios fruncidos. Esto fue una mala idea. ―O, tal vez sería mejor si le chupo apenas la puntita. Esa siempre es la mejor parte. —Abrió la boca y esos lujuriosos labios rosados encerraron el extremo. Sus mejillas se ahuecaron cuando chupó emitiendo roncos gemidos de satisfacción. Entonces lamió todo el camino alrededor de la cabeza. La punta. No, del extremo del Twinkie. Maldita sea. Chase no podía apartar los ojos de esa ávida boca, de sus dientes pellizcando y de su lengua serpenteando. ―Ups. Será mejor que tenga cuidado de no dejar que esta dulce crema caliente explote y se chorre sobre mis labios antes de que tenga la oportunidad de tragármelo todo. Esto era una jodida tortura y ella lo sabía. Manteniendo sus ojos en los de él, Ava abrió la boca y todo el Twinkie desapareció en el interior. Twinkies: pastelito relleno de crema.
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Carajo. Lo estaba empujando profundamente hasta su garganta. Entonces lentamente, sensualmente, lo deslizó otra vez, un poquito a la vez, y se lamió los labios. ―Mmm. Tenías razón. Esto es delicioso. Chase tuvo que apartar la vista cuando ella empezó a chupar ruidosamente otra vez. Estaba duro como un jodido poste sólo de verla. Contó hasta cien antes de volver a mirarla. Error. Había comido hasta la mitad del Twinkie y sumergía su lengua adentro antes de lamer el borde exterior. Sus ojos bailaban con picardía pura. ―¿Le pasa algo a tu Twinkie, Chase? Momento de una pequeña venganza. ―No, en absoluto. Sólo esperaba que se enfríe. Mira, mi parte favorita es el centro caliente y jugoso. Me gusta saborearlo lentamente, lamiendo de abajo hacia arriba algunas veces antes de que enterrar mi lengua profundamente. Se quedó helada. Chase levantó su Twinkie y lo recorrió de arriba a abajo con la punta de su dedo índice, creando una pequeña grieta en la masa. Entonces separó las dos secciones, inclinó la cabeza y lamió la raja hacia arriba y volviendo a bajar. Tres veces. Se detuvo en el centro para chupar con gusto. Levantó la boca y gruñó: ―Dios, me encanta. Adoro tener mi cara cubierta de viscosidad. Amo sentir la dulzura que deslizándose por mi garganta. —Ava tomó una profunda respiración—. Tan caliente. Tan suave. Tan sabroso. ―Bloqueó la mirada con la de ella mientras lamía cada pedacito del relleno. Oh sí. Por la forma en que su cuerpo se movía de un lado a otro, mira quién estaba toda caliente e incómoda, ahora. ―¿Te sientes bien? Dejaste de comer.
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―Umm. Estoy llena. —Caminó hasta la basura y arrojó la última mitad de su Twinkie. Chase se comió el resto rápidamente porque realmente le encantaban esas malditas cosas. Cuando Ava volvió lentamente hacia él, los ojos de Chase se centraron en un punto blanco en su boca. ―Estás mirándome. ¿Tengo algo en la cara? ―Si. Te quedó una manchita en los labios. Ava se frotó los dedos por la boca. ―Ven aquí. Yo lo haré. ―Chase debería haber utilizado su pulgar para limpiarla. Pero algún instinto primario lo instó a usar su boca. Curvó la mano a un lado de su cara, usando la lengua para seguir la curva inferior de su labio. Mordisqueó la comisura de su sonrisa, saboreando el dulce relleno de crema y la dulzura de su boca. Esta mujer lo volvía del revés. Todo en ella lo tentaba de formas que nunca había sido tentado. Permanecieron así durante un largo momento, ninguno de los dos dispuesto a romper la tenue conexión. ―Gracias, ―dijo Ava suavemente―. Hubiera sido embarazoso andar por ahí con una mancha blanca en la boca. ―Especialmente cuando ambos sabemos lo que parecía, —murmuró Chase. ―¿Crees que la gente habría comprobado si tenía las rodillas sucias también? ―Probablemente discretamente. Entonces ellos me estarían mirando a ver si llevaba una gran sonrisa. ―Discretamente, tal vez. Luego me habrían estudiado a mí para ver si tenía la sonrisa característica. 203
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—Pero tú probablemente no hubieras estado tan ansioso de lamer ese lugar si fuera… ¿La pervertida pollita de California que todo‐lo‐ha‐visto y todo‐lo‐ha‐hecho no podía decir las palabras? Interesante. ―¿Si lamería mi corrida de tu boca después de que terminaras de hacerme una mamada? En un puto latido del corazón. Adoraría saborearme a mí mismo en tu lengua, Ava. Sería caliente como el infierno, —susurró. Ella se quedó sin aliento. ―No debería haber dicho eso. No quise decir… ―No me mientas diciéndome que no quisiste decir eso, ―disparó Ava―, cuando yo sé malditamente bien que fue así. Suficiente. Esto se le había ido de las manos. El dio un paso atrás. ―Mira. Los dos estamos cansados. Un poco aturdidos. Sólo olvidémoslo y regresemos al motel.
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CAPÍTULO 14
Ava aparcó delante de la puerta naranja de la habitación 116 del Westward Ho Motor Inn. Arrastrar su bolsa de viaje, la bolsa de Chase y todas las bolsas con los diferentes equipos electrónicos le hizo añorar la presencia de un botones. Dentro de la limpia y pequeña habitación, eligió la cama junto a la pared sólo porque estaba irascible y sabía que a Chase no le gustaba dormir cerca de la ventana. Se lo tenía bien merecido. Él había estado distante el último día, insistiendo en que lo dejara en el recinto del rodeo Scottsbluff, incluso cuando no había programado ningún evento de monta de toros. Se dejó caer en la cama, encendió su ordenador y perdió el tiempo con el prototipo de la página web durante una hora antes de llamar a Hannah. ―¿No es la vaquera más reciente de Wyoming?, ―dijo Hannah burlonamente. ―¡Ja! Te engañe. No estoy de Wyoming. ―¿Dónde estás? ―Nebraska. ―Eso es mucho peor, yo soy de Nebraska. De todos modos, ¿me llamas para restregarme que ya te has acostado con un humeante y caliente vaquero o dos? ―Ojalá. La parte sexual de mis vacaciones de verano no ha sucedido. ―Todavía―. Te llamo porque necesito que hagas algo por mí. Algo que podría ser... bueno, no es ilegal en sí, pero está un poco en el lado oscuro. ―¿Y qué es? ―Necesito que me envíes un par de pases de prensa. 205
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―Está bien. Lo haré. ¿Para qué? ―Para que pueda obtener acceso a la zona de los concursantes de rodeo y grabar las montas de los toros. Está llena de seguridad, pero los medios de comunicación están permitidos. Así que pensé, Hannah está rodeada de pases de prensa todo el tiempo, ella sabrá exactamente cómo falsificar un par de los buenos. Hannah suspiró. ―Ava. Te quiero, pero no voy a ir a la cárcel por ti. ―Cárcel por correo. En serio, esto va a ser muy fácil. Todo lo que necesito es el nombre de la revista, mi foto y mi nombre plastificados en una placa oficial. ―¿Y nadie va a comprobarla para verificar tu identidad? ―Preguntó con escepticismo. ―Por supuesto que lo harán. ¿Estás delante del ordenador? Lo siento. Pregunta estúpida. Ve a la página Rostros del Rodeo punto com. ―Estoy allí. ¿Qué es? ―Una nueva revista que he creado, ―dijo con orgullo. ―En serio, Ava, ¿esto lo creaste tú? ―Las teclas del ordenador hacían ruido en el fondo―. El Vuelva a visitarnos para más información, de la página principal es un poco vago. ―Lo cual es perfecto para mis propósitos. Cualquiera que lo compruebe, o a mi, creerá que es una flamante nueva revista que está todavía trabajando en su presencia en la web. Oh, ahora ve a Detrás de los Corrales punto com. ―¿Por qué necesitas dos revistas falsas? ¿Por qué no solo una? ―Así tengo más opciones. ―Me estás asustando. ¿Tú hiciste todo esto?
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―Síp. Gracias a Dios por los sitios web baratos, rápidos y fáciles. ―Detrás de los Corrales… todas las noticias y la clasificación actual de las estrellas de la PRCA. Ese sí que es un gran nombre para una revista. ―Gracias. ―Llena de energía nerviosa, Ava saltó de la cama―. Entonces, ¿qué dices? ¿Puedes obtener esos pases esta tarde y enviármelos por Fed Ex para mañana? ―Te diría que no, pero no te he oído tan emocionada con algo en mucho tiempo. ¿Qué nombre estás utilizando para esto? ¿Ava Dumond? Ava caminó hasta la ventana y se asomó apartando la cortina. ―No. ¿Qué tal si uso solo las iniciales? A. R. Dumond. Voy a tomarme una foto y enviártela por correo electrónico. La puedes utilizar para las dos acreditaciones. ―Cogió la guía de servicios de los clientes y recitó la dirección―. Sé que esto es muy apresurado, pero realmente necesito tenerlas en la mano para mañana, porque no vamos a permanecer demasiado tiempo en ningún otro lugar por lo menos durante una semana. ―¿Quiénes son ʺvamosʺ? Por mucho que Ava confiara en Hannah, no divulgaría la identidad de Chase. ―Un jinete de toros. Él me muestra los lugares de interés a cambio de que grabe sus montas. ―Ava, ―Hannah dejó escapar un suspiro exasperado―. ¿Te golpeaste la cabeza o algo así? Nunca te has fiado de nadie. ¿Cómo puedes estar segura de que ese tío no te está tomando el pelo y es un estafador con facilidad de palabra? ―Porque es pariente del marido de Ginger. Estoy siendo cuidadosa. Y me estoy divirtiendo. ―Muy bien, pero me gustaría que te mantuvieras en contacto conmigo. ―Lo haré. Ah, una cosa más. ¿Puedes coger tres pares de pantalones vaqueros de mi armario y enviármelos también?
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―¿Por qué no te compras otros nuevos? ―Cuando Ava no respondió de inmediato, Hannah preguntó―, ¿Qué demonios está pasando, Ava? ―Me ha puesto un presupuesto, ¿de acuerdo? Sólo me traje dos pares de pantalones vaqueros y estoy guardando el dinero en efectivo porque tengo que pagar los alimentos, la gasolina y otros gastos de viaje. ―Espera. Este… jinete de toros ha impuesto a ti, la heredera que se da la gran vida, la adicta a las compras que no se molesta en comprobar las etiquetas de los precios... ¿un presupuesto estricto? Maldita sea, era vergonzoso admitirlo. Ella mordió un, —Sí. —Hannah se echó a reír con tanta fuerza que Ava tuvo la tentación de colgarle. Hannah recuperó el control, logrando que sólo se le escaparan unas cuantas risitas. ―Oh vaya, Ava, ya me gusta ese hombre. ―¿Por qué? ¿Porque no me deja gastar algo de dinero? ―No, porque suena como si fuera un amo, y Dios sabe, que necesitas a alguien que te enseñe de restricciones. A Ava le gustaría absolutamente demasiado si Chase la restringiera. ―Apreciaría que mantuvieras esto en secreto. ―Ahora me estás insultado. ―Lo siento. Sé que puedo confiar en ti. Eres casi la única en quien confío. Y no solo porque trabajas para mí. ―Permanecí en el teléfono sólo para escucharte arrastrarte, pero ya tengo las credenciales de prensa falsas. ―Gracias. Te debo una. 208
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A la mañana siguiente Ava decidió que la próxima vez que viera a Chase le cacarearía, porque él estaba siendo un cobarde. Se había levantado temprano otra vez porque, obviamente, estaba evitándola. Aprovechó el tiempo a solas y desenroscó su colchoneta de yoga, comenzando con su rutina de entrenamiento matinal… una mezcla de yoga, Pilates y kickboxing. Mantener una rutina diaria era la única cosa que hacía para sí misma, sin importar lo que pasase. Se duchó y se vistió. Examinó su rostro en el espejo, maldiciendo las luces fluorescentes. Bridget, su estilista facial tendría un berrinche cuando Ava regresara a Los Ángeles, por no haber continuado con su rutina de cuidado de la piel. Pero había algo liberador en aplicarse la mínima cantidad de maquillaje y en que no importara el tamaño de tus poros. Se sentó con las piernas cruzadas en la cama y miró su correo electrónico personal. No había mucho. Esperaba que una sensación de nostalgia se apoderara de ella, pero nunca llegó. ¿Qué significaba eso? Dos golpes sonaron en la puerta. Miró por la mirilla. Un tipo FedEx. Abrió la puerta y firmó la recepción de los envíos. Rasgó el paquete primero, desenrollando tres pares de vaqueros y empujándolos dentro de su bolsa. Dos pases de prensa plastificados, terminados con cintas para colgarlos de diferentes colores, cayeron fuera del sobre de cartón. Ava sonrió. ―Hannah. Eres genial.
―Identificación, ―exigió el hombre que bloqueaba el acceso a la entrada de los concursantes.
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Ava le echó una ojeada al fornido vaquero después de entregarle el pase de prensa de los Rostros del Rodeo. El hombre la miró. ―Nunca he oído hablar de esta revista. ―Es nueva. El primer número no llegará a los kioscos hasta noviembre, ―mintió alegremente―. Todavía estamos trabajando en el sitio web. Échale un vistazo si tienes una oportunidad. ―Lo haré. ―Él hizo un gesto con la barbilla hacia la puerta indicándole que continuara. Ava mantuvo la calma en vez de mostrar su euforia. Una vez que estuvo entre los concursantes, deseó haberle pedido a Chase detalles sobre dónde ir. Se dio cuenta de que un caballero mayor con una libreta tomaba notas mientras entrevistaba a un tipo vociferando. Un camarógrafo de un noticiero de televisión se había instalado en la esquina más próxima, ocupando el mejor lugar. Ella se dirigió hacia allí de todos modos. Había espacio para dos. ―Hola. Gran noche para un rodeo, ¿verdad? El tipo rodó los ojos y volvió a ajustar su cámara. Eso en cuanto a la amabilidad del Medio Oeste. Ava envolvió la correa de su cámara de video en el poste de una cerca y sostuvo la Nikon. Había previsto disparar sólo algunas de fotos para mantener su tapadera, pero su objetivo se llenó de temas fascinantes en los alrededores y en la arena. El tiempo pasó tan rápido que se sorprendió al escuchar el anuncio de monta de toros. Ajustó la cámara e hizo zoom para seguir la acción en las rampas. Chase y un chico joven estaban ayudando a un hombre mayor que se preparaba para montar. No había pensado en Chase como un jugador de equipo, por lo que verlo en ese papel fue un poco sorprendente.
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En lugar de enfocar al toro y al jinete cuando la rampa se abrió, mantuvo el objetivo sobre Chase y su joven amigo. Ambos estaban absortos, con las manos rodeando la barra metálica superior, moviendo los labios en un silencio aliento. Gritaron cuando la monta terminó con éxito y chocaron los cinco entre ellos. Ava sonrió junto con ellos. El chico se estaba alistando. Chase y el hombre mayor lo ayudaban a situarse, sosteniendo la cuerda del toro, dejando caer una bota en el estribo, obligando al toro a permanecer de pie. Por centésima vez Ava estaba agradecida por los días que pasó en la Barra 9 con Gemma compartiendo su conocimiento sobre este deporte. Y una vez más dejó la cámara enfocada en Chase. Parecía tenso mirando la monta de su joven amigo. Más aliviado que feliz cuando el chico oyó el timbre de los ocho segundos y anotó ochenta y tres puntos. Entonces Chase se centró en la monta. Con la función de zoom, se enfocó en su rostro. Su fiereza, su concentración y su solidez eran absolutamente fascinantes. Cambió de posición después de que Chase se pusiera el casco. Su corazón se aceleró cuando él trepó la rampa. ¿Alguna vez perdería el miedo que sentía por él durante esos segundos en que trataba de dominar a una bestia de mil quinientos kilos? Su objetivo tomó una panorámica de los vaqueros que rodeaba a Chase mientras preparaba su cuerda. Pocos prestaban atención. ¿Sería muy diferente su actitud si supieran que Chase McKay se preparaba para montar?
La puerta se abrió de golpe. Ava contuvo el aliento, literalmente, mientras Chase y el toro salían del corral en una explosión de polvo. Chase contrarrestó cada maniobra de giro del animal. Permaneciendo fuerte. Manteniendo su posición. Su fluidez. Su control. Su maestría. Lo hacía parecer tan fácil. Era la pura perfección física. Gracia y fluidez. No era de extrañarse que las conejitas de hebilla acosaran a Chase después de una actuación. Viéndole moverse así sobre un toro, imaginaban cómo se movería cuando las cabalgara.
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No finjas que tú no lo has imaginado. Ava lo vio tirar el casco y entrecerrar los ojos hacia el marcador. El locutor dijo arrastrando las palabras, ―Acaban de ver la monta ganadora, amigos. ¡Vamos a felicitar a Bill Chase por su monta de noventa puntos! Era su mejor monta y su mejor puntuación hasta el momento. Eso provocó que los concursantes empezaran a mirarlo de otra manera. Siguió con la lente su avance mientras aceptaba apretones de manos y palmadas en la espalda. Pero su joven amigo mostró su emoción alzando a Chase y girándole a su alrededor. Para ser tan consciente de su altura, Chase lo tomó con humor. Entonces dio un golpe al sombrero de vaquero que el chico llevaba en la cabeza y se alejó. Puedes meterte en serios problemas si te enamoras de este hombre, Ava. No. Ella sentía lujuria por él. Su edicto de ʺsólo amigosʺ lo hacía más atractivo porque no había sido sólo amiga de un chico desde el instituto. Algo hizo que Chase mirara en su dirección. La alcanzó con una ardiente mirada. Una mirada que abrasó su cuerpo a través de la lente. Una mirada tan llena de poder sexual que Ava casi deja caer la cámara. Su pulso golpeaba mientras Chase se tomaba su tiempo caminando tranquilamente en dirección a ella, pero su postura no era en lo más mínimo casual. ―Eso fue una buena monta, Sundance. ―Gracias. Estuvo bien. ―Esos impresionantes ojos azules buscaron los suyos cautelosamente por debajo de la visera de su raída gorra―. ¿Quieres salir de la zona de los concursantes conmigo esta noche? —Le dijo impulsivamente. ―¿Necesitas que espante a todas las conejitas por ti? ―Bromeó. Tensó la mandíbula.
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―Si. Parece haber un montón de ellas en este evento. ―¿Así que ya no me estás evitando? ―¿Por qué dices eso? ―Porque no nos hemos cruzado desde que llegamos a Scottsbluff. ―Me estuve levantado temprano para hacer ejercicio. Conocí a este novato la semana pasada. Después de verme montar, me acorraló, llamándome Chase McKay. ―Sonrió tímidamente―. Este mierdecilla se comprometió a mantener mi secreto si le daba consejos para montar toros. ―Lo que has hecho. ―No es que me escuche mucho. El chico es un novato. ¿Y terco? No coloca el pie hacia fuera, se niega a usar un casco, no considera un cambio en su estilo. Así que renuncié a hablar con él sobre la monta de toros y observamos el hacer de la competencia. ¿Qué hiciste tú… ―los nudillos rozaron sus pechos cuando tocó la cinta alrededor de su cuello―, …además de diseñar este pase de prensa falso? ―Le dije a mi asistente que lo hiciera. Es convincente, ¿no te parece? Necesitaba acceso detrás de las rampas para poder grabar el vídeo desde una posición más próxima. Hay una gran diferencia. No vas a creer las imágenes que tomé hoy. Su mano de piel rugosa encerró la de ella. ―Ava. Tenemos que hablar. El larguirucho y joven jinete de pelo largo se metió entre Chase y Ava. ―Hombre, ese viaje fue épico. Para libro de texto. Yo… ―Ryan Ackerman, me gustaría presentarte a Ava, ―lo interrumpió Chase. ―Oh. Lo siento. No me di cuenta... ―Ryan se limpió la mano en la pierna antes de ofrecérsela a Ava―. Encantado de conocerte. ―Bajó la mirada a las credenciales de prensa―. Guau. ¿Eres periodista? 213
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―Algo así. ¿Quedaste satisfecho con tu monta de esta noche? ―Bueno... yo... ah... yo... Ava le tocó el brazo. ―Esto no es una entrevista, ¿de acuerdo? ―Lo siento. ―Ryan dejó escapar un suspiro―. Me pone muy nervioso este tipo de cosas. ―Cuanto más lo hagas, más fácil será, ―le dijo Chase―. ¿Vas por tu bolsa? Porque yo me dirigía a recoger la mía. Chase y Ryan regresaron cuando terminaba de guardar su cámara de vídeo. Chase ubicó la mano en la parte baja de su espalda, guiándola a través de los grupos de personas. Se detuvo antes de salir por la puerta. ―Entonces, Ryan ¿tienes una novia en casa? ―No. ¿Por qué? ―Sólo asegurándome que estás libre y sin compromiso, ya que estamos a punto de atravesar un camino lleno de conejitas del rodeo. ¿Tienes alguna preferencia? ¿Rubia o morena? Ryan se ruborizó hasta las raíces de su cabello castaño arenoso. ―No importa. De todos modos, las chicas nunca me miran más de dos veces. Chase le dedicó una sonrisa taimada. ―Eso, amigo mío, está a punto de cambiar. ―Dejó caer su mirada a la bolsa de lona de Ryan―. ¿Llevas condones? ―¿Pero qué...? ¿Por qué tendría...? ―Ryan miró nerviosamente por encima del hombro para ver quién estaba escuchando. ―Es una pregunta simple. ¿Sí o no? 214
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―Sí, ―dijo entre dientes―. ¿Ya eres feliz? ―No tan feliz como vas a estar tú. ―Chase puso los labios sobre el oído de Ava―. ¿Quieres tomar unas cuantas fotos del más prometedor reciente jinete de toros de la PRCA? El cálido roce de su profunda voz en el oído envió un eléctrico cosquilleo a la parte derecha de su cuerpo. Ella se apoyó contra él automáticamente. Dios, olía bien. A cuero y hombre. ―¿Ava?, ―murmuró― ¿Me has oído? No. Susúrralo de nuevo. Por lo menos diez veces más. ―Por supuesto. Tan pronto como se abrió el portón, una media docena de mujeres cayeron sobre ellos… sobre todo sobre Chase. Aunque Ryan superaba a Chase al menos por quince centímetros, Chase le dio una palmada al chico en el hombro, empujándole al frente y al centro. ―Una malditamente buena monta. Si sigues así voy a tener que mirar a mi espalda el resto de la temporada. ―Chase asintió discretamente a Ava. ―Ryan, ¿puedo hacerte un par de fotos? ¿Tal vez apoyado en la baranda? ―No hay problema. ― Ryan dejó caer su bolsa de lona y adoptó una pose―. ¿Qué tal así? ―Levanta la barbilla, cielo, ―dijo Ava arrastrando las palabras ―. Queremos una foto de ese hermoso rostro tuyo, no de tu viejo y raído sombrero. Ryan sonrió tontamente y Ava estaba totalmente encantada por este dulce hombre‐ niño. Probó el flash dos veces después de que Chase se moviera para estar a su lado. Una audaz conejita se interpuso entre ellos… los senos en primer lugar. 215
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―¿Quién es él? ―Ryan Ackerman. Un jinete de toros, ―le confió Chase ―. ¿Sabes que se llevó ochenta y tres puntos esta noche? Ahora está colocado en el segundo lugar. ―¿En serio? ―La morena tetona le hizo a Ryan una alegre ola con el dedo meñique, dedicándole una sonrisa insinuante. El pobre chico no sabía qué hacer, además de ruborizarse. Ava le engatusó: ―Vamos, Ryan. Un par de fotos más. Después puedes encantar a todas estas bellas damas que esperan por ti. Ryan tragó saliva mientras sus ojos se clavaron en las mujeres que habían formado un semicírculo detrás de ella y Chase. Clic, clic. ―¿Ves? Todas terminadas. Me pondré en contacto contigo cuando las revele. ―Ah. Bien. Gracias. Chase se apretó contra ella, dejando la mano en su espalda, por encima de su culo, mostrándole a todos que ella estaba con él. ―Buena monta. Nos vemos mañana por la noche en la arena. Ninguna de las conejitas le molestó, tal y como Chase había previsto. Y eso molestó a Ava. Estupendo. Se sentía usada. Francamente estaba cansada de que Chase pasara de caliente a frío, mirándola con lujuria un momento y luego actuando como un monje ofendido cuando ella respondía a su descarada sexualidad. ¿Qué pasaba con su intención de recuperar su propia sexualidad? La dejaste a un lado porque eso es lo que Chase quería. 216
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Pero ¿y lo que yo quiero? ¿Qué pasa con eso? Querías un cambio, tendrás que hacerlo o tomarlo, no esperar por él. Ava resopló dejando escapar un suspiro de frustración. Era molesto darse cuenta de que una vez más había dejado de lado sus necesidades íntimas y había seguido el dictado de un hombre. Suficiente. Ya era hora de que tomara el control. ―Estas terriblemente callada, ―dijo Chase cuando llegaron a su camioneta. ―Sólo estaba pensando en lo considerado que has sido con Ryan. Especialmente ayudándole a que se echara un polvo. —La mano de Chase se congeló en el pomo de la puerta—. Tengo que admitir que estoy celosa. Nosotros somos amigos desde hace más tiempo y no me has ayudado a echar un polvo con nadie. ―Jesús, Ava. Le quitó la mano… nada en broma precisamente… y abrió ella misma la puerta, cerrándola de golpe a continuación en su atónito rostro. La música llenó la cabina de la camioneta mientras salían del recinto ferial. No volvieron a hablar. Ava bajó la ventanilla, aspirando el aire de la húmeda noche. Olía diferente aquí. Caliente. A tierra. Una vez dentro de la habitación, Chase se quitó el sombrero. ―Estoy deseando tomar una ducha. Ava esperó hasta que oyó el agua correr antes de asomar la cabeza en el cuarto de baño. ―¿Chase? ―Cristo Todopoderoso. ¿Qué debo hacer para tener un mínimo de maldita privacidad por aquí?
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―¿Aprender a cerrar la puerta? ―Entonó con falsa alegría. Un gruñido rebotó en las paredes de azulejos. ―Me voy. No sé a qué hora estaré de vuelta, así que no me esperes despierto. La cortina de la ducha se abrió de golpe y él parpadeó para quitarse el agua de los ojos. ―¿A dónde vas? ―No lo sabré hasta que llegue. ―Sólo déjame que termine de ducharme e iré contigo. ―Nop. Voy a salir sola. ―¿Por qué? ―¿Es realmente necesario que lo deletree? ―Sí, Hollywood, y usa palabras cortas para que el vaquero tonto no se confunda ―espetó. ―No seas tan estúpido. ―No seas tan diva, ― replicó él. Ava se acercó de golpe más a la ducha y deliberadamente no permitió que su mirada se deslizara por debajo de los ojos masculinos. ―Tanto como aprecio tu amistad, no te puedes culparme por buscar algo más, aunque sea solo por una noche. Sobre todo porque ya te he dicho que no voy a vivir como una monja sólo porque tú hayas decidido actuar como un monje. ―¿Así que como no te clavo malditamente ahora mismo, vas a salir para encontrar cualquier tío para follar, sólo para demostrar que eres tan caliente como el pecado?
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―¿Es algo muy diferente a que me estés usando como escudo para demostrar que puede abstenerse? Eso lo sorprendió. Bien. ―Te veré más tarde. ―Ava. Espera. No lo hizo.
Después de agarrar el bolso, salió de la habitación y se dirigió al bar que había visto con anterioridad. Aunque el lugar parecía estar lleno de gente, Ava encontró un asiento en la barra y pidió una cerveza. La máquina de discos escupía canciones country. Unas pocas parejas bailaban. Tal vez encontrara un hombre de la zona que le enseñara a bailar esa música, ya que Chase se había negado. Maldito Chase McKay. Ese condenado hombre estaba en medio de todos sus pensamientos. Un hombre mayor se sentó en el taburete de al lado. Ella lo reconoció: había ayudado a Ryan y Chase esta noche en las rampas. Le sonrió. ―Una buena monta la de esta noche. Él le devolvió la sonrisa. ―Gracias. ―Le ofreció la mano―. Taz Lashlee. Te vi con Bill Chase y Ryan antes. Ryan me ha dicho que eres periodista. ―Sí. Ava Dumond. Taz miró a su alrededor. ―¿Estoy en silla de Bill? 219
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―No. Él no está aquí. ―Ajá. ―Taz pidió una cerveza. ―Entonces, ¿puedo hacerte unas preguntas? ―¿Planeas ponerme en la línea de fuego? ―Sólo si te olvidas de lo políticamente correcto y quieres una oportunidad para relatar en profundidad, todas las sucias y sórdidas historias sobre la vida en la carretera de un vaquero de rodeo. ―Cuidado con lo que deseas, ―Y Tad cubrió todas sus expectativas. Ava deseó haber traído su cámara de vídeo, la vida de Taz era legendaria. Se apuntó mentalmente que tenía que obtener imágenes de él a caballo. Las diferencias entre un veterano de pelo blanco, un competidor en la cima de su carrera y un novato en la etapa inicial de aprendizaje del rodeo eran una dicotomía fascinante. Después de una hora, se sintió como si le hubiera conocido durante años. ―¿Esperabas que Bill apareciera? —Preguntó Taz. ―Nah. Estaba cansado. Probablemente se desplomó en la cama. ―Así que ¿están viajando juntos? Ava asintió con la cabeza. ―Soy nueva en el mundo del rodeo. Estuvo de acuerdo en mostrarme los detalles internos. Eso es todo. ―Muñeca, es seguro que eso no es todo. Ni siquiera de cerca. El hombre la lleva mal contigo. —No lo suficientemente mal como para hacer algo sobre ello—. He visto como te mira. ―Y ¿cómo es eso?
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―Como si fueras un dulce y caliente Twinkie que le gustaría lamer por un lado y otro antes de devorarlo por completo. ―Salvo que el hombre parece estar haciendo una dieta libre de azúcar, ―dijo con ironía. Taz se rió entre dientes. ―Tal vez. Pero creo que sólo está tratando de evitar terminar con un atracón. ―Que imaginación más hiperactiva, Taz. ―Lo intento. Es mejor ser una de esos pintorescos personajes sobre los que la gente habla que un ciudadano medio. La conversación se desvió hacia Ryan. A los próximos rodeos donde todos ellos asistirían. A otros eventos. Entonces Taz se fue, dejando sola a Ava. Esto era suficiente como para que una chica cogiera complejos con los hombres. Seguro. Ya tenía bastantes complejos, a pesar de que dudaba de que alguien que la mirara pudiera creerlo. Un hombre se detuvo detrás del taburete en el lado derecho de Ava. Él sonrió. ―¿Está ocupado este asiento? ―No. Estaba justo… ―Bien. Soy Brad. Brad tenía un aspecto decente. Alto. A mediados los cuarenta, pelo castaño rojizo, sonrisa casi oculta por un bigote. ―Encantada de conocerte, Brad. Soy Ava. —Cuando le ofreció la mano, él se la llevó a los labios. ―Encantado, Ava.
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El calculado encanto encendió todos sus sensores de alerta. Brad pidió un trago apoyándose en la barra, al estilo mexicano. Otra señal de alarma sonó. Ava decidió saltarse la cortesía y dejar plantado a este seductor de poca monta. ―Me estás enviando vibraciones del tipo “necesito irme como el infierno de aquí”, Ava. ¿Qué ves en mí que te hace desear salir corriendo? ¿La camisa de poliéster? ¿El bigote de estrella porno? Ella no pudo evitar reírse. ―Pillada. ―PTI: no estoy ligando. ―Tal vez yo si. Sus espesas cejas se arquearon. ―¿Ese hombre maduro es tu tipo? ―No. Él me estaba ofreciendo consejos. ―¿Sobre los hombres? ―Sobre mi carrera, ―mintió. ―Ajá. Es interesante. ¿Vas a competir como una vaquera o algo así? ―¿Por qué lo preguntas? ―Porque es un vaquero profesional. He conocido a gente como él toda mi vida. Del tipo un pan de Dios. Pero su carrera es el rodeo. Él permite que su vida se mida cada ocho segundos. Ava masticó eso, preguntándose si Chase terminaría de la misma manera. Viviendo de evento en evento, tratando de recuperar antigua gloria. Persiguiendo la adulación y a los aduladores. ―Entonces, no estaba realmente dándote consejos profesionales, ¿no? 222
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―No. Pero ya conoces el viejo adagio sobre contarle a un desconocido cosas de las que no hablarías con tus amigos más cercanos. ―Soy un extraño. Habla conmigo. Ella lo escudriñó. ―Bromas aparte, ¿por qué debería confiar en ti? ―Es una apuesta. Pero la vida es un juego, ¿no es así? ―Suspiró―. Tiempo de confesiones. ¿En el instante en que te vi esta noche, incluso con el pelo más oscuro? Supe exactamente quién eras, Ava Cooper. Soy un gran fan tuyo. —Se quedó helada—. No te preocupes, no soy un acosador, ―Brad tomó un sorbo de su bebida―. De hecho, me ha enviado un amigo común. ―Chase, ―siseó. Brad frunció el ceño. ―No, Hannah. ―¿Cómo diablos conoces a Hannah? ―Es mi sobrina. Ava le miró de arriba abajo. ―¿Y tú justo pasabas convenientemente por Scottsbluff, Nebraska? ¿Esta noche? Mierda. ―No hay nada de conveniente sobre esto dado que vivo a unas tres horas de aquí, ―murmuró―. Mira. Hannah estaba más que un poco preocupada por ti y ese jinete de toros con el que te has enganchado. Sabe que todavía disfruto de un buen rodeo, y que estoy mucho más cerca de lo que está ella, en California. Así que me llamó después de hacerte los pases de prensa y me pidió que comprobara que ese vaquero no te tenía encadenada a su camioneta o algo así. Sus ojos se humedecieron. Maldita Hannah. La mujer era una buena amiga. 223
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―No se suponía que contactara contigo, pero ¿después de ese último texto que le enviaste? Temía que pudieras hacer algo imprudente, así que aquí estoy. ―Brad se acercó más―. Soy digno de confianza, Ava, lo prometo. Habla conmigo. Imagina que soy Hannah, si eso ayuda. Ella lo consideró y lanzó toda precaución al viento, para variar. ―Está bien, tío Brad. Me has convencido para darte una oportunidad. ―Ella bebió su cerveza y compartió los datos básicos de su situación con Chase. Su rollo de ʺsólo amigosʺ. Sus equívocas señales físicas. Cuando Ava terminó, Brad dijo, ―No me extraña que estés confundida. Pero creo que hay una solución fácil. ―¿Cuál es? ―Lleva otro hombre a tu habitación del motel. O mejor aún, tienes que estar medio desnuda con otro tipo cuando Chase entre. O desgarra al tipo de a pedacitos o se irá hasta que termines tu diversión. En cualquier caso, sabrás que siente. Simple. Efectivo. Pero a pesar de su atrevida charla... ¿podría realmente hacerlo? ¿Empujar a Chase para que entrara en acción con ella poniéndole celoso? Cada una de sus inseguridades la golpeó con toda su fuerza. ¿Qué pasaba si Chase estaba jugando la carta de la amistad porque realmente no estaba interesado en nada más? ¿Y si no le gustaban los pechos falsos? ¿Y si nunca la había deseado porque ella era más alta? ¿Y si su menos‐que‐glamorosa apariencia lo desalentaba? ¿Pero, y si sólo necesita un empujón? ¿Qué puedes perder? Ninguna maldita cosa. El que no arriesga, no gana. No más esperar a un lado. Era hora de permitir que sus necesidades sexuales tomaran el centro del escenario, para variar. ―¿Está la idea ganando terreno?
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―Tal vez. El problema es… ―No sé si él se siente atraído por mí―, …no he encontrado a un tipo con el que pudiera siquiera fingir que me gustaría tirármelo, mucho menos hacerlo de verdad. ―¿Chase sabe eso? ―No. ―Resopló dejando escapar un suspiro de frustración―. No lo sé. ¿Ves por qué esto me está volviendo loca? Se giró hacia ella en el taburete. ―¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar? Hasta el final. ―¿Por qué? ―Permíteme ser el hombre que arrastrarás a la habitación. ―Cuando ella frunció el ceño, él se inclinó más cerca―. Así será una situación controlada. No tienes que preocuparte porque algún tipo extraño lleve las cosas demasiado lejos. ―¿Por qué harías eso, Brad? ―Soy un idiota para este tipo de cosas románticas. Y tengo que ayudar a la amiga de mi sobrina favorita. Además, va a ser muy divertido actuar contigo. ―¿Cómo de bien puedes actuar? Brad le dedicó una mirada ardiente de pura y caliente necesidad. Invadió su espacio, mirando directamente a sus labios. ―Tienes una boca hecha para el sexo. Por mucho que me gustaría besar esos bellos labios rosados durante horas, y verlos alrededor de mi polla, me gustaría más verlos suaves y abiertos mientras te hago llegar por cuarta vez. Santa. Mierda. Entonces los ojos de Brad se encontraron con los suyos y no había calor sexual alguno.
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―¿Qué tal lo he hecho? ―Ah. Guau. Maldita sea. Esa fue una forma realmente buena de establecer una escena. Él se rió entre dientes. ―Es bueno saber que todavía puedo pasar por heterosexual. Ava se quedó con la boca abierta. ―¿Eres gay? ―Desde el día en que nací, ―dijo alegremente. Su radar gay no estaba sólo oxidado, estaba completa y jodidamente roto. ―Entonces, ¿qué te parece? Brad no la presionó mientras ella valoraba los pros y los contras. ¿Pero en conclusión? Estaba desesperada por hacer esto. ―De acuerdo. Pero parte del trato es que no puedes contárselo a nadie. Nunca. ―Tienes mi palabra. ―Apoyó los antebrazos en la barra―. ¿Cuál es el plan para mañana por la noche? Ava sonrió. ―¿Por qué esperar a mañana? Empecemos esta noche.
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CAPÍTULO 15
Tal vez fingir que estaba durmiendo cuando Ava regresó a la habitación la noche anterior a la 1:04 de la madrugada hacía de Chase un marica total. Decidió que pretender dormir era preferible a moler a golpes a quien fuera que sea el que coqueteaba y reía con Ava al otro lado de la puerta del motel. Ella no trató de ser silenciosa cuando finalmente se dignó a entrar en la habitación. Eso lo mosqueó. Fue casi como si hubiera estado… provocándolo. Echándole una rápida mirada a la aún durmiente Ava, Chase salió. Tres horas más tarde, después de correr ocho kilómetros y completar una sesión completa de entrenamiento de pesas en el gimnasio, Chase abrió la puerta solo para ser recibido por la entrepierna de Ava. Sus pies estaban extendidos y sus piernas estaban completamente abiertas. El resto de su cuerpo estaba doblado hacia atrás sobre la enorme pelota azul. El cuerpo de Ava estaba retorcido de modo que él ni siquiera podía ver su cara… solo el área entre sus muslos y el plano arco de su vientre. Maldita sea si su boca no se le hizo agua cuando fantaseó con caer de rodillas y hundir la cara contra su tentador montículo. O probar el factor rebote de esa pelota de ejercicios mientras empujaba su polla dentro de ella. Ava se incorporó y apoyó las manos en las rodillas. Le sonrió como si conociera cada pensamiento lujurioso que había cruzado por su mente. Sus ojos se posaron sobre él, recorriéndolo de la cabeza a los pies. —Buenos días, compañero de cuarto. Parece que estamos en la misma longitud de onda.
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—Oh, dudo mucho que nuestros pensamientos estén siquiera en paralelo, Hollywood. —Chase apuró su botella de agua. A continuación se sacó la camiseta, se enjugó el sudor de la cara con ella y la arrojó sobre la cama. Su mirada volvió a Ava. No estaba imaginando cosas esta vez. Ava realmente se lamió los labios mientras observaba su pecho con ojos como platos. Él no ocultó su sonrisa cuando hizo un gesto hacia ella—. ¿Ya terminaste con…? —¿Mi práctica de yoga? Sí. ¿Por qué? —Solo me preguntaba quien se metía en la ducha primero. Ava saltó de la pelota. —Adelante. Tenía planeado quedarme en la habitación el resto del día, tratando de… eh… trabajar un poco. Pensé que irías al recinto ferial con Ryan y pasarías el rato hasta que comenzara el rodeo. Ese comentario vago lo hizo envararse. ¿Estaba tratando de deshacerse de él? Solo para ser irritante, dijo, —No tenía planeado ir a ninguna parte hoy. Pensaba quedarme en la habitación y descansar. Pasar el rato contigo, amiga. El pánico cruzó por los ojos de Ava. —Oh. Obviamente ya que estás pagando por la mitad de la habitación, es tu prerrogativa. Pero esperaba… —¿Qué esperabas? —Tener unas horas de tranquilidad para poder separar tus montas de las otras filmaciones. Tranquilidad y un cuerno. Ella quería un tiempo para echarse un polvo. Y maldito fuera si iba a irse para facilitarle jodidamente que pudiera acostarse con un total desconocido en su propia habitación.
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—No soy precisamente ruidoso, Ava. —Lo sé, Chase, pero necesito tranquilidad. Completo silencio. Nada de TV. Ni de charla. Ni de conversaciones por celular. Ni peleas. La tramposa mujer sabía que acostado en su cama, contando las rajas en la losa del techo durante horas lo volvería loco. Pero la idea de un hombre, aquí adentro… en el espacio privado que Chase compartía con Ava… tocándola, besándola, follándola sobre ese apelmazado maldito colchón… lo volvía más loco todavía. Así que le ofreció a la Pequeña‐Señorita‐Asquerosamente‐Mentirosa‐Yoga‐Pantalones‐Prendidos‐Fuego
un
sombrío asentimiento. —Entendido. Tengo un trabajo en línea que he estado posponiendo. Prometo ser tan silencioso como un ratón de iglesia. Por la expresión de Ava, ella había esperado que él saliera de la habitación con el rabo entre las piernas y la hubiera dejado sola. Y una mierda. Chase le sonrió. —Me alegro de que hayamos podido resolver esto así de rápido. Después de ducharse y afeitarse salió del baño con una toalla asegurada flojamente alrededor de sus caderas. Mientras escarbaba en su bolso por ropa limpia, sintió que ella examinaba su paquete, y luego su trasero, aunque no dijo ni pío. Fue una larga y silenciosa tarde. Una hora antes de las actuaciones finales en el recinto ferial, Chase revisó su toro, estiró sus cuádriceps y gemelos y trató de prepararse mentalmente. Estaba apoyado en el corral, mirando los últimos rayos de sol a través de las nubes de humedad, cuando escuchó,
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—Bill Chase. Te ves bien para ganar esta noche. Se volvió hacia Taz. —Eso espero. Será agradable si todos hacemos dinero, ¿eh? Taz escupió un chorro de jugo de tabaco por la cerca. —Sip. Será un estímulo para el chico si puede mantenerse. —Lo está haciendo mejor de lo que yo lo hice. Pasaron tres eventos antes de que yo siquiera montara uno por ocho segundos. Estuve malditamente cerca de darme por vencido. —Yo mismo he estado ahí más veces de las que quisiera admitir. Comencé en los eventos juveniles a los quince. Obtuve mi tarjeta de profesional a los dieciocho. Cumpliré los cincuenta y uno el próximo mes. —Otro escupitajo marrón aterrizó sobre la tierra. —¿Te cansaste de eso? —Hay días. Pero no es que tenga otras habilidades. Montar es todo lo que sé hacer. Fue aleccionador para Chase admitir que él podría ser Taz en unos pocos años. Fue entonces cuando vislumbró a Ava. Sonriendo a los variados vaqueros mientras los alejaba y preparaba su cámara de video. Joder, la mujer era impresionante. —Claro que sí, —dijo Taz. Mierda. No había querido decir eso en voz alta—. La vi anoche en el bar en Main Street. Se había sentido demasiado cabreado y orgulloso para seguirla después que se había marchado. —¿Algún tipo en particular capturó su atención? —Hmm. Creo que uno, —resopló Taz—. Si fuera veinte años más joven, habría sido una dura competencia para ese tipo. Hombre. No se despegó de ella.
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Chase quería preguntar cómo era. Si era alto. Si Ava y ese idiota habían bailado juntos. O si se habían escabullido temprano. Podrían haberse ido a su casa justo después de haberse conocido. Ella podría haber terminado su sequía sexual y él ni siquiera lo sabría. Ese pensamiento le volvió la visión peligrosamente roja y le dio ganas de hacer pedazos algo con sus propias manos. —No vi a Ryan anoche hasta tarde tampoco. Esta mañana el chico todavía tenía una sonrisa de oreja a oreja en su cara. ¿Tendrás tiempo de tomar una cerveza en el campamento esta noche después del evento? —Voy a pasar un rato. Me iré temprano ya que me pondré en marcha mañana en la mañana. —Le dio una palmada a Taz en el hombro—. Tengo que concentrarme para esta monta. Nos vemos en las rampas. Había caminado cerca de tres metros cuando Ryan lo interceptó y exclamó, —Necesito tu ayuda, amigo. —¿Estás nervioso? —Ni te imaginas. No sé… —Estarás bien. Estás en la recta final. Solo trátala como cualquier otra monta. Concéntrate en mantenerte, monta duro, y eso es todo. Ryan lo miró confundido. —Ajá. He oído a los chicos hablando y sé que hay más que eso. Tengo los conocimientos básicos, pero necesito… ummm… consejo con las cosas más elaboradas que no he probado antes. —¿Cosas más elaboradas? —Chase frunció el ceño—. Explica eso. Sus mejillas se volvieron de color rojo cereza. —Ya sabes. Cómo usar mi boca sobre ella y posiciones diferentes.
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—Guau. —Chase dio un paso atrás—. Guau, guau, guau. ¿No estás hablando de montar en la ronda final, verdad? Estás hablando de montar… una chica. —Ssh —Ryan miró alrededor con los ojos abiertos como una lechuza—. Joder. Por supuesto que estoy hablando de una chica. Sé cómo montar un toro. Necesito subir mi juego con Allison esta noche. Ya sabes, hacer algo diferente en el sexo para impresionarla. —Por el amor de Dios, Ryan. ¿En serio? ¿Quieres mi consejo sobre sexo? —Vamos, todo el mundo conoce tu reputación con las damas. Salió en todas las revistas de rodeo, y los sitios de los fans. —No creas todo lo que lees. —No te veo negándolo. Las chicas todavía hacen cola para tener algo contigo, incluso después de ese video, tal vez especialmente después de ese video, así que debe ser cierto. —Ryan se cruzó los brazos sobre el pecho—. Además. Me lo debes. De todos los… Chase contó hasta diez. —¿Por qué piensas que te lo debo? —Tú arrojaste a Allison sobre mí anoche. Y ella… Bueno, estuvo muy entusiasmada conmigo. Esta noche quiero demostrarle que puedo hacer algo más que estar tendido ahí con una sonrisa estúpida en mi cara preguntándome como fui tan suertudo de acabar desnudo con ella. Ese comentario dio en el blanco en muchos niveles. Chase suspiró. —¿Alguna vez estuviste en la parte de abajo de una chica? Ryan negó con la cabeza. Jodidamente increíble.
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—Está bien. Tómate tu tiempo en llegar ahí abajo. No te precipites en zambullirte, sobre todo, la primera vez. Usa tu boca y tus manos. —Miró a Ryan a los ojos—. ¿Sabes dónde está el clítoris de una mujer? —Sí. No soy estúpido, —dijo Ryan malhumorado. —Bueno, te sorprenderías de cuántos hombres lo son. Sigue las señales de ella. Si se está moviendo y mojando, entonces lo estás haciendo bien. Si actúa aburrida, probablemente está aburrida y tienes que intentar algo diferente. Cuando ella diga “no te detengas”, por el amor de Dios, no te detengas. —¿Cómo sabré si está a punto de…? —¿Correrse? Serás capaz de sentirlo. Confía en mí. —Algunos chicos dicen que no les gusta eso. —Entonces son unos jodidos idiotas. —Pero a las mujeres les gusta ¿cierto? Chase sonrió. —A las mujeres les encanta. Una vez más, Ryan miró brevemente por encima de su hombro. —¿Qué hay de las diferentes posiciones? Lo hicimos de la manera habitual una vez, entonces me hizo una mamada y luego me montó. —Es más importante que esté caliente para querer acostarse contigo que tratar cada posición que ves en las películas porno. —Oh. Está bien. Eso tiene sentido. —Ryan sonrió y le dio un golpe con el puño a Chase en el hombro—. Gracias, hombre. Me encantaría poder contar a mis amigos que Chase McKay me dio consejos en materia de sexo. —Se fue saltando.
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Sí. Consejos sobre sexo del hombre que actualmente no estaba teniendo nada. Sí que era algo de lo que presumir. De alguna manera, Chase sacó el sexo de su mente. En algunos eventos, el líder montaba al último, pero en este estaba programado montar cuarto. Casco y protector bucal puestos, un buen agarre, un buen asiento y estaba listo para salir y ganar. El toro se volvió loco, tres saltos y luego el giro más salvaje que Chase hubiera experimentado jamás. Apretando los dientes, se mantuvo a pura fuerza. Tan pronto como oyó la chicharra, liberó su mano y cayó al suelo de espaldas. Por suerte la mala desmonta no lo dejó sin aire, pero quedó tan malditamente mareado que apenas pudo ponerse de pie. Los toreros lo ayudaron a salir tambaleándose a la valla mientras esperaba su puntuación. Ochenta y ocho. Había ganado. Ningún otro jinete lo pudo alcanzar. Chase concedió una sonrisa mientras saludaba a la multitud. Ryan terminó tercero, Taz no ganó nada. Ava grabó la entrega de los premios, pero luego desapareció. Chase se bebió solo una cerveza con Taz y atravesó con paso de plomo los jardines y la carretera en dirección a su habitación del motel. No se había sacado las chaparreras, el chaleco ni sus espuelas. Deteniéndose un momento frente a la habitación, sacó la llave de su bolso y abrió la puerta. No se le había ocurrido que Ava pudiera haber hecho planes… planes desnudos… hasta que la vio tendida en la cama como Dios la trajo al mundo. —¿Chase? —Sus pies seguían resbalando en el edredón de nylon barato mientras trataba de pararse en la cama—. ¿Qué estás haciendo aquí? Él dejó caer el bolso sobre la alfombra distraídamente. Santo Dios, sí que tenía un cuerpo de infarto. Una piel dorada que vanagloriaba sus curvas, curvas y más curvas. Cuando dio un paso hacia ella, vio pánico en sus ojos, no vio ni calor ni ese tentador desafío sexual al que él nunca sería inmune. La mirada de Chase recorrió su cuerpo 234
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fascinante, desde el resplandor de su cadera, al contorno de su vientre, a través de esas gloriosas tetas hasta la elegante línea de su cuello. Segundos después de que Chase notara una caja llena de condones, una botella de lubricante y dos pañuelos sobre la mesita de noche, un tipo que llevaba chaparreras y un sombrero vaquero salió del baño diciendo calurosamente, —¿Estás lista para la monta de tu vida, caramelo? ¿Qué mierda? Después de que su sorpresa se disipara, Chase gruñó, —Cielos. Ava ¿este es el idiota que elegiste? ¿Un imitador de vaquero con un acento falso que te llama caramelo? —¿Quién eres tú? —Preguntó el idiota. —El tipo diciéndote que te largues como el infierno de mi cuarto. El idiota miró a Ava. —Pensé que habías dicho que ésta era tu habitación. —Oye, cara de mierda, los ojos sobre mí, no sobre ella. —Cuando el idiota se volvió, Chase indicó con su dedo la ropa cerca de la cama—. Terminaste. Toma tus mierdas y lárgate. —No, no. —El idiota hizo un gesto hacia Ava—. Me largo cuando ella me lo diga, no tú, hombrecito. Ava no dijo una sola palabra. La rabia de Chase alcanzó el punto de ebullición. En lugar de gritar, su voz bajó letalmente. —Vete. Jodidamente. De. Aquí.
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—¿O qué? ¿Vas a sacarme a patadas? —Se burló el idiota—. Vas a tener que comer tus espinacas y crecer un poco primero. Fingiendo una calma que no sentía, Chase recogió las pertenencias del hombre, abrió la puerta y tiró el montón al pasillo. —¿Qué te pasa? —El idiota se cernió sobre Chase. —Tienes quince segundos para salir de mi cuarto y desaparecer de mi vista o te dejaré sangrando. No eres el primer imbécil que ha intentado meterse conmigo creyendo que un hombre bajo es un hombre débil. Pero de todos modos, estoy más que dispuesto a probarte que es un error. —Chase clavó su fría mirada en el hombre con unos 15 centímetros y unos buenos veinticinco kilos más que él—. Vete. Ya. De. Una. Puta. Vez. El idiota lo miró, pero al final se retiró. Mandó a Ava una mirada oscura antes de murmurar, —Ningún pedazo de culo vale esta mierda. —Y salió. Chase cerró la puerta, echó llave y puso la cadena de seguridad antes de volverse hacia Ava. Inmediatamente, ella comenzó a balbucear. —Chase. Lo siento. No sé en qué estaba pensando. —Oh, yo sé en lo que estabas pensando, tetas dulces. —Se quitó el chaleco mientras se acercaba sin prisa hasta la cama—. No te importa que te llame tetas dulces ¿verdad? Porque, tengo que decir que es mucho mejor que caramelo. —Muy gracioso. —Estabas pensando que querías echar un polvo. —Chase tiró de los botones de su camisa—. ¿Pero ese idiota fue lo mejor que pudiste conseguir? En un estadio lleno de vaqueros de verdad, elegiste… ¿a ese?
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—Llevaba sombrero. Y botas. Y chaparreras. Chase se echó a reír. —Llevaba un sombrero de fiesta de Toby Keith. Sus botas eran recién estrenadas. ¿Y las chaparreras? Diablos. Esas ni siquiera yo puedo explicarlo. —Se sacó las botas. Desenganchó sus chaparreras y las dejó caer al suelo con un silbido polvoriento. El hecho de que los ojos de Ava nunca vacilaron al verlo sacarse la ropa lo instó a desnudarse por completo. Se desabrochó el cinturón. Una vez que la cremallera aflojó sus vaqueros, se los quitó junto con los calzoncillos. Agarró la correa de sus chaparreras. Se sintió malditamente estúpido volviendo a ponérselas estando desnudo, pero lo hizo de todos modos. Pensó en lo que su hermano Ben dijo acerca de portarse como un hombre. Tener el control. Acerca de que leyera lo que su amante quería y actuara en consecuencia. Se sentía casi tan despistado como Ryan esta noche. —¿Chase? Compórtate. —Si todavía quieres sexo con un vaquero, solo dilo. Dilo y te daré una noche que nunca olvidarás jamás. —¿Y tu promesa de abstenerte? No quiero que después me culpes por tentarte a follarme. —Me has estado tentando desde el momento en que puse mis ojos en ti. Considero una victoria personal haber aguantado todo este tiempo contigo, Ava, porque eres algo especial. Hermosa. Inteligente. Divertida. Sexy. Y en caso de que no hayas mirado un calendario recientemente, el mes ya pasó. —¿Es esa la única razón por la que estás haciendo esto, Chase? ¿Porque justo estoy aquí y el calendario te está dando el visto bueno para volver a tu costumbre habitual de sexo ocasional? Chase se subió a la cama, a ahorcajadas sobre sus caderas. 237
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—Ni jodidamente cerca. —Inclinó la cabeza, estudiando las turbulentas emociones en sus hermosos ojos antes de presionar su boca contra la suya. Provocando a sus dulces y cálidos labios suavemente. Llevando sus rápidas exhalaciones profundamente a sus pulmones. Alimentando el deseo, elevando la excitación sexual. Cuando Ava hundió juguetonamente los dientes en su labio inferior y tiró, Chase se estremeció. Metió la lengua dentro de su boca e intensificó el beso hasta que ella se retorció debajo de él en un intento de forzar el completo contacto de sus cuerpos. Chase liberó su boca, jadeando como si acabara de bajar de un toro. Apoyando su frente en la de Ava, dijo. —Maldición. Un hombre podría perder la cabeza solo al besarte. —Besó sus labios hinchados dos veces antes de seguir la curva de su mandíbula hasta el punto dulce en la parte frontal de su oreja—. Eres mía esta noche, Hollywood. Toda la noche. De cualquier manera que te quiera. Tantas veces como te quiera. No te equivoques. Te deseo. Y no tiene nada que ver con que justo estés aquí, ni con ningún jodido calendario, ¿entendido? Su inmediato, —Sí, —lo hizo gruñir contra el pulso que latía salvajemente en su garganta. —Siempre hueles tan bien. —La acarició con la nariz debajo de su oreja—. Femenina. Como las flores de verano. —Su lengua recorrió la concha de su oreja—. Y dulce. —Es mi loción. Flores de azahar. —Mmm. Como para comerte. —Chase fue bajando los labios por el centro de su cuerpo entre la profunda curva de su escote. Pero no se detuvo a lamer esos pezones tentadores, ni frotó la boca por todas sus suculentas curvas, siguió bajando. Sintió que los muslos de Ava se apretaban entre los suyos cuando rodeó su ombligo con la punta de la lengua. Barrió besos mojados de cadera a cadera. Entonces rozó la perilla por el húmedo camino que había hecho dejado su boca, usando su aliento caliente y la áspera textura del vello de su rostro para que esa delicada carne se estremeciera.
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Pero se detuvo a escasos centímetros de la subida de su pubis. Su completamente depilado pubis. —Me gustas así, suave como la seda. —Le dio un tierno beso en la sección de piel justo donde su sexo se abría como una flor. —Chase. Por favor. Ha pasado tanto tiempo… Su mirada rápidamente se movió a la ella. —¿Tanto tiempo desde que un hombre te hizo sexo oral? Ava asintió. —¿Cuánto tiempo? —Le preguntó. —Justo después de que Jake y yo empezamos a salir. Lo hizo una vez y… —Su risa pareció un gemido—. No le gustó. Chase se deslizó hacia atrás hasta que quedó entre sus muslos. —Esa debería haber sido tu primera señal de que el hombre era gay. —Su lengua se arrastró bajando por la hendidura de su sexo y lamiendo de vuelta hacia arriba, hasta su clítoris. —Gracias, —Ava susurró. Esa respuesta lo mató. Nada de juguetear eternamente con ella esta vez. Un primitivo gruñido se le escapó y bruscamente le separó las piernas, dejando al descubierto cada rosada pulgada de su sexo. Bajó la cabeza y aspiró el aroma de pura Ava antes de meter la lengua dentro de su coño. Caliente y húmedo. Dulcemente especiado. Ella corcoveó, pero el agarre en sus piernas la mantuvo quieta y en su lugar mientras la saboreaba a conciencia. Aplanó la lengua, lamiendo la miel de cada pliegue oculto. Mientras chupaba los labios de su coño dentra de la boca, la punta de la lengua buscó a su clítoris. Serpenteó sobre ese pequeño botón una y otra vez hasta que se hinchó. —Oh. Sí. Así. 239
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Chase enfocó la adoración oral solo a su clítoris, chupando suave pero firmemente hasta que ella se arqueó contra su boca. Las uñas de Ava se clavaron en su cuero cabelludo cuando el orgasmo se apoderó de ella. Su sexy y bajo gemido se convirtió en jadeos. Todo su cuerpo tembló y Chase no se detuvo. Tan pronto como terminó de correrse, ella trató de echarse hacia atrás, trató de cerrar las piernas, trató de recuperar el control. Pero Chase la quería salvaje. Retorciéndose debajo de él mientras la hacía correrse otra vez. Le agarró las caderas y la atrajo de nuevo donde la quería. —No te muevas. —Pero yo… —No he terminado contigo. Vamos, nena, uno más, —murmuró contra la cima de su pubis mientras acariciaba la satinada piel con su nariz. —No puedo. Nunca he tenido… —Entonces lo tendrás conmigo. Después de una pequeñísima vacilación, Ava rodó sobre su espalda, entregándose… a sí misma y a su placer… a él por completo. Con ese pequeño acto de rendición, Chase finalmente entendió lo que Ben había querido decir. En ese único momento decisivo, se despojó de su habitual egoísmo sexual y se convirtió en el amante que Ava necesitaba. Consciente de la sensibilidad de su clítoris, utilizó alientos provocadores, besos fugaces y caricias suaves. Sobre su vientre. Sobre sus caderas. En lo alto de sus muslos. En todas partes salvo en su coño. Cuando Ava comenzó a moverse inquieta, metió dos dedos dentro de ella, moviéndolos, pero sin deslizarlos adentro y afuera. Continuó posando besos al azar, memorizando la respuesta de su cuerpo a cada lamida, chupada y suave mordisqueo.
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Antes de que Ava pudiera suplicar, Chase dejó que su boca vagara a donde ella más lo quería. Lamió su clítoris en lugar de chuparlo, mientras sus dedos entraban y salían de su húmedo calor. No podía esperar a hundir su polla y sentir ese cálido terciopelo cerrándose alrededor de su polla, pero no quería apresurar esto. —Más, —jadeó ella—. Necesito tu boca… Chase cerró los labios, tirando de la carne palpitante y empujó profundamente otro dedo en su canal apretado, tratando de no moler su dolorida polla contra la sábana. Sería una maldita vergüenza derramar su semilla antes de siquiera meterse dentro de ella. Ava lanzó un gemido cuando se corrió otra vez. Los dulces jugos cubrieron su boca y se lamió los labios antes de besar el interior de cada uno de sus muslos con la boca abierta. Mientras ella recuperaba el aliento, abrió la caja de condones. Ava se alzó sobre los codos para observarlo mientras se ponía uno. Dios. Se veía aún más hermosa sonrojada, con sus ojos pesados por el placer, sus labios más llenos por sus besos. No podía esperar un segundo más para tenerla. —Date la vuelta, —dijo en forma brusca. Algo parecido a la cautela destelló en los ojos de Ava, pero no discutió. Chase le levantó las caderas y se colocó detrás. Posó un único tierno beso entre los hoyuelos encima de su trasero. Luego tomó un firme cachete en cada mano, alineó su polla y se lanzó dentro de ella. Oh sí. Tan malditamente bueno como lo había imaginado. Estaba demasiado necesitado como para ir despacio esta primera vez. Eso vendría más tarde. Mucho más tarde. Después de que hubiera embotado este agudo estado de lujuria.
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Ava empujaba sus caderas hacia atrás, yendo al encuentro de cada una de sus duras embestidas con un suave gruñido. El borde de sus chaparreras se deslizó hacia adelante, conectando el cuero con su piel. Incluso mientras su polla se hundía por completo en ella, incluso cuando sus pelotas se tensaron sufriendo por liberarse y sus piernas temblaban y el sudor cubría su piel, tenía en mente la próxima vez que la follaría. Las próximas cien veces. Chase cerró los ojos. Sus manos tiraban del cuerpo de Ava hacia atrás para que fuera al encuentro de sus cada vez más profundos empujes. Más rápido, más duro, más profundo, eran las únicas palabras que resonaban en su cabeza mientras una necesidad primaria rugía. Era imposible contener su orgasmo, sin importar lo mucho que quisiera prolongar la sensación de hundirse en su suave y húmeda carne. Echó la cabeza hacia atrás, gimiendo mientras su polla se vaciaba a través de calientes chorros. Gruñendo más alto al sentir el coño de Ava contraerse alrededor de su polla mientras se corría otra vez. Con el corazón desbocado, la boca seca y los pulmones faltos de aire, Chase cayó hacia adelante sobre la espalda de Ava, sosteniéndose sobre sus manos. Aunque se suponía que este encuentro fuera un reto, una diversión, un ñaca ñaca para aliviar la tensión sexual entre ellos, sintió que había compartido algo de sí mismo con ella que nunca antes había compartido con nadie.
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CAPÍTULO 16
Tres veces. El hombre la hizo correrse tres veces. En una hora. Con sólo pensar en eso el coño de Ava se contrajo. ―Cristo. Haz eso otra vez y nunca saldré de ti. Ella lo hizo de nuevo. Chase hundió ligeramente los dientes en su hombro. Luego, la voz retumbó en su oído. ―Sólo por eso, debería quedarme dentro de ti hasta que esté duro otra vez y follarte hasta que grites. ―Mis cuerdas vocales siempre agradecen un buen entrenamiento. Se alzó un poco y luego descendió sobre ella, inmovilizándola boca arriba con su boca sobre la de ella. Besándola con desenfreno. Convirtiendo en una parodia cualquier beso que alguna vez hubiese compartido con otro hombre. Esto es lo que ella quería. Su hambre. Su boca. Todo su sudoroso y musculoso cuerpo pegado al de ella. Su decisión de tomarla por detrás la primera vez la había medio conmocionado. Nunca había disfrutado de esa posición. Chase, poco a poco, ralentizó las ávidas caricias de su lengua, modificando el beso para provocar a su boca pellizcándola con sus firmes labios, convirtiendo la pasión en ternura. Presionó los labios contra su oído.
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―No estoy sorprendido de que sea así entre nosotros, Ava. ―¿Así cómo? Susurró algo, la besó y murmuró: ―Vuelvo enseguida. Ava se estiró con satisfacción, preguntándose qué vendría a continuación. ¿Él querría otra ronda o habían terminado por esa noche? No tenía sentido que se sintiera decepcionada ante esa perspectiva, sobre todo después de tres orgasmos consecutivos. Pero Chase regresó deteniéndose al pie de la cama, quitándose las chaparreras y dirigiéndole una diabólica sonrisa que le endureció los pezones. ―Eso nos llevó al borde. Ahora, después del aperitivo, creo que estoy listo para el plato principal. Ella gritó cuando él saltó sobre la cama. Puso una rodilla a cada lado de sus caderas. ―Relájate. Sólo quiero tocarte. Parece que me he salteado algunos lugares cruciales en mi apuro por estar desnudo contigo. Ava deslizó las palmas sobre sus abdominales, avanzando poco a poco hacia su ingle. ―Oh, no sé. Te centraste en un punto muy importante y bastante bueno. Dos veces. ―Te gustó eso, ¿verdad? ―Mmm. También me gustaría tener mi tiempo, ―Ella se lamió los labios y miró a su polla―. Así que, ¿por qué no deslizas a ese chico malo más cerca de mi boca, para que pueda…? ―No, Hollywood. Tú no defines el escenario en el colchón. Lo hago yo.
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La intensidad de su tono hizo que la recorriera un escalofrío mientras sus pulgares acariciaban continuamente la curva inferior de sus pechos. Sus ojos azules estaban repletos de calor sexual. ―No puedo esperar a ver tus labios alrededor de mi polla. Pero será a mi tiempo, no al tuyo. ¿Entiendes? Así que era un poco mandón en la cama. Normalmente eso sería una señal para irse. Ella prefería... tener el control, por así decirlo. Pero Chase no estaba permitiendo nada de eso. Y eso la estaba excitando más de lo que había creído posible. Su pulso se aceleró. Su respiración se volvió errática mientras le sostenía la mirada. ―Te gusta que tome el mando, ―murmuró. ―No, no me gusta. ―Sí que te gusta y yo estoy más que feliz de hacerlo. ―Se deslizó por su cuerpo, chupando su pezón derecho mientras sus dedos acariciaban el otro. Ava se asustó un poco y se retorció. No porque no se sintiera bien, sino porque por primera vez temía que él no la hubiera escuchado cuando le contó sobre la falta de sensibilidad en sus pechos. ¿Cuánto tiempo se tomaría para jugar y provocar, esperando una respuesta? ¿Se molestaría cuando sus atenciones no suscitaran ninguna reacción? ¿O si le dijera que se detuviese? Un agudo pinchazo en cada punta la hizo gritar totalmente conmocionada. ―Seguro sentiste eso, ―le dijo arrastrando las palabras y volviendo su ávida boca a sus pezones, lamiendo delicadamente. Chupando con fuerza. Pellizcándolos con los dientes. La rugosa piel de sus manos continuamente acariciando y apretando la parte carnosa de sus pechos mientras que su boca convertía las suaves puntas en rígidos picos. Esto estaba bien. Se relajó un poco. Podía controlarlo mientras él se tomaba su dulce tiempo.
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Pero tan pronto como se relajó, él se movió. Dejó de acariciar y lamer su pecho y se deslizó por su torso. Besando su vientre. Siguiendo cada una de sus costillas con su caliente boca. Lamiendo su ombligo. Frotando los cálidos y suaves labios sobre sus caderas. Dejando que su perilla arañara los lados de su torso. Convirtiendo cada centímetro de su piel en su patio de recreo personal. Nunca se centraba demasiado en una sola área. La mantuvo sobre el borde hasta que su cuerpo vibraba por dentro y por fuera, con ganas de algo más que sus eróticas caricias.
―Dime por qué tenías esa mirada de pánico cuando te dije que te dieras la vuelta para tomarte por primera vez, ―le preguntó mientras su boca se movía sobre su montículo. La cara de Ava se calentó y el rubor se propagó por todo su cuerpo. Apartó la mirada. Su lengua se deslizó lentamente por su raja y ordenó: ―Ava. Mírame y contesta la pregunta. Ella soltó: ―Porque Jake siempre me follaba estilo perrito. No entendí el motivo hasta después. ―Cuando la culpa brilló en los ojos de Chase, Ava lo tranquilizó―: Así que pensé que no debía ser codiciosa y pedirte si podíamos hacerlo cara a cara, ya que yo me había corrido dos veces y tú no te habías corrido... Los ojos de Chase se convirtieron en hielo. ―Sacrificándote por los demás, ¿verdad? ¿Siguiendo adelante sólo porque esa era la forma en que yo quería? Sí. —No. Quizá. No lo sé. ―¿Qué es? Y no me digas lo que crees que quiero oír. Dime la verdad.
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¿Por qué la estaba presionando en este momento? ¿Y por qué, en lugar de ponerse en una actitud juguetona, distrayéndolo con un pícaro ronroneo, se encontró enfrentándolo bruscamente? ―Aquí está la verdad. No estaba muy excitada, ¿de acuerdo? Nunca me corro cuando un tipo me folla por detrás. Así que adelante, enséñame esa arrogante sonrisa vaquera porque sabes exactamente lo difícil que fue hacer que me corra de esa manera. Chase se puso de rodillas entre sus piernas, hasta que quedó en una posición sentada cerniéndose sobre ella. ―No estoy llevando una jodida cuenta del sexo oral o el número de orgasmos, Ava. Dios. ―La delicada manera en que sus grandes manos se deslizaban por su cuello para acariciarle la cabeza desmentía la ferocidad de su rostro―. Después de todas las noches que pasé fantaseando contigo, obligándome a mantenerme lejos de ti, incluso cuando sabía que te lastimaba, lo último que quiero hacer es pelearme contigo cuando finalmente estamos follando juntos. La hizo derretirse por dentro cuando su lado rudo perdió ante su lado tierno… y él ni siquiera era consciente de este hecho. Ella cerró los dedos alrededor de sus impresionantes bíceps y susurró: ―Yo tampoco. Su postura se relajó. Dejó que sus pulgares dibujaran un arco lento sobre sus pómulos. ―Todavía veo preguntas en tus ojos y esa obstinada inclinación de tu barbilla, cariño. Cuéntame. ―Me doy cuenta de que te gusta tener el control, pero deseo mucho tocarte, también. Y para ser honesta, es un poco egoísta que no pueda pasar mis manos y mi boca por todo este increíble cuerpo. ―¿Egoísta?, ―se rió suavemente y la besó en la nariz―. Eso es nuevo. Te seguiré el juego. Y te dejaré jugar. Pero tengo dos reglas. En primer lugar, no puedes tocar mis pies 247
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porque son condenadamente cosquillosos. —Ava sonrió, sorprendida de que él admitiera esa debilidad—. Segundo. No tocarás mi polla. Su sonrisa se desvaneció. ―Eso no es justo. —Chase ladeó la cabeza, estudiándola—. ¿Qué? ―Si te diera acceso completo a mi polla, no me tocarías en ninguna otra parte, ¿verdad? ―Dejó que las manos cayeran sobre sus pechos―. Un poco como esos otros tipos con los que has estado, que solo querían poner sus manos sobre estos. No quiero eso para nosotros, nunca. Tal vez es egoísta. Pero siempre ha sido la misma historia para mí. Las mujeres con las que estuve han ido directamente a mi polla. Quiero sentir tus manos sobre mí, sobre mi cuerpo, no sólo entre las piernas. Deseo eso mucho más de lo que puedes imaginar. El corazón de Ava dio un vuelco ante su cruda honestidad. Mientras ella luchaba para encontrar una respuesta que no banalizara la situación, él suspiró. Entonces se movió hacia atrás, estirándose de espaldas sobre la cama, cruzando los brazos detrás de la cabeza, extendiendo las piernas. Quería tocarlo de una manera que ninguna otra mujer hubiera hecho. Físicamente. Emocionalmente. Ava se sentó a horcajadas sobre sus caderas, observando su rostro mientras se inclinada sobre él y le liberaba el brazo derecho. Empezando por su mano, recorrió cada uno de sus dedos, desde las rugosas puntas hasta llegar a la mano, amando la textura áspera de sus nudillos y los duros callos construidos a lo largo de años de montar toros. Le dio un suave beso en el centro de la palma y cerró los dedos en un puño. A continuación siguió delimitando los músculos del antebrazo, maravillada por su fuerza. Cuando llegó a su enorme bícep, suspiró. Sus dedos trazaron cada prominencia y profundo surco de sus músculos. Le besó la curva del codo y lo bajó al colchón antes de tomar su brazo izquierdo. En vez de usar sus dedos para familiarizarse con cada ondulación de la musculosa carne, utilizó la lengua. El
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—Maldita sea, mujer, —pronunciado en voz baja la hizo sonreír contra su tríceps mientras recorría sus músculos con la boca. Después de soltar el brazo, su boca se desvió a la copa de su hombro ascendiendo por la columna de su cuello. Chase, gimió y volvió la cabeza, concediéndole acceso completo. Ella estaba encantaba con la reacción de Chase al roce de sus dientes, a los húmedos besos depositados al azar por sus labios, ligeros como una pluma, en distintos lugares de su cuello. La piel de gallina se extendió a través de sus brazos y hasta la nuca. Se removió en la cama, sin desplazarse, pero lo suficientemente para hacerla saber que le gustaba lo que estaba haciendo con él. Ella se deleitó en ese inmenso poder de adorar en lugar de ser adorada. Ava se sumergió en él. En el olor de su piel. En el amargo sabor de su sudor. En la forma en que sus músculos se tensaban bajo la lengua. Besó, lamió y mordisqueó su camino hacia el centro de la garganta, desde su mandíbula cuadrada hasta su esternón. ¿Y no era fantástico que tuviese vello en el pecho? Hablaba de su virilidad, de su belleza masculina. Frotó la cara sobre la oscura mancha de su vello, respirando en él, escuchando los latidos de su corazón, calentada por el calor de su piel, y sabiendo que la respuesta de su cuerpo a ella se hacía eco en su propio cuerpo. Colocándose a cuatro patas encima de él, observó su rostro mientras lamía su pezón. El hombre se arqueó. Chupó el disco plano hasta que se convirtió en un punto rígido y luego usó sus dientes en la dura protuberancia. Alternó ambos pezones, obligándose a concentrarse sólo en esta parte de su torso, incluso cuando sus manos querían vagar. La respiración de Chase se entrecortó. Cuando sopló una corriente de aire sobre su pezón húmedo, él gimió. ―Yo... mierda. Eso me gusta. Había pasado mucho tiempo desde que se había entregado a los juegos previos. Ella también quería llegar a la mejor parte, al duro empuje de los cuerpos durante el sexo. 249
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Pero ver la reacción de Chase a la forma en que lo tocaba la hizo ponerse aún más caliente y le daban ganas de alargar esta exploración para poder conocer cada colina y valle de este magnífico cuerpo. Recorrió sus pectorales con los labios, mirando hacia él cuando llegó a su esternón. ―Tu cuerpo es una obra de arte, Chase. Bellamente esculpido. Fuerte. Flexible. Lo trabajas duramente y se nota. Él tenía una expresión llena de satisfacción. Y de puro calor masculino. Ella depositó besos en el centro de su torso, siguiendo el rastro del oscuro y sexy vello. Cuando su barbilla tropezó contra la punta de su húmeda polla, levantó la vista de nuevo sobre él. ―Mantén tu polla fuera del camino, ya que se supone que no debo tocarla. Chase arqueó una ceja, consiguiendo mirarla de forma amenazadora y servicial a la vez. Puso la mano alrededor de la raíz, acariciándose hacia arriba un par de veces, sin romper nunca el contacto visual con ella. Finalmente ubicó su pene a un lado y lo mantuvo allí, contra su cadera. ―¿Feliz? ―Mucho. Porque he estado deseando tener mi boca sobre tu paquete de abdominales desde que te vi desnudo en el baño de Ginger. ―Y sí, definitivamente se concentró en la exploración de su abdomen surcado y plano, metiendo la lengua entre los definidos surcos. Él sabía diferente aquí. Almizclado. Más como el sexo. Y de nuevo, frotó la cara contra su piel tensa como un felino lleno de satisfacción. Bueno, no completamente satisfecha. Quería más. Lo miró y vio que había cerrado los ojos. Perfecto. Ava se situó entre sus piernas y tomó sus testículos, apretándolos suavemente, mientras sus uñas arañaron el interior de su pierna derecha, rozando el grueso vello púbico, y luego descendiendo hasta su rodilla. 250
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Chase, se echó hacia atrás. ―¿Qué estás haciendo, Hollywood? Sin tocarme la polla, ¿recuerdas? ―Ah. Pero no te estoy tocando la polla, te toco las bolas. ―Sonriendo… realmente sonriendo… hizo rodar los tensos globos entre sus dedos, dejando que el pulgar presionara la suave piel situada justo detrás de su saco. Le sostuvo la mirada, viéndolo debatirse entre el deseo de que continuara tocándolo, y prohibirle que siguiera… porque ella, de alguna manera, había roto la regla. Le agarró la muñeca y la giró sobre su espalda en medio de su grito de sorpresa. ―No te muevas. —Gruñó. ―¿Vas a castigarme? ―Ella estiró los brazos por encima de su cabeza, amando la forma en que sus ojos devoraron su cuerpo―. Cincuenta latigazos con tu húmeda lengua, espero. ―Nop. Tengo algunos castigos muy específicos en mente y no puedo esperar a probar jodidamente cada uno de ellos. Pero será después. ―Cogió un condón y se cubrió. Luego apoyó los antebrazos a ambos lados de su cabeza, y bajó su cuerpo sobre el de ella. Ava no podía dejar de tocarlo. Este hombre era diferente a cualquiera que había conocido, haciéndole sentir cosas que la asustaban y emocionaban a la vez. Sus ojos recobraron su intensidad anterior. ―¿Sabes por qué te tomé por la espalda? ¿Además de porque quería poner mis manos sobre tu fantástico culo? Di algo burlón y totalmente masculino. No seas más dulce y cariñoso de lo que ya eres, o podría enamorarme de ti. ―Sabía que no iba a durar mucho porque he deseado esto demasiado tiempo. ―Chase besó las comisuras de su boca. Las manzanas de sus mejillas. Sus sienes―. Pero ¿esta vez? Voy a mirarte a los ojos mientras siento como tu cuerpo se envuelve 251
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alrededor de mí, mientras tus uñas arañan mi espalda y tu boca me recorre por todas partes. Tengo la intención de hacer que dure mucho, mucho tiempo. Y... Ava sintió voltearse sus brazos, tratando desesperadamente de no caer directamente dentro de ese imponente lugar dónde nunca había estado. ―Chase... ―No pasa nada. ―La besó, meciéndola contra él―. ¿Sabes lo que más me gusta de esta posición? ―¿Qué? ―Que tumbados somos de la misma altura, ―Chase empujó dentro de ella completamente. Ava estuvo a punto de hacerle perder el equilibrio, arqueándose bruscamente ante su duro empuje. ―Dios. ―No bromeo. Tu… esto… se siente increíble. ―Salió lentamente hasta que sólo la cabeza de su polla descansaba en su apertura. Ella esperó, esperando que se sumergiera de nuevo. Pero entró en su cuerpo con un largo y lento deslizamiento, deteniéndose cuando la había llenado por completo. Hizo exactamente lo mismo dos veces más y se detuvo de nuevo. ―¿Te hago daño? ―No. ¿Por qué? ―Porque estás conteniendo la respiración. Maldita sea. Ella exhaló. ―Lo siento.
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Chase colocó un beso suave en su boca. Luego otro. Hasta que los besos se hicieron más largos. Más intensos. Con apenas un aliento entre ellos. Pero todavía no apuraba la unión de sus cuerpos. Mantenía un ritmo lento y constante. Las manos de Ava recorrían su piel resbaladiza. No podía tocarlo lo suficiente… desde los tensos brazos a sus fuertes hombros y espalda, bajando hasta su musculoso culo. Se arqueaba, se contoneaba y retorcía contra su cuerpo sólido como una roca, instándolo a darse prisa. Él rompió el beso. ―Cuánto más frenética te pongas, más lentamente voy a ir, —murmuró ―¿Por qué? ―Porque puedo. ―Sopló suavemente en su oído, haciendo que su cuerpo se estremeciese―. Porque me encanta la forma sexy en que restriegas todo tu cuerpo sobre el mío y si me muevo más rápido podrías parar. Ella le atrapó el rostro entre las palmas de sus manos y miró a sus ojos risueños. ―¿Siempre vas a ser tan controlante en la cama? ―Nop. A veces voy a ser peor. ―Entonces Chase levantó su cuerpo, lo suficiente como para que el vello de su pecho le rozara los pezones con cada movimiento hacia arriba―. Envuelve tus piernas alrededor de mis caderas y agárrate de la cabecera. Ava se quiso convencer que fue su sexy gruñido lo que la hizo obedecer, no su orden. Pero tan pronto como lo hizo, él cogió el ritmo y ella entendió el atractivo de la entrega. Cederle el control de su placer era embriagador. Sin pensar en la fricción de la piel húmeda de uno frotando contra la del otro. Anticipando el calor y la dureza de su miembro arando en su tierno coño. Arrasando su mente mientras su boca absorbía cada temblor y gemido con calientes y húmedos besos en su cuello. ―Eso es, ―susurró con fiereza―. Deja que te lleve hasta allí.
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―Sí, ―dijo entre dientes, curvando la espalda cuando su polla golpeó su punto G. Una y otra vez. Había cambiado el ángulo de sus caderas para no tocar su clítoris, pero esto se sentía tan condenadamente bien que no le importaba. Chase tomó su boca otra vez mientras la conducía allí, tan en sintonía con lo que Ava quería que habría jurado que habían hecho el amor una y mil veces antes en lugar de sólo una vez. Luego ajustó la posición de nuevo, golpeando ambos puntos con cada golpe duro y profundo. Creyó astillarse en mil pedazos cuando llegó al clímax. Sabía que Chase no estaba muy lejos cuando sus embestidas se intensificaron. En el momento en que él gimió y comenzó a enterrar la cara en su cuello, Ava soltó su agarre de la cabecera de la cama y le encerró el rostro con sus manos. ―Mírame. Muéstrame lo que hago para ti. Chase susurró: ―Dios, Ava. ―Y se estremeció cuando su orgasmo rodó sobre él en una larga onda que lo dejó sorprendido y gimiendo por su intensidad. Jadeantes, se miraron el uno al otro, tratando de recuperar el sentido. Finalmente Chase murmuró algo, la besó y se empujó hacia arriba retirándose, levantándose para tirar el condón. Ava rodó, deliciosamente dolorida, pero sin saber qué iba a pasar. Cuando él se metió de nuevo en la cama, ella se incorporó sobre un codo, con la intención de darle espacio. ―¿A dónde vas? —Preguntó. ―Mmm. ¿A mi cama?
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―Como el infierno. ―Dejó caer una pierna sobre las de ella, sosteniéndola en su lugar―. No puedes follar conmigo y salir corriendo. Sospecho que ese ha sido uno de nuestros hábitos en el pasado. Los dos sabemos que esto no es cosa de una sola noche. ―Se deslizó detrás de ella y le dio un beso en el hombro―. Así que acostúmbrate a compartir la cama conmigo. Conmovida por su inesperado afecto, Ava se volvió y frotó la mejilla contra la suya. ―Me parece bien. Yo prefiero una cama grande de todos modos. ―Pero la habitación todavía tendrá que costar menos de cien dólares. ―Que mandón. ―Alguien tiene que mantenerte a raya.
Chase tenía el sueño profundo. Así que Ava encontró fácil deslizarse de entre sus brazos a primera hora de la mañana. Hubiera deseado un poco de luz pero no se atrevió a correr el riesgo de despertarlo encendiendo la del baño. Y era muy práctico que hubieran dormido desnudos. Se detuvo al pie de la cama, con los ojos fijos en el premio. A pesar de haber tenido sexo tres veces anoche, Chase no le había permitido un acceso directo a su polla, ni una sola vez, y era por eso que Ava iba a hacer algo al respecto ahora mismo. Era un nuevo día. Las reglas de anoche ya no aplicaban. Sabía que sólo tendría un tiempo limitado antes de que él se despertara. Inclinó la cabeza e inhaló ese cálido e íntimo olor antes de introducir la suave polla dentro de su boca. Le encantaba cómo la piel se tensaba y la carne se expandía con cada tirón de su boca. Él se movió, gimiendo, mientras su polla se endurecía. Alargándose. Cuando Ava comenzó a deslizar la lengua sobre su eje, la mano de Chase se posó en su cabeza. 255
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Inmediatamente se removió otra vez y Chase se incorporó un poco. ―¿Ava? ¿Qué demonios estás haciendo? ―Aspiró una fuerte bocanada entre los dientes cuando ella lamió la punta―. Diablos. Pensé que era un sueño. Ella se apartó de su eje el tiempo suficiente para decir: ―Nop. Quiero que este estupendo cuerpo se retuerza. ―Lo lamió como si fuera un chupete. ―Oh, no tengo ninguna duda de que puedes hacer que me retuerza. Probablemente podrías hacerme rogar. ―Él apartó el pelo que había caído sobre su cara―. Pero… Una vez más, Ava descendió y se encontró con su mirada en la oscuridad. ―Pero nada. No conseguirás dirigir esto. Si ella pensaba que la acariciaría amorosamente, dando su acuerdo, y murmurando estímulos, estaba equivocada. Las grandes manos de Chase fueron a su rostro, apresándole la mandíbula. ―Sí, creo que sí. —Su respuesta hizo que sus bragas se humedecieran. Al igual que su explícita orden—. En el suelo. De rodillas. Cuando Ava se movió, también lo hizo Chase. Él se sentó en el borde del colchón, dejando un espacio para ella entre sus piernas. Entonces le acarició la mejilla. ―Mejor. Ahora puedo ver cómo me mamas y no te ahogarás al tragar. —Sin pelos en la lengua—. Llévame a tu boca otra vez, Ava. Dios, su grave y baja voz matinal aflojó algo primitivo en su interior. Ella inclinó la cabeza, dejando caer su cabello contra sus muslos, sintiendo el estremecimiento de sus músculos en respuesta a la caricia de las suaves hebras sobre ellos. Chupó la punta, trazando la forma de la gruesa cabeza con la parte interior de los labios, tomándose su tiempo para chasquear la lengua en el punto situado debajo del glande con cada húmedo golpe.
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Provocar. Retirarse. Familiarizándose con sus reacciones, lamiendo las pequeñas gotas perladas de líquido pre‐seminal. Entonces Ava dio el golpe de gracia, necesitando probarlo completamente. Con un puño alrededor de la base, deslizaba la mano arriba y abajo de toda la longitud, moviendo la cabeza para encontrarse con sus dedos. Él permanecía rígido, con las manos apoyadas en el borde de la cama, mirándola. Pero Chase no estaba completamente inmóvil. Su cuerpo temblaba. Su pecho subía y bajaba rápidamente. Los dedos de sus pies se curvaban. Al ver esa vulnerabilidad, Ava sintió un extraño dolor. Quiso asegurarle que nunca explotaría esa parte de él que se había atrevido a compartir con ella. Su mano se deslizó hacia abajo para acariciar sus testículos mientras trabajaba el largo eje, frotando la gruesa punta de su polla contra su paladar antes de abrir su garganta. Respiró conteniendo el reflejo de la nausea, tragándoselo por completo. ―Santo Cristo, ―las palmas de Chase le cubrieron las orejas y le empujó la parte superior del cuerpo hacia atrás. Entonces él empujó más allá de sus labios, presionando su polla contra su garganta, permaneciendo allí hasta que ella tragó. Se movió hacia atrás y lo hizo de nuevo. Ava no tenía ningún control. Chase sostenía su cabeza, manteniéndola en su lugar. ―Ava. Mírame. Mira lo que me haces. Su mirada conectó con la suya. Tanta lujuria. Tanta hambre en sus ojos. Esa necesidad. Ella sintió que todo fluía entre ellos, sintiendo que su cuerpo respondía a su llamada. Ahuecó las mejillas alrededor de su grosor llenándose la boca y él gruñó.
―Cuidado con esos dientes, cariño, ―advirtió―, pero no te detengas. Ella cambió, pasando de tomar profundamente su polla a sacudidas poco profundas de la cabeza. Sus sentidos se afinaron con los sonidos de la húmeda succión de su polla entrando y saliendo de su boca. Con el suave agarre que él mantenía en su pelo. Con la áspera alfombra clavándose en sus rodillas. Con sus bajos murmullos de aprobación.
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Con el aroma totalmente masculino de su sexo. Y con todo su cuerpo estremeciéndose de anticipación. Más, más, más. Dámelo todo. Él maldijo y se quedó inmóvil. Ava gimió alrededor de su polla cuando se corrió y el sabor explotó en su lengua. Tragó cada caliente chorro mientras su placer rodaba sobre ella en una ola cálida y satisfactoria. Cuando los temblores cesaron, ella liberó su flácida polla, lentamente, prolongando el momento para sí misma. Después de que sus ojos se abrieran y que él pareció recordar dónde estaba, le acarició el cabello. Pasando el pulgar por sus labios hinchados. Luego le dirigió esa sonrisa de gato después de lamer leche. ―Mucho mejor que un reloj despertador. Por mucho que le había gustado chupársela, ahora en esta situación se sentía tímida. Expuesta. Agachó la cabeza, dejando que su boca entrara en contacto con el muslo, amando la forma en que ese grueso vello se sentía contra sus sensibilizados labios.
Él continuó mimándola, acariciándola, deslizando los dedos a través de su hombro y espalda. Sólo le permitió esconderse de él durante un tiempo antes de obligarla a mirarlo a los ojos. ―No quiero que vuelvas a Los Ángeles ahora que hemos rascado la picazón. Y antes de que vea ese brillo de duda en tus ojos te diré que esto ha sido mucho más que sexo para mí. Mucho más. Para mí también. Pero no podía decirlo. En lugar de eso dijo: ―Pero, ¿cómo esto… —gesticuló en dirección a sus cuerpos desnudos—, … cambia las cosas entre nosotros? ―Se preparó para una respuesta evasiva, pero las siguientes palabras de Chase resonaron en su cabeza.
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―Ava. Esto no cambia nada y lo cambia todo. Nosotros somos amigos. No me puedo imaginar perder esa parte de ti. Pero ahora creo que debemos estar desnudos juntos tan a menudo como sea humanamente posible, hasta que los dos estemos agotados y con una sonrisa de oreja a oreja. Entonces, ¿eso significa que hemos pasado de amigos a amantes? —Le dirigió esa dulce, caliente y traviesa sonrisa suya—. Creo que eso significa que estamos teniendo un maravilloso romance de verano. Ava observaba desde las sombras de las gradas cuando Chase salió de la carpa médica. Se detuvo y habló con un par de jinetes. El hombre era magnífico. No sólo su físico. No sólo su rostro. No sólo su encanto vaquero. No solo su forma de hacer que la gente se sintiera bien. Todas esas cosas por sí solas eran bastante impresionantes. Pero eran todas esas cosas en un único y potente paquete, lo que definían al guapo y resistente vaquero. Sentía los ojos de los otros hombres sobre ella, pero Ava sólo tenía ojos para él. ―¿Puedo hablar contigo un segundo? ―Claro. Disculpa. Queriendo privacidad, Ava se acercó a la esquina, lejos de los concursantes y los responsables del rodeo. Cuando se dio la vuelta, Chase se apoyó en una sección del corral metálico. ―¿Todavía molesto conmigo por insistir en reservar una habitación esta noche en vez de ir al rodeo siguiente? Una mala caída la última noche había afectado a su lado derecho, la rodilla, la cadera y el hombro. Se había encogido esa mañana, al ver su cuerpo magullado y maltrecho. Él se había sentido disgustado y le dijo que dejara de mirarlo como a un fenómeno de circo. Entonces agarró su ropa y se dirigió al cuarto de baño con sus piernas rígidas. Sus ojos azules atraparon los suyos. 259
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―Tal vez. ―Sus grandes manos se enroscaron alrededor de sus caderas, pero mantuvo sus cuerpos separados―. Pero voy a dejar que hagas algo por mí. La postura de Chase le dio a Ava la ventaja de su mayor altura adicional. A él no pareció importarle, lo que era otro gran cambio en su actitud desde que habían empezado a dormir juntos. ―Y ¿qué tienes en mente? Le dio un beso caliente en el centro del pecho. Entonces esos labios talentosos viajaron desde el arco de su garganta al oído. ―Adivina. ―Una mamada. La sonrisa de Chase en su cuello provocó que se le pusiera la carne de gallina. ―Tentador, pero no. ―¿Quieres que me incline sobre un fardo de heno y golpear mi culo? ―Te equivocas de nuevo. Pero eres buena dándome grandes ideas. ―Chasqueó su húmeda lengua en el lóbulo de su oreja como si estuviera trabajando en su clítoris, lo que envió un pico de calor directamente al centro de su placer. ―Quiero un beso. ―¿En público? ―Sí. Ahora mismo. Ella bajó sus labios a los suyos en un lento deslizamiento de boca en boca. Poco a poco el beso cambió de dulce a ardiente. Lo besó con pasión, templada con ternura. Una lánguida unión de lenguas, una comunión de necesidad. Él colocó suaves besos sobre su boca. ―Gracias por cuidar de mí, Ava. 260
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―Pareces sorprendido porque lo haga. ―Tal vez lo esté. No estoy acostumbrado a eso porque solo he mantenido relaciones ocasionales. No estaba bromeando acerca de mi máximo de dos semanas. ―Hizo girar un mechón de su cabello alrededor de su dedo―. No he respondido ante nadie desde hace años. Me parece que me gusta responder ante ti. ―Me alegro. No me gusta verte haciéndote daño. No tienes que ser fuerte frente a mí, Chase. ―Es un hábito difícil de romper. ―Rápidamente cambió de tema―. ¿Vas a filmarme esta noche? ―Sí. A menos que no quieras… ―Quiero que lo hagas. Sólo espero que no sea igual que la noche anterior. Su lesión le causaba más dolor de lo que quería admitir. Estaba sorprendida de que él quisiera montar algún toro esta noche. ―Buena suerte. Te veré después. Chase montó en ambos toros. Pero no estaba en su mejor forma y terminó en el cuarto lugar, sin derecho a premio. Lo primero que hizo al llegar al motel fue darse una ducha. Durante treinta minutos. Al principio, cuando habían empezado a viajar, no había entendido por qué le llevaba tanto tiempo ducharse. Pero ahora sabía que necesitaba ese tiempo para deshacerse de los dolores de la monta. Dejó caer la toalla y se metió en la cama, enroscándose a su alrededor como si él fuera su anaconda personal. ―No estoy para juegos sexuales esta noche. ―Así que abandonaré mi nefasto plan de jugar al parchís desnuda contigo. 261
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Chase rio suavemente. ―En serio. ¿Puedo darte un masaje o frotar un poco de pomada sobre las zonas doloridas? ―Gracias. Pero esto es bueno. Tu cuerpo caliente es como una mágica almohadilla térmica. Hace que todos mis dolores y molestias desaparezcan. Haces que todo me hormiguee. ―Oh. Eres muy bueno. ―Mmm. Tú ya lo sabes, pero estoy en mi mejor momento cuando estoy contigo. Ava se derritió un poco. ―¿Ahora que hemos terminado de hablar podemos ver quién sale elegida como la Siguiente Top Model de América, o qué?
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CAPÍTULO 17
Chase no era claustrofóbico. Pero si tenía que pasar otro jodido minuto con Ava en la cabina de la caravana, rodeado por la esencia de su perfume, la vista de los dedos de sus pies pintados de rosa golpeando sobre el panel de control y el modo en que chupaba regaliz, cual reina del porno, se volvería loco. De hecho, pensaba que se merecía una medalla por su habilidad para resistir la tentación de desviarse en el próximo camino de tierra para follarla dentro de la cabina, o contra la puerta, o en la cama de la caravana. Había estado tan perdido en las fantasías sobre las muchísima múltiples maneras en las que pensaba hacerlo con ella, que se pasó la maldita salida. Había sabido al segundo de tocarla que estaba hecho para ella. Ava lo necesitaba de un modo en el que ninguna mujer lo había hecho. Era un hombre distinto cuando estaba con ella, a pesar de que estuvieran desnudos o no. Así que quizás era por eso que no podía contenerse esperando volver a tener sexo con ella de nuevo, un día tras otro, tras otro. Pareció que tardaron una eternidad en registrarse. Dejó las bolsas en un rincón de la habitación. En el espejo encima del lavabo, vio a Ava dejarse caer en la cama y dar un gran suspiro. —Antes de que te pongas más cómoda, quizás deberías comprobar que has cerrado la puerta. Ella saltó sobre sus pies y se reacomodó la falda mientras cruzaba la habitación, con aquellos jodidos pliegues sexys rozándole la parte trasera de las piernas. Cuando le había echado un vistazo a su aspecto esa mañana, minifalda plisada, blusa blanca y lisa, zapatillas de ballet negras, se le había puesto dura la polla durante todo el 263
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día mientras su cabeza conjuraba imágenes de una malvada colegiala necesitando unos azotes. Ava comprobó la puerta empujándola. —No sé por qué te preocupaba que no estuviera cerrada… —Ciérrala. —Colocó la boca detrás de su oreja, y se presionó contra ella. La cerradura hizo clic. —Las manos sobre la puerta. —Le acarició el cuello con la boca, susurrando,— te deseo. Ella giró la cabeza para llegar a su sien con un beso y un suave, —Ya me tienes, ¿qué vas a hacer conmigo? Chase dejó que su aliento le rozara la humedad de la nuca. Dejándola esperando una respuesta. —¿Chase? Le lamió el lóbulo de la oreja. —¿Qué quieres que te haga? —Fóllame. Lo ponían caliente como el infierno que esas palabras soeces salieran de aquella preciosa boca. Pero Chase sabía como ponerla igualmente caliente al hablarle sucio contestándole contra su oído. Curvó los dedos alrededor de sus caderas y le empujó el trasero en contra de su entrepierna. —Frota este hermoso culo contra mí. Hazme desearlo. Haz que desee tocarlo. Que quiera recorrerlo con la boca. Que desee follarlo. Se preguntaba si se mostraría reacia, pero contoneó las caderas y hundió aquellos perfectos montículos de carne presionando contra su ingle, como una profesional. 264
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Chase tuvo puesto un condón dos segundos después de que sus vaqueros tocaran el suelo. Arrastrando la polla a lo largo de su dulce hendidura, no se sorprendió de lo fácilmente que la polla se deslizó dentro de su acogedor calor. Ava siempre estaba preparada para él. A pesar de lo mucho que deseaba golpear con dureza contra ella, no lo hizo. Al principio, no. Pero sus gemidos entrecortados y el apretado agarre de su coño cuando la penetró más fuerte y profundamente, echaron por tierra su estrategia. —Sí, me gusta. Dios, me encanta. Moliendo las caderas impuso un ritmo de empujar‐y‐retirarse que se sentía tan bien que no quería parar nunca. Cada empuje lo aproximaban a ese elusivo punto, pero Ava lo alcanzó primero. Cuando su coño se apretó alrededor de su polla, estaba gruñendo, sudando, maldiciendo como si hubiera entrado en un aletargamiento orgásmico. Cuando volvió a la tierra, susurró: —¿Estás bien? —Creo que he arañado la puerta con las uñas. —Eso es un cumplido. Ava se recostó hacia atrás y la pasó el brazo por el cuello. —Si no te lo he dicho lo suficiente, eres un amante increíble, Chase. —Lo mismo digo, tetas dulces. —Se que no debería considerar eso como un término cariñoso, pero lo hago, —le dijo riéndose. —Eres preciosa. Talentosa. Sexy. Lista. Sofisticada. Divertida. Dulce. —Le besó la parte trasera del cuello—. ¿Son esos términos más cariñosos? —En realidad, prefiero tetas dulces, —contestó, sonriendo contra su garganta.
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Mientras se arreglaban la ropa, ella dijo: —Ahora que hemos dejado esto fuera del camino, ¿puedo esperar que lo próximo sea que busques comida? —¿Fuera del camino? —Con una malvada y determinada sonrisa, la asechó hasta que la parte trasera de sus rodillas chocaron con la cama—. Sólo para que esa raja arrogante lo sepa, tetas dulces, me voy a hartar de comerte. Y, cariño, tú sabes cuánto puedo comer. Chase parecía demasiado cómodo y demasiado sexy, repanchingado contra la puerta del asiento del copiloto, con la cámara en la mano. —Sonríe. Ella frunció el ceño. —¿Por qué me estás grabando? —Porque estás conduciendo tú y estoy aburrido de mi puta cabeza. Por lo menos, si tenía las manos ocupadas, no estaba comiendo semillitas de girasol. O tocándola. Si el hombre le ponía las manos encima mientras conducía, destrozaría su preciosa caravana. —Además, lo que es bueno para el ganso, es bueno para la gansa, ¿vale? —Soy de California. Ni siquiera sé qué coño significa ese refrán de corral. —Significa que he respondido a tus preguntas durante las últimas semanas. Es hora de que tú respondas a las mías. Me duele admitirlo, pero tu táctica de la Gestapo funcionó. —¿Sí? —Sabes cosas de mí que no le había contado nunca a nadie.
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Pero quiero saberlo todo sobre ti. Estoy tan obsesionada contigo, como tú lo estás con montar toros. Chase jugueteó con la cámara. —Guau. Te puedes acercar mucho con esto. —¿Estás grabando los pelos de mi nariz? —Nop. He hecho un zoom en tus pezones. Piensa en algo caliente, nena. —Chase. —Piensa en lo que te hice anoche. Fue bastante caliente. Su agarre se incrementó sobre el volante incluso mientras los dedos de sus pies se curvaban inconscientemente. La boca hambrienta de Chase chupándole el clítoris. Los dedos pellizcándole los pezones. Demostrando la maestría sobre su cuerpo, sujetándole los brazos, negándole la liberación, llevándola a la locura con cada lametón. Cada toque. Cada promesa de éxtasis susurrada, hasta que se rompió en mil pedazos en un orgasmo épico que la hizo gritar. Después, le hizo el amor con una ternura tan exquisita, que la derritió. —¿Lo ves? Funcionó. Tienes ese aspecto soñador que alcanzas justo después de que te haya follado. Y lo había disfrutado mucho más. —Haz la maldita pregunta. Se rió entre dientes. —La comida que menos te gusta. —La berenjena. Es una cosa viscosa y repugnante. No importa cómo la cocines, sabe a mierda de perro. —Estoy en parte de acuerdo.
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—Pienso lo mismo del calabacín. Nuestra cocinera trataba de enmascararlo con otros platos, pero siempre podía notar su sabor. Puaj. —¿De pequeña tenías cocinera? —Maria no vivía en casa, pero venía todos los días. A veces preparaba la comida, pero la mayoría de las veces hacía la cena. ¿Por qué? —La mayoría de la gente que conozco no contrataría temporalmente a nadie para las tareas domésticas. Para ser sincero, ni de cerca te comportas como la nena midad que imaginé que serías. —Creo que eso es un cumplido, en cierto sentido. De cualquier manera, mi madre trabajaba mucho, expandiendo el negocio hotelero. Cocinar y limpiar era la última cosa que quería hacer después de pasarse catorce horas en la oficina. —Tengo que preguntártelo, Hollywood. ¿Tuviste niñera? Sacudió la cabeza. —Mi padre se quedaba en casa con mi hermano y conmigo cuando éramos pequeños. Suele bromear diciendo que puede cambiar una rueda y un pañal en diez escasos segundos. Te conté que era mecánico, ¿verdad? Chase bajó la cámara y la miró, entrecerrando los ojos. —Espera un momento. Dumond. ¿Es tu padre el Dumond de DRT… Dumond Racing Team? —Sí. Empezó el equipo en nuestro garaje. —Joder, Ava. El DTR es mi equipo favorito de la NASCAR. Darby Janeville tuvo una temporada sorprendente el año pasado con aquel segundo puesto en Darlington... Ava levantó la mano. —No te ofendas, pero podrías hablarme en chino. No sigo las carreras de la NASCAR. Nunca he sido muy aficionada a las carreras. 268
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—¿Nunca? —Nunca. Chase no respondió, aunque era obvio que se moría por hacerlo. —¿Qué? —¿Cómo puede ser que sepas todo acerca de la posición de gerente de los Hoteles Cooper, y no tengas el menor interés en el negocio de tu padre? Especialmente, porque lo construyó desde abajo y lo tenías más cerca que a tu madre mientras crecías. Aquello la perturbó. Nunca lo había visto de ese modo. Su padre solía pedirle que fuera a las carreras. Pero siempre se rehusaba. ¿Cuándo dejó de pedírselo? ¿Por qué no te diste cuenta? La profunda voz de Chase la sacó de sus pensamientos de culpa. —¿Así que tu hermano escogió el negocio hotelero en vez de el de las carreras? —Axel está involucrado el DTR, sobre todo en lo relacionado con los Neumáticos Cooper. Va a todos los eventos con papá. De nuevo, a Ava le llamó la atención lo mucho que se había apartado de su familia en los últimos años, desde que se había “hecho” actriz. ¿Por eso Axel era tan cortante con ella? Cómo se había desentendido de él, ¿estaba imitando su comportamiento? ¿Cuándo se había vuelto tan egoísta? ¿Tan mezquina? ¿Tan reticente a compartir algún tiempo libre con su familia? Sabía que Chase se había llevado un buen rapapolvo por el distanciamiento físico y emocional de su familia. Lo sentía por él, pero había descubierto que ella había actuado del mismo modo. —¿Ava?
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—Perdona. Haz una pausa. Me parezco mucho a mamá en eso de no hacer tareas domésticas. Mi servicio de quehaceres domésticos mantiene la casa limpia. Llevan la ropa sucia a la lavandería una vez a la semana. Luego, como por arte de magia, la ropa limpia vuelve a su sitio. No tengo que hacer nada. Eso me convierte en más inútil que las tetillas en un toro, ¿no? Chase sonrió. —Bonita referencia granjera, Hollywood. —Si la herradura encaja... De todos modos, resulta embarazoso admitir que soy tan inútil. —No tendrías por qué. Llevas una vida diferente a la mayoría de la gente. Eso no quiere decir que esté mal. Tienes lo que a mucha gente le cuesta mucho trabajo conseguir. No deberías disculparte por ello. ¿Cómo podía ser que este hombre supiera exactamente qué decir? ¿No para hacer la pelota, si no con absoluta sinceridad? Te vuelves tonta por este hombre, Ava. Escríbetelo en la frente… t‐o‐n‐t‐a. —De acuerdo. Volviendo a las preguntas contundentes. ¿Cuál es la cosa más personal que alguna vez te regalaron? —Esta vez, tú primero, McKay. —Una escultura de bronce que mi primo Carter me hizo montando el toro Chicken on a Chain, con el que logré noventa y dos puntos. Ese era un regalo muy personal, lo que le provocó a Ava otra punzada de tristeza cuando pensó en la ausencia de ellos, en su caso. —¿Qué te pasa? Cambiaste la cara. —¿La cámara muestra eso? —Ava. No necesito mirar por el visor para ver que estás disgustada. 270
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Maldito hombre tan intuitivo. —La cámara está apagada. Habla conmigo. —Mi abuelo encargó un collar para mi decimosexto cumpleaños. Una preciosa rosa minúscula de cristal de Swarovski con el tallo de oro, ingeniosamente retorcido en una A. La única vez que no me lo quité antes de saltar al océano, lo perdí. No sé si se rompió la cadena o qué, pero me quedé destrozada, porque ocurrió como un mes después de su muerte. —Oh, cielo, lo siento. Obviamente, Chase ya había grabado suficiente. Metió la cámara en la funda y miró hacia delante, contoneándose para acomodarse. —Antes de que des una cabezada, dime por qué volvemos hacia atrás. Planeaste una ruta a través de Montana y ahora estamos de nuevo en territorio de Cornhusker. Él puso los ojos en blanco. —Dakota del Sur no es territorio Cornhusker. La razón por la que no voy al evento de Billing es que Ryan me dijo que un antiguo jinete de la PBR, que se ha pasado al circuito de la PRCA, estará compitiendo. No quiero encontrarme con él. —¿Por qué no me lo habías contado? —Lo hice. —¿Cuándo? Porque recordaría algo así. —Estabas tecleando en el ordenador, y te lo dije nada más colgarle el teléfono a Ryan. Respondiste, y cito textualmente, “parece un buen plan”, así que no me eches la culpa otra vez por no prestarme atención. Antes de que pudiera disculparse, Chase dijo, —Estoy muerto, —y se acomodó entre la puerta del copiloto y el asiento, bajándose el sombrero hasta taparse los ojos. 271
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Ava acababa de salir del baño de un área de servicio, cuando le sonó el teléfono. Sintió un nudo en el estómago al ver en la identificación de llamada Marnie Driscoll. Su agente. —¿Hola? —Ava, cariño, soy Marnie. Qué contenta estoy de oírte. Esa ayudante tuya tan reservada no quiere decirme donde te escondes. Gracias, Hannah. —Me he tomando unas vacaciones en un lugar indeterminado. ¿Por qué? ¿Qué sucede? Marnie suspiró. —Bueno, me temo que tengo malas noticias. La película que iba a rodarse en México, se ha postpuesto indefinidamente. —¿Qué sucedió? —Algo relativo a unos permisos ilegales y a que el seguro de transporte de la productora no cubre al personal ni al equipo en esa parte de México debido a asuntos anteriores. Todo es muy complejo, y, por supuesto, Lynch está tan indignado como para reescribir por completo el guión con una localización nueva. Con lo lento que es el proceso de escritura para él, podrías estar en el limbo con este proyecto como mínimo un año. Se desplomó contra la pared de hormigón. —Maldita sea. Estaba deseando trabajar con Lynch en ese proyecto. —Lo entiendo. Pero, hablando con franqueza, cariño, no estoy muy enfadada por ello. Sé que todo el mundo mataría por trabajar con Lynch, porque está de moda, pero paga una mierda. Firmaste por un salario de esclava, en condiciones infrahumanas, en
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una parte muy peligrosa de México, durante algunos meses. Y ambas sabemos que el porcentaje de taquilla que negocié para ti, será insignificante, sin una gran distribuidora, de las que Lynch aún carece con su pequeña productora. Marnie había presionado mucho para que Ava no hiciera esa película. Pero la conclusión de Marnie no era la misma que la de Ava. Marnie miraba exclusivamente el signo del dólar. Ese rasgo la convertía en una gran agente, pero creaba fricciones en alguna ocasión. —¿Y ahora, qué? —La verdad es que son buenas noticias para nosotras. Desde que te comprometiste con esa película, no pude sugerirte a ningún agente de cásting para alguna serie de tv nueva de mitad de temporada. Ahora que ese escollo está superado, puede hacerles saber a todos que estás disponible. Quizás la convirtiera en una diva, pero no podía exhibir mucho entusiasmo por firmar para otra serie. Sí, le había afectado cuando se canceló Miller’s Ridge, pero al no estar atada a un show de televisión semanal, por fin había tenido la oportunidad de diversificarse. —No sé qué decir. —Di que sí. Di que estás emocionada. —Marnie suspiró de nuevo—. Mira, Ava, se que me comentaste que cinco años trabajando en televisión habían sido suficientes. Pero, tesoro, eso fue antes de que pasara lo de Jake. Tendrás suerte si algún show se interesa en contratarte, incluso en TV. —Eso dolió—. Tenemos que restaurar tu nombre. Puede llevarnos un par de años, pero lo has dado todo por tu carrera, ambas sabemos que sería un suicidio dejarlo ahora. Haré una ronda de visitas. Lanzaré algunos anzuelos a ver quién pica. ¿Te parece bien? —Sí. Gracias, Marnie. —Es mi trabajo. Pero, sólo para dejarlo claro, si tengo la suerte de conseguirte una audición, puedo contar con que estarás allí, ¿verdad?
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—¿Quieres decir dejarlo todo y volar a Los Ángeles de inmediato? —Exactamente. No puedo imaginar que tus pequeñas vacaciones sean más importantes que tu carrera. Estaremos en contacto. Marnie colgó. Y Ava se temió que esto fuera el principio del fin de su aventura en el salvaje oeste. Horas más tarde, a Ava le estallaba la cabeza. Una densa niebla se había asentado detrás de sus ojos, dificultándole la visión. Odiaba tener que despertarlo, pero no tenía alternativa. —¿Chase? —Sí. —Se removió—. Estoy despierto. ¿Hemos llegado ya? —No. Nos quedan unos treinta y cinco kilómetros. Pero no puedo conducir más. Chase se incorporó de inmediato. —¿Qué te pasa? —¿Hay un pincho metálico sobresaliéndome de la cabeza? Porque me siento como si así fuera. Ahora veía líneas plateadas en forma de pez en su visión periférica, provocándole náuseas, además del dolor y el mareo. —Estaciona, —le dijo, de forma cortante. —Lo siento. Sé que estás dolorido... —Ava. Reduce la velocidad y detente antes de que causes un accidente. Estás conduciendo en la mitad de la maldita carretera.
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Aminoró. Cuando paró, tenía el estómago totalmente revuelto. Ava reclinó la cabeza en el reposacabezas y masculló: —Dame un minuto y nos cambiamos de sitio. Chase saltó de su asiento y abrió la puerta del lado del conductor. —Abrázame. —Le pasó las manó debajo de sus piernas y la recogió muy despacio, teniendo especial cuidado de no zarandearla. Qué hombre más dulce y atento. Pero aún le provocaba una chispa de paranoia imaginarse cuántas veces habría hecho la rutina del confort con otras mujeres. Ava aguantó quince segundos en el asiento del copiloto antes de vomitar cayendo de rodillas sobre el terreno pedregoso, limpiándose la boca. Tenía el estómago revuelto y sentía un pegajoso sudor que le aplataba el pelo contra la cabeza. Chase le masajeaba la espalda haciendo círculos. —¿Mejor? —Un poco, —se incorporó sobre los tacones. —Vamos a quitarte del sol. —La ayudó a volver a la caravana. Una vez que empezaron a moverse, entrelazó sus dedos con los de ella—. Si tienes ganas de vomitar, dímelo y pararé en el arcén. Cada bache de la carretera le enviaba una punzada de dolor al cráneo. Por fin, la caravana se detuvo. —Vuelvo enseguida, —le dijo Chase. La cabina de la caravana ardía, tenía el cuerpo empapado en sudor. Entonces, sintió la bendición de una ráfaga de aire fresco sobre ella. Abrió los ojos y notó que estaban en el parque de estacionamiento de un motel. —¿Dónde estamos?
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—En un lugar donde hoy puedes tomarte las cosas con calma. ¿Con qué frecuencia tienes migrañas? —No tengo migrañas, —respondió irritada. —Ava. Cariño. Conozco los síntomas de una migraña, y maldita sea, necesitas... —Tengo calor, estoy sudada y me siento como si tuviera el cerebro en una olla a presión, así que, por favor, no me grites, Chase y dame tu diagnóstico por el camino. Le pasó las manos por el cuello para sujetarle la cara con las palmas, limpiándole las lágrimas. Aquellos ojos azules mostraban preocupación, no enfado. —Qué buena opinión tienes de mí, Hollywood, si piensas que le gritaría a una mujer enferma. —No estoy enferma. —Más lágrimas se derramaron antes de que pudiera detenerlas—. Estoy disgustada porque he perdido el trabajo—, la última palabra fue un grito lleno de dolor. Chase estaba totalmente tranquilo. —¿Ocultándome cosas otra vez? —Mi agente me llamó cuando paré a poner gasolina. La película que iba a rodar en México, se ha suspendido. —Oh, nena, lo siento mucho. Sé cuánto deseabas hacerla. No es de extrañarse que te sientas mal. Vamos. Ava no contuvo los sollozos. Sus pensamientos eran tan confusos que no podía contarle el resto. Probablemente tendría que irse en cualquier momento y eso la había puesto mal del estómago. —Ey, vamos, vas a ponerte bien.
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Ava le agarró la mano mientras avanzaban por el aparcamiento. Pero los brillantes espejismos habían vuelto a su visión periférica y tropezó. Chase la sostuvo y con cuidado la tomó en brazos. —Lo siento, —susurró ella. —No tienes por qué. Te tengo. Dentro de la habitación, Chase la ubicó sobre la cama. —Recuéstate y cierra los ojos. El mareo no se desvaneció, pero no fue a más. La cama se hundió. —Esto podría sentirse frío. Un paño fresco le cubrió la frente y los ojos. Suspiró. —Debes pensar que soy una cría por… —Shh. Relájate. Respira hondo y lentamente. Chica yoga. —Se concentró en inspirar y expirar—. Eso es. Los ásperos dedos de Chase se movían a lo largo de su brazo, tranquilizándola, su toque era más efectivo que cualquier medicamento de venta libre para el dolor de cabeza. —Chase… —Shh. Lo último que recordó Ava fueron sus cálidos labios presionando contra los suyos susurrando: —Descansa. 277
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Su estómago rugió tan fuerte que la despertó. Desorientada, abrió los ojos y vio a Chase tumbado junto a ella. Sintió que se le revolvían las tripas, no por la enfermedad, si no por ser aquellos preciosos ojos azules lo primero que vio. —Ey. ¿Cómo te sientes? —Hambrienta. Sedienta. Confusa. Como si hubiera sufrido un salto en el tiempo. ¿Qué hora es? —Las siete de la mañana. —Chase cogió su botella de agua—. Esto te ayudará. —Gracias. —Ava se incorporó y se bebió toda el agua —. Así que he estado durmiendo unas doce horas. Supongo que me perdí el rodeo de anoche. ¿Cómo te fue? Chase mostraba una expresión estoica. —¿Qué? ¿Obtuviste una puntuación de noventa y nueve puntos o qué? —Él resopló—. En serio, ¿Qué pasó? —Lo recorrió con la mirada—. ¿Saliste herido? —No pasó nada, Ava. Anoche no competí. —¿Qué? ¿Por qué no? —¿De verdad piensas que te dejaría sola cuando te sentían tan jodidamente mal? Se quedó helada. Chase le cogió la mano y rozó los nudillos con la rasurada barba de sus mejillas. —Estaba asustadísimo por ti. No sabía qué hacer exactamente. No soy… bien, no tengo mucha experiencia cuidando a enfermos. Mi primera respuesta siempre fue salir corriendo como el infierno, así que tuve que improvisar de alguna manera. — Una tímida sonrisa curvó las comisuras de su boca—. A pesar de todo, no tienes mal aspecto. —No puedo creer que no compitieras anoche. —En la vida hay cosas más importantes que montar toros.
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Este hombre rudo había renunciado a montar algunos de los mejores ejemplares para hacer de niñera. Justo cuando pensaba que tenía calado al jinete con la idea fija, la dejaba boquiabierta con algo totalmente inesperado. —Gracias. —Tú me cuidaste muy bien, Ava, así que estoy más que feliz de devolverte el favor. —Ella sonrió hasta que lo tuvo cara a cara—. Y también estoy feliz de devolverte el favor fastidiándote para que me digas exactamente lo que te dijo tu agente, para que te haga tanto daño. —Le mostró los dientes—. No vuelvas a dejarme al margen, porque los amigos comparten este tipo de cosas, ¿recuerdas? De alguna manera, sabía que esa respuesta volvería para cobrárselas. Pero, no era actriz para nada. Se partiría el culo mintiendo para que Chase no terminara su aventura en ese preciso momento.
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CAPÍTULO 18
¿Lo malo de conducir toda la noche? Tratar de encontrar un motel a las seis de la mañana con habitaciones disponibles. Cuando finalmente encontraron una, acordaron que pagar sesenta dólares de más de su presupuesto había valido la pena. Tan pronto como dejaron caer sus bolsos, se desnudaron, se arrastraron a las frescas sábanas de la cama king‐size, y se entrelazaron. Incluso en el sueño Chase mantenía a Ava cerca. Nunca había imaginado que le gustaría despertar con la misma mujer enrollada alrededor de su cuerpo cada mañana. Despertó alrededor del mediodía y se duchó. No se molestó en vestirse porque su prioridad era tener a Ava desnuda. Inmediatamente. Pero primero sacó los suministros de su bolso y los apiló sobre la mesita de noche. Chase comenzó por sus preciosos pies asomando por debajo del edredón. Ella había insistido en renunciar al almuerzo para una pedicura. Él no entendió por qué lucir las uñas de color rosa había mejorado enormemente su humor, pero así fue. Y después de lo preocupado que había estado cuando sufrió esa terrible migraña, habría hecho cualquier cosa por verla normal nuevamente. Mordisqueó la punta de su pie y le dio un beso en el empeine. Su boca vagó más allá de su tobillo, y con apenas la punta de su lengua zigzagueó lentamente por su espinilla. Dios. Ella tenía una piel tan lisa y satinada en todas partes. Ava se agitó y murmuró, —Me está gustando esta alarma de despertador matinal, vaquero. Él apartó las mantas y continuó su progresión hacia arriba, usando la mano derecha para acariciar suavemente su pierna derecha.
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—Y piensa que solo llevo la mitad. —Si estás cansado puedes detenerte en el punto medio y… descansar. —¿Descansar… poniendo mi cara en tu entrepierna? —Sí. Y podrías dejarla allí todo el tiempo que quisieras. —Oh ¿en serio? —En serio. Soy una mujer que se adapta muy bien. —Que suerte la mía. —Hundió suavemente los dientes en su cadera y rompió el elástico de su tanga rojo cereza. Fue salpicando besos por su vientre hasta la elevación de su pubis, pero en lugar de seguir hacia abajo, arrastró besos con la boca abierta directo hacia su torso. Hizo una pausa para lengüetear el piercing brillante que colgaba de su ombligo. Levantó su boca del festín que era su piel lo suficiente para decir, — desabróchate el sostén. Ava giró el broche frontal hasta que se soltó. Se lo sacó de los brazos y lo tiró a un lado. A continuación sus manos estaban en la cabeza de Chase, frotando sensualmente las palmas por su pelo erizado. —Adoro cómo se siente. —Adoro cuando pones tus manos sobre mí, pero en este momento, las quiero sobre tu cabeza. —Realmente adoro cuando te pones mandón, —le dijo con un ronco ronroneo. La besó en el esternón. —Lo sé, —respondió, sintiéndose humilde por la facilidad con que Ava aceptaba su lado agresivo. Se entregaba a él sin dudarlo. Sin restricciones. Con la absoluta confianza de que él podría darle lo que ella necesitaba. Por eso iba a presionarla un poco más hoy de lo que usualmente lo hacía.
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Mientras dejaba que su vello facial excitara la parte inferior de sus senos, Chase dijo, —Ava ¿confías en mí? Pasó un segundo antes de que ella respondiera. —Sí. —Quiero que estés muy segura de tu respuesta. —¿Por qué? —Porque quiero intentar algo contigo. Pero tengo que saber que estás de acuerdo. Que creas que yo nunca traspasaría la línea. —Eso me asusta un poco, —se retorció—. Pero voy a admitir que mi interés es mayor que mi ansiedad. Así que, sí. Lo que quieras de mí, Chase, es tuyo. Humillado, Chase deslizó las manos sobre su pecho hasta curvarlas amorosamente alrededor de su cara, estudiando sus ojos. —Gracias. Sus besos comenzaron dulces, pero rápidamente se calentaron. Se profundizaron. Se intensificaron hasta el punto en que ambos respiraban con dificultad cuando por fin liberó su boca. Cogió el pañuelo de la cómoda. —La venda de los ojos primero. —¿Cómo en la película 9 semanas y media? —Nunca la he visto. —Chase cubrió sus ojos y aseguró el nudo en la parte de atrás de su cabeza. Pasó los labios por su frente y luego por sus mejillas. Acercó la boca a su oído para susurrar—, no necesito que nadie me dé ideas para excitarte, Ava Rose. Y, dulzura, no lo dudes. Te voy a volver loca. Ella gimió y ladeó la cabeza, tratando de obligarlo a besarla. 282
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—Nop. Quédate quieta o no te tocaré hasta que demuestres que puedes comportarte. —Que severo. —Le sonrió con esa deslumbrante sonrisa de estrella de cine—. Lo dije con el mayor respeto, señor. Chase le dio un piquito en la boca. —Me gusta cuando me adulas. Muñecas juntas. —Le ató las manos con un pañuelo, pasó el cinturón por el nudo y lo amarró a la cabecera. —¿Por qué me estás atando? No es que alguna vez haya tratado de escapar de ti cuando estamos desnudos. —Y aprecio eso. —Se sentó a horcajadas sobre sus muslos y pasó las manos desde las muñecas atadas, bajando por esos brazos tonificados por el yoga, deteniéndose en esas hermosas y generosas tetas. Las tomó y apretó, encantado de que sus manos no pudieran contener toda esa carne abundante—. ¿Alguna vez has notado que tus pezones son del mismo color rosa oscuro que tus labios? —No. Mira, Chase, no tienes que… Él cubrió su boca con la suya, callando su protesta. Tal vez estaba perdiendo el tiempo al acariciarle los pechos porque ella no podía sentir nada, pero aún no había hecho una prueba exhaustiva. Si hubiera intentado una intensa evaluación sensual sin restringirle las manos, bueno, sus hábiles manos lo podrían haber distraído y habría perdido la concentración. Y esto estaba todo enfocado en ella. Tan pronto como separó sus bocas, volvió a la adoración de su pecho. Dejando que la punta de los dedos acariciaran los globos de sus senos, pasó ligeramente los pulgares sobre sus pezones, observando cómo las puntas se endurecían. Era tentador encerrar esos picos entre sus labios, volviéndolos más húmedos con cada chupada caliente de su boca. Endureciéndolos aún más. Pero no lo hizo. Solo los acarició y excitó. Chase no necesitaba una confirmación verbal de que su enfocada atención estaba teniendo un efecto positivo, su cuerpo le decía todo lo que necesitaba saber. Tomó 283
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posesión de su boca. Susurrando besos a través de su piel humedecida por la pasión. Usando la lengua para trazar el arco superior e inferior de sus labios mientras mantenía el lento y constante tormento en sus pezones. Solo cuando ella se relajó, Chase mezcló estrategias. Siguiendo los tendones de su cuello hasta la base de su garganta, abrió la boca y chupó el dulce punto de su clavícula al mismo tiempo que le pellizcaba ambos pezones. Fuerte. Ava jadeó y se arqueó. Él insistió en su atención. Lamiendo, besando suavemente, mordiendo gentilmente su cuello, y luego pellizcando al azar esos picos tensos. Implacable y muy, muy concienzudamente. —Chase… Se precipitaba de manera febril a besarla duro cada vez que abría su deliciosa boca. Y supo el momento exacto en que ella se dio cuenta de que Chase estaba cien por ciento a cargo y se rindió a él por completo. —Buena chica, —murmuró, y comenzó con sus pezones. Las lamidas juguetonas y al azar en las puntas no obtuvieron mucha reacción. Pero cuando succionó fuerte y usó sus dientes, se retorció debajo de él. Normalmente, para cuando había llevado a su amante a este punto, él se retiraba y se movía al siguiente paso en el proceso de seducción. No esta vez. Mantuvo su asalto, sumergiéndose en su sabor, su sensación, llevándola a un nuevo lugar, sin importar cuánto tiempo le tomara. Cuando sopló un aire fresco sobre sus picos erectos y Ava tembló, él juntó sus pechos tan cerca que sus pezones casi se tocaron. Dobló las rodillas debajo de sus axilas y deslizó su miembro en el valle de su escote. Su cuerpo corcoveó debajo de él. Chase gruñó al sentir la suavidad de su piel y lo caliente que se veía con la cabeza de su polla encajada en el hueco de su garganta.
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—He querido follar tus tetas así desde el momento en que las vi. —Se retiró, y luego lentamente volvió a deslizarse dentro del apretado túnel que había creado, saboreando el apriete de su carne alrededor de la suya. Añadió otra capa de sensaciones y pellizcó sus pezones—. ¿Puedes sentir eso? —Apriétalas más juntas. Así. Toca más duro mis pezones, —jadeó—. Incluso más duro que eso. No me estás lastimando. Él gruñó ante el festín visual que tenía delante. Ava atada, a su merced. Chase sacudió sus caderas más rápido, moviendo su polla contra esa piel flexible, pellizcando sus pezones al tiempo que embestía. Cuando sus pelotas se apretaron, dejó caer sus manos y estuvo a punto de decirle que abriera su boca y lo tragara hasta la raíz. Pero se detuvo. Demasiado pronto. No se trata de ti. Se trata de ella. Ella necesita esto. Ava gimió ante la pérdida de contacto. Él le acarició la mejilla mientras se inclinaba hacia adelante para agarrar los suministros de la mesita de noche. —Eres hermosa. Increíble. Cielos, Ava, eres mi perdición. Ella se retorció en sus ataduras. —Quiero… Puso los dedos sobre sus labios. —A su tiempo. Ahora quédate quieta. —Se movió hacia atrás hasta quedar sentado a horcajadas sobre su pelvis. Abrió unas anticuadas pinzas de madera para la ropa y las colocó simultáneamente en cada uno de sus pezones. Cuando ella se arqueó y emitió un grito de sorpresa, él murmuró,
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—Parece que tienes algo de sensibilidad ahí después de todo. —Chase saltó fuera de la cama. Le dio un golpecito a sus tobillos—. Abre las piernas para mí. Más abiertas. Nop, más que eso. —Chase… —Vamos, chica yoga, sé lo flexible que eres. Hazlo. Sus talones se separaron hasta que colgaron de la cama. Él se colocó en el espacio que ella había creado. Besó su vientre con la boca abierta. En cada cadera. Luego retiró las pinzas durante unos de diez segundos antes de volver a ponerlas de lado, de modo que los agujeros rodearon las puntas. Los gritos de Ava se hicieron más fuertes cuando puso la boca en su coño. Ya estaba empapada. Lamió su miel, empujando su lengua profundamente dentro de ella y luego retirándola para recorrer los pliegues de su sexo. Excitando la piel alrededor de su clítoris, pero nunca haciendo un contacto directo. Ella levantaba la pelvis, se retorcía, su cuerpo suplicaba. Presionó para abrir la carnosa piel que protegía esa perla de placer y la lamió. Delicadamente. Insistentemente. Cuando todo el cuerpo de Ava se quedó inmóvil, él se concentró en su clítoris y lo chupó continuamente hasta que su coño se contrajo contra su boca. Mientras ella se corría Chase repartía besos subiendo por su torso y deslizó dos dedos dentro de su caliente canal, acariciando la hinchazón de la carne de la pared de su vagina. Entonces rápidamente quitó la pinza de su pezón izquierdo, sabiendo el instante en que la sangre retornó a la punta. Ava se sacudió, gimoteando. —Duele, Dios, me punza, —y chilló de plano cuando Chase chupó el distendido pezón dentr del calor húmedo de su boca. Ava llegó al clímax otra vez repentinamente. Violentamente. 286
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Chase sintió su orgasmo palpitando sobre su lengua mientras le chupaba el pezón. Lo sintió debajo de su pulgar mientras rasgueaba sobre su clítoris. Lo sintió apretando sus dedos mientras le acariciaba las paredes de la vagina. Cada parte de su cuerpo irradiaba el placer que había arrancado de ella, el que él le había dado. Era condenadamente excitante. Su impaciente polla, dura como un poste durante los últimos treinta minutos, golpeó contra su abdomen dejando un rastro pegajoso. Ella se retorcía con los estremecimientos posteriores y Chase continuó acariciándola. Besándola en la sien. —Ava, te voy a soltar de la cabecera. Ella frotó la mejilla contra la suya y murmuró algo. Cuando desató el cinturón y el pañuelo, se puso un condón y le dio unas palmaditas en la cadera. —Siéntate. —Tan pronto como la laguidez de Ava se movió, agarró una almohada y la cubrió con una toalla—. De rodillas. —Chase la reposicionó presionando una mano en la mitad de su espalda—. Apóyate en los codos de modo que tu pecho quede sobre la almohada. —La toalla me frota los pezones, —gimió ella. —Lo sé. —¿Me puedo sacar la otra pinza ahora? —Todavía no. —Le separó las piernas con sus rodillas para crear una base más amplia. Tomándose con la mano, presionó la entrada de su coño dos veces antes de deslizarse hasta la mitad. Ella se arqueó automáticamente, tratando de forzarlo a entrar por completo, pero Chase cubrió su cuerpo con el suyo. Amoldando su vientre a la suave curva de su culo,
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presionando el peso de su húmedo pecho en contra de su espalda, inmovilizándole los brazos con los suyos. Encajonándola. Haciéndola esperar. Ella solo tenía el movimiento que él le permitía. Chase salió y volvió a entrar de golpe, hundiéndose hasta la raíz. Cada embestida hacía que sus tetas se balancearan y se frotaran sobre esa áspera toalla barata. Cada embestida la hacía gritar. Cada embestida llevaba a Chase más cerca de la detonación. No podía contenerse. No quería contenerse. Cuando sus pelotas se apretaron, martilleó dentro de ella sin pausa. Enterrando la cara entre sus omoplatos, aspirando su aroma con cada respiración entrecortada, se corrió con una acometida rápida y caliente. Justo cuando Chase pensó que esa explosión de placer había terminado, sintió las contracciones de Ava comenzar de nuevo. A pesar de su estado tembloroso, metió la mano entre ellos y soltó la pinza de la ropa. Ava corcoveó cuando masajeó la punta sensible. Su gemido se intensificó cuando la sangre volvió a irrigar esos tejidos. La obligó a recorrer esa línea entre el placer y el dolor mientras su coño palpitaba alrededor de su pene. Los codos de Ava cedieron y cayó hacia adelante. Chase salpicó sus hombros con besos, dándole un segundo para encontrar su equilibrio. Un sollozo ahogado escapó, sacándolo de pronto de su engreída satisfacción. Presa del pánico la puso de espaldas, inclinándose sobre ella para ver a Ava… llorando. Se le apretaron las tripas. —¿Ava? ¿Nena? ¿Te lastimé? Ella sacudió la cabeza y más lágrimas se derramaron. Él las barrió tiernamente. —¿Entonces qué? Dulzura, me estás matando. Ella se mordió su tembloroso labio, girando la cabeza hacia la pared.
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—Mírame. —Cuando no respondió, él repitió—. ¡Mírame! —Más bruscamente. Esos impresionantes ojos conectaron con los suyos, incluso cuando ella parpadeaba para contener las lágrimas. —Dios. No llores. Háblame. —Nadie… —Ella tragó saliva—. Ningún hombre se había preocupado así por mí. Tomándose su tiempo y exigiéndome paciencia. ¿Cómo sabías que era eso lo que necesitaba y quería? Aliviado de no haber cagado esto de algún modo al actuar demasiado dominante, Chase le dio un beso prolongado. —¿Cómo supe que necesitabas más estimulación en tus pezones? —Su intención de ser superficial se desvaneció cuando se dio cuenta de que compartir la verdad importaba más que alardear de sus años de sexperiencia—. Una combinación de instinto y curiosidad. —¿En serio? —¿Puedo decirte algo? Ava pasó los nudillos por su mejilla. —Puedes decirme lo que sea, Chase. —Durante toda mi supuesta experiencia sexual, siempre he sido un tomador en la cama. No había necesidad de trabajar por ello cuando las mujeres estaban compitiendo por un pedazo de mí, compitiendo por complacerme. —Aunque ella no dijo ni una palabra, sus ojos y su cara demostraban una comprensión absoluta—. Pero contigo… desde el principio, incluso siendo solo amigos, exigí más porque yo quería más. No tomar más, sino dar más. Despertaste algo en mí, Ava, un lado que nunca supe que existía. Es una cosa aterradora. ¿Eso tiene sentido? —Sí. Y no. —Sonrió ella—. Nunca creí que fueras pasivo en la cama. Eres tan… creativo. Y tal vez esta agresividad sexual parece nueva, pero no es nueva. Es una parte 289
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de tu carácter que ha estado inactiva. —Sus dedos le rozaron la barba—. Me gusta. No puedo imaginarte siendo de ningún otro modo. Sintiéndose humilde, Chase la besó. Manteniéndolo ligero. Animado. No la apasionada muestra de posesión que su cabeza lo instaba a demostrar. Ava rompió el beso con un profundo suspiro. —En fin, ¿cuáles son los planes para hoy antes de que empiece el rodeo? Él sonrió, —Estoy pensando que definitivamente necesito otra cabalgata.
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CAPÍTULO 19
—Listo. Realmente necesitabas un corte. —Ava dejó las tijeras sobre la mesa. Después de sacudirse los restos de cabello de la camisa, las manos de Chase rodearon las caderas de Ava y la tiró sobre su regazo. —Vuelve a poner tus manos en mi cabeza. —¿Por qué? ¿Te hice daño? —Dios, no. Se siente tan bien cuando me tocas ahí. El profundo y rasposo timbre de su voz la acarició. La penetró. Ava ubicó las palmas sobre sus mejillas y poco a poco las fue deslizando hacia arriba por los planos de su cincelado rostro. Una vez que alcanzó la línea del nacimiento de su cabello, dejó que las uñas arañaran sobre el cuero cabelludo. Lentamente. A conciencia. Perdiéndose en su invitación de tocarlo sin restricciones. Amando la sensación del cerdoso pelo debajo de sus palmas y dedos. Recordando cómo se sentía la suave aspereza en el interior de sus muslos. Su vientre. Sus pechos. Chase suspiró con un gemido y presionó los suaves y cálidos labios en la base de su garganta. Su boca fue vagando hacia abajo, hacia la elevación de su escote. Arrastró su chivita por esa tierna carne, posando un beso aquí y allá. Los muslos de Ava se apretaron alrededor de sus caderas. Dejó caer la cabeza hacia atrás mientras continuaba acariciando el cuero cabelludo de Chase a su antojo, deseando que sus manos pudieran vagar más allá. Pero dado que las caricias de él nunca se salieron de control, siguió su ejemplo. Uno de estos días se pasaría de la raya y lo empujaría a desatar al hombre salvaje que él intentaba mantener bajo control. Por ahora, se perdería en la dulce necesidad de Chase.
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—Ava, —susurró con voz ronca en contra de su cuello, debajo de su oreja. —Sé que me vas a advertir que no tenemos tiempo para esto. Pero no quiero parar. —No te iba a decir que te detengas. Iba a pedirte que por favor fueras a buscar un condón. Ella se rio y besó su sonrisa. —Enseguida vuelvo. —Date prisa. Sudado y dolorido, Chase se paseaba frente a la habitación del motel. Los dolores y las punzadas en lugares extraños servían como un recordatorio de que se había deteriorado en la PBR. Había un mundo de diferencia en montar uno, dos o tres toros en un período de tres días, a diferencia de los jinetes de la PRCA, que subían a uno o dos toros cada noche. Algunas veces por varias noches seguidas. Esta época del año no debería llamarse Navidad Vaquera sino Infierno Vaquero. Se secó la cara con el borde de su camiseta y usó su llave para abrir la puerta. ¿La vista que lo recibió? Ava medio desnuda, su cuerpo flexible doblado hacia atrás encima de una pelota de ejercicios, con ese delicioso coño tentándolo desde entre sus tonificados muslos. Sus dolores y molestias quedaron olvidados. Un nuevo dolor se despertó… su polla se endureció al instante. Los fuertes y sexys abdominales de Ava ondearon cuando elevó su torso. —Hola. Qué oportuno. Acabo de terminar. —Perfectamente oportuno. —Chase se arrodilló sobre la colchoneta de yoga entre sus pies—. Quítate los pantalones.
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—¿Qué? ¿Por qué? —El reconocimiento iluminó sus ojos y apareció una enigmática sonrisa—. ¿En serio Chase? ¿Ahora mismo? —Sip. —Pero estoy toda sudada. ¿No puedo tomar una ducha primero? —No. —Gruño él—. Ver tu flexible sexy cuerpo extendido sobre ese balón me vuelve loco. —Usando la áspera punta un solo dedo, recorrió lentamente la cinturilla de sus pantalones de yoga, bajos sobre sus caderas. Pero no lo suficientemente bajos—. Quí‐ta‐ te‐los. Ella se levantó, y dejó caer la negra tela elástica por sus piernas. Comenzó a quitarse el sostén, pero la detuvo. —Deja eso. Misma posición en que estabas. Arqueada sobre el balón, manos en el suelo detrás de ti, los pies sobre el suelo, piernas separadas. Con una gracia sin esfuerzo, Ava volvió su cuerpo a su postura anterior. Maldita sea si no se veía hermosa así. No solo su cuerpo desnudo, sino también su voluntad para cederle el control. Deslizó las manos por el exterior de sus muslos, todavía temblorosos por el ejercicio. ¿O estaban temblando de anticipación? Le palmeó las caderas y apretó, deteniéndose para acariciar la sensible extensión de piel entre los huesos de sus caderas hasta que la piel de gallina le salpicó el torso. —Esto es extraño. Puedo sentirte pero no puedo verte. Aplanando las manos, Chase recorrió sus cuádriceps, pasando los pulgares por el interior de sus muslos. Agarró sus rodillas y bajó la cabeza, poniendo la boca sobre ella. Ava suspiró. Chase lamió lentamente, saboreando el salado gusto de su sudor mezclado con la almizclada dulzura de su coño. Ese fue su único punto de atención al principio, su lengua creó un camino repetitivo por encima de la rosada ranura, desde la húmeda entrada de su sexo a la cima de su montículo. Cada pasada la hacía mojarse más, hacía 293
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que esa íntima carne se hinchara más, que su respiración fuera más irregular. Poniendo a Chase más caliente. Más duro. Él adoraba jodidamente esto. Podría pasarse horas, justo aquí, poniendo a prueba su control y la resistencia de Ava, y ver cuántas veces podría hacer que ella se corriera solo con su boca. Acarició con las manos la parte superior de sus muslos donde sus piernas se convertían en la curva de su trasero. Adoraba este escondido pliegue altamente sensible, le encantaba que al acariciarlo mientras lamía su coño hiciera que Ava apretara las nalgas y gimiera. Y siguió devorando su sexo. Mordiendo, chupando, retirándose para soplar sobre su piel mojada. Con la punta de la lengua recorrió los bordes de su coño, desde la entrada a su clítoris, hacia abajo y de vuelta por el otro lado. —Chase. —¿Mmm? —Se me está yendo la sangre a la cabeza. —Eso es lo que me gusta escuchar cuando estoy saciándome de este dulce coño caliente. —Hundió la lengua dentro de ella hasta que los dientes presionaron su carne. —Oh Dios. Chase deslizó el pulgar dentro de su coño al mismo tiempo que metía la lengua profundamente. Follándola con ambos. Tratando de mantenerla quieta cuando ella comenzó a levantar sus caderas, haciendo que el balón rebotara. Pero entonces ella comenzó a rebotar también. —Ava, cariño, quédate quieta. —No puedo. Por favor. Estoy cerca.
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Manteniendo el pulgar dentro de su canal contrayéndose, usó el dedo índice y el otro pulgar para separar la piel que recubría su clítoris. Cuando expuso esa perla hinchada, la chasqueó con la lengua. Sin tregua. Sin piedad. Tan pronto como Ava tensó su abdomen y sus muslos, la chupó directamente. Ava detonó. Un ronco grito cortó el aire. Su cuerpo vibraba mientras su orgasmo la sacudía y los dilatados tejidos palpitaban contra la boca de Chase. Una satisfacción primitiva rugió dentro de él. Cuando ella se estremeció, el gemido retumbó a través del balón de plástico. Él quería hacerlo otra vez. Y otra. Bañarse en sus jugos mientras tragaba clímax tras clímax. Siguió hocicándola, acariciándola, inundándose los sentidos con todo… con su sabor, su olor, la sensación de su cuerpo, el sonido de su pasión. Las manos de Ava acariciaron su cabeza trayéndolo de vuelta a la tierra. Guau. Él nunca antes se había perdido de este modo. Había llegado a ese espacio blanco y nebuloso de éxtasis después de un orgasmo muchas veces, pero nunca lo había alcanzado dando placer en lugar de recibirlo. Chase levantó la cabeza, encontrándose con su mirada vidriosa por la pasión, sabiendo que sus propios ojos estaban más cerca de ser animales que humanos. Los temblorosos dedos de Ava trazaron amorosamente la forma de su rostro. Desde su cabello, pasando por su frente hasta el entrecejo. Luego bajaron por su nariz y sus mejillas hasta el ángulo de su mandíbula. Él se levantó, poniéndola de pie, provocando a esa suculenta boca con besos seductores. Entonces pateando sus zapatillas se quitó los pantaloncillos deportivos. —¿Sabes cuál es la otra pose de yoga que me vuelve loco de lujuria? —¿Cuál?
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—La del perro. —Pasó los dientes por su cuello justo al lado de su desbocado pulso —. Tal vez debería llamarla estilo perrito. Asume la posición. —La soltó y agarró un condón y el lubricante de la mesita de noche. Cuando se volvió con el condón puesto y vio el perfecto culo de Ava en el aire, quiso darle unas palmadas. Morderlo. Enterrar su polla en él. Colocándose detrás de ella, su codiciosa mirada siguió la larga y fuerte línea de su columna. El peso de su cuerpo apoyado en sus manos hacía que los músculos de sus tríceps y bíceps se destacaran. Su dedo siguió el mismo camino que su mirada, pero lo deslizó más allá de los sexys hoyuelos de su trasero, más allá de su coxis. Bajó por la raja de su culo. La punta del dedo jugueteó sobre el apretado capullo. —La próxima vez, voy a tomar tu culo así. Agarrando estos dulces cachetes mientras me meto dentro de ti. ¿Crees que podrás mantener la posición Ava Rose? ¿Mientras follo duro tu culo? —Sí. —Ella se arqueó, alzando la cabeza. Chase alcanzó su destino final, la entrada de su coño. Oh sí, Ava todavía estaba mojada. Se acomodó, frotando su duro miembro sobre la hendidura de su sexo, una, dos, tres veces, antes de hundir su polla hasta la raíz. Siseó ante el inmediato apretón caliente de sus paredes vaginales y el tirón de succión cuando se retiró. Su carne más interna se mantenía flexible mientras él volvía a embestir. Chase cerró los ojos por un momento, disfrutando de cada simple sensación. El sudor que bajaba por su espalda. El sabor de Ava todavía en su lengua. Su desbocado corazón haciendo que la sangre chisporroteara por sus venas. La sensación de esas firmes nalgas debajo de sus dedos. La acolchada esterilla debajo de sus pies. El puro éxtasis de tener a esta mujer desnuda y dispuesta en cualquier momento que quisiera. En cualquier lugar. De cualquier forma. —¿Chase? ¿Estás bien? Has dejado de moverte.
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—Solo estoy tomando un respiro antes de esto. —Se sumergió en ella. Slam. Retirada. Slam. Retirada. Slam. Ella emitió un sexy gruñido. Chase notó que Ava no había levantado la cabeza. —Dime cómo se ve desde ese ángulo, —le preguntó sin perder un solo golpe. —Caliente como el infierno. No es de extrañar que te encante tomarme por detrás si es así como se ve. —Oh sí. —Chase aceleró el ritmo, sus manos resbalando sobre su piel mojada—. Es jodidamente excitante enterrar mi polla tan dentro de ti que parece que fuéramos una sola persona. —Que poético, McKay. ¡Dios! Haz eso otra vez. —¿Esto? —Giró sus caderas con su polla metida por completo. —¡Sí! Maldita sea, estoy ahí. Ava se corrió de nuevo. Su cuerpo temblaba pero mantuvo la posición. Eso lo mandó al abismo. Pulso tras pulso de su polla vaciándose le convirtió las piernas de gelatina. Sus ojos rodaron hacia atrás y el placer lo inundó. Cuando ella gimió y dijo, —Me estoy acalambrando, —él volvió de su lugar feliz y se retiró. Ava rodó boca arriba y lo miró satisfecha. Él le devolvió la sonrisa. —¿Sabes Hollywood? Este asunto del yoga no está nada mal.
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Lorelei James – Chasin’ Eight Serie Rough Riders 11
CAPÍTULO 20
Si las dos primeras semanas que estuvieron juntos habían sido de amistad, las últimas dos semanas habían sido de sexo. Todavía no lograban saciarse el uno del otro. Pasaban todo el día viajando. Entonces caían en los brazos del otro en el minuto que quedaban solos. Generalmente en la habitación de un motel, ya que Chase no era muy dado a las demostraciones de afecto en público. ¿Pero cuando la puerta del dormitorio se cerraba? Era casi como si el cuerpo de Ava se convirtiera en una extensión del suyo… sus cuerpos nunca estaban separados por mucho tiempo, ya sea descansando, durmiendo o follando. La pasión entre ellos… era para un libro de records. Ava nunca había estado en una relación sexual tan explosiva. Había sabido que la sexualidad de Chase era una parte innata en él, pero nunca había entendido que tal parte era innata en ella también. Sin embargo, aunque hacer el amor se había convertido en algo muy adictivo, la amistad entre ellos no había cambiado. Nunca agotaban los temas de conversación. Temas tontos. Temas serios. Ella nunca tenía que adivinar los sentimientos de Chase acerca de cualquier cosa. Él los expresaba claramente y sin disculparse. Los silencios entre ellos no eran incómodos, demandando conversación. Ella suspiró. Qué no daría por algo de silencio en este momento. Absoluto silencio. —Es la decimoquinta vez que suspiras en los últimos cinco minutos. ¿Qué pasa ahora? En lugar de dejarlo pasar de nuevo, ella soltó, —¿Tienes que comer esas estúpidas semillas de girasol cada maldita vez que nos subimos a la camioneta?
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—Sip. —Dijo Chase, a continuación escupió los restos de semillas en un vaso desechable. Hacía sonar la bolsa. Se llenaba la boca con semillas. Mordía las semillas. Escupía las cáscaras. Repetía. A veces por novecientos kilómetros. Volvía a Ava completamente loca. Claro, era la camioneta de Chase. Pero si tenía que escuchar al Sr. Cachetes de Ardilla, disfrutando sus nueces por las próximas tres horas, ella podría hacer algo imprudente, grosero y violento con sus nueces. Necesitando una distracción, encendió la radio, pasando a través de la estática hasta que encontró una estación que tocaba música decente. Los dedos de sus pies desnudos se movían al ritmo de “Poker Face” de Lady Gaga mientras se acomodaba con su computadora. Click. Se apagó la radio. Ava no exigió que volviera a encenderla. Simplemente lo hizo ella misma. —Apaga esa mierda, —dijo el Sr. Cachetes de Ardilla con la boca llena de semillas. —La estoy escuchando. —Si quieres escuchar música, escucha tu maldito iPod. —Te dije que mis audífonos se rompieron, pero tú no te molestaste en parar para comprar unos nuevos. Así que aguántate. Él suspiró con exasperación, —Puedes encender la radio si encuentras una emisora de música country. —De ninguna manera, —dijo ella con desprecio—. Odio esa chorrada de juegos de palabras deprimentes. —¿Y “Poker Face” qué es? ¿Arte musical puro? —Chase se burló en respuesta.
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—Sip. —Ava subió un poco más el volumen. Él lo volvió a bajar. —Estás empezando a cabrearme. —El sentimiento es mutuo. ¿Cómo habían sobrevivido estas últimas dos semanas? Espera un segundo. ¿No le había dicho Chase que rara vez había pasado la marca de las dos semanas con una amante? Quizás así era como tenía la intención de terminar con ella. Provocando peleas. Pero tú la iniciaste. Sé la más honorable y déjalo pasar. —Me gustaría tener tu maldita cámara apuntándote justo ahora para que pudieras ver tu lado de diva, un lado que tú dices no tener, porque, cariño, te aseguro que existe. Stup, stup. Ese comentario sarcástico hizo mierda su intención de ser la persona más honorable. —Me gustaría tener mi maldita cámara apuntándote justo ahora para que pudieras ver lo ridículo que te ves con tu boca llena de semillas de girasol, —lo imitó—. Ooh, ¿y además? Podrías oír lo jodidamente irritante que es cuando las escupes. Él le sonrió con los dientes llenos de semillas. —Puaj. Que asqueroso Chase, cierra tu boca. Es repugnante. —Ahora solo estás siendo mala. —Bajó la ventanilla y vació el vaso colmado de semillas. Grandioso. Ahora cuando escupiera las semillas oiría un ping contra el vaso de papel después del sonido stup al escupir. En la siguiente parada para ir al baño Ava compraría Maíz Tostado Corn Nuts con sabor a barbacoa. El crujido y el olor serían la venganza final. 300
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—¿Cuándo vamos a parar? —No lo haremos hasta que necesitemos cargar combustible. ¿Por qué? ¿Tienes que ir al baño otra vez? —Mi vejiga es diferente a la tuya. Además, tengo hambre. —Cuando le ofreció su bolsa de semillas, estuvo tentada de tomarla y arrojarla por la ventana. Lo que él sabía, si la sonrisa en su cara era algún indicio—. Quiero comida de verdad. —Define comida de verdad, —resopló Chase. —Algo que no sea rebosado y frito. Una ensalada fresca con espinaca, rúcula y lechuga y llena de vegetales crujientes. —Comiste una ensalada ayer. —Comí una lechuga picada con unas virutas de zanahoria y un tomate cherry… eso no es una ensalada. ¿Y desde cuando un vaso de coctel de frutas con unas rodajas de banana encima es considerado una porción de frutas? —Desde siempre. Puedo detenerme para que puedas forrajear hojas verdes y crujientes de la cuneta si prefieres. —Oh cállate. ¿Quién está siendo malo ahora? Él suspiró. —Mira, es realmente malo que te moleste, pero, ¿quieres saber por qué necesito las semillas de girasol cuando estoy conduciendo? Realmente lo cabrearía si no le preguntara. ¿Aunque te mueres por saberlo? Maldición. —Está bien. ¿Por qué necesitas las semillas de girasol?
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—Porque solía masticar tabaco. Yendo de evento en evento, estaba masticando una lata de Copenhagen al día. Cuando mi consumo subió a casi una lata y media al día supe que tenía un problema. —¿Así que las semillas te ayudaron a dejarlo? —Primero me recetaron Chantrix. Luego comencé con las semillas. Han pasado tres años desde que lo dejé y todavía necesito masticar. Especialmente cuando estoy en un viaje largo. Y por lo general voy solo, por lo que me importa una mierda lo desagradable que sea. —Me alegra que hayas dejado de masticar tabaco porque es un hábito asqueroso. — Se estremeció pensando en todos los vaqueros que había visto escupiendo todo el maldito tiempo—. Pero me estás diciendo que me aguante el que tengas que masticar semillas. —Algo así. Ava respondió con voz melosa. —Bueno, cariño, te digo lo mismo a ti por la música. Aguántate. —Volvió a poner la radio un pelo más fuerte y a concentrarse en la tarea en su computadora, separando fotos y grabaciones en las carpetas apropiadas. Vaya si no fue un viaje largo, incómodo y silencioso. Debido a que iban a otro rodeo en Montana que comenzaba al mediodía del día siguiente, no necesitarían un cuarto de motel, porque ellos… ella… conduciría toda la noche. Chase se estacionó en la esquina más alejada del estacionamiento, y la miró. —¿No vas a venir a grabar mis montas? —Será mejor que descanse para conducir. —En realidad podría ser capaz de dormir sin el constante masticar del Sr. Cachetes de Ardilla.
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Él limpió el desastre de su lado y sacó una pantalla parasol que se ajustaba a todo el parabrisas. —Mantén las ventanas un poco abiertas para el aire. Alégrate que no haya cuarenta grados hoy. ¿Necesitas algo más antes de que me vaya? Un beso para saber que no estamos enojados de verdad. Pero por alguna estúpida razón, orgullo probablemente, no lo pidió. Negó con la cabeza. —Bloquea las puertas, —le advirtió y se marchó. No te obsesiones. Están juntos todo el día, todos los días. Esto tenía que suceder tarde o temprano. Suspirando, Ava agarró su cojín, se colocó su antifaz y se puso a dormir en un bendito silencio libre de cascanueces. Y debió haber dormido profundamente porque lo siguiente que supo fue que Chase la movía con suavidad para despertarla. —Hola. Ella se sentó y parpadeó hacia él, de pie junto a la puerta del pasajero en el resplandor de la luz interior. —¿Qué hora es? —Casi las diez. Me retrasé debido a algunos premios locales anuales que tardaron casi cuarenta y cinco minutos antes de que comenzara la monta de toros. —¿Cómo te fue? —Monté el primero. Caí del segundo. No obtuve lugar. —Se abrió la cremallera del chaleco. Ella tocó su brazo automáticamente.
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—Lo siento. —Cosas que pasan. —Cuando Chase se desenganchó las chaparreras, Ava notó que hacía una mueca. Parecía tomarse demasiado tiempo para pararse derecho. —¿Tan duro te golpeaste? —No me dolió la caída. Fue la maldita pata en las costillas y la pata en mi muslo derecho. Ava se deslizó por el asiento y empezó a desabrocharle los botones. —Déjame ver. —Ava… —Ahora. Chase corrió la camisa a un lado. Un enorme moretón estaba ya formándose a lo largo de la curva de sus costillas. —Oh cariño, mírate. —Ella pasó los dedos por la hinchazón en el centro de la contusión—. ¿Tienes la costilla rota? —No. Duele como el infierno. Va a doler más que la mierda montar mañana. Ella no podía decirle No montes porque él lo haría de todos modos. Se inclinó para besarlo. Para acariciarlo. Para darle la cariñosa atención que necesitaba. —Imagina que estoy besando tu nana. —Él sonrió contra su boca—. ¿Qué más puedo hacer por ti? —Esto… Tú… —Él se resistió y finalmente suspiró—. Tú eres todo lo que necesito en este momento, Ava. —Chase le devolvió el beso con tanta dulzura que ella sintió las lágrimas picándole detrás de los párpados. El Sr. Tipo Duro no siempre era tan duro. A ella de verdad le encantaba que no tuviera problemas en mostrarle su lado más suave, más necesitado.
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—Estoy muerto, —dijo Chase—. ¿Podemos ponernos en marcha? —Sube. Cargaré tu equipo. —Yo lo haré. —No discutas conmigo, Chase, estás hecho mierda. Solo sube a la maldita camioneta. —Está bien. Cuando programó el GPS y estuvieron en camino para el Big Sky Rodeo, echó un vistazo a Chase. Sus ojos habitualmente brillantes estaban opacos por el dolor. —¿Me despertarás si te da sueño? —Preguntó él. No. —Seguro. —Oh, siéntete cómoda de mascar mis semillas de girasol. Dios sabe que cuando yo las como, a ti te mantienen despierta. Y por lo general, cabreada. —Ja‐ja. —Ava se llevó sus nudillos ásperos a los labios—. Duérmete vaquero. Yo te cuidaré las espaldas. Y la siguiente vez que lo miró, estaba profundamente dormido. Después de casi cinco horas conduciendo, cuando Ava estaba teniendo problemas para mantener los ojos abiertos, cogió de mala gana la bolsa de semillas. Él nunca dejaría de recordárselo.
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CAPÍTULO 21
—Sabes, para afirmar que lo que querías era ver el campo, pasas mucho tiempo delante del ordenador. Los dedos de Ava dejaron de teclear —Si lo que querías era conversación, Sundance, todo lo que tenías que hacer era pedirlo, —dijo dulcemente. Él se encogió de hombros.
Click‐clack, sonaron los tonos musicales que indicaban que había cerrado su computadora, la dejó a un lado y se volió para mirarlo de lo más molesta. Fulminarlo con la mirada para ser más precisos. —¿Ya estas contento? —Más de lo que puedo expresar, —le respondió secamente. —Hablemos. —Bien. Pero no mencioné otra vez tu trabajo en el ordenador porque esté necesitado de conversación. Simplemente odio verte desperdiciar este paisaje. Por fin ella miró por la ventana. —Oh, vaya. Las montañas Big Horn se extendían a su izquierda, y la larga y ondulada pradera, a su derecha. La magnitud de la zona era engañosa, tendrían que conducir hacia esas montañas por lo menos otros cuarenta y cinco minutos más antes de incluso llegar a la base.
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—No sé por qué, me sorprende ver nieve en la cima de las montañas en julio. —Esas tienen más o menos cuatro mil metros de altura, por lo que tendrías que escalar condenadamente mucho para coger un puñado de esa cosa. Pero esto es precioso, es uno de mis lugares favoritos de Wyoming. —Sí, eso es cierto ¿Por qué no vives en Wyoming? —Lo hice una temporada. En un viejo tráiler medio desbaratado, a medio camino entre la casa de mi familia y la de Quinn. Los eventos del PBR recorren todo el país y empecé a volar más, y los viajes en avión no son baratos... —Sonrió con complicidad—, …a menos que tengas un jet privado a tu disposición. —Nunca me dejarás de molestar con eso, ¿verdad? —Nop. De todos modos como Denver es el centro, con un par de tíos más tenemos alquilado un apartamento de tres habitaciones cerca del aeropuerto. — ¿Y los otros dos también montan toros? Chase negó con la cabeza. —Dylan es piloto, viaja mucho. Lance trabaja como mediador para una compañía de software, ninguno de los tres estamos allí al mismo tiempo, funciona bien porque todos estamos en el mismo punto de nuestras carreras. Básicamente necesitamos un sitio donde aterrizar, comprar lo que necesitamos y aparcar los coches cuando estamos moviéndonos. —¿Cómo los conociste? Todos tienen trabajos diferentes. —Me gradué en la escuela superior con Lance y él conoció a Dylan a través de un amigo. —Cuando Ava permaneció en silencio le preguntó—, ¿qué? Ella buscó su mano y entrelazó los dedos con los suyos. —¿Es allí donde fuiste antes de que decidieras esconderte en la casa de Ginger y Kane?
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Si y me sentí como un jodido perdedor todo el tiempo. Sentado solo en un sitio tan impersonal como otra maldita habitación de hotel. Deseando poder ir a casa, pero sintiendo que no tenía ninguna. Sin tener a nadie con quién realmente poder hablar. No como aprendí a hablar contigo. En vez de compartir ese vergonzoso recuerdo, se llevó su mano a la boca y le besó los nudillos. —Guapa e inteligente ¿Cómo he tenido tanta suerte? Ava se rió. —Y astuta, ya que estás eludiendo la pregunta, vaquero. —Oh, no soy el único que elude preguntas. —¿Qué quieres decir? —Digo…. ¿Por qué no me cuentas en qué estás trabajando tan diligentemente? Ya que le dedicas tantas horas. Ella miró por la ventana. —Lo mantengo en secreto porque es algo que nunca he intentado y como soy del tipo paranoico, no estoy segura de que salga adelante, así que es una mezcla de amor propio con un poco de superstición… no hablar de un proyecto cuando está en período de incubación… convirtiéndolo en algo extrañamente misterioso. —Le lanzó una mirada coqueta—. Además, no quiero exponer todos mis secretos, Mckay, podrías aburrirte de mí. —Es muy poco probable que eso pase alguna vez, — Chase redujo la velocidad y tomó la carretera de salida a Ranchester, aparcando en el arcén después de pasar la señal de stop. Salió a toda prisa de detrás del volante. —Ven a aquí, —dijo tirando de ella y subiéndola a su regazo. —¡Chase! ¿Qué haces?
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—Conseguir un poco de azúcar. —Le rodeó el cuello con sus manos y atrayéndola hacia sí la besó, mordisqueándole los labios mientras con los pulgares le acariciaba su fuerte y sexi mandíbula, cuando ella dejó salir un dulce suspiro de rendición, deslizó la lengua dentro de su boca. El beso era una ardiente mezcla de sugerentes succiones, aliento compartido y el húmedo roce de unos firmes labios sobre otros suaves. Este pausado beso no era el preludio de algo más. Demasiado a menudo, cuando el deseo sexual estallaba entre ellos, no podían esperar a estar desnudos, lo cual era una pena, porque aunque el sexo hacía estremecer su mundo, esto le sacudía el alma. Dejó resbalar sus labios para besuquearle la barbilla y entonces depositó un suave beso a un lado de su garganta. Ava dejó caer la cabeza hacia atrás y murmuró: —Dios. —Mmm. —Volvió a dejarla en su asiento y se puso otra vez tras el volante, alrededor de un minuto después, Ava buscó su mano y se la apretó. La carretera de las Big Horn era larga y llana… hasta un cierto punto, después se convertía en un retorcido laberinto de curvas muy pronunciadas a medida que ascendía. Cuando finalmente llegaron a Sand Turn, buscó un hueco en el abarrotado aparcamiento, la mayoría de los vehículos tenían matrículas de fuera del estado. —¿Ya hemos llegado? —Nop. Graybull está al otro lado, pero este es un sitio fantástico. La vista es maravillosa, así que agarra tus cámaras. El calor era aplastante pero al estar tan alto una constante brisa removía el aire, trayendo el olor de los pinos caldeados por el sol y el polvo calcáreo. Asombroso no comenzaba ni a describir las vistas, se podía alcanzar a ver más de trescientos kilómetros a lo lejos, el cielo era de un aguado color azul, causado por las tenues nubes que flotaban hasta desaparecer en el horizonte infinito como un vapor fantasmal. Cuando llegaron a la cornisa de roca, Ava lo agarró del brazo. —Esto es imponente. 309
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—Creí que lo apreciarías. Él se apoyó sobre el muro y alternó la mirada entre la gente y Ava. Las últimas semanas se habían detenido con frecuencia para que ella pudiera filmar los paisajes que le llamaban la atención. La Ava de detrás de la cámara era otra Ava. Centrada. Paciente. Decidida. Incluso su voz tenía un tono más autoritario, nada de la musical reminiscencia de las bellezas sureñas. Había filmado un montón de metraje, pero nunca le había enseñado el resultado de sus horas de trabajo ni le había pedido su opinión sobre el próximo tema. Podía pasar horas maravillándose ante las minúsculas florecitas rosas que florecían a lo largo de un charco fangoso o las huellas de un animal. Una tarde incluso filmó a un escarabajo trepando por las espinas de una yuca durante una hora antes de que él la obligara a alejarse. Sus reacciones lo alucinaban. Había esperado que una mujer privilegiada como Ava se aburriera rápidamente, cuando de hecho era él el que se aburría hasta el infinito antes que lo hiciera ella. Estaba tan concentrada haciendo un zoom de la variedad de colores de las paredes del cañón que casi se pierde el gran despegue. —Ava, hay un ala delta a punto de despegar justo a tu derecha. Inmediatamente ella se giró y enfocó. Agarrando la barra metálica del armazón, el tipo corrió hacia el borde del acantilado hasta que el suelo desapareció bajo sus pies, sonó un colectivo grito ahogado cuando paso cómodamente por encima del primer grupo de pinos. Era extraño ver el ala delta desde arriba, no desde abajo. El planeador capturó una corriente térmica y empezó a ascender. La tendencia de Ava a filmar las reacciones de los acontecimientos en lugar del acontecimiento en sí mismo le hacía gracia, mientras apuntaba con la cámara hacia el cielo sabía que también los espectadores que estaban en la cornisa estaban dentro de su objetivo. Se preparó para cuando apuntara el objetivo hacia él. 310
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—¿Y bien, Nunca quisiste volar en un planeador? ¿Hacer paracaidismo acrobático? —¿Me estás tomando el pelo? Todo eso es peligroso, puedes matarte. —Lo dice el hombre que se gana la vida subiéndose al lomo de un toro cabreado de mil kilos. Chase sonrió burlón. —El peligro depende de la perspectiva con que se mire, ¿no? Ava agarró su cámara y caminaron hacia la camioneta. —Supongo que sí, pero nunca me verás hacer ninguna de esas cosas. —Y yo que pensé que eras del tipo aventurera. —Ja, soy más del tipo gallina. —No estoy de acuerdo. Es muy valiente dejar las comodidades de tu acomodada vida. Lanzarte a la carretera con un tipo al que apenas conoces. Sumergirte en un estilo de vida que no sabías que existía, pocas mujeres habrían emprendido este viaje, aceptándolo por completo y mucho menos disfrutándolo sin límites. Lo encuentro asombroso, te encuentro asombrosa. Y por una vez la dejó pasmada y sin nada que decir. El seguir a las lentas autocaravanas al bajar por la estrecha y retorcida carretera los hizo retrasarse, así que la ansiedad de Chase era mucha cuando llegaron al campo de rodeo de Graybull. —Llamé ayer e hice una reserva en las cabañas de Sleepy Time, —señaló—. Justo ahí. Ava le dio un piquito en la boca. —Buena suerte. La hilera de los concursantes no era larga. Pagó la entrada y se encaminó al área designada. En algunos rodeos más pequeños en Wyoming los patrocinadores daban de 311
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comer a los participantes detrás de los corrales, dentro de las tiendas de los patrocinadores, y Chase estaba muerto de hambre. No había comida a la vista. No había visto a Ryan o a Taz todavía, el pensamiento de merodear por ahí, entablando conversación con alguien al que tendría que mentir acerca de quién era no le apetecía nada. Puede que sea la señal de que deberías acabar con esto. Chase sacó su teléfono para mandarle un mensaje a Ava cuando oyó —¿Chase? Se dio media vuelta y se encontró cara a cara con su primo Tell. Joder. Tell llevaba el chaleco a rayas negras y blancas que lo designaba como juez de la PRCA. Su primo intentó darle uno de esos torpes abrazos que se dan los hombres, pero Chase no quería atraer más atención sobre él, así que sonrió y le tendió la mano. —Qué sorpresa encontrarte aquí. —Puedo decir lo mismo, pensé que los ojos me estaban gastado una broma. Hombre, te ves diferente. Bien, pero… guau. Casi no te reconocí. Chase le echó un vistazo a Tell y silbó, —Mírate, todo un juez oficial, después de una mala racha. A tío Casper va a darle un maldito ataque al verte de vuelta en el rodeo, ahora que él ya no está al frente. Tell sonrió con suficiencia. —Y la vida es un poco mejor gracias a eso. Brand está loco de felicidad últimamente, no le importa si me largo ya que tiene a Jessie para que lo ayude. —¿Entonces a Brand y a Jessie les está yendo bien?
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—Ajá, los hombres de Dalton les toman el pelo sin piedad por actuar como arrobados recién casados y toda esa mierda, pero después de todo lo que han pasado, demonios, después de todo lo que hemos pasado con Luke y ahora con papá y mamá, nadie se merece la felicidad más que ellos. —Ya lo sé. La mirada de Tell se posó en el trozo de papel que sobresalía de la bolsa de Chase, en el que figuraba su número de concursante. Frunció el ceño. —¿Compites en este rodeo? No he visto tu nombre en ninguna lista. Como una supuesta estrella del PBR, los promotores del rodeo harían un montón de escándalo ante la aparición de Chase en el diminuto rodeo, esperando incrementar la asistencia. —Pensé que la PBR no alentaba el que sus 15 mejores jinetes participaran en los espectáculos de PRCA, —dijo Tell. —La dirección nunca ha dicho claramente no lo hagas, pero eso no significa que no lo insinúen. —Entonces ¿estás rebelándote? —Tell sacudió la cabeza— ¿Por qué no me sorprende? Menos mal que no juzgo la monta de toros. Chase removió los pies. —Sobre eso, hay algo que deberías saber, es una historia un tanto graciosa. —Le relató su doble vida como Bill Chase. El tranquilo y relajado Tell se desvaneció, entrecerró los ojos pareciéndose tanto a su hermano Luke que Chase tuvo un serio caso de déjà vu. —Déjame entender esto. ¿Has sido un miembro fraudulento de la PRCA… durante doce años? —No es así.
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—Sandeces. Conseguiste una tarjeta profesional de manera fraudulenta. Competiste de manera fraudulenta. Aceptaste dinero de manera fraudulenta. ¿Es eso más o menos correcto? —Sí. —¿Cuánto tiempo has estado haciendo doble juego en los eventos de PRCA? ¿Desde el principio? —No. Solo las últimas semanas, después de mi suspensión del tour de la PBR. No veo qué tiene de malo, no es como si lo hiciera por dinero. De hecho no he gastado ni una moneda de los premios que he ganado. —Ese no es el jodido punto, —replicó Tell con vehemencia—. Eso solo es otro ejemplo del todopoderoso Chase McKay que piensa que no tiene que seguir las reglas. Que mentir es algo que de alguna manera está bien si al final te beneficia. Bien, y una mierda. Nunca había visto a Tell tan cabreado. Y lo peor es que Chase no lo culpaba por su furia, porque no había dicho ni una sola cosa que él no hubiera considerado ya. Pero te deshaces de la culpa y de todos modos haces lo que quieres, ¿no? —Mira. Lo siento. —Estaría malditamente bien que lo hicieras. ¿Tu familia sabe que estás haciendo esto? —Chase negó con la cabeza—. ¿Y por qué no lo sabe? —Tell dejó que la pausa se alargara—. Porque sabes que no está bien. Te dirían que está mal y te patearían el trasero hasta que hicieras lo correcto. Te miro y siento como si no te conociera. —Tell saltó hacia adelante, deteniéndose cuando llegó a la valla metálica del portón del ganado, sus dedos rodearon la barra y miró a través de la rampa, su postura vibraba de furia. ¿Por qué Chase no se había planteado que podría tropezarse con su primo mientras iba de evento en evento en la jurisdicción de Tell? Porque una vez más solo pensaste en ti mismo.
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Parecía que siempre era lo mismo. Chase se desplomó contra el corral y esperó la inminente reprimenda de su íntegro, haz‐siempre‐lo‐correcto joven primo. Miró el reloj. Por larga que fuera su diatriba solo podría durar los cuarenta y cinco minutos que tardaría en empezar el rodeo. Tell caminó hacia él con una adusta mueca en la boca. —Para empezar, desearía no llevar este maldito chaleco porque me encantaría pegarte una patada en tu estúpido culo y mandarte a la mierda. —Me lo merezco. —Pero ya que no es la opción más inteligente, optaremos por la otra, —Tell hizo una pausa—. Retirarte de la competición. Se quedó boquiabierto. —¿Qué? No. He conducido por una carretera larga e infernal. Necesito montar algún toro esta noche. —Ni lo sueñes. Así es como va a ser. O te retiras voluntariamente o daré parte al juez principal y de todos modos serás descalificado. Sin pensar, Chase dijo bruscamente. —Por Dios, Tell ¿Se te ha subido el poder de ser juez a la cabeza, o qué? ¿Por qué me harías eso? Tell se cernió sobre él porque sabía que eso volvía a Chase medio loco. —¿A ti? Esto no es solo sobre ti, no voy a cerrar los ojos ante esto y conseguir que me suspendan como juez. He trabajado muy duro, y ahora que sé que has estado mintiendo y haciendo trampas me arriesgo más que tú ¿Lo entiendes? La verdad cayó sobre él como un mazazo ¿De verdad era tan cabezota que se arriesgaría a destrozar el futuro de su primo en la PRCA solo para poder montar otro toro? 315
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No. Joder, no. Y eso hizo que le ardieran las mejillas de vergüenza y se le revolviera el estómago por ni quisiera haberlo tenido en cuenta. —Tienes razón, lo siento. Jesús, Tell, a veces soy un patético hijo de perra. —No mientas. —Me retiraré de la competición ahora mismo. —Hazlo, y aunque ha sido estupendo verte, dado que no te molestas por pasar por casa muy a menudo, una parte de mí desearía no haber puesto los ojos sobre ti. Tell se alejó sin mirar atrás. Chase arrastró su derrotado culo hasta la mesa de inscripciones. La secretaria accedió a eliminar su nombre de la lista, pero el pago no era reembolsable. ¿Y ahora qué? Encontrar a Ava y salir pitando hacia Dodge. Cuando empezó a escribir un mensaje de texto oyó que gritaban su nombre y Ryan llegó a su lado. —Ey, vas por el camino equivocado, el área de los concursantes está ahí detrás. —No voy a competir esta noche. Ryan frunció el ceño. —¿Por qué? Miente. —Estoy hecho polvo y el hombro me está fastidiando, pensé que estaría bien para montar, pero no es así, por lo que he cambiado de idea y me retiré. —Eso apesta. —Sí. 316
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—O quizás no es así. Chase levantó la cabeza de repente y vio extenderse una sonrisa por la cara del muchacho. —¿Podría realmente tener la oportunidad de ganar esta noche? —Sí, si mantienes la barbilla baja, lo cual no debería ser un problema si llevas un puto casco. Otro ceño fruncido. —Ni hablar. Me desestabiliza. Solo porque a ti te funcione, no quiere decir que lo haga para mí, así que deja de darme la lata con eso. No eres mi madre. —Quizás deberías reconsiderar ese comentario tan tonto, ya que mi porcentaje está por encima de ochenta desde que hice el cambio y el tuyo ni se acerca a eso. —No me lo restriegues, —gruñó —. ¿Te quedarás al menos a mirar? ¿Por si gano? —Lo último que quiero hacer esta noche es sentarme en las malditas gradas, —dijo cortante. Ryan se quedó helado. Se le encendieron las mejillas y bajó la cabeza, ocultando la cara bajo su sombrero de cowboy. —Oh, está bien. Ah, supongo que te veré luego. Se dio media vuelta y se fue. Bonita despedida. Puede que también quieras tirarle al suelo el helado a un niño. Con este humor de perros no le llevaría mucho tiempo llegar a las cabañas. Tres suaves llamadas rompieron su concentración, levantó la vista de la pantalla del ordenador cuando oyó decir a Chase.
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—Ava, déjame entrar. Se levantó de un salto y abrió el cerrojo. —¿Estás bien? Chase entró lentamente y posó su sombrero en el tocador antes de dejarse caer en la única silla de la habitación. —No, no estoy bien. —¿Qué pasó? —Me tropecé con mi primo Tell. Es juez en la monta de broncos a pelo, me preguntó que hacía aquí y le dije la verdad, entonces me echó una bronca por andar a escondidas en el circuito PRCA, lo cual no es nada con lo que no haya estado batallando desde que empecé este viaje. —Era la primera vez que mencionaba sentirse culpable. Suspiró—. En resumen, Tell me exigió que me retirara del evento o me denunciaría. Lo entiendo, arriesgaría su trasero si alguien descubre que sabía que yo le he estado mintiendo a la PRCA con lo de ser Bill Chase. Así que abandoné la competición. Después me di de bruces con Ryan, que confía en tener la oportunidad de ganar esta noche ya que yo no compito, me rogó que lo viera montar y fui un cabrón, lo cual es sólo jodidamente impresionante, ya que por millonésima vez en mi vida he echado mano de mi jodido mal humor como excusa para ser un hijo de puta con alguien que no se lo merecía. Era duro verlo así, pero Ava sabía por experiencias anteriores, que Chase no estaba de humor para mimos y caricias. Y en ese momento supo con seguridad que lo que había entre ellos era algo más que simplemente sexo entre dos compañeros de viaje que pasaban juntos un par de semanas de un verano cualquiera. Y fue entonces cuando se dio cuenta que estaba completamente enamorada de él. La forma de abrirse a ella, dejándola ver al hombre luchador, al que le preocupaba lo que la gente a la que quería y que lo quería, pensara de él. Le había dejado ver no sólo al encantador jinete con esmeradas e ingeniosas contestaciones políticamente correctas y al enérgico amante, sino al Chase de verdad.
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—¿Qué puedo hacer? —¿Tenemos cerveza? —No. Él suspiró otra vez. —Pues bien, eso me hace pensar que es hora de hacer las maletas y poner fin a esta corta aventura. Por fuera, Ava se las arregló para mantenerse inexpresiva, pero por dentro fue presa del pánico. No estaba lista para terminar con esto, no ahora que había admitido lo que sentía por él. —He estado montando mejor que nunca. Estoy preparado para volver al PBR. —Soltó una risa amarga—. Aunque no soy yo quien tiene que decirlo, ¿no? Ava se encaminó hacia él y se colocó entre sus piernas abiertas. —¿Qué haces? —Conseguir un poco de azúcar. —Imitó su ronco acento y bajándole la cabeza, lo besó. El mismo tipo de beso que él le había dado en la camioneta y que literalmente la había dejado sin aliento. Después de hacer que se olvidara hasta de su nombre, le llenó la mandíbula de suaves besos—. A mi modo de ver, esta noche tenemos dos opciones, podemos cerrar la puerta y dedicarnos tener sexo salvaje, pervertido e intenso toda la noche, o podemos ir al rodeo a animar a Ryan, beber cerveza y ser alborotadores, hacer todo eso tan divertido que hacen los espectadores y que tú no puedes hacer tras los bastidores. He ido a muchos rodeos contigo, pero nunca hemos ido juntos a un rodeo. —Cierto. —Por otro lado, la habitación está paga, así que podríamos quedarnos, y si dices en serio lo de no ir a más espectáculos de la PRCA, deberías apoyar a Ryan una última vez. Él lo agradecería, especialmente después de haberte comportado como un capullo.
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Chase dejó descansar la frente sobre su pecho. —Muy bien, me has convencido. Rodeándole el cuello con los brazos, frotó la barbilla sobre su pelo revuelto, adorando su muda conexión. —¿Cuándo tienes que estar de vuelta en California? —¿Por qué? —Después de irnos mañana de aquí ¿Te gustaría ir a Yellowstone unos días? Nada de rodeo, sólo tú y yo en plan turistas. —Eso suena fabuloso. —Bien. —Le dio una palmada en el culo—. Voy a por una soda a la máquina expendedora ¿Quieres una? —Claro. La llamada de teléfono de Marnie le desinfló el buen humor. Dudó si contestar, pero tenía que quitárselo de encima ya que había esperado… temido… esta llamada durante días. —Hola, Marnie. —Ava, querida, tengo noticias. La agencia de casting Richfield te consiguió una audición para una nueva comedia. Al menos Marnie no hablaba de cosas triviales. —¿Es para un capítulo piloto? No había garantías de que un episodio piloto fuera emitido por ninguna televisión y consideraba que hacer una audición era una pérdida de tiempo.
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—No es un piloto, ya está aprobada y estará en el aire en la CW como un show de media temporada. De acuerdo, es una temporada de episodios limitados, pero trabaja a nuestro favor. Di que no. Di que sí, idiota ¿No has pasado ya bastante tiempo rodando por la campiña con Chase? Necesitas volver a la vida real. —Ava, cielo ¿Sigues ahí? —Sí, lo siento. Gracias pero esta vez, paso. —Dios, ¿estaba cometiendo un error? ¿Cuánto tendría que engatusarla Marnie para que cediera? Mucho. Todavía no estaba preparada para alejarse de Chase. —Bien, no me lo esperaba, de todos modos es decisión tuya, me inventaré la forma de declinar la audición, aunque deberías saber que me tomé muchas molestias por ti, Ava. —Bien, ese es tu trabajo. Cuídate. —Y colgó cuando Chase entró en la habitación. —¿Quién era? —Hannah. —No le gustaba mentir, pero Chase insistiría en que regresara a L.A. aunque él no fuera la única razón por la que se negaba, su mirada se posó en su portátil, había hecho progresos en su proyecto y esperaba tener algo tangible que enseñarle a Chase la próxima semana, y más después de que hoy mismo él hubiera mencionado su secretismo acerca de su trabajo. —¿Va todo bien? —Sí, pero guarda la soda para después, ahora mismo necesito una cerveza. En el campo del rodeo se zamparon unos tacos y bebieron cerveza, eligieron asientos en lo más alto de las gradas, lejos del grueso de la multitud.
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Chase la observó rebuscar en su bolso. —Me sorprende que trajeras las cámaras. —Mis esfuerzos cinematográficos no se centran solo en ti ¿Sabes? —Quería un video de la monta de Ryan. Un enfoque a distancia desde las tribunas sería un bonito contraste con el resto del metraje que había rodado. Ajustó el zoom. Mira allí. Dos conejitas bien dotadas, de cabello rubio alborotado y pantalones vaqueros ajustados como una segunda piel, esperaban por los vaqueros. —¿Esas pollitas maquilladas son tu tipo? Le acercó la cámara para que él pudiera encuadrarlas. —Eran mi tipo. —¿Te hubieras acostado con las dos a la vez? Chase la miró sin alterarse. —Ya hemos hablado de mi pasado, Ava ¿Por qué preguntas ahora? —Solo sentía curiosidad por si la acción chica‐con‐chica está entre tus preferencias o… —¿Si alguna noche llevaría otra mujer a nuestra cama y esperaría que estuvieras de acuerdo en revolcarte con ella sólo para complacerme? Su énfasis en nuestra sonaba a permanente. Pero ella no se enfocó en eso, solo se encogió de hombros. —Tal vez. De repente la cara de Chase estuvo frente a la suya. —Nunca te pediré nada que te haga sentir incómoda, y nadie, hombre o mujer te pondrá las manos encima, porque en caso de que no lo hayas notado, en lo que se refiere a ti. Yo. No. Comparto. Una. Mierda. 322
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Un cosquilleo le calentó la sangre ante su descarada posesividad. —¿Alguna otra pregunta? —Le preguntó con un susurro ronco. —Ah, no. Vale. —Los intentos de Ava de filmar el rodeo fueron bastante torpes porque su mirada no hacía más que desviarse hacia Chase. El hombre que amaba. Y donde iban sus ojos, las lentes de su cámara los seguían. Él suspiró. —¿Quieres hacer el favor de quitar esa maldita cosa de mi cara? —Pero es que la tuya es una cara preciosa, más que eso, en realidad. Melancólica. Masculina. Sexy con esa perpetua sombra de barba recién crecida. Me encanta cómo el sombrero ensombrece tus ojos. Y cuando estas un poquito cabreado, ese musculo de tu mandíbula se contrae y me dan ganas de morderlo. —Ava… —Puedo alabarte si me da la gana, Mckay, así que aguántate. —Chase se rió—. Sabes, mientras filmaba tu apuesto rostro me di cuenta de que tengo el trabajo perfecto para ti sino recibes la llamada de la PBR. —¿Y cuál es? —Doble de cine y televisión. —Chase se volvió y la miró como si se hubiera vuelto loca—. Conozco a algunas personas del gremio, si estas interesado, puedo echarte una mano. —¿Se te ha escapado el detalle de que me falta algo para ser, oh, alto, oscuro y guapo? —Ahora que lo mencionas, normalmente estoy demasiado ocupada mirando y babeando por esos músculos tuyos que hacen que se me salgan los ojos, como para preocuparme por tu altura, porque estás por encima de cualquier escala estándar. —¿Cuántas cervezas te has tomado para que salga tanta miel de tu dulce boca? Ella lo golpeó con el hombro. 323
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—Te olvidas de un par de cosas, Señor Negativo. Hizo una mueca. —¿Cuáles, Pollyanna25? —Muchos tipos en Hollywood son bajos. En estos días pocos tipos son tan altos como las viejas glorias de la acción, Dolph Lundgren yArnold Schwartzeneger. —¿Sí? ¿Y qué pasa con Vin Diésel? —No me distraigas haciéndome nombrar actores en concreto que no lleguen a la marca del uno ochenta y tantos. —Soy por lo menos diez centímetros más bajo, corazón. —Lo único que digo es que puedo encontrarte un trabajo si quieres cambiar de ocupación, —dijo y desvió la mirada. Chase le sujetó la mandíbula con las manos y la obligó a mirarlo a sus ojos azules. —¿Y dónde viviría si me mudara a L.A. ? Ella no dudó. —Conmigo. Pasaron un par de segundos antes de que él la besara con fuerza, dos veces. —Lo pensaré. —Deslizó la mano en la suya y la acercó a él — ¿Y ahora podemos ver el maldito rodeo? Cuando comenzó la monta de toros, le dejó espacio para que filmara.
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Pollyanna es una novela de Eleanor H. Porter. La historia cuenta sobre una niña llamada Pollyanna, huérfana de padre y madre que es enviada a vivir con su estricta Tía Polly. Pollyanna, educada con optimismo por parte de su padre, usa el juego de encontrar el lado bueno de cualquier situación para alegrar la vida de todos los que la rodean. 324
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Taz aguantó y terminó con una puntuación de ochenta. Dos jinetes más alcanzaron los ocho segundos pero con una puntuación por debajo de setenta y nueve, tres jinetes mordieron el polvo y Ryan salió a continuación. Chase se puso un poco nervioso cuando se abrió la puerta y Ryan y el toro irrumpieron en el ruedo. —Vamos, —dijo por lo bajo—. Sigue sus quiebros. Así se hace. Solo un poco mas… ¡Sí! —Silbó con fuerza y se volvió hacia Ava—. Es una monta que ronda los ochenta y dos puntos. Ryan ganó. Parecía a punto de llorar, vomitar y desmayarse, todo a la vez, pero se las arregló para mantener la calma en la ceremonia cuando los patrocinadores le concedieron la hebilla, el diploma y el grabado en piel de ciervo que detallaba el origen del nombre de Greybull. Cuando la multitud que lo felicitaba se despejó, Chase y Ava se aproximaron, Ryan estaba tan contento que abrazando a Ava la levantó y la hizo girar en círculos, sin hacer caso de los gruñidos de advertencia de Chase. —¡Gracias por venir! Desearía que mi mamá hubiera estado aquí para verme ganar, pero me ha prometido que vendrá al evento la semana que viene en North Platte. Chase le dio la mano, obligándolo a soltar a Ava. —Felicidades, fue una excelente monta. —Por primera vez sentí que podía montar un toro toda la noche, tío, fue impresionante. —Miró la bolsa de Ava— ¿Lo grabaste? —Sí, señor. No estaba cerca, así que no sé cómo habrá salido. —¿Puedes mandármelo por email para que pueda enseñárselo a mi mamá? —Claro que sí ¿cuál es tu dirección? Se la garabateó en una servilleta y se la dio.
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—Gracias. —¿Estás de humor para celebrarlo? —Preguntó Chase. —Demonios, sí. Conocí a un par de chicas antes y me van a llevar a una fiesta. Solo Ava notó el breve destello de desilusión en la cara de Chase al ver que Ryan ya tenía planes. —Suena divertido. —Le dio una palmada en el hombro—. Ha sido estupendo conocerte, Ryan, buena suerte el resto de la temporada. Ryan lo miró confuso. —Eso suena como si estuvieras despidiéndote. —Así es. —Buscó la mano de Ava—. Nos vamos mañana por la mañana a R&R en Yellowstone. —Pero competirás en North Platte la próxima semana, ¿no? Chase negó con la cabeza. —Bill Chase se ha retirado. —Pero… es el rodeo más cercano a mi pueblo. Pensé que podríamos vernos allí, podrías conocer a mi madre. Ava no pudo soportar ver la pena de Ryan. —Veremos qué tal se da la semana y te llamará, ¿vale? —De acuerdo, —estaba a punto de decir algo más, cuando dos chicas corrieron a su lado, la rubia dijo: —¡Estás aquí! Te hemos estado buscando. —El trío se puso a hablar, dejando a Ava y Chase atrás viendo cómo se iban.
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—Y ahora que Ryan nos ha dejado colgados ¿sigue en pie tu oferta de sexo salvaje, pervertido y ruidoso sobre la mesa? —Le preguntó Chase. —Absolutamente.
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CAPÍTULO 22
El teléfono de Chase vibró en el asiento. Ava lo cogió y leyó el texto. ¿Dónde estás? Ella suspiró. —¿Cuántas veces te ha enviado Ryan un mensaje hoy? —Probablemente una docena. El chico está un poco ansioso. —¿Crees que tiene miedo de que no aparezcas? —Por lo que me estuvo contando, eso ha sido un hecho normal para él, y no quiero ser uno más que lo decepcione. —¿Se da cuenta Ryan de lo alejado de nuestro camino que queda este evento? Él la miró. —¿Necesitas estar en algún otro lugar hoy, Hollywood? —No. Pero diez horas en coche es un recorrido largo. Incluso para unos perros viejos de la carretera como nosotros. Chase se rió. —Admítelo. Ya has tenido suficiente de naturaleza. —Tal vez para siempre. En su viaje a Yellowstone, habían pasado una noche en Cody, visitando los museos y paseando por la ciudad, pero se saltaron el rodeo. Recorrieron Yellowstone en los tres días siguientes. Incluso convenció a Ava de acampar una noche. No fue una buena idea. 328
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Si bien ella apreció el paisaje, incluyendo el cielo nocturno lleno de estrellas y el aire limpio de la montaña, cada ruido la asustó. Se convenció de que los osos los atacarían durante la noche y no durmió, lo que significó que él no había dormido tampoco. Se quejó del suelo frío y rocoso. Tuvo arcadas cuando se vio obligada a usar una letrina. El humo de la fogata la hizo toser y lagrimear. Quemó su perrito caliente y sus malvaviscos en las brasas. Los insectos se lanzaron en picada sobre su cabeza. Unos ojos brillantes la observaban desde los árboles. Se quejó desde el momento que montaron la pequeña tienda hasta la mañana siguiente, cuando la recogieron. Incluso se saltaron pasar un rato en las Tetons porque las prioridades de Ava eran encontrar una ducha, ponerse ropa limpia y conseguir una manicura. En ese orden. ¿La parte extraña del fiasco? Chase no se había enojado. Si cualquier otra mujer hubiera actuado de esa manera podría haberla lanzado acantilado abajo. Pero Ava le divertía a morir porque sus comentarios no eran mezquinos o maleducados, eran simplemente honestos. Mientras él y Ava pasaron ese tiempo aislados en la naturaleza, se dio cuenta de que él mismo no era muy fanático del aire libre. Estar al aire libre en el Rancho McKay era una cosa, siempre le había encantado eso, aunque no se emocionaba con el trabajo agotador. Sus hermanos nunca sugerían acampar fuera después de que las tareas estuvieran hechas. Lo mismo podía decirse de la mayoría de sus primos McKay, simplemente porque al terminar la jornada de trabajo querían estar adentro. Donde estaba fresco, o atemperado, dependiendo de la estación. Donde la ventisca no soplaba o el sol no pegaba fuerte. Donde les esperaban una comida y una conversación. Ese descanso de los elementos de la naturaleza era una parte necesaria para sobrevivir como ranchero. Cuando llegaron a Jackson Hole, Chase encontró un complejo de lujo y sorprendió a Ava al reservar una suite. De hecho, se le llenaron los ojos de lágrimas cuando hizo los arreglos para dos horas de tratamientos de spa en la habitación y la dejó sola para ser mimada. Mientras recibía un masaje, él llevó su camioneta a un taller para un cambio de aceite y llamó a su familia para ponerse al día. Le picó un poco su sorpresa porque había 329
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contactado con ellos por iniciativa propia. Pero Chase estaba decidido a demostrar que podía hacer cambios en todos los ámbitos de su vida y atenerse a ellos. —¿En qué estás pensando? —Preguntó Ava. Chase agarró su mano y le besó la palma. —En lo fantásticos que han sido estos últimos seis días. Solos tú y yo viendo los lugares turísticos. Pasando el rato con mi amiga. Luego tú, remeciendo mi mundo en la cama y fuera de ella. Ava se permitió una sonrisa de suficiencia. —Lo hice ¿verdad? Después de atravesar Riverton, Ava sugirió que fueran a Thermopolis para ver las famosas fuentes termales. Entonces le sorprendió y reservó una habitación en una posada que alardeaba de un pequeño manantial privado. Lo arrastró fuera después de que los otros huéspedes se hubieran ido a dormir. ¡Hablando de excitante! Ver a Ava tomar el control. Frotando su firme y curvilíneo cuerpo resbaladizo contra el suyo. Su boca saboreando. Sus manos vagando. Su voz ronca y sexy en su oído mientras lo llevaba al cielo. —Fue más allá… bueno, todo eso para mí también, Chase, —le dijo en voz baja, cuando se dio cuenta que se había quedado completamente callado de nuevo. Lo que Ava no sabía era que él había permanecido despierto la noche anterior, preguntándose si eso era el principio o el final para ellos, porque no habían hecho planes futuros para después del evento de Ryan. Todavía no había tenido noticias de la PBR. Habían pasado ocho semanas. Podría estar en el limbo, pero Ava tenía una vida en California que era más que solo una carrera. ¿Y qué tan jodidamente triste era eso para él? Chase se detuvo en una estación de servicio. —¿Necesitas algo? 330
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—Vas a comprar semillas de girasol ¿no es así? Él sonrió. —Sip. —Bien. Tú sabes lo que quiero. —Regaliz rojo y una Diet Dew marchando. Ava tenía sus audífonos puestos cuando regresó. Y había encendido su computadora, algo que no había hecho muy seguido en los últimos seis días. Tampoco había tomado muchas fotos, lo que no tenía sentido, dado que habían estado en un parque nacional rico en paisajes. Había aprendido a no cuestionarla porque eso siempre la hacía sacar las garras. Estaba acostumbrado a conducir durante horas en la camioneta, así que no estaba cansado cuando llegaron al recinto ferial. Su móvil sonó. —Sí, Ryan finalmente estamos aquí. ¿Dónde estás? —En el bar al aire libre con mi madre. —Vamos para allá. —Miró a Ava para encontrarla mirándolo fijamente—. ¿Estás lista? —Sí. Chase se detuvo en la entrada para ordenar sus pensamientos. Ava le frotó el brazo. —¿Chase? ¿Estás bien? —Nervioso. Eso la sorprendió. Pero le ofreció esa dulce y pura sonrisa de Ava y le rozó los labios tiernamente.
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—Me imagino que él también lo está. Ryan saltó al instante en que vio a Chase, casi tacleándolo. —¿Qué tan lento conduces? Hombre, pensé que nunca llegarías—. Rodeó a Ava con sus brazos y la levantó del suelo. Chase no pudo evitar sonreír. Ryan era como un gran cachorro torpe. Sin límites. Un afecto sincero y un entusiasmo inagotable. —Vamos. Estamos sentados por aquí. La madre de Ryan era una pelirroja teñida, en algún punto entre los treinta y cincuenta, con la tosca apariencia que él había visto en muchas madres solteras obreras. Pero tenía la amplia sonrisa de Ryan y un evidente orgullo por su hijo, por la forma en que no paraba de mimarlo. —Mamá. Él es Chase. Y Ava. Él le tendió la mano. —Gusto en conocerla después de que Ryan me ha hablado tanto de usted. —Jackie Ackerman. Ryan es un gran fan suyo. Ha sido un sueño hecho realidad para él, llegando a vivir y hablar todo el tiempo sobre la monta de toros—. Volvió la mirada hacia Ava—. Gracias por enviarme el video de la monta ganadora de Ryan. De verdad deseé haber podido tomarme el día libre en el trabajo para verlo en vivo. —No es nada. ¿Te importa si grabo tus montas esta noche? Ryan sonrió ampliamente. —Por supuesto que no. Era difícil meter baza con Ryan parloteando a un millón de kilómetros por hora. El chico era la definición de la energía nerviosa. Finalmente Chase puso su mano sobre los inquietos dedos de Ryan y le dijo en voz baja,
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—Relájate. Baja un poco las revoluciones. A Chase le pareció extraño que Ava permaneciera detrás de la cámara durante toda la conversación. Hizo comentarios ocasionalmente, pero se mantuvo en su rol de observadora. Ella había cambiado también, parecía contenta de permanecer fuera del foco de atención. El aviso de cinco minutos para el inicio del rodeo resonó por el recinto. —¿Vendrás a ayudarme a tirar mi cuerda?— Dijo Ryan. —Seguro. Si me prometes que no vas a hablar todo el maldito tiempo que estemos esperando tu monta—, bromeó él. Jackie se echó a reír y golpeó a Ryan juguetonamente en el hombro. —Te tiene calado, Ry‐Ry. Ryan se puso de pie, levantó a su madre y la estrechó en un abrazo de oso. —Nos vemos después. Grita fuerte por mí. —Sabes que sí. Cuídate, ¿de acuerdo? —Yo también te quiero, mamá. Ava se puso su pase de prensa y entró al área restringida con Chase y Ryan. A Chase le encantaba el bullicio en torno a las rampas, pero también se sintió estar de sobra porque no estaba compitiendo. Ryan conocía a un montón de tipos. Iba de un lado al otro charlando con los jinetes de broncos o asomándose por la cerca y hablando con los competidores de los eventos programados. Los corredores de barril no estaban montados todavía, o Ryan habría estado en ese lado de las rampas, conquistando a las damas. Él y Taz miraban la acción en la arena sin hablar más allá de las observaciones ocasionales acerca de los desempeños. Cuando la camioneta Dodge entró para dejar los barriles, se dirigieron detrás de las rampas. 333
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La nómina tenía veinte competidores de monta de toros. Taz estaba registrado cuarto, Ryan duodécimo. Él y Ryan ayudaron a Taz y observaron cómo el toro aterrizó duro en sus patas delanteras y Taz salió volando dando volteretas hasta que su cuerpo se estrelló contra el suelo y rebotó antes de detenerse. Taz no se movía. Los toreros lo vigilaron hasta que llegó la atención médica. Los ojos de Ryan eran enormes cuando miró a Chase. —Él va a estar bien ¿verdad? —Es duro. Lo van a dejar bien. ¿Ves? Ya está de pie. El chico bajó de un salto una grada antes de que Chase lo agarrara de la manga. —No hay necesidad de que vayas allá. Te van a decir que te alejes. Y Taz hablará pestes de ti por querer sostener su mano de todos modos. Ryan asintió. Soltó un suspiro angustiado. Echó un vistazo al marcador para ver quién era el próximo. Entonces Ryan entró en ese ensimismado momento antes de una monta. Algunos lo llamaban mentalizarse. Otros lo llamaban meterse en la zona. Los más difíciles para Chase eran aquellos minutos previos a montarse en un toro. Una vez que estaba arriba y lograba una buena entrelazada en su mano, hacía una lista de verificación mental. Cuando la puerta se abría, se concentraba en mantenerse sentado, en no caerse, espolear y llegar a la chicharra. Así que paseó junto a Ryan. Hasta que se detuvieron, se miraron tontamente y sonrieron. —Vamos, chico, eres el siguiente. Enséñame lo que tienes. El toro de Ryan era un cabrón. Primero no se levantaba. Luego se decidió a luchar. Chase sostuvo la cuerda del toro mientras Ryan hacía una entrelazada rápida. Taz aferró la parte posterior del chaleco de Ryan hasta que Ryan gritó —¡Fuera! —Y la puerta se abrió.
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El toro tenía un estilo vistoso, saltando y girando como un pez en el anzuelo. El sombrero de Ryan salió volando, pero el chico se sostuvo. Chase curvó sus manos alrededor de la barandilla de madera y murmuró, —Casi, vamos. —Y la chicharra sonó. Cuando Ryan se inclinó para soltar su cuerda, el acrobático toro sacudió la cabeza, golpeando a Ryan en la cara con un cuerno. Ryan cayó hacia atrás lo suficiente como para que cuando las patas traseras del toro abandonaron el suelo, el impulso expulsara al chico hacia un lado. Se estrelló de cabeza contra la sólida puerta metálica, y luego su cuerpo cayó al suelo. La confusión reinó en la arena cuando el toro se cargó a un torero. Luego al hombre barril. Los rescatadores acorralaron al enojado animal y lo arrastraron afuera con cuerdas. Chase miró hacia atrás, esperando ver a Ryan de pie, pero no se había movido. ¿Qué diablos? Un distorsionado ruido resonaba por los altavoces, palabras incomprensibles y chillonas. Levántate. No estaba seguro de si había dicho las palabras en voz alta. Su visión se convirtió en un foco apuntando a un Ryan tumbado en el suelo demasiado inmóvil. Entonces los toreros y el equipo médico levantaron una carpa humana alrededor de Ryan y no pudo ver una maldita cosa. Levántate chico. Vamos. Supéralo. No asustes a tu mamá de esta manera. Jesús. No me asustes así. Corrió más personal médico. Apareció una camilla. A continuación una ambulancia. Esto nunca se veía bien, un fantasmal vehículo de emergencia silencioso rodando lentamente por la arena. Nada de luces destellantes, ni sirenas, nada de prisa. 335
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El sonido de los espectadores aplaudiendo mientras mostraban su respeto a la persona que era llevada en ambulancia despertó a Chase parcialmente de su estupor. Parecía como si hubiera parpadeado entonces el siguiente jinete estaba listo, y el rodeo había vuelto a la normalidad. Se volvió y literalmente se topó con Ava. —Vamos al hospital. Ryan probablemente está muy asustado. Me imagino que Jackie ya está en camino—. Tomó la mano de Ava y zigzaguearon a través de la aglomeración de participantes que salían del evento. Ella no habló hasta que estuvieron en su camioneta. —¿Ryan estará bien? Chase se removió en el asiento. —En eventos pequeños como estos, no hay equipo médico de emergencias, por lo que automáticamente llevan a los jinetes heridos al hospital más cercano como precaución. Y Ryan es joven. Veteranos como Taz se niegan a ir en ambulancia y buscan su propio tratamiento médico. Pero dudo que un joven como Ryan hiciera mucho alboroto cuando le dijeron que tenía que ir al hospital. —Oh. De acuerdo. Eso explica muchas cosas. Recorrieron el camino al hospital en silencio. Aparcó en el estacionamiento de emergencias, y pareció tomar una hora cruzar esas puertas de la sala de emergencias. Dentro de la sala de espera del hospital, Jackie se paseaba delante de las ventanas. Ava llegó a ella y la abrazó. —¿Alguna noticia? —No. No me han dicho nada. —¿Has llamado a alguien para que espere contigo?
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—Mi novio está en camino. No llamaré al resto de mi familia hasta que sepa lo que está pasando. Les agradezco que hayan venido. Sé que Ryan se los agradecerá también. Podremos regañarlo en grupo por preocuparnos cuando nos dejen verlo. —¿Algo que pueda traerte? —Preguntó Ava—. ¿Una bebida? ¿Algo de comer? ¿Una manta? Jackie sacudió la cabeza y continuó paseando. Chase quería irrumpir a través de las puertas y conseguir algunas respuestas. Se metió las manos en los bolsillos y apoyó los hombros contra la pared de cemento, con el estómago demasiado revuelto para pasearse. El tiempo se hizo eterno. El clic de los tacones de Jackie competía con los pitidos de las máquinas que resonaban en la estación de enfermería. Ava lo dejó en paz. Dejó en paz a Jackie también. Ellos tres eran los únicos en la sala de espera, pero bien podrían haber estado a kilómetros de distancia. Las puertas se abrieron. —¿Jackie Ackerman? —Preguntó una mujer vestida en ropa de quirófano azul. —Si. Estoy aquí. Soy Jackie. La mujer se acercó. La fatiga formaba líneas en la piel alrededor de sus ojos, pero su rostro permaneció inexpresivo. —Soy la doctora Silsbee. Yo dirigí el equipo que trabajó con su hijo. —¿Cómo está él? Ella hizo una pausa, —Lo lamento, pero él no lo logró. —¿Qué? ¿No lo logró como… murió?
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—Si. Lo siento. Sufrió dos paros cardíacos, y nuestros intentos por reanimarlo fueron infructuosos. Toda la sangre abandonó el rostro de Chase. Observó el movimiento de la boca de la doctora, pero sus palabras estaban amortiguadas por los latidos acelerados de su corazón en sus oídos. Silencio. Entonces un interruptor se encendió y el sonido estalló en sus tímpanos. —¡No! —Jackie le gritó a la doctora—. No es posible. Ryan es solo un niño. Es duro. El saldrá adelante. Lo sé. —Lo siento mucho, señora Ackerman. El traumatismo en el cerebro de su hijo era demasiado grave. Puedo solicitar un consejero o un clérigo para que hable con usted. —No necesito un maldito consejero, necesito ver a mi hijo. La doctora Silsbee pareció prepararse. Chase se sintió cortado en dos mitades. Una parte estaba parada ahí estoica, razonable, queriendo ayudar. La otra parte soltó un gemido bajo que escaló en un grito interminable. —¿Cómo sé que no me está mintiendo? —Chilló Jackie—. ¿Cómo sé que este no es un maldito gran error y usted tiene a Ryan confundido con el hijo de otra persona? —Señora, tenemos la verificación del equipo de la ambulancia que lo trajo desde el recinto ferial. De verdad lo siento. —Patrañas. ¡Esto no es divertido! Lléveme con él. Ahora. Abatido, y apenas colgando de un hilo, Chase se interpuso entre ella y la doctora. —No quieres verlo, Jackie. —Sal de mi camino. Él colocó las manos alrededor de sus brazos y le dijo en voz baja,
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—Mírame y escucha. Algo se removió en ella. Jackie parpadeó unos ojos llenos de dolor y susurró, —Pero tengo que verlo. —No, no tienes que verlo. No hay razón para que te hagas esto. No hagas que tu último recuerdo de Ryan sea lo que veas tendido en una camilla. Porque esa imagen superará todo, incluso todas las buenas. Él ya no está allí. No es él. Él merece algo mejor y tú también. —Él no puede estar muerto. —Ella sacudió la cabeza con tanta fuerza que sus lágrimas salpicaron las mejillas de Chase —. ¿Cómo puede estar muerto? Porque se negó a llevar un casco. El chico obstinado podría estar vivo en este momento si me hubiera escuchado. La vergüenza y la culpa luchaban dentro de él ante las feas e insensibles palabras que su cerebro lanzaba. Dios. ¿Cómo podía siquiera pensar así en un momento como éste? Avergonzado, y temeroso de que Jackie pudiera ver esos pensamientos en sus ojos, Chase bajó la cabeza y se alejó. Un motociclista corpulento entró y Jackie se lanzó sobre él. Sus desgarradores sonidos de angustia casi pusieron a Chase de rodillas. No podía moverse. No podía respirar. No podía hacer otra cosa más que quedarse ahí parado sin poder hacer nada y ser testigo de Jackie en esa espiral de dolor debilitante. Maldito sea el infierno de mierda. Quería golpear a alguien. Patear algo. Hacerse daño para que el dolor en el exterior coincidiera con el interior. Ryan. Muerto. Dieciocho años. Su vida recién comenzando. Tan lleno de felicidad y alegría. Ahora se había ido. Esa luz extinguida para siempre. No podía permanecer en este hospital un segundo más. Caminó tranquilamente hacia la puerta, aunque sus piernas lo instaban a correr. El aire de la noche era tan espeso con la humedad que era imposible llevar suficiente a sus pulmones. Se sentía como si se 339
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estuviera ahogando. Chase cerró los ojos, odiando estar sumido en ese segmento especial de infierno llamado limbo. La voz de Ava lo sacó de sus pensamientos oscuros, —¿Chase? Él se estremeció cuando ella lo tocó. —Cariño, vamos, suelta la barandilla. ¿Barandilla? Él miró hacia abajo a sus nudillos blancos que agarraban la barandilla de metal y luego a Ava de pie junto a él. Las lágrimas caían por sus mejillas. La boca de Chase no pudo formar palabras. Ella trató de liberar sus dedos. —Chase. Por favor. Me estás asustando. Hace cinco minutos que estoy tratando de llamar tu atención. Algo en su tono de voz lo impulsó a actuar. Sus dedos se estiraron, pero había estado agarrando el metal tan fuerte que había perdido la sensibilidad en las manos. No. Estaba entumecido hasta los huesos. ¿Cuánto tiempo había estado allí en estado de shock? ¿Absolutamente perdido en el dolor y la incredulidad? Ella tomó sus llaves y medio lo metió en la camioneta y se sentó en el asiento del conductor. —Tenemos que encontrar un lugar para pasar la noche. —Bien. Solo encuentra una licorería primero. —Chase. No creo que esa sea una buena… —Encuentra una maldita licorería.
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CAPÍTULO 23
Chase se había arrastrado dentro de una botella los últimos dos días. Que no hubiera caído inconsciente no era una prueba de su capacidad para manejar el licor, sino un testimonio de su terquedad. Ava nunca se había sentido tan impotente. No haría de madre. No lo presionaría a hablar. Por lo que se acurrucó a su lado en la cama, ofreciéndole su presencia física, mientras él despachaba ininterrumpidamente otra botella de whisky matarratas. Chase acariciaba su pelo distraídamente mientras navegaba por los canales de televisión. De cuando en cuando cambiaba el control remoto por la botella. Su temperatura corporal era caliente a pesar de que solo llevaba un par de pantaloncillos deportivos. No hablaba. En absoluto. Tampoco se había movido. Ni siquiera cuando el teléfono de Ava había sonado ayer y lo había dejado para hablar afuera. Ella no había querido hablar con Marnie… sin importar cual fuera la oferta de la mujer. De ninguna manera dejaría a Chase solo en un momento como éste. De ninguna manera. Pero Marnie no había entendido la absoluta negativa de Ava a oír sobre participar en otra audición. Ni siquiera después de explicarle que estaba lidiando con la muerte de un amigo. Su agente fue con un discurso acerca de estar tomando riesgos por su cliente, quejándose amargamente de la falta de consideración de Ava por la reputación de Marnie. Ava la escuchaba a medias, con la mente en otra parte, principalmente en el devastado hombre ocultándose en la habitación de un motel, justo fuera de su alcance. El teléfono móvil de Chase sonó en la mesita de noche, sorprendiéndola. Él no se molestó en tomarlo. El teléfono dejó de sonar por un par de minutos, luego comenzó a zumbar de nuevo. Ava lo miró. 341
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—¿No vas a responder? Él negó con la cabeza. El teléfono dejó de sonar. Cinco minutos más tarde comenzó otra vez. Chase tomó un trago de la botella cuando paró. Al tercer intento, ella salió de la cama y cogió el teléfono. El identificador de llamadas leía: Ryan Ackerman. Ava se estremeció pero respondió de todos modos. —¿Hola? —Habla Jackie Ackerman. Estoy buscando a Chase. Él no me dejó un modo de contactarlo. Encontré su nombre en el teléfono de mi hijo, así que tengo la esperanza de que este sea el número correcto. —Si, lo es, Jackie. Habla Ava. —Ella sintió la mirada de Chase dirigirse hacia ella—. ¿Querías hablar con él? —¿Puedo? —Claro. Espera que lo pongo. —Ava cubrió el micrófono—. Tienes que contestar esto. —No puedo. —Su voz era áspera por el exceso de whisky y el poquísimo uso. —Tienes que hacerlo. —Ella habló por el teléfono—. ¿Jackie? Está aquí mismo. Chase murmuró y dejó la botella a un lado para arrebatarle el teléfono que le tendía. —Hola Jackie. No. Está bien, no eres una molestia. —Siguieron unos cuantos—, Uh… huhs. —Y a continuación—, por supuesto que estaré allí. No, eso está bien. Lo encontraré. Nos vemos. Gracias por avisarme. Cuídate. —Apretó el botón de apagado y tiró el teléfono a un lado. Situada frente a él en la otra cama, Ava esperó un minuto antes de preguntar, 342
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—¿Qué pasa? Él levantó la botella, estudiando los dos dedos de líquido restante. —Me dio la hora y el lugar para el funeral de Ryan. Funeral. El chico apenas había comenzado a vivir. ¿Hay algo peor en todo este maldito planeta que conmemorar una vida prometedora tan corta? —El nudo en la garganta de Ava impidió una respuesta—. Todos tenemos que sentarnos ahí, mirando la maldita foto de él, o el jodido ataúd, ¿y pretender que está en un lugar mejor? ¿Qué esto es un maldito plan maestro? Error. Maldita sea, todo acerca de esto está tan mal que yo… no puedo… siquiera… —Chase inclinó la botella y la vació de tres ávidos tragos. Ava quería que Chase arremetiera. Que actuara. Que perdiera el control y arrojara la botella a la pared tan fuerte como pudiera, gritando su rabia y frustración mientras se hacía añicos. Pero él se había cerrado en sí mismo. O eso pensó ella. Chase se puso de pie y se fue tambaleando al cuarto de baño. Azotando la puerta tras él. Intentando alejarse de ella. No una una puta posibilidad, McKay. Saltó detrás de él pero se detuvo, sin saber qué hacer. Apoyando la espalda contra la pared fuera del baño, escuchándolo vomitar. Su vientre se agitó. Su corazón se apoderó de cada uno de sus angustiados gemidos. Sus lágrimas cayeron libremente mientras lo oía tratando de contener sus sollozos. El tiempo pasó en un vacío de miseria. Después de escuchar correr el inodoro por tercera vez, envolvió su palma alrededor de la manilla, rezando para que él no hubiera cerrado la puerta con pestillo. La puerta se abrió con un fuerte chillido. Chase estaba sentado en el suelo, con la cara oculta entre sus manos. —Vete, —le dijo, en ese tono peligrosamente bajo. 343
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Se situó a su lado, cadera con cadera. Al ver que no le ladró que se fuera, ella puso la mano sobre su rodilla, preguntándose si él aceptaría su necesidad de calmarlo. Inténtalo. —¿Quieres un poco de agua? —Le ofreció. No hubo respuesta. Ella contó hasta cien. —¿Chase? ¿Necesitas…? —No necesito nada. Solo vete. —No puedo. —¿No lo entiendes? No te necesito. Ava ignoró la aguda punzada que causaron sus palabras. —Pero yo te necesito. Chase levantó lentamente la cabeza y la miró con los ojos enrojecidos. —¿Qué? El extremo sufrimiento la hizo querer llegar a él sin un pensamiento consciente. —No me apartes. Me está destrozando verte así. Necesito ayudarte. Dime cómo. Por favor. —No puedes. —¿No puedo qué? —Ayudarme. Así que solo márchate de una puta vez.
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Ava se puso de pie lentamente. Él probablemente pensó que la había ahuyentado. De ningún modo, amigo, yo me quedo. Llenó un vaso y se lo tendió, esperando que él lo tomara. Se quedaría parada allí toda la noche si era necesario. —Joder, está bien, dame la maldita cosa, —dijo finalmente, y se lo arrebató de los dedos. Podría gritarle obscenidades si eso lo sacaba del triste estupor de su borrachera. Una eternidad después, cuando se dio cuenta que ella no se iría a ninguna parte, empezó a hablar. —Ver a Ryan estas últimas semanas, antes de que él… —Chase apretó el vaso plástico tan fuerte que el agua salió disparada por el borde —. Me hizo entender lo jodidamente fácil que lo he tenido toda mi vida. —Tomó el agua, la movió por su boca y se inclinó para escupirla en el inodoro —. Hice trampa para llegar a donde estoy hoy por ser Bill Chase. —El nombre que hayas usado no te llevó a la cima. Tu determinación por ser el mejor lo hizo. Él no pudo discutir con eso. Pero ella se sorprendió de que no tratara. —La culpa me está comiendo. —¿La culpa de que tú estás vivo y Ryan no? —No. La culpa de que no lo presioné más para usar un casco. Estaría vivo si me hubiera escuchado. Golpeado, pero vivo. ¿Cómo puedo vivir con eso? Señalar lo obvio… que no había garantías de que algo hubiera salvado a Ryan… no significaba nada para él en este momento. —Y aquí estoy, destrozado porque un chico de dieciocho años que apenas conocía murió. Pero estoy más seguro que la mierda que no actué de esta manera después de que mi primo Luke murió. —Su cabeza cayó hacia atrás contra la pared de concreto—. Cristo. Crecí con Luke. Su muerte destrozó a nuestra familia. Pero yo solo pude 345
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tomarme dos días de mi vida, de mi valiosa agenda para ir a su funeral. ¿Y cuando volví a la gira? No pensé en él en absoluto. Incluso sabiendo que sus hermanos estaban sufriendo mucho. ¿Me acerqué a ellos? No. ¿Hice un esfuerzo extra para mantener un mejor contacto con mis propios hermanos porque comprendí lo afortunado que era por aún tenerlos? No. De hecho, los llamé menos que antes. Lo mismo con mis padres. Incluso ahora, cuando Jackie ha perdido a su único hijo y está devastada, yo estoy sentado aquí pensando en mí mismo. En cómo me siento. En cómo me ha afectado. ¿Qué tan jodido es eso? —Chase cerró los ojos para contener las lágrimas que corrían por su miserable rostro—. No respondas eso, soy un frío y egocéntrico hijo de puta. Una mierda de hijo, una mierda de hermano y una mierda de amigo. Ava lloraba en silencio junto con él, su corazón roto por este hombre que solo veía lo peor de sí mismo. —Nada de esto importa, —dijo él, en tono derrotado. —¿Qué cosa? —La PBR, la PRCA, montar toros. Es todo una estupidez. —Chase. Tú no hablas en serio. —No sé lo que quiero decir. En todos mis años, nunca he visto a nadie morir a lomo de un toro. ¿Verlos lesionarse? Sí. ¿Verlos gravemente heridos e incluso paralizados? Sí. ¿Pero alguien que conozca, alguien muerto justo frente a mí y a otros cientos de personas? Esta es la primera vez. Eso está mal. Jodidamente mal. La muerte de Ryan, y la tragedia de esto, llegará a los diarios de todo el país. Pero no cambiará nada. No le dará consuelo a su madre. Cristo. Él era su único hijo y ahora está sola. Chase se quebró. Sus enormes hombros se sacudían mientras lloraba. Cuando lo peor pasó, y había tomado el silencioso consuelo que ella le ofrecía, ella se puso de pie. —Vamos. Estás exhausto y necesitas dormir. —Extendió sus manos para ayudarlo a levantarse. 346
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—Ava, no tengo tres años. —No, pero estás como una cuba. Chase volvió la cabeza. —Lamento ser un desastre. —Razón de más para que me dejes ayudarte. Pasó una eternidad antes de que algo se moviera en él. Se puso de pie por sí solo, pero permitió que Ava lo llevara de vuelta a la cama que casi no había abandonado en dos días. Cuando se instaló a su lado, él entrelazó sus piernas con las de ella. —No te vayas, —le susurró con voz ronca contra su garganta. —Estoy aquí. No hay ningún lugar en que prefiera estar más que contigo, Chase. Tú lo sabes ¿verdad? Todo su cuerpo se relajó cuando expulsó un profundo suspiro y se quedó dormido. Ella pasó los dedos por su columna. La muerte de Ryan los había cambiado a ambos. ¿Dónde irían desde aquí? Mantuvieron un perfil bajo durante el funeral de Ryan. Pero entre tanta gente era fácil mezclarse. Con todo, el servicio fue bonito. Triste. Ava se encontró con Taz cuando los coches eran ocupados para ir al cementerio. Casi no lo reconoció sin su sombrero vaquero. Tenía el pelo más corto. Llevaba una chaqueta deportiva. La abrazó con un rudo, —Ava. 347
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—Taz. ¿Cómo lo estás llevando? —No tan bien. —Miró hacia el coche fúnebre —. Todavía no puedo creerlo. —Yo tampoco. —¿Cómo está Chase? —Lo mismo que tú. —Miserable, culpándose a sí mismo. Eludiendo a la gente. Silencio. —¿Has estado de gira? —Pregunta estúpida, Ava. —Nop. Terminé. —¿Terminaste? —Renuncié. No más rodeos. No más de engañarme a mí mismo. No he estado montando en forma consistente desde hace un par de años de todos modos. —¿Qué vas a hacer? —Un amigo mío compró un terreno fuera de Scottbluff. Ha estado tratando de que me haga cargo, haciendo mejoras, durante el año pasado. Yo no estaba interesado hasta… —Carraspeó—. Me di cuenta de que no soy demasiado viejo para aprender algo nuevo. —Todos podríamos aprender algo de esto. Taz miró a su alrededor y la empujó a un lado, fuera del alcance de los oídos. —Mira, sé que tienes un montón de imágenes de Ryan mientras estabas grabando a Chase. Me gustaría verte hacer algo positivo con ellas. Incluso si es solo por su madre. El chico se merece eso. —Estoy de acuerdo. ¿Está bien si uso material tuyo también? —No sé para qué, pero seguro. 348
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Ava lo besó en la mejilla. —Cuídate, Taz. Estaban sentados en un restaurante en las afueras de Alliance, picoteando una comida sin ganas. —¿Chase? —Sí. —¿Qué pasará ahora? —No lo sé. —Levantó la vista de estar aplastando una pila de guisantes con el tenedor—. ¿Por qué? ¿Tienes algo en mente? —Sí. Y escúchame antes de decir automáticamente que no. —Estoy escuchando. —Ven a Nueva York conmigo. Solo por un par de días. A ambos nos vendría bien un descanso. Un poco de mimos. He pasado tiempo en tu mundo, Chase, me gustaría que pasaras tiempo en el mío. —¿Por qué Nueva York? ¿Por qué no Los Ángeles? —Mi asistente mencionó que todavía hay paparazzi acechando mi casa. Estaríamos atrapados. En Nueva York… probablemente seríamos anónimos. —Ella tomó su mano —. Dejemos tu camioneta en Omaha, tomemos un avión y estaremos en La Guardia en tres horas. Mi familia tiene una suite permanente en el Hotel Cooper Square. Podemos quedarnos allí el tiempo que queramos. Los ojos de Chase buscaron los suyos. —¿Por qué es tan importante para ti? —No estoy lista para decir adiós. ¿Lo estás tú? 349
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—Dios, no. Su vehemencia la sorprendió. —Bien. Haré los arreglos. Nos vendría bien una distracción. Será divertido. Chase sonrió por primera vez en días. —Vamos.
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CAPÍTULO 24
—Damas y caballeros, bienvenidos a la ciudad de Nueva York. La hora local es tres p.m. —Ava miró por la ventanilla del avión mientras la azafata daba el discurso de siempre. Estaba ansiosa por salir del avión y llegar a la ciudad. Chase se inclinó en el apoyabrazos. —¿Estás bien? Ava lo miró y frunció el ceño. —¿Por qué no habría de estarlo? —No lo sé. Imagino que serás diferente, ahora que el ratón de ciudad está de vuelta en su elemento. —¿Qué hay de ti? —Respondió ella—. ¿Vas a convertirte en un ratón de campo? ¿Con miedo a los taxis, las sirenas y la multitud? —No le tengo miedo a nada. —Chase presionó sus labios contra los de ella. Ava había esperado un beso rápido, pero él transformó el beso en uno caliente y provocativo mientras su pulgar le frotaba la punta del pezón discretamente. Ella se apartó. —Chase… —Eché de menos no tocarte los últimos días, —murmuró. —Yo también lo eché de menos. —Ava apoyó la frente en la suya—. Conserva esa idea ¿de acuerdo?
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—De acuerdo. —Le dio un beso prolongado—. Ten presente que el hecho de que estemos en tu territorio no significa que estés al mando. Esa contundente afirmación emitida en su masculino gruñido envió una ola de calor a través de ella. Sí, había echado de menos esta parte sexual de Chase porque era una parte fundamental de lo que él era. —No se me ocurriría entrometerme en tu territorio. Salieron del avión y caminaron entre la multitud para recoger de equipaje. Luego de que Chase acarreara su equipaje, Ava lo condujo a la zona donde esperaban las compañías de transporte privado. Un hombre de chaqueta deportiva negra dio un paso delante de otro tipo vestido con un traje gris a rayas. —¿Señorita Cooper? —Sí. —Soy Gino. Espero que su vuelo haya sido agradable. El joven intentó tomar los bolsos de Chase, ganándose un oscuro ceño cuando Chase intensificó el agarre sobre el equipaje. —Yo lo llevo. —Está bien, señor. El coche está por aquí, por favor. El calor y el hedor la asaltaron al salir de la fresca comodidad de la terminal. Dios. El ruido no le molestaba, pero de alguna manera había olvidado lo fétida que olía la ciudad en los meses de verano… basura, orina, grasa y los gases de escape. Gino abrió el maletero de una limusina negra aparcada en la acera. Chase se detuvo en la puerta trasera y miró a Ava mientras Gino se acercaba y agarraba el equipaje. —¿Una limusina, Ava? ¿En serio?
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—Es de tamaño compacto, no una limusina larga, y era el mismo precio que un servicio de coche. Pensé que estarías feliz de que comparara precios. —Lo estoy. Pero me sorprende que utilizaras ese nombre para hacer la reserva. ¿Qué sucedió con eso de mantener un bajo perfil? A ella se le pusieron los pelos de punta. —Sucede que ese nombre es mi nombre, y está en la tarjeta de crédito que usé. ¿Cuál es el problema? —Olvídalo. —Se hizo a un lado para abrir la puerta del coche para ella, solo para fruncir el ceño de nuevo cuando Gino le ganó de mano. Ava subió en primer lugar y se deslizó por el asiento. Naturalmente, Chase no permitió la distancia y la levantó, colocándola en su regazo. —Chase. —¿Qué? Cambié de idea. Tengo miedo de la gran ciudad. Ella rodó los ojos, pero no se movió. Gino tomó el volante y dijo, —¿Hotel Cooper Square? —Sip. Y Gino, amigo, te agradecería si activaras la pantalla de aislamiento y tomaras el camino más largo. —Chase arrastró las palabras. Él asintió y el vidrio negro los separó. —No es tu primera vez en una limusina, ¿verdad McKay? —Nop. Pero será mi primera vez follando en una. —Chase posó un beso en el centro de su garganta—. Me estoy muriendo por ti, mi Ava Rose. —El hombre podía ser tan dulce—. Desabrocha tu sostén. Quiero esas tetas dulces en mi boca.
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Y… no tan dulce. No es que ella se estuviera quejando. Chase ya había desatado el lazo del escote de su vestido y deslizado el material suelto por encima de sus bíceps. Ella giró el cierre frontal de su sostén y sus ásperas manos estuvieron ahí, apartando las suyas. —Arquéate hacia atrás. —Tan pronto como ella cumplió, la caliente boca de Chase rodeó su pezón izquierdo. Succionó con fuerza. Resueltamente. Ese familiar y delicioso calor se propagó por ella. Ava se entregó a la sensación. A Chase. Deleitándose en el acto de rendirse. Chase sabía exactamente cómo conseguir cada suspiro y gemido. Jugaba hábilmente con su boca, sus besos excitándola de una forma enloquecedora, tan adecuados y sensuales, tan insoportablemente eróticos, que ella quería rogarle que parara. O que no se detuviera nunca. —Espera un segundo, —susurró él con voz roca debajo de su oreja y la dio vuelta, cayendo de rodillas en el piso de la limusina. Respirando con dificultad, mareada, húmeda y deseosa, Ava apoyó la espalda contra el centro acolchado de felpa. Observó cómo Chase subía su vestido hasta su cintura. Luego tiró de ella hasta que sus nalgas estuvieron apenas en el borde del asiento. —Me estoy cayendo. —Te tengo. —Estiró el brazo izquierdo de Ava hasta la correa de seguridad del lado izquierdo del techo del coche, doblándole los dedos alrededor del cuero mientras él arrastraba besos desde su hombro, a través de la sensible curva de su codo, hasta la yema de sus dedos. Y de vuelta, para repetir el proceso en el lado derecho. Curvando los gruesos dedos alrededor de cada tobillo, le abrió las piernas, extendiéndolas casi completamente y enganchó los bordes de sus tacones bajos en el borde que albergaba las manillas de las puertas. Con los ojos fijos en ella, sacó un condón de su billetera y mantuvo el paquete entre los dientes mientras bajaba sus calzoncillos y pantalones hasta las rodillas. 354
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—¿Quieres que te ponga eso? —Preguntó ella, enfocándose en su polla completamente erecta. Él levantó una ceja y sonrió brevemente antes de que sus dientes rasgaran el paquete cuadrado. —Estás un poquito estirada. —Cuando tuvo el condón puesto, se abrió camino dentro de ella, presionando la boca en contra de su garganta. La cabeza de Ava cayó hacia atrás y gimió. Tan llena. Tan caliente. Tan bueno, cada vez. Entonces Chase comenzó a moverse. Con empujes interminablemente largos, deliciosamente lentos, completamente exhaustivos, de su carne caliente y dura dentro de la suya. Su polla enterrada tan profundamente dentro de ella que sentía sus pelotas golpeando contra su trasero. Para estar en la parte trasera de una limusina, en Nueva York, durante la hora de punta, no había prisa en Chase. Él le hizo el amor con su habitual pasión, pero este encuentro también sirvió como un recordatorio de que él la tendría, a su manera, sin importar donde, sin importar cuando. El ritmo de los golpes de Chase aumentó y deslizó la mano entre sus cuerpos para manipular a su clítoris. —Sí. Así. Tú sabes cómo… Dios… no te detengas. —Me encanta observar cuando te corrers, —gruñó, sus ojos enfocados en su rostro mientras bombeaba dentro de ella—. Eres mía, Ava. Ningún hombre jamás te ha conocido así. Ningún hombre más que yo conocerá este lado de ti. Nada de declaraciones de amor, solo posesión, lo que tal vez era lo más cercano que podía llegar Chase de admitir amor. Ella aplastó su boca contra la suya, emparejando el beso con la brutal intensidad de la manera en que la follaba.
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Él llegaba al fondo con cada golpe. Una mano agarraba su trasero, la otra frotaba su clítoris mientras su cuerpo era dominado por el suyo. Mientras Chase se dejaba llevar por su pasión. Esos excitantes hormigueos se apretaron, se fundieron a máxima potencia. El orgasmo la inundó. Sintió los latidos en su clítoris, en los músculos de su coño contrayéndose alrededor de la polla de Chase, en sus pezones. Incluso sus labios palpitaban mientras Chase convertía el beso en una sensual provocación. El cuerpo de Chase pudo haber dejado de moverse, pero sus manos no. Su boca no lo hizo. Hocicó y acarició cada sección de su piel expuesta. Esta era otra cosa que adoraba de él… su renuencia a soltarla después de un interludio tan explosivo. Le desenrolló los dedos de las correas, besando dulcemente cada nudillo. Descolgó sus zapatos, masajeando sus pantorrillas, sus muslos. Se deshizo del condón y le ordenó la ropa antes de molestarse con las suyas. Entonces la tomó en sus brazos y la sostuvo, como si fuera preciosa. Frágil. Como si fuera suya. Y Ava se lo permitió. El intercomunicador sonó dos veces, luego se oyó la voz de Gino. —Estamos a cuatro cuadras del Hotel Cooper Square. Se quedaron abrazados hasta que la limusina se detuvo. La puerta trasera se abrió y Ava observó la cara de Chase mientras le echaba el primer vistazo al hotel de su familia. Sí, tenía la expresión de “santa mierda”. El hotel, situado en el barrio Bowery de Manhattan era bastante impresionante, con su torre aparentemente torcida, una moderna obra de arte arquitectónico, veintiún pisos de altura, compuesto de vidrio por todos los lados. Los bolsos fueron trasladados desde el maletero del coche directamente al interior. Ava esperó mientras Chase estrechaba la mano de Gino y le deslizaba un billete doblado. Chase puso su mano en la parte baja de la espalda de Ava. 356
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—Ah sí, Hollywood, definitivamente estabas visitando tugurios en los lugares en que hemos estado alojados. La puerta principal, de al menos cinco metros de alto y tres metros de ancho, se abrió y ella tuvo su comité de bienvenida personal escoltándola al interior del post moderno vestíbulo de temática oriental. —¡Señorita Cooper! Estamos muy contentos de tenerla de regreso en Nueva York. —Gracias Jason. —Hizo un gesto hacia Chase—. Jason, este es mi compañero. —Ava deliberadamente permitió que Chase se presentara a sí mismo, sin saber si él tenía la intención de mantener su identidad de Bill Chase o no. De cualquier forma, era su decisión. Él extendió su mano. —Encantado de conocerte, Jason. Chase McKay. Ava se relajó un poco. —Jason es el gerente del turno noche. El hombre que puede hacer que cualquier cosa suceda. Jason, un hombre delgado de unos treinta años, sonrió a Ava después de estrechar la mano de Chase. —El placer es mío. Los hemos instalado en la suite familiar en el piso catorce. El Chef Delacorte ha preguntado si tienen alguna petición específica para la cena en la habitación. —Me encantaría una degustación de sus últimos bocadillos, ya que no estoy segura de cuáles son nuestros planes para la cena de esta noche. —Considéralo hecho. ¿Hora de entrega? Ava miró a Chase. —¿Tienes hambre? 357
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Él se encogió de hombros. —Podría comer. —Tan pronto como sea posible sería estupendo. —Me ocuparé de ello. Además, el bar está abastecido con tus peticiones habituales. — Jason le pasó a Ava una hoja de papel—. Aquí está tu código de acceso. El personal está aquí para satisfacer cualquiera de sus necesidades, por lo que no duden en pedirlo. —No lo haré. Gracias. —Ella deslizó su mano en la de Chase y lo guio hacia los elevadores a la vuelta de la esquina. Aunque Chase parecía estudiarlo todo, los adornos de moda, las lámparas, el restaurante detrás de la mampara de cristal artísticamente colocada, no dijo ni una palabra hasta después de entrar en la suite de la esquina. Todo el ambiente era ventanales de suelo a techo. El dormitorio y el cuarto de baño enormes estaban en el lado izquierdo. Una sala de estar estaba de frente a la ciudad. Y Chase aún no dijo nada mientras miraba por la ventana hacia la bulliciosa ciudad de abajo. Ava pateó sus zapatos y se movió detrás de él, rodeando los brazos alrededor de su cintura con, apoyando la barbilla sobre su hombro. —¿Estás bien? —Mierda, no. Este lugar es… Nunca he estado en un sitio de esta categoría, Ava. Mejor no decirle que esta no era la joya de la corona de la cadena de los Hoteles Cooper. —Como me dijiste cuando comenzamos a viajar juntos. Es solo una habitación con una cama. —A veces soy un jodido idiota. —Se apartó de ella, presionando el antebrazo contra el cristal curvo—. El personal te adula. Como si fueras de la realeza o algo así. —¿Qué tan diferente es de los patrocinadores adulándote a ti? 358
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Él frunció el ceño por encima del hombro. —Una gran diferencia. Créeme. Sin saber cómo lidiar con su reacción frente a su disparidad económica, ella se retiró a la parte opuesta de la sala de estar. Hacía menos de quince minutos estaban tan físicamente cerca cómo era posible. Chase la había mirado a los ojos y le había asegurado que la conocía. ¿Fueron solo balbuceos pronunciados en un momento de lujuria? Ella había compartido todas las facetas de sí misma con él. Ava nunca mintió acerca de sus antecedentes familiares. ¿Podría solo tratar con ella cuando estaba en su mundo? ¿Una chica de ciudad trasplantada que tenía que depender de él para todo? No importaba si él no quería que fuera esta Ava. La verdad era que, ésta era la verdadera Ava. Chase había sabido que su familia tenía dinero. ¿Pensar que él había temido que una actriz de Hollywood estuviera fuera de su alcance? Eso era una gota en el océano comparado con verla como la chica del billón de dólares. Necesitaba un trago. Adivinó correctamente el gabinete que contenía el minibar y lo abrió, agarrando la primera cerveza que encontró. Maldita Heineken. La bebió de todos modos. La maldita cosa probablemente costaba veinte dólares. Se oyeron dos golpes y Ava se dirigió a la puerta. —Adelante. Eso se ve increíble. El Chef Delacorte realmente se superó a sí mismo. Chase se acercó para ver qué tipo de festín se preparaba para un miembro de la realeza de la familia Cooper.
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Un pequeño hombre asiático cubrió la mesa con un prístino mantel blanco y organizó el primer plato rectangular. —Sufflé de camote rosado cubierto con tapenade. Chase esperó a que el hombre sirviera más de dos cucharadas. Pero reveló el siguiente plato con una reverencia. —Ensalada de rúcula con remolachas asadas, queso feta y semillas de calabaza tostadas. ¿Remolachas? Lo verde parecían hojas marchitas de dientes de dragón. Todo ese plato se parecía a algo que su madre servía cuando estaba limpiando la nevera. —Polenta con salsa de eneldo y chalota, —dijo el hombre asiático. Un disco de goma amarillo con lo que parecía una mancha de salsa ranchera y un trocito raquítico de maleza pegado en el centro. ¿Qué clase de bocadillos había ordenado Ava? ¿Dónde estaban los nachos? ¿Las alitas de pollo? ¿Los fritos de pepinillos, okra y coliflor? —Sándwich de cerdo con ensalada de mango y jengibre. Ahora, él podía comer cerdo. Pero llamar a eso un sándwich era estirarlo mucho. Chase contó cinco platos cubiertos más. Lo que seguramente igualaba otros cien gramos de comida. —Bruschetta con tomates nativos y albahaca aromatizada al anís. Él resopló suavemente. Tomates picados sobre una tostada. Ava lo miró con dureza y él le devolvió una mirada inocente. —Rollos de atún de aleta amarilla picante con cebollas en escabeche de lima. Y salmón sobre una cama de arroz diamante negro y coco. Dos platos de sushi. Jodidamente impresionante.
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El camarero levantó las últimas dos tapas. —Ravioli de hongos crimini con pesto de kale. Queso brie asado con higo fresco caramelizado. Tal vez encontrara una bolsa de cacahuates en el minibar. —Esto luce y huele absolutamente increíble. Dele mis más sinceros agradecimientos al Chef Delacorte y dígale que me apareceré por la cocina mientras estoy aquí para darle las gracias personalmente, —dijo Ava efusivamente. —Ah. Pero él le envió una muestra más, señorita Cooper. —Desde debajo del carro presentó un pequeño plato y levantó la cúpula de plata —. Su postre favorito. Creme brulle con infusión de lavanda y pétalos de pensamientos azucarados. —Oh. No puedo creer que lo recodara. No puedo creer que no veas esto como lo que es: una completa lamida de culo. Chase se sintió un poco culpable por ese pensamiento. ¿Cómo podía criticar a la gente por gustarle tanto Ava cuando él sentía lo mismo? Después de acompañar al empleado a la puerta, ella cogió un plato rectangular de color rojo vivo y escudriñó la comida. —Hay mucho para elegir. No podía estar hablando en serio. Él esperó que la cerveza ahogara lo fuerte que gruñó su estómago. —Coge un plato y ataca, —dijo Ava. —Nah. Empieza tú. Ava lo miró de frente, —¿Qué pasa contigo?
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—Nada. —Tomó un sorbo de cerveza —. Este tipo de cosas no es realmente lo mío. —Así que tenemos toda esta deliciosa comida y ¿nada de esto suena bien para ti? —Primero, las porciones del tamaño de una moneda no califican como comida. Segundo, si no sé lo que hay en algo, no me lo como. Punto. Ella levantó la barbilla con una mirada de determinación. —Si te preparo un plato, ¿lo probarás al menos? —Si tú me alimentas, —le dijo con voz sedosa —. Mientras estás sentada en mi regazo. Desnuda. —Eres tan malcriado a veces. Chase se puso rígido y se volvió. Un minuto de silencio flotó en el aire. Entonces la mano de Ava siguió cariñosamente el contorno de su espalda. —Lo siento. Yo, presionándote con la comida es malcriado. ¿Probarás alguno de estos platos si te doy de comer con mi mano? Podría ser sexy y divertido. Un estilo 9 ½ semanas sofisticada. Ella finalmente lo había convencido de ver esa película en su computador… no es que alcanzaran a ver el final. —Está bien. Pero no sushi. —¿Por qué no? —Porque ¿de dónde vengo? Al pescado crudo lo llamamos cebo, no comida. Ava rodó los ojos y mordió un rollo de atún. —Mmm. Más para mí. Siéntate. —Ella comenzó a cargar un plato.
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Luego se sentó en su regazo a horcajadas, él le rodeó las nalgas con sus manos, murmurando, —Para el equilibrio, —mientras besaba la fuerte y terca mandíbula de Ava. —Toma. Esto te gustará. —Ella cogió el pequeño sándwich de cerdo entre su índice y su pulgar, metiéndolo en su boca. Él masticó. Tragó. —Nada mal. Podría haber sido mucho más grande. Algo tan pequeño solo hace que mi estómago se cabree. —Sé que te gusta el queso. —Cargó el tenedor con una sustancia blanca pegajosa y luego lo arrastró por algún tipo de salsa. Sostuvo el tenedor cerca de sus labios—. Abre. Él consintió, y cuando terminó de masticar, se inclinó por un beso. —Me gustó eso. Pero mi parte favorita de esto es tú alimentándome. Sus hermosos ojos turquesas brillaron de triunfo y agitó el tenedor ante él. —¿Qué es eso? Cristo. Oh, al diablo con eso. La comida no se supone que sea color rosa. —Es sufflé de camote. Chase tuvo la esperanza de que no lo atacara una arcada. Cerró la boca alrededor de los dientes del tenedor, dejando que el pegote se asentara en su lengua. Tragando, contuvo un escalofrío de disgusto. —El siguiente. Después de apaciguarla y probar varias muestras, la llevó al dormitorio. Estirándola sobre el grueso edredón blanco y desnudándola completamente.
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—Todavía tengo hambre y necesito algo dulce. Así que me voy a saciar contigo. —Su dedo siguió la cremosa hendidura entre sus muslos—. Y como cualquier experiencia culinaria. Planeo tomarme mi tiempo. Disfrutar de la experiencia. Ella gimió. Mucho. Después de llevarla al borde tres veces, finalmente la envió volando. Fue besando su cuerpo tembloroso, profundamente conmovido de afectar a esta mujer con tanta fuerza. La metió con él bajo las sábanas, la abrazó en forma de cucharita por detrás y le susurró, —Gracias. —¿Por qué? Soy yo la que debería agradecerte, Chase. —Gracias por quedarte a mi lado la última semana. No he sido el tipo más fácil con quien estar. —¿Cómo podía decirle que nunca se había abierto a nadie como lo había hecho con ella? —Lo fácil es aburrido. —Ella giró la cabeza y le besó el brazo —. Echaba de menos esa parte tuya de jinete de toros arrogante y mandón. A pesar de que todo lo que pasó con Ryan es muy trágico y todavía está muy fresco en nuestra mente, estoy muy contenta de que vinieras a Nueva York conmigo. Parecía que no tenía que decirle nada. Parecía que Ava ya sabía. Y por primera vez en su vida, eso no lo asustaba a muerte. Una siesta los refrescó a ambos. Chase habría preferido quedarse ahí el resto de la noche, pero Ava continuó lanzando comentarios acerca de la ciudad que nunca duerme. Se estiró en la cama, mirándola prepararse, lo que fue una nueva experiencia. La Ava con la que había viajado era sencilla. Esta Ava fue por todo, el pelo, el maquillaje, la ropa elegante. Chase no quiso saber de dónde había sacado todo el material extra.
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—El primer día que estuvimos en Sundance, tú me compraste el mejor perro con chile del mundo. —Ella se frotó una porquería brillante en las mejillas—. Así que yo quiero llevarte por la mejor hamburguesa de Nueva York. —Sus ojos se encontraron en el espejo—. Me imagino que tienes hambre. —Muerto de hambre. Pero ¿estás segura de que el lugar estará abierto? Son casi las diez. —Es viernes por la noche en la ciudad de Nueva York. El lugar cierra a la medianoche y tenemos reservaciones a las once. Chase frunció el ceño. ¿Cómo sabía que él accedería? ¿Estaba asumiendo que él estaría de acuerdo con todo lo que ella planeara? Ava malinterpretó su ceño fruncido. —Hice que Jason hiciera la reservación mientras tú estabas en la ducha. —¿Este no es un lugar al que simplemente llegas? —La mayoría de los buenos restaurantes no lo son. Buen restaurante. Ah. Probablemente no sería el tipo de lugar de hamburguesas que él prefería. Él visualizaba su tiempo en Nueva York completamente diferente a como lo hacía ella. ¿Estaba ansiosa por estar en el centro de la atención otra vez? Porque de seguro que estaba vestida para una sesión de fotos. Las idas y venidas de Ava Drumond no necesariamente atraerían la atención en una ciudad de diez millones de habitantes, pero las de Ava Cooper podrían. ¿Ella no lo veía? ¿O no le importaba? —¿Chase? Estás muy callado. —Estoy callado con más frecuencia de lo que adviertes. —Ella levantó una ceja—. De todos modos, ¿estás segura de que es una buena idea que salgamos? —Será divertido.
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—Estoy asumiendo que es aceptable ir de pantalones vaqueros a este lugar de hamburguesas. Porque estoy corto de trajes Armani. —Está bien para esta noche. Pero podemos ver de añadir alguno a tu guardarropa mañana cuando nosotros… —No lo digas, Ava. No voy a ir de compras contigo. —¿Por qué no? Estamos en la capital mundial de la moda. Va a ser divertido. —De ninguna maldita manera. Ava se acercó a sentarse en el borde de la cama deshecha. —¿Qué pasa contigo? —Nada. —Tonterías. Háblame. —Chase cruzó los brazos sobre el pecho. —¿Quieres ir a esas tiendas caras de la Quinta Avenida mañana? Bien. Eso es lo tuyo. No lo mío. Estoy seguro de que tienes amigas que les encantaría ir de compras contigo por unas horas mientras estás en la ciudad. Probablemente ya tienes un servicio de coche. No me necesitas. Y no deberías esperar que vaya detrás de ti llevando tus bolsas y que esté parado por ahí como un maldito idiota mientras estás escarbando entre carteras. Los ojos de Ava se estrecharon. —¿Eres demasiado viril para eso? Él se puso de pie en el lado opuesto de la cama. —Sí. Y lo mejor será que recuerdes que tampoco soy un perro faldero como Jake. — Cerró la puerta del dormitorio tras él y agarró otra cerveza, su tercera de la noche.
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Cristo. Debería haberlo sabido. Ava Dumond estaba bien estando con un sucio vaquero de rodeo en su mundo, pero cuando se trataba del mundo de Ava Cooper, él no estaba a la altura. Ella tenía la intención de convertirlo en un marica de pelo engominado, vistiendo traje y corbata y yendo de compras por unos malditos zapatos. Al diablo con eso. Solo para ser terco, Chase sacó su gran hebilla del Campeonato Man of Steel y la pasó por los lazos de la correa de sus Wranglers. Había considerado dejar su sombrero vaquero en la habitación, pero eso también, era parte de quien era, así que se lo puso. Estaba en la mitad de su cerveza cuando Ava salió de la habitación. La mujer encarnaba el pecado caliente, vestida con pantalones blancos ajustados, una camisa de gasa sobre una camiseta escotada sin mangas de lentejuelas plateadas. No llevaba tacones aguja altos para fastidiarlo, lo que era una ventaja. Los ojos de Chase vagaron sobre ella. —Maldición, te ves fantástica. —Los cumplidos no van a anular tu actitud de mierda. Chase alzó su botella en el aire. —El trago podría. La risa de Ava estaba mezclada con exasperación. Él cruzó la habitación y la besó profundamente. —No me gusta pelear contigo, Hollywood. Vayamos por una hamburguesa. Un servicio de coche los dejó en el Bistro Moderne. Ava se acercó al pódium del restaurante. —Reserva para Cooper. Por supuesto que la reserva era para Cooper. El anfitrión, un escuálido muchacho mexicano, con la cara llena de granos, sonrió, 367
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—Estamos encantados de que haya elegido cenar con nosotros esta noche, señorita Cooper. Fui un gran fan de Miller’s Ridge. —Gracias. Eso es muy dulce. —¿Puedo molestarla por un autógrafo? —Me encantaría firmar uno. Pasaré por aquí cuando salga. El chico sonrió. —Por aquí. Por lo que Chase puso ver, el restaurante era pequeño… diez mesas en total. Las paredes estaban cubiertas con pinturas de colores brillantes. La música sonaba pero no enmascaraba el ruido. El anfitrión los llevó a una mesa justo delante de las ventanas. Hablando de estar en una pecera. Ya que era el único asiento disponible, no habría servido de nada quejarse. —¿Puedo traerle alguna bebida de nuestro bar, señorita Cooper? —Un Martini Stoli, extra seco. —Excelente elección. ¿Y para usted señor? Que extraño. No sabía que Ava bebiera martinis. Parece que había mucho que no sabía de ella. —¿Tiene una lista de cerveza? —No, señor. No servimos cerveza. Chase consiguió no decir bruscamente ¿no hay cerveza en un restaurante de hamburguesas? —Chivas con hielo. Doble, —dijo. Antes de abrir el menú para comprobar si este lugar servía hamburguesas de carne, Ava puso su mano sobre la suya, 368
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—¿Confías en mí para ordenar por ti? Esta era una prueba. Pensó en la noche que habían comido en el club de cenas. Ella le había permitido pedir por ella, así que obviamente esperaba la misma cortesía. —Por supuesto. Pero no… —Pescado. Lo tengo. Ella ordenó. Cuando llegaron sus tragos, Ava levantó su copa para brindar. —Por la diversión en la Gran Manzana. El chocó su copa con la de ella y bebió, pero no pudo apartar su mirada de su rostro. La iluminación le daba un brillo dorado extra. —Te has quedado mirándome. —Porque eres hermosa. Ella se sonrojó. Maldición, le encantaba cuando ella se sonrojaba. —Ven aquí. Ella se inclinó sobre la mesa hasta que estuvieron nariz con nariz. —¿Qué? —Esto. —Chase inclinó la cabeza y presionó su boca a la de ella, memorizando la forma, la suavidad y el sabor de sus labios bajo los suyos. Alargó el beso, sin usar su lengua, solo abrió ligeramente su boca y frotó sus labios sobre los de Ava dos veces antes de echarse hacia atrás. No hablaron mientras observaban el ambiente del restaurante y miraban por la ventana. Pareció una eternidad hasta que llegó su comida. Su hamburguesa tenía algo gomoso en el medio que sabía a la pasta de hígado de ganso de su tía Caro. La carne
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estaba jugosa, pero la hamburguesa hubiera estado mejor con una capa de mostaza, cebollas y pepinillos, en su opinión. Ava solo comió la mitad de la suya y declinó el postre y el café. El camarero dejó la cuenta en el codo de Chase. Él la abrió automáticamente y obervó el monto. Santa. Jodida. Mierda. —Chase. Dame eso. Él la miró boquiabierto. —¿Cien dólares? ¿Por una hamburguesa? Ava le arrebató la cuenta. —Te dije que yo pagaba. —No me dijiste que ibas a comprarme la hamburguesa más cara de Nueva York. —No es la más cara. Dije que era la mejor. Hay un restaurante en Wall Street que tiene una que cuesta más que ésta. —¿En serio? Casi podrías comprar una vaca por lo que pagas por dos hamburguesas. —Déjalo. Pero Chase no pudo evitar pensar… Diablos, no tenía una maldita idea de lo que Ava estaba pensando, al traerlo aquí, pagando tanto por lo que debería costar seis dólares, máximo. Con papas fritas. El camarero regresó con la tarjeta de crédito de Ava y el recibo. —¿Estás listo? —Preguntó ella incómoda. —Sí. El aire exterior no era tan frío como la actitud de ella. 370
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Es culpa tuya. Arréglalo. Chase le rodeó la cintura con el brazo y la apretó contra su cuerpo. —No soy un ingrato. Gracias por la cena, Ava. —De nada. —¿Pero para que sepas? Desembolsar cien dólares por una hamburguesa no garantiza que me desviva por ti esta noche. Ella se echó a reír, llamándolo pueblerino, y todo estuvo bien entre ellos. Pero Chase sabía que no siempre sería así de fácil.
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CAPÍTULO 25
Chase salió de la habitación temprano para hacer ejercicio. Ella estaba editando las imágenes de video de la primera vez que había grabado a Ryan montando, cuando sonó su teléfono. —Hola, Han. Te levantaste temprano. —No me lo recuerdes. ¿Cómo está Nueva York? Ella detuvo la redimensión de imágenes. —¿Cómo supiste que estoy en Nueva York? —Cortesía de la revista Talk of the Town de Nueva York, la que me contactó a las cinco de la mañana por un comentario del nuevo amante de Ava Cooper. Al parecer fueron vistos por ahí anoche. —Mierda. —Sí. Velo por ti misma. Tu foto junto al vaquero está en internet. —Entonces tal vez nadie verá… —Y en la versión impresa también. Yo ya estaba levantada y dirigiéndome a Booksoup por todas las revistas especializadas. ¿Cómo había sucedido tan rápido? Ava recordó la preocupación de Chase anoche cuando ella le mencionó que Jason había hecho las reservaciones. La desconfianza de Chase hacia Jason no era una sorpresa, Chase no confiaba en nadie. Con buena razón. Pero Ava se rehusó a creer que Jason violara su privacidad. Lo más probable es que el anfitrión del restaurante hubiera contactado a la prensa. Miró la foto de Chase y ella, tomada a través de la ventana del restaurante, justo cuando la besaba. 372
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Había sido un hermoso y dulce momento entre ellos. No era algo para ser explotado. Se le ocurrió otra cosa. —¿Dieron su nombre? —Todavía no. Es solo cuestión de tiempo. Y toda la prensa conoce dónde paras en Nueva York. Llámame después. Ava no podía sugerirle a Hannah que filtrara la identidad de Chase para terminar con la especulación. No estaba segura de qué le molestaba más. Si admitir que Chase había tenido razón al recordarle que tenían que mantener un perfil bajo, o admitir que le gustaba la atención y que había vivido en el centro de ella por tanto tiempo que lo echaba de menos cuando no era una parte de casi todos los días de su vida. No. No quería buscarse problemas. Ni especulaciones. Quería una vida normal donde a nadie le importara si besaba al hombre que amaba, en un restaurante de una de las ciudades más grandes del mundo. Esa verdad la sacudió hasta el alma. Al mostrarle a Chase su mundo, comprendió que ya no quería vivir en él todo el tiempo. Pero había visto la cautelosa mirada en sus ojos. ¿Chase le creería alguna vez? Su teléfono vibró en su mano otra vez y el nombre en el identificador de llamadas no debería haberla sorprendido, pero lo hizo. Ava respondió. —Hola Petra. —No puedo creer que tuviera que enterarme que estás aquí por una revista de mala muerte como Talk of the Town. —Nuestro plan de tener un par de días tranquilos se esfumó la primera noche. —Has estado fuera del foco, querida. La gente es curiosa cuando resurges. En fin. ¿Cómo estás? —No me puedo quejar. ¿Qué hay de nuevo contigo?
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—Estuve dedicando demasiado tiempo a mis obras de caridad, pero simplemente no sé cómo sobrevivirían sin mí, así que sigo recaudando dinero y Arthur sigue quejándose de eso. —Ella se echó a reír—. Estuve en California más que tú en el último mes. —Apuesto que eso te tiene loca. —Sí. No echo de menos a Los Ángeles en absoluto. En fin, ¿asumo que no volarás hoy? —Hoy no. —Bien. Lo que pasa es que haré una pequeña fiesta esta noche en el apartamento y me encantaría que vinieras. Ava casi resopló. Desde que Petra vivía en un apartamento de quince millones de dólares en Park Avenue, su pequeña fiesta probablemente significaba una lista de cincuenta invitados, etiqueta y un cuarteto de cuerdas de la Filarmónica de Nueva York como entretenimiento. —De hecho, no permitiré que digas que no, Ava. —Sé honesta, Petra. ¿Cómo de elaborada es esta fiesta? ¿Y cuál es el código de vestuario? Petra suspiró. —Veinte personas. Solo bocadillos. Informal para Nueva York. En serio, es prácticamente una barbacoa. Ava se rió ante la imagen de Petra, distinguida, elegante e impecablemente peinada, en vaqueros y camisa escocesa, sirviendo pollo frito. —Me alegra divertirte. Aparece en cualquier momento después de las siete y media. Y no dudes en traer al caballero de sombrero. Chau. El caballero de sombrero podría ser opcional después de enterarse de su aparición en las revistas.
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Casi al mismo tiempo, la puerta se abrió y entró Chase. A estas alturas ya tendría que estar acostumbrada a su asombroso físico. A los enormes bíceps y tríceps, a sus antebrazos gruesos, su voluminoso pecho, los deltoides, cuádriceps, glúteos y a su paquete de marcados abdominales. Dios, adoraba sus abdominales. Le encantaba meter la lengua entre las duras crestas de sus músculos, recorriendo cada línea trabajada a la perfección. Especialmente después de los ejercicios. Perdiéndose en el almizclado y salado sabor de su piel. —¿Qué? ¿Tengo mierda de paloma en mi ropa o algo? Ella lo miró a los ojos. —No. Solo estoy admirando la mercancía. Verte medio desnudo… eres un hombre malditamente hermoso, Chase. —¿Atacaste desde temprano el minibar? —No. No te digo lo suficiente lo increíblemente atraída que me siento por ti. Verte así me para en seco. —Ava. Caminó hacia él, poniendo en evidencia sus diez centímetros de ventaja. —Tú me halagas todo el tiempo. ¿Por qué no puedo hacer lo mismo? ¿Crees que no es sincero? Esa intensa mirada azul no vaciló. —No. No estás adulándome para distraerme y meterte dentro de mis pantalones. Es solo que no sé qué decir. Todo lo que pienso suena malditamente mal. Y estoy seguro como la mierda que no quiero que pienses que no lo aprecio, porque lo hago. Así que me quedo sin decir nada en absoluto. Mientras se miraban el uno al otro, la incertidumbre se transformó en calor.
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Ava se inclinó y le rozó los labios sobre la oreja, esperando su estremecimiento, porque él siempre se estremecía… y no la defraudó. Le mordisqueó la rígida mandíbula, adorando cómo se sentía la barba en sus labios. —Quiero chuparte. Ahora mismo. —Se puso de rodillas y enganchó los dedos en la cintura de sus pantaloncillos, tirándolos hacia abajo. Lo miró. —Camiseta. Afuera, —le dijo. Un tirón y desapareció. Ella metió la mano entre sus piernas e hizo rodar las pelotas entre sus dedos mientras chupaba la cabeza de su polla hasta que estuvo completamente erecto. Chase emitió un sonido que Ava entendió como más. Y ella no provocó ni tentó. Quería llevarlo a ese punto de placer tan fuerte y rápido que él no sabría qué lo había golpeado. Usó la mano. La lengua. La poderosa y profunda aspiración de su boca. Le encantaba cómo podía dejarlo tan indefenso con sus caricias, al igual que hacía él con ella. Chase no la tocó hasta que murmuró, —Joder, —y su miembro se tensó. Entonces le agarró el cuello con las manos, los pulgares presionando para mantenerle la mandíbula completamente abierta mientras sus caderas bombeaban en su cara. Calientes chorros golpearon la parte posterior de su garganta y fluyeron sobre su lengua mientras tragaba. Las piernas de Chase temblaron y su respiración agitada cortaba el aire. Se tambaleó hacia atrás, su culo desnudo aterrizó sobre la cama. Las cubiertas hicieron un silbido cuando su cuerpo cayó hacia atrás mientras pronunciaba otro, —Cristo Todopoderoso. Sonriendo, Ava le desató los zapatos y se los quitó. El hecho de que el Señor‐Mis‐ Pies‐Son‐Cosquillosos‐Y‐No‐Se‐Tocan no se movió cuando le sacó los calcetines fue una excelente indicación de lo bien que había sacudido su mundo. 376
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El teléfono del dormitorio sonó y ella saltó para cogerlo. —¿Hola? Oh. Maldición. Perdí la noción del tiempo. No, no dejes que se vaya. Dile que bajaré en diez minutos. O si lo prefiere, puede estacionar atrás por la puerta de servicio así no tiene que mantenerse dando vueltas por la cuadra. Estupendo. Gracias. Guardó su trabajo y apagó su computador. Se retorció el pelo y se puso una pinza. Sus opciones de ropa eran malas, pero su excursión de compras podría arreglar eso. Tiró unos vaqueros, una camiseta blanca y unas bailarinas al bolso. Chase se apoyó en los codos cuando ella regresó al dormitorio para despedirse. —Esto es de última hora, pero llamó mi amiga Petra y dará una fiesta esta noche. Le dije que iríamos. Lo que funciona porque ya había hecho citas para arreglarme el cabello y maquillaje en mi salón favorito. —¿Quién es Petra? —Una actriz con la que trabajé cuando comencé en Los Ángeles. Petra fijó sus metas mucho más altas que la actuación y enganchó como marido a un financiero de Nueva York que incursionó en el negocio de la producción de cine. Arthur es treinta años mayor, y ella ahora forma parte de la alta sociedad de Nueva York, pero por alguna razón siempre se ha mantenido en contacto conmigo. —Ava se colgó el bolso al hombro —. Piensa en venir a la fiesta conmigo, ¿de acuerdo? —Está bien. Pero ¿a dónde vas ahora? —Primero a una clase de yoga cerca de mi salón. Luego al salón. Luego de compras. —Lo apuntó—. No me des esa mirada de cachorrito perdido, McKay. Creo que dijiste de ninguna maldita manera cuando ayer mencioné ir de compras. Él frunció el ceño. —Y lo dije en serio. ¿Alguna idea de cuándo estarás de vuelta? —Te mandaré un mensaje de texto. —Alcanzó a llegar a la puerta cuando encontró su espalda apoyada contra la pared y la insistente boca de Chase sobre la suya. 377
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Después de que borró todo pensamiento de su mente, la soltó. —Diviértete hoy, Hollywood, porque ahora sé lo mucho que te encanta toda esa mierda de pasar el tiempo haciendo cosas de chicas. No fue hasta que ella llegó al coche que se dio cuenta que había olvidado contarle sobre el asunto de la prensa. Chase no estaba incómodo estando por su cuenta en Nueva York. Había estado allí una media docena de veces, por lo general con un grupo, pero estaba a un taxi de distancia de cualquier lugar al que necesitara ir. Se duchó y se vistió, yendo a pie desde el hotel a las tiendas del East Village hasta que encontró la comida que le apetecía. Dos rebanadas de pizza lo mantendrían por un tiempo. El sol caía a plomo, calentando el pavimento, recordándole que la ciudad olía asqueroso. Los pequeños escaparates le fascinaban. Todo el mundo estaba apurado, a excepción de los vagabundos. ¿Otra cosa que notó? No era el hombre más bajo por aquí. Aquí, su estatura era normal. Tal vez incluso por encima de la media. Por mucho que odiara admitirlo, necesitaba algo adecuado para ponerse esta noche. Su ropa estaba bien para el rodeo y los viajes, pero no era lo suficientemente decente para una fiesta en un ático en la ciudad de Nueva York. Una vez más se acordó de las diferencias entre ellos. No la culpaba por querer volver al estilo de vida en que había nacido. Ninguna de las tiendas parecía prometedora para su tipo preferido de ropa. Y se negaba a vestirse con ropa incómoda o de moda para impresionar a gente que no conocía. Apoyado en una parte sombreada de un edificio de ladrillos, pinchó una búsqueda en Google y fue pasando los resultados. La tienda más cercana estaba a veintisiete cuadras de acuerdo con Google Maps. Paró un taxi. El familiar olor a cuero y jeans le dio la bienvenida al entrar a Western Spirit. La tienda en sí se basaba más en una moda country elegante que un country puro. 378
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Anaqueles de chaquetas de cuero de vanguardia llenaban el pasillo. A lo largo de la pared había botas vintage encerradas en vitrinas. Vintage, otra palabra para desechado y pasado de moda. Escudriñó un par de Tony Lamas desvencijadas, nada de otro mundo excepto por la costura en la punta, y el precio de venta era de setecientos dólares. Un par nuevo no costaba tanto. Sacudiendo la cabeza, cruzó a la sección de ropa para hombres. Había esperado ser dejado a sus aires. Su experiencia con el personal de ventas en Nueva York nunca había sido buena. Así que se sorprendió cuando la vendedora se acercó de inmediato. —¿Tiene una idea de lo que está buscando para que pueda ayudarlo a encontrar? Chase levantó la vista del anaquel de camisas vaqueras de manga larga, y sonrió. La chica italiana, que parecía estar al final de la adolescencia jadeó. —Ohmidios. ¡Eres Chase McKay! Mierda. No había esperado eso. —Buen ojo… —Angelina. No puedo creer que el jinete de toros Chase McKay esté en nuestra tienda. Te vi montar en el Madison Square Garden los dos últimos años. La parte más excitante del evento fue cuando montaste a Tick Tock por noventa puntos. Mi amiga Sarah y yo todavía hablamos de eso. —Bueno, me alegra saber que te haya impactado tanto, Angelina. —Entonces, ¿tu lesión ha sanado lo suficiente como para volver a la gira? Esta era una de sus partes favoritas de ser parte de la PBR, conectar con sus fans. —Eso espero. Ella pareció recordar que se suponía que estaba vendiéndole algo.
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—Estas camisas son bastante básicas, las que tienen bordados personalizados están por allá. ¿Son esas más de tu estilo? —En realidad, quería algo más simple. Y sin querer sonar aburrido, estoy buscando algo blanco o negro. —Opciones clásicas. —Estudió lo ancho de sus hombros. El largo de sus brazos y el torso. Luego sacó cuatro camisas. Dos blancas, dos negras—. Estas son de la misma marca pero el peso de la tela es diferente. Pruébatelas. Los vestidores están atrás cerca de las botas. Chase reprimió un gemido. ¿Por qué no solo compraba las malditas cosas y acababa con ello? Odiaba probarse. Pero lo hizo. Angelina lo escudriñó después de salir del vestidor. —Definitivamente las más pesadas. —Vendido. Ahora necesito dos pares de Wranglers. —Recitó la talla, corte, color y estilo. —Tenemos esos. Los llevaré al mostrador. Mientras Chase sacaba la billetera, notó que la atención de Angelina continuaba desviándose hacia la puerta. Y cuando vio que él la miraba, se sonrojó. —No quiero ser grosera o entrometida, pero ¿siempre tienes fotógrafos siguiéndote por ahí? —Casi nunca. ¿Por qué? —Uno te ha seguido hasta aquí. Ha estado esperando a la sombra del toldo de ese supermercado desde hace unos cinco minutos después de que entraste. —¿No me digas? —Chase estiró el cuello y miró al hombre —. Está muy bien escondido. ¿Cómo lo viste? Ella se sonrojó de nuevo. 380
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—Mi novio es estudiante de periodismo en la Universidad de Nueva York, así que tiendo a notar cosas como esas porque él lo hace. —Me pregunto qué está haciendo. —Probablemente haciendo el seguimiento de tu fotografía con Ava Cooper de la edición de esta mañana de la Talk of the Town. Chase se paralizó. —¿Perdón? —¿No la has visto? ¿Cómo es que Ava no se lo había mencionado? —No, mujer. —Ellos no mencionaron tu nombre, solo hicieron mención del misterioso hombre de sombrero vaquero. Y sin sonar como una fan loca, cuando vi la foto, pensé que podrías ser tú. —¿Tienes una copia de la revista? Ella negó con la cabeza. —Mi novio las utiliza para las clases así que está en nuestro apartamento. Que alguien hubiera avisado a la prensa que Ava estaba en la ciudad lo cabreó. ¿Ni siquiera podían disfrutar de una cena a solas como una pareja normal sin que fueran noticia? El maldito fisgón probablemente había estado al acecho hoy. ¿Lo había seguido al gimnasio? Obviamente el idiota lo había seguido desde el hotel. Espera. Chase había tomado un taxi. ¿Este tipo se había metido en un taxi también? ¿Cómo lo había rastreado en una ciudad de este tamaño?
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Enfréntalo, no has visto a otro hombre llevando sombrero vaquero, así que no eres tan difícil de encontrar. No tenía importancia. A estas alturas probablemente todos los medios de comunicación habrían averiguado quien era él. Ya lo habían relacionado con Ava, así que solo tenía que añadir otro eslabón y esperar que esto cayera bien en la PBR. —Angelina, ¿está cerca tu apartamento? —A unas pocas cuadras. —¿Y tu novio? ¿Está en casa ahora? —Sí. ¿Por qué? —¿Él tiene muchos contactos en los medios? —Por lo que sé. Chase le sonrió. —Bien. ¿Crees que le gustaría una exclusiva con el compañero de Ava Cooper en Nueva York, Chase McKay? ¿Con fotos? —¿Estás hablando en serio? —Completamente. —Pero… ¿Por qué? —Odio que estos bastardos invadan mi privacidad. Alguien va a conseguir la historia. Por una vez me gustaría controlar quién es ese alguien y la información que obtiene. De inmediato Angelina tenía su teléfono al oído. —¿Ryan? Coge tu cámara y ven a la tienda. Ahora. Te conseguí tu primera historia. El hombre con Ava Cooper de anoche.
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Ella no advirtió la sonrisa congelada de Chase. Ryan. Maldita sea, la sola mención del nombre hizo que sus tripas se apretaran de tristeza. Cerró los ojos, recordándose a sí mismo que era un nombre común. Recordándose a sí mismo que estaba aquí para divertirse. Llevarían su ropa al hotel. Solo por ser terco, Chase mató unas pocas horas comprando regalos y visitando un museo. Mientras su sombra paparazzi pensaba que estaba consiguiendo una primicia, Ryan ya había vendido su sólida historia a la competencia del Talk of the Town. Entró en un bar irlandés por una cerveza y un guiso de ternera antes de regresar al hotel. Ava le mandó un mensaje de que estaba retrasada. Después de estar con ella prácticamente veinticuatro/siete el último mes, la echaba de menos. Tenía la esperanza de que no hubiera llenado sus próximos días en Nueva York con salidas de compras y reservaciones en salones de belleza. Tenía la esperanza que ella quisiera pasar tiempo con él antes de que regresaran al mundo real. O tal vez Ava está harta de tu actitud de mierda mientras te está mostrando su mundo. Cristo. Había estado actuando como un imbécil. Y no era totalmente por la persistente tristeza por la muerte de Ryan. Estaba fuera de su elemento y se desquitaba con Ava. Tenía que alegrar la cara, dejar de quejarse, actuar como un hombre, y asegurarse de no avergonzarla esta noche. Se quedó con la boca abierta cuando ella entró en la habitación, una absoluta jodida visión… su cabello artísticamente alborotado, un maquillaje de lujo y un vestido turquesa muy ceñido que hacía juego con sus ojos. —Lo siento, pensé en encontrarnos donde Petra, pero no habría sido justo… —los ojos de Ava se estrecharon sobre él, tendido en la sala de estar, en boxers, bebiendo una cerveza y viendo el canal de deportes—. ¿Chase? ¿No vas a ir a la fiesta conmigo? 383
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—Por supuesto que iré contigo. —Entonces ¿Por qué no estás listo? Él apuró su cerveza. —Estoy listo. Duchado. Afeitado. Estaba esperando para vestirme. —¿Qué te vas a poner? —¿Importa? Vio como ella luchaba con la respuesta. Finalmente le obsequió esa sonrisa de estrella megavatios. —Por mucho que adore verte así de desvestido, vaquero, es un poco informal. Así que tal vez deberías cubrir todos esos músculos para que las asistentes a la fiesta no te babeen encima. —Que patraña más dulce. —Chase se retiró al dormitorio y se puso los vaqueros nuevos, se abotonó la camisa blanca, añadió su hebilla de campeonato a su cinturón, se puso las botas y su sombrero. Todo en menos de dos minutos. —¿Y? ¿Pasé? Ella asintió y volvió su atención a dos pares de zapatos. Un par, de doce centímetros de alto, eran de charol de un moderno amarillo brillante con costuras de color turquesa. El otro par, eran planos y extravagantes con flores, pero no estaban lejos de ser tan sexys como los de taco aguja. —¿Problemas? —Preguntó él. Ava pasó sus dedos por los talones amarillos.
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—Adoro, adoro, adoro estos Louboutins. Son tan perfectos para este vestido, pero… —Levantó la mirada hacia él y puso una sonrisa demasiado brillante—. Pero estos estarán bien. Me he acostumbrado a usar zapatos planos en las últimas semanas. ¿La maldita mujer estaba dispuesta a renunciar a llevar sus lujosos zapatos nuevos para no ser más alta que él en público? Fue en ese momento que Chase supo que ella lo amaba. Señaló el par amarillo. —Póntelos. —Pero… —Ava. Está bien. No me importa. Ella chilló cuando se los puso. —¿Te he mencionado lo mucho que me encantan? —Una o dos veces. Vamos. —Espera. Hay algo que olvidé de decirte. Hoy salimos en los periódicos. Evidentemente alguien le dijo a los medios que habíamos salido del escondite, por lo que hay fotógrafos merodeando. —Me di cuenta. —¿En serio? —Sí. —Él sonrió y abrió la puerta —. Pero me encargué de ello. Una expresión de horror cruzó el rostro de Ava. —¿Tú no… les diste una paliza o algo así? —No soy un imbécil total, —le reprochó.
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Los fotógrafos alrededor del hotel fueron discretos, él se había medio esperado flashes estallando por todas partes. Ava parecía nerviosa, lo cual era un cambio porque él no lo estaba ni un poco. —¿Qué pasa, dulzura? —Le preguntó tomando su mano. —A pesar de que han pasado unos meses desde que la cosa con Jake se hundió, este es el primer evento social al que asisto con los profesionales de la industria. —Pensé que estas personas eran tus amigos. —Supongo que lo averiguaremos, ¿no es así? —Ella suspiró —. Lo siento. Estoy segura que mis quejas de pobre niña rica de Hollywood se están volviendo viejas. —Nunca te disculpes por cómo te sientes. Ninguno de nosotros puede caminar en los zapatos del otro. —Él sonrió y señaló sus pies —. Y yo ni loco querría caminar con esos bebés. Ella sonrió. —Tú siempre me haces sentir mejor. Me haces sentir normal, sin importar lo que te cuento. Es solo que no quiero pasar toda la noche respondiendo preguntas acerca de la debacle de Jake o decirle a nadie dónde he estado en las últimas semanas. —Chase se tensó a su lado—. No porque esté avergonzada, Sundance. Si no porque nuestro tiempo juntos en la carretera fue nuestro tiempo. No quiero compartirlo con nadie. Su dulzura siempre lo tomaba por sorpresa. —Entonces no lo hagas. La casa de Petra era un palacio de Park Avenue, pisos de mármol, pilares de alabastro, madera dorada, cortinas de terciopelo y seda, tapices valiosos en las paredes y el suelo. El lugar gritaba asquerosamente rico, pero era frío. Poco acogedor.
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Así que Chase se sorprendió de que la casa de Petra no fuera un reflejo de su personalidad. Petra simuló besarlo, susurró un comentario sobre lo guapo que era y se robó a Ava, dejándolo solo. Camareros vestidos de smoking circulaban con bandejas con comida, la que parecía como si hubiera sido atacada con una pistola de rayos de retracción. ¿Cuál era la fascinación de esta ciudad con la comida en miniatura? Se había tomado la mitad de un trago fuerte cuando el marido de Petra se presentó ante él y varios de sus amigos. Los hombres estaban fascinados por la ocupación de Chase. Más respetuosos de lo que había imaginado. Mientras Chase escuchaba más de lo que hablaba, apreció la formación en relaciones públicas que había recibido a lo largo de los años. Este asentir y sonreír era en realidad más fácil que adular a los patrocinadores para sacarles dinero. Ava estuvo lista para marcharse antes que él, pero para el momento en que comenzaron a circular para despedirse de la gente, no podía esperar para tomar un poco de aire fresco. Hasta que en realidad inhaló el hediondo aire de la ciudad de Nueva York. El chofer los dirigió al coche adecuado, ya que todos los malditos coches de servicio alineados a lo largo de la acera se veían exactamente iguales. Ava lo primero que hizo fue sacarse los zapatos y suspiró. Chase ni en un millón de años entendería a las mujeres y los zapatos. —En fin, eso fue divertido. —¿En serio? —Sí. ¿Por qué? —Bueno, no lo tomes a mal, pero no tuviste problemas en encajar con la gente.
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—¿Esperabas que pusiera mis botas sobre el mueble Luis XIV y desafiara a Arthur a una competencia de lucha a torso desnudo mientras bebíamos de una botella? Ella se echó a reír. —No. Dios, no. Simplemente me pareció extraño que estuvieras más nervioso de conocer a la madre de Ryan que a algunos de los hombres más poderosos de Nueva York. —Esos hombres no tienen ningún poder sobre mí, Ava. ¿Pero la mamá de Ryan? Mierda. Él me había convertido en un superhéroe, en la persona que más le importaba en su vida. ¿Conocerla y dar la talla? Eso es algo humillante. Ava parpadeó. Diablos, ¿estaba… llorando? —¿Qué pasa? —Eres un hombre tan bello. Por dentro y por fuera. Gracias por ir a la fiesta conmigo. —De nada. —Se llevó su mano a la boca y la besó—. Me vas a alimentar con comida de verdad ahora ¿cierto? —Pobre bebé hambriento. ¿Quieres desafiar a las cámaras y comer afuera? ¿O pedimos servicio de habitación? —¿Qué tal si utilizas algo de esa influencia Cooper y nos consigues una mesa en el restaurante del hotel? Te ves demasiado bien para desperdiciarte sentada en la cama de nuestra suite. —Él sonrió—. Pero siéntete libre de dejarte los zapatos puestos más tarde. Después de una agradable cena, que resultó ser romántica y divertida, incluso en medio de una multitud, regresaron a su habitación. Chase llevó a Ava al dormitorio y la desnudó lentamente. En silencio. Cuando estuvo desnuda delante de él, murmuró, —Sabía que iba a encontrar a mi Ava aquí abajo. Los ojos de Ava, siempre tan expresivos, estaban extrañamente preocupados cuando le susurró,
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—¿Realmente soy tu Ava, Chase? —Condenadamente seguro que lo eres. El resto de todas estas cosas… el chico de campo, la chica de ciudad… no importan. Entiendes eso, ¿verdad? Yo no estoy aquí contigo porque eres una celebridad, o porque eres rica. Estoy contigo porque cuando estamos, ya sea en Wyoming o Nebraska o Nueva York, se siente bien. Cuando estoy contigo, Ava, siento que estoy donde estoy destinado a estar. —Eso no es solo el vino hablando. —Soy yo hablando. —Chase inhaló lentamente, tratando de calmar el loco ritmo de su corazón—. Ava. Te amo. Pasó un segundo. Ella sonrió con descaro. —Como no eres del tipo que lleva sus malditos sentimientos a flor de piel, pensé tendría que ser yo quién dijera te amo en primer lugar. Él se rio ante la perfecta imitación de su forma de hablar. Esta mujer rara vez reaccionaba como él esperaba, lo cual era solo otra razón por la que estaba tan locamente enamorado de ella. —Conocerte es lo mejor que me ha pasado. —Ella empezó por sus botones—. No estoy aquí contigo porque seas un jinete de toros famoso y un chico malo, o por tu fabuloso cuerpo… de acuerdo, eso podría ser parte de esto. —Ella besaba cada centímetro de piel que iba exponiendo—. Amo todo de ti. Encajamos en muchos aspectos. Nunca pensé… que encontraría a alguien como tú. ¿Estaba realmente emocionada, diciéndole como se sentía? —Ava. Me vuelves loco. —Llévame a la cama. Me muero por ti. Sip. Definitivamente estaba enamorado de ella.
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—¿Qué dice qué? —Ella prácticamente chillaba. —El City Stars tiene una exclusiva con Chase McKay. Y una foto de él comprando en una tienda del Oeste. Escucha esto, una de sus compras fue una… cuerda. Al parecer, fue bastante vago acerca de en qué planeaba usarla en Manhattan. —Oh mi jodido Dios, voy a matarlo. Hannah se echó a reír. —Relájate, Ava. Esto es algo divertido, porque sabes que lo hizo para que el reportero del Talk of the Town se viera como un idiota. —Pero ¿por qué no me lo dijo? —Mierda. Le había dicho que se había encargado de ello. Y ella no debería haberse sorprendido de que usara una táctica subversiva—. ¿Qué más dice? —El City Stars dice que visitó la FAO Schwartz26 y Tiffany´s, creando la especulación de que estás embarazada. Así que están hipotizando que estuvo comprando un anillo de compromiso y artículos de bebé. —Esto es tan ridículo. —Me imagino que también lo es para él. —Hannah Rió—. Y terminó el día con una visita al Museo del Sexo. Los pensamientos de Ava regresaron a su dulcemente intenso encuentro amoroso de anoche y a las nuevas cosas que él había probado, las cuales la habían enviado a un desenfreno orgásmico. Dos veces. —No te estoy oyendo quejarte de eso, —dijo Hannah con un ronroneo. —Sin comentarios.
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FAO Schwarz es un inmenso local ubicado sobre la 5ta. Avenida y calle 58, muy cerca del Central Park, en la ciudad de Nueva York. Se dedican a la venta de juguetes para niños y no tan niños, porque además de todo lo clásico, tienen un teclado gigante en el piso, como el de la película ʺQuisiera ser Grandeʺ de Tom Hanks. 390
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—En fin, Talk of the Town tiene fotos de ustedes saliendo del hotel anoche. Un vestido fabuloso. ¿Vivianne Westwood? —Buen ojo. —Más fotos de ti dejando el apartamento de Petra. Por último una foto muy pixelada de él dándote algo de comer en el restaurante. —Filete, —dijo distraídamente—. El hombre es una máquina de comer carne. —¿Entonces planean salir y tentar a los paparazzi hoy? —Ya veremos. Él está en el gimnasio. Hablé con Arthur anoche. Fue muy amable. —¿Qué tan avanzada estás en el proyecto? —Esperando que ella me mande cosas. En suspenso hasta ese punto o hasta…—Ava miró las imágenes en la pantalla. Ryan sonriendo y hablándole a Chase. Cuando se abrió la puerta, le dijo, —Han, tengo que irme. Te llamaré después, —y rápidamente cerró el archivo en su computadora. —¿Quién era? —Preguntó Chase, dejándose caer en la silla. —Hannah. Poniéndome al tanto de los reportajes de hoy. Parece que alguien tuvo un día muy ocupado ayer. —Su botella de agua se detuvo a medio camino de su boca—. ¿En serio, Chase? ¿El Museo del Sexo? Él sonrió. —Oye, es un museo. Estaba tratando de adquirir algo de cultura mientras estoy en la gran ciudad, Hollywood. —No es gracioso. Y para alguien que tuvo tal ataque sobre ir de compras conmigo, se las arregló muy bien para ir a tres diferentes tiendas ayer.
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—En primer lugar, tú me dijiste que necesitaba ropa. Luego, tenía que matar el tiempo así que compré un caballo de palo para mi sobrino y un panda de peluche para mi sobrina en la juguetería. Estuve paseando y vi un bonito jarrón de cristal en la vidriera y sabía que mi madre se fliparía por una caja de Tiffany’s apareciendo en Wyoming. Y mientras estaba allí encontré una lámpara para el escritorio de Ben y un marco de fotos para Quinn y Libby. ¿De verdad había estado de compras para su familia? Eso era tan increíblemente dulce. Y fuera de lo normal para el rudo vaquero. —¿Compraste algo para mí? —Nop. —Él ladeó la cabeza —. ¿Compraste algo para mí cuando fuiste de compras ayer? —Nop. Pero tal vez podríamos elegir algo para cada uno hoy cuando vayamos de compras juntos, ya que ahora sé que estabas mintiendo con esa linda boquita tuya acerca de odiar ir de compras. —Ah, bueno, tengo planes para hoy. —¿Qué clase de planes? —¿Y por qué no me lo dijiste? —Uno de los amigos de Arthur estaba hablando de patrocinios deportivos corporativos anoche y di mi opinión. Evidentemente no soné como un idiota porque me llamó esta mañana y me invitó a almorzar y a un partido de los Yankees. Los ojos de Ava se estrecharon. —¿Quién te invitó? —Bill Dahl. —¿Bill Dahl? ¿El que solía trabajar con Donald Trump? ¿El que tiene un palco en el Yankee Stadium te invitó a su sanctasanctórum? Dios. Acuerdos de billones de dólares se hacen en esos asientos. Te das cuenta de eso ¿verdad?
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—No. Pero no es gran cosa, Ava. Solo un par de chicos comiendo hot dogs y tonteando mientras ven un partido de fútbol. —Se paró de un salto—. Mejor me meto a la ducha. Va a mandar un coche para recogerme en unos quince minutos. —¿Quince minutos? ¿Eso te da suficiente tiempo para estar listo? Chase rodó los ojos. —Tienes ropa ¿verdad? —No, pensé en pasearme con el culo al aire. Cristo. Puedo vestirme solo. A veces pienso que olvidas que he estado en la maldita TV casi una vez por semana por los últimos ocho años. Así que tengo una idea de cómo comportarme en una situación profesional. Ahora se sentía como una snob. —Lo siento. Sí que olvido eso. —Te amo, —dijo él de la nada, y le dio un beso en la boca—. Ese tipo que sostiene la puerta dijo que el gerente quería hablar contigo en su oficina tan pronto como te fuera conveniente. —Te veré más tarde.
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CAPÍTULO 26
—Ven. Tengo algo que mostrarte. —Ava colocó su liviano suéter de cachemira sobre su brazo y el bolso en su hombro. Se sorprendió de que Chase tomara su mano sin hacer preguntas. Jason los esperaba en los elevadores. —¿Listos? —Todo listo. En el ascensor, Jason pasó una tarjeta de acceso e insertó una pequeña llave en el panel antes de marcar un código. Se puso de frente a ellos cuando el ascensor se movió. —Todo está preparado como lo pediste. Tenemos un evento programado para el mediodía, por lo que el equipo de limpieza llegará a las seis a.m. —Gracias, Jason. —Es un placer. —Se hizo a un lado cuando las puertas se abrieron—. Disfruten su velada. —Lo haremos. —Ava agarró la mano de Chase y se detuvo en el centro del salón circular. —¿Vas a decirme qué está pasando, Hollywood? —No hemos pasado tanto tiempo juntos en este viaje como esperaba. Así que esta noche, es solo para nosotros. Chase pasó la mirada por los pisos de madera pulida, las paredes de cristal y las tres puertas que estaban abiertas, lo que permitía que entrara la brisa.
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—¿Dónde estamos? —En el ático. Está alquilado la mayor parte del tiempo para fiestas porque… vamos. Te mostraré. —Ava tiró su bolso y su suéter en el sofá. Levantó una ceja—. ¿Tienes miedo a las alturas? Él resopló. Sosteniendo su mano, lo condujo por la puerta directo al borde del amplio pasillo. —Santa mierda. Eso lo resumió perfectamente. El balcón modificado que rodeaba el ático contaba con una vista de 360 grados de la ciudad de Nueva York. Un panel de cristal de media altura que llegaba a la cintura separaba el ático y los veintiún pisos de la calle debajo. Ninguno dijo nada por varios minutos mientras absorbían la espectacular vista. Ava calculó el momento de modo que llegaron justo antes de la puesta de sol, lo que les permitió ver al día volverse noche mientras las luces del horizonte más famoso del mundo se encendían. Caminaron el perímetro, deteniéndose cada pocos metros para mirar por sobre los tejados el paisaje urbano más allá. Ava señaló puntos de referencia. En este momento del día la luz que se reflejaba en el edificio Chrysler le daba un matiz rosáceo‐ anaranjado. —Santa mierda, —dijo Chase de nuevo cuando llegaron al lado opuesto. —Pensé que esto te gustaría. Una permanente brisa soplaba debido a la altitud. El vestido de Ava ondeaba alrededor de sus rodillas. Unos mechones de cabello flotaban por su cara y deseó habérselo atado. Chase apoyó los antebrazos en el borde del vidrio y miró hacia abajo. —Una larga caída.
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Ava imitó su posición, cambiando su foco entre la actividad de abajo y el zumbido de helicópteros y aviones a la distancia. Ella lo miró cuando él se rió. —¿Qué? Chase levantó la cabeza y le sonrió con picardía. —El niño campesino dentro de mí quiere escupir para abajo y ver donde aterriza. —Puedes elimnar al hombre de Wyoming… pero un poco de jugo de tabaco siempre permanece. Él se rió entre dientes. Estaban hombro con hombro, disfrutando de la vista cuando él se giró y señaló hacia el espacio principal. —¿Qué hay a la vuelta de la esquina? —Una sala de estar con una cocina y un cuarto de baño. Detrás de eso, un dormitorio con dos baños. —Práctico. —Mucho. —Una ráfaga de aire frío se arremolinó a su alrededor y se estremeció. —Ven aquí. Te mantendré caliente. —Chase se puso detrás de ella rodeándole la cintura con sus brazos. Cuando apoyó la barbilla en su hombro, él suspiró—. Bueno, esto no va a funcionar. Me estás tapando la vista, dado que eres más alta que yo. —¿Te importa que sea más alta? —Ya no tanto. Sobre todo cuando veo lo sexy que esos altísimos tacones hace que se vean tus piernas. —Pero aún no bailarás conmigo. Le rozó el lóbulo de la oreja con sus labios.
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—No recuerdo que me lo hayas pedido recientemente. —Entonces ¿si pongo música aquí? —Bailaría contigo toda la noche. —Chase pasó sus pulgares sobre los pezones de Ava hasta que se endurecieron—. Bueno, tal vez no toda la noche. Podría tener tiempo para un poco de baile en el colchón si juegas bien tus cartas. —Haré trampa si es necesario, para hacer que eso suceda. Él se echó a reír. —¿Cuántas veces te has quedado en el ático? —Nunca. Eso pareció sorprenderlo. —¿Por qué no? —Porque por lo general está alquilado con bodas y fiestas. Mis visitas a Nueva York son espontáneas. Por mucho que adore el ático y la vista, pasar el rato aquí arriba sola es algo así como un desperdicio. —Mmm. —Pero me escabullo hasta aquí si no hay un evento programado. Hay algo muy moralizante al mirar a través de todos estos rascacielos. Tengo ese mismo sentimiento cuando miro el océano. —¿Qué sentimiento es ese? —Insignificancia. Aquí soy una entre millones de personas. En mi playa, soy tan trivial como un grano de arena. Ver la prueba de mi irrelevancia pone las cosas en perspectiva para mí, especialmente cuando he estado inflada por mi propia auto importancia perdiendo esa percepción. —Espero que no pierdas esa humildad, Ava. Es una de mis cosas favoritas sobre ti.
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Ella se acurrucó en sus brazos, deseando tener el derecho de estar en ellos cada noche, temerosa de traer a colación la pregunta de “qué pasará después”. El silencio se alargó mientras observaban las luces de la ciudad contra el cielo añil. La caliente boca de Chase trazaba besos por el costado de su cuello. Ella inclinó la cabeza hacia un lado, ofreciéndole acceso completo. —Eres hermosa todo el tiempo. Pero especialmente esta noche, bajo esta luz. Te deseo, —murmuró él. Un estremecimiento de necesidad la atravesó. —Supongo que eso significa que debo mostrarte el dormitorio. Los brazos de Chase la apretaron. —No. Te deseo así. Aquí mismo. Ahora mismo. Con las luces de la ciudad brillando como tus ojos. —Pero los paparazzi… —No tendrán idea de lo que estamos haciendo. —Hizo un gesto con la barbilla al edificio más cercano, a media cuadra de distancia—. ¿Puedes ver por las ventanas desde aquí? —No. —Entonces nadie nos verá, Ava. Nos veremos cómo dos amantes perdidos el uno en el otro, admirando la vista. La idea de hacer el amor en público, pero en un ambiente privado, la atraía. Sin embargo, no podía dejar de compararlo con su última cita en su casa en la playa. La humillación cuando una simple intimidad se convirtió en alimento para chismes. Nunca haría pasar por eso a Chase. —Chase…
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—Además, como dijiste, ¿Quién nos notará en una ciudad de millones de personas? No sería lo mismo en absoluto. Chase no es como el otro tipo que no se comportó como un hombre. Incluso si te pillan, Chase te respaldaría. Él no se avergonzaría de nada de lo que hacen juntos porque te ama. Sus cálidos labios, dulces y seductores, rozaron el lóbulo de su oreja. —Por favor —susurró él—. Te necesito. Dijo necesito. No dijo quiero. Ava se giró y atrapó su boca en un profundo beso. Él se echó hacia atrás y sus labios se curvaron contra la mejilla de Ava. —Tomaré eso como un sí. —Sí. —Inclínate un poco hacia adelante y sostente del barandal. Ella oyó su ropa crujir. Luego la áspera punta de sus dedos provocando el interior de sus muslos mientras lentamente subía su vestido hasta sus caderas. Un dedo trazó la fina tira de su tanga hasta la raja de su trasero. —Separa tus pies, chica alta, así no tendré que ponerme de puntillas para follarte. Sus palabras de tono áspero eran la mejor clase de seducción. El calor y la dureza se presionaron en su espalda. Debajo de la seda de su vestido, la mano de Chase siguió la curva de su cadera hacia la elevación de su monte. Su dedo se adentró bajo la banda elástica de su tanga y acarició su hendidura. Él gruñó suavemente al descubrir que ella ya estaba mojada y lista. —Inclina las caderas hacia atrás, nena. Tan pronto como se movió, sintió la cabeza cubierta con un condón empujando en su entrada. Chase metió su polla en ella lentamente, su aliento caliente le cosquilleaba en la oreja.
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—¿Alguna vez lo has hecho de pie? —Ah, no. —¿Alguna vez lo has hecho así de cerca del borde de un edificio de veintiún pisos? —No. Pero cada vez que me tocas, Chase, me llevas a ese borde que siempre me marea. —Me encanta este lado adulador tuyo. Me encantan todos tus lados, Ava. —Dicho esto, se metió en ella por completo. Ava se arqueó contra el sólido muro de su pecho. El erotismo la bombardeaba desde todos los ángulos. Las imágenes y sonidos de la ciudad. La briza templada envolviéndolos. El firme agarre en su cadera. La perfecta fricción de su miembro entrando y saliendo en un desplazamiento lento. Luego arbitrariamente embistiendo más duro. El provocativo golpecito de su dedo sobre su clítoris. La sensación de su boca saboreándole la piel desde el hombro desnudo hasta su oreja. —Chase… ya estoy… —Cristo. Es tan condenadamente bueno contigo. Cada. Maldita. Vez. Espera. No quiero empujarte hacia adelante y atravesar el cristal para el gran final. Ella dobló su brazo hacia atrás y se aferró de su cuello mientras él embestía contra ella con más fuerza. Cuando empujó profundamente y permaneció alojado en su interior, ella se hizo añicos. Chase respiraba entrecortado contra su nuca, su pelvis todavía embistiendo contra ella en pequeños incrementos. —Ava. —Lo sé. —Ella volvió la cabeza, frotando su húmeda mejilla contra la de él. 400
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—¿Lo sabes? —Susurró él. —Sí. —Dilo. —Me amas. Él hundió los dientes en su cuello y ella chilló. —Está bien, está bien. Te amo, Chase. —Amaba su lado juguetón. Amaba su lado apasionado. Amaba que encajaran juntos, sin importar dónde estuvieran. Sin importar con quién estuvieran. Pero lo que más amaba era a ellos dos juntos. La voz de Chase bajó a un gruñido apenas perceptible. —Eso es lo que quería oír. —La tomó en sus brazos y la llevó al dormitorio. Con puro calor y deseo masculino, la desnudó y a continuación se desnudó él. Esto no era una sensual exploración dando resultando en una unión dolorosamente dulce de dos cuerpos. No. Esto era apareamiento puro. Él exigió. Tomó. Excitó. Y finalmente, dio todo de sí mismo con tal inagotable pasión, que la hizo saber que ningún otro hombre jamás llegaría a su interior como lo hacía él. Saciada, agotada y soñolienta, Ava se estiró sobre su vientre junto a Chase mientras arrastraba perezosamente los dedos hacia arriba y abajo de su espalda. —¿Fui muy rudo? ¿Sonaba preocupado? Ella rodó para mirarlo a los ojos. —No. ¿Por qué? —Me dejé llevar un poco. —Me gusta eso de ti. —Ava le dio un beso en los labios —. ¿Cada vez que pienso que no puedes superar el último asalto? Lo haces. —Mmm. 401
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—Y porque sé que siempre estás hambriento después de arrasar conmigo, me tomé la libertad de pedir comida. —¿Qué clase de comida? Ella trazó la cicatriz debajo de su clavícula. —Al parecer te gusta cuando te doy de comer en la boca, así que el chef envió dos bandejas de comida. Chase se paralizó. Riendo, ella besó su tetilla. —Estoy bromeando. No quería que nos interrumpieran por lo que tenemos ensalada de carne y otras cosas que se pueden servir frías. —Esta ha sido una gran noche. Los dos solos. —Suspiró—. Siempre estás pensando en mí, así que tengo que admitir… —¿Qué? —Yo siempre estoy pensando en ti también, y te mentí el otro día. Sí que te compré algo en Tiffany’s. Lo estuve llevando en mi bolsillo porque no estaba seguro de si pensarías que es estúpido. Ava se animó enseguida. —¿Un regalo? ¿Para mí? Amo los regalos. —Eso es nuevo, —dijo él secamente. —Entrégamelo. Gruñendo, él se movió y buscó en los bolsillos de sus vaqueros. Los ojos de Ava se centraron en lo que tenía en la mano cuando regresó a la cama.
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—Cierra los ojos. —Algo frío y duro cayó justo encima de su escote y el dedo de Chase manipuló el broche del collar debajo de su pelo—. De acuerdo. Puedes mirar. Pero si no te gusta, no herirás mis sentimientos si quieres devolverlo. Ava bajó la mirada mientras con sus dedos levantaba el dije. Una rosa en miniatura. El sinuoso tallo y las pequeñas hojas eran de plata envejecida. La flor, del tamaño de la goma de borrar de un lápiz, era de un tono rosado con rayitos blanco lechosos. Delicado, de estilo antiguo, y absolutamente perfecto. —No pude encontrar uno como el que te dio tu abuelo, y esto fue lo más parecido. La rosa está tallada en cuarzo rosa, una piedra que se encuentra por todo Wyoming. —Por lo que pensaré en ti cada vez que lo use. —Como si alguna vez fuera a dejar de pensar en ti. Ava hizo lo imposible por no llorar, pero un par de lágrimas se escaparon. El último hombre que le había regalado una joya había sido su abuelo. —¿Ava? —Chase le levantó la cara con un dedo—. Ah, diablos. No llores. Te dije que puedes devolverlo. Ella hizo un ruido medio risa, medio sollozo. —De ninguna manera lo voy a devolver, McKay. Es precioso. Perfecto. Me encanta. Gracias. El recelo en los ojos de Chase desapareció. —De nada.
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CAPÍTULO 27
Chase se paseaba en la habitación del hotel, mirando su teléfono. No le había importado que la mierda no hubiera funcionado en absoluto ayer, ya que él y Ava habían pasado todo el día en su habitación, la mayor parte de éste en la cama luego de haber regresado temprano en la mañana del ático. Maldición. Necesitaba tener acceso a su correo electrónico. Nada aparecía en su teléfono. Y había estado tan apurado por escapar de la tristeza de Nebraska que accidentalmente había dejado su computadora en la camioneta en el aeropuerto de Omaha. Su mirada se posó en la computadora de Ava. Ella la había dejado en el escritorio para variar. Le tomaría dos segundos entrar en su cuenta. Si Ava estuviera aquí probablemente le diría que la usara. Se estaban ejecutando dos programas y los minimizó antes de pinchar su navegador web. Buscó su servidor, introdujo su contraseña y esperó mientras se descargaban cinco días completos de mensajes. Cuatro chistes de Quinn. Ocho cadenas de su padre, lo que lo hizo sonreír. Cuando al principio Charlie McKay comenzó a meterse diariamente al computador, dejó loco a Chase con todos los mensajes basura que mandaba. Pero en algún punto, Chase se dio cuenta de que esos mensajes, a veces graciosos, a veces políticamente incorrectos, a veces sentimentales, eran la manera de su padre de demostrar amor. Su manera de decirle a su hijo menor que estaba pensando en él. Ahora no le molestaban en absoluto. Fue pasando por los mensajes. Consultas desde su sitio web de sus fans preguntándose cuando volvería a la acción. Un aviso de la compañía de su tarjeta de crédito sobre la recepción de sus pagos automáticos. Lo mismo para su teléfono. Lo 404
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mismo para su alquiler. El último correo, de Elroy, enviado aproximadamente hacía dos horas, era una carta tipo a todos los jinetes, acerca de los cambios en el calendario restante. Nada nuevo, solo una práctica habitual antes de un evento. Un evento en Wichita del que no había oído si competiría o no. ¿Qué iba a hacer si esa llamada nunca llegaba? ¿Ir a un instituto profesional? Chase no se veía trabajando como mecánico. O manejando equipo pesado en una obra en construcción. O cursando infracciones de velocidad como un oficial de policía. Piensa otra cosa. Chase empujó la silla hacia atrás y se quedó mirando las burbujas que explotaban como protector de pantalla. Podía preguntar si su amigo Darren necesitaba un inversor y ayuda práctica para el programa de cría de toros en Oklahoma. Posiblemente Cash y Colby podrían lograr que su empresa despegara antes si tenían un socio a tiempo completo que no estuviera haciendo labores de rancho. Nadie podía negar que tenía contactos más actuales que Colby o Cash en muchos de los rodeos. Tal vez podrías tratar de convertirte en un doble en Hollywood. Seguro. Y si no tenía éxito en eso, podría vivir a expensas de Ava. Ava. La mujer lo ponía del revés. La otra noche había sido poco menos que mágica. De pie contra el barandal de cristal y mirando hacia abajo a la calle a treinta metros de altura. Viendo el día convertirse en noche. Observando las luces de la ciudad de Nueva York cobrar vida. Bailando con ella descalza por el suelo de caoba brillante, con las luces y el ruido como telón de fondo, sintiendo como si fueran los únicos en el mundo… incluso en medio de una ciudad de diez millones. Riendo, llevándola a la enorme cama con dosel, envuelta en seda y encaje, una cama para una reina. Entonces le hizo el amor, cara a cara, corazón a corazón, ebrio por el olor de su piel, intoxicado por el sonido de su nombre saliendo de sus dulces labios como un gemido entrecortado, abrumado por ella. Por lo mucho que ella lo hacía sentir.
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La computadora sonó, indicando un nuevo correo electrónico. Él tocó la almohadilla del mouse, pulsando sobre el ícono minimizado del correo. El remitente era Jackie Ackerman. ¿Qué? ¿Cómo había conseguido su dirección de correo personal? Cuando lo abrió leyó, Ava, se dio cuenta que por error había abierto el correo de Ava. Debería haber salido. Pero no lo hizo. Siguió leyendo. Ava, La profesora de inglés de la secundaria de Ryan es bastante entendida en computación y está más que dispuesta a ayudar. Le di un montón de fotos de Ryan para escanear. Ella también transferirá los viejos videos caseros a ese formato que sugeriste para que puedas añadirlos al material reciente que filmaste. Ese proceso de transferencia podría tardar un tiempo. Solo quería ponerte sobre aviso para que mi parte no demore la producción. ¿Producción? ¿De qué? Me alegro que estés trabajando en algo que podría arrojar alguna luz sobre esto. No quiero ver o escuchar de otra madre pasando por esto. Me mantendré en contacto. Jackie. ¿Qué demonios le había prometido Ava a la madre de Ryan? Encontró su última historia y abrió un archivo titulado DOC—WIP actual. Su propio rostro llenó la pantalla. —¿Qué es lo que más me gusta de montar toros? —Se vio a sí mismo rascarse la barbilla—. Durante esos ocho segundos estamos luchando para ver quién posee la mayor determinación. Quien tiene la mayor oportunidad. Incluso un hombre pequeño puede vencer a una bestia. El cuadro cambió. Un Taz bizco apareció a la vista. —¿Qué es lo que más me gusta de montar toros? —Miró a la izquierda—. En un día como hoy, ¿cuándo me han dado una paliza y casi no puedo envolver mi mano en la cuerda porque está toda hinchada? —Taz levantó su mano derecha a la cámara y Chase 406
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hizo una mueca. Toda su mano estaba roja y morada, hinchada como una mala picadura de abeja—. No puedo decirte nada que me guste de esto. Pero estoy seguro que puedo decirte un montón acerca de lo que odio. El cuadro cambió de nuevo. Apareció un Ryan sonriente. El dolor cortó a Chase como una guadaña a través del trigo. —¿Qué es lo mejor de montar toros? —Ryan se echó a reír—. Bueno, principalmente que finalmente tengo la edad para montarlos. —Metió la mano en el bolsillo y sacó con orgullo su tarjeta de la PRCA, sosteniéndola cerca de la lente de la cámara—. Creo que lo que me gusta es que los jinetes experimentados están alrededor para ayudar. Para ofrecer consejos. Como uno de mis amigos dijo, no soy yo contra él en la arena. Esto es contra los toros. Chase cerró los ojos, recordando el día que le había dicho eso a Ryan. Deseando que el chico hubiera escuchado su otro consejo. Desear que las cosas hubieran sido diferentes no cambiaba nada. Abrió los ojos, unas letras negras se formaron en la pantalla. Persiguiendo el Ocho: El Desgarrador Camino a la Gloria del Rodeo. Los paisajes pasaron volando, a velocidad súper rápida hasta que la fotografía a intervalos hacía ver que había pasado todo un día. Entonces nuevamente la cámara enfocaba su perfil, iluminado de frente por las luces del tablero. La voz de Ava, suave y curiosa, preguntaba, —¿Qué hace a un campeón? ¿Además de ganar la gran hebilla de cinturón? El estómago de Chase se apretó mientras esperaba su respuesta en pantalla. —Ganar es el único indicador de un campeón. Muchos chicos lo quieren, lo intentan, luchan por ello, pasan años persiguiéndolo. ¿Si el titulo fuera aplicado a todos los grandes hombres que compiten en el deporte de la monta de toros, solo porque son grandes hombres? Entonces el título no tendría sentido. Un campeón es llamado campeón porque ha ganado. Ha demostrado ser el mejor. 407
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La siguiente imagen fue Chase recibiendo su hebilla de campeonato y el enorme cheque de cartón en la competencia Man of Steel del año pasado. Las palabras del locutor perdidas en la ovación atronadora del público. El ruido y la imagen se desvanecieron a la siguiente escena, la baja fanfarria de la victoria del Rodeo Scottsbluff. Dos oficiales estrechándole la mano. La cámara recorrió las gradas casi vacías y luego enfocó a los vaqueros que no ganaron, mientras empacaban su equipo detrás de las rampas. Se oyó un ruido en la pantalla. Aunque la pantalla quedó en blanco, él oyó su voz. —Estoy desnudo aquí, Hollywood. —Ya lo veo. ¿Qué quieres que haga al respecto? —Ronroneó ella. La pantalla oscura cambió al fondo de una habitación de hotel barato. Observó a Ava, completamente vestida, arrastrándose a través de la cama hacia él. Le colocó un mechón rebelde detrás de la oreja. Su alegría había desaparecido. Su cara estaba llena de tanto amor, tan maravillada, con tanto anhelo mientras miraba a Ava en pantalla, que el estómago de Chase se apretó viéndolo. —¿Chase? —Para ser honesto, estoy demasiado molido incluso para una mamada. —El dolor le hizo fruncir el ceño—. Mi cabeza me está matando. —¿Quieres una aspirina? —Ya tomé una. No funcionó. Lo que me hace preguntarme ¿Por qué estoy todavía haciendo esto? ¿Haciendo pasar mi cuerpo por un infierno cada maldita noche? —Solo tuviste un corcoveo malo. Él resopló. —Como si eso fuera una novedad. La cosa que realmente apesta es que nada de esto importa. Las lesiones que recibo en la gira tratando de demostrar lo que valgo. La PBR
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probablemente me mostrará el dedo medio y no me dejará volver a la gira de todos modos. —Entonces renuncia. El horror distorsionó su cara. —¿Y hacer qué? Montar toros es lo único que quiero hacer. Es lo único que puedo hacer. Es mi vida. ¿Quién soy yo sin eso? Nadie, eso es lo que soy. Ava se sentó sobre sus piernas. —Tú eres mucho más que un jinete de toros… —No, no lo soy—, espetó. Suspirando, dejó caer la cabeza hacia atrás contra la cabecera. —Necesito que me devuelvan la llamada. Y cuanto más tiempo tengo que esperar, menor es la probabilidad de que llegue esa llamada. Chase se vio a sí mismo en la pantalla. Cristo. ¿Estaba… llorando con los ojos cerrados así? Malditamente impresionante. Se veía como un bebé llorón y perdedor que se quejaba de todo y ni siquiera podía aceptar el ofrecimiento de su novia de darle una mamada. Ella se salió del rango de la cámara. Sus ojos se abrieron de golpe y su mirada rastreó los movimientos de Ava por la habitación. —¿A dónde vas? —Necesito un poco de aire. Extendió una mano hacia ella. —No te vayas. No puedo… —Su voz se quebró. —Lamento ser un imbécil esta noche. Me siento como la mierda.
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A Chase le ardían las mejillas. ¿Había grabado esto? ¿Se había abierto a ella y esto fue lo que hizo? Volvió a pensar en esa noche. Se había golpeado la cabeza bastante fuerte cuando golpeó el suelo. No era de extrañar que no recordara mucho de la conversación. Evidentemente, tampoco se había dado cuenta que ella había montado una maldita cámara en su habitación. Pulsó el botón de pausa, su cabeza le daba vueltas, sus tripas se agitaron, sus pensamientos se centraron en una cosa horrible. Traición. Sí, él sabía que ella estaba grabando todo el puto tiempo. Pero no tenía idea que había estado haciendo una maldita película. Durante todo el tiempo que estuvieron juntos. Pensar que la había invitado a compartir sus experiencias en la gira. Se quedó inmóvil. Espera un segundo. Él no la había invitado. Se había invitado a sí misma. Ofreciendo un argumento convincente acerca de querer ver la vida real fuera de su pobre y privilegiada educación. Pero Chase estaba muy seguro de que no la había animado a andar por ahí, pegando esa cámara en la cara de todos. Capturando sus momentos privados. Sin tener vergüenza de usarlos para su propia ganancia. Para una mujer que decía odiar la intrusión de los paparazzi, se había vuelto muy buena en actuar como uno de ellos. Ella le había prometido que no mostraría sus películas caseras a nadie. Un nuevo pensamiento le heló la sangre. ¿Tenía Ava las imágenes de la última monta de Ryan? ¿De su cuerpo sin vida dejando el recinto del rodeo? Había confiado en ella. Después de mantener mujeres por ahí solo para uso recreacional, Chase se había abierto a ella. Le dijo cosas que nunca había compartido con nadie. Se había enamorado de ella. Jesús. Era un maldito idiota. Ella era una actriz. Probablemente estuvo actuando todo el tiempo.
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Su bolso estuvo organizado y sobre la cama en menos de cinco minutos. ¿Se iría sin explicación? ¿O se quedará para escuchar la de ella? Mientras se debatía, la puerta del hotel se abrió. La voz de Ava llegó hasta él. —A veces no puedo creer en la grosería de los neoyorquinos. Lo único que pedí fue miel simple para un bagel, en vez de ese desagradable betún de miel con canela. Se pensaría que le pedí a la chica del mostrador que localizara una colmena y sacara miel ella misma. —Las bolsas de comida golpearon la mesa—. En fin. Aquí está tu desayuno. Cómelo bajo tu propio riesgo. Estoy medio asustada de que haya escupido en el café. Cuando él no se movió de donde estaba apoyado contra el marco de la puerta, ella preguntó, —¿Chase? ¿Estás bien? —No. Estoy esforzándome mucho para no tirar tu computadora al suelo y romperla en pedazos. Pero estoy seguro de que una personita inteligente como tú tendrá respaldados todos sus archivos importantes. ¿No es cierto? Así que sería inútil y probablemente me haría daño. —¿De qué estás hablando? Chase se dio la vuelta. —¿Por qué no me hablas de la película que estás haciendo desde que nos conocimos? La cara de Ava, por lo general tan animada, se puso completamente inexpresiva. —¿Qué estabas haciendo en mi computadora? —Revisando mi correo. Imagina mi sorpresa cuando accidentalmente hice clic en tu cuenta y apareció un correo de Jackie Ackerman. —No tenías derecho. Él se cernió sobre ella casi antes de que pudiera parpadear.
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—No, tú no tenías derecho. Yo no tenía idea de que lo que estabas filmando se usaría en una película. —Un documental, —corrigió ella. —Cuando te ofreciste a ayudarme, yo no tenía ni puta idea de que te estabas ayudando a ti misma, ¿no es así? Consiguiendo algunas cosas jugosas, grabando nuestros momentos privados. Haciendo esas molestas preguntas personales a cada paso. Ahora sé por qué. —Tú estabas ansioso por mi ayuda, si mal no recuerdo. Y si me hubiera quedado concentrada en Chase McKay todo el tiempo, ¿eso hubiera sido aceptable? —Nada de esto es aceptable. Usarme a mí. Usar a Taz. Usar a Ryan. —Chase la miró como si nunca la hubiera visto—. ¿No podías decirme lo que estabas haciendo, cuando hemos estado juntos cada maldito día desde hace dos meses? ¿Pero se lo dijiste a la mamá de Ryan? ¿Cómo conseguiste que Jackie estuviera de acuerdo con esta explotación? ¿Qué escena montaste? ¿Le prometiste que este… documental… le generaría dinero? Su mano se estrelló en su mejilla. Poco a poco él se enderezó y retrocedió. Ava fue tras él. —Oh Dios, Chase. Lo siento. Déjame ver… —No me toques. —Lo siento. Nunca he golpeado a otra persona en mi vida. No sé qué me pasó. —Estabas actuando. Haciendo el papel de la mujer ultrajada. Montando la escena. Todo es una segunda naturaleza para ti. —Una vez más su cara rivalizó con la inmovilidad de una estatua—. ¿Algo de esto fue real? —Él rio con aspereza—. No. Claro que no. Soy el típico vaquero tonto, creyendo que una bella, inmensamente rica y famosa mujer como tú podría enamorarse de un hombre como yo. Probablemente me 412
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merezco esto. Tal vez especialmente después de mi comportamiento con las mujeres a lo largo de los años. Pero ser noqueado y humillado en cámara ante millones de personas parece un duro merecido castigo. —Yo no estaba actuando. —No cuando se trataba de sexo. Algunas cosas no pueden fingirse. Ava se abrazó y miró hacia otro lado. Entonces Chase lo supo. No podía fingir la reacción de su cuerpo ante él, pero podía preparar la escena para forzar su mano. —Esa primera vez… Ahora que pienso en ello, ese perdedor del bar en nuestra habitación. Fue un cebo ¿verdad? Un tipo que se suponía que me llevaría a un ataque de celos. Forzándome a llevarte a la cama antes que otro hombre me ganara de mano. — Ella no negó nada—. Me quedo con la falta de juicio. Tomaré el castigo que merezco por haber sido tomado por un tonto. Pero lo haré en privado. —¿Qué quieres decir? —Después de estar en la PBR durante años, sé lo suficiente acerca de documentos de autorización para recordar que no he firmado nada que te permita utilizar cualquier imagen mía. Nada de fotografías, sonidos, videos, citas, nada. Sigue adelante y has tu documental, Ava, pero déjame fuera de él. Más vale que no haya una sola palabra, una sola imagen, o una sola referencia de mí en ninguna parte. ¿Y si no? Presentaré una demanda de la talla de la que nunca has visto. Puede que tengas dinero, cariño, pero en el tribunal, todo es sobre quien tiene el mejor abogado, Y te garantizo que el que tengo contratado, ¿desde el último incidente de uso no autorizado de mi imagen? Vive de mierda como ésta. Hará que tus escaramuzas anteriores con la prensa parezcan un maldito día de campo. —Estás equivocado, Chase. —No, sobre esto no lo estoy.
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—No. Te equivocas conmigo. Y si paras de actuar como el macho herido y dejas que te explique, en vez de saltar a la peor conclusión posible… —Demasiado tarde, —espetó él. —¿Quieres callarte y escuchar? —Ava se paró en toda su estatura y lo miró hacia abajo. Pero sus ojos se posaron en la encendida mancha roja en su mejilla. Su rostro mostraba ese delicado hilo de una mujer a punto de desmoronarse—. Yo no te engañé. Desde el primer día que salí de Denver y me detuve periódicamente a curiosear por ahí con mis cámaras, no tenía idea de qué hacer con el material que grabé. Vagamente había considerado usar el paisaje como inspiración para un guión, lo que libremente te conté el primer día que pasamos juntos. ¿Cuándo comencé a grabar tus montas? Eso lo cambió todo para mí. No porque quisiera explotarte, sino que todo acerca de tu vida como jinete de toros me fascinó. Me asustó. Nunca había conocido a nadie como tú. Esa no era yo mintiéndote. Esa no era yo actuando, por Dios Santo. —Lo golpeó duro en el pecho con su uña perfectamente cuidada—. Y vete a la mierda por pensar que lo que pasó entre nosotros, entre las sábanas o en la carretera, fue una actuación de mi parte. Fue real. Tan real como puede serlo. Al menos puedo admitirlo. Al menos no me está dando un ataque de pánico y estoy dando marcha atrás como tú, porque tú estás cagado de miedo de admitir que soy más que otro encuentro ocasional para follar en tu vida. Maldita mujer, veía demasiado. —Ve al puto grano, Ava. —Después de ver los eventos en ese primer rodeo, pensé que tal vez estaba en algo. Especialmente después de conocer a Ryan y a Taz. Ustedes tres en diferentes puntos de sus carreras de rodeo. El nuevo material vino más enfocado. Hacía preguntas que apoyaban las imágenes que grababa. Pero todavía estaba procesando mis ideas. No te conté en lo que estaba trabajando porque estaba creando un maldito gran y desgarrador video secreto. No podía decirte porque no sabía qué diablos estaba haciendo. —Se retiró para mirar por la ventana—. Eso cambió cuando Ryan murió. Sabía que algo de lo que tenía podía ser moldeado en un documental. Una mirada a la vida de Ryan y la tragedia de su muerte. Pero nunca haría algo así sin el consentimiento de su madre. Taz se acercó 414
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a mí en el funeral de Ryan con la idea de compilar algunas de las montas de Ryan para Jackie. Debió haber hablado con ella sobre eso, porque ella me contactó. Así que ahí es donde estoy. Tratando de ayudar a una madre con el corazón destrozado, a reunir los pedazos. Su voz se quebró y Chase luchó contra el impulso de ir a ella. —Así que tal vez tampoco te conozco tan bien como pensaba. No puedo creer que después de lo que he pasado, hayas considerado, por un nanosegundo, que yo voluntariamente, alegremente, haría pasar a otro ser humano por toda esa mierda. Ahora sí que Chase estaba verdaderamente confundido. Su teléfono sonó y lo sacó de su bolsillo. Puso una falsa nota de alegría en su voz. —Elroy. ¿Espero que me estés llamando con buenas noticias? —Sí. Estás oficialmente de regreso en la lista de la PBR y programado para competir en Wichita el próximo fin de semana. —¿Bromeas? Eso es fantástico. —Se permitió una risa forzada—. Me estaba preocupando. Ni una palabra desde arriba. Y luego, he… ah… salido en la prensa en los últimos días un poco más de lo que te gustaría, estoy seguro. —Para ser honesto, la cobertura de ti y la señorita Cooper pesó en tu favor para variar. Hablando de una sorpresa. —¿Ah sí? ¿Por qué? —Porque finalmente estás con una mujer que es de interés periodístico por derecho propio, y no en virtud de su asociación contigo. —¿Tuvo eso sentido en tu cabeza antes de decirlo? Porque no tiene una pizca de sentido para mí. Elroy se echó a reír. 415
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—Ustedes dos son una pareja hecha en el cielo de las relaciones públicas. A pesar de que algunos periodicuchos están reclamando que la relación es todo un truco publicitario. —Elroy hizo una pausa— ¿Lo es? —No. Y aquí va una advertencia: eso no es tema de discusión. Ni contigo. Ni con nadie. —Nunca pensé que estaría feliz de oírte decir “sin comentarios” y que sea en serio. Calienta mi frío corazón de relaciones públicas, McKay. —Que divertido eres. ¿Qué más? —La PBR pagará tus gastos de transporte. ¿Estás en Nueva York ahora? —Sí. —No puedo llevarte a Wichita directamente… —Resérvame algo para Omaha. Dejé mi camioneta allí. Conduciré hasta Wichita. —Hecho. ¿Qué día quieres salir? —Hoy. Tan pronto como sea posible. Ava lo miró con sorpresa. —El evento no es hasta dentro de un par de días. —Estoy al tanto de eso. Pero hay otras cosas de las que necesito ocuparme primero. Elroy suspiró. —Está bien. Contáctame cuando llegues a Kansas. Y no tengo que recordarte que nada de prensa a menos que estés acompañado por un enlace de los medios de la PBR. —Entiendo. Me mantendré en contacto. —Bien. —Elroy colgó. Chase regresó al dormitorio y recogió su bolso. 416
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—¿Te vas? ¿Así sin más? —Sip. —Sin discusión. Sin gritos, ¿sin conversarlo? —¿Qué hay que conversar? Sabías que me iría en el momento en que la PBR me llamara de vuelta. Lograr que regresara mi mágico talento para montar toros fue la única razón para que hayamos estado viajando juntos. —Chase recogió su bolso—. Esta es mi vida, Ava. No esto. —Hizo un gesto hacia el lujoso alojamiento que los rodeaba. —Me dijiste que había cosas más importantes en la vida que ser un jinete de toros. Chase la miró a los ojos y dijo, —Mentí. Aunque le dolía, se cargó su bolso al hombro y se marchó.
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CAPÍTULO 28
Ava había estado mirando por la ventana estúpidamente, llorando y revolcándose en la auto‐recriminación, cuando sonó su teléfono. Con la esperanza de que fuera Chase, respondió sin revisar el identificador de llamadas. —Hola. —¿Ava Cooper? —Sí. ¿Quién habla? —Estoy llamando en nombre de Nina Beal, Vicepresidenta de Montieth Associates. Nina desea solicitarle una reunión en persona en relación a una posible audición para una nueva comedia que tiene previsto comenzar a producir la próxima semana. ¿Por qué la llamaban directamente? —¿Esta solicitud fue aprobada por mi agente? —Contactamos a Marnie Driscoll y nos dio este número. Esta era la manera de Marnie de darle a Ava toda la responsabilidad para declinar la audición. —¿Cuál es la fecha de la reunión? —El jueves. A la una de la tarde. En la oficina de Burbank. Al parecer estaría en casa antes de lo que había planeado. —Me parece bien. —Bien. Esperamos contar con su presencia, señorita Cooper.
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Un casting. Para una nueva comedia. Podría volcarse al trabajo conocido por todo el siguiente año y dejar este verano atrás. Chase había estado en lo cierto en una cosa, ambos necesitaban volver a su vida real. Y para ella, eso significaba una revisión a fondo de la forma en que había estado viviendo. Tenía la intención de hacer cambios en todos los ámbitos y comenzar desde cero. En su vida profesional y personal. Se sonó la nariz y esperó no sonar como si hubiera pasado las últimas dos horas berreando mientras llamaba a la casa de sus padres. —¿Y a qué debo el placer de una llamada telefónica de mi hermosa hija? —Hola, papá. Solo quería hablar. Sé que parece que la única vez que llamo es cuando quiero algo. —¿Quieres algo? —No. Bueno, tal vez. Quiero hacerte una pregunta. —Dispara. —¿Te molesta que no me haya interesado en Dumond Racing? ¿Que cada vez que me has pedido, en la última década, asistir a una carrera o a un evento, haya dicho que no? Silencio. Luego, —Sé que estás ocupada. —Esa no es una respuesta. Sé honesto. —Está bien. Ya que lo preguntas, sí, me molesta más que la mierda. Es casi como si te avergonzaras de que tu padre sea un ex mecánico. —No me avergüenzo, Dios, me avergüenzo de mí misma por ser tan indiferente de los sentimientos de los demás salvo los míos. Me criaste mejor que eso. —No me digas. —Él hizo una pausa de nuevo—. Ava, ¿de qué se trata esto realmente?
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Su voz fue tan suave y cariñosa, que cayeron más lágrimas. —Tuve un montón de tiempo para pensar sobre el pasado en los últimos dos meses. Vi a mi… amigo, resolver temas pendientes con su familia y reconocí mucho de él en mí. Me di cuenta que no fui una buena hija, o una buena hermana, ni siquiera una seguidora medianamente decente de Dumond Racing. Estoy tan sumida en mis propios estúpidos y mezquinos problemas que dejé pasar las cosas importantes. Gente importante. —Se sorbió los mocos—. Tú eres importante para mí, papá, y te amo. Y lo siento por actuar como una niña malcriada. Pero puedo cambiar. Quiero cambiar. —Respiró profundo—. ¿Puedes perdonarme? —Por supuesto. Y dejaré que me compenses en dos semanas cuando asistas a las pruebas del Equipo Dumond Racing en la Breakway Speedway. Te advierto. Muchos medios de comunicación. Ah, y tu hermano está a cargo. —Puedo ocuparme de ello. Lo esperaré con ganas. —Bien. Aunque, para ser justos, tengo que señalar que has ignorado el negocio de tu madre tanto como el mío. Ava se rió. —Bueno, ella es la siguiente en la cadena de disculpas. —Estoy aquí, cariño, así que no hay necesidad de pasar por esto dos veces. —¿Estoy en llamada de conferencia? —Por supuesto. Estoy cansada de oír de tu vida por tercera o cuarta mano, —la reprendió su madre. —Sí, entonces, ¿Por qué no nos cuentas de primera mano cómo diablos te enganchaste con un jinete de toros? —Preguntó su padre. Ella trató de tomarlo a la ligera para no ponerse a berrear otra vez. —Me ofende el término “enganchar”, papá.
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—Sabes lo que quiero decir. Empieza a hablar. —Conocí a Chase McKay en Wyoming a través de Ginger Paulson. Viajé con él en el circuito de rodeo durante unas semanas y vino a Nueva York conmigo. —Montar toros es un trabajo malditamente peligroso. No sabes ni la mitad. —¿Cómo es él? —Le preguntó su madre—. Porque estoy segura de que las fotografías en los periódicos no le hacen justicia. Se ve musculoso. Misterioso. —Oh, por el amor de Dios, Eileen, ¿en serio? ¿Vas a llevar esta conversación en esa dirección? —Preguntó él. —Si tu padre se siente ofendido por los detalles gráficos que quieres compartir con tu mamá sobre los atributos de ese sexy vaquero, lo sacaremos de la línea. Su padre resopló. —Aunque estoy feliz de que hayas llamado, hija, aquí es donde cuelgo. Clic. Su madre se rió. —Demasiado fácil. Ahora. Sincérate acerca de este chico Chase. Él es el hombre ¿verdad? Esa es la razón por la que estás siendo reservada. Y así, sin más, Ava se quebró. Deseaba poder arrastrarse por la línea telefónica al regazo de su madre. —Nunca pensé que encontraría a alguien como él. Es el mejor amigo que he tenido y me vuelve loca. Es mandón y tan dulce que me derrito cada vez que me toca incluso cuando quiero gritarle. Estoy tan enamorada de él que es aterrador. Y divertido. Y patético. ¿Y qué diablos voy a hacer? —¿Siente él lo mismo?
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—Dice que sí, hasta que… no sé cómo explicarlo porque todavía no siento que sea malo. Pienso que está exagerando, pero está enojado. Y se marchó. —Dime lo que pasó. —Después de terminar, su madre dijo—, Hmm, —no en un buen sentido. —¿Qué? —Ava se sonó la nariz—. ¿Soy una niña mimada que no piensa en nadie más que en sí misma? —A veces. Pero como seres humanos, somos todos así. Entiendo por qué está molesto. Tú tomaste algo muy personal y tienes la intención de volverlo algo público sin consultarle. Así que está cuestionando tus motivos, y probablemente teme que hayas estado actuando con él todo el tiempo. Ava sintió ganas de vomitar porque Chase había dicho exactamente eso. —No estaba actuando. Lo amo. Le dije que lo amo. Y él se fue de todos modos. —¿No fue esa la llamada de la PBR que había estado esperando? —Sí, pero… —Esta es su carrera, Ava. Tú, más que nadie, deberías entender eso. ¿Si la situación fuera al revés? ¿Si tu agente hubiera llamado durante la pelea? ¿Qué habrías hecho? Despegar, lo mismo que hizo Chase. —No estés muy segura de eso. Silencio. —¿En serio? Bueno, eso es nuevo. Háblame de eso. Ava habló de lo que había visto y experimentado en las últimas semanas y cómo eso la había cambiado, no solo personalmente sino en lo que a su carrera se refería, también. Se sentía bien intercambiar ideas con su madre, porque ella era la definición de una inteligente mujer de negocios.
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—Estoy orgullosa de ti, Ava. Siempre he estado orgullosa de ti, incluso cuando no entendía tu amor por el espectáculo. Pero estoy feliz de saber que has descubierto que eres más que una actriz y quieres probar otras cosas dentro de la industria. Sería más feliz todavía si me pidieras venir a trabajar para mí. Ava se echó a reír y se sorbió los mocos. —De ninguna manera. Nos mataríamos la una a la otra. —Probablemente. En fin, también estoy feliz de que hayas encontrado tu media naranja. —Su madre se quedó en silencio por un segundo—. Mi vida sería vacía sin tu padre en ella. Tener una carrera exitosa es grandioso, pero estar en una relación amorosa es aún mejor. Así que, volviendo al asunto de Chase… —¿Qué debo hacer? —Dale tiempo. No lo llames, no le mandes mensajes, no le mandes correos electrónicos. —Mamá. No creo que jugar juegos vaya a funcionar. —Oh, esto no es un juego. Esta es una manera de demostrarle qué gran agujero tendrá su vida sin ti en ella. Has estado pegada a él por casi dos meses. Deja que te eche de menos, cariño. Permítete a ti misma saber lo que es echarlo de menos de verdad. —De acuerdo. Gracias. —¿Y si eso no funciona? Ve con el plan B. Su madre, mujer de negocios extraordinaria, siempre tenía un plan de contingencia. —¿Y cuál es ese? —Ve tras él, átalo y oblígalo a entrar en razón. Ayuda si estás desnuda. Y sosteniendo una cerveza. —Ah, mamá. No creo que eso vaya a funcionar.
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—De seguro funcionó con tu padre. Buena suerte, cariño, mantente en contacto. Ava empacó su bolso y reservó un vuelo comercial a Los Ángeles. —¿Por qué estoy tan nerviosa? —Ava le preguntó a Hannah, dos días más tarde. —Te diré lo que pienso después de la audición. —Hannah enderezó la minifalda de Ava por tercera vez. —Eso no está ayudando a mis nervios. —Trató de no pensar que Chase sabría exactamente qué decirle para tranquilizarla. La puerta de la sala de conferencias se abrió y salió una rubia de piernas largas. —Estamos listos para usted, señorita Cooper. Ava apretó la mano de Hannah y siguió a la Barbie de Casting a la sala de conferencias. Bueno, al menos esta productora no tenía el típico sofá de casting. Ava eligió la silla directamente en el centro, frente a la mesa donde los tres ejecutivos estaban demasiado ocupados con sus teléfonos para recibirla. Finalmente otra rubia miró a Ava y sonrió fríamente. —Soy Nina Beal. Es un placer conocerla, señorita Cooper. Yo era una gran fan de Miller’s Ridge. Lástima que fue cancelada. —Gracias. El hombre que lucía un bigote de Groucho Marx la miró por encima de sus gafas. —Hemos seleccionado a los dos protagonistas para este espectáculo. Estamos seleccionando los personajes secundarios. Usted está siendo considerada para hacer el rol de la mejor amiga de Mamie, Sally.
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—Sally es lo opuesto a nuestro personaje principal Mamie, que es extravagante, amante de la diversión, siempre teniendo citas y encontrando hombres y problemas, — añadió el otro hombre, que parecía el hermano menor y más nerd de Woody Allen. Así que Sally era la compañera aburrida y anticuada. ¡Que divertido! —¿Cuáles son las edades de estos personajes? —Acaban de salir de la universidad. —La mujer estudió a Ava abiertamente—. Ella podría pasar por veintidós. Si le oscurecemos más su pelo. —Definitivamente le pondremos gafas. —¿Y si le ponemos lentes de contacto marrones? —Dijo el tipo Groucho. —Excelente. Yo sugeriría también envolver su pecho para minimizar el tamaño. Ava apretó los dientes, pero no pudo mantener una sonrisa falsa. Hablaban entre ellos. Debatían. Gesticulaban hacia ella como si fuera parte del mobiliario. Esa actitud no solía molestarla. Pero lo hacía ahora. Como actriz, se había visto a sí misma como un trozo de arcilla. Preparada para adaptarse a la visión del director. Que le pusieran las palabras correctas en la boca y ella podía ser cualquiera persona. En cualquier momento. En cualquier parte. Pero hoy la comparación de la arcilla no funcionaba. Hoy se sentía un maniquí. Se hizo un silencio y los ojos se centraron en ella. Ava carraspeó. —¿Perdón? —Estamos muy contentos de que haya aceptado reunirse con nosotros. Dados los problemas que ha enfrentado el último par de meses, es comprensible que esté buscando perderse en un nuevo papel. Ese comentario levantó sus banderas rojas.
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—Es una lástima que su agente no pudiera estar aquí o podríamos tener los detalles subsanados ahora mismo porque el rodaje comienza la próxima semana. Aquí todo estaba mal. Suficiente. Se acabó. Ava se puso de pie. —Gracias por su tiempo y mi agente se pondrá en contacto. —No paró de caminar hasta que pasó la puerta de conferencias y llegó a la acera. Hannah enganchó su brazo y la tiró a la vuelta de la esquina. —¿Y bien? ¿Te lo ofrecieron? —Sí, pero no lo quiero. —Miró a Hannah directo a los ojos—. De hecho, ya no quiero ser una actriz. Hay muchas otras cosas que preferiría hacer con mi vida. —Ava, ¿cuándo sucedió esto? —Viene desarrollándose desde hace un tiempo. ¿No me digas que la Hannah que todo lo ve y todo lo sabe se lo perdió? Un instantáneo escepticismo endureció el rostro de Hannah. —¿Cuánto de este cambio tiene que ver con el vaquero? —Algo. —Ava se cruzó de brazos—. Pero solo porque él me mostró partes de mí de las que yo no era consciente. —¿Cómo qué? —No puedo explicarlo. Me siento más como… yo, la verdadera yo cuando estoy cerca de él. Todo es mejor. Más libre. He estado esperando toda mi vida sentirme así. Y sé que él sentía lo mismo. —Sus palabras, susurradas la última noche que estuvieron juntos, cuando pensó que ella dormía, la perseguían. Te amo, Ava Rose. Maldición, ¿qué voy a hacer contigo? —¿Estás lista para contarme qué pasó en Nueva York?
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—Chase tomó prestada mi computadora y vio la película maqueta que había comenzado con el material que grabé en los rodeos de Ryan y él. —¿Se terminó entre ustedes dos? —Espero que no. Hay… demasiado allí. ¿Sabes a lo que me refiero? Hannah negó con la cabeza. Pero la parte de demasiado de su comentario hizo que los pensamientos de Ava comenzaran a girar. —Eso es. Tengo suficiente material para hacer dos documentales. Por lo que podría hacer uno sin la imagen de Chase, o sin su aprobación, no es que yo quiera hacer eso. Pero si tengo que mostrarle algo, podría convencerlo que esto es un documental que vale la pena. —¿Y si él aún dice que no? Ava miró a Hannah a los ojos. —Entonces
iré
con
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el
plan
B.
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CAPÍTULO 29
Mientras tanto… en las afueras de Sundance… Gavin Daniels bajó el aire acondicionado del coche alquilado. La temperatura exterior, de acuerdo al Lexus XLV, bordeaba los treinta y siete grados. Caluroso para todos excepto para un nativo de Phoenix acostumbrado a ver el mercurio alcanzar los cuarenta y cinco regularmente en los meses de verano. Agradeció que el calor de Wyoming no fuera para nada húmedo. Caliente y seco podía soportarlo. Caliente y húmedo lo hacía querer sacarse la piel empapada de los huesos. Había estado esperando este viaje durante mucho tiempo. Si fuera del tipo sombrío diría que toda su vida. Su madre… que en paz descanse… lo había animado a hacerlo. Por mucho que odiara la idea de las promesas junto al lecho de muerte, eso era exactamente lo que había hecho en los días anteriores a que ella se marchara para siempre. Los días que siguieron a su muerte eran borrosos. El dolor lo mantuvo enajenado durante varios meses. Después de eso, estuvo lidiando con las consecuencias de descuidar su negocio mientras lloraba la pérdida. Luego se había visto demorado por la tendencia a pelota de goma de su hija… rebotando al padre que le ofrecía un respiro del otro padre. Y había que añadir el histrionismo de su ex esposa… que era solo otro recordatorio del por qué Ellen era su ex. No le tomó más que un simple vistazo al calendario para saber que los últimos dieciocho meses habían sido el tiempo más asqueroso de su vida. Cuando el polvo se asentó, se enfrentó al primer aniversario de la muerte de su madre. Con este golpe vino la culpa por no haber cumplido lo último que ella le había pedido. 428
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Gavin reservó un vuelo a Rapid City. Reservó un par de noches en una posada entre Sundance y Moorcroft. Lo cual fue toda una hazaña, de acuerdo a la información que había reunido en internet, porque era temporada turística alta en las Black Hills alrededor de la Torre del Diablo, un punto de parada en el camino a Yellowstone. Había perdido la cuenta del número de caravanas y placas de fuera del estado que había pasado en la I‐90. La voz femenina del GPS anunció, —Gire a la izquierda a los dos kilómetros. Ha llegado a su destino. Ya no había vuelta atrás. A menos que una vez que viera el desvío lo pasara de largo. Cuando el buzón entró en su línea de visión, se dio cuenta que no estaba preparado para lo que resultara de esta situación, ya fuera exuberancia total, rechazo de plano o completa apatía. Fue entonces cuando Gavin admitió los nervios, el temor, la traición, una sensación subyacente de… desacierto. Agregaba la paranoia y bien podría estar pensando en las horas previas a su desastroso matrimonio. Eso lo hizo sonreír brevemente, pero se puso serio cuando reconoció la triste verdad, la esperanza no había surgido en su confusión emocional. Cuando se detuvo en la casa de rancho bien cuidada, una pareja estaba sentada en el porche en una mecedora a la sombra. Disfrutando una tarde normal. Dichosamente ignorante. Su corazón latía con fuerza. Le sudaba la frente, aunque una sensación fría se deslizaba por su espalda. La pareja se puso de pie y comenzó a bajar las escaleras. Probablemente preguntándose qué asunto lo traía a la mitad de la nada. Probablemente pensando que estaba perdido. Gavin guardó sus lentes de sol y abrió la puerta. Se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones color caqui porque no sabía qué hacer con ellas.
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El hombre y la mujer igualmente cautelosos, se detuvieron a un metro de él. Esperando. ¿Esperando qué? ¿Qué fuera el primero en hablar? ¿Explicar? Hasta donde él sabía, eran ellos los que tenían un montón de explicaciones que dar. Volvió su atención hacia el hombre. Probablemente de sesenta años. No era alto, no era bajo, simplemente de estatura media. Robusto, ni gordo ni flaco, no era musculoso, ni nervudo, pero su apariencia y su ropa gritaban trabajo físico. Tenía una abundante cabellera negra veteada de plata. Cuando Gavin miró a los ojos del hombre, ojos azules idénticos a los que le devolvían la mirada en el espejo todos los días, rápidamente apartó la vista. Lo que le permitió dirigir su atención a la mujer. También ella era de estatura media. Un poco en el lado regordete. Su pelo estaba corto, rizado como si se hubiera hecho recientemente una permanente, color marrón oscuro como si también se lo hubiera teñido recientemente. Llevaba su edad más evidente de lo que el hombre lo hacía, tenía arrugas alrededor de la boca, en la frente y en la comisura de los ojos, como si se hubiera pasado la vida preocupándose. A pesar de que el juicio inicial de Gavin fue de falta de elegancia, llevaba gafas de moda y estaba vestida en un estilo que él habría llamado… country chic... Parecía del tipo de persona que daba abrazos, galletas y consejos. No parecía el tipo de mujer que regalaría a su hijo. El hombre puso el brazo alrededor de los hombros de la mujer. —¿Puedo ayudarlo en algo? —Sí. ¿Son ustedes Charles McKay y Violet Bennett McKay? Ellos intercambiaron una mirada. —Sí, lo somos. ¿Quién quiere saberlo? —Yo.
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—¿Y quién es usted? Gavin respiró profundo. —Creo
que
soy
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su
hijo.
Lorelei James – Chasin’ Eight Serie Rough Riders 11
CAPÍTULO 30
La multitud rugía detrás de él, dispuesta para la fiesta en la PBR en una noche de sábado. Chase se preparó. La reportera más nueva de la PBR, una fogosa pelirroja llamada Lissa, metió el micrófono en su cara tan pronto como atravesó la puerta de los competidores. Había estado esperando esto, dado que había evitado una entrevista en cámara la noche anterior. Para asegurar su cooperación, el camarógrafo le cerró el paso. Hijo de puta. —Estamos aquí con Chase McKay después de esta increíble monta de noventa y un puntos sobre Devil’s Due. Felicitaciones, Chase, tiene que sentirse bien estar de vuelta en la cima. Él se concentró en la mujer y no en la cámara. —Así es. Sobre todo después de un largo descanso y esa pobre actuación en Dallas. —Cuéntanos acerca de la monta. —Bueno, Devil´s Due es un chico terco y altamente impredecible, así que no estaba seguro si esta noche él iría en modo de giro o brincando alrededor. Afortunadamente fui capaz de quedarme sobre él sin importar lo que hiciera. —Así que las últimas semanas has estado fuera de la gira para lidiar con un recrudecimiento de la lesión de tu hombro del año pasado. ¿Sigues teniendo problemas? —Para nada. El tiempo fuera me permitió encontrar nuevamente mi objetivo. —¿Y cómo lograste eso?
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—Volví a lo básico. Traté de arreglar lo que no estaba funcionando con mis montas. Tuve la suerte de tener dos ex jinetes de toros de la PRCA que me ayudaron a ponerme de nuevo en marcha. —Al parecer funcionó, ya que estás ubicado en primer lugar. —Gracias. Lo que aprendí, o tal vez volví a aprender, es concentrarme en el toro en el que estoy y no preocuparme por el próximo toro, o por el dinero, o los puntos, o en qué lugar de la tabla de los punteros podría quedar. —Un buen consejo que obviamente ha dado resultado. Dos preguntas. Has vuelto a la gira de la PBR con más confianza y más agresivo. Y es interesante ver que has cambiado tu habitual sombrero negro de vaquero por un casco de seguridad. ¿Por qué? —Este es un deporte peligroso, y si un jinete tiene la posibilidad de protegerse con equipo de seguridad adicional, estoy totalmente de acuerdo. He tenido un par de sustos en los últimos años. Fui testigo de horribles accidentes en otros jinetes que habrían sido evitables si el jinete se hubiera preocupado menos por su apariencia y más por la seguridad. —Hablas como un nuevo converso. —Lissa lanzó una deslumbrante sonrisa, señal de que estaba a punto de entrar a matar—. La última pregunta, y estoy segura que tus fans se mueren por tener la primicia, directo de la fuente. Has sido recientemente visto con la actriz Ava Cooper. ¿Está el amor en el aire? —Como mi hermano Ben ha estado recordándome, un caballero no va por ahí contándolo. Ella se rio de manera provocativa. —¿Puedes al menos decir si existe la posibilidad de que veamos a la señorita Cooper animándote desde las gradas en los futuros eventos de la PBR? La misma posibilidad de hallar una bola de nieve en el infierno porque soy un maldito idiota no era una respuesta aprobada por Relaciones Públicas, por lo que logró un seco: —Nunca se sabe quién va a aparecer. 433
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Lissa puso fin a la entrevista. Él escaló las bandas para ver la acción restante, consciente de que las cámaras seguirían sobre sí porque estaba ubicado en primer lugar quedando solo siete jinetes por salir. Bromeó con los chicos mientras esperó para ayudar a su amigo, Dirk, a tirar su cuerda. Otros jinetes parecieron sorprendidos de que se quedara por ahí. Solía suceder que Chase no pasaba mucho tiempo con los jinetes fuera de su círculo de cuatro o cinco ya que había estado muy enfocado en buscar una conejita de hebilla para echarse un polvo después del evento. Conocer a Ryan, incluso por un breve periodo de tiempo, había cambiado a Chase para mejor en muchos sentidos. Dirk fue el siguiente. Chase sostuvo tensa la cuerda del toro mientras Dirk empolvaba su guante con magnesio y pez. Tan pronto como Dirk tuvo listo su agarre, Chase y otro jinete llamado Reese mantuvieron a Dirk sentado derecho sobre el toro sosteniéndolo de su chaleco. Dirk gritó, —¡Fuera! —y la puerta se abrió. Todo salió mal desde el momento que el toro salió de la rampa. Su enorme parte trasera chocó contra la barricada, mandando de lado a Dirk de inmediato. Dirk empezó a enderezarse en el rápido corcoveo siguiente, pero la cabeza del toro se irguió al mismo tiempo que el cuerpo de Dirk rebotaba hacia adelante. El lado de su cara conectó con el cráneo del toro, dejándolo completamente noqueado. Pero su mano seguía enganchada de la cuerda. Chase miró con horror cómo el cuerpo inerte de Dirk colgaba y era sacudido, su rostro ensangrentado golpeando continuamente el costado del toro. Su cara estuvo a punto de ser perforada por el cuerno dos veces. Pareció una eternidad antes de que los toreros liberaran la mano de Dirk y lo sacaran del peligro. Pero Dirk no se movía y el equipo de medicina deportiva se apresuró a salir.
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Igual que Ryan. No, maldita sea, esto no estaba sucediendo de nuevo. Por alguna razón, Chase miró hacia arriba y vio las imágenes de la sangrienta y golpeada cara de Dirk mostrándose en las pantallas gigantes. —Malditos buitres. Antes de siquiera pensarlo, Chase saltó de la rampa y corrió por la arena. Los toreros no trataron de detenerlo cuando se puso entre Dirk y la cámara con un gruñido. —Retrocede. —Solo estoy haciendo mi trabajo, hombre. Muévete. —No. —Muévete. —Oblígame. El camarógrafo esquivó y zigzagueó. Lo mismo hizo Chase. Chase se pegó a él, así que lo único que la cámara recogió fue un extremo acercamiento del chaleco de Chase. Lo que obligó al camarógrafo a retroceder lentamente, que era exactamente lo que Chase quería. —Déjame hacer mi trabajo. —Filma otra cosa porque no lograrás acercarte a él. Romperé esa cámara en mil pedazos y la tiraré a ella y a ti al suelo. —Voy a hacerte suspender por esto. —Y yo veré que tú seas multado por la explotación de imágenes de un trauma en la cabeza. Pero no tendrías tantas de esas imágenes para salpicar la gran pantalla si la PBR se adelantara y ordenara a todos los jinetes usar cascos de seguridad.
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El camarógrafo dejó de intentar eludir a Chase y mantuvo la cámara apuntada hacia él. —¿Tiene que morir un jinete de la PBR a causa de lesiones en la cabeza en cámara, mostrando todos los detalles sangrientos, antes de que se apliquen los cambios? ¿No hemos aprendido después de lo ocurrido en Lane Frost? Los chalecos de protección fueron de uso obligatorio para los jinetes de toros solo después de la conmoción de su muerte. Me enferma pensar que otro jinete tendrá que morir antes de que empecemos a proteger sus cabezas tan bien como sus corazones. —¿Dirk es amigo tuyo? —Esto no se trata solo de Dirk. Se trata de todos los jinetes de toros en todas las organizaciones de rodeo profesional. Hace unas semanas el mundo perdió a un joven prometedor, un amigo mío, porque no llevaba casco. Y ahora él… —Chase apartó la mirada, luchando contra el quiebre de su voz y reprimiendo lágrimas de ira—. Él está muerto. ¿Habría hecho la diferencia un casco? Sin duda. Pero nadie lo obligó a llevarlo, así que no lo hizo. Pero seguro que tenía el chaleco puesto. No hizo una maldita cosa por salvar su cabeza. La camilla estaba en el aire y el equipo médico se movió de prisa ante los dispersos aplausos. Chase corrió tras ellos, haciendo caso omiso de los gritos del camarógrafo. Una vez que llegaron a las entrañas de la arena donde no se permitían cámaras, Chase se tragó el nudo de miedo. —¿Qué tan malo? —Conmoción cerebral. Nariz rota. Posiblemente un pómulo roto. Sabrán más después de que sea admitido y le hagan exámenes. Se elevó la puerta de un garaje y retrocedió una ambulancia. Chase obligó a sus pies a moverse mientras se dirigía a su camioneta. Lo último que quería hacer era lidiar con otros jinetes y los oficiales de la PBR sobre su improvisado discurso. Había buenas posibilidades de que hubiera salido por la emisión de televisión. Pero un montón de
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gente lo había visto en vivo. Y no sería la primera vez que sus actos terminaran en You Tube por cortesía de los aparatos de video personales. Eso le hizo pensar en Ava. Todo le hacía pensar en ella. Cristo, echaba de menos a esa mujer. Odiaba la forma en que terminó. Tan abruptamente. Con tanta rabia. Con tal sentimiento de traición. A pesar de que ella había tratado de explicar, él había estado demasiado furioso para escuchar sus excusas. Horas más tarde, Chase dejó el hospital y se subió a su camioneta. Con todo lo que había pasado, no había revisado su teléfono desde antes del evento. No había mensajes o llamadas de Ava. Dos de Elroy. Cuatro de Ben. Eso le aceleró el pulso. Ben nunca dejaba un mensaje y había dejado… ¿cuatro? ¿Desde las siete de esta noche? Medianoche en Wyoming. Llamó de todos modos. Ben contestó al segundo timbrazo. —Hola hermanito. Gracias por devolverme la llamada. —Sé que es tarde… —Imaginé que lo sería, con tu amigo Dirk siendo pisoteado y tu discurso en la televisión. —Mierda. ¿No se fueron a comerciales? —Nop. Pero no te estoy llamando para tomarte el pelo por eso. Ha surgido algo y tienes que venir a casa de inmediato. Se le cayó el corazón a los pies. —¿Qué pasó? ¿Es papá? ¿O mamá? Ben suspiró. —Ambos. Me pidieron que te llamara ya que tú no siempre les devuelves la llamada cuando te dejan un mensaje.
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La culpa le dio una patada en el culo. —Quieren hablar con nosotros. Y se han negado a discutir de qué se trata hasta que estemos todos en la misma habitación. —Eso es muy misterioso. ¿Qué puede ser tan importante que no lo pueden decir por teléfono? —Sea lo que sea, ocurrió malditamente rápido. Sin aviso ni nada. —¿Entonces no es que tú y Quinn han estado reflexionando durante unos días y sólo decidieron ponerse en contacto conmigo? —No es que Chase los culparía por contenerse porque ellos sabían que él prefería no estar en contacto hasta que un evento de la PBR terminara. —Nop. Mira, todos te vimos esta noche. Cabrona monta. Mereces estar en primer lugar y tienes una buena oportunidad de ganar todo el evento. —Ben hizo una pausa—. Estoy seguro de que mamá y papá entenderán si no puedes venir. ¿Lo que Ben estaba diciendo muy amablemente? Que mamá y papá entenderían porque estaban acostumbrados a que los decepcionara. Después de oír la preocupación en la voz del hermano de Dirk y prometer que llegaría a Wichita lo antes posible, Chase sintió todo el peso de su elección de mantener alejada a su familia en estos últimos años. Si la situación fuera a la inversa, y Dirk estuviera llamando a su familia, ¿quién de su familia subiría al coche y conduciría toda la noche? ¿Quinn? Sí. ¿Ben? Sí. ¿Sus padres? Absolutamente. Y probablemente cualquier otro McKay al que llamara.
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Ellos eran simplemente así. Podrían pelear como perros y gatos, pero cuando llegaba el momento, la familia lo era todo. Y él haría de todo para reclamar su lugar en su familia. —¿Chase? —Estoy aquí. Resolviendo la logística. Si me voy ahora, puedo estar ahí mañana al mediodía. ¿Está bien a esa hora? —¿De verdad no vas a competir en la ronda final y vendrás a casa? —Dijo Ben totalmente asombrado. —Difícil de creer, pero sí. Me he dado cuenta de que hay cosas más importantes que esos ocho segundos que paso arriba de un toro. No seré yo quien le falle a mamá y papá. Ben estaba muy callado. —¿Qué? —Has cambiado. Tengo muchas ganas de verte. Conduce con cuidado. Inmediatamente después de que Chase colgara, llamó a Elroy. —Será mejor que no me estés llamando para sacarte de la cárcel, McKay, —ladró Elroy. —Buenos días a ti también, rayito de sol. Trataré de ser breve. Tengo una emergencia familiar en Wyoming y estoy saliendo en este momento. —Espera un poco. ¿Te vas de Wichita? Chase. ¿Se te escapó el dato de que vas en primer lugar? —No, no se me escapó, créeme. Pero es inevitable. Elroy suspiró. —Estás frente a tu primera victoria de un evento en más de un año. En la primera parada de la gira después de la suspensión. ¿Cómo puedes alejarte de eso?
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—Mi familia me necesita. —Eso nos pone en un aprieto cojonudo, especialmente después de todas las cosas que vomitaste en cámara en vivo esta noche. —No es mi problema. Dije lo que tenía que decir, lo dije en serio y no voy a retractarme. Si la PBR quiere publicar un descargo de responsabilidad, de que hablé en mi propio nombre y no en nombre de la organización, está bien. —¿Estás seguro de que no estás haciendo un movimiento calculado? ¿Saliendo abruptamente para aumentar el alboroto? ¿Y agregarlo a la especulación de que estás involucrado con Ava Cooper ya que no estaba en el evento contigo? Chase contó hasta veinte antes de hablar. —Esa mierda de dar vueltas las cosas para Relaciones Públicas se adapta a tu mente tortuosa, Elroy, no a la mía. Mañana preferiría subir a un toro, ganar el evento y recoger un cheque grande y gordo, a pasar doce horas en mi camioneta conduciendo a casa para hacer frente a problemas familiares. En cuanto a Ava, ella no es un tema de discusión. Nunca. Elroy se echó a reír. —La única vez que en verdad consigues una relación amorosa decente que podría tener buena prensa por los próximos meses, me estás diciendo… ¿no? —Te estoy diciendo un absoluto no. —Chase colgó. Paró en el primer supermercado y se abasteció de bebidas energéticas y semillas de girasol. Cuando vio la bolsa de regaliz rojo automáticamente la echó al montón como siempre lo hacía, dándose cuenta solo cuando llegó a la camioneta que su copiloto que comía el regaliz no estaba allí. Sería un maldito largo viaje sin ella. No, sería una maldita larga vida sin ella.
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CAPÍTULO 31
Chase aparcó en la entrada de Ben a las once a.m. Ace y Deuce lo saludaron meneando las colas, chocando contra sus rodillas esperando a ser acariciados. Ben abrió la puerta y los perros le ganaron la entrada. —El café está listo. —Bien. —Se ajustó el bolso. —Déjame tomar una ducha y podré sentirme casi humano. Solo le quedaban unos vaqueros y una camisa limpios. Tal vez Ben lo dejaría cargar la lavadora un par de veces. La última vez que había lavado ropa estaba con Ava. Durante el viaje había repasado todo lo que quería decirle. Y se lo diría a la cara. En California, dependiendo de lo que saliera de esta reunión familiar. Ben se sentó en el enorme bar, mirando su tazón de café. Chase se sirvió una taza y se reunió con su hermano. —¿Así que honestamente no tienes idea de lo que está pasando? —No. Pero estoy pensando… ¿no apestaría si papá se hubiera enterado que tiene cáncer después de retirarse? —Sí. Mis pensamientos van por ese mismo camino. Bebieron su café en silencio. —Así que tú y Ava Cooper, ¿eh? —Parece imposible ¿no crees?
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—En realidad no. Sabía que estabas frito cuando enumeraste todas las grandes cosas acerca de ella y luego juraste que no ibas a arrastrarla a la cama a la primera oportunidad que tuvieras. Chase alzó la vista. —¿El no tirármela es un indicador de…? —Vamos, hermano, di la palabra. Amor. Estás enamorado de ella. —No es mentira. —¿Ella lo sabe? —Se lo dije. Pero eso fue antes de enojarme y decir unas estupideces de mierda. Luego ella dijo otras estupideces de mierda en respuesta y me marché para reintegrarme a la PBR. —¿Cuánto tiempo hace de esto? —¿Qué día es hoy? —Domingo. —Se fue todo al diablo el martes. Maldición. Parece más que eso. —El tiempo para calmarse raramente es una mala cosa. Cuando Ben se retiró, Chase miró a su alrededor. Fue entonces cuando notó dos cosas en el extremo más alejado del bar. Un látigo de mango corto y un collar con una cadena pegada. ¿Para qué carajo usaba eso Ben? ¿Quería siquiera saberlo? Infierno, por supuesto que quería saber. Así que cuando Ben regresó, Chase dijo, —¿Qué onda con el látigo y el collar? —¿Qué? 442
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Chase señaló. —Esos. ¿Olvidaste guardar tus juguetes de bondage cuando terminaste con ellos? — Ben se quedó muy silencioso—. Vamos, Ben. Estaba bromeando. Él se relajó, —Lo sé. Supongo que es bueno que no haya dejado las amarras de cuero y el set de azotes. Eso sí que habría hecho que me miraras divertido. Chase se lo quedó mirando porque no parecía que Ben estuviera bromeando. ¿Y cómo podía mencionar de un tirón ese tipo de cosas de S&M de todos modos? Los perros ladraron y Quinn entró. —Hola. ¿Están listos? —Tan listos como podemos, teniendo en cuenta que vamos a ciegas. El viaje a la casa de sus padres estuvo lleno de parloteo nervioso. Aparcaron detrás de un Lexus con placas de Dakota del Sur. —Pensé que esto iba a ser una reunión de familia, —dijo Chase. —Lo es. Vamos. Quinn encabezó la marcha hacia la casa del rancho en que habían crecido. Sus padres estaban sentados uno al lado del otro en la mesa del comedor, frente a un tipo que parecía familiar, pero también incómodo. —Hola chicos, —dijo su madre—. Siéntense. ¿Quieren café? Cuando empezó a levantarse, su padre puso la mano sobre la de ella. —Está bien, Vi. Ellos saben dónde está la cafetera. Quinn fue el primero que extendió su mano al hombre. —Quinn McKay. 443
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El hombre se puso de pie. —Gavin Daniels. —Se dieron la mano mientras Ben y Chase se presentaron. Su padre carraspeó. —Yo, nosotros, agradecemos que vinieran. No queríamos ser tan misteriosos, pero esto no es algo que pueda ser dicho por teléfono. —Solo sé sincero con nosotros. ¿Es tu doctor o algo así? —Preguntó Ben—. ¿Vino aquí para ayudarte a dar las malas noticias sobre lo que sea que está mal con alguno de ustedes? —No. No hay nada malo con ninguno de nosotros. Estamos más saludables de lo que hemos estado en mucho tiempo. Esto se trata de él. Chase notó que sus padres todavía estaban tomados de la mano. —Esto va a ser una sorpresa, así que lo voy a decir directamente. Gavin es nuestro hijo. Vuestro hermano. No medio hermano, sino hermano legítimo. Nadie se movió. Nadie pareció respirar dentro del aplastante silencio. —Olvida el maldito café. Saca el whisky, —dijo Ben. Casi como si su padre se lo hubiera esperado, sacó una botella de Jameson y seis vasos de chupito. Y, santa mierda, le sirvió un trago de irlandés a su madre también. Luego le besó la mejilla. —Vi, querida, adelante. Es más tu historia que contar que la mía. —Querrás decir mi secreto que contar. —Su madre, su dulce, práctica, a veces crítica madre, se bebió el whisky sin pestañear—. No voy a alargarlo con detalles. Ustedes chicos nunca conocieron a mi padre, que en paz descanse, y estoy agradecida. Aunque era un hombre de Dios, Elmore Bennett no era un buen hombre. Gobernaba su casa son la biblia en una mano y una vara de nogal en la otra. Me enamoré de vuestro padre cuando tenía quince años. Tenía que verlo a escondidas porque mi padre creía que los
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McKay no eran buenos. Para acortar el cuento, quedé embarazada a los dieciséis. Estaba muerta de miedo de decírselo a mi madre. Pero lo hice, y ella de inmediato fue donde mi padre. Él se enfureció, me llamó por todos los nombres horribles porque la hija de un predicador no debía quedar embarazada, especialmente de un McKay. Juró que estaría eternamente condenada si me quedaba ataba, junto con mi hijo, a esa familia pagana. Para cuidar las apariencias, la suya y la mía, le dijo a todo el mundo que me había enviado a terminar la escuela a la academia cristiana en Colorado, cuando en verdad, me mandó a un hogar de madres solteras. Tengo que admitir que me lavaron el cerebro durante mi estadía allí. Nunca pensé en quedarme con mi bebé. Mi embarazo era un motivo de vergüenza. Se iba el bebé, se iba la vergüenza. —Miró a Gavin suplicante—. Por favor entiende que los tiempos eran diferentes en aquel entonces. Gavin asintió y apuró su trago. —Tuve un niño sano. Luego se lo llevaron a sus padres adoptivos. Nunca supe los detalles de donde acabó. Mis padres nunca hablaron de ello y yo no se lo conté a nadie. —¿Ni siquiera a papá? —Preguntó Quinn. Ella negó con la cabeza. —Cuando regresé a Wyoming, cuatro años después, fue como si Charlie y yo no hubiésemos estado separados. Todavía nos amábamos y nos casamos enseguida. ¿Cómo podía decirle que tenía un hijo de tres años? Yo había tomado la decisión de darle al bebé una vida mejor, no había vuelta atrás. No hice un seguimiento del niño para quitárselo a sus padres adoptivos. Yo nunca podría haber hecho eso… —su voz se quebró. Papá se inclinó y le murmuró algo. Le tomó más o menos un minuto recuperar el control. Chase agarró su trago y su estómago protestó cuando el whisky lo golpeó. —Después de unos años, empezamos a tenerlos a ustedes… Bueno, mi vida estaba ocupada. Bien. Feliz. Nunca olvidé a ese dulce bebé que sostuve en mis brazos durante
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una corta hora. Ni un solo día pasó sin que me preguntara por él. Que rezara porque su vida fuera buena. Que rezara porque fuera amado. Los ojos de Gavin estaban fijos en el vaso que rodaba entre sus dedos. —Así que me quedé muy sorprendida cuando su tía Kimi me enfrentó después de que vuestro abuelo Jed murió. Ella dijo que una noche Jed estaba ido por las medicinas para los dolores y le dijo que mi padre le había contado que yo estaba embarazada. Mi padre se jactó ante Jed que yo había preferido dar al bebé a criarlo en un hogar ateo como el de los McKays. Lo que era una total mentira, pero Jed debe haberlo creído. Después que Kimi me dijo eso, yo finalmente entendí por qué nunca le gusté a Jed y por qué se negó a vivir con nosotros. —¿Tía Kimi nunca le contó al tío Cal? —Preguntó Chase. —No. Pero se lo dijo a tu tía Carolyn. Gavin no dijo nada. —¿Cuándo le dijiste a papá? —Preguntó Ben con suavidad. —Justo después que Quinn y Libby volvieron a juntarse. —Ella miró a Quinn—. El día que me dijiste que dejara de meterme en los asuntos de tu relación y que mi intromisión no era apreciada y no sería tolerada, me di cuenta que había estado actuando igual que mi madre. Me dio vergüenza, las cosas que había dicho, algunas cosas que había hecho, incluyendo el mantener un secreto tan grande de Charlie. —Vi. Cariño. Tranquilízate. Esto no es bueno para tu presión arterial. Ella negó con la cabeza. —Tengo que terminar con esto. Cuando le dije a tu padre lo que me había guardado, estaba muerta de miedo de que dijera que empacara mis cosas. Esperaba su furia y que todo en mi vida y mi matrimonio hubiera acabado, y sabía que me merecía todo lo que me pasara. Pero él no me abandonó. Mi Charlie… me perdonó y… —La fuerte ranchera que Chase había visto llorar quizás media docena de veces en toda su vida se quebró completamente. 446
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¿Lo igualmente sorprendente? Ser testigo del lado amoroso de su padre. Como él automáticamente la tomó entre sus brazos para tranquilizarla. Tal vez era una muestra más del ensimismamiento, el que él nunca hubiera notado su conexión más allá de su rol como padres. Observándolos ahora, vio romance. Vio amor incondicional. Dada la situación, también debía haber un montón de perdón incondicional entre ellos. Eso era lo que Chase quería. Toda una vida con Ava para aprender los entresijos del amor. Estar con ella todos los días para poder enfrentar juntos cualquier imprevisto que la vida les deparara. Y él haría cualquier cosa y de todo para que esto sucediera. Chase se inclinó para acariciar el brazo de su madre, en el momento exacto en que Quinn y Ben también lo hacían. Eso la hizo llorar más fuerte y balbucear. Nadie se dio cuenta de que Gavin había salido hasta después de que ella se calmó. Gavin no había ido muy lejos. Su espalda estaba apoyada contra el poste que soportaba el porche. Miraba a través del campo, con las manos en los bolsillos de sus pantalones de vestir. Habló sin mirarlos. —Lo siento. Debe ser un poco demasiado. Es mucho para digerir. Todavía no estoy convencido de que venir aquí fuera la mejor idea. —Entonces esa es la pregunta ¿no es así? ¿Qué te hizo buscar a tus padres biológicos ahora? —Preguntó Ben. Cuando Gavin los miró, Chase fue golpeado por la familiaridad de las facciones de Gavin. Los mismos ojos azules. Su contextura era muy parecida a la de su padre. Su mentón cuadrado, como el de Quinn. Su boca y su nariz eran de la misma forma que las de Ben. El cabello de Gavin era marrón oscuro como el de su madre, no negro como la mayoría de los McKay. —Fui hijo único, y mi madre me hizo prometer que buscaría a mis padres después de su muerte. —Gavin miró brevemente sus mocasines—. Ella quería que me conectara con mi familia. —Su mirada se movió pasando por Quinn, Ben y Chase—. Contraté un detective privado para que se ocupara de los registros de adopción y localizara el paradero del hombre y la mujer que me entregaron. No le tomó mucho tiempo 447
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encontrarlos ya que estaban en el mismo lugar. Nunca en un millón de años me imaginé que iba a descubrir que mis padres biológicos se casaron y tenían otros tres hijos. —¿Qué edad tienes? —Preguntó Quinn. —Acabo de cumplir cuarenta y uno. —Gavin cruzó los brazos sobre el pecho—. Vivo en Scottdale, Arizona. Soy divorciado y tengo la custodia compartida de mi hija de catorce años, Sierra. Mi padre era un promotor inmobiliario y fui a trabajar con él después de graduarme en la ASU con un título en negocios. Mi madre falleció hace un año. —Odio ser el Sr. Obvio, pero ¿qué pasará ahora? —Preguntó Chase. —No lo sé. Sin ánimo de ofender, esto ha jodido mi cabeza en muchos sentidos. — Gavin expulsó una bocanada de aire—. No me malinterpreten, sus padres parecen buenas personas. —¿Pero? —Preguntó Ben. —Pero eso es todo. Veo las similitudes genéticas con ellos y ustedes, pero no sé qué debería sentir al verlo. ¿Cómo responder a eso? Ben, el pacificador, cambió de tema. Cuando agotaron la conversación sobre las diferencias del clima y las descripciones de trabajo, Chase deseó haber traído afuera la botella de whisky. —Mira, Gavin, ¿quieres venir a mi casa a tomar una cerveza con nosotros? — Preguntó Ben. Gavin pareció luchar con su repuesta, pero negó con la cabeza. —Gracias por la invitación, pero de verdad necesito regresar a mi habitación y terminar un trabajo que traje conmigo. —Entendido. ¿Te veremos mañana?
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—Lo más probable. Gavin tomó su auto y partió. —No sé ustedes, pero yo necesito un maldito trago, —dijo Ben. Chase regresó adentro para decirles a sus padres que se iban. Pero ellos no estaban en el comedor y la puerta de su dormitorio estaba cerrada, así que los dejó solos. Tan pronto como se instalaron en el bar en la casa de Ben, Chase dijo, —Un hermano. Quinn siguió deslizando su posavasos por la barra. —Y que lo digas. Nunca vi venir eso. Ni en un maldito millón de años. Es como, Cristo. Ni siquiera conozco a mamá. No puedo imaginarla simplemente entregando a su bebé a un extraño y seguir con su vida. Chase sabía que Quinn estaba imaginando la vida sin sus niños después que él y Libby intentaron tener un hijo durante tanto tiempo. —¿Pueden siquiera imaginar cómo se siente Gavin? ¿Averiguar que tu madre biológica te abandonó, pero pasó a tener otros tres hijos con el mismo tipo? —Tal vez deberíamos haber revisado para ver si tenía un pie deforme, —bromeó Ben. —¿Qué demonios tiene que ver eso? —Exigió Chase. —Los libros de historia relatan que si el primogénito tenía cualquier tipo de defecto físico, el bebé era abandonado. En aquel entonces, incluso un pie zambo le conseguiría un boleto de ida al bosque. La familia esperaba que el siguiente bebé fuera perfecto. —Eres un maldito morboso —Dijo Chase—. Cristo. Eso ni siquiera es gracioso. ¿A qué vienes con esa mierda? —Trata de leer algo que no sea Hustler alguna vez, —replicó Ben.
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—Chicos, —advirtió Quinn—. Aquí es donde estoy. Se me hace difícil creer que tía Kimi y tía Carolyn no se hayan ido de lengua con tío Cal y tío Carson sobre esto. —No estoy de acuerdo. Sin sonar como una maldita chica, las mujeres guardan secretos de otras mujeres. Especialmente cuando se trata de cosas de familia, —dijo Ben. —¿Creen que vayan a darle al resto de la familia la noticia de su secreto de cuarenta y un años? —Preguntó Quinn. —¿Si depende de mamá y papá? Sí. ¿De Gavin? No. Chase suspiró. —Creen que Gavin… diablos. Suena estúpido. —¿Qué? ¿Si querrá ser parte de nuestra familia? —Terminó Ben. —Sí. —No. Quinn y Chase se miraron entre sí. —¿Por qué no? —¿Fui el único que se dio cuenta de que no parecía feliz? ¿Y eso no tenía absolutamente nada que ver con él viniendo aquí? Es un empresario hecho mierda. —Yo también tuve esa impresión, —admitió Quinn. —Nunca tuvo hermanos. No puedes perder lo que no tienes. Satisfizo su curiosidad, cumplió con su deber a su difunta madre, y seguirá su camino. —¿Estás diciendo que terminó con nosotros? ¿Después de sólo una reunión? Ben pasó otra ronda.
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—Uno de nosotros, o todos nosotros, tratará de construir algo de este encuentro. La comunicación es de ida y vuelta. Será interesante ver si Gavin actúa recíprocamente, o si nos deja afuera de su vida. —Esa es una escena jodidamente triste la que has creado, Ben. —Escena. Lo hizo pensar en Ava, siempre montando una escena. —Lo digo como lo veo, —dijo Ben encogiéndose de hombros. —¿Creen que mamá quiere a toda costa que seamos una gran familia feliz? — Preguntó Quinn. —Ella hizo las paces hace mucho tiempo. Creo que le gustaría que nosotros llegáramos a conocerlo y viceversa. Pero no presionará. —Papá podría. Aunque solo sea por ella. —Ben levantó su botella—. Por el lado positivo de hoy. Ni mamá ni papá tienen cáncer. Las botellas tintinearon al chocar. Chase levantó su botella. —Esto es jodidamente cursi, pero tengo que decirlo. Por nosotros. Gavin no sabe lo que se está perdiendo, el tenerlos a ustedes como hermanos. Va a perder si se aleja porque ustedes chicos son los mejores. Ni Quinn ni Ben lo mandaron a la mierda por ser sentimental, probablemente porque Chase nunca lo era. La conversación cambió, pero con el tiempo fluía de vuelta a la sorpresa del día. Chase se cerró cuando Quinn y Ben le hicieron preguntas sobre su futuro con la PBR o sobre Ava. Quinn se fue a casa. Chase se sorprendió de que se hubiera quedado tanto tiempo como lo hizo. Tal vez sus hermanos extrañaban pasar el rato con él.
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Pero la noche sin dormir, el largo viaje conduciendo, y el estrés, lo alcanzaron. No podía mantener los ojos abiertos. Murmuró a Ben algo acerca de buscar su teléfono, se fue tambaleando al cuarto de invitados y colapsó.
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CAPÍTULO 32
—No puedo creer que estés viendo esto, —dijo Hannah—. ¿Por qué te torturas? Ava le disparó a Hannah una mirada maliciosa. —¿Aparte de ver lo bueno que el hombre se ve con chaparreras? —Tonta. Pero en serio ¿Cuál es el punto después del ataque de Chase anoche? Se le apretó el corazón, pensando en cómo Chase había perdido el control anoche en la televisión en vivo. Habría querido saltar por la pantalla y arrastrarlo fuera para consolarlo. Para asegurarle que no todos los accidentes tendrían el mismo final que el de Ryan. Para asegurarle que ella estaría allí para él sin importar nada más. —Sé que puedes oírme, Ava, así que deja de ignorar… —Ssh… Están dando el reporte de lesiones de Dirk. La cámara mostró una entrevista con el jefe del equipo de medicina deportiva. Cuando terminó de detallar las heridas del jinete de toros, el locutor le preguntó su opinión basado en los comentarios de Chase acerca de los cascos de seguridad obligatorios. El médico miró directamente a la cámara y dijo, —Los cascos salvan vidas. Punto. La cámara volvió a los locutores principales. Su animada charla al aire pasó de la clasificación de los jinetes en gira y el emparejamiento con los toros para la ronda final. Cuando la lista de los quince jinetes se desplegó en la pantalla, el nombre de Chase no estaba en ella. —¿Qué diablos? ¿Por qué no está montando? Como si hubieran escuchado su pregunta, la cámara enfocó al locutor más joven. 453
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—Después de estar fuera de gira por dos meses, Chase McKay hizo una reaparición con ganas las últimas dos noches. Así que es una lástima que no esté montando en la ronda final de esta tarde. —¿¡Qué!? —Ava le gritó al televisor. —Esto es sorprendente, ya que estaba en primer lugar, —dijo el otro locutor—. ¿Su retiro se debe a una recaída de su lesión anterior? —No. Entiendo que volvió a su casa por una emergencia familiar. Y le deseamos a él, y a su familia, lo mejor. Ava jadeó. Si eso era verdad, ¿Por qué no había llamado? Adelantó rápidamente todo el programa pero no había ninguna otra noticia. Comenzó a pasearse, enferma de preocupación. Simplemente debería llamar a Chase. Averiguar. Buscó su nombre y lo llamó. Un timbre. Dos timbres. Vamos, vaquero, contesta. Seis timbres. Luego la tiró al buzón de voz. Quizás Chase estaba demasiado ocupado en las cosas de su familia para responder. Tal vez estaba esquivando sus llamadas. Maldición. Necesitaba hablar con alguien que supiera algo. ¿Ginger? No. Por si acaso la emergencia familiar solo afectaba la rama de Chase. Pero Ava también sabía que toda la familia de Chase miraba la PBR, y si no estaban enterados de que había un problema en la familia de Chase, lo sabrían ahora. Quizás la PBR había echado a Chase por su discurso y utilizó a su familia como excusa, lo habían hecho antes con la historia de la lesión. Porque en serio. ¿Chase McKay abandonaría su gran regreso, su oportunidad de ganar un evento, especialmente montando en primer lugar… para lidiar con problemas familiares en Wyoming? El antiguo chico malo Chase McKay podría haber mandado a volar a su familia por ocho segundos de gloria, pero el Chase McKay que ella conocía había cambiado.
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Y eso era todo. Tenía que averiguarlo. Buscó entre su lista de contactos. Dios, tenía que eliminar como a las tres cuartas partes de estos nombres. Bingo. Había guardado su número. Pulsó llamar y volvió a pasearse hasta que él respondió. —Soy Ava. Chase despertó completamente desorientado. No se sentía como una mierda de perro recalentada, así que anoche no había estado bebiendo. Se sentó y miró alrededor. Claro. Había colapsado en el dormitorio de huéspedes de Ben. Entrecerró los ojos ante el sol que entraba por la ventana. ¿Era realmente tan tarde? Buscó su teléfono sobre la mesita de noche, solo para recordar que lo había dejado en casa de sus padres. Se fue tambaleando a la cocina. —Me alegra que puedas reunirte conmigo al despuntar las cinco de la tarde, —dijo Ben con picardía. —Dame un respiro. Sólo había dormido unas dos horas fuera de las cuarenta y ocho antes de caer en estado de coma. —Estás a tiempo para ir a cenar donde mamá y papá con Gavin. Supongo que se irá mañana temprano. Chase se rascó la cabeza. Su cabello necesitaba un maldito recorte. Se había acostumbrado tanto a llevarlo corto que se preguntó si alguna vez volvería al pelo más largo. Especialmente al recordar lo bien que se sentían las manos de Ava en su cabeza. Ava. La necesitaba. La amaba. Tenía que hacer esto bien con ella. Pero no podía hacerlo desde aquí. Naturalmente, cuando encontró su teléfono estaba completamente muerto.
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La cena fue tensa. Adam y Amelia hicieron entretenida la hora de comer hasta que ambos comenzaron a chillar y Quinn y Libby se los llevaron a casa. Despedirse de Gavin fue incómodo en medio de promesas dichas sin mucha convicción de que se mantendrían en contacto, ¿alguno de ellos lo volvería a ver? Ben suspiró mientras estaban sentados en su camioneta frente a su casa. —Mira, no pienses que soy un cabrón, pero surgió algo y voy a necesitar que te quedes en otra parte esta noche. Eso lo arruinaba. Tenía ganas de pasar el rato con Ben. Jugando billar. Romperse la cabeza acerca de cómo manejar la situación con Ava una vez que llegara a Los Ángeles. —Es más una actitud idiota que cabrona, echarme a la calle a las ocho de la noche de un domingo. —Esperaría que tú hicieras lo mismo por mí si una buena mujer estuviera involucrada. —Probablemente. Es lo mejor de todos modos. Había planeado conducir a Denver en la mañana para coger el vuelo a Los Ángeles, pero si me marcho ahora, tomaré uno antes. —Todavía estás arrastrando el culo, Chase. ¿Por qué no te vas al viejo remolque de Kane y descansas en paz y tranquilidad? Tú sabes que no lo conseguirás en la casa de Quinn y Libby. Sin querer ser un idiota, mamá y papá no te necesitan por ahí esta noche. La casa de Kade. ¿Qué tan difícil sería quedarse donde había conocido a Ava sin ella estuviera allí? Pero no era que tuviera otra opción. —¿Me dejarás por lo menos enchufar mi teléfono por cinco minutos, así puedo chequear mis mensajes? —Por supuesto.
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Chase tenía una buena cantidad de llamadas perdidas, incluyendo una de Ava anoche. Ningún mensaje de voz. Maldición. Se detuvo en la llamada de HeadGame, un fabricante de equipos de seguridad deportivos. Habían llamado solo hacía treinta minutos. Intrigado, mantuvo el teléfono enchufado mientras llamaba al número, esperando recibir una grabación. Pero respondió una persona. —Habla Chase McKay. Recibí un mensaje de este número esta noche. —Escuchó—. Sí señor. Suena bien. La verdad es que planeaba estar en California mañana. Seguro. Lo llamaré en los próximos días después de resolver mi agenda. El evento en Salinas comienza el viernes. Después de dar a conocer mi opinión a través de los medios de comunicación… no estoy seguro de si me dejarán competir. —Chase se echó a reír—. Ni idea. Estoy postergando las llamadas a mi representante en la PBR hasta mañana. Bien. Gracias. Hablamos pronto. —¿Qué diablos fue eso? —Preguntó Ben. Chase desenchufó el cargador. —Una compañía que se especializa en cascos deportivos quiere reunirse conmigo para convertirme en un portavoz. Lo que podría ser genial, ya que he estado pensando en dar un buen uso a mi… celebridad, por falta de un término mejor. Abogar por la seguridad en las montas de toros. Algunos de los jinetes más viejos no cambiarán nunca. Pero si puedo conectar con los chicos más jóvenes, los de la secundaria, o incluso con los chicos de la preparatoria que sueñan con montar toros, acerca de la necesidad de un equipo de seguridad adecuado, tal vez pueda salvar las vidas de algunos chicos. Salvar a algunos padres de lo que está pasando Jackie Ackerman. —Eso es ambicioso. Y es estupendo verte… —¿Actuando como un hombre grande? —No, tonto. Es estupendo verte creer en una causa lo suficiente para en verdad hacer algo al respecto. —Gracias. Mejor me voy para que tu amiga misteriosa pueda venir bajo el amparo de la noche. 457
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Ben le dirigió una mirada de suficiencia. —No te pierdas, hermano. —No lo haré, —dijo él, y lo dijo en serio. La mente de Chase volaba mientras se dirigía al remolque de Kade. Primero reservaría un vuelo por internet. No, primero llamaría a Ava. No le daría oportunidad a que hubiera falta de comunicación. Cuando estuvo dentro del silencioso remolque, captó un olor a flores. Pero esta vez no lo atribuyó a productos de limpieza. Esta vez, reconoció el aroma. Ava. Su lado escéptico le advirtió sobre hacerse ilusiones, mientras su lado optimista lo instó a darse prisa de una puta vez. Chase abrió la puerta del dormitorio. Allí estaba, parada en la cama. Igual que antes. Excepto que esta vez no estaba desnuda. Esta vez Ava no parecía querer patearle el culo. Parecía querer besarlo. Chase se subió a la cama y la besó primero. —Dios mío, mujer, dime que no estoy soñando. —No estás soñando. —Por mucho que le esté dando las gracias a mi buena estrella… ¿Por qué estás aquí? —Cuando no oí de qué se trataba la emergencia familiar que te hizo abandonar un evento que estabas ganando, llamé a Ben anoche. Él me dijo que estabas aquí. Así que me subí a un avión en Los Ángeles… ni una palabra sobre el uso del jet familiar… anoche y conduje desde Rapid City. Su artero hermano no esperaba una amiga después de todo. —Te extrañé como un loco. 458
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Ava apoyó su frente contra la de Chase. —Yo también te extrañé. —Lo tiró hacia abajo hasta que se sentaron en la cama—. ¿Qué sucedió con tu familia? —¿La versión corta? De adolescente, mi madre tuvo un bebé con mi padre antes de casarse, y tengo un hermano del que nadie sabía nada. Él apareció de la nada este fin de semana. —Guau. Eso es tema de La‐película‐de‐la‐semana en TV. ¿Cómo lo está tomando tu familia? —Estamos en estado de shock. Este chico Gavin… mi hermano… es bastante hermético. —Entonces hay un parecido de familia, —bromeó ella. Chase sonrió. —Tal vez. —Le besó los nudillos—. Ava, ni siquiera sé por dónde empezar para arreglar lo nuestro de nuevo. —¿Me amas? —Sí. —Empecemos por ahí. —Ella respiró profundo y soltó el aire—. Primero déjame decir que lamento mucho, mucho haberte abofeteado. No hay excusas para mi comportamiento pero no volverá a ocurrir. Lo juro. —Te creo. Lamento haberme marchado del modo en que lo hice. Tuve mucho tiempo para pensar entre Omaha y Wichita. —¿Sobre nosotros? —Eso y otras cosas. —¿Cómo cuáles?
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—Estuve pensando sobre las cuestiones de seguridad y cascos y todo eso desde que Ryan murió. Y después de lo que pasó con Dirk, me di cuenta de que quiero hacer algo más que hablar de eso, quiero actuar a favor de eso. Es una idea borrosa en este momento, pero tengo la oportunidad de hacer la diferencia y voy a tomarla. —La besó solo porque podía, porque ella estaba aquí con él, donde pertenecía—. Basta de hablar de eso. Dime cuánto tiempo estuviste en Los Ángeles, porque Hollywood, estaba partiendo para allá a primera hora de la mañana. —Un par de horas después de que te fuiste, tuve una llamada para un casting para una nueva comedia y volé de regreso a Los Ángeles. Debo confesar y hacerte saber que mi agente me llamó tres veces cuando estuvimos de viaje por la carretera, después de que programó las audiciones. Y cada vez me negué a volver a Los Ángeles a hacer la audición. Yo no sabía que significaba en ese momento, además, no quería dejarte. Pero ahora entiendo que era una señal de que he terminado con la actuación. Tal vez no para siempre, pero sin dudas por ahora. —¿Estás segura? —No. —Ella se echó a reír—. Pero me siento más libre y estoy tomando el riesgo de cambiar el camino de mi carrera. Lo cual suena estúpido. Podría haber salido del camino en cualquier momento. —Los acontecimientos que fuerzan un cambio no siempre son malos, —dijo él en voz baja. —Es cierto. ¿Cuando nos conocimos? De verdad que solo estaba usando mi cámara por diversión. Pero después de que estuvimos viajando un par de semanas, empecé a ver el potencial de contar una historia desde tres ángulos diferentes, desde la perspectiva de tres jinetes en diversas etapas de sus carreras. Empecé a catalogar los segmentos de video y me di cuenta de que había grabado un montón de material. Tengo suficiente como para hacer al menos dos documentales. Uno contigo, uno sin ti. Nunca explotaría la muerte de Ryan. Espero que sepas que no soy tan insensible, ni estoy dispuesta a hacer cualquier cosa, para seguir este nuevo camino. Él le besó los nudillos. 460
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—Lo sé. —Pero si dices que no, Chase, tiraré todo y encontraré algo más en que trabajar. Todavía me gustaría hacer un disco de homenaje para Jackie para que pueda ver la felicidad de Ryan de ser parte del mundo del rodeo. —No te pediría que no lo hicieras. Este proyecto es importante para ti. —La miró directo a los ojos—. ¿Me pedirías que renunciara a montar toros? —No. Me preocupo cada vez que te subes al lomo de un toro, incluso más ahora después de ver lo que pasó con Ryan. Pero es una parte de lo que hace que tú seas tú. Nunca te pediría que renuncies a ello. —He llegado a la misma conclusión. Tienes talento, Ava. El pedacito de película que vi era increíble. Tienes que hacer el documental del modo que te parezca. Si tienes la bendición de Jackie, siendo ella la más afectada por todo esto, entonces cuenta conmigo. Ava cerró brevemente los ojos y musitó, —Gracias. —Con un par de excepciones, —advirtió Chase—. Quiero completo derecho a veto del material personal que utilices sobre nosotros. Ese fue nuestro momento, Ava. Nos enamoramos, y ambos sabemos que tiene mucho que ver con nuestras conversaciones en la carretera, dentro y fuera de cámara. Dado que ambos somos foco de interés público, tenemos que mantener algunas cosas privadas. —Estoy de acuerdo. Lamento que hayas visto ese segmento. Y te juro que no te grabé con una cámara secreta. La dejé ahí y olvidé que estaba encendida. Tenía la intención de borrarlo, pero en mi frenético cambio de archivos terminó en el lugar equivocado. —Es bueno saberlo. Además, si planeas usar el material, tendrás que sacarme como Bill Chase. No sé cuáles serán las repercusiones, en cuanto a cómo reaccionará la PRCA, por no mencionar la PBR. Pero estoy preparado para hacer frente a las consecuencias sin importar qué.
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—Y yo permaneceré a tu lado sin importar lo que pase. —Ava le puso la mano en la mejilla—. Tú sabes eso, ¿verdad? —Ahora lo sé. Mira, voy a montar toros mientras sea capaz. Hay riesgo en eso. Pero también estoy mirando hacia adelante, a lo que haré cuando termine. Tal vez abra una escuela de monta de toros. Escuché que es cálido todo el año en California. Ella apretó sus manos. —Esa es una idea excelente. Si eso no funciona, estoy segura que darás con algo más. —Hasta ese momento, también planeo ser muy activo con los temas de seguridad para los jinetes. Y para recaudar dinero, quiero organizar un rodeo en la ciudad natal de Ryan, en su nombre. Con el permiso de Jackie, desde luego. Los ojos de Ava se llenaron de lágrimas. —Eso es perfecto. —Ava. No tengo mucho que ofrecerte. Estoy seguro que la heredera del conglomerado Cooper podría encontrar un partido mucho más aceptable socialmente que un no muy alto jinete de toros de Wyoming. —Cuando ella comenzó a protestar, Chase puso un dedo sobre sus labios—. ¿Pero los otros hombres? ¿Los del tipo que llevan traje y corbata y zapatos estúpidos? Llegaron demasiado tarde. Tú eres mía ahora, Ava Rose, mía, de principio a fin, y no te dejaré ir. —Pegó sus labios a los de ella en un beso lleno de promesas. Luego se echó hacia atrás y sonrió—. Así que, ¿hablaste en serio acerca de casarte en una isla solo con tu prometido y un predicador? Porque estoy totalmente de acuerdo con esa idea. Tan pronto como sea posible. Diablos, estoy libre el próximo fin de semana. —Alto ahí, si esa es tu manera de pedirme que me case contigo, Chase McKay. —Le golpeó el pecho con el dedo—. Primero que todo, vamos a ir al evento de Dumond Racing con mi familia el próximo fin de semana. —¿Iremos?
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—Sip. —Ava le dio una mirada arrogante—. Ten en cuenta que voy a hacer esta cosa del matrimonio una sola vez en mi vida y espero una verdadera propuesta, con un anillo, tú sobre una rodilla, soltando palabras de amor y ofreciendo flores. —Siempre montando la escena ¿no es así? —Solo porque necesitas mucha ayuda. —Toda una vida de ayuda.
Traducido por GT de MR Editado por Azure Corregido por Paz
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