Lorelei James – Cowboy Casanova Serie Rough Riders 12
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Lorelei James – Cowboy Casanova Serie Rough Riders 12
SINOPSIS: Su toque duro la hace perder el control... En Sundance, Wyoming, no levantas una piedra sin que debajo salga un vaquero McKay, por lo que Ben McKay pasa desapercibido. A excepción de los fines de semana, cuando él es Bennett, un imponente Dom en El Club Rawhide, rodeado por un grupo de sumisas ansiosas por la atención de su largo… látigo. ¿En cuanto a la curvilínea morena que lo está mirando desde el otro lado de la habitación? Él sería capaz de comerse su Stetson si ella es la experimentada Domme que afirma ser. Bennett le ofrece un trato… la dejará llevar la voz cantante durante una noche. Pero a la noche siguiente será capaz de demostrarle lo liberador que puede ser cuando sea él quien tome las riendas. Ainsley Hamilton queda asombrada por lo bien que Bennett puede leer cada oscuro secreto durante ese único explosivo fin de semana, y queda aturdida cuando se enfrentan cara a cara durante sus vidas diarias, él como ranchero y ella como nueva presidente del banco. Ahora Ben la está presionando para que explore su lado sumiso fuera del club, y hay algo en su demandante mirada que hace que sea demasiado fácil dejarlo asumir el mando de sus deseos y de su placer. ¿Podrá Ben ayudar a Ainsley a vencer el miedo de que una relación con oscuros apetitos sexuales no sobreviva a la luz del día?
Advertencia: Este libro contiene mucho sexo pervertido. No, en serio, hay UN MONTÓN de vaqueros con sexo retorcido en esta entrega de Rough Riders. Considérese por advertido.
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AGRADECIMIENTOS Para los lectores que siempre se preguntaban sobre el misterioso Ben... ahora ya sabes.
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CAPÍTULO 01
El sonido del cuero golpeando carne era música para sus oídos. Movió hacia atrás el brazo y quebró su muñeca, el movimiento fluido y familiar. La larga cola de cuero del látigo para toros conectó con el tembloroso lado de la chica y un agudo chasquido hizo eco en respuesta. Ella dejó escapar un gruñido por lo bajo pero permaneció en silencio, mirándolo con sus desafiantes ojos chocolate. Obcecada. Levantó el brazo otra vez. Impartiendo más fuerza detrás del golpe, dejándolo caer en el mismo lugar, un poco más duro. Todo el cuerpo de la mujer se estremeció. —Por el amor de Dios, sal de una puta vez de su alrededor. Tira una maldita soga alrededor de su cuello y haz que se mueva. Ben McKay entrecerró los ojos en dirección a la vaca solitaria, sus pezuñas atascadas en el barro. Suspiró, incitó a su caballo a través del riachuelo y lo detuvo a diez metros delante de la vaca inmóvil. Después de alejar el látigo para el amarre, lo hizo girar en el aire y lo arrojó. El lazo le rodeó el cuello y tiró con fuerza para apretarlo. Había hecho esto tantas veces que no tuvo que incitar a su caballo, Bongo simplemente se movió hacia adelante. La vaca, dada la elección entre estrangularse o moverse, tropezó hacia adelante. El caballo de Quinn se movía impacientemente en lo alto de la colina, mientras su jinete observaba a Ben arrastrar a la vaca por la pendiente. —No entiendo por qué carajo a ella le gusta este maldito riachuelo, —comentó Quinn—. Permanecería allí hasta que se congele. 4
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—Probablemente. —Bongo incrementó el ritmo y Ben condujo a la vaca por el portón. Tan pronto como Quinn le bloqueó su única vía de escape, Ben soltó la soga. Desmontó y se acercó a la vaca lentamente—. Ahora que no se te ocurra ninguna idea para salir corriendo. —Ella permaneció inmóvil mientras le desenroscaba el lazo del cuello. Entonces la abofeteó duro en la cadera y ella se movió pesadamente hacia el resto del ganado. Quinn esperó mientras Ben subía. Emprendieron el camino de regreso, sumiéndose bajo los últimos abrasadores rayos de sol. El caluroso y húmedo verano se había extendido más allá de la primera semana de octubre. Aprovecharían los días templados mientras pudieran porque el invierno en Wyoming parecía durar más de la mitad del maldito año. —¿Entonces, cuáles son tus planes para el fin de semana? —Le preguntó Quinn. —Voy a ir a Gillette. Estaré de regreso a alguna hora del domingo. —Se levantó el sombrero y miró a Quinn—. ¿A menos que Libby y tú necesiten que regrese más temprano para las tareas de la mañana del domingo? —Nah. Podemos manejarlo. ¿Vas a estar por aquí para ver al PBR el domingo a la tarde? Será la última vez que Chase monte en la temporada regular. Se había olvidado de eso. Su hermano menor, un jinete de toros, había sacado la cabeza de su culo y hecho una buena participación en el torneo del PBR los últimos meses. —Sí. Estaré de regreso. —Bien, porque en el último juego de póker nos ofreciste voluntariamente a todos tu casa para que nos juntemos a verlo. Ben detuvo su caballo. —Define todos. —Todos… significa todos nuestros primos McKay.
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—Jesús. ¿Estaba borracho cuando me ofrecí de forma voluntaria? Quinn se rio. —Nop. Estabas lo suficientemente sobrio como para excluir a niños y esposas en la invitación. Además, tienes una TV más grande que cualquiera de nosotros. Y si la persuades a Keely, ella traerá comida. Su prima Keely adoraba unirse a las reuniones de los chicos McKay, dado que ella era la única chica McKay de su generación. —La llamaré cuando esté saliendo de la ciudad. Cuando llegaron a la casa de Quinn, Ben preguntó, —¿Vamos a usar los caballos para algo la próxima semana? —Hay un par de cosas que tenemos que comprobar en el extremo noroeste, y es más fácil llegar a caballo que con el todoterreno. ¿Por qué? —Me gustaría dejar a Bongo aquí hasta entonces. —No hay problema. —Ben desmontó y desenganchó la correa de la cincha—. ¿Hay una mujer en Gillette que has estado manteniendo en secreto? Ben lanzó la silla de montar por encima de la cerca confeccionada con palos. —¿No sería un secreto si te lo dijera ahora, no crees? Quinn dejó caer su silla de montar a la par de la de Ben. —¿Por qué conduces hasta Gillette para echarte un polvo y emborracharte cuando hay un montón de lugares por aquí? Y un montón de mujeres que estarían encantadas de estar en tu cama por más que un fin de semana. Él bufó y quitó la húmeda manta de ensilladura, dejándola caer sobre la cerca. —¿Quién te contó eso? ¿Tell? ¿O Dalton?
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Quinn le lanzó una almohaza. —Ninguno de ellos. Lo escuché de mi mujer. Ben cepillaba a Bongo con largas pasadas. —¿Problemas en el paraíso? ¿Libby estuvo frecuentando el bar de Ziggy otra vez? —Vete a la mierda. No, un par de las maestras nuevas, solteras, le preguntaron por ti. —¿Maestras? Definitivamente no son mi tipo. —¿Por qué no? Palmeó la cruz de Bongo. —Me cuesta mucho creer que una maestra sería una buena alumna. —¿Qué mierda se supone que significa eso? Pensar en voz alta siempre lo metía en problemas. —Nada. Sólo me siento susceptible con todos los condenados integrantes de nuestra familia, incluyendo a tu mujer, pensando que necesito formar una pareja y casarme ahora que Chase y Ava se comprometieron. No todo el mundo quiere estar encadenado a una esposa y niños. —Por la comisura del ojo notó que a Quinn se le ponían los pelos de punta—. Lo siento. Entre nuestros parientes casados mirándome como a un perdedor soltero terminal, y las mujeres solas en los bares locales tirando la caña para pescar a uno de los últimos salvajes McKays, estoy mejor tirando mis redes en Gillette. —Voy a ser honesto, es bueno oír que estás tirándole las redes a las mujeres. —¿Y eso por qué? ¿Te preocupaba que estuviera ansiando secretamente una polla? Quinn negó con la cabeza. —No me importaría una mierda si ese fuera el caso. Pero pasó mucho tiempo desde que te vi tener una cita por lo que no puedes culparme por preguntarte qué clase de mujer está a la altura. 7
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Una mujer obediente. No es que Ben pudiera explicar eso, tampoco. Sonrió. —Una mujer que no esté buscando más que una noche o dos. Su hermano se rió. —El día es un desperdicio. Muévete. Terminaré con esto. —Gracias, hermano. Nos vemos el domingo. Ben se fue a casa. Una ducha y cambiarse de ropa lo pusieron de buen humor y silbaba mientras preparaba el equipaje para el fin de semana. Aseguró la casa y se encaminó al granero para rellenar la comida de los perros y los contenedores del agua. Ace y Deuce le dirigieron análogas miradas siniestras. —Ustedes dos, chuchos, romperían todo si los dejara en la casa. —Acarició sus cabezas—. Sean buenos perros guardianes, ¿de acuerdo? Una hora más tarde, Ben conducía por la calle principal de Gillette y se detuvo en el estacionamiento detrás del Bar Rawhide. Cuando cruzaba por el callejón, la luz del alumbrado de la calle chasqueó y estalló antes de apagarse por completo, dejando la parte frontal a oscuras. La puerta de la izquierda era la entrada de servicio trasera del Bar Rawhide. Pero la puerta ligeramente empotrada de la derecha, era la entrada del Club Rawhide… no es que estuviera señalizada como tal. Se requería un código clave para entrar, un código que cambiaba cada fin de semana. Ben desplegó el mensaje de texto de Cody e ingresó el número, observando cómo la luz verde se encendía. El corto tramo de escaleras terminaba en un amplio descanso. Las noches de los viernes y sábados la puerta estaba dotada de personal de seguridad ya que tanto la seguridad como el anonimato eran de fundamental importancia para los integrantes del Club, Ben quedó asombrado de que la puerta estuviera semiabierta sostenida por un taburete y de poder entrar, sin impedimentos.
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La enorme sala principal, decorada con colores dorados y rojos, se remontaba a los burdeles del Lejano Oeste. Un recargado bar en forma de herradura dominaba todo el rincón de la parte de atrás. Desde el piso al techo de chapa había espejos dorados y estantes de vidrio atiborrados de bebidas. Un considerable fogón de ladrillos y tejas era el protagonista central de la pared opuesta. Varios sofás pasados de moda, de terciopelo, cuero y brocado estaban ubicados en forma de semicírculo delante de éste. Otras sillas y sofás de dos cuerpos separaban el espacio exterior en áreas individuales de asientos. Los biombos también creaban lugares íntimos y escondidos. En la parte trasera más alejada había un pasillo que se dividía en dos lados. El agudo quejido de la aspiradora se detuvo y Sully entró en su campo de visión. —¡Bennett! —Lo atrajo para abrazarlo con un solo brazo—. Es bueno verte. —Lo mismo digo. Estaba comenzando a preguntarme si era el único aquí. —Nah. Cody está limpiando un lío en el pasillo. Murphy está en la puerta de al lado, ocupándose de los números. ¿Quieres una cerveza? —No podría decirte que no. Sully se dirigió detrás del bar. —Ha pasado tiempo. —Lo siento pero no anduve cerca de aquí. —No te preocupes. No pasó nada nuevo en el club. —Sully destapó una botella de Moose Drool. Ben se reacomodó en el banquillo. —¿Y qué tal está el bar? —El bar de al lado siempre está concurrido. —Eso debe hacer muy felices a Cody y Trace. —Bebió un largo sorbo de su cerveza—. ¿Cómo estás tú? 9
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Sully se encogió de hombros y aflojó su corbata. —Nada nuevo. Manteniéndome a flote en mi trabajo habitual. Sirviendo bebidas una noche a la semana en el bar para darle un descanso a Cody. Estuve como supervisor del club la mayoría de los sábados por la noche. —¿Todavía pasando el rato con esa pelirroja de Sheridan? —Las últimas dos veces que la vi no fue en las noches del club. Entra en el bar, bebe un par de appletinis1, conversamos, y se va antes de la hora de cierre. Ben frunció el ceño. —¿Crees que quiere verte fuera del club? —La mayoría de las mujeres que eran miembros del club no frecuentaban el Bar Rawhide. La razón por la que se habían asociado al club era para evitar relaciones efímeras y decepcionantes con hombres medios borrachos después del último aviso de la hora de cierre del bar. Formar parte del Club Rawhide les garantizaba que tendrían sexo, dado que ese era el objetivo del club… proveer un lugar para sexo seguro, consensuado y sin ataduras. —No sé. —Sully apoyó los codos en la barra—. Ella me gusta. El sexo es genial. No es demasiado intensa con toda la cosa D/s, lo que está bien conmigo. La actitud de Sully era toda una sorpresa para Ben. —¿En serio? —En el último par de meses me di cuenta de que si bien disfruto de ciertos aspectos de este club, no es un estilo de vida permanente que fuera a elegir para mí. Sé que Murphy y Layla son felices viviéndolo veinticuatro/siete. Sospecho que Cody y Trace en algún momento encontrarán una sumisa permanente. Nada que yo juzgue. Pero Cristo, Ben, yo no quiero poner un condenado collar de esclava a una mujer. No quiero que se arrodille a mis pies. Todo lo que quiero es una amante con quién vivir una sexualidad de ideas amplias y que me deje llevar la voz cantante cuando estamos ocupándonos de eso. Appletinis: cóctel de vodka con licor y jugo de manzanas.
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Ben apuntó a Sully con su botella de cerveza. —Razón por la cual ambos nos unimos a este club en primer lugar. Ninguno de nosotros estábamos encontrando esa amplitud de ideas en el mundo regular de las citas. —Ni me lo recuerdes. —Necesitas un recordatorio, porque yo recuerdo esos días, fingiendo que un encuentro para una rápida‐follada‐y‐mamada me satisfacían. Estaba jodidamente cansado de sentirme como un pervertido por lo que quería de las mujeres que compartían mi cama. Así que, de la misma manera que comprendo del lugar dónde vienes, tampoco voy a engañarme al creer que alguna vez tendré la suerte de encontrar al tipo de mujer que quiero fuera de un club como éste. Sully silbó. —Esa es una respuesta escabrosa. —Pero no es una respuesta de mierda. Fue… liberador cuando dejé de mentirme acerca de que mi pertenencia en este club era temporal. La astuta mirada de Sully lo inmovilizó en el lugar. —¿Estás buscando una sub permanente también? —Incluso aunque así fuera, dudo que encontraría una. —Esa no es una respuesta. —Dice el abogado, —respondió Ben pronunciando lentamente—. ¿Entonces, por qué no invitaste a salir a la pelirroja? —Por miedo. ¿Y si me entero que es una maestra de jardín de infantes que lee para las personas mayores en su tiempo libre? —Sully dejó caer su voz—. ¿Podría follarla tan duro y rudo como hasta ahora? ¿Y si la atracción sólo funciona en el club? —Te entiendo. Razón por la cual no jugué con ninguna mujer de este club, fuera de él, durante un tiempo. 11
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—¿Un tiempo? —Repitió Sully confuso. —¿Me puedes culpar después de lo que pasó con Zoe? —No. Maldición, me había olvidado de ella. —Ojalá yo hubiese podido, —masculló Ben. Zoe había sido dulce al principio, y él incluso la había llevado a su casa… lo cual fue una rareza. No tardó en descubrir que ella necesitaba mucho más dolor en su juego amoroso de lo que él se encontraba a gusto de impartir. Zoe prefería ser azotada con la vara. No ocasionalmente, sino como un preludio para cada encuentro sexual. Y no quería marcas sólo en su culo, las había demandado sobre sus piernas, brazos y espalda. Cuando Ben se rehusó a azotarla tan severamente, Zoe se puso desagradable, amenazándolo con hablar a los cuatro vientos de los apetitos sexuales de Ben. Ahí fue cuando había descubierto que ella vivía en la misma ciudad natal que él. Ben se asustó por todo el daño que ese tipo de rumores podría hacerle… a un hombre que protegía ferozmente su privacidad, especialmente dentro de su enorme familia y de la conservadora comunidad ranchera. La única forma para abstenerla de soltar el chisme fue bajo amenaza de expulsarla del club. Y afortunadamente, Zoe había estado perdida los últimos meses. Todavía, Ben se preguntaba si el paso en falso que había dado con ella, había sido su culpa. Si él solo hubiera hablado con ella honestamente, ¿habría tenido resultados positivos para ambos? El incidente reforzó la decisión de Ben de mantener separadas las dos mitades de sí mismo: Bennett, el dominante sexual, y Ben, el ranchero despreocupado. Las mujeres que atraían a Bennett nunca encontrarían un lugar permanente en la vida de Ben. Dentro del club él nunca hablaba de cómo era su vida afuera. ¿Una cosa que el incidente no había cambiado? El hecho de que a Ben le gustaba la variedad sexual. Le gustaba consagrar algunas noches a una mujer, averiguar lo que ella necesitaba, dárselo y realzar la experiencia sexual para ambos. Sabía que era por eso que sobresalía en los juegos de dominación: no era pagado de sí mismo. Ni inconmovible. —Tierra para Bennett. ¿Todavía estás conmigo, hombre? 12
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Ben levantó la vista de su cerveza. —Sí. Sólo pensaba. Me preguntaba qué me deparará la noche. —Me alegro que lo preguntes, —dijo Cody detrás de él. Se volvió para enfrentar a su amigo, el dueño del Bar Rawhide. —¿Ya tienes algo planeado para mí? Espero que implique a una ardiente rubia y a un par de esposas. Cody bufó. —Hay una puerta en el piso de arriba que está golpeando, la moldura del piso que se aflojó, y algunas otras cosas que están más allá de mis habilidades para el trabajo manual. —¿Me estuviste reservando trabajos de mierda para que me sintiera útil cuando apareciera? —Joder, no. Todos nosotros sabemos que eres inútil. —Sully y él se rieron cuando Ben les levantó el dedo medio—. Es en serio, podría usar tus habilidades en carpintería. Ben terminó su cerveza. —Hagámoslo antes de que abra el club, para que no sean las molduras del piso la única cosa que logre clavar esta noche.
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CAPÍTULO 02
—¿Cómo se debe ir vestido a un club sexual? —Si yo fuera una sumisa, me pondría cualquier cosa que me ordenen llevar puesta. O más concretamente, evitaría lo que me ordenen no ponerme. Deprimida por sus desatinadas elecciones de vestuario, Ainsley se enfocó en su amiga Layla. —Pero yo no soy una sumisa, ¿así que no se supone que me vista como una puta cabrona Dominatrix? —Bueno, Sra. Hamilton, ¿trajiste una selección de látex y cuero? —¿Qué piensas? —Me escandalizaría si una ejecutiva bancaria admitiera abiertamente que posee ropa fetichista. —Layla sonrió traviesamente—. Además, el Club Rawhide es un club privado, como el Elks Club o el Moose Lodge. Antes de que Ainsley pudiera replicar, Layla se levantó rebotando de la cama e inspeccionó las ropas que colgaban en el diminuto armario del cuarto de hotel. —¿No tienes un corsé? Ella dudaba que una faja ayudara. —No. Layla rebuscó dentro de su diminuta maleta y descartó las piezas de lencería. —Tengo exactamente lo que necesitas ponerte para estar apropiadamente vestida. — Lanzó sobre su hombro un sujetador con push‐up a lunares rojo y negro, a continuación
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una tanga haciendo juego, seguido por una bata negra de encaje y un kimono de raso rojo. —¿No es demasiado obvio que estoy a la caza de un poco de sexo si llego lo más
campante vistiendo con mi ropa interior? —Amiga, ¿qué parte de lucir sexy para conseguir sexo caliente no entendiste? Es por eso que existe este club. —Así que es un club sexual. —Síp. Ainsley gruñó y se desplomó sobre la cama. Tal vez esto era un error. Tal vez debería quedarse en casa y acomodar su estante de condimentos. No. Lo que necesitas es añadirle condimento a tu vida… específicamente a tu vida sexual… y no seguir embotellándolo en tu cocina. Layla saltó sobre la cama al lado de ella. —¿Qué es lo que pasa en realidad? —¿Y si no puedo? Quiero decir, ¿y si Dean tenía razón? —Ruégale a cualquier hombre decente que te ate y te zurre durante el sexo y él saldrá corriendo por la puerta. —Primero, tu exmarido era un cabrón. Te culpaba a ti por sus… eh... limitaciones. — Ainsley se rio por lo bajo—. Mira, cariño, nosotras somos amigas desde hace mucho tiempo. Te conformaste con Dean. Tenías más de treinta, entraste en pánico por estar soltera y sola, y escogiste al primer tipo que no era un tarado total. Tu vida sexual con él era tan previsible como cualquier otra parte de tu vida con él. No fue una buena pareja, más allá del esfuerzo que pusiste para intentar convencerte de otra cosa. —Es verdad. Gracias por alentarme. —El club puede que no sea lo tuyo. Pero no lo sabrás a menos que lo intentes.
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—¿Murphy no tiene problemas con que yo sólo esté observando? —El otro club que había visitado tenía estrictas políticas sobre las expectativas de los invitados. Ella esperaba no sobresalir como alguna ingenua amateur esta noche, aunque técnicamente, lo fuera. Layla sonrió burlonamente. —Manipulé a Murphy. Eres mi amiga de siempre, Ángel, de mis días bancarios. —Su teléfono vibró y ella dijo—, dame un minuto. Los pensamientos de Ainsley vagaron a su fracasado matrimonio mientras miraba fijamente al techo del cuarto de hotel. Durante el primer año de felicidad conyugal, tanto Dean como ella habían sido tan presumidos sosteniendo que la de ellos era una verdadera unión. Ninguno tenía mayor control de índole financiero, emotivo o físico, sobre el otro. Eran iguales. Ambos tenían altos puestos directos en el sector bancario. Compartían los quehaceres de la casa. Se turnaban para cocinar y ocuparse de lavar la ropa. El único cambio durante el segundo año de matrimonio es que la vida sexual se volvió más mecánica. Pero habían hablado de eso, Dean le aseguró que el deseo se desvanecía. Recordándole que esa amistad, compañerismo, abierta comunicación, así como los intereses comunes y las mutuas metas de sus carreras, eran mucho más importantes que el sexo. Durante el tercer año de su matrimonio, lo que Ainsley pensó que había amado de Dean, comenzó a volverla loca. Su insistencia en que todo fuera una decisión conjunta. Desde dónde cenaban, al tipo de vino que bebían, hasta en qué lugar cambiaban el aceite de sus coches. Cuando le pidió su ayuda para escoger un lugar dónde ir de vacaciones en primavera, ella había sugerido que la sorprendiera. Dean había argumentado que las sorpresas no eran divertidas. Ella sostuvo que la meticulosa planificación tampoco lo era. Y fue entonces cuando comenzaron a discutir sobre un montón de otras cosas.
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Ainsley se dio cuenta que mientras apreciaba algunos aspectos de una vida bien organizada, también se estaba perdiendo mucho de ella. La pasión. La excitación. La espontaneidad. Una noche, durante el cuarto año, ella había decidido revivir la vida sexual de la pareja. Se desnudó en la sala de estar delante de la TV, se dejó caer en cuatro y le pidió a Dean que la follara desde atrás. Azorado por la obscenidad de su demanda, Dean se rehusó. Hizo otro intento algunas semanas después, cuando volvían a casa después de una fiesta. Achispada y sintiéndose traviesa, intentó hacerle una mamada a Dean en su Volvo. Azorado otra vez, Dean se rehusó. El mes siguiente su intento de persuadirlo a un sutil bondage de dormitorio usando sus corbatas de Brooks Brothers, produjo el mismo resultado, un enorme y contundente no. De la misma forma que resultó su sugerencia de que la castigara traviesamente, sin ningún motivo, con unos azotes. En ese punto, Dean sugirió que ella necesitaba empezar terapia. En ese punto, Ainsley sugirió que él necesitaba un Viagra. Y así fue como su matrimonio supuestamente perfecto se vino abajo. No sólo porque Ainsley deseaba variedad en el dormitorio, sino porque la forma en que le había expresado sus preocupaciones a su marido… manifestando que él no estaba ocupándose de sus necesidades… había puesto a Dean a la defensiva. Volviéndose cruel. Cortante. Condescendiente. Lo que ella veía como un intento en mejorar la intimidad de su matrimonio, Dean lo veía como su intento de obligarlo a convertirse en un tipo de hombre que no era. Un tipo de hombre que nunca sería. Así que a pesar de todas sus palabras audaces, durante el último año y medio después de su divorcio, Ainsley no había hecho una sola cosa para ocuparse de su sexualidad salvo aumentar su colección de vibradores. 17
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Un tiempo después, una noche con un poco de coraje líquido adicional, le había pedido un consejo a Layla en relación a la forma de encender su vida sexual. Porque la relación de Layla con su amante de toda la vida, Murphy, era verdaderamente depravada… Layla era una sumisa a tiempo completo, y Murphy su Dom. Había sido difícil acomodar su mente en torno al concepto. Layla le cedía voluntariamente el control a Murphy en todos los aspectos de su vida… no sólo sexualmente. Cuando Layla había vivido en Denver, Ainsley había sabido que Murphy trabajaba en un club, pero no en qué clase de club. Y nunca se había imaginado un club sexual, porque no había tenido ni la más remota idea de que un lugar como ese incluso existiera fuera de las novelas de ficción. Pensaba conseguir un real adiestramiento en torno a eso, esta noche. Recogió la atrevida lencería de Layla y se escabulló dentro del cuarto de baño. Se desnudó y fue poniéndose de a una prenda por vez, ignorando el vacío en su estómago. La próxima semana realmente tendría que retomar el gimnasio otra vez. El kimono caía hasta medio muslo cubriendo adecuadamente su culo fláccido. Cinco minutos después de su cumpleaños treinta y siete, su cuerpo había comenzado a decaer como un horrible sofá viejo. No es que ella alguna vez en su vida hubiese tenido un cuerpo tonificado. No es este el momento de repasar los conflictos con tu cuerpo. Piensa sexy, actúa sexy, sé sexy. Una vez que terminó de acomodarse dentro de su vestuario, se recogió el pelo, asegurándolo con una redecilla. Abrió la cremallera de la bolsa y sacó la peluca de poliestireno de la cabeza del maniquí, colocándosela en la suya. Después de aplicar un millón de horquillas en su cuero cabelludo, Ainsley se observó acercándose más al espejo, alisando hebras sueltas con sus dedos. La peluca era lisa hasta los hombros, de hebras negras como el carbón con extremos irregulares color rojo sangre. Era moderna, original y divertida. Nadie pensaría que era su cabello verdadero, ¿pero no era esa la intención esta noche? ¿Verse atrevida y excéntrica? Estaba completamente de incógnito con este disfraz. Dudaba incluso que sus gatos la reconocieran.
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Dos golpecitos en la puerta fueron la única advertencia antes que Layla se metiera en el cuarto. —¿Eres tú… mi Dios, qué carajo es esa cosa en tu cabeza? No era exactamente la reacción que ella había esperado. —Estoy abrazando a mi Sydney Bristow interior. Layla la agarró de la parte superior de sus brazos y la hizo girar lentamente antes de detenerse frente a ella. —¿Entonces? ¿Me veo ridícula? —No. Sólo me sorprendiste. Pero tengo que reconocer que la peluca es perfecta con la ropa que traje. Guau, A, te ves fantástica. —¿En serio? —Palabra de honor. Siempre te ves condenadamente bien arreglada. Me gusta ver este otro lado de ti. —¿Qué otro lado? ¿Más alocado? ¿Más zorra? —Más joven. Más traviesa. Ahora no me mires así. Sé que eres una mujer profesional y todo eso, pero, chica, no hay razón para no mostrar un poco de piel después de cerrar esa bóveda del banco. Tienes uno de esos curvilíneos cuerpos de reloj de arena que vuelve locos a los hombres. —¿Esa frase “figura de reloj de arena” no era un eufemismo para… gorda?— No lo escondas. Osténtalo. Ainsley no era del tipo de ostentar. O tal vez sí lo eres. La edad y el tamaño no son nada más que números. —Salgamos a la pista. El club está a punto de abrir y Murphy se está poniendo todo irascible y amenazante porque no estoy allí. Aquí estaba la ocasión que ella había esperado.
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—Layla, ¿puedo preguntarte algo? —Sí, tengo tiempo para maquillarte antes de que salgamos. —Señaló el asiento del inodoro—. Siéntate. Ainsley cerró los ojos cuando Layla voló sobre ella con cepillos, polvos y delineador de ojos. —Gracias, pero no era eso lo que te quería preguntar. Quiero saber sobre tu relación con Murphy. Él parece terriblemente controlador. —Esa es la definición de un Dominante. Se esforzó por encontrar la forma de preguntar sin disgustar a su amiga pero que a la vez le diera la información que siempre se había sentido intimidada para pedir. —¿A él no le gusta, lastimarte o cualquier cosa si no se sale con la suya, verdad? —¿Me estás preguntando si me golpea si hago algo que lo cabree? —Sí. Layla dibujó una larga y húmeda línea de maquillaje a través de los párpados de Ainsley cerca de la línea de sus pestañas. —No abras los ojos por un minuto. —De acuerdo. —Murphy nunca me levantó la mano estando enojado. Lo haría sentirse muy mal, lastimarme. Pero tienes que entender que el uso de látigos, floggers y otros instrumentos son parte de nuestra vida. Yo le pido que me ate y que deje verdugones y marcas sobre mi piel. —¿Por qué? —El dolor me lleva a un lugar donde puedo realmente olvidarme del control que intenté mantener en todos los aspectos de mi vida desde que era una niña.
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¿Un pequeño dolor realmente podría hacer eso? ¿Hacerla a Ainsley olvidarse de todo? ¿Permitirle vivir exclusivamente ese momento? ¿Sin preocuparse sobre ninguna otra cosa que no fuera cuándo aterrizaría la siguiente bofetada o latigazo? ¿Por qué eso la atraía tanto? ¿Y por qué se sentía tan avergonzada en admitirlo con alguien? Incluso le había hecho creer a Layla que quería explorar sus tendencias dominantes, cuándo la sumisión le interesaba muchísimo más. ¿No es el punto de todo esto descubrir quién eres en realidad? ¿Si eres capaz de dejarte ir? ¿Cómo puedes ser honesta con alguien más cuando todavía te sigues mintiendo? —Pasé por algunas cosas feas en mi pasado, —le dijo Layla suavemente. —Oh, Layla. No lo sabía. Lo siento. —Nadie lo supo porque soy excelente para esconder las cosas. Pero eso me estaba paralizando. Nunca se lo había contado a nadie. Mi manera de tratar con eso fue con un castigo físico. Obligándome a lastimarme tanto por fuera como lo estaba por dentro. Así fue cómo terminé metiéndome en violentos clubes de bondage y permitiendo que cualquier hombre o mujer me utilizara como su poste de flagelación. Pero había llegado al punto donde ya no sentía dolor. Una noche me topé con un Dom que comenzó a golpearme muy severamente y yo no hice nada para detenerlo. Pero Murphy intercedió. Él se convirtió en mi salvador de muchas formas diferentes. Después de limpiarme, me llevó a su casa. Este gran hombre oso era un completo extraño para mí, pero me sentí más segura con él de lo que me había sentido nunca con nadie. Dormí durante veinticuatro horas corridas. Cuando me desperté, él no me permitió levantar mis defensas habituales. Habló conmigo. Me hizo hablar con él. —Las suaves cerdas barrían sobre el pómulo de Ainsley—. Había algo en su voz que me daba coraje, me apaciguaba, me hacía desear complacerlo y a la vez me hacía confiar en él. De cualquier manera, le dije cosas que nunca había compartido con nadie. Cosas que hasta había olvidado. Y después de arrasar con toda una caja de pañuelitos de papel por llorar durante horas, y de sentir a mi garganta en carne viva por hablar durante horas y horas, él me acurrucó dentro de sus brazos y solamente me abrazó. Durante horas. Ainsley contuvo sus preguntas, duro como sonaba todo esto. 21
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—Murphy era un Dom experimentado de más de una década en ese momento. Nunca había considerado una sub a tiempo completo hasta que me conoció. Su hermano Rafe es psicólogo. Después de mi crisis pasé un poco de tiempo hablando con Rafe a solas, y con Murphy. Mientras todas estas cosas de análisis profundo seguían su curso, me enamoré de Murphy. —Se sorbió la nariz—. Completa y absolutamente enamorada del amable gigante que tuvo tal código de honor que ni siquiera me tocó un pelo. —¿Cuánto tiempo había pasado? —Seis meses. Murphy me llevó a clubes donde pude ver otros tipos de juegos. Juegos donde un Dom administraba dolor como un prólogo del placer sexual de la sub. Sin entrar en demasiados detalles, eso me puso caliente. Mojada. Dos cosas que nunca había sentido cuándo el látigo me abría la piel. Cuando vio mi reacción, supo que yo estaba lista para experimentar la diferencia con él. Eso cambió mi vida. Entonces, la esperada respuesta a tu pregunta es no, Murphy nunca me maltrataría. Él me cuida. Me ama. Le damos al otro exactamente lo que el otro necesita. —Se sorbió la nariz otra vez—. Puedes abrir los ojos ahora. —Ainsley miró a Layla—. Sé honesta conmigo. ¿Por qué estás interesada en experimentar algo de esto? Veo una mirada de repulsión en tus ojos, Ainsley. —Es más confusión que repulsión. No entiendo por qué algo de todo esto me atrae tanto. —Apartó la mirada con vergüenza. —Ya está. ¿No fue tan difícil, verdad? —Le preguntó Layla. Sí. —Me siento aliviada de que tu historia tuviera un final feliz. Nunca supe por qué simplemente renunciaste a tu trabajo tan abruptamente. —Tal vez pareció rápido para los de afuera, pero hacía tiempo que las cosas no iban bien en el banco. Estaba más que lista para marcharme y empezar mi vida con Murphy. Nuestra relación puede no verse normal, pero funciona para nosotros. ¿Y qué es normal? ¿Y quién carajo tiene el derecho de definirlo de cualquier manera? —Layla sonrió astutamente—. Y sí, soy feliz. Y quiero que tú seas feliz también. 22
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Ainsley dudaba de que alguna vez encontrara la felicidad con un hombre azotándola de forma regular. ¿Demasiado sentenciosa? Simplemente te asustas de lo desconocido. —Vámonos. Tú conduces. —En la puerta, Layla dijo—, Uuh, me olvidé de una cosa. —Le entregó a Ainsley una muñequera dorada—. Dado que todavía estás en las nubes sobre lo que quieres, al menos trata de actuar de acuerdo a tu vestimenta esta noche. Ainsley entrecerró los ojos a través del parabrisas en dirección al edificio del otro lado de la calle. Había un gigante cartel de madera con la inscripción Bar Rawhide delineado con luces al estilo soga de neón. —Eso sólo es un bar. Layla suspiró. —¿Qué esperabas? —Un cartel de neón zumbando con una flecha indicando el camino a un oscuro y sucio club sexual, escondido en un callejón. Mujeres ligeras de ropa con labios pintados de rojo, fumando cigarrillos y observando a su siguiente conquista sexual mientras el grasiento gorila de la puerta bebe de una petaca. —Lamento decepcionarte, pero el Bar Rawhide ha estado aquí por más de cien años. —¿Tanto tiempo? ¿Cómo es posible? —El Rawhide son dos entidades separadas. La parte del club se remonta a los días en que funcionaba como burdel del otro lado del hotel. Por supuesto, no podían llamarlo burdel, por lo que lo llamaban club de caballeros. Los dueños cargaban a la cuenta una cuota de socio, y el estatuto de la ciudad promocionaba al Rawhide dentro de sus atracciones, lo que todavía hoy está en vigencia. —¿En serio?
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—Sí. Cody y el bisabuelo de Trace fueron los fundadores. Así que cuando los chicos de esta generación decidieron recuperar el aspecto del club de una manera más discreta y exclusiva, todo quedó perfectamente legal porque el estatuto nunca caduca siempre que un miembro de la familia original sea el dueño del edificio y maneje el negocio. —Me preguntaba cómo sobrevivió un lugar como éste en un pueblo tan pequeño como Gillette sin provocar sospechas locales. ¿Entonces ni sus padres ni abuelos manejaron ningún tipo de club en este lugar cuando estuvieron a cargo? —La Gran Depresión les pegó bastante duro. En ese entonces el país estaba en guerra. Creo que tuvieron un club de póker dos veces por semana durante los años de las décadas de los 50s y 60s, complementado con camareras vestidas como conejitas de Playboy. ¿Quién sabe lo que sucedía en los cuartos privados? Convirtieron el hotel lateral en una pensión de mala muerte por las décadas de los 70s y 80s, durante el auge petrolero. Entonces tras la crisis energética, ese lado dejó de ser productivo hasta que los padres de Cody y Trace se jubilaron y se mudaron a Arizona. —¿Y entonces cómo sobrevivió el Bar Rawhide? —Principalmente porque es un bar local normal donde cualquiera puede entrar y pedirse una bebida. La parte del club está completamente separada. Ainsley se colocó el abrigo alrededor de su escasa ropa. —¿Y quiénes constituyen la mayor parte de los miembros? —Algunas personas locales. La mayoría son de afuera. Algunos de otro estado. —¿Cómo hacen los potenciales nuevos miembros para saber de este lugar? —Eso no es fácil dado que los miembros tienen que firmar un montón de papeles y formularios de privacidad. Las recomendaciones a la clientela provienen de los gerentes de clubes como éste en otras partes del país. Algunos miembros le comentan a Murphy sobre alguien que creen que podría ser una buena elección para el club. Entonces Murphy lo investiga. Si tiene suficientes partes interesadas, organizamos una noche de invitados. En los últimos dos años hemos ganado treinta nuevos miembros. 24
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—¿No hay problemas del tipo de un Jim Bob chismeando en el restó del pueblo que vio a Betty Sue siendo follada por un hombre que no era su marido? Layla se rio. —No en los seis años que hemos estado aquí. Pero hay reglas estrictas, porque un lugar como este es muy difícil de encontrar, especialmente en la zona rural de América. Los integrantes son muy protectores de este lugar y de la gente con la que se relacionan aquí. Conozco a varias mujeres que confían en un Dom con un flogger o un látigo, pero que no revelan sus apellidos. Sólo los nombres. Nada de compartir información personal a menos que esté mutuamente acordado. Y sólo entonces si Murphy está al tanto de que van a encontrarse fuera del club. No hay mucha mierda porque todos los integrantes están aquí por la misma cosa. —¿Por cuál? —Sexo con diferentes niveles de perversión. Sexo sin ataduras. Ainsley se encontró con la curiosa mirada de Layla. —¿Qué? —Buen trabajo distraerme y ganar tiempo. Apuesto a que soné como un guía turístico, detallando pormenorizadamente cada cosa y aportando hechos históricos. — Layla adoptó una pose—. Y aquí tenemos un banco de azotes cubierto con el más suave cuero de vaca. Mira las cadenas, forradas con un delicioso cuero Cordovian. Sólo lo mejor en el Club Rawhide. —¿Notaste que las palabras de esa cancioncita de la tele son un poco sucias? — Ainsley cantó a plena voz—. ¡Muévelo, mételo, sácalo… Rawhide!2 Layla gruñó. —Me alegro tanto de que no haya karaoke en este lugar. Ella sonrió burlonamente. Rawhide era una serie de la televisión estadounidense con Eric Fleming y Clint Eastwood como actores principales.
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—Entremos y encontremos a un vaquero para montar hasta curtir nuestros pellejos.
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CAPÍTULO 03 Ben estaba contemplando la elección de subs cuando un destello color rojo le llamó la atención. Giró sobre el taburete de la barra para observar a la sirena del kimono de seda deambulando por el cuarto. Oh, infierno sí, su noche acababa de mejorar multiplicado por diez. Estaba apoyada sobre el borde de su taburete, cada centímetro de ella tan remilgado y decoroso que a Ben le picaban los dedos por desestabilizarla. Después de observarla durante algunos minutos, le preguntó a Murphy, —¿Quién es esa chica caliente vestida de rojo que está con Layla? —Su nombre es Ángel. —Ángel, —hizo rodar el nombre por su lengua. Un nombre perfecto para ella. Sorbiendo su cerveza, se enfocó enteramente en la mujer. Cuerpo exuberante, boca lujuriosa. Sonrisa enorme. Ojos expresivos. Era excepcionalmente sexy en su opinión. ¿Pero por qué mierda la mujer se había puesto una peluca? No una sutil, sino una peluca negra lisamente estilizada, terminando en una franja de pelo teñido de rojo manzana. ¿Estaba intentado parecer peligrosa? ¿Moderna? ¿Atrevida? Sería interesante sonsacarle la verdad. Algunas muy interesantes técnicas para extraer información estallaron dentro de la cabeza de Ben. Ella debió sentir que estaba mirándola fijamente porque se volvió encontrándose de frente con su mirada. Mantuvieron los ojos bloqueados durante varios largos segundos mientras Ben esperaba que la mujer bajara la vista… como estaba acostumbrado. Pero ella le devolvió su intensa mirada de lleno hasta que Layla atrajo su atención.
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Mierda. La falta de interés no era una reacción que Ben despertara usualmente, especialmente no aquí dentro. Y eso lo intrigó como el infierno. Casualmente, le dijo a Murphy, —Preséntamela. Murphy suspiró. —No es para ti. —¿Por qué no? ¿Ya fue escogida por alguien esta noche? —No exactamente. Ben enfrentó a Murphy. —¿Entonces exactamente cuál es el problema? Una taimada sonrisa apareció. —Ella no está aquí como una sub. —¿Es una invitada? —Ben frunció el ceño. —Nop. —¿Está aquí como un entretenimiento especial? —Eso explicaría su extravagante vestimenta. Algunos clubes de las ciudades más grandes tenían noches temáticas donde los integrantes se disfrazaban. Cody y Trace habían insinuado con probarlo en el Rawhide, pero Ben interiormente no creía que eso fuera a funcionar en Gillette, Wyoming. Sin embargo, no había estado por allí para expresar su opinión el mes pasado. —No, —dijo Murphy—. Y tampoco está aquí para atender el bar, ni como mesera, ni para hacer la limpieza. Lo que dejaba una única posibilidad pero Ben no podía envolver su mente alrededor de esa idea.
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—¿Está aquí como una… Domme? —Después de que Murphy asintiera con la cabeza, Ben se quedó con la boca abierta—. De. Ninguna. Jodida. Manera. Una Domme. En el Rawhide. —Eso parece. —¿Y sabes si tiene experiencia como Domme? —Algo. La desafiante mujer bajó la mirada a pesar de todo, y Ben quiso saber, —¿Cuánta experiencia? Esa dura mirada penetró los ojos de Murphy. —Te he dicho tanto como puedo, Bennett… —enfatizó el título oficial que Ben prefería usar en el club—, …el resto tendrás que obtenerlo de ella. Y conoces las reglas dado que hiciste mucho hincapié estableciéndolas, así que muévete con sutileza. No tengo problemas en sacarte de una patada en el culo si piensas que estás por encima de las reglas. Como Amo jefe del club, Murphy protegía meticulosamente a todos los solicitantes. Mantenía al club equiparado en proporciones de Doms y subs. Manejaba al club con mano de hierro y la boca cerrada. Lo que apestaba como la mierda en este momento, porque Ben quería saberlo todo acerca de esta supuesta Domme. Por supuesto que las jodidas reglas se le volverían en contra para morderle el culo la única vez que él necesitaba romper una. Además de la primera regla… todo lo que ocurría en el Club Rawhide era consensuado… y de la segunda… discreción y confidencialidad absoluta entre todos los miembros dentro y fuera el club… había una tercera regla a tener en cuenta… los integrantes que querían jugar públicamente o en privado, decidían sus propios roles dentro del club: Dominantes, sumisos o switch. Cada designación tenía su propio poder y exigía su respeto. Pero entonces también… la cuarta regla… si pagas, juegas… significaba que si ella vino al club durante una noche regular, entonces se suponía que iba a participar. 29
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Oh, infierno, sí. Él podría sacar esa regla completamente de entre manos si fuera necesario. —No me gusta ese brillo en tus ojos, —casi gruñó Murphy. ¿Cómo Murphy podía ver eso? Porque Ben no podía apartar la vista de la intrigante Ángel. Jodidamente caliente. La forma sensual en que se movía dejaba de manifiesto que era una sumisa seduciendo a un Dom, no una confiada Domme tentando a un encantado sumiso. —¿Bennett? —Le advirtió Murphy—. ¿Al menos me estás escuchando? —Síp. —¿Pero? Ben terminó su cerveza. —Quiero jugar con ella. —Habían pasado años desde que había sentido un deseo tan abrumador de poseer a una mujer. De tentarla, complacerla, enseñarle, castigarla… todo al mismo tiempo. —El brazalete dorado que lleva significa que no puedo permitir que ocurra eso. Las coloridas pulseras de caucho servían para diferenciar a los integrantes de acuerdo a sus roles. Las doradas denotaban a un Dominante y se requería una prueba de experiencia previa como tal. Las pulseras plateadas eran para los sumisos. Un brazalete blanco designaba que el miembro era un switch… dispuesto a jugar en cualquier rol. La pulsera negra mostraba que el miembro estaba en una relación de compromiso y fuera de los límites. Sin embargo, cualquier miembro podría solicitar cambiar su rol, después de argumentar sus razones para ello, ya sea con Murphy o Cody, los únicos dos Amos designados oficialmente en el Club Rawhide. —Me doy cuenta de lo que significa esa pulsera, Murph.
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—¿En serio? —Síp. —Ben se deslizó el brazalete por la mano y lo escondió detrás de la parte superior de la barra—. Dame una pulsera blanca. —Mierda, no. Esto es ridículo. Vamos. ¿Qué mierda pasa contigo esta noche? Cody y Sully sintieron la tensión y se unieron a ellos en el bar, flanqueando a Ben a cada lado. Cody habló primero. —¿Problemas? —Sólo que Bennett quiere intercambiar su brazalete, —le informó Murphy. —Cristo, Bennett, ¿estás muy aburrido con la selección de subs esta noche? ¿Estás dispuesto a dejar a uno de estos tipos azotarte y follarte? —Le preguntó Sully con un borde de sarcasmo. —Mierda, no. —Apoyó los codos sobre la barra y ellos lo imitaron para mantener a su conversación en privado—. No necesito señalar a la mujer llevando la pulsera dorada, dado que ella es la única mujer que alguna vez he visto con una pulsera dorada en este establecimiento. Pero tengo mejor criterio que violar las reglas del club o cuestionarle públicamente su derecho a usarla. Así que le pedí a Murphy que aclarara por qué ella mereció ese estatus y él se negó a dar más detalles. Cody disimuladamente disparó una mirada por encima de su hombro. —Estoy de acuerdo con Bennett en esto, Murph. La mujer está fuera de su elemento, y soy capaz de comerme mi maldito vaso de cerveza si ella tiene alguna experiencia real como Domme. —Mejor danos alguna información básica acerca de ella, —añadió Sully. El hombre gigante se pasó los dedos a través de su larga barba negra y miró a cada uno de ellos, uno por vez, pero se dirigió a Ben.
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—Te lo dije. Ángel es una amiga de Layla. Está aquí para ver si este tipo de club es lo de ella. —¿Estuvo alguna vez en otros clubes como este? —Según Layla, sí. —Si ese es el caso, entonces ¿dónde tuvo experiencia anteriormente como Domme? Murphy suspiró. —Discutí con Layla acerca de esto, especialmente después de que me dijo que la única experiencia previa de Ángel como Domme fue en un entorno controlado donde ella… ah… le pagó al tipo para poder estar a cargo. Silencio. —¿Por lo que estás diciéndome que esta mujer se está moviendo despreocupadamente dentro de mi club, esperando recibir la marca dorada de aprobación, porque le pagó a algún tío de un servicio de escoltas masculino para que la dejase mangonearlo durante algunas horas? —Le preguntó Cody de modo tirante. Murphy asintió con la cabeza. —Eso en cuanto a ser el Amo en tu casa. —Se burló Sully entre dientes. —Layla me aseguró que Ángel sólo quería la designación Domme como protección. No tiene intenciones de usarla para más que observar. —Esa es una razón incluso peor para estar aquí. Es una impostora, —expuso Ben—. No va a conseguir tener ninguna idea si realmente puede manejar esto, aunque sólo sea ocasionalmente, si no puede ser honesta consigo misma sobre lo que es. —Por el amor de Dios, se había puesto un puto disfraz para estar en el club—. Les apuesto mil dólares, uno a uno, que es sumisa. Una apuesta que nadie aceptó, porque en seis años, Ben no se había equivocado ni siquiera una vez.
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Cody señaló a Murphy. —Sabes que no le podemos permitir quedarse en el club si no va a jugar. ¿Por qué mierda incluso te comprometiste a romper esa regla? —Sólo puedo decirte que Layla tiene una extraordinaria técnica de distracción y me lo preguntó en un… eh, momento esencial. Sully y Cody sacudieron sus cabezas. —¿Cuántas noches va a estar aquí? —Le preguntó Ben a Murphy. —Dos. ¿Por qué? —Eso será suficiente. Haz que Layla me la presente. —Sólo si le informas a mi pequeña esclava que manipularme para que admitiera a su amiga en el club como una Domme experimentada le hizo ganarse serias consecuencias. —¿Por qué tengo que decirle eso? —Le preguntó Ben. Murphy hizo un gesto en dirección a Layla. —Porque ella me replicará si lo hago yo. Pero nunca se pondrá bocazas contigo, Bennett. Layla se acercó a la barra. —Un Bombay Sapphire con tónica y una Coca‐Cola cherry. —Sus ojos se ampliaron cuando vio a Ben ajustando una pulsera blanca en su muñeca—. ¿Bennett? ¿Cambiando tu rango? —Sólo por ahora, para poder enmendar tu error. —Invadió su espacio personal y le habló en voz baja—. Estás en grandes problemas, Layla. —¿Pero por qué…? —No finjas no saber por qué. —La observó dirigir su mirada brevemente hacia la mesa de Ángel. Entonces dejó caer la vista sobre sus manos—. Lo siento, Señor. 33
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—Convencerás a Ángel para jugar conmigo. —Ben refrenó una sonrisa cuando la oyó mascullar, —Mierda. Ella está jodida. —No tan jodida como tú, mi pequeña, — le advirtió Murphy—. Harás cualquier cosa que te exija Bennett para asegurarnos que tu inexperta amiga no termine en una situación que se nos vaya de las manos. —Simplemente debería haberle dado una maldita pulsera negra. —Murmuró ella. —¿Perdón? —Chasqueó Murphy. —Nada, Señor. —Murphy decidirá tu castigo por tu coerción para que tu amiga fuera admitida en este club privado bajo falsas pretensiones, —le dijo Ben. Layla le disparó a Murphy una mirada contrita y él bufó. —Los ojitos de cachorro no van a sacarte de apuros, mujer. —¿Qué tienes planeado para nuestra aspirante a Domme? —Le preguntó Cody a Ben. —Encanto, tentación, seducción… convencerla para que me permita ser su sumiso esta noche. —Levantó una ceja en dirección a Layla para que ponga su culo en movimiento. —Poniendo su plan en marcha ahora mismo, Señor. —Levantó las bebidas y se alejó indignada. —Mejor voy a pedirles ayuda a Trace y Riley para organizar la noche, —dijo Sully, alejándose del bar. —Asegúrate de reservar el cuarto número cuatro para mí, —le pidió Ben. —Hecho. —Sully desapareció por la puerta lateral. Cody se rio. 34
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—Tramposo hijo de puta. Escogiste un cuarto sin vistas. ¿No quieres que nadie de tus seguidores del club de fans vea al todopoderoso Bennett a los pies de una mujer? Ben le ofreció otra abierta sonrisa arrogante. —No te equivoques. Ella podría pensar que está dando las órdenes, pero te garantizo que yo estaré a cargo. La primera cosa que notó Ainsley cuando Layla regresó, fue su expresión tensa. —¿Está todo bien? Parecías un poco tensa en el bar. —Así es. —Layla se hundió en su asiento—. ¿Ves al tipo en cueros de pelo trigueño? Ainsley asintió con la cabeza. —Ese es Cody. El dueño del bar. Me estuvo preguntando por ti. Su mano se congeló arriba de su bebida. —¿Sí? ¿Por qué? —Bueno, no pasas exactamente desapercibida con esa peluca. Y llevas una pulsera de oro. Así que me preguntó si eres lesbiana. Se atragantó con su ginebra. —¿Por qué pensaría eso? —Históricamente en este club, los brazaletes dorados los usan los hombres, porque el noventa y nueve punto nueve por ciento de los sumisos son mujeres. Cody se preguntó si estabas aquí para realizar alguna escena pública con otra mujer. —¿Qué? —Él y los otros tipos… Doms… quisieron saber si tenías en mente una hora específica para esa función para poder observar. 35
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—Pero… No soy… yo… no puedo… no me gustan… Layla se inclinó más cerca. —Ya lo sé. Así que intenté salvar tu culo de, eh, tener a una mujer dispuesta a caer sobre ti en público delante de unas dos docenas de tipos cachondos, y les dije que eres quisquillosa. Demasiado quisquillosa de hecho, por lo que podrías no encontrar a un hombre con quién desear jugar en toda la noche. Ella notó que Layla ya no tenía esa presumida expresión de haberlos engañado. —¿Qué más? —Me recordaron la regla del club: si pagas, juegas… independientemente si eres un miembro o un invitado. Sin excepción. —Pero me diste esta pulsera dorada para que quedara en la parte superior de la cadena alimenticia, y no tuviera que jugar. Layla se mordió los labios. —Entonces tendrás que fingir eso, A, ¿sabes cuáles son las consecuencias de que le haya mentido a Murphy intentando meterte debajo de sus narices como una verdadera Domme? —Se estremeció—. No sólo que Murphy estará disgustado conmigo durante semanas, sino que podría estar arriesgando su trabajo. Si piensan que yo, una modesta sub, puede manipularlo para dejar entrar a alguien en el club, entonces no confiarán en su juicio. Ni en el bar, ni en los asuntos del club, ni con los miembros. —Sus ojos brillaban por las lágrimas—. Así que ves la posición en la que estoy. La culpa la golpeó. Nunca había tenido la intención de perjudicar a Layla. —Bueno. Lo haré. Si me dices qué hacer. ¿Cuáles son mis opciones? —¿Ninguna posibilidad de que escojas a una sumisa por simple curiosidad? Ainsley negó con la cabeza. No era algo que estuviera en su lista de apetitos sexuales. Layla echó un vistazo alrededor. 36
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—Pueden aparecer otros miembros, pero si insistes en un hombre, estás jodida. —Por favor no uses esa frase en este contexto, ¿de acuerdo? —Hay sólo un tipo que sé que… um… no es un sumiso pero… um… es switch. —¿Quieres decir que le gustan los hombres y las mujeres? —¿A Bennett? —Bufó Layla—. Dios, no. Él adora a las mujeres con una resuelta intensidad que da un poco de miedo. Es muy codiciado aquí. Y es muy, muy selectivo. —¿Entonces por qué es switch? —Dado que Layla tardó tanto tiempo en responder, Ainsley sospechó que la respuesta de su amiga sería una mentira absoluta. —Algunas veces él sólo quiere sentir dolor. —Layla sacudió ruidosamente el hielo en su vaso de forma distraída antes de encontrarse con la mirada de Ainsley—. Un Dom experimentado es la forma más segura de recibirlo. —Oh. —No era la respuesta que había esperado. Examinó detenidamente a los hombres pasando el rato en el bar. ¿Cuál era Bennett? Su mirada pasó por encima del dueño rubio en cueros, se demoró sobre el tipo alto, oscuro y guapo con un traje de oficina. Probablemente no era él. El hombre enorme con el corte rapado era militar o policía, por lo que lo tachó de la lista también. Reafirmando al de pelo oscuro, con una pecaminosa apariencia de vaquero que ahora estaba mirándola fijamente apretando los músculos de su boca. ¿El hombre fornido que apartó la mirada cuando sus ojos se encontraron accidentalmente? Bingo. Tenía que ser él. —Voy a ponerme mi collar. ¿Quieres que te presente a Bennett ahora? Dame Diez minutos para refrescarme y… —¿Mentalizarte? —Añadió Layla. —Sí.
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—Recuerda dos cosas. Actúa segura, no cabrona. Usa esa cosa del contacto visual de la que hablamos. ¡Y diviértete! Estás viviendo el sueño de cualquier sub, A, consiguiendo dominar a Bennett. Disfrútalo. —Se deslizó del taburete y corrió rápidamente al lado de Murphy. Ainsley no pudo apartar la mirada cuando Murphy enganchó el delgado collar de cuero alrededor del cuello de Layla. Ella mantuvo los ojos bajos y su cabeza arqueada. Experimentó una fuerte sensación de aversión. ¿Cómo era posible que Layla, una mujer segura, dogmática y culta, permitiera ser tratada de una manera tan servil? Ainsley no lo habría notado si se hubiera dejado llevar por la repugnancia. Cuán cariñosamente las grandes manos de Murphy acunaban el rostro de Layla. Su beso insistente. En ese momento, cuando Murphy susurró algo en el oído de Layla y le dejó ver una sonrisa radiante, Ainsley sintió… celos de su obvia conexión. Entonces se sintió ridícula y se dirigió al cuarto de baño. Después de pasearse durante cinco de los diez minutos y de retocarse el maquillaje un par de veces más, Ainsley se calmó. Respiró. Ajustó su áspera peluca. Se veía extraña, pero ese era el punto. Nadie nunca creería que la reticente Ainsley Hamilton tuviera los ovarios para ponerse esta llamativa indumentaria. Levantó la barbilla una muesca y practicó una mirada impasible. Momento de ganar una reputación de rompe‐pelotas. Renovada y lista, salió del cuarto de baño… justo mientras Layla llevaba a Don Absorto Vaquero Caliente a su mesa. Se le revolvió el estómago. Cuando él apuntó su sonrisa de hoyuelos profundos en dirección a ella, tropezó en sus tacones de ocho centímetros, cayendo directamente dentro de sus fuertes brazos. —Vaya. ¿Estás bien?
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Ainsley fulminó con la mirada al piso como si éste fuera el responsable de su paso en falso. Entonces levantó la vista a los ojos más azules que este lado del cielo. Madre Santa. Él era espectacular. No podía esperar para decirle a este hombre exactamente que tenía que hacer con ella. Deslizó la mirada sobre sus labios. Se le ocurrió una idea, o más bien cincuenta, de cómo podría usar él esa bellísima boca. Layla la interrumpió de su contemplación de las habilidades orales del hombre. —Los dejaré para que se presenten mutuamente. Ainsley se subió a un taburete y extendió la mano. —Ain… Ángel. El diablo de cabello oscuro le encerró los dedos, bajó la cabeza y le besó los nudillos. —Un placer, Ángel. Soy Bennett. ¿Te gustaría otra bebida? —No. Gracias. Ella lo miró. Él le devolvió la mirada. Embarazoso. —Antes de que vayamos a la nuestro, ¿puedo sólo decirte que tienes una piel muy bonita? —No contentándose con esa caricia verbal, pasó la áspera punta de un dedo por el interior de su muñeca, debajo de la pulsera hasta la curva de su codo, y volviendo para atrás. La carne de gallina se extendió por todo ese brazo, expandiéndose a través de su hombro. Bennett acumuló puntos con su seductivo toque pero los perdió cuando ella notó su sonrisa burlona. —Entonces, establezcamos los parámetros para el juego de esta noche. —¿Es una negociación? 39
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Los burlones ojos de Ben se volvieron sagaces. —Hablar de las expectativas es una de las reglas del club, de cada club en los que alguna vez estuve. —Posó la mirada sobre su pulsera dorada—. ¿No te has dado cuenta que esto es de verdad? —Por supuesto que sé discutir las reglas del juego. —La mentira le calentó las mejillas. La expresión del hombre no cambió. Siguió observándola—. Deja de clavar los ojos en mí, —le dijo enfadada. Él bajó los ojos murmurando, —Lo siento. Cuando otro largo silencio se extendió, supo que si no tomaba las riendas de esta situación ahora, nunca lo haría. —¿Puedo preguntarte algo, Bennett? —Lo que quieras. —¿Por qué el rol dual de sumiso y dominante? —Para variar, supongo. ¿Y tú? ¿Por qué el rol de dominante? —Algo relacionado con el poder. —Mmm. A ella no le gustó su mmm bastante arrogante. —¿Qué? —Si es ese el caso, me parece extraño que seas una Domme. —Bennett levantó esos imponentes ojos azules a los de ella. El calor y la intensidad se ensamblaron en un golpe tan potente que estuvo a punto de caerse del taburete. Muy fuera de tu elemento, Ainsley.
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—Mira, el verdadero poder en una relación entre dominante y sumiso, le compete al sumiso. Porque el sub cede todo control, depende del Dom asegurarse que todas las necesidades del sumiso se están cumpliendo. Dándole al sub lo que ella… o él… quiere. —¿Qué quieres? Bennett dejó que su mirada se deslizara lentamente hasta su escote, entonces subió hasta su boca. —Quiero complacerte. —¿Algún hombre le había dicho eso alguna vez?— Eso garantizaría mi propio placer. Pero ya que has mencionado mis lados duales, admitiré que no juego como switch muy a menudo. De hecho, soy el único switch aquí en este momento. Así que si quieres jugar esta noche, soy tu única elección. Y qué elección tan excelente. Ella moderó su avidez con un brusco, —Supongo que eso estará bien. —Bien. Pero hay una condición. Piensas estar aquí dos noches por lo que te voy a proponer un trato. —Estoy escuchando. —Dios ella no sólo estaba escuchando. Su profunda e intensa voz era tan hipnótica como sus profundos e intensos ojos. —Si accedo a permitirte ser mi dominante esta noche, entonces quiero que tú accedas a ser mi sumisa mañana por la noche. Oh no. Oh, infierno, no, automáticamente estalló eso en su cerebro. Deja de mentirte a ti misma. ¿No era esto lo que estabas deseando secretamente? ¿Encontrar a un hombre que pudiera ver más allá de tu fachada? Aquí estaba su oportunidad para experimentar ambos roles. Para ver si uno realmente se adecuaba a ella mejor que el otro… o en absoluto. Un fin de semana atípico en su vida. ¿Qué importancia tendría? Probablemente nunca más volverían a verse. —Acepto tus términos.
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Bennett le tomó la mano llevándosela a su boca y besó la parte interior de su muñeca. —Gracias. Quitemos de en medio los límites duros. Ainsley no tenía ni idea de qué significaba eso. —Tú primero. —Ningún otro hombre en el juego. No me beso con hombres, no acepto mamadas de tipos y definitivamente nada de sexo con tíos. No es que tengas posibilidades de conseguir alguna oferta de hombres en este club deseando hacerme algo de eso, de cualquier manera. —¿Alguna otra cosa? Él se rascó la mandíbula. —Me pondría frenético si te calzaras un strap‐on y quisieras metérmelo por el culo. ¡Jesús! Esa posibilidad ni se le había cruzado por la cabeza. Para nada. Ella exhaló un ventoso, —Lo tendré en cuenta. —Gracias. Bennett pareció quedarse esperando que ella siguiera la conversación. —Layla mencionó que eres switch porque ocasionalmente te gusta sentir dolor. Y seré honesta, no me siento cómoda con eso. Él arrastró hacia arriba una oscura ceja. —¿Nunca? Eso parece inusual para una Domme. Error de novata.
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—Nunca, no, pero definitivamente no durante la primera vez que jugamos. Así que si estás buscando a alguien que te atraviese el culo con una vara… no soy tu dominante esta noche. —¿Y qué hay del uso de restricciones? —¿Eso es lo que te gusta, Bennett? —No. Prefiero ser el único que ate. Ahora se le ocurrió una idea. Atarlo a la cama y utilizar su muy exquisito cuerpo como su personal campo de juego sexual. —¿Así que el uso de restricciones es un límite duro contigo? Bennett le disparó una mirada reflexiva. —No, supongo que no. Con la excepción de que hagas un nudo con mis bolas. No estoy en desacuerdo con eso rotundamente. Ella se permitió una sonrisa astuta. —Es bueno saberlo. ¿Algún otro límite duro? —Ainsley rebuscó mentalmente en su memoria escenas específicas de BDSM de los libros que había leído—. ¿Cera caliente? Él negó con la cabeza. —¿Pinzas de pezones? —No son mi cosa favorita, pero tampoco sería un infierno. Piensa. ¿Qué más? —¿Bolas anales? El recelo penetró sus ojos. —De ninguna manera. —¿Hielo, plumas, venda de ojos? 43
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—¿Hielo? Sí. ¿Plumas? Sí. ¿Venda de ojos? —Los fundidos ojos de Bennett asimilaron cada matiz de su rostro—. No. Preferiría no tener una venda en los ojos porque quiero observarte dominarme. Estar a merced de una mujer bella es absoluta y jodidamente caliente. —Sintió una pequeña agitación en su estómago—. Ahora déjame preguntarte algo, Ángel. ¿Cómo te gustaría que me dirigiera a ti? —¿Cómo les pides a tus subs que te llamen? —Bennett. O Señor. —¿No Amo? Él frunció el ceño. —No. Sólo hay dos Amos en el club. Y no creo que me gustaría que me llamaran así. Nunca. —Puedes llamarme Ángel o… —Ama sonaba tan pretencioso como Amo así que dijo—, Señora. —Sí, Señora. Eso funciona para mí. Necesitando un descanso de la tensión sexual que hacía saltar chispas entre ellos, Ainsley volvió su atención hacia el cuarto abarrotado de gente. Había esperado que el club estuviera compuesto por personas jóvenes, delgadas y bellas. Pero los integrantes era una mezcla ecléctica. Aunque parecía que ninguno de ellos se había vestido de incógnito como ella. Una llamativa pelirroja coqueteaba con un tipo de traje y corbata en el bar. Murphy y Layla servían bebidas uno al lado del otro. El dueño se ocupaba de la puerta y Ainsley supo que él era consciente de cada simple cosa que sucedía dentro de este cuarto. Y guau. Se estaban desarrollando algunas situaciones interesantes. La acción detrás de una pantalla privada, la cual no proveía en absoluto demasiada privacidad, captó su atención. El bajo brillo de las luces proyectaba la silueta de una pareja en medio de un encuentro apasionado. La mujer tenía la cabeza arrojada hacia 44
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atrás y se movía lentamente arriba y abajo. Arqueándose cuando el hombre enterró la cara en su pecho. Sus rostros se desdibujaban mientras se besaban. Cuando alejó la mirada de la escena, se dio cuenta de que Bennett la había estado estudiando. —¿Qué? —No me importaría eso. Que me cabalgues lentamente. O rápido. Apuesto a que ese rostro angelical tuyo se ve precioso a la luz de las velas. Ainsley le sostuvo la mirada. —¿Siempre eres así? —¿Así cómo? —Zalamero. Siguió la curva de su mandíbula con el dedo. —No te equivoques, soy un hombre muy rudo. Y si tuviera que aventurar una conjetura, diría que preferirías ver ese lado de mí. —Presionó brevemente el dedo a través de la protesta en sus labios—. Pero no esta noche.
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CAPÍTULO 04 —¿Qué te parece si vamos a las habitaciones de la parte trasera? —Sugirió Bennett. Nada de la tensión sexual entre ellos se había aliviado en los últimos quince minutos mientras observaron varias escenas y terminaron con las negociaciones. Ella estaba de pie, sintiendo mariposas en su estómago. Él invadió su espacio personal hasta que quedaron nariz con nariz, barriga con barriga. —¿Qué te pasa? Ainsley exhaló lentamente, intentando no dejarse atrapar por las profundidades de sus ojos azules. —No estoy familiarizada con la distribución del club así que tendrás que marcar el camino. ¿Eso será un problema? El lento y sensual despliegue de su sonrisa fue digno de contemplar. —Marcar el camino nunca es un problema para mí. —Unió su mano con la suya y se abrió camino a través de la multitud de gente. Ella intentó una especie de desapego clínico mientras observaba a las parejas implicadas en las diversas etapas de los juegos previos. Bailando, besándose apasionadamente, toqueteándose, hola… una mujer estaba de rodillas, las manos atadas detrás de su espalda mientras su compañero retorcía las manos en su pelo y deslizaba la polla adentro y afuera de su boca. Deteniéndose para trazar el contorno de sus labios con la punta, entonces introduciéndola otra vez. Él variaba el ritmo, lo que inducía a la mujer a gemir con desilusión cada vez que se detenía para provocar sus labios. —¿Quieres quedarte y observar esto? —Murmuró Bennett en su oído.
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Sí, por favor. —Ah. No. ¿Por qué? —Porque te detuviste. El calor de su pecho le calentaba la espalda desde la parte superior de su trasero hasta los hombros, y sintió ganas de apoyarse completamente en contra del cuerpo de él. Hazlo. Él es tuyo para ordenarle lo que quieras por esta noche, ¿verdad? En la milésima de segundo que ella apoyó la espalda, las manos de Bennett le rodearon las caderas, empujando sus cuerpos más cerca. —Me gusta cómo te sientes, —murmuró él. A nadie pareció importarle que estuvieran observando la mamada de este tipo. De hecho, otras dos parejas se unieron. Un hombre jugaba con los pechos de su mujer, murmurándole cosas al oído mientras ella se contorsionaba en contra de su ingle. La otra mujer cayó sobre sus rodillas, abriendo de un tirón los vaqueros de su compañero y llevándose codiciosamente la polla dentro de su boca. Ainsley volteó la cabeza ligeramente, aspirando el nítido perfume de la piel de Bennett. —¿Quieres que apostemos sobre quién termina primero? La ahogada risa de Ben bajó vibrando por su cuello. El primer tipo embistió a su polla completamente dentro de la boca de su mujer. Sus ojos se encontraron con los de ella mientras le decía con voz ronca, —Bebé, adoro cómo me haces esto todo el tiempo. De acuerdo. Ainsley podría admitir que esto era muy caliente. Y tal vez observarlo la había excitado un poco. Bennett la alejó suavemente de la escena.
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—Hay más para ver. Vamos. —¿Cómo de grande es este lugar? —No demasiado, comparado con otros clubes. Hay dos habitaciones públicas, además del área principal del bar y del salón, y nueve cuartos privados. En otros clubes, dónde los miembros están muy compenetrados con toda la parafernalia del estilo de vida, la espera para un cuarto público es larga. Aquí, siempre se ocupan primero los cuartos privados. Ainsley tenía un millón de preguntas que no podía formular porque Bennett asumía que ella había estado en lugares como este antes. El pasillo se dividió. Él esperó a que ella escogiera una dirección. No seas un ratón. Sé un… puma. Ainsley miró atrevidamente en dirección a la entrepierna de Ben, entonces levantó la vista a su rostro. —Entonces, Bennett. ¿Te vestiste a la izquierda o a la derecha esta noche?3 Sus ojos azules se calentaron. —A la izquierda. O tal vez fue a la derecha. ¿Te gustaría hacer una doble comprobación? Ella se permitió soltar una risa. —Tal vez más tarde. Por ahora, me quedaré con tu primera respuesta. —Empezó a atravesar el pasillo, pero se detuvo en el primer cuarto abierto. La pelirroja del bar estaba desnuda a excepción de sus zapatos de tacón de aguja plateados de diez centímetros. Estirada sobre un banco acolchado, las sogas asegurándole los brazos, su culo sobresaliendo en el aire, y sus piernas estaban lo Did you dress left or right tonight? No tiene traducción directa al castellano. Es una antigua expresión inglesa usada por los sastres, algo así como “¿De qué lado quiere vestirse el señor?” para saber cómo tenían que confeccionar los pantalones. Era una forma educada de preguntar de qué lado se inclinaba su pene al vestirse. 3
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suficientemente separadas como para que Ainsley pudiera ver la vulva de la mujer. Desde aquí atrás. En vívidos colores. Ella esquivó esa visión. Bennett dio un paso delante, impidiéndole alejarse. —¿Algún problema? —No quise interrumpir. Esto parece eh… privado. —Nop. Es una escena pública. Y acaba de empezar, así que estamos de suerte. —Pero… —No nos niegues esta experiencia, Ángel. —¿Qué va a hacerle a ella? —Zurrarla. —¿Por qué? —Porque es lo que ella quiere. Se le agitó el estómago. Dio un paso más cerca de la escena y Bennett la siguió pisándole los talones. El hombre esgrimiendo la pala era el tipo vestido con un traje de oficina que había visto en el bar. Se había abierto la chaqueta y aflojado la corbata. Había dejado abiertos los dos botones superiores de su camisa blanca y tenía las mangas enrolladas, revelando unos musculosos antebrazos bronceados. La mano izquierda acariciaba las curvas de la mujer, desde sus hombros hasta el trasero, mientras le hablaba en voz baja. Ainsley no podía comprender específicamente las palabras pero la cadencia tenía la obvia intención de tranquilizar a la mujer atada. Entonces el golpe de la pala sobre la piel de la pelirroja, la sobresaltó. Sobresaltó a la pelirroja también, si los temblores en todo su cuerpo y su grito agudo fueran alguna
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indicación. Antes de que pudiera recobrar el aliento, otros dos golpes cayeron sobre cada mejilla. La mujer se sacudió en contra de las restricciones. Mientras más duro ella peleaba, más duro él la zurraba. Le rogaba que se detuviera. Él ni siquiera hizo una pausa. Bennett debió haber percibido su pregunta. —Un supervisor hace una ronda cada diez minutos para asegurarse que las cosas no se les vayan de las manos. —Parece como si ella estuviera sintiendo mucho dolor. —Así es. Pero eso es lo que quiere. —Sus labios cepillaron la parte superior del oído de Aisnley—. ¿Te gustaría eso? ¿Tu hermoso culo desnudo para que todos lo admiren? ¿Permitiéndome acaricialo con mis manos por todas partes antes de zurrarlo? ¿Y pasando mi boca a lo largo y ancho para sentir sobre mi cara el calor después de azotarlo a consciencia con rudeza? —Yo… —Buen Dios, ella ni siquiera podía hablar. —Mírale la cara. ¿Ves cómo cambió? Está confiando en que su compañero la llevará a ese punto donde su cuerpo anhela el contacto de la mano de él sobre su culo. Donde ella sólo siente el calor, el placer, y el cuidado que él está mostrándole, confiando en que le dará la liberación que está construyendo para ella. Mientras Bennett le relataba el sensual paso a paso, Ainsley intercambiaba mentalmente lugares con la mujer restringida en el banco. Su culo resplandeciendo al rojo vivo. Su cabeza dándole vueltas mientras Bennett la besaba locamente, el puño de una mano en su pelo, los dedos de su otra mano empujando adentro y afuera de su sexo caliente y húmedo. Su trémulo y vigoroso orgasmo reverberando en la codiciosa boca de Bennett. Gimió suavemente, intentando alejarse, pero su cara chocó con el caliente cuello de Bennett. Movió sus piernas como intentando esquivarlo, pero él no iba a permitir nada
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de eso. Aplanó la palma de la mano en la parte baja de su vientre, sujetándola en el lugar. —¿Tienes las bragas mojadas? —Murmuró—. ¿Qué harías si deslizara mis manos debajo de tu túnica para averiguarlo? —No lo hagas. Por favor. No aquí. Él respondió con un medio gruñido, —Estoy permitiendo esto solo porque estás a cargo esta noche. —La última cosa que ella sentía correcta en este momento era estar a cargo—. ¿Pero si fuera yo quién estuviera usando esa pulsera dorada? No te daría una elección. —Todo su cuerpo se estremeció. Y él lo supo—. Vamos. Veamos qué más consigue llevarte a un frenesí. — Bennett mantuvo la mano sobre la parte baja de su espalda mientras caminaban a lo largo del pasillo. El siguiente cuarto estaba completamente abierto. Tenía un trono similar a una silla, pero con grilletes en los apoyabrazos y las patas. Además de esa silla había un taburete de cuero y otro banco de azotes. Colgaban restricciones desde arriba. Había ganchos y sistemas de polea empotrados en el techo. Tenía cadenas y sogas unidas a los ganchos y las poleas. Una mujer desnuda, con los ojos vendados estaba atada por un grupo de cadenas, los brazos estirados por encima de su cabeza, una barra mantenía sus piernas separadas. Dos hombres estaban de pie frente a ella, chupando sus pezones. Cada hombre tenía una mano entre sus piernas, uno por delante, el otro por detrás. Los sonidos de necesidad y desesperación se escapaban de su boca a través de la mordaza. —Esta es una de las cosas más extremas que verás. Para esa mujer, cuántos más hombres estén involucrados en la escena, es mejor. —¿Más que dos hombres? —Tartamudeó Ainsley.
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—Síp. La he visto tomar a seis hombres a la vez. —Sus labios le acariciaron la parte inferior de la mandíbula, provocando cosquilleos que bajaron por el lado izquierdo de su cuerpo—. ¿Quieres enterarte cómo funciona eso? —No. Él se rio. —Qué mala mentirosa. Estás intentando explicarte cómo pueden compartirse seis pollas, así que déjame establecerte la escena. Ella tendría una en su coño, una en su culo, una en su boca. Otra le follaría las tetas. ¿Las últimas dos? Una en cada mano. — Hablando de multitareas—. Y ella realmente se correría mientras los tipos se corren a lo largo y ancho de ella. En su cara, en las tetas, en su culo. —Otra vez, Ainsley se quedó sin palabras—. ¿No es lo tuyo? —Le preguntó Bennett suavemente. —¿Terminar recubierta de semen? No. —¿Y tener múltiples compañeros? ¿La idea de dos hombres tocándote, follándote, doblegándote a su voluntad, envía un estremecimiento de deseo bajando por tu espalda? —No. Soy más del tipo mano a mano, creo. Él colocó otro suave beso en la parte interior de su cuello. —Es bueno saberlo. Con Bennett tocándola y besándola, Ainsley se dio cuenta de que no quería observar lo que estaban haciendo las otras parejas, deseaba experimentarlo por sí misma. —Encuentra una habitación. Ahora. —Vamos. —Bennett la condujo por el pasillo y la empujó dentro de una habitación. Dio un portazo y la presionó en contra de la puerta.
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Ella esperaba que la besara con una pasión incontenible. Arrancándole la ropa y tomándola duro y rápido en contra de la puerta. Pero Bennett dio un paso atrás y esperó. ¿Qué cosa? ¿Una invitación por escrito? De acuerdo, ella estaba a cargo de esta situación. Impulsada por las posibilidades llenas de lujuria, trabó la mirada con la de él. —Dime qué quieres que haga, Ángel. Ella no vaciló. —Hazme correr. Rápido. Usa tus dedos, o tu boca, o incluso un vibrador. No me importa pero hazlo ahora. —Quítate la túnica. Sus dedos pelearon con el nudo de la cintura. Entonces Bennett estuvo allí, ocupándose, murmurando, —¿Realmente necesitas esto, verdad? —Sí. —La túnica reptó cayendo de su espalda—. Pensándolo bien, olvida el vibrador. Tengo una colección entera de ellos en casa. Cuando él intentó besarla, ella corrió la cara por lo que la boca conectó con su mejilla. —¿Nada de perder tiempo con besos, eh? —Sus grandes manos le ahuecaron los pechos, entonces él sacudió la bata a un lado y bajó la taza del sostén. Un retumbante ruido reverberó en contra de su pecho cuando se inclinó y chupó al pezón adentro de su caliente boca. Ainsley mantuvo las manos a los lados, perdida en el sedoso tironeo de su boca y los calientes latigazos de su lengua. Se movía impacientemente, sus muslos húmedos rozándose juntos, intentando crear la fricción suficiente para empujarla más allá. Pero no estaba funcionando. Liberó un gemido de frustración.
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Entonces la boca de Bennett estaba en su oído. —No me hagas adivinar, maldita sea. Estás a cargo. Dime lo que quieres que te haga. Ella se estiró a ciegas hasta su mano y la condujo entre sus piernas. —Tócame. Por favor. Ben le dio un tirón al elástico de un lado de su tanga y hundió un dedo dentro de su coño. Luego otro. Empujando adentro y afuera, un complacido gruñido vibró en su oído cuando notó lo mojada que estaba. Ella empujaba la pelvis en dirección a él, pidiendo más. Bennett arrastró besos húmedos por un lado de su cuello. Cualquier atención en su cuello la hacía sacudirse salvajemente. Usó el hombro para obligar a que alejara la boca de su piel. —No te muevas, —siseó él. —No puedo. Tócame el clítoris. Estoy tan cerca. Mascullando otro maleficio, Bennett deslizó los dedos libres y frotó las húmedas puntas sobre su clítoris. Se inclinó hacia atrás y chupó su pezón izquierdo con tal intensidad que ella sintió el mordisco de sus dientes. Eso la hizo perderse. —Sí. ¡Sí! —El clítoris palpitaba debajo de la caricia de sus dedos, estremeciéndole todo el cuerpo. Cuando dejó caer la cabeza hacia atrás, Bennett se enfocó en su cuello y chupó. Su cuerpo entero vibraba como si se hubiera tragado un cable de alta tensión. Él continuó chupando y acariciándola hasta que sus rodillas se fondearon.
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—Te tengo, Ángel. —Presionó la parte inferior de su cuerpo en contra de la puerta, manteniéndola erguida. Cuando intentó apoyar la frente sobre su hombro, ella se retorció para alejarse. —Estoy bien. Intentando recobrar su estabilidad mental, se apartó de él y apreció la habitación privada. El espacio insulso no tenía el aspecto de pertenecer a un club sexual. Bien, dejando de lado la cama gigante. Y el aparato similar a un columpio en el rincón. Y los grilletes colgando del techo. Tal vez su impresión inicial había sido demasiado apresurada. El aire que soplaba desde las rejillas de ventilación le recordó su escaso vestuario. ¿Por qué Bennett no la había encerrado dentro de sus brazos? Porque no se lo pediste. Ni le dijiste que lo hiciera. Estás a cargo, ¿recuerdas? Él sigue tus órdenes. Lo cual planteó la pregunta, ¿y ahora qué? ¿Después de que tan fácilmente, tan rápidamente, tan desenfrenadamente se había desintegrado en sus brazos? Rogándole que tocara su clítoris, para gritar como una loca. Una verdadera Domme no reaccionaría sintiendo vergüenza. Una verdadera Domme probablemente… lo recompensaría por llevarla a un orgasmo. Visualizándose a sí misma como esa mujer rompe‐pelotas se permitió enfrentarlo con una sonrisa sensual. Haciendo rodar su apreciativa mirada por todo el cuerpo del hombre. —Gracias, Bennett. Supongo que necesitaba eso más de lo que era consciente. —Fue un placer, Señora. —¿Sabes qué otra cosa me complacería? Verte completamente desnudo. Desnúdate.
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Un músculo en su mandíbula se retorció y él no hizo ningún movimiento para obedecer. —¿Algún problema? —No. Solo… No hay ningún problema en absoluto. —Su chaleco de cuero fue la primera prenda que se quitó. Seguido por su camisa vaquera. Murmuró algo mientras se quitaba las botas con las puntas de los pies, pero ella estaba demasiado ocupada mirando estúpidamente su cercana desnudez como para prestarle atención. El cielo la ayudara, el hombre tenía uno de esos pechos. Ancho, musculoso, una masculina perfección con solo la cantidad correcta de vellos. Los ojos de Ainsley siguieron ese rastro de vello oscuro que bajaba por su torso hasta la cintura de sus jeans. Lo observó desengancharse el cinturón. Lo observó soltar el botón. Lo observó deslizar la cremallera hacia abajo. Conteniendo el aliento cuando esos Wranglers cayeron sobre la alfombra. Madre santa de todos los santos, el hombre tenía la polla más grande que hubiera visto alguna vez fuera de una porno. Finalmente arriesgó una mirada a su cara. Bennett logró una sonrisa de labios apretados. —¿Te gusta lo que ves? —Estoy un poco asustada por eso, si quieres saber la verdad. —No he recibido muchas quejas. —No, me imagino que no. —Caminó lentamente hacia adelante. Sus ojos enlazados con los de él. Entonces cerró el puño alrededor de su circunferencia y apretó. Él siseó. Ainsley acarició la dura y caliente carne. —Dime lo que te gusta. —Él tomó otro profundo aliento cuando el pulgar de la mujer rozó por debajo de la cabeza de su polla. —Me gusta eso. Pero…
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Su mano no dejaba de moverse, sus ojos nunca vacilaron cuando le preguntó, —¿Pero qué? —Pero preferiría follarte. Preferiría observar cómo te corres otra vez. Algo en su respuesta pareció improvisado. Algo en su mirada con ojos demasiado brillantes le dijo que él no estaba acostumbrado a dejarse manejar. Lo cual tenía sentido, si su razón para cambiar al rol de sumiso era para sentir dolor. Su rol de sumiso de esta noche no era igual las otras veces. Se paró de puntillas y presionó los labios contra los de él. —Tan encantada como estoy por tus sentimientos altruistas, Bennett, no es tu decisión, ¿verdad? Una diminuta llamarada de furia reemplazó el placer en sus ojos. —No. —¿No qué? —No, Señora. —Buena respuesta. —Ainsley inclinó la cabeza para sentir el vello que recubría el pecho masculino rozarle la mejilla. Le acarició con la nariz los músculos pectorales, respirando su aroma caliente y natural. Ben gimió cuando su exploradora boca encontró un pezón. Lamió el disco, humedeciendo el vello alrededor de la punta oculta, usando los dientes para provocar a la diminuta tetilla a la vez que intensificaba las caricias de su mano. —Dios. Maldita sea. —Ella incrementó el ritmo, alternando con caricias más breves y más duras—. Ah, mierda. —Deja de insultarme. —Lo siento pero se siente tan… Mierda, se siente tan jodidamente bueno.
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Ainsley sonrió en contra de su pecho. —Dime qué tan cerca estás. —Vergonzosamente cerca. —¿Por qué estás avergonzado? —Porque mi resistencia es usualmente… Cristo, haz eso otra vez. —¿Esto? —Hizo resbalar el dedo medio entre sus húmedas bolas en una carrera descendente—. ¿O esto? —El pulgar trazó el mojado borde de la cabeza de su polla por encima del punto sensible durante la subida. —Ambos. ¡Dios! Maldición. Chupaba con fuerza su pezón mientras lo masturbaba. —Dime qué quieres, Bennett. —No te detengas. Más rápido. Sí. Justo… así. —Él le apresó la mano maldiciendo hasta por los codos mientras se corría con chorros cortos y calientes. Ainsley observaba a su polla entrar en erupción, sintiendo una embriagadora sensación de triunfo. Triunfo y poder. Y calor. Hacerlo correrse la había excitado otra vez. Entonces la mano de Bennett se curvó alrededor de su mandíbula, empujándole la cabeza hacia atrás. Sus ojos aún estaban nublados por el placer cuando murmuró, —Gracias. Ella apretó juguetonamente a su flácida polla una vez más sólo para ver esa mirada de advertencia fluctuar en sus ojos. —Quédate aquí. Vuelvo enseguida.
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Después de lavarse las manos, ella humedeció una toalla con agua caliente, con la intención de limpiarlo. Pero se lo entregó a él en lugar de eso. Le pareció demasiado íntimo, tocarlo tras haber terminado. Pero se quedó observándolo. Nunca se había imaginado que ver a un hombre tocándose a sí mismo podría ser tan sexy. Ben arrojó a un lado la toalla. —¿Te calentó, hacerme correr? —¿Era tan obvio?— Déjame ocuparme de ti. Déjame hacerte correr otra vez. Esta vez con mi boca. Su coño palpitó con un feliz sí. Había pasado mucho tiempo desde que había visto a alguna lengua en acción. Realmente mucho tiempo. Pero también sabía que Don Encantador y Persuasivo Bennett lucharía por más si ella cediera sin condiciones. —Eres un demonio con lengua de plata4. —¿Eso es un sí? ¿Quieres que te demuestre lo bien que este demonio puede usar su lengua? —Por supuesto que es un sí… tan pronto como vuelvas a vestirte. Eso lo detuvo en seco. —¿Qué? ¿Por qué? —Su boca permaneció fruncida, intentando argumentar. —¿Eso es un problema? —Para nada. —¿Para nada… qué? —Para nada, Señora. Sí, ella estaba disfrutando completamente de esta cosa del poder. silver‐tongued: lengua de plata, pico de oro, elocuente.
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Se sentó en el sillón y lo observó vestirse. Una pena ocultar ese magnífico cuerpo. Sus fluidos movimientos desmentían la inconformidad en sus ojos. Sus botas apenas hacían algún sonido mientras atravesaba el cuarto. Ainsley sintió el corazón en la garganta cuando él cayó sobre sus rodillas. Se miraron uno al otro durante un larguísimo minuto. —Quítate las bragas. Con un rápido, y esperanzadamente sensual movimiento, Ainsley se quitó la tanga. Entonces Bennett cerró los dedos alrededor de sus tobillos justo por encima de sus zapatos. Deslizó las manos hacia arriba de sus espinillas, sobre sus rodillas y subió por el interior de sus muslos. Golpeó ligeramente la parte externa de sus caderas. —Muévete más abajo para que pueda tener alcance en todas partes de ti. Fue entonces cuando entró en pánico, la realidad de su sexo húmedo tan personalmente cerca de la cara de Bennett, así como también sus gordos muslos blancos, su panza redonda y su enorme trasero. Mierda. Tal vez debería insistir en que él apagara las luces. —¿Quieres un paso a paso? La voz de Bennett la sobresaltó. —¿Un qué? —¿Quieres que te cuente acerca de lo mucho que deseo enterrar mi cara en tu coño? ¿De lo perfecto y dulce que sabe? ¿De lo jodidamente caliente que es verte tan mojada? En lugar de ronronear, Oh, sí, puedes continuar hablándome sucio toda la noche, dejó en evidencia su confusión. —¿Por qué querría eso?
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—Es sólo una suposición, porque no me diste ninguna instrucción acerca de lo que quieres que haga. Otro error de novata. Ella le respondió arrogantemente, —Lo que quiero es correrme. ¿Crees que puedes manejar eso? Él hizo un ruido primitivo y bajó la cabeza para besarle la cuesta del hueso púbico. El hombre levantó descaradamente la vista sobre ella en el momento en que su lengua le acarició el clítoris. Con la segunda pasada de su hábil lengua Ainsley abandonó por completo la idea de que ella tenía algún control sobre esta situación en absoluto. Ben deslizó la lengua bajando por la hendidura de su sexo. Rodeando la entrada y hundiéndose rápidamente adentro. Lamida. Chupeteo. Un movimiento ondulante que la hizo jadear. Su cuerpo se retorcía en contra del bombardeo de sensaciones. Las callosas puntas de sus dedos manteniéndola abierta. Su corto cabello rozando el bulto de su barriga. Su malvadamente maravillosa lengua era un recordatorio constante de cuánto le gustaba a ella el sexo oral. No es que alguna vez hubiera experimentado un sexo oral como este. El hombre provocaba y atormentaba. La conducía al punto de detonación, y volvía atrás, solamente porque quería hacerlo. Y entonces la envió a los cielos. Su clítoris pulsó en contra de los chupetones de su boca. Dejó caer la cabeza hacia atrás y se deleitó desvergonzadamente con cada gloriosa contracción. Una vez que la tormenta interior se calmó, intentó rápidamente cubrirse su mitad inferior, pero Bennett no se lo permitió. —No te escondas de mí. Cada parte de ti merece ser adorada. —Le besó las rodillas— . Quiero adorar tu cuerpo con el mío esta noche. Toda la noche. 61
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Ese comentario sonaba mucho más práctico. Llevó las manos a la cara de él para detener a su boca merodeadora. —Alto ahí, boquita dulce. No sé si eso está incluido en nuestro futuro. Bennett pareció estar verdaderamente confundido. —¿Por qué no? —Porque estoy a cargo, ¿recuerdas? —Es cierto. Perdón, Señora. El hombre no tenía la apariencia de sentir ni el más mínimo arrepentimiento. Ainsley se puso de pie y discretamente volvió a acomodarse la tanga. —Mientras considero nuestras opciones, podría disfrutar de un buen trago. —Regresemos al cuarto principal para que podamos hablar. Ella se estremeció cuando sus calientes e insistentes labios siguieron la cuesta de su hombro mientras la ayudaba a ponerse su túnica. Su voz ronca susurrando, —Me gusta cómo te estremeces en mis brazos, —sólo provocó temblores más evidentes. Habían salido del cuarto y llegado al final del pasillo, cuando el dueño gritó, —¡Bennett! Algo está mal con el funcionamiento del sistema de la polea en el cuarto nueve. Necesito tu ayuda. Bennett suspiró. —¿Me encontraré contigo tan pronto como termine con eso, de acuerdo? Ainsley deambuló por el abarrotado cuarto principal, sintiéndose fuera de sitio. Su pequeña cuota de confianza se había evaporado. Demasiada gente rodeándola. Habían 62
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pasado demasiadas cosas en un corto período de tiempo. Necesitaba aclarar su cabeza y no podía hacerlo aquí. Sin saludar a nadie, se esfumó dentro de la noche.
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CAPÍTULO 05 Ben no podía creer que Ángel se hubiera escabullido del club anoche. Sí, créelo. Y no esperes verla esta noche tampoco. Eso sería una mierda. Después de no haberla encontrado esperándolo en el área del bar, buscó por todos los sitios del club entero. Layla le juró no haber visto irse a Ángel. Cuando la presionó para sacarle más información, Murphy intercedió, recordándole las reglas del club. Él había logrado no chasquear, métete en el culo las reglas del club, lo que habría provocado que lo echaran a patadas y lo expulsaran por el fin de semana. Había acunado una cerveza, observando desapasionadamente cómo dos de sus ocasionales compañeras de juego terminaban con Trace y Riley. Entonces se había encaminado a la casa de Cody y había colapsado. Ben suponía que estaba siendo estúpido, descartando a un constante flujo de subs esta noche, mientras esperaba que Ángel apareciera. La mujer lo tenía rotundamente fascinado. Su audacia en mentir acerca de su rol de Domme. La forma en que se le desorbitaron los ojos ante las escenas que había presenciado. Seguido por sus momentos de verdadero comportamiento estilo Domme. La manera en que lo había masturbado haciéndolo limpiarse por sí mismo. Su insistencia en que volviera a vestirse cuando él deseaba follarla tan obviamente. ¿Pero lo que realmente lo hacía deshacerse por ella? Su genuina sorpresa por la forma en que su cuerpo respondía a él. Dejarla creer que había tenido el mando anoche le demostró exactamente lo que él había sospechado: era sumisa hasta la médula. Era un reto. Ben no podía recordar la última vez que se había sentido desafiado por una mujer, dentro o fuera del club. Sus últimas tres compañeras de juego regulares no habían planteado ningún reto. 64
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Zoe había sido una prueba. Ali había estado demasiado ansiosa por complacer, una sub en período de entrenamiento para el estilo de vida. Lorena había necesitado la sumisión como una terapia, habían pasado la mayor parte del tiempo hablando. Él consideraba a sus compañeras ocasionales como una forma divertida de pasar la noche. Un poco de bondage, una pequeña práctica con sus juguetes, una oportunidad de afinar sus habilidades con un látigo, flogger, vara o fusta. Hablando de frialdad. Y cinismo. Ahora recordaba por qué se había mantenido alejado de Rawhide el mes pasado. Necesitaba despojarse de su actitud. Pero si Ángel no aparecía esta noche, él no se quedaría por aquí. Ben miró alrededor del cuarto hacia las mesas de las parejas, algunos ya estaban dentro de un juego de rol, otros todavía negociando. Sully, sin su usual traje de abogado, estaba apoyado contra la pared en modo supervisor. Ni Cody ni Trace andaban por ahí. Gil estaba detrás del bar. Su mirada examinó la multitud. Se congeló cuando divisó a Ángel, observándolo desde una mesa del rincón. ¿Cuánto tiempo había estado allí? Ella lo estudió por varios largos minutos. Entonces se puso de pie, levantándose graciosamente de su silla. Comenzó a atravesar el cuarto. Deteniéndose a medio camino. La distancia entre ellos parecía incrementarse con cada latido del corazón de Ben. Era condenadamente difícil no levantarla en brazos y llevársela de allí, pero esperó a que ella fuera a él. No se molestó en esconder su sonrisa cuando ella enderezó sus hombros, levantó la barbilla y se encaminó hacia adelante. Buena chica. ¿Ves? Eso no fue tan difícil. Ángel se deslizó en el asiento frente al de él. 65
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—Hola, Bennett. —Viniste. —Tranquilo, McKay. —Dije que lo haría. Hace un rato que estoy aquí. Observándote. —¿Viste algo interesante? Ella inclinó la cabeza. —¿Además de la docena de mujeres que se acercó a ti? Estaba esperando que alguna de ellas se dejase caer para lamer tus botas. —No habría importado si alguna lo hubiese hecho. —¿Por qué no? —Porque no estoy interesado en nadie más que tú. La tensión espesó el aire. ¿Cómo era posible que ella fuera más encantadora de lo que recordaba? Se había puesto la peluca otra vez, pero su maquillaje no era tan pesado. Su estructura facial era un diseño de contrastes, anchas líneas angulares que enfatizaban sus delicados rasgos femeninos. Mejillas sonrosadas, grandes ojos avellana enmarcados por largas y oscuras pestañas, una nariz respingona. Se veía suave y angelical, con excepción de su boca. Esos malditos labios carnosos estaban hechos para noches de pecado caliente. —Te escapaste anoche. —Ben colocó la mano sobre la de ella para detener el golpeteo nervioso de sus dedos—. Pero estás aquí ahora y eso es todo lo que importa. —No tengo ni la más remota idea de lo que eso significa. Significa que eres mía esta noche. Ella se retorció como si él hubiera expresado esas palabras en voz alta. Le besó la palma de la mano.
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—Significa que tú y yo estamos a punto de intercambiar pulseras. —Esos fascinantes ojos avellana se ampliaron—. No te muestres tan asombrada. Es por eso que regresaste, ¿verdad? Sentías curiosidad sobre cómo sería conmigo. —Y miedo, —añadió ella suavemente. Él se congeló. —¿Tienes miedo de mí? —Un poquito. Estoy más asustada por cómo reacciono a ti. Eres tan… diferente de cualquier hombre con quien alguna vez estuve. Quiero decir, mírate. —Lo tocó entonces, sin pensarlo. Él estudiaba sus ojos mientras las puntas de los dedos de la mujer exploraban su cara. Rozando suavemente sus pómulos. Delineando su mandíbula desde la parte inferior del lóbulo hasta el hoyuelo de su barbilla. Caricias inocentes que instantáneamente lo pusieron duro. —Una mirada tan adusta en un rostro tan guapo, —murmuró Ainsley mientras el pulgar delineaba su labio inferior—. Prefiero tus sonrisas rompe corazones a tus ceños fruncidos. Pero supongo que no veré muchas sonrisas en ti esta noche, ¿verdad? Con la rapidez de un relámpago, Ben le atrapó el rostro entre sus manos. —Verás un montón de sonrisas en mí esta noche. —Presionó la boca contra la de ella, dejando que el beso se prolongara, pero sin profundizarlo. Un delicado estremecimiento la recorrió. Cuando ella intentó alejarse, él se lo permitió. —Llegó el momento. —Se quitó la pulsera blanca y la deslizó a través de la mesa. Ella se quitó la pulsera dorada y la cambió por la blanca—. Ahora. Hablemos de los límites duros, —le dijo. —Ningún otro participante.
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—Entendido. —Ninguna escena pública entre nosotros. Eso ponía trabas a sus planes perversos. —¿Estás segura? —Completamente. —¿Cómo sabes que no te gustará hasta que lo hayas probado? —Contraatacó. Ella negó con la cabeza. —Ese es un límite duro. Sin excepción. —Bien. ¿Qué más? —Nada anal. —¿Alguna vez lo experimentaste? Dos puntos rosa‐brillantes aparecieron en sus pómulos. —No. Y no quiero empezar esta noche. —De acuerdo. ¿Y qué pasa con el bondage? —Sí, porque ¿asumo que sabes lo que estás haciendo con cuerdas o algo por el estilo? —Tengo algunos años de práctica. ¿Algo más? —No. Pero si algo que estás haciendo me hace sentir incómoda… —Usa tu palabra de seguridad y me detendré inmediatamente. Pero ten en cuenta que no es para uso casual. —Lo tengo. —La palabra de seguridad pública del club es rojo. Deberías tener una personal también. ¿Así que cuál es la tuya? 68
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Frunció la nariz. —Broncos5. —¿Por qué? —Odio a ese equipo. Ben sonrió abiertamente. —Supongo que tú y yo no veremos fútbol juntos por lo pronto, dado que ese es mi equipo favorito. Ella no esbozó ninguna sonrisa. Se removió inquieta como si debatiera algo. —Hazme la pregunta. Sus sorprendidos ojos se enfocaron en los de él. —¿Cómo supiste lo que estaba pensando? Oh, sí. Éste no es tu primer rodeo, ¿cierto, vaquero? —Nop. —¿Y si no cumplo con tus expectativas? Como si eso alguna vez pudiera ocurrir. —Mi lista de expectativas es corta. Uno, completa honestidad entre nosotros todo el tiempo. Dos, mantener una mente abierta porque te empujaré más de lo que esperas. Tres, no te levantarás para sencillamente irte, cuando hayamos terminado. Hablaremos acerca de todo lo que pase entre nosotros esta noche y de cómo te sientes con eso. Es especialmente importante esto la primera vez. —Enlazó los dedos con los de ella—. Muchas de las cosas que ocurren entre un dominante y una sumisa es psicológico, no sólo físico. Necesito saber que no vas a escaparte de mí al segundo en que desabroche tus restricciones. Bronco: Potro salvaje.
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—No saldré corriendo. Lo prometo. —Bien. Ahora, ¿te gustaría una bebida? —Sí, por favor. Bombay Sapphire con tónica. —Regreso enseguida. —¿No tienen camareros? —No. Mantienen las interrupciones al mínimo. Si los miembros quieren una bebida pueden buscarlas por sí mismos. Gil ya tenía preparada una botella de la marca de cerveza de Ben cuándo se acercó al bar. —¿Qué quiere la mujer? Ben le dijo y esperó, tomando un sorbo de su cerveza. Cuando Gil regresó, Ben preguntó, —¿A qué hora Murphy y Layla van a hacer lo suyo? —De un momento a otro. En el mismo lugar de siempre. —Gracias. —Ben se preguntó si debería comentarle a ella sobre la escena. ¿Ángel podría manejar ver a su amiga ser azotada y follada públicamente? Se sentó en la silla junto a ella. —¿Qué te pasa? —Le preguntó Ainsley. —Esto. —Señaló su bebida—. ¿Sabes que esa cosa se parece a un limpiador de vidrios aguado, verdad? —No sabe como eso. —Ella sorbió—. Si la cosa de la honestidad se aplica a ti, ¿me dirás qué puso ese ceño fruncido en tu frente? Astuta pequeña sub.
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—Murphy y Layla van a hacer una escena pública. —¿Eso no es normal para ellos? —No. Algunas parejas prescinden del exhibicionismo una vez que están en una relación comprometida. —¿Entonces por qué van a hacer esto? —Layla se metió en algunos problemas anoche. Sus ojos se agrandaron. —¿Por mi culpa? —En cierto modo. Layla nunca debería haberle mentido a Murphy para meterte en el club. Fue su elección, por lo que ella tiene que afrontar las consecuencias. Su escena se tratará de un castigo. Ella palideció. —¿En serio? —Sí. Así que podemos quedarnos aquí hasta que eso termine. O podemos irnos a encontrar una habitación ahora mismo. —¿Estás sugiriendo que me esconda? ¿Incluso a pesar de que tengo parcialmente la culpa de que ella sea sometida a un castigo? —No es tu culpa. Layla no es una novata para el estilo de vida, Ángel. Tú sí. —¿Será malo? —Te prometo que Murphy no la lastimará más allá de lo que ella pueda soportar. Pero el punto de todo esto es recordarle a Layla que el rol en su vida es ser sumisa, no subversiva6. 6
Es un juego entre palabras similares que pierde la gracia con la traducción. Él le explica que el rol es ser “submissive, not subversive”. 71
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La determinación osciló en sus ojos. Se terminó su bebida. —Quiero observar. Chica valiente. —Sólo mientras entiendas que no puedes interferir. Punto. —No lo haré. Ben dejó su cerveza sin terminar sobre la mesa. La agarró de la mano y la condujo a través de la gente, doblando a la izquierda en el pasillo. Dos docenas de personas estaban enfrente del cuarto medieval. Él la empujó haciéndole un espacio en medio de la gente, envolviendo los brazos alrededor de la parte superior de su cuerpo, no estando seguro si su intención era sostenerla o retenerla. Ainsley jadeó suavemente al ver a Layla atada con cadenas, los brazos por encima de su cabeza, una barra tensora manteniéndole las piernas separadas. Su espalda desnuda de frente a la audiencia. Murphy esgrimía un látigo de una sola cola. Layla balbuceaba, —Ca‐catorce Señor. Los verdugones decoraban la espalda de Layla. Murphy no se movió al chasquear el látigo otra vez, la punta marcando la tierna piel en su lado izquierdo. Ángel respingó y Ben apretó su abrazo. —Esta parte está casi terminada, —murmuró—. Murphy nunca imparte más de veinte azotes. Layla contaba, su voz permaneciendo fuerte. Pero Murphy no se veía feliz cuando proporcionó el golpe final. Dejó el látigo a un lado y se paró frente a su sumisa, obligándola a encontrarse con su mirada mientras desenganchaba las cadenas de sus muñecas. Entonces hizo un gesto de asentimiento con la cabeza a Sully, quien hizo rodar un potro hacia el frente. 72
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Layla le dijo algo a Murphy y él chasqueó, —Te ganaste otros diez. —La levantó del piso, colocando su torso sobre el potro modificado. Su cabeza y brazos quedaban colgando del lado contrario, lo que dejaba a su culo sobresaliendo en el aire. Con las piernas abiertas por la barra, su coño y ano quedaban completamente expuestos a todos los que observaban la escena. Murphy restringió los brazos de Layla y sacó una pala del carrito. Le aferró el pelo con un puño, levantándole la cabeza. —Veinte golpes. Los contarás bajando desde veinte. Y si no quedo convencido de que has aprendido tu lección, agregaré veinte más con la vara. ¿Está claro? —Sí, Señor. Se movió detrás de ella. Se balanceó y la pala conectó con la piel de Layla en la parte superior de su nalga izquierda. —Veinte. Gracias, Señor. El siguiente golpe cayó en el mismo lugar. —Diecinueve. Gracias, Señor. El siguiente lo hizo más abajo. Cada golpe precisamente ubicado para que cada centímetro del culo de Layla quedara rojo como un tomate. Pero no era eso todo lo que se había enrojecido. Ben susurró, —Mira su coño. ¿Ves lo húmedo e hinchado que está? Estos últimos diez no son un castigo para ella. Son su recompensa por tomar el castigo. ¿Lo comprendes? Ella asintió con la cabeza en contra de su cuello. Murphy bramó, —No puedo oírte, sub. Más alto. —Tres. Gracias, S‐Señor. 73
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La voz de Layla había cobrado un carácter onírico. Los últimos dos golpes aterrizaron tan cerca de su vulva que la hicieron gemir. Cuando Murphy terminó, alisó las manos tiernamente sobre su trasero lacerado. Pero Layla apenas se movió. Él se bajó los pantalones. Cuando se estiró por el strap‐on, los murmullos recorrieron la multitud. Murphy vertió lubricante sobre su polla y sobre el falo centrado por encima de ésta, desparramándolo en ambos. Hizo caer más lubricante entre las nalgas de la mujer. Usando ambas manos, alineó el consolador contra su culo y la polla en su coño, y empujó ambos hacia adentro profundamente. Layla levantó la cabeza y sollozó. —Él está… —Follándole el culo y el coño al mismo tiempo. —Oh Dios mío, —dijo ella, pero sin poder apartar la mirada de la escena de Murphy sometiendo a Layla. Él aminoraba los empujes y los incrementaba mientras se estiraba alrededor de los muslos de Layla para juguetear con su clítoris. Ella sollozó otra vez. —Por favor, Señor. —Dilo, Layla. Dilo y dejaré que te corras. —Lo siento, —dijo llorando—. Lamento haberte decepcionado y avergonzado. —Eso es lo que quería oír. Te ganaste esto. —La folló más duro, moviendo más rápido su mano—. Córrete para mí. Y Layla lo hizo. Su cuerpo convulsionó. Ella gritaba, pero no eran gritos de dolor. Murphy continuó estirándola hasta que su cuerpo quedó completamente laxo. Entonces aminoró el ritmo, inclinándose para colocar un tierno beso en su espalda. Salió de ella y se encorvó, destrabando la barra tensora de sus tobillos. Después de subirse los pantalones, se agachó delante de ella y le acunó el rostro entre sus manos. Enjugándole
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las lágrimas, murmurándole cosas, alejándole el pelo enredado de su cara, besándola con ternura y pasión. Desenganchó las restricciones y la tomó en sus brazos, besándole la parte superior de la cabeza mientras la llevaba a un cuarto privado y cerraba la puerta. Los observadores comenzaron a dispersarse. Su sub había estirado la cabeza para mirar hacia la puerta cerrada, por lo que Ben no podía leerle los ojos. Cuando colocó un beso mojado en su hombro, ella intentó librarse de él. —Ya está. Tranquila. —No puedo… Yo nunca… Dios. Eso fue… tengo que… Entonces su sub corrió a toda velocidad por el pasillo como si los perros del infierno le estuvieran mordiendo los talones.
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CAPÍTULO 06 Ben la alcanzó delante del cuarto número cuatro. —Ey. ¿Dónde vas? —No sé. —Habla conmigo. —No puedo. No aquí. La empujó dentro del cuarto. Inmediatamente ella retrocedió a un rincón, enviando vibraciones no‐me‐toques. No es la primera vez que tratas con una sumisa asustada. —¿Ángel? ¿Estás molesta por la escena de Murphy y Layla? —Molesta, no. Horrorizada. No puedo creer que me haya quedado allí para observar cómo la azotaba. Ella intentó explicarme por qué la cosa del dolor formaba parte de su vida, y creí haberlo entendido, pero obviamente no lo hice. Ben no le recordó que todo era consensual. Sólo se limitó a observarla pasearse mientras su mente corría a toda velocidad. —Pero nadie alrededor estaba horrorizado. Así que cuando Murphy terminó de azotarla y cambió a la pala, no pareció tan horrible. Principalmente porque vi el cambio en el lenguaje corporal de Layla. Y no era como si Murphy no lo hubiera notado también, fue él quien había causado el cambio en ella. Y cada vez que la pala caía, casi podía sentir su calma y dicha flotando sobre mí. Dulce sub, realmente estás comenzando a conseguirlo.
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—Pero Murphy no usó el sexo para llamar la atención de la gente que estaba observando. Lo usó porque Layla lo necesitaba. Y tengo que admitir que fue muy caliente observarlo, especialmente con dos… —hizo un gesto vago—, ya sabes. Nunca creí que una mujer pudiera gritar durante un orgasmo. Pero no fue como un grito porno, fue del tipo que me conmovió hasta el alma. —Ella se detuvo cerca de la puerta, apretando las manos con fuerza a sus lados, con los ojos cerrados—. Pero cuando Murphy se arrodilló delante de ella, la gratitud, el amor y la admiración que sus ojos mostraban por Layla distaba mucho de ser espeluznante. Fue hermoso. Y nunca hubiera creído nada de esto si no lo hubiera visto con mis propios ojos. Si no me hubieran permitido ser parte de algo tan intensamente personal para ellos. Ben había sabido que Ángel era inteligente, pero eso no garantizaba que fuera intuitiva. Tampoco garantizaba que realmente supiera lo que quería. Esperó a que recobrara el equilibrio. Mientras más tiempo esperaba, más se daba cuenta de que su descubrimiento no la estaba haciendo feliz. De hecho, parecía haberse cerrado en sí misma alejándose de él otra vez. La apretujó en contra de la puerta, confiando en el poder de su voz, no de su cuerpo, para mantenerla en el lugar. —Habla conmigo. —Sus pasmados ojos avellana ardían de indecisión—. ¿Hay algo más de la escena de Murphy y Layla que te molestó? —Sí. No. —Enfocó la mirada sobre su pecho—. Es algo de lo que me di cuenta acerca de mí misma al observarlos. —¿Qué es? —Ben tenía la esperanza de que la pérdida del contacto visual la alentara a hablar abiertamente, pero ella permaneció muda—. Contéstame. Su voz era apenas un susurro. —No te lo puedo pedir. —¿No me puede pedir que haga qué? ¿Qué te folle? ¿Qué te flagele? —No quiero ser flagelada. Nunca. —Se mordió el labio. 77
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—Todavía estoy esperando una respuesta, Ángel. —Bien. No puedo pedirte que me zurres. —Pero te gustó observar cuando le zurraban el culo a esa pelirroja anoche. —Fue entonces cuando Ben lo comprendió—. Necesitas que te quite por completo la elección. Como hizo Murphy con Layla. Necesitas que decida yo cuándo zurrarte el culo. Ella asintió con la cabeza, un poco tímidamente. —No me gusta usar la zurra como castigo. —Usualmente no soy dada a romper las reglas de cualquier manera, ¿así que puedes ver mi dilema? —Levantó la vista sobre él—. Me preocupaba que uses más que tu mano conmigo. —No hay necesidad de que te preocupes porque sería mi decisión. —Ella frunció los labios en una mueca—. Ah, no. Nada de eso. —Sus labios rozaron los carnosos labios de Ainsley, exhalando un suspiro, con la esperanza de deslizarse adentro y reclamar el beso que le había negado anoche. Esta vez, cuando ella abrió su tentadora boca, Ben le negó el beso. Moviendo los labios hacia la punta de su barbilla y cruzándose al lado izquierdo de su mandíbula. Acariciando con la nariz su oído, lamiendo, soplando, mordisqueando. Mientras más la acariciaba, más duro ella se retorcía. El grueso cabello de la mujer le cepillaba la mejilla y sintió el impulso de quitarle la peluca para que no estuviera escondiendo nada de él. Ella subió los dedos lentamente por su pecho y se aferró a su camisa. —Las manos a tus lados, —le recordó, mordiéndole el cuello. Ainsley jadeó, retorciéndose para alejarse de su boca. —Quédate quieta. —Su tono se volvió agudo y la obligó a bajar las manos. —N‐no sé si puedo hacerlo.
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—No es una petición. —Cuando Ben hundió los dientes en la sección de piel entre su hombro y su garganta, sus rodillas se fondearon y lo apartó con un duro empujón. Se quedó con la boca abierta por la sorpresa cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Tomó una postura defensiva, envolviendo las manos sobre sí misma, tratando de fundirse con la pared. —Lo siento. Dios, lo siento, Bennett. Me olvidé por un momento. —Entonces es un buen momento de darte un muy claro recordatorio acerca de quién está a cargo. —Le desenroscó los dedos con los que se estaba aferrando los bíceps, empujándole las manos a sus lados—. Repite después de mí. Bennett está a cargo de mí esta noche. —Bennett está a cargo de mí esta noche. —Dilo otra vez. Bennett está completamente a cargo de mí esta noche. Un dejo de irritación oscureció sus ojos pero lo repitió, —Bennett está completamente a cargo de mí esta noche. —Bien. Pero debido a que usaste inadecuadamente tus manos, perdiste el derecho a usarlas durante el tiempo que yo crea conveniente. —¿Qué? No. Eso no es justo… Ben estuvo justo frente a su cara. —Continúa eso y simplemente podría repensar mi postura de no usar una zurra como castigo por replicar. ¿Entendido? Ella tragó saliva. Entonces asintió con la cabeza. —Date vuelta de cara a la pared. No vaciló ante su orden. No se movió cuando le abrió la cremallera del corsé y lo arrojó a un lado. Ni protestó cuando tiró de su falda de cuero deslizándola por sus
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piernas, dejándola con una diminuta tanga de encaje color durazno y los zapatos de charol negro de ocho centímetros. Pero se estremeció cuando apoyó las manos sobre sus caderas. —Estás temblando. —Presionó un beso en la cuesta de su hombro—. ¿Por qué? —Porque no sé lo que va a suceder después. —Pero es excitante, ¿verdad? —Ben deslizó las manos hacia arriba por la parte frontal de su cuerpo. Sobre la suave curva de su estómago. Demorándose para ahuecar sus pechos. Deteniéndose para ubicar el pulgar sobre el errático pulso que latía en su cuello—. ¿Cuál es tu palabra de seguridad? —Broncos. —¿Quieres usarla ahora? Una pausa, entonces, —No. Señor. Ben entrelazó los dedos con los de ella y la empujó alejándola de la pared. Al pie de la cama había un banquillo de cuero, de la altura, longitud y ancho perfectos para lo que Ben tenía en mente. Lo arrastró hasta la mitad del cuarto. —Siéntate. —Abrió el cajón superior del tocador y sacó los artículos que iba a necesitar. Ella permaneció en una pose ceremoniosa y correcta. Su cabeza no estaba arqueada y sus ojos parecían muy interesados en lo que él sostenía en sus manos. Dio un paso más cerca obligándola a separar las rodillas para poder alojarlo, sonriéndole cuando su boca quedó al nivel de su polla. —¿Entonces, qué piensas que voy a hacer? La mirada de la mujer viajó subiendo por su torso hasta encontrarse con sus ojos.
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—Pienso que vas a abrir la cremallera de tus jeans para que te haga una mamada. La sonrisa de Ben se desvaneció. Se agachó hasta quedar al nivel de sus ojos. —Anoche, cuándo estabas jugando a ser una Domme, ¿por cuál placer estabas más preocupada? ¿Por el tuyo? ¿O por el mío? —Por el mío. —Y es ahí donde te equivocaste, Ángel. Es por lo que supe que no eras una Domme de verdad. Ser dominante no se trata de tomar lo que quieres. Sus mejillas se enrojecieron y ella apartó la mirada. —Los ojos sobre mí, por favor. —Su mirada voló de regreso a la de él—. Ser dominante se trata de averiguar cuáles son las necesidades del sumiso. Se trata de confianza. Esta noche, como tu dominante, tú estás confiando en mí para darte lo que necesitas, incluso aunque no sepas que tienes esa necesidad. —¿Y tú sabes lo que necesito? —Le preguntó con un borde de irritación. Él asintió con la cabeza. —¿Cómo? Ni siquiera me conoces. —Es ahí donde te equivocas. Te he estado observando desde la primera vez que te vi. Incluso antes de que habláramos, te observé. Mientras estabas evaluándome, te observé. ¿Y anoche cuando caminamos a través del club? Estudié tu reacción en cada escena y tu respuesta cada vez que te toqué. Cuando tuve la mano entre tus piernas haciéndote correr, te observé. ¿Cuándo tuve la boca entre tus piernas, haciendo que te corras? Bueno, yo realmente te observé entonces. Así que puedo no conocer tu sabor favorito de helado, o el nombre de la calle en que creciste, o el día de tu cumpleaños, pero te garantizo que aprendí cosas sobre ti que serían sorprendentes… incluso para tí. Los ojos de Ainsley nunca abandonaron los de él mientras procesaba sus palabras. Ben prácticamente podía verla retrocediendo, tratando de recordar cuánto de sí misma había revelado. 81
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—¿Qué? —Fui una Domme horrible, ¿verdad? —No tan mala. Sólo confundida acerca de la diferencia entre el poder y el control. Así que déjame mostrarte. —La besó en la boca—. Recuéstate y deja a tus brazos caer al piso. Ella se sentó a ahorcajadas del banco y se estiró. —¿Así? —Nop. Deslízate hacia abajo para que tu cabeza quede casi colgando del extremo. Ahora mueve los pies hasta que estén justo al lado de las patas del banco. Síp. Perfecto. —Ben dejó caer las correas sobre el piso y rastreó los extremos de las bufandas de seda por encima de su suntuoso cuerpo. Comenzando en sus rodillas, zigzagueando a través de su piel expuesta, remolinándose alrededor de sus pezones, observando a las puntas contraerse—. Un cuerpo tan precioso. Amo verte desnuda. Una vez que comience a tocarte no querré detenerme. La tensa línea alrededor de la boca de Ainsley se suavizó. Ben se arrodilló. —Relaja los hombros. —Trenzó las bufandas rojas desde los codos a sus muñecas, inmovilizándole los brazos. La altura de los tacones de sus zapatos sólo le permitía atarle las piernas desde la mitad de la pantorrilla al tobillo. Pasó las palmas de las manos subiendo por la parte interna de sus muslos. —Tu piel se ve tan hermosa envuelta en seda roja. Levantó su pecho cuando él aseguró la primera correa por encima de sus caderas. —¿Qué estás haciendo?
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—Atándote abajo para que no puedas sacudirte alejándote de mí cuando te toque. — Aseguró la siguiente correa por encima de sus pechos—. Quédate quieta. Si te mueves demasiado las correas te pellizcarán. No quiero a estos fantásticos pechos magullados. —¿Me pellizcarán más de lo que lo hacen ahora? Él rastreó el borde de la correa de una axila a la otra. —Si te arqueas demasiado arriba. Y la única cosa que tiene permitido pellizcar a estos dulces bebés soy yo. —Pellizcó a ambos pezones simultáneamente. Ella jadeó. —Bennett, no sé nada de esto. Estudió su reacción estando atada. Respiración rápida. Temblores leves. Pero no estaba intentando sacudirse en contra de alguna de las restricciones. —¿Tienes miedo de que te lastime? —Umm. No. Su dedo índice se desplazó desde el hoyuelo de su barbilla, bajando por su cuello, entre sus pechos, pasando por su ombligo, deteniéndose en los hinchados pliegues que escondían a su clítoris. —¿Tienes miedo de que te haga perder el control? —Cuándo volteó a un lado su cabeza, Ben suavemente la agarró de la barbilla, obligándola a volver su atención sobre él—. Contéstame. —Sí, ¿de acuerdo? Me asusta que me hagas perder el control. Ya me tienes atada así que no puedo moverme. Cuando comiences a tocarme probablemente te rogaré que me hagas correr. —¿Entonces? —Entonces, eso es vergonzoso.
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—Oh, pequeña maniática del control, no hay nadie aquí más que nosotros. No hay ninguna vergüenza en que me ruegues. Cada vez que te corras por mi mano o porque lo ordene, te demostrará lo sintonizado que estoy con tu cuerpo. —El pulgar de Ben le acariciaba el labio inferior—. Eso no es vergonzoso. Es cómo se supone que debe ser. —¿Tú no… me llevarás al punto de rogarte para entonces detenerte? ¿Solamente porque puedes? ¿Éste era un miedo completamente nuevo? ¿O hubo algún miserable cabronazo en su pasado que disfrutaba negándole un orgasmo? —Hacerte correr es un apremio para mí, así que si te niego eso, estaría negándomelo a mí mismo. Pero no voy a mentir. A veces retrasar esa gratificación la intensificá. Para ambos. Se apreciaron uno al otro por un minuto. —Di tu palabra de seguridad si quieres detener esto. —No quiero detenerlo. —Entonces hemos terminado de hablar. —Mirándola a los ojos, deslizó el dedo bajando por su hendija. La humedad que encontró en su centro no lo asombró, pero ella tenía esa mirada de ofuscación. Empujó el dedo dentro de ella—. No te avergüences de cómo tu cuerpo responde a mí. Ben deslizó otro dedo en su interior, usando el pulgar sobre su clítoris. El calor femenino y la humedad le provocaron el deseo de hundir a su polla dentro de ella ahora mismo. Pero trazó un rastro subiendo por su cuerpo con los dedos húmedos, en lugar de eso, lamiendo la dulce humedad con su lengua. Untó sus jugos en sus pezones, entonces lo chupó lentamente. Uno a la vez. Mientras su boca estaba ocupada, también lo estaban sus manos. Un provocador roce de las puntas de los dedos a través de su barriga. Acariciando los lados profundamente contorneados de su cuerpo desde la cadera hasta la axila. Trazando el exterior de sus piernas. Apenas rozando la parte interna de sus muslos. Pero nunca tocando su sexo directamente.
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Mucho de ella se retorcía con incomodidad. Él enfocó su atención hacia arriba y supo en el preciso momento en que ella se dio cuenta de sus intenciones. —No. Alto. No puedo… —Relaja el cuello. —Afirmó los labios y siguió esa curva de cisne desde el dulce punto detrás de su oreja hasta el hueco de su garganta. Un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo. —Por favor. No lo hagas. —¿Realmente te saca de quicio cuando te beso aquí? —Otorgó un caliente y suave beso en un lado de su cuello. Entonces separó los labios y raspó con los dientes la superficie. Ella corcoveó con un quejido erótico. Respirando el aroma de su piel sobrecalentada por la pasión, arrastró besos mojados desde la extensión de su hombro, subiendo y bajando por ambos lados de su cuello, de un lado a otro de su mandíbula hasta la clavícula. Ella intentó bloquearlo, levantando los hombros y angulando la cabeza en contra de su rostro cada vez que él se acercaba demasiado. Después de que su pómulo lo golpeara en la nariz, le advirtió, —Quédate quieta, maldita sea. —No. No lo hagas. No puedo soportarlo más. —¿Te estoy lastimando? Con los ojos cerrados, ella asintió con la cabeza. Mentirosa. —Entonces di tu palabra de seguridad. 85
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Pasaron un par de latidos del corazón antes de que ella negara con la cabeza. Lo que significaba que su mente protestaba pero su cuerpo no. Esa era su meta para esta noche… lograr que su mente y su cuerpo se sintonizaran. Ben ahuecó su sexo. La humedad le recubrió los dedos. Sí. Su cuerpo no estaba objetando nada. Conservando la mano que le recubría el coño, se dirigió al punto sensible sobre el lado izquierdo de su cuello. Ella se sacudió en las restricciones, arqueándose y echando la cabeza hacia atrás, evitando por poco una colisión entre su barbilla afilada y la frente de Ben. Suficiente. Presionó una mano en la parte superior de su cabeza, la otra mano agarrándole la base de la garganta. Sus ojos entraron en pánico y si no hubiera estado atada, Ben sospechaba que vería marcas de neumáticos sobre la alfombra por su apresurada partida. —Respira. ¿Entiendes que no voy a lastimarte? Tomó un segundo, pero ella asintió con la cabeza, inhalando deliberadamente lenta y profundamente. Pero su cuello estaba tan rígido que le preocupaba que estuviera lastimado. —Tranquila. Habla conmigo. —Quita la mano de mi cuello, a menos que estés planeando estrangularme con asfixia‐auto‐erótica como tu siguiente truco. Él se rio. —¿Intentando cabrearme para ver si me doy por vencido contigo y desato tus ataduras? —Ella pareció sorprenderse de que haya interpretado sus intenciones—. Lástima. Tengo medio en mente sólo dejarte retorcerte y agitarte como un toro en una rampa empinada. No pasaría mucho tiempo antes de que esa peluca cayera al piso. ¿Y
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eso no sería interesante? —Eso definitivamente atrajo su atención—. ¿Por qué te vuelves tan malditamente escurridiza cada vez que te toco aquí? —Le acarició una vena tensa en su cuello. Ella apretó la mandíbula. Él cepilló los labios sobre los de ella. —Este sería un buen momento para practicar esa cosa de la honradez, dado que no vas a ir a ninguna parte a menos que te lo permita. —Bien. Todo mi cuello es súper sensitivo. Un toque allí, un susurro allí y soy una masa de carne de gallina. ¿Así que cuando besas mi cuello como lo hiciste? Siento como si pudiera correrme solo con eso. —Y eso es un problema… ¿por qué? —Es vergonzoso. —Ajá. Haz otro intento. —Mi cabeza se pone difusa. Me hace… —Perder el control. ¿Adivina qué? Eso es exactamente lo que estoy intentando hacer. Porque el control es mío, no tuyo. Ben deslizó la mano entre sus piernas. Arremolinando el dedo medio entre sus jugos y siguiendo la costura de su sexo hasta su clítoris. Frotó el diminuto nudo hasta que se inflamó, sus crecientes gemidos alentándolo. Entonces fue a matar, presionando la boca en contra de su garganta mientras empujaba dos dedos dentro de su coño mojado. Todo el cuerpo de Ainsley se sacudió como si hubiera pisado un cable de alta tensión. Él sintió la vibración de su grito debajo de los labios y un subidón de masculina satisfacción le endureció la polla. Era tan condenadamente receptiva. Se imaginó pasándose toda la noche provocándola, conduciéndola hacia el pináculo y entonces
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empujándola sobre el borde. En algún otro momento, dado que ahora mismo se estaba muriendo de ganas de follarla. Cuando la tensión abandonó el cuerpo de la mujer, él se enfundó en un condón. Le liberó las piernas y amasó sus pantorrillas. —¿Algo adormecido? —No. Soltando las correas, se ubicó sobre el borde del banco. Asiéndola por las partes traseras de los muslos, le empujó las piernas hacia arriba apoyando los tobillos sobre sus hombros. Cuando le separó las rodillas, su coño y culo descansaron contra la base de su polla. Retorció las caderas, moliendo a su polla en contra de esos puntos calientes. Ella presionó contra él en busca de más fricción y sus ojos se cerraron. —Los ojos abiertos, —le dijo lacónicamente, esperando a que obedeciera. Entonces gradualmente inyectó a su polla dentro de ella, hasta que estuvo sepultado hasta sus bolas—. ¿Notas cómo te posicioné? ¿Así puedo follarte tan profundo como sea posible? ¿Y así tú no puedes tocarme? ¿Ni puedes tocarte a ti misma? Estás completamente a mi merced. Tu cuerpo y tu placer me pertenecen completamente. —Un apretado y húmedo calor rodeaba su falo—. Aprieta mi polla con los músculos de ese coño cuando salgo. — El aumento de la presión alrededor de su polla se sentía increíble—. Otra vez. Después de la tercer vez, su sorpresivo, —Sí, más, —mientras él se retiraba hizo que la agarrara del culo para empujar su pelvis más arriba. Nada de introducirse poco a poco… tocó fondo con el primer empuje. Ella se arqueó más, y volteó la cabeza con un gemido ahogado. —Los. Ojos. Sobre. Mí. Pudo ver un dejo de desafío en esas profundidades avellana cuando volvió a mirarlo. Él respondió a su tácita pregunta.
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—¿Por qué? Porque quiero que veas quién te está follando. Quién te está haciendo gritar. Quiero que veas quién está a cargo. —Martilló dentro de ella otra vez. La humedad goteaba por la espalda de Ben. El pecho de Ainsley se volvió resbaladizo con un brillo de sudor. Su respiración se aceleró. Cuando él incrementó el ritmo, sintió tal necesidad de correrse que sus bolas dolían como la mierda. —¿Estás lista para correrte, Ángel? —Tócame. No puedo… —Te correrás. Sin que te toque el clítoris. Sin besos ni susurros en el oído. Sin que te chupe los pezones o te muerda en el cuello. —Inmediatamente después de que dijo eso, la carne de gallina le recubrió la piel—. Pero te encantó esa idea, ¿verdad? Que te chupe en esos lugares sensibles que te hacen temblar. Gritar. Ben salió hasta medio camino para acariciar con la cabeza de su polla alrededor de sus paredes vaginales. —Arquea la espalda más abajo. —Golpeó ese punto G, apretando con los dedos la raíz de su falo imitando a un improvisado anillo para polla. Sintió a todo el cuerpo de su compañera volverse rígido desde cuello, el pecho, el vientre, hasta las piernas por la anticipación del orgasmo. Ordenó—, Puja. Ella se aflojó. Sus músculos se contrajeron alrededor de su polla, y un largo y bajo gemido agudo distorsionó el aire, compitiendo con sus alientos guturales y el duro rechinamiento de sus dientes. Cuando la última contracción se desvaneció, él prescindió de su control y la folló sin pausa. Cada empuje llevándolo más cerca… y más cerca. Rugía mientras sus bolas se vaciaban, cada pulsación mejor y más caliente que la anterior. —Mierda. ¡Joder! —Cerró los ojos y se dejó ir. Un calambre le tensó las palmas. La niebla sexual se evaporó de su cerebro y abrió los ojos. Bajó la mirada, observando que todavía tenía un agarre de muerte sobre su trasero.
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Movió las manos para rodearle los tobillos que descansaban encima de sus hombros. Conservando la mirada fija en la de ella, besó la parte interna de cada pantorrilla. La brumosa mirada de placer le había suavizado el rostro. Aunque se merecía un descanso, él no podía permitirle eso. Necesitaba mantenerla en estado post‐orgásmico un poco más. Cuidadosamente le colocó los pies en el piso. Se descartó el condón y se arrodilló junto al banquillo. Mientras le liberaba los brazos, la alimentaba con besos dulces, murmurando en contra de su piel, hasta que ella dejó escapar un femenino ronroneo de satisfacción. Él inclinó la cabeza hacia atrás y miró a esos ojos saciados de sexo. —Sube a la cama, Ángel. No hemos terminado.
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CAPÍTULO 07 Ainsley lo miró parpadeando. —¿Qué? —Sube a la cama. Ahora. De acuerdo, así que no había arrumacos después del sexo. Pero era difícil quejarse después de que Bennett había sacudido por completo su mundo. Tres veces. Hablando de una rápida y completa fascinación mental, lo absolutamente liberador que había sido estar atada. Sin tener que preocuparse dónde poner las manos sobre su cuerpo. O si debería estar tocándolo más. O imitando la manera en que él la tocaba. O si debería contenerse cuando encontrara sus puntos sensibles. Cosa que hizo. En un tiempo récord. Dios, no podía creer que se hubiera corrido tan duro sólo porque él… —Ángel, —le dijo Bennett de forma cortante—. ¿Me estás escuchando? Su guapo rostro entró en su campo de visión. Ella le sonrió distraídamente. —Eres tan guapo. Incluso cuando frunces el ceño. Me encantaría lamerte por todos lados, —le tocó el profundo hoyuelo en su barbilla y se contoneó más cerca para él—. ¿Me dejarías lamerte aquí? Fuertes dedos le rodearon los bíceps. Estudió su rostro, una mezcla entre deleite y orgullo bailando en sus ojos azules. —Cristo. Realmente estás borracha de sexo. —Si estoy borracha de sexo, es tu culpa. Bennett la obsequió con esa sonrisa rompe‐corazones.
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—Oh, definitivamente aceptaré todo el crédito, —y suavemente la empujó sobre la cama. Ella cayó hacia atrás con un suspiro, mirando la gasa que ondulaba en el dosel de arriba. Se sentía como esa tela. Liviana. Flotando. Hermosa. La piel le hormigueaba. El coño palpitaba. Y no le importaba absolutamente una mierda estar completamente desnuda con un hombre que apenas conocía. El hombre más caliente con quien había estado. Con la polla más grande que alguna vez hubiera visto en persona. ¿Cómo iba a conseguir meter esa cosa dentro de su boca? Su divertido rostro estaba cerniéndose sobre ella. —¿Entonces eso es lo que estás pensando? ¿Cómo conseguirás acomodar a mi polla en tu boca? —¿Dije eso en voz alta? —Síp. Te llenará la boca. Garantizado. Será divertido ayudarte a perfeccionar tus habilidades en garganta‐profunda. —La arrastró a una posición sentada—. Dame el pie para que pueda quitarte estos zapatos rompe‐tobillos. —Se veían provocativos y sexys levantados junto a tus orejas. Él se limitó a gruñir. Entonces se palmeó los muslos. —Ven aquí y siéntate sobre mi regazo. Ella se arrastró sobre sus rodillas, observando cómo sus ojos se comían con la mirada a su cuerpo. Cuando la vista de Bennett se demoró en su estómago, no contuvo el aliento, ni mencionó que tendría que volver a ejercitarse para tonificar sus anchas caderas y muslos fofos. Ainsley simplemente le permitió llenarse la vista. Ben curvó una mano alrededor de su mandíbula, sujetándola en el lugar mientras la besaba. Estos besos funde‐huesos eran una novedad. Suaves, lentos, y minuciosos. Le exploraba cada milímetro de la boca con su lengua mientras la instaba a sentarse sobre sus muslos. No le importaba la incómoda posición mientras siguiera conservando la boca sobre la suya, devastándole todos los sentidos con sus embriagadores besos. 92
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Pero Bennett abruptamente la hizo girar, de cara a la cama. Una de sus piernas inmovilizaba las dos de ella contra el colchón y había ubicado la mano en el centro de su espalda, sosteniéndola abajo. —¿Qué estás…? Una sonora palmada hizo eco cuando la mano conectó con la mejilla de su culo. Ainsley se sacudió hacia arriba, su neblina de placer evaporándose. —¡Eso duele! —Quédate quieta. Cada vez que luches contra mí, añadiré una más de cada lado. Zurró su otra nalga y ella automáticamente levantó la cabeza. Oh Dios. Picaba. ¿Cómo podía ser que alguna vez hubiera pensado que le gustaría esto? Cayeron otras dos mordaces palmadas más sobre su tierna carne. —Te advertí. Dime que comprendes las consecuencias. —L‐lo entiendo, —respondió casi mecánicamente. Las manos de Bennett hacían círculos reconfortantes sobre su trasero. Entonces dejó aterrizar dos bofetadas más. Las lágrimas picaban en sus ojos. Todo su cuerpo vibraba con una mezcla de miedo, enojo y humillación. Entonces su profunda y tranquilizadora voz flotó sobre ella. —Las primeras pocas nalgadas son duras. Puedes soportarlas, Ángel. Respira a través de ellas. Afloja el cuerpo. Cuéntalas en voz alta. Durante todo el tiempo que estuvo hablando, sus manos acariciaron su trasero. Entonces se detuvo y abofeteó su nalga izquierda con rudeza, por encima de la cadera. —Cuenta, —chasqueó. —Uno. —Que sólo sea una más. 93
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Él reflejó la nalgada sobre la nalga opuesta. —D‐dos. Su cabeza zumbaba. Su trasero estaba prendido fuego. Le ardía la cara como si hubiera pasado el día en la playa. Para cuando había contado doce palmadas de cada lado, una extraña clase de anticipación comenzó a construirse. Deseando sentir la rudeza de la palma conectando con su piel. ¿El siguiente golpe sería más duro? ¿O más suave? Dependerá de lo que él decida. Disfrútalo. Deléitate. —Eso es. Eso es lo que el mordisco de dolor puede hacerte. Hacer que tu mente se cierre a todo salvo lo que te estoy haciendo sentir, —murmuró Bennett, administrando otros azotes aún más duros. Para cuando Ainsley llegó al número veintidós, esa incesante necesidad de liberación estaba haciendo que se frotara los muslos juntos. Deseaba pedirle a Bennett que le tocara el clítoris con su mano libre. —Si te tomaste el tiempo para pensar en decirme que necesitas correrte, entonces no estoy siendo demasiado claro acerca de quién está a cargo. ¿El hombre podía leer la mente? Entonces dejó caer una bofetada sobre la parte trasera de su muslo izquierdo, arriba, junto a su coño. Oh Dios. Esto era una tortura. Una deliciosa tortura. —¡Cuenta! —Otra ronda de palmadas una tras otra. Ainsley estaba flotando dentro de ese lugar feliz otra vez y no había seguido la cuenta. —Y‐yo…
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—No. Te. Muevas. —Ladró Bennett. La mano abandonó su espalda y con ambas manos aferró sus caderas para levantarle el culo en el aire. Más nalgadas. No tan duras como las de su culo. Rozó los dedos subiendo por su hendidura antes de de zurrarla otra vez. Todo se detuvo. No más nalgadas. No más órdenes cortantes. Sintió a Bennett clavando los ojos en su culo. Entonces le atrapó el cuerpo debajo del suyo y esa profunda voz retumbó contra su oído. —Tu coño está mojado. Muy mojado. ¿Sabes lo que significa eso? Quiere decir que te gustó tu primer spanking. Y aceptaste cada nalgada tan deliciosamente. Casi suntuosamente. —Sus calientes labios rasparon en su cuello y ella se estremeció—. Tu culo está jodidamente caliente, mujer. —Se rio entre dientes—. En muchos sentidos. Me encantaría que pudieras ver lo bonito que se ve. Cómo esos muslos rosados y ese culo enrojecido enmarcan a tu coño. Las palabras de Bennett provocaron que un escalofrío la recorriera. —El buen comportamiento es recompensado. Ponte sobre tus manos y rodillas en el extremo de la cama. Ella no se encontró con su mirada, simplemente hizo lo que le dijo. En ese momento de nebuloso placer, entendió que había necesitado liberarse de la elección. ¿Cómo eso podía sentirse tan liberador? ¿Por qué sentía deseos de llorar de gratitud debido a que le había mostrado lo que se había estado perdiendo? La cama se movió. Ainsley arriesgó una mirada entre sus piernas cuando algo suave rozó el interior de sus muslos. Oh. Guau. La cabeza de Ben estaba justo debajo de su… Bennett la empujó bruscamente hacia abajo, de modo que su coño estuvo exactamente alineado con su boca. Se dio un festín con ella, abriéndola con los pulgares. Al minuto en que esa malvadamente talentosa lengua estuvo follándola profundamente, hubiera jurado que sintió a la punta acariciar sobre su punto G. En el minuto siguiente él chupaba los labios de su vulva, entonces los arponeó con su lengua. Lamiendo 95
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delicadamente, haciendo codiciosos sonidos masculinos, provocando a la carne que escondía a su clítoris con firmes mordiscos de sus labios. Y finalmente, la hizo salir disparada hacia el éxtasis cuando chupó directamente su clítoris. El orgasmo tiró abajo todas sus puertas. Ainsley arrojó la cabeza hacia atrás y prácticamente gritó. Las fuertes contracciones pasaban velozmente de su clítoris, a su coño, a su punzante trasero, haciendo que todo… su piel, su sexo, su trasero… latiera con una encantadora y tortuosa sincronía. Experimentó esa trémula sensación otra vez. Su cabeza se volvió pesada. Su bien‐ utilizado cuerpo susurraba para que se acostara. Era vagamente consciente de Bennett moviéndose debajo de ella. Entonces los dedos masculinos estaban debajo de su barbilla, levantándole el rostro. —Los ojos sobre mí, por favor. Le tomó un par de intentos recordar cómo abrir los ojos y Bennett se rio suavemente. Ella le sonrió. La forma en que la miraba la hacía sentirse como una diosa. —Ey, belleza. Esa expresión tan dichosa la puse yo en tu cara. —Eso fue… —Más allá de las palabras, porque no podría terminar la frase. —¿Recuerdas cuándo dijiste que deseabas lamer el hoyuelo de mi barbilla? —Bennett se inclinó para que quedaran nariz‐con‐nariz—. Hazlo ahora. Lame por toda mi cara, quiero que saborees tu sabor en mí. —Inclinó la cabeza hacia atrás, aunque manteniendo sus hambrientos ojos en los de ella. La lengua de Ainsley salió disparada para chasquear sobre el sexy hoyuelo. Juguetonamente mordía mientras saboreaba sus propios jugos de su barbilla. Una vez que terminó, arrastró la boca hacia la de él y delineó sus labios desde una comisura a la otra. Le chupó el lleno labio inferior dejando que sus dientes rasparan la carne interior, mientras lentamente lo liberaba. —Tengo un buen sabor en ti, vaquero.
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Sus ojos oscuros sostenían una mirada peligrosa. —¿Serás un verdadero desafío para mí, verdad? —Probablemente. —Es bueno que me gusten los desafíos. —Le besó la nariz—. No te muevas. Ainsley lo oyó hurgar detrás de ella. Cualquier deseo de dormir se había evaporado. Deseaba pasar más tiempo con este hombre. ¿Más que sólo esta noche? ¿Regresarías al club si te lo pidiera? La cama se hundió y el calor del cuerpo de Ben atrajo al suyo. —Es frío pero esto ayudará. —Una sustancia pegajosa salpicó en la parte superior de su culo como heladas gotas de lluvia. Sus callosas manos desparramaron la frescura sobre su culo ardiente, atenuando un poco el fuego, y ella no pudo evitar suspirar. —¿Sabes lo que hago normalmente, después de haber enrojecido el culo de una mujer de esta manera? —El dedo trazó la grieta de su culo—. Lo follo. Duro y rápido. Mientras ella está en ese estado brumoso donde la línea entre el placer y el dolor es borrosa. — Presionó el dedo en contra de su ano y ella, involuntariamente, lo apretó—. Me gustaría forzar a este pequeño agujero a abrirse para tomar cada centímetro de mi polla. Pero tienes un límite duro con nada anal, ¿cierto? —Cierto. —Entonces supongo que sólo tendremos que hacerlo así. —Bennett empaló a su coño con un empuje magistral. Sí. ¡Sí! Ella amaba esto desde atrás. Algo animal relacionado con ese masculino poder adentrándose profundamente en ella, experimentando el sexo en su nivel más elemental. Y la forma en que Bennett se clavaba en ella, era definitivamente primitiva. Las caderas golpeaban contra su trasero, cada empuje un recordatorio del escozor en su
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culo. Cada empuje un recordatorio de que esta vez no se trataba de su placer. Sólo del placer de él. Él controlaba todo. Ella no tenía que pensar, sólo sentir. Su voz era ronca. —Casi allí. Jesús, esto es tan bueno. —Un gemido feroz resonó y Bennett la montó duro mientras se corría. Después de que salió de ella, Ainsley cayó de boca contra el colchón. Cuando Bennett volvió a reunirse en la cama a su lado, la mujer hizo el gesto de tiempo agotado por encima de su cabeza. Riéndose, se estiró a lo largo de ella, sosteniéndose sobre un codo, arrastrando los dedos sobre su columna vertebral. —Lo hiciste muy bien. Él le había advertido que hablarían cuando hubieran terminado. Pero realmente, ¿qué se suponía que dijera? Un paso a paso al poco tiempo de que el juego terminara era innecesario. —Te gustará sentir un baño frío esta noche. Y probablemente mañana. —Gracias por el consejo. Las manos de Bennett dejaron de acariciarla. —No te pongas insolente. Si hay algún problema con lo que sucedió, hablemos de eso. —Ese es el problema, Bennett, no quiero hablar. —Mmm. Eso es un problema. Entonces Ainsley se encontró sobre su espalda con un risueño Bennett encima de ella. —¿Qué es tan gracioso?
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—Esto. No soy famoso por ser un gran charlatán en mi vida fuera del club. —Sus labios jugaban con los de ella—. Así que simplemente diré esto sin rodeos: Quiero verte otra vez. Puedo arreglármelas para conseguirte un pase de invitada con Cody. —¿Entonces fui una buena sumisa? —Fuiste una sumisa encantadora. Ni de cerca me diste tantos problemas como me imaginé. —Suenas decepcionado. —Hay algo apreciable en una ingeniosa escena de castigo, —le respondió arrastrando las palabras. Ainsley colocó las manos sobre sus delgadas mejillas. Los dedos continuando un camino descendente, deteniéndose para delinearle la clavícula. Las palmas descansando sobre sus pectorales, entonces levantó la vista para medir su reacción. —¿Esto está permitido, Señor? ¿Dentro del ámbito de tu control? —Ignoraré ese comentario insolente esta vez. Pero sí, sub, puedes continuar. Ella revolvió los vellos de su pecho y le manoseó los pezones hasta hacerlo sisear. —Me gusta tu cuerpo. Una pena que no haya conseguido tocarlo tanto como quería. —Arrastró los nudillos bajando por su ingle—. Y este apéndice es el motivo por el cual existe la expresión envidia del pene. —Tanto como adoro la adulación, no has respondido a mi pregunta. —Eso es porque no sé qué responder a que quieres verme otra vez. —Fácil. Di que sí. Ainsley frunció el ceño. —¿Eso es todo?
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—Síp. Me gustaría explorar esta atracción entre nosotros. Tengo la sensación de que será explosivo. —Tal vez eso es lo que temo. Bennett le levantó la cara en dirección a él. —¿Tienes miedo de mí? —No. Me temo a mí misma. De permitirme… —¿Irte? —Terminó él. —No. Me asusta… —¿No sabes lo que te asusta, verdad? —Ainsley negó con la cabeza—. Probemos esto otra vez el próximo fin de semana. Tal vez podamos averiguarlo juntos. —Apresuró un persistente y tierno beso en su boca—. Di que sí. Por favor. Ella se encontró susurrando, —Sí. —Gracias. —Ben rodó sobre la cama y se vistió rápidamente—. Te dejaré sola. Sé que necesitas tiempo para pensar, aunque si me salgo con la mía, perderás por completo la habilidad de pensar cada vez que estemos juntos.
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CAPÍTULO 08 El cabello de Ben todavía estaba húmedo por la ducha cuando oyó el primer golpe en su puerta. ¿Quién era el madrugador? El evento no comenzaba hasta dentro de una hora. —¿Ben? ¿Estás decente? —Gritó Keely. —Sí. Entra. —Necesito que me ayudes a llevar las cosas adentro. La parte trasera del Escalada negro de Keely estaba abierta. Le pasó una caja de cartón conteniendo dos Crock‐Pots7. —Maldición, prima, esto huele bien. ¿Qué es? —Guiso de cerdo. —Hay un montón. Ella deslizó sus oscuros anteojos con incrustaciones de estrás por encima de su cabeza. —Sé cuánto comen los tipos. Ben sonrió. —Ninguno de nosotros va a quejarse de que haya mucha comida, Keels. —Cuento con eso porque no quiero llevarme esto a casa. —¿Jack no come sobras?
Crock‐Pots: Marca comercial de ollas de cocción lenta.
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—Jack estará afuera de la ciudad durante la siguiente semana, —le respondió, con un dejo de enfado en su tono. Cuatro viajes más tarde el mostrador de su cocina estaba cubierto de recipientes de todos los tamaños. Keely se movía de un lado a otro, pasando comida de un plato al siguiente. Él fue a buscarle una Bud Light del bar y una Moose Drool8 para sí mismo. —¿Necesitas que haga alguna otra cosa? —Nop. —Bebió un trago de su cerveza y saltó encima del mostrador—. Quería tener tiempo para ponernos al día contigo. Ponerse al día. Perfecto. Tenía la intención de bombardearlo a preguntas hasta que llegaran sus hermanos y la obligaran a detenerse. —¿Qué tienes en mente? —Tu misterioso hermano mayor Gavin. Ben se apoyó contra el mostrador opuesto. —¿Qué pasa con él? —¿Se mantiene en contacto con ustedes? —Nos llamó a mí y a Quinn un par de veces. Cuando el PBR estuvo en Arizona fue a ver montar a Chase. Conoció a Ava también. —¿Alguna idea de cuándo vamos a conocerlo el resto de nosotros? Es bizarro que la tía Vi tuviera un bebé con el tío Charlie y lo diera en adopción. ¿Y luego terminaran casándose años más tarde de todos modos? —Sacudió la cabeza con incredulidad—. Esperaba que la situación de Gavin como hijo único de su familia adoptiva significara que sintiera curiosidad sobre todos nosotros.
Bud Light y Moose Drool: marcas comerciales de cerveza.
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Él trató de encontrar una respuesta que no la ofendiera. La familia McKay era abrumadoramente grande, especialmente con el influjo de bebés de los últimos años. Por las pocas veces que Ben había hablado con Gavin, el hombre se definía por la cautela. Era sensato que él tanteara el terreno con sus hermanos recién descubiertos antes de zambullirse dentro de la gigantesca piscina de los genes McKay. Después de que Gavin había aparecido en la puerta de la casa de sus padres unos meses atrás, anunciando que era su hijo primogénito, Ben creyó que con eso había satisfecho su curiosidad sobre sus verdaderos padres, y eso sería todo. Por lo que se había sorprendido cuando llamó. Habían estado intercambiando correos electrónicos desde entonces. Ben los mantenía de manera ocasional, esperando ver si Gavin sólo estaba manteniendo el contacto a raíz de cierto nivel de culpabilidad. Pero tenían más cosas en común de lo que Ben creyó inicialmente. A Gavin le gustaba trabajar con sus manos y tenía experiencia remodelando las propiedades que poseía para alquilar en Arizona. Ambos estaban solos, a pesar de que Gavin tenía la custodia compartida de su hija de catorce años. Pero durante sus conversaciones, él nunca había mencionado venir a Wyoming y Ben no era del tipo de presionar. No tuviste ningún problema presionando a Ángel anoche. —Tierra para Ben, —dijo Keely. Entonces la miró. —Lo siento. Preguntó sobre nuestros primos. Pero es mucho para asimilar. —Estás hablando en el tono diplomático que pensé que usarías. Bennett McKay, el conciliador. Él le levantó el dedo medio. Keely sonrió. —Siguiendo con la siguiente cosa con la que quiero acosarte es acerca de… Me refiero a decirte esto. Sabes cuánto adoro la cama de troncos que nos hiciste. Es lo suficientemente grande como para que tenga mi propio espacio, en teoría al menos… — 103
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ella bufó—, …si Jack alguna vez me soltara por la noche. El maldito hombre se pega a mí como un Velcro. —No estás quejándote realmente. —Cierto. Pero no sabía que habías hablado con él sobre las modificaciones específicas al diseño original de la cama. Y tengo que decírtelo. Muy retorcido, Ben. —¿Qué? —No te hagas el tonto. Incluiste en la cama esas cosas como ganchos escondidos para que el hombre depravado pudiera amarrarme a la cama de cualquier forma que quisiera. Él sonrió burlonamente. —Y otra vez, primita, no estás quejándote de verdad. —¡Sí que lo estoy! ¿Por qué no me dijiste a mí que podía atarlo a él? Soy tu prima, tu familia, tu propia sangre. ¿Cómo pudiste dejarlo tener esa ventaja sobre mí? —Ante todo, el sumiso siempre es el que tiene el poder, independientemente de que esté atado por una cuerda o por la palabra de su dominante. En segundo lugar, esas no son modificaciones especiales que Jack me haya pedido. Pero sabía que si las agregaba, él podría sacar partido de ellas. —Ben apuntó la botella de cerveza en dirección a ella—. Porque sospecho que hay un montón de veces que tú necesitas que te aten para conseguir que te azoten el trasero. Keely adoptó una expresión calculadora. —¡Lo sabía! Probablemente no tenía sentido eludirla, pero Ben lo intentó de todos modos. —Lo sé, Jack notó los accesorios antes que tú, cuándo ensamblamos la cama.
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—No estoy hablando de eso. Soy realmente buena aprendiendo lo básico con GQ9, por así decirlo. Estoy hablando de ti. Mencionando esa jerga técnica sobre dominantes y sumisos como un profesional. Ben se encogió de hombros. —Nunca desestimes las oportunidades que ofrece una buena porno. —Pura mierda. Yo creo… —Yo creo que ésta es una conversación que nunca quisiera tener contigo, Keely. Así que déjalo estar. —Por la forma en que ella se congeló, Ben se percató demasiado tarde de que había usado su voz de Dom. —¿Ese tono siempre consigue obediencia inmediata? —No contigo, aparentemente, —le respondió secamente. Keely se rio. —Mira, me importa una reverenda mierda lo que hagan los adultos de forma consensual detrás de la puerta del dormitorio, pero tengo que preguntarte: ¿Es por tu… proclividad… que te vas a Gillette? Proclividad. Una forma diplomática de decirlo. La estudió, debatiéndose entre proporcionarle un trozo de verdad o mentirle. Era curioso, pero confiaba en Keely. Ella podría ser una cotorra, pero él nunca había oído un rumor de que fuera una chismosa. —Sí, supongo que es por eso. —Ah. —Parecía haberse quedado sumida en sus pensamientos—. Conozco a alguien que frecuenta el Bar Rawhide. Ella nunca me diría por qué el lugar la atrae tanto. Es absolutamente reservada. Como si fuera un club privado o algo por el estilo. De alguna manera, Ben logró no atragantarse con su cerveza.
GQ: Revista de tendencias dirigida al público masculino.
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—¿Cómo se llama? —Annaliese. No pudo evitar sonreír. —Conozco a Annaliese. La mirada de su prima se aguzó. —¿Cuánto la conoces? Había conocido a la rubia bajita amante de dar mamadas después de ser azotada hasta correrse. —Bastante bien. —Ah. Evasión. Estoy comenzando a entender por qué tu lema es los caballeros no tienen memoria. También estoy comenzando a entender por qué no estás interesado en salir con nadie de por aquí. —Keely inclinó la cabeza—. Aunque Jessie me contó que saliste con su compañera de trabajo, Simone, un par de veces. —Salí con ella una vez. ¿Por qué? ¿Está difamándome o algo por el estilo? —No. ¿Supiste con una sola cita que ella no era tu tipo? —Simone era… —Demasiado abrasiva. Él prefería a sus mujeres dóciles. Como Annaliese. Como Ángel anoche. —¿Simone era… qué? —Lo incitó Keely. —Padecía de fiebre de bebés. Estaba buscando a un hombre para que se convirtiera en su marido sólo para poder quedar embarazada y experimentar la dicha de la maternidad. Eso encendió todas mis señales de alarma. —¿Qué cosa? ¿Qué haya sido una mujer que deseaba asentarse?
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—No. Que fuera una mujer cuyo único interés fuera quedar embarazada. Dudo que haya estado enfocada en mí o en el matrimonio, dado que estaba obsesionada con los bebés. —¿Así que esperas que tu mujer dedique toda su energía en ti? ¿Transformarte en el centro de su existencia? —Le preguntó Keely. Ben negó con la cabeza. —Pero observé cómo el exclusivo interés de mi cuñada Libby en tener un bebé casi destruye su matrimonio con Quinn. Odiaba ver sufrir a mi hermano. Odié ver que todo el amor que sentían uno por el otro se transformaba en algo poco importante. Tuvieron suerte y arreglaron sus problemas, pero eso es una rareza porque la tasa de divorcio es malditamente alta. Por lo que no voy a firmar por algo para el resto de mi vida sabiendo de antemano que no es lo que quiero. Ella comenzó a replicar cuando dos golpecitos precedieron a la entrada de Quinn. Él echó una mirada a los perros roncando delante de la salamandra. —¿Drogaste a mi usual comité de bienvenida? —No. Pasaron el fin de semana en el granero, andando de un lado al otro, privándose de su cómoda vida dentro de la casa, dormitando junto al fuego. ¿Quieres una cerveza? —Seguro. —Quinn apoyó un plato cubierto en papel de aluminio sobre el mostrador—. Libby hizo brownies. —Ooh. Ñam. —Keely movió otros platos a un lado para hacer espacio. Ben se deslizó detrás del bar y destapó una botella de Coors Light, empujándola hacia su hermano. —Antes que quedemos invadidos por la familia, ¿qué pasa con papá? Lo llamé cuando llegué a casa hoy y dijo que no podía hablar. Que estaba averiguando algo. — Ben respingó—. Cristo. ¿Por favor dime que ese no es el código del hombre para informar que mamá y él estaban teniendo sexo?
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Quinn se rio. —Nop. Estaba buscando los horarios de las aerolíneas. —¿Por qué? ¿Van a ir a visitar a Chase y Ava a California? —Nop. Gavin los invitó a Phoenix. —¿En serio? Eso es… bueno. ¿No? —Espero que sí. Sus primos entraron en patota. Kane y Kade. Cord y Colby. Colt y Cam. Brandt, Tell y Dalton. Todos le provocaron a Keely un sarpullido de mierda antes de encaminarse al bar. Le entregó una Coca‐Cola a Colt. A continuación sacó las cervezas y las destapó. —Hombre, ¿cómo recuerdas la cerveza favorita de cada uno? —Le preguntó Dalton. —Debe ser por todo el tiempo que pasa en el bar de Gillette, —dijo Cord—. ¿Tienes participación como propietario en él? Ojalá. —Nop. Los dueños son Cody y Trace. Les doy una mano cuando puedo, pero por lo general sólo lo frecuento. —No entiendo por qué no frecuentas a los bares de por aquí, —comentó Dalton. —Porque los bares de por aquí apestan, imbécil. —Tell tomó un sorbo de su Coors. —Tal vez algún día Tell y yo sigamos ese rumbo dado que el lugar te gusta tanto. Dalton había estado diciendo eso desde hacía un tiempo, por lo que Ben le restó importancia. —Deberían. —Además, apostaría a que no son tus amigos los que mantienen tu interés. ¿Tienes a alguna mujer escondida allí? 108
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Miró a Kade, parado a la par de Colby, y cambió de tema ostensiblemente. —Rielle mencionó que vio a Skylar la semana pasada. Dijo que Sky había estado enferma. ¿Es por eso que estuviste perdido? Kade asintió con la cabeza. —Alguna especie de gripe. Estoy condenadamente contento de que las niñas y yo no la pescáramos. —Tocó la parte superior de la barra de madera. —¿Estás seguro de que la enfermedad no se debió a que Sky quedó embarazada? — Preguntó Cam astutamente. —Vete a la mierda, policía. Algunos de nosotros sabemos cuándo decir basta. —Y algunos de nosotros no tanto, —masculló Colby. —No puede ser. ¿Channing está embarazada otra vez? —Preguntó Kane. —Dios no. —Colby también tocó madera. —Libby tampoco está embarazada, —informó Quinn. —Lo mismo para Indy. —Agreguen a AJ a la lista del no, —dijo Cord. —¿Esta conversación tiene un punto? —Preguntó Tell—. ¿O todos ustedes van a sacar fotografías de los bebés a continuación? —Sí, porque tú no tienes una foto de tu sobrino Landon contigo, —se entrometió Keely. —Sólo estábamos tratando de averiguar quién está embarazada, —aclaró Kane—. Porque al menos una mujer en esta familia siempre está preñada. Todos los ojos se dirigieron como un rayo a Brandt. —¿Qué mierda? Jessie no está embarazada. 109
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Pasó un latido. Entonces todos se volvieron y miraron a Keely. Ella se mosqueó. —¿Qué hice ahora? —Sólo estamos preguntándonos… —Colt arrastró las palabras. —¿Si tienes un bollito en el horno? —Terminó Cord. —Tengo un paquete entero aquí mismo. —Keely lanzó un panecillo a la cabeza de Cord—. Idiota. —Entonces golpeó a Colt con otro—. Imbécil. ¿Me están diciendo que me veo gorda? —Reserva los panecillos, Nolan Ryan10. No estamos diciendo que te ves gorda. Simplemente tratábamos de averiguar para quién mamá está tejiendo la nueva mantita de bebé. —Para mí no. Por Dios. Sólo hace un año que nos casamos Jack y yo. ¿Y después de ver todo el trabajo que tuvo AJ con Beau? —Se estremeció—. Tal vez nunca. —Oh, no fue para tanto. Keely le lanzó otro panecillo a Cord. —¿No fue para tanto? ¿AJ no te amenazó con cortar tu gran polla oscilante llena de semilla del demonio si alguna vez volvía a verla? Cord sonrió. —No quiso decir eso, confía en mí. —Un beso y se reconcilió con tu gran polla oscilante, ¿verdad? —Preguntó Colt con una risita socarrona. Estallaron más carcajadas. 10
Nolan Ryan: beisbolista estadounidense retirado que se desempeñó como un pitcher de las Grandes Ligas de Béisbol. Su característica principal era la fuerza y rapidez de sus lanzamientos. 110
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—¿Cómo nos subimos a este tema, de cualquier manera? Esperaba que no hubiera ninguna conversación sobre hijos para variar, —se quejó Dalton. —Nos subimos al tema porque mi hermano estaba evadiendo tu pregunta sobre las mujeres que mantienen su interés en Gillette, —aclaró Quinn. Ben lo fulminó con la mirada. —O tal vez él sólo quiere que pensemos eso. Quizás en realidad tiene puestos los ojos sobre una mujer que está más cerca de casa, —intentó Keely. Jodidos millones de gracias, Keely. La botella de cerveza de Quinn se detuvo a medio camino hacia su boca. —Oh, diablos. Debería haber visto venir eso. —No entiendo, —dijo Ben—. ¿Qué es lo que deberías haber visto venir? —No qué, sino quién. Ya sabes, tu caliente, sexy y soltera vecina, ¿Rielle Wetzler? — Añadió Keely—, ¿cómo le está yendo con esa hostería? Nunca oí nada acerca de eso, lo que no puede ser bueno. Dalton se puso de pie. —Descártenme de la conversación en lo que se refiere a las chicas Wetzler. —Y descártenme de la conversación en la que están tratando de casar a los últimos de nuestros solteros McKays, —dijo Tell—. Nos gusta disfrutar de la despreocupada vida de soltero. Ben notó que sus primos casados intercambiaron miradas presumidas después de que Dalton, Tell y él chocaran los cinco. —No pasa nada entre Rielle y yo. Somos amigos. Construí algunos muebles para ella. Hice algunas reparaciones en la hostería. Ella mantiene un ojo sobre mis perros cuando me voy. Simplemente las cosas habituales entre vecinos. Además, es al menos diez años mayor que yo. 111
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Cord sonrió. —La edad no es más que un número. Confía en mí. —Tal vez ella hace todo eso porque quiere ser algo más que sólo tu amiga. Deberías invitarla a salir, —sugirió Cam. —Incluso podrías llegar a darle un buen uso a alguna de las camas que hiciste, — bromeó Quinn. —Muy jodidamente gracioso. —Ooh. Alguien está sensible. Las risas masculinas se propagaron. —¿Vamos a ver el rodeo o trajeron esmaltes de uñas para que podamos arreglarnos las uñas entre nosotros mientras chismoseamos? Keely hizo sonar un cencerro en la cocina. —¡Vengan y búsquenlo! Mientras los platos estaban siendo llenados, Ben sacó a sus perros afuera y encendió VERSUS11. Una vez que todos estuvieron ubicados, repartió otra ronda de cervezas antes de tomar un plato para sí. Miró alrededor, feliz de que sus primos hubieran dejado sus diferencias a un lado y de que no sólo trabajaran juntos, sino que pudieran pasar juntos un rato ocasionalmente. Todos ellos eran excesivamente impulsivos y testarudos en sus relaciones laborales por lo que siempre habría idas y vueltas, pero al menos la relación no era un combate día tras día. Un gemido colectivo recorrió toda la habitación cuando un toro pisoteó como la puta madre una pierna del jinete. Las bajas apuestas no duraron más que diez jinetes porque Tell ganó todas las rondas. Ser un competente juez de ganado en la PRCA tenía su ventaja. VERSUS: Canal de deportes.
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Los jinetes que caían al suelo eran más comunes que una monta de ocho segundos así que la especulación de que Chase tuviera una oportunidad en el campeonato era alta, dado que su primera puntuación lo dejó ubicado arriba de doce. Después de que Keely terminó de hablar por su celular, se apretujó entre Cam y Colt en el sofá. —Carter y Jack les mandan saludos a todos. —¿No podías pasar una tarde entera sin verificar cómo está tu amo y señor? —Le preguntó Cord. —No tengo que verificar nada, hermanito. Jack me llamó porque me extrañaba. —Apostaría a que estaba borracho, —dijo Cam. Keely le clavó el codo en el intestino. —¿Brandt, ya te has puesto en contacto con Jessie? Pasó al menos una hora desde que hablaste con ella. —Añadió Dalton haciendo ruiditos de besuqueos y Tell masculló algo acerca de ser un manejado. Brandt los abofeteó a ambos en la parte de atrás de la cabeza. En definitiva, sólo una reunión McKay normal. El turno de Chase fue anunciado. Montaría a Red Bull Rebel. Chase estaba sobre el toro en el momento en que la cámara lo enfocó, con el casco en su lugar, poniendo a prueba su envoltura. Otro desplazamiento de sus caderas y asintió con la cabeza al guardabarrera. Red Bull Rebel se puso casi en posición vertical nada más sacarlo de la rampa. —Vamos, hermanito. Consíguelo. Aguanta sobre él. —Dijo Ben entre dientes. Chase tuvo un control total durante el giro. Ben no apartó la vista de la pantalla hasta que Chase golpeó la marca de los ocho segundos y se escucharon las ovaciones por detrás de él.
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Chocaron los cinco moviéndose todos alrededor del cuarto. Ben tomó el mando a distancia y rebobinó para que pudieran observarlo otra vez. Inmediatamente después de que fuera anunciada la marcación de ocho segundos, la cámara enfocó a Ava, la esposa de Chase, junto a la audiencia. —Chase realmente recuperó sus habilidades, —comentó Brandt. —Lo necesitaba, —masculló Ben. —Nunca había visto a nadie más determinado cuando trabajamos con los toros el verano pasado. Un día, Chase se subió a veinticinco toros. —Colby sacudió la cabeza—. El chico estaba condenadamente loco. Cash y yo nos quedamos esperándolo para decirle que era suficiente, pero él nunca escuchó. —Ey, ¿Ben? —Dijo Kane—. Kade y yo vamos a ir a cazar antílopes el próximo fin de semana. ¿Todavía quieres los cueros si atrapamos a un par? —Sí. Cualquier piel de ante que no usen, también. —¿Qué haces con ellas? —Le preguntó Colt. —Teñirlas y usar pedazos para los muebles. No estoy seguro de si funcionará, así que necesito pieles adicionales para experimentar. —Correré la voz. Sé que Trev y Ed consiguieron permisos para cazar malditamente casi de todo. Después que Chase quedó ubicado en séptimo lugar, la reunión se disolvió. Ben estaba demasiado inquieto como para quedarse sentarse adentro, así que se encaminó a su taller. Pero sus pensamientos seguían fluyendo hacia Ángel. Esperaba que ella no se arrepintiera de regresar al Rawhide. Era algo que ocurría con frecuencia, de acuerdo a la experiencia de Ben, que una vez que una mujer estuviera fuera de la atmósfera del club, se pusiera a pensar en cómo voluntariamente se había entregado a su compañero dominante. Se sentiría mortificada por su comportamiento. En el momento, había sido una experiencia embriagadora. En el 114
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mundo exterior, parecía… equivocado. Sucio. Atípico. Una violación a sus sensibilidades feministas. No es que Ben no estuviera de acuerdo con que algunas relaciones dominantes/sumisos bordeaban con la degradación. Le molestaba que algunos incursionaran a mujeres en la escena mostrándoles sólo el peor lado. No el mejor, como Layla y Murphy, que estaban juntos desde hacía años. La devoción de cada uno por las necesidades del otro era innegable. Ben no estaba buscando a una sub dentro del estilo de vida, sino a una mujer que comprendiera que esto no era sólo una etapa con él. Ben era un dominante hasta los huesos y siempre lo sería. No podría estar con una mujer que no aceptara ese lado de él… sin importar dónde se conocieran. Cepillar tablas estilo‐misión para mesitas de noche alejó su mente de la constante especulación acerca de las probabilidades que Ángel apareciera. Sospechó que sería una larga semana.
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CAPÍTULO 09 Oh mi culo dolorido. El trasero de Ainsley todavía picaba la mañana del lunes. Mal. Se había sumergido en un baño de agua fría tan pronto como había regresado al hotel tras su aventura sexual con Bennett en el Club Rawhide. Cada vez que sentía esa caliente punzada de dolor, se acordaba de él. De cómo había sabido que el dolor se transformaría en algo totalmente distinto para ella. Y ese conocimiento la había sacudido hasta el alma. Estaba orgullosa de ser una mujer lógica. Pero lo que había experimentado con Bennett desafiaba la lógica. Una mujer inteligente, independiente y capaz cediendo todo el control, esencialmente diciendo, aquí está mi cuerpo, haz con él lo que quieras, no me permitas pensar, sólo haz que me corra. ¿Eso la convertía en una salvaje esclava de los placeres de la carne? No. Ainsley sabía que eso no era ni tan blanco, ni tan negro. Lógicamente comprendía la diferencia entre entregar el control y que un hombre se lo arrebatara. Lo que le asombraba era que no se había sentido impotente en ningún momento. Todo lo que había sentido fue alivio. Lo que le daba crédito al argumento de Bennett: los sumisos tienen todo el poder de la situación. El dominante queda limitado sólo a la cantidad de poder a que renuncia el sumiso. Pero eso no respondía a la pregunta de ¿por qué había confiado en Bennett tan fácilmente? ¿Tan rápidamente? Lo que llevaba a la siguiente pregunta que tenía en mente: ¿Iría allí una próxima vez? Tenía hasta el viernes para decidirse. Y el cielo sabía que diseccionaría este panorama y los potenciales resultados más de cien veces antes de que llegara ese momento. La imagen que seguía apareciendo cuando la atormentaban las dudas era el rostro de 116
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Bennett y la intensidad con que la estudiaba. Quería conocerla, por dentro y por fuera. Cada gesto, cada risa, cada tic facial y cada palabra de ella fueron memorizados y descartados para su uso en el futuro. Y si fuera totalmente honesta consigo misma, estaba menos asustada por esa razón que lo que hubiera estado por ser sumamente halagada. Un golpecito en la ventanilla de su coche la sobresaltó. Miró al entrometido, impecable, obsesivo y curioso Turton Ingvold, el hombre que había apodado secretamente como el sorete. Porque holaaa, el apodo le hacía honor. Pelo castaño, ojos marrones, y un completo lameculos… con todo el mundo a excepción de ella. Turton la trataba con un aire de sarcasmo. Había esperado conseguir el puesto del presidente del banco después de que el hombre que había sido elegido inicialmente para esa posición, fuera abruptamente reasignado la primavera pasada. Pero le habían ofrecido a ella el codiciado puesto para esta nueva sucursal, haciendo a Turton su segundo de a bordo. Ella logró sonreírle tras salir del coche. —Buenos días, Turton. Él caminó a su lado… exactamente a su lado… por la acera. —¿Confío en que te ocuparás de la situación de Rita esta semana? Ningún hola, ni buenos días, ni algo inesperado. La mitad de las veces se preguntaba cómo Turton había llegado al nivel directivo, porque tenía cero habilidades sociales y prácticamente nada de tacto. —Sí. Creo que ella empieza mañana. —Bien. Porque odiaría pensar que estás demostrando favoritismos y tendríamos empleados disgustados… —Te dije, me encargaré de eso, ¿así que por favor podemos dejarlo ahí? —Lo sentía respirar en su nuca mientras caminaban en fila india por el pasillo del banco y eso la sacaba de quicio.
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Se detuvo por un minuto y evaluó el lugar. El lobby le rendía tributo al patrimonio occidental de Wyoming. Estanterías de losa de piedra nativa, vigas de madera vistas, alambre de púas oxidado utilizado por todas partes de las formas más singulares. Hasta las sillas estaban revestidas con cuero de vaca. La corporación había invertido en artistas locales para el resto de la decoración, enormes estatuas de bronce, pinturas de vaqueros e indígenas, así como también un mural inmenso bosquejando el espectacular y desolador paisaje del área de Sundance. El flamante edificio había abierto comercialmente hacía sólo dos semanas y Ainsley ya sentía al lugar como propio. Evidentemente Turton había estado intentando entablar una conversación con ella, o tratando de despreciarla con un comentario muy poco disimulado acerca de su incompetencia, y cuando ella no había respondido, él se había alejado furioso hacia su oficina. Ainsley se quitó el abrigo y dejó el maletín dentro de su oficina antes de encaminarse a la sala de descanso de los empleados en busca de una taza de café. Leslie, la solitaria oficial de préstamos, estaba sentada en la mesa plegable, sumergiendo una bolsita de té en agua caliente mientras hojeaba el periódico. Levantó la vista y le sonrió. —¿Cómo estuvo tu fin de semana? Instructivo. —Demasiado corto. ¿Qué tal el tuyo? —Entre las actividades de los niños y la ropa para lavar, me sentí encantada de venir a trabajar esta mañana. Jenny, la recepcionista, tomó asiento junto a Leslie, diciendo, —Mi coche no quiso arrancar y mi papá no pudo encontrar el desperfecto, así que pasé todo el fin de semana sin coche, viendo televisión en casa en lugar de salir de copas con mis amigos. —Le disparó a Leslie una mirada ladina—. Si no me pueden arreglar el coche, podría tener que recurrir a ti para un préstamo para comprarme uno nuevo.
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—Tendrías que pedir una cita para la semana próxima, porque estoy a tope esta semana, —respondió Leslie. —Esas siempre son buenas noticias para oír a primera hora de un lunes. —¿Entonces qué hiciste este fin de semana, Sra. Hamilton? —Le preguntó Jenny, otorgándole al traje de Ainsley una minuciosa inspección. Señora Hamilton. Como si fuera una vieja solterona. Los veintitantos de la mujer la hacían un poco sórdida de espíritu, pero era eficiente, por lo que Ainsley usualmente ignoraba sus injurias. No hoy. Le devolvió el tiro a Jenny. —Oh, fui a un club. La chica arrugó la frente. —¿Como a un restaurante nocturno o a un club de tejidos o algo por el estilo? Pequeña engreída. —No, a un club nocturno. —¿A cuál? —No lo conocerías. Está afuera de la ciudad. Me divertí de lo lindo pero fue agotador. Descubrí músculos que no había usado en años. —Sonrió y salió del cuarto. Su pulla literalmente volvió para morderla en el culo cuando su trasero se encontró con el asiento de cuero de la silla de su oficina. Ben se quitó los guantes y sacó su teléfono celular del bolsillo delantero después de que sonara por tercera vez. —¿Hola? —Gracias a Dios que estás en casa. Necesito un favor enorme.
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Dejó a un lado su hacha. —Seguro, Rielle. ¿Qué necesitas? —Mi coche tiene una cubierta pinchada. Cuando fui a cambiarla descubrí que la de repuesto está desinflada también. Tengo una reunión en el nuevo banco en quince minutos. ¿Hay alguna posibilidad de que me puedas pasar a buscar y llevarme al pueblo? Ben se quitó la tierra de sus Wranglers, raspó el barro de sus botas y tomó las llaves del banco de trabajo. —Saltando a mi camioneta ahora. La casa de Rielle estaba subiendo por el camino a unos cinco kilómetros. La parte superior de la mitad de sus sesenta hectáreas bordeaba las tierras de Casper McKay y la parte perteneciente a Ben del Rancho McKay. Según los rumores familiares, treinta años atrás tanto Charlie como Casper habían querido quedarse con esa sección. Y habían luchado hasta el punto de conseguir que el dueño original vendiera la parcela a los Wetzlers, una familia de California. Ben nunca creyó mucho en las especulaciones locales acerca de que los Wetzler fueran hippies drogadictos, pero eran un grupo extraño. Las instalaciones de su vivienda tenían una vibración como de comunidad… desde las dispersas cabañas individuales y la nueva estructura de la casa principal, a las hectáreas de jardines, gallineros, corrales, vacas lecheras, colmenas y árboles frutales. Nadie sabía cuántas personas se habían adueñado de la tierra con la bendición de los Wetzlers. Pero en los últimos dos años desde las muertes de sus padres, Rielle Wetzler había construido la posada Sage Creek como complemento a los ingresos de su granja orgánica. Incluso con todas las mejoras, todavía había mucho para hacer. Y esas mejoras no eran baratas. Rielle dejó de pasearse por el porche y bajó corriendo las escaleras cuando él se detuvo en el camino.
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La esbelta rubia caminó rápidamente hacia su camioneta con un aire de elegancia. A pesar de que Ben supiera lo fuerte y capaz que era Rielle, su apariencia esquelética no le atraía. Más allá de las bromas de su familia, ella nunca dio a entender que entre ellos pudiera haber una relación sentimental… algo nuevo en la vida de Ben en lo que se refería a tratar con una mujer sola. Por lo que esta amistad significaba mucho para él. Ella se recogió la larga falda teñida estilo nevado, y dio un portazo. —Eres un salvador, Ben McKay. —Feliz de ayudar. —Él no volvió a hablar hasta que levantaron velocidad en la carretera hacia el pueblo—. ¿Entonces por qué estás yendo al banco? —Porque es nuevo. No conocerán mi historia familiar por lo que no se preguntarán si estoy pidiendo un préstamo para nuevas luces de crecimiento o para aumentar mi secreto cultivo de marihuana. —Ben se rio—. En serio. Espero que me presten dinero para cancelar algunas deudas. Como lo que te debo a ti. —Te dije que no te preocuparas por eso. —Me preocupa. —Pasó la palma de la mano desde la parte superior de su cuero cabelludo hasta el final, intentando domar su fino pelo de bebé—. Estoy tan nerviosa. —No deberías estarlo. Los banqueros usualmente tienen sus ideas formadas antes de que incluso atravieses la puerta. Son un manojo de bastardos controladores. Al menos, según mi experiencia. —Pensé que todos los McKays tenían más dinero del que podrían llegar a usar, por lo no le debían nada a nadie. —No todos los McKays. Especialmente no aquéllos de nosotros que hemos construido casas, o emprendido negocios, o comprado tierras. Tengo vencimientos mensuales. —¿Entonces piensas que tengo posibilidades de conseguir el dinero?
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—La mayoría de los banqueros son realmente quisquillosos con esta economía. Tendrán en cuenta la tierra que posees. Pero también si las propuestas de tus mejoras realmente aumentarán el valor de la propiedad. Rielle suspiró. —Una lástima que el sistema de intercambios todavía no funcione para todos. —No jodas. Hablando de… gracias por cuidar de los perros este fin de semana. —No fue gran cosa. No tuve nada más qué hacer. Se suponía que Rory iba a estar en casa este fin de semana pero tuvo que trabajar. —¿Cómo estuvo su primer semestre de licenciatura? —Bien. Todavía está trabajando de barman en el Happy John tres noches a la semana dado que su beca de postgrado sólo cubre las clases. Me gustaría poder ayudarla un poco más. Ben le disparó a Rielle una mirada de lado. —¿Eso es parte del motivo por el que estás solicitando un préstamo? ¿Para darle dinero a Rory para sus estudios? Porque, Ree, tengo que decírtelo, tu obstinada hija no va a estar muy contenta con eso en absoluto. Rielle sonrió. —De tal madre, tal hija, ¿no? Demasiado malditamente independiente para nuestro propio bien. No te preocupes, y no te dejes llevar por los chismes sobre mí. El préstamo es estrictamente para el Sage Creek. El resto del viaje hasta el pueblo siguió en silencio. El nuevo National West Bank era una llamativa estructura comprendida por bloques de piedra arenisca nativa, cristales y acero. Las vigas de madera en el exterior añadían un toque del Viejo Oeste, al igual que los adornos de metal que se erosionarían y oxidarían con el adusto clima de Wyoming. Era un aditamento agradable para el pueblo, incluso cuando él dudaba si los ciudadanos de Sundance podrían sustentar un segundo banco. 122
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Rielle comprobó su maquillaje en el espejo del pasajero y añadió una capa de protector labial. Retocándose el pelo. Mascullando consigo misma, entonces levantó la visera parasol con un golpe decidido. —Bien. —Curvó los dedos alrededor de la manilla de la puerta—. ¿Listo? —Te ves lista. Golpéalos a muerte, tigresa. —¿No entras conmigo? —¿Echaste una mirada sobre mí? La última cosa que necesitas es que me vean desparramando barro y mierda por toda su flamante alfombra. Me quedaré en la camioneta. Ben se hundió en su asiento de cuero y se bajó el sombrero sobre los ojos, esperando poder hacerse una siestita. Había tenido una noche agitada, pensando en Ángel. Preguntándose si la reconocería sin esa peluca apestosa. Preguntándose cómo se sentiría su verdadero cabello al envolverlo en su puño mientras le follaba la boca. Sus recuerdos hicieron que la entrepierna de sus vaqueros se sintiera incómodamente apretada, obligándolo a reencauzar sus pensamientos. Estudió el perfecto frente del edificio. Había construido su casa con troncos por sí mismo y apreciaba cómo afectaba el diseño a la forma y la funcionalidad, incluso conservando un aire artístico. Cuando pensó en el arte, recordó que a su primo Carter le habían encargado una enorme escultura para este banco. A Ben siempre le había encantado ver lo que creaba el loco talento de su primo. Ya estaba aquí. Bien podría entrar y echarle un rápido vistazo. El interior del banco era tan impresionante como el exterior. El lugar estaba atestado de gente y nadie lo notó cuando se detuvo delante de la maciza escultura, destacadamente exhibida debajo de una claraboya circular. Una cadena oxidada rodeaba la obra de arte… la cabeza de un caballo tallada en madera, rodeada por retorcidos metales de diferentes alturas, tamaños y acabados que daban la impresión de que el caballo estaba corriendo a través de los altos pastos salvajes. —Está magnífica, ¿verdad? 123
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Reconoció esa voz sensual inmediatamente. Ben se volvió tan rápidamente que se sintió mareado sin poder creer lo que estaba viendo. —¿Ángel? La mandíbula de la mujer casi golpeó el piso. —¿Bennett? Tú… ¿Qué estás haciendo aquí? Antes de que pudiera responder, una vigorosa mano aterrizó sobre su hombro. —¡Ben! No te he visto en mucho tiempo. Aturdido, miró a Bill, su agente de seguros, quien se había interpuesto entre él y Ángel. —¿Qué trajo al escurridizo Ben McKay hasta el pueblo? —Preguntó Bill. —Admirando la última pieza de arte de Carter. —Ahora vete a la mierda de aquí. —¿Entonces no estás haciendo negocios en el nuevo banco? —Tal vez. —Ben se mantuvo enfocado en la mujer que no había podido sacarse de la cabeza. Bill siguió cotorreando. —Creo que Steve Talbot no estaría contento con eso, dado que el banco de los McKays siempre fue el Settler’s First. Aunque la presidente de este banco sea mucho más bonita que Steve. —¿Eres la presidente de este banco? —Preguntó Ben completamente asombrado. Los ojos de Ainsley se volvieron helados. —Mira, Bill, mientras tú no le menciones a Steve que me viste aquí dentro, yo no le mencionaré que te vi a ti, ¿de acuerdo? —Hecho. Nos vemos, McKay. 124
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Ben se movió lo suficientemente cerca de Ángel como para obligarla a levantar la vista sobre él. —Necesitamos hablar, Señora Presidenta. —Estoy muy ocupada… —No quiero hacer una escena, pero la haré. El rosado en sus mejillas se intensificó. La mirada de Ben vagó sobre su crespo cabello castaño‐dorado, veteado con ámbar, que caía por debajo de sus hombros. —Nunca vuelvas a ponerte esa apestosa peluca otra vez. Jesús, mujer, me encanta tu aspecto. Tan real. Tan bonita y delicada. —No lo hagas. —¿Qué no haga qué? ¿Hacerte un cumplido? —No entres a mi lugar de trabajo y actúes como si me controlaras aquí. Mosqueado, chasqueó, —Entonces apreciaría diez minutos de tu tiempo en privado. —No. —¿De verdad? ¿Vas a rechazar el negocio? Porque quiero abrir una cuenta. —Bien. Bonnie puede ayudarte con eso… —Nop. Quiero que me ayudes tú. Sólo tú. ¿Así que haremos esto o qué? Los ojos de la mujer todavía sostenían una advertencia. —Cinco minutos. Mientras se encaminaban hacia su oficina, una voz le gritó, 125
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—¿Ben? Se dio vuelta para encontrarse con una Rielle de aspecto desolado. —¿Ya terminaste? —Sí. —Dame diez minutos. —Sacó sus llaves del bolsillo y se las entregó—. Puedes esperarme en la camioneta. La mirada de Rielle se movió de uno a otro, entre ellos. —De acuerdo. Dentro de una oficina con fachada de cristal, ella rodeó el escritorio, ofreciéndole un cortante, —Cierra la puerta y toma asiento, —mientras se deslizaba en un sillón enorme. —Me quedaré de pie, gracias. —Pensaría que eres todo un caballero, salvando el detalle de tu mujer o novia, si sólo no hubiera sido testigo de que le ordenaste esperarte a solas en la camioneta. Cualquier apariencia de calma se evaporó. Ben atravesó la habitación y apoyó las manos sobre el escritorio, cerniéndose amenazadoramente por encima de ella. —En primer lugar, no habría estado en el Club Rawhide jodiendo con otras mujeres si estuviera casado o viendo a alguien. —Respira, hombre. Su mirada cayó a la placa de identificación. Epa. ¿Su nombre no era Ángel?— Tal vez quien debería estar cuestionándose acerca de ti y tus motivos fuera yo, dado que, oh, mentiste tu maldito nombre y llevabas puesta esa ridícula peluca. —Dada mi ocupación, estoy segura de que entiendes por qué me disfracé. Además, no tenía ni idea de qué esperar de un establecimiento como el Club Rawhide ya que era mi primera incursión en un lugar así. Era mejor asegurarme que lamentarlo.
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—Bien. Supongo que puedo comprar eso. Ella jugaba nerviosamente con una pluma. —¿Puedes sentarte por favor? —¿Te estoy poniendo nerviosa? —Ya establecimos el último fin de semana que me pones muy nerviosa, Bennett. —Llámame Ben, —la corrigió, sentándose sobre el borde de la butaca tapizada con un diseño floral—. Sólo uso Bennett en el club. O mi mamá usa mi nombre completo cuando está furiosa conmigo por algo. Lo que puedes imaginarte que es todo el maldito tiempo. —Ainsley sonrió—. Me gusta mucho más cuándo estás sonriéndome, ángel. El nombre encaja contigo, aunque no sea tu verdadero nombre. —Su mirada vagó por encima de la placa grabada con el nombre—. Entonces, Ainsley Hamilton, eres la presidente de un banco. —Así parece. ¿Sorprendido? —No. Sabía que eras inteligente, y me imaginé que tendrías un empleo en el que estabas acostumbrada a tener el mando. No hace mucho tiempo que estás en Sundance. —¿Cómo lo sabes? —Viví en esta zona toda mi vida. La gente rumorea cuando una caliente mujer soltera se muda al pueblo. No he estado en la ciudad en las últimas semanas… La culpa es mía por no haberme presentado antes. —Formas parte de la infame familia McKay. —Infame es una exageración. —No por lo que he escuchado. De cualquier manera, aún no salí a conocer Sundance. Hay mucho de lo que ocuparse al abrir una nueva sucursal. Pasé el primer fin de semana desempacando y el último… —Su sonrojo pareció molestarla. Enderezó los
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hombros—. No necesito darte un paso a paso sobre los acontecimientos del último fin de semana. —No, seguramente que no, porque los he estado reviviendo dentro de mi cabeza cada maldita hora del último día. —¿En serio? —Sí. ¿Ibas a aparecer el viernes por la noche? ¿O me ibas a dejar plantado? —No me había decidido. Fue todo tan… surrealista. —Hizo rodar la pluma entre sus palmas—. Pero tenerte aquí en mi oficina es surrealista también. Pero malditamente afortunado en su opinión. —No puedes negar que algo hizo clic entre nosotros este último fin de semana. ¿Qué te parece si hablamos de eso esta noche mientras cenamos? Ella le dirigió una mirada inquisitiva. —¿Cenamos? ¿Dónde? —Sin añadirle más leña al infame fuego McKay, sería mejor que nos atengamos a mi casa, porque donde sea que vayamos en Sundance o Moorcroft, las oportunidades de que nos topemos con uno de los integrantes de mi familia, son altas. No estoy seguro de que la nueva mujer de negocios de la ciudad desee que la asocien con un McKay. — Cuando otra luz de sospecha llameó en sus ojos avellana, él se dio cuenta de que tendría que tener un cuidado adicional con ella, teniendo en cuenta cómo se habían conocido—. Nadie sabe de mi vida en el Club Rawhide. —¿Estás seguro? —Completamente. Lo prometo. Sólo es entre nosotros. —Se inclinó más cerca—. Cena conmigo esta noche, Ainsley. Sólo seremos nosotros dos conversando. Eso es todo. —¿Nada de esas cosas de atarme y de nalgadas sexuales? ¿Había decepción en esa brusca respuesta? 128
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—Si esa es la manera en que lo quieres. —Ben se esforzó para reconciliar a esta brillante mujer profesional con la sumisa que había tenido debajo de sus manos hacía sólo dos días. —¿Sabes cocinar? —Soy un hombre soltero. No hablaría bien de mi vida si no supiera desenvolverme alrededor de una cocina. Ainsley sonrió otra vez. —Dame tu dirección y estaré allí después del trabajo. —Son veintitrés punto cinco kilómetros al sur por Bridger Gap Road. Gira a la izquierda en el guardaganado. Es una casa de leños. No puedes perderte. Tres golpes y Ainsley dijo, —Adelante. Una morena alta entró zarandeándose en la oficina. —Llamaron de relaciones públicas de la sucursal principal de Denver. Les dije que les devolverías la llamada tan pronto como terminaras con tu cliente. —Gracias, Jenny. Ben reprimió un gemido. La morena no era otra que Jenny Timsdale. La reina de belleza del pueblo, fanática fiestera y la última conquista nocturna de su primo Tell. O de su primo Dalton. O de ambos, por lo que había oído jactarse a Dalton. Ella fingió sorpresa al verlo. —Ben McKay. ¿Dónde te has estado escondiendo? No te he visto en la Bota De Oro, ni en Ziggy, ni en los Pinos Gemelos, por mucho tiempo. —Estuve ocupado.
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—Tu primo Tell no está tan ocupado para salir y divertirse conmigo de vez en cuando. —No me cabe ninguna duda, —masculló. —Jenny, ¿hay alguna otra cosa que necesites? —Le preguntó Ainsley. —No. —¿Serías tan amable de pedirle a Bonnie que inicie el proceso para abrir una cuenta? El Sr. McKay estará allí enseguida, ya que decidió abrir una cuenta con nosotros. —Por supuesto, jefa. —Jenny salió rápidamente. Ben no pudo evitar sonreír abiertamente. Ainsley no era una presa fácil. Pero ella pronto se daría cuenta de que él tampoco. —Gracias por la venta agresiva, Señora Hamilton. Espero que satisfaga mis necesidades. —Tus necesidades bancarias, —lo corrigió. —Esas también, —murmuró—. Hasta luego. Su semana estaba mejorando. Aproximadamente quince minutos después que Bennett… Ben… saliera caminando relajadamente del edificio tras abrir una nueva cuenta corriente, Ainsley llamó a Jenny para que regresara a su oficina. —¿Me llamaste? —Inquirió con una falsa dulzura. —Sí. ¿Tienes el número del departamento de relaciones públicas? Hay cuatro extensiones diferentes.
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—Seguro. No hay problema. Vuelvo enseguida. —El pequeño culo, con una perfecta forma de pera, de Jenny no rebotaba debajo de la ceñida falda rosada con estampados de leopardo. Ainsley suspiró y juró que comería como un pajarito esta noche. Jenny le entregó un papelito. —Aquí tienes. Espero que no haber interrumpido nada entre tú y Ben. —No, estábamos terminando. Pero ya que lo mencionaste, ¿qué puedes contarme sobre él? —¿Además de que es más caliente que el fuego? Mama mía, esos ojos azules suyos son algo así como… si mirara directamente dentro de ti, ¿entiendes lo que quiero decir? —Sí, ella había estado en el extremo receptor de esa mirada penetrante hasta el alma—. Él es muy tranquilo comparado con el resto de su familia. E igual al resto de ellos, está involucrado en los negocios del Rancho McKay. No se deja ver mucho por los bares de por aquí. Probablemente está cansado de que las mujeres se le tiren encima, pero es demasiado educado y caballero como para decir algo, ¿entiendes lo que quiero decir? — No, eso no parecía cierto. Ainsley recordaba claramente a Bennett diciéndole exactamente lo que él quería que hiciera—. Él realmente no tiene citas, definitivamente no es como sus primos. Es por eso que algunos malpensados de por aquí cuchichean que es gay, pero yo no creo eso ni por un segundo. Ese hombre estaba tan, tan lejos de ser gay. Evidentemente Jenny se dio cuenta de que Ainsley no había respondido a nada de lo que dijo. Sus ojos azules se ampliaron. —¿No estarás involucrada con él o algo así? ¿Porque tú no eres, como, mucho mayor que él? Ainsley dejó pasar ese comentario sarcástico. —Sólo estábamos hablando del arte de su primo. Él tenía un par de preguntas generales acerca del banco y yo lo convencí de abrir una cuenta. 131
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—Sería un gran negocio si pudieras convencer a todos los McKays para cambiar sus actividades bancarias aquí. Apuesto a que puedes ser muy persuasiva. Ni de cerca tan persuasivo como podría ser Bennett. Y eso la asustaba como la mierda.
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CAPÍTULO 10 La encantadora y agreste casa de Ben no se parecía a nada que Ainsley hubiera imaginado como el piso de soltero de un libertino, grande y malo Dom. Meciendo la botella de vino, atravesó de puntillas el sendero de losa, maldiciendo sus tacones altos, deseando haberse cambiado los zapatos después del trabajo. Ni bien se acercó a la puerta, oyó ladridos. Ladridos furiosos. Y golpes. Como si los perros se estuvieran lanzando hacia la puerta para llegar a ella. La voz de Ben retumbó. —Maldición, cállense. ¿Qué diablos les pasa a ustedes? —Los perros lloriquearon—. Espérame un segundo mientras saco a los perros afuera. Ella se acomodó el tirante de la cartera sobre su hombro, observando a través de la puerta de tela metálica cómo Ben arrastraba a los perros por sus collares. Él trotó de regreso, meciendo la puerta hacia dentro. —Lamento esto. No sabía que habían entrado. Generalmente son tan amigables que babean por todas partes. Ella le entregó el vino. —Probablemente olieron a mis gatos. —Y mi miedo. —¿Puedo tomar tu abrigo? —Colocó la botella de vino sobre una preciosa mesita artesanal. Ainsley se detuvo en la entrada del vestíbulo. —Ah. Seguro. —Le pasó su abrigo de gabardina. Ben lo colgó en un perchero elaborado con una especie de cuernos de animales.
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Ainsley alisó las palmas sobre su falda, deseando haber tenido bolsillos. Deseando no haber venido. ¿Por qué esto era tan incómodo? Tuviste sexo pervertido con este hombre. Una cena debería ser pan comido. Entonces Ben le estaba curvando la mano en la barbilla, mirándola fijamente a los ojos. —¿Estás bien? —No sé qué estoy haciendo aquí. Estoy tan… nerviosa. —¿Quieres irte? —No. —Bien. Tal vez esto ayude. —La besó. Dulcemente al principio. Mordiendo suavemente sus labios mientras le acariciaba la mandíbula con el pulgar. Pacientemente la persuadió a devolverle el beso. Una vez que abrió un poco más la boca, él se lanzó adentro, haciéndole saltar todos sus circuitos con un beso cargado de deseo, con un dejo de pasión. Su cabeza se volvió confusa y envolvió los brazos alrededor de su cuello. Después de una eternidad de esos besos celestiales, él inclinó la cabeza hacia atrás para desparramar calientes besos desde la barbilla hasta su cuello. Los escalofríos la recorrieron bajando por sus brazos y cuello, y ella suspiró. Ben se rio, besándola en la boca una última vez antes de apoyar la frente contra la de ella. —¿Mejor? —Sí. —¿Qué más puedo hacer para que te sientas a gusto? Su preocupación la conmovió. 134
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—Me encantaría quitarme los zapatos. —Siéntete libre. ¿Una bebida? —Seguro. —Ainsley lo siguió a un bar empotrado—. Guau. Esto es precioso. —Gracias. Bombay Sapphire con tónica, ¿está bien? Por supuesto que él recordaba su elección de bebida. —No, en realidad, prefiero una gaseosa. Cualquier cosa que tengas está bien. —Marchando ahora mismo. Ainsley contempló el resto de la casa de Ben. Definitivamente masculina con los trofeos de cabezas de animales revistiendo la pared de la enorme habitación conteniendo una enorme TV en el centro, una mesa de billar y otros juegos masculinos. Su mirada vagó hacia la cocina abierta equipada con electrodomésticos de acero inoxidable, gabinetes de caoba, una gran ventana panorámica con vista a un increíble paisaje de ondulantes llanuras. Una encimera separaba la cocina del área de conversación, comprendida por dos asientos reclinables de cuero frente a una estufa de leña con una antigua mesa de caballetes centrada entre las sillas. Los pisos de madera color arce se extendían desde la puerta principal, a través de la cocina, de la sala de estar y del bar. El cuarto de juegos y TV tenía una alfombra de bereber color marrón con motas doradas que continuaba hasta el pasillo. Un pasillo que probablemente llevaría al dormitorio de Ben. ¿Tendría ganchos y dispositivos de restricciones en su dormitorio? ¿O sólo se permitía eso en el Club Rawhide? —Aquí tienes. Ella lo enfrentó. —Tienes una casa muy linda.
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—Me tomó seis años lograr terminarla. Definitivamente una experiencia de aprendizaje en cuanto a ampliar mis conocimientos de carpintería, pero terminó siendo exactamente lo que quería. La dejó con la boca abierta. —¿Tú construiste este lugar? ¿Por ti mismo? —Salvo la parte de plomería y electricidad, y algunos cachivaches. Es una casa maqueta. Algo así como los troncos de Lincoln12 para adultos. Compré tres juegos y los convertí en una casa. —Eso lo hace incluso más impresionante. —Uf, ángel, vas a hacer que me sonroje. A Ainsley le agradó que haya redefinido el nombre falso que había usado en el club convirtiéndolo en un apelativo cariñoso. Lo observó mientras se servía una Coca‐Cola para sí mismo. —Que yo no esté bebiendo no significa que no puedas hacerlo tú. —Linda forma para decirle lo que tiene que hacer—. No es que no puedas decidir por ti mismo si quieres o no una bebida alcohólica. —Deja de balbucear—. No sé qué pasa conmigo. Él le apretó el antebrazo. —Probablemente estás muerta de hambre. ¿Qué tal si comemos? Ella levantó la vista directamente a esos sensacionales ojos azules. Se tragó un suspiro femenino. Él realmente era una delicia para los ojos. —Suena genial. Le dio instrucciones de que se sentara junto al mostrador mientras él se ocupaba de todo.
Lincoln logs: es un juego infantil de encastre, similar a los Rastis pero con forma de troncos, para armar casas.
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—No es nada elaborado. Sólo pollo con patatas a la cacerola. Una ensalada si lo deseas. Después que habían tomado un par de bocados, Ben habló. —Dado la forma en que nos conocimos, parece extraño intercambiar historias de vida, pero creo que deberíamos quitar de en medio las cosas básicas. Así que adelante. Pregúntame lo que quieras. Esa era una propuesta tendenciosa. —Eres parte de la dinastía familiar de los rancheros McKay. —Dinastía. —Bufó Ben—. Soy sólo un simple ranchero. —Así que tu trabajo principal es… —El ganado. Alimentarlo, criarlo, trasladarlo, venderlo. Trabajo con mi hermano mayor Quinn en nuestra parte del rancho. Pero todos nos damos una mano de ser necesario. Ciertas partes del año son más ocupadas que otras. No es un trabajo de nueve a cinco, como las horas de los banqueros. A ella se le pusieron los pelos de punta hasta que se dio cuenta de que estaba bromeando. —Ganadero chistoso. ¿Alguna vez estuviste casado? —Nop. —Ben le disparó una mirada de reojo—. ¿Tú? —Estuve casada por casi cinco años. Me divorcié hace casi dos. —¿Niños? —Ninguno. —¿Entonces qué ocurrió para tirar abajo tu matrimonio? La manera directa de Ben era refrescante.
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—Las cosas que nos hicieron compatibles en el comienzo de nuestra relación comenzaron a pesar sobre mí. Mi ex era muy arraigado a su rutina y no comprendía porqué yo quería que las cosas entre nosotros cambiaran. Afortunadamente, salí del matrimonio antes de convertirme en una amargada, pero no salí ilesa. Él le atrapó la mirada. —Para ser francos, ¿quisiste experimentar, sexualmente, y él no estaba dispuesto? —Estaba espantado. En una oportunidad me dijo que necesitaba ver a un psicólogo para ocuparme de mi enfermiza actitud acerca del sexo y mi deseo por el comportamiento aberrante. —Qué jodido idiota. No necesito decirte que estás mejor sin él. —Me di cuenta que él no era un hombre sexual. Durante algunos años pensé que yo era asexual, así como él, pero terminé dándome cuenta que no era así. El miedo de encontrarme a los sesenta años lamentando haber escogido a un hombre con un plan de jubilación en lugar de encontrar una verdadera pasión me dio el coraje para terminar con el matrimonio. —Jugaba con la comida alrededor de su plato—. ¿Su último disparo contra mí? Me acusó de ser una maníaca sexual, una controladora y una rompe pelotas. Lo que me condujo a creer que era una Domme. Así que ahora no sé qué diablos soy. Entonces las manos de Ben estuvieron en su cara. —Lo que eres es una mujer hermosa y sensual. Lo suficientemente lista como para salir de una situación que no te satisfacía. La verdadera tú. Sus ojos buscaron los de él. —Tú en realidad crees que soy sumisa. —Sí. No es control lo que quieres, Ainsley. Es liberarte del control. Libertad para no tener que controlar cada aspecto de tu vida. Libertad para confiar que tu bienestar sexual será cuidado por un hombre en quién confías. Libertad para sentir en lugar de pensar.
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—¿Tú eres el hombre que puede darme todo eso? Ben le disparó esa sonrisa moja‐bragas. —Oh, sí. —Alejó las manos de su cara—. Terminaremos esta conversación después de comer. El resto de la comida fue tranquila, a excepción del ladrido de los perros. Después que levantó los platos, la condujo hacia los enormes sillones de pana. Se dejó caer al lado de ella, y la tomó de la mano. —Cuéntame sobre tu trabajo. —Garantizado que eso te hace quedar dormido—. Él se rio—. Me cambié de corporación bancaria durante nuestra separación porque mi ex y yo trabajábamos para la misma compañía. Básicamente comencé de nuevo. —¿Así que andas de aquí para allá abriendo nuevos bancos? —No. Esto fue algo así como una especie de golpe de suerte. Me trasladé a una sucursal en Denver. Cuando este puesto inesperadamente quedó vacante, me lo ofrecieron a mí. Probablemente esto me queda grande. Y dado que es un banco pequeño en una comunidad pequeña, esperan que tenga presencia comunitaria. Él gruñó. —Un hombre podría caer en quiebra apoyando todas las causas comunitarias. —Tres palabras que a un banquero no le gusta escuchar juntas: caer en quiebra. Ben volteó la cabeza, cepillando los labios en la parte frontal de su oído. —¿La autoritaria presidente del banco nunca lleva el cabello recogido? Bueno. Ese fue un abrupto cambio de tema. —A veces.
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—¿Te alejarías de un salto si pongo mi boca en esa erótica extensión de piel entre el nacimiento del pelo y tu hombro? —Exhaló un soplo de aire a través de su oído—. ¿Tendría que agarrarte del pelo para tomar lo que quiero? Más escalofríos se propagaron por todo su cuerpo. —¿Pensé que dijiste que sólo hablaríamos esta noche? —Estamos hablando. —¿Entonces por qué siento esto como una seducción? —Porque estoy tratando de obligarte a sentir en lugar de pensar. Ainsley luchó contra el deseo de apartarlo de un empujón cuando la boca de Ben empezó a vagar por su piel. Nunca había dejado saber a un hombre cuáles eran sus puntos débiles, y mucho menos ahondar en ellos. —Siento tu lucha interior, ángel. Déjalo. Estar. Ahora. —Calientes besos abrasaron su cuello y ella gimió—. Deja caer tu cabeza hacia atrás en el sofá. La voz de Ben había cambiado a la de Bennett. Demandando de esa forma encubiertamente suave que sólo incrementaba su poder. Ella inhaló un profundo aliento y… obedeció. Bennett situó la boca en la curva de su cuello. Besándola con pequeños piquitos. Chasqueando su lengua sobre la vena pulsante. Haciéndola caer dentro de tal frenesí que ni notó a los dedos avanzando lentamente por su muslo hasta que las puntas se abrieron brecha a medio camino por debajo de su falda. Cuando ella se tensó, él advirtió, —No lo hagas. Abre tus piernas. Tan pronto como accedió, Bennett acarició su coño, mientras la boca continuaba con el implacable asalto en su cuello.
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Ainsley movió las caderas, deseando un mayor contacto. —Quédate quieta, —le indicó con aspereza, mordiéndole la piel en advertencia. Difícil permanecer quieta cuando su cuerpo entero vibraba. Cuando estaba colgando tan cerca del borde. Lo que era ridículo porque la había estado tocando como dos minutos, superficialmente. Por encima de sus bragas. —Deja de pensar. Su respiración se agitó todavía más cuando la mano libre de Bennett le ahuecó un pecho. La sensación de la boca y el dedo acariciándola, casi en tándem, era demasiado buena, era demasiado, demasiado intenso, demasiado íntimo. Necesitaba moverse con libertad y recuperar la compostura. —Quédate. Quieta. —No puedo. Estoy demasiado… Bennett chupó en ese mágico lugar al mismo tiempo que le pellizcaba con rudeza el pezón. El pulgar presionó en contra de su clítoris y ella explotó. Cada punto que pulsaba en su cuerpo palpitaba a ritmo con la sangre pulsando en su clítoris. Ainsley se perdió entonces. Su mente quedó benditamente en blanco. Cuando levantó la cabeza, él retiró la mano de debajo de su falda. Le acomodó el sostén y la blusa. —Respondes tan bien a mí, —murmuró. —Sí, definitivamente eres un maestro en lo que haces. Una dura mirada oscureció el rostro de Bennett. —No tengo un manual de estrategias. No estoy pensando, si acaricio a su coño catorce veces más, ella llenará de jugos mi mano. Ainsley sabía que él había usado intencionalmente un lenguaje soez para dejar asentado su punto.
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—Lo siento. No fue eso lo que quise decir. Me refería a que deberías tener el título de Maestro porque… bueno, eres un maestro en esto. Es un cumplido. Cuando lo miró, Bennett se había ido. Parecía extraño pensar en él como dos personalidades por separado, pero realmente tenía un interruptor adentro que intercambiaba entre Ben, el ranchero tolerante, y Bennett, el intenso Dom. —No te voy a mentir. Quiero más que esto contigo. Me estuvo dando vueltas esta idea todo el día. —¿Qué idea? —Te quiero como mi sumisa. Él no estaba bromeando. Ella entrecerró los ojos. —Nunca seré una sumisa dentro del estilo de vida como Layla. —Y yo nunca exigiría eso de ti. —¿Qué exigirías? —Tiempo a solas contigo. Supeditado a que aprendes a dejarte ir. Para demostrarte lo satisfactorio que es que confíes en mí para darte lo que necesitas. Para probarte que esto es lo que siempre quisiste y quién eres. —No sé lo suficiente acerca de este estilo de vida como para comprometerme a cualquier cosa a largo plazo, Ben. La miró con ojos reflexivos. —¿Y si te comprometes a esto… conmigo… por un mes? Ese era un período de tiempo razonable. —Un mes dónde tú asumirías todo control y todas decisiones por mí. —Su ritmo cardíaco se disparó—. Necesito aclarar lo que significa todo el control y decisiones… dejando de lado mi trabajo.
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—No tengo intenciones de controlar tu carrera, Ainsley. Eso es tuyo. Todo lo demás sería mío. Si accedes a esto, nos saltaremos la escena del club por ese mes. Especialmente porque sé que no tienes interés en agregar exhibicionismo u otros jugadores a la mezcla. No hay ninguna necesidad de conducir hasta Gillette cuando ambos vivimos en el mismo pueblo, ¿no crees? —Supongo que no. —Ainsley retorció sus dedos juntos—. ¿Puedes hacer alguna excepción en tu cometido de “todo el control y las decisiones”? Ben negó con la cabeza. —Establezco todos los parámetros cuando estamos juntos a solas. No estoy buscando convertirte en una esclava que realice los quehaceres de la casa, si eso es lo que puso esa arruga en tu frente. Sólo estoy interesado en tu sumisión a un nivel sexual. —¿Por lo que no tendría ni voz ni voto en nada? —¿Sexualmente? No. Si no puedes estar de acuerdo con eso, bueno, entonces no hay nada más que discutir. Porque esas son las bases de un acuerdo D/s. —No era ninguna sorpresa que él adoptara una postura firme. ¿Pero estaba ofreciéndole lo que ella necesitaba? ¿O tomando lo que él quería?—. No espero que tomes una decisión al segundo esta noche. Te daré un día para considerar la idea. —¿Un día es todo? Ben sonrió burlonamente. —Puedo ver que si accedes a esto vas a intentar argumentar conmigo. Y la palabra clave en esa oración es intentar. —Te queda muy bien hacer de gran lobo feroz. —Tengo mucha práctica, pero te garantizo que no soy del tipo perro que ladra no muerde. Tengo montones de mordiscos. Se preguntó si sería muy tarde para una bebida.
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Él extendió las manos para ayudarla a levantarse del sofá. —Sé que tuviste un día largo y me imagino que reproducirás esta discusión en esa bonita cabeza tuya muchas veces después que salgas de aquí. —¿Estás enviándome a casa? —Mmm‐hmm. —Le sacó el pelo de la cara. Entonces la áspera yema de su pulgar le delineó el labio inferior—. Me gusta ver tu boca hinchada por la mía. Hablando de una punzada de lujuria. En ese momento Ainsley quería tirarlo al piso y montarlo hasta que terminara empapada en sudor, dolorida y jadeando por aire. —Joder, adoro esa mirada fóllame ahora en tus ojos, —gruñó Ben. —¿Pero no vas a hacer nada con respecto a eso? —Nop. Necesitas tomar una decisión acerca de lo que ocurrirá entre nosotros, con tu cabeza, no con tu coño. Porque si te llevo a mi cama, sé cuál respuesta ganará. Ella se rió. —Diría que eres excesivamente seguro de ti mismo, pero sé que tienes el crédito para respaldar esa pretensión. La sostuvo del brazo para estabilizarla mientras volvía a ponerse sus tacones. La ayudó a ponerse el abrigo. Le dio un casto beso en la mejilla después acompañarla afuera hasta su coche. Ainsley se abrochó su cinturón de seguridad. Cuándo se volvió, Ben estaba asomándose por su ventanilla. Ella la bajó. —¿Cambiaste de idea sobre intentar persuadir mi decisión? —Jaja. Sólo quería decirte que lo pasé muy bien contigo esta noche. —Yo también. —¿Sabré de ti mañana? ¿Sea cual sea la decisión? 144
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—Sí. —Conduce con cuidado, ángel. —Golpeó ligeramente el lado del coche dos veces y se apartó. De camino a casa ella consideró todo lo que habían hablado. Un par de frases seguían pareciéndole equivocadas. No soy un maestro. Sólo soy un simple ranchero. Seguro. Bennett McKay era el hombre más complejo que ella alguna vez había conocido.
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CAPÍTULO 11 ¿Cuáles eran las probabilidades de toparse con Ainsley la primera vez que Ben almorzaba en el pueblo en meses? Bastantes altas, dado el tamaño de un pueblo como Sundance. Como ella estaba almorzando con el alcalde, él no se acercó. Tomó la primera cabina vacía en el Dewey’s Delish Dish y se ubicó de forma de poder observarla. Ella se reía más de lo que él había esperado. Cualquier cosa que estuviera diciendo hizo morir de la risa al alcalde varias veces. Apartó la mirada de ella cuando Dalton y Tell se deslizaron en los asientos de enfrente. —Tal para cual. —Vete a la mierda. ¿Ya pediste por nosotros? Estamos muertos de hambre. —Debería haberlo hecho dado que ustedes siempre están arrastrando al culo. —No fue culpa nuestra esta vez, —dijo Dalton—. Brandt apareció tarde esta mañana. —Otra vez, —agregó Tell—. Eso nos retrasa cada maldito día. Esos dos van a tener que hacer algo diferente que dividir su tiempo entre la casa de Jessie y la de Brandt. Cada vez que se quedan de Jessie, él se retrasa. —Seguramente que Jessie se retrasa las mañanas que tiene que conducir desde la casa de Brandt a su trabajo en Sky Blue. —Ben deslizó su menú hacia el borde de la mesa—. ¿Qué es lo que los detiene para irse a vivir juntos? —El dinero, probablemente. Y papá no ha sido de ayuda exactamente. Como si eso fuera algo nuevo. Su tío era un cabrón la mayoría de los días.
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—¿Qué ha estado haciendo el tío Casper desde su jubilación? Mi papá nunca cuenta demasiado sobre él. —Bebe hasta caer desmayado. Vamos a visitarlo para mantener un ojo sobre él. —Para asegurarnos que no está muerto, —aclaró Dalton. Un músculo en la mandíbula de Tell se tensó. —Mamá tendría un ataque de furia si viera al estado de la casa. Está todo sucio. Papá estuvo viviendo como un ermitaño borracho desde que terminó su divorcio. Dalton frunció el ceño. —Incluso después de toda la mierda que le hizo papá a Jessie en todos estos los años, ella todavía intentó ayudarlo. Limpiado la casa de arriba a abajo. Lavándole la ropa. Cocinándole. Él es un bastardo tan ingrato que Brandt no permitirá a Jess pasarse por allí nunca más. —Qué pena que no puedan mover las cosas de tu papá al remolque de Brandt y entonces él y Jessie podrían mudarse a la casa. Queda al menos quince minutos más cerca del trabajo de ella. Tell y Dalton intercambiaron una mirada apenada. —Pensamos que eso es lo que ellos están esperando. —¿Esperando que tío Casper se muera? —Dijo Ben de manera cortante. —Se está matando solo, Ben. No nos escuchará a ninguno de nosotros. Aunque parezca mentira, mamá tenía alguna influencia sobre él, pero eso se terminó. No han hablado desde el día que ella se fue. No hay mucho más que podamos hacer. Ben detestaba la enorme grieta que su tío había causado en la familia, pero le parecía desalmado ignorarlo y dejarlo beber hasta matarse. Una camarera muy desagradable les tomó la orden y tan pronto como ella se alejó dando pisotones, Tell golpeó la frente contra la mesa. 147
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—Puta madre. —¿Qué carajo le hiciste a ella, hermano? Tell levantó la cabeza. —Es por lo que no salgo con mujeres de por aquí. Probablemente escupirá en mi maldita comida. —¿Quién es? —Preguntó Ben. —Su cartelito de identificación decía Tara por si no la recuerdas, —agregó Dalton. —Vete a la mierda, Dalton. No es como si tú no tuvieras amnesia sexual de vez en cuando. Ben levantó una ceja a Tell. —¿Amnesia sexual? —Ya sabes. Cuando tienes sexo con una mujer, buen sexo, memorable sexo, pero entonces parece que no puedes recordar su nombre. Sus primos clavaron los ojos en él cuando no respondió inmediatamente. —¿Qué? —Hijo de puta, caballeroso Ben. ¿Tú recuerdas el nombre de cada mujer con quien te echaste un polvo? ¿Qué decir? —No de todas las del pasado. ¿Pero de las del último mes? Joder, sí. —Su mirada se desvió por un momento a la parte trasera de la cabeza de Ainsley. Tell se regodeó. —¿Ves, Dalton? Te dije que él no era un jodido monje.
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—Pero eso no significa que él sea un condenado prostituto como tú, —contraatacó Dalton. —Chicos. Jueguen limpio. ¿Entonces qué era eso tan extremadamente importante por lo que me pidieron que viniera al pueblo? —Frunció el ceño—. Dado que fue tu idea, no voy a pagar tu almuerzo. —Miserable. —¿Se trata del tío Casper?
—No. —¿Entonces qué? —Oímos que llevaste a Rielle al banco ayer. —Sí, ¿y? —Entonces recordó la conversación del domingo acerca de Rielle—. Cristo. No estoy interesado en ella, ¿de acuerdo? Simplemente fui un buen vecino. —No estamos preocupados por eso, —aclaró Tell—. Queremos saber ¿por qué ella fue al banco nuevo? —¿Por qué va alguien al banco? Necesita un préstamo. —Apuesto a que no se lo dieron, ¿verdad? —Preguntó Dalton. —No me dijo y no pregunté. ¿Por qué? —Bueno, se dice que está seriamente jodida financieramente. La mirada de Ben se volvió sagaz. —¿Quién lo dice? Dalton se encogió de hombros. —Evidentemente puso sus tierras como garantía cuando pidió el préstamo para construir esa hostería. 149
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—No es extraño pedir un préstamo dando una garantía. —Pidió prestado el máximo importe al que tenía acceso y no hizo un solo pago por más de un año. Eso lo sorprendió. —¿Hablas jodidamente en serio? —Sí. El banco le dio muchísima flexibilidad, pero si no paga al menos seis meses del monto atrasado, en los siguientes cuarenta y cinco días, Settler’s First iniciará los procedimientos de ejecución hipotecarios. —Mierda. —A Ben no le asombraba que Rielle no haya compartido esa información. Los Wetzlers siempre tuvieron una seria desconfianza en “el sistema” y de la familia McKay. Además, Rielle ya se sentía culpable por no pagarle por su ayuda como manitas. O por las nuevas camas que él había construido—. ¿Sus problemas de dinero no es algo de común conocimiento? Tell negó con la cabeza. —¿Cómo te enteraste de esto? Ellos intercambiaron una tácita comunicación. Entonces Dalton dijo, —Rory. —¿Rory simplemente te contó esto? Dalton empujó su sombrero más arriba un centímetro. —No fue algo que Rory haya soltado de repente. Fui al Laramie el último fin de semana para pasar un rato con mis amigos y vi a Rory en el bar. Ella justo terminaba su turno y estaba aprovechando la ventaja de los descuentos a los empleados para pedirse una tonelada de tragos. Algunos cabrones estaban molestándola así que los mantuve a distancia. —Suspiró—. Rory no acostumbra a beber, así que el alcohol le pegó como un camión de ganado. Entonces empezó a llorar porque su mamá usaba cada centavo que
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tenían para que ella pudiera ir a la universidad. Dijo que había querido buscarse un trabajo después de graduarse, pero que Rielle le dijo que era más importante que terminara sus estudios dado que era básicamente gratis. —Cristo. —No creo que Rory incluso fuera consciente de lo qué carajo estaba diciendo. No podía dejarla allí, así que su jefe me dijo dónde vivía. La llevé a casa. —Frunció el ceño—. Lanzó sus galletas en mi camioneta y sobre mí. —Algo así como cuándo solías cuidarla de niña, ¿eh? —Bromeó Tell. —Vete al infierno. Nunca fui su niñero. —Lo recuerdo. Corriendo desnudo por el bosque con ella, jugando a Tarzán y Jane. O a Adán y Eva. O… al doctor. Dalton lo ignoró. —Así que cuando Rory me llamó al día siguiente para disculparse por lanzar el estómago encima de mí, no mencioné que había sido una maldita bocasuelta. Y si ella lo recuerda, dudo que vaya a confesarle a Rielle que le soltó su triste historia financiera a un McKay. —Tanto como aprecio que me hayas contado esto, tengo que preguntarte… ¿por qué? Tell se inclinó hacia adelante. —Según nuestro punto de vista, Rielle probablemente va a decidir vender la tierra, o una parte de ella, antes de perderla por completo cuando sea subastada. Por lo que estuvimos pensando que deberíamos acercarnos con una propuesta de negocios. Haríamos los pagos en efectivo para ponerla al día con el préstamo bancario y evitar la ejecución hipotecaria… si ella reparte equitativamente la mitad de la parte trasera de sus tierras y nos la vende. De esa forma sería tierra McKay, desde tu casa a la nuestra, como debería haber sido antes de que mi papá lo jodiera todo años atrás. Ben les otorgó el crédito de la velocidad de pensamiento. 151
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—Siempre quisimos esa sección frontal del riachuelo. Pero siempre se rehusaron a vender. —No parece como que Rielle tenga una opción ahora. La venta de esa cantidad de hectáreas le dará el dinero suficiente para mantener abierta su hostería, si es lo que quiere. —¿A quién más le mencionaron esto? —A nadie, —dijo Dalton—. Ni siquiera a Brandt. —¿Por qué no? —Porque tanto como apreciamos lo buen trabajador que es Brandt, él es malditamente piadoso. Interpretará que incluso hablar con Rielle sería tomar ventaja de ella. No lo vemos de ese modo. Nos imaginamos que tú tampoco lo harías. Por lo que apreciaríamos si no se lo mencionas a Quinn. Eso hizo clic. —Quinn sentiría lo mismo que Brandt. Tell asintió con la cabeza. —Eres práctico, Ben. Y hasta cierto punto, desafectado, como nosotros. Son sólo negocios. —Buenos negocios, —lo interrumpió Dalton—. Esto tiene que ser sólo entre nosotros tres, si podemos manejarlo. —Porque no quieren que el tío Carson o el tío Cal se enteren de esto, tampoco. —¿Y que lo compren ellos justo debajo de nuestras narices? Joder, no. Pero no es como si la compra no beneficiaría a toda la operación del Rancho McKay. Sólo le daría a ambas de nuestras familias un poquito más de tierra, un poquito más de empuje, y tal vez un poco más de respeto. Digo, sí, nos tratan mejor que antes, preguntándonos
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nuestra opinión, incrementando nuestras acciones, pero a veces todavía nos sentimos como los parientes pobres. Otra vez, Ben no podía discutir con su lógica. —¿Ustedes cuentan con el capital? —No queriendo admitir que se sentía dentro de la categoría parientes pobres, agregó de forma cortante—, porque yo seguro como el infierno que no puedo financiar completamente todo. —No estaba seguro de que pudiera financiar incluso una parte de eso. Tendría que esperar como el demonio poder cobrar algunos de los pagos por sus muebles. Una mirada feroz entró en los ojos de Dalton. —Sé que no quisiste decir eso para insultarnos, primo. Sí, Tell y yo somos los más jóvenes, pero eso no nos hace los más estúpidos. Pusimos la mayor parte de la cuota inicial para esa sección que compramos, más la de Brandt. Papá incluso no sabe eso. Él silbó. —Impresionante. ¿Ustedes ahorraron todo eso? Intercambiaron otra mirada. —No exactamente. —¿Qué estuvieron haciendo, chicos? —Póker. —¿Perdón? Tell le ofreció una sonrisa de idiota. —Nos convertimos en unos malditamente buenos jugadores de póker. Llegamos a Deadwood para los torneos de fin de semana. Blackhawk, Colorado, tiene pozos de tamaño decente una vez al mes. Hicimos un jodido montón de dinero jugando por internet antes de que la mayoría de esos sitios se clausuraran.
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—¿Cuándo estuve contigo en Las Vegas el diciembre pasado para el NFR? La rompí en las mesas de póker. Jugué un poco de blackjack. Terminé con quince grandes13 arriba. Parecía como que él no era el único con una vida secreta. —¿Brandt sabe algo de todo esto? —No. Cree que somos prostitutos, que frecuentamos bares de striptease por dónde diablos sea, cuando en realidad estamos jugando póker. —Pero los fines de semana estoy trabajando como juez de rodeo, —aclaró Tell—. Así que ya ves por qué no queremos que él esté al tanto de esto. Todo lo que queremos es un pedazo más grande del pastel y no tener que pedirle prestado dinero a uno de los tíos para hacer mejoras en nuestras tierras. —Papá no tuvo problemas en hacer eso, pero el resto de nosotros sí, —dijo Dalton con amargura. —No te culpo. Yo tendría problemas con eso también. —Pero no podemos simplemente aparecer en la puerta de Rielle y preguntar si lo que dijo Rory es cierto. Sería más fácil si alguien que Rielle conoce y en quién confía, alguien a quien le debe favores amistosos, consigue la información. —¿En serio? Y se supone que yo caiga de visita diciendo, “Hola, Ree, gracias por cuidar a mis perros y por el pan de calabacín, y a propósito, ¿cuánto dinero estás debiendo de tus pagos bancarios?” —Esperábamos que uses tu reputación de ir al grano para sacar el tema, y no que asumas el papel de un adulador lameculos como el resto de nuestros parientes. Ben se restregó la mano sobre su mandíbula. Esto lo tomaba desprevenido. —Miren. Aprecio la confianza que tienen en mí. No voy a decirle nada a nadie, pero necesito tiempo para procesarlo. ¿De acuerdo? Quince grandes: Quince mil dólares.
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—No hay problemas. Pero no te olvides que el tiempo es tirano. Tara les sirvió la comida. Dejó caer el emparedado caliente de carne de Tell casi desde la altura de los ojos. El bastardo descarado simplemente le sonrió diciéndole, —Gracias, cariño. La conversación quedó interrumpida mientras comían. Ben tenía un punto en no clavar los ojos en Ainsley, porque sus primos notarían su distracción. Por otro lado, Tell y Dalton se zamparon la comida como si nunca la hubieran visto. —¿Cuál es la prisa? —No hay necesidad de quedarse sentado hablando estupideces cuando hay trabajo para terminar. —Dalton dejó caer un billete de veinte sobre la mesa—. Avísanos si averiguas algo. Cuando sus primos salieron del restaurante, Ainsley y el alcalde se encaminaron hacia él. Ainsley mantuvo su expresión en blanco. El alcalde, Mark Gilbert, fue efusivo. —¡Ben McKay! No te he visto por el pueblo por un tiempo. ¿Te fastidiamos o algo por el estilo? —Le extendió la mano. Ben la estrechó. —No, señor, Sr. Alcalde. Sólo estuve muy ocupado en el rancho. Hice una escapada al pueblo para almorzar con mis primos. Mark se inclinó hacia adelante. —¿A qué se debe esa mierda de Señor Alcalde? Nos conocemos desde la escuela primaria. Ben sostuvo la mirada de Ainsley. 155
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—Simplemente quería demostrarte el debido respeto dado que estuviste almorzando con la presidente del nuevo banco de Sundance. Él se rio. —Por supuesto que ya has conocido a la preciosa y competente Sra. Hamilton. Los McKays tienen la habilidad de enterarse cuándo una hermosa mujer llega a la ciudad y despliegan despiadadamente esos encantos de vaqueros con ella. ¿Saturando de adulación a Ainsley mientras hacía un pequeño intento de embocarla con él? Al alcalde Mark no se le escapaba ni una. Ben le ofreció la mano a Ainsley. —Un placer volver a verte, Sra. Hamilton. —A ti también, Sr. McKay. —Ainsley y yo estábamos intercambiando ideas para el siguiente acontecimiento comunal. Nos gustaría hacer algo bien grande para darle la bienvenida al National West Bank a nuestra comunidad. ¿Tienes alguna sugerencia? Ainsley inclinó la cabeza. —Me encantaría oír tu opinión. He oído que tu familia representa una gran parte de esta comunidad y que están aquí desde hace más de cien años. —A riesgo de ser acusado de nepotismo, sugeriría una celebración comunal en honor al éxito del año pasado de mi hermano Chase. Pudo no haber terminado en la Final Mundial del PBR, pero hizo un trabajo sobresaliente iniciando su propio grupo de apoyo para el uso obligatorio de cascos protectores en la monta de toros. El alcalde sabe que siempre que Chase regresa al pueblo hay mucha gente interesada en escucharlo hablar. ¿Ahora que se ha ido y se casó con una genuina estrella de cine? —Ben sonrió—. Este acontecimiento comunal podría atraer la atención de todo el mundo. —Es una sugerencia excelente, Ben. —Dijo Mark—. ¿Chase estará interesado?
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—Puedo preguntarle. De ser así tendrás que ponerte en contacto con su agente de Relaciones Públicas para finalizar los detalles. Sólo veo un problema con esto. —¿Cuál? —Los McKays siempre han sido clientes del Settler’s First Bank. No creo que se tomen muy bien que una celebración para Chase McKay sea patrocinada por un banco de la competencia. Silencio. Ainsley parecía impresionada… y un poco resentida. —Estoy seguro de que podríamos pensar en algo. —Mark miró su reloj de pulsera—. Me temo que tengo que asistir a una reunión. ¿Puedo alcanzarte hasta el banco, Ainsley? —No. Volveré caminando. Me gustaría hablar un poco más a fondo con el Sr. McKay sobre sus ideas. —Le guiñó un ojo a Mark—. Tal vez intente persuadirlo hablándole de mi National West Bank y de todos los servicios que ofrecemos a nuestros nuevos clientes. —Una idea excelente. Suerte. —Salió de prisa por la puerta. Ben señaló la cabina. —¿Puedo ofrecerte una rebanada de pastel o una taza de café mientras escucho lo bien que puedes servirme? Su adusta mirada desapareció con una sonrisa renuente. —Dios mío. Eres increíble. —Es lo que estuve tratando de decirte. Después que fueron servidos sus cafés, a Ben le surgió la primera duda sobre si Ainsley accedería a su proposición. Ella pasó una considerable cantidad de tiempo revolviendo el edulcorante en su taza, evitándole la mirada.
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—¿Pasa algo? —Preguntó él finalmente. —No. —Ella levantó la mirada—. Simplemente intentando entender cómo el hombre que casi gruñó cuando hablé de responsabilidad comunal sacó de entre manos una idea tan brillante para mi acontecimiento comunal que me dejó completamente afuera de eso. Él se encogió de hombros. —No es algo que me preocupe. Estoy seguro que tú y el Settler’s First pueden llegar a un acuerdo que beneficie a ambos por igual. —¿Nuestro acuerdo podría beneficiarnos a ambos por igual? Así que ella no tenía la intención de eludir el tema. —Síp. —¿Te importaría dar detalles? —¿Quieres hablar de esto ahora? Ainsley miró alrededor del restaurante, casi cómicamente, antes de bajar la voz a casi un susurro. —En realidad, sí, quiero. —¿Por qué? —Porque podré pensar más claramente cuando no me estás tocando. Ben sonrió impenitentemente. —Las palabras pueden ser igual de poderosas que un toque. La mujer lo desafió con una mirada traviesa. Él también dejó caer su voz. —¿Te imaginaste teniendo sexo con el Alcalde Mark? Admitiré que te imaginé en la cama con él. 158
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Eso la despistó. —¿A cuenta de qué te imaginaste eso? —Porque vi cómo te miraba, y, ángel, Mark definitivamente te estaba imaginando en su cama. Su respuesta pudo haber sido, —Oh por favor, —pero en realidad quiso decir, Continúa. —Así fue como lo imaginé. Él probablemente te desnudaría lentamente. Te besaría, bajando las manos por tu pecho. Manteniendo todos los toques suaves y exploradores. Cuando le dieras la señal para seguir adelante, tal vez dejando escapar un pequeño gemido, sería el momento en que pondría la boca sobre tu piel. Comenzando con tus pezones. Pasando más tiempo lamiendo y chupándolos de lo que incluso te gustaría. Besándote en línea recta hacia abajo pasando por tu estómago, entonces sentirías ese cosquilleo de anticipación. Preguntándote si pondrá la boca sobre tu coño para hacerte correr primero. O si sólo te provocará. Empujándote hasta el borde y entonces enfundándose rápidamente un condón para tomarte el resto del proceso. Apostaría a que él es más que un provocador, es más un hombre de igualdad de oportunidades. Si caes sobre él, él caerá sobre ti. Cuando te considerara lista para su polla, suavemente se conduciría dentro de ti, mirándote a los ojos. Manteniendo un ritmo constante, preguntándote todo el tiempo si así está bien. Intentando recordar besarte mientras establece la dinámica y te folla más rápido. Tú no le pedirías que fuera más lento ni pondrías tus necesidades antes de las de él. Decidirías dejarlo pasar esta primera vez. Después que se corriera, jadearía en tu oído lo bueno que estuvo. Te dirías a ti misma que estuvo bien. Aunque no lo creerías. Aunque te hubieras quedado con la sensación de que estuvo faltando algo. Ainsley lo miró fijamente. —¿Y hay algo que está mal en esa situación? —Sí, maldita sea, lo hay, porque eso no es lo que tú quieres. Esa es la clase de encuentro sexual que tuviste toda tu vida. —La arrogante mirada de Ainsley se 159
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desvaneció—. Ahora imagínate teniendo sexo conmigo. —Ella se lamió los labios—. Sabes que no será tan civilizado. Que el sexo conmigo será rudo, sucio y exigente, pero nunca sentirás que está faltando algo porque me ocuparé de tus necesidades por encima de las mías. Cada. Maldita. Vez. —¿Así que eres más un dador que un tomador? —No me malinterpretes, tomo mucho. Pero nunca a expensas de ti. —Entonces mi respuesta es sí. Un mes. —Respondió ella suavemente. El alivio lo inundó. Ainsley se escabulló de la cabina y Ben la siguió afuera. Admiró lo respetable que se veía en su ceñido trajecito dorado, y él no podía esperar para desvestirla por completo. —Ve a mi casa después del trabajo. —¿Es tan estrictamente clandestino lo nuestro? —Preguntó—. ¿Ninguna salida pública por Sundance? —Nop. —Bien, no creo que vayamos a pasar desnudos todo el tiempo que estemos juntos. —No apuestes el banco en eso. —Ben inclinó su sombrero y se alejó.
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CAPÍTULO 12 Ben odiaba dejar a sus perros afuera. Pero si quería usar todas las habitaciones de su casa con Ainsley, los curiosos olfateos de los perros serían un completo estorbo desde el principio. No era de la clase de hombre de pasearse de un lado a otro, pero había instituido un sendero desde su cocina hasta el bar, pasando por el cuarto de juego, llegando a su dormitorio y regresando a la sala de estar. Raras veces sufría una crisis nerviosa, pero definitivamente la estaba sintiendo esta noche. Linda forma de actuar para un Dom seguro de sí mismo. Finalmente, Ainsley llamó a su puerta. La ejecutiva bancaria había desaparecido. Estaba vestida con una camisa de mangas largas del color del pasto en verano, jeans y un chaleco relleno de plumón. No llevaba su maletín. —Hola. Pasa. ¿Ya comiste? Ella negó con la cabeza. —Tengo el estómago revuelto. No estaba segura… —¿Si iba a hacerte desnudar en el mismo momento en que entraras para hacerlo en el vestíbulo? —Para ser honestos, sí. Ben tomó sus manos dentro de las suyas. —Ainsley. Quiero llegar a conocerte. Todo de ti. No sólo cómo respondes a mí cuando estás desnuda y atada.
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—Eso es un alivio. —Para mí también. —¿Por qué? —Pánico escénico. Ella se rio suavemente, de forma natural. —Dudo que alguna vez hayas padecido de eso en tu vida. —Siempre hay una primera vez. Ahora, voy a hacerte una confesión bochornosa. — Ben dejó caer la cabeza—. Soy adicto a la Rueda de la Fortuna. La mayoría de las noches ceno delante de la TV para poder tener mi dosis. —Bien, eso cambia las cosas entre nosotros dramáticamente. Porque soy más que fanática de Jeopardy14. —Eso es porque tienes mucha más capacidad intelectual que yo, chica inteligente. —Porque tú eres un simple ranchero, ¿verdad? —Bromeó ella. —Síp. ¿Entonces qué te parece si preparamos un tazón de palomitas de maíz y tú puedes burlarte de mí mientras intento resolver los acertijos? —Suena bien. ¿Necesitas ayuda? —¿Por qué? ¿Piensas que las quemaré? —No. Sólo quiero asegurarme que viertas mantequilla extra a mi porción. —Se puso de puntillas y lo besó—. Si tu propósito era mantenerme en vilo, está funcionando. Se ubicaron frente a la TV. Ben pensaba que uno podría aprender mucho sobre una persona por la forma de comer palomitas de maíz. ¿Los que masticaban en silencio? Reservados. ¿Los que hacían ruido al masticar? Disfrutaban de las cosas con placer. ¿Los que comían una sola palomita a la vez? Muy metódicos. ¿Los que pedían mantequilla Tanto La Rueda de la Fortuna, como Jeopardy, son programas de TV que consisten en preguntas y respuestas.
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extra, sal extra y condimento adicional? Una inclinación hedonista. Por lo que le había complacido observar a Ainsley verter mantequilla y rociar toda clase de condimentos sobre sus palomitas de maíz. Ella lo empujó con el hombro. —¿Ya adivinaste esa frase? —Nop. ¿Tú? —Sí. —Pruébalo. —Un ala y una oración15. Él gruñó. —Odio los juegos de palabras. —¿No son todos juegos de palabras? —No. Ey. Mira. Cayó en bancarrota de cualquier manera. Eso apesta. Durante el siguiente anuncio publicitario, le preguntó de forma casual, —¿Tenemos que usar condones? Ella se rigidizó. —Supongo. ¿Por qué? —Sólo esperaba que estuvieras tomando la píldora. Pero no hay problemas. —Estoy tomando la píldora pero no sé si me encuentro a gusto teniendo sexo sin un condón con un hombre que frecuenta un club sexual. Sin intención de ofender.
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On a wing and a prayer: Si haces algo en un ala y una oración, lo haces con la esperanza de tener éxito, a pesar que no estés suficientemente preparado para ello. 163
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—No lo hiciste. Pero te diré que me dieron un certificado de buena salud hace tres meses, y puedo mostrarte los papeles. Dos veces al año es obligatorio que los miembros del club cumplan con ese requisito. Y siempre usé condones. Sin excepciones. —Incluso cuando… juegas como hoy, ¿fuera del club? La miró de frente, pero ella estaba ocupada husmeando en su tazón. —Mírame. —Lo miró por debajo de sus pestañas—. Durante todos los años que he pertenecido al Rawhide vi a una mujer fuera del club sólo pocas veces. Pero nunca hice esto… pedirle a una mujer que fuera mi sumisa durante un mes afuera del club. —¿Y adentro del club? —Tampoco. Ella no había esperado esa respuesta. —¿Tienes relaciones normales? Quiero decir, ¿citas normales con mujeres que no conocen tu participación en el club? —Voy a ignorar tu uso de la palabra normal por tu falta de experiencia. Solía salir en citas. Entonces mi amigo Cody me llevó a un club en Denver y eso cambió mi vida. Ya no me sentí como un pervertido por lo que deseaba de mis compañeras. Y ya no tuve que fingir que mis necesidades eran convencionales. —Ainsley se sonrojó—. Alguna vez voy a conocer a una mujer fuera del club y la invitaré a salir. Pero si no puedo ser yo mismo, ¿para qué perder el tiempo? —¿Cuánto duró la relación más larga que tuviste con una mujer? —Probablemente… un mes. —¿Es por eso que insististe en un mes conmigo? Mujer astuta. Esto tenía la apariencia de una cantidad arbitraria de tiempo.
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—No. Como una sub novata, en treinta días deberías saber si estás hecha para ser sumisa, incluso detrás de las puertas del dormitorio. —Le dio un mantecoso, salado y sonoro beso—. Deja de distraerme de Vanna, mujer. Ben resolvió el siguiente acertijo. Se burlaron uno del otro. Pero cuando el concurso terminó, él pudo sentir la ansiedad de Ainsley. Dejó a un lado su tazón vacío de palomitas de maíz. —Siéntate sobre mi regazo de frente a mí. —¿No te asusta que se te entumezca la entrepierna? No soy exactamente una mujer chiquita, Ben. —No hagas que me arrepienta. Ainsley pasó la pierna por encima de las suyas y se sentó a horcajadas de sus muslos. —Supongo que Bennett, el Dom bestial, está de regreso. Él curvó la mano alrededor de su cuello y tomó su boca con un beso caliente. Nada de comenzar suavemente, simplemente absorbiendo su sorpresa como una droga. Sujetándola en el lugar mientras controlaba el beso. Manteniéndolo al rojo vivo hasta que ella apenas podía quedarse quieta. Bajó la intensidad, deslizando la boca hasta su oído. —Entra a mi dormitorio y desvístete. Luego acuéstate boca abajo sobre cama. Ella inmediatamente se tensó. Ben esperó a que preguntara por qué, o qué era lo que tenía en mente. —Yo… —la oyó tragar—. ¿Cuál cuarto es tu dormitorio? —El cuarto con la cama de leño de cuatro postes. Evitándole la mirada, ella bajó de encima de él y desapareció por el pasillo.
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Él hizo zapping por los canales durante cinco minutos antes de seguirla. Se detuvo en la puerta, sus ojos bebiendo la imagen de ella adentro. El cuerpo de Ainsley era una abundancia de curvas, simplemente el tipo de cuerpo exacto que más le gustaba. Después de quitarse sus vaqueros y su camisa, tomó una corbata, un condón y una botella de lubricante de su tocador. Al lado de la cama, ordenó, —Abre los brazos hacia fuera. —Entonces se sentó a horcajadas de ella, con las rodillas encerrándole los muslos. Su polla se agitó cuando las bolas rozaron las suaves curvas de su culo. Ben colocó un beso en la parte trasera de su cabeza, inhalando el sutil aroma de su champú—. ¿Tienes alguna idea de lo jodidamente sexy que te ves? Hundió los pulgares en la base de su cuello y gradualmente se movió a través de la parte superior de sus hombros, usando una combinación de presión suave y más dura. Permitiéndose disfrutar de la flexible carne debajo de sus manos. La carne de gallina ondulaba a través de la espalda de Ainsley cada vez que la piel más áspera de sus manos se deslizaba a través de ella. Amasó sus bíceps y sus tríceps. Depositó un beso en la curva de cada codo antes de masajearle los antebrazos y las manos. Cuando volvió atrás y arrastró las palmas sobre sus brazos, Ainsley no dijo ni pío. —Estás terriblemente silenciosa, —comentó mientras los pulgares siguieron la línea de su columna vertebral. —No estaba segura si tenía permiso para hablar. Ben se paralizó. —¿Por qué pensabas eso? —Porque esas eran las reglas que tenían los Doms de libros que leí. —¿Qué libros? —Los que tratan de… BDSM. En cierta medida, él odiaba la manera en que el término BDSM era utilizado sin darle demasiada importancia, tanto como le desagradaba el uso casual de la palabra Amo. 166
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—¿Has leído alguno de esos libros? —Le preguntó ella. —¿De ficción? ¿O de no ficción? —Cualquiera. —De no ficción. Cuando fuimos por primera vez al club Denver. Uno de los dueños se dio cuenta que éramos unos bastardos despistados y se apiadó de nosotros. Nos recomendó una pila de material para leer para que notemos las diferencias entre lo que queríamos como dominantes y lo que se esperaba de cierta manera en las relaciones D/s. Y tengo que admitir, que incluso desde el principio, siempre estuve del lado donde el dominante es utilizado como una herramienta sexual para incrementar las experiencias sexuales. No estoy a favor de rebajar a una sub metiéndola en una jaula o haciéndola dormir en un camastro o arrastrarla con un collar. Ni a favor de los juegos de dolor extremos. Nunca me sentí tentado por la sangre o los juegos con cuchillos, ni con la lluvia dorada, ni siquiera con los juegos de asfixia. Si conociera sumisas que estuvieran metidas en eso, las evitaría. Pero tengo que decir que es prácticamente inexistente en el Rawhide, de cualquier manera. —Frotó un lugar en la base de su cuello—. ¿Así que las subs no hablan porque son amordazadas o algo por el estilo en esos libros? —No. Se supone que una sub no tiene permiso para hablar a menos que su Dominante le haga una pregunta directa. Y en las escenas, se supone que la sub no grite de dolor o de placer a menos que el Dom se lo permita. Ben aplacó su temperamento. —¿Alguna vez te dije que no puedes hablar? —Umm. No. —¿Crees que alguna vez te prohibiré decir lo que piensas? —No. —Podría tener problemas si discutes conmigo acerca de algo que te diga que hagas, pero no espero silencio de monje de tu parte.
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—Oh. —Y ésta no es una escena, —le dijo con irritación. Ella levantó la cabeza y lo miró por encima de su hombro. —¿No lo es? —No. Cristo. Te estoy dando un masaje. —¿Por qué? —¿Por qué te doy un masaje? Porque quería poner mis manos por todos lados de ti. Y parecías nerviosa. Pensé que esto te calmaría. —Ainsley continuó mirándolo—. ¿Qué? —Me confundes, Bennett. Esto me confunde. Las variantes en los diferentes tipos de relaciones Dom/sub… —Ey, aquí no hay reglas para nosotros más allá de las que yo establezca… con tu aporte. Sospecho que esto será un aprendizaje a medida que avanzan las cosas para ambos. —Le abofeteó ligeramente el culo—. La cara contra el colchón, así puedo terminar. De allí en adelante, Ainsley fue elocuente. —Entonces cuéntame más acerca de estos libros BDSM que lees. Qué cosas lees en ellos que te quitan las ganas. —¿Estás más interesado en lo que no me gustó que en lo que sí? —Estoy bastante seguro de que puedo averiguar lo que te gusta. —Presionó los pulgares en otro nudo al lado de su omoplato derecho. —Oh. Me gusta eso. Le diste. Justo. En. El. Clavo. —Otro erótico gemido de placer—. Tienes manos mágicas. —Cuéntame una fantasía sexual que no esté en un libro. Ainsley no contestó. 168
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Él detuvo el masaje. —Cuéntame o no hay más dedos mágicos. Ella gruñó y dijo, —Bueno, tengo una fantasía de lo más extraña. Está oscuro. Me despierto y lo noto entre las sombras. Me vuelvo loca y entonces él comienza a decir todas estas cosas eróticas. Cómo que se está masturbando con sólo imaginarse cómo sería tocarme. Que sabe cómo sonaría yo cuando llegara al clímax porque me estuvo observando mientras me tocaba. Me hace todo tipo de cosas eróticas y perversas, y luego simplemente se va y nunca supe quién era él. Ben la besó en la sien. —¿Ves? No fue tan difícil. —Odiaría que pienses que soy una aburrida empleada bancaria sin imaginación. Sintió vibrar la risa en contra de su cuello. —La última condenada cosa que eres es aburrida. Entonces, cuéntame más sobre esos libros. Específicamente lo que no te gusta. —No me gusta la mentalidad Amo/esclava de las relaciones BDSM. Donde se espera que las subs siempre estén arrodilladas a los pies del Dom. O cuándo tienen que mantener sus cabezas bajas y los ojos soslayados, no sólo con su Dom sino también con todos los otros Doms, en una situación dentro de un club. No me gusta cuando se supone que las subs caminen tres pasos por detrás de sus Doms. Realmente no me gusta la cosa de la correa y el collar. —¿Te desilusionaste al ver que nada de eso ocurría en el Rawhide? —Dios, no. —Esa es una muy larga lista de cosas que no te gustan. —Sólo estaba comenzando. 169
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—Tendré eso en mente. Ainsley se sacudió hacia arriba. —Ahora que te relaté mi fantasía y las cosas que me disgustan, ¿usarás eso en mi contra? Ben la empujó hacia abajo otra vez. —Sabes, estoy un poco cansado de que siempre llegues precipitadamente a la peor conclusión en lo que se refiere a mí y a quién soy como tu dominante. Entiendo que quieras saber con anticipación todo lo que tengo planeado para ti, Ainsley, ¿pero adivina qué? Eso no va a ocurrir. —Tomó la corbata y le dijo—, los brazos detrás de tu espalda. —Pero, no quise decir… —Ahora. —Tan pronto como sus brazos estuvieron en el lugar, ató las muñecas juntas. Le separó las piernas y deslizó los dedos hacia arriba humedecidos con el lubricante—. Levanta las caderas para que pueda llegar a tu coño. Tuvo que empujarse hacia arriba con las rodillas, y no parecía sentirse cómoda, pero no discutió. Los dedos de Ben trazaron su hendidura. —¿Un masaje te hace mojar? —Sólo cuando me lo das tú. —Una respuesta absolutamente aduladora. —Ainsley gimió cuando deslizó un dedo dentro de ella—. Tienes que concentrarte en mi voz y escuchar lo que te estoy diciendo. —Se siente tan bien. ¿Y si no puedo concentrarme? Ben no dejó de acariciar sus húmedos pliegues mientras hablaba.
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—Entonces aprenderás la diferencia entre el castigo y la disciplina condenadamente rápido. —¿Esto es un castigo? —No. —Barrió el pulgar sobre su clítoris—. Esto es disciplina. —Cepilló los labios por debajo de su lóbulo—. No te corras. No importa lo que te haga, no tienes que correrte. —Pero… —Está fuera de discusión. No te correrás. Ni ahora, ni en tu casa. Tus orgasmos me pertenecen. Son mi responsabilidad. Ya no los controlas más tú. ¿Entendido? —Ajá. Ben empujó dos dedos dentro de ella y acarició su punto G, mientras suavemente acariciaba su clítoris. —Responde sí, Bennett, lo entiendo. —Sí, Bennett, lo entiendo. Él la provocó, la torturó y la atormentó. Llevándola al borde varias veces, comprobando si desobedecería dejándose ir. Le rozó la mandíbula con besos ligeros. —¿Cómo de cerca estás? —Mucho. Dios mío. La hizo girar sobre su espalda y comenzó a besarla bajando por un lado de su cuello. —No lo hagas. Por favor. —Ainsley se retorció para alejar su cabeza. Lo que provocó que Ben la agarrara del pelo, tirándolo ligeramente. —Quédate. Quieta. Ella lloriqueó por lo bajo. 171
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—Adoro tu cuerpo, ángel. —Besó el hueco de su garganta. La parte superior de sus pechos—. Tengo la intención de jugar con él, de cualquier forma que quiera, todo el tiempo que quiera. Probando tus límites y los míos. —Mantuvo un dedo follándola, estudiando sus reacciones, desde la ansiosa expresión en su cara, a las duras puntas de sus pezones, la flexión de los dedos de sus pies y sus dientes apretados. Cuando oyó ese brusco cambio en su respiración, quitó la mano de entre sus muslos. Todo el cuerpo de la mujer languideció en contra del colchón, pero no estaba relajada. —Lo hiciste muy bien. —La hizo girar sobre su lado de modo que quedaran frente a frente. Ella suspiraba mientras él continuaba intercalando tiernos besos con perezosas caricias—. ¿Estás lista para hablar? Ainsley lentamente abrió sus ojos. —¿Hablar? ¿No vamos a…? —Dejó caer la mirada sobre su entrepierna y sobre el contorno de su polla completamente erecta. —¿Follar? ¿Hacer el amor? ¿Tener sexo salvaje? No esta noche. —Oh. —Vas a decirme tu límite duro. Una cosa que es absolutamente no. —¿Una única cosa? —Síp. No sabrás si todas las cosas de tu larguísima lista de cosas que no gustan, en verdad es así, a menos que lo pruebes. Y una justa advertencia: sólo tengo un mes contigo, por lo que quiero probarlo todo. —¿Todo? —Todo menos tu única cosa. Así que ¿cuál será? —Que uses uno de esos espeluznantes látigos para toro o el de piel de serpiente sobre mí es un absoluto no, —barbulló. Maldición. Nada de látigos de una cola. 172
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—De acuerdo. —¿Aceptas eso así de simplemente? —Sí. Porque sólo es una cosa. Todo lo demás es una posibilidad. —La besó entre su ceño fruncido—. Cuéntame algo que nunca le contaste a nadie. —¿Cómo qué? —Cualquier cosa. —Rastreó su pómulo con los nudillos—. Un gran secreto, una pequeña molestia. Dame un pedazo de ti misma que nunca compartiste con nadie más. Ella enfocó la mirada en su pecho y esas pequeñas arruguitas aparecieron en su frente. —Me hice una cirugía láser en ambos ojos hace cuatro años. La gente estaba al tanto porque estuve usando anteojos durante veintidós años, pero nunca le conté a nadie por qué lo hice. —¿Por qué? —Pensaba que quitarme los anteojos me haría más atractiva para mi marido. Obviamente no funcionó. Él sólo se lamentó por el precio de la cirugía. —¿Te sentiste feliz con tu decisión? —Sí. Me sentía más joven, más libre. Me gustó el cambio. Ben la besó en las comisuras de sus ojos. —Hiciste bien. Estoy suponiendo que fue el primero de muchos cambios. —Lo fue. Lo es. La misma pregunta para ti, Ben. —No Bennett. Interesante. Él no contestó, sólo siguió tocándola cómo quería—. Estás insistiendo constantemente sobre la honestidad. ¿La esperas de mí pero no ofreces la tuya? Eso es una mierda. Señor. Él refrenó una réplica estilo‐Dom. —Tienes razón. 173
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—Entonces cuéntame algo que nunca le has contado a nadie. Allí fue cuando Ben supo que tenía que subir las apuestas. Ainsley le había dado lo que le había pedido, pero su respuesta no fue nada realmente personal. O si esa era su idea de exponer una parte de sí misma que nunca había mostrado, él necesitaba convencerla para excavar más profundo. Todavía era demasiado precavida con él, y tenía que derribar esa primera barrera. Tenía que mostrarle su vulnerabilidad a un nivel que lo hiciera sentirse ligeramente incómodo. —Me escapé de casa cuando tenía ocho años. Recuerdo sentirme ignorado, invisible, que a nadie le importaría si simplemente me fuera. Tuve estas visiones de mi mamá y papá buscándome frenéticamente. Gritaban mi nombre, lamentando cómo me habían tratado, mientras mis hermanos lloraban. Así que me esfumé temprano una mañana, asegurándome de no ir a ninguno de mis lugares favoritos. Esperé a que ellos me encontraran. Pero nadie nunca lo hizo. Pasé la noche por mí mismo. Solo. Cada miedo materializado. Cerca del amanecer, un día entero después de haberme ido, me metí a hurtadillas en mi cama. Nada había cambiado para ellos, pero parecía como si todo hubiera cambiado para mí. Siempre sentí que ese día cimentó mi lugar en la familia. El niño del medio pero en el último lugar. Pasó un latido y calientes labios conectaron con los suyos. Ainsley lo besó con una perfecta mezcla de pasión y dulzura. Cuándo ella anguló la cabeza para profundizar el beso, Ben se dio cuenta que sus mejillas estaban húmedas. Su cerebro hizo un baile de victoria. A pesar de que nunca deseaba que ninguna mujer lo viera como el niño olvidado en sus ropas de Dom, se sintió humillado y conmovido por sus honestas lágrimas. Y supo que la próxima vez que le pidiera que compartiera algo emotivamente personal, ella sería menos renuente. —Vamos a desatarte, —le dijo bruscamente. Comprobó su circulación, volviendo al modo Dom. Permaneció extendido en la cama mientras Ainsley volvía a vestirse, sin importarle si su contemplación la ponía incómoda. Ella había dicho extactamente eso. ¿Su respuesta?
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—Mala suerte. La había mantenido azorada, reconstruyendo esa pasión entre ellos mientras la llevaba de regreso a la sala de estar. Besándola. Mordisqueándole el cuello. Acariciando sus pezones a través de su ropa. Entonces la ayudó a ponerse su abrigo. —Recuerda. No debes correrte. ¿Y si lo haces por ti misma? Lo sabré. —¿Cómo? —Porque eres muy mala mentirosa. No me empujes en esto, Ainsley. —Le otorgó un último beso caliente—. Nos vemos mañana por la noche.
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CAPÍTULO 13 Dado que Ben intentaba mantenerla en vilo, Ainsley decidió que haría lo mismo con él. Aceptar su lado sumiso no significaba que tuviera que ser dócil o previsible. Podría ser una mujer tentadora. Podría alimentar el alma del hombre autoritario. Y podría jodidamente bien cocinarle la cena también. Ambos tenían que comer. Llegó a casa de Ben, cargando una Crock‐Pot llena de carne de cerdo asada con patatas. Los escandalosos perros estuvieron cerca de hacerlo caer de sus manos mientras esperaba que él respondiera al llamado de la puerta. Oh mi Dios. Observó a Ben acercarse a través de la lámina de vidrio de la puerta principal, vistiendo una toalla y un ceño fruncido. Un pequeño escalofrío la recorrió. Nunca desearía que esa mirada contrariada estuviera dirigida a ella. Afortunadamente su furiosa mirada estaba enfocada a sus perros revoltosos. Tal vez él no llegara a notar cómo se le caía la baba al verlo casi desnudo. Cuando abrió la puerta una rendija, los perros treparon para entrar. —Siéntense, —chasqueó. Los perros se sentaron—. Quietos. —Lloriquearon. Y se quedaron quietos. Meneado sus colas para recibir la atención de su amo. Le abrió la puerta a Ainsley. Una vez que ella estuvo adentro, les dijo—, Fuera, —a los perros y ellos se escabulleron. Finalmente la miró, entonces a la Crock‐Pot que tenía en sus manos—. ¿Qué es esto? —La cena. Me hiciste la cena la otra noche, estoy devolviéndote el favor. —Huele bien. Puedes conectarlo dónde está la cafetera. Ainsley sintió los ojos masculinos sobre ella mientras manipulaba la temperatura y la tapa. Cuando se dio la vuelta, Bennett llevaba puesta la cara de Dom. —¿La cena se mantendrá durante un rato? 176
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Ella asintió con la cabeza. —Bien. Ropas afuera. —¿Aquí mismo? Levantó una ceja como diciendo, ¿Me estás desafiando sub? y ella se desnudó sin decir ni una sola palabra más. La condujo pasando por su dormitorio hasta el cuarto de baño. La ducha rectangular tenía una puerta de vidrio transparente. Las paredes traseras y el piso estaban recubiertos de cerámicos gris oscuro. Había media docena de boquillas colocadas a diferentes intervalos sobre la pared lateral, y una enorme ducha estaba centrada en la mitad del techo. En el rincón trasero había un asiento incorporado y otra ducha de mano más pequeña sobre la pared opuesta. Ella podría aprovechar un magnífico espacio como este con una bañera romana cualquier día. —Llegaste justo a tiempo para ayudarme a tomar una ducha. Ainsley tuvo un momento de pánico. No era una de esas mujeres que se veían bonitas y sexys debajo de la ducha. Su pelo se erizaba al instante en que una gotita de humedad lo tocara. Además, no llevaba rímel a prueba de agua. Por lo que se parecería a una rata gorda y desfigurada con ojos de mapache. Sí. Era una imagen para excitarlo. Bennett le hizo señas para que entrara al recinto y la ubicó en contra de la pared más alejada. Los azulejos le enfriaron la espalda. Él activó el agua y se paró debajo de la ducha, frente a ella. —Obsérvame. Como si ella pudiera apartar la vista de su maravillosa figura. Alto y delgado, brazos contoneados, torso estrecho, piernas fuertes… cada uno de sus músculos parecía tallado en granito. Él humedeció una esponja de baño y la enjabonó, llenando el húmedo espacio con un aroma a pino. Frotó enérgicamente la espumosa esponja sobre sus brazos, cuello y hombros. A través de su pectorales y abdomen, sobre su entrepierna. Por encima de su polla completamente erecta. Entre sus piernas, bajando a sus tobillos, 177
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pies y dedos. Arrojó la esponja a un lado y vertió champú en su palma. Cerró los ojos y se frotó la cabeza, volteándose para enjuagarse. La vista de atrás era tan impresionante como la frontal. Hombros y espalda impactantes. Firmes nalgas tan perfectamente redondeadas y duras que le dolían los dientes por contener las ganas de morderlas. Él cerró el agua, pero el vapor todavía siseaba desde una tubería cerca del piso, manteniendo caliente el lugar. —Mirando a la pared, —dijo Bennett. Se había movido detrás de ella. Pegó la boca a su nuca—. ¿Te tocaste anoche después que te fuiste de aquí? —No. —¿Te tocaste esta mañana? —No. —¿Y cómo te sentiste hoy? —Excitada. Nerviosa. Necesitada. Su caliente aliento le calentaba el oído. —Así es cómo se suponía que te sintieras. Anoche se trataba de hacerte sentir cómoda. Esta noche se trata de que me demuestres que estás preparada para esto. Ella enderezó sus hombros. —Estoy preparada. Los dulces y perezosos besos se transformaron en diminutos pellizcos sobre el carnoso declive de su hombro. Se estremeció, mordiéndose los labios para reprimir un gemido. Él serpenteó la lengua a lo largo de su columna vertebral hasta la parte superior de sus nalgas y colocó un beso mojado en medio de cada mejilla.
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—Ponte de rodillas. Otra vez Ainsley sintió ese vacío en su estómago. Ese repunte de exaltación en su pulso. Ese profundo latido en su sexo. Cuando estuvo en posición, Bennett se ubicó sobre el borde del asiento, sus pies plantados separados sobre el piso de baldosas. Ella aflojó sus rodillas, colocando las manos sobre su regazo. —Ángel, aprendes rápido. —Su cumplido avivó una extraña sensación de orgullo en su interior—. Tócate los pezones. Ainsley presionó las palmas sobre sus pechos. Apretando los carnosos globos, comenzó a frotar los centros de sus palmas sobre sus pezones en pequeños círculos. Su mirada voló a la de él cuando dos fuertes manos encerraron sus muñecas, deteniendo el movimiento. Bennett se llevó su palma derecha a la boca y la bañó completamente con la lengua. A continuación hizo lo mismo con la izquierda. Entonces las ubicó otra vez sobre sus pezones. La humedad de su boca se acopló con el calor de sus ojos apretándole aún más las puntas. Ella frotó más rápido. Necesitando que la irradiación de sus pechos bajara por su vientre para reunirse entre sus muslos. Era hiperconsciente de los incrementales cambios en su cuerpo a medida que se excitaba. No se había tomado el tiempo de vislumbrar estos cambios en el pasado. Había estaba demasiado ocupada corriendo apresuradamente hacia la línea de llegada del orgasmo. —Pellízcalos, —le indicó bruscamente. Fue casi un alivio sumar más presión—. Más duro. Quiero oírte jadear así otra vez. Puedes tomar un poco más de dolor. Ainsley medio esperaba que él extendiera la mano para demostrarle lo que quería, pero no lo hizo. Esperó a que ella siguiera sus direcciones. Usando únicamente las puntas de sus pulgares y dedos índice, tiró de sus pezones y estrujó. Un caliente dejo de dolor la hizo jadear.
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Una forzuda mano le ahuecó la parte trasera del cuello, empujándole la cabeza hacia adelante. Abrió los ojos cuando la cabeza de la polla de Bennett rozó su boca. Él le delineó los labios con la húmeda punta. —Relaja tu mandíbula. Verás lo profundo que puedes tomarme en el primer intento. —No esperó a que ella abriera la boca completamente, simplemente empujó traspasando sus labios. Chupó cuando la gruesa cabeza de la polla descansó sobre su lengua, deseando ese primer sabor completamente masculino de él. Chupó otra vez, más duro, tratando de tomar más de su falo dentro de la boca, dejando a su lengua explorar la sensible parte inferior. La mano de Bennett se curvó alrededor de su mandíbula. —Tanto como adoro esos jodidamente sexys pequeños gemidos que estás haciendo, no vas a conseguir dirigir esto. Sintiéndose reprendida, levantó la vista sobre él. —Maldita sea, me gusta esa mirada desafiante que tienes ahora mismo. Como si hubieses esperado que no tuviera la suficiente fuerza de voluntad para detenerte. — Empujó la polla más allá dentro de su boca, golpeando sobre los reflejos de su garganta—. Error. Tengo mucho más control del que tú crees. Se le volvieron los ojos vidriosos cuando luchó contra la urgencia de desalojar a esa dureza que le llenaba la boca. —Respira. —Su pulgar le acariciaba la mejilla—. Va a requerir un poco de práctica para que puedas tomarme por completo. —Sus ojos azules brillaban de lujuria—. Soy un hombre paciente, pero no puedo esperar para sentir tu aliento sobre mi estómago cuando mi polla esté profundamente sepultada en tu garganta, de modo que puedo sentir tus palpitaciones.
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Ese erótico paso a paso la empapó definitivamente. Ainsley deseaba tanto apretujar sus piernas para propagar esa caliente humedad entre sus muslos. Una prueba física de que estaba realmente aquí y de que ésta no era simplemente otra fantasía. No era como si estuviera rompiendo alguna regla, sólo estirando el límite un poquito cuando curvó las manos alrededor de las rodillas de Ben y dejó que sus palmas se deslizan subiendo por sus musculosas piernas hasta llegar a sus caderas. —Únicamente eso, no conseguirás usar tus manos en mi polla. Sólo esta malvada boca—, gruñó Bennett suavemente. Él salía y volvía a introducirse nuevamente, cada vez acercándose más a la parte trasera de su garganta. Cerró los ojos, deseando tanto hacer que esto sea bueno para él. —No tragues hasta que yo te lo diga, —le advirtió—. Quiero ver líquido goteando de tu boca, mojándote el cuello. Cada vez que Ainsley se reacomodaba con el ritmo, Bennett lo cambiaba. Empujando más rápido si estaba volviéndose lento. Aminorando si había estado usando cortos y rápidos empujes. Demostrándole que él tenía todo el control. Ella amó cada segundo de eso. Su mano agarrándola por la parte trasera del cuello. La dureza de su polla sobre la lengua, golpeando el cielo de su boca, frotando la parte interior de su mejilla. —Juega con mis bolas, —indicó con voz áspera—, pero sólo mis bolas. Los globos ya estaban comprimidos cuando sus dedos cepillaron en la costura entre ellos. Hizo rodar las bolas en su palma. Deslizó el dedo medio hacia atrás para rozarle el perineo con cada movimiento ascendente de su boca. Sus empujes se volvieron cortos y rápidos. Ainsley escuchó esa rápida inspiración. La cabeza descansaba sobre su lengua. Su gutural,
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—Chupa duro ahora, —fue la única advertencia que tuvo antes de que los calientes chorros le llenaran la boca—. Traga. Todo. Hundió las mejillas y chupó, moviendo la lengua de un lado al otro debajo del punto sensible, mientras tragaba. —Así. Joder. Bien. Cristo. Era una aprobación a sus habilidades orales. Pero ella no abandonó ni siquiera para permitirse una pequeña sonrisa arrogante. Él salió lentamente, usando la mano para sostenerla por la parte trasera de su cuello, inclinándole la cabeza hacia atrás. Ainsley se lamió sus suaves labios y se encontró con su mirada. Saciedad, sí. Pero algo más permanecía allí. Algo primitivo. Bennett rastreó el dedo desde la base de su barbilla, bajando por la humedad que le recubría la garganta. —Hermosa. Mírate. Tan jodidamente hermosa. Se sonrojó. Ningún hombre nunca le había dicho nada como eso a ella. Aun cuando una parte de sí misma seguía repitiéndose la cháchara de que lo había complacido, se preguntó si sus cumplidos se debían simplemente a que acababa de hacerle una mamada. —¿Qué fue eso? —¿Qué fue qué? —Esa mirada escéptica. Me frunciste el ceño. La puta madre. No tenía una inmutable cara de póker. —¿Hice eso? —Mmm. Pero sé cómo arreglar eso. Párate.
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Sus rodillas estaban inestables. Bennett se aferró de sus caderas y acurrucó el rostro en su escote. Entonces besó las partes superiores e inferiores del abultamiento de ambos pechos antes de chuparle los pezones. Chupando con una perezosa intensidad. Demostrándole que la succión se trataba de que él estaba disfrutando de su cuerpo, no del disfrute de ella. Lo que produjo que sus atenciones fueran mucho más disfrutables. Inclinó la cabeza hacia atrás y la miró cuando ella suspiró. —Recogeremos esto más tarde. Mientras tanto, siéntete libre de usar mi bata. —¿No puedo vestirme? —No. —Pero… —Continúa con eso y terminarás cenando desnuda. —Tu bata estará bien. Él sonrió burlonamente y le lanzó una toalla. —Pensaba que podrías decir eso. Después de cenar vieron un video con un episodio de La Rueda de la Fortuna acurrucados en el sofá. A Ben le gustaba sentir a Ainsley cerca. Sus piernas tocándose sobre la otomana. La cabeza de ella descansando sobre su hombro. La mano sobre su pecho. Arrastrando los dedos de arriba a abajo por su brazo. Tocarla sin restricciones como un Dom era una cosa. ¿Pero tocarla así? ¿Casi distraídamente solamente porque podía hacerlo? Eso le daba una sensación de satisfacción en un nivel diferente. —No hablas mucho sobre tu trabajo en el rancho.
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—No hay mucho para decir. Me levanto, lo hago, vuelvo a casa, me voy a la cama y repito todo eso al día siguiente. Prácticamente lo mismo día tras día. Excepto cuando estamos en época de partos o heno. Ainsley dibujaba círculos sobre sus pectorales. —¿Te aburres? —No tengo tiempo para aburrirme. —Dime alguna cosa que hiciste hoy fuera de lo común. Ben sonrió porque ella había intentado arrebatarle el control. En lugar de esperar a que fuera él quien le preguntase acerca de algo personal, como lo había hecho anoche, había intentado saltar sobre él manteniendo la pregunta innocua. —Tuve una estupenda mamada en la ducha. Ella lo hincó en el esternón. —Aparte de eso. —Una hermosa señora me trajo la cena. Tres hincadas más. —Vamos. Cuéntame algo. Trató de recordar qué mierda había hecho hoy. —Qué tal si mientras pienso en eso, tú me cuentas a mí algo fuera de lo normal que hayas hecho hoy. Silencio. Entonces ella suspiró. —No puedo pensar en una sola cosa. —¿Así que trabajar en un banco es tan aburrido como en un rancho? —Bromeó. —Al menos lo fue hoy. Mañana estoy esperando… 184
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—¿Un asalto a mano armada al banco? —Muérdete la lengua, Ben McKay. Él se rio. —Bueno, mañana por la tarde yo estaré haciendo algo fuera de lo común. Llevaré a mis padres al aeropuerto Rapid City. —¿Dónde van ellos? —A Phoenix. —¿De vacaciones? —Más o menos. Principalmente van a visitar a mi hermano Gavin. Ainsley inclinó su cabeza para mirarlo. —Recuerdo que hablaste de tu hermano mayor, Quinn, y de tu hermano menor Chase, pero no de Gavin. —Es porque Gavin es… déjame sólo decir que Gavin llegó a nuestra familia recientemente. —Luego expuso la situación—. Una larga historia que todavía estamos tratando de comprender. En un impulso, Gavin invitó a papá y mamá a Arizona. Así que no estaré por aquí mañana por la noche. —Oh. ¿Lo convertía en un bastardo el hecho de sentirse encantado de oír desilusión en su voz? —Razón por la cual estarás pasando el fin de semana aquí empezando por el viernes por la noche. Lo soslayó. —¿Haré eso? No recuerdo haber estado de acuerdo con eso.
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—Porque no fue una petición. —Bien, lo fue, pero no quería arriesgarse que dijera que no. —De acuerdo. ¿Debería traer algo? —Tu colección de vibradores. Sus mejillas se ruborizaron. —¿Cómo supiste…? —Me lo dijiste en el club, ¿recuerdas? —No. Eso no es algo que yo comparta usualmente. Ben la besó en la nariz. —Estamos compartiendo mucho, sin embargo, ¿verdad? —Algunos de nosotros más que otros, —lo pinchó. Eso lo bloqueó. —¿Piensas que estoy ocultándome? —Sé que estás ocultándote, vaquero. —¿Con respecto a qué? —A cómo te convertiste en el Amo Bennett. Él frunció el ceño. —Amo. Odio ese jodido término. —Lo sé. —Su sonrisita se desvaneció debajo del escrutinio de Ben—. Me bombardeaste a preguntas acerca de por qué creía que era una Domme. Estás decidido a demostrar que soy sumisa, pero nunca me explicaste cómo te empezaste a interesar por este estilo de vida.
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—¿Supongo que no estás dispuesta a comprar la explicación que fue de pura suerte? —No del todo. Él se ubicó hacia atrás contra los cojines. ¿Le había explicado alguna vez esto a alguien? —Unos ocho años atrás, Cody, Trace, Trent y yo estábamos bebiendo en el Bar Rawhide después de la hora de cerrar. Estupideces sobre trabajo y mujeres. Quejándonos de no echar los suficientes polvos. Entonces los hombres estaban ideando estrategias infalibles sobre cómo echarse un polvo y qué clase de mujeres deberían buscar. Cuando la conversación rodó a mí y lo que yo quería de una mujer, les dije que quería a una mujer que me diera el control sexual total, sin preguntas ni vacilaciones. Ben todavía recordaba esa sensación de pánico después de confesarles la verdad a sus amigos más cercanos. Su preocupación de que algo estuviera mal con él, incluso cuando había sido demasiado cobarde para actuar en relación a las imágenes eróticas y exóticas que constantemente se reproducían en su cabeza. ¿Era un desviado? ¿Un psicópata? ¿Un sociópata? ¿Sería suficiente si cumpliera con sus fantasías de atar, azotar y follar, mientras su compañera gritaba y se empapaba de deleite sexual? ¿O lo llevaría a un panorama violento y retorcido? Porque hasta dónde él sabía, sus ideas eran muy retorcidas. Los buenos hombres no fantaseaban con azotar mujeres con látigos y varas. Los buenos hombres no fantaseaban con atar mujeres. Los buenos hombres no fantaseaban con hacerle todo eso a una mujer mientras la follaban como animales. —¿Ben? La miró. —Lo siento. Me quedé pensando. Y al final descubrí que Cody, Trace, Trent y yo estábamos en sintonía. Encontramos un par de clubes en Denver que proveían lo que queríamos. Estar en esos lugares me quitó un gran peso de encima. No era un bicho raro. Ni un mal hombre. Había un nombre para lo que me gustaba. Para lo que era. Y un lugar donde podría ir a explorar todos los aspectos. —¿Los rótulos son importantes para ti? 187
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—Siempre fui rotulado… el niño intermedio de Charlie McKay, el que está entre Quinn y Chase. Pero no pensé, “ey, me uniré a un pervertido club sexual para apartarme”. Tan aliviado como estaba de averiguar quién era, no quise que nadie de mi familia supiera lo que estaba haciendo. Todavía hoy no quiero eso. —Entonces comenzó la vida secreta de Bennett McKay. —Teníamos un largo viaje para conducir, pero lo hicimos regularmente durante un par de años. Entonces Cody y Trace empezaron a contemplar la idea de abrir un club privado similar en Gillette. Después que remodelaron el viejo espacio del burdel, trajimos a Murphy de Denver para que lo manejara. Habíamos conocido a Sully en Denver y nos enteramos que él vivía en Gillette. Él trajo a Riley. Riley trajo a Gil. Gil trajo a Bryce. Todos hombres que tampoco tenían experiencias como Dom pero que estaban dispuestos a aprender. Diez de nosotros determinamos las reglas del club, Murphy sondeó a los potenciales futuros miembros, abrimos las puertas hace seis años. La agrupación permanece constante. Pero nunca tuvo la intención de hacer dinero. —¿Invertiste financieramente en el club? —Preguntó Ainsley. —Típica pregunta de una empleada bancaria. —Demasiado malo no haber invertido dinero en eso. Podría solucionar una parte de sus actuales problemas financieros. Pero Ben se sentiría un jodido hijo de puta si admitiera una inversión emocional en un lugar que siempre había sido muy importante. Para él, nunca se había tratado solamente de sexo pervertido, sino que había llegado a aceptarse a sí mismo. —Esa no es una respuesta, —le señaló. Otra vez ella estaba intentado dirigir la conversación, lo que había forzado sus pensamientos para el lado del dinero y de cómo conseguir su parte para comprar las tierras de Rielle, en lugar de enfocarse en el hecho de que tenía a una sub desnuda sentada justo a su lado. —Porque terminamos de hablar. —Dejó que su mirada se posara en la curva de su pecho que asomaba por la solapa—. Quítate la bata. Ainsley se paró frente a él desnuda, esperando instrucciones. 188
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—De frente a la TV. —Sacó las esposas forradas en piel de debajo del cojín del sofá. Tan pronto como ella asumió la posición, la esposó. Ben luchó para deslizar su pantalón de chándal fuera de su erección. Una vez que estuvo sin ropas, se enfundó un condón. —Date la vuelta, —le dijo, y la llamó haciéndole señas con el dedo. La tomó por los hombros cuando ella se sentó a horcajadas en su regazo. Enterró la cara en su cuello, en busca del aroma a miel de almendras que lo volvía loco. Ainsley se estremeció pero no intentó alejarse. Ah. Un progreso. Usando sólo las puntas de sus dedos, rastreó la línea de su obstinada mandíbula. Acariciado los acordonados músculos de su cuello. Trazando desde el ángulo de su clavícula al borde de su hombro. Cada gloriosa hendidura y llanura. Entonces siguió las rellenas curvas de sus pechos pasando por esos pezones deliciosamente rosados. Curvó las manos sobre su caja torácica y rozó los pulgares por encima del suave abultamiento femenino de su estómago, y a través de esa sensible piel entre los huesos de su cadera. Algunas veces murmuraba alguna adoración verbal a estas asombrosamente únicas partes femeninas mientras sus dedos exploraban, pero esta noche quería concentrarse en cada cambio de su respiración. En cada reacción a su toque. Ya podía captar el aroma de la excitación femenina y su polla se puso firme, lista para satisfacer la llamada del cuerpo de Ainsley. Ben le acariciaba suavemente el cabello mientras la besaba. Sin prisas. Ella correspondiéndole beso a beso. Nunca desviándose de sus pautas. Brindándose por completo a él. En ese momento era totalmente suya. Qué condenado subidón. Había tenido la intención de alargar esto. De provocar esos sensibles puntos en su cuello con la boca hasta que ella le rogara para correrse y entonces hacerla detonar con su mano. ¿Pero ahora? Sólo quería follarla. 189
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Liberó el agarre en su pelo y alineó la polla con la fuente de ese fragante y húmedo calor. Todavía alimentándola con profundos besos estimulantes, puso una mano en su culo y la instó a bajar la pelvis hacia la de él. Entonces estaba deslizándose hacia arriba de ese sublimemente caliente y apretado coño. Ainsley alejó un instante la boca de la de él para jadear suavemente. Ben empujó las caderas hacia arriba para ir al encuentro de sus empujes descendentes. Cada profundo impulso llevaba su necesidad más alto. Su necesidad de oírla gritar. Su necesidad de ver en su rostro el placer que le había negado ayer. Se acopló a las esposas, inclinándole el cuerpo hacia atrás. Y luego deslizó la mano libre entre sus muslos. Sus ojos se abrieron, y gruñó. Usando la humedad de su cuerpo, restregó el pulgar sobre su clítoris. Ella comenzó a bombear la pelvis contra su mano, intentando conseguir más fricción. —Por favor. —No. Inmediatamente su cuerpo se aquietó. Y entonces ella se rindió. —Buena chica. —Después de provocarla, recordándole quién estaba a cargo de sus orgasmos, Ben aceleró el movimiento de su pulgar, incrementando la presión sobre ese hinchado pedacito de carne y observado cómo Ainsley se corría descontroladamente. Era una diosa, hundida en el placer, su cabeza caída hacia atrás, su sedoso cabello meciéndose, sus labios, hinchados por los besos, abiertos mientras gritaba, el pulso latía en su cuello a ritmo con las pulsaciones debajo de su arrullador pulgar. Él contuvo el clímax, y sólo cuando ella estuvo agotada se dejó caer por el borde. Tironeando bruscamente de la cadena de las esposas, inclinándole el cuerpo hacia atrás de manera tal que pudiera contemplar su polla bombeando adentro y afuera de ella. Clavando los dedos en su muslo cuando sus bolas se tensaron. El coño de Ainsley le apretó la polla cuando su semilla salió expulsada. 190
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Los ojos de Ben rodaron hacia atrás junto con su cabeza. Se quedó en blanco mientras su sexo lo exprimía de cualquier proceso de pensamiento. Dejándolo en la luna, muerto, ausente. Unas dulces caricias a un lado de su cara lo reavivaron. —Bennett. —¿Mmm? —Me gustan las esposas. —Él se rio y besó su lugar favorito en su garganta—. Y gracias por facilitarme el proceso en esta cosa de Dom/sub. La miró. —¿Una mamada forzada y haberte esposado durante el sexo… te lo facilitó? Ella asintió con la cabeza. —No me malinterpretes, tu lado agresivo realmente fue duro para mí. Como cuando me ataste al banco en el club. Pero me gusta también esta cercanía. Se siente casi… como si hubiera sido más que sexo. En lugar de admitir, para mí también, dijo bruscamente, —Dobla las rodillas. —La ayudó a ponerse de pie, le quitó las esposas y comprobó la circulación de sus brazos antes de ir al baño a descartar el condón. Cuando regresó a la cocina, Ainsley estaba vestida. —¿Yéndote? —Necesito mi sueño reparador. ¿No sabes que las horas de los bancarios son brutales? —Él se rio—. Que tengas un viaje tranquilo a Rapid City mañana, y te veo el viernes después del trabajo. Ben la acompañó a su coche, ignorando sus protestas de que no le asustaba la oscuridad.
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Mientras la observaba alejarse supo que tendría que empujarla la próxima vez. Tirar abajo algunas de esas barreras. Incluso cuando comprendía que eso provocaría que algunas de las suyas se desmoronaran un poco también.
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CAPÍTULO 14 El timbre de la puerta sonó y Ainsley colocó la botella de Pinot Grigio junto a las dos copas de vino sobre el mostrador de la cocina. Tan pronto como atendió la puerta, Layla aferró a Ainsley en un fuerte abrazo. —Es tan maravilloso tenerte viviendo tan cerca. —Tengo que admitir que tu llamada de esta mañana me asombró. —¿Porque me invité sola a tu casa? Ya no vivimos tan lejos, así que no hay excusas para que no podamos pasar un rato juntas. Además, no lo pensábamos dos veces antes de conducir una hora por todo Denver para cenar juntas. —Es cierto. Pasa. Los gatos observaban desde el final del pasillo mientras Layla se quitaba sus carísimas botas y colgaba su parka y bufanda sobre la parte trasera del sofá. —Lindos gatitos, —zureó Layla, poniéndose en cuclillas y extendiendo su mano—. ¿Cómo se llaman? —Wally es el atigrado. Lo encontré la última primavera acurrucado en una cesta mientras regresaba de Wal‐Mart. El pobrecillo era sólo un bebé. Y Charo, la tricolor, fue mi rescate del refugio de animales la semana anterior. Algún niño psicópata le quemó la cola y cortó por completo un lado de sus bigotes. Pero mira esa linda carita. No pude resistirme. —Charo. ¿Así como si ella hubiera sido… chamuscada16? A, tú tienes un sentido del humor bizarro. Ainsley sirvió el vino y le entregó a Layla una copa. Un juego de palabras que se pierde en la traducción. Charred: chamuscado.
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—Lamento todas estas cajas desparramadas por la sala de estar. Todavía no terminé de desempacar todo. Layla se acurrucó en el rincón del sofá de dos cuerpos y pasó la mano sobre el cojín azul eléctrico. —Éste sofá es sensacional. Tan brillante. —Juré que nunca tendría una habitación neutral otra vez. Nada aburrido. Ni incólume. —La mirada de Ainsley recorrió las sillas verdes chillón frente al sofá estampado con vívidos colores azul y verde, que complementaba tanto a las sillas como al sofá de dos cuerpos. —Me alegro que estés pisando afuera de esa pequeña caja ordenada en la que viviste tanto tiempo. —Más vale tarde que nunca. —Dejó que el vino reposara sobre su lengua—. ¿Así que Murphy no te necesitaba en el bar esta noche? —Los jueves son tranquilos. La gente se está preparando para el fin de semana. Yo probablemente estaría en casa sin hacer nada, de cualquier manera, y Murph estuvo de acuerdo en que necesitaba venir aquí a hablar contigo. El rostro de Ainsley se azoró, recordando la última vez que había visto a Layla en el club. ¿Había venido aquí a explicarle esa escena? —No sabía cómo iba a reaccionar al observarlos a ti y Murphy. No fue lo que esperaba. ¿Podemos sólo dejar las cosas así? —¿De qué estás hablando? —Los ojos de Layla se agrandaron—. Oh. ¿La escena pública del fin de semana? —Ondeó la mano—. No soy exhibicionista, razón por la cual Murphy casi siempre escoge ese castigo cuando me paso de la raya. Estoy aquí para hablar contigo de algo diferente. De alguien en realidad. Bennett. —¿Qué pasa con él?
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—Déjame decirte que sabía que Bennett era un ranchero. No tenía ni idea de dónde vivía. Como una sub, no hago preguntas que podrían meterme en problemas. Murphy y yo estábamos hablando de ti, específicamente de los cambios en tu vida, incluyendo tu traslado de Denver a Sundance. Él se quedó muy callado. Lo que me asustó. Entonces me dijo que Bennett vive en Sundance. Ainsley arremolinó el vino en su copa antes de levantar la vista. —Lo sé. Ya hemos tropezado. Layla se quedó sin aliento. —¿En serio? ¿Él te reconoció? —De inmediato. —Gruñó—. Por supuesto, eso ocurrió en el banco. Me pidió que fuera a su casa esa noche para que podamos hablar. Y… —¿Porqué sentía tanta vergüenza contándole esto a Layla? —¿Y qué? —Me pidió que fuera su sumisa durante un mes. —¿Tengo que asumir que dijiste que sí? —¿Por qué asumirías eso? —Le preguntó Ainsley un poco más cortante de lo que había sido su intención. —Guau. —Layla levantó la mano—. No estoy tratando de cabrearte, A. Sospeché que congeniarías bien con Bennett en el club. Especialmente dado que no estás segura si estás interesada en participar de este estilo de vida más allá de una experiencia de corto plazo. Y Bennett… bueno, él sólo tiene relaciones ocasionales. —¿Cómo es eso? —A Bennett le gusta la variedad. Tiene excelentes instintos con los látigos, floggers, fustas y varas, sabiendo hasta dónde puede empujar el umbral de dolor de la sumisa. Parece que siempre le están solicitando que demuestre su experiencia con la compañera
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de otro miembro del club. Cuando logra llevarla a ese estado de ensimismamiento, se la devuelve a su compañero. —¿Entonces Ben no tiene sexo con todas las mujeres con quiénes hace demostraciones? Layla negó con la cabeza. —Con casi ninguna, en realidad. Es muy meticuloso con los límites, e incluso así nunca queda ninguna duda de quién está a cargo durante la escena. Hay algo relacionado con su serena intensidad que hace que las subs se sientan atraídas como las abejas con las flores. —O podría ser el tamaño de su… eh… aguijón lo que las atrae, —comentó Ainsley. —Oh, mujer. —Layla soltó una risita—. No es más que la verdad. Murph una vez me dio veinte latigazos porque me atrapó relamiéndose los labios durante una de las escenas públicas de Bennett. —Sí, Ben tiene un cuerpazo además de su impresionante aguijón. Layla entrecerró los ojos mirándola. —¿Qué significa eso de que lo llamas Ben? —Cuando está en modo Dom, es Bennett. Cuando estamos pasando el rato, es Ben. —¿Cuánto tiempo estuviste pasando el rato con él? —Las últimas tres noches. Llegamos a un acuerdo sobre los detalles de su propuesta de un mes. Dado que vivimos en el mismo pueblo, él sugirió que nos saltemos el club por ese mes. —¿Estás segura con esto? ¿Confías en él? Porque algunas subs sólo quieren jugar donde haya supervisión en caso que el Dom vaya demasiado lejos. —Confío en Bennett. Incluso cuando la idea de entregarle tanto control a él me asusta como la mierda. 196
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—Aprender a integrar tu lado sumiso será duro para ti, pero eso no significa que debas alterar tu personalidad, ni dentro ni fuera del dormitorio, simplemente para complacerlo. Ainsley frunció el ceño. —Explícame eso. —Los Doms esperan una cierta cantidad de desobediencia de sus subs, especialmente de las nuevas subs que sólo aprenden siguiendo sus parámetros. Eres una mujer fuerte con opiniones fuertes. Si nunca te manifiestas, ya sea accidentalmente o a propósito, ¿cómo sabrías la diferencia entre castigo y disciplina? Recordó vagamente que Ben mencionó eso, pero ella no había preguntado más específicamente. —¿Hay una diferencia? Layla asintió con la cabeza. —Murphy obligándome a hacer una escena pública, fue un castigo por la forma en que lo humillé. La disciplina fueron los varazos que recibí en privado los siguientes tres días para reforzar su dominancia y como advertencia para que no volviera a hacerlo. —¿Entonces se supone que debo ser desafiante para ver cómo reacciona Bennett? —No siempre. ¿Pero aceptando todo lo que Bennett dice o hace… dónde está la curva de aprendizaje? ¿Cuáles son los límites? ¿Para ambos lados de tu pesonalidad? —Nunca pensé en eso de ese modo. —Tan feliz como estoy de que estás logrando experimentar el estilo de vida, incluso detrás de las puertas del dormitorio, quiero advertirte sobre un par de cosas. Ainsley esperó que Layla la alertara sobre el dolor físico de los azotes. O que le reiterara que practicara sexo seguro, o que le sugiriera que la llamase si pasaba algo que
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la hiciera sentirse incómoda. No había esperado que su amiga le advirtiera exclusivamente acerca de Ben. —No te enamores de él, A. No como Bennett, no como Ben. Mantén la relación enfocada en abrazar tu naturaleza sumisa con un Dom experimentado. —¿Eso es todo? —No deberías esperar involucrarte con una relación de largo plazo con el primer Dom que conoces de cualquier manera. No esperes promesas de para siempre o de fidelidad, especialmente no de Bennett. No acuerdes jugar cada noche. Y por el amor de Dios, no pases la noche con él porque esa es una droga de entrada para las subs. Tan pronto como puedas funcionar después de su aftercare, vete. O haz que se vaya. —La mirada de Layla se volvió sagaz—. ¿Qué? —Ben ya me pidió que me quedara a pasar la noche con él. —¿Lo hiciste? —No. —Veo tu respuesta de todavía no en tus ojos, Ainsley. Ella se movió inquieta. —Pero él puede darme órdenes para quedarme de todos modos, ¿cierto? —¿Técnicamente? Sí. Especialmente si has acordado prescindir de tus fines de semana para estar con él. —No hablamos de eso. —Tienes que hacerlo. La próxima vez que estén juntos, antes de que las ropas vuelen y salgan las restricciones. Ainsley puso los ojos en blanco. —Lo tengo.
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—Me preocupas, sabiendo que él está en el área. Estás tratando de demostrar que puedes con el trabajo como presidente del banco. Eres nueva en la ciudad y sería muy fácil pasar todo tu tiempo libre con Bennett. No quiero que te apegues demasiado a él, porque eso no durará. Tanto como Ainsley quería protestar, era sabio escuchar a Layla ya que ella conocía a Bennett desde hacía años. —De acuerdo. Aliviada, Layla se combó en contra del respaldo del sofá. —Bien. —Gracias por el consejo. Nunca hubiera reunido las agallas para hacer esto de no ser por ti. —De nada. Me alegro que hayamos vuelto a conectar, A. —Yo también. —Ainsley se paró—. Comamos. Entonces puedes aconsejarme sobre la forma de mantener a mi Dom en ascuas mientras evito que mi culo sea zurrado. —Ni siquiera finjas que no deseas que ese hombre te zurre el culo en cada oportunidad. —Voy a vendarte los ojos esta noche. Ese fue un abrupto cambio de tema. —Supongo que esa es una forma de iniciar el fin de semana, —le dijo Ainsley secamente. Había ponderado el consejo de Layla y lo había ignorado por el sencillo hecho de que había querido pasar todo el fin de semana con él. En su casa. En su cama. Bajo su control. Bennett trazó la línea de su mandíbula y la miró fijamente a los ojos. Cuando la estudiaba tan intensamente, mientras la tocaba con esa familiaridad, ella se sentía más 199
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desnuda que cuando estaba realmente desnuda. Despojarla de sus defensas era mucho más íntimo que quitarle la ropa. —¿Tendré que atarte las manos para que no te arranques la venda de los ojos? —Tal vez. —El corazón de Ainsley aporreó. ¿Cómo podía ponerla tan nerviosa con simplemente unas palabras?— ¿Así que vas a vendarme los ojos, a atarme y entonces qué? —Dejarte en el granero mientras regreso adentro para ver Speed Channel17. —Casi se le cae la boca al piso—. ¿No es eso lo que temes? ¿Qué te quite las opciones y te deje impotente y a mi merced? ¿Y que luego abuse de ti, o de tu confianza, lo que te permitirá enfadarte e irte, como también recuperar tu control? —Ben… —Bennett, —la corrigió con prepotencia—. Respóndeme. —Todavía no lo sé… la verdad es que estoy confundida. —Yo te sacaré de la confusión. Porque se supone que no estés pensando, ¿verdad? — Su sonrisa, usualmente tan sexy y segura, cobró un brillo decididamente lobuno—. Desvístete e inclínate sobre el brazo del sofá. Ainsley reprimió la pregunta. Pero la inquietud no se desvanecía. Sólo enfócate en cada paso. Se quitó cada una de las prendas de su ropa y se estiró a través del brazo del sofá, intentando concentrarse en cómo el suave cojín se moldeaba en contra de sus caderas y vientre. En cómo la tela raspaba contra sus pezones. Bennett se agachó a su lado. —¿Conoces la diferencia entre disciplina y castigo? Sí. Pero sintió el impulso de negarlo. —No. Speed Channel: Canal de deportes relacionado con el automovilismo y los deportes a motor.
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—Disciplina es lo que un Dom usa para recordarle a la sub que está a cargo. El castigo es para corregir el comportamiento ofensivo de la sub. —Levantó su sostén del piso y rápidamente le ató los brazos con él. Buen truco. Bueno, un poco alarmante. Cuando enrolló su blusa, ella comprendió que tenía la intención de usar su ropa para atarla. Eso hacía a esta lección más personal en cierta forma. Le cubrió los ojos y ató un nudo en la base de su cuello. Todo se volvió oscuro y su ansiedad aumentó exponencialmente. ¿Por qué estaba desnuda, inclinada, con los ojos vendados y a punto de permitirle a este hombre hacer cualquier cosa que quisiera con ella? ¡Vete! Vete ahora. No es tan tarde. —Ignora esa voz, —susurró Bennett en su oído—. La voz de la duda, la voz de la razón que te exige que te impongas no tiene lugar aquí. La única voz que deberías estar escuchando es la mía. La profunda cadencia contenía una apremiante, pero áspera prepotencia. Pero cuando ella se olvidaba de su miedo y confiaba en él, cuando lo complacía, esos rudos tonos se volvían cálidos. Ainsley intentó desconectar todo lo que no fuera la existencia de él: su voz, su toque, su aroma, su presencia. —Eso es todo. —La punta de un solo dedo recorrió su columna vertebral—. No pienses. Siente. Visualízalo. Sensuales toques zigzaguearon desde sus hombros hasta la parte superior de su culo con un movimiento constante. Entonces la sensación cambió a un fuerte mordisco de dolor en una docena de lugares diferentes en su cuerpo. Intentó incorporarse del sofá, sólo para tener a Bennett empujándola hacia abajo. —Déjate. Ir. Lo hizo y era un glorioso lugar para estar, completamente bajo su cuidado y su control.
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Las caricias reptaban por su espalda, haciendo que la carne de gallina floreciera hacia afuera, aumentando su conciencia de nuevas zonas erógenas. Tan pronto como se acostumbró al cosquilloso toque en una docena de diferentes puntos de contacto, se transformaron en alfilerazos de fuego que le chamuscaron la piel. Las provocadoras caricias fueron seguidas por varios mordiscos urticantes que se prolongaron durante varias series. La combinación duro/suave despertó sus terminaciones nerviosas, enviándola al lugar donde el placer se combinaba con el dolor para hacerse uno. Existía dentro de ese momento, bajo su atención. Fue entonces cuando Bennett se detuvo. Curvando las manos sobre sus hombros, la empujó en posición vertical y le desató las manos. —Eres hermosa obedeciendo, ángel. La tentó con eróticos besos que incrementaron la vertiginosa sensación de estar flotando. Era vagamente consciente de estar moviéndose. De sus callosas manos agarrándola de las caderas mientras la guiaba hacia atrás. —Sobre la cama. Las manos en la cabecera. A pesar del tono autoritario, la ayudó a ponerse en posición. La hacía esperar, pero no se había ido del cuarto. Lo escuchaba caminando detrás de ella. La cama se hundió y su caliente y duro cuerpo presionó en contra del suyo. Una mano se deslizó sobre la curva de su estómago, abriéndose paso entre los rizos recubriendo su montículo. Dos dedos siguieron la costura de su sexo y se zambulleron dentro de su coño mojado. Dios eso se sentía bien. Oyó el placer de Ben retumbar en su oído. —Los azotes del flogger te calientan. —¿Eso es lo que fue?
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—Ensancha tu postura. Cuando Ainsley deslizó sus rodillas hacia fuera, él introdujo los dedos unas cuantas veces más antes de moverse. La cama se sacudió. Sintió la suavidad de su cabello cepillando la parte interior de sus muslos. —Inclínate hacia adelante. Oh, guau. Era como si estuviera sentada sobre su cara. La lengua de Ben serpenteó desde la parte superior de su hendidura hasta su trasero. Un larguísimo y muy minucioso lametazo. Todo su cuerpo se estremeció. —Maldita sea, eres deliciosa. —La empujó hacia abajo y se abocó de lleno. Chupando los labios de su coño, luego chasqueándolos con la lengua. Trazando cada pliegue con cada parte de su boca. Lamiendo la crema que se derramaba de su sexo. Se le escapó un quejido cuando los dientes rasparon su clítoris. Bennett se aquietó. —¿Eso dolió? —Un poquito. Sólo me tomó por sorpresa. Presionó varios besos suaves sobre la capucha de su clítoris. Esos vislumbres de su cuidado, de lo sintonizado que estaba con cada respuesta de ella, la asombraba. Sus ásperas manos agarraban firmemente los globos de su culo mientras comía de su sexo. Estaba tan perdida en las íntimas atenciones de su hambrienta boca que saltó ante el primer roce del pulgar a través de su ano. Lo que le hizo ganarse una nalgada en su culo junto a un gruñido de advertencia. Esa nalgada la hizo mojarse todavía más.
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Bennett comenzó a zambullir el pulgar adentro y afuera de su coño mientras mantenía la boca pegada a su clítoris. Ainsley sabía que no duraría mucho tiempo más con un enfoque tan intenso. Todos los puntos pulsantes de su cuerpo ya estaban zumbando cuando Bennett la empujó más cerca del borde de la detonación. No se retiró cuando comenzó a moler contra su cara, desesperada por esa ráfaga de liberación. Justo cuando el clímax golpeó, él deslizó el pulgar dentro de su culo. Su clítoris pulsaba en contra de sus labios arrolladores. Los músculos vaginales y anales se contrajeron en oposición a las palpitaciones en su sexo, haciendo que el orgasmo pareciera interminable. Tan pronto como el último latido se desvaneció, Bennett se deslizó hacia atrás. —Quédate exactamente como estás. —No puedo pensar, y mucho menos moverme. Un par de segundos después le quitó la venda de los ojos mientras besaba su nuca. Un resbaladizo dedo barriendo sobre su culo. —No aprietes. Una leve presión dio paso a un suave movimiento giratorio que extendía todas esas inexploradas terminales nerviosas. Una constante caricia en el anillo exterior de músculos y una pequeña en el interior. Cuánto más él acariciaba, más vida cobraba ese manojo de nervios. Ella se encontró deseando esa invasión. Inconscientemente presionó hacia abajo, intentando forzar el contacto. —¿Quién está a cargo, Ainsley? —Murmuró Ben. —Tú. —Relájate y te daré lo que quieres.
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Dejó escapar un aliento constante. Tan pronto como siguió su directiva, él deslizó algo dentro de su culo. Algo grueso. Pero no llenaba sus intestinos por completo. No era un consolador. Probablemente tampoco un dedo. Exígele saber qué fue lo que empujó dentro de tu trasero. No. Sé obediente. Bennett se rio entre dientes. —Estás siendo una sub modelo. Evitando el castigo haciendo lo que te digo sin discutir ni cuestionarme. —Le abofeteó el culo—. Veamos cuánto tiempo lo puedes llevar adelante. La bofetada no dolió, simplemente la atrapó con la guardia baja porque sacudió la cosa dentro de su trasero. —Usarás el tapón anal hasta que lo saque. —Pasó un dedo bajando por su espalda, entre sus nalgas y sobre su coxis para zarandear el objeto—. ¿Qué piensas de esto, sub? —Se supone que no debo pensar. —Añadió después de un momento—, Señor. Él se rio otra vez. —Buena respuesta. Vamos. Juguemos una partida de billar. ¿Billar? ¿Curvándose sobre la mesa con esa… cosa asomando de su parte trasera? De ninguna manera. —Estás bromeando, ¿verdad? Esa penetrante mirada azul se aguzó. —Podrías aprender más sobre la diferencia entre disciplina y castigo esta noche después de todo. Ainsley se plasmó una sonrisa. —¿Te gustaría que yo entizara tu taco? 205
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La entrepierna de los jeans de Ben estaba estrangulándole la polla. No había esperado excitarse tanto por la vena competitiva de Ainsley. Por su actitud arrogante. Sospechó que había minimizado sus habilidades en el billar cuando lo desafió al mejor de dos juegos de tres. Pero tan pronto como comenzó a tirar, se dio cuenta de que la mujer era una novata. Había timado los suficientes juegos en su juventud para ser considerado un tiburón del billar18. Había ganado fácilmente el primer juego sin imponérselo. Su diversión se transformó en lujuria durante el segundo juego. Observando a su cuerpo desnudo contoneándose para hacer un tiro. Así que había estado esperando el momento oportuno. Manteniendo al Dom relegado en el fondo, paseándose como un tigre enjaulado a la espera de la oportunidad de atacar. Y allí estaba. Ainsley raspó la bola ocho. Cosa que no la desconcertó en lo más mínimo. Ella le sonrió. —¿Apreciaste ese tiro increíble? —Ajá. Pero, ángel, igualmente perdiste. —¿Qué? No. Metí la bola negra. Abruptos picos de relámpagos brillaban de forma intermitente afuera de las ventanas. Truenos. El viento silbaba a través de la casa con la fuerza suficiente como para sacudir las vigas. Fuertes gotas de lluvia apedreaban las claraboyas por encima de la mesa de billar. 18
He’d hustled enough games in his youth to be considered a pool shark. Un pool shark es un jugador experto de billares, quien convence a otros jugadores a hacer apuestas, ocultando su verdadero nivel hasta que el rival ingenuo esté dispuesto a apostar mucho, y entonces le gana el juego. 206
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—Sí, pero la bola blanca no puede seguir a la bola ocho adentro. Eso significa que la rozaste. Por lo tanto, yo gano. El siniestro estallido de un trueno resonó. Sus ojos se ampliaron. Sus delicados dedos se apretados alrededor del taco de billar. —Todavía nos queda un juego. Ben negó con la cabeza. —Gané dos. El tercero no tiene sentido. —Dejó que su depredadora mirada vagara por su cuerpo—. Y se me ocurre un uso mucho mejor para la mesa de billar. Las luces parpadearon. —No lo harías. —Lo haría. —La asechó hasta que su trasero chocó contra el borde de la mesa, ignorando los elementos climáticos desatándose afuera de su casa, enfocándose, en lugar de eso, en los elementos propagándose furiosamente dentro de él—. No te muevas. —Le sacó el taco de la mano y volvió a colocarlo en la taquera. Entonces agarró una sábana del dormitorio de invitados, un par de condones y una botella de lubricante. En los pocos minutos que había estado ausente, una rebelde mirada se había asentado en el rostro de Ainsley. —¿Paso algo? —¿Para qué es la sábana? Se la lanzó a ella. —Para que tus rodillas no se raspen por el forro de la mesa de billar. Extiéndela. — Tomó un cojín con forma de cilindro y dijo—, Súbete y ponte boca arriba. Y entonces todo quedó completamente sumido en la oscuridad. —¿Bennett? 207
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—Estoy aquí. Acaba de cortarse la luz. —No me dejarás aquí para ir a revisar eso, ¿verdad? —Nah. Los cortes de energía ocurren todo el tiempo. —Se despojó de sus ropas, se puso un condón y dejó caer el lubricante en el bolsillo rinconero más cercano—. ¿Quieres decirme por qué tienes tanto miedo de que te ate y te deje sola? Su voz era tan suave que él tuvo que esforzarse para oírla. —Él lo hizo una vez. —¿Quién hizo eso? —Dean. Mi ex. Me sorprendí cuando me dijo que quería probar algunas… cosas de las que yo había sugerido. Me hizo desnudarme y entonces ató mis muñecas alrededor del pasamanos con una especie de cable eléctrico. Ben combatió su oleada de furia y serenamente le preguntó, —¿Entonces qué sucedió? —Me dejó atada allí. Por horas. Ante la vista de cualquiera que se acercara a la puerta principal. Fue su forma de intentar curarme. De demostrarme que lo que había querido que hiciera conmigo era enfermo y peligroso. —¿Cuánto tiempo después de eso lo dejaste? —Lo saqué a patadas a la semana siguiente. —Buena chica. —Era una de las cosas más difíciles que Ben había hecho, ignorar la furia haciendo estragos en él para concentrarse en lo que Ainsley necesitaba ahora. Reconfortarla, pero sin consentirla. Hacerla enfocarse nuevamente en ellos. En este momento. En lo que eran uno para el otro. Demostrándole que jamás sería esa clase de hombre y que ella podría confiar en él sin vacilar. Ainsley se retorció cuando él brincó encima de la mesa y gateó sobre su cuerpo en cuatro patas. Los efectos similares a luces estroboscópicas centelleaban por toda la 208
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habitación, distorsionando las sombras, lo que incrementaba la aterrada mirada de ella. Necesitando apaciguarla, los labios de Ben capturaron los de ella mientras las ráfagas de relámpagos y truenos retumbaban por encima de ellos. Ainsley se sacudió con tanta fuerza que sus dientes entrechocaron. —Tranquila. —Perdón. Ben rescató su boca con un beso apasionado, un duelo de lenguas, un constante desplazamiento de labios húmedos mientras iban cambiando el ángulo del beso. Profundizándolo. Haciéndolo más caliente. La besó durante un buen largo rato hasta que ella se retorció debajo de él. —La tormenta me lleva al borde también. —Acarició su mejilla con la nariz—. Hay algo primitivo en ese poder. Algo que me pone salvaje. —Le mordió el cuello—. ¿Lo sientes? —¿Tu salvajismo? Sí. Todo tu cuerpo vibra con eso. —¿Te asusta? —Se incorporó para mirarla a los ojos. —No. —Ainsley no se molestó en esconder su lujuria—. Me calienta. Tú me calientas. —Movió las manos sobre sus hombros y raspó las uñas bajando por su espalda hasta su culo desnudo—. Sé lo que quieres, Bennett. Tómalo. Tómame. Ben se elevó sobre sus rodillas, una necesidad primitiva hincándolo. —Rueda y agárrate del borde. Cuando ella se movió para tomar la posición correcta, él empujó el cojín debajo de sus caderas y agarró el lubricante. Se deslizó hacia atrás y colocó un beso en cada mejilla de su trasero. El maceo de su corazón rivalizando con el sonido de la lluvia torrencial. Se le agitaron las manos mientras quitaba el tapón anal.
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Añadió más lubricante a la estirada apertura anal y se recubrió la polla con él. No podía observar a la cabeza de su polla abriéndose camino por esa rosada arruguita apretada, pero podía sentir su mente flipar ante la contracción de los músculos mientras empujaba a su eje hacia adentro sin pausa, hasta que sus bolas estuvieron profundamente adheridas a ese canal sin usar. Ella se irguió. Él la empujó en contra de la mesa con su cuerpo, curvando las manos alrededor de las suyas en el borde de la mesa de billar. —Jesús. Eres tan jodidamente apretada. —Su boca le rozaba el oído—. Se pondrá mejor. —Biseló su pelvis, se deslizó afuera algunos centímetros y volvió a empujar hacia adentro. —¿Cómo sabes que se pondrá mejor? ¿Has tenido una polla en tu culo? —Le preguntó. Varios estallidos de truenos sacudieron los cristales de ventana. Ben hincó los dientes en la piel de la base de su cuello, sintiéndola temblar debajo de sí. —¿Y si dijera que sí? ¿Creerías que sometería a una sub para que pasara por algo que no estoy dispuesto a hacer yo mismo? —Diría que esa no es una respuesta. —Siseó mientras él se retiraba, ubicando la cabeza de la polla justo dentro de la abertura. —Estás siendo un poquito respondona para una mujer inmovilizada sobre una mesa de billar con la polla de su Dom llenándole su culo virgen. —Ben se impulsó hacia adentro completamente. Ainsley jadeó—. Dijiste que querías esto. Dijiste tómame. Eso es lo que estoy haciendo. Tomarte. A mi manera. Los dedos de la mujer se apretaron debajo de los suyos cuando ella se armó de valor.
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Ben comenzó a follarla. Lentamente. Incesantemente. Intentando mantener tanto contacto de piel como le era posible con cada empuje. A pesar del frío en el cuarto, estaba sudando. —Te sientes tan condenadamente bien, —susurró El viento silbaba y chillaba. Las gotas de lluvia apedreaban las ventanas. Él salió y se hundió profundamente, consciente del cambio en el ritmo respiratorio de Ainsley. Consciente de sus sentimientos encontrados entre la agonía y el éxtasis. —Te gusta esto. —No respondió nada a excepción de un gruñido—. Admite que ésta era otra de tus sucias fantasías. Que te hicieran disfrutar de tener una polla en tu culo. —Sí, ¿está bien? ¿Estás contento ahora? —Ella corcoveó contra él, lo que empujó a su polla más profundamente dentro de su canal apretado como un guante. Ben se rio. —Muy contento, ángel. —Y fue entonces cuando comenzó a follarla duro. Estrellando las caderas en contra de su trasero. Los dedos de sus pies se acalambraron mientras usaba el borde interior de la mesa de billar para propulsarse a sí mismo dentro de ella más avivadamente, hasta que alcanzó ese punto de no retorno. Se corrió con una rugiente fiebre dentro de su cabeza. Ella lo siguió inmediatamente después, sus músculos interiores apretándose mientras se encorvaba en contra de la almohada. Permanecieron así… sudados, jadeantes, pegajosos, cansados… durante un buen rato. Qué maravillosa forma de iniciar su fin de semana. A última hora de la mañana del domingo, Ben rodó y tomó su teléfono de la mesita de noche.
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—Hola, Quinn. ¿Qué pasa? —Frunció el ceño—. ¿Eso es hoy? Mierda. No. Me olvidé. Gracias por recordármelo. Estaré allí en quince. —Colgó el teléfono y se dirigió directamente a la ducha. Luego sacó sus ropas del armario. —¿Adónde vas? —Les dije a Quinn y Libby que cuidaría a Adam y Amelia hoy. Usualmente mi mamá se ofrece a cuidar niños, pero no está en el pueblo. —Se abotonó la camisa—. No sé cuánto tiempo demoraré, así que siéntete en tu casa. No hay ninguna razón para que te levantes. —¿Esperas que te espere aquí todo el día? —Como dije, no sé cuánto tiempo demoraré. Ainsley arrojó hacia atrás las cubiertas y comenzó a recoger sus prendas de vestir furiosa. —¿Estás enojada por esto? —Sí. —¿Por qué? Ella extendió el brazo. Un pedazo de cuerda todavía colgaba de su muñeca. —¡Oh, puede ser porque apenas habíamos terminado de echar un polvo, y me dejaste medio atada a la condenada cama para poder responder tu teléfono! —Mierda. Él trató de sostenerle la mirada pero ella la alejó. ¿Qué estaba tratando de decirle llamando a ese último emocionante y estremecedor combate sexual… echar un polvo? Había sido más que eso. Había sido jodidamente fenomenal—. Y entonces me diste la impresión de que se suponía que me quedara en la cama todo el día a esperar tu triunfante retorno. —Eso no es lo que dije. —No con todas las palabras. —Masculló Ainsley mientras se iba poniendo su ropa.
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—¿Algo más que quieras decirme? ¿En lugar de arrojarme miradas asesinas y murmurar cosas por lo bajo? —Me doy cuenta de que soy tu sub. Pero no soy un objeto como tu silla de montar. Quedándome cerca en condiciones de ser usada cuando me necesites y haciéndome a un lado cuándo no lo haces. Jesús. ¿Ainsley realmente se acababa de comparar con su silla de montar? ¿Y a qué carajo venía ese comentario de ser “usada”? Se movió indignada hacia la puerta del dormitorio. —¿Dónde crees que vas? Se dignó a dispararle una mirada burlona. —Me voy a una maldita ópera vestida así. ¿Dónde piensas que voy? A mi casa. —Como el infierno. —Estuve aquí desde el viernes por la noche. Tengo que ver cómo están mis gatos. Y terminar de desempacar, y lavar la ropa. Todas las cosas que estuve descuidando, porque tengo una vida además de la que me paso a tu disposición para tu placer. Ese comentario arrogante incrementó su presión sanguínea. —¿Estás intentando ver en cuántos problemas más puedes meterte de los que ya tienes, sub? —No. Señor, Bennett, Señor, —chasqueó con precisión militar y subió su barbilla más alto—. Me dijiste que no pasaríamos cada minuto del día juntos. Estuvimos este fin de semana. Creo que merezco un permiso de ausencia. Y había sido uno de los mejores fines de semana que él podía recordar, no es que pudiera decírselo con la furia dimanando de ella como una nube venenosa. Pero, espera. ¿Ella acababa de comparar el fin de semana con una… sentencia de prisión?
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—Tengo una semana atareada, así que te llamaré. O tal vez me llamarás tú cuando necesites practicar tus habilidades con las cuerdas. —Le lanzó la soga y desapareció por el pasillo. ¿Tal vez me llamarás tú cuando necesites practicar tus habilidades con las cuerdas? Oh, infierno no. Eso no funcionaría con él. Ben escuchó el portazo. Para cuando salió al exterior, su coche estaba a medio camino de la salida. Oh, pequeña sub, acabas de meterte en un enorme aluvión de problemas.
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CAPÍTULO 15 Ainsley pasó todo el día el lunes al teléfono con el publicista de Chase McKay, y yendo y viniendo con Steve Talbot, el presidente del Settler’s First Bank. Habían llegado a un acuerdo en copatrocinar el evento local como una plataforma para anunciar la reciente obra de caridad de Chase. Los intentos de Steve de dejar al National West afuera del evento desagradó por completo al Alcalde Mark, quien defendía la idea de que ambos bancos ofrecieran un frente unido a la comunidad. Por lo que al final del día, sintió que había logrado algo. Gran parte de sus funciones como presidente del banco eran un trabajo pesado. Parecía como si se pasara todo el tiempo al teléfono. No es que le importara. Había aceptado el puesto porque el gerente regional le había asegurado que la mayor parte de su trabajo sería convencer a los lugareños para que cambiaran una parte de sus actividades bancarias al National West. Ainsley podía manejar las relaciones públicas, era lo que mejor hacía. Esperaba que el evento le demostrara a la gente de la zona que este banco estaba interesado en invertir en la comunidad. El próximo mes abordaría negocios individuales, pregonando los beneficios de diversificar sus necesidades bancarias. Durante su divorcio, había necesitado un cambio en su carrera. Intrigada por la gestión integral de la operación bancaria, había asumido el control de una pequeña sucursal en un barrio de bajos ingresos de Denver que nadie más había querido aceptar. Decidida a evitar el cierre de la sucursal, se había interesado por cada negocio, grande o pequeño, en el radio de cinco kilómetros a la redonda, hablando de los beneficios de operar en bancos locales. Utilizó los fondos comunales adjudicados al banco para resucitar pequeños eventos comunales que no tenían la suficiente financiación, pero que eran muy esperados. Ofreció voluntariamente su tiempo, lo que tuvo un enorme impacto para convencer a los lugareños de su sinceridad. El trabajo arduo y las horas extras sin cobrar, habían dado fruto. En ese año había incrementado los negocios 215
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bancarios de las empresas en un veinticinco por ciento y los personales en un trece por ciento. Todo un logro para una mujer que había pasado los últimos seis años como asistente de relaciones públicas. Ahora estaba aquí, en Sundance, básicamente empezando de nuevo. Con su experiencia en relaciones públicas y Turton como contador, en teoría parecían un equipo invencible para que esta sucursal fuera todo un éxito desde el principio. Pero en realidad, Turton estaba disgustado porque le habían adjudicado el trabajo a Ainsley. Y ella todavía no había encontrado la mejor forma de tratar con él. Jenny golpeó su puerta. —Lamento interrumpir, pero hay una mujer sumamente agitada paseándose en el vestíbulo. Turton intentó ayudarla pero ella se rehúsa a hablar con alguien más que no sea el presidente del banco. —Estaré allí enseguida. —Ainsley hizo a un lado la pila de archivos, y alisó la corta chaqueta de su trajecito mientras se abría paso alrededor del escritorio. Pero encontró a la agitada mujer en la puerta de su oficina. —¿Eres la presidente del banco? —Sí. Soy Ainsley Hamilton. ¿Qué puedo hacer por ti? —No me trates como a un idiota, para empezar. Bien. Así que ella estaba irritable. —Apreciaría la misma cortesía, Señorita… La bajita pelirroja levantó la vista. Sus grandes ojos eran de un pálido azul que hacía que sus pupilas se destacaran. Una notable combinación, dados los rasgos aniñados de la mujer. —Lo siento. Soy Joely Monroe.
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—Muy bien Señorita Monroe, hablemos en mi oficina. ¿Puedo ofrecerle algo para beber? —¿Supongo que no tienes vodka? —Ojalá, —masculló Ainsley—. Tenemos café. Agua. ¿Té caliente? —Nada, gracias. —Toma asiento. —Después de que ambas se hubieran acomodado, Ainsley dijo—, ¿hay algún problema con tu cuenta? —No tengo una cuenta aquí. Ese es el problema. —Entrelazó una mano a través de su pelo, cortado con un estilo asimétrico que pocas mujeres podrían llevar—. Mis cuentas siempre estuvieron en el Settler’s First. No por elección, te lo aseguro. Pero no hay un banco en Moorcroft y no quería conducir incluso más lejos hasta Spearfish para ocuparme de mis operaciones bancarias. —¿Tienes un negocio en Moorcroft? —Tengo un consultorio médico. Del tipo de consultorio de un pueblo pequeño, somos sólo dos enfermeras y yo. De cualquier manera, hemos estado teniendo problemas con nuestra máquina de tarjetas de crédito. Se bloqueó, y dejó de generar reportes. Un gran dolor en el culo dado que muchos negocios se realizan a través de esa máquina. El Settler’s First instaló la máquina como parte de sus ofrecimientos de paquete bancario. Pero al minuto que dejó de funcionar, ¿cuál fue su consejo? Que la desenchufase por un par de minutos y volviera a enchufarla. Cuando eso no funcionó, adujeron que era mi conexión a Internet la que estaba causando los problemas, lo cual no era cierto. La máquina se bloqueó quince veces el mes pasado. Y ni siquiera una vez alguien de ese banco me contactó para ver si el problema se había solucionado, o si deberían enviar a alguien para localizar la avería. Estoy cansada de pelearme con ellos. Estoy cansada de que mi administradora me vuelva loca porque tenemos miles de dólares en tránsito cada vez que la máquina se descompone. Así que estoy buscando un nuevo banco. Pero antes de que me tome el trabajo de cambiar las cuentas y de decirle a
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Steve Talbot que se vaya a la mierda, me gustaría alguna garantía de que tendré un servicio al cliente decente de este banco. Ainsley sonrió. —Podemos hacer algo mucho mejor que ofrecerte un decente servicio al cliente. Tendremos un equipo informático con sede en Denver aquí el miércoles. Los enviaré dónde me digas y podrán comprobar todo en tu oficina, desde las líneas de teléfono, el servicio de Internet y la máquina de tarjetas de crédito en sí misma. ¿Y si esos hombres no pueden encontrar el problema? Encontrarán a alguien que pueda hacerlo. Sus ojos se iluminaron. —¿En serio? ¿Harías eso? —Sí, asumiendo que abres una cuenta con nosotros. —O más de una. —Hecho. ¿Qué debo hacer ahora? —Las cosas burocráticas usuales de los bancos. Tendrás que llenar resmas de papeles, pero valdrá la pena a largo plazo, te lo prometo. La Dra. Monroe miró el reloj de su muñeca. —Son casi las cinco. ¿No es el tipo de banco que cierra las puertas a las cinco? — Frunció el ceño—. Cerré temprano hoy para ocuparme de este problema con el Settler’s First sólo para enterarme que cierran la atención al público a las cuatro. —Tan contenta como estoy porque tu insatisfacción con ellos te trajera a nosotros, señalaré que nuestra meta es mantener más horas amistosas con el cliente que horas de banqueros. Nuestra atención al público está abierta hasta las seis durante la semana y hasta el mediodía los días sábados. —Entonces ahora que me has proporcionado esa información, prepara todo el papeleo para mí y enviaré a mi administradora a primera hora de la mañana. ¿Es legal para venga ella mañana y finalice todo?
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—Absolutamente. Si me disculpas, iré a traerte todo el papeleo que necesitarás. Cuando Ainsley regresó a la oficina, la doctora le disparó una mirada curiosa. —¿Hace mucho que vives aquí? —Algunas semanas. Me trasladé de Denver. —No veo fotos de un marido o niños decorando tus paredes. ¿Eres casada? —Divorciada. Sin niños. —Bizarro rango de preguntas—. ¿Y tú? —También divorciada. Sin niños. Y déjame decirte, eso nos hace una rareza en esta zona. —No he tenido demasiado tiempo para conocer a mucha gente o sumergirme en la idiosincrasia local. Ella se puso de pie. —Tienes que comer, ¿de acuerdo? Te llevaré a alguno de los locales de moda favoritos cuando podamos masticarnos una jugosa hamburguesa, tragarnos un plato de aros de cebolla rebozados o beber un Martini. —¿Un Martini? ¿En Sundance? Ella sonrió burlonamente. —Lettie en la Bota De Oro hace unos tragos mezclados con limón. —Me apunto. Déjame buscar mi abrigo y decirle a mi vicepresidente que cierre. Te encontraré allí. No era como si tuviera planes para esta noche de cualquier manera. Ben actuaba como si estuviera sorprendido de que ella se hubiera mosqueado con él. Probablemente no fue inteligente compararse a sí misma con una vieja silla de montar… moldeada y lista para ser usada cuando él quisiera, lejos de su vista y de su cabeza cuando no la necesitara.
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Vas a tener un infierno que pagar por ese arrebato, sub. Ainsley se volvió rápidamente como si Bennett le hubiera susurrado eso en el oído. Pero sólo vio a Turton disparándole una mirada despectiva. Tenía que encontrar una forma de tratar con este hombre irritable, pero no esta noche. Diez minutos más tarde, Ainsley se deslizaba dentro de la cabina frente a su nueva cliente. Antes de que ella sorbiera el apetitoso Martini, le confesó, —No sé cómo debería llamarte. ¿Doctora? ¿Doctora Monroe? ¿Joely? —Llámame Joely. Tan orgullosa como estoy de mi título de médico y mi experiencia, es bueno recordar que soy más que simplemente mi profesión. —Levantó su copa—. Por las máquinas de tarjetas de crédito rotas. Ella se rio. —Ésta es la única vez que voy a brindar por eso. Joely era sorprendentemente sociable. La mujer definitivamente tenía sus opiniones. Hablaron de la universidad y los lugares donde habían viajado. Incluso después de haber terminado una comida cargada de colesterol y de decidirse por beber gaseosas, ninguna de las dos tenía ganas de irse. Había pasado mucho tiempo desde que había compartido un rato con otra mujer profesional que no trabajara con ella. O que no estuviera en su círculo de amigos casados. —¿Entonces cuéntame de ti? ¿Tienes unos treinta y cuatro años? —Preguntó Joely. —Casi treinta y ocho, y gracias por eso, a propósito. —¿Ninguna caliente aventura amorosa que hayas dejado atrás en Colorado? —Esperaba tal vez encontrar alguna aquí. —El rostro de Ben inundó su imaginación, y sacudió la cabeza para esfumarlo. Joely se quedó con la mirada fija en su gaseosa y revolvió los cubitos de hielo.
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—Hay algunos solteros. Si no te importan los hombres más jóvenes. O los vaqueros. No hay muchos profesionales por aquí. Ainsley frunció su nariz. —Ya tuve mi cuota de esos tipos. ¿El problema que descubrí con los tipos más jóvenes? Quieren matrimonio y una familia. —¿Tú no? —No. Nunca tuve ese desenfrenado deseo maternal, —levantó la mirada, con la incertidumbre de cómo Joely se tomaría eso. La mayoría de las mujeres no lo entendía. Siempre afirmaban que cambiaría de idea cuando conociera al hombre correcto. Pero ella sabía que no sería así. Había aceptado eso sobre sí misma. ¿Por qué no podían hacerlo todos los demás? —Te entiendo. Viví en esta zona durante doce años. Así que si me hubiera enrollado con el primer palurdo que me lo pidió, probablemente tendría niños a esta altura. Probablemente me habría divorciado otra vez, y sería una extraña para esos niños dado que trabajo todo el maldito tiempo. —Joely gesticuló en dirección al espacio vacío entre ellas—. Esta es la primera vez que tengo una cita en meses. Ahora que Ainsley pensaba en eso, había sido muy bizarro que Joely simplemente la invitara a salir… mierda. ¿Ella había dicho cita? ¿La doctora era… homosexual? —Te pusiste tensa, Ainsley, ¿dije algo malo? —Llamaste cita a esto. Y no lo es, ¿verdad? Porque deberías saber que yo no encajo en eso. La diversión bailaba en sus ojos. —No, no es una cita. Acto fallido, tal vez. No soy lesbiana. Si tuviera que clasificar mi sexualidad, diría… célibe. Y estoy malditamente cansada de serlo. ¿Sabes lo duro que es ser la única médica en un área rural? —No, ¿cómo es eso? 221
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—Tengo que fingir tener al menos un código moral. Si trabajara en un empleo o en un hospital suburbano, podría darme el gusto de tener a un hombre diferente o más de uno en mi cama cada semana. Carajo, podría hacer eso todos los días. ¿Pero aquí? Tengo que ser la Dra. Asexuada y Honorable. —Inclinó la cabeza—. No te he oído comentar nada acerca del celibato forzado desde que te mudaste al medio de la nada. —Hay algo que decir acerca del sexo casual. —Ahora estoy realmente celosa. ¿Has estado aquí sólo un mes y ya conseguiste tener sexo casual con alguien cada vez que quieres? —¿Joely? Ambas miraron a la mujer de pelo oscuro parada junto a la cabina. —¡Libby! ¿Cómo estás? —Dijo Joely—, Ainsley Hamilton, ella es mi amiga, Libby McKay. Ainsley es la presidente del nuevo banco. Por supuesto, esta mujer tenía que ser una McKay. —Encantada de conocerte, Libby. —Igualmente. ¿Eres tú la responsable del evento de Chase de este fin de semana? —Así es. Ultimamos los detalles finales hoy con el Settler’s First. ¿Cuál es tu relación con Chase? —Es mi cuñado. Ainsley se quedó helada. Eso significaba que esta mujer era la cuñada de Ben. ¿Por qué asustarse por eso? Era completamente estúpido porque las posibilidades de que Ben estuviera alrededor eran muy escasas. —Hola, Doc, qué gusto de verte. Entonces esa profunda voz que alimentaba a sus fantasías estaba justo detrás de ella. —Ben. Es lindo verte aquí, —dijo Joely.
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—El pobre de Ben quedó atrapado para traerme al pueblo. Ginger y yo no hemos tenido posibilidad de tener una charla de chicas así que estamos encontrándonos cuando ella salga de trabajo. A Ainsley no le pasó desapercibida la sonrisa apenada de Joely porque no había sido incluida en la charla de chicas de Libby. —No es ninguna molestia, —dijo Bennett manteniendo los ojos sobre Ainsley—. Tenía otro asunto que necesitaba atender esta noche de cualquier manera. Se le aceleró el corazón. Ella probablemente era propensa a tener a sus propias nalgas ardiendo antes de que la noche se terminara, si la dura mirada de los ojos de Ben era alguna indicación de su estado de ánimo. ¿Y eso no la hizo vibrar? —¿Ben, conoces a Ainsley? —Le preguntó Joely. —Sí, Ainsley y yo nos hemos cruzado algunas veces, —respondió Bennett arrastrando las palabras. —Claro, probablemente debido al evento de Chase. —Hablando del evento de Chase, Ainsley, me gustaría intercambiar un par de ideas contigo. Su boca y su cerebro estaban congelados. —Voy a ir a reservar esa mesa en la parte trasera, —dijo Libby—. Lindo verte, Joely. Encantada de conocerte, Ainsley. —¿Alguna de las señoras quieren una bebida mientras busco una cerveza? —No. Estoy bien. ¿Ainsley? Ella negó con la cabeza. —Vuelvo enseguida. No te vayas a ninguna parte.
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Maldito sea el hombre, dándole órdenes en público. Tan pronto como Bennett se alejó, Joely se inclinó a través de la mesa. —Mala cara de póker. Decididamente estás teniendo sexo con él. El escurridizo y sexy Ben McKay es tu asuntito local, ¿verdad? —¿Qué? —No lo niegues. Mentirosa. —Joely levantó la mano para chocar los cinco—. Te felicito por conseguir ese pedazo de culo de vaquero caliente tan pronto como te fue posible. Ainsley chocó los cinco con Joely. —Esto por ahora está escondido bajo tierra. —No te preocupes. Vivo mi vida tratando de pasar inadvertida. —Se deslizó fuera de la cabina—. Gracias por una tarde tan entretenida. Espero que podamos repetirlo pronto. —Yo también, —le respondió y diciéndolo en serio. —Tengo tu número y tú tienes el mío. Arreglaremos algo divertido una vez que los asuntos del banco estén fuera del camino. —Hecho. Ainsley esperó a que Ben regresara, sintiéndose resentida por su orden. En público. Entonces pensó, a la mierda, y comenzó a levantarse. Pero él le bloqueó la salida. —Me preguntaba cuánto tiempo te quedarías sentada allí antes de mostrar tu rebeldía. —Bebió de su cerveza—. O debería decir más rebeldía. —No teníamos planes para esta noche. —¿Estás segura? ¿Me llamaste para confirmarlo? 224
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Ella se negó a intimidarse. —No estaba al tanto de que necesitara de tu aprobación para tener una cena de negocios con un cliente del banco. —Lo cual es cierto. ¿Entonces tus negocios bancarios con la doc han terminado? Di que no. Bennett se inclinó lo suficientemente cerca para conseguir su atención. —¿Realmente vas a mentirme? —Acabamos de terminar. Estoy yendo a casa. —Él negó con la cabeza—. ¿Hablabas en serio acerca de discutir algo sobre el evento de Chase? —Él negó con la cabeza—. Termina con eso. Volvió a negar con la cabeza. —¿Sabes por qué vine al pueblo? Ainsley golpeó ligeramente el dedo sobre la mesa. —Hmm. ¿Eso involucra darme unos azotes porque me metí en problemas? ¿O por el simple hecho de azotarme? —No vas a librarte de eso tan fácil esta vez. —Mantuvo esa subyacente mirada de Dom sobre ella—. Todavía estoy disgustado contigo por la manera en que te comparaste con mi silla de montar. —Si el estribo calza… Él gruñó. —¿Estás tratando de cabrearme? —No. ¿Pero ese es tu rostro cabreado? Porque se ve igual a cuando estás contento… o cuando estás caliente… conmigo.
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Mala provocación, Ainsley. —¿De verdad sientes que te estoy usando? —Sí. A veces lo hago. Una emoción que ella nunca había visto osciló a través de esos hermosos ojos profundos. —Busca tus cosas y organízate para pasar la noche en mi casa. —¿Y si digo que no quiero? —Entonces di tu palabra de seguridad. No me verás otra vez. Ella lo miró. Él le mantuvo la mirada. No fue ninguna sorpresa que ella dejara caer la jodida conexión mental primero. —No quiero decir mi palabra de seguridad. —Entonces será mejor que hagas lo que te dije, ¿verdad? Ainsley levantó la vista pero él ya estaba alejándose. No estaba preparada para este lado de Bennett. Él no se tomó tiempo para cortesías o un poco de conversación cuando ella apareció en su casa. Simplemente le pidió que repitiera su palabra de seguridad. Dos veces. Cuando le dijo que se desnudara, se arrodillara en la puerta de su dormitorio y lo esperara, Ainsley sintió la primera verdadera sensación de temor desde que había acordado ser su sumisa. En algún momento de la semana pasada, incluso se había preguntado si Bennett estaría actuando. Asumiendo el papel de ser un hombre dominante. Si cuando realmente llegara a conocerlo, él dejaría a un lado ese papel agresivo y sólo sería un amante exigente. Pero este hombre no estaba actuando. Este hombre era un puro y absoluto macho dominante a punto de impartirle un castigo a su sumisa. ¿Por qué estaba arrodillada,
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esperando a que regresara? Él sabía que ella odiaba el aspecto servil de las relaciones D/s. Otro pensamiento que le retorció el estómago. ¿Qué haría si le pusiera un collar? Bennett le había permitido sólo un límite duro. Había dicho que cualquier otra cosa que quisiera hacerle era juego limpio. La idea de ser acollarada como uno de sus perros le provocó ganas a gritar su palabra de seguridad y salir corriendo. No. Quédate, cálmate. Puedes hacer esto. Hay una lección aquí para ti. Bennett no es un Dom cruel, lo sabes. ¿Lo sabía? Inmediatamente tras entrar a su dormitorio, después de hacerla esperar durante veinte minutos, la había atado, desnuda, y acostado boca abajo, con los brazos extendidos como un águila sobre el colchón. Usó una fusta de jinete sobre su trasero, extendiéndose también a través de sus muslos. Dos veces se había detenido para comprobar si necesitaba usar su palabra de seguridad. Preguntándoselo con ese firme y suave tono de voz que en cierta forma le proporcionaba tranquilidad, incluso mientras la mantenía aferrándose al borde. Ainsley negó con la cabeza y soportó su castigo, preguntándose por qué sus atenciones no estaban teniendo el habitual efecto de excitarla. Preguntándose por qué se sentía tan desencajada. Entonces Bennett cambió la disposición de las sogas y la mantuvo atada a su cama, pero agregando una venda para los ojos para variar. Mientras manipulaba a su cuerpo cómo quería, ella supo que la follaría de cualquier forma que decidiera. Tantas veces como quisiera. La primera vez le folló la boca, acomodándole la cabeza fuera de la cama para que pudiera tomarlo profundamente hasta su garganta. Se corrió un poco dentro de su boca, otro poco sobre su cara. Ningún toque tranquilizador después. Usualmente la tocaba o la besaba en la boca, murmurando lo sexy que se veían sus labios hinchados por chuparle la polla.
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La segunda vez le folló los pechos. Pellizcando sus pezones hasta el sorprendente borde de dolor dónde ella usualmente ansiaba que la enviara más arriba. Pero él se había detenido. Apretó los pechos alrededor de su polla y deslizó su eje más y más rápido hasta que eyaculó sobre su pecho. Pero otra vez, ningún elogio de su Dom, ninguna promesa de que su sumisión sería recompensada. Se trataba de él. Ainsley se evadió a un lugar donde casi podía ver a los acontecimientos ocurriendo afuera su cuerpo. No sentía nada. Ni orgullo, ni vergüenza, ni excitación, ni gratitud. Ninguno de los habituales álgidos momentos de una sumisa donde sabía que su aquiescencia lo complacería. Donde sabía que su completa rendición sería premiada por él y se lo compensaría con un orgasmo explosivo. La tercera vez folló su coño, llevándole una pierna hacia arriba mientras se conducía dentro de ella de costado. Manteniéndola con los ojos vendados y atada. Pero le había manoseado el clítoris, con un desapego casi clínico, y la había hecho correrse. Sin besos dulces, ni palabras susurradas, ni toques cariñosos. Sólo una follada. A su manera. La última vez le había levantado los tobillos amarrándolos junto con sus manos atadas. Había yacido boca abajo sobre el colchón, su cuerpo inmovilizado como una mariposa, incapaz de moverse en absoluto mientras lubricaba su canal trasero con los dedos y entonces embistió la polla dentro de su culo sin pausa. Esto era lo que ella había temido, que Bennett se convirtiera en esto. Inflexible. Agresivo y renuente a proveerla de cualquier tipo de comodidad o explicación mientras la tomaba como quería. Reafirmándole lo que significaba ser una sumisa. Recordándole quién tenía el poder y el control. Las escenas habían ocurrido en una sucesión tan rápida que ella no tenía idea de cuánto tiempo había pasado cuando Bennett finalmente la desató. Si hubiera tenido fuerzas en sus piernas, podría haber salido corriendo. Si no hubiera estado tan confundida por el brusco cambio de Bennett, convirtiéndose en el Dom afectuoso que ella reconocía, podría haberse sacudido sus toques cariñosos. 228
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Pero él había demostrado un cuidado de Dom. Masajeándole las extremidades para que recobrara la circulación de la sangre. Acariciándole los lugares donde la soga le había erosionado la piel. Pasando esas ásperas manos sobre su cuerpo, no como un castigo, sino con reverencia. Los instintos de Ainsley habían caído dentro de la somnolencia. No quería preguntarle qué había hecho para merecer ese trato. Él estaba acostumbrado a su renuencia de discutir una escena inmediatamente después de que hubiera terminado. Pero esta vez no iba a dejarlo pasar. Tragó saliva y se esforzó para articular las palabras. —¿Por qué? —Para que sepas la diferencia. —¿La diferencia entre qué? Colocó dulces besos sobre sus labios. —Me acusaste de usarte. ¿Lo que te hice esta noche? Fue usarte. ¿Había sido así alguna vez entre nosotros antes? —No. —Y no volverá a serlo. Se derrumbó por completo. Era duro sentirse humillada. Pero lo había necesitado. Había necesitado un recordatorio de que Bennett realmente era… un hombre dominante hasta la médula. Pero no era un egoísta. No era alguien que disfrutara usándola. Ella había estado de acuerdo con esta experiencia en ser su sumisa. Bennett era quién era. Un Dom. Un Amo. Un dictador. Y así sería con la siguiente sub después de que sus treinta días juntos terminaran. Ella nunca sería especial para él. Eso la hizo llorar más fuerte. —Vamos, ángel. Déjalo salir. Te tengo.
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Las manos de Bennett estaban en constante movimiento sobre cada centímetro de su piel desnuda. La acariciaba, tocándola y murmurándole cosas en el oído. Usando todo su ser para apaciguarla. Pero no ayudó. Cuando comenzó a temblar, ni aun el infierno de su piel en contra de la suya logró calentarla. Él prácticamente la alzó para llevarla a la ducha. Sosteniéndola debajo del agua deliciosamente caliente mientras los chorros golpeaban contra sus músculos doloridos y el vapor derretía el hielo desde afuera hacia adentro. Y cuando los pequeños temblores se atenuaron, ella dejó caer las últimas lágrimas, sintiéndose más vulnerable ahora que en ningún otro momento con él. Corre. Vete de aquí ahora y no vuelvas la mirada atrás. —Estoy bien, —mintió con un susurro en contra de su pecho. —¿Estás segura? Podemos quedarnos aquí tanto tiempo como lo necesites. —Estoy segura. Con esos largos y musculosos brazos, agarró las toallas que colgaban de los percheros. Envolvió una al estilo turbante alrededor de su cabeza. La secó completamente con la otra, y envolvió una toalla alrededor de su cuerpo. La llevó de regreso al dormitorio y la envolvió con su bata antes de meterla entre las cubiertas. Bennett la atrajo dentro de sus brazos y extendió otra manta sobre ellos. —Todavía tengo tanto frío. —No tienes frío. Estás estremeciéndote. Y esto es mi… —Apoyando la barbilla sobre la parte superior de su cabeza, dijo bruscamente—, no importa. Ya hablaremos. Duerme. Pero ella no podía dormir. Cuando se contoneó afuera de sus brazos, él se lo permitió. Cuando salió sigilosamente de su casa a las pocas horas, le permitió hacer eso también.
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CAPÍTULO 16 —¿Por qué estás tan cabreado hoy? Ben le frunció el ceño a Quinn. —No estoy cabreado. —Sí, estás dando pisotones y tirando mierda. —Bien. Estoy de mal humor. ¿Podemos dejarlo así y arreglar esta maldita cosa? Quinn suspiró. —Esto está más allá de lo que cualquiera de nosotros puede reparar. —Pateó la llanta—. Carguémosla y llevémosla a D y F. Ben reprimió un gruñido. Su hermano podría haber dicho eso, como oh, una hora atrás, cuando empezaron a vérselas jodida con el todo terreno. —Iré por el remolque. —Pero cuando llegó a la parte trasera del granero, vio que ambas llantas estaban desinfladas—. Hijo de puta. —Tenían una sola de repuesto. Lo que significaba que tendrían que quitar ambos neumáticos y ver si podrían ser recuperables. Una sombra apareció a su lado. —Supongo que debería haber comprobado eso antes, ¿eh? —Probablemente. —Ben se incorporó—. Iré a buscar el gato. El neumático se había hundido en la tierra del lado contrario, haciendo que Ben se preguntara cuándo había sido la última vez que habían usado el remolque.
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—¿Es un problema de mujeres? Porque sólo los problemas de mujeres ponen una mirada así en el rostro de un hombre. Confía en mí, lo sé. —Dijo Quinn, inesperadamente. El gato traqueteó. —¿Por qué haces esto? —¿Qué hago? ¿Hablar contigo? Estoy bastante seguro de que no estás hablando con nadie más sobre esto. —Ben gruñó—. Vamos. No vas a dame su nombre, pero esto te está carcomiendo, hermano. Carcomiéndolo por no decir algo peor. Tenía una sensación de vacío en sus intestinos que se sentía bastante parecido a la vergüenza. —Hice algo… que no me pareció equivocado en el momento, pero ahora me siento culpable por eso. —Había asumido el comportamiento imaginable más rudo con Ainsley… una nueva sub… demostrándole lo que significaba realmente ser usada. Usando el sexo como castigo. ¿Crees que pudo sentirse molesta? ¿Dado que no quiso que la tocaras y que se fue en medio de la puta noche? ¿En qué carajo había estado pensando? Porque después de ver el torrente de lágrimas de Ainsley antes de que se escabullera, había sentido una profunda sensación de fracaso. Como hombre. Como amante. Como Dom. Por primera vez en su vida, se había cuestionado sus acciones. Los derechos que tenía como su Dominante. Si había intentado violar a la mujer, en lugar de atravesar las barreras de la mujer. Si la había castigado por su frustración con ella. El hecho de que estuviera tan alterado que no lo dejara pensar claramente, ni concentrarse, indicaba que había traspasado la línea. Y le desgarraba el alma que ella no haya dicho su palabra de seguridad. —¿Ben?
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Contempló a Quinn. —Lo siento. ¿Dijiste algo? —¿Sólo estaba preguntándote cuánto tiempo hace que ocurrió esto? —Parece un infierno de mucho más tiempo que solo anoche. Quinn cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Es por eso que te ofreciste a llevar a Libby al pueblo anoche? ¿Para encontrarte con ella? —Sí. —Hombre, no me tiras una punta. ¿Y la gente dice que yo soy el discreto? Tú me ganas por un buen trecho. ¿Probaste hablar con ella sobre eso? —Todavía no. —Pero piensas hacerlo, ¿verdad? Ben lanzó el conector al suelo. —Supongo. —Eso sería lo correcto, si te estás comunicando con ella como lo estás haciendo conmigo, —dijo Quinn secamente. —Idiota. —Mira, sólo voy a decirte esto. Nosotros, los hombres, esperamos que las mujeres lleven la carga emocional en una relación. Descubrí que las cosas se van a la mierda cuando no pongo mi parte contándole a Libby cómo me siento. Entonces ella se molesta y no me habla. En un maldito círculo vicioso en el que uno cae muy fácilmente. Quinn había dado en el clavo. Ben había estado tan determinado a que Ainsley se abriera, a que compartiera sus sentimientos, tanto adentro como afuera de la cama, que
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había descuidado compartir los suyos. La había mantenido a distancia emocionalmente, aun mientras le exigía su absoluta obediencia física. Eso no sólo lo convertía en un mal Dom, también lo hacía un mal hombre. Pero no tenía ni idea de cómo arreglar esto. Suspiró. —¿Entonces tienes algún consejo, Q? —No hay nada que una sincera disculpa no pueda arreglar, especialmente si recién estás comenzando a verla, especialmente si se las ofreces ganándole de mano. Así que habla con ella, realmente habla con ella. El pensamiento de abrirle el corazón lo asustaba como la mierda. Podría manejar su rechazo hacia él como un Dom. ¿Pero si la dejara ver a Ben y ella rechazaba esa parte de él? ¿La parte que no compartía con las mujeres que compartían su cama? ¿El lado de sí mismo donde no era el Dom tan confiado? ¿El tipo que se sentía como un extraño incluso dentro de su propia familia? —Las flores ayudarían, —añadió Quinn, interrumpiendo sus pensamientos otra vez. —Gracias. —¿Ella vale la pena? —Tal vez soy yo quien no vale la pena, —masculló y cambió de tema—. ¿Estamos listos para la entrega del ganado? —Tendría que ser un buen año. —Sería un agradable cambio de los últimos años. —Rebuscó dentro de la caja de herramientas—. ¿Hablaste con mamá y papá desde que se fueron a Arizona? —Brevemente. Parece que Gavin va a aparecer para la cosa de este fin de semana de Chase. Lo que quiere decir que conocerá al resto de los McKays. Ben sonrió.
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—Pobre ingenuo, no sabe lo que le espera, ¿verdad? Quinn le devolvió la sonrisa. —Nop. Pero hablando de los rumores de la familia McKay… La amenaza de chismes siempre sacaba de quicio a Ben. Arrastraba el temor de ser expulsado como un desviado sexual por alguno de los muchos integrantes de su familia debido a que alguien del club se hubiese interesado… en él personalmente, o en la familia McKay por completo. La discreción era de suma importancia para la supervivencia en el Rawhide. Pero nada era a prueba de fallas. Entonces tuvo otro pensamiento irritante. Si Dalton había sabido de los problemas de dinero de Rielle, ¿alguien más de la familia McKay podría haberse enterado? Y eso le recordó que todavía no había hablado con ella. Pero con Rielle, el sentido de la oportunidad lo era todo. Si la agarraba con un mal día, probablemente le advertiría que se esfumase de su porche a escopetazos y no escucharía una sola palabra que él dijera. Rielle confiaba en Ben tanto como confiaba en cualquier otra persona, y eso no era mucho. Por lo que Dalton y Tell tendrían que confiar en que él supiera cuándo era el momento correcto para acercarse a ella y les diría que no lo fastidiaran al respecto. —¿Qué se rumorea en la familia McKay? —Evidentemente mamá, tía Kimi y tía Carolyn fueron con Casper a visitar a la tía Joan la semana pasada, y ella se consiguió un novio. —¿En serio? ¿Lo saben sus hijos? —Ni idea. Seguro no voy a ser yo quien se los diga. —Estoy de acuerdo. —Ben soltó el gato y señaló los neumáticos—. Los llevaré al pueblo. Veré si son recuperables. Después que las llantas estuvieron cargadas en la parte trasera de la camioneta de Ben, Quinn dijo, —Espero verte de mejor ánimo mañana. 235
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—Espero estar de mejor ánimo mañana. Gracias por el consejo. Si no funciona, te echaré la culpa. Ainsley parecía completamente asombrada de verlo en su puerta. ¿O era miedo lo que había en sus ojos? Él sonrió, sabiendo que se vería tan tenso como se sentía. —Hola, ángel. —Hola, Bennett. Bennett. No Ben. Maldita sea. No quería ser su Dom en este momento. Entonces díselo. —Ben, —le dijo suavemente, su corazón latiendo con temor a que ella dijera algo relacionado con no ver una diferencia. —Así que este es Ben, —murmuró en respuesta, estudiando su cara—. ¿Te gustaría entrar? —Por favor. —Le ofreció un ramo de flores antes de atravesar la puerta—. Espero que no tuvieras planes. Me arriesgué a que estarías en casa porque quería… —explicarte, arrastrarme, disculparme profundamente, rogarte que no te alejes de mí— …, hablar. —¿Me veo como si tuviera planes? Sus mechones estaban amarrados en una cola de caballo y estaba vestida con ropa deportiva, no con otro de esos trajecitos de ejecutiva. —Te ves genial. Como siempre. —Zalamero. Pondré las flores en agua. —Ainsley se disparó a la cocina. Cristo. ¿Estaba asustada de permanecer sola con él?
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La siguió. Cuando ella se volvió del fregadero y lo vio, respingó hacia atrás. No era una buena señal. —¿Te gustaría un café? —Tomaría algo más fuerte, si tienes. —Bombay Sapphire o vodka de frambuesa. Obviamente mi bar no está tan bien surtido como el tuyo. Él esbozó una rápida sonrisa. —Tomaré un trago de esa sustancia fuerte. —Eso no es realmente fuerte, tonto. Está en el estante detrás de ti, tómalo tú mismo. Las copas están allí arriba también. —¿Puedo servirte uno? —Seguro. —Colocó cubitos de hielo en ambas copas y agregó tónica—. Sentémonos en la sala de estar. Ben escogió el sofá de dos cuerpos opuesto al sofá individual, frente a ella. Miró alrededor. —Es un lugar hermoso. —Gracias. Pero sé que no estás aquí para admirar mis habilidades en decoración. —Tal vez sí, dado que no me he molestado en aparecer por aquí antes. —Dejó que su mirada vagara—. El lugar va contigo. Colorido. Elegante. Pero no tan formal. Me alegro ver que no te importa el desorden. —Una manta colgaba de un extremo del sofá. Un crucigrama a medio hacer estaba sobre la mesita de café. Había cajas apiladas entre el sofá de dos cuerpos y las sillas. —Tienes facilidad de palabra. —¿Lamentaba no haber usado su palabra de seguridad anoche?— ¿Por qué no me cuentas lo qué estás pensando?
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Ben se obligó a encontrarse con su mirada. —Vine para asegurarme que estuvieras bien después de lo de anoche. Te escabulliste de mí. Otra vez. Como esa primera noche en el club. —Ben, es… —No está bien. Cristo, está muy lejos de estar bien. Simplemente escúchame, ¿sí? Porque no suelo… hacer mierdas como estas. —Exhaló una frustrada bocanada de aire—. No es que no me mande alguna cagada de vez en cuando, pero nunca tuve que acercarme a una sub y disculparme por mi inapropiado comportamiento como Dom. — Ella no dijo nada—. Lo que hice traspasó la línea. No pondré excusas. Nunca fui de la clase de hombres que se disculpan, e intentan defender sus acciones después de eso. —¿Pero? —Pero nada. —Ben clavó la vista en su bebida—. Me equivoqué. Transformé el castigo en lo que quise hacer, en lugar de hacer lo que tú necesitabas. Eso va en contra de todo lo que soy como Dom y como hombre. Jesús. Yo… —la miró directamente a los ojos y sintió a su estómago asentarse—. Ainsley. Lo siento. —Sé que lo sientes, —le dijo suavemente—. Lo supe anoche. Pero aprecio que hayas venido a decirlo y a asegurarte de que estaba bien. —¿Entonces estamos bien? —¿Quieres decir si estoy dispuesta a continuar como veníamos? ¿Siendo tu sumisa por el siguiente par de semanas? Él asintió con la cabeza, el miedo arañándole la garganta por haber jodido esto completamente. —Sí. Pero quiero señalar que a pesar de que fue una escena extrema de castigo para nosotros, podría haber dicho mi palabra de seguridad en cualquier momento. Y no lo hice. —¿Por qué no lo hiciste? 238
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—Confié en ti. Todavía lo hago. Aunque me sentí confusa durante la escena y me cabreé cuando terminó, realmente entiendo por qué lo hiciste. Inmediatamente Ben estaba saltando del sofá, enmarcándole el rostro con sus manos, besándola con dulzura, con pasión, con gratitud. —Gracias, —murmuró en contra de su boca. Tomándose un momento para descansar la frente en contra de la suya. Tomándose un momento para respirar aliviado. —Sin embargo, no sé si estoy lista para un juego Dom/sub esta noche. —Haremos un impasse entre anoche y mañana por la noche. —Le rastreó el pulso que latía en su garganta—. Porque Bennett estará de regreso mañana por la noche. Garantizado. Ainsley se lo quedó mirando. Él se inquietó bajo su escrutinio. —¿Qué? —No es un rol para ti, ¿verdad? No es una cosa que haces de vez en cuando. Es quién eres. —¿Qué? ¿Ser un Dom? —Sí. Puedes suavizarlo. Apartarlo por un rato. Pero él está siempre allí. —¿Te molesta eso? —No tanto como pensé que lo haría. Porque tú eres auténtico en esta situación. Yo no. ¿Yo soy… cuál sería el término BDSM? Una turista. Estoy mirando embobada, con los ojos abiertos, deseando ver y experimentar todo antes de regresar adonde pertenezco. Las esperanzas de Ben se vinieron abajo. —¿Es así cómo te ves en realidad al terminar esto?
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—No sé. Tengo algunas semanas más para averiguarlo. Él se sentó junto a ella y tomó su mano. —Algo que dijiste la semana pasada me estuvo fastidiando. Me acusaste de contenerme contigo. Y me di cuenta de que tienes razón. Estuve haciendo eso. Sus ojos buscaron los de él. —¿Por qué? Porque esta cosa contigo me asusta como la mismísima mierda y no quiero que salgas corriendo cuando me abra a ti. —Probablemente porque sólo tuve una cita fuera del club en los últimos tres años. —¿Recientemente? —Un par de meses atrás. Las consecuencias me recordaron por qué no tengo citas. Ella habló todo el tiempo, contándome toda clase de cosas personales, y se puso irritable cuando no me puse a parlotear sobre toda la historia de mi vida. Pero es un hábito porque no comparto cosas personales sobre mí mismo en el club. Sólo comparto mi cuerpo y mi experiencia. Crudo, pero cierto. Entonces cuando comenzaste a hacerme preguntas acerca de lo que me gusta hacer afuera del club y en el rancho, automáticamente evadí las preguntas. —¿Sientes que estoy escarbando en tu vida más allá de los parámetros D/s que establecimos? —Esa es la cosa, esta situación es diferente a cualquier otra para mí también. No puedo caer en esas mismas pautas contigo. —Le tocó la cara—. No quiero. —¿Qué quieres, Ben? —Realmente llegar a conocerte más allá de estos parámetros D/s. Dejar que tú me conozcas. Para que podamos pasar el rato. —No agregó como personas normales,
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porque lo que era normal para otras personas probablemente nunca sería suficiente para ellos—. Es una noche hermosa. ¿Saldrías a dar una vuelta conmigo? Ella luchaba para poder responder. Por lo que él le ofreció una salida. —Está bien si dices que no… —Me encantaría ir. —Ainsley le dio un piquito en la boca—. Déjame agarrar un abrigo. Ben abrió la puerta del pasajero de su camioneta y la ayudó a subir. El aire de la noche estaba frío, lo que significaba que el final del calor del verano estaba cerca. Ninguno de ellos habló mientras la camioneta se alejaba de Sundance. El cielo estaba completamente oscuro. Las colinas y los valles que durante el día estaba cubiertos de los gloriosos dorados y rojos del otoño, eran austeras sombras por la noche. Los neumáticos de la camioneta traqueteaban en contra de la superficie surcada de la carretera y no se cruzaron con otro vehículo por diez minutos. Bienvenida a Wyoming. Giró en un camino de grava. La pronunciada pendiente llena de curvas hizo que Ainsley se agarrara de la correa por encima de la puerta. —Buena idea sostenerte. Se enderezará a partir de ahora en un minuto. Tan pronto como bordearon la cúspide de la colina, los árboles flanqueaban la meseta. Una meseta donde nada bloqueaba el magnífico paisaje de la Torre del Diablo. Ella se inclinó más cerca del parabrisas. —Oh, guau. Ben apagó el motor y las luces. —Traje mantas para que podemos sentarnos afuera.
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Abrió la puerta trasera, cubriendo el frío metal con una vieja bolsa de dormir. Envolvió una manta alrededor de ellos, acercando a Ainsley contra su cuerpo. —¿Suficientemente caliente? —Sí. Permanecieron acurrucados juntos, bebiendo el brillo de las estrellas, disfrutando del silencio. —Éste es un lugar magnífico. No sabía que estaba aquí. —Dijo ella, luego de un rato. —Es extraño cuando te acostumbras a vivir en medio de un paisaje como este… — gesticuló abarcando la maravillosa vista—, …resulta fácil darlo por hecho. Así que vengo aquí cuando necesito una lección de humildad. Ella entrelazó los dedos a través de los de él. —Me alegro que me trajeras a un lugar que significa tanto para ti. Es más que increíble. —Me alegro que no pensaras que te arrastré hasta aquí porque era demasiado miserable para llevarte a algún otro sitio. Ainsley se rio por lo bajo. —Pero tengo que preguntarte… ¿Traías a tus novias aquí cuando estabas en la escuela secundaria? —Nop. Este siempre fue mi lugar privado. Bueno, tan privado como un lugar público puede ser. —¿Alguna vez tomaste alguna decisión fundamental para tu vida mientras admirabas el paisaje? —Teniendo en cuenta que mi vida laboral estuvo predeterminada por haber nacido en una familia ranchera, diría que no.
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—¿Alguna vez te sentiste resentido de las expectativas que pusieron en ti? ¿Y de que luego Chase consiguiera marcharse y hacer lo que le gustaba? La profundidad de las preguntas lo asombró. Como si hubiera estado esperando la oportunidad de preguntar. —Hay días, pero tengo que admitir que esos días son raros. También tengo que admitir que probablemente me sentiría diferente con esta vida si no hubiera encontrado mi lugar en el club. Además siempre supe mi posición con respecto a nuestra sección del rancho. Ella frunció el ceño. —Tenía la impresión de que el Rancho McKay era una entidad. —Lo es. Pero es complicado con las adiciones de tierra al rancho original. Mi tío Carson y sus hijos han estado comprando tierras durante los últimos quince años. Luego siguió su ejemplo mi tío Cal. —¿Y tu familia no se ha sumado? Todavía no. —No mucho. En primer lugar necesitamos tierras alrededor de la nuestra que esté a la venta para comprar. —Trabajar con la industria agropecuaria será una experiencia completamente nueva para mí. Voy a hacer un curso después de la primera parte del año que trata de los derechos de arrendamiento de tierras, de los derechos mineros, y cómo puede afectar el valor añadido de la tierra. —Hemos poseído los derechos de arrendamiento de la tierra por más de cien años, en algunos lugares. —Entonces, ¿cómo funciona eso? ¿La división del trabajo y del dinero cuando hay tantos miembros de la familia involucrados?
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—Repartimos responsabilidades. Técnicamente todo el ganado nos pertenece a todos. Lo dividimos en función del tamaño de las tierras. Se requieren unas catorce hectáreas para sustentar a una vaca. Así que a los miembros de la familia que han comprado más tierra, les corresponde más ganado, lo que implica más dinero. —¿La tierra equivale al dinero? —Síp. ¿En cuanto a lo demás? Tenemos equipamiento en común para usar en el rancho. La alimentación la dividimos entre nosotros porque trabajamos juntos para fabricar el heno. Entre todos pagamos los costos. Tenemos que esperar el dinero que sólo se paga de forma individual una vez al año después de que el ganado se vendió en el mercado. —No sé si yo podría manejarme recibiendo un cheque sólo una vez al año. Él se encogió de hombros. —Es la forma en que funciona. Así que me alegro de conseguir un poco de dinero extra con mis muebles como negocio suplementario. —Lo cual le recordó que tenía que comprobar la demora en el pago de la entrega de su último pedido de muebles. Iba a necesitar ese dinero lo más pronto posible. —¿Chase tiene alguna participación en el rancho? Parece como que no está por aquí para contribuir. —Optó por no formar parte el año pasado y aceptó un pago en efectivo. Hablé con Chase hoy. Está entusiasmado con el evento del sábado. —¿En serio? Fuimos afortunados de que haya podido acomodar sus horarios a último momento. —Está terminando con la gira del PBR de este año. —¿Cómo se siente? ¿Tener un hermano que es una celebridad? —Chase es Chase. Es el mismo ahora que cuando era niño. —Sonrió—. Un niño malcriado. Pero es un buen tipo. —Entonces Ben se dio cuenta de que Ainsley lo estaba 244
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haciendo otra vez, dirigiendo la conversación—. Estás preguntando todo acerca de mi familia. Debes pensar que soy un imbécil total porque nunca he indagado acerca de la tuya. Ainsley comenzó a mecer sus piernas sobre la puerta trasera. —No hay mucho para decir. Mis padres son misioneros. Están afuera del país por un par de años cada vez así que no los veo mucho. Todo cambió entre nosotros después de que me escapé de la universidad. —Guau. ¿Te escapaste? —Pasé mi infancia en países del tercer mundo. Todo lo que alguna vez quise era una vida normal. Vivir en un barrio, ir a la escuela con niños de mi edad, ir al centro comercial con mis amigos, tener fiestas de pijamas para hablar de chicos y ropas, como las otras chicas. Ni siquiera cuando estuvimos en los Estados Unidos tuve eso. —¿Por qué no? —Mi papá pidió asignaciones en áreas rurales, así que vivimos en diversas reservas indígenas. Era la forastera chica blanca en todas partes, incluso en mi propio país. —Eso debió ser difícil. —Había tenido intenciones de reinventarme a mí misma cuando empecé la universidad, pero me jugué por lo seguro. No quería convertirme en una adolescente rebelde cliché, rebelándose en contra de mi padre siendo un ministro. El pulgar de Ben trazaba círculos sobre la palma de su mano. —¿Es por eso que eres tan salvaje ahora? —No soy salvaje. Estoy explorando si tengo un lado salvaje, ¿recuerdas? No estoy segura de que esta cosa D/s sea algo más que una experiencia. Creo que estoy demasiado vieja para estar adquiriendo nuevas manías.
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¿Ella estaba trayendo a colación sus dudas debido a lo de anoche? ¿O era una advertencia de que no importaba cuánto él se abriera a ella, no habría una oportunidad de que esto podría durar más de treinta días? —¿Cuántos años tienes? —Le preguntó. —Tambaleándome en el borde de los treinta y ocho. ¿Por qué? —Esto no es para adularte, pero pensaba que eras menor que yo. —¿Qué edad tienes? —Treinta y dos. Ainsley gruñó. —Genial. Ahora soy un cliché. No la rebelde hija adolescente de un predicador, sino una roba cunas. —La edad no tiene importancia. Todavía seguiría siendo el que manda aunque tuviéramos la misma edad. —Recuerdo decirle eso a mi hermano mayor. Tú no eres nadie para mandarme. —Le disparó una mirada de reojo—. Eso cobra un significado completamente diferente ahora. Él se rio. Parecía reírse mucho con ella. El primer atisbo de la luna apareció arriba por encima de la parte superior de la Torre del Diablo. —Mira. —Es imponente. Ahora comprendo la frase el brillo de la luna. —Espera. En una hora más apenas verás las estrellas porque el cielo quedará completamente iluminado. Una vez más quedaron sumidos en el silencio, permitiéndole a Ben estudiarla disimuladamente. Estaba cautivado por el efecto de la luz de la luna resaltando su cara. 246
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—Dios, eres hermosa. —Ainsley lo miró y entonces apartó la vista—. ¿Dije algo malo? —Para nada. Solo… desconcertante. Me has dicho más cumplidos en una semana que los que… merezco. —Eso no era lo que ibas a decir. —La empujó más cerca asiéndola del cuello de su abrigo hasta quedar justo frente a su cara—. Dime. —Allí está Bennett. Me preguntaba si saldría a escena. —Él se cabrea cuando te insultas a ti misma. Así que dime. Las exhalaciones de Ainsley soplaron en contra de sus labios. —Me ves de una forma diferente a como me veo yo. Puedes hacerme sentir sexy y bonita. —Eres sexy y bonita. —Presionó besos sobre sus labios. —¿Y cuándo me haces esos asombrosos cumplidos? Son sinceros. No un comentario tirado como si nada porque quieres echarte un polvo. —Frotó la boca sobre la de él—. Sabes que soy una apuesta segura. Por lo que los aprecio incluso más. —Lo único seguro sobre ti, ángel, es que me mantienes alerta. No doy por sentado que seas una apuesta segura porque puedes detener esto en cualquier momento. Y después de lo de anoche… realmente temía que lo hicieras. —Ben. —Ainsley colocó un beso en su barbilla—. No puedo prometerte que esto no terminará, pero quiero llevarlo a cabo hasta el día final que convinimos. ¿De acuerdo? Eso era más de lo que él había esperado, pero ni de cerca era suficiente, y tendrían que dejarlo así por ahora. —De acuerdo, —le respondió.
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CAPÍTULO 17 Ainsley había esperado una concurrencia decente para el evento comunal que habían copatrocinado el National West y el Settler’s First en honor a Chase McKay y su fundación. Pero no había esperado una sala abarrotada de gente. Había tenido que reabastecerse de folletos de información sobre el banco y de los artículos de regalo dentro de los primeros quince minutos. El recipiente de vidrio se desbordó dentro de una caja de cartón conteniendo las entradas para el sorteo de quinientos dólares. Cuarenta y cinco minutos pasaron hasta que el chico popular en persona, Chase McKay, saliera a escena. Ella había visto a Ben, no es que él la hubiera buscado. No podría… estando rodeado por un grupo de bellezas limitándole los movimientos. Realmente, esto era ridículo. Él era guapo. Y tenía ese sexy hoyuelo en la barbilla. Y esos expresivos ojos azules. Y un cuerpo magnífico. Y esa profunda voz autoritaria. Esas mujeres se sentían seducidas por el bonito envoltorio. Pero esas mujeres no lo conocían, no conocían al hombre verdadero, no como ella. ¿Un tanto celosa? Verdaderamente, no había esperado verlo, con su hermano siendo el invitado de honor. Se habían reservado varias mesas para la familia McKay cerca del escenario. Niños de diferentes edades, con el mismo cabello negro y ojos azules de Ben, daban manotazos dentro del contenedor de los obsequios hasta que todos se acercaron uniéndose a los silbidos. Leslie le alcanzó una gaseosa y una galleta de harina de avena con pasas durante un momento de calma. Turton se había ofrecido a hacer la presentación, pero Ainsley temió que su monotonía hiciera que la audiencia se quedase dormida. Ella no era de sentirse nerviosa por hablar en público. Había ofrecido muchas presentaciones durante su carrera, por lo que le molestaba sentir el ataque de nervios de hoy, acelerándole el 248
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corazón y retorciéndole el estómago. No podía recordar la última vez que se había sentido tan nerviosa. Sí, lo recuerdas. Esa segunda noche con Bennett en el club. Y la primera noche con Bennett en el club. Y cada noche desde entonces. No era exactamente el momento más oportuno para que afloraran esos recordatorios. Steve Talbot, el presidente del Banco Settler’s First, se acercó, sujetando su recipiente lleno de entradas. —¿Comenzamos con esto? —Por supuesto. —Ainsley agarró su caja de cartón y siguió a Steve hasta el escenario. —Las damas primero. —¿Tú cierras? Él se encogió de hombros. —Tenemos antigüedad. El alcalde Gilbert tranquilizó a todo el mundo. —Antes de que nos aboquemos al acontecimiento principal con Chase McKay, escucharemos a los patrocinadores de hoy. Ainsley Hamilton, presidente del National West Bank, dirá unas pocas palabras acerca del banco más reciente de Sundance. Aplausos corteses. —Gracias, Alcalde Gilbert. Soy Ainsley Hamilton, transferida recientemente a Wyoming, y me gustaría agradecerles a todos ustedes por el entusiasmo y el apoyo en darles la bienvenida al National West Bank y a sus empleados dentro de la comunidad de Sundance. Nos sentimos honrados de patrocinar la presencia de Chase McKay y de apoyar a su fundación. Dado que el National West Bank es el nuevo niño del barrio, quisimos mostrar nuestro orgullo en formar parte de esta gran comunidad, junto al Settler’s First, en proveer a los residentes de Sundance una nueva opción bancaria. Si 249
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están interesados en obtener más información, visiten nuestro stand, o mejor aún, aproxímense al banco y verán lo que el National West puede ofrecerles. —Ella exhaló, satisfecha de haber mantenido su discurso corto y conciso—. Ahora la parte del sorteo del dinero, que sé que es el motivo de que todos ustedes hayan seguido cada una de mis palabras. —Ese comentario estalló en risas—. Necesitaré un voluntario para que escoja un nombre de la caja. Inmediatamente cinco niños corrieron al escenario. Cuatro niños y una chica. Se sintió tentada de escoger a la niña de cabello oscuro dado que había codeado a tres niños más grandes para terminar en el frente. Pero Ainsley escogió al niño más pequeño con el sombrero más grande, que se había rezagado detrás de los otros. Lo señaló. —Sube aquí, joven vaquero. El niño no corrió a subir las escaleras. Tomó un envión y se lanzó encima del escenario. Esto divirtió a todos los de las mesas a la izquierda. Ainsley se inclinó. —¿Cómo te llamas? —Miles McKay. —El niño prácticamente gritó la última parte, lo que incitó a más risas. ¿No era de imaginarse que escogería a un McKay? —Entonces, Miles, ¿qué quieres ser cuando seas grande? —Un jinete de toros como mi papá y como Chase. —Siempre he admirado a un hombre que sabe lo que quiere y va por ello. ¿Tu papá y Chase te han dado algún consejo? Él asintió con la cabeza. —Aguanta ocho segundos. 250
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Más risas. Qué encanto. —De acuerdo, Miles, mete tu mano allí y saca a un ganador. Miles revolvió los pedazos de papel antes de encontrar el que le gustó. Cuándo levantó la vista desde debajo del ala de su pequeño sombrero negro, con esos vívidos ojos azules y una expresión seria, Ainsley inmediatamente pensó en otro fascinante vaquero de pelo oscuro y de ojos azules. Estuvo a punto de decir, gracias, Ben, pero se contuvo y dijo en cambio, —Gracias, Miles. La ganadora de los quinientos dólares es… ¡Alison Toomey! Después de bajar del escenario, Steve tomó el micrófono. —Gracias al National West Bank y a Ainsley Hamilton. —Dirigió la palabra a la gente en las mesas del frente—. Tengan cuidado con ella, familia McKay. No se dejen engañar por su encanto, sólo va detrás de su negocio bancario. —Ainsley imprimió una sonrisa en su rostro—. Vayamos al tema en cuestión. —Steve siguió con su perorata. Cuando terminó, el Alcalde Gilbert tomó el mando. —Ya es hora de presentar al hombre que nos enorgullecemos de llamar nuestro, el hombre que representa al gran estado de Wyoming y a nuestro occidental estilo de vida, el hombre que honra a su familia y a su patrimonio ranchero, el hombre que es lo suficientemente atrevido para declararse a favor de lo que cree. Señoras y señores, por favor démosle la bienvenida a casa, en Sundance, a Chase McKay. El atronador aplauso hizo eco dentro de la habitación. Ainsley observó a Chase caminar despreocupadamente hasta el escenario. Era más bajito que lo que había esperado, pero más poderosamente construido que Ben. Tenía una sonrisa rápida y un ingenio veloz. Su desenvuelta confianza delante de una multitud no parecía ensayada, a pesar de verse pulida, como si un departamento de relaciones públicas lo hubiera adiestrado. Cuando Chase habló, ella reconoció
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similitudes que compartía con Ben. Los gestos de las manos. Las pausas reflexivas. Ni qué hablar de ese guapo aspecto. Estaba tan ensimismada pensando en Ben y en su dinámica familia que casi pasó por alto que había sido llamada al escenario. Leslie la empujó, —¡Sube! —Ahora los patrocinadores de este acontecimiento, el National West Bank y el Settler’s First Bank, han contribuido con cinco mil dólares cada uno para la Fundación de Chase McKay. Ainsley y Steve dieron un paso al frente con los enormes cheques falsos. Los flashes intermitentes de luces casi la cegaron, los aplausos eran ensordecedores. ¿De dónde habían salido todos esos equipos de camarógrafos? Chase parecía genuinamente anonadado por la donación. Cuando el ambiente se tranquilizó, Chase tomó el micrófono y miró las mesas a la izquierda. —Ava, amor, ¿pudiste captar todo eso? —Ella respondió algo que él no llegó a oír—. ¿Por qué no te aproximas aquí arriba y saludas? Más aplausos estridentes. Una deslumbrante morena subió al escenario y se paró al lado de Chase. Era unos buenos quince centímetros más alta con sus tacones aguja. Chase la arrastró dentro de sus brazos y le dio un apasionado beso, lo que hizo que el público se volviera loco. Finalmente la liberó, pero no le soltó la mano. —¿Ya conocen a mi bella esposa? Ava Cooper Dumond McKay. Ava está trabajando en dos documentales relacionados con la monta de toros, y espera tener al menos uno de ellos finalizado para la próxima primavera. Les agradecemos a todos que se hayan acercado esta noche. —Chase y Ava bajaron del escenario y un enjambre de fotógrafos fueron tras ellos. La multitud rápidamente se desconcentró. Leslie, Rita y ella bajaron la pantalla y la cargaron en el Suburban de Rita. Ainsley regresó adentro para comprobar no haberse 252
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olvidado nada. Notó el póster clavado como telón de fondo, pero realmente no podría alcanzar las tachuelas. Un cuerpo caliente y familiar se movió detrás de ella y murmuró, —Lo tengo. Ainsley no se movió durante varios segundos. Sólo cerró los ojos y se embebió en la sensación de tenerlo tan cerca. Entonces él se apartó. Ella suavizó su suéter y su falda antes de volverse para enfrentarlo. —Gracias. —Lo hiciste muy bien allí arriba. Todo el mundo quedó realmente impactado. ¿Pero apuesto a que estás acostumbrada a hacer presentaciones de este estilo? —Las hice como unas trescientas veces. Su mirada se movió desde sus zapatos grises, subiendo por sus pantorrillas, por encima de su falda de lana negra aferrándose a sus muslos y caderas, entonces permaneció sobre sus pechos moldeados por el suéter de angora gris. El palpable calor en sus ojos azules la hizo apretar los muslos. —Maldita sea te ves tan buena como para comerte. —Sonrió—. Dos veces. Ainsley le devolvió la sonrisa. —Eso podría arreglarse. ¿Tienes planes para esta noche? Ben empujó las manos dentro de sus bolsillos. —Ah, mis padres organizaron una cosa familiar en su casa dado que Chase está en el pueblo, al igual que nuestro hermano Gavin. —Por supuesto que tu familia quiere reunirse y celebrar el éxito de Chase. Estoy segura de que te divertirás de lo lindo. 253
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—Si piensas que esquivar a niños gritando y a parientes curiosos es algo divertido, — masculló. —¿Perdón? —Nada. Sólo son todos los McKays reuniéndose, lo que implica a todos sus niños. Dios los bendiga, pero yo me siento propenso a hacerme una vasectomía después de la primera hora. Y te aseguro que esta juerga durará mucho más tiempo que una hora. —Las familias numerosas son casi una cultura desconocida para las personas como yo, que tenemos una hermana y media docena de primos, en total. —¿Supongo que no querrías venir conmigo? —Barbulló. Eso la sorprendió. —¿En serio? ¿Yo? —¿Por qué no? —Esa mirada tan azul la paralizó—. ¿Tienes planes? —Bueno, no, ¿pero tu familia no pensará que es extraño que aparezcas conmigo? Él se encogió de hombros. —Steve Talbot estará allí. Parece justo que la representante del otro banco también sea invitada. Entonces esto no era personal. Ella no aparecería del brazo de Ben McKay como su cita. Sintió otro dejo de decepción. —Aunque aprecie la invitación… —jugueteaba con la manga de su suéter—. Estoy segura… —Mírame. —Su mirada voló a la de él con esa orden—. Eso no es cierto, ¿de acuerdo? No quiero que vengas porque tu banco contribuyó para la fundación de Chase. Quiero que vengas por mí. Quiero decir, me gustaría si vinieras conmigo. No como mi novia o algo así, porque Cristo, nadie en mi familia nos dejaría en paz a ninguno de los dos, y yo
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no haría pasar a nadie por eso. —Le disparó una tímida sonrisa—. ¿Así que considerarías venir como mi… amiga? ¿Por qué la honestidad de Ben la sorprendió? ¿Incluso mientras le dolía un poco? ¿Y él estaba tratando de matarla con esa dulce sonrisa de niñito? —Me encantaría. ¿Tendría que cambiarme? —¿Por qué? Estás fantástica. —La adulación no te llevará a ninguna parte, amigo. —Se le ocurrió algo—. ¿No me estarás usando para esquivar las preguntas de tu familia acerca de por qué no tienes una relación seria? Él agachó la cabeza. —Hundido. —¡Ben! —Estoy bromeando. Suena como que si has pasado por las mismas preguntas de ¿cuándo vas a encontrar a una buena chica y sentar la cabeza?, con tu familia como lo hice yo con la mía. —No, lo mío es más de la línea de no dejes que el fracaso de tu divorcio te impida encontrar a un buen hombre, y entonces mi madre pregunta cuántos gatos tengo. Ben se rio entre dientes. —Si alguien pregunta, les diremos que estamos demasiado ocupados follando como conejos para encontrar a alguien decente con quien establecernos. —Juro que si algo remotamente cerca a eso sale de tus labios, Bennett McKay, la única cosa que vas a estar follando en un futuro muy cercano es a tu puño. —Entendido. —Sonrió—. Vamos. Puedes venir en mi camioneta.
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—¿No sería mejor si conduzco? ¿Así si la cosa se pone demasiado incómoda me puedo ir? —¿Por qué crees que quiero llevarte? Eso me dará una excusa para irme también. Ainsley lo convenció para detenerse a recoger unas flores para su madre, por lo que llegaron tarde. Cuando sintió las miradas inquisitivas de los integrantes de su familia, Ben se percató de que había sido un jodido idiota, mintiéndole a Ainsley, diciéndole que no quería aparecer en la casa de sus padres, actuando como si ella fuera su novia. Quería agarrarla de la mano y conducirla a través del laberinto de parientes, presentándola como suya. Quería robarle un beso cuando se sentaron a comer. Quería… muchísimo más de lo que ella hacía, guardando las apariencias, porque pedirle que lo acompañara sólo como su amiga había sido una especie de prueba, pero él no estaba seguro de cuál de ellos había fallado en eso. La observó saludando a sus familiares, tan hermosa, confiada y auténtica. Por primera vez se permitió preguntarse a sí mismo que ocurriría cuando el mes terminara. ¿Ainsley estaría interesada en conocerlo más? Y si ese fuera el caso, ¿lo querría como Bennett, el hombre que se deleitaba avivando sus necesidades sexuales más oscuras? ¿O querría a Ben, el ranchero? Tal vez no querría a ninguno de los dos y simplemente seguiría su camino. Eso le provocó ganas de pegarle un puñetazo a algo. Ben se quedó mirando por la ventana del comedor, más allá de la oscuridad, planificando mentalmente su lista de tareas semanal en lugar de observar obsesivamente a Ainsley. Una mano le golpeó la espalda y se rigidizó. Detestaba la demostración de falsa camaradería de Steve Talbot. —Ben. Qué bueno verte. —Talbot. Gracias por venir.
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—No me lo hubiese perdido por nada del mundo. —Steve lanzó una mirada por encima de su hombro—. Pero admitiré que estoy sorprendido de que trajeras a mi competidora a un acontecimiento familiar. Ben no podría señalar como si nada el hecho de que Steve no era de la familia y estaba allí. —La idea original del evento comunal fue de Ainsley, por lo que ella debía estar aquí. Además, Chase no habría tenido ningún reconocimiento local de no ser por los esfuerzos de Ainsley en nombre del National West. —Ella está… determinada a hacerse un lugar dentro de la comunidad rápidamente, ¿verdad? Esto podría verse como que lo está intentando demasiado duro. Siendo demasiado arremetedora. A poca gente de este lugar le gusta una mujer insistente como ella. Su cerebro lo instó a no morder el anzuelo, pero su boca ya tenía atravesado el gancho. —Eso es condenadamente mejor que no intentarlo en absoluto. La risa de Steve fue forzada. —Veo que la deliciosa Señorita Hamilton tiene un defensor contigo, Ben. —Sólo no veo qué puede estar mal en apoyar a una persona que trabaje duro… independientemente de su género. —Una frase que nunca podría aplicar a Steve Talbot. Con eso, Ben se alejó. Esperaba que su espinoso comportamiento con Talbot no lo mordiera en el culo si necesitara visitar al hombre para pedirle un préstamo. Lo hizo estremecerse al darle a ese hombre más poder e influencia sobre él. Destapó una gaseosa y encontró un lugar en el comedor donde podría vigilar a Ainsley en caso de que ella necesitara un rescate. Seguro. Sólo quieres observar su culo contonearse con esa apretada falda sexy. 257
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Tan pronto como Tell y Dalton lo vieron solo, se acercaron a él. Tell habló primero. —¿Entonces, tuviste alguna noticia para nosotros? —Todavía no hablé con Rielle. —¿Por qué mierda no? —Exigió saber Dalton. —Porque ella puede ser espinosa como un maldito cactus. Cada vez que la crucé, estaba con uno de sus estados de ánimo. —Eso es porque todo se le está cayendo encima. —Tell se acercó más—. Necesitamos lograr este acuerdo, Ben. Pronto. Se sintió medio tentado de decirles que corrieran el riesgo de hablar con ella si pensaban que era tan jodidamente fácil. —Lo entiendo. —¿Realmente? —La mirada de Dalton se movió hacia el banquero—. ¿De qué estabas hablando con Talbot? —Nada importante. ¿Por qué? —Sólo nos preguntábamos si estabas pidiéndole un préstamo, para cubrir, ya sabes, tu parte. Porque si esto se trata de dinero, podemos adelantarte algo de dinero… —No se trata de dinero. Jesús. —Sus mejillas se calentaron—. Dije que me encargaría de esto. —Hazlo entonces porque no queremos perder esto, —le advirtió Tell. Entonces se alejaron, dejando a Ben cavilando. Quince minutos después, Chase se dejó caer contra la pared junto a él. —¿Estuviste escondido aquí todo el tiempo?
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—Escondido. —Bufó Ben—. Como si alguien pudiera esconderse aquí dentro. Me alegro de que mamá y papá construyeran esta habitación para reunirnos o sólo podríamos invitar a la mitad de familia. —A ninguno de nosotros le importaría eso. —Es cierto. Pero a mamá la hace realmente feliz que todo el mundo venga a nuestra casa para variar. Parece que siempre teníamos que ir a casa del tío Carson para reunirnos. Chase sorbió de su cerveza. —¿Cuánta de la felicidad de mamá crees que se debe a que haya venido Gavin? —Mucha, reconozco. Pero también me imagino que es la razón de que toda la condenada familia entera esté aquí. Para conseguir echarle un vistazo. Sin ánimos de ofender, hermano. —Es lo que creo también. Todavía pienso que es extraño que él no se quede aquí. Especialmente teniendo en cuenta que mamá y papá se hospedaron en su casa en Arizona. —Ava y tú tampoco van a quedarse aquí, —señaló Ben. —No puedes culparnos de que mi esposa y yo prefiramos quedarnos en el remolque de Kane, dado que tiene un significado especial para nosotros. —Él meneó las cejas. —De acuerdo. Ava y tú temen que mamá y papá los oigan teniendo sexo escandaloso durante toda la noche. Chase le disparó una mirada de reojo. —Somos recién casados. Además, mi esposa y yo tenemos miedo de oírlos a ellos teniendo sexo arrollador durante toda la noche. —Ahora tendré que aturdirme el cerebro con whisky para borrar esa imagen. Y Jesús, ¿no es lindo cómo siempre estás llamando a Ava mi esposa ahora?
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—Vete a la mierda. Veremos cómo actúas cuando te enamores de la mujer de tus sueños. No querrás esperar para poner un anillo en su dedo y poder llamarla tuya. — Chase no se había quedado dormido en los laureles con respecto a Ava. Tan pronto como ella había estado de acuerdo en casarse con él, la había llevado rápidamente a Hawai para una ceremonia privada en la playa. —Dudo que alguna vez me case. —La mirada de Ben automáticamente se disparó a Ainsley. Ella estaba hablando animadamente con sus tíos Carson y Cal. Y no le pasó desapercibido cuándo Steve Talbot metió las narices en su conversación. Qué idiota desagradable. —Pareces conocer a la presidenta del nuevo banco bastante bien. —Sundance es un pequeño pueblo. —¿Entonces no hay nada entre tú y la banquera? —Preguntó Chase. Ben reprimió su intento de recordarle a Chase que Ainsley tenía un nombre más allá de la banquera. —Nada que merezca mencionarse. —Esa no fue una respuesta sincera. ¿Estás mintiéndome? ¿O sólo te mientes a ti mismo? A ambos. —No es algo de lo que pueda hablar, ¿de acuerdo? ¿Podemos dejarlo así? —Supongo. Pero te recuerdo todas las veces que te sentiste con derecho a meter las narices en mi vida amorosa. —Se rió—. Aunque, para ser honesto, sólo se convirtió en una vida amorosa después de conocer al amor de mi vida. —¿No deberías haber dicho tu esposa? —Ben hizo suaves ruiditos de besos.
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—Jesús, eres un idiota a veces. Y buen intento, evadiendo a mis preguntas. Sólo quería decirte que si alguna vez quieres hablar de esto, o de lo que sea... sólo llámame. Te lo debo, por todas las veces que sacaste mi cabeza afuera de mi culo. —Gracias, Chase. Te lo agradezco. —No es por presumir, pero me he vuelto bueno en esta mierda sensiblera desde que conocí a mi Ava Rose. —Chase eructó—. Hablando de... voy a ver qué está haciendo mi esposa. Ben sintió una extraña punzada de celos cuando Chase arrastró a Ava dentro de sus brazos y la dejó caer sobre su regazo para besarla profundamente. Estaban tan enamorados, tan en sintonía el uno con el otro… tan ajenos a los diversos miembros de su familia gritándoles que se buscaran una habitación. Tuvo tiempo para estudiar la forma en que su familia se había agrupado. Las esposas de sus primos, Channing, Macie, AJ, Ginger e India tenían bebés colgando de sus caderas. Su madre, tía Carolyn y tía Kimi estaban corriendo alrededor de sus nietos. Tell, Dalton, Brandt y Jessie habían formado su propio grupo en un rincón de la sala de estar. El resto de sus primos estaban afuera porque hacía muchísimo calor aquí adentro. La horda de niños que entraba y salía corriendo cada diez segundos no habían ayudado mucho para lograr refrigerar el lugar completamente. Nadie lo molestó. Los grupos se movían. Vio a su cuñada Libby yendo de un lado para otro dentro de la cocina con Domini y Skylar. Ninguna sorpresa de que Keely hubiera arrinconado a Gavin, pero aparentemente, éste estaba manteniéndose firme. Se percató mientras se divertía con las idas y vueltas de su familia, que había perdido el rastro de Ainsley. Se volvió y allí estaba ella. —Hola. Estaba preguntándome dónde te habías ido. —Hace quince minutos que estoy detrás de ti. —¿En serio? —Sería fácil ser pasado por alto en esta familia, ¿verdad? 261
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Ben dejó pasar ese comentario perspicaz. —Eres bienvenida a compartir mi pedazo de pared si no te importa ser pasada por alto. —Gracias. —Se apresuró a ir hacia él, pero no se ubicó exactamente a su lado—. Estás muy silencioso alrededor de tu familia. —Difícil lograr meter una sola palabra en medio de tanto barullo, por si no lo notaste, —le respondió secamente. —Conocí a Quinn. Él es… reservado. —Sólo con la gente que no conoce. Ella lo miró de reojo. —¿Él no conoce a su familia? Porque no les ha dicho mucho tampoco. Ben se encogió de hombros. —Siempre fue así con nosotros. —¿Ustedes dos hablan de todo cuando están trabajando juntos? —Seguro. Si hay algo que necesitamos decir. Pero ninguno de nosotros parlotea sin parar sólo para llenar el silencio. —Dejó que su brazo se colgara del de ella—. ¿De qué cosas edificantes te enteraste acerca de los otros McKays? Una mirada de pánico le atravesó el rostro. —Nunca me acordaré de todos los nombres. Le pregunté a tu prima… ¿Keely? Si habían desarrollado una aplicación para celular con el árbol genealógico. Estaba bromeando pero su marido pareció ponerse serio cuando dije eso. Él se inclinó más cerca.
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—Para ser honestos, yo compraría una de esas aplicaciones. Entonces tendría un punto de referencia para cada nuevo bebé y sus hermanos. Creo que mencioné al segundo niño de Colby con un nombre equivocado durante la mayor parte de un año. Ainsley se rio suavemente. —Dios, adoro oírte reír. —Ben. —Ainsley. —No me mires así. —No puedo evitarlo. Estuve pensando en lo primero que voy a hacer contigo después de quitarte esa falda sexy. Te hace un culo impresionante, por cierto. La mirada de la chica se posó en su boca y ella se lamió los labios. —¿Cuál fue la idea ganadora? —Por ahora es un empate entre azotarte el culo hasta que te corras, o follártelo hasta que te corras. —No puedo creer que estés diciendo eso. Aquí, en la casa de su madre, con todos tus parientes al alcance del oído. Su sonrisa se mantuvo firme sin evidenciar ningún tipo de culpa. —Pero no te escuché decir que no. Ainsley ladeó la cabeza, viéndose tímida. —Porque estoy tratando de decidir qué opción me resulta más atractiva, Bennett. Aunque no es como si fueras a dejarme tener algo qué decir al respecto. Sin romper el contacto visual, Ben le tomó la mano y la apretó antes de soltarla. —Te daré una opción, pero hay una condición. 263
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—¿Cuál es? —Vámonos a la mierda ahora mismo. Sus ojos avellana se calentaron como oro fundido. Esos carnosos labios se curvaron en una sonrisa. —Me siento cansada, ahora que lo mencionas. Les tomó diez minutos despedirse, y Ben sabía que se había olvidado de saludar a algunas personas. Si hubiera sido decisión de él, simplemente se hubiesen ido, pero Ainsley era demasiado educada para eso. Una vez que finalmente estuvieron en su camioneta, él dijo, —¿Directo a mi casa? —Mi coche todavía está en el centro comunitario. Tengo que ir a buscarlo y te seguiré a tu casa. Él le sujetó la mano, barriendo distraídamente el pulgar sobre sus nudillos. Había pensado que el toque simple lo apaciguaría, reduciendo su abrumadora necesidad de estacionar la camioneta en la orilla del camino y follarla ciegamente. Pero sólo lo puso más impaciente. Se removió en su asiento, intentando aliviar la presión de los vaqueros sobre su polla dura como una piedra. Intentando combatir la presión que sentía por dentro y que realmente no podía entender. Había estado con ella anoche. Empujando sus límites. Liándolos. Sin reprimir su lado Dom, sino manteniendo su comportamiento más canalizado para el lado de las cosquillas, que de las palmadas. Utilizando el flogger en la parte frontal de su cuerpo. Sosteniéndola sobre el borde, haciéndola esperar sentir el escozor multipunto19 que nunca llegó. Ella no se había visto frustrada, especialmente no cuando había dejado a un lado el flogger y la había follado, cara a cara. Tomándose su tiempo, aumentando las sensaciones y dejándolas bajar, dilatando el placer durante una hora antes de permitir El flogger está compuesto por muchas tiras de cuero, que al impactar sobre la piel golpea en muchos puntos diferentes a la vez.
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que ambos se corrieran. Luego, Ainsley había estado tan exhausta que se había arrastrado dentro de su cama y se había quedado dormida. Y como una especie de estúpido embobado, él había gateado a su lado y la había observado dormir, incapaz de contenerse de tocarla incluso cuando ella no era consciente de lo que él estaba haciendo. No tenía ni la más jodida idea de qué carajo le estaba pasando. Estacionó junto a su coche, notando que no era el único que había quedado en el estacionamiento. La tomó de la mano y la ayudó a bajar de la cabina. Ella lo sorprendió con un beso. —¿Puedo sólo decirte que realmente adoro cómo siempre me abres la puerta? ¿Y me acompañas a mi coche? —Es mi placer. Sus dedos juguetearon con los botones de su camisa. —Puedo ver que estás inquieto. Mi casa está más cerca que la tuya. Así que dado que tengo derecho a opinar acerca de la diversión y los juegos de esta noche, ¿podemos jugar allí? Incluso podrías dejar tu camioneta estacionada aquí, si te preocupa que alguien te vea estacionado en mi calle. ¿Ella estaba preocupada por la reputación de él? Claro. Pero estaba demasiado caliente para que le importara. —Vamos. 265
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CAPÍTULO 18 Wally y Charo usualmente la saludaban en la puerta sin importar la hora en que llegara, reclamando ruidosamente y olfateándole los zapatos. No esta noche. Ainsley encendió las lámparas de la sala de estar. Cerró las persianas. Luchó contra la necesidad de poner las cosas en orden… acomodar la manta que cubría el sofá, recoger el periódico y la taza de la mesita de café. ¿Cómo podía estar tan nerviosa en su propia casa? —Ainsley. Lo miró, definitivamente en modo Dom ahora, apoyado despreocupadamente contra la pared. Con esa mirada en sus ojos. El hombre sabía cómo avivar el fuego. —¿Sí? —Ven aquí. Unos meros veinte pasos a través del estrecho lugar y estuvo frente a él. Más nerviosa que antes. Bennett pasó los nudillos bajando por su mejilla. Entonces le ahuecó la barbilla y delineó sus labios con el pulgar. —Pon tu boca sobre mí. Ainsley no se movió. No pensó. Le diría exactamente lo que quería que ella hiciera. Y eso era exactamente lo que ella quería. Después de estar a cargo todo el día, gustosamente dejaría a Bennett hacerse cargo de ella. Llevó la mano a su cintura y se ocupó de la hebilla de su cinturón, sus ojos azul medianoche permanecieron bloqueados con los de ella.
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Se dejó caer sobre la alfombra. Abrió la cremallera de sus vaqueros y tiró bruscamente de la tela hasta que los pantalones quedaron alrededor de sus tobillos. No llevaba ropa interior. Su polla rebotó en contra de su vientre. Él entrelazó ambos manos a través de su pelo y le empujó la cara contra su ingle. —Tómame todo. Cerrando los ojos, ella dejó a Bennett guiarla adonde él quería. La húmeda punta de su polla le cepilló los labios. Abrió más la boca cuando la dura carne resbaló sobre su lengua. Cuando la cabeza de la polla tropezó contra el cielo del paladar, combatió el reflejo de náuseas hasta que tomó toda su longitud. Ben sujetaba su cabeza en el lugar. —Traga, —le dijo. Los músculos de la garganta se contrajeron alrededor de la cabeza y él gimió—. Otra vez. —Ainsley exhaló y tragó dos veces en una rápida sucesión—. Cristo, eso estuvo bueno. Suficiente. —Bennett lentamente se movió hacia atrás—. Chúpame duro. Las manos de la mujer se apoyaron en sus nalgas para empujar a su cuerpo más cerca. Las bolas chocaron contra su barbilla. Entonces comenzó a chupar. Bennett interrumpía esa apremiante succión cada vez que se echaba atrás hasta que la punta de la polla rozaba sus dientes. La dejó humedecerse los labios antes de deslizar su falo hacia adentro, alojando otra vez la polla en su garganta. —Ah, joder. Podría observarte toda la noche. Eres más caliente que el fuego de rodillas con mi polla llenándote la boca. —Levantó la vista sobre él. No sintiéndose pasiva, sino poderosa—. Tan hermosa. —Los dedos trazando amorosamente cada plano y ángulo de su rostro—. Tan obediente. Hazme correr, ángel. —Mantuvo las manos en sus mejillas mientras bombeaba adentro y fuera de su boca con rápidos y cortos empujes. Ainsley se enfocó en la punta, serpenteando con la lengua debajo de la cabeza mientras chupaba en sentido opuesto a los impulsos de él. 267
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Sus manos se apretaron, su respiración se aceleró y él hizo un sonido gutural mientras se corría con chorros calientes. Una neblina de satisfacción la recorría mientras tragaba. Siguió lamiendo y chupando hasta que él apretó su mandíbula, obligándola a soltarlo. Bennett se dejó caer en contra de la pared con un suspiro pesado. Ella permaneció de rodillas, pasando las puntas de los dedos hacia arriba de sus lados desnudos a la vez que acariciaba con la nariz su estómago. Disfrutando de tocarlo. —Ainsley, —le dijo con esa voz enronquecida por el sexo. Envolvió las manos alrededor de sus bíceps y la empujó sobre sus pies. La mirada enfocada firmemente en su boca—. Adoro ver tus labios tan brillosos y llenos después de que me chupas. Es malditamente sexy. —Se inclinó hacia adelante y cepilló la boca sobre la de ella. Dos veces. Entonces murmuró—, trae tu vibrador. Ella vaciló lo suficiente para que él arqueara una ceja como diciendo, ¿Por qué todavía estás aquí cuestionándome? y se dio prisa a ir a la mesita de noche del dormitorio. Dado que Bennett no había especificado qué vibrador, escogió el modelo más básico de la balita plateada. Regresó a la sala de estar para encontrar que él había reacomodado el mobiliario, colocando una silla de cocina de respaldar recto frente a una de las sillas de párroco color verde. Se había vuelto a subir sus vaqueros y sacado sus botas. Su postura apoyando el trasero en el sofá podría haber sido distante… los brazos cruzados sobre su pecho… pero el calor en sus ojos casi le incendiaba la ropa. —Quítate la ropa interior. Y las medias. —Sonrió salvajemente—. Pero vuelve a ponerte los tacones. Después que terminó de reacomodar sus tacones, Ben tendió la mano para que le diera el vibrador y señaló la silla de la cocina. —¿Sabes lo que he estado pensando desde que te vi arriba de ese escenario, viéndote tan condenadamente profesional con esa falda haciéndote un culo tan sexy? —Ainsley negó con la cabeza—. ¿Cuánto quería verte levantarte la falda con tu mano hasta que te 268
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hicieras correr por ti misma? —La estudió—. ¿Alguna vez hiciste eso? ¿Estuviste tan caliente que tuviste que ocuparte de ti misma en tu oficina? —No. —No me mientas. —No. Nunca lo hice. Te lo juro. —Bueno. —Bennett se ubicó en la silla de párroco a menos de un metro y medio de donde estaba sentada—. Piensa en ello. Estás vestida tan formal y correcta, pero tus pensamientos son tan sucios. Estás tan desesperada por correrte que trabaste la puerta de tu oficina. Nadie puede verte. Nadie sabe lo que estás haciendo. Muéstrame lo que harías. Su pulso salió disparado como un cohete. A Bennett le gustaba jugar. Sus manos temblaban mientras los dedos avanzaban lentamente por debajo de la sedosa tela que cubría sus piernas. Cuando llegó al dobladillo, tiró de la falda hacia arriba, no haciendo un striptease, sino tratando de evitar el temblequeo de sus muslos. Una vez que el material estuvo rodeando sus caderas, miró a Bennett. —Tócate. Se palmeó el montículo, separando los labios de su coño con el dedo medio. Hizo círculos con la punta alrededor de la abertura, la deslizó hacia atrás y realizó el mismo movimiento giratorio alrededor de su clítoris. Entonces de un lado a otro. Siguiendo la hendidura hacia abajo, empujó el dedo adentro de su vagina. —¿Te sentías caliente cuando tenías a mi polla en tu boca? —Sí. —Fóllate. Usa dos dedos. Ainsley separó las rodillas un poco más y presionó dos dedos profundamente. Moviéndolos adentro y afuera, tratando de no sentirse avergonzada por el ruido a
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húmeda succión que hacía su cuerpo. Apretó su clítoris contra la dura carne de la base del pulgar. —Eso es, nena, vamos. Tómalo. Puedo ver que estás casi allí. Arqueó la espalda, quitando la mano para que su dedo medio pudiera chasquear sobre su clítoris. Tan cerca. Tan cerca... Justo... allí. Jadeó, disfrutando de esas dulcísimas palpitaciones de su orgasmo. En ese momento, sus pensamientos eran puramente egocéntricos. No pensaba en Bennett en absoluto. Cuando la última contracción se desvaneció, cálidos labios se posaron sobre los de ella. Impacientes dedos restregaban los botones de su suéter. Ella quería hundirse dentro de ese beso, pero Bennett murmuró, —Quítate. Todo. Ainsley se levantó y colgó el suéter sobre el respaldo de la silla. Se desabrochó la falda y la deslizó por sus piernas hasta el suelo. Las manos de Bennett estaban en la parte inferior de su camiseta de encaje. Se la pasó por la cabeza, haciéndola a un lado y atacó los ganchos de su sujetador. Entonces quedó completamente desnuda a excepción de los zapatos. Y los ojos hambrientos de Bennett se comieron cada centímetro. La condujo al cuarto de baño y encendió todas las luces. —Arriba, de rodillas. Sobre el mostrador. De frente al espejo. Ella realmente espetó: —Pero ¿por qué? —Antes de que dos duras nalgadas picaran en su trasero. —Ahora. No sólo su cara ardía, sino que sentía a todo su cuerpo quemar mientras se tambaleaba para subirse a la baja mesada. No quería ver todos los defectos de su cuerpo bajo lo que parecía la iluminación de un estadio. Su cabeza cayó hacia adelante por propia voluntad y el pelo le oscureció el rostro.
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Bennett cogió un puñado de pelo y le empujó la cabeza hacia arriba. —Mírate. —Y‐yo no quiero. —No te lo estoy pidiendo. —Contempló sus grandes manos en el espejo. De la aspereza de Ben a su propia suavidad. Esas manos de piel callosa vagaban por su cuerpo. Sosteniendo sus pechos, jugando con sus pezones, delineando la ancha forma desde sus caderas a los muslos—. Eres preciosa, ángel. Tan intrépida, sin embargo, tan sumisa. No hay nada más sexy para mí. No hay duda de que eres toda una mujer. Y lo afortunado que me siento de que seas toda mía. Un tipo diferente de calor, una sensación de fusión, le llenó el pecho. Bennett la conocía tan bien. Sabía cuándo necesitaba fortalecer su confianza. Cuándo obligarla a dejar de pensar para simplemente sentir. Sólo obedecer. Puso el vibrador en su mano. —Hazte correr con esto. Descubre lo hermosa que eres cuando te dejas ir. Una buena cosa acerca de esta escena… el vibrador podría hacerla llegar rápidamente. Ainsley apoyó la palma izquierda contra la pared y encendió a la balita de plata con la máxima velocidad. Cuando colocó la punta del vibrador sobre su clítoris, las manos de Bennett le ahuecaron los pechos. Los dedos jugaban con sus pezones. Entonces la boca masculina conectó con la curva de su cintura. Oh. Eso se sentía fantástico. La cadena de besos mojados bajando por su espalda. El agudo mordisco de los dientes y los dulces y calmantes besos presionando sobre la piel que había pellizcado. Cuando la piel de gallina se extendió por todo su cuerpo, él se rio y retorció a sus pezones con rudeza. Ella jadeó. Entonces se dio cuenta de que se suponía que iba a utilizar el vibrador y lo puso directamente sobre su clítoris.
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—No, no. Todavía no. Jódete con él. Quiero verlo desaparecer dentro de ese apretado coño. Ainsley apoyó la longitud contra su raja antes de insertar el objeto zumbador, dejando caer la cabeza hacia atrás mientras se perdía en el placer. Una dura nalgada en su culo volvió a enfocarla en el espejo. Él proporcionaba una deliciosa agonía a su espalda con esa malvada boca suya. Se observó en el espejo empujando al vibrador dentro de su agujero, dándose cuenta de lo excitante que era ver a su henchido y brillante sexo tragándoselo. —Córrete para mí, ángel. Muéstrame eso otra vez. Sacó la bala y mantuvo la punta directamente sobre su clítoris. La visión, los sonidos y las vibraciones eran apabullantes. Gimió cuando los tejidos hinchados pulsaron y gimió aún más alto cuando Bennett le pellizcó los pezones. —Mírate, —le ordenó. Y lo hizo. No sintió rechazo al ver su propio reflejo, se deleitó en él. No tenía que disculpase por ser una mujer lasciva y sensual montando la ola del éxtasis provocado por la orden de su amante. —Eso es, hermosa. Mírate como yo te veo. Esas dulces palabras tuvieron más impacto que la seguidilla de orgasmos. Bennett besó un camino subiendo por su lado izquierdo, deteniéndose para acariciar con la nariz la parte inferior de sus pechos. —Dame el vibrador. Ainsley lo tendió. Manteniendo sus miradas bloqueadas en el espejo, él chupó la bala dentro de su boca. Entonces la lamió por completo con largas caricias de su lengua, haciendo satisfechos gruñidos antes de sacarla de su boca. Ok. Eso fue caliente. Hablando de hacerla chorrearse otra vez. 272
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Bennett la ayudó a bajar del mostrador, asegurándose de que estuviera estable parada con sus zapatos de tacones altos, antes de soltarla. Se quitó la camisa. Abrió sus vaqueros. Se enfundó en un condón. Sus ojos estaban salvajes por la lujuria. Toda esa masculina impaciencia se debía a ella. Ainsley levantó la barbilla e hizo una mueca. —Ooh. La chica se está poniendo arrogante. Tomaría eso como un desafío personal si mi polla no estuviera por reventar. Inclínate. Las manos contra el piso. Abre tus piernas muy anchas. Esa dominante voz de Dom hizo su magia de mala manera. Nuevamente su sangre corría a toda velocidad. Tan pronto como las puntas de sus dedos tocaron los fríos mosaicos, Bennett estuvo detrás de ella, biselando las caderas a su gusto. Abrió su coño con los dedos y zambulló a su polla hasta la raíz. Su húmedo sexo se cerró alrededor del eje en un beso íntimo. Bombeaba con violencia contra ella, su pelvis martillando más rápido con cada profundo empuje. Tomándola cómo quería. A fondo. Sin reprimir nada, simplemente una dura y rápida follada que la dejaba jadeante por su ferocidad. Él estaba más allá de decir algo coherente. Los gruñidos, gemidos y una respiración superficial eran su forma de comunicarse. Y Ainsley lo comprendía perfectamente. Aminoró el ritmo y las puntas de los dedos hurgaron para colarse dentro de las mejillas de su culo. Sintió a su polla extenderse, sintió la violenta pulsación en contra de su canal mientras él se corría con un interminable estremecimiento de todo su cuerpo, el que Aisnley sintió bajando por su propio cuerpo hasta los dedos de sus pies. Bennett se encorvó por encima de ella, sosteniéndose con la mano apoyada contra la puerta del cuarto de baño. —Joder, mujer, —rugió en su oído—. Tú… yo… —se rió—. Infierno, no puedo pensar claramente. Espera. —Se empujó hacia arriba y salió de ella. Curvó los dedos sobre sus hombros y lentamente la empujó en posición vertical—. Quédate allí. 273
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Con su visión periférica lo vio descartar el condón. Entonces la hizo girar alrededor y la besó. No suavemente. No juguetonamente. Sus besos eran voraces. Abrió la puerta sin perder una pulsación. La empujó dentro de su dormitorio y no liberó el sello de sus bocas hasta que las partes traseras de sus pantorrillas golpearon contra el colchón. Entonces suavemente la hizo sentarse y se puso de rodillas. —Ahora sé por qué a esos zapatos los llaman fóllame. Cuando los vi hoy en todo lo que pude pensar fue en follarte. —Y ahora veo que valieron lo que pagué por ellos. —Definitivamente. —Abrió la hebilla y le quitó el zapato derecho, tomándose un momento para masajearle el arco. A continuación hizo lo mismo con el zapato del pie izquierdo. Ella no pudo contener el gemido de deleite cuándo masajeó a su pie izquierdo. Se dejó caer hacia atrás encima de su esponjoso acolchado con un suspiro. —Un gran evento, dos orgasmos, sexo fabuloso y ¿un masaje de pies? Podría morir feliz ahora mismo. Él se rió y la besó en la mejilla, ubicándose a su lado, dejando que sus pantorrillas colgaran fuera a la cama al lado de las suyas. En ese momento ella supo que Ben estaba de regreso. Se estiró para tomar su mano. —¿Te quedas conmigo esta noche? ¿O necesitas regresar por tu camioneta? —Todavía no. No me importaría meterme debajo de las cubiertas, sin embargo. Después que se metieron entre las sábanas, Ben se acomodó abrazándola en forma de cucharita desde atrás, curvándola en contra de su cuerpo, casi inmovilizándola por completo. —Gracias por invitarme a la fiesta de tus padres. —De nada. Merecías estar allí. Encajaste perfectamente. 274
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—Lo cual es extraño, dado que nunca estoy alrededor de mi familia, y raras veces alrededor de tantos niños. —Los McKays estaban en pleno vigor hoy. —Tú estabas… aislado. Las rugosas puntas de sus dedos se arrastraban de arriba hacia abajo por su brazo. —Es la manera en que funciona. Soy considerado uno de los reservados, un hombre de pocas palabras, y usualmente ninguna de importancia, así que nadie me presta demasiada atención. —Pero eso te da la oportunidad de prestarles atención a ellos. —Hizo una pausa—. ¿Es por eso que estás tan a tono con… la gente? ¿Porque te pasaste toda una vida observando? —Probablemente. Y sin caer en la psicocháchara, era el hijo del medio. Incluso ahora que Gavin apareció sigo siendo el del medio. Quinn… bueno, papá piensa que el sol sale y se pone con Quinn. Y Chase es el chico súper estrella de oro. Un poco difícil para sobresalir. Así que siempre supuse que lo mejor era fundirme. Ainsley trató de rodar para mirarlo a los ojos, pero él la sostuvo en el lugar. —¿Fundirte? Odio darte esta noticia, pero tú no te fundes. Tú eres… —Tal vez él no apreciaría su percepción por lo que se contuvo. —¿Soy qué? —Arremetedor. Eras holgadamente el hombre más arremetedor en el lugar. En cualquier lugar. Ya sea en el club o en medio de tus parientes. —¿Ah, sí? —Sí. Guardamos nuestra distancia hoy. Pero supe en todo momento dónde estabas. Tu cuerpo era la luna y el mío la marea, y tú tenías una tracción sobre mí. La cual tuve que resistir, idiota. —Lo codeó ligeramente en el intestino.
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Ben se rió por lo bajo. —Diría que estabas mostrando un aura aislada bastante seria hoy. No vi que muchos de tus parientes se acercaran a ti además de Chase. Y esos dos hombres más chicos, pero no estuvieron por ahí por mucho tiempo. —Eran Tell y Dalton. Hay un dinamismo en la familia que me tomaría el resto de la jodida noche y parte de la mañana para explicar. —Acarició las partes traseras de sus nudillos—. Supongo que no estaba al tanto de que tuviera esa vibración hoy. —Me alegra oír que sólo se trató de hoy y no es así todos los días. —Ainsley volvió a sumirse en el silencio. —Odio cuando haces eso, ángel. Porque sé que los engranajes están girando. Dime lo que pasa por tu mente. —Sólo me preguntaba cuánto de ese desapego se manifestó después de que aceptaste tu naturaleza dominante. Como que si le permitieras a la gente más cercana ver esa parte de ti, temieras que no la aceptaran. —No lo aceptarían. —Masculló, acariciándole la piel—. ¿Lograste llegar a todas estas conclusiones sólo en el día de hoy? —Soy bastante buena juzgando a la gente, Ben. A pesar de mi exmarido. Me preocupaba por esta misma clase de cosas con él. No aceptó esa parte sexual de mí. Y nunca le pedí que me hiciera ni la mitad de cosas que me has hecho tú. Así que comprendo tu necesidad de mantener en secreto esa parte de tu vida. Dean… realmente me amenazó con contarles a nuestros amigos, a mi jefe, a nuestros compañeros de trabajo, y a nuestros padres de mis pervertidas peticiones sexuales. Durante meses, cada vez que veía a nuestros compañeros de trabajo riéndose disimuladamente, me preocupaba si él lo habría compartido en medio de una charla de oficina. Ben rodó y la atrajo encima de él, apoyando una mano en su culo para evitar que se alejase. La otra mano le sujetaba la mandíbula.
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—Primero… no te hago cosas a ti, hago cosas para ti. Una enorme diferencia. Segundo… me siento orgulloso de ti por haberte dado cuenta de que sus complejos no eran los tuyos y por haberte dado la oportunidad de vivir la vida que querías. Tercero… si alguna vez conozco a ese egoísta hijo de puta, le dejaré el culo ensangrentado. No hay pecado más grande que romper la confianza. Era tu marido por el amor de Dios. Se suponía que tenía que ser un refugio seguro para ti, no cargarte de culpas amenazando con ridiculizarte. Este hombre, que la conocía hacía sólo tres semanas, la conocía mejor que nadie, a quién ella era en su nivel más básico, y todavía aceptaba sus complejidades y comprendía sus inseguridades, mejor que lo que cualquier hombre alguna vez había hecho. Nadie en su pasado… hombre o mujer… jamás la había protegido como Ben. Nadie nunca la había fortalecido derribando las paredes detrás de las que había estado escondiéndose. Ese conocimiento por un lado la mantenía a flote y por otro la llevaba a la desesperación, porque esta cosa entre Ben y ella tenía fecha de vencimiento. ¿Verdad? Cerró los ojos, sintiendo esas estúpidas lágrimas importunas intentando liberarse. Se sacudió de su agarre. Y él le permitió alejarse. Pero Ben no la soltó. Simplemente volvió a acomodarla en su posición previa y la abrazó mientras ella recuperaba la compostura. Él dejó que el roce de sus manos sobre su piel la apaciguase de formas que las palabras no podrían. A veces ser un hombre de pocas palabras tenía sus beneficios. —Gracias, —susurró Ainsley. —Cuando quieras. —Estoy cansada. El la besó en la sien. —Duerme. —¿Te quedas? 277
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—Un ratito. Se acomodó en su almohada. —Sé que no hemos pasado mucho la noche juntos, pero me alegro que estés aquí. —¿Por qué? —Empujó la pelvis contra su trasero—. Porque esto me está gustando un montón. ¿Cómo podría decirle que compartir la misma cama parecía mucho más íntimo que el sexo? Dormida se sentía aún más vulnerable. ¿Layla habría tenido razón? ¿Estar en su cama rodeada por su cuerpo caliente era una puerta de entrada a una droga para desear más? ¿Más de lo que ella podría tener? —¿Ainsley? —Lo siento. Comencé a cabecear. —Besó sus bíceps. —Mentirosa, —le susurró en el oído—. Y sólo para que lo sepas, eres bienvenida a mi cama cualquier noche. Incluso sacaré a patadas a los perros por ti. Ella se rió. —Bien, dudo que mis gatos sean tan acomodaticios.
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CAPÍTULO 19 Antes de ocuparse llenando su día en cortar troncos y tablones para un pedido de muebles, Ben cargó a sus perros y se dirigió a la casa de Rielle. A diferencia de Chase, a él no le pareció extraño que Gavin hubiera optado por quedarse en el alojamiento de Rielle. Era un territorio neutral y no tenía que acomodarse al horario de nadie. Ben no había hablado mucho con Gavin ayer, y se dio cuenta que nunca había tenido una conversación personal cara a cara a solas con su hermano mayor, y ya era hora. Además, tenía que acercarse a Rielle para hablar sobre su situación financiera, como Tell y Dalton le habían recordado ayer por la noche, sin importar el estado de ánimo en que se encontrara ella y dejando de lado su propia inseguridad acerca de dónde iba a sacar su parte. Los perros saltaron de la plataforma de la camioneta y salieron corriendo entre los árboles junto a los tres perros callejeros de Rielle. Rielle lo recibió en la puerta, abriendo el postigo. —Hola, forastero. —Buenos días, Rielle. Algo huele bien. —Hay café recién hecho y muffins calientes adentro. Ella estaba de buen humor, lo cual era un buen presagio para él. —No me detuve aquí esperando ser alimentado, pero ahora que lo ofreciste. no voy a decir que no. —La siguió a la cocina. —No supuse que te detuvieras para hablar conmigo de todos modos. —Señaló las tazas—. Sírvete.
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—¿Gavin está arriba ? —Se metió en la ducha cuando llegaste. Ben se sentó en el mostrador, se sirvió una taza de café y puso dos muffins de arándanos en un plato. —Quería hablar contigo de algo. —Suena serio. —Lo es. Quería tocar el tema en privado. —Ahora me estás asustando. Ben miró a Rielle a los ojos. —No voy a andar con rodeos. ¿Cuántos problemas financieros tienes? Las mejillas de la mujer se volvieron rojo brillante y sus manos se apretaron en la taza de café. —Te dije que te pagaría por los muebles. ¿Viniste para embargarlos? —Dios no. Eso es bastante insignificante, teniendo en cuenta todo lo que estás debiendo, ¿no crees? —Ella asintió con la cabeza—. Entonces dime, Ree, ¿cómo de mala es la situación? —Mala, —susurró. El sabor amargo que Ben sintió en su boca no se debía al intenso sabor del café. —¿Puedo preguntarte cómo te enteraste? —Preguntó Rielle. —¿Además de haberte llevado al banco y saber que te negaron un préstamo? Sus labios formaron una sonrisa burlona. —¿Así que todo el pueblo está al tanto de mi situación financiera? ¿Todo el mundo está murmurando que la hippie no tiene ni idea de cómo manejar el dinero? 280
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—No. Y si alguna vez escuchara a alguien decir mierdas como esas sobre ti, les rompería la boca. —Sé que lo harías. Eres un buen amigo, Ben. Uno de los pocos amigos que tengo en este pueblo, a pesar de haber vivido aquí toda mi vida. —Rielle se terminó su café como si fuera whisky—. Entonces, ¿cómo te enteraste? No había razón para endulzarlo. —Rory. Sus ojos se transformaron en astillas de hielo y apoyó la taza con un golpe. —¿Mi hija te llamó? —No. Al parecer, ella habló con Dalton cuando estuvo en Laramie, y Dalton me lo dijo a mí. Está preocupado por ella. Un silencio desconcertado. Rielle hizo un sonido de dolor. —Ella no puede... Es por eso que... —Se cubrió la boca y las lágrimas se agruparon en sus ojos duros. Cristo. No había querido hacerla llorar. Se acercó a ella y la tomó en sus brazos. —Ey. Rory es una chica genial, Ree. Hiciste un gran trabajo convirtiéndola en una adulta juiciosa y responsable. Esta situación de mierda las lastima a los dos, pero encontraremos como resolverlo, ¿de acuerdo? Tomó un minuto más o menos, pero Rielle dijo: —De acuerdo. —Bueno. Porque estoy demasiado jodidamente viejo para tener nuevos vecinos mudándose por aquí. Ella se echó a reír. Y sollozó. Y lo abrazó con más fuerza. 281
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—Gracias. —Dio un paso atrás y se limpió las mejillas—. ¿Supongo que no mencionaste todo esto si no tuvieras ya un plan? Ben quitó la envoltura de la parte inferior de su panecillo. —Tengo un plan. Pero voy a ser sincero. No creo que te vaya a gustar mucho. ¿Estás atrasada con el banco en... once meses de tu préstamo? —Diez, —lo corrigió—. Tengo alrededor de treinta días antes de que me declaren morosa. —¿Cuánto tienes que pagar para ponerte al día en los próximos treinta días para evitar la ejecución hipotecaria? —Tengo que pagar los primeros seis meses y todos los cargos. Entonces tengo sesenta días para pagar el resto y dejar la cuenta al día. —¿De cuánto estamos hablando? Rielle cerró los ojos y respiró hondo. —Ciento doce mil dólares. Mierda. Eso era mucho más de lo que había previsto. No tenía esa cantidad de dinero. ¿Dalton y Tell podrían reunir esa cantidad? ¿Y además darle un anticipo por las tierras una vez que hubieran evitado la ejecución de una hipoteca? —Entonces, por favor, cuéntame más acerca de este plan tuyo, porque en este momento, firmaría un pacto con el diablo para no perderlo todo. Él la miró. —Los McKays fueron llamados agentes de Satanás y engendros del diablo antes, por tu propio padre, si no recuerdo mal. —Suena a algo que diría él, ya que constantemente se refería a mí como la Ramera de Babilonia.
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Realmente le sorprendía a Ben que el padre de Rielle y Casper no se hubieran llevado mejor, dado que estaban cortados por la misma tijera. —Este es el trato. Dalton, Tell y yo te daríamos los fondos para ponerte al día con los pagos al banco. Eso te dará un poco de tiempo para decidir si quieres vendernos toda la parcela de tierra, o sólo una parte de ella. —¿Quieren la sección frontal del arroyo, verdad? —Sí. Serían unas tierras maravillosas para el pastoreo y es la sección que está más cerca del resto de nuestras tierras. Mira, si quieres subdividirlas, estaríamos abiertos a eso, porque no queremos que te marches. Pero también consideramos que sería preferible que nos vendieras las tierras a nosotros y ponerte al día con el banco, en lugar de que el banco se quede con todo y terminaras sin nada. —¿Tienes el dinero en este momento? —Le preguntó con escepticismo. Trató de evaluar la mejor respuesta para el estado de ánimo de la mujer. Si le decía que conseguir esa cantidad de dinero no sería un problema, ¿se sentiría resentida? Probablemente. Dijo una verdad a medias. —No toda esa cantidad, pero sé dónde puedo conseguirlo. —Jesús. Esperaba poder encontrar alguna escapatoria financiera… y pronto. —Yo... no lo sé. Suena como una gran solución, pero necesito algo de tiempo para procesarlo en mi cabeza. —No te tomes demasiado tiempo. —¿No es eso lo que Tell y Dalton le habían advertido también? —No lo haré. —Y prométeme que no vas a hacer nada hasta que hayas hablado conmigo primero. Rielle asintió. La puerta giratoria de la parte posterior de las escaleras se abrió.
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—Debería haber comido antes de ducharme porque el… —Gavin se detuvo y miró de Ben a Rielle—. Lo siento. ¿Interrumpo algo? —No. De hecho, vine a hablar contigo, ya que no tuvimos la oportunidad ayer. Rielle insistió en que comiera mientras te esperaba, y bueno, yo nunca le digo que no a una buena cocinera. —Hablas como un hombre soltero. —Gavin se sirvió una taza de café—. Pero eso no explica por qué parece como si Rielle hubiera estado llorando. Ella se rió exagerando un poco su alegría. —Es por cortar las cebollas para el quiche que vamos a comer en el almuerzo. Gavin tenía aspecto de no creerle, pero le sonrió de todos modos. —Es bueno saberlo. No me gustaría tener que pegarle a Ben si de alguna manera denigró tus muffins. Rielle hizo rodar los ojos. —Ben nunca haría eso. Es un buen tipo, honesto como él solo. —Ben hizo un sonido de mordaza—. Además, él sabe lo que le conviene. —Ella le guiñó un ojo—. Si necesitas algo más, grita. Estaré en mi oficina. Gavin volvió a llenar su taza de café y cargó su plato con un muffin y un plátano. —Parece que te llevas bien con Rielle, —comentó Ben. —Esta es la tercera vez que me hospedo con ella. Como si eso lo explicara. —¿Cuánto tiempo te quedas? —Saldré a las seis de la tarde en un vuelo directo de Rapid City a Phoenix. —Cortó el plátano en cuartos exactos—. Me gustaría quedarme más tiempo, pero mi ex‐ esposa no
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puede manejar a nuestra hija durante más que un fin de semana, así que tengo que estar de vuelta para llevar a Sierra a la escuela mañana. —¿No tienes una relación amistosa con tu ex? Gavin cortó su bollo en cuatro secciones iguales. —Si el fuego amigo cuenta, entonces, sí, es amistosa. Ben se echó a reír. —Lo siento, probablemente no fue tu intención que eso sonara divertido. —Hay tan pocas cosas divertidas acerca de la situación que trato de reírme cuando puedo. —Masticó y tragó un trozo de bollo, seguido de un trozo de plátano. —Háblame de… —mi sobrina—, …tu hija. —Sierra es una típica chica adolescente. Llena de dramas y angustias en su vida diaria. Su madre sólo se suma a eso por negarse a ser la madre de Sierra… ella prefiere salir de compras con Sierra como amiga y confidente. Así que cuando vuelve a mi casa después de un fin de semana con mi ex, argumenta incesantemente, rompe las reglas y me vuelve tan jodidamente loco que quiero mandarla a un internado. —Sin ánimo de ofender, pero me alegro de no tener hijos. —Ah . Ahí radica el problema. Después de un par de días, Sierra vuelve a ser mi dulce, divertida, maravillosa, sólo un poco molesta hija de siempre. —Por lo menos no es malcriada todo el tiempo. Gavin se comió su tercera porción de la combinación de muffin y plátano. —Ahí es donde Rielle me dice que tengo que enfocarme. Dado que ella sobrevivió a la adolescencia de su hija, espero sobrevivir también. Ben no podía dejar de mirar a Gavin mientras se pasaba la mano a través de su pelo corto. Esa era la diferencia más obvia entre él y sus hermanos… todos ellos tenían el
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pelo de color casi negro del lado de los McKay. Pero el pelo de Gavin era castaño y ligeramente rizado, igual al de su madre. Y se sintió un poco extraño al notar que tenía los rasgos faciales de Quinn, Chase y su padre, casi en una mezcla perfecta, por lo que no se veía exactamente igual a ninguno de ellos, pero se parecía a todos. —Uno pensaría que se acostumbraría a semejante escrutinio después de anoche. —Lo siento. ¿Cómo te tomaste tu parte del espectáculo de anoche de todos modos? —Chase fue el pura sangre y yo era el chucho que arrastraron a casa del que todo el mundo estaba a la expectativa de ver sus impresionantes trucos. Probablemente fui una gran decepción. Guau. Esa fue una dura evaluación. Gavin suspiró y miró a Ben. —Eso estuvo fuera de lugar. Es que... ¿Puedo ser franco? No sé qué mierda estoy haciendo aquí. Todo es demasiado surrealista todavía, eso de, ey, tienes toda una nueva familia. Especialmente anoche. Me sentía como si hubiera estado parado frente a uno de esos pequeños coches de payaso, y más y más gente seguía saliendo, sabiendo que estoy de alguna manera relacionados con todos ellos. La familia McKay abrumaba a Ben a veces y él había crecido alrededor de ellos. No podía imaginar cómo se sentía Gavin. —¿Alguien te hizo pasar un mal rato? —En realidad no. Keely fue obviamente la más curiosa. Pero desapareció rápidamente cuando Jack y yo empezamos a hablar de negocios. —Keely puede volverse insistente, pero es ferozmente leal a todos sus primos McKay. Aunque no tengas el mismo apellido, tienes la misma sangre, por lo que ella considera que ahora eres su primo también. —Grandioso. ¿No es por casualidad la madre del cabecilla de la pandilla de los niños McKay? 286
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—No. Probablemente estás hablando de Kyler. Keely es su tía. ¿Por qué? —Ese chico me arrinconó y me preguntó si yo era rico. Buena cosa que Cord no haya oído eso o hubiera pateado el culo de su hijo. —¿Qué le dijiste? —Le dije que no y le pregunté si podía prestarme cinco dólares. Ben se echó a reír. Gavin tenía un mejor sentido del humor del crédito que le había dado. Pero con solo mirarlo podía ver que el hombre estaba tenso. —¿Qué más está pasando, con esta imprevisible familia? —Disfruté mucho de pasar tiempo con Charlie y Vi. Aquí y cuando vinieron a Arizona. Fue genial ir a la PBR a ver la monta de Chase y conocer a Ava. Pasé ayer por la mañana por la casa de Quinn y me llevó a recorrer el rancho. Libby definitivamente tiene sus manos llenas con esos dos niños. ¿Pero en cuanto al resto? Lo siento. —No lo sientas. Entiendo lo que estás diciendo. Tratas de encontrar dónde encajas en nuestras vidas, y entonces te arrojan otras cien piezas del rompecabezas. —¿Sueno como un quejica? —No, suenas como un hombre que no está dispuesto a ser presionado para meterse dentro de algo para lo que no está preparado. Gavin le sostuvo una seria mirada. —Espero que tu familia agradezca tu comprensión, Ben. Yo seguro que lo hago. Tenía la intención de pasar por tu casa esta mañana para charlar un rato, pero te me adelantaste. Eso apaciguó un poco a Ben, a pesar de que era consciente de ser el último en la lista ya que era el menos interesante de sus hermanos. Un sordo zumbido sonó cuando Gavin sacó el móvil de su bolsillo delantero. Él dijo:
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—Dame un segundo. —Entonces—, Hola, cariño. ¿Por qué estás levantada tan temprano un día domingo? Ajá. No, no lo sabía. Parece que lo pasaste bien. ¿Qué vas a hacer hoy? —Se quedó en silencio durante un minuto, y su cara se puso roja—. No. Absolutamente no. Para con eso. Ahora mismo. No me amenaces ni me sobornes con palabritas dulces porque no va a funcionar conmigo. Mi respuesta es no. Me importa una mi… un comino lo que piense tu madre. ¡Porque tienes catorce años! Ponla en el teléfono. Ahora. Ben se preguntó si debía salir de la habitación. Una pausa. —Escúchame, Ellen. Si firmas el formulario de consentimiento, voy a estar en la oficina de mi abogado a primera hora mañana por la mañana, pediré la custodia exclusiva de Sierra, y sin derechos de visita. ¡Porque ella no tiene que perforarse su maldita ceja! Ni la nariz, ni el labio o el ombligo. Ni intentes argumentar toda esa mierda conmigo. Fin de la discusión. Y será mejor que no vea un jodido piercing en ninguna parte de su cuerpo cuando la recoja esta noche, ¿está claro? Pásame con ella. — Gavin se paseaba de un lado a otro—. Hola. No, cariño, más despacio. Osita, ya sabes cómo se pone. Todo está bien. Me alegro de que me hayas llamado. Por supuesto. Yo también te echo de menos. Nos vemos esta noche. —Tranquilamente cerró el teléfono y apoyó las manos sobre la encimera, dejando que su cabeza colgara hacia abajo. —Esa‐jodida‐maldita‐mujer‐hijadeputa‐de‐mierda‐Voy‐a‐matarla‐de‐una‐puta‐vez‐ con‐mis‐propias‐manos. Eso fue inesperado saliendo del Sr. Calma y Elegancia. Gavin respiró hondo varias veces, antes de mirar a Ben. —Lo siento. A veces la completa estupidez de mi ex todavía me asombra. Trato de quitarme la frustración del sistema antes de estar cerca de Sierra. —¿Entonces eso no fue... dirigido a Sierra ? Gavin lo miró horrorizado. 288
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—Dios no. —Ah. —Ben no tenía ni idea de qué decir. Gavin suspiró profundamente. —Una gran impresión. No sólo hice un despliegue de mis quejas y mi lado sarcástico, sino que demostré que tengo un fusible rápido, mal carácter, soy propenso a las palabrotas y... —¿Y? —Ben lo instó. —Eso es todo. ¿No es suficiente? —Nop. Me gustaría ver cómo actúas cuando estás borracho. Apuesto a que es cuando realmente te dejas ser. Él se echó a reír. —Me vendría bien un trago de tequila en este instante. —Estás de suerte. Sucede que tengo una gran selección de tequilas en mi casa. —He oído todo sobre la casa que construiste. Charlie está muy orgulloso de ti. ¿Su padre había estado presumiendo de él? Eso era raro. Pero lindo. —Podríamos ir allí ahora si tienes tiempo. —Me encantaría. —Gavin recogió sus platos y los enjuagó en el fregadero. Eso sorprendió a Ben también. Asumía que un hombre rico como Gavin estaba acostumbrado a tener criadas alrededor y gente acomodando todo detrás de él todo el tiempo. ¿Y qué asumiría Gavin sobre ti? Esperaba que el momento de los supuestos fuera una cosa del pasado.
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CAPÍTULO 20 Después de ese día monumentalmente de mierda, Ben no se molestó en entrar a su casa. Se dirigió directamente a su carpintería, necesitando conectarse con una parte de su vida que le provocaba alegría. Una actividad que era absolutamente suya, un talento que no se lo debía al rancho, ni a su familia, ni siquiera al club. Trató de no pensar en la evasión de Rielle cuando le había preguntado en qué parte de su proceso de decisión estaba. Hizo a un lado la preocupación de que de alguna manera hubiera jodido esta compra de tierras y que sus primos —no, toda su familia— lo culparan por ello. Aplastó su resentimiento porque Dalton y Tell no hubieran puesto ningún reparo cuando les había informado la cantidad de efectivo que necesitarían para solventar el préstamo actual de Rielle. ¿Cuándo se había convertido en el miembro más pobre de su familia? ¿Y por qué mierda eso le molestaba tanto? No pienses en eso. El olor de la madera lo apaciguó. Ya sea por el aroma del pino ardiendo en la estufa, la fragancia de la madera fresca recién cortada, o el olor de las virutas de cedro debajo de sus pies. La mejor forma de combatir su mal humor era esculpir. Escogió un pedacito de nogal y lo hizo rodar dentro de sus manos, estudiando los espirales y las volutas de las vetas de la madera. Algunos talladores podían observar un trozo de madera viendo la forma que adoptaría. El cerebro de Ben no funcionaba así. Él simplemente comenzaba a tallar, dejando que las posibilidades fueran infinitas. Aseguró la madera en un tornillo de carpintero y alineó sus gubias. Para cuando terminó de acomodar todo, notó que la coloración de la madera era similar al de una lechuza. Tal vez lo caracterizaba como un hombre sencillo el hecho de que toda su tensión del día se desvaneciera inmediatamente cuando comenzaba a esculpir. No escuchaba 290
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música. Todos sus pensamientos estaban enfocados en la siguiente veta de la madera y en cómo desprenderla revelaría otro pedazo. En esa concentración encontraba su propia paz. —Toc, toc, —dijo una fuerte voz. Interrumpido de su momento creativo, se volvió en la silla y quedó frente a Ainsley. —¿Cuánto tiempo hace que estás parada allí? —Sonó más acusador que lo que había sido su intención. Ella se adelantó con tranquilidad. —Lo suficiente para admirar tu profundo nivel de concentración y tu habilidad con una gubia. Y lo suficiente como para sentir celos de ese trozo de madera por la forma en que mueves tus manos sobre ello. Ben se sintió incómodo porque se había entrometido en su espacio privado. A medida que fueron pasando los años se fue volviendo más protector de su “pequeño pasatiempo de tallado” porque nadie sabía cuánto significaba para él poder exprimir su lado creativo, especialmente desde que su primo Carter era el artista de la familia. No tenía ningún concepto del tiempo aquí, lo que era intencional. Ninguna crítica que no fuera la suya propia, lo cual también era intencional. —Lo siento, no te oí entrar. —¿Estoy interrumpiendo? —Una cordial mentira brotó contra sus labios pero no pudo expresarla—. Debería haberte llamado primero, pero me sentía impaciente, así que conduje hasta aquí. Raspó varias veces a lo largo de una profunda línea. —Creo que podría ser un viaje desperdiciado para ti. —¿Por qué? —No estoy con un estado de ánimo demasiado sociable.
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—¿Mal día? Ben gruñó esquivo. Ainsley se paró justo a su lado. —¿Esto es lo que haces para relajarte? La mirada de él se encontró con la de la mujer dado que su cuerpo estaba bloqueándole la luz. —Es una de las cosas que hago para relajarme. —Dejó que sus ojos lentamente vagaran sobre el cuerpo de Ainsley—. Estás familiarizada con lo otro. Esos calientes ojos avellana se volvieron helados. —No vine hasta aquí para pedirte que me ates y me folles, Bennett. No pudo detener la irritación, —¿Y por qué viniste? —¿Honestamente? Extrañaba a tus perros. Toda esa gran cosa gruñona y babeante, saltando sobre mí con las patas llenas de barro realmente me alegran el día. Ben retorció los labios. —Así que debes haberte sentido desilusionada al encontrarlos encerrados en la casa. —Te diré que fue un esfuerzo completamente inútil llenarme los bolsillos con carne cruda para conquistarlos. Ben se rio. Condenada mujer. Intentando sacarlo de su mal humor. Ella se paseó alrededor del cuarto, sin tocar nada. —¿Así que incluso tus perros son expulsados de tu espacio sagrado? —Sí.
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—No puedo culparte. ¿Entre nosotros? Encontré que Deuce era hipercrítico en relación a cualquier tipo de arte. ¿Y Ace? Bien, Ace sólo está de acuerdo con cualquier cosa que Deuce critica. —Eres muy graciosa. Ainsley se movió lo suficientemente cerca de él para cepillar las astillitas de madera de su camisa. —Lamento haber asumido que estaba bien venir aquí. —Ainsley… —Déjame terminar. Lo último que quería era añadirle más estrés a tu día. —Las puntas de sus dedos sacudieron más virutas—. Esta es la verdad, Ben. Te extrañaba. No a Bennett. No a quién eres como Dom, sino a ti. —Le acarició con la nariz un lado de su cara—. Gracias por haber pasado a visitarme anoche. Fue completamente inesperado. Completamente asombroso. Y exactamente lo que… necesitaba. Nunca comprendí cuánto necesitaba llegar a esa parte sumisa de mí misma hasta que tú me demostraste lo bueno que puede ser. Las manchas rojas en sus mejillas indicaban lo difícil de admitir que había sido esto. Eso lo conmovió. Y lo aturdió porque ella estaba comenzando a significar un montón de cosas más que las que él podría haberse imaginado. —No sé qué responder a eso. —Di, estoy encantado de verte también, ángel. Ben la empujó entre sus rodillas y estiró la mano para enmarcarle el rostro. —Estoy encantado de verte también, ángel. —Esta mujer no paraba de asombrarlo. Parecía llegar a él. A todas sus facetas. Y esto era casi demasiado para esperar. Ella rompió el beso.
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—Mmm. Necesitaba mucho eso. Déjame proponerte algo. ¿Por qué no intercambiamos los roles esta noche? Lidiaré con los perros y luego prepararé algo para la cena. Puedes venir adentro cuando termines aquí afuera. Entonces, si juegas bien tus cartas y considero que eres un sumiso adecuado, me ocuparé rápidamente de ti también. —¿Y qué estarás haciendo mientras estés esperando a que yo termine con mi rutina creativa? —Traje mi lector electrónico para mantenerme ocupada. —¿Algunos de esos libros pervertidos? Le sonrió burlonamente. —Lo sabes. Maldita sea. Eso era lo más sexy que había vivido en su vida, imaginársela poniéndose mojada y caliente. —No te toques si llegas a una parte caliente, ¿entendido? —Le dijo medio gruñendo. —Y allí está él, —masculló—, el maldito Dom. Ben apoyó las manos sobre su culo y la empujó con fuerza hacia adelante. —El maldito Dom nunca se va, ángel. Sólo lo modero cuando estoy esculpiendo. —¿Por qué? —Él puede ser un cabrón controlador. Ella se rio. —Lo sé muy bien. —Ben le dio una nalgada—. En serio, ahora, cuando tengas ganas, me gustaría saber más acerca de Ben McKay, el Amo escultor. Me gustaría ver las cosas bellas que estas maravillosas manos crean. Ese no fue un comentario de mierda dicho al pasar. Su genuino interés en conocer su otro lado era extrañamente moralizante. 294
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—Gracias. —¿Por qué? Porque no he cocinado la cena todavía y podría ser incomible. Él sonrió. —Lo dudo. Gracias por… —ser exactamente lo que necesitaba esta noche—, …interrumpirme. —Siempre estás empujando mis límites, me pareció completamente justo empujar los tuyos a cambio. —Eso probablemente sea cierto. ¿Pero llegar tan lejos como para intercambiar los roles esta noche? —Le sonrió ampliamente—. Ni soñarlo. Cristo. La había hecho llorar. Todo lo había hecho fue darle una pieza que había tallado el año pasado. Una extraña forma de gato sacada de un libro del Dr. Seuss que había ido a parar entre su montón de chatarra porque no se había imaginado que alguien pudiera quererlo. Qué error. Su sub amante de los gatos se había quedado muda de la emoción y se había lanzado a sus brazos, salpicándole el rostro de besos, mascullando acerca de su dulzura y de su talento con tanta emoción que Ben tuvo que besarla simplemente para hacerla callar. Los besos se volvieron fogosos. No pasó mucho tiempo antes de que estuvieran rodando por el piso riéndose, Ainsley, infructuosamente, intentando conseguir una posición dominante. Las ropas volaron y cayeron sobre el piso delante de la madera ardiendo en la estufa. Él le inmovilizó los brazos por encima de la cabeza, envolviéndole las piernas alrededor de su cintura, mientras se conducía dentro de ella. Mirándola a la cara cuando el placer la sacudió. Enterrando el rostro en su cuello cuando el placer lo consumió.
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Despertándose de ese lugar feliz cuando sus manos le acariciaron el pelo y la espalda. Esto se sentía condenadamente bien. Debería dejarle las manos libres más a menudo. —¿Sabes por qué nunca quiero hablar luego? —¿En serio? No. Nunca había notado eso. Ainsley golpeó los talones en su trasero. —Hablo en serio. —Bien. Estoy escuchando. —La razón de que no quiera hablar es porque no quiero diseccionar cualquiera de mis barreras que hayas abierto. Solamente quiero deleitarme con la forma en que me haces sentir. Porque más allá de cómo lleguemos a ese punto, con esposas, o sogas, o simplemente con una orden tuya, es siempre exactamente lo que necesito. No sé cómo sabes tanto sobre mí, Ben, con el poco tiempo que hemos estado juntos. Estoy realmente agradecida de que lo hagas. No se había esperado eso. Lo había sorprendido por quinta vez en pocas horas. —De nada. Y no te empujo a hablar para molestarte, lo hago para saber con toda seguridad que no te provoqué dolor. Eres nueva para esto y puedo ser rudo. —Bueno, te diría si estuvieras siendo demasiado rudo. Pero soy mucho menos vulnerable del crédito que me das. —Antes de que me olvide, gracias por venir y sacar a mi deprimido culo de la carpintería. —Le dio un pico en los labios—. Gracias por prepararme esa cosa que llamas taco para cenar. —Le dio otro pico—. Gracias por dejarme ganar en La Rueda de la Fortuna otra vez. —Y otro suave beso—. Gracias por el estímulo para mi ego por haberte gustado ese espantoso gato que esculpí. —Se introdujo en su boca en busca de un beso de lenguas que estimuló y corroboró su necesidad, haciéndola retorcerse debajo de él—. Y gracias por la espectacular mamada. Ainsley se alejó un poco y frunció el ceño. 296
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—Pero no te hice una mamada. —No… todavía.
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CAPÍTULO 21 Ben estaba financieramente jodido. El generoso pago por la última entrega de muebles no había llegado todavía. Pero de todas formas no era demasiado relevante. Después de hacer un rápido cálculo y tener claro cuánto dinero necesitaría para comprar la totalidad de las acciones de Rielle, no sólo para pagarle su deuda, se percató que necesitaba una tonelada de mierda más de dinero. Se negaba a admitir ante Tell y Dalton que no tenía lo suficiente para financiar su tercera parte. No podía recurrir a Quinn por el dinero, porque él y Libby no estaban viviendo como reyes, y Quinn no aprobaría sus métodos para intentar asegurar la tierra de cualquier manera. Le podría pedir un préstamo a Chase, dado que contaba con mucho más efectivo, pero eso requería cruzar una línea y con toda franqueza, lo hacía sentirse como un perdedor, un gorronero quebrado necesitando una limosna de su hermano menor. Pedir un adelanto de sus ingresos del fondo común del Rancho McKay a su contador antes de que el ganado fuera comercializado, alertaría a su familia, cosa que Dalton, Tell y él estaban tratando de evitar. Solicitar un préstamo al Settler’s First planteaba el mismo problema. Por lo que caviló sobre esto durante un día y se le ocurrió una solución. Nada ideal, pero potable. Bueno, esto era una mierda, y cruzaba otra línea, pero no tenía alternativa. Tarde por la mañana del martes Ben planchó su inmaculadamente blanca camisa, eligió una corbata bolo adornada con la marca McKay y se puso el saco marrón claro del traje. Agregó un cinturón vaquero, centrándolo entre sus caderas cubiertas con jeans. Colocó el negro Stetson en su cabeza, tomó su abrigo y se encaminó al pueblo. No había establecido una cita con Ainsley en el banco, demasiadas personas entrometidas informarían a su familia que Ben McKay había solicitado un préstamo. Así
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que pensaba invitarla a almorzar y soltar su petición de un préstamo comiendo un buen bistec. Ben entró al National West Bank. Inclinó su sombrero en dirección al cajero y se dirigió directamente a la oficina de Ainsley… sólo para ser interceptado por Jenny. —Ben McKay. Qué lindo verte por aquí otra vez. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —Sí. Necesito hablar con la Sra. Hamilton. Jenny se acercó relajadamente a su escritorio y golpeteó los dedos sobre una agenda enorme. —Es una mujer ocupada. Está en una conferencia telefónica ahora mismo. Tiene programada una reunión después del almuerzo, seguida por una reunión de personal, así que si pudieras regresar mañana… —Nah. Esperaré a que termine la llamada telefónica dado que vamos a almorzar juntos hoy. Jenny entrecerró los ojos sobre él escépticamente. —Eso no está dentro de su agenda. —Uh. Estaba seguro que establecimos la cita para almorzar cuando estuvo en el acontecimiento de mi hermano Chase. Supongo que esperaré hasta que termine su llamada para asegurarme que no hubo un malentendido. —Se apoyó contra la columna para poder observar a Ainsley en acción. Algo en ver a esa lista y sexy mujer en sus asuntos movió sus engranajes. —Tenemos un área de espera… —Estoy bien. Estoy seguro de que ella no demorará mucho. Jenny carraspeó en respuesta a su rechazo. Él esperó que Ainsley se diera cuenta de que estaba allí. 299
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Bingo. Allí estaba. Enderezó la espalda y se volvió en su dirección. Sus ojos se encontraron a través del cristal y Ben sintió esa poderosa punzada de lujuria. La que se incrementó a la décima potencia cuando ella le ofreció una sexy sonrisa y terminó su llamada telefónica. La mujer lo afectaba de formas que nunca había experimentado. Se sentía igual de fascinado por quién ella era fuera de su rol del sumisa, como por quién era él cuando ella le confiaba el control por completo. A Ben se le trabó la lengua cuando Ainsley salió contoneándose de su oficina, vistiendo una ceñida falda negra a rayas, a juego con una chaqueta que apenas le rozaba las caderas. La camisa roja de encaje asomaba por encima de las solapas de la chaqueta evitando que la vestimenta se viera demasiado masculina… como si tal cosa fuese posible con su abundancia de curvas. Cuando divisó los rojos zapatos de tacón aguja, su mente se disparó a la fantasía de las puntas de esos tacones clavándose en su culo mientras la follaba en su escritorio. O sosteniéndose de ellos mientras la follaba sobre el escritorio. Ella arqueó una ceja como si hubiese leído sus sucios pensamientos. —Ben McKay. ¿Qué te trae al pueblo? —Asegura que tienes una cita para almorzar con él, —interrumpió Jenny con desdén. Ainsley no vaciló ni un momento. Chasqueó los dedos. —Así es. Tenemos que discutir algunas cosas que surgieron tras el acontecimiento de Chase. Creo que mencionaste llevarme a Fields. La astuta mujer escogió el restaurante más nuevo y más caro de la ciudad. Ben miró a Jenny y sonrió. —Te lo dije. —Sólo buscaré mi abrigo, —dijo Ainsley y se metió nuevamente en su oficina.
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—Me sigue pareciendo extraño que la mujer que anota todo obsesivamente haya olvidado esta cita. Hace a una cuestionarse porqué está escondiendo que ustedes dos son… amigos. Ben no permitiría que esta pequeña perra aduladora atacara a su jefa cuando Ainsley estaba fuera del alcance auditivo. Se inclinó más cerca de Jenny. —O tal vez la Sra. Hamilton y yo tenemos que discutir asuntos personales relacionados con el banco y ella no desea que eso trascienda. Entiendo que tu trabajo sea asegurarte que su agenda se desarrolle sin contratiempos, de la misma forma en que estoy seguro que ella puede contar contigo para mantener la discreción que requiere tu puesto de trabajo. Ainsley salió de su oficina, diciendo, —Jenny, ¿podrías asegurarte en clasificar todo el papeleo de mi bandeja de salida? Jenny sonrió mostrando sus dientes. —Estoy en eso. Pero recuerda que Turton se convierte en mi amo y señor, después de un rato. —¿Perdón? —Oops. Quise decir dictador. —Jenny se volvió. Ben ayudó a Ainsley con su abrigo. Abrió las puertas pero no se acercó a ella de ninguna manera que pudiera ser considerada íntima. Eso casi lo mata también. Ella llevaba su pelo recogido y él quería desesperadamente presionar los labios contra su nuca desnuda. Saborear esa fragante sección de piel y observar cómo se estremecía su cuerpo. Fields era un nuevo restaurante que usaba alimentos cultivados localmente. Los dueños sólo servían carnes orgánicas de res, de pollo y de cerdo, y sus derivados. Todo era casero con ingredientes que se encontraban dentro de unos cien kilómetros de Sundance, por lo que la selección del menú era limitada. Este lugar no habría sido su primera elección, pero admitía que le gustaba la privacidad de las cabinas de madera 301
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con respaldo alto y el hecho de que allí era muy difícil que algún cliente los interrumpiera. Ainsley dejó a un lado su menú. —Entonces, Ben, ¿por qué apareciste hoy en mi oficina, realmente? —¿Te preocupa que te haya arrastrado fuera de tu lugar de trabajo para tener un travieso rapidito al mediodía? —¿Preocupada? No. ¿Decepcionada? Sí. Él se tragó un gruñido primitivo. —Te divierte tentarme en público, ¿no es así, ángel? —Tal vez un poquito. —Tal vez te haré pagar por eso más tarde. —Te tomo la palabra. La mesera se acercó para tomar sus órdenes. Y como siempre, Ben conocía a la mujer. No había salido con ella, pero no porque ella no lo hubiera intentado. Hizo una broma ligera y se sintió aliviado cuando desapareció dentro de la parte trasera. —¿Todas las mujeres del pueblo tienen algo que ver contigo? Podría ser un cabrón, pero se sintió encantado de percibir un poco de celos, incluso cuando eran injustificados, él sólo tenía ojos para ella. —Estoy sorprendido por eso también. Solía ser al que las mujeres solteras sólo le hablaban con la esperanza de que les presentase a Chase. —No creo eso. —Es cierto. Lo cual es otra razón por la que me mantuve lejos de las citas con ese tipo de mujeres. Nunca estuve seguro si estaban interesadas en mí, por mí. Solo soy un sencillo y aburrido ranchero. Y no me interesa ser ninguna otra cosa—. Algo similar a la 302
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compasión se propagó por el rostro de Ainsley—. Además. Las mujeres agresivas como esas no suelen ser buenas siguiendo órdenes. —Y de eso se trata todo para ti. Él sonrió abiertamente. —Síp. —Bueno, Ben. ¿Qué pasa? ¿Por qué la cita sorpresa para almorzar? ¿Tendría que decirlo con delicadeza? O simplemente soltarlo. —Necesito un préstamo. —Todo el calor de sus ojos se evaporó—. Mira, es una… situación delicada así que déjame explicarte antes de que tus ojos me corten en tiritas. —Te escucho. En vez de admitir la verdad —que tenía echado el ojo sobre un pedazo de tierra a punto de ser embargada— Ben hizo algo que raras veces hacía: mintió lisa y llanamente. No sólo le había prometido discreción a Rielle, sino que les había prometido a sus primos la misma discreción. Ainsley no cuestionaría esta razón para necesitar el dinero ya que era personal. Dado todo lo que le había contado sobre las operaciones del Rancho McKay, ella notaría que algo estaba mal al no incluir a toda su familia en la posible compra de tierras. —Ya sabes que soy un aficionado a la carpintería. Construí muebles a medida para diferentes lugares. Algunos viejos clientes me contactaron, queriendo otras piezas. Parece que tengo la posibilidad de expandirme y de aprovechar el desafío de crear algo nuevo. Para hacer eso necesitaré más equipamientos y tener una variedad más amplia de materiales de construcción a mano. Y eso es costoso. —¿Cuándo decidiste esto? ¿Porque no acabas de decirme que eres feliz siendo un simple ranchero? —Sí, lo soy. Pero mi pasatiempo de carpintería se convirtió en algo más. Es personal.
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Sus ojos se suavizaron, sin duda pensando en el gato esculpido que le había regalado, por lo que la aduló. —Es por eso que no quiero ir al Settler’s First. Porque conozco a Slim Jim Beal, quien manipula los préstamos, él se lo dirá a Steve Talbot, y éste contactará a mis tíos o a mis primos para ponerlos al tanto. —Eso está en contra de la ley. —Pero es como funciona aquí. Es una mierda, pero es la verdad. Puedo imaginarme ahora mismo a mis primos confrontándome, preocupándose de que no me ocuparé lo suficiente del rancho porque estoy demasiado ocupado construyendo muebles. —Puedo ver que eso podría ocasionar preguntas. —Preguntas que no estoy preparado para responder. Pero no quiero perder una buena oportunidad. Tengo equidad en mi casa. Un ingreso constante. Contactos en la zona. Sería una buena apuesta. —Supongo que sí. Y recurriste a mí porque… Su dura expresión lo decía todo: Porque esperabas que como tu sumisa dijera que sí automáticamente. —Cristo, no. No me mires así. Recurrí a ti porque confío en que serás discreta. No te estoy pidiendo ningún favor especial más allá de la discreción en el proceso de solicitud del préstamo. Ainsley adoptó su sagaz rostro de presidente del banco. —Si estuviera de acuerdo en ayudarte. ¿Habría una oportunidad de que pudiera conseguir cualquier otro negocio bancario con los McKay? Esa pregunta lo agarró en frío. ¿Lo qué Steve Talbot dijo había sido cierto? ¿Ella tenía en vista los cofres de su familia? —Tendrías una parte de los míos. ¿No es un comienzo?
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—Supongo, pero ante nada soy una mujer de negocios así que realmente me gustaría la oportunidad de inclinar los beneficios financieros de toda tu familia en el National West… —Hola, Ben. Sorprendido por la interrupción, levantó la vista y contuvo un gemido. No había visto a Michelle Littlefield, una mujer con quien había estado saliendo después de la escuela secundaria, durante varios años. Esta era una de las cosas que más le molestaba de vivir en Sundance… siempre se topaba con algún conocido. —Michelle. ¿Cómo estás? —Muy bien. Cuando Gloria regresó a la cocina me dijo que estabas en el comedor, tuve que salir para saludarte. —Pasó mucho tiempo. —Como unos ocho años desde que me fui a la escuela de cocina. Hace muy poco tiempo que regresé a Sundance. Entonces hizo clic. Littlefield. —¿Fields es tu restaurante? —Siempre supe que había un tío listo acechando debajo de ese guapo rostro tuyo, — bromeó. Ben sintió que sus mejillas se calentaban debajo de la admiradora mirada de Michelle y de la curiosa mirada de Ainsley. —Ah, Michelle, ella es Ainsley Hamilton. Es la presidente del National West. Ainsley, Michelle Littlefield. —Un placer conocerte, Michelle. —Lo mismo digo. Lamento si interrumpí una comida de negocios. Quería saludar y mencionar que me gustaría encontrarme contigo en alguna ocasión, Ben. 305
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Afortunadamente Michelle se fue antes de que Ben tuviera que formular otra mentira acerca de cuánto él disfrutaría de eso. Ainsley arqueó la ceja. —Lo siento. —No es culpa tuya. Pero estoy comenzando a entender por qué prefieres pasar tu tiempo libre en el club de Gillette. —¿Y por qué sería? —Porque puedes azotar a las mujeres que te molestan. —Él se rio—. Volviendo al tema del préstamo. No estoy tratando de desalentarte. Pero tienes que estar al tanto de que los préstamos se han vuelto muy duros para hacer frente a esta economía. Incluso para la gente como tú, que estoy suponiendo que eres solvente para conseguir un buen crédito. ¿Tomar una carga financiera adicional sin una garantía de que eso incrementará tus ingresos? Quiero que consideres muy cuidadosamente solicitarlo en tu banco habitual primero. —Lo hice. Y no puedo. Ella lo estudió. —Tendría que excavar en tus asuntos financieros, Ben, y no sé qué tan cómoda me siento con eso. —No hay nada que no te diría si sólo me preguntaras. —¿Eres tan franco acerca de tus finanzas con todo el mundo? —No. Pero somos más que simples conocidos casuales, Ainsley, mucho más. —Ella desvió la mirada alejándola de la suya—. Mírame. Esa orden captó su atención pero lo fulminó con la mirada. —No hagas eso.
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—¿Qué cosa? —Tirarme al Dom bestial encima. Ben levantó las manos en señal de rendición. —Lo siento. —Al menos no dijiste, lo siento, es hábito. Ben sonrió. —¿Así que tocarte en este momento no está permitido, tampoco? Porque te extrañé anoche. Ainsley lo miró, sus ojos beligerantes, pero también resueltos. —Tocarme en cualquier momento no está permitido. —¿Qué? —Comprende que esto… —gesticuló abarcando el espacio vacío entre ellos—, …se termina si acepto tu solicitud de préstamo. —¿Qué? ¿Por qué? —No puedo comprometer mi posición en el banco. Cualquier indicio de incongruencia profesional tendrá repercusiones a largo plazo en mi carrera. Así que mientras estoy dispuesta a ayudarte garantizándote un préstamo, una vez que se ponga en marcha el papeleo, sólo tendremos una relación comercial. Punto. Cristo. Él no había considerado que llegarían a esto. No había considerado cuánto le picaría su eventual rechazo. —¿Tiene que ser blanco o negro? —Sí. —Los firmes músculos de su mandíbula expresaban que esto no era negociable—. Incluso si tuviéramos una relación de citas normal, la terminaría en el
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mismo momento en que los negocios entraran en la ecuación. Tienes la elección de conservar nuestro acuerdo original intacto. —Pidiéndole el préstamo al Settler’s First. La mujer asintió con la cabeza. Él se estiró a través de la mesa, para tomarla de la mano, esperando que el encanto tuviera algún efecto en ella. —Necesito el préstamo. Te quiero. Te quiero con locura. No puedo tener ambas alternativas. ¿Para un hombre acostumbrado a salirse con la suya en todas las cosas? Esto me rompe absolutamente las pelotas. ¿Por qué no podemos…? —¿Escondernos más de lo que ya lo estamos haciendo? —Terminó Ainsley con frialdad—. Ambos sabíamos que esto terminaría. Sólo estás eligiendo terminarlo antes. Y con ese comentario, había tirado la pelota de lleno en su campo. Ainsley podría considerar el tiempo que pasaban juntos como un experimento. No había considerado ahondar en una relación D/s de largo plazo con él. Maldita sea, esto no era justo. La primera vez que había encontrado a una mujer que podría… —¿Ben? Mierda. No otra vez. Levantó la vista y la dejó caer casualmente, escondiendo su irritación por la rapidez en que ella alejó la mano de la de él. —Rielle. ¿Qué estás haciendo aquí? —Dejando mi última entrega de quingombó y espaguetis de calabaza en la cocina. —Rielle, ¿conoces a Ainsley Hamilton? Justo estábamos sacando algunas conclusiones sobre el evento de Chase. —¿Por qué tuvo que aclarar eso? —Rielle Wetzler. La vecina de Ben. Un placer conocerte. Nos cruzamos brevemente en el nuevo banco un par de semanas atrás. —Sí. Lo recuerdo. Encantada de conocerte, también. ¿Así que tienes una granja? 308
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—Una pequeña. En esta época del año estoy cerca de tocar fondo. Así que lo reduje a tubérculos, manzanas y algunas hierbas. Ainsley suspiró. —Estuve deseando hacer algunas sopas para el frío y A&P20 no tenía una gran variedad de vegetales. —¿Qué estás buscando? —Nabos. Chirivías. Puerros. ¿Tienes remolachas? —Sí, en realidad. Tres variedades diferentes. —Por favor, por favor, por favor véndeme algunas. Estoy desesperada por hacer un poco de sopa de remolachas. Rielle se rio. —Te venderé lo que quieras. Puedes venir en cualquier momento. Tengo la hostería a las afueras de Bridger Gap Road. Usualmente estoy allí o en los jardines. —Sería mejor que pasaras por allí esta noche después del trabajo, Ainsley. En caso de que haya mucha demanda de remolachas mañana, — sugirió Ben secamente. Rielle le pegó en el brazo. —No te pases de listo. Los dejaré para que disfruten de su almuerzo. Encantada de conocerte, Ainsley. —Igualmente, Rielle. La mesera llevó la comida y pasaron varios minutos antes de que alguno de ellos hablara. —Vienes a mi casa esta noche después de que pases por lo de Rielle. —No era una pregunta. A&P: Cadena de supermercados.
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Ainsley lo apuntó con su tenedor. —Tienes poca capacidad de atención, vaquero. Ya no hay más palmadas ni cosquilleos entre nosotros. —Dijiste que esto terminaría después de que yo haya completado el papeleo del préstamo y que tú lo hayas presentado. Incluso si consiguiera empezar algo hoy, lo más pronto que puedes comenzar a trabajar con eso, sería mañana. Lo que quiere decir que te esperaré en mi casa esta noche tan pronto como salgas del trabajo. —Ben… —Bennett, —la corrigió—. Esto no está en discusión. Los parámetros de nuestro acuerdo cambian mañana. —Sí, Señor, —chasqueó. —Ese tono insolente acaba de hacerte ganar diez más. —¿Diez más de qué? —Pregúntame otra vez y sumaré otros diez. Una mirada intransigente le hizo aplanar los labios. Después de que él pagó, volvieron caminando al banco. Ben intentó entrar para comenzar el papeleo, pero Ainsley trató de frenarlo. —Será más fácil si lo llevo esta noche. —No estaremos pasando nuestra última vez juntos completando una solicitud de préstamo, —le respondió medio gruñendo. —Ese pensamiento ni siquiera se me había cruzado por la mente, —murmuró ella en respuesta.
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CAPÍTULO 22 La estructura principal del Alojamiento Sage Creek era una edificación artesanal de piedra y madera tallada. Los peldaños habían sido construidos a partir de vigas de ferrocarril, modeladas en garbosos ángulos y rellenas de hormigón jaspeado, los cuales conducían a un gran porche frontal. Una ecléctica combinación de muebles creaba una íntima área de conversación. Las macetas con flores abundaban… siendo toda una sorpresa, dado la avanzada época del año. Los últimos rayos dorados del sol se reflejaban en las grandes ventanas que se extendían hasta las vigas del primer y segundo piso. La naturaleza rústica le trajo en mente a los viejos hoteles de su época en el Lejano Oeste. Eso hizo pensar a Ainsley en el Club Rawhide, lo cual la llevó a pensar en Ben. ¿Y sus ojos estaban gastándole una broma, o esa era la camioneta de Ben estacionada delante del granero? Salió rápidamente de su coche, siguiendo los sonidos de risas que llegaban desde la parte trasera del edificio. —¿Hola? —Llamó. Rielle levantó la vista y sonrió. —Ainsley. Estaba esperando que vinieras. Recolecté un montón de tubérculos. —Sus manos cubiertas con guantes sobaron a través de la sucia carretilla—. Hasta ahora pude reunir remolachas, nabos, chirivías, algunas zanahorias, patatas tardías y algunas batatas peruanas rosadas que son demasiados grandes para que el chef de Field pueda usar. —No esperaba todo esto, Rielle, gracias. ¿Se mantendrán frescos durante un rato dentro de una caja oscura? —Todos menos las zanahorias. También corté un poco de eneldo, perifollo, cebollines y lo último que quedaba de la albahaca de limón.
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—Vendido. Me llevaré todo eso. —¡Genial! Sólo déjame quitarles un poco la tierra y embolsarlos. —Permíteme ayudarte, —le dijo Ben, hundiendo las manos dentro de la carretilla. A Ainsley le hubiera gustado haberse cambiado de ropa para no quedarse parada sin poder ayudar, enfundada en su trajecito de vestir. Le pareció extraño que Ben estuviera allí. —¿Ayudas con frecuencia a Rielle con sus cosechas, Ben? —Por lo general, no. Hoy pasé por otra cosa y… —Lo enganché para que me ayudara. Pobre hombre. Ben siempre termina atascado haciendo cosas por aquí. No me extraña que no venga tan seguido como antes. Ainsley combatió la extraña punzada de celos. —Es bueno tener vecinos con quienes puedes contar. Viví en un condominio en Denver durante casi cinco años y apenas conocía a la gente del barrio. —Los McKays y los Wetzlers se conocen desde hace más de treinta años. Conocemos todos los secretos familiares de cada uno. —Rielle le guiñó un ojo y comenzó a cavar otra vez. —No sabías la historia de Gavin, —señaló Ben. —Es cierto. Pero siempre me pregunté por qué tu mamá se preocupó tanto por mí cuando Rory era una bebé. Eso sorprendió a Ben lo suficiente como para dejar de cavar. —¿En serio? ¿Vi hizo eso? ¿Sin predicar sobre el alto precio del pecado? —Idiota. —Rielle le arrojó un manojo de tierra—. Vi nunca se comportó así conmigo. Ni con Rory. Y no le das a tu mamá el crédito suficiente, Ben. Ella pudo haber cometido algunos errores en su vida, pero se hizo cargo de ellos. Cambió mucho.
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—No me di cuenta que fueran tan compinches con mi mamá. Rielle se encogió de hombros. —Vi es la hostia de más interesante que Joan McKay, quien fue la única otra mujer cercana además de Libby. Cuando Ainsley cambió de posición, sintiéndose tristemente fuera de sitio, tres perros aparecieron saltando fuera del grupo de árboles. Ace y Deuce se dirigieron directamente hacia ella, ladrando felices, sin duda recordando su último soborno perruno. Allí estaba el final de su nuevo par de medias. —¡Ace! ¡Deuce! Siéntense. Quietos, —ordenó Ben. Los perros obedecieron. Mierda, hasta ella sintió la urgencia por obedecer. El perro de Rielle se acobardó a sus pies y miró de mal modo al hombre con la voz de obedece ahora. Ben le sonrió Ainsley. —Los mantuve a raya esta vez. —Ya veo. —¿No son unos perros fantásticos? —Preguntó Rielle. —Son lindos. Sólo que me gustan más los gatos. Son más autosuficientes y más fáciles de dejarlos en casa por algunos días. —Pero no más indulgentes, —le respondió Rielle secamente—. Rory tenía un gato irascible que desmenuzaba cada rollo de papel higiénico de la casa si estaba fuera más de un día. Por lo cual todos nuestros gatitos viven afuera. —Rory es tu… —Hija. Está estudiando en la UWYO21. Rielle no parecía lo suficientemente grande como para tener una hija de esa edad. UWYO: Universidad de Wyoming.
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Ben golpeó ligeramente un lado de la carretilla. —¿Tienes bolsas en alguna parte, Ree? —En la despensa. Iré a buscarlas. Ainsley la observó doblar por la esquina. Entonces se enfocó en Ben. —Me sorprendí haberte encontrado aquí. —¿Por qué? —Sólo parece… demasiada coincidencia que estés aquí exactamente en el momento en que yo vendría. —Me doy una vuelta y ayudo a Rielle de vez en cuando. —¿Tienes una cita permanente con ella los martes a las cinco y treinta y cinco? Los ojos de Ben se estrecharon. —Si tienes algo para decir, escúpelo. —¿Estás tratando de esconder algo de ella? ¿Tal vez tus sentimientos? Porque eres horriblemente distante cada vez que ella está cerca. Siempre intentando sacártela de encima. —Estás imaginando cosas. —¿Como la primera vez que nos encontramos en el banco? La espantaste enseguida. Después en el almuerzo de hoy, te sentiste incómodo cuando se acercó a nosotros. Y ahora, aquí estás, apresurándote a interferir otra vez. ¿Por qué? Él se sacudió la tierra de sus manos mientras acortaba la distancia entre ellos. —Porque tu banco rechazó su solicitud para un préstamo. Está un poco sensible con eso y pensé que podría intentar arrinconarte cuando pasases por sus verduras. Así que sí, estoy entrometiéndome. No por ella. Por ti.
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Ainsley se acercó a su rostro. —Para con eso, Ben. No te necesito jugando de mediador. Soy perfectamente capaz de tratar con los clientes a quiénes se les fue negado un financiamiento. Y me ofende que hayas venido aquí para rescatarme, actuando como si yo no pudiera manejarme con una capacidad profesional. Puedo arreglármelas bastante bien. —O sólo estás irritable porque estás celosa. —No estoy celosa. —Estoy cabreada porque dijiste que no me usarías otra vez. Sólo en el día de hoy me usaste para ayudarte a conseguir un préstamo y ahora planeas usar mi cuerpo una última vez antes de seguir adelante hacia la próxima sub. Una divertida sonrisa retorció sus labios. —Sí que lo estás. Ella quería quitarle esa mirada asquerosamente aduladora de la cara, porque esto se trataba de mucho más que de sus celos femeninos y él se negaba a verlo. —No te hagas ilusiones. ¿No crees que si Rielle hubiera querido revolcarse entre las sábanas contigo, habría estado atada a tu cama hace tiempo, usando un collar adecuado? ¿Dado que son vecinos cercanos y conocen todos vuestros secretos? Silencio. —Ángel, vas a lamentar ese comentario perspicaz. —Deja de intimidarme amenazándome como un Dom feroz. No estamos en nuestros roles en este momento. —No es un rol para mí. Y parece ser que necesitas un recordatorio de que yo siempre soy el Dom feroz. —¿Intentas asustarme, vaquero? —Deliberadamente lo provocó con un rótulo que no significaba nada para él. Para demostrarle que podía salirse de su conexión con él en cualquier momento… de la misma forma que lo hacía Ben.
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Él acercó la boca a su oído. —El nombre es Bennett, sub, y tu noche acaba de ponerse mucho más… interesante. Ainsley tragó. El calor que emanaba de él, su perfume, el abrumador poder y su masculinidad la hicieron sentirse mareada. Hicieron que deseara aplastar su cuerpo contra el de él y dejarse llevar. Rogarle que solicitara su préstamo comercial en algún otro sitio para que pudieran continuar con esto. Rogarle que entendiera que ella nunca tendría —tal vez nunca encontraría— a otro hombre que conociera lo que necesitaba como lo hacía él. Y eso la enfureció. Estúpido cuerpo traicionero. Estúpido cerebro embotado de sexo. —No puedes simplemente… —Puedo, lo haré, y lo hice. Te quiero desnuda y sentada sobre mi barra cuando llegue a casa. —Esto es injusto. —¿Por qué lo estaba empujando? ¿Porque él la arrinconó primero? ¿O porque quería que su última noche juntos fuera memorable? —Es lo que piensas tú. Yo creo que estoy siendo más que justo. —No lo haré. Bennett se inclinó hacia atrás, el fuego bailaba en sus ojos. —¿Vas a huir en lugar de enfrentar las consecuencias? —No. No hice nada malo. —Me insultaste. —Tal vez estaba insultando a Rielle. —Eso te hizo ganar otros diez. —Dijo casi gruñendo. Ella dio un paso atrás. Luego otro. Y él la asechó.
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—Me pareció haberte oído burlándote porque no estabas asustada, —le dijo con esa baja y peligrosa voz. —No lo estoy. —Qué mentirosa—. Pero no hice nada para merecerme un castigo. —Culpable hasta que demuestres lo contrario en mi mundo. Así que será mejor que tengas un argumento convincente para exponerme en contra del castigo cuando llegue a casa. —¿Por qué debería molestarme? Vas a hacer que sea doloroso de cualquier manera. Más doloroso de lo que ya es. —Movida estúpida, Ainsley, no se suponía que le dijeras eso. Se suponía que fueras la estoica profesional y la obediente sub sin demostrarle tu decepción en ningún nivel. Ben la miró de una manera que ella nunca había visto antes. —Ainsley. Nunca quise… —Las encontré. —Rielle agitó un puñado de bolsas de papel—. También traje las hierbas. Deberían permanecer refrigeradas. Agradecida por la interrupción, prácticamente corrió hacia Rielle. —Gracias. ¿Cuánto te debo? —Veinte dólares debería cubrirlo. Ainsley pensó que era una suma muy baja después de que cargó las pesadas cuatro bolsas en el baúl de su coche. Ignoraba la dura y caliente mirada de Bennett que parecía derretirle los huesos mientras conversaba con Rielle. No miró en su dirección cuando se subió a su coche. Vaciló al llegar al final del camino de acceso. Un giro a la derecha la llevaría de regreso al pueblo. Un giro a la izquierda la conduciría a la casa de Ben. Supo que él tenía los ojos clavados en su vehículo cuando giró a la izquierda. 317
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Ainsley no estaba desnuda cuando Ben atravesó la puerta. Algo olía bien, y más allá de que el pensamiento de una comida casera esperándolo avivó un extraño anhelo, ella no había seguido sus instrucciones. Y no parecía particularmente perturbada por eso. Cortó patatas en cubos y las metió dentro de una olla con agua hirviendo. Agregó un puñado de hierbas y puso la tapa sobre el vapor. Entonces lo miró. —Ahora que ya dejé eso preparado, podemos hablar sobre tus… —Nada de charla. —Pero siempre quieres hablar sobre estas cosas. —Hoy no. La mirada de Ben recorrió su cuerpo completamente vestido—. Desnúdate. Ahora. —Dijiste que podría convencer… —Ajá. —Cruzó los brazos sobre su pecho—. Estoy esperando. —¿Se supone que debo desnudarme aquí mismo en la cocina? —Puedes desnudarte encima de la barra, como se suponía que debías estar, desnuda, si mal no recuerdo. Y cada vez que abras esa preciosa boca para discutir, tomaré nota. —Pero… —Realmente estás acabando con mi paciencia hoy, mujer, y eso se reflejará en tu castigo. —Bien. —Ainsley atravesó el cuarto dando pisotones, arrojando las ropas por encima de su cabeza como papel picado a medida que las quitaba de su cuerpo. Ben hubiera encontrado esto divertido si no estuviera tan malditamente molesto con ella. 318
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Oh, mierda, era una linda vista, su delicioso trasero agitándose mientras trepaba sobre la barra. Ella lo enfrentó, brazos cruzadas, piernas cruzadas, luciendo una mirada furiosa. —No me gusta tu actitud. Y me parece que tal vez fui demasiado indulgente contigo. O tal vez en los dos días que estuvimos separados, te olvidaste quién lleva las riendas. La mujer realmente hizo rodar los ojos. —Estírate sobre tu estómago. —¿Por qué…? Entonces Bennett estuvo delante de ella, las manos curvadas alrededor de su rostro, empujándola hacia adelante hasta quedar nariz con nariz. —¿Quieres que te amordace? —Sus ojos se abrieron como platos y ella negó con la cabeza—. Entonces haz lo que te digo. Su carne chirrió contra la parte superior de la barra al obedecer tan rápidamente. —Las manos enlazadas por encima de tu cabeza. —Después que accedió, recorrió con una mano su cuerpo, desde sus tobillos hasta sus hombros—. Quédate quieta. Ben se dirigió a su dormitorio y colocó su bolsa de juguetes sobre la cama. Trasladó la fusta, la paleta de ping‐pong, el vibrador curvo de tamaño mediano, el vibrador anal, las restricciones para brazos y piernas, y la pequeña botella de lubricante a una bolsa más pequeña. Sólo para divertirse, tomó la mordaza de bola y su látigo de una cola. Ainsley no estaba dócilmente extendida sobre la barra como una buena sumisa, esperando a que regresara. Estaba en la cocina comprobando la olla. —¿Todavía sigues desafiándome? —Rugió. Ella gritó, dejando caer la tapa de metal. El fuerte sonido metálico después de que golpeara contra el piso la hizo sobresaltarse otra vez. Se inclinó para recogerla, entonces la estampó sobre el mostrador.
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—Puedo explicarlo. No quería que la sopa se rebalsara por el hervor mientras estabas jugando conmigo así que me levanté y apagué el fuego. —Apuntó su mirada al piso—. Lo siento. —No es un comportamiento aceptable, —chasqueó—. Cuando digo quédate quieta, quiero decir que te quedes quieta. Podrías haberme pedido a mí que apague el fuego. En lugar de eso, preferiste ignorar mis instrucciones y hacer lo que mierda querías. Mala elección. Vuelve a la barra como estabas. Cuando Ainsley arriesgó levantar la vista sobre él con esos ojos sin‐ningún‐ remordimiento, pero sin moverse, Ben sacó el látigo y lo chasqueó en el aire. —Ahora. Otro grito y entonces estaba atravesando a las corridas la habitación, haciendo que todas sus partes femeninas se contonearan muy adorablemente. Cristo, su polla ya estaba dura y ni siquiera la había tocado todavía. Ben apoyó el látigo, el vibrador anal, y la mordaza de bola dentro de su campo de visión. Le estiró los brazos por encima de la cabeza y le aseguró las muñecas a la barandilla de metal que atravesaba la parte interior y exterior de la superficie de la barra. Ella no atisbó ni un vistazo mientras le amarraba las piernas de la misma manera, pero sus respiraciones se habían vuelto mucho más aceleradas. —Ah, ¿y para que te quede claro? No estamos jugando. Estás siendo castigada. —Su cuerpo se estremeció cuando pasó las puntas de los dedos rozándole las curvas de su culo—. ¿Sabes por qué estás siendo castigada? —¿Umm… para empezar? No. Ahora sé que me castigarás porque te desobedecí. Dios me perdone por asegurarme primero de apagar el fuego y prevenir un riesgo de incendio. —¿Todavía sigues discutiendo conmigo? —Tienes que admitir…
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—¡Silencio! Ainsley suspiró. Con cansancio. —Me faltaste el respeto en la casa de Rielle. Para luego insultarme directamente. Eso solo fue suficiente para ganarte algunos azotes. Pero tu absoluta desobediencia después de eso, en la casa de tu Dom, te hizo ganar fuertes consecuencias, Ainsley. —Lo entiendo. Y lo lamento. Como la mierda, lo lamentas. —Dado que ya habíamos acordado que un spanking no es un castigo, voy a improvisar. A mi parecer, te ganaste unos cuarenta. —¿C‐cuarenta? —Los repartiré… veinte con la paleta, veinte con la fusta. Ella exhaló. —Gracias por no… solamente gracias. A Ben no le gustaba que respingara cuando la tocaba. ¿Y por qué estaba temblando tanto? —¿Quieres decirme qué está pasando? —Estoy b‐bien. —No, no es cierto. Dime. —No uses el látigo conmigo. Nunca. Por favor. Usaré mi palabra de seguridad antes de permitírtelo. Él se congeló. ¿No habían discutido sus límites duros? Ella no sabía que él nunca haría… Jesús. Esto era una putada. —Ainsley. Mírame, por favor. 321
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Ella levantó la cabeza, pero el pelo le oscurecía la cara. Le cepilló suavemente los sedosos mechones a un lado. —Nunca usaría el látigo contigo. Sé que es un límite duro. —¿Entonces por qué está sobre la barra? Se sintió un completo hijo de puta por usarlo como una táctica de intimidación. —Estaba dentro de la bolsa, —mintió. Ella se relajó ligeramente. —De acuerdo. Una parte de él quería suspender este castigo. Pero su parte más estoica sabía que Ainsley necesitaba esta lección. ¿Para qué? ¿Así el siguiente Dom con el que se enrede disfruta de los beneficios? La idea de otro Dom tocándola lo volvió loco. Ben depositó un suave beso en su frente mientras deslizaba la palma de la mano subiendo por su brazo amarrado. —Cuenta lo suficientemente alto como para que pueda escucharlo o no los contaré. Y será mejor escuchar respeto en ese tono, ¿entendido? —Sí. Señor. Usando la paleta, azotó la nalga izquierda de su trasero. El paf rebotó contra el espejo de la barra en un erótico eco. —Uno. Señor. Para cuando llegó a los veinte azotes, Ainsley estaba retorciéndose mucho y su polla se había vuelto dolorosamente dura. Qué vista más preciosa, su culo una brillante franja rosada entre la blanca piel de su espalda y muslos. Rozó la grieta de su trasero hasta que
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los dedos conectaron con su coño. Su coño mojado. Joder, oh sí. Su ángel era una sub hasta la médula. Había necesitado esto tanto como él. Una pena que se aleje de este estilo de vida y de ti al final de la noche. Sólo te convertirás en un recuerdo de las semanas que incursionó su lado salvaje. Ben tenía que empujar ese inquietante pensamiento a un lado. Encendió el vibrador en la velocidad más baja, haciéndolo rodar a través de esas nalgas encendidas. —Levanta, —le dijo y deslizó el dildo dentro de su coño. Ainsley jadeó e intentó apretujar las piernas. Ben cepilló la boca en contra de su oído. —Ya pasó la mitad. ¿Pero si te corres antes de que tengas los siguientes veinte azotes? Agregaré diez más con mi mano, ¿entendido? —Oh, Dios. Está vibrando justo sobre mi punto G. —Lo sé. Y te advierto, no voy a ir más rápido con éstos últimos veinte. Me gusta tomarme mi tiempo con la fusta. Ella gimió. Y contoneó ese bonito trasero rosado. —Prepárate para contar. —Sabía que estos punzarían el doble porque los tejidos ya estaban hinchados y se preparó para su reacción. Levantó las caderas cuando el golpe aterrizó. —¡Oh, hijo de puta, eso dolió! Ben esperó a que se diera cuenta de su error. —Perdón. Señor. Sólo que… dolió. Mierda. Ese fue… eh… Uno. Señor. —Buena chica. —Ben acarició con su mano la piel caliente, como si estuviera decidiendo dónde ubicar la siguiente marca. Todo su cuerpo vibraba con anticipación. El siguiente azote cayó en el pliegue de su muslo. 323
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—Oh, yo… joder… tú… mierda… Eso fue, dos. Señor. Para la decimotercera marca, su cuerpo todavía temblaba pero ella había caído en un patrón de respiraciones más profundas. Su voz había cobrado esa cualidad aletargada mientras contaba. Al llegar al diecisiete, sus caderas comenzaron a levantarse e intentaba moler la entrepierna contra la madera. Ben tomó un puñado de su pelo con la mano y le levantó la cabeza. Sus ojos estaban vidriosos con esa mezcla de placer y dolor. Él tenía tantas ganas de follarla que prácticamente podía saborear el grito que escaparía de ella con su primer empuje profundo. —No te corras. Lo haces y comienzo de nuevo, ¿recuerdas? —Por favor. —No. Puedes tomar tres más, Ainsley. Y estos tres van a picar. Ella se estremeció, pero susurró, —Bien. Él había entrado en esa zona Dom, donde cada uno de sus alientos parecía estar sincronizado. Dónde sentía un sarpullido en su cuerpo en los mismos lugares que lo veía en el de ella. Donde sentía el movimiento de la fusta subir por su brazo hasta golpear su cuerpo en el punto exacto donde acababa de caer sobre el de ella. Giró la fusta. Conectando con su carne. Ainsley gritó. No de dolor. —Aguanta. Dos más. —Tanto como quería dejar caer los golpes tipo paf‐paf, los espació, hiper‐consciente de que la anticipación haría que la liberación fuera mucho más intensa. Tan pronto como ella, con una voz áspera, dijo, —Veinte, —él abrió sus vaqueros y se enfundó en un condón. Sus manos se sacudían mientras le desataba los tobillos.
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—No, —gimió Ainsley cuando quitó el vibrador. Ben se trepó a la barra y le levantó las caderas en el aire. Agarrándose de sus rodillas, se zambulló en ese apretado y húmedo calor, mientras dejaba escapar un gruñido animal. Ainsley lloriqueó. Él bombeó dos veces a más y deslizó la mano alrededor para tocar su clítoris. Jesús. Ella estaba tan lista. Mientras frotaba ese hinchado nudo, se extendió a lo largo de su exuberante cuerpo atado, siseando cuando su llameante culo caliente presionó contra la parte baja de su estómago. —Oh, Dios. Sí. Oh, por favor. —Vamos, bebé, tómalo. Te lo ganaste. Aquí lo tienes. —Se retiró, introduciéndose de un golpe nuevamente adentro, y pellizcándole el clítoris al mismo tiempo que abría grande la boca para chupar el punto dulce de la parte trasera de su cuello. Ainsley liberó un grito primitivo. Los espasmos de su coño alrededor de su polla eran tan poderosos que pensó que las contracciones podrían extraer el semen de sus bolas. Aguantó los feroces corcoveos de su cuerpo, sus sollozos jadeantes, los poderosos temblores secundarios que se agrupaban en forma de pequeños orgasmos. Cuando ella bajó la cara contra la barra, temblando y agotada, Ben salió de su coño, apretando los dientes mientras los músculos lo estrujaban intentando mantener a su polla adentro. Descartó el condón y cerró el puño alrededor de la base de su falo. Clavó los ojos en la erótica vista delante de él. Ese hermoso trasero rojo levantado en el aire, la parte interna de sus muslos mojadas por sus jugos, abiertos para revelar su sexo hinchado. La mano de Ben comenzó a bombear más rápido. Sólo un poco más. Su falo se hinchó. Sus bolas se apretaron. Rugió mientras se corría, apuntando cada caliente chorro en dirección al culo de la mujer. Se glorió con una pura satisfacción masculina al verla tan completa e íntimamente marcada por él. Primero por su mano y entonces por su semen. No podía alejar los ojos de esos lugares manchados con leche convirtiéndose en franjas mojadas sobre su culo enrojecido. 325
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Pero las articulaciones de las rodillas crujieron, recordándole donde estaba. Aturdido, palmeó el muslo de Ainsley y bajó de la barra. Sus piernas se sentían malditamente como de goma mientras caminaba hacia la cocina. Se lavó las manos y la cara, y remojó dos toallas de mano con agua fría. Cuando regresó para ocuparse de Ainsley, el pensamiento de que ésta sería su última noche juntos lo paralizó. Lo paralizó tan completamente que pensó en cancelar el préstamo. Podría obtener el dinero del Settler’s First. ¿Vas a desaprovechar esta oportunidad de poseer la tierra que tu familia siempre quiso por un pedazo de culo? ¿Aunque sea un pedazo de culo de primera? Error. Puedes tener este espectáculo cada fin de semana en el club. No es nada especial. Las tierras lo son. Sigue adelante con el plan. Mantén el control. Permanece enfocado. Ben hizo a un lado las voces luchando dentro de su cabeza y se enfocó en su sub. La lavó con tiernas caricias mientras su mano libre le acariciaba el pelo. Le quitó las restricciones y la ayudó a encontrar su equilibrio cuando bajó de la barra. Ainsley se apoyaba contra él mientras la conducía a los sofás delante de la TV. La envolvió sobre su regazo, acurrucándole la cabeza contra un cojín, ofreciéndole una botella de agua, que ella rechazó. Cuando colocó la toalla fría sobre su piel erosionada, ella rechifló. Entonces suspiró. —¿Hay algo que pueda hacer por ti? —Le preguntó, dibujando patrones al azar sobre su espalda. —No. La hizo bajar de las alturas orgásmicas apaciguándola con suaves toques y tiernas caricias. Finalmente la instó a volverse de lado para poder mirarla a la cara. Ainsley lo miró sin que se lo pidiese. —¿Qué? —Preguntó Ben. —¿Vas a besarme?
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Ben se inclinó para capturar su boca. Alimentó sus provocadores besos, besos ligeros, besos mezclados con pasión, besos templados con dulzura. Cuando mordisqueó la parte interna de sus labios, ella lo empujó más cerca. Enredando los dedos a través de su pelo, sosteniéndolo en el lugar mientras tomaba un beso hambriento. Al mismo tiempo recordó su lugar y abruptamente lo soltó. —Perdón. Sólo necesitaba que… me anclaras. —Me alegro que me pidieras lo que necesitabas, en lugar de hacerme adivinar. —¿No era irónico que se abriera a él en su última noche juntos? Cepilló la mano sobre su sedoso pelo, desde su cuero cabelludo hasta donde se rizaba en contra de su hombro—. Hemos progresado mucho en pocas semanas, ¿verdad? —Mmm‐hmm. —Ainsley presionó el lado de la cara en contra de su pecho—. Voy a extrañar esto. Lo golpeó entonces, lo irreversible. No era solamente la relación D/s lo que él extrañaría. La extrañaría a ella. Todo de estar con ella. Permanecieron abrazados durante tanto tiempo que la habitación se volvió fría y Ben se dio cuenta que el fuego se había apagado hasta las cenizas. La besó en la frente y se levantó, cubriéndola con una manta de lana. Reabasteció la estufa a leña. Se agachó para calentarse las manos, sus pensamientos corriendo a mil kilómetros por hora. Su mirada se movió en dirección a los papeles para solicitar el préstamo que esperaban sobre el mostrador. No era demasiado tarde. Podría arrojar el sobre en el fuego. Podría continuar explorando lo que pasaba entre ellos. ¿Y entonces qué? ¿Pasan tiempo juntos y te enamoras de ella aún más de lo que ya estás? No tienes ninguna garantía de que Ainsley no termine esto de todas formas, porque sabes que no está convencida de que sea algo perdurable. No actuó como si se sintiera molesta porque lo estás terminando, además de los comentarios mordaces que hizo en la casa de Rielle. De cualquier forma, igual la estás perdiendo y también te estás quedando sin las tierras. —¿Ben?
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Se volvió. —Alguien tomó una pequeña siesta. —Lo siento. —Ella bostezó—. ¿Comiste? —No. —Sentía que había perdido el apetito—. ¿Tienes hambre? —No mucho. Pero la dejaré para ti. —¿Te vas? Ella asintió con la cabeza, envolvió la manta alrededor de su desnudez y se dirigió hacia sus ropas, que él había levantado y acomodado sobre la silla. Cuando terminó de vestirse, su mirada aterrizó en el sobre encima del mostrador. —¿Terminaste con los papeles? —Síp. —¿Estarás disponible mañana por si necesito consultarte algo? —Debería estarlo. Tomó su cartera y se puso rápidamente el abrigo. Síguela. Dile cómo te sientes. Pero no pudo hacerlo. —Adiós, Ben. Te haré saber cuándo tenga noticias del préstamo. —Lo apreciaría. Conduce con cuidado. Entonces ella se fue. Y por primera vez en su vida, sus perros no proveyeron la camaradería que él necesitaba.
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CAPÍTULO 23 Probablemente terminaría con la oreja como una coliflor debido a las horas que pasó en el teléfono. Ainsley se frotó la carne lastimada y cambió de oído. No había tenido una oportunidad de irse de su oficina hasta el almuerzo, y cuando regresó notó que las persianas de la oficina de Leslie estaban cerradas, lo cual era inusual. Golpéo y oyó un brusco, —Entra. Leslie se veía horrible. Piel pálida, ojos vacíos, nariz roja. Comenzó a decir algo y terminó teniendo un ataque de tos. Pero descartó con un gesto la preocupación de Ainsley y graznó, —Es sólo un resfriado. Nada por lo que preocuparse. —¿Por qué estás aquí hoy? Deberías estar en casa, en cama. Leslie estornudó. Tosió. Entonces se sonó la nariz. Dos veces. —Lo siento. Estoy retrasada. No puedo darme el lujo de faltar un día. —¿Cuánto pudiste lograr adelantar hoy de cualquier manera? —Probablemente no mucho. —Dejó caer la cabeza hacia atrás contra el cabecero—. Me siento fatal. —Deberías pasar parte de enfermedad. —Lo intenté, pero Jenny me pasó con Turton en vez de contigo. Turton dijo que el pago por enfermedad no se hace efectivo hasta los treinta días. Así que si no aparecía, mi cheque quedaría retenido. Sabes que Roger y yo todavía estamos tratando de ponernos al día después de que ambos estuvimos sin trabajo por seis meses. Necesito este trabajo. Estaré bien. He ido a trabajar sintiéndome mucho más enferma que hoy.
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—No me importa. Te vas a casa. Y no quiero verte por aquí hasta que realmente te sientas mejor. Arreglaré el asunto del pago por enfermedad con recursos humanos, ¿de acuerdo? Leslie estornudó y se estiró para tomar un pañuelito de papel. —Gracias, A. —¿Hay alguna cosa urgente que necesites que me encargue de hacer por ti hoy? —No. Sólo cancela las citas de préstamos por esta tarde. Le pasaría ese trabajo a Jenny. —Considéralo hecho. ¿Te sientes bien para conducir? —Estoy bien. No estoy tan lejos. Podría aprovechar algunas horas para dormir antes de que los niños vuelvan del colegio. —Le entregó a Ainsley su agenda con las citas—. Los nombres y números están aquí. Ainsley pasó por la oficina de Turton. Su puerta estaba cerrada, al igual que las cortinas. Comprobó la hora. Ya debería estar de regreso del almuerzo a esta hora. Se dirigió al escritorio de Jenny. —¿Dónde está Turton? Jenny dejó de hojear una revista. —Se tomó la tarde libre como día personal. ¿Por qué? ¿Así que para él estaba bien faltar al trabajo? ¿Pero esperaba que Leslie estuviera allí cuando estaba escupiendo los pulmones por la boca? —No lo había visto desde esta mañana. —Apoyó la agenda encima de la revista de Jenny—. Tendrás que cancelar amablemente las citas de Leslie para hoy, lo antes posible, y decirles a los clientes que ella los llamará para reprogramarlas. —Pero…
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—Sin excusas. Y de ahora en adelante, me transferirás todas las llamadas de los empleados por enfermedades y ausencias a mí, no a Turton. ¿Está claro? Ella bajó la mirada sobre la agenda. Por una vez, Jenny no le retrucó con un comentario mordaz. Ainsley terminó de verificar la situación financiera de Ben. Probablemente debería esperar para enviarlo a la oficina central, pero dado que Leslie ya estaba retrasada, no quería añadir una carga con una solicitud de préstamo sencilla. Después que hizo las copias, metió los originales en un sobre certificado. Sellar ese sobre le produjo una extraña sensación de irrevocabilidad para la que no estaba preparada. Le había gustado cómo estaban progresando las cosas y los cambios entre ellos. No sólo cuando él se metía en el modo Dom, sino cuando era solamente Ben. Extrañaría la forma en que la llamaba su ángel. La manera en que gruñía ese apelativo en contra de su piel. Extrañaría la forma en que la empujaba para aceptar lo que era. La manera en que no la dejaba esconderse de sí misma ni de él. La manera en que le había dado lo que ella había necesitado durante tanto tiempo cuando no había tenido el valor de admitir lo que necesitaba. Fue algo pasajero. Y prefirió al dinero antes que a ti. ¿Cuánto tiempo hacía que él sabía que necesitaría un préstamo? ¿Y qué hubiera hecho si ella se hubiera rehusado a ayudarlo? ¿Habría vuelto tirante su relación D/s? ¿O terminado por completo con ella? No había forma de saberlo ahora, pero no podía evitar sentirse un poco usada y muy decepcionada. Más allá de todas sus preguntas y dudas sobre lo que podría haber sido, todavía se sentía atraída por él. Se preguntó cuánto tiempo iba a poder mantenerse lejos de Ben. Resultó ser no por mucho tiempo. Pero se había convencido de que era una cuestión de necesidad, no de elección personal. 331
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Se paseaba de un lado a otro, aferrando firmemente el teléfono. —¿Ben? ¿Estás muy ocupado en este momento? —¿Por qué? ¿Qué necesitas? —Entonces se sintió ridícula y casi exhala un, oh, por nada en especial, sólo llamaba para saber cómo estás, en lugar de poner en evidencia su impotencia—. ¿Ainsley? ¿Qué te pasa? —No quiero que pienses que yo soy una inepta o que sólo te llamé porque necesitaba algo, aunque esas dos expresiones sean ciertas… —Aspira profundamente, ángel, y dime qué está pasando. —El fregadero de mi cuarto de baño está perdiendo agua y no puedo encontrar dónde está la falla y no puedo contactar al propietario. —Estoy en camino. —¿En serio? ¿Tan pronto? —Tan pronto. Estaré allí en quince. Ella recogió las toallas mojadas y las lanzó dentro de la bañadera. Después apiló toallas limpias sobre el inodoro, estaba sentada sobre el piso, escuchando el tic tic tic continuo del agua dentro del balde plástico debajo del fregadero. Cuándo sus gatos se dirigieron al corredor supo que Ben había llegado, aún antes de que gritara, —¿Ainsley? —Aquí dentro, —gritó en respuesta. Su corazón dio un vuelco cuando él entró en el cuarto de baño. El hombre se veía incluso más sexy llevando una caja de herramientas de lo que lo hacía llevando su bolsa de juguetes. Ben le dirigió una breve sonrisa y un,
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—Hola, —antes de ponerse en cuclillas sosteniendo su caja de herramientas—. ¿Cuándo notaste la fuga? —Después del trabajo. Estuve aquí esta mañana y no había filtración entonces. Él encendió una linterna y el haz de luz iluminó el interior del armario. Metió la cabeza debajo del fregadero. —Parece que la tuerca de la válvula de agua fría está suelta. Ten. Sostén esto. —Le pasó la linterna y hurgó dentro de su caja de herramientas. Cuando encontró la que necesitaba, volvió a meterse debajo del fregadero—. ¿Puedes apuntar la luz donde tengo la llave sobre la tubería? —Seguro. —En ese espacio reducido, presionó el cuerpo contra el exterior del gabinete y sostuvo la luz firmemente. Un par de fuertes sonidos metálicos, un alto chillido y entonces el agua brotó. Ben se sacudió hacia atrás, golpeándose la cabeza con la parte inferior del fregadero y gritó, —Joder. —¿Estás bien? —Sujeta esa linterna apuntando aquí. El agua todavía estaba derramándose por todas partes. Otro fuerte sonido metálico y entonces el agua se detuvo bruscamente. —¿Qué pasó? —Algún idiota olvidó cerrar la llave de paso del agua antes de comenzar a joder con la tubería. —Gruñó—. Fue divertido. ¿Me puedes pasar una toalla? —Aquí tienes.
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—Gracias. —Cuando Ben salió debajo del fregadero, Ainsley se quedó atónita al verlo empapado… el pelo, la cara, el cuello y la camisa. —Mírate. Lo siento mucho. —Ainsley se agachó dentro del gabinete y usó una toalla de baño para limpiar el lío—. ¿Cuál es el diagnóstico? —La rosca de la tubería está rota porque los depósitos de calcio son abrasivos. Tendrás que usar el fregadero de la cocina hasta que tu casero arregle esto. No tengo los repuestos de plomería necesarios. Cuando ella retrocedió y se puso de pie, se dio cuenta que Ben se había quitado la camisa. Qué vista. Hombros anchos, bíceps musculosos. Piel tersa. Incluso mientras su cerebro gritaba basta, sus dedos oían adelante. Trazó la dura cordillera de músculos pectorales. —Nunca me permitiste tocarte realmente como quería. Ben le levantó la barbilla y la miró a los ojos. —¿No lo hice? —No. Siempre enfocabas nuestros… encuentros en fomentar mi educación sobre las relaciones D/s. Él rozó el pulgar sobre su labio inferior. —Te permitiría tocarme ahora. —Ben. —Pero irías mucho más allá de mi orden de tocarme, ¿verdad? ¿Debería hacerlo? Ainsley, pasa tus manos por todo mi cuerpo. Esa profunda voz de Dom viajó a través de sus oídos y se abrió paso dentro de ella como calor líquido, como una droga. Tuvo que retorcerse para alejarse de él y esconder el anhelo en sus ojos. ¿Pero qué anhelaba? —No puedo. 334
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—Lo sé. —La besó en la parte superior de la cabeza—. Debería irme. —Pero tu camisa está empapada. Podrías contraer un resfrío si te vas a casa con la cabeza mojada. Lo mínimo que puedo hacer es lavarla y secarla, así impido que termines enfermo. —¿Eso sonaba como una excusa poco sólida para él? —Nunca me enfermo. —Arqueó una ceja—. Además, ¿piensas que es una buena idea, después de lo que convenimos? ¿Justamente anoche? Por supuesto que le recordaría su rol de Dom en cualquier oportunidad. —Creo que podemos mantener quietas nuestras manos por una hora o así, ¿no te parece? Él sacudió la cabeza diciendo no y respondió, —Sí. Ainsley se rió y le arrebató la camisa. Se sorprendió de que Ben la siguiera al pequeño espacio del lavadero. —En el camino hacia aquí, esperaba que atendieras la puerta con talones y un delantal. Y que entonces dijeras algo como, necesito a un hombre con una gran herramienta para revisar mi plomería. Y yo contestaría, sé cómo zambullirme profundamente. —¿Imaginaste que te persuadiría a venir aquí con un falso escenario porno? — Le alimentó el ego que Ben hubiera creído que ella podría inventar una escena tan erótica—. No sabía que mirabas porno. —Todos los tipos ven porno. —Le sonrió y se secó el pelo con la toalla—. Y los que dicen que no lo hacen, mienten. Nunca vimos porno juntos. Una lástima. Hay montones de escenas que me habría encantado hacer contigo. Ella encendió la máquina de lavar y se quedó enfocada sobre su increíble pecho otra vez. De acuerdo. Él necesitaba cubrirse. —Te buscaré una camisa.
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Sólo por sentirse irascible, escogió su remera Amo Los Gatos. Ben la atrapó con una mano y la deslizó por encima de su cabeza. —Hablando de gatos… se apresuraron a salir de la habitación en el instante en que puse un pie adentro. Me odian. —Porque hueles a perros. Tus perros me odian porque huelo a gatos. —Mmm. Pero a mí me gusta cómo huele tu coño. —Bennett McKay. Él se rio. —Pásame el control remoto. Ya nos hemos perdido diez minutos de La Rueda. Ainsley se sentó a su lado, como siempre hacía. Bennett la sacudió más cerca de su cuerpo, como siempre hacía. Sólo cuando el espectáculo finalizó ella recordó que no se suponía que terminaran abrazados. No se suponía que la estuviera tocando. No se suponía que ella tuviera la cabeza apoyada en su hombro. Casi como si él hubiera leído su mente, murmuró, —Lo siento. Hábito. —Le acarició el antebrazo con los dedos tres veces más antes de soltarla. Ainsley se paró y se retiró a la cocina. Él la siguió. De cerca. —Mira, tu camisa todavía no está seca. ¿Por qué no te quedas a cenar? Nada elaborado. Sólo un pastel de pollo. —Cuando Ben no respondió, ella retrocedió—. Pero no te sientas obligado. Seguro que tienes mejores cosas para… Él gruñó con esa advertencia tipo‐Dom, curvando los dedos alrededor de su mandíbula, echando abajo sus protestas y su mente con un prolongado beso de labios suaves lleno de un dulce calor. Sólo con sus besos podía hacerla salir disparada dentro de ese sublime espacio luminoso.
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Sentía a sus labios hormiguear cuando él se alejó. Su rostro se había vuelto completamente Dom. —Te quiero. Ahora. Inclínate sobre la mesa con ese paño de cocina atando tus manos juntas detrás de la espalda. Ella se tambaleó hacia atrás contra el mostrador. —No. —Tú no me dices que no a mí, sub. —Ya no soy más tu sub, ¿recuerdas? Inmediatamente Ben se congeló. Metió las manos en sus bolsillos y dio dos grandes pasos atrás. —¿He mencionado cuánto odio malditamente eso? Recuérdale que se buscó esto. Refuerza los límites y lleva esto al campo de los negocios. —Envié los papeles para solicitar tu préstamo hoy. —¿Encontraste algo en mi situación financiera que valga la pena mencionar? —Le preguntó de modo tirante. —Te apañas en tu trabajo extra de muebles mucho más de lo que creía. Así que eso es un lado positivo para conseguir la aprobación, dado que los ingresos de las mensualidades no son suficientes. —¿Tienes alguna idea de cuánto tiempo se necesitará para que lo sepas con seguridad? Ella se encogió de hombros. —Probablemente la semana próxima. Entonces él estaba invadiendo su espacio otra vez.
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—¿Y entonces qué, Ainsley? —¿Qué quieres decir? —Nuestro asunto habrá terminado oficialmente. ¿Podemos retomarlo dónde lo dejamos? —Oh, ¿quieres decir que nos veamos a escondidas? ¿Para mangonearme en privado? —Ella negó con la cabeza—. Ese barco ya ha zarpado para nosotros. Nuestro mes habría terminado la próxima semana de todos modos. —Ainsley se dio cuenta de que, literalmente, se había dejado arrinconar—. Atrás, Ben, o te golpearé en la entrepierna con este paño de cocina. Él levantó las manos y miró la toalla retorcida en sus manos. —Bien. Lo siento. Pero hablaremos de esto más adelante. Eso hablaba de lo cómodo que habían logrado sentirse entre sí, dado que ninguna dificultad permanecía mucho tiempo, incluso después de este cambio. Ella le contó algunas curiosas historias de su infancia de vagabunda. Él le narró cómo fue crecer con sus primos McKay. Era extrañamente como si estuvieran en una primera cita. Era… lindo. Normal. Relajado. Ben espió a través de la tapa transparente de la sartén. —¿Qué es? ¿Dos grandes latas de sopa de carne con vegetales condensados, una taza de crema y una caja de galletas tiradas por encima? —Así es. —Un cosquilleo empezó en su nariz y se estiró para tomar un pañuelo de papel. Estornudó. Fuerte. Tres veces seguidas—. Tal vez voy a evitar la pimienta la próxima vez. —Se sorbió la nariz—. Olvidé preguntarte si querías una cerveza. —No pensé que fueras bebedora de cerveza. —No lo soy. Las compré para ti la semana pasada, en caso de que alguna vez cayeras sin avisar.
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Él le disparó una sonrisa llena de hoyuelos. —Pasaré de visita más a menudo. Sí, por favor. Y por extraño que parezca, él esposándola y violándola hasta que ella se corriera gritando no fue la primera escena que se le pasó por la cabeza. ¿Y qué significa eso? ¿Qué estarías encantada de tener una relación del tipo‐cita con este hombre? ¿Podrían intentar eso? Le disparó una mirada por debajo de sus pestañas. Había dicho que estaría interesado en caer de visita para tomar una cerveza. Habían cocinado juntos. Mirado tele juntos. Habían hecho… cosas normales. Él había preguntado desde dónde podrían retomar esta relación después de que oficialmente se hiciera efectiva su solicitud de préstamo. Incluso había desistido cuando ella se había puesto más agresiva de lo usual. ¿Podría ser ésta su forma de sugerir que quería intentar una relación simple y llanamente normal con ella, pero no sabía cómo hacerlo? ¿Podrían empezar de forma sencilla? ¿Comenzar de nuevo? Eso podría funcionar. Traería a colación el tema y vería su respuesta. Después de que terminaron de comer, Ainsley dijo, —Estuve pensando que podríamos ser… amigos. —¿Amigos? —Repitió como si fuera alguna especie de enfermedad. —Seguro. ¿Tienes amigos, verdad? —Define amigos. —Podrías venir a casa a cenar. O yo podría ir a tu casa. Podríamos divertirnos. Jugar un rato al billar. —Mierda. No debería haber mencionado esto último. Su expresión fue un caliente recordatorio de cómo habían usado su mesa de billar la última vez—. No has dicho nada. —Porque no sé qué mierda decir sobre eso.
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La secadora sonó. Ainsley buscó su camisa y lo ayudó a ponérsela. Automáticamente comenzó a abotonarla, como lo había hecho a menudo. Algo en volverlo a vestir era casi más íntimo que desnudarlo. Enfocó la atención en alisar las arrugas de la tela de algodón como una excusa para no mirar directamente a sus apremiantes ojos mientras lo tocaba. Incluso cuando no se suponía que estuviera tocándolo. Ordéname que me detenga, Bennett. Siempre fue tu trabajo establecer los parámetros físicos entre nosotros. Cuándo terminó de abotonar, Ben le presionó la mano en contra de su pecho. Justo debajo de su estruendoso corazón. ¿Este lado de él era más peligroso que su lado Dom? Ella tenía experiencia tratando con el atrevido Bennett. ¿Con este Ben sociable? No tanto. Pero quería conocer este lado de él también. Tal vez él sólo necesitaba saber que ella aceptaría este lado suyo. Sus ojos se encontraron. Entonces sus labios. El beso no fue mucho más que un simple pico. —Entonces, llámame mañana, amigo, —murmuró ella. —Ainsley, no sé si puedo ser… —No fue una petición. —Lo besó otra vez, entonces firmemente lo empujó fuera de la puerta.
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CAPÍTULO 24 Ben tocó el timbre de la puerta de Ainsley otra vez. Había probado llamar a su celular varias veces y ella no había atendido. Tal vez era una excusa, aparecer en su puerta, pero algo parecía… estar mal. Algo además de la falsa amistad que ella estaba intentado forzar con él. Por Dios. No quería ser su jodido amigo. En los últimos dos días ya había visto su alejamiento. No sólo de él, sino de su lado sumiso. Intentando transformarlo en un tipo de hombre que no era, negando su propia naturaleza y tratando de convertir su relación en algo que nunca fue y nunca sería: normal. Ben estaba comenzando a perderla. Ese pensamiento lo había estado volviendo jodidamente loco de remate cada día después de que ella no había devuelto ninguna de sus llamadas. Tenía la esperanza de que no haya vuelto a los viejos hábitos, como a ese jueguito del tiempo con la mentalidad de mierda donde la mujer esperaba una cierta cantidad de tiempo antes de devolver las llamadas de su cita de la noche anterior, para no dejar ver que estaba demasiado ansiosa. A la mierda con eso. Ellos no eran ninguna maldita cita. Ella necesitaba un recordatorio de qué eran juntos. De lo correcto que era eso. Y si tenía que esperar hasta que el préstamo fuera aprobado, para probárselo, así sería. Pero no le mentiría y no le dejaría mentirse a sí misma. Así que sí, estaba yendo en modo todo Dom feroz detrás de su culo. Frustrado, tocó el pomo de la puerta. Cerrado. Pero la puerta se abrió una muesca porque no había enganchado por completo el pasador. Eso no era bueno. Ainsley era cuidadosa en cerrar la puerta. Ben dio un paso adentro.
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Los gatos lo miraron desde el final del pasillo. —¿Ainsley? Ninguna respuesta. Escudriñó la sala de estar. Su cartera estaba sobre la silla, junto con su abrigo. Las llaves de su coche y el teléfono celular estaban sobre la mesita auxiliar. Espió dentro de la cocina, ninguna señal de ella. Atravesó el corto pasillo. Cuando encendió las luces de su dormitorio, notó que las sábanas estaban revueltas, el acolchado arrojado hacia atrás, las almohadas desparramadas por el piso. Su corazón estuvo malditamente cerca de detenerse al verla curvada sobre el piso del cuarto de baño. —Mierda. —Se agachó al lado de su cuerpo y comprobó que tenía pulso en su cuello, gracias a Dios—. ¿Ainsley? —Colocó una mano en su frente—. Nena. Estás ardiendo. —¿Ben? —Estoy aquí, ángel. Quédate conmigo. Necesito llevarte a la sala de emergencias. —Nada de médicos. —Mala suerte. —No iré. —Intentó rodar para alejarse. La mantuvo quieta y apisonó su propio temor. —¿Entonces qué debería hacer? Ella mascullaba. —Llama a Joely.
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Ben tomó el celular de Ainsley y se desplazó por la pantalla hasta que encontró el número de Joely. Cayó de rodillas al lado de ella sobre los mosaicos mientras presionaba el botón de llamada. La doctora atendió durante el segundo ring. —¿Doc? Soy Ben McKay. —Ben. ¿Por qué estás llamando del teléfono de Ainsley? —Pasé a verla y la encontré tirada en el piso en el cuarto de baño. Su piel está ardiendo. No quiere ir a ER. Estoy asustado porque estaba bien ayer. —Sus palabras salieron con la velocidad de una ametralladora. —Cálmate. ¿Puedes decirme si estuvo vomitando? —No hay rastros en el piso ni en su pelo, ni en ninguna parte. —¿Puedes preguntarle a ella? —Está bastante desorientada. —Ponme en altavoz. Ben presionó el botón y sostuvo el teléfono más abajo. —Ya estás. —Ainsley, soy Joely Monroe. Ben dice que estás enferma. ¿Has estado vomitando? —No. —Ella se estremeció y a Ben se le oprimió el estómago. Le alisó el pelo húmedo fuera de su cara. —¿Cuándo comenzaste a sentirte mal? —Justo después que salí para el trabajo esta mañana. No pude quedarme así que volví a casa. —Dime tus síntomas. 343
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—Calor. Frío. Escalofríos. Dolor de cabeza. Me duele el cuerpo. Dolor de garganta. —Estornudó bastante anoche, —agregó Ben. —¿Tomaste algún medicamento para alguno de esos síntomas? —No. —Bueno, aquí está mi diagnóstico sobre la marcha. Tiene gripe. Probablemente el tipo de gripe de veinticuatro horas. Con suerte ya pasó su pico. —¿Tengo que llevarla a ER? —No a menos que empeore notablemente. Ahora mismo, necesita tomar dos cápsulas de Paracetamol y en otra hora, dos Ibuprofenos. Eso debería bajarle la fiebre. Si está despierta, hazla beber mucha agua, pero no la despiertes para beber. Ponle paños fríos en la cara. Eso al menos le dará una sensación de frescura hasta que baje la fiebre. —Una pausa—. ¿Puedes quedarte con ella esta noche, Ben, o hay alguien más a quién ella pueda llamar? Él moderó su respuesta inicial, No hay una jodida forma de que fuera a dejarla, a un más tranquilo, —Me quedaré. —Estaba cagado en las patas. Nunca antes había cuidado a una persona enferma en toda su vida. ¿Becerros enfermos? No hay problema. ¿Personas enfermas? Jamás. —Es un cuadro bastante rápido, —dijo la doctora—. Pero te advierto: es altamente contagioso. Deberías esperar enfermarte. —Nunca me enfermo, —se mofó sobre el tono de llamado. Ben intentó levantarla del piso del cuarto de baño. —Vamos. Déjame meterte en tu cama. —Hace mucho calor allí.
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—Estará más frío. Te lo prometo. Déjame ayudarte a levantarte. —Ben prácticamente llevó a cuestas a Ainsley hasta su cuarto—. Siéntate sobre la cama. —Siempre eres tan mandón. —Parte de ser un Dom. —Bien, ya no eres mi Dom, así que déjame acostarme. Resistió el deseo de chasquearle, Una mierda no soy tu Dom. Respiró lenta y profundamente, completamente fuera de su elemento en tantos niveles. —Primero tienes que tomar las medicinas. —Ainsley frunció la cara—. Te harán sentir mejor. Una vez que se tragó las píldoras, se estiró sobre el colchón. —Cierra los ojos. —Colocó un paño frío en su frente. Ella suspiró. —Eso es encantador. Tú eres encantador. —¿Pensaba que era mandón? —Eres tanto encantador como mandón. Me gusta eso de ti. Las dos caras de la misma moneda. Él no pudo evitar preguntar, —¿Qué lado te gusta más? —El lado encantador. Creo que te asusta mostrarme ese lado de ti mismo, más de lo que te asusta mostrarme tu lado Dom. Mentira. Estás escondiendo la verdad de que te gusta más mi lado mandón. Ben se quitó las botas y se extendió al lado de ella. Quería hacer que sanara ahora. Levantarla en brazos, correr hasta un médico y exigir que la curase. Se obligó a calmarse 345
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y la observó conciliar el sueño, tomándola de la mano justo cuando comenzó a quedarse dormido. La agitación de Ainsley lo despertó. Miró el reloj. Sólo había pasado una hora. Ella comenzó a incorporarse. —Tranquila. Te traeré lo que necesites. —Algo para beber. Ben se movió hasta el borde de la cama y levantó un vaso hasta sus labios. —Aquí tienes. —Se bebió hasta la última gota—. ¿Mejor? —Sí. Cambió el paño recalentado por su piel, por uno frío. Ainsley suspiró cuando lo colocó sobre su frente. —Gracias, Ben. No tienes que quedarte. —Quiero quedarme. —¿Por qué? No es como si tuviera alguna nueva información sobre el préstamo para ti. Ese comentario sonó un poco molesto. —Gracias por el dato. —Estoy sorprendida de que te interese pasar el rato conmigo, especialmente si no tenemos sexo salvaje, —le dijo Ainsley con un tono ácido. La voz de Ben adquirió un tono de puro Dom. —La falta de sexo salvaje fue tu elección. Y es un maldito misterio por qué estoy obsesionado con pasar el tiempo con una mujer como tú que es bella, aventurera, lista y sexy como el infierno. 346
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Ella deslizó hacia abajo el paño y entrecerró los ojos sobre él. —¿En serio me ves así? La mano de Ben le acarició el brazo. —Sí, ángel, así es. Sabes que te veo así. Te veo con mucha más claridad que lo que tú me ves a mí. —¿Por qué viniste esta noche? Para recordarte que no soy ningún perro faldero que se contenta con las migajas de amistad que intentas arrojar sobre mí. —Porque pensé que estabas ignorando mis llamados, así que vine a masticarte el culo. —Y probablemente deseabas zurrarlo también, ¿no? —Como no puedes ni imaginarte. —Ben. No es así… quiénes tenemos que ser. Sí, lo es. Es eso lo que somos. Y no hay nada malo con eso. Pero ella no necesitaba tratar con ese asunto ahora. —Cristo, Ainsley, me asustaste como la mierda cuando te vi en el piso del cuarto de baño. Ella extendió la mano y palmeó a ciegas su brazo, tranquilizándolo. —Me alegro que vinieras a ver cómo estaba. Es muy dulce y son cosas que hacen los amigos. Dulce y cosas de amigos mi culo. Ben volvió a colocarle el paño en su lugar. —Tengo que ir a comprarte Ibuprofenos según las órdenes de la Doc. ¿Hay alguna otra cosa que necesites que te compre?
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—Pastillas para la garganta con sabor a cereza y 7UP. —Lo tengo. —Ben acomodó el cobertor alrededor de ella—. Volveré enseguida. Cuando regresó, Ainsley se había quedado dormida otra vez. Se paseó por su cocina. Poniendo las flores que le había llevado en un florero. Encontró una olla para calentar la sopa de pollo enlatada. Sobornó a sus gatos con antojitos y se rio cuando las bolas de pelo se volvieron ligeramente menos distantes. Oyó correr el agua del inodoro y se dirigió al cuarto de baño. —¿Ainsley? ¿Estás bien? La puerta se abrió. —Estoy cansada de estar en la cama. Creo que me sentaré en el sofá. Tenía una expresión de dolor. —¿Qué te pasa? —Mi cabeza está latiendo. —Tal vez sea por las luces. —Ben encendió una lámpara y se sentó junto a ella—. Ven acá. —Colocó una almohada sobre su regazo. Ainsley apoyó un lado de su cara sobre la almohada y prácticamente ronroneó cuando él suavemente le acarició el pelo. —Dios. Amo cómo me tocas. De cualquier forma que me toques. Sé que lo haces. —Entonces… me hice amigo de tus gatos. —¿Tuviste que sobornarlos, verdad? —Síp. Desvergonzadamente. Con múltiples bocadillos.
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Su baja risa le provocó un ataque de tos. Se incorporó, se sonó la nariz, tomó otro trago de agua y se metió una pastilla en la boca. —Lo siento. Odio estar enferma. Probablemente fuiste uno de esos niños saludables, Don‐nunca‐me‐enfermo. Él tocó su frente. La piel estaba mucho más fría. Ainsley se acurrucó más cerca de él. —Estoy cansada. —Su respiración cambió y Ben estaba seguro de que se quedaría dormida otra vez, cuando masculló—, gracias por cuidar de mí. Envolvió un rizo alrededor de su dedo índice. —Es la primera vez para mí. Soy más del tipo de hombre “lamento que estés enfermo, tengo que irme”. —Bueno, ahora eres definitivamente más del tipo “soy tu novio y me ocuparé de ti”. ¿Novio? ¿Eso es lo que él era para ella? ¿El rol al que lo había relegado? Oh, infierno, no. Joder, no. Los guantes de seda con que la había estado tratando estos últimos días estaban a punto de desaparecer. Tan pronto como ella lograra sobreponerse a este delirio provocado por la fiebre. Naturalmente, Don‐nunca‐me‐enfermo… se enfermó. Juró que se estaba muriendo. Había contraído peste bubónica. Paludismo. Lepra. Tifoidea. Ben McKay era un paciente horrible. Pero Ainsley se quedó con él desde el inicio de los primeros estornudos. Atendiéndolo continuamente. Cuidando de sus perros. Y cuando él se estiró hacia ella en medio de la noche, voluntariamente se metió dentro de sus brazos, reconfortándolo mientras temblaba de fiebre, no de pasión. Pero incluso enfermo había estado en total modo Dom. Fue cuando la realidad de esta situación con él comenzó a ponerse en evidencia. 349
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Estaban en un punto muerto. No eran amigos, tampoco eran amantes. Estarían en este recodo del camino de cualquier manera, aunque el asunto del préstamo no hubiera interferido entre ellos, con los treinta días llegando a su fin. ¿Entonces por qué ella todavía estaba en un punto de inflexión? ¿Insegura de lo que quería y temerosa de decírselo? No. No es Bennett quién te asusta, temes que él vea directamente a través de ti cuando le mientes. Así que una hora más tarde cuando Ben regresó de su viaje al pueblo y se desplomó a su lado en el sofá después de una ducha, ella sintió un intenso nudo en la garganta, preguntándose cómo iba a llevar adelante esta discusión en realidad. —Estás sorbiéndote la nariz. ¿Sientes que estás enfermándote otra vez? —Le preguntó con preocupación. —No. Estaba inhalando fuerte porque hueles bien. Él levantó una ceja. —Me habría duchado mucho antes si me hubieras dicho que olía feo. —No es eso. Sólo que me gusta el perfume de tu jabón. —Este tipo de comentario no es mantener esto neutral, Ainsley. —Debidamente anotado. —Él tomó la botella de agua de la mesita de café. —Ah, tu mamá pasó a visitarte mientras estabas en la ciudad. Él se atragantó con su boca llena de agua. —¿Sí? Mierda. Lo lamento. Probablemente fue un total dolor en el culo. Ainsley se había preguntado cómo iba a reaccionar a la visita sorpresa de Vi. —No, fue divina. Hablamos de nuestro pasado creciendo con un padre al servicio de Dios.
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Eso lo sorprendió. —Supongo que mi abuelo era un completo bastardo. Apesta un poco que lleve su nombre. ¿Tu papá también es así? —No. Sólo tiene sus mañas. Tu mamá es una mujer interesante. Tenemos muchas cosas en común. Me gustó. Me invitó a almorzar. Ben carraspeó. —Es una mujer entrometida. —Tu madre fue mucho más simpática conmigo que Rielle. —Jesús. ¿Rielle estuvo aquí también? —Evidentemente se enteró que estabas enfermo y trajo una canasta de muffins para enviarte por el camino de la recuperación. —Un borde de celos se coló en su tono a pesar de su intento por reprimirlo. —Ah. Eso es extraño. —Apuntó a una colorida bola sobre la silla—. ¿Qué es eso? ¿Por qué cambiaba de tema manifiestamente cada vez que mencionaba a Rielle? —Mi tejido. —Tejido. ¿Tú tejes? —Sí. Tenía que tener algo productivo para hacer mientras estabas afiebrado y decaído. —Cruzó los brazos sobre su pecho—. ¿Por qué? ¿Piensas que es un pasatiempo idiota? —¿No era el tipo correcto de pasatiempo para una sub? ¿Se supone que mis manos estén ocupadas en atender a tus necesidades todo el tiempo? Ni hablar. Ben se encogió de hombros. —No es idiota en absoluto. Nunca lo mencionaste.
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—No hemos pasado el tiempo hablando exactamente durante el mes pasado. —Ojo, ángel, podría tomar eso como una queja. Especialmente cuando eres la única que no quiere hablar de ciertas cosas. Ainsley apoyó la mejilla sobre el cojín del sofá. Había ensayado esta conversación en su cabeza y ahora era el momento para tenerla de verdad. —No es una queja, Ben. Simplemente es una observación. —Me parece que no va a gustarme esta observación, ¿verdad? —Probablemente no. —Sus ojos buscaron los de él—. Me gusta cómo se dieron las cosas entre nosotros el último par de días, casi más que cuando éramos Dom y sub. La dolorosa mirada en su cara la hizo sentirse como si lo hubiera cortado por la mitad. —No quieres decir eso realmente. —Tal vez tengas razón. Pero este es el asunto. No sé lo que quiero decir. —Suspiró—. El sexo contigo… Dios, nunca soñé que una relación física pudiera ser tan devoradora. Y existía eso entre nosotros. Cada vez. La intensidad variaba, pero siempre estaba allí. — Apartó la mirada, insegura de cómo terminar. Luego de un minuto o poco más o menos, Ben dijo, —¿Me puedes mirar, por favor? No fue una orden de Dom. Lo miró. En sus ojos vio miedo, honestidad, confianza y poder. Vio todo lo que necesitaba. Vio todo lo que no debería desear. Todo lo que ella estaba demasiado… asustada como para extender la mano y tomarlo. —¿Qué está pasando en realidad? ¿Te dijo algo mi madre? Ella negó con la cabeza. Sus ojos azules destellaban fuego.
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—¿Rielle? ¿Abrió ella su gran bocota? Porque… Ainsley puso los dedos sobre sus labios. —Nada de eso. Ambas sólo tenían curiosidad de por qué estaba en tu casa. Y no supe qué decirles. —¿Qué tal la verdad? —¿Y cuál es, Ben? ¿Qué nos conocimos en un club sexual? ¿Y que estábamos haciendo una prueba en campo como pareja D/s? —Él gruñó—. Yo sólo… no puedo seguir más con esto. No somos amantes. —Ainsley sonrió con pesar—. No quieres ser mi amigo, ¿verdad? —No. Eso dolió. —¿Entonces, es sexo o nada? —Síp. Estuve siguiendo tus parámetros, Ainsley. ¿Pero cuando superemos el aspecto comercial de este préstamo? Quiero una oportunidad para poner las cosas como estaban. —Tú Dom, yo sub. Su dura mirada la inmovilizó en el lugar. —¿En serio? ¿Así es cómo viste lo que había entre nosotros? —No. —Esto no estaba saliendo de acuerdo al plan—. Pensé que quería hablar contigo sobre esto y ahora veo por qué no lo hacía. —Se levantó del sofá. —¿Qué es lo que te asusta? Ainsley no respondió. Simplemente recogió sus cosas y se dirigió hacia la puerta.
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Ben no la había besado para nada desde esa noche en su casa cuando ella había sugerido que fueran amigos. Cuando la ayudó a ponerse el abrigo, ella quiso fundirse con él. Deseaba que se pusiera de lleno en Dom con ella. Que le ordenara quedarse. Pero él no dijo una sola palabra. Ni siquiera la acompañó hasta su coche. Fue entonces cuando ella supo que esto realmente había terminado.
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CAPÍTULO 25 Esta situación de mierda con Ainsley era una putada. Lo tenía atascado en un jodido limbo. Esto era un purgatorio. Esperar, esperar, esperar. No la había visto durante dos malditos días. Incluso la había llamado ayer al banco para averiguar sobre el estado de su préstamo, lo cual había sido una legítima razón para contactarla porque se estaba acabando el tiempo e iba a necesitar el dinero hacia el final de la semana. Por alguna razón su llamado para saber sobre el préstamo la disgustó. Entonces su… invitación para llevarla a almorzar la cabreó también. Había respondido que no, que se mantendría en contacto, y le había colgado. La había vuelto a llamar hoy. Como primera cosa. Había intentado ser simpático. Amable. Deliberadamente evitó el modo‐Dom. Y recibió la misma condenada respuesta. Un amable maldito desaire. Le había requerido cada gramo de fuerza para no dirigirse a su oficina, arrojarla sobre su hombro y arrastrarla a su casa, donde pudiera amarrarla a la cama, y hacer que lo escuchara. Hacerle entender que estaba jodidamente enamorado de ella. Y que esta espera para decirle lo que significaba para él, lo estaba matando. Su teléfono sonó. Apenas dijo hola, cuándo Kane ladró, —¿Ben? Espero que no estés ocupado, pero necesitamos de tus habilidades de mediador. —¿Qué pasa? —Tell y Colt se enredaron en una disputa, y ahora Brandt y Dalton saltaron adentro. No puedo detenerlos para que dejen de golpear como la mierda a Colt. —¿Dónde estás? 355
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—En casa del tío Casper. Ben pisó los frenos y giró en U en la mitad del camino. —En camino. Siete minutos después tomaba el desvío para la casa de Casper. Tell estaba nariz con nariz con Colt. Brandt y Dalton flanqueaban a Tell de cada lado. Kane se había posicionado a la derecha de Colt. Su visión se movió cuando Ben dio un patinazo en el camino de acceso. Saltó de su camioneta, notando que Colt había aprovechado la oportunidad para retroceder algunos centímetros. —Ey, chicos. ¿Qué pasa? —No es nada de tu jodida incumbencia lo que está ocurriendo, Ben, así que pega media jodida vuelta y vete a casa, —gruñó Tell. Eso lo desconcertó. Tell era el más equilibrado de la familia. —Bien. Colt, Kane y yo nos iremos. —Colt no se va a ninguna parte hasta que nos dé algunas putas respuestas. Tell empezó a ir en dirección a la cara de Colt otra vez, pero Ben dio un paso entre ellos. —Atrás, Tell. —No. Sal del camino. —Dije. Atrás. Ahora. Ese tono llamó la atención de Tell. Una parte de la furia en sus ojos se despejó por un momento. Ben señaló a Colt y a Tell. —Ahora que alguien empiece a hablar. 356
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—Sí, Colt, ya oíste lo que dijo Ben. Empieza a hablar, —se mofó Dalton. Los brazos de Colt estaban cruzados a través de su pecho. —Esto sería mucho más fácil para todos nosotros si sólo se hicieran a un lado y me dejarían llevarme lo que vine a buscar. —¿Dónde está él? —¿Dónde está quién? —Preguntó Ben con una confusión total. —Papá, —dijo Brandt—. Estuvo desaparecido por cinco días. —¿Cinco días? ¿Por qué esta es la primera vez que escucho sobre esto? —Miró a Kane. —Ey, también yo acabo de enterarme. ¿Por qué nadie nos dijo que él se había ido? —No finjas que te importa una mierda sobre Casper. Ninguno de ustedes incluso se molestó en ir a visitarlo para ver cómo estaba después de que mamá lo dejó, —dijo Tell. Ben disputó esa declaración. —Quinn pasó a verlo unos seis meses atrás y Casper amenazó con dispararle. Así que me arriesgaría a decir que no sabes quiénes pasaron para ver cómo estaba. Pero Brandt, Dalton y Tell estaban enfocados en Colt. Los puños apretados. Los ojos furiosos. —Adelante, intenta meterme un puñetazo, —dijo Colt—. Eso no cambiará nada. —Nadie va a pegarle a nadie, —dijo Kane—. Y deja jodidamente de provocarlos, Colt. Eso no está ayudando. —¿Alguien sería tan amable de decirme qué carajo está pasando? —Quiso saber Ben. —Pasé para buscar algo que Casper me pidió. Estos tipos no me permitieron entrar en la casa para buscarlo, —dijo Colt.
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—Porque él no quiere decirnos dónde está papá. —¿No es gracioso? Están en este punto desde que te llamé. —Pronunció lentamente Kane. Ben se dirigió a Colt. —¿Entonces Casper se está quedando contigo o algo así? —O algo parecido. Sintió que Colt quería hablar, pero sus primos lo habían arrinconado y él no iba a ser el primero en retroceder. —Vamos, Colt, danos más que eso. Obviamente ellos están preocupados. —Podrías haberme engañado, —masculló. —Eres un cabrón tan presumido, —rechifló Tell. Ben fulminó con la mirada a su primo. —No ayuda. Y yo tampoco hablaría contigo si me dijeras una mierda como esa, así que cállate, Tell. Nadie dijo ni una sola palabra por un minuto de reloj. Colt abandonó su postura defensiva. —De acuerdo. Casper está bajo tratamiento alcohólico. Un atónito silencio. —¿Estás hablando malditamente en serio? —Preguntó Brandt. —Sí. —¿Cuándo? ¿Cómo?
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—Me llamó. —Colt se frotó la parte trasera del cuello—. En realidad llamó a Indy porque ella es la única integrante de la familia con quien Casper no tuvo problemas. Pero terminé contestando su teléfono y hablando con él. —¿Cuándo fue esto? —Quiso saber Tell. —Hace un par de semanas. Estaba borracho como el infierno. Le dije que nadie podía ayudarlo hasta que se alejara de la bebida. No me imaginé que lo haría. Si supieran cuántos llamadas suelo recibir, de personas que dicen querer mi ayuda… —suspiró—. Así que para ser honesto, no le di mucha importancia a esto. Hasta que apareció en mi casa. —¿Cuándo? —Ladró Dalton. —Hace cinco días. —¿Dónde lo llevaste? —Donde se mantendrá sobrio. Tell no lo dejaría pasar. —¿Dónde? Colt permaneció mudo. Cuando parecía que los tres los hijos de Casper querían sacarle las respuestas a golpes a Colt, Ben se interpuso. —Esta postura machista de mierda no tiene sentido. —Se dirigió a Brandt, Tell y Dalton—. Por Dios, chicos, paren y piensen. Colt no puede darles esa información por las normas de confiabilidad de Alcohólicos Anónimos. —A riesgo de ser un imbécil, si Casper hubiera querido que ustedes sepan dónde fue, se los habría dicho, —agregó Kane. —No sería la primera jodida vez que papá nos deja en la oscuridad, —replicó Dalton.
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—¿Tú sólo… lo ayudaste? ¿Sin cuestionamientos? —Le preguntó Brandt a Colt—. ¿Después de toda la mierda que le hizo a la familia? —Sí. —Respondió Colt simplemente. —No importa donde sea que esté, porque puedes apostar a que no seguirá el tratamiento. Volverá a casa, siendo el mismo desalmado de antes y el mismo hijo de puta borracho de antes, —dijo Tell. Colt hizo a un lado a Ben y empujó a Tell con la fuerza suficiente como para casi hacerlo caer de culo. —¿Así es cómo reaccionas después de que tu padre reconoció que tiene un problema? ¿Esperando que falle? Al diablo contigo. Es por esto que él no recurrió —ni debía hacerlo—a sus hijos. Es por esto que vino a mí, porque yo recorrí ese camino cada jodido día. Sé exactamente dónde está, de muchas más maneras que nadie. Es también por lo que voy a entrar a la puta casa, voy a buscar su Biblia y voy a irme como el infierno de aquí. Y puedes apostar tu culo a que no lo agobiaré con los cuentos de tu abrumadora preocupación. —Colt se abrió paso a golpe y porrazo entre medio de Brandt y Dalton, y llegó al porche. Kane lo siguió. Ben realmente no sabía qué decir. Esta mierda familiar lo desesperaba. Él y sus hermanos nunca tuvieron una relación volátil entre ellos y su padre como la que el tío Casper tenía con sus hijos, y en cierto modo la que el tío Carson tenía con los suyos. Dado que Ben odiaba los conflictos e intentaba superarlos tan rápido como le fuera posible, había adquirido la reputación de mediador dentro de la familia. Se sentía lejos de eso hoy. Colt no estuvo mucho tiempo adentro. Bajó rebotando del porche, sosteniendo un libro bordó. —¿Entonces quién sabe que papá está en rehabilitación? —Le preguntó Brandt a Colt. —Mi papá, el tío Cal y el tío Charlie. Casper me pidió que les dijera. 360
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—Pero a nosotros no, —reflexionó Dalton. —No es como si nuestros padres nos dijeran nada a nosotros, tampoco, —señaló Kane. —Y ahora que lo pienso, ustedes bastardos tramposos no tienen derecho a plantarme cara por guardar secretos, — dijo Colt—. ¿En serio pensaron que no nos enteraríamos que los tres están planeando comprar las tierras de Rielle? ¿Sin discutirlo con el resto de nosotros? Brandt frunció el ceño. —¿De qué mierda estás hablando, Colt? A Colt le llevó cuatro segundos ver la expresión culpable en los rostros de Tell y Dalton. —¿No incluyeron a Brandt en esta confabulación? —Confabulación es como mucho, —se interpuso Ben. Colt se volvió a él. —¿Y qué pasa con Quinn? ¿Lo sabe? —No hay nada que saber. Sólo es algo sobre lo que Tell, Dalton y yo conversamos. —Dado que han estado graznando acerca de querer igualdad de derechos en la operación, es el tipo de cosa que debería haber sido discutida con todos nosotros, — expuso Colt. Cabreado, Ben disparó en respuesta, —¿De la misma manera que la adquisición de las tierras de los Foster fue un tema discutido con todos nosotros? ¿O la adquisición de las tierras Hackerly? ¿O de las tierras Borden? ¿O la sección separada en el norte que Kade manejó durante un año? ¿Nosotros formamos parte de todas esas discusiones, o dejamos que Carson y Cal decidieran qué
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hacer por su cuenta? Oh, cierto, ellos ni siquiera nos consultaron una mierda. —Su gesto incluyó a Tell, Dalton, y Brandt—. A ninguno de nosotros. —No es lo mismo y lo sabes, Ben. —Y una mierda. Todo lo que sé es que está perfectamente bien para sus familias comprar secciones cada vez que la mierda les apetezca, ejecutándolo como una operación independiente. ¿Pero cuando somos nosotros quienes queremos hacer eso? Es como si estuviéramos intentando restarle importancia a todo el rancho. —Ben se obligó a tomar un aliento lento, intentando bajar su presión sanguínea del punto de ebullición. —Sé que esto probablemente no signifique un carajo, pero para que conste, Ben, estoy de acuerdo contigo. Y si pueden conseguir las tierras Wetzler, o parte de ellas, y es justo para Rielle, entonces háganlo. Kade y yo no nos sentiremos resentidos, —aclaró Kane. —Bueno, lo cual es un punto discutible porque Rielle ya las vendió, —informó Colt. —¿Qué? —Ben, Dalton y Tell dijeron al mismo tiempo. —¿Cuándo oíste eso? —Justamente esta mañana lo comentaban Cord y Colby. Nos enteramos la semana pasada por alguien del banco que Rielle estaba retrasada en los pagos y a punto de ser embargada. Así que fuimos a verla para hablar con ella. Se enojó muchísimo. Nunca había visto a Rielle de esa manera. La mujer sacó una condenada escopeta para apuntarnos. Dijo que estaba cansada de los buitres McKay dando picotazos en sus huesos incluso antes de que estuviera muerta. Así que imaginamos que todos ustedes conocían su situación, e hicieron una oferta, la que aparentemente no fue suficiente. —¡Sí lo fue! —Protestó Dalton—. Sólo estábamos esperando que nos dé el visto bueno. Colt negó con la cabeza. —Dijo que no había visto el dinero, y que se le estaba acabando el tiempo. Así que se lo vendió a alguien más. 362
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—La puta madre. —Dalton dirigió su furia sobre Ben—. ¿Qué mierda hiciste? Nos aseguraste que habías arreglado esto con Rielle. Ben levantó las manos. —Lo hice. —¿Le aseguraste que hablábamos en serio? ¿O lo mencionaste como al pasar? — Exigió saber Tell —Le dije que haríamos los pagos para ponerla al día y que luego discutiríamos la división de la propiedad. Ella dijo que necesitaba un tiempo para considerar la idea. Por lo que se lo di. Dalton dio un paso adelante e hincó a Ben en el pecho. —Han pasado tres putas semanas, Ben. Esto debería haberse resuelto hace dos semanas. ¿Qué mierda estuviste haciendo con tu tiempo? ¿Yendo a ese bar en Gillette? Quitó la mano de Dalton de un manotazo. —Detente. No contaba con todo el efectivo que necesitaba por lo que tuve que solicitar un préstamo para mi parte, y eso llevó su tiempo. —Jesús, odió admitir eso. —Deberías poder conseguir un préstamo personal. Fuimos clientes del Settler’s First durante años. —Los ojos de Tell se volvieron acusadores—. ¿O estás en deuda por algo que no sabemos y no te aprobaron el dinero? Sus mejillas ardían, no de vergüenza, sino de cólera en estado puro. —No recurrí al Settler’s First porque es más que jodidamente obvio que nuestros primos tienen a alguien adentro del banco suministrándoles información confidencial. ¿Y puedes dar condenadamente por seguro que si hubiera ido allí, a solicitar un préstamo para un pedazo de tierra, eso habría hecho que la transacción se ejecutase antes? —Sacudió con fuerza el pulgar en dirección de Colt—. Ellos lo sabían e hicieron su movida. Así que tuve que recurrir al nuevo banco. Y como dije, llevó su tiempo.
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—Lo cual es una jodida cosa con la que no contábamos. ¡Deberías habernos confesado tus problemas de dinero y nosotros le habríamos dado a Rielle un anticipo, o un pago de buena fe, o algo por el estilo! En lugar de darle tiempo para pensar en dejarnos afuera de ese trozo de tierra. Jesús. No lo puedo creer. —Yo tampoco, —dijo Tell—. Esto es por tu culpa. Nadie disputó la declaración de Tell. Colt y Kane se dirigieron a sus camionetas. —¿Entonces realmente no vas a decirnos dónde está? —Gritó Brandt. Colt enfrentó a Brandt, Tell y Dalton. —Casper los contactará cuando esté listo. Déjenlo en paz hasta entonces. Nadie dijo nada más hasta que la camioneta de Colt estuvo levantando polvo por el camino. —Tan jodidamente alucinante como fue todo esto, me voy como la mierda de aquí, — dijo Ben. —Tal vez deberías llamar a Quinn en tu camino e informarle, —sugirió Brandt con un gruñido—. Estoy de acuerdo con mis hermanos, Ben. Deberías haber manejado mejor esto y ahora todos tenemos que pagar las consecuencias por eso. La furia y el remordimiento formaron un coctel tóxico y Ben supo que si se quedaba aquí otro minuto, perdería la cabeza. No era exclusivamente su culpa. Y que se fueran a la mierda si esperaban que cargara toda la culpa sobre sus hombros. Pero supo que nunca oiría el final de esto. —Ustedes dos van a decirme cada jodida cosa que estuvieron ocultándome mientras limpiamos los montones de mierda de la casa de papá dado que él no va a venir por aquí durante un tiempo. Cuando Dalton abrió la boca para protestar, Brandt le disparó una mirada asesina. 364
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Un momento gracioso. Ben llamó a Quinn. Éste se cabreó, sumiéndose en esa silenciosa, aplacadamente silenciosa forma suya, que molestaba a Ben mucho más que si Quinn hubiera puesto el grito en el cielo.
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CAPÍTULO 26 La casa de los Wetzlers estaba a la vista y en contra de su mejor juicio, Ben giró en su camino. El trío de perros ladró, pero los ahuyentó mientras comenzaba a subir los escalones del porche. Rielle salió, y se apoyó contra la barandilla, su expresión una mezcla de molestia y cautela. —Pensé que teníamos un trato, Rielle. —No llegamos a ningún acuerdo. —Cruzó los brazos sobre su pecho—. Pensé que lo que hablamos era confidencial. —Lo fue. —¿Entonces cómo es que aparecieron tus primos McKay, desplegando todas sus sonrisas de encantadores vaqueros, llenos de entusiasmo, con toda actitud esa actitud de sólo somos buenos vecinos, mientras mentalmente estaban analizaban mis condenadas tierras cercanas al riachuelo, intentando decidir cuántas vacas podrían regentar? —Yo no soy mis primos, Ree. Sabes eso. Pensé que éramos amigos. —Yo también pensaba eso. —Echó hacia atrás la cabeza, intentando resguardar a su rostro del viento—. Pero tienes muchos amigos por estos días. Nuevos amigos. —¿Qué? —No te hagas el idiota. Sé que estás acostándote con Ainsley Hamilton. Vi su coche en tu casa varias veces durante las últimas semanas. ¿Y no es una coincidencia que el banco que ella dirige no me haya querido prestar el dinero que necesitaba para
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conservar mis tierras? Pero apostaría a que se mostró más que dispuesta a prestarte el dinero a ti para que puedas comprarlas. —¿Entonces qué quisiste hacer? ¿Castigarme? —Esto no se trata de ti, McKay. —Yo no te metí en el lío financiero en el que estás, —le replicó calurosamente—, y no creo que honestamente pienses que haya tenido intenciones tan desleales cuando me ofrecí a ayudarte a salir de esa situación. Rielle se estremeció. —No sabía qué pensar. Ese fue el problema. —¿A quién se lo vendiste? Pareció que no iba a responder, y entonces dijo, —Se lo vendí a Gavin. La boca de Ben casi golpea contra las tablillas del porche. —¿A Gavin? ¿Te refieres a mi hermano Gavin? —Sí. Él me hizo una oferta… el mismo día que tú, en realidad. Le dije lo mismo que a ti. Que tenía que pensarlo. Tus primos apareciendo la semana pasada me hicieron tomar una decisión. Llamé a Gavin, llegamos a un acuerdo verbal y él canceló mi deuda, ese mismo día, en su totalidad, en efectivo. Está arreglando con su abogado de bienes raíces para redactar los términos de la venta. —Jesús. ¿Y confías en él así, simplemente? No lo conoces, Ree. No como nos conoces a nosotros. Ella lo fulminó con la mirada.
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—No soy estúpida, Ben. Contraté a mi propio abogado para examinar el acuerdo, y puedes apostar tu culo a que no es Ginger McKay. —Rielle sacudió la cabeza—. Lo siento. Eso estuvo fuera de lugar. No tienes ni idea de lo difícil que es todo esto para mí. —No es nada. Los ojos de Rielle conectaron con un punto por encima de su hombro. —¿Te conté alguna vez lo último que me dijo mi papá? No le vendas las tierras a los McKays. —Pero lo hiciste de todos modos. —No, se las vendí a Gavin. Ese hombre está tan lejos de ser un McKay como alguien pueda estarlo. Ofendido por sus palabras cortantes, le devolvió el disparo, —Lamento que hayamos sido tan malos vecinos durante los últimos treinta años. Apuesto que no echarás de menos eso. —No digas eso, —le imploró—. Estos son sólo negocios. —¿Dalton y Tell no habían dicho lo mismo?—. Además, no me voy a ir a ninguna parte. —¿Qué? —Ben la miró suspicazmente—. ¿No vas a mudarte y Gavin va a venir a instalarse a su nueva casa? —No. Gavin estuvo de acuerdo en dividir las tierras. El frente del riachuelo es mío así que eventualmente podré edificar allí. Dado que él no está seguro de sus planes, a largo plazo, continuaré viviendo en la casa como siempre. —Así que nada ha cambiado para ti, —dijo lentamente. —Cambió todo para mí. Ben estaba confundido. Sintiéndose traicionado en muchos niveles, por las acusaciones de sus primos, por su amiga de toda la vida, y por su hermano. Y dado que no sabía qué decir, se volvió y empezó a alejarse. 368
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Los gritos de Rielle ofreciéndose a pagarle finalmente por las camas, cayó en saco roto. Así que él había llamado a su padre para hablar del tema. —Ben. ¿Qué pasa? —Mi curiosidad principalmente. —Bueno, tu tono no es acorde con tus palabras. Suenas muy enfadado, hijo. —Lo estoy. —Contó hasta cincuenta—. Acabo de venir de la casa del Tío Casper donde tuve que evitar que Brandt, Tell y Dalton le dieran la paliza del año a Colt. —Sin respuesta—. Y tú no pareces particularmente sorprendido por eso. —Nada me asombra demasiado por estos días. —Seguro te conmocionó hacer que todos nosotros nos cagásemos en las patas, — chasqueó. —Antes de que mastiques mi culo, déjame decirte que los asuntos privados de Casper no son míos para poder compartirlos contigo ni con ellos. —Una pausa y Ben escuchó el chirrido de la silla de la oficina de su papá—. ¿Así que interpreto esto como que los hijos de Casper ya se enteraron? Los nudillos de Ben se pusieron blancos sobre el volante. —Sí. Kane me llamó para que interfiriera y evitara que volaran los puños. —Esa responsabilidad siempre parece competerte, ¿verdad? Siempre eres el que debe limar asperezas y calmar los ánimos. —Estaba sorprendido de que su padre lo hubiera notado—. Mira, ninguno de nosotros hemos estado en los mejores términos con Casper, especialmente durante el último año. Pero él es mi hermano. Sabes que mantendrías los secretos de tus hermanos también.
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—Algunos de mis hermanos son mejores para mantener secretos con los otros, ¿no?, —gruñó—. ¿Lo sabías? —¿Si sabía qué? —No te hagas el estúpido, sólo me cabrea. —¿Cómo tú me cabreas a mí lanzando acusaciones por todos lados? ¿Por qué simplemente no escupes la mierda de una vez? —¿Sabías que Gavin compró las tierras de los Wetzler? —¿Qué? ¿Gavin? Espera. ¿Desde cuándo están en venta? —No lo estaban. —Ben le explicó lo que había sucedido. Su padre permaneció en silencio durante tanto tiempo que Ben se preguntó si se habría cortado la comunicación—. ¿Estás allí? Él se aclaró la voz. —Sí. Sólo estoy sorprendido. Gavin no nos dijo ni una palabra sobre eso a mí ni a Vi, —el alivio que sintió Ben duró poco, sin embargo, cuando su papá dijo—, pero voy a tomar esto como un buen signo. —¿Consideras un buen signo que Gavin se haya propuesto jodernos? —Voy a ignorar ese comentario fuera de lugar porque no estás actuando acorde a quién eres. Lo que quise decir fue que voy a interpretar eso como una señal de que Gavin quiere estar más cerca de todos nosotros. Está interesado en empezar a formar parte de la familia. —La familia no se hace mierdas como estas uno con el otro, y si él es de ese tipo de hombre, entonces estoy seguro como la mierda de que no lo quiero formando parte de mi familia. Un suspiro profundamente paternal. —No quieres decir eso. ¿Hablaste sobre esto con Gavin? 370
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—No. No me importa si alguna vez vuelvo a hablar con Gavin —Hijo… —No me digas que no es lo que quise decir, porque sí lo es. Este día fue una puta mierda de proporciones épicas y necesito una condenada bebida. Hablamos más tarde. —Colgó el teléfono. Cuando Ben llegó a su casa, su temperamento era un completo torbellino de sensaciones. Necesitando desfogarse, les echó la bronca a sus perros. Trozó y apiló leña. Después de una larga y caliente ducha, se sentía más tranquilo y se sirvió un fuerte trago de whisky Pendleton. Ace y Deuce dormitaban junto a la estufa de leña. Ben siempre había contenido sus estados de ánimo de mierda para sí mismo, ocultándolos. Ocupándose de ellos en privado. ¿Pero no sería bonito tener a alguien con quien compartir esto? ¿Alguien que te escuche, que te consuele con palabras y con quien entonces pudieras perderte en el calor, la suavidad y la rendición de su cuerpo contra el tuyo? Simplemente otra situación de mierda en su vida. Pedir ese condenado préstamo en primer lugar es lo que lo había inducido a perder a Ainsley. Todo porque quiso hacer algo bueno, algo útil para su familia. Todo lo que su familia veía era la pérdida de las tierras. No había forma de que pudiera hacerles entender que él había perdido algo mucho más valioso que eso. Agarrando la botella, se desplomó enfrente de la TV y puso el canal de La Rueda de la Fortuna. Pero se había acostumbrado tanto a mirar el programa con Ainsley este último mes que se sintió patético sentado allí solo, adivinando los acertijos en voz alta. A mitad del programa su teléfono zumbó. No reconoció el número, pero respondió de cualquier manera. —Ben McKay. —¿Ben? Gavin. 371
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—Mierda. —No cuelgues. Por favor escúchame. —Empieza ese rápido discurso de mierda que te sale tan bien, porque tienes sólo unos treinta segundos. —Charlie me llamó, cabreado como el infierno, y masticó mi culo. Te aseguro que no quería de ninguna manera que se enteraran así. —¿Y cómo se suponía que debíamos enterarnos? Los McKays somos una familia grande en una comunidad pequeña. Los chismes corren rápidamente. —Mira, oí de casualidad tu conversación con Rielle la mañana después del evento en honor a Chase. Le hiciste una oferta razonable. —Pero tú aprovechaste y le hiciste una mejor. —Sí. Pero no por lo que crees. Lo compré como una inversión. Ben se rio audiblemente. —¿Así es que vas a renunciar a tu vida de magnate de bienes raíces en Arizona para venir corriendo a instalarte en una hostería en el medio de la nada, en Wyoming? —No lo creo. No estoy dispuesto a repetir errores ajenos. He visto a Rielle luchando con la hostería desde la primera vez que me hospedé con ella. Cuando me pidió un consejo, se lo di. —Qué sorpresa que tu consejo haya sido que… te lo vendiera a ti. Gavin suspiró. —Estoy en bienes raíces. Tomo decisiones como ésta todo el tiempo. No es nada personal. —Es malditamente personal para mí. Mi familia estuvo tratando de comprar eso durante tres décadas y otra vez quedó en manos de alguien de afuera. Ahora estás
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dándoles a mis padres la impresión de que vas a mudarte a Wyoming y cambiar tu apellido por McKay, cuando ambos sabemos que no es cierto. Cuándo el silencio le quemó el oído, Ben deseó no haber dicho esas palabras. —Nunca tuve la intención de darles falsas esperanzas a Charlie y Vi. —Demasiado tarde. ¿Y sabes lo que es una mierda? Mamá y papá van a aferrarse a cualquier tipo de esperanza en lo que se refiere a ti, y yo no quiero verlos heridos. —Yo no soy un mal tipo, Ben. —Demuéstralo. —Ben terminó su whisky de un trago—. Y para mi reloj tus treinta segundos han terminado. —Colgó y se sirvió otra copa. Todo en su vida se había ido al infierno en los últimos dos días y él no veía ninguna forma palpable de arreglar nada de todo esto.
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CAPÍTULO 27 No fue una buena señal cuando un presumido Turton golpeó la puerta de su oficina antes de la hora de salida del martes y se puso cómodo. —Me alegra ver que te has recuperado de tu enfermedad. ¿Qué diablos? A él no le importaba una mierda su salud. —Tuviste suerte en no pescártela. —Bueno, algunos de nosotros tenemos una constitución más fuerte que otros. Tengo por costumbre cuidarme bien así que no atrapo cada bicho que anda dando vueltas. Sí, Turton, eres la imagen de la salud con tu huesudo cuerpo de mierda y ese cutis pálido. —¿Necesitas algo? —Sí. No estoy seguro de cómo plantearte esto. El sábado a la noche pasé por la Bota De Oro. Nuestra Jenny estaba allí y nos pusimos a charlar… —sacudió una pelusa de su abrigo casual antes de continuar—. Entonces me topé con Steve Talbot en el restaurante el domingo a la mañana. Desayunamos juntos, lo que incluyó una conversación bastante interesante. A ella no le gustaba nada la necesidad de andarse por las ramas alrededor del tema principal para crear un suspenso antes de llegar al punto. En realidad no le agradaba que él se hubiera vuelto tan amistoso con Jenny. —Me pareció suficientemente interesante que tanto Jenny como Steve me plantearan la misma pregunta. Una pregunta relacionada contigo. —¿Conmigo? ¿Por qué diablos yo sería un tema de conversación? —Eso es lo que yo mismo me pregunté. Estuve tan ocupado cumpliendo con mi trabajo aquí en el banco, que le puse poca atención a los chismes de la oficina, e incluso 374
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menos atención a los chismes de este pueblito relacionados con los habitantes de Sundance. Cumpliendo con su trabajo aquí en el banco. Como si ella hubiera estado sentada en el cuarto de descanso de los empleados revisando su página de Facebook todo el día en lugar de trabajar. —Por lo que tengo que admitir haberme quedado perplejo cuando tanto Jenny como Steve mencionaron lo mismo. Varias veces. —¿Y qué fue eso? —Que estás involucrada con Ben McKay. —Los pulmones de Ainsley se hincharon—. Lo cuál no sería una gran cosa, dado que ambos son adultos solteros. Y si prefieres escabullirte y verlo a escondidas porque él tiene una… dudosa reputación con las damas, ese es tu problema. Así que, de por sí, no me molestó. ¿Pero cuando Jenny me informó que Ben McKay había solicitado un préstamo, a través de ti, no a través de Leslie? ¿Y que nadie en la oficina sabía de este préstamo a excepción de ti? ¿Y que además enviaste inmediatamente la solicitud del préstamo a Denver para su aprobación con prioridad de procesamiento? Bueno, eso me molestó. Bastante en realidad. Tanto que me pasé toda la mañana verificando esos hechos. Cuando Steve sugirió que te habías involucrado íntimamente con Ben McKay para conseguir sacarle al Settler’s First los negocios bancarios de los McKays… en realidad no supe qué responder, a excepción de estar de acuerdo con él en que sería muy poco profesional de tu parte, pero no necesariamente poco ético. Entonces Steve dijo que los vio a Ben y a ti juntos, a altas horas de la madrugada tras el evento en honor a Chase McKay, y temprano la mañana siguiente, que según mis cálculos debe haber sido una semana antes de que Ben solicitara el préstamo. Y eso también plantea la pregunta de si estabas involucrada con Ben McKay antes de que ayudaras a organizar el evento comunal para su hermano, y si esta conexión predispuso tu recomendación para que el banco donara cinco mil dólares a la fundación de Chase McKay. —Esto no podía estar ocurriendo—. Tengo que admitir que estoy sorprendido, Ainsley. Tienes una sólida reputación.
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—¿Aquí es donde harás desaparecer este supuesto escándalo para mantener mi sólida reputación intacta si… qué? ¿Renuncio y te recomiendo para tomar el cargo como presidente del banco? Sus ojos brillaron de puro rencor. —Nunca me rebajaría al chantaje. Realmente creo que esta situación necesita ser llevada a la consideración del equipo directivo en la oficina central de Denver. Ainsley estaba enfurecida porque todo lo que había hecho de forma honesta y responsable ahora sería cuestionado. Todas sus acciones serían examinadas. Para evitar que el escándalo implicara al banco, después del fiasco con un grupo no lucrativo que había echado por tierra al hombre dejándolo sin poder asumir la posición de presidente, ella sospechaba que sería despedida. Con trabajos tan difíciles de alcanzar en el mundo financiero, sería afortunada si encontrara otro trabajo en cualquier parte de la industria bancaria. Y admitir que su relación sexual con Ben había terminado el día que él solicitó el préstamo sería un punto discutible. Otro punto discutible sería defender su decisión de procesar el préstamo ella misma porque Leslie había dejado la oficina ese día por sentirse enferma. Y aún otro punto discutible más sería mencionar que había enviado los papeles del préstamo por sí misma en todo momento en su situación anterior en el banco. No era como si Ben McKay no hubiera reunido todos los requisitos requeridos para cualquier persona que solicita un préstamo. Todos esos puntos válidos no harían un maldito pedacito de diferencia ahora. —Arreglé una conferencia telefónica para el jueves. Turton se puso de pie, luciendo una falsa mirada de compasión que ella quiso quitarle de la cara de un cachetazo. Gran plan, Ainsley. Añádele agresión a tus cargos.
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—Y para que no te preocupes, mantendré extrema discreción con todo este asunto. — Pero sólo hasta que esté resuelto y entonces estaré feliz de hacer correr el chisme, quedó claramente implícito. Cerró los programas de la computadora. Ordenó los papeles sobre su escritorio. Apiló los temas a medio terminar para que Turton pudiera encontrar fácilmente los archivos después de que ella fuera despedida. Se sintió un poco tentada de buscar una caja para facilitar el transporte de sus pocas pertenencias personales, para no tener que estar a los manotazos recuperando sus cosas a través del maldito basurero el jueves por la tarde. Jenny llamó a la puerta. —Me estoy yendo. ¿Necesitas algo más? —No. Una pausa. Entonces, —¿Está todo bien? Sabes malditamente bien que no. —Bien. —Ainsley no levantó la vista. A pesar de que sabía que esta situación no era culpa de Jenny, ella definitivamente había desempeñado un papel importante en provocarla. La puerta se cerró suavemente. Ainsley condujo a su casa en piloto automático. Se puso rápidamente un pijama y se acurrucó con sus gatos. Pero incluso ellos se cansaron de sus lágrimas después de un rato. Sintiéndose miserable, sus ojos enrojecidos barrieron alrededor de su sala de estar. Todavía tenía cosas embaladas. Eso haría más fácil la mudanza. Más fácil. Seguro. Ésta era la cosa más dura que había hecho alguna vez.
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Ainsley debatió si atender la puerta cuando Ben llamó. Había pasado las últimas veinticuatro horas en la miseria, llegando a algunas duras conclusiones… sobre ella misma, sobre su vida y sobre Ben. Pero no podía posponer lo inevitable así que destrabó la puerta y lo dejó entrar. Ben pasó como un rayo junto a ella. —Pasé por el banco hoy pero no estabas allí. Maravilloso. Como si ella necesitara más combustible para avivar el fuego con Ben pasando casualmente por allí. —Me tomé un día personal. —Ah. —Ben se quitó su abrigo y lo colgó a través de la parte trasera del sofá. ¿Ah? ¿Eso era todo? Para un hombre que afirmaba estar en sintonía con ella, ¿por qué no había notado su distracción? ¿Su apariencia demacrada? Entonces él estuvo justo allí, mirándola fijamente a la cara con tal concentración que la hizo sentirse tan transparente como el cristal. —Dime qué te pasa. —Podría estar a punto de perder el empleo. Ben se quedó helado. —¿Qué? ¿Por qué? —Por tu préstamo. Turton, el VP, me confrontó sobre eso. Él consiguió rastrear el papeleo y dijo que era fraudulento. —¿Cuándo? —Ayer. —¿Es por eso que no fuiste a trabajar hoy?
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—Sí. —¿Cómo se enteró? No es que esto importe ahora, pero tengo que decirte la verdadera razón por la que solicité el préstamo. —¿Qué? —Ainsley combatió la sensación de terror—. ¿Qué verdadera razón? ¿Para qué tenías la intención de destinar el dinero si no era para comprar equipamiento y suministros para la construcción de muebles? —Un pago inicial para las tierras de Rielle, en realidad. Ella estaba en un aprieto financiero. Ya lo superó ahora, —dijo distraídamente. —¿Me mentiste? ¿Mentiste en la solicitud del préstamo? Él levantó bruscamente la cabeza. —¿No es eso lo que quisiste decir? —¡No! Quise decir que el préstamo en sí mismo fue fraudulento, no la razón para solicitarlo. ¡Pero Dios mío, esto lo hace diez veces peor! —Ángel… —¡No me llames así! ¿No lo entiendes? Turton me cuestionó por qué envié los papeles de tu solicitud de préstamo a la oficina central yo misma, en lugar de pasarlos a través de nuestra oficial de préstamos. Como si hubiese estado tratando de esconderlo porque nos estábamos viendo a escondidas. Entonces trajo a colación el evento en honor a Chase. Cómo presioné para el patrocinio y la donación del banco, y ahora mis motivos podrían interpretarse como deshonestos, dada nuestra relación íntima. —Todo esto es una mierda, Ainsley. —¿Lo es? —Replicó—. Estuvimos involucrados sexualmente en un nivel que no es el normal… lo que me pone aún más paranoica porque qué pasa si la gente se entera de lo que te permitía hacer conmigo…
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—¿Me permitías hacer contigo? —Repitió con incredulidad—. ¿Qué carajo se supone que significa eso? —Sabes lo que significa eso, Bennett. —Empezó a pasearse y los gatos se dispersaron—. No estaba pensando claramente. Maldita sea. No estuve actuando de forma responsable desde el segundo en que me puse esa peluca estúpida y me metí en el Rawhide Club haciéndome pasar por alguien que no soy. —¿Estás diciendo que lamentas haberme conocido? Ainsley no respondió a eso… no podía hacerlo. —Todas las acusaciones de Turton tienen una pizca de verdad una vez que toda la información que haya podido reunir termine siendo un maldito argumento convincente sobre mi pobre juicio. Como presidente del banco, no puedo tener un pobre juicio financiero. —Este Turton sólo está tratando de asustarte porque yo… —Ya me asustó. Ya organizó una conferencia telefónica con el gerente regional de la casa central para mañana. Así que no es como si estuviera chantajeándome. Tiene la intención de hacer que me despidan. —Continuaba paseándose de un lado a otro—. Tendré que regresar a Denver. Aunque no estoy segura de donde viviré ni de lo que haré. —Ainsley. Escúchame. Hay otra opción. Una sensación de vacío le llenó el pecho y el estómago cuando lo miró. Había temido esto. Pero también había sabido que iba a ocurrir. —¿Cuál? —¿Te quedarías si te lo pidiera? —¿Quedarme dónde? ¿En Sundance? —Sí.
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—¿A hacer qué? —Ella se congeló cuando él continuó mirándola con esa mirada de Dom—. Nunca voy a poder… ser eso. Ben frunció el ceño. —¿Ser qué? —Una sumisa dentro del estilo de vida. Como Layla. Con el collar, una completa sumisión y los azotes de disciplina. —¡Por el amor de Dios! —Bramó—. ¿Eso es lo que piensas que quiero de ti? —Él nunca bramaba y Ainsley se echó atrás—. Dios, Ainsley, ¿de verdad crees que soy una especie de monstruo controlador? ¿Qué me propuse joder tu vida profesional para poderte empujar dentro de un estilo de vida en el que no te encuentras cómoda, para satisfacer mis propios propósitos egoístas? Cuando lo expuso de esa manera, ella se sintió ruin. Una perra. Ben conocía todas sus vulnerabilidades. Y nunca las había usado en su contra. Ni siquiera una vez. Pero tú si lo usaste en contra de él. Estás a punto de usarlos ahora. —No. Pero esta circunstancia dejó muy claro el punto de que no sabía en lo que me estaba metiendo con esta cosa D/s. —¿Y ahora? —Ahora sé que fui naïve. Una estúpida aspirante. Nada más que una turista. —¿Qué estás diciendo? —Le preguntó Ben severamente. Ainsley no quiso darle falsas esperanzas. Confesarle lo que habían significado las últimas semanas para ella. Confesarle lo que él significaba para ella. Tenía que tomar una posición difícil y hacer un corte limpio, sin preocuparse porque eso la rompiera también a ella. —Sabía exactamente quién eras cuando te conocí, Bennett. Un Dom. Mi crisis en el trabajo no cambia nada para ti. Todavía eres un Dom. Todavía necesitas el club. Las
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amistades que hiciste y la aceptación que encontraste en el Rawhide son importantes para ti. Nunca te pediría que renuncies a eso. La comprensión quedó en evidencia en sus ojos. Su mandíbula se volvió rígida. —Pero esto cambió todo por ti. No puedes ser parte de eso. A ningún nivel. —No. Incluso si por algún milagro este fiasco de préstamo pasa al olvido, no puedo estar en una relación, ni siquiera casual, con un hombre que frecuenta un club sexual. La banca es una industria conservadora y las mujeres tienen que luchar aún más duro que los hombres. —Eso suena como a una excusa. —¿Una excusa? De acuerdo. Porque nadie nunca perdió su trabajo debido a un escándalo sexual, —chasqueó. Eso lo dejó sin argumentos por un minuto o dos. —No tiene que ser de esta manera. —Sí, lo es. —Ainsley apretó brevemente sus ojos cerrados para reprimir las lágrimas y el dolor—. No quiero cambiarte. Pero necesitas entender que no puedo hacer esto. Cuando miró directamente a sus heridos ojos azules, sintió que su corazón entraba en una caída libre. —¿Entonces qué significa esto? ¿Me estás dejando? ¿Por lo que soy? —Lo estás interpretando mal, Ben, no es… —Simplemente dilo. Por favor. Deja de justificarlo. Esto… joder… es… —su voz se quebró—. No puedo… Economizando movimientos, Ben se puso su abrigo negro. Agarró su sombrero de la mesita del sofá. No vio su corazón destrozado cuando se fue. Sólo él pareció herido.
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El jueves fue el día más largo en la historia del mundo. Había ideado un par de planes de contingencia ante la posibilidad de que funcionaran en su favor. Diez minutos antes de la hora establecida para que comenzara la conferencia telefónica, ella dejó su oficina. Turton salió de su oficina al mismo tiempo. No era una coincidencia y se sintió manipulada. —¿Ainsley? ¿Turton? —Se volvieron y miraron a Leslie—. Sé que tienen una conferencia telefónica programada con el director general en unos minutos. Y dado que esta reunión es para estimar una situación relacionada con los préstamos, como la oficial de préstamos exclusiva de esta sucursal, quiero conducir esa conversación. Turton carraspeó desaprobadoramente y entró a la sala de reuniones. Ainsley y Leslie lo siguieron. —Francamente, Leslie, me siento un poco desilusionado de que estés saliendo precipitadamente en defensa de Ainsley. Supongo que el director general de la casa central no lo verá como un criterio inteligente de tu parte, tampoco. —Al contrario, Turton. No estoy saliendo precipitadamente en defensa de Ainsley. Solamente quiero la oportunidad para explicar por qué no originé estos préstamos. Mi participación… o la falta de ella… debería ser aclarada porque necesito este trabajo. Los malvados ojos de Turton se estrecharon detrás de sus anteojos. —¿Préstamos? —Dijo de forma intensa—. ¿Ainsley estuvo tratando de eludir los canales normales para conseguir algún otro préstamo? Leslie se sentó a la cabecera de la mesa. —No. Para ser honestos, yo habría procesado el préstamo de Ben McKay, si él hubiera venido a verme, y habríamos llegado al mismo resultado. El préstamo que estoy cuestionando es el que tú gestionaste para Jenny, la recepcionista de nuestro banco, para un nuevo coche. 383
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Sus labios se afinaron. —¿Hay alguna razón por la cual no me contaste sobre este préstamo, Turton? ¿Por qué franqueaste los canales normales para solicitarlo? ¿Considerando el hecho de que Jenny es una empleada y no tiene activos? Además, algunos empleados estuvieron cuestionando si hay algo más entre tú y Jenny que una simple relación de trabajo. —¡Esto es indignante! La ecuanimidad de Leslie desapareció. Abofeteó la pila de carpetas sobre la mesa. —¿Más indignante que tu acusación manifestando que Ainsley tiene más que una relación de trabajo con Ben McKay? Encuentro indignante que tengas en mente despedazar a Ainsley haciendo una apelación por su mal juicio, cuándo tú hiciste exactamente la misma cosa. Ambos están en falta aquí. Ninguno de los dos siguió el procedimiento adecuado. Ainsley clavó los ojos en Leslie, tan impresionada como asustada por su habilidad para sacar información. —¿Así que vas a chantajearme? —Respondió Turton burlándose. —No. Ambos van a dejarme manejar la conferencia telefónica con la gerencia. Donde plantearé la cuestión general de formalismos para originar préstamos. ¿Quién tiene la autoridad para hacerlo? Entonces señalaré que ambos originaron préstamos sin que pasaran a través de mí. Dado que somos una sucursal nueva, y esto no ha surgido antes, quiero ser quien solicite las aclaraciones pertinentes tanto al presidente como al vicepresidente en esta reunión, para que no haya disputas. —¿Y si me niego? No te abalances a través de la mesa de conferencias y envuelvas tus manos alrededor de su escuálida garganta. —No lo harás. Porque si continúas con tus acusaciones sobre la relación de Ainsley con Ben McKay antes del préstamo, tengo documentación de las veces que fuiste visto
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con Jenny Timsdale, fuera de las horas de trabajo, antes de su solicitud de préstamo también. La cara de Turton inmediatamente se volvió rojo furioso. Parecía demasiado enojado como para hablar. Pero Leslie no había terminado. —Te aconsejo enérgicamente que me permitas manejar esta conferencia telefónica. De esta manera podemos conservar nuestros trabajos y continuar trabajando hombro a hombro como una gran familia feliz aquí, en el National West Bank. Por primera vez en dos días, Ainsley sintió que el mundo no estaba desmoronándose debajo de sus pies. A nivel profesional, al menos. Leslie miró a cada uno a la vez. —Entonces. ¿Cómo va a ser esto? Turton evitó encontrarse con la mirada fija de Ainsley. —Haz la llamada. El gerente de la casa central estaba notablemente molesto. Después de escuchar la pregunta de Leslie, dejó de contenerse. Echándole una bronca a Ainsley y Turton por extralimitarse y recordándoles que el National West asignó a una oficial de préstamos en ese lugar por una razón. Entonces les recordó sus responsabilidades y que si estaban demasiado ocupados haciendo el trabajo de otra persona, era porque estaban descuidando el suyo propio. Con una maniobra completamente sorprendente, insistió en que Ainsley y Turton asistieran a un seminario de gestión de personal en Denver. Sobre el fin de semana. Elogió a Leslie por su atención en todos los detalles. Con todo, la conferencia telefónica fue breve y al punto. Ainsley permaneció en un aturdido silencio cuando el tono de llamada hizo eco en la sala de reuniones. Turton no dijo una sola palabra. Simplemente se retiró de la sala, pero parecía haber perdido un poco de su actitud de gallito.
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Leslie recogió sus papeles. —Gracias, —le dijo Ainsley—. Pensé que iba a estar empacando en mi oficina y devolviendo mi llave maestra en el día de hoy. —De nada. No hice esto por ti, Ainsley. Tú y Turton actuaron de forma incorrecta, profesionalmente, y no quería quedar atrapada en medio de eso. Necesito este trabajo y esto ya lo vi ocurrir antes, dónde el empleado de nivel más bajo termina despedido por un error que cometió su jefe. Sabía que Leslie había trabajado con Steve Talbot en el Settler’s First durante algunos años antes de ser despedida. —A nivel personal, me molestó el doble discurso de Turton. Esperaba que te despidieran debido a que una relación personal cruzó la línea, cuándo él estaba haciendo lo mismo. —Sacudió la cabeza—.La parte bizarra de esto fue que Turton no haya tenido en cuenta los paralelismos. Ainsley sabía que tratar de encontrar puntos en común con Turton sería casi imposible ahora. Leslie se detuvo en la puerta y miró por encima de su hombro. —Para que lo sepas. Ben McKay vino ayer a verme y formalmente retiró su solicitud de préstamo. El corazón le saltó a la garganta. —¿Hizo eso? —Sí. La puerta se cerró detrás de ella. No se movió durante un largo rato. En su mayor parte porque no estaba segura de cuál debería ser su siguiente movimiento.
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CAPÍTULO 28 El viernes, tan pronto como Ben terminó con las tareas, condujo hacia el Club Rawhide. Después del doloroso rechazo de Ainsley, sentía la necesidad de estar en un lugar donde la gente lo mirara con respeto. Donde era aceptado por ser exactamente quién era. Pero su refugio no le ofreció la confirmación habitual. Y eso lo confundió como el infierno. Así que buscó un lugar en uno de los rincones de atrás y se quedó allí cavilando. Sobre Ainsley. Sobre su negativa a escuchar razones y sobre sus propias intenciones de corregir sus errores. Por primera vez desde que habían comenzado la relación, ella lo había mirado con lástima. Como si fuera un bicho raro. Cuando Cody se sentó a horcajadas de la silla frente a la de él, Ben se tragó un gruñido déjame‐jodidamente‐en‐paz. Cody le devolvería el disparo, exigiéndole saber por qué había ido al club si lo que deseaba era estar solo. —Parece como que algo te tiene profundamente pensativo. —Así es. Es muy agotador para mi cerebro del tamaño de un mosquito. Él se rió. —Chorradas. Larga el rollo, hombre. Especialmente dado que no estuviste por aquí durante el último mes otra vez. ¿Qué pasa? —Mierda, Cody, ni sé por dónde empezar. —Veo que tenía motivos para estar preocupado por ti. Vamos, Ben. Soy yo. Hemos hablado de todo a través de los años. Y quiero decir todo. —Lo sé, —dijo en voz baja. De alguna manera, Ben se sentía más cercano a los muchachos del club Rawhide que de sus propios hermanos.
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—Entonces cuéntame. —¿Recuerdas aquella amiga de Layla? —Cody asintió con la cabeza—. Nos encontramos por casualidad en Sundance después de ese fin de semana en el club. Ella acababa de mudarse allí, por lo que estuvimos jugando en mi casa, a modo de prueba porque la mujer no está convencida de estar hecha para una relación D/s. Se terminó complicando. Incluso más de lo que estoy dispuesto a permitir debido a lo que siento por ella. Como un intenso sentimiento similar a creo–que‐estoy‐jodidamente‐enamorado‐de‐ ella. Cody lanzó un silbido. —¿Se lo dijiste? —No. —Ben bebió un trago de su cerveza—. Porque sabía que ella no sentía lo mismo. Yo era un experimento. Uno que salió mal, considerando que me quería porque yo era un Dom, y ahora no me quiere porque soy un Dom. —Llegamos a un acuerdo con lo que somos desde hace mucho tiempo, Ben. —Pensé que así era. Ahora no lo sé. Cody le dio una palmada en la espalda. —Te voy a dar el mismo consejo que me diste cuando Kristin me devolvió mi collar, supéralo y sigue adelante. Ben bufó. —Y eso funcionó para ti... ¿cómo? Todavía estás jodidamente enamorado de Kristin. Sigues esperando verla regresar por esa puerta. —Y el infierno se congelará antes de que eso suceda, así que no seas un jodido estúpido como yo. Hay un montón de mujeres deseando conseguir a Bennett. Elige otra sub. Eso va a hacer que sea menos doloroso. Pero yo no quiero otra sub. Quiero a Ainsley.
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—Reconozco esa mirada. Escúchame. No seas un hijo de puta patético. Sigue adelante. Porque ambos sabemos que cuando una sub cambia de parecer porque no era realmente una sub o porque tiene una excusa para no estar contigo siendo lo que realmente eres, no hay vuelta atrás. —Cody le apretó el hombro y lo dejó considerando su consejo. ¿Qué mierda? Cody tenía toda la razón. Motivo por el cual Ben no había querido hablar con él en primer lugar. Un rato después, Mary Jane y Cliff invadieron la sombría nube que rodeaba a Ben y se sentaron a su mesa. La pareja estaba casada desde hacía treinta años, y recientemente se habían compenetrado en una relación dominante y sumisa. A Mary Jane le gustaba un poquito de dolor. Cliff, un novato con la cosa de la fuerza bruta, se sentía cómodo con un flogger o una vara, pero le rehuía al látigo de una cola. Por lo que Ben los había ayudado, usando el látigo en Mary Jane mientras Cliff observaba. Cuando Mary Jane alcanzaba su lugar feliz, Ben abandonaba la escena. Sin una erección, sin resentimientos. —Bennett. No te hemos visto en mucho tiempo. —Pasó un tiempo. ¿Cómo están ustedes? —Le dirigió sus comentarios a Cliff, dado que seguían el protocolo tradicional del club y Mary Jane mantenía la mirada baja. —Bien. ¿Está todo bien contigo? —Le preguntó Cliff. Suspiró. —Tengo un par de cosas en mente. —¿Puedo ayudarte en algo? Ben miró de Cliff a Mary Jane. Tal vez estaba predestinado que terminaran en su mesa esta noche, teniendo en cuenta los últimos días. Sabía que Mary Jane tenía un puesto alto como ejecutiva de una compañía petrolera, por lo que tal vez podría aclararle algo en relación a lo que había pasado con Ainsley.
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—¿Me permitirías hablar libremente con tu sumisa, Cliff? —¿Mary Jane ? Tienes permiso para hablar con Bennett. —Gracias, Señor. —Mary Jane alzó la mirada sobre Ben—. ¿En qué puedo ayudarte? —Esto podría sonar como una pregunta extraña, pero ¿tu trabajo se vería afectado si alguien con quien trabajas descubre que eres una sumisa sexual? —¿En mi trabajo actual? Probablemente no. ¿Ves? Ainsley sólo estaba poniendo excusas para no estar contigo. —Pero ten en mente que estoy a cinco años de mi jubilación. ¿Si fuera una joven que recién está comenzando? ¿Especialmente en un sector dominado por hombres? Eso sería el beso de la muerte para mi carrera—. Ben se congeló—. También recuerda que soy la sumisa sexual de mi marido de treinta años. No soy una mujer soltera pasando de Dom en Dom en este club sexual. Esa también es una situación completamente diferente. Las esperanzas de Ben de que los obstáculos que Ainsley y él afrontaban se pudieran solucionar mágicamente de alguna forma, con un poco de tiempo y distancia, comenzaron a desvanecerse. Mary Jane golpeó ligeramente las uñas sobre la mesa. —La razón por la que Cliff y yo insistimos en tener privacidad casi total aquí se debe a mi posición profesional. No me agradaría que alguien se entere que me gusta ser azotada por un desconocido. Y estoy segura de que tus amigos de afuera no saben que obtienes… algo dándoles una paliza a mujeres por las que no tienes ningún interés sexual. —Ben frunció el ceño—. Sin intención de ofender, Bennett, pero yo no quiero llegar a conocerte. Los lazos emocionales cambian cosas. Estoy bien con Cliff dándome nalgadas o azotándome con un flogger. Pero hay algo sádico en decirle al hombre que amo que me gusta que me azote hasta que casi me desmaye. —¿Pero es diferente cuando el que esgrime el látigo soy yo?
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—Sí. Porque cuando tú dejas caer golpes sobre mi cuerpo yo los soporto para él. Para demostrarle que puedo tomarlos. Comparto la dicha y el dolor con Cliff, no contigo. Para ponerlo de la forma más simple, tú eres el tipo malo golpeándome y Cliff es el tipo bueno que se ocupará de mí cuando todo haya terminado. Mierda. ¿Realmente lo veía de esa manera? ¿Como el tipo malo? — Mary Jane. Discúlpate con Bennett por insultarlo, —le ordenó Cliff. —Está bien, Cliff, —dijo Ben—, no lo hizo. —Joder. Se sentía como si acabaran de darle una patada en los dientes y un rodillazo en las bolas. —Seré honesta, Bennett. Tus golpes pican como el infierno. Me sentí tentada de salir corriendo, especialmente al principio. Que yo sea azotada no cambia nada para Cliff, pero él entiende que hace una diferencia para mí. —¿Lo echarías en falta si no tuvieras eso? —Quiso saber Ben. —Tal vez. ¿Tú lo echarías en falta si no lo hicieras? No lo sé. Pero no lo había echado en falta durante el mes que había estado involucrado con Ainsley. —Esperábamos utilizar tus habilidades con el látigo esta noche. Pero teniendo en cuenta que estás en una lucha interna con eso, entenderíamos si prefieres no hacerlo, — dijo Cliff. Con su actual estado de ánimo, aceptaría un reconocimiento de donde pudiera conseguirlo. —¿En qué cuarto? —Siete. ¿En unos treinta minutos? —Allí estaré.
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Enviar malas vibraciones mantuvo a raya a las subs mientras Ben intentaba meter su cabeza en el juego. Sosteniendo su látigo, circundó una escena pública donde la mujer que estaba siendo azotada parecía completamente aburrida. Ah, infierno. ¿Esa era… Zoe? Pasó de largo y se abrió paso por el pasillo. Espió por la ventana para comprobar si ellos ya estaban listos para él, y entró. Mary Jane tenía los ojos vendados, estaba desnuda y restringida boca abajo sobre la cama. Cliff le dio a Ben las instrucciones en voz baja. La escena era mejor para Mary Jane si ella no sabía dónde caerían los golpes, ni cuántos serían. Ben caminó por el perímetro de la cama. Eso además, intensificaba los sentidos de la mujer. El ruido de sus botas sobre la alfombra. El brusco movimiento de la cama cuando tropezó contra ella. Y entonces ese primer chasquido del látigo. Raras veces hacía aterrizar el primer chasquido. Él amaba el sonido que hacía, el cuero silbando a través del aire antes de conectar finalmente contra una sólida masa provocando un agudo crujido. Fue en ese momento cuando encontró su concentración. El intenso enfoque que necesitaba para tener en mente su verdadera meta y complacer tanto a Cliff como a Mary Jane. ¿Pero qué había obtenido él de la escena? Su camisa estaba empapada en sudor y flotaba dentro de una bruma de adrenalina cuando Cliff dijo, —Rojo. Ella llegó a su límite, Bennett. Gracias. Él asintió con la cabeza y se retiró del cuarto, la excitante sensación todavía lo abrumaba intensamente. Cuando rodeó la multitud, no pudo creer que la escena de Zoe todavía estuviera desarrollándose. Sus ojos se encontraron. Los de la mujer sostenían una mirada de frustración.
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—Por favor. Bennett. Muéstrale. Ayúdame. —Dijo ella. El peso de las miradas curiosas no lo perturbaron en lo más mínimo. Cruzó los brazos sobre su pecho y dejó que el látigo que colgaba de su mano se balanceara. —Di tu palabra de seguridad. —No. Sólo ayúdame. —Ella ni siquiera respingó cuando su Dom dejó caer dos duros golpes sobre la parte trasera de sus piernas. —Las reglas son las reglas. Di tu palabra de seguridad y entro. —¡Rojo! ¡Rojo! ¡Maldita sea! —Gritó Zoe. El tipo se detuvo a medio camino de un golpe. En sus ojos ardía la misma frustración que en los de Zoe cuando Ben se abrió paso de entre la multitud reunida alrededor. —¿Estás a cargo de esta escena? —Sí. ¿Quién mierda eres tú? —Bennett. ¿Y tú? —Brian. —Bueno, Brian, tengo que preguntarte. ¿Has jugado en público con ella antes? —Solo una vez. —¿Esta es una escena de dolor con sexo incluido, o simplemente dolor? —Dolor con sexo. —Tengo experiencia con Zoe, y podría poder echarles una mano a ambos. Yo le daré el dolor si tú te encargas del sexo y el aftercare. Brian realmente se mostró aliviado. —Suena justo.
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Ben mantuvo la mirada fija en Brian mientras le hablaba a la sub. —Zoe, ya me he calentado para el látigo de una cola. ¿Estás lista? —Sí. Señor. Por favor, Señor. —¿Cuántos? —Le preguntó por lo bajo a Brian. —Veintitrés, —le respondió Brian en un susurro—. Escoge los lugares. Si ella deja de contar, te detienes. —De acuerdo. —Ben se adelantó y lentamente pasó el mango del látigo bajando por la columna vertebral de Zoe y la grieta de su culo. Todo su cuerpo se estremeció, las cadenas se sacudieron ruidosamente y ella se esforzó para mirarlo por encima de su hombro. Cuando él se movió, la cabeza de la mujer intentó seguir sus movimientos. —No deberías estar observándome, Zoe. Deberías estar enfocada en cómo vas a respirar a través del primer golpe. Porque te garantizo que va a doler. —La gente reunida murmuró detrás de ellos—. Véndale los ojos. Zoe jadeó y se volvió para mirar furiosa a Ben. —¿Qué? No, no puedes… Ben le aferró la mandíbula, inclinándole la cabeza hacia arriba. —Estoy absolutamente seguro de que puedo, porque eres tú quién está encadenada, no yo. ¿Y si no me demuestras respeto, dado que ésta es ahora mi escena? ¿Cuándo estime haber terminado con la parte del dolor? No dejaré que Brian te toque. En absoluto. Todo lo que vas a sentir es dolor. Nada más. Así que elige. Ella bajó la vista. —Me disculpo por mi comportamiento, Señor. Brian le ajustó la venda de los ojos.
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Con el primer chasquido del látigo, el público respingó. —Brian. Distráela. Tan pronto como los labios de Brian tocaron los de ella, Zoe se relajó. Se arqueó contra él, haciendo suaves ruiditos cuando él rompió el beso. —Cuenta. Empezando en uno. —Ben ubicó el primer golpe sobre la parte carnosa del hombro derecho de Zoe. —Uno. Gracias, Señor. Ben se mantuvo en movimiento, acercándose, permitiendo que Brian le ofreciera palabras tranquilizadoras y caricias mientras él marcaba su piel con punzantes golpes aleatorios. Concentrando los azotes sobre sus nalgas y las partes traseras de sus muslos, recordando que esos eran sus puntos sensibles. Pero Ben no sentía la agitación de la excitación. Ninguna necesidad de acariciarle la piel o de llevarla al siguiente nivel. Se sentía… cansado. Tal vez un poco usado. Más que listo para dar por finalizada esta noche. Cuando todo el cuerpo de Zoe se desplomó, dejó caer su látigo a un lado. Brian entró y le dio a su sub lo que ella necesitaba. El público se dividió para darle paso a Ben, pero todos los ojos regresaron a la acción que tenían enfrente. Ben deseaba un trago de whisky y la comodidad de su propia cama. Atravesaba el pasillo cuando una mano aterrizó sobre su hombro, sacudiéndolo para hacerlo detenerse. Se volvió alrededor y su primo Dalton estuvo frente a su cara, luciendo una mirada de repugnancia. —¿Qué mierda fue lo que acabo de ver, Bennett? —¿Dalton? —Ben recorrió con la mirada al público para comprobar si algún custodio estaba cerca—. ¿Cómo lograste entrar aquí? —Te mencioné en la puerta. Me dejaron entrar con un pase de invitado. 395
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Había pedido ese pase para Ainsley. El hecho de que ella nunca lo usaría lo hizo querer agredir a alguien. —Vete. No estoy de humor para tratar contigo en este momento. —Ben lo esquivó. Pero Dalton se anticipó a la maniobra. —¿Para qué estás de humor? ¿Para golpear a otra mujer desvalida? ¿Con un jodido látigo para toro, por el amor de Dios? —Mantén tu condenada voz baja. —Y una mierda que lo haré. ¡Quiero algunas malditas respuestas sobre por qué te excitas azotando mujeres mientras ellas te imploran que dejes de pegarles! No podía creer en lo que veían mis ojos cuando te observé con esa pareja mayor. Miré a través de la ventana y te observé cómo la golpeabas. Y entonces te vi inmediatamente saltando ante la oportunidad de golpear a otra chica. Jesús. ¿Qué te hicieron cualquiera de esas mujeres? Dalton era mucho más musculoso, pero Ben tenía más experiencia en tratar con los tipos exaltados, así que agarró a su primo por su camisa y lo metió de un empujón dentro del cuarto número tres. Ben le daría la bienvenida a Dalton si quisiera intentar cagarlo a trompadas. Pero Dalton empezó a pasearse de un lado a otro. Mascullado para sí mismo. Ben se había preguntado cómo manejaría esto si algún día llegara a suceder. Cómo lo explicaría. Si incluso quisiera intentarlo. Entonces Dalton invadió su espacio personal. —¿Cuánto tiempo has estado viniendo a este lugar? —Ayudé a fundar este club seis años atrás. —¿Entonces qué cantidad de mujeres han torturado y violado durante todo ese tiempo?
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Ben empujó a Dalton y apretó el látigo que sostenía en contra de su garganta. —Córtala malditamente con eso, Dalton. No tienes ni la más puta idea sobre lo que estás hablando. Simplemente estás abriendo esa bocaza, soltando chorradas y demostrando tu ignorancia. —Sé lo que vi. —¿Estás seguro? ¿Si hubiera estado haciendo eso de forma no deseada o si estuviera mal, entonces por qué mierda el marido de la mujer no me detuvo? ¿Entonces por qué no entró ninguno de los otros cincuenta miembros que estaban observando la última escena para detenerme? No creo que haya sido porque estuvieran asustados de que me volviera para esgrimir el látigo sobre ellos. No lo detuvieron porque entienden lo que estaba haciendo. Tú no. —Tienes toda la jodida razón de que no lo entiendo, —replicó Dalton—. ¿Qué clase de hombre hace una cosa así? ¿Y sabes cuál es la parte realmente mórbida? Ni siquiera te calentaste con eso. —¿Entonces estás diciendo que lo comprenderías más si hubiera follado con esas mujeres luego? —Sí. No. Tal vez. Puta, no lo sé. Esto no tiene sentido para mí. —Dalton caminó hasta la parte trasera del cuarto y entrelazó los dedos de una mano a través de su pelo—. No llego a comprenderlo. ¿Por qué? Ben se dejó caer en la silla. —¿Piensas que puedo explicarlo lo suficiente como para satisfacerte? Reconozco esa mirada en tus ojos, Dalton y es la razón por la que trato de no difundir esto. Aquí en el club encuentro mujeres que buscan lo mismo que yo. —¿Buscan que les sacudan el culo? —Se burló Dalton. —A veces.
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—Por lo que me estás diciendo, este club privado es un verdadero desfile de monstruos. —Este lugar no es ningún desfile de monstruos más que la Bota De Oro, donde merodeas en busca de un coño cada fin de semana. Dalton tomó una beligerante posición, los brazos cruzados sobre su pecho, reforzándose sobre sus pies separados. —Estás equivocado. Esto no es normal. —¿Nunca has atado a una mujer durante el sexo? —Ah. Seguro. ¿Quién no lo hizo? —Dalton movió su postura, entonces desvió sus ojos—. ¿Entonces debería estar asustado de que el siguiente paso fuera sujetar a una mujer con cadenas y golpearla delante de un cuarto lleno de desconocidos? Se hundió en la silla más cercana. —Esto no tiene sentido. —¿Tu familia lo sabe? Ben negó con la cabeza. —Deberían. Tal vez podrían ayudarte de alguna forma, primo, porque esto es jodidamente serio. Pensaba que había superado el miedo de ser expulsado de su familia. Pero la idea de sus hermanos y sus padres mirándolo, con los mismos ojos juiciosos de Dalton, lo hicieron sentirse físicamente enfermo. Su voz salió en un ronco susurro. —¿Vas a encargarte de hacérselos saber? —No sé. Pero no puedes negar que la razón por la que no se lo has dicho es porque sabes que está mal.
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Ahora tenía que preocuparse de que Dalton no fuera con el chisme a toda la familia McKay. —Mírate, Ben. Sentado allí sujetando un látigo, un látigo que usaste no con una, sino con dos mujeres esta noche. Y diciéndome que yo soy el del problema. —Sacudió la cabeza—. Sería gracioso si no fuera tan triste. —Dalton salió violentamente. Allí estaba el golpe final. Había pasado años desde que se había sentido tan avergonzado. Desde que se había sentido como un marginado. Y entonces esta situación terminó coronada con el miedo de que ninguna mujer decente —como Ainsley— alguna vez pudiera amarlo a causa de sus tendencias. Sus miedos ocultos lo abofetearon en la cara hoy a través de las acusaciones de su primo. Ben se quedó en ese cuarto un buen rato, sus emociones guerreando entre sí. Manoseando el látigo construido tan bellamente. ¿Un dispositivo de tortura? ¿Un instrumento de placer? Su supuesta experticia lo mordió. Había afinado sus habilidades con el ganado. ¿Qué diría su familia si supieran que lo usaba regularmente con las personas? ¿Con mujeres? ¿Se sentirían avergonzados? ¿Él debería sentirse avergonzado? Posiblemente Dalton no hubiera estado tan completamente fuera de lugar. Ben se sentía en carne viva. Usado. Confundido. Solo. Tanto como había ensanchado el horizonte de Ainsley, ella había ensanchado el suyo también. Pasó la mirada alrededor del cuarto. No sintió nada. Ni orgullo, ni excitación, ni bronca. Ninguna anticipación de lo que podría estar reservado para él durante las futuras noches con futuras subs. Sólo quería irse a casa.
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CAPÍTULO 29 Ainsley soñó con Bennett cada noche. Las imágenes tan vívidas que no podía señalar la diferencia entre fantasía y realidad hasta despertar y encontrarse sola. Después del sueño de la última noche había saltado de la cama y se había quedado mirando hacia afuera por la ventana del hotel, más allá de la línea del horizonte de la autopista de Denver. Había esperado no soñar con él aquí, como lo había hecho las últimas dos noches en su cama, en Sundance. Error. Lo cual planteaba la siguiente cuestión: ¿Eran sus remordimientos por la decisión que había tomado, los que estaban acechándola? Sí. Pero no había nada que pudiera hacer en relación a eso. Se sentía miserable. Intentando alejar los sueños que la dejaban sintiéndose desolada, bebió cuatro fuertes tragos de ginebra con tónica en el bar del hotel antes de tambalearse de regreso a su cuarto. Pero ni siquiera el alcohol pudo resguardarla del asalto de sus pensamientos. Una mano de piel áspera rozó su frente y se incorporó rápidamente en la cama. No podía ver nada en medio de la oscuridad. —¿Quién está ahí? El eco de un resuello fue la única respuesta. Gateó hacia atrás, incluso mientras reconocía el caliente aroma terroso de la loción para después de afeitarse de su Dom. —¿Qué quieres? 400
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Una profunda risa masculina. —Sabes lo que quiero. Ese inicial dejo de temor se desvaneció. No debería sorprenderle que él se hubiera ocupado de convertir en realidad su fantasía sexual que consistía en que un extraño invadiera su dormitorio. ¿O esto era un sueño? Era tan vívido, el sonido de sus pies moviéndose sobre la alfombra. El aroma de su piel tan cerca que ella podría saborear su sudor con la lengua. La forma en que su cuerpo se sentía dolorosamente tenso por la anticipación cada vez que él se acercaba. —Estuve observándote. Sé lo que haces cuando estás sola en tu dormitorio. —Y‐yo no sé de lo que estás hablando. —¿Sabes cuántas veces te observé levantarte el camisón y buscar tu vibrador? Aferrándote a un par de tus perversos libros favoritos. Los usaste tantas veces que las páginas se abren en tus escenas preferidas. Sé cuáles son las escenas que te calientan, — le dijo, mucho más cerca de ella de lo que había estado—. Cuáles son las escenas que te llevan a poner a ese vibrador en la velocidad más alta. Cuáles hacen que tu coño gotee. Te imaginas atada. Supeditada a los antojos de un hombre, tal vez a su misericordia, y siempre para su placer. De cualquier forma que quiera follarte, en tantas posiciones como su ambicioso y depravado cerebro pueda crear, tantas veces como se le pare. —El aliento caliente balbuceaba cerca de su oído—. Pero aquí es donde tu fantasía se hace mía. Aquí es donde el sueño se materializa. Porque este hombre, este amante de ensueño, quiere demostrarte que puede ser el hombre para darte lo que ningún hombre jamás te ha dado antes. —¿Qué vas a hacerme? —Barbulló. —Hacerte gritar.
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Ainsley gritó cuando sus fuertes manos la agarraron de los tobillos para volverla encima de su estómago. Sus brazos quedaron sacudiéndose juntos a sus espaldas y el frío metal le rodeó las muñecas. Entonces sintió a su boca en contra de la sien. —Quédate quieta. Guarda silencio o te amordazaré. ¿Entendido? —Sí. —De rodillas. Con el corazón desbocado, se deslizó hacia atrás, enfocándose en la sensación de las sábanas de algodón contra el lado de su cara mientras sus hombros se presionaban contra el colchón. Metal rechinando sobre metal sonaba por encima de su cabeza. Entonces sus brazos fueron levantados fuera de la parte baja de su espalda. —¿Qué haces? —Para asegurarme que cooperes. Si luchas contra mí tiraré de esta cadena y ella levantará tus brazos hasta que prestes atención. —El familiar toque de Dom flotó bajando por sus brazos, y sintió su aliento sobre la nuca. Las callosas puntas de sus dedos rastrearon los nudillos y dedos mientras comprobaba el apriete de las esposas. Su toque era eficiente, pero tierno. Insistente, pero fugaz. Él era un estudio de la contradicción esta noche. ¿Por qué no la dejaba verle la cara? Acariciaba y provocaba. Cuando un grueso dedo esparció un frío lubricante en su culo, los latidos de su corazón se aceleraron. Tomó una profunda respiración cuando un tapón anal se abrió camino dentro del anillo de músculos. Involuntariamente se apretó a su alrededor. Las manos del hombre le acariciaron el culo. Entonces proporcionó una dura palmada en cada nalga, gruñendo,
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—Eres mía. Cada parte de ti es mía esta noche. Dilo. —Soy tuya. —Follaré cualquier parte de este cuerpo que quiera. —El áspero vello de sus pantorrillas rozaron la parte interna de las suyas cuando se movió detrás de ella. Dejó caer su caliente cuerpo encima de su espalda, su peso empujándole el pecho más profundamente contra el colchón. El pánico la abrumó. Estaba atrapada. Se sacudió. Un simple y tierno toque en su cuello detuvo sus frenéticos movimientos. —Basta. Recuerda que estás a salvo conmigo. Siempre estás segura conmigo, Ainsley. Ella volteó la cabeza pero no podía verlo. ¿No es esto lo que deseabas en tu fantasía? No. Quiero verlo. Quiero saber que es él. Entonces sus grandes y capaces manos le apretaron los pechos. Los dedos girando, tirando y retorciendo sus pezones. Entre la constricción, la punción y su completa inmovilización, su aliento se había convertido en cortas ráfagas de aire que la hacían sentirse mareada. Comenzó a flotar hacia ese vaporoso espacio dentro de su cabeza. La mano del hombre bajaba rozando por su estómago hasta que los dedos rastrearon su clítoris. —Quiero conseguir que te corras como cuando estás sola en tu cama. —Acarició, usando uno, entonces dos dedos dentro de ella. Hundiéndolos profundamente, sabiendo exactamente cuánta presión ejercer para mantenerla gimiendo por más. Para hacer que su coño se moje e hinche para él. Justo cuando casi podía saborear ese dulce clímax, él se retiró. Ella gruñó, volviendo la cabeza para secar el sudor reunido en su frente. Para intentar verlo. —Por favor. La cama se sacudió.
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—Tal vez prefieras correrte con un vibrador. —Tu mano está bien. —¿Estás segura? —Un alto zumbido mecánico sonó junto a su oído—. Porque encontré esto en tu mesita de noche. —No pensaba usarlo. Lo juro. —Qué mentirosa. —Le mordisqueó la parte trasera del cuello, enviando un estremecimiento por toda ella—. Pienso que pensabas darte un poco de placer antes de quedarte dormida. —No. —Veamos cómo funciona esto. —Había lubricado la parte superior de su vibrador conejo, la fría silicona se deslizó fácilmente dentro de ella. Encendió todas las partes móviles a la vez… un bombardeo total sobre sus sentidos. Ella ya se tambaleaba sobre ese esquivo punto y esto la enviaría de una patada directo sobre el borde. Cuando comenzó a pellizcarle la suave piel de la parte interna de sus muslos, Ainsley intentó cerrar las piernas en contra del intenso placer. —No te niegues esto a ti misma. No te mientas tratándote de convencer que no te gusta lo que te estoy haciendo, —siseó. ¿Por qué eso se sentía tan bueno? ¿Era una masoquista por desear más de ese dolor? Los ligeros pellizcos sobre los pliegues más gruesos de su piel dieron paso a unos más suaves y más rápidos. Cuando sintió arremolinarse más cerca del orgasmo una línea de calor líquido disparó de esos pequeños puntos. —Oh. Por favor. Ben movió el vibrador más arriba, sujetándolo en el lugar. El falo giró dentro de ella, golpeando sobre su punto G en cada tercera rotación. La jaula plástica alrededor de su clítoris dejó de vibrar en intervalos aleatorios y permaneció estable. Esa hormigueante
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sensación de zumbido atormentó cada terminación nerviosa de su cuerpo. Su sexo, sus pezones, hasta su piel palpitaba. Se olvidó de cómo respirar, de cómo pensar, sólo podía enfocar la atención en esa desesperada necesidad. —Déjame oír cómo te corres. —Un último duro pellizco en el interior de su muslo y Ainsley se dejó ir. Los músculos de su coño se apretaron alrededor del vibrador, aumentando la intensidad de la presión en contra de su clítoris. Un largo gemido salió de su boca. Cayó de plano sobre el colchón, después que él retiró el vibrador, su cuerpo temblando violentamente. Cerró los ojos, vagamente consciente del tierno tironeo del tapón de su culo. Quería rogarle que no se fuera, pero su lengua y sus labios no estaban respondiendo. Las cadenas se sacudieron y sintió que estaba siendo rodada sobre su espalda. No podía mantener los ojos abiertos. Sus brazos estaban inútiles. Un par de manos determinadas le separó los muslos. Calientes besos abrasaron su estómago. Una cálida boca siguió el borde de sus costillas y delineó el bulto de la parte baja de sus pechos. Suaves chupeteos y delicados lametazos sobre sus pezones la hicieron suspirar de satisfacción. La boca del hombre asechó la de ella en un beso mientras él deslizaba la polla en su interior, llenándola con un suave empuje. Percatándose exactamente de lo laxa que estaba, le ubicó las piernas alrededor de su cintura. Cuando la polla se acercó a su cerviz, la parte más baja de su cuerpo se inclinó fuera del colchón. Sus labios estaban aferrados a los suyos con el más dulce de los besos. —Necesito sentirte envuelta a mi alrededor de esta manera. Déjame tenerte. Déjame tenerte así para siempre. Ainsley consiguió un suave, —Sí, —y arqueó el cuello para él en una demostración de completa sumisión. 405
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Entonces el peso del hombre desapareció de encima de su cuerpo. Su aroma se desvaneció. Ella abrió los ojos y se encontró sola. —¿Bennett? ¿Dónde estás? La voz de él salía de la nada, pero estaba en todas partes. —Me fui. —Una brisa fantasmal flotó a través de su rostro—. Demasiado tarde. Ya me fui. Ainsley se despertó llorando, —No, —repitiéndolo muchas veces con una aguda sensación de pérdida. Arrojó hacia atrás las cubiertas y palmeó el colchón como si encontraría a Ben allí. Pero él no estaba. Y esto siempre era así cuando se despertaba.
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CAPÍTULO 30 Tarde, el domingo por la noche, Ben terminaba de reunir las bolas para jugar otra partida de billar —solo, así de patético— cuando sus perros comenzaron a ladrar. Para cuando llegó a la entrada para comprobar el motivo del jaleo, se quedó mirando los rostros de sus hermanos a través de la puerta. Quinn, y Chase, con Gavin detrás de ellos. Y un poco más alejado, a la izquierda, Dalton. Tuvo un mal presentimiento sobre esto. Tranquilizó a los perros. —¿Murió alguien? Quinn negó con la cabeza y entró. —¿Me olvidé que había organizado una reunión? —Preguntó Ben. Chase negó con la cabeza y entró. —¿Se trata de la venta de las tierras de los Wetzler? —Preguntó Ben. Gavin negó con la cabeza y entró. Pero Ben bloqueó a Dalton en la entrada. —¿Tú provocaste esto? Dalton le disparó una mirada sombría. —Sí. ¿A quién más se lo dijiste? —Únicamente a ellos. —Dalton lo empujó con el hombro para pasar y Ben se lo permitió.
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No intercambiaron ni una sola palabra hasta que todos descartaron su ropa de abrigo. Todos se dirigieron hacia el área de la TV en lugar de ir en dirección al bar. Ben sentía a su corazón tronando en las sienes. Sus mejillas ardían cuando se unió a ellos, sentándose en la silla más alejada de su familia. —Entonces, Dalton, ¿puedes decirnos por qué estamos aquí? ¿Y por qué piensas que Ben necesita nuestra intervención? —Preguntó Quinn. Dalton se refregó las manos en sus pantalones vaqueros. Cuando se dio cuenta que ese movimiento sugería que estaba nervioso, cruzó los brazos a través de su pecho. —Ben nunca fue propenso a hablar sobre las mujeres en su vida. Siempre dice que un caballero no tiene memoria, lo cual nunca sonó cierto para mí, porque todos los tipos se jactan de las chicas con las que follan. Entonces no puedo recordar la última vez que vi a Ben ir al bar o que escuché que estaba saliendo con una mujer. Pensé que era extraño que condujera hasta el bar de su amigo en Gillette. Eso me hizo preguntarme si Ben era gay y lo estaba escondiendo. También me hizo preguntarme si el bar en Gillette era un lugar frecuentado por gays, especialmente teniendo en cuenta que nadie de nuestra familia nunca había estado allí. Después de la mierda que pasó entre nosotros por no haber conseguido las tierras de los Wetzler, y los rumores que había oído de Jenny acerca de que Ben estaba involucrado con la presidente del nuevo banco, bueno, sospeché que si era gay no se hubiera estado acostando con ella solamente para obtener un préstamo. Dalton tenía una alta opinión de él. —Me parece una mierda eso, Dalton, —respondió Chase bruscamente—. Ben no es de la clase de hombre de utilizar a las mujeres y descartarlas. —Eso sólo demuestra cuánto no sabes sobre él. Mira, fui al Bar Rawhide el viernes por la noche. Dejé caer el nombre de Ben y fui escoltado por una puerta diferente. Un club privado. Un club sexual. ¿Pero lo que vi que me dejó alucinando? A mi primo usando un látigo no sobre una, sino sobre dos mujeres diferentes. Las mujeres estaban
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amarradas para que no pudieran escaparse. Estas mujeres le rogaban que se detuviera y él no lo hizo. Solo siguió lastimándolas. Ben se miraba las manos en el silencio. —Es por lo que los llamé, chicos. Ben está fuera de control. Tiene un problema con la violencia en contra de las mujeres. Sé que hay una vena violenta corriendo en la familia McKay. Brandt lucha contra eso. Kane y Colt lidian con eso por cagarse a trompadas uno con el otro. Supuse que Quinn lo tenía en tu familia. Me enferma pensar que Ben lo hace todo el tiempo y no nos damos cuenta. ¿Sumando las cosas sexualmente pervertidas que vi? Y está mal, se mire por dónde se mire. Tenemos que intervenir y apartarlo de ese tipo de comportamiento. Necesitamos ayudarlo. —Dalton finalmente miró a Ben de forma suplicante—. Si mi papá, que fue un borracho fiestero toda su vida, puede admitir a su edad que tiene un problema, sé que podemos encontrar la forma de ayudarte. Se sentiría emocionado por la preocupación de Dalton si no estuviera tan jodidamente cabreado. Si no estuviera tan jodidamente mortificado por tener que mirar a sus hermanos a los ojos, y admitir que sí, que parte de lo que Dalton dijo era cierto. Ben esperó en silencio mientras sus hermanos intentaban procesar las acusaciones de Dalton. Pero Quinn comenzó a reírse. Su hermano mayor, quién se definía como el más contenido, se reía tan histéricamente que las lágrimas bajaban rodando por su cara. Se reía tan duro que se dobló encima del sofá. Levantó la vista sobre Dalton, entonces sobre Ben, y cacareó, riéndose y respirando con dificultad por la risa. No era la reacción que Ben había esperado. Finalmente, Quinn se calmó. Se enjugó las lágrimas. Le dirigió la palabra a Dalton, quien había tomado asiento durante el ataque risueño de Quinn. —Comprendo tu preocupación, ¿de acuerdo? No sé cómo habría reaccionado yo al ver a Ben en esa situación. Pero la has sacado completamente de contexto.
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—Chorradas. —¿Estuviste alguna vez en un bar o en un club de una gran ciudad como el que viste en Gillette? —Eso no tiene importancia. Esto no se trata de mí. —Estás dejando todos los secretos de Ben al descubierto. Espero lo mismo de ti. —Bien. Como sea. —Mientes cuando cuentas con todas las mujeres que has follado, ¿verdad? Dalton se retorció. —Ajá. —Vamos, Dalton. Admite que ser un McKay a veces te hace sentir que tienes que mantener viva esa reputación de gigoló, —lo persuadió Quinn—. No eres el semental que pretendes ser ¿verdad? Tomó algunos sólidos minutos, pero Dalton se sonrojó y sacudió la cabeza. —¿Cuántos años tienes? —Veinticuatro. —Eres un muy maldito naïve, —respondió Chase—. Me hubiese gustado que nos contaras tus sospechas antes de la vaga expresión Ben necesita ayuda y es demasiado orgulloso para admitir que tiene un problema que nos tiraste para arrastrar nuestros culos a Wyoming. —Espera, —interrumpió Ben—. ¿Dalton no les había adelantado nada? —No. Sólo que era urgente y que los hermanos de Ben tenían que intervenir. — Aclaró Gavin. Ben no estaba seguro de qué lo conmocionó más, que todos hayan ido, incluyendo a Gavin, o que no hubieran preguntado por qué debían ir. 410
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—¿Por qué no hablan sobre esto con seriedad? —Exigió Dalton—. Es una mierda pesada. Quinn levantó una ceja en dirección a Ben. —Estoy seguro de que hubieras preferido mantener esto en secreto teniendo en cuenta que llevas años haciéndolo, pero dadas las circunstancias, ¿quieres explicarlo? ¿En términos sencillos para que el Sr. Naïve aquí consiga tener una idea decente sobre esto? —Soy lo que se llama un dominante sexual. Eso significa que en el juego sexual, estoy a cargo. Pero para ser dominante, necesito una sumisa. Una sumisa escoge renunciar a sí misma, a su cuerpo y a su voluntad, para entregárselos al Dom. Un Dom no toma lo que no le es ofrecido. No hay violación. No hay tortura. Al menos no en mis escenas. No espero que mis subs lo sean en el estilo de vida veinticuatro/siete. Soy un Dom estrictamente en situaciones sexuales. —Le dirigió a Dalton una mirada puntual—. Con mujeres. Dalton tuvo la delicadeza de ruborizarse. —En la superficie, las relaciones D/s se basan en sexo. Y no voy a mentir, el sexo es lo que me llevó a esto. Y todavía lo hace. Ese intercambio de poder es una cosa intoxicante. Pero cuando estoy en mi rol de dominante, estoy completamente armonizado con mi sumisa. Con sus necesidades, sus miedos y su placer. —¿Cuánto tiempo hace que eres un dominante? —Le preguntó Quinn. —¿Oficialmente? Aproximadamente ocho años. —¿Pero de qué se tratan los latigazos? —Estalló Dalton—. Eso no está bien. —Eso no es algo que tú puedas juzgar. —Ben miró a sus hermanos—. Lo que a Dalton le molestó fue que no me involucré sexualmente con esas sumisas. Porque esto no siempre se trata de sexo. Usé el látigo de una cola con una sub a pedido de su Dom. Ese Dom decide cuándo me detengo. —¿Haces eso a menudo? —Le preguntó Chase. 411
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—¿Azotar a la sub de otro Dom? Solo porque saben que soy malditamente bueno con un látigo. Los nuevos Doms aprenden conmigo. A algunos Doms no les gusta usar el látigo pero su sub realmente se excita con eso. Así que lleno esa necesidad. —Entonces te gusta golpear a las mujeres, —reflexionó Dalton. Atacar a su desorientado primo no serviría de nada. —Sólo si ellas me lo piden de una forma realmente educada. —Esto no es gracioso. Gavin se rió. —Sí, lo es. Estoy aprendiendo mucho. Estoy impresionado, Ben. Sorprendido, pero aliviado. —Yo no. Sospeché algo de esto, —se sinceró Chase—, cuando noté los instrumentos de su hobbie que Ben dejó accidentalmente sobre la barra del bar el verano pasado. Y mi mujer dice que algunas veces cuando mira a Ben a los ojos, siente el impulso de hacer cualquier cosa que él le pida. Las cejas de Ben se levantaron. —¿Ava dijo eso? ¿En serio? —Síp. Ahora yo me estaba preguntando si podrías enseñarme ese truco. —Chase sonrió astutamente—. Porque, hermano, el consejo “compórtate como un hombre” realmente funcionó. —¿Él te dijo como consejo “Compórtate como un hombre”? Infierno, cuando Libby y yo tuvimos problemas me dijo que necesitaba ser más romántico con ella. Ser un hombre diferente al que había sido. —Y funcionó, ¿verdad? —Preguntó Chase. —Fue la mejor cosa que hice alguna vez.
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—Tal vez cuándo no esté tan cabreado por tomar mis votos matrimoniales seriamente cuando mi ex mujer no lo hizo, y esté listo para meter un dedo del pie en la piscina de las citas, te pida un consejo, Ben. Esta aceptación, acoplada con el hecho de que Gavin había volado inmediatamente aquí debido a su preocupación, era una especie de ofrenda de paz. —Seguro. ¿Estaré aconsejándote por teléfono? ¿O en persona en la hostería? —Sólo el tiempo responderá esa pregunta. —¿Entonces ahora qué? —Dalton le preguntó a Quinn, Chase y Gavin—. ¿Soy el idiota del pueblo porque no sabía que esto era… cómo lo llamaste? ¿Un estilo de vida? Un verdadero estilo de vida fuera del cine y esa mierda. ¿Ustedes están de acuerdo con la actitud de Ben hacia las mujeres atándolas, azotándolas y follándolas? Ben se pasó las manos por el pelo. —¿Qué quieres de mí, Dalton? No hablo de esta parte de mi vida. No necesito tu aceptación o tu aprobación. Sólo necesito tu promesa de que esto no irá más allá de ti. No quiero a los integrantes de la familia McKay mirándome como si fuera un abusador. O preguntándose si la mujer con quien estoy no tiene amor propio porque es mi sumisa en el dormitorio. —De acuerdo. No voy a decirle nada a nadie, porque Cristo, ¿quién me creería? — Dalton se puso de pie, la confusión luchando en su rostro, viéndose similar a un niño de doce años que acababa de ver su primera película porno. —¿Qué? —Preguntó Ben con cansancio. —¿Estás enojado porque se los dije? Estoy más enojado por toda la mierda que me dijiste por el asunto de las tierras. —Lo superaré. Con el tiempo.
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—De acuerdo, eso está… bien, supongo. Nos vemos. —Dalton prácticamente salió corriendo. Ben se sintió algo apenado por él. Algo. Quinn se dirigió detrás del bar. Ben se sentó en la barra entre Gavin y Chase. Lo que era extraño porque Ben generalmente mantenía al bar como una zona intermedia entre sí mismo y aquéllos a quienes les servía. Tal vez eso es una indicación de cómo miras el mundo. —Un trago para cada uno, chicos, —dijo Quinn alienando cuatro copas y llenándolas de escocés. Levantó su vaso. Hizo una pausa—. ¿Por qué mierda estamos brindando? —Porque Dalton es un idiota, —respondió Chase arrastrando las palabras. Se rieron y chocaron sus copas. Gavin le hizo un gesto a Quinn para que llenara su copa otra vez. —De la misma manera en que no te disculparás por el estilo de vida que llevas a puertas cerradas, yo no me disculparé por comprar las tierras de Rielle. Así que si quieres recriminármelo, hazlo. Pero no quiero que eso sea un punto de disputa entre nosotros para siempre, Ben. —No tengo interés en seguir dándole vueltas a eso. Tema muerto. Y sepultado. —Estoy de acuerdo. —No puedo creer que ustedes dos hayan venido hasta aquí. —Ben miró a Chase y Gavin—. ¿Mamá y papá saben que están aquí? —Nah. No quisimos preocuparlos. Ahora que sabemos que no eres ningún asesino psicópata, probablemente sólo levantaremos vuelo sin decirles. Esto quedará entre nosotros. Ben jugueteaba con su copa llena.
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—Ah, gracias. —Admitiré que es un concepto difícil de asimilar, el dolor como juego amoroso. ¿Pero mientras yo no tenga que verte en acción? No es asunto mío, —dijo Chase. —Para ser sincero. ¿La razón por la que me reí tan jodidamente duro cuando Dalton dijo que estabas fuera de control? Porque te conozco, Ben. Trabajo contigo cada maldito día. Tienes más control, la cabeza más fría y más compasión, en toda situación, que nadie que conozco. Ben no tenía idea sobre qué responder a eso. Hablaron estupideces acerca de nada. Pero no pareció forzado. O como si estuvieran tratando de evitar tomar el toro por las astas. Quinn y Chase se fueron, bromeando sobre examinar la colección de cadenas, látigos y juguetes sexuales de Ben. Él se quedó preocupado de que terminaran provocándole un sarpullido de mierda por ser un pervertido. Pero Gavin no tenía prisa en irse. —¿Entonces encontraste el cuerpo de Sierra lleno de piercings cuando la recogiste hace unas semanas? —No. Afortunadamente para su madre. Ella me vuelve loco. No es extraño que me mantenga alejado de cualquier cosa que se parezca a una cita. —¿Tu ex mujer te arruinó para el resto de las mujeres? —Cristo, ella se divertiría a lo grande pensando que todavía tiene ese poder sobre mí. —Gavin suspiró—. Sólo no tengo el… infierno si lo sé. ¿El deseo? ¿La paciencia? ¿El tiempo? ¿Las bolas? Mis excusas cambian cada semana. Ya no es tanto la culpa de Ellen, sino que no encuentro razones para conocer mujeres, y mucho menos para enredarme con una. —Bebió su escocés—. ¿Y tú? ¿Todavía involucrado con esta nueva banquera? Ben le disparó una mirada de reojo.
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—Mi relación con Ainsley no es de común conocimiento, ¿así que cómo supiste eso? —Rielle dijo que vio a su coche por aquí bastante seguido. —Sí, bueno, se acabó. —¿Por qué? ¿Porque le confesaste todo lo relacionado con tu vida en el club como un dominante? ¿Cómo expresar esto y mantener en secreto la experiencia de Ainsley como sub? Gavin silbó. —Ella está metida en el estilo de vida también, ¿verdad? ¿Estoy suponiendo que es tu sub? —Fue mi sub. —¿Por cuánto tiempo? Ni de cera lo suficiente. —Un mes. —¿Lo dio por terminado? —Sí. —¿Y qué hubiese pasado si ella no lo hubiera hecho? —Todavía estaría con ella. ¿Lo más irónico de que Dalton me haya visto en el club? No había ido allí durante el mes que estuve con Ainsley. ¿Cómo me sentí allí? No sentí nada. Sólo la extrañé muchísimo. Extrañé quién yo era cuando estaba con ella. —Y todo ello salió como una diarrea verbal—. Desde la noche en que la conocí sentí que nuestra relación sería diferente. Las subs del club quieren pasar un buen rato y cualquier cosa se vuelve sexual. Sacarlas de ese mundo y meterlas en el mío no funcionaría. Pero con Ainsley… funciona. Ella es lista y sexy. Me desafía. Me atrapa. Pasa de ser la presidente
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del banco, a pasar el rato conmigo, a ser mi sub, todo en una noche. Casi perfectamente. Es asombrosa. —¿Entonces qué hiciste para joderlo? —Es la presidente del banco. Nadie puede saber que se relaciona con un despreciable degenerado sexual como yo que pertenezco al Club Rawhide, —le dijo con un ligero borde de amargura. Gavin sacudió la cabeza y se rio entre dientes. —¿Qué? —Tú. Todo “soy un dominante y estoy a cargo”, y aquí estás, deprimido en tu casa con tus perros. No eres ese hombre, Ben. Yo soy esa clase de tipo y confía en mí, es más que jodidamente patético. Así que voy a apropiarme del consejo “compórtate como un hombre” que les diste a nuestros hermanos. Si quieres a esta mujer a largo plazo, haz que suceda. Manda a la mierda el club. No lo necesitaste durante el último mes, no lo necesitas ahora. Juega con ella aquí. O en su casa. Establece tus propias reglas. O el cambio de ellas. Ben estaba tan aturdido por la advertencia como lo estaba por la admisión de Gavin de los lazos fraternales. —No es tan fácil. ¿O lo era?
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CAPÍTULO 31 Ben había entrado a limpiar el interior del camión de ganado cuando ella irrumpió a través de la puerta principal. Los perros se pusieron frenéticos. Ladrando y saltando hasta que les arrojó dos golosinas para perros afuera de la puerta y la cerró de golpe detrás de ellos. Cristo. Su madre estaba que echaba chispas. Con furia se quitó sus guantes púrpura dedo por dedo. Sólo después de despojarse de su apariencia pareció lo suficientemente calmada como para hablar. —Hola, hijo. —Mamá. Sería bueno si no desterraras a mis perros de su casa cada vez que vienes de visita. —Esos perros callejeros deberían permanecer afuera. Tomaré una taza de café si está recién hecho. Le sirvió una taza y volvió a llenar su tazón, entonces la afrontó. —Te ves como el infierno, Bennett. —Vaya, gracias. ¿Qué te trae por aquí? —Esto y aquello. Curvó las manos alrededor de la taza de café y se encaminó hacia la ventana de la cocina, aparentando reunir sus pensamientos. Nada bueno. Finalmente lo miró. —Oí algo un poco molesto, hoy.
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Sus intestinos se anudaron. Maldito sea Dalton. ¿No había enfatizado en la importancia de mantener su gran bocota cerrada? ¿Era una coincidencia que un día después de las acusaciones de Dalton, la madre de Ben apareciera sacando humo por las orejas? ¿Cómo se suponía que podría a mirarla a los ojos cuando le preguntara sobre el rumor? ¿Se sentiría desilusionada? ¿Preguntaría en qué se había equivocado al educarlo? Ben logró esbozar un indiferente, —¿Qué oíste? Ella resopló a través de su taza, esperando que él confesara como si fuera un niño de diez años de edad. No iba a ocurrir. Su madre suspiró. —Cuéntame sobre la mujer con quién te vieron almorzando la semana pasada. ¿Por qué a ella le importaría un carajo eso? —Sólo responde la maldita pregunta, Bennett. Estaba aturdido si no se había dado cuenta que había pronunciado eso en voz alta. Sus pensamientos comenzaron a retroceder. ¿La semana pasada? Sí. Un almuerzo de último momento con su cliente de Jackson Hole que había atravesado todo el pueblo para cumplir con un pago vencido. —¿Te refieres a Dani? Es una amiga. Eso es todo. —¿Eso es todo? —Lo imitó—. Te mueves rápido, lo que me parece preocupante. ¿Esta conversación no se trataba de la intervención de Dalton? Su alivio duró poco. —¿Qué sucedió entre tú y Ainsley? ¿No tenían algo hace sólo una semana? Porque me gusta ella.
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A mí también me gusta. Mucho. De hecho, estoy enamorado de ella. —¿Bennett? —Ah, bueno, es un poco complicado y… —¿Qué le hiciste? La mirada de Ben conectó con la de ella. —¿Yo? ¿Por qué el problema tiene que ser por mi culpa? Su madre puso los ojos en blanco. —Porque eres un McKay. —¿Cómo si eso me haría un hombre defectuoso o algo por el estilo? —Cuida tu tono, señor, —le advirtió—. Es mi trabajo como tu madre darme cuenta si estás siendo un imbécil con la única mujer decente que tuviste en tu vida en años. Él bufó. —¿Estabas tratando de darle celos a Ainsley almorzando con otra mujer? ¿Justo debajo de sus narices? Jesús. ¿Su madre había fumado crack? —Estoy cansado de que todos en esta familia metan sus narices en mis asuntos personales… —Bennett Andrew McKay. —Golpeó la taza sobre el mostrador y el líquido se derramó por todas partes—. Dios mío. Algunas veces tu intransigencia es pasmosa. Completamente reprendido, Ben limpió el líquido derramado con una toalla de papel y esperó la perorata, porque estaba garantizado que ella tenía preparada una. —Pusiste a Ainsley bajo nuestra atención, invitándola a una fiesta familiar. Paso por delante de tu casa todos los días. Sé que ella estuvo viniendo de visita por las noches. — 420
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Lo miró por encima del marco de sus anteojos—. En muchas ocasiones. Estoy bastante segura de que estuvieron jugando parchís. Él se sonrojó. Maldita sea. Nunca se sonrojaba. —Así que soy una persona lo suficientemente adulta como para admitir que mi visita el fin de semana que estabas enfermo… y no me refiero a la forma en que tuve que enterarme que mi propio hijo estaba enfermo por Rielle… fue para echarle un vistazo a esta mujer por mí misma. Porque el cielo sabe que nunca me dirías si estuvieras involucrado con alguien. Pero cuando se lo pregunté a ella, insistió en que no había nada entre ustedes. —¿Por qué eso dolió?—. Por supuesto que no le creí. Entonces cuando Carolyn me llamó hoy porque te vio intimando con esa ex stripper la semana pasada… —¡Dani no es una stripper! —Por eso el término ex stripper. —Terminó su café y levantó una ceja—. ¿No vas a negarlo? Ben contó hasta quince. —Mamá. ¿Qué tiene que ver esto con nada? ¿Por qué estás aquí? —Para entrometerme, naturalmente. —¿No va a molestarse papá con esto? Pensé que habías prometido no volver a hacer esta mierda. —Ah, ah, ah. Prometí no entrometerme más en la vida de Quinn y Libby. Chase y Ava no están lo suficientemente cerca como para que pueda entrometerme. Así que quedas tú, mi querido hijo del medio, como mi hombre con quién entrometerme. —Maravilloso. —Así que nada de sandeces. ¿Qué sucedió entre tú y Ainsley?
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Derrotado, y cansado de seguir con el juego de las negativas, esquivó la cara para escurrirse de su intensa mirada. —Teníamos algo pero ella… —Hizo que todo mi interior cobrara vida. Haciéndome sentir unas esperanzas que no había tenido en años. Entonces corroboró mi miedo más grande: ninguna mujer que quiero, me querría, como soy, a largo plazo. —Bennett. Mírame por favor. Tal vez había heredado sus tendencias Dom de su madre, no de su padre. Levantó la vista y ella estaba de pie frente a él. —Oh, hijo, ven aquí. —Abrió los brazos y Ben caminó dentro de su abrazo sin titubear. Podía ser más alto que ella ahora, pero sus abrazos no habían cambiado de cuando era un niñito. Había fiereza en sus abrazos. Protección. Amor incondicional. Gracioso cómo había olvidado eso. Irónico cómo ella había sabido que él necesitaba un recordatorio—. Eres un buen hombre. Si ella no puede ver eso… —Su madre se reclinó hacia atrás y jugueteó con su cuello—. Entonces es una tonta que está ciega. —Gracias. Ben esperaba que se fuera. Pero ella siguió parloteando sobre las últimas travesuras de Adam y Amelia. El próximo cumpleaños de su padre. Chase y Ava. Quinn y Libby. Gavin y su hija. La situación con Casper. Cuándo habló sobre tatuajes, Ben la desconectó. Tenía una tonelada de mierda para hacer y estaba desperdiciando la luz del día. —Entonces tengo que irme… pero tengo una confesión para hacerte. Otra razón por la que vine hoy a visitarte. —Aquí viene—. No quiero que te molestes si busco hacerme amiga de Ainsley. Se le cayó la mandíbula. —¿Qué? ¿Cómo puedes ser amigota de una mujer que acabas de decir que es una tonta que está ciega? ¿De la mujer que me rechazó?
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—Porque ella y yo tenemos muchas cosas en común. Además, estoy intentando ampliar mi círculo social. Vaudette puede ser un dolor en el culo por derecho propio. Típico de su madre llevar tres conversaciones al mismo tiempo esperando que él pudiera seguirlas a todas. ¿Y qué mierda tiene que ver con nada su mejor amiga Vaudette Dickens? Espera. ¿Ella estaba tratando de decirle algo? —¿Cuándo hablaste con Ainsley? —Almorcé hoy con ella. Estupefacto, se quedó mirándola. —Me dio la impresión de que está buscando gente con la que relacionarse fuera de su ambiente de trabajo del banco. —Se encogió de hombros en su abrigo—. Parece que está bajo mucho estrés. Estará ocupada los próximos seis meses intentando atraer nuevos negocios para el National West. ¿Así que Ainsley no había perdido su empleo? Un extraño y maravilloso tipo de esperanza comenzó a superar su sentimiento de derrota. Si Ainsley seguía viviendo en Sundance, tendría una oportunidad con ella. Hasta que recordó por qué no tenía una oportunidad con ella. Su madre chasqueó la lengua. —La pobre chica sonaba tan sola. Eso lo desgarró. —¿Cómo mierda puede sonar sola? —Quiso saber Ben—. ¿Cuándo hasta la semana pasada, estuvo conmigo la mayoría de las noches de las últimas cuatro semanas? —¿Por qué me preguntas eso a mí? Tal vez deberías ir por ti mismo hasta el pueblo y preguntarle a ella. Porque Dios sabe, nunca podría atreverme a meter mis narices en tus asuntos personales. Increíble.
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Su madre se envolvió una chillante bufanda con lentejuelas sobre el hombro como una diva de Hollywood. Colocó las manos sobre las mejillas de Ben y se empinó para darle un pico en la boca. —Te amo. Así que aquí está mi consejo, y por favor no tomes a mal esto. Eres un hombre fuerte e independiente. Un buen hombre. Un hombre que merece ser feliz. Pero no seas un hombre cabezota. No te hace débil querer confiar en alguien o desear a alguien en tu vida que te comprenda plenamente. Que te acepte por completo. Que te ofrezca algo que no puedes conseguir de nadie más. Todo en la vida se trata de un compromiso. Si vale la pena, cambiarás para conseguirlo. Cambiar las cosas de tu vida que ya no se ajusten a quién eres actualmente no significa que tengas que cambiar quién eres por dentro. Se quedó mirándola con la boca colgando. —Asusta un poco cuánto te conozco, ¿no es así, hijo? Somos muy parecidos. —Ella se rio—. Y eso te horroriza definitivamente, ¿verdad? La puerta se cerró detrás de ella y les gritó a sus perros antes de largarse zumbando. Mujer lista, su madre. Entre su consejo, y el de Gavin, finalmente había encontrado la respuesta que había estado buscando. Sin cambiarse de ropa, sin darse a sí mismo la oportunidad de cambiar de idea, saltó a su camioneta y se dirigió hacia Gillette.
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CAPÍTULO 32 El martes ya bastante entrada la mañana Layla apareció en el banco, prácticamente escupiendo fuego por la boca. Tan pronto como Ainsley cerró la puerta de su oficina, Layla estuvo en su cara. —¿Qué le hiciste a Bennett? —¿Yo? Nada. —El pánico afloró—. ¿Por qué? ¿Qué le ocurrió? ¿Está bien? —No, no está bien. Renunció al Club Rawhide. Su estómago se sacudió. —¿Hizo eso? ¿Cuándo? —Anoche. —Layla la hincó en el pecho—. Somos amigas, A, pero si le hiciste algo que lo lastimó, te juro que yo… —Espera. ¿Por qué asumes que fue algo que hice yo? —Porque él me dijo eso. —Siéntate y empieza desde el principio. Layla se dejó caer con cansancio en la silla. —Dio la casualidad que estaba en el club anoche. —¿El club estuvo abierto anoche? —No. Los tipos tienen una reunión cada par de meses para hablar de horarios, nuevos integrantes, cualquier problema. Ben apareció, cosa que casi nunca hace. Pero se veía horrible. Tenía bolsas debajo de los ojos. Creo que llevaba puesta la ropa cubierta de mierda de vaca. Ese no es el Bennett que conozco. No aportó nada durante la 425
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reunión. Tan pronto como terminó, se paró y anunció que iba a cancelar su membresía. Que apreciaba la amistad y el apoyo a través de los años, pero que algunas veces un hombre tiene que tomar una decisión y que es lo que estaba haciendo. Ainsley no podría dar crédito a sus oídos. —¿Qué dijeron los otros hombres… sus amigos? —¿Qué podrían decir? Quedaron pasmados. Así que seguí a Bennett hasta su camioneta y le pregunté por qué estaba dejando el club. Dijo que estar contigo le cambió la vida. La furia se extendió. ¿Bennett le podía decir eso a Layla, pero no a ella? No tienes derecho a enojarte. No le diste otra elección más que guardarse lo que sentía por ti cuando le dijiste que todo había terminado. Layla golpeó el escritorio para atraer su atención. —Dime lo que sucedió entre ustedes dos. A pesar de su distracción, Ainsley le relató a Layla un resumen. Intentó desapegarse del relato, pero para cuando terminó, la presión y el sufrimiento del último par de días casi la hacen estallar en lágrimas. —¿Así que todo lo que viviste con él fue solo un simple experimento para ti y puedes pegar media vuelta como si nada hubiera pasado? —¡No! —Señaló con el dedo a Layla—. Tú eres la que dijo que debería hacer un intento en el club. Lo hice. Fuiste tú la que dijo que debería aceptar mi sexualidad. Lo hice. Se suponía que sería un fin de semana de mi vida y nada más. —Pero no fue suficiente, ¿verdad? —Dijo Layla suavemente—. Yo no tuve nada que ver cuando acordaste ser la sub de Bennett, fuera del club, durante un mes. Así que no finjas haber sido coaccionada.
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—Lo sé, Layla. No lo estoy negando. Me di cuenta de que… que he aceptado que prefiero ser sumisa cuando se trata de sexo. —¿Pero? —Pero después de ver cómo puse en peligro mi trabajo con un paso en falso, referente a Ben, supe que tenía que terminar. Con todo eso. —Incluso cuando no quería hacerlo. —¿Por qué? Lo que haces en un club privado no es asunto de nadie más que tuyo. —Estás equivocada. ¿Qué pasaría si mis compañeros de trabajo o mis jefes se enteraran que soy una sumisa sexual? ¿Que hago cualquier cosa que Bennett me exija, sin cuestionarlo? ¿Que estoy involucrada con un hombre que es un dominante sexual en un club sexual? Y por favor no me digas que no tiene importancia porque la tiene. Tal vez no en todas las ocupaciones, pero definitivamente sí en ésta y definitivamente en este pueblo. Y Bennett mantiene su lado Dom escondido de su familia y amigos también, así que no sólo yo conozco los riesgos de que nuestras preferencias se conviertan de público conocimiento. Ainsley se reclinó en su silla. —Entiendo eso, A, ¿pero no ves cuánto Bennett se preocupa por ti? Está eliminando el gran obstáculo que les impide estar juntos. —No quiero esa carga para él. —Una lástima, ya lo conseguiste, —chasqueó Layla—, y ahora tienes que ocuparte de eso. ¿Así que dime qué piensas hacer? —¿Cuánto tiempo piensas que puede pasar antes de que Bennett se aburra de mí y extrañe la variedad sexual que definía su tiempo como un Dom de Rawhide? — Le replicó ofendida. —Bennett siempre ha estado muy comprometido con el club. Haciendo un lugar donde todos los miembros se sientan cómodos porque él luchó durante años para
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aceptar quién es como Dom. ¿Así que irse para siempre? Sé que está aun más comprometido en hacer funcionar esto contigo. Eso llenó sus ojos de lágrimas otra vez. —Maldito sea. No quería esto. —¿No querías qué? No quería enamorarme de él. —Ainsley, ¿lo amas? Sí. —¿Y si mis sentimientos se deben a que el sexo hizo tambalear mi mundo? ¿Y si me aferré a la conveniencia de estar con Ben porque él vive aquí? ¿Y si estoy confundiendo sumisión con amor? —¿Y si es amor y estás poniendo todas estas excusas poco creíbles porque no crees que puedas enamorarte en el plazo de un mes? —Antagonizó Layla. —No es eso. —¿Entonces te preocupa que Bennett espere que te conviertas en una sumisa del estilo de vida como yo si estás fuera del club? Recordó el intercambio de duras palabras relacionadas con eso mismo la última noche que se habían visto. —No. Sé que no es eso lo que quiere. Pero oír que abandonó el club… —me hace sentir esperanzas de que tal vez tengamos una oportunidad—, …hace que me pregunte si se sintió presionado para hacerlo. —Bennett es una fuerza en sí mismo. No hace una maldita cosa que no quiera hacer. Está alejándose del club voluntariamente porque te quiere, A, como alguien en serio. Encontró algo más significativo que lo que estaba recibiendo al follar con desconocidas en el club. Lo encontró contigo. —Sacudió su dedo en dirección a Ainsley—. Pero que 428
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no se te cruce por la cabeza la idea de que pueda convertirse en algún pollerudo afeminado porque no esté esgrimiendo un látigo en el Rawhide. Bennett es un Dom hecho y derecho. Esa parte de él no cambiará. Nunca. Él todavía querrá una relación sexual D/s contigo, y no durante un tiempo esta vez. —No quiero cambiar esa parte de él. —Bien. —Un largo suspiro hizo eco—. Te conozco, Ainsley. No te convenzas a ti misma para dejar pasar lo que podría ser lo mejor que alguna vez te ocurrió en la vida porque estás asustada. —Estoy asustada. ¿No fuiste tú misma la que me advirtió que no me enamorara de Bennett porque él no era hombre a largo plazo? Me dijiste que sería una idiota si me enrollara con el primer Dom que conocía. Layla la fulminó con una mirada inflexible. —Estaba equivocada. Debo admitirlo. ¿Puedes hacerlo tú? —Se puso de pie—. No seas una idiota. Acéptalo como es. Aceptáte a ti misma como lo que eres para él. Acepta lo que ambos pueden tener juntos. Ainsley observó a Layla contonearse saliendo de su oficina. Las palabras de su amiga quedaron dándole vueltas en la cabeza. Acéptalo como es. Aceptáte a ti misma como lo que eres para él. Bennett no se disculpaba por ser quién era. Le había dado a ella todo de sí mismo al ayudarla a lograr sintonizar con un lado suyo que había desconocido. Había respetado sus límites, incluso mientras los empujaba ante cada oportunidad. ¿Y ahora ella quería quedarse dentro de esos límites porque tenía miedo? ¿Quería usar lo que él era… un inexcusable dominante sexual… en su contra porque estaba aterrada de lo que había descubierto de sí misma?
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¿Por qué no podía simplemente aceptar que admiraba a la mujer sexual en quien se había convertido gracias a Bennett? Le gustaba que él la desafiara. Le gustaba entregarle el control, sabiendo que nunca abusaría de eso. Le gustaba cómo la miraba, no sólo las miradas de admiración que disparaba sobre su cuerpo, sino cuando bloqueaba los ojos con los de ella y parecía indagar dentro de su alma. Él veía quién ella era realmente. Conocía a la mujer que era… dentro y fuera del dormitorio… no sólo quién era como su sumisa. Ainsley dejó caer la cabeza hacia atrás y clavó los ojos en el techo. ¿Entonces qué debía hacer ahora? ¿Llamar a Ben y compartir la noticia de que no había sido despedida? ¿Confesarle que se había enamorado de él? ¿No sólo de Bennett, el Dom, sino de Ben, el hombre? ¿Que los amaba a ambos? ¿O él creería que su confesión era sólo un acto reflejo por el alivio de no haber perdido el empleo? ¿O pensaría que sólo lo buscaba porque había abandonado el Club Rawhide? No pienses en eso ahora. Vuelve a enfocarte en el trabajo. Pero el resto de la tarde fue un día perdido. Tenía tantos pensamientos rebotando en su cerebro que acusó un dolor de cabeza a sus empleados y apagó las luces de su oficina. Su mente seguía dando vueltas alrededor del sexo, específicamente la noche que había aparecido en casa de Ben para seducirlo con el viejo y simple sexo vainilla. Con la intención de demostrarle que no necesitaban juegos previos en forma de cuerdas, esposas, vibradores o restricciones. Que podrían desnudarse y revolcarse entre las sábanas, hasta que los besos hambrientos y los toques febriles no fueran suficientes. Entonces Ben podría inmovilizarle el cuerpo debajo del suyo y mirarla a los ojos mientras lentamente se deslizaba dentro de ella. Amándola tan feroz y calurosamente como siempre lo hacía. Podría haber ocurrir de ese modo. 430
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Pero no fue así. Él se había corrido. Ella se había corrido. No fue un mal sexo, solamente que no fue un gran sexo. Luego, ella se acostó a su lado, sintiéndose como solía hacerlo antes, durante, y después del sexo… incómoda. Ansiosa. Cohibida. Entonces su cuerpo caliente se había ubicado en forma de cucharita detrás del de ella, porque había sentido su alejamiento y no iba a permitirlo. —Entonces, dado que todo eso fue divertido, ¿qué diablos te pasa, Ainsley? —Vine a demostrarte que puedo seducirte. Que podemos tener sexo en cualquier momento que queramos sin todos los accesorios perversos. —¿Y? —Y me di cuenta de que no podría haberte seducido si no me hubieras dejado. Él se había reído. —Aceptas que soy un Dom, pero todavía sigues luchando contra la idea de que eres una sumisa. Una declaración. —Tal vez. Cuando estoy contigo, cuando estamos en el momento, no pienso en nada más que en cómo me haces sentir o cuánto te complace mi rendición. Pero cuando estoy sola, o en el trabajo, esa sensación de… estar haciendo algo que está mal, aparece. Como si algo estuviese mal conmigo por amarte cuando me dominas o porque me gusta que uses puños, cuerdas y esposas sobre mi, o por querer que me nalguees el trasero o desear sentir el flogger sobre mi piel o el látigo conectando con mi carne. Me pregunto por qué no puedo sentirme satisfecha con… —¿El sexo vainilla? —Añadió él.
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—Sí. Entonces cuando tenemos sexo vainilla… no es tan satisfactorio y me pregunto por qué quiero renunciar a un sexo fantástico porque lo que hacemos detrás de las puertas cerradas del dormitorio no es lo normal. —Es un círculo vicioso, ángel. Entonces él sólo la abrazó. Acariciándola. Dejándola luchar con sus pensamientos, hasta que le había preguntado, —¿El nivel de perversión aumenta a medida que una pareja D/s pasa más tiempo junta? —No sabría decirte. —Ben había colocado un suave beso detrás de su oreja—. Tú eres la primera mujer con quién me siento tentado a averiguarlo. Fue en ese momento cuando ella se había retorcido alejándose y había recordado que tenían un trato durante sólo un mes. Fue entonces cuando él la había agarrado, inmovilizado, atado y la había follado dos veces, recordándole que el mes aún no había terminado. Eso la sacudió, entonces. Ben había estado diciéndole antes del fiasco del préstamo, antes de su desastroso plan de obligarlo a aceptarla como sólo una amiga, antes de alejarse del club… que quería algo más con ella. Y ella quería algo más con él. Lo quería todo. Después de todo lo que le había demostrado, después de todo lo que había significado para ella, y ahora probándole… con su típica manera Dom… que quería estar con ella, ¿realmente pensaba que iba a poder dejarlo ir? No. Infierno, no. Recogió sus cosas y salió del banco temprano. 432
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La camioneta de Ben no estaba en su camino de acceso. ¿Y dónde estaban sus fastidiosos perros? Tal vez su camioneta estaba en la tienda y él había dejado entrar a los perros dentro de su refugio porque hacía mucho frío afuera. Comenzó a temblar cuando los copos de nieve empezaron a girar alrededor de su cabeza y buscó abrigo en su taller. Aunque él se había cabreado la única vez que había invadido su santuario de la carpintería, esperaba que la perdonara hoy. ¿Pero y si que ella hiciera la primera movida no fuera suficiente? Haciendo a un lado sus dudas, Ainsley atravesó la puerta. —¿Ben? ¿Estás aquí? Necesitamos hablar. Ninguna respuesta. Encendió las luces. Ninguna señal de él. Supo que no había estado allí recientemente porque la estufa estaba fría. Así que se quedó fisgoneando un poco. Cueros de animales de diferentes colores y texturas colgaban de la pared. Tres barriles llenos de una solución con mal olor estaban apiñados contra la pared de atrás y recordó vagamente que él le había hablado del proceso para teñir cueros. En el cuarto principal, varias piezas de muebles terminados estaban alineados, listos para su montaje. Pasó las manos sobre los surcos que habían creado las manos de Ben. El hombre era asombrosamente talentoso. No le extrañaba haberle creído cuando solicitó el préstamo, fácilmente podría convertir su pasatiempo en un negocio de jornada completa, a pesar de su afirmación de ser solamente un simple ranchero. Había varias piezas talladas a mano desparramadas sobre el largo banco de trabajo, las que aparentaban ser retacos para postes de camas y sillas. Algunas esculturas de madera estaban en diferentes fases de realización. Reconoció a un pequeño pájaro y el grueso tallo de una flor. Otro gato muy original. Dejó que sus dedos rastrearan los bordes dentados, sin molestarse por contener las lágrimas cuando vio tres estantes completos de piezas acabadas. Todas esas bellas obras de arte esparcidas por allí, 433
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llenándose de polvo, sin estar a la vista dónde pudieran ser admiradas. Codiciadas. Él había escondido esta parte de sí mismo de su familia también. ¿Habría alguien que conociera todas las facetas de Bennett McKay? Tú. Fue entonces cuando todas las dudas desaparecieron. Cuando Ainsley entendió que haría lo que fuera para tener a Ben en su vida. Para hacerle entender que ella valoraba y celebraba todo lo relacionado con él. Todo lo que él era. Cuando salió del edificio notó que había otro coche estacionado en el camino. Tirando de su abrigo para ajustárselo más en contra del viento de Wyoming, se abrió paso hacia la casa. Levantó la vista cuando la puerta principal se cerró de golpe. Rielle volvió la mirada atrás en dirección a ella. —Ainsley. —Rielle. —Ben no está por aquí. —Es lo que deduje. —Dirigió la mirada a las llaves colgando de la mano de Rielle—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Siendo una buena vecina. —Rielle sonrió burlonamente—. Oh, te estás retorciendo en tus bragas porque tengo la llave de su casa y tú no, ¿verdad? —Ainsley contuvo una respuesta irónica—. Puedo ver el veneno en tus ojos. ¿Así que por qué no me preguntas si hay algo entre Ben y yo? —Bien. ¿Qué mierda está pasando entre tú y Ben? —Ni una maldita cosa. —Rielle hizo un momento de silencio—. Porque el hombre está enamorado de ti. Ainsley no podía respirar.
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Veo que te sorprendió oír eso. —Ella asintió con la cabeza—. Son dos idiotas, — masculló Rielle—. Eso hace que me sienta ligeramente menos cabreada contigo. —¿Por qué estarías enojada conmigo? ¿Porque estabas interesada en él? Rielle puso los ojos en blanco. —¿Estás bromeando? Ben es un gran tipo pero nunca tuve ningún interés en él. —Todavía no entiendo por qué estarías disgustada conmigo. —Porque sabía que estaban viéndose a escondidas. Y me di cuenta de que algo pasaba entre ustedes dos el primer día en el banco. Los observé almorzando en Fields. Ben no podía apartar los ojos de ti. ¿Cuándo te tomó de la mano? ¿Y tú la quitaste cuando yo me acerqué? Me imaginé que no querías que los habitantes de Sundance supieran que la nueva presidente del banco estaba revolcándose con un ranchero local. Y sí, me molestó. —Nuestras razones para mantener nuestra relación en secreto, son privadas. Y dado que no me conoces, tal vez pueda entender porqué precipitadamente llegaste primero a la peor conclusión. Pero estás equivocada. —Ben es un tipo muy reservado. Raras veces tiene invitadas femeninas para quedarse a pasar la noche. ¿Así que el hecho de que estuviste por aquí todo el maldito tiempo? — Rielle sacudió la cabeza, dejando que su fino cabello rubio volara contra el penetrante viento helado—. Supe que no era casual. Y me gusta Ben. Es un buen tipo. No quiero verlo sufrir. Se merece a una mujer que no se sienta avergonzada de que la vean con él. —Bien, yo soy esa mujer. —Ainsley no necesitaba demostrárselo a Rielle, necesitaba demostrárselo a Ben. —Se midieron una a otra—. ¿Así que dónde está él? Los ojos de Rielle se estrecharon. —¿Por qué no sabes tú dónde está? —Porque Ben y yo tuvimos… una pelea y no he hablado con él desde hace una semana. 435
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—¿Estas aquí para hacer las paces? ¿Eres una cosita entrometida, verdad, Señora Kravitz? Rielle se rió. —¿Señora Kravitz? ¿De verdad acabas de compararme con la curiosa y fastidiosa vecina de Bewitched22? Ainsley levantó una muesca su barbilla, porque no había querido decir eso en voz alta. —Sí. —Viendo lo protectora que eres con Ben tal vez podrías hacerme cambiar la opinión que tengo de ti. Oh, eso si que es bueno. Justo lo que necesitaba. La aprobación de Rielle. —Los McKays fueron a llevar el ganado al mercado. Cree estar de vuelta en casa el viernes por la noche. Eso en cuanto a conseguir arreglar todo este lío en el día de hoy. —¿Tu pelea con Ben tuvo algo que ver con el asunto de las tierras llegando a un punto crítico? —¿El asunto de las tierras? —Repitió Ainsley. —Él y sus primos me hicieron una oferta justa por mis tierras ofreciendo ponerme al día con mis pagos en el Settler’s First. Aprecié la oferta de Ben. Pero la de Gavin fue mejor. Ainsley la miró entrecerrando los ojos. —Espera un momento. Estoy confundida. Bewitched: Hechizada, para América Latina.
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Rielle empezó a aclararle la situación y Ainsley se sentía cada vez más culpable. Ben había estado tratando con toda esa tormenta de mierda en su vida la última noche que se habían visto y ella no se había dado cuenta. Solamente se había sumado a la misma. —Pero era la mejor manera para guardar las apariencias, evitar la bancarrota y no estar en deuda con un McKay. Levantó la vista de repente. ¿Le había dicho eso a Ben? ¿Había impugnado su apellido? —¿Estás hablando de Gavin, el hermano de Ben, correcto? —Sí. Pero él no se parece en nada al resto de ellos. —¿Tu decisión no causó problemas entre tú y Ben? Ella arrojó la cabeza hacia atrás. —Sí, Ben está furioso conmigo. Razón por la cual vine a chequear su casa. Es una cosa de buenos vecinos. No entenderías. Ainsley no estaba dispuesta a echarse atrás. —Lo entiendo perfectamente. ¿Estás esperando que tu traición a su amistad se desvanezca mágicamente si te apareces con una ollada de muffines caseros? Estás equivocada. —Le tendió la mano—. Dame las malditas llaves. —Pero… —Ahora mismo. —Sorprendentemente, Rielle estampó las llaves sobre su mano. Entonces Ainsley estuvo en su cara—. Vete a casa. Tu relación con Ben nunca volverá a ser la misma. —¿Por ti? ¿Ahora que entraste en el cuadro estás dándome una advertencia? —Te estoy diciendo que conozco a Ben en un nivel que tú nunca lo harás. Fuiste su amiga. Y ahora sólo eres otra persona en una larga lista de personas que lo usaron y lastimaron. Y bien, adivina qué, ¿Rielle? Yo nunca seré esa persona. Nunca. Y sí, estoy 437
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planeando estar dentro del cuadro por un largo y maldito tiempo. Así que acostúmbrate. Rielle no pronunció una sola palabra. Simplemente se marchó. Ainsley haría lo correcto con Ben, sea lo que sea que tuviera que hacer. Llamó a Layla en su camino a casa. —Estuve pensando mucho en lo que me dijiste hoy. Sí. Estoy de acuerdo. —Se rió—. Bien, y ya que lo preguntas… necesito un enorme favor.
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CAPÍTULO 33 Muerto de cansancio después de cuatro días de cargar ganado, llevándolo al mercado, y conduciendo de regreso, todo lo que Ben quería era un trago de whisky, una ducha caliente y una buena noche de sueño. Y a su suave Ainsley curvada a su lado. Bien podría desear un millón de dólares. Ben caminó con cansancio hasta su puerta principal y empujó la llave en el cerrojo. Ace y Deuce vieron algo que les interesó en el granero y salieron corriendo. Después de estar enjaulados en su camioneta los últimos días, los perros necesitaban dar rienda suelta a su carácter pendenciero antes de que la inminente tormenta restringiera sus travesuras en el interior. Sabía que había cargado suficiente madera en la pila junto a la puerta trasera para que alcanzara hasta que finalizar la tormenta. Ausentemente se quitó la ropa de abrigo y la apiló sobre la silla. Había esperado que la casa estuviera fría, por lo que el fuego ardiendo en la estufa lo sorprendió. De la misma manera que la pila de leños trozados llenando la leñera. Notó un destello de rojo por el rabillo del ojo y sacudió la cabeza en dirección a la cocina. Ben nunca había comprendido la expresión alucinación hasta que vio a Ainsley sentada sobre el mostrador de su cocina. Con las mismas ropas que había usado en el club la primera noche que se había encontrado con ella. Entonces sintió un abrumador miedo de que fuera una fantasía desplegándose en su mente mientras dormitaba en la camioneta. Se quedó sin aliento. Su corazón empezó a correr a toda velocidad, cada latido mencionando su nombre de forma entrecortada. No existía nada más en ese borrón de espacio conocido como universo aparte de ella. 439
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Una primitiva voz dentro de su cabeza rugió mía. Ben acortó la distancia que los separaba. No dijo una palabra. No tomó el beso que anhelaba. Simplemente la agarró por las caderas y la arrojó sobre su hombro. —Oh Dios mío, Bennett, ¿qué estás haciendo? —Gritó Ainsley. —Silencio. —Palmeó su culo mientras se dirigía al dormitorio—. Vamos a terminar con esto ahora mismo. Pero dado que apareciste en mi terreno, rigen mis reglas. —Siempre rigen tus reglas, donde sea que estemos. —Cierto. —La arrojó sobre la cama. Antes de que ella pudiera arrastrarse lejos, saltó sobre la mujer, inmovilizándola contra el colchón. Con los brazos por encima de la cabeza, sus rodillas encerrándole las caderas para evitar que se sacudiera. —No puedo creer que acabes de tirarme sobre la cama… —Sí, puedes. —Tomó una profunda respiración, llevando su aroma dentro de él, haciendo que lo calmara—. Estás aquí. —Brillante observación—. ¿Cómo entraste? —Rielle me cedió sus llaves. Para siempre. —¿Por qué estás aquí? Ainsley intentó probar una actuación, pero realmente no la pudo llevar a cabo. —Vine a humillarme, pero supuse que el Dom bestial lo tomaría a mal si volvía a casa y me encontraba desnuda sobre mis rodillas. Ben sonrió. —Me conoces tan bien. —La observó cuando sus ojos se volvieron sombríos—. Yo también te conozco, ángel. Habla conmigo. Empieza por esa noche cuando todo se fue al infierno entre nosotros. —Lo siento. Estaba malditamente cerca de la histeria pensando que iba a perder mi empleo cuando pasaste a visitarme.
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—Me culpaste. —No fue una pregunta. Ella asintió con la cabeza. —Fue peor cuando admitiste que me habías mentido. —Lo sé, nena. Lo lamento también. Nunca debería haber solicitado el préstamo a través de National West. Todo se fue a la mierda de todos modos, pero lamento haberte hecho pasar por eso. Lamento habernos puesto a ambos en esa situación. —Quería devolverte el daño. Así que estúpidamente hice un par de acusaciones horribles, y lo lamento muchísimo. Se había sentido como si le hubiesen disparado en el intestino esa noche. Sabiendo que la amaba y que probablemente la había perdido por abrirle su corazón. Esperando que lo aceptara, por completo y habiendo sido rechazado. —Aún así, trataste de hacer lo correcto. Intentaste decirme que tratarías de arreglarlo retirando la solicitud del préstamo. Pero estaba demasiado indignaba. —Ainsley tragó— . Demasiado… lastimada y demasiado ocupada atacándote como para escuchar lo que estabas diciendo. —Pareces prestar más atención cuando estás atada, —murmuró. Los labios llenos de Ainsley se curvaron ligeramente. —Te gusta eso demasiado, Bennett. —Es cierto. —Sonrió abiertamente sin vergüenza. —Extrañaba esa sonrisa tuya. Te eché de menos esta última semana. —¿Echaste de menos a Ben? ¿O a Bennett? —Llegué a la conclusión de que ambos son una sola persona. No puedo tener a uno sin el otro. No quiero a uno sin el otro.
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La esperanza estuvo cerca de enceguecerlo y se esforzó para mantener el control. Ben le liberó los brazos para poder tocarla. —Me enteré por mi mamá que no fuiste despedida. Ainsley lo miró desconcertada. —¿Vi? ¿Cómo supo ella sobre mi trabajo en el banco? —¿No almorzaste con ella el lunes? —No. Estuve en Denver desde la noche del viernes hasta el lunes. Fue por lo que no me aparecí ese fin de semana para hablar de lo que había ocurrido. El gerente regional se cabreó después de la llamada telefónica y nos obligó a Turton y a mí a asistir a un seminario de fin de semana en Denver sobre gestión de equipo interpersonal. Ben empujó a Ainsley hacia arriba y tomó su boca con un beso salvaje. Adueñándose de cada respiración, de cada exhalación, de su lengua enredándose con la suya. Y cuando pensó que la cabeza podría estallar, separó sus labios de los de ella. —Esta pequeña muestra no es suficiente. —Ben… —Dios, mujer, me estoy muriendo por ti, pero no hasta que hablemos sobre esto. Sobre todo esto. —Tú y esa condenada manía de hablar. —Le acarició la mejilla con la nariz—. Bueno. Pero hablemos rápido. Rielle me dijo lo que sucedió. Deberías saber que… que crucé algunas palabras con ella. —¿Qué clase de palabras? —Palabras que dejaron en claro que no toleraría que ella te lastimase. —Los dedos de Ainsley raspaban suavemente sobre el crecimiento de la barba de tres días en su rostro—. Te conozco, Ben. La traición a tu amistad te dolió más que el hecho de que Gavin comprara las tierras.
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Esta mujer veía demasiado, lo conocía mucho mejor de lo que él había supuesto. —Fue una semana difícil para ti. Yo te rechacé. Tu hermano y tu amiga te defraudaron. —Hizo una pausa—. Y renunciaste al Club Rawhide. —Las noticias viajan rápido. ¿Layla te lo dijo? —¿Decírmelo? No. Ella me confrontó, me acusó, y me amenazó… así que sería redundante si preguntara por qué renunciaste. Pero quiero saber si estás seguro de que quieres renunciar. Ben volteó la cabeza y le besó la palma de la mano. —Estoy muy seguro. —Cuando ella no dijo nada más, él la incitó—. ¿Entonces? —¿Entonces ahora me preguntarás si estaría aquí si no hubieras renunciado al club? —No. Cuando me dijiste que no podíamos estar juntos por lo que yo era… me cabreé. Sabías que era un Dom, sabías que pertenecía a un club cuando nos conocimos. Me dio por el culo que usaras eso como excusa para romper conmigo… porque estabas asustada de abrazar tu naturaleza sumisa permanentemente. —Mientras eso es parcialmente cierto… Ben detuvo su protesta con los dedos. —Pero una vez que mi enojo y mi orgullo se despejaron, entendí que el problema en realidad no era que yo fuera un Dom. O que tú no aceptaras ser sumisa. Era el Club Rawhide en sí mismo. No estabas juzgando al lugar o a las personas que pertenecen a él. Ni a mí tampoco. Y hasta cierto punto, tampoco a ti misma. Sus ojos se iluminaron. —Lo entendiste. —Me llevó un par de días, y una mala noche en el club, pero finalmente lo conseguí.
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—¿Una mala noche en el club? ¿Fuiste al club el último fin de semana? —Le preguntó de forma perspicaz. —No me mires así, ángel. No fui allí para echarme un polvo. Después de que todo entre nosotros alcanzó un punto álgido, el Rawhide siempre fue mi lugar donde ir para encontrar apoyo, consuelo, aceptación, lo que sea. Para resumir, mi primo Dalton se apareció y sus acusaciones me hicieron replantearme cuestiones con las que no había tratado por un buen tiempo. —¿Qué tipo de cuestiones? —Por qué necesitaba el club. Por qué necesitaba ciertos aspectos de él y no los otros, lo que realmente me dejó pensando. —¿Estás bien? —Sus ojos se estrecharon—. ¿De qué te acusó tu primo? Porque no deberías tener que explicarle a nadie quién eres, —chasqueó—, ¿te amenazó con decirle a tu familia que eres un Dom? ¿Es por eso que renunciaste al club? Adoró cómo precipitadamente ella saltó en su defensa. —Se lo dijo a mis hermanos. Lo que trajo a Chase y a Gavin aquí de inmediato. —Ben seguía sin poder creer que ellos hubieran aparecido—. Tuvimos una charla sobre esa parte de mi vida y ellos no abrieron ningún juicio. —Me alegro, Ben. De verdad estoy muy, muy contenta por ti. Eso tiene que ser un enorme alivio. —Dalton prometió mantener mis… inclinaciones en secreto. Pero en ciertos aspectos sus preguntas fueron útiles para mí. Una de las principales razones de seguir frecuentando el Rawhide, además de mi amistad con los chicos, es que encontraba aceptación. Nunca había tenido eso antes. —¿Y ahora? —¿Ahora? —Sus ojos buscaron los de ella y su frecuencia cardíaca se disparó—. Dímelo tú.
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—¿Decirte qué? —Por qué estás aquí. Qué quieres de mí. Ainsley no se contuvo. —Lo quiero todo. Que pasemos más tiempo juntos. Que seas mi Dom. Cada parte, cada faceta, todas las partes de ti mismo que quieras compartir conmigo. Todo lo que había estado apretado en un nudo dentro de él… se aflojó. —Esperaba que quisieras eso. —Y así es. Más que nada en el mundo. —Sabía que tendría que escoger. —¿Escoger qué? —Entre el club y tú. Ella se quedó completamente en silencio. —Y te escogí a ti. Tengo tu aceptación y no necesito ir a ningún otro lugar. No estoy renunciando a nada por dejar el club, Ainsley, siento que estoy ganando mucho más de lo que alguna vez habría esperado. —¿Qué quieres decir? —Susurró, pasando los dedos sobre el rastrojo en su mandíbula. Ben sintió que se le secaba la boca cuando las palabras que nunca le había dicho a una mujer surgieron de su boca y de su corazón. —Te amo. —Oh. Dios mío. Ben. —Me siento completo contigo. Antes mantenía mis dos mitades por separado. Pero cuando estoy contigo, soy un hombre completo. Soy el hombre que quiero ser. El 445
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hombre que pretendo ser. Eres todo lo que siempre quise en una mujer pero que pensé que nunca encontraría. Y aquí estás. Ella se rió, sorbiendo en contra de las lágrimas que se filtraban por las comisuras de sus ojos. —Te amo. Amo todo lo que eres. Tu lado Dom. Tu lado ranchero. Tu lado intuitivo. Tu lado tierno. Tu lado sexy. Ben la besó con besos persistentes mientras intentaba calmar las estruendosas palpitaciones de su corazón. —Me gusta quién soy cuando estoy contigo, ángel. —Ben. —Quiero estar contigo. De todas las formas. Recogerte en el banco, llevarte a almorzar y que todos sepan que estamos juntos. Quiero apoyar tus eventos comunales. Presentarte frente a mi familia como mi mujer, no como mi amiga. Quiero invitarte a bailar, y llevarte a cabalgar, y después quiero atarte y dejarte el trasero colorado antes de follarte duro. —Le delineó la línea de la mandíbula—. Quiero estar contigo cada maldito día. Quiero que ese rostro angelical sea la primera cosa que vea en la mañana y la última por las noches. Si por mí fuera, mudaría todas tus cosas aquí esta noche. —¿Pero? —Pero entiendo que probablemente quieras tomar esto con calma. Todavía estás tratando de encontrar tu lugar en una nueva ciudad. En un nuevo trabajo. En una nueva relación diferente. Estoy tan sorprendido como tú por todo lo que ocurrió entre nosotros en apenas poco más de un mes. —Parece mucho más tiempo, ¿verdad? —Mmm‐hmm. —Ben la miró entrecerrando los ojos—. Estaré aquí cada vez que estés preparada para dar ese siguiente paso. Soy un hombre paciente. —Excepto cuando no lo eres. 446
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Él sonrió burlonamente. —Bueno, también hay de eso. Ainsley le dio un pico en los labios. —Quiero estar contigo también, Ben. Y yo sé con todo mi corazón que vamos a estar juntos, lo antes posible. Pero tenemos algunas cosas serias e importantes que discutir antes de que llegue ese día. A Ben no le gustó cómo ella había dejado caer la mirada. En lugar de ordenarle que lo mirara, le inclinó la barbilla hacia arriba y vio una inquietud nadando en sus ojos. —Dame un ejemplo de una cosa importante. —Como… que a ti te gusten lo perros y a mí los gatos. —Bueno, ese es un motivo de ruptura. ¿Quién escuchó que alguna vez los gatos y los perros pudieran vivir en armonía? —Ben se rió y le dio un beso en la nariz—. Inténtalo otra vez. —No conozco nada sobre la vida en un rancho. —Yo no sé nada sobre operar bancos, así que estamos empatados. —Soy más grande que tú. —¿Y? —¿Y? —Repitió—. Soy el cliché de una mujer divorciada mayor. —No es como si tuvieras la misma edad que mi madre, por el amor de Dios. Tienes apenas cinco años más que yo. —Sus ojos brillaron—. Y dado que soy amante de los perros, digamos que eso me añade siete años, así que en realidad soy dos años mayor que tú. —Estás loco.
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—Síp. Completamente loco por todo lo que tenga que ver contigo. Así que ninguna otra excusa, ángel, dame una razón válida por la cual tenemos que tener esta discusión otra vez más adelante. —Porque no quiero niños. Nunca. Y no es algo en lo que cambiaré de parecer. Sé que tu familia es de familias numerosas… —barbulló Ainsley. —Guau. Una de las primeras cosas que necesitas saber sobre mí en lo que se refiere a mi familia es que tanto como los amo, no soy ellos. No sigo su ejemplo. Hago las cosas a mi modo. ¿Y con la manera en que mis primos se están reproduciendo? No hay una oportunidad de que el apellido de la familia McKay termine extinguiéndose. —Enredó un mechón de su cabello alrededor de su dedo, amando la sedosa textura en contra de su piel más áspera—. Y esto es algo que nunca le dije a nadie. No quiero niños tampoco. Nunca los quise. Y nunca lo haré. Es otra de las razones por las que el club funcionaba tan bien para mí. Es también por lo que nunca tuve muchas citas. La mayoría de las mujeres quieren una familia. Yo no. No es justo meterte en una relación que no va a llevar a ninguna parte. Y como tú, es muy poco probable que alguna vez cambie de idea. —¿En serio? No quieres… —Nop. El único culo que quiero azotar ahora y en el futuro es el tuyo. Ella suspiró. —Eres el hombre perfecto para mí, ¿verdad? —Síp. —¿Entonces ahora qué? Ben observó cómo la curva de sus pechos suplicaba el toque de la áspera punta de su dedo. —Mírame, por favor. Mandona pequeña sub. Sus ojos se bloquearon con los de ella.
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—Responde la pregunta. Ben levantó una ceja. —Se te están subiendo los humos a la cabeza. Solamente porque estamos hablando no significa que estés llevando la voz cantante. —Ben… —Bennett, —la corrigió—. Y acabo de decidir que llevas demasiada ropa encima. Desnúdate. —¿Ahora? —Va a ser muy divertido refamiliarizar a tu culo con mi mano, —gruñó. —Pero hay otra cosa de la que quería hablar. —Rodó sobre sus pies y se paró junto al borde de la cama—. Espero no estar extralimitándome, pero me gustaría… quiero decir, le pregunté a Layla… ¿Por qué Ainsley estaba tan nerviosa? —Escúpelo. Ella desvió la mirada de su cara y encontró lo que había estado buscando. —No soy el tipo de sub para llevar un collar. Pero quiero que sepas que tomo en serio nuestra relación, conociendo cuál es mi lugar en tu vida, y el tuyo en la mía. Así que pensé… —Sacó dos brazaletes negros del Club Rawhide—. Cuando lleve puesto el mío, sabré quién soy para ti. Y cuando mires el tuyo, sabrás que acepto todo lo que eres. Es un pequeño símbolo de que nos pertenecemos uno al otro. Quizás no es mucho, pero es un principio. Él iba a dejarle el culo completamente colorado por hacerlo quebrarse como una jodida nenita. —¿Demasiado cursi?— Le preguntó ella suavemente.
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—No. Es perfecto, —le respondió. Se aclaró la voz y le deslizó la pulsera en su muñeca izquierda, dejando a su dedo seguir la delgada banda por todo su alrededor. Una cosa tan simple que significara tanto. Entonces extendió su brazo para que ella pudiera hacer lo mismo. Cuando estuvo seguro de reprimir las lágrimas, la miró—. Gracias. —Mi placer. —Ahora, ¿no se suponía que deberías estar desnuda? —Pero… —¿Realmente vas a discutir conmigo? —No. Parece que el Dom bestial está de regreso. Él sonrió abiertamente. —Dulzura, él nunca se fue. Ainsley se inclinó y colocó un caliente y húmedo beso sobre él. —Y espero que nunca lo haga.
Fin Traducido por Paz - Corregido por Lau
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