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Moderadora Annabelle

Traductoras Daniela Agrafojo Julieyrr Dannygonzal Val_17 NnancyC Jasiel Odair Janira Vane hearts Vani Aimetz Volkov florbarbero Mary Haynes

Michelle♡ Niki Anty Sofía Belikov Verito Juli Ely Casdel Annabelle Anelynn* Adriana Tate evanescita

Miry GPE CrisCras perpi27 Mary Vanessa Farrow Mire Snow Q Diana Valentine Rose yure8

Correctoras Esperanza -Valeriia<3 Key Lizzy Avett' Laurita PI ElyCasdel LucindaMaddo x GusFuentes Aimetz Volkov Amélie. Daniela Agrafojo

Anakaren Dannygonzal Miry GPE MariaE. Karool Shaw Julieyrr NnancyC Victoria CrisCras *Andreina F* GypsyPochi Eli Mirced AriannysG

Verito Paltonika Jaky Skylove♡ Clara Markov Jasiel Odair Ampaяo Mire Emmie Sofía Belikov Michelle♡ Gabriela♡ Mel Markham Val_17

Lectura Final Juli

Diseño Dey Kastély

Cotesyta Alexa Colton Juli Meliizza xx.MaJo.xx Valentine Rose Pau!! A. Mabasi itxi Niki SammyD Dafne2

Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29

Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo

30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59

Capítulo 60 Capítulo 61 Capítulo 62 Capítulo 63 Capítulo 64 Capítulo 65 Capítulo 66 Capítulo 67 Capítulo 68 Capítulo 69 Capítulo 70 Capítulo 71 Capítulo 72 Capítulo 73 Capítulo 74 Capítulo 75 Capítulo 76 Capítulo 77 Capítulo 78 Capítulo 79 Capítulo 80 Capítulo 81 Capítulo 82 Capítulo 83 Capítulo 84 Agradecimientos Breaking the Rules Sobre el Autor

Luego de una trágica noche, Haley, campeona del Kick Boxing, juró que nunca pisaría de nuevo un ring. Pero entonces, el chico que no puede sacar de su cabeza, acepta una pelea de artes marciales variadas en su honor. De pronto, Haley debe entrenar a West Young. Lleno de actitud, West representa todo con lo que Haley juró nunca mezclarse. Sin embargo, no duraría ni cinco segundos en el ring sin su ayuda. West le oculta un enorme secreto a Haley. Sobre quién es en realidad. Pero ayudarla, luchar por ella, es un acto de redención. Especialmente ya que la culpa de que su familia se esté desboronando recae sobre él. No puede cambiar el pasado, pero quizá pueda cambiar el futuro de Haley. Ambos prometieron mantener su relación estrictamente en el ring. Pero mientras un inesperado lazo se forma entre ellos y la atracción se burla de sus intenciones, tendrán que enfrentarse a sus miedos más oscuros, y descubrir que vale la pena luchar por amor. Pushing The Limits #4

Haley Traducido por Daniela Agrafojo Corregido por Esperanza

Una puerta chilla al abrirse al otro extremo del pasillo estéril y el cliqueo de tacones altos hace eco fuera de la fila de casillas de correo metálicas. Intento parecer casual mientras reviso el correo. Todos restos de nuestra antigua vida: materiales mezclados de revistas de arte de mi hermano, un catálogo de muñecas American Girl de mi hermana, otro catálogo de semillas y jardinería de mi madre. Avisos de cobro de mi padre. Hay más demandas de pagos. Me pregunto si tengo que dárselas a papá, entregárselas a mi mamá o a mi abuelo. Tal vez debería evitarnos a todos el recordatorio y lanzarlas al fuego. Mañana va a haber un nuevo lote. Hago malabarismos para evitar que algunas caigan al suelo. Más allá de las ventanas, el cielo está oscuro. Inhalo profundamente para calmar la adrenalina fluyendo por mis venas. Hay demasiado para hacer y muy poco tiempo: el correo, la lista de la compra de mi tía, convencer al abuelo que me odia de que me escriba una carta de recomendación, dejar y recoger la medicación contra la ansiedad de mi padre. Es viernes por la noche y tengo dos horas antes del toque de queda de mi tío o pasaré la noche en las calles. La mujer con los tacones ruidosos continúa bajando por el pasillo y no reconoce mi existencia mientras se dirige a la entrada de empleados. A diferencia de mí, ella está vestida con un abrigo grueso de invierno. Su cabello es del mismo color castaño claro que el mío, pero yo lo tengo más largo. Imagino que mis mejillas están teñidas de rojo, como las de ella, por el viento de febrero. Este edificio es normal para ella. Nada acerca de esto es normal para mí. Mi familia y yo ya no tenemos una casa de ladrillos con código postal en Louisville. Ya no tenemos un hogar.

Me detengo por la última carta del montón y no de manera esclarecedora. No, es la misma pausa que hice cuando mi padre anunció que perdió su empleo. La misma que hice el día que el sheriff del condado pegó el aviso de desalojo en nuestra puerta delantera. Es un delgado sobre blanco. En apariencia, no le causaría a nadie que su corazón se hundiera hasta sus pies. Pero a mí, sí. Es de la Universidad de Notre Dame y obviamente, no es una aceptación. Golpeo con fuerza la puerta de la casilla de correo. El día de hoy es horrible.

Al entrar al gimnasio de mi abuelo, me siento un poco ebria de esperanza y a la vez como si marchara a la horca. Recibir el rechazo de Notre Dame dejó un vacío y la idea de conseguir una carta de recomendación para una beca a cualquier parte es, sin duda, un vino fuerte. El alcohol y un estómago vacío no deberían mezclarse, pero, por el momento, me siento audaz. —Dios, oh Dios, las moscas están volando sobre la mierda —me grita mi primo Jax, desde el interior del octágono. Gotas de sudor lo cubren de la cabeza a los pies. Tiene guantes de boxeo en sus manos y un equipo protector en la cabeza. Me quedo callada, ya que no tengo nada que decir. Un grupo de nuevos luchadores salta la cuerda como calentamiento y la voz cabreada de Dr. Dre resuena de los altavoces. Al volver aquí, me siento más joven de dieciocho años pero mayor de seis años y, por pocos segundos, como si estuviera en casa. El gimnasio es un edificio de metal, un paso por encima de un almacén y muchos pasos por debajo de esos gimnasios de cadenas de lujo. Sacos de boxeo negros cuelgan del entramado de metal, y fotos de varios trofeos de victorias de mi abuelo cubren la pared. Una dulce combinación de lejía y aroma tropical abruma mis sentidos. En una esquina, dos chicos practican en el ring de boxeo y en la otra, algunos, incluyendo a Jax, miran una demostración de un movimiento de derribo en el octágono. El susurro de unos pantalones de nylon gana mi atención mientras mi abuelo ladea la cadera contra el marco de la puerta de su oficina. Su nombre es John y nos exige que lo llamemos así. Como siempre, usa una camiseta blanca con el logo negro de su gimnasio: Luchadores por la Libertad. Como cada tipo aquí, John está tonificado y es una máquina de

pelea. Sus sesenta y dos años no lo han ralentizado. De hecho, la muerte de mi abuela hace un par de años, lo ha impulsado más. —Está un poco frío —dice—. Pero no lo suficiente para que el infierno se haya congelado. Mi barbilla se eleva en respuesta. —Dijiste que siempre sería bienvenida. —Pensé que habías dicho que preferías beber veneno que volver a pisar este lugar. Lo dije. Y me tiene exactamente donde me quiere, pero me niego a apartar la mirada. Nos miramos fijamente por lo que parece un año. Mi abuelo tiene una apariencia curtida: un rostro firme, patas de gallo marcadas cerca de sus ojos y líneas que crean paréntesis alrededor de su boca. Sonríe ocasionalmente, pero no me ha mostrado esa faceta desde que dejé el gimnasio hace un año. —¿Te está molestando tu tío? —pregunta. Mi tío. El papá de Jax. El medio hermano de mi padre. El tipo en cuya casa hemos vivido desde que el banco embargó la nuestra y nos mudamos lejos del refugio. Estoy segura de que algunas organizaciones terroristas se refieren a él como ―El Dictador‖. La respuesta a la pregunta de John es sí, pero digo—: No. —¿Es tu mamá? Su hija. —Ella está bien. —Más o menos. —¿Hay algo mal con la escuela? Todo está mal con la escuela. —No. —Haley —dice, con una sobreabundancia de exasperación—, tengo luchadores que entrenar. Lo que sea, escúpelo. Alejo la mirada y me enfoco en los luchadores calentando, sin saber qué hacer. Ellos me miran mientras las cuerdas pasan sobre sus cabezas, luego bajo sus pies. Golpe. Golpe. Golpe. Es como si estuvieran saltando al unísono. A algunos los conozco de la escuela. A otros no. Mi hermano mayor, el que los lidera, es el único que aparta la mirada. Mi abuelo suspira y se aleja del marco de la puerta para dirigirse hacia los luchadores. —No puedo volver a darle los avisos de cobro —susurro, apurada—. No… no puedo. No es lo que quiero decir. Quiero pedirle una recomendación, pero de algún modo, la intención se convierte en un ninja traidor. Ahora que la presa ha sido abierta, las palabras bajan como una cascada cayendo desde una montaña.

—No sé qué hacer. Mamá trabaja constantemente, está cansada y no sabe cómo manejar a papá, y cuando lleve los avisos a casa… —dudo. No es a casa. Ese agujero infernal no es mi casa—…. a esa casa y… —ese canalla desgraciado de mi tío—… él los vea, entonces empeorará y no puedo hacerlo, ¿de acuerdo? Hoy no. No puedo hacerlo cuando perdí mi sueño, cuando todo dentro de mí está tan torcido que duele respirar. No sé si alguna vez seré aceptada en la universidad o, si ocurre eso, si tendré forma de pagarla. La expresión de piedra abandona el rostro de John y sus ojos oscuros se suavizan. Mamá sacó sus ojos. Y yo también. Mi abuela amaba nuestros ojos. En dos zancadas me alcanza y se inclina para esconderme de los luchadores. Al momento en que quedo fuera de vista, mis hombros se hunden y cierro los ojos. —Está bien —dice en voz baja. No lo está. Nunca volverá a estar bien. Coloca su mano en mi brazo, lo aprieta y esa muestra de emoción, de apoyo, empuja la base frágil sobre la que estoy parada. Hay lágrimas detrás de mis párpados cerrados. Meneo la cabeza, deseando que vuelva a ser un idiota. —Déjamelos a mí —dice—. Me encargaré de eso. Balanceo el paquete y le doy los nuevos avisos de cobro. —¿Qué vas a hacer con ellos? —Algo. —John apenas tiene dinero para mantener abierto su gimnasio—. No te preocupes. Meto el cabello detrás de mi oreja y me froto la nuca. Jax ha dejado de observar la demostración y se inclina contra la jaula, descansando las manos enguantadas en la reja sobre su cabeza. Le silba a mi hermano, Kaden, y mueve su barbilla hacia mí. Jax no está relacionado con John, pero después de los primeros años de reuniones familiares y el presenciar cómo su padre lo trataba como basura, John se volvió su abuelo sustituto. Y hace lo mejor para contrarrestar el mal que es el padre de Jax. Ahora no sólo tengo la completa atención de mi abuelo, sino también la de mi primo y mi hermano. El hecho de que esté aquí después de un año de ausencia —seis meses, cuando fui a entrenar con la competencia, Black Fire, y los seis meses posteriores protestando por el kickboxing—, es razón suficiente para que Jax y Kaden estén fisgoneando. El hecho de que mi abuelo y yo habláramos sin atacarnos mutuamente es suficiente para que estén muriendo de curiosidad. —¿Hay algo más, Haley? —Se desvanece el momento cálido y confuso que compartimos.

Saco la solicitud de beca que encontré esta mañana en la oficina del consejero. Ofrece pagar los libros por cuatro años. No es enorme, pero es algo y hay veces en la vida en que simplemente necesitas algo, sin importar su insignificancia. —Pensé que podrías ayudarme con esto. Me arrebata el papel de la mano con la suficiente rapidez para que me corte un dedo. Contengo la respiración por la punzada y un suspiro descontento escapa de sus labios. Olvido fácilmente que él no tiene espacio para las debilidades. Sus ojos vagan por la página antes de dármela. —No lo entiendo. —Es una solicitud para una beca escolar. —Puedo leerlo. —Para kinesiología. Sin querer repetirse, inclina la cabeza con tanta molestia que tengo que esforzarme para no encogerme. —Tengo todos los requisitos. —Era una estudiante atleta que mostró potencial de liderazgo, mi promedio de calificaciones es alto y voy a graduarme en kinesiología si me conceden la beca. Me graduaría de odontólogo de dinosaurios si alguien me diera el dinero—. Necesito una carta de recomendación de alguien que sepa de lo que soy capaz, y nadie lo sabe mejor que tú. No es verdad. Mi padre era el completo experto cuando se trataba de mí. Él me enseñó cómo pelear. Es la razón por la que amo el kickboxing, pero lo que necesito es una recomendación de un entrenador del calibre de mi abuelo. No una carta de mi padre. Ni la de alguien que no ha peleado ni entrenado en años. —¿El entrenador de Black Fire te rechazó? A pesar de saber que vendría eso, la mención del gimnasio de mi ex novio, Matt, escurre mi energía, como el agua de una esponja. —No voy a ir con ellos. —Así que, ¿me estás diciendo que necesitas una recomendación por traicionar a tus compañeros de equipo? ¿Por traicionar a tu familia? ¿Por ser una cobarde? Me encojo de dolor verdaderamente, porque la daga clavada en mi corazón duele demasiado. John voltea el papel. —Kinesiología. Estudio del movimiento humano. Un estudio para personas interesadas en la terapia física o convertirse en entrenadores. Un título para deportistas. —John golpea el papel en mi mano—. No es para ti.

Se va. Su espalda me enfrenta como si yo no importara. No. Esto no va a ser así. Un loco destello de ira me impulsa hacia adelante. —Tengo un título nacional. —Tenías. —John se mete entre los sacos de boxeo y lo sigo. Dos veces tengo que sacar de mi camino un saco que fue pateado demasiado fuerte. —Así es —digo—, tenía. —Un saco vuela frente a mí y lo empujo hacia atrás. —¡Sal del camino! —grita el luchador detrás de él. —Jódete —espeto y luego le digo a John—: Eso es mucho más de lo que tienen la mayoría de las personas que entrenan aquí, maldita sea. John se da la vuelta tan rápido que tropiezo con un saco. —La gente de aquí es dedicada. No huyeron. No abandonaron todo y a todos los que los amaban. Lo intento una vez más, diciendo a través de mis dientes apretados— : Necesito esto. —Sólo escribo cartas para las personas que se las ganan. La quieres, entonces lleva tu culo a ese vestuario y comienza a sudar sobre mi piso. ¿O todavía eres una corredora? Su cara está encima de la mía y no haber estallado en lágrimas es un testamento de mi terquedad. Una ola de náuseas me desorienta. John no va a ayudarme y, para proteger a las dos personas que más amo en la vida, no puedo ejercitarme en este gimnasio de nuevo. Con todos los ojos en mí, giro lejos de mi abuelo y salgo por la puerta.

West Traducido por Julieyrr Corregido por -Valeriia♥

Pido más de lo que debería, algunos días me arrepiento de las decisiones que tomo y casi todas las mañanas me despierto al borde. Los tres no suelen combinar, pero hoy golpeo la jodida trifecta. Apoyado en una cabina telefónica vieja, retiro el sobre del bolsillo de mi abrigo e ignoro el frío del viento de la tarde. El logotipo de la Universidad de Louisville se destaca en rojo en la superficie. Cogí el sobre ayer antes de que mis padres se dieran cuenta de que llegó. Han estado acechando el buzón, desesperados por la noticia de que no está nada mal. Mis nudillos magullados y cortados gritan en protesta a medida que desenvuelvo el papel. Cada conjunto en mis dedos palpita al ritmo de mis músculos de mi mandíbula. Hace unas horas, me expulsaron de la escuela por pelear. Mamá y papá ya deberían saber que no tienen que esperar buenas noticias de mi parte. Mamá se aferra a la esperanza. Papá, en cambio… No soy un genio y no necesito serlo para reconocer cartas finas que no son buenas. La cabeza me palpita, literalmente, al leer las palabras. Maldigo en silencio y me inclino contra el cristal. Apenas es febrero y el resto de la primavera va a traer más rechazos. Arrugo el papel y lo tiro en el cenicero que descansa a las puertas de la lavandería. Los restos de un cigarrillo encendido carbonizan los bordes de la carta. Irónico. El resto de mi vida también se desvanece como humo. Mi celular suena y lo saco del bolsillo de mi abrigo. —Sí. —Tu padre dijo que no has venido al hospital. —Es mamá y mis ojos se estrechan en la entrada del bar de mierda al final de este decrépito centro comercial. Sale del bar y se dirige a la acera, mientras un pañuelo negro esconde su cabello rubio. Gafas de sol enormes ocultan su cara y lleva un traje que cuesta más que todos los coches aparcados en este basurero.

Mamá es lujosa, de gran estilo y de caro mantenimiento. ¿Y este vertedero? Echo un vistazo alrededor de la gran cantidad de color gris. No hay ni un coche a la vista hecho en esta década. Una lavandería, una tienda de dólar, un supermercado, una farmacia con barras en las ventanas y en el extremo, el bar. Ella está aquí. Me mezclo mejor con mis vaqueros caídos y gorra en versión antigua, lo cual es bueno, porque no sabe que estoy aquí. Mamá es pequeña y la sobrepaso en mi metro ochenta y tres. Heredé mi apariencia de mamá, con el pelo rubio y ojos azules. Si necesito, puedo defenderme, pero mamá no tiene nada que hacer aquí. Sin embargo, se presenta una vez al mes. A la misma maldita hora. El mismo maldito día. Incluso con su hija menor, Rachel, en el hospital en cuidados intensivos. —¿No te quedaste con Rachel? —pregunto. Mamá no tiene ni idea de que la he estado siguiendo durante los últimos diez meses. Vine a este infierno en la primavera pasada para comprarle hierba a un potencial nuevo distribuidor, alguien más barato que los chicos de mi escuela. La escuela privada equivale a experimentar un recargo. —No —responde. La sorpresa no describe la reacción que tuve cuando vi a mi madre entrar al bar por primera vez. Después del encuentro, mantengo una vigilancia estrecha sobre ella. Proteger a mi familia es mi trabajo. Fallé con Rachel y no pienso fallar de nuevo. —Llegó tu padre —continúa—, me dijo que tomara un descanso y comiera. Que tomara un descanso. Comiera. Y follara al tipo que ha estado viendo. Hace un año me habría reído si alguien sugiriera que mi madre tenía una aventura, pero, ¿qué otra cosa podría explicar que la esposa de uno de los hombres más ricos del estado fuera atrapada en la cloaca de la ciudad? No puedo culparla. Mi padre tiene la costumbre de ignorar a su familia. Mamá se congela en la puerta de su coche y, yo en silencio la insto a que entre. Un tipo a pocos pasos de mí, se ha vuelto demasiado interesado en ella, su Mercedes, o ambos. —West —suspira en el teléfono y sus hombros caen—, tienes que visitar a Rachel. Cuando está despierta, pregunta por ti. Su estado es grave y tienes que venir. Alejo el altavoz lejos de mi boca. Mi interior duele como si los golpes que recibí hoy en la escuela hubiesen creado daños internos. Las piernas de Rachel fueron destrozadas en el accidente y nadie tiene que decirme que nunca podrá volver a caminar. Su accidente es culpa mía y no puedo mirarla.

—El director dijo que la pelea que tuviste hoy fue por una broma sobre ella. Broma, mi culo. Un idiota de primero dijo que mi hermana era una inválida. Nadie habla mierda sobre Rachel. Pero a pesar de que la defendí, la escuela aun así me echó. Como explicó el pálido director de nuestra escuela, ha habido muchas detenciones, demasiadas advertencias y, aunque lamentó la situación de mi hermana, no le dejaba otra alternativa. Simplemente no era material de Worthington Private. —¿Cómo está? —le pregunto, cambiando de tema. —Ve al hospital y pregúntale tú mismo. No va a suceder. Cuando no digo nada, mamá continúa—: Está sufriendo y te necesita. —Tiene a Ethan. —Su gemelo—. Y Jack. —Nuestro hermano mayor. Gavin, el más grande de nosotros, ha estado allí también, pero no menciono su nombre. Mamá sigue teniendo dificultades para hacer frente a sus problemas de juego. Todos piensan que los Youngs son perfectos, pero nuestra familia es un maldito desastre. —Rachel te quiere a ti. No es cierto. Nuestras últimas palabras fueron pronunciadas con ira. Diablos, nuestras palabras del último mes fueron pronunciadas con ira. ¿Cómo puede perdonarme cuando yo no puedo? Mamá permite al silencio mientras se desliza dentro de su coche y arranca el motor. Los músculos de mi cuello se relajan al momento en que se retira de su lugar. Me transfiere a su bluetooth y me intercambia al altavoz. —Tu padre está molesto. De hecho, esto es lo más enojado que lo he visto. Dijo que fueras directamente de la escuela al hospital. Eso habría dejado indefensa a mamá; además de que ya no recibo órdenes de papá. Cumplir con su rol entre las reuniones no lo hace mi padre. —Voy a hablar con él en casa. Sale del lugar y suaviza su tono. —Después de lo que ha pasado con Rachel y con Gavin… Reajusto mi postura. Traté de evitar todo esto con Gavin, pero Rachel me dijo que necesitaba el dinero que tomé para ayudar a Gavin y… no puedo continuar con el pensamiento. —Este no es el momento para antagonizar a tu padre. Dejó claro hace meses que no te ayudaría si la escuela te expulsaba. He intentado hablar con él, decirle que defendías a tu hermana, pero no va a hacer nada al respecto. Te quiere en el hospital esta noche. Lo dice en serio. No es el momento de presionar sus límites.

Papá y yo hemos sido un incendio de gasolina acercándose al petrolero durante meses. No entiende los problemas que enfrenta esta familia. No entiende todo lo que he hecho para proteger a todos. Todo su enfoque pertenece únicamente a su negocio, entonces a mamá. Al final, mi padre no respeta a mis hermano, mi hermana ni a mí. —Se resolverá —le digo. Porque no hay modo de que él permita que su hijo reprobara su último año. Las expectativas de papá en mí pueden ser bajas, pero no deja que nadie más piense mal de su familia. Al bastardo siempre le ha interesado la reputación. —Estaré allí esta noche. —Que sea pronto… ahora. —Hace una pausa—. Y visita a Rachel. —Voy a ver a papá. —Cuelgo y me dirijo a mi coche. Le dije a mamá que se resolvería, pero un pensamiento inquieto dentro de mí, se pregunta si mi papá hablaba en serio.

Haley Traducido por Daniela Agrafojo Corregido por Key

Después de una hora de viaje en autobús hasta la casa de mi tío, cuarenta minutos esperando por la prescripción de papá, y mientras salgo de la farmacia, todavía no he pensado una respuesta lo suficientemente ingeniosa cuando Jax me mira desde el otro lado de la mesa y articula la última palabra que me dijo John—: Corredora. —No lo soy. —No funcionará. Especialmente desde que Jax va a ignorar su actual edad de veinte años y se deleita en su nivel de madurez de seis años cuando responde—: Lo eres. A menos que lo patee en las bolas por debajo de la mesa, no hay forma de ganar una vez que alguien dice—: Lo eres. —Además, Jax ha aprendido a cubrirse cuando se sienta en frente de mí. Encima de todo, fui rechazada por la Universidad de Notre Dame. Mis ojos pican y parpadeo. Podía culpar al viento quemando mis ojos, pero esa es una mentira. Soy muy buena para mentirle a todo el mundo pero todavía tengo que perfeccionar el mentirme a mí misma. Tratando de ignorar el frío, meto las manos en los bolsillos de mis pantalones y me muevo entre la multitud acumulada en la acera cubierta. Las bolsas plásticas de la farmacia y de la tienda de comestibles crujen cuando se balancean colgando de mi muñeca. Entre la oscuridad de la noche de invierno y las caras enterradas bajo sombreros y abrigos, las personas que dejo atrás no parecen más que fantasmas inexpresivos. El sol se ocultó hace media hora y tengo un poco menos de quince minutos antes del toque de queda. El Dictador es estricto acerca de las idas y venidas de cualquiera que vive en su casa. Tendremos ardilla para cenar esta noche. Ardilla.

Como el roedor con cola esponjosa que salta sobre las líneas eléctricas. Ardilla. Y es mi turno de dar las gracias. Por encima de no garantizar una respuesta, también fallé en encontrar un modo de agradecer a Dios por la bendición que es la ardilla. Estoy segura de que ―Querido Dios, gracias por la rata esponjosa que nos diste para comer y por favor no me dejes morir de plaga después de que la digiera. ¿Eso es cartílago? Amén‖, cumplirá con la aprobación de mi tío. Con diez personas en una casa de dos dormitorios, algunas personalidades están destinadas a estar en conflicto o, en el caso de mi tío y yo, revivir la Guerra Fría. En realidad, Rusia y Estados Unidos se gustaban un poquito más. Él tiene un problema con las chicas que piensan, y yo soy fan de usar mi cerebro. Al momento en que rodeo la esquina del centro comercial, dos siluetas grandes emergen de la parte trasera del edificio. Más músculo masculino apestando a amenaza que a transeúntes amigables. Mis instintos llamean. Mis sentidos se vuelven alertas. No sería la primera chica andando por este vecindario. Me congelo y miro sobre mi hombro. Detrás de mí, los fantasmas se desvanecen en las tiendas, dejándome sola y con opciones limitadas. El futuro me obliga a pasar a las dos sombras, pero también es el solitario camino hacia el vecindario. Volver hacia las tiendas me hará retardarme y le prometí a mamá que nunca rompería el toque de queda. Mi respiración sale en una nube, un recordatorio de que dormir afuera puede significar congelarme. Hace seis meses, habría enfrentado la sombría amenaza sin temor. De hecho, probablemente me habría burlado de ellos, pero ser golpeada hasta que te rompas conlleva a que desaparezca el valor. —No tengo dinero —grito. No es mentira. Sacudo la cabeza. Mamá ahorró por dos meses para comprar la medicación de papá. Perdimos nuestro seguro. Todos hemos estado sufriendo. Y papá tiene que mejorar. Necesita encontrar un trabajo. Tenemos que irnos de este lugar horrible. Las sombras descienden y tropiezo hacia atrás en la acera. Mi corazón martilla mientras saco las manos de los bolsillos y las bolsas se deslizan más arriba de mi muñeca. Con mis manos no soy letal, sino con mis piernas. Mis pies. He estado entrenando para patear. El instinto de correr, lucha contra el instinto de pelear.

Suena un claxon. Mi cabeza se sacude hacia la derecha. Me ciegan las luces. Mi mano vuela hacia mi cara para actuar como escudo mientras mi estómago se eleva. Un grito rasga mi garganta.

West Traducido por Julieyrr Corregido por Key

—¡Jesucristo! —Golpeo los frenos y prácticamente empujo el pedal hasta el suelo mientras detengo mi camioneta. Mis neumáticos chillan y mi cuerpo latiguea mientras el carro se sacude hasta detenerse. Los faros iluminan a una chica. Sus brazos protegen su cara y trato de procesar que todavía está de pie. De pie. Y no en el suelo. No está muerta. Algo salió bien hoy. El alivio inunda mi cuerpo rápidamente, seguido por una fuerte porción de ira. Ella saltó frente a mí, sin siquiera una mirada. Saltó. Baja los brazos y la reconozco por los grandes ojos oscuros. Su melena salvaje de castaño claro azota su cara mientras lo levanta el viento. Parpadea y yo también. Mira por encima del hombro y sigo su línea de visión entre las sombras. El pánico inunda su cara y se tropieza, actuando desorientada. Me cago en este maldito día, ¿y si la golpeé? Estaciono la camioneta y cuando abro la puerta, me señala—: ¡Ten cuidado! ¿Qué tenga cuidado? Ella fue la que saltó delante de mí y luego se congeló como un maldito venado. Me lanzo fuera del coche. —Aceras, chica. Ahí es donde te detienes. ¡No en el medio de la calle! Con un movimiento de cabeza, deja caer el cabello sobre su hombro y camina hacia mí. Si se tratara de cualquier otra persona, ese movimiento enviaría rabia desde la punta de los dedos de mis pies hasta mis puños, pero en cambio, sonrío y cruzo los brazos sobre el pecho. Puede ser alta, pero comparada conmigo es pequeña y por primera vez en el día, me encuentro divertido. He visto este tipo de fuego en los ojos de la gente un

millón de veces en mi vida. Pero nunca en una chica y tampoco en unos ojos tan inquietantemente hermosos. —¡Tú eres el que no prestaba atención! —grita la chica—. Y, además, este es un estacionamiento, imbécil. No es una pista de carreras. Ibas, ¿a cuánto? ¿Ochenta kilómetros por hora? La palabra imbécil se desliza por debajo de mi piel y mis músculos se tensan. Pero tiene razón. Yo iba a alta velocidad. —¿Estás herida? — pregunto. —¿Qué? —¿Mi coche te golpeó? Vacila el fuego dentro de sus ojos y mira con cuidado a la oscuridad de nuevo. —No. Dos formas acurrucadas están escondidas cerca de la parte trasera del edificio. Me reenfoco en el infierno caminante y hablante delante de mí y, a pesar de la opinión de mi maestro de cálculo sobre mi inteligencia, soy capaz de hacer cuentas. —¿Eso es un problema para ti? Sus ojos se disparan a los míos y allí hay un inconfundible ―sí‖, pero porque las chicas no tienen ningún sentido, responde—: No. Un crujido llama mi atención. Los bordes de una bolsita de papel blanca asoman desde una bolsa de plástico. Es una prescripción. Le doy un vistazo, luego giro hacia los chicos escondidos en el edificio. Maldita sea. Incluso los genios de libros en mi escuela, que nunca han visto el exterior de sus santuarios del sótano de PlayStation, son conscientes de las leyendas urbanas que envuelven este barrio. Ella puede negarlo todo lo que quiera, pero tiene problemas. —Entra en mi coche. Regresa el fuego. —Diablos, no. —Inspecciona los moretones que se están formando en mi mandíbula, y luego examina mis nudillos cortados e hinchados. —Mira, soy yo o ellos. —Hago un movimiento hacia los matones con mi barbilla—. Y te advierto, yo no soy el malo de la película en este escenario. Se ríe. Y si no fuera un sonido tan hermoso, estaría insultado. —Debido a que un hombre que conduce una Escalade en esta zona es el equivalente a un niño explorador. El lado derecho de mi boca se eleva. ¿Me tomó por un traficante de drogas? —Por cómo te ves —echa otro vistazo a mis nudillos—, bueno, digamos que debes tener tu propio equipaje y no soy el tipo de chica que los recoge.

—No, eres de las que corren hacia el tráfico. Sonríe y me gusta. Se desvanece la ira que me invadía momentos atrás. Froto mi mandíbula y luego inclino la mano contra la puerta abierta de mi coche. Cabello castaño claro y largo con ondas, ojos oscuros que seguro me absorben cuando brillan, un cuerpo firme y una actitud de chica mala. A decir verdad, su sonrisa no es lo único que me gusta. Lástima que casi la atropello y mato. Va a resultar torpe si la invito a salir. —Entra en mi coche y te llevaré a casa. —Levanto las dos palmas—. Lo juro. No habrá paradas en el camino. La sonrisa se desvanece cuando digo la palabra casa y sus ojos pierden el brillo. Algo dentro de mí se aplasta. Se acerca mucho y su ropa roza la mía. Se posiciona para estar entre la puerta de mi coche y yo. El calor de su cuerpo rueda sobre mí y mis dedos duelen por tocarla. Aspiro una bocanada de aire y estoy abrumado por el dulce aroma de flores silvestres. Levanta la cara para mirarme y susurra—: Entrar en el coche contigo es un riesgo tan grande como caminar por ese viaducto. Si estás empeñado en ayudarme, hazme un favor. —¿Qué? —exhalo. —Quédate aquí y actúa como si estuvieras hablando conmigo. Lo suficientemente convincente para ganar tiempo. Y antes de que pueda procesar una palabra, ella pasa por delante de mí, se agacha contra el Escalade, gatea detrás del vehículo y se escapa en la noche. —¡Oye! Las sombras surgen detrás del edificio. Dos chicos aparecen en las luces de mis faros y en dirección al barrio. Sus pies golpean el hormigón. A lo lejos, en lugar de dos formas oscuras corriendo en la noche, hay tres, y el primero no tiene una ventaja decente. Salto en mi Escalade y arranco detrás de ellos.

Haley Traducido por Julieyrr Corregido por LizzyAvett’

Me queman los pulmones y, mis brazos y piernas bombean con rapidez. El grafiti en los muros de hormigón del viaducto de la autopista se mezcla en una falta de definición de color. Estoy fuera de forma. Hace seis meses habría podido correr más rápido que ellos, pero ahora no. Hoy no. Mis pies golpean contra el asfalto y el sonido se hace eco en el túnel. El hedor de moho y descomposición llena mi nariz. Hay un chapoteo como si alguien pisara un charco, seguido del sonido de más zapatos contra la calle. Mi aliento sale en jadeos y hago que mis músculos se muevan más rápido. El calor sale de mi cuerpo y entro en el frío de la noche, y me comienza a gotear la nariz. No quiero que me lastimen y la idea de las manos de un hombre chocando con mi cuerpo hace que mi corazón se apriete. Mi puño se estrecha alrededor de la medicación de papá. No quiero perderlo. La respuesta es ser más rápida, pero, si me atrapan, me quedaré sin otra opción que luchar. Sus pasos suenan más cerca en mis oídos y mi viejo entrenamiento inunda mi cerebro. Necesito voltearme, enfrentarlos y formar una postura defensiva. No puedo ser arrastrada por mi cabello en la tierra. Las luces detrás crean un rayo de esperanza. Las pisadas de mis perseguidores continúan en su búsqueda, pero se detienen cerca de las paredes del túnel, fuera de la vista del coche que se aproxima. Acelero bruscamente. Dos cuadras más y voy a estar en el interior. A salvo de esto. Chillan los frenos y una puerta se abre bruscamente. Hay voces. Gritando. El sonido de un puño golpeando en la carne. Sin parar, me asomo por encima del hombro y el aire se me escapa de golpe cuando me doy cuenta de la Escalade. No. Por favor, Dios, no.

Mi cuerpo se sacude hacia adelante cuando se detienen mis pies. Es el chico de la plaza comercial. Está luchando. Tres sombras luchan contra los faros; un duelo de perros infernal de brazos, puños, piernas, gruñidos y gemidos. Son todos de la misma altura pero lo reconozco a él. Es más ancho. Más musculoso. Es un guerrero pero va a perder. Dos contra uno. Mi pecho se eleva y cae. Echo un vistazo por la calle, en dirección a la casa de mi tío, hacia la seguridad relativa. Estoy a minutos del toque de queda, tengo la receta de mi papá en mis manos, pero dejar a un hombre atrás no es la manera en que me crié. Sabiendo que esto tiene el potencial de terminar muy mal para mí, cambio la dirección para unirme a la lucha.

West Traducido por Dannygonzal Corregido por Laurita PI

Hijo de puta. Mi cabeza gira mientras el bastardo con la sudadera de capucha negra me da un puñetazo en la mandíbula. Sangre sale de mi labio, pero la ignoro junto con el dolor mientras golpeo con fuerza su estómago. Cae, pero él no es lo que me preocupa. Giro a la esquina, pero es demasiado tarde. El malnacido con el abrigo de invierno, el chico que sabe pelear, está de nuevo de pie después de que lo reventé en las bolas. El psicópata me sonríe cuando se me acerca. Frota una mancha en su frente y ensancha su postura, como he visto que hacen los luchadores en el cuadrilátero en las peleas de la televisión paga. Mis puños se levantan, pero mis músculos están pesados. Dos peleas en un día y tomando dos chicos a la vez. Casi podía reír. Supongo que he descubierto mi límite. Nos rodeamos entre sí y trato de mantener un ojo en el otro que sigue en el suelo. Hacemos círculos. Lentamente. Mierda. Este chico es un luchador. Uno real. Y algo me dice que no va a cometer el error de dejarme golpearlo en las bolas de nuevo. Viene hacia mí a una velocidad centellante. Dos rápidos puñetazos desde la izquierda. Mi cuerpo se tambalea y mi visión comienza a ser borrosa. Me balanceo hacia adelante, detectando que se encuentra cerca, pero lo pierdo. Un golpe desde la derecha —de los que vuelan la cabeza y provocan un dolor ciego— y caigo al suelo. Las rocas se clavan en mis rodillas y el calor corre al área cerca de mi ojo. Todo se mueve. Mis pensamientos. Mi visión. Un sabor metálico inunda mi boca y me aferro a un pensamiento. —¿Ella se fue? —pregunto—. ¿Escapó?

Esto no puede ser en vano. No pude proteger a Rachel. No pude detener a Gavin de seguir con su adicción. No pude evitar que papá priorizara todo lo demás. No pude detener a mamá de tener una aventura, de encontrar el camino de regreso. Pero puedo hacer esto. Puedo protegerla. Necesito redención. Él se para sobre mí, y por un ojo, veo un pelo rubio y unos ojos oscuros fijos en mí. —No te preocupes —dice—, sé dónde encontrar a Haley. Haley. Un nombre bonito para una chica bonita. Trato de respirar, pero mis pulmones se niegan. Lo miro una última vez, sabiendo que no hay una regla de clemencia con este chico. —¿Te importaría dejar el coche? —Seguro. Sí. Se irá antes de que me despelleje en el concreto. Coloco mi pie en el suelo y el mundo gira. Maldición, estoy jodido. Inclino la cabeza y ahogo una risa cuando noto sangre goteando cerca de su boca. —Golpeé a un luchador. Tira su brazo hacia atrás y el mundo se pone negro.

—¡Por favor, respira! —dice una voz familiar desde la oscuridad. Una voz femenina. Una voz hermosa. Dedos suaves acarician mi frente y contengo la respiración. El dolor atraviesa mi pecho… respirar es malo. —Por favor, despierta. No pasé por esto para que estés muerto. —Está bien, Rachel —murmuro. Su tono, una mezcla de tortura y agonía, rasguña mi alma. Es el mismo tono que tuvo cuando sintió que la había traicionado—. Lo siento. Los dedos fríos dejan de tocarme la cabeza. ¿Por qué no está cálida? —Oh, gracias Dios. Estás vivo. La voz es familiar, pero no es la de Rachel. Peleo con la neblina, fuerzo a la conciencia y cada músculo grita mientras me estiro. —Estoy despierto. —No es lo que quiero decir. Quiero preguntar si se encuentra bien. En este momento, el cerebro y la boca no están conectados. Mi mente está confundida; un desorden disperso mientras trato de poner en orden el por qué me dormí, por qué tengo dolor, por qué está frío, por qué mi cama está dura…

—Me asustaste demasiado. Pensé que estabas muerto. …el por qué hay una chica en mi cama preguntando si estoy muerto. Abro los ojos con fuerza y se liberan exitosamente. Al principio hay tres de ella, y al parpadear, lentamente se vuelve una. —Te conozco. De rodillas, Haley revolotea cerca de mí. Detrás, está mi coche, todavía funcionando. Las luces de adelante resaltan un par de gotas de sangre en su cabello castaño. —¿Por qué me seguiste? —exige—. Todo lo que tenías que hacer era actuar como si estuviéramos hablando. Pero no, gritaste detrás de mí, luego miraste hacia dónde iba. ¿Por qué no lo escribiste en el cielo para que lo viera todo el vecindario? Está temblando. Me estiro y pongo la mano en su muñeca. La piel bajo la mía está helada. —Estás fría. —Eres tú. Probablemente te encuentras conmocionado. Mi pulgar acaricia su piel, como si un movimiento pudiera calentarla. Protegerla. —Todo está bien. —No, no lo está. Nadie está bien. —Quita su brazo y de repente me siento vacío. Hay una lágrima en su rostro. Sólo una. Y rápidamente la limpia. La acción causa un dolor más allá de la pulsación de mi piel y mi cabeza. Algo anda mal. Mis ojos recorren el entorno y rápidamente me pongo al día con los eventos. No estoy en mi cama. Y casi la golpeo con mi coche, peleamos, descubrí que tenía un problema, la seguí hasta aquí y luego logré que me patearan el trasero. Levanto la cabeza e inmediatamente me arrepiento del movimiento con un gruñido. —¿Estás bien? —¡Debiste escucharme! No me responde y mi paciencia se quedó en la plaza comercial. — ¿Estás. Bien? —Estoy bien —dice de golpe—. Sólo bien. Un bien fantástico y extraño. Conocerte es la cumbre de mi existencia. —Algunas personas dicen gracias cuando un completo extraño ataca a dos chicos por ella. Haley se desploma contra el parachoques de mi coche y una ráfaga abandona su cuerpo. —Lo siento y gracias. Es… —Mueve la mano en el aire—… lo eché a perder, pero eso no es tu culpa. Es mía. Un coche maneja lentamente a nuestro alrededor. Espero a que se detenga, pero sigue derecho. Buen vecino. —Dejaron mi coche. —Sí. —Aparta los ojos—. Se fueron.

Mis ojos se estrechan en su rostro, pero voltea su cabello escondiendo la mejilla y mandíbula. Parpadeo mientras mi visión se pone borrosa. Algo no cuadra. Habrían robado el coche… —Tengo que levantarme. —Pero no responde ni una célula de mi cuerpo—. Podrían regresar. —No lo harán. —Haley cuida su mano derecha—. Créeme… no volverán. Al menos esta noche no. Quizá mañana, pero hoy no. ¿Mañana? ¿Qué? Alzo las cejas y las náuseas me convencen de descansar de nuevo mi cabeza en el suelo. Manejar va a ser horrible. —Para. Necesitas quedarte así. De hecho, necesitas una ambulancia. —Hospitales no. —Verme en una sala de emergencias, causará que papá se vaya a Chernobyl. —Tu amigo me dijo lo mismo. Por eso no he llamado al 911. Posiblemente es una decisión estúpida de mi parte. La pulsación se detiene. —¿Qué amigo? —Haley llamó a Isaiah —dice una voz femenina a la izquierda. Haley y yo volteamos nuestras cabezas hacia la oscuridad. Haley se precipita y salta sobre mí, actuando como si fuera mi protectora. Estoy soñando. Esto es un mal sueño. Mañana voy a despertar y pensar en lo real y loco que se sintió todo esto porque no hay forma de que la mejor amiga de mi hermanita esté aquí. —Soy Abby —le dice la voz a Haley, ahora más cerca—. Tú y yo vamos juntas a Eastwick. Como una versión impresionante pero sádica de la muerte con cabello largo y oscuro, Abby entra en la luz usando una sudadera con capucha negra y pantalones azules muy ceñidos. —No, no es cierto —murmuro—. Eastwick es una escuela pública. Abby va a escuela privada. A la mía no… una de esas religiosas. —La de Santa Maria. La de Santa Martha. La Santa de quién demonios sabe. Es lo que le dijo Rachel a mi madre. Esto es un sueño. Sólo un sueño. Los ojos de Haley se mueven rápido de mí a Abby, luego vuelve a mí. Nunca relaja su posición y mi mente de detiene y comienza a balbucear. Jódeme… Haley está en la misma postura que el chico luchador. —Te he visto por ahí —le dice Haley a Abby—. ¿Lo conoces? —Sí. ¿Tú? —Tuvimos suerte de coincidir. Me río y las dos me miran fijamente como si estuviera loco.

—Este es West. —Abby masculla mi nombre—. Le ha estado causando problemas a un amigo mío. Haley se pone entre Abby y yo como si fuera a golpear a esta chica por mí. Abby suelta una risita. —Relájate. Llamaste a Isaiah y él me llamó a mí. En este momento, estoy jugando al ángel guardián. ¿Isaiah? —Diablos no. —A regañadientes dejo el suelo como si fuera a sentarme y sólo lo suficientemente lejos como para apoyar los brazos en mis rodillas. Nunca me han gustado las cosas que van en círculos y recientemente no he cambiado de opinión. Cierro los ojos con fuerza—. No quiero la ayuda de ese bastardo. —Bueno, la tienes —dice Abby. Cuando vuelvo a abrirlos, sonríe con suficiencia—. Y parece que la necesitas. —¡A la mierda! —murmuro y escupo la sangre que gotea del corte de mi labio. Isaiah es el novio de Rachel y la razón de que ella esté en el hospital. Papá encontró a Rachel con él en una pista de carreras y allí tuvieron el accidente. Me quemaré en el infierno y arrastraré a Isaiah conmigo antes de aceptar su ayuda. —¿Cómo sabe de esto? Haley se desploma a mi lado. —Estabas inconsciente. Frío. Encontré tu celular y me sentía desesperada por hallar a alguien que te conociera para saber a qué hospital debías ir, así que marqué el primer número que vi… —Y contestó él —la corto. Haley debió haber llamado a Rachel. Mi hermano me dijo que excepto por unas horas aquí y allá, Isaiah ha estado encadenado al lado de Rachel en el hospital. Noche y día. Y carga su teléfono porque lo descubrió en las ruinas el día después de que la pinza mecánica la saco del coche. Asumimos que se había roto. ¿Quién hubiera adivinado que un teléfono sobreviviría cuando Rachel a duras penas lo había hecho? —West. —Haley evalúa el daño de mi cara, mis manos, mi cuerpo—. De verdad lo siento. Dios, estoy alterado porque todo me golpea demasiado y sólo puedo pensar en sus hermosos ojos oscuros. —Todo está bien. tarde.

Agarra el bolso del suelo y se pone de pie. —Tengo que irme. Voy Abby inclina la cabeza mientras evalúa a Haley. —¿Sabes quién soy?

Haley se endereza como si estuviera conociendo al asesino del hacha. —Sí.

Me estoy perdiendo una pieza del rompecabezas, como en todo, excepto por la pieza de la esquina que sostengo. Aquí nada es lo que parece y odio ser el que está demás. Abby apunta en mi dirección con la barbilla. —Su hermana menor es mi mejor amiga. Puedo ayudarte… con lo que sea esta situación. —No —dice rápidamente—. Estoy bien. Mira, de verdad tengo que irme. —Da un paso en la oscuridad. —¿De qué diablos hablaban? —Me ignoran, y ¿por qué no deberían? No es como si pudiera ponerme de pie y obligarlas a escucharme. Abby se encoge de hombros. —Si cambias de opinión… —No lo haré. —Por fin Haley se voltea y me presta atención—. Gracias, West. Pero la próxima vez que una chica te diga que hagas algo, lo haces, ¿de acuerdo? Creería que es pura actitud si no fuera por la frustración en su tono. —Haley… No espera a que hable; en cambio corre por la calle. Jodido. Sueño. Me froto los ojos y considero pararme. Las zapatillas de Abby crujen contra el asfalto y se detiene a mis pies. —Tu decisión… a casa, hospital o un lugar para acostarte hasta que estés listo para una de las dos primeras opciones. El precio detrás de la última opción viene con una ducha y un cambio de ropa. Descarto mi respuesta original de negarme cuando noto la sangre en mi camisa. No puedo ir así a casa ni al hospital. No puedo hacerle eso a mi madre. Usando el parachoques de mi coche, me paro con dificultad y cojeo hasta el lado del pasajero mientras veo que Abby se desliza en el asiento del conductor. Entro lentamente, pero seré maldito si pido ayuda. La luz del interior se apaga cuando cierro la puerta. Abby se abrocha el cinturón y envuelve los dedos en el volante. —No tengo mi licencia. —¿Puedes manejar? —Seguro. Eso no sonaba reconfortante. —Vamos. No lo hizo. —Deberías comprar una pecera. —¿Qué? —Para tu coche. Construir una pecera entre el asiento de adelante y el de atrás. Sería diferente y me gusta lo diferente. Si eso me conseguirá una ducha más rápida… —De acuerdo. Sonríe. —¿En serio?

—Seguro. Abby mete la marcha. —Y, ¿West? Volteo la cabeza y la miro. —Sé el secreto de tu madre.

Haley Traducido por Val_17 Corregido por ElyCasdel

Voy tarde. Mis pies golpean rítmicamente contra el pavimento. ¿Mi tío espera junto a la puerta? ¿Me concederá misericordia ya que es mi primera ofensa? No tengo idea de cómo va a reaccionar y lo admitiré, mi tío me aterra. Estoy conmocionada. Lo sé. Estoy tranquila. Demasiado tranquila. Y nada me hace daño. Después de lo que pasó… rodeo la esquina y la luz brilla a través de las rendijas de las cortinas cerradas, pero el pórtico está completamente oscuro. Por la noche, la pequeña casa de vinilo irradia un misterioso resplandor blanco. Mis piernas se detienen cuando me acerco. Estoy tan jodida. —Oye. ¡Haley! —Es un grito susurrado desde arriba. Mi primo Jax se asoma por la ventana del ático. Su cabello rubio platinado brilla a la luz de la luna—. Por aquí. Precavida de ojos espiando, cruzo el patio del vecino y me acerco al lado de la casa por las sombras. Mi hermano Kaden pasea detrás de Jax. Mamá tiene que ser un manojo de nervios y papá… papá necesita este medicamento. Antes de acercarme más a la casa, me asomo de nuevo por la ventana de la sala. Si los dos son atrapados ayudándome, también serán botados por la noche. Ya que Jax tiene diecisiete años y sus discusiones han pasado de calientes a tóxicas, su padre posiblemente lo echaría para siempre. —Vamos, chica, muévete —dice Jax—. Hace frío. —¡Atrápala! —Le lanzo la bolsa. El primer indicio de que estuve en una pelea se revela cuando mis bíceps convulsionan y la bolsa apenas sube sesenta centímetros. La recojo y el pánico destella en mi torrente sanguíneo. Si no puedo tirar una bolsa, ¿cómo voy a escalar?

—¡Otra vez! —ordena Jax. Lanzo la bolsa de nuevo. Mi corazón salta más allá de mi caja torácica cuando Jax cae por la ventana para alcanzar la bolsa. Sofoco el grito cuando me doy cuenta que Kaden le sostiene las piernas. Jax arroja la bolsa a través de la ventana, luego cuelga de cabeza y mueve las manos. —Vamos. Tomando dos ardientes bocanadas de aire frío, tropiezo hacia atrás en la oscuridad. El suelo congelado cruje bajo mis pies. Trago, lamiendo mis labios y entrecerrando los ojos. Puedo hacer esto. Soy una campeona de kickboxing. Si hice eso, puedo hacer esto. Si pudiera hacer lo que hice hace unos minutos… Descarrilo ese tren de pensamiento. No quiero pensar en eso ahora. O jamás. Otra vez. No soy una luchadora. Ya no. Con una última inhalación profunda, corro directamente hacia la casa, choco contra el vinilo y busco a tientas las viejas rejas. Subo hasta que mi palma golpea la de Jax. Su otra mano agarra mi muñeca agitándose y, segundos después, tanto él como Kaden me cruzan por la ventana. Para el momento en que mi trasero golpea el suelo, Jax cierra el panel y Kaden suelta una manta sobre mí. —¿Qué pasó? —Se me hizo tarde. —Sí, definitivamente estoy conmocionada. —Lo notamos. —Kaden agacha la cabeza bajo las vigas del techo abovedado mientras cruza el pequeño espacio del ático. Esta es mi habitación. Mejor aún, es a lo que se ha reducido mi vida: un colchón inflable entre cajas de ropa vieja, marcos de cuadros, telas de araña y el olor a moho. Kaden abre la puerta del ático y mira a través del espacio de dos centímetros y medio. Los sonidos de la televisión se mezclan con las voces de mi madre y mi tía. Hay un golpe seguido de un gruñido. Probablemente los hermanos de Jax luchando en la habitación debajo de nosotros. —Haley —dice Kaden. Mi hermano y yo éramos unidos. Como a todo lo demás en mi vida, lo extraño. Cuando no digo nada, sacude la bolsa en sus manos—. ¿Dónde están los medicamentos de papá? —En la bolsa. —No, no están. —¿Qué? —Hay lechuga allí pero no medicinas.

Mis pulmones colapsan y mis dedos tiran el cuello de mi camiseta. —No, están ahí. Tienen que estarlo. —Aquí no. —Kaden sacude la bolsa de nuevo para que cruja—. Le tomó dos meses a mamá ganar lo suficiente para las píldoras. ¿Cómo pudiste perderlas? Papá las necesita. —Lo sé. —Golpeo y tiro las manos sobre mis ojos—. Lo sé. Golpeo la cima de mi cabeza contra la pared. Perdí la medicación de papá. La única esperanza de mi familia para salir de este lugar olvidado por Dios. Por eso se fueron los chicos. No perdí los medicamentos. Los robaron. Los músculos bajo mi mejilla derecha comienzan a pulsar. Las lágrimas queman mis ojos y mi pecho se pone más pesado. Juré que nunca pelearía de nuevo y lo hice. Juré que nunca sería golpeada de nuevo. Y lo estoy. Esta es la penitencia por romper esa promesa. Dios, soy inútil. —Vete, Kaden —dice Jax—. Ya pasó y no se puede deshacer. Kaden desaparece por las escaleras y Jax se agacha junto a mí. Mis mejillas se sienten adormecidas contra el calor de la casa. La piel allí hormiguea y también mis dedos. Jax los agarra y comienza a frotar. — Tenemos que encontrar una chaqueta. —No tienes una —murmuro inexpresivamente y me estremezco con los profundos cortes del arrepentimiento. Las manos de Jax se detienen contra las mías y hacemos un fugaz contacto visual. —Lo siento. —Rompí una regla fundamental. Kaden y yo nunca mencionamos lo que no tiene Jax. —Está bien. —Los masajea para que el calor regrese a mis dedos—. Puedo soportar el frío. Tú no puedes. Ofrezco una débil sonrisa. —Soy más fuerte de lo que parezco. —Sí —dice en voz baja, luego libera mis manos—. Lo eres. —Perdí los medicamentos —anuncio como si él no formara parte de la conversación anterior—. Perdí las pastillas de papá. —¿Por qué sigo arruinándolo? —Tenías un montón de mierda de mandados y no el tiempo suficiente. Corriste a casa y probablemente se cayeron de la bolsa. Podría haberle pasado a cualquiera. Si vas a vivir aquí, tienes que aprender a dejar pasar las cosas. De lo contrario, te volverás loca. Encuentro sus ojos verdes ante la palabra loca. ¿Qué pasa si ya estoy allí? ¿Qué pasa si no puedo soportarlo mucho más? No hago esas preguntas, porque veo las mismas formándose en sus ojos. Mi primo aparta la mirada. —Te cubrimos. Dije que entraste por la puerta trasera y que viniste directamente aquí.

—Gracias. ¿Por qué lo creyó? —Normalmente tenemos que presentarnos ante El Dictador como soldados en su guerra de fantasía. Jax rasca la fina cicatriz de poco más de siete centímetros en su frente. Hoy ha elegido un estilo de skater, y su cabello está plano contra su cabeza. —Le dije que tuviste un accidente. Mi estómago cae. No me va a gustar esto. —¿Un accidente? Evita el contacto visual mientras distraídamente gesticula con la mano. —Problemas de chicas. Sangre… en lugares… en la ropa. —Jax se levanta—. No vamos a discutir esto. Te cubrimos. Lo creyó. Eso es todo lo que necesitas saber. El calor por fin corre a mis mejillas. Mátame ahora, joder. —Gracias. —No hay problema. —Jax me mira otra vez; entonces me observa realmente, y enojado—. ¿Qué demonios? Por instinto, mis dedos van a la mejilla y me arrepiento al momento en que los puños de Jax se aprietan. —¿Te asaltaron? —exige—. ¿Así perdiste los medicamentos? —¡Jax! —grita su papá desde la parte inferior de las escaleras—. ¡Ven aquí! —Haley —dice, ignorando a su padre. —¡Jax! —Esta vez el vidrio de la vieja ventana se sacude con su voz y me estremezco. —¡Ve! —le digo, prefiriendo no ser la razón de que los dos entren en una pelea a gritos—. Por favor. Me señala. —Esto no ha terminado. —Se gira y, al igual que Kaden, se agacha cuando cruza la habitación. Paso los dedos contra mi mejilla sensible. —Jax. Duda cerca de la puerta. —No puedo bajar a cenar así y mi maquillaje está abajo. ¿Puedes ayudarme? Jax asiente. —Considéralo hecho.

West Traducido por Dannygonzal Corregido por LucindaMaddox

—Creo que estás muerto. Mis ojos parpadean al abrirse y se elevan cuando me encuentro cara a cara con unos ojos color almendra y oscuro cabello largo. Un rápido vistazo a la habitación y descubro que me encuentro en un sofá en un sótano sin terminar de concreto gris. Un solo foco ilumina el área. Detrás de mí hay una lavadora y secadora. En frente hay una cama y al lado, un televisor. Anoche, tomé una ducha caliente y caí rendido. Me froto la cara con mis manos. Esto es malo. Lo de anoche sucedió. No era una pesadilla. —Maldición, supuse mal. Estás vivo. —Cerca de donde estuvo mi cabeza, Abby cae hacia atrás, de sus rodillas a su trasero—. No puedo decidir si eso es bueno o malo. —Jódete. —Mis músculos están rígidos. Duelen. Vacilando, me estiro para ver si algo se encuentra roto. Abby presiona una mano sobre su boca y simula jadear. —Tu madre estaría horrorizada por tus modales. Creo que están pendientes los ―por favor‖ y ―gracias‖. —Pierde la falsa dulzura—. Incluso si estás en los barrios bajos, Niño Rico. —Patea mi espinilla cuando se pone de pie—. Levántate. Tengo trabajo que hacer y ser niñera no está en la lista. Recuerdos de anoche surgen en mi mente. Y más importante, de la chica que posiblemente me rescató de morir de frío en la calle. —¿Haley se encuentra bien? Al ser un maldito perdedor anoche, no pude reunir la suficiente energía o auto-respeto para llevarla a casa. —Lo estaba la última vez que la vi. ¿Estás saliendo con ella? —No. —¿Follándola?

Miro a Abby, pero no puedo enojarme demasiado con ella. También salvó mi trasero. Sacudo mi cuello hacia un lado, con la esperanza de expulsar la molesta inseguridad por el bienestar de Haley. —Bien. Los rumores dicen que ella es decente. Se merece algo mejor. Probablemente lo merece. Haley es, probablemente, el tipo de chica de cena, una película y rosas; que se toman un mes para dar el primer beso. Yo... no es mi estilo. —¿Qué hora es? —Muy temprano para que mis clientes estén despiertos, pero lo estarán pronto. —Abby saca un celular de su bolsillo trasero—. Mueve tu trasero. Este no es un hotel de cinco estrellas. Siento un treinta por ciento de curiosidad por la palabra clientes, entonces me doy cuenta de que me importa un carajo. —¿No hay desayuno continental? —¿Qué tal si besas mi trasero? De hecho me hizo gracia; luego ruedo mi cuello y hago un círculo con los brazos. ¿Cómo diablos mi hermana se involucró con ella? La evaluación ―no médica‖ dice que estoy magullado. Nada más. —¿Dónde estoy? —En casa de los padres adoptivos de Isaiah. Maldición. Reevalúo la habitación, buscando al bastardo. —No te preocupes —dice mientras mira la pantalla de su celular—. Anoche se quedó en el hospital con Rachel, ya que hoy no tiene escuela. Eso es correcto. Hoy es sábado. —No tenemos. —¿Qué? —Dijiste ―no tiene‖ como si tú no fueras a la escuela, o ¿mientes sobre ser una estudiante de penúltimo año? —Bah, considero opcional a la escuela, pero soy una estudiante de penúltimo año. —Así que todo lo que le dijiste a Rachel, además del curso en que te encuentras, ¿era mentira? Los labios de Abby forman una sonrisa. —No le miento a Rachel. Pero sí, puedes asumir que todo lo que sale de mi boca para cualquiera, menos a ella o Isaiah, es una interpretación diferente de la verdad. Tal vez también a Logan, el amigo de Isaiah. Me gusta. Me recuerda al queso caliente y me gusta el queso. Las venas bajo mi cuero cabelludo comienzan a palpitar. —Así que mentiste sobre mi madre.

—No, eso era verdad. Sé por qué va al bar una vez al mes. El tercer viernes del mes, para ser exactos. Va como a las siete de la tarde. ¿Te suena familiar? Mis hombros se desploman. Mierda, Abby sabe. —¿Por qué va ahí? —Venden unas asombrosas nieves en cono. El rojo ganó una cinta azul en la feria estatal el año pasado. El palpitar se intensifica. Esta chica es como una de esas malditas moscas que vuelan sobre tu cabeza y tu comida. —Déjame adivinar: estás mintiendo. Me guiña. —Lo captas rápidamente y yo aquí, tomándote por estúpido. Un músculo se tensa en mi mandíbula. No soporto a esta chica, pero me dio un lugar para dormir, así que me comporto y cambio de tema. —¿Él te dijo que me trajeras aquí? —Imagino que el idiota quería algo para usar contra mí: me ayuda en una mala situación y luego me sacará algo. Dinero, drogas. Debe ser eso lo que usó para atrapar a Rachel. ¿Por qué más estaría ella con un tipo como él? —La respuesta inicial de Isaiah fue dejar que te desangraras en la calle, pero luego se puso sentimental y pensó en que Rachel se sentiría triste si murieras, así que me llamó y me pidió que cuidara de ti. Le dije que Rachel hubiera superado lo que te pasara y que podríamos hacerla feliz si le comprábamos un conejo, pero fue tan malditamente insistente. Verás, Isaiah y yo tenemos nuestro pasado. Lo conozco desde siempre porque nos conocimos en un basurero... —¿Por qué aquí? —la interrumpo, sin importarme su trágica historia de fondo. Todo el mundo tiene una historia sobre la cual sollozar. Ricos o pobres. Abby me mira con los ojos muy abiertos. —Porque si te llevo a mi casa comenzarían los rumores. De verdad, West. Soy una chica soltera. Tengo que proteger mi imagen. No queremos que la gente piense que hemos hecho algo indecente. Hablar con ella es como ver a un gato morderse la cola. —Otra mentira. —Puedo pretender que es mi respuesta. Me gusta pretender. Puedes crear cualquier cosa que quieras para todo el mundo. —Posiblemente eres la persona más jodida que he conocido. —Eso no es nuevo. —Abby desliza su teléfono en el bolsillo—. Ahora, si hemos terminado de ―pretender‖ que tenemos una conversación, me gustaría ir a ver a mi mejor amiga. Y, no, eso no es mentira. Se gira sobre sus talones y sube las escaleras.

—Abby —le grito mientras deslizo mis pies en mis tenis. Ella duda en el descansillo y espera a que la alcance—. Dime por qué mi mamá va al bar. Una sonrisa maliciosa se extiende por su rostro. —Podría decírtelo, aunque no habría absolutamente ninguna diversión en eso. —Y sube las escaleras.

Haley Traducido por Val_17 Corregido por GusFuentes

Cada respiración sabe a polvo, rociado con gasolina y aceite. Capas de suciedad abrigan el frío suelo de cemento de la cochera, y mi mejilla se ha vuelto insensible en su contra. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me abandonó Matt? ¿Segundos, horas, días? Al principio asumí que me dejó para conseguir ayuda —para encontrar cordura en la locura, pero no… se fue. Él simplemente se fue. —¡Haley! —La voz es lejana, sin embargo, una persistencia dentro de mí me dice que está cerca. La sangre empapa mis manos. Es la sangre de Matt… creo. Tal vez es la mía. No lo sé. Discutimos. Eso es todo lo que hacemos ahora… discutir. Es para lo que somos buenos, pero ahora parece mal. Me golpeó. Yo también lo golpeé. Y de alguna manera ninguno se detuvo. —Está fría —dice Jax—. Y mira sus ojos. Creo que está en shock. Es un esfuerzo girar la cabeza hacia Jax. Su cabello rubio platinado está levantado en una cresta. Se saca su camiseta por la cabeza y la coloca sobre mis brazos y pecho, pero no en mis manos. No, no permitiría que tocara mis manos. La sangre arruinaría su camiseta blanca. —¡Haley! —Jax acerca sus manos, sin tocarme, sólo ahí… moviéndose como si no supiera qué arreglar primero, o preocupado de que si hiciera contacto se enfermaría y estaría maldecido como yo—. ¿Qué pasó? —No lo sé. —No reconozco mi voz. Ahora soy diferente. Cambiada. Me levanto hasta que estoy sentada y mi hermano mayor, Kaden, apoya mi peso en su pecho. Levanta mis muñecas. —¿Estás sangrando? Sacudo la cabeza. —No. —No lo creo. La habitación da vueltas y yo también. Kaden deja caer mis manos para agarrar mis hombros. —Tranquila, Haley. ¿Está herida?

Inclino la cabeza y miro pensativamente a Jax. ¿Lo estoy? Matt me abofeteó. Así comenzó la pelea. ¿Hay un moretón permanente allí? ¿Mi propia y personal letra escarlata marcándome como derrotada? Los ojos de Jax miran por todas partes. —Se ve bien, pero no está actuando bien. Sus nudillos están magullados. Definitivamente ha estado en una pelea. —Había sangre. —Eso parece importante—. Matt y yo hemos estado juntos durante un año. —Porque eso también se siente importante. Un mes después del final de mi segundo año, Matt y yo comenzamos. Ahora, es el final de mi tercer año de secundaria y hemos terminado. Asiento. Sí, terminamos. No hay vuelta atrás desde esto. —Sí —repito—. Había sangre. —¿Quién te hizo sangrar? —pregunta Jax—. ¿Matt? Matt y yo discutimos, y él se enojó, mucho. Me dio una bofetada, un puñetazo en mi estómago, luego fue por la cabeza y lo intercepté. Le di unos cuantos golpes cuando tomó ventaja de mi guardia baja y recibí el golpe detrás de la oreja. Me desplomé en el suelo y luego se marchó. —Lo golpeé. Detuve su ataque inicial y lo hice sangrar. —¿Matt te hizo esto? —La voz de Kaden es baja pero dura, una promesa de violencia. Me estremezco ante la advertencia tácita. No pueden ir tras Matt. No pueden. Ya creé demasiada destrucción. —La vi dejar la fiesta con él —continúa Kaden. Jax se levanta del suelo. —Está jodidamente muerto. —No puedes. —Ignorando la presión de las manos de Kaden, presiono mis pies con fuerza contra el concreto mientras aplasto a mi hermano. Él me suelta y Jax toma mi brazo cuando me balanceo. Se inclina hacia mí mientras me sostiene. —¿Qué demonios pasó? Mis ojos parpadean y las palabras gritadas de Jax hacen eco en mi cabeza. Nunca he estado tan aliviada de ver los clavos sobresaliendo a través del techo de mi tío. Inhalo una respiración para calmar la prisa de la sangre golpeando en mis sienes. Solía tener esta pesadilla con frecuencia después de que las cosas terminaron entre Matt y yo el verano pasado, y me imaginé que la tendría de nuevo después de lo que pasó anoche. Sobre todo porque era su hermano menor quien me asaltó. Lo que apesta es que no es sólo una pesadilla. Es el pasado reviviendo en mis sueños.

Me siento y tiemblo contra el frío aire del ático. No, no es el aire frío colándose de la ventana rota lo que causa el escalofrío. Es el hecho de que la vida se ha complicado. Saco mi largo cabello de la base de mi cuello. Complicado. ¿Cuándo iba a ser fácil la vida? El verano pasado, le mentí a Jax y Kaden. Les dije que Matt y yo tuvimos una discusión verbal y rompimos, y que después de que se fuera, alguien que no vi me atacó por la espalda. Mi familia me odia ahora por lo que he hecho, pero estoy mintiendo para protegerlos. Me he alejado de todo para protegerlos. Si les hubiera dicho a ambos la verdad sobre lo que sucedió con Matt, habrían ido tras él, y luego Matt y sus amigos habrían tomado represalias. Todo en las calles. Todo con odio puro. La pelea no terminaría nunca. Y anoche… podría haber destruido todo lo que construí con el fin de protegerlos. Rompí una regla. Me involucré. Golpeé al hermano menor de Matt, y él va a querer venganza. Incluso aunque pierda a Jax y Kaden, tomé la decisión correcta. Suelto un largo suspiro. Lo es. Es la decisión correcta y he vivido con esta mentira demasiado tiempo para dejar que lo arruine su hermano. Mis ojos caen a mis zapatos en el suelo y maldigo en silencio. Si mi tío descubre que usé zapatos en la casa, empezará una pelea. Me los quito, bajo las escaleras de puntillas en mis calcetines. Dos veces el material se engancha en un clavo expuesto. En el fondo, disfruto el hecho de que bajé sin un fuerte gemido traicionando mi existencia. Hago una pausa y luego me esfuerzo por escuchar la ligera respiración de las otras nueve personas durmiendo en la casa. Justo frente a mí, está el baño. A la derecha del cuarto de baño, los fuertes ronquidos de mi tío se pueden escuchar más allá de la puerta de madera cerrada, y en la habitación a la izquierda, mi hermana estrangula a su muñeca American Girl mientras gira en el piso en su sueño. Con los ojos todavía cerrados, mi madre se agacha y toca la cabeza de Maggie llena de rizos castaños. Doy un giro inmediato y cuidadosamente maniobro sobre Jax, cuya cama se ha convertido en la alfombra de la sala de estar. Las largas piernas y brazos de Kaden cuelgan del sofá. Incluso antes de que nos mudáramos aquí, la sala de estar era el lugar de Jax. Mis padres desplazaron a sus hermanos más jóvenes para ocupar su habitación. El Dictador los expulsó a dormir en el sótano sin terminar. Me ofrecí a dejarlos tener el ático. Jax amenazó con patearlos si aceptaban. Con movimientos dolorosamente lentos, dejo mis zapatos cerca de la puerta principal. Estoy asumiendo que Jax y la mentira de Kaden cubrieron mis zapatos desaparecidos, pero por si acaso…

La luz brillando en la parte trasera de la casa me pilla con la guardia baja y paso a través de mantas, almohadas, camisetas, calcetines, brazos y piernas para acceder a la cocina verde lima que es lo suficientemente grande para una estufa, nevera, un fregadero y un par de gabinetes. Lo que no encaja es la gran mesa ovalada con capacidad para diez personas. Consume toda la cocina, e incluso con los asientos de madera desiguales y las sillas plegables de metal empujadas dentro, es difícil caminar. Dudo mientras asomo la cabeza, luego sonrío. Papá: pelo rubio, alto como Kaden. Está sentado al extremo de la mesa, leyendo el periódico mientras anota algo en un cuaderno. La alegría burbujeando dentro de mí es similar al bajar las escaleras la mañana de navidad. No puedo recordar la última vez que pasé tiempo con él a solas. —Hola. —Me apoyo en el marco de la puerta, nerviosa por entrar. Siguiendo con lo que asumió Jax al principio, les dije a mis padres que llegaba tarde para el toque de queda, corrí a casa y la medicina de papá se me cayó sin darme cuenta. Independientemente de cómo sucedió, perdí su medicación. ¿Aún soy bienvenida? Sus ojos brillan cuando levanta la cabeza. —Haley, ¿qué haces despierta? —Sólo estoy levantada. —Hablamos apenas en susurros. Es raro cuando esta casa está en silencio; más raros son los momentos en que alguien puede encontrar paz—. ¿Qué hay de ti? Los círculos oscuros bajo sus ojos indican que está luchando contra el insomnio de nuevo. Mamá dijo que su mente corre con todo lo que sucedió, tratando de averiguar dónde salió mal, o luchando por descubrir una manera de arreglarlo. —Lo mismo que tú. Sólo levantado. —¿Qué estás haciendo? —pregunto. Señala el periódico. —Buscando trabajo. Asiento, sin saber qué decir. Hablar con él solía ser fácil. Muy fácil. Antes, cuando era más joven, solía entrenar con mi abuelo. Así es cómo se conocieron mamá y papá. Es toda una historia muy romántica de amor, y adoro cada segundo de la historia empalagosa. Él hacía kickboxing, como yo, y puso a mamá, la hija del entrenador, a sus pies. Papá prácticamente nos crió a mí y Kaden en el gimnasio. Kaden se enamoró del boxeo, la lucha libre y luego, las artes marciales mixtas. ¿Yo? Me quedé con el kickboxing y papá lo admiraba, hasta que dejé el gimnasio de mi abuelo. Luego perdió más respeto por mí cuando lo dejé por completo. Muerdo el interior de mi labio y me deslizo en la cocina, enfocándome en el suelo marrón de linóleo mientras avanzo hacia su dirección. —¿Hay suerte?

Sacude la cabeza y cierra el diario. —Casi todo está en línea ahora. Me dejo caer en la silla a su lado y abrazo mis piernas en mi pecho. —¿La biblioteca entonces? —Mi tío no cree en el acceso a Internet. —Sí. —Da golpecitos sobre la mesa. Con el tiempo pierde el ritmo y sigue con un zumbido persistente. ¿Es una conversación conmigo tan dolorosa para él, o es la conversación en general? —Kaden tiene una pelea en tres meses —digo—. Él se va a profesionalizar. Mi hermano me perforará agujeros con su mirada durante una semana porque le dije esto a papá. Se suponía que yo no lo supiera. Los escuché a él y Jax discutiéndolo en el autobús. Por alguna razón, quería mantenerlo privado, pero estoy desesperada por poner fin al silencio. —Lo más probable es que vaya a terminar la lucha contra uno de los chicos de Black Fire, y sabes que ellos dominan en una lucha a pie. —Pero Kaden es una fuerza de la naturaleza en la lona. —¿Él va a empezar a luchar por dinero? —Sí. —Habría sido mejor si Kaden pudiera luchar en aficionado por unos cuantos años más, que adquiriera cierta experiencia, pero la tentación del dinero como premio es demasiado fuerte. Incapaz de permanecer quieto, papá rueda el lápiz sobre la mesa bajo su palma y nunca me mira. —En otras palabras, ¿luchará con Matt? Me sonrojo, en todas partes. El calor sube por mis mejillas y la parte trasera de mi cuello. ¿Alguna vez seré perdonada? ¿Por alguien? —Tal vez. Si Matt va a ser profesional. —Ambos sabemos que lo hizo en cuanto cumplió los dieciocho años. Probablemente tiene razón, así que no digo nada. —Es muy malo que tú le enseñaras como derrotar a Kaden. Un nudo se forma en mi tráquea y araño un agujero en mis pantalones justo encima de la rodilla, haciéndolo más amplio. —Lo sé. — Estoy muy consciente de las decisiones podridas que tomé. Me aclaro la garganta y vuelvo a intentarlo—. Pensaba que tal vez tú podrías ayudar a entrenar a Kaden. Pensaba que así papá podía salir de esta casa. Una vez leí que el ejercicio provoca un torrente de endorfinas. Tal vez si hacía algo que disfrutaba, algo en que era bueno, mejoraría. —Estoy seguro que tu abuelo lo tiene cubierto. —Logra una media sonrisa cuando me mira—. ¿Qué pasa contigo? ¿Has pensado en volver? Tengo esa pesada sensación de hundimiento mientras sacudo la cabeza —del tipo que se siente como miel fría corriendo de mi corazón a

mis intestinos. ¿Lo pondría feliz si regresara? He cavado mi tumba tan profunda en el gimnasio que podría ser imposible volver, incluso si quisiera. El refrigerador se enciende, un fuerte zumbido que significa que algo está a punto de romperse. —Tu mamá habló con tu tía-abuela en California. Ofreció dejarnos vivir con ella. Levanto una ceja. —Vive en una comunidad de retiro. No hay nadie menor de sesenta y cinco. —Consiguió el permiso para que nos dejaran quedarnos. Evalúo la cocina. Esta casa es el sucio y oscuro secreto del infierno en la tierra, pero la idea de dejar Kentucky me duele en el alma. Dejar el estado significa que hemos perdido la esperanza y no fue hasta este momento que me doy cuenta que me he aferrado hasta a la más mínima. No importa que tan maltrecha y magullada esté la pequeña esperanza, sigue débilmente con vida, rezando porque papá consiga un trabajo y nos lleve a casa. —¿Nos vamos? —Vamos a tratar de aguantar hasta que Kaden y tú se gradúen. Iremos si las cosas no han mejorado para entonces. —Encontrarás algo. Sé que lo harás. —¿Cómo va la búsqueda de universidad? —suelta papá. Me congelo, sin saber qué responder. He mantenido el rechazo en privado, aunque anhelo decírselo. Hace mucho tiempo, él habría sido la primera persona a quien me aproximaría con cualquier problema, ya que siempre tenía las palabras adecuadas. Colocaría un brazo alrededor de mi hombro, un beso en mi sien y me diría: ―Mala suerte, niña. Lo conseguiremos la próxima vez‖. Duele por dentro, saber que lo he decepcionado con el gimnasio y el kickboxing y ahora la universidad, es como ser destripada por un cuchillo afilado. —La búsqueda de universidad va genial. —¿Tienes alguna beca? No. —Sí. Un montón. —Bien. —Una pausa—. Bueno. Al menos Kaden tiene el gimnasio. — Su voz se quiebra mientras su piel se desvanece a un color ceniza. La expresión es apagada cuando todos mis recuerdos de él son de un valiente luchador. He visto a mi papá luchar en el ring con oponentes que eran más fuertes que él y ganar. ¿Cómo llegó a estar tan roto? El temor hace que mis manos tiemblen porque me rehúso a dejarlas sobre mis ojos. Es horrible ver su ruina, sabiendo que soy en parte

responsable. Si hubiera conseguido los medicamentos, no habría estado obsesionado con sus errores y podría empezar a dormir por la noche. —Kaden continuará en el gimnasio, pero pensé que tendría algo que ofrecerte para la universidad. Tenía algo de dinero guardado, no mucho, sino lo suficiente para ayudar, pero entonces lo necesitábamos para la hipoteca… Un ruido extraño deja la garganta de papá mientras desliza su silla hacia atrás. —Biblioteca. A pesar de que no abre hasta dentro de unas cuantas horas más. Se presiona entre la pared y la mesa, y cuando está a punto de dejar la cocina, abro la boca. —Papi… Coloca una mano contra el marco de la puerta y sus nudillos se mueven cuando aprieta su agarre. No lo he llamado así en años. Me mira por encima de su hombro. —¿Sí? —Lo siento. —Lo sé, Hays. Lo sé.

West Traducido por NnancyC Corregido por Aimetz Volkov

La unidad de cuidados intensivos del hospital tiene ese silencio de película sangrienta. Ese momento justo antes de que el psicópata salga desde atrás de una encimera y descuartice a las personas en pedazos. Desde la sala de espera familiar, puedo escuchar el ocasional pitido del monitor, el susurro de papel y el bajo murmullo de una conversación entre las enfermeras. Aborrezco este lugar. Es frío, estéril, huele a alcohol y está lleno de muerte. Rachel no debería estar aquí. Este lugar es lo opuesto a ella. Incapaz de sentarme por más tiempo, salgo abruptamente del asiento. El chico en el otro lado de la sala levanta la cabeza para mirarme. Nos miramos. Su esposa está muriendo. Lo escuché decirle a alguien hace un par de minutos. Muriendo. Como dije, Rachel no pertenece aquí. Desvío la mirada y camino hasta las ventanas. Me duele la mandíbula. Los nudillos de mis dos manos están muy rasguñados y palpitan dolorosamente. Conduje aquí hace horas. Abby visitó a Rachel y se fue. Le envié un mensaje de texto a papá y le dije que vine aquí. El silencio, de mi familia entera. De mis hermanos mayores, Jack y Gavin, del gemelo de Rachel, Ethan, y hasta de mamá y papá. Quieren que visite a Rachel, pero no puedo. No con ella aquí, rodeada por personas que están muriendo. Le fallé. Mi corazón palpita con fuerza y el dolor agudo crea un estado de tensión. Cierro los ojos, deseando que pudiera irme. —West. Me giró ante el sonido de la voz de mi madre. Las lágrimas han cavado surcos en su maquillaje y su rímel negro se amontona cerca de sus ojos.

Las ganas de vomitar golpean mis entrañas. —¿Es Rachel? —Hablamos con el especialista del hospital. El daño en sus piernas es grave y… —Mamá se ahoga en sus palabras, luego estampa una mano sobre su boca. Exhala y recupera la compostura—. Fue una noticia inesperada. Me quedo quieto como una estatua, aunque sus palabras penetran mi conmoción. Más cirugías. Más tiempo en el hospital. —¿Va a caminar de nuevo? —No sé. Me froto los ojos para reajustar mi equilibrio. Esto es mi culpa. Si hubiera encontrado otra manera de manejar las cosas, Rachel no estaría en este hospital. No estaría luchando por su vida. Los tacones de mamá suenan por el suelo de madera, viniendo hacia mí. Cuando eleva una mano, alejo la cabeza. No merezco el perdón de mamá ni su consuelo. Persistente, mamá suavemente posa una mano en mi mandíbula y mueve el pulgar como si su toque pudiera borrar los moretones. —¿Por qué te haces esto? ¿Por qué siempre debes luchar? —No sé. —Retrocedo, forzándola a dejar caer su mano. Mamá pone distancia entre nosotros y se sirve una taza de café. — ¿Has visitado a Rachel? —No. —Un barrido del cuarto confirma que el chico con la esposa moribunda se marchó. No me asombra que mamá esté siendo abierta sobre asuntos familiares. El carraspeo áspero de una garganta llama nuestra atención a la puerta. Papá se extiende en su metro ochenta de altura y coloca sus ojos oscuros y furiosos sobre mí. —Miriam. —Suaviza su tono cuando se dirige a mamá—. Las enfermeras te necesitan. Mamá asiente, y se apresura a salir, papá suavemente envuelve los dedos alrededor de su muñeca. Levanta la mirada hacia la suya y él se inclina para besarle en los labios. Hacen esto. Mis padres se aman. Papá la adora, y es por eso que es un fanático del control con nosotros. Si todo no es sobre negocios, es sobre la felicidad de mamá. Cuando papá la suelta, ella se va. Sin mirar ni una vez en mi dirección. Me enderezo cuando entra papá, como si estuviera preparándome para una pelea física. Aún no hemos llegado a los puños durante una discusión, pero el fuego en sus ojos dice que ese día sucederá. Ahora más pronto que más tarde, y odio eso. Cuando era un niño, solíamos ser cercanos.

—No viniste aquí anoche como te pedí. Permanezco en silencio. La verdad no ayudará en mi caso. He estado en detención más que cualquier otro niño en mi escuela y he estado suspendido más días de los que hemos tenido libres. Papá, en su propia manera, aguanta mi mierda, pero hace meses dejó en claro que terminaría conmigo si me expulsaban. —¿Fuiste a casa o te desmayaste en una fiesta? —pregunta. —¿Importa? —He visto antes esa expresión. Ya ha formado una opinión de mí. —No —responde—. Te han expulsado. Pronuncio algo que nunca le dije antes. —Lo lamento. —Y es cierto. Por Rachel. Por la pelea en la escuela. Por complicar más esta horrible situación. Su rostro permanece impertérrito. —No me importa. Parpadeo y mis hombros caen unos centímetros. —Lo digo en serio. Lo lamento. Me disculparé con el director, con el chico que herí, con su familia, lo que tú digas. La jodí esta vez. Me señala con el dedo. —Malditamente correcto, la jodiste. Pero no sólo esta vez. Este es uno de muchos errores y he terminado con ello. Te dije hace meses que dibujé la línea en la expulsión. Todo lo que tenías que hacer era mantenerte al margen de las peleas y de los problemas hasta que te graduaras y ni siquiera pudiste hacer eso. Lo peor, es que elegiste cruzar esta línea con tu hermana en el hospital. ¿Qué es eso? ¿Un lloriqueo por atención? ¿No crees que tu madre haya lidiado con suficiente? —Bien. Dime qué quieres que haga y lo haré. —Tu hermana está muriendo de dolor y por lo que entiendo, tuviste que ver en esta pesadilla. Mis ojos se lanzan a los suyos. —Traté de mantenerla lejos de Isaiah. —Ahí es donde fallé, y no me importa el recordatorio. —¡Nunca te molestaste en decirme que estaba viéndolo! Yo soy su padre, tú no. Soy el que toma aquellas decisiones. Arrojo los brazos a mis costados. —¡Eso habría requerido que estés en casa y no en tu maldito teléfono! Un músculo salta en su mandíbula. Le hice daño y no me importa una mierda. —¿Te importaría contarme acerca del dinero que tomaste de tu hermana? —No me gusta la forma en que sus ojos surcan por mí, como si

metiera una navaja en mi pecho y estuviera disfrutando de observarme sangrar. —Le dije a Rachel que se lo devolvería. —Dime sobre el dinero que tomaste de tu hermana. —Ya te lo dije. Gavin le debía dinero a un corredor de apuestas y encontré la cantidad que necesitaba. —Nunca me dijiste que le robaste ese dinero a Rachel. —No le robé. Lo tomé prestado. —Sin su previo conocimiento o consentimiento, pero juro que prometí pagarle. Esto es noticia vieja de los días antes del accidente de Rachel. Sin saber que tenía la situación bajo control, Jack se vino abajo y le contó todo a papá: cómo Ethan, Jack y yo habíamos estado cubriendo los problemas de juego de Gavin debido a que mamá no podría manejar la verdad de que su hijo primogénito era un adicto al juego. Pero cuando Jack lloró a papi, olvidó intentó hablar de sus problemas con papá cómo en cada una, este le eludió sobre una Así que cuando papá no le daría ni la hora, vino a mí.

sacar a colación cómo Gavin en tres ocasiones distintas y reunión de negocios o mamá. Gavin hizo lo que necesitaba:

—¿Sabías que Rachel estaba en problemas? —exige papá—. ¿Que perdió alguna carrera callejera y le debía dinero a un criminal? ¿Que fueron tus amigos los que la llevaron a la carrera? ¿Que la metieron en esa vida? —Rachel no sale con mis amigos. —Y le patearía sus traseros si Rachel cruzara por sus mentes. —Ella estaba en el dragway la noche del choque porque le robaste el dinero que ganó para pagar la deuda. Se encontraba allí debido a ti, por millonésima vez, tomaste los asuntos en tus propias manos y en lugar de pensar por treinta segundos sobre las consecuencias de tus decisiones, actuaste por instinto. Este accidente es tu responsabilidad. —Es mentira. —Todo el mundo sabe que papá estaba conduciendo desde el dragway con Rachel en el asiento del pasajero cuando ahogó el motor del auto. Todos saben que el camión articulado que los chocó había perdido el control—. ¿Quién te dijo esto? Papá da un paso en mi dirección, y si fuera cualquier otro, juraría que deseaba lanzar un golpe. —Isaiah. El nombre causa que hierva mi interior. —Es un mentiroso. —Si es un mentiroso, entonces es mejor que tú —espeta papá—. Pero no creo que Isaiah esté mintiendo. Es el único que ha estado apoyando a tu hermana mientras que tú te metes en peleas.

Retrocedo, ya que la locura cercana hace girar la sala. Sí, pensé que fallé al no mantener alejada a Rachel de Isaiah, pero luego mi última conversación con Rachel colisiona alrededor de mi cerebro. Que me jodan. Esto podría ser cierto. —No entiendes. Rachel no me quiere ver. No quiere, porque si lo que papá está diciendo es cierto… si las últimas palabras que Rachel me dijo la noche del accidente son verdaderas… le robé el dinero que necesitaba y debido a eso, la puse en peligro. —¡Tú no quieres verla! —La frente de papá se arruga como si estuviera exasperado—. Todo lo que pide es ver a su familia. ¿Cuándo vas a dejar de pensar en ti mismo? ¡Es tiempo de que crezcas y te conviertas en un hombre! El miedo y el caos se abren paso desde mis entrañas hasta mi tráquea. Sacudo la cabeza, tratando de hacer que sus palabras sean erróneas. No. No soy responsable de todo esto. No puede ser. —Tú eres el desgraciado egoísta de la familia. Yo no. Papá es el que lastima a las personas que yo amo. Ese es su papel. No el mío. Papá se precipita en mi espacio, su aliento caliente en mi cara. — ¿Qué dijiste? —Me escuchaste. —La adrenalina bombea en mi torrente sanguíneo. Ansío golpearlo. Él está muriendo de ganas por golpearme. El aire es denso y tenso con violencia. Prácticamente está crepitando con la mierda. —Estoy cansado de lidiar contigo y tu temperamento. —Papá se aparta y su cara se pone roja—. Te he matriculado en Eastwick. Comienzas el lunes y finalizarás tu último año allí. Después de eso, no me importa lo que hagas. Es tiempo de que aprendas cómo arreglar tus propios desastres. Eso es correcto. Papá es estupendo en jugar este juego. En hacerme enfurecer, hacerme enojar, luego mi ira explota y soy el que sigue en problemas, pero esta vez no. Si está tentándome a que reaccione, yo también lo tentaré. —¿Encontraste algo que no pudiste arreglar con tu dinero? ¿No pudiste sobornar a los miembros del consejo de la escuela para evitar que sea expulsado? ¿O finalmente decidiste sacar la basura? Una vena le palpita en la frente. —¿Tienes alguna idea de cuántas oportunidades te ha dado esa escuela? ¿Cuántas oportunidades te he dado? ¡Tu hermana está aquí y está sufriendo, y tú sales, vas a fiestas, peleas y consigues que te expulsen de la escuela! ¡No te entiendo! No te entiendo en lo absoluto. —No —grito—. No lo haces.

No ha visto quien soy en años. Pero veo la línea. Demonios, estoy dando fuertes pisadas sobre ella y porque odio al hombre en frente de mí, la cruzo. —Estoy impresionado de verte aquí. ¿Esta era la tarde que habitualmente pasas jugando al golf o tus socios se apiadaron de Rachel y cancelaron las reuniones? Sus labios se vuelven delgados. —No hagas esto, West. La advertencia está afuera y debería escuchar, pero consigo un raro subidón al verlo retorcerse. —Te perdiste los juegos de la liga de béisbol infantil, las graduaciones de la escuela media, joder… ni siquiera tienes idea si estoy en casa la mayor parte del tiempo. ¿Quién sabía que para poder obtener tu atención tendríamos que estrellar nuestro auto contra un camión? Papá se pasa una mano por el cabello y orienta su pie hacia la puerta, pero aún no he terminado con él. —¿Cuándo ahogaste el auto de Rachel, hablabas por celular? Porque, vamos a enfrentarlo, tu empresa siempre ha venido primero. La mirada gélida que me lanza, mata una porción de mi alma. Le acerté a una fibra sensible que es real. Demasiado real. Tenía intención de fastidiarlo. Tenía intención de restregar contra esa constante bravuconería de ―soy mejor que tú‖. No tenía idea que estaría en lo cierto. —Papá —comienzo—, no tenía intención… —Ve a casa, empaca tus maletas y vete de mi casa. —Saliva sale disparada de su boca mientras señala a la puerta—. Sal de mi vista. Sal de mi vida. Si estás allí en dos horas, llamaré a la policía y les diré que arrastren tu culo afuera y te envíen a un hogar de acogida. Papá se marcha y le sigo hasta al primer par de cuartos de UCI. No puede echarme. No hay manera de que hablara en serio. Mi visión se estrecha y un sonido de zumbido bajo llena mis oídos. No habla en serio. No puede estar haciéndolo. —Es gracioso. ¿Entonces qué, estoy castigado? ¿Dos semanas? ¿Tres? Papá sigue caminando al frente. —Esto no es una broma. Vete de aquí. Es obvio que sientes que no perteneces aquí. Que me jodan, habla en serio. —¿Adónde voy? Ni siquiera me mira cuando responde—: No me importa. Eso es lo que sucede con la basura, West. Una vez que la arrojas en la acera, no te importa lo que le sucede. Mi cuerpo se vuelve frío y no puedo pensar con claridad. Cada pensamiento que tengo se bifurca y deriva a la nada. —¡Isaiah!

Doy un respingo ante el sonido aterrorizado de la voz de mi hermana y mi mano se eleva como para bloquear la vista del cuarto a mi derecha. Rachel. Está peor de lo que describieron: moretones negros y azules sobre su cara y brazos, su piel expuesta arañada y cortada, sus piernas completamente inmovilizadas. Como en una película mala de ciencia ficción, cables y tubos corren de mi hermana a las máquinas pitando. Mi mente flaquea y el suelo tiembla debajo de mis pies. Desde que ingresé al hospital, nunca he pasado la sala de espera. Nunca. Ya que no puedo manejar esto. No puedo manejar ver rota a Rachel. El hijo de puta que llevó a Rachel por el mal camino salta de su silla y le agarra la mano. Le limpia las lágrimas y le murmura. Los tatuajes marcan sus brazos. El chico ni siquiera se ha afeitado. Se cierne sobre ella, agarrando sus dedos con una mano y suavizando su cabello con la otra. Mis puños se curvan en mis costados. Está tocando a mi hermana. —Tiene pesadillas —dice Ethan desde atrás de mí. Le echo un vistazo a mi hermano, luego me deslizo lejos de la ventana, sin querer que Rachel me vea. ¿A quién mierda estoy engañando? No tengo estómago para presenciar verla de este modo. Mi mente no puede procesar lo que está sucediendo. Es demasiado: ver a Rachel, mi papá pateando mi culo a la calle, estar a pocos metros del hijo de puta que es responsable de toda esta destrucción. —¿Por qué él está allí? —Ella lo quiere, y mamá y papá no están de humor para discutir. — Ethan se hunde contra la pared—. Isaiah puede convencerla de dormir y ella se obligará a permanecer despierta si él no está allí. Ethan se parece mucho a papá, con cabello y ojos oscuros, lo que significa que no nos parecemos en nada, excepto en nuestra estatura. Si alguna vez me pregunté cómo se veía el infierno en la tierra, Ethan sería el ejemplo supremo. Días sin dormir pueden volver a alguien un zombi. Al menos, no está sollozando como la otra noche. Puedo lidiar con el infierno; con llorar no. No puedo abrazarlo de nuevo y decirle que va a estar bien. Eso requeriría que yo sea equilibrado, y equilibrado no es mi fuerte. Hay una desconexión de emoción dentro de mí mientras retrocedo… retrocedo lejos. Es un sueño. Todo esto es un mal sueño. Pies se arrastran detrás de mí, pasos de personas caminando dentro del cuarto de Rachel. No puedo entrar allí. No puedo. La gravedad me lleva y no es en la dirección que prefiere mi familia. Me muevo hacia el tirón y Ethan estampa una mano en mi hombro. —Te quiere ver. Arranco mi hombro de un tirón del agarre de Ethan. —No, no quiere. —Es seguro decir que nadie aquí me quiere.

Mi hermano no dice nada más mientras me dirijo al elevador. Como dije antes, Rachel merece lo mejor… incluido alguien mejor que yo.

Haley Traducido por Jasiel Odair Corregido por Amélie.

—Halley Williams elige, una vez más, otra forma. ¿Podría ser el definitivo, damas y caballeros? —susurra Jax burlonamente a mi lado—. El silencio recorre la multitud mientras la señorita Williams mira el texto. Sus cejas se arrugan. ¿Lo será? ¿Será este el indicado? Mi primo paró su pelo rubio platinado en una cresta esta mañana, lo que significa que se siente intratable. Si sigue con esos comentarios, va a descubrir lo intratable que puedo ser yo. Miro a Jax desde el último cajón abierto del archivador. —¿No tienes nada mejor que hacer? Jax y yo nos sentamos en el suelo, escondidos en un rincón de la oficina principal. Hemos estado aquí durante una hora y los recepcionistas olvidaron que existimos, por lo que chismean libremente. El hedor de café se transforma en una capa sobre mi ropa. Me estremezco al darme cuenta de que voy a oler así el resto del día. Él forma una amplia sonrisa. —Sí. Si me dices qué está pasando, entonces puedo ir a hacer lo mío. La traducción de ―qué está pasando‖ es lo que estoy escondiendo de la noche del viernes. No lo dije este fin de semana y no pienso hacerlo ahora. Es lunes por la mañana, me desperté temprano y tomé el autobús de la ciudad a la escuela para poder, una vez más, leer detenidamente el archivador lleno de solicitudes de becas. Uso Internet en la biblioteca, pero tratar de encontrar becas aplicables allí es como tratar de buscar un anillo perdido en una duna de arena. —No estoy haciendo nada, así que ve a hacer lo tuyo. —Meneo las cejas y le doy una sonrisa socarrona—. Debe haber una chica por aquí que no hayas ofendido. —Podrías pensarlo, pero es evidente que las chicas hablan entre sí. Una maldita pena.

—Maldita pena —repito. Guardo de nuevo otra aplicación inútil en una carpeta y saco otra de un tirón—. ¿Crees que yo podría pasar por nativa de Alaska? —Seguro. —Muerde una manzana que robó de la cafetería y cuelga un pedazo de papel en el aire—. Apuesto a que también podrías pasar por alguien que se le da genial el tenis. Arrebato la aplicación de sus manos y la guardo de nuevo en el armario. —Qué gracioso. Sólo espera hasta el año que viene y estarás haciendo la danza desesperada. —No, no lo haré. La escuela secundaria es lo más lejos a lo que voy a ir. —Jax es un año más joven que yo, con diecisiete años, y un estudiante de penúltimo año. Cuando éramos más jóvenes, éramos inseparables, pero entonces él creció, a mí me crecieron pechos, él se interesó en las chicas y yo llegué a interesarme en algo distinto de lo que me gustaba a los diez. —Conseguiré un trabajo —dice—. Y lo más lejos de papá como sea posible. Amén a eso. Supongo que somos más parecidos de lo que pensaba en un principio. Un golpe en la ventana que da al pasillo principal nos llama la atención. Kaden gira hacia nosotros y vocaliza: ―¡Apestan!‖ Jax se ríe y le lanza el dedo medio a modo de respuesta. Me río cuando Kaden sacude la cabeza y se queda afuera. —¿No le dijiste a Kaden que hoy te ibas a convertir en mi sombra? —Nah, él sabe, pero no lo desperté cuando te escuché preparándote en el piso de arriba. Ayer entrenó duro y necesitaba dormir. Kaden está cabreado porque tuvo que tomar el autobús solo y yo no estaba allí para actuar como escudo con ese cachorro de primer año ladrándole. Kaden es un año mayor que yo, pero él repitió primer grado. Debido a eso, los dos cursamos el último año en la secundaria Eastwick. Es duro para Kaden ya que todo el mundo sabe que está en el mismo grado que su hermana menor. Por lo menos lo sé yo. En una época en la que éramos unidos, él confiaba en mí. Y pelea duro en el gimnasio, porque al repetir un grado, de ese modo él está tranquilo en público. —Todavía queda algo de tiempo antes de clase —le digo—. ¿Por qué no vas a molestarlo? —Porque te estoy molestando a ti. —Otro crujido de la manzana. ¿Por qué no tocaba un instrumento en la banda? Hay una sección entera dedicada a esa beca. —No voy a cambiar mi historia. —No espero eso, pero si tengo razón, y yo no me equivoco, espero que se revele la verdad. Hoy. En la escuela.

Mi cabeza gira en su dirección. Jax me mira con los ojos verdes pensativos. Cuando hace esto me recuerda a una lechuza y me hace sentir como un ratón, lo cual no es bueno. La familia de Jax mata cosas por deporte. —He estado viviendo en este barrio mucho más tiempo que tú — añade—. El hermanito drogadicto de tu ex-novio te asaltó la noche del viernes y lo estás encubriendo, ¿no es así? —No. —Sí. Jax se inclina hacia mí y su comportamiento juguetón se evapora. — Pensé que habías superado lo de Matt. —Lo he superado. —Lo más sincero que le he dicho a Jax en seis meses. Lo que pasó entre Matt y yo era indecible. —¿Entonces por qué estás encubriendo a su hermano? Porque no juegan limpio. Las palabras están en mi cabeza, chocando unas con otras. Incluso cuando yo salía con Matt, su hermano pequeño llevaba un cuchillo. Ya han pasado seis meses. Me estremezco al pensar que Conner se ha graduado también. Jax y Kaden odian a Matt y Conner. Han sido enemigos desde que tengo memoria. —Le di una patada en el culo a Conner en el último torneo, Hays, pero no lo sabrías porque no estabas allí. Puedo cuidarme sola, Kaden puede cuidarse y nuestro trabajo es cuidar de ti. Si Conner piensa que eres presa débil, vendrá por ti otra vez. Ya no vives en la clase media. Se trata de las calles y hay reglas. Y soy la que fue asaltada. —¿No crees que lo sé? —¿Hay algún problema aquí? —Me estremezco cuando veo a nuestra trabajadora social de la escuela, la señora Collins, de pie junto a mí y Jax. Ella es rubia, delgada y de mediana edad, y excepto por este momento, normalmente tiene una sonrisa en su rostro. Mi abuelo asistió a la conferencia de padres y maestros el mes pasado y habló con ella por demasiado tiempo sobre su gimnasio. —Haley y yo estamos discutiendo —dice Jax. Mi estómago se retuerce como un trapo. Cállate, idiota. —¿Puedo ayudar? —pregunta con voz alegre—. ¿Mediar, tal vez? —No —le respondo. Al mismo tiempo, Jax dice—: Sí. Giro la cabeza hacia él y golpeo las manos contra la alfombra. —¿En serio?

—¿Por qué no? —Hace crujir la manzana de nuevo—. Si alguien necesita terapia, es nuestra familia. —Me guiña un ojo, y luego se vuelve a dirigir a la señora Collins—. La estoy sacando de quicio. Mi meta en la vida es enojar a Haley y lo hice. Jax me ofrece su mano, la acepto, y nos levanta a ambos del suelo. Se abalanza sobre mi mochila y sobre algunas de las aplicaciones que se habían caído de los archivos, luego, cierra el gabinete de una patada. Agita la manzana en el aire. —¿Papelera? Con la cabeza apoyada a un lado como si estuviera viendo un fascinante reality show, ella apunta a la papelera pequeña junto a sus pies. —Dile a tu abuelo que todavía estoy trabajando en ese voluntario. —No hay problema. —Jax tira la manzana y me arrastra mientras la roza al pasarla—. Hasta luego. Como si yo fuera una niña de siete años, me despido de ella y sonrío antes de tropezarme en el pasillo principal. Jax y yo nos envolvemos en la multitud de personas que se dirigen a la primera clase. Jax empuja mi mochila y las solicitudes contra mí. Genial, ahora voy a tener que conseguir estas de nuevo. —¿Qué fue eso? —exijo—. ¿Quieres involucrar a una trabajadora social? ¿Cómo si no tuviésemos suficientes problemas? Jax pasa delante de mí, haciéndome decir palabrotas mientras me detengo. —¡Fuera de mi camino! —grita algún chico mientras camina junto a nosotros. —¡Vete a la mierda, imbécil! —grita Jax. Cuando termina de mirar fijamente al chico, Jax se inclina sobre mí—. Dime lo que pasó el viernes. —No pasó nada. Me caí. El medicamento hizo efecto. Fin de la historia. —¿Quién diablos eres? Quiero decir, hay momentos en que te veo. A ti. Al igual que hace unos minutos en la oficina. La chica con la que crecí. La que hablaba basura. La que luchó con y para su familia. Entonces te metiste con Matt... —Conteniendo su temperamento, Jax inhala profundamente y mira hacia otro lado—. Pensé que cuando rompiste con él... ¿Por qué le proteges? Te extraño, Haley. Y si alguna vez, ves a la chica que me gustaba, dile eso por mí. Dile que su familia la echa de menos. Me deja allí.... de pie en un pasillo abarrotado. Las solicitudes de becas crepitan en mi mano. ¿Cómo le digo que lo he estado protegiendo de Matt y Conner? ¿Cómo le digo que he estado luchando por él todo este tiempo?

West Traducido por Janira Corregido por Daniela Agrafojo

Desde el otro lado del mostrador, la secretaria me desliza mi horario. —Te encantará estar aquí. Asiento, y luego la miro a los ojos. ¿Qué haría si le dijera que desde hace dos noches he estacionado mi coche en un remoto lugar de un parque cercano, dormí allí y luego me duché en una parada de camiones? El orgullo me impidió pedirle a alguien un lugar donde dormir. Ni a mis hermanos, ni mis amigos, ni a nadie. Me darían un lugar, pero no puedo soportar su mirada decepcionada. Después de que se corrió la voz de que fui oficialmente expulsado de la escuela, me llenaron de mensajes de texto y me inducía arcadas la idea de añadirle la simpatía. Soy West Young, y a pesar del hecho de que he sido repudiado por mi familia y la fortuna asociada a ella, no acepto caridad... ni lástima. La secretaria inclina la cabeza. —¿Estás bien? No, no lo estoy. Ha hecho frío las dos últimas noches y tuve que encender el auto a cada hora para aliviarlo. El cansancio apesta, pero lo que me mata es el silencio. —Estoy bien. Sin esperar a ver si cree en mi respuesta, salgo de la oficina. No me importa si me dirijo en la dirección correcta hacia el primer período. Escuela... clases... la normalidad se siente innecesaria y un poco loca. Vine a mi nueva escuela esperando que mis padres estuvieran aquí. El sábado fui a casa, empaqué algo de mierda, luego me fui y he permanecido ausente. En algún momento a eso de las tres de la madrugada de la noche anterior, tuve la ilusión de que mamá se preocuparía y que papá lo lamentaría. Que la razón de que mi celular no ardiera en mensajes y llamadas era porque murió la noche del sábado y olvidé el cargador en casa. La imagen que daba vueltas una y otra vez en

mi cabeza era una en la que me pavonearía hacia la escuela y ellos estarían esperándome y rogándome que volviera a casa. Si mis hermanos hubieran llamado o mandado un mensaje, tal vez me hubiera puesto en contacto con ellos, pero no lo hicieron. Que papá no contacte conmigo no es ninguna sorpresa ¿pero que mamá no lo haga? Mi estómago duele y me froto la nuca mientras acecho por el pasillo. Supongo que papá tenía razón, cuando se trata de mi familia, no pertenezco a ella. La visión de cabello largo y castaño hace que me detenga. No creo en los fantasmas, pero estoy viendo uno. Con los ojos muy abiertos y una expresión facial que refleja la que tenía cuando casi la golpeé con el Escalade, Haley se encuentra en medio del pasillo. Una mochila cuelga sobre su hombro y una hoja de papel aferrada en su mano. La gente la rodea mientras la pasan caminando, como si fuera una isla en medio de los rápidos. No soy tímido. Nunca lo he sido. Las personas, las fiestas, las multitudes, son lo mío. Pero al estar cerca de Haley de nuevo... encontré mi kriptonita. Sus vaqueros se ajustan perfectamente a sus caderas, una camisa de algodón azul se amolda muy bien a sus amplias curvas y tiene los ojos más oscuros que he visto. Un chico podría perderse en esos ojos. Parpadea varias veces, dobla el papel en su mano y gira, yendo en dirección opuesta a mí. Sacudiéndome, bajo la cabeza y me abro paso a través de la multitud, persiguiéndola. —¡Haley! Justo cuando entra al hueco de la escalera, echa un vistazo sobre su hombro con las cejas fruncidas. Es correcto. Te estoy llamando. —¡Haley! Nuestras miradas se encuentran y su mano cubre automáticamente su corazón. Atravieso a dos chicas con el fin de llegar a ella. Una de ellas me grita, pero la ignoro. —¿West? —Haley recuerda mi nombre. Eso es una ventaja. —¿Por qué estás corriendo cada vez que te veo? Sus labios se mueven un centímetro. —No corría. —Eleva su pulgar por encima de su hombro—. Me dirigía a clase. No quiero una media sonrisa. Anhelo una gran sonrisa de esta chica. —Tienes que admitir que eso fue una línea dulce. Cristo, tiene una sonrisa increíble. Con los ojos brillando de esa manera, podría ser su propio espectáculo de fuegos artificiales. —La línea apesta. Me gustan más los chicos que me dan flores.

Anotado y archivado para un uso futuro. —Consiguió tu atención. —¿Mi atención? —Su cabeza se inclina como si recordara algo horrible, probablemente está reproduciendo la noche del viernes. Me invade una corriente eléctrica cuando Haley agarra mi brazo y me arrastra hacia la esquina de la escalera, al lado del extintor. Sus dedos están fríos contra mi piel ahora ardiente. Baja la voz. —Has tenido mi atención durante los últimos tres días. La última vez que te vi, sangrabas en la calle con una traficante de drogas ofreciéndose de niñera. ¿Sabes cuántas veces he buscado en el periódico si había un artículo sobre tu muerte? Echo los hombros hacia atrás. —¿Traficante de drogas? Haley suelta mi muñeca y retrocede. —Sí. Abby. Todo el mundo sabe que vende drogas. Quiero decir, es tu amiga, ¿verdad? Por favor, dime que te dejé con una amiga. Oh, Dios mío, no es tu amiga, ¿verdad? Mierda. Oh, mierda. ¿Estás bien? Sus ojos se mueven por todo el lugar, en busca de signos de abuso. Los encuentra, los restos de las dos peleas del viernes. Lo que no ve es el sangrado interno por mi discusión con papá. Haley extiende la mano para tocar el hematoma amarillento desvaneciéndose en mi mandíbula, luego titubea. Inhalo y me deleito con el olor de Haley: flores silvestres. Las imágenes y sonidos del mundo se disipan, bueno, todo excepto aquellos magníficos ojos oscuros. —En serio, ¿estás bien? —Deja caer la mano y vuelvo la cabeza para respirar cualquier cosa que no sea ella. —Estoy bien —digo—. ¿Tú estás bien? ¿Esos chicos te lastimaron? —Estoy bien. —Suena insegura, así que cruzo los brazos sobre mi pecho—. Estoy bien —contesta de nuevo—. En serio. ¿Qué haces aquí? La ignoro. —¿Qué pasó después de que me desmayara? ¿Por qué dejaron mi auto? —No es importante. Dime, ¿por qué estás aquí? ¿Para ver a Abby? ¿Por mí? Esta escuela tiene una política de cero tolerancias respecto a los forasteros. Si te encuentran, llamarán a la policía. —Ahora voy a esta escuela. —Saco la programación que recogí hace unos minutos en la oficina de mi bolsillo trasero. —West... —La mirada de Haley tiene todo el encanto de un pelotón de fusilamiento—. ¿Qué quieres decir con ―ahora‖? —Me expulsaron de mi escuela anterior. —¿Por qué?

—Por pelear. —Por primera vez en mi vida, la culpa calienta mi nuca. Hombre, debe tener una imagen fantástica de quien soy. ¿El problema? Tendría razón y es raro el hecho de que me importe. Sacude las manos en el aire. —Por supuesto. ¿Por qué no? Soy un imán para la gente apestosa. ¿Por qué no iba a estar rodeada de más? — Su cabeza cae hacia atrás y se centra en el techo—. Oye, ¿Dios? Soy yo, Haley. No es gracioso. —¿Qué? —De acuerdo. Está bien. Esto puede ser controlado. Puede serlo. Puedo manejar esto. Está totalmente bajo mi control. Puedo manejar esta situación. —No necesito ser controlado. Haley me lanza una mirada de ―¿estás bromeando?‖ y su cabello cae sobre su hombro. Es brillante y apuesto que si paso mis dedos a través de él, las hebras se sentirían como seda. Me gusta el cabello como ese. Me gusta besar a chicas que tienen el cabello así. Mis ojos caen a sus labios y el recuerdo de ella caminando hacia mí la noche del viernes arde en mi mente: el infierno caminante y hablante. Besar a Haley sería una experiencia emocionante. —¿West? —Haley gesticula hacia sus ojos—. Presta atención, por favor. —No miraba tus curvas. —Aunque ahora que se mencionan... —Hazlo y te juro por Dios que tendrás que mirar ―otro cosa‖ cuando pregunten si eres hombre o mujer. Me río y descanso mi palma contra la fría pared de hormigón, acercándome a ella. Haley se desplaza y prácticamente se encoge contra la esquina. Es más baja que yo, pero no por mucho. Diría que tiene miedo, pero la manera en que estudia mi bíceps me dice otra cosa. —¿Haley? —Vuelve a enfocarse en mi cara—. Ojos aquí arriba, por favor. Jadea y abre la boca. —Bien, mira. Tú y yo. Tenemos problemas. Concuerdo. Ella quiere besarme. Yo quiero su cuerpo debajo del mío. Nada que un cuarto oscuro y una cama no puedan resolver. —¿Qué vas a hacer después de la escuela? —¿Qué? No. No me lo digas. No me importa. Regresando a los problemas. ¿Recuerdas a los tipos que nos asaltaron el viernes? Mi mano se desprende de la pared y me enderezo. —¿Sí? —Ellos vienen a esta escuela y no soy exactamente su mejor amiga.

Mis músculos se contraen y tengo que trabajar para ocultar la sonrisa satisfecha de mi cara. La venganza será dulce con esos hijos de puta. —¿Sabes dónde están? —Mantente alejado de ellos. Son peligrosos. Me importa una mierda si juegan al póquer con el diablo. Ellos me noquearon. Eso no sucede, y no voy a dejar que sea la última palabra, sobre todo, ya que voy a pasar los próximos cuatro meses en este infierno. Haley agarra mi brazo como si yo estuviera a punto de entrar en un campo minado. —¡No! Me inclino hacia ella y nuestras cabezas quedan a menos de un centímetro de distancia. Las palabras de ese loco bastardo hacen eco en mi cabeza: Sé dónde encontrar a Haley. —¿Te han amenazado? Sus uñas intentan cavar hoyos en mi brazo. —Hay cosas en mi vida que no puedes entender ¿de acuerdo? Sé que tus intenciones fueron buenas el viernes, pero para ser honesta, estropeaste todo, así que te ruego que ahora me escuches. Mantente alejado de ellos, mantente alejado de mí y, por el amor de Dios, no menciones a nadie lo del viernes. Suena el timbre. Haley me suelta y sube las escaleras. ¿Qué diablos?

Haley Traducido por Vane Hearts Corregido por Anakaren

Dios me odia. Es la única explicación cuando West aparece en mi clase del primer periodo. Mi mejor amiga, posiblemente mi única amiga, Marissa Long, baja el libro en el que ha estado absorta desde que me senté en nuestra mesa de ciencias. —Guau —es la palabra que sale de su boca. Por desgracia, tengo que estar de acuerdo. El muchacho es increíblemente guapo, eso es seguro. Su cabello rubio-dorado es corto y con estilo. Pero no llega a estar a la moda. Exactamente como el resto de él. Una combinación de peligroso y muy caliente. Lleva vaqueros, del tipo sexy. Un poco holgados, no demasiado. Lo suficiente para que sus bóxers negros se vean cuando camina. Y gracias a la camisa ceñida, el mundo sabe que está ardientemente marcado en cada deliciosa manera que existe. Cierro los ojos y aspiro el aire. Basta. West no es caliente. Es un luchador. Es conflictivo. Ya he pasado por eso y conozco el dolor asociado. Marissa toca mi brazo y, cuando abro los ojos, me la encuentro invadiendo mi espacio personal. —Te está mirando. Efectivamente, mientras nuestro profesor de biología II organiza los cajones de su escritorio, West me lanza esta gloriosa sonrisa que hace que me derrita en un charco. Mierda. Sólo mierda. Me siento atraída por él. Esto no es bueno. No es bueno en absoluto. —¿Lo conoces? —pregunta Marissa. Sí. —No. —Y va a ser difícil que alguien crea esa respuesta cuando él sigue mirándome como si me hubiera visto sin ropa. Corro un dedo por el cuello de mi camisa, liberando un poco del aire caliente atrapado. Si West no para con eso, va a hacer que nos maten. —¿Estás segura?

Le dije que se quedara fuera de mi camino porque así es como West evitará tener problemas con Conner y Matt. Será increíble si puedo permanecer ilesa durante el almuerzo. Nuestro maestro hace señas con la mano para que West tome asiento. —Cualquier asiento. Los ojos de West vagan hasta el lugar junto a mí y agarro la mano de Marissa. —No dejes tu asiento. No afiles tu lápiz. No utilices el cuarto de baño. No recojas tu mochila. —Está bieeeen —murmura Marissa y regresa su mirada al libro. West da zancadas por el pequeño espacio entre las mesas. Mantengo mis ojos al frente, ignorando que existe, ignorando que el viernes casi me aplastó con su coche, que fue de kamikaze con Conner y que tuve que pelear para sacarlo de problemas. Ignoro todo eso, pero lo más importante, ignoro cómo mis sentidos aumentan cuando West hace una pausa al lado de mi mesa, planta una mano sobre la superficie y se inclina hacia mí. Juro que el calor de su cuerpo se envuelve alrededor del mío. Un olor a almizcle muy tentador entra a mis pulmones cuando inhalo. Oh, Dios, él hace que se me haga agua la boca. Todo el mundo se da vuelta y miran porque el chico más hermoso que haya pisado alguna vez esta escuela, se encuentra al lado de la chica con la que nadie más, excepto Matt, ha salido. —Hola, Haley —dice en una voz profunda que enrosca los dedos de mis pies al estilo de la película de ―The Notebook‖. No puedo mirarlo. No puedo. Uno, porque no debe hablar conmigo. Dos, porque es hermoso y preferiría que West permanezca en la oscuridad en la que lo pienso. —Tenemos un acuerdo. West se ríe. —Dijiste algo. No estuve de acuerdo. Más tarde, vamos a llegar a un acuerdo. El señor Rice pide a todos que se sienten, y West camina hacia la parte de atrás, pero no antes de rozar un dedo por mi hombro. Dejo escapar una ráfaga de aire entre mis labios, mientras la piel de gallina hormiguea en mi brazo por su toque. West no pelea justo. Vuelvo mi mirada hacia el frente y mi corazón golpea contra mi pecho cuando encuentro unos ojos fríos como piedra. Matt entra a clase justo cuando suena la campana y no hay duda de que vio parte del espectáculo. Camina sigilosamente por el pasillo y me gustaría poder mezclarme con mi silla. Sin perder el paso, murmura mientras pasa—: Hoy vamos a hablar.

Mi mano se presiona contra mi cuello como si eso fuera a ayudar a abrir mi pasaje de aire obstruido. Si él quiere hablar de West tocándome o el hecho de que Conner podría haberle dicho lo que pasó entre nosotros o si lo único que quiere hacer es discutir otra vez sobre peleas anteriores en nuestra fallecida relación, no sé, pero en lo que respecta a mí, no hay manera de que vaya a hablar con Matt, no si puedo evitarlo.

West Traducido por Jasiel Odair Corregido por Dannygonzal

Tomo asiento en una mesa vacía de la parte trasera y una rubia se sienta en la silla junto a mí. —Eres West Young —dice. —Sí. —Me mantengo en el borde, lejos de ella. Lo último que quiero es que me siga mi reputación con las chicas o con las peleas. Algo bueno debe salir de esto—. ¿Cómo lo sabes? —He ido a algunas fiestas en la casa de Brian Miller con mi prima. Ella va a Worthington Private. Mierda. La evalúo, rezando para que no hubiésemos conectado. No follo chicas. No es lo mío. He sido testigo de chicos que caen en espiral y se queman a causa de un embarazo no planeado, poniéndose demasiado emocionales después del hecho o de una buena enfermedad de transmisión sexual. Gracias, pero no. Podría no estar haciéndolo de esa manera, pero tenía otras formas y las chicas apreciaban mi creatividad. La rubia retuerce su cabello alrededor de su dedo, haciendo contacto a toda regla con los ojos y mandándome una sonrisa de ―voy a comerte‖, todo indica que hemos tenido previo conocimiento carnal del otro. —Soy Jessica —anuncia—. He querido presentarme desde que te vi en una fiesta hace un año, pero en el momento que llego, normalmente ya te has ido. Gracias, Jesús, por salvarme del sentimiento de culpabilidad del ―por qué no llamaste‖. Nuestro maestro llama la atención de la clase y abro mi único cuaderno. Con veinte dólares en efectivo a mi nombre, compré esto y un lápiz, y luego gasté el resto en gas. La comida no estaba en la lista de prioridades de esta mañana, y cuando el estómago me gruñe, empiezo a lamentar esa decisión. No he tenido una comida decente desde el jueves por la noche.

Estoy aterrorizado de usar mi tarjeta de crédito y comprobar que ha sido rechazada. Hay un límite que puede manejar mi estabilidad mental. Unas cuantas mesas adelante, Haley se sienta recta como una varilla. Vamos, dame algo. Cualquier cosa. Fui golpeado por ella, además de que vi la atracción agitándose en sus ojos en la escalera. Diablos, la chica enrojeció en el momento en el que entré a la habitación. Mírame. Sólo mírame. Mi bolígrafo golpea contra la mesa, rebotando en mi mano y luego se congela en el momento en que Haley mira por encima del hombro. En un movimiento rápido, regresa su mirada hacia el frente, pero eso no borrará el hecho de que miró. Por qué es importante para mí, no lo sé. Tal vez, porque todo en mi vida está jodido y necesito saber que al menos una persona se preocupa. Tal vez... pero ¿quién sabe? En este momento casi se siente factible. —¿Conoces a Haley? —Las líneas saturan la frente de Jessica, deletreando celos. ¿Cuáles fueron las palabras de Haley hacia mí? ¿Permanecer lejos? No ocurrirá. —Sí, ¿y tú? —Es amiga mía. Nuestro maestro distribuye en un esquema el próximo proyecto y murmura algo acerca de tener que salir un momento para ayudar a una clase a atravesar el pasillo, pero seguirá siendo capaz de vernos desde allí, y espera que veamos el documental que colgó en el tablero inteligente. Con las luces apagadas y la puerta detrás de él cerrándose se golpe, la clase se relaja con las conversaciones en un bajo murmullo. Jessica me enfrenta, apoya su codo sobre la mesa y descansa la cabeza en su mano. —¿Cómo conoces a Haley? ¿Por las peleas? ¿Las peleas? —Sí. Una sonrisa de alivio surge en su rostro. Si juego esto bien, tal vez pueda averiguar más de Haley. —Eso es lo que yo pensaba —dice—. Después de que Matt y ella rompieron el verano pasado, juró que acabaría con esas cosas de hombres, pero sabía que no sería capaz de aguantar. Haley ha sido un marimacho desde la guardería. ¿Un marimacho? ¿Estamos hablando de la misma persona? Haley es toda curvas. Ella puede estar en la escuela secundaria, pero está muy lejos de ser eso. El asiento de Jessica raspa contra el suelo, creando un chillido ensordecedor mientras se desliza más cerca de mí. Un coro de maldiciones

llena la habitación. Casi todo el mundo mira hacia atrás, incluyendo a Haley. No me jodas. No quiero que vea a otra chica sobre mí. —Así que dime… —dice Jessica de una manera que indica que compartimos secretos—… ¿Ella está luchando de nuevo? No se lo diré a nadie, lo juro. —Significa que no le dirá a nadie hasta que salga de la clase. Con la cabeza apoyada sobre un brazo extendido sobre la mesa, el bolígrafo de Haley se mueve en círculos. Es una garabateadora, como mi hermano Ethan. Cuando él trata de aclarar sus ideas, de pensar las cosas, garabatea en cualquier papel que pueda encontrar. Haley es más pequeña que yo. Alta para una chica, pero aun así. Y muy, muy femenina. Jessica tiene que estar bromeando. No hay manera de que ella sea una luchadora. —No la he visto luchar. —Oh. Bueno. Entonces supongo que debes haber visto a su primo y hermano. —Sí. —Haley y su familia son combatientes. Pongo las palabras en mi cabeza como degustándolas. Se siente raro, pero luego pienso en cómo me desafió la otra noche, cuando casi la golpeo con mi coche. Haley es una luchadora. Interesante. Así como la información sobre las flores, he tomado debida nota y la archivo para un uso futuro. ¿Qué otros secretos escondes, Haley? —¿Quién es ese chico Matt que mencionaste antes? —Ese es Matt. —Jessica apunta al gran hijo de puta en la mesa detrás de Haley. Su pelo oscuro afeitado cerca de su cuero cabelludo y las orejas son un poco deformes. He visto esa deformidad antes en un canal de videos de luchas entre borrachos, aunque era una versión mucho más intensa. Orejas de coliflor. Es lo que sucede después de que un luchador es excesivamente golpeado y el cartílago no se cura correctamente. Lo que importa es cómo el chico mira a Haley, memorizando cada movimiento con sus ojos. ¿Ella le ha informado de su ruptura o él está añorándola? —¿Qué pasa con ellos? —Se juntaron en segundo año y se separaron una semana después de que Haley se trasladó al refugio para desamparados, el verano pasado. Sin embargo, no tengo dudas de que Matt la recuperará. Está locamente obsesionado con ella. —¿Qué? —Mi cabeza se mueve bruscamente en dirección a Jessica y mi corazón late mientras me pregunto si he oído correctamente. Dijo Haley, ¿verdad? No yo. Pero entonces, el asombro se convierte en temor. No puede vivir en un lugar como ese. —¿El que Matt esté locamente obsesionado? De alguna manera no es extraño, bueno, lo es, pero es como romántico, ya sabes…

—Eso no —la interrumpo—. La parte de desamparada. Aprieta una mano sobre su boca. —Ups. No debí haberlo dicho. No le digas a Haley que te dije. Estaría mortificada. —No lo haré. —Pero ella debería estar mortificada por lo que se le escapó. Salvo por la mano falsa sobre su boca, Jessica luce bastante petulante. En mi antigua escuela, las chicas conducían a la guerra y aniquilaban a sus oponentes usando palabras. Ese ―desliz‖ se entiende como un tiro de ejecución directo a la cabeza de Haley. —Bueno. —La examina como si de repente tuviera conciencia, pero luego lo abandona mientras baja la voz—. El padre de Haley fue despedido hace más de un año y lo perdieron todo. Ha sido duro para ella, pero todos hemos tratado de mantenernos cerca. Ya sabes, ser buenos amigos. Prefiero beber arsénico que disfrutar de una amistad como la de Jessica. —¿Todavía viven en el refugio? Sacude la cabeza. —Se mudaron con la familia de su primo. En serio, no le digas que te lo dije. Ella es un poco discreta. —Por fin se enrojecen sus mejillas. Tal vez es un poco rescatable. —Te diré algo, si mantienes en secreto que soy un Young, mantendré mi boca cerrada acerca de Haley. —No tengo ningún problema con el chantaje. El apellido Young es bastante popular. Esperemos que nadie me asocie a la familia más rica de la ciudad. —¿Por qué no quieres que sepan que eres un Young? Oh, Dios mío, lo habría rociado con pintura en el cielo. —Simplemente no quiero, ¿de acuerdo? —Está bien —dice. La puerta del salón se abre y la conversación cesa. Me relajo en mi silla, estiro las piernas debajo de la mesa y cruzo los brazos sobre el pecho. Cuando le echo un vistazo a Haley de nuevo, sigue apoyando la cabeza sobre su brazo, pero esta vez, me encuentro con esos magníficos ojos oscuros. Inesperadamente, sostiene la mirada. Un segundo. Dos. Volviéndose tres. ¿Habrá escuchado mi conversación con Jessica? Haley rompe nuestra conexión y se centra en el video. Mi mente rebota con la nueva información y sólo despierta mi curiosidad.

Haley Traducido por Vani Corregido por Miry GPE

He tenido éxito evitando a Matt desde esta mañana y apuesto a que el refugio de la cafetería me salvará de él durante al menos veinte minutos más. De ninguna manera me arrinconará delante de Jax, Kaden y los otros peleadores del gimnasio de mi abuelo, ¿verdad? Quiero decir, nadie es tan audaz. Me muerdo el labio, empezando a replantear mi plan. Aunque no creo que Matt quiera, Conner sí podría. Su juicio desapareció desde que comenzó a consumir drogas. Ya es bastante molesto que el alboroto en mi mesa del almuerzo sea por el nuevo chico de la escuela, West. Apuñalo la pizza en mi plato. El chico podría ser mi muerte. Literalmente. West... magnífico, engreído, exasperante, el caballero de brillante armadura que no escucha, se encuentra en tres de mis clases y aún hay dos periodos antes de la campana final. Estoy dispuesta a apostar el dinero que no tengo a que también estará en esos. West. West, West, West. Apellido Young. Y ahora mismo, mientras se pavonea en la cafetería, libera esa sonrisa ardiente y agitadora. —Echa un vistazo al chico nuevo. —Jessica babea desde el otro lado de la mesa del almuerzo—. Definitivamente es una pieza de arte andando. —Con brazos como esos —dice otra chica—, hace que te preguntes cómo luce sin camisa. Sí, así es. Varias otras chicas verbalizan en acuerdo y me centro en mi bandeja de alimentos no consumidos. En mi primer año, me sentaba con Kaden y los otros chicos del gimnasio en el almuerzo. Estúpidamente me enamoré de Matt en mi segundo año y terminé sentándome con él y los chicos de Black Fire. Me vi obligada a encontrar una nueva mesa en el almuerzo,

cuando las cosas entre Matt y yo explotaron como una bomba de hidrógeno. Hasta este momento, nunca antes había hecho cosas de chica. No es malo si no te importa dar un paseo en un campo de minas terrestres sin marcar. —He oído que Jax y tú pasaron el rato en la oficina esta mañana. — Los ojos de Marissa y de las otras chicas siguen comiéndose con los ojos a West y ella toma una fritura francesa de mi bandeja cuando piensa que nadie está mirando. Marissa siempre está a dieta. No porque es gorda sino porque eso es lo que piensa y las otras chicas consienten sus miedos—. Jessica los vio a ambos y me lo dijo. Marissa ha estado cachonda por Jax desde que la ayudó cuando tropezó en la escuela primaria. Afortunada y desafortunadamente, Jax no tiene idea de que la estudiante callada de honor existe. Malo para Marissa, pero a la vez genial. Jax la devoraría como un aperitivo. —Me hizo compañía mientras buscaba becas. —Marissa mete nerviosamente su pelo detrás de la oreja tres veces—. ¿Me mencionó? Estábamos en un grupo la semana pasada en el gimnasio. Éramos cuatro, pero se encontraba a mi lado, así que... ya sabes... podría haberme recordado... o algo así. —En esta mesa soy bienvenida por conversaciones como esta. Jessica amorosamente manifestó: Ella es la chica que conoce a los chicos ardientes. Sip. Esa soy yo. La Wikipedia viva de los chicos calientes en Eastwick. Me guardo para mí que todos ellos actualmente odian mi cara. —Conoces a Jax. —Aunque no es cierto—. No habla de chicas conmigo. —Solía hacerlo, pero Jax y yo perdimos la capacidad de hablar con facilidad. Kaden y él todavía no pueden perdonarme por dejar el gimnasio. Asiente. —Tienes razón. Un movimiento a mi derecha llama mi atención y me convierto en uno de esos pájaros llenos de petróleo sofocados y sin poderse mover. Conner, el hermano menor de Matt, entra en la cafetería con su muñeca en un aparato ortopédico. Contusiones amarillas desvaneciéndose cubren su rostro y los restos de un ojo negro marcan su piel. Arrastro mi silla hacia atrás, preparándome para huir. Conner es un año más joven que yo, así que he sido capaz de evitarlo... hasta ahora. Unas mesas más allá, Kaden y Jax se ponen de pie. Jax apoya un hombro contra la pared con los brazos apretados al cuerpo y los puños cerrados. Hace un agujero a través de mí. Kaden, por otro lado, se pasea como un tigre enojado detrás de Jax, con la vista puesta en Conner. —Oh Dios mío —susurra Marissa—. Viene hacia aquí.

¿Qué? Mi cabeza gira con tanta rapidez, preparándome para encontrar a Conner en nuestra mesa que mi cabello pica en mi cara. No, no es Conner, pero es casi tan malo. —¿En serio? —Señoritas —dice West—, ¿les importa si me uno a ustedes? — pregunta a todas en la mesa, pero específicamente a mí. ¿Alguna vez escucha este chico? Me levanto y mi silla vibra contra el suelo. —Puedes tener mi asiento. Su sonrisa crece. —No tengo problemas de espacio personal así que puedes sentarte en mi regazo. Mi boca se abre. Acaba de decir... —Tú... —No hay palabras—. Tú eres... West gesticula con los dedos para que yo continúe. Oh, maldito Dios, esto es un juego para él. —¿Guapo? ¿Irresistible? Golpeo mi silla contra la mesa y me dirijo hacia la fila de la comida, esperando mezclarme con los rezagados. La única salida es pasar a Conner. Me voy a comprar otro almuerzo si eso significa que no me va a detectar. Me asomo por encima de la entrada y dejo salir un suspiro de alivio. Conner se encuentra en una profunda conversación con Reggie, su distribuidor. Estoy a salvo de él —al menos por hoy. —Tú y yo, Haley… —La voz grave y familiar de Matt envía una oleada de fuertes escalofríos a través de mi alma—… tenemos que hablar. —Mi familia está mirando. —Tengo que forzarme a levantar la mirada y, mientras me maldigo, empiezo a temblar. No quiero mostrar miedo, pero él me da miedo. Matt es el material del que están hechas las pesadillas. —Tú decides si se involucran Jax o Kaden. Hazlo difícil y lo harán. Hazlo fácil y no lo harán. Hay un leve parecido con el chico lindo del cual me enamoré en mi segundo año: alto, cabello oscuro, ojos color avellana. Se afeita la cabeza ahora, sus orejas están algo deformadas por las peleas y hay una aspereza en él, un nerviosismo que no estaba presente cuando lo conocí. Quién sabe, tal vez siempre existió el nerviosismo y yo era demasiado ingenua para darme cuenta. Matt se da vuelta y se dirige a la esquina frontal derecha de la cafetería. Hacia donde se sientan los otros peleadores de Black Fire y en la dirección exactamente opuesta de Kaden y Jax. Matt no mira hacia atrás para ver si lo sigo porque sabe que lo haré. Me controló entonces —incluso cuando había sangre en sus manos y en las mías. Cualquier auto-respeto, cualquier confianza en mí misma que pensé que construí, se desintegró. Ahora me controla.

No puedo mirar a mi hermano ni a mi primo. Mis mejillas arden y miro mis zapatos mientras me muevo. Hace seis meses, Jax y Kaden me encontraron como un bulto, a solas en la cochera en una fiesta. Mi cuerpo temblaba, mis dientes castañeaban y todo en lo que podía pensar era que Matt era más fuerte que Jax y Kaden. Con mi cuerpo aún palpitante por la prueba, mentí. Protegí lo que amaba —a Jax y Kaden, y luego me alejé de las peleas. Una decisión sobre la cual todavía sangraba. Con unas pocas palabras silenciosas, los chicos sentados en la mesa de Matt se dispersan, dejándonos solos en la cafetería llena de gente. Ninguno hace contacto visual conmigo, porque cada uno de ellos es plenamente consciente de que tuvieron algo que ver en lo que ocurrió. Son los que me informaron sobre el consumo de drogas de Conner. Son los que me rogaron que hablara con porque él no podía ver lo que tenía delante. —Te escuchará, Haley. Eres la única a la que escucha. Nop, no me escuchó y me di cuenta rápidamente por qué nadie tuvo el valor de hablar mal de Conner con Matt. Un gancho de derecha a la cabeza es un gran impedimento. Matt cruza los brazos sobre su pecho. —No acepto que la gente dañe lo que es mío. No, ese trabajo pertenece exclusivamente a él. Matt solía sostenerme en sus brazos. Acariciaba mi cara, mi cuerpo. Me di cuenta demasiado tarde que estábamos en un infierno y que yo había sido encadenada en la estaca. Me tocó. Me besó. Expresó las palabras que nadie más dijo. Me hizo sentir especial. Después de estar con Matt, no me importa si nunca más me siento especial. —Por lo que éramos el uno para el otro —dice—, voy a darte la oportunidad de explicarlo. Mi dedo del pie empuja un poco la salsa de tomate seca del suelo de baldosas color naranja. Decirle la verdad lo enfureció el verano pasado. Nada desde entonces ha cambiado. Se acerca y un sudor frío se esparce por mi cuello. —Odiaba cuando no me hablabas —susurra. Alguna vez, murmuró las palabras ―te amo‖ en mi oído y lo besé en respuesta. El daño y el arrepentimiento puede matar lentamente a una persona de adentro hacia afuera. —Nunca has querido escuchar lo que tenía para decir —respondo. —No es cierto —dice—. Eso no es cierto. En algún lugar muy dentro de él sabe que es verdad.

—¿Qué es lo que te dijo Conner? —Si eso no me hace ver tan mal, iré con la versión de la verdad de Conner, porque no existe la verdad. Hay solamente opiniones de otras personas de la realidad. Deja caer los brazos y sus hombros se hunden. Esto es lo que me enganchó inicialmente a Matt: su capacidad de parecer vulnerable cuando físicamente es todo lo contrario. —Llegó a casa bastante golpeado y dijo que estabas allí y sé que no puede ser verdad. Nunca me traicionarías así. El pequeño mentiroso dijo la verdad por una vez. ¿Dónde estaba la mentira cuando la necesitaba? —¿Conner te dijo eso? —Empezó a decirme lo que pasó. Dijo que te encontrabas allí. Entonces se dio cuenta que los chicos se hallaban en la otra habitación. —Los chicos. —Se refería al resto de los peleadores de Black Fire. Él nunca admitiría ante ellos lo que ocurrió entre nosotros. Matt continúa—: Cuando Conner no quiso hablar, saltamos a la conclusión natural, Jax y/o Kaden lastimó a Conner. Por respeto a ti, contuve a todo el mundo para que no persiguiera a tu familia esa noche. —¿Por respeto a mi? —Hago eco. Salta un musculo bajo su ojo. —Me cubriste una vez. Considera la deuda pagada. Temblores recorren mi espalda. Nunca mencionó esa noche. Sólo escucharlo reconocerlo... —Dime quién lo hizo —dice Matt—. Y nosotros nos ocuparemos de esto en la jaula. Envuelvo mi pelo en un puño. No quiero que Jax y Kaden paguen por mis pecados, pero ellos constantemente se enfrentan contra los chicos de Black Fire en los peleas. Mejor la jaula con un árbitro que en la calle, con armas, lo que ha sido mi mayor temor. —¿Qué evento? —Ningún evento ni árbitro. La muñeca de Conner se torció. No hay ninguna regla de piedad en esto. Sin regla de misericordia significa que no hay torneo. Ningún evento público con reglas o árbitros. Sin capacidad de rendirse si la pelea se pone fea, demente o es demasiado. Una pelea como esta —es una pelea callejera y podría significar un daño severo... podría significar la muerte y es lo que he estado tratando de evitar desesperadamente durante meses. —No. No sucederá. —Muerdo mi lengua para no informarle a Matt que si Conner no hubiera tratado de usar mi cabello para arrastrarme por el suelo, no hubiera tenido que tratar de romper su muñeca. Lo irreal es que si Matt me mirara, verdaderamente, vería los moretones detrás del maquillaje, mis nudillos rojos, vería la verdad, pero Matt, como siempre... como la mayoría de la gente, sólo ve lo que quiere.

—Entonces vamos tras los dos —amenaza—. Los atacamos cuando y donde queramos. Se mueve para pasar por delante de mí y agarro su brazo. —¿Alguna vez pensaste que Conner fue el que golpeó? —¿Por qué haría eso? Kaden y Jax lucharon en el ring. No necesitamos una pelea callejera para probar un punto. —Debido a que Conner tiene un problema de drogas. —Mierda, Haley. —Matt aleja su brazo de mi alcance—. Volvimos a esto. Tus mentiras nos mataron la última vez. ¿Crees que es prudente recurrir a eso ahora? —¡Escúchame! —Estoy tan desesperada como para permitir que fluya la verdad—. Lo hice yo. Herí a Conner. Tenía la medicación para mi papá y él me atacó. —No hay manera de que puedas hacer ese daño. —Una vena sobresale en su cuello—. Cubres a alguien. Dime quién fue y hazlo ahora. Cierro los ojos en el momento en que escucho la voz que debería estar muy lejos de mí. Oigo a West. —Fui yo. Yo lo hice.

West Traducido por Vane hearts Corregido por Miry GPE

Evalúo al tipo delante de mí: mi estatura, mi cuerpo, mi problema. En realidad, el chico merodeando detrás de ellos es mi problema, pero al oír la discusión entre Haley y este hijo de puta, todo parece relacionarse. —¿Quién diablos eres? —pregunta el hombre que se alza sobre Haley. —West. La misma pregunta de mi parte. —Dado que, en teoría, yo no debería tener ni idea de quién es. —Matt Spencer —responde Haley por él, luego señala al hombre que me dio una golpiza la noche del viernes—. Ese es Conner, su hermano menor. West es nuevo aquí, Matt, y supongo que está altamente medicado o drogado y por lo tanto no tiene idea de lo que dice. Me río. Altamente medicado. Muy buena. Haley murmura—: Vete. Sutilmente niego con la cabeza. Conner y yo tenemos asuntos pendientes y no estoy impresionado con la dirección de la conversación entre el hermano mayor y ella. —De acuerdo, en la mayoría de los fines de semana eso puede ser verdad, pero recuerdo la pasada noche del viernes con suficiente claridad. El acechador se une a la fiesta. —Recuerdo que mi puño te hizo perder el conocimiento. —Se me hace difícil creer que te acuerdas de tu nombre. —Todos los signos de un drogadicto empedernido están ahí: rostro pálido, sombras bajo los ojos en blanco y bastante nervioso. Lo he visto antes en mi antigua escuela. Las drogas son una de esas cosas que cruzan las líneas de fiestas y dinero. Conner se mueve rápidamente hacia adelante y con movimientos simultáneos, Haley se desliza delante de mí y Matt encara a su hermano

menor exigiéndole que ―retroceda‖ y recordándole que ―no puede permitirse otra suspensión‖. —¿Eres suicida? —Haley se levanta de puntillas e intenta igualar mi altura. Falla—. ¿Es esa la cuestión? Hay mil ochocientos de personas que pueden ayudar. El infierno caminante y hablante está de vuelta y me gusta. — Parecía que necesitabas refuerzos. Me ayudaste el viernes, por lo que te ayudo ahora. Se desploma sobre sus talones. —No necesito tu ayuda. Necesito que me escuches y te mantengas lo más lejos posible de mí. ¿Estás sordo? ¿Tal vez tienes una pérdida de audición que te avergüenza admitir? Porque sé que específicamente te dije que te mantuvieras alejado. —¿Lo hiciste? —demanda Matt. El chico acechador se encuentra junto al hermano mayor con las manos metidas en los bolsillos, pero su mueca sugiere que se encuentra tan ansioso como yo por la segunda ronda—. ¿Golpeaste a Conner? Otros chicos aparecen en el cuadro. Se quedan atrás, tomando asiento en la mesa o apoyándose en las ventanas. ¿Por qué mis probabilidades siempre son malas? Haley vuelve la cabeza para que no puedan verla susurrándome—: Di que no y deja que me ocupe de esto. Mis ojos se abren cuando miro a Conner. Quiero decir, de verdad lo miro. El hematoma amarillento decolorado en su mandíbula, yo hice eso. Pero el ojo negro... la muñeca. No puede ser posible. Fui el único allí y cuando desperté, ahí se encontraba Haley. —Linda muñequera. —Vete a la mierda —dice Conner bruscamente. —Vete, West —murmura Haley—. Estás empeorando esto. —¿Quién es el chico nuevo? —Se acerca un tipo con una cresta. Haley echa la cabeza hacia atrás. —¿En serio? —Ella le hace una mueca al chico cresta con una mirada brutal—. Quiero decir ¿En serio, Jax? Jax le guiña un ojo mientras otro tipo se acerca furtivamente junto a él. —Es algo difícil escuchar a escondidas cuando se está en el lado opuesto de la habitación, y tengo la sensación de que todos estamos interesados en la misma conversación. Le daré una galleta a cualquiera que me diga quién le hizo daño a Haley y luego vamos a tomar la decisión, como los verdaderos caballeros que somos, de a quién golpearemos en la pelea. Una discusión silenciosa estalla entre Jax y Matt. Mi estómago se desploma en caída libre. Jesucristo, ¿cómo podría no notar sus nudillos

magullados o cómo el maquillaje pobremente oculta la ligera decoloración cerca de su ojo? Conner es un condenado a muerte. Levanto la mano y ésta se cierne cerca de su ojo, casi conectando mi palma con su piel. El calor se acumula en el espacio mientras anhelo remover sus moretones. Haley inclina la cabeza lejos y dejo caer la mano, sintiéndome frío y rechazado. —Dime que no te metiste en una pelea por mí —le susurro. Baja la cabeza. —Conner no se habría detenido. Incluso cuando perdiste el conocimiento, no se habría detenido. —Haley... —No hay palabras. Ninguna. No está bien que ella tenga moretones por mí. Es despreciable que un hombre golpee a una chica. Independientemente de si ella lo golpeó primero. Independientemente de si defendía a alguien más. No hay excusa. —Sólo vete —dice—. Esta no es tu pelea y tengo que asegurarme de que tampoco se convierta en la pelea de mi familia. Estos dos tipos deben ser el primo y el hermano a los que se refirió anteriormente Jessica. Sesenta centímetros separan a la familia de Haley de la prole de Matt. La postura de cada persona es abierta y desafiante, sin embargo, permanecen en sus esquinas neutrales. Durante unos segundos, los respeto. Son lo suficientemente inteligentes como para mantener las peleas fuera de la escuela. —Lo hice yo —anuncio. El chico cresta pierde su comportamiento exterior juguetón y sus demonios internos lo poseen a medida que avanza hacia mí. —¿Tu heriste a Haley? —No. La defendí. —Me caí. —Haley agarra mi muñeca y sus dedos delgados aprietan mi piel—. Me caí. No sé cómo ayudarte. Es lo que quiero gritar. En lugar de ello, pongo mi mano sobre la suya y rozo mi pulgar sobre sus nudillos maltratados. Su mano está congelada, sin vida. Intenta zafarse, pero la sostengo fuerte. No hago promesas a la ligera y estoy jurando en este momento cuidar de ella y de sus problemas. Soltando a Haley, me enfrento a los dos grupos de chicos. —Se cayó. Salí de la tienda, vi a Haley en el suelo y a Conner de pie junto a ella. Hice la suposición equivocada. Mi error. La sonrisa burlona en el rostro de Conner es casi suficiente para compensar el desmayo. —Mentira. —Está bien. Entonces explica cómo se descontroló. Peleamos. Gané. A menos que quieras admitir que fuiste golpeado por una chica. —Sonrío

para el efecto y el imbécil se retuerce. Varios chicos de su grupo se ríen de la ―broma‖. —¿Es así como sucedió? —le pregunta Matt a Conner. Su lucha interna hace estragos en su rostro. No estoy seguro de cuál es peor. ¿Podría admitir que una chica me golpeó? Maldita sea, es lo bastante malo que una chica haya pateado el culo de un chico en mi defensa. El imbécil asiente. Matt se rasca la sien y alterna su mirada entre Haley, Conner y yo hasta asentarse en mí. —¿Quién eres y por qué estás interesado en los problemas de Haley? —Es un extraño —responde Haley. Y yo respondo al mismo tiempo—: Estamos saliendo. Haley gira en mi dirección, un tornado en un campo de maíz. — ¿Estamos qué? —Saliendo —declaro claramente. Debido a que ni Matt ni su familia van a creer cualquiera de las tonterías que estoy escupiendo y no lo harán... a menos que ofrezcamos incentivos—. Es secreto. Pero está bien, Haley. —Pongo demasiado énfasis en su nombre, con la esperanza de ganar su atención—. Ahora que me he trasladado aquí, podemos decirle nuestro secreto a la gente. Ella se transforma en la noche de los muertos vivientes y parpadea repetidamente. Coloco la mano bajo su codo, preparándome por si se desmaya. Nota mental: se escandaliza con facilidad. Sus bocas se abren. Algunos chicos se endurecen como piedra. Entonces me golpea, ¿alguno de estos chicos es su novio? Jessica mencionó una relación fallida con Matt, pero Haley podría estar viendo a alguien más. Mierda. Puta mierda. Puta mierda en una olla de cocción lenta. —¿Sales con Haley? —La pura amenaza en el tono de Matt indica que toqué un punto sensible—. ¿Mi chica? ¿Sales con Haley? Haley regresa a la vida. —Soy tu ex novia. Gracias a Dios por los pequeños favores y el maldito conejo de Pascua, porque era un regalo que necesitaba. No hay nadie más en la vida de Haley y Jessica tenía razón: él está locamente obsesionado. Matt es, obviamente, el alfa en este grupo sarnoso de lobos, así que me dirijo a él—: ¿Es un pecado por aquí proteger a tu chica? No ha quitado sus ojos de Haley desde que anuncié nuestra súbita relación. Al final, él contesta—: No.

—¿Es cierto? —Jax pellizca su nariz como si oliera mierda—. ¿Has salido con este chico en secreto? —Yo... —Nada sale de los labios de Haley. —Todas las mentiras que has dicho desde el viernes... Lo que aguanté en casa por encubrirte... ¿Por un chico de nuevo? Jesús, Haley. — Hace una pausa, y luego inhala—. Ya he terminado contigo. —¡Jax! —grita Haley, pero él se aleja caminando. El otro chico de su familia usa la misma expresión que hace mi mamá cuando habla de la hija que murió justo después de mi nacimiento. En silencio, sigue a Jax. Su postura decae. La expresión en su cara... es como si alguien le hubiese sacado su corazón latiente. Tengo que sacarla de aquí. —Mira, hombre —me dirijo a Conner—. Fue un malentendido. Te vi junto a Haley, y me puse protector y las cosas se descontrolaron. No hay daño, no hay problema. Envuelvo un brazo alrededor de los hombros de Haley y se tensa debajo de mí. Extiendo la otra mano a Conner, a sabiendas de que se produjo mucho daño y no hay problema es algo leve a utilizar para describir la animosidad entre nosotros. —Vete a la mierda —dice Conner. Retiro mi mano y me encojo de hombros. Oye, lo intenté. —Entonces, los dejo para que almuercen. —Intento guiar lejos a Haley, pero es difícil hacerlo cuando ha echado raíces y ha plantado sus pies en el suelo. —Parece que fue una pelea injusta —dice Matt—. Mi hermano se comportó como un caballero y ayudó a Haley después de que se cayó y entonces tú lo atacaste por detrás. Es fácil acabar con un hombre cuando él no sabe que vienes. Una disculpa no es suficiente. —Es suficiente —declara Haley—. Por favor, Matt, déjalo pasar. Matt imita la sonrisa loca que su hermano demente tenía justo antes de dejarme fuera de combate. —¿Sabes las mentiras que tu novia intentó decirme antes de que aparecieras? Escuchar a Haley rogar por ti me hace preguntarme si en realidad puedes recibir un golpe. Me froto la barbilla, suelto a Haley y doy un paso hacia Matt. Las sillas crujen y rechinan contra el suelo mientras sus chicos se reúnen cerca de él. Matt se los impide con un dedo levantado. —¿Tienes algo que decir? —Sí. Pensé que deberías saber que me expulsaron de mi última escuela por pelear. No tengo problemas al recibir golpes. —Entonces pruébalo.

—Intenta golpearme, imbécil. —No voy a ser acusado de atacar a un hombre por la espalda. El aire vibra con energía cabreada. Matt saca pecho y prepara los brazos para levantarlos, hasta que un chico dice—: El director. Matt retrocede y sigo su ejemplo. Un hombre de edad con un traje gris nos observa mientras se dirige a la fila de comida. —Chico nuevo —dice Matt—, no peleamos en la escuela, pero en el momento en que suene la campana, tu trasero es mío. Haley se posiciona para convertirse en un escudo humano frente a mí. —No. —Haley. —Me hierve la sangre que ella le ruegue a este bastardo por cualquier cosa. ¿Honestamente cree que soy tan débil?—. Yo me encargo. —Escúchala, Matt —se entromete Conner. —¿Qué? —pregunta Matt. —Uno de nosotros debe pelear con él en la jaula. Ya sabes, convertirlo en la humillación pública. Gana el mejor hombre y toda esa mierda. Haley entierra los dedos en su cabello y lo agarra como si quisiera sacárselo de un tirón. —Él no es un luchador. No será justo. —Puedo pelear —digo rápidamente, pero no me responde ninguno. —Si no puede recibir golpes, entonces no debería haberse metido con uno de nosotros —dice Matt. —Matthew —la desesperación pura en su voz hace que se congele todo el mundo—, te juro que él no lo sabía. Las miradas fijas. Todos dudan de mí porque Haley básicamente firmó en sangre que soy incapaz de protegerme. Tengo cuatro meses en esta escuela y estaré jodido si ella me protege todo el tiempo. —Di el día y la hora. Conner hace señas a Matt con su mano torcida, como si estuviera decidiendo si poner queso en una hamburguesa. —El torneo es en dos meses. Conseguiré que mi mano se cure y luego ambos vamos a por ello. Matt asiente. —Bien. ¿Estás dentro, chico nuevo, o eres cobarde? Sonrío. Una descarga de adrenalina inunda mis venas. Esto es posiblemente lo más loco y vivo que me he sentido en años. —Lo espero ansiosamente. Suena la campana, terminando el almuerzo. Matt y su manada de lobos salen de la mesa.

Haley cierra los ojos y baja la cabeza a sus manos. No es la reacción que esperaba.

Haley Traducido por Jasiel Odair Corregido por MariaE.

Estoy esperando el segundo autobús. Cuando vivíamos en nuestra antigua casa, mi casa, yo iba en el primero. Eso pasaba cuando las cosas eran más simples. Cuando empecé a salir con Matt y cuando Jax, Kaden y yo no estábamos en la garganta del otro. Antes, cuando al menos podían mirarme... a diferencia de ahora. Hoy, cuando iban a tomar el autobús de la ciudad para entrenar en el gimnasio, ni siquiera murmuraron un adiós. Me siento lejos de todos los demás. Después de mi ruptura con Matt, puedo decir honestamente que no me importa estar sola. Su versión de la atención dejó cicatrices. Inhalo una respiración profunda, extrañando la relación que tenía con Jax y Kaden. ¿Lo que es peor? Extraño a quien solía ser yo. Ambas rodillas rebotan mientras espero en el banco fuera de la zona. La brisa cálida no le ayuda a mis manos. Están congeladas para siempre. Van tantos días sin ver el sol durante el invierno, que es fácil creer que ya no existe. —Haley. Mi corazón se atasca ante el sonido de la voz de West. Querido Dios, ¿es siempre tan hermoso? Sobre todo ahora con la gorra hacia atrás y esos ojos azules abriendo y cerrándose en mí. Diminutas alas revolotean en mi pecho cuando se sienta en el banco junto a mí. Está cerca. Súper cerca. Tanto que sus pantalones vaqueros tocan los míos. El calor sale de su cuerpo y en cierto modo se me antoja acurrucarme en él y robar su calor. —West —respondo. Buena chica. Actúa casual. Debería moverme. Por lo menos un centímetro. Probarnos a ambos que tengo una poco de respeto por mí misma. Pero no lo hago. Él es cálido y... bueno... maldita sea, es lindo. Me froto las manos una con la otra, medio preguntándome si debería agradecerle por lo que pasó en el almuerzo o si regañarlo por involucrarse, o si debo presionar mis dedos en

su cara y salvarme de la amputación por congelación. Quiero hacer las tres cosas. —¿Quieres que te lleve? —pregunta. —En serio no escuchas, ¿verdad? —Trato de doblar los dedos, pero están tan fríos que se encuentran hinchados—. Te lo dije el viernes, no voy con extraños. —Bueno, tú eres mi novia. Me ahogo con la risa que brota de mi garganta. West sonríe y tengo que admitir que es una vista dulce en su cara. —Te das cuenta —le digo—, que después de lo que pasó en el almuerzo, ambos estamos innegablemente jodidos. —Fue un primer día interesante. —Se pone de pie y extiende la mano—. Vamos, deja que te lleve a casa. Acepto la oferta y no me gusta la forma en que mis entrañas palpitan cuando sus dedos se envuelven alrededor de los míos. —Jesús, tus manos son cubos de hielo. —La mano de West se aparta de la mía, y, con las mejillas rojas, la alejo, pero West niega mi retiro y recupera mis dedos. —No. Está bien. —Jalo para liberarme, pero sin éxito—. Tengo frío. —No me digas. Los guantes podrían ayudar. No tengo guantes. Si los tuviera, me los pondría, pero los perdí cuando perdimos la unidad de almacenamiento. Marcada por el recordatorio, empiezo a informarle a West la ruta exacta al infierno que puede tomar cuando lleva mi mano hacia sus labios. El mundo se detiene cuando abre la boca y sopla aire caliente sobre mi piel. Mis ojos se abren, mis dedos se doblan y mi sangre estalla con calor. Santa maldita mierda. Mirando fijamente a mis ojos, él sopla de nuevo sobre mi mano. Mis dedos hormiguean con la calidez, con su toque. Su pulgar acaricia mi piel y mi corazón salta en demasiados latidos. —Tienes la piel suave —murmura. —Sí —le susurro. Sí. Um... ¿qué? Parpadeo. Estamos demasiado cerca, y si ninguno de los dos se moviera, la ropa estarían contra ropa, y me gusta la idea de su cuerpo contra el mío rozando mucho más de lo que debería. Extraigo mi mano de la suya. —No me importan las manos frías. Sonríe. —¿No?

—No, no me importa. —Camino derecho hacia su coche y tropiezo estúpidamente sobre un bordillo de estacionamiento. Entonces, para más risa, me tropiezo con mis propios pies. Por lo menos me quedo de pie… a duras penas—. Siempre están frías, incluso en verano. West no dice nada mientras camina a mi lado, pero me mira con una sonrisa divertida. Dos veces su mano sale volando para agarrarme por si me caigo. Lo odio. Me gusta. Ojalá no fuera tan patética. —Estoy acostumbrada. —Echo un vistazo, deseando que Marissa salga de la nada, porque los amigos no se deben dejar deambular y tropezar. Masajeo la mano que él sopló. Es como si la piel de ahí estuviera hipersensible—. No es un gran problema ya que es normal. —Porque no puedo cerrar mis estúpidos labios, digo—: Mis manos son siempre frías. Es la genética. Mi mamá tiene las manos frías y su mamá también. La mala circulación o algo así. —¡Cierra la puta boca, Haley! West presiona un botón en su llavero y destellan las luces en su Escalade. Como un caballero, abre la puerta del lado del pasajero. —Es bueno saberlo. —Hay un brillo en sus ojos que coincide con la sonrisa de suficiencia. —¿Qué? La sonrisa se ensancha. —Las manos frías. La genética. Es buena información. Sonrío ampliamente porque no sé qué más hacer. Mátame ahora. West cierra mi puerta y me golpeo la nuca tres veces contra el asiento. Se sube y sonrío falsamente de nuevo. Se ríe y me muero de la mortificación. Cuando el coche arranca, el rap sale de los altavoces, haciendo que vibre el marco. Apaga la radio, enciende el calefactor y me señala los orificios de ventilación. El rico olor del cuero llena el aire y todos los aparatos electrónicos y computarizados integrados en su tablero de mandos me intimidan. —Este coche es silencioso. Es como si no estuviera el motor. —Mi hermana Rachel... —Hace una pausa y cambia la mano con que maneja. En el poco tiempo que he a conocido West, esta es la primera vez que parece que no está seguro—… es genial con los coches. Cualquier cosa buena acerca de esta cosa es por ella. —Eso está bien. —E inusual. Nunca he oído hablar de un mecánico de sexo femenino, pero, ¿acaso has oído hablar de una mujer luchadora? West parece sombrío y nos sentamos en un silencio incómodo. Su hermana tiene que ser un tema delicado y, debido a Kaden y Jax, puedo apreciar altamente eso. La ley de Murphy dicta que paremos en cada luz roja. Después de una luz particularmente larga, golpeteo la puerta con mis dedos y repito

los acontecimientos en la cafetería. ¿Debo estar enojada o agradecida con West? Para ser honesta, estoy ambas, pero aun así, hay una persistencia dentro de mí que dice que si él hubiera estado de acuerdo con el plan original... —¿Por qué no me escuchaste? ¿El viernes por la noche o en la cafetería? Si sólo me hubieras escuchado una vez no estarías en este lío y yo no tendría que sacarte de apuros. Sacude la cabeza. —¿Dijiste sacarme de apuros? —Sip. Sacarte. Igual que un cubo y un bote con una fuga. —Nah. Te equivocas. —West reajusta la gorra en la cabeza y tensa la mandíbula—. A ti no te gusta recibir mi ayuda. —No necesito tu ayuda. Lo que necesito es que me escuches. La mirada incrédula de sus ojos hace que hormiguee mi piel. Bastardo engreído. —Si hubieras actuado como si estuviéramos hablando —le digo—, yo lo habría logrado y no estaríamos aquí. —No sabes eso. —Pisa el gas cuando la luz cambia a verde. Dejo de tocar la puerta y la golpeo con mi mano. —Resulté herida de todos modos. Resulté herida y perdí la medicación de mi padre y tuve que golpear a alguien. Algo que juré que nunca haría de nuevo. Ahora mi padre es un desastre, mi primo y mi hermano me odian más de lo normal y tengo que preocuparme por que te mueras en dos meses. —¡No soy débil! —Él frena en seco en el siguiente semáforo en rojo. Mi cuerpo se tambalea contra el cinturón de seguridad y luego se hunde en el asiento. —Nunca dije que lo fueras. —Sí. —Sus ojos azules estallan en llamas gemelas—. Lo hiciste. En el momento en que le rogaste a Matt que diera marcha atrás, le anunciaste al mundo que soy débil. Un gruñido de disgusto sale de mi garganta. Chicos. Chicos estúpidos con sus egos estúpidos. —Estás enojado porque te salvé. Porque una chica lo salvó. Asqueada, cruzo los brazos sobre el pecho. Dios, las innumerables veces que he visto la misma mirada en los rostros de los chicos en la escuela. Soy una luchadora que puede lanzar un golpe. Claro, van a decir que es genial, pero sus egos exigen que sean el protector. La luz dio paso a la verde y West pisa el acelerador, haciendo rugir de ira al motor. —Incluso si hubiera pretendido conversar contigo, habrían seguido. —Hubiera funcionado.

—¿Y tú lo sabes todo? —espeta—. Si no lo hubiese seguido, entonces tendría que pensar en cómo te habrían golpeado hasta la mierda y cómo yo tuve la culpa y fallé. ¡Una vez más! Estoy enojada. Jodidamente furiosa. Tan enojada que no debo abrir la boca, pero lo hago y grito con toda la fuerza de mis pulmones—: Obviamente puedo cuidar de mí misma. —¿Cómo diablos iba yo a saber eso? El coche detrás de nosotros pita cuando West lo corta. —Te odio — murmuro. —Lo mismo digo. Se detiene en el vecindario y ante mí está el lugar donde nuestros mundos chocaron. Un segundo más temprano o más tarde y tal vez podría haber evitado a Conner y su amigo. Un paso en la dirección contraria y West nunca hubiera terminado así. Las náuseas me desorientan y pongo una mano sobre mi estómago. ¿Esto es todo lo que somos? ¿Acciones y reacciones continuas? ¿No hay control sobre nuestro futuro? ¿Una carta de despido y perdemos nuestra casa y pierdo a mi padre? ¿Una cita, el tipo equivocado y pierdo a Jax y Kaden? ¿Un mal paso en la acera y mi vida se enreda con un extraño? Si eso es cierto, entonces la vida es un juego patético y enfermo. West entra en el aparcamiento y estaciona el coche. —No podemos dejar esto así. —Lo sé. —Una pausa de mi parte—. No te odio —Jugueteo con una uña larga. Nunca he sido capaz de hacerlas crecer o descubrir cómo pintarlas de manera adecuada. Apesto en todas las cosas de chicas—. Eso fue cruel. —Yo tampoco te odio y, créeme, me han dicho cosas peores. —Suelta un suspiro—. Estoy en esto, Haley, así lo quieras o no. El día gris hace que la plaza comercial parezca más triste. Una mujer muy delgada apenas vestida, arrastra a un niño llorando por el brazo, casi rompiéndolo. El niño tropieza con un bordillo y la mujer lo lleva contra el asfalto. Odio este lugar. A West no. Sólo a mi vida. —Sigo buscando una manera de solucionar este problema para que puedas ser libre y no se me ocurre nada. —No cuando él insiste en entrometerse continuamente—. No busco discutir de nuevo, pero, ¿puedes, por favor, decirme por qué? Soy una extraña. Podría ser una asesina en serie o recoger animales atropellados y convertirlos en animales de peluche o poseer dos millones de muñecas de porcelana y colgar sus cabezas decapitadas en mi techo… —Las muñecas me darían miedo.

Levanto una ceja. —¿Sólo las muñecas? West vuelve a sonreír, como lo hizo fuera de la escuela y esa vista dulce me hace sonreír. —Tengo un umbral alto para lo espeluznante. Río y el gran sentimiento se desploma cuando trato de encontrar la última vez que me reí antes de hoy. ¿El mes pasado? ¿Hace seis meses? ¿Años? —Mi punto es que no me conoces, pero eres voluntario para convertirte en un gladiador sin una onza de entrenamiento. —Genial. ¿Eso quiere decir que voy a conseguir una espada? seria!

—¡Lo digo en serio! ¡Toda esta situación es total y completamente

—Tienes que aprender a relajarte. —West exhala y luego desliza su mano sobre el volante—. No sé por qué estoy haciendo esto. —¿Por favor? Está silencioso, pero es el tipo de silencio que me dice que está organizando sus pensamientos. Mi padre, antes de ser despedido, tenía esa misma expresión cuando teníamos una discusión. Papá siempre me respondía y no tengo ninguna duda de que West también lo hará... si le concedo el tiempo. —Ahora estoy involucrado porque ese chico Conner te golpeó. Mi estómago se hunde. —West... —Dios, odio admitirlo en voz alta—. Le pegué primero. —Porque él no cedería ante West. Levanta las manos. —Te golpeó. No me importa si le pegaste antes con mi Escalade doscientas veces. No está bien golpear a una chica. Además, cuidaste mi espalda. No me olvido de ese tipo de cosas —Curva sus labios—. Claro que, normalmente le digo esto a un hombre. Hay más. Puedo ver el dolor grabado en su cara... en sus ojos. —Dijiste antes que no podías vivir con la idea de que fallaste. ¿Qué quisiste decir? —Todos tenemos demonios. —Mira fijamente el bar situado en el extremo del centro comercial—. ¿Qué tal si dejamos las cosas así? —¿Sabes en lo que has metido? —En dos meses estaré en algún torneo. Por lo que sé, voy a estar lanzando cuchillos a este chico y él podría estar lanzándolos a mí. —No hay cuchillos. A pesar de que podría ser más rápido y menos doloroso. —Es bueno saberlo.

El autobús escolar ruge en la calle detrás de nosotros. —Tengo que llegar a casa. ¿Puedo explicarte todo mañana en el almuerzo? Entonces podemos idear un plan para mantenerte vivo. —Suena como una cita. —West enciende la camioneta y le doy instrucciones para llegar a casa de mi tío. Él se inclina contra la puerta mientras conduce y vigila la carretera con atención. Algo me dice que no está concentrado en el camino tanto como trata de digerir el mundo al que él mismo se ha arrojado. Se detiene frente a la pequeña casa. —¿Dónde estás entrenando? El instinto es no decir nada porque mis días de lucha se acabaron hace tiempo. —Vi el daño que le hiciste a Conner. Entrenas en algún lugar. Si West va a sobrevivir, tendría que caminar por los puentes quemados y arruinados que he incendiado y encontrar una manera de volver a construirlos. Bien podría comenzar con la verdad. —Muay Thai. —¿Y qué es eso? —Kickboxing. West lanza una sonrisa paralizante. —Mierda, mi novia es una kickboxer. Suelto una especie de risa, pero es tan poco entusiasta que cae al vacío. Nunca en mis sueños más salvajes me hubiera imaginado que estaría sentada en un coche tan caro con un tipo tan hermoso. Tomando una página del libro de Marissa, meto mi pelo detrás de la oreja y de repente me importa cómo me veo. Ojalá llevara algo más agradable. Algo más que pantalones vaqueros rasgados y una camisa de manga larga de algodón. Algo que me hiciera material de ―novia‖ para un tipo como él. —Mira, todo eso de la relación… —Sí —me interrumpe—, lo siento. Nadie creería lo que decíamos, así que improvisé. ¿Podemos mantener las apariencias por un tiempo? Podemos ―romper‖ en un par de semanas después de que crean que la razón por la que fui tras Conner era porque estaba detrás de ti. La mirada que le arrojo, le hace levantar las manos en el aire. —Lo juro por Dios, mantendré las manos quietas. Respeto altamente que mi novia puede lanzar un buen golpe. Esa es la razón por la qué el único hombre con el que he salido o besado ha sido Matt. Los chicos rechazan a las chicas fuertes. —¿Has pensado en transferirte a otra escuela? Este fue tu primer día. Podrías comenzar de cero en otro lugar. Puedo hacerme la tonta y decir que no tengo idea de dónde vivías porque es verdad. Si te vas ahora, esto podría calmarse.

—Quieres decir que podría calmarse para mí. Asiento. —¿Y dejarte plantada? No sucederá. —La loca expresión que a menudo veo en Jax y Kaden invade toda su cara, y de repente me da igual como luzca. No estoy interesada en involucrarme con otro luchador. —No es mi estilo huir de una pelea —dice—. Además, no estoy seguro de si has oído, pero mi nueva novia me va a enseñar algunos de sus movimientos patea-traseros. —¿Asumes mucho? —No te digo nada que ya no hayas pensado tú misma. Cierto. Alcanzo la manija y hago una última pregunta. —Curiosidad. ¿Mi novio nuevo es un traficante de drogas? West ríe. Es profundo y suave, y me da hermosos escalofríos. —No — hace una pausa—, no soy mucho de nada. El dolor de las declaraciones anteriores vuelve a sus ojos y se refleja el dolor escondido muy dentro de mí. —Sea lo que sea que esté pasando contigo —le digo—, lo siento. —Estoy bien. —Su frente se arruga y queda mirando el parabrisas. No lo está, obviamente, y me muerdo el labio inferior. Para ser extraños, West y yo nos hemos vuelto incómodamente familiares en una cantidad de tiempo rápido. Nuestros mundos no sólo chocaron; se fusionaron como pintura derramada en una acera y es como si ninguno de nosotros fuera a ser el color correcto de nuevo. —Puedes decirme, si es que quieres hablar. Si estás preocupado, no soy una chismosa porque no soy exactamente —mis dedos revolotean en el aire— ―popular‖. West abre y cierra la boca un par de veces y contengo la respiración. Lo que tiene que decir es importante, y de alguna manera, se siente bien que me lo diga. —Mi familia me echó el sábado. El aire entra en mis pulmones como si me arrollaran con una patada frontal en el pecho. —¿Tienes un lugar donde quedarte? —Sí. Pero no estoy segura de creerle. Durante meses, he sido la reina del caos. Soy una niebla, un vapor. El no pertenecer a ninguna parte sigue extendiéndose por todas partes. Este tipo entra en mi vida con la ropa, el coche y la actitud que sugiere que es rico y el rey del mundo. Con un pequeño pero enorme comunicado, desaparece la brecha que existía entre nosotros. Me deslizo

por la división, colocando mis dedos tan fuerte como puedo en torno a los suyos. —Lo entiendo, West —susurro mi secreto para él—. Entiendo lo que es no tener un hogar.

West Traducido por NnancyC Corregido por Karool Shaw

Estoy acostumbrado a que las personas hablen y digan palaras en voz alta para probar que saben más que yo, que son mejores que yo. Pero son sólo palabras. Sílabas hilvanadas entre respiraciones hasta llenar silencios incómodos. Palabras sin sentido. Haley, por otra parte, lo dice todo con una caricia. La forma en que su mano se aferra a la mía, desgarra mi corazón y lo arroja sobre una fuente. Este momento, es demasiado crudo. Es demasiado real. Y el instinto es quitar mi mano bruscamente y cerrar la puerta de golpe sobre la confidencia, pero la otra parte de mí —la que siente como si mi cordura restante es un regalo al borde de ser devuelto— se aferra a ella. Enlazo mis dedos con los de Haley y vuelvo la cabeza así enfoco la vista en la ventana del lado del conductor, lejos de ella. Si la miro, estoy aterrorizado de lo que yo podría decir y lograría sentir. Y que me jodan, ya he dicho bastante. Si comprende esto, estar sin una casa, ¿entenderá el rechazo? ¿Entenderá la devastación de que todo lo que has amado no te ame? Y porque no consigo enfrentar aquellos temores, soy incapaz de enfrentar a Haley. Aprieta una vez y es como si su voz acariciara mi mente: Estoy aquí. Lo entiendo. Aprieto en respuesta. Segundos transcurren en momentos. Momentos en minutos. Sin palabras. Sin una conversación sin sentido. Sin contacto visual. Sólo nuestras manos unidas. Mi garganta se hincha. Haley es la única cuerda que me sostiene.

—West. —Lo dice como si estuviéramos encendiendo una vela para un ser querido en una iglesia. —Sí. —Mi voz es quebrada y áspera. No lo digas, Haley. No digas que tienes que marcharte. —Hay un toque de queda que necesito cumplir. —Aunque sus dedos se envuelven con más fuerza alrededor de los míos. —De acuerdo. —Debo liberar mi agarre, pero es difícil. Nunca me di cuenta que podía perder todo. Ahora no quiero perder nada, especialmente a ella. Ni siquiera por un corto periodo de tiempo. Haley afloja su agarre y retiro la mano, colocándola en mi regazo. Pensé que me sentí solo y aislado cuando intenté dormir en la oscuridad de mi coche, pero el agotamiento frío dejado atrás cuando Haley remueve su mano, indica que no sabía lo que era la soledad. La puerta se abre y el aire frío entra en la camioneta. —Dime si te quedas sin los lugares para pasar la noche —dice y luego la puerta se cierra detrás de ella. Con la mochila colgada sobre su hombro, Haley mete las manos en sus bolsillos y lentamente camina a la puerta principal. Quiero quedarme y ver si mirará en mi dirección antes de que entre a la casa, pero no lo hago porque, ¿y si no mira?

Haley Traducido por Janira Corregido por Julieyrr

West no tiene casa. En cierto modo quiero arrastrarme sobre su regazo, enterrar la cabeza en su hombro y llorar por él, porque cuando eres tú quien atraviesa por algo tan horrible, es muy difícil que llores por ti mismo. A veces me pregunto si la agonía interior desaparecería si alguien derramara lágrimas por mí. No estoy segura de poder sobrevivir expresando todo el dolor. Mi corazón sufre un millón por ciento por West y eso genera problemas. Me siento atraída por él, me duele por él y en general, me gusta pero necesito complicaciones adicionales tanto como necesito un agujero en mi cabeza. Mirando la televisión, mi tío se sienta en su trono, su sillón reclinable en la sala de estar. Está por debajo de un hombre, quien está por debajo de otro hombre, lo cual lo convierte en la persona de más bajo rango en una empresa exterminadora. Desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde, mata cosas para ganarse la vida. Cosas que todo el mundo se encoge al tocar. Me deslizo de mis zapatillas de deporte y las alineo cuidadosamente cerca de la puerta principal y cuelgo mi mochila en uno de los muchos ganchos. Sintiéndome como una geisha invisible, bajo la cabeza y me posiciono al lado del sillón de mi tío. Aprendí una vez en la escuela dominical que desear que alguien muera, desear el asesinato de alguien, es tan pecaminoso como cometer el acto. De pie aquí, tengo el mismo pensamiento todos los días: cuando muera, iré directamente al infierno. Aunque permanece centrado en la televisión, me habla—: ¿Dónde están Jax y Kaden? En la pequeña sala de estar se encuentra mi hermana menor boca abajo sobre el piso y coloreando una imagen de una casa: dos pisos, persianas azules, rosales cerca de la puerta principal. El sol está brillando

y una familia de figuras de palo sonríe. Es nuestra antigua casa. Es lo que solíamos ser. —En el gimnasio. Lo sabe, responderé.

pero

disfruta

preguntando.

Disfruta

sabiendo

qué

—¿Por qué no estás en el trabajo? —Es lunes. Estoy libre. —También lo sabe. Soy camarera, al igual que mi mamá. Excepto que yo trabajo en la pizzería por malas propinas y ella trabaja doble turno en el Roadhouse por ligeramente mejores malas propinas. Trabaja tanto que ya no la veo. Nunca. Mi tío evita verme. Es un recordatorio de que no soy digna de ser vista. Bebe de la lata de coca cola helada. El alcohol, dice, es el diablo. Si no creyera que era Satanás encarnado, podría ser considerado un hombre guapo, incluso en su uniforme azul de trabajo y con el hedor de pesticidas emanando de él. Es el medio hermano de mi padre y una copia exacta de treinta y ocho años de Jax: cabello rubio casi blanco, ojos azules y contextura robusta. Es la mitad que ha hecho la diferencia entre mi padre y él. La diferencia entre yo viviendo en esta prisión durante unos meses y Jax viviendo aquí toda su vida. Mi tío termina la Coca y extiende la lata hacia mí. —Corta las verduras y comienza la comida y tráeme otra. Papá sale de la habitación y atrapo sus ojos cansados. Dile que diga por favor. Dile que no soy su esclava. En cambio, baja la mirada. Cuando nos mudamos, le prometí a él y a mi madre que mantendría mi boca cerrada y hago lo que dije. Hice una promesa. Una promesa que mi orgullo prefiere no mantener. No soy una esclava. No lo soy. Ser pobre, no tener casa, ser una chica no me hace menos. —Creo que te dije que hicieras algo, chica —dice mi tío. —Haley —apenas murmura papá. Me estremezco al igual que lo hice cuando Conner estrelló su puño en mi estómago. Con demasiada ira, arranco la lata de la mano de El Dictador y pisoteo a la cocina. Paso más allá de papá, sin mirarlo ni una sola vez a los ojos. El quemador en la estufa suena cuando golpeo la olla contra él y unos cuantos imanes rebotan en el suelo cuando tiro de la puerta del refrigerador para abrirla. —No dejes que te afecte. —Papá levanta los imanes y los vuelve a pegar en la puerta. Habla en voz baja porque no estamos autorizados a

tener opiniones en esta casa. Nadie puede pensar en esta casa—. Es como Paul maneja las cosas. Quiero gritarle a papá que encuentre un trabajo. Para salvarnos. Pero no lo hago. Eso no sería justo de mi parte y la vida no ha sido justa con él. Un bosque negro de amargura enardece dentro de mí pero otras palabras salen en su lugar. —¿Estás de acuerdo con la forma en que me habla? Porque los hombres no deben hablarle a las mujeres así. Debido a que mi propio padre no me habla de esa manera. Merezco mejor trato. Al menos creo eso. Mis ojos arden y parpadeo rápidamente. Mi vida está tan retorcida que ya no estoy segura de lo que es correcto. He estado hecha un lío durante mucho tiempo y una terrorífica duda se acuña en mi cerebro, preguntando... ¿Esto es normal? ¿Está bien? La parte más aterradora es la pequeña voz respondiendo: “Sí”. Papá agarra mis hombros y jadeo. Me da vuelta, forzándome a mirarlo. El fuego arde en sus ojos. —Nadie debe hablarte de esa manera. ¿Me oyes, Haley? —Pero él lo hace. —Mi garganta se aprieta con cada palabra—. Y lo dejas. Papá me suelta como si mi piel tuviera ácido. —Lo siento — murmura—. Soy tu padre... debería... Se gira ligeramente, medio inclinado hacia la sala de estar, medio inclinado hacia mí. El gris de su piel es lo que me preocupa y me hace agarrar su muñeca, para evitar que decida entre luchar por su hija y darle un lugar para vivir al resto de su familia. —Está bien. No está bien. Nunca he deseado nada más que mi padre me diga que soy digna de ser salvada, que soy digna de ser defendida. Aprieto los dedos en su piel hasta que encuentra mi mirada. —Está bien. La parte cuerda de mi cerebro sabe que es egoísta de mi parte siquiera desearlo, porque mi tío nos echaría y no tendríamos donde vivir. Pero si soy honesta, si analizo a fondo los oscuros monstruos que habitan en mi alma, descubriría que lo detengo porque si le doy la oportunidad, aún sin repercusiones, dudo que crea que valgo más de lo que piensa mi tío y no estoy segura de poder manejar la verdad. Mi padre asiente y mueve el brazo así que ya no lo toco. Pasa una mano por su cabello, luego se aclara la garganta. —Voy a la biblioteca. —Por lo menos lleva a Maggie contigo. —Al menos sálvala a ella. Con movimientos deliberados como si fuera una marioneta, me alejo de él, saco verduras del refrigerador y lo cierro. Se ha ido para cuando regreso. Rebano una papa y escucho mientras le dice su destino a mi tío, le dice a Maggie que tome su abrigo y cierra la puerta.

Un adormecimiento envuelve mi cuerpo. Rebano una papa y luego otra. El mismo movimiento una y otra vez. Existe una conciencia que tienes cuando vives con el diablo. Una presencia. Diminutos susurros arrebatan tu energía. Lo único que preserva tu cordura, lo único que te ayuda a dormir por la noche es la idea de que te rodean otros. Que de alguna manera, juntos, pueden ser protegidos. Mi columna vertebral se endereza y me recorre un escalofrío. Estoy sola.

West Traducido por Aimetz Volkov Corregido por NnancyC

A unas pocas cuadras de Haley, me inclino sobre la vitrina del mostrador de la casa de empeño y cuento el fajo de dinero que me dio el estafador-callejero-propietario de la tienda. El dueño me recuerda a un cerdo engordado preparado especialmente para navidad cuando las patas del taburete donde está sentado crujen bajo su peso. —No confías en mí —dice. —No. —Me jugué en el costo de mi reloj, incluso negociándolo a un precio muy superior al de su oferta inicial. Ahora tengo dinero para comida, gasolina y algunos artículos para la escuela. La tentación de alquilar una habitación de hotel se cierne alrededor de mí, pero tengo que pensar más allá de eso. —Bien —dice—. Significa que eres inteligente. Las vitrinas en la pared contienen armas y productos electrónicos. En el expositor debajo de mí, un par de viejos beisbolistas me miran fijamente desde sus tarjetas. Cuando termino de contar trescientos por segunda vez, meto el fajo en el bolsillo delantero. Un carterista imbécil va a tener un momento difícil al excavar en la parte delantera de mis vaqueros para conseguir su oro. —¿Alguien por aquí está contratando? —En este punto, palearía mierda si eso significara que puedo tener un techo sobre mi cabeza. Un mercenario fumador sacude sus rollos de grasa. —Todo el mundo está buscando un trabajo, chico. Sí, estoy seguro de eso. Aquí está el problema para conseguir un trabajo: Necesito un teléfono y a no ser que planee regresar a casa con mi rabo entre las piernas para recuperar mi cargador o rogarle a papá que me acepte de vuelta, soy una mierda sin suerte. Me rasco la cabeza al salir de la tienda y me detengo contra la pared. Dos patinadores pasan volando. Mi estómago gruñe y una punzada se

dispara a través de él, casi doblándome. Hambre. Es irreal que hace unos días me encontrara aquí acechando a mi madre. Mis sienes palpitan, y mientras veo a un tipo salir de la tienda de comestibles con una hogaza de pan colgando de su mano, entierro las ganas de quitárselo. Ahora tengo dinero y puedo comprar mi propio pan. Tal vez algo de carne. Cada vez que vine aquí por la venta de marihuana, le hablaría entre dientes a algún delincuente pidiendo una oportunidad de trabajo. Las palpitaciones en mi cabeza se intensifican. Conseguiría un trabajo si pudiera. En un mundo que antes parecía de días blancos y negros, ahora todo lo que puedo ver es gris. Por la acera cubierta, dos tipos tropiezan fuera del bar, completamente colocados. Solía venir aquí para proteger a mi madre. Cada vez que pienso en ella, me siento como si una cuerda deshilachada estuviera enrollándose con fuerza alrededor de un nervio, cortándolo. Debería encontrar un teléfono público y llamarla. La gravedad o simplemente la curiosidad magnética me atrae a la dirección del bar. Hay tres tipos de señales en su puerta y una llama mi atención. No es la que indica que la entrada está prohibida a menores de veintiuno ni la que dice que no está permitido nadie con colores de una pandilla de motocicleta. Estoy interesado en el letrero de ―se busca personal: barman y ayudante general‖. Si trabajara aquí, podría conseguir algo de dinero y posiblemente algo de información sobre mamá. Adentro, el fuerte olor de cerveza derramada impregna las paredes de yeso. A mi derecha, un tipo en una camiseta sin mangas rompe las bolas en la mesa de billar. El sonido ruidoso truena en la sala restringida y Hank Williams canturrea por los altavoces. Letreros de neón anunciando diferentes cervezas cuelgan en la pared e iluminan el bar oscuro. Mis zapatos se pegan al piso de concreto y, mientras camino a la barra, trato de encontrar una razón positiva de por qué mi madre frecuenta este basurero, incluso si es para una follada. Mi mamá tiene unos cincuenta años, pero todavía hace que giren las cabezas de los hombres en los bailes de caridad. No necesita rebajarse ni degradarse. —Oye —llamo al camarero Vin Diesel revoloteando sobre una pequeña portátil. Es un gran hijo de puta con la cabeza totalmente rapada—. Dicen que estás buscando ayuda. —¿Eres barman? —pregunta sin levantar la mirada. He mezclado unos tragos en fiestas y nadie murió. —No. —Entonces no te quiero. —Deberías comprobarlo, Denny —dice esa misma maldita voz femenina que sigue apareciendo en los momentos equivocados. Como el

principio de una mala broma, Abby entra campante al bar. Me roza al pasarme y me recuerda a un gato perezoso mientras se desliza sobre uno de los taburetes—. Qué pasa, West. —¿Me estás siguiendo? Resopla. —Ya desearías. Terminé un negocio al lado y te vi entrar a este buen establecimiento. —Abby se inclina sobre la barra—. ¿Dónde están las cerezas? Denny cierra de golpe su portátil. —No soy una despensa de comida, Abby. —Hola, obtengo dos de mis cuatro grupos alimenticios aquí. —Abby levanta el tazón de cacahuetes y lo gira—. El grupo alimenticio de proteínas y las cerezas son el grupo de los postres. Te sentirás mal si me muero de desnutrición. Mi boca se hace agua a la vista de los cacahuetes y mi estómago gruñe tan fuerte que Abby levanta una ceja. El aspirante a Vin Diesel muestra una sonrisa. Agarra un contenedor de plástico y la sonrisa se desvanece cuando sus ojos aterrizan en mí. —¿Qué demonios haces aquí? —Sus palabras están llenas de ira, pero su tono no. No tengo idea de cómo interpretarlo. Abby agarra un puñado de cacahuetes y los coloca en su boca, uno a la vez. Veo cada uno desaparecer detrás de sus labios, casi saboreando la sal en mi lengua. Sus ojos parpadean entre el camarero y yo, y trato de enfocarme en este momento, no en los alimentos. Un solo pensamiento se teje a través de mí: Abby sabe el secreto de mamá. ¿Este es el tipo que mi mamá se está tirando? —Estoy aquí para el trabajo —digo. Denny lanza el contenedor a Abby y ella lo atrapa en el aire y abre inmediatamente la tapa para deleitarse de un sándwich deli a medio comer y patatas fritas. Mis rodillas se debilitan ante la vista. Luego él se agacha, saca un frasco lleno de cerezas, se une a nosotros en el extremo de la barra y lo desliza a Abby, que se pone a comer y coloca una cereza en su boca como si realmente se encontrara al borde de la inanición. En movimientos leves y deliberados que no estoy seguro de que alguien, excepto yo, se fije, acerca lentamente el tazón de cacahuates en mi dirección. Trato de actuar casual mientras me aproximo a la barra, pero tengo tanta maldita hambre que esto probablemente fue una carrera a toda velocidad. Después de robar un puñado, me los meto en la boca. Mis ojos se cierran mientras mastico, en parte aliviado y en parte devastado. ¿Cómo he sido reducido a tal desesperación? Cuando abro los ojos, descubro a Denny mirándome. —Eres menor de edad.

—Al igual que ella. —Inclino mi cabeza hacia Abby. —Sólo la alimento. —Eso es cierto. —Arranca un trozo del sándwich—. Mira, si hubieras escuchado mi historia el sábado por la mañana en lugar de ignorarme, lo sabrías. Por cierto… —Mira a Denny—. Este es West Young. Vamos a la escuela juntos. —Su frente se arruga cuando mastica—. Creo. Hoy no fui. Denny cruza los brazos sobre su pecho. —Abby… Le agita la mano para callarlo. —Sí, lo que sea. Lo entiendo. Voy a terminar muerta y embarazada, y luego muerta otra vez a los dieciocho años. Entonces tendré treinta enfermedades venéreas y terminaré embarazada otra vez antes de que me muera en un accidente automovilístico. ¿Tienes de esos pequeños pretzels? ¿No? Maldita sea. Renunciando a ella, apoya una cadera contra la barra y me evalúa. —No te he visto por aquí. ¿Eres nuevo en el área? No sé por qué, pero parte de mí está decepcionada. Esperaba que su reacción inicial quisiera decir que sabía quién era y por lo tanto sería la razón de por qué mi madre frecuentaba este lugar, pero nada. Él podría ser el follador, pero no estar familiarizado con sus hijos. —Sí. legal.

—Era en serio lo que dije antes. Estoy buscando a un camarero. Uno

—¿Qué tal el trabajo de ayudante general? —Agarro otro puñado de cacahuetes—. Tengo dieciocho años. —No es cierto, pero los tendré pronto—. Y mientras que no sirva bebidas, puedo trabajar aquí. —Estoy buscando a alguien que arregle las cosas y limpie. ¿Vas a hacer eso? —Hay un claro desafío en su voz. La semana pasada; diablos, no. ¿Hoy? —Soy habilidoso. —Es cierto. Rachel es la fenómeno del auto, pero yo soy el que arregla cosas extrañas en la casa: manijas sueltas, grifos con fugas, inodoros goteando. Aprendí rápido porque papá nunca estaba cerca y la gente que mamá contrataba para hacer la mierda nunca lo hacía bien—. ¿Cuál es el sueldo? —Diez dólares la hora. Abby se ahoga y se pega con un puño en el pecho. —Mi culpa. Continúen. Denny se rasca la mandíbula. —No sé. —Doy fe por él —dice Abby—. Es un adolescente estúpido que no sabe nada de buscar trabajo. Obviamente está hambriento y es tan ingenuo como el día que nació. Creo que grita empleo. Mi cabeza gira bruscamente hacia Abby, pero antes de que le pueda decir dónde meter su confianza, me guiña un ojo. —Denny tiene una

debilidad por los cachorros perdidos. Confía en mí… nadie podría darte una recomendación mejor. Denny me mira otra vez, y luego le hace lo mismo a Abby. La duda está grabada en su rostro y considero mendigar. Mi mente comienza a seccionarse entre la cordura y locura, y la última toma la delantera por la victoria. ¿Cómo puedo existir sin comida? Comida significa dinero, dinero significa un trabajo y una solicitud de empleo significa un teléfono y una dirección. Es una cadena sin fin donde si no tengo uno, entonces no puedo tener el otro. —Podría contratarlo. —Abby lanza una papita en su boca—. He estado considerando expandir el negocio. ¿Qué? Haley dijo que ella era un traficante de drogas. No soporto más estar de pie, así que me dejo caer en un taburete. Una cosa es comprarlo. Venderlo... —No te puedes alimentar tú misma —le recuerda Denny. La mirada que Abby le envía hace hormiguear la piel en mi nuca. — Mis bienes son continuamente invertidos, pero conozco gente que puede pagarle. Silencio antes de que se dirija a mí. —Tengo un urinario que no sirve en el baño de hombres. Si lo puedes arreglar, el trabajo es tuyo. —Dame las herramientas y muéstrame el camino. —Mi hermano mayor, Jack, constantemente obstruye su inodoro. —Mañana —responde. —Ahora que todo esto es Brady Bunchesque, estoy pensando en un pago por descubrimiento. —Esa maldita sonrisa maligna cruza la cara de Abby. —¿Nunca has oído hablar de no morder la mano que te da de comer? —No, eso hubiera requerido ir a la escuela con regularidad. Tal como yo lo veo, buscabas algo y te ayudé a encontrarlo. Me merezco algún agradecimiento. Se miran como si ambos estuvieran contemplando presionar el botón que da lugar a una guerra nuclear. Es aterrador cómo ninguno de los dos se estremece. —No has encontrado nada —le digo—. Vine aquí por mí mismo. Denny saca su billetera del bolsillo trasero y estampa varios billetes que incluyen ceros delante de Abby. Se mete el dinero por su camisa y

comienza a comer de nuevo como si todo el intercambio nunca hubiese sucedido. —Mañana después de la escuela —dice Denny. Cuando entra a la parte de atrás, le robo el resto de los cacahuates. —¿Quieres decirme de qué se trataba? —No —dice entre bocado y bocado. —¿Es la razón por la que mi mamá viene aquí? Devora su sándwich y desempolva sus manos. Es como si la sombra de una cortina descendiera sobre una ventana abierta y el tejido produjera un diseño intrincado y triste. Durante unos segundos, Abby no es la chica que odio, sino una cuyo exterior refleja mi interior. —¿Alguna vez en tu vida te has enterado de algo que te gustaría nunca saberlo? Un enfermizo dolor afilado se desliza por mi estómago, y es peor que el hambre. El conjunto serio de la cara de papá mientras me dijo que me largara, el frío y la soledad a las tres de la mañana en el coche, podría vivir sin esos recuerdos. —Sí. —Esta es una de esas cosas, ¿de acuerdo? Trabaja aquí, pero mata tu curiosidad. Si no puedes, entonces te sugiero la lavandería. Me han dicho que necesitan un ayudante. Es una confesión entumecedora. ¿Puede la verdad ser tan mala? — Mi madre tiene un romance con alguien aquí. Tal vez ese tipo. Puedo manejarlo. —Si fuera tan fácil, yo misma te hubiera arrastrado aquí el sábado pasado y te habría presentado al problema. Déjalo en paz. Abby se baja del taburete y camina hacia a mí. No hay nada seductor en ello a menos que seas el tipo de persona al que le guste que le arranquen y vuelvan a entregarte su polla. —Dile a cualquiera que Denny me da de comer y te juro por Dios que te tendré gritando como una niñita. Sonrío porque puedo darme cuenta que lo dice enserio. —Y yo que pensaba que nos hacíamos amigos. —Soy letal. Nunca lo olvides. Abby se va con tanto estilo como cuando llegó. Quién sabe si algo de lo que salió de su boca era verdad, pero su última declaración... Abby probablemente nunca ha pronunciado palabras más verdaderas.

Haley Traducido por Vani Corregido por Julieyrr

La cena ha sido hecha. Los platos han sido lavados y guardados y, en una de sus raras noches de descanso, mi madre se ha convertido en una anarquista. Hay un resorte en mi paso mientras camino por la calle oscura con mamá y Maggie. Todos estamos abrigados con varias capas de ropa para combatir el frío. Detrás de nosotros, Jax y Kaden se empujan el uno al otro, riendo, entonces uno de los hermanos de Jax grita—: Vamos. En un instante, mis primos y mi hermano corren por delante de nosotros, moviendo los brazos con fuerza para ver quién llega primero al parque vecino. Gracias al pensamiento astuto de mi madre, estamos siendo rebeldes al romper el toque de queda esta noche. A veces un poco de rebelión es bueno para el alma. Maggie desliza su mano en la mía y hace lo mismo con mi madre. Ella retrocede a medida que caminamos hacia adelante y luego usa los brazos para lanzarse en el aire. Es demasiado grande para hacer esto, pero no puedo culparla por encontrar un poco de felicidad. —No tengo un proyecto de escuela —dice Maggie, pero por suerte fue lo suficientemente inteligente como para mantener la boca cerrada cuando mamá le dijo al tío Paul que por eso todos necesitábamos salir de la casa. —Sí, lo tienes —responde mamá—. Tu agenda semanal dice que vas a comenzar las pruebas de aptitud física la próxima semana. Es necesario practicar, y que mejor que practicar con tu familia. Trato de reprimir una sonrisa, pero fallo. Al tío Paul no le gustó que mi madre le informara que nos iba a llevar al parque para ayudar a Maggie a estudiar, pero como mamá preguntó amablemente y dijo por favor, nos dejó. Personalmente, creo que es porque ella se ofreció a llevar a los niños más pequeños. Él se irrita cuando son demasiado ruidosos. El toque de queda es un término inexacto con mi tío. Puede cambiar de un día a otro, de un momento a otro. Es creado para satisfacer sus

caprichos y su capricho esta noche era estar de acuerdo con dejar a mi madre vaciar su casa. Mamá suelta la mano de Maggie y suavemente la empuja hacia adelante. —Vete ahora. Ponte al día con los chicos. Esa es tu primera tarea en la preparación para la prueba de aptitud. Maggie empieza a ir detrás de los chicos, pero me aferro firmemente a sus dedos. El parque está a la vista y la noche oscura de febrero es ahuyentada por varias farolas, pero hay casas oscuras a lo largo del camino. Yo saltaba hace unos días y de repente nada en este barrio se siente seguro. —Debería caminar con nosotras. Hay líneas de arruga entre los ojos de mamá mientras me estudia. — Va a estar bien. La veo, y Jax y Kaden nos observan desde el parque. Efectivamente, los dos han subido a los columpios y se comportan como soldados que exploran el área alrededor de nosotros. —Vamos, Maggie. Quiero hablar con Haley. Mi estómago se hunde cuando me impacta lo que está pasando. Sólo tonterías. Maggie da un tirón fuera de mi alcance y corre por el parque. Calienta mi corazón escuchar a Jax y Kaden animándola a correr más rápido. —¿Y? —dice mamá. —¿Y? —repito, sintiendo la necesidad de ocultar los moretones en mi cara que pensaba que había cubierto tan bien con el maquillaje. —Escuché que hablaste con tu padre esta mañana. —Síp. —También he oído que hablaste con John acerca de una beca. John debe haberme delatado, pero ignoro la contracción de ira a causa de la esperanza que se extiende dentro de mí. Tal vez esto no es acerca de las contusiones. Tal vez el maquillaje ha funcionado. —Sí. —El hijo de Alice Johnson escuchó de Notre Dame. Me detengo, porque el dolor de que me rechazaron todavía es demasiado fresco. Mamá se detiene a mi lado y coloca una mano en mi brazo. —¿Has entrado? Niego, porque voy a llorar si hablo. Mamá extiende un brazo alrededor de mi hombro y apoya su sien contra la mía. —¿Por qué no nos lo dijiste, Haley? Tu padre y yo queremos estar aquí para ti. Y no sólo con la búsqueda de la universidad, con todo. Es como si mantuvieras todo reprimido todo el tiempo.

Me reajusto, obligando a mamá a bajar el brazo. —Iba a decirte — miento—, pero las cosas se pusieron ocupadas. —Haley —comienza mamá, pero no le doy una oportunidad. —Le dije a Maggie que la alcanzaría en ese bar. La frente de mamá se arruga con preocupación, pero asiente, aceptando que terminara la conversación. —Sin importar qué, estoy aquí si me necesitas. Si la necesito. La necesito a ella y a papá desesperadamente, pero todo se ha distorsionado desde que perdimos nuestra casa. —Está bien. —Créeme —insiste. —Te creo. —No es cierto y mientras caminamos por la calle, ninguna de nosotras pretende creer en la otra.

West Traducido por Aimetz Volkov Corregido por Victoria

Una insana fuga en mi cerebro hace imposible descifrar la realidad de la fantasía. El frío se desliza más allá de mi piel, más allá de mis músculos y excava profundamente dentro de mis huesos. Mi cuerpo se siente entumecido. Principalmente mis pies y dedos. Los soplo y ya no tengo la sensación de calor. Estoy bajo de fondos y casi sin combustible, pero ya no puedo aguantar el frío. Con un movimiento de mis llaves, arranco el motor y enciendo la calefacción a su máxima potencia. Esta es mi tercera noche durmiendo en el coche. Creo que es mi tercera. Mi estómago gruñe. Es las dos de la mañana, y estoy muriendo de frío y hambre. No sé qué demonios hago. En casa estaría caliente. Estaría en un par de bóxers, bajo un montón de sabanas. Con el estómago lleno. Podría regresar. Entrar y atravesar la puerta, pero detengo ese pensamiento. Papá me echó y si entro, él podrá echarme a la calle nuevamente. Ruedo a mi costado en el asiento reclinado, buscando comodidad. Cada noche, me quedó dormido, y luego despierto por el frío. Y si el descenso de las temperaturas no me sacude hasta despertarme, lo hacen los demonios cazándome. El agotamiento provoca que mi vista se nuble, pero me obligo a permanecer coherente. No puedo dormirme con el auto en marcha. Estaré sin gasolina por la mañana. Es en estos momentos cuando la realidad se mezcla con sueños que dormir en el auto se convierte en peligroso. ¡Despierta! Abro los ojos y mi cuerpo entero tiembla. Lo soñé. Cubro el volante con mi mano congelada. Otra vez soñé que había encendido el auto. Mi

aliento ondea hacia fuera en una nube y mis dedos duelen mientras los doblo. Me pellizco, después enciendo el motor. Esta vez estoy despierto. Despierto. El primer aire que sopla a través de las rejillas de ventilación es frío, pero en pocos minutos el aire caliente descongela mis dedos helados. Presiono un botón y la radio se enciende. No tanto como para llamar la atención, sólo lo suficientemente suave como para mantenerme despierto. Esta canción se reproducía la última vez que hablé con Rachel —la noche del accidente. Ella caminaba en una sala de conferencias en su vestido dorado brillante. Era una réplica de uno de esos jodidos cuentos de hadas de los que era adicta cuando éramos niños. Sólo que Cenicienta no era una estudiante de secundaria con diecisiete años de edad y problemas de ansiedad severa. —Lo siento, Rachel —digo como si pudiera oírme ahora, como si su recuerdo me hubiera escuchado entonces. —Me robaste, West. —El vestido se arrugó mientras ella completaba su trayectoria en la pequeña habitación—. ¿Esperas que te hable después de eso? —Ayudaba a Gavin. —Nuestro hermano mayor. Mi aliento es una nube blanca de humo en el aire frío—. Robé el dinero de tu habitación porque él apostaba demasiado. No sabía que necesitaba. Debiste haberme dicho que necesitabas ayuda. En un movimiento extremadamente audaz e inusitado, mi hermana levantó la falda para así no tropezar e invadió mi espacio personal. — Isaiah y yo lo necesitábamos. Si algo le sucede... —Hizo una pausa y luego apretó su estómago como si estuviera sufriendo. A la mierda. Me froto los ojos. Está sufriendo. La noche de la última conversación que tuvimos fue la noche que salió detrás de Isaiah. Fue tras él para salvarlo y terminó en un accidente. Terminó sufriendo. Y Rachel me dijo que si pasaba algo, sería mi culpa. Un timbre suena y salto en mi asiento. Mi corazón late fuerte una vez mientras mi aliento sale apresuradamente. El despertador barato que he comprado continúa resonando en el lado del pasajero y las primeras luces del día salen en el este. Mi cuello está tieso por quedarme dormido contra la puerta del lado del conductor. Mis uñas están azules. Estiro las piernas y mis rodillas se cierran automáticamente. Golpeo el reloj para apagarlo y bajo la mirada a las llaves que dejó marcas clavadas en mi mano. A la mierda todo, no encendí el auto anoche. Toda la tortura era sólo un sueño.

Incapaz de seguir en el coche, salgo tropezando y dejo que el aire frío golpee mis pulmones. Apoyándome en la parte delantera de la Escalade, intento frotar las telarañas de mi cabeza. Papá tenía razón en echarme. Soy un pedazo de mierda que decepcionó a mi hermana. Le fallé. Le fallé tanto que lo vio escrito en la pared. Ella sabía que todo su mundo se desmoronaba y sabía exactamente dónde colocar lícitamente la culpa —en mí.

Haley Traducido por florbarbero Corregido por CrisCras

Con las manos metidas en los bolsillos de mis vaqueros y mi nariz enterrada en el cuello de la camiseta vieja del ejército de mi padre, corro para mantenerme al día con Jax y Kaden. Estaban enojados por encontrarme en la parada del autobús de la zona a las cuatro esta mañana y su estado de ánimo no se ha aligerado mientras los tres caminamos rápidamente las dos cuadras que hay desde nuestra parada de autobús hasta el gimnasio. El autobús se retrasó y John odia las tardanzas. En el momento en que entramos, Jax y Kaden van hacia los vestuarios y yo examino el lugar, buscando a John. Sólo las personas completamente dedicadas y locas se presentan tan temprano, y actualmente se encuentran en medio de un juego de saltar la cuerda de tres minutos. La campana de la alarma suena y todos ellos caen al suelo y comienzan a realizar flexiones. Cinco más de esas chicas malas hasta que comienzan con los abdominales. —No te voy a dar una carta. —John se sienta detrás de un pequeño escritorio de metal en su pequeña y desorganizada oficina, aporreando su ordenador portátil. Descanso una cadera contra el marco de la puerta, buscando coraje. Tengo que ser dura en esto. Hacerle pensar que tengo el control. —No es por eso que estoy aquí. Quiero que entrenes a alguien. Los ojos de John se ajustan sobre los míos y sus dedos se congelan. —¿Qué gano yo con esto? —Un luchador impresionante. —West derribó al pequeño amigo de Conner y le dio una paliza en la cara a Conner. Definitivamente se puede argumentar que tiene talento en bruto. —¿Puede pagar? Mi rostro se tensa mientras trato de sonreír. —Probablemente no, pero he oído que buscas un voluntario para limpiar el gimnasio y estoy segura de que lo hará.

—No es suficiente. ¿Qué más tienes? —Voy a volver al gimnasio y a entrenar. —Trago previniendo las arcadas, pero la sensación de hormigueo en mi cabeza me indica que probablemente estoy verde. Sólo pensar en luchar me hace sentir enferma. John tira de su oreja, como si eso le ayudara a escuchar lo que pronuncié. Cuando acepta que el infierno no ha invertido en camiones para quitar nieve y que los cerdos no han sido llevados al aire, dice—: Siéntate. Con el pie, empujo una caja llena de papeles a un lado y me dejo caer en el asiento frente a mi abuelo. Vuelve a su tipificación enojada y me ignora. En el archivador de detrás hay una imagen de nosotros dos después de mi última pelea. Tiene su brazo alrededor de mí y cada uno sostenemos un extremo de la correa que gané. Apenas recuerdo cómo se siente ese tipo de sonrisa en mi cara. Dado que no había boxeadoras femeninas en la zona, entrenaba con los chicos en el gimnasio y teníamos que viajar para encontrar torneos en los que pudiera participar, lo que significaba pasar un montón de tiempo a solas con mi abuelo. Los dos éramos cercanos, muy cercanos. Ahora éramos tan distantes como extraños. John hace clic en el ratón. —¿Qué hay acerca de eso? Analizo cuánta verdad debo decirle. —Un amigo mío tendrá una pelea en dos meses y necesita que lo entrene alguien. El asiento de John chirría cuando se reclina hacia atrás y enlaza sus dedos a través de su estómago. Su sonrisa satisfecha me informa de que estoy en problemas, pero es su risa la que crispa mis nervios. —¿Estamos hablando de tu nuevo novio, el que se lanzó sobre Conner? Oficialmente odio a Jax y a Kaden. —Sí. Se ríe de nuevo y su sonrisa se desvanece. —Pelea para mí, Haley. Estoy sacudiendo la cabeza antes de que la última palabra salga de su boca. —No. —Quiero más que el hecho de que nos honres con tu presencia en mi gimnasio. Sigues siendo la más talentosa que he visto en años… Lo interrumpo—: Tienes a Kaden y a Jax. —En años —repite—. Y lo arrojaste a la basura. ¿Quieres la beca para la universidad? Obtendrás más que una recomendación mía. Tendrás títulos de verdad. ¿Qué más necesitarías? —No. —Haley… —John se pasa las manos por el pelo salpicado de gris y blanco.

—¡No! —¡Por lo menos dame un razón! Dime la verdad. Dime por qué te fuiste. Me inclino hacia delante, sintiendo el impulso de salir corriendo de la oficina estrecha. Mi respiración se acelera y me froto el sudor de mis manos en los pantalones. —Porque sí. —Maldita sea. —Golpea el escritorio con las manos y me sobresalto con el impacto—. ¿Qué demonios te pasó? Mi pulso golpea en mis oídos. ¿Jax y Kaden me habrán delatado sobre la noche en que me encontraron en la cochera? Me seco las palmas contra mis pantalones de nuevo, excepto que esta vez no trato de quitarme el sudor, sino el recuerdo de la sangre seca en mis manos. —Voy a entrenar aquí de nuevo, pero no combatiré. No puedo pelear, ¿de acuerdo? Es mi oferta. Lo tomas o lo dejas. Se produce un silencio mientras me mira fijamente. Trato de contar mis latidos, pero es casi imposible. —Entonces no tenemos nada que discutir. —John finge que está solo en su oficina y escribe en una hoja de papel. —Él necesita ayuda. —Necesito ayuda, pero no puedo admitirlo. Siempre ha habido una parte de mí que anhela descansar la cabeza sobre los hombros de mi padre o mi abuelo y decirles la verdad, pero luego me verían por lo que soy, y ¿cómo podrían ayudarme? Ya me odian por lo que creen que soy. No hay razón para que me desprecien más. —Sabes cuál es mi precio. Apoyo el codo en el brazo de la silla y me cubro los ojos con la mano. —Entonces voy a entrenarlo. Por lo menos me permitirás usar el gimnasio para hacerlo. Cesa el rasgueo del lapicero contra el papel. No puedo mirarlo. Simplemente no puedo. —Si entrenas en mi gimnasio de nuevo, entonces puedes utilizar las instalaciones, pero él sólo luchará o entrenará conmigo o los demás si consigo que luches. Aparto dos dedos y echo un vistazo al malvado anciano frente a mí. —No voy a pelear. —No te introduciré inmediatamente a tu régimen de entrenamiento antiguo, por si te lo preguntas. Te lo facilitaré, pero si te comprometes a entrenar cuando digo, entonces te ayudaré a entrenarlo. Me enderezo. —No voy a pelear, viejo. Entiéndelo en tu cabeza dura.

Totalmente inafectado por mi arrebato, continúa—: ¿Cómo lo vas a entrenar sin luchar? De hecho, ¿cómo trabajarás, entrenarás en mi gimnasio y luego encontrarás tiempo para entrenar a alguien más? Acepta hacer una pelea para mí y te lo quitaré de las manos. Mi corazón late locamente y una humedad fría recubre mi piel. No puedo pelear. No puedo luchar. Ni siquiera por West. —Lo voy a entrenar cuando salga del trabajo. Lanza las manos al aire. —Vas a estar aquí hasta la medianoche. Ahora soy yo la que golpea el escritorio. —¡Esa es mi elección! —Tienes razón. Siempre lo fue. Nos miramos el uno al otro y aspiro aire para calmar la adrenalina disparándose por mis venas. —Quiero empezar a entrenarlo esta noche. —Puedes empezar el viernes. Quiero verte en mi gimnasio cada mañana a las cinco. Los sábados incluidos. También tengo las tardes de domingo. —¡Viernes! Eso es… John me detiene, haciendo una seña con su palma. —Consideramos que es un acto de buena fe. Tuve que cancelar peleas porque te fuiste. Quiero ver cuánto compromiso hay de tu parte. Estoy contra las cuerdas y John lo sabe. Asiento y empiezo a preguntarme cuándo completaré mi tarea, pero como convino John, esta es mi elección. —¿Qué pasa con mi tío y su obsesivo toque de queda? John reanuda su escritura. —Me ocuparé de eso. —Sólo hay una persona a la que le teme mi tío y ese es mi abuelo. Ninguno de nosotros sabe por qué y nadie pregunta. Jax y sus hermanos entrenan con John desde que eran pequeños y mi tío lo permite. —¿Y el tiempo extra que necesito para entrenar a West? —pregunto. Me observa con ojos fríos. —¿Qué tipo de nombre es West? —¿Y el tiempo extra? ¿Qué sucederá cuando Jax y Kaden estén en casa y yo no? —Te dije que me encargaría de ello. Muy bien. Estoy por salir y John realiza un fuerte golpe final. — Nuestro acuerdo se inicia esta mañana. Quiero tu culo en el vestuario y en mi piso en dos minutos. Tus cosas aún se encuentran en tu viejo armario. Los nervios me generan vértigo mientras salgo de su oficina y me dirijo a los vestuarios. Cada luchador me observa. ¿Qué he hecho?

West Traducido por Mary Haynes Corregido por *Andreina F*

Maldita sea, esta escuela está llena de gente y si no tuviera una novia de mentira, definitivamente podría aprovechar este lugar. Como a la rubia, Jessica, que ha estado retorciendo su cabello alrededor de su dedo y mirándome desde el otro lado del pasillo. La niña está contemplando algo y apostaría a que no es cálculo. Si hubiera sido hace dos semanas, ella y yo ya habríamos encontrado un rincón apartado en este basurero y nos hubiéramos divertido. Me suspendieron dos veces en mi antigua escuela por haber sido sorprendido con una chica y valió la pena el tiempo cumplido. Me froto el calambre en mi cuello. Es viernes y he estado viviendo en mi coche durante casi una semana. He intentado dormir con el asiento reclinado y acostarme en el asiento de atrás. De cualquier forma, dormir en un coche es incómodo y frío... y solitario. Las horas pasan lentamente. Cada decisión que he tomado, buenas y malas, me persiguen. Por primera vez en mi vida, espero con ansia la escuela y ahora, porque reparé un inodoro, tengo ganas de ir a mi trabajo. Jessica se desliza por el pasillo y, sintiéndome nervioso, una vez más busco a Haley entre la masa de los estudiantes. Me gusta Haley, y la verdad sea dicha, si mis manos van a recorrer las curvas de cualquier chica, prefiero que sean las de ella, pero no quiero equivocarme. No voy a arruinar su reputación al engañarla y no voy a arruinarla a ella, atrayéndola por ese pasillo por una emoción rápida y barata. —Me dejaste plantada el lunes. —Jessica pasa un dedo por mis bíceps—. Corre el rumor de que estás saliendo con Haley. —¿Quién está esparciendo ese rumor? —Matt Spencer. En realidad, me preguntó si era cierto. Dijo que Haley había dicho que los dos eran pareja, pero le dije que creía que era una mentira.

Inclino la cabeza hacia la derecha. Maldita sea. No es lo que Haley y yo necesitamos. Desde el martes, Haley y yo caminamos a clase juntos y me siento con ella en el almuerzo, pero las otras chicas en la mesa me hablan más que ella. No somos una pareja, así que no actuamos como una pareja. Sin tocarse. Sin abrazos. De hecho, casi no hemos hablado. Cada vez que le insisto por más información sobre el entrenamiento, y la próxima pelea con Conner, dice que está trabajando en ello. Para empeorar las cosas, Matt la observa como un halcón y no me gusta. —¿Por qué te mentiría? —¿Por qué quieres mantener en secreto que eres un Young? — Jessica espera para ver si muerdo el anzuelo, y, cuando se da cuenta de que no estoy mordiendo, continúa—: Todo el mundo sabe que te metiste en una pelea con Conner el viernes pasado. Matt piensa que Haley está protegiendo a Jax y a Kaden, y que ustedes dos fingen esta relación para sacarlo de quicio. Es más listo de lo que parece. —¿Por qué me metería en el mundo de Haley si no fuéramos pareja? —Porque me defendió, porque Conner la golpeó, porque no voy a pasar el resto de mi último año permitiendo que alguien piense que soy débil... porque no puedo fallar de nuevo. Sus labios se comprimen en una línea plana. —Eso no lo sé. —Haley y yo somos una pareja real. Si hablas con Matt otra vez, dile que me bese el culo. —Sigo pensando que mientes. —Arrastra un dedo por mi brazo de nuevo y sorprendiéndome a mí mismo, me quito y limpio mi bíceps como si me fuera a quitar la suciedad. Los incendios forestales no son tan rápidos como esta chica. —Haley y yo estamos saliendo y se supone que eres su amiga. —Ella no se apega. Es libre. Por cierto, vi tu Escalade en el estacionamiento. Parece un buen auto. —Lo es. —Vamos, Haley, ¿dónde diablos estás? Se inclina hacia mí, empujando sus pechos contra mi brazo. —Me gustan los buenos autos. Significa que da buenos paseos. —Estoy con alguien. —Por favor. —Rueda los ojos y tira del dobladillo de su camisa hacia abajo para exponer más de su escote y parte de su sostén. Maldita sea. Se vende afanosamente—. No estás con alguien. Si lo estuvieras, habrías confesado tu amor eterno por ella el lunes o el martes, o cualquier día de esta semana durante ciencias, pero nunca lo hiciste.

Verdadero. —Tenía curiosidad de lo que la gente decía de Haley. — Más cierto. —Te callaste porque te gustó lo que viste en mí. —Déjame adivinar, ¿tu posición favorita en el baloncesto es la delantera? Mierda, la forma en que se limitó a sonreír, dice que come cualquier cosa que folla en el desayuno. —He oído que te gustaba la delantera. Normalmente, me gusta. Supongo que muchas cosas han cambiado en unos pocos días. —Como he dicho, estoy con alguien. —Además —continúa, como si no hubiera hablado—, a Haley no le gustan los chicos. Eso me llama la atención. —¿Qué? Su sonrisa se ensancha y saca la cadera. —Haley es una luchadora. —¿Y? Su voz indica que la ―obviedad‖ está implícita. —La lucha es cosa de hombres. Y los coches también se consideran una cosa de hombres, pero mi hermana está enamorada del interior de cualquier capó abierto. No puedo soportar a la gente como la chica delante de mí. —Tengo que irme. Se desliza para bloquear mi salida. —Está bien, está interesada en chicos, pero es propiedad de Matt. Mis músculos se tensan. —Una chica no es propiedad de nadie. —Y seguro que Haley no le pertenece a ese imbécil. —Eres todo un feminista. Eso es impresionante de una manera extraña. Mira, estoy de acuerdo contigo, pero aquí está la cuestión, a Matt no le importa una mierda la igualdad de derechos o que nos hemos ganado el derecho a votar hace un par de cientos de años. Haley y Matt pueden haber roto, pero ha dejado claro que nadie puede meterse con ella. Te va a golpear en el momento en que la toques. —Déjalo. —Acepté montar este espectáculo de dos meses en beneficio de Haley, pero si Matt y su equipo quieren ir más allá, entonces le entro al juego. Tal vez sería mejor si lo hiciéramos. Entonces no habría tantos rumores diciendo que soy débil y le quitaría la carga a Haley. —Matt es malas noticias —dice. —Yo también —espeté, enojado de que todo el mundo piense que este tipo es más fuerte que yo—. ¿Por qué estás siquiera interesada? Sus ojos se iluminan. —Porque eres West Young.

Porque cree que tengo dinero. Es la primera vez que ansío decirle a cualquiera que he sido desheredado. ¿Aun así seguiría insistiéndome? Tecleando atentamente en su celular, Abby, la reina en no importarle una mierda nada, se acerca furtivamente a mi lado. —Deberías escucharla con respecto a Matt. —Me mira. —Estaba escuchando. —¿Un tanto irrespetuosa? —dice Jessica. —Jessica —responde Abby. Ensancha los ojos como en un ―¿qué quieres?‖ —Muerdo. Y la rubia se escabulle por el pasillo como una ardilla lanzándose a través del tráfico. Si no odiara a Abby, estaría impresionado. —Vienes a la escuela aquí. —No la he visto ni una vez. —Sí. —Desliza su teléfono en su bolsillo trasero—. ¿Ves las telenovelas? ¿Qué tipo de pregunta es esa? —No. —Curioso. —Sus cejas se arrugan—. Porque habría pensado que acabas de escenificar la mierda con la que has logrado en una semana. Sin importarme nada más de lo que Abby tenga que decir, me dirijo a mi primera clase. Tal vez perdí a Haley y ya está ahí. —Eres el sueño húmedo de un escritor de telenovelas. —Abby sigue caminando a mi lado—. Lo gracioso es que nunca he visto una, pero, santa mierda, esto ha sido fascinante. En un lapso de siete días, has conseguido hacer enojar a Isaiah, Jax y Kaden Williams, Matt y Conner Spencer. Estás saliendo con Haley Williams, además de que tienes a la puta del mes, Jessica... bueno... zorreándote. Júntalo con un argumento de ―cambiados al nacer‖ y bam, estoy pensando en un Emmy seguro. Abby gira, caminando hacia atrás y engancha la camisa de un chico con ojos inyectados en sangre. Se lo lleva con ella, forzándolo a estar a su nivel. —A diferencia del resto de la América corporativa, no estoy en competencia. Es la última vez que te lo digo, salte de mi cuadra. —Lo libera con un empujón, luego vuelve a caminar hacia adelante—. Lo siento, negociaciones comerciales. Como iba diciendo, es increíble que nadie haya puesto una bala en tu cabeza. Abby probablemente tenga razón. Hago una pausa fuera de la puerta de mi clase y ella, como es lógico, se me une. —¿Por qué me dices esto? Nos odiamos. Su teléfono vibra y lo saca, contestando inmediatamente. —Es cierto. Como que me gusta esta mierda del hada madrina o ángel de la

guarda, pero por más extraño que parezca, creo en el karma. Un último dato del día antes de que vuelva a ser una tierna traficante de drogas. Le extiendo mis brazos. —Dámelo. Presiona ―enviar‖, y se vuelve a centrar en mí. —Cuidado con Matt. Va a atormentarte, pero va a esperar para ver cuáles son tus debilidades antes de hacerlo. Jax y Kaden siempre han sido los protectores de Haley y no veo que eso vaya a cambiar, incluso si están enojados con ella. Mantente fuera del camino de Isaiah. Te está dando un respiro porque tu familia te echó, pero no pruebes su paciencia. Con Rachel herida, está buscando una excusa para explotar. Abby da vuelta para irse, pero la detengo. —¿Cómo sabías que papá me echó? —Cuando se trata de mi barrio, no hay mucho que no sepa. Me enteré de que una Escalade ha estado en el parque cada noche, toda la noche. Luego te vi en el bar. —Abby se encoge de hombros—. Reconozco el hambre y cuando echan a alguien en cuanto lo veo. —¿Lo sabe Rachel? —Me abstengo de preguntar si mis padres parecen molestos. —Tus padres están sosteniendo sus cartas cerca de su pecho. Isaiah monitorea la situación, porque no quiere que nadie le diga a Rachel. Va a molestarla. El idiota se ha ganado un poco de mi respeto. —Gracias. ¿Puedes guardarte que soy un Young? Abby rueda su cuello. —¿Lo sabe Jessica? —Sí. —Entonces no importa si me quedo con la boca cerrada. Jessica no cierra la suya y, sí, lo digo de todas las formas posibles. —Yo me encargo de Jessica. ¿Vas a callártelo? —¿Qué? ¿Eres mucho mejor que esta escuela y no puedes decir la verdad? Esto viene de la autoproclamada mentirosa. —Aquí, ser un Young, sólo creará problemas. ¿Haley y yo no tenemos los suficientes? —Y el niño tiene razón. Voy a mantener tu sucio secreto... por Haley. —Abby libera una sonrisa que causa que el pelo en mi nuca se levante—. Pero ahora, me debes una. Adiós. Acabo de hacer un trato con el diablo.

Haley Traducido por Mary Haynes Corregido por CrisCras

Mis piernas son gelatina. En realidad, la gelatina es más resistente que yo. Este es mi cuarto entrenamiento matinal en el gimnasio y esta noche tengo que comenzar a entrenar a West. Esta mañana, corrí y corrí y corrí. Entonces empecé con los abdominales y las flexiones. Anhelo una siesta, un baño caliente, y luego otra siesta. Doblo los brazos sobre mi escritorio y descanso la cabeza en una almohada improvisada. La tensión se extiende por mis omóplatos. Esta mañana trabajé en las bolsas. Mañana, los músculos de mi espalda van a rogar por la muerte. —Haley. —Es un susurro que tiene que ser una de esas ilusiones extrañas durante ese estado semidespierto/semidormido. —¡Haley! Mi asiento se sacude debajo de mí cuando levanto la cabeza. No es que la voz fuera fuerte esta vez, pero es una conmoción cuando Marissa dice algo más fuerte que un susurro. Junto a la mesa de ciencias de dos asientos que compartimos de biología II, Marissa tiene sus libros apretados contra el pecho. —Tenemos que hablar. —Está bien. —Me froto los ojos y espero a que se siente, pero no lo hace. Permanece de pie, acercando más sus libros a la barbilla como si estuviera contemplando ocultar su rostro. —¿Qué pasa? —pregunto. Mira a la izquierda, a la derecha, luego a la izquierda otra vez, como si se preparara para cruzar la calle, luego se inclina hacia mí. —Jessica se acercó a West en el pasillo en la mañana. Lo tocó… y todo, y bueno… él no se fue. El no mencionado ―todo‖ incluiría empujar los pechos contra cualquier parte disponible del cuerpo masculino. A Jessica le gusta jugar

con la especie masculina. Algo así como la forma en que la araña viuda negra se merienda a sus compañeros. —Bueno, ¡mierda! —La mitad de la sala se vuelve y me mira fijamente. El aumento de la ira es un shock y no estoy segura de por qué estoy enojada. No es que West sea mi novio, pero se supone que debe estar actuando como tal y ella supone que es mi amiga y… y… West entra en la habitación. En el momento en que nuestros ojos se encuentran, aparto la vista. Jessica coqueteó con él, lo que significa que probablemente él respondió de la misma manera. Es bonita y atrevida, y los chicos se desviven para poder estar cerca de ella, y yo soy… yo. Me recargo en mi asiento, una combinación catastrófica de molesta, herida y confundida. Si es inteligente, se mantendrá alejado. Si es inteligente, va a venir aquí y pedirme disculpas por engañarme falsamente. De cualquier manera, quiero golpearlos a los dos en la mandíbula. Tal vez debería reconsiderar mi postura sobre el entrenamiento. —Te he estado buscando. —Cierro los ojos al oír la voz profunda de West. Las mariposas tienen un día de campo en mi estómago. No es mi novio. Es un amigo —una complicación— y probablemente besó a Jessica. Las mariposas no están permitidas. —Marissa, ¿te importa si me siento hoy aquí? —pregunta. —¡No! —Abro los ojos y Marissa está desaparecida. ¿De verdad? ¿Todos mis amigos me abandonan? Primero Jessica coquetea con West; luego Marissa huye con una petición. La silla a mi lado raspa contra el suelo y el calor de su cuerpo acaricia mi lado izquierdo mientras se sienta. Si acerco mi brazo un poco, seguro que estaríamos tocándonos. Jessica entra en la habitación y frunce el ceño. Dedos cálidos y pesados se entrelazan con los míos en la cima de la mesa y el corazón que se había acelerado momentos antes, ahora está supersónico. Estudio nuestras manos unidas sobre la mesa y tengo que admitir que me gusta la imagen. Mis dedos se ven empequeñecidos en comparación con los de él. En la escuela, siempre he sido la luchadora —la chica que en realidad no es femenina— pero contra las manos masculinas de West, mis dedos parecen delgados e incluso elegantes. Y si voy a soñar despierta por un segundo, bien podría admitir que me gusta el cosquilleo en mi sangre. La piel de sus dedos es áspera, pero no rasposa. Fuerte pero no exagerada. Y cálida. Muy, muy cálida. Si

nuestras manos entrelazadas crean tal dicha, me pregunto si sus labios contra los míos causarían fuegos artificiales. —Tu amiga Jessica es intensa —murmura y salgo de mi ensoñación. Con cautela, lo miro por el rabillo del ojo. He visto a Jessica coquetear con chicos. ¿West cayó en la trampa? —Se rumorea que ha sido muy amigable contigo y no una amiga para mí. —Maldita sea, los chismes se difunden rápido aquí. ¿Tienen un sistema de mensajes de texto que los notifica? Si es así, tengo que advertirles a los otros chicos que ella está dispuesta a molestar a cualquier cosa con dos patas y una polla. Hay algo mal en ella. No entiende un no. Me río y dejo que mis dedos se relajen contra los suyos a pesar de que no entiendo por qué me está tocando. Hemos estado ―juntos‖ sin muestras públicas de afecto. —Tal vez te está poniendo a prueba. Ya sabes, para ver si de verdad estás conmigo. —Tal vez, pero probablemente no. La forma en que Jessica lanza dagas de muerte con la mirada por encima del hombro me dice que no es feliz. Sobre qué, no estoy segura. Asumo que es porque finjo estar con un chico al que quiere. Inspecciona la habitación. —¿Cualquier otra persona que deba tener en cuenta? —Probablemente a todos. —No soy mucha competencia cuando se trata de mantener a un tipo tan guapo como West. A pesar de que nunca íbamos a funcionar. A pesar de que no debería querer que funcionemos. Suena el timbre de aviso y Marissa elige un asiento en la parte de atrás junto a un chico guapo. Mis labios se curvan hacia arriba. Vamos, Marissa. Aunque el chico probablemente se fijaría más en ella si su rostro no estuviera pegado al interior de un libro. Sacudo nuestras manos entrelazadas sobre la mesa. —¿Qué pasa con las manos unidas? Una sonrisa se extiende por la cara de West, que me transforma en un bizcocho de chocolate pegajoso recién salido del horno. —¿Además del hecho de que si no lo hago, tus dedos se caerán por congelarse? —Ja, ja, ja. —Mis mejillas se calientan—. Además de eso. Su gloriosa sonrisa se desvanece, dejándome vacía. —Estamos en ciencias. Considéralo como un experimento. —¿Sobre qué? Vuelve la atención hacia la parte delantera de la sala. Matt entra y la pura amenaza que irradia de su mirada me hace dar un tirón de nuestras manos unidas, salvo que West no cede. De hecho, se aferra con más fuerza. —Por eso.

West Traducido por Michelle♡ Corregido por Amélie.

—¿Por qué estamos sentados aquí? —Haley baja su bandeja del almuerzo en la mesa y se hunde en la silla frente a mí. Aún molesta por el espectáculo de sostenernos las manos durante ciencias, ella apuñala su tenedor en la hamburguesa de pollo. Me río. No necesito mucha imaginación para adivinar a qué parte de mi le gustaría clavar ese tenedor. —Considéralo una continuación de mi experimento de ciencias. — Elegí una mesa individual en la parte de atrás para los dos bajo la luz fluorescente medio rota. Podría ser romántico, si yo lo fuera y se tratara de una pareja real. —¿Para provocar al tigre? ¿En serio, West? ¿Por qué no sacas la carne fresca, abofeteas a Matt en la nariz un par de veces y después, abres la puerta de su jaula? Es como si quisieras causar problemas. —¿Estamos teniendo nuestra primera pelea como pareja? Su boca se tuerce. —Sí. —¿Todavía tienes sentimientos por él? —Aguanto la respiración mientras responde, pero trato de actuar como si no me importara. Lo que no debería importarme. Sólo estamos fingiendo una relación. —No —responde inmediatamente—. Matt y yo tenemos historia. Yo era joven y estúpida, y ahora tenemos historia. Una que nunca se repetirá. Satisfecho, me acomodo en mi asiento. —Entonces, ¿por qué te importa si lo provoco? —Porque me agradas bastante y sería una lástima si te murieras. —Puedo soportar a Matt. No hay respuesta de su parte y aparto las ganas de inquietarla. ¿Qué tengo que hacer para probar que soy capaz? Meto un bocado de maíz en mi boca. Haley juega con los suyos y puedo decir que su mente está a un millón de kilómetros de distancia.

Esta mañana, Jessica la desestimó fácilmente y lo que también ha sido un shock es la forma en que los chicos caminan junto a ella sin darse cuenta de su existencia. Haley es preciosa con todo ese pelo oscuro y ojos marrones arenosos que prometen largas noches llenas de besos y risas. Tal vez eso es lo que pasa si vas a la escuela con una persona desde su nacimiento y sólo los reconoces por su etiqueta. ¿Cuántas chicas he pasado por alto injustamente en mi vieja escuela? Los ojos de Haley encuentran los míos. Mira lentamente sobre su hombro, y luego a mí. —¿Qué? —¿Qué qué? Patea mi espinilla por debajo de la mesa y me río mientras ignoro la punzada. —Eres sexy y me gusta mirar. Se vuelve una sombra adorable de color rojo y traza una línea imaginaria en su maíz. Pensando en cómo Rachel odia estar avergonzada, le ofrezco a Haley una salida. —¿A qué tipo de torneo me enfrento? ¿Lanzamiento de cuchillos? ¿Decoración de edredón? ¿Duelos con pistolas al amanecer? —Artes marciales mixtas. Me rasco la barbilla. Ahora entiendo por qué no quería hablar de esto frente a cualquier otra persona. Si hubiera estado pensando bien, la hubiera forzado a comer el almuerzo en mesas separadas hace unos días, pero mi cabeza ha estado acelerada mientras contemplaba mi propio problema: La prevista temperatura cayendo en picada esta noche. Esperaba el boxeo, pero dudaba que fuera tan fácil. No es que el boxeo sea fácil, pero las artes marciales mixtas es otro animal. Es lo mejor de lo mejor. El último concurso intenso. No se trata sólo de descubrir quién es el mejor hombre en el boxeo, sino quién es el mejor en el boxeo, jiu-jitsu, Muay Thai, luchando y cualquier otro enfrentamiento de combate lanzado en una buena medida. —¿Con jaula y todo? —pregunto. —Con jaula y todo —repite. Después de un segundo, me mira por debajo de esas pestañas largas y oscuras. ¿Las arquea o tienen esa curva sexy naturalmente?—. No tienes que hacer esto. Podrías transferirte a otra escuela. —¿Cómo? —espeto—. Mi padre me echó. Dudo que él firmara los documentos de transferencia. El rostro de Haley decae y suelta el tenedor en su plato. —Decir eso fue horrible por mi parte. —Detente. No quise decirlo de esa manera. —No quise molestarla.

—Si estar atrapado en esta escuela es la razón por la que enfrentas esto, entonces, voy a encontrar otra manera de arreglarlo. Dame el fin de semana, ya se me ocurrirá algo… —Haley, estoy en esto y no es porque esté atrapado en Eastwick. Abre la boca para protestar, pero la interrumpo. —Estoy en esto. —Nunca atiendes a razones, ¿verdad? tiene.

—Escucho cualquier razonamiento que tiene sentido y el tuyo no lo

—Imposible —murmura. Después de varios segundos, continúa—: Mi abuelo es dueño de un pequeño gimnasio en el parque industrial. Me ha dado permiso para entrenar allí. Salgo a las ocho de la noche, así que pensé que podríamos encontrarnos a las nueve. Vaya. Suceden un montón de cosas en esa declaración. Agarro mi propia hamburguesa y después la corto en trozos. —¿Dónde trabajas? —Soy camarera en Romeo’s Pizza. Lo siento. Debí haber preguntado por tu horario de trabajo. —Está bien. No tengo uno hasta el martes. —Ventaja de tener un fondo universitario de bebé… el trabajo era opcional. Curioso. Pensé en la universidad, pero nunca había pensado en sustentarla yo mismo. —Oh. —Baja la mirada. El remordimiento calienta mi cuello. Apuesto a que cada chico que conoce ha tenido un trabajo desde los dieciséis años. En sus ojos, eso me convierte en el perdedor desempleado que vive en el sótano de su madre y recibe paseos de sus amigos. Aún peor, ella es consciente de que no tengo un sótano en el que vivir. Y yo que pensaba que papá era el único no impresionado. —Mi horario es después de la escuela y es flexible. —Al menos eso es lo que dijo Denny—. ¿Cómo llegas ahí? —Eso se llama cambiar de tema. —Con el autobús. —La voz de Haley se amortigua, mientras habla contra su vaso antes de beber. El autobús. Se me ocurre algo y alejo lentamente mi bandeja. Me queda la mitad del tanque en mi auto y el dinero restante que tengo, lo necesito para comida. Me pagan la semana que viene, pero no es mucho. Ahora Haley debe entrenarme y no tengo dinero para ir al gimnasio ni para el equipamiento. Mi puño se cierra y la imperiosa necesidad de golpear algo —alguien, cualquier cosa— ruge a través de mis venas. Una mano se dobla sobre la mía y mi mirada se mueve a la de Haley. —¿Estás bien? —pregunta. —Sí. —Inhalo aire—. No. Estoy jodido. —¿Estás quedándote sin lugares para alojarte?

Asiento, incapaz de admitir que le mentí a principios de semana acerca de dónde he estado durmiendo. —Hay refugios. —Su voz se quiebra—. Pero están en el centro. Las rutas de autobuses son un poco... peligrosas. Si conduces, tu carro será apoderado en minutos. Me imaginé. —¿Cómo son? ¿Los refugios? —Diablos. Nunca me dijo que se quedó en ellos. Estoy vertiendo información de Jessica. Nos miramos durante unos segundos, más tiempo. Su rostro está en blanco, pero sus ojos se mueven. Está pensando. Haley siempre está pensando y, como lo hice antes, ofrezco la salida. —Si me dejas recojerte, entonces podríamos llegar al gimnasio a las ocho y media. Valdría la pena la última pizca de gas que tengo para terminar una conversación que nunca debió haber empezado. Ella memoriza su plato mientras come y contempla mi última declaración. Quién sabe, tal vez sigue pensando en los refugios. He notado esto sobre Haley en el último par de días, alguien le hace una pregunta y en vez de contestar inmediatamente, lo reflexiona más. Pasan dos minutos y tengo el presentimiento de que analiza las cosas en exceso. —Es un paseo en coche, Haley. No una invitación a pasar la noche después de tener relaciones sexuales. Se ahoga con su hamburguesa de pollo y baja su agua. —No vamos a tener relaciones sexuales. —Podríamos —digo. Le sonrío. Tose en su mano y me río, y lo hago más fuerte cuando su pie se conecta con mi pierna. —¿Qué dices? —Me recuesto y descanso mi brazo sobre el respaldo de la silla a mi lado—. ¿Ocho y media o nueve? Suspira, como si se tratara de una concesión enorme. —Ocho y media. —No te gusta, ¿verdad? —¿Qué? —Aceptar ayuda. El tenedor empala el pollo de nuevo. —Sinceramente, haces que sea imposible que me gustes. Suena la campana y atrapo la bandeja de Haley antes de que tenga la oportunidad de levantarla. —Pero te gusto. Se forma una pequeña sonrisa y la esconde rápidamente.

—Y después de la conversación de hoy, también estarás pensando en nosotros dos en la cama. Se endereza. —Eso no va a suceder. —¿El soñar despierto? —¡Sí! —¿Entonces eres buena en el sexo real? Un fuego se enciende en sus ojos. —Podría patearte ahora. Contengo cualquier respuesta, porque la verdad es que, aunque yo sea más pesado en músculo y varios centímetros más alto que ella, las secuelas de Conner demuestran que ella podría hacerlo. En ocasiones, sé cuándo parar, pero maldita sea, burlarse de ella es divertido. Haley se detiene a mi lado mientras tiro la basura y deposito las bandejas. En la clásica postura de ―chica cabreada‖, cruza los brazos sobre el pecho y frunce ese hermoso labio inferior. Debo decirle que lo siento y que soy un idiota. Eso es lo que hacen los novios, pero nunca he sido material de novio y Haley y yo no estamos saliendo realmente. Cedo ante la tentación y froto su sedoso pelo entre mi pulgar e índice. Me mira con esos ojos hipnóticos. Hay una atracción que puede esforzarse por negar, pero no va a hacer que la tensión que crepita entre nosotros sea menos cierta. Renunciaría fácilmente a mi fondo fiduciario por empuñar mi mano en su pelo y besar esos labios perfectos. Dios, esta chica me excita. Sabiendo que hay maestros, directores y estudiantes que esperan que meta la pata y la bese en público, muevo su pelo sobre su hombro y paso la mano por su brazo. —Todo está bien. No tienes que pensar en ello, pero soñaré con eso por los dos.

Haley Traducido por florbarbero Corregido por NnancyC

Mi abuelo cree que está siendo astuto, pero el viejo es obvio. ¿Realizar papeleo un viernes a las nueve de la noche? Apenas tolera realizarlo durante el día. John se mantiene ocupado cliqueando los botones en un ordenador portátil, pero cada treinta segundos, sus ojos parpadean hacia West y yo. Entramos hace unos minutos y, por la manera en que West ha girado su gorra hacia atrás, sé que necesita tiempo para adaptarse al que será su hogar por las noches durante los próximos dos meses. Tal vez ahora West verá lo serio que es esto y aprenderá a dar marcha atrás en una pelea. Furtivamente me acerco a la oficina de John y cuando hace su siguiente exploración, atrapo su mirada. —¿Necesitas algo? Su mandíbula se aprieta. —Él es arrogante. Concuerdo, pero no estoy segura de que las novias deban admitir tales cosas a sus abuelos, dado que yo no debería notarlo por estar toda enamorada, con cachorros y arco iris. —Me alegro de que puedas juzgar el carácter moral de alguien en menos de un minuto. —La forma en que camina… es arrogante. —Nombra a un tipo que entrene aquí que no lo sea. John mira más allá de mí hacia West. Con una bolsa de deporte al hombro, West enrosca los dedos en la jaula del octágono, agarrando el metal. El ring capta toda su atención, tal cual debe hacerlo. Esto no es un juego o un programa de televisión donde siempre gana el bueno. Esta es la realidad y en el momento en que ponga un pie en esa jaula y lo espere una persona al otro lado, puede morir. Espero nunca tener que ver su sangre en el suelo del interior de la jaula. —¿Peso wélter? —pregunta John.

West todavía no se ha movido y hay toneladas de cosas que necesito explicarle. —Esa es mi suposición. Voy a averiguarlo cuando lo pese. —No se ve lo suficientemente grande para un peso mediano, incluso si aumentara masa muscular. Lo sé y descanso mi sien contra el marco de la puerta. Conner y Matt son peso wélter, lo que significa que pesan sesenta y siete kilos o menos. Una parte de mí depositó esperanzas en que West superará en gran medida el peso y no podrá luchar contra ellos, pero incluso si fuera así, conseguirán un luchador de peso mediano del Black Fire para que tome su lugar. No estoy segura de poder entrenar a West en el tiempo suficiente para que se defienda en la categoría de ese peso, y mucho menos en la de peso mediano. —Tendrá que bajar antes de luchar —dice John. —Sí —respondo distraídamente. Bajar de peso antes de una pelea es duro, a veces necesario, pero duro. John se relaja en su asiento y me analiza. Por una vez, cada músculo de su cuerpo no está tenso, preparándose para estrangularme por mis decisiones pasadas. De alguna manera, a pesar de que me odia, ambos hemos caído en una conversación fácil. Echo de menos lo fácil. Extraño a John. —Con Matt no terminamos bien. Los ojos grises de John se encuentran con los míos y de inmediato me arrepiento por el desliz. Nunca le dije nada de eso a nadie. Ni siquiera lo insinué, pero de alguna manera estar en el único lugar que se ha sentido como un hogar en meses, logró atravesar una muralla que no debería ser vulnerada. —Kaden y Jax... vinieron a mí... —Sus pausas son tan torpes que el contenido de mi estómago se arremolina como un torbellino—. Estaban preocupados... pero no quisiste hablar… —¿Puedes registrar a West para la pelea? ¿La que es en dos meses? —Cometí un error al hablaren voz alta y ahora John está demasiado cerca del asunto que me causa pánico absoluto. —Haley… —Sólo necesito que lo registres. —Mi pecho se contrae y mi garganta se inflama—. Por favor. Suspira, luego da golpecitos con un bolígrafo sobre el escritorio. — Jax dijo que tu nuevo novio tiene un problema con Matt. ¿Esa es la razón para esto? ¿Lo estás entrenando para que puedan arreglar sus diferencias en la jaula? Eso sonaba patético en voz alta, pero es mejor quela conversación anterior. —West y Conner tienen problemas. —John ha estado cerca de los

luchadores de Black Fire el tiempo suficiente para entender que eso significa que West tiene un problema con todo ese gimnasio, incluido Matt. Hace un gesto con la barbilla hacia West. —¿Debo estar preocupado porque él esté contigo? —Es inofensivo. —También dijiste que el otro era inofensivo. Hubiera sido menos doloroso si John tomara una estaca y la clavara en mi cráneo. Hago lo único que puedo: cambiar de tema. —Acepta a West. Lo puedes entrenar un millón de veces mejor que yo. —¿Conoces el viejo dicho acerca de enseñarle a pescar a un hombre? Que él puede alimentarse por sí mismo. —Sí. Hace un gesto con la mano como si ya tuviera mi respuesta, pero no la tengo. En cambio tengo una ceja levantada. Tal vez el abuelo esté bebiendo de nuevo. —¿Eso significa que lo entrenarás? —Esto significa que si te comprometes a luchar, como negociamos antes, entonces te ayudaré a entrenarlo. ¿Quéeeeee? —Pero si lo entrenas, podrá luchar con todos los peces que quiera. —O algo así. John se rasca la parte posterior de la cabeza. —Hays, necesito que aprendas a pelear. —Yo sé cómo pelear. —Cada palabra sale lentamente, como si no las creyera. —No, no lo sabes. Quiero preguntarle a qué se refiere —que es lo que está esperando—, pero hay cosas tan oscuras, sucias y desesperanzadas dentro de mí que preferiría que todos, al igual que yo, sigan ignorando su existencia. —La pelea —digo—. ¿Vas a registrarlo? —¿Tiene dieciocho años? —pregunta John—. Si no, no. Incluso mejor, si es menor de edad, necesito el permiso de sus padres para que esté en mi gimnasio y si tiene dieciocho, entonces tiene un montón de formularios para llenar. No busco que nadie demande mi culo cuando él muera. Ruedo los ojos por su última declaración, aunque sólo sea porque está poniendo en palabras el peor temor que siento por West. —¡West! ¿Tienes dieciocho años? Di no. Di no. Di no. La edad legal para luchar en artes marciales mixtas en Kentucky es de dieciocho.

—¿No sabes la edad de tu novio? —pregunta John. No le hago caso porque... bueno... ¿en serio? Si West y yo fuéramos una pareja real, su cumpleaños estaría marcado con un corazón rojo en mi calendario. Bueno, quizá no es mi estilo, pero aun así... Desde el otro lado de la habitación, West asiente y murmuro—: Maldita sea. Era una salida demasiado fácil. West se pavonea en mi dirección y me separo de la pared. Si John no lo entrenará, entonces me gustaría evitar las presentaciones permanentemente. —¿Lo harás? —le pregunto a John mientras retrocedo—. ¿Vas a registrarlo? —Si tiene el dinero para las cuotas, entonces lo haré. —Mantiene los dedos en el aire y los frota—. Y para eso te quedarás en mi gimnasio hasta el final del verano. Mis manos se cierran de golpe en mis caderas. —¿El verano? —Lo tomas o lo dejas. —John se focaliza en el ordenador de nuevo. —Está bien. —Me convertí en una empleada por obligación para enseñarme cómo pescar en el desierto sin una red o una caña. La palabra cuotas finalmente desciende sobre mí, y mientras me paseo al lado de West, le digo—: Espero que hagas una buena cantidad de dinero.

West Traducido por Niki Corregido por GypsyPochi

Haley se pasa una mano por el cabello, luego agarra la base de su cuello como si fuera a arrancárselo. —Quítate la camiseta. —Sí, señora. —Ya me he quitado los zapatos y los calcetines—. Me quitaré los pantalones cortos, también, si quieres. Pongo mi pulgar en el borde de la cinturilla y Haley sacude la cabeza demasiado rápido. —Eso no será necesario. —Sabes que quieres que lo haga —le digo, y disfruto cada segundo de ver su piel mancharse de color rojo y la ligera inclinación de sus labios. En la manera típica de Haley, decide ignorarme. Un día, voy a trepar a esa cabecita en la que se pierde tanto. Su abuelo se ha ido por la noche y Haley es muy sexy en su sujetador deportivo y pantalones cortos. Su vientre plano se ve tan suave, tan delicado. Mis dedos se crispan con la necesidad de acariciarlo. Una ráfaga de aire se escapa de sus labios. —Mierda. —¿Quieres informarme qué pasa? Parpadea como si me estuviera notando por primera vez, lo que no hace nada por mi ego. Las chicas suelen prestarme atención cuando no tengo mi camisa puesta. —Pesas 80 kilos. —Sí. —No es una novedad. —Necesito que peses 77. —Sus ojos recorren mi cuerpo—. Y no hay un gramo de grasa en ti. —Haley se muerde el labio inferior mientras mira mis abdominales y sonrío. Ahora tengo la atención de la chica. Doy un paso fuera de la balanza y la palanca rechina contra el metal. —Siempre me dices que esto va a ser difícil. Voy a perder el peso.

—Sí, pero también ganarás músculo. Lo resolveré más tarde. Vamos. —Haley tira de su cabello de nuevo, luego lo deja caer en cascada a través de sus dedos. He llenado más de una noche de esta semana expulsando la oscuridad y la soledad por fantasear con pasar mis dedos por el cabello sedoso de Haley y poner mi boca sobre esos hermosos labios. Toma hasta la última gota de fuerza de voluntad que poseo no empujarla contra la pared y besarla. La imagen en mi cabeza casi me hace gemir. No tengo la camisa puesta, su estómago está expuesto, la carne caliente estaría en contacto... Maldita sea, me estoy matando. Arranco mi camisa del suelo y sigo a Haley al lugar abierto cerca de los espejos. Estoy haciendo esa cosa del amigo con ella. Sólo amigos. Sin beneficios. Ha demostrado una y otra vez que se merece respeto. —Dices mucho eso. —¿Qué? —Que resolverás las cosas. Levanta un hombro mientras agarra una bola amarilla del suelo. — Eso es porque lo haré. —El peso del mundo no está sobre ti, ¿sabes? Tenemos un par de miles de millones de otras personas que pueden ayudar a determinar la solución al calentamiento global. Me gano una media sonrisa de Haley mientras hace rodar el material de cinco centímetros de ancho. —No me preocupa el calentamiento global. —Sabes a lo que me refiero. Pretende no escucharme. —¿Alguna vez has envuelto tus manos? —Ninguna de las peleas en las que he estado incluyeron notificación anticipada, así que peleaba con los nudillos desnudos. —Y eso —dice con su mejor mirada conocedora de maestra—, tiene que parar. Fuera de este gimnasio, no hay peleas. —Oye, no voy en busca de problemas. Ellos me encuentran. Haley inclina la cabeza hacia un taburete y me siento. —Levanta la mano, así. —Alza la mano en el aire, con la palma hacia abajo y los dedos extendidos. Sigo las instrucciones y Haley engancha una bola de material al final de la envoltura en mi pulgar. —¿Ves la etiqueta? Asiento. —Ve hacia arriba. El truco para envolver es pensar en grupos de tres. —Enrolla el material alrededor de mi muñeca en capas—. Tres hasta la muñeca y luego tres hacia abajo. Basta con que se cree tensión, lo

suficientemente floja para no cortar la circulación y hacer que tus dedos se caigan. El muslo de Haley aplica presión en el mío y separo las rodillas para que pueda deslizarse entre mis piernas. Cada célula en mi cuerpo tararea y, cuando inhalo, todo lo que huelo es el dulce aroma de las flores silvestres. Sus dedos trabajan diligentemente, rozando mi piel mientras enrolla el material una y otra vez. La seriedad de su rostro me dice que no tiene idea de la cercanía. Y como con cada caricia de sus dedos, estallo en llamas. —¿Por eso tus manos están frías? —pregunto en un intento pobre de evitar agarrar a Haley y permitir que mis dedos recorran esa carne tentadora—. ¿Se te corta la circulación? Me da otra mirada conocedora. —Ja, ja, ja. El chico es un comediante. —Se me olvidó —incitó—. Genética. —Puedo tomarte ahora —dice de una manera monótona. Podría y pensarlo me hace sonreír. —Estoy dentro, excepto que me olvidé de traer protección. Haley golpea mi hombro. —Lucha, no sexo. ¡Dios mío, tienes una sola idea en la cabeza! —Cuando estoy cerca de ti, sí. —Crea una X alrededor de la palma de tu mano y luego envuélvela alrededor de tus nudillos. Has esto tres veces y no te olvides de mantener los dedos separados. ¿Cómo se siente esto? —Haley mueve su pierna, creando esta fricción de infarto. Un relámpago golpea hasta la vena de la cara interna de mi muslo y directo a zonas muy particulares. —¿Está demasiado apretado? —pregunta. El espacio se está convirtiendo en un problema en mis pantalones cortos. —Nop. Está perfecto. —Espero que estés prestando atención porque vas a envolver la otra mano. —¿Alguna vez piensas en besarme? —Porque yo sí pienso en besarla. A menudo. Y un deseo profundo que se hunde más allá de mis huesos quiere que ella sienta lo mismo. La cabeza de Haley se levanta de golpe y esos hermosos ojos oscuros miran fijamente los míos. El rubor se arrastra por sus mejillas y cuello. Tengo mi respuesta y eso sólo me enciende. —No importa —susurra.

—¿Por qué? —Ya no salgo a citas con luchadores. No digo en voz alta que no tenemos que salir en una cita para besarnos o que he besado a muchas chicas y nunca he tenido una novia. Haley es una buena chica y no quiero asustarla con mis experiencias. — ¿Debido a Matt? Se queda en silencio y pensativa, centrándose en la franja amarilla como si tuviera todas las soluciones. —Sí. —Sabes, no soy un luchador de verdad. —Lo eres. No se trata del entrenamiento, se trata de lo que eres. Puede que no hayas entrenado hasta ahora, pero eres un luchador. Continúa su envoltura, creando una cruz, rellenando mis nudillos, entonces lo lleva de nuevo a mi muñeca. —Puedes utilizar el material sobrante como te apetezca. Yo elijo usarlo para envolver mis muñecas de nuevo. El extremo de la tira es de velcro. Ella lo pasa a su lugar y una sombra de lujuria oscurece sus ojos. Haley retira rápidamente las manos y pone espacio entre nosotros. Estiro los dedos y admiro su obra, pero lo que estoy haciendo es ganar tiempo. Hay más de Matt y Haley que una relación constante que siguió su curso. Hay mucho más en todo ello. Ella, Jax y Kaden. —Antes hablaba en serio, no todo recae sobre ti. —Sí, lo hace. Nadie más va a cuidar de Kaden y Jax, excepto yo. —No lo capto —admito—. Por lo que entiendo, tu familia y Matt y Conner van a peleas sancionadas todo el tiempo. ¿Por qué el misterio? Tú y yo sabemos lo que sucedió realmente esa noche. ¿Qué daño habría hecho permitir que Kaden y Jax aceptaran la culpa? Van a luchar de todas formas. —Porque sí. —Su pecho se mueve cuando inhala. Mi estómago se tuerce al verla tan triste—. Porque Matt lo habría llevado fuera de la jaula. Los habría combatido en la calle sin árbitro y hay tanto resentimiento entre ellos por mi causa que Jax y Kaden habrían aceptado las peleas. —¿Y cuál es el problema? —Un miembro de su familia fue atacado; tenían el derecho a la venganza y justicia. —West... —Su mirada se mueve más allá de mi hombro al octágono enjaulado detrás de mí—. Cada vez que entras en esa jaula, dices que estás de acuerdo con la idea de morir, pero al menos tienes algunas reglas, un árbitro y un entrenador que puede parar la pelea si te rindes. ¿Te imaginas el derramamiento de sangre que habría sin reglas y sin árbitro?

¿Y quién dice que si Jax o Kaden intentan rendirse, Conner o Matt los dejarían irse sin más? Siento como si me hubieran dado un golpe bajo. —La razón por la que me quieren en la lucha sancionada es porque todo el mundo piensa que voy a ser aplastado y que será muy divertido hacerlo en público. Haley no me mira a los ojos y se mueve en su sitio. —¿Crees que me van a aplastar? —Una pesadez se asienta en mi estómago. Haley volvió por mí esa noche y esta lucha es la única forma en que puedo pagar ese regalo. —No sé —dice en voz baja—. Esto no es una película ni un programa de televisión donde el chico practica un par de veces, luego reta al campeón mundial y gana. Matt, Conner, Jax y Kaden... han entrenado durante años y todavía no son lo suficientemente buenos para ser profesionales. Espero tener tiempo suficiente para enseñarte a defenderte. Un nerviosismo desgarra un camino en mis músculos. —Si no tienes fe en mí, entonces… ¿por qué diablos estamos aquí? Su cabeza se sacude hacia arriba. —Me siento horrible porque estés de pie aquí en el lugar de Jax y Kaden. Cada segundo de mi día, pienso en cómo poder sacarte de ello. —Si encontraras una manera de sacarme de esto, tendrías que hacerle frente tú sola a Matt y Conner. Cuando te ocupas de cuidar y proteger a todos los demás, ¿quién te protege a ti? —Puedo cuidarme sola. Me río y Haley se endereza: una guerrera sexy y cabreada. Dame todo lo que tienes, Haley, porque en este momento, lo voy a devolver. —Cada vez que piensas que lo tienes todo bajo control, no es así. —Lo dice el señor Desastre. Nunca analizas nada y terminas en líos como este y si algo te sucede la culpa es mía. Ríndete ahora mismo, West. Sólo márchate. —¿Siempre te rindes así de fácil? Desde que te conozco, siempre estás ya sea huyendo o ideando un plan. Lo único que nunca haces es luchar. —¡Luché por ti! —grita—. Luché por ti y me costó. ¡Me costó toda mi familia! —¡No vas a luchar por mí ahora! ¡Admitiste que estás tratando de alejarme! —¡Algunas veces, marcharse es luchar! —¡Marcharse es desertar y yo no deserto!

Estoy respirando con dificultad y los ojos de Haley se han vuelto vidriosos. —Yo... yo... no deserto. No lo hago. Su labio inferior tiembla y estoy tan cabreado conmigo mismo que golpeo mi puño envuelto en el saco. El saco se balancea y, cuando vuelve, lo golpeo de nuevo. El golpe se siente limpio y se siente poderoso y anhelo volver a hacerlo una y otra vez. Haley sopla una corriente débil de aire y yo atrapo el saco. Estamos a espaldas el uno del otro, pero puedo verla en el espejo. Sería más fácil para mí si ella llorara. Las lágrimas, por alguna razón, hacen que ignore a la gente porque es molesto, pero Haley no llora. Ni siquiera parpadea ni se limpia los ojos. Lleva la mirada de una persona que sigue respirando aunque su alma esté muerta. Es la misma expresión que mi madre lleva cuando se sienta en la habitación de su hija fallecida. Mis entrañas duelen como si vertieran sal en un millón de cortes de papel internos. Haley nunca pidió nada de esto. —Lo siento. Me tomó años hacerle esta declaración a papá, pero sólo días decírselo a Haley. Deseo que entienda lo difícil que son para mí estas palabras. —¿Por qué estamos luchando? —susurra. —No lo sé. —Pero no creo que esté luchando contra ella. Mis ojos recorren la jaula y de repente me gustaría que ya pasaran los dos meses. Me gustaría poder entrar en esa jaula y ver a un oponente frente a mí, porque entonces sabría dónde debería ser enfocada toda esta rabia, toda esta ira. —No quiero que te hagan daño —dice al suelo—. Me gustas y por eso estoy luchando. No hay manera de que pueda prepararte para luchar en dos meses. —Entonces no ganaré. —Me vuelvo para mirarla, pero sigue de espaldas a mí. —No me preocupa ganar. Me aterroriza que no salgas de esa jaula. Me estremezco como si alguien me pateara en el estómago. Podría haber sido menos doloroso si hubiera hecho eso. Mi orgullo me grita que arremeta contra ella de nuevo, pero, en el espejo, sus hombros se curvan. Duros recuerdos salen a la superficie de todas esas veces que Rachel estuvo enferma de ansiedad y nunca le presté atención. La cagué con Rachel. La cagué con toda mi familia. No importa. Eso cambia aquí. Ahora mismo. He decepcionado a todos los que amo. Haley me necesita, y ayudarla a proteger a su familia es mi única oportunidad de redimirme y que me maldigan si me la roba.

Avanzo hasta Haley y, antes de que pueda retirarse, la giro y apoyo suavemente mi mano en su rostro. Mis dedos corren por su cabello y su mandíbula cabe perfectamente en mi palma. —Escúchame, porque estoy cansado de decirlo. Estoy en esto de verdad. No puedes deshacerte de mí, incluso si quieres. Si me empujaras por esa puerta y bloquearas la cerradura, si nunca me hablaras en la escuela, no importaría… voy a luchar en dos meses. Porque necesito esta lucha. Por una vez, tengo que saber contra quién estoy luchando. Necesito saber que puedo hacerlo. Necesito saber que a pesar de que he sido botado muchas veces, valgo más. —Voy a hacer esto con o sin tu ayuda, pero tengo una mejor oportunidad de lograr salir de la jaula contigo a mi lado. Sus ojos examinan mi cara, buscando algo... una señal de que estoy mintiendo, una señal de que voy a retirar las palabras. Haley se lame los labios. —¿No puedo convencerte de rendirte? —No me voy a rendir. Haley se sacude, deseando la libertad, y por mucho que me gustaría mantenerla cerca, dejo caer la mano y la suelto. Ella se pasea por el cuarto, lentamente... pensando. No puedo conseguir que deje de analizar las cosas. Por fin, se detiene. —Bueno. Si va a ser así, entonces necesitas envolver ese otro lado, y después, empieza a saltar la cuerda.

Haley Traducido por Anty Corregido por GypsyPochi

Contengo el aliento cuando salgo de los vestuarios. Esperándome, West se apoya contra la pared junto a la oficina de mi abuelo. Su cabello rubio se oscurece por la ducha y su camisa se aferra a él, como si todavía estuviera un poco húmedo. Dios, es hermoso. Hemos entrenado juntos por una semana y cada noche seguimos reproduciendo el mismo escenario. Debo admitirlo —verlo ahí cada vez… hace que mis rodillas se debiliten. —¿Lista? —West mira en mi dirección y sus labios se inclinan hacia arriba con esa sonrisa entrañable. Es sexy, perversa y adorable, todo al mismo tiempo. Meto mi cabello húmedo detrás de mi oreja. Hay un vestuario y, dentro de él, dos duchas. Perdí el tiempo en el gimnasio cuando terminamos de estirarnos —enjuagué las colchas y bolsas, limpié el espejo, desenredé las sogas de saltar— cualquier cosa para evitar estar en la misma zona que él cuando se encontraba desnudo. Me siento atraída por West. No hay forma de negarlo. Cada vez que está cerca, mi corazón hace ese loco aleteo como si millones de colibríes hubieran establecido su residencia en mi pecho. Así que espacio… es definitivamente lo que necesitamos. —Te dije que tomaría el autobús de regreso a casa. —Lo sé, pero es tarde. —Once de la noche, es nuestra sesión de entrenamiento más tarde, hasta ahora. —¿Temes que vaya a patear el trasero del conductor del autobús? Se ríe y el aleteo cambia mientras los colibríes disparan hacia el cielo. —Sí. Eso es exactamente lo que me preocupa. Venga, vamos. Salimos y tiemblo de los pies a la cabeza. El frío pica en mi cara, mis dedos, mi cuello y quema mis pulmones. —La bandera blanca estará fuera esta noche. —¿Qué? —Su aliento se cristaliza en una niebla.

—Va a estar por debajo de cero —digo rápidamente, mentalmente pateándome por el desliz—. Los refugios para personas sin hogar ignoran la capacidad y dejan entrar a gente extra cuando hace frío. Espera un segundo. Tengo que ocuparme de algo. Puedes adelantarte hacia el auto. Giro a la derecha del almacén y acelero el paso, medio agradecida por la tarea. Hablar sobre refugios para desamparados no está en la parte superior de la lista… ni en el fondo. La semana pasada, le dije a West que entendía lo que es estar sin hogar. Luego me preguntó de la condición de los refugios. ¿Sabe que es ahí donde mi familia y yo vivimos por un corto tiempo o hace suposiciones? Vivir en un refugio es mi secreto sucio. Sólo tan sucio como mi ruptura con Matt y casi tan sucio como mis condiciones de vida actuales. Debido a que West puede ser el chico más molesto en la faz del planeta, me sigue. —¿Qué haces? —Estoy bastante segura de que te dije que te quedaras ahí. West debe tener una deficiencia auditiva. —Voy a acompañarte. —Nunca escuchas, ¿verdad? —No. West sigue pisando en áreas de mi vida donde nunca deje entrar a nadie. Me detengo y lo mismo ocurre con él. —¿Podrías ir a esperarme en el auto? —¿Tienes frío, Haley? Porque yo sí. Voy a ir contigo o podemos quedarnos aquí y congelarnos hasta morir. De cualquier forma, estamos juntos. Hace el suficiente frío para que mi pelo húmedo tome la forma de carámbanos. —Eres muy exigente. La lámpara del estacionamiento detrás de él crea una sombra en su rostro, pero es difícil pasar por alto esa sonrisa. Estoy irritada con él y quiero permanecer de ese modo, pero ese tipo de sonrisas hacen que sea difícil seguir enojada por mucho tiempo. —¿Has mirado en un espejo últimamente? —pregunta. Mi boca se abre. —Yo no soy exigente. Sus cejas se balancean. —Estoy jugando contigo. En serio, hace frío, así que movámonos. —¿Te vas a quedar aquí? Sólo un segundo. Te juro que nunca estaré fuera de tu vista. En un movimiento amplio, agita la mano para que continúe.

El asfalto bajo mis pies cruje mientras da lugar a la grava y, con West a una distancia segura, me acerco a la pequeña furgoneta y llamo a la puerta. El mudo y distorsionado sonido de una rugiente multitud se desvanece. John siempre está mirando una pelea —por entretenimiento, por entrenamiento, por formación o por concejos para como vencer a un próximo rival. El vehículo entero se sacude cuando John abre la puerta. Está en las mismas ropas que de costumbre, una remera y pantalones de nylon atléticos. Se frota los ojos como si despertara de una sueño profundo. — ¿Terminaste? —Terminamos —digo—. Olvidé pedirte las llaves así que tendrás que cerrar. John agarra su abrigo. —Te llevaré a casa. —Gracias, pero lo hará West. Mira sobre mi hombro. —Cerraré después de terminar de ver este video. Los nervios causan una súbita sensación de congelar mi torrente sanguíneo. —¿Qué hay de mi tío? —Nunca he llegado tan tarde. Jax y Kaden, algunas veces han llegado más tarde, pero yo nunca. —Hable con él y sabe que entrenas. Te advierto, no está contento, pero te dejará entrar. Las noches de escuela tienes que estar ahí a las once y los fines de semana a medianoche. Me muevo, de repente consumida por las ganas de correr y cumplir el toque de queda. —Son las once ahora. ¿Cuándo me ibas a decir? En cualquier momento de esta semana podría haber sido de ayuda. —Hubiera ido y conseguido que estuvieras en casa a las once y media. Evalúo al ―abuelo‖ soñoliento. —Ajá. El anciano me da una sonrisa rara. —Vete antes de que te pierdas el toque de queda. Dudo. —Jax y Kaden no se encontraban aquí esta noche. —No. —Pero entrenan en el gimnasio cada noche. —Lo sé porque estuve atrapada en una casa del infierno sin ellos. John ladea su cadera contra el marco de la puerta, esperando que lo alcance, y no toma mucho tiempo para que se ponga en marcha la sinapsis de mi cerebro—. Dicen que están entrenando y luego salen.

—Buenas noches, Haley. —Cierra la puerta. Ellos encontraron una salida y no me incluyeron. Mis entrañas caen hasta mis pies. Oh, mi Dios, en serio deben odiarme. No digo nada cuando paso a West. —¿Esa es su oficina? —No. —Es donde vive. West desbloquea la puerta del pasajero y la mantiene abierta para mí. —¿Te encuentras bien? Busca mi cara y la simpatía grita que sabe la respuesta. Me deslizo en el asiento y unos segundos más tarde, se me une. West acelera el motor, explota el calentador y gira los ángulos de las rejillas de ventilación hacia mí. Es un gesto dulce. Uno que me hace arrepentirme de no salir con luchadores. Pensando en Jax y Kaden y todos sus secretos, me quito los zapatos y me giro en un ovillo apretado en el asiento. ¿Cómo fue que todo se volvió tan jodido? —Entrará en calor en un segundo. —West sale del estacionamiento y se dirige hacia lo de mi tío. Asume que tengo frío. Siempre tengo frío, pero estoy tratando de mantenerme entera. Seguro, Jax y Kaden no estaban contentos conmigo, pero no decirme que John nos cubriría… Soy como un antílope herido abandonado por la manada, pero supongo que lo pedí. En algún lugar entre salir con Matt y dejar la lucha, me convertí en el callejero abandonado para que devore mi tío. Mi tío nunca me toca. No tiene que hacerlo. Sus palabras, su voz, sus miradas… Tienen una manera de arañar más allá de mi piel, convirtiéndose en una capa toxica a lo largo de mis huesos y arrastrándose en mi torrente sanguíneo. Eres una inútil, me dijo una vez. Eres débil e inútil. No lo soy. Mi garganta se aprieta y descanso mi sien en la ventana. Por lo menos, creo que no lo soy. Demasiado rápido, West desacelera en el frente de la casa de mi tío. A veces espero que una neblina negra que rodee la casa, indicando el mal dentro. Incluso si la hubiera, ¿dónde más podría ir? Me giro para decirle adiós a West cuando la luz de la farola parpadea y algo brillante llama mi atención desde el asiento trasero. Dos bolsas de gimnasio descansan sobre el suelo del coche. Ambas están abiertas y la ropa se asoma de las aberturas. Sus libros y cuadernos del colegio contaminan el asiento trasero.

—¿Por qué no me dijiste que estabas viviendo en tu auto? No responde y el peso de mis palabras nos aplasta a ambos. El viento golpea la camioneta. Un frente de tormenta sopla esta noche, trayendo hielo, nieve y la temperatura baja en picada. —No te puedes quedar aquí afuera esta noche. Te quedarás conmigo.

West Traducido por Sofía Belikov Corregido por Eli Mirced

El pensamiento de que es la primera vez que me he colado en la habitación de una chica, y extrañamente, no para besuquearnos, me golpea cuando voy a medio camino por el enrejado. Soy demasiado pesado para la madera podrida, así que subo rápida y silenciosamente el lío de barras en descomposición. Haley dejó la ventaba abierta, por lo que entro, la cierro detrás de mí, y luego me quito el abrigo. Me enderezo y trago una maldición cuando el dolor se dispara por la cima de mi cabeza. Soy demasiado alto para el techo. Haley fue bastante estricta en lo que respecta a los ruidos. Dio un montón de instrucciones y la mirada asustada en su rostro me abstuvo de hacer preguntas. La chica hablaba en serio. Muy en serio. Con las temperaturas amenazando con bajar de cero y los vientos en las dobles cifras negativas, no me encontraba en posición de jugar. Una lámpara en el suelo ilumina una porción del estrecho ático. La mayor parte del espacio está lleno con cajas de varios tamaños apiladas una encima de la otra. Un árbol de navidad falso con oropeles aún colgando de sus ramas está apretado entre la pared y una colapsada pila de cabezas de venado. En el suelo junto a mis pies hay un colchón inflable junto a un cobertor de margaritas. La bolsa de Haley está apoyada contra el colchón y una vieja silla verde que parece servir como su armario, tiene pilas de su ropa encima de ella. Avisto unas bragas negras y un sujetador. Ambos tienen una capa de encaje en la costura, y maldición si no me pongo duro. La puerta al otro lado del ático se abre con un crujido. Me escondo entre las sombras, y salgo cuando Haley entra con un plato y una taza en sus manos. Usa un pie para cerrar la puerta de golpe y sus caderas se balancean mientras cruza el espacio para llegar a mí. Sin encontrar mi mirada, deja el plato de comida y la taza en el suelo junto a un reloj. —No es mucho, pero tengo un calefactor y paredes.

—Está bien. —Obviamente está rompiendo reglas para darme un lugar donde quedarme. Haley realinea el cobertor y ahueca la solitaria almohada. —Esta no es mi casa. Es de mi tío. Vamos a quedarnos aquí por un rato. Solía tener una habitación, una auténtica con cosas, pero, ya sabes, esto es temporal… Continúa con el mismo entusiasmo forzado mientras redobla un par de camisas, y sus mejillas se ponen rojas cuando nota el mismo conjunto de ropa interior. Haley parlotea que es temporal y que pronto tendrán una casa real y después de que puso estratégicamente un par de vaqueros sobre su ropa privada, engancho un dedo en el lazo de su cinturón y la acerco. Haley se detiene a media frase y sus ojos oscuros se amplían. Sus dedos aprietan un par de pantalones que se encontraba en proceso de redoblar. Si no fuera por la maldita cosa, su cuerpo estaría tocando el mío. —No me importa. Vivo en un auto. Tú vives en un ático. No te juzgo. Flaquea y, por unos cuantos segundos, Haley es lo más flexible que ha sido desde que la conocí. Tomo ventaja de ello, dejando que mis manos ahuequen sus caderas y atrayéndola en mi dirección. Lo permite, soltando los vaqueros y descansando su frente en mi hombro. —Vivimos con mi tío, el padre de Jax. Perdimos nuestra casa hace seis meses. Mis manos se mueven por su espalda y la envuelvo con mi cuerpo. Haley responde, envolviendo mi cintura con los brazos. A través de mi camiseta, puedo sentir sus dedos fríos, pero el resto de ella es cálido. Extremadamente cálido. Se relaja y apoya la mejilla contra mi pecho. Hay una paz en este momento —una satisfacción en mi alma. Como si hubiera estado buscando un hogar, y por fin lo hubiera encontrado. Cansado de luchar contra la urgencia, paso los dedos por las puntas de su cabello sedoso. —Está bien. —Estamos bien. —No lo está —susurra—. Vivir aquí no está bien. Permanecemos así, abrazándonos. Pienso en Isaiah en el hospital la noche que Rachel fue lastimada. Sus dos amigos lo abrazaron y me pregunto si así es cómo lucimos Haley y yo. ¿La estoy manteniendo entera tanto como ella está evitando que me desmorone? Con un suspiro, se aleja de mi cuerpo y me da una sonrisa tímida. —Lo siento. No les digo a las personas ese tipo de cosas ni las traigo aquí. Es difícil. —Lo entiendo. —Y si ella está compartiendo sus secretos, yo puedo devolverle el favor—. Eres la única persona que sabe que he sido echado y que he estado viviendo en mi auto. La frente de Haley se frunce mientras levanta el plato. —¿En serio?

Bueno… —Abby lo sabe. Se sienta en el suelo y me hace señas para que me una a ella. En el momento en que estoy junto a ella, coge un pedazo de carne cortada y luego me tiende el plato. —Toma. Para tu información, es carne de venado. Mi estómago gruñe. No he tenido una comida decente que no incluyera comida rápida en una semana. Junto a los trozos de carne, hay una porción de puré de papas y judías verdes. ¿Quién sabría que extrañaría los vegetales? Por más que mi boca se haga agua, no puedo. — Es tu cena. —Y la tuya —responde—. He sentido el hambre antes. No se la desearía ni a la gente que odio, y mucho a menos a los que me agradan. Habría traído más, pero mi tío es como un nazi. Considero discutir, pero gana el hambre. Comeré algo, pero la mayoría será para ella. El sabor del venado es diferente al que esperaba, parecido a la carne de res, pero no. Haley me observa intensamente y pone el plato en nuestras piernas unidas. —Nunca has probado la carne de venado, ¿no? Cuando coge otro pedazo, también lo hago yo. —¿Cómo lo sabes? —Tu expresión. Es como cuando miraba a mi hermana más pequeña tratar de comer comida para bebé por primera vez. Tu cara se arruga porque es nuevo y luego se pone en blanco cuando tratas de decidir si te gustó o no. ¿Qué te parece? —Estoy comiéndola. Se ríe y el sonido calienta mi sangre. —He comido basuras que lucían como si alguien las hubiera vomitado. Comer algo y que te guste son cosas distintas. Saboreo mi segundo trozo un poco más de tiempo. —Es buena. Aunque la disfrutaría más si Bambi no estuviera mirándome. Me siento caníbal. ¿Tu tío está loco? —Loco, sí, pero no es un militar o algo así. Le gusta la caza, como también a mi padre y hermano. Intenté cazar una vez, pero apesto en ello y es aburrido. A papá le gusta la temporada de venados y sale a cazar ocasionalmente. Mi tío caza de todo y espera que lo coman todos. ¿Qué pasa contigo y Abby? Qué abrupto cambio de tema. Haley se come la mitad de las judías verdes, luego me pasa el tenedor. Algo se retuerce en mi interior, en mi corazón. Es extraño, y me gusta. —Es la mejor amiga de mi hermana —digo entre mordiscos—. Abby y yo nos toleramos. —¿Bromeas? Pensé que tal vez se había inventado eso.

—Ya desearía. Rachel no es como Abby. Es dulce y agradable y… — Está en el hospital. Usando un teléfono prepago, llamo al hospital a diario y, porque soy de la familia, me dan una actualización, pero no hay mucho entre ―aún está en la unidad de cuidados intensivos‖ y ―su condición parece estar mejorando‖. Mi garganta se cierra y le devuelvo el plato a Haley—. La extraño. Haley coge algo de puré y me da una probada. El silencio con ella nunca es incómodo. Coge la taza y observo su delicada garganta moverse mientras traga. Haley me la extiende y sus ojos sostienen los míos mientras bebo. El agua se siente fría contra mi boca, pero arde cada parte de mí. El viento golpea la casa y la ventana vibra. Granizos comienzan a chocar contra el revestimiento. —¿Dónde aparcaste el auto? —pregunta. —En el centro comercial. —Esa fue una de las instrucciones de Haley: el auto no podía ser dejado cerca de la casa. —Lo siento. —Se refiere a las miles de pequeñas abolladuras que encontraré en mi coche por la mañana. —Está bien. Al menos no estoy en él. —Enciende el calefactor y los alambres de metal brillan de color rojo. Ambos lo observamos, como si fuera una fogata. Casi puedo imaginarlo: Haley y yo en un tronco en las montañas Smoky, relajándonos después de un día de esquiar y abrazándonos junto a una fogata. Podría haberle ofrecido eso hace un par de semanas. Ahora, no tengo nada más que mi palabra. —¿Por qué te echaron? —pregunta. Parecía claro cuando pasó. Me enojé. Papá se enojó. Lo odiaba y él se equivocaba. Papá obviamente se sentía de la misma forma. Pero noche tras noche, solo y frío, el recuerdo de la pelea entre nosotros se distorsiona y la llama cambia. —Alguien se burló de mi hermana y los golpeé. —¿Por lo que tu familia de echó? —Sí… No. —Inhalo, y luego suelto el aire—. Mi padre y yo no nos llevamos bien. No lo hemos hecho por años. Mi hermana estuvo involucrada en un accidente y terminó en el hospital, y él me culpa. Haley pone el plato en el suelo y se arrodilla junto a ti. —¿Conducías tú? —No. Papá iba conduciendo, pero yo era la razón por la que Rachel se encontraba allí. Ella estaba en problemas y necesitaba dinero, y si no fuera por mí… —¿Cómo podía explicar mi arruinada familia?—. Abandoné a Rachel. A mi familia.

Entrelaza sus dedos con los míos, pero mi mano permanece en el suelo. —¿Alguna vez has pensando en que te abandonaron ellos? Hay un dolor en mi interior que es peor que un ardor. Es continuo y he peleado con él noche tras noche. —Les fallé. —Podré no saber todo lo que has pasado, pero no puedo imaginar fallar en algo que valga la pena. Lo que sea, no es tu culpa. —Sí, lo es. —Mis dedos se tensan sobre los suyos, odiando la verdad, odiando que Haley vea constantemente mi debilidad—. Prometo que no te fallaré. —Sé que no lo harás. —Levanta la cabeza y la tenue luz crea un halo sobre su cabeza. Haley es hermosa y fuerte y agradable y es más de lo que merezco—. Es tarde y tengo que levantarme temprano. Deberíamos dormir. Asiento y me uno a ella cuando se levanta. Desplaza la mano hacia un par de pantalones de pijama y me volteo para darle la privacidad que necesita. El sonido del algodón arrastrándose por su cuerpo hace que cierre los ojos. Si me volteo, ¿estaría desnuda? Me imagino sus hermosas curvas. —Listo. —Lleva un par de pantalones de franela rosados y una camiseta a juego. Su cabello cae sobre sus hombros casi desnudos. Hablando de cosas hermosas. Haley se arrastra hacia la cama y levanta la colcha, invitándome. —Puedo tomar el suelo. —Bueno, eres mi novio. —El humor en su voz hace que me ría. La ventana vibra de nuevo y el aire penetra el marco—. No tengo otra sábana o almohada y la temperatura es bastante baja aquí. Aparte… confío en ti, West. Apago la lámpara y el calefactor le sigue con un clic, dejándonos en la oscuridad. El colchón inflable se hunde bajo mi peso y me tomo mi tiempo desabrochando mis zapatos y sacándomelos. Gracias a Dios, no es un colchón doble o estaríamos encima del otro, literalmente. Haley yace junto a mí, separados por casi nada, y pongo las manos sobre mi estómago. En casa, dormía con bóxers. En las pasadas dos semanas, me he acostumbrado a dormir con todo encima. —¿Dónde vas a quedarte mañana? —pregunta en la oscuridad. —No lo sé. —Bajo las sábanas, sus dedos encuentran los míos y me aferro a ellos con ambas manos. Hay algo íntimo en estar aquí con Haley. Tal vez es porque he estado solo, pero sinceramente, es ella. Dormir en mi coche me ha dado un montón de tiempo para pensar, e incluso aunque el silencio es nuevo, la soledad no lo es. ¿Cómo es posible haber estado rodeado de personas y nunca sentirse completo?

—Me estoy arriesgando un montón —dice—. Si nos atrapan, mi tío echará a toda mi familia a la calle. Desearía poder ofrecerte más de una noche. Entrelazando nuestros dedos, jalo su mano hasta que me permite sacarla de la calidez de la manta. Sin saber o entender por qué, beso su mano. La piel es delicada y sabe dulce, igual que su constante olor a flores. Mis labios se quedan allí más tiempo del necesario, y luego guío su palma de regreso a mi pecho, justo al lado de mi corazón palpitante.

Haley Traducido por Anty Corregido por AriannysG

Mi boca se seca. Nadie me ha besado después de Matt. Nadie me besó antes que Matt. Evito pensar en besos, citas, novios y relaciones, porque la última vez no funcionó muy bien. Matt nunca me dio un beso como ese, ni siquiera cuando le di mi virginidad. Nunca me besó de forma que mis entrañas se abrieran, o que viera colores en la oscuridad, o de una manera que me hiciera querer regresar el beso a alguien como me besó West. Ni siquiera fue en los labios, sino en la mano. Inhalé profundo para calmar mi respiración. Sólo… vaya. —¿Me dirás qué pasó? —West rueda, e, incluso en la oscuridad, lo siento mirarme. Me tenso y levanto la cabeza. —¿Qué? —Con tu familia. ¿Me dirás cómo terminaste aquí? —Oh, claro —Me hundo de nuevo en el colchón. Por un segundo pensé que preguntaba por Matt y yo—. Mi papá era ingeniero y mi mamá ama de casa. Mi papá fue despedido hace un año, en la navidad pasada. Había algunos desempleos y algunos ahorros, pero nos atrasamos en todo y mi hermana menor tuvo una apendicetomía de emergencia, luego nos enteramos que el seguro había caducado y todo se convirtió en un gran lío. Papá no podía encontrar trabajo. Luego se deprimió y cualquier tienda en la que conseguía un trabajo, no podía mantenerlo. Perdimos todo. Mi mano golpea contra el colchón inflable, la ira sigue fresca como el momento en que me enteré. Tiro de mi mano y West me suelta. —Es… los odio, ¿sabes? Mi papá trabajó en esa compañía por veinte años y, puf, decidieron que era más barato mudarse a México. Hay silencio de su parte. Probablemente lo estoy enloqueciendo. Me cubro el rostro con las manos. Oh, Dios, fue demasiada información. Se rasca la cima de la cabeza y pregunta—: ¿Para quién trabajaba tu papá?

—Una pequeña fábrica, comprada y vendida muchas veces. Creo que el último nombre que tuvieron fue Sillgo. —Lo siento —dice, y por el tono en su voz sé que se lo toma como algo personal. —No es que fuera tu culpa. Es lo que hace la gente, compra y vende compañías sin importarle las almas que estén involucradas. Sólo ven los márgenes del beneficio y nunca piensan en las familias. A menudo me pregunto lo mucho que valían mi familia y las otras. Quiero decir, ¿somos diferentes a animales en una subasta? El calor se enciende otra vez y una parte de mí desea que West nunca hubiera mencionado a mi familia. Estoy cansada de estar enojada. Me gustaría que siga sosteniendo mi mano, pero entonces otra vez, eso significaría que me estoy enamorando de un luchador y eso no puede pasar. Moviéndome bruscamente, me aparto y trato de crear espacio entre nosotros. Le dije que confiaba en él. Es cierto, pero obviamente no debería confiar en mí misma. —Haley… —duda. El silencio parece más largo en la oscuridad. Creo que pasa porque es más difícil mentir cuando las luces están apagadas. Hay una crudeza que sólo pertenece a la noche, y la verdad no puede evitar ser puesta en libertad. —¿Sí? —Odio preguntar, pero necesito saber. ¿Cómo son los refugios? Me encorvo, absolutamente destrozada. Mi secreto sucio no es tan secreto después de todo. —¿Te lo dijo Jessica? Ella sabía porque su madre la ofreció como voluntaria para trabajar en la cocina del refugio un día como castigo por robar dinero de su cartera. No tengo palabras para expresar la vergüenza absoluta y el horror que sentí en el momento en que nuestros ojos se encontraron sobre la bandeja de papas gratinadas. —Sí —admite. —¿Y cuándo me ibas a decir que lo sabías? —Te lo estoy diciendo ahora. Traigo las rodillas a mi pecho y tiro de la manta a mi cara. —¿Cómo era? —insiste—. ¿Quedarse ahí? —Nos separaban. A mi mamá, Maggie, Kaden, papá y a mí. Nosotras tres al refugio familiar y papá y Kaden tenían que ir al de hombres.

Oímos de los refugios para familias y cuando llegamos, desesperados por un lugar donde quedarnos, mi mamá se quebró en el momento en que nos informaron que a los hombres mayores de trece años no se les permitía quedarse en el refugio. —Pero somos una familia —rogó mi mamá. Las lágrimas rodaban por su rostro y Maggie sollozaba con sus brazos envueltos apretadamente alrededor de la pierna de mi papá. —Quería vomitar, West. Quería encontrar un baño y vomitar. Quiero decir, acabábamos de perder nuestra casa y no teníamos dónde vivir y ahora nos separaban. Me sentía aterrorizada. Tomó todo lo que tenía no agarrar a mi padre y rogarle que hiciera que se fuera. El mundo se convirtió en un túnel con visión borrosa mientras que mi mamá preguntaba si podía hacer una excepción y la persona detrás del mostrador seguía diciéndole que no. Justo cuando la sensación de hormigueo se convertía en un rugido en mi cabeza, papá me agarró por los hombros y me miró directo a los ojos. —Tienes que ser la fuerte, Hays. ¿Me escuchas? Te necesito. Tu madre y Maggie te necesitan. Necesito que hagas esta noche y cualquier otra noche lo que yo no puedo. —Permaneciste fuerte, ¿verdad? —dice West en la oscuridad y yo salto, sintiéndome un poco loca mientras me pregunto si dije la última parte en voz alta—. Porque pudiste proteger a tu mamá y a tu hermana. —Sí. —Lágrimas surgen de mis ojos. No lloré antes y no lloraría ahora. Me acerco un centímetro más a la pared, sin querer su lástima, pero él imita mis movimientos. West no me toca. En cambio, su cuerpo calienta mi espalda. Su mano se cierne cerca de mi hombro y, en un segundo, sus dedos peinan mi cabello. El suave tirón, la ternura del movimiento casi hace que las lágrimas caigan en cascada por mi rostro. —¿Qué pasó? —pregunta. Trago para aclararme la garganta. —Estábamos bien, pero las cosas eran difíciles para papá y Kaden. La población en el refugio para hombres era más… inestable. Encontraba imposible dormir por la noche sin saber si ellos se encontraban a salvo. Mi mamá lloraba todo el tiempo y Maggie comenzaba a tener pesadillas. »El refugio no dejó entrar a Kaden algunas veces porque tenía moretones en su cara debido al entrenamiento. Pensaron que era violento, entonces ellos dormían en el auto o en el gimnasio. Una noche, en el refugio, un tipo trató de robar sus cosas y Kaden lo golpeó. Todos fueron expulsados. Luego fuera del refugio, fueron retenidos por un hombre con

un arma. La mañana siguiente, mi mamá fue con mi tío y le rogó que aceptara y aquí estamos. Mi tío pidió el auto y ella se lo dio. El bastardo tomó la última cosa que poseían mis padres. Si no hubiese funcionado, entonces viviríamos en las colchonetas del gimnasio: despertando entre las tres y las cuatro de la mañana para irnos antes de que las clases empezaran y sin volver hasta bien después de las once de la noche. Hubiese sido lo mismo que vivir sin el auto. —Viste dónde vive mi abuelo —dije—. Hay apenas espacio suficiente para él y hasta que mi madre rogó, mi tío no nos hubiese aceptado… Los recuerdos arden en mi cerebro y deseo que desaparezcan. —Sé lo que es tener miedo. Preguntarse si algo se sentirá de nuevo normal. Hay una desesperación, una tristeza que brota a través de tus poros, cuando no tienes idea de qué es un hogar o qué significa la palabra. Puedo estar bajo el techo de alguien, pero no es un hogar. Sólo quiero una casa. West se acerca, su esencia almizclada me envuelve como una manta de bienvenida. Sus labios se presionan contra mi hombro y me permito derretirme en él. La piel de gallina crece en mi nuca y no debería, pero inclino la cabeza para que quede expuesto más de mi cuello. Me besa. Debería decirle que se detenga, que cruza una línea, pero sus labios contra mi piel crean un sentimiento de unión, una cercanía que he estado anhelando. En una silenciosa aceptación a mi invitación, West roza su nariz por la sensible piel cerca de la línea de mi cabello. —¿Cómo se sentía un hogar? —susurra en mi oído. —Acogedor —susurro en respuesta. Sus dedos deambulan por el borde de mi camiseta y cuando encuentra mi piel desnuda, extiende su mano por mi estómago. Su calor irradia en mi torrente sanguíneo. —¿Qué más? —Seguro, protegido. Me jala hacia él, creando un refugio, uno que no experimenté en meses. Me siento pequeña contra él, frágil. Como si se diera cuenta del secreto que escondí: que no soy rompible, sino que ya estoy rota. Noté sus músculos antes, sus bíceps, sus abdominales, pero hay una diferencia entre verlos y ser sostenida contra ellos. Libero el aliento, uno que contuve por seis meses, por un año, posiblemente por siempre. —Cuando tenía un hogar, nunca me sentía sola —susurro. Sus labios se presionan contra el hueco de mi cuello y mis dedos encuentran los suyos. Enlazamos nuestras manos y frota la pierna contra la mía. Cada parte suya se conecta con una parte mía. —Estoy aquí, Haley —dice—. No te encuentras sola.

—¿Sabes cuál es mi parte favorita del día? West apoya la cabeza en la almohada. Su boca continúa yendo a la deriva contra la curva de mi cuello, entonces perezosamente besa el dulce punto cerca de mi línea del cabello. —¿Cuándo? —Esos breves segundos cuando me despierto, olvido y pienso que estoy en casa. —Hasta ahora, esa también ha sido mi parte favorita del día. Duerme, Haley. Duerme esta noche sabiendo que no te dejaré. Escucho su respiración, disfruto la subida y bajada de su pecho y me concentro en la delicadeza de sus dedos contra los míos. Mi mente vacila y ya no existo en el ático, la oscuridad ya no se burla de mí con mis miedos. Abrigada en la calidez y en brazos fuertes, me duermo.

West Traducido por Verito Corregido por Laurita PI

El sol no aparece por otra hora y la alarma de Haley se apagó hace veinte minutos. Bajó por las escaleras para prepararse y espero como un hombre en un juicio aguardando la deliberación del juzgado. Afuera, una nueva capa de carámbanos cuelga de los aleros de la casa. La noche pasada fue probablemente una de las mejores de mi vida y mientras me desplomo en la esquina del colchón inflable, me siento como mierda. Sillgo. Paso las manos por mi cabello, tirando de las raíces. Juro que es una de las compañías que compró papá. No pretendo saber todo sobre el negocio de papá, pero tenía una tonelada de documentos en su escritorio con ese nombre en el membrete el año pasado cuando fui llamado a su oficina por saltarme clases. Mi padre —le hizo esto a Haley y su familia... Y me estoy enamorando fuerte de ella. Haley ya sabe que mi familia tiene dinero, pero no sabe que soy un Young y tengo que admitir que me gusta. Me gusta que Haley no me vea como un vale de buena comida o actúe raro cerca mío porque mi familia es el equivalente de la realeza en esta ciudad. Aunque supiera quién soy, probablemente no sabía que los Young fueron quieres compraron Sillgo y enviaron los trabajos a México. ¿Pero mantener oculto todo esto? Le estoy mintiendo. Antes de dejar caer esa bomba, necesitaba asegurarme que mi papá es quien posee la compañía. La puerta se abre y Haley me envía una sonrisa tímida y le respondo de la misma manera automáticamente. Anoche, ambos dijimos demasiado, sentimos demasiado, y de alguna manera me convencí de que el momento que compartimos permanecería así —un momento. Pero no; las emociones persistían y no sabía que significaba.

Haley cierra la puerta tras ella y cruza la habitación hacia mí. — Tengo que irme en unos minutos para alcanzar el autobús. John me quiere ahí temprano para entrenar. Me pongo de pie, comprendiendo que quiere que me vaya. —¿Puedo llevarte? —No. Jax y Kaden entrenan también esta mañana, y no quiero que sepan que estuviste aquí, así que si no te importa... —Sus ojos miran por la ventana. —Lo entiendo. Me iré. Haley suaviza el cabello de su coleta. —Anoche... nosotros... eh... no creo... Mierda, quiere que me vaya y no sólo de su habitación. —Si nos involucramos —continúa Haley—, y luego las cosas no funcionan... complicará lo que hay entre nosotros. —De acuerdo. —Complicado—. ¿Y no tiene nada que ver el hecho de que no sales con luchadores? Se encoge de hombros. —Quizás. Asiento, entendiendo, y a la vez no. Porque la verdad es que ella es muy buena para mí; además tiene razón. Tenemos un acuerdo y no necesito esta oportunidad de redención. Realidad… la verdad de quién soy nos arruinaría de todos modos, pero soy un idiota egoísta. Doy un paso dentro de su espacio personal y su respiración se detiene cuando mi cuerpo se desliza contra el de ella. —Y si no lo analizamos demasiado y sólo vemos cómo va. Haley se lame los labios como si estuvieran secos y me mira bajo sus pestañas oscuras. Maldición, es preciosa. Pasos suenan en las escaleras y Haley me envía a las sombras. Corre a través del ático y mi corazón late más fuerte al pensar en causarle problemas. Haley agarra la puerta justo cuando se abre y bloquea la vista de la habitación con su cuerpo. —¿Todo bien, Jax? —Nos vamos en cinco —murmura Jax. Hay unas pocas palabras insignificantes más entre ellos, luego sus pasos se retiran. Salgo de las sombras y Haley se gira a mí. —Te veré más tarde. Para entrenar. —No lo analices tanto —le digo. —Pensaré en ello.

Sonrío y Haley sonríe bajando la cabeza, obviamente dándose cuenta de la ironía de su declaración. —Gracias por el lugar para dormir, Haley. —De nada. —Luego desaparece por las escaleras. Unas pocas horas después, merodeo por el pasillo de la tienda de comestibles, comprando tiempo hasta que Denny abra el bar y pueda ganar dinero. Es mediodía y no entrenaré con Haley hasta la tarde. Solía amar los sábados; pero ahora odio el tiempo libre. Abby pasa por mi pasillo, luego retrocede y cabecea en mi dirección. —Ven conmigo. —¿El reparto de drogas salió mal y necesitas protección? —¿Para qué más me necesitaría? Sus ojos color avellana se clavan en los míos. —Es Rachel. Está muriendo.

No quiero esperar en el ascensor; en su lugar vuelo por las escaleras. Dos a la vez. Tres a la vez. Azotando por las esquinas. Manejando rápido. Fuerte. La puerta golpea la pared cuando la abro. Un peso en el pecho hace que mi respiración salga en jadeos. Y no es por la carrera. Es por la noticia. Mi hermana... está muriendo. Giro por esquina, entrando a la habitación de mi hermana y mi corazón se rasga de mi pecho. —¡Mierda! —Me cubro la boca con la mano cuando las náuseas suben por mi garganta. Me agacho para luchar contra las arcadas. No gano. Nunca gano. Mi cuerpo convulsiona—. ¡Mierda! No está pasando. No. Mis dedos forman un puño y golpean la pared. El dolor atraviesa mis dedos y fluye en mi muñeca. No es nada como el dolor que destroza mi piel desde mis huesos. —¡Mierda! —¿Qué estás haciendo? —Es una enfermera. Más pequeña que yo. Usa una bata azul. Miro y el pasillo entero me observa. Apunto a la habitación vacía. —Rachel... —Por ese pasillo. —Continúa hablando, pero no me importa una mierda. Corro. La paso. Paso a otros. Paso las miradas. Paso la unidad de terapia intensiva. Paso las salas de espera. Todo se desvanece en la periferia. Miro, busco, y entonces encuentro el cabello rubio en una cama y me detengo.

Ojos azules. Una sonrisa. —¡West! Mi corazón está tan descontrolado que he olvidado cómo respirar. Entro a tropezones en la habitación, respirando con dificultad. — ¿Rachel? Mi hermana está bien. Está envuelta en un millón de almohadas, pero está bien. Y pálida. Rachel era una cosa pequeña, pero ha perdido peso. Rasguños fragmentan su cara como una red de cristal roto. Sus piernas son un bulto bajo la manta. —Oh, Dios mío, ¡estás aquí! —Su sonrisa se ensancha y esa sonrisa siempre ha sido contagiosa, pero en lugar de sonreírle como lo hago normalmente, me paso una mano por la cara y me reclino contra la pared. Está viva. El aire sale de mi boca e inhalo de nuevo. Está viva. Un gran montón de globos entra a la habitación. Tres golpean mi cabeza y bloquean mi vista de Rachel. Los saco del camino y le doy una mirada de muerte a Abby mientras aparece en el otro lado de la pesadilla de helio. —Dijiste que estaba muriendo —susurro detrás de la muralla de plástico flotante. Abby rueda los ojos. —De aburrimiento. No es como si aquí hubiese muchas cosas interesantes para hacer. Alguien trata de traer un cachorrito y todos se enojan. No es mi culpa que se haya cagado. Agarro la cuerda de los globos para evitar que vayan más lejos. —Me mentiste. Esa sonrisa malvada crece en su rostro. —Sorprendente. ¿Qué vas a hacer? ¿Darme nalgadas? Suelto los globos y ella me sopla un beso fingido. Esta chica es una maldita loca. —¿Qué hay con los globos? —pregunta Rachel. Abby los deja en la mesita de noche junto a la cama de Rachel y colapsa en una silla. —Estamos siendo festivos. —¿Festivos? —Como un festejo, fiesta, estás en una habitación normal de celebración. Tengo que sacarte más. Mi familia no está aquí. Nadie. Isaiah, el idiota novio de Rachel, está sentado en una silla cerca de su cama, irradiando rudeza: tatuajes, aros en las orejas, cabello rapado cerca de su cabeza. A través de la maraña de tubos y cables enganchados en el cuerpo de Rachel, ellos se sostienen las manos.

Un músculo se aprieta en mi barbilla. Ethan y yo descubrimos hace un mes que ella veía a este chico a espaldas de mi familia. Se saltaba el colegio para verlo. Terminó en una deuda con un estafador callejero por su culpa. Peleó conmigo y Ethan por este chico cuando nunca había peleado con nosotros. Debido a él, su mejor amiga es una traficante de drogas. Fue mediante él, que se conocieron Abby y Rachel. Isaiah es malas noticias y es la razón de por qué ella está aquí. La llevo por el mal camino. Ella cree que lo ama, pero no es así. —¿Quieres, por todos los infiernos, alejarte de mi hermana? —¡West! —protesta Rachel. Con la mano aún enredada en la de ella, el hijo de perra apenas me mira. —Se va a necesitar mucho más que tú para alejarme de ella. La cabeza de Rachel gira en su dirección. —¡Isaiah! Los globos golpean entre sí. Abby mueve el dedo contra ellos hasta que la miramos. —Celebración, gente. Orinar en el suelo como un par de perros no hace una buena fiesta. Bueno... al menos una en la que esté Rachel. Isaiah murmura algo que hace reír a Rachel y Abby comienza una historia sin sentido. Sus voces se convierten en un ruido de fondo y me enfoco en mi hermana. Hay menos de un año entre nosotros. Tiene un gemelo, pero secretamente me siento como su triplete. Mis recuerdos más antiguos son de Rachel, de su risa y a veces de ella enferma. Sufre de ataques de pánico. Graves. La hace ser tímida y también la hace ser un objetivo, que es donde entro yo. Desde la escuela primaria hasta ahora, nunca he tenido un problema conectando mi puño en la mandíbula de cualquier chico que ha molestado a mi hermana y las chicas saben que no deben hablar mierda sobre ella cuando estoy cerca. Se encontrarían teniendo que salir con otro grupo de personas. Mis padres no entienden a Rachel ni a ninguno de sus hijos, incluido yo. No saben todo lo que he hecho para protegerla desde que éramos pequeños, pero saben la vez en que fallé. Rachel se desplaza, pero sus piernas no se mueven. Hay un zumbido entre mis músculos y mi piel. Como una mosca atrapada que necesita ser quirúrgicamente extirpada. Isaiah se pone de pie y mueve la boca, pero no escucho ninguna palabra. La ayuda a reacomodarse y otra vez sus piernas permanecen inmóviles. Mientras él se sienta, la cara de ella se pone pálida y Abby e Isaiah quedan en silencio. —Háblame. —Isaiah posee una calma que me hace odiarlo aún más. Rachel aspira el aire como si estuviera en trabajo de parto. Sus nudillos están blancos en los barrotes de la cama y mis dedos se contraen

con la necesidad de romper algo... de hacer que alguien pague por su dolor. El pitido en el monitor del corazón de mi hermana aumenta. Isaiah saca los dedos de la barandilla de la cama y toma su mano en la de él. — Abby, ve a buscar a una enfermera. Respira, Rachel. Dame el dolor. Yo puedo tomarlo. Abby se pone de pie y doy un paso atrás. —¿West? —pregunta Rachel tras una respiración—. ¿Estás bien? Me atraviesa el dolor en su voz. Encuentro su mirada y sacudo la cabeza mientras mi mirada parpadea a sus piernas otra vez. Tengo que salir de aquí antes de que explote. Una mano cae en mi hombro y volteo la cabeza para ver a papá. Espero que me grite, preguntando qué mierda estoy haciendo aquí. En su lugar, mantiene la mano en mi hombro mientras murmura palabras como ―hija, dolor y medicación‖ a una enfermera que pasa. Me lleva al pasillo. Se me va la respiración cuando mi mamá colisiona contra mi cuerpo. Sus manos capturan mi rostro, luego bajan a mis hombros mientras sus ojos vidriosos me miran. —¿Estás bien? —Estoy bien. —Sobre su hombro, trato de juzgar la reacción de mi padre, pero su cara de póquer no me da nada. —¿Por qué te fuiste? —Mamá me sacude—. ¿Qué en la tierra te hizo marcharte? —Miriam —dice papá suavemente—. Hagamos esto en la sala de espera de la familia. Mamá me mira como si fuera un fantasma. —Te fuiste. Sabes que no tomo bien las partidas. Mierda, herí a mi mamá. —Lo siento. —Miriam —urge mi padre. Como si tuviera cinco años, mi mamá desliza su mano en la mía y la aprieta como si su vida o la mía dependieran del contacto. Juntos, vamos pasillo abajo. —No sabía que te habías ido hasta ayer. —Habla con la calmada voz reservada para la conversación durante el servicio de la iglesia. —Papá lo sabía —respondo mientras trato de no estremecerme. No lo notó por dos semanas. —Lo sé. —Hay una amargura en su tono—. Y estoy lidiando con ello.

Mamá duda y meto las manos en mis bolsillos mientras hago una pausa. Dos semanas. Mamá no notó que me había ido durante dos semanas. —He estado en todo, pero casi viviendo aquí en el hospital y cuando me encontraba en casa brevemente y no te vi, sólo asumí que salías con tus amigos. Haciendo algunos nuevos en tu colegio y manteniendo a los antiguos. Todos sabíamos que no tomabas bien que Rachel estuviera aquí, así que pensé... que lo... manejabas a tu manera. Yo... —se calla—. Siempre has sido tan independiente que jamás me detuve a pensar... Ese es el punto cuando se trata de mí y mis hermanos, mamá nunca se para a pensar. —Tus hermanos sabían —dice, pero antes de que pueda continuar, papá nos llama para que lo acompañemos. En la sala de espera vacía, papá prepara tres tazas de café y le pasa una a mamá, luego a mí, y nos hace un gesto de sentarnos. El rico aroma llena el aire. Es irreal estar aquí con ellos y es loco que la atmósfera le quede a una reunión de negocio más que a una reunión familiar. —¿Cómo está Rachel? —Después de todo, esa es la razón de por qué estoy aquí—. No movía las piernas. En su apretada camisa blanca, pantalones negros almidonados y corbata negra, papá gira una silla, creando un triángulo mientras nos enfrenta. —Esta semana voy a traer a un nuevo especialista. Pronto, deberíamos saber más. Sostengo la bebida caliente entre mis manos y pienso en los dedos fríos de Haley. A Rachel le gustaría Haley. Ese es el tipo de amigos que ella debería tener en vez de una traficante de drogas como Abby y el bastardo de Isaiah. —Isaiah es malas noticias. Papá asiente. —También la chica —digo con un dejo de culpa. Abby ha sido de ayuda, pero es una traficante e independientemente de lo que ha hecho por mí, la seguridad de Rachel está primero—. Ambos son problemas. Asiente de nuevo. Incluso ahora, nuestro padre es un despreciable. —¿Entonces por qué demonios están ahí? Papá bebe el café y se inclina. —¿Cómo le puedo negar algo cuando está sufriendo? casa.

—Supongo que de la misma manera que me dijiste que saliera de tu

Papá y mamá se miran el uno al otro. Mamá mueve su cuerpo hacia mi dirección y papá inspecciona su café. —Me enojé y dije cosas que no debí. No pensé que escucharías. La rabia estalla a través de mi sangre como un maremoto. —¿Creíste que no escucharía cuando fui informado que era basura y que no querías verme de nuevo? El hombre tiene el valor para enfrentarse a mi mirada. —No es como si hubieses escuchado algo de lo que dije por años. ¿Por qué habría creído que comenzarías ahora? Comienzo a ponerme de pie y mi madre golpea su mano en mi rodilla. —No te irás. —Se pone frente a papá y grita—: Él no se irá. He enterrado a una hija y estuve cerca de enterrar a otra. No dejaré que el orgullo estúpido me quite otro. —¿Señora Young? —Una enfermera entra en la sala de espera—. A la enfermera de la dieta le gustaría hablar con usted. Mamá le da esa sonrisa que tiene para el baile de caridad mientras le dice a la enfermera que estará ahí, pero al momento en que se va, tiene una expresión que podría competir con la que tiene Abby cada día de la semana mientras sus fríos ojos miran a papá. —Vendrá a casa. Arregla esto. Ahora. Se para y alisa sus pantalones grises y comprueba los puños de su suéter antes de descansar su mano en mi mejilla. —Te amo y te quiero en casa. No hay otra opción. Su tono me dice todo lo demás: la he decepcionado. Está herida, enojada, triste. Otra vez he fallado. Pero sobre todo, ella me ama. Asiento, incapaz de decir o hacer otra cosa. Sus tacones repiquetean contra el suelo de madera sintética y se amortiguan a medida que se aleja por el pasillo. Dejo el café en la mesa. —¿Ahora qué? —No te entiendo, West. Y una mierda. No entiende a nadie en nuestra familia. Papá mira al piso. —¿Por qué estabas en el vecindario Timberland? —¿Cómo supiste? —El GPS en tu carro. Instalé uno en todos sus coches cuando obtuvieron sus licencias. Te he rastreado todo el tiempo. ¿No creíste que simplemente te dejaría irte? Jesús, West, dame un poco de crédito. Eres mi hijo. Mis ojos saltan a él ante la palabra hijo y un peligroso destello de esperanza crece dentro de mí. ¿Es posible que se arrepienta de echarme? Pero si es así, ¿por qué nunca se presentó? ¿Por qué nunca me pidió que volviera a casa?

—Tu madre trató de llamarte —dice. —Me celular murió. —Eso creí. —Se rasca la mandíbula—. No me has respondido. ¿Por qué fuiste al vecindario Timberland? ¿Por qué no a uno de tus amigos o mis padres? —El vasurero está en ese lado de la ciudad. Sólo iba a donde me dijiste que pertenecía. —Estoy presionándolo. Hemos estado hiriéndonos el uno al otro tanto tiempo que no sé cómo parar. Al menos no lo hago. —¿Por qué, West? —insiste—. Necesito saber, ¿por qué ahí? —¿Por qué importa? —¿Papá sabe que mamá ha estado yendo a ese bar? —Responde a la pregunta. ¿Por qué haces todo tan difícil? —Si lo hago, es porque aprendí del mejor. —Sólo responde. —Su voz se eleva con ira. Permanezco ahí porque es cercano a Haley, pero no la quiero cerca de ninguna conversación con mi padre. —No importa el motivo. Sus puños se aprietan. —Mi padre una vez me dijo que puedes amar a tus hijos, pero no tienen que gustarte. Nunca lo entendí. Creí que sus palabras eran frías e insensibles, pero luego me di cuenta de que no siempre me gustas. Que se joda. Me paro, memorizando que le diré a mamá porque me rehusó a vivir bajo su pulgar. No después de sostener a Haley la noche anterior. No después de darme cuenta de que mi vida es valiosa. Me quedo con el maldito refugio. Vivir en el jodido coche no era tan malo como escuchar esto. —Me encontraba en el barrio Timberland porque tengo un trabajo — digo—, que paga. Dile a mamá que la llamaré una vez a la semana. La sorpresa en sus ojos me hace sonreír. Desde luego, pensó que volvería a casa con mis bolas cortadas y seguramente no creyó que sería capaz de irme otra vez. —¿Un trabajo? —pregunta. —Sí. Ya no te necesito. Al momento en que salgo de la puerta, dice—: Tu madre ha pasado por un infierno. ¿Estás dispuesto a hacerla pasar por más? Qué se joda por usar la culpa. —No, no lo estoy. —Entonces vuelve a casa por ella. Un cuchillo directo a mi tripa. Ir a casa por mamá, no por él porque no le importo una mierda. Independientemente de lo mucho que me digo

que no me importa lo que piense de mí, no es cierto. Nunca lo escucharé decir que está orgulloso de mí o que me quiere, aun así cada vez que abre la boca, espero esas palabras. —¿Cuáles son tus términos? —No me engañaré al pensar que esto es algo más que un negocio. Las palabras de Haley hacen eco en mi mente: ¿Somos diferentes a animales en una subasta? —Te daré hasta la graduación para mejorar tus actos, tus notas, tu vida, tu actitud y si lo haces, te dejaré quedarte en mi casa. De otra manera, te quiero fuera este verano. Quién sabe, quizás puedes encontrar una manera de hacerme sentir orgulloso. —Sí —murmuro mientras me voy—. Nunca se sabe.

Haley Traducido por Michelle♡ Corregido por Verito

Son las ocho de la noche y West está atrasado. Desenredo la última cuerda y la paso perfectamente con las demás en el gancho en la pared. Dos millones de explicaciones de por qué todavía no ha llegado han inundado mi mente, pero son las razones que causan dolor en mi corazón las que se quedan para torturarme. Mordisqueando mi labio inferior, exploro el gimnasio para encontrar algo más con que pasar el tiempo. —¿El príncipe encantador se astilla una uña y decide que el deporte no es para él? —Mi abuelo apaga la luz de su oficina—. El llegar tarde te dice mucho sobre la integridad de un hombre. —Seguro tiene una buena razón. —Bah. —Aparecerá. —Lo hará. Aunque la duda se desliza sigilosamente en mi mente. Después de la intensa noche que compartimos, en cierto modo me espanté y lo mandé a volar esta mañana. Mis ojos derivan sobre el reloj otra vez. Por mucho que cada tic del reloj de segunda mano provoque un hundimiento doloroso en mi corazón, en teoría, ¿no es esto lo que quería, que West se marchara? La puerta se abre, el aire frío se precipita en el gimnasio y el gemido de un tráiler acercándose en una marcha baja desde la autopista entra junto con West. Mis músculos literalmente se relajan al verlo, como si hubiese entrado en un baño caliente. Hasta este momento, no me había dado cuenta de lo mucho que llegué a depender de que cumpla su palabra. Con su gorra de béisbol al revés, chaqueta pesada y bolsa de deporte al hombro, West sonríe cuando me ve. Mi sonrisa en respuesta me hace sentir como si estuviera flotando, pero luego noto sus ojos azules. No hay luz brillando desde ellos. Sólo una penumbra insulsa y se desploma la felicidad dentro de mí.

John le murmura algo a West mientras se va. Él asiente y dice—: Lo haré. Me siento en la colchoneta y ruedo mis envolturas amarillas, fingiendo que no me muero por saber por qué no está a tiempo. —¿Qué dijo John? —Me dijo que me asegure de que llegues a casa segura. —Mmm. —No tengo nada inteligible que decir a eso. West se deja caer a mi lado, baja la cremallera de su bolso y saca su conjunto de envolturas. —Siento llegar tarde. —¿Por qué llegaste tarde? —Oye, él lo mencionó. Sonríe con un resoplido sordo. —No dejas pasar nada, ¿verdad? —Contesta la pregunta. —Porque a pesar de que odio admitirlo, John tiene razón. Llegar tarde es un problema de integridad y es uno que planeo cortar de raíz ahora. West tira de su gorra y se rasca la cima de la cabeza. Su pelo rubio sobresale en un desastre caliente. Mete la gorra en la bolsa, y luego mira al suelo. —Vi a mis padres. Mis ojos parpadean hacia él, pero no encuentra mi mirada. — ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Qué pasó? —En el hospital. Visité a mi hermana y estaban allí. Hace una pausa y no tengo ni idea de si debería llenar el vacío silencioso. Pasa el tiempo. Lo bastante para sentirme incomoda. —¿Ella está bien? —Sí. No. No lo sé. —Sacude la cabeza y la sombra de dolor que oscurece su cara me duele físicamente—. Salió de los cuidados intensivos y está en una habitación normal, pero se ve muy mal y sus piernas... Porque sus manos desenredan las envolturas con la furia de un marinero desatando nudos durante una tormenta, pongo mi mano en su muslo, sobre el lugar por encima de su rodilla. —Lo siento. West suelta sus envolturas y coloca la mano sobre la mía. No responde. No aprieta mi mano. Simplemente la sostiene. El espejo de cuerpo de la pared nos refleja, a West y a mí. Una vez mi madre me leyó un cuento donde una chica atravesó un espejo y descubrió que el mundo en el otro lado era lo contrario a nuestra realidad. No puedo evitar preguntarme si los opuestos Haley y West son felices o si se están ahogando en peores circunstancias. Con un suspiro, West me acaricia la mano y se para, llevando sus envolturas con él. Inclina la espalda contra el espejo y envuelve la tela

sobre sus muñecas y nudillos. Siguiendo su ejemplo, hago lo mismo, pero debido a que he estado haciendo esto durante más años, termino antes. Me levanto y trato de preguntar con tanta naturalidad como puedo— : ¿Qué pasó con tus padres? West tira con fuerza el material sobre sus nudillos, luego envuelve el sobrante alrededor de la longitud de su muñeca. —Me dijeron que vuelva a casa. Casa. La palabra rebota dentro de mí como una bala. —Eso es... eso es... genial. Pero no se siente bien y es peor saber que debería estar feliz por él. West no dormirá en su auto, no tendrá que enfrentar el refugio y podrá tener comida. Mucha comida. Para un tipo que conduce un Escalade y lleva ropa de marca sobre su cuerpo, estoy segura de que va a estar lleno de todo tipo de comida lujosa. Va a tener una cama caliente con sábanas de muchos hilos y probablemente todas las comodidades que yo sólo podría soñar. De algún modo, esta pérdida de un hogar fue el vínculo entre nosotros y me hizo sentir menos sola. Ahora, si él regresa, me sentiría más aislada que antes. Tiro de mi cola de caballo. Qué mocosa. Él se va a casa y yo estoy dando una fiesta de lástima. Lo importante es que West estará a salvo. Aunque no entiendo qué pasa entre nosotros, quiero que él esté seguro. —Eso es algo bueno —repito. —Sí —dice y la pesadez en su tono indica que regresar a casa no es su sueño hecho realidad. Reproduzco la conversación. West se limitó a decir que le pidieron que volviera a casa; nunca dijo que estuvo de acuerdo. —¿Vas a ir a casa? Sí.

Cierra el velcro en su lugar y descansa las manos en sus caderas. —

—¿Hay algún problema? Quiero decir, ¿pasa algo más ahí? ¿Acaso no es seguro? —No, es seguro. —Su rostro se contorsiona—. Pero los problemas... todavía están ahí. Él va a casa y yo no. Estará a salvo y yo voy a seguir viviendo en la presencia del mal. Pienso en mi casa. El lugar que Maggie dibujó con las figuritas. Nada era perfecto allí. Mi mamá y papá tendrían una pelea ocasional. Kaden y yo alteraríamos los nervios del otro. El calentador de agua sufría de depresión maníaca y podría bien ser o muy caliente o muy fría. Pero todos

los problemas que me rodeaban en ese domicilio tradicional, no eran nada parecido a lo que me enfrento ahora. —Daría cualquier cosa por volver a casa —susurro. La cabeza de West se alza de golpe y la disculpa en su rostro es evidente, pero agito la mano mientras saco dos cuerdas de saltar del gancho. —Tres minutos saltando la cuerda. Veinticinco flexiones. Luego veinticinco sentadillas. Vamos a repetir el ciclo cinco veces. —Haley —dice y sólo le ofrezco la cuerda. Se acerca, pero en lugar de tomar la cuerda, desliza los dedos en mi muñeca y pone el pulgar sobre mi pulso. Su caricia envía fuego a los dedos de mis pies, pero hay una parte de mí, sin importar lo patética que sea, que lo resiente. Aparto la mano de un tirón. Él se va a casa y yo no. —Como dije esta mañana —meto la cuerda en sus manos—, tenemos que mantener esto sencillo. Sin complicaciones. Ahora vamos a movernos. Tienes una pelea en menos de dos meses. Sin permitirle una respuesta, subo el volumen del estéreo y dejo que Eminem ahogue la voz de West y mis emociones.

West Traducido por Juli Corregido por MariaE.

Nunca he golpeado a una mujer, pero el dolor que pasó por la cara de Haley esta tarde cuando le dije que me iba a casa... me sentí como si lo hubiera hecho. Todo mi cuerpo se estremece. Esta noche lastimé a Haley. Como hago siempre, actué y no pensé. Estoy en piloto automático mientras paso por las colinas de nuestra extensa comunidad cerrada. Las mansiones manchan la tierra cada cuatrocientos a ochocientos kilómetros. Algunas propiedades, como la de mis padres, tienen prácticamente su propio código postal. Al girar, veo a nuestra casa y mi pie suelta el acelerador. La casa es grande. De alguna manera es más grande de lo que recuerdo, y la recordaba enorme. Las imponentes columnas blancas y escaleras de mármol blanco están iluminadas contra el cielo nocturno. Es enorme y, por primera vez en mi vida se forma un hoyo en mi estómago mientras entro lentamente al camino de entrada. No sólo es enorme. Es excesiva. Rodeo el garaje adjunto utilizado sólo por mis padres y giro a la parte posterior de la estructura construida para que mis hermanos y yo aparquemos nuestros coches. Por instinto, alcanzo el abridor de la cochera adjunto a mi parasol y una náusea repugnante se propaga a través de mí cuando se abre la puerta. Donde debería haber tres autos, hay sólo uno. El auto de Ethan se ve solitario en el lugar a la izquierda. Aparco el Escalade, cerca de la pared de la derecha y cierro los ojos, incapaz de mirar al espacio vacío. Ahí es donde debería estar el Mustang de Rachel. De hecho, ahí es donde estaría ella si nunca hubiera estado en ese accidente. La cochera resuena ruidosamente con los recuerdos. En la medianoche de un sábado, mamá estaría dormida y Rachel habría escapado por la puerta de la cocina para deslizarse aquí y trabajar en los coches. Estaría llena de grasa hasta las rodillas y me habría enviado

una sonrisa al momento en que estuviera junto a ella. Más fuerte de lo que era mi intención, abro la puerta de un empujón y la cierro de un portazo, haciendo mi mejor esfuerzo para ignorar lo que no está ahí... lo que quiero que esté ahí. La casa está en silencio. A oscuras. Con sólo presionar un interruptor, las luces de la cocina cobran vida repentinamente. El aire del calentador sale de la ventilación superior y el sonido presiona contra el silencio. Hay una hogaza de pan en la encimera. Un cuenco lleno de manzanas en la isla. La puerta de la despensa está apenas abierta y hay una docena o más cajas de alimentos variados en los estantes. Mi estómago gruñe y mi mano baja para detenerlo. He comido dos comidas al día durante dos semanas. A veces una. Siempre poquito. Y aquí... la tiramos. —Bienvenido a casa. —Ethan se apoya en el marco de la puerta que conduce al vestíbulo. —¿Me extrañaste? —pregunto a la ligera. No he oído una mierda de él ni de ninguno de mis hermanos. —Te envié un mensaje y llamé —dice. A veces es difícil mirar a los ojos a Ethan. Es la viva imagen de papá—. No respondiste. Es una excusa conveniente que es probablemente cierta. —Mi teléfono murió. Ethan asiente como si eso lo explicara todo. —Estaba preocupado por ti. Hago una pausa, sabiendo que eso significa que dejé a Ethan aquí solo... por sí mismo... preocupándose no sólo por nuestra hermana y la salud mental de nuestra madre, sino también por mí. —Lo siento. —Eres un maldito idiota por irte. Ya lo sabes, ¿verdad? —Sólo un idiota. —Suelto el bolso, reacomodando el sombrero hacia atrás en la cabeza y abro la nevera—. Vamos a dejar las maldiciones fuera de esto. Ethan se ríe y alivia la densa tensión entre nosotros. Jamón. Queso. Leche. Huevos. Restos de espaguetis. Mi estómago se acalambra ante la idea de comer todo. Agarro una pata de pollo de un plato y empiezo a devorarlo mientras agarro un recipiente de ensalada de patatas. Con el pollo en la boca, le quito la tapa al recipiente, saco un tenedor del cajón, y a continuación, lo meto en el recipiente. —¿Hambriento? —pregunta Ethan. Estoy muerto de hambre y mi respuesta es meter un bocado de la

ensalada en mi boca. Me siento en la isla y Ethan se une a mí. —¿Dónde demonios has estado? Me encojo de hombros y murmuro entre bocados—: Viviendo en mi coche. —Suena acogedor. —El maldito hotel Four Seasons. Sigo comiendo y Ethan me informa del estado de nuestra casa, que es el equivalente a decir que nada cambió en mi ausencia. Rachel sigue en el hospital. Mamá sigue siendo un caso perdido. Papá está de regreso en el trabajo. Hablando de trabajo. —¿Puedo hacerte una pregunta? —Dispara —dice Ethan. —¿La compañía de papá compró Sillgo? —¿Duermes en el coche durante dos semanas y ahora vuelves a casa como un magnate de los negocios? —Ni siquiera cerca. Recuerdo el papeleo pero no si ya ocurrió la venta. ¿La compañía de papá la compró? Ethan se encoge de hombros. —Papá mencionó algo en la cena del año pasado, que había problemas con el acuerdo y que alguien más podría comprarla, pero nunca me preocupó lo suficiente para preguntar qué pasó. ¿Por qué? —Tengo curiosidad. —Tal vez no tengo nada de qué preocuparme. Tal vez papá no es responsable de la destrucción de la familia de Haley. A pesar de que es una pizca de esperanza, no llena mi interior. —¿Por qué? —pregunta Ethan. —Te lo dije, tengo curiosidad. —No, ¿por qué decidiste vivir en tu coche? Mi intestinos se tensan —demasiada comida, demasiado rápido. Me detengo. —Papá me echó. —Esa no es la razón —dice—. ¿Por qué no te quedaste con Jack? Diablos, Gavin ya vive allí. Uno más no iba a hacer daño. Muevo un trozo de papa en el recipiente, en busca de una respuesta. ¿Por qué diablos no fui con Jack con el rabo entre las piernas, pidiendo un lugar para quedarme? Vuelvo a poner la tapa en el recipiente, lo pongo en la nevera y tiro el hueso de pollo a la basura. —No necesito que alguien más me recuerde cómo he fallado. —No fallaste —dice Ethan. —Si eso es cierto, entonces dime por qué estoy aquí y Rachel no.

—¡Porque esta es tu casa! Casa. De acuerdo con Haley, ―casa‖ significaba un lugar seguro y cálido al que ir. Exploro la habitación como si nunca antes hubiese estado aquí. Hace frío. Es poco acogedor. Papá tenía razón la noche en que me echó. Nunca me he sentido como si perteneciera. —No me parece correcto. No debería estar aquí sin Rachel. Nunca debería haber vuelto a casa. Todo este lujo, todo el exceso — no me lo merezco, especialmente desde que Rachel no disfruta de ni una maldita cosa mientras yace en ese hospital. Ethan baja la cabeza y cuando no dice nada, me dirijo hacia el vestíbulo y luego hasta la escalera de caracol. Mis pasos resuenan mientras subo los escalones de dos en dos. Rachel está en el hospital sin consuelo a la vista. Haley me ofreció su alma cuando pensó que no tenía nada y la lastimé al comentarle cruelmente que podía volver a casa cuando ella no tiene ningún escape de su pesadilla. Les he hecho daño a las dos chicas más importantes en mi vida. En la parte superior de las escaleras, mi pie dobla a la derecha, en dirección a mi habitación, pero giro la cabeza hacia la fuerza gravitacional de la habitación de Rachel. ¿Cuántas noches he terminado ahí? Todas las noches que sentía que trepaba la culpabilidad por los pecados que cometí. Todas las noches de estar en medio de una fiesta llena de gente y de pronto ser sorprendido por la sensación de que estaba fuera de lugar. Todas esas noches que llamé a la puerta de Rachel, entré y encontré alivio en la fácil aceptación de mi hermana. Y ahí está el puñetazo en la garganta... Rachel siempre me aceptó por quién era... lo malo y lo rotundamente feo... y, en mi mente, recompensé la deuda al protegerla. Salí en su defensa. Me metí en peleas por ella. Me aseguré de que supiera que nunca estaba sola. Estando de pie en su puerta, no puedo encontrar el coraje para encender la luz. Me esfuerzo por escuchar... escuchar su voz suave diciéndome que entre... que me quiere... que todo va a estar bien. Oigo una voz... un susurro en mi mente. La voz no pertenece a Rachel, sino a Haley y sólo refleja la soledad dentro de mí: “Daría cualquier cosa por volver a casa.” Mis dedos agarran los bordes del marco de la puerta. —Yo también, Haley. Yo también.

Haley Traducido por Juli Corregido por Paltonika

Hablando de una pesadilla hecha realidad. Me muevo nerviosamente en la sede de la oficina de la trabajadora social de la escuela, sintiéndome un poco como si me hubieran encadenado a un poste. Los funcionarios del gobierno me dan escalofríos. Tienen el poder de destruir los restos patéticos de mi familia al forzar la separación. Con el cabello rubio peinado hacia atrás en un moño, la señora Collins entra de repente y cierra la puerta detrás de ella. —Lamento el retraso. Tenía... bueno... una cosa. —Sonríe ampliamente en la palabra cosa. ¿Se emocionan cuando arruinan las familias? ¿Es su beneficio laboral? —Está bien. —Mordisqueo una uña mientras mi mente busca la razón de esta reunión. No puede ser ilegal que residamos con mi tío, ¿o hay un límite para el número de personas que pueden vivir bajo el mismo techo? La oficina desordenada me recuerda a la de mi abuelo, excepto que esta tiene un toque femenino con las cortinas rosa de lunares y marcos cursis con frases cursis en la pared. No es extraño que los dos se llevaran bien. —¿Tu abuelo encontró un voluntario para el gimnasio? —pregunta. —Más o menos. —John buscaba a un voluntario, para no tener que pagarle a nadie por limpiar los tapetes y bolsas, pero ya que West no puede pagar las cuotas del gimnasio, nosotros hemos estado limpiando después de entrenar los viernes y sábados por la noche. West y yo entrenamos juntos durante tres semanas y he quedado impresionada. Posee el talento en bruto y es un aprendiz rápido, pero cuando empiezo a pensar en lo mucho que tiene que aprender al ir en contra de Conner, me da náuseas. No hay manera de que pueda hacerlo. Como si fuera una prisionera en busca de un escape, contemplo otra vez la habitación. West, West, West, West. No puedo dejar de pensar en él. La

familia le pidió que regresara a casa y lo hizo, pero sé, por el dolor en sus ojos, que las cosas no están solucionadas. Pensar en West me hace suspirar y la señora Collins aprieta la boca hacia un lado. No lo nota mientras hace clic en el ratón y la computadora se enciende. —Si no te importa, tengo que enviar un correo electrónico rápido. —Está bien. —West y yo nunca hablamos de la noche en que se quedó conmigo. Es como si nunca hubiera pasado, y a veces me pregunto si lo soñé. Pero al recordar los labios calientes sobre mi piel, la mano en mi estómago… mi respiración se acelera. Definitivamente pasó. En realidad, West lo mencionó el primer día que entrenamos juntos después de que se mudó a casa. Sólo dijo—: Va a ser simple. Por ahora. Hasta que sepa que estás lista para más. Por ahora... lista para más. Mi corazón palpita. No. No puede palpitar. West y yo funcionamos mejor cuando las cosas son simples. Sin complicaciones, pero al pensar en su boca cerca de la mía.... ¡Basta! Céntrate en algo. Cualquier cosa. Sin dejar de mover los dedos, la señora Collins me mira por el rabillo del ojo. —¿Hay algo de lo que te gustaría hablar? —No. —No, en absoluto. Termina. —Pareces un poco nerviosa. Juro que soy completamente inofensiva. Aunque tengo un ex-alumno que dice que no puedo conducir, pero no tienes que preocuparte. No vamos a salir de la oficina. —Me guiña y sonríe como si fuéramos amigas. Supongo que me siento tan nerviosa como una rata en un laboratorio de metanfetamina. —Te saqué de la clase porque uno de tus profesores me dijo que tratas de solicitar una beca en Longworth, ¿es así? Asiento. ¿Es un crimen pedir recomendaciones a los maestros? —Sólo cubre los libros —dice. —Lo sé. La señora Collins abre una carpeta, saca un pedazo de papel y me lo pasa. —Esta es la beca de Evans. Va a cubrir durante cuatro años la matrícula para una persona con especialización en kinesiología. Me enderezo y agarro el papel como si fuera oro. —¿Una beca completa? —Sí. —Se ilumina y espero a que aparezca el arco iris detrás de ella y que los pájaros azules aterricen en su hombro. La señora Collins sin

duda es una persona muy feliz o tal vez he estado deprimida durante tanto tiempo que he olvidado lo que es la felicidad. Pierde un poco de arco iris cuando se inclina con las manos en el escritorio y pone una cara seria. —Pero es una beca muy competitiva, esto no es un simple ensayo y la transcripción de una situación. Estudiantes de todo el país envían videos en los que muestran por qué serían el mejor candidato. Reviso las tres páginas, mientras que el temor y la esperanza se enfrentan por el dominio. Oh, Dios mío, en realidad tengo la oportunidad de ganar esto, pero voy a tener que encontrar algunas imágenes de mis peleas viejas y videos en los que entreno a West. Puedo mostrar su entrenamiento de principio a fin. Y aquí es donde el miedo se come a la esperanza. Tendrá que pelear, lo que significa que yo también lo haré. —¿Haley? —dice la señora Collins—. ¿Estás bien? Te ves un poco pálida. —Estoy bien. —Me paso una mano por el pelo—. Gracias por esto. No te puedo decir lo mucho que significa para mí. La sonrisa en su rostro es tan sincera que me relajo en mi silla. Tal vez no está empeñada en destruirme. —Tu abuelo habla muy bien de ti. Está muy orgulloso de tus logros en el gimnasio y en la escuela. La relajación se convierte en decaimiento. Genial, culpa. Una charla de padres y maestros y son mejores amigos para siempre. Pretendo leer la aplicación, mientras golpetea un lápiz en el escritorio. —Cuando comencé el trabajo social, me contrataron como asistente social en un refugio para desamparados. Mis ojos se disparan a los de ella y de manera constante sostiene mi mirada. Lo sabe. Querido Dios, lo sabe. —No es fácil estar sin un hogar. Es confuso y aterrador, y si es así para un adulto, tiene que ser el doble de aterrador para un adolescente. Sé que esa ya no es tu situación, pero también sé que las cosas siguen inestables. Desafortunadamente, el estado no permite que te acepte como un cliente, pero porque trabajo en esta escuela, puedes hablar conmigo en cualquier momento y mi puerta siempre estará abierta. —¿Cómo lo sabe? —Tus padres no se inscriben para las charlas de padres y maestros por lo que no pude localizarlos por teléfono y la carta fue devuelta, así que encontré a tu abuelo. Haley, él de verdad se preocupa por ti. ¿Se preocupa por mí? Quiero estrujarle la garganta. Le contó de los asuntos privados de nuestra familia. ¿Por qué no mintió? ¿Por qué no dijo que fue un error? ¿Por qué no le dijo que tenemos una casa? Me paro, con

ganas de salir, pero no estoy segura si tengo permitido hacerlo. La solicitud de la beca crepita en mi mano. —¿Me va a alejar de mi familia? — Las palabras salen y de inmediato me gustaría poder recuperarlas. Niega con la cabeza. —Independientemente de lo que crees, el estado no está interesado en destruirte a ti ni a tu familia, y, por lo que entiendo, estás viviendo en un ambiente seguro. Estamos aquí para ayudar, Haley. Estoy aquí para ayudar. Ante la palabra “seguro”, una burbuja de una risa histérica brota en mi interior y estalla fuera de mi boca. El sonido está, sin duda, fuera de lugar y en vez de hacer que me sienta mejor, la risa tuerce un resorte ya demasiado apretado. Mareada con las emociones locas, me tambaleo hacia la puerta. Justo cuando toco la perilla, espabilo y me congelo. No es que me queje. —¿Qué quiere decir con que no tiene permitido aceptarme? Se inclina hacia atrás en el asiento y el conjunto peculiar de labios y ojos me recuerda la manera en que Jax mira a su oponente antes de entrar en el ring, como si estuviera tratando de averiguar mi próximo movimiento. —Mi trabajo en esta escuela es ayudar a los que el estado cree que necesitan un empujoncito extra en la dirección correcta. Independientemente de cuánto traté de convencer a las autoridades, tú no te ajustas a los requisitos de mi programa. Me desplomo contra la pared en relieve. Oh, gracias a Dios, no puedo dejar de preocuparme porque aparezcan en la puerta los Servicios de Protección al Menor y me separen de Maggie. —Eso es bueno. —Supongo —dice—, pero mi instinto me dice que necesitas hablar con alguien, y tengo un mal presentimiento de que una vez que salgas, nunca te volveré a ver. Me estremece una punzada de culpa, porque cada palabra que sale de su boca es absolutamente cierta: necesito hablar con alguien. Quiero abrir la boca y lanzar todo lo que ha sucedido, para tomar la oscuridad y dársela a otra persona. Quiero que la maldad y el decaimiento salgan de mi cuerpo, de mi alma, y tal vez si lo expulso en palabras, entonces tal vez, sólo tal vez, desaparecería la putrefacción. Pero es como si mi tráquea se hubiese derrumbado y mi laringe fue tomada como rehén. Contarle acerca de mi vida, la pérdida de mi casa, lo qué pasó con Matt, eso significaría exponerme. Confié en Matt y no funcionó, y fui lo suficientemente estúpida como para hablar con West y no ha reconocido ni una palabra de lo que he dicho desde que ocurrió. —Gracias —le digo mientras giro la perilla—, pero estoy bien.

West Traducido por Sofía Belikov Corregido por AriannysG

En la cafetería, Haley se deja caer en el asiento frente a mí e inmediatamente lanza una papa francesa en su boca. —Estoy considerando amarrarte las manos a la cabeza. Tal vez así mantendrías al tanto tu defensa. Me río. Haley no es del tipo de chicas que saluda y tiene conversaciones estúpidas. Es directa, va al grano, no miente, y cada día estoy enamorándome más de ella. Estoy completamente jodido, desde que ella insiste en mantener las cosas ―simples‖. —Mantengo mi defensa al tanto. —Sí. Claro. He estado esperando por algún tipo de confirmación que me diga que nos ve como algo más que amigos. Más que entrenadora y estudiante. Meto una papa en la salsa, luego alejo mi bandeja preguntándome cuánto tenía que comer Haley en la semana. —¿Quieres ir a cenar esta noche? ¿Antes de entrenar? Yo invito. Niega sin mirarme. —Tengo que trabajar antes de ir al gimnasio. Ya sabes, cobrar y todo. —Me da una débil sonrisa. —¿A qué hora terminarás? Te recogeré y llevaré al gimnasio. Haley frunce el ceño hacia su plato. Odia aceptar ayuda, pero murmura—: A las siete. Por primera vez desde el accidente de Rachel, localizo a Isaiah en la escuela. Entra por la puerta del costado luciendo como un muerto viviente, pálido, con círculos oscuros bajo los ojos, todo un zombi. Lo miro fijamente y él me evalúa como si fuera escoria. Aparto la mirada. Ha estado junto a mi hermana, sosteniendo su mano, haciéndola feliz cuando yo no puedo. Eso se merece algo de respeto. La mirada de Haley destella entre ambos. —¿Lo conoces?

—Es el novio de Rachel. Las cejas de Haley se alzan. —¿Bromeas? —Ya lo desearía. —¿Cómo pasó? Me encojo de hombros porque lo único que sé es lo que los otros me han contado. —Se conocieron en una carrera. —Guau. Las descargas de adrenalina deben ser algo de familia. Me río, sin haberlo pensado nunca de esa forma. —¿Lo conoces? —Vive en el mismo barrio que yo, pero no sé nada más que rumores y ambos sabemos que los rumores no siempre son verdaderos. Dejamos el tema de Isaiah y hablamos sobre la estrategia de pelea. En el momento en que una riña en la esquina llama su atención, lanzo las papas restantes en su plato. Contengo la respiración cuando se voltea y respiro de nuevo cuando no parece notarlo. Si me descubriera, me patearía el trasero. —Así que, tengo una cosa —dice. Interesante. —¿Una cosa? —Sí, una cosa. —Haley hurga en su mochila y saca un paquete de papeles—. Es una beca. Una completa, y en serio la necesito. Se detiene, y me siento como un pedazo de mierda. —De todas formas —continúa—, tengo que subir un vídeo y me gustaría grabarme entrenándote y que hagas algunos ejercicios para mostrar por qué soy una buena candidata para la beca. Muevo los dedos y pone el papeleo en mis manos. Haley se chupa el labio inferior mientras me observa desde el otro lado de la mesa. —Lo entendería si dijeras que no. Cómo podría decirle que no a esa cara. —No tenías que hacer tanta cosa para grabarme sin camisa. Me la habría quitado si me lo hubieras pedido. —¿Qué…? —Es un corto y sexy sonido que es acompañado por una boca abierta y unas mejillas rojas. Amo cuando se sonroja. Desde nuestra noche juntos, he reducido las insinuaciones sexuales, pero si ella iba a estar llamando la atención con sus labios, entonces no valía. Reviso las páginas de la beca y la culpa que ha estado matándome por las últimas tres semanas se multiplica. Con la actual situación de la familia de Haley, necesita este dinero y mi padre podrá culparme. Yo tengo casa. Ella no. Mi vida continúa como siempre. Ella está viviendo la pesadilla. —Lo que sea que necesites, soy tu chico.

Esos hermosos ojos oscuros se iluminan y su tenedor hace un sonido metálico contra la bandeja cuando lo suelta. —¿En serio? —Sí. —Lo menos que puedo hacer es dejarla grabar nuestras sesiones. Convirtiéndose en el opuesto exacto de la dura instructora que me explota en el gimnasio, Haley aplaude. Anoche me gritó continuamente que mantuviera al tanto mi guardia cuando me agachaba y serpenteaba mientras le daba patadas a una bolsa. Empuja la silla hacia atrás y aparece en mi lado de la mesa, envolviéndome el cuello con los brazos. —¡Gracias! Su cabello cae hacia delante, acariciándome el rostro y su esencia embriagadora me envuelve. Los recuerdos de abrazarla toda la noche destellan en mi mente. Nunca en mi vida me he sentido tan perteneciente y en paz como cuando la observé dormir. Mis brazos se deslizan por su espalda y, mientras me levanto, se remueve y besa mi mejilla. Suaves labios me acarician la piel y mi puño tira de un mechón de su cabello. Mi corazón se acelera y giro la cabeza, esperando capturar su boca con la mía. Nuestras miradas se encuentran y el deseo oscurece sus ojos. Haley se tensa, como si su mente se hubiera puesto al día con sus acciones. Prácticamente se aleja de un brinco y presiona una mano contra sus labios. —No quería hacer eso. No podría evitar la sonrisa ni aunque alguien me pagara un millón de dólares porque, sí, ella quería hacerlo. Haley, tanto si quiere admitirlo como si no, quiere más. —Gracias —dice mientras continúa retrocediendo—. Por ayudarme con la beca, es decir. Eh… Te veré esta noche. En un borrón, se gira y está fuera de la cafetería con Marissa a su lado. Maldita sea, ninguna chica me ha dejado sin habla o con este tipo de sonrisa en mi cara. Pero bueno, tampoco ha habido ninguna chica que haya hecho que colapse en el suelo en una piscina de sudor. Cojo su bandeja y luego la mía, botando la basura y poniéndolas en el estante. Cuídate, Haley. Lo simple acaba de terminar.

Haley Traducido por Niki Corregido por Jaky Skylove♡

Voy tarde, saliendo por la puerta de la pizzería. West estará más que feliz de arrojármelo a la cara después del mal rato que le hice pasar estas semanas. El viento frío golpea mis mejillas. Hay una sensación de comodidad cuando West pone su camioneta en reversa y estaciona fácilmente junto a mí. Abro la puerta, me deslizo dentro y sonrío. El calentador se encuentra en pleno vigor con cada conducto apuntando en mi dirección. Sentado en el lado del conductor como si no hubiera hecho nada sorprendente, seguro que West hace que sea difícil no enamorarse de él. —¿Cómo estuvo el trabajo? —pregunta. —Lento. —Lo que significa que no hice las propinas que esperaba. West alcanza el asiento trasero, y rápidamente levanto mis manos heladas hacia el calentador. Sí, están frías de nuevo y, sí, estoy tratando de ocultárselo. —Oye, Haley —dice. Dejo caer las manos. —¿Sí? Un puñado de rosas de color rosa aparece frente a mí. El aire se atasca en mi garganta y pierdo la capacidad de hablar. Las rosas se sacuden frente a mí, haciéndome salir de golpe de mi sorpresa lo suficiente como para tomarlas. —Gracias. West presiona el acelerador hacia la carretera principal. —Esto es lo que pensé. Nos ejercitamos, tú procesas esto y luego discutimos cómo vamos a manejar que las cosas pasen de lo simple a lo complicado. —Eres un poco vanidoso, ¿no es así? —Sin embargo, lo digo mientras inhalo el dulce aroma de la rosa más grande. —Te gustan los chicos que aparecen con flores, ¿recuerdas? Me río. West sonríe al oír el sonido. ¿Cómo diablos lo recordó?

—Bien —le digo—. Primero vamos a ejercitarnos y luego tal vez vamos a discutir lo complicado. —Tal vez no. —Sí, tal vez. ¿Y West? Me da un vistazo. —No hay forma de que vaya a ser condescendiente contigo por esto.

West Traducido por ElyCasdel Corregido por Clara Markov

—¡No bajes la guardia! —grita Haley. Hemos estado en eso por dos horas y los brazos se me mueven como si tuvieran cincuenta kilos de peso adjuntos—. Tienes que acercarte un paso cuando vas por el golpe y detenerte regresando. Esto no es una clase de autodefensa, lo que significa que no hay puntos por correr. Nos hallamos en el ring y Haley levanta los bloques que usa en los brazos hacia su rostro a medida que continuamos con la combinación. Inhalo profundamente y lanzo un puñetazo doble, un derechazo y mi espinilla choca contra las almohadillas junto a su muslo cuando las baja instantáneamente. Con cada golpe, una exhalación sale de mi boca y Haley marca cada uno con un gruñido en orden para mantenerme a tiempo. Al ritmo de la música sonando por los altavoces, los pies de Haley giran en un loco entrecruzado que todavía tiene que enseñarme. Me rodea y espera que coincida con su paso. —Vamos, tienes que moverte. Mantente en paralelo, de otra forma te golpearé la cabeza o estrellaré en el piso. Hace ese tipo de observaciones seguido, pero desde que entrenamos, Haley nunca se ha balanceado. Creo que puede lanzarme al piso, y me pregunto por qué no lo ha hecho. Me limpio el sudor de la frente, pero otra ola me fluye del cuero cabelludo a la cara. Mis manos se sienten calientes en los guantes y mis bíceps ruegan por un descanso. —Otra vez todo desde el inicio —demanda. Le disparo una mirada y juro que la sádica sonríe—. Eres capaz. Cava hondo y encuéntralo. Misma combinación. Eso significa que quiere que lo una todo. Jesucristo, apenas puedo respirar, ni hablar de recordar la combinación completa. Sus piernas vuelven a girar, pero en esta ocasión me muevo con ella y me agrada la exótica inclinación de su boca. —Buen chico, ahora, si no bajas la guardia, tal vez puedas seguir parado en el ring.

Joder. Mis guantes me golpean en las sienes y Haley mantiene las almohadillas arriba. Lanzo un gancho y ella se escabulle. —¿Con quién peleas, con tu abuela? ¡Vamos! Lanza con ganas. Lanza como si de verdad intentaras golpear. Qué demonios, West. No estoy jugando. Como si me inyectara enojo en las venas con una aguja afilada, la energía corre por mis músculos y un gancho doble ataca, seguido por un doble cruzado, un doble golpe a la cabeza, otro cruzado, una recarga y luego una patada baja a las piernas. Haley deja caer las almohadillas. —Necesitas dar un paso hacia mí y golpear al mismo tiempo. Dar el paso primero avisará. Él se quitará del camino o peor, leerá el golpe y tomará ventaja si bajas la guardia, y te golpeará en la cabeza. Descanso un brazo contra la jaula por apoyo. Perdí mi camisa hace una hora y mis pantaloncillos me aprietan, convirtiéndose en una capa adicional de piel. —¿Por qué tantos malditos ganchos? Mi cruzado es más poderoso. —El gancho es tu golpe más importante. Es tu golpe más cercano y no te sacará de balance. Tal vez porque me siento tan malditamente cansado para pensar, niego para dejarle saber que no la entiendo. Hace señas con su cabeza para que me enderece y cuando lo hago, menea los dedos a mi cruzado. Me froto el brazo contra la frente. —¿Qué hay de las almohadillas? Nunca le he lanzado un golpe directo a Haley y la idea me revuelve el estómago. —No me golpearás —dice—. Si quieres finge lanzarlo y aun así entenderás el punto. Mi novia falsa es gallina. —Bien. —Amplío la postura y ―lanzo‖ un cruzado. Los brazos de Haley se abren, desvía el golpe y en un segundo su cruzado se congela en mi barbilla. —Te estás inclinando —dice. Es cierto. Mi cuerpo se inclina con su desvío. Demonios. —Si mi cruzado te golpea, estaría fuera de balance y tendría la mano en alto. Todos los golpes son buenos, West, especialmente si conectan, pero un gancho es tu pan y mantequilla. Me levanta las muñecas y las gira cerca de mis sienes. —Necesitas mantener tu guardia en alto todo el tiempo. Bájala por un segundo y te darán una paliza. —Lo sé. —Comienzo a bajarlas, pero sigue con su agarre firme en mis muñecas.

—No. —Haley se convierte en lo único que veo en el pequeño hueco entre los guantes—. Los necesito firmes, no siendo una golosina inútil de información para que los descarten como basura. Con sus delicados dedos aferrándose a mí, nos quedamos de esa manera, en silencio, en tanto la música sigue sonando. Después de un segundo, dice—: ¿A qué le tienes miedo? De fallar como le he fallado a Rachel. De que me pateen el trasero. De que me expulsen para siempre luego de la graduación. Logro bajar mis muñecas, pero Haley sigue en su lugar. —Dime —dice. —De nada. —No, sigues haciéndolo mal con tu guardia. Si la mantienes arriba, no vas a dejarlas cerca tus sienes. Muévelas hacia afuera, ¿por qué? Observo a Haley por la pequeña grieta. —No puedo ver nada más. —¿Puedes verme? —Sí. —La parte superior de su escote se expone en su camiseta y pequeñas piezas de cabello se le caen de la cola de caballo. Es un desorden erótico que mis manos pican por vagar. —Entonces, ¿cuál es el problema? —Me siento cegado así. —Con mi guardia cerca de las sienes, me obstruye la visión periférica—. No puedo ver lo que pasa. —Ves todo lo necesario. No eres asaltado por una banda, peleas con una persona. Por tres rounds de tres minutos cada uno, tienes que ignorar todo lo demás en el mundo y enfocarte en la única cosa frente a ti. Míralo como un regalo. ¿Cuántas veces más en tu vida te será permitido ese tipo de enfoque? Haley es el regalo frente a mí. Una chica que me confía sus secretos y me ha protegido de los elementos. Posiblemente una de las pocas personas a las que les agrado por lo que soy y no por mi apellido. Se acerca más y su dedo se desliza por mi piel. Haley me gira la muñeca hacia mi cara y mi guante la bloquea. —Si estás dominado, una fuerte guardia estrecha puede ser tu mejor defensa. Reposiciona mi muñeca y consume mi línea de visión otra vez. —Y cuando estés listo para atacar, simplemente ábrete y toma el movimiento. Cuando nuestros ojos se encuentran, su respiración se obstaculiza. Si besara a Haley, ¿me devolvería el beso? El deseo me golpea por dentro tan fuerte como lo hizo cuando envolví los brazos a su alrededor hace tres semanas y dejé que mis labios le rozaran la piel. En la oscuridad, se convirtió en un ángel empeñado en salvar mi alma. Movió su cuello y sabía

que podía besarla sin una onza de duda de su parte, pero no lo hice porque Haley no sabe quién soy, no sabe que soy un Young. —Ves. —Haley simula un balanceo y empuja su puño contra mi guante—. Estás protegido. No puedo herirte. Sí, puede. Haley puede saber quién soy, quién es mi familia y odiarme. Puedo dejarla caer y, otra vez, ser una decepción. No tiene idea de cuánto ocupo este último disparo de redención y la necesito. Deja caer las manos y bajo los brazos a mis lados. —Pero aquí está lo importante —menea las cejas—, nunca ganarás una pelea a menos que te des la oportunidad de atacar realmente. —¿Qué hay de ti? —pregunto. Los ojos de Haley saltan a los míos. —¿Qué hay de mí? —¿Cuándo vas a atacar? Su frente se arruga y sus ojos se endurecen. Luce demasiado sexy cuando está molesta. —¿Qué se supone que significa eso? Significa que no me importa enfadarla tanto como para que me corte las bolas. Que cuando le doy rosas, dice que tal vez necesitamos hablar. — Sigues diciéndome lo que necesito hacer, entonces, en lugar de ir por un golpe, me enseñas boxeo de sombra. Haley levanta la barbilla, casi desafiándome a volverla a retar. — ¿Tienes algún problema sobre cómo te entreno? —No, pero no se necesita una cabeza retráctil para darse cuenta que te estás conteniendo. Se inclina hacia mí justo como la noche en que nos conocimos. —No me contengo. —Sí, lo haces. Hemos estado juntos todos los días por un mes, y te contienes. Con la gente de la escuela, tu familia, el entrenamiento, negando lo que sientes cuando estás conmigo. —¿Sentir contigo? Tú y yo… somos amigos. —Cruzamos lo de amigos la noche que pasamos en tu dormitorio y sabes eso. Joder, Haley, no ha habido un momento en que no nos gustara el otro y no soy el único en la habitación consciente de ello. Haley niega con la cabeza y mueve la mano en el aire. —Mantén tu mente donde necesita estar, West. En el gimnasio. —Oye, eres tú quién me besó hoy en la cafetería. —Bah. —Un largo soplo de aire le sale de la boca y la sangre deja su cara—. Te agradecía. Por ayudarme. No me insinuaba.

Me acerco más. —Me quieres. Admítelo, Haley. Me. Quieres. Me quisiste desde la primera noche que nos conocimos, me querías la noche en tu cuarto y me quieres ahora, pero lo has enterrado profundamente. Salió hoy cuando menos lo esperabas y ahora te molestas porque lo estoy sacando a la luz. Haley palidece, y, como la vez que confrontamos a Matt y Conner en la cafetería, se congela. Estoy acostumbrado a que las chicas me digan todo lo que les cruza por la mente… todo. Incluso las cosas que deberían ser censuradas, pero Haley mantiene cada pensamiento encerrado y tal vez no lo hace a propósito. Tal vez es su manera de mantenerse en guardia. Miro a los guantes en mi mano. —Doy un paso cuando golpeo. Sus ojos oscuros saltan a los míos y la esperanza, la gratitud que los inunda por cambiar el tema casi me pone de rodillas. —No, no lo haces. —Y lanzo más ganchos que cruzados. Una sonrisa comienza a jugar en sus labios. —Eso definitivamente nunca pasa. —Y soy el rey de cambiar entre ir a la defensiva y ofensiva. Como sabía que haría, se ríe fuerte. La chispa que ha regresado a sus ojos es casi imposible de resistir. —Si lanzo un gancho… —Levanto el brazo izquierdo y finjo lanzar el gancho. Haley se ríe y bloquea ausentemente. Al instante, doy un paso y le ―lanzo‖ un cruzado y da un paso en reflejo mientras lo bloquea de nuevo. —El chico no puede ser enseñado —dice con otra risa. —Se sabe que en ocasiones pasa conmigo y los monos. —Con cada medio golpe lanzado, me acerco, y con suaves movimientos rítmicos, Haley continúa contando, manteniendo una distancia segura entre nosotros. Se queda lo bastante cerca para bloquearme, para ir a la ofensiva si quiere, pero lo bastante lejos para que no la toque y eso es lo que quiero… imploro tocar a Haley. Sin advertencia, me deslizo cerca de ella y la arrincono en la jaula. Su respiración le deja el cuerpo en una carrera y esos ojos oscuros se enfocan en mí. Sus manos descansan en mi pecho y sus dedos aletean, como si no supiera con seguridad si empujar o explorar. Con mis guantes contra la valla a cada lado de su cabeza, me inclino y trazo mi nariz por la línea de su oreja. Su cuerpo es cálido y firme y huele tan malditamente bien. —¿Qué hago si soy puesto contra la jaula? —le susurro en el oído y cierro los ojos cuando un temblor le recorre el cuerpo.

Sus uñas prueban mi pecho a medida que sus manos se deslizan a mis costados. —Golpeas aquí. —Me aprieta el lado derecho y electricidad resplandece de su toque y entra en mi sistema—. Y aquí. —Luego presiona el otro. Un mordisco en su oreja y las manos de Haley se estrechan en mi piel. Imágenes de ella debajo de mí aparecen en mi mente y quiero que la fantasía se convierta en realidad. —¿Qué hago si me lleva al piso? Miro su garganta cuando traga. Tiene piel hermosa, suave y lisa. Los guantes en mis manos se convierten en una molestia cuando la urgencia de tocarla se vuelve una obsesión. —Luchar —dice un poco sin aliento. eso?

Ahora, esas son lecciones que espero. —¿Cuándo comenzaremos con —Pronto.

Abro la boca y le beso el cuello. Haley inclina la cabeza, dándome más acceso, y por esos malditos pantaloncillos, tiene que sentir lo mucho que la quiero. —No deberíamos hacer esto —susurra, pero aun así su mano viaja por mi espalda para trazar mi espina dorsal—. No saldré con otro luchador. —Entonces aléjate. —Le trazo una línea de besos por la clavícula, hacia su garganta, luego me detengo, mirándola directamente los ojos, dándole la oportunidad de terminarlo ahora—. No mentiré. Quiero esto, Haley. Te quiero. Calientes respiraciones superficiales dejan su boca y me rozan los labios. La vena en su cuello pulsa mientras sus dedos ejecutan el baile de las luces en mi espalda baja que me vuelve loco. Soy un bastardo si hago esto. No sabe que soy un Young o que mi padre tal vez destruyó su vida. —West. —Dice mi nombre como pregunta, como respuesta. Maldito yo, era una invitación. Mi nombre. Ese era mi nombre en sus labios. Que se joda todo lo demás. Haley me conoce verdaderamente y por una vez en mi vida sabré lo que es besar a una chica que significa algo. —Esto no significa nada —susurra Haley al tiempo que se estira y jala el velcro de mi guante. —Sí, lo hace. —Pongo los brazos a mis lados y al instante en que el guante cae al suelo, mis manos se aferran a ese hermoso cuerpo—. Dime, Haley. Por favor dime que lo hace porque esto significa algo para mí.

Su frente se arruga y sus ojos lucen húmedos, como si fuera físicamente doloroso asentir y decir las palabras. —Lo hace… significa algo. Necesidades por lo físico se apresuran, pero Haley no es una de las chicas con las que me engancho en los pasillos. Es más, y un escalofrío me recorre. Bajo mis labios a los suyos y, con la primera probaba, gimo. Sus labios son dulces, suaves… perfectos. Exhala, un suspiro continuo, y mi cuerpo se funde en el suyo. La valla de metal contra su espalda cruje con nuestro peso. Como si estuviéramos perfectamente sincronizados, nuestras bocas se mueven al mismo ritmo. Labios trazándose, manos aprendiendo curvas y músculos, y nuestras respiraciones vienen en un ritmo más rápido. Y cuando Haley enreda las manos en mi cabello, se rompe el autocontrol. Mis brazos se hacen como bandas de acero alrededor de su cintura y la levanto para que encaje perfectamente conmigo. Haley enlaza los brazos alrededor de mi cuello y se une a mí mientras el beso se acelera pasando de lo inocente a lo caliente, bordeando fuera de control. Su cuello me llama otra vez y el más hermoso sonido se le escapa cuando me rindo a la tentación. Los giros en mi cabeza hacen espirales hacia el delirio en lo que Haley agita sus piernas. Un muslo se mueve y el otro lo sigue para envolverse en mis caderas. Saboreo su cálido peso presionando mi cuerpo. El calor surge de mi torrente sanguíneo y mis dedos le cavan la piel. El gimnasio entero comienza a temblar. Haley deja caer las piernas y la empujo al piso, con el corazón acelerado y mi cuerpo cubriendo el suyo. Metal chilla contra metal y miro sobre mi hombro. Haley me empuja, su seña no verbal para soltarla, pero intento mantenerla a salvo e ignoro su petición. La unidad de calefacción sobrecargada libera un sonido ensordecedor en tanto el ventilador lucha por una rotación más. Otra explosión hace vibrar la franja de metal que sostiene los sacos de boxeo, y la unidad entera se estremece, para luego detenerse completamente. Debajo de mí, Haley susurra una maldición. —John se va a enojar.

Haley Traducido por Jasiel Odair Corregido por Clara Markov

Dejamos a John cuando se encontraba en medio de una perorata particularmente elocuente de maldición. En el momento en que llamé a la puerta de su caravana y le dije que el calentador explotó, se olvidó de mi existencia. Escaparme parecía el mejor curso de acción. West y yo no nos hemos dicho nada desde el beso, lo que significa que este viaje en coche es oficialmente torpe. Descansando la cabeza contra el respaldo del asiento de cuero, miro la noche mientras pasa rápidamente. ¿En qué demonios pensaba? Cuando él me apoyó contra la jaula y me mordisqueó la oreja... Cierro los ojos. Todavía puedo sentir el calor de sus labios en mi cuello y lo que me vuelve más loca es que tanto como me odio por besar a West, mi cuerpo pide a gritos una repetición. Cuerpo estúpido. Cuerpo traidor estúpido. West pone su coche delante del lugar de mi tío y la parte patética de mí quiere lanzarse a la casa sin mirarlo. Me froto la frente, cubriéndome los ojos. Oh, mierda, me da vergüenza. ¿Cómo puedo mirarlo de nuevo? Ni siquiera salimos y estoy enloqueciendo y acosándolo. Y eso nos lleva a un montón de problemas porque no quiero salir con él... Es un luchador. —Haley —dice West—. Acerca de esta noche… —No tengo sexo. —Lo miro por encima y todo lo que tenía que decir parece haber escapado al tiempo que me mira fijamente con la boca floja. Es como si alguien presionara el avance rápido del control remoto y mis pensamientos saltaran y corrieran—. No sé quién era ahí, pero no era yo. Quiero decir, ¿has hecho esto antes? West se pasa la mano por la cara. —Sí. Es lo que hago. Al diablo con eso. Es lo que he hecho, pero eso no es lo que pasaba entre nosotros.

Oh, mierda, he divagado en el octágono, rebotando de un luchador a otro. Pronto estaré en un bikini, anunciando la siguiente ronda. Justo cuando pienso que no puedo rebajarme más... —Haley, te juro por Dios que no era para tener sexo. Te dije que esto significa algo para mí. Eso quiere decir que tú significas algo para mí. Dice las palabras correctas y una pequeña voz en el fondo de mi mente me dice que escuche, pero la porción loca va ganando. —Porque eso es lo que le dices a las chicas cuando ya no las quieres. No las miras y les dices ―te usé‖. ¡Mientes y dices que significaba algo! ¡Miro MTV! —Miras... ¿qué? —Sacude la cabeza—. No me importa. Lo que pasó entre nosotros… —Basta. —Hay un dolor cerca de mi corazón y mis manos se vuelven garras en mi pecho. No puedo pensar y no puedo tomar una respiración profunda; besé a West y me encantó hacerlo. Él me hace reír, es un luchador y me gusta. Me gusta. No sólo me gusta y me aterra tener sentimientos por West Young. —No puedo hacer esto. —¿Hacer qué? —West lanza los brazos como si estuviera enojado o frustrado o no sé qué, porque no me fío de mis reacciones en nada. —Engancharme o salir con un luchador, que me guste o amarlo o lo que sea. No quiero a nadie cerca de nuevo. —Puro terror me ensancha los ojos con la crudeza de las palabras—. ¿Alguna vez has visto los conjuntos de pinturas que tienen muchos colores? —Abordé el autobús de la locura y de alguna manera no puedo bajarme.

West Traducido por ElyCasdel Corregido por Anakaren

—¿Alguna vez has visto los conjuntos de pinturas que tienen muchos colores? —Haley apresura las palabras como si fueran a borrar lo que dijo antes que ellas. —Sí —digo lentamente, intentando comprarnos tiempo. ¿Cómo demonios se jodió tanto esto? Un momento nos besábamos; luego explotó en mi cara. Esto es el karma mordiéndome el trasero por cada chica a la que le dije cosas bonitas para satisfacerme. El asiento de cuero chilla cuando me enfrenta. Al menos no está huyendo a la seguridad de su casa. —Cuando abres el conjunto, es hermoso, ¿cierto? Cada color es perfecto y eres cuidadoso, puedes pintar y pintar mientras te tomes el tiempo de enjuagar el color que usaste en el agua, tal vez usar una toalla y secar el pincel antes de seguir. Tristemente mira a otro lado. La tensión creciendo entre nosotros hace que me mueva. Tal vez no lo entienda, pero es el intento de Haley de explicar algo. Asiento, incitándola a continuar. —Pintura, pinceles, agua. Los conservo. Haley inhala. —Algunas veces te emocionas mucho y metes el pincel en la pintura y los colores se mezclan. Y de pronto ya no soy amarillo y tampoco eres azul. —Nos hacemos verdes —termino por ella. Levanta la cabeza y está en carne viva, completamente abierta. Demasiado abierta, casi sangrando. —Salí con Matt y como que me hice gris y estoy cansada de serlo y no estoy lista para ser verde. Me gustaría intentar el amarillo de nuevo por un tiempo. Haley necesita tiempo, y puedo darle eso. Tal vez encontraré una forma de poner en orden mi mierda y de averiguar cómo contarle de mi familia.

Inhala aire como si hubiera tomado demasiada agua y yo lanzo un conservador de vida. —¿Cuándo me enseñarás a luchar? Dijiste que sería pronto. Haley parpadea y parece que la ayuda porque le causa lanzar la cabeza hacia atrás y luego hacia adelante en sus manos. —Demonios. —¿Qué? —Luchar está fuera de la liga. Hago kickboxing, no luchar — murmura entre sus dedos—. Voy a fallarte. Sí, Haley necesita tiempo, pero no estoy listo para darle espacio. Jalo sus manos, y cuando se rehúsa a mirarme, pongo los dedos debajo de su barbilla y fuerzo a que sus ojos encuentren los míos. Están acristalados y con dolor y no quiero nada de eso sobre mí. —No hay manera posible de que me falles. El hecho de que crees en mí lo suficiente para entrenarme… para ayudarte con tu beca… no eres capaz de fallar. —Ese es mi campo. Levanta la cabeza y rozo mis pulgares contra su mejilla. Haley cierra los ojos como su disfrutara mi toque y cuando los reabre, lucha contra una sonrisa. —Esto como que se siente verde. —Este soy yo siendo azul. No te preocupes, todavía eres amarillo. Sus ojos ríen por un segundo y grabo la mirada en mi memoria. Retiro la mano y Haley abre la puerta del pasajero, sale y la cierra detrás de ella. Bajo la ventana del pasajero. —Haley. Levanta las cejas. Recargo mi hombro en la puerta y agarro el volante. —Necesitas tiempo, está bien, pero ya no pretendemos salir. No estoy seguro de qué es, pero somos más que eso. Pensé que sería más simple si lo dejaba claro. Con líneas agrupadas alrededor de sus ojos, asiente otra vez pero no me mira. Se gira hacia la casa, da dos pasos, luego se apresura de regreso al auto. Abre la puerta, agarra las rosas y se sonroja cuando nuestros ojos se encuentran. —Tienes razón. Me gustan los chicos que me traen flores, pero sólo para que lo sepas, sigo siendo amarillo. ¿De acuerdo? —De acuerdo. Cierra la puerta y corre a la casa. Me alejo sintiéndome como un hombre que puede volar.

Haley Traducido por Annabelle Corregido por Jasiel Odair

La puerta del baño tiembla, seguida de tres toques. —¡Ocupado! Desato las tiras de mi delantal rojo y lavo mis manos. El olor a pizza y pasta me embriaga, y mi cabello se encuentra terriblemente rizado por tanto entrar y salir de la cocina llena de humo. Definitivamente, no quería ni lucir ni oler así cuando subiera a la camioneta de West. Paso las manos entre los mechones de mi cabello, pero no ayuda en nada contra esa monstruosidad. La puerta se sacude de nuevo. Sólo hay un baño para hombres y otro para mujeres, y alguien obviamente necesitar hacer pis. La vestimenta no está tan mal: mis mejores vaqueros y una blusa de botones azul oscuro, pero el cabello… la falta de maquillaje… el hecho de que soy lo suficientemente patética para que me importe… No es como si West y yo no fuéramos a terminar luciendo desastrosos y sudorosos en menos de una hora. Pero aun así, las últimas dos semanas con él han sido… bueno... agradables. El viernes pasado, West me acorraló contra la jaula, me besó e hizo que mi cuerpo ardiera, y ahora… me está dejando acobardarme. Apenas reconozco la sonrisita tonta que se desliza por mis labios. De algún modo, West me está reduciendo a risitas, muecas y mariposas. Aún tengo esperanza de llegar a ser una chica femenina. Respiro profundo y salgo del baño, ignorando la larga fila de mujeres enojadas haciendo el baile del pis. No es mi culpa que se hayan bebido galones y galones de soda dietética. Es viernes y el restaurante está abarrotado. Salgo hacia la fría noche de marzo y busco con la mirada la camioneta de West alrededor del estacionamiento. Mi vista se materializa en una neblina blanca que se evapora rápidamente. Todavía no está aquí. Salí un poco antes, pero los clientes de mis mesas ya pagaron y se fueron.

Si me quedo adentro, mi jefe me pondrá a atender más mesas y entonces me quedaría atrapada durante al menos treinta minutos, quizá más. A mi derecha, la risa chillona de una chica hace eco desde atrás del edificio. Allí se encuentra un grupo de gente, y mi estómago se retuerce. Hace meses que no se juntan aquí —honestamente, desde que terminamos— pero no tengo duda de que los merodeadores del callejón son Matt y su grupo. Giro sobre mis pies, dispuesta a arriesgarme con más mesas, cuando Matt emerge de las sombras.

West Traducido por Anelynn* Corregido por AmpaЯo

Terminé el último punto en mi delgada lista de pendientes hace media hora, pero por tercera vez en el día, barro el almacén. Supongo que con lo de mudarme de casa, podría haber renunciado, pero me he quedado como el ayudante de Denny por múltiples razones. Una, necesito el dinero en caso de que papá cambie de opinión y me eche a la calle otra vez. Dos, aunque parezca mentira, me gusta lo que hago aquí. Reparo cosas. Soy útil. Por una vez en mi vida, en verdad hago algo bien. Pero la última razón y, la más importante, me ocupo de lo de mamá. Es el cuarto viernes del mes y son las seis cincuenta de la tarde. Rachel tuvo una cirugía el último viernes y mamá fue encadenada a su lado. Si la vida sigue normalmente, apuesto a que mamá pospuso la visita por una semana, y todo lo que quiero para mi cumpleaños es descubrir por qué hace las visitas. Mi celular vibra y lo ignoro. Mi madre me susurró un feliz cumpleaños esta mañana desde la puerta de mi habitación cuando se fue a las cinco a ver a Rachel. Papá murmuró algo mientras se iba al trabajo, algo que sonaba como un reconocimiento de mi existencia mientras yo comía mi desayuno en la cocina. Mis hermanos y amigos me enviaron un mensaje de texto con deseos de cumpleaños y los mensajes continuos han sido de mis amigos más cercanos, amigos de mi antigua vida. La mayoría de los mensajes decían las mismas cosas. ¿Dónde has estado? Hay una fiesta mañana en la noche. Tienes que venir. Ha pasado mucho tiempo. Hace semanas, habría ido, pero con la pelea inminente a tan solo un mes, mis noches pertenecían a Haley. La puerta en el bar se abre y Denny asoma la cabeza. Johnny Cash canta sobre un anillo de fuego y la risa borracha de una mujer entra con él a la habitación. —¿Te has vuelto un discapacitado mental o lisiado desde la última vez que te vi?

Continúo barriendo la suciedad inexistente. —¿Quieres llegar a algo? —Sí, deberías haber terminado hace una media hora. Nuestros ojos se encuentran y mi corazón late una vez. Denny nunca me ha echado. Tiene que estar guardando un secreto. —Me pagan por hora. El doble de Vin Diesel sacude la cabeza y abre más la puerta. —Él no va a salir así que supongo que vas a entrar tú. Mis manos se congelan en el palo de escoba y por un segundo espero a mi madre. En su lugar, Abby entra con una magdalena cubierta de chocolate y rellena de vainilla en un plato y una vela encendida. —No te pongas delirante y pienses que esto quiere decir que me gustas —dice Abby—. Porque no es así. He sido chantajeada y no lo aprecio. Yo hago el chantaje, no al revés. Denny se inclina contra la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho y una sonrisa engreída plantada en su rostro. —Tienes el resto de la noche libre con el sueldo completo. Lárgate de mi bar. —¿Cómo lo supiste? Denny hace señas hacia Abby y ella levanta un celular. —Rachel. Rachel. Los dos podrían bien haber rasgado con hojas de afeitar mi alma. Agarro el teléfono y me tomo un momento antes de decir—: Hola. —¡Feliz cumpleaños! —Puedo oír la sonrisa de Rachel—. ¿Abby te dio un pedazo de pastel? Contemplo la bola de azúcar pre-empacada. —Y una vela. —Bien. Pide un deseo y sopla la vela. Con un dueño de un bar deteriorado y una traficante de drogas observándome, miro a la vela ardiendo y pido un deseo por la salud de Rachel, por su felicidad y por su perdón. Soplo y observo mientras el humo sube en el aire. —Ya está hecho, Rach. —Te quiero —dice. Yo también. —Gracias. —No estoy seguro de cómo reaccionar cuando me arden los ojos. —Abby dice que tienes una novia. Abby menea las cejas y la fulmino con la mirada. Suspiro, sin querer mentirle a Rachel, pero la verdad es que me gusta Haley. Tanto como me estoy muriendo por verla desnuda, estoy igual de contento en salir con ella completamente vestida. Hay un extraño tirón dentro de mí y trato de no enfocarme en eso porque ese caos me asusta hasta la muerte. —Sí.

—Quiero conocerla. —Tal vez. —Considero agregar ―frikisauro‖. Solía llamar a Rachel así, pero perdí el derecho de burlarme de ella hace meses. —Tengo que irme. Entró una enfermera. Feliz cumpleaños otra vez. —Termina la llamada y le entrego el celular a Abby. En un giro, Abby se vuelve hacia Denny. —Si me das veinte dólares, me aseguraré de que salga por la parte de atrás. Con una mirada usada por los interrogadores marinos, Denny evalúa a Abby. —Es mejor que lo hagas. —Saca un billete de veinte de su bolsillo, se lo da y entonces se va, cerrando la puerta de golpe detrás de él. —No voy a irme —dije. —No esperaba que lo considerarás, pero lo harás. Y para tu información… cuando enloquezcas después porque saliste disparado de aquí como si tu pene estuviera en llamas y como si tus ojos hubieran sido rociados de gas lacrimógeno, tienes que saber que me quede a cuidar de tu mamá. Entonces, una vez más, me deberás. Ya que estás en buenos términos con tu papá, esta vez pienso cobrarte. Con muchos ceros. —No contengas la respiración porque me voy a quedar. Abby inclina la cabeza. —¿No se supone que te vas a encontrar con Haley pronto? —Me acechas, ¿verdad? —No te adules. Todos en la escuela saben que Matt y tú pelearán en abril y Haley es el señor Miyagi de Karate Kid para tu Daniel-San. ¿Ya te ha enseñado a dar y pulir cera1? Si es así, ¿puedes enseñarme? Estoy completamente lista para patear algunos traseros. —Pelearemos Conner y yo, no Matt y yo —la corrijo, entonces ignoro todo lo demás. Hay un brillo en sus ojos que no me gusta. —Lo que digas. Mira, hoy me estoy sintiendo generosa, ¿estás listo para tu regalo? Extiendo una mano, esperando lo peor de su parte. —De acuerdo, este no es tu regalo, pero es importante. Matt descubrió tu debilidad. Esto debería ser gracioso ya que la única debilidad que tengo hasta el momento es Rachel, y no hay nadie más en la escuela, además de Jessica y Abby, que sepa que soy un Young con fondo fiduciario. —¿Qué es lo que cree?

1Es

la primera lección que el Sr. Miyagi le muestra a Daniel en Karate Kid.

—Haley —dice como si fuera una obviedad—. Hasta un hombre ciego podría ver que te estás enamorando de la chica con tus miradas fijas y la lengua colgando de tu boca. Matt y su pandilla van a ir al trabajo de Haley esta noche y su regalo de cumpleaños para ti es ponerla nerviosa. La escoba se estrella contra el piso cuando la suelto. —¿Cómo sabes eso? —Ya te lo dije, no hay mucho que no sepa de lo que pasa en mi territorio. Camino hacia la puerta trasera y Abby me agarra. —No te he dado tu regalo de cumpleaños. —Me importa una mierda el regalo. —Necesito llegar hasta Haley. Abby se aferra a mí y me mira directo a los ojos, sin importarle que arrastre su trasero conmigo para proteger a mi chica. —Es tu mamá —dice rápidamente—. Ella no está teniendo un amorío. Viene aquí a ver a su hermano.

Haley Traducido por Annabelle Corregido por Mire

Matt tiene una chica guindada de su brazo. Es una verdadera conejita de Octágono, de esas que usan bikini y se pasean por la alfombra durante las peleas. Es una chica muy femenina, con el cabello rubio, y los senos grandes. Su risa se acaba en el momento en que me ve. Los tres nos miramos mutuamente, y odio la sensación de náuseas que siento al verlo con alguien más. En algún momento, de verdad, quise a Matt, a pesar de lo que sucedió con nosotros al final. Cierro los ojos por un breve instante y respiro profundo. Perdí mi virginidad con él, y ahora viene con esto. Se hace intolerable la necesidad de tomar una ducha caliente y frotarme con fuerza la piel. Ya que no vivo debajo de una roca, he escuchado los rumores que desde que terminamos se ha enredado con cada chica que se le pone enfrente. Matt me aterroriza y lo odio, pero al ver a ella apretando su brazo alrededor del suyo, las náuseas hacen que me gire y comience a caminar hacia la entrada del edificio. Cuando estoy lo suficientemente lejos, giro en la esquina. —Tú terminaste conmigo. —Con las manos en los bolsillos, Matt se encuentra a uno buenos tres metros de mí, sin la conejita a la vista. —Quédate donde estás. —Porque de sólo pensar en que se acerque un poco más hace que me tiemblen las manos. Considero levantarme, pero mis rodillas se sienten débiles. Estoy en público. Si Matt se me acerca, puedo gritar y él se alejará. Envuelvo los brazos alrededor de mi cuerpo, para mantenerme cálida e intacta. Con cada movimiento, repito mi mantra: estoy a salvo. Matt se queda en su pedazo de acera, fingiendo mantener la orden de restricción. —Vi el dolor en tu rostro cuando la miraste. No me gusta lastimarte. Mi mente da vueltas y se separa, para luego chocar con fuerza. Me echo hacia delante de la risa. Suena maniática y alocada, e intento

contener las risotadas histéricas al lanzar una mano contra mi boca, pero no se detienen. Él me hizo sangrar. Perdí a mi familia por su culpa. Hizo más que lastimarme; me destruyó. La risa se vuelve áspera y de pronto me encuentro con la necesidad de llorar. —Ella no me molesta. Es la verdad. Las náuseas... no son por verlo con ella. Son por el odio que siento hacia mí misma. ¿Cómo es que alguna vez pude amar a alguien como él? ¿Cómo pude darle algo tan sagrado como mi virginidad? —Te incomodó —insiste—. Arruiné lo nuestro. Sé que fue así y lo siento. Si tan sólo nos dieras otra oportunidad, juro que seré diferente. Sacudo la cabeza antes de que termine. —Estoy con West. —Aunque sea de mentira, o no lo sea, o sea mitad y mitad, es algo bastante extraño y parecido al purgatorio. Estoy con él y nunca he dicho palabras tan dulces como esas. Se hace un silencio entre nosotros y dos autos nos pasan por el lado. —Tu historia no es creíble, Haley. Si fuese verdad, esa noche alguien hubiese visto a West salir de la tienda e ir detrás de Conner, o hubiese sabido que West y tú eran pareja. He estado preguntando por allí. Nadie lo conoce, a excepción de una vendedora de hierba de un pequeño pueblo. Salir con un marihuanero no es tu estilo. Tienes que terminar con esta mentira y dejar de proteger a Jax y Kaden. Los músculos en la base posterior de mi cuello se tensan. Fabuloso, West fuma marihuana, pero para ser honesta, ¿qué conozco de él? Nos hemos contado cosas, en medio de la noche, y en momentos en el que mentir se sentía imposible. Admitimos verdades que no se dicen en voz alta o a otras personas, pero en realidad nunca hemos aprendido nada el uno del otro. Quizá sea por eso que me siento atraída hacia West. Tal vez por eso me gusta el juego que tenemos. Es anónimo y yo también lo soy. —Si estoy mintiendo, entonces tu hermano también. ¿Estás preparado para admitir que Conner es capaz de no decir la verdad? La cabeza de Matt se mueve rápidamente en mi dirección, y tengo que luchar contra la urgencia de alejarme corriendo de él. Estamos en público. Estoy a salvo. Por favor, permíteme estar a salvo. —¿No estás cansada de discutir sobre la misma mierda de siempre? —Matt quita la ira de su rostro con sus puños, y vuelve a intentarlo—: Termina con West y cancelaré todo esto. No pelearemos y no iré tras Jax y Kaden. Considera esto un borrón y cuenta nueva. —Nunca les conté —murmuro—, sobre lo que sucedió entre nosotros.

—Lo sé. —Sus hombros se giran hacia adelante—. Me imaginé que no lo hiciste cuando no se aparecieron en mi puerta. —Ellos habrían ido detrás de ti y tú hubieses tomado represalias. — Y nunca se hubiese terminado. Irían detrás de él y él detrás de ellos como respuesta. Sería un ciclo interminable y sangriento. Lo miro, rogándole que me otorgue esto. Que me permita saber que todos los sacrificios que he hecho no han sido en vano. Matt cruje su cuello hacia un lado. —Soy quien soy, Haley. No puedo cambiar eso. Me aferro a ese breve momento de justificación. Sí, tenía razón al temer por Kaden y Jax. Proceso la oferta de Matt y me siento atemorizada de sólo respirar. Esto es lo que he estado queriendo. —¿Eso es todo? ¿Termino con West y no habrá repercusiones? ¿Nadie saltará sobre Jax, o Kaden por lo que sucedió con Connor? ¿El pasado es pasado? —Tienes mi palabra. Casi me siento mareada. ¿Será posible que algo bueno ocurra en mi vida? Pero luego un terrible dolor atraviesa mi pecho… esto significa que debo renunciar a West, que debo alejarme de él. Todo mi interior cae en picada. Oh, Dios, no sólo siento cosas por West. Me he enamorado de él. Matt me mira con intensidad. Con demasiada intensidad. En este trato hay algo más, es algo que debía hacer, pero no sé si seré capaz de llevarlo a cabo. —¿Es en serio? ¿Eso es todo? Matt descansa los brazos sobre sus rodillas y une sus manos. — Regresa a mí. Me gustaba quien era cuando estaba contigo. Me gustaba cómo me hacías sentir… como si fuese alguien a quien valía la pena amar. Si lo intentas y no funciona, entonces no funcionó, pero al menos inténtalo. Será diferente… yo seré diferente. Lo juro.

West Traducido por Anelynn* Corregido por Daniela Agrafojo

Cierro la puerta de la camioneta y camino hacia donde Haley está sentada en la acera, pero mantengo los ojos fijos en Matt. Hay un pulso en mi sangre que ruega por una pelea. Él le ha hecho algo. Está conmocionada, pálida como un fantasma y sus jodidas manos están temblando. —¿Hay algún problema aquí? Matt me contempla con aburrimiento desde su lugar en la acera. — Sólo si haces algo de eso. ¿Eres suficientemente hombre o vas a continuar escondiéndote detrás de Haley? —Estoy dentro. —Una sonrisa se extiende en mi rostro—. Tengo las bolas, ¿qué hay de ti? He estado muriendo por este momento desde mi primer día de escuela. Al demonio con la pelea el próximo mes, estoy listo para terminar con esto. Paso a Haley y un tirón en mi muñeca me detiene. Bajo la mirada y ella me agarra con ambas manos. —Aquí no. Ahora no. —Haley —digo, completamente exasperado y enojado. Nunca nadie había dudado de mi fuerza tanto como duda ella. Estoy harto de que asuma que soy débil y me cansé de que crea que no me importa lo suficiente como para sacrificar mi vida por ella—. Puedo hacerme cargo de él. —Este es mi lugar de trabajo. —Sus dedos tiemblan contra mi piel y sus ojos están brumosos, como si se estuviera despertando de un sueño. Mi instinto es patearle el trasero a Matt y me resulta muy difícil escuchar lo que me dice ella… que podría costarle su trabajo. —Joder. —Me pongo en cuclillas a su lado y coloco la mano en su mejilla congelada. Al ser un bastardo egoísta, la conexión no es por ella. Es para evitar que pierda el control y destroce con mi puño la cara de ese idiota. Jesús, ¿por qué siempre está tan malditamente fría?—. ¿Estás bien?

Asiente y sus ojos automáticamente se disparan a Matt. El bastardo se queda sentado al final de la acera y nos observa; específicamente, se enfoca en mi mano sobre su rostro. —¿Qué se siente ser un maricón dominado? —pregunta. Los músculos en mi cuerpo se tensan, pero en vez de arrancarle sus bolas con mi pie, deslizo el pulgar contra la piel de Haley y beso su frente. Ella se hunde en mí y la beso una vez más antes de fulminar a Matt con la mirada. Así es, ella no es de tu propiedad. Haley me escoge a mí. — Lamento llegar tarde. ¿Estás lista para irte? —Sí. La envuelvo en el refugio de mi cuerpo al momento en que se pone de pie. —Considéralo, Haley —dice Matt como si yo no estuviera aquí—. No espero una respuesta esta noche. Tú y yo podríamos ahorrarle dolores de cabeza a mucha gente. Es tu decisión. —Sí —dice ella lentamente—. Parece que siempre es mi decisión. Odio la inclinación de su cabeza, la mirada distante en sus ojos, porque todo eso grita que, lo que sea que le dijo, la dejó pensando y analizando, y no quiero que ni una palabra de ese bastardo dé vueltas en la mente de Haley. —Vámonos. La guio hacia la camioneta, la meto cuidadosamente y me uno a ella cuando subo al lado del conductor. Con el auto encendido, subo la calefacción rápidamente y salgo del estacionamiento, ansiando con poner tanta distancia entre Haley y Matt como sea posible. Con su cabeza recostada contra el respaldo, Haley mira por la ventana, viéndose tan perdida como me siento yo después del ―regalo‖ de Abby. Tenía que estar mintiendo otra vez porque los padres de mamá están muertos y ella no tiene hermanos. La confesión que me hizo hace semanas hace eco en mi cerebro: ¿Alguna vez has descubierto algo que desearías no haber descubierto? Le echo un vistazo a Haley por el rabillo de mi ojo. Le pregunté una vez si todavía tenía sentimientos por Matt, pero nunca le pedí detalles de su relación. De hecho, nunca le he preguntado sobre nada, y me duele la comprensión de que ella tampoco ha preguntado nada sobre mí. Todo este tiempo pensaba que me iba bien en la escuela y con Haley respecto a mi pasado, pero es fácil que ocurra eso cuando a nadie le importa una mierda. Las luces y autos se vuelven un borrón mientras paso a toda velocidad por la carretera y me dirijo a la autopista. Haley no parece notar cuando pasamos la esquina del gimnasio y odio jodidamente la sensación

de que sólo su cuerpo está presente porque su alma sigue en esa maldita acera. —¿Qué demonios pasa contigo? —pregunto—. ¿Con Matt? Como de costumbre, está en silencio, escogiendo quedase encerrada dentro de su cerebro, pensando, analizando, sin compartir, sin hablar. Haley conspira y planea, pero difícilmente discute. —¡Di algo! —Ve a la derecha. —¿Qué? Haley mira hacia la calle acercándose y sus dedos vagan cerca de la ventana, como si fuera una niña asustada de tocar un pedazo roto de cristal. —Ve a la derecha. Murmurando una maldición en voz baja, voy hacia la derecha y entramos a un vecindario. Mis faros delanteros golpean una de esas señales con un niño persiguiendo una pelota, informándome que reduzca la velocidad. Avanzo lentamente mientras espero sus siguientes instrucciones. La mayoría de las casas son de dos pisos de ladrillos que ostentan paisajismo de aficionados. Es mejor que la de su tío pero a una escala más baja de donde vivo. En general es agradable, placentero y muy suburbano. —Detente. —Hay un anhelo en su voz que pincha mi pecho. Haley presiona su mano contra la ventana; la condensación forma un contorno a lo largo de sus dedos—. Esa es mi casa. Detengo el auto y me estaciono. Es muy parecida a las otras: dos pisos, una chimenea, pero esta tiene un pórtico delantero, persianas azules, rosales y un letrero de venta con la palabra vendido. —Mamá nos forzaba a Kaden y a mí a que viniéramos a casa del gimnasio porque quería que cenáramos juntos. Los domingos, ordenábamos pizza y veíamos una película en la sala. Y esa es mi habitación. La de la esquina con dos ventanas. Siempre había mucha luz en mi habitación. Extraño eso, tener mucha luz. Sin tener idea de cómo aliviar su dolor, le acaricio suavemente el cabello, un mechón a la vez. Rachel preguntó si tenía una novia, si yo era novio de Haley. Si lo fuera, sabría cómo hacerla sentir mejor. Tendría las palabras o las acciones, pero sólo tengo silencio. Nunca antes había sentido tanto por una chica. Las emociones son desconocidas y confusas. —Tenía una labrador amarillo —dice—, dormía en mi habitación y murió hace poco más de un año. Sabías que… —Haley se detiene y su respiración se acelera. Es como ser cortado por un cuchillo—. ¿Sabías que está enterrada en el patio trasero?

—No. —Porque no lo sabría, pero de alguna manera se siente como si debiera. Pienso en Ethan y yo a los diez y nueve años vestidos con nuestros mejores trajes, ayudando a Rachel a enterrar a su hámster en una caja de zapatos en el patio trasero. Fue mi idea llevar el servicio cuando mamá estaba encerrada en su habitación, llorando por una hija perdida hace mucho tiempo y papá, una vez más, ocupado con sus negocios. Rachel sollozó y sollozó mientras Ethan la sostenía. Yo excavé el agujero y lo rellené. No hay nada que no haría por mis hermanos. —¿Sabes que es lo que más extraño? —susurra Haley. —¿Qué? —pregunto, aterrorizado de su respuesta. —La sensación de que, sin importar lo que pasara o hiciera, había un lugar seguro en el que caer. —Haley me mira y me marchito por dentro con la humedad en sus ojos—. ¿Cómo se siente ir a casa? Fantaseaba sobre eso y estoy segura de que tú también. ¿Cómo era? Estoy enamorado de ti. Estoy enamorado de ti y no sé cómo hacerte sentir mejor. Estoy enamorado de ti y no debería estarlo. Estoy enamorado de ti y una vez que descubras quién soy, no vas a amarme. Estoy enamorado de ti y parece que arruino a quienes me aman. —¿Quieres ir allá? —Cada palabra pronunciada corta mi corazón. Una vez que vea dónde vivo, una vez que sepa que soy un Young, lo que sea que esté pasando entre nosotros se habrá terminado. Haley asiente y mientras doy vuelta en U para salir del vecindario, entrelazo mis dedos con los de ella. La sostengo y lo que me mata y me calienta al mismo tiempo es cuán desesperadamente me aprieta. Como si ambos nos estuviéramos ahogando y la única manera de permanecer a flote fuera no soltarnos nunca. Me quedan minutos con Haley y quiero que el recuerdo de su piel tocando la mía quede grabado en mi cerebro para siempre.

Haley Traducido por ElyCasdel Corregido por Emmie

Mis dedos trazan la división de mis labios mientras miro la casa en expansión desde el lado del pasajero de la camioneta de West. No estoy segura de si mis dedos están ahí para contener las palabras o para ayudarlas a salir. Pienso en esas películas de ciencia ficción donde un personaje usa su pistola para aturdir. Estoy aturdida, sin palabras, congelada, entumecida: así es como se siente estar aturdida. —Hay un estacionamiento de cinco autos a la vuelta. —Las llaves de West se golpean mientras las gira en sus dedos—. Puedo mostrártelos si quieres o podemos ir adentro. Mi pecho se mueve mientras inhalo, luego exhalo. Nunca hubiera imaginado que esta fuera su vida. —Es una mansión. —Sí. —¿Te echaron? —¿No se supone que la gente con dinero debe ser mejor que… bueno… todos los demás? La forma en que sus manos aprietan las llaves me dice lo terriblemente equivocada que estoy. —Sí. —Una pausa—. No soy como tú, no soy una buena persona. Mi papá tiene razones válidas para echarme. De hecho, es sorprendente que no lo hiciera antes. West se enfoca en su regazo y tengo que forzarme a salir de mi estupor. Palabras. Las palabras serían buenas justo ahora. Pero no sé qué decir. Vive en una mansión. Pero mansión o no, odio el dolor en su cara. Me muerdo el labio inferior y me estiro hacia West, justo como se estiró hacia mí en el estacionamiento con Matt a unos pocos pasos de distancia. Descanso mis dedos en su hombro y paso el pulgar por el material de su camiseta. Cuando no responde, mi corazón revolotea ante la idea de convertirme en valiente. Mi boca se seca y trago. No soy una persona valiente, ni siquiera cuando se refiere a la intimidad, a tocar. Me acerco

más y, como lo he soñado miles de veces, acaricio el cabello de su cabeza, deslizando mis dedos en las hebras doradas y luego las llevo detrás de su oreja. míos.

West por fin permite que sus ojos azul profundo encuentren los —¿Me llevarías adentro? —pregunto—. ¿Me enseñarías tu casa?

Estamos fuera del auto en un segundo y con nuestros dedos enlazados fuertemente. West me dirige arriba por las escaleras de mármol blanca como si le aterrara que cambiara de idea o que él cambiara la suya. Abre la puerta de piso a techo y el aire abandona mis pulmones. Y pensé que lucía enorme por fuera. —Dios mío. West cierra la puerta y mis ojos vagan, intentando comprender el esplendor. Me paro sobre el piso de mármol y frente a mí hay una escalera en expansión que serpentea con elegancia inconmensurable. El techo parece elevarse hasta el cielo y en la última cumbre sobre nosotros hay un tragaluz de cúpula. Y porque esta casa es perfecta, la luna por sí sola se centra justo en medio. Miro a West y espero ver expectación silenciosa o un brillo de orgullo. En su lugar, su expresión contiene dolor. Le aprieto la mano. —Es hermosa. —Es excesiva. Evalúo mi ropa: mi mejor blusa azul de botones, mi mejor par de vaqueros y zapatos negros. No hay forma de que lo mejor que poseo se compare. Mi agarre en él se pierde y West se acerca más. Un constante vaivén entre ambos manteniéndonos y soltándonos. Unos tacones golpean contra el suelo y levanto la cabeza para ver una esbelta mujer deslizándose dentro del vestíbulo desde un pasillo trasero. Tiene correspondencia en sus manos y lo revisa con un aire de ausentismo. Apuesto a que no recibe una colección de noticias. —Hola, mamá —dice West y yo me encojo, sobresaltada por su voz rompiendo el silencio. Ella se detiene abruptamente. Es obvio de dónde heredó West su bonita apariencia, cabello dorado y ojos azules. Una sonrisa tierna brilla en su rostro mientras lo reconoce. —Estás en casa. Pensé que estarías celebrando con tus amigos. ¿Celebrando? Arrugo la frente. ¿Evade mi mirada a propósito? —Ella es Haley Williams. Haley, ella es… —West hace una pausa y la mirada suplicante que lanza, provoca que me mueva. Conocer a padres puede ser raro, pero West se comporta como si estuviera a punto de acuchillar mi corazón o el suyo—. Mi mamá, Miriam Young.

Young. Inhalo mientras mi corazón golpea más rápido. Él es Young. West Young. He escuchado su nombre, he dicho su nombre, cien veces y nunca encajó. Ni una vez… hasta ahora. No es cualquier Young. Es el Young. Esta es la familia a la que se han dedicado la mitad de los edificios de la ciudad. Son la razón por la que el zoológico puede hacer una fiesta de Halloween. Gracias a una placa en el registro del escritorio, sabía que eran quienes pagaron por las sábanas en que dormía en el refugio. Dejo salir una lenta y constante respiración porque respirar ayuda. Respirar puede mantenerme erguida y disuadir los puntos negros que nublan mi visión. Respirar puede hacer este momento posiblemente menos real. —Es un placer conocerte, Haley. —Los ojos de su madre se mueven hasta que se enfocan en nuestras manos—. Y asumo que ella es tu… —Novia —responde West. El sonido que se me escapa es semejante a un chillido. West Young me presentó como su novia. La sonrisa de la señora Young sobrepasa su rostro, y, cuando se acerca, suelto a West y extiendo la mano porque eso es lo que haces con la realeza, ¿cierto? Mierda, tal vez debería inclinarme. Ella acepta mi mano con las suyas y luego me atrae para un abrazo. —West nunca ha traído a una chica a casa. —¿No? —La abrazo en respuesta, más o menos, porque me pregunto si se me permite tocarla. La señora Young se aleja y estira los brazos en esa rara forma evaluativa. —Es hermosa. En serio, West, lo es. Simplemente preciosa. Y está sensible. —¿Gracias? —¿Soy concursante de un espectáculo de perros? Lanzo una mirada de ―por favor, ayúdame‖ hacia West y, amablemente, arremete al rescate. Lanza un brazo sobre mi hombro y su madre por fin me libera las manos. —Pensé en mostrarle los alrededores —dice. Ella aplaude. —Esa es una idea maravillosa. Hazlo. Me pondré algo menos formal, y luego nos podemos encontrar en la cocina. Eso me dará oportunidad de celebrar apropiadamente tu cumpleaños. Ambos nos quedamos ahí como pilares de sal y vemos mientras la señora Young se desliza por las escaleras, quedando fuera de la vista. — Esa es mi mamá —dice con un toque de disculpa, pero mayormente con el orgullo que había esperado antes.

—Es… —entusiasta—… acogedora. Se ríe. —Es un caso perdido, pero es mi mamá. —Eres un Young —digo y la tristeza de un hueco en mi estómago. No me lo dijo, pero al mismo tiempo no me lo dijo y nunca le pedí detalles. —Sí. —West baja la cabeza y luego la levanta—. Lo soy. Señala en diferentes direcciones. —Cocina, sala formal, comedor formal, la oficina de papá, baños, terraza acristalada, un par de otras habitaciones y el sótano es para descansar. West me toma de la mano y comenzamos a subir las escaleras. —¿A dónde vamos? —pregunto. —A mi habitación. Tenemos que hablar.

West Traducido por ElyCasdel Corregido por Sofía Belikov

No llegamos a mi habitación. Mamá se cambió y se encontraba frente a su puerta en menos de treinta segundos. En el momento que se la presenté a mi madre, la cara de Haley se drenó mientras conectaba los puntos —yo era un Young. En lugar de darle tiempo para que comprendiera, mi madre, como la sociable brillante que es, agarró a Haley y aún no la suelta. Con la cadera apoyada contra el marco de la puerta y los brazos cruzados sobre mi pecho, miro a Haley mientras se ríe y plática con mi madre en la masiva isla de la extremadamente grande cocina de acero inoxidable. No entiendo mucho de lo que está pasando, pero sé una cosa: Abby dijo la verdad. Salí del bar como si mi piel estuviera en llamas y la culpa me carcome por haber dejado que mamá se las arregle sola. Asumo que Abby se quedó para protegerla. Por eso, le debo una. Mamá abre otro álbum de fotos, hojea las páginas y se lo da a Haley. —Esta fue tomada el día que trajimos a West a casa. Tengo dieciocho y no había traído a una chica a casa hasta ahora. Demonios, mamá debe haber estado muriéndose por hacer esto desde hace un largo tiempo. Excepto por el hecho de que se pasa sus días y noches en el hospital en lugar de en una obra de caridad, la vida ha vuelto a la normalidad… al menos para todos los demás. Es como si, para ellos, nunca me hubiera ido. Haley examina la foto y me mira con risa en sus ojos. —Tu babero dice ángel. Voy a recordarlo. —Eso es porque lo era. —Mamá pasa los dedos por la foto como si pudiera hacer que el yo recién nacido fuera real—. Tuve a West para salvar a Colleen.

Mamá le contó a Haley sobre Colleen hace unos minutos, que era la primogénita y murió de cáncer cuando era adolescente. Mamá y papá tenían a Colleen, Gavin y Jack en un grupo y consideraban que su familia estaba completa. Pero cuando ella se enfermó, terminaron todas las apuestas. —Colleen necesitaba una médula ósea, así que tuve a West con la esperanza de que fuera compatible. —¿Lo fue? —Los ojos de Haley vuelan a los míos. Es consciente de que Colleen murió pero no sabe cuándo, el cómo o el por qué. Pero a fin de cuentas, ¿alguien lo sabe? —No —responde—. No lo fue. —Un fracaso desde el nacimiento—. No importó. —Toca la foto de nuevo—. Colleen estaba demasiado enferma para entonces y murió poco tiempo después de que naciera West. Mi legado en esta casa se formó unos cuantos días después de mi primera respiración: le fallé a mi único propósito en la vida y mi nacimiento siempre estaría relacionado con la muerte de Colleen. Mamá continuó y se embarazó de Ethan y Rachel poco después porque yo no era suficiente para hacerla feliz. Todo lo que mamá deseaba era una niña, un reemplazo para la que había perdido. —Bueno. —Mamá cierra el álbum y fuerza una sonrisa falsa—. ¿Cuáles son tus planes? —Una noche tranquila —respondo—. Pensé en mostrarle a Haley mi habitación. Tal vez ver algunas películas. —Estar con ella me rompe el corazón en pedazos porque le he mentido con respecto a mí. Mamá entrecierra los ojos mientras se levanta. —Quiero la puerta sin seguro y espero que te comportes como un caballero. Me río. Si supiera lo que he estado haciendo a puertas cerradas en las casas de otras personas, me hubiera dado ―la charla‖ hace años. Mamá me golpea en el estómago mientras pasa. —Es en serio. —Luego se inclina y me besa en la mejilla—. Feliz cumpleaños, West. —Gracias. Camina lentamente por el vestíbulo, dirigiéndose hacia las escaleras. No dormirá en su habitación esta noche. En su lugar, irá al mausoleo que fue la habitación de Colleen alguna vez. El sonido de pasos me trae de regreso a la cocina y los fríos dedos en mi muñeca me conectan con Haley. —¿Por qué no me dijiste que era tu cumpleaños? —No soy fan de los cumpleaños. Apesta recordar una vez al año que no fuiste deseado. Levanta la cabeza. —Ella te quería.

—Para salvar a Colleen. —Fui traído a este mundo para salvar a alguien más—. He hecho esto por dieciocho años. Sé lo que ve cuando me mira. Haley golpea el piso con su pie. —¿Vas a mostrarme tu habitación? Me froto la mandíbula, intentando no poner demasiada esperanza en su declaración. —¿Segura? Asiente. Sin darle oportunidad a que cambie de opinión, entrelazo nuestros dedos y, por segunda vez esta noche, la llevo arriba. En el descanso, me detengo y noto que hay una luz por las grietas de la puerta de Colleen. Al otro lado del pasillo, la puerta de Rachel permanece cerrada. Gracias a Dios que ella no murió. Mamá no hubiera sobrevivido a otra pérdida. Llevo a Haley lejos de mamá y en dirección a mi habitación. Una vez dentro, enciendo la luz y por respeto a mi madre, mantengo la puerta cerrada, pero sin seguro. Con los pulgares en sus bolsillos, Haley examina la habitación: cama de tamaño grande, televisión de pantalla plana, videojuegos, un estéreo y, con otro movimiento del interruptor, Haley encuentra el baño. —Vaya. —Su voz hace eco—. Tienes un jacuzzi. —Su cabeza aparece por la puerta—. ¿En serio lo usas? —No. Cuando Ethan, Rachel y yo éramos pequeños, solíamos tomar baños de burbujas allí, luego lo encendíamos y las burbujas caían al suelo. —Sonrío al recuerdo de Rachel riendo. Sale del baño. —Tu madre debe haberles odiado de niños. —Al menos estábamos limpios. La broma me gana una risa, pero la felicidad se desvanece cuando toma de mi espejo la foto en la que salgo con Ethan y Rachel: ella está en medio y tenemos nuestros brazos a su alrededor. —Me mentiste sobre tu edad. Se refiere a que le mentí sobre mí. —Tenía casi dieciocho. Pensé que no importaba. Haley arquea las cejas, concordando o sin hacerlo, no lo sé. A pesar de todo, se guarda sus comentarios para ella. Mientras que hay veces que me vuelve loco que viva en su propio mundo, hay veces en las que aprecio su silencio. —¿Por qué te echaron? —Haley me mira lentamente y cuando lo hace, hay una dureza en ella. Está jugando a ser juez conmigo y tiene el derecho de hacerlo. —Mi hermano mayor, Gavin, tiene problemas de juego. Se endeudó con gente mala, así que le robé dinero a Rachel para ayudarle a pagar su

deuda. Resulta que ella tenía sus propios problemas y necesitaba el dinero. Para resolverlo, junto con su novio hicieron una carrera para ganarse los fondos que le quité. En resumen, ahora Rachel está en el hospital y mi padre me culpa. —¿Te echó porque intentaste ayudar a tu hermano mayor? —Me echó porque no confío en él y él no confía en mí… —Dilo—. Y porque soy una desgracia. Mira, fumo hierba. Bebo. Voy a fiestas los fines de semana. He estado suspendido más veces de las que he tenido primeros días de escuela y peleo más de lo que río. Y en cuanto a las chicas… — Prefiero arrancarme la piel antes de admitirle la verdad de esos pecados. Se masajea las sienes y desearía poder entrar en su mente. —¿Quién eres? Nada de esto… —Señala la habitación—… encaja con lo que conozco de ti. —Tal vez porque lo que has visto no es mi verdadero yo. —Te he visto. Sé que lo he visto, pero… todo esto… —Haley se hunde en mi cómoda y lleva las manos a su rostro—. Eres un Young. Me alcanza cada decisión que he tomado, decisiones que alejarán a la persona que he aprendido a amar. ¿Cómo puede alguien como ella querer estar con alguien como yo? —No soy cualquier Young. Soy West Young. El hijo delincuente sin nombre del que lees en los periódicos.

Haley Traducido por Adriana Tate Corregido por Michelle♡

Luché en una competencia donde fui superada. La chica tenía más experiencia que yo, más triunfos que yo, era simplemente más que yo. Después del primer round, mi mente era una mezcla de confusión, caos y desesperación. Me golpeó desde un extremo del ring al otro, prácticamente recogiéndome y usándome como un trapeador para el suelo. Ahora mismo, no me siento muy diferente. Deslizo las manos por mi estómago cuando se revuelve. Lo que me pone así de nauseabunda no es por haber entrenado con West; es debido a que me he enamorado de él. Ciega, profunda e intensamente. De todas las formas en que juré que nunca volvería a enamorarme. Y me enamoré del luchador. ¿Cuándo voy aprender? —No puedo entrenarte si bebes o fumas. —Continuaremos con el entrenamiento si él decide seguir con la pelea—. No es aceptable para un atleta. Además no me gusta. —No he tocado a ninguno de los dos desde el accidente de Rachel. — Levanta las manos—. Claramente estoy sobrio y planeo quedarme de esa manera. —Debimos habernos quedado con lo sencillo —susurro. Echo un vistazo alrededor de la habitación. A la televisión de pantalla plana. El radio que cuesta más de lo que cuesta dos meses de depósito en el más barato de los complejos de apartamentos en nuestro distrito escolar. Todo lo que la vida podría ofrecerle justo aquí en la punta de sus dedos. —Esto no es noticia… que mi familia tiene dinero —murmura. —¡Sí, bueno, lo es ser un Young! —le espeto—. ¿Nunca pensaste que era importante mencionarlo? —Nunca escondí mi apellido. —¡Mentiste! ¡Aunque no hayas dicho las palabras, mentiste! —Tienes razón, ¿de acuerdo? —me grita y luego se calma—. Mentí. Me gustaba que no me vieras como un Young. Por primera vez, alguien me

juzgaba por mí, por quien era solamente y no por quienes eran mis padres y lo que su dinero podía hacer por ellos. Estar contigo… era como si me ofrecieran una segunda oportunidad y lamento si lo jodí. Por primera vez desde que West se quebrantó y me mostró la verdad detrás de su cortina de hierro, lo veo. Verdaderamente lo veo. Aparta la mirada, coloca el mentón cerca de su garganta y cruza los brazos sobre el pecho. Inclinándose contra la puerta de la habitación, no muestra emoción alguna, está cerrado, negándose a escuchar… manteniendo su guardia en alto. West está esperando un rechazo. Es su cumpleaños. Me quito el flequillo de mi vista y me enderezo. Es su cumpleaños y ni un alma aquí intentó celebrarlo con él. Incluso su madre pasó más tiempo hablando conmigo de lo que lo hizo con él. West merodeó, observándonos, pero nunca se involucró. Mi corazón se tropieza consigo mismo… West nunca se involucró. Hace unas pocas semanas, su padre lo sacó a patadas mientras su hermana luchaba por su vida en terapia intensiva. ¿Qué dice eso sobre su familia? Mejor aún, ¿qué dice sobre West y su relación con su padre que él no quisiera regresar a vivir aquí? Me froto la cara. Estoy haciendo lo que dijo West que le hace todo el mundo: lo estoy juzgando. Lo juzgo basada en un apellido, en una suposición de dinero. Sólo estoy juzgando. Piensa, Haley. West Young. Mi West Young. El chico que peleó por mí cuando Conner y su amigo intentaron asaltarme. Que se hizo cargo de una pelea para ayudar a salvar a mi familia. Que me sostuvo mientras lloraba mis propias pérdidas. Ese es West Young. El hombre del que me estoy enamorando. No sé qué ve su familia, pero yo veo al West verdadero. —No te conocen, ¿verdad? —Me acerco cuando se desvanecen la confusión y el caos. Levanta la mirada, sorprendido. —¿Quién? —Todo el mundo. Una sombría sonrisa tira de su boca. —Me conocen. Me conocen muy bien. —No lo creo. —Toco sus bíceps. He estado entrenando con él desde hace más de un mes. Ya estaba en forma pero ahora está más esbelto, esculpido y formado. West me hizo reír, me sostuvo en mi punto más bajo y estuvo a mi lado cuando nadie más lo ha hecho. Matt tenía palabras, muchas palabras inútiles. West es toda acción. La misma pelea de antes sale disparada a la parte frontal de mi cerebro. Al final de los tres rounds y que fuese declarada la ganadora, me senté derrotada en un taburete. Mi abuelo se puso en cuclillas en frente de mí, me dio esa sonrisa rara y palmeó mi rodilla. —Lo hiciste bien, niña.

Casi me mató encontrarme con los ojos de John. —Fallé. Él negó con la cabeza. —En mi libro, ganaste. Tienes la lucha en ti, chica. Tres rounds de puños para ser exactos. Más importante aún, tienes corazón. No podría estar más orgulloso. No me preocupa quien era West antes de que frenara su coche a centímetros de mí, porque el hombre en frente de mí… tiene corazón. —Matt se ofreció a terminar todo esto —le digo—. Le pondrá un fin a la pelea en unas pocas semanas. Prevendrá cualquier represalia en mi familia que he temido de él o de los chicos de Black Fire… hará que todo desaparezca si rompo contigo y regreso con él. Él rechina los dientes. —Sobre mi cadáver. Si siquiera piensas en regresar con él… —No voy aceptar —lo interrumpo—. Te he escogido. Estoy lista, West. Estoy lista para estar contigo. Sus ojos se abren como platos. —¿Por qué? —Porque… —Inhalo profundamente—. Porque tienes corazón.

West Traducido por evanescita Corregido por Gabriela♡

¿Acababa de decir...? No, lo escuché mal. No es posible. El aroma de las flores silvestres llena el aire mientras Haley acaricia mis bíceps. Es un toque ligero, lo suficientemente agradable para calentar mi sangre y despertar las partes que deberían permanecer en silencio. —Me gustas —dice—. Cuando se trata de ti, todos se equivocan. Haley envuelve su mano alrededor de mi muñeca y tanto como quiero ignorar la verdad, no puedo. —He cometido errores —le digo—. Grandes. —Yo también. No eres el único que está hecho mierda. Me dijiste una vez que te hiciera saber cuándo estuviera lista para que seamos una pareja... —Se desvanece y elevo las cejas. —¿Estás segura de esto? ¿Acerca de mí? ¿De nosotros? —Tengo miedo. —Aspira una bocanada de aire y su mano tiembla—. Matt y yo no funcionamos. Me arrasa la necesidad de protegerla. Le agarro el rostro y deslizo los dedos por sus mejillas. —No soy como Matt. Mueve la cabeza en mis manos como si estuviera de acuerdo, pero el miedo que consume sus ojos cuenta la historia grabada en su alma. Algún día, ella va a confiar en mí lo suficiente como para decirme la verdad. Por ahora, voy a ser el hogar que perdió, voy a ser ese lugar suave y seguro donde pueda aterrizar. Me inclino para que nuestras frentes casi se toquen. —Lo digo en serio. Soy un montón de cosas, pero no soy como él. —Lo sé —susurra—, pero no hace que el caer sea algo menos aterrador.

Mi nariz se desplaza por la de ella y se fortalece la atracción contra la que he estado luchando. —No pienses en ello como estar cayendo, sino como estar saltando… conmigo. Siento la curva de su sonrisa bajo mis labios. —¿Por qué saltar es mejor? —Caer sucede. Saltar lo eliges. —Y eliges hacerlo conmigo. —Todavía no lo veo… —Haley —la interrumpo mientras paso los dedos por su cabello. Está analizando demasiado—. Deja de pensar y salta. Mis músculos reaccionan como si estuviera entrando en una ducha caliente cuando mis labios se funden con los de ella. Nuestros cuerpos se transforman en líquido, moldeándose y formándose en el otro. Sus manos recorren mi espalda y las mías agarran a puños su cabello. El beso crece en intensidad. Sus labios son suaves y flexibles, y cuando nos acercamos más, Haley abre la boca y acepto la invitación. Nuestras lenguas se encuentran y cada célula de mi cuerpo explota a la vida. Mis manos buscan su parte inferior: la curva de su cintura, el hueco de su espalda, anhelando la piel caliente. Haley me acaricia la cara y la intimidad de su toque debilita mis rodillas, y me hace perder la noción de la realidad y el tiempo. Envuelvo su cintura con los brazos y la levanto para que su cabeza esté por encima de la mía, y sus pies cuelguen del suelo. Su pelo sedoso roza mis mejillas y gimo con la sensación. Es pequeña en mis brazos, una ligera pluma cosquilleando mi piel. Nunca rompemos el beso mientras la llevo a mi cama. Sus dos manos exploran mi mandíbula, mi pelo, burlándose de los hilos cerca de la base de mi cuello. Todo aquello envía una onda de excitación a mi torrente sanguíneo y la conmoción resultante, me hace rogar en silencio por más. Abrazo su cabeza y su espalda por la suave caída en la cama. Mis piernas aterrizan sobre las de ella y la mantengo ahí mientras pruebo su cuello y acaricio su vientre. La cubro con la mitad de mi cuerpo y eso alimenta las imágenes de lo que anhelo —cubrir completamente su cuerpo con el mío. Anhelo tocar su piel, desabrocharle la camisa... Haley vuelve la cabeza y jadea. —West. —Es un sonido desesperado lleno de lujuria, de deseo y un montón de desaceleración. Aspiro profundamente mientras descanso el brazo a través de su estómago y le acaricio la parte sensible detrás de su oreja con mi nariz. Haley es deliciosa. Huele delicioso. Tiene un sabor delicioso. Podría pasar el resto de mi vida devorándola. —¿Sí? Sus dedos se mueven en mi pelo y su cuerpo se acerca más al mío, pero no es una señal para continuar; es una señal de que desea más que

algo físico. Nunca he hecho más. Cada vez que una chica se aleja, por lo general me levanto de la cama y salgo por la puerta. Para Haley, hay más, porque ella es más. Se está convirtiendo poco a poco en mi todo. Con un beso lento en el cuello, tiro mis zapatos y ella se retuerce mientras hace lo mismo. Atraigo a Haley conmigo hacia la parte superior de la cama, ignorando cómo sus muslos se mueven por mis piernas, alentando mis fantasías. El cabello de Haley cae en cascadas como un halo de color castaño claro cuando apoya la cabeza en la almohada. Me mira con esos grandes ojos oscuros y una sonrisa tímida. —Esta es una almohada suave. —Me gusta. Es mi favorita. —¿Ah sí? —Ahora sí. —Me siento cálido al verla en mi cama, acostada a mi lado. Aparto un pelo suelto de su cara y las piezas de mí que se sentían perdidas de repente vuelven y encajan. Durante semanas Haley y yo hemos hablado de lo que es y significa el hogar: un edificio, una estructura, un recuerdo. No es ninguna de esas cosas. Para mí, el hogar es la alegría que burbujea actualmente dentro de mí. El hogar es el torrente de emociones que zumban en mis venas. —Antes me preguntaste cómo era volver a casa —le digo. Haley asiente. Entrelazo nuestros dedos y los levanto en el aire. —No podía responder porque no sabía, pero ahora lo sé. Esto… —Sacudo nuestras manos—… por fin encontré el hogar.

Haley Traducido por evanescita Corregido por Eli Mirced

West y yo hemos estado juntos oficialmente durante una semana. Cambié turnos, así que ahora trabajo los lunes y tengo los viernes libres. De esta manera, puedo entrenar con John en la mañana, entrenar con West por la tarde y a continuación, pasar tiempo de calidad con mi novio. En la pantalla plana de su habitación, termina la película y, para ser honesta, no tengo ni idea de qué se trataba. West observó sus dedos, tentando y explorando mi cuerpo hasta que mi piel vibraba y mi sangre zumbaba. Yo, en su mayor parte, observé a West. Me encanta la seriedad de su mandíbula y la forma en que, ocasionalmente, pasa la mano por su cabellera dorada. Los bíceps de su brazo se flexionan mientras se mueven y, de vez en cuando, su camisa se levantaría, exponiendo sus abdominales gloriosamente definidos. Estoy tendida sobre su cama y West está apoyado en su costado junto a mí. Sus dedos se deslizan por mi vientre y sus profundos ojos azules siguen una línea imaginaria como un artista haría con un pincel a lo largo de un lienzo. —Eres lo más sexy, maldita sea. Jesús, tu piel es suave. West cierra los ojos y contengo el aliento. Esto es el peligroso. Muy peligroso. Mis labios siguen hinchados de antes. Besarlo es adictivo. Me impulsa a querer besar y tocar más y viajar con él a lugares desconocidos y ocultos. Y secretamente comienzo a imaginarme el tipo de besos que involucran a la oscuridad, las sábanas y los susurros. Sus dedos se deslizan bajo la tela ya retraída de mi camisa y roza suavemente el ribete de mi sujetador. El calor explota en todo mi cuerpo y mi respiración se detiene. Es aterrador cómo reacciono a una simple caricia. No es bueno. No es bueno en absoluto. En realidad, es muy bueno y yo prácticamente ronroneo con sus manos sobre mi piel desnuda, pero tengo que pensar. Necesito aire.

Sin previo aviso, ruedo fuera de la cama, pero en movimientos a la velocidad del rayo, West captura mi cintura y me atrae hacia él. —¿Adónde vas? —Vas a besarme de nuevo —le digo un poco sin aliento. —Sí, lo voy a hacer. No sé si lo sabías, pero la semana pasada fue mi cumpleaños, lo que significa que tengo un período de gracia de dos semanas de regalos. Los besos vienen con el paquete. Es una ley estatal. Me río. —Ahora estás sacando la carta de cumpleaños. —La saco. La uso. La poseo. —Su voz zumba sobre mi piel cuando sus dedos comienzan a vagar. Oh, señor en el cielo, nunca he experimentado este tipo de intimidad fascinante en mi vida—. Cualquier cosa por besarte otra vez —susurra en mi oído y tiemblo. Un impulso irresistible grita que me funda con él, que lo abrace, que envuelva mi cuerpo a su alrededor, pero me aferro a la pequeña voz que me ruega que escuche a la razón. —Necesito que esto vaya lento. —Lento. —Me mordisquea la oreja y una placentera piel de gallina se forma en mi cuello—. Puedo hacer esto tan lento como lo necesites. Esto me está matando, porque me encantan sus besos, pero... —Eh. Al menos más lento. West suspira y luego vuelve a caer sobre la cama, frotándose la cara con las dos manos. —Puedo hacerlo más lento. Es posible. —Con un gemido, sale de la cama, se pone los zapatos y me ofrece su mano—. Vamos a dar una vuelta. Eso debería ser seguro. Terminamos en la camioneta de West, paseando por horas, hablando sobre Rachel y hospitales, Isaiah y Abby, su relación o la falta de relación con su padre, cómo ha estado siguiendo a su madre durante más de un año y la confesión de Abby que su madre visitaba a su hermano en el bar. —¿Qué vas a hacer? —le pregunto cuando se detiene en la última luz roja antes de que entremos en el barrio de mi tío—. ¿Con respecto a tu mamá? Cambia la mano con la que conduce y se queda mirando hacia el espacio. —No lo sé. Voy a tratar de hablar con Abby de nuevo, pero cuanto más hablo con ella, caigo más profundo en el agujero del conejo. Así es cómo me siento cuando tengo una conversación con Matt. La semana pasada, durante unos segundos, considere su trato. Podía volver con Matt durante veinticuatro horas, durante un día y luego él estaría obligado a cumplir su palabra, borrón y cuenta nueva. Pero debido a lo que ha pasado con West, para bien o para mal, la opción ya no está sobre la mesa.

Incapaz de mirarlo, recojo una pelusa de mi camisa. —¿Qué número de novia soy? La luz cambia y West da vuelta a la derecha. —Nunca he tenido una novia. Me río y recupero la sobriedad cuando su boca se amontona a la derecha. —Estás bromeando —le digo. Sacude la cabeza y mi imaginación hace clic a toda velocidad. —No besas como si nunca hubieras tenido una novia. West se rasca la barba que se está formando en su barbilla y queda inusualmente silencioso. Mi estómago se hunde. Mierda. Pura mierda. — ¿Qué tan malo? —pregunto. Dijo que antes había conectado con alguien, pero ¿de cuántas conexiones está hablando? Silencio. Un largo silencio. El silencio debería estar prohibido. —Malo —contesta por fin. El interior de la camioneta se oscurece cuando entramos en el viaducto sin luz del barrio. Mi piel pica cuando los fantasmas de las chicas hermosas, audaces y desinhibidas, que usan lápiz labial y botas altas revolotean cerca de mí. Apuesto a que conocían todos sus movimientos secretos, cada susurro íntimo y nunca se sonrojaron o inquietaron cuando las caricias iban demasiado rápido y la ropa se quitaba demasiado pronto. —Matt es el único novio que he tenido —admito—. El único hombre que he besado. La mirada comprensiva que me lanza hace que me den ganas de pegarme un tiro. Él ya lo sabía. Sentada aquí en un par de vaqueros gastados, nunca me había sentido tan fea como ahora. Voy a jodidamente estrangular a Jessica. Estoy segura de que le dio una lección de historia sobre mí. West para enfrente de la casa de mi tío y su expresión se endurece cuando mira más allá de mí, a la casa. —¿Qué demonios? Volteo bruscamente la cabeza y el pánico sobresalta mi sistema nervioso. Mis manos buscan a tientas la manija y después de tres intentos, salgo de la camioneta mientras West grita detrás de mí que me detenga, pero no puedo parar. Es Jax, y si no intervengo, mi tío lo echará.

West Traducido por Sofía Belikov Corregido por Michelle♡

Haley sale corriendo y murmuro una maldición mientras aparco y la persigo. En el patio delantero de la casa de su tío, Jax y su versión más vieja están frente a frente. Los dos tienen los hombros rígidos y tensos, y las manos y brazos listos para pelear. —¡Hazlo! —grita el más viejo—. ¡Conviértete en un hombre y golpéame! —¡No! —grita Haley y corre hacia ellos. La puerta delantera choca contra el raído revestimiento y Kaden sale de la casa. Salta de la escalera principal y colisiona con su primo. —¡Suéltalo! —El más viejo, el idiota, se mueve hasta que está dentro del campo de visión de Jax. En el momento en que sus miradas se encuentran de nuevo, Jax intenta avanzar hacia él, pero Kaden lo coge por los brazos, pecho contra pecho, así no puede dar ni un paso más. Usando su hombro, lo empuja hacia atrás, en mi dirección, mientras Haley los sigue. En un movimiento tan delicado que parece coordinado, Kaden se desliza hacia su izquierda, sujetando a Jax, y Haley se pone frente a él y acuna su rostro cerca de sus ojos, distorsionando su visión periférica. —No quieres hacer esto —dice. —Claro que sí. —Gira la cabeza para mirar al idiota que aún suelta insultos—. Quiero matarlo, joder. —Un año —dice Haley rápidamente—. Un año y podrás irte. Piensa en tu madre. En tus hermanos. No puedes protegerlos si no estás aquí. Si le das a tu padre lo que quiere, te echará. Llamará a la policía. Es lo que quiere. Quiere probarle a John que está equivocado. Con esa última frase, Jax la mira. —John no se equivoca conmigo. —¡Claro que se equivoca! —suelta el idiota en el fondo—. Nunca he visto tal desperdicio de piel en mi vida.

—No lo escuches. —Haley mantiene las manos en el rostro de Jax—. Te conozco y John no está equivocado. Tiene razón. Tiene mucha, mucha razón. Vas a triunfar. Me quedo cerca del auto, pero tengo un pie apuntando hacia el idiota, listo para proteger a Haley. No conozco a Jax. Él no me conoce. He invadido su familia y odia que un extraño esté envuelto con alguien a quien ama. Lo entiendo. En serio. Y la ira en sus ojos, el dolor irradiando de su postura —también lo entiendo. Ambos tenemos padres que deberían estar ardiendo en el infierno. —John se equivoca —se burla el idiota—. Justo como se equivoca sobre la chica. ¿Quieres decirle lo que dijiste, Jax, o debería hacerlo yo? Jax hace una mueca y Kaden reajusta su agarre. —Sal de aquí, Haley. —¿Qué? —Haley baja las manos mientras el dolor contorsionando el rostro de Jax se refleja en el suyo. Me acerco, sin gustarme el cambio entre ellos. —¡Vete, Haley! —Hay una fuerza en la voz de Kaden que podría haber aterrorizado a una serpiente de cascabel enojada—. ¡Tú! —Y me mira—. ¡Llévatela de aquí! No tiene que repetírmelo. Me muevo en su dirección cuando rechina la puerta mosquetera y un tipo parecido a Kaden se une a la fiesta. —¿Qué sucede? —¡Llévatela, West! —grita Kaden—. Papá, vuelve adentro. Los ojos de Haley destellan entre su primo y hermano. —No voy a ir a ninguna parte. El padre de Jax se ríe, y es el único que cree que este escenario de medianoche es divertido. —Jesús, Jax. ¿No quieres que escuche lo que tenías que decir con respecto a que ella estuviera saliendo con uno de los chicos de Black Fire? Me imagino que el santo de John piensa lo mismo. Haley retrocede y el dolor que oscurece sus ojos destroza mi corazón. Jax flaquea y Kaden lo libera. —No es lo que piensas. Me deslizo entre ellos, enfrentándola, sin dejar que su primo llegue a ella. —Vamos. Pero ni siquiera está en mi planeta mientras mira por encima de mi hombro. —¿Jax? —Estaba enojado —explica—. Hablaba con Kaden después de que descubrí lo tuyo con West. No sabía que alguien más estuviera escuchando y no es lo que piensas. El arrepentimiento pesa en su tono y sufro por él y Haley. Entiendo el arrepentimiento. Entiendo lo que se siente ser lastimado, pero ella es mi

única preocupación. Entrelazo mis dedos con los suyos, sosteniéndolos incluso aunque su mano yace fría y muerta en la mía. —No importa lo que dijo. Vámonos. —Importa —susurra—. ¿Lo dijiste, Jax? ¿Lo dijiste de nuevo? —¿Qué eres una puta? —anuncia el idiota en la noche—. Sí, lo dijo. El oso hibernando en mi interior ruge a la vida mientras me giro hacia el padre de Jax. —¿Qué dijiste? —Puta. —Su sonrisa se retuerce—. No sé quién eres, así que sal de mi propiedad. Estoy en llamas. La voz de Haley se oye distante mientras cruzo el patio. La llamó puta. Llamó puta a la chica que amo. A centímetros de él, lanzo el puño hacia atrás para golpearlo cuando brazos aparecen por todas partes. Detrás de mí, frente a mí, junto a mí, alejándome. —¿Quieres repetirlo? —Tiro de mi brazo y me deshago del agarre. —¡Detente! —grita Haley mientras aparece frente a mí. Pero no puedo parar. La amo. La amo y este idiota hizo de su vida un infierno. Ha lastimado a quien amo y no lo hará de nuevo. Con un tirón fuerte, me libero. Me lanzo hacia delante de nuevo y un pie se enreda con mi pantorrilla mientras una mano coge mi brazo. En un destello, estoy cayendo con el brazo presionado contra mi espalda. Gruño mientras mi cuerpo choca contra el suelo y Haley se derrumba junto a mí. —Lo siento —susurra en mi oído—. Lo siento. Si haces esto, nos echará. Puede que ya lo haya hecho, y no tenemos ningún lugar al que ir. Ningún lugar. Lo siento. Lo siento tanto. Buscando la libertad, me retuerzo y me suelta mientras sigue disculpándose. Levantándome sobre las rodillas, el mundo gira lentamente mientras miro a su hermano, a su primo, y luego a su padre. Ninguno de ellos salió en su defensa. El tío de Haley se cierne sobre mí. —Sal de mi propiedad. Si vuelves aquí, voy a llamar a la policía. —Mira fríamente a Haley—. Si continúas viéndolo, tú y tu inútil familia tendrán que irse. La puerta delantera se cierra de golpe cuando entra en la casa. Todos los demás —su padre, primo y hermano— permanecen congelados como estúpidas ornamentaciones de patio en su jodido mundo. Dejo caer la cabeza en mis manos mientras comienza a desaparecer la ira y me aplasta la realidad de lo que he hecho. Joder. —No hemos terminado —digo tan bajo que sólo ella puede oírme. Haley masajea círculos sobre sus sienes.

La noche de abril no es lo suficientemente fría como para que mi aliento se vea, pero sí lo suficientemente fría como para que el aire queme mis pulmones. Odio la agonía en sus ojos, en su rostro, pero lo que más odio es la silenciosa aceptación de su tan llamada familia. —No deberías haber hecho eso —dice. —Te llamó puta. —Los miro—. Ella no es una puta. —¡Mierda! —Jax me da la espalda y camina por la noche, dándole un puñetazo al buzón. La puerta de metal se abre y toda la caja vibra en el palo. —No es lo que piensas —dice Kaden. Con una última mirada a Haley, sigue a su primo. —¿Cuál es tu pobre excusa? —le pregunto a su padre. Haley me toca: un agarre en mis bíceps, enterrando las uñas en mi brazo. —No. Con él no. Grítame todo lo que quieras, pero a mi padre no. —Lo siento, Haley. —Su padre mete las manos profundamente en sus bolsillos—. Lo siento. Su agarre en mí se aprieta y traga una bocanada de aire. —Está bien, papá. No te preocupes. Está bien. La forzada alegría en su voz hace que me vuelva a recostar. —Joder. —Siguiendo el consejo de Abby, finjo que no oí a Haley excusar a su padre por permitir que alguien la llamara puta. Permanecemos en silencio mientras él se detiene en la escalera del pórtico delantero, frunciendo el ceño hacia el pasto. Sus uñas mantienen sus dientes enterrados en mi brazo y la piel debajo comienza a latir. Observo a Haley, deseando que me reconozca. En su lugar, se centra en nada, en todo, una vez más encerrada dentro de su cabeza. —Tienes diez minutos antes del toque de queda —dice su padre. La puerta mosquetera se cierra detrás de él. Nos quedamos sentados en el frío y escaso pasto. —Estoy esperando. —Por una explicación, una mera palabra, una mirada. —¿Qué? —suelta. ¿Habla en serio? —Que me expliques qué diablos está sucediendo y por qué tu familia se quedó sin hacer nada y permitió que algún idiota te tratara como un pedazo de mierda, joder. Llamas explotan en sus ojos. —Porque tienen autocontrol. Porque no son como tú. ¿Sabes por qué me volvió loca que estés en el ring? No era porque no fueras capaz o fuerte, sino porque no piensas. Nunca. Eres impulsivo y dejas que tus emociones rijan tus decisiones. —¡Te llamó puta! —No lo entiende.

—Sí, lo hizo y perdiste el control. Para sobrevivir, tienes que ser inteligente. Tienes que pensar. Con tu temperamento, olvidas tu entrenamiento y comienzas a lanzar puñetazos como si nada. Ese tipo de actitud hará que te maten. —Y tú piensas tanto que nunca actúas. Dar vueltas y morir o permitir que la gente te trate mal tampoco es la respuesta. Haley cierra los ojos. —No soy una puta. —Nunca pensé que lo fueras. De hecho, soy el único que lo defendió. Aparte del ronroneo del tráfico en una intersección cercana, permanecemos en silencio. Está enojada conmigo, yo estoy enojado con ella y, si no hago algo drástico, perderé lo único bueno en mi jodida vida. —Estoy enamorado de ti. Por fin, la chica me mira. —¿Qué? —No sé. —Señalo la casa, el pasto, la suciedad rodeándonos—. No estoy seguro de dónde me llegó el romanticismo. Tal vez fue la pelea o la forma en que mi novia me pateó el trasero, pero te amo. Su boca se abre de par en par. —Yo… yo… —No quiero que me respondas ahora. Uno de nosotros debería tener algo de clase. —O tal vez no se siente de la misma forma, o tal vez escuchará a su tío y terminará conmigo. De cualquier forma, no quiero descubrirlo, al menos aún no—. ¿Puedo decir algo más? Apenas y asiente una vez. —No me gusta cómo cada vez que trato de defenderte, te pones en mi camino. —¡Mi tío nos habría echado! —¿Y qué con Max? —Habría perdido mi trabajo. Probablemente tiene razón, pero hay algo oscuro en sus ojos. Es la misma sombra que veo cada vez que me detiene. —Vale la pena luchar por ti. —Claro que no. —La forma en que responde tan rápido y con tanta convicción retuerce mis entrañas. Cuando los tres hombres que deberían estar recibiendo balas por ella, se paran a un lado y permiten que la insulten, ¿cómo puedo convencerla de lo contrario? —Sí que lo vales. Mereces algo mejor que esto. El aire se condensa con su silenciosa determinación. Me acerco y envuelvo un brazo alrededor de su hombro. Permanece congelada, sin moverse. Vamos, Haley… —Hablaba en serio. Estoy enamorado de ti.

Suelta una gran bocanada de aire y cierro brevemente los ojos cuando descansa la cabeza en mi hombro. —Dime que seguimos juntos, Haley. —Me acosté con Matt —dice. Mi cabeza cae hacia atrás, pero mantengo su cuerpo presionado al mío, incluso cuando trata de alejarse. Se acostó con Matt. Durmió con él. Tuvo sexo con él. Estuvieron juntos por un año. ¿Qué diablos pensaba que estarían haciendo? Ansío meterme en mi cerebro y arrancar las imágenes que produjeron esas cuatro palabras. Pensar en ella con otro chico… me mata. Pensar en ella con el bastardo al que más odio… me destroza. Digo que la amo; ella admite que durmió con el tipo. Desafortunadamente, su admisión parece encajar en este desastre. —¿Vale? —No soy lo suficientemente bueno como para mantener la agudeza fuera de mi voz. —Mientras que Matt y yo salíamos, le dijo a Jax sobre nuestras… eh… —Haley se cubre los ojos con una mano y su timidez, su vergüenza, elimina algo de mi ira. —¿Actividades extracurriculares? dispararle a los escenarios en mi cabeza.

—Necesito

una

pistola

para

—Sí, eso. Matt se lo dijo antes de una pelea para molestarlo y funcionó. Jax perdió el control, lo que significa que perdió su plan de juego, y a la vez la pelea. ¿Te suena familiar? —Control. Peleas. Seguir adelante. —Estoy hablando en serio. Necesitas trabajar con tus decisiones impulsivas. Me paso una mano por el cabello. —Imagino a Matt demasiado cerca de ti para mi comodidad. Sigue hablando antes de que lleve a cabo mi propia lobotomía. —De cualquier forma… me molesté con Matt. Tanto que no le hablé por días. Vacila y quiero que esta conversación termine tan rápido como sea posible. —¿Y? Haley se incorpora. —Después de la pelea, Jax me llamó puta. Jesús. Finalmente hay un contendiente luchando contra mi familia por el premio a la familia más jodida. —Jax se disculpó más tarde —dice en voz baja—. Vino a mi casa, se puso de rodillas y se disculpó. Nunca lo había visto tan molesto por algo en mi vida… —Suspira—. Hasta cuando pensó que le había mentido sobre salir contigo… y luego está lo de esta noche.

—Nunca debería haber dicho eso. —No, no debería, pero no entiendes lo mío con Matt. Mi abuelo, Kaden y Jax lo odiaban y pensé que era porque peleaba para Black Fire. Se enojaron conmigo por no escucharlos. Y yo me molesté con ellos por no darle una oportunidad, así que cambié de gimnasio y comencé a entrenar con Matt, y si la historia terminara allí, entonces no sería tan malo, pero no es así. Sufro por Haley porque entiendo las caídas. El arrepentimiento, en mi experiencia, puede ser más filoso que un cuchillo. La levanto, la pongo sobre mi regazo y beso su sien. Mis brazos crean el muro que su familia debería estar creando. Me encanta sentir su peso ligero contra mis piernas, la calidez entre nuestros cuerpos y su hermosa fragancia llenando el aire. Para darle consuelo y fuerza, froto su espalda como solía hacer con Rachel. Haley es una persona de secretos y compartir cosas conmigo tiene que ser bastante difícil. —Estaba molesta con ellos, y luego Jax me llamó puta. —Exhala bruscamente—. Le enseñé a Matt cómo vencer a Kaden y Jax, mostrándole sus debilidades. Le enseñé cómo vencer a mi familia. Desearía poder borrarlo. Desearía poder borrarlo todo. Descanso mi mejilla contra la cima de su cabeza, acercándola a mí y meciéndola en mis brazos. Sus dedos se aferran a mi camiseta como si un agujero estuviera amenazando con aparecer bajo sus pies y consumirla. Pienso en Rachel y en todas las decisiones despreciables que tomé, decisiones que la llevaron al hospital… y que posiblemente le costarán su habilidad para caminar. —Lo entiendo —le digo—. Lo entiendo. Así que dilo. Dime que aún estamos juntos.

Haley Traducido por Miry GPE Corregido por Jasiel Odair

Nunca nada es fácil. Mi relación con Kaden y Jax se encuentra tan destrozada como siempre, Matt me quiere de regreso, mi padre ni siquiera me habló anoche después de pelear con mi tío, West Young dijo que me amaba y le respondí que necesitaba tiempo. Hay una oscuridad en mí, esta sombra que me impide ahondar demasiado en mis emociones y corresponderlas. El último chico al que amé me hirió y yo, una vez más, salgo con un peleador. Cuando entro al gimnasio, se esparce el malestar. De hecho, combato la abrumadora sensación de hogar. Cuando estoy aquí, cuando entreno, es el único momento en que la oscuridad se aleja. Hago una pausa fuera del vestuario y veo como Kaden y Jax entrenan en el ring. Trato de negarlo, pero West también drena la oscuridad de mi alma. No quiero amarlo, pero lo hago. Algo dentro de mí se ha roto; un contagio que borra mis relaciones. Al igual que con Kaden, Jax y mi padre. Si continúo esto con West, ¿también lo destruirá? —¡Llegas tarde! —Jax sale por entre las cuerdas y se quita el protector de su cabeza mientras trota hacia mí—. Llegué temprano esperando que pudiésemos hablar. Me quedé encerrada en el ático anoche y llegué tarde esperando que no lo hiciéramos. —Tenía que hacer unas cosas. —Sip. —Se rasca la parte posterior de la cabeza—. No te llamé ―puta‖ de nuevo. Hablaba de lo que pasó el año pasado y papá escuchó. Lo que sea. Ruedo los ojos y Jax planta una mano en mi brazo. — Vamos, Hays... déjame hacer esto. No me disculpo con nadie. Y yo realmente prefiero la ruta de evasión. —Llego tarde y tengo que cambiarme. Jax inclina la cabeza y hace una mueca. —¿Vas a obligarme a hacer esto?

—No te obligo a hacer nada. Intento dar un paso por delante de él y Jax cae de rodillas. Extiende los brazos, luciendo aún más grande. Los golpes en las bolsas se detienen y los chicos gritan y se burlan de Jax en todo el gimnasio. Mis ojos se abren ampliamente. Se humilla por mí. —Escúchame —dice—. De lo contrario, voy a seguirte así por el resto del día. Unos cuantos chicos salen del vestuario, me hago a un lado para dejarlos pasar y hago un movimiento con la barbilla a Jax para que se una a mí. Se levanta y el gimnasio regresa a la rutina. —De todas las historias que podrías compartir con tu papá, ¿por qué compartir eso? —susurro. Sus ojos se estrechan ante la mención de su padre. —No lo compartí con él. Me encontraba afuera, hablando con Kaden y no sabía que él escuchaba. —¿Regularmente sacas a colación que soy una puta? —No eres una puta. Mira, sales con West y eso hace que surjan malos recuerdos. Kaden y yo hablábamos porque estábamos preocupados. Nos bloqueaste cuando salías con Matt y nos estás bloqueando de nuevo. Matt te hirió, Hays, y no queremos verte sufrir de nuevo. Busco sus ojos, deseando poder preguntarle lo qué sabe. —Matt no me hizo daño. —Cada vez que entras en este gimnasio luces tan pálida como un fantasma. Eso nunca sucedió antes de Matt. No sé lo que te hizo, pero hizo algo. Mató una parte de quién eras; Kaden y yo seremos condenados si West acaba contigo. —West no es Matt. —No lo es. Un brillo de pánico ondea a través de mí. ¿Y si cometo el mismo error dos veces? La jaula de metal vibra cuando Kaden golpea su mano contra ella. — Vamos, Jax. Se coloca el protector de cabeza de nuevo. —Simplemente digo que la historia parece repetirse. Piénsalo. Mierda. La puerta de la oficina de mi abuelo se abre y sale mi padre. Pura alegría y absoluta salta en mi torrente sanguíneo, y mi cara duele por la sonrisa. Vino mi padre. Eso significa que regresó, estará bien, dormirá y sonreirá de nuevo y será mi padre. No me importa el trabajo. No me importa el dinero. Me preocupo por mi papá.

Me hace una seña para que me una a él y me encuentro indecisa mientras me acerco. Cada ocasión con mi padre es como la mañana de navidad, una vibración de nervios me recorre como una droga. John me ofrece una sonrisa a medias y cualquier tipo de sonrisa de él me asusta bastante. —Cierra la puerta tras de ti. Lo hago y me hundo en la silla frente a John. Papá se apoya en el archivero y mira un gran sobre en el escritorio de John, que lo toma, abre su boca para decir algo y luego la cierra mientras me entrega el sobre. Siento náuseas mientras pienso en las millones de cosas horribles que podría ser eso, pero ninguna tiene sentido hasta que veo la dirección de envío: la Universidad de Kentucky. Me tiemblan las manos e inhalo profundamente. Gran sobre. Lo conseguí. Fui aceptada. —Felicitaciones. —Hay una pesadez en la voz de mi papá que capta mi atención. La sonrisa que ni siquiera supe que tenía en mi rostro se desvanece—. Recogí el correo hoy —continúa—. Espero que no te importe que ya la haya abierto. Le doy la vuelta y deslizo mi mano a lo largo de la solapa ya abierta. ¿Importarme? Sí, me importa, pero nunca podría decir nada para molestar a mi padre, así que en su lugar saco el contenido. Aunque mi padre y John escudriñan cada uno de mis movimientos, reviso toda la montaña de papeles y folletos, encontrando todo menos un elemento crucial. —¿La ayuda financiera? John posa los dedos en un papel sobre su escritorio. —Algunas subvenciones, un pequeño préstamo de estudiante, trabajo-estudio, pero sin beca. Lo siento. Mis puntuaciones de la ACT no eran lo suficientemente altas. Apesto en las pruebas, pero me destaco en clase. Mientras mi cerebro sabía que esto sucedería, mi corazón no. Asiento y muerdo el interior de mi boca. — Me aceptaron. —Trato de elevar mis labios, pero tiemblan. Maldición, este debería ser un buen momento. —Haley —comienza John—, tu padre y yo hablamos y voy a tratar de sacar un préstamo... —No puedes —interrumpo—. Invertiste todo en este gimnasio y el calentador acaba de morir. No soy estúpida. John no vive en una casa rodante porque cree que es genial. Él, como todos, tomó decisiones difíciles para mantenerse a flote. No hay manera de que pueda manejar más deudas. —Es la única opción —dice mi papá.

—Conseguiré dos empleos o iré a la universidad de la comunidad. — Aunque eso también cuesta dinero que no poseo—. Voy a encontrar una manera de ahorrar dinero, trabajar por un año... —¡No! —Papá golpea la mano contra el archivero y salto. Mi padre nunca ha sido una persona que pierda la paciencia, o la calma—. No es aceptable. Tomarás lo que te damos. —Papá —discuto. —¡Dije que no! —grita, y luego se apresura a salir de la oficina. Las persianas en la ventana de la puerta se balancean cuando la puerta golpea al cerrarse. Miro a John y mi boca cae abierta—. ¿Qué hice? —Es difícil para un hombre estar en una situación en la que no puede cuidar de su familia, especialmente a su hija. —No quiero que se preocupe por mí. Puedo resolver esto por mi cuenta. —De eso se trata. Quiere proveerte y ve lo mucho que te esfuerzas por cuidarlo. —Hace una pausa—. Me dijo lo que pasó anoche. Tu novio casi te cuesta el techo sobre tu cabeza. Me entristezco y deseo que me trague la tierra. —Lo sé y traté de disculparme con papá. —Ahí está. Justo eso. No deberías pedirle disculpas. Eso lo está matando. Eres su hija. Él es tu padre. No se deben cambiar los roles en este punto. —Prometí que me llevaría bien con mi tío y fallé. Esto es mi culpa. —¿Tu culpa? ¿Le costaste el trabajo? ¿Forzaste a Maggie a enfermarse? ¿Creaste la recesión que causó que la mitad de los luchadores no fueran capaces de pagar las cuotas del gimnasio? No hay culpa. No es así como funciona la vida. Tu padre tiene dificultades para aceptar la mano de cartas que le tocó. Y tú has elegido rendirte y no afrontar el problema. No estoy seguro de cual de ustedes es peor. Permanecemos en silencio y el paquete se convierte en una elefante embarazada en mi regazo. —Perdí sus medallas. —Esa fue una batalla. No la guerra. Solías tener una mejor perspectiva. Durante meses me preocupé por ser aceptada en la universidad y ahora deseo nunca haber recibido la aceptación. Tiro los papeles al suelo. —¿Cómo puedo ayudarlo? —Esto es algo en lo que tiene que trabajar. Mientras tanto, sigue adelante.

Adelante. Pero quiero regresar... regresar a casa, volver a cuando mi papá tenía trabajo, a cuando había esperanza. —Estoy preocupada por él. John permanece en silencio por unos segundos. —Yo también. Me preocupo por todos ustedes, incluso por tu mamá. No poder proporcionar un hogar adecuado para mi hija es una carga pesada para mí. —Vi, la tía de mamá, la contactó de nuevo. Quiere que nos mudemos a California a vivir con ella. —Le digo esto para medir su reacción. Mi tía abuela Vi es su cuñada, hermana de mi abuela. Ella y John se odiaban mutuamente, pero amaba a su hermana y a mi madre. —Tu mamá me lo dijo. —Aleja la mirada—. Le dije que debería considerarlo. —Mamá quiere esperar hasta que Kaden y yo nos graduemos. —Si no gano una beca para entonces, podría mudarme con ellos—. Tal vez a papá le irá mejor en California. La tristeza que se establece en sus labios crea una sensación de hormigueo a lo largo de mi piel. —¿Qué? —Tu padre está en un mal lugar. Solía ser un luchador, pero no estoy seguro de que todavía quede lucha en él. —Es un luchador. —Incluso a los mejores luchadores les cuesta correr cuesta arriba con pesas en sus espaldas. Sólo tengo que quitar un par de esas pesas. El primer lugar para comenzar es ganar esa beca—. Voy a entrenar. Hoy. Mañana. Siempre. A cambio, necesito una carta tuya para una beca y también necesito que entrenes a West. —Entrenaré a West si te comprometes a pelear para mí. No a entrenar. No puedo pelear. —Entonces entrenaré si estás de acuerdo en darme la carta, y a Jax y Kaden. Diles que tienen que ayudarme con West. John esboza una rara sonrisa verdadera. —Ahora estamos hablando.

West Traducido por MiryGPE Corregido por Mel Markham

Sobre el piso, aprieto el tornillo, entonces pruebo la media puerta fijada a la pared que, en teoría, mantiene a la gente detrás de la barra. Anoche, alguien arrancó las bisagras durante una pelea. Hoy: como nueva. Satisfecho, me siento y observo a la poca gente que se amontona. El mismo pensamiento circula por mi mente: ¿Uno de esos tipos es el hermano de mi madre? Es sábado, y por enésima vez, deseo que Haley tenga un celular. Este asunto de sólo hablar con ella cuando la veo es demasiado de la vieja escuela para mí. Anoche le pregunté si todavía éramos una pareja y me pidió tiempo. Me vuelve loco esperar hasta el lunes en la escuela para descubrir la respuesta. —Te está matando, ¿no es así? —Abby se sienta en un taburete y me levanto. ¿Cómo demonios sabe sobre Haley y yo? Se gira para inspeccionar las mesas—. Preguntarte cuál es. Ah, el hermano. —¿Está aquí? Se mete un maní a la boca. —Nop. —¿Me dirías si estuviera? —Ajá. Apoyo la espalda contra la barra y descanso los codos en ella. —Podrías mentirme al decirme que mi mamá vino aquí a conocer a su hermano. —Podría. Pero no lo hago. —Mira a su alrededor—. ¿Dónde se encuentra Denny? Abby está completamente inexpresiva. Hay dos lados de la chica: llena de mierda y letal. De cualquier manera, es intensa. —Está en la parte de atrás con un camión de reparto. —¿Me dejó la comida?

Me inclino detrás de la barra y le alcanzo un recipiente de polietileno. Sus ojos se iluminan. —¡Espagueti! —Abby gira los fideos con un tenedor de plástico, a continuación señala hacia la puerta de vaivén—. Eres muy hábil. Impresionante. Empujo la puerta de nuevo, asombrado por el sentimiento de orgullo. —Mi papá se sentirá decepcionado ya que no jodí algo. Ríe con mi declaración. —Tu padre es bastante maldito. Por cierto, Rachel podría llegar a casa pronto. Abby gana toda mi atención y mis manos sudan. Quiero a Rachel en casa. Necesita estar en casa, pero... —¿Sus piernas? —Se moverá de nuevo, pero no saben si con asistencia o sin ella. Froto los músculos de mi cuello, algo aliviado y algo devastado. Rachel debería ser capaz de maniobrar bajo el capó de su coche, no estar limitada. Cuando esté en casa, no tendré más remedio que enfrentarla y encontrar una manera de recuperarle esto. Observo cómo entra un chico nuevo. Tiene cabello rubio, como mi mamá. También ojos azules, pero él es bastante rudo. —¿Ese? —pregunto. —No te diré —murmura a través de la comida en su boca. —Ni siquiera has mirado. —Porque ni siquiera responderé. —Pone voz gruesa para tratar de imitarme. —¿Por qué mentiría mamá? Nos dijo que era hija única y que sus padres murieron. —No lo puedes sacar de tu mente, ¿verdad? Niego con la cabeza. —Confía en mí, no quieres saber más. Es material para pesadillas. Incluso me da escalofríos cuando pienso en ello a las tres de la madrugada. Una oscuridad repugnante se anida en mis entrañas. —Es mi madre, Abby. —Y si ella quisiera que supieras, habría dejado caer la bomba durante una de sus ostentosas cenas. —Abby enrolla otro bocado y se lo mete en la boca. ¿Es consciente Rachel de que tan seguido permanece sin comer Abby?—. No lo hagas —dice a los fideos—. Estás en mi mundo porque Rachel te ama y yo la amo. Sólo porque papá te aceptó de regreso, no te da el derecho. —¿El derecho a qué? Me lanza una mirada por el rabillo de su ojo. —Sentir pena por mí.

La culpa por compadecerme de ella me atraviesa. —Entonces volveré a odiarte. —Bueno. ¿Lo hiciste? —pregunta—. ¿Le diste a Matt lo que quería? —¿Es una condición médica lo que te hace hablar con acertijos? Abby sonríe realmente. —Bien. Matt quiere que la pelea del mes que viene sea entre él y tú, no entre Conner y tú, pero no quiere ser el único que lo promueva porque trata de permanecer en buenos términos con Haley. —Ahora estás diciendo mierda. —Porque no hay manera de que pueda saber todo esto. —Tengo súper oído. —Me golpea la cabeza con un dedo—. Incluso tengo la capacidad de escuchar tus pensamientos. Piensas en Haley y sexo. No lo hacía, pero ahora sí. Jesús, Haley puede besar y su piel es tan malditamente suave... Suspiro. Y puede que ella ya no sea mía. —Te encuentras llena de mierda. —Tal vez, pero duermo con uno de los chicos de Black Fire y él es un hablador. Maldita sea. Eso fue contundente. —Entonces, ¿no traicionas a tu chico al contármelo a mí? Resopla. —Dije que duermo, no que estoy casada con él. Lo que hago para ganarme la vida... es mejor ser alguien que trabaja por su cuenta. Si él quiere ponerse todo sentimental después y hablar, ese es su problema. Evalúo a Abby. —No te importa una mierda lo que piensen de ti. —No. —Absorbe un fideo que le da un pequeño golpe en los labios—. Retiro lo dicho. Me importa lo que piense Rachel. Es la única persona, además de Isaiah que me ha gustado alguna vez. La forma en que lo enfatiza, me hace mirar más allá del pelo oscuro, la sudadera y lo letal. —Lo estás haciendo otra vez —dice. Levanto las manos. —Estoy de vuelta en la página: eres una perra sin corazón. —Eso está mejor. Aquí está toda la información. Matt quiere pelear contigo porque te odia. Cree que si puede patearte el trasero, Haley te botará porque eres débil o le darás la libertad porque tú odiarás que ella piense que eres débil. —Una aspiración de espaguetis—. Pero él quiere que tú lo provoques a tomar la pelea, así Haley estará como: ―¡No, West, no! Deja de ser malo con Matt. Es inofensivo de una manera psicópata‖. Si él te provoca, entonces es el chico malo y se encuentra haciendo campaña de Señor Chico Lindo. ¿Caíste en eso?

—No. —Pero mis intestinos se retuercen por lo cerca que estuve de darle un golpe a Matt. No me gusta que jueguen conmigo—. ¿Y qué si peleo con Matt en lugar de Conner? Prefiero ir en contra de ese bastardo. —Bien, ya que probablemente lo harás. Estoy lista para mostrarte el peor escenario: Si se reduce a Matt y a ti en la jaula, si él te da una paliza, ¿tendrá razón Matt? ¿Puedes levantarte para mirar a los ojos a la chica que te importa, sabiendo que su ex demostró en público que es más fuerte que tú?

Haley Traducido por Sofía Belikov Corregido por Val_17

Mi boca se seca y una extraña presión oprime mi garganta, casi como si un fantasma estuviera ahuecando mi cuello y apretando. Sentándome en las colchonetas junto al ring, envuelvo lentamente mis manos. Cada capa es la confirmación de una sentencia de muerte. Es raro cómo solía amar este ritual, estar en el ring. Cuando pasaba por debajo de la cuerda, dejaba atrás quien era en mi vida diaria y emergía al otro lado con la mente clara, cada pensamiento y movimiento, calmado y preciso. Con un golpe, Matt me arrebató mi alegría y me hizo sentir miedo de las pocas cosas que disfrutaba en la vida. Hay un cambio en el gimnasio, un humor jovial entre todos los demás. Los chicos a los que he conocido una buena parte de mi vida están entusiasmados por ver mi regreso al ring y los nuevos, que han oído de mí por rumores o me han visto en una de mis peleas en persona o en YouTube, también parecen estar excitados. No hace mucho tiempo, sostuve el título nacional. Ahora soy un fraude. Jax se agacha frente a mí, tirando mis guantes de boxeo al piso. — ¿Conmigo o con Kaden? Arqueo las cejas, sin entender lo que está preguntado. —¿Con quién quieres entrenar? ¿Conmigo o con Kaden? Desabrocha el velcro y abre la apertura para que pueda meter la mano. Permanezco en silencio, demasiado sorprendida por la oferta. Lo amo a él y a mi hermano. No hay nada que no haría por ellos. Meto la mano y Jax asegura el guante. —Has estado evitando entrenar, así que supongo que tienes un bloqueo mental. Iremos despacio. Una cuantas series de golpes, un par de patadas bajas. Nada muy complicado. Me pongo el protector para la cabeza y dejo que Jax me ayude con el otro guante. —Eso no es lo que John tenía en mente. Quiere que entrene.

—Te equivocas. Sólo quiere tenerte de regreso. Jax se levanta y pongo un guante en su brazo. —Lo siento. —¿Por qué? —Por Matt. —Por traicionar a mi familia—. Por todo. Jax mira por encima de su hombro y estoy sorprendida de ver a Kaden al otro lado de las cuerdas. Él asiente y Jax finge lanzar un derechazo en su dirección. —Es agua pasada, pero eso no significa que estemos bien con West. Si está saliendo contigo, tiene que ganarse nuestro respeto. Comienzo a sacarme los guantes. Si no van a ayudarme a entrenar a West, entonces no voy a practicar. Jax coloca su mano sobre el velcro. — Entra al ring… te ayudaremos. El chico es malas noticias, pero al menos estaremos allí para cuidar tu espalda. —Siempre lo has hecho —digo con una sonrisa para aligerar el ambiente. Niega con la cabeza. —Es difícil ayudar a alguien cuando insisten en luchar solos, maldición. Jax me ofrece una mano para ayudarme a pararme del suelo y la acepto. —West es un buen tipo y me preocupo por él. —Posiblemente más que sólo preocuparme. —Es un desconocido y tiene mal genio. Recuerda, lo vi perder el control anoche. Mi corazón se aprieta porque Jax tiene razón. West permite que sus emociones lo dominen, lo que será un problema en el ring. John golpea la puerta de su oficina. —Si quisiera una audiencia, habría vendido entradas. ¡Vuelvan a trabajar! El sonido de puñetazos en las bolsas y el tamborileo de los luchadores usando combinaciones contra otros llenan el gimnasio, pero no toma demasiado notar que es poco entusiasta. ring.

John agarra un par de mitones, se pasa por las cuerdas y entra al —Pensé que iba a entrenar. —Señalo los mitones en sus manos. —Lo harás, pero dije que comenzaríamos despacio.

Lo sigo al ring. Desde que volví al gimnasio, sólo he trabajado en los sacos de boxeo con John. He usado mitones con West, pero en realidad no le dado un puñetazo a nadie. John pone los mitones cerca de su cabeza. Inhalo profundamente y mi guardia se eleva. Un segundo. Otro.

Golpeo a Matt con rabia, pero él me alcanza primero y duele. Si no hubiera contraatacado, ¿habría terminado como lo hizo? Si no estuviera entrenada, ¿me habría golpeado siquiera? ¿Dónde terminan las decisiones de Matt y dónde empiezan las mías? Bajo la guardia. —¿Y si no puedo hacerlo? John amplía sus brazos así los blancos están a la longitud del brazo. —Entonces iremos incluso más lento. Uno, dos. —Sacude la mano derecha—. Uno, dos. —Y sacude la izquierda—. Vamos a calentar. —Bien. —Algo de la tensión disminuye. Sin puñetazos a la cabeza. Puedo hacer esto—. Bien. Mis guantes regresan a su lugar junto a mis sienes y mis pies se posicionan. Bien.

West Traducido por CrisCras Corregido por Val_17

Con las palabras de Abby frescas en mi mente y la decisión que tiene que tomar Haley, me encamino directamente al gimnasio. Si ella va a destrozar mi corazón, puede hacerlo ahora, no en la escuela. Los sacos que hay cerca de la puerta se encuentran vacíos, pero una multitud se reúne alrededor del ring de boxeo. Un rugido de aprobación ondula desde los tipos que observan el espectáculo. En la esquina del ring, Kaden se pone su casco y sus guantes, luego le dice algo a Jax, que está parado al otro lado de las cuerdas. Los dos intercambian opiniones como un entrenador instruyendo a un estudiante. Me abro camino a través de la cargada multitud, meneando la cabeza para encontrar a Haley. Los tipos preparados con ropa de entrenamiento gritan otra vez y la descubro en el último punto en el que pensé mirar: el ring. John y Haley bailan alrededor del otro, un tango demente. Con guantes en sus manos, John apunta a su cabeza. Haley lo esquiva y devuelve el golpe con puñetazos veloces a los guantes cerca de la cara de él: golpe doble, gancho derecho a la cabeza. Él gruñe con cada golpe, al igual que ella hace conmigo, manteniendo el ritmo, recompensándola por el golpe. Haley es esbelta y preciosa, con una capa de sudor sobre su cuerpo. Su largo cabello está recogido en su nuca, y su rostro es apenas visible por el casco y su guardia. Hay algo letal en ella. Es más que la forma en que sus hombros giran hacia delante y lo rápido que golpea. Es el brillo de seriedad en sus ojos. Haley dentro de ese ring significa negocios. —Nunca olvides que puede patearte el trasero. —Jax se sienta a mi lado—. Y si no lo hace, lo haré yo. Lo ignoro mientras John combina ambos guantes y los eleva en el aire. Haley encaja un alto golpe doble con una fuerza que podría matar a un hombre. Mis ojos se amplían mientras la multitud grita por más. John

golpea sus guantes y continúa bailando alrededor de ella. —Eso es, Hays. ¡Eso es! John se gira y llama a Kaden con un grito. Los chicos aplauden mientras él le susurra instrucciones en su oído. —¿Cuál es el gran asunto? —pregunto. Jax me examina, de arriba abajo, luego vuelve a subir. —En verdad no lo sabes, ¿cierto? Me rasco la mandíbula, el orgullo me impide dar una respuesta. Sonríe cuando no respondo. —Haley es una campeona nacional. Mierda. Nunca pregunté y ella nunca lo dijo. Me remuevo y Jax se ríe. —¿Más allá de eso? Esta es la primera vez, lo juro por Dios, que Haley entrena aquí en más de un año y en unos pocos segundos será la primera vez que se enfrente a alguien en más de seis meses. Mi cabeza gira hacia Jax de golpe y la sorpresa se registra como un terremoto en mi sistema. —Ella entrena aquí todo el tiempo. —Cuando dejó Black Fire, dejó de luchar. Aceptó volver al gimnasio, pero se niega a participar. Lo que estás presenciando es su resurrección. —La última vez que lo comprobé, tú y yo no éramos amigos. Así que, ¿por qué el momento amable? —Ella es más que tú y mucho mejor, y estoy bien con que lo veas. Haley ya ha atravesado el infierno y ni Kaden ni yo permitiremos una visita de regreso. ¿Lo entiendes, amigo? Vuelvo mi atención hacia el ring, intentando analizar y organizar las palabras de Jax. Haley dejó de luchar cuando dejó a Matt. Me paso una mano por el pelo para sacudirme las telarañas mentales. No sólo dejó de salir con luchadores; dejó de luchar. La imagen de ella atendiendo su mano la noche que nos conocimos, la pelea que tuvimos en mi auto y lo enojada que estaba por haber golpeado a alguien y haber sido golpeada en respuesta, todo destella en mi mente. En medio del ring, Kaden asiente con la barbilla y levanta el brazo, sin guante. Haley duda en su lado del ring mientras se apoya contra el poste. La multitud grita para que ella acepte y yo doy un paso hacia delante. Jax extiende el brazo como la barrera de un ferrocarril. —Hizo un trato con John acerca de esto. No la avergüences. —¿Qué trato? —Como no lo sabes, y no lo haces, descúbrelo. Giro sobre mis talones, la gravedad suplicando para que me apresure hacia el ring. —Él es más grande que ella.

—Y Haley puede tirarlo de culo. Esta no es una pelea de verdad y ella lo sabe. Unas pocas series de golpes. Eso es. Si va a valer algo de nuevo, dentro y fuera de ese ring, Haley tiene que participar. Me enderezo y voy mano a mano con Jax. —No tiene que hacerlo. Sus ojos verdes se endurecen mientras invade mi espacio. —Sí, si quiere salvar tu culo como dice que quiere. ¿No te has preguntado por qué estás entrenando con el resto de nosotros? A la mierda con eso. Rodeo a Jax para alejarme y lucho por abrirme paso a través de la multitud justo cuando Haley se aparta del poste. Antes de que pueda alcanzar las cuerdas, golpea su guante contra el de Kaden y los dos alzan la guardia hasta sus cabezas inmediatamente y empiezan a hacer círculos. Es más pequeña que él, posiblemente cuarenta y cinco kilos más ligera y cada instinto grita que me coloque frente a ella. Si no fuera su hermano, estaría en medio en un instante. Kaden gira su guardia, escondiendo su rostro y exponiendo sus muñecas. Haley responde con un golpe, cruzando entre los guantes. Con sus guardias todavía bajo control, se mueven otra vez, Haley gira sus muñecas hacia Kaden y él lanza el mismo golpe, cruzado. Haley se desliza hacia atrás y baja su guardia. El color se drena de su rostro. —No puedo. —Vamos, Hays. No te rindas. Só lo unos pocos golpes. —Kaden le gira las muñecas de nuevo. Ella aspira una bocanada de aire y mi pulso palpita en mis oídos. Hay miedo en sus ojos. Con la liberación del aire, vuelve a unirse a la danza. Continúan golpeando las muñecas el uno del otro y los golpes aumentan en frecuencia, añadiendo golpes bajos a los muslos, todo muy metódico. Mi agarre sobre la cuerda se aprieta mientras la ronda continúa y cada golpe aumenta de intensidad. Kaden lanza un golpe y Haley deja caer su guardia justo cuando él lanza el gancho. Su guante conecta contra el casco por detrás de su oreja. Su cabeza se sacude hacia la izquierda con el golpe. Las manos de Kaden caen y trata de alcanzar a Haley. —Lo sien… La respuesta viene rápido y con fuerza, demasiado rápido como para que Kaden alce su guardia y ella encaja un puñetazo en su mandíbula. Él reacciona lanzando un brazo para bloquear el golpe, pero Haley lanza otro cruzado, siguiéndolo con una patada por detrás de las rodillas. El cuerpo de Kaden golpea el suelo y el gimnasio vibra. Un destello de cabello rubio me pasa y, siguiendo el ejemplo de Jax, paso por debajo de las cuerdas. Haley ya está alejándose, arrancándose los

guantes con los dientes, su respiración saliendo con fuerza y rapidez. John está frente a ella, murmurando mierda, y ella le grita—: ¡Aléjate!

Haley Traducido por Annabelle Corregido por Victoria

Los dedos de John se envuelven alrededor de mi brazo y salto de miedo. De terror. Suelto con brusquedad mi brazo y me preparo para golpearlo si vuelve a tocarme. Levanta las manos al aire. —Tranquila, Haley. —¡Dije que te alejaras! —Las palabras salen de mi garganta con tanta fuerza que se irritan las cuerdas de mi laringe—. ¡No puedo hacer esto! ¡Te dije que no podía hacerlo! El mundo se vuelve gris durante un segundo, luego los colores comienzan a reaparecer. John asiente, pero no hace lo que le digo. Se encuentra demasiado cerca. Todos se encuentran demasiado cerca. Es como si el gimnasio se estuviese encogiendo. Arranco el velcro del vendaje en mi mano, intentando sacarlo de una vez, pero la cosa no quiere salir. Se encuentra pegado a mí. Así como la sangre de Matt aún se encuentra pegada a mí. Estoy manchada y arruinada. Golpeé a mi hermano en un ataque de ira y lo mandé al suelo. Un malestar se expande dentro de mi pecho, muy cerca de mi corazón y respirar comienza hacerse difícil. ¿Por qué no puedo quitarme este vendaje? —¡Quítamelos! Pero cuando John se me acerca, doy un paso atrás y sacudo tanto la cabeza que mi visión comienza a fallar. Necesito quitarme esto, necesito alejarme y no pelear nunca más. Soy un demonio cuando peleo y si John me toca, también lo lastimaré. —Déjame hacerlo. Jadeo cuando West se agacha debajo de las cuerdas. Oh, Dios mío, ve todo esto. Me ve. A la verdadera yo. Ve el fraude. Lo patética que soy. — No quiero lastimarte.

West se acerca lentamente a mí, con una confianza en su caminar que sólo posee él. —La única manera en que eso suceda es si me dices que no me acerque. Sabes que las chicas rudas me calientan. Como si hubiese una brisa, la neblina se aclara lo suficiente como para poder concentrarme y pensar con claridad. —Quiero quitarme los vendajes. —Levanto la palma para que pueda ver cómo arruiné la pieza en mi mano izquierda. Como un ladrón, se desliza en mi espacio personal. —Puedo verlo. ¿Te molesta si le doy un vistazo? Soy bastante talentoso cuando se trata de quitarles la ropa a las chicas lindas. Normalmente me reiría, ya que ese tipo de declaraciones son muy propias de West, pero no lo hago. En vez de eso, extiendo el brazo. Toma mi mano en las suyas y desliza su pulgar contra la piel expuesta. —Lo haré lentamente y luego saldremos de aquí. Sólo tú y yo. ¿Qué piensas? Algo húmedo amenaza con caer en la esquina de mi ojo. ¿Sudor, tal vez? No estoy segura. —De acuerdo. —Bien. —Comienza a desenredar el material, que se encuentra anudado como un montón de collares dentro de un cofre que sacudieron mucho—. Aquí hay mucha gente para mi gusto. Prefiero besarte en privado. Desde lejos, escucho a alguien gritar para que despejen el lugar, y creo reconocer la voz como la de John. —Kaden me golpeó detrás del oído —digo, como si eso lo ayudaría a entender. —Lo vi. —Encuentra mi mirada y sus manos se detienen—. ¿Te encuentras herida? Estoy destrozada. —No. La culpa me atraviesa. Mis ojos recorren el lugar en busca de Kaden, pero no debo buscar mucho. Se encuentra junto a mí, y Jax junto a él. ¿Cómo es que no lo había notado? —¿Te encuentras bien? Le da dos golpecitos a su pecho. —Estoy hecho de piedra, ¿recuerdas? Además, no es la primera vez que me lanzas al suelo. ¿Qué hay de ti, Hays? ¿Te encuentras bien? No. —Lo lamento. —Y dejo de hablar, ya que mi garganta comienza a cerrarse. Contengo el aliento cuando mis ojos se llenan de lágrimas. Golpeé a mi hermano. Cuando el guante de Kaden hizo contacto con mi cabeza, mi mente voló hasta Matt y golpeé a mi hermano. Lo herí… a propósito. No puedo pelear. No debería hacerlo—. Lo lamento. —Tiembla —dice Jax.

Un aire frío me acaricia los dedos mientras West termina de desenvolverlos. —Voy a sacarla de aquí. —No la lleves donde su tío. —John se acerca a West—. Se le bajó el azúcar. Llévala a comer algo, eso la ayudará con el shock. Kaden, Jax, busquen a Haley en la puerta delantera de su casa a medianoche. Hoy no necesita la mierda de su tío. West se quita la chaqueta y la coloca sobre mis hombros. No debería ser tan amable conmigo. —Golpeé a mi hermano. —Llena de ira. Frota sus dedos contra mi mejilla y toma mi rostro en sus manos. — No importa. —John —dice Jax—. Quizá debería quedarse con nosotros. —Quiero que estés conmigo —le susurro a West. —Entonces me tendrás. ¿Puedes caminar? Asiento, pero mis piernas no se mueven. West se inclina; luego mis pies se encuentran colgando y mi cuerpo acunado contra el suyo. Descanso la cabeza sobre su hombro, ya que es demasiado pesada para sostenerla y además… me gusta su calidez. —Está bien, Haley —dice al llevarme más allá de los bolsos hacia la puerta—. Todo está bien.

West Traducido por CrisCras Corregido por Aimetz Volkov

Fresca al salir de la ducha y en un suéter morado y pantalones vaqueros tomados prestados de la habitación de Rachel, Haley retuerce con su tenedor los fetuccini Alfredo que calenté para ella y los desliza en su boca. Papá esta fuera por negocios, mamá se está quedando esta noche en el hospital y mis hermanos están Dios sabe dónde. Larga historia corta: estamos completamente solos. Haley y yo nos sentamos el uno al lado del otro en el suelo de mi habitación, apoyados contra el final de mi cama. Alguna película para chicas que Rachel ha visto un millón de veces se reproduce en la pantalla plana. La puse para Haley, con la esperanza de que la haría sonreír y la distraería. La ve y, mientras que el color ha vuelto a sus mejillas, sus ojos son planos y apagados. —Esto es mucho mejor que la carne de venado —dice. Parece que fue hace años cuando compartimos una simple comida sobre el suelo del ático. —Tenemos un tipo que cocina un par de veces a la semana. Nuestro frigorífico siempre está abastecido. Crea una H en su plato casi demolido de fideos. —Eso debe de ser agradable. Hasta que me echaron, lo tomaba por una garantía. Junto con un millón de otras cosas. —¿Vamos a discutir lo que sucedió más temprano? A medio bocado, Haley tose y luego se obliga a tragar. —¿Tenemos que hacerlo? —Sí. —Fui golpeada y entré en pánico. Supongo que estoy oxidada. —¿Qué te hizo Matt? Deja caer el tazón contra el suelo con un golpe y el tenedor hace un sonido metálico. —Nada.

Mentira. —Te vuelves blanca cada vez que le ves y Jax me dijo que dejaste de luchar hace seis meses, el mismo tiempo que cuando rompiste con Matt. También me dijo que tienes un título nacional. Los campeones nacionales no lo dejan. Matt hizo algo, y quiero saber qué hizo. Un fuego se dispara dentro de ella —el mismo infierno que el de la noche que nos conocimos. —Jax necesita mantener la boca cerrada. —Tal vez tú necesitas aprender cómo hablar. —Y describo exactamente lo que está causando el problema y estoy mucho más cerca de lo que preferiría. Las piezas caen en su lugar: Haley entrando en pánico respecto a luchar, respecto a salir con un luchador, entonces lo fuerte que está luchando contra mí ahora. Un peligroso trasfondo de rabia inunda mis venas—. ¿Matt te golpeó? —No puedes preguntarme eso. —Está de pie y al otro lado de la habitación en cuestión de segundos. Me levanto rápidamente detrás de ella y le agarro el brazo antes de que pueda alcanzar el pomo de la puerta. Cuando la giro hacia mí, se aparta de un tirón y luego estrella sus palmas contra mi pecho—. ¡No me toques! Jadea y mira fijamente sus manos como si estuvieran cubiertas de sangre. —Oh, Dios, lo hice otra vez. Trabajé muy duro para traerla de vuelta a la realidad y no voy a dejarla escaparse de nuevo. Tomo sus manos y las planto sobre mi pecho. —Hazlo otra vez. Si necesitas empujarme. Hazlo. Sabes que puedo aguantarlo. Haley aparta las manos de golpe y se tambalea hasta que choca con la puerta. —Esa es la razón por la que dejé de luchar. Hice algo horrible y no quiero hacerlo otra vez. Es esto. Es lo más cerca que he llegado a estar dentro de la cabeza de Haley y si digo algo incorrecto, si hago el movimiento equivocado, se cerrará y podría perder lo único bueno de mi vida. —¿Hacer qué? ¿Qué es lo que no quieres hacer otra vez? Sus dedos se extienden y los mantiene alzados en un gesto para detenerme, pero no está batallando conmigo. Hay algo en su cerebro, alguien allí torturándola. —¿Hacer qué? —insisto. Es como si una sombra descendiera y se encoge ante ella. —No quiero herir a nadie. Nunca he sido un tipo de los que rezan, pero la piel de gallina extendiéndose a lo largo de mi cuello me dice que algo malvado está atacando su alma. —La única a la que estás haciendo daño es a ti misma por no hablar conmigo.

Haley respira. Una inspiración. Otra expiración. Su pecho sube y baja con un movimiento constante. Podrían haber pasado horas mientras la observo librar una guerra dentro de su propia mente. —No hay respuesta que puedas darme que haga que cambie cómo me siento por ti. —Y si él hizo… —Un sonido ahogado escapa de su garganta—… lo hizo… aun así no hace que lo que yo hice sea correcto, o lo que le hice a Kaden… o cómo herí a Jax y a mi familia y a mi abuelo. Lo que hice estaba mal y soy inútil y patética y… —No eres ninguna de esas cosas. —La rabia se hincha dentro de mí, dirigida directamente hacia Matt. Si no tengo cuidado, la tomaré con Haley. Sin querer oírla criticarse a sí misma más tiempo, salvo la distancia y la atraigo hacia mí—. No hay nada que puedas decir que nos cambie. Nada. Las manos de Haley se cierran en puños sobre la tela de mi camiseta. Por una vez en nuestra maldita relación, está confiando en mí. Dejo una lluvia de besos por su sedoso cabello y le acaricio la espalda. —Nada —repito. Sostengo a Haley, deseando estar retorciendo el cuello de ese hijo de perra. La golpeó y no a modo de entrenamiento. —¿Qué sucedió con Kaden? Descansa la cabeza en mi hombro y hace un gesto hacia donde hizo contacto el guante de Kaden. —El golpe en la cabeza. Desencadenó algunas cosas. ¿Crees que estoy loca porque me asusté? —No. Creo que Matt es un cabrón. —Creo que es un jodido hombre muerto—. ¿Con qué frecuencia sucedió con él? Mi corazón late varias veces. —Una vez —susurra—. Es entonces cuando me alejé. —Jesús. —Le devolví el golpe —murmura contra mi pecho—. Le hice sangrar. Si yo hubiera mostrado moderación, tal vez no habría sido tan malo. Cada músculo de mi cuerpo se agita. Él está muerto. Está jodidamente muerto. El maldito bastardo no caminará otro día. —Me alegro de que le devolvieras el golpe. Se queda sin fuerzas en mis brazos. —Es divertido. Me pasé toda mi vida aprendiendo cómo luchar y nunca pensé en ello como un modo de lastimar a la gente. Era un deporte, la última partida de ajedrez y era buena en ello. Cuando entraba en el cuadrilátero, mis intenciones nunca eran hacer daño. Mis intenciones eran usar mis habilidades contra otras

personas con habilidades. Pero con Matt, quise hacer daño y lo hice. ¿Eso no me hace tan mala como él? Coloco las manos sobre sus hombros y me muevo de forma que quedo al nivel de los ojos de Haley. —Él te golpeó. Se estremece con la palabra golpeó. —Me hizo daño. —Te golpeó. —Repaso de nuevo nuestra conversación y me doy cuenta de que nunca admitió completamente que lo hiciera—. Te atacó y tú te defendiste. Esto no era un combate de entrenamiento ni un torneo. Alguien en quien confiabas te falló. Eso le convierte en un cabrón y te justifica. Haley hace crujir su cuello hacia un lado y se aparta unos pasos de mí. Le permito tener el espacio, porque se está alejando de la puerta. Sus dedos rozan la parte superior de mi tocador, tocando dos de mis relojes, un anillo de clase y una botella de colonia. Evalúa la habitación. El juicio que había estado esperando desde la primera noche que la traje aquí se asienta en su rostro. —¿Por qué estás conmigo? Podrías tener a cualquiera y aun así estás conmigo. —Lo que quieres decir es que soy rico. —Y yo soy pobre. Vivía en un refugio para desamparados. Me encojo de hombros. —Y yo vivía en mi coche. —No puedes entenderme. —Cuelga el Rolex de sus dedos—. No es lo mismo. —No, no lo es. Hay cosas sobre nosotros que son diferentes, pero no intentes hacerme ser algo diferente de lo que soy cuando estoy contigo. Estar contigo es el único momento en el que me siento bien viviendo dentro de mi propia piel. —¿Por qué yo? —Hay una burla en su voz y busca empezar una discusión—. ¿Te cansaste de las chicas dispuestas a darte lo que quisieras y decidiste ir de caza? —¿Por qué me estás presionando tanto? —No lo hago —dice. Pero sí lo hace. No le gusta lo que le dije sobre Matt. —Anoche no estabas segura de que quisieras un nosotros. Ahora que sé algo íntimo sobre ti, ¿vas a hacer lo que mejor haces? ¿Vas a refugiarte en tu cabeza y a huir? —Eres un idiota —espeta. Extiendo los brazos. —Claro que lo soy, pero al menos no me estoy haciendo el muerto. ¿Vas a luchar o vas a correr? Porque esto es sobre ti.

Puedes decir lo que quieras y puedes empujarme tan fuerte y durante tanto tiempo como quieras, pero no me voy a rendir. Haley se encuentra junto a mi cama, sin parpadear ni moverse y puesto que ya lo he lanzado todo sobre la mesa, decido renunciar a lo último de mi orgullo. —Y para que lo sepas, soy virgen, Haley. Nunca he tenido sexo con ninguna de esas chicas. Tú nunca has sido acerca de la caza. Como si hubiera anunciado que tengo ocho pezones, se sienta torpemente de nuevo en mi cama. —¿Por qué me dices esto? —Porque eres la chica por la que he estado esperando. Si quieres romper, entonces vas a tener que hacerlo tú, porque no lo haré. Eres para mí y no voy a alejarme. Haley mira fijamente la alfombra. Una triste canción empieza a sonar en la televisión. Es la parte de la película en la que la pareja rompe. Con el tiempo, vuelven a estar juntos. Es lo que sucede en las películas, pero como Haley me ha recordado una y otra vez, esto es la vida real. La gente pierde sus empleos, sus casas… se pierden los unos a los otros y en la vida real, el dolor duele de verdad. —Me estoy enamorando de ti. —Fue un susurro, apenas audible. Lo oí más con mi corazón que con mis oídos, y fue el sonido más hermoso—. Me estoy enamorando de ti, pero no quiero hacerlo. Se dobla hacia delante y oculta su rostro con el pelo. Me agacho enfrente de ella y coloco su pelo detrás de su oreja. —Yo no soy Matt. —Lo sé. —No, no lo sabes. Asiente como si entendiera, pero la verdad no se refleja en sus ojos. —No soy Matt. —Lo sé —susurra otra vez. —Entonces dilo. Haley retuerce sus dedos dentro de su cabello y apenas susurra—: Tú no eres Matt. —¿Entonces por qué sigues comparándome con él?

Haley Traducido por Verito Corregido por Amélie.

La declaración de West es como una patada directa al estómago. — No lo hago. —Tú has sido la única persona que ha visto quien soy. Nunca me has mirado como un Young. Nunca me has mirado como una oportunidad de beneficiarte. Siempre me has visto, lo bueno y lo malo. West desliza los dedos en mi cabello y lo frota entre el pulgar y el dedo índice antes de dejarlo caer de nuevo en mi hombro. —Pero cada vez que estamos cerca, veo el fantasma de Matt en tus ojos. Cuando peleamos, a veces creo que no estás peleando conmigo. Te amo, Haley, pero no estoy dispuesto a compartirte, ni siquiera con un recuerdo. Mis ojos se mueven a él y veo el dolor sincero diciéndome cuanto le cuesta decir la verdad. West no es Matt. Lo sé. West y Matt nunca podrían haber entrado en la misma categoría. West: refinado en su manera de chico malo y ardientes ojos azules que susurran sus pensamientos secretos, tanto los emocionales que conmueven como los eróticos que te hacen sonrojar. Pero es más que eso. Las emociones que crecen dentro de mí... Es más que calidez, el constante aleteo, la emoción de encontrar su mirada desde el otro lado de la habitación. Es más que un flechazo. Mientras más tiempo estoy con West, más me doy cuenta de lo que había entre Matt y yo. Tenía un flechazo con Matt... fuerte... porque si hubiese sido amor, él no me hubiese tratado como lo hizo. —Quizás lo estamos haciendo al revés —dice West con un brillo loco en sus ojos. —¿Cómo es eso? —Porque todo esto se siente bastante desesperante. —La única manera de librarse de un fantasma es exorcizarlo. —¿Exorcizarlo?

—Sí. —West frota mi rodilla con su pulgar y observo los músculos de su brazo ondular mientras se mueve—. Llénate con recuerdos de mí así no hay espacio para él. Envuelvo los brazos alrededor de mi cintura, tratando con desesperación de desaparecer. —¿Y si no son los recuerdos los que me asustan? —¿Entonces qué es? —¿Y si no estoy aterrada de ti o de él? —Trago, insegura de si tengo el coraje para decir las palabras—. ¿Y si estoy aterrada de mí? Su falta de respuesta confirma que no hay esperanza en absoluto. Luego mi piel hormiguea con las ligeras caricias de dedos contra mi mejilla. West me insta a levantar la barbilla y es duro cuando el peso del silencio se estrella en mis hombros. —Entonces te enseñaré a luchar con el terror. —¿Enseñarme? —Enseñarte. Primero tienes que confiar en mí. Los dedos de West se mantienen en mi piel e inclino la cabeza hacia el placentero toque. —Confío en ti. —Un poco —dice—. Pero no al cien por ciento. Cuando las cosas se ponen difíciles, te encierras dentro de tu cabeza... recurres a donde te sientes más segura. Déjame entrar, Haley. Déjame cargar parte del peso. Sé de lo que está hablando... esa sensación sofocante cuando las cosas se complican mucho. Esos momentos cuando me hubiese apoyado en mi padre o mi hermano, pero luego todo se perdió y tuve que aprender a depender de mí. —¿Cómo? —Comienza por hablar conmigo. —West se sienta al borde de la cama cerca de las almohadas y me ofrece su mano. La tensión espesa el aire y tengo que esforzarme por respirar. Esto es todo; o confío o no en West. Me rindo o peleo. Mi mano está a centímetros de él, una batalla entre caer y saltar. Estoy escogiendo esto... escojo a West. Cuando mis dedos encuentran los suyos y me acerca a él es como dar un paso fuera de un universo en dos dimensiones y entrar en otro. Los colores parecen más ricos, los olores más fuertes. West serpentea su pulgar bajo mi camiseta y el calor se construye entre nuestra piel. —Háblame —dice de nuevo—. Sin censura. Tomo una inhalación y quedo inmersa en el aroma embriagador de West. —¿Sobre qué hablo?

—Puedes admitir que voy muy rápido, pero al mismo tiempo no quieres que pare. —Desliza la mano por la curva de mi cintura y luego desliza el dedo más allá de la tela de mis vaqueros, cerca de mi cadera. La electricidad sacude mi cuerpo y me muevo con el choque emocionante. Aunque me encanta la sensación, también me aterra. —Nop. Tienes que decirlo, no pienses en ello. —Me gusta besarte. —Más que gustar. Lo amo. Lo anhelo. Sueño con ello en la noche y despierto frustrada cuando me encuentro sola en una cama fría. West va más abajo y pasa su mano por mi muslo. —¿Sólo los besos? ¿No te gusta esto? —E imita el delicioso movimiento. Me derrito contra él. —Me gusta. West baja más, su respiración es caliente en mi oído. —¿Y esto? Excelente, la piel se me pone de ganilla. —Me fascina. —¿Y los besos por tu cuello? —murmura. Me muevo contra él, deseando que lo haga. —Me encantan esos. Sus manos serpentean hasta rodearme y sus palmas fuertes se deslizan por mi columna mientras sopla aire caliente por mi cuello. Giro la cabeza, exponiendo más de mi piel, rogando silenciosamente. —¿Qué quieres? No te encierres más en tu cabeza. Tienes que decirme. —Bésame. Los labios de West se conectan con la piel tras mi oreja y me debilita el placer burlón. —¿Más? —susurra. Asiento con la frecuencia de los latidos rápidos de mi corazón, entonces recuerdo que él esperará hasta que yo diga las palabras. —Más. —Inmediatamente me recompensa, separando los labios y besando el mismo punto otra vez. Mi respiración se detiene cuando West nos voltea y me acuesta en la cama. El aire sale de la manta esponjosa y mi cabello se desordena. West se cierne sobre mí, pero nuestros cuerpos siguen sin tocarse. Su rodilla reposa entre mis piernas. Mi mano tiembla cuando acarició la suave piel de su rostro. West es hermoso con sus ojos azules y cabello rubio dorado. Mis dedos exploran sus hombros, brazos. Siempre ha sido fuerte, pero con el entrenamiento sus músculos se han puesto más potentes y refinados. Codiciosa, añoro ver los resultados.

Más audaz de lo que nunca he sido, ignoro el sonrojo que se forma en mi rostro y tiro del borde de su camiseta… y un West mudo acepta feliz. Con su camiseta arriba y sobre su cabeza, trazo un camino por el plano de su pecho y estómago; trazando las líneas bien definidas. West cierra los ojos cuando mi toque lo afecta y lo seduce. Mi pulso golpetea hasta el punto en que me tiembla el cuerpo. Sé lo que quiero y el coraje de decirlo me evade hasta que West lleva mis manos a su boca. Sus labios se presionan contra mi palma y dejo salir las palabras—: Sueño contigo por las noches. Con esto. —Yo también. —Suelta mi mano y me acerco más, sosteniendo los brazos en el aire. West agarra el dobladillo de mi camiseta y suavemente sube el material mientras deja besos calientes por mi estómago, entre medio de mis pechos y en mi cuello. Su cuerpo está ardiendo y lo que amo es el golpeteo de su corazón contra mi piel. —Te amo —dice. La adrenalina nerviosa entra en mi sangre. Lo amo. Amo su fuerza, su tenacidad, su lealtad, e incluso su impulsividad. Pero estoy aterrada de cómo esas dos palabras dichas en voz alta cambiaran todo. Cubre mi cuerpo con el suyo, de modo que nuestros corazones están en sintonía, y la emoción con la que he estado peleando se apodera de mí y nunca me ha gustado el sentimiento de perder el control. Mi labio tiembla y una lágrima caliente se escapa y baja por mi mejilla. West la atrapa con un beso. —Somos fuertes juntos, Haley. Más fuerte que separados. —No me siento fuerte —susurro. —Entonces seré lo bastante fuerte por los dos. Mis dedos se clavan en sus hombros y me agarro a él. —Te amo. West captura mis labios y la intensidad del abrazo desencadena toda línea de pensamientos. Nuestras manos están en todos lados: tocando y explorando. Las suyas en mi cuerpo. Las mías en el suyo. Baja una tira de mi sostén, luego otra. Giramos y sus manos están apretadas en mi cabello, mientras nuestras lenguas se deslizan urgentemente contra la otra y, cuando engancho una pierna a su alrededor, giramos de nuevo y mi cuerpo se arquea con la manera en que encajamos. Las manos vagan más abajo y derramando calor por todos lados, susurro su nombre, una vez, luego otra y con unos pocos toques más, él susurra el mío. Los dedos de West se detienen en el botón de mis vaqueros y ambos abrimos los ojos.

Nuestra respiración sale en jadeos. —Quiero que seas mi primera vez. Esto significa algo… hacer el amor significa algo. Por eso no lo he hecho antes. He estado esperándote. Me lamo los labios y asiento, queriendo saber cómo es estar con alguien que me ama y yo también amo. Mis labios rozan los suyos y West desliza el botón por el agujero y el sonido que provoca abrir la cremallera de mis vaqueros es el único ruido en la habitación. Permanecemos en silencio mientras nos miramos el uno al otro. Mis vaqueros están abiertos. Podemos avanzar o retroceder, y aunque estoy terriblemente asustada, no quiero retroceder. Mis dedos encuentran sus pantalones y la gracia de West me elude. Un botón de metal a través de un espacio abierto de tela. Debería ser fácil, simple, sin complicaciones, pero mi dedo falla. Una vez. Dos veces. Con la tercera, siento una herida que el botón hace en la punta de mi dedo. West pone las manos sobre las mías y cierro los ojos, deseando estar muerta. Él no me aleja. En su lugar guía a mis dedos en un movimiento fluido y natural, y su cremallera se abre. Juro por Dios que mi corazón no puede latir más rápido. Con mi sostén y mis vaqueros puestos a medias, no sé qué hacer con la frazada debajo de mí. —¿Tienes frío? —pregunta. Nop. En absoluto. De hecho, estoy en llamas, pero estar desnudo es intimidante. Supongo que tengo más experiencia, pero en realidad... no es así. —¿Te importa? Sacude la cabeza y bajo las mantas nos deshacemos de lo último de nuestra ropa. Yacemos en nuestros costados, enfrentándonos, y West pasa la mano por la curva de mi cuerpo. Sin vergüenza, mira entre el espacio, viendo más que cualquier otra persona. —Eres hermosa. Mi boca se inclina hacia arriba y West me acerca a él. Nos quedamos ahí por un tiempo, disfrutando la calidez y el nuevo sentimiento de sentirse al lado del otro. Le echo un par de miradas y sé que él sabe que estoy satisfaciendo la curiosidad con pequeños vistazos, pero aun así... es raro y estimulante. —¿Podemos...? ¿Puedes apagar las luces? —Porque aunque West es asombroso, hay una intimidad que prefiero en la oscuridad. La amabilidad en sus ojos casi elimina el rastro de rubor en mis mejillas. Apaga la televisión, sale de la cama y me muerdo el labio mientras veo su trasero desnudo y la manera en que los músculos de sus hombros se mueven cuando cruza la habitación.

Con un toque al interruptor, la oscuridad envuelve la habitación y le toma un segundo a mis ojos volver a ajustarse. Pequeñas luces brillan de sus aparatos electrónicos y del resplandor del baño medio abierto, por lo que puedo ver lo suficiente. Los pies de West caminan por la alfombra para regresar a mí. La cama se hunde y su calor me alcanza antes que su cuerpo. Somos lentos en volver al nerviosismo, a la inexperiencia que me hace olvidar que estoy desnuda y que West está desnudo y que estamos compartiendo algo tan íntimo, tan intenso... Él se aleja y murmura una maldición. El aire frío choca contra mi cuerpo y el pánico tensa mis músculos. Repito los segundos anteriores, buscando qué hice mal. —¿Qué pasa? Se apoya en la almohada y subo la sábana sobre mis pechos. — ¿West? —No tengo un condón. Parpadeo. No tiene un... —Pero creí que todos los chicos... — Supongo que no es así. Se frota los ojos. —Te lo dije. Yo no tengo sexo. —Oh. —El aturdimiento invade mi voz—. ¿Así que aún me quieres? Me mira por el rabillo del ojo y gesticula hacia abajo. —Obviamente. Me río nerviosamente, luego paro, sintiéndome aliviada y de alguna manera... frustrada. Como cuando despierto de un sueño en el que beso a West y no lo encuentro en mi cama. —No lo haré sin un condón. —Yo tampoco. —Rueda a una posición sentada y agarra los vaqueros—. Entonces conseguiremos uno. No sé por qué, pero eso me asusta. Estiro la mano y agarro la suya. —Quédate. —Pero... Le aprieto los dedos. —Quédate. Podemos hacer... otras... cosas... Sólo quédate. No quiero ir a una tienda y comprarlos porque entonces no es... el momento... este momento... West permanece en silencio un momento, y luego asiente. —De acuerdo. Respiro en alivio. —De acuerdo. Se desliza de vuelta a mi lado y besa mis labios. —Pero compraré algunos. —Está bien. —Me quedo sin aliento otra vez cuando sus manos retoman la exploración.

—Lo digo enserio —dice. —Te creo en un cien por ciento. —Y con unas pocas caricias más, nos perdemos. Hay una construcción de sensaciones y emociones que conducen a un infierno. Nuestros cuerpos se deslizan en una red intrincada y, si me dieran la oportunidad, no quiero escapar. Me sujeto más fuerte y también lo hace West. Jadeamos y luego desaparece el mundo entero, dejándonos solo a nosotros. Colapsamos en el otro; con los músculos débiles y mentes a la deriva. Nuestros brazos y piernas están enredados y West me abraza contra su cuerpo. Envuelve un brazo protectoramente sobre mí. Mi mejilla descansa contra su pecho y los latidos de su corazón se escuchan de manera constante en mi oído. Lo amo. De verdad. West besa la cima de mi cabeza mientras sus manos trazan patrones sin sentido en mi espalda. —Te amo, Haley —susurra—. Te amo.

West Traducido por perpi27 Corregido por Cotesyta

Me quedo mirando la boleta de calificaciones que recibí en el primer período. No importa cuántas veces la desdoble, las letras nunca cambian: muchos ―notable‖. La sonrisa, una vez más, se extiende por mi cara, independientemente de la ira que se ha estado cociendo a fuego lento dentro de mí desde la noche del sábado. Suena la campana para el almuerzo y Haley se levanta. Sacude su pelo castaño claro sobre el hombro y, por unos segundos, estoy de vuelta en la cama con ella y juro que siento ese pelo sedoso deslizándose contra mi pecho desnudo. —Vas a borrar la tinta. Entonces nadie va a creerte —dice. Doblo de nuevo el papel y lo meto en mi cuaderno. Haley ha conocido mis demonios, incluyendo las notas, y me ama de todos modos. Su brazo se mueve junto al mío mientras nos movemos por el pasillo lleno de gente para ir a almorzar. Disfruto de la satisfecha inclinación de sus labios cuando mi mano se une con la suya. Es lunes. El sábado por la noche cambió todo para nosotros; nos hizo mejores, nos hizo más fuertes. —Es increíble lo que sucede cuando estudias —se burla de nuevo. —O asistes a clases. —Esta tarde, voy a clavar mi boleta de calificaciones en la puerta de la oficina de papa. —Pensé que hoy deberíamos saltarnos el almuerzo. —Pestañea y su expresión sexy casi me desconcentra. Casi. —Tengo hambre. Aprieta los labios —Tengo algunos pretzels en mi mochila. —Tengo mucha hambre. Haley se para en seco junto a la entrada de la cafetería y su agarre se aprieta. Con la esperanza de que ella siga, camino hacia adelante hasta

que mi brazo se estira por completo detrás de mí. Cuando me volteo, ella ha perdido la ternura. —No lo hagas, West. —¿Qué no haga qué? —Los dos sabemos que en la cafetería voy a ir por Matt. El segundo en que el sábado dejé a Haley en la esquina, cerca de la casa de su tío, porque no podemos vernos juntos desde su ultimátum, he pensado en este momento. La ira se ha construido y cocido lentamente y estoy condenadamente listo para que se desborde. Haley no me va a dar los detalles, pero Matt la golpeó y ya no voy a dejar que se comporten como si ella fuera un animalito atropellado, su familia incluida. dice.

—Recuerdas cuando te dije que te dejas llevar por tus emociones — —Sí. —Bueno, esto es lo que estás haciendo. —Haley, esta es la premeditación en su mejor momento.

—No se trata de cuánto tiempo pienses en ello, sino de la emoción. La ira no te a va a llevar a ninguna parte. Retiro lo dicho. La ira va a hacer que te maten. —Echa un vistazo alrededor de la cafetería. Sintiendo la ira vibrando de mí, la gente nos ve como curiosos en un accidente de tráfico—. Puedo detenerte —dice simplemente. Miro profundamente a sus ojos oscuros y niego con la cabeza. —No me humillarías así. —Esto es una locura —sisea—. Tendrás suerte de dar un golpe antes de que los guardias de seguridad te tiren abajo y a los dos los suspendan de la escuela. ¿Recuerdas la política de no tolerancia? No importa quién golpea primero, los dos serán suspendidos. plan.

Una fiera dentro de mí crea una sonrisa en mi cara. —Tengo un

—Ah, diablos, ¿en serio? —Haley arroja su mochila al suelo como si estuviera tirando la toalla. Reglas de gimnasio de Matt: no puedes entrenar durante una semana si te suspenden por pelearte en la escuela—. ¿Cuándo va a entender tu cabeza dura que no vale la pena pelear por mí? —Sí, lo vales. Y sabes que esto no va a terminar en golpes. La verdadera lucha será en unas semanas en la jaula. Haley cambia a modo de shock con su rostro empalidecido. —No, West. No te atrevas a desafiarlo. Tienes una mejor oportunidad en contra de Conner.

—No quiero pelear contra Conner. Quiero a Matt y quiero que lo suspendan de su gimnasio. —Tienes una oportunidad decente de estar de pie después de tres rounds con Conner, pero si vas tras Matt, esto se va a convertir en algo emocional. ¿Cómo vas a mantenerte concentrado en la jaula cuando Matt te irrite? ¿Cuándo me insulte? ¿Cuándo me llame zorra? El hijo de puta estará muerto si se dirige allí. —Voy a estar bien. —¿Cuándo vas a aprender? Esto no es un concurso de hombre rudo donde los chicos se golpean el pecho y luego ven quien golpea más fuerte. Este es el último partido de ajedrez. Sí, tienes que ser fuerte y tener habilidades, pero muchas veces gana el hombre más inteligente. —Entonces, no debería ser un problema. Matt es un idiota. —Él ha entrenado, es una máquina, y eso es lo que necesito que seas. Sin ninguna emoción. Cuando te grito para que veas algo o hagas cierta combinación, necesito que lo hagas. Tienes que estar centrado y buscar esas oportunidades. No que estés enojado y en busca de venganza, porque si te dejas llevar por tus emociones, no encontrarás la venganza. Vas a salir perdiendo. —Todo anotado —digo—. ¿Ya terminamos? Porque tengo una pelea que empezar. —¿Cuándo vas a dejar de actuar a cada impulso? Vas hacer que te maten. —Voy a parar. —Le agarro la mano y trata de apartarla, demasiado enojada conmigo como para dejarme tocarla. Le doy una sonrisa y rueda los ojos, molesta porque pueda desarmarla fácilmente. Levanto su mano a mi boca y beso sus dedos—. Después de arreglar esto con él. —Eres como amar a alguien condenado a la pena de muerte. —Pero me amas. —Le suelto la mano y camino sigilosamente a la esquina. Matt coloca su bandeja en un lugar al final de la mesa y se ríe mientras le dice algo a sus amigos. Su hermanito delincuente, Conner, se sienta a su lado izquierdo. No más juegos. Es hora de que llamemos a esta lucha por lo que es: una guerra. Matt levanta la cabeza rápidamente cuando agarro su bandeja y la hago caer de la mesa. La bandeja, un plato de plástico, dos cuencos y un cartón de leche, rechinan y golpean al suelo. La comida se esparce por todas partes. —Es mi culpa —le digo—, debo haber tropezado. —Él es sólo mío. Matt se pone en pie, así como el resto de su pandilla, pero antes de que pueda imponerse, lo agarro del cuello y lo estrello contra la pared. —Si

miras, hablas o tocas a Haley otra vez, te mato. Quieres golpear a alguien, golpéame a mí. ¿Lo entiendes? Una sombra oscurece su rostro y se da cuenta de que yo sé. El puño de Matt vuela a mi cara y mi guardia se levanta y puedo bloquear el golpe. Mi puñetazo contraataca inmediatamente. Las camisetas púrpuras están en todas partes cuando los guardias de seguridad de la escuela nos golpean. Matt se lanza hacia mí. —¡Estás muerto, Young! —¡Adelante! Señala mientras los guardias de seguridad lo jalan hacia atrás. — Somos tú y yo en la jaula. ¡Tú y yo! Me relajo, por lo que los guardias de seguridad aflojan su agarre. Misión cumplida.

Haley Traducido por Verito Corregido por Laurita PI

Cortar las verduras se transforma en un movimiento repetitivo. El chisporroteo de la carne en la cocina es el sonido que amortigua el ruido de la sala de estar y me impide volverme loca. Por el rabillo del ojo, veo a Jax golpetearse el brazo al ritmo del heavy metal y darle una mirada de muerte al suelo. —Puedo ayudarte a cortar los vegetales. Corto, corto, corto. Las cebollas en la tabla de cortar se transforman en pedacitos. —Es mejor si te mantenemos alejado de los objetos filosos. —Cierto. Fue lindo lo que hizo tu chico en el almuerzo de hoy. Encontré una pizca de respeto por él. Suspiro ruidosamente. West fue suspendido por el resto del día por su estúpida estrategia con Matt. —Ahora peleará con Matt. Jax gruñe. —Como si no lo hubiese hecho de todos modos. —¿Crees que West estará listo? —Porque entrené, Jax y Kaden han mantenido su parte del acuerdo y me han ayudado a entrenar a West. Jax ha trabajado con él en boxeo y Kaden en ataque. Tiene esa mirada pensativa de búho de nuevo. —No lo sé. Quizás. Tiene talento bruto, pero es sólo... bruto. Además tiene un temperamento muy malo. Tienes que decirle que lo controle. —Se lo he dicho. —Entonces hazlo otra vez. La voz de mi tío se eleva. —... la metedura de pata más grande del planeta... —La mamá de Jax canturrea un himno de iglesia más fuerte desde su santuario de siempre en la habitación. Está arreglando algo... otra vez. Pongo más aceite en la sartén, para que el siseo del freidor disimule el sonido de mi tío regañando a mi primo más joven por entrar a la casa con suciedad en sus zapatillas.

—Puede incendiarse si haces eso —dice Jax. Nuestros ojos se encuentran y una chispa insensata de esperanza se remueve en mi interior y la parte triste es que el mismo delirio arde en los ojos de Jax. —La Cruz Roja da refugio a las personas se les quema la casa. — Vuelvo a las verduras—. Cuando son pequeños desastres, a menudo dan habitaciones de hotel. A veces, varias habitaciones, dependiendo del tamaño de la familia. —Interesante. Lo tendré en mente. Cuanto más tiempo paso en esta casa, me vuelvo más loca. El aura de mi tío está incrustada en la pintura de las paredes, en una fina capa sobre el suelo, colgando del techo. Se esconde, consume y digiere. A veces me encuentro deseando que se ahogue mientras come, se duerma al volante o simplemente muera de repente. Lanzo la cebolla en el aceite caliente. —Creo que me estoy convirtiendo en malvada. bien.

—Es la casa. Si sobrevivimos hasta la graduación, todo va a estar

Mamá entra a la cocina con Maggie en su cadera. La música resuena desde los auriculares puestos en las orejas de mi hermana. Aunque tiene ocho años, se aferra a mi madre como una niña pequeña. No es inmadura, está asustada del mal. Debería sentir miedo, en vez de estar entumecida como yo. Mi mamá deja a Maggie en una silla. —¿Has visto a tu padre? —En sus vaqueros y camisa negra de Roadhouse, está a segundos de irse para comenzar su segundo trabajo. Luego de mi aceptación a la Universidad de Kentucky, él se ha vuelto un fantasma. Una cosa más que he jodido. —Probablemente sigue en la biblioteca. Papá está tratando de encontrar un trabajo. Mamá toma una respiración como si fuese a hablar, luego se detiene antes de deslizar un papel y lápices frente a mi hermana. —Cuida a Maggie mientras no estoy, por favor. Jax toma un pedazo de papa cruda. —Con mi vida. —Será suficiente con que se aseguren de que no escuche los gritos, coma la cena y vaya a la cama. Espero que ninguno de ustedes sea reducido a un sacrificio humano. Jax se ríe. —Sólo digo. —Eres un buen chico. —Le da un golpecito a Jax en el hombro—. Y uno de los favoritos de papá.

Jax pone la papa frita en su boca y se ensancha la sonrisa en su rostro. Mamá besa su mejilla, la mía, luego la de Maggie y sale por la puerta. De alguna manera, la habitación pierde calor. —Sabes que he visto a tu padre un par de veces camino al centro comercial. La cuchilla en mi mano se detiene. —Probablemente pierde el tiempo antes de que aparezca el bus. —Podría estar yendo al bar. Corto brutalmente otra patata. —¿Lo has visto ahí? Se queda en silencio mientras la hoja de la cuchilla golpea la madera con cada golpe. así.

—No tenemos dinero para eso —digo—. Y papá no bebe. Al menos no —La cerveza es barata en el bar. Suelto el cuchillo y me volteo a Jax. —Mi padre no se rendiría así.

—No soy el enemigo. —Alza a mi hermana, quien nos mira con los ojos bien abiertos—. Vamos, Mags. Escondámonos en el sótano.

West Traducido por Janira Corregido por Alexa Colton

El director me suspendió por el resto del día, porque golpeé a Matt contra una pared. Sonrío. Por eso me hubieran expulsado de Worthington. En el desayunador de la cocina de mi madre, apilo otra capa de jamón y parto el pan. Haley ha estado molestándome con mi peso. Amenazándome con horas en un sauna envuelto en plástico si no dejo de comer basura con muchas calorías. Tengo que perder dos kilos y el jamón no me matará. El sándwich se derrite en mi boca. Después del torneo, comeré todo lo que vea. Tengo treinta minutos antes de dirigirme al gimnasio para un entrenamiento nocturno con Jax y Kaden. Haley tiene la noche libre para ver a su hermanita. El ruido de las ruedas hace que me detenga. Rachel llegó a casa ayer y me las he arreglado para evitarla. Echo un vistazo a la puerta trasera, con el sándwich todavía en mi mano, pero ella es rápida en su silla de ruedas y no podría salir sin que lo note. Entra en la cocina y nuestros ojos se encuentran. Mi garganta se contrae y tengo que forzarme a tragar la comida. No dice nada mientras avanza más allá de Cambio mi peso y ella intenta hacer malabares para Sus movimientos se vuelven decididos y sus ojos ruedas. Doy un paso hacia ella y chasquea los hacerlo.

mí hacia la nevera. poder abrir la puerta. se estrechan en sus dientes. —Yo puedo

Retrocedo y alzo las manos. Todo en mi interior se retuerce cuando mueve la silla hacia delante, hacia atrás y hacia adelante otra vez hasta que por fin puede abrir la maldita puerta. Su mirada cae a la derecha y mi corazón se hunde cuando baja la cabeza. El ama de llaves se olvidó de guardar bebidas en los estantes inferiores. Joder.

Cierra la puerta del refrigerador y gira hacia las ventanas. Rachel parpadea rápidamente mientras mira hacia la cochera. Esa construcción era su hogar. Cada vez que se sentía frustrada, furiosa o sola, iba ahí y jugueteaba con su auto. Además del hecho de que ya no puede conducir y que su amado Mustang se convirtió en pan tostado en el accidente, Rachel sólo puede tocar un capó cerrado. Perdió su hogar. —Lo siento —digo. —Ya es bastante malo haber perdido la capacidad de caminar o pararme pero, ¿tengo que perderte también a ti? El piso cruje y, Rachel y yo giramos nuestras cabezas para ver a papá de pie en la puerta de la cocina. Se aclara la garganta y hace señas para que lo siga. —West. Un millón de palabras se forman en mi mente. Rachel no me perderá. La amo. Cortaría mis propias piernas y se las daría si eso significara que volvería a caminar. Pero no digo nada porque soy un idiota. En su lugar, abro el refrigerador, cojo una soda de dieta y la dejo sobre la mesa. Papá ya está en su escritorio de madera de caoba cuando entro en su oficina y me siento en la silla del frente. La mesa detrás de él está llena de fotos de nuestra familia. La mayoría son de mamá y su hija fallecida, Colleen. La fotografía de mi padre y yo, metida en un marco de veinte por veinticinco centímetros es mi favorita. Tenía ocho años en la foto y creía que mi padre era rudo. Lleva una camisa de botones blanca sin corbata. Su chaqueta está colgada en el respaldo de la silla; una indicación de que acaba de llegar a casa. Termina de escribir en su portátil y luego se centra en mí. —Llamó tu consejero y me habló de la pelea. Preparado para esto, empaqué desde el momento en que entré por la puerta. Tengo tres bolsos llenos listos para irme y un fajo de dinero en efectivo gracias a mi trabajo en el bar. —¿Quieres contarme lo que pasó? —¿Qué? —Dime por qué te metiste en la pelea. Papá no me ha preguntado por qué he hecho algo desde mi segunda suspensión en octavo grado. —El chico lastimó a Haley. —Haley es tu novia. —Es una pregunta dicha como una afirmación. —Sí.

Mete la mano en una carpeta y saca la boleta de calificaciones que martillé en la puerta de su oficina. —Pudiste habérmelo entregado a mí. —Sí, pude. —Pero clavar la boleta de calificaciones llenas de notable en su puerta era su equivalente a un golpe. La suspensión grita que soy un fracaso, mientras que la boleta es mi ―jódete‖ para él. Papá aprieta los labios y mira su escritorio. Conozco esa mirada. Está a segundos de perder la paciencia y lanzar el discurso de ―eres una decepción‖. Me muevo hasta el final de mi silla, listo para irme. —¿Es posible que podamos hablar? —pregunta. —Sabes que me suspendieron ¿verdad? ¿Aun así tienes ganas de compartir un buen momento? —No recuerdo la última vez que tuvimos una conversación. Mis ojos parpadean de nuevo a nuestra fotografía, y papá sigue mi mirada. —No ha pasado tanto tiempo —dice. Sí, lo ha hecho, pero me relajo en mi asiento. Lo admitiré, estoy desarmado y todavía cauteloso. Nunca ha dado señales de paz, pero no me extrañaría que me traicionara. —Hablemos. —Bien. Hablemos. —Papá golpetea con sus dedos. Trato de recordar la última conversación que tuvimos sin que se convirtiera en un festival de portazos. Miro otra vez la foto. Hicimos una casa para pájaros juntos para un proyecto de la escuela, el mismo día usé por primera vez un martillo y un clavo. —Arreglo cosas —digo—. En un bar. Es mi trabajo y soy bueno en eso. —Sé lo que has estado haciendo. En el bar, en la escuela y en el gimnasio. Por dentro tiemblo de cólera. La única señal externa es la mueca en mis labios. —Me seguiste. —Eres mi hijo y te fuiste de casa. ¿Qué esperabas que hiciera? —Me echaste y esperé que vinieras por mí. No que me dejaras vivir en un auto por dos semanas. —Las palabras se me escapan y me muevo, inmediatamente deseando poder retirar lo dicho. Cuando era niño me preguntaba si las manos de papá eran una bola de cristal con todas las respuestas, por la forma en que se perdía en ellas cuando me paraba en medio de la habitación esperando cualquier castigo por mis crímenes. Ahora sé que no hay magia… y simplemente lo miro. —Quería que me preguntaras si podías volver a casa —dice al final.

—No lo hubiese hecho. —Habría vivido en un coche por siempre en lugar de arrastrarme ante él. —Lo sé —murmura, y luego se aclara la garganta—. Y no creo que hubieses vuelto a casa, incluso si iba a buscarte. Odié usar a tu madre como excusa para forzarte a volver, pero no creí que volvieras de otra manera. Era obvio cuando no regresaste ese fin de semana que tratabas de demostrar algo y sé cómo eres cuando estás decidido. Si me hubiera preguntado... No, si hubiera suplicado, habría vuelto a casa, pero pedir no es su estilo y el arrastrarme no es el mío. Quizás papá tiene razón. Tal vez me propuse a demostrar algo. —¿Sabes lo que veo cuando te miro? —pregunta. —¿Un fracasado? ¿Un perdedor? ¿Una decepción? —Si lo digo primero, sus palabras no duelen tanto. —A mí. —Papá desabrocha la parte superior de su camisa—. Cada vez que te miro, me veo a mí y es un reflejo que no me gusta mirar. Jesucristo. Me inclino hacia delante y froto mi cara con las manos. Durante años nos hemos hecho pedazos el uno al otro. Así es como nos comunicamos, con miradas y palabras de odio. ¿Cómo diablos se supone que debo responder a esto? Mi cabeza da vueltas como si hubiese sido noqueado. —Me recuerdas a mí —dice—. Sobre todo a tu edad. Creí que tu abuelo iba a echarme antes de graduarme de la secundaria. Ni él ni sus padres mencionaron esto antes. Papá, en mi cabeza, siempre ha sido terriblemente perfecto. —¿Qué le impidió hacerlo? —Tu abuela. —Su mirada se vuelve distante y lo mismo ocurre con su sonrisa—. Al igual que tu madre me hubiera detenido si no estuviera tan absorta con Rachel. Todavía está enojada conmigo por echarte. Me masajeo el cuello. Los músculos se contraen allí, creando la sensación de asfixia. —¿Tú lo arruinaste? ¿Cuándo tenías mi edad? —Lo estropeé entonces... y lo estropeé ahora. ¿Se está disculpando? Miro por encima del hombro para ver si mamá está allí, diciéndole lo que debe hacer. La puerta está cerrada y sólo estamos nosotros dos. —¿Cuánto lo jodiste? —Más que tú. —Agarra la boleta de calificaciones—. Nunca obtuve sólo notable. Nunca trabajé voluntariamente ni mantuve un trabajo y nunca encontré algo en que concentrarme, como tú... ¿Cuándo fue la última vez que estuviste con alguno de tus viejos amigos? Me encojo de hombros. —Hace tiempo —Pasas mucho tiempo en el gimnasio.

—Sí. Papá desliza un folleto de equipos de última generación para un gimnasio en casa. —Rachel pasará la mayor parte de su tiempo en terapia física, así que convertiré la sala de estar en su propio gimnasio y contrataré a alguien que supervise personalmente su recuperación. Mientras investigaba, encontré esto. Creí que te gustaría elegir algunas piezas. Tengo la misma confusión inducida por la heroína como cuando hablo con Abby y caigo por el agujero del conejo. —Gracias, pero me gusta el gimnasio. —A tu madre le gustaría verte más en casa, ya que lo más probable es que te vayas a la universidad en el otoño y... y a mí también. —¿Recibiste un golpe en la cabeza recientemente? —Extiendo el brazo izquierdo—. ¿Dolores punzantes en este brazo acompañados de dolor en el pecho? ¿El entumecimiento en un lado de la cara? ¿Nuevos medicamentos o simplemente estás incursionando en las metanfetaminas recreativas? Papá se ríe y sus oscuros ojos brillan. Ha mirado así un centenar de veces a mis hermanos, pero nunca a mí. Jódeme ¿Eso es orgullo? —He hablado con la administración de Worthington. Puedes regresar a la escuela y hablé con la oficina de admisiones de la Universidad de Louisville. Están dispuestos a revisar su solicitud. Quedo boquiabierto. Respiro un par de veces. —Sabes que fui suspendido por pelear, ¿no? —Sí. Pero en las últimas semanas, ha sucedido algo dentro de ti. Algo que no ocurría en mi interior hasta que estuve en mis veinte. Estás volviendo a la vida y quiero ser parte de ello. Espera... —¿Veinte? Pensé que mamá y tú se conocieron en su primer año de universidad. —Era una de aquellas historias americanas de amor. Los ojos de papá destellan hacia los míos y vuelvo a caer en mi asiento. —Mentiste. Mueve el cuello y su silencio confirma la verdad. —¿Siquiera la conociste en la universidad? —No —responde—. Sé de lo que estoy hablando y no quiero que repitas mis errores. Déjame ayudarte. Durante los últimos dos meses, todo fue sombrío y oscuro pero ahora cambió. Fui un estúpido. Tomé decisiones estúpidas. Tenía un futuro que desperdicié de buena gana. Luego descubrí el hambre y la soledad y mi única salvación fue Haley.

Haley. —Me quedaré en Eastwick y me graduaré allí. Su expresión decae. —Worthington es una de las mejores escuelas del estado. Un diploma suyo te abrirá innumerables puertas en el futuro. Eastwick no tiene nada que ofrecerte. Tiene a Haley. —Me quedaré ahí. —¿Tienes miedo de no poder tener las mismas notas en Worthington? Esfuérzate para tenerlas igual. El problema siempre estuvo en ti, ahora estás motivado por fin. Tengo la piel de gallina como si estuviera siendo acorralado en un callejón oscuro. —Estoy motivado en Eastwick. Me gusta y me quedaré allí. —¿Esto es por la chica? Levanto la barbilla. —¿Te refieres a Haley? —Te envié a una situación en la que podrías haber tomado todas las decisiones incorrectas y en su lugar, encontraste una manera de arreglártelas. Si nos parecemos el uno al otro, sigue mi consejo. Este es un período de luna de miel. Lo harás bien al principio, pero luego te hundirás bajo las malas influencias. Estás motivado. Vamos a llevarte de nuevo a donde perteneces y evitar que retrocedas. —No voy a retroceder. —Haley es la razón por la que soy medio decente. —Desde mi punto de vista, la pelea de hoy en la escuela es el comienzo del retroceso. —Si nos parecemos tanto... si hay más de tu historia con mamá de lo que dices, entonces entenderás que tengo una razón para no retroceder. —Te lo digo por experiencia, una chica puede ser tu ruina. Puedo cambiar tu camino, pero no siempre de la manera en la que piensas. ¿Qué demonios? El celular de papá suena y se rasca la cabeza cuando ve el mensaje. —Resumiré esto. Quiero que vuelvas a Worthington. Trabajaremos para conseguir que entres a la Universidad de Louisville. Deja el trabajo en el bar y te encontraré un puesto conmigo. El equipo del gimnasio estará aquí al final de la semana. Puedes comenzar a ejercitarte en casa. Me endurezco como una estatua. —No voy a renunciar a mi vida. —Esa no es tu vida. Regresas a casa después de pasar dos meses conociéndote a ti mismo. Lo estás haciendo bien por ahora, pero la gente de la que te rodeas causará daños mayores. Eres capaz de más. Lo sé y ahora lo sabes tú. Tu cuerpo está aquí, pero no has regresado a casa

mentalmente. Querías que te lo pidiera, pues te lo que estoy pidiendo. Vuelve a casa. Disfruta de todo lo que puedo ofrecerte. Internamente grito mientras mis entrañas se desgarran en dos. Este momento... es lo que he ansiado desde hace años. Oír a mi papá decir que está orgulloso de que sea su hijo, pero la idea de que para mantener su aprobación, tengo que alejarme de una vida que me gusta... me detiene. —Lo siento. No puedo. Tengo que ir a Eastwick. Necesito el gimnasio. Necesito… —A Haley —acaba por mí—. No la necesitas. Entiendo que pienses que sí, pero no la necesitas. Las cosas entre ustedes acabarán mal. Créeme. —Haley y yo estaremos bien. Además, ella me necesita. La estoy ayudando con una beca. —Despedí a su padre —dice sencillamente—. He tenido mis ojos en ti desde que no viniste a casa ese viernes en la noche. Sé dónde vive y sé quién es. Sé lo que ha perdido. Lo sé todo, pero ¿sabe ella que mis decisiones crearon su pesadilla? Reaparece el miedo que me impidió besar a Haley la noche que estuve en su habitación. —No. —También sé que pelearas dentro de dos semanas —continúa—. Lo siento, pero no permitiré que pelees. Ya perdí a Collen. Después de todo lo que ha pasado en los dos últimos meses con Rachel, no puedo correr el riesgo. Tu madre no soportaría algo más. Yo no soportaría nada más. —Tengo dieciocho años —mi voz suena lejana, como si comprendiera lo que me dice—, no necesito tu permiso para pelear. —No, no lo necesitas. Pero creo que necesitarías esperar para tomar una decisión hasta considerar lo que estoy a punto de ofrecerte. Si te alejas de las peleas, si regresas a casa y dejas a Haley y esta nueva vida, le daré lo que no puede su padre. Le pagaré la universidad.

Haley Traducido por Janira Corregido por Alexa Colton

Salgo por la puerta trasera con una bolsa llena de basura en la mano y miro hacia las nubes grises. Estuvo soleado por días, pero se supone que habrá tormenta esta noche. Pequeñas gotas de agua caen en mis brazos, pero no me importa. Prefiero estar mojada que dentro. Aparte del hecho de que West fue suspendido de la escuela por pegarle a Matt, hoy fue un buen día. Terminé los trámites para la beca y mis profesores permitieron que me saltara las clases para poder trabajar en el vídeo en el laboratorio de computación. Ahora todo lo que necesito para terminar es la pelea entre Matt y West. Que West ganara sería un final asombroso, pero no me esperanzo porque eso es cosa de cuento de hadas. Esta es la realidad y he construido todas mis premisas en entrenar a un luchador con algunas técnicas con la esperanza de que pueda escucharlas durante la pelea y el último round. La máxima ironía: mi ventaja es que sé cómo pelea Matt y le enseñé a West cómo utilizar las debilidades de Matt en su contra. Le di la mejor munición que tengo. El resto, por desgracia, depende de él. —He estado esperándote. —Matt dobla la esquina de la casa y salto del susto. Mi instinto es tirarle la basura y correr hacia adentro, pero huir no es mucho mejor. Lanzo la basura al bote y limpio la llovizna acumulada en mi frente. Debo evitarlo, pero he terminado de huir. Terminé de ser una cobarde. — ¿Qué deseas? Matt frota una gota de su ojo antes de meter las dos manos en sus bolsillos. —Estamos a dos semanas de la pelea. ¿Has pensado en mi propuesta? —Estoy con West ahora. Nosotros terminamos, Matt. —¿Sabías que es un Young? —pregunta.

Maldigo internamente. West temía que la gente conozca sus raíces, temía que el dinero de su familia complique las cosas. Sabíamos que la verdad tarde o temprano saldría a la luz. —Sé el apellido de mi novio. —No, Haley. Él es uno de los Young. Mierda. —No tiene dinero. Su papá se lo quitó. —No me importa una mierda el dinero. Me importas tú. —Él es bueno para mí. —Yo fui bueno para ti pero lo arruiné una vez. Me pregunto si le guardarás rencor como a mí. La lluvia aumenta y golpea contra el auto de mi tío. El aire es cálido, pero las gotas son frías. Me estremezco. —¿Irás al grano antes de que me ahogue? —Sabes que mi papá también fue despedido como el tuyo ¿verdad? Asiento. Mi papá trabajaba en la oficina. El suyo en la planta. Afortunadamente para Matt, su papá encontró trabajo en otra planta local. —Los Young son la razón por la cual nuestros padres perdieron sus trabajos. Ellos son los que compraron la empresa y luego enviaron las plantas a México. Pregúntele a tu novio por cuánto tiempo te lo ha ocultado.

West Traducido por Mary Corregido por LizzyAvett’

Una luz azulada ilumina desde la cama de Rachel y me congelo en su puerta. Es tarde y debe estar dormida. Las ropas que tomé prestada para Haley están en mis manos. Las cortinas se mueven y, con un clic, se enciende la lámpara junto a la mesa de noche de Rachel. Con su cabeza apoyada contra una pila de almohadas y las mantas puestas hasta su pecho, entrecierra los ojos contra la luz. —¿Estás bien? Me deslizo dentro del cuarto y cierro la puerta detrás de mí. Mamá duerme tensamente, atenta a cualquier sonido en caso de que Rachel deba necesitarla. —Esperaba escabullirme y traer de vuelta tus ropas. —Espera. Necesito pruebas. Ethan no va a creerme. —Levanta el teléfono en su mano y toma una foto—. No vi venir todo esto del travesti. Quizás debí. Eres muy lindo para ser un chico. Sonrío, olvidando cuánto amo su sarcástico sentido del humor. — Lamento despertarte. —Ya estaba despierta. —Su teléfono suena y una sonrisa tonta se sitúa en sus labios mientras lee el mensaje. Escribe una respuesta y luego me mira tímidamente—. Es Isaiah. Mis patrones de sueño están locos por lo que él… —sus mejillas se tornan rojas—… me hace compañía. Isaiah, el chico que no ha dejado el lado de mi hermana y camina por la escuela como un zombi. El chico que va a cada cita de fisioterapia individual y sigue cada regla que han creado mis padres. El chico que la ama. Justo como yo amo a Haley. —¿Lo amas? —Sí. —La respuesta es rápida. Antes del accidente, me hubiera tirado sobre su cama y metido con algún elemento rompible en su cuarto para hacerla enojar, no esconderme cerca de la puerta. Perdí ese derecho el día que me metí en este cuarto y tomé el dinero que ella necesitaba. —Lo siento. Lo que te pasó… es mi culpa.

Todas las advertencias de Haley sobre los últimos meses explotan en mi cabeza: actúo sin pensar, soy impulsivo y mi impulsividad no sólo me hiere a mí, sino también a las personas que amo. Hirió a Rachel y ahora está hiriendo a Haley. Imprudentemente, me deslicé en la vida de Haley, reaccionando cada vez, creyendo que sabía más, pero la verdad es que soy un idiota. Una vez, ella me preguntó si nosotros no éramos nada más que acciones ante las reacciones —indefensos ante nuestro propio destino. Es cierto. Reacciono y lo pagan otros. —Hice esto —le digo a Rachel—. Soy la razón por lo cual… —Y mis ojos se cierran de golpe por el ardor. —West. —El dolor en su tono raspa en la herida ya punzante—. Tienes que venir aquí, porque yo no puedo ir a ti. El impulso es irme —correr los más lejos posible— pero he acabado con los impulsos. Estoy haciendo lo que se siente bien. Todo el mundo me ha dicho que mi hermana me necesitaba, pero fui demasiado egoísta para escuchar. Estaba demasiado preocupado por el dolor. Me deslizo en el piso, apoyando la espalda contra su mesita de noche, no porque mi hermana me necesite, sino porque soy un bastardo y la necesito. Necesito mucho a mi hermana y los pasados dos meses sin ella me han llevado casi al límite. Rachel descansa la mano en una almohada y extiende el brazo. Sin mirarla, tomo su mano. —No es tu culpa —dice. Los músculos en mi cara tiran hacia abajo. —Sí, lo es. —No lo es. —No puedes caminar —espeto y siento su mano apretarse en la mía—. Robé tu dinero y ahora no puedes caminar y no hay nada que pueda hacer para repararlo. —Inhalo una respiración entrecortada y la náusea se apodera de mi tráquea—. Lo siento, Rachel. Lo siento, joder. Ella jala mi mano y, como una casa de cartas, me derrumbo. Herí a Rachel y estoy a punto de herir a Haley. ¿Cuándo dejaré de pagar por todas mis pecados pasados? ¿Cuántas cosas que amo perderé a cambio de todo el dolor que he causado? —Yo no lloro —digo. No lo hago. Los hombres no lloran, maldita sea, pero cuando Rachel toca la cima de mi cabeza, me desmorono. —Lo sé —responde. Sin embargo, nos quedamos así hasta que Rachel me aprieta la mano y yo finalmente le respondo el apretón. Intentando recuperar mi orgullo, me siento y limpio mi cara. —Si pudiera reparar esto, lo haría. Si no hubiera robado el dinero…

—Si te hubiese dicho a ti, Ethan, mamá o papá sobre el problema en que estaba… si Gavin nunca hubiese jugado… si Colleen nunca hubiera tenido cáncer… eso ya no importa. Nada de eso. Liberarás esto por favor, porque no puedo llevar más carga. —Quiero que seas feliz. —Lo sé. Quiero lo mismo para ti… voy a caminar de nuevo. Trato de apartar mi mano, pero ella la retiene. —Hablo en serio. Voy a caminar otra vez y te quiero ahí cuando lo haga. —Está bien —digo sólo para apaciguarla. Uno de nosotros merece un final feliz. —Promete que estarás ahí —dice. —Lo prometo. Me sacude la mano otra vez, y, después de que regreso el gesto, ambos las soltamos. Estamos en silencio y agradezco tener la oportunidad de sentarme con ella de nuevo. Mañana habrá demasiadas conversaciones horribles. Me parece bien el silencio está noche. —Los ―y si‖ —comienza Rachel. Conozco los ―y si‖… me los he preguntado toda mi vida. —Sí. —Si Collen nunca hubiera tenido cáncer, Ethan, tú y yo nunca hubiésemos estado vivos. —Sí. —Es un pensamiento horrible. Saber que estás vivo debido a que murió alguien más. —Así es. —Y digo lo que pienso cada día y lo que ella necesita escuchar—: Pero aun así estoy feliz de estar aquí. Baja la mirada hacia mí. —Yo también. Asiento y la travesura centellea en sus ojos azules. —Entonces, ¿por qué tienes mis ropas? Y para tu información, te verías mejor con un cuello V. Dios, he extrañado a mi hermana. —Haley necesitaba algo para cambiarse durante este fin de semana. —Abby me contó sobre ella. ¿Así que es cierto? ¿Mi infame hermano que usaba a las chicas ha sido domesticado? Espera, aún no respondas. — Desliza el dedo frenéticamente sobre el teléfono y presiona una aplicación que graba—. De acuerdo, contesta.

—Sí. —Su entusiasmo es contagioso y sonrió a mi pesar—. Ella te habría gustado. —¿Gustado? —Cierra la aplicación y su sonrisa decae—. ¿Por qué en tiempo pasado? No quiero que sea así. Quiero que Haley y yo seamos para siempre. —Papá le dará una beca si la dejo. —No, West… Le lanzo una mirada mordaz. —No me des lecciones a menos que vayas a decir que no harías todo lo que esté en tu poder para conceder los sueños de Isaiah. Papá le dará a Haley lo que yo no puedo. Lo que el mundo no le dará. Rachel se acomoda en la cama y mira hacia sus piernas inmóviles. —Escapé de ustedes y terminé en un accidente de auto que me dejó así. Ir a la carrera esa noche salvó la vida de Isaiah. Si tuviera la oportunidad, lo haría todo de nuevo. —Ves. —No, no lo veo. No es lo mismo porque Isaiah me quiere y yo lo quiero a él. ¿Haley no cuenta? —Haley es muy sacrificada para pensarlo bien. —Quiero seguir con ella, pero si la dejo, significa que tendrá un futuro. Me levanto y me dirijo a la puerta a pesar de que el dolor que emana de mi pecho está a punto de doblarme. —No hagas nada estúpido —dice Rachel. —No, no es estúpido. —Sólo desgarrador.

Haley Traducido por Vanessa Farrow Corregido por Paltonika

En la escuela, me paro bajo la cornisa y miro el estacionamiento. Mis dedos voltean las páginas de mi libro como barajando cartas de un naipe. El movimiento y el sonido de las páginas al moverse me tranquilizan. No pude dormir en toda la noche, mientras meditaba sobre la misma pregunta una y otra vez. ¿Lo sabe West? La adrenalina golpea mi torrente sanguíneo cuando su camioneta se detiene en el estacionamiento. Llega temprano, lo cual es bueno, pero también extraño. Una fina niebla flota en el aire y las gotitas brillan en el coche cuando aparca bajo una farola. No puedo ver su cara más allá de las ventanas oscuras. No puedo ver el interior. Cierro los ojos e inhalo, tratando de calmar el terror en mis venas. ¿Y si eso es todo lo que ha sido West? Bello en el exterior, pero oculto en el interior. No. Trago y abro los ojos. West me ama. Esto va a estar bien. Sale de la camioneta y todo mi cuerpo se balancea hacia atrás. Las náuseas suben por mi garganta y giro la cabeza, esperando la oleada de arcadas. Por favor, que esto sea un error. Está terriblemente guapo mientras se dirige hacia mí. Una corbata negra cuelga del cuello y se destaca contra la nueva camisa blanca abotonada. Los pantalones de vestir negros le encajan como si estuvieran hechos a la medida y el cabello dorado está peinado con gel y estilo. Es sereno, perfecto y hermoso, pero no es mi West. Juro por Dios que me pellizco para comprobar si estoy soñando. Lo que está en frente de mí tiene que ser un producto de mis temores, una pesadilla. La punzada de dolor en mi brazo no se compara con el corte en mi corazón. West mete las manos en los bolsillos cuando se detiene a treinta centímetros de distancia. Nos miramos el uno al otro… yo como si nunca lo hubiera visto antes. —¿Por qué estás vestido así?

—Voy a volver a Worthington. De hecho, voy a volver a todo. ¿Todo? —¿Qué significa eso? West examina el edificio de la escuela, los automóviles, los otros estudiantes que giran las cabezas como búhos, con el fin de observar nuestra confrontación. —No pertenezco aquí. Nunca lo he hecho. Es hora de que deje de comportarme como alguien que no soy y regrese a mi mundo. Una nueva oleada de ira me invade rápidamente; estoy cabreada conmigo misma por amarlo. —Dilo de una vez. —Mira, la suspensión me hizo repensar todo. Cuando anoche llegué a casa, esperaba que mi papá me echara de nuevo y no lo hizo. Hablamos, me hizo regresar a Worthington y me convenció de que a pesar de que volví, no me encontraba en casa verdaderamente. Tiene razón. Tengo que estar en casa. Es hora de que sea un Young de nuevo. Haley, yo te amaba. Lo hice, pero hemos seguido nuestros caminos. —¿Hemos seguido nuestros caminos? —Cierro la boca con fuerza. Un millón de pensamientos chocan en mi mente... Un millar de emociones. La urgencia es preguntarle por qué, convencerlo de quedarse, preguntarle si me amó de verdad alguna vez, pero las palabras que se me escapan causan tanto dolor que me balanceo cuando las digo—. Fui sólo otra chica. —No. Nunca. —Da un paso hacia mí y mi brazo sale volando como una advertencia. West se balancea y yo levanto la barbilla. —¿Me estás dejando? Es posible que el dolor ablande sus ojos azules, pero no lo creo. Debe ser la compasión. Me usó y ahora se compadece de mí. —¿Me estás dejando? —Mis músculos se contraen con cada palabra. Doy la bienvenida a la ira. Anhelo la ira, porque es mucho mejor que el sufrimiento—. ¿Te alejas de mí y la lucha? Asiente y aparta la mirada. Mis ojos arden con lágrimas. Soy una estúpida. Tan, tan estúpida. —¿Sabías quién era yo? ¿Sabías que tu padre es la razón por la que hemos perdido todo? West apenas me mira a los ojos y la respuesta es tan silenciosa que casi me la pierdo. —Sí. Me muevo con el impacto de las palabras, como si fuera un golpe físico, pero, como me han enseñado, me recupero y entro en su espacio. Inclinando la cabeza, no le doy espacio para concentrarse en nada más que yo. —No me habría importado si me lo hubieras dicho, pero esto... Volteo la corbata antes de presionar mis dos manos contra el pecho y empujarlo. West se tambalea y no es por mi fuerza, sino porque cede. — Esto no lo puedo perdonar. Supongo que no valía la pena luchar por mí.

Sin darle la oportunidad de responder, giro y desaparezco en una multitud de estudiantes que salen de los autobuses. Me tiembla el labio inferior y lucho con las lágrimas. Camino rápido en la escuela y cuando las primeras cascadas de lágrimas calientes se deslizan por mi cara, corro al baño más cercano. Las chicas parlotean, pero las ignoro mientras me meto en el último lugar. Con la puerta cerrada, me deslizo por la pared y siento como si el suelo debajo de mí colapsara en un agujero negro. Absorbo el aire, pero nada entra en los pulmones y luego contengo la respiración para detener el llanto, pero viene de todas formas, retorciendo mi cuerpo como si estuviera teniendo convulsiones. Lo he perdido todo... Mi casa, mi familia, mi esperanza, a West. No queda ningún lugar al que ir. No hay más planes de respaldo... Ya no hay lucha.

West Traducido por Mary Corregido por Juli

Me cambio a unos pantalones vaqueros y una camiseta antes de dirigirme al bar. El código de vestimenta de la escuela privada haría que una multitud de trabajadores enojados y despedidos me den una paliza. Aunque eso no parece ser tan mala idea. Podría doler menos que el recuerdo de no sólo romper mi corazón, sino herir el de la única chica que alguna vez he amado: Haley. Un par de chicos juegan póquer en una mesa en la esquina. Es triste que me haya encariñado con el hedor agrio de la cerveza derramada. Como siempre, Denny se cierne sobre una computadora portátil cerca del extremo de la barra. —Llegas tarde. Worthington comienza una hora más tarde que las escuelas públicas. Miro alrededor. Me mata cuánto orgullo he tirado en el vertedero. Las mesas y sillas que reparé, el montaje de los parlantes, la madera de la barra. Por fin encontré algo en lo que soy talentoso y todo se va por el desagüe. Tomo aire para evitar que se cierren mis puños. Ya no reacciono. Pienso y le doy a Haley lo que necesita. —Gracias por la oportunidad, pero voy a renunciar. Los músculos de mi jefe se ondulan mientras se endereza. Denny es la persona más peculiar que he conocido: un gran hombre que alimenta a una traficante callejera y le da un trabajo a alguien sin hogar. —Después de todo, te arrastraste de vuelta a papi. Pensé que te habían crecido unas malditas bolas. Nunca le dije que era un chico rico. —Estás hablando de mierda que no sabes. Cruza los brazos sobre el pecho. —Hablo de mierda que he conocido desde que tu mamá usaba unos malditos pañales. Sienta tu lamentable culo y espera.

Es como si hubiera estado absorto en un túnel cuando Danny cierra su computador portátil y se dirige dentro de la parte trasera. Todas las vistas y sonidos y olores del bar se desvanecen mientras me hundo en un taburete. Pensamientos cruzan mi mente… los meses de preguntarme por qué mi madre viene aquí… si estaba teniendo una aventura… Abby me dijo que venía a ver a su hermano… y mientras Denny sale de la parte trasera con un libro de recuerdos en sus manos, me enferma el horror de la verdad. —Todavía puedes alejarte. —Abby se escabulle a mi lado y hace algo que nunca ha hecho, toca mi brazo. Lo codea e inclina la cabeza hacia la salida al mismo tiempo—. Está bien no querer saber algunas verdades. Fingir es mucho más fácil. Créeme. Bajo la mirada para encontrar sus ojos. —¿Era una mentira la razón por la qué ella venía aquí? —Mentí —confiesa con una disculpa—. Es lo que hago para sobrevivir y en ocasiones lo hago para ayudar a otros a sobrevivir. Necesito todo el buen Karma que pueda conseguir. La puerta de la entrada se mantiene abierta por una cuña de madera. Podría irme y regresar a mi vieja vida como sugirió papá. Hay demasiadas rutas posibles: dirigirme a la fiesta esta noche donde Mike, llenar el nuevo papeleo para la Universidad de Louisville o quedarme. Irme podría ser dichoso… permanecer en la ignorancia de cosas que no tengo dudas de que me cambiaran. Denny deja el libro de recuerdos sobre la barra y el sonido despierta a los borrachos y a mí. Como un libro de hechizos que contiene cosas mágicas que pueden alterar la historia, mi mano se cierne sobre la portada y las yemas de los dedos apenas rozan el borde. —No hay vuelta atrás después de esto —dice Abby—. No se puede retractar. No hubo vuelta atrás desde el momento en que conocí a Haley. Independientemente de lo que hay en este libro, voy a cambiar para bien. Lo abro y cierro los ojos. Soy yo, es una jodida foto mía. Mi cuerpo convulsiona como si me hubieran disparado múltiples veces. Reabro los ojos ante el sonido de líquido derramándose. Denny llena dos vasos de chupito con Bourbon. Me pasa uno y brinda con el otro. — Por la familia y cualquier mierda que signifique eso. Él toma su chupito. Miro al mío, pensando a medias que la quemazón del bourbon facilitará la información, pero hice mi cama… me río… No, mamá hizo su cama y ahora me tiendo en ella. —Papá dijo que ellos no se conocieron en la universidad. —Pero incluso cuando lo dijo, asumí que papá era el que lo arruinó, no mamá.

—Te dijo eso, ¿no? —Denny ríe como si uno de nosotros hubiese dicho un chiste—. El hombre es increíble. —Mamá dijo que ella se equivocó mucho. —Más que nada cuando se lamenta por Colleen. Mamá se sentaba en una bola en el suelo de la habitación de Colleen y se preguntaba si su muerte era el castigo por crímenes desconocidos de su pasado. Me imaginaba que su peor error fue exceder el límite de velocidad en la autopista. Denny se sirve otro trago. —Ella se equivocó al follarse a un Young y aceptar su proposición de matrimonio sobre la mía. Collen no fue un error, incluso si era biológicamente una Young. Tú tampoco fuiste un error. Tú eras un vistazo de lo que Miriam y yo deberíamos haber tenido. El mundo pierde foco y arranco mi foto como un niño en este jodido bar. —Fui concebido para salvar a Colleen, así que esto es basura. —Esa idea sólo se le ocurrió a tu mamá después de que quedó embarazada. La mitad de los genes tenían que contar, ¿cierto? Tu madre nació y se crió en este vecindario. Ella siempre pensó rápido con el fin de sobrevivir. Excepto cuando ese Young decidió escaparse de sus padres para visitar los barrios bajos en nuestro lado de la cuidad. Ella no podía pensar correctamente cuando apareció él. —¿Se conocieron en un bar? —Este bar. En ese entonces le pertenecía a mi papá. —Sus ojos parpadean a Abby, que permaneció inusualmente silenciosa—. Papá también tenía un hábito de cuidar de aquellos que lo necesitaban. —¿Cuánto tiempo fue la aventura entre mamá y tú? Sonríe. —¿La que tu madre tuvo cuando me engañó con tu padre y quedó embarazada de Colleen, o la noche que tu madre y yo pasamos juntos cuando ella descubrió que el cáncer de tu hermana pasó a cuarta etapa y tu padre recibió una llamada telefónica de negocios después de recibir las noticias? Mamá es de este vecindario. Mamá es de este vecindario y su novio era el chico parado enfrente de mí. Papá dijo que se volvió salvaje cuando era más joven. Supongo que aquí es donde terminó. En este bar, conquistó a mi madre y crearon a Colleen. Entonces se casaron y nos mintieron. Ellos mintieron. Mintieron porque todo con los Young se trata de la apariencia. Cuando la vida se puso complicada, después de que mis padres construyeron un matrimonio con tres niños, colapsaron bajo el peso de una niña enferma y mi madre vino aquí… a Denny… Retornó a lo que conocía y me creó.

—Parece que él no es mi padre. —Te dio lo que yo no pude. —Denny extiende los brazos—. Estás mirando mi palacio. Grita guardería, ¿no es así? Meto la foto en mi bolsillo trasero. —No jodas conmigo. Sé que ella viene aquí el tercer viernes de cada mes. Abby se acerca y voltea el álbum a la mitad y hay más fotos de mí. — Viene a traerle fotos. Él renunció a los derechos por eso. —¿Por qué no las envía? —insisto—. Te visita porque siguen involucrados. Denny sacude la cabeza. —Si yo renunciaba a ti, tu madre debía aparecer aquí una vez al mes y enfrentar la decisión que tomó. Ella tenía que verme a los ojos, sabiendo que me rechazó. Lo que tuvimos Miriam y yo, no continuó. Incluso después de la noche que pasamos juntos, todavía le pertenecía a tu padre. Eso nunca estuvo en duda. ¿Qué era lo que la forzaba a enfrentar? ¿Qué yo no estaba en su vida o que ella no quería? Pero la pregunta quedó sin formular. —Aquí está la verdad. —Cierra el álbum—. Tus padres se equivocaron y yo también. Éramos jóvenes y no sabíamos quién demonios éramos. Te he visto cambiar por los últimos dos meses. Puedes volver a esa enorme casa e interpretar a la marioneta para los Young justo como hicieron tus padres o puedes romper la cadena y tomar tus propias decisiones. Salto del taburete y luego lo pateo del camino mientras me paro en su espacio. El taburete se sacude y choca contra el suelo. —No sabes a lo qué me enfrento. —Si se trata de los Young, contiene control y dinero. Un pequeño consejo paternal: una vez que empiezas por ese camino, es como entrar en un jardín salvaje. Es hermoso hasta que te desgarran las vides. Tu madre era una persona diferente. Solía estar llena de vida. Aborrezco la compasión que fluye de los ojos de Abby y de repente entiendo por qué odia eso. —¿Por qué diablos te escucho? Me abandonaste. —Es curioso —dice Deny—, cómo aun así terminaste aquí. El chico que entró aquí hace dos meses pensando que ser un hombre significa desafiar a cada imbécil en la cuadra. Dime, ¿eres el mismo chico estúpido o has descubierto lo que de verdad significa ser un hombre?

Haley Traducido por Mire Corregido por Cotesyta

El cielo se abrió por fin y estalló en una lluvia. Mi cabello se pega a mi cara y mi camisa se aferra a mi cuerpo cuando entro a la casa de mi tío. Me estremezco contra la combinación de la calidez de la casa y las frías gotas de lluvia que se deslizan por mis brazos. Mis dedos van detrás de mi talón para quitarme mi zapato, pero me detengo cuando mamá entra a la sala con el teléfono presionado a su oreja. Su cara está blanca y sus dedos tiemblan. —¿Si escucha algo de él, me lo informará? —pregunta. Todo va mal. La casa se encuentra en silencio. Mi tío no domina el mundo desde su silla. Mis primos pequeños no se empujan unos a otros contra la pared. Maggie no está dibujando en el suelo—. Muy bien, gracias. —Apaga el teléfono y me mira—. Pensé que irías al gimnasio después de la escuela. Lucho contra las lágrimas automáticas con la mención de todo lo relacionado con West. —He cambiado de opinión. ¿Dónde está Paul? —Tu tía le convenció de irse con ella para ayudarme. Necesito tiempo. Me pone nerviosa la forma en que sus manos tiemblan. —¿Qué anda mal? —Es tu padre. Está desaparecido.

West Traducido por Vanessa Farrow Corregido por Meliizza

Es cerca de la medianoche y cierro la puerta trasera de la cocina. Mi madre se gira. Su celular está apretado a su oído y sus ojos están abiertos e hinchados. —Él está aquí. Mamá presiona un botón y baja el teléfono. He pasado horas conduciendo, pensando en mi madre: sus pedidos continuos de que use una servilleta en la cena, las miradas cuando uso una gorra hacia atrás en un evento de caridad, enseñando qué tenedor debo usar en una cena, los innumerables nudos de corbatas que deshizo e hizo de nuevo. —Mentiste. —No pensé que Denny te lo diría. —Por dieciocho años pensé que era un fracaso. Pensé que yo era la razón por la que murió Colleen, pero nunca fue así. Su mano se mueve a su corazón. —Dijeron que podría haber una ligera esperanza, así que creí, y le di a tu padre esperanza y fue capaz de ver más allá de mi error y amarte porque ibas a ser nuestra respuesta. Extiendo los brazos. —¡Y entonces me odió una vez que fallé! —Eso no es cierto. —Papá entra en la cocina. Cabello oscuro, ojos oscuros y nada como yo. —¿Es un alivio que no sea tuyo? ¿Debes haber estado muriendo por decírmelo desde cuándo, quinto grado? Papá afloja la corbata apretada a su garganta. —Tú eres mi hijo. Mi hijo. Nunca quise que supieras. Saco la foto de mi bolsillo trasero y la tiro en la isla. —No soy tu hijo. —Al momento en que llego al pasillo, me giro—. Renuncié a Haley por tu culpa. Renuncié a la única persona que significaba algo para mí. Mamá se acerca por detrás a papá y pone una mano en su hombro. No los entiendo. Se hacen daño mutuamente, se traicionan, mienten y engañan y sin embargo, siguen actuando como si estuvieran enamorados.

Papá le cubre la mano con la suya. —Te equivocas sobre Haley. No renunciaste a ella por mí. Lo hiciste para ayudarte a ti. Y para ayudarla a ella. Me río. El hijo de puta ha dicho algo muy cierto. —Claro, pero si no hubieras tratado de controlarme, no habría tenido que hacer frente a una elección entre vivir en el infierno sin ella o ser un imbécil por alejarla de sus sueños. —Vamos a sentarnos —dice—, deja que tu mamá y yo te expliquemos. No me niego. En lugar de ello, me alejo.

Haley Traducido por Annabelle Corregido por xx.MaJo.xx

Jax apunta su linterna hacia mí y levanto las manos para evitar que me deje ciega. —Ya casi es el toque de queda, Haley. Ve a casa. —No i-i-i-r-r-r-e-e. —Mis dientes rechinan muy alto. La lluvia golpea con fuerza el pavimento y hace pozos en la calle. Los tres hemos estado buscando a mi padre durante horas. Lleva dos días sin aparecer. Resulta que papá ha estado quedándose fuera todas las noches en los últimos tres meses. Mamá lo mantuvo en secreto porque siempre aparecía bien temprano cada mañana, y ella lograba dejarlo entrar antes de que mi tío se levantara para ir al trabajo. Esta es la primera vez que ha estado afuera por tanto tiempo. La lluvia primaveral hace descender la temperatura y con la luz de la luna, los tres hacemos una última búsqueda por el vecindario. Jax toma mi mano y me guía debajo del viaducto de la autopista. Un tractor pasa por encima de nosotros y se sacude el hierro y concreto a nuestro alrededor. Kaden se quita su sudadera mojada para exponer la camisa manga larga que lleva debajo. Se quita la camisa seca y me la da. Sacudo la cabeza diciéndole que no lo necesito mientras me froto los brazos con las manos para luchar contra el frío. —Tómala, Hays, o te desnudaré y te la pondré yo mismo. Ambos se giran mientras me quito el material húmedo y me pongo la camisa cálida y casi seca de Kaden. Envuelvo las mangas hacia arriba y deseo estar debajo de una pila de cobijas secas. —Terminé. Me miran de nuevo y Kaden grita por encima del rugido de la lluvia. —¡Ahora vete a casa! Ojalá pudiera. —¡También es mi padre! Jax se acerca más a mí. —Nunca has dormido en la calle. Muy pronto se pondrá jodidamente frío.

—Tres pares de ojos lo encontrarán primero. ¡Están perdiendo el tiempo! ¿Qué tal si está por ahí? ¿Y si le sucedió algo? —Ve a decirle a papá lo que estamos haciendo —dice Jax—. Quizá esta noche nos deje entrar si sabe que estamos buscando a su hermano. Sabes que tu mamá y Maggie están alteradas. Ve con ellas. Te necesitan. Mi mandíbula me duele del constante rechinar de mis dientes. — Están intentando deshacerse de mí. El cabello casi blanco de Jax se encuentra pegado a su rostro. —Te está dando hipotermia y lo menos que necesitamos en este momento es tener que salir corriendo al hospital además de tener que buscar a tu padre. Vete a casa. —¿Qué hay de ustedes? ¿Dónde se quedarán si se pone muy frío? — El último autobús hacia el gimnasio salió hace media hora. —¿Cuándo aprenderás que somos más rudos de lo que parecemos? —Jax me muestra una sonrisa astuta—. Anda. Vete a casa. Sólo quedan minutos antes del toque. Disgustada, camino hacia la lluvia. Un auto viene por el camino y tengo que saltar hacia el césped para evitar convertirme en dos puntos contra la licencia del conductor. Las luces me golpean y retiro la mirada para evitar la claridad, y ahí es cuando veo movimiento en una zanja de la autopista. Mi corazón se acelera y siento el pulso en mis oídos cuando reconozco ese abrigo color tostado. —¡Kaden! ¡Jax! Corro por la quebrada, tropezándome y deslizándome por la colina, y gritando por mi familia de nuevo. Gritan mi nombre como respuesta y sus pasos resuenan detrás de mí. Resplandores de luz rebotan sobre la tierra frente a mí. Cede el suelo saturado de agua y me resbalo hacia atrás. Mis manos vuelan para interrumpir la caída y Jax me atrapa por detrás mientras Kaden sale corriendo junto a mí, y luego se inclina encima de la silueta. —¡Es él! ¡Jax, te necesito! Me estabilizo y Jax salta para ayudar a Kaden a subir a mi padre. Mi cuerpo tiembla y no es de frío, sino de miedo. —¿Se encuentra bien? — Tiene que estar bien. Mi corazón no soportaría otra pérdida. —¡Maldición! —murmura Jax, al agacharse frente a él—. Está borracho. Sin importarme que toda la colina se haya convertido en lodo, colapso sobre mi trasero. Mi padre, el hombre que casi nunca bebe, está borracho y no hay forma de que mi tío permita que alguien que haya tocado alcohol entre a su casa. —Estamos jodidos.

West Traducido por Mire Corregido por Valentine Rose

Me tumbo en la cama y desenfoco mi visión de manera que las cuchillas del ventilador de techo se funden en una. Con mi mano, hago clic en el control remoto de mi equipo de música para encenderlo y apagarlo. No hay ningún sonido. El fantasma de Haley me rodea aquí. Su risa resuena en mi cabeza; los recuerdos de su toque susurran contra mi piel. La casa es demasiado tranquila. Demasiado silenciosa. El impulso es por el sonido, el ruido, la música, el baile y el alcohol, pero no puedo vivir así nunca más. Haley dijo que yo era mejor que eso. Soy mejor. Le dije que valía la pena luchar por ella y, cuando estaba a punto de creerlo, la abandoné. El estallido de agonía por el entumecimiento me hace rodar fuera de la cama y dirigirme hacia la puerta. Haley dijo que el impulso tiene que ver con la emoción, con no pensar. La necesidad de olvidar. Paso las escaleras oscuras y me detengo cuando llego a la puerta de Rachel. La parte inferior de la puerta roza el suelo mientras se abre, y esta vez no hay un resplandor azulado. Tuvo terapia física esta noche y su respiración es ligera. Dormido en una silla al otro lado de la habitación con un ordenador portátil cerrado en su regazo está su gemelo, Ethan. Me deslizo hacia el suelo con mi espalda contra la cama. El silencio aquí es mucho más ensordecedor que en mi habitación, pero lo estoy buscando para llenar el vacío, la cáscara en la que me he convertido. Hay un movimiento y una mano se desliza hacia abajo y toca mi hombro. —Renuncié a ella, Rachel. —Mi voz se quiebra y la desesperación, el dolor que he tratado de enterrar, irrumpe por la superficie—. Renuncié y, ahora mismo, no sé por qué.

La humedad llena mis ojos y golpeo mi puño en el suelo, cabreado. Rachel se mueve hasta el borde de la cama. —Entonces recupérala. —Papá le dará lo que quiere. —Me detengo. A la mierda conmigo. A la mierda él. A la mierda todo esto—. Él no es mi padre. Está en silencio por un segundo, y el suspiro que se escapa de sus labios sale profundamente. —Nos lo dijo mamá. Hay un movimiento al lado mío y mis ojos se abren cuando un atontado Ethan apoya la cabeza contra la cama. —¿Podemos superar la crisis nerviosa, así puedo dormir un poco? —¿Por qué estás aquí? —La misma razón por la que estás tú —dice—. Por la misma razón por la que los tres hacemos cualquier cosa y terminamos juntos. A pesar de que nuestros problemas parecen mucho menos complicados cuando estamos sumergidos en un baño de burbujas en el jacuzzi. No importa quién es tu papá, West, porque los verdaderos Young estamos en este cuarto. Siempre hemos sido los tres contra todos los demás. Por alguna razón, sólo nos ha llevado más tiempo volver a estar juntos. Bajo la cabeza a mis manos y lucho contra la ola de dolor que me ahoga. —No sé quién soy. —Bueno, si podemos opinar, ¿puedes dejar de ser papá? —Ethan —lo regaña Rachel. La ira crece dentro de mí. —¿Qué dijiste? —Él está aquí, Rach, y está pidiendo ayuda. O decimos esto ahora, o perderemos la oportunidad. Ella se recuesta sobre las almohadas, en una aceptación silenciosa. —Estás enojado porque papá te puso en una mala situación con Haley, ¿no? —dice Ethan. Asiento, pero estoy más furioso conmigo mismo. —¿No debería Haley estar enojada contigo por haberle quitado su elección? Para mí, eso es muy parecido a como nos trata papá. —Dices que no sabes quién eres —añade Rachel—, pero la pregunta debe ser… ¿quién quieres ser?

Haley Traducido por perpi27 Corregido por Valentine Rose

Mi tío nos espera en la entrada. Con la luz del pórtico apagada, es más una sombra, pero el mal que vibra de la casa me dice que es él. Está apoyado en el poste metálico que sostiene el tejado y observa como Kaden y Jax arrastran a mi padre semiconsciente hacia la casa. —¿Qué hora es? —pregunta Kaden. —No importa —responde Jax—. El hijo de puta no nos va a dejar entrar a ninguno. Aun así, seguimos adelante. —Es su hermano. Lo va a dejar entrar —digo. Tal vez no a nosotros, pero espero que deje entrar a mi padre—. Le diremos que mi padre está enfermo. —¿Existe una gripe donde apestas a cerveza? —Jax reajusta su agarre sobre mi padre. La lluvia continúa su arremetida y hace casi imposible aferrarse a algo—. Hay una razón por la cual mi padre es un psicótico fanático del control. Su padre se emborrachaba y lo molía a golpes. El trastorno de estrés postraumático no es sólo para soldados. Jax y Kaden se detienen en la calle en frente de la casa y comparten una mirada larga y desesperada. Kaden asiente a la acera, y tanto él como Jax, dejan a papá ahí. —Vigílalo, Hays. Papá se mece y voy rápidamente a su lado para apoyarlo. Escalofríos pasan por mi cuerpo mientras me siento en una corriente de agua que corre hacia la rejilla de la alcantarilla. Papá murmura algo, y no lo puedo oír por el golpeteo de la lluvia contra los tejados y el rugido del agua en los túneles de alcantarillado de abajo. Encima de nosotros, se enciende una vieja farola. La tenue luz titila, creando una iluminación espeluznante. Cierro los ojos mientras la lluvia se derrama sobre mí como una cascada violenta. ¿Cómo fue que terminé aquí? ¿Cómo se salió de control mi vida? —¿Por qué?

Papá levanta la cabeza y las palabras de John hacen eco en mi mente: Ha perdido su lucha. La ira crece dentro de mí y se convierte en una ola gigante que se derrama en la orilla. —¡¿Por qué?! Detrás de mí, Jax y Kaden comienzan a suplicar. Papá se frota la cara con las manos. —No debías encontrarme. Cuando tenía doce años, él luchó su último combate. Su oponente tenía la mitad de su edad, era más fuerte y ágil, pero mi padre tenía la habilidad. Recuerdo haber visto la pelea, retorciendo las manos y con los ojos fijos en mi padre como si mi voluntad fuera suficiente para impulsarlo a ganar. Fue una pelea sangrienta. Dos veces se cayó al suelo. Dos veces volvió a levantarse. Al cabo de cinco rounds, mi padre salió victorioso. Ahora, se encontraba sentado en una alcantarilla. —Tú no bebes. No eres así —susurro. Papá levanta la cabeza hacia el cielo y parpadea como si estuviera derivando hacia la coherencia. —Ya no sé quién soy. Pienso en casa... mi casa... mi cama. Debería estar ahí, tumbada en esa habitación en la esquina en el segundo piso. Cuando llovía, las campanas de viento debajo de mi ventana, en el pórtico, tintineaban y me acurrucaba aún más en la manta, agradecida por el cobijo. Pero no estoy allí. Estoy aquí. Pudriéndome en la alcantarilla junto al padre que me decepcionó. Esta desilusión, esta abrumadora sensación de sentirse decepcionada, no tiene nada que ver con la pérdida de la casa, o los refugios para desamparados o que vivamos en el infierno. —¿Cómo has podido darte por vencido? Me estremezco, pero no de frío sino porque siento como si alguien hubiese muerto; como si mi padre hubiese muerto hace meses, pero acabo de descubrir la verdad. Miro sobre el hombro mientras se acercan los pasos. Jax agarra el brazo de su padre mientras camina sigilosamente en nuestra dirección. — Está enfermo, papá. Deja que Kaden y yo lo metamos a la cama. Mi tío se aleja de Jax, y me inclino hacia mi padre. —Tienes que mentir. Es el toque de queda, y es la única forma en que entraremos. John te está buscando y el último autobús al gimnasio ya se ha ido. Nos hemos quedado sin opciones. Levanta la mano y aparta el pelo empapado de mi cara. —¿Por qué has venido por mí? Deberías estar segura en la cama. Mis dientes castañean audiblemente y el dolor me domina, desarmándome como si me hubieran derribado por de las rodillas. Quiero llorar. Quiero gritar, pero no puedo. Esas son cosas de niños, y ya no soy

una. Soy un adulto persiguiendo a su padre. —Porque no abandono a las personas que amo. No hago lo que me estás haciendo en este momento. —Ayúdame a levantarme. Me levanto y le ofrezco mi mano. La toma y con más esfuerzo de lo debido, se levanta tambaleándose. Mi tío se dirige hacia nosotros. La lluvia ha empapado su camiseta negra. —¿Qué te pasa? —Está enfermo —respondo—. Déjanos llevarlo adentro antes de que se desmaye de nuevo. La mirada que me lanza hace que mi columna vertebral se enderece. —A menos que te hable directamente a ti, mantén tu boca cerrada. Me muerdo el labio para no responderle. Lo odio. Odio cómo me degrada. Odio cómo me hace sentir tan grande como una mota de polvo, y lo que más odio es que le ha hecho lo mismo a mi padre, a Jax, a todo el mundo. Definitivamente hay un infierno, y él está en la lista de espera. Rezo para que mi tío mantenga distancia entre ellos. Tal vez, sólo tal vez, a través de la lluvia, no va a notar el fuerte olor a alcohol. —Me sentí enfermo esta mañana —dice papá—. Y empeoró en el viaje a casa en autobús. Me senté en el asiento junto a la ventana y debo haberme desmayado. Mi tío se acerca y la ansiedad dentro mí aumenta a nuevas alturas. Se mueve hacia adelante, y huele. Cierro los ojos brevemente. Lo sabe. Mi tío lo sabe. —Eres un maldito fracaso. Veo todo con claridad mientras observo a mi tío. ¿Mi padre es un fracaso? Quizá fue derribado, pero no está fuera de combate. Lo he visto levantarse con dificultad, y puede volver a hacerlo. Papá baja la cabeza. —Lo sé. Doy un paso delante de él y agarro su camisa con ambas manos. — ¡No lo eres! —Lo soy. —Su voz se quiebra. —¡Oye! —Doblo mis rodillas, así que soy más pequeña que él en su estado roto—. Eres la persona más fuerte que conozco. Podemos hacer esto. Sólo tienes que volver a pelear. —Déjame ir, Hays. Es mejor si me dejas ir. —Pero… Papá quita mis manos de su camisa y cae al suelo. Mis dedos siguen enroscados en el aire como si todavía me aferrara a él y me doy cuenta

impasiblemente que eso es lo que he estado haciendo durante meses: aferrándome a un cadáver. Me estremezco como si alguien hubiese disparado un rifle de alta potencia en la noche. Hubo un disparo, pero no hay sonido. Sólo la lluvia al golpear contra la calle. Durante meses, mi tío ha estado disparando una bala tras otra en el pecho de mi padre, y él permaneció allí y las recibió hasta que se desangró por completo. Y no soy diferente. He hecho lo mismo. Inclino la cabeza y el mundo gira mientras miro a mi tío. Puede disparar todo lo que quiera porque por fin voy a devolver el disparo. Antes de que el pensamiento racional se ponga al día con la emoción, exploto en la cara de mi tío. —¡Es más hombre de lo que tú puedes llegar a ser! Tú eres patético. Te escondes detrás de las palabras y las amenazas, y cuando te asustas demasiado te conviertes en un niño despreciable y aminoras a aquellos que no pueden protegerse. Si eres tan fuerte y poderoso, entonces golpéame, hijo de puta, porque yo también voy a golpearte. Ni siquiera se encoge por mi proximidad. En su lugar, se convierte en una piedra inexpresiva. —Empaca tu mierda, vete de mi casa y llévate a tu patética familia contigo. Los mareos titubean mi visión y trago las gotas de lluvia mientras trato de respirar. Meses de decirle a West que contuviera su ira y pierdo mi control en el momento crítico equivocado. ¿Qué he hecho? —Lo siento. —Demasiado tarde. Mi tío camina en la hierba y me meto delante de él. —Lo siento. Por favor. Me equivoqué. —Quítate de mi camino antes de que te mueva yo mismo. —Toca a mi hermana y te mataré. —Kaden camina hacia nosotros. Me concentro en el mal frente a mí. El mal que nos da un techo. Que pone la comida en nuestros estómagos. Que nos ofrece protección contra las calles. Él es el mal y un hijo de puta, pero está salvando nuestras vidas. Hay una locura que invade mi cerebro, una locura que se desliza dentro de mi alma. Distorsiona los colores, imágenes y sonidos. El mundo se vuelve gris y frío. Años de lucha, de confianza, años de autoestima se desintegran, se dispersan y caen junto con la lluvia torrencial. Una rodilla cae y se hunde en el fango congelado, luego otra, y frente a la pura demencia, ruego—: Échame. Sólo a mí. Porque no soy nada.

West Traducido por Mary Corregido por Juli

Dejo que ella tome la decisión. Dejo de ser un impulsivo controlador y le concedo la decisión. La misma que posiblemente papá debe haberme dado incontables veces. No es una decisión entre rasgar tu corazón desde la derecha o la izquierda, sino la de controlar mi propio futuro. Cuando salgo de la escuela, hay unas cuantas personas que me levantan las cejas. Ya se debe haber esparcido el rumor de que rompí con Haley y regresé a Worthington. Un auto Plymouth más viejo que mis padres aparece en el camino. Los frenos chillan y el coche se detiene. La puerta del copiloto se abre de golpe y sale Abby. —Gracias a Dios que te creció un puto cerebro. Miro al Plymouth que se sacude del camino. —¿Quién es ese? —Nadie. Estás en problemas. —No me preocupa Denny ahora. He venido a hablar con Haley. —Eso es —dice ella—. Anoche su tío la echó y siguió su familia. Esta mañana los vi empacando en un coche. Su hermanita dijo que se van a California. Golpeo la mano en la pared de hormigón. Joder.

Haley Traducido por Vanessa Farrow Corregido por Pau!!

Doblo la manta que John me dio anoche y la dejo sobre la almohada en la esquina del gimnasio. Mi abuelo canceló las sesiones de hoy por lo que pasó anoche y el gimnasio está inusualmente tranquilo. Jax gruñe cuando lo empujo con el dedo del pie y en vez de despertar, se da la vuelta. —Vamos, Jax. John va a regresar pronto con mis padres. Con un gruñido más fuerte, se sienta y la manta cae. Después de parpadear repetidamente, se pone una camisa. —¿Dónde está Kaden? —Tomando una ducha. —Me desplomo en la lona junto a él y pienso en cuántos años hemos pasado juntos en este lugar. Cuando teníamos seis años, uno de nosotros solía colgarse en una bolsa mientras que el otro lo empujaba como en un columpio. Jax es más que un primo, más que un hermano; es una parte de mí y no estoy segura de cómo puedo vivir mi vida sin él. —¡Voy a extrañarte! —Vete a la mierda. —Golpea su mano en la lona, luego, se frota los ojos—. Sólo vete a la mierda. Mi tío hizo lo que le pedí. Me echó sólo a mí. Lo que no esperaba era que mi hermano y mi primo me pararan de un tirón y Jax escupiera en la cara de su padre. Me fui y ellos se fueron voluntariamente conmigo. Cuando llegamos a lo de John, medios ahogados y desesperados por refugio, reabrió el gimnasio y llamó a mi mamá. Mamá y John tuvieron una larga conversación y el resultado es que él nos va a dar su coche y nos vamos para California… hoy. —No tenías que irte conmigo. —La culpa me consume el estómago porque mi comentario imprudente a mi tío causó que Jax dejara su casa. —Sí, tengo que hacerlo. Debería haberlo dejado hace tiempo. Es tóxico. —Presiona su dedo contra la cabeza—. Él se arrastra dentro, más

allá de tu piel y los músculos y se mete en tu alma. Una vez que está dentro, continúa comiéndote hasta que eres polvo. Ya soy medio-polvo, Haley, y estoy cansado de tratar de mantener lo que queda en su lugar. Pongo la mano sobre la suya. —Te amo. Baja la cabeza y agarra su cabello, causando que los nudillos se pongan blancos. —Voy a extrañarte, joder. Jax salta y golpea una bolsa con su puño mientras se va para las duchas. Curvo hacia abajo la boca y golpeo la cabeza contra la pared. Jax y Kaden se quedan. No sé quién soy sin ellos. Se abre la puerta del gimnasio y entra mi abuelo. Él se dirige a su oficina, pero me lanza una mirada y cambia de dirección. El aire se escapa de mi boca con tal fuerza que se mueve mi pelo. Escapé de las preguntas anoche. Mi suerte, como siempre, se ha agotado. John es lento mientras se desliza hacia abajo para sentarse a mi lado y hace algo muy poco típico de él: me da palmaditas en la rodilla. — Quédate. —La casa rodante es apenas lo suficientemente grande para ti y uno de los muchachos. No tengo idea de cómo vas a apretujar a Jax y Kaden en él. —Por mucho que esto matará a mi madre, Kaden no vendrá. Su vida está aquí, con el gimnasio. Ya no sé a dónde pertenezco. —Nos las arreglaremos. Está la cama, dos literas y el suelo una vez que lo limpie. No estoy seguro de si Jax se sentiría cómodo en un colchón después de tanto tiempo. Compruebo para ver si me está tomando el pelo, pero no lo hace. — ¿Por qué te tiene miedo mi tío? —Una vez, cuando Jax era niño y nos encontrábamos en tu antigua casa, lo vi agarrarlo por el brazo. —John agarra sus bíceps—. Le dejó una gran marca. No le dije nada entonces, pero esa noche le pagué con una pequeña visita. No es de extrañar que mi tío y él tuvieran una charla. John es un defensor de mantener las peleas en el gimnasio. —¿Qué le dijiste? No puedo imaginar ni una palabra que yo podría haber dicho para hacerle cambiar de opinión. John se rasca la barba en el mentón. —Le di una paliza. Me ahogo con mi propia saliva. —¿Qué? —Le di una paliza. Luego le dije que si le volvía a levantar un dedo a alguno de sus hijos, llamaría a la policía y los dejaría mirar mientras lo golpeaba de nuevo y entonces podrían detenernos a los dos. —Maldita sea.

—Sip. Pero nunca pude detenerlo con las palabras. —Jax es un buen tipo gracias a ti —le digo. —Tu primo no tiene mucho y va a matarlo el que te vayas. —No puedo quedarme. —Esperaba que al entrenar a West, volverías a encontrar tu pelea. —Mi pelea ya no existe. —Eres demasiado joven para eso, Haley. Echa un vistazo a tu padre. ¿Quieres ser eso? Podríamos culpar a lo que pasó con Matt, pero aun así te quedaba algo de lucha. Cuando mentiste sobre lo que pasó con Conner para salvar a Jax y Kaden, pensé que tal vez te hallabas en el camino correcto. Vuelvo la cabeza cuando el secreto profundo y oscuro que luché para proteger rueda fuera de su lengua. —¿Cómo lo sabes? —Jax y Kaden supieron en el momento en que llegaste a casa sin los medicamentos que fuiste asaltada y que Conner tuvo algo que ver con ello. Aparte, también sabían que podrías patearle el trasero. Me río, aunque no sé el motivo. Matt nunca se inmutó ante el supuesto de que West fuera lo suficientemente fuerte como para enfrentar a Conner, pero yo no. Entrené a Matt. Salí con él. Uno pensaría que él lo habría sabido. John continúa—: Le dije a Jax y Kaden que te dejaran pelear tus propias peleas. Con Matt, Conner y tu tío, con quien sea. A menos que pidas ayuda. Pensé que si tenías que pelear en algún área de tu vida, sería demostrándote cuán fuerte eres, o al menos enseñarte cómo confiar en nosotros. Aunque quisiéramos, no podríamos ayudarte a menos que nos dejes tú. Pienso en conocer a West, discutir con él, enseñarle a pelear. —Casi funcionó. —No tiene que ser casi. Quédate, Haley. Siempre has tenido corazón. Sólo tienes que empezar a seguirlo a él en vez de a tu cabeza. Resoplo. He estado tratando de convencer a West de lo contrario. El recuerdo causa dolor. Dios, perdí al hombre que amaba. Lo amaba. Lo amaba tanto y él se alejó en el momento en que su padre chasqueó los dedos. No podría haberme amado. —Mamá me necesita. —Y hasta anoche, he sido capaz de fingir que la verdad no existe—. Papá es un desastre. —Tienes dieciocho años. Llega un momento en el que tienes que empezar a tomar tus propias decisiones sobre tu vida. No puedes controlar a tu padre y no puedes ayudar a tu madre. Ellos lo lograrán o no.

—¿Qué pasa con Maggie? —Crié a tu madre. Ella se encargará de Maggie y, confía en mí, tu tía abuela también mantendrá a raya a Maggie. La vieja bruja es muy mala para morir. John se rasca la frente y nunca he visto un gesto tan inseguro de él. —¿Qué? —Espero que no sea malo. Ya estoy en caída libre y no tengo ganas de golpear unas cuantas piedras en el camino hacia abajo. —Al llegar a California, debes hablar con alguien. —¿Hablar? —Sí. —Ondea la mano en el aire—. Una profesional, como la señora Collins. Eh... no. —No necesito… —No —me interrumpe—. Algo te pasó y por mucho que lo intenté, no pude arreglarlo. Si tienes que irte, vete, pero no sigas viviendo una vida a medias. Mamá asoma la cabeza en el gimnasio. —¿Puedes echarme una mano, papá? John se levanta y mamá me sonríe. No es una sonrisa tranquilizadora. Es de las que dice que ella desea poder tranquilizarme. — Trae a tu hermano y tu primo. Quiero despedirme y ponerme en camino. Asiento. Eso describe mi vida, nada más que despedidas...

West Traducido por Mire Corregido por A. Mabasi.

Con Abby en el asiento de pasajero, me abro paso por las calles del parque industrial a cien kilómetros por hora y piso los frenos cuando llegamos al último almacén. Lanzo el coche en el aparcamiento y estoy fuera con las llaves aún en el encendido. John sale de su caravana. —Escuché que le rompiste el corazón a mi nieta. —¿Dónde está? —Se ha ido. Se fue con su madre y su padre a California hace media hora. Me habla, pero mi espalda ya está vuelta hacia él. Golpeo la puerta de mi coche y los neumáticos chillan mientras salgo y piso el acelerador. Abby se agarra a la consola. —¿Qué estás haciendo? —Vamos tras Haley. —Esa fue una señal de pare. ¿Qué demonios? Ve más despacio. ¡Ve más despacio! ¡West, mierda, detente! Piso los frenos y somos lanzados hacia adelante ante el semáforo en rojo. —Tenemos que alcanzarla. Tengo que darle la opción. No debí tratar de controlar su vida. —¿Notaste a Kaden de pie en la entrada del gimnasio? Parpadeo. —No. ¿Crees que John mintió? ¿Crees que todavía está ahí? Abby se estira y pone el coche en posición de estacionamiento. —Se ha ido, West. Haley hizo su elección.

Haley Traducido por Mary Corregido por A. Mabasi

Es nuestro segundo día en la carretera y nos dirigimos despacio a California porque el coche de John amenaza constantemente con una combustión espontánea. Aparte de nosotros, sólo Maggie está emocionada por mudarse con la promesa de playas y olas y todo los nuggets de pollo que pueda comer. Desearía poder estar emocionada por los nuggets de pollo. Desearía poder estar emocionada por cualquier cosa. Para darle un tiempo de descanso al coche después de presionarlo por más de tres mil doscientos kilómetros, nos detenemos en el medio de la nada en Missouri para dejar que Maggie escale en el más largo fardo de heno conocido por el hombre. Se ríe en la distancia y yo vago dentro/fuera del mercado de pulga asociado a la estación de gas. Mi padre se sienta en la acera y observa distraídamente a Maggie y las tierras de cultivo. Es una sensación extraña y adormecedora cada vez que lo veo —como si él hubiese muerto dos días atrás y estuviera en la funeraria mirando a la caparazón vacía de un cuerpo. En la esquina de la acera, un comerciante cuelga un saco de boxeo del techo sobresaliente de la acera. Mis dedos susurran contra el vinilo y el hombre lo nota. —Conseguí esto esta mañana. ¿Tienes un hermano o novio que pueda estar interesado? Me apoyo en mi talón y lanzo una patada trasera seguida por un codazo a la ―tripa‖. El techo de madera cruje mientras se balancea el saco. Lo cojo con ambas manos y miro al vendedor. —No, no tengo. En vez de fruncir el ceño, como espero, esboza una sonrisa de medio diente. —Eres buena. —Gracias. —El orgullo en mi interior se abre paso a través del entumecimiento.

—Mi nieto ve artes marciales mixtas. Hace un par de semanas me dijo que vio a dos mujeres peleando y no podía creerlo. Sin embargo, no era esa disciplina. ¿Era algo más? —¿Muay Thai? —Así es. ¿Tú peleas? —Antes. El anciano se sienta en una silla de jardín deteriorada que cruje bajo su cuerpo frágil. Su piel tiene la consistencia del cuero, por pasar demasiados días en el sol. —Qué lástima. Cierto. Es una lástima. —¿Por qué te detuviste? La pregunta me atrapa con la guardia baja, y debido a que no lo conozco y no le debo una explicación, me marcho y termino en el parachoques del auto al lado de mamá. Ella grita, incitando a Maggie mientras mi hermana lucha por llegar a la cima. —No cree poder hacerlo —dice mamá. Sonrío, recordando como casi me derrota un par de meses atrás en las barras de mono. —Maggie puede. Tiene mucha fuerza en la parte superior de su cuerpo. Los brazos de Maggie se sacuden visiblemente, pero permanece ahí. Pensando en lo asombroso que se sentirá dentro de mí al ver esa sonrisa victoriosa en su rostro cuando alcance la cima, deseo silenciosamente que ella cave más profundo y encuentre el último impulso de energía. Uno de nosotros necesita lograr un objetivo. Cuando casi alcanza la cima de la bola de heno, baja la cabeza. Me dirijo hacia ella. No. Casi está ahí. —¡Sigue adelante, Maggie! —No puedo —grita. Puede. Tiene. Uno de nosotros tiene que poder. Me dirijo hacia el campo, corriendo sobre el suelo húmedo y observando mientras ella aprieta sus dedos en el heno. —Ya casi estás ahí. ¡Sólo sigue! Llego a la bola. Sus zapatillas cuelgan cerca de mi cabeza. Podría poner la mano cerca de su pie y empujarla hacia arriba, pero este abrumador impulso interior me dice que si Maggie va a estar orgullosa, necesita hacerlo por su cuenta. Necesita saber que es capaz. —Atrápame —exclama Maggie. —¡No! —grito y odio lo severo que sale, pero necesita escucharlo—. Casi estás ahí. Clava tus pies, impúlsate con tus piernas y elévate. —Haley…

—Hazlo, Mag. Murmura algo que seguro es un insulto en mi dirección, luego tantea en el heno hasta que descubre un punto de apoyo y entonces trepa el resto del camino. El sol distorsiona mi visión y doy un paso atrás, protegiéndome los ojos, pero el momento en que la diviso parada en la cima con los brazos en el aire; río. Aplaudo. Grito. Lo hizo… Ella lo hizo, y luego se forman las lágrimas. Me inclino un poco como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. Lo hizo. Mi hermana se impulsó hacia adelante y lo hizo. Giro, buscando a mi mamá, cuando veo el saco de boxeo. ¿Por qué dejé de luchar? ¿Por qué me alejé de lo único que me trajo alegría? Se mi viene a la mente mi tío, al igual que nombres como Matt, Conner, Kaden y Jax, pero luego todo se pierde en una maraña porque al final, ¿qué hicieron ellos que tenga que ver con mi habilidad para luchar y conmigo? —No lo sé —murmuro para mí misma. —¿No sabes qué? —pregunta mi madre cuando se une a nosotras en la bola. Está sonriendo. Sonriendo de verdad y disfrutando la breve muestra de la victoria de Maggie. —Dejé de luchar —susurro y la sonrisa de mi madre tambalea mientras inclina la cabeza para entender mis palabras. Como si estuviera llamándome a casa, tropiezo con el saco colgando del techo. El anciano se fue y, detrás de mí, puedo sentir la mirada de mis padres. Mi hermana todavía se ríe en la distancia por su éxito. Mi pulgar acaricia el saco como si estuviera saludando a un amigo perdido hace mucho tiempo. Durante tres rounds de tres minutos, me concedían el regalo de concentrarme en una única cosa y era lo único que me trajo un sentido de orgullo y un sentido de satisfacción... un sentido de ser yo misma. He pasado mi vida entera idolatrando a mi padre. Ha sido este dios en la cima de la montaña a la que siempre he tratado de escalar con el fin de ser parte de su gloria. Pero mi padre no es un dios; es un hombre y un hombre, en todo caso, es falible. Mi padre dejó de moverse hacia adelante y en mi esfuerzo por llevarlo, también perdí mi camino. Olvidándome de todo lo demás y sus problemas y expectativas… si aclaro mi mente y miro profundamente en mi interior, sé quién soy y de lo qué soy capaz. Con un arranque de energía, alzo mi guardia y lanzo una combinación: dos golpes, una cruzada y patada baja. El momento en que mi espinilla conecta con el saco, cierro los ojos mientras me invade una

sensación de hogar. El saco vuela alto en el aire y esta vez dejo que se balancee mientras la sonrisa estira mi cara. —Todavía soy una luchadora.

West Traducido por Mary Corregido por Itxi

Dos días y la vida ha vuelto a la normalidad. Asisto a la mejor escuela, tengo las mejores oportunidades, los amigos más ricos, se reabrieron las cuentas de la tarjeta de crédito, una casa ostentosa y toda la comida que puedo comer. Eso es lo que mis padres quieren como mi normalidad, pero nunca he sentido tanto como si viviera en una tierra desconocida como ahora. Es viernes y ya que regresé a lo normal, eso significa una noche de cena familiar. He evitado a mis padres y ellos me han dado mi espacio. Esta noche, por alguna razón, se siente inevitable. Llego al último peldaño de la escalera y suena el timbre. Abro y descubro al novio de Rachel, Isaiah, parado con las manos metidas en los bolsillos. El chico no ha cambiado: cabeza rapada, aretes y tatuajes en sus brazos. —Un poco temprano, ¿no crees? —Me retracto; él ha cambiado, y lo demuestra esa quemadura en el brazo de cuando salvó a Rachel del accidente. Rachel dijo que ella lo salvó a él y él la salvó a ella. Supongo que se salvaron mutuamente. —Nop. —Isaiah viene todos los días, pero normalmente aparece después de la cena. —Viene para la cena. —Las ruedas de Rachel resuenan contra el suelo mientras sale de la recién creada sala de entrenamiento. Con unos vaqueros nuevos y un suéter, balancea la puerta abierta del frente con una sonrisa enorme de ―voy a ver al chico que amo‖—. ¡Hola! El chico ―no te metas conmigo‖ le responde con la misma sonrisa. — ¡Hola! Asiento a Isaiah para que entre y cierro la puerta detrás de nosotros. —¿Saben de esto mamá y papá? Un destello cruza por sus ojos. —No, pero vas a ayudarme, ¿cierto?

Isaiah cruza los brazos sobre el pecho y su mirada demuestra que él no tiene la misma fe en mí que tiene Rachel. Y no debería. No he hecho nada más que tratarlo mal desde que ha estado cerca de mi hermana. Extiendo la mano hacia él. —No puedo prometer que será lindo. De hecho, puedo garantizarte que será el equivalente a usar un suéter en el infierno. Isaiah evalúa mi brazo extendido, luego se encuentra con mi mirada antes de aceptarme la mano. —No esperaba nada diferente. —Ves —dice Rachel detrás de mí mientras me dirijo al comedor—, él ha cambiado. Me río. Eso es correcto. He cambiado. Mi corazón se detiene. ¿Lo he hecho? Me giro e Isaiah agarra la silla de Rachel para evitar que me choque. En un segundo, me pongo de rodillas delante de ella. —¿Crees que soy diferente al que era antes? —¿Qué? —¿Soy la misma persona? ¿Crees que soy diferente? —No. Sí. Espera. No eres la misma persona. Es decir, lo eres, pero diferente. Nada de esto suena correcto. Me pongo de pie. —Tengo que irme. —Espera. —Rachel me agarra la mano—. Sé que has estado evitando a mamá y papá, pero la cena no será tan mala. Invité a Isaiah esta noche por eso. Ellos no mencionarán la cosa biológica con él aquí. Él gruñe. —Gracias. Rachel lo despacha con un gesto de la mano. —Es como matar dos pájaros de un tiro. Será tan incómodo que inhalaremos nuestra comida y huiremos. —Gracias. Otra vez —dice él. —Tengo que llegar a la lucha —le digo a ella. —West… —Es como si me estuviera preparando para la inminente noticia de una muerte—. Haley se ha ido. —Sí, se ha ido, pero aun así vale la pena luchar por ella. Cuando yo salté, Haley regresó y luchó por mí. Me cambió, para mejor, y ahora es el momento de que luche por ella. —¿Qué hay sobre la beca? Papá dijo que la encontrará en California y se asegurará de que lo consiga. Si peleas, ella perderá el dinero. Una pesadez me consume y tengo la urgencia de arreglar los problemas de Haley y controlar su destino, pero es tiempo de que empiece a controlar el mío. —Tengo que hacer esto.

Su frente se arruga y odio causarle dolor. —Te vas a ir de nuevo, ¿no? —Sólo abandono esta casa, a ti no. A ti nunca. Estaré tanto tiempo cerca de ti que te hartarás de mí, pero necesito hacer esto. Es momento de que empiece a comportarme como un hombre. Rachel extiende los brazos para un abrazo, así que envuelvo los míos alrededor de ella y beso su mejilla. —Conseguiremos que regreses a la cochera, ¿de acuerdo? —Y después de arreglar la puerta del bar de Denny, se me ocurrió una idea de cómo hacerlo. A mamá no le gustará. A Rachel le encantará. Ignoro su expresión desconcertada mientras me levanto e inhalo una bocanada de aire para tragarme mi orgullo. —Voy a necesitar un lugar para dormir. Si voy a seguir con la pelea, no puedo vivir aquí. Esta vez, Isaiah extiende la mano primero. —La cama es mía, pero puedes quedarte con el sofá. De vez en cuando, deja algo de dinero en la mesa y a mis padres adoptivos no le importará. —Trato hecho.

Isaiah no cenó con mis padres. De hecho me llevó a la casa de sus padres adoptivos mientras yo usaba su teléfono y le mandaba un mensaje a mis padres para informarles donde me encontraba, que estaba haciendo y para recordarles que tengo dieciocho años. En otro mensaje, sólo para papá, le dije dónde se podía meter la beca. Determinado a hacer esto por mi cuenta, empaqué algunas ropas y dejé todo lo demás: mi teléfono, mi coche, mis pertenencias. Pero esta vez, voy a aceptar ayuda de algunos amigos. Fuera del bar, Abby me lanza un celular prepago y yo le entrego sus treinta dólares. —Tienes quince minutos. No los uses todos de una vez. Es el teléfono más malditamente barato que he visto. —¿Estás segura de que funciona? Abby inclina la cabeza hacia la izquierda. —Ja. —Luego a la derecha—. Ja. Para ir al gimnasio, toma el autobús cuarenta y dos. Te llevará directo allí. Un Honda Civic rojo se detiene y Abby asiente con la barbilla al conductor. —Aquí está mi auto. —Oye, Abby.

Mira sobre el hombro. —¿Cómo sabías sobre Denny y mi mamá? Una sonrisa malvada aparece en sus labios. —Esa es la historia de otro libro que todavía no eres los suficiente mayor para leer. Cuando ya no estés en pañales, quizás te la cuente algún día. ¿Por qué esperaría cualquier otra respuesta? —Gracias, Abby. —Cuidado, Young. Las personas pueden pensar que somos amigos o algo así. Por cierto, bienvenido a casa. —Abby se desliza dentro del coche y se aleja por la calle. Me apoyo en la barandilla de la acera y estudio el centro comercial. Un poco más lejos, unas personas arrastran pilas de ropa a la lavandería; llevan bolsas de las tiendas de dólar y de comestibles. Hace meses, esto era extraño para mí. Hoy, es el lugar al que pertenezco. Maldición, ¿quién hubiera imaginado que este es mi hogar? La sensación se hace más fuerte cuando entro en el bar y mis pies se estancan en el suelo. Más lejos, Denny limpia una mesa. —Escuché que buscabas a alguien que arregle las cosas —digo—. ¿Sigue disponible el trabajo? Denny se congela, luego regresa a la mancha obstinada enfrente de él. Intenta ocultarlo, pero veo la sonrisa en su cara. —Sí. El trabajo sigue disponible.

Haley Traducido por Snowsmily Corregido por AriannysG

El agua golpea la tina en el momento que papá comienza a bañarse. Acostada en la cama sobre su estómago con los pies en el aire, Maggie holgazanea entre nuggets de pollo y el paraíso de Nickelodeon. Echo un vistazo más allá de las pesadas cortinas del motel y veo a mamá sentada en el bordillo, mirando la parpadeante señal en neón de Motel 6. La puerta chasquea cuando la abro y los relajan en el momento en que me ve. Se mueve a sitio. A pesar de que el extremo oeste del cielo comienza a moverse sobre mi cabeza, el concreto calor del día.

hombros de mamá se un lado y me hace un se ve de color rosa y continúa irradiando el

—Kansas es monótono —anuncio. Por meses, mi madre ha sido un fantasma desapareciendo y apareciendo de nuevo en mi vida, y extraño tener una mamá. —Sí, lo es. —Extiende la mano y entrelaza sus dedos con los míos—. Lamento no poder evitar que todo se complicara. —Iba a disculparme por lo mismo. La manera en que suspira, da una punzada profunda en mi medula ósea. —Mantener a esta familia unida nunca fue tu trabajo. Era de tu padre y mío. —¿Estás molesta con Kaden por quedarse? —Arrastro los pies contra el concreto suelto, ansiosa por la respuesta. Las decisiones no deberían ser tan agonizantes y envidio que Kaden fuera capaz de tomar las suyas tan fácilmente. Si me marcho y regreso al gimnasio, decepcionaré a mis padres y a Maggie. Si me quedo, me decepcionaré a mí misma. Soy una luchadora y pertenezco a ese gimnasio. —No —dice y mira hacia el horizonte—. Triste, sí, pero molesta no.

Mierda. Más o menos es la respuesta que deseaba, pero aun así. A lo mejor, tal vez debería permanecer lejos de Kentucky. Tantas cosas salieron mal allí: Matt, Conner… West. Cierro los ojos con el dolor. —¿Estás bien, cariño? Abro los ojos para ver a mamá mirándome preocupada, como lo hacía cuando me enfermaba de pequeña. —Extraño a West. Me empuja con su hombro. —Los corazones rotos sanan. Superaste a Matt… lograrás superar esto. West duele, pero no de la forma que dolía cuando dejé a Matt. Perder a West hace que se rompa mi corazón y mi alma se sienta vacía, sola. Con Matt, mis huesos ardieron, mi cuerpo latía y mi autoestima quedó reducida a nada. Si hubiera tenido más tiempo con West, si le hubiera dado mi corazón más rápido ¿habría hecho alguna diferencia? ¿Me habría escogido? Nunca lo sabré. Permití que el recuerdo de Matt me persiguiera y la parte aterradora es que todavía es un fantasma invisible que acecha todos mis movimientos e invade mis decisiones. —Matt y yo no terminamos bien. Ya conté esto… a John, pero no pude decir más que eso. Mi garganta se cierra y tiro del cuello de mi camisa. Mamá acomoda su cuerpo y por primera vez en un año, tengo toda su atención. —¿A qué te refieres con que no terminaron bien? Dilo, Haley. Dilo. Mi boca se abre y las consonantes se atascan en mi garganta. El único sonido que sale de mis labios es un extraño y asfixiante chasquido. Mamá mueve mi cabello sobre mi hombro. —Háblame, Haley, pero también tienes que respirar. Vamos, cariño. Hago lo que dice y le doy la bienvenida a cada aspiración sin problema. Estúpida. Estúpida, estúpida. ¿Por qué no puedo decirlo? ¿Por qué no puedo admitirlo? En otra bocanada de aire, lo digo con prisa—: Terminó mal. —De acuerdo —dice como si hubiera admitido algo enorme y supongo que fue enorme, pero no toda la verdad—. De acuerdo. Está bien. Mamá besa mi sien, me rodea con los brazos y lleva mi cabeza a su hombro. Ahí me doy cuenta que estoy temblando. No soy sólo yo… todo el mundo. Luego digo apresuradamente—: Me lastimó. Me golpeó. Anhelo decirlo. La palabra me ruega por libertad, pero hay un susurro de culpa… un susurro que dice que soy estúpida y que si digo más, después todo el mundo vería mi vergüenza… me juzgarán y crucificarán.

Fui estúpida. Me enamoré del chico equivocado. Me lastimó y lo pagué. Me lastimó y me quebré. Me lastimó y el resto del mundo siempre me condenará. —Está bien —dice mamá mientras nos balancea—. Estaremos bien.

West Traducido por Diana Corregido por Michelle♡

Aunque hablé con John por teléfono y le dije que voy a competir el próximo sábado y agradecería su ayuda, estoy inquieto cuando entro al gimnasio. Él aceptó verme pero no estuvo de acuerdo con lo que pedí. Al momento en que la puerta se cierra detrás de mí, agacho la cabeza. Maldita sea. En el ring y con todo su equipo, Kaden y Jax llevan a cabo una serie de patadas. La oficina de John se encuentra oscura y, si soy audaz, avanzar es mi única opción. Rompí el corazón de una persona que aman. Si tengo suerte, saldré de aquí con los huesos intactos. Atravieso las bolsas y les exclamo—: ¿Está John? Voltean las cabezas al mismo tiempo. El rasgado de velcro rompe el silencio. Jax pasa bajo las cuerdas y lanza su casco y guantes a un lado. —¿Tienes deseos de morir, Young? Le hago un gesto para que pare. —Estoy aquí para hablar con John. Él sabe que vengo. Con sudor corriendo por su cuerpo, Jax escanea el gimnasio. —No lo veo. —Mira, cometí un error. Rompí con Haley porque mi papá dijo que si lo hacía, pagaría su universidad. Jax me ignora como si no he dicho nada. —Creo que estás lleno de mierda. Creo que ahora que Haley se fue, deseas el beneficio de este gimnasio sin tener que respetar a la chica. —¿Dónde está John? —No lo sé. Nos dijo que estuviéramos aquí. Supongo que quería darnos un regalo de navidad adelantado. Mierda. He sido engañado. Jax ensancha su postura, así que copio la posición y aprieto mi puño. La voz de Haley me grita en la cabeza que

alce mi guardia, pero no quiero golpearlo. No estoy buscando una pelea. — Si pudiera, me arrodillaría frente a Haley, le diría la verdad y rogaría para que me aceptara de vuelta. El fuego arde en sus ojos. —Mala elección de palabras. Jax se mueve y subo mi guardia. Esquivo el golpe y me aparto del camino. —No quiero pelear contigo. —Qué mal. Lanza un golpe directo y lo bloqueo con un jab. Jax da una patada baja, pero giro rápidamente fuera del alcance. —¡Lucha! —grita Jax—. ¿Eres un maldito hombre o no? —No pelearé contigo. No estoy aquí para pelear contigo. Comenzamos a pelear. Él ataca, y yo contrarresto pero mantengo mis golpes en bloqueo. Jax lanza un golpe directo de nuevo, pero en un instante está en mis rodillas y caigo. Maldita sea. Ruedo para impedirle ganar posición y me paro de un salto, con la guardia arriba, listo para seguir. Miro de nuevo cuando Jax se inclina contra el ring y bebe de una botella de agua. —Haley tiene razón. Él apesta en el piso. Kaden se desliza bajo las cuerdas. —Necesitaba más tiempo. Nunca dije que era un creador de milagros. —Tenemos una semana. Seguramente puedes enseñarle alguna mierda loca para entonces. —Algo es mejor que nada. —Asiente—. Tienes suerte de que ella te enseñara a bloquear tan bien. Vas a necesitarlo contra Matt. Tiene un gancho estupendo. Bajo los brazos cuando John emerge del vestuario. —Ella no le enseñó a bloquear un gancho o un crochet. Se apegó a lo básico. Los hombros de Jax se agitan mientras ríe. —Lo básico contra Matt. Tal vez lo quería muerto. Hijo de puta. —¿Qué diablos está pasando? —Comprobamos para ver si eres salvable —responde John—. Y por suerte para ti, mantuviste ese temperamento bajo control. De lo contrario, tu culo estaría fuera de mi gimnasio. —¿En serio rompiste con ella porque tu padre pagaría su matrícula? —pregunta Kaden. Los tres me miran en silencio y mantengo mis puños apretados en caso de que no estén de acuerdo con mi decisión. —Sí, pero al venir aquí he negado el acuerdo.

—Ella no habría aceptado el dinero —dice Jax—. Haley tiene más clase que eso. Tiene más clase que estar conmigo. Jax puede no haber lanzado un golpe físico, pero aterrizó un golpe lleno de culpa. —Ahora lo sé. —¿Acaso esto se ve como la Asociación Cristiana de Jóvenes, chicas? —pregunta John—. Tenemos una semana hasta la pelea. Jax se abrocha su equipo e inclino mi cuerpo hacia John así sabe que estoy hablando sólo con él, pero no tengo ninguna duda de que Jax y Kaden están escuchando. —No merezco su perdón, pero cuando esto acabe... dile a Haley que cumplí mi palabra y vale la pena luchar por ella. John me palmea el hombro mientras entra al ring. —Así es. Ahora ve a cambiarte y pon tu culo en mi piso.

Haley Traducido por Valentine Rose Corregido por Laurita PI

Nunca envidié a alguien en mi vida como envidio a Maggie. Yaciendo junto a mí, los brazos de Maggie están echados sobre su cabeza. Un pie con calcetín sale del borde de la cama, el pie sin él se ha liberado de las mantas. Solamente su cintura está cubierta. Respira ligera y rítmicamente, y deseo poder compartir esa profundidad, ese sueño profundo sin sueños. Cuando duermo, sueño con West: sueño con su sonrisa, su risa, sus manos en mí. Nos besamos y nos tocamos, y cuando nuestros cuerpos están entrelazados, West susurra que me ama y siempre… despierto sintiéndome fría y sola, y con lágrimas en los ojos. Esta noche, tal vez no duerma. El insomnio sonaba como un grandioso hábito. Por una vez, dormir no es un problema para mi padre. Me ha dado la espalda, doblado en una bola en la otra cama. Tal vez esto significará que está en algún camino a la recuperación. Desafortunadamente, estoy bastante adormecida en esperanza. —No lo sé, papá… —Mamá llevó su teléfono con ella al baño. Ha llamado a John cada noche desde que nos fuimos, y cada noche sale con los ojos hinchados y rojos. Después que el auto de John se descompusiera, pasamos cada semana en la casa del primo de mi mamá. Ahora, volvimos a la carretera. La puerta del baño se abre, y un rayo de luz flota por la estrecha habitación. —Haley —susurra mamá—. Kaden quiere hablar contigo. Me deslizo de la cama, y mamá sale del baño cuando entro yo. —¿Estás segura? —pregunto. Kaden evita la conversación en persona. Odia los teléfonos. Su respuesta es la puerta cerrada. Sin muchas opciones, me siento al borde de la bañera, y llevo el teléfono a mi oído. —¿Hola? —Tienes que volver a casa, Hays. Es West. Peleará.

West Young rompió conmigo por un trato que hizo con su padre. Él dejaría atrás la vida que hizo y su papá pagaría mi matrícula en la universidad. Cierro los ojos brevemente. Chico estúpido. Ese chico estúpido y locamente dulce que va a hacer que le pateen el culo por mí, y estoy enamorada de él y West me mintió porque sabía que nunca estaría de acuerdo. Tiene razón. No lo habría estado y me pregunto cómo pensó que habría aceptado el dinero, pero nada de eso importa ahora. Sentada en un banco en el exterior de la estación de bus, agarro la mochila situada entre medio de mis rodillas saltarinas. Está llena con mi ropa y con los preciados artículos de los que no me separaré. Cuando nuestra casa fue embargada, tenía muchas cajas de cosas que había declarado como importantes. Es gracioso como cambian las prioridades. En el espacio frente a mí, ronronea el motor del bus. Mamá y yo nos fuimos hace media hora, dejándole una nota a papá. Maggie está acurrucada en la banca al lado de la mía, durmiendo profundamente y acunando a su muñeca. El aire mañanero entumece mi piel y me froto la carne de gallina. Mamá sale de la oficina, se sienta en la banca junto a mí y desliza el boleto en mi regazo. —Dile a tu abuelo que ahora estoy confiando en él con todo mi corazón. Fue lo suficientemente difícil dejar atrás a Kaden y Jax. Ahora la balanza está completamente desequilibrada. La culpa me carcome mientras agarro el boleto. Fue barato, pero aun así es dinero que no tenemos. Pero mamá estuvo de acuerdo. Volver es necesario para mí. Mis rodillas continúan rebotando cuando un destello caótico atraviesa mi mente: estoy dejando a mis padres… estoy dejando a mamá. —¿Me prometerías algo? —pregunta. —Claro. —Cualquier cosa. —No escuches a la mentira en tu cabeza que te impide hablar de lo que pasó contigo y Matt. Hablar toma coraje, pero el miedo puede crear un argumento convincente. No digo que será fácil, pero decir la verdad te da poder… te libera. Asiento, incapaz de responder. No puedo imaginarme el decir las palabras en voz alta, pero no puedo imaginarme vivir así por siempre. —¿Volverás por West? —pregunta.

—Sí… no. —Las respuestas son dos, pero simplemente digo la verdad—. Estoy haciendo esto por mí. —Bien. Eres una chica fuerte. Por favor, no olvides eso. Pero no me siento fuerte. Una gran parte de mí quiere acurrucarse al regazo de mi mamá y aferrarme a ella como si mi vida dependiera de ello. Todos aquellos años de sostener su mano, el apretón de sus dedos deteniéndome cuando intentaba cruzar la calle antes de mirar, las miradas de aprobación, el abrazo después de un día duro… su presencia suave en mi vida… estoy dejándolo atrás voluntariamente. Mi garganta se cierra. —¿Y si no estoy lista para arreglármelas sola? —Te las has arreglado sola por un tiempo y ahora vas a darte cuenta. Siempre serás mi bebé, Haley, así como siempre seré tu mamá. Me envuelve con su brazo y descanso la cabeza en su hombro. Cuando era más pequeña, mi mamá me leía cada noche. Antes en nuestra antigua casa, antes cuando la vida era más simple. Me abrazaba en mi cama y traía consigo paz y seguridad. —¿Por qué tuvo que cambiar todo? —No lo sé —susurra—. Pero fue así y todo lo que podemos hacer es seguir adelante. —Lo intento. —Resulta más difícil inhalar el aire—. ¿Pero cómo me alejo de ti? —No te estás alejando, bebé. Estás creciendo. Pero recuerda, no me importa si tienes ochenta años y yo ciento treinta. Siempre te sostendré, siempre te amaré y siempre estaré para ti.

West Traducido por Diana Corregido por Niki

Me siento en una silla mientras John envuelve mi mano con una tira amarilla de tela. Un arbitrante nos mira en la esquina, para asegurarse que John se mantiene dentro del reglamento. Él tira cada nueva capa y se concentra como si realizara una cirugía. Afuera la multitud ruge y su ira es inconfundible. Odian cuando la lucha va al piso. Matt y yo somos la última pelea de aficionados en la lista y la espera me está matando lentamente. —Ella te entrenó bien. —John nunca menciona a Haley por su nombre. Es como si decir su nombre creara dolor. Una parte de mí quisiera decirle que lo entiendo—. Apégate a las combinaciones que te enseñó, mantén la guardia en alto y tus emociones bajo control. La envoltura es nueva y John la aplica más apretada a lo que estoy acostumbrado, pero sin los guantes, voy a necesitar firmeza. Trago, pensando cómo Haley trató de advertirme sobre esto. La realidad y pesadez de la situación me inunda. El momento en que entre en la jaula, podría también estar esquivando el tráfico en una coocurrida carretera. El único consuelo que tengo es que si la lucha va en la dirección equivocada, estoy haciendo lo que es necesario. No soy un hombre porque entro a la jaula. Soy un hombre porque estoy defendiendo a Haley y a mí. Ya no dependeré más de mis padres y su dinero. Ya no dejaré más que un pasado que no puedo controlar se imponga en mis opciones y futuro. Ya no me voy a comportar como un niño. Llamé a mamá hace una hora y le dije que la amaba y que le dijera a papa lo mismo. Hice las paces con ella mientras lloraba y, de alguna manera, he encontrado tranquilidad en mi interior. Mi único arrepentimiento es no poder volver a sostener a Haley y susurrarle al oído esas dos preciosas palabras.

Se abre la puerta de la pequeña habitación en el hotel de la convención y entra Jax con una cresta. —Después de esta pelea, será tu turno. John termina con la envoltura y desliza las manos en las almohadillas de práctica. —Es momento de calentar. El arbitrante saca la tapa un marcador negro con sus dientes y firma su nombre sobre mi bolero. Estoy en regulación, no ilegal, y un paso más cerca la jaula. Después de practicar con guantes, mis manos se sienten desnudas y vulnerables. John sostiene las almohadillas y amplio mi postura. Tratando de ignorar los nervios, exhalo. Podría engañarme y decir que todo esto es por Haley, pero también es por mí.

John está parado al frente mío y estoy rodeado por Jax y Kaden. Detrás de la puerta del centro de convenciones del hotel, llevo envolturas en las manos, un protector y un par de pantalones cortos de lucha libre. Balanceo los brazos, tratando de mantenerlos sueltos, aunque la tensión comienza a acumularse en mi cuello. Haciendo un mal trabajo imitando a un verdadero locutor de artes marciales mixtas, el maestro de ceremonias sale como un jugador de carnaval de mala calidad mientras anuncia mi peso y ciudad. Jax estira la cabeza hacia la derecha y abre la puerta cuando dicen mi nombre. —Hagámoslo. La multitud grita y silba cuando salgo y camino hacia la jaula octogonal en el centro. Observo a todo el mundo, sin embargo, no noto a nadie. Todo es destellos de color y movimientos. La música retumba de los altavoces y, en un momento de claridad, reconozco la canción. Miro a Jax y sonríe como una maldita hiena. —Lo siento, no pude evitarlo. Gritas Rocky. —Me palmea la espalda—. Ten un poco de sentido del humor. Vas a necesitarlo allí. John y el árbitro intercambian palabras antes de que el último se dirija a mí. —Levanta los brazos. Hago lo que pide, manteniéndolos rectos a mis costados, y luego amplio mis pies. Me palpa el cuerpo, en busca de artículos extraños. Un rápido escaneo a mis orejas, si estoy usando un protector, si tengo las uñas cortadas y las envolturas no han sido manipuladas.

Cuando termina, John camina hacia mí y me ofrece mi protector bucal. Lo acepto y él mueve la boca como si hablara mientras aplica una capa de vaselina en la cara. Los ruidos en la habitación se mezclan y nada es claro y coherente. John me mira a los ojos y dice—: ¿Entendido? Asiento. Él mira a Jax y no se me escapa la sutil sacudida de cabeza. —Buena suerte —dice John. Subo los tres escalones y entro en la jaula. La adrenalina nerviosa invade mis venas y sigo ejercitando los músculos para que continúe fluyendo la sangre. Matt se encuentra en el lado opuesto de la jaula con su espalda hacia mí. El árbitro llama a Matt y el hijo de puta sonríe cuando me ve. —¿Ya te orinaste en los pantalones? Sonrío enseguida. —Jódete. —Supongo que los dos nos follamos a Haley, ¿eh? Una oleada de ira me atraviesa y ruedo hacia adelante en las puntas de mis pies. El árbitro golpea una mano en mi pecho y grita—: ¿Conocen las reglas? —Sí. —Así es —responde Matt. —Mantén la calma —grita John y me maldigo en silencio por hacer exactamente lo que Haley me había advertido durante meses. El árbitro aplaude y se aparta del camino. Matt y yo extendemos los brazos y chocamos los puños. Haley habló de una tranquilidad en la jaula. Todo lo que me rodea es un caos.

Haley Traducido por Diana Corregido por SammyD

Mi corazón late tan fuerte que no me cabe la menor duda de que la gente puede verlo a través de mi piel. Atravieso las puertas del centro de convenciones y un guardia de seguridad bloquea mi camino mientras me precipito hacia la mesa. —¡Soy una entrenadora! —Me detengo—. Haley Williams. Estoy con West Young. —Ya comenzó —dice el guardia de seguridad. La chica en la parte delantera hojea los papeles y deseo que sus dedos se muevan más rápido. Una oleada de náusea me causa hormigueo en la cabeza. Me agarro de la mesa para permanecer estable. —¿Hace cuánto? —Hace un rato. Lo están derrotando. —¡Maldita sea! —exhalo. —¡Toma! —La chica me da el pase amarillo, los guardias de seguridad salen de mi camino y corro de nuevo, llevando el pase sobre mi cabeza y gritándole a cualquiera que intente detenerme. El público se encuentra de pie, gritando a los dos hombres que se golpean en el centro de la habitación. La mayoría ha tenido que levantarse de sus sillas, lo que me imposibilita echar un vistazo mientras me abro camino para acceder a la parte delantera. Cuando me acerco, West mantiene la guardia mientras Matt distribuye una combinación tres-uno. La fuerza detrás de su golpe es brutal y West es capaz de lanzar un jab para empujarlo. Esquiva otro ataque y obtiene suficiente espacio entre ellos para poder crear un ataque ofensivo. Mis pies continúan moviéndose y cuando abro la boca para gritarle instrucciones, mi cuerpo golpea algo y me tambaleo.

—Sólo luchadores y entrenadores. —Un guardia de seguridad bloquea mi camino, sin impórtale el pase amarillo que lanzo en su cara. —¡John! —Me inclino a su alrededor—. ¡John! John le sigue gritando instrucciones y Jax gira la cabeza al oír mi voz. Salta de la plataforma del octágono y me señala. —Ella se encuentra con nosotros. Me aferro a Jax y me lleva más allá del guardia, hacia el círculo interior. Sentado en la primera fila, los ojos de Conner se encuentran con los míos. Con la mirada que le envío, aparta la vista primero. —¿Cómo lo lleva West? —pregunto. —No muy bien. —Jax se arrastra a la plataforma y ofrece la mano para ayudarme—. Se bloquea y no escucha ni una palabra que dice John. Se mueve, pero consigue que lo golpee en el proceso. No hay forma de que pueda durar tres rounds. Enrollo los dedos alrededor de la jaula y mi corazón se hunde. La piel alrededor de su ojo derecho está hinchada y su labio roto. Su cuerpo se inclina hacia adelante y la fatiga retrasa sus movimientos, haciendo que baje la guardia. El sudor sale de su cuerpo como un grifo. —Sácalo. —Treinta segundos más, Hays —dice John—. Puede hacerlo. Pero no quiero que lo haga. —¿En qué round está? —El segundo. El alambre de metal corta en mis dedos. Querido Dios en el cielo. Lanza un golpe cruzado, West lo esquiva mal y Matt lo golpea en la cintura. —¡Fuera del camino! Toda la jaula vibra cuando sus cuerpos golpean la valla. Con un movimiento suave y fluido, Matt sujeta a West y le golpea, gancho tras gancho hacia el rostro protegido de West. Sus rodillas comienzan a torcerse y si cae al piso, habrá terminado. —¡Las rodillas, West! ¡Usa tus rodillas!

West Traducido por Yure8 Corregido por Daniela Agrafojo

—¡Las rodillas, West! ¡Usa tus rodillas! —Es la primera voz clara en el caos. Subo una rodilla, luego la otra. Un fuerte golpe en las costillas y Matt tropieza hacia atrás. Me empujo lejos de la jaula y mis piernas se sienten más gelatina que músculo, pero tengo que seguir adelante. Tres rounds. Tres rounds para Haley. Suena la campana y el árbitro se desliza entre nosotros. El mundo gira, levanto los brazos sobre mi cabeza y presiono mi frente contra la jaula, luchando por cada inhalación. Todo palpita y el agotamiento es suficiente para que pierda la conciencia. Entonces, hay una cara al otro lado de la reja y juro que estoy alucinando, joder. —¿Dónde diablos está tu guardia? —grita ella. Maldición si no suena como Haley. —Estoy cansado. —¿Te parece que me importa? Te están dando una paliza. Si quieres rendirte, entonces ríndete, pero no te quedes ahí y le dejes ganar. Echo un vistazo por el lugar lo mejor que puedo con mi ojo hinchado. ¿El mundo me ve hablando con la alucinación? ¿A nadie le importa una mierda que me esté volviendo loco? Ella es hermosa y sorprendentemente real. —Te amo. Sus dedos se enroscan alrededor de la reja y tocan los míos. La frescura de sus dedos contra mi piel caliente me hace cerrar los ojos. Joder, parece tan real. —Abre los ojos, West. Lo hago, y esos magníficos ojos oscuros se clavan profundamente en los míos. —John, tenemos un problema. Hay alboroto detrás de mí y una mano cae sobre mi brazo. —Gira hacia mí, hijo.

La voz es de John, pero no me interesa. Sólo estoy interesado en lo que está delante de mí... sólo estoy interesado en su contacto. Estoy malditamente perdido en mi propia mente, pero no me importa. Si me doy la vuelta, ella se irá y no puedo pasar por eso de nuevo. —West —dice calmadamente—, deja que te revise el médico. —Te irás —respondo—. No quiero que te vayas. Aprieta sus uñas en mí, penetrando lo suficiente para causarme dolor. —Soy real. El aire sale de mi cuerpo y pierdo mi agarre en la reja. —¿Eres qué? John se desliza en frente de mí. —¿Cuál es tu nombre? —West Young. —Inclino la cabeza hacia la derecha para ver a Haley de nuevo—. Ella está aquí. —Está aquí. —repite él. Otro hombre bloquea mi visión de Haley y me toma las manos. — Mírame. Lo hago. Hace unas preguntas más y contesto tratando de sacudir las telarañas de mi cabeza. —¿Puedes luchar? —pregunta él. Haley agarra la reja y me mira como si estuviera preocupada. Como si estuviera realmente enamorada de mí. —Joder, sí. Me doy la vuelta y enfrento a Matt de nuevo en el centro del ring con el árbitro entre nosotros. El hijo de puta mira por encima hacia Haley, y cuando me mira a los ojos otra vez, sonrío. —No vas a conseguir nada. —Combate limpio, muchachos —dice el árbitro. —¿Qué mierda dijiste? —exige Matt. Extiendo mi puño y Matt lo golpea. —Dije que no vas a conseguir nada. Ni la chica y ni el éxito. Nos separamos y mantengo los brazos a los lados. Haley pasó meses taladrando en mi cerebro que mantuviera mi cabeza bien puesta, que mantuviera mis emociones bajo control, porque si lo pierdo, perderé el plan de juego y la lucha. Lo mismo tiene que ser verdad con el bastardo frente a mí. Los gritos, los aplausos, el mundo se desvanece y me inunda una sensación de calma. Hay dos cosas que permanecen en mi mundo: el idiota en la jaula y la voz de Haley. —Guardia alta, Young. La subiré… cuando esté listo. Matt y yo bailamos alrededor del otro y me golpeo el puño contra mi pecho. —No vas a conseguir nada.

Matt se sacude con la afirmación y lanzo los brazos hacia delante y hacia atrás, rogando por el golpe. —Nada. Golpéame todo el maldito día. No vas a conseguir nada. Abandonando su apariencia, Matt se lanza y le dejo golpearme en la cabeza. Doy vuelta con el impacto y salto hacia atrás al mismo tiempo. El fuego consume sus ojos cuando le sonrío. —Nada. Su equipo le grita y me río porque ven lo que Matt no. Estoy tomando mentalmente el espectáculo, pero Matt está perdido en mis palabras. Asiento con la barbilla para que lo intente de nuevo, pero esta vez cuando ataca, levanto mi guardia, observo como baja la suya y entonces meto un combo de jab y cruzado en su cara.

Haley Traducido por Yure8 Corregido por Dafne2

—¡Serie de patadas! ¡Serie de patadas! —Golpeo la jaula. West ha tomado el control y firmemente patea el costado de Matt, que se dobla. Buen Dios en el cielo, West ha asestado un golpe que hizo que doblase la rodilla. Él puede hacer esto. Puede soportar los tres rounds. El árbitro se desliza entre Matt y West y comprueba para asegurarse de que puede continuar. Mis ojos se encuentran con West y asiento con aprobación. —Mantén esa guardia alta. Matt aleja al árbitro y West se reenfoca en la lucha. Matt está entrenado y experimentado. Se dejó llevar por la emoción y no volverá a cometer el mismo error. Querrá represalias y lo querrá en el suelo. — Permanece fuera del suelo —le grito—. ¡Él quiere el suelo! Matt carga hacia delante y West lo esquiva de la manera incorrecta. Ambos golpean el suelo y la jaula vibra con el impacto. El público se vuelve loco. Luego intenta arrojar una rodilla sobre él para ponérsele a horcajadas. Su codo y el antebrazo van después a las vías respiratorias de West y este se apresura para alejarse, pero Matt está demasiado entrenado para permitir la liberación fácil. —¡Levanta las caderas! ¡Métete debajo de sus piernas! West se impulsa y Matt se estrella contra él, forzándolo hacia abajo, y presiona el antebrazo en su tráquea. —¡Impulsa tus caderas hacia arriba! —grito de nuevo—. ¡Bajo sus piernas! Pero West entra en pánico por la pérdida de aire y dispara las manos a los brazos de Matt. Golpeo la jaula. —¡Escúchame, Young! La reacción es instantánea. Empuja de nuevo y el agarre de Matt se afloja. El público grita su aprobación cuando West se inclina y rueda fuera de su dominio y trae la lucha de vuelta a sus pies.

Se rodean el uno al otro. El público aplaude al unísono, esperando a que ataque cualquiera. Miro el reloj. —¡Treinta segundos! Tres rounds de tres minutos cada uno y el final está cerca. Su primera competición y sé que tiene que acabarla. Ambos se balancean con agotamiento. Matt pisa fuerte hacia delante y West reacciona saltando fuera del camino. Irá por las rodillas de nuevo. Entrenamos para este momento. Arrastré a West hacia el barro y viceversa. En este momento, no tiene nada que ver con la fuerza, sino con el corazón. —¡Serie de patadas! —Agito la jaula—. ¡Serie de patadas! West se limpia el sudor sobre los ojos y comienza el baile en el piso. Mueve las piernas mientras busca el momento adecuado. Sintiendo un ataque, Matt iguala, luego golpea. Lanza un golpe y West lo bloquea y estrella una patada frontal en su pecho, lo que lo hace tropezar y me uno a los aplausos del público. Entonces continúa el ataque, fijándolo contra la jaula. Todo el estadio pisa fuerte el suelo cuando suena la campana y el árbitro los separa. West rodea la jaula, golpeando su puño contra el pecho y la gente lo disfruta. Con las palmas hacia arriba contra la jaula, se inclina hacia mí. Ojalá esto fuera como las películas. Ojalá pudiera correr a la jaula y envolverme alrededor de él, pero hay reglas que respeto, por lo que le mostraré mi amor y gratitud después. —Lo hiciste. West aspira y aferra mis dedos extendidos a través de la valla. —No gané. —No importa. —El veredicto de los jueces debería ser rápido. Matt anotó más golpes y dominó la pelea, pero West resistió tres rounds y envió un mensaje a todo el mundo que presenció la lucha: West Young tiene corazón y nunca se da por vencido. Lo que en el mundo de la lucha, lo hace peligroso. Apoya la frente contra la jaula y presiono la mía contra el mismo lugar. Nuestros dedos se tocan y cierro los ojos, deseando que estuviéramos solos. —Vales la pena. —Está lleno de moretones, ensangrentado e hinchado. Su cuerpo ha sido golpeado y tratado brutalmente—. Todo esto vale la pena por ti. —Te amo —susurro. El árbitro se acerca a West desde atrás. —Ya está el veredicto. West me lanza la misma sonrisa gloriosa que me dio el primer día que nos conocimos. —Ya gané.

West Traducido por Valentine Rose Corregido por Dafne2

Jax entra a la pequeña habitación llevando una sonrisa de lado. Desde que salí de la jaula con mi derrota grabada en piedra, el chico se ha convertido en mi nuevo mejor amigo. Le arroja a John otra bolsa de hielo. —Haley va a empezar a patear traseros si no la dejamos entrar pronto. ¿Cómo lo llevas? Sentado en una silla, estoy en calzoncillos y la insistente nieta de John no va a presenciarme siendo expuesto. John ha envuelto dos bolsas de hielo en mi hombro donde algo falló y luego volvió a su lugar durante la pelea. Llevo una bolsa a mi ojo, y él coloca otra en los nudillos de mi mano derecha. —Estoy bien. —Notablemente, lo estás —dice John—. Pero no puedo comenzar a entrenarte de nuevo hasta que mejores. Debe bajar esta hinchazón. Me froto la mandíbula, luego la rodeo. No hay lugar en mi cuerpo que no duela, y el impacto por la declaración de John es suficiente para adormecer el dolor por un segundo. —¿Entrenar? —El pago es el primero del mes, y necesitas entrenamiento al menos cinco días a la semana. —Mentira —tose Jax—. Requiere siete. John revisa la bolsa de hielo en mi hombre. —No te vas a rendir después de tu primera pelea, ¿o sí? Duele sonreír. —No, no lo haré. —Bien. Un golpe en la puerta hace que Jax suelte una risa. —Te dije, Hays, no lo verás hasta que se… —Abre la puerta, y las palabras se desvanecen. Se rasca la nuca y echa un vistazo en mi dirección—. Es un tipo que dice ser tu papá.

¿Denny o papá? El pensamiento flota antes de que pueda detenerlo. Asiento, y la puerta se abre revelando a mi padre. Está fuera de lugar en un par de vaqueros y una camiseta roja. —Vamos, Jax. —John se pone de pie—. Impidamos que Haley comience una pelea. La puerta se cierra con un fuerte ruido, y el único sonido en la habitación es el hielo moviéndose en las bolsas. Doblo mi cuello a un lado, encontrándome tan malditamente cansado para una competencia de gritos. —Sea lo que sea, ¿podemos discutirlo después? Papá se desliza en un asiento frente a mí. Hace una hora, John se sentó en la misma silla y me dio más consejos paternales que los que mi propio supuesto padre me había dado en toda mi vida. —Le dije a tu madre que sigues vivo. —Gracias. —Llámala. Querrá escuchar tu voz. —Lo haré. —Estiro el hombro y hago una mueca de dolor—. ¿Te importa que esté en tu seguro por un tiempo más? El rostro de papá se contrae cuando sonríe y levanto la ceja en respuesta. ¿Qué demonios? —Eres bueno en esto —dice—. Fue horrible verlo, pero al mismo tiempo, palmeé al chico junto a mí y le dije que eres mi hijo. Me río, porque no tengo nada que decir. Retiro lo dicho. Sí sé qué decir. —¿Siempre supiste que no fui tuyo? La sonrisa desaparece de su rostro, y en cierto modo me arrepiento de la elección de mis palabras, aunque en realidad, no lo hago. Tiene que suceder esta conversación y nunca habrá un lugar o tiempo apropiado para ello. —Sí. Colleen ha estado enferma por un largo tiempo, y sólo digamos que hubo una ruptura en la comunicación entre tu madre y yo, y soy consciente de cómo se hacen los bebés. Asiento y la verdad no me hace sentir mucho mejor. —¿Por qué te quedaste con ella? Te engañó. —La amaba. Denny la amó primero y se la robé, y entonces cuando las cosas se pusieron difíciles, la abandoné a ella y a Colleen. Necesitaba consuelo y cuando no se lo di, corrió a los brazos que seguían abiertos. Mierda. Arrojo a la basura la bolsa que he estado sosteniendo sobre mi ojo. —Eres de carne y hueso, y vives de eso. —La amo, West. Ella me ama. Cuando te sientes así con alguien, encuentras los modos para hacer que funcione.

Mi corazón duele por Haley. ¿Qué le hice a ella de diferente? —Dices que la amas, pero quieres que termine con Haley. Me dijiste que confiara en ti, que una chica sería mi peor perdición. ¿Es así como ves a mamá? ¿En realidad la amas, o ha sido un show todo este tiempo? Mi papá envejece diez años con cada segundo que pasa. Parece más pequeño, más canoso y cansado. —Amé a tu madre desde la primera vez que me tiró su cerveza encima porque ya había oído mis frases de coqueteo antes. Mis ojos se abren completamente, y mis labios se mueven. ¿Mi madre vertió una cerveza sobre la cabeza de papá? ¿Mi padre solía usar frases con mi madre? Me pregunto quién mierda es esta gente y al mismo tiempo cada parte de mí ama cada segundo. Observando mi reacción, los labios de papá se elevan en las esquinas. —Creo que entiendes por qué tus abuelos estaban menos que emocionados conmigo. Los padres de papá eran la viva imagen de personas creídas y conservadoras. —¿Entonces por qué me presionaste tanto con Haley? La felicidad se desvanece. —Porque el camino con tu madre fue difícil. Desde el momento que nos conocimos, nada fue fácil. La vida nos arrojó todo lo que pudo, y algunas veces ganamos y otras fallamos. Pero a pesar de todo, nunca dudé que la amaba y nunca dudé que ella me amaba. Aunque eso es verdad, mi elección de estar con tu madre, su elección de estar conmigo… hace que la vida sea complicada y sufrimos por eso. Tienes que entender, West, cuando se refiere a tus hijos… no quieres que sea duro. No quieres verlos heridos. Vuelvo a acomodar la bolsa de hielo en mi hombro, actuando como si se estuviera cayendo, pero en realidad necesito un respiro de esta intensidad. Me entristezco y esta felicidad que ha mantenido mi entereza se ha jodido. Mis padres se aman y eso es… es algo a lo que aferrarse, pero saber que han experimentado el dolor, también… de algún modo los hace humanos. Papá se inclina y coloca las manos en el espacio entre sus rodillas. —Lo que dije es verdad. Puede que no compartas mi sangre, pero eres como yo hasta la médula. No sólo por las cosas que me sacan de quicio, sino por las que te hacen ser quién eres. Tu sentido del humor, tu tenacidad, cómo amas a tu familia. Papá baja la cabeza y me seco los ojos. Estoy cansado. Es por qué estoy emocional, pero en algún lugar dentro de mí renace el pequeño que ha seguido a este hombre como si fuera un dios. Hay una urgencia en su voz, un quiebre que no pertenece al hombre que gobierna el mundo. —Puede que no lo quieras, pero eres mi hijo. Siempre has sido mi hijo. Siempre serás mi hijo, y te amo.

Quiero decirle que lo amo también, pero aún hay partes de mí que necesitan sanar —partes internas— un dolor oculto que necesita espacio y aire. —No puedo ir a casa. Todavía no. —O nunca. —Lo sé. Lo supe en el momento que lanzaste tu primer puñetazo en la jaula. Haz encontrado algo, una dirección, un camino en el que no estoy permitido, pero al menos déjame ser un espectador. Dame la oportunidad de encontrarte en la meta. Mi propia voz se quiebra. —De acuerdo. —De acuerdo. Y para que sepas, no te abandonaré. Tu habitación sigue siendo tuya. Al igual que tu auto y tus tarjetas de crédito. Aún le daré la beca a Haley. —Tengo que hacer esto por mi cuenta. Las tentaciones que te preocupa que retome… pertenecen al mundo de casa. Soy un chico allá y aquí. —Eres un hombre. —Papá aprieta la única parte de mi cuerpo sin moretones y repite—: Eres un hombre. —¿Te molestó? —pregunto—. ¿Que haya terminado trabajando con Denny? —Una pausa—. Que siga trabajando con Denny. —Sí —dice rápidamente—. Me molesta. Tan preocupado como esté, eres mi hijo. No suyo, pero entiendo tu necesidad de conocerlo. Sólo… al menos considera darme la misma oportunidad que le estás dando. Asiento, pero sabe que en realidad no es una respuesta. Es algo que pensaré. Papá se pone de pie y no puedo dejarle ir así. —Dile a mamá que estaré ahí para las cenas familiares. La pequeña sonrisa en su rostro me dice que di en el clavo en la primera tabla en el puente que intentamos reconstruir. —Le gustará eso. Estoy orgulloso de ti, hijo. Cuando se cierra la puerta, me encuentro solo. Suspiro y me froto la cabeza con la mano. Hace seis meses, creí que gobernaba el mundo, pero no gobierno nada. Ahora, ante los ojos del mundo, he perdido todo… —¿West? Levanto la cabeza se levanta y mi corazón tartamudea. No he perdido absolutamente nada de valor. Mis labios se elevan y, por respeto a su abuelo, agarro una toalla y me cubro el regazo. La risa de Haley cosquillea sobre mi piel. Levanta la cabeza y ese cabello sexy y sedoso cae sobre su hombro. —Estás dejando que John te afecte. Señalo mi cuerpo. —No estoy en la posición de ser arrastrado a más peleas.

Sus caderas se balancean mientras camina hacia mí. —No te preocupes. Yo te cuido. Quiero que su cuerpo se acurruque contra el mío, pero en su lugar agarra la silla que mi papá abandonó hace unos momentos y la lleva a mi lado. Se sienta en ella y entrelaza nuestros dedos. —Debería patearte el trasero por lo que hiciste. Me río. —¿Por cuál evento en particular sería tu paliza? —Por cualquiera, pero mayormente por romper conmigo así podría ir gratis a la universidad. Maldición, Haley siempre ha sido directa. —Quería que tuvieras una oportunidad en un futuro. No pude interponerme en ese camino. Al menos creí que no podía. Para el momento que comprendí mi error, te habías ido. —No volví por ti —dice—. Al aceptar la pelea aceleraste mi vida, pero volví por mí. Tú y el resto tenían razón, había perdido mi lucha y ya no tenía interés. Te cansaste de luchar por mí, pero yo también me cansé. —No pasará de nuevo —digo—. No me rendiré. Aprendí mi lección. —Yo también —responde. Pienso en sus palabras. Que podría haber otro significado. —Si estás intentando dejarme, entonces sé consciente de que planeo pelear por ti. Haley sonríe, y me gusta que sus ojos se iluminen por ello. —No iré a ningún lado, Young. —Tenemos mucho de qué hablar. —Exhausto, mi cabeza cae contra la pared. Quiero saber qué la hizo cambiar de parecer, y dónde vivirá ahora que está de vuelta. Necesito contarle de mi papá, mi padre biológico, de su matrícula para la universidad, un montón de cosas, pero estoy tan malditamente cansado. —Podemos hablar de lo que quieras más tarde. —Haley deja caer la cabeza sobre mi hombro—. Ahora mismo, estoy concentrada en toda la alegría de que estás vivo. Me llevé un susto de muerte cuando llegué. No estabas concentrado y Matt te reducía a pedazos con los golpes. —Estaba concentrado. —Me concentré cuando escuché su hermosa voz. Volteo la cabeza, acaricio su cabello con mi nariz e inhalo su dulce fragancia. Está aquí. En verdad está aquí—. Lo eres todo para mí, Haley. —Te amo —susurra mientras sus dedos aprietan los míos. Después de un segundo, mece nuestras manos unidas—. A veces, después de una pelea, quiero silencio. Simplemente tiempo para aclarar mi mente. Silencio. Exhalo. El silencio sería genial. —¿Te quedarás conmigo? —Siempre y cuando lo quieras.

—Entonces prepárate para quedarte por un largo tiempo. —Cierro los ojos, y disfruto la sensación de los dedos de Haley recorriendo mi brazo.

Haley Traducido por Yure8 Corregido por SammyD

Suena el timbre y tanto la señora Collins como yo giramos nuestras cabezas para mirar a la avalancha de estudiantes que llenan el estacionamiento estudiantil. Solicité una reunión con ella esta mañana y me sacó del último período para hablar. Mi regazo se encuentra lleno de aplicaciones y folletos. He solicitado la beca deportiva, pero tengo que estar preparada para ser la única responsable de pagar mi educación universitaria. El padre de West se ofreció para mantener su parte del acuerdo, pero no puedo aceptarlo. Ese dinero está manchado. Sólo quedan unos pocos días para la graduación… la arena en el reloj casi se ha acabado. Suspiro pesadamente mientras toqueteo la parte superior del folleto en mi mano. Nadie dijo que la lucha sería fácil. —La universidad comunitaria es una excelente opción —dice—. De hecho, así es como empecé. Ja. Los marcos en su pared anuncian la universidad de Louisville y Harvard. —¿Este es uno de esos momentos donde me dices una mentira para hacerme sentir mejor acerca de mis opciones? Sus labios se estremecen en una sonrisa. —No. Es donde te digo la verdad. No podía pagar la universidad, así que fui a una comunitaria para cubrir mis necesidades mientras trabajaba para poder ayudarme a pagar la escuela. Cuando me gradué con mi compañero, me transferí. No terminé tan mal, ¿no? Supongo que no. Meto el papeleo en mi mochila. —Gracias. Por la ventana, veo a West, Kaden y Jax formando un semicírculo mientras me esperan. Vivir con mi abuelo en su caravana con Jax y Kaden ha sido como ser un pollo viviendo en una granja industrial, pero es la primera vez en un año y medio que tengo la sensación de hogar. Podría ser porque estoy entrenando de nuevo. Podría ser porque estoy recuperando

mi vida. Pero creo que es porque estoy aprendiendo a confiar en la gente que quiero. —¿Cómo se encuentran tus padres? —pregunta la señora Collins. —Bien. —Después de otra conferencia de padres–maestros, la señora Collins se enteró por John que Jax, Kaden y yo estamos viviendo con él. La respeto porque los servicios de protección al menor no se presentaron en el gimnasio para arrastrarnos fuera a cualquiera de nosotros—. En realidad, están muy bien. Mamá encontró trabajo. Nada espectacular, pero algo mejor de lo que hacía aquí. Maggie hizo amigos en su nueva escuela y es consentida por mi tía abuela, y mi papá... Mi padre se unió a un gimnasio. Sonrío cuando pienso en nuestra conversación de anoche en el teléfono. —Estoy orgulloso de ti —había dicho—. Por permanecer en casa. Por volver a intentarlo. —Gracias —respondí—. ¿Es cierto? ¿Mamá dijo que luchabas de nuevo? Papá rió y ese dulce sonido curó las heridas que seguían abiertas. —No hay torneos en mi futuro, pero sí, me uní a uno. Tu viejo es lento y este cuerpo cruje más de lo debido, pero se siente bien moverse. Se siente bien ser útil. Papá está sanando y probablemente pasará un tiempo antes de que esté totalmente establecido. Estar en el gimnasio no es una solución perfecta, pero es el comienzo de una. —¿Hay algo más sobre lo que te gustaría hablar? —pregunta la señora Collins. Jugueteo con las correas de mi mochila, alisándolas en mi regazo para ver si una es más larga que la otra. —Mi mamá me dijo una vez, que si dices algo en voz alta eso le quitaría poder. ¿Crees que eso es cierto? Sus rasgos se suavizan. —Sí. Estoy cien por ciento de acuerdo con tu madre. Definitivamente es algo para reflexionar. —Gracias de nuevo. —Si alguna vez necesitas algo, Haley, estoy aquí. Le sonrío mientras me voy. Si tuviera un dólar por cada vez que me ha dicho esas palabras, sería una chica muy rica. La tarde de mayo es definitivamente tiempo de pantaloncillos y tengo unos vaqueros agujereados que gritan por ser cortados. Después de mi turno en la pizzería, buscaré un par de tijeras.

Mi corazón se alegra cuando los tres chicos de mi vida ríen mientras Jax analiza una sesión de combate que tuvo ayer, pero sólo tengo ojos para West. Sus golpes de la lucha han desaparecido y regresó a su estado extremadamente sexy que detiene mi corazón. Tiene cena con su familia de cuatro a cinco veces a la semana y paga a los padres adoptivos de Isaiah cincuenta dólares al mes para dormir en el sofá en su sótano. La semana pasada, vio a su hermana, Rachel, dar sus primeros pasos. Desde entonces ha estado prosperando. He ido a cenar con West a la casa de su familia un par de veces y es una extraña combinación de personas en la mesa entre la familia de West, el novio de Rachel, Abby y luego yo. Es incómodo para todos nosotros, a excepción de Abby. Por eso, nos sentamos y dejamos que hable ella. El calor riza mi vientre cuando me sonríe West. —Te tomó bastante tiempo. —Tengo opciones —le digo—. Me dio muchas opciones. Me besa la frente y pasa los dedos por mi pelo. La piel de gallina brota por mi cuello y deseo por millonésima, que vez pudiéramos estar solos. Jax hace un sonido de arcadas y le saco la lengua. —Muy maduro, Hays. —Sin embargo, saca la suya a cambio. West descansa un brazo alrededor de mi hombro y me acerca a él. Tenemos una media hora antes del autobús urbano, así que reanudamos la conversación. Se abre la puerta lateral del edificio y Conner sale con su hermano detrás. Mis ojos se quedan en Matt y me estremezco con la frialdad dentro de mí. Ganó, pero perdió. No fue la paliza que había esperado y, de acuerdo a los rumores en la escuela, ha entrenado más duro en el gimnasio. Es un desperdicio. Nosotros hemos cambiado mucho, aprendimos mucho y Matt se encuentra donde antes, en negación sobre su hermano y sobre su propia inestabilidad emocional. —Se acabó —susurra West en mi oído—. Todo entre Matt y yo se acabó. Se odian e imagino que siempre lo harán, pero no habrá más peleas callejeras. Esto será una rivalidad en la jaula. Matt y yo nos hemos desviado a esos momentos en los que me contempla mientras pasa y silenciosamente entro en pánico. —Lo sé. —Pero a lo mejor no lo sé. Todavía me aseguro de que no aceche para hacerme daño por detrás.

—Tampoco te hará daño —dice West en voz baja mientras se da cuenta de donde se encuentra mi atención—. Te lo prometo, se acabó. Me desplazo y él aparta el brazo. Los tres dejan su conversación y me miran como si me hubieran crecido cuernos y una nariz roja. West toma mis dedos y frota mi mano con el pulgar. Normalmente ese toque debilita mis rodillas, pero en este momento, estoy llena de angustia y pánico, y todo lo que puedo pensar es en regresar al edificio. —Volveré, ¿de acuerdo? West mira a mi familia, luego a mí. —¿Quieres que vaya contigo? —No —digo demasiado rápido. Esta es una de las cosas que él odia: cuando vivo dentro de mi cabeza. Es también una de las cosas que me llevaron lejos de mi familia—. Tengo que hablar con la señora Collins acerca de algo. Sólo... hablar. —Muy bien. —Me aprieta la mano y me suelta. Corro al edificio y bajo por el pasillo. Los maestros cierran sus puertas tras ellos y rezo por que la señora Collins no haya cerrado. En la oficina principal, una secretaria ya se ha ido y la otra sostiene el bolso. — ¿Puedo ayudarle? No digo nada mientras me detengo en el marco de la puerta de la oficina de la señora Collins. Mi corazón late y mi pecho se mueve rápidamente con mis respiraciones. Ella tiene las llaves del coche en una mano y un manojo de carpetas en la otra. Se va. Llego demasiado tarde. Su frente se arruga. —¿Se te olvidó algo, Haley? Me obligo a sacar las palabras antes de que pierda el valor. —Mi ex novio me golpeó. Lo dije... dije las palabras. Mi visión se vuelve borrosa mientras espero que colapse el mundo... Mientras espero su odio y su juicio. Entonces me doy cuenta de que ansío su creencia. —Me golpeó. —De pronto, las palabras no son tan dolorosas—. Me golpeó y no estaba bien. La señora Collins pone sus archivos y las llaves a un lado de su escritorio. —No, no estaba bien. ¿Por qué no cierras la puerta detrás de ti y tomas asiento? Antes de que pueda hacer cualquiera de esas cosas, busco desesperadamente sus ojos para ver si me dirá la verdad. —¿Voy a estar bien? —¿Qué opinas? —pregunta de una manera reflexiva. De una manera que me hace pensar que ya sé la respuesta. Abro la boca y la señora Collins me rodea y cierra la puerta suavemente. Está tranquila mientras se desliza una vez más alrededor de

mi y se sienta detrás de su escritorio. —Te ves bien. Suenas bien. Y te encuentras aquí hablando conmigo. ¿Cómo te sientes? Me hundo en la silla frente a ella y dejo caer mi mochila al suelo. — Estoy cansada de manejar esto por mi cuenta porque… —muevo la mano delante de mi corazón—, mantenerlo dentro no funciona para mí. Asiente como si entendiera... como si entendiera de verdad. Y la sinceridad en sus ojos me da un destello de esperanza. —¿Qué tal si empezamos por el principio? ¿Cuándo lo conociste?

West Traducido por Annabelle Corregido por Verito

Sosteniéndose a su codo, Haley lanza un pedazo de madera podrida hacia la esquina de la sala. Isaiah nos habló a Kaden y a mí de este lugar. Al parecer, vivió aquí durante un par de meses. —¿Qué crees que hará Jax? —pregunta. Retiro la mirada, sin poder lidiar con las líneas de preocupación en su frente. La próxima semana, Kaden, Haley y yo nos graduaremos. Ella está empeñada en quedarse en el campamento y ahorrar dinero para la universidad, y Jax… Jax está considerando irse a casa. —No lo sé. Está muy preocupado por su mamá y sus hermanos. Haley se muerde el labio inferior y examina las paredes. —Lucirá mejor cuando compremos los muebles —digo. —El suelo va a caerse cuando le pongamos muebles. —No es cierto. —Tomo la mano de Haley y la guío hasta la única habitación—. Ves. —Señalo hasta el colchón y la base que compré hoy—. El piso sigue intacto. Haley junta sus manos en sorpresa y el orgullo que irradia de sus ojos me hace sonreír. —¡Compraste muebles! —Síp. —Y en un sólido movimiento, me inclino, la agarro por las rodillas y la lanzo a la cama—. Y exijo que la probemos. —Se ríe y adoro la vista que me provee su cabello castaño claro extendido alrededor de su cabeza. El tirante de su top rosa se desliza de su hombro y mi corazón se congela ante la vista—. Eres hermosa. Haley se pone seria mientras levanta los dedos hacia mi rostro y traza el contorno de lo que semanas antes había sido un gran moretón en mi ojo. —Peleaste por mí. —Sí. —Y lo haré de nuevo. No tanto por ella, sino por mí. Me quedaré como amateur y volveré a la jaula en el otoño. Haley difirió su

entrenamiento a John, pero lo que más me gusta es que entrena junto a mí, aunque todavía no ha decidido si regresará a los torneos. Me quito la camisa y bajo la cabeza para probar sus labios. La sorpresa recorre mi cuerpo cuando presiona su mano contra mi pecho. — Tengo algo que mostrarte. —¿Qué? Una sonrisa sexy atraviesa sus labios. —¿Eres impaciente o algo así? Apoyo las manos a cada lado de su cabeza y beso un camino desde el tirante renegado de su blusa hasta su cuello, sin dejar que mi cuerpo toque el suyo. —Hace semanas que no estamos solos, Haley, y voy a vivir con tu hermano. ¿Cuánto tiempo crees que nos permitirá estar solos? En estos días, apenas encontramos tiempo para besarnos y no veo que esas oportunidades puedan aumentar en el futuro, ahora que su hermano y yo compartiremos habitación. Pero todo ha sido para bien. Haley ha estado hablando con la señora Collins regularmente, lo cual significa que está lidiando con cosas fuertes. Debido a eso, nos hemos estado tomando las cosas con calma. No me molesta. Todo este tiempo he estado esperando a la chica perfecta. No me importa esperar un poco más hasta que esté lista. Un suspiro contento escapa de su boca cuando separo mis labios y beso su cuello con más intensidad. Mueve las manos hasta mis bíceps y comienza un masaje suave que hace que mi cabeza comience a dar vueltas. —No juegas limpio —jadea. Río contra su piel dulce. —Tú fuiste la que me enseñó todo sobre los ataques ofensivos. Antes de poder reaccionar, envuelve las piernas con las mías y nos volteamos sin mi consentimiento, pero, ¿cómo podría quejarme cuando tengo a tan preciosa criatura recostada sobre mí? Mueve las cejas divertida. —Amateur. —Dame un par de años y seré todo un profesional. Haley no me mira con desaprobación como lo hacen algunos de mis antiguos amigos cuando les cuento sobre lo qué estoy haciendo con mi vida. En vez de eso, un brillo en sus ojos me dice lo mucho que cree en mis sueños. Es un proceso de años, al cual se debe ir paso a paso. Dejaré que papá pague mi educación en la Universidad de Louisville. Y como respuesta, trabajaré para él treinta horas a la semana durante el verano y veinte durante el año escolar. También, cubriré de cinco a diez horas para Danny en el bar, y ambos continuaremos con nuestra jodida relación en la que nunca se menciona que él es mi padre.

El resto del tiempo, lo pasaré en el gimnasio entrenando y ayudando a entrenar a otros. Veré hasta dónde puedo llevar esto… cuán lejos puedo llegar. Lleva la mano hasta el bolsillo trasero de su pantalón y saca una carta. —Es la respuesta de mi beca. Esa para la que hicimos los videos. —¿Qué decía? —Envuelvo los brazos a su alrededor y me enderezo, para que así quede sentada a horcadas sobre mí. Haley y yo discutimos la oferta que papá hizo para pagar su educación. Incluso la llevé a casa y tanto papá como mamá hablaron con ella. No aceptó nuestro dinero. Es cabeza dura y terca, pero la amo más que a mi propia vida. Se inscribió en la Universidad de Louisville y también en la comunitaria. Esta beca determinará dónde pasará al menos el resto del año. —¿Entonces? Pierde su brillo. —No lo sé. Todavía no la he abierto. La adrenalina recorre mis venas. Esto me tiene más nervioso a mí que a ella. —¿No vas a abrirla? Haley se desliza de mí e inmediatamente extraño su calor. Ella y yo somos como dos mitades de un todo. Eso significa que ambos podríamos vivir separados y ser exitosos, pero cuando estamos juntos, cuando estamos completos, ahí es cuando sucede la magia. Guarda la carta en el espacio entre la pared y la cama. —Te diré lo que haremos. Bésame y cuando terminemos, la abriré. La conozco. Ella no cree haber ganado. Deslizo el brazo alrededor de su cintura y la atraigo hacia mí. Mis labios recorren su cuello y mis dedos levantan el suave material de su blusa. —Sin importar qué, estarás bien. Se relaja contra mi cuerpo. —Lo sé. Coloca una mano contra la mía y me detengo, dándole un momento para que ordene sus pensamientos. Para ella es difícil no vivir metida dentro de su cabeza y todo lo que en verdad necesita es el tiempo para procesar esos pensamientos. —Tengo miedo a ser rechazada, pero más que eso… —Inhala profundamente y la insto a que regrese a mis piernas. Descansando la cabeza contra mi clavícula, acaricia con su dedo el lugar en mi pecho que estuvo amoratado durante semanas—. Quiero ser entrenadora deportiva. Algo parecido a lo que hace John, pero a la vez no. Quiero ayudar a los atletas que se están recuperando de algún tipo de accidente. Ver a tu hermana aprender a caminar de nuevo… ser testigo de lo que es luchar

contra una herida emocional… quiero hacer eso, ayudar a las personas a luchar por sus vidas. Levanto la barbilla de Haley para que su mirada se encuentre con la mía. —De acuerdo. Sacude la cabeza contra mis dedos. —No. Necesito que alguien sepa esto antes de poder abrir esa carta. Cuando apliqué a la universidad, lo que buscaba era dinero y me iba a meter a estudiar Kinesiología porque tenía el dinero para eso. Antes de obtener la respuesta, necesito que alguien sepa que soy yo la que escojo esta carrera... y que no es ella la que me está escogiendo a mí. De todas las personas en el mundo, Haley sabe que yo la comprendo. Inclino mis labios hasta los suyos y beso la suave apertura entre ellos. Me devuelve el beso y sus manos se mueven por mi pecho. Un cosquilleo, una caricia es todo lo que hace falta para encenderme. Nos damos la vuelta y muy pronto su blusa se une a mi camisa en el suelo. Exploro sus curvas, disfruto el sabor de su piel y memorizo cada elevación de su respiración, junto con los suaves suspiros que escapan de su boca. Mi mente se tambalea cuando su cuerpo responde ante mí y la furia del calor que ambos creamos juntos. El tiempo pierde importancia y lo único existente que queda para mí es su toque y su amor. Muy pronto estamos jadeando y tomándonos con fuerza, murmurando palabras que sólo serán dichas entre nosotros. Luego todo se detiene mientras los colores estallan en el mundo. Muevo a Haley para recostarla junto a mí. Su cabello cosquillea mi pecho y medio dormido recorro su columna, reviviendo sus besos en mis sueños. Un crujido a mi derecha hace que mis ojos se abran de pronto, saco la carta aprisionada por la pared, se la entrego y beso su sien. Con la cabeza recostada sobre mi brazo, Haley la observa un momento para luego romper la parte posterior con sus dedos. El sobre se cae mientras abre la carta. Examino su expresión en busca de alguna señal de esperanza o frustración. Cada átomo de mi cuerpo se tensa mientras ruego por un milagro. Con un suave suspiro de sus labios, Haley vuelve a doblar la carta y la lanza al piso. Mi cabeza golpea la pared. Maldición. ¿Cómo es que la rechazaron? La abrazo con más fuerza. —Está bien. Haley me traza la mejilla con su dedo y una sonrisa se forma en sus labios. —Sí, de hecho, tienes razón. Gané.

Noah Echo se mueve, y la fría ráfaga de viento que choca contra mi piel hace que mis ojos se abran de pronto. El guardabosque del Parque Estatal de Colorado en las Grandes Dunas de Arena no bromeaba cuando dijo que la temperatura caía de noche. Estiro los músculos en mi espalda, y luego me giro de costado para tocar a Echo de nuevo. Mi palma se funde con la curva de su cintura. Ella se encuentra acurrucada de espaldas a mí y tiene una cobija apretada entre sus hombros. Su camiseta ya no provee protección contra el clima. Anoche fue ardiente, en más formas de las que puedo contar, y taparnos no era requerimiento para ninguna de nuestras actividades —ni para dormir, ni para besarnos. Sin duda, este ha sido el mejor jodido verano de mi vida…

A Dios: Juan 15: 12-13—Mi mandamiento es este: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que el que a uno le lleva a dar la vida por sus amigos. Para Dave: Con tu gentil paciencia que nunca acaba, siempre me haces saber que vale la pena luchar por mí. También muchas gracias a… lado.

Kevan Lyon: Me siento continuamente honrada de tenerte de mi

Margo Lipschultz: Tú más que nadie entiendes lo difícil que fue este libro para mí. Nunca olvidaré tu apoyo, tus llamadas y motivación. No tienes idea lo agradecida que estoy de tenerte. A todos los que tocaron mi libro en Harlequin Teen, especialmente a Natashya Wilson y Lisa Wray. ¡De verdad, son asombrosas! Eric Haycraft, Scottie Sawade y todas las otras personas fantásticas del Gimnasio Real Fighters. No puedo agradecerles suficiente por haberme recibido en su gimnasio. También quiero agradecerles por tenerme tanta paciencia, a mí, esa chica que siempre tenía que pensarlo un momento cuando se trataba de diferenciar movimientos de boxing y sin embargo, me permitieron quedarme. El talento en su gimnasio es increíble y fuera de este mundo. Angela Annalaro-Murphy, Kristen Simmons, Colette Ballard, Kelley Creagh, Bethany Griffin, Kurt Hampe, Bill Wolfe y a los Escritores de Romance de Louisville: si no fuese por su amor y apoyo continuo, este libro nunca hubiese sucedido. Gracias desde lo más profundo de mi corazón. Un agradecimiento enorme a todos mis lectores, y especialmente a Linda Marie Bofenkamp. Todavía me asombra ver mis libros en venta, y por siempre me sentiré honrada por el cariño y respaldo de mis lectores. Como siempre, a mis padres, mi hermana, mi familia del Monte Washington, y toda mi familia política. Los amo.

Un viaje de verano por carretera cambia todo en esta nueva e inolvidable historia de la aclamada autora Katie McGarry. Para la reciente graduada de la escuela secundaria, Echo Emerson, un viaje de verano por carretera hacia el oeste con su novio, significa alejarse y olvidar lo que la hace tan... diferente. Significa ver lugares geniales mientras vende su arte en galerías a lo largo del camino. Y, sobre todo, significa casi tres meses a solas con Noah Hutchins, el chico sexy, inteligente y maltratado que nunca le ha juzgado. Echo y Noah comparten todo… excepto la única cosa para la que Echo no está lista. Pero cuando la fuente de pesadillas constantes de Echo regresa a su vida, ella tiene que tomar algunas decisiones difíciles sobre lo que quiere realmente, incluso cuando la búsqueda del niño en acogida, Noah, por los últimos parientes que les queda, les obliga a ambos a enfrentar algunas verdades importantes acerca de la vida, el amor y de ellos mismos. Ahora, con sólo una semana antes de la orientación universitaria, los trabajos y la vida real, Echo debe decidir si Noah es más que una aventura con el chico malo que todo el mundo le advirtió que sería. Y el último tramo de un increíble viaje por carretera se convertirá... en uno muy épico. Pushing the Limits, #1.5

Katie McGarry fue adolescente durante la época del grunge y las boy bands, y recuerda aquellos años como los mejores y peores de su vida. Es una amante de la música, los finales felices y los reality shows.

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