CARLOS JOSÉ ROMERO MENSAQUE UNED. Centro Asociado de Sevilla HERMANDADES Y RELIGIOSIDAD EN EL CONVENTO CASA GRANDE DE SAN FRANCISCO DE SEVILLA DURANTE EL SIGLO XVIII. TRES EJEMPLOS DEL ÁMBITO EXTRATEMPLARIO Resumen: El presente artículo analiza la religiosidad popular y las hermandades del convento de San Francisco de Sevilla, centrando el estudio en tres corporaciones estratemplarias, muy significativas de la ciudad en el siglo XVIII Palabras clave: Convento de San Francisco, Sevilla, Hermandades Summary: The present article analyzes the popular religiousness and the fraternity of the convent of San Francisco of Seville, centring the study on three corporations that had his sedate out of the conventual church, very significant of the city in the 18th century. Key words: Sevilla, Brotherhoods and fraternities.

El convento casa grande de San Francisco de Sevilla supone una referencia fundamental para el estudio de la religiosidad medieval y moderna. Sin embargo, su historia está todavía por escribir, aunque existen obras de carácter general como la ya antigua del padre Germán Rubio sobre la Custodia Franciscana de Sevilla1. Hay que destacar, no obstante en el ámbito general de Andalucía, la labor de los Cursos de Verano sobre el Franciscanismo promovidos por la Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos. Ciertamente las investigaciones de la profesora María José del Castillo, en el campo artístico, han supuesto un avance importantísimo en esta tarea necesaria de recuperar la memoria de lo que fue este cenobio, pero lo publicado hasta ahora por esta autora 2 sólo es una interesante síntesis de lo que sin duda fue su laboriosa búsqueda y análisis documental, que merece los honores de una amplia monografía, para la que desde aquí animo a redactar y patrocinar. En el ámbito de la religiosidad y, concretamente, de las hermandades, el convento casa grande se constituyó en sede canónica de muchas y de muy diversa etiología, de las que se conservan varias relaciones, más o menos exactas. La profesora Del Castillo menciona a las siguientes hermandades: Santa Ana (1627), Ánimas del Purgatorio (siglo XVII), Virgen de la Antigua (1691), Santa Bárbara, Esclavitud de Nuestra Señora de Belén (1695), Cristo de la Buena Muerte (1723), San Buenaventura, Inmaculada Concepción de los Burgaleses (1522), San Antonio, de los Castellanos (1563), San Antonio, de los Portugueses (1604) (aunque no se relaciona), Concepción Inmaculada, Nuestra Señora de Consolación (1636), San Diego de Alcalá (1594), San Francisco de Asís 1

La Custodia Franciscana de Sevilla, Sevilla, San Antonio, 1953.

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La obra fundamental es la publicada por la Diputación Provincial de Sevilla en el número 47 de la colección “Arte Hispalense” en 1988 y titulada El convento de San Francisco, Casa Grande de Sevilla. Otros artículos dignos de reseña son “La capilla de los Portugueses del convento de San Francisco”, en Laboratorio de Arte 12 (1999), págs 235- 241 y “Capillas de Naciones en el Convento de san Francisco Casa Grande de Sevilla” en V Curso de Verano. El Franciscanismo en Andalucía: San Francisco en la cultura y en la historia del Arte Español, Córdoba, Cajasur, 2001, págs 63- 69. XII CURSO DE VER ANO “EL FR ANCISCANISMO EN ANDALUCÍA” PR IEGO DE CÓR DOBA, 2006

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(siglo XVIII), San Gonzalo de Amarante (1629), San Gregorio, Santa Lucía (1609), San Luis, de los Franceses (1573), Cristo Nazareno, Nuestra Señora de la Palma (1664), Nuestra Señora de la Esperanza o del “Pecado Mortal” (1691), San Eligio de los Plateros (siglo XVI), Nuestra Señora del Rescate (1701), Nuestra Señora de los Reyes, de maestros sastres (¿1250?), Santiago Apóstol, de los Sombrereros (1593), Vera Cruz (1448), Vía Sacra (siglo XVII) y Nuestra Señora de la Piedad, de los Vizcaínos (1540). Además estaba establecida la Orden Tercera desde el siglo XVI. En la Relación de Andrés Saa, de 1736, se menciona así mismo a una Hermandad de la Oliva y Cristo del Perdón, que puede corresponder a la de la Inmaculada que menciona la profesora. Igualmente indica que la de Santa Lucía pertenecía a los Libreros y la de San Diego a los oficiales sastres, mencionando también a otras hermandades: la de San Pedro de los Guarnicioneros y la del Vía Crucis, como recién fundada o quizá restaurada en 1742 si se relaciona con la de la Vía Sacra, y a la que posteriormente me referiré.3 No obstante esta lista, al igual que la que posteriormente redactara el Asistente Olavide en su Informe sobre hermandades, no resultan muy fiables, aunque ciertamente en la última resulta evidente la desaparición de muchas de las hermandades. Mi contribución a este curso en relación a San Francisco de Sevilla es, a la vez, modesta y significativa. Modesta porque las órdenes religiosas y, concretamente, los franciscanos no han sido hasta el presente objeto de mis investigaciones, salvo aspectos muy concretos, y no dispongo de la necesaria comprensión documental. Pero sí pienso que es significativa porque aporto una novedosa visión del gran cenobio franciscano como referencia conceptual de la religiosidad sevillana del Barroco y la primera Ilustración, sobre todo la popular, esa piedad un tanto marginal y extratemplaria, que tantas veces se solapa a favor de la denominada “oficial” o institucional, que ciertamente es más rica en documentación, patrimonio, o nombres relevantes, pero carece de la cercanía e inmediatez de una piedad dinámica, cotidiana, espontánea y cercana a los sentimientos y vivencias de la Sevilla popular de barrios y arrabales. San Francisco fue para esta religiosidad una referencia de Iglesia en el sentido formal e institucional del término, porque en la piedad popular se percibe constantemente una aparente contradicción a nivel de actitudes: por un lado el impulso espontáneo a conformar según su idiosincrasia un uso devocional inducido por el clima misional y la iniciativa del clero, pero por otro la necesidad consustancial del refrendo y la referencia expresa de lo eclesiástico. De hecho, cuando la devoción se consolida, los vecinos emprenden la iniciativa de erigir una Hermandad con el reconocimiento y licencia del Ordinario diocesano, porque están convencidos de que sólo así podrá preservarse. Es decir, la Iglesia aparece como una instancia superior que canoniza la iniciativa, lo que supone un indudable orgullo y “prestigio” para los vecinos y nuevos cofrades, pero sin que eso signifique para ellos- salvo en el tenor de las Reglas y la sujeción jurídica- un menoscabo de su autonomía, pues la nueva Hermandad se debe en principio y final a su vecindario, que es quien la sostiene de manera integral. No obstante, cuando el universo barroco tiende a desaparecer, esta religiosidad popular extratemplaria hace crisis y entonces se evidencia un paso más en la búsqueda de la referencia eclesial. Ya no sólo se busca el refrendo, sino también el amparo. La calle, la vecindad no son sólo ámbitos “naturales” de devoción, y se hace necesaria una sede 3

Compendio histórico eclesiástico, manuscrito de la Capitular de la Catedral, 1736.

HERMANDADES Y RELIGIOSIDAD EN EL CONVENTO CASA GRANDE 293 canónica dentro de los templos, adonde en muchas ocasiones se trasladan los propios retablos fundacionales. Este paso supone asumir un nuevo estatus en relación con la Iglesia y una pérdida de la inmediatez del vecindario. Muchas veces la congregación de devotos o hermandad no es consciente plenamente de lo que, por otro lado, es la inevitable salida de su entorno fundamental y le sobreviene una crisis estructural que determina su desaparición. En otros casos, los cofrades asumen una remodelación integral del instituto, lo que supone una devoción prácticamente nueva, acorde con la religiosidad precaria de la Primera Ilustración. En el artículo que presento me refiero a tres hermandades extratemplarias que representan tres modos de relación con el referente eclesial del Convento de San Francisco. La persistencia en el ámbito callejero: Congregación del Cristo de la Expiración y Nuestra Señora de los Dolores, en su retablo bajo los portales de la Platería de la Plaza de San Francisco Si hay un acontecimiento que dé principio y caracterice a esta religiosidad popular barroca en Sevilla es el de los Rosarios públicos que significa la asunción protagonista y espontánea de la población en la configuración de su religiosidad y la fundación de congregaciones y hermandades por propia iniciativa, aunque ciertamente con licencia y aprobación del clero. Cuando se produce en Sevilla el fenómeno de los Rosarios públicos, el convento parece quedar un tanto al margen del mismo, aunque sin duda los frailes fomentaran la devoción en la iglesia, así como alguna de las hermandades allí residentes. Pero no hay constancia de que se erigieran cortejos permanentes para el uso público callejero. Esta Congregación surge formalmente en lo que podría denominarse segunda etapa del fenómeno: la primera fue la “explosión” protagonizada por el dominico fray Pedro de Ulloa en 1690 y la subsiguiente conformación espontánea y por parte de los capuchinos y la segunda hay que enmarcarla en las Misiones del también dominico Pedro Vázquez Tinoco en la tercera década del XVIII, de las que se hablará posteriormente. En la erección y buen régimen del retablo y su hermandad tuvieron suma importancia diversos legados y donativos, destacando el del maestro platero Isidro Gil Arias, que en mayo de 1757 legó en su testamento ocho varas de plata con sus cañones para el uso de la congregación, con la condición expresa de que si durante diez años se enfriase la devoción y no saliese el Rosario, estas varas habrían de pasar al convento de San Francisco.4 El primer Rosario salió el 11 de diciembre de este mismo año de 1757. Se conserva una completa descripción de este retablo, merced a un Inventario que abarca desde esta fecha a 1760.5 “ (El retablo) está debajo de los portales de la plaza de San Francisco, delante del arca de agua. Dicho portal sale a calle Chicarreros, el que se compone de un lienzo con su moldura dorada con los atributos de Pasión, pintado en dicho lienzo, la efigie del Santísimo Cristo expirando en la cruz y María Santísima de los Dolores y de la Magdalena, 4 5

ARCHIVO GENERAL DE LA PROVINCIA FRANCISCANA DE LA BÉTICA, legajo 52.

ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO, Serie Hermandades, legajo 21. El Mayordomo era Juan de Ávila.

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un cuadrito del señor San José con su moldura dorada y su cristal de tres cuartas(...) En el hueco de dicho retablo hay formado en cada lado dos nichos, de molduras de tabla doradas con cuatro santos de m{as de media vara: un San Eligio, otra Santa Ana, otro San Joaquín y otra Santa Ana (...)” Las insignias del Rosario eran custodiadas por el Mayordomo en su domicilio y entre ellas destaca el Simpecado de Gala, “bordado de oro y campos de plata y encima de dicha plata bordados los atributos de Pasión y en las puntas, con su fleco de oro alrededor, sus tres borlas de oro y plata en medio y puntas; cordones y borlas grandes de sedas y las borlas con oro; en medio un cuadro de lienzo pintado las cuatro efigies: el Cristo, corona, potencias, cabeza y brazos de la cruz, de plata dorados..., con la muerte a los pies, de plata dorada, la imagen, corona, San Juan y la Magdalena, diademas todo de plata doradas”. Rica era también la cruz procesional “de cristales y moldura dorada, con sus remates y al pie un sol dorado con dos corazones y un cuchillo plateado, y a la espalda el señor San José pintado con su vidrio y la cruz hace dos caras”. El resto de las insignias son los faroles altos y de mano, campanillas y enseres varios en que destaca una demanda de plata. Se trataba de una congregación singular, pues pertenecía a los plateros sevillanos6, al igual que la de San Eligio, su patrón, con sede en la iglesia conventual, que erigieron el retablo también extramuros en ocasión del fenómeno rosariano. No obstante, parece colegirse de la documentación existente, que esta congregación gozaba de cierta autonomía y una vinculación notable con el vecindario de la feligresía, que adoptó este instituto del Rosario público como principal medio para la piedad y devoción hacia las imágenes titulares del retablo. En el Informe de Olavide 7se afirma que las limosnas que se recogían en las demandas del Rosario se invertían en la compra de pan y carne para los pobres y, subsidiariamente, para el culto del retablo, lo que corrobora la tesis de un instituto propio, vecinal y con dimensión caritativa o asistencial. Puede constatarse que realizaba a diario la procesión de Prima noche y en la fiesta de la Virgen, celebraba Septenario en San Francisco, que alcanzó los honores de la impresión.8 , señal inequívoca de esta devoción comentada, no sólo el Rosario, sino también las imágenes y su significación penitencial en relación con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo y, sobre todo, los Dolores de la Virgen. Tal y como era usual en este tipo de corporaciones, esta celebración de iglesia tenía efecto por las mañanas y finalizaba con la Función Principal, pero al mismo tiempo, por las noches, realizaba sus estaciones la procesión del Rosario de Gala. Se ha podido documentar el itinerario habitual de este Rosario cuando salía de Gala en el Septenario, concretamente en 1817, que hacía estación a los retablos de San Antonio Abad de calle Lineros, de N.P. Jesús de la Sangre de la calle Pescado, de Nuestra Señora del Pilar en la Rabeta, de Nuestro Padre Jesús del Perdón de la Alcaicería de la Loza, De Nuestra Señora de los Dolores de Cocheras de Pineda, de N.P. Jesús de las Tres Caídas del Baratillo y de Nuestra Señora de los Dolores en la Cruz de San Pedro. Al igual que el 6 FERNÁNDEZ DE PAZ, Eva, Religiosidad popular sevillana a través de los retablos de culto callejero, Sevilla, Diputación, 1987, pág 103. Sobre esta Hermandad, vid. asimismo SANZ, María Jesús, “Una hermandad de plateros establecida en la plaza de San Francisco”, en Archivo Hispalense, nº 188, 1978, págs. 93- 100. 7 8

Informe cit, fol 99 vto.

Septenario dedicado a la Virgen Santísima en memoria de sus siete principales dolores..., Sevilla, imprenta mayor, 1787. Se halla un ejemplar en la Biblioteca Universitaria de Sevilla (Mont 4-6-16)

HERMANDADES Y RELIGIOSIDAD EN EL CONVENTO CASA GRANDE 295 de iglesia, el Septenario de calle con el Rosario tenía un carácter penitencial, como puede apreciarse en la convocatoria en la que se “ [...] convida a este pueblo mariano para que por siete noches continuadas, media hora después de Oraciones [...] acompañe a esta Reyna Soberana en la Meditación de sus amargísimas angustias, en la acerba y dolorosa Pasión de su Amado Hijo”9 El Rosario constituía de alguna manera la expresión dinámica de la religiosidad de los plateros. Cuando tras la Invasión Francesa, que obligó a trasladar diversas imágenes de San Francisco a otros templos, entre ellas la titular del gremio, que fue a los Menores, retornaron estas al cenobio en 1815, el Rosario había salido ya de madrugada en la víspera a realizar su estación a esta iglesia, precediendo la Procesión del día siguiente, en cuya comitiva figuraba con sus insignias y faroles.10 En esta corporación, la referencia a San Francisco se centraba en este Septenario anual, donde la piedad popular se asimilaba a esa otra religiosidad templaria, basada en el culto interno y los ejercicios penitenciales, pero que en todo caso tenía una gran significación simbólica de refrendo y reconocimiento, siendo algo puntual en el marco de una estructura dinámica, espontánea y extratemplaria, donde el retablo era centro y sede de la devoción del vecindario, absolutamente compatible con la liturgia y piedad sacramental que brindaban los franciscanos. La búsqueda de amparo institucional: La Congregación del Rosario de Mujeres de Nuestra Señora del Carmen Existía en 1749 una Congregación del Santo Rosario de Mujeres de Nuestra Señora del Carmen, que solía reunirse todas las tardes (en sus primeras horas, evitando la noche, reservada para los de hombres) de domingos y festivos para realizar la procesión , según era usual en estos Rosarios, extramuros del convento, en torno a un pequeño tabernáculo, donde precariamente habrían de guardar el Simpecado y demás insignias de la procesión. Estos Rosarios de Mujeres parecen surgir en Sevilla de una manera formal en 1735 en ocasión de las misiones predicadas por el carismático fraile dominico Pedro Vázquez Tinoco, Presentado del Colegio de Santo Tomás, que constituyeron como una segunda “explosión rosariana” tras la de 1690 de su compañero de religión Pedro de Santa María de Ulloa. La iniciativa de los Rosarios femeninos hay que enmarcarla en todo un programa de revitalización de estos cortejos callejeros, que atravesaban su primera crisis tras el primitivo impulso, bien espontáneo y de iniciativa popular como los de Sevilla, bien formalizados con una estructura misional por el clero, principalmente regular: capuchinos o dominicos, sobre todo. Las Misiones de Vázquez Tinoco significan una reestructuración del uso devocional, tratando de devolverle un kerigma espontáneo y a la vez misional, que implicara a los fieles en un dinamismo nuevo, quebrando la inercia y la rutina de muchas congregaciones que no podían mantener las salidas diarias de los Rosarios. En este sentido, favoreció el protagonismo de mujeres como de niños y jóvenes, renovando en profundidad congregaciones propias y exclusivas, separadas de la de los hombres a tal punto que muchas 9 ARCHIVO MUNICIPAL DE SEVILLA, GONZÁLEZ DE LEÓN, Félix, Crónica de Sevilla, tomo 16, 1815. Ocurrió el 29 de enero. 10 ARCHIVO MUNICIPAL DE SEVILLA, GONZÁLEZ DE LEÓN, Félix, op. cit, Tomo 19. Documento 11.

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fuentes lo citan como verdadero creador de estos Rosarios, que sin embargo ya aparecen documentados a comienzos del XVIII.11 Los Rosarios femeninos constituyeron un revulsivo tremendamente positivo para la devoción. Al principio fueron muy criticados por las congregaciones y hermandades masculinas en una campaña realmente degradante, en la que no faltaron alusiones personales a Tinoco, que se convirtió en fervoroso paladín de la causa. Al igual que los de varones en 1690, muy pronto se multiplicaron los cortejos femeninos. La mujer era reconocida por vez primera en la religiosidad popular como protagonista activa y conformadora de una dinámica devocional concreta. Muy decisivo en este aspecto fue el compromiso formal que asumió la propia Reina de España al declararse Hermana Mayor y Protectora de estos Rosarios a nivel nacional. Se instituyeron en parroquias, conventos, hermandades y también en pequeños retablos callejeros. No consta formalizaran como tal su situación ante la Autoridad Diocesana elevando Reglas que le permitieran alcanzar un estatus de Hermandad, pero sí contaban con la oportuna licencia del clero de su sede. No obstante existía y era muy importante una “formalización popular”, que consistía en “personalizar” el Rosario y promover su “reconocimiento” ante los demás Rosarios de la feligresía mediante la adquisición de un Simpecado propio, insignias, organizando solemnísimas ceremonias y solicitando el padrinazgo de otra congregación, que apoyaba y reconocía el ingreso de la nueva en la geografía rosariana de la collación. Como queda dicho, salían en las primeras horas de la tarde, a fin de evitar las “oscuridades” de la noche, reservada para los cortejos de hombres, en una dinámica de prejuicios y prevenciones respecto a las mujeres por parte del clero, muy al uso de la época. La Congregación de Nuestra Señora del Carmen se enmarca en este proceso espontáneo de la década de los treinta, pero ya en 1749 parece detectarse un planteamiento que supone la superación del primer impulso devocional y la necesidad de buscar una consolidación del uso, promoviendo una serie de mejoras en aras de superar la precariedad en la que toman conciencia que se encuentran. Este “descubrimiento” constata la entrada de nuevas cofradas, quizá una revitalización frente a una crisis más evidente que hacía peligrar la propia congregación. En definitiva, se busca una sede más estable y lógicamente se piensa en el inmediato cenobio de San Francisco, que contaba con muchas capillas. Al mismo tiempo cuentan con el patrocinio económico de un prócer devoto, Juan Guerreo Durán, que se halla en disposición de adquirir un retablo para alojar el Simpecado. La capilla elegida es la Real de San Antonio de la Nación Portuguesa, que administraba una rica y prestigiosa hermandad formada por los naturales de aquel país, con un carácter más institucional que cultual. En un primer momento, la pretensión es desestimada12 y puede constatarse que era ésta una actitud normal en la corporación, pues en el mismo cabildo también se niega a la Hermandad de la Esperanza la celebración de unos ejercicios espirituales en su sede. No 11 Vázquez Tinoco ya organizó en 1730 Rosarios de mujeres en Extremadura en torno a 1730, pero ya se documentan estos cortejos en la ciudad de Tarifa en fecha anterior a 1718. Cfr. PATRÓN SANDOVAL, Juan Antonio, “Los Rosarios públicos en Tarifa (2)”, en Aljaranda. Revista de Estudios Tarifeños, nº 59, diciembre 2005, págs 20- 30. 12

ARCHIVO DE LA PROVINCIA FRANCISCANA DE LA BÉTICA, Legajo 44, documento 26.

HERMANDADES Y RELIGIOSIDAD EN EL CONVENTO CASA GRANDE 297 obstante, un año después, concretamente el 5 de enero de 1750, se vuelve a considerar la propuesta a iniciativa del propio Hermano Mayor Luis Campelo, y se acepta tras el informe positivo de los dos diputados encargados para tal menester y del sacerdote capellán. Resulta evidente la intercesión de personas allegadas a la Hermandad y también la mención al devoto mecenas, que debía gozar de la solvencia necesaria para avalar la iniciativa de las cofradas. De hecho, el retablo ya se había adquirido y se le permite colocarlo en la capilla, así como las insignias. No obstante, esta aprobación conllevaba una serie de condiciones que la Congregación acepta y que se sintetizan fundamentalmente en que la licencia para la utilización de la capilla no implica derecho alguno sobre ella y que para la celebración de algún culto: novena, funciones... será siempre necesaria la aquiescencia de la Hermandad a través del padre capellán, reservándose siempre la corporación lusa el derecho a revocar el acuerdo alcanzado. De esta manera encontramos a un Rosario público de Mujeres residiendo de manera formal en el Convento de San Francisco, realizando desde la capilla de los Portugueses la procesión vespertina los domingos y festivos. El dato es más importante de lo que puede parecer, porque no he encontrado ninguna otra congregación intramuros de San Francisco, ni siquiera de hombres. No se conocen pormenores de esta congregación, que no debió formalizarse como Hermandad, como era lo más usual entre los Rosarios femeninos. Sin embargo, todo parece indicar que su trayectoria vital fue constante, manteniendo su instituto público en un clima de buena armonía con la Hermandad de San Antonio que, en 1771, acuerda renovar el convenio con el consenso del capellán y las propias cofradas.13 La armonía y subsidiaridad entre la religión popular y la oficial: Hermandad del Via Crucis, Cristo del Calvario y Perdón y María Santísima de las Neves o Nieves y Concordia Espiritual Esta Hermandad es el resultado de la fusión de dos corporaciones bien distintas: una la de la “Concordia Espiritual de los hermanos crucíferos y confraternidad subtítulo del Viae Crucis, de quien el Maestro Hermano Mayor es N. Redemptor Jesucristo y Señor del Calvario y Protectora María Santísima con el título de las Neves”, que se funda en la capilla de los Neves de San Francisco en 1734 y dedicada a la meditación de los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, con antecedentes en el siglo anterior incluso de penitencia pública, que contaba con numerosas gracias e indulgencias y un doble estatus entre los hermanos, que se explicará, de la propia hermandad en sí y los de la Concordia Espiritual. Sobre estos antecedentes ha investigado Ignacio Camacho Martínez.14 La otra era una congregación intitulada “Venerable Hermandad del Stmo. Cristo del Perdón, subtítulo Vía Crucis y Nuestra Señora de los Dolores”, que tenía como sede una capillaretablo en la Alcaicería de la Loza, y que en 1746 se fusiona definitivamente con la anterior (aunque ya estaba aprobada su unión desde tres años antes, tras diversas negociaciones entre cofrades de ambas), redactando nuevas Reglas que aprueba la Autoridad Eclesiástica. Salvo algunas cláusulas consensuadas, los nuevos estatutos son los que recientemente habían sido 13 14

Idem, documento 99.

CAMACHO MARTÍNEZ, Ignacio, La Hermandad de los Mulatos de Sevilla. Antecedentes históricos de la Hermandad del Calvario, Sevilla, Ayuntamiento, 1998, págs 181- 194.

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aprobados a la cofradía de San Francisco, por lo que hizo prevalecer su primitivo instituto de culto interno, meditación espiritual y carácter elitista en torno al rezo y consideración de la Pasión de Cristo, siendo primordial la realización diaria de la Vía Sacra en horario vespertino y portando la imagen del Cristo del Calvario. La del Cristo del Perdón surge en plena vía pública, promovida sin duda por el vecindario. González de León afirma que la capilla-retablo tenía la función de ser depósito de los cadáveres de los vecinos de aquella calle, mientras se hallaban de cuerpo presente, al ser las casas muy pequeñas para velarlos en su interior.15 La fusión tiene sus antecedentes en un primitivo litigio por el común título del Vía Crucis. La iniciativa, según Camacho, parte de los cofrades de la Alcaicería, que atravesaban una importante crisis institucional, derivada de su propia precariedad económica y también del hecho de que la capilla necesitaba una urgente rehabilitación.16 Quizá el dato más interesante de esta nueva Hermandad “del Stmo. Cristo del Calvario y Perdón” (nueva advocación de la imagen de la Alcaicería) es que cuenta con dos sedes: una en San Francisco y otra en el retablo de Alcaicería, que va a permanecer plenamente activo como centro devocional y estación de varios Rosarios públicos de la feligresía, lo que obligaba a un cuidado permanente. Ignoro si mantuvo asimismo su función asistencial post mortem, tras la unión, si ésta fue a un nivel jurídico o bien efectivo y si la capillaretablo mantuvo esas actividades de manera un tanto autónoma a cargo del vecindario u otras como la del Rosario público. Llegó a contar la institución, por otro lado, con nueve fincas urbanas, documentadas en un libro de protocolo, pero que fue vendiendo entre fines del XVIII y principios del XIX hasta quedar sólo con una accesoria en la calle Marco Sancho. En el Archivo de la Provincia Bética de los Franciscanos he encontrado un manuscrito con el proyecto de Reglas que esta hermandad redacta, sin duda con motivo del Real Decreto del Consejo de Castilla de 1783 y que tiene fecha de 25 de diciembre de 183017, lo que nos indica un periodo de crisis o postración en los años finales del XVIII o, más probablemente, en ocasión de la Invasión Francesa y todos los acontecimientos que afectaron al propio convento de San Francisco y su fábrica, quedando destruida también la capilla de la Hermandad. Curiosamente en estos momentos la Hermandad sólo contaba con la capilla de la Alcaicería, que había permanecido abierta al culto, planteándose, con el restablecimiento de la Casa Grande, una serie de medidas económicas para atender los cuantiosos gastos que necesitaba, entre los que destaca la regulación de los réditos por las fincas vendidas y el traslado de todos los enseres de la capilla- retablo de la Alcaicería a la de San Francisco, ya rehabilitada. El tenor de la Regla debía corresponder en esencia a la del siglo XVIII, con algunas obligadas adiciones. Por eso nos puede indicar datos expresivos de lo que fue esta hermandad en la centuria objeto de nuestra ponencia. 15

Noticia histórica del origen de los nombres de las calles de Sevilla, Sevilla, pág 106.

16

CAMACHO MARTÍNEZ, Ignacio, ob. cit, págs 195-199.

17

ARCHIVO DE LA PROVINCIA FRANCISCANA DE LA BÉTICA, legajo 42

HERMANDADES Y RELIGIOSIDAD EN EL CONVENTO CASA GRANDE 299 El rasgo más peculiar que subyace en los estatutos es el carácter elitista de la corporación, que establece un “numerus claussus” de 105 hermanos y que proviene ya de los primeros tiempos. Así lo expresa la introducción a la Regla: “Los hermanos de la del Calvario eran sólo 72, en nombre de los discípulos de nuestro Maestro y Redentor Jesucristo, sin que huviere ni uno más, pero se admtían otras personas de ambos sexos con la denominación de Hermanos de la Concordia Espiritual. Reunida a ésta la del Santísimo Cristo del Perdón, se aumentó el número con 33 hermanos más en representación de los años que havitó el Señor en carne humana entre los hombres, de forma que el número fixo de hermanos que ai es de 105” Resulta evidente que al fusionarse ambas hermandades, los cofrades existentes de la Alcaicería son incorporados con carácter de numerarios, lo que parece indicar una situación muy precaria de la entidad callejera y la necesidad de la reunión para sobrevivir. La Concordia Espiritual es una fórmula para integrar a la feligresía, hombres y mujeres, en los cultos y ejercicios de la entidad y fomentar la devoción, sin que ello suponga una participación efectiva en su gobierno y administración. Lo mismo ocurría en las Cofradías del Rosario de los cenobios dominicos. Supone una dimensión social, participativa en las gracias espirituales“para no privar a los fieles cristianos de uno y otro sexo de las gracias e indulgencias” y que asímismo ayudaba a sufragar los gastos de la entidad, pues a los cofrades de la Concordia se le exigía también una limosna, aunque ciertamente muy económica. Los cofrades numerarios tenían la obligación de abonar una cuota de entrada de 42 reales, además de seis anuales. Igualmente han de pedir demandas, por turnos, los días festivos en el atrio del convento, junto al retablo de la Virgen de Belén. El instituto de la Hermandad se centraba fundamentalmente en la Meditación de la Pasión de Cristo, culto a la Virgen y sufragio por los cofrades difuntos: “Se emplearán los cofrades [...] en tan interesante Meditación (Pasión de Cristo), desechando con ella las tentaciones del Demonio y fortificando sus espíritus hasta lograr la felicidad de los justos, en dar culto a Dios Nuestro Señor en el adorable sacramento de la eucaristía, en alavar a María Ssma Sra Nuestra y en hacer sufragios por el descanso de las almas de los hermanos difuntos” La junta de gobierno estaba compuesta por el Hermano Mayor, 2 Directores (eclesiástico y seglar), Tesorero, Contador, 2 Censores, Prioste, 2 Secretarios y 8 Diputados de gobierno y hacienda. De ellos destaca sobre todo el Prioste, con amplias atribuciones en la gestión institucional al ser el responsable del cuidado y uso del patrimonio, de los sufragios y asistencia post mortem de los cofrades, así como el superior directo del Muñidor, es decir, controla absolutamente las actividades de la Hermandad. En lo que respecta a los cultos y ejercicios, la Regla no concreta la fecha de la Función Principal, aunque sí se refiere a la celebración de un Jubileo anual el 1 de enero y Comuniones Generales el primer domingo de marzo, el primero de junio, la festividad de San Miguel y en las Honras anuales por los hermanos difuntos. Los ejercicios consistían en lo siguiente: “Todos los viernes de Cuaresma, en la noche, se reunirá la Hermandad y convocará al pueblo y habrá exercicios espirituales sobre la Pasión y Muerte de Nuestro Redentor Jesús, con lección, meditación y plática. El Viernes Santo, las Tres Horas de agonía que el Señor tuvo en la Cruz en el monte

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Calvario... y estos exercicios se celebrarán en la capilla de la Hermandad en la iglesia de San Francisco o en la que tenga aquella por conveniente”. En la asistencia a los cofrades difuntos, se distingue entre los numerarios y los de la Concordia. Los primeros, al igual que sus esposas, tienen derecho a aparato mortuorio con 4 velas de a libra en su domicilio y paño, las mismas velas y 12 cirios en la iglesia, así como la aplicación de 6 misas rezadas. Los de la Concordia gozarán de aparato con paño y 12 cirios en la iglesia y dos misas rezadas en su sufragio. Para ambos se aplicarán unas solemnes honras en un domingo de noviembre, aunque a los numerarios pueden aplicárseles, si hay recursos, misas particulares en este mes. La Regla describe con precisión el escudo de la corporación: cruz con sudario en el centro de la cifra que dice María, colocando todo sobre una figura del monte del Calvario, así como el color de la cera que es el celeste. Cuando en 1840 se produce la demolición de San Francisco, la Hermandad estaba prácticamente extinguida.18

18

GONZÁLEZ DE LEÓN, Félix, Crónica de Sevilla, tomo 44, fol 118.

EL FRANCISCANISMO EN ANDALUCÍA

MANUEL PELAEZ DEL ROSAL DIRECCIÓN Y EDICIÓN

EL FRANCISCANISMO EN ANDALUCÍA PASADO Y PRESENTE DE LAS COFRADÍAS Y HERMANDADES FRANCISCANAS ANDALUZAS CONFERENCIAS DEL XII CURSO DE VERANO (Priego de Córdoba, 25 a 28 de julio de 2006)

CÓRDOBA 2007

A.H.E.F Sede de Priego de Córdoba MANUEL PELAEZ DEL ROSAL (Ed) “El Franciscanismo en Andalucía” XII Curso de Verano (2006) Primera Edición Julio 2007 Páginas: 490 pags; tamaño 17 x 24 cm; resolución: 150 - 200 ppp. Composición: María Isabel García de la Puerta Tipografía:

Texto realizado en tipo Times New Roman 10, notas y cabeceras en 8 pts. Papel: Estucado de 80 grs. Encuadernación: Rústica, cosido con hilo vegetal y cubierta plastificada Motivo de la cubierta: Columna del claustro del antiguo convento de San Francisco de Priego de Córdoba (en proceso de rehabilitación) Motivo de la contracubierta: Estado de la cubierta este, en 1979. ISBN: 978-84-933977-7-6 Depósito Legal: CO-1088-2007 © MANUEL PELÁEZ DEL ROSAL © A.H.E.F. Impresión: Digital Asus, S.L. Sor Ángela de la Cruz, 3 14014 - Córdoba Teléfono 957 270 200 E-mail: [email protected] IMPRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN

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