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EVENTOS
De izq. a der.: Emanuel Pallanza, Cristóbal Chiavassa y Daniel Magario, quienes contaron sus experiencias para pasar “del dilema a la acción”. Fernando Preumayr realizó la presentación del proyecto.
“HOY TENEMOS LA OPORTUNIDAD DE SUMARNOS Y CONTAGIAR P ARA UN CAMBIO EN EL PARADIGMA DEL TRABAJO DE LA LECHERÍA… O, POR EL CONTRARIO, QUEDARÁ SIGNADO POR EL SACRIFICIO Y NO SERÁ ATRACTIVO PARA NADIE” LIC. MARCELA EVANS
TALLER DE FACTOR HUMANO EN TAMBOS EN MERCOLÁCTEA
Del dilema a la acción Aceptando el reto de no quedarse en el dilema para pasar a la acción, productores concurrieron al taller que el equipo interdisciplinario del Proyecto Factor Humano (FH) en Tambos organizó en la muestra lechera.
L
a idea de hacer un taller (“Del Dilema a la Acción”) para la presentación de la propuesta del Proyecto Factor Humano (FH) en Tambos fue mostrar, en la práctica, que no hay un producto acabado, sino que esta propuesta es una invitación a una construcción colectiva. Para producir el cambio que queremos dar en la lechería argentina, no podemos estar solos, tenemos que estar todos comprometidos, enlazarnos y tejer una gran red con un mismo objetivo. Ir tejiendo esa » 60
red territorial es el desafío que enfrenta el proyecto y será una de las prioridades del año próximo. “Taller” deviene de “atellier”, palabra francesa que quiere decir “obrador”, construcción artesanal. Y en este taller se empezaron a dar los primeros enlaces para esta causa común: promover Buenas Prácticas en factor humano en los tambos argentinos. Los productores que participaron del Taller de Factor Humano en Mercoláctea 2016, luego de escuchar la presentación del proyecto a
cargo del Ing. Fernando Preumayr, tuvieron la oportunidad de hacer el mismo recorrido que podrán realizar en la plataforma virtual que en breve estará disponible en la web. Allí hay testimonios, autoevaluaciones y finalmente algunas ideas superadoras de lo que se hace en algunos tambos. En el taller, conocieron testimonios de productores y encargados, donde las Buenas Prácticas respecto al factor humano están presentes y las cosas cambiaron para bien.
Estar cerca de la gente… y lo demás viene solo En la jornada de factor humano se escucharon las experiencias de algunos jóvenes con nuevas ideas (ver Recuadro), que creyendo en un comienzo que tenían que cambiar la mentalidad de la gente, descubrieron que el cambio más importante lo tenían que hacer ellos mismos. Hablaron de su propia transformación. Estar cerca de la gente, escuchar más, acompañar, comprender las necesidades de sus colaboradores para trabajar mejor. “Y lo demás viene solo”, señalaron. “Preferimos un litro de leche menos y hacer un cuarto más a una familia que lo necesita para vivir dignamente”. Los tres testimonios tuvieron en común que se animaron a salir al encuentro con los otros, y para eso se han tenido que hacer tiempo… pero un tiempo que lejos de restar (como creían en un comienzo), suma mucho. Descubrieron en las nuevas tecnologías una herramienta para atraer y retener a los jóvenes, así como también a través del Facebook empresarial, relacionarse con la comunidad y encontrar en su “muro” el reconocimiento de los vecinos a la tarea que realizan los tamberos todos los días, los 365 días del año. “Eso gratifica y motiva”, aseguraron. Espejito, espejito… La tecnología también estuvo presente en el taller. Cada uno de los participantes tuvo la oportunidad de autoevaluarse y responder a la pregunta: “¿Cómo estamos en materia de factor
humano los aquí presentes?”. En la encuesta, tuvieron que señalar de qué manera se ocupan ellos –“óptima”, “parcial” o “nula”− de algunos temas: comunicación interna, objetivos compartidos, selección de personal, salud/seguridad, vivienda, conexión con la comunidad, evaluación del desempeño, capacitaciones y motivación. Todos ítems muy importantes para el bienestar y el cuidado de los trabajadores del tambo. Y con una dinámica de evaluación tipo semáforo, se armaron gráficos señalando dónde estaban las “detenciones”, las “alertas” o la “vía libre”. Muchos de los temas se llevaron una “ocupación parcial”, lo que permite alertar sobre la necesidad de empezar a generar acciones profesionales y sostenidas en el tiempo para que esos aspectos estén más cerca del “verde” esperable. Por más que la remuneración quedó bien parada en el puntaje, se reflexionó que ésta nunca tendrá verdadero valor si se descuidan otros temas como vivienda, salud/seguridad y conexión con la comunidad, que aparecen muy “amarillos” y con algunos “rojos” que demuestran que están detenidos sin saber qué hacer. Por su parte, el ítem motivación también fue un tema que mostró “detenciones” y “ocupación parcial”. Quedó claro que sin los temas de necesidades básicas cubiertas, es imposible avanzar con todo lo demás. En los testimonios se habló primeramente de escuchar necesidades y posteriormente de promover el fortalecimiento y consolidación de los equipos de trabajo. Palabra obliga Poner en palabras puede ser el paso anterior a la acción. Por eso, se propuso jugar con los celulares y escribir en un “muro” de factor humano, cuál es la primera palabra que se piensa cuando se habla de los trabajadores del tambo. Ver en Figura, la “nube” que se armó con las palabras mencionadas. En grande apareció “sacrificio” porque
AL HABLAR DE TRABAJADORES DEL TAMBO, ¿EN QUÉ SE PIENSA? La siguiente es la “nube” que se armó con las palabras sugeridas por los presentes, en donde el tamaño es mayor para las palabras que aparecieron con más frecuencia.
fue una de las palabras que más se repitió entre los participantes. Pero le siguió “oportunidad”, y el concepto de oportunidad es la mejor síntesis del taller realizado en Mercoláctea, ya que está relacionada a la “bisagra de los amarillos”, como dijo la Lic. Marcela Evans. “Detectar los puntos de atención, de alerta, nos permite ir para un lado o para el otro según nuestras acciones y/o ausencia de ellas. Hoy tenemos la oportunidad de sumarnos y contagiar para un cambio en el paradigma del trabajo de la lechería… o, por el contrario, quedará signado por el sacrificio y no será atractivo para nadie”, indicó.
Lic. Marcela Evans Elena Brandes
Integrantes del equipo interdisciplinario del Proyecto Factor Humano en Tambos
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EVENTOS
EN PRIMERA PERSONA
Dos productores y un encargado contaron sus experiencias para pasar “del dilema a la acción” en el Taller de Factor Humano en Mercoláctea 2016. A continuación, algunos de los conceptos vertidos allí.
“Nuestro cambio más importante no fue en estructura sino en actitud” Cristóbal Chiavassa tiene una historia familiar ligada al tambo. Se remonta a 1924, cuando su bisabuelo Domingo, hijo de piamonteses, apareció en los registros históricos como productor lechero con un tambo ubicado a apenas cinco kilómetros del sitio donde hoy, la tercera y cuarta generación de la familia llevan adelante un moderno y eficiente establecimiento. El ‘Grupo Chiavassa’ está formado actualmente por Carlos y ‘Pini’, los padres de Cristóbal, y sus tres hermanos: Cristian, Soledad y Rocío. “Mi padre arrancó allá por el 78 con 180 vacas y cuatro empleados. Cuando nosotros terminamos de estudiar, nos invitó a sumarnos y trabajar en la empresa familiar. A medida que nos fuimos integrando, uno de los problemas que veíamos era la falta de motivación del personal, no había profesionalización de cada una de las tareas ni protocolos de trabajo que especificaran qué es lo que esperábamos de cada uno de ellos”. Otro de los temas que detectaron fue que si bien tenían un claro plan de crecimiento en vacas en ordeñe, estaban ordeñando 21 horas por día con un sistema de espina de pescado con diez bajadas. Esto los llevó a pensar qué transformaciones necesitaban hacer en infraestructura pensando en el recurso humano. En este camino, fueron pioneros en la Argentina en poner
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en funcionamiento un tambo calesita. De todas maneras, Cristóbal reconoce que el cambio más importante no fue en estructura sino de actitud. “Empezamos a tratar de generar compatibilidad de ideas, que es fundamental en todo nuevo proyecto. Y uno de los desafíos que nos planteamos fue cómo hacer para complementar la experiencia, la capacidad de observación, el compromiso de los mayores −de las cuatro personas que empezaron con mi viejo, tres de ellas siguen con nosotros− con el aporte de las nuevas generaciones, que por ahí son más pragmáticas y tienen otras ideas”. “Empezamos también a incorporar profesionales en cada área. Se empezaron a generar rutinas con protocolos de trabajo bien definidos que incluyen auditorías y reuniones semanales donde cada encargado de área plantea los problemas para poder atacarlos rápidamente, de modo que todas las áreas se sientan escuchadas y tenidas en cuenta para poder, a su vez, atender los objetivos de la empresa”. “Otra de las cosas que fuimos planteando fue empezar a darle más confort a la gente, ya sea desde las comodidades del lugar de trabajo como el hecho de poder salir al pueblo y compartir con familiares y amigos”. “Incorporamos recientemente las redes sociales, todo suma. Tenemos
un Facebook de la empresa donde vamos haciendo homenajes a personas o a grupos de trabajo de la empresa, contando a qué se dedican y qué es lo que hace cada uno de ellos a diario. Y notamos la satisfacción que les provoca el reconocimiento que tienen de la sociedad cuando reflejamos los logros de su tarea. También suma el reconocimiento que les brindan colegas nuestros cuando van al campo”. “Analizando los resultados que fuimos viendo con estos cambios, notamos que cuando empezás a ver y tener en cuenta las necesidades de la gente y los hacés partícipes, con reglas claras de trabajo, lográs equipos de trabajo comprometidos y motivados que después se van retroalimentando entre sí”.
“Hay dos cosas claves, hacerlos partÍcipes de la empresa compartir la problemática del día a día” Daniel Magario nació y vivió en un campo a siete kilómetros de Castelar, Santa Fe, y a 30 kilómetros de San Francisco, Córdoba. En el año 99 se hizo cargo del campo con su hermano, en el 2007 se independizó y desde entonces trabaja con su esposa. Actualmente, un hijo los acompaña en la administración. “No tengo recetas pero tengo la suerte de haber armado dos equipos que permanecen en el tiempo. En un tambo, hace veinticinco años que está la misma gente y en el otro, llevan quince años trabajando con nosotros”. “Me sirvió mucho estar dentro de un grupo CREA, donde las cosas se hablan continuamente, reunión tras reunión. Empecé a ver que los vecinos, y aún los miembros del mismo grupo, cambiaban mucho de
personal. Viendo la dificultad que había a mi alrededor, empezamos a trabajar distinto. En primer lugar, le dimos más ‘entrada’ a los tamberos. Hoy, cada quince días es casi religioso hablar con ellos para ver sus necesidades. Los empezamos a hacer partícipes en el tratamiento y solución de los problemas, entonces ellos empezaron realmente a entender el negocio, el objetivo de la empresa. Este trabajo se hizo en varias etapas; cuando se afianzó esto, hubo que empezar a trabajar en viviendas y otros aspectos de calidad y bienestar para el factor humano”. “Desde el 2007, que quedé solo, he chocado con la realidad muchísimas veces y hoy me doy cuenta que pienso dos veces antes de contestar, que hago partícipes a los
tamberos de las problemáticas que van surgiendo y siempre las tratamos en conjunto… si bien la última palabra la tengo yo con mi familia”.
EMPECÉ A VER QUE LOS VECINOS, Y AÚN LOS MIEMBROS DEL MISMO GRUPO CREA, CAMBIABAN MUCHO DE PERSONAL. VIENDO LA DIFICULTAD QUE HABÍA A MI ALREDEDOR, EMPEZAMOS A TRABAJAR DISTINTO.
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EVENTOS
“Pensé que trabajar en el factor humano era para cambiar a la gente, pero me di cuenta que el que tenía que cambiar mucho era yo” Emanuel Pallanza tiene treinta años y es encargado de Mareuba S.A. en Río Cuarto, Córdoba. Tiene a su cargo 38 personas, lo que significan diecisiete familias viviendo en el campo. “Llegué a ese campo con mi familia cuando tenía dos años de edad, ya que mi papá entró como encargado cuando había 120 vacas y hacían 300 hectáreas de agricultura. A los cinco o seis años iba para todos lados con él… así me fui enamorando del trabajo. Me considero un apasionado de las vacas, me encanta lo que hago. Cuando tenía doce años reemplazaba a gente en el tambo… más de una vez he empachado a los terneros por pasarlos de comida, me he chocado postes con la Michigan, me ha pasado de todo. Pero realmente fui creciendo entre las vacas y me quise dedicar a eso.
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El dueño del campo había crecido en vacas y en agricultura, estaban por cambiar el sistema de tambero mediero por el de administración y necesitaban a alguien para que dirigiera a la gente. Mi papá estaba un poco pasado de trabajo y me ofrecieron la posibilidad a mí… así que con 20 años y con doce o trece personas a cargo, asumí un desafío importante, difícil por mi edad y por estar trabajando con gente más grande”. “Yo digo que llevo el tambo impregnado, mi novia me dice que ando todo el tiempo con olor a vaca… pero si no nos impregnamos con ese olor, si no lo llevamos dentro, es difícil. El tambo es una actividad bastante rutinaria, con horarios complicados, pocos descansos y los 365 días del año. En invierno hace mucho frío, en verano están el
barro y las moscas, que son los peores enemigos de todos. A la hora de trabajar en el tambo, soy de la idea de ponerse en las botas de la gente, en el lugar de la gente”. “El tambo hoy tiene 1.200 vacas en ordeñe y 3.000 hectáreas de agricultura. Mi papá está en la parte de agricultura y yo en el tambo.
Por más que venga de chico con el tema, llega un momento en que se hace difícil organizar tanta gente. Por eso hace un año y medio me puse en campaña para ver qué podíamos hacer en la parte de factor humano, conocí a Marcela Evans y su experiencia en ‘Tambo en equipo’, y empezamos a trabajar. Lo que vi es lo que vemos todos: la rutina cansa y todos, además de los problemas del campo, tienen los propios”. “Y me pasó que yo pensé que trabajar en el factor humano era para cambiar a la gente, pero me di cuenta que el que tenía que cambiar mucho era yo… porque más allá de lo que decís, la gente te está mirando a vos como líder”. “Nos cambiaron mucho las reuniones de equipo. Disponer de ese espacio de reunión no sólo para dar
órdenes sino para escucharlos, para ver sus necesidades y para desactivar conflictos, es fundamental. Es un espacio para parar de trabajar y hablar de lo que ellos quieren. Los que tenemos que cambiar más somos nosotros, en este caso era yo liderando a estas personas no de forma autoritaria sino poniéndome al lado de ellos, poniéndome en su lugar, dando el ejemplo. Si incorporamos tecnología y los mejores asesores pero no contamos con un equipo de gente comprometida, que se sienta parte de la empresa, no vamos a conseguir grandes cambios”. “Es importante aprender a delegar, armar un esquema de mandos, un buen organigrama. La gente se tiene que sentir parte, opinar… y nosotros delegar, porque hay muchos que te
sorprenden. Por ejemplo, para las vacaciones yo doy las pautas generales pero ellos se organizan y definen sus días de vacaciones entre ellos. Lo mismo pasa con los francos; eso los hace sentir parte y nos liberan a nosotros de muchos conflictos”. “Empezamos a pensar en sacar un litro menos de leche pero tratar de hacer que el tambo sea una actividad más atractiva para la gente; empezamos a pensar en preñar una vaca menos pero hacer una pieza más, buscando que vivan más cómodos. Una vez que se sienten cómodos, la producción y las preñeces vienen solas y con menos esfuerzo de nuestra parte”. “Los conflictos del tambo nunca se acaban pero esta forma de trabajo nos sirve para levantarnos cada mañana y encararlos de otra manera”.
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