POSIBLES PREGUNTAS PARA PREPARAR LA LITERATURA correspondiente a: MIGUEL HERNÁNDEZ “Poesías completas” 0. Datos biográficos 1. Miguel Hernández en su contexto literario 2. Trayectoria poética de Miguel Hernández 3. Tradición y vanguardia en la poesía de Miguel Hernández 4. El compromiso social y político en la poesía de Miguel Hernández 5. Temas poéticos de Miguel Hernández 6. Vida y muerte en la poesía de Miguel Hernández 7. El lenguaje poético Miguel Hernández: símbolos y figuras retóricas más destacadas

De estos siete enunciados elegiré uno para que lo desarrolléis en el examen de evaluación. Lógicamente, para contestar bien tenéis la obligación de resumir (en algunos puntos) la teoría ofrecida por vuestro hercúleo, apolíneo a la par que preocupado profesor.

Juanjo Gavilán Carbonell - Profesor de castellano, lengua y literatura, protocolo, psicólogo, mediador, animador cultural y experto en amargar al personal a final de año.

Suerte Datos biográficos de Miguel Hernández Miguel Hernández nació en Orihuela (Alicante), en 1910. De humilde origen campesino, recibió una escasa instrucción en el colegio jesuita de Santo Domingo, que abandona muy pronto para dedicarse a cuidar el rebaño de cabras de su padre. Sus muchas lecturas -especialmente de la lírica renacentista y barroca, cuya influencia se advierte en su producción poética- ampliaron su formación. La vocación poética de Hernández es muy temprana: sus primeros versos se publican en 1930 y 1931 en distintos diarios; su primer libro de versos Perito en lunas se edita en 1933; y, también se publican sus poemas en la revista vanguardista “El gallo crisis”, fundada en su ciudad natal y dirigida por su “compañero del alma” José Marín -que utilizó como seudónimo el anagrama de su nombre, Ramón Sijé-. En 1934 se traslada a Madrid, donde será acogido con entusiasmo por los mejores poetas de la época. Ese mismo año formaliza su noviazgo con Josefina Manresa, con la que se casará en 1937. Su amistad con el poeta chileno Pablo Neruda es decisiva en su evolución ideológica, que determinó su participación en la guerra del lado republicano. En 1939, cuando intentaba pasar de Huelva a Portugal, es detenido y encarcelado, primero en Sevilla y luego en Madrid. Condenado en consejo de guerra (1940) a la pena de muerte, se le conmuta por la de treinta años. Tras pasar por las cárceles de Palencia y Ocaña, es trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante (1941), en cuya enfermería morirá, como consecuencia del agravamiento de una tuberculosis pulmonar aguda, en marzo de 1942. En 1933 se publica en Murcia Perito en lunas: el barroquismo aprendido en Góngora canaliza en 42 octavas reales que describen, en complejísimas metáforas, objetos de la vida cotidiana. Y en 1936 aparece la obra maestra de Hernández, El rayo que no cesa, conjunto de poemas, en su mayor parte sonetos -un total de 27, de rigurosa factura clásica-, cuyo tema central es la frustración amorosa del poeta. El extraordinario equilibrio entre desbordamiento emocional y densidad conceptual confiere a los poemas de este libro una fuerza expresiva raras veces alcanzada en la lírica castellana. La obra incluye la emocionada Elegía -en tercetos encadenados a la muerte de Ramón Sijé, su gran amigo de infancia y juventud, que tanto influyó en su formación intelectual y literaria. 1

La poesía intimista de El rayo que no cesa da paso a una poesía de tono social en las obras Viento del pueblo (1937), El hombre acecha (escrita entre 1937 y 1939) y Cancionero y romancero de ausencias (escrita en la cárcel, entre 1939 y 1941). Y si en Viento del pueblo y en El hombre acecha los motivos bélicos y patrióticos se expresan en un lenguaje tan directo como vigoroso, los versos de Cancionero y romancero de ausencias reflejan la amargura de la última etapa de su vida: su situación de prisionero, la angustia por la suerte de su mujer e hijo (su primer hijo, nacido en diciembre de 1937, murió a los diez meses, víctima de una infección intestinal), las consecuencias de la Guerra Civil, en definitiva, originan sencillos poemas inspirados en las más sobrias formas de la lírica popular y desnudos, por tanto, de todo artificio retórico. Algunos de estos poemas, de desolada emoción -como, por ejemplo, las famosas Nanas de la cebolla, compuestas en septiembre de 1939- siguen conmoviendo a los más variados lectores, impresionados por su tono muy humano; poemas de una simplicidad e intimismo lírico sobrecogedor, muy distantes del barroquismo de los poemas adolescentes.

Miguel Hernández y su contexto literario En un sentido estricto, Hernández pertenece a la Generación del 36 -junto con Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo...-; sin embargo, su trayectoria poética y sus relaciones con los mejores representantes de la Generación del 27 -especialmente con Vicente Aleixandre- permiten incluirlo en esta última, como “genial epígono”. De lo que no hay duda es de que su obra actúa como eslabón entre la Generación del 27 y los poetas de posguerra, sobre los que ejercerá una decisiva influencia. Y es que en la obra de Miguel Hernández se aglutinan las tres actitudes de la poesía contemporánea española: 1. La poesía de corte neogongorino y ultraísta -en la línea de las primeras obras de los poetas del 27-, representada por Perito en lunas; 2. La poesía subjetiva de tipo amoroso de El rayo que no cesa; 3. La poesía de carácter social -que dará sus frutos en la década de los 50- en la que se inscriben los libros Viento del pueblo, El hombre acecha y Cancionero y romancero de ausencias. Pero ya sea el joven poeta gongorino, ya sea el poeta maduro que siente el amor como un destino trágico, ya sea el poeta social ideológicamente comprometido con el pueblo que sufre la falta de libertad, en la poesía del siglo XX la voz de Miguel Hernández representa el arrebato pasional marcado con el sello imborrable de la sinceridad, que halla adecuada expresión en un lenguaje muy plástico y sensorial, rico en audaces y originales metáforas. En la dedicatoria a Vicente Aleixandre de la obra Viento del pueblo aparece con toda claridad el tránsito del yo -la poesía intimista de El rayo que no cesa- al nosotros, el giro hacia una poesía de carácter social, en la que las angustias del poeta se identifican con las de todos los hombres:

Vicente: A nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres. Nosotros venimos brotando del manantial de las guitarras acogidas por el pueblo, y cada poeta que muere deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando desde la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido. Ante la sombra de dos poetas nos levantamos otros dos, y ante la nuestra se levantarán otros dos mañana. Nuestro cimiento será siempre el mismo: la tierra. Nuestro destino es parar en las manos del pueblo. Sólo esas honradas manos pueden contener lo que la sangre honrada del poeta derrama vibrante. Aquel que se atreve a manchar esas manos, aquellos que se atreven a deshonrar esa sangre, son los traidores asesinos del pueblo y la poesía, y nadie los lavará: en su misma suciedad quedarán 2

cegados. Tu voz y la mía irrumpen del mismo venero. Lo que echo de menos en mi guitarra lo hallo en la tuya. Pablo Neruda y tú me habéis dado imborrables pruebas de poesía, y el pueblo, hacia el que tiendo todas mis raíces, alimenta y ensancha mis ansias y mis cuerdas con el soplo cálido de sus movimientos nobles. Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas. Hoy, este hoy de pasión, de vida, de muerte, nos empuja de un imponente modo a ti, a mí, a varios, hacia el pueblo. El pueblo espera a los poetas con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo.

La actitud poética de Hernández queda, pues, claramente reflejada en las anteriores palabras: la poesía nace del pueblo y el poeta no es sino el intérprete de su sentir; es el poeta quien, en definitiva, convierte la voz del pueblo en materia poética, para devolvérsela, trasmutada en poesía, al mismo pueblo al que pertenece. No es, por tanto, casual que uno de los poemas más significativos de Viento del pueblo arranque con estos versos: Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta.

Trayectoria poética: Evolución de su poesía En la obra literaria de Miguel Hernández se pueden apreciar varias etapas. 1. Poesía pura, al que pertenecen Perito en lunas y otras composiciones neogongorinas. 2. Poesía neorromántica, representada por El rayo que no cesa. 3. Literatura de urgencia: poesía de guerra a la que pertenecen Viento del pueblo y El hombre acecha. 4. La exploración interior, representada por Cancionero y romancero de ausencias.

Etapa de poesía pura Como homenaje al estilo de Góngora, lleno de metáforas e hipérbatos, escribe en 1932 su libro Perito en lunas. Formado por cuarenta y dos octavas reales, sus poemas son una sucesión de acertijos poéticos que supone uno de los exponentes más originales de la poesía pura, sustentada en lo neogongorino, como manifestación culta, y en la adivinanza, como expresión tradicional. Los poemas describen objetos sencillos de la naturaleza y de la vida cotidiana. El nexo común que da unidad al libro es la metáfora lunar (la especialidad de un pastor "experto en lunas", que es lo que significa "perito" en lunas): todos los objetos son descritos por sus recónditas formas lunares, es decir, por su parecido con la luna y las fases lunares. A pesar de ser la luna núcleo y centro de inspiración, existen otros subtemas en esta primera obra: junto a escenas de la vida real, junto al colorido de los frutos y vegetales (palmera, sandía, granada, azahar, etc.), y junto a objetos y animales cotidianos (pozo, veletas, barril, noria, horno, retrete, gallo, oveja) surgirán varios motivos que posteriormente van a acaparar el cosmos poético de Miguel Hernández: muerte, toro, sexo. Perito en lunas revela, entre otras, resonancias de poetas clásicos como Garcilaso, pero sobre todo de Góngora. Igualmente se perciben resonancias del simbolismo francés y de poetas españoles contemporáneos, como Jorge Guillén, García Lorca, Rafael Alberti y Gerardo Diego. Por otra parte, tampoco hay que olvidar la dimensión popularizante del poemario, reforzada por la

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temática campestre, por el empleo de la adivinanza y por el carácter ajuglarado de la difusión de la obra. La poética de la poesía pura subyace también en otras creaciones de los años 1932 y 1933. Es una poética de inspiración formal básicamente gongorista, ante la que el poeta tiene una respuesta literaria a la vez mimética y personal. Mimética porque, a las coincidencias con Góngora de los poetas del 27, Miguel Hernández añade la concepción racional del mundo del poeta cordobés, y agrega el factor burlesco. A la vez que hay más mímesis o imitación, hay más autenticidad, ya que sus temas y su material metafórico no proceden, por lo general, de un universo libresco, sino de su experiencia de la vida cotidiana.

Etapa de poesía neorromántica En el período que abarca los años 1933 y 1934 destaca la cosmovisión de signo neocatólico. Pero en esta fase se superponen, de un lado, la práctica neogongorina anterior, y, de otro, los comienzos de la lírica amorosa. Después de Perito en lunas, Hernández compuso un nuevo libro de poemas con una estética nueva. Libro lírico y moldeado en el clasicismo, núcleo del futuro poemario El silbo vulnerado, un poemario que se convertiría, después de sucesivas supresiones y aumentos poéticos, y gracias al cambio del registro religioso por el amoroso, en la serie de sonetos Imagen de tu huella, fase sustancial y anterior a El rayo que no cesa. Integran El rayo que no cesa cerca de treinta sonetos, aparte de otras composiciones poéticas. La estructura de la obra sigue este orden: el poema "Un carnívoro cuchillo", en cuartetas octosilábicas, y 36 versos; 13 sonetos; el poema "Me llamo barro aunque Miguel me llame", con 71 versos; 13 sonetos; la "Elegía a Ramón Sijé", y el "Soneto final". La poética neorromántica de El rayo que no cesa se manifiesta a través de la lírica de la angustia, de la sangre y del grito. Es la poética surgida de una interiorización fruto del amor y que supone adentrarse en una angustia que se liga al sentimiento amoroso, pero que no se reduce a él, sino que lo trasciende en forma de angustia metafísica y existencial. La fuerza, el impacto, la gran emoción y conmoción que produce en los lectores esta poética depende de dos tensiones: expresiva y vivencial. La tensión expresiva se produce entre el desbordamiento emotivo y la tiranía del cauce formal empleado, especialmente el soneto. La tensión vivencial se proyecta en el tema de la pena, de la que el toro no sería más que revestimiento metafórico. La pena dependería no del amor, sino de su no realización, al contenerse el deseo erótico por culpa de una moral estrecha. En 1935, a la vez que componía El rayo que no cesa, Miguel Hernández avanza hacia la poesía impura, de órbita nerudiana, en una serie de poemas de deben considerarse fundamentales en la evolución de su poesía. Es un grupo de poemas que tiene una extensión considerable, llegando algunos a superar los cien versos. Por proximidad, estas composiciones tienen relación directa con la última parte de El rayo que no cesa, por la visión trágica y dolorida de la existencia, así como una manifiesta conciencia social. También resulta significativo el empleo de formas mucho más libres (abandona el soneto) y de imágenes nuevas que enriquecen su caudal expresivo y que le aproximan en algún caso al surrealismo.

Etapa de la literatura de urgencia Durante los años de guerra, Miguel Hernández cree necesario convertir el arte en un arma de combate, ya que lo que procede es el arte de urgencia, la literatura como instrumento útil para mantener la moral del soldado, para adoctrinarlo a propósito de la causa por la que lucha, e incluso 4

para cultivar su sensibilidad estética. A esta poética responden las obras Viento del pueblo y El hombre acecha. La primera edición de Viento del pueblo salió en Valencia a comienzos de 1937. Recoge composiciones escritas a lo largo de doce meses y publicadas en diversos medios, como revistas, diarios de diferentes ciudades y hojas o periódicos impresos en el frente. En cuanto a la métrica, utiliza la silva, la décima, la cuarteta, el soneto alejandrino, serventesios de pie quebrado y romances. En cuanto al contenido, se da en la obra el cruce de varias tonalidades (épicas, elegíacas, autobiográficas e imprecatorias), y la combinación de diferentes niveles lingüísticos (lenguaje del romancero viejo, de los cantares de gesta, de la poesía culta del Siglo de Oro y del surrealismo). En El hombre acecha el poeta combina las composiciones en verso largo junto con las formas tradicionales. Incluye poemas de los años 1937 y 1938, y presenta un giro plenamente personal hacia el intimismo. El poeta se duele de la muerte colectiva, de la muerte de los hombres que acarrea la guerra, de los heridos, las cárceles y el odio.

Etapa de la exploración interior La poética final más representativa de Miguel Hernández es la de la ausencia, concentrada en los versos del Cancionero y romanero de ausencias. Comenzado en 1938, a raíz de la muerte de su primer hijo, el núcleo originario del conjunto fue compuesto básicamente en la cárcel. Setenta y nueve poemas, todos copiados en un cuaderno entregado a Josefina Manresa, constituyen dicho núcleo, que se publicó póstumamente. Desde el punto de vista temático, en el Cancionero se profundizan dos temas característicos de Miguel Hernández: el del amor y el de la ausencia. En la obra, en efecto, se testimonia la ausencia de todo, o por lo menos de todo aquello que puede dar sentido profundo a la vida: la libertad, el contacto con los paisajes y seres queridos. El tono y el sentido de dicha ausencia consiste en que el poeta cree que el hombre no consiste en otra realidad que la de la ausencia, de ahí la profundidad de la introspección hernandiana, que parte del hecho de un encarcelamiento concreto, y ahonda en la condición de ausente y de ser incomunicado de todo hombre. Y junto a la ausencia, el tema del amor paterno, del amor a la mujer y a su hijo. En contraste con el uso de la poesía popular en su primera época, en la que predominaba el juego metafórico y la búsqueda de efectos estéticos, ahora la poesía es el cauce del desconcierto emocional, cauce profundo que se une a la situación del poeta, y que, por tanto, no responde a intento alguno de imitar formas populares. En el estilo domina la desnudez y la concentración. En sus poemas se formulan metáforas muy singulares, en las que sobresale la proyección de lo trágico y del dolor.

Tradición y Vanguardia El poeta del pueblo o el poeta del corazón, Miguel Hernández, fue uno de los poetas más importantes de la literatura española del siglo XX. En primer lugar, por su espíritu humilde y comprometido, y en segundo lugar, por su innovadora poesía que a la vez reproduce la tradición popular y los rasgos más importantes de muchos otros autores y corrientes estilísticas. Llevado a la muerte por sus ideales republicanos y la falta de apoyo, Miguel Hernández nunca perdió la esperanza de construir un mundo mejor, algo que nos transmite en su poesía. La importancia de sus poemas yace, pues, en la influencia que reciben y a su vez, en la influencia que produjeron una vez muerto el poeta, ya que sus méritos no fueron reconocidos en vida. Su obra poética constituye toda una evolución de su vida, por lo tanto, hemos de reconocer los estilos y gustos literarios del poeta.

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Miguel Hernández tuvo como primera inspiración la literatura oral de tipo popular, pero por otro lado, también leía a los autores cultos, y con el tiempo, tiende a la innovación y creación de un estilo propio. Veamos la tradición de su poesía en cuanto a tres ejes. En primer lugar cabe destacar que encontramos en su obra influencias de la literatura española. Su primera etapa fue de costumbrismo regionalista, y a ésta añadió propio sentimentalismo: la identificación emocional del propio poeta con la naturaleza. Encontramos influencias en sus primeros poemas de Juan de la Cruz y Fray Luis de León, que combina con la poesía renacentista y con la poesía pastoril. El rayo que no cesa es una reelaboración pagana y sensual de la poesía con todas esas influencias, además del petrarquismo de Garcilaso y el existencialismo de Quevedo. Su poesía amorosa anterior a la guerra civil se forja en la tradición del amor cortés, y sus primeras obras, están impregnadas de un toque modernista siguiendo a Rubén Darío. Por otro lado, tiene influjos de Unamuno, Machado y Juan Ramón Jiménez, a quienes lee con asiduidad. Pero en esta etapa de formación de una voz poética propia tampoco rechaza a algunos autores románticos como Bécquer, Espronceda o Zorrilla. En Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras aparece una alusión a Calderón de la Barca, y también encontramos vestigios de Lope de Vega. Pero sobre todo, tiene influencias en su primera etapa de la poesía de Luis de Góngora, que se mantiene hasta el último poema de El rayo que no cesa. En segundo lugar, Miguel también sigue la línea de la vanguardia y el surrealismo. Aunque sus contactos con las vanguardias fueron escasos, bebe de algunas de sus características. Utiliza un lenguaje surrealista antes de tener que dirigirse al pueblo llano en su libro Vientos del pueblo. Pero después de esta etapa de poesía “rebelde”, Hernández escribe a la ausencia de libertad y de esperanza, a los enamorados que no pueden estar juntos, a la inseguridad del futuro… etc. Precisamente a finales de 1935 utiliza algunas imágenes extravagantes, y muestra un conflicto entre la mortalidad y la fuerza pasional de vivir, y por su cambio ideológico, vemos una evolución, abandonando así el tradicionalismo social y conformista. En definitiva, en la obra de Miguel Hernández confluyen lo clásico y lo moderno. Finalmente, Hernández bebe del neopopularismo, que obtiene por la tradición oral y además, sus lecturas: del folklore español y de recreaciones cultas de otros poetas que realzaban la lírica tradicional, y de aquí sacó inspiración de su contemporáneo Federico García Lorca. Hernández dio a su poesía una valoración inmediata, de comunicación con la vida, y la tradición popular persiste, en mayor o menor grado, a lo largo de toda su producción literaria. Este es pues, el estilo del poeta pastor, con influencias variadas que dotan a su poesía de una tradición necesaria y además con la creación de su propia voz poética. En definitiva, en la obra de Miguel Hernández confluyen lo clásico y lo moderno, lo tradicional y lo renovador, en una síntesis ejemplar de la estética en las décadas de los años 20 y 30 del siglo XX español. De la etapa de pureza estética de la inmensa minoría juanramoniana se pasará a la de la inmensa compañía. Por sus orígenes populares y por su decantación hacia el arte popular más accesibles a los españoles de su tiempo, reelabora y reconstruye las formas populares de los romances y de las cancioncillas tradicionales. La reutilización de la poesía tradicional enfatiza su proceso de rehumanización: pasa del yo al nosotros y regresa al yo íntimo de los últimos tiempos.

El compromiso social y político de Miguel Hernández La vida y la obra de Miguel Hernández están caracterizadas por su compromiso social y político que de forma gradual, irá aumentando conforme se sucedieron en la década de los años 30 tanto situaciones personales del autor como hechos históricos en España. Miguel Hernández nace en una familia humilde que vive del campo y en la que recibe una educación católica. En su orientación literaria jugó un papel muy importante su amigo Ramón Sijé, que junto la citada educación religiosa le llevaron a una tendencia literaria clasista, es decir, a una obra marcada por una ferviente fe religiosa, como vemos en el hecho de que su primera obra de teatro fuera un auto sacramental. 6

En ésta primera época, Miguel Hernández se caracteriza por una actitud conservadora y conformista, expresando que la manera de llegar a Dios es a través del trabajo, y critica las acciones revolucionarias campesinas y obreras. Esta tendencia queda reflejada en su poesía en las obras Perito en Lunas, en Imagen de tus huellas y sobre todo en los poemas sueltos que escribe hasta la primera mitad de la década de los 30. Éstos son poemas con temas clásicos tratados de éste modo, como son la naturaleza, la muerte, el amor y el odio, temas que vemos en poemas como Lagarto, mosca, grillo… o en Un carnívoro cuchillo. Pero con la llegada de la República, esta tendencia conservadora empieza a cambiar. Miguel Hernández comienza a pensar en el más débil, en el obrero, y busca una mejor calidad de vida del más débil a través de la alfabetización, de la enseñanza. Este es el primer compromiso social de Miguel Hernández, que mantendrá hasta su muerte. Buscará llegar al obrero y culturizarlo a través de una poesía sencilla, de modo que éste lo entienda y piense sobre su vida. Es una poesía dirigida, como el propio Hernández indica: “para la inmensa mayoría”; será a partir de éste momento cuando comience la poesía social del poeta. Este cambio de mentalidad se verá muy influenciado por la crisis religiosa que sufre en este momento. Esta época de tránsito la veremos reflejada en la obra El rayo que no cesa, siendo el mejor ejemplo el poema suelto Sonreídme, donde el autor se aparta de las creencias religiosas a las que ha estado sujeto desde su juventud. Ya con posterioridad a influencia de Alberti y Neruda, jugará un papel muy importante en la evolución política de Miguel Hernández, que, impulsado por los hechos que acontecen a la segunda mitad de los años 30, pasará a una actitud en la que busca defender y dignificar al hombre del campo, buscando concienciarlo de sus derechos y alentarle a conseguirlos. En ésta actitud el origen humilde y campesino de Miguel Hernández jugará un papel muy importante, utilizando incluso en su poesía experiencias para denunciar la situación del hombre del campo. Es precisamente en éste momento y sumido en el contexto histórico, cuando comienza el compromiso político de Miguel Hernández. Compromiso en el que Miguel Hernández no busca poder o un cargo político, sino conseguir la dignidad de los más débiles a través de la denuncia social por medio de la poesía. En el momento en el que estalla la Guerra Civil, el poeta se decanta por el bando republicano, que es el que se identifica con los pobres. Miguel Hernández consideraba su poesía como arma para conseguir esa dignificación del más débil, por lo que elaborará una poesía de guerra, es decir, de aliento y propaganda a su causa. Por lo tanto vemos que su mayor compromiso político y social tiene dos detonantes: uno personal, como es la amistad de otros autores como Neruda o Alberti, y otro histórico, que es el comienzo de la Guerra Civil. Sus dos obras más significativas en el aspecto social y político pertenecen a ésta época: Vientos del pueblo y El hombre acecha. La primera se escribe a comienzos de la guerra, y la segunda a finales, por lo que son dos obras con una actitud muy diferente por parte del autor. Es la poesía impura, alejada de las vanguardias y asentada en el surrealismo. En la primera obra poética, Miguel Hernández toma una actitud luchadora y alentadora, con optimismo en la victoria y alentando a los obreros a luchar contra las personas que les aprisionan y explotan. Miguel Hernández se siente pueblo, y como él, luchará desde las trincheras por sus derechos. Es una poesía comprometida con la búsqueda de la libertad, y que exalta la figura de la patria. Trata de transmitir valentía a los soldados, utilizando lo que él considera su mejor arma: la palabra. Los obreros podrán morir en la guerra, pero morirán con el valor que Miguel Hernández ha buscado desde un principio que consigan: la dignidad. El poeta pasará a la figura plural, la figura del nosotros, con el fin de arengar a sus compañeros y los incite a luchar por los valores de la solidaridad. Para reflejar este compromiso social y político, Miguel Hernández empleará símbolos del obrero, como es el trabajo, la sangre o el sudor, y utilizará otros como el martillo para incitar a la lucha en busca de los valores comentados y, sobre todo, de la libertad del pueblo llano. Utilizará una forma sencilla para llegar a todo el pueblo. Finalmente el poeta luchará por conseguir una España en la que todo el mundo tenga los mismos derechos para las siguientes generaciones y así lo dejará reflejado en ambas obras. En la segunda obra citada, el poeta refleja una actitud pesimista y desalentadora, debido al momento en el que la escribe, ya en las últimas fases de la guerra. Lamenta el amor hacia la patria 7

con la inminente derrota en la guerra. En esta obra veremos la frustración del autor, expresando lo más íntimo de él mismo, de su identidad, marcando el destino de la muerte por las consecuencias de la guerra. Pero Miguel Hernández mantendrá una pequeña esperanza en la victoria a través del amor a su país, intentando negar la derrota total. Por lo tanto, vemos que el fuerte compromiso social de Miguel Hernández tiene, desde que abandona la motivación religiosa, una faceta cultural hacia el obrero. Mientras tanto, su compromiso político se une con su compromiso social, en la lucha por conseguir la dignidad, la libertad y los derechos de todos los trabajadores de España. Ambos compromisos, como hemos visto, están muy influenciados por los motivos personales del autor y sobre todo por los hechos políticos que caracterizan la época.

Temas poéticos de Miguel Hernández En Miguel Hernández destacan, sobre todos, tres temas: el amor, la vida y la muerte. No obstante, también es muy importante el tema de la naturaleza, que marcará sus primeros poemas. Cabe destacar que, aunque en cada etapa de su producción poética domina un tema sobre los demás, todos se desarrollan a lo largo de su trayectoria. A) El tema de la naturaleza: Domina en la 1ª etapa y está relacionada con la experiencia vital de Miguel Hernández, que nace y vive en un ambiente rural. Tres vertientes: 1.- La naturaleza real como entorno vital: la poesía sensorial. En su primera etapa, la naturaleza abarca el paisaje y los elementos cotidianos de su existencia. La naturaleza es la protagonista del poema. Se trata de una naturaleza real, que muestra la capacidad de observación y descripción del poeta. Gran observador, describe con fidelidad lo que conoce: el paisaje oriolano y los componentes de la vida rural, incorporando metáforas puras. No es el locus amoenus ficticio de los poetas clásicos. Aparecen también alusiones y escenas mitológicas que imitan a los clásicos. 2.- La naturaleza relacionada con Dios. Cosmovisión católica en la que se entrelaza el poder de la naturaleza y la religión. Tiene que ver con el ambiente en el que vive: Orihuela, sede de la diócesis, tiene una atmósfera religiosa y conservadora. Concibe la naturaleza como obra de Dios. La naturaleza es símbolo de la pureza y de la divinidad, frente a lo artificial de la ciudad (tópico de "alabanza de aldea y menosprecio de corte"). 3.- La naturaleza relacionada con la invención del lenguaje. Naturaleza y hermetismo literario: la poesía pura. Tras su viaje a Madrid, escribe en 1932 Perito en lunas, lleno de acertijos poéticos, apoyada en lo neogongorino y en la adivinanza. En los poemas se destacan objetos sencillos de la naturaleza y de la vida cotidiana. Están todos unidos por la metáfora lunar, de manera que todos los objetos son descritos por sus formas lunares, por su parecido con la luna y las fases lunares. La luna como modelo de comportamiento de la naturaleza: ciclo vital, exaltación de la vida y representación de la fecundidad. Panteísmo hernandiano En la 2ª etapa, la naturaleza (la tierra, las labores agrícolas, ganaderas y mineras) sirve para situar su reivindicación social, del lado de los trabajadores asalariados y de los más necesitados. En la 3ª etapa (desde 1938), la naturaleza simboliza la libertad. En la 4ª etapa (Cancionero y romancero de ausencias) la naturaleza aparece como locus amoenus, totalmente retórico, donde se enlazan los enamorados. B) El tema del amor. El amor es el tema fundamental de la poesía de Miguel Hernández: a la naturaleza, a Dios, a la mujer, al hijo, a los amigos, al pueblo, a la vida. El tema amoroso domina en la 2ª etapa, pero es una constante de su poesía que adopta diferentes formas:

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1.- El despertar sexual y la lucha religiosa. En sus primeros poemas (1ª etapa) encontramos referencias a la sexualidad, en ambientes mitológicos imaginarios que entran en lucha con su religiosidad (su poesía religiosa está marcada por la oposición entre espiritualidad y sexualidad). Busca la renuncia a la sexualidad, pero también canta al deleite humanos, celebrando alternativamente a Dios y a Eros (imitación literaria). 2.- El amor-lamento y el amor-ilusión de la tradición literaria; el amor herida. El amor primero (1ª etapa) hacia una mujer (probablemente real), lo expresa en los primeros momentos dentro de la tradición literaria: el amor inhóspito inspirado en el amor cortés del siglo XV y los poemas bucólicos petrarquistas del XVI. La metáfora de la herida, propia del lenguaje del amor pasión de los cancioneros medievales y de la mística, se convierte en símbolo de la existencia en Miguel Hernández. 3.- El amor-dolor, que va de la tradición a la realidad. El amor por Josefina Manresa (1934) le lleva a reelaborar la poesía religiosa del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz en clave erótica con influencias del amor idealizado de Petrarca; surge así El rayo que no cesa, en la 2ª etapa, su primer libro de sonetos amorosos. Se trata de un amor real, concreto, enlazado ya para siempre con la relación carnal. La experiencia del rechazo hace que el vitalismo de su poesía genere, por impotencia, el dramatismo de esta etapa: las ganas de vivir, transformadas en ansias de amar, chocan con una moral provinciana y estrecha que rechaza el goce erótico produciendo la vena trágica, la llamada pena hernandiana. 4.- El amor-alegría; el amor-fraternidad. Tras el matrimonio con Josefina Manresa (1937) y la noticia de su próxima paternidad, el amor en la 3ª etapa se hace un amor gozoso. El amor-alegría también se observa en su última etapa, especialmente en los poemas dedicados a su segundo hijo (Nanas de la cebolla). En la etapa de la guerra también encontramos poemas de amor fraternal hacia el pueblo, buscando la igualdad y la justicia. 5.- El amor-odio. Domina en las poesías de los últimos años de la guerra (3ª etapa), con la visión del hombre como amenaza para el hombre. El pánico es tal entre todos los combatientes que la naturaleza se encoge, desaparece y sólo queda el terror de la guerra, el odio, que se extiende a todos los hombres. El bestiario de ferocidad y cobardía que se asignaba al enemigo en Viento del pueblo se generaliza en El hombre acecha (1937-1939): el hombre es un lobo para el hombre. 6.- El amor-esperanza. Pero Miguel rechaza esta visión y busca la esperanza. En la poesía de su 4ª etapa busca superar la muerte y la miseria mediante la esperanza y de ahí el anhelo de vida. Su poesía se vuelve intimista, se rehumaniza. Cancionero y romancero de ausencias es una especie de diario lírico en que la ausencia (de justicia, de amor y de libertad) se constituye en el centro del poemario, pero aún así Miguel Hernández. supera su amargura y culmina con un canto de esperanza y victoria de sus ideales. Sus últimos poemas están destinados al amor, aúna concepción del amor intimista y realista. Un amor entendido idealistamente como amor-esperanza, en unos poemas protagonizados por su mujer (como esposa y como madre), con una sutil carga erótica, y por sus hijos (el que murió a los diez meses y el que seguía vivo). El amor por su mujer y sus hijos transciende y se convierte en amor fraternal, amor a todos los hombres. C) Los temas de la vida y la muerte. Junto con el amor, la vida y la muerte forman la triada temática de la poesía de Miguel Hernández. Tema dominante en la 3ª etapa, con la poesía de la guerra, es también una constante poética que se observa de diferentes formas en las distintas etapas: 1.- La muerte como parte de la vida. En su obra se suceden las fases del crecimiento del individuo: la ingenuidad de la infancia, la contemplación del entorno natural, la religión de su ambiente cultural, los enamoramientos, el despertar de la conciencia y el sexo, la lucha por los ideales y el choque contra la adversidad y la muerte. Poéticamente, vida y muerte se aúnan en dos sentidos: el sentido existencialista de Heidegger el hombre es un ser nacido para la muerte, vivir es un ir muriendo a cada instante (Quevedo) y el sentido solidario de la muerte-semilla de Whitmann: el hombre es un ser que vela por la especie y que permanece en ella. Vida y muere se unen definitivamente en los últimos poemas de Cancionero y romancero de ausencias (4ª etapa): Amor 9

y muerte aparecen unidos para que la vida del ser humano se perpetúe como especie, se vence a la muerte en cuanto engendramos. La vida de los seres humanos se entiende como semilla germinadora de nueva vida; es el ciclo vital de los hombres y del universo. Los muertos son símbolo de permanencia y constancia de la especie humana. 2.- Las elegías. El sentimiento de amistad llevó a Miguel a escribir numerosas elegías por familiares o amigos muertos. La muerte aparece tempranamente en la vida de Miguel Hernández, con la muerte de tres de sus hermanas siendo niñas: vida y muerte prematura como destino de la naturaleza. Destaca la Elegía a Ramón Sijé muerto a los 22 años (diciembre de 1935). En definitiva, la constancia temática vida, amor y muerte crea numerosos campos metafóricos e imágenes personales en su poesía. Toda su obra gira en torno a los misterios de la vida, la generación y la muerte: el amor como síntoma de vida, luz, claridad y lo más elevado de la perpetuación de la especie, por un lado, pero, por otro, la otra cara de la realidad, el amor como destrucción, la muerte, la sombra, la oscuridad y lo más bajo del oprobio humano. Estos motivos centrales (vida, amor y muerte) se funden en la sacralidad de la vida orgánica, coincidiendo con las religiones primitivas.

El lenguaje poético de Miguel Hernández El lenguaje poético de Miguel Hernández experimenta una serie de cambios a lo largo de la trayectoria del poeta, en estrecha relación con las etapas por las que atraviesa, y que son: • Una primera etapa dominada por la poesía pura de Perito en lunas. • Una segunda etapa que corresponde a la poética neorromántica de El rayo que no cesa. • Una tercera etapa motivada por la situación política y social, que da lugar a la literatura de urgencia de Viento del pueblo y El hombre acecha. • Una última etapa caracterizada por su encarcelamiento y la soledad, que da lugar a la poesía intimista de Cancionero y romancero de ausencias. De acuerdo con estas cuatro etapas, su lenguaje atraviesa por las siguientes fases: • El lenguaje próximo al gongorismo, por la dificultad de su metamorfismo creado a partir de elementos pertenecientes al lenguaje del mundo de la naturaleza. • El lenguaje que mezcla el gongorismo con el lenguaje propio de la expresión del dolor que causa el amor. • El lenguaje directo y claro de la poesía que tiene como finalidad defender la libertad, la clase trabajadora. • El lenguaje propio de la lírica tradicional, sencillo y directo, como vehículo apropiado para la expresión de un sentimiento auténtico, que en esta ocasión se corresponde con el dolor, la soledad, el amor y la esperanza. De la misma manera, las formas métricas varían de acuerdo con la temática y la intención expresiva del poeta: • Perito en lunas está compuesto de 42 octavas reales, combinación de 8 endecasílabos (11 sílabas) que riman en consonante según el esquema ABABABCC, que adquieren un carácter predominan-temente descriptivo, de acuerdo con su intención de exaltar todo lo que pertenece al mundo de la Naturaleza. • El rayo que no cesa está formado por composiciones que combinan el soneto, poema formado por 14 versos endecasílabos con rima consonante (ABBA, ABBA, CDC, CDC, o ABBA, ABBA, CDE, CDE); la redondilla, formada por 4 versos de arte menor, normalmente octosílabos, 10

con rima consonante abba; la silva, combinación de endecasílabos con rima consonante libremente dispuesta; y el terceto encadenado, combinación de tres versos endecasílabos con rima consonante encadenada o cruzada: ABA-BCB-CDC... • Viento del pueblo y El hombre acecha son libros semejantes en cuanto a su forma métrica. En el primero el poeta utiliza la silva, el romance y el soneto construido con alejandrinos (14 sílabas). En el segundo combina la utilización de heptasílabos y octosílabos con los endecasílabos y alejandrinos. • En Cancionero y romancero de ausencias el poeta combina diferentes formas métricas. Predomina el verso corto, especialmente el heptasílabo y el octosílabo en combinaciones propias de la lírica popular, como son la canción y el romance. Junto a estas formas, hay el poeta utiliza el verso de arte mayor, el endecasílabo y el alejandrino, en composiciones como el soneto y el cuarteto. Los símbolos Una característica fundamental del lenguaje poético de Miguel Hernández es la utilización de una serie de símbolos que aparecen en todas sus etapas creativas. Pero, como también el lenguaje y la métrica, estos símbolos adquieren diferentes significados y connotaciones en estrecha relación con la evolución temática de su poesía. Estos símbolos son: a. Huesos b. Lluvia c. Luna

d. Rayo e. Toro f. Viento

g. Tierra h. Luz / Sombra

De forma esquemática, los diferentes significados que adquieren estos símbolos en las diferentes etapas son los siguientes: Símbolo

1er período

Período amoroso

Huesos

Muerte

Impulso erótico

Lluvia Luna Rayo Toro Viento Tierra

Fenómeno necesario para el campo Ciclo de la vida

Período bélico Fuerza de los soldados Sudor, Ánimo

Pena, Dolor Muerte Pena amorosa Fuerza Muerte Virilidad, Fatalidad Hombre explotado Fuerza Fenómeno atmosférico Mujer amada del pueblo Naturaleza, Amor Mundo del trabajo

Período carcelario Ausencia amorosa Dolor Recuerdo Odio, Rencor Recuerdo del hijo perdido

a. Huesos La utilización del símbolo de los huesos es una constante en la poesía de Miguel Hernández. En su primera etapa creativa, se citan los huesos cuando el poeta trata el tema de la muerte. En el período amoroso, este símbolo pasa a designar el impulso erótico, en relación con la amada y con el deseo sexual no satisfecho, como se desprende en la siguiente estrofa: Silencio de metal triste y sonoro, espadas congregando con amores en el final de huesos destructores de la región volcánica del toro.

11

(El rayo que no cesa)

En el período bélico, este símbolo pasa a identificarse con la fuerza de las tropas, que el autor trata de mantener: Aunque te falten las armas, pueblo de cien mil poderes, no desfallezcan tus huesos. (Viento del pueblo)

Por último, en su última etapa, este símbolo expresa principalmente la ausencia de la amada: Todo está lleno de ti, traspasado de tu pelo: de algo que no he conseguido y que busco entre tus huesos. (Cancionero y romancero de ausencias)

b. Lluvia La lluvia también es una de las metáforas constantes en la obra de Miguel Hernández. En su primera etapa, este elemento se identifica con el fenómeno natural fundamental para la vida, elemento del que depende la vida del agricultor, como se refleja en la siguiente estrofa: Después de un golpe de agua necesario al pan que avaloró la barbechera, en una principiante primavera el mundo vuelve al día originario. (Ciclo de Perito en lunas)

En otro poema de la misma etapa, aparece la ausencia de lluvia, que tiene efectos devastadores sobre el paisaje y sobre la supervivencia del pastor: No llueve, y son los montes calaveras por donde va mi hatajo cada día arruinándose más en la porfia de pacer ya pacidas hinojeras. (Ciclo de Perito en lunas)

En el período amoroso, la lluvia hace referencia a la pena y al dolor que provoca el amor: Lluviosos ojos que lluviosamente me hacéis penar: lluviosas soledades, balcones de las rudas tempestades que hay en mi corazón adolescente. (El rayo que no cesa)

También, la lluvia se relaciona con el dolor producido por la muerte de un ser querido, como se refleja en la Elegía Primera, dedicada a Federico García Lorca, a la que pertenecen los siguientes versos: Eldolor y su manto vienen una vez más a nuestro encuentro. Y una vez más al callejón del llanto lluviosamente entro. (Viento del pueblo)

En los poemas de la etapa bélica, la lluvia se asocia con el esfuerzo del trabajador, y se identifica con el sudor: 12

Vestidura de oro de los trabajadores, adorno de las manos como de las pupilas, por la atmósfera esparce sus fecundos olores una lluvia de axilas. (Viento del pueblo)

En otros poemas de la misma etapa, la lluvia se transforma en símbolo apropiado para avivar los ánimos de los soldados: Bajo una zarpa de lluvia, y un racimo de relente, y un ejército de sol, campan los cuerpos rebeldes de los españoles dignos que al yugo no se someten, y la claridad los sigue y los robles los defienden. (Viento del pueblo)

En el período carcelario, este símbolo vuelve a ser la imagen del dolor, ahora un dolor por verse alejado de todo y de todos, con el inevitable recuerdo de las personas amadas: Llueve. Los ojos se ahondan buscando tus ojos, esos dos ojos que se alejaron a la sombra, cuenca adentro. (Cancionero y romancero de ausencias)

En otros poemas del ciclo, la lluvia es también la esperanza que proporciona el recuerdo de todo lo vivido y el deseo del reencuentro con sus seres queridos: Pero cuando llueve, siento que las paredes se ahondan, y reverdecen los muebles, rememorando las hojas. (Cancionero y romancero de ausencias)

c. Luna Símbolo fundamental en la obra poética de Miguel Hernández, la luna adquiere dos significados claramente diferenciados. En su primera etapa, la luna como astro y sus fases se relacionan con el paso del tiempo y con el ciclo de la vida, como muestran los siguientes versos: ¡LUNAS! Como gobiernas, como bronces, siempre en mudanza, siempre dando vueltas. Cuando me voy a la vereda, entonces las veo desfilar, libres, esbeltas, domesticando van mimbres, con ronces,

mas con las bridas de los ojos sueltas, estas lunas que esgrimen, siempre a oscuras, las armas blancas de las dentaduras. (Perito en lunas)

Después de esta etapa, cuando aparece la luna es siempre signo de fatalidad, de muerte, opuesta, en muchas ocasiones, a la claridad y al sol: Criatura hubo que vino desde la sementera de la nada, y vino más de una, bajo el designio de una estrella airada y en una turbulenta y mala luna. (Ciclo de El rayo que no cesa)

Yo nací en mala luna. Tengo la pena de una sola pena que vale más que toda la alegría. (Ciclo de El rayo que no cesa)

13

Besarse a la luna, mujer, es besarnos en toda la muerte. (Cancionero y romancero de ausencias) Los animales del día a los de la noche buscan. Lejos anda el sol, cerca la luna. Animal de mediodía,

la medianoche te turba. Lejos anda el sol, cerca la luna. (Cancionero y romancero de ausencias) A la luna venidera te acostarás a parir y tu vientre arrojará la claridad sobre mí. (Cancionero y romancero de ausencias)

d. Rayo El símbolo del rayo aparece en la poesía de Miguel Hernández en su etapa amorosa. En ella, el rayo es siempre el dolor, la pena amorosa, y suele asociarse a otros símbolos, como el cuchillo, la navaja o la espada: Un carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida sostiene un vuelo y un brillo alrededor de mi vida. Rayo de metal crispado fulgentemente caído, picotea mi costado y hace en él un triste nido. (El rayo que no cesa)

¿No cesará este rayo que me habita el corazón de exasperadas fieras y de fraguas coléricas y herreras donde el metal más fresco se marchita? (El rayo que no cesa) Lo que he sufrido y nada todo es nada para lo que me queda todavía que sufrir, el rigor de esta agonía de andar de este cuchillo a aquella espada. (El rayo que no cesa)

En los poemas de la etapa bélica el rayo pasa a expresar la fuerza: Siempre serán famosas estas sangres cubiertas de abriles y de mayos, que hacen vibrar las dilatadas fosas con su vigor que se decide en rayos. (Viento del pueblo)

Un hombre que ha soñado con las aguas del mar, y destroza sus alas como un rayo amarrado, y estremece las rejas, y se clava los dientes en los dientes de trueno. (El hombre acecha)

En su última etapa, el rayo es símbolo del recuerdo de la amada, recuerdo feliz, pero también doloroso, ya que su recuerdo es lo único que tiene de ella: Cada vez más presente. Como si un rayo raudo te trajera a mi pecho. Como un lento rayo lento. Cada vez más ausente. (Cancionero y romancero de ausencias)

e. Toro Otro de los símbolos característicos de la poesía de Miguel Hernández no es el toro, que —como el resto—, experimenta una evolución de acuerdo con la etapa por la que el poeta atraviesa. En el primer período, el toro se asocia con la muerte.

14

Si las peinas elevan las mantillas, si las mantillas damas, si las damas elevan --¡banderillas!— las masculinas bramas, el negro toro, luto articulado y tumba de la espada,

caballos sólo ciegos por el lado por que habrán de morir, y picadores, hacen casi celestes, si las varas sus obstinados carmesís mayores. (Ciclo de Perito en lunas)

En el poema titulado Citación fatal, vuelve a aparecer el toro como imagen de la muerte: Fuera, arriba, en el palco y en la grada, deseos con mantillas. Salió la muerte astada, Palco de banderillas. (Ciclo de Perito en lunas)

En el período amoroso, el toro adquiere una doble interpretación. En libertad es símbolo de virilidad, pero en la plaza, se asocia a la fatalidad. Ejemplo del toro como símbolo de virilidad son los siguientes versos: Como el toro te sigo y te persigo y dejas mi deseo en una espada, como el toro burlado, como el toro. (El rayo que no cesa)

Como símbolo de fatalidad aparece el toro en los siguientes versos: Y como el toro tú, mi sangre astada, que el cotidiano cáliz de la muerte, edificado con un turbio acero,

vierte sobre mi lengua un gusto a espada diluida en un vino espeso y fuerte desde mi corazón donde, me muero. (El rayo que no cesa)

En el período bélico, el toro se opone al buey, y éste simboliza al pueblo explotado, a quien el poeta intenta ensalzar y unir ante la necesidad de la guerra: No soy de un pueblo de bueyes que soy de un pueblo que embargan yacimientos de leones, desfiladeros de águilas y cordilleras de toros

con el orgullo en el asta. Nunca medraron los bueyes en los páramos de España. (Viento del pueblo)

f. Viento El viento como símbolo aparece en todas las etapas de la poesía de Miguel Hernández, y en cada una de ellas con significados diferentes. En la primera etapa, el viento es fenómeno atmosférico, relacionado siempre con la naturaleza que rodea al poeta: Es demasiado poco maniquí, vivo al viento del más visible trigo, la caña de la escoba para ti, a la fuerza del pájaro enemigo. (Perito en lunas) Las veletas están desconcertadas: ¡no funcionan los vientos ni menores! Tan alisado el mar. Tan aseadas las anforillas de los ruiseñores. (Ciclo de Perito en lunas)

¡Ay, promotor del estremecimiento! ¡Ay, viento —viento de por la mañana, viento de por la tarde!: ¡ay viento — viento! Me da el viento, Señor, me da una gana el viento de volar, de hacerme ave de lo más viva, de lo más lejana... Me toma un viento lento, un viento suave, y ¡ay! me deja en el sitio en que me toma

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por demasiado pecador y grave.

(Ciclo de Perito en lunas)

En el período amoroso el viento simboliza la mujer amada: Una querencia tengo por tu acento, una apetencia por tu compañía y una dolencia de melancolía por la ausencia del aire de tu viento. (El rayo que no cesa) Los olores persigo de tu viento y la olvidada imagen de tu huella, que en ti principia, amor, y en mí termina. (El rayo que no cesa)

En la etapa bélica, el viento es la fuerza del pueblo y la voz del poeta, que se identifica con el viento como vehículo de transmisión de sus ideales: Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me avientan la garganta. (Viento del pueblo)

que parte de las bocas de conmovido aliento y de los hospitales moribundos. (Viento del pueblo) Es una juventud: recoged este viento. Su sangre es el cristal que no se empaña, su sombrero el laurel y el pedernal su aliento. (Viento del pueblo)

Recoged este viento, naciones, hombres, mundos,

En contraste, en el período carcelario, el viento se asocia al odio y al rencor: ¿Qué quiere el viento de encono que baja por el barranco y violenta las ventanas mientras te visto de abrazos? (Cancionero y romancero de ausencias) El viento ceniciento clama en la habitación

donde clamaba ella ciñéndose a mi voz. Cámara solitaria con el herido son del ceniciento viento clamante alrededor. (Cancionero y romancero de ausencias)

g. Tierra La tierra es otro de los símbolos que experimenta una notable evolución en la poesía de Miguel Hernández. En un primer momento, la naturaleza se asocia a la naturaleza y al mundo del trabajo: ¡Qué morada! es Castilla: ¡Qué morada! de Dios y ¡qué amarilla! ¡Qué solemne! Morada de Dios la tierra arada, enamorada, la uva morada y verde la semilla. (Ciclo de Perito en lunas)

En la etapa amorosa, la tierra se relaciona con el amor: La tierra es un amor dispuesto a ser un hoyo, dispuesto a ser un árbol, un volcán y una fuente. (Ciclo de El rayo que no cesa)

En la etapa bélica, la aparición de la tierra remite a los pobres: 16

Si yo salí de la tierra, si yo he nacido de un vientre desdichado y con pobreza, no fue sino para hacerme ruiseñor de las desdichas, eco de la mala suerte, y cantar y repetir a quien escucharme debe cuanto apenas, cuanto a pobres, cuanto a tierra se refiere. (Viento del pueblo)

En su última etapa, la tierra se asocia a la pérdida irreparable del hijo: Corazón que en el tamaño de un día se abre y se cierra. La flor nunca cumple un año, y lo cumple bajo tierra. (Cancionero y romancero de ausencias)

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