madrid a grandes rasgos

Ricardo Aroca Hernández-Ros arquitecto

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a ciudad nace en el siglo IX al amparo de una fortaleza musulmana que formaba parte del sistema defensivo de Toledo. Situada en el emplazamiento del actual Palacio Real, con la conquista de Toledo pasa en el año 1083 a manos cristianas y en los siguientes siglos lleva una existencia semejante a la de cualquier otra población de Castilla, con constantes pleitos con las ciudades vecinas y a riesgo de caer en manos de los señores feudales que van repartiéndose el territorio durante el siglo comprendido entre 1370 y 1470 en que reinan los sucesivos monarcas de la casa de Trastamara. A diferencia de la mayoría de las poblaciones castellanas, Madrid consigue seguir siendo una ciudad de realengo, dependiente directamente del Rey (que era lo más parecido en aquella época a ser libre), aunque para ello debe ceder a la corona el Monte del Pardo, famoso por la abundancia y calidad de la caza. La afición a la caza de los reyes españoles, que se mantiene en nuestros días, va creando una relación especial de la ciudad con los sucesivos monarcas que la visitan con frecuencia e incluso hacen sucesivos obras de mejora y ampliación del Alcázar musulmán, mientras la ciudad con una base económica fundamentalmente agrícola crece protegida por sucesivas ampliaciones de la muralla, siempre sobre el camino de Alcalá de Henares en dirección este, opuesta al río Manzanares. La decisión de Felipe II de establecer en Madrid la Corte de manera permanente (no definitiva como acabaría resultando) marca el arranque del despegue de Madrid como ciudad importante, en contra de los deseos del monarca que había buscado establecer su corte en una ciudad pequeña con aire saludable y agua abundante y de calidad y no entendía que el establecimiento de la corte de un estado fuertemente centralizado entrañaba una población mucho mayor que la que él hubiera querido. Durante su reinado Madrid pasa de 25.000 a 90.000 habitantes. El breve paréntesis del traslado de la corte a Valladolid por Felipe III hace que los madrileños sean conscientes de que sin ella la ciudad no podía sobrevivir y el concejo negocia a cualquier precio el retorno del Rey, vuelta la corte, continúa bajo los Austrias. El crecimiento de la ciudad, que llega a los 140.000 habitantes, al tiempo que la corona añade nuevas propiedades al Monte del Pardo: con Felipe II, la casa de Campo y con Felipe IV, el Retiro. Otro factor importante en el devenir de Madrid es la instalación, al amparo de la piadosa corte de los Austrias, de un increíble número de órdenes religiosas (llegó a haber más de 60 conventos) que ocupan buena parte del suelo urbano. Felipe IV consigue por fin poner límite a la ciudad y construye una cerca que más tiene que ver con la percepción de impuestos y el control de epidemias que con la defensa

militar. La cerca de Felipe IV supuso un corsé para la ciudad que no es derribado hasta la gloriosa revolución de 1868 que instaura la efímera primera república. El triste final de la casa de Austria, que coincide con el del siglo XVII y la guerra de sucesión, marcan un paréntesis de casi medio siglo en el crecimiento de la población que se relanza con fuerza en la segunda mitad del siglo XVIII bajo los borbones ilustrados que cambian la imagen de la ciudad, en muchos casos por el sencillo expediente de cambiar las fachadas de los edificios (en el caso del Palacio Real, colabora un oportuno incendio del viejo Alcázar). Durante el siglo de los Borbones con la construcción del salón del Prado empieza a adquirir importancia el eje norte-Sur, marcado por el arroyo de la Fuente Castellana. Durante el siglo XIX continúa el crecimiento de la población encerrada en la cerca de Felipe IV y con graves problemas de hacinamiento (casi 300.000 habitantes en 500 hectáreas). La desamortización de Mendizábal alivia momentáneamente la escasez de suelo a costa de las órdenes religiosas cuya supervivencia económica era, por otra parte, inviable. A mediados de siglo, el gobierno progresista de Bravo Murillo toma dos decisiones trascendentales: la traída de aguas que se llamaría Canal de Isabel II y el encargo a Castro del plano del ensanche (había encargado poco antes a Cerdá el de Barcelona, que sufría una situación mucho más agobiante que Madrid). Castro proyecta un ensanche ampliando la ciudad hasta las 2000 hectáreas siempre hacia el este sobre el camino de Alcalá, sustituyendo la cerca de Felipe IV por un camino de ronda flanqueado por un foso, con un número limitado de puertas para facilitar la percepción de los impuestos sobre el consumo de la ciudad. Encerrar la mayor superficie posible con la menor longitud del costoso camino de Ronda (alardea haberlo conseguido con solo 19 kilómetros de perímetro contra los 13 de la cerca de Felipe IV) pesó más en el ánimo de Castro que el articular el funcionamiento interno de la ciudad o su relación con el territorio; el rio constituía una buena parte del nuevo perímetro de la ciudad. Pese a la evidencia del crecimiento de la población durante los años anteriores a la redacción del plan, Castro estaba convencido de que la tendencia se moderaría y su ampliación sería suficiente para 100 años. Los movimientos especulativos que acompañan al plan Castro estimulan el crecimiento de las poblaciones limítrofes y la construcción en el suelo municipal fuera del recinto del plan, de manera anárquica, que continúa durante el primer tercio del siglo XX, con la excepción del oasis de orden que representa la Ciudad Lineal, fruto de la iniciativa privada de Arturo Soria.

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En este periodo, tras una larga gestación y con no pocos reveses, se pone en marcha el proyecto de reforma interior de la Gran Vía que trata de dar continuidad hacia el oeste a la calle de Alcalá interrumpida por el Palacio Real. Hasta que durante la segunda república no se toma la idea Zuazo del eje norte-sur siguiendo el trazado del arroyo de la Fuente Castellana no se completa el sistema de los dos grandes ejes que articulan la ciudad. Terminada la guerra civil con una población de un millón de habitantes, se pone en marcha la operación del “gran Madrid” con la anexión de 13 municipios y un plan de establecimiento de industrias, lo que relanza el crecimiento de la población en viviendas de iniciativa pública en la década de los 50 que, progresivamente sustituida por la privada, continúa hasta el principio de los años 70 en que, agotado el suelo urbano del municipio se estabiliza la población algo por encima de los 3 millones de habitantes y se acelera el crecimiento de los municipios próximos. La población de Madrid municipio, alberga actualmente a algo menos de la mitad de la aglomeración, que actualmente rebasa el límite administrativo de la Comunidad e incluye buena parte de Guadalajara y Toledo. El último Plan General de Madrid ha propiciado, de nuevo, el crecimiento de la población dentro del ámbito municipal, calificando suelo que permitiría alojar más de un millón de nuevos vecinos, que agotado el flujo migratorio desde el campo, no se ve claramente de dónde pueden venir, ya que el crecimiento vegetativo de la población madrileña ha sido siempre negativo v

repensar las teorias sobre desarrollo urbano en la globalización

Ignacio Marinas Montalvillo ingeniero de caminos

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